TRATADO
DK
TEORICA Y PRACTICA
SEGUIDO DE UN COMPENDIO DE TOIICOLOGÍA
POR KL DOCTOR
D. PEDRO MATA
Cal Urético de término en la Universidad central, encargado de la asignatura de Medicina
legal y Toxicología, etc.
Obra premiada por el Gobierno, oído el Consejo de
Instrucción pública.
CUARTA EDICION
CORREGIDA, REFORMADA, PUESTA AL NIVEL DE LOS CONOCIMIENTOS MAS MODERNOS
V ARREGLADA Á LA LEGISLACION VIGENTE.
« Los deberes que el médico legisla tiene
que cumplir para con la sociedad en general,
son sin duda los mas brillantes, pero tambieu
ios mas difíciles. »
Mahon.
TOMO TERCERO. %
TOXICOLOGÍA.
MADRID
OÁRLOS BAILLY BAILLIERE
LIBRERO DE CÁMARA DE SS. MM. , DE LA UNIVERSIDAD CENTRAL,
DEL CONGRESO DE LOS SEÑORES DIPUTADOS Y DE LA ACADEMIA DR JURISPRUDENCIA
V LEGISLACION.
librería extranjera y nacional, científica y literaria,
Plaza del Príncipe Alfonso ( antes de Santa Ana), n." 8.
París, i Londres, I Nueva-York ,
i. B. Baillibrb é hijo. I H. Baillikhk I Baillibrb hermanos.
1807.
COMPENDIO
DE
TOXICOLOGÍA GENERAL
¥ PARTICULAR
POR EL DR. D. PEDRO MATA
CATEDRÁTICO DE TÉRMINO EN LA UNIVERSIDAD CENTRAL, ENCARGADO DE LA ASIGNATURA
DE MEDICINA LEGAL Y TOXICOLOGÍA , ETC.
Obra premiada por el Gobierno, oido el Consejo de
Instrucción pública.
CUARTA EDICION
CORREGIDA Y NOTABLEMENTE AUMENTADA.
Á LA MEMORIA
DEL GRANDE ORFILA.
ETERNO RECUERDO
PEDRO MATA.
PRÓLOGO.
■V .
Losrque hayan fijado su atención en las diferentes evoluciones de este
Compemho, recordarán que empezó su tímida existencia de una manera
muy modesta.
Guando, en 1844, vió por primera vez la luz pública, formaba otra de
las cuestiones médico-legales, comprendidas entre las relativas á las
personas de ordinario muertas; era un simple capítulo de mi Tratado de
medicina legal , que, en su primer vuelo , no se atrevió á llevar mas que
el nombre de Vade mecüm.
Mas que por propia inclinación , porque así lo encontraba establecido,
seguí la costumbre de los autores , que han considerado, y siguen consi-
derando , como materia propia de la medicina legal , las cuestiones á que
da lugar la muerte por envenenamiento; igual que lasque versan sobre la
muerte por quemadura, por asfixia ó por lesiones corporales, hechas con
armas blancas, ó de fuego.
En la segunda edición, que hube de dar, á los dos años después, ya
no fui tan dócil. Al impulso irresistible de profundas convicciones, se-
paré del Tratado de Medicina legal , todo lo relativo al envenenamiento
y á los venenos, y en vez de tratar de ellos en un capítulo de aquella
obra, compuse el Compendio de Toxicología general i particular, con-
virtiendo ese capítulo en un tratado aparte, pero sin seguir el tentador
ejemplo del sabio doctor Orfila , quien , á pesar de haber publicado su
notable Tratado de Toxicología, continuaba hablando de los venenos en
su Medicina legal.
Los motivos que tuve para esa separación no se fundaron tan solo en
la necesidad de dar mayor extensión á la materia de ese capítulo , cada
día mas aumentada bajo todos los aspectos; se fundaban también, y toda-
vía mucho más , en la especialidad de esa materia , en su carácter, para
mí irrecusable, de cuerpo de doctrina particular, con vida propia y con
todos los atributos de una ciencia, ya que no pura , análoga á otras mu-
chas, que constituyen el vasto ramo biológico.
En las obras de los autores, incluso el mismo Orfila, á quien puede
considerarse como la figura mas descollante en ese ramo de conocimien-
tos especiales, yo no veia constituida la ciencia toxicológica de una ma-
nera completa, abrazando á la vez lo general y lo particular; esto es,
la intoxicación y las sustancias que la producen; é intente constituirla,
valiéndome de los elementos que encontré esparcidos en esas obras.
Mi permanencia por algún tiempo en la escuela de Montpellier ; el es-
tudio de la obra de Anglada ; el inevitable influjo de las primeras ideas
recibidas en escuelas y obras vitalistas, y la falta de lectura de otros es-
critos, en sentido natural y positivo, me hicieron profesar todavía , en
TOXICOLOGÍA. — 1
— 8 —
esa primera tentativa, doctrinas metafísicas, respecto de las cuales he
sentido siempre instintiva repugnancia.
Transcurrieron años, y al publicar la tercera edición de mi Compendio,
si bien le dejé la misma estructura que en la segunda, reforme consi-
derablemente sus principios doctrinales. El vitalismo metafísico de la es-
cuela de Barthez desapareció de todos aquellos puntos, por los cuales se
me había deslizado. Yo ya concebía la vida de otro modo. En mi Examen
critico de la homeopatía la habia proclamado como una propiedad de la
materia, como un modo de ser de esta, y puse en armonía mi Compendio
de Toxicología con ese Eximen. La acción de los venenos es para mí mo-
lecular, de consiguiente, química , y partiendo de esta base, el sistema
de mi obra tenia que ser modificado radicalmente, como lo tué en efecto.
Cuando pareció la tercera edición de mi Compendio , acababa de dar á
luz (185o) en las márgenes del Sena, su Tratado de Toxicología gene-
ral, el doctor C. P. Galtier, como introducción ó complemento de su
Toxicología médica , química y legal, que es un tratado de venenos estudia-
dos en particular. Esa obra mereció justamente los aplausos de la prensa
parisiense , especialmente por esa parte general, y la organización que
daba el autor á sus consideraciones generales sobre los venenos y el en-
venenamiento. Esos elogios me llenaron de satisfacción ; porque los veia
dirigidos á los esfuerzos de un profesor, que tendia á constituir la ciencia
de un modo parecido al mió, tanto mas, cuanto que la organización
dada por mí á la Toxicología (según yo creo y el público habrá podido
ver si ando bien, ó mal fundado) , sobre ser mas acabada , es mas metó-
dica y mas lógica.
Hoy aparece por cuarta vez , con mi Tratado de Medicina legal teó-
rico y práctico, mi Compendio de Toxicología general y particular, sin
que ni en su fondo, ni en su forma, haya tenido que hacer variaciones ra-
dicales. Cuantas mas luces he ido recibiendo de la multitud de obras, que
arroja al público la prensa científica extranjera , relacionadas con la in-
toxicación ; tanto mas me he ido afirmando en la solidez de mis princi-
pios. El espíritu , la tendencia , los hechos y verdades de esas obras, cada
dia se encuentran mas en armonía con mi doplrina, y con mis observa-
ciones y trabajos personales.
Las modificaciones que he tenido que hacer, mas bien son aumento de
matena es y peí lección de los principios en el espíritu positivo con que
están aquellos estudiados.
En la Introducción, además de extender, como era natural, la historia
hres jr“°’ >a en la parle socia1’ mencionando los casos céle-
los los trahlr0S dmS’ ya 611 k parlG cienUíica’ trazando, á grandes ras-
salir aTencuem8 y pr°greS0S de eslos último* añ°s; he creído conveniente
10 de una opinión, en mi concepto, á todas luces erró-
- a -
nea, del distinguido catedrático de medicina legal de París, M. Ambro-
sio Tardieu , quien niega á la Toxicologia el título de ciencia , y á los ve-
nenos sus propiedades tóxicas y su existencia positiva.
No he dejado ni podido dejar sin refutación esas ideas , tanto por ser
ese laborioso profesor uno de los módicos legistas del vecino imperio, que
suenan más hoy diay que mas prestigio gozan allende los Pirineos, como
por creerme mas interesado y aludido que nadie en la cuestión, puesto que
he proclamado muy en alta voz que la Toxicologia e s una ciencia, que la he
constituido el primero , no solo abrazando en mi Compendio lo general y
lo particular, y dando á aquella una organización completa , que ningún
toxicólogo le había dado; sino separándola del todo de la Medicina legal ,
con cuyo ramo de conocimientos se viene interpolando, haciendo con ella
lo que no se hace con la tocología, higiene, cirugía, frenopatía, etc., etc.,
psor confundir las relaciones que existen entre la Medicina forense y la
Toxicologia , con la verdadera enseñanza de esta especialidad moderna.
Yo debía, por lo tanto , rnas que nadie hacer, en esta nueva edición,
lo que ya hice en mi cátedra, en el curso de 1864 á 1865, luego de haber
visto en el tomo XXII, segunda série, de los Anales de Higiene pública y
medicina legal , el estudio médico-legal del envenenamiento , por el doctor
Tardieu , donde emite dichas ideas con resolución y sin ambajes. Des-
pués de haberle probado que la Toxicologia es una ciencia ; que existe
una clase de cuerpos llamados venenos, causas especiales de la intoxica-
ción, enfermedad especial también , y que tanto la intoxicación, como
las sustancias que la producen, reclaman un estudio profundo, igual
que los demás ramos cientííicos que se relacionan con la medicina legal ,
antes que el médico forense trate de las cuestiones relativas á la muerte
por venenos, como trata las relativas á la muerte por otros medios , ó ins-
trumentos criminales; no considerando acabado mi empeño, hube de
indicar las relaciones que existen entre la Medicina legal y la Toxicologia;
la necesidad de que el médico forense estudie esta como ciencia aparte,
y el grande interés que tiene la medicina legal y la administración de
justicia en que los peritos, en todo caso de intoxicación , sean los médi-
cos forenses y solo los médicos forenses , puesto que son los únicos que
pueden declarar é informar, con plena convicción científica , todos los pun-
tos y cuestiones á que dé lugar un caso práctico.
En la ToxicoLoaÍA general, los aumentos é innovaciones versan sobre
algunos venenos mejor estudiados en estos últimos tiempos , respecto de
su influencia en ciertas generalidades; sobre algunos contravenenos
mas eficaces de ciertas clases, ó grupos de venenos; sobre algunos pro-
cedimientos nuevos para descubrirlos, entre ellos la diálisis , y lo que
se llama experimentación fisiológica ; práctica vieja , empírica y desacre-
ditada por ia experiencia, y que M. Tardieu y otros han rehabilitado
con ligeras modificaciones, que no le han dado mas valor lógico ; sobre el
empleo ó aplicación del microscopio en la investigación de las sustancias
tóxicas tanto orgánicas como inorgánicas, sobre la grave cuestión rela-
tiva á la ligadura del esófago, y sobre algunos otros puntos nacidos de
los incesantes progresos de la ciencia.
La Toxicología particular , además de la historia mas circunstanciada
de los venenos mejor estudiados en estos últimos tiempos, estricnina, di-
gitalina, anilina, hongos, fósforo, etc., y de los mas importantes, ó
con mas frecuencia escogidos como instrumento del crimen, del suici-
dio, ó como causas de intoxicación involuntaria, ha sido modificada, res-
pecto de la acomodación al órden de la toxicología general , suprimien-
do toda repetición , en cuanto á los caracteres y condiciones comunes,
expuestos en la primera parte del Compendio, y limitando su estudio par-
ticular á lo que es propio y distintivo de cada sustancia tóxica tratada.
La benévola acogida que ha tenido este Compendio, lo mismo que mi
Tratado de Medicina legal , en las anteriores ediciones , obligándome
á dar la cuarta edición de ambas obras, después de mas de un año que no
se encuentra ya ni un ejemplar de la tercera, me han impuesto el deber
de presentarla con toda la perfección posible, en cuanto de mi dependa,
tanto para facilitar á mis discípulos la enseñanza de esa difícil ciencia,
como para que pueda servir de consulta y guía á los que la necesiten en
su práctica.
Como obra de consulta, hallarán los médicos y abogados en mi Com-
pendio lodo cuanto, y en ciertos puntos, mas de io que buscarían en
otras obras , inclusas las muy contadas que abracen el estudio general y
particular de los venenos ; advirtiéndoles que no se limiten á leer la his-
toria particular de este ó aquel veneno que les interese , sino que vayan
á enterarse, en la toxicología general, de lo que no hallen en la particu-
lar, puesto que ya he indicado que he procurado evitar repiticiones.
Como obra didáctica, he hecho con la Toxicología lo que con la Medi-
cina legal; he redactado un resúmen de lo contenido en cada capítulo, al fin
de este , y por lo mismo los alumnos , después de haber oido al profesor
en la cátedra , y de haber leído el fondo de los capítulos, encontrarán en
los resúmenes compendiada la ciencia y dispuesta de modo que les sea
mas fácil la retención de lo estudiado, en su memoria, para salir airosos
de los exámenes; así como los profesores y abogados podrán enterarse
mas brevemente, por medio de esos resúmenes, del estado actual de la
ciencia toxicológica.
Por unas y otras razones espero, con fundamento, que esta edición
recibirá del público una acogida tan favorable como las anteriores.
Madrid, IS66.
Pedro Mata.
INTRODUCCION.
>~o®«
Frecuencia de las intoxicaciones.— Dos aspectos del envenenamiento.— Historia del as-
pecto social; origen del envenenamiento, como accidente y como crimen.— Datos mi-
tológicos y literarios.— Datos históricos: Biblia. — Historia profana: edad antigua. —
Edad media. — Edad moderna.— Edad actual. — Historia del aspecto científico : tiem-
pos antiguos. — Tiempos medios.— Tiempos modernos.— Tiempos actuales. — Utilidad y
necesidad de la Toxicologia. — Cómo debe escribirse y estudiarse. — Es una verdadera
ciencia médica.— Motivos infundados para negarle este carácter. — No es una razón
para negársele el que no sea una ciencia pura. — Tiene su objeto determinado, sus he-
chos y principios propios, su método y sus procederes.— Su base está en los hechos de
intoxicación y envenenamiento. — La existencia de sustancias venenosas por su natura-
leza es positiva.— Los venenos forman un grupo natural , diferente de los medicamen-
tos: antes pertenecen á la Toxicologia que á la Farmacología. — Así como hay ciencia
de las quemaduras, asfixias y lesiones corporales; así debe haberla de los venenos. —
Relaciones de la Toxicologia con la Medicina legal. — El médico legista debe conocer la
Toxicologia.— Los médicos forenses son los peritos científica y legalmente idóneos para ac-
tuar y resolver las cuestiones relativas al envenenamiento. — Utilidad de una cátedra de
Toxicologia práctica.
I.— Frecnencla de las intoxicaciones.
El estudio de los venenos y de su acción sobre la economía humana
exige severamente una doctrina, que sea la expresión de los conocimien-
tos mas cuidadosamente acrisolados. El hombre está constantemente ro-
deado de venenos , amenazado siempre de una intoxicación : una casua-
lidad , un descuido, un error, le hacen experimentar los ejecutivos efec-
tos de un tósigo, como la misma desesperación del suicidio, como la
misma astucia y premeditación del crimen. Los tres reinos de la natura-
leza, de los cuales tantas utilidades reportamos, abrazan una infinidad
de sustancias altamente mortíferas, y nada mas fácil que la mezcla, ya
involuntaria, ya voluntaria de esas sustancias, con las que nos dan la
vida, ó nos devuelven la salud.
Aviva una familia el fuego de su hogar para preservarse del frió, y
descuidando ciertas precauciones, sucumbe envenenada por el tuto del
carbón. Un infeliz enfermo, deseoso de activar la curación de sus males,
en vez de tomar un grano de una sustancia enérgica , como se lo ordenó
un facultativo, toma de una vez cuatro ó seis, y reconoce desesperado
que él mismo se dió la muerte. Saborea con placer un aficionado un plato
exquisito de hongos , y á las pocas horas perece atormentado de los dolo-
res mas vivos. Tiéndese uno con descuido en el césped de los campos, y
un asqueroso insecto, un reptil inmundo, le clava traidoramente su dardo
ó aguijón emponzoñado. Aquí sazona otro sus alimentos con ciertas yer-
bas , y apenas las ha ingerido en sus órganos digestivos , es ya víctima
de una equivocación terrible. Allá un padre, idólatra de sus hijos, quiere
librarse de los ratones que le invaden la dispensa , les abandona pedaci-
— r> —
tos de a ueso polvoreados de arsénico, y acaso el Benjamín de la familia
os alcaná pSo que un ratón , y espira rápidamente en brazos del
nadi-p desesperado. Un farmacéutico, un químico, un artesano, en tin, se
entregan á la elaboración de algún producto , ó á trabajos analíticos;
hav una distracción, un descuido, una imprevisión; los aparatos esta-
llan , y se desprenden gases tan enérgicos , que matan al operador con la
rapidez del rayo. . , . .
Pero no son siempre semejantes casualidades las que dan lugar a tan
terribles escenas. Muy á menudo es la mano del criminal. Es el aleve cál-
culo de una persona cobarde que, no teniendo valor para deshacerse,
con una agresión ruidosa, de otra á quien odia, ó que le estorba la rea-
lización de sus planes, espía los momentos y ocasiones en que pueda dar
la muerte oculta en los mismos medios con que la incauta víctima apaga
su sed, halaga su paladar, repara sus fuerzas, ó acalla sus sufrimientos.
Este execrable crimen, para cuya exacta expresión no tiene el idioma
voces bastante fuertes, ha debido nacer desgraciadamente del acaso.
Esas casualidades , de que acabo de hacer mención , han creado el enve-
nenamiento criminal.
Las reflexiones que preceden revelan sobradamente el interés é impor-
tancia de la toxicología , y admira , á la verdad , que , como ciencia , sea
novísima ; tanto mas , cuanto que los hechos que le pertenecen son tan
antiguos como la misma especie humana.
II.— Dos aspectos del envenenamiento.
fié aquí por qué considero de alguna utilidad para los lectores de este
libro echar en su introducción una ojeada, siquiera sea á grandes ras-
gos , á la historia del envenenamiento. Ella nos explicará la remota anti-
güedad de los hechos de todas clases , en los que ha figurado la acción
de los venenos , y la reciente institución de los principios que han ele-
vado esos hechos á la categoría de ciencia especial de la gran familia
médica.
La historia del envenenamiento, ó por mejor decir, de la toxicología,
tiene dos aspectos muy diferentes. Refiérese el uno, que podemos llamar
el primero, á una séne de hechos sociales , notables , históricos , mas ó
menos transcendentales , ya porque han acaecido en determinados pue-
blos, en ciertas y especiales circunstancias, y en personajes que han in-
fluido mas ó menos en los destinos de un país , por no decir del mundo;
ya porque , aun cuando hayan sido vulgares los sugetos envenenados v
los mismos envenenadores , los hechos han expresado el carácter desco-
llante de un siglo, de un reinado, ó bien de un pueblo. Esta es la parte
empírica, para decirlo así, de la historia toxicológica ; es el aspecto prác-
tico, compuesto de homicidios y suicidios ejecutados por medio de un
°ír2 aspect? se refiere á un ramo de conocimientos que, encerrado,
en el c-írc-u,° sintético de la ciencia general , en el primer pe-
coTpÍ tr7tíl0S m^vlI«ient0s del entendimiento humano, ha ido recibiendo
2 Í !?S Slg 0S su desarrollo necesario, gradual , lento, casi
media v ha diad ’ en los P1nrneros si§Ios del cristianismo, en la edad
Dero exfpmn °S mism,°.s d^s de la filosofía cartesiana ; pero brusco,
culebra mip naca c lIia0rc!mai?0 ’ co.rao *° sepian ios movimientos de la
P e del polo al trópico, desde que á la voz del célebre
— 7 - .
barón de Verulamio, se levantó la filosofía experimental, sublevando en
su seguimiento todas las ciencias ontológicas, todos los estudios mate-
riales , todos los ramos de conocimientos , en fin , que forman la existen-
cia objetiva ó exterior de la naturaleza.
Esta es la parte verdaderamente científica de la historia toxicológica,
porque ella es la que revela cómo de aquellos hechos sociales , cómo de
la parte empírica ha nacido este ramo de conocimientos en el campo de
la ciencia ; qué hombres le han cultivado; qué obras han escrito acerca
de él; qué estudios, tanto especulativos como prácticos se han hecho, y
de qué manera las formas del suicidio y del homicidio, dadas á estos
hechos casuales ó voluntarios por diversas sustancias venenosas, han
venido á hacer al siglo xix verdadero padre de una ciencia escasamente
conocida de los siglos anteriores.
¿Por cuál de esos dos aspectos empezarémos nuestro bosquejo histó-
rico? La naturaleza de los mismos nos está señalando con la mano cuál
es la primera vía que debemos recorrer. Antes que la ciencia ha habido
los hechos ; ha habido sustancias ponzoñosas , fatal necesidad de relacio-
narse el hombre con los productos de la tierra, y pasiones turbulentas,
vengativas y alevosas que han empleado como arma de asesinato ó suici-
dio la diabólica virtud de un animal, de una planta ó de un cuerpo inor-
gánico, descubiertos siempre por la casualidad, madre á menudo de la
experiencia. En esta clase de hechos está la cuna de la toxicología. Ellos
son su razón , su punto de partida y su objeto. Sigamos , pues, en nues-
tra exposición la marcha que la naturaleza nos indica.
III. — Historia del aspecto social: oríg-eu del envenenamiento como
accidente y como crimen.
El envenenamiento, en cuanto crimen, no es tan antiguo como el
mundo. Como accidente desdichado, debe de serlo.
Es imposible conocer á priori la virtud venenosa de un mineral , de
un animal ó de una planta. Esta clase de conocimientos solo puede darla
la experiencia ó la revelación. Si Dios no hubiese revelado á Adan y Eva
que el manzano del Paraíso daba frutos funestos , no lo hubieran adivi-
nado; no lo hubieran sabido hasta después de haberlos comido, cuando
acosados , ya que no por el hambre, por la curiosidad, se hubiesen de-
terminado á probarlos. La experiencia es la que ha enseñado al hombre
de todos los países qué tierras, qué plantas y qué animales son dañinos
é inocentes. Los hombres y animales que han muerto víctimas de las sus-
tancias tóxicas, han advertido á los demás los peligros que corrían
usando de ellas.
Verdad es que los botánicos han establecido ciertas reglas para cono-
cer si un vegetal es ó no venenoso, guiándose por el color negro ú oscuro
del fruto, el olor viroso del mismo, de la planta ó de sus jugos, el as-
pecto sombrío de las hojas , el lugar donde arraiga , etc. Mas todo esto
no alcanza á invalidar nuestra proposición. ¿Cómo han llegado los botá-
nicos á este conocimiento tan importante sino con la experiencia? A
tuerza de ver esos caractéres comunes en los vegtales venenosos , han po-
dido al fin servirles para prevenirse contra el vegetal que los presenta.
No negarémos que el aspecto sombrío de un vegetal, lo mismo que el
de un reptil ó un insecto, que el olor viroso ó nauseabundo, que el color
repugnante ó desagradable, son, por punto general, avisos. indirectos
— - 8 -
áe la naturaleza al instinto del hombre y de los demás animales para
míe se aleien de ellos; pero tiene esta regla tantas excepciones en todos
íüt émidos crue es imposible fundarse en esa base para creer que no es
Inexperiencia la que nos ha enseñado las propiedades de las plantas y
demás objetos de la naturaleza.
Tan repugnante y capaz de inspirar prevención es un sapo, como un
lagarto • un alacran , como una salamanquesa; una víbora, como una
culebra’ común ; v debe ser mas espantosa que una culebra de cascabel,
urm boa ó una gigante. Sin embargo, el lagarto muerde sin consecuen-
cia*, la salamanquesa es inocente , la culebra común inofensiva , y tanto
la gigante como la boa no tienen dientes venenosos.
¿Quién , al probar por vez primera , y sin conocimiento de lo que sean
la guindilla, los pimientos picantes , el ajo y la cebolla crudos, no los
tiraría acto continuo, creyéndolos capaces de dar la muerte? Con todo,
nadie ignora que solo sirven de tormento pasajero al paladar y á la len-
gua , no acostumbrados á estos alimentos picantes. En cambio, todos po-
demos comer, sin advertir nada en el acto, un plato de hongos veneno-
sos, mezcladas con otras verduras las hojas de la mortal cicuta , y no son
pocos , en especial los niños , que se comerían un exceso de almendras
amargas , sufriendo luego las terribles consecuencias de estas sustancias
eminentemente ponzoñosas.
Bastan y sobran estas sencillas reflexiones para dejar consignado que
es la experiencia la que enseña las virtudes buenas y malas de las sus-
tancias pertenecientes á los tres reinos de la naturaleza. Esta verdad , que
aquí podrá parecer trivial , es la razón filosófica de lo que hemos dicho
poco hace sobre haber sido la toxicología desconocida en la larga série
de siglos, cuyo método científico no ha sido el experimental. Por eso, y
por las aplicaciones que ha de tener mas tarde esta verdad tan sencilla,
hemos creído que no era inoportuno el consignarla.
Con lo que va dicho se comprende fácilmente cómo un envenena-
miento casual (mejor diriamos en este caso, cómo una intoxicación,
puesto que no hay intento de dañar) ha podido, ha debido ser casi coe-
táneo de la creación; al paso que el envenenamiento, con intención de ma-
tarse ó matar á otro, ha debido de observarse en siglos mas posteriores.
La naturaleza no ha revelado á los instintos perversos esa forma infernal
del homicidio. La maldad congénita, los odios mas enconados, las pasio-
nes mas rencorosas no son bastantes para engendrar la idea del envene-
namiento, mucho menos para descubrir el veneno. Caín no hubiera asesi-
nado á su hermano Abel con la quijada de un cuadrúpedo: le hubiera
dado una ponzoña. El primogénito de Adan era envidioso ; la envidia ar-
guye bajeza de alma , y la bajeza de alma es inseparable compañera de
la infame alevosía. Los hechos desgraciados de intoxicaciones casuales
han sido para las personas de aviesas y crueles inclinaciones una lección
que no han oesaprovechado en sus rencores y venganzas.
Los primeros que murieron envenenados fueron , sin duda , los mordi-
óos por reptiles venenosos. Luego seguirían los que tomaran sin expe-
r!fRC¡?i’ C()1?° alimentos » ya como remedios, ciertas plantas mortífe-
?s vcoenosos de las mismas. Por último habría intoxi-
caciones debidas al uso de sustancias minerales.
7fl<T flXninpíIOnfS ’ que á Primera vista parecerán gratuitas ó antojadi-
i ’ 3eRena,^° mas -que Ia cate§ona de simples conjeturas , cuando
uno examina con detención las fábulas mitológicas, los poemas délos
- 9 -
primeros génios de Grecia y Roma , y las paginas de la historia , tanto
sagrada como profana.
IT— Datos mitológicos y literarios»
Extrañaráse tal vez que , para esclarecer los hechos de envenenamiento
acaecidos en los primeros tiempos, pretendamos apoyarnos en la mitolo-
gía y en las creaciones fantásticas de los poetas. Sin embargo, no por
eso hemos de desistir de nuestro empeño, seguros como estamos de que
en las fábulas mitológicas , en los poemas y tragedias , hemos de hallar
tanta luz como en las páginas menos borradas de la historia mas au-
téntica.
Relativamente á los tiempos desconocidos, por lo mismo que lo son,
nadie puede presentarnos dato alguno contra nuestro modo de pensar,
mientras que nosotros tenemos en nuestro apoyo, para esos tiempos , la
Biblia por un lado, y por otro las pruebas racionales que nos permitirá
aducir, tanto la explicación de los envenenamientos históricos que daré-
mos en su lugar, como la íntima relación que existe, y demostrarémos,
entre la marcha de la filosofía y la ciencia de los venenos.
En cuanto á los tiempos fabulosos , ó á los 2107 años que los constitu-
yen , no solo tendremos pruebas racionales , sino hechos que han de ve-
nir á confirmar nuestros asertos. No desconocemos que, en lo concer-
niente á esos tiempos nebulosos , es muy difícil resolver cualquier pro-
blema , y que no es ligero empeño averiguar si en ellos hubo suicidios y
homicidios ejecutados con ponzoñas. ¿
Sin embargo, examínense con detención las causas que hacen tan oscu-
ros esos tiempos fabulosos , y acerca de qué clase de problemas hay esa
imposibilidad de resolución que hace incrédula la crítica, respecto de
todo lo que ha quedado escrito de esos tiempos. Guando se profundiza
esta materia , no es difícil advertir que lo que oscurece y confunde las
noticias mas históricas de esas edades remotísimas , es la mezcla íntima y
tenaz de lo verdadero con lo falso, de lo metafórico con lo directo, de lo
alegórico con lo positivo, del poema con la historia , de las embrolladas
invenciones debidas á la imaginación de los sacerdotes, filósofos y poe-
tas , con los hechos de ciertos hombres que descollaron en valor, en
fuerza , en saber, en talentos , en crímenes ó en virtudes.
Pero nótese bien: si esa deplorable mezcla de la verdad y de la fábula
es la que no consiente poner en claro los 2107 años que constituyen los
tiempos fabulosos , en cuanto á los personajes y á sus hechos, porque no
tenemos datos fehacientes para deslindar lo verdadero de lo falso, fuera
del sentido común y del criterio natural que da la última calificación á
todo lo inverosímil, sobrehumano y absurdo ; no sucede otro tanto res-
pecto de las costumbres, conocimientos, tendencias generales, espíritu
común y otros aspectos de la humanidad correspondientes á aquellos dias.
Bajo muchos puntos de vista, esa misma mitología oriental, tan atestada
de fábulas y alegorías , de pensamientos atrevidos y de concepciones ab-
surdas, es un manantial caudaloso de datos preciosísimos para averiguar
á punto fijo la existencia verdaderamente histórica de muchos hechos so-
ciales; pues aun cuando, en la realidad, semejantes datos no se refieran á
la época en que se supone que vivieron los hombres extraordinarios con-
vertidos en dioses y semidioses por la fantasía de los poetas, el interés
de los sacerdotes, ó la vanidad de los pueblos; á lo menos puede asegu-
- 10 -
rarse que los elementos de todas esas ficciones tenian una existencia ver-
dadera en los dias de esos pueblos , de esos sacerdotes y de esos poetas,
que así desfiguraron los hechos anteriores ó coetáneos á su tiempo; por-
que, de lo contrario, ni esa existencia mitológica hubieran podido tener.
La mitología oriental , lo mismo que la griega y la romana , hijas legí-
timas de aquella, no es otra cosa que un gran poema , una epopeya fan-
tástica, que el entendimiento humano compuso, en los primeros vuelos de
su fantasía, para verse representado al exterior, en la naturaleza mate-
rial, con formas adecuadas á sus ideas y sentimientos.
Ese gran poema , esa epopeya colosal , como todo lo que ha sido en-
gendrado en el Oriente, durante el estudio del universo, del infinito, no
pudo ser creado de la nada, porque no fue Dios el poeta. Necesitó pri-
mero un esqueleto, luego venas, y arterias, y nervios, y entrañas, y mús-
culos, y tegumentos que redondeasen sus formas; por último, un espíritu
que las animase, el fuego que deseaba para sus estátuas de arcilla 1 ro-
meteo, para rivalizar con Júpiter, y que le costó sentirse roído el hígado
por un voraz buitre, en las alturas del Cáucaso, hasta que Hércules le
libró de tal tormento.
¿Y en dónde habían de encontrar los sacerdotes, los filósofos y los poe-
tas ese esqueleto, esos órganos y ese espíritu para su grande hechura, ri-
val de la humanidad verdadera y muy superior á ella en prodigios, sino
en esa misma humanidad que tanto desfiguraron? Si cuando brotó el
hombre de un puñado de tierra , Dios le formó á imágen suya , ¿cómo no
había de hacer otro tanto el entendimiento humano, cuando quiso darse
con el arte, con la representación objetiva de su sujetividad, una existen-
cia exterior y accesible á los sentidos? Cuando ese mismo Prometeo , á
quien hemos ya citado , quiso formar hombres en competencia con los
del mayor de ios dioses, ¿creó la arcilla? creó la forma humana? No ; la
arcilla estaba en la tierra , la forma humana en el padre de Deucalion y
sus semejantes. Sus sentidos le dieron la idea de esa forma, y su activi-
dad artística supo darla á la arcilla informe que esculpió.
Hé aquí lo que hicieron los creadores de la mitología : tomaron el es-
queleto de su figura en la historia; le embellecieron con elementos que su
imaginación nutrida por los sentidos recogió de la vida humana , de la
naturaleza , y así pudieron dar á una creación fabulosa muchos caracté-
res gráficos, de una verdad resplandeciente.
Los dioses y semidioses de la india, más los del Egipto , más todavía
los de Grecia y Roma, esculpidos en las medallas, en los escudos, en los
bajos relieves de los monumentos y en los altares de los templos, ó des-
critos en los poemas, están hablando, respecto de muchos puntos, á la
posteridad un lenguaje tan inteligible, como para los mismos que los gra-
baron en la arcilla, en la toba, en el mármol, en el cedro ó eu el bronce,
como para los mismos que los escribieron en el poema, en la tragedia, en
la oda ó en los libros de liturgia.
Si , lo que acabamos de indicar, no fuere suficiente para dejar demos-
^oqne por la misma mitología podemos averiguar la verdad de mu-
chos hechos, correspondientes á los ttempos fabulosos , y entre aquellos
ios del envenenamiento, quedará este punto fuera de toda duda, echando
una ojeada rápida á lo que nos dicen las fábulas mitológicas, tanto res-
pecto ae ios dioses, como de los semidioses ó de los héroes, que recibie-
ron los honores de la apoteosis, cantados por los poetas, autores á la vez
y editores de las tradiciones populares.
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Nadie ignora que la mitología, tanto oriental como occidental , consti-
tuye un cuerpo de creaciones fabulosas , calcadas sobre las absurdas
creencias que engendró la idolatría. Nadie ignora tampoco que esas fá-
bulas tienen índole diversa ; que unas son hechos históricos desfigurados
por la imaginación de los poetas , que otras son concepciones de los filó-
sofos: estas, alegorías; aquellas, apólogos, ó composiciones morales; que
las hay mixtas, esto es, que participan á la vez de todos estos caracteres,
y que las hay, en fin, cuya análisis no descubre en ellas otra cosa que
antojos poéticos de la fantasía mas audaz y mas fecunda, sin símbolo, sin
geroglííico, sin intención, ni significación alguna que envuelva, al menos
para nosotros, un objeto determinado; todo es puro capricho de una ima-
ginación exuberante. Lo común , que es el conocimiento de las fábulas
mitológicas, nos dispensa de citar ejemplos de cada una de estas fábulas.
Nadie ignora, por último, que eí cuerpo general constituido por esas
creaciones' fabulosas, tiene dos grandes secciones: una formada por los
dioses, otra por los semidioses ó héroes elevados á la categoría de divini-
dades, mas que por lo extraordinario de sus hechos , ó de su vida mara-
villosa , por la tendencia de ciertas generaciones á divinizarlo todo, hom-
bres, animales, plantas, objetos inertes ó inanimados, ideas y sentimientos.
Ahora bien : examínese sucesivamente cada una de estas dos grandes
secciones ; véase la historia de cada uno de esos dioses , de cada uno de
esos semidioses, bajo el punto de vista del envenenamiento, y dígase acto
continuo si no es cierto cuanto hemos consignado en las proposiciones
generales, que constituyen el fondo de nuestras reflexiones anteriores.
Para salir airosos en 'esta singular tarea, permítasenos que recordemos
esas historias, empezando por la de los verdaderos dioses, que tanto abun-
dan en la mitología oriental, y más aun en la occidental, ó lo que es lo
mismo, en la griega y la romana.
El universo está repartido entre esos dioses : unos tienen bajo su juris-
dicción inmediata el Olimpo ó el cielo; otros la tierra; estos los mares,
aquellos los infiernos ó el Tártaro, sin contar con no escaso número de
deidades subalternas, cuya mansión es dudosa, vaga é indeterminada.
Verdad es que la libre imaginación de los poetas hace que esos dioses se
invadan recíprocamente sus dominios especiales, y que el dios del rayo
y de las nubes, como le llama ílomero, Júpiter, es el mayor de todos, el
soberano absoluto, cuya omnipotente voluntad es obedecida por las de-
más divinidades, sin conocer otra superior que la del ciego destino.
En la historia de los dioses del Olimpo no vemos ningún envenena-
miento. Ninguna de esas deidades se vale de una pócima matadora para
inmolar á los mortales favoritos, ó hijos de los demás dioses. La misma
Juno, con ser tan vengativa y rencorosa, con sentirse abrasada por los ce-
los que le dan las continuas y escandalosas liviandades de su divino ma-
rido, jamás se vale de un veneno ; jamás le ocurre la idea de un envene-
namiento para satisfacer sus terribles venganzas ; á todo apela menos al
empleo de una ponzoña ; ni hace siquiera que los objetos de su implaca-
ble cólera sean mordidos por un reptil venenoso, como la serpiente Phi-
ton, que lanzó un dia contra Latona y Apolo.
lira la Discordia una manzana entre tres diosas, diciendo : «á la mas
hermosa. » Paris , hijo de Priamo , rey de Troya , la alcanza v la da á
Venus.
manet in alia mente repostum
judicium Paridis..
— n —
como dice Virgilio, y para vengarse de este ultraje á su orgullo y vani-
dad, no hay calamidad que no haga llover sóbrelos hijos, súbditos y
aliados del infeliz Priamo.
Celosa de la ninfa lo, porque es amada de Júpiter, la atormenta tanto,
que al fin este dios convierte en vaca á la ninfa. Ni esto la salva. Juno lo-
gra que su marido se la confie, la somete á los cien ojos de Argos, y
cuando, muerto este , puede lo escapar, Juno le envía un tábano que la
desuella, y la pobre ninfa no sosiega hasta que, atravesando el Mediter-
ráneo, se refugia á Egipto.
Europa es robada por Júpiter enamorado de ella, y la cólera de Juno
estalla contra las hijas de Cadmo, hermano de su rival. Ino se ve preci-
sada á arrojarse al mar; Agate contempla á su hijo Penteo desgarrado
por las Bacantes; Antinoe ve á su hijo Acteon transformado en ciervo por
Diana, y devorado por sus propios perros; Semele, seducida por Juno,
pide que Júpiter se presente á ella con todo su explendor , y es reducida
á pavesa.
Porque Egine inspira amor al mayor de los dioses, la celosa Mcgale,
como la llamaban los griegos, desencadena contra el país de aquella reina
un azote pestilencial , y es tanto el estrago que produce, que, á petición
de Eaco , hermano de Egine, tiene Júpiter que transformar en hombres
las hormigas, por lo cual son llamados desde entonces los naturales de
ese país mirmidones.
Que no se diga que Juno, arrebatada por sus celos y su orgullo lasti-
mado, no envenena ni hace envenenar, por ser este recurso infame é in-
digno de la majestad de un dios. Los medios de que se valia Juno para
llevar á cabo sus propósitos no tenían nada de noble ni grande. Los poe-
tas la hacen representar papeles muy vulgares é indignos. En la guerra
de los Titanes toma parte contra su marido, como una mal casada de sen-
timientos odiosos. Para librar á los griegos de la espada vencedora de
TTector, se atavía como una cortesana común, y se presenta á su marido
llena de afeites para inflamar su lascivia y conseguir de esta suerte con-
cesiones que no puede lograr de otra manera. Las pasiones que los poe-
tas suponen en esa diosa son un reflejo de las humanas, y como estas en
los tiempos de esos poetas no apelaban á los venenos para satisfacerse , se
comprende cómo , en medio de las atrocidades cometidas por ios dioses,
no se ven envenenamientos. Es porque tampoco eran comunes entre los
hombres.
En la historia de Diana , del centauro Chiron y de Orion , hechura de
tres dioses sin concurso de mujer, hay algo que pertenece á la historia
de la toxicología, y que confirma todas nuestras conjeturas.
El templo donde estaba el oráculo de Delfos tuvo por origen , según
Diodoro de Sicilia , una grieta del Parnaso , montaña de la Fócida , de la
cual se desprendía un gas que producia una especie de embriaguez á los
que le respiraban. Unas cabras le descubrieron ; pero apenas le respira-
ron , empezaron á dar saltos espantosos. El pastor que las guardaba se
acercó á la grieta, aspiró el gas y se puso á saltar tan delirante como sus
cabras. Divúlgase la aventura; muchos curiosos se acercan á la grieta, y
acto continuo corren por el Parnaso, saltando como atacados por el baile
de han Víctor. Explicando las gentes de aquellos dias esta maravilla por
la intervención de un dios que así revelaba el porvenir, la grieta fué con-
vertida en un templo, y el templo en el célebre oráculo de belfos, que no
calló, según dicen algunos, sino después de la venida del Mesías, bien
que Cicerón se quejaba ya de su silencio. El desprendimiento natural del
ácido carbónico de algunas grutas , pozos y grietas , el del ácido sulfhí-
drico en ciertas fuentes , dan verosimilitud al origen de esa fábula.
El centauro Chiron fué herido involuntariamente por una de las fle-
chas de Hércules, envenenada con la sangre de la hidra de Lerna. Esta
herida emponzoñada causaba dolores tan crueles al centauro , que deseó
morir. Como era inmortal, los dioses, compadecidos de su desdicha,
consintieron en que muriese para elevarle al cielo. Es el signo Sagitario
del Zodiaco.
Júpiter , Neptuno y Mercurio , agradecidos de la hospitalidad que les
dió Enopeo , le indicaron que pidiese lo que fuere de su agrado. Tener
un hijo sin necesidad de mujer, dijo Enopeo, y aquellos tres dioses for-
maron á Orion de la piel del buey, que el huésped habia inmolado para
darles un banquete. Orion fué un gran cazador; una culebra venenosa le
mordió , y Diana le convirtió en constelación , cuyo nombre han conser-
vado los astrónomos.
Hé aquí dos envenenamientos casuales producidos por animales pon-
zoñosos. Aunque la fábula de la hidra de Lerna es metafórica, se aplica á
su sangre la virtud mortífera observada en las serpientes venenosas de
ese lago, que mordían deponiendo una ponzoña en la mordedura.
Mordeduras de esta naturaleza no escaseaban en los primeros tiempos;
al contrario, debían ser frecuentes como lo son todavía en ios bosques de
Asia, Africa y América, poco batidos por el hombre. Hé aquí por qué fi-
guran entre los dioses del Olimpo envenenamientos por reptiles ponzo-
ñosos ; hé aquí . por qué los vamos á ver también entre los demás dioses y
entre los semidíioses. Como la mitología , creación del hombre , está for-
mada de hechos humanos , no es extraño que en ella figuren las morde-
duras de los animales dañinos.
Entre los dioses de la tierra no figura ningún envenenamiento, ni ca-
sual, ni voluntario.
Los dioses de los mares nos ofrecen algo , y hasta puede decirse que
son los que ofrecen un acto mas directo y terminante de verdadero enve-
nenamiento. En la historia de Proteo , hijo de Neptuno, se hace mención
de Euridice, la que iba á casar con Orfeo , y ya estaba preparado el altar,
cuando se presentó Aristeo para oponerse. Euridice se escapa corriendo
por unos prados, pisa una culebra venenosa oculta debajo de unas flores,
el reptil se enrosca en su pierna y la muerde en el pié , causándole una
herida que pudo serle mortal.
Dejemos la virtud maravillosa de unas yerbas que comió Glauco el
Pescador , viendo el vigor que adquirían los peces al tocarla , y la irre-
sistible fuerza con que se lanzó al mar, y digamos algo de Aníitrite, mu-
jer de Neptuno, la cual , celosa por el cariño que dispensaba este dios á
la ninfa Scila, envenenó las aguas de la fuente donde la ninfa se bañaba.
Sumergióse en el baño la infeliz Scila, y acto continuo, sintiendo los efec-
tos del veneno, se puso furiosa y se precipitó al mar, donde fué transfor-
mada en monstruo marino temible para las naves.
Los dioses del Tártaro, con ser dioses infernales no manejan venenos.
La guerra y la discordia llevan flotantes su cabellera de culebras trenza-
das con cintas teñidas en sangre; serpientes horribles sirven de látigo á
las furias para azotar á los réprobos. Cancerbero tiene también culebras
por pelo , y estas ya parecen venenosas , puesto que , cuando Hércules
descendió á los infiernos para rescatar á Alcesto, encadenó á Cerbero y
- lí —
sg le llevó Y el pasar por los campos de Tesalia , le impi esion de le luz
hizo vomitar al portero del Tártero : todas las yerbas que mancharon
las materias vomitadas, se volvieron ponzoñosas. Lo abundantes que son
en la Tesalia las yerbas dañinas, sugirió esta fábula.
La lactina Estigia, por la cual juraban los dioses, era fangosa y exha-
laba gases deletéreos. Por eso era considerada como infernal. Sus aguas
eran tenidas por mortales. , ,
£1 sueño , divinidad del infierno, hijo de la noche y hermano de la
muerte, está representado por medio dé la figura de un niño que duerme
profundamente, teniendo'en una de sus manos y por almohada adormi-
deras: cerca de él se ve un vaso lleno de un licor narcótico. No se nece-
sita mas que esta representación alegórica, para saber que en esos tiem-
pos ya se conocia el poder sedativo ó narcótico de las adormideras, de
las plantas que dan el opio.
La historia de los dioses , por lo tanto , nos confirma lo que hemos di-
cho anteriormente : que abundaban los envenenamientos por reptiles ve-
nenosos, esto es, los casuales; que eran raros, por no decir ninguno,
los envenenamientos intencionados ; que había escaso conocimiento de
plantas venenosas, y mas escaso aun de minerales.
Otro tanto sucede respecto de la historia de los semidioses y héroes
mitológicos.
Las Górgonas , de las cuales es la mas célebre, Medusa , y la única
mortal , teman culebras por cabellos. Los de Medusa petrificaban á los
que fijaban en ellos los ojos. De la sangre que brotó de su cabeza, cor-
tada por Perseo, nacieron las culebras venenosas de la Libia.
Estenobea, esposa del rey Preto , no puede seducir' á Belorofonle,
hijo de Glauco; le acusa como seductor ante su marido, y el nielo de Si-
site tiene que ir á pelear con la Quimera por disposición de Jobato , rey
de Lycia , á quien le mandó Preto para que le hiciera morir. Belorofont'e
triunfa de la Quimera ; Jobato le da por esposa á su hija , y Esleneobea,
desesperada , se suicida envenenándose.
La historia de Hércules nos presenta varios hechos de envenenamien-
tos. Las lagunas de Lerna , cerca de Argos, estaban llenas de serpientes
venenosas, y entre ellas descollaba una especie llamada hidros. Por mas
que las persiguiesen, siempre se reproducían, hasta que Hércules prendió
fuego á los arbustos , matorrales , juncos y cañas , en donde se guarecían
los reptiles. De aquí nació la fábula de la hidra de Lerna , con cuyo ve-
neno mojó Hércules la punta de sus flechas, como lo hacen los salvajes
con el ticunas ó el curare y otros venenos vegetales.
Una de estas flechas, dice un autor de mitología, hirió involuntaria-
mente el pié á Filoctetes , después de haber descubierto á Clises, proto-
tipo de la astucia griega, donde estaban los restos de Hércules y sus ar-
mas. Hízose la herida infecta y extremadamente dolorosa, y los guerreros
que iban á Troya , abandonaron á Filoctetes en las áridas rocas'de la isla
de Lemmos, porque los fatigaba con sus ayes. Aunque uno de los tra-
ductores de Sófocles viene á opinar lo mismo, puesto que da igual ori-
gen á la herida de Filoctetes que á la muerte de Hércules , Homero en
su Iliada, y Sófocles en su tragedia las Iraquinianas , presentan á Filoc-
tetes mordido por una culebra venenosa.
flechashem0S VÍSt° qUe 61 centaur0 Chiron fué victima de una de esas
La muerte de Hércules se debió al mismo veneno. Reden casado con De-
- 15 -
yanira, iba á vadear el riachuelo de Ebano; mas habiendo crecido la cor-
riente con el deshielo , encargóse de trasladar á la orilla opuesta á Deya-
nira el centauro Neso. Creyéndose al abrigo de la cólera del marido,
quiso satisfacer en Deyanira sus livianos deseos; mas Hércules le disparó
una de sus flechas y le mató. Moribundo el centauro , entregó su túnica
empapada en la sangre emponzoñada de la herida á Deyanira, diciéndole
que conservase aquella prenda , porque seria un filtro con el que impe-
diría que Hércules amase á otra mujer. Hízolo así la crédula esposa" de
Alcides. Pasan los años, Hércules regresa de sus expediciones ; trae con-
sigo la esclava Yole, de la que estaba enamorado; celosa Deyanira, le
manda la túnica de Neso; Hércules se la pone para celebrar un sacrifi-
cio en las alturas de Cenea , y apenas el calor de la piel reblandece el
veneno de la fatal vestimenta del centauro , se siente el héroe abrasado,
Heno de dolores crueles, y sabiendo por el oráculo que no hay salvación
para él, se hace quemar por su amigo Filoctetes, ó por su hijo Higlo,
como dice Sófocles, á quien encarga que oculte sus cenizas y sus armas.
Athamas, rey de Tébas, casa con Ino, y la repudia luego para en-
lazarse con Nefele, de la cual tiene dos hijos. Enloquece JNefele; Atha-
mas se reconcilia con lno , y odiando esta á los hijos de su rival, inventa
una calumnia. Dice que JNelele ha envenenado los granos de la tierra , y
que ella es la causa del hambre del país. Los sacerdotes la apoyan , el
oráculo dice que el azote durará hasta que mueran Prixo y Hele , prole
fatal de INefele y de Athamas.
La historia de Medea , tal como la han forjado los poetas , es la de una
maga y envenenadora de oficio. Es la Locusta de los tiempos mitológicos.
Ella es la que persuadió á las hijas de Pellas á que hicieran pedazos de su
padre y le cocieran luego con unas yerbas que les indicó, con lo cual lo-
grarían rejuvenecerle. Ella fué también la que, bajo la promesa de que Ja-
son la tomaría por esposa, le entregó las dos tortas con que ese argonauta
subyugó los dos toros, presente de Yulcano , y el brebaje con que ador-
meció al dragón terrible que guardaba el vellocino de oro en la Cólchida.
Cuando Jason se cansó de Medea y tomó por nueva esposa á Glauce,
indignada aquella, mandó á su rival un vestido envenenado , á la ma-
nera de la túnica de Meso; y apenas se le hubo puesto Glauce, espiró
atormentada de los dolores mas crueles.
Fugitiva al fin Medea , y refugiada en el palacio de Egeo, supo que
había llegado leseo , hijo de aquel y de Etra. No le conocía el padre,
porque se había alejado de su esposa , cuando esta no había dado á luz
á su hijo; pero le dejó su espada para reconocerle, si algún dia le en-
contrase. Medea tuvo arle para persuadir á Egeo que el recien llegado
debía morir. Deseaba casar con Egeo, y miraba la llegada de leseo como
un estorbo. Ya tenia el hijo de Etra la copa envenenada delante de sí en
un festín, cuando, antes de beber, desnudó el acero de su padre. Vióle
brillar Egeo , y reconociendo á su hijo , tiró la copa mortal y le declaró
heredero de su trono.
Circe , hija del sol y de la ninfa Persis, fué una grandísima hechicera,
la que transformaba á los hombres en bestias por medio de yerbas y en-
cantamientos. Habiendo matado á su marido, rey de los Sármatas, con
un veneno , huyó á Italia , y habitó el monte llamado de su nombre Cir-
ceo , y en él estableció la oficina de sus terribles maleficios. La virga cir-
cea y el poculum circeum eran la vara con que encantaba y la bebida con
que envenenaba á las gentes.
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La simple exposición de esos diferentes hechos, tomados de la mitolo-
gía, es un argumento práctico que milita a favor de cuanto hemos afir-
mado en punto al envenenamiento. Siempre hemos visto figurar con mas
frecuencia las intoxicaciones producidas por reptiles ponzoñosos , tanto
en la historia de los dioses , como en la de los semidioses y los heroes.
No hemos visto mas que un suicidio, el de Estenobea, por medio de un
veneno, y tres asesinatos, uno de los cuales, y el mas directo , no pudo
llevarse á cabo; el de Glauce, que murió como Hércules ; el que intentó
Medea contra Teseo, y el de Circe contra su marido. La muerte de Hér-
cules t'ué una desdicha preparada por la perfidia de Neso , que se vengó
explotando la candidez de la celosa Deyanira.
El envenenamiento de la fuente donde se bañaba la ninfa Scyla por
Anfitri te , y el supuesto de los granos atribuido á Nefele por la calumnia-
dora loo, son dos hechos que revelan cuán antigua es en el vulgo la
errada creencia de que pueden envenenarse las fuentes, y que dependen
de venenos ciertas calamidades públicas.
Aun cuando todos los hechos que acabamos de citar, y algunos otros
que se nos hayan escapado, sean tenidos con fundamento por fabulosos,
no por eso dejan de ser hechura ó creación intelectual de los ingenios pa-
ganos , y siendo en este sentido el fidelísimo reflejo de los actos humanos
(le aquellos tiempos, bien podemos afirmar que en lo concerniente á ve-
nenos y envenenamientos no habia mas que lo que se desprende de esos
hechos mitológicos. Cuando hagamos una excursión por el terreno cientí-
fico de la historia toxicológica > veremos claramente que esto fué así, que
debió ser así, que no pudo ser de otra manera? Contentémonos por ahora
con dejar los hechos consignados; luego vendrán las reflexiones que los
tomarán por base.
Y puesto que hemos concluido nuestro exámen respecto de la mitolo-
gía, demos un paso más, y prosigámosle bajo otros puntos de vista, no
menos propios para esclarecer la cuestión que nos ocupa.
V. — (tatos históricos s Biblia.
Los libros de la Biblia, considerados como históricos, confirman cuanto
acabo de deducir de los mitológicos, respecto de la historia del envene-
namiento. Los escritos de Moisés son antiquísimos , y al referir las rela-
ciones del pueblo de Judá con los demás pueblos del Oriente , consignan
hechos que rio se encuentran en los historiadores profanos mas antiguos
y mas acreditados , incluso el mismo Xenofonte , que es el que mas se
aviene con la Escritura.
Herodoto es llamado el padre de la historia ; sin embargo, cuando este
griego empezó á escribirla, ya habia, por lo menos, quince siglos escri-
tos de la del pueblo de Judá , contando desde Abraham. El caudillo de
Israel la habia redactado , y durante el gobierno de los decenviros de
Roma, S59 años antes de Jesucristo, Esdras, doctor de la ley, puso en
orden los libros santos, los revisó con exactitud y recogió las antiguas
tradiciones del pueblo hebreo para componer los dos libros de los parali-
pomenos 6 crónicas, á los cuales añadió la historia de su tiempo. Nehemias,
gobernador del pueblo de Dios, la continuó; y si estos dos libros termi-
nan fa larga historia empezada por Moisés, vienen á ser el punto de
unión con los historiadores profanos , que desde entonces comienzan á
referir lo que ha pasado en el mundo.
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Pues bien ; léanse iodos los acontecimientos de «sos libros , tamo ante-
riores á flerodoto , como coetáneos y posteriores , y nadie podrá objetar-
nos cosa grave respecto de nuestro modo de pensar sobre el empleo cri-
minal de las sustancias venenosas. Desde la creación hasta la toma de Je-
rusale® por Tito, setenta años después de Jesucristo,, hemos contado en
un atlas histórico, 230 hechos capitales, y en ellos ño hemos visto nin-
gún envenenamiento. Bossuet , en su Discurso sobre la Historia Universal ,
no hace mención de ninguno , tanto en el pueblo elegido como en los de-
más. Hasta la época viíi , titulada Cyro, ó los judíos restablecidos, sexta
edad del mundo , no consigna ningún caso de envenenamiento. Al ha-
blar de las guerras de Pyrro con los romanos, presenta á este rey griego
y al cónsul Fabrici'o luchando en generosidad, y dice que Fabricio man-
dó á Pyrro á su médico, quien se había ofrecido al cónsul romano para
envenenar á su rival (278 años antes de Jesucristo).
No quiero decir con esto que este fuese el primer envenenamiento his-
tórico : cuando empiece á referir crímenes de esta especie registrados en
las historias, yo mismo probaré que así no ha sido. Para apoyar mi opi-
nión, no llevo la significación de ese silencio hasta tal punto. Mi propó-
sito es advertir que los libros santos, como las fábulas mitológicas, de-
muestran que en los primeros tiempos no se manejaban los venenos para
matar ni suicidarse , y que así como figuran , en las fábulas de los dioses
y semidioses , intoxicaciones debidas á mordeduras de animales ponzoño-
sos , y plantas, y gases capaces de intoxicar, como reflejo de lo observado
en sus dias ó anteriores por los que las inventaron ; asi debemos suponer
que las habría en los pueblos, cuyos hechos relatan los libros santos, si-
quiera no lo expresen , como no expresan tantos otros hechos de la acti-
vidad humana.
En la historia sagrada, como en la profana, se leen muchos homicidios
y no pocos suicidios ejecutados de diversos modos, y algunos hay que , á
conocerse el uso de los venenos, nos parece que se hubiesen preferido.
¿Qué Sardanápalo de nuestros tiempos se daría la muerte con todas sus
mujeres , hijos y esclavos en una hoguera? ¿No preferiría envenenarse y
envenenar á cuantos quisiese que le acompañaran al sepulcro?
Yo creo que en Jos pueblos historiados por los Moisés , los Esdras, los
Nehemias y cuantos continuaron la historia del pueblo hebreo hasta el
restablecimiento de Jerusalen, sucedió lo propio que en los de Oriente,
Grecia , Egipto y demás donde los poetas supusieron la escena de sus fá-
bulas, si en ellos había reptiles ponzoñosos y plantas cuyas hojas, frutas
y semillas tuviesen veneno, con el cual pudiesen matar al que hiciese
uso de ellas por equivocación ó inexperiencia; y de consiguiente, no
temo apartarn?e de la razón y la lógica , aplicando á la Biblia lo que he
dicho de los libros mitológicos , bajo el puntó de vista que nos ocupa.
Moisés recomendaba la limpieza de los utensilios de cobre. ¿Seria por-
que en su tiempo el cardenillo que se forma con la incuria, habría dado
la muerte ó cólicos violentos á los que los usaban? Nada mas probable.
Pero dejemos ya las fábulas y la Biblia, y vámonos á la historia profa-
na. Ella nos acabará de convencer de lo acertados que andamos en nues-
tras conjeturas.
VI. — Historia profana t edad antigua.
Dánse á la historia profana 1107 años de tiempos fabulosos,, y ep eUos
no figura ningún envenenamiento. Sucede lo que hemos dicho respecto
TOXICO LOGIA . 2
- 18 —
, mífni Para hallar hechos de esa especie es necesario pasar á los
tales, y í siglo» cercanos ti la vénula de.
Mffréneticion de los casos, en los que el uso de sustancias dañinas ó la
mordedura de ciertos animales hiciera víctimas, tuc tomando experiencia
de aue tal animal, tai vegetal y tal mineral eran morilleros, y desde en-
tonces el suicida tuvo un medio más de atentar contra su existencia, y el
asesino una nueva arma para acabar con sus victimas. La historia de los
pueblos mas antiguos no nos presenta tempranos ejemplos de suicidios
por medio de algún veneno ; sm duda porque el suicidio no era conoci-
do ó poco frecuente en dichos pueblos. ¡Sesóstris , rey casi fabuloso de
Egipto , escandalizó , según Anquetil, á sus contemporáneos, arrojándose
al Mío. Este suicidio por sumersión pasa por ser el primero de todos.
Mas tarde ya se encuentran los Demóstenes, los Aníbal, las Cleopa-
tra , etc., dándose la muerte con venenos ó animales ponzoñosos. Es que
ya se habian suicidado de otro modo ios Ayax , según Homero, las Salo,
los Empédocles, las Lucrecia , etc.
Envenenamientos dispuestos y ejecutados [por la malicia los bay en la
historia antigua en abundancia.
El Asia, con ser el país mas rico en piedras preciosas, en metales de
alta estima , en bálsamos, aromas , especias, pájaros de lujosísimo plu-
maje, cuadrúpedos de linda piel, lo es también üe animales ponzoñosos,
y de plantas de jugos acres, de semillas mortíferas y de efluvios sutilí-
simos que envenenan con la mayor facilidad y rapidez. Concíbese que,
siendo el Asia la primera parte del mundo poblada , ella ha de ser la pri-
mera que proporcione ejemplos de asesinatos por medio de los venenos,
en especial animales y vegetales. No es conocida la historia del Oriente,
como lo es la de los demás pueblos oriundos de él. Sin embargo, lo poco
que de él sabemos, nos permitiría citar no pocos casos de homicidios eje-
cutados con ponzoñas. Parisaiis, madre de Artaxerxes JMemnon, enve-
nenó á Stálira , su nuera, partiendo un ave asada, y dándole la parte cor-
respondiente al lado del cuchillo que estaba emponzoñado. Este hecho
solo supone otros de índole análoga, y nos dispensa de rebuscarlos.
La Siria nos presenta á Anlíoco 11 , envenenado por Laodicea, mujer
astuta , la que luego hizo tender en el lecho de su esposo á un tal Arti-
mor, para que, fingiendo ser Antíoco moribundo, oyesen los grandes de
su pueblo como la instituía el monarca por su heredera : en Capadocia so
halla un Seleuco 111 , serauno ó el rayo , á quien envenenaron los galos;
en Atalo 11, envenenado por su sobrino , y Atalo 111, el cual , con el vi-
llano objeto de entregar su nación á los romanos sm obstáculos, hizo
envenenar á todos ios personajes mas poderosos y temibles.
El Egipto ofrece no pocos crímenes cometidos con venenos. No puede
pronunciarse el nombre de Ploiomeo, sin que desde luego veamos la hor-
rible sombra del Eiiopator envenenando á su padre ; la de Ptolomeo Epi-
*ano; VíC¡lraa de una Ponzofia ; la de Ptolomeo X ó Alejandro 11 , enverfe-
V- "®re.ni^e.» y la de Ptolomeo, el Niño, espirando bajo la mortal
mu* l0SI£° clue le hizo dar Cieopatra. Piinio y Teot'rasto dicen
?rh infprnÍiC10S eíaa mu^ diestros en la lubricación de venenos, indus-
L?s So ¡£f S, t0nQar0n olros Puebios ■ y en esPeclal los griegos,
deuto^otras ntann» os, Prjmeros en. ejecutar á los reos con el jugo de la
blos antiguos Así^i *óxicas« .Práctlca 9ue se encuentra en todos los pue-
• guos‘ Así hacían morir los sacerdotes á los reyes en Etiopia.
— 19 —
Que entre los cartagineses se conocía el uso criminal de los venenos,
se deduce , tanto del suicidio de Aníbal con el veneno que llevaba en su
anillo, como de la ponzoña que ponian en las fuentes para rendir á los
sitiados. El astuto Aníbal, para domar á los africanos, les echaba man-
drágora en el vino. Prescindo ahora de la exactitud de esos hechos, ni de
la eticacia de tales medios ; si los cito, es porque nos prueban algo del
objeto que me he propuesto.
La Grecia nos ofrece á Arato envenenado por Filipo, y á Filopemeno
por los Mesemos. En la historia de ese pueblo, por tantos títulos célebre,
se encuentra un pasaje de Alejandro, donde de paso se confirma lo que
del Asia hemos dicho. Sabido es que durante sus guerras con Dario, rey
de Persia , recibió el valiente Macedonio una contidencia relativa á una
medicina envenenada, que su propio médico le habia de administrar. Ale-
jandro leyó el aviso, y se bebió la medicina que acababa de prepararle
el médico. Después le dió á leer el aviso confidencial rasgo sublime,
que no demuestra el valor del hijo de Filipo, corno opinan los ánimos su-
perficiales; sino la profunda creencia en la amistad, en la virtud, como
con mucha pasión y elocuencia lo advierte el grande autor del Emilio.
En esa misma historia se encuentra el famoso Mitídrates , acostum-
brado á tomar todos los venenos , para ponerse al abrigo de esa clase
de asesinato ; y aun cuando este hecho adolezca de una exageración que
no salva de la crítica toda la autoridad de Galeno, el cual supone tam-
bién en su libro de Aniidotis, que para escapar de los romanos, el rey del
Ponto se suicidó con la espada, por no poder hacerlo con veneno alguno,
siempre resulta la verdad que me he propuesto hacer salir en relieve en
esta ojeada rápida á la historia del envenenamiento. Al mismo se atri-
buye el haber envenenado á su paso unas fuentes, para acabar con los ro-
manos que le hadan la guerra.
A la Grecia , por último, pertenece también el empleo de los venenos,
sobre todo de la famosa cicuta, como instrumento de ejecución, como
arma del verdugo ; práctica que, como ya lo llevo dicho, tomaron los
griegos de los egipcios. Sócrates, acusado de corruptor de la juventud
por los Aristófanes, los Licon, los Anyto y losMelito, fué ajusticiado por
medio de una copa de cicuta que el gran filósofo bebió, tratando con sus
discípulos de la inmortalidad del alma.
Demóstenes se envenenó por no morir á manos de Filipo, á quien tenia
indignado por sus arengas.
Los romanos , tan famosos por su espíritu de conquista , no lo son me-
nos por épocas que los envenenadores llenaron de terror. ¿Quién no re-
cuerda el consulado de 'Valerio Flaco y de Marco Cláudio Marcelo, du-
rante el cual, denunciadas por un esclavo varias mujeres preparadoras
de tósigos, vióse una obligada á tomar lo que suponía ser medicamento,
pereciendo ella bajo el indujo de su propia hechura, y Jas demás , sus
cómplices, en el suplicio? ¿Quién no recuerda la nueva ley que se pu-
blicó bajo Lucio Cornelio Silva contra los envenenadores, castigándolos
con la mas terrible de las penas? ¿Quién no recuerda, en fin, los tiem-
pos de los emperadores, en los cuales esa industria verdaderamente
diabólica adquirió el mayor grado de perfección en las manos de la inol-
vidable Locusta?
En este pueblo hubo envenenamientos de personajes célebres. Muchos
generales, que perdieron batallas, se suicidaron con venenos. Germá-
nico fué envenenado por Pisón; Cláudio, por Agripina ; Británico, por
— 20 ~
Nerón , y Druso , por Sejan , corruptor do Licia , mujer de aquel. El eu-
nuco Lvgdas le dió un veneno de acción lenta , que figuró un cólico na-
tural Él asesinato no se descubrió hasta ocho años después, debiéndose
á las'revelaciones de Apicata, esposa de Sejan, y á las que arrancó el
tormento al eunuco y al médico de Licia Eudemo, quien proporcionó el
veneno.
En ese mismo pueblo, en fin , figura como hecho notable de envenena-
miento lo que hacia el famoso Calpurneum con sus mujeres, ó las cuales
mataba, introduciéndoles, después del cóito, con el dedo en los genita-
les la ponzoña. Di<jito inlerficiebal uxores.
Los misionistas han dicho que, entre los indios y americanos, es anti-
quísimo el conocimiento de ciertas plantas y animales venenosos, y que
tenian prácticos hábiles para componerlos, y libros que trataban de ello.
El famoso ticunas, ó el curare y el wororci lo revelan sobradamente, pues
son composiciones de jugos de plantas venenosas, con los que untan las
puntas de las flechas, y producen heridas envenenadas terribles.
% II. — Edad media.
Entre los árabes ó pueblos sometidos al islamismo, tanto en Asia como
en Africa, es el envenenamiento frecuentísimo, en especial si seguimos
su historia en tiempos avanzados, y como no lo deben á los adelanta-
mientos de las ciencias naturales y químicas, que ignoran, es lógico
pensar que las prácticas antiguas y empíricas entran por mucho en ello.
Sin embargo, ya veremos, al historiar el envenenamiento, bajo el punto
de vista histórico, que Maimonides era gran conocedor de venenos , y
que hizo muchos ensayos, tanto en sí como en otros, sobre la acción de
muchos tósigos.
Los bárbaros del Norte , ya porque no abundaran en sus tierras ni los
animales ponzoñosos, ni las plantas que dan venenos; ya porque su salvaje
pujanza no se satisfaciese con la administración aleve de una ponzoña,
hallando mas placer en el manejo del hierro y del luego, medios de ma-
yor y mas enérgica devastación; no tienen en sus anales grandes hechos
de envenenamiento, y todo cuanto pudiéramos decir de ellos, desde que
empezaron sus invasiones , seria reproducir lo que hemos dicho délos
pueblos invadidos, puesto que así como tomaron sus costumbres, sus
leyes y demás prácticas de la civilización antigua , la que estaban des-
tinados á modificar; así también tomaron el conocimiento de las sustan-
cias venenosas, y el uso criminal que podía hacerse de ellas.
Lo que llevo expuesto de los pueblos antiguos ó de la historia anterior
á Garlo-Magno, puede dar á comprender lo que habría en punto á enve-
namiento en la edad media. No tengo tiempo, ni lo creo necesario, para
buscar uno por uno, en la historia del Oriente y Occidente , los hechos
particulares , y determinar las personas que perecieron víctimas de un
tósigo. Bajo Imperio, Imperio de Occidente, árabes, pueblos bárbaros es-
tablecidos en Luropa, Lodo nos presenta el mismo sello, con la diferencia
que, habiendo ya mas conocimientos científicos, no solo de animales y
plantas ponzoñosas, sino de sustancias minerales, los asesinatos por me-
dio de venenos se iban haciendo mas frecuentes. Ya no era tan solo el
puñal, la daga, el hacha del verdugo, la estrangulación; etc., el medio
de deshacerse de enemigos , y en especial los que aspiraban á ceñirse la
corona. El veneno se deslizaba en los festines , siempre que el ambicioso
- 21 -
asesino tenia interés en ocultar su crimen, ó no era bastante bárbaro
para hacer ostentación de su atentado con medios mas violentos de aca-
bar con sus rivales , ó los legítimos herederos de codiciados cetros , títu-
los y riquezas.
Como al trazar esta historia á grandes rasgos no es mi ánimo registrar
todos los hechos de envenenamiento por su órden, sin dejar en el olvido
ninguno ; como me bastan reflexiones generales sobre esos hechos, tanto
mas, cuanto que hablando de la historia científica, acabaré de poner mas
de manifiesto mi opinión ; pasaré de largo por todos esos siglos de la edad
media , y me fijaré en otros mas cercanos á los nuestros, durante los
cuales el envenenamiento forma época notable.
Wll.- Edad moderna.
En el siglo xiv, la Italia vuelve á recordar los tiempos de Nerón. Lu-
crecia Borgia , la Locusta de ese siglo, no solo halagó con sus formas se-
ductoras la incestuosa sensualidad de su padre natural Rodrigo de Bor-
gia, ó Alejandro VI, sino que con sus venenos correspondió á los instin-
tos sanguinarios y codiciosos de este indigno vicario de Jesucristo.
En Francia, según Dulaure, estaban tan alarmados los ánimos, que
atribuyendo á los judíos el intento de envenenar las fuenles, los persi-
guieron horriblemente, ya quemándolos vivos, ya arrojándolos del reino.
En el siglo xvi, y más en el xvit, el envenenamiento tomó espantoso
vuelo. En Nápoles hubo una Toffana que dió su horrible nombre á un
líquido venenoso, del cual , si bien se han inventado muchas fábulas
acerca de su modo de obrar, no puede dudarse que hizo muchas vícti-
mas. Mas de seiscientas personas perecieron bebiéndola; esa agua Toffana
ó acqueta, ó acqua di Napoli t pues todos esos nombres lleva, pobló de
cadáveres los cementerios.
Scala , heredera de esa famosa envenenadora , se puso á la cabeza de
ciento cincuenta mujeres, cuyo infernal objeto era deshacerse de su res-
pectivo marido con el veneno, cuando por su flaqueza de cuerpo ó por la
vejez no podían satisfacer sus liviandades.
Si hemos de creer á los que han hablado de esa agua famosa , basta-
ban cinco ó seis gotas por dia para determinar una debilidad lenta , una
demacración progresiva, ermarasmo, y al fin la muerte. Era, según
Hoffman, un veneno ársenical, y hoy dia podemos presumir con toda
probabilidad lo que hay de cierto en esos hechos.
En Francia, la odiosa Catalina de Médicis , por medio de un agente
execrablemente famoso, Renato el Florentino, que así manejaba el puñal
como el veneno, se deshacía de las personas que la molestaban, y es un
rumor bastante válido que otra de sus víctimas fué Juana de Navarra,
envenenada por medio de unos guantes. El mismo Cáelos IX , el mons-
truoso autor de la matanza de San Bartolomé, murió hojeando un libro
de caza , cuyas hojas estaban empapadas de un líquido venenoso, prepa-
rado para asesinar al rey de Navarra , líquido que se fué inoculando en
los labios y la lengua á medida que , para hojear mejor el libro , se apli-
caba el dedo á la boca.
En el reinado de Luis XIY hubo también su época célebre de envene-
mientos, teniendo necesidad de erigir celdas ardientes para castigar
de un modo horrible á los preparadores de venenos. La Locusta, la Lu-
crecia Borgia de la patria de San Luis , no fué tan solo la oscura madama
— 22 —
Vnisin • lo fué también la marquesa de Brinvilliers, la cual, auxiliada
Dor su amante Sainte-Ooix y el italiano Exili, envenenó á su padre, a
dos hermanos á una hermana y á otras muchas personas , expiando, al
fin en el cadalso tan abominables crímenes. El veneno de que se valia
pct famosa envenenadora llevaba el nombre de polvos de sucesión; eran,
en efecto, unos polvos de sabor dulce, y al decir de Plenck , se compo-
nían de azúcar de saturno y arsénico.
Sesun refiere Cesalpino, eran por esos dias tan frecuentes los envene-
namientos, que los grandes señores mandaban probar los platos de su
mesa y las bebidas á los médicos y ;i los ministros que los servían ; y no
contentos con esto, usaban vajillas de electro, metal muy bruñido, ana-
logo á nuestra plata sobredorada, el que se empañaba, en cuanto hubiese
en los guisos algún veneno.
Era también costumbre, y se tenia gran fé en ello, poner algunas pie-
dras preciosas en el fondo de cada plato y sacarlas al llegar á la mesa
para ver si habian perdido su brillo natural. Schenkio añade que abun-
daban en esos dias los Calpurneum. Ladislao, rey de Nápoles, según Za-
chías , fué envenenado con el cóito , tomando el veneno depuesto en las
genitales de su querida.
IX.— Edad actual.
A. partir de ese siglo hasta el nuestro, no faltan envenenamientos múl-
tiples debidos á personas que se hayan hecho célebres con esa industria
tan horriblemente criminal; mas los envenenadores se han multiplicado;
los envenenamientos son con mas frecuencia particulares ; el crimen se
ha esparcido entre muchos perpetradores, pero el número de víctimas no
ha disminuido; las estadísticas espantan.
El estudio detenido de esta historia no nos autoriza, en mi concepto,
para tener la consoladora idea de que el crimen del envenenamiento se
va borrando de los anales judiciales, á proporción que la civilización
avanza. No son los salvajes los que emponzoñan las puntas de sus flechas
con el ticunas, el worora y otros jugos venenosos, para que las heridas
mas leves sean siempre forzosamente mortales. Race ya tiempo que quie-
nes mas á menudo y con mas habilidad se valen de los venenos sutiles,
son sugetos que ocupan en la sociedad los puestos mas elevados, y por
lo misino mas cultos. Notables personajes , príncipes , reyes, emperado-
res, hasta papas, encontramos en la historia de Europa, parte de la mas
^vnizada de las cinco que constituyen la tierra , los cuales han sucum-
bido bajo la aleve acción de un veneno. Personas allegadas á ellos se le
han dado , ya en un banquete , ya en un brindis , á veces con una medi-
cina, y otras ¡hasta con la comunión! Es decir, que no solo han sido los
envenenadores palaciegos villanos , vástagos de estirpe régia ambiciosos
ó vengativos, sino también sacerdotes corrompidos, ministros indignos
de un Dios de mansedumbre y caridad.
Desde los tiempos de Lavoisier y de Fourcroy, los venenos han pasado
rnnfnmani°S • t0í*0s' Los progresos de la química, que tanto han desar-
tan- 6 £emo de las artes, han dado á conocer una infinidad de sus-
v?ne^°^®s » Ias que se compran y se venden sin la menor reserva
.. Ja?lsa’ con legítimos motivos por lo común, con ominosos pretextos
cuafflSaTnt De aquí la grande, la inminente facilidad de perecer
c quiera envenenado. Ya no es el puñal la única arma sorda con que
- 23 —
se temóla á una víctima, en las aras de la codicia, de los celos , del odio
6 de la venganza. El asesino que quiere contemplar gozando la agonía de
su víctima, sin arrostrar peligro alguno, sin despertar sospechas y sin
dejar huella notoria de su atentado , se arrastra como la víbora , y muerde
también con la misma alevosía de los reptiles ponzoñosos en el corazón
del incauto.
Por desgracia el descubrimiento de tantas sustancias venenosas no ha
ido acompañado de sus antídotos naturales ; las triacas , los contravene-
nos están en minoría. A los químicos modernos les ha faltado aquel mo-
narca de la antigüedad , el cual premiaba al descubridor de un veneno,
como lo fuese también de su correspondiente antídoto , y le condenaba
al último suplicio, no siendo mas que inventor de la ponzoña , puesto que
aumentaba, sin medios de defensa, el arsenal de los asesinos aleves.
El ácido arsenioso ha sido , por muchos años , el veneno escogido para
atentar contra el prójimo y contra sí mismo. La facilidad con que se des-
cubre el crimen, siquiera hayan transcurrido años desde su ejecución, ha
llevado á ciertos envenenadores astutos al uso de alcaloideos poco cono-
cidos y mas difíciles de descubrir.
Entre las causas célebres de Europa, en especial de Francia, figuran ya
algunas mujeres envenenadoras. Las Lafarge , las Lacoste son envenena-
doras de su respectivo marido. Las Yegado , asesina de cuarenta y cinco
personas en el espacio de diez y seis años por medio del arsénico, en
cuyo manejo la amaestró otra mujer, y otras, y otras, han sido en el vecino
reino protagonistas de dramas, que han evocado las sombras délas famo-
sas envenenadoras de otros dias, como para advertirles que hay aun
quien continúa vinculando en el sexo ese modo de matar , que no nece-
sita ni de fuerza ni de valor. ¿Será, en efecto, la debilidad del sexo la
que haga preferir, en sus aberraciones morales, el homicidio por envene-
namiento? No; que al lado de esas Lucrecias y Locustas se alzan también
los Calpurneum, los Sainte-Croix, los Renatos y los Exili.
El conde de Praslin, que ha horrorizado nuestros dias con el asesinato
de su esposa, se suicidó en la cárcel con el ácido arsenioso. Otro perso-
naje de la aristocracia , el conde de Bocarmé , casado con la hermana del
desdichado Gustavo Fougnies, medio raquítico y mutilado, viendo que
no se moría y que trataba de casarse, con lo cual el conde dejaría de he-
redar, por su esposa, los pingües bienes de su cuñado, se dedicó al estu-
dio de la química; hizo ensayos para la extracción de la nicotina , la pro-
bó en varios animales, y cuando estuvo seguro de la rapidez mortal de
su acción, convidó á comer al desventurado Fougnies, y auxiliado por la
desnaturalizada hermana de este, le hizo beber la nicotina y le mató.
En Inglaterra son frecuentes los envenenamientos , en especial por la
estricnina, tal vez por la facilidad y libertad con que allí se expenden
esas sustancias. Nadie ignora, entre otros casos, el ruidoso del doctor
Palmer, asesino del infortunado Cook en 1855. Ese doctor habia ya en-
venenado á su propia familia, con el infame fin de cobrar las cantidades
con que tenia asegurada su vida en varias compañías de esos seguros
inglesas. El doctor Protchart fué sentenciado á la última pena, por enve-
nenador , por los tribunales de Glascow. Habia envenenado á las señoras
Pritchart y Tavlor.
No menos célebre ha sido, hage poco en Francia , el alevoso envenena-
miento de la viuda Paw, por medio de la digitalina, llevado á cabo por
el médico Couty de Lapommerais , para deshacerse de aquella desventu-
— 24 —
rada, v con un objeto tan sórdido y abominable como el del doctor inglés
En Alemania no son tampoco escasos esos crímenes. En 18us y loU'J
hubo dos mujeres que no iban en zaga á las Locustas , á las Lucrecias, ni
á las T o fían as. Cuarenta y tres personas perecieron á sus aleves manos;
una de ellas ejerció la profesión de envenenadora por espacio de veinte
años y murió sin castigo.
En España no faltan tampoco casos de envenenamientos que citar. Mo-
rejon nos habla de un veneno narcótico , conocido de los antiguos espa-
ñoles. Las invasiones de los cartagineses, romanos , godos y árabes , nos
trajeron, entre otros males, el conocimiento del suicidio y homicidio por
medio de venenos. Algunos de nuestros antiguos reyes perecieron vícti-
mas de tósigos. Nuestros códigos tienen penas contra los que dan yerbas
y ponzoñes.
En los tiempos de Enrique IV de Castilla, las pociones venenosas ha-
cían frecuentes víctimas. Si se registraran nuestras crónicas , veríamos
mas de un rey ó vástagosde estirpe régia y magnates envenenados.
En nuestros dias , si es lícito deducirlo de lo que arrojan los estados
remitidos al gobierno por las audiencias del territorio é islas adyacentes,
el crimen del envenenamiento es en nuestro país afortunadamente muy
raro. Sin embargo , no nos entreguemos con demasiada confianza á tan
lisonjera creencia. Es indudable que suenan poco en España los envene-
namientos criminales ; no lo es menos, empero, que se perpetran muchos
mas de los que suenan. Si el ejercicio de la medicina legal se practicase
con mas regularidad y mas escrúpulo; si las personas encargadas de exa-
minar los hechos por primera vez siempre estuviesen dotadas de los co-
nocimientos necesarios; si fuese mas conocido entre nosotros el estudio
de la toxicología , tanto en sus pormenores, como en sus generalidades,
acaso saldríamos de nuestra confianza horrorizados; acaso veríamos que
hay también entre nosotros personas desdichadas, que se deshacen de sus
deudos y enemigos, por medio de tan abominable alevosía. En España,
fruto sin duda de la grosera educación que gran parte de su pueblo , mas
fanático que religioso, recibe, se cometen asesinatos horrorosos bajo todas
las formas. No nos hagamos, pues, ilusión ; no nos dejemos llevar de una
especie de quijotismo, muy vecino del ridículo. El asesinato por envene-
namiento será en España, si no tan común como otras formas de homi-
cidio, mas frecuente de lo que á primera vista parece ; solo que pasa mas
desapercibido, ya por su naturaleza, ya por las circunstancias que acabo
de indicar.
Durante nuestro servicio pericial , desde 1858 á 1862, hemos actuado
en muchos casos de presunto envenenamiento, y en mas de treinta de
ellos hemos hallado veneno , siendo principalmente el sublimado y el
ácido arsenioso.
Tal es la historia empírica del envenenamiento , trazada, como hemos
dicho, á grandes rasgos, con el objeto de probar que, afuer de crimen,
no es tan antiguo como el mundo, al paso que, afuer de accidente des-
graciado, debe de serlo.
Repito que no he tratado de registrar todos los hechos; trabajo fácil si
se quiere , puesto que para ello basta examinar la historia de todos los
pueblos y consignar la muerte de todos los personajes históricos que la
han debido a la acción de un tósigo, pero ocioso para nuestro objeto,
lo suficiente indicar algunos hechos, en determinados pueblos, y
, para poder deducir de ellos la verdad de nuestro aserto.
siendo
épocas
- -
X.— Historia del aspecto científico t tiempos antiguos.
Si ahora , dejando ya los hechos ó la parte empírica de esta historia,
pasamos á la científica, á la de las obras que hablan de los venenos y de
los autores que han consagrado su pluma á esta importante materia, no
solo tendrémos una idea mas cabal de la ciencia, sino que comprenderé-
mos cómo ha podido suceder lo que hasta aquí llevamos expuesto y el
modo como ha sucedido.
La historia científica del envenenamiento se remonta también á una
antigüedad casi fabulosa. Orfeo y Homero aparecen como los primeros
auehan hablado vagamente de venenos. De los pueblos del Oriente ni
del mismo Egipto , no tenemos autor alguno conocido que haya hablado
de ellos, siquiera se conocieran algunos en esos pueblos y los usaran, ya
para ajusticiar á los reos , ya para suicidarse , ya para cometer un homi-
cidio.
En la historia de la medicina anterior á los tiempos de Hipócrates , la
toxicología es nula. No es esto decir que los egipcios, por ejemplo, no
conocieran , además de los animales ponzoñosos y de ciertas plantas ve-
nenosas, algunos minerales que lo son. La potasa, la sosa , la cal , el sa-
litre, el amoníaco, son, en efecto, cuerpos de que los egipcios tenían
noticia.
Los griegos y romanos conocian el mercurio como veneno general. Los
mineros se servían de mascarillas para preservarse de las emanaciones
mercuriales.
Los griegos conocian ya el sulfuro de arsénico y el ácido arsenioso: el
primero con el nombre de sandaraco nativo, y el segundo con el del pri-
mero sublimado. Por lo menos Dioscórides dice que en la JVlysia, en el
Helesponto, habia una mina de orpimenlo (sandaraco , sulfuro de arséni-
co), y describe un proceder para sublimarle : este producto sublimado es
ácido arsenioso.
Si los romanos ignoraban que el uso de los vasos de plomo podia en-
venenarlos, y le empleaban , no solo en la construcción de los acueduc-
tos, sino también para endulzar el vino; Vitrubio no dejó de advertir que
los conductos de plomo podían ser dañinos.
He dicho que los misionistas hablan de la antigüedad de ciertos libros
entre los indios, que tratan de los venenos y contravenenos; mas los mi-
sionistas han sido muy amigos de conlar maravillas, y sobretodo, no
nos han dicho qué libros son esos ni sus autores, ni nada de los venenos
y contravenenos de que se habla en ellos.
Hipócrates, síntesis de los conocimientos médicos de su tiempo, y re-
súmen de los del Oriente y Egipto, habla muy poco de venenos. En cuanto
á los minerales, solo el sulfuro de arsénico, llamado sandaraco, es men-»
donado. .
Acaso contribuye á ese silencio de Hipócrates la legislación de Atenas,
que prohibia hablar de ello , ó la convicción de que , consignando en sus
escritos nociones sobre las sustancias tóxicas , los malvados se habían de
aprovechar de ello. Un pasaje de su célebre juramento nos da pié para
opinar de esa manera.
De estas palabras del juramento: á nadie suministraré veneno, se deduce
que los médicos tenían conocimiento de algunos , y que siendo poco mo-
rales, podían administrarlos , lo cual quería evitar Hipócrates , naciéndo-
les jurar que no lo harían. Los farmacólogos, en efecto, preparaban amu-
— 26 —
lelos preservativos y composiciones, algunas de las cuales eran veneno-
sas, y como los médicos se las compraban para tratar á sus enfermos, de
omii jog n&lciLrss d6l jui amonto* ,
De todos modos, poco adelantamos con esto, bajo el punto de vista to-
xicolóírico, porque todo queda perdido en la vaguedad.
Los comentadores de Hipócrates, para deducir hechos claros de esas
palabras de su juramento, tienen que apelar á pasajes de autores que es-
cribieron después, en especial Teofrasto y Plinio.
Aristóteles, discípulo de Platón, que lofué de Sócrates, contemporáneo
de ílipócrates, guarda igualmente profundo silencio sóbrelos venenos, y
algunos siglos pasan , sin que nadie se ocupe en ellos.
'Teofrasto, en su Historia de las plantas, y Nicandro, en pu Alexif armaca,
tratan ya de los venenos. Galeno, aunque griego , escribió lejos de Ate-
nas, y en un lugar donde las leyes no prohibian hablar de los tósigos. Sin
embargo, fiel al espíritu de esa prohibición y al juramento de Hipócra-
tes, no' solo no habla de los tósigos, soltando solamente algunas palabras
relativas al orpimento ó sulfuro de arsénicov aun no como veneno, puesto
que lo hace como objeto de historia natural, sino que fulmina graves car-
gos contra los autores antiguos, que fueron los primeros en hablar de los
venenos. El médico de Pérgamo conoceria á esos autores cuyos libros no
han llegado á la posteridad. A pesar de sus filípicas contra ellos, hace
mención de una fórmula de Androno, relativa á la composición de unas
pastillas arsenicales , recomendadas contra el vómito de sangre y con'ra
ciertas úlceras malignas.
Según Cardan , opina Galeno que los tósigos no obran sino pasando
antes á la sangre. Las arterias le llevan directamente al corazón, sea cual
fuere el lugar por donde se introduzcan , estómago ó una herida. Así
explica la intoxicación de una dama que se envenenó en un baño.
Creemos que no nos apartaremos de la verdad y exactitud afirmando
que la historia científica de los envenenamientos ó de la toxicología no
empieza hasta los tiempos de Dioscórides.
Farmacógrafo, griego, natural de Anazarbe, ciudad de la Cilicia , no se
sabe á punto fijo cuándo floreció este célebre autor. Suidas le hace con-
temporáneo de Antonio y Cleopatra , 30 años antes de Jesucristo, y
Abul-Farage le supone en el reinado de Ptolomeo YIÍ, sobrellamado
Evergeto II , 145 años antes de la venida del Mesías. Todo lo que puede
asegurarse, es que fué algo anterior á Plinio, naturalista romano.
Aficionado desde jóven al estudio de la historia natural , recorrió como
guerrero la Grecia, la Italia y el Asia menor, recogiendo plantas, y
escribió acerca de ellas. En su tratado hay un libro de venenos suminis-
trados por los tres reinos, y habla de sus remedios. Es de advertir, que
en ediciones posteriores se le añadió una parte que trata de los alexifár-
macos ó antídotos , la que no es suya.
Después de Dioscórides apareció Plinio, el naturalista de Roma , y mas
“™e¡®n el Bajo Imperio , Aecio puso un libro sobre los venenos en su
íetr abulos, donde se extiende mucho sobre el arsénico, orpimento v san-
aaraco y recomienda un plan que en nuestros dias ha encarecido Rog-
licosy °S médlC0S Italianos* el de la administración del vino y alcohó-
RafnnímnÍSL° VIVxPabloL.de E^na , otro de los prohombres médicos del
nos «si'nPomnLSa 10 tambíen’ en su De re medica, con un tratado de vene-
nos, Mn emnargo , cuando se leen con detención estas obras, no se halla
- 27 -
en sus páginas, propiamente hablando, ninguna novedad, en punto á las
sustancias, á cayo estudio se consagran esos libros. Dioscórides reapa-
rece , tanto en la designación de los tósigos conocidos , como en su
incompleta é informe sintomatología , como , en fin , en su terapéutica.
X.1. — Tiempos medios.
Los árabes, que recogieron todos los conocimientos de Aristóteles,
Teofrasto y Dioscórides, escribieron también sobre los venenos. Ya lleva-
mos dicho que Maimondes era gran conocedor de ellos, y que practicaba
ensayos, tanto sobre sí, como sobre todos los demás. Rhaces , Mesoé,
Avenzor, Averroes y Avicena tienen sus tratados de los antídotos , y en
sus hojas se revela cuánta atención les absorbieron las sustancias tóxicas
y los medios de combatir su mortífera actividad.
A los árabes se debe también la invención de los bezoares como alexi-
fármacos, ó contravenenos, nombre que dieron á las concreciones cal-
culosas que se forman en el estómago, intestinos y vías urinarias de los
cuadrúpedos, atribuyéndoles grandes virtudes. Distinguían dos especies:
el bezoar oriental , que se encuentra en el cuarto estómago de la gacela de
Indias, antílope cervicabra , y el bezoar occidental , que se forma en el
cuarto estómago de la cabra salvaje del Perú. Estos bezoares, y en es-
pecial los primeros se consideraban como muy poderosos alexifármacos.
Luego se les añadieron otras concreciones, y se formaron bezoares arti-
ficiales con ojos de cangrejo y otras partes de otros animales , que mez-
claban con almizcle, ámbar gris, etc.
Aun cuando, por punto general, sucede con los médicos árabes lo
que con los del Bajo Imperio, en cuanto á comentar ó copiar á lo más
los escritos de Dioscórides , no dejan de notarse, sobre todo en Avicena,
que floreció en el siglo xni, algunas ideas generales, que han encontrado
partidarios posteriormente, y no muy lejos de nuestros dias. Allí se ve
una clasificación de venenos calientes y fríos, fundándola en su acción
dinámica; allí se consideran los venenos minerales, como si obrasen todos
por un mismo principio, y se recomienda para todos la misma medica-
ción ; allí se reproduce la idea de Galeno sobre la absorción de los vene-
nos, su paso á la masa de la sangre, y desde ella al corazón ; allí se ad-
vierte que son mas activos en ayunas, porque las venas están vacias, y los
absorben con mas facilidad.
Mientras que dominaron en las escuelas y universidades de Occidente
ó de los países sometidos al cristianismo las doctrinas de la filosofía esco-
lástica, la historia natural y los ramos, que la necesitan como base, no
fueron estudiados: de consiguiente, la toxicología no pudo dar, en esos
tiempos de especulaciones puras, paso alguno hácia el progreso. Mas , en
cuanto fueron conociendo los escritos de los antiguos por medio de los
árabes , y en cuanto apareció la aurora de la edad moderna , que había
de llamar los ánimos hacia el estudio de todos los ramos físicos ó de
objetos naturales , ya fueron apareciendo tratados de venenos.
XII.— Tiempos modernos.
En el siglo xv, Pedro de Albano publicó el suyo con el título de Vene -
nis mineralibus , vegelalibus , animalibus ex quolibet ente sub solari globo ; en
1472, el mismo autor publicó otro tratado de los venenos y sus remedios,
y el Giul , Gratoroli consilium de preservatione a ceneni.
— 28 —
Fernando Ponzzeti escribió en Roma, en 1521, otro libro de los ve-
^Arnaldo de Villanueva , otro de los alquimistas célebres , publicó tam-
bién otro con el título de Traclatus de arle cognoscendi venena cura quis limet
sibi ea administrare.
Santos de Ardoinis dió á luz en Venecia, en 1592, su Opus de venems.
En esta obra, que, según el título ó la portada, era muy deseada, se da
primero la historia de todos los venenos, ya naturales, ya artificiales,
parte, según él, llamada por los griegos Theriaca; luego se expone cómo
se conocen los venenos, tanto en el género como en la especie, v por
último, se habla de los alexifármacos, ó sea., tanto de los medios de
precaver el envenenamiento, como de combatirle. También se le agre-
garon comentarios sobre la obra de Fernando Ponzzeti.
Gerónimo Cardan y Jaime Grevin asociaron sus escritos A los de los
autores indicados; el primero trata de las diferentes acciones de los ve-
nenos y sus remedios , y el segundo de los animales ponzoñosos , triacas,
venenos y contra-venenos.
Desde el siglo xvi aparecieron tantas obras sobre los venenos, que, si
nos empeñáramos en consignarlas todas, tendríamos tarea para largo
rato y ocuparíamos mucho espacio. En este siglo figuran los Pareo, los
Cesaípino, los Mercurial, los Baccio, los Rodrigo de Fonseca, los Sken-
kio . los Cendrochi , los Jessenio , los Chiocco y los Libavio.
Mas numeroso es todavía el catálogo de los autores de los siglos xvii,
xviit y xix. Orfila, en su Toxicologia general, nos da una noticia biblio-
gráfica , dividida en una parte que comprende á los autores que han tra-
tado de los venenos en general , y en otra solo abraza á los que se han
ocupado especialmente en algunos. De los primeros, hay veinte y tres
autores de toxicologia en el siglo xvii, treinta y siete en el xvm y unos
setenta en el xix, y es de advertir que Orfila confiesa en una nota , que
considera imposible comprenderlos á todos, y remite al lector, para con-
sultarlos y llenar este vacío , á la Bibliolecha Scriptorum hist. n atur. , de
Boehmer ; al Catalogus diis quee medicamentorum historiara fata et vires expo-
nunt , de Baldinger, y á otros catálogos y bibliotecas, donde pueden
hallarse mas datos de esta naturaleza.
No es mi objeto, en la ojeada histórica de la toxicologia que voy
echando , extenderme en esta parte bibliográfica. Baste la idea que acabo
de dar de la multitud de autores de venenos aparecidos desde el si-
glo xv, ó xvi, para que se vea el contraste que forma esta multitud con la
escasez de los antiguos , y la íntima relación que este hecho científico
tiene con el mayor progreso de las ciencias naturales físicas y químicas,
que tanto necesita la toxicologia para adelantar á su vez.
No solo se advierten mas escritores en el siglo xvir y siguientes, sino
que ya van tratando de los venenos y su acción de un' modo mas venta-
joso. Dioscórides y los antiguos van desapareciendo, sino en todo, en
gran parte , de las obras modernas. Ya hay descripciones y pormenores
clínicos que denotan menos especulación , mas observación y práctica.
Ya se van viendo algunos ensayos y experimentos , tanto en los animales
como en los hombres, escogiendo, en cuanto á estos, á los condenados á
muerte, práctica bárbara que no alcanza á legitimar el deseo de inmolar
á esos infelices á tales ensayos, para adquirir conocimientos útiles y apli-
cables en la ciencia.
Otra circunstancia no menos notable se advierte en los escritores del
- w —
. tan tablado de los venenos. Aun cuando viviesen ya lejos
«riega, que prohibía hablar de «a materna, se mmn-
fies L todtXavLllados por el juramento de Hipócrates, y yaque ha-
van de hattade los venenos, protestan contra la mala internación que
puede darse 'á sus escritos, y más aun contra el mal uso que alguno
PUAmbrosio Pareo ! que , en el libro vigésimotercero de sus obras . habla
de los venenos , salpicando los demás con algún pasaje que á ellos se
refiere, toma con vacilación la pluma, y solo se decide á escribir dicho
libro haciendo -la siguiente protesta : , .
«Si escribo sobre los venenos, es por el deseo que he tenido siempre
y que tendré toda mi vida de servir á Dios y al público , con la protesta
delante de Dios de que no es mi ánimo enseñar á obrar mal , como algu-
nos malévolos podrian achacármelo; pues yo quisiera que los inventores
de venenos hubiesen ya abortado en el vientre de su madre.»
Pareo añade, que los artificios y sublimaciones de los malvados han
inventado los venenos , y los llama traidores, envenenadores y perfu-
mistas. Estos últimos le merecen el dictado de criminales , á los que se
deberla arrojar del reino de Francia con los turcos y los infieles.
Fácil es" de advertir que todas estas protestas son exageraciones del
espíritu , que dictó las palabras del juramento hipocrático.
Cesalpino , médico de Roma y otro de los escritores de ese siglo, par-
ticipa del mismo fervor escrupuloso de Pareo. Levántanse contra ios mé-
dicos alquimistas, á los cuales llama racionales, que querían curar los
envenenamientos con sus sublimaciones y sus arcanos.
Si por no sobrecargar demasiado esta introducción , no analizamos á
toáoslos autores toxicólogos del siglo xvi, ni mencionamos los nombres
de los del siglo xvu y xvm , ni decimos nada de sus escritos, en particu-
lar, creo que debemos hacer mención de algunos de ellos, que pueden
considerarse como los que más han descollado en esta materia.
Entre los del siglo xvi, y á su cabeza, podemos contar á Gerónimo
Mercurial , profesor de medicina de Bolonia , de grande erudición , y dis-
cernimiento notable. Su libro titulado Devenenis et malis venenosis , pasa
por una obra maestra. -
A pesar de los elogios que se prodigan á la obra de Mercurial , cree-
mos que deberia tomarse su mérito de un modo relativo : para su tiempo
seria lo mejor; mas en nuestros dias dista mucho de poder servir de guia
para los buenos estudios toxicológicos.
Mercurial , como sus predecesores , divide los venenos en dos clases
principales , calientes y fríos , en lo cual reaparece Avicena : los unos
inflaman la organización ; los otros absorben el calor natural , helando el
corazón.
Este autor sigue la opinión de Plinio sobre haber ciertos venenos, que
estruyen la acción de los demás, verdad que ha confirmado el estudio
nai,miCpi* ' 6 *°S contrav.eaen©s > pero ©o en el sentido en que la consig-
lice°oi • m^° ^ Mercui>ial ’ Pues Para fiue una sustancia venenosa neutra-
j.u v!JiVeíieno’ es necesario que no se dé con las condiciones de tal ;
traria er as Períbdo> ya P°r Ia cantidad, ya por el modo de adminis-
absnrrimrxl m?-16 tambien la °Pinion de Galeno y Avicena sobre la
de la san cría ?u Paso1á !a ‘masa de Ja sangre., y «1 empleo
a g a como medio de combatir la intoxicación. Discute este últi-
— 30 —
mo punto extensamente, y se declara en contra, por cuanto la sangría
favorece la absorción de la sustancia tóxica. ... .
Respecto de los medios para combatir la acción de los venenos, tiene
Mercurial generalmente hablando, buenos consejos, que no ha desde-
ñado la práctica moderna. Todo cuanto dice acerca de la indicación res-
pectiva i. la expulsión del veneno, es igual á lo que se aconseja hoy dia.
Rechaza el eléboro como medio expulsivo, y recuerda la práctica de
Scribanio Largos , sobre valerse de las barbas de una pluma para ex-
citar el vómito.
Ln 1527 apareció la grande obra de materia médica de Matthioli de
Siena, y en ella se habla también de los remedios contra las sustancias
venenosas. Este autor hace mención de los polvos del Archiduque de
Austria, como contraveneno del arsénico y sus preparados, y refiere una
porción de casos, en los que esos polvos libraron de una muerte cierla á
los envenenados por el arsénico ; y él mismo añade que le sucedió lo
propio con algunos de su clientela. Eodem quoque pulvere, dice, á me ser-
valí sunt.
Rogneta, de quien tomamos estos apuntes sobre Matthioli, dice que
esos polvos eran sustancias inertes, y que toda la acción curativa residía
en el vino con que se admnistraban. Ese autor es partidario , como ya
lo llevamos dicho , de la administración de los alcohólicos contra ía into-
xicación arsénica! , al estilo de Eioscóndes y los médicos antiguos.
Entre los autores notables del siglo xvn, debemos señalar á Fabricio
de Hilden. En su Opera omnia se trata de ios venenos ; la intoxicación
arsenical está bien estudiada , y hay buenos consejos para combatirla.
También reconoce la absorción y el paso del veneno á la sangre , si bien
se resiente de las ideas de su tiempo, puesto que habla de vapores malignos
que el arsénico envia á las visceras nobles ; que va el veneno al hígado
por las venas , al corazón por las arterias, y ai cerebro per los nervios.
Como prueba práctica de que los venenos, y en especial el arsénico,
pasan á la sangre desde la piel , cita la práctica común de sus días de
aplicar ungüentos y pomadas arsenicales á ciertas úlceras y tumores.
Critica á los que dan esa sustancia en lavativas y hacen de eiia suposi-
torios, y recomienda mucha prudencia en el empleo del ungüento arse-
nical , de que íué inventor, para combatir ciertas úlceras de mal ca-
rácter.
El célebre Zachías debe figurar también entre los autores toxicólogos
de este siglo , siquiera forme parte de su medicina legal cuanto dice
acerca de ios venenos.
Este autor, famoso por tantos títulos, discute sobre el valor de la can-
tidad del veneno que se encuentra en los cadáveres, siendo de parecer
que, para afirmar la intoxicación, no basta hallar el tósigo, sino cantida-
des suficientes para producir la muerte. Rabia de las diferentes vias por
donde pueden introducirse los venenos; cita en apoyo de la absorción por
las vías mucosas, casos de que ya liemos hablado en la historia empírica
tomadas de este autor, y establece, entre otras cosas, como principio
general , que si el veneno no es absorbido , no produce ningún efecto. En
cuanto á la intoxicación arsenical , reproduce casi las ideas de Dioscóri-
ues , Avicena y de los autores que las han prohijado.
ru5 autores.menos notables del siglo xvi, creo deber hacer men-
n„nn„ , ,co» quien trató de saber si es posible que se engendren ve-
nenos con los humores del cuerpo humano; entre los del siglo xvii , hay
— 31 -
un Keies , que quiso averiguar si era posible nutrir el cuerpo humano
con venenos , y si podían comerse los animales envenenados ; un Cour-
ten , que habló de experimentos hechos en los animales ; un Antonio de
Trilla, que publicó en Toledo su Tratado general de todas las tres especies
de venenos, como son , de minerales , plantas y animales, y un Wadel, que
habló de los venenos y bezoares.
Otro tanto podemos hacer relativamente á los escritores del siglo xvm.
También hay algunos que se hacen dignos de especial mención , siquiera
por el objeto de su obra. Mead, Sindor y Neuman aplican á la doctrina
de los venenos la yatromatemática y quemiatría. Gastoldy averigua si
hay diferencias esenciales entre todos los venenos , y un remedio apro-
piado para todos eilos. Hollinan combate muchos errores acerca de los
venenos. Stenezel parece ser el primero que titula su tratado con el nom-
bre de Toxicologia palológica-médxca. Nebel se dedica á ios signos de la in-
toxicación. Sproegel habla de ios experimentos hechos con venenos en
los animales; Gemeiin trata de los venenos que pueden ser medicamen-
tos; lsenílamu, al revés, délos remedios que pueden ser venenos; Bosio,
de los engendrados espontáneamente en el cuerpo humano; Baigueres
discute sobre si se puede tener certeza física de los venenos después de la
muerte; Pienk da su ioxicología ó doctrina sobre los venenos y antído-
tos; Schuize escribe la toxicoiogía de los antiguos, según Teoirasto,
Galeno, Dioscórides, Plinio y otros; comenta pasajes de antiguos monu-
mentos, y añade sus experimentos sobre la materia.
No es menos fecundo el siglo xix en autores toxicológicos. Setenta y
dos contamos en la Noticia bibliográfica de üríiia , donde no solo figuran
los que han escrito obras, sino memorias, folletos , etc., y los médicos
legislas que han hablado de los venenos en sus obras de medicina legal.
Muchos de estos son alemanes, de los que apenas tenemos conocimien-
to; otros suenan poco; en cambio hay otros generalmente conocidos.
Los progresos de la historia natural , de la física y sobre todo de la
química, igualmente que la de la fisiología, explican esa profusión de es-
critores sobre venenos , como explican la mayor frecuencia de los en-
venenamientos.
Entre esos autores , acerca de muchos de los cuales guardarémos si-
lencio, aparece un Pringle, dando la exacta descripción sintouiatológica
de no pocos venenos , y algunos de ellos raros; un Franck, con su Manual
de Toxicologia-, un Liuval , que, en su Ensayo de Toxicologíu, habla del
azúcar como remedio contra los envenenamientos por sustancias metáli-
cas ó minerales ; un Foderé, que , entre otras cosas, en su Medicina legal ,
trata de clasificar ios venenos , refundiendo clasificaciones anteriores , en
especial la de Yicat; un Faure, que clasifica de otro mudo los venenos;
Oi'fila, que da su primera edición de su Toxicologia general , considerada en
sus relaciones con la fisiología , patología y meüicina legal. (Jhaussier ha-
bla de los contra venenos puestos al alcance de las personas prolanas en el
arte. Bertrand publica su Manual médico-legal de los venenos; Armand de
Montgarny ensaya una toxicologia considerada de un modo general en
sus relaciones con la fisiología, higiene y patología, y mas especialmente
con la jurisprudencia médica. Pallas indica otra nueva clasificación. Eu-
sebio de ¡Salle idea su cuadro sinóptico de los venenos según los adelan-
tos de la historia natural, terapéutica y medicina legal , reuniendo, bajo
un mismo golpe de vista , ios nombres de todas las sustancias venenosas
de los tres reinos, los accidentes que determinan ios remedios que están
— 32' —
indicados y los reactivos para reconocerlos. Leraaistre traza reglas para
descubrir los venenos; Guerin de Mammers trata de la lexicología bajo
un punto de vista químico, fisiológico, patológico y terapéutico. An-
clada da su tratado de verdadera toxicología general en sus relaciones
5on la fisiología, patología, terapéutica y medicina legal. Malle habla de
los envenenaniienlos simples y compuestos. En una palabra, cada autor,
si bien escribe siempre sobre los venenos, da á su obra este ó aquel giro
no dado por los demás ; resultando de ese conjunto de escritos una suma
de conocimientos esparcidos, que constituye la ciencia de este siglo.
Además de los indicados y otros que he dejado de nombrar, háylos
que no han escrito sobre todos los venenos, sino sobre algunos de ellos.
Si entre los del siglo xvi y xvii apenas hay uno ó ninguno que no trate
de todas las sustancias venenosas . en los del siglo xvm va se notan al-
gunos que se circunscriben a determinada clase. Así INavier solo habla
de los venenos corrosivos. Fontana , del de la víbora , venenos america-
nos, laurel cerezo y algunos otros vegetales. Chauserel, de diversas sus-
tancias venenosas ; \ asalii-Candi , Rossi y Bonareili hacen otro tanto.
Boermore solóse ocupa en los de su país.
Además de estos autores, que Oríila ha colocado entre los que se han
ocupado en los venenos en general , hay una larga lista de otros que han
tratado tan solo, los unos de los venenos vegetales, otros de los animales,
y otros de los minerales.
Según aparece en la noticia bibliográfica de Orfila , hay 89 de los pri-
meros , 11 de los segundos y 29 de los últimos.
Aun cuando aparezcan como escritores de los venenos de un solo reino,
tampoco tratan de todos los comprendidos en él. Háylos , como Faber,
que solo hablan de los solanos y estríenos; de la cicuta acuática, como
Wepper; del cólchico, como Yedelicis ;' del laurel cerezo, como Yalerus,
Spandan de Cellilea y Schaub ; del rux toxicodendrum, como Aldersom ; del
ranúnculo, como Krapf; de la cicuta, acónito, pulsatila, graciola, díctamo,
estramonio , beleño, cólchico , etc. , como Spalowski; de la belladona,
como Runge; de los hongos venenosos, como Archerson y Roques, etc.
Otros hay que solo tratan de las plantas de un punto determinado ,
como Yicat, que habla de las de Suiza; como Bulliard, de las de Fran-
cia ; Wiimer, de las de la Gran Bretaña ; Boemager, de los de Duisburgo;
Muller, de las de la Germania , etc.
Lo mismo podemos decir de los comprendidos entre los que tratan de
los animales ponzoñosos. Severino se limita á la víbora Pythia , vipe-
ra naf., etc. ; Chabas, á la víbora ; Senguereius, al basilisco; Amoureux,
hijo, á los insectos de la Francia: Berthollot solo trata de los animales
ponzoñosos de esta nación; Spielman, de los de Alsacia.
Por último , lo mismo sucede respecto de los contenidos en el catálogo
de los que han hablado de las sustancias minerales. Si Tischerus, ChoV
ley, Wimber, etc. , solo hablan de los preparados de plomo , Alonnet
Bograan , Regnault , Jeger y otros lo hacen de los de arsénico; Tartra!
del ácido nítrico.
El arsénico , sin embargo, se lleva la preferencia ; porque ha sido una
especie de moda en estos últimos tiempos tratar de ese veneno , y no hay
obra de medicina legal, ni de toxicología , en la que no ocupe el arsénico
^1 autor-de una manera mas extensa que los demás venenos. El aparato
de Mariis para descubrirle ha ocupado la atención de todos, y casi no hay
un autor qué no le haya modificado. ^ *
- 33 -
XIII.— Tiempos actuales.
A pesar de tantos autores que han tratado de los venenos, Orilla ha
campeado como el jefe de la toxicología moderna, como el fundador, el
creador de su parte química y experimentalista , y su grande obra ha
eclipsado todas las demás ; cuatro ediciones ha tenido , y no se olvidará
tan fácilmente.
Anglada hizo un esfuerzo para dar á la toxicología una parle que falta
en la obra de Orilla , pues general ó sintético no lo es su tratado , como
lo diremos luego ; pero la obra del filósofo de Montpeller no ha sido tan
atendida como debía , no por su doctrina y sistema , sino por su ten-
dencia.
En estos últimos tiempos Galtier, ha publicado una Toxicología general,
como introducción al estudio de los venenos, y complemento de su Tra-
tado de Toxicología médica , química y legal , que solo trata de cada veneno
en particular, bajo el punto de vista químico , médico y legal , formando
una colección de monografías loxice lógicas; cuya obra, unida á aquella
introducción ó complemento , puede considerarse como la mas moderna y
acabada que se ha publicado en Francia.
Si nos es lícito contarnos entre esos autores , nuestro Compendio de
Toxicología, publicado por primera vez en 1846, es anterior á la obra
de Galtier, y por lo mismo podemos aspirar á la prioridad , en la reali-
zación de la idea de reunir, en una misma obra, el estudio especial de los
venenos que hizo ürfila, al general ó de la intoxicación que esbozó An-
glada , puesto que ya lo ejecutamos al dar la segunda edición de nuestro
Tratado dr Medicina legal , del cual separamos el capítulo relativo á la
muerte por envenenamiento , para convertirle en un tratado de la Intoxi-
cación y de las sustancias que la producen.
En 1860 , en el vecino reino de Portugal , el ilustrado profesor de me-
dicina legal é higiene pública de la Universidad de Coimbra, D. José
Ferreira de Macedo Pinto, dió á luz una Toxicología judicial y legislativa ,
dividida en dos partes : una que comprende la toxicología general , y
otra destinada á la particular ó especial. Tanto en esta estructura, como
en las partes que da á la toxicología general , nos ha parecido seguir una
marcha muy semejante á la de nuestro Compendio , lo cual nos sirve de
satisfacción , así como nos la produce, el ver que adopta gran parte de
nuestros pensamientos, si bien difiere en el modo de ver ciertas cuestio-
nes , y no pertenece á nuestra escuela. En la particular estudia los vene-
nos á la manera de Devergie, pero dando á las clases denominaciones
suyas.
Fuera de esas tres obras , no conocemos ninguna que abrace á la vez
el estudio general y particular de la toxicología.
Ambrosio Tardieu , cuya fecunda pluma llena á menudo las páginas de
los Anales de Higiene pública y Medicina legal , ha escrito dos artículos con
el título de Estudio médico-legal sobre el envenenamiento , anunciando que
formarán parte de una obra, la que abrazará además el estudio especial
de diversos envenenamientos.
Esta obra, al parecer, tiende á llevar á efecto la misión del estudio de
la intoxicación y de los venenos ; mas ni lo que hemos visto, ni lo que se
anuncia, consiente considerarla como un tratado de toxicología general
y particular, lo cual, por otra parte, no entrará en la idea de su autor,
puesto que niega á la toxicología el carácter de ciencia , y para volver al
toxicología. — 3
- 34 -
buen camino á los que, creyéndola cuerpo científico, se hablan extraviado ,
ha escrito dichos artículos , y se propone publicar los demás que nos
indios
A las obras de toxicología , tan escasas en número , de que acabamos
de hablar, como producto" de estos últimos tiempos, pedemos añadir la
parte que* destinan , mas que al envenenamiento, á los venenos las obras
de medicina legal modernas. Orilla, Devergie , Fabre, en el tomo XY de
su Biblioteca del médico práctico , Casper, Lazzaretti , Briand y Chaudé
tratan, en su obra respectiva, de la muerte producida por venenos, y
bien puede asegurarse que, fuera de algunas generalidades , en que en-
tran antes de hablar de cada veneno , su tarea principal es el estudio ana-
lítico, particular, de cada sustancia venenosa. ÍSinguno se ocupa en el es-
tudio completo de la intoxicación, bajo todos sus puntos de vista. Usur-
pan á la toxicología su materia propia, involucrando su estudio incom-
pleto con el de las cuestiones de la medicina legal, y descuidan lo que
es propio de esta ; esto es, partiendo de los conocimientos lexicológicos,
que ya deben suponerse sabidos ó estudiados, como se suponen estudia-
dos y sabidos Jos de tísica, química, historia natural . anatomía, fisiolo-
gía , patología , etc., establecer el criterio que debe guiarnos en la reso-
lución de las cuestiones, que provoca un caso práctico de muerte por
envenenamiento. Fsto, que es lo propio de la medicina legal , está gene-
ralmente descuidado, ó por lo menos, al paso que emplean largas pági-
nas en el estudio particular de cada veneno, apenas dedican media doce-
na á las reglas lilosóticas, que deben seguirse, para afirmar ó negar que
haya habido envenenamiento.
Briand y Chaudé hacen todavía más. Con el título de Química legal,
no solo comprenden en ella los procedimientos químico-analíticos de las
manchas de sangre, esperma, materia cerebral, etc., sino que tratan
en la misma de las análisis químicas de los venenos y sustancias enve-
nenadas. Lis decir, que descartan de la medicina legal esa parte de la
toxicología , y en lugar de referit la á su verdadera ciencia, la relegan á
lo que llaman Química legal, sin ningún fundamento sólido, y como si
fuera su idea suponer que esa tarea analítico-química no corresponde al
médico-forense, opinión que parece ser también la de Tardieu, y la de
los tribunales acostumbrados á llamar por rutina y vicios de la enseñanza,
en casos de análisis químicas, á los farmacéuticos, "'como peritos natos, en
toda cuestión que exija dichas análisis.
Autores que han escrito sobre algunos venenos en particular, ó sobre de-
terminados puntos, relativos al envenenamiento, los hay en considerable
número. Desde 18110 hay muchos que van ofreciendo materiales importan-
tes y luminosos á la ciencia. Si son pocos los que reúnen esos materiales
dispersos en monografías, opúsculos, memorias, ó artículos de periódi-
cos científicos, para escribir un tratado completo que abarque toda la
ciencia y de una manera didáctica ; en cambio, son innumerables los
que se dan al estudio especial, particular, de venenos determinados, ó
de grupos de ellos, ora haciendo experimentos en los animales, ora re-
cogiendo los casos clínicos, ó publicando los dictámenes á que estos dan
lugar, ora , en fin . tratando de resolver ciertos puntos de la fisiología
de la intoxicación ; de perfeccionar los cuadros sintomáticos y aclaracTo-
deSesmfómarn,’iífl« ?f'CaS; estudifr contravenenos y planes curativos
bles cosmétffn! lóSlg0S; de señalar los peligros de ciertos comesti-
bles, cosméticos, emanaciones, etc., ó ideando medios nuevos de in-
- 85 -
Vestígacíon de lasTsustancias venenosas en el cadáver y materias enve-
nenadas, ó perfeccionando los procederes experimentales, y en especial
la ligadura del esófago.
Diríase que se han repartido el trabajo ; y que los unos se consagran
al estudio de una cosa; otros al de otra, y que juntos impulsan la cien-
cia hácia el progreso, y la perfeccionan ; tanto para librar á la especie hu-
mana de las intoxicaciones involuntarias y disminuir las intencionadas,
como para socorrer á ios desdichados , cuya vida está amenazada por un
tósigo , ó suministrar á la administración de justicia los medios de prue-
ba pericial de la existencia de un homicidio perpetrado por medio de uno
ó más venenos.
Los Anales de Higiene pública y Medicina legal . que, desde 1829, vienen
dando, cada tres meses, un cuaderno ó dos tomos por año, son á menudo
el teatro escogido para la publicación de esos trabajos individuales, de-
bidos á tantos'hábiles obreros, que contribuyen al levantamiento del edi-
ficio. *
En los cincuenta tomos de que se compone la primera serie, casi no hay
sustancia venenosa , de la que no se haya publicado algún caso práctico
ó algún ensayo experimental, ó memoria práctico- teórica; sobresaliendo,
en cuanto al número de casos , el ácido arsenioso ú otros preparados ar-
senicales; así como se nota escasez en el envenenamiento por sustancias
orgánicas, y en especial por las alcaloideas. En esos volúmenes se ven
también, ya estadísticas sobre los envenenadores, ya memorias sobre las
intoxicaciones involuntarias, y los medios de prevenirlas y de disminuir
el número de los intencionados ó criminales.
En los tomos que van publicados de la segunda séne , sucede lo pro-
pio. A vueltas de nuevos casos de envenenamientos, por diferentes sus-
tancias , figuran los ruidosos ejecutados en Inglaterra y Francia en estos
últimos tiempos por medio del alcalóides, como el del doctor Palmer, el
del doctor Prischard , y el del doctor Couty de la Pommerais; vénse nue-
vos procedimientos para descubrir esos alcalóides , entre ellos la diálisis ;
estudios mas extensos y luminosos sobre el fósforo y sobre el alcoholis-
mo; memorias sobre los trichinos y trichinosis, que tantos puntos de con-
tacto tienen con una intoxicación y con la cual se confundían , antes del
descubrimiento de esos parásitos del cerdo y otros animales; los ensayos
sóbrela experimentación fisiológica, y otros muchos trabajos especiales
que seria prolijo enumerar.
Respecto de los escritores que firman esos artículos, memorias y ca-
sos clínicos ó informes, son tantos, que se h aria fatigoso nombrarlos;
basta saber que son losOrfila, los Barruel, los Marc, los Gaultier de
Claubry , los Persoz , los Chevalier, los Boutigny , los Bois de Lourry,
los Devergie, los Lassaigne, los Tardieu, los Roussin , los Reved , los
Bofanli , los Gallard , y otros muchos mas ó menos conocidos en el cam-
po de la ciencia.
Además de los Anales de Higiene pública y Medicina legal, hay otras pu-
blicaciones periódicas de mas ó menos tiempo de fundación , en cuyas
hojas se inserían cuantas nociones y hechos contribuyen mas ó menos
directamente á enriquecer los dominios de la toxicología. Tales son el
Boletín y los Anales de terapéutica , la Revista farmacéutica , el Diario de
química y toxicología , el Anuario farmacéutico de Reveil, y otros periódicos
de Francia, Inglaterra , Alemania, Italia y España, en especial la España
médica, el Siglo médico, el Pabellón médico y el Génio quirúrgico . en cuyas
— 36 -
/■ninmnfls ^ da á menudo noticia de ciertos hechos é innovaciones relati-
tatSri5¿tíTy * los venenos, ya tornados del extranjero, ja re-
C°EnjnMlm í nidico ha dado á luz varios artículos sobre el criterio que
dphe guiarnos en un caso práctico de envenenamiento , escritos por el
aventajado doctor D. Teodoro Yañez, ayudante de la cátedra de me-
dicina Je°al y toxicología de la Universidad central y catedrático de
estas cieifcias , de Granada , cuyo destino renunció. En esos escritos bri-
lla la verdadera doctrina, y el autor revela sus especiales conocimientos
en esos ramos tan poco cultivados entre nosotros.
Este mismo doctor, en el Congreso médico español de 1864 , expuso
verbalmente una modificación importante del método de Stas, para el
análisis de los alcaloideos; en las actas de dicho Congreso se ha impreso
esa modificación , como los demás trabajos de los que leyeron ó hablaron
en las cuatro sesiones del mismo.
El laborioso y entendido doctor D. Esteban Sánchez de Ocana , profe-
sor clínico de la facultad de medicina de la Universidad central , ha te-
nido la feliz idea de publicar un Anuario de Medicina y Cirugía prácticas,
resúmen de los trabajos prácticos mas importantes que se han hecho en
todos los ramos, durante el año inmediato. Esta interesante y útilísima
obra, archivo verdadero del movimiento de la ciencia, no descuida los
hechos relativos á la Toxicología. lié aquí los artículos consignados en
los dos volúmenes que ya han visto la luz pública desde 1864. En el
primero, resúmen de lo relativo al año 1863, se ve un escrito del
doctor Lunel, sobre el absintismo y sus efectos en la economía; los
experimentos de AJ. llieu-dcr-Hoff, análogos á los de M. Blondlot, so-
bre el uso de los cuerpos crasos , como contraveneno de la estricnina;
una nota de 1). José Canudas, farmacéutico de Barcelona, sobre la
administración de la magnesia calcinada diluida en aceite, como contra-
veneno del ácido clorhídrico, y su modo de obrar; los experimen-
tos hechos por M. Kurzak, en perros y conejos, probando que el ta-
nino es un buen contraveneno de la estricnina; la curación de un en-
venenamiento , por este aicalóide , publicada por el doctor Leach ;
un caso de envenenamiento por la asociación del yoduro ¿le hierro
.y las almendras amargas, publicado por AI. Toscan ; la fórmula del
doctor Baresi , para combatir la intoxicación por el fósforo ; una obser-
vación del doctor Ilarley sobre los buenos efectos de las afusiones frías
en la intoxicación por los narcóticos; un caso de envenenamiento por
la raíz del arum coladium , por AI. Chairon ; ios buenos resultados de las
lavativas de calé en la intoxicación por las setas, según dos casos prác-
ticos recientes, uno asistido por el doctor O’Connor, y otro por el doctor
Humbert; un caso de intoxicación por el upas tiuté, acaecido en un
sugeto, que quiso ensayarle en sí mismo, y curado por el doctor Ferichs
con láudano líquido ; un artículo sobre la esteatosis del hígado en la in-
toxicación por el fósforo, indicada por primera vez en 1860 , por el doc-
tor Yon llaufi, confirmada por Koch , Chile y Eewm, mas tarde por Uoo-
kitansky y \\anderlich, quien , en 1863, publicó un trabajo, probando
que puede desarrollársela degeneración grasienta del hígado espontánea-
mente, y llamándola ictericia perniciosa loxieoídea , y últimamente por
rnvpnpnn°HnerVado por 61 doclür Lancei'eaux, en un joven del Hotel-Í)ieu,
® íJ 3«?í dl °.por,u?a Pasla fosfórica, al cual hizo la autópsia H. flalíy;
y a einona de los distinguidos internos de ios hospitales de París.
- 37 -
M. Fritz , recien arrebatado á la ciencia, L. Ranviery J. Verliac; las ob-
servaciones de M. Grenhow sobre los efectos que experimentan los fun-
didores de latón , debidos á los vapores del zinc ; varios casos de intoxi-
cación por la belladona , recogidos por el doctor López de Mobita, Lee,
Macnamaray, Behier, y tratados por el láudano, que comprueban el an-
tagonismo de dicha sustancia y el opio ; las observaciones de M. Mer-
rich, sobre los efectos tóxicos del nitrato de glicerina , ó glinoina; un caso
observado por el doctor Tohmson de Baltimore, sobre los buenos efec-
tos de la administración de bolos compuestos de hojas delgadas de oro y
una dracma de polvos de hierro reducido por el hidrógeno; y una nota de
M. Lanuy sobre las propiedades tóxicas del nuevo metal llamado talio.
El señor Sánchez Ocaña ha prometido publicar dentro de poco el tomo
perteneciente al año 1864. En su defecto podremos hacer mención de
los hechos correspondientes á ese año, tomando de la Revista farmacéuti-
ca, publicación que dirige el mismo profesor, los hechos y escritos si-
guientes ; «Sobre un nuevo reactivo del ácido nítrico, el ácido sulfo-
fénico; sobre la aconitina , nuevo alcalóide del acónito ; los efectos fisio-
lógicos de la aconitina, por Hottot, Boudet y Gubler; estudios sobre la
digitalina soluble é insoluble, y sus caracteres diferenciales, por Ho-
molle , Lefort , Goethals y Grandeau ; propiedades de la lobelia Ínflala,
por Barailler; estudios sobre la narceina, alcalóide del opio, por Bou-
chardat; experimentos sobre el opio y sus alcalóides, por Cl. Bernard;
sobre el sulfuro de plomo como decolorante de los ácidos orgánicos, por
Grager; un escrito de M. Cuzent, probando que el bicromato de potasa
mezclado con ácido sulfúrico concentrado no sirve para distinguir los al-
calóides, como lo proponía Márquez, en su Sinopsis general de los venenos;
sobre las reacciones características de algunos alcalóides venenosos, por
A. Cossa, de Pavía, A. Carpené, y la preferencia que debe darse como re-
activo al yoduro doble de mercurio y de potasio sobre el ácido fosfo-molíb-
dico, preconizado por Sonnencheim ; un artículo de Grandeau, sobre la
aplicación de la diálisis á los alcalóides venenosos, y una nueva reacción
de la digitalina; la análisis toxicológica y dosificación del antimonio, por
Blondlot; el procedimiento para descubrir y dosificar el arsénico, por
Zenger; los accidentes que determinan los cromatos en los obreros de la
fabricación de estas sales, por Hillairet ; los experimentos toxicológicos,
por medio de la diálisis, por Casares; otro escrito sobre la separación de
la digitalina, mediante la diálisis , por Lefort; sobre el envenenamiento
por la anilina, por Lethebv; de la cloridina , la estricnina, curado con
el cloroformo ; el haba del Calabar, por Baker Edwards ; otro por las
hojas del tabaco, aplicado al exterior, por Namías y Gallavardin; otro
por la cauterización con el nitrato ácido de mercurio , por Vidad ; el co-
lectivo por el sulfato de cobre formado en los fumívoros de un taller;
sobre la esencia de ajenjos y su acción tóxica diferente de la intoxicación
alcohólica simple, por Mareé Decaisne ; y un nuevo proceder de M. Mi-
llón para la destrucción de las materias orgánicas y aislar la parte mi-
neral.»
En el tomo III del Anuario del señor Ocaña se lee : «La memoria de
M. Ollivier sobre sus experimentos en animales sometidos á las emana-
ciones del albayalde, produciéndoles la albuminuria saturnina ; la del
doctor Lancereaux, sobre las alteraciones orgánicas producidas por el
abuso de las bebidas alcohólicas; las observaciones de M. Tardieu, so-
bre la alteración gránulo-adiposa del epitelio de las glándulas del estó-
- 38 -
maso en un caso de envenenamiento por el fósforo , observado por los
doctores Cornil y Bergeron ; una memoria del doctor Reved , sobre la
diálisis v sus aplicaciones toxicológicas , y el uso del yoduro de mer-
curio v de potasio, para el descubrimiento de los álcalis orgánicos; un
caso de envenenamiento mortal por el uso endérmico de la atropi-
na publicado por el doctor Ploss, de Leipzig; otro á consecuencia
de una invección epidérmica del sulfato neutro de atropina, obser-
vado por el doctor Delaye; otro por la digitalina, recogido por el doc-
tor Dubue ; otro publicado por el doctor Smith, por el opio, curado por
la faradizacion ; otro publicado por el malogrado doctor Querejazu , mé-
dico forense de Madrid , sobre un sugelo que se tomó diez granos de
extracto gomoso de opio, y se hizo practicar en seguida dos sangrías de
brazo, de cuatro onzas cada una , sobreviviendo á esos medios de suici-
dio; otro por el tártaro emético, sin lesiones anatómicas, en las señoras
Prifchard y Taylor ; otro por el sulfocianuro de mercurio ó la serpiente
de Faraón, publicado por el doctor Peter; el escrito del docto!1 Pelikan,
de San Petersburgo, sobre el nuevo veneno del corazón , llamado Inea ú
onage , empleado en Gavon (Africa) para envenenar las flechas de los ca-
zadores de elefantes; las observaciones recientes de M. Chevalier, sobre
la intoxicación , por las emanaciones de las flores y las frutas; las del
doctor Guibout , sobre los buenos efectos de la flor de azufre contra la
intoxicación saturnina ; los de M. Blondeau . sobre el antagonismo del
opio y la belladona, y la memoria del doctor Camus, acerca de la exage-
rada importancia que se da á ese antagonismo, y, por último, las inves-
tigaciones del doctor Klebs, sobre la intoxicación por el ácido de car-
bono, y el modo de combatirla.»
Todos esos trabajos que, á propósito hemos particularizado, están to-
mados de diferentes periódicos , y son una comprobación de lo que lleva-
naos dicho sobre el reparto del trabajo y la tarea individual, cuyo con-
junto constituye la gran masa de hechos que la ciencia recoge, como ma-
teriales, para la formación de tratados, que resumen el estado actual de la
Toxicología. Otro tanto veríamos en los años anteriores , si á imitación
del señor Sánchez Ocaña, fuéramos examinando uno por uno los núme-
ros de los periódicos mencionados, desde su fundación á nuestros dias.
Otros autores, no contentos con publicar en los periódicos científicos
sus trabajos, los dan antes ó después á luz en obras aparte, mas ó me-
nos voluminosas. Entre ellos citarémos particularmente á algunos, por la
importancia ó transcendencia de sus escritos.
M. Eduardo Robín , distinguido químico, y profesor que ha sido de la
escuela práctica de Paris, ha publicado en 1852 un opúsculo sobre la
acción de los anestésicos, en cuyas breves páginas hay toda una doc-
trina capaz, ya que no de hacer una revolución en la fisiología de la in-
toxicación , muy luminosa para concebir el modo de obrar de muchísi-
mos venenos. Robín tiende á probar que los anestésicos obran , no sobre
los nervios , ni sobre la sangre, sino sobre el oxígeno respirado, absor-
biéndole é impidiendo la hematosis, por lo cual quitan la vida al que
goza de ella , é impiden ó retardan la putrefacción del que la ha perdido.
At princip10 limitaba ese modo de obrar al éter y al cloroformo ; luego le
ex endióá todos los anestésicos, y por último á todos los venenos.
irk-? 10 > en el colegio de Francia, dió varias lecciones, las que
cVvilf1 1C en un torao* s°bre los efectos de las sustancias veneno-
sa y medicamentosas. Después de algunos puntos generales, propios de
- 39 —
la fisiología de la intoxicación , comp la definición del veneno, la locali-
zación de las acciones tóxicas, la acción tóxica en general , penetración
de las sustancias tóxicas en la economía y su eliminación , las teorías
mecánica, física, química y vital, para explicar la acción de los vene-
nos; se ocupa, siempre experimentalmente, en el estudio de los gases tó-
xicos, el ozono, el óxido de carbono y ácido carbónico, curare, sulfocia-
nuro de potasio, estricnina, etc., etc. Es por lo tanto una obra incom-
pleta, si bien luminosa en los puntos de que trata. En lo sucesivo ha ido
dando lecciones que extienden ese estudio. Hemos hablado antes de las
que dió en 1864 , sobre el opio y sus alcaloideos.
M. Orfila, sobrino del gran Toxicólogo, publicó, en 1858, un opúsculo
con el título de Lecciones de Toxicología , donde trata algunos puntos ge-
nerales con bastante lucidez, si bien son demasiado reducidos para po-
der ser ni un resúmen de la Toxicología general. Cediendo á la influen-
cia de sus dias, el estudio del arsénico le llamó la atención de un modo
principal, y después de dichas generalidades, no se ocupa mas que en
el arsénico.
Mialhe , en su Química aplicada á la Fisiología y á la Terapéutica , y en
todas sus obras ha generalizado ideas sobre el modo de obrar, ó condu-
cirse las sustancias venenosas y medicamentosas, puestas en contacto con
nuestros sólidos y líquidos, que son de una grande utilidad para el estu-
dio de la Toxicología , y bien puede afirmarse que es uno de los escrito-
res modernos , que han hecho dar á esa ciencia pasos mas adelantados y
seguros.
El profesor Graham , de Londres, dando á la endósmosis y ex osmosis,
ú omosis de Dutrochet, el nombre de diálisis , ha publicado sus trabajos
sobre ese nuevo proceder para la separación de las sustancias coloides y
cristaloides , al través de una membrana de pergamino artificial, con la
que se obtienen aislados los alcalóides de las sustancias , con las cuales
están mezclados. Siquiera este proceder, como verémos á su tiempo, no
dé sus resultados completos en todos los casos, puede, sin embargo,
considerarse también como un progreso en la ciencia toxicológica , y
como uno de los descubrimientos mas felices de estos últimos tiempos.
L. J. Morel ha publicado, en 1865, un libro curioso sobre los hongos,
bajo el punto de vista botánico, alimenticio y toxicológico, que no deja
de tener su utilidad , si bien dista mucho de ser tan recomendable y útil
para el toxicólogo, como otro trabajo posterior , del que hablarémos
luego.
Con el título de Ostranomia , ostras tóxicas y ostras comestibles, M. Fer-
rand, farmacéutico de Lyon, ha publicado otro opúsculo, en el que re-
produce el estudio de esos moluscos, bajo el punto de vista higiénico y
toxicológico, que ya habian tratado Chevallier y Duchesne.en los Anales
de Higiene pública y Medicina legal, 1.* série , tomo XLY (185o), y M. Cus-
cut de Rochefort, obra citada, 2.a série, tomo XIX (1863). Este escrito
es interesante en alto grado, porque expone los medios de distinguir esos
moluscos, los buenos de los malos, y evitar las intoxicaciones frecuen-
tes , debidas al cobre que contienen , según de los puntos de donde pro-
ceden las ostras, que tanta estima tienen entre los gastrónomos de todos
los países.
El doctor A. Helwig, de Maguncia , en 1864 ha dado á luz una obra
importantísima, titulada El Microscopio en Toxicología. Contribuciones al diag-
nóstico microscópico y microquimico de los principales venenos metálicos y vege-
— 40 —
,aie. „ara uso de los peritos médico-legales y farmacéuticos Esta obra es
importantísima, no tanto para descubrir pequeñas cantidades de venenos
inorgánicos ó minerales, como para revelar los orgánicos, y en especial
los alcalóides , respecto de los cuales la análisis química es á veces im-
notente Esa aplicación del microscopio es un verdadero paso hácia el
nro^resó de la ciencia ; y si el doctor Helwig no se hubiese limitado á las
sustancias puras, sino á las mezclas de estos con los humores del sugeto
envenenado, y hubiese establecido un procedimiento análogo al de los
químicos, para separar de esos humores los elementos venenosos, y
aplicar los reactivos; todavía fuera mas notable la ventaja de la aplica-
cíon del microscopio á la Toxicología.
M. Emilio Boudier ha publicado, en 1866 , una memoria premiada por
la Academia imperial de Medicina, con láminas litografiadas, titulada:
De los hongos bajo el punto de vista de sus caracteres usuales , químicos y lexi-
cológicos , que si no tiene la trascendencia de Ja obra del doctor üelwig,
se da mucho la mano con el opúsculo de Ferrand, en cuanto á arrojar
luz sobre una clase de comestibles que se equivocan con frecuencia con
venenos vegetales, y causan á menudo lamentables intoxicaciones invo-
luntarias, colectivas ó de familias enteras. Este opúsculo es importantí-
simo, porque , sobre poner bajo su verdadero punto de vista las falsas
ideas que se tienen sobre los caracteres vulgares para distinguir las setas
buenas de las malas, establece las verdaderas diferencias, y los medios
de apreciarlas; propone procedimientos analíticos para descubrir los
principios venenosos de los hongos , y ofrece á los médicos-peritos, ade-
más de todo lo relativo á las virtudes de dichos vegetales, á los síntomas
de su intoxicación, y nociones químicas para probar un envenenamiento
por esos tósigos, medios microscópicos para reconocer en las heces del
sugeto los elementos botánicos ó histológicos de dichas sustancias, con
lo cual puede suplirse la falta de resultados analítico-químicos.
Con el título de Aplicación de los efectos fisiológicos al estudio de los vene-
nos orgánicos , y en especial de la digitalina , los doctores ílilden Fagge y
Tomás Stenenton han publicado en Londres (1865) los resultados que
han obtenido de la experimentación fisiológica, proponiéndose confirmar
ese nuevo medio de investigación que intentó Marshall-Hall , respecto de
la estricnina, y que Tardieu y Roussin han tratado de preconizar en Fran-
cia, y han aplicado ya á diferentes casos prácticos, entre ellos el ruidoso
del doctor Couty de Lapommerais. Los autores del escrito que nos ocupa
toman el animal, la rana, como un reactivo, y estudian los efectos de
las sustancias tóxicas en él, para deducir que el tósigo existe, si apli-
cando al animal el extracto alcohólico de una sustancia procedente del
estómago de un envenenado, la rana presenta dichos efectos.
Esos ensayos y trabajos de los Marshall-Hall , Tardieu , Roussin , Hil-
den, Fagge y Tomás Stenenton, tienden á rehabilitar, bajo otro aspecto,
a práctica antigua y empírica anterior á las análisis químicas, de dar á
los animales lo vomitado por las personas creídas envenenadas , y dotar á
la ciencia toxicológica de un recurso que, á ser eficaz, seria de gran pro-
vecho para la práctica , en los casos de envenenamiento, cuando" las aná-
ísis quíimcas no dieran buen resultado, como desgraciadamente acon-
e e con frecuencia , si se trata de ciertos álcalis orgánicos.
\?C n ré GSla ri.eseña ’.Por no vóíverla demasiado extensa, añadiendo
? , ¿ . ceJW® Publicado en los Anales de Higiene pública y Medicina
legal, 8. séne, tomo XXV[, una notable memoria, que principalmente
- 41 -
consiste en un dictámen dado acérca de un fcftsó práctico, en el que
M. Tardieu y Roussin habian opinado por el envenenamiento, fundados
en los resultados obtenidos por medio de la experimentación fisiológica;
dictámen que de tal manera demuestra lo vago de los juicios periciales
de ese caso, que el tribunal absolvió al acusado.
Esa memoria es el principio de una lucha que se preve , y acaso un
medio de atajar en su cuna el fácil entusiasmo , con que , entre nuestros
vecinos, se ha empezado á adoptar la experimentación fisiológica, desa-
creditada por la experiencia , por los crasos errores á que puede condu-
cir, como en su lugar lo manifestaremos.
De todos modos , este es el acontecimiento mas trascendental que el
estado actual de la ciencia presenta; es la única verdadera innovación
que tenemos que registrar como propia de estos últimos tiempos.
No quiero concluir esta rápida reseña , sin decir dos palabras sobre
los experimentos hechos por Bouley y Reynal , acerca de los peligros de
la ligadura del esófago para los perros, á los que se aplica, y los errores
en que pueden incurrir los experimentadores que no se hacen cargo de
ellos; contra la opinión de Orfila, que la consideraba como casi insigni-
ficante ó incapaz de dar lugar á esos errores. La nota que dichos fisió-
logos presentaron á la Academia de Medicina de París, en 1856 , hizo
impresión profunda , porque parecía invalidar cuanto había consignado
Orfila en su grande obra, y se nombró una comisión , compuesta de los
señores Begin, Bouley, Jobert, Larrey, Regnault, y Trousseau, para que
examinaran la nota y repitieran los experimentos en que se fundaba. Otros
experimentadores remitieron á la Academia sus escritos, como los L. Or-
fila, sobrino , los Follín, los Colín y los Zsummowski, y á los dos años,
esto es, en 1858, M. Trousseau leyó un dictámen, del que daremos
cuenta en su lugar, en el cuerpo de este compendio , y que promovió un
debate de tres sesiones , en el cual tomaron parte varios académicos,
siendo el dictámen aprobado en todas sus partes, con una modificación
ligera. Este dictámen ha servido de aviso á los experimentadores, para ser
mas cautos respecto de la ligadura del esófago; ha perfeccionado ese me-
dio de experimentar en toxicología , y sin poner en duda ó inutilizar la
obra de Orfila-, como lo han supuesto Devergie y Tardieu, ha venido á
rectificar algún error en que hubo podido incurrir el inventor de la quí-
mica de la intoxicación y el gran propagador de la experimentación en
los animales. Esta es toda la' trascendencia que ha tenido la nota de
Bouley y Reynal , que algunos habian tomado como un acontecimiento de
inmensos resultados retroactivos , creyendo que el monumento toxicoló-
gico del siglo se iba á desplomar por su base.
Aquí debo consignar lo mismo que he consignado respecto de la ojeada
histórica al envenenamiento, bajo el aspecto social. No pretendo registrar
todos los escritos, todas las obras, ni todos los trabajos relativos á la toxi •
cología , que han visto la luz pública, de treinta años á esta parte. No es
este mi propósito, ni podría llevarle á cabo, ya por falta de tiempo, ya
por falta de espacio. Basta lo dicho para dar una idea de los progresos
déla ciencia toxicológica , de la grande actividad que reina en nuestros
dias , y por todas partes, para enriquecerla y perfeccionarla, del carácter
de su estudio actual , y del estado de madurez en que se encuentran ya
muchos de sus frutos, para poder constituirla en los términos indicados,
i
— 42 —
3UV . — Utilidad y necesidad de la toxlcologpa.
Tal es la historia científica de la toxicología, trazada á grandes rasgos,
la que, por no abultar demasiado esta introducción , no hemos especifi-
cado más , bastando lo expuesto para llenar el fin que nos hemos pro-
puesto en ella.
Quien lea con detención uno y otro aspecto de la historia del envene-
namiento, fácil advertirá las relaciones que entre los dos existen , y cómo
el uno explica al otro; así como recordando los progresos de las ciencias
naturales, yen especial de la química y de la industria , notará cómo la
toxicología ha podido llegar á ser, en nuestros dias, una ciencia mas vasta
y mas fundada que en lo antiguo, en la edad media y principios de la
moderna , y cómo el empleo de las sustancias venenosas, en muchos ra-
mos industriales, ha debido facilitar el suicidio y el homicidio por medio
de ellas.
De tal manera ha progresado la toxicología con los adelantos de las
ciencias naturales, y en especial de la química, que las obras de los mo-
dernos, además de contener muchos mas venenos que las de los antiguos,
sobre todo respecto de los artificiales sacados del reino mineral , y los
alcalóides y ácidos del vegetal , han transformado la ciencia como en un
ramo de la química, puesto que su principal objeto y su preferente afan
no parece ser mas que establecer los caracteres químicos de los venenos
buscando reactivos, y procurarse medios fáciles y eficaces de revelarlos
en el cuerpo humano, cuando la víctima sucumbe á la mortífera acción
del tósigo que ha tomado.
La misma parte terapéutica se resiente de esa tendencia, pues está mas
rica de ensayos sobre los contravenenos, que de planes curativos ; y si no
se apela mas á ellos , es porque falta haberlos descubierto.
Algunos autores han empezado á comprender que la toxicología abraza
mas que los estudios químicos ; que la análisis química no es toda la
ciencia; la fisiología , la patología , y sobre todo la terapéutica de la in-
toxicación, van siendo mas estudiadas, y dia ha de llegar que tengan
tanta ó mas importancia que la parte química ó analítica.
Esta especie de preferencia que se ha dado á la parte química de la to-
xicologia , y como el segundo papel que desempeña en las obras de los
autores la terapéutica , ha hecho que los progresos de la ciencia hayan
aumentado, conforme ya lo llevamos dicho, el número de venenos, sines-
tar en igual aumento el de los contravenenos ó antídotos, lo cual ha sido
bastante para que algunos , resintiéndose del espíriu que animaba á los
antiguos, hayan manifestado disgusto y alarma por la publicación de
tantos escritos sobre sustancias tóxicas , creyendo que con ellos se pro-
duce mas males que bienes en el seno de la sociedad actual. Nosotros no
participamos de estas ideas y temores.
Esta escasez de antídotos y de contravenenos legitima las precauciones
y temores de los ÍTipócrates, délos Galeno, de los Pareo, Cesalpino, Mor-
gagni, etc., quienes desearon que se anduviese en los escritos toxicoló-
gicos con la mayor reserva, en punto á designar sustancias venenosas,
para no facilitar á los malvados mas medios de ejecutar sus inclinaciones
perversas. Dignas son , por cierto, las precauciones sobre que llaman la
atención los autores que he citado. No cabe la menor duda que en los
tratados de toxicología puede la maldad encontrar los medios de inmolar
a un infeliz con astucia diabólica. Mas , lejos de inclinar á los médicos se-
— 43 -
inejantes reflexiones , á ser en esta materia parcos, reservados y escrupu-
losos , los deben conducir á no perdonar medio alguno de generalizar
los conocimientos relativos á los venenos. Los criminales no necesitan de
tratados toxicológicos para encontrar venenos , y saber cómo se dan. La
historia del envenenamiento lo demuestra con evidencia. El conocimiento
de las sustancias dañinas y de la facilidad con que matan, es mucho mas
general y esparcido que el de los medios abonados para destruir su acción
mortífera. A falta de otras razones , esta bastaría para justificar la publi-
cación de un tratado extenso de toxicología.
Cuanto mas se vulgarice el conocimiento de las sustancias venenosas y
el de los antídotos ó contravenenos que se les puedan oponer, tantas mas
víctimas dejarán de presentarse, tantas mas se salvarán. Dotad á los fa-
cultativos de todas las noticias correspondientes á los venenos, y no ha
de haber un envenenamiento que no sea combatido, si se llega á tiempo,
y que no se pruebe, si se llega tarde. Pues demostrar un envenenamiento,
generalizar la idea de que la ciencia tiene medios de descubrirlos todos,
es ya un gran paso; es decir á los criminales: Vuestra alevosía será co-
nocida; vuestro crimen deja hupllas; el secreto, con el cual contabais, es
ilusorio. El dia en que esta convicción esté arraigada, la estadística de
los envenenamientos se reducirá casi á cero.
Añádase á todo eso que, conociéndose más las sustancias que son da-
ñosas, no hade haber tantos envenenamientos casuales, y han de aca-
bar para siempre una porción de preocupaciones de que están las gentes
plagadas ; porque , como dice perfectamente el ilustre Feijóo, el vulgo
cree lo que le dicen los que no son vulgo. Muchas enfermedades epidé-
micas han sido atribuidas al envenenamiento de las fuentes públicas. No
hay necesidad de probarlo con lo que dice Hoffman que acaeció en el
reinado del emperador Cárlos IV en Alemania; porque siempre que se
presenta una de esas calamidades pestilenciales, las explica el pueblo
en sus primeras impresiones por ese medio. Ya hemos visto lo que Ies
sucedió en Francia á los judíos, en 1321. En París, cuando la primera
aparición del cólera, se divulgó la primera preocupación. Los frailes en
Madrid sufrieron un brusco ataque del pueblo, no solo por los motivos
políticos ; también se les atribuyó su influencia en la insalubridad de las
aguas.
En una epidemia de sarampión que hubo en 1712 en Paris, murió
madama Enriqueta y tres Delfines, hijos y nietos de Luis XIV. La voz
pública atribuyó esta muerte á un envenenamiento dispuesto por el du-
que deOrleans, después regente del reino. Lecretelle dice que, «sin los
esfuerzos del superintendente de policía , el pueblo le hubiese asesinado,
al pasar el acompañamiento fúnebre de los Delfines por delante de Ja ha-
bitación del duque.»
El doctor Rufz ha escrito, en los Anale s de Higiene pública y Medicina
legal , una excelente memoria , demostrando los errores generales en que
se está sobre el envenenamiento practicado por la gente de color, espe-
cialmente en la Martinica , á la cual se atribuyen venenos y modos de
darlos solo propios de novelas.
Los tratados de toxicología , en fin , ponen de manifiesto la poca fé que
debe darse á los venenos ó envenenamientos simpáticos y de sutilezas fa-
bulosas. Pasaron ya los tiempos do Valentín , en los que podía tratar este
autor sériauaente del horrendo beneficio simpático, y creer que, amasando el
pelo de un sugeto con cera, formando una figura humana y quemándola,
- 44 -
había de sufrir la persona dolores atrocísimos. Pasaron ya los tiempos de
Zacuto Lusitano, en los que podía reproducirse el cuento de Avicena y
Rufas relativo á la jóven que, nutrida del acónitos napellus, producía so-
bre cuantos tenían concúbito con ella los efectos del veneno mas activo. Y
tiempos han llegado en que es preciso averiguar si puede envenenarse á
una persona , como supuso un farsante, que se trataba de hacerlo con ma-
dama Pompidour, por medio de un pomito de agua de olor; como se
dice de Catalina de Médicis , con respecto al príncipe de Condé, por me-
dio de la fragancia de una manzana ; como se refiere de Parisatis , un-
tando con el veneno un solo lado del cuchillo ; como da á entender Mead,
por medio de un irasco de licor volátil que, atraído por la corriente de
una vela encendida, solo se hace funesto para el que está cerca de esta
vela ; como lo sospechó, en fin, Zachías del papa Clemente YII , el cual
fué , según su autor, envenenado con el humo que exalaba una bugía,
cuya 'mecha estaba empapada de una sustancia venenosa. Los adelanta-
mientosque la toxicología ha hecho con los auxilios de la química, per-
miten al toxicólogo moderno hacer justicia á todos esos envenenamientos
novelescos.
Urge, pues, si de todas las consideraciones que preceden es lícito de-
ducirlo , que nos esforcemos todos en estudiar la ciencia de los venenos,
y generalizar entre nosotros una buena doctrina toxicológica , ilustrados
por la cual podamos 'reportar á la administración de la justicia los mis-
mos beneficios que le reportamos, con respecto á otros ramos de la me-
dicina legal. Cuanto mas descuidada esté entre nosotros esta tarea , tanto
mas debemos redoblar nuestro ahinco en acometerla y perfeccionarla.
No nos desalienten los obstáculos ; no enfrie nuestro entusiasmo la idea
de lo poco que valgamos todavía en este género de estudios. Con
semejantes sentimientos no se avanza , no se obra ; se cae en el quietismo
y en la indiferencia ; no se sale nunca de la esterilidad. Nuestra patria
es acreedora á otra conducta ; ella merece también que los faculta-
tivos españoles la dotemos de esa clase de estudios ; los tribunales nos lo
piden en nombre de la justicia ; los buenos nos lo demandan con el susto
en el corazón ; solo los malvados , solo los asesinos cobardes y villanos
pudieran aconsejarnos el abandono de semejante tarea.
XV.-Cómo debe escribirse y estudiarse la toxicolog-ía.
Involuntariamente acabo de indicar los motivos que me impulsaron á
dar este Compendio de toxicología general y especial. A ellos y no á
otra cosa fué debido m i osado empeño. Si no salí airoso de él la primera
vez que lo intenté, si tampoco lo salgo ahora, que se me dispense , si-
quiera en gracia de las intenciones que me animan.
Y puesto que hablo ya de este Compendio , natural es que indique
como se trata en él la ciencia, ó lo que es lo mismo , que exponga cómo
en mi concepto, debe estudiarse la toxicología.
. C?nsecuente con lo que ya llevo apuntado y con mis profundas con-
vicciones, desde luego afirmo que no solo debe ocuparse el toxicólogo
en los conocimientos relativos á cada uno de los venenos de que tiene hoy
üia noum, conforme lo han hecho cuantos han tratado de ellos con
_naas Repelones; sino también en la dilucidación de todas las cuestiones
J)Ue . arroJar alguna luz sobre cualquiera suerte de intoxicación ó
envenenamiento, como en cierto modo lo había tentado Devérgie, y mas
— rl8 -
extensamente Anglada antes que yo, y como lo han hecho después
Galtier en Francia , y Ferreira de Macedo Pinto en Portugal.
Una obra en la que solo se trate de los venenos en particular, ha de
ser, en mi concepto, viciosa, por mas que los abrace y explique todos.
Viciosa seria también á su vez la obra, en la que solamente se ocupase
su autor en resolver problemas generales aplicados á todo envenena-
miento. La toxicología pide á un tiempo lo general y lo particular; la
síntesis y la análisis. Un tratado de los venenos completa el del envene-
namiento; un tratado del envenenamiento completa el de los venenos.
En España carecíamos de obras de esta clase , y en España es donde
mas se necesitan. La Medicina legal de Foderé , la obrita de Vidal , la
traducción de Plenck por Lavedan , etc. , era lo mas consultado.. El estu-
dio de los venenos ha sido poco cultivado entre nosotros ; porque tam-
poco lo han sido á su vez las ciencias naturales y físicas , absolutamente
indispensables para conocer perfectamente las sustancias venenosas. En
el estudio del envenenamiento no se ha ocupado nadie , cabiéndole en
esta parte á la medicina legal el mismo olvido, por no decir mayor, que
se advierte en las demás partes de este interesante cuerpo de doctrina.
Las traducciones de los autores toxicólogos franceses ó alemanes no
pueden generalizar mas que el estudio de los venenos; porque, tocados
esos autores del espíritu que preside á los trabajos de la generalidad de
sabios actuales , se dedican casi de un modo exclusivo á la investigación
de los hechos aislados unos de otros, de lo cual resulta que sus ohras son
en realidad un conjunto de descripciones , de historias , de estudios so-
bre diversos cuerpos de propiedad ponzoñosa; conjunto que obliga á
repeticiones pesadas, que expone á la confusión, y que á fuerza de llamar
la atención sobre cada hecho de por sí, distrae de tas generalidades que
enlazan todos los hechos y constituyen la verdadera filosofía de la
ciencia.
Traducciones de obras que traten á la vez del envenenamiento y de los
venenos, no son posibles, porque no existen en el extranjero tales obras,
á lo menos que yo sepa. Es cierto que Oríila y Uevergie dan cabida, en
su Tratado de toxicologia general el primero, y en su Tratado de medicina
legal el segundo , á una serie de cuestiones propias del envenenamiento,
en lo cual, tal vez no ha dejado de influir un tan lo la filosófica producción
del profesor de Montpellier. Mas ¿qué son esas pocas páginas dedicadas á
la investigación de los puntos dilicultosos , á la resolución de problemas
intrincados , que forman por sí solos la parte mas esencial de esos estu-
dios ? Dos volúmenes considerables dedica Orfila al estudio analítico de
cada veneno , y apenas consagra cuatro pliegos á consideraciones de
aplicación general. Devergie, dejando ver, tanto en el plan como en la
exposición de sus tareas, alguna mayor tendencia á filosofar, es un tanto
mas extenso en esas generalidades, y dilucida cuestiones que son de apli-
cación útilísima á toda suerte de envenenamientos casuales ó meditados.
Esto no obstante , atendida la importancia de estas cuestiones gene-
rales; atendida la aplicación relativa que tienen los conocimientos toxico-
lógicos; atendida, en fin , la dificultad de investigar la verdad en mu-
chos casos de envenenamiento ó intoxicación criminal, ¿quién no concibe
que en una obra de toxicología no debe tratarse , como de paso y de un
modo casi vergonzante, de esos puntos de doctrina general, que tanta luz
arrojan en todo caso práctico , y que en cierto modo son los cánones
científicos á que se ha de apelar, desde el momento en que se empeña
— 4ü —
ante los tribunales una acusación y una defensa sobre un acto rodeado de
oscuridad y dudas? ,
Como todos sus antecesores, Orilla no trata realmente mas que de cada
uno de los venenos. Las sustancias venenosas estudiadas en particular,
son las que le absorben exclusivamente la atención ; apenas si echa
una ojeada al envenenamiento , á la parte general ó sintética de la cien-
cia. Los hechos sin sus relaciones , esto es, la pura análisis, es lo que se
ve en la toxico logia de Olila. Es un Tratado de los venenos.
Anglada , profesor de una escuela mas preocupada de io general que
de lo particular, de las relaciones que de los hechos, de la síntesis que
de la análisis, advirtió que faltaba esa importante parte en la ciencia, y
quiso llenar ese vacío , escribiendo su Tratado de Toxicología general , en
relación con la fisiología, la patología, la terapéutica y la medicina legal.
Su objeto no fué otro que estudiar las relaciones generales de la acción
de esa série de agentes llamados tósigos, porque en ese estudio estriba
precisamente la filosofía de ese ramo especial, como científico. La obra de
Anglada es, por io tanto, el 'frutado del envenenamiento.
Sin embargo, por recomendable que sea el escrito del sabio profesor
de Monlpellier, no completa la ciencia; no solo porque no abraza lo par-
ticular, no trata de los venenos, sino porque tampoco abraza todo lo ge-
neral; el envenenamiento no está estudiado en todas sus relaciones. An-
glada era mas completo en su cátedra (*) que en su obra. Tal vez la
muerte le arrebató, antes que él diera á esa obra la última mano.
Era, pues, necesario un libro escrito de otro modo.
La toxicología lia sido para mí un estudio predilecto, porque, tal como
yo la concibo , encierra no poca parte de ios grandes problemas de las
ciencias fisiológicas , y está destinada á resolver muchos misterios de ia
vida. Ese estuuio me llevó á comprender que la ciencia toxicológica ha-
biade tener lo que todas; á saber, sus hechos y sus principios, sus fe-
nómenos y sus leyes, su parte particular , experimental , y su parte ge-
neral y especulativa, anáfisis y síntesis. Solo así puede ser ciencia, por-
que solo así puede tener filosofía.
La composición de mi Compendio se hizo al impulso de estas convic-
ciones. En él me propuse ser algo mas extenso, en lo concerniente á la
parte relativa al envenenamiento , de io que suelen serio los autores que
de toxicología han tratado. Me he valido de sus observaciones minucio-
sas; he estudiado cada uno de sus hechos aislados en detall ; no he des-
cuidado ninguna de sus operaciones , ninguno de sus descubrimientos;
los he seguido en el laboratorio y en sus experimentos ingeniosos para
recoger el fruto sazonado de tanto celo, de tanta diligencia, de tanta sa-
gacidad, y reuniendo lodos esos elementos en mi bufete, después de ha-
berlos confirmado con aquellos ensayos, que mis conocimientos me han
permitido, he reflexionado acerca de todas esas observaciones y experi-
mentos; he buscado los hechos análogos, investigado su relación, los lazos
que los unen, y la significación que á mis ojos tienen, para establecer
ciertas proposiciones generales , ciertos cánones, á beneficio de los cua-
les ha de ser mas fácil, ó por lo menos posible , emprender la resolución
de muchísimos problemas, que se proponen en el foro á todo médico-le-
gista , siempre que se presenta un caso desdichado de envenenamiento
(‘) Véase lo que dice Carlos Anglada, hijo, en la advertencia del editor de dicha obra,
paginas 5 y h.
-47 -
dudoso. Así es como concibo la utilidad de los estudios de esta clase,
destinados á la ilustración del tribunal.
Analizando detenidamente las relaciones de la intoxicación ó del en-
venenamiento , vi que estaban comprendidas en esas relaciones seis par-
tes , fisiología, patología , terapéutica, necroscopia, química y filosofía de la
ciencia. Bajo esos puntos de vista debe estudiarse el envenenamiento, lo
mismo que cada sustancia capaz de producirle, para que la ciencia sea
completa, y con ella pueda resolver el médico forense , y solo el médico
forense , los problemas tan á menudo difíciles que se presentan en la
práctica, respecto de los atentados cometidos por medio de los venenos.
Tanto en el resto de esta introducción, como en el cuerpo de la obra,
quedarán todos esos asertos comprobados con la plenitud de la evidencia.
XVI.-La toxicologia es una verdadera ciencia médica.
Organizada así la toxicologia , haciéndola tratado de la intoxicación y de
las sustancias que la producen , abraza lo general y lo particular, y es una
verdadera ciencia, no pura, como no lo es ninguna de las que constitu-
yen los diferentes ramos de la ciencia médica; pero bastante individual
ó especial para formar un cuerpo de doctrina natural , positivo , con sus
hechos propios , con sus principios calcados sobre esos hechos , con sus
leyes, su sistema y su organización; con todos los caracléres, en fin, que
dan derecho á considerarla como ciencia.
La intoxicación , fenómeno común á la acción de todos los venenos, fe-
nómeno exclusivo de esta clase de agentes, estudiada bajo los seis pun-
tos de vista indicados en la parte general, destinada, como producto sinté-
tico de lo que arroja el estudio experimental ó analítico, á comprender
todo lo que es común á las sustancias venenosas , ó por lo menos á gru-
pos de ellas; facilita el estudio de la toxicologia particular, ó sea el cono-
cimiento de cada uno de los venenos, hasta el punto que, quien posea
bien la primera parte de la ciencia , tiene adelantado mas de la mitad del
camino para dominar la segunda ; porque , si se examina con detención,
el cuadro de nociones que corresponde á cada sustancia venenosa, se
verá que las comunes ó generales están en mayor número , siendo siem-
pre muy reducidas las particulares, ó individualmente características.
Aprendido , por lo tanto , el cuadro general ó común aplicable á todos
los venenos , es menos fatigoso y menos difícil la tarea de aprender lo
que les es peculiar á cada uno.
Una experiencia de veinte años de enseñanza , según este método, me
ha probado la eticacia de esa organización.
Este hecho por sí solo es una prueba irrefragable de la síntesis á que
se presta ese ramo de conocimientos; de la unidad y solidaridad de su
doctrina; del conjunto armónico de sus principios; de la filosofía de su
organización; def carácter, en fin, verdaderamente cientííico que le
distingue.
Motivos infundados para negar á la toxicologia el carácter
de ciencia.
Cualquiera que fije un tanto su atención en todo lo que precede; cual-
quiera que sepa ver la significación que tienen ios hechos del envenena-
miento, trazados en la historia de su aspecto social, y los numerosos es-
critos y trabajos hechos, desde los tiempos mas remotos hasta nuestros
- 48 —
dias para el estudio de esa clase de agentes llamados venenos, y las per-
turbaciones profundas, seguidas á menudo de la muerte, que determinan
en nuestra economía, escritos y trabajos que hemos consignado en la his-
toria del aspecto científico ; cualquiera, en fin , que medite sobre la parte
general y filosófica que tiene ese estudio , como producto legítimo y ló-
gico de la parte particular, constituyendo entrambos un todo completo;
de seguro que no concebirá la menor duda, ni vacilará un momento en
tener' ese ramo de conocimientos, llamado loxicología , por un cuerpo de
estudio especial, por un cuerpo de doctrina diferente de otros; por una
verdadera ciencia, en fin, análoga á otras muchas , que constituyen el
árbol múltiple de los conocimientos médicos.
Hasta hace poco nadie le habia negado ese título. Mas el ilustrado ca-
tedrático de medicina legal y decano de la escuela de Paris, M. A. Tar-
dieu , niega á la toxicologíá el carácter de ciencia particular y especial;
la tiene por una creación artificial , pretenciosa, funesta, y por ser, como
en efecto son, las cuestiones relativas al envenenamiento análogas á las
relativas á las quemaduras , asfixias y lesiones corporales , da á enten-
der que así como supone que no se hace una ciencia de las lesiones cor-
porales, de las asfixias, ni de las quemaduras, así tampoco debe hacerse
otra de los venenos; así como no hay ciencia del asesinato, no debe ha-
ber ciencia del envenenamiento.
Cree que tanto en el estudio como en la práctica, el envenenamiento
ocupa un grande y vasto lugar en la medicina legai, y que esto ha dado
pié , en estos últimos tiempos , para que invadiera hasta absorberla, esta
última ciencia , con grave perjuicio de la misma y de la administración
de justicia. Para volver las cosas á su propio quicio , se ha propuesto el
estudio médico-legal del envenenamiento, con cuyo fin ha escrito los ar-
tículos de que hemos hecho mención en otra parte.
Las razones en que se funda el entendido decano de la escuela de Pa-
ris , para negar á la toxicologíá el título de ciencia son : l.° que no tiene
razón de ser, no consistiendo mas que en un conjunto artificial de ciertas
nociones de química, historia natural, fisiología, nosología, anatomía
patológica y terapéutica, relativas á ciertas sustancias llamadas venenos;
nociones que no le pueden dar, ni doctrina, ni principios, ni método, m
procederes propios para el estudio de esas sustancias; y 2.# que para su
construcción ficticia se ha tomado por base no solo una nocion falsa del
veneno, como se deduce de su definición , sino la falsa existencia de este
mismo; por cuanto el veneno no tiene ni existencia, ni caracléres propios;
no existe sino cuando ha obrado; las sustancias llamadas venenos no consti-
tuyen un grupo natural, cuya esencia pueda definirse y caracterizarse; to-
das, sin excepción , pierden ó adquieren, según ciertas circunstancias
exteriores, sus propiedades venenosas, estando el medicamento siempre
contenido en el veneno, y no pudiendo el veneno ser nunca separado de
la materia médica í1).
Permítanos el ilustrado médico-legista, á quien pertenecen hasta
ahora de un modo exclusivo esas opiniones , con las cuales tenemos el
disgusto de no estar de acuerdo, que le demostremos el error profundo
en que le ha hecho caer, tanto el abuso de que se queja sin razón, como
lo poco lelices que han estado en la definición empírica del veneno los
autores á quienes cita.
(') Anales de Higiene pública y de Medicina legal, .segunda série, t. XXII, p. 382 y stg.
- 19 —
M. Tardieu hubiera podido rectificar errores, si los hay; colocar en su
lugar las cosas verdaderamente extraviadas ; dar á la medicina legal lo
que es de la medicina legal, y á la toxicología lo que es de la toxicolo-
gía; pero sin dejarse arrebatar, como lo ha necho , yendo mas lejos de
lo debido, y acabando por negar no solo la existencia y razón de ser de
la ciencia toxicológica , sino la existencia y propiedades de las sustan-
cias venenosas.
A estas horas, M. Tardieu tiene ya un adversario de sus ideas originales
sobre este punto. M. A. Devergie (*), al propio tiempo que le ha salido al
encuentro con un dictámen sobre un caso práctico, probándole con él
lo erróneo y peligroso que es el nuevo procedimiento déla experimentación
fisiológica, que, como medio de prueba, trata M. Tardieu de establecer en
los casos de envenenamiento dudoso , le indica en pocas palabras de un
modo rápido , su errada opinión sobre la no existencia de la toxicología y
los venenos.
En el curso escolástico pasado (1866), apenas hube leido el cuaderno
délos Anales , donde M. Tardieu se expresa conforme lo hemos visto,
combatí delante de mis alumnos la doctrina de ese ilustrado profesor de
medicina legal sobre ese punto ; y si hubiera salido de la prensa mas
pronto este Compendio , me hubiera cabido la honra de ser el primero en
levantarme públicamente contra tan erradas opiniones.
Sin embargo, siquiera M. Devergie nos haya precedido, en cuanto á
la publicación del primer encuentro que ha tenido M. Tardieu, por las
razones expuestas en el prólogo, heñios creído que debíamos, en la intro-
ducción de este Compendio, tratar de ese importante punto, y no solo
asociarnos á la opinión de M. Devergie , sino ampliar y esforzar los ar-
gumentos en contra del peregrino escepticismo, en que ha caído aquel
entendido medico legista , extraviado por un excesivo celo por la medi-
cina legal.
Yeo con M. Tardieu que el envenenamiento ocupa, en medicina le-
gal , un grande y vasto lugar, como le ocupa el homicidio por medio de
otros instrumentos; que son por desgracia muy frecuentes los atentados
contra las personas por medio de los venenos, y que esos atentados obli-
gan á actuar muy á menudo á los médicos forenses. Conozco que en las
cátedras y libros de medicina legal se debe tratar de los medios de resol-
ver debidamente las cuestiones sobre el envenenamiento, con tanto in-
terés, como de las demás cuestioues médico-legales ; sin embargo, eso no
quita que exista la toxicología; que tenga su razón de ser, ñique haya
una clase de cuerpos con propiedades intrínsecamente suyas, que los
hacen venenosos.
También ocupan un vasto lugar, mas vasto todavía, y dan mucho mas
que hacer á los médicos forenses, el homicidio y lesiones corporales por
medio de las armas blancas y de fuego ; también los libros y cátedras de
medicina legal consagran una extensa parte de sus tareas á la resolución
de esas cuestiones , y con todo , siquiera haya médicos forenses que se
preocupen casi exclusivamente de las heridas , eso no quita que exista
la cirugía y las armas con propiedades suyas para lisiar.
Estoy también con M. Tardieu, aunque ya no tanto, en que, en
estos últimos tiempos, el envenenamiento y los venenos han preocu-
pado de tal suerte los ánimos, que no parecía sino que la medicina le-
(*) Obra Citada, t. XXV], segunda serie, p. 4fi8 y siguientes.
TOXICOLOGÍA. — 4
—'SO —
aal no tenia mas objeto que Jas cuestiones relativas á ellos. Sin embargo,
eso no es una razón para afirmar que la toxicología no tiene tazón de ser,
ñipara negar la existencia oe los venenos, lauto valona negut a exis-
tencia de los bárbaros del Norte, porque invadieron el Mediodía y el
Occidente de Europa.
A mas de que esa invasión es exagerada, M. Tardicu no citará nin-
guna obra de medicina legal, donde la toxicología ó el envenenamiento
invada lodo el libro, ni su mayor parte. Ni Orilla, ni Devcrgie, ni Briand
Y Chaudé, ni Casper, ni Lazzaretti, ni nosotros, ni nadie, lia hecho lo
oue M. Tardicu supone. En los Anales de Higiene pública y de Medicina le-
gal, son infinitamente mas los escritos sobre las demás cuestiones de este
ranío de conocimientos médicos, que los de toxicología.
En cuanto á las cátedras, creo que sucederá lo propio. No sé si en la
cátedra de medicina legal de París se efectuará esa absorción, que su ca-
tedrático supone y asegura, liemos asistido á esa cátedra, en tiempos de
gran bullicio arsenical ó toxicolúgico , y no hemos visto esa invasión ni ab-
sorción. Lo que es en España, y sobre todo en Madrid, podemos asegu-
rar á JVÍ. Tardieu que no sucede nada do eso. Todas las cuestiones que
constituyen el fondo de la medicina legal , se tratan con la extensión de-
bida, sin que se sacrifique ni un átomo de su importancia respectiva á la
del envenenamiento , siquiera tengamos también á nuestro cargo un curso
de toxicología.
Estoy igualmente con M. Tardieu sobre la necesidad del estudio mé-
dico legal del envenenamiento y de los venenos, como hay necesidad del
estudio médico legal del embarazo, del parto, del aborto, de los partos
precoces y tardíos, de la superfctacion, de los atentados contra la hones-
tidad, contra la existencia de las personas por medio de la quemadura,
asfixia y armas, de las alteraciones mentales y demás cuestiones propias
de la medicina legal; pero no por eso opino que esa necesidad sea una
razón sólida para negar la existencia de la toxicología y de los venenos;
como no lo es para negar la de la anatomía , fisiología , patología , ma -
teria médica, tocología , cirugía , frenopatía, higiene, etc., la necesidad
del estudio médico-legal de los puntos relativos á estas ciencias.
Cuando se trata de una cuestión relativa al envenenamiento , el médico
legista debe tener un criterio fundado en el estudio general y particular
de los venenos, como, para resolver las demás cuestiones, debe tener un
criterio fundado en el estudio del ramo científico, á que se refiera cada
una de esas cuestiones.
Pero ese criterio le debe buscar en otra parte, en otra ciencia , en la
toxicología, como busca el relativo á otras cuestiones en la ciencia res-
pectiva.
Lo que M. Tardieu entiende por estudio médico-legal del envenenamiento ,
casi no es otra cosa que la ¡ilosofia de la intoxicación , una de las seis
partes que liemos dado á la toxicología general; y esa filosofía, al formar
el criterio que debe guiar al médico-legista en un caso práctico de enve-
nenamiento, necesita del estudio prévio de las demás partes de la toxi-
cologia así como la toxicología general es el producto de los datos su-
ministrados por la particular,
m StG1 índico legista no tuviera para su guia mas que lo que ha escrito
Jn. lardieu, como estudio médico-legal del envenenamiento, sobre no te-
¡L!^oaSiqiíe U0eci0?es ^completas de la filosofía de la intoxicación , ca-
recería de los fundamentos ae esa filosofía.
- 81 -
M. Tardieu hubiera podido quejarse de lo incompleto de la ciencia
toxicológica ; de la poca importancia que muchos toxicólogos han dado á
la toxicología general ; de la tendencia á convertir esa ciencia en un es-
tudio casi exclusivamente químico, como lo hemos ya indicado en uno de
los párrafos anteriores , y como lo hemos advertido muchos años antes
que el sabio autor, á quien dirigimos estos razonamientos. Hubiera po-
dido probar la necesidad del estudio general de la intoxicación, y recla-
mar igual interés y celo por la íisiología, patología, terapéutica y ne-
croscopia de la intoxicación , que por la química de la misma , con el fin
de tener una buena filosofía del envenenamiento, que es la parte mas
esencial y mas propia del médico legista, por ser la mas médico legal de
toda la toxicología.
Pero todo eso , lejos de llevarle á negar la existencia positiva de esta
ciencia y de los venenos, debía conducirle á pedir ó realizar su perfec-
ción y complemento, y en el estado en que la ciencia se halla, no habia
para qué lamentar tanto lo que M. Tardieu lamenta. Ya que no haya lle-
gado á su noticia lo que se ha escrito en España y Portugal en punto á
toxicología, y como se enseña esta ciencia en la Península ibérica, po-
día saber que en Francia , además de las generalidades estampadas en la
obra de Orfila , en la medicina legal de Devergie, que no ceden en nada
á los artículos sobre el estudio médico-legal del envenenamiento, de Tardieu,
hay las lecciones del sobrino de Orfila ; la toxicología general de Angla-
da, y sobre todo la del doctor Gallier, que llena, con mas copia de datos,
el objeto que en esos artículos se ha propuesto el entendido decano de
la escuela de París.
Al. Tardieu se equivoca profundamente, creyendo ios ánimos extra-
viados, y que ha de reducirlos á su verdadero quicio, negando la existen-
cia de la toxicología y de una clase de cuerpos venenosos, y limitando el
estudio de esa ciencia á lo que llama estudio médico-legal del envene-
namiento. Eso es quitar al médico legista los conocimientos que ha de
tener para tratar, afuer de tal, un caso práctico ; como se los quitaría,
negando la existencia de los ramos científicos, que le prestan hechos y
principios para tratar médico-legalmente las demás cuestiones relativas á
esos ramos.
La medicina legal no enseña, ni debe enseñar toxicología, como no en-
seña, ni debe enseñar física, ni química, ni historia natural, ni anatomía,
ni fisiología, ni higiene, ni patología, ni terapéutica, ni materia médica,
ni tocología, ni cirugía, ni frenopatía, ni nada de ciencias especiales. Y
si el médico legista ^no aprende la ciencia de la intoxicación y de las
sustancias que la producen, en otra asignatura, ¿de dónde ha de sacar el
criterio médico legal para resolver una cuestión práctica de envenena-
miento? Esos mismos preceptos incompletos que JV1. Tardieu da en sus
artículos sobre el estudio médico-legal del envenenamiento, ¿no suponen
una ciencia que suministra datos especiales para ellos?
Negar la existencia de la toxicología y de los venenos, es negar su en-
señanza , ó la utilidad de ella; es suponer que los datos que ese ramo es-
pecial suministra , se encuentran en otras ciencias, y eso es un error
profundo, que irá poniéndose mas en relieve, á medida que avancemos
en esta introducción.
X%III -lo es una razón para negar á la toxicología el título de
ciencia el que no sea una ciencia pura.
No ha tenido, pues, razón M. Tardieu para proceder como ha proce-
dido- los motivos que le han impulsado son íicticios, imaginados por ese
autor’ y si no fueran siempre útiles é interesantes sus escritos , diriamos
que ha perdido lastimosamente el tiempo, emprendiendo tal tarea.
4 Pero no se limita á lo dicho el error de M. Tardieu. Ese error se pone
mas en relieve, examinando las razones en que se apoya, para negar la
existencia de la toxicología y de los venenos.
Hemos visto que su primera razón es que la toxicología no consiste
mas que en un conjunto artificial de ciertas nociones de química, historia
natural, fisiología, nosología, anatomía patológica y terapéutica, las que
no pueden darle, ni principios, ni doctrina, ni método, ni procederes pro-
pios. Una investigación histórica lo dejaría fuera de duda, al decir del
autor, de quien sentimos disentir tanto.
Ño; seguramente esa investigación histórica le daria un resultado muy
opuesto. Ve'ase la historia que hemos trazado, á grandes rasgos, del enve-
nenamiento , tanto bajo el aspecto social, como bajo el aspecto científico,
y fácil ha de ser notar que la toxicología, como ciencia, ha nacido de esos
hechos especiales, de esos homicidios ó muertes producidas por anima-
les ponzoñosos, por vegetales y por minerales de virtudes maléficas; del
estudio de esos agentes mas extenso y profundo, cuanto mas han adelan-
tado las ciencias naturales , ha nacido, por último, no solo la toxicología
particular, sino la general. Antes que hubiese medicina legal, había es-
critos sobre los venenos.
Los toxicólogos son mucho mas antiguos que los médico-legistas y que
los químicos. El estudio de los venenos, no solo se ha ido separando de
ias obras de medicina general, por el crecimiento de los hechos particu-
lares, por la especialidad de los mismos, sino de la misma medicina legal,
de la que se va separando más cada dia. Lo que, como médicos legistas,
empezamos á hacer en 1846, lo harán nuestros sucesores.
El estudio de la historia de la toxicología ofrece el mismo fenómeno
que el de otras ciencias médicas, las que, confundidas, en lo antiguo ó til
principio, con la filosofía, desde los tiempos de Hipócrates, se separaron
de esta con el nombre colectivo de medicina, y á su vez se fueron desga-
jando de esta, y se han ido formando ramas especiales y verdaderas cien-
cias médicas con existencia propia. La toxicología es una deesas ramas,
que se han separado del tronco del grande árbol biológico.
Que la toxicología necesita para su existencia del concurso de otras
ciencias, no es una razón válida para negarle el título de tal. Si eso va-
dera , apenas quedaría ciencia alguna en el vasto ramo de las médicas.
Son muy pocas las ciencias puras, que no necesitan del concurso de otras
para su constitución. Fuera de las matemáticas, tal vez no existe ninguna
ciencia positiva, que trate de su materia propia, sin auelará las nociones
de otras, que le permitan estudiarla con mas provecho.
Cuando M. Compte, en su Filosofía posüiva, clasificábalas ciencias y de-
signaba las seis puras, á saber: matemáticas, astronomía, física, química,
biología y ciencia social, él mismo establecía ese órden , fundado en la
menor pureza que cada una de esas ciencias va teniendo , á medida que
va figurando en el cuadro. La astronomía ya necesita de las matemáticas;
la lisica, de estas y la astronomía; la química, sin la física, no puede dar
- 53 -
un paso; la biología, sin la física y la química, se vería incapacitada para
dar á comprender los fenómenos de los cuerpos vivos , y sin biología , la
ciencia social no es posible. ¿Dejan por eso de ser ciencias todas esas ra-
mas del saber humano, siquiera necesiten de otras para el estudio de las
materias de su objeto?
Y si eso sucede en las que se llaman ciencias puras, ¿qué no ha de su-
ceder en las demás? ¿Conoce el doctor Tardieu alguno de los ramos cien-
tíficos que constituyen la carrera médica, que no pueda decir de él, lo
que dice de la toxieología, esto es que no sea un conjunto de nociones de
otras ciencias? ¿Tiene por ciencias la fisiología , la higiene , la patología,
la farmacología , la terapéutica, etc.? ¿Podrá probarnos que cada una de
estas ciencias trata de su objeto respectivo, sin hacer uso, y grande uso, y
frecuente aplicación de las nociones de otras ciencias médicas, auxiliares
y hasta de las de primera y segunda enseñanza? ¿Qué paso dará el doctor
Tardieu, en el estudio de la historia natural, en el de los minerales, ve-
getales y animales que no escuche protestas de la física y la química, de
la geometría, de la fisiología y la anatomía , etc., diciéndole cada una á
cada paso , eso es mió , eso me pertenece , eso te lo he enseñado yo ; es
una aplicación de mis hechos y mis principios particulares?
Demasiado sabe el doctor Tardieu que, entre las ciencias, hay tal pa-
rentesco, tan íntimas relaciones, que las unas se involucran con las otras,
que se entrelazan y eslabonan, y ya que no tengan participación en estas,
las tienen en aquellas. Las que constituyen las diferentes facultades y el
órden de su estudio en los programas, ¿qué están diciendo sino el engra-
naje que hay entre ellas, para el conocimento cabal de lo que ha de saber
el abogado, el médico, el farmacéutico, el teólogo, el ingeniero, etc., etc.?
De consiguiente , si porque la toxieología necesita , para tratar de los
venenos y de la intoxicación, apelar á otras ciencias, á los hechos y prin-
cipios de estas, se le ha de negar el título de ciencia, se la ha de consi-
derar como un conjunto artificial de nociones tomadas de aquellas ; igual
motivo habrá para borrar del catálogo de ciencias á todas las que se ha-
llen en igual caso, y apenas le quedará á M. Tardieu ramo científico al-
guno existente, y que tenga razón de ser.
Lo que mas sorprende es que, negando el título de ciencia á la toxi-
cología, que tiene todos los caractéres y atributos de tal, no le ocurra al
doctor Tardieu que la medicina legal , á la que quiere reducir el estudio
de la intoxicación y sustancias que la producen, no es verdaderamente
ciencia, sino un conjunto de conocimientos científicos , médicos y físicos
principalmente , que sirve para dar su debida significación á ciertos he-
chos judiciales ó administrativos y á la mejor redacción de ciertas leyes.
La medicina legal no tiene hechos ni principios propios ; no tiene por
objeto una materia determinada ; sus materias son altamente heterogé-
neas; todas las ciencias le prestan su contingente para constituirse cuerpo
de enseñanza; no es mas que la aplicación de las diferentes ciencias, que
posee el médico, á las cuestiones que le propone una autoridad judicial ó
administrativa.
Aun cuando fuera una verdadera ciencia , seria la menos pura, la mas
complexa, la mas enciclopédica de todas.
Y sin embargo, á M. Tardieu no le ocurre que la medicina legal no es
una ciencia y niega este carácter á la toxieología, que lo es, y quiere que
para que sea científico el estudio del envenenamiento, se haga estudio
médico legal, esto es parte de un ramo que no es ciencia.
— 54 —
f rpo aue no necesito esforzarme más para dejar demostrado el error
de V Tardieu fundándose para negar que sea la toxicología una cien-
cia en aue no es mas que un conjunto de nociones de varias ciencias,
porque ve que en ella se apela al auxilio de estas para constituirla.
\IX.— L® toxicología tiene su objeto determinado, sus hechos, sus
principios propios y su método.
Si M. Tardieu pretende que ese concurso es análogo al que damos á la
medicina legal, que no concurren esas ciencias para constituir otra de
objeto determinado con sus hechos y sus principios propios, con su mé-
todo y sus procederes especiales; también le probarémos que anda lasti-
mosamente equivocado. La toxicología es la ciencia de la intoxicación y
de las sustancias que la producen; tiene, pues, un objeto determinado,
todo lo que atañe á la intoxicación y á los venenos, causas de ella, le per-
tenece; lo que no le atañe, le es extraño.
La intoxicación es una enfermedad especial, que se diferencia esencial-
mente de las enfermedades naturales; no solo por la etiología, por la sin-
tomatología, por su anatomía patológica y por su terapéutica , sino por
sus relaciones con la administración ele justicia, cuyo ministerio alarma,
cada vez que aparece algún caso de esa enfermedad no natural. El mismo
Tardieu así lo conoce, cuando, al definir la intoxicación, la llama enfer-
medad accidental producida por una sustancia dele! crea.
lié aquí justificada la existencia de ese ramo científico, que se propone
el estudio vasto y profundo de esa enfermedad especial, la intoxicación.
Hé aquí la razón de ser de la toxicología, la existencia deesa enfermedad
especial.
Las causas que la producen son ciertas sustancias animales, vegetales
ó minerales, cuyas virtudes provocan esa enfermedad ; ellas, y solo ellas,
son capaces de provocarla. Hé aquí otro motivo, otra razón de ser de :a
toxicología, que estudia esas sustancias especiales, bajo ese punto de vista
característico.
Siquiera , para el estudio de la intoxicación y de los venenos que la
producen, haya que acudirse ó la física, á la química, á la anatomía , fi-
siología, patología, higiene, terapéutica, etc.; ese estudio tiene su objeto
determinado , que es la razón de ser de la toxicología , y ese objeto es ia
intoxicación y los venenos. No es la formación de un cuerpo de doctrina
con trozos de esas nociones, si es lícito hablar así; es la aplicación de sus
hechos y principios ; es la formación de ese cuerpo para establecer otros
principios y explicar los hechos propios de ese cuerpo.
No le sucede eso á la medicina legal, que no tiene materia determinada
de estudio; todas las de la medicina y cirugía lo son ; su único objeto, el
único que le da razón de ser, como cuerpo ae enseñanza y práctica, es au-
xiliar á la administración de justicia en todos aquellos casos, en los que
esta necesita de peritos médicos ó quirúrgicos, para dar la debida signifi-
cación a ciertos hechos. Mas estos no son especiales; son todos los que
se relacionan con la ciencia médica.
hppífíS1- intoxicación es un hecho especial, diferente de los demás
hahtrin ^ °jó§1C0s» todas las intoxicaciones ó envenenamientos, que ha
íí ?esde.el FnnciP10 del mundo, que hay y habrá, son hechos pro-
son °gla' Ellos han dado nacimiento á esta ciencia; ellos
son su razón de ser; su estudio particular ha formado un estudio dife-
— BB —
rente del de las demás enfermedades naturales. Tiene, pues, la toxicolo-
gía hechos propios.
Del estudio de esos hechos ha brotado el conocimiento de algunos
constantes, que han podido elevarse á la categoría de leyes, y como son el
producto de hechos propios, son leyes propias de la toxicología.
Relacionados esos hechos unos con otros y los demás que acaecen en
la economía humana, han resultado afirmaciones generales, principios, y
de esos principios, han brotado sistemas y doctrinas, y como el origen de
todo eso es propio de la toxicología, esos principios, esos sistemas y esas
doctrinas son propios de esa ciencia»
Empezado ese estudio , como todos los de las ciencias positivas y ex-
perimentales, particularmente, ha concluido por hacerse general, y ade-
más de la toxicología particular, hay toxicología general, porque, además
délos hechos individuales, hay los de relación, generales ó comunes.
Todo eso es propio de una ciencia positiva.
Por último, la toxicología tiene también su método, propio de su ca-
rácter experimental, y sus procederes especiales, que le dan igualmente
derecho á llamarse ciencia. La toxicología, en su formación y estudio, ha
tenido su método; el a posteriori, el analítico, la inducción ; ha observado
y estudiado particulares , y vistas sus relaciones , cuando ha tenido sufi-
cientes hechos, se ha elevado á la generalidad, á la síntesis, constitu-
yendo así la ciencia; por eso hemos dicho antes que no la constituye solo
el estudio de los venenos, sino el de la intoxicación; aquel es el estudio
particular ó analítico, y este el general ó sintético.
Si se nos dice que ese método no es exclusivo, ni propio de la toxicolo-
gía, que no es suyo, y por eso se quiere negarle el título de ciencia, que
se empiece á derribar ciencias, naturales sobre todo; no se ha de dejar
una en pié, ni aun de las filosóficas, si parten de la análisis, porque,
si se pretende que cada ciencia tiene su método propio, todavía será un
error mas profundo que los que venimos combatiendo.
Los métodos no son mas que dos; el a priori y el a posteriori ; el sinté-
tico y el analítico, y la ciencia que trata de ellos en abstracto, es la filoso-
fía. Los demás ramos científicos, los particulares, toman á la filo-
sofía su método; los especulativos, metafísicos, teológicos, adoptan el a
priori; los experimentales, los positivos, adoptan el a posteriori. Cada
ciencia tiene sus hechos y principios propios y filosofía particular; pero
además, como ciencia, como parte del gran todo científico, tiene la filo-
sofía general.
Sabido es que, según ha sido el método preferido en la filosofía reinan-
te, las ciencias particulares le han reflejado; mas desde la concepción ba-
coniana, el a posteriori es el que priva, y á pesar de los sistemas aprióri -
eos alemanes, las ciencias naturales siguen el método experimental. No
hay, pues, razón para negar á la toxicología el título de ciencia, porque
ese método sea el experimental , la inducción , el a posteriori común con
el de las demás ciencias médicas y naturales y tomado de la filosofía.
Relativamente á los procederes, si por ellos ha de entenderse el modo
ó forma de conducirse en el estudio de los hechos toxicológicos, para
averiguar su certeza, no vienen á ser mas que formas del método, y todo
lo que hemos dicho de este, les es aplicable. ...
Si se quiere referirlos tan solo á los químico-analíticos; á los medios
adoptados para la separación de los principios venenosos absorbidos por
el sugeto envenenado , afirmarémos algo más que lo que hemos afirmado
— 56 -
del método Podrá el lexicólogo tornar de las obras de análisis químicas,
de la química los procedimientos relativos á distinguir las bases y los áci-
dos por medio de los reactivos empleados con cierto orden ó método,
cuando esas sustancias están puras; mas, desde el momento que se trata
de la química de la intoxicación; de practicar análisis químicas para des-
cubrir la existencia de uno ó mas venenos en los alimentos y bebidas en-
venenadas; en las sustancias arrojadas por cámaras ó vómitos por el su-
jeto que haya lomado un veneno, ó en los sólidos y líquidos de su ca-
dáver; ya los procederes analíticos son propios de la toxicología; ella, sus
problemas, sus casos prácticos, han dado lugar á la idea, á la invención,
á la perfección sucesiva de esos procederes, y para ella se han inven-
tado y puesto en práctica, por lo cual le corresponden á título de suyos,
v muy especialmente suyos.
Para la toxicología se han ideado y ejecutado los métodos y procederes
va relativos á las sustancias inorgánicas, ya relativos á los orgánicos.
¿Para quién, sino para la toxicología, se ha inventado !a destrucción de las
sustancias orgánicas, cuando se trata de aislar un veneno mineral no vo-
látil, ya por el empleo del cloro, según el proceder de Jaquelain ; por
el ácido clorhídrico, según el de fteinch; con el agua regia y el galva-
nismo, según el de Gaultier de Claubrv y de Briand ; con el del ácido
clorhídrico y clorato de potasa, según el de Millón ; ya por medio de la
carbonización con el ácido nítrico solo, ó con la añadidura de un poco de
sulfúrico, según el proceder de Filhol; con el ácido nítrico y potasa , se-
gún Oríila; con ácido sulfúrico solo, según Flandin y Danger ; con ácido
sulfúrico y cloruro de sodio, según Schneider ; ya, por último , mediante
!a incineración con el nitrato do potasa, según el proceder de Rapp,
modificado por Thenard , Oríila , Chevalier , Jordas, Gelis y otros , ó por
el nitrato de cal, según el proceder de Devergie, ó con la simple acción
del calor, según el proceder de otros?
¿Para quién, sino para la toxicología, se han inventado los métodos y
procederes para obtener separadas las sustancias venenosas orgánicas de
las materias con que están mezcladas, como el método de Christisson, Las-
saigne , Oríila, Devergie, Chevalier y otros; el método de Stass, el pro-
ceder de Flandin, el método deUabourdin, el de Plocter, el de Marín Du-
blanc, Henry, Adlein, el de Sonnenschien , etc. , la diálisis, y la misma
experimentación fisiológica?
Todos eses métodos y procederes, excepto el último, no tienen mas
objeto que aislar las sustancias inorgánicas y orgánicas de aquellas, con
las que están mezcladas, para someterlas puras á la acción de los reacti-
vos que las revelan, y ese objeto es único, exclusivo y esencialmente
toxicológico. Las necesidades prácticas de la toxicología los han hecho
inventar y perfeccionar; de consiguiente, son propios de esa ciencia
como sus hechos y sus principios.
La primera razón, por lo tanto, en que se apoya M. Tardieu para ne-
gar á la toxicología el título de ciencia, no tiene fuerza ninguna. Veamos
si tiene más la segunda.
XX. La base de la toxicología está en los hechos de intoxicación
y envenenamiento.
la norfoTf«?sf ísificticia la ciencia sicológica , porque tiene por base
Xffls ;i?SsT exiS,e ninguna“ia' ^
- 57 -
Desde luego resalta en ese razonamiento una inexactitud de bulto. La
toxicología no se funda en la nocion, ni falsa, ni verdadera del veneno; se
funda en los hechos indudables de intoxicación y envenenamiento , ob-
servados desde tiempo inmemorial. Ellos son los que le han dado naci-
miento, y los que la han hecho progresar y enriquecerse de datos; de
suerte que , cuando M. Tardieu cree decir algo nuevo, indicando que el
envenenamiento debe ser el punto de partida de la ciencia, no hace mas
3ue expresar lo que ha sido y lo que es. El envenenamiento es el punto
e partida de la ciencia en cuestión ; los hechos del envenenamiento, tan
frecuentes, por desgracia, han conducido á los médicos al estudio de esa
enfermedad no natural , y sus caracteres distintivos y diferenciales, para
no confundirla con ninguna de las comunes.
Ese estudio, como el de todo fenómeno, condujo al de las causas espe-
ciales de esa enfermedad no natural; esto es al de los venenos; y del
nombre especial que sedió á esa enfermedad, nació el nombre especial de
sus causantes.
Del estudio del envenenamiento y de sus causas han nacido todas las
nociones relativas á la fisiología , patología y terapéutica de la intoxica -
cion; con el progreso de las ciencias se conocieron mejor las sustancias
tóxicas, sus principios venenosos, los medios de descubrirlos, de neutra-
lizarlos, de combatir sus efectos, etc., etc.
La ciencia empezó observando los accidentes desgraciados , ya causa-
dos por mordeduras de animales ponzoñosos, ya por vegetales dañinos
tomados como alimentos , ya por cuerpos minerales venenosos. Tras los
accidentes han venido los homicidios y suicidios por medio de venenos.
Nadie dijo ni pudo decir a priori, tal animal es ponzoñoso, tal ó cual
vegetal ó mineral es venenoso; lo han dicho después de haber visto una
intoxicación por animales, vegetales ó minerales capaces de producirla,
ni nadie pudo atentar contra sí ni contra otro, por medio de un veneno,
sin saber por un accidente producido por un tósigo, que este fuera capaz
de matar.
Es un absurdo suponer que primero se conocieron los venenos que el
envenenamiento, y quien acuse á la toxicología de tener por punto de
partida, antes que el envenenamiento, el veneno, levanta una acusación
á todas luces infundada.
He probado que esa ciencia se ha formado con el método a posteriori,
y esto rechaza la suposición de que parte de la nocion del veneno. Los
hechos han sido estudiados primero que sus causas; el hecho de la into-
xicación ha sido, como particular, conocido antes que su relación con su
causa y antes que se definiera esta. La definición del veneno es una no-
ción general, y las nociones generales nacen de las particulares.
Definido el envenenamiento, está definido el veneno, y será veneno
todo lo que sea capaz de causar un envenenamiento.
Pero supongamos que se invirtiera este órden; que fuera nías íácil de-
terminar ó definir el veneno que el envenenamiento, y se dijese ser en
venenamiento toda enfermedad producida por un veneno; por eso no po-
dría decirse que la toxicología tiene por base la nocion del veneno. Esta
nocion no seria jamás un a priori absoluto; eso no puede ser, ni nunca ha
sido; después de un estudio analítico, ha podido el toxicólogo elevarse á
esa síntesis, y una vez establecida, la puede tomar por punto de partida
para escribir de esta ciencia y enseñarla, como se nace con otras cien-
cias, muchas de las cuales empiezan por ser definidas; siendo así que esa
— 58 —
nocion general no es una idea a prior i, sino un resultado de la análisis.
El mismo Tardieu define el envenenamiento de esta manera , haciendo
descansar la naturaleza, la esencia de esa enfermedad en la de la causa
que la produce. lié aquí lo que dice en su Estudio médico-legal del enve-
nenamiento. «Es un estado morboso accidental que resulta de la acción
especial que ejercen sobre la economía ciertas sustancias minerales ú or-
gánicas deletéreas (M.» Según el autor de esta definición del envenena-
miento, debe el ser producido por la acción especial de una sustancia de-
letérea, la calificación de estado morboso accidental, diferente de las en-
fermedades comunes. ¿Qué menos hace, pues, M. Tardieu que imitar á
los que censura? ¿Parte del envenenamiento? No; parte de la nocion de la
sustancia delet rea; de la acción especial de esta depende que el envene-
namiento sea un estado morboso accidental. La única diferencia está en
que, en vez de llamar á esa sustancia venenosa , la llama deletérea , lo cual
es pueril, porque deletéreo, significa venenoso , que ataca la vida.
Que sea falsa la nocion del veneno, de la que supone M. Tardieu que
parte la toxicología , no procede que por ello se niegue la existencia po-
sitiva de esa ciencia. Lo procedente es rectificar esa nocion , definir el
veneno con mas exactitud. No porque tal ó cual autor no haya sido feliz
en esa definición , hay razón para negar, no solo la toxicología, sino la
existencia positiva del veneno.
La definición cabal del veneno es posible. La intoxicación es un hecho;
existe de un modo irrefragable , y es un fenómeno morboso, bajo muchos
aspectos diferente de las demás enfermedades naturales ; pues si el
efecto lleva consigo un sello particular y definible, ¿por qué no ha de
suceder otro tanto, respecto de la causa, siendo igualmente un hecho co-
nocido? ¿Y quién puede dudar que las causas de la intoxicación ó del
envenenamiento son los venenos, ciertos agentes dotados por su natura-
leza de virtudes capaces de producir esa enfermedad especial y diferente
de las demas enfermedades debidas á las causas comunes, ninguna de
las cuales es tenida por veneno, en la verdadera acepción de esta palabra?
Si se quiere que la nocion del veneno, que su definición emane de la del
envenenamiento, hay que fijarse en la naturaleza, en la esencia de este, en
los caracteres diagnósticos que le distingan de las demás enfermedades,
ó en el tipo nosológico, en el fondo de la dolencia , en su naturaleza pa-
tológica. Bien definida la intoxicación, para definir el veneno no hay
mas que decir que lo es todo lo que es capaz de intoxicar.
Si se quiere definir el veneno, y de esa definición deducir la del enve-
nenamiento, habrá que estudiar la naturaleza de acción déla sustancia
venenosa , diferenciarla de las demás causas morbosas ; y una vez esta-
blecido su tipo, su carácter esencial , su naturaleza, se dirá que es into-
xicación ó envenenamiento toda enfermedad producida por un veneno.
La exactitud de la definición del uno dependerá de la exactitud de la de-
finición del otro.
Cuál de esos dos modos de proceder es el mejor, el mas fácil y acer-
ado lo verémos en su lugar; pero por de pronto creemos poder indicar
que lógicamente procediendo, la causa es antes que el efecto; y si la causa
SG M 1 Tte!rZa ^en- • 1° est^ efecto igualmente.
' rar,~ieu > ^ejos de resolver ninguno de esos puntos, y siguiendo
o hemos visto á los mismos de quienes se cree adversario, ha-
(‘) Anales, etc., tomo XXII, 2.» sórie, pág. 393.
— 59 -
riendo depender la noción del envenenamiento de la sustancia deletérea ,
solo se hace cargo de la definición del veneno dada por algunos autores
franceses, Orilla, tio y sobrino, Mahon, Foderéy Gemelin; las encuentra
defectuosas , y en lugar de sustituirlas con otra mejor, porque supongo
que el uso de una sinonimia no aspirará á esto, concluye por negar la
existencia positiva del veneno, siquiera la afirme , reconociendo que hay
sustancias deletéreas , cuya acción especial produce el estado morboso ac-
cidental llamado envenenamiento.
No podemos abstenernos de preguntar á ese entendido escritor, ¿si,
además de esas definiciones de que se hace cargo, no hay otras dadas por
otros autores nacionales y extranjeros? M. Tardieu no ignorará que hay
otros toxicólogos mas felices en la definición del veneno, pues que saben
darle caracteres diferenciales exclusivos , solo propios de las sustancias
venenosas , ó lo que es lo mismo , deletéreas.
¿No ha pensado acaso que los vicios de las definiciones dadas por mu-
chos al veneno, dependen de que esas definiciones son empíricas; que no
dan una idea de la naturaleza especial de la acción tóxica; que solo des-
criben el efecto fisiológico ó patológico en lo que tiene de mas común y
general? ¿No cree que la verdadera definición , la científica, es la que
descansa en c! modo' de obrar del veneno, en la naturaleza de su acción
sobre la economía, puesto en conlaclo con los principios inmediatos?
Tardieu no dice sobre eso ni una palabra. ¿Es . que ignora que haya
quien define así el veneno, ó que no da importancia á los toxicólogos de
esa escuela?
Pero, aun suponiendo que no pudiera definirse de un modo absoluta-
mente exacto el veneno ; que la accion del veneno necesite de ciertas
condiciones independientes de su naturaleza propia, para obrar como tal,
¿habría por eso razón para negar la existencia de los venenos? ¿Se ha
definido la vida de un modo absolutamente exacto? No creo que Tardieu
responda por la afirmativa. ¿Negará por eso la vida? ¿Man definido todos
bien la medicina legal? ¿Negará por eso M. Tardieu la existencia de ese
cuerpo de doctrina ó enseñanza? Y cuántas y cuántas cosas definidas so
hallan en este caso, y, sin embargo, ¿no seria una temeridad, una lo-
cura , negarlas?
Cuando hablemos de loque debe entenderse por veneno, acabaremos
de ver la sin razón de M. Tardieu , y de extrañar que se haya limitado á
los ligeros comentarios sobre las definiciones do los autores indicados.
existencia ile sustancias venenosas por su naturaleza
es positiva,
Pero no paran en eso solo los errores de M. Tardieu; no solo está
inexacto y equivocado, cuando afirma que la Toxicoiogía tiene por base
la noeion falsa del veneno, sino cuando afirma que no hay sustancia al-
guna, que tenga existencia ni caracteres propios de tal; que el veneno no
exisfe sino cuando obra; que los venenos no constituyen un grupo natu-
ral cuya esencia pueda definirse y caracterizarse; que todos, sin excep-
ción, pierden ó adquieren , según ciertas circunstancias exteriores, sus
propiedades venenosas, siendo todo veneno medicamento, y vice-versa.
fiada una de esas afirmaciones, ó negaciones es un error manifiesto.
fio mas notable de esas proposiciones es que un escritor tan práctico,
como quiere ser M. Tardieu . tan positivo en ese asunto, apele, para sos-
— 60 —
tener su doctrina, á ideas eminentemente metafísicas. A qué pedir que
se defina v caracterice la esencia del veneno? ¿Conoce M. Tardieu la esen-
rin dp al «'O nara definirla y caracterizarla ? En ciencias positivas, eso de
las esencias estA mandado recoger.
Lo de que el veneno no lo os sino en cuanto obra, es algo hegeliano;
recuerda el principio gráfico del célebre filósofo inventor del Uberwunden :
nada es; iodo se hace. Él movimiento es lo que hace ser algo, para M. Tar-
dieu; la sustancia venenosa ha de entrar en movimiento para serlo. Su-
tileza eleálica , quinta esencia hegeliana si las hay, con laque se con-
funde sofísticamente la acción con la aptitud.
Decir que un veneno no lo es, sino en cuanto obra, es lo mismo que
decir que un arma no es arma, sino cuando hiere ; el fuego no es fuego,
sino cuando quema. La víbora no es animal ponzoñoso , sino cuando
muerde. No creo que M. Tardieu acepte estas consecuencias de su doc-
trina.
La víbora , para ser animal ponzoñoso, no necesita que muerda , que
entre en acción. Apenas rompe la cáscara de su huevo, es venenosa; es
decir, es un animal á cuya organización debe el tener una glándula que
segrega un material ponzoñoso de suyo, y un diente que, apretando las
mandíbulas , depone ese material en el fondo de la mordedura, y enve-
nena al animal mordido. La aptitud que tiene es lo que la hace venenosa,
no la intoxicación que produce, cuando muerde. Este efecto, infinita-
mente observado desde los tiempos mas remotos, es lo que ha dado á
conocer que tiene esa aptitud; que así como produce una intoxicación,
producirá otra y otra, cuantas veces muerda, si no se le apura la pon-
zoña. Eso es lo que entienden los hombres prácticos, los hombres positi-
vistas , los que no gustan de columpiarse en los trapecios metafísicos,
cuando dicen que un animal es ponzoñoso.
Los animales ponzoñosos, víbora , culebra de cascabel , alacran , etc.,
segregan un humor venenoso con propiedades ó caracteres propios; ni es-
tos ni la existencia de aquellos se deben á circunstancias exteriores; estas
no les dan su virtud maléfica, si no la tienen; ni se la quitan, si la po-
seen. Lo que pueden hacer las circunstancias exteriores , las condiciones
en medio de las cuales el veneno obra , es modificar mas ó menos su ac-
ción ; porque toda acción, por enérgica que sea, jamás es absoluta ; siem-
pre es mas ó menos condicional.
Lo que digo de la víbora y demás animales ponzoñosos es aplicable á
los vegetales y minerales que envenenan. Los hongos venenosos, por
ejemplo, el haba de San Ignacio, la nuez vómica, la cicuta, el opio, el
ácido cianhídrico, etc., etc., son sustancias vegetales venenosas por su
propia naturaleza, por la organización que tienen las plantas, en cuyo
interior se elaboran los principios que les dan las virtudes maléficas, y
de cuya sustancia se extraen esos principios, en estado de mayor ó me-
nor pureza, siendo estos todavía mas venenosos que las mismas plantas,
puesto que, en igual cantidad de materia, hay mas acción , por consti-
tuirla toda el principio venenoso.
Esos venenos vegetales no deben sus propiedades tóxicas , lo mismo
que las físicas , á ninguna circunstancia exterior ; las tienen por su orga-
nización , por su fisiología , por la elaboración de principios dañinos que
se efectúan natural y espontáneamente en sus órganos , y los principios
que elaboran poseen las propiedades venenosas, que dan este maligno ca-
rácter al vegetal ó planta de que proceden, debiéndolas á su constitución
- 61 -
anímica, la cual es á su vez el resultado de íá química viviente, de las
combinaciones orgánicas efectuadas con el movimiento molecular del ve-
^No quiero suponer con eso que las plantas no deban al suelo, donde re-
siden ó nacen y viven , á los principios de ese suelo, y á los agentes
atmosféricos , gran parte de los principios que las constituyen, y los pro-
ductos que elaboran. Sabido es que , según los países y terrenos, las
mismas plantas no tienen iguales propiedades. El té de la China no es
igual al de Java , ni .en el Sud de los Estados Unidos. Otro tanto le su-
cede al tabaco, solo cultivable en ciertos países; y todos saben las dife-
rencias de las quinas, según su procedencia. El rábano exquisito de Tel-
tovv , si abandona los arenales de la marca de Brandeburgo, pierde su
sabor ; en el fértil suelo de las provincias del llhin se torna en un tubér-
culo informe é insípido, que rechaza el paladar del gastrónomo berlinés.
1.a viña no se aclimata en América. El almendro da almendras amargas
ó dulces , según el terreno donde se planta. Las patatas pueden tener un
álcali venenoso, si germinan en sótanos ó cuevas húmedas (*) ¿Acabarla
nunca si me empeñara en determinar las diferencias que presentan los
vegetales , y hasta los mismos animales ponzoñosos , según los terrenos y
países?
Sin embargo, siquiera sea eso verdad, siquiera tanto la planta, como el
animal estén íntimamente relacionados con los principios del suelo donde
viven y las condiciones atmosféricas del país ; siempre resulta que hay en
su organización, y en su química viviente, propiedades que les pertene-
cen; que no se deben á esas influencias exteriores, y que, sin ellas, no
serian posibles esos fenómenos.
La estricnina de la nuez vómica , la morfina de la adormidera , el
ácido cianhídrico de las almendras amargas, la nicotina del tabaco, la
conicina de la cicuta, la digitalina de la digital, etc., etc., son respec-
tivamente tan propias de cada una de esas plantas, como el humor pon-
zoñoso que segregan la víbora, la culebra de cascabel, el alacran , las
nayas, etc. Son el resultado de la organización v fisiología de esas plan-
tas y animales.
Todas las circunstancias exteriores del mundo, sea cual fuere su com-
binación , no darán jamás á la culebra común el veneno de la víbora y
de la serpiente de sonaja ; á la salamanquesa, el dardo del alacran ; á la
haba comestible, la estricnina del haba de San Ignacio; á la nuez de.
agallas y á la del nogal , la de la nuez vómica ; al cardillo, la conicina de
la cicuta; á las hojas de la berza, la nicotina del tabaco ; á las espinacas,
la digitalina de la digital; á los tallos de la dália , el opio de las adormi-
deras; al trigo, el ácido prúsico de las almendras amargas, y así sucesi-
vamente de todo lo demás.
Todo lo que podrán hacer las circunstancias exteriores será modificar
la química viviente de las plantas y animales; y respecto de la acción de
cualquiera de esas plantas venenosas ó sus principios tóxicos, todo lo
que podrán alcanzar la cantidad, el vehículo, el estado de salud ó enfer-
medad del sugeto, la vacuidad ó plenitud de estómago, etc. , etc. , será
modificar mas ó menos la energía del veneno, por la misma razón que ya
hemos dado, porque la acción de los venenos , como la de todos los
agentes, no es absoluta; siempre es condicional.
(*) MolewlloU, La (xrculacwn ée la , p. 70.
En ei mismo caso se hallan la* siManeias venenosas minerales. Ei
ácido arsenioso, el sublimado corrosivo, el acétalo de cobie, el fósforo,
el ácido sulfúrico concentrado, etc.5 etc., son venenos, poi su natuidleza,
por su constitución química, por su propiedad, inherente á esa constitu-
ción de formar combinaciones con los principios inmediatos de nuestra
economía, ó impedir las normales de los mismos, alterando sus propie-
dades .fisiológicas, é imposibilitando de esa suerte sus movimientos de
asimilación y de desasimilacion , naturales y necesarios á la actividad
funcional. .
Ninguna de las sustancias minerales citadas, ni de las demás del reino
mineral dotadas ele gran fuerza química, la deben á circunstancias exte-
riores; la deben A su composición química, á sus principios , en la forma
con que existen en ellas.
Combínense como se quiera esas circunstancias, sean las que fueren,
jamás darán al agua común la propiedad del ácido sulfúrico, nítrico, clor-
hídrico, etc. ; jamás á la magnesia , óxido de hierro y tierra arcillosa ó
yeso, la de la potasa, sosa y barita ; jamás al sulfato de hierro, las propie-
dades del bicloruro de mercurio, etc., etc. Mientras esas circunstancias
no alteren la naturaleza del cuerpo simple, binario ó ternario, venenoso;
mientras los apliquen en tal ó cual cantidad, ó grado de disolución que
pueda desplegar su fuerza química , y al combinarse con los principios
inmediatos de la economía , los alteren en suficiente cantidad, para que
la vida se perturbe ; ellos obrarán como venenos , y la perturbación que
produzcan, ó la muerte, será una intoxicación.
Las circunstancias exteriores podrán modificar la acción de ios vene-
nos; la toxicología ya se hace cargo de ello, y estudia qué circunstancias
son esas, y hasta qué punto pueden modificar la acción de los venenos,
y de cuáles, y bajo qué condiciones; pero jamás darán á un cuerpo ino-
cente virtudes tóxicas , y vico-versa , mientras no alteren la naturaleza
química de esos cuerpos.
Ni los animales ponzoñosos, ni las plantas, ni los minerales calificados
de venenosos , pierden ni adquieren sus propiedades tóxicas por la in-
fluencia exterior; esta modificará la energía de aquellos; pero modificar
la acción de un agente, no es darle ni quitarle propiedades.
Si la lógica del doctor Tardieu valiera, pudiéramos afirmar que las
propiedades físicas de los cuerpos no existen; que son hechura de las
circunstancias exteriores. El agua , por ejemplo, no es líquida, ni sólida,
ni gaseosa; todo depende de las circunstancias, que ie dan mayor ó me-
nor cantidad de calórico, al que deben los cuerpos su estado; si llega
á 100“, será gaseosa ; si baja á 0°, será sólida. Echémonos por esa vía es-
colástica, por ese juego dialéctico, y no quedará riada en pié; no pararé-
mos hasta la teoría de Berkeley y de los llamantes filósofos alemanes,
partidarios de la teoría de Fichte , según la cual nada existe fuera de la
idea del yo, queda la existencia real á todo.
La existencia de los venenos ó los caracteres de los mismos son propie-
dades tan propias de esos cuerpos, como todas las físicas , químicas y
fisiológicas que los distinguen, ü no hay cuerpo alguno que tenga proprn-
dades , ó las tienen los venenos. M. Tardieu no les negará las propieda-
des físicas , siquiera las deban á la acción de las fuerzas que dan lugar á
esas propiedades; esto es, á las modificaciones de la cohesión y ficción
del calórico. Tampoco les negará las propiedades químicas, dependientes
de los elementos de que se componen, y de ias fuerzas que combinan
- 63 -
esos elementos. Tampoco puede negarles las fisiológicas, siquiera no las
tenga por químicas, siquiera no crea que, puestos Tos venenos en esfera
de actividad con los principios inmediatos de nuestra economía, se com-
binan con ellos, dando lugar á profundas alteraciones en las funciones
de la sangre y de los órganos.
Todas esas propiedades son de los venenos , como lo son de los demás
cuerpos las que tienen ; las deben á su naturaleza, á su materia , á sus
elementos , y al modo como están estos combinados en ellos, cuando son
minerales , y además á la organización y fisiología del animal ó vegetal
que los elabora , cuando son orgánicos.
Que ciertas circunstancias exteriores neutralicen su acción en dados
casos, no es una razón para negarles ni esa acción, ni sus propiedades;
que el veneno de la víbora no mate, introducido en el estómago sano, cuyos
jugos gástricos le descomponen, ó no le dan solubilidad , ó suficiente di-
fusibilidad para ser absorbido, mientras puede matar, puesto en contacto
con la sangre , no es una razón para negar al humor de la víbora su ca-
rácter ponzoñoso; que la estricnina pura ó la nuez vómica no envenene,
si encuentra en el estómago carbón en polvo, ó yoduro yodurado de pota-
sio, no es una razón para negarle su terrible acción tóxica, fuera de esa
circunstancia; que el sublimado corrosivo no envenene, si, aplicado á la
piel , se lava la escara que produce hasta que echa sangre , con un clo-
ruro alcalino, no es una razón para negarle su acción sobre la albúmina,
combinándose con ella , y quitándole sus aptitudes proteiformes para la
asimilación.
Los contravenenos hacen perder la virtud tóxica á los venenos , por-
que les alteran la naturaleza, su constitución química; las circunstan-
cias que modifican su acción, sin alterarles la naturaleza, cambian las
condiciones que necesitan para desplegarla; la cantidad á que se dan,
por ejemplo , puede , no hacerles perder su virtud tóxica , sino sujetarla á
la ley general de todo agente: á menos agente, menos acción.
La acción de todos los venenos, como la de todos los agentes, es
condicional, tiene sus leyes físicas, químicas y fisiológicas, necesita de
condiciones para obrar ; y si por eso se ha de creer que no tiene existen-
cia propia , ni es una propiedad suya su acción , solo habrá que conceder
existencia y propiedades á lo absoluto , que es como si dijéramos á nada
de lo que existe en el reino animal , vegetal y mineral.
X\5I.-Los venenos forman un grupo nalur»! diferente
de los medicamentos : pertenecen antes á la lexicología que á la
fai’niacolog'sa.
Es igualmente un error notable de M. Tardieu afirmar que los venenos
no forman un grupo natural, cuya esencia pueda definirse y caracterizarse.
No podemos creer que dicho autor hable aquí en sério de la verdadera
esencia de ese grupo. Suponemos que quiere decir la propiedad caracte-
rística diferencial y exclusiva de las sustancias que constituyen ese gru-
po. Así lo da á entender, cuando mas abajo dice qoe lo que se llama ve-
neno, así puede llamarse medicamento; que la toxicología y la farmaco-
logía tienen igual derecho á considerar como suyas esas sustancias; lo
cual quiere decir que no hay entre ellas diferencias esenciales , caracté-
res propios exclusivos, y dependiendo que el opio, por ejemplo, sea
veneno ó medicamento, de la cantidad á que se dé, del estado de salud
del sugeto, del hábito que tenga de tomarle, etc. , etc.
— 65 —
No extrañamos aquí la superficialidad del razonamiento de M. Tardieu,
Dornue es la misma que suele reinar entre los autores, que se entretienen
rn buscar escolásticamente las diferencias entre el alimento , el medica-
mento y' el veneno; superficialidad hija: l.° de que, en lugar de fijarse
en la lev se fijan en la excepción ; y de que, en lugar de penetrar en
el fondo cielos hechos, en estudiar el modo de obrar del cuerpo en sí,
v en sus condiciones naturales, se quedan en la superficie del hecho, y le
consideran por lo artificial de las circunstancias, en medio de las cuales
se efectúa. . , , , .
Lo primero que, en ese razonamiento, choca con la lógica , es que, asi
como se cree M. Tardieu con razón para negar la existencia de los vene-
nos , no se crea con igual razón para negar la existencia de los medica-
mentos: tan ficticia es la lexicología como la farmacología y la terapéu-
tica , según el razonamiento escolástico de M. lardieu y de aquellos de
quicnes'ha tomado la idea. Si es imposible formar con los venenos un
grupo natural, por no poderse definir ni caracterizar su esencia, ni distin-
guirlos, por lo tanto, de los medicamentos; también ha de ser imposible
formar con los medicamentos otro grupo natural por no poderse definir
ni caracterizar su esencia, ni distinguirla por lo mismo de los venenos.
La recíproca es aquí de rigor. Y, sin embargo, Tardieu afirma la existen-
cia de los medicamentos, la de la farmacología, y niega la de los venenos,
la de la toxicología.
¿Pretenderá que la toxicología ha nacido de la farmacología; que el
veneno ha nacido del medicamento, y que, por lo mismo, no habiendo
diferencia esencial entre el medicamento y el veneno , solo debe reser-
varse la existencia positiva para el primero y su esencia? Seria una pre-
tensión impertinente, contra ia cual protesta la historia de la toxicología
y de la farmacología , y la experiencia de lodos los dias. Antes que los
medicamentos, existen los venenos ; antes que el arle, está la naturaleza;
á esta se deben los venenos; al arte los medicamentos. Para que una
sustancia sea venenosa, basta tomarla tal como la da la naturaleza; para
que sea medicamento, es menester que intervenga el arte , ya en desig-
narle como tal para este ó aquel caso morboso, ya en prepararle.
Para que la cicuta envenene , no se necesita mas que cogerla del som-
brío campo donde vegeta, equivocándola con una planta sativa, con una
ensalada; para que sea medicamento, es necesario que el arte la prepare,
que extracte su jugo, sus principios activos, que haga píldoras, emplas-
tos, pomadas, etc. , y que limite su cantidad dósica á lo que la expe-
riencia enseña. Antes que le ocurriera á nadie emplearla como medica-
mento narcótico, fundente, etc., hubo de haber mas de una intoxicación
narcótica ó narcótico-acre, que revelara sus virtudes virosas ó veneno-
sas. El suplicio por medio de la cicuta, era mas antiguo en Grecia y
en Egipto que el empleo del koneion , que se encuentra en los libros hi-
pocrálicos.
Lo que digo de la cicuta es aplicable á todas las sustancias, tanto or-
gánicas como inorgánicas veucnosas, que se emplean como medica-
mentos. Como productos naturales pertenecen á la toxicología , no á la
farmacología ; porque antes que esta se las apropiase, habian producido
envenenamientos; estos han sido anteriores á las curaciones; ia toxico-
logía, pues, no ha pedido á la materia médica sustancias para formar la
colección de venenos; es la materia médica la que ha ido á pedirlas á la
toxicología, para incluir los venenos en la colección de medicamentos, y
- 08 -
para esto ha tenido que elaborarlos , que darles otra forma y que dismi-
nuir su cantidad ; así ha vuelto menos activa su propiedad natural, pri-
mitiva , espontánea , de atacar la vida , y se ha servido de esa propiedad
debilitada por el arte, para aplicarla en casos, en los que el estado del
cuerpo enfermo puede sacar partido de ella.
Si, pues, hay alguna ciencia que suprimir, por no poder establecer di-
ferencias esenciales entre el veneno y el medicamento, no es la toxico-
logia, es la farmacología.
Siquiera muchos venenos sean producto del arte , es la química la que
los produce , y antes que la farmacología los registre en su libro de me-
dicamentos, el envenenamiento involuntario, el voluntario o el experi-
mental le enseñan que esas sustancias tienen tales virtudes.
La química elabora muchos productos minerales que no existen en la
naturaleza, por lo menos al estado puro; extrae de las plantas los prin-
cipios inmediatos que les dan la virtud tóxica, y de los laboratorios salen,
ó para pertenecer á la toxicología , ó para pertenecer á la farmacología.
Mas los experimentos hechos con esas sustancias artificiales , empiezan
por hechos tóxicos. Las intoxicaciones involuntarias que con ellos acae-
cen , se efectúan de un modo mas natural que las medicaciones ; porque
se toman cantidades comunes á otras sustancias usadas, ya como alimen-
tos, ya como cosméticos.
Para dar á una sustancia, tanto natural como artificial, una propiedad
tóxica, la regla no es considerarla en cantidad mínima, fraccionada; el
tipo que se toma como natural es el común ; el que presenta por lo gene-
ral toda sustancia que se come ó se aplica para algún uso.
Nadie tiene , por ejemplo , pdr venenosa una clase de hongos por el
efecto que produce una porción como un grano , sino por el que resulta
de comerse algunas de esas plantas. Nadie llama venenosa la cicuta por
una hojiia que se eche en un plato, creyéndola peregil, sino por algunas
hojas que se coman como ensalada. Nadie tiene por venenosa una al-
mendra amarga, sino muchas almendras amargas, etc. , etc.
Cuando se dice que el plomo , el mercurio son cuerpos muy pesados, á
nadie le ocurre la escolástica argucia de decir que un átomo de plomo ó
de mercurio no pesa., es ligero, y sin embargo es plomo, es mercurio;
el sentido común, el común modo de juzgar, ya entiende que debe haber
cierta cantidad de esas materias para que el peso se manifieste.
Pues una cosa análoga sucede con las sustancias venenosas ; comun-
mente se entienden por tales, en una cantidad que les permita desplegar
su acción de modo que maten ó perturben profundamente las funciones;
porque es condición de todo agente que, para producir efectos caracterís-
ticos, tenga la fuerza suficiente. Y como quiera que la fuerza tóxica de-
pende de la acción atomística de la sustancia venenosa, conforme lo ve-
remos en su lugar, y que esa acción obedece á la ley de los equivalentes,
no solo se altera mas cantidad de principios inmediatos, cuando hay mas
átomos del veneno , sino cuanto mayor sea la proporción de principios
inmediatos que necesita cada uno para una combinación.
La mayor ó menor cantidad, por lo tanto , no altera la naturaleza de
una sustancia , no le quita la virtud tóxica , si la tiene; ni se la da , si no
la tiene: lo único que hace es que la acción sea mas ó menos enérgica,
que tenga mas ó menos efecto, que esta sea insensible, poco eficaz ó
terrible.
Entre el veneno y el medicamento hay, pues, algo mas que la canti-
70XIC0Í.0GIA. — 5
— <56 -
dad para diferenciarlos, y siquiera los venenos, reducidos á una canti-
dad inferior á la que necesitan para desplegar su acción matadora ó per-
turbadora de funciones, pueden servir para restablecer la salud; eso no
obsta para considerarlos como formando naturalmente un grupo de sus-
tancias diferentes de las que se llaman medicamentos, no solo de los que,
á cualquiera cantidad que se den, jamás son tóxicos , sino de los que, pa-
sando de la cantidad medicinal, se hacen dañinos. Y puesto que la far-
macología, como lo hemos probado, saca de la toxicología medicamen-
tos, alterándoles las condiciones naturales, en medio de las cuales des-
plegan su acción tóxica ; lo natural , lo lógico es considerar como propios
de Ta toxicología esos cuerpos, y si hay algo que suprimir como ficticio ó
artificial, es el catálogo de venenos convertidos en medicamentos, por me-
dio de operaciones que modifiquen las condiciones normales de aquellos.
Si las sustancias venenosas , en las mismas condiciones y circunstan-
cias, pudieran ser medicamentos, habría alguna razón para no ver entre
ellas diferencias , ya consideradas como venenos, ya como medicamen-
tos. Pero eso no es^así, ha de haber notables diferencias en condiciones
y circunstancias , ya respecto del modo de tomarle, ya respecto del es-
tado fisiológico del que le tome, para que un veneno se haga sustancia
medicinal.
Si á todo lo dicho añadimos que hay muchos venenos que no son nunca
medicamentos , no modificando sus condiciones normales , y que la ex-
periencia no confirma la eficacia medicinal de otros , cuya virtud tóxica
induce á ensayarlos, modificados en la cantidad, para combatir ciertos
males; se acabará de ver claramente que es una sutileza escolástica que-
rer negar la existencia de los venenos, porque, alterándoles sus condicio
nes naturales, puedan algunos obrar como remedios.
La toxicología no considera como objetos de su especial estudio las
sustancias venenosas de una manera absoluta, sino condicional, y atien-
de á sus condiciones naturales, y con relación al estado fisiológico del
hombre. Pues bien, mientras el arte no altere esas condiciones; mientras
ellos obren dentro de ellas, matan ó trastornan profundamente la salud,
y bajo ese punto de vista, que es el natural, es lógico tenerlos por una
clase de cuerpos diferentes ae los demás, que , dentro de esas condicio-
nes, ni matan, ni trastornan la salud.
El humor que la víbora depone en la mordedura es un veneno natural.
La ciencia toxicológica le toma con derecho como objeto propio de su es-
tudio. Los hongos tóxicos , comidos como las setas sativas, son un ve-
neno natural, y la toxicología los toma también con razón como objeto
especial de su tarea. Todos los vegetales venenosos, hojas, raices, ta-
llos, bayas, frutos, etc., comidos en la cantidad común de todo ali-
mento , son venenos y objeto propio de la toxicología. Los minerales só-
lidos, líquidos y gaseosos, tóxicos en las cantidades comunes al uso que
se hace de otros cuerpos minerales también , matan ó trastornan profun-
damente la salud , y por lo mismo , bajo este aspecto y en esas condicio-
nes , pertenecen ó la toxicología.
Para que la farmacología pueda hacerlos suyos, para que puedan ser
medicamentos, ¿qué no hay que hacer? ¿cuánto arte no se necesita?
cuánto no se han de modificar las condiciones naturales de esas sustan-
cias l qué diferentes no han de ser las de las personas que las toman? Por
ae pronto han de padecer una enfermedad que exija la acción de esas sus
tancias.
- 6 1
Y aun así eso no es general. Ni todos los venenos pasan á ser medica-
mentos, ni todos los medicamentos pueden hacerse venenos; los Geme-
lin y los Isenflamu no han podido nacer esas arbitrarias conversiones.
Todavía no han pasado á la categoría de medicamentos los animales pon-
zoñosos: si ha habido quien ha tenido la idea de inocular el veneno de
la víbora como profiláctico de la fiebre amarilla , eso no ha servido mas
que para probar que, así como dijo Cicerón que no hay disparate que no
le haya dicho algún filósofo , así podemos afirmar que no hay rareza
que no la haya ideado algún médico. En igual caso están los hongos y
otros muchos venenos.
Se comete , por lo tanto , un sofisma, cuando de lo que pasa con unos,
se quiere suponer de todos; y porque unas sustancias en condiciones di-
ferentes ya son venenos, ya medicamentos, se afirma que todas puedan
tener esos dos caracteres tan opuestos.
No; no es exacto lo que afirma de un modo tan absoluto M. Tardieu,
ni está siempre contenido en el veneno el medicamento, ni es imposible
separar de la farmacología muchas sustancias venenosas. No solo es po-
sible, sino necesario.
No sé como M. Tardieu puede salir de la contradicción en que ha caí-
do, negando el carácter diferencial del veneno, y haciendo depender este
carácter de circunstancias agenas á la naturaleza de las sustancias, y defi-
niendo luego la intoxicación ó envenenamiento, de un modo que afirma
la existencia de los venenos, con acción especial y diferente de los medi-
camentos. Si el envenenamiento es un estado morboso accidental , pro-
vocado por la acción especial de una sustancia mineral ú orgánica deleté-
rea , ¿no es eso afirmar que hay sustancias de acción especial , dife-
rente de las de otros agentes no deletéreos, y que su carácter diferen-
cial es producir esos estados morbosos accidentales? ¿Crée acaso ese
sabio autor que, porque se vale de la voz deletéreo, que es sinónimo
de venenoso, no ha de incurrir en el defecto que censura á los toxicó-
logos ? ¿Qué dirá si ie pregunian, qué es deletéreo?
Si no hay diferencias esenciales entre las sustancias venenosas y medi-
cinales, tampoco la habrá entre estas y las deletéreas ; tampoco podrá su
acción ser especial ; tampoco podrá servir para dar carácter diferencial á
un estado morboso, y la definición dada por M. Tardieu al envenena-
miento, será tan mala como la pésima de las peores.
Considero ocioso, después de quedar probado que existe una clase de
cuerpos, bastante diferentes en virtudes para formar de ellos la categoría
de venenos, demostrar que esta categoría ofrece diferencias notables, las
que el toxicólogo consigna, sirviéndole de base para la clasificación de
aquellos; ora la establezca tomando el modo de obrar químico ó la acción
primitiva , ora el modo de obrar fisiológico, ó sea el cuadro de síntomas
que desplega esa acción, según cual sea. Ni el modo de obrar de todos
los venenos es igual , ni es igual el cuadro si n loma to lógico de toda into-
xicación , como lo verémos en su lugar.
Resulta , por lo tanto , de todas las reflexiones que preceden , que la
segunda razón en que se funda M. Tardieu , para negar á la toxicología
el título de ciencia, no es menos débil ó errónea que la primera , y que
está muy distante dicha ciencia de ser una institución artificial, basada en
fundamentos ficticios. Es una ciencia como las demás , que forman parte
del árbol biológico, y tiene tanta razón de ser, como la primera de esias.
Una ciencia del envcncnamienlo está justificada, tanto por la especialidad
- 68 —
de los fenómenos morbosos que le constituyen ó caracterizan , como pol-
la de las causas que dan Jugar á esos fenómenos.
XXIII —Así como hay ciencia de las quemaduras, asfixias y lesiones
corporales, así dehe haber ciencia de los venenos
La analogía que el doctor Tardieu cree ver entre la muerte por vene-
nos y la muerte por quemaduras , asfixia ó armas , existe ; pero esa exis-
tencia, lejos de ser contraria á la ciencia toxicológica, la confirma;
porque así como la muerte por quemaduras, agentes asfixiantes y sobre
iodo armas, tiene la cirugía por ciencia, que suministra datos para tratar,
bajo el punto de vista médico-legal , de las cuestiones relativas á esas
muertes; la por venenos tiene la ciencia toxicológica, que da los conoci-
mientos necesarios para que el médico legista resuelva también, como es
debido, las cuestiones relativas á la muerte por venenos.
Siquiera el veneno sea un instrumento en manos del criminal , como
lo es el fuego, el lazo, el agua, un tapón ó un arma blanca ó de fuego;
siquiera , así como se estudia, en los casos prácticos, ese instrumento en
relación con las lesiones que ha producido , deba estudiarse la sustancia
venenosa empleada por un criminal para atentar contra alguno; no por
i ‘so se sigue que no haya una ciencia especial que facilite con sus princi-
pios ese estudio, como hay otra especial también, que permite el de los
otros instrumentos.
El doctor Tardieu se equivoca profundamente, Cuando da á entender,
que, así como no se hace una ciencia de las quemaduras, asfixias y heri-
das, tampoco debe hacerse una ciencia del envenenamiento. La ciencia
de las quemaduras, asfixias y heridas está hecha ; es la cirugía , y á ella
apela el medico forense, cuando resuelve cuestiones médico-legales, rela-
tivas á esas causas de muerte. Si no hubiera cirugía, si no hubiera cien-
cias que suministraran al médico-forense hechos y principios para tratar,
bajo el punto de vista médico-legal , las cuestiones relativas á las que-
maduras, asfixias y heridas, ¿qué haría ese perito? Si algo hace hoy dia,
es porque existe, porque se hace, porque se ha hecho una ciencia de esas
lesiones, de esas causas de muerte.
Por lo tanto, si se ha hecho, si se hace una ciencia de las quemaduras,
asfixias y lesiones corporales, ¿por qué no se ha de hacer una ciencia de
los venenos, teniendo todavía estos un modo de obrar mas especial y di-
fícil de apreciar que el fuego, los lazos y demás asfixiantes, y las armas?
Si M. Tardieu formulara su idea como se la ha formulado M- Devergie,
diciendo; así como no se hace una ciencia del asesinato, así tampoco debe
hacerse del envenenamiento, fórmula que no creemos ser aceptada por
M. Tardieu, fácilmente pondríamos en relieve su errado modo de discur-
rir. La ciencia del envenenamiento es análoga á la ciencia quirúrgica,
y si la cirugía no da pié , siquiera trate de enfermedades ó lesiones he-
chas por armas manejadas á veces por asesinos, á que se haga la ciencia
del asesinato; tampoco ha de darle la del envenenamiento, que trata de
lesiones hechas con sustancias que también maneja el asesino con fre-
cuencia.
El asesinato es un hecho moral, genérico, que puede efectuarse de va-
nos modos, y aquí no cabe ciencia; todo lo mas qúe cabe, es un arte en-
señado por asesinos á candidatos para el Crimen. El envenenamiento es
un hecho particular, que así puede ser un crimen cometido por mano
- 60 -
agena, como un suicidio, como un accidente desgraciado , y hasta en los
casos en que haya crimen, tiene una parte científica especial que reclama,
como lo hemos demostrado, su estudio especial, también análogo al de
las demás ciencias, á las que se refieren los atentados , suicidios y acci-
dentes ejecutados por otros medios.
XXIV.— Relaciones de la toxicología con la medicina legal.
Acabarémos de comprender la fuerza de las razones que hemos ex-
puesto contra el modo de ver de M. Tardieu y á las que hemos prestado
tanta extensión por la importancia del asunto y del distinguido escritor
que ha dado lugar á ellas , igualmente que por el prestigio de que goza
y la influencia que puede ejercer sobre los que se dedican á esta clase
de estudios, diciendo cuatro palabras sobre las relaciones de dicha cien-
cia con la medicina legal.
Creo que por no haberse hecho cargo de esas relaciones M. Tardieu,
ha escrito su Estudio médico-legal del envenenamiento , pensando que así res-
tituía á la medicina legal lo que los toxicólogos , y en especial los quími-
cos , le habían usurpado.. El intento de ese distinguido escritor , como lo
expresa terminantemente , es dar al estudio toxicológico como propio de
la medicina legal ; de aquí considerar que se han extraviado los que han
formado de él una ciencia aparte; de aquí negar la realidad de esa cien-
cia y hasta la existencia de los venenos.
La sin razón de ese procedimiento, y la prueba de que no se ha hecho
cargo el sabio profesor citado , de las verdaderas relaciones que existen
entre la medicina legal y la toxicología , se destaca claramente de lo que
entiende por estudio médico-legal del envenenamiento y de la especie de
progama que traza , en el primer artículo sobre ese estudio. Hé aquí lo
que, en su concepto, corresponde al médico:legista , como estudio mé-
dico-legal del envenenamiento :
1. ° Circunstancias, en lasque se efectúan los hechos de envenenamiento
y las condiciones qne emanan de ellas para la práctica de la medicina
legal.
2. ° Historia general del envenenamiento , comprendiendo el modo de
acción de las sustancias venenosas, los síntomas comunes , la marcha del
envenenamiento y las lesiones que determina.
3. ° Los casos de muerte natural y de enfermedades espontáneas, que
pueden confundirse con el envenenamiento.
4. ° Procederes periciales en materia de envenenamiento.
5. ° En fin, las principales cuestiones médico-legales, á que da lugar ese
género de muerte.
Si no basta la simple exposición de esos puntos, para demostrar qué
idea tan confusa y pobre tiene M. Tardieu de la toxicología , de la medi-
cina legal y de las relaciones que existen entre estos dos ramos de co-
nocimientos médicos, bastará seguramente una ojeada resumida á lo que
trata el autor en cada uno.
En el primero se limita á decir que el envenenamiento muchas veces
no se descubre sino algún tiempo después de ejecutado, y en seguida es-
tablece como emanación práctica para el médico-legista, que para cono-
cerque ha habido envenenamiento, se necesitan los síntomas, laautópsia,
la análisis química y la experimentación fisiológica, debiendo intervenir
para lo médico el médico forense, y para lo químico un químico.
- 70 -
En el secundo afirma que la lexicología no tiene por base la clínica,
esto es los casos de envenenamiento, como debiera fundándose en los de
la experimentación en los animales, la que considera detectuosa e lio-
sica. Así empieza lo que dicho autor llama historia general del envene-
namiento, v luego habla del modo de acción de las sustancias venenosas,
va local, ya general, de la absorción, de algunas circunstancias que mo-
difican la acción del veneno y de algunos puntos de su eliminación.
Tras de esto trata muy superficialmente del diagnóstico absoluto de la
intoxicación; y concluye ese segundo punto , diciendo solamente cuatro
palabras sobre las alteraciones de los tejidos, producidas por ios vene-
nos; alteraciones que no determina, contentándose con decir que son va-
riables, que no son todas inflamación, que son á veces proí undas, atacando
los elementos histológicos de los tejidos, los glóbulos sanguíneos y men-
ciona la degeneración grasienla ó esleatosis que algunos provocan. A esto
se reduce la historia ó estudio general del envenenamiento.
En el punto tercero, relativo á los procedimientos periciales, mani-
fiesta que se componen de diferentes y sucesivas operaciones , las que no
deben confiarse á las mismas personas, ni impedir las primeras las segun-
das, ni estas las terceras. Habla en seguida de laautópsia y exhumación;
explica cómo debe practicarse esta y la autopsia del cadáver, que se sos-
pecha estar envenenado; cómo deben colocarse los órganos y líquidos en
ios frascos para las análisis químicas, concluyendo por advertir que los
resultados de la autópsia rara vez bastan por sí solos para juzgar.
Acto continuo se hace cargo de las análisis químicas, repitiendo que
esta es la tarea, no del médico-legista, sino del químico; indica las diver-
sas sustancias que habrá que analizar, y no dice una palabra sobre las
operaciones analítico-químicas , dando á entender que son extrañas al
estudio médico-legal del envenenamiento.
Por último, trata del exámeny apreciación délos síntomas y efectos fi-
siológicos producidos por el veneno como operación pericial, y no puede
disimular que ese es el objeto principal que le preocupa en esta parte
de su escrito. Lo poco que habla de las operaciones anteriores, y las lar-
gas páginas que dedica á la experimentación fisiológica, revelan que le
talla tiempo para tratar de ese punto; el cual ai fin se reduce á poner en
relieve las dificultades que á veces presenta la análisis química de ciertas
sustancias orgánicas, en especial los alcalóides , exagerando esas dificul-
tades, para hacer resaltar la necesidad de apelar á la experimentación fi-
siológica, como medio nuevo y seguro de resolver una cuestión difícil que
los demás medios no han podido esclarecer.
Hé aquí todo lo que abraza el estudio médico-legal del envenena-
miento hecho por M. Tardieu , tal como le concibe. Así es como cree
que se marcha con mas acierto en la práctica, y cómo han de volver las
cosas á ese quicio verdadero, del cual las habían separado los que han
creado la ciencia ficticia llamada toxicología.
De los casos de muerte natural y enfermedades que pueden confundir-
se con un envenenamiento, no dice nada. Solo, al tratar del punto ter-
cero, y hablando de la autópsia y exhumación, hace referencia como de
paso á un artículo que insertó eri el tomo 11, 2.a serie de los Anales de Hi-
giene publica y Medicina legal con el título de Observaciones prácticas de me-
dicina legal sobre los casos de muerte natural y enfermedades espontáneas que
pueden atribuirse á un envenenamiento. En este escrito , después de afirmar,
como lo tiene de costumbre, que los autores no dicen nada de provecho
- 71 -
sobre ese punto; que suponen posibilidad de confusión del envenena-
miento con enfermedades de diagnóstico tan claro que es imposible (jue
hava auien las confunda ; que Orfila y Devergie hablan de ciertas enfer-
medades muy á la ligera y con una terminología no propia ya de las
doctrinas modernas, y que es preciso tratar de ese punto bajo un aspecto
nuevo; trae unos cuantos casos divididos en dos grupos; uno, en el que la
causa de la muerte era manifiesta, y otro de los que esa causa era dudosa,
y solo podia resolverse la cuestión por las análisis químicas (en esos dias
(1854) todavía no estaba por la experimentación fisiológica) , y no solo no
dicenada nuevo, ni luminoso, y que pueda servir de criterio ó diagnós-
tico diferencial, sino que se vale de la misma terminología que acaba de
considerar como poco de acuerdo con las doctrinas modernas (1).
En otro cuaderno de la obra mencionada, tomo XXIII, concluye el es-
tudio médico-legal del envenenamiento , tratando á paso de carga de va-
rias cuestiones que pueden presentarse en la práctica , y que con el ob-
jeto de poner de manifiesto lo que he dicho sobre la idea confusa que
tiene ese autor de la toxicología y de la medicina legal , me limitaré á
trasladar textualmente :
1. * ¿Debe atribuirse la muerte ó la enfermedad á la administración ó
empleo de una sustancia venenosa?
2. a ¿Cuál es la sustancia venenosa que ha producido la muerte?
8.a ¿La sustancia empleada puede dar la muerte?
4. a ¿Ha sido ingerida la sustancia venenosa en suficiente cantidad para
dar la muerte? ¿A. qué dosis es capaz de darla?
5. a ¿Cuándo ó en qué momento se ha ingerido el veneno?
6. a ¿Puede efectuarse el envenenamiento y desaparecer el veneno sin
que se hallen vestigios de él? ¿Después de qué tiempo?
7. a ¿La sustancia venenosa extraída del cadáver puede proceder de
otro origen que de un envenenamiento?
8. a ¿Es el envenenamiento el resultado de un homicidio, suicidio ó un
accidente?
9. a ¿Puede simularse el envenenamiento?
No digo, ni aun en resúmen, cómo resuelve M. Tardieu cada uno de
esos puntos, porque no lo necesito para el objeto de este párrafo; ya lo
veremos en el cuerpo de este compendio , cuando agitemos las partes á
que esas cuestiones se refieran.
Cualquiera que tenga mediano conocimiento de la medicina legal y de
la toxicología, advertirá fácilmente, con solo ver esas partes del progra-
ma que da M. Tardieu á su estudio médico-legal del envenenamiento, y
lo que dice acerca de cada uno de ellos, que confunde lastimosamente las
materias propias de cada uno de esos dos ramos de conocimientos médi-
cos, distando por lo mismo cuanto puede, de trazar los límites que al pa-
recer se habia propuesto, al emprender ese estudio.
Todas esas partes no vienen á ser mas que un extracto insuficiente,
desordenado y salpicado de errores , de algunas partes en que se divide
a toxicología general . La primera es un esbozo incompleto de la filosofía de
la intoxicación ; la segunda corresponde á la fisiología de la misma , en cuanto
a lo del modo de acción de los venenos; y á la patología , en cuanto á los
•s n omas y alteraciones en los órganos, líquidos y sus elementos; la ter-
cera pertenece á la filosofía de la intoxicación, en el punto que trata del
(') Anales de Higiene, etc., tomo II, 2.a sórie, pág. 150 y siguientes.
— 7 á —
valor lógico do los síntomas. La cuarta pertenece ú la necroscopia Je la
intoxicación resDecto de la autópsia ó exhumación, y a la química, respecto
de lís Sis Rímicas, y á la fisiología, respecto de la experimentación
í* s * o 1 ó
La toxicología general trata de todos esos puntos en las seis partes que
le hemos dado, v no solo lo hace con mas método, con mas órden, con
mas natural ilación que M. Tardieu, sino que lo efectúa de un modo mas
completo, mas acabado, tratando de una manera mas cabal lo que tan
superficialmente toca dicho autor, y otros muchos puntos tanto ó mas im-
portantes que esos, do los cuales M. Tardieu no dice nada.
En nuestro Compendio, y eso que no lo damos por una obra perfecta, se
trata de todos esos puntos con mucha mas extensión, con la que el estado
actual de la ciencia reclama, y con la que exigen los graves intereses de
la justicia, comprometidos en casos prácticos de esa especie.
El entendido autor que nos ocupa, ha escrito sobre la toxicología ge-
neral sin saberlo, creyendo cándidamente que hacia un estudio médico-
legal del envenenamiento. En las treinta y ocho páginas que ha dedicado
á esc estudio, no hay nada que corresponda á la medicina legal, ni al
médico-legista ; todo es propio de la toxicología y del toxicólogo , si ex-
ceptuamos lo que tiene de filosofía de la intoxicación. Eso es enseñar la to-
xicología general , y lo que es peor , es enseñarla de una manera incúm-
plela, insuficiente é impropia para servir de guía al médico forense, cuando
haya de resolver cuestiones relativas al envenenamiento; tanto mas cuanto
que se le dice que eso es lo único que le incumbe saber; y esa enseñanza
no corresponde á la medicina legal, ni al médico-legista, como no les
corresponde enseñar la anatomía, ni la higiene, ni la fisiología, ni la-pa-
tología, ni los demás ramos científicos, que necesita saber el médico fo-
rense, para resolver las diversas y heterogéneas cuestiones médico-legales
que la práctica le presenta.
Cuando el médico es llamado, como perito, para actuar en casos de en-
venenamiento, debe estar tan instruido en toxicología, como debo estarlo
en anatomía y fisiología, llamado para una cuestión de impotencia; en
tocología, para una cuestión de embarazo, parto y aborto; en patología,
para una cuestión de enfermedades simuladas; en higiene pública , para
una cuestión de falsificación de alimentos; en frenopatía, para una cues-
tión de locura; en cirugía, para una cuestión de quemaduras y lesiones
corporales, etc., etc. Y así como no es en un curso de medicina legal, ni
en obras de este ramo del saber médico , donde se le enseñan esas cien-
cias , y las demás que se rozan con las cuestiones que se ventilan en esas
obras y cátedras; tampoco se le enseña, ni debe enseñar en ellas la toxi-
cología, ni general, ni particular.
En la cátedra que nos está encargada en la Facultad de medicina de la
Universidad central , se enseña medicina legal y toxicología. A medida
que vamos tratando de las cuestiones médico legales , que constituyen el
fondo de este cuerpo de enseñanza, nunca explicamos la ciencia á que se
refiere cada cuestión tratada; lo único que hacemos, como de nuestra in-
cumbencia, como médicos legistas, es tomar á esas ciencias sus hechos y
sus principios, y aplicarlos á la resolución de esas cuestiones.
Una sola excepción á esa regla hacemos, respecto de las cuestiones so-
ore la locura, puesto que fuera de la terapéutica, casi damos un curso,
aunque breve , de frenopatía ; mas esto lo hacemos por lo descuidado
que está en este país el estudio de las alteraciones mentales; nuestros
- 73 -
alumnos llegan , sin que nadie les haya hablado de ese ramo de conoci-
mientos, y para que resuelvan bien las cuestiones relativas á la locura,
tenemos que iniciarlos en ese ramo.
Cuando llegamos á las cuestiones sobre la muerte por venenos, puesto
que no han estudiado toxicología , que no están dispuestos por lo mismo
para tratar de esas cuestiones, las aplazamos para cuando les hayamos
explicado esta ciencia, y al exponerles la filosofía de la intoxicación, que
es la última parte de la toxicología general, tratamos ya de ese estudio
médico-forense.
En nuestro Tratado de medicina legal seguimos la misma marcha, y
el Compendio de toxicología separado de aquel, liena el mismo objeto",
la no confusión de esos dos ramos.
El verdadero estudio médico-legal del envenenamiento no consiste en
explicar, y menos explicar insuficientemente toxicología, ni particular, ni
general; como el estudio médico-legal del embarazo, parto y aborto no
consiste en explicar mal ó bien tocología; ni el de las lesiones corporales
en explicar mal ni bien cirugía; ni el de las cuestiones de impotencia en
explicar mal ó bien anatomía y fisiología, etc. Así como la medicina le-
gal no hace mas que aplicar fos hechos v principios de la tocología á las
cuestiones sobre el embarazo, el parto y el aborto; los de la cirugía á las
cuestiones sobre las lesiones corporales , y á las sobre impotencia, los de
anatomía y fisiología , etc.; así también la medicina legal no hace ni debe
hacer más que aplicar á las cuestiones sobre la muerte por venenos, los
hechos y princi )ios que la toxicología suministra.
¿Qué es toda la medicina legal entera , sino la aplicación de los cono-
cimientos médicos á la mas cabal significación de ciertos hechos judicia-
les, ó administrativos y á la mejor formación de ciertas leyes? ¿Quién ha
dicho nunca , y eso que algunos definen bastante mal ese "ramo , que sea
la explicación ni concisa, ni detallada de todas y cada una de las ciencias á
que corresponden las cuestiones , cuyo conjunto constituye 'ese ramo de
conocimientos médicos? Pues si es impropio de la medicina legal el es-
tudio de esas ciencias en todas las cuestiones, ¿cómo quiere M. Tardieu
que le corresponda el estudio de la toxicología, ni general, ni particular?
¿Cómo pretende que se borre del catálogo de ciencias especiales Ja íoxí-
cología y que el médico legista se contente con ese extracto, ese resúmen
desordenado, incompleto, insuficiente y hasta erróneo bajo muchos pun-
tos de vista, tal vez por falta de explanación, que ese distinguido escritor
intenta dar, como estudio médico legal del envenenamiento, y como guia
mas segura para los peritos que la que contienen los tratados de toxico-
logía completos?
A la toxicoloqía , y no á la medicina legal pertenece : 1.* tratar de todos
los puntos relativos á la fisiología de la intoxicación ; á saber: Ja definición
del veneno, sus caractéres diferenciales, sus estados , la cantidad á que
son venenosas ciertas sustancias, las vías por donde pueden introducirse,
su absorción y todas las importantes cuestiones referentes á ella ; la acción
de los venenos, la naturaleza de estos, sus diferentes modos de obrar, las
circunstancias que pueden influir en sus efectos, la clasificación de los ve-
nenos, los medios de estudiarla experimentalmente, etc. , etc. ; 2.° tratar
del diagnóstico absoluto, genérico y particular de la intoxicación; del pro-
nóstico y de las alteraciones anatómico-patológicas, propias del envenena-
miento, como materia relativa á la patología del mismo; 3.° exponer en su
parte terapéutica la profilaxis de la intoxicación voluntaria ó involuntaria,
_ 74 -
los contravenenos, antídotos y planes curativos, y las indicaciones genera-
les que hav que llenar en los casos de intoxicación y las circunstancias que
las modifican; í .° ocuparse en las particularidades relativas á las inhuma-
ciones , exhumaciones y autópsias de los sugetos envenenados , como
necroscopia de la intoxicación; 5.* determinar las materias que hay que
analizar químicamente, ora procedan, ora no, del sugeto envenenado; los
aparatos y utensilios necesarios para las análisis químico-periciales; los
reactivos "y reglas para manejarlos, y las operaciones analítico-químicas
que hay que practicar para descubrir* los venenos , tanto inorgánicos como
orgánicos, mezclados con las sustancias, tejidos y humores del cuerpo en-
venenado, que es lo que constituye la química de la intoxicación , y 6.° por
último, examinar el valor lógico , la significación verdadera de los sínto-
mas, de las alteraciones anatómico-patológicas y de los resultados de las
análisis químicas separados y en relación; en qué casos se necesitan esos
tres órdenes de datos para afirmar un envenenamiento; en qué casos se
puede prescindir do alguno de ellos; con qué enfermedades pueden con-
fundirse los síntomas y las alteraciones materiales , y qué orígenes puede
tener la presencia de los venenos dados por las análisis químicas con
otros varios puntos que constituyen lo que se llama la filosofía de la into-
xicación, y con lo cual se forma el criterio, que ha de seguir el médico le-
gista, para resolver toda cuestión relativa á un envenenamiento?
Esto es lo propio de la toxicología general , así como corresponde á la
particular el estudio individual de cada sustancia, tenida por venenosa,
bajo esos seis puntos de vista, que acabamos de indicar, como partes in-
tegrantes y constituyentes de la toxicología general.
A la medicina legal no le incumbe mas que hacer aplicación de los
hechos, principios y doctrina de la toxicología á los casos de envene-
namiento ó muerte por los venenos, como aplica los hechos, principios y
doctrinas de la cirugía, por ejemplo, á los casos de muerte por lesiones
corporales. Este es el único estudio médico-legal del envenenamiento
que le pertenece, y en la filosofía de la intoxicación encuentra principal-
mente el criterio que debe guiar al médico forense, para resolver bien
esas cuestiones.
La filosofía de la intoxicación es la parte que mas directamente se re-
laciona con la medicina legal ; porque ella es la que examina el valor ló-
gico de todos los datos estudiados en cada una de las demás partes de la
toxicología general; es la síntesis de esta ; laque resume la utilidad de ese
ramo de conocimientos para el médico legista y la que facilita la aplica-
ción de esos conocimientos á los casos prácticos , relativos á la muerte
por venenos.
Todo cuanto ha dicho M. Tardieu en las cinco partes de su programa
para el estudio médico-legal del envenenamiento, lo trata y de un modo
mas acabado, y por lo tanto mas luminoso, esa ciencia, cuya existencia
mega como artificial ó ficticia, y en las seis partes de que consta la toxico-
logía general, hay todo lo que necesita el médico legista para resolver, no
solo la cuestión en globo : dado un sugeto muerto violentamente , deter-
minar que ha muerto por un veneno ; sino cualquier otro punto mas ó
menos {subalterno que se le proponga por los juzgados ó tribunales.
El ejemplo está en esas mismas cuestiones que M. Tardieu agita en
la segunda parte de su escrito. La primera se resuelve por el criterio que
aa ta filosofía de la intoxicación mas acabado, mas completo, mas lógico
que la ligera regla dada por M. Tardieu para resolverla. A la segunda se
- 78 -
contesta por lo que enseña la patología de la intoxicación, en la parte del
diagnóstico absoluto, genérico, y la toxicología ¿particular en el propio del
veneno que sea, y en la de la anatomía patológica, y por los caracteres quí-
micos que señala la química de la intoxicación en general y particular.
La tercera se contesta por el conocimiento que da, tanto la toxicología
general como la particular, de cada una de las sustancias tenidas por ve-
nenosas. La cuarta , por lo que enseña la fisiología de la intoxicación, y las
reglas que en ella se dan para determinar á qué cantidad son venenosas
las sustancias. La quinta se resuelve por la parte fisiológica del estudio
particular del veneno, puesto que ella enseña si la causa es inmediata,
rápida ó mas ó menos tardía. La sexta se contesta por lo que se expone
en la fisiología de la intoxicación, en punto á la absorción de los venenos,
y el tiempo que permanecen en la economía, cuando no muere el sugeto.
La séptima se resuelve por lo que enseña la filosofia de la intoxicación,
cuando examina el valor lógico de los resultados analítico-químicos, y los
diferentes orígenes que puede tener una sustancia venenosa dada por las
análisis. La octava se resuelve por el conocimiento que da el estudio par-
ticular del veneno en cuestión y sus propiedades, fáciles ó no de advertir
por la víctima en el acto de tomarle , y los datos que la fisiología de la
intoxicación proporciona, y la última, en fin, como negación de un enve-
nenamiento, se resuelve también por el criterio con que se resuelve la
primera, que es la afirmación del hecho.
Todo lo que dice M. Tardieu para tratar de cada una de esas cuestio-
nes, no es mas que lo que se enseña en la toxicología general y particu-
lar, con la diferencia que, en esta, se enseña mejor, con mas datos y mas
lógicos para dar con la verdad, y con menos exposición al error del mé-
dico-legista, que lo que dice, y cree M. Tardieu ser propio y suficiente,
como estudio médico-legal del envenenamiento.
Lo que digo de esas cuestiones, es aplicable á otras muchas de que no
trata el doctor Tardieu, y que también se presentan en la práctica, quizás
con mas frecuencia que algunas de las que trata; todas tienen su solución
cabal, mientras la ciencialo permita, en esta ó aquella parte de la toxi-
cología general , y en el estudio particular de los venenos.
Estudíese la toxicología general y particular, como debe estudiarse;
posea el médico-legista esos conocimientos , y sea cual fuere la cuestión
que se le proponga\ si el estado actual de la ciencia permite resolverla,
la resolverá sin necesidad de estudios médico-legales del envenenamien-
to; sin mas que hacer aplicación á esas cuestiones de lo que en toxicolo-
gía haya aprendido , como resuelve las demás , relativas á otro género de
muerte , sin mas que aplicar á ellas lo que ha aprendido, al estudiar las
ciencias con las que se relacionan, y siguiéndolas reglas que se dan en
medicina legal para esas aplicaciones.
Resulta , por lo tanto, de las reflexiones que preceden , que la toxico-
logia tiene con la medicina legal relaciones análogas á las que con esta
tienen todas las demás ciencias, que se refieren á cada una de las diversas
y heterogéneas cuestiones, cuyo conjunto constifuye ese cuerpo de ense-
ñanza, y que el médico legista , como tal, no hace mas que aplicar , se-
gún las reglas propias de este cuerpo , los hechos y principios de la toxi-
cología á los casos relativos á la muerte por venenos, del mismo modo que
aplica los hechos y principios de las demás ciencias que corresponden á
las demás cuestiones relativas, ya al sugeto muerto, ya al vivo.
Resulta igualmente que la parte de la toxicología general que mas di-
- 76 —
rectamente se relaciona con la medicina legal, es la filosofía de la intoxi-
cación, puesto que en esta se trata del criterio que ha de seguir el prác-
tico, para apreciar debidamente el valor lógico de los síntomas, de las al-
teraciones anatómico-patológicas y de las análisis químicas , cuyo con-
junto armónico es necesario , como regla general , para afirmar que un
sugeto ha muerto envenenado.
Resulta, por último, que ni hay necesidad, ni razón, para negar la
existencia natural v verdadera de una ciencia llamada toxicología , ni de
reemplazarla con un estudio médico-legal del envenenamiento , tai como le
concibe M. Tardieu, desordenado, incompleto, erróneo en muchos pun-
tos y expuesto al error en casi todos , por la falta de explanación , y que
verdaderamente viene á ser lo que M. Tardieu supone de la toxicología,
un estudio artificial, intruso y pretencioso , mas dañino que favorable á
la ciencia y á la administración de justicia.
El único estudio médico-legal deí envenenamiento que cumple y pro-
cede, es la aplicación , según las reglas generales de la medicina legal,
de los hechos y principios de la toxicología general y particular á los
casos de muerte ó lesiones por venenos ; la aplicación de la filosofía de
la intoxicación sobre todo, porque ella da el criterio para la práctica.
Las obras de medicina legal , y lo mismo las cátedras de esta asigna-
tura, no deben explicar toxicología, al llegar al capítulo relativo á la
muerte ó lesiones por venenos , como no explican ninguna de las demás
ciencias relativas á las demás cuestiones. Deben limitarse á formular las
principales cuestiones que pueden presentarse en la práctica, respecto dei
envenenamiento, é indicar cómo han de resolverse, apoyándose siempre
el perito en los datos que la toxicología general y particular le sumi-
nistran, como se apoya en los datos que le suministra la cirugía, al resol
ver las cuestiones de homicidio y lesiones corporales por ejemplo.
Esto es lo que falta en las obras de medicina legal , puesto que en lu-
gar de ese estudio, tratan incompletamente de la toxicología, hacen toxi-
cología , y mas particular que general, como dirían nuestros vecinos, y
eso es lo que hubiéramos hecho en nuestro Tratado de Medicina legal,
si no hubiéramos creído que, con el Compendio de Toxicología general y
particular, y la organización que hemos dado á la ciencia, y sobre todo
con la filosofía de la intoxicación , que es ya el estudio médico-legal del
envenenamiento , suplíamos esa importante parte de la medicina legal.
XXV.-EI medico legista debe conocer la lexicología.
Puesto que,_comolo dejo probado, la toxicología es una ciencia positiva,
que debe enseñarse y estudiarse aparte, como se enseñan y estudian aparte
las demás ciencias relacionadas con la medicina legal ; puesto que la toxi-
cología tiene con esta relaciones análogas á la que tienen con ella las demás
ciencias, á cuyos hechos y principios acude para resolver las cuestiones
que constituyen su cuerno de enseñanza; y puesto que he indicado mas de
una vez que el médico-legista, cuando sea llamado para resolver una cues-
tión relativa á la muerte ó enfermedad causada por uno ó mas venenos,
tiene que hacer aplicación de los hechos y principios suministrados por
la toxicología á esa clase de cuestiones; es una consecuencia legítima y
altamente lógica, que se presenta por sí misma á la convicción de oual-
quier ánimo , el afirmar que el médico forense debe estar en plena pose-
sión ae los conocimientos que da el estudio teórico y práctico (le la toxi-
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colegía general y particular organizada como debe estarlo , según lo he-
mos probado y conforme creemos haberlo hecho en nuestro Compendio.
Si el médico forense no fuese llamado nunca á resolver cuestiones re-
lativas al envenenamiento, podría muy bien pasarse sin los conocimien-
tos toxicológicós ; pero ese médico es llamado para esas cuestiones, lo mis-
mo que para todas las demás de su incumbencia , y así como seria un
mal grave que ignorara , que no estuviera profundamente penetrado de
las demás ciencias médicas , que se relacionan con las cuestiones de em-
barazo, parto , aborto , delitos de incontinencia, asfixias, quemaduras,
lesiones corporales hechas con armas , alteraciones mentales , signos de
la muerte , data de esta , etc. , etc. ; así lo seria también, que ignorase ó
no estuviese profundamente enterado de cuanto atañe á la toxicología
general y particular.
Los juzgados y tribunales acuden á los peritos médicos , para que les
den luz en los casos prácticos, en que se sospecha que un sugeto ha sido
víctima de un veneno: y ¿qué luz, qué auxilio podrán prestar los médi-
cos á la administración de justicia , si no están en posesión de la ciencia
toxicológica? ¿De qué les han de servir los datos dispersos, sin enlace, ni
conjunto, sin apreciación verdaderamente científica y particular, que
pueden haber recogido en las demás ciencias, como de paso y bajo otros
puntos de vista tratados, relativamente á los venenos? ¿De qué apuros los
na de sacar que en farmacología ó materia médica , al hablar de ciertas
sustancias , se les diga dos palabras sobre su virtud tóxica , siendo allí
tratados bajo el aspecto medicinal , ni que en patología médica se diga
algo de los envenenamientos particulares, bajo el punto de vista sintomá-
tico y terapéutico? Esos conocimientos son insuficientes para el perito.
Esos dalos no reunidos ni tratados con determinado objeto, no pueden
dar mas que un conocimiento vago, incompleto é impropio para profun-
dizar una cuestión , y siquiera sea cierto el dato bajo el aspecto en que
ellos le conozcan , es no solo posible, sino inevitable, quesea altamente
erróneo, ó causa de errores graves, aplicado á una cuestión médico-legal
sobre el envenenamiento.
Si para ser buen médico-legista no basta poseer las ciencias médicas,
sino saberlas aplicar á los casos prácticos periciales , según las reglas que
la medicina legal establece, ¿cómo ha de ser buen toxicólogo y perito
toxicológico el que no haya hecho un estudio especial de un tratado de
la intoxicación y de las sustancias que la producen? Si es difícil, por no
decir imposible, que sea buen perito en muchísimas cuestiones, el mé-
dico que no ha estudiado medicina legal, es mas difícil , mas imposible
todavía que sea buen perito , en casos de envenenamiento, el que no ha
saludado ni por el pergamino un libro de toxicología.
Los conocimientos insuficientes son peores muchas veces que la igno-
rancia completa. Esto que ha dicho de la química un químico célebre, es
aplicable á la toxicología como á todo.
El médico forense debe haber estudiado la toxicología general y parti-
cular, para ser buen perito en los casos de muerte , ó lesiones causadas
por sustancias .venenosas.
Debe poseer perfectamente la fisiología de la intoxicación; saber lo que
es veneno, sus caractéres diferenciales del medicamento y alimento;
qué es una intoxicación , qué un envenenamiento , y las diferentes for-
mas de uno y otro hecho tan iguales en lo físico , tan diferentes en lo
moral ; la cantidad á que desplegan su terrible acción las sustancias
— 78 —
venenosas- los estados en que pueden darse; las vías por donde pueden
introducirse. en la economía; las diferencias en rapidez y efectos de esa
introducción según la vía ; la absorción de ios venenos ; su relación con
su solubilidad; cuáles son absorbidos, cuáles no ; cuáles pueden perder
su solubilidad natural, puestos en contacto con nuestros sólidos y líqui-
dos, cuáles adquirirla; las diferencias de absorción, según el punto por
donde entran; la influencia de los nervios en ella; por qué órganos pa-
san , á qué órganos van á parar, por donde se eliminan, cuánto tiempo
emplean en ello ; si es posible la acumulación de sustancias medicinales
hasta el punto de llegar á cantidad tóxica ; si es posible la formación es-
pontánea de venenos' en la economía, ó la trasformacion en ellos de sus-
tancias inofensivas de suyo ; cómo son absorbidos los venenos, íntegros
ó descompuestos; su acción puestos en contacto con nuestros principios
inmediatos ; si esa acción es química; si es vital; qué efectos son los pri-
mitivos, cuáles secundarios ; qué combinaciones forman con nuestros prin-
cipios inmediatos; qué perturbaciones funcionales provocan ; si no tienen
mas que un modo de obrar ó varios, y cuáles son esos; qué relación hay
entre su modo de obrar, su solubilidad y su absorción; cuál es el campo
de la intoxicación, si local, si general; qué circunstancias son capaces de
modificar la acción de los venenos ; cuántas clases hay de ellos ; qué me-
dios tiene la ciencia para estudiarlos bajo todos sus puntos de vista; qué
se debe á los casos clínicos, quéá la experimentación en animales, ya por
el método empírico, ya por el científico , etc.
fié aquí una porción de puntos importantes y trascendentales relativos
á la fisiología de la intoxicación , que no puede ignorar el médico legista,
ora bajo el punto de vista teórico, ora bajo el práctico , y que le han de
proporcionar gran copia de datos, para resolver muchas cuestiones relati-
vas al envenenamiento.
Debe saber igualmente el médico legisla la patología de la intoxicación,
esto es, cómo se forma el diagnóstico absoluto, para distinguir esta enfer-
medad especial de las enfermedades comunes, el diagnóstico clásico ó
genérico ; para distinguir una clase de intoxicación de otra , la cáustica
por ejemplo, de ía inflamatoria, de la narcótica, etc. , y por último , el
diagnóstico particular, por el cual se determina , no ya que la dolencia ó
la muerte no se debe á una enfermedad común, ni qué intoxicación es,
sino qué veneno la ha producido ; la etiología de cada clase de intoxica-
ción , ó lo que es lo mismo, el grupo de sustancias capaces ele producirla;
qué pronóstico hay que hacer, ya de la intoxicación en general, ya de
cada clase de intoxicación, ya de cada veneno, que es como si dijéramos
la gravedad que tiene esa especie de enfermedad ; cuándo es mas ó me-
nos leve, cuándo mas ó menos grave, cuándo mortal, bajo todos los mis-
mos puntos de visla con que se clasifican las lesiones corporales hechas
con armas blancas ó de fuego. Y finalmente , las alteraciones anatómico-
patológicas que producen los venenos, según la clase á que pertenezcan
y sean ellas, y qué especie de alteraciones sean estas, si demostrables á
simple vista, ó por medio del microscopio; si atacan de un modo visible
la textura de los tejidos y propiedades de la sangre , ó si alteran la na-
turaleza y forma de sus elementos histológicos.
Hé aquí otro grupo de conocimientos sin los cuales es de todo punto
lmP°sible que el médico perito pueda desempeñar bien su cometido.
Debe igualmente conocer la profilaxis de la intoxicación , tanto invo-
luntaria como voluntaria, y la terapéutica de la misma; los contravenenos
— 1 9 —
de grupo ó particulares, los antídotos, los planes curativos, las indica-
ciones generales y particulares que hay que llenar en todo caso de in-
toxicación , y las modificaciones que han de sufrir esas indicaciones ge-
nerales , según los casos.
Siquiera cuando es llamado como perito el médico, raras veces puede
prestará la víctima socorro alguno, porque ya ha sucumbido; sin em-
bargo, tanto porque al fin es posible que llegue á tiempo para socorrerla,
no pudiendo perderle, por ser por lo común rápida y ejecutiva la acción
de muchos venenos ; como porque instruido en esa parte de la toxicolo-
logía puede comprender si el caso es un accidente, ó un suicidio ú homi-
cidio; si ha podido ó no ser socorrido ei sugeto, y las alteraciones que,
tanto en los síntomas, como en la anatomía patológica, hayan podido cau-
sar los medios empleados para salvar á la víctima ; debe el perito cono-
cer, ya la •profilaxis, ya la terapéutica de la intoxicación.
Debe igualmente conocer el médico legista la necroscopia de la intoxi-
cación ; esto es , las reglas especiales que la ciencia añade á las generales
sobre las inhumaciones, exhumaciones y autopsias de las personas que
se sospeche han muerto envenenadas, ya para dirigir ó ejecutar esas ope-
raciones de un modo que no se escape ningún dato ó particular significa-
tivo , ya para poder apreciar debidamente los procedimientos que hayan
seguido otros peritos, en el entierro y desentierro de los cadáveres, y en
la autópsia practicada en ellos.
Debe igualmente conocer el médico legista la química de la intoxicación;
esto es, saber las sustancias que se someten á las análisis químicas, ya
procedentes, ya no procedentes del sugeto envenenado; manejar los
utensilios é instrumentos, y montar los aparatos, incluso el microscopio,
necesarios para dichas análisis; los reactivos exigidos por los mismos, y
las reglas para su purificación y empleo , y las diferentes operaciones
analítico-químicas que exige la investigación de los venenos, tanto in-
orgánicos como orgánicos, sólidos, líquidos y gaseosos, ya puros, ya
mezclados con alimentos, bebidas ú otras sustancias, con los materiales
arrojados por vómitos y cámaras, ó con los sólidos y líquidos de la per-
sona intoxicada.
Esta parte de la toxicología es tan necesaria al médico-legista como^ to-
das las demás. Nosotros no podemos participar de la opinión de M. Tar-
dieu, que,, en varios pasajes del escrito á que hemos aludido en los pár-
rafos anteriores , manifiesta la necesidad de asociarse el médico forense
á un químico, para practicar esa parte de la actuación pericial. Luego
nos harémos cargo de este importante punto, y probarémos que esa es
una práctica viciosa, llena de graves inconvenientes, y tan perjudicial á
los intereses de la justicia, como desfavorable á la dignidad de la ciencia
médica.
El médico forense, que debe saber química y análisis química de las
sustancias puras , debe saber igualmente lo que llamamos química de la
intoxicación , que es diferente de la química general y de las análisis
químicas enseñadas en las escuelas, y en España para el doctorado. La
química de la intoxicación es bastante diferente, porque abraza una sé-
rie de operaciones dirigidas á separar las sustancias venenosas de aque-
llas con las cuales están mezcladas, para someterlas luego á la acción de
los reactivos que las caracterizan.
Como luego probarémos que el médico forense es el único perito, cien-
tífica y legalmente idóneo para actuar en los casos de envenenamiento.
— 80 -
no solo con el objeto de recoger los datos relativos á los síntomas y á las
alteraciones anatómico-patológicas , sino también los que se reíieren á los
resultados de las análisis químicas y microscópicas, para que pueda tener
todos los que necesita su convicción ; no le es dado no estar tan al cor-
riente de esta parle de la toxicología general, como de todas las demás.
Para formarse la convicción de que ha habido ó no envenenamiento,
el médico perito necesita poseer los tres órdenes de datos, síntomas, re-
sultados de la autópsia , y resultados de las análisis ; y si no sabe mas
que la patología y necroscopia de la intoxicación; si no sabe la química
de la misma , no puede tener reunidos esos tres elementos de su criterio.
Tomarlos de otro, es lomarlos con fé, con creencia en el juicio de otro, no
es tomarlos con convicción, con conciencia propia de su juicio, lo cual,
como lo veremos luego, es un defecto grave y mas trascendental de lo
que á primera vista parece.
El médico forense , pues, debe poseer la química de la intoxicación á
un mismo grado que la fisiología, patología, terapéutica y necroscopia
de la misma. Tan necesaria le es esa parte como todas las demás ; así
debe actuaren la parte siritomatológica, y anatomía patológica y necros-
cópica , como en la parte química; tan idóneo debe ser para unas actua-
ciones, como para otras; y para ser igualmente idóneo en todas, es nece-
sario que esté en todas igualmente instruido. No hay ninguna razón só-
lida para que el médico forense no estudie la química de la intoxicación,
del mismo modo que estudia las demás partes de la toxicología general.
M. Tardieu , que en tantos pasajes reclama la asociación de los químicos,
no da ninguna. La única que probablemente dará, es que los médicos no
saben generalmente química, uo saben actuar pericialmente como quí-
micos ; mas esa razón pierde toda su fuerza, desde el momento en que se
diga que los médicos tienen que saber química , análisis química, y quí-
mica de la intoxicación , del mismo modo que fisiología , patología tera-
péutica y necroscopia loxicológicas. Que la estudien como deben y la sa-
brán: y que deben estudiarla es tan evidente, como lo es que deben estu-
diar las demás partes de la toxicología.
Si han de saber esta ciencia, en lo cual no puede caber duda; si la
han de poseer tan por completo, como las demás que necesitan poseer
para ser buenos peritos, la han de estudiar en tocias sus partes; pues
bien, una de ellas y muy legítima es la química de la intoxicación ; es la
parte que se relaciona con uno de los tres órdenes de datos que el perito
necesita para afirmar, ó negar que ha habido intoxicación, ó envenena-
miento. Y así como seria inhábil el perito para formar su criterio, si no
supiese la patología de la intoxicación, porque le faltarían los órdenes de
datos relativos á los síntomas y resultados ae la autópsia; así ha de ser-
inhábil , si le falta la química de la intoxicación , porque le falta el medio
de obtener por sí el tercer órden de datos para la formación de su cri-
terio.
Debe saber igualmente el médico forense la filosofía de la intoxicación,
porque ella le enseña cómo debe apreciar el valor lógico de los tres ór-
denes de datos que, como regla general, se reúnen en armonía para la
pación de un criterio; en ella aprende si los síntomas deben ser con-
siderados como expresión de los cuadros trazados en las obras de los au-
tores, ó de otro modo; cómo se distingue el aparato sintomático de toda
intoxicación, del que presentan ciertas enfermedades de invasión brusca,
con apariencias que hacen sospechar el envenenamiento»; ya en los casos
' —Si-
en los que basta el diagnóstico respectivo, ya en aquellos. en que es nece-
sario apelar á la autópsia , y á las análisis químicas , si deben apreciarse
los síntomas aislados, ó en relación, no solo entre sí, sino con los otros
órdenes de datos; cuándo es necesario el cuadro sintomático para afir-
mar la intoxicación ; cuándo puede presumirse; cuándo no hace falta , y
cuándo por sí solos pueden significar lógicamente el hecho. JEn la misma
se aprende á apreciar, bajo los mismos puntos de vista , el valor lógico
de los resultados de la autopsia; en ella, en fin , se aprende á conside-
rar como es debido el valor lógico de los resultados de las análisis quí-
micas, ó lo que es lo mismo, cómo deben apreciarse los caractéres quí-
micos de los venenos; si hay que buscar su fuerza en muchos caractéres,
así exclusivos como comunes , ó si bastan los que determinan el grupo,
la división y el género ó especie; si es ó no suficiente garantía ese con-
junto de caractéres para determinarle, en el estado actual de la ciencia, ó
no lo es por la contingencia de nuevos descubrimientos que invaliden la
significación de ese conjunto; las- diferentes procedencias de las sustan-
cias venenosas, que las análisis descubren en el cadáver ó materias pro-
cedentes del sugeto envenenado, y el modo de determinar su procedencia;
cómo deben apreciarse los resultados analítico-químicos ; si es necesario
presentar los venenos en sustancia, ó bastan las reacciones; si han dé
considerarse esos datos aislados, ó en relación entre sí, y con los demás
órdenes de datos ; en qué casos son indispensables esos resultados ; en
cuáles se puede prescindir de ellos ; en cuáles bastan por sí solos para
afirmar la intoxicación ; lo que significan los datos en los casos colectivos,
y el valor de la prueba moral de ciertos casos.
Sin conocer profundamente esta parte de la toxicología , la mas filosó-
fica de todas , es de todo punto imposible que el médico forense desem-
peñe su cometido, ni aun medianamente; y para desempeñarle bien, por
lo mismo que la filosofía de la intoxicación abraza todas las demás par
tes de la ciencia, las recapitula, diseca, analiza y juzga para formar el
criterio ; he dicho que el médico forense debe saber todas las demás
partes, sin excluir la química de la intoxicación.
Por último, debe saber igualmente el médico forense la toxicología
particular ; debe haber hecho un estudio de cada veneno, bajo los seis
puntos de vista indicados; porque la toxicología general solo le da cono-
cimiento de lo que es común á todos los venenos , ó á grupos de ellos
mas ó menos numerosos , y lo particular, lo individual , lo exclusivo, lo
propio de este ó aquel veneno, solo se adquiere, estudiando particular-
mente cada sustancia venenosa.
Solo poseyendo esa suma de conocimientos, que da el estudio de la To-
xicología general y particular, puede el médico ser perito en los casos de
muerte ó enfermedad causada por sustancias venenosas. Debe poseer
toda la ciencia, como posee las demás que se rozan con las cuestiones
medico legales de diferente naturaleza, tanto de una manera teórica como
práctica; y no solo debe fijarse, como parece quererlo indicar M. Tar-
dieu, en lo que puede parecer práctico en Medicina legal, sino en los
puntos teóricos á que esa práctica se refiera. Bueno será en Toxicología,
como en Medicina legal, como en todo, que no se lance en pos de espe-
culaciones teológicas ni metafísicas; tras de absolutos, ni esencias, ni
teorías indemostrables, que no tengan por medio de comprobación la ex-
perimentación y los hechos indudables ; que busque en sus conocimien-
tos y aplicación de ellos positivismo ; pero que tampoco se empeñe en no
TOXICOLOGIA. — 6
— 842 —
ver mas que hechos, renunciando á los principios; porque la ciencia,
sin estos, no existe, no pasa de un empirismo ciego, y de lodo punto
inservible para determinarla significación de los datos, en que ha de apo-
yarse el perito, para formular sus juicios, en cualquier caso práctico rela-
tivo á envenenamiento, como referente á cualquiera otra cuestión.
XXVI. -Los médicos forenses son los peritos
científica > leg-aluiente idóneos para resolver las cuestiones relativas
ai envenenamiento.
He dicho que el médico-legista debe saber la Toxicologia en todas sus
partes ; que lo mismo debe saber la fisiología, que la patología, la tera-
péutica, la necroscopia, la química y la filosofía de la intoxicación,
puesto que es llamado, como perito, para los casos de muerte ó enferme-
dad causada por los venenos; y si se me dijese, pues, para que no tenga
necesidad de saber todas las partes de que se compone la Toxicologia ge-
neral y particular, que no se le llame mas que para las actuaciones rela-
tivas á la fisiología y patología, y que se reserve para los químicos toda
actuación que requiera las análisis de esta naturaleza ; responderia que
eso no debe ser, que tiene graves inconvenientes, que es contrario á la
dignidad del médico forense y á los intereses de la administración de
justicia. Las actuaciones periciales no deben ejecutarse por comisiones
mixtas; por peritos , hábiles los unos para apreciar una parte , y hábiles
los otros para apreciar otra. Dos peritos, uno para lo médico, otro para
lo químico, no son mas que uno, como lo probaré dentro de poco.
M. Tardieu opina por esa división. En mas de un pasaje de su Estudio
médico-legal del envenenamiento así lo expresa ; y lo repite muchas ve-
ces, como prueba de que es una opinión muy arraigada en él. Como ese
profesor tiene á M. Roussin por químico compañero, pretende que cada
médico perito tenga también un Roussin , que se encargue de la parte
química de las actuaciones periciales.
De que el médico perito necesite tres órdenes de datos para afirmar
una intoxicación , á oaber : síntomas , autópsia y análisis química, no de-
duce, como es lógico y natural, la consecuencia legítima de que debe
saber también la química de la intoxicación ; lo que deduce es que ese
perito por sí solo no basta; que necesita un químico que le ayude. Hé
aquí cómo discurre, después ae haber sentado por premisa, que la in-
vestigación y determinación de la causa de los accidentes y de la muerte
en los casos de envenenamiento, se apoyan en la triple base , síntomas ó
si gnos clínicos , resultados autópsicos y análisis químicas.
«De aquí , como se ve, la necesidad de operaciones múltiples, que no
son todas del dominio exclusivo del médico, y que reclaman las leyes es-
peciales y la experiencia práctica del químico". La reunión del uno y del
otro es indispensable ; y por diferente que sea el papel de cada uno, es
bueno que su acción sea común. Yo no quiero que el médico, sin autori-
dad suficiente, se crea con derecho y poder de acometer solo esa difícil y
peligrosa misión de establecer las pruebas del envenenamiento ; mas por
su parte el químico no debe proceder mas que de concierto con el médico,
que sigue los efectos del veneno en el organismo; reconoce sus huellas
en el cadáver, y dirige, si hay lugar á ello, los experimentos fisiológicos.
La justicia y la ciencia médico-legal están , pues, igualmente interesadas
en que, en toda actuación pericial, en materia de envenenamiento, el mé-
dico y el químico pongan en común sus esfuerzos respectivos , y se pres-
— 83 -a
ten mútuo apoyo. Persuádome que se apreciará respecto de eso la útil
cooperación que ha tenido á bien prestarme en este estudio, para todo
lo que es del dominio de la química , mi sabio y hábil colaborador
M. Roussin.
»Sin dejar de dar á la exposición de los métodos y procederes de aná-
lisis el lugar que le corresponde , no debo olvidar, y me interesa consig-
narlo desde luego, que hay en ios casos de envenenamiento un gran nú-
mero de cuestiones especiales y directas, que pueden ponerse al perito, y
que pertenecen necesariamente y como de derecho al médico, para ser
examinadas y resueltas, bajo el punto de vista de los principios de la me-
dicina legal; esto es, bajo el punto de vista de establecer en cada caso
particular la relación que existe entre lo que hace constar la ciencia, y el
hecho, y las circunstancias del crimen de envenenamiento (l).»
No puede ser, pues, mas terminante la opinión de M. Tardieu. Todo
lo médico ai perito médico ; todo lo químico , al perito químico. Es ver-
dad que no da ninguna razón, ni buena ni mala, para apoyar ese modo
de ver; tal vez le parezca tan evidente que se considere dispensado de
darla, fle dichoque en varios pasajes de ese escrito emite la misma opi-
nión ; no pierde ripio para emitirla ; se conoce que está en dicho autor
muy arraigada.
Desgraciadamente no es solo M. Tardieu el que , á pesar de ser médi-
co-legisla y catedrático de medicina legal, se deja invadir el terreno por
intrusos, y hasta sale á la defensa de esa intrusión. M. Briand hace una
cosa por el estilo, ó quizá peor. Así como se ha asociado á M. Chaudé,
abogado para la parte legal de su manual; así se ha asociado á M. Gaul-
tier de Claubry, para la parte química, no solo en las cuestiones de enve-
nenamiento, sino en las de medicina legal, que necesitan para su cabal
resolución análisis-químicas, llamando esa parte Química legal.
En Francia, los tribunales llaman también á farmacéuticos, como peri-
tos en los casos de envenenamiento , y la Toxicología se enseña en escue-
las de farmacia. La opinión del actual decano de la Escuela médica de
París viene á sancionar esa conducta. No hubiera procedido así el doctor
Orfila.
En España viene de lejos la práctica rutinaria de encargar á los farma-
céuticos todo caso , en el que haya necesidad de análisis química , como
si nadie supiera química mas que los boticarios. Puede que en otros
tiempos fuera así, y que hasta muchos de estos la ignorasen, sobre todo
bajo el punto de vista pericial.
En 1855, nuestro gobierno dió un paso contrario á esa rutina. Si bien
en la ley de Sanidad , art. 94, se dice, que «en las capitales de provincia,
donde haya audiencia, se nombrará por los Gobernadores civiles, á pro-
puesta de la Junta provincial de Sanidad , una comisión consultiva supe-
rior de facultativos forenses, compuesta de los profesores de medicina, y
una de farmacia , encargada de los dictámenes , reconocimientos y aná-
lisis , que para el mejor acierto en los fallos de justicia necesiten las au-
diencias;» el ministerio nombró una comisión compuesta de los dos cate-
dráticos de Toxicología, que había á la sazón en la facultad de medicina
de la Universidad central, para que se encargaran de las análisis quími-
cas periciales , tanto en los casos de envenenamiento , como en los de
medicina legal, que reclamaran esas análisis. Dichos catedráticos eran
(*) Arlale* de Higiene pública y Medicina legal, 1. XXII, 2.d série, paginas 390 y 391.
- 84 -
médicos y médicos los sustitutos ó compañeros que cada catedrático tuvo
durante ’esa comisión; pero no llegaron á funcionar juntos, primero por
razones que no son d¿ esle lugar, y después porque murió uno de ellos,
V se suprimió su plaza.
Pero en 1862, cuando se publico el Reglamento de los médicos foren-
ses, se volvió á la rutina. En el art. 19 se establece que, «cuando haya
sospechas de envenenamiento y en los demás casos en que sea necesario el auxilio
de un perito químico , podrá el juez recurrir á uno ó mas doctores ó licen-
ciados en farmacia, que tengan establecido laboratorio, ó cuenten con los
medios suficientes y propios para practicar la correspondiente análisis.
El médico forense, asista ó no al acto, suministrará al farmacéutico encar-
gado del análisis, los datos ó noticias que este crea necesarias ó conve-
nientes para llevarle á cabo. »
El art. 21 dice; «Siempre que sea necesario repetir el ensayo, oque no
se haya podido practicar de primera intención en los casos indicados en
los artículos 19 y 20, se hará el análisis por los catedráticos de Toxicolo-
gía y Medicina legal y quinto año de farmacia, en cualquiera de las Uni-
versidades en que se hallen establecidas aquellas enseñanzas, prefiriendo
siempre la Universidad mas próxima á la capital de la audiencia del ter-
ritorio respectivo.»
Una circular del ministerio de Gracia y Justicia , del 30 de diciembre
de 1863 , apoyándose en el art. 94 de la ley de Sanidad , y con motivo de
remitir materias analizables los juzgados y audiencias desde puntos ex-
tremos de la Península , en los cuales deben existir, y existen profesores
de farmacia, con los elementos necesarios para practicar las análisis que
se les encarguen , dispuso que , en caso de no haberse nombrado los pe-
ritos y farmacéuticos de que habla el art. 94 de dicha ley, se nombraran
los que desempeñasen las análisis químico-periciales.
La ley de Instrucción pública vigente tiene establecido que haya una
cátedra de toxicología en las Facultades de medicina. El catedrático de
Medicina legal, de esa enseñanza y los discípulos , son médicos. No sé
que se enseñe en las Escuelas de farmacia. Ignoro si hay algún profesor
encargado de la farmacia legal y que explique á los alumnos farmacéuti-
cos toxicología, ni química de la intoxicación. La ley de Instrucción pú-
blica vigente no establece nada de eso.
Pues bien; á pesar de la respetable opinión de M. Tardieu, de la con-
ducta de M. Briand, de lo que se suele hacer en Francia, de la rutina que
desde tiempo inmemorial se sigue en España, de los artículos 19 y 21
del Reglamento de médicos forenses, de la circular de 30 de diciembre
de 1863 , y de la creencia vulgar en que están muchos de que el perito
nato, en todos los casos de toxicología y medicina legal, que reclamen
análisis químicas, es el farmacéutico; tengo el disgusto de opinar en
contra de todas esas opiniones, artículos y prácticas, y sostener que el
verdadero perito, el único científico y legalmente idóneo para actuar en
todo caso médico-iegal y toxieológico , sea cual fuere la naturaleza de la
actuación pericial, perteneciente á las ciencias médicas, es el médico fo-
«H?. y ^e s°l° debe ser el médico forense. La dignidad de la ciencia
médico-legal y los intereses de la justicia, lo mismo que la ley , deman-
dan á voz en grito la abolición de esa rutina, de esa mixtura híbrida
de peritos médicos y peritos farmacéuticos , y la vuelta á la razón , ai
icvK ° comun y á Ia ley . que inició Ja real órden del 10 de mayo de
Xoo5, encargando á los catedráticos de Medicina legal las actuaciones
- 85 -
periciales químicas, tanto en los casos médico-legales que las necesiten,
como en los casos de muerte ó enfermedad, causadas por venenos.
Hablemos primero de la idoneidad científica, luego hablarémes de la
idoneidad legal.
Los médicos son los únicos que estudian la medicina legal. En esta
asignatura se les enseña cómo deben actuar pericialmente , en todos los
casos relativos á las cuestiones, que forman ese cuerpo de enseñanza, y
como quiera que esas cuestiones se refieren á diferentes ciencias , en
cuya posesión debe estar el médico , es evidente que á él compete tra-
tarlas; que él es el perito idóneo científicamente para actuar.
En la cátedra de Medicina legal, y solo en ella se enseña, no solo cómo
debe proceder el médico forense en los casos de cuestiones sobre locura,
asfixias, heridas, parto, aborto; etc.; en una palabra, sobre todas las que
reclaman el conocimiento de la anatomía fisiológica , higiene , patología
general y especial, y terapéutica , farmacología , etc. , etc. , sino también
aquellas, respecto de las cuales hay que hacer uso del microscopio y de
los reactivos químicos. Las manchas ae esperma , de sangre , de materia
cerebral, de grasa, meconio, de moco, pus, etc. , las de pólvora, el exá-
men de las cenizas de un lugar, donde se sospecha que se ha quemado
un feto, etc. , etc. , forman otras tantas cuestiones médico-legales , para
las cuales se necesita el uso del microscopio y las análisis químicas , y
todo eso se enseña en la cátedra de medicina legal á los alumnos médicos,
como las demás cuestiones. Fuera de la cátedra de Medicina legal no se
enseña en España nada de eso. Ninguna escuela de Farmacia española
tiene semejante enseñanza , ni completa, ni incompleta, para los alumnos
farmacéuticos, ni para nadie.
Los alumnos que asisten á la cátedra de Medicina legal, llegan ó deben
llegar á ella, provistos de los conocimientos relativos á todas las ciencias
que se relacionen con las cuestiones médico-legales; .entre esas ciencias
están la física, la química y la historia natural. El estudio de estas cien-
cias está en las asignaturas de su carrera. Las necesitan para el grado
de bachiller en filosofía ó artes, y sin ese grado no pueden matricularse
en medicina.
El uso del microscopio para observar los alimentos anatómicos ó his-
tológicos de los humores y tejidos sanos y enfermos, es esencialmente
médico. La anatomía general, la anatomía microscópica y la anatomía
química , solo la estudian los médicos, porque esa ciencia lo exige. Los
farmacéuticos no estudian nada de eso ; no tienen esos estudios en las
asignaturas de su carrera : es lógico, por lo tanto, que sus profesores no
se lo enseñen en la cátedra.
La análisis química de los humores y tejidos es también enseñanza mé-
dica. Para la formación del diagnóstico en muchas enfermedades, se hace
uso de esa análisis. En la cátedra de Medicina legal se enseña de un
modo mas completo cómo debe procederse á ella. En las cátedras de
farmacia ni se sueña siquiera en tal enseñanza.
Luego, si alguno ha de tener idoneidad científica, para conocer los ele-
mentos anatómicos ó histológicos de los humores y tejidos sanos ó enfer-
mos, ha de ser el médico , y no el farmacéutico. Si alguno ha de saber
analizar químicamente esos humores y tejidos y los elementos constitu-
tivos ó principios inmediatos que les corresponden , ha de ser también,
no el farmacéutico, sino el médico.
¿á qué , pues , considerar al farmacéutico mas idóneo que al médico
para esos casos, en que sea necesario examinar con el microscopio los hu-
mores y tejidos sanos y enfermos, y analizar sus principios inmediatos?
¿En qué cabeza bien organizada cabe que haya de ser mejor perito el
que no ha estudiado la ciencia a que se refiere el caso pericial, que aquel
que la ha estudiado?
¿Qué se ha hecho de aquel axioma antiquísimo peritus in artel ¿A. quién
en estos casos, diria Apeles nc sutor ultra crepidaml ¿Al médico, que ha
estudiado todo lo que se necesita para actuar en esos casos de medicina
legal, ó al farmacéutico que no ha estudiado nada de eso? ¡Y hay gobier-
nos, que, habiendo trazado los programas de cada facultad respectiva,
señalado las ciencias que han de estudiar los que se matriculan en
ellas , y establecido la cátedra de Medicina legal para los médicos y no
para los farmacéuticos, hagan luego reglamentos, en los que se encarga
á los farmacéuticos que actúen , como peritos, en casos prácticos sobre
cuestiones y materias que no han estudiado! ¡Y hay jueces y tribuna-
les que, en vez de buscar el auxilio y la luz, que necesitan, en los médicos,
que se han instruido en la ciencia, en sus cátedras y sus libros, relativa al
caso pericial , se van á pedirlos á los farmacéuticos, que carecen de se-
mejante instrucción! ¡Y hay médicos legistas, catedráticos de medicina
legal y autores de esa ciencia, que renuncian á su derecho, que abdican su
pertenencia , que se rebajan hasta el punto de creer, á pesar de estudiar
todo lo que necesitan para resolver cuestiones periciales, en sentido mi-
croscópico y químico, que les es necesario el auxilio del farmacéutico,
que no ha estudiado nada de eso!
Que les ministerios incurran en ese craso error , en esa aberración in-
concebible; que incurran en ella los jueces y magistrados; que así piense
el vulgo, extraño á la ciencia, se comprende; porque ignoran ó no quie-
ren saber qué es lo que estudia el médico, y qué es lo que estudia el far-
macéutico. ¡Pero que incurran en ese error autores y catedráticos de me-
dicina legal ! eso es lo que no comprendemos, ni podemos comprender.
Es para nosotros una contradicción, un error lamentable, una falta de
tacto , una ligereza censurable y una medida destituida de toda razón y
base lógica, llamar á los farmacéuticos, como peritos, en los casos de me-
dicina legal, siquiera se necesite el uso del microscopio y de las análisis
químicas. Éstas actuaciones pertenecen de derecho al médico forense;
este es el único científicamente idóneo para actuar en esos casos, como en
todos los demás; por la sencilla, clara é irrefragable razón de que solo
él es el que ha estudiado los ramos científicos y recibido las lecciones en
la cátedra, que se necesitan para desempeñar cumplidamente esos cargos.
Otro tanto debemos decir y decimos de los casos de envenenamiento.
Para desempeñar cumplidamente las difíciles y delicadas actuaciones pe-
riciales relativas á la muerte ó enfermedad causada por venenos , se ne-
cesita poseer bien la Toxicología general y particular. La Toxicología solo
se enseña en las escuelas de medicina, en España. En las escuelas de far-
macia no hay tal enseñanza. Los médicos, pues, son los únicos que la
aprenden, que tienen que aprenderla; los farmacéuticos no aprenden nada
de eso, no es de su carrera. ...
En España , en la Escuela de Madrid, la Toxicología se ensena , como
debe enseñarse y aprenderse. La Toxicología general comprende o mlsíJJ0
que la fisiología, la patología, la terapéutica , la necroscopia , y la filosofía ■.
la intoxicación , la química de la misma. La filosofía de la . ’
la que da el criterio al médico forense para juzgar si ha habido o no
- 87 -
venenarriiento, no se puede poseer, si no se posee la química de la intoxi-
cación en igual grado que las demás partes de la toxicología general,
puesto que se refiere á uno de los tres órdenes de datos que constituyen
ese criterio. El médico abraza en sus estudios todas las partes de la to-
xicología general y particular. El farmacéutico, no solo no estudia la
logia , la patología , la terapéulica , la necroscopia, ni la filosofía de la intoxi-
cación , sino ni la química de la misma. Los licenciados ni estudian si-
quiera análisis químicas ; esta asignatura se reserva para los doctores en
medicina y farmacia.
Los médicos aprenden , por lo menos en la cátedra de Medicina legal
de Madrid, la Toxicología por completo, En la química de la intoxicación se
les enseña las sustancias que se someten á las análisis químicas, los uten-
silios y aparatos que son necesarios, el modo de disponerlos y montarlos;
cómo ha de manejar el microscopio; los reactivos que necesitan para des-
cubrir los venenos; las reglas para asegurarse de la pureza de esos reac-
tivos y para emplearlos, y las operaciones ánalítico-químicas que hay que
practicar en todo caso; ya cuando el veneno está puro, sólido, líquido, ó
gaseoso ; ya cuando está mezclado, y es la mezcla del todo líquida , en
parte líquida y en parte sólida , ó sólida completamente , y cuando esas
mezclas son los órganos ó líquidos del sugeto envenenado, la marcha que
han de seguir en los tanteos para saber si el veneno es orgánico ó inor-
gánico, soluble ó insoluble, alcalino ó neutro; el modo de destruirlas
materias orgánicas que le disfrazan ; los diferentes métodos y procederes
qne hay para desembarazarle de aquellos con que está mezclado y some-
terle, al fin, puro á la acción de los reactivos; en una palabra, en esa
cátedra se enseña lo que no se enseña en la de química general , ni en la
misma de análisis química , donde solo se enseña á tratar las sustancias
en estado puro , fuera de las aguas minerales , las tierras y las cenizas;
lo cual tal vez , y así ha sucedido muchos años, no tiene tiempo el profe-
sor de explicar. Siendo por lo tanto eso así , ¿cómo no ha de ser también
el médico el único perito científico idóneo para los casos de envenena-
miento, lo mismo que para los demás, puesto que sabe, debe y puede sa-
ber todo lo que se necesita para ello? ¿Cómo se ha de llamar al farmacéu-
tico, que nada de eso estudia, ni debe estudiar? Tan extraña es la idonei-
dad científica al farmacéutico, en los casos de envenenamiento , como en
los demás casos de la medicina legal. La misma aberración se advierte
en la conducta del gobierno, de los jueces, del vulgo y de los médico-le-
gistas, que se rebajan , creyéndose incompetentes, respecto de los casos
(le envenenamiento, que hemos encontrado en los casos de medicina fo-
rense, para los cuales también se cree, con tanto error, necesario llamar á
los farmacéuticos. Tan impropios son para esos casos, como para practi-
car una autopsia, el reconocimiento de una embarazada, estuprada, he-
rido, loco, etc., etc.
Preveo una contestación á estos lógicos é irrefragables razonamientos,
y voy á salirle al encuentro. Se me dirá: en buen hora que, en la carrera
de farmacia, no se enseñe la anatomía microscópica, ni la anatomía quí-
mica, ni las análisis de los humores y tejidos sanos ni enfermos; que en
ninguna cátedra se les enseñe á examinar ni analizar manchas de sangre,
esperma, meconio , etc.; en buen hora que tampoco se les enseñe toxico-
logia general, ni particular, ni química analítica á los licenciados en far-
macia, ni á estos, ni á los doctores en la misma facultad, la química de
la intoxicación y las operaciones especiales que reclaman los venenos a b-
sorbidos por los tejidos de los sugotos envenenados. Convenimos en que
todo eso es propio de la carrera médica ; que en las cátedras de Medicina
Wal y Toxicología se enseña , en especial en la de Madrid , y que los mé-
dicos lo saben, cleben y pueden saberlo.
Pero, en primer lugar, para aprender bien todo eso, es necesario que
los alumnos médicos sepan química, que los médicos se dediquen á ella,
y p0I* punto general todo lo hacen menos eso; en segundo lugar, los far-
macéuticos pueden estudiar en las obras, ya que no en las cátedras, lo
que no se les ha explicado en estas , inclusive el manejo del microscopio,
y la anatomía microscópica y química , y amaestrarse , en su laborato-
rio, en esa clase de análisis, y en este caso serán tanto ó mas idóneos
científicamente que los médicos.
A esa contestación , más especiosa que sólida , replicaré que lodo eso
puede ser verdad en teoría, no es ningún absurdo , ningún imposible.
Convengo en que, por punto general, son pocos los alumnos médicos
que sepan química, en lo cual acaso influya el vicioso método de ense-
ñanza que se sigue en las escuelas , el haber suprimido de las facul-
tades de medicínala química médica, y sobre todo, no haber en ellas
como debería, una cátedra de estequiología ó de anatomía química, en
lugar de estar esta involucrada con la enseñanza de anatomía descriptiva,
y el afectado desdén, ó la estúpida opinión de no pocos médicos, inclusos
ciertos catedráticos de la escuela vitalista, que no tienen por necesaria al
médico la química, ni sus aplicaciones á la fisiología y patología, califi-
cando despreciativamente de quemialras á los que creen lo contrario. Todo
eso y el lastimoso estado de la práctica médico-forense, que no alienta á
nadie, porque no tiene porvenir favorable á ningún médico, ejerce una
funesta influencia, en punto á carecer generalmente los médicos de cono-
cimientos químicos, yen el olvido á que entregan lo que hayan apren-
dido en la cátedra de Medicina legal , luego que se revalidan y ejercen la
medicina curativa.
Sin embargo, eso no es una razón válida. Si no lo saben, deben y pue-
den saberlo : el título que se les da , supone que lo saben ; los aplicados
están en posesión de lo que deben saber; en los exámenes dan prueba
de ello.
Tampoco saben muchos todo lo que deben saber, en punto á los demás
ramos ae la carrera; y sin embargo, no por eso se los considera incompe-
tentes para asistir á enfermos, ni como peritos en casos de heridas, partos,
abortos, locura, etc. Tampoco los farmacéuticos, por el mero hecho de
serlo, son unos Berzelius, unos Thenard, unos Pelouze-, etc. Son muchos
los que, á poca diferencia, se encuentran en ese punto, como muchos mé-
dicos, ó peor.
Si los médicos, en general, no se hallan en el caso de emprender una
aptnarmn nDPlPlül nono lo mi A i' r\ ni . 1
10 aicho, para que se encuentre la mayoría de farmacéuticos. Ni entre los
mas sobresalientes se han de encontrar muchos que, como no hayan he-
cho de ello un estudio especial y extra-escolástico, sean capaces de des-
empeñar ese cargo.
e todos modos eso solo supondría una cosa muy diferente de la que
Pilleo r U”a ne,ce,si,dad práctica, pasajera y de origen vicioso, hija
^ desaplicacmn , del descuido, del poco fruto que se saca de dedi-
carse á esos estudios. Cumplan los alumnos con su deber; cumplan los
- 89 -
médicos con el suyo; cumpla el gobierno, no haciendo reglamentos con-
tra la ley de Instrucción pública , ni otras leyes; cumplan lo$ jueces y
magistrados, nombrando peritos á los que la ley señala como tales; que
antes de nombrar á un médico forense se le someta á la prueba de su ca-
pacidad, y entonces esa razón dejará de serlo; dejará de tener la apa-
rente fuerza que ahora tiene, para los que no discurren, y la nuestra ad-
quirirá todo su vigor ; entonces se verá con mas esplendor que nunca la
verdad de nuestro modo de pensar; que el médico y solo el médico fo-
rense es el perito idóneo para actuar en los casos en cuestión.
Si se organizara, como es debido, el ramo de médicos forenses; si en-
traran en él sus individuos , no por solo ser españoles , tener 25 años de
edad , ser doctor ó licenciado en medicina y cirugía , haber ejercido con
buena nota su profesión por dos años á lo menos , y acreditar buena
conducta moral y profesional, que es lo único que exige el art. 3.* del
reglamento, y con todo lo cual se puede ser muy malos médicos forenses,
yen especial muy malos micrógrafos y peores químicos; si antes de
darles el nombramiento, ellos hubiesen dado pruebas de idoneidad cien-
tífica para el cargo , perdería completamente su fuerza la observación á
que contestamos, y quedaría mas en relieve lo que sostenemos, en punto
á competencia de los médicos en los mencionados casos.
Pero , aun ciñéndonos á la fatalidad del hecho , á lo práctico , puesto
que lo mismo sucede á la generalidad de farmacéuticos, que á la gene-
ralidad de médicos; lo justo, lo racional, lo lógico, es proclamar á estos
y no á aquellos, como los peritos idóneos bajo'el punto de vista cientí-
fico ; y puesto que los médicos estudian lo que se necesita para esas ac-
tuaciones, y los farmacéuticos no , antes debemos suponer á aquellos mas
idóneos para el caso , que no á estos: Siempre es mas natural y mas ló-
gico suponer que ha de saber una ciencia el que la haya estudiado, si-
quiera sea un talento romo, ó haber sido un desaplicado, que no aquel
que no ha debido estudiarla , por aplicación y talento que le demos.
Respecto á que los farmacéuticos pueden estudiar privadamente, é ins-
truirse en el conocimiento de los elementos fisiológicos y químicos de
los humores y tejidos sanos y enfermos, en el manejo del microscopio y
en las operaciones especiales de la química de la intoxicación ; que pue-
den aprender cuanto necesita el perito en las obras de medicina legal y
toxicología , y llegar á ser tan aptos para actuar en dichos casos de me-
dicina legal y en los de envenenamiento , no seré por cierto yo quien se
lo niegue. No solo pueden estudiar privadamente todo eso, sino mucho
más; no solo la anatomía microscópica y química, y la química de la in-
toxicación , sino todas las asignaturas del médico y quasdam alias.
En punto á la posesión de conocimientos privadamente adquiridos , no
pondremos jamás á nadie límite, ni somos de los que pensamos que, para
saber una ciencia, se necesita haberse matriculado y examinado, y tener
un título académico que lo acredite. La ciencia se adquiere estudiando y
practicando, y se puede estudiar y practicar extra-académicamente.
Iré mas lejos en este punto, para que se vea que no me guia en esto
ninguna prevención hostil á la respetable clase farmacéutica, ni que trato
de arrojar sobre ella, ni sobre ninguno de sus individuos, entre los cuales
tengo amigos de mérito no común , nota alguna de descrédito ni mengua.
Tanto la medicina legal como la toxicología, debeá farmacéuticos ilus-
tres no ñocos trabajos, que las han hecho progresar. En Francia hay
muchos farmacéuticos que conocen perfectamente gran parte de dichas
- 00 —
ciencias no solo bajo el punto de vista químico , sino también fisioló-
gico v así como es un error grave el presumir que, por el mero hecho de
Sr facultativos , doctores ó licenciados en farmacia , ya han de ser peri-
tos cabales en actuaciones periciales que reclaman conocimientos quí-
micos- así también seria otro error no menos grave suponer que no han
de poder poseer privadamente esos conocimientos y los demás que el me-
dico posee académicamente. ........ ,
En este terreno no cabe cuestión. No negamos la posibilidad de que el
farmacéutico adquiera privadamente , si á ello se dedica , todo lo que se
enseña en las escuelas al médico. .
Pero en primer lugar, en el mismo caso se encuentran los catedráticos
de química de los institutos, de la escuela industrial, de las de minas,
los ingenieros, y cualquiera individuo que, privadamente, por afición se
dedique al estudio de la medicina en todos sus ramos, y en especial al de
la medicina legal y de la toxicología, sea militar, cura, hacendado, co-
merciante, etc. Y, sin embargo, nadie los llama para actuar en esos ca-
sos; á nadie le ha ocurrido que, por haber podido estudiar privadamente,
sean aptos para auxiliar pericialmente á los juzgados y tribunales. El ar-
tículo 19 del Reglamento de los médicos forenses se limita á los farma-
céuticos. La rutina añeja hace lo mismo.
En segundo lugar, vengamos á la práctica , salgamos de la posibilidad,
veamos 'la realidad, lo que es, y dígase francamente si los farmacéuti-
cos, en España por lo menos, se dedican privadamente á esos estudios,
poniéndose en ellos al nivel del médico , y adquiriendo de esa suerte
idoneidad científica, para actuar en casos de Medicina legal y de envene-
namiento, como se lo encarga el Reglamento de médicos forenses, decla-
rando á estos incompetentes para el caso.
Cuando alumnos, bastante tienen con estudiar las asignaturas de su
carrera. Tal vez no se dará un solo ejemplar que, además de esas asig-
naturas, estudie las propias del médico , como no quiera ser licenciado ó
doctor en ambas ciencias. Cuando profesores ya establecidos, la inmensa
mayoría se dedica á su profesión , y nada mas que á su profesión , y
puede que lo áspero, desabrido y personal de la práctica , no solo no les
dé tiempo ni humor para dedicarse á estudios extraños á ella , sino que
les haga olvidar gran parte de los ramos de su propia carrera. A la vuelta
de algunos años , hasta los que sacaron notas de sobresaliente en todos
los exámenes , ¿volverían á sufrirlos con tan buen éxito ? Les sucede lo
propio que á los médicos dados á la práctica ; el moho cubre gran parte
de lo que se aprende en las escuelas.
Si el servicio pericial que piden los jueces y magistrados hubiese te-
nido hasta aquí algún aliciente; hubiese reportado ventajas á los farma-
céuticos; se concibe que algunos se hubiesen dedicado á esos estudios
privados y á esas prácticas , extrañas á su profesión , por la cuenta que
les hubiese tenido ; mas tanto los farmacéuticos, como los médicos y ci-
rujanos , saben desgraciadamente , y sobrado bien por práctica , que el
servicio pericial prestado á los jueces no ha ocasionado hasta aquí mas
que trabajo, incomodidades, gastos y compromisos de toda especie; por
?,®ua t0?0.*5 huian de prestarle. Hoy mismo , á pesar de haber prome-
3®® 7 miSlst;o señor Negrete, en su preámbulo del real decreto del 13
:;S.de 1862* que los honorarios de los peritos serian desde enton-
arpntaHn sámente satisfechos , raro ha sido el farmacéutico que haya
aceptado el cargo de perito; todos se excusan con que no tienen lo ne-
- 91 -
cesario para practicar las análisis químico-periciales. Véase lo que dicela
circular de 30 de diciembre de 1863. La misma comisión nombrada por
el gobierno en 1885, después de muchos años de servicio, lo dejó , entre
otras razones , por lo desatendida que estaba. En los preliminares de la
Medicina legal ya hemos dicho cuál es el estado lamentable de ese servi-
cio en nuestros dias.
No habiendo, pues, aliciente alguno , ni honra ni provecho en ese ser-
vicio pericial , huyendo de él los farmacéuticos, como huian los médicos
y cirujanos, en cuanto les era posible, respecto de las demás actuacio-
nes, ¿cómo es creíble que los boticarios se dediquen privadamente á un
estudio y práctica penosos, perjudiciales y comprometidos, siendo extra-
ños á su carrera? ¿Cómo ha de ser probable que, no habiendo honra ni
provecho en ello , se encuentre quien se haya dado á estudios y prácticas
agenos á su profesión? Los móviles del hombre en todo son el provecho
ó la gloria, y aquí no hay ni lo uno, ni lo otro.
Todas las probabilidades , por lo tanto , están en que esos estudios
privados tampoco se han hecho entre nosotros; que asi como los farma-
céuticos no esludian, durante su carrera, lo que se necesita para ser pe-
ritos hábiles, en casos de medicina legal y de envenenamiento, que recia •
man el uso del microscopio y de la análisis química; tampoco estudiarán
privadamente, y hoy dia como una consecuencia lógica de ese estado de
cosas, ha de ser muy contado ó muy raro el farmacéutico, que se haya
dedicado á tales estudios.
Pero demos que los haya que lo sepan , ¿ha de ser esta una razón
para negar esos conocimientos á los médicos, que los estudien y que tie-
nen obligación de saberlos, y para no considerarlos como peritos, en
los casos mencionados , dando ese encargo á los farmacéuticos en globo,
sin enterarse antes de si han hecho esos estudios, ni académicos, ni pri-
vados, creyéndolos idóneos, solo porque son farmacéuticos? ¿No es mas
natural , mas razonable , mas lógico, encargar esas actuaciones á los mé-
dicos forenses , siendo la obligación de estos poseer los conocimientos ne-
cesarios para esa clase de actuaciones ? ¿Por qué se han de considerar
aptos para practicar el reconocimiento de una estuprada y de un impo-
tente, de una embarazada ó parida, de un loco, de un herido, de un
cadáver, una exhumación , una autopsia, etc. , y no se los ha de tener
por peritos igualmente hábiles para reconocer una mancha de sangre,
de esperma, de meconio , de pus, de moco, de materia cerebral , etc.;
y analizar materiales arrojados por cámaras y vómitos, y los sólidos y
líquidos de un sugeto envenenado? Si se los considera aptos para lo pri-
mero , porque han estudiado las materias necesarias para actuar debida-
mente, ¿por qué no se hace otro lauto , respecto de lo segundo, puesto
que también han estudiado lo que se necesita para ello? ¿Por qué así como
no se llama al farmacéutico para que practique una autópsia , teniéndolo
por improcedente, perjudicial y ridículo, no habiendo estudiado anato-
mía normal y patología, se le ha de llamar para reconocer microscópica
y químicamente un humor ó un tejido sano ó enfermo , ó las materias
procedentes de un sugeto envenenado, no habiendo estudiado loque
hace falta para ello? ¿Por qué no ha de ser también improcedente, per-
judicial y ridículo?
He dicho , que eso no solo es indigno de la ciencia médico legal y de
los que la profesan y cultivan, sino perjudicial á los intereses de justicia,
y nada mas fácil de probar una y otra afirmación.
— n —
. No hay razón para sentirse lastimado el médico forense, cuando, á pe-
sar de haber estudiado lo que le da idoneidad científica para esas actuacio-
nes se le tiene por incompetente, y se le asocia á un farmacéutico que no lo
ha estudiado? Ya seria ofensivo ., asociándole un perito que supiera lo que
sabe el médico, ¿pero cuánto más no lo ha de ser, no sabiéndolo, no habién-
dolo estudiado? Eso es suponer que, por poco que sepa el farmacéutico, solo
por serlo, ha de saber más, en esta clase de actuaciones, que el médico.
No sé como hay médico forense que pase por esa humillación , y menos
comprendo todavía cómo hay catedrático ae medicina legal, ni autor de
este ramo de conocimientos médicos, que considere necesaria la asocia
cion de un farmacéutico en dichos casos.
¿Necesitaba Orilla, necesita Devergie, ni ningún médico legista pe-
netrado de su incumbencia, que le auxilie en esos casos ningún farmacéu-
tico? ¿Le hemos necesitado nosotros para nada, durante los años que he-
mos prestado á los tribunales y juzgados ese servicio pericial? ¿ Y no de-
bimos mirar como un cargo incompatible con nuestra dignidad, que el
reglamento de 1802 nos asociara un farmacéutico , siquiera tengamos por
persona muy ilustrada y sabia al digno catedrático de farmacia que, se-
gún ese reglamento, habia de funcionar con nosotros? Lo decimos fran-
camente ; más que la falta de retribución de nuestros trabajos, nos im-
pulsó á dimitir ese cargo , que , como catedráticos no nos impone la ley
de Instrucción pública , esa disposición que envuelve la falsa idea de que
el médico legista , siquiera sea un catedrático , que por espacio de muchos
años enseña teórica y prácticamente medicina legal y toxicología, y que
ha servido con otros médicos á los tribunales con satisfacción de estos ,
como podemos acreditarlo con documentos , no ha de poder actuar, en
casos de medicina legal y de envenenamiento, que reclamen análisis quí-
micas , sin el auxilio de un farmacéutico.
Las ciencias, como los hombres, tienen sus fueros, y los que las ejer-
cen, no pueden desprenderse de su dignidad, ni permitir que esos fueros
se violen.
Pero no es solamente la dignidad de la medicina legal y de la toxico-
logia y los médicos que la profesan, los que sufren con esa práctica; sufre
también , y esto es mas trascendental , la administración de justicia; por-
que no recibe, ni puede recibir, de esa práctica las luces que necesita, ni
la garantía pericial que exigen las leyes y la naturaleza de los negocios.
La ley y la práctica forense exigen, en los casos periciales, dos peritos
por lo menos, y si para uno de los casos en cuestión se llama á un médico
y un farmacéutico, siquiera entrambos firmen el documento que redacten,
no hay mas que un perito científico ; porque el médico , suponiendo que
no es mas que apto para lo médico , solo para esto es perito , y otro tanto
le sucede ai farmacéutico ; solo es perito en lo químico.
El médico no tiene convicción científica de la actuación química, no
tiene mas que fe , creencia , en lo que le dice el farmacéutico , y este á
su vez no tiene ni puede tener convicción científica de la parte ó actuación
m^íca 5 no tiene ni puede tener mas que fé, creencia, en lo que le diga el
médico; de lo cual resulta que el juez que los consulta , aun cuando' vea
dos firmas al pié del documento , no recibe luz mas que de un perito res-
pecto de la actuación médica y respecto de la actuación química, y á ser
togico ese juez tendría que decirles : puesto que Y. médico, se atiene por
L ’ P0^11® 110 entiende de química , á lo que diga el farmacéutico ,
par eso tan bueno soy yo como Y., y V. no me hace falta ; y otro tanto
— 93 —
¿irá al farmacéutico: puesto que V., se atiene á lo que dice el médico,
porque V, no entiende de medicina, tan apto soy yo para tener /¿como V.,
y V. me sobra.
J poco, importa que, en lugar de un médico y un farmacéutico, nombre
á dos, peritos, ni á seis de cada^lase ; siempre resultará un dictámen dado
mitad con convicción científica , mitad con ciega fé , igual á la que puede tener
el juez ; la mitad de los peritos sobran. Este es el defecto grave y capital
de toda comisión mixta ; es un actuante híbrido , que no puede dar al
juzgado la luz y garantía que la justicia reclama. Ni el perito médico
sabe si lo que afirma el perito químico, en lo que se supone que le
atañe, es lo que debe afirmar; ni el perito farmacéutico sabe si lo que
afirma el médico , en la parte que le corresponde , es lo que afirmarse
debe. Lo cree cada uno por lo que le dice el compañero; i y con esa
fé se va á decir al juzgado: tal es el resultado de nuestras investiga-
ciones !
No : es demasiado grave el interés que afectan esas actuaciones, para
que el resultado de ellas, y los juicios que se emitan , no sean en todo
convicción científica , como lo exige la ley y el interés del asunto.
Y puesto que he probado que los farmacéuticos no estudian lo que es
necesario para actuaren esos casos, tampoco puede esperar el juzgado
ninguna luz de lo que le digan los farmacéuticos , hasta en la parte de
la actuación que se pretende que les corresponde.
Poco importa que sepan analizar sustancias inorgánicas ú orgánicas,
puras ó mezcladas, que es todo lo que podremos conceder á los farma-
céuticos, para juzgar los resultados con aplicación á casos de envenena-
miento ; es necesario poseer todas las ciencias del médico ; porque los
hechos del cuerpo humano y cuanto á él se refiere, siempre son comple-
xos; siempre tienen relaciones vastas con estudios biológicos , fisiológicos
y patológicos que el farmacéutico no conoce, y por lo mismo es inca-
paz de apreciar bajo todos los aspectos el hecho" que le den las operacio-
nes analítico químicas.
Pregúntele el juez cualquier cosa que se salga de lo puramente quí-
mico, y le veréis atarugado; se declarará él mismo impotente para con-
testar; ó si no tiene la modestia de confesar su ignorancia, dirá tal vez
un despropósito.
Y no basta que para eso se acuda al médico ; que si este á su vez no
ha estudiado las relaciones de lo químico con lo médico , tampoco acer-
tará en sus juicios ; siempre le ha de faltar uno de los términos del pro-
blema, que no conoce, para resolverle bien.
La triple base que los toxicólogos buscan para el criterio que ha de
servir de guía á los peritos , no solo se refiere á las ciencias que á cada
una de las partes de esa base corresponden , sino á las relaciones ínti-
mas que existen entre esas ciencias, sus hechos y sus principios; y esas
relaciones no se pueden ver con claridad , si la misma inteligencia , si el
mismo perito no las posee todas. El juicio que de esas relaciones brota
no puede nacer de un funcionario híbrido; será infecundo, como todo lo
que dan los híbridos : no puede ser el resultado heterogéneo de la con-
ciencia y de la fé; ha de ser el fruto homogéneo de la convicción cientí-
fica; y esta es de todo punto imposible, si el perito no posee todas las
partes de la triple base ; si no está igualmente fuerte en todo lo qué atañe
á ios síntomas , á las alteraciones anatómico-patológicas , y á las análisis
químicas de la sustancia ingerida en el cuerpo humano, donde ha dado
— 94 —
lugar á fenómenos fisiológicos, patológicos y químicos, que solo el mé-
dico posee ; que no posee el tai macé utico.
Un criterio formado, en parte de convicción y en parte de creencia, no
es completo ni homogéneo ; no es el que exige la ley , y los graves inte-
reses que pueden comprometerse; y esa homogeneidad no ha de buscarse
en el documento, donde se reúnen las actuaciones de los peritos incom-
pletos ó parciales heterogéneos y sus firmas; se ha de buscar en la inte-
ligencia, en el saber, en el poder pericial de la persona consultada.
^Los peritos deben ser todos médicos en los casos en cuestión ; así, sus
conclusiones serán el resultado , no de la fé ni de la creencia , sino de la
convicción científica, que es lo que quiere la ley, la lógica y el sentido co-
mún , y lo que reclaman de derecho los graves intereses comprometidos.
Puesto que he probado que los peritos médicos deben y pueden saber
todo lo necesario para actuar, así en lo químico como en lo médico; ni
los jueces deberian llamar á otros peritos que á los médicos forenses, ni
el gobierno mandarles que llamen á farmacéuticos. En buen hora que es-
tos actúen pericialmente en lo que ataña á su profesión ; en las análisis ó
exámen de las drogas y medicinas, por ejemplo ; pero jamás en casos de
Medicina legal , ni de Toxicología.
Si el gobierno se penetrara de estas verdades; si fuese lógico en sus
decisiones, reales órdenes y reglamentos; si ya que hace estudiar Me-
dicina legal y Toxicología á los médicos, y no á ios farmacéuticos, dis-
pusiera que los jueces y magistrados llamaran á aquellos y no á estos
para dichas actuaciones; si exigiera á los médicos forenses mas requisi-
tos que los que exige el artículo B.° del Reglamento que hoy los rige; si,
antes de nombrarlos, se cerciorara de su aptitud , lo mismo que para una
autopsia, para un exámen microscópico y una análisis química; pronto se
desterraría esa práctica rutinaria, viciosa y perjudicial, y se veria que
los médicos forenses son idóneos para desempeñar todo lo que de los far-
macéuticos tan sin razón se espera , y de un modo mas ventajoso. Du-
rante los cinco años que nosotros hemos servido á los jueces y magistra-
dos en esa clase de actuaciones periciales , liemos satisfecho sus necesi-
dades bajo todos los puntos de vista, lo mismo en las preguntas médicas
que en las químicas, y la administración de justicia , respecto de esa
parte, pudo contar con un auxilio tal como la ciencia actual es capaz de
darle.
Si de la idoneidad científica pasamos á la idoneidad legal , tampoco nos
ha de ser difícil probar que ios farmacéuticos no pueden ser peritos lega-
les, en los casos de Medicina legal y de Toxicología.
Hemos dicho que los farmacéuticos no estudian ni una ni otra ciencia.
Hé aquí las asignaturas de la carrera de farmacia : Materia farmacéutica de
los reinos mineral y animal ; idem vegetal ; farmacia químico-inorgánica; far-
macia químico-orgánica ; práctica de operaciones farmacéuticas. Estas son
para los licenciados. Los doctores estudian además : Análisis química
aplicada á las ciencias médicas ; historia crítico-literaria de la farmacia.
Pues bien; la ley de Enjuiciamiento civil, en su art. 3U3, núm. 2.°,
dice : «Los peritos deberán tener título de tales en la ciencia ó arte á que
pertenezca el punto sobre que ha de oirse en juicio, si la profesión ó arte
está reglamentada por las leyes ó por el gobierno. En este caso , si no los
hubiere en el pueblo del juicio , podrá hacérselos venir de los inme-
diatos.»
En el núm. 3.° de ese mismo artículo se añade:
*• 98 —
« Si la profesión ó arte no estuviese reglamentada por la ley ó por el
gobierno, ó estándolo, no hubiese peritos en ella en los pueblos inmedia-
tos, podrán ser nombradas cualesquiera personas entendidas, aun cuando
no tengan título.»
Eso mismo se observa en la práctica criminal.
Ahora bien ; la medicina está reglamentada ; es una profesión de la
cual se tiene título ; el título se refiere á las materias estudiadas. Los far-
macéuticos no estudian Medicina legal, ni Toxicología; su título no com-
prende las ciencias que se refieren á los casos, para los cuales se les quiere
hacer actuar; no tienen, pues, carácter legal, aptitud legal para ello.
Ni hay para qué decir que no hay otros peritos, y que por lo mismo se
está en el caso del núm. 3.° del art. 303. flay los médicos forenses; y
donde quiera que estos estén no han de faltar peritos, y por lo mismo
no pueden , según la ley, ser llamados los farmacéuticos, como cuales-
quiera personas entendidas, siquiera no tengan título de la ciencia, á que
corresponda el punto sobre el cual ha de oirse en juicio.
El Reglamento de los médicos forenses, así como es contrario á la ley
bajo otros aspectos, lo es respecto de los artículos 19 y 21 ; por cuanto
en oposición al art. 303 de la ley de Enjuiciamiento civil , da como peri-
tos hábiles á los farmacéuticos, en asuntos respecto de los cuales se nece-
sita poseer un título, que no tienen; y como un real decreto no tiene
fuerza para derogar una ley, resulta que los farmacéuticos carecen, no
solo de idoneidad científica , sino de idoneidad legal , para actuar como peri-
tos en los casos de Medicina legal y de envenenamiento ; perteneciendo á los
médicos forenses, y solo á los médicos forenses, el desempeño de esas
funciones en dichos casos, como en todos los demás relativos al arte, ó
ciencia reglamentada , de la que tienen título.
Si tanto en un proceso ó causa criminal, como en un negocio civil,
hubiese quien reclamase contra el nombramiento de farmacéuticos como
peritos, quien los recusase por ilegales, pidiendo que se diera por nulo
todo lo actuado, después de esa notoria infracción de la ley, ¿podrían los
magistrados oponerse á esa justísima demanda? ¿Y qué conflictos no ha-
brían de resultar en la administración de justicia, el dia en que, penetra-
das las partes de esa ilegalidad , dieran en reclamar contra esa práctica , y
en pedir la anulación de todo lo actuado sobre el juicio pericial dado
por peritos ilegales? Lo dejamos á la consideración de los hombres de la
ley. Tanto por eso , como por la falta de idoneidad científica , y los gra-
ves é inevitables inconvenientes que tienen las comisiones híbridas ó
mixtas, tenemos esa práctica por altamente contraria á los intereses de la
justicia, que tan sin razón cree mejor servidas M. Tardieu, asociando
al médico forense un químico que no sea médico.
Creo que dejo plenamente probada la tesis de este párrafo, y paso al
último punto de esta introducción , ya demasiado prolongada.
VXA'H. — Utilidad de una cátedra de toxicologfia práctica.
Habiendo consignado que los médicos forenses deben estar en plena
posesión de la ciencia toxicológica general y particular, como deben es-
tarlo de las demás ciencias , á que se refieren las diversas y numerosas
cuestiones que constituyen la Medicina legal; habiendo probado también
que ellos son y deben ser los peritos científicos y legalmente idóneos
para actuar en todos los casos médico-legales y de envenenamiento, que
— 06 —
reclamen el uso del microscopio y el empleo de las análisis químicas; es
necesario que la enseñanza les facilite todo lo que el estado actual de la
ciencia haya reunido, bajo el punto de vista, ya teórico, ya práctico, y
que las obras que les sirvan de guía en el estudio abracen todas las par-
tes de que dicha ciencia se compone.
En las cátedras de Medicina legal , por lo menos en la de la facultad
de Medicina de la Universidad central, se les da esa enseñanza, en toda
su extensión y plenitud; no solo de un modo teórico y simplemente oral,
sino de un modo práctico, demostrando el profesor en la clase lo que
cada cuestión ó punto tratado exige, con manipulaciones ú operaciones
conducentes al objeto, respecto ya de la aplicación del microscopio, ya de
las análisis químicas, igual que de las demás demostraciones prácticas.
. Sin embargo, por grande que sea el celo del profesor en hacer prácti-
cas todas las lecciones que lo exigen , aun cuando su asignatura tenga
lecciones diarias; aun cuando los alumnos pongan de su parte toda la
aplicación y aprovechamiento posibles, no es dado alcanzar tanto resul-
tado como se alcanzada , si , además de la asignatura de Medicina legal
y Toxicología , hubiera otra destinada á la Toxicología práctica.
La Medicina legal, en el estado ¡actual de esta ciencia, es muy vasta;
y para enseñarla debidamente, de un modo teórico y práctico á la vez,
se necesita todo el curso. No seria un lujo de cátedras destinar una exclu-
sivamente á la Medicina legal, y otra á la Toxicología teórica, además
de la cátedra de Toxicología práctica , á favor de la cual escribimos es-
tas líneas. La Toxicología se halla en el mismo caso que la Medicina
legal; el estudio de la general y de la particular necesitan un curso: los
ocho meses del curso académico ó año encolar.
Pero ya que por razones de economía, ó por no sobrarles tiempo á los
alumnos para la asistencia á tantas cátedras , se insista en que el cate-
drático de Medicina legal explique también en un mismo curso, después
de aquella , la Toxicología ; creo que se acabaria de obtener todo el fruto
apetecible de esa importante enseñanza, estableciendo además una cáte-
dra de Toxicología práctica para los doctores en medicina ; exigiendo
luego que, para ser médico forense, se acreditase por lo menos , ya que
no la investidura de ese grado , la certificación de haber-ganado el curso
de esa enseñanza.
Los alumnos no ven , ni pueden ver mas que una vez las demostracio-
nes prácticas , en la cátedra de medicina legal y toxicología ; no es cosa
fácil que puedan ensayarse en el laboratorio , teniendo otras obligacio-
nes escolásticas á que atender, y eso forzosamente ha de contribuir, ade-
más de otras influencias ya indicadas en el párrafo anterior, á que no sa-
quen todo el provecho posible de esa enseñanza. En dicha cátedra empe-
zarían á familiarizarse con las manipulaciones, y recogerían todos los co-
nocimientos teóricos necesarios para darse á la práctica.
Concluida ya su carrera , matriculados para el grado de doctor, mas
libres y posesores de mayor tiempo , no teniendo mas que una lección
diaria de historia de la medicina un dia , y otro de análisis química -(‘),
podrían asistir á la cátedra de toxicología práctica holgadamente , y allí,
míd' est0 se escribía , no había salido aun en la Gdceta la reforma de Ja enseñanza
mi» »a’ i ^ u® Pov^Qmbre de 1866, según la cual se aumentan las asignaturas de anato-
é hi&ien.G Pública’. re'at¡vamente á los doctores en medicina. Estas dos asig-
toxicología ^ °n estudiarlas los licenciados ; y en su lugar debería establecerse la cátedra de
- 97 -
no solo ver repetidas y con mas detenimiento las operaciones microscópi-
cas y químicas, sino trabajar, practicar ellos mismos, bajo la dirección del
profesor, los ensayos durante el curso , y de esta suerte podrían salir
de la escuela ya peritos hábiles para toda suerte de actuación , que recla-
mara esa clase de operaciones.
¿Quién podría entonces negarles la competencia en punto á la aptitud
pericial? ¿Quién habría tan obcecado que insistiese todavía en creer ne-
cesarios los farmacéuticos para tales actuaciones? ¿Qué auxilio, qué
ventajas, qué bienes tan notorios no habría de reportar la administra-
ción de justicia de semejante institución ? ¿Qué es una mezquina consi-
deración de economía al lado de esas luces , deesas ventajas, de ese au-
xilio (!)?
Esa cátedra ya ha existido en la Universidad central. En una de las re-
formas que se hicieron años atrás en la enseñanza médica , se creó una
cátedra de Medicina legal y Toxicología prácticas para los doctores, de-
jando la de la Medicina legal y Toxicología teóricas para los licenciados.
Pero desgraciadamente esa medida fué neutralizada por ciertas influen-
cias, que le dieron una dirección torcida , la que malogró la buena inten-
ción del que propuso esa reforma. El catedrático de Medicina legal debia
dar esa enseñanza, cuatro meses á los licenciados y oíros cuatro á los
doctores. Para los primeros tal vez era escaso el tiempo. Mas no faltó
quien viese en ello una buena ocasión para dar una cátedra á cierta per-
sona allegada suya, nombrada para ir á estudiar Toxicología práctica á
París , y se le encargó , cuando volvió , esa cátedra de Medicina legal y
Toxicología prácticas.
Dejo á un lado las tristes reflexiones á que da lugar esa disposición
que , á trueque de favorecer á una persona , se inferia no solo al profesor
de Medicina legal y Toxicología existente notable agravio, sino al país,
suponiendo que, para que hubiese en él esa enseñanza, era necesario nom-
brar á un profesor, que no se había dedicado nunca, no solo á esa ense-
ñanza, sino ni á la práctica de la medicina común, fuera á estudiará París
bajo la dirección de Orfila , que no enseñaba Medicina legal y Toxicolo-
gía, ni en la escuela de medicina, porque su cátedra era de química mé-
dica, ni en su laboratorio, porque no admitía á nadie en él con tal
objeto.
Tampoco diré cómo se realizó esa enseñanza , ni qué resultados tuvo.
Solo recordaré, como prueba de que esa disposición no se dió sino al influjo
de intereses particulares, que, muerto desgraciadamente dicho profesor,
(') Hoy cüa pudiera hacerse lo que indico con toda perfección y economía posible. Bas-
taría con encargar esa enseñanza al entendido ayudante especial de mi cátedra, el ilus-
trado doctor D. Teodoro Yañez , catedrático nombrado paro la cátedra de Medicina legal
y Toxicología de Granada , que ganó brillantemente por oposición, y cuyos vastos y sólidos
conocimientos en dichas materias permiten esperar de dicho doctor un éxito completo en
los buenos resultados de esa enseñanza. El doctor Yañez, sobre poseer teóricamente cuanto
cumple á un profesor de Medicina legal y Toxicología , está habituado á los trabajos de
laboratorio ; es una especialidad en la materia y le considero como el mas propio, por no
decir el único que en la actualidad existe , para el cabal desempeño de la cátedra de Toxi-
cologia práctica. Si tanta es la penuria del Erario, creo que elevándole á la categoría de
catedrático supernumerario, para la sustitución de mi cargo en mi cátedra, por mis enfer-
medades . ausencia . puesto que el diü que falle no hay quien pueda sustituirme , habién-
dose visto precisado el gobierno á habdita'r para ello al señor Yañez, lo cual no es de su
obligación , y retribuyéndole además debidamente el desempeño de la cátedra de Toxico-
logía práctica, se obtendría, sin gran gravamen de los fondos de Instrucción pública , la
reforma que propongo. Lo mas natural seria nombrar un catedrático con todos los de-
rechos de los demás ; pero ya que no sea esto, podría hacerse lo que acabo de indicar.
TOXICOLOGIA. — 7
— 98 —
se suprimid su cátedra, volviendo á encargarse de !a enseñanza teórica
y práctica, el profesor antiguo , y poniendo á su disposición el magnífico
laboratorio, que para el otro se habia construido, mientras que el pri-
mero nunca pudo alcanzarle, y hasta tenia que costearse los reactivos.
Pues bien; lo que en esa época se hizo para favorecer á una persona,
debiera hacerse con mas motivo ahora para proporcionar á la ciencia mas
enseñanza, y á la administración de justicia peritos mas idóneos en la
clase médica , y mucho mas á propósito que los que busca hoy día en la
clase farmacéutica. Que siga el profesor actual de Medicina legal y Toxi-
cología su enseñanza durante todo el curso teórico y práctico á la vez,
para los licenciados, y que haya también otra cátedra de Toxicología
práctica, con lecciones alternas, para los doctores en medicina, sirviendo
el mismo laboratorio para entrambos.
lie concluido los puntos que me ha parecido oportuno y hasta casi
necesario tratar en esta introducción, y si parece demasiado larga, há
gase cargo, el que así la considere, de la importancia y trascendencia de
esos puntos. Además, si la desea mas breve, que no la lea, que se con
tente con ver lo principal , lo mas sustancial de ella concentrado en el si-
guiente
KESUMEN DE LA INTRODUCCION.
Las intoxicaciones involuntarias y voluntarias son muy frecuentes; los
tres reinos de la naturaleza contienen un gran número de sustancias ve-
nenosas que por todas parles nos rodean ; aquí vegetales, frutos, hojas
tóxicos se toman por alimentos; allá hay emanaciones deletéreas de fá-
bricas, lugares infectos , flores ; mas allá animales ponzoñosos , que nos
pican ó nos muerden.
A los accidentes se unen los atentados intencionados , por medio de ve-
nenos contra otro, ó contra sí mismo.
De aquí el interés de la toxicología (1).
El envenenamiento puede y debe considerarse históricamente bajo dos
aspectos, el social y el cientííico.
El primero consiste en una série de hechos sociales, notables, mas ó
menos trascendentales , ya por los pueblos donde han acaecido , ya por
los personajes que han sido víctimas de agresores , y las circunstancias
que han dado cierto carácter á ciertos siglos ó naciones.
El segundo se refiere á los estudios, trabajos y obras científicas sobre
los venenos, desde los mas remotos tiempos hasta nuestros dias, y los
autores que se han hecho notables bajo ese aspecto.
Como los hechos sociales han sido primero que los estudios científicos,
á que han dado aquellos lugar , la historia del envenenamiento debe em-
pezar por el aspecto social (11).
El envenenamiento, como crimen, no es tan antiguo como el mundo so-
cial; como accidente, debe de serio.
La virtud maléfica de los venenos no se conoce o priori ; esta nocion se
debe á la experiencia y observación.
Las reglas establecidas por los botánicos para distinguir los vegetales
dañinos de los sativos, sobre ser insuficientes, también proceden de la
experiencia.
Las intoxicaciones involuntarias han debido de ser coetáneas de las pri-
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meras asociaciones de hombres, que no pudieron distinguir los alimen-
tos de los venenos , sino á fuerza ae ensayos y víctimas.
Las primeras intoxicaciones involuntarias debieron de ser producidas
por animales ponzoñosos ; luego por vegetales creídos buenos alimentos;
últimamente por minerales.
Ellas dieron ocasión para que el crimen se valiera de venenos , come-
tiendo suicidios y homicidios (III).
La historia confirma estas conjeturas, ya con los datos mitológicos y
literarios , ya con los verdaderamente históricos.
La mitología y la literatura antigua nos permiten conocer algo de esos
tiempos fabulosos.
La mitología oriental es un gran poema, por el cual se pueden conocer
muchos hechos sociales de aquellos tiempos , y entre ellos los del envene-
namiento.
Las dos secciones en que se divide la mitología , dioses y semidioses,
ó héroes elevados á la categoría de divinidades , dan alguna idea del en-
venenamiento , en los dias remotos , en que imaginaron esas creaciones
fantásticas los poetas, sacerdotes y filósofos.
En la historia de los dioses del Olimpo no hay ningún envenenamiento
voluntario ó criminal. Solo figura el templo del oráculo de Delfos , edifi-
cado sobre una grieta, por la que salía un gas que hacia saltar las cabras
que le respiraban ; el centauro Chiron , que fué envenenado por una fle-
cha de Hércules, untada con la sangre de la hidra de Lerna, y Orion,
hechura de tres dioses, mordido por una culebra ponzoñosa.
En la de los dioses de la tierra no hay ningún envenenamiento , ni in-
voluntario , ni voluntario.
En la de los dioses de los mares hay Euridice , que fué mordida por
un reptil venenoso ; Glauco, el Pescador, que comió unas yerbas que da-
ban vigor, lo cual aprendió de unos peces , y Amfítrite , mujer de Nep-
tuno, que envenenó por celos las aguas del baño de la ninfa Scila.
Los dioses del Tártaro tampoco manejaban venenos.
Cancerbero tenia por pelos culebras ponzoñosas. Al pasar por los cam-
pos de Tesalia ese portero del infierno , llevado por Hércules, vomitó,
y las yerbas que tocó su vómito , se hicieron venenosas. La laguna Stigia
exhalaba gases deletéreos. El sueño, divinidad del infierno, estaba re-
presentado por un niño con adormideras en las sienes, y un vaso lleno de
licor narcótico.
En la historia de los semidioses hay ya envenenamientos voluntarios,
suicidios y asesinatos. Las Gorgonas y Medusa tenían por pelos culebras
ponzoñosas. Las de la hidra de Lerna nacieron de la sangre de Medusa,
ístenobea , esposa del rey Preto , se suicidó envenenándose. La hidra de
-erna, que Hércules mató, era ponzoñosa. El héroe untó sus flechas con
la sangre de esa hidra, y con ellas mató á Filoctetes , al centauro Chiron,
y á otros.
Hércules murió envenenado por una túnica que le regaló su esposa
Deyanira, empapada de la sangre ponzoñosa del centauro Neso.
Nefele fué acusada de envenenadora del trigo.
Medea es la Locusta de los tiempos mitológicos. Con sus brebajes fué
adormecido el dragón que guardaba el vellocino de oro, cogido por Ja-
son. Envenenó á Glauce, esposa de Jason y quiso envenenar á Teseo en
un banquete.
Circe es otra envenenadora de los tiempos fabulosos. Transformaba á
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los hombres en bestias, por medio de ciertas yerbas y brebajes. Enve-
nenó á su marido, huyó á Italia, y en el monte Circeo estableció su in-
fernal laboratorio. La virga circea y el pocuhtm circeum eran sus instru-
mentos de muerte por veneno (IV).
Los libros santos , lo mismo que las fábulas mitológicas y las primeras
historias, confirman que, en los primeros tiempos, no había intoxicaciones
voluntarias. Los hechos historiados por Moisés, Esdras y Nehemias no
presentan ningún caso de envenenamiento.
Moisés recomendaba la limpieza de los utensilios de cobre, muy fre-
cuentes en esos dias. Habría intoxicaciones involuntarias con cardeni-
llo (V).
La historia profana ya va presentando envenenamientos de todas cia-
ses. En la edad antigua, después de las intoxicaciones involuntarias, vie-
nen los suicidios y homicidios. Demóstenes, Aníbal, Cleopatra, Ca-
tón, etc., se suicidaron. Mitrídates se suicidó con su espada, por no
poder hacerlo con venenos, á los cuales se supone que se había acos-
tumbrado, para no ser víctima de un asesinato de esa especie.
El Asia, abundante en animales ponzoñosos y yerbas venenosas, pro
senta envenenamientos en gran número. Reyes y personajes son envene-
nados con frecuencia por su mujer ó sus rivales. El Egipto se hizo céle
bre por sus envenenamientos, en los tiempos de los Ptolomeos. Eran muy
diestros los egipcios en confeccionar venenos. Ellos fueron de los prime
ros en ejecutar á los reos con la bebida de la cicuta.
Los cartagineses usaban del veneno como ardid de guerra. Envenena
ban las aguas de los sitiados y el vino con mandrágora para domar á los
soldados.
La Grecia tiene también muchos envenenamientos. Todos saben lo que
le sucedió á Alejandro; un anónimo le dijo que su médico debia envene-
narle. Sócrates pereció envenenado por la cicuta, empleada en Grecia,
como en Egipto y el Oriente como medio de suplicio.
Los romanos tuvieron épocas de envenenamiento y notables envenena-
dores. Durante el consulado de Valerio Flaco y Marco Cláudio Mar-
celo, había mujeres que preparaban tósigos. Lucio Cornelio Silva tuvo
que dar una ley contra los envenenadores.
En los tiempos de los Emperadores , se hizo célebre Locusta, que era
la Medea, la Circe de los tiempos históricos. Calpurneum envenenaba á
sus mujeres en el acto del cóito , introduciéndolas con el dedo el veneno
en los órganos genitales.
Los misioneros dicen que es antiquísimo en los primitivos pueblos de
la India y América el uso de los venenos, el ticunas ó curare, y otros (VI).
Los árabes y pueblos sometidos al islamismo han usado también los
venenos, desde la mas remota antigüedad. En la edad media conocían
todos los venenos de su tiempo; en los serrallos eran frecuentes las muer-
tes por. bebidas tóxicas.
Los bárbaros del Norte no tienen hechos históricos, en punto al enve-
nenamiento. Su clima, la naturaleza- de sus plantas y animales, y su ru-
deza y pujanza,, tal vez contribuyera á ello.
En la edad media , á toda especie de crímenes tan frecuentes en esa
época, se unió el asesinato por medio del veneno (VH).
A principios de ía edad moderna , los envenenamientos se hacen fre-
cuentísimos. La Italia y la Francia sobre todo , recuerdan los tiempos de
Locusta y de los envenenadores romanos. Lucrecia Borgia en el si-
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glo xiv, es la Medea, la Circe, la Locusta de la edad moderna. En el si-
glo xvi y xvii toma el envenenamiento en Nápoles un vuelo espantoso.
El agua Toffana, la acquetta di Nápoles, hace muchísimas víctimas. Era el
ácido arsenioso. La famosa Scala , al frente de ciento cincuenta enve-
nenadoras, se deshacía de los maridos que estorbaban á su mujer.
Catalina de Médicis, por medio del florentino Renato , grande enve-
nenador y asesino, envenenaba á todos los que le daban sombra.
La marquesa de Brinvilliers, la Voisin, ayudadas por Sainte-Croix y el
italiano Exili , manejaban los polvos de sucesión , haciendo muchas víc-
timas en Francia. También había algunos Calpurneum. Un rey de Nápo-
les murió envenenado , después de un cóito con una de sus queridas.
Los nobles y personajes echaban piedras preciosas en las comidas,
creyendo que, empañándose, les revelarían el veneno de que temían ser
todos los dias víctimas (VIH).
En la edad actual , después de los adelantos de las ciencias naturales,
y sobre todo, de la química, abundan mas los venenos, se obtienen con
mas facilidad y hay también muchas intoxicaciones involuntarias, suici-
dios y asesinatos con venenos. El ácido arsenioso ha sido por muchos
años el predilecto. Luego le han reemplazado los alcalóides , estricnina,
nicotina , y digitalina.
Francia, Inglaterra y Alemania se han distinguido por envenenamien-
tos ruidosos, en estos últimos tiempos. Las madame Lafarge, Lacoste y
algunas otras han adquirido celebridad como las Locusta , las Lucrecia
Borgia, las Brinvilliers y las Scala. El conde Bocarmé, el duque de Pras-
lin , el médico Gouty de Lapommerais , se han hecho célebres, el primero
y el último como envenenadores ; el segundo como asesino y suicida
por veneno.
En Inglaterra han adquirido celebridad los doctores Palmer y Pris-
chart, como envenenadores con la estricnina.
En Alemania ha habido la Yegado y otras mujeres dadas al oficio de
envenenadoras.
España, ni en sus tiempos antiguos , medios y modernos , ni en los ac-
tuales, ha dejado de tener envenenadores y envenenamientos; mas si ha
habido en los antiguos y medios personajes y reyes envenenados, ningún
envenenador ha adquirido celebridad (IX).
La historia del envenenamiento, bajo el aspecto científico , está en ar-
monía con el del aspecto social. Se remonta á la antigüedad fabulosa.
Oríeo y Homero aparecen como los primeros que hablan de venenos.
No se conoce ningún autor de Egipto ni del Oriente que trate de vene-
nos, á pesar de ser tan conocidos y usados en esas partes, desde remotos
tiempos.
La Toxicología es nula en los siglos anteriores á Hipócrates. Se cono-
cían algunos animales ponzoñosos, algunas plantas narcóticas, narcótico-
acres é inflamatorias, y pocos minerales venenosos. La potasa, la sosa, la
cal, el salitre, el amoníaco, ya eran conocidos de los egipcios. Los grie-
gos y romanos tenian noticia del mercurio como veneno. Los mineros se
servían de mascarillas para precaverse de las emanaciones mercuriales.
Los griegos conocían el sulfuro de arsénico con el nombre de sandaraco
nativo. Vitrubio advirtió que los acueductos de plomo eran dañinos.
Hipócrates no habla de los venenos; solo menciona entre los minerales
el sandaraco. La legislación de Atenas prohibía que se escribiese sobre
ellos; pero el juramento de Hipócrates supone que los habia, y que ha-
— 109 —
bia envenenadores. Los farraacópulas preparaban en efecto brebajes y
cosméticos de todas clases.
Hasta los liempos de Teofrasto y de Nicandro no se escribe de los ve-
nenos. La Historia de las plantas del primero y los Alexifármacos del se-
gundo, tratan de ellos.
Galeno calla sobre los tósigos, y acusa á los que hablan de ellos en sus
obras; sin embargo, hace mención de algunos, como objeto de historia
natural , y opina que pasan á la masa de la sangre.
La Toxicología empieza con Dioscórides (1Í5 A. J.). Es el primero que
escribió un libro sobre los venenos y sus antídotos. Luego escribió Pli-
nio en Roma, y en el Rajo Imperio , Aecio y Pablo de Egina (X).
Los árabes escribieron sobre los venenos , conociendo las obras de
Aristóteles, Teofrasto y Dioscórides. Ya tenian noticia de muchos mine-
rales. Maimonides era el primer toxicólogo. Rhazes , Mesoé , Avenzor,
Averroes y Avicena hablan de los venenos y sus antídotos. El último
avanzó ideas que han tenido eco en tiempos modernos, en especial sobre
la absorción de los venenos. Inventaron los bezoares.
En los países occidentales, dominados por los cristianos, como no se
cultivábanlas ciencias naturales, eran nulos los estudios toxicológicos(XI).
Desde el siglo xv empiezan en Europa los estudios sobre los venenos,
por ser ya mas conocidos los trabajos de los antiguos y mas cultivadas
las ciencias físicas y naturales.
Pedro Albano rompe la marcha y trata de los venenos de los tres rei-
nos y sus antídotos.
En el siglo xvi aparecen Ponzzeti, Arnaldo de Villanueva , Santos de
Ardoinis, Cardan, Grevin, y tras ellos, los Pareo, los Cesalpino, los Mer-
curial, Raccio, Rodrigo de Fonseca y otros muchos.
Gerónimo Mercurial es el gran toxicólogo del siglo xvi. Profesó doctri-
nas de Galeno, Plinio, Dioscórides y Avicena. La intoxicación arsénica!
es tratada con alcohólicos. Fabricio de llilden , Matthioli , Zachías y
Chioco son también notables, en punto á cátedras sobre los venenos.
En ese siglo todavía se advierte en los autores temor de tratar de los
venenos, como los antiguos, y protestan sus buenas intenciones.
En el siglo xvn son mas numerosos los toxicólogos ; ya se recogen los
casos clínicos, se hacen experimentos en los animales y hasta en los hom-
bres condenados á muerte por criminales, á quienes daban bezoares
como contraveneno.
Algunos tratan de ciertos puntos relativos á la fisiología de la intoxi-
cación como Reies, Courten, Wadel, y otros de todos los venenos minera-
les, vegetales y animales, como Antonio de Trilla en Toledo.
El siglo xvm tiene también una multitud de autores, que hablan de los
venenos , bajo diversos puntos de vista.
Mead, Síndor y Neuman aplican á los venenos las doctrinas yatroma-
temáticas y quemiátricas.
Gastoldy busca si hay diferencia entre los venenos y un remedio para
todos.
Nebel se dedica al diagnóstico.
Baigueres empieza á bosquejar los medios de investigación del veneno
en el cadáver.
Gemelin é Isenflamu tratan de las sustancias venenosas que pueden ser
medicamentos, y de los medicamentos que pueden ser venenos,
Hoffmann combate errores.
- 103 -
Stenzel da el primer tratado sobre Toxicología patológica médica.
Plenck publica su doctrina sobre los venenos y antídotos.
El siglo xix sobrepuja á todos, tanto en multitud de obras de Toxicolo-
gía, como en doctrinas mas en armonía con la observación y experiencia.
Los progresos de la historia natural, de la física y de la química, en-
riquecen y perfeccionan la Toxicología. Cada dia se va organizando más
como una verdadera ciencia y extendiendo su desarrollo.
Los tratados de puntos especiales abundan , pero también empiezan los
. de Toxicología general.
Franck da su Manual de Toxicología.
Duval publica su Ensayo de Toxicología , y proclama el azúcar como con-
traveneno de las sustancias metálicas y minerales.
Faure y Pallas clasifican los venenos de un modo nuevo.
Orfila da la primera edición de su Toxicología general , considerada en
sus relaciones con la fisiología patológica y Medicina legal , y crea la ex-
perimentación en los perros y la química toxicológica.
Armand de Montgarny la trata de un modo mas general.
Eusebio de Salle y Lemaistre trazan reglas y prácticas para descubrir
los venenos.
Guerin de Mammers trata de la Toxicología , bajo un punto de vista quí-
mico, fisiológico patológico y terapéutico.
Anglada publica su Toxicología verdaderamente general.
Toaos los demás, si bien escriben sobre los venenos, cada uno trata en
especial, ya de un punto particular , fisiológico, patológico ó terapéutico,
ya de estos ó aquellos venenos; empiezan las monografías (XII).
Desde el segundo tercio de este siglo, es innumerable el catálogo de los
escritores sobre los venenos.
Aparecen periódicos dedicados á la Medicina legal , á la Farmacia, á la
Química y á la Toxicología.
En ellos se dan á luz, ya casos clínicos y médico-legales, ya los resul-
tados de nuevos experimentos en animales ; monografías sobre casi todos
los venenos; se descubren muchos, en especial orgánicos y alcaloideos; se
perfeccionan los medios de combatirlos y descubrirlos en el cadáver; la
química arroja gran luz sobre los problemas toxicológicos. El arsénico
es estudiado profundamente.
Se inventa el aparato de Marhs , y se perfecciona el método de Stass
y otros procederes , y se aplica el microscopio. Aparecen nuevos aparatos
para otros venenos, y últimamente se ensaya la experimentación fisio-
lógica.
En una palabra , se escribe aisladamente sobre todos los puntos de la
Toxicología general , y sobre todos los venenos en particular: el trabajo
está dividido, y es inmenso el caudal de hechos que se amontonan en los
periódicos, folletos, memorias y libros, descollando en ello la Alemania,
la Francia y la Inglaterra.
Obras que abracen toda la ciencia, ya general, ya particular, ó las dos
á la vez , hay pocas.
Orilla repite sus ediciones hasta la cuarta , pero sin dar á su obra mas
que el carácter de una colección general de venenos.
En España se publica en 1846 la primera obra que reúne la Toxicolo-
gía general v particular, y da á la primera una organización científica,
que comprende todas las partes con que se relaciona ; es el Compendio,
cuya cuarta edición damos á luz.
— 104 —
En Francia aparece, en 1855, la Toxicoiogia general de Galtier.
En 1800 sale en Portugal la Toxicoiogia general y particular de Ferreira
“S; de Medicina legal v Toxicoiogia, y sus cátedras , estable-
cidas en este siglo, y desde 1843 en España, contribuyen al adelanta-
miento de la ciencia (XIII).
Tanto la historia del aspecto social del envenenamiento, como la del
aspecto científico del mismo, demuestran la utilidad del estudio de la Toxi-
cología en todas sus partes , .y la necesidad de generalizar los conoci-
mientos toxicológicos.
Es vano el temor de favorecer con ello el crimen; por el contrario, con
ese estudio y generalización es posible que se disminuya , sabiendo los
criminales que hay medios de descubrir su maldad , por oculta que sea;
se advierte á la multitud los riesgos que corre por su roce con tantas
sustancias venenosas ; se extienden los conocimientos para auxiliar á los
envenenados , y se disipa una multitud de errores populares sobre los ve-
nenos y los envenenamientos (X1Y).
El estado á que han llegado los progresos sobre el estudio general y
particular-de los venenos, y la multitud de hechos recogidos, hacen ne-
cesario que se escriba y enseñe la Toxicoiogia de un modo que com-
prenda todo lo que le pertenece , y que lo trate en particular y en general.
No basta el estudio de cada veneno, por completo que sea; no basta
un libro que hable de todos en particular, que sea una colección com-
pleta de monografías. Es necesario estudiarlos en sus relaciones con va-
rios puntos generales, de un modo verdaderamente filosófico ó científico,
ó general.
No solo debe tratarse de los venenos, sino de la intoxicación : la Toxi-
cología , como ciencia , debe abrazar esos dos puntos , para ser completa
y proporcionar todos los frutos de su estudio.
Obras de esta especie no las habia en este siglo, antes de 1846.
Orfila trataba , en su grande obra , de todos los venenos en particular,
no de la intoxicación; solo tenia algunos párrafos, tratando de ciertos
puntos de vista general.
Anglada no se ocupaba mas que en la Toxicoiogia general , y aun de
un modo incompleto.
Nuestro Compendio fué el primer libro que habla á la vez de la intoxi-
cación y de las sustancias que la producen , y el primero que ha organi-
zado la ciencia , dándole seis partes: fisiología, patología, terapéutica,
necroscopia , química , y filosofía de la intoxicación.
Así es como debe estudiarse y enseñarse la Toxicoiogia , para ser com-
pleta y provechosa; así será una verdadera ciencia (XV).
Organizada la Toxicoiogia, como lo llevamos dicho, abraza la intoxica-
ción y las sustancias que la producen , lo general y lo particular, y es
una verdadera ciencia, no pura, como no lo es ninguna de las ciencias
médicas; pero bastante especial para formar un cuerpo de doctrina posi-
tivo, natural , con su objeto determinado , sus hechos y principios pro-
pios , sus leyes , su sistema y su organización.
Estudiada la intoxicación , fenómeno común á todos los venenos , y
exclusivo de los mismos , bajo un punto de vista general y metódico, se
taciiita el estudio de cada veneno en particular.
Este carácter, unido á los demás , constituye la Toxicoiogia como ver-
dadera ciencia médica (XVI).
- 105 -
No hay ningún motivo fundado para negar á la Toxicología el carácter
de una ciencia , y tenerla por una creación artificial , y en cierto modo
contraria al bien de la Medicina legal y los intereses de la justicia , como
lo supone M. Tardieu.
No es un motivo abonado para ello el que , por ocupar un gran lugar
en Medicina legal, las cuestiones sobre la muerte ó enfermedad causadas
por venenos, algunos hayan abusado de ello,' creyendo que toda la Medi-
cina legal es Toxicología, y no ocupándose en otra cosa.
También ocupan un gran lugar las cuestiones sobre las lesiones cor-
porales ; y si alguno solo se preocupara de ellas , eso no seria motivo
para negar la realidad de la Cirugía.
. Las quejas sobre ese abuso son exageradas. Ninguna obra de Medicina
legal da esa viciosa preferencia á la Toxicología, ni en las cátedras de
Medicina legal se ve que aquella absorba á esta.
La necesidad del estudio médico legal del envenenamiento no es un
motivo para negar la existencia de la Toxicología, como no lo es la nece -
sidad del estudio médico legal del embarazo, parto, aborto, locura, que-
maduras, asfixia, lesiones corporales, etc., para negar la Tocología,
Frenopatía, Cirugía, etc.
Para tratar de las cuestiones relativas al envenenamiento, bajo el punto
de vista médico-legal , es necesario un criterio, y buscarle en la ense-
ñanza de la Toxicología. La Medicina legal no debe enseñar esta, como
no enseña Anatomía , Higiene , Cirugía y demás ciencias, á donde acude
el médico forense, para resolver las cuestiones que se refieren á ellas.
Lo que M. Tardieu llama estudio médico-legal del envenenamiento,
es la filosofía de la intoxicación , y esta da preceptos mejores y mas aca-
bados para resolver las cuestiones de envenenamiento que las que da
M. Tardieu.
Si algunos han creído erradamente que la Toxicología no consiste mas
que en la química de la intoxicación , contra lo cual nos hemos decla-
rado desde hace muchos años ; combátase ese error, pero no se niegue
poseso que la Toxicología sea una ciencia médica.
Esto es tanto mas ilógico , cuanto que hoy en dia ya hay obras que
abrazan todo lo que debe abrazar la Toxicología; si no en Francia, en Es-
paña y Portugal.
La toxicología no puede reducirse á los exiguos términos á que la
quiere llevar M. Tardieu; eso seria reducirla á la nada.
No puede ser enseñanza de la Medicina legal , como no lo son las
demás ciencias, á que apela el médico forense para resolver sus cuestio-
nes (XVII).
La historia del envenenamiento, tanto bajo el aspecto social como cien-
tífico, prueba que la Toxicología es una ciencia positiva y natural, que
ha nacido de los hechos de intoxicación y del estudio de estos hechos.
Que no sea una ciencia pura, no es razón para negarla existencia pro-
pia. Tampoco lo son las demás ciencias médicas, y nadie les niega por
eso realidad de existencia.
Fuera de las matemáticas no hay ciencias puras. Las seis que como
tales considera Augusto Comte , necesitan de otras para ilustrar su pro-
pio objeto.
Todas las ciencias tienen entre sí íntimas relaciones, y mas aun las
médicas. Cada una se sirve de los hechos y principios de las demás, para
dilucidar las que constituyen su objeto particular y propio. Pues lo mismo
- 106 —
hace la Toxicología , sin dejar por eso de ser ciencia , sin que sea un
conjunto artificial de nociones de otras ciencias (XVIII).
La Toxicología tiene su objeto determinado, sus hechos y principios
propios, su método y sus procederes especiales.
El objeto especial de la Toxicología es el estudio de la intoxicación y
las sustancias que la producen. Todo lo que atañe á la intoxicación le
pertenece, lo que no, le es extraño.
La intoxicación es un fenómeno especial, muy diferente de las enfer-
medades comunes; los venenos son causas muy especiales de ese fenó-
meno, y muy diferentes de las causas naturales y comunes de las demás
enfermedades.
La intoxicación , no solo se diferencia de la enfermedad común por su
etiología , sintomatología, anatomía patológica , terapéutica y semeiótica,
ó modo de asegurárse le su existencia , sino por las alarmas que levanta
en la administración de justicia todo caso de esa enfermedad.
Siquiera se sirva de la fisiología química, historia natural, anatomía,
patología, fisiología , etc., para el estudio de la intoxicación y sus cau-
sas especiales , tiene hechos suyos determinados, y de estos brotan rela-
ciones que dan lugar á los principios , á la doctrina , al sistema.
La Medicina legal , de la que se quiere que forme parte, no es ciencia;
es un conjunto de conocimientos tomados de muchas ciencias , para dar
significación cabal á los hechos judiciales. Mal será científica la Toxico-
logía si se la hace un capítulo de Medicina legal.
El método de la Toxicología es el experimental ; está fundado en los
hechos y sus relaciones. La general es el resultado de la particular.
Aunque ese método no le sea propio, por ser de la Filosofía , ni exclu-
sivo, porque es el de todas las ciencias positivas; lo propio sucede res-
pecto de todas estas. Toda ciencia , además de la parte de filosofía gene-
ral, tiene la particular. No es , pues , verdad que no tenga método, ni es
una razón para negarle el título de ciencia , que aquel sea propio de la
Filosofía , y común con el de las demás ciencias positivas. Habría también
que negar la existencia de estas.
La Toxicología tiene procederes propios; el método de Stass , los de
Orfila , de Marhs ; los procederes de varios autores para descubrir los
venenos minerales y vegetales mezclados con otras sustancias , y todas las
operaciones preparatorias para someterlos á la acción de los reactivos,
son propios de la Toxicología. La misma experimentación fisiológica, por
la que tanto aboga Tardieu, es un proceder propio y exclusivo de la Toxi-
cología (XIX).
La toxicología no tiene por base la nocion del veneno, ni verdadera ni
falsa; su base está en los hechos de intoxicación involuntaria y volunta-
ria, observados desde los tiempos mas remotos, y las sustancias particu-
lares que las provocan. Los hechos clínicos y los experimentales han sido
su primer fundamento y su punto de partida.
Antes que los accidentes desgraciados, no ha habido envenenamientos
voluntarios, ni antes que unos y otros, no se han conocido los venenos.
Conocidos los hechos, se conocieron sus causas, ó las sustancias vene-
nosas, y de un modo progresivo todos los demás puntos fisiológicos,
patológicos, terapéuticos, necroscópicos , químicos y filosóficos relativos
á la intoxicación.
Que haya quien defina mal el veneno, no es una razón para negar la
existencia de la Toxicología. Otros le definen bien.
- 107 -
Las malas definiciones del veneno son las empíricas ; las que no se re-
fieren á su modo químico de obrar.
El veneno es definible, porque lo es la intoxicación. El modo como las
define M. Tardieu , envuelve lo mismo que censura en los toxicólogos;
la funda en la nocion del veneno, solo que le llama sustancia deletérea.
Aunque no fuera definible el veneno, no por eso puede negarse ni la into-
xicación , ni el veneno ; con esa lógica , tendríamos que negar todo lo que
no se define bien (XX).
La existencia de sustancias venenosas por su naturaleza es positiva é
indudable.
Exigir que se defina y caracterice la esencia de los venenos , es una
metafísica impropia de las ciencias positivas. Estas no se ocupan en
esencias.
Afirmar que el veneno solo lo es en cuanto obra , es un rasgo hege-
liano , una sutileza metafísica.
Los animales ponzoñosos deben el serlo á su organización ; el humor
que deponen en las heridas es segregado por una glándula. Los vegeta-
les venenosos lo deben á su organización , á su actividad funcional , á su
química viviente , y los minerales á su constitución química.
Ninguna sustancia debe su virtud á las circunstancias exteriores, aun-
que estas influyan en la vida nutritiva de animales y plantas; siempre
hay que contar con su organización. Esas circunstancias jamás harán
que la culebra común se vuelva víbora, que los tallos de la dália den
ópio , y que el óxido de hierro se transforme en sublimado corrosivo.
Las circunstancias exteriores no pueden hacer mas que modificar la
acción de los venenos ; la Toxicología estudia esas circunstancias.
La virtud tóxica de los animales ponzoñosos y de los vegetales y mi-
nerales venenosos es una propiedad análoga á las físicas y químicas de
todos los cuerpos, la que es debida á la naturaleza de esas sustancias,
como toda propiedad , sea del órden que fuere.
La acción de los venenos , como la de todo agente , es condicional , no
absoluta; todo lo que cambie ó altere las condiciones , en medio de las
cuales obra, puede modificar esa acción , sin que por eso dejen de ser
sustancias naturalmente venenosas (XXI).
Los venenos forman un grupo natural; una clase de cuerpos diferente
de las sustancias medicinales.
Entre el veneno y el medicamento hay diferencias esenciales.
Los autores que solo se fijan en la cantidad como única diferencia, y
que á ella atribuyen el que una sustancia, tan pronto sea veneno como
medicamento, discurren de un modo superficial y pueril: dejan la ley
por la excepción , y no se hacen cargo del modo de oorar de las sustan-
cias , ni de las condiciones que necesita su acción , para producir efectos
tóxicos ó efectos medicinales.
,l. ^uese lógico negar la existencia de los venenos, porque pueden ser
medicamentos, modificando artificialmente su acción natural; también de-
oena ser lógico negar la de los medicamentos , porque no dándolos como
e arte recomienda, se hacen venenosos.
los venenos han dado lugar, por el conocimiento de su modo de obrar
y íle os fenómenos fisiológicos y patológicos que producen, á que se usa-
ran , modificando sus condiciones naturales , como medicamentos. Estos
lian nacido de aquellos. La Toxicología ha dado muchas de sus sustan-
cias A la Farmacología.
Para que los venenos obren, no se necesita mas que tomarlos como los
da la naturaleza , y á cantidades análogas á las de los alimentos.
Para que sean* medicamentos, debe intervenir el arte , y el sugeto debe
padecer la enfermedad que los indica.
Así como porque el plomo , en átomos , no afecte la balanza , no se na
de decir que no sea un cuerpo pesado; así tampoco porque el opio, por
ejemplo, sedé en fracciones de grano y sea medicamento, no se ha de
decir que el ópio no sea una sustancia venenosa de suyo.
La acción de los venenos es atomística , y es lógico que cuantos mas
átomos haya, tenga mas efectos su acción; pero estos efectos no solo se
deben á la cantidad , sino á la naturaleza de la sustancia.
La acción de los venenos es química, y sigue la ley de los equivalentes
ó de las proporciones múltiples; según la naturaleza de cada uno, nece-
sita mas ó menos cantidad ae los principios inmediatos, con los cuales se
combinan , ó basta , cuando obran como fermentos, escasa cantidad para
perturbar la hematosis, ó provocar un movimiento pútrido en la sangre y
los tejidos.
Hay, pues, entre el veneno y el medicamento algo mas que la canti-
dad en sus diferencias ; estas están en la naturaleza de las sustancias y
las condiciones de su acción.
No es general la posibilidad de convertir los venenos en sustancias me-
dicinales. Hay muchos entre ellos , el de los animales ponzoñosos por
ejemplo, los hongos, que no han sido, ni son medicamentos. Los mas
que, como medicamentos se usan, son de resultado problemático.
La Toxicología no trata de los venenos de un modo absoluto, sino con-
dicional : como cuerpos considerados en su estado natural ó artificial , y
en sus condiciones de cuerpos dañinos.
No solo bajo ese punto de vista es positiva una clase de cuerpos vene-
nosos natural , sino que por las diferencias de su modo de obrar quí-
mico , y las de los cuadros de fenómenos fisiológicos que producen en el
hombre y los animales, esa clase es susceptible de una clasificación ; ora
fundada en el modo de obrar ó efectos primitivos , ora en los fenómenos
fisiológicos ó secundarios (XXII).
Así como hay una ciencia que trata de las quemaduras , asfixias y le-
siones corporales (la Cirugía y la Patología interna) ; así hay una ciencia
que trata de los venenos; la Toxicología.
Siquiera el veneno sea un instrumento análogo al fuego , lazo ó arma
con que se dé la muerte , y el médico forense la estudie , como estudia
esas otras causas de muerte en un caso práctico, no por eso se ha de ne-
gar la existencia de la Toxicología , como no se niega la de la Cirugía.
La existencia de la Cirugía y demás ciencias , en cuya posesión está el
médico forense, le permite dilucidar las cuestiones médico-legales sobre
asfixias, quemaduras, lesiones corporales , etc. , pues la existencia de la
loxicología le permite dilucidar las cuestiones sobre el envenenamiento.
La analogía no conduce á negar, sino á afirmar la existencia de la
Toxicología (XXIII).
Los que niegan la existencia de la Toxicología no se han hecho cargo
de las relaciones que existen entre ella y la Medicina legal.
“ escrijo de M. Tardieu sobre lo que llama Estudio médico-legal del
hnofitn T*ín«’ es ^na Prue^a gráfica de ello. Ese estudio general es un
e a rsi°logia , patología y necroscopia de la intoxicación , en su ma-
y r pai te , y no acabado. Las cuestiones médico-legales sobre el envene-
- 109 -
namiento de que habla, ni son todas las que se presentan con frecuencia
en la práctica , ni ninguna de ellas se dilucida, sin apelar á las diferentes
partes de que se compone la Toxicología general.
Tardieu ha escrito sin saberlo sobre Toxicología general; pero de un
modo incompleto , erróneo ó insuficiente para el médico forense.
El médico forense, llamado para resolver una cuestión de envenena-
miento , debe estar instruido en Toxicología , como en Cirugía , cuando
lo es para una cuestión sobre lesiones corporales ; en Frenopatía, para una
-cuestión de locura; en Tocología, para una de embarazo, etc.
En las obras de Medicina legal, ni en las cátedras de esta asignatura,
no se explica ni debe explicarse la Toxicología , como no se explica la
Física, Química, Historia natural, Anatomía, Fisiología, Patología, etc.
El verdadero estudio médico-legal del envenenamiento no consiste en
explicar de un modo general ni particular, vago é incompleto , Toxicolo-
gia , sino en aplicar los hechos y principios de esta ciencia á los casos
prácticos de muerte ó enfermedad causada por los venenos, como se
aplican los hechos y principios de las demás ciencias á los casos prácticos
sobre las cuestiones médico-legales , que se relacionan con ellas.
La Medicina legal no consiste en otra cosa que en esa aplicación de he-
chos y principios de las ciencias médicas y físicas á los hechos judiciales,
acerca de los cuales se consulta á los médicos forenses.
A la Toxicología pertenece- tratar de todos los puntos relativos á la
fisiología de la intoxicación; estudiar la acción de los venenos y todo cuanto
se refiere á ella ; la patología, ó sea la etiología, diagnóstico , pronóstico
y anatomía patológica del envenenamiento ; la terapéuiica del mismo , ó
sea profilaxis, contravenenos, antídotos y planes curativos, indicacio-
nes generales y circunstancias que las modifican ; la necroscopia , ó sea
particularidades de las inhumaciones, exhumaciones y autopsias propias
de los intoxicados; la química, ó sea las sustancias que hay que anali-
zar, instrumentos, utensilios y aparatos necesarios para las análisis, re-
activos que hay que emplear, reglas para asegurarse de su pureza y ma-
nejarlos, y las operaciones analítico- químicas , ya para separar los vene-
nos de las sustancias con que están mezclados , ya para determinarlos
con sus respectivas reacciones; la filosofía, en fin , para apreciar el valor
lógico de los síntomas, de los resultados de la autópsia y de los de las
análisis químicas.
Además le pertenece el estudio particular de cada veneno,
A la Medicina legal no le corresponde mas que hacer aplicación de lo
que enseña la Toxicología general y particular á los casos prácticos de
envenenamiento. Este es el único y verdadero estudio médico-legal de
esos casos.
La filosofía de la intoxicación , que es la que da el criterio para resol-
ver si ha habido ó no envenenamiento , es la parte que mas inmediata re-
lación tiene con la Medicina legal.
Todas las cuestiones de que trata M. Tardieu en su Estudio médico-legal
del envenenamiento , se resuelven con ese criterio y lo que se enseña en
loxicología , cuando esta comprende todo lo que le pertenece, cuando se
enseña como la enseñamos en nuestro Compendio.
La Toxicología tiene con la Medicina legal relaciones análogas á las
que tienen con esta las demás ciencias médicas y físicas, que se refieren á
cada una de las cuestiones, cuyo conjunto constituye la Medicina forense.
ISo hay necesidad , por lo tanto , ni de negar la existencia de la Toxico-
- 110 —
logia, ni de reemplazarla con el estudio médico-legal delenvenena-
ü' ^ni u ele^ompete al médico forense es aplicar lo que ha apren-
dido estudiando Toxicología, á los casos prácticos de intoxicación ó en-
'^íoaue' compele á las obras y cátedras de Medicina legal, no es expli-
rar ni completa ni incompletamente Toxicologia , sino enseñar cómo se
aplican los conocimientos toxicológicos á ios casos de muerte, ó enferme-
dad , causados por venenos (XXI V ).
Por lo mismo que bay tan íntimas relaciones entre la loxicología y la
Medicina legal, y que son análogas á las que existen entre este ramo de
conocimientos médicos y las demás ciencias médicas y físicas que se rela-
cionan con las numerosas y diversas cuestiones médico-legales , los mé-
dicos forenses deben poseer la Toxicologia general y particular, como
deben poseer las demás ciencias médicas.
Cuando los juzgados los llaman para casos de envenenamiento, espe-
ran de los médicos forenses luces, que no les podrán dar, si no están ins-
truidos en Toxicologia general y particular.
Así como no basta , para resolver bien las cuestiones médico-legales,
haber estudiado las ciencias físicas y médicas , siendo necesario un curso
de Medicina legal para que sepan aplicar esas ciencias á los casos prác-
ticos periciales; así también no bastan los conocimientos vagos y disper-
sos que el médico puede recoger, estudiando las asignaturas de su car-
rera, siendo necesario un estudio especial y científico de la intoxicación
y las sustancias que la producen.
El médico forense debe conocer la Toxicologia general y particular, y
no superficialmente; esto es peor que ia ignorancia completa.
Debe conocer la fisiología de la intoxicación para resolver toda cues-
tión que se refiera á un veneno ; para saber si lo es , á qué cantidad , las
iníluencias del estado , las vías de introducción , su absorción y todo lo
relativo á esta, así como la acción, sus condiciones, sus diferencias, las
clases de venenos y medios de estudiarlos.
Debe conocer la patología de la intoxicación , para saber los venenos que
provocan la de cada clase , formar el diagnóstico, absoluto , clásico ó ge-
nérico y particular, el pronóstico y las alteraciones anatómicas que ios
venenos producen.
Debe conocer la terapéutica de la intoxicación , para saber la profiláxis,
que evita las intoxicaciones involuntarias y voluntarias, los contravene-
nos , las cantidades , los planes curativos , las indicaciones generales y
circunstancias que las modifican.
Debe conocer la necroscopia de la intoxicación , para saber qué es lo que
se hace , además de las reglas generales, en las inhumaciones, exhuma-
ciones y autópsias de los intoxicados.
Debe conocer la química de la' intoxicación , para saber qué sustancias
hay que analizar, qué instrumentos y utensilios necesita, montar los apa-
ratos , manejar los reactivos , asegurarse de su pureza , practicar las ope-
raciones analítico-químicas , ya para separar los venenos de las sustan-
cias con que están mezclados , ya para caracterizarlos luego, por medio
de sus reactivos propios y diferenciales.
Debe conocer la filosofía de la intoxicación, para apreciar debidamente el
valor lógico de los síntomas , de los resultados de la autópsia y de las
análisis químicas de las materias envenenadas.
— 111 —
Debe conocer, por último, la historia particular de cada veneno , para
saher lo aue es peculiar á cada uno , y determinar en un caso práctico á
cuál de ellos se debe la muerte, ó enfermedad causada por una sustancia
tóxica
Sin la debida posesión de todos esos conocimientos , el médico forense
no puede resolver una cuestión que verse sobre el envenenamiento. Debe
conocer la Toxicología general y particular, teórica y prácticamente; y
si en la teoría, debe huir de toda idea metafísica indemostrable , de todo
absoluto , para ceñirse á lo relativo y demostrable ; en la práctica no debe
guiarse por un empirismo ciego, sino en virtud de los principios y doc-
trinas , que la elevan á la categoria de científica (XXV).
Los médicos forenses son y deben ser los únicos peritos idóneos , cien-
tífica y legalmente , para actuar y resolver las cuestiones relativas al en-
venenamiento. *
Encargar, en los casos prácticos, lo que se llama malamente parte mé-
dica, á los médicos, y porte química , á los químicos ó farmacéuticos , es
una práctica humillante para los forenses, indigna de la Medicina legal,
y altamente contraria á los intereses de la justicia.
Siquiera haya autores de Medicina legal que están por esa división , y
reales decretos que la sancionan, y sea una práctica añeja y rutinaria lla-
mar á farmacéuticos, para todo lo que exija análisis químicas ; la digni-
dad de la ciencia médico-legal , y los intereses de la administración de
justicia reclaman á voz en cuello que se destierren para siempre las co-
misiones mixtas , como una creación híbrida, incapaz de dar la debida luz
á los jueces y magistrados. Solo los médicos tienen idoneidad científica
para actuar en casos de envenenamiento y demás, en los que se trate de
resolver cuestiones médico-legales, por medio de análisis químicas y apli-
cación del microscopio.
Los médicos son los únicos que estudian la Medicina legal y la Toxi-
cología. Solo en las cátedras de las facultades de Medicina se enseñan
esos ramos de conocimientos médicos á los alumnos de esa facultad.
En esas asignaturas se les enseña cómo deben actuar pericialmente, no
solo en los casos, en que no se ha de hacer uso del microscopio y de las
análisis químicas, sino también en aquellos , en los que se necesitan esas
operaciones, para enterarse de los hechos.
Solo se enseña á los médicos la anatomía microscópica y la análisis
química de los tejidos y humores sanos y enfermos, sangre , moco , pus,
esperma , materia cerebral , grasa , etc. , ya para la formación del diag-
nóstico de los males, ya para resolver cuestiones de Medicina legal.
En las cátedras de Farmacia no se enseña nada de eso. Los alumnos de
1 armacia no lo estudian ; no lo saben; debemos suponerlo, por lo mismo
que no es de su incumbencia el estudiarlo.
Es, pues, un contrasentido suponer que los médicos que estudian Me-
dicina legal , y á quienes se enseña el uso del microscopio y las análisis
químicas de los humores y tejidos sanos y enfermos, no son aptos para
actuar en casos prácticos, en los que se necesite hacer uso'del microsco-
pio y de los reactivos , y se considere idóneos á los farmacéuticos, que
no lo saben, porque no lo estudian, ni deben estudiarlo.
Utro tanto debe decirse de los casos de envenenamiento. Solo los mé-
dicos estudian Toxicología general y particular; solo ellos aprenden lo
que se necesita para resolver bien las cuestiones de ésos casos.
La filosofía de la intoxicación, que da el criterio para esas solucio-
— 112 —
nes reclama á un tiempo el estudio fisiológico, patológico y químico de
la intoxicación- quien no posee esos tres estudios perfectamente, no
puede juzgar debidamente las cuestiones lexicológicas.
Los farmacéuticos no estudian, no solo la fisiología, patología, tera-
péutica , necroscopia y filosofía de la intoxicación , sino ni la química de
la misma. La Química general y las Análisis químicas que estudian los
doctores en Farmacia, no son la química del toxicólogo. No son, pues,
aptos científicamente para actuar, en los casos de envenenamiento, y es
también, no solo ilógico, sino perjudicial llamar á los farmacéuticos, que
no han estudiado Toxieología , y no creer aptos á los médicos , que la han
estudiado.
No es una razón válida para justificar esa conducta y las comisiones
mixtas, decir que los médicos no saben Química; que no se dedican al
manejo del microscopio, ni álas análisis químicas; y que los farmacéuti-
cos , siquiera no estudien Medicina legal ni Toxicoiogía en las escuelas,
pueden estudiarlas privadamente, y saberlas tanto como los’ médicos.
Los médicos deben saber Química, porque la estudian; y si no saben
más , acaso influye el modo de enseñarla y el poco caso que hacen de
ella ciertas escuelas médicas , y el no exigir esos conocimientos la ley y
la práctica, cuando los llaman como peritos.
Deben , por lo tanto, saber Medicina legal y Toxicoiogía; y como con
ellas se enseña el uso del microscopio y las análisis químicas para los ca-
sos en que se necesitan , deben saber actuar como peritos micrográficos y
químicos.
Tampoco son todos los farmacéuticos grandes ni pequeños químicos
por solo ser farmacéuticos.
Puesto que los médicos estudian en su carrera Medicina legal y Toxi-
coiogía, y los farmacéuticos no, es lógico y natural suponer que estos no
saben esas ciencias, y aquellos sí.
Es posible que hagan esos estudios privados, como puede hacerlos
cualquiera, y ser cualquiera llamado como perito; pero los jueces jamás
llaman á otras personas , siquiera sepan Química.
Mientras alumnos, los farmacéuticos, no es común, ni probable, que
estudien lo que no deben. Cuando profesores , tampoco se ocupan en ello.
No habiendo ni honra ni provecho en servir á los tribunales, como pe-
ritos, en los casos en cuestión, no hay ninguna razón para creer que se
dediquen privadamente á esos estudios.
Tal vez no se encontrará uno que privadamente se haya dedicado,
como aficionado, á semejante ocupación ; la experiencia lo demuestra.
Aun cuando hubiera algunos, no es una razón para preferirlos á los
médicos, ni para no llamar á estos. Así como no los llaman para practi-
car una autópsia, ni reconocer á una embarazada, á un loco, etc. , pu-
diendo también estudiar privadamente las ciencias respectivas , así no se
los debe llamar, para actuar sobre casos de Medicina legal , ni Toxicoio-
gía, que reclamen el uso del microscopio y de los reactivos.
Preferirlos á los médicos , asociarlos á estos en tales casos , es humi-
llante para estos profesores; es ofensivo ó contrario á la dignidad de la
ciencia médico-legal y de la Toxicoiogía; es suponer una incapacidad
inherente al médico, solo por ser médico , y una capacidad nata al far-
macéutico , solo por Ser farmacéutico.
Es , además , semejante práctica contraria á los intereses de la justicia,
porque esas comisiones mixtas no constituyen prueba. Dos peritos , uno
- 113 -
médico y otro farmacéutico, no son mas que uno: siquiera firmen ambos
v ¡untos el mismo documento. Cada uno solo juzga con convicción cientí-
fica lo relativo |á su profesión; [sobre lo no relativo, juzga con fé, con
creencia , en lo que dice el compañero; y para juzgar con fé, se basta
ía lev quiere, y los intereses de la justicia exigen, que los peritos juz-
guen en todo con convicción científica. Solo así tiene la debida fuerza de
prueba la actuación. . .
Las comisiones mixtas jamás pueden dar ese todo con convicción ; su
dictámen siempre tiene mitad de convicción científica, mitad de fé; igual
á la que puede tener el juez.
La triple base en que se funda el criterio toxicológico exige por igual
conocer lo químico que lo médico.
La química de la intoxicación está íntimamente relacionada con las de-
más ciencias médicas; y quien no las posee, siquiera sea un gran quí-
mico , no puede conocer esas relaciones ; y sin ese conocimiento, no puede
juzgar bien lo químico relacionado con lo médico.
La convicción científica debe ser homogénea, y nacer entera de la inte-
ligencia de cada perito.
Solo, siendo los peritos todos médicos, tendrán las actuaciones ese in-
dispensable carácter.
Aun cuando fuesen, que no son, los farmacéuticos peritos idóneos
científicamente, no lo son legalmente.
Las leyes exigen que el perito tenga un título de la ciencia á que cor-
responde el caso, sobre el cual se ha de oir el juicio de ese perito.
Los casos prácticos médico-legales y de envenenamiento, para los que
se llama á los farmacéuticos, pertenecen á ciencias que ellos no han es-
tudiado, y de las cuales no tienen título; no pueden ser, por lo tanto,
peritos en esos casos.
Habiendo médicos capaces de actuar, los jueces no deben, ni pueden
llamar á farmacéuticos.
El Reglamento de los médicos forenses , que se lo manda , no está de
acuerdo con las leyes, ni el objeto esencial del llamamiento de pe-
ritos (XXVI). ^
Seria muy útil , para la ampliación y perfección de la enseñanza de la
Toxicología , y las actuaciones periciales , el establecimiento de una cáte-
dra de Toxicología práctica , destinada á los doctores en medicina.
Por mas que en las cátedras de Medicina legal y Toxicología, aun en
la de Madrid , se enseñe teórica y prácticamente esos dos ramos , eso no
basta para que los alumnos saquen todo el partido posible de la ciencia.
La Medicina legal y la Toxicología son ya demasiado vastas para un
solo curso literario.
Un curso práctico perfeccionaría ese estudio , y daría buenos peritos
PaJ‘a el ramo de médicos forenses.
Esa cátedra ya ha existido; pero no como debía y como lo exigía la
nuena enseñanza teórica y práctica de la ciencia.
Hoy seria muy fácil y económico establecerla (XXVII).
TOXICOLOS I A. — 8
COMPENDIO
DE TOXICOLOGÍA.
ORGANIZACION DE ESTA CIENCIA.
»Oc
Qué es la Toxicología y cómo se divide.
J)ice Orfila que la Toxicología es la ciencia de los venenos (*). Esta defi-
nición tiene en su abono la brevedad, pero es incompleta, no abraza mas
que una parte de la ciencia ; es la traducción literal de las palabras grie-
gas toxicon, veneno, logos, discurso. La Toxicología, sin embargo, trata de
algo mas que de los venenos; trata también del envenenamiento , ó por lo
menos debe tratar de él, y á la verdad , cabe alguna diferencia entre uno
y otro tratado. Con esta definición no es posible dividir la Toxicología,
porque tan solo tiene un aspecto ; el de las sustancias venenosas conside-
radas cada una de por sí. El estudio de cada veneno, en particular, es un
estudio analítico, y esto no basta para hacer aplicaciones al cuerpo hu-
mano , menos aun para ilustrar á los tribunales, en la administración de
la justicia. Al estudio particular de cada veneno, al estudio analítico,
hay que añadir el general, el sintético. La doble escala del canciller de
Inglaterra es aquí de rigurosa aplicación. Los mismos autores que dan
una definición tan lacónica, comprenden bajo la voz Toxicología partes,
que , en cierto modo , se salen de la esfera particular de los venenos, par-
tes de aplicación general , y por lo tanto justifican con su propio proceder
las observaciones, que contra su definición vamos haciendo. Anglada, que
es uno de ellos, no na escrito una palabra relativa al estudio particular
de los venenos. Üríila , Devergie , etc., además del estudio analítico ó
particular, han dilucidado de un modo general varias cuestiones.
Puesto que la Toxicología debe abrazar á la vez lo general y lo parti-
cular; puesto que en su definición debe traslucirse la extensión y objeto
que dicha ciencia tiene, opino que debe sustituirse á la de los autores
la siguiente definición de la Toxicología.
Es la ciencia que trata de la intoxicación y de las sustancias que la producen .
Esta definición, aunque un poco mas larga que la de los autores, es
mas cumplida, porque encierra toda la ciencia. Los dos aspectos de la
Toxicología tan diferentes, al propio tiempo que tan íntimamente unidos,
el sintético y el analítico , van comprendidos á la vez en la definición , y
esto contribuye á su mayor exactitud.
Las partes que la Toxicología comprende, las materias que abraza, tie-
nen en la definición, por mí propuesta, mas natural colocación.
La Toxicología se ocupa en el estudio de la intoxicación y de lassustan-
cias que la producen, en el de los medios que tiene el arte para comba-
O Véase Orilla, Tratado de Towicolooia general , louiol, p. 1, Anulada, Tratado de Toan-
eologia general, p. 17.
— 116 —
tir los efectos de esl«s sustancias , yen los diversos procederes Deceb-
ios Ira investigar la existencia, lamo de esos electos, como de las mis-
mas sustancias venenosas en los sdiidosy " ^=c,on en-
tfUUl lu mmu ui j uvvvum-» — - cj *
1 1 Toxicologia se divide en general y en particular . Llámase Toxicologia
aeneral aquella que trata de la intoxicación de un modo aplicable á la ge-
neralidad de los venenos , y particular ó especial , la que trata particu-
larmente de cada veneno , y bajo todos sus puntos de estudio.
Orilla ha dado el nombre de Toxicologia general á su tratado. Si con esto
ha querido dar á entender este sabio toxicólogo que en su obra colosal
no se ha echado en olvido ningún veneno , el epíteto es exacto. Si , em-
pero, ha querido suponer con él que el tratado se dirige á dilucidar, bajo
un punto de vista general, las varias cuestiones que deben abordarse en
este terreno, nos permitirá que no le juzguemos propio. Los extensos y
profundos conocimientos del célebre decano de París hubieran podido
dar á su Tratado de Toxicologia , este aspecto general que en él echamos
de menos, con tanto mas sentimiento, cuanto que los pocos puntos de
doctrina general que en dicha obra y Anales de Higiene pública y Medicina
legal ha dilucidado , nos manifiestan á la evidencia lo deudora que le se-
ria la ciencia por esta clase de producciones, á que no se sentía incli-
nado, por su genio eminentemente observador y experimentalista. An-
glada estuvo mas exacto en calificar de general su Tratado de Toxicologia;
es realmente la ciencia, como lo acabamos de definir. El digno sucesor de
los Sauvajes, Lacaze, Bordeu , Barthes , Fouquet , etc. , ha sellado su
obra con el espíritu filosófico de su escuela; así como nuestro afamado
compatriota ha estampado en la suya el sello de la escuela de París. La
especulación, la generalidad , la síntesis en las márgenes del Herauld;
los hechos, la particularidad, la análisis en las orillas del Sena.
Galtier ha publicado un Tratado de' Toxicologia general, en el que habla
de los venenos y del envenenamiento en general, como introducción al
estudio de los venenos y del envenenamiento particular.
La obra de Galtier lleva muchas ventajas á la de Anglada. Sin embar-
go , no comprende todas las parles que pertenecen á la Toxicologia gene-
ral, y las que le da, están expuestas con desórden, como lo vamos á pro-
bar dentro de poco.
El doctor D. José Ferreira Macedo Pinto, catedrático de Medicina le-
gal, Higiene pública y Policia médica de la Universidad de Coimbra, ha
dado á luz , en 1800, un Tratado de Toxicologia judicial y legislativa; obra
muy parecida á nuestro Lompendio en su estructura , pero mas reducida
en la parte general que en la particular; y aunque en nuestro concepto
deja de tratar de algunos puntos importantes , y habla de otros que no
lo son, ni les da la distribución debida, puede satisfacer en general las
necesidades de la enseñanza práctica de la ciencia.
De todos modos, resulta que tanto por la tendencia de los ánimos en
nuestros dias , como por las razones emitidas , la división de la Toxicolo-
gía en general y particular, es una necesidad reconocida y uno de los
medios mas conducentes al buen estudio de la intoxicación y de las sus-
tancias que la producen.
’ .Pu,es ». á fratar de estos dos puntos sucesivameate, empezando
por la Toxicologia general. *
PARTE PRIMERA.
TOXIGOLOGÍ A GENERAL,
Qué es la Yoxicolog'ía general y «jue comprende.
He dicho que se entiende por Toxicología general aquella ciencia que
trata de la intoxicación , de un modo aplicable á todos ó la mayoría de
los casos en que un veneno , sea de la clase que fuere , la produce.
En la práctica, siempre que hay intoxicación ó envenenamiento, este
hecho patológico es debido á la acción particular de este ó aquel veneno;
siquiera se dé mas de un veneno, habrá una intoxicación particular rela-
tiva á cada tósigo, ó lo que es lo mismo , el intoxicado presentará sínto-
mas propios de cada una de esas intoxicaciones.
Así como no hav ningún enfermo ordinario que padezca todas las en-
fermedades ; así tampoco hay ningún envenenado que lo esté con todos
los venenos.
Es decir, pues, que así como cuando se dice enfermedad, se usa de una
voz de sentido general ó abstracta , con la cual queremos expresar todos
los estados morbosos á la vez, sin determinar ninguno; así también, cuando
decimos intoxicación ó envenenamiento , nos valemos de estas palabras de
sentido general y abstracto también , para expresar todos los casos de en-
fermedades y muertes producidas por una sustancia venenosa , sin de-
terminar ninguna en particular.
Todos los casos morbosos producidos por un veneno tienen de común
el reconocer esta causa , y ciertos rasgos característicos que distinguen
dichos estados de los ordinarios ó producidos por otras causas morbosas.
La voz intoxicación , como general, abraza todos esos casos comunes, y de
ellos puede tratarse extensamente, sin determinar el veneno que los haya
producido. Estos casos comunes constituyen la materia propia de la Toxi-
cologia general.
La intoxicación , sin dejar de serlo nunca , no se efectúa siempre del
mismo modo; los síntomas que la revelan ofrecen ciertos cuadros de as-
pecto diferente; entre ellos se notan rasgos comunes, los propios de la
intoxicación general; mas, á vueltas de estos comunes, los hay propios
de ciertos venenos ó grupos de venenos. Este segundo órden de rasgos
comunes, aunque menos general que los del primero, aunque menos
comprensivo, es todavía común á varias sustancias venenosas; por lo tanto
constituye también el objeto de la Toxicología general.
Al fin , descendiendo de lo mas general y abstracto, de lo mas común
á lo mas singular , se llega á los hechos y caracteres solo propios de cada
sustancia venenosa , y desde este momento [su historia, ó sus hechos par-
ticulares forman el objeto propio de la Toxicología 'particular.
Dicho se está , pues , que en esta parte de la Toxicología solo nos ocu-
parémos en los hechos comunes, ora sean de los mas generales aplicables
— 118 —
4 toda intoxicación, ora sean de los que solo deben aplicarse á dctermi-
nadas intoxicaciones , genéricas todavía ó do ciertas clases , reservándo-
nos pasar á la especialidad, ó individualidad de intoxicación, para cuando
nos hallemos en la parte segunda.
Esa comunidad mas ó menos general de hechos o caracteres se encuen-
tra siempre, ya se trate de la acción fisiológica de los venenos y las di-
versas cuestiones á que da lugar su estudio, ya de los efectos patológicos
ya de los recursos terapéuticos, ya , en fin , de la necroscopia , química
y filosofía de la intoxicación.
' La Toxicología general , por lo tanto , debe comprender todas las par-
tes, ó aspectos, que ofrece todo caso morboso producido por uno ó mas
venenos. Si no los comprende, la ciencia no está completa ; el tratado que
así no hable de ella queda defectuoso, mutilado.
Cuando una sustancia venenosa se pone en esfera de actividad con la
economía humana, se realiza una porción de hechos íntimamente enla-
zados con la fisiología de la misma. Es , pues , de todo punto necesario
tratar de tales hechos, y averiguar de qué manera se conducen esas sus-
tancias con las leyes fisiológicas.
Desplegada la acción del veneno, resultan alteraciones mas ó menos
profundas en la salud del que le tome: hay, pues, síntomas que condu-
cen á la formación de un diagnóstico; hacen prever el resultado , las
consecuencias de semejantes alteraciones , lo que constituye la prognosis ,
el pronóstico de esos estados , y por lo común se presentan alteraciones
materiales visibles ú objetivas en los sólidos y líquidos, lo cual constituye
la anatomía patológica de esos casos ó esos hechos.
Puesto que las intoxicaciones son enfermedades , y que no siempre
matan á los sugetos, sin que el arte pueda salvarlos; es muy propio de la
Toxicología general tratar de los recursos que el arte tenga para comba-
tir las intoxicaciones , y ver de cuántas especies son esos recursos. Una
terapéutica de la intoxicación es tan esencial á la ciencia , como la fisio-
logía y la patología.
Los venenos hacen víctimas; sucumben muchos intoxicados ; hay que
reconocer el cadáver, quehacer autópsias; pues si estas operaciones ca-
davéricas tienen algo particular, á vueltas de lo común con las autóp-
sias practicadas, en ios casos de muerte por enfermedades ordinarias,
deber es del toxicólogo tratar de esa parte necroscópica , para no dejar
vacío alguno en su ciencia.
La Toxicología tiene aplicación á la práctica del foro ; somos llamados
á declarar que un sugeto ha muerto por un veneno, y no bastando en mu-
chos casos, ni los síntomas , ni las alteraciones apreciadas por la inspec-
ción del cadáver, hay que averiguar por ciertos procedimientos analíticos
la existencia del veneno. Hé aquí, pues, cómo es indispensable dar á la
Toxicología una parte química , con buenos preceptos para el descubri-
miento del tósigo.
Por último, siquiera el toxicólogo se haya ocupado en todas las cues-
tiones relativas á la acción fisiológica de los venenos, en los efectos pato-
lógicos , en los medios terapéuticos , en los procedimientos necroscópicos
y en las análisis químicas ; si no resume todo eso; si no razona sobre la
significación lógica de todos los hechos propios de cada una de esas par-
tes ; si no trata de averiguar el valor que cada uno de esos hechos tenga,
para poder fundar en ellos la afirmación ó negación de un estado mor-
boso , ó de la muerte producida por un veneno ; la ciencia no solo ha de
- 119 -
quedar forzosamente mutilada , sino falta de lo que más la eleva á la ca-
tegoría de tal , de la parte filosófica , de la que mas útil la vuelve para la
práctica del foro y la resolución de los problemas que nos presentan los
jueces y tribunales.
¿Las obras de Toxicología hasta aquí publicadas, llenan todas esas ne-
cesidades de la ciencia? ¿Comprenden todas esas partes y por el órden
con que las acabamos de indicar?
Ño conocemos ninguna. — Ya llevo dicho que la Toxicología de Orfila
es particular; es una colección de historias de venenos, de monografías
de esta especie.
Anglada , reconociendo que la obra de Orfila carece de esa parte filo-
sófica, de esa parte general, quiso suplirla, y publicó su Tratado de Toxi -
cología general, al que dió las siguientes cinco partes:
Primera, Toxicología fisiológica; segunda, Toxicología patológica; ter-
cera, Toxicología terapéutica; cuarta, clasificación de los venenos; quinta
semeiótica del envenenamiento.
Basta la simple exposición de estas partes del libro de Anglada , para
ver que está incompleto y que le falta órden. Está incompleto, porque
falta la parte necroscópica, la química y la filosofía de la intoxicación; le
falta órden, porque : l.° la clasificación de los venenos debe formar parte
de la fisiología de la [intoxicación , en especial fundándola, como lo hace
Anglada, en el carácter químico de las sustancias tóxicas; 2.° la semeió-
tica del envenenamiento está embebida en la patología, de la cual es una
parte ; pues siendo la que se ocupa en el estudio de los signos para el
diagnóstico y pronóstico, claro está que en la Toxicología patológica debe
estar colocada esa parte.
Si descendemos á los capítulos y secciones de cada una , acabarémos
de ver lo incompleto y desordenado de la obra, pues deja olvidados mu-
chos puntos esenciales , y lo que corresponde á unas partes, lo envuelve
en otras.
En la parte fisiológica habla de los venenos disolventes, químicos y me-
cánicos, y luego establece una clasificación fundada en el órden químico; y
sin embargo, no es la química la que toma por base, sino la física, puesto
que los divide por su estado, en sólidos y líquidos, y en gases ó efluvios.
En cuanto á la doctrina, si profesa algunos principios aceptables, tiene
otros muchos que no creo verdaderos. En el discurso de este compendio
tendré lugar de manifestar los errores de la escuela á que Anglada per-
tenece.
De estas breves reflexiones se desprende que el Tratado de Toxicología
general de Anglada no está al nivel de la- ciencia, ni ha llenado sus nece-
sidades teóricas ni prácticas.
G. P. Galtier, profesor de farmacología, toxicología, materia médica y
terapéutica, ha publicado en 1885 otro Tratado de Toxicología general, que
le ha merecido grandes elogios. No trato de escatimárselos , y me asocio
de buen grado al coro general, puesto que reconozco el mérito de dicha
obra.
Sin embargo, séame permitido hacer de ella una crítica razonada, y
dígase luego si voy fundado en mis observaciones.
Galtier divide su tratado en nueve capítulos, de la manera siguiente ;
Filosofía toxicológica.
2.° Etiología toxicológica.
B.° Patología toxicológica.
- 120 —
4. ° Terapéutica toxicológica.
5. ° Clasificación toxicológica.
(j.° Diagnóstico toxicológico.
7. ° Envenenamientos complexos.
8. ‘ Cuestiones toxicológicas.
0." Informes toxicológicos.
Este plan de la obra de Galtiei adolece, como puede verse por la sola
enunciación de sus partes, de defectos análogos á los del tratado de An-
glada, del cual es una imitación, en cuanto al orden.
La etiología es una parte de la patología, lo mismo que el diagnóstico;
de suerte que el 2.° y 6.° capítulos debian estar embebidos en el 3.°. El
5.°, que habla de la clasificación , pertenece á la fisiología , como ya lo
hemos dicho de Ánglada, que incurrió en el mismo defecto. El 7.“, que
trata de los envenenamientos complexos, supone los sencillos, y puesto
que todo lo demás se refiere ó estos, no deben formar un capítulo , sino
una parte en oposición ó diferencia de los envenenamientos simples. El
8.°, que habla de las cuestiones toxicológicas, es un baturrillo donde se
tratan puntos propios de la fisiología y de la filosofía de la intoxicación.
En el 9.°, donde se dan varios informes toxicológicos , hay una mezcla de
diferentes asuntos , ya relativos á la necroscopia , ya á otras cosas que
nada tienen que ver con la Toxicología, puesto que se refieren á las man-
chas de sangre, esperma, moco, etc. , al pelo, á las alteraciones de los
escritos, monedas y falsificación de sustancias alimenticias.
Que esto se hubiese agregado como un apéndice, seria tolerable, aun-
que siempre extraño á la Toxicología, porque es Medicina legal pura; mas
ponerlo como otros tantos párrafos ó artículos del capítulo 9.°, que lleva
la calificación de informes toxicológicos , no nos parece propio , está fuera
de lugar.
Las cuestiones están presentadas todas sin enlace alguno , lo cual
acaba de dar á sentir que no se haya tratado de ellas , en su lugar cor-
respondiente.
En el capítulo donde habla del diagnóstico, se ocupa en las causas, olvi-
dándose que hay una parte destinada á la etiología. Esta parte es pura-
mente química, es un tratado de procedimientos analítico-químicos, y á
la verdad, no acierto á comprender por qué la llama Galtier etiología.
Por último , la fisiología se reduce á hablar de la absorción de los ve-
nenos.
Bastan estas ligeras pinceladas para dar á comprender que, por buena
que sea , en sus detalles ó exposición de los hechos y doctrinas , la obra
de Galtier, no puede presentarse como un tratado de Toxicología general
metódico, adecuado, ni completo, ya sea para las necesidades didácticas,
ya para las de la práctica de la ciencia curativa y médico-legal.
Ferreira Macedo Pinto divide su Tratado de toxicología judicial y legis-
lativa en dos partes. Titula la primera Toxicología general, y la segunda
loxicología especial. A la primera le da seis capítulos , cuyos títulos son
los siguientes : '
1. Legislación pátria relativa al envenenamiento y reflexiones sobre
este objeto. . .
- ?’°. Fisiología de la intoxicación.
¿o íal?l°gla toxicológica.
5 o AnáliSs^oxi an^^s <Tuim^ca'Prelirainares de química toxicológica.
- 121 -
6/ Valor délas pruebas del envenenamiento simple y complexo, ho-
norarios de los pentosly documentos toxicológicos.
. En el primer capítulo comenta el artículo 253 del Código penal portu-
gués , pura copia ó traducción de los artículos 301 y 302 del Código
penal de Francia , en los que se indica la pena del que comete el crimen
del envenenamiento y se define lo que la ley entiende por veneno.
Al comentar la segunda parte de ese artículo, habla de las diferentes
definiciones dadas por varios autores al veneno, exponiendo al fin la
suya, y justificando con varias reflexiones los términos de esta definición.
Habla en seguida: 1.* de las pruebas del envenenamiento , dividiéndo-
las en morales, propias del tribunal, y legales, propias de los peritos, in-
dicando que en algunas de aquellas, estos deberían intervenir, así como
convendría que los jueces y magistrados tuvieran alguna nocion gene-
ral de Toxicología, y 2.° de la importancia de las pruebas toxicológicas,
con motivo de lo cual expone y comenta varias disposiciones del gobierno
portugués, para que se encargue de las análisis qnímico-periciales la Aca-
demia politécnica de Oporto y los laboratorios químicos de las Univer-
sidades.
Otro párrafo versa sobre la elección de los peritos y da curiosas noti-
cias de las disposiciones del Gobierno , encargando primero á los profe-
sores de clínica, y después á los catedráticos de Medicina legal esas prue-
bas periciales.
Luego habla de los deberes de los peritos, y concluye el capítulo í
diciendo cómo deben recogerse, conservarse y guardarse las materias
sospechosas.
En la fisiología de la intoxicación trata de varios puntos, no de todos,
relativos á la absorción y acción de los venenos , circunstancias que la
modifican, medios de estudio y clasificación de aquellos.
En la patología comprende el diagnóstico, el pronóstico , la terapéutica
general y genérica de la intoxicación, y la necroscopia de la misma.
El capítulo ÍV es un resúmen de un tratado de análisis química.
El V es ya la química de la intoxicación.
Y, por último, en lo del valor de las pruebas, estudia el de los sínto-
mas, alteraciones anatómico-patológicas y análisis químicas, añadiendo
en párrafos aparte la determinación de la cantidad, el envenenamiento
colectivo, un resúmen de esa apreciación y los honorarios de los peritos.
Hasta también esta sucinta exposición analítica de la interesante obra
de nuestro ilustrado comprofesor portugués, para advertir que no guarda
todo el órden debido, é incurre en algún error, por aplicar á la pa-
tología de la intoxicación , las partes que se dan á la patología médica
general.
La definición del veneno es propio de la fisiología de la intoxicación,
y si bien el autor se ve precisado , al comentar la segunda parte del ar-
tículo 353 del Código penal que define, como el francés , el veneno , no
por eso deja de ser asunto propio de dicha fisiología; así como lo de re-
coger, conservar y guardar las materias sospechosas pertenece á la quí-
mica de la intoxicación.
Lo de los peritos, quiénes han de encargarse y los deberes de los mis-
mos, viene á ser aplicación á las actuaciones periciales toxicológicas, de
lo que debe ser respecto de todo perito médico-legal.
Respecto de la fisiología de la intoxicación, faltan puntos importantísi-
mos, y en cuanto á la patología, el autor da á la de la intoxicación la te*
-) «) •>
rapéutica y la n ecroscnpia, y extrañamos como no le ha dado la etiología
y la semeiótica, que son partes de la patología general.
Aunque tal vez eso en el fondo no sea cosa grave ; sin embargo, cree-
mos mas metódico y mas conducente al objeto en toxicología no dar á la
patología de la intoxicación mas que la etiología, y aun de cierto modo;
ft] diagnóstico, pronóstico y la anatomía patológica, tratando aparte de
la terapéutica profiláctica v curativa del envenenamiento, y de la necros-
copia de la intoxicación. Esta es otra cosa que el estudio de las altera-
ciones anatómico-patológicas que producen los venenos; esto es propio
de la patología de la intoxicación, porque es parte de esa enfermedad es-
pecial; al paso que la necroscopia se compone de la inhumación , exhu-
mación y autónsia de los cadáveres, qne están ó se sospecha estar enve-
nenados; y solo abraza las reglas con las que se practican esas operacio-
nes para descubrir esas alteraciones anatómico-patológicas, y preparar
los órganos y líquidos que se han de someter á las análisis químicas.
Respecto del resúmen de análisis química , puede servir para los que
no están versados en ello, pero en la química de la intoxicación cabe todo
eso, y es mas natural hablar de los caracteres químicos, de los álcalis y
ácidos ó délas sales, en los casos de venenos al estado puro, y de la mar-
cha que hay que seguir para analizarlos, que no formar un capítulo aparte,
como estudio preparatorio.
Por último, lo de la análisis cuantitativa ó el veneno, no viene al caso,
porque no tiene ni debe tener aplicación en toxicología práctica, y los ho-
norarios de los peritos es materia de medicina legal , como los deberes;
lo mismo da que actúen en casos de envenenamiento que en casos de le-
siones corporales , locura , embarazo , etc. Los honorarios de los peritos
toxicológicos no tienen nada de particular, para tratar de ellos en un libro
de Toxicología.
Sin dejar, pues, de tributar á la importante obra de nuestro entendido
comprofesor de Coimbra , los justos títulos de aprecio qne se merece;
creemos qne la Toxicología general debe organizarse de otro modo, y que
sin temor de ser víctimas del amor propio ,'nos acercamos más á esa de-
bida organización , con nuestro Compendio , en su parte general.
Nuestro Compendio abraza las seis partes que hemos considerado in-
dispensables para tratar de la Toxicología general , como es debido, y
como lo exige el estado actual de conocimientos.
Dividimos la Toxicología general en fisiología , patología , terapéutica,
necroscopia, química y filosofía de la intoxicación. Vamos á definir cada
una de estas partes, y en seguida trataremos sucesivamente de ellas.
Entendemos por fisiología de la intoxicación , aquella parte de la Toxico-
logía general que trata de la acción de los venenos sobre la economía
viva, y de las cuestiones fisiológicas relativas á esa acción.
Entendemos por patología de la intoxicación, aquella parte de la Toxico-
logía general que trata de la etiología tóxica , de los síntomas producidos
por los venenos , del pronóstico y de la anatomía patológica relativa á la
acción de esas sustancias.
Entendemos por terapéutica de la intoxicación, aquella parte de la Toxi-
cología general que trata de la proíiláxis, de los contravenenos, de los
antídotos y de los planes curativos indicados en los casos de intoxicación.
Entendemos por necroscopia de la intoxicación, aquella parte de la Toxi-
cología general que trata.de las inhumaciones, exhumaciones y autópsias
de los intoxicados.
- 123 -
Entendemos por química de la intoxicación , aquella parte de (a Toxicolo-
gfa general que trata de last'sustancias que deben ser anali adas en los
casos de envenenamiento, de los utensilios, aparatos y react vos necesa-
rios para las análisis, y de los diversos procedimientos y opei aciones que
estas análisis exigen.
Por último, entendemos por filosofía de la intoxicación, aquella parte de
la Toxicología generabque trata de averiguar á punto fijo cuáles son los
datos significativos en todo caso de envenenamiento ; qué i elación hay
entre esos datos, y cuál sea su verdadera causa.
A proporción que vayamos tratando de cada una de esas p ¡ríes, se irá
viendo cómo comprendemos en ellas cuanto á la Toxicología itañe.
RESUMEN DE LA ORGANIZACION DE LA TOXICOl OOIA.
La Toxicología es la ciencia que trata de la intoxicación } de las sus-
tancias que la producen.
Esta definición abraza lo general y lo particular ; la síntes'S y la aná-
lisis, estudio de las causas, y el de sus efectos.
La Toxicología se divide en general y particular.
Es Toxicología general, aquella que trata de la intoxicación le un modo
aplicable á la generalidad de los venenos.
Es Toxicología particular, la que trata particularmente de'; )dos y cada
uno de los venenos conocidos.
Hay pocas obras que tratan así de la Toxicología. La de O fila solo es
particular : la de Anglada solo es general. Las de Galtier y le Ferreira
Macedo Pinto abrazan lo general y lo particular, pero no con o se debe.
La Toxicología general tiene seis partes, que son: fisiología, patología,
terapéutica , necroscopia, química y filosofía de la intoxicación.
CAPÍTULO PRIMERO.
FISIOLOGÍA DE LA INTOXICACION.
De los puntos mas importantes que la fisiología de la intoxicación com¡ rende.
He dichoque por fisiología de la intoxicación entiendo aquella parte de
la Toxicología general que trata de la acción de los venenos se bre la eco-
nomía viva , y de todas las cuestiones fisiológicas relativas á esa acción.
Esta parte de la Toxicología es importantísima, porque en el la descansa
la doctrina; de ella emanan los principios filosóficos, que han le dominar
en el resto de la obra.
Desde las primeras plumadas que se dan en la fisiología , e revela la
bandera científica del autor ; su modo de considerar la acción de los ve-
nenos decide de su doctrina. O se le verá vitalista, partidario le las fuer-
zas vitales y de las acciones dinámicas , ó bien antagonista de estas fuer-
zas, y amigo de acciones y reacciones químicas entre las susta icias vene-
nosas, y los principios constitutivos de la sangre y de los ó; ganos del
cuerpo vivo. Tal vez participe de los dos sistemas, tratando de conci-
liarios , y buscando un maridaje que , á pesar de todos los esl uerzos del
ingenio, no se puede conseguir.
Nosotros , que hemos creído comprender toda la importani ia y tras-
cendencia de la fisiología toxicológica , y lo íntimamente enl izada que
- 124 -
está con las principales cuestiones de la medicina, no perdonarémos
medio alguno de darle toda la latitud compatible con la extensión de
este Compendio , y nos esforzaremos cuanto podamos para que ese zócalo
de la ciencia tenga la firmeza necesaria.
Con el objeto, pues, de tratar de todos los puntos capitales que han de
servir de base y de premisa para las dermis partes , y sobre todo para la
terapéutica y filosofía de la intoxicación , vamos á indicar aquí sumaria-
mente los puntos que constituirán la materia de este capítulo, ó lo que
es lo mismo, la fisiología de la intoxicación.
1. ° ¿Qué se entiende por veneno?
2. ° ¿Qué diferencia hay entre este, el medicamento, el alimento, el
miasma y el virus ?
3. ° Cuándo debe llamarse intoxicación , cuándo envenenamiento el
efecto producido por los venenos y los nombres de sus formas.
4. ° ¿A qué cantidad deben considerarse las sustancias deletéreas como
venenos?
5. ° ¿íín cuántos estados pueden darse los venenos?
C.° ¿Por cuántas vías pueden introducirse en el cuerpo humano ó vivo?
7. ° í)e la absorción de los venenos.
8. ° De los hechos que la prueban.
9. ° ¿Qué relación hay entre la absorción y la solubilidad de los ve-
nenos?
10. ¿Por dónde se verifica la absorción con mas rapidez?
11. ¿Qué influencia ejercen los nervios en la absorción de los venenos?
12. ¿Por qué órganos pasan los venenos absorbidos?
13. ¿A qué órganos van á parar los venenos absorbidos?
14. ¿Se acumulan en el cuerpo humano las dósis sucesivas de sustan-
cias medicinales enérgicas hasta llegar á una cantidad venenosa?
15. ¿Cuánto tardan en ser eliminadas las sustancias medicinales y ve-
nenosas ?
16. ¿Pueden hacerse combinaciones de sustancias medicinales en el
estómago y otras partes, que sean venenosas?
17. ¿Cómo son absorbidos los venenos, íntegros ó descompuestos?
18. De la acción de los venenos.
19. ¿Cómo obran los venenos, de un modo químico ó dinámico?
20. ¿Necesitan los venenos, para obrar, ser absorbidos?
21. ¿Cómo debe concebirse la acción de los venenos sobre el sistema
nervioso?
22. ¿Es igual el modo de obrar de los venenos?
23. ¿Hay circunstancias capaces de modificar la acción de los venenos?
(^24. ¿Pueden clasificarse los venenos? ¿Cuál es su mejor clasificación?
¿ 25. ¿Qué medios hay mas conducentes para estudiar la acción de los
venenos ?
Tales son los puntos principales que me propongo discutir en la fisio-
logía de la intoxicación. En cada uno de ellos va envuelta una ó mas
cuestiones , que, en la práctica, se hacen médico-legales , necesitando los
jueces y magistrados la dilucidación de esos puntos, para averiguar si ha
habido ó no intoxicación ó envenenamiento. De lo que en esta parte ex-
pongamos , surgirán consecuencias lógicas y aplicaciones convenientes á
ciertos problemas judiciales , que reclaman el dictámen de los peritos.
Vamos, pues, á tratar de cada uno de estos puntos, por el órden con que
los hemos expuesto. v
- m —
ARTÍCULO PRIMERO
DEL VENENO Y SUS CARACTÉRES DIFERENCIALES, DE LA INTOXICACION
Y DE SüS FORMAS.
g I .— ¿Ornó se entiende por veneno?
Hay algunos toxicólogos que opinan ser innecesaria la definición del
veneno, la que por otra parte dan como punto menos que imposible.
Cláudio Bernard es uno de esos autores. Cree poder tratar de los vene-
nos , y hacer experimentos sobre estos , sin tomarse la pena de buscar
una buena definición de los mismos. Dé aquí una de las razones; y la
mas fuerte que da : «Las cosas, cuya definición es mas difícil, decía
un matemático célebre , son las que tienen menos necesidad de ella. Así,
aunque no puede definirse el tiempo, todos saben lo que se quiere decir
cuando de él se habla (*).))
No podemos participar de la opinión de este entendido experimenta-
dor. Que para sus experimentos no le haga falta la nocion general que
envuelve la definición del veneno, lo comprendemos; pero el toxieólogo
verdadero no puede pasarse sin esa definición , destinada á determinar
qué clase de cuerpos ó sustancias han de llevar el nombre de veneno ; y
su deber es, si hay definiciones viciosas, imperfectas, buscar una que por
lo menos tenga la exactitud posible. La Toxicología ha de servir al mé-
dico forense para responder al juez ó magistrado que le pregunta, si la
muerte ó enfermedad de un sugeto, que dé lugar á procedimientos judi-
ciales, ha sido ó no causada por un veneno, y -el perito tiene que contes-
tar ; y si no sabe qué es veneno, cuándo es venenosa una sustancia , no
podrá responder ; y será imposible resolver si ha habido ó no envenena-
miento, y la administración de justicia quedará privada de ese auxilio de
la ciencia.
El médico forense no puede pasarse, como Cláudio Bernard, sin la
nocion exacta del veneno. El profesor de la escuela de medicina de Fran-
cia , en su laboratorio, en su cátedra, podrá prescindir de esa nocion ; en
el foro, no podría decir al juez ó tribunal lo que dice á sus discípulos,
ó auditorio.
Siquiera todos crean entender de qué se habla, cuando se pronuncia la
voz veneno, es necesario que , cuando se ha dado ó tomado una sustancia
que se crea venenosa , la ciencia pueda decir si lo es ó no. El vulgo no es
buena guia para el caso. Aunque el veneno sea difícil de definir, no es de
las cosas que no tengan necesidad de ser definidas. El apotegma deí céle-
bre matemático no puede referirse al veneno. Graves intereses, no solo
científicos, sino sociales, exigen que determinemos lo que se ha de enten- -
der por esa palabra.
Ocupémonos , pues, en esta cuestión , para nosotros capital é impor-
tantísima , tanto bajo el punto de vista legal , como bajo el fisiológico.
En el Código penal vigente en España, hay un artículo, el 333 , que
habla de las penas en que incurre el homicida , cuando perpetra el cri-
men por medio de un veneno, lo cual agrava la entidad del hecho; mas
ese código no dice lo que se entiende por veneno, ni que esa forma de ho-
Curso de Medicina en el Coleyio de Francia. — Lecciones sobre los efectos de las sustancias
ióccvas y medicinales , p. 39.
— 126 —
raicidio se lame envenenamiento. Cuando ocurre un homicidio perpetrado
por medio ce una sustancia venenosa, el juez se informa consultando á
los facultad’ os , quienes son los que le declaran , si la sustancia em-
pleada , y á a que se atribuye el homicidio, es un veneno.
1 El mismo Código, en su art. 334, castiga al que, sin ánimo de ma-
tar causa á otra alguna lesión grave , administrándole á sabiendas sustan-
cias ó bebidas nocivas , ó abusando de su credulidad ó ílaqueza de espíritu.
El artículo no dice cuándo se han de considerar nocivas las sustancias ó
bebidas.
ÍSo so la mi ule no tenemos ninguna guia en ei Código penal vigente,
para saber lo que es veneno, sino que también nos lalta, siquiera consul-
temos los có. igos antiguos y las obras de procedimientos o de jurispru-
dencia prácti a.
En la ley 11, til. VIH, partida Vil,, se ieen esias palabras: «r ísico ó
especiero ó o ro borne cualquier que vendiere á sabiendas yerbas ó ponzo-
ñes á algún h me que ks comprare con entencion de matar á otri: ó que
los mostrase « conocer, ó á deslemprar, ó dar porque mate á otri con ellas,
también el c unprador como el vendedor, et que las mostró como las
diese, deben haber pena de homecida por ende, maguer el que ias
compró non udo cumplir lo que cuidaba, porque se le non aguisó. Et
si por ventui i matase con ellas, estonce el matador debe morir deslion-
raciamente, e liándolo á leones, ó á canes, ó á otras bestias que io maten.»
Las voces erbas ó ponzoñes son las únicas que pueden referirse al ve-
neno. En los iempos uel rey Alonso el Eabio, dar yerbas á uno, sigmli-
caba envenen arle. Esta locución se encuentra en obras de tiempos mas
cercanos á n sotros, y hasta algunos poetas contemporáneos, que hermo-
sean sus com osiciones con palabras y irases de sabor anticuado, se va-
len de vez en cuando de semejante locución. Ei malogrado poeta Arólas
dice l1) :
Mas^Sancha que se indigno
lJor la oposición que hacia,
Comiendo con él un dia
Di áte yerbas-, lo malo.
Lien se co .prende que en nuestros dias, y sobre todo en una ley, esta
frase no pueo i ser empleada. Hay que sustituirle la de veneno.
Si , en vez le las Partidas , examinamos algunas leyes de la Novísima
Recopilación , tampoco nos será posible deducir 1o que entienden nuestros
legisladores j or veneno, puesto que dichas leyes mas bien se dirigen á
prevenir intoxicaciones involuntarias debidas á infracciones de higiene
pública. Lúa to contienen ios artículos de las leyes 6.* y 7.*, tu. ÍL,
libro Vil de a Novísima Recopilación, no trata mas que del modo como
deben consei varse los utensilios de ciertas tiendas y ciertos comestibles,
en ei estado e salubridad debida.
Para ver si los autores que han comentado nuestras leyes arrojan al-
guna luz sobi e este particular, he registrado la obra de Febrero, refor-
mado por ios señores Loyena , Aguirre, Alontalban y Larabantes, y, en
vez de luz , n > he podido encontrar mas que tinieblas , no para ios profe-
sores del arte de curar, sino para los abogados , que tantas ventajas re-
portan, por ctro lado , de dicha obra. Un opúsculo publicadopor nues-
tro compatrivla 1). Domingo Vidal, en 1783, ha siao la fuente, donde
Poe$tat cahMlerescas y. orientales, p. 753.
— i al —
han bebido dichos señores, para dar sabor científico á sus procedimientos
relativos á los envenenamientos. Basta la sola fecha del opúsculo para
concebir cuán fuera de lugar estarán los conocimientos , que de él se ha-
yan tomado. La Toxicología es una ciencia nueva , desarrollada en el si-
glo xix ; y no es por cierto una producción, como la de Vidal , á la que
debe consultarse, para ponerá los jueces y abogados al corriente de la
ciencia en esta parte.
En el Código penal francés, art. 301, se dice : «Que será calificado de
envenenamiento todo atentado contra la vida de un sugeto, por medio
de sustancias que puedan causar la muerte mas ó menos prontamente,
de cualquier modo que se hayan empleado estas sustancias , y cuales-
quiera que hayan sido sus consecuencias.» Nos alegramos de que nues-
tros legisladores no hayan imitado en esto al Código francés ; que no ha-
yan hecho como los portugueses ; que hayan seguido la conducta del le-
gislador prusiano.
Nuestro Código no da nombres especiales al homicidio ; ora se cometa
con armas, ora con fuego ó agua , ora con veneno; siempre le llama ho-
micidio. Si se perpetra con lazos que estrangulen ú otros medios que as-
fixien , los tribunales consideran el homicidio cometido en circunstan-
cias análogas al incendio , á la sumersión y al veneno.
Así, rigorosamente hablando, el Código penal español no habla del cri-
men de envenenamiento , como el francés y el portugués, llabla del homi-
cidio cometido por medio de un veneno.
Hemos dicho que tampoco define el veneno como dichos Códigos.
Nuestros legisladores han considerado sin duda, que esa definiciones
científica, y la han abandonado á la ciencia, como materia propia de esta.
¿ Han hecho bien los autores de nuestro Código penal en no llamar al
homicidio por medio del veneno envenenamiento, y en no definir el veneno?
Creemos que sí. En su lugar veremos que la palabra envenenamiento de-
berla usarse para expresar el delito de homicidio con veneno, cuando
este se da con la intención de matar ó hacer daño ; reservando la voz in-
toxicación para expresar la muerte ó enfermedad de un sugeto , causada
por un veneno , prescindiendo de la intención con que se haya dado ó
tomado. Así, la voz envenenamiento seria sinónima de homicidio volunta-
rio por medio del veneno, y no habría inconveniente en que , no solo en
el foro, sino en el Código penal, se usara de esa voz, para expresar esa
forma de homicidio calificado.
En cuanto á la definición del veneno , el Código penal no ha debido
darla. Es materia científica, y además, como lo vamos á ver luego, la
ciencia no ha dicho su última palabra, sobre loque por veneno debe en-
tenderse. Hay muchas definiciones del veneno , combatidas por los que
no la dan , y hay escuelas que opinan por definirla á tenor del modo
exterior y objetivo como mata ó trastorna la salud , y otros , á tenor del
modo como se conducen sus principios puestos en contacto con los in-
mediatos de nuestra economía.
El legislador, por lo tanto , no ha debido tomar la definición de este
ni aquel autor, de esta ni aquella escuela, ni entrometerse á dar una
suya, la que, no emanando de la ciencia, habia de ser defectuosa , vaga
y expuesta á todos los inconvenientes posibles en la práctica del foro.
El hombre de la ley debe mirar el homicidio causado voluntariamente
por un veneno , como un homicidio calificado , al cual puede llamar en-
venenamiento ; teniendo á este por la muerte ó la enfermedad causada yo-
— 128 — .
luntariamente por medio de un veneno, y esperando de los hombres de
la ciencia , en los casos prácticos , que le digan si es veneno la sustancia
que haya causado esa muerte ó esa enfermedad.
La ciencia, como en otras cuestiones médico-legales, es la que debe
servir de guia al legislador y á los tribunales de justicia; lo que los loxi-
cdlogos entienden por veneno, eso deberán entender por tal el legislador,
los magistrados y los jueces.
Así como aplaudo que de esta suerte se hayan conducido nuestros le-
gisladores sobre este punto , no me parece propio de los hombres de la
ciencia , del toxicólogo , y menos del médico-forense , ocupado en cues-
tiones toxicológicas , el discutir si hay ó no delito de envenenamiento,
cuando un sugeto da áotro, con intención de matarle ó hacerle daño, una
sustancia que no es venenosa de suyo, como lo cree , ó que en el modo
de darla ó por otra razón , pierda su fuerza y no envenene, no teniendo,
por lo tanto, resultado el intento criminal.
Casner, en su Medicina legal; líriand y Chaudc, en su Manual , y Fer-
reira Macedo Pinto, en su Toxicologia , tratan de ese punto con mucha
lucidez por cierto , y hasta con citas de los tribunales que han opinado
de este ó aquel modo. Todo eso será muy bueno para los hombres de la
ley, y ellos son los que deben agitarlo , porque es cuestión propia del
derecho penal; pero ni el medico forense, ni el toxicólogo, afuer de
hombres de ciencia , tienen nada que ver con semejantes cuestiones.
Supongamos que un sugeto quiere envenenar á otro y toma ácido sul-
fúrico concentrado, y se le echa en un vaso de agua de magnesia , que
aquel se disponga á beber para remediarse una acedía, y que se lo bebe,
y no le hace nada, ó lo más le purga mas ó menos fuertemente. El delito
se ha frustrado. A nosotros no nos preguntarán, ni deben preguntarnos,
si ese sugeto, que ha echado el ácido sulfúrico en el vaso de agua con
magnesia, es ó no un delincuente envenenador, siquiera se haya frus-
trado su delito. Esto pertenece al juez. A nosotros podrá y deberá pregun-
tarnos si el ácido sulfúrico concentrado es veneno ; si echado en un vaso
de agua con magnesia, puede dejar de serlo , y si tomado así, no habrá
envenenamiento y mejor intoxicación , y contestando nosotros á lo pri-
mero que sí , y á lo segundo que no habrá intoxicación , si el ácido se
combina con la magnesia , formando un sulfato de esta tierra alcalina ,
que es purgante ; en vista de nuestra contestación , el juez verá que no ha
habido el hecho del envenenamiento , no porque el sugeto que eche el
ácido en el vaso no quiso envenenar, sino porque sin su voluntad , y á
pesar de ella , por su ignorancia , no se pudo realizar su intento, porque
ya no tomó un veneno la víctima , sino un purgante ; será, pues, un
delito frustrado , una tentativa , y le castigará como castiga las tentativas
nuestro Código penal.
La ley de las Partidas ya tenia previsto este caso, y así castigaba el de-
lito realizado como el solo intentado ; maguer el que los compró non pudo
cumplir lo que cuidaba porque se le non aguisó ; y nuestro Código penal vi-
gente, en su artículo 3.°, castiga el delito frustrado y la tentativa.
Los abogados podrán discutir sobre si hay ó no delito de envenena-
miento en esos casos , y en los que el sugeto que intente envenenar y
pone en ejecución su criminal intento, se vale de una sustancia ino-
cente creyéndola veneno; si echa , por ejemplo, una cerilla fosfórica en
un puchero ; pero nosotros no tenemos nada que ver con esa cuestión
puramente legal ; todo lo que nos tocará siempre es declarar si esa sus-
- 129 —
tancia es ó no veneno , y si el veneno , en estas ó aquellas condiciones,
pudo dejar de serlo, y determinar por qué no ha desplegado su acción.
Dejemos , pues , esta cuestión á quien corresponda , y puesto que á nos-
otros nos pertenece determinar lo que es veneno , para que el juzgado
sepa cuándo hay envenenamiento,, veamos qué es lo que dicen los auto-
res de Toxicología' sobre ello.
Desgraciadamente nuestros autores no están de acuerdo en esa defini-
ción. Maltón, Foderé, Anglada, Devergie, los Orilla, Galtier, Ferrei-
ra, etc. , dan cada uno una definición diferente. Orfila dice, en su Tratado
de Toxicología general , que por veneno debe entenderse toda sustancia, que ,
tomada interiormente, ó aplicada de cualquier modo que sea sobre el cuerpo vivo,
en pequeñas dosis , destruye la salud ó acaba enteramente con la vida. Dever-
gie encuentra esta definición defectuosa : primero , porque no hace dife-
rencia de las sustancias que obran mecánicamente ; la expresión toda sus-
tancia se aplica igualmente al cuerpo que obra de un modo químico y
fisiológico que al mecánico ; segundo , porque la expresión cuerpo vivo es
demasiado vaga, refiriéndose al hombre y á cuantos cuerpos gozan de
vida. Orfila, en su nueva edición, no ha modificado la definición del ve-
neno , haciéndose cargo de las objeciones de Devergie , solo por lo que
toca á la expresión cuerpo vivo. <dJna definición, dice, no es buena real-
mente sino cuando abraza todos los casos. Lo que propone Devergie no
abrazaria mas qne un caso, mas que los venenos del hombre.»
A tomar parte en esta cuestión, bajo el punto de vista con que la tra-
tan dichos autores, diriamos que la definición de Orfila no solo peca por
no determinar la división de las sustancias químico-fisiológicas de las
mecánicas, sino por no establecer diferencias entre el veneno y los virus,
como justamente lo hizo Franck y aceptó Anglada. En cuanto al segundo
vicio que le nota Devergie , podría creerse con este , sin suponer que no
haya venenos para los animales irracionales y para las plantas, todos
cuerpos vivos , que, tratándose de una definición del veneno, que ha de re-
lacionarse con una ley , debe referirse la sustancia venenosa al hombre
por la siguiente razón. La ley señala penas para el envenenamiento, y
estas penas no pueden ser iguales para el que envenena á un hombre, un
perro ó una planta; hé aquí por qué algunos podrán preferir la definición
de Devergie, en la cual la sustancia venenosa solo se refiere al hombre.
Sin embargo, no dejamos de reconocer á favor de Orfila , que puede muy
bien quedar en la definición dél veneno la expresión cuerpo vivo , con la
cual se comprenden todos los casos , y expresarse en la del envenena-
miento los relativos al hombre.
En la misma definición se advierte otra expresión muy digna de co-
mentarios antes de aceptarla. Aludo á las pequeñas dosis. ¿Qué quiere de-
cirse con esto? Orfila indica que no puede fijarse de un modo exacto lo
que es esa pequeña dósis, y que no hay en ella nada de absoluto. Su modo
de resolver esta cuestión no satisface. Sin ánimo de querer sobrepujar en
claridad y fijeza al difunto decano de la facultad médica de Paris, séame
permitido tentar la dilucidación de este importante punto.
Todos los dias se administran en la práctica médica sustancias muy
enérgicas á pequeñas dósis : la morfina, el sulfato de quinina, el biclo-
ruro de mercurio, el amoníaco , los arsenicales , el aceite de crotontiglio,
el ácido hidrociánico , etc. , etc. , son medicamentos , á cuya acción se
atribuye la curación ó alivio de ciertos males. Estas sustancias, pues, no
son venenosas , á pesar de ser dadas á pequeñas dósis ; síguese de esto
TOXICOLOGÍA. — 9 .
- 130 —
aue esa frase de la definición del veneno no tendrá este sentido, no sig-
nificará esas dósis , á que ios médicos administran dichas sustancias,
puesto que se necesitan dósis mayores para que maten. Si á un faculta-
tivo le preguntasen, ¿á qué dósis" es venenoso el bicloruro de mercurio?
Seguramente que no diria, á la en que se da como medicamento. Fuerza
es ° pues, referir el sentido de la expresión pequeñas dósis , á las en que
esas sustancias medicamentosas son venenos. En este caso se dirá:
¿cómo se las llama pequeñas dósis , cuando en realidad, y siempre con
respecto á su acción, son grandes, exorbitantes? Se llaman pequeñas
dósis, no con relación á la cantidad á que se da cada una de esas sustan-
cias, cuando se emplean como medicamentos, en cuyo caso son real-
mente grandes; sino con relación á la cantidad con que se administra la
generalidad de sustancias , ya como medicamentos , ya como alimentos
ordinarios. Acabemos de aclararlo con ejemplos.
Un grano de opio es la dósis á que se da por lo común á un adulto
dicha sustancia como medicamento ; de cuatro á ocho granos de opio es
ya una cantidad excesiva, exorbitante ; á esta dósis el opio es un veneno
para la generalidad de los sugetos. Pero esta misma cantidad , que rela-
tivamente al grano de opio es grande , es pequeña con respecto á la onza
de crémor de tártaro, á la de aceite de ricino, á la libra de pan y al
cuartillo de vino. Para que el crémor de tártaro, el aceite de ricino y
otras sustancias medicinales, que se dan á onzas, produjesen trastornos
graves ó la muerte , seria forzoso darlas en cantidades enormes , y aun
así no obrarían tal vez tan enérgicamente, como las que se llaman vene-
nos; al paso que estas , para que dejen de causar sus terribles efectos,
es indispensable administrarlas á dósis mínimas ó fraccionadas. Hay más:
en punto á cantidades de sustancias puede uno establecer estos tres gra-
dos : mínimas , pequeñas , grandes. A cantidades mínimas , los mismos
venenos dejan de serlo , son medicamentos ; los que para curar se dan á
cantidades grandes, son medicamentos poco enérgicos. De todos modos
se deduce de lo expuesto , que cuando se dice pequeñas dósis , se refiere
el sentido de la definición á las cantidades en que se toman en lo general
los medicamentos y alimentos con respecto de los cuales , en efecto, son
pequeñas las en que se hacen dañosas, ó mortales las sustancias conside-
radas como venenos.
Aun puesta bajo este punto de vista la cuestión, no está al abrigo de
objeciones de cuantía. Por lo mismo, seria de desear que si se ha de de-
finir de ese modo empírico el veneno, se sustituyese esa expresión, pe-
queña dósis con otra que no diese lugar á interpretaciones diversas. Tal
vez se conseguiría este objeto, diciendo á la dosis en que se emplee. De este
modo se fija el hecho, aun dejándole la variedad de los casos y circuns-
tancias : se presenta un caso de envenenamiento, se averigua la dósis en
que se ha empleado la sustancia , y se ve si á esta dósis es ó no habitual-
mente capaz de alterar la salud ó de quitar la vida; prescindiendo si es
una dósis grande, mediana ó pequeña , ó mínima , absoluta ó relativa.
El sobrino de Orfila define el veneno de esta suerte : « Toda sustancia
que , tomada al interior ó aplicada al cuerpo del hombre ó de los anima-
les , destruye la salud , ó acaba con la vida , y eso obrando en virtud de
sunaturaleza.»
lardieu dice que esta definición, no solo es vana, sino errónea, puesto
que la acción del veneno ó las propiedades venenosas jamás son absolu-
tas , y dependen , no de la naturaleza de la sustancia , sino únicamente
- 131 -
de condiciones accesorias , tales como la dósis, el modo de adminis-
trarla , y otras más.
Falta saber quién es aquí el que anda errado; si Orfila, atribu-
yendo á la naturaleza de las sustancias su acción tóxica, ó Tardieu, que
no la quiere tener en cuenta para nada , y que la hace depender única-
mente de condiciones accesorias. ¿Qué harán , por ejemplo, con las patatas,
castañas, nabos la cantidad, el modo de administrarlas, ni esas otras
circunstancias ó condiciones á que se refiere M. Tardieu? ¿Lograrán que
el que coma esos nabos , esas castañas y esas patatas se envenene con
ellas? Si tantas come , tendrá una indigestión y sus consecuencias, pero
una intoxicación , ni soñarlo. ¿ í por qué? Porque esos tubérculos ó fru-
tos no son de suyo, por su naturaleza, venenosos.
La naturaleza del animal , del vegetal y del mineral venenosos entra
como base esencial para que lo sean ; pero por eso mismo que no lo son
de un modo absoluto, porque no hay nada que tenga acción absoluta,
necesitan de condiciones para obrar, y una de ellas es la cantidad , con-
dición inseparable también de todo agente. Upa chispa eléctrica peque-
ñísima apenas hace cosquillas; el rayo destroza un edificio. ¿Deja por
eso la electricidad de obrar por su naturaleza?
Un grado de calor que afecte el termómetro á cero, hiela el agua;
desde unos 12, la pone líquida y tria ; de 12 á 25, es templada; de 25 á
mas grados, caliente; á 100, hierve y se evapora ; pasa á vapor: ¿deja
por eso el calórico de obrar por su naturaleza?
Un milésimo de miligramo del humor ponzoñoso de la víbora no hará
nada depuesto en una mordedura; una gota perturba la salud ; muchas
picaduras son mortales. ¿Deja por eso de pertenecer á la naturaleza de
ese humor la propiedad ponzoñosa ?
Arrobas de la baba del perro sano no dan la rabia ; pocas gotas de esa
baba del hidrofóbico la hacen desarrollar en el mordido. ¿Será la canti-
dad de baba la causa de la rabia ?
Mala podrá ser la definición de Orfila , sobrino ; pero es mucho peor
la crítica de M. Tardieu , y peor la definición que quiere que sirva de
guia al toxicólogo, puesto que pretende que admitamos , como buena, la
del Código penal francés. Si para ser veneno , y que haya envenena-
miento basta una sustancia que pueda dar mas ó menos pronto la muerte,
de cualquier modo que se emplee ó administre , y cualesquiera que sean
las consecuencias; un vaso de agua fria, que es una sustancia, y que con
mucha frecuencia da la muerte rápida, muy parecida á una intoxica-
ción , seria un veneno, y esa muerte un envenenamiento.
Ferreira, después de hacerse cargo de las definiciones de Galeno, Fo-
deré , Mead , Orfila , Raspad , Monneret , Taylor-Traill y la nuestra em-
pírica, que no traduce bien , no diciendo nada de la científica, y que es la
que preferimos, define el veneno de este modo: «Toda sustancia, que
accidental ó voluntariamente introducida en la economía animal , á cierta
dósis superior á la farmacológica, tiene el poder de alterar profunda-
mente la salud , ó de extinguir la vida en la mayor parte de los casos.»
Esta definición peca , en nuestro concepto, por querer comprender en
la acción del veneno la parte moral ó intencionada del que le da. La
introducción voluntaria ó involuntaria no hace falta para definir el hecho
ó la virtud de la sustancia tóxica ; dada voluntaria é involuntariamente,
siempre hace lo que le es propio. La definición del veneno, en Toxicolo-
gía , no debe referirse mas que al hecho y condiciones fisiológicas ; de-
— 132 —
jando completamente á nn lado la parte moral, las intenciones del que
le da o- le toma. La acción característica del veneno no tiene nada que
ver con las intenciones del que le maneja.
Lo de la dósis superior á la farmacológica es una frase que echa á
perder por sí sola la definición , porque restringe lo definido ; no lo
comprende todo. Si respecto de las sustancias que se emplean como me-
dicamentos puede ser aceptable, porque las comprende en la definición,
no lo es respecto de las que no son nunca medicamentos ; estas nunca
tienen dósis farmacológica; de consiguiente, no hay dosis, ni supe-
rior, ni inferior á la medicinal, y he aquí cómo el autor las excluye sin
quererlo ; cómo no abraza en su definición todo lo definido.
Hasta respecto de las sustancias que pueden servir y sirven como me-
dicamentos , tejidria que descender á mas determinaciones , para que la
frase fuese clara ; porque las dósis medicinales son varias , y cada medi-
camento tiene la suya, según los casos morbosos y . el tiempo que se
venga usando el medicamento.
deioso es que examinemos mas definiciones, para dar con una que
satisfaga, queriéndolas definir de un modo empírico, y en atención á
todas las consideraciones que preceden , opino que debería llamarse ve-
neno; bajo el punto de vista de los autores que le definen de ese modo.
• «Toda sustancia que , aplicada al interior ó al exterior del cuerpo vivo , es, á
la dósis en que se emplee , habitualmcnte capaz de quitar la vida ó de alterar
la salud , sin obrar mecánicamente y sin reproducirse ,»
La definición que acabamos de dar es buena, porque realmente el
hecho que expresa no pertenece mas que á las sustancias venenosas.
Tiene además la ventaja de no prejuzgar cuestión alguna, de no com-
prometerse por ninguna doctrina determinada sobre el modo de obrar
de los venenos, puesto que prescinde de este modo de obrar, limitán-
dose á consignar el hecho, al que mas bien describe que no define,
siquiera lo baga de un modo general ó vago.
Si un código hubiese de definir el veneno, como lo hacen algunos,
debería adoptar esa definición ; 'porque en una ley conviene que el he-
cho se determine , no solo de un modo claro, sino que esté fuera de las
contiendas científicas y al abrigo de la variaciones de opinión.
El distinguido señor Ferreira encuentra , sin embargo, en esa defini-
ción , tai como acabamos de formularla, algunos reparos. A los comen-
tarios que hace acerca de ella , responderérnos , en primer lugar, que no
la traduce exactamente ; no decimos á la dósis en que se emplea habitual-
mente, sino á la en que se emplee, lo cual significa una cosa muy diferente.
Es como si dijéramos á la dósis á que se haya empleado en el caso en
cuestión, se verá si es venenosa; y que decimos esto se comprende, ya
que no por la sola frase, por el comentario que hacemos de ella.
En segundo lugar , observaremos á nuestro ilustrado comprofesor,
cuando nos pregunta por qué el' vidrio molido no ha de ser tenido por
..veneno, que ya pudo ver la razón en mas de un pasaje de nuestro Com-
pendio; y si no le satisface, podía haberla combatido. Una pregunta no
es una refutación. Pero ya que nos la dirige, sin razonar su motivo, diré-
raos al digno catedrático de Coimbra , que el vidrio molido obra por las
puntas y cortes de sus fragmentos en polvo, como podrian obrar pedazos
mayores; y así como, siendo de tamaño mayor, no le llamaría veneno,
sino agente traumático,' así tampoco debe llamarle sustancia tóxica , por-
que la misma acción se ejerce por partículas menores , como lo son las
- 188 -
del polvo de vidrio. El efecto que produce es una multitud de heridas
en la mucosa, y una inflamación que termina por gangrena, pero que es-
de naturaleza traumática, como cualquier otra producida por armas cor-
tantes, destituidas completamente de todo carácter tóxico.
Respecto del virus hidrofóbico ó.lísico, que también extraña el señor
Ferreira Macedo Pinto que no. se comprenda en la definición-, dirémos
que , ti atándose de una definición empírica, y tai como la dan los auto-
res, los virus no son tenidos por venenos, desde que Jacobo Cataneo
(siglo xvi) empezó á distinguir con esa voz , en lo antiguo sinónima de ve-
neno, los humores virulentos. Los autores , que, al definir el veneno, no
quieren perder de vista la relación de sus efectos con las leyes penales, y
el uso criminal que se hace de las sustancias tóxicas, no tienen por ve-
neno lo que no puede ser instrumento del crimen. Mas nuestro compro-
fesor hubiera podido ver lo que decimos luego de-esas definiciones em-
píricas, y de la necesidad de una definición científica , que en seguida
dábamos, y vamos á dar luego, y advertir que comprendemos , como lo
verdinos, al hablar de la clasificación de los venenos, entre estos, no solo
los virus , sino también los miasmas, porque en la definición del veneno,
repito, no tenemos que tomar en cuenta para nada la parte moral de la
muerte ó enfermedad que con él se cause, ni si el veneno puede ser ó no
instrumento del crimen.
Por último, la definición que acabamos de dar como buena y mejor,
debe entenderse bajo la suposición de que hayamos de definir el veneno
empíricamente, como lo hacen los autores, cuyas definiciones hemos censu-
rado, enmendándola en lo posible, acomodándonos á su idea; pero esa
definición no es la nuestra', la que tenemos por mejor. Yo no estoy por
las definiciones empíricas : á ellas se deben esas dificultades que encuen-
tran los autores para definir el veneno.
En una obra de Toxicología , donde se quiera establecer una doctrina
científica, basada en el modo de obrar de las sustancias venenosas , una
definición empírica , siquiera sea la que acabamos de dar, no basta ; es
necesario expresar en ella, no. los efectos del veneno, sino la naturaleza
de su acción peculiar.
El estado actual de conocimientos y los progresos cada dia mas no-
tables de la química orgánica , ya nos permiten aspirar á mas que á
ser puramente descriptivos en la definición del veneno; ya pqdemos
darla, expresando en ella de qué manera alteran profundamente la
salud , ó quitan la vida las sustancias que pertenecen á esa clase de
cuerpos especiales.
Hoy dia no puede dudarse , por lo menos respecto de muchos , que los
venenos entran en combinación química con los principios constitutivos
de los sólidos, líquidos y gases del cuerpo humano; que unos coagulan la
sangre; que otros la liqueíian ; que otros le impiden sus combinaciones
con el oxigeno; que le alteran, en fin , las condiciones fisiológicas, por
las cuales se presta á las variadas combinaciones y metamorfosis natura-
les, para surtir á todos los órganos y tejidos , y dar lugar á la formación
de todos los productos y actos de la mida.
A proporción que la química avanza, que los experimentos se multi-
plican y extienden , ese modo de considerar los venenos queda mas con-
firmado, y es de esperar que lo que hoy no ofrece duda, respecto de algu-
nas sustancias venenosas , tampoco la' ofrecerá respecto de otras , cuyo
modo de obrar es todavía para nosotros empírico.
— 134 —
Por lo mismo hay ya algunos autores que definen el veneno de un
modo muy diferente de lo que se había hecho hasta aquí.
Liebig , en la introducción á su Química orgánica , donde trata con tanta
lucidez de las reacciones químicas ejercidas por los productos del reino
orgánico y de la química viviente , considera los venenos como lo acaba-
mos de indicar. Según este autor, deben llamarse venenos los cuerpos
que, puestos en contacto con los tejidos ó sus principios constituyentes,
tienen la facultad de combinarse con ellos, venciendo la fuerza vital, y
produciendo alteraciones en los actos de la vida.
De tal manera mira este autor como característico del veneno la acción
química , que no da aquella calificación , rigurosamente hablando, á los
cáusticos; por cuanto obran á la manera del lluego ó del instrumento cor-
tante, esto es, destruyendo.
Galtier dice, que por veneno debe entenderse todo cuerpo que, á con-
secuencia de su acción químico-dinámica local , y sobre todo de su absor-
ción , puede dar lugar á desórdenes orgánicos ó funcionales graves ó
mortales.
Eduardo Robín considera como venenos todas las sustancias que se
oponen á la combustión lenta ó á la acción del oxígeno húmedo sobre
los elementos proteicos de la sangre.
De los escritos de Mialhe se deduce claramente, que los venenos lo
son por su acción química.
No habia de serme difícil acumular aquí definiciones del veneno por
el estilo, tomadas de los químicos modernos. No tardarán los lexicólogos
en seguirlos , y dia llegará en que ninguno dejará de definir los venenos
de esa manera.
Yo, que participo de estas ideas , que tengo ya manifestada mi opinión
sobre lo que es la vida y cómo se realizan sus actos (*), considero los ve-
nenos como agentes químicos que, entrando en combinación con los
principios de la sangre y de los tejidos , dan lugar á la formación de
cuerpos ó productos anormales , faltos de las condiciones fisiológicas de-
bidas, de lo cual han de seguirse forzosamente alteraciones mas ó menos
profundas en la salud , alteraciones que se comprenden y explican cla-
ramente por los efectos químicos de esas sustancias venenosas. Si los
efectos de algunas quedan todavía por explicar, es precisamente porque
todavía no se conoce bien la acción química que ejercen ó el modo como
la ejercen.
Por lo tanto, yo definiré el veneno de esta manera :
«Veneno es toda sustancia que, puesta en contacto con los sólidos, lí-
quidos ó gases del cuerpo vivo , es capaz de determinar por su propia
naturaleza , y bajo ciertas condiciones , fenómenos químicos , y fisioló-
gicos anormales , é incompatibles con la salud y la vida.»
No me importa que se diga que los miasmas y virus hacen otro tanto;
porque también son sustancias venenosas , en el rigor de la palabra ; son
especies de venenos , y verdaderas intoxicaciones lo que producen , aun-
que especiales también , debidas igualmente á una acción química. Si-
quiera haya diferencias, las que expondré dentro de poco, no por eso hay
razón para negarles el carácter genérico de venenos.
Ea doctrina en que se funda esta definición no puede tener aquí su
(‘) Eximen critico de la
dinamismo vital
Homeopatía ,
t. II; todas las lecciones dedicadas al estudio del
— 135 -
debido desarrollo ; mas ya la explanarémos en su lugar, eh especial cuan-
do tratemos del modo de obrar de los venenos; entonces veremos con
cuánto fundamento procedemos de este modo.
Resulta, pues , de lo dicho , que el veneno puede definirse de dos ma-
neras, empírica y racionalmente. La definición empírica no prejuzga nin-
guna cuestión, yse limita á trazar de un modo muy general, vago, y por
lo mismo expuesto á dudas, los efectos de la sustancia que lleva ese nom-
bre; al paso que la racional ya consigna una doctrina, el modo de obrar
de esas sustancias, y define por lo tanto la naturaleza de su acción.
Podemos añadir, que la primera se refiere á los efectos sintomáticos ó
secundarios, y la segunda á los químicos ó primitivos.
Puesto, pues, que hemos visto lo que es veneno , pasemos á establecer
las diferencias que hay entre él y el medicamento, el alimento, el miasma
y el virus.
8 n. —Caracteres diferenciales del veneno.
Cuando no se apela á la química para explicar las diferencias que ca-
ben entre el veneno, el medicamento, el alimento , los miasmas y los vi-
rus, es de todo punto imposible trazarlas de una manera terminante y
explícita, y cuantos lo pretenden, se pierden en una multitud de inexac-
titudes y vaguedades. Jamás se circunscriben los límites , ni se marcan
netamente las verdaderas diferencias.
Hay muchas sustancias que son venenosas, bajo un aspecto, ó en ciertas
condiciones, y en otras, ó bajo otro aspecto, son medicamentos; la ma-
teria médica utiliza gran parte de las sustancias tóxicas; hay alimentos
dados como medicamentos. La cantidad les sirve de base á muchos para
diferenciar un mismo cuerpo , para tenerle por medicamento ó veneno,
y en muchas ocasiones no es tanto la cantidad , como el estado en que
se halla el sugeto.
Respecto de los miasmas y los virus, la procedencia se explota para Ja
diferencia , y lo único que puede distinguir los últimos, es su virtud re-
productiva.
Apelando á la química, definiendo el veneno como lo hemos hecho con
relación á su modo de obrar , las diferencias resultan de un modo mas
terminante, y permiten deslindar de una manera mas fija la categoría de
cada cuerpo ó sustancia.
Por mas que pretendan lo contrario los vitalistas, no es posible negar
que, tanto los principios constitutivos de los tejidos, como los de los hu-
mores , y en especial la sangre, manantial fecundo del cual se surten to-
dos los órganos para su nutrición y la elaboración de sus productos , se
prestan á ciertas afinidades, á ciertas acciones y reacciones, las que, con-
sistiendo en composición y descomposición de cuerpos, en metamórfosis
de principios inmediatos, en catálisis combinante é isomérica, como los
asimilatrices , ó en catálisis por desdoblamiento, como los desasimilatri-
ccs.son siempre de naturaleza química; son hechos químicos de acción
directa por contacto; siquiera sean especiales; siquiera se efectúen bajo
la influencia de lo que los vitalistas llaman vida, fuerzas vitales, dinamismo
vital, ó cualquier otro nombre, con el que exprese lo que preside los
actos de la organización ; influencia que desconocemos en su naturaleza
íntima.
Las leyes de la organización, sea animal, sea vegetal , han establecido
esas acciones y reacciones, como condición tiñe qua non de la vida y la
- 136 -
salud, v siempre que hay alteraciones en ellas, ó no se efectúan como es
la calnd se perturba, la vida se suspende ó acaba.
d Auncme respectóle la organización vegetal, sucede, en lo que le atañe,
lo propio que en la animal, y en la de los animales lo propio que en el
hombre- aquí me referiré principalmente á la economía humana.
La sangre, por lo mismo que lia de surtir á todos los órganos , que de
ella han de salir todos los productos del cuerpo humano, es un compuesto
complexísimo, cuyos factores tienen entre sí poca afinidad, y su conjunto
poca^ fuerza química dominadora : hé aquí por qué cualquier agente la
modifica y altera, haciéndole sufrir transformaciones liaseenclentales.
Esto sentado, se deja concebir como todo cuerpo de alguna acción quí-
mica, que se ponga en contacto con los principios constitutivos de los
tejidos y la sangre, la han de ejercer y producir diversos efectos, tanto
químicos como fisiológicos, según la naturaleza, la cantidad de esos cuer-
pos , el estado de la' organización y otras condiciones que en su lugar
veremos.
Resumiendo todos esos casos en los grupos mas sintéticos, dejando la
análisis de todos para mas tarde, podemos decir que, á consecuencia de
ese contacto con cuerpos que se introducen en nuestra economía , se ve-
rifican combinaciones contrarias á las leyes fisiológicas ó, á las funciones
orgánicas, y combinaciones favorables, apropiadas á la nutrición.
Siempre que el agente químico no es asimilable , está dotado de una
fuerza química, superior al de los principios constitutivos de los tejidos
y de los humores del cuerpo humano , y forma combinaciones anormales
que quitan á los sólidos y líquidos sus condiciones fisiológicas, hay un
efecto contrario á la conservación de la salud y de la vida.
Todo lo contrario sucede cuando esos cuerpos son asimilables ó tie-
nen poca fuerza química , incapaz de vencer la de los principios de la
economía animal; en estos casos las combinaciones que resultan son fa-
vorables á la vida.
A la primera clase de esos cuerpos corresponden los de composición
sencilla ó los simples; á la segunda los de composición complexa.
Los cuerpos simples , los binarios y hasta los ternarios del reino mi-
neral, tienen por punto general gran fuerza química, grande aptitud á
combinarse , á provocar descomposiciones en los cuerpqs con los que se
ponen en contacto. ¿Quién no sabe que es notable esa fuerza en los cuer-
pos simples, que ocupan los extremos de la línea, en que están coloca-
dos por su electricidad? ¿Quién no sabe la facilidad con que se oxidan los
metales, la afinidad del cloro, yodo, bromo , etc., la de los óxidos y áci-
dos? ¿Quién no sabe, en fin, que, á proporción qué entran mas factores en
un compuesto, deja este de ejercer su actividad química , prestándose á
la acción de otros cuerpos de composición mas sencilla para descompo-
nerse ó metamorfosearse?
Id poniendo en contacto de los tejidos vivos y de la sangre los diversos
cuerpos de los tres reinos, y vereis cómo la ley que preside á sus acciones
y reacciones no los abandona nunca. En la organización no hay cuerpos
simples al estado libre. El oxígeno, el ázoe y el hidrógeno están disuel-
tos en los humores. La análisis química encuentra en el cuerpo humano
noventa y seis principios inmediatos de existencia bien determinada (!).
/
nr iCL^,ímíi^lw*caan“íámfc*» e,c-’ de Robin Y Verdeill, tomo I, pág. 139 y 130. Po
P P talo, en anatomía química , que es como aquí se expresa, se eatipade todo
- 137 -
A la formación de esos principios , unos definidos , otros indefinidos, no
contribuyen todos los cuerpos simples conocidos; solo junos pocos entran
enjuego, tanto en el hombre como en los animales superiores, durante
ese continuo cambio de materia entre el mundo exterior y las organiza-
ciones, con el cual la vida se sostiene. Entre los metaloídeos están el hi-
drógeno, el oxígeno, el azufre,' el flúor , el cloro, el ázoe, el fósforo, el
carbono y el silicio; entre los metales, el potasio , el sodio, el calcio , el
magnesio y el hierro. Como accidentales, y con ciertas restricciones,. se
pueden añadir eLcobre, el plomo, el arsénico, él manganeso y algún otro.
Todos esos cuerpos forman parte de la organización animal , al estado
normal ; pero ninguno de ellos, exceptuando el oxígeno, se encuentra en
aquella al estado libre, y aun hay quien dice que es en un estado parti-
cular; todos penetran en la economía, bajo la forma de combinaciones y
no como cuerpos simples; esas mismas combinaciones pueden modificarse
todavía en el torrente de la circulación, saliendo los compuestos en un
estado muy diferente del en que entraron. Los metaloídeos forman parte
de combinaciones orgánicas; el ázoe, el carbono, el hidrógeno, el oxí-
geno, etc. , llegan en estado de principios inmediatos con las sustancias
alimenticias; el cloro, el azufre, el fósforo, penetran combinados con ma-
terias salinas ó formando parte integrante de la fibrina y de la albúmina.
En esos estados de combinación, no tiene fuerza química dañosa, y
tanto por eso, como por su escasa cantidad, lejos de perturbar el movi-
miento molecular de la sangre y los tejidos , y las funciones de aquella y
los órganos, sostienen el movimiento de la vida.
Siquiera se diga, pues , que hay en la economía humana , fósforo , ar-
sénico, cloro, etc. , entiéndase que es en estado de combinación , y que
en tal estado entran con los alimentos y bebidas.
Los alimentos orgánicos son todos compuestos y complexos. Sujeta la
sangre á un incesante movimiento de composición y descomposición, era
necesario que así fuese; de lo contrario, no hubieran podido llenarse sus
fines: los principios proteicos que tienen mas metamórfosis , presentan
mas ó menos fijeza de composición, según las partes que constituyen : la
sangre, que es la que ha de prestarse á mas afinidades, es el humor mas
complexo, el que menos fuerza química tiene; cualquier agente la altera.
Estas sencillas consideraciones, que no extendemos mas aquí, porque
hemos de volver á ellas en otra parte, bastan y sobran para dar á com-
prender cuándo han de ser venenos, medicamentos ó alimentos las sus-
tancias que se pongan en esfera de actividad con los sólidos, líquidos y
gases de nuestra economía.
Siempre que los cuerpos estén dotados de gran fuerza química , ó lo
que es jo mismo, que tengan composición sencilla, vencerán la de los
principios constitutivos de íos tejidos y humores; determinarán en ellos fe-
nómenos químicos anormales; los alterarán profundamente en su compo-
sición ; les quitarán sus condiciones fisiológicas; serán , por lo tanto, ve-
nenos, porque alterarán profundamente la salud, ó producirán la muerte.
- Siempre que esos cuerpos tengan composición complexa, ó poca
fuerza química, sufriendo fácilmente metamórfosis , puestos en contacto
con los sólidos y líquidos de nuestro cuerpo , dando lugar á productos
individuo de los últimos cuerpos que constituyen ó han constituido el organismo, á los que
se puede reducir por análisis anatómica la sustancia organizada , y que no se puede gub-
dividir en otras materias, sin alterar su naturaleza química. (Obr. y tomo cit., pág. 98),
- 138 —
asimilables, no solo no le serán nocivos, sino que servirán perfectamente
para su nutrición y reparación ; serán por lo tanto, alimentos.
lié aquí por que "no hay ningún cuerpo simple, ni ácido, ni álcali, ni
óxido' ni sal, que sea alimenticio, como no extendamos esta calidad á
lodo cuerpo que forme parte constituyente de los humores, y en especial
ja sangre; hé aquí por qué la mayor parte, y en especial, los de mucha
fuerza química , son venenosos. Fié aquí por qué los cuerpos procedentes
del reino mineral , de composición sencilla , pues hay pocos cuaterna-
rios, no pueden alimentar, y tienen en su mayor parte asiento entre las
sustancias venenosas. Hé aquí por qué los alimentos salen del reino ve-
getal y animal , y no precisamente de sus ácidos y álcalis, ó cuerpos con
principios de composición sencilla también, que los haga conducirse en
sus combinaciones de un modo análogo á los minerales, sino de los neu-
tros y de las mezclas , cuerpos de composición complexa , de cuyas me-
tamórfosis ó transformaciones salen principios de poca fuerza química,
asimilables , propios para reparar las pérdidas que sufre la organización
en su continuo movimiento molecular de asimilación y desasimilacion,
que constituye del modo mas esencial la vida.
El oxígeno, otro de los principios inmediatos, cuerpo simple , dotado
de una fuerza química eminente , puesto en contacto con nuestros sólidos
y líquidos, sigue esa ley de una manera patente é invariable. Todos sa-
ben que le respiramos y que á él debemos principalmente la vida ; esta
se suspende y acaba, desde el momento que dejamos de respirar. Sin él,
muchos principios alimenticios no acabarían de adquirir su virtud plás-
tica ; él completa la sanguificacion y el desarrollo de los tejidos. Pues
bien; el oxígeno puede considerarse en último resultado, como un
veneno , y de los mas activos ; no solo no es alimento, ni puede serlo,
sino que ños gasta y nos devora. Respirado puro y en gran cantidad, nos
mata , inflamando intensamente las vías respiratorias; el aire con que
viene mezclado templa su acción tóxica. Aun así seguiría matándonos,
si, por medio de los alimentos, no acudiéramos á neutralizar su acción
tóxica ó destructiva; los alimentos, los principios alimenticios, con los
cuales se combina, son su antídoto , mejor su contraveneno.
Suspended la alimentación , y la intoxicación empezarán manifestarse,
la postración de fuerzas, la sed, el hambre, la demacración , etc., etc.;
hé aquí los síntomas de la intoxicación oxigenal.
Cuando Moleschott indica que el oxígeno es, por decirlo así, también
un alimento , una sustancia nutritiva , lo funda en que se combina con
los principios alimenticios, absorbidos por los intestinos, y acaba la san-
guificacion y el desarrollo de los tejidos (l). Cierto que , mirado bajo ese
aspecto, y al principio de su acción, él es el que acaba, como ya lo llevo
dicho, de elevar á su mayor categoría orgánica y nutritiva, los princi-
pios albuminoídeos , preparados por la digestión. La caseína de la leche,
por ejemplo , en el estómago , se eleva á la categoría de albúmina , toma
lósforo; con la hematosis se cambia en fibrina, ha tomado mas oxígeno.
Mas siquiera el oxígeno respirado vaya elevando ciertos principios ali-
menticios á mayor grado de desarrollo orgánico y nutritivo por medio de
mayores grados de oxidación, por lo cuaí puede tomarse, como dice Mo-
leschott, por alimento, aunque imperfecto ; no por eso deja de ser un
destructor, un veneno, puesto que él es el agenté, que, cuando llegan (*)
(*) Obra cit., t. I, p. «09.
- 139 —
esos principios á su último grado de desenvolvimiento , los lleva á la des-
composición , y bajo su acción se transforman en urea , agua y ácido car
bónico, y, si conforme se gastan los tejidos con esas pérdidas, no llega-
sen nuevos principios alimenticios á la sangre , procedentes de la diges-
tión , el sugeto perecería bajo la acción devoradora de ese oxígeno.
El mismo Moleschott confirmará mis asertos. Hé aquí lo que dice en
otra parte : «A medida que la sangre y los tejidos se descomponen de
más ó más, bajo la acción permanente de la respiración , para reducirse al
fin en urea , agua y ácido carbónico , el desarrollo se cambia en descom-
posición í1).
Algunas páginas antes está mas explícito. «La cantidad de albúmina
que añadimos todos los dias á nuestro cuerpo , basta para compensar la
urea que eliminamos. El oxígeno, que inspiramos, conduce sucesiva-
mente la albúmina á grados de combustión cada vez mas elevados. Así
nacen en la sangre, la fibrina y los compuestos que Mulder llama los
óxidos superiores de la albúmina. Mas el oxígeno penetra en los tejidos,
atravesando las paredes de los vasos capilares, y cambia la albúmina en
materias reductibles á cola; los elementos plásticos en creatina, en
ácido úrico , en urea y en ácido carbónico. Quince dias bastan para que esa
combustión , que se efectúa en un cuerpo que no recibe nada capaz de reparar sus
pérdidas , produzca una pérdida de albúmina tan grande , que la muerte por
inanición es su inevitable consecuencia (2).»
Véase, pues, cómo el oxígeno, en el sentido que lo he dicho , puede
ser considerado afuer de veneno.
La leche es el prototipo de los alimentos, es un alimento completo
que contiene principios albuminoídeos, adipógenos, grasa y sales. ¿Y por
qué? Porque es un cuerpo complexo, dotado de poca fuerza química,
el que , puesto en contacto con los humores del tubo digestivo, se me-
tamorfosea ó transforma en productos eminentemente alimenticios, los
que acaban su desenvolvimiento en el torrente circulatorio por medio de
la hematosis. Su caseína, entre otras, se transforma en albúmina en el
estómago , y en la sangre se eleva al rango de fibrina.
La diferencia , pues , entre el veneno y el alimento está bien marcada.
Es veneno todo lo que vence la fuerza de" los tejidos y humores del cuerpo
humano, dando lugar á combinaciones destituidas de condiciones fisioló-
gicas, determinando fenómenos químicos, anormales, incompatibles con
la vida ó la salud , perturbadores del movimiento molecular de la sangre
y de los tejidos ; es alimento todo lo que cede á la fuerza de los agentes fisio-
lógicos, dando lugar á la formación de principios asimilables, reparado-
res de la sangre , y de los elementos constituyentes de los tejidos. Todo
lo que contiene principios albuminoídeos, grasa, adipógenos y sales,
es un alimento completo; el que no contiene todo eso, es incompleto,
y cada uno de esos principios es un elemento alimenticio, no un alimento.
Veamos si darémos con la diferencia entre el veneno y el medicamento.
La fuerza química de todo cuerpo es siempre la suma de la que tiene
cada uno de sus átomos y la del estado que tengan estos para obrar ; no
le servirá de mucho su gran fuerza química, si la cohesión, por ejem-
plo , los contiene : hé aquí por qué la solución y la difusión son dos cir-
cunstancias altamente favorables á las combinaciones.
— 140 —
De esto se sigue lógicamente que no solo debemos tener en cuenta,
para apreciar la fuerza química de un cuerpo , el lugar que ocupa en la
lista formada con arreglo al modo como se conducen en la pila , sino á
su estado de solución y á su cantidad.
Esto sentado, empieza á ponerse en relieve la diferencia entre el ve-
neno y el medicamento. Una sustancia venenosa lo es porque entra en
combinación con los principios de la economía. Esta combinación es ato-
mística; un átomo del veneno se combina con uno ó mas de ciertos prin-
cipios plásticos de los tejidos ó de la sangre; la combinación que resulta
es un cuerpo mitad orgánico , mitad inorgánico ó mejor anormal, fallo
de las condiciones fisiológicas.
Si el veneno está en poca cantidad , habrá poca cantidad de los prin-
cipios plásticos alterados; la economía deberá resentirse menos , y tan
pequeña puede ser, que pase desapercibida la alteración. Todo lo contra-
rio sucederá, si la cantidad fuere considerable.
Se dirá que hay venenos ó sustancias, cuya cantidad tóxica es peque-
ñísima, y sin embargo , los estragos son terribles. Es verdad, pero nó-
tese bien ; en esos casos no hay poca cantidad de principios plásticos al-
terados, sino mucha.
Es sabido que los cuerpos no se combinan siempre átomo por átomo, ó
equivalente por equivalente. Las diferencias de fuerza química hacen
que un átomo del uno se combine con dos, tres, cuatro , ó más del otro;
de suerte que bien puede darse poca cantidad de aquel, y mucha de este.
Con ciertos venenos minerales sucede precisamente eso. Ahí están el
ácido arsenioso y el bicloruro de mercurio, como ejemplos á propósito
para esclarecer esta cuestión. Harto es sabido que en poca cantidad son
venenosos: uno ó dos granos bastan para matar ó producir terrible es-
trago. ¿Y es acaso pequeña la cantidad de principios plásticos que alte-
ran combinándose con ellos? No por cierto.
Tres granos y cuatro decigramos de grano de ácido arsenioso ó cinco
granos de sublimado corrosivo se combinan con cien granos de fibrina
disuelta en agua, en esta proporción 6,301 partes de fibrina con 30,000
de agua , que es como se halla normalmente en la sangre viva. Un grano
y una cuarta parte de grano de ácido arsenioso se combinan con cien
granos de albúmina.
Hé aquí cerca de cuatro escrúpulos de estos principios plásticos conver-
tidos en un compuesto, mitad orgánico, mitad inorgánico, destituido,
por lo tanto , de las condiciones fisiológicas que le son propias; así se
comprende cómo poca cantidad de esas sustancias es venenosa, porque
es mucha la de los principios plásticos que altera. Para que dejen de ser
venenosas, es necesario darlas á mínimas fracciones de grano. Así podrá
soportarlas la economía sin trastorno , y aun cuando haya cierta canti-
dad de principios plásticos alterada, no asimilable /muerta, se despren-
derá, como en efecto se desprende, y la organización seguirá su curso.
Si, por otra parte, los tejidos ó la masa de la sangre se hallan en un
estado morboso, debido á la alteración en las proporciones de sus prin-
cipios ó á la introducción y formación de otras que dichos venenos ata-
3uen, podrá resultar un beneficio á esa organización déla administración
e esas sustancias , hasta en dósis menos fraccionadas.
Hé aquí , pues , cómo pueden ser las mismas sustancias venenos y me-
dicamentos , según la cantidad y el estado de la economía. En otras oca-
siones, como verémosensu lugar, el veneno no mata ¿ altera la salud
- íll -
por combinarse cada átomo suyo con mas ó menos átomos de los princi-
pios proteiformes; sino porque provoca una descomposición , una meta-
morfosis morbosa en la masa de la sangre y los tejidos, la que, co-
municada á una molécula , esta la provoca á su vez á la inmediata, y
así sucesivamente , hasta alcanzarla transformación de todo el cuerpo ó
de una gran parte , si, en tanto que avanza, no encuentra ese movi-
miento de descomposición nada que se le oponga.
Los venenos de los animales ponzoñosos probablemente obran de esta
.manera. La echidnína es la ptyalina de la víbora. No obran de otra las sus-
tancias en putrefacción y los virus. En tales casos , poca , poquísima can-
tidad también basta para matar ó producir grandes trastornos ; pero es
porque también hay gran cantidad de materia viva transformada. Si, al
empezar el movimiento de descomposición , hubiese algo que le detuviera,
la intoxicación no se verificaria. Por eso la detienen los cáusticos y los
antipútridos y cuerpos dotados de gran fuerza química. La misma escasez
ó exigüidad de materia tóxica puede no provocar ese movimiento ó pro-
vocarle en poco radio. Nada mas común en química, tanto orgánica como
inorgánica, que no desplegar un cuerpo su acción, por no haber suficiente
cantidad de átomos para^ello. ílay reactivos que, como no estén en ex-
ceso, no dan resultado, b le dan escaso.
Por último, hay otros cuerpos, como lo verémos también, que impiden
la hematosis, la combustión lenta que’se efectúa, durante la respiración;
entrando ó no en combinación con la, sangre , en mucha cantidad y por
algún tiempo, matan; en poca, ó por poco tiempo, pueden producir bene-
ficios. Tales son, entre otros muchos, los anestésicos, por ejemplo.
Si de las reflexiones que preceden resulta , que la cantidad de sustan-
cia por un lado, y por otro el estado de salud ó de enfermedad del sugeto
que la toma, pueden hacer que ciertos cuerpos de acción química, supe-
rior á la de la sangre y principios inmediatos de jos tejidos , unas veces
maten ó trastornen la salud, como venenos , y otros restablezcan la salud
alterada, como medicamentos ; no por eso hay razón para negar la dife-
rencia real y positiva que existe entre el veneno y el medicamento, ni
para fundarla en la cantidad, estado del sugeto, ni otras condiciones ca-
paces de modificar los efectos de las sustancias venenosas.
En primer lugar, ni la cantidad, ni el estado del sugeto, pueden dar
á una sustancia una naturaleza diferente de la que tiene y á la que debe
sus propiedades; jamás, por ejemplo, harán que la cafeína produzca lo
que la morfina ; el ácido acético, lo que el cianhídrico; el óxido de hierro,
loque la potasa ; el hidrógeno carbonado, loque el hidrógeno arsenicado;
la baba del perro sano, lo que la del rabioso ; la culebra común, lo que la
vibora, etc. Luego hay algo mas que la cantidad, que el estado del sugeto
en esa diferencia de efectos; hay la naturaleza de la sustancia , y cada una
obra según las propiedades que le debe ; ella es la que les hace des-,
plegar tal ó cual acción , de esta ó aquella índole , si bien esta acción no
es absoluta, necesita de ciertas condiciones, y según cuál sea la influen-
cia de estas , la ley general de todo agente se cumple ; los efectos no son
los mismos.
Que un ácido no se combine con una base, hallándose los dos al estado
sólido, á la temperatura ordinaria, ni disueltos, si no están en las debidas
proporciones y el grado correspondiente de solución , etc. , etc. , no
quita que el uno sea ácido y el otro base, ni que tengan la propiedad de
combinarse y formar una sal.
— 142 —
Por eso cuando Orilla (sobrino) dice en la definición del veneno , que
obra por su naturaleza, dice bien, y M. Tardieu está fuera de propósito,
teniendo por vana y errónea esa definición , suponiendo que la natura-
leza de Ja sustancia no entra para nada en sus efectos ; que su acción se
debe entera á circunstancias exteriores. Aquí M. Tardieu incurre en
un error y comete un sofisma muy común. De que hay circunstancias que
modifican la acción de los venenos, por lo mismo que esa acción no es
absoluta, deduce que esas sustancias no obran por su propia naturaleza.
Semejante lógica, tal sofisma es una negación universal de la acción y
propiedades de todo agente ; puesto que no hay ninguno, por enérgico
que sea, que no esté sometido á la ley de las condiciones, de las influen-
cias de circunstancias.
En segundo lugar, y es una corroboración de lo que acabamos de de-
cir , el cuerpo que, en una cantidad obra matando, y en otra, restable-
ciendo la salud, y en otra, no haciendo ni lo uno ni lo otro, no desplega
en cada uno de esos casos una acción diferente; su acción, la naturaleza
de esta, siempre es la misma. El cloroformo , por ejemplo, se apodera
del oxígeno que uno respira; se arroja en un ambiente ese cuerpo del
frasco en que está, y siquiera le aspiremos con el aire de ese ambiente,
no nos hace nada. Estamos tetánicos, y respirado en mas cantidad, nos
calma el acceso tetánico. ]\os le aplicamos por largo tiempo, ó bien
en mas cantidad, nos mala. ¿Qué na hecho el cloroformo en todos esos
casos? Apoderarse del oxígeno correspondiente, porque esto es lo pro-
pio de su acción , de la naturaleza de ese cuerpo. En el primer caso no
nos ha hecho nada, porque no nos ha fallado oxígeno para respirar, si-
quiera el cloroformo se haya apoderado de una parte de aquel; en el
segundo , ha modificado las propiedades físicas , químicas y fisiológicas
de nuestra sangre, y en su consecuencia se han modificado en su fun-
ción los centros del sistema nervioso, á cuyo estado morboso se debe el
tétanos , dejándonos todavía oxígeno para la hematosis, porque no se ha
apoderado completamente de él; en el tercero, nos da la muerte, por-
que nos deja sin oxígeno que respirar, porque impide completamente la
hematosis , porque lleva la suspensión de esta mas lejos de lo que puede
tolerar la economía.
La esencia, pues, de la acción, el tipo natural, el carácter gráfico y el
modo de obrar propio del cloroformo, han sido siempre los mismos; solo
los efectos han variado, porque en cada uno de esos casos, la fuerza
del agente ha sido diferente también , por serlo igualmente el número de
átomos en acción, y por haber mas ó menos cantidad de oxígeno inhabi-
litado para la sanguificacion ó hematosis. La cantidad no ha dado al clo-
roformo otro modo de obrar, otra virtud , otra naturaleza ; no ha hecho
mas que modificar los efectos, extenderlos á mayor esfera.
Confundir los efectos de un agente, según las condiciones, en medio
de las cuales desplega su acción propia y siempre de la misma natura-
leza, con esta acción y esta naturaleza, es el mayor de los sofismas. Los
efectos son diferentes, debiéndose al influjo de las condiciones que va-
rían; la naturaleza de la acción siempre es la misma, porque las condi-
ciones exteriores no la cambian , no la pueden cambiar ; modifican los
efectos, pero no la acción condicional á que se deben.
En tercer lugar, si hay sustancias que, según la cantidad y el estado
del sugeto , pueden ser medicamentos; muchas son tenidas por tales
sin serlo realmente, no correspondiendo la experiencia á lo que las teo-
- 143 -
rías A hechos mal observados suponen; de aquí, el ser Jas más, tan
pronto abandonadas , como propuestas, f'rescindiendo de eso hay no
* _ Viollon an pncn • nUIlCci SirVGIl p3Fíl rGSiaDlGCer la
nAAoQ rfllP II (J ac 11 cuiun v/xi > — r 1 • .
salud Perdida: siempre la destruyen, siempre comprometen la existen-
cia va que no la quiten, desde el momento que su acción se desplega,
nroduciendo un efecto tanto mayor, cuantos mas átomos hay de esas sus-
F obrando y alterando mas cantidad de principios inmediatos del
pocas, que no se hallan en ese caso:
salud i
cia , ya
produci
cuerpo Vivo en etique se introduzcan , lo cual es la ley general de todo
aeente. Los animales ponzoñosos dan un veneno de esa especie ; jamás
son medicamentos; los hongos venenosos se hallan en igual caso; en el
mismo, los venenos indios ; el hidrógeno arsenicado, el fósforo y otros.
Respecto deesas sustancias, hay una diferencia todavía mas radical
entre ellas y el medicamento ; ya no tienen , en circunstancia alguna , eso
de común , ni de un modo relativo; su acción se aleja menos de lo abso-
luto; tiene menos condiciones que la modifiquen.
Aplicar á todos las sustancias venenosas, lo que solo se observa en al-
gunas, es un sofisma ; si es cierto que la cantidad y el estado morboso
pueden hacer que ciertas sustancias sean medicamentos , no lo es de
otras, que sea cual fuere el estado de salud y la cantidad á que se dan,
como no sea por lo muy pequeña ineficaz , siempre producen daño.
En cuarto lugar, si una misma sustancia, en iguales condiciones, tan
pronto fuese veneno como medicamento , habría razón para afirmar que
no pueden distinguirse; más eso no es así; las condiciones varían, y va-
rían de tal modo, que el veneno no puede desplegar la acción que le es
propia , produciendo los efectos que le caracterizan. Cuando se define el
veneno , diciendo que es toda sustancia , que puesta en contacto con los
principios inmediatos del cuerpo vivo , determina ó es capaz de determi-
nar, en virtud de su propia naturaleza y bajo ciertas condiciones , fenóme-
nos químicos y fisiológicos , incompatibles con la vida ó la salud de ese
cuerpo; es una impertinencia decir que la sustancia puede ser medica-
mento, y que por lo mismo no está bien distinguida con la definición.
Como medicamento esa sustancia , siquiera sea de las que pueden tener
aplicación terapéutica , jamás determinará ni será capaz de determinar,
como tal , fenómenos químicos y fisiológicos , incompatibles con la vida
ó la salud; si lo hiciera, dejaría de ser medicamento, seria veneno ; por-
que lo propio del medicamento es precisamente responder á una indi-
cación que tiene por objeto restablecer la salud perdida, salvar la vida
del enfermo.
Para ser medicamento la sustancia venenosa, no ha de tener las con-
diciones que en la definición del veneno se consignan; no hade poder
determinar en el cuerpo vivo fenómenos químicos y fisiológicos, incom-
patibles con la vida y la salud. ¿Y cómo dejará de tener esas condiciones?
Usándole muy de otro modo que el que se emplea, cuando veneno. Pues
si la definición expresa clara y terminantemente esas condiciones, esta-
ece perfectamente la división entre el veneno y el medicamento; si-
^e,ra Ü?ya estancias que , variando las condiciones capaces de modifi-
n?,0nÍlCti?Snde su acclon> sea la cantidad, el estado morboso, ú otras,
n P í1 ? arse ®ntce las que la Toxicología comprende como vene
PnJiiitirv» aS i0*116 a ^armac°l°gía abraza como medicamentos.
ore coDsidpradn pleneri0’ taiUo en la ciencia como en el vulgo, es siem-
pre considerado como un agente natural, que, dado á una persona san»
conforme le presenta la naturaleza, y á l’aian’tidad cotnnn con que i
- m —
man ó usan las sustancias alimenticias y bebidas, ó bien á otra mucho
menor mata ó trastorna profundamente la salud, y siquiera haya algu-
nos que los prepare el arle, extrayéndolos de los vegetales y minerales,
y por su grande energía de acción con pequeñas cantidades hagan lo
propio, les supone dados como ese arte los prepara y en las condiciones
capaces de hacerles desplegar mortalmente esa acción en un cuerpo sano.
El medicamento es siempre un agento artificial que se da á un enfer-
mo, cuya dolencia le indica, según las teorías de la ciencia, ó lo que la
observación empírica enseña , como propio ó capaz de restablecer la sa-
lud, y hay que prepararle según las reglas farmacéuticas, no solo cuando
se toma tai cual le da la naturaleza, sino cuando 1c produce el arte quí-
mico, para que pueda determinar sus efectos terapéuticos.
Las hojas de la cicuta, por ejemplo, los hongos venenosos , los bayas
de la belladona, etc., no necesitan, para matar ó alterar profundamente
la salud, mas que darlos á una persona sana, como los produce la natura-
leza y como se dan ó comen las plantas sativas. Unas cuantas hojas de
cicuta equivocadas con yerbas que sirven de ensalada, unos cuantos hon-
gos venenosos, comidos comp se comen las setas buenas; unas cuantas
hojas de belladona equivocadas por los niños con otras inocentes, into-
xican sin ninguna preparación artificial.
Tara que algunas de esas sustancias sean medicamentos, en primer lu-
gar es necesario que el sugeto, que las tome, esté enfermo y padezca una
enfermedad que las indique como su remedio apropiado, según las teo-
rías científicas que. profese el médico que las recete , ó según lo que le
haya enseñado la experiencia. En segundo lugar, hay que prepararlas,
siquiera se den íntegras, y mas aun si en vez de la planta ú hojas,
frutas, bayas enteras, se extraen sus jugos ó principios activos, y dar-
les las formas farmacológicas de emplastos, extractos , polvos , píldoras,
cocimientos , etc.,- y además de esa confección artificial , científica, hay
que atenuar la cantidad basta el punto que solo produzca un grado dé
acción propia de su naturaleza, determinando en el enfermo fenóme-
nos químicos y fisiológicos, no incompatibles con su vida; sino adecuados á
su estado morboso, para que pueda restablecer su salud perdida.
De suerte que, aun sujetando el veneno á la ley general de las condi-
ciones, siempre es considerablemente menos condicional que el medica-
mento; siempre son mas propios de su naturaleza los efectos que pro-
duce; siempre están mas inmediatamente relacionados estos con la esen-,
cia de la acción de aquel ; siempre es mas originaria , mas primitiva su
existencia; siempre , én fin, los hay que no se prestan á que la farmaco-
logía los utilice por medio de un artificio complicadísimo; que son igual-
mente dañinos para sanos que para enfermos, y que persisten en su ac-
ción maléfica, como la cantidad, á que se den, les consienta desplegar
su acción natural con bastante fuerza para atacar los principios inme-
diatos del cuerpo vivo, donde se introducen , á un grado ya no compati-
ble con el movimiento molecular normal de la sangre y los tejidos.
Resulta, por lo tanto , que hay diferencias radicales entre el veneno y
el medicamento, lasque no dependen de la cantidad, ni del estado mor-
boso del sugeto, ni de otra condición exterior capaz de modificar los efec-
tos» según los casos, é incapaces siempre de cambiar la naturaleza sin des-
truir la existencia de la sustancia venenosa , y que la única condición
esencial de esta y verdaderamente diferencial de la del medicamento, es
que determine ó sea capaz de determinar en el cuerpo vivo fenómenos
- US -
químicos y fisiológicos, incompatibles con la vida ó la salud de ese
cuerpo. Produzca ese efecto por su propia naturaleza, y será veneno,
pueda ó no pueda , con otras condiciones , ser empleado como medica-
mento ú otra cosa. No produzca ese efecto, al contrario, llene una indica-
ción terapéutica ; será medicamento , sea ó no capaz , en otras circuns-
tancias, ae elevarse á la categoría de veneno.
Fundarse, para negar las diferencias radicales entre el veneno y el me-
dicamento, en que el opio, la estricnina, el ácido prúsico, etc. , figuran
como objetos de estudio en Toxicología, igual que en Farmacología, sin
atender al aspecto radicalmente diverso con que cada una de esas cien-
cias los estudia y considera, y á la condición esencial que cada una les da
para ser propios de la una y no de la otra , es un sofisma en el que no
debe ocuparse quien no sea amigo de los juegos dialécticos y travesuras
eleáticas, y una puerilidad de argumentación, que es ya tiempo de que
desaparezca de la ciencia.
Establecidas las diferencias entre los venenos , medicamentos y ali-
mentos, y bien marcados los caractéres propios de cada uno, determine-
mgs las que hay entre los venenos, los miasmas y ios virus.
Los miasmas son pequeñísimas moléculas de materias orgánicas en des-
composición , las cuales, con la expansión de los gases desprendidos de
los cuerpos putrefactos y del agua en vapor, se esparcen por la atmós-
fera , y si son respirados , si pasan á la masa de la sangre ó se ponen en
contacto con ciertos tejidos, pueden producir una intoxicación, no tanto
por combinaciones no asimilables que efectúen, como por el movimiento
de descomposición que determinan en cuerpos de composición complexa,
que se prestan á ello , como lo probaremos mas extensamente en su lu-
gar, teniéndolos por verdaderos venenos , siquiera no sean instrumento
del crimen, como otros muchos.
Por último, los virus son productos morbosos de ciertos órganos, los
cuales, puestos en contacto con los tejidos y la sangre, provocan en ellos,
no solo un movimiento de descomposición, sino que dan lugar á que, en-
tre los factores producidos, haja uno de su propia naturaleza, que pa-
rece reproducirlos , por ser capaz el tejido ó humor, que metamorfosean,
de dar, descomponiéndose, ese producto. Al hablar de las cuestiones re-
lativas á los delitos contra la honestidad y acerca de la producción del
mal venéreo (tomo 1 de la Medicina legal, pág, 371), hemos expuesto esta
teoría, y no tenemos, por lo tanto, necesidad de repetirla aquí.
La facultad, pues, que tienen los virus de metamorfosear los tejidos y
la sangre, dando lugar á la formación de un humor igual, llamada re-
producción por los autores, caracteriza los virus, diferenciándolos de los
miasmas y de los venenos animales y de los alimentos en putrefacción,
con los cuales tienen de común el provocar movimientos de descomposi-
ción ó metamórfosis. De los demás venenos, no solo se diferencian por
lo de la aparente reproducción , sino también porque no matan ó tras-
tornan, ni por la cantidad de materia que alteran combinándose en ellos,
ni por impedir con su presencia la oxigenación respiratoria. En su lugar
verémos que tienen el carácter general de venenos, siquiera formen una
clase ó subclase entre los sépticos.
Resumiendo lo que va dicho , podemos establecer , entre los venenos,
medicamentos , alimentos , miasmas y virus , las siguientes diferencias y
caractéres.
El veneno es la sustancia, que, puesta en contacto con los principios in-
TOXiCO LOGIA. — 10
— 116 —
mediatos del cuerpo vivo, determina ó es capaz de determinar , en virtud
de su propia naturaleza . y bajo ciertas condiciones , lenómenos químicos
y fisiológicos, incompatibles con la vida y a salud.
El medicamento es toda sustancia asimilable, propia para la nutrición
reparadora de los principios proteicos de la sangre y de los tejidos.
El medicamento e s la sustancia artificial y científicamente preparada, c
indicada por un estado morboso para restablecer la salud perdida.
El miasma, una clase de veneno, la que consiste en una sustanciaorgá-
nica putrefacta y extremadamente dividida, que volitea por el aire.
El virus, por último , es también una clase de veneno , la que consiste
en un producto morboso, capaz de provocar en los tejidos vivos, á que se
aplica, una metamórfosis de sus principios , dando lugar á un estado
morboso igual y á un producto idéntico.
§ III.— De la intoxicación y envenenamiento.
Las enfermedades, por lo común agudísimas y mortales que producen
los venenos, sollaman indistintamente envenenamientos ó intoxicaciones.
Para muchos, estas dos palabras son sinónimas.
Sin embargo , yo creo que no hay semejante sinonimia, y si la hay,
debe destruirse por un convenio; porque hav dos hechos muy diversos
que expresar, y es preciso que cada uno tenga su palabra propia, ade-
cuada á la idea esencial del hecho.
Los venenos, al desplegar su acción mortífera , trastornan mas ó me-
nos profundamente la salud, ó producen la muerte; hé aquí un hecho,
puro resultado de la acción de los venenos.
Este hecho debe expresarse con la palabra intoxicación, y el verbo in-
toxicar servirá para expresar que se ha dado ó tomado la sustancia vene-
nosa, sin intención de hacer daño alguno.
Cuando los venenos son dados por una persona malévola, con la inten-
ción de matar á otra, ese empleo criminal de esas sustancias da al hecho
una moralidad, que por sí solo no tiene, porque la intoxicación en sí, mo-
ralmente hablando, no es mala ni buena; se diferencia, pues, notable-
mente del primero ; debe, por lo tanto, expresarse con la palabra envene-
namiento, y el verbo envenenar, con el cual se expresa más esa acción in-
tencionada ó criminal.
Con la voz intoxicación, expresarémos el hecho solo, como resultado de
la acción del veneno. Con la voz envenenamiento, expresarémos ese hecho,
más la intención del que ha dado lugar á él. Con la primera damos á en-
tender un resultado fisiológico; con la segunda, un crimen.
En todo envenenamiento hay intoxicación, porque hay el hecho físico
al mismo tiempo que el moral; en toda intoxicación no hay envenena-
miento, porque en muchas no hay mas que el hecho físico.
Un desdichado se asfixia por descuido con el tufo del carbón ; es una
intoxicación; se ha intoxicado , porque no tenia intención de matarse así.
¿Lo hace á propósito para suicidarse de ese modo? Es un envenenamiento,
se ha envenenado.
\ Üno^e dan’.Por ejemplo, un pedazo de queso que se había em-
p paao de una disolución de ácido arsenioso , con el objeto de dar la
•n/ . e . l°s ratones, y por descuido le haii servido en la mesa; es una
ffl e ^an intoxicado, porque no hubo intento de causarle »in-
- 147 -
A otro le mezclan ácido arsenioso con sus alimentos ó bebidas, con[eI
dañado intento de matarle, es un envenenamiento, le envenenan.
Cuando la ley so ocupa en tales hechos, considerándolos como delitos,
debe valerse de la palabra envenenamiento y el verbo envenenar, porque
expresan el hecho y la intención que le hace objeto de los Códigos.
En los tratados de Toxicologia, la voz intoxicación debe ser preferida, y
solo debe usarse la voz envenenamiento cuando, como médicos legistas , se
trate de averiguar si ha sido voluntario ó involuntario el hecho.
Dirémos, pues, que la intoxicación es la muerte ó el trastorno de la sa-
lud, causado por un veneno.
El envenenamiento es la muerte ó el trastorno de la salud, causado por
un veneno dado con la intención de producir ese efecto.
En la Introducción hemos visto que Al. Tardieu define el envenena-
miento diciendo que «es un estado morboso , accidental . que resulta de
la acción especial que ejercen sobre la economía ciertas sustancias mine-
rales ú orgánicas deletéreas.)) El distinguido médico-legista francés no
hace, por lo tanto, distinción de hechos; lo mismo se refiere su defini-
ción á la intoxicación involuntaria que á la voluntaria. Nosotros cree-
mos que esa distinción tiene su utilidad , sobre todo en Toxicologia,
donde debemos hablar del hecho , prescindiendo de su parte moral ó de
la intención del autor del hecho. Además , nos parece mejor nuestra defi-
nición , porque es mas breve , y no desciende á esos pormenores innece-
sarios sobre si la enfermedad es accidental, si la acción del veneno es es-
pecial y si las sustancias deletéreas son orgánicas 6 inorgánicas. Todas esas
distinciones no hacen falta en una definición , porque esta debe limitarse
al carácter esencial y común á todo lo definido.
Luis Orilla cree que distinguir con la voz intoxicación el hecho solo,
y con la de envenenamiento el hecho y su intención, es un puritanismo
apasionado, propio del esclavo del diccionario de la Academia, y halla fútil
esa distinción ; por lo cual dice que seguirá usando de la palabra enve-
nenamiento consagrada por el uso , dándole las dos significaciones. Sin
embargo, yo creo que si las palabras han de representar ideas , y estas
hechos , no deben usarse indistintamente , si con ellas hemos de expre-
sar hechos diferentes. No es rigor puritano, ni esclavitud del diccionario;
es claridad; y no habiendo, por otra parte, grave inconveniente en va-
lerse de las dos voces indicadas para expresar hechos diferentes , cree-
mos que es mejor usar el lenguaje que proponemos.
Como hecho moral, la intoxicación es involuntaria ó voluntaria: en la
Erimera no hay mas que el hecho; es una intoxicación: en la segunda
ay el hecho y la intención; es un envenenamiento. El envenenamiento
puede tener dos formas ; ó es un suicidio, ó un homicidio por intoxi-
cación.
Como hecho físico, la intoxicación es simple, compuesta ó complexa:
simple, cuando es producida por un solo veneno dado puro ; compuesta,
cuando es producida por dos ó mas sustancias venenosas sin mezcla con
otras; complexa, cuandd es el efecto de un veneno mezclado con otras
sustancias que no lo son. También puede ser simple complexa y com-
puesta complexa ; lo primero, cuando el veneno es solo y está mezclado;
lo segundo , cuando la mezcla con sustancias ofensivas tiene varios ve-
nenos.
La intoxicación es directa, cuando el sugeto toma el veneno ó las bebi-
das y alimentos envenenados; indirecta, cuando se intoxica con alimentos
— 1 «8 —
nrocedenfps de animales intoxicados; esta tiene algo de la complexa.
F La intoxicación es natural, cuando se verifica á consecuencia de com-
binaciones venenosas efectuadas en ei estómago ú otras partes del cuerpo,
á la presencia de factores , que , separados, son inofensivos , y unidos se
hacen venenos ; no natural , en los demás casos.
Por razón del reino á que pertenece el veneno , la intoxicación es mi-
neral, vegetal , y animal.
la intoxicación mineral toma diferentes nombres, según la clase de ve-
neno ó el veneno; así la hay ácida ó por los ácidos, alcalina ó por los ál-
calis, salina ó por las sales metálicas, ó arsenical , mercúrica, plúmbica,
por gases , etc., etc.
La intoxicación vegetal lleva nombres análogos, debidos á las sustan-
cias vegetales que la producen: alcaloidea , ciánica, ópica, etc.
La intoxicación animal ofrece lo propio; ya es por mordedura de ani-
males ponzoñosos, ya por carnes putrefactas.
Por razón de las clases y especies es cáustica, inflamatoria, narcótica,
nervioso-inflamatoria, asfixiante, tetánica, anestésica, paralítica, sép-
tica , miasmática , ponzoñosa, virulenta, etc.
Respecto del número de sugetos intoxicados, la hay individual y colec-
tiva. Es individual, cuando solo está intoxicado un sugeto; colectiva, cuando
son intoxicados dos ó mas sugetos á la vez.
Con relación á la rapidez de acción ó resultados del veneno , es aguda ,
lenta y consecutiva. Aguda ó pronta, como prefiere llamarla L. Orfila,
cuando los síntomas se presentan poco tiempo después de ingerido el tó-
sigo, y marcha rápidamente, matando en poco tiempo al sugeto, ó com-
prometiendo en pocos minutos su existencia. Lenta , cuando tarda algún
tiempo en manifestarse y en inmolar á la víctima; consecutiva, cuando no
muere inmediatamente á la acción del veneno, sino á consecuencia de
los estragos anatómicos que produce.
Orfila llama lenta á la intoxicación que es producida por dosis reitera-
das de veneno , cada una de las cuales no alcanza á matar, consiguién-
dolo al fin á fuerza de repetirlas. Era , según se cuenta , el modo de ma-
tar del agua Toffana, el de madama Lafarge, Lacoste y otras, que para
simular más un cólico natural, daban poca cantidad de veneno cada vez,
hasta que la víctima sucumbiera.
fié aquí los ejemplos que pone Orfila para dar á comprender la intoxi-
cación aguda, lenta y consecutiva.
Un sugeto toma una onza de ácido sulfúrico ó de ácido arsenioso; acto
continuo en el primer caso, y pocos momentos después en el segundo,
se presentan los síntomas respectivos con toda su terrible actividad. El
sugeto perece á las pocas horas. Es una intoxicación aguda.
A otro le dan dos cucharadas de licor de Van-Swieten al dia ; al cabo de
algún tiempo de esta medicación , se presentan cólicos , primero ligeros,
luego violentos y continuos, mas tarde náuseas, eructos nidorosos, hipo
siempre que toma alimentos, calentura, no puede acostarse sino de es-
palda , sudores abundantes de pecho y cabeza, ehflaquecimiento extremo,
dolores atroces, al fin la muerte. Es una intoxicación lenta.
Un desdichado ha tomado una porción de ácido nítrico ; ha sido .so-
corrido á tiempo, y no ha espirado ; pero cauterizadas las fáuces y el esó-
fago; corroida, encogida ó fuertemente inflamada la mucosa gástrica, no
puede tomar nada por la boca, ni hacer la digestión ; vive, pero atormen-
tado de dolores , demacrado , etc. Es una intoxicación consecutiva.
- 149 -
Yo creo que la idea de Orilla se expresaría mejor diciendo, que la in-
toxicación es uní ó monodósica , cuando hace su estrago con una sola dósis
dada de una vez, y polidósica, cuando para producirla se da á dósis repe-
tidas, ineficaces cada una de por sí para matar, pero comprometiendo
cada vez más la existencia del sugeto.
Por último, dejando acaso algunas otras divisiones de poca monta en
punto á formas , respecto del pronóstico, las hay leves, graves y mortales.
Excuso explicar cuándo debe calificarse de esta suerte. Es análogo á lo
que hemos dicho de las heridas.
Excusado es también decir que todas esas denominaciones son aplica-
bles al envenenamiento , con muy pocas excepciones.
ARTICULO II.
DE LA CANTIDAD Y ESTADOS DE LOS VENENOS.
§ I. — De la cantidad á que es venenosa una sustancia.
Hemos visto que las sustancias venenosas producen tanto mas efecto»
cuanta mayor cantidad es la que obra, y que la cantidad es una de las
cosas que establecen diferencias entre el medicamento y el veneno.
La materia módica utiliza las sustancias mas venenosas como medica-
mentos , disminuyendo la cantidad , dándolas á dósis fraccionadas, á esas
dósis, que la experiencia ha enseñado, que no solo son compatibles con
la vida, sino que, destruyendo cienos principios maléficos, ó modifi-
cando los sólidos y líquidos de la economía , devuelven la salud.
Es, pues, necesario que resolvamos el importante punto de este pár-
rafo , para saber á qué atenernos , en punto á la cantidad á que son ve-
nenosas las sustancias tenidas por venenos; tanto para dejar de adminis-
trarlas , á fuer de medicamentos, como para poder resolver toda cuestión
que se presente en la de práctica de la Medicina legal , cuando la in-
discreta administración de una sustancia enérgica haya producido una
intoxicación, ó cuando se acuse á un profesor de imprudencia temeraria,
por habérsele muerto un enfermo, á quien administraba un medica-
mento , que , á mayor cantidad , se hace veneno.
Los autores toxicólogos han descuidado mucho este interesante y tras-
cendental punto de doctrina , y los pocos que han hablado de él lo han
hecho con tal vaguedad , que viene á ser como si nada hubiesen dicho.
Al comentar la definición del veneno dada por los autores no quími-
cos, hemos visto que lo relativo á la cantidad era vago y sujeto á inter-
pretaciones diversas.
Si se examinan uno por uno todos los venenos , veremos una diferen-
cia notable, respecto de la cantidad á que lo son. Orfila y los demás auto-
res modernos tienen buen cuidado, al hacer la historia de cada veneno,
de consignar la cantidad á que la sustancia es tósigo, y con esto se ve
que , si ios hay que lo son á un grano, dos ó más, háylos que solo lo son
cuando se dan por escrúpulos, dracmas, y hasta onzas.
Esto solo ya deja comprender lo difícil , por no decir imposible , que
ha de ser consignar algo fijo, en punto á la cantidad de la sustancia para
que sea venenosa.
Galtier, que se ocupa en un párrafo en esta cuestión, no lajresuelve
bien , en nuestro concepto, y emite ideas que no son exactas , ó se refiere
á hechos mal comprendidos.
— 150 -
Mpior Oaltier cuando resuelve esta cu^iiou : ¿tal sustancia tó-
xica’ puesto gue toma por base para resolverla: 1.* la dosis mas alta á
aue puede darse como medicamento; 2.a los experimentos en los anima-
les- 3 0 los efectos producidos en la persona intoxicada.
De éstas tres bases , la primera es la única que sirve. De las otras dos,
la una es un medio de llegar á la primera, y la segunda está sujeta á va-
riaciones que podrían inducir en error.
Una sustancia es venenosa ó produce intoxicación , cuando obra sobre
el organismo vivo en cantidad suficiente para formar combinaciones, que
no permiten á los órganos el ejercicio de sus funciones respectivas.
Es imposible fijar de un modo absoluto ni general la cantidad á que se
hacen venenosas las sustancias ; ya porque sus combinaciones con ios
principios de los sólidos y líquidos del cuerpo humano están subordina-
das á ciertas proporciones elementales , y estas son diferentes en cada
una ; ya porque la química-orgánico-viv'iente no está todavía bastante
adelantada para determinar esas proporciones en todos los casos.
Puede servir de regla para considerar venenosa una sustancia, en
razón de su cantidad , la que se establezca en materia médica como me-
dicinal; por ejemplo: ¿se administra una sustancia como medicamento á
la dosis de una décimasexta, ó duodécima parte de grano? A la de un
grano, y más dos, será ya venenosa. ¿Es medicamento de un grano á
dos? Será veneno de cinco á diez, y así sucesivamente.
Cuanto mas enérgica sea una sustancia, como medicamento ; cuanto
mas fraccionada sea su dósis, con menos cantidad más, se hará venenosa.
Es decir, pues , que la regla para determinar cuándo una sustancia
obra como veneno ó se hace venenosa, respecto de la cantidad, la mejor
guia es ver qué es lo que ha consignado la experiencia en punto á su dósis
medicinal, teniendo en cuenta las modificaciones que, respecto de la can-
tidad permite la organización enferma , el hábito y demás cosas que,
como verémos en su lugar, modifican la acción de los venenos.
Bien sabido es que un dolor ciático, por ejemplo, ó cualquier otro do-
lor nervioso, permite grandes cantidades de opio y morfina , que no con-
siente el estado sano. Otro tanto podríamos decir de otros remedios enér-
gicos y del hábito. En estos casos , siquiera la dósis sea superior á la
ordinaria , no puede tenerse la cantidad por venenosa.
Es menester también tener en cuenta , cuando se trate de averiguar si
la cantidad de la sustancia se ha dado ó no á dósis venenosa , que debe-
mos reterirnos á la que se ha tomado, no á la que se ha recetado, ni á la
que se obtenga por medio de las análisis ; lo primero, porque lo que se
receta suele ser para varias tomas de dósis medicinal, cuyo conjunto
puede muy bien excederla, y lo segundo, porque raras veces, por no
decir ninguna, lo obtenido por medio dé las análisis es la expresión cabal
y exacta de la cantidad tomada y absorbida.
Respecto de las sustancias que no son medicamentos, no podemos
tomar la dósis de estos por guia ; entonces es necesario apelar á lo que
enhena la experiencia en los animales ó en los hombres.
lodas las sustancias venenosas que se han ensayado en los animales, es-
pecialmente en los de fisiología parecida á la del hombre, han dado á cono-
cer a qué cantidad les ha producido la muerte. Esos ensayos han constituido
una experiencia respectiva á cada sustancia, siendo diferente la cantidad
toxica , según la energía de cada una ; por lo mismo, no es posible fijar
una cantidad igual para todas; hay que referirse á cada una en particular.
- f 51 -
/
Si , sobre no tener uso en medicina y no ser por lo tanto guía la dósis
medicinal, para deducir que es tóxica una sustancia , dándola á mayor
cantidad, tampoco se han hecho experimentos con ella; podrémos con-
siderarla tóxica, cuando se dé, por ejemplo, un vegetal entero, ó alguna
de sus partes, en cantidad igual ó poco menos quedas sativas, como ho-
jas, frutas, raíces, etc., y en mucha menos proporción, cuando se den
sus principios inmediatos , ú los cuales deba su virtud.
Si la química extrae esos principios y se encuentran alcaloideos, desde
luego podrémos sospechar que con pocos granos, tal vez con uno, ya
producirán efecto tóxico, porque es lo propio de esos cuerpos.
Respecto de ciertos cuerpos de base metálica , según la fuerza química
aue despleguen con los reactivos, también podrán indicarnos el efecto
ae que sean capaces , siquiera no sea considerable la cantidad.
Sin embargo, no podemos en esos casos afirmar nada de positivo ; si
antes no sabemos, por medio de experimentos, á qué cantidad , ya es ca-
paz de causar la muerte ó alterar profundamente la salud.
Respecto de los hechos clínicos , es difícil que puedan servirnos de
guía. En los casos de homicidio, rara vez, por no decir ninguna, se
sabe la cantidad que el asesino ha dado; por lo común suele ser exce-
siva , porque quiere asegurar el golpe. En los de suicidio, si el sugeto se
salva , ó antes de morir expone ó declara lo que ha hecho , podrá sa-
berse la cantidad que ha tomado. En los accidentes desgraciados ó into-
xicaciones involuntarias , es también posible que se sepa la cantidad, si
el sugeto puede decirlo , antes de morir.
En muchos de esos casos, los sugetos se intoxican ó son envenenados
por sustancias ya conocidas , y cuya cantidad venenosa se sabe , ora por
tener uso en medicina, ora porque se han hecho experimentos; así no
nos enseñan nada nuevo, y los que no se hallan en ese caso, por lo co-
mún tampoco pueden servirnos ae guia.
De todos modos , sean sustancias que tengan uso medicinal , sean de
las que se han experimentado en animales, sean, en fin, de las que se
han observado en los casos clínicos, accidentes, suicidios ú homicidios,
no es posible fijar una cantidad igual para todas ; hay que señalarla para
cada una en particular, y esto no debemos hacerlo en la Toxicologia gene-
ral, sino en la historia de cada uno de los venenos.
g II.— De les estados de los venenos.
Siendo diferente la fuerza de cohesión de los venenos, como en efecto
lo es, se deduce lógicamente que todos no pueden tener el mismo es-
tado, puesto que este al fin y al cabo no viene á ser mas que el equili-
brio entre la cohesión y la fuerza expansiva del calórico.
Los autores han convenido en establecer que estos estados son cuatro,
á saber: sólido, liquido, gaseoso y miasmático. Nada tengo que decir por lo
que mira á los tres primeros estados; cada cual comprende perfecta-
mente el sentido y aplicación de esas palabras. Solo diré, pues, una
acerca del estado miasmático. .
El plomo, el mercurio, el arsénico, tienen la propiedad de reducirse á
moléculas volátiles , para decirlo así , en términos que hay atmósferas
impregnadas de estas moléculas. Esto es lo que acontece en las minas de
plomo y azogue , y en ciertas habitaciones húmedas, empapeladas con
papeles verdes, que tienen arsenito de cobre. Lo que de respirar en estas
— 152 —
atmósferas resulta , todos lo saben ; es una intoxicación mercurial, sa-
turnina ó arsénica!: pues bien , esta intoxicación está producida por una
sustancia venenosa , que se considera en estado miasmático.
Los vapores bel zinc en deflagración , también producen intoxicacio-
nes, las que son muy frecuentes en los fundidores de latón (J).
Tiénese igualmente por intoxicación miasmática la que resulta de los
efluvios arrojados por ciertos árboles y plantas, como el tejo, por ejem-
plo, el guao, la lobelia longiflora , el hipomane mavxinclla , la mandragora,
fas flores, las frutas , en especial membrillos, melocotones, naranjas, etc.
Los sugetos que se duermen junto á esos árboles y plantas experimentan
los efectos de una intoxicación , ó sufren erupciones pustulosas de grave-
dad ; y los que duermen en cuartos donde haya muchas llores ó frutas,
se sienten como atacados de gases deletéreos.
Es, por último, una intoxicación miasmática la producida por las ma-
terias vegetales y animales en estado de putrefacción , las que, suma-
mente divididas y mezcladas con el agua en vapor, se esparcen por la
atmósfera con ella. Las emanaciones de los pantanos, aguas encharcadas,
cestas de pescado , hospitales, cárceles, etc., se hallan en este caso.
Sin embargo, los autores, Melzger y Anglada, entre ellos, no aceptan
los malos efectos de estas emanaciones, como intoxicaciones miasmáticas.
Es decir, que las alteraciones producidas por los verdaderos miasmas, no
pueden llevar el nombre de tales intoxicaciones. La razón en que se fun-
dan es que semejantes emanaciones nunca son instrumento del crimen,
y por lo tanto jamás podrán dar lugar á una cuestión médico-legal. Acaso
seria mas lógica esta otra : los efectos de dichas emanaciones no suelen
ser rápidos , y son enfermedades que no se consideran como intoxicacio-
nes. Los miasmas vegetales producen intermitentes , los animales ti-
foideas.
Del estado de los venenos se deduce á veces la naturaleza mortal de la
intoxicación. En estado sólido no hay por lo común envenenamiento
sino en casos de suicidio. Un enagenado , un niño, una persona igno-
rante podrá tragar ciertos venenos vegetales en estado sólido. Solo el
suicida es capaz de .tragar fósforo, potasa cáustica ; un niño puede co-
merse pedazos de cal (2) , de ácido arsenioso, de opio, etc.; otro tanto
hará un loco. Si se trata de polvos, ya es mas fácil envenenar á un su-
geto, en especial si van mezclados con alimentos.
En el estado líquido se efectúa con tanta facilidad el envenenamiento
como la intoxicación , particularmente cuando el veneno se presta á la
disolución, y no comunica á los alimentos ó bebidas en que se oculta
color, olor, ni sabor alguno notable. Es la forma mas común ; es el estado
en que mas se efectúan los envenenamientos y las intoxicaciones.
En el estado gaseoso es rarísimo que se efectúen envenenamientos. Ac-
cidentes, descuidos, desprendimientos de gases inesperados suelen pro-
ducir con alguna frecuencia intoxicaciones lamentables. Sin embargo, es
posible y muy posible que con gases deletéreos se mate uno á sí mismo,
ó mate á otros, como se los sorprenda dormidos ó descuidados, ó haya
fuerza para dominarlos.
Los envenenamientos por sustancias en estado miasmático , ya metáli-
cas , ya vegetales , son muy raros , por no decir que no los hay : casi (*)
(*) Méd Time» . — Memoria del doctor Greenhow , 1864.
(3) Véase La Facultad, periódico de ciencias médicas, mira. 4.
— 153 —
siempre son intoxicaciones. Esto no obstante, no es imposible que se
mate á un sugeto, ó que uno se suicide , sometiéndose á la atmósfera im-
pregnada ó llena de esas sustancias en estado miasmático.
Él estado de los venenos también puede conducir á apreciar algo rela-
tivo á la intoxicación, porque la actividad del veneno no es la misma,
según el estado en que se dé.
Los venenos gaseosos y miasmáticos, en igualdad de las demás circuns-
tancias, son muy activos; la intoxicación suele ser instantánea ; las vías
respiratorias son invadidas, hay asfixias, con paso de los gases al tor-
rente de la circulación , y la sangre queda alterada profundamente.
Tras los venenos gaseosos vienen los líquidos, tanto porque la disolu-
ción permite desplegar mas extensa y libre la acción química local,
como porque son mas rápidos en su absorción , no necesitando opera-
ción prévia alguna para su paso á la masa de la sangre.
Los sólidos, mientras conservan su solidez, no desplegan tanto su ac-
ción maléfica. Solo los puntos que están en contacto con los tejidos la
ejercen. Mas si son solubles , pierden esa circunstancia favorable para la
víctima, pasan al estado líquido, y se igualan en rapidez de acción á los
líquidos naturalmente.
Los insolubles tienen poca ó ninguna acción ; su gran fuerza de agre-
gación les impide desplegar la química , y como no hallen en los puntos
por donde se introduzcan, cuerpos que los alteren, y con nuevas com-
binaciones , les den solubilidad, permanecen inertes.
Por eso cuando en los casos judiciales se nos pregunta, en qué estado
se dió el veneno, ó si se alega que se dio al estado sólido siendo insolu-
ble, es necesario tener en cuenta que , á pesar de ello , es posible y fre-
cuente la intoxicación , porque una vez ingeridas las sustancias, han po-
dido sufrir disolución, si son solubles en el agua y ácidos, ó alteraciones
que las han transformado en compuestos solubles.
También es necesario saber que muchos cuerpos solubles y líquidos
se combinan con los tejidos del estómago é intestinos, formando con sus
principios combinaciones insolubles , y por lo tanto no pasan al torrente
de la circulación , como no les dé solubilidad algún otro cuerpo.
De aquí es que no puede formarse una conclusión lógica relativa al es-
tado en que se dió un veneno , si solamente atendemos al en que la obte -
nemos por medio de las análisis; pues que, con raras excepciones, cuando
se obtienen por ellas , han sufrido ya alteraciones que no solo cambian
su naturaleza, sino su estado, y esto se ha de deducir de otros datos
que , á su debido tiempo , expondremos .
ARTICULO III.
DE LAS VIAS POR DONDE PUEDEN INTRODUCIRSE LOS VENENOS.
La piel, las aberturas nalurales y las soluciones de continuidad recientes
ó ulceradas , son otras tantas puertas por donde pueden introducirse los
venenos , cuando no unos , otros.
Los autores, en lugar de decir por las aberturas naturales, dicen
por las membranas mucosas, sin duda para indicar que no es precisa-
mente por el hueco ó cavidad de las vías, sino por la membrana que las
tapiza por donde se efectúa la intoxicación. Tampoco dicen por las solu-
ciones de continuidad, sino por el tejido celular .
— 154 —
CVo que el hecho en general se expresa mejor diciendo la piel , las
aberturas ó vías naturales , y las soluciones de continuidad. Respecto de
las aberturas naturales, nadie irá á creer que la acción de los vene-
nos se ejerza en el vacío , sino en las paredes de los conducios ó aber-
turas, y al través de ellas, y puesto que son membranas mucosas las
que las tapizan , dicho se está que ellas son la verdadera vía , y que así
se sobreentiende, siquiera se diga por las aberturas naturales.
En cuanto á las soluciones de continuidad , acaso hay mas exactitud y
es mas comprensivo decirlo así, que limitarlo al tejido celular.
Es verdad que este tejido absorbe, y es de los que nías absorben, pero
no es solo ; también absorben los demás , y sobre todo hay la sangre , la
que se pone en contacto con el veneno , y este puede obrar en seguida y
antes que la absorción por los tejidos no lisiados haga pasar el tósigo al
torrente circulatorio.
Cuando un arma emponzoñada , por ejemplo , produce una solución
de continuidad , corta los tejidos y con ellos vasos, la sangre fluye, y
por lo tanto se pone en contacto con el veneno, y este desplega su acción.
Creo, pues, que comprendo mas casos y mas hechos diciendo, que una
de las vías de introducción es toda solución de continuidad.
Sentados estos hechos , veamos casos prácticos que demuestren con
cuánta razón hemos establecido que hay tres grandes vías, por donde los
venenos se insinúan en la economía animal , ó se ponen en contacto con
sus principios constitutivos.
g I. — Intoxicación por la piel.
Las fricciones mercuriales obran como medicamento, y llevadas al ex-
ceso producen la intoxicación mercurial.
Según Etmulero, las fricciones con pomadas arsenicales han causado
graves trastornos, y basta la muerte.
En la colección periódica de la Sociedad de medicina de Paris, t. VI,
página 22, se lee que una mujer se aplicó á la cabeza una pomada arse-
nical para matar sus piojos , y se intoxicó.
Degner refiere que una señora se intoxicó también , aplicándose, á
instancias de un charlatán, un emplasto de sublimado corrosivo en un
tumor que tenia en un muslo.
Chaussier ha visto la embriaguez promovida con la aplicación de com-
presas empapadas de alcohol en el escroto.
Lociones de tabaco en el escroto han producido su intoxicación.
Narnias ha publicado el hecho de un contrabandista, que envolvió todo
su cuerpo desnudo en hojas de tabaco, para librarse por este medio de
pagar el impuesto establecido. El tabaco mojado por el sudor le produjo
extrema debilidad del pulso, sudores frios y aplanamiento , y algún otro
síntoma propio de la intoxicación por el tabaco.
Gallavardin refiere otros tres casos tomados de varios periódicos ale-
manes de 1801 , 1844 y 1854. El primero es de algunos húsares de un
escuadrón, que hicieron lo del contrabandista citado con igual objeto, y
sufrieron dolores de cabeza, vértigos, vómitos, etc. , á pesar de ser fu-
madores. El segundo es de una mujer de 50 años, que se aplicó hojas de
tabaco al exterior y sintió náuseas , vómitos espasmósdicos , hipo , opre-
sión , accesos de disnea , postración extrema , sudor frío y viscoso , pulso
lento e intermitente, frió en las extremidades, etc. El tercero es de un
- 155 -
sugeto de 37 años, á cuyos miembros se aplicaron hojas secas de tabaco
pulverizadas y mezcladas con miel , para curarle un reumatismo crónico,
y también se intoxicó.
Además de esos casos, cita Gallavardin los siguientes, en los que se
presentaron fenómenos de intoxicación.
1. ® Después de la aplicación del zumo del tabaco, en un exantema cró-
nico del cuello (Landerer).
2. ® Después del uso externo del tabaco (Truchsers).
3. ® Después de fricciones hechas con el residuo del tabaco de fumar,
sobre la piel denudada de epidermis (Westrumb).
4. a Después de la aplicación del zumo del tabaco sobre una úlcera ti-
nosa (Walterhall).
5. “ Después de la aplicación del tabaco en polvo sobre una úlcera de
la pierna (Kerking).
6. ° Después de la aplicación de una pomada de manteca y tabaco en
la cabeza , de tres niños afectados de tiña (id.).
7. ° Después de haber envuelto los brazos, manos, muslos y piernas
con lienzos mojados en un cocimiento de tabaco (Merrigues) (l).
Ferreira Macedo Pinto dice haber observado síntomas de intoxicación
por las cantáridas , á consecuencia de fricciones en la piel de los órganos
genitales con la tintura de aquellas; y síntomas de intoxicación de la
belladona con pomada de esta sustancia aplicada al pecho ó á la mama
de una señora (2).
Según Diemembroeck , Gmelin y Mead , no estaban exentos de peligros
los saquillos llenos de arsénico que, en otros tiempos, se llevaban, á
guisa de amuletos, colgados del cuello, para preservarse de males pesti-
lenciales. Otros han experimentado la intoxicación mercurial , llevando
cintos de lana, que contenian mercurio para curarse la sarna.
El profesor Cloquet , después de haber manejado muchas piezas anató-
micas sumergidas en una disolución concentrada de percloruro de mer-
curio, no se lavó las manos, y á la noche siguiente le dispertaron vivos
dolores epigástricos , acompañados de constricción de pecho , sudores
fríos, sed, náuseas, vómitos de materia viscosa, ácre y de sabor metá-
lico. Al cabo* de cuatro horas diarrea con tenesmo (3).
Brierre de Boismonl refiere que M. Cusco le dijo que, después de haber
embalsamado con otros un cadáver con sublimado corrosivo , sintieron
en los dedos constricción , dolores agudos, principalmente en los pulpe-
jos alrededor de las uñas, con algunos vestigios y síntomas de las vías
digestivas (4).
En 1814 hubo en Montpeller oposiciones á una plaza de disector do
trabajos anatómicos. Los contrincantes fueron seis ; los cinco disecaron
cadáveres que habían sido inyectados varias veces con una disolución de
ácido arsenioso : todos experimentaron los efectos de esta intoxicación,
excepto el que había disecado un cadáver no inyectado (5).
En la clínica quirúrgica de Milán se presentó un caso de intoxi-
cación con síntomas nuevos , promovido por el polvo de las raíces se-
cas del arundo donax. El polvillo de que se cubrieron las manos, al
(*) Jour de phir. el de rhim. (1864).
t2) Obra cit., p. <1 y 73 nolas.
(3) Orilla. Totvirologia general.
(4) Anales de Higiene pública y de Mediana legal , t. XXXV, p. 34 1.
(s) Jour. de la Soc. de méd. prat. de MonlpellUr , dio. , 4 844, l X.
— loó —
manniar dichas raíces produjo un exantema con reacción general (‘).
Los trabajadores en cobre y plomo experimentan síntomas de intoxi-
cación por estas sustancias. Galtier cita un hecho de un trabajador que
tuvo un cólico de cobre , por haber metido las manos en una disolución
de sulfato cúprico, para sacar de ella pedazos de zinc.
El mismo cita á Westrumbe, quien habiendo tenido su antebrazo su-
mergido en agua moscada ó alcanforada , expedia por el aliento el
olor del almizcle y del alcanfor.
Lebkuchrer hizo desenvolver en veinte y cuatro y cuarenta y ocho
horas, síntomas de intoxicación por el acetato de plomo y emético, di-
sueltos y aplicados á la piel de varios conejos.
El yoduro de potasio y el cianuro amarillo del mismo pasan rápida-
mente por la piel.
Cuando tratemos de la intoxicación por el ácido carbónico , verémos
probado con hechos que no se necesita respirarle para matar; su acción
sobre la piel es bastante. Landriani, Chaussier, Collard, de Aíarligny, lo
han probado con experimentos. Otro tanto hicieron con el ácido sulfhí-
drico en la piel del hombre y animales.
Hay árboles, cuyos efluvios producen accidentes graves y exantemas.
En Barcelona , un chico de unos ocho años, invadido de una afección
tifoidea agudísima, perdió casi toda la epidermis, siendo su cuerpo entero
una llaga. Para calmar los atroces dolores que sentía, se le untó con una
pomada opiada toda la superficie descubierta. A los pocos momentos
reinó en él la calma mas profunda, y así murió. Yo he creído siempre
que la pomada aceleró la muerte.
M. Davanne habla de los peligros á que se exponen los fotógrafos, ma-
nejando el cianuro de potasio y el bicloruro de mercurio , y cita el caso
de uno que se quiso quitar las manchas de nitrato do plata con un pedazo
de cianuro de potasio, y se le quedó entre la uña y el pulpejo un frag-
mento. A los pocos momentos sintió dolor en el dedo y vértigos, se lavó
el dedo con vinagre, con lo que se descompuso el cianuro, formándose
ácido cianhídrico , y no tardó en quedar intoxicado (2).
El doctor Ploss , de Leipsig , ha publicado la historia de un sugeto de
treinta y tres años, afectado de un padecimiento en la garganta, el cual
se aplicó una pomada de 3 granos de atropina y 2 draetnas de manteca,
alrededor del cuello. A los pocos minutos estaba como loco , y se into-
xicó de tal suerte , que á las dos horas espiró (3).
Si á estos casos añadimos los efectos notables del método endérmico,
la facilidad con que se hace pasar á la masa de la sangre , por medio de
fricciones, una porción de sustancias, comprenderémos fácilmente cómo
puede muy bien efectuarse la intoxicación por la piel , ya provista , ya
desprovista de epidermis. Concíbese , sin embargo , que, en este último
caso, hade ser mucho mas fácil, ya obren los venenos por absorción ,
ya por contacto , punto que discutirémos á su tiempo.
Sin embargo , á pesar de los hechos que acabo de citar y de la mul-
titud por el estilo que posee la ciencia , dejando probado hasta la evi-
dencia que los venenos se introducen por la piel desprovista ó provista
de epidermis , no falta quien lo niegue.
P) Véase el número 7 de la Facultad.
Higiene pública y Medicina legal. Tomo XIX, sngunda série,
(3j Gaceta medica de Pane. Med. press., 4864.
*5*.
- 157 —
El doctor Boraolle parece ser el que está al frente de esos incrédulos,
V aunque se diga que su principal oposición se refiere á la absorción cu-
tánea de los medicamentos y del líquido de los baños, fácil es compren-
der que eso se roza con la dé los venenos por esa via.
En 1853 publicó Homolie sus experimentos hechos sobre sí mismo con
baños que contenían cianuro férrico y yoduro potásico, infusiones de di-
gital y belladona y otras sustancias, obteniendo resultados negativos,
puesto que no observó ningún síntoma de intoxicación, ni encontró nin-
guna de esas sustancias en la orina.
c Supone dicho autor que el agua del baño es absorbida , y que la sus-
tancia medicinal ó tóxica no pasa al través de la piel.
M. ílubert, primer farmacéutico del hospital de las Clínicas, ha publi-
cado una memoria sobre este asunto, y resume su opinión diciendo: .
1. ° Que cuando la epidermis no presenta ninguna solución de conti-
nuidad, y no se la ha privado del barniz sebáceo que la impregna hasta
en las capas mas profundas, la absorción por el dérmis es nula completa-
mente, aun después de seis horas de inmersión en el agua , si las solucio-
nes acuosas no irritan ni alteran la piel.
2. ° Que la absorción de las materias salinas extractivas ó de otra clase
se verifica , por el contrario , con mas ó menos facilidad , cuando por un
disolvente á propósito se ha quitado de antemano á la epidermis su bar-
niz protector, ó se ha empleado un medicamento , cuyo vehículo puede
disolverle fácilmente.
Créese que por eso los fotógrafos pueden manejar impunemente solucio-
nes concentradas de cianuro de potasio , y los fabricantes de productos
químicos otras sustancias tóxicas ; al paso que el alcohol, el éter, el
cloroformo , el sulfuro de carbono , los aceites volátiles , los cuerpos gra-
sos , la glicerina, que tenga en suspensión ó disolución sustancias vene-
nosas , facilitan su absorción, por lo que alteran la piel.
El doctor Parissot también afirma que no han pasado por la piel, desde
un baño, varias sustancias que no la alteran, como yoduro potásico, cia-
nuro amarillo de potasa, clorato de idem, sulfato de hierro, belladona,
digital y ruibarbo , ó su sustancia colorante. Después de dos horas de
baño, no se nota ni en la orina, ni en la saliva, el menor vestigio de esos
cuerpos. Tampoco lo son las soluciones acuosas de digitalina y atropina.
La constitución anatómica de la piel , según Parissot, se opone á la ab-
sorción, mientras conserve el unto sebáceo; por eso absorben las partes
desprovistas natural ó artificialmente de ese barniz protector. Las palmas
de las manos y los pies , desprovistas de él, absorben más.
También dice el mismo, que una solución de atropina (0,05 gramos
poi 20 gramos de cloroformo), aplicada sobre la írente por medio de una
capa de algodón , á los tres minutos dilata la pupila. Empleando el
vmo, en lugar del cloroformo, tardó en manifestarse esa dilatación,
media hora. Disuelta en agua ligeramente acidulada , con ácido acético,
no se obtuvo dicho síntoma.
M Dolore , en una nota presentada á la Academia de ciencias por
fvi rPÍAnLc ’ exPone 138 experimentos que ha practicado por medio de
dicciones, y resume su opinión diciendo:
bles en el' aguaana GS suscePtii,Ie de absorber todas las sustancias solu-
2.° Esta absorción es tan difícil é irregular, que no puede contarse de
un modo cierto con el método cataléptico. omarse de
— 158 —
3 * La absorción cutánea se favorece ó contraria por muchas condicio-
nes relativas á la energía ó laxitud del sugeto, naturaleza del medica-
mento , modo de usarle , etc.
M. Deschamps pretende que las aguas minerales no penetran la piel lle-
vando al interior los principios que las componen, y para eso se funda en
cálculos matemáticos.
A todos esos datos que se oponen á la absorción de la piel, se contesta
fácilmente diciendo : en primer lugar, que ninguno de ellos destruye la
realidad de los hechos , con los que he demostrado que los venenos son
absorbidos por la piel. En segundo lugar, que lo que dicen üomolle y JPa-
rissot, se explica bien sin necesidad do negar á la piel la facultad de ab-
sorber. Las sustancias insolubles en el agua no pasan, no son absorbi-
das, no solo por la piel, sino por otros tejidos, y las sales de potasa pue-
den muy bien no encontrarse en la orina, tales cuales se dieron, porque
en el cueno sufren descomposición , como lo probarémos en su lugar.
De que los fotógrafos manejen disoluciones, venenos concentrados , sin
peligro por lo común, no se sigue que no le haya; algún autor, en los
Anales de Higiene pública, se ha ocupado en ello dándolas por peligrosas,
y ya hemos referido un caso en que hubo peligro. Además, por lo mismo
que son concentradas , no se prestan á la absorción. Ya veremos también
que las membranas no se prestan á la endósmosis, cuando son concen-
tradas las disoluciones salinas.
Sobre lo del barniz protector de la piel no negaremos su influencia, ni
que haya sustancias, que disolviéndole, faciliten Ja absorción. Este fenó-
meno, como todos, no es absoluto , necesita condiciones, las que supo-
nemos, cuando decimos que los venenos son absorbidos por la piel , por-
que no tratamos mas que de ese fenómeno en globo , sin descender á es-
tudiar los casos y motivos de las modificaciones que puede experimentar
y á menudo experimenta. Pero sí dirémos que Parissot incurre en una
contradicción , porque si las manos y pies no tienen ese barniz protector,
¿cómo salen incólumes los fotógrafos, manejando disoluciones venenosas?
¿Y los que se bailan en aguas cargadas de sustancias tóxicas, teniendo
dentro del baño las manos y piés desprovistos de unto protector, según
la anatomía de Sappey que Parissot nos recuerda , ¿ cómo no absorben
esas sustancias por ellas ?
Además de estas razones, que quitan completamente toda su fuerza á
esos pretendidos hechos, con que se quiere invalidar una verdad fisioló-
gica evidente, citaré los experimentos de Willemin, inspector de aguas
de Yichy, acompañado del ilustrado químico M. Hepp, farmacéutico ma-
yor del hospital de Estrasburgo De las observaciones de ese profesor se
desprende que las aguas minerales son absorbidas, y que se encuentran
sus principios en las personas que toman en baños esas aguas.
Concluyamos , pues, sosteniendo, con hechos prácticos é irrefragables,
que los venenos pueden introducirse por la piel sin epidermis y con epi-
dermis, sin unto sebáceo y con él; siquiera, como lo verémos en lo su-
cesivo , haya diversas condiciones que faciliten ó dificulten el paso de los
venenos por esa vía.
§ IL— Intoxicación por las aberturas naturales ó las mucosas.
Demostremos igualmente, con los hechos , que la intoxicación se efec-
túa por las membranas mucosas ó las aberturas naturales.
- m -
Algunas gotas de ácido hidrociánico en la conjuntiva matan con pron-
titud. Los perros mas vigorosos no resisten á su acción.
Dice Anglada que algunos sugetos han sufrido por haber olido licores
que contenían ciertas preparaciones de arsénico ; que el narcotismo es
posible tomando tabaco, á cuyo polvo se asocien otras plantas sedativas,
til tabaco del dormido se hizo célebre por su acción sobre la pituitaria. El
mismo autor dice en una nota: «Que los chinos vacunan por las fosas
nasales con buen éxito.» Aunque no se tenga un virus por veneno, no
deja de ser ser significativo el hecho en la cuestión que nos ocupa.
Muchos venenos gaseosos atacan fuertemente la mucosa de la nariz.
Los anestésicos obran por las vías pulmonales.
Aman refiere que unos carpinteros aplicaron, para divertirse, á la
nariz de un niño dormido, una bujía acabada de apagar. El niño se des-
pertaba, cada vez que le aplicaban la bujía , hasta que su respiración se
puso dificultosa, le dieron accidentes epilépticos, y al tercer dia murió.
La mucosa bronquial ó pulmonal es á menudo vía de intoxicación.
Los trabajadores de las minas de plomo y azogue experimentan con fre-
cuencia los efectos de estos minerales venenosos, lntoxícanse también
fácilmente los que caen en lagares y lugares comunes , respirando el
ácido carbónico y sulfhídrico.
En 181b, el desdichado Gehlen se estaba ocupando con M. Ruhland
en algunas investigaciones acerca de la acción recíproca del arsénico so-
bre la potasa; desprendióse un poco de hidrógeno arsenicado , le respiró,
y al cabo de unos cuantos dias sucumbió entre los mas atroces sufri-
mientos (').
La pasta escarótica de Fray Cosme, aplicada á los labios cancerosos,
ha producido muchas veces la intoxicación arsenical.
Es ocioso que mencione casos de envenenamientos é intoxicaciones por
la mucosa esofágica y estomacal, ó sea del canal digestivo. La mayor
parte de envenenamientos se encuentran en este caso.
Zachías refiere, remitiéndose á Suelonio, que el emperador Cláudio
fué envenenado por medio de una lavativa , que le preparó Agripina (2).
El papa Alejandro V fué envenenado por medio de una lavativa, que
le hizo dar el cardenal Baltasar Cossa (3j.
Damien, asesino de Luis XV, declaró en su interrogatorio que había
dado la muerte al conde de Labourdonniere , aplicándole una lavativa de
ácido nítrico (4).
Anglada refiere un caso semejante, en que tuvo que ocuparse el tribu-
nal del Ariege. Una criada mató á su señora con media onza de arsénico,
que puso en una lavativa ordenada para curarla.
Asley Cooper refiere varios ejemplos de intoxicaciones de tabaco, á
causa de lavativas de dicha sustancia dadas para reducir las hernias.
Una señora, á quien asistía yo con el doctor Drument, recibió una la-
vativa laudanizada para calmarle un doior, y experimentó ciertos sínto-
mas de la intoxicación narcótica.
M. Bertini observó una intoxicación de tabaco en un niño, á quien se
dió una lavativa de dicha sustancia como anti-helmíntica (s).
(') Anales de Física y de Química tomo XCV, p. *10.
(2) Cuestiones médico-leyales, lib. ll, p. 83.
(a) Historia de los Papas.
(*) Memorias de múdame Campan, t. III.
(B) Periódico de ciencia» médicas de la Sociedad médico-quirúrgica deTurin.
— 100 —
En el Diario general de Medicina (1810) se lee un caso de una mujer de
cuarenta años, envenenada por su marido, á lo Calpurneum , el cual en
el acto de usar de sus derechos matrimoniales , le introdujo en la va-
gina cierta cantidad de aisénico.
s j;n ias actas de la sociedad de medicina de Copenhague se encuentra
consignado otro caso análogo. Un aldeano habia muerto con igual medio
á tres" mujeres, con quienes se casó sucesivamente. La última, que habia
sido cómplice para matar á la segunda, le denunció, cuando á su vez se
vió atacada. Habiéndose suscitado algunas dudas sobre este caso, se hi-
cieron experimentos en yeguas, introduciéndoles media onza de ácido
arsenioso en la vagina. Media hora después, la intoxicación se declaró en
ellas , y una de las yeguas que no fue asistida, pereció ; las demás se sal-
varon, Vi beneficio de los medios empleados contra la acción del ácido ar-
senioso. En la historia del envenenamiento hemos citado el hecho de Cal-
purneum y el de Ladislao, rey de Ñapóles, referido por Zachías.
Los resultados funestos que suele tener la infección venérea por la mu-
osa uretral, nos autorizan para creer que es igualmente una vía de into-
xicación como todas las demás del cuerpo. Segalas lo ha continuado con
la nuez vómica.
g III.— Intoxicación por el tejido celular ó las soluciones de continuidad.
Demostremos finalmente y de igual modo que la intoxicación se efec-
túa por el tejido celular, ó las soluciones de continuidad.
Los animales ponzoñosos intoxican , deponiendo el veneno en la solu-
ción de continuidad, que causan con la mordedura ó picadura.
Los salvajes untan la punta de sus Hechas y armas con jugos veneno-
sos, y así hacen heridas mortales, inoculando el jugo en la solución de
continuidad ó en la sangre.
Leonardo deCápua dice qne un niño sucumbió, en medio de vómitos y
deyecciones alvinas terribles , á consecuencia de una herida que se hizo
en la cabeza con la punta de un peine untado de aceite , en el cual se
habia disuelto un preparado de arsénico. .
Un tal Lukin propuso al almirantazgo inglés que se emplease, para la
conservación de los buques , madera impregnada de una disolución de
arsénico blanco, con la cual se preservarían de los gusanos. Púsose en
práctica esta idea, y hubo que renunciar á ella muy pronto, á consecuen-
cia de los frecuentes accidentes que sobrevinieron. Una astilla cualquiera
que se clavase en las manos ó piés de la tripulación, y trabajando la ma-
dera, bastaba para que hubiese síntomas de intoxicación. Dos marineros
fueron víctimas de ella.
En el Boletín general de la terapéutica de 1845 , se leen dos casos de in-
toxicación en dos mujeres , las que se aplicaron á un cáncer ulcerado un
ungüento arsenical que un charlatán les proporcionó.
En el Diario de conocimientos médicos prácticos y de farmacología (enero,
1844) se lee el caso de un niño, que tenia ligeras excoriaciones en las in-
gles. Su madre, creyendo aplicarle licopodio, le puso polvos de subli-
mado corrosivo, y el niño espiró intoxicado.
- 161 -
ARTÍCULO IY.
DE LA ABSORCION DE LOS VENENOfe;
g I.— De los hechos que prueban la absorción de los venenos.
liemos admitido que los venenos se introducen en la economía animal
por tres vías, y hemos aducido muchas pruebas de hechos para cada una.
Estas pruebas lo son de la absorción de los venenos, pues aun cuando se
admita su acción local , y de la alteración fisiológica que en ella se veri-
fique resulte un trastorno general por simpatía , esto no puede admi-
tirse para todos los casos. Ya veremos en su lugar cómo obran ios vene-
nos , si por contacto solo, si por sola absorción ó paso á la sangre.
Además de estas pruebas, tenemos otras mas directas. Las análisis
han hallado las sustancias venenosas ó sus factores , en puntos distantes
de aquellos en donde fueron ingeridos.
Citemos algunos de estos hechos, y luego reflexionaremos.
Cantu ha encontrado el yoduro de potasio en la sangre , sudor, orina,
saliva y leche de un sugeto que le tomaba como medicamento (*)•
Groguier de Lyon encontró sal amoníaco en el suero de un caballo en-
venenado con dicha sustancia (2).
Gmelin y Tiedeman reconocieron la presencia del acetato de cobre y
del acetato de plomo, en la* sangre de las venas mesaráicas y esplénicas
de algunos perros. Los mismos sacaron cianuro de mercurio y cloruro
de bario de la sangre de caballos, á los cuales se habian dado dichas
sustancias (3).
Lebukuchner notó la existencia del alcanfor en la sangre de la vena
cava (4).
Mayer descubrió el ferrocianuro de potasio en la sangre y serosidad de
los órganos (5).
O’shanghenessey encontró el yodo en la orina y saliva de un sugeto
que usaba de dicha sustancia como medicamento (s).
Jourda y Buchner encontraron en la orina el mercurio, después de ha-
ber sido empleado como medicamento (7).
Schubar la encontró en la sangre (8).
Colson parece haber observado oiro tanto (9).
Nisten refiere que M. Dubois hizo la operación de la talla á un enfermo,
y que se encontró un producto de la acción del ácido nítrico sobre el
úrico. El sugeto tomaba el primero en una bebida acidulada (10).
l)ar\vin ha encontrado cantidades notables de nitrato de potasa en la
orina de otro que usaba en abundancia de bebidas nitradas. Yr en ciertos
casos que se había mezclado con los alimentos el hidrocianato de potasa,
(’) Jour . de chim. me'd., II, 29¡.
(2) Journal de mederine de Corvisart . XIX , i 55. .
p) Jiecherches sur la rauta que prennent diverses substances pnur passer de I estomac et des
inteslins dar ¡« le sang. Traducción de Heller; París, 1821.
P) Ulram per viventium ad huc animulíum membranas materias ponderabilet permiare queant.
Tulunco? . 1819, 9.
Ia) Arrhives fur arritom. and phisiohgie ,111.
(fi) See Cliepter on indine
(loados por Devcrgie.
(8) Arah. I ur medirinísche. Erfarhung, 1823, t. II, p. 419.
(9) fíev. med., 182$ , t. I , p. 30
(’nj Citado por Anglada . hijo; p. 131.
TOXICOLOGÍA. — 11
- 162 —
se reconoció esta sal por el color azul que daba la orin a , bajo la acción
de una sal férrica, En la misma orina se han encontrado cantidades de
carbonatas alcalinos p). ,T1.1 ,
Un oficial, fundidor de cobre, entró en el hospital de París (Ilólel-
Dieu) para que le’curaran una amaurosis, y se observó que tenia su pelo
un matiz verdoso ; Laugier analizó un mechón de este pelo, y encontró
cobre, con vestigios de hierro y manganeso (2).
Krimer encontró el ácido cianhídrico en la sangre de personas enve-
nenadas con él (3). . , , , .
Woether recogió de la orina de perros y caballos yodo, hígado de azu-
fre , azoalo de potasa , sulíbeianuro de potasio, ácido oxálico, ácido tar-
tárico, ácido nítrico, que se les había administrado (4).
Orfila, después de haber dado ácido arsenioso, arseniatos y arsenitos,
tártaro eslibiado, sales de cobre, al interior y al exterior, á varios per-
ros, encontró dichas sustancias en la sangre y los tejidos. El mismo
autor ha reconocido el yodo, la potasa, la barita y sus sales, el hígado
de azufre, el acetato de potasa, los ácidos minerales, como el sulfúrico,
el nítrico y el hidroclórico, etc., el amoníaco, el cloruro amónico, el
agua de javela, las sales de plomo, de mercurio de oro y plata {5).
Chaussier encontró ácido sulfhídrico en el tejido celular de personas
muertas por aquel gas (6).
Bermercheist descubrió en la costra de la sangre el yodo, hecha la san-
gría á un sugeto que se habia aplicado una pomada yodada (7).
Wimber ha encontrado plomo y cobre en el hígado, médula y múscu-
los de varios perros envenenados (8).
Tales son los numerosos hechos , con los cuales puede ponerse en evi-
dencia que los venenos, al menos en su mayor parte , son absorbidos.
A la evidencia de tales hechos podemos "añadir la absorción de todos
los venenos, que se dan como medicamentos, pues es bien sabido que los
tejidos del cuerpo humano los absorben, y que los absorben por todas las
vías indicadas.
Hoy es un punto de doctrina acerca del cual no hay cuestión alguna.
Todos los autores están de acuerdo sobre ello ; lo mas que puede haber
es disidencias sobre cierta clase de venenos, los insolubles por ejemplo,
puesto que algunos toxicólogos, viendo que producen intoxicaciones y
que se los halla en la masa de la sangre, ó en puntos distantes de aquel
donde fueron ingeridos, deducen que han debido de absorberse.
Dejando este punto importantísimo para luego, diré aquí , en cuanto á
la absorción de los venenos en general , que , además de lo expuesto,
está hoy demostrada su existencia por muchos y buenos experimentos,
hechos á propósito por los Magendie y ios Delille, los Brodie , los Chris-
tisson y Coindet, los Segalas, ios Panizza, los Antonio Roselli , los Cae-
tano Strambio, los Tiedeman, los Millón, los Colson , los Kramer, los
(*') Anglada, Towicologla general, p. 129,
(*) Anglada, loco cilato.
{*) Journal complementare , XXVIII, 37.
( ) Eccperiences sur le passage des sustanees dans l’urine. — Journal des progres des Sciences
el wslilutiom medicales, t V. 1827.
.J/j Me™oires * la Academie royale de médecine, t. VIII, 1840.- Journal de chimie medícale,
1842.— Toancologie genérale , t. I , p. 8.
(•) Journal de médecine de Sedillot , XV, 28
I’) Journal de chimie mídicale, IV, 383.
( ) Ste the Chapters on Cooper and leand.
- 163 -
Bernard , los Chatin , los Melsens , los Isambert , y otros que ya llevamos
citados mas arriba.
De todos esos experimentos podemos inferir, como un hecho averi-
guado , que los venenos son absorbidos , no solo por las venas , como ya
lo creyeron los antiguos, desde Galeno, y lo fueron admitiendo varios au-
tores , según lo hemos visto en la historia del envenenamiento, aunque
no tenían datos tan claros ni numerosos como los modernos; sino por
lodos los tejidos de la economía animal, siquiera eso no se entienda de
una manera absoluta, pues vamos á ver dentro de poco que, en efecto,
los hay acerca de los cuales no es posible la absorción , por lo menos en
el estado y ser en que se dan.
§ 11. — De la relación entre la absorción de los venenos y su solubilidad, su difusibilidad y
otras propiedades físicas y químicas.
Acabo de indicar que, si alguna duda cabe, ó si alguna disidencia hay
entre los autores acerca de la absorción de los venenos, es tan solo res-
pecto de los que son insolubles; fundándose los que creen que son tam-
bién absorbidos como los solubles, en que las análisis los hallan en pun-
tos distantes de aquellos en los que fueron ingeridos, y en los efectos
del tósigo, á pesar de su insolubilidad.
liste punto es demasiado importante y trascendental, tanto en la parte
terapéutica, como en la forense, para no tratarle con la detención debida.
La absorción, no solo de los venenos, sino de toda sustancia ó cuerpo,
está de tal manera unida con la solubilidad y otras propiedades de los
mismos , que bien podemos establecer como regla general , que sola-
mente lo que está disuello es absorbible.
El corpora non agunt nisi soluta es un antiguo axioma , que ya deja en-
trever la gran verdad de aquel aserto, y si los venenos no han de des-
plegar su acción terrible hasta que se pongan en contacto con la sangre,
punto que también disculirémos con la extensión é interés que reclama,
con mas razón hemos de considerar inseparables la absorción y la solu-
bilidad de tales cuerpos.
Los espacios intersticiales ó poros de los tejidos, ya que no las bocas
de los vasos absorbentes, son siempre de diámetro menor que las molé-
culas de los cuerpos, cuya cohesión no está vencida , conservándose al es-
tado sólido ó líquido insoluble; por lo cual, para que se efectúe la ab-
sorción, es de todo punto indispensable que el cuerpo se disuelva en el
agua , ó en otros disolventes.
Los hechos y experimentos que hemos citado en pro de la absorción de
los venenos, conducen á probar que solo los solubles son absorbidos,
porque todos lo eran; y si bien al mencionar los cuerpos obtenidos por
análisis, figuran algunos que no son solubles, es necesario tener en
cuenta que no fueron dados, que no se introdujeron en la economía en
el estado en que se los halló, ó tales como se habla de ellos.
De aquí es que la opinión general está por la exclusiva absorción de
los venenos solubles, no siendo absorbidos los insolubles, sino cuando
su composición se altera, una vez introducidos en la economía, bajo la
influencia de los cloruros alcalinos y de los ácidos, agentes poderosos de
disolución , respecto de ciertas composiciones por sí solas insolubles.
Mialhe ha puesto fuera de duda esa influencia, no solo relativamente á
ios compuestos mercuriales insolubles, sino á otros venenos. Orfila ha
— 164 —
probado lo mismo respecto de los boratos, tartaratos , oxalatos y fosfatos
de plomo; y Melsens, en lo que mira al salíalo.
Sin embarco hay autores que no se dan por vencidos, é insisten en
la absorción de los venenos insolubles, citando hechos de alguna grave-
dad, en apoyo de su opinión; y á la verdad, á primera vista pudieran
hacer vacilar á los que tuviesen menos í'é en la constancia de las leyes
fisiológicas y físicas. Tanta fuerza le han hecho á Galtier esos hechos
excepcionales, que da por no resuella la cuestión.
Veamos esos hechos, y luego discutiremos para saber si tienen mejor
y mas admisible explicación que la que se pretende darles.
Adúcese como argumento práctico, ó pruebas de hecho de la absor-
ción de los venenos'insolubies , los experimentos de Kramer, quien intro
dujo en el estómago de un perro cierta cantidad de cinabrio, sulfuro de
mercurio, insoluble, y luego hizo constar su presencia, en naturaleza,
en sustancia, en los vasos capilares do dicho órgano.
OEsterlin hizo fricciones en el abdótnen de un gato, por espacio de
cuatro dias, con ungüento mercurial, y luego halló el mercurio metálico
en las heces, en la sangre , y en gran cantidad en el hígado, sobre todo
en la vejiga de la hiel , en el bazo, en el sedimento de la orina, al paso
que no descubrió ni un átomo en el sistema nervioso. También obtuvo á
poca diferencia los mismos resultados en otro gato , al cual hizo tragar
por espacio de siete dias el mismo ungüento. Por último, habiendo he-
cho tragar carbón durante seis dias á unos conejos, galos y gallos, le
halló en las venas mesaráicas, en la porta, en el hígado y en el ven-
trículo derecho del corazón.
Meisenide halló igualmente carbón en los tabiques globulares de ios
pulmones, en varios animales, á los que se le había dado, al paso que
no le pudo descubrir en otros que no le tomaron. Además, este mismo
autor descubrió glóbulos de almidón en la sangre mescntérica de los
animales, á los cuales se le administró.
Rerard , Orilla y Robín repitieron esos experimentos , que en vano ten-
taron Mialhe , Lebert y Rernard , y hé aquí los resultados :
A un perro, que estaba en ayunas veinte y cuatro horas, hacia., le dier
ron 16 gramos de carbón vegetal pulverizado. Dos dias después de se,-
guir el animal en ayunas , le mataron , y le hallaron moléculas de carbón
angulosas en la sangre del hígado, examinada ah microscopio al au-
mento de 580., En los pulmones, en un gánglio mesentérico, en la sangre
déla aurícula izquierda del corazón, hallaron mucho menos, y nada,
absolutamente en la vena porta ni en el quilo.
Repetido el experimento en un. perro, que había comido copiosar
mente, y al cual dieron en dos dosis, ,3$ gramos de carbón porfirizado,
no pudieron descubrir el menor átoni.p. Otro tanto les sucedió, respecto .
de otro en ayunas veinte y cuatro horas hacia, y aj que se adminis-
traron 32 gramos de negro de humo ó carbón anima), en dos días :
habiéndole muerto en el tercero a el resultado de. la análisis íué ne^
gativo.
Ensayaron luegoucpn ,el almidón, dadp-á la ;dósi§ de, 32 gramos en dos
ams en perros en ayunas,, y, n/pda hallaron, excepto en los intestinos,
donde había, globulillos, amiláceos.
„„ ® Üf ^°n í°f i^ecfes (íu? citarse ,á favor de la absorción de los
, ^ f ‘ ® suduro de arsénico, el mercurio metálico, el car-
pu > P .,insp)ub)es ; y, sin epabargo , los hechos han probado que ha-
- 165 -
bian sido trasportados desde el punto en que se ingiriérón , hasta ótfds
distantes , y á la masa de la sangre.
A estos hechos , que hemos tomado dé Galrier, podriafn'ós áftadir otros
análogos, y en especial el de la enorme cantidad de mercurio metálico
qué se halló en las articulaciones de un gastador francés, 'cuyo Esque-
leto se conserva en el gabinete anatómico de la facultad de Meclfcihá de
Madrid, junto con el frasco que contiene dicho metal.
A primera vista parecerá que , por lo menos respecto de los euérpós
indicados, es posible su absorción, á pesar de su insolubilidad. Mas
reflexionando un poco sobre ello, se ve claramente que no hay séihejante
fenómeno contrario á las leyes fisiológicas.
Respecto del carbón , sin negar que se haya visto y encontrado lejos
del estómago , se explica mejor su presencia por otra causa que por la
absorción , puesto que con aquella no hay que negar ninguna ley fisio-
lógica, como con esta ; al contrario, hay en la ciencia Varios hechos aná-
logos que nos autorizan á acudir á ella. Berard ha emitido una idea que
debe aceptarse desde luego, sin ningún género de vacilación. •
Este autor opina que el carbón pasa al través de los tejidos, no por
absorción , sino porque, siendo anguloso, puntiagudo y cortante, se
abrepaso de una manera mecánica. Esta explicación es plausible, y
tiene á su favor todas las probabilidades , desde el momento que no son
raros en cirugía los casos, en que han hecho otro tanto los alfileres y otros
cuerpos duros y puntiagudos , los cuales han ido á parar desde el tubo
digestivo á la piel.
Entre muchos casos prácticos de esta especie que pudiéramos citar,
viene á propósito uno que leimos en la España médica, tomado del Correo
médico-quirúrgico , observado por el señor Sánchez Tirado, de una joven
de veinte años , la que se tragó una multitud de agujas de coser, y las .
expulsó por varias partes de su cuerpo. La mayor parte de los fragmen-
tos de esos cuerpos extraños aparecieron en las manos, y se extrajeron
con pinzas.
Pues si pueden abrirse paso las agujas y alfileres al través de los teji-
dos, sin explicar este fenómeno por ía absorción, lo que seria ridículo
y absurdo , ¿por qué no han de hacerlo las partículas de carbón , sus-
tancia dura , cortante y angulosa , que por lo exiguas pueden pasar mas
fácilmente?
Para mí no hay duda alguna ; toda molécula ó cantidad de un cuerpo
insoluble que se encuentra lejos del punto donde se ingirió, ha pasado
de una manera mecánica; jamás por absorción ; así no hay necesidad
de abrir brechas á una ley, que está probada por una infinidad de hechos
indudables.
Los que han empleado el carbón interiormente, como los Brachet, de
Lyon, losBiet, etc. , no hablan mas que de efectos locales debidos á una
irritación mecánica ; la aspereza de sus puntas y sus ángulos inflama la
mucosa intestinal, y purga. Absorber gases y desinfectar es lo que tám-
bien puede hacer; pero pasar por absorción, de ningún modo; pues no
hay en los líquidos del hombre ningún agente de disolución que féac-
cione sobre ese metaloídeo.
Respecto del mercurio y otros cuerpos , cuando nó haya paso mecá-
nico , nos queda todavía el dé la reducción. Si por medio de operaciones
y combinaciones químicas ciertos metales pueden quedar reducidos
fuera del cuerpo humano, ¿por qué no han de poderlo quedar dentro
- 100 —
de él en determinados casos, cuando tampoco puede haber la menor
duda de que ese cuerpo es un verdadero laboratorio químico donde se
están elaborando incesan tómenle composiciones y descomposiciones de
naturaleza diversa?
A estas reflexiones podemos añadir la ineficacia de los ensayos hechos
por otros prácticos, los cuales no han podido oblener esos cuerpos inso-
lubles. Ni el carbón animal ni el almidón han sido hallados por Orfila,
Robín y Berard. Mialhe, Lebert y liernard tampoco pudieron conseguir
lo que Meisenide, lo cual acaba de probar que no es una ley, sino cir-
cunstancias accidentales las que permitieron el paso mecánico de esas
sustancias insolubles.
Creo, pues, que puedo dejar establecido que, tanto respecto de los
medicamentos , como de los alimentos y venenos , solo son absorbidos
los que son solubles de suyo, y los que, siendo insolubles, adquieren
solubilidad una vez introducidos en la economía humana, por su combi-
nación con los ácidos y los compuestos alcalinos , ó las sales de la misma.
No solamente los hechos bien apreciados nos conducen á sentar como
una ley que solo son absorbidos los venenos solubles inmediata ó media-
tamente, sino que hasta los mismos solubles, si la disolución es concen-
trada, tampoco lo son. Las membranas y demás tejidos rechazan las di-
soluciones concentradas, como una superficie de aceite ó cera el agua;
es necesario que el cuerpo esté disuello en cierta proporción de agua , y
que sea la disolución mas débil que fuerte , para que se le ceda paso y
se trasporte al torrente circulatorio.
Cuando hablemos de la acción de los venenos, veremos que son tanto
mas activos cuanto mas solubles; que solo estando disueltos pueden
obrar químicamente; todo lo cual acaba de probar que solo son absor-
bidos los solubles por sí ó por la intervención de los ácidos, de los álca-
lis ó de ciertas sales que se hallan en la economía humana , de las cuales
hablaremos á su tiempo.
Pero la absorción no solo se relaciona con la solubilidad , sino con
otras propiedades físicas y químicas de las sustancias absorbidas. Asi
como podemos establecer que no se absorbe nada que no esté disuelto,
no por eso podemos afirmar que todo lo disuelto se absorbe. Ya hemos
indicado que las disoluciones concentradas no son absorbidas. Además
de la tenuidad que han de tener por punto general las disoluciones, es
menester que tengan las sustancias cierto grado de difusión , para que
se presten al movimiento molecular. Así hay sustancias solubles y di-
sueltas, pero poco difusibles , que no se absorben, ó se absorben poco y
mas tarde. La difusibilidad de las sustancias debe, por lo tanto, ser te-
nida en cuenta para la mayor ó menor facilidad de absorción; cuanto
mas difusibles, mas pronto y en mas cantidad son absorbidas. El cloruro
de sodio, por ejemplo, mas difusible que el azúcar ó la glucosa , se ab-
sorbe mas prontamente y en mas .cantidad que esta. La goma , la albú-
mina, la tintura de cúrcuma , el curare , el veneno de la víbora y otras
sustancias análogas, aunque solubles , son poco difusibles, y no se ab-
sorben. En igual caso se hallan los humores ponzoñosos de ciertos ani-
males, y los virus son solubles en el agua; filtrados no dejan residuo, ni
se ve nada con el microscopio; y, sin embargo, no son absorbidos por la
mucosa intestinal, ni por la piel. Es que no son difusibles, y que, por
otra parte , sufren en el estómago una descomposición ; aunque G. Ber-
nara parece dudarlo, porque solo lo admite en ciertos casos ; dice que
- 1G7 -
algunas veces conservan todavía bastante fuerza para envenenar á un
animal, si se le da esa ponzoña sacada del estómago. ¿No podrá explicarse
eso por la no completa descomposición del veneno en esos casos? ¿Qué
razón y qué hecho hay para oponerse á esa interpretación?
La sangre se halla en un estado de concentración que facilita la en-
dósmosis á las sustancias disueltas , si su disolución es ténue. El movi-
miento de ese humor es otra circunstancia que facilita la absorción, asi
como la textura de los tejidos. La naturaleza química de las sustancias
absorbidas entra también por mucho; un ácido siempre es mas rápida-
mente absorbido por los vasos sanguíneos que un álcali, por la sencilla-
razón de que es alcalina la sangre.
No hay, pues, que limitarse á la solubilidad, para que consideremos
absorbibles las sustancias ; es menester atender á otras condiciones , y
no olvidar que ciertos cuerpos pueden ser solubles y estar disueltos, y
no ser, sin embargo , absorbidos.
§ III. — De las diferencias en la rapidez de la absorción , según las vías.
Dejando sentado como un hecho que los venenos son absorbidos , y
que lo son por diferentes vías, conviene saber si ese fenómeno se verifica
con igual rapidez por todas ellas. Desde luego podemos prever que no ha
de ser así , puesto que su estructura anatómica no es igual , ni ha de
poder abrir paso del propio modo á las disoluciones que se pongan en
contacto con los tejidos.
Lo que puede afirmarse a priori, lo confirma la experiencia.
La piel no absorbe por todas partes con igual rapidez , puesto que
tampoco es igual en todas ellas la densidad de este tegumento. La
parte interna de los miembros, las ingles, los sobacos, los que tras-
piran mucho , son los que mas abren sus puertas al paso de las sustan-
cias venenosas, como las abren á la de los medicamentos.
La piel desprovista de epidermis se hace todavía de mas libre pene-
tración. Nadie ignora la rapidez y eficacia con que obran las sustancias
aplicadas á las superficies que un vejigatorio ha desnudado.
No es menos notable en las úlceras, en especial si tienen vegetaciones
carnosas, ó se han desprendido hace poco escaras, y en los primeros
tiempos de la supuración. Las callosas y de tejido duro ó con escaras,
se prestan menos á la absorción de cualquier sustancia.
Las aberturas naturales provistas de mucosas , dan también lugar con
rapidez á la absorción de los venenos ; y, como la piel , ofrecen igual-
mente diferencias, según las vías ó los puntos de una misma.
Las mucosas ocular, nasal, bucal, vaginal y uretral abren fácil paso
á los venenos solubles ; la pulmonal , á los gaseosos con una rapidez
fulgurante. Nadie ignora la prontitud con que el ácido prúsico obra
en la conjuntiva. El mismo y la nicotina, respirados, producen instantá-
neamente la muerte, cuando el primero es anhidro y se insufla el se-
gundo. Para intoxicar un perro con estricnina por la via pulmonal,
pocos minutos bastan. Panizza y Mayer han hecho varios experimentos
con algunas sustancias venenosas, como el cianuro amarillo potásico, el
nitrato, el cobre amoniacal ó el sulfato de hierro, introduciéndolos en
los bronquios, y á los dos ó seis minutos ya estaban en la sangre.
La mucosa intestinal es una via absorbente de las mas comunes , y
bastante rápida, por lo menos en determinados puntos; y si no lo es
— 168 -
más muchas veces, es por' razón de las actividades de otra especie que
en ella se desplegan , y los fenómenos fisiológicos que se efectúan , con-
trariando la absoicion.
¿a turgescencia digestiva , la abundancia de secreción gástrica , la pre-
sencia denlos alimentos, el vómito, etc.; lié aquí una porción de causas
para hacer que no sea tan activa la absorción gástrica como la intestinal.
" j£n jos intestinos delgados , destinados todavía á digerir, en especial
el duodeno, si son mas absorbentes que el estómago , lo son mucho me-
nos que los gruesos , y sobre todo el recto, donde la absorción se ma-
nifiesta con rapidez, no dependiendo las diferencias del veneno.
RoseLy y Strombio han hecho varios experimentos en perros, para sa-
ber á punto lijo si está fundada la opinión de algunos prácticos sobre la
mayor rapidez de absorción por el estómago que por el recto. El resul-
tado ha sido favorable á este; siempre ha tardado el veneno algunos mi-
nutos más en ser absorbido por el estómago.
Sin embargo, es necesario no perder de vista que muchas veces la ra-
pidez de absorción se toma por la de la acción del veneno ; y, como se
deja comprender, no es esto siempre lógico; igualmente es preciso no
olvidar que hay venenos mas fácilmente absorbidos por unas vías que por
otras, sin que dependa de las condiciones de estas, sino de las combina-
ciones que experimentan en unos puntos, y en otros en que los vuelven
mas ó menos solubles.
Cuando hablemos de las circunstancias que modifican la acción de los
venenos , nos haremos cargo de esto.
El tejido celular, otra de las tres vias de introducción de venenos, es
de los que mas rápidamente absorben. Sin embargo, hay que notar aquí
lo que ya llevamos indicado en otra parte. Los autores , en mi concepto,
incurren en un error, cuando deducen la grande actividad de la absor-
ción del tejido celular por la rapidez de acción de los venenos, con que
han hecho los ensayos.
Abonado, y muy abonado es el tejido celular para absorber, no lo
niego; pero todo lo que no sea el tiempo que tarda un veneno en pasar
á la masa de la sangre, ó en desaparecer de aquel , no es dato lógico
para deducir la rapidez de absorción de este tejido.
Nótese que para hacer ensayos en el tejido celular no es como en la
piel provista de epidermis , ni como en las vías naturales tapizadas de
mucosas; hay que hacer soluciones de continuidad; hay, de consiguien-
te , lesión de vasos, paso directo del veneno á la masa de la sangre; por
lo mismo no tiene nada de extraño la rapidez de la intoxicación.
Que no se citen, pues, como argumentos prácticos de rapidez absor-
bente los efectos de las flechas emponzoñadas, ni de las deposiciones de
venenos en esas soluciones de continuidad, porque la ponzoñase pone
en contacto con la sangre, antes que la absorción se verifique al través de
los tejidos y paredes de los vasos íntegros , á lo cual, y no á la mayor
absorción , es debida la diferencia.
También hablan los autores de diferencias de absorción según los
puntos del tejido celular, donde se ingiere el veneno. Orfila ha hecho en-
sayos con el ácido arsenioso y el sublimado corrosivo , depuestos en el
tejido celular, en el muslo y en el dorso de los perros; y si ha visto que
respecto del ácido arsenioso no hay diferencia , la hay respecto del subli-
En primer lugar, dirémos á eso que también se fundan las diferencias
- *69 -
en los efectos del veneno mas <5 menos pronto desarrollados; y en segundo
lugar, eso se explica mejor que -por mayor ó menor facilidad de absor-
ción del tejido , por hacerse mas ó menos solubles los venenos , según el
punto en que se ingieren.
Mialhe, á quien debemos grandes rasgos de luz acerca de la absorción
de los medicamentos y venenos, igualmente que acerca de la acción quí-
mica de estas sustancias en la economía animal , explica de un modo tan
sencillo como exacto , la razón de esas diferencias observadas por Orilla.
Eso no depende de que el tejido celular del dorso absorba menos que el
del muslo , como ya lo indica la ninguna diferencia dada por el ácido ar-
senioso, mientras que la da el sublimado corrosivo. Eso solo basta para
comprender que la causa está en otro hecho, en el cual no se hablan
fijado hasta aquí los fisiólogos y toxicólogos , por no dar la parte que le
corresponde á la química en la producción de los fenómenos fisiológicos.
Si el ácido arsenioso mata , en tres ó cuatro horas, á un perro, depo-
niéndole en el tejido.celular del dorso igualmente que en el del muslo,
en tanto que el sublimado corrosivo lo hace, de quince á veinte y cuatro
horas, en el del muslo , y de seis á siete dias en el dorsal, es porque el
ácido arsenioso no coagula, y de consiguiente no pierde su solubilidad
y avanza siempre hácia el torrente de la circulación, á donde llega
pronto, mientras que el sublimado corrosivo es de los coagulantes; su
efecto local es formar una combinación insoluble y una especie de escara,
de la cual no puede trasladarse á la- masa de la sangre, hasta que los clo-
ruros alcalinos de la economía le dan otra vez solubilidad formando un
cloro-hidrargirato. Todo el tiempo que esos cloruros tardan en disolver la
composición de mercurio y albúmina que se ha formado en el lugar de
la deposición, tarda la absorción del veneno; hé aquí por qué mata me-
nos pronto que el ácido arsenioso, que no necesita de esa preparación.
Respecto de la diferencia relativa al bicloruro de mercurio puesto en
el tejido celular del dorso y en el del muslo, diré, corno tan oportuna-
mente lo indica Mialhe, que la circulación es mucho menos activa en el
dorso que en el muslo , donde abundan los vasos de toda especie ; por lo
tanto, en este hay mas facilidad de que los cloruros alcalinos, mas abun-
dantes, transformen mas pronto el coágulo en cloro-hidrargirato, vol-
viéndole soluble , y por lo tanto mas absorbible.
Yése, pues, cómo el tejido celular viene á ser del todo extraño á esas
diferencias de absorción , que un vitalista llamaría anomalías.
En las .soluciones de continuidad hay, además del tejido celular, otros
tejidos que también absorben. En una cavidad donde haya membranas se-
rosas , estas absorben , y de un modo tan pronto como 'el mismo tejido
celular, y mucho mas qiie el estómago, si es licito deducirlo de ciertos
experimentos hechos por Christisson , el cual depuso 120 gramos-de una
solución de ácido oxálico en la cavidad peritoneal , y habiendo muerto el
animal, á los catorce minutos , ya no se encontró en el punto de la in-
gestión del veneno mas que í gramos de la disolución.
Otro experimento se hizo con aceite fosforado, inyectándole en la pleura
y el peritoneo; á los dos minutos, el aire que espiraba el animal era fos-
forescente.
Los músculos absorben como los demás tejidos , aunque poco. Fontana
dice que el veneno de la víbora no hace mas que inflamarlos. Sin em-
bargo , de eso solo no puede deducirse que otros venenos no experimen-.
ten en ese tejido su absorción .
— 170 -
Las paredes de los vasos venosos y arteriales absorben igualmente ; mu-
cho mas las de los primeros que las de los segundos.
No me refiero á la inyección del veneno en el interior de estos vasos,
como erradamente lo hacen algunos autores para darnos á comprender la
rapidez de acción de esos tejidos, puesto que eso no es absorción; es
paso directo á la masa de la sangre , y los efectos rápidos del veneno son
debidos á su inmediato contacto con ese humor. Ni se necesita que sean
venenosas las sustancias , ni tóxicas sus cantidades , para que , introduci
das directamente en las verías ó arterias, maten al sugeto ó al animal , ó
se la trastorne profundamente su salud.
Los nervios , el cerebelo y cerebro absorben poco los venenos ; por lo
menos, así lo dicen los autores, y acaso no lo dicen bien, pues que de-
ducen la absorción de los efectos del veneno , nulos cuando se deponen
directamente en dichos tejidos, al paso que absorbidos por otros y pa-
sados así al torrente circulatorio, son sumamente activos. Así sucede, por
ejemplo, con las estrícneas, sales de morfina, ácido prúsico y otros.
Para mí , eso lo que prueba es que , puestos directamente sobre los
nervios, no alteran la sangre, como cuando se deponen en otros tejidos, al
través de los cuales pasan á ella , y como la acción depende de las alte-
raciones que hacen sufrir á dicho líquido , de aquí la diferencia de los
efectos. Mas eso nada tiene que ver con la absorción.
Mejor lo prueba la alteración que experimenta el tejido nervioso y la
masa encefálica con la imbibición de los venenos, como sucede con el
alcohol , por ejemplo , que coagula el líquido de los tubos de la sustancia
cerebral , por lo menos en los ensayos hechos sobre esa sustancia.
Los tendones, las aponeurosis y los huesos , tejidos poco llenos de vasos,
son de los que menos absorben.
De loque viene expuesto resulta que, aunque absolutamente hablando,
todos los tejidos absorben, no lo hacen todos de igual modo, en punto á
rapidez. Los mas vasculares y menos tupidos dan , en igualdad de las de-
más circunstancias, mas libre paso á las disoluciones de los venenos.
Si tratamos de colocarlos á tenor de su mayor rapidez de absorción,
independiente de la acción del veneno , podremos hacerlo de la manera
siguiente: Paredes vasculares, tejido celular, serosas, mucosas, piel des-
nuda de epidermis, ulcerada , formando en última escala los músculos,
nervios, sustancia encefálica , tendones, aponeurosis y huesos.
. Léngase , sin embargo , presente , lo que llevamos dicho de la influen-
cia en la rapidez de otras cosas independientes del tejido, como ciertos
fenómenos que se verifican en el punto donde el veneno se depone, los
que modifican mas ó menos su acción y su paso, y el modo de condu-
cirse las sustancias con los principios constitutivos del órgano con el cual
se ponen en contacto.
8 IV.— De la influencia de los nervios en la absorción de los venenos.
. i ^ca^amos de ver que los nervios , igualmente que la masa encefálica,
absorben poco, y que, depuestas directamente en ellos las sustancias ve-
nenosas , tienen poca acción , por no decir ninguna. Cuando tratemos de
a acción de los venenos , lo verémos todavía con mas datos.
.o solo ya puede darnos una idea de lo poco que han de influir los
nervios en la absorción, tanto mas, cuanto que también hemos de ver
que este íenómeno fisiológico no viene á ser al fin y al cabo mas que una
- 171 -
imbibición , ó un hecho endosmósico , que es como si dijéramos un hecho
físico, en el que intervienen las afinidades químicas.
El mero hecho de que absorben todos los tejidos ya lo prueba , por-
que si fuera un acto funcional, estaria reservado á solo un tejido, á solo
ciertos órganos , puesto que es una ley terminante que cada función par-
ticular tiene también sus órganos particulares para desempeñarla.
Los nervios cerebrales y los medulares están destinados, al movimiento
los unos, los otros á la sensibilidad general ó particular; en cuanto á los
del gran simpático ó ganglionales , lo están á presidir las funciones de
nutrición ó de la vida orgánica.
Lógico es, pues, considerar que los nervios no han de influir mucho,
por no decir nada , en la absorción de los tejidos, puesto que esta nada
tiene que ver con la función especial de aquellos. Sensible ó insensible la
parte, con movimiento ó sin él, la absorción se efectúa. Varios fisió-
logos han hecho experimentos en este sentido , y mientras que no han
podido ver efecto alguno del paso délos venenos á la sangre, cuando
han obrado sobre los nervios, los han visto rápidos, á pesar de ha-
ber cortado los nervios y de aislar las paredes nerviosas de todo otro
tejido.
Cuando hablemos del modo de obrar de los venenos, citaremos varios
de estos experimentos.
Los movimientos y la sensibilidad de un órgano podrán influir mas ó
menos , y siempre de un modo indirecto , como circunstancia accesoria;
pero jamás podrán tomarse como agentes directos de la absorción, en
especial siendo , como ya lo hemos indicado , este fenómeno físico.
Esto es lo que podemos decir respecto de los nervios en general.
En cuanto á ciertos nervios particulares, la opinión se halla algo divi-
dida. La absorción del estómago , por unos depende de los neumo-gás-
tricos; otros les conceden poca influencia; otros, en fin, ninguna.
Dnpuv y Brachel dicen que la sección de dichos nervios suspende la
absorción estomacal. Bernard afirma que la sección de estos nervios
apaga , no solo la sensibilidad y movimiento del estómago , sino que de-
tiene la producción del jugo gástrico.
Magendie, Longet, (íoindet y Christisson aseguran que dicha sección
retarda la absorción por el estómago.
Por último, Nysten , Brodie, Muller y Panizza dicen que no tiene in-
fluencia alguna semejante sección, y que la absorción se efectúa del pro-
pio modo por el estómago, ya estén , ya no estén cortados los nervios
neu mo-gástricos.
Bouley (hijo) inyectó 32 gramos de extracto de nuez vómica , diluido
en 2 decilitros de agua, en el estómago de un caballo, por un agujero
practicado en el esófago. ¡Tubo síntomas de intoxicación al cuarto de
tiora. El caballo murió á la hora y media. Repitió el experimento en otro,
al cual cortó los ueumo-gástricos la víspera; estaba en ayunas, y sin em-
mirgo, nías de 30 horas después de esto , el animal no dio señal ninguna
de intoxicación. Le mataron , recogieron el líquido que tenia en el estó-
mago, se dio á un perro, y este animal murió á los 2o minutos.
1<J,i olru experimento dejó también intactos los vagos , ligó el píloro, y
no hubo ningún efecto tóxico por espacio de 48 horas: desató el píloro,
y el caballo sucumbió á los 2o minutos, con convulsiones.
De todos estos experimentos, concluyó Bouley que la sección de di-
chos nervios paraliza el estómago , eí cual no puede contraerse para
— 172 -
echar el veneno hacia los intestinos delgados, que son los verdaderos ab-
sorbentes en los rumiantes.
BerarJ admite el hecho , pero le explica de otro modo, y dice que el
estómago de los rumiantes no es igual al del hombre y el perro, puesto
que el de estos tiene una absorción mas activa, al paso que en aquellos
lo es mas en los intestinos delgados.
Perolino , Beruti, Triolani y Vclla de Turin repitiéronlos experi-
mentos de Bouley en caballos con cianuro potásico, en lugar de la nuez
vómica , y se aseguraron que , cuando se liga el píloro , la sal es absor-
bida por el estómago; pero que no pasa á la gran circulación ; refluye
sobre los riñones, y se elimina en gran parte por este emunctorio. En uno
de esos experimentos, habiendo dado muerte al caballo, hallaron el ve-
neno en el estómago, riñones, vejiga, sangre de la vena porta y de las
renales. En la de las venas cavas, yugulares, arterias renales, etc., no
hallaron nada.
En otro caso, muerto el caballo 48 horas después del experimento, el
veneno pasó lodo ó la orina , de suerte que no pudieron hallar ningún
vestigio de él, ni en el estómago, ni en lo restante del cuerpo (*).
Bernard, en apoyo de su opinión, dice que, habiendo cortado los ner-
vios gástricos á un perro adulto que estaba en ayunas, é introducido
luego en su estómago una dósis de emulsina, y media hora después otra
de amigdalina, el perro murió al cuarto de hora con los síntomas de la
intoxicación por el ácido prúsico que se forma á la presencia de estas dos
sustancias, si no hay nada que antes las descomponga. Hecho el mismo
experimento en otro perro, al cual se dejaron intactos dichos nervios', no
resultó nada, porque el jugo gástrico descompuso la emulsina, lo cual
no pudo suceder en el primer perro , por impedirlo su producción el ner-
vio cortado (2).
En medio de esa diversidad de opiniones, de esos experimentos con-
tradictorios ó diversamente explicados, ¿qué pensarémos nosotros? cuál
es el verdadero estado de la cuestión? ¿Influyen ó no los nervios neumo-
gástricos en la absorción de los venenos?
Yo insisto en las consideraciones que preceden ó encabezan este pár-
rafo. Los nervios en general no están destinados á absorber ni hacer que
se absorba ; la absorción no es un acto funcional ; es físico , y de consi-
guiente de las circunstancias, ó condiciones físicas del tejido ha de de-
pender la absorción , en cuanto á la parte que toman en eíla los tejidos.
Pero hay más; prescindiendo de este importante punto de doctrina,
que al hablar del modo de obrar de los venenos explanarémos más, los
hechos que hemos citado distan mucho de probar la influencia directa
de los nervios vagos en la absorción.
Lo primero que se ocurrirá á cualquiera es la escasez de experimen-
tos y los pocos venenos ensayados, y en seguida la poca lógica de las
conclusiones. La absorción se deduce de los efectos tóxicos principal-
mente, y no es este, en mi concepto , el modo de buscar la influencia
de los nervios en la absorción.
Los experimentos de Bouley tienen el defecto de ser hechos en anima-
les, cuyo sistema digestivo no es igual al del hombre. Luego están des-
truidos por los resultados que obtuvieron Perolino, Beruti, Triolani y
ílf w^ll,ler ’ Trala(}° de Toooicologia general , p. 13 y 14,
i2) Mialhe, Traitf de Vari de fortnuler, p. 12.
- 573 -
Vella ; pues la absorcijon.se vepificó , á pesar de ligar el píloro,, del mis-
mo modo que cuando no se: liga, siquierajsolo se hallase e] venen.© en¡los
vasos de la vena porta y órganos qu® estos* riegan. El cianwo de mer-
curio de que ss valieron es dedos que pasan directamente al sistema¡ de.'
esa vena: así , pues, no hubo nada de. extraordinario.
En los experimentos practicados por Bouley , vemos efectos* diferentes,
según se ligue ó no el píloro, y esto nos recuerda lo que veremos en otra
parte sobre supresión de efectos tóxicos por otras ligaduras, lo que no
podía suspender la absorción , porque esta ya se había efectuado. Es un
fenómeno que acaso no puede explicarse actualmente, pero que de fijo
no tiene nada que ver con la absorción. Y¡a he dicho varias veces que una
cosáis laiabsoreion , otra la acción del veneno y sus manifestaciones sin-
tomáticas. Lo uno es fisiológico , lo otro físico.
Siquiera no sepamos á punto fijo de qué. manera proceden los vagos en
las funciones del estómago y en todos sus actos, bien podemos compren-
der que las condiciones , tanto vitales como físicas del órgano , no han
de ser las mismas, cuando esté intacto, que cuando alterado por una li-
gadura ó la sección de los nervios propios.
Todos sabemos la escrupulosidad con que los físicos y químicos pre-
paran sus aparatos para que salgan bien sus operaciones, y solo esperan
determinados efectos, cuando reúnen las circunstancias que su realización
exige. ¿Cuántas veces no son diferentes los resultados, porque no se co-
nocen todas las circunstancias necesarias para determinado efecto?
Estas consideraciones son aplicables á los hechos de Bernard. El neu-
mogástrico preside las funciones del estómago; ¿quién lo duda? Una de
ellas es segregar jugo gástrico; si cesa la influencia de los nervios, ce-
sará la formación de ese jugo, pero no la absorción.
Ahora bien; si la presencia de ese jugo puede descomponer la emul-
sina, como en efecto lo hace todo ácido, ¿qué extraño es que en el estó-
mago intacto, en el que hay producción de dicho jugo, la emulsina y la
amigdalina no den lugar á la formación de ácido prúsico, ni esencia de
almendras amargas, como lo hace en cualquier punto que se encuentran
esos dos principios inmediatos? ¿Qué extraño es que si falta ese jugo, no
siendo alterada la emulsina, se verifique la formación de ese veneno?
¿Qué tiene que ver todo eso con la absorción?
Si cortado el neumo-gástrico , sustituís el jugo gástrico que deja de
formarse con otro ácido , ¿tendréis intoxicación? De seguro que no. Pues
entonces, ¿qué papel representa la acción del nervio, ni en la absorción,
ni en la acción del veneno? Ninguna. Por eso que hay intoxicación , se
prueba que hay absorción del ácido prúsico formado: si no, se absorbiera,
* no habria intoxicación.
Concluyamos, pues, de las reflexiones que preceden , que no esfuerzo
más, porque no lo considero aquí necesario, quelos nervios influyen poco
ó nada en la absorción de los venenos, y que si alguno parece ejercer
cierta influencia, esta es indirecta y debe atribuirse á las condiciones que
modifica una solución de continuidad.
§ V.— De los órganos por donde pasan los venenos absorbidos.
Nadie ignora las acaloradas disputas que la absorción ha provocado
entre los fisiólogos: las venas y los vasos linfáticos han dividido el campo,
» y han sido consideradas aquí las venas, allí los linfáticos, como los úni-
- m —
eos encargados de Ja absorción, según lo que han arrojado ios experi-
mentos hechos por las parles interesadas. Quien no se íu forma mas que
de los experimentos hechos pur los JVlagendic, Ennucrt, Eaurence , Cha-
tis, Tiedemami , Gmelin y Y\ estrían, reproduce la opinión que se profe-
saba antes del descubrimiento de Aselli (1022) sobre los vasos linfáticos;
las venas son las que absorben. Quien, al contrario, solo se hace cargo
délas practicadas por ilunter y la Academia de Filadolfia, se obstina
en que los linfáticos son los únicos agentes de la absorción. Auelon pone
ol caduceo entre los combatientes, y para no excitar la envidia de nin-
guno, concede la facultad de absorber á un mismo tiempo á los linláiicos
y á las venas. Este espíritu conciliador y ecléctico es llevado por los úl-
timos fisiólogos, ó sean los mas modernos, hasta el punto de atirmar que
iodos los órganos, que todus los tejidos absorben; todos se embeben de
los líquidos que se ponen en contacto con ellos; todos los dejan pasar, y
por lo mismo todos son absorbentes.
Al hablar de la rapidez de la absorción, según las vías , ya hemos de-
jado consignada esta opinión ; de suerte que este párrafo no viene á ser
mas que otro aparte ó un resúmen del tercero.
En el estado actual de la ciencia podemos sentar que la absorción, no
solo se efectúa por las venas y por los vasos linfáticos á un tiempo, sino
también por iodos los tejidos; todos tienen la propiedad de dejarse pene-
trar por ciertas sustancias en disolución. El fenómeno primario, dice Ma-
11er, del paso inmediato de las suslancias disimilas á la sangre, es la im-
bibición de las partes animales hasta ias muerias, por los Huidos que se
introducen en sus poros invisibles ('). Los tejidos animales están siempre
humedecidos, siempre los baña el agua; esta agua disuelve las sustancias
qiie son susceptibles de ello, y de esta suerte se embeben de aquellas los
tejidos: así pa.-an dichas sustancias al torrente de la circulación, lié aquí
por qué no son absorbidas las no solubles. Lo que no disuelve el agua,
lo disuelven los cloruros alcalinos, ó los ácidos, que también están es-
parcidos por la economía, y facilitan la absorción en los términos que ya
llevamos indicados, y que explanaremos más en su lugar.
l)e consiguiente, los venenos que son absorbidos pasan á la masa de
la sangre y al interior de los órganos por las paredes de los mismos , esto
es, al través de las mucosas, de las serosas, del tejido celular, de las pa-
redes de las venas y arterias, vasos linfáticos, de la piel, etc. Los nume-
rosos casos de envenenamientos por esos diversos tejidos, que mas arriba
hemos mentado, juntamente con muchos experimentos dilectos , hechos
por varios autores, no dejan sobre el particular duda alguna.
Hemos visto porqué órganos pasan los venenos absorbidos; veamos
ahora á cuáles van á parar.
§ Vi.— De los órganos á donde van á parar los venenos absorbidos.
ttay Venenos que no se encuentran en el punto, donde han sido aplica-
dos; después de mas ó menos tiempo de su aplicación , desaparecen én
todo ó en parte, y la análisis química los encuentra íntegros ó disueltos
en órganos distantes , ó mezclados con líquidos. Las observaciones reco-
gidas hasta aquí nos permitirán establecer cuáles son esos líquidos y cuá-
les esos órganos.
Eiandin y hanger, en Francia, han tratado de establecer cierto sistema
(') Muller, Fisioloyia, t. i, p. 485.
- 175 -
de localización de los venenos , contra el cual se ha declarado Orfila en
los Anales de Higiene pública y de Medicina legal , puesto que al fin y al cabo
dicho sistema no viene á decir sino que hay órganos donde se encuentran
algunos metales, y varias vías por donde son eliminadas las sustancias
venenosas. Toda otra pretensión seria injusta , al decir del célebre decano
ya difunto de la Facultad de medicina de Paris, á quien realmente perte-
nece la iniciativa déla localización de los venenos. La especie de polémica
entablada por este distinguido toxicólogo, nos conduce á explicar lo que
debemos entender por localización de los venenos. ¿Entenderemos con
esto , que los venenos van á parar á estos ó aquellos órganos , á estos ó
aquellos líquidos por cierta predilección, por cierta afinidad que los ha-
cen ser indiferentes á los otros; ó bien que se encuentran mas en unos
puntos que en otros, por razón de una disposición anatómica que permite
el paso ó la detención en unas partes y en otras no?
Esto último es lo que sostiene Orfila, y en cierto modo parece lo mas
probable. El hígado, por ejemplo, el bazo, son órganos donde se en-
cuentran con mas frecuencia casi todos los venenos antimoniales, arseni-
cales y cúpricos; la orina es uno de los líquidos que contiene mas porción
de muchas sustancias venenosas. La estructura del hígado, las funciones
de los riñones explican satisfactoriamente estos fenómenos.
flé aquí cómo opina Orfila, en una nota que pasó como dictamen sobre
el sistema de los doctores Flandin y Danger : el hígado recibe el primero,
por medio de los vasos que forman la vena porta , la casi totalidad de la
sustancia tóxica; dicha viscera, por otra parle muy vascular, es un ór-
gano de secreción, en el cual circula la sangre muy lentamente. Siendo
así, se concibe ya cómo se encuentra mayor cantidad de sustancia vene-
nosa en esta viscera , que en ias por donde pasa la sangre con rapidez,
los pulmones por ejemplo , y cómo permanece en aquella mucho mas
tiempo. Añádase, que en general la sangre no tarda en desprenderse, por
la vía de los riñones, de los venenos que habia trasportado, y que no seria
imposible que, al modo de estos últimos órganos, fuese también el hígado
un centro ele eliminación ó depuración. Siempre resulta que, según este
modo de ver, el depósito de la sustancia venenosa no se efectuarla en
virtud de cierta acción electiva, sino á consecuencia de la constitución
anatómica de dichos órganos, uno de los cuales muy vasculares y de eli-
minación ci la vez, retendría por mas tiempo ios venenos, que los consti-
tuidos en condiciones contrarias.
Yése en esto que el doctor Orfila hace depender la localización de los
venenos de la textura del órgano y de su función; no de una acción elec-
tiva, parecida á la que ejercen los órganos al nutrirse. Es decir, que, si
el antimonio, por ejemplo, ó el arsénico se encuentran en el hígado, no
es porque esta entraña haya ejercido sobre ellos una atracción, al paso
que han estado inertes los demás órganos , sino porque , siendo órgano
muy vascular , y lento en él el paso de la sangre venosa , ha habido mas
tiempo para que se fijase en el hígado el veneno.
Que no hay elección de venenos absorbidos para la localización , es un
hecho. Hay metales, como el cobre, el plomo y el hierro, que se encuen-
tran en todos los órganos; ya hemos visto que la absorción se efectúa por
todos los tejidos, y a su tiempo veremos que la acción de los venenos no
se explica por esta predilección de unos órganos é inditerencia de otros,
como no la haya con sus principios constitutivos. Muy fundado está , por
lo tanto, que si se encuentran , en efecto, mas bien en unos líquidos que
- 176 —
en otros los venenos absorbidos, lo atribuyamos á la textura de los órga-
nos y á sus funciones especiales; sin embargo, hay otro modo de com-
prender estos hechos que satisface ñus.
Mialhe , que ha tratado tan bien como otros puntos, del relativo á la
localización de ios venenos, no le da este nombre, le llama estagnación, y
la divide en dos: una físico-orgánica y otra químico-orgánica. La primera se
verifica en el sistema de la vena porta, por la lentitud con que la sangre
circula por él, lo cual hace que todos los venenos indescomponibles ó im-
precipilables por los elementos químicos de la sangre, como los bromu-
ros y yoduros alcalinos, el cianuro de mercurio, los álcalis cáusticos, é
ingeridos en el aparato digestivo , son casi en la totalidad absorbidos por
las ramificaciones de Ja vena porta, que los trasmite inmediatamente al hí-
gado, donde permanecen cierto tiempo mas ó menos largo, por la dispo-
sición particular del sistema vascular hepático, y á consecuencia de la
lentitud de esta circulación parcial, no deben entrar en la circulación
general, sino mucho tiempo después que han sido absorbidos, á diferen-
cia de los que entran por el aparato respiratorio ó cutáneo, donde es mas
rápido el curso de la sangre.
Este modo de concebir la estagnación físico-orgánica está apoyado por
Orilla , puesto que, como ya hemos visto, dice que el hígado recibe el
primero por los vasos de la vena porta la sustancia tóxica, y como la san-
gre circula en esa viscera con lentitud, se halla mas veneno en ella.
La estagnación químico-orgánica se efectúa siempre que una sustancia
tóxica ó no, experimenta en la sangre abdominal ó en el mismo hígado
cualquiera descomposición, de la que resulta un compuesto insoluble ó
menos soluble que el cuerpo que le ha dado nacimiento; ese compuesto
nuevo, á consecuencia de su insolubilidad, se estanca en las visceras es-
ponjosas y por todas partes donde la circulación es perezosa (’).
Así se aclara el modo de conducirse el antimonio , cobre y plomo , de
que hablaron Flandin y Danger eu una Memoria presentada ^ la Acade-
mia de París, y en la que no explicaban bien el porqué esos cuerpos no
se hallan en todos los órganos y humores eliminados.
Las ideas de Mialhe me parecen muy fundadas, y no tengo dificultad
alguna en suscribir ó ellas, tanto mas, cuanto que las hallo de acuerdo
con los hechos y observaciones recogidos por los demás autores.
En una luminosa Memoria publicada en los Anales de Higiene pública y
Medicina legal, tom. 41 y 42, por Chevallier y Cottereau , sobre los meta-
les que se encuentran á veces en los cuerpos organizados, hay experi-
mentos de Devergie, ílery , Orfila , Cottaues, Platner, Carcntoñ, Pelle-
tier, Duvreuii , Delens , Barse y otros, de los cuales se deduce que no hay
órgano absolutamente predilecto para los venenos absorbidos, y en es-
pecial los metales, puesto que en todos pueden hallarse.
Resulta, pues, de los experimentos hechos por varios autores, que son
órganos á los cuales van á parar los venenos absorbidos: el hígado, el
bazo, los pulmones, los músculos, el estómago é intestinos, la médu-
la, etc., y en cuanto á líquidos : la saliva, la orina, la sangre, la linfa, la
leche, el sudor y las heces. Esto prueba, como acabo de indicar, que no
es siempre la textura del órgano y su función eliminadora la causa de1 la
permanencia de una sustancia venenosa en él: Hay más: según los ve_-
nenos, se encuentran mas bien en unos órganos , que en: otros:
P) Mialhe, obra citada, pág. 225,'
- 177 -
En cuanto á las vías dé eliminación, á donde en último resultado van á
parar los venenos absorbidos, á medida que son expulsados, los riñones
se llevan la preferencia. Orilla ha probado que el ácido arsenioso , los
preparados antimoniales, las sales de plomo, etc., son eliminados por las
vías urinarias. M. Chatio ha probado que el ácido arsenioso , no solo es
eliminado por la orina, sino también por el ano y por la piel. Foderé,
Uerving, Tiedemann, Gmelin , Flandin, Danger y olrOs muchos han de-
mostrado que las vías urinarias lo son de eliminación también para un
sin número de sustancias venenosas. La fisiología nos da conocimiento de
todas las vías que el organismo tiene destinadas á la expulsión de todos
los materiales no nutritivos ó dañosos ; por lo tanto, no titubearemos en
afirmar que todas estas vías lo son de eliminación de venenos.
§ VII.— De la acumulación y eliminación de las sustancias medicinales absorbidas
que pueden ser venenos.
Esta cuestión es importantísima : es bien sabido que, en la práctica de
la medicina, se administra una infinidad de sustancias sumamente enérgi-
cas, como medicamentos, y aun cuando á la dósis en que se dan , no
obran como venenos, en especial estando indicados por el estado mor-
boso del sugeío, repitiéndose esa dósis, si rro fuesen expulsadas á propor-
ción que el organismo las recibe, después de haber ejercido su acción,
podrian acumularse, y llegando de esta suerte á la dosis tóxica, la into-
xicación seria inevitable.
Supóngase que un sugeto toma al dia dos píldoras ami.siñlí ticas de Du-
puytren, para curarse de una afección sifilítica; al dia siguiente toma
otras dos, y así sucesivamente por espacio de un mes. Si dicha sustan-
cia no fuese expulsada , al cabo del mes se habrían reunido en la eco-
nomía doce granos de sublimado corrosivo, puesto que e*i cada, píldora
entra una quinta parle de grane ; sesenta píldoras son doce granos ; pues
doce granos son una cantidad muy tóxica; el sugeto se intoxicaría. Si
en este caso se suscitase una cuestión médico-legal , y se encontrasen , en
efecto, los datos ó elementos de convicción relativos á la intoxicación por
el mercurio, ¿cuán importante no seria hallar establecido por la ciencia,
si realmente es posible semejante intoxicación?
Be visto un caso de envenenamiento probable por el opio, ó alguno de
sus preparados, en el cual uno de los profesores peritos dió á entender
que la envenenada había tomado por algún tiempo una pocion opiada,
y que por lo tanto podría esto haber influido en la presencia de ciertos
datos, que se habian tomado como indicios del envenenamiento. Con-
viene, pues, que dilucidemos este punto, y veamos si en realidad se acu-
mulan, con el tiempo, las sustancias medicamentosas en estos ó aquellos
órganos de la economía, de suerte que lleguen á producir, cuando no la
muerte , un profundo trastorno de las funciones.
La fisiología, ó sea el conocimiento que tenemos de las funciones, nos
permite afirmar que la organización se desembaraza cuanto antes de todo
lo que no le conviene, ó de todo lo que no sirve para la nutrición. Si esto
no se efectúa, la enfermedad ó la muerte es el resultado; las funciones
se perturban con la sustancia extraña que se introdujo por esta ó aquella
vía: al contrario, si la organización la resiste, la sustancia es expelida
por las vías respiratorias, por las renales , por las digestivas y la piel.
No es de nuestros dias el conocimiento de que las sustancias volátiles,
como el éter, el alcanfor, etc.; y las olorosas, como el almizcle v el fós-
1 OX1COLOG1A. — 12
— 178 —
foro, se expelen pronto por las vías respiratorias , oliendo rl aliento á
esas sustancias. Tiedeman , Magendic , Bernard y oíros lo han dejado
también fuera de duda en estos últimos tiempos. l)c los principios colo-
rantes se sabe hace tiempo, que después de haber permanecido en algu-
nos órganos, como los huesos, desaparecen al fin.
Quecos medicamentos, enérgicos ó no, experimentan lami-ma suerte,
nos conduce á sentarlo lo sumamente raro que es la intoxicación consi-
guiente á la acumulación de aquellos. Todos los dias se administran á
un sin número de enfermos, tanto en los hospitales, como en la práctica
particular, medicamentos enérgicos, á dósis repetidas, aunque fraccio-
nadas y por espacio de muchos dias y hasta de semanas y meses. El opio,
la morfina, la quinina, el sublimado corrosivo, el yoduro potásico, el
ácido arsenioso, los drásticos mas fuertes, etc., se administran á cada
paso, y á un sin número de enfermos. Pues bien: ¿cuántas intoxicaciones
se ven acaecidas, á consecuencia de haber estado tomando por espacio de
mucho tiempo un medicamento enérgico? Muy rara vez acontece, y si al-
gún caso se presenta, no han de faltar otras causas que expliquen lógica-
mente esta muerte, sin necesidad de apelar á la acumulación del medi-
camento en la economía. Esta misma razón nos autoriza para creer que
no hay, por lo común, semejantes acumulaciones de medicamentos; que
el organismo los expele por sus vías ordinarias, como sustancias que no
han de servir para la nutrición.
No cabe la menor duda que, si las dósis de los medicamentos se fue-
sen conservando en la economía, tiempo había de llegaren que la canii-
dad reunida fuese venenosa , y se presentaría la intoxicación ; nada ha-
bría mas frecuente, pues, que esos accidentes; todos los dias deberíamos
verlos; sin embargo, no sucede así; hemos dicho que son rarísimos, y
hasta los pocos que se presentan prueban que se han alterado las con-
diciones fisiológicas; es , pues , lógico opinar que, en efecto, los medi-
camentos son expelidos.
Pero hay pruebas dire ctas , argumentos prácticos que nos conducen á
lo mismo. Orfila , con sus experimentos, nos proporciona ocasión de re-
solver ese problema en este sentido. El profesor citado ha inloxicado á
varios perros , y matándolos en tiempo diferente, ha observado que las
sustancias venenosas son expulsadas después de algunos dias de su ad-
ministración, si el animal no perece, lié aquí lo que dice este autor: «In-
toxiqúense varios perros, introduciéndoles en el tejido celular de la cara
interna de los músculos diez centigramos de ácido arsenioso ó tártaro es-
tillado, finamente pulverizados ; abandónense en seguida esos animales
á sí mismos, sin administrarles socorro alguno; sobrevendrá la muerte á
las treinta horas mas ó menos; y analizados los órganos y líquidos de esos
perros, se encontrarán grandes cantidades de dichos venenos. Al contra-
rio, hágase otro tanto con otros perros , y luego de administradas las
sustancias venenosas, sométaselos á la acción de una medicación diuré-
tica abundante, al propio tiempo que á los remedios oportunos, y con
solo tres ó cuatro dias que se dejen trascurrir, si los matan y sujetan á
las análisis , ya no se encuentra en su cuerpo átomo ninguno de las sus-
tancias venenosas. Pero tómense las orinas y excrementos que hayan ar-
rojado, y en ellos se encontrarán esas sustancias en no poca cantidad.»
Orfila ha ejecutado y repetido estos experimentos delante de un público
numeroso, que asistía á ellos en 18k0, y de una comisión nombrada por
la Academia real de Medicina. Estos experimentos los cita Orfila en apoyo
— 179 —
de su opinión , contraria á los que exigen absolutamente la presencia de
la sustancia venenosa, para afirmar que ha habido envenenamiento. A su
tiempo los recordarémos en igual sentido : aquí los cito para que se vea
cómo la economía se desembaraza de las sustancias venenosas, á los pocos
dias de haberlas tomado. El mismo Orfila añade mas abajo que un sugeto
envenenado con una dosis insuficiente para hacerle perecer, puede expe-
ler con vómitos ó cámaras , por las vías urinarias , ó acaso por otros
emunctorios , el veneno durante ocho ó quince dias ; y si luego muere,
puede no encontrarse en su cadáver resto alguno de veneno.
Dupasquier y el mismo Orfila han hecho después otros ensayos mas di-
rectos , ó con él objeto de probar la eliminación de las sustancias medici-
nales, y el resultado ha sido afirmativo; al cabo de mas ó menos tiempo,
la organización se habia desprendido de esas sustancias.
Millón y Lavedan han hecho otro tanto, y han concluido de sus ensa-
yos que hay eliminación del antimonio por las vías renales de un modo
intermitente.
Luis Orfila ha practicado también experimentos con igual objeto, em-
pleando varias sustancias, como el nitrato de plata, el sulfato de cobre,
el acetato de plomo, y el sublimado corrosivo. El resultado definitivo ha
sido la eliminación de esas sustancias, siempre que se han dado á peque-
ñas ciósis ; siquiera hayan verificado combinaciones con los principios de
los tejidos, ó se hayan fijado en órganos determinados, las funciones han
podido verificarse, y las sustancias solas, ó en combinación , se han ido
eliminando por diferentes vías , en especial las renales.
Si el organismo hace esto con las sustancias venenosas, las que siem-
pre le trastornan en sus funciones, ¿cuánto mas no lo ha de hacer por lo
que atañe á los medicamentos? No llegando estos á impedir la marcha de
los fenómenos , los órganos obran sobre ellos, eliminándolos á proporción
que los van recibiendo, en cumplimiento de la ley que condena á ser ex-
pulsado todo lo que no es útil para la nutrición. El encargo que hacen
los autores de Toxicología , sobre que se analicen las heces y la orina de
las personas envenenadas, reconoce como fundamento ó motivo la cer-
teza de que los venenos son expulsados, ó trasportados al exterior, por
poco que el sugeto viva.
Estos hechos vienen , por lo tanto, á justificar lo que ya indica ia ra-
reza de las intoxicaciones debidas á lá acumulación de medicamentos
enérgicos en la economía. A ma> de que, ¿dónde habían de acumularse
esos medicamentos? ¿En las vías digestivas? No son á propósito para
ello ; solo algunos polvos insolubles pueden detenerse en los pliegues
mucosos; la expulsión cotidiana de materiales que por ellas se verifica,
arrastra consigo todo material que se ingiere, y no es absorbido.
¿Se acumularán en el parénquima de los órganos y grosor de los te-
jidos? Siquiera se fijen en ellos, combinándose con su albúmina ú otros
principios, no causan ningún estrago en poca cantidad, y se eliminan
á modo de películas desprendidas, ó mejor disueltas por los cloruros
alcalinos ó los ácidos , y así son expulsados de la economía por varios
emunctorios. Si faltan por algún tiempo esos disolventes, y luego sobre-
vienen de repente , disolviendo á la vez mucho de las sustancias acu-
muladas, pueden dar lugar á una intoxicación; así sucede, por ejem-
plo , entre otras , con ciertas sales de quinina.
Llevo dicho mas arriba que no se introducen en la economía cuerpos
simples, ni compuestos dotados de mucha fuerza química, sin grave tras-
- 180 —
torno do la misma; que es necesario que entren formando combinaciones
compatibles con el juego molecular normal, ó fisiológico, ó con el es-
tado patológico del sugeto , si se dan como medicamentos; y si han de
permanecer por un dado tiempo en la organización , lian de formar com-
binaciones con los principios orgánicos, de modo que no perturben el
juego funcional. La ley es que esos cuerpos existan así, formando esas
combinaciones, y salgan luego masó menos tarde; la economía no
puede tomar de ellos mas que cierta cantidad; la sóbramela expele, y si
no puede, hay ya perturbación funcional, enfermedad ó muerte.
Siquiera lome uno considerable cantidad de agua salada, por ejemplo,
la cantidad retenida no será ni mas ni menos, que si lomara menor por-
ción; la sangre no contendrá mas que la que habitualmente contiene; el
exceso se eliminará, porque no podrá fijarse, no podrá contraer combi-
naciones orgánicas, las que le consienten su permanencia sin trastornos.
Hasta sucede lo propio con el agua. ¿Qué mucho que eso suceda con los
minerales, si también pasa lo mismo con los principios inmediatos mas
propios para la nutrición? La albúmina ó clara de huevo, por ejemplo,
que se inyecte en la sangre, no pudiendo contraer combinaciones, es
expulsada en seguida. Aunque sea el suero, es expulsado también (J).
Es un hecho constante , una ley que sean expulsadas de la economía
todas las sustancias extrañas, que no formen combinación con los princi-
pios orgánicos, capaz ele entretener la vida.
De tal manera es eso cierto, que basta las mismas que en estado de
combinación existen de un modo fisiológico, como propias para el juego
funcional; si se cambia su modo de estar en la economía, pueden ejer-
cer acción tóxica, ó, según los casos, medicinal.
Cuando se ingiere una sustancia extraña, una composición simple ó
compuesta de arsénico, antimonio, mercurio, plomo, etc., no es inme-
diatamente expulsada; en poca cantidad, como cuando entran con los
alimentos y bebidas, pueden permanecer algún tiempo, formando parte
de la organización en ciertos órganos, intestinos, huesos, hígado, etc.;
mas, si algún agente introducido en la economía les da solubilidad, se las
lleva del sitio donde están combinadas , y las arroja al torrente de la cir-
culación , al punto se presentan fenómenos tóxicos; y es que entonces se
hallan sin formar combinación orgánica normal; van libres por la san-
gre , y esta no las tolera.
Una cosa igual puede suceder hasta con ciertas sustancias de suyo no
venenosas y propias de la organización: si por algún cambio, ó perturba-
ción en el movimiento molecular de la economía , aquellas se separan de
sus combinaciones normales , se hacen extrañas ó incompatibles con la
salud , y acaso con la vida.
Vése, pues, por lo que llevo dicho, que en el parénquima de las vis-
ceras , que en sus tejidos , no hay que esperar, por lo común , acumula-
ción de sustancias medicinales , hasta el punto de hacerse tóxicas.
¿Gircularian con la sangre? Esto menos que todo. Acabo de decir que
si hasta formando combinación con principios orgánicos, son disueltas y
arrojadas al torrente circulatorio, sobrevienen disturbios, verdaderas
intoxicaciones. En la sangre no pueden estar ni circular cuerpos, por
cuyo estado físico ó químico no hagan parte de ella. La sangre no aok
mite, como lo probarémos, ningún cuerpo heterogéneo ó extraño, h
('/ Bernard , Lecciones sobre los efei tos Je las suslaticias lóocic&s y medicamentosas ; pag.
- 181 -
agua es exhalada por los pulmones, por la transpiración cutánea y con
la orina; las materias minerales, mezcladas con Jos alimentos, van por
la misma via , ó por el ano. Otro tanto sucede con ciertos venenos orgá-
nicos, como los alcaloides. El hígado da salida á las combinaciones car-
bonadas é hidrogenadas. Los riñones á las azoadas; el pulmón á las que
tienen exceso de ácido carbónico, los anestésicos, los alcohólicos eté-
reos, el alcanfor, los aceites esenciales, el fósforo, etc. ¿Cómo no se ha
de desembarazar, pues, de los medicamentos la economía?
Con todo, dirán algunos, no puede negarse que hay intoxicaciones, á
consecuencia de tomar muchas dósis de sustancias medicamentosas enér-
gicas. La mercurial, la yódica, la opiada, etc. , son de esta especie. No
tiene duda que, á consecuencia de tomar mucho mercurio, mucho yodo,
mucho opio, se declaran sus perniciosos efectos ; mas esto quiere decir
que no se han dado esas sustancias según las reglas del arte ; que han
sido elevadas las dósis , ó tan repetidas, que no ha habido tiempo de re-
ponerse de su acción la economía. El descuido ó la violación de las re-
glas terapéuticas han convertido el medicamento en- veneno. Dad á un
sugeto el opio, el yodo , el deutocloruro de mercurio á las dósis debidas,
con las necesarias precauciones, y sobre todo satisfaciendo la indicación;
por mas que siga el sugeto tomándolos, no habrá intoxicaciones.
Orilla , tratando del envenenamiento lento , expone unas cuantas ob-
servaciones , donde se ven efectos graves debidos á dósis de venenos re-
petidas todos los dias; pero no en bastante cantidad para matar ; si se
acumularan las sustancias á proporción que se toman , ¿no hubieran
muerto pronto todos los sugetos ae esos casos?
Añadamos á todas estas reflexiones que, como consecuencia lógica de
nuestras doctrinas , sobre la absorción y el modo de obrar de los cuerpos,
no hay frecuentes acumulaciones de medicamentos en estos ó aquellos
órganos. Los no solubles no pueden penetrar en los poros ni en la masa
de la sangre; los compuestos de los solubles, si se hacen insolubles, tam-
poco; de suerte que, aun cuando se nos citen casos de enfermedad y
hasta de muerte á consecuencia de la repetición de dósis fraccionadas
de un medicamento, esto no prueba siempre acumulación de él, sino
sus acciones reiteradas sobre la economía, acciones que han producido
cada vez su efecto , y el conjunto de estos efectos continuados se ha ex-
presado por la muerte ó la alteración de la salud.
Hechos que puedan probar la acumulación que combatimos, los hay
pocos; que esta acumulación haya causado la muerte, poquísimos; y ya
ne dicho cómo sucede eso. He consignado en otra parte que en los gabi-
netes de la facultad de Medicina de esta corte hay un esqueleto jigantesco
de un granadero francés , en cuyas articulaciones se encontró una canti-
dad considerable de mercurio metálico. Si este mercurio no fué inyec-
tado , después de muerto el sugeto , y el soldado le tomó para curarse de
la sífilis , es , á la verdad , un hecho fuerte en prueba de la acumulación
del mercurio al menos. Mas adviértase desde luego que el mercurio me
tálico no volatilizado ni combinado, no es veneno; y que el sugeto no
pereció, que yo sepa, de esa acumulación.
A pesar de los términos no absolutos en que anuncio mi opinión , res-
pecto de la acumulación de sustancias medicinales, y de explicar cómo
y de qué manera, en algunos casos raros, pueden presentarse intoxicacio-
nes, á consecuencia de pasar al torrente de la circulación ciertos medica-
mentos tomados en cantidad fraccionada, por algún tiempo; el doctor
— 182 —
Fer reirá Macedo Pinto combate lo que -llama mi negativa absoluta, y me
cita el caso del doctor Barbosa, que tomó por espacio de dos meses, con
algunas interrupciones , unas píldoras arsenicales , cada una de las cua-
les tenia una décima parte de grano de ácido arsenioso , ó no pasaba de
ella, y sin embargo fue víctima de esa medicación. Como yo no he ne-
gado absolutamente el hecho , no había para qué combatirme ; y como he
dicho de que suerte puede eso suceder, tampoco hay razón para oponerse
á lo que afirmo. La eliminación es la ley; la fisiología de la sangre y de
los tejidos la exige; las vias respiratorias, renales, digestivas y cutá-
neas están para Ja expulsión de todo lo que ya no sirve para reparar la
sangre;. y como los venenos y medicamentos se hallan en esta categoría,
por ellas se eliminan en la inmensa mayoría de los casos.
Que como caso excepcional se retarde esa eliminación, y á consecuen-
cia de un cambio en el movimiento molecular la cantidad medicinal rei-
terada llegue á ser arrojada al torrente do la circulación, desde los ór-
ganos por donde estaba impunemente esparcida, lo cual ya hemos visto
que no niego; no quita que lo común, lo general , la ley sea la elimina-
ción; poroso son raras las intoxicaciones debidas á la acumulación de
medicamentos, á pesar de ser frecuentísimos los tratamientos con sus-
tancias enérgicas dadas á dósis fraccionadas ; debiéndose los mas de los
casos que se citan , análogos al del doctor Barbosa, á ciertos descuidos ó
indiscreciones, en ei modo de administrar ó tomar las dósis medicinales.
Estos casos les he concedido; pero he dicho que se deben á que la econo-
mía no tiene tiempo de reponerse de los efectos producidos por cada dó-
sis, ni de expulsar toda ó bastante cantidad de la sustancia venenosa.
Esos casos vienen á ser intoxicaciones polidósicas.
Respecto á la prontitud de la eliminación , no la afirmo en los térmi-
nos que Ferreira supone. No fijo el tiempo , ni le doy igual para todos,
ni olvido las diferentes condiciones que pueden hacer que se acelere ó
retarde esa eliminación. Véase lo que he dicho enlodo este párrafo, y
lo que digo en e-1 que sigue, y bien claro quedará que la observación del
autor portugués se funda en equivocaciones lamentables.
Cuando pregunto dónde se acumulan esas sustancias, y examino su
sitio de detención contrario á las leyes fisiológicas , no olvido que , en los
tejidos de los órganos, pueden fijarse ciertas sustancias, en especial las
metálicas, y ciertos alcalóides , contrayendo combinaciones que no per-
turban el juego funcional, á las que los cloruros alcalinos ó los ácidos
van dando solubilidad, y así se eliminan, pudiendo suceder, como á ve-
ces sucede , que faltando por algún tiempo ese movimiento molecular,
se aumente la cantidad acumulada; y sobreviniendo de repente la acción
disolvente de dichos cloruros á ácidos, se unan de repente á la masa de
la sangre esas sustancias, y entonces se manifiesten los síntomas de la in-
toxicación. En la edición anterior me limito á indicar esa posibilidad en
términos bien explícitos, creyendo que habría de ser comprendido. En
esta explano mas mi pensamiento, y podrá ver el distinguido profesor
de Coimbra cómo no solo no es absoluta mi negativa, sino cómo concibo
la posibilidad del hecho, y cómo le explico.
Lo de los dibujos que se hacen ciertos sugetos en los brazos, piernas
y otras partes dei cuerpo , por medio de haces de agujas teñidas ae sus-
tancias colorantes, en nada contraría mi opinión. Esos dibujos, como lo
tengo consignado en mi Tratado de Medicina legal , al hablar de las señas
particulares, con que se puede distinguir la identidad de las personas , se
— 183
hacen con carbón, tinta china, cinábrio y otras sustancias colorantes; y
si permanecen debajo de la epidermis, es porque son sustancias insolu-
bles ; mas con el tiempo se borran , como lo han demostrado las obser-
vaciones de Hutin , Casper y Tardieu; siendo mas permanentes las mine-
rales que las vegetales , y mas las de carbón siempre insoluble , al paso
que las hechas con cinábrio desaparecen por la solubilidad que pueden
al fin dar al mercurio y al azufre de ese cuerpo los cloruros alcalinos, á
cuya acción se debe la desaparición de los dibujos colorados.
Los experimentos que demuestran la retención de las sustancias tóxi-
cas y medicinales en los órganos, no se oponen á lo que digo, porque no
niego que pasen á ellos y permanezcan algún tiempo en los mismos;
eso no prueba que no sean eliminados mas ó menos prontamente. He
hablado de los órganos por donde pasan los venenos absorbidos , y de
aquellos á los cuales van á parar, y bien he dejado comprender que se
fijan en ellos por algún tiempo , y que allí se los encuentra; pero ese fe-
nómeno dista mucho de probar la acumulación , hasta el punto tóxico de
una sustancia medicinal fraccionada y administrada por largo tiempo.
Esos mismos experimentos demuestran que , cesando esa administración,
no se larda en no hallar ni un átomo de esas sustancias en esos órganos.
En cuanto al hecho que cito del mercurio encontrado reducido en las
articulaciones del granadero francés, no pretendo que suceda lo mismo
con todos los demás venenos; lo cito como una prueba de hecho de que
puede acumularse ese metal, y que se concibe que no dañase al sugeto,
por no ser el mercurio, puro ó metálico , y en gran cantidad, nocivo. Si
ese sugeto se hubiese dado á la bebida de agua salada , ó comida de sus-
tancias saladas , tal vez ese aumento de cloruro alcalino hubiera podido
dar solubilidad á ese mercurio , echarle al torrente de la circulación , y
hubiera habido una intoxicación terrible.
Resulta, pues, de todas estas reflexiones, que lo que me objeta el
doctor Ferrara no tiene fundamento , y que subsiste con toda su fuerza
cuanto he consignado sobre ese punto. La proposición con que formula su
doctrina no es contraria á mi modo de ver; Ferreira dice : «Pu^de demo-
rarse por algún tiempo en el interior de la economía gran dósis de sus-
tancia activa, procedente de una repetida administración de pequeñas
cantidades.» Yo no digo que no; pero eso es lo excepcional; no es la
ley, y por lo mismo que el profesor de Coimbra dice puede, indica clara-
mente que lo tiene también por excepcional. Al admitir la excepción, digo
cuándo se efectúa ese hecho, en qué condiciones y que no son las de la
ley, que son las de otra á que está aquella subordinada, ó no es en
realidad una excepción , sino una forzosa consecuencia de faltar las con-
diciones, que dicha ley exige para que se cumpla.
Teniendo en cuenta todas esas circunstancias, la ley y los casos en
que puede faltar, y por qué es ello , la cuestión práctica que se presente
podrá ser resuelta con ventaja ; sabemos cuándo un sugeto ha sido enve-
nenado por una sustancia tóxica , cuándo intoxicado por acumulación de
una sustancia medicinal , y distinguir de casos, que es lo que constituye
la verdadera importancia práctica de este punto de doctrina.
En virtud de todas estas consideraciones, creo poder sentar que los me-
dicamentos , dados según las reglas del arte , no llegan , en general , á
acumularse en la economía , en términos que , reuniéndose la dósis ve-
nenosa , produzcan una intoxicación. Solo es posible en los casos y forma
indicados.
— 184 —
k vni _ Dpi tiempo tardan en ser eliminadas las sustancias medicinales y venenosas
§ viu. ve r absorbidas.
Si ahora nos preguntamos, ¿cuánto tiempo tardan en eliminarse las sus-
tancias medicamentosas y las venenosas, que no han acabado con el su-
«r&o? ya no podremos contestar de una manera tan categórica ó termi-
nante: primero, porque ese tiempo no es igual para todos; y segundo,
porque eso depende de tantas circunstancias, que exigen muchos hechos
y experimentos para poder tener de ello un conocimiento cabal, y no
fundado en conjeturas.
Los hay que en poquísimo tiempo son expelidos por todas las vías; al
paso que "otros permanecen por espacio de algunos meses detenidos en
ciertos órganos, y acaso en aquellos donde se ha efectuado una combi-
nación insoluble, que nada ha ido á alterar ó disolver.
Lqs que no se combinan con los principios plásticos de los órganos ni
de la sangre, pasan por ella y los órganos con suma rapidez, y son eli-
minados por todos los emunclorios naturales. Tales son, por ejemplo , el
yoduro potásico; en menos de diez minutos ya se le encuentra en la orina,
en la saliva , en el sudor y en la leche. En igual caso se hallan el sulfo-
cianuro , dono f emir o , el nitrato , clorato, silicato, y en general las sales
de base alcalina; todos se encuentran luego en dichos humores ; y si en
algunos falta este ó aquel, ninguno falla en la orina; ninguno, sin ex-
cepción, deja de ser eliminado por las vías renales. Todos estos cuer-
pos, ó pasan sin contraer combinación , ó esta es poco estable , ó es muy
soluble, y por lo tanto la expulsión ha de ser rápida.
Después de estos vienen los que no coagulan , los que no forman com-
binaciones insolubles, y luego los que, siquiera se combinen ó fijen , se
disuelven por la acción de los ácidos ó de los cloruros alcalinos de la pro-
pia economía.
Esto es lo único que, en punto al tiempo que tardan en eliminarse los
venenos, podemos afirmar en general.
Ateniéndonos ahora á determinados experimentos , y refiriéndonos tan
solo á ciertas sustancias con las cuales se han hecho ensayos , si á dosis
tóxicas, á los quince dias, ya ha sido completa la eliminación , á dosis me-
nores y sucesivas se ha visto verificarse á los treinta el arsénico, al mes
el sublimado, á los cuatro meses el emético, á los cinco el nitrato de
plata , á los ocho el acetato de plomo y el sulfato de cobro.
Con mas probabilidad pueden permanecer por mas tiempo los medica-
mentos, si los cloruros alcalinos no les dan solubilidad, y su cantidad es
tan pequeña que no altera las funciones. Así sucede con el plomo, cobre,
hierro y algún otro, cuya procedencia se debe al uso de alimentos, puesto
que casi siempre se los encuentra , pero en poca cantidad , desapareciendo
en los sugetos sometidos á largas abstinencias.
Sin embargo, guardémonos de tener eso por regla fija , puesto que
Brandes encontró el nitrato de plata en el páncreas de un epiléptico, diez
y ocho meses después de haberle estado tomando.
Si conforme se han hecho ensayos en los perros, pudieran hacerse en
el hombre, este punto estaría mas adelantado. Pero eso es imposible.
Ello es verdad que , analizando la saliva, la leche, la orina, el sudor,
las heces, los gases aspirados por el aliento de un sugeto, que tome
ciertas sustancias, se puede ver el tiempo que larda en expelerlas, y
cuándo se completa la expulsión; pero hade ser dándole cantidades in-
- 185 -
ofensivas, y aun reducidas á cierto número, y no es lógico deducir conse-
cuencias aplicables á mayores cantidades, ni de lo que pasa con unos
cuerpos á otros ó todos. Cada sustancia tiene su tiempo de posible per-
manencia en el cuerpo humano ; y como la expulsión se debe á combi-
naciones químicas , se comprende lo aventurado que seria establecer un
tiempo fijo, ni para todas, ni para cada sustancia en particular, puesto
que esas combinaciones dependen de condiciones variables.
Al. Chatin ha querido establecer una regla para determinar la elimi-
nación de los venenos , la que no solamente creo errónea, si pretende ha-
cerla general , sino hasta limitándola á los casos de envenenamiento por
la sustancia con la cual hizo experimentos. Esla sustancia fué el arsénico,
veneno que ha tenido, por algún tiempo, el privilegio de ser el objeto
favorito de los toxicólogos, como lo era también de los envenenadores.
La regla de Chatin es la siguiente: «La prontitud de la eliminación
está en íos diferentes animales, en razón inversa de la facultad de resis-
tir al veneno.»
Lo primero que se le ocurrirá á cualquiera, al ver esa regla, es que de
lo observado respecto del arsénico ó ácido arsenioso, se quiere hacer
aplicación á todos los venenos, primer vicio radical que la inutiliza.
Luego se pregunta uno naturalmente, ¿qué debe entenderse por resis-
tencia ó facultad de resistir al veneno? ¿Es que tienen los animales ni el
hombre semejante facultad?
Luis Orfila dice que la facultad de resistir á un veneno se traduce por
el tiempo que tarda un animal en morir. Si el ácido prúsico, por ejem-
plo, siguiendo la explicación que da ese autor á la regla de Chatin, mata
mas pronto á un perro que al elefante ó al caballo, estos animales tienen
mas facultad de resistir. Si la nuez vómica mata mas pronto al perro que
al hombre, este resiste mas que el perro.
No sé si la explicación es peor que la frase de Chatin. El tiempo que
tarda en morir el animal, depende , no solo de su fisiología y de su rela-
ción con la cantidad del tósigo, sino de otras muchas condiciones , y él
mismo tendrá diferentes facultades de resistencia, puesto que, en igual-,
dad de las demás circunstancias, no morirá en igual tiempo, bajo el in-
flujo de todos los venenos.
Esas locuciones , arbitrarias y convencionales , no hacen mas que en-
redar los hechos v su significación natural. Los animales no tienen facul-
tad de resistir á la acción de los venenos ; al contrario, la afinidad de sus
principios inmediatos por las sustancias venenosas, mejor, la acción quí-
mica que estas ejercen con los principios inmediatos de aquellas , es
grande y poderosa; y puestos en esfera de actividad, y dadas las condicio-
nes debidas, ningún animal tiene facultad de impedirlas, v por lo tanto
ninguno posee la facultad de resistir la acción de las sustancias tóxicas.
La regia, pues, de Chatin tiene ese otro vicio radical, que la vuelve
inútil, ó por lo errónea, peligrosa.
La eliminación de los venenos y medicamentos es tanto mas rápida, cuanto
mas contrarios son al movimiento molecular normal de la economía: cuanto
menos asimilables son -; cuanto mas expeditas están las vías respiratorias,
renales, digestivas y cutáneas para expelerlos; cuanto menos perturben
el juego funcional ; cuanto mas rigor tenga el cuerpo para ejercer sus fun-
ciones. La organización se desembaraza de todo lo que no le sirve ; y como
el cuerpo no asimilable, que se introduzca en ellas, no la imposibilite,
no tarda en expelerle por alguna de las vías de suyo elimina lorias.
- 180 -
Pretender dar una regla general para tantas sustancias, cuyo modo de
conducirse , puestas en contacto con nuestros sólidos, líquidos y gases,
es tan diferente y tan diverso, y tan diferentes y diversas las circunstan-
cias en medio de las cuales desplegan su acción , es temerario hasta de-
jarlo de sobra. Aquí no cabe otra cosa que experimentar, en dadas condi-
ciones, el modo cómo se conduce cada veneno, respecto al tiempo que ne-
cesita para su eliminación , y lo más que podría hacerse es generalizar,
por las semejanzas y analogías, la eliminación de ciertos grupos. Así, por
ejemplo, los gaseosos , ó productos gaseosos que se formen , serán mas
rápidamente expulsados que los sólidos y líquidos; los líquidos mas que
los sólidos, en igualdad de las demás circunstancias; los que forman
combinaciones poco estables, mas que los que las forman mas fijas; los
que den lugar á combinaciones solubles y poco propias para la organiza-
ción , mas que los que las dan insolubles y compatibles con el juego nor-
mal de las funciones.
Cuando se tengan suficientes observaciones de todos y cada uno de los
venenos ó medicamentos, relativamente al tiempo que tarden en ser eli-
minados ; entonces podrán establecerse reglas mas cabales y de un ca-
rácter general, que permite por lo menos designar grupos, bajo ese as-
pecto. Mientras no se llegue á ese resultado, tengo por aventurada toda
regla general, y por un empeño indiscreto formular proposiciones como
las de Chatin , y por un tanto ridicula la prudencia que encarece L. Or-
illa , dando tres veces mas tiempo, en el hombre , que en el perro, á la
eliminación del ácido arsenioso.
Lo importante de este punto de doctrina , para la práctica pericial , es
que no demos á los resultados positivos de las análisis químicas, una
significación absoluta; que la simple existencia de una sustancia pertene-
ciente al grupo de los tósigos , revelada por las análisis químicas , en los
sólidos y líquidos de un sugeto que se sospeche estar envenenado, no se
tome por prueba de hecho de una intoxicación ó envenenamiento; que
se tenga presente, en un caso práctico de Medicina legal, sobre envenena-
miento, que la administración medicinal de una sustancia puede ser otro
de los orígenes de la que las análisis químicas revelen , y que cuando re-
caiga el hecho sobre una de esas sustancias , cuyo tiempo de eliminación
común es conocido, sea mas ó menos probable" atribuir la presencia de
esa sustancia en algún órgano ó líquido, á una medicación , y sea siem-
pre, no solo prudente , sino necesario, relacionar ese hecho con los sín-
tomas y resultados de la autópsia , para distinguir de casos, conforme lo
que dirémos, al hablar de la filosofía de la intoxicación.
M. T ardieu no se contenta con que se averigüe el tiempo que puede
permanecer en la economía viva una sustancia venenosa ; también agita
esa cuestión respecto del cadáver ; y no precisamente poco después de
haber fallecido el sugeto, sino mas ó menos tiempo después de su inhu-
mación. ¿Qué es lo que se hace de la sustancia venenosa en el cadáver,
en tanto que este se va pudriendo? ¿ Acaba con él, ó se trasforma , se des-
truye ó resiste , ú obedece á las modificaciones que se efectúan, después
de la muerte , en el seno de la materia organizada , y en medio de las in-
fluencias en que se encuentran los restos mortales del sugeto sepultado?
Tal es la cuestión que M. Tardieu se propone.
En rigor , este punto no pertenece á la fisiología de la intoxicación. En
el cadáver cesa toda fisiología , porque cesa toda función , todo acto de
la vida, Esa cuestión es mas propia de la filosofía de la intoxicación.
- 187 -
Cuando estudiemos el valor lógico de los resultados de las análisis quí-
micas , allí verémos qué se hace de los venenos inorgánicos y orgánicos
en el cadáver, que va pasando por las diferentes épocas y períodos de su
descomposición, y la parte que toman en ella los venenos ingeridos du-
rante la vida del sugeto.
g IX.— De la formación de venenos en la economía , debida á combinaciones de
sustancias inofensivas.
•
Conviene también fijar nuestras ideas sobre este punto, por una razón
igual á la que nos ha servido para agitar la anterior. Los médicos se va-
len de diferentes sustancias en la composición de las medicinas , y aun
cuando, por sus conocimientos químicos, evitan mezclar en sus recetas
sustancias incompatibles, ó que tengan reacciones recíprocas, y por lo
mismo formen productos diversos, puede suceder muy bien que, una
vez introducidas las medicinas en el estómago, encuentren en él cuerpos
que le son propios, dotados de alguna acción química sobre las sustan-
cias medicinales, y descomponiéndolas para la formación de nuevos
cuerpos, resulten, tan pronto terceros de menor energía , tan pronto
terceros de mayor actividad. Pudiera, pues, acontecer, que un profesor
produjese una intoxicación de un modo involuntario, y, ya para evitar la
administración de ciertos remedios en ciertas circunstancias, ya para
aclarar los hechos , dado caso que se presentase en la práctica alguna de
esas intoxicaciones , es necesario que nos ocupemos un momento en tan
importante punto de doctrina.
Que muchas sustancias enérgicas llegadas al estómago pueden perder
su actividad , combinándose con las que contiene naturalmente dicha
viscera, es un hecho. El jugo gástrico puede neutralizar un álcali, por-
que domina en aquel el ácido. Los ácidos del estómago pueden descom-
poner ciertas sustancias. Una cantidad de agua contenida en el estómago
puede disminuir la energía de un ácido, destruyéndole su concentración,
y diluyéndole.
Mas' no es este el verdadero punto de la cuestión ; se trata de saber si
puede suceder todo lo contrario ; es decir, si puede un sugeto tomar
como medicamento tal sustancia , el mercurio dulce por ejemplo, y una
vez llegado al estómago, convertirse el medicamento en veneno, por una
combinación química que ha sufrido, y convertirse en bicloruro de mer-
curio. El estudio de algunos venenos en particular permite resolver por
la afirmativa este punto general.
Oav, en efecto, ciertas sustancias que, dentro del estómago, aumentan
sn actividad de tal suerte, que de inofensivas pasan á ser venenosas.
Al. Alialhe publicó una nota en el Diario de Farmacia (febrero, 1840, pá-
gina i 08) acerca de la transformación del proto cloruro de mercurio ó ca-
lomelanos en sublimado corrosivo, bajo la influencia del clorhidrato de
amoníaco y del agua, hecho que en 1703 reconoció el primero Capel le;
que mas tarde confirmó Proust , extendiéndole á todos los cloruros alca-
linos, que reprodujeron después otros autores , y en especial Dumas y
l’addei , pero que no llamó la atención , hasta que hubo en Alemania un
envenenamiento debido á esa propiedad de los cloruros alcalinos sobre
los calomelanos.
El hecho siguiente , referido por Vogel , dio lugar á la nota de Mialhe.
«Un médico prescribió para un niño doce paquetes que contenían cada
uno cinco granos de sal amoníaco, otros tantos de azúcar, y un grano de
- 188 -
calomelanos; murió o! niño, después de haber lomado algunos paquetes
de estos polvos, y el farmacéutico fué acusado de haber equivocado la
fórmula. La acusación duró poco, puesto que Pelen Koffer probó que , á
la presencia de la sal amoníaco y del agua , los calomelanos se transfor-
man en sublimado corrosivo.» Los experimentos y razones en que se
apoya Mialhe para sostener su opinión, son dignos á la verdad de toda
Ja atención de los médico-legistas. Parece, en efecto, resultar que el
clorhidrato de amoníaco, que los cloruros de sodio y potasio y el agua
destilada pura transforman el proto-cloruro de mercurio en deuto-cloruro
y en mercurio metálico, verificándose esla transformación , no solo á la
temperatura del estómago, sino también á la ordinaria ; pocos momentos
de contacto bastan para ello. Si uno se mete en la boca un poco de calo-
melanos por espacio de algunos minutos, se hace sentir un sabor mercu-
rial bastante intenso; es la consecuencia de la reacción mutua del clo-
ruro mcrcurioso,. y de los cloruros alcalinos que la saliva contiene.
Cuando, á consecuencia de la ingestión de los calomelanos, se mani-
fiesta la salivación mercurial y otros síntomas del estado patológico pe-
culiar, que los preparados de mercurio desenvuelven, no es debida á otra
cosa sino á que, existiendo en el tubo digestivo sal marina y amoniacal,
estos cuerpos han reaccionado sobre el protocloruro, y le han transfor-
mado en bicloruro y mercurio metálico. Siempre que el protocloruro no
purga, hay un aumento de secreción salival; es que ha sufrido dicha
transformación , y por lo tanto se presentan los fenómenos de la intoxica-
ción hidrargírica. k la misma, sin duda , se deben las propiedades anti-
sifilíticas que se le conocen á veces ; á la misma , en fin , son debidas sus
virtudes antihelmínticas.
Devcrgie no encuentra del todo resuelta esta cuestión, y desea mas
datos; sin embargo, á la altura en que M. Mialhe ha puesto este punto,
ya está fuera de duda.
Cuando en 1841 empezó Mialhe á dar á conocer sus importantes y lu-
minosos experimentos sobre el modo de obrar los medicamentos y vene-
nos, encontró alguna resistencia , en especial entre los fisiólogos. Mas
hoy dia , hasta los mas aferrados á las añejas ideas , han tenido que ce-
der á la evidencia , porque la terapéutica y la clínica han venido á con-
firmar los ensayos químicos de Mialhe.
En su Tratado del Arte de formular expone extensamente dicho autor
sus doctrinas; cada proposición va apoyada en una porción de experi-
mentos, y al fin lo resume todo en unas cuantas bases, que vamos á tras-
cribir por lo mucho que esclarecen el punto que nos ocupa , relativo á la
conversión natural de sustancias dadas como medicamentos en venenos.
Hé aquí lo que de los experimentos hechos por Mialhe, y confirmados
por otros químicos , entre los cuales figuran Selin , Begimbeau , Abene,
Berzelius y otros, podemos deducir lógicamente:
. l.# Todas las preparaciones mercuriales usadas en medicina, que reac-
cionan sobre las disoluciones de los cloruros alcalinos, solas ó con el con-
curso del aire atmosférico, producen cierta cantidad de sublimado corro-
sivo,^ ó por mejor decir, un cloro-hidrargirato alcalino.
2.# La cantidad de sublimado corrosivo que se forma de dicho modo,
110 ,®s i§>ual en todos los compuestos ó preparados del mercurio. El bi-
óxido de mercurio, la mayor parte de los binarios que le corresponden
por su composición, y todas las deutosales de ese metal en general,
puestas en esfera de actividad con los cloruros alcalinos , dan por doble
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descomposición deutocloruro de mercurio y una nueva sal alcalina. El
protóxido de mercurio y la mayor parte de los binarios que le corres-
ponden por su composición, empiezan por producir protocloruro de mer-
curio : solo se produce una pequeña cantidad de sublimado con otra reac-
ción que preceda á la anterior.
3. ° De lo dicho se infiere que todas las deutosales solubles ó insolu-
bles han de constituir agentes heroicos, al paso que las protosales-, al
contrario , no pueden darlos mas que de acción débil y casi inofensiva, y
siempre que obran, es por la pequeña cantidad de sublimado que se forma.
4. ° El mismo mercurio metálico, puesto en digestión con los cloruros
alcalinos aireados, se convierte en parle en sublimado corrosivo; por
eso es activo dado al estado metálico ; de otro modo seria inerte.
5. ° Todas las reacciones referidas se efectúan á la temperatura ordina-
ria, y mas aun á la del cuerpo humano; todas se producen con bastante
rapidez; algunas al instante; otras solo necesitan de algunas horas de
contacto. Y como los diferentes líquidos contenidos en los órganos del
hombre encierran oxígeno , sal marina y sal amoníaco , acompañados ó
no de ácido clorhídrico y otros ácidos, que pueden facilitarle todavía mas
su modo de obrar; se sigue que todos los fenómenos químicos que se pro-
ducen en las citadas circunstancias, se han de efectuar también en el in-
terior del cuerpo humano , cuando se ingiere en él cualquier compuesto
mercurial ó veneno simple.
Resulta, pues, de todo lo dicho que, respecto de los medicamentos
mercuriales y de los cloruros alcalinos, es posible que, aun dándolos
como tales , se conviertan en venenos en el cuerpo humano , y á la tem-
peratura natural del mismo.
Desgraciadamente, no solo es posible esta funesta conversión con solo
esos preparados. También hay otros cuerpos que hacen lo propio , ó
pueden hacerlo. La digitalina á los tres dias intoxica.
Ya hemos hablado de la emulsina y de la amigdalina, las cuales, da-
das aisladamente, son inofensivas, y puestas en contacto dan lugar á
la formación de ácido cianhídrico y esencia de almendras amargas , de
consiguiente, á una intoxicación , si esta combinación se efectúa en el
estómago.
La emulsina ó synastasa contenida en las almendras amargas, y dul-
ces , obra á la manera de un fermento sobre la amigdalina, que se halla en
la película y cotiledones de las almendras, y la transforma en esencia de
almendras amargas , dando lugar también á la formación de cierta can-
tidad de ácido cianhídrico. Con solo frotar una almendra dulce con amig-
dalina, se percibe vivamente el olor prúsico. El calor y el alcohol coagu-
lan la synastasa ó emulsina, y desde entonces ya no obra sobre la amig-
dalina. El jugo gástrico la descompone, y evita así la intoxicación. Mas
si es abundante ó escasea el jugo gástrico, la intoxicación se presenta.
Así se intoxican algunos niños que comen muchas almendras amargas;
y los que comen dulce de almendra, si dichos principios llegan á reac-
cionar el uno sobre el otro.
El aceite esencial de almendras amargas ingerido en el estómago , si
no se descompusiera, obraria como una sustancia irritante, por lo ácres
que suelen ser todos los aceites esenciales; mas en el estómago se meta-
morfosea y da lugar á la formación de ácido prúsico, por lo cual es dicho
aceite altamente venenoso.
El fósforo, dado á pequeñas dósis medicinales , puede transformarse en
— 1 00 —
hidrógeno perfostbrado , c intoxicar, debiéndose á ia acción que ejerce
sobro* el fósforo el oxígeno contenido en los gases de las primeras vías,
}aqUe le convierte en ácido hiperfosfórico y fosfórico, sus efectos infla-
matorios y locales, al paso que los generales los debe al hidrógeno per-
fosforado en que le transforman, bajo la influencia del agua, los com-
puestos alcalinos contenidos en los jugos intestinales.
El azufre dado en cantidad reguiar casi se reduce á producir efectos
purgantes; mas á pequeñas cantidades puede , con los líquidos alcalinos
del estómago, combinarse con ellos, ser absorbido y producir una into-
xicación. Por eso los animales herbívoros, muy ricos" en humores alcali-
nos , se envenenan con azufre.
El sulfato de quinina básico ú oficinal*, administrado á la dosis de al-
gunos gramos por dia , se estagna á veces por algún tiempo sin efecto
notable, porque se hac« insoluble; mas disuelto de repente lo estagnado,
puede producir una intoxicación, como ha sucedido mas de una vez.
Lo que acabamos de indicar respecto de esos cuerpos , es aplicable á
otros muchos que , bajo la influencia de los agentes de la economía ó de
ia acción química ejercida, entre sí, por ciertas sustancias (pie , aisladas ó
no alteradas, son inofensivas, rueden transformarse en verdaderos venenos.
Estamos segui os que con el tiempo se ensanchará la reducida esfera en
que hoy se encuentran los que pueden dar lugar, en ciertos casos, á
terribles intoxicaciones.
De todos modos , podemos, en el estado actual de la ciencia, concluir,
ya que no de un modo absoluto ó general , de un modo relativo á ciertas
sustancias, que es posible la transformación de medicamentos en venenos.
§ X. — Del modo como son absorbidos los venenos.
Pasemos á otra cuestión no menos importante, tanto para preparar ia
relativa al modo de obrar de los venenos, como para ilustrar otras mu-
chas, ya toxicológicas , ya fisiológicas y terapéuticas. Puesto que dejamos
sentado que hay venenos absorbidos, veamos ahora cómo lo son. Cuando
los venenos pasan á la sangre y á los órganos, si son simples, ¿conser-
van su simplicidad? Y si compuestos, ¿pasan íntegros, es decir, sin ser
antes descompuestos? ¿O bien, ínterin son absorbidos, sufren una des-
composición dada que altera mas ó menos su constitución , su naturaleza
física y química? lié aquí una cuestión de gran trascendencia, y que es
preciso dilucidar con la extensión conciliable con los límites de este
Compendio.
Yo profeso sobre ia absorción una doctrina que me es propia ; he creído
haber descubierto una ley que me parece constante y sin excepción al-
guna, y como está destituida de autoridad, en pugna con las opiniones
recibidas, necesitaré de todas las fuerzas de la lógica para no merecer
siquiera la nota de temerario. Hé aquí mi principio; hé aquí la ley á que
me refiero :
« Toda sustancia orgánica que es absorbida , es antes , mientras ó poco des-
pués , descompuesta ; y cuando esto no se efectúa , la organización sucumbe ó
queda profundamente trastornada. »
Nunca hubiera podido determinarme á establecer esta proposición tan
general y categórica , sin haber llegado á ella por medio del estudio ana-
lítico mas detenido y concienzudo.'Es el producto de muchas observacio-
nes y pensamientos, y cuando la he dado á conocer, seguro estoy que
- 101 -
no será fácil rae la destruyan. Aun cuando se me citaran algunos hechos
que yo no hubiese previsto, y por lo tanto examinado, siempre resulta-
ría una ley, con excepciones, es verdad, pero al fin una ley. Yo pre-
tendo con fundamento que no las tiene , y este es otro de mis principios
filosóficos ; yo no creo en la existencia de leyes con excepciones. Las le-
yes con excepciones no las hacen mas que los hombres ; la naturaleza,
que es en sus leyes igual , inexorable , irresistible , no se doblega jamás;
lo que nosotros llamamos excepciones es expresión de otra ley, para
nosotros desconocida; es una palabra con que tratamos de encubrir los
límites de nuestra inteligencia y saber.
Examinemos la absorción bajo todos sus aspectos , y nos convencere-
mos de la verdad de mis aserciones.
Absorciones fisiológicas ; vías digestivas.-- Los humores que algunos fisió-
logos llaman excrementicios', á saber: la saliva, el moco de la boca, fa-
ringe y esófago, el jugo gástrico, la pepsina, el moco de los intestinos
delgados, el jugo pancreático y la bilis, todos destinados á la digestión,
son absorbidos con descomposición previa. Todos sufren, durante la di-
gestión , una serie de transformaciones sucesivas; después de haber ser-
vido para la elaboración del quimo, y el quilo, ósea la transformación y
disolución de los principios albuminoídeos , la metamorfosis de los ami-
láceos y emulsión de los grasos , y la formación de las heces , pasan por
los vasos absorbentes y el canal torácico al torrente de la circulación ve-
nosa, donde, igualmente que en la arterial, los buscareis en vano. Por
exquisitas que sean las análisis, no es posible hallaren la sangre, ni en los
demás líquidos porción alguna de los que han servido para la digestión.
La razón es sencilla; han sido descompuestos antes de ser absorbidos.
Algunos han supuesto que se habia encontrado bilis en la orina; mas
adviértase que esto fué en casos patológicos , casos en los cuales los riño-
nes pudieran suplir en cierto modo las funciones del hígado, como este
suple las de aquellos, cuando hay sustracción de los riñones. Pero además
de esta razón, que es de Adelon (*), tengo otra mas poderosa. Lecanu,
en una excelente tesis que escribió acerca de la sangre, ha demostrado
que nunca se ha encontrado en dicho líquido humor alguno enteramente
formado, ni en estado fisiológico, ni en estado patológico. Cuanto se ha
dicho de la bilis, de la leche, de la orina, etc., encontrada en la masa de
la sangre, ha sido una manifiesta inexactitud, á la que han dado origen las
coloraciones ú olores de los humores indicados. La análisis no ha pre-
sentado leche, bilis, ni orina; se ha percibido olor u riñoso ó amoniacal,
se ha visto una tinta amarilla ó blanquecina, y sobre estos datos insufi-
cientes se ha afirmado luego que dichos humores existían enteros en la
sangre (2).
Lo propio puede decirse del olor y color de ciertas bebidas y alimen-
tos; la granza tiñe los huesos; los espárragos dan á la orina un olor par-
ticular, etc. Mas en lodos estos casos no pasan á la masa de la sangre,
ni la granza, ni los espárragos, ni cualquiera otra ; lo que pasa son prin-
cipios colorantes ú olorosos, que la economía no ha podido descomponer;
pero estos no son masque una parte, unos componentes del alimento,
bebida ó sustancia que sufrió la digestión. Esto, pues, más prueba que
invalida mi doctrina.
(l) Adelon, Phisiologie de Vhomme, t. III, p. 58.
(*) Lecanu, Thesis sur le sung. París.
- 192 —
Si un sugeto permanece muchos dias sin introducir en sn estómago
ningún alimento ni bebida, todos los humores exhalados y segregados "en
los órganos destinados á la digestión hacen las veces de alimentos; son
diferidos, transformados por lo tanto, absorbidos en parte por los vasos
quilíferos, y en parle arrojados en forma de excremento; ni los excremen-
tos, ni el quimo son los humores de que proceden. El mismo quilo no es
igual antes que después de haber sido absorbido. El quilo del duodeno
no es el del canal torácico; en el duodeno es quimo todavía; en los vasos
quilíferos es el quilo, y al través de las glándulas mcsentéricas experi-
menta otra transformación ('). Es, pues, lógico concluir que la absorción
de los líquidos ó humores destinados á la digestión, se hace siempre con
descomposición previa.
Otro tanto podemos afirmar de los alimentos sobre los cuales obran los
humores digestivos. Como no sean principios inmediatos, que no necesi-
ten asimilación, lodos son metamorfoseados, ó transformados en otros mas
solubles y aptos para introducirse en la masa de la sangre. Eos que no
pueden sufrir esas transformaciones son arrojados por el tubo digestivo
como heces. Disolver las materias alimenticias, dice Moleschott , ó vol-
verlas por una extrema división y en el caso de no ser conformes á las
sustancias contenidas en la sangre , metamorfosearlas en partes constitu-
yentes de esta : hé aquí todo el acto de la digestión (2).
Un alimento completo se compone de principios albuminoídeos (albú-
mina, caseína, fibrina, gelatina), amiláceos ó adipógenos (todo cuanto
tiene fécula), de grasas ó aceites y de sales. Pues bien; todos esos princi-
pios alimenticios , para que puedan pasar á la masa de la sangre y desem-
peñar en ella su papel nutritivo, ó reparador de las pérdidas que sufre la
economía animal, tienen que ser modificados en su constitución química.
La saliva, ó su ptialina, empieza ya á transformar primero en dextrina y
luego en glucosa los amiláceos; en el estómago no sufren alteración al-
guna ; pero, al llegar al duodeno, el jugo pancreático completa lo que
empezó la ptialina , y lo que no transforma en glucosa ese jugo, lo hace
en lo restante de los intestinos, sobre todo delgados, su moco propio. La
fécula transformada en dextrina , luego en glucosa, llega á la sangre, es
quemada por el oxígeno de la respiración ; es oxidada, y se convierte en
agua y ácido carbónico, dando lugar á una gran producción de calórico.
El azúcar de caña se transforma en los intestinos en glucosa , y bajo el
influjo de la bilis y del jugo pancreático gran parte de la glucosa se trans-
forma en ácido láctico, en los intestinos delgados, y en áeido butírico en
los gruesos; lo restante, apenas llega á la sangre, es quemado por el oxí-
geno y se transforma en agua y ácido carbónico, si ya no forma grasa.
Los principios albuminoídeos , las carnes, los quesos, etc. , son trans-
formados en el estómago por la pepsina,- ó gasterasa, principio fermen-
* tativo del jugo gástrico', que convierte en albuminosa, esto es, en una es-
pecie de albúmina mas soluble y por lo tanto mas absorbible , que ya no
es lo que era, esos principios azoados, albuminoídeos; y una vez llegada
al torrente circulatorio, sufre también mas ó menos grados de oxidación,
se hace fibrina y se va transformando, en cada uno de los tejidos, en
principios inmediatos diferentes, musculina, nervina, osteina, etc.
Los principios crasos ú oleosos son trabajados á la vez por el jugo
('1 Véanse todas las obras de jos autores de Fisiología.
(2) Obra cit ,, tomo I, pág. lió
- 193 -
pancreático y la bilis que los emulsiona, los divide y subdivide hasta
darles la forma de gotitas sumamente pequeñas , microscópicas , que
pueden pasar, por las vellosidades intestinales y por los vasos quilíferos,
á la masa de la sangre, donde reciben también la acción del oxígeno; ya
para ser convertidas, como los adipógenos ó féculas, hechas azúcar ó glu-
cosa , en agua y ácido carbónico ; ya para formar grasa ó parte de los te-
jidos, elevándose á ciertos grados de oxidación. De suerte que todo prin-
cipio alimenticio orgánico sufre, antes de ser absorbido, una descompo-
sición, una alteración en su modo de ser, que es mas completa, en cuanto
pasa al torrente circulatorio.
Respecto de las sales sucede lo propio que diré luego de los minerales.
Al hablar Robín y Verdeuil de los principios inmediatos y el lugar donde
se forman , después de probar que no hay ningún lugar único, que se for-
man donde quiera que haya nutrición, dicen: «Que el hecho se verifica,
en el momento de la fijación de los materiales en el sólido , y en el mo-
mento en que los elementos de una especie mudan de estado de unión
molecular para formar otra. Asíes, que desde el momento de su entrada
hasta el de su salida, los materiales introducidos pasan sucesivamente por
una série de estados, los que constituyen otras tantas especies de principios
distintos, aunque análogos; esas especies son cada vez mas complicadas
al principio, luego cada vez mas sencillas, cuando se parte desde los ve
getales, para llegará las excreciones animales (‘j.»
Absorción en el sistema capilar.— Ova sean las venas las que absorban,
como lo quiere Magendie ; ora los vasos linfáticos, como lo pretende
Hunter ; ya unos y otros, como lo indica Adelon ; ya , en fin , todos los
tejidos, como parecen afirmarlo la mayor parte de los fisiólogos mas en
boga en nuestros dias, siempre encontrarémos que los materiales or-
gánicos absorbidos lo son , siendo antes descompuestos. Y digo que
son antes descompuestos, porque pasan al torrente de la circulación,
y jamás los halla la análisis en él, ni en los órganos á donde pueden
ir á parar, sino en estado de descomposición , mientras el sugeto no su-
cumba. Haciéndose cargo de esta verdad de hecho, dice Adelon que
esto prueba que la absorción , no solo se apodera de las sustancias ab-
sorbidas , sino que las elabora , las modifica para convertirlas en linfa ó
sangre, ó en productos que no pueden apreciarse, porque se mezclan con
dichos líquidos (2). Quitemos á este modo de expresarse la parle figura-
da, puesto que la absorción no hace nada de eso, sino los órganos, y me-
jor aun su disposición anatómica y sus principios, igualmente que la ley
de la endósmosis y exósmosis, y el hecho es cierto. Deponed en una
mucosa, en una serosa, en el tejido celular ó en la piel, una sustancia
organizada cualquiera; si desaparece por la absorción, seguidla; abrid
los vasos venosos, y ved si encontráis esa sustancia en la sangre. Vuestra
tarea será infructuosa.
Absorciones patológicas.— Que la absorción capilar se verifica, descom-
poniéndose los materiales orgánicos absorbidos, se patentiza de un modo
sobremanera fácil, desde luego que se hace uno cargo de las absorciones
patológicas. Nunca se efectúa la resolución de los tumores, de las fluxio-
nes, de las inflamaciones , de las erisipelas, de los quistes, de los tu-
mores glandulares, de los abscesos, de los edemas, de las hidrope-
('/ Obra citada, tomo I, pág. 235,
(J) Adelon, obra citada, tomo I II, pág. 389.
TOXICOI.OG1A. — 13
— 194 —
sías, etc. , etc. , sin descomposición previa. Los líquidos absorbidos son
siempre sangre mas ó menos alterada, serosidad ó pus. Cuando los en-
fermos se curan , sin que la resolución de todas esas enfermedades haja
sido seguida de otros accidentes patológicos, se ha restablecido la armo-
nía de las funciones y el curso de los humores. En semejante estado,
¿quién se atreverá á sostener que la sangre alterada, que la serosidad,
que el pus, han pasado íntegros á la masa de la sangre? Mas abajo veré-
mosque la salud no se aviene con semejantes materiales introducidos en
el torrente de la circulación. Si á esos sugetos se les sacase sangre, seria
en vano analizarla para encontrar en ella dichos humores. Aunque la
sangre sea el vehículo común , de donde sacan los órganos los materiales
necesarios para la elaboración de sus productos , no sobrelleva la pre-
sencia de los humores, para cuya formación da elementos, enteros ó en
sustancia, en los vasos venosos. Lo demostraré dentro de poco.
A lo dicho podemos añadir la absorción del cristalino después de la
operación de la catarata por depresión ; el cristalino no se encuentra en
la sangre. Los autores hablan de reducción de fetos á líquidos que son
absorbidos ( 1 ) , de secuestros reducidos también á uu estado molecular,
que han desaparecido por la absorción (2). ¿Tengo necesidad de decir
que no han pasado en semejantes casos ó la masa de la sangre ios fetos
y los secuestros?
Estoy previendo una objeción grave, y me apresuro á rebatirla. Muy
á menudo, se me dirá, se encuentran colecciones de serosidad y de pus
en el cadáver de sugetos que han sucumbido, después de la desaparición
brusca de nna fluxión inflamatoria exterior, ó la supresión repentina de
la supuración de una úlcera vasta, que daba pus en abundancia. Como
estas colecciones de pus ó serosidad se encuentran distantes del punto,
donde existia la enfermedad, es claro que han sido absorbidas en sustan-
cia y no descompuestas. En varias enfermedades que producen la muerte
se encuentra pus en los pulmones, hígado y corazón ; hay metástasis crí-
ticas, con las cuales se prueba á la evidencia la absorción de la serosidad
en sustancia y no descompuesta , y todos estos hechos, que la práctica
hace frecuentes y tiene fuera de duda, deponen en contra de la doctrina
que establece la absorción con descomposición previa.
Vamos por partes. Las colecciones de serosidad ó pus , las metástasis
en puntos lejanos de aquellos donde se manifiesta la afección , no supo-
nen forzosamente esa traslación de humores en su estado de integridad.
Las leyes de la vida , la unidad del organismo , la asociación de todo
lo que le constituye , deben explicar , para los que hagan tal objeción,
todos estos fenómenos y otros análogos. Cuando un órgano está enfer-
mo, todo el sistema vivo se resiente de su estado patológico , y está dis-
puesto á responder á su acción simpática. Entre los órganos del sistema
vivo , hay siempre alguno mas dispuesto que los demás á resentirse sim-
páticamente de la afección de otros. Este órgano mas impresionable es
vario en los sugetos por razón de su edad, de su temperamento, de su
oficio , del clima en que viven , etc. , etc. ; es tal vez lo que constituye las
idiosincrasias, y suele tomar la iniciativa en el desenvolvimiento de una
enfermedad de carácter, de naturaleza igual á la del órgano que simpa-
tiza con él. Esta participación no es menos cierta, porque se presente á
■\
P) Adelon, obra citada.
(*) Sabatier, M ¿decirte opé rato iré.
— 196 -
veces la afección simpática bajo otra forma ; pues este enlace, esta cor-
respondencia simpática de órganos, hace que muy á menudo , con motivo
de ia inflamación de un órgano exterior, se desenvuelva otra mucho mas
intensa en un órgano interno ; inflamación que puede ser rápida, agudí-
sima, y terminar por supuración, si el órgano es parenquimatoso , por
gangrena, ó hidropesía, si es seroso. ¿Qué mucho, pues, que en estos
casos se encuentren en órganos distantes colecciones de pus ó de serosi-
dad? ¿No ha habido en ellas razón bastante para producir estos humo-
res? ¿Ha sido necesario que hayan venido de lejos? La flogosis que pudo
producirlas en el órgano externo, ¿por qué no las ha de producir en el
interno? Así dice perfectamente Boyer, que en semejantes casos se toma
la causa por el efecto, cuando á la vista de focos purulentos ó de colec-
ciones serosas después de una supresión , de supuración exterior ó de una
delitescencia , se dice: hé aquí los materiales transportados.
Los que contra la evidencia de los hechos nieguen esa asociación , esa
solidaridad de los órganos del sistema vivo , ¿podrian explicarme por qué
una úlcera crónica de la pierna , por ejemplo, ya simpática , ya idiopá-
tica , se seca completamente y se inflama, ó bien se pone pálida é inac-
tiva , cuando sobreviene algún disturbio considerable en otros órganos
interesantes de la economía, y tanto el pus, como la regularidad de la
supuración, no reaparece sino hasta tanto que haya desaparecido la causa
general ó simpática que habia ocasionado esas mudanzas? ¿Podrian expli-
carme también por qué, después de las grandes operaciones, seguidas de
la muerte del enfermo , se encuentran órganos que han sido sitio de vio-
lenta inflamación, y á menudo abscesos en el hígado, pulmones, cora-
zón, mesenterio y cerebro, y colecciones de pus ó serosidad en las pleu-
ras, peritoneo, etc., sin que se haya visto la suspensión en la parte ope-
rada hasta el mismo momento de la muerte? Por último, no se ven todos
los dias en los hospitales quirúrgicos mudanzas notables en el carácter
del pus, de la úlcera en los operados, á consecuencia de algún accidente
ó perturbación interior desenvuelta durante el curso de la curación, bas-
tando esta mudanza de pus cremoso, por ejemplo, en otro claro y seroso
para que el operador pronostique mal resultado de su obra? Lo he visto
muchas veces durante mi asistencia en los hospitales de Montpellier y
París, y apelo para la sanción de esta verdad á cuantos practican ¡a gran
cirugía* ó medicina operatoria.
Algunos, tal vez, me objeten que esas inflamaciones internas no se han
manifestado, durante la vida delsugeto, para poderles atribuir la forma-
ción in loco de esos abscesos y colecciones serosas. Mas, ¿quién es bastante
hábil , quién tiene bastante vista y penetración para alcanzar muchas
veces esas fluxiones inflamatorias, cuando el enfermo presenta un con-
junto de síntomas confusos, vagos, poco pronunciados tal vez, con esa
insidia característica de enfermedades muy graves de dificilísimo diag-
nóstico? Nada mas equívoco y espinoso que este , cuando hay muchos
órganos atacados á la vez. Es una cosa análoga á la que acontece, cuando
hay muchas personas y gritan todas á un tiempo, en cuyo caso no se
percibe sino un conjunto de sonidos confuso, sin poder conocer la voz
particular de cada una.
Añadamos á todas esas reflexiones otra muy importante que tengo en
mis apuntes, tomados en las lecciones orales del profesor Lallemand de
Montpellier. Decia este :
«Muchas veces se ha observado la cesación brusca de la supuración de
— m -
una úlcera y se ha pretendido que eran debid . s á la absorción del pus
los derrames ó focos purulentos que se han encontrado con la autópsia
en las cavidades abdominal , torácica ó encefálica. Mas en muchos de
esos casos las hilas y el aparato entero están secos, lo cual prueba que
no ha habido absorción , porque para haberla, había antes de haber pus,
y si le hubiese habido , hubiera mojado las hilas y las primeras piezas del
apósito i1). A estas reflexiones de tan entendido práctico , podemos aña-
dir que, en efecto, no saliendo de la masa de la sangre el pus todo for-
mado, formándose en el tejido accidental de l<r úlcera, como se forma en
cualquier otro órgano el material de su secreción ó exhalación , es evi-
dente que si, después de una curación, que escuálido se presentan ó pue-
den presentar secas las hilas, sobreviene una cesación de la supuración,
no es el pus lo que ha sido suprimido, sino la función accidental , y por
lo tanto , no ha podido haber transporte de materiales por absorción y
producir con ellos en varios puntos abscesos ó focos purulentos.
Pero supongamos por un momento que el transporte del pus ó de la
serosidad sea posible : ¿por dónde pasan esos humores? Es menester que
vayan al través de los vasos linfáticos ó venenosos al torrente de la cir-
culación , donde deben mezclarse con la linfa y con la sangre; por lo
mismo ya no es posible que, después de haber entrado en dichos vasos,
se acumulen esos humores en un órgano lejano de aquel de que proce-
den. ¿Uabeis visto alguna vez el quilo en el corazón ú otra parte después
de haber desaguado en la subclavia? En ei cuerpo humano no hay nin-
gún órgano que extraiga de la masa de la sangre humor alguno todo
formado, ni aun en estado patológico; no loman mas que los elementos,
los materiales; la formación del humor es hechura del órgano, de su fun-
ción, de su modo de trabajar. Para explicar el transporte de humores, sin
mezcla con la sangre ó con la linfa , hay necesidad de crear vasos parti-
culares para ellos. Mas, bien sabemos todos que lo que ha dicho Lippi
de Florencia sobre los vasos chylopoyéticos y uriniferos (,¿), no ha sido mas
que un sueño no convertido en hecho hasta ahora por la mas lina
anatomía ni por Ja inspección microscópica.
Lejos de mí negar que se haya enconlrado pus en el ventrículo dere-
cho del corazón. Sin embargo, no se olvide que el origen de ese pus lia
sido muy disputado (3).
Nada mas común que hablar los autores de pus encontrado en los ór-
ganos de la circulación , en las venas y los vasos linfáticos; pero nada
menos probado. Muy á menudo se dejan llevar de las apariencias.
Magendiecita un hecho sacado de la práctica de Düpuytren que pa-
rece favorecer la opinión contraria á la que estoy sosteniendo. Una mu-
jer, que tenia un tumor enorme fluctuante en la cara interna del muslo,
sucumbió. Pocos dias antes de su muerte, se había establecido en dicha
mujer una inflamación del tejido celular del miembro, donde estaba el
tumor. Cuando Dupuytren cortó la piel que le cubría, vio formarse en
los bordes de la incisión punidos blancos y descubrió en el tejido celu-
lar subcutáneo líneas blancas, las cuales fueron tomadas por vasos lin-
fáticos llenos de pus: las glándulas inguinales estaban llenas de la misma
di j- fcciones orales de Lallemantl ; 183?.
1 _• '-*PP* invernó unos vasos para explicar el paso rópido de Jos bebidas ó i.i vejiga uri-
págin'a *5 * ^'ieCl0S es,cniago á los órganos. Véase A deion, Loe. cit., t III,
\ , Vcjí-e And ral. Curso de patología, interna , por Amadeo Lalour, 1. I. p. ¿0*.
197 -
materia. Los vasos de los lomos y el canal torácico no contenían pus. El *
mismo autor cita otro caso observado en el IIotel-Dieu de París, en el
cual, á consecuencia de una fractura complicada, se formó un absceso
voluminoso, y las venas, igualmente que los linfáticos, se manifestaron
llenos de pus procedente de las partes afectas.
Muller se hace cargo de estos hechos, y á renglón seguido añade : «Yo
miro como una cosa imposible que el pus granoso contenido en la masa
de la sangre pueda ser segregado por los riñones. Solo los elementos del
pus disueitos pueden ser absorbidos y eliminados del cuerpo; lo que se
llama á veces orina purulenta no es mas que un sedimento que no ha
sido suficientemente examinado.»
En otra parte dice el mismo autor estas notables palabras:
«Es menester colocar entre las fábulas todo lo que se dice de los glo-
bulillos de sangre ó de pus absorbidos por los linfáticos en los derrames
sanguíneos y abscesos ó de puntos purulentos (*). Andral dice también
que es raro que los linfáticos se llenen de pus en las cercanías de los abs-
cesos, y aun eso cuando la inflamación se propaga á ellos.
Confírmanse todos estos asertos de Muller y de Andral con los de
M. Donné, quien asegura que no hay nada tan difícil como distinguir el
pus del moco ; puesto que los globulillos de estos humores se parecen
mucho , y solo pueden reconocerse diferentes por medio de circunstan-
cias accesorias. En su curso de microscopía, este autor confiesa lo si
guiente, que es muy terminante para el caso. «Muy á menudo , dice, he
creido haber visto pus en la sangre , y haber hecho constar definitiva-
mente la presencia de globulillos purulentos. En ciertos casos , en que se
presumía que el pus estaba circulando con la sangre , ya á consecuencia
de una reabsorción, ya á la de una inflamación de los vasos, la sangre
me ha ofrecido una grande cantidad de globulillos blancos, esto es, de
globulillos esféricos , granulosos , sin color, conduciéndose con los reac-
tivos , como los globulillos purulentos , de suerte que he creido habérme-
las con pus verdadero, y estar en derecho de afirmar que el microscopio
podia servir realmente para reconocer la presencia del pus en la sangre.
Mas , comparando de nuevo estos numerosos globulillos con los blancos
que están contenidos naturalmente en la sangre normal, volvía á caer en
nueva incertidumbre, puesto que encontraba en una y otras los mismos
caracteres físicos y químicos , el mismo aspecto , el mismo modo de con-
ducirse con el agua, ácido acético, amoníaco, éter, etc. Yo dudaba
siempre si seria aquello un simple aumento de globulillos blancos ó una
alteración de la sangre debida á la presencia del pus (2).
Es decir, en suma , que cuando se ha examinado el pus de los vasos
sanguíneos con el microscopio y los reactivos, únicos medios abonados
para salir de dudas , no se han podido disipar ; se ha visto que no era tan
fácil afirmar que el pus pasa todo formado á la masa de la sangre.
Demos , sin embargo , por nulas todas las razones que preceden ; crea-
mos que es verdadero pus el que se encuentra en los linfáticos , venas y
cavidad del corazón en ciertos casos ; afirmemos que en el estado actual
de la ciencia se puede distinguir los glóbulos blancos de la sangre de los
de pus, por los caracteres que he dado en el Tratado de Medicina legal, al
hablar de la sangre examinada al microscopio (3) ; me parece que puedo
(*) Muller, obr. cit. , t. I, p. 205 y siguientes.
(2) Cours de Microscopie ; p. |37.
(a) Tomo 11, p. 805 y 806.
- 198 —
tomar todos estos hechos como una razón más para sostener mi opinión,
por cuanto, cualquiera que sea la causa de la presencia del pus en el co-
razón y demás órganos, siempre resulta que sobreviene la muerte mas
ó menos ejecutiva. Mi ley, pues, no queda destruida. La muerte es lo
que he dicho se seguía ai paso ó absorción de toda sustancia orgánica
sin descomposición previa.
Que no se me diga que la muerte no sea la consecuencia de la presen-
cia del pus en la masa de la sangre, porque tengo en la mano un pasaje
de Andral , relativo á la flebitis que termina por supuración, muy deci-
sivo sobre este punto. Hé aquí lo que dice este autor :
«Las materias depuestas en el interior de las venas , pus, falsas mem-
branas, sangre viciada, son transportadas al torrente de la circulación:
desde entonces queda alterada la masa de la sangre, y los órganos que
han de nutrirse de ella se encuentran lisiados en su íntima textura y sus
secreciones. La inflamación se extiende rápidamente, remontándose
desde lo& puntos primitivamente afectados hasta el centro de la circula-
ción : la sangre viciada se lleva los productos deque está cargada, al tra-
vés de las cavidades derechas del corazón; llega á los pulmones, entra
en el corazón izquierdo, de donde es arrojada hácia los vasos capilares,
y en ellos deposita el germen del mal, ó sea los principios morbosos que
contiene. Así es como la flebitis que tiende á generalizarse, nace brotar
en un sin número de puntos á la vez fenómenos inflamatorios ; así es
como puede uno darse cuenta de esos numerosos focos de pus, que se en-
cuentran en los sugetos atacados de esta enfermedad. Estos focos puru-
lentos se manifiestan en varias especies de órganos, especialmente en los
parenquimatosos y entre estos los pulmones. Los pequeños focos de pus
están de tal suerte multiplicados en ellos que, diríjase donde quiérala
punta del escalpelo, siempre hay un absceso l1).» A este pasaje de Andral
pudiera añadir otros análogos de Dubois.
Ahora bien ; si todos estos desórdenes son la consecuencia inmediata
de la introducción del pus en la sangre , sin haber sufrido previamente
una descomposición , creo estar suficientemente autorizado para volver en
favor de la opinión que estoy sosteniendo , los mismos hechos citados en
contra de esta Opinión. Si los únicos hechos de introducción de pus en
la sangre sin descomposición prévia que conocemos, van inmediatamente
seguidos de tan terribles accidentes , me parece que es lógico concluir
que, siempre que hay absorción de humores sin consecuencia mortal ó
gravísima , se na efectuado previamente la descomposición de ios humores
absorbidos.
Seria vano decirme que es menester atribuir la muerte de los aeciden-
(') He vislo esto, en el anfiteatro de la escuela de Montpeilier, en el cadáver de un joven
que sucumbió en el hospital de San Eloy, unos -lias después de haberle amputado el muslo
el profesor Lallemand. Examinada la herida , se encontró la vena crural inflamada y hena
de pus con algunos coágulos de sangre saniosa. El color de la sangre, que contenia era
violáceo. En seguida se inspeccionó la cavidad del abdomen, la flebitis so extendía remon-
tándose por las ilíacas y vasos cercanos. La sangre, el pus y los coágulos eran del mismo
color qe.o los de la vena crural. Un sin número de abscesos de lodos diámetros desde un
punjo imperceptible hasta ei volumen de un guisante jaspeaban la superficie del hígado y
del bazo. En el diafragma, en la superficie interna del estomago y de los intestinos se vie-
ron una porción de manchas rojizas ó gangrenosas. Examinóse la cavidad torácica, y una
porción de abscesos enteramente semejantes á los del hígado jaspeaban también el paren—
quima pulmonal. Me abstengo de exponer los numerosos desórdenes que se encontraron
en ese cadáver, ya por no prolongar mas allá de lo debido esta nota, ya porque habiendo
salido aei anfiteatro, a esta altura de la autopsia, no vi las cosas por mí mismo.
- 199 -
tes graves á la introducción del pus en masa ó en mucha cantidad; pero
no á la absorción molecular del pus. Yo sé que esto sucede con respecto
á otras muchas sustancias extrañas á la sangre. El aire , por ejemplo , y
los gases poco solubles en aquella , introducidos bruscamente en las ve-
nas , hacen perecer súbitamente á un sugeto , al paso que , si lo son en
poca cantidad y con lentitud, no acontece nada de extraordinario. Nadie
ignora lo que le sucedió al médico americano Dale, después de haberse
introducido en las venas dos onzas de aceite de ricino (*).
Estos hechos, y otros análogos que pudieran citarse, no prueban que
el pus pueda ser absorbido, ni en pequeña cantidad. El pus, cualquiera
que sea su estado , es siempre una sustancia dañosa , y no puede mez-
clarse con la sangre sin provocar accidentes mortales, ó gravísimos.
M. Dubois dice que las alteraciones de la sangre mas funestas son las
que consisten en la mezcla de dicho líquido con materiales morbosos. El
mismo autor considera como una causa de la calentura héctica la absor-
ción del pus , é insiste en que la presencia de este humor heterogéneo
en la masa de la sangre es un hecho grave y peligroso (2). M. Boyer dice
también que cuando el pus adquiere malas calidades, no puede ser im-
punemente reabsorbido. La calentura, las colicuaciones, los abscesos, la
debilidad y el marasmo son los resultados de semejante reabsorción (3).
M. Adelon indica igualmente que la infección general , y tal vez la calen-
tura lenta, se presentan después de la absorción del pus, que él consi-
dera extraño al cuerpo del hombre, por la sola razón de ser excrementi-
cio (4). De todos estos asertos, fundados seguramente en la práctica, es
necesario concluir que la absorción molecular del pus no es menos ene-
miga del sistema vivo que su introducción en masa ó en gran cantidad; y
que si alguna vez se verifica sin resultados deplorables, es con descompo-
sición prévia.
Hasta aquí solo he citado á autores fisiológicos y clínicos. Ahora voy
á tomar un pasaje de la introducción á la Química orgánica de Liebig , en
el que , no solo se confirma la opinión que sostengo , sino que se explica
por qué es nocivo el pus que pasa á la masa de la sangre sir ser antes
descompuesto y asimilado.
Dice así este autor :
«Reconocemos en la sangre , según su composición y sus principios, la
mas complexa de todas las materias existentes. Es que la naturaleza la
ha destinado á la reproducción de todos los órganos, y la ha dado preci-
samente por carácter esencial obedecerá toda especie de atracción; por lo
mismo , sus elementos están en una metamórfosis continua , la que se di-
ferencia según las modificaciones que cada órgano determina.
«Mas mientras que por la actividad de ciertos órganos, en especial el
estómago, toman nuevas formas todas las materias orgánicas susceptibles
de metamorfosearse ; mientras que se ven los elementos de estas sustan-
cias forzadas á la formación de una sola é igual sustancia destinada á pro-
ducir sangre , esta se halla completamente destituida de la facultad de
efectuar metamórfosis; al contrario, se presta á todas las transformacio-
nes, y bajo este aspecto no hay otra que le sea comparable.
«Recordemos ese hecho muy común , que la sangre corrompida , la
í1) Véase Magendie , obra citada , t. Tí . p. 435 v 437.
(2) Dubois, Patología general , I. J , p. 198 , 34 4 v 325.
(:i) Boyer, obro citada , t. 1, p. 5t7.
(*) Adelon, obra citada, t. III, p. 17.
— 200 -
sustancia cerebral , el pus, la hiel en putrefacción, aplicadas en llagas
vivas causan vómitos, postración , etc. , y después de algún tiempo mas
ó menos largo, la muerte. Una particularidad no menos cierta hay acre-
ditada por la experiencia , y es que la descomposición de los cadáveres
puede comunicarse á la sangre de los vivos, como lo demuestra la menor
picadura ó cisura con el escalpelo, disecando esos cadáveres, puesto que
puede ocasionar una enfermedad mortal l1).»
Estas reflexiones de Liebig demuestran que el pus, como sustancia en
descomposición, y provocadora de metamorfosis, no puede pasar ínte-
gro á la masa de la sangre, sin causar la muerte; por lo tanto, si alguna
vez ha habido absorción de ese humor, y no se han seguido trastornos
notables , es porque ha sido antes descompuesto.
En la misma línea se encuentran las absorciones de los miasmas y ¡os
virus. Si sufren descomposiciones, antes de pasará la masa de la sangre,
el resultado es nulo; si no la sufren , todos saben las consecuencias. ¿Por
qué son buenos remedios los cáusticos contra la inoculación de los virus?
Porque los descomponen.
Aun poniéndose en contacto con los tejidos y la misma sangre , sufren
descomposición, puesto que sus principios. desaparecen; mas por su pe-
culiar acción fermentativa han provocado metamórforis en la sangre y los
tejidos, entre cuyas nuevas producciones reaparece el virus, no como en-
tidad introducida íntegra , sino como formación nueva de un humor igual
al provocador.
Creo que dejo bien demostrado que, tanto las absorciones fisiológicas,
como las patológicas, confirman la ley mas arriba establecida, y, por lo
tanto , puedo pasar á ventilar la cuestión bajo otro punto de vista.
Absorciones farmacológicas. — Estas absorciones deponen igualmente en
favor de la opinión que estoy sosteniendo. Véase si no lo que acontece,
después de la ingestión ó aplicación do las sustancias medicinales del
reino orgánico. Las unas sufren la acción de los órganos digestivos; es
decir, que son descompuestas antes de ser absorbidas; son las que tienen
un carácter alimenticio ó nutritivo: leche, caldo, tisana, gelatina, etc.
Otras, destituidas de este carácter, son expelidas por las vías urinarias ó
por el ano; y si pasan á la sangre, pasan después de descompuestas, por-
que no se encuentran en este líquido. Cíteseme una planta, un pioducto
animal ó vegetal que pase íntegro al torrente de la circulación, .después de
haber sido aplicado ó introducido por cualquier vía á la masa de ia san-
gre. Los órganos ó tejidos, antes de dejar el paso á las sustancias, las
descomponen mas ó menos, y lo que se introduce en el torrente circula-
torio son sus constituyentes ó" sus principios inmediatos , si va no experi-
mentan á sil vez también la fuerza descomponente de la economía. Y ad-
viértase que si pueden pasar, desde la superficie del cuerpo, ó de una mu-
cosa, á la masa de la sangre, algunos principios inmediatos, animales ó
vegetales, es porque estos, ó algunos de ellos , se conducen á veces como
verdaderos elementos en su acción; obran como si realmente no los
constituyese mas que una materia. Cuando así se conducen eu sus reac-
ciones químicas , fácil es concebir cómo pueden pasar al torrente de la
circulación , sin ser reducidos á su último grado de simplicidad , y cómo
pueden hacerse compatibles con la sangre, la que, sin embargo, modifi-
can siempre más ó menos. (*)
(*) Liebig, introducción a sn Química orgánica , p. CLXXVJII.
— 201 -
Que esto ha de ser así , no lo dice solamente la práctica y los hechos,
no solamente se prueba diciendo que nunca se ha encontrado , ni encon-
trará en la masa de la sangre una sustancia orgánica tomada como medi-
camento; se prueba también con el raciocinio mas lógico; la teoría da
de esto una razón cabal. He dicho anteriormente que estaba probado no
ser absorbidas las sustancias no solubles, y he explicado el hecho; pues
bien : las sustancias orgánicas no suelen ser solubles, en especial en es-
tado de composición , en estado natural ; por lo tanto , no son absorbi-
das en osle estado; debe preceder una acción disgregadora , descom-
ponen le, que facilite esa disolución y esa absorción.
Cuando tratemos de la química de la intoxicación , y mas aun de la
filosofía de la misma , ya veremos cuán difícil es poder encontrar, por
medio de las análisis químicas, no diré precisamente las sustancias ani-
males y vegetales venenosas en su integridad , sino hasta sus propios
principios inmediatos , y que mas las caracterizan. En muchos casos, las
análisis son de poco valor; en otros, de todo punto infructuosas. ¿Y por
qué? Porque al ser absorbidas, si realmente lo han sido, han sufrido
la acción descom ponente de los órganos, y han desaparecido, en cuanto
á sustancias compuestas; no en cuanto á sus componentes.
Absorciones tóxicas. — Si de todas las consideraciones que preceden se
deduce clara y lógicamente que toda sustancia orgánica, alimenticia,
medicina!, ó producto morboso ó fisiológico, no es absorbido sino al es-
tado de descomposición, ¿no nos previene ya solo eso á creer que otro
tanto sucederá, al menos respecto de los venenos del reino animal y
vegetal? A.un cuando no sucediera así , no por eso mi ley resultaría menos
cierta, puesto que la introducción de las sustancias venenosas en la masa
de la sangre provoca trastornos graves ó mortales.
Mas como pudiera decirse que estos efectos son debidos á que esas
sustancias son deletéreas, voy á probar también de una manera directa,
que, cnandose ponen en contacto con los tejidos y la sangre, sufren des-
composición , so alteran en su constitución química, de un modo análogo
á las sustancias no venenosas.
Empecemos, pues, los estudios sobre la absorción tóxica de los vene-
nos orgánicos; luego veremos los que son en parte orgánicos y en parte
inorgánicos; y, por último , los del reino mineral.
Los venenos orgánicos son : unos animales , y otros vegetales. Entre
los primeros, como lo verémos mas extensamente en su lugar, se cuen-
tan ciertos humores naturalmente segregados por algunos animales, ó
bien ciertos principios que contienen , ó bien sustancias alimenticias que
i han sufrido alguna alteración : se han podrido.
Cuando estas sustancias sufren completa descomposición en el estó-
mago, dejan de ser venenosas. .El veneno de la víbora y demás animales
ponzoñosos os insoluble ; por lo menos no es difusible; y tan activo como
es, puesto en contacto con la sangre, es inerte en las mucosas sanas.
Cuando la digestión puede descomponerlos alimentos putrefactos, tam-
poco tienen consecuencias deplorables; si algún principio se forma du-
rante ¡a putrefacción . y los fermentos digestivos no alcanzan á metamor-
tosearle, la intoxicación se manifiesta.
Mas, aun cuando sean absorbidos y se produzca la intoxicación, la des-
composición se efectúa. Buscad en la masa de la sangre, en los órganos
k que sirven de craunctorio á los principios no asimilables y en los humo-
res excrementicios ios productos venenosos de la víbora , culebra de so-
— 202 —
naja, escorpión , etc. , serán en vano. A.1 provocar la alteración química
déla sangre, ellos se han descompuesto á su vez, y ya no es posible des-
cubrirlos "en sustancia en parte alguna. Los toxicólogos no proceden ja-
más á analizar los sólidos y líquidos de los mordidos por un animal pon-
» zoñoso, porque saben bien quesería inútil toda tentativa. En estos casos,
ni la aparente reproducción de los virus hay.
Otro tanto sucede respecto de otros animales que son venenosos , por
algún principio que contengan, como por ejemplo, las cantáridas. Ni el
polvo , ni la tintura de cantáridas pasan íntegras á la masa de la sangre.
Pasan ciertos principios extractivos que se conducen como los elementos
de combinación ; á la solubilidad que tienen ó adquieren , combinándose
con los humores de la economía , deben el paso al torrente circulatorio,
y su acción general y fisiológica.
Otro tanto sucede respecto de los alimentos averiados. No se encuen-
tran en la masa de la sangre, ni en ningún otro humor, ni en los órga-
nos expulsivos, tales como se ingirieron en el estómago ; ciertos princi-
pios han pasado á la masa de la sangre , y á proporción que la han des-
compuesto, se han descompuesto ellos á su vez, después de haber
provocado las metamórfosis de dicho humor correspondientes á su modo
particular de obrar.
Que se me cite un solo ejemplo de intoxicación producida por venenos
animales, en la que se haya podido hallar, por medio de las análisis quí-
micas, el veneno en sustancia, tal como le haya tomado el animal ó per-
sona intoxicada. Yo no sé que ningún toxicólogo lo haya demostrado
nunca. Si la intoxicación se ha debido á algún principio tóxico animal
extractivo, este se puede hallar, y no siempre; pero jamás solo; siempre
combinado. Los reactivos le aislarán.
Lo propio puedo decir de las sustancias venenosas vegetales ; buscad el
ticunas, worora, ó curare, el ópio, los polvos, aceites, resinas, ju-
gos y demás productos vegetales extraídos de las diferentes partes de un
vegetal venenosas, en el cuerpo de la víctima. Toda tarea será infruc-
tuosa. El veneno no parecerá jamás tal como se tomó.
Si la virtud tóxica reside en algún principio inmediato ácido , ó alca-
lino , ó neutro ; si en las reacciones químicas no se destruye; si se con-
duce como los elementos inorgánicos simples ó binarios , las análisis quí-
micas podrán hallarle en ciertos órganos, en la sangre y en los demás
humores, en especial en la orina; pero, en primer lugar, se hallarán
así, porque son agentes químicos que se conducen como elementos; en
segundo lugar, porque son de suyo solubles, ó han adquirido solubilidad
con las combinaciones que han contraído; y, por último, no se los ha-
llará solos , sino en combinación , durante la cual han abandonado los
principios con que estaban natural ó artificialmente combinados; es de-
cir, que han sido descompuestos. Muchos de ellos ni eso presentan; son
descompuestos también ó transformados en otros productos; y se deduce
su existencia por los elementos en que se descomponen.
Los ácidos orgánicos venenosos, en cuanto se ponen en contacto con los
materiales del estómago, los líquidos de los tejidos y la sangre, pasan á
formar sales con las bases que encuentran, ó son descompuestos, trans-
formándose en ácido carbónico los más , etc.
Los alcaloideos , poco solubles por sí , adquieren mayor solubilidad
por su combinación con los ácidos del estómago ó de los humores; y,
por lo tanto , pasan alterados al torrente circulatorio. Jamás los hallareis
- 203 —
puros en ninguna parte; siempre están combinados; y si no les sucede
lo que á los ácidos , es porque se conducen en sus combinaciones como
los elementos binarios inorgánicos; como los óxidos salificables.
Otro tanto podemos decir de las sustancias neutras venenosas; como
las alimenticias, azúcar, fécula, goma, etc., sufren una transformación;
íntegras no se encuentran ya en ninguna parte.
Resulta, por lo tanto , confirmada la ley que hemos visto en el terreno
fisiológico, digestivo, patológico y terapéutico. Siempre que el veneno
es orgánico, es compuesto , y sufre descomposición al ser absorbido.
Veamos ahora lo que pasa, cuando el veneno es mitad orgánico y mitad
inorgánico ; es decir, cuando el ácido ó el óxido do ciertas sales veneno-
sas son orgánicos.
Las sales que resultan de la combinación de un ácido orgánico con
una base inorgánica alcalina, se alteran siempre que son absorbidas; en-
contrareis las bases en la orina, pero el ácido no le hallareis ni en la
orina, ni en otra parte ; ha sido reemplazado por el carbónico, en el cual
se transforman , á expensas del oxígeno respirado , los ácidos vegetales
muy cargados de carbono. Ejemplos notables de esta descomposición y
transformación son loscitratos, tarta ratos y acetatos.
Las sales de base alcaloidea y de ácido inorgánico experimentan igual-
mente transformación en contacto con los principios de los sólidos y lí-
quidos; se cambian los elementos, como lo hacen fuera de la economía,
siempre que se ponen en esfera de actividad y no hay circunstancias que
se opongan á su acción. Por lo menos, pues, hay cruzamiento de ele-
mentos, ganando unas veces en solubilidad el nuevo compuesto vene-
noso, otras perdiéndola.
Es decir, pues , que respecto de los venenos , en parle orgánicos y en
parte inorgánicos, sucede lo mismo que hemos visto respecto de los ve-
nenos completamente orgánicos; todos sufren alteración, antes de ser ab-
sorbidos ó en el acto de serlo, lo cual da lo mismo para mi objeto,
puesto que no es precisamente el acto de la absorción , el paso físico lo
que los altera, sino la combinación que acto continuo efectúan con los
cuerpos que se ponen en contacto con ellos, ó luego después que se han
introducido en la masa de la sangre.
Yo tendría por una observación pueril y ridicula la que se me hiciese,
si se apoyase, por ejemplo , en que un eitrato, para ser transformado en
carbonato, tiene que llegar á la masa de la sangre y alterarse con el aire
respirado , lo cual prueba que ya pasó al torrente de la circulación , y
pasó íntegro, sobreviniéndolo por lo tanto la descomposición después de
ser absorbido. Rien se comprende que semejante objeción podría ha-
cerse, si yo no me llevase por objeto en esta cuestión la idea de que en
la masa de la sangre , ni en los tejidos , no se detiene ni entra nada que
no se someta á la ley de una descomposición, de una combinación quí-
mica, en el acto ó mas tarde. Réstanos, por lo tanto, ver si también
pasa lo mismo respecto de los venenos minerales ó inorgánicos.
Que los venenos minerales simples y compuestos han de sufrir altera-
ciones de constitución, desde luego que se pongan en contacto con nues-
tros tejidos y humores, ya se (Teja comprender a priori , tanto por el
modo como se conducen fuera de la economía humana, entre sí y con los
productos orgánicos, como por el modo como se rige la organización,
respecto de toda sustancia que se le introduce.
Por mas que ios vitalistas se opongan á ello, y que algún célebre quí-
— 204 —
mico haya dicho lo contrario , aun poniéndose en contradicción consigo
mismo, estamos , con Mialhe y otros , en que el cuerpo humano es como
una pila que descompone todos los cuerpos conocidos; es un laboratorio
químico, donde se verifican composiciones y descomposiciones de toda
especie. Yo sé bien que los autores nos hablan de varias sustancias mi-
nerales , medicinales ó venenosas que han sido encontradas en la masa
de la sangre, en la orina , en la linfa, en la leche, en el sudor y en la
propia sustancia de los óiganos. Mas lo que debemos averiguar es cómo
se han encontrado esas sustancias : ¿se hallaban realmente íntegras, en
esos órganos y líquidos, ó bien ya descompuestas? Porque se haya en-
contrado yodo, arsénico, cobre , mercurio ; porque haya habido reaccio-
nes propias de varios ácidos, óxidos ó sales, ó por mejor decir, de los
radicales de todos esos cuerpos, ¿será lógico decir que se han encontrado
esas sales, esos óxidos, esos ácidos? Cuando las operaciones analíticas,
y por último , el aparato de Marhs , descubren cierta porción de arsénico
ó antimonio en los líquidos ó sólidos de un cadáver, ¿podrá- decirse que
estaba en esos sólidos y líquidos el ácido arsenioso , un arseniato ó ar-
senito , el tártaro emético , el kermes ú otros preparados de aquellos dos
metales? Seguramente que no; ninguno de esos cuerpos se encuentra ín-
tegro; lo que consienten recoger las operaciones analíticas , es el arsénico
ó el antimonio, es un cuerpo simple, que la pila humana no ha descom-
puesto por la misma razón que no le descompone la pila física. Los áci -
dos, óxidos y sales que se encuentran en la superficie de los órganos,
después de muerto el animal ó el sugeto, son los únicos que están ínte-
gros ; en io íntimo de los sólidos y en los líquidos no hay mas que los
factores de aquellos cuerpos, los cuales tal vez han formado nuevos com-
puestos, bajo el influjo de la química viviente.
Los experimentos que ha macticado Orilla para probar la imbibición
de los tejidos, vienen en comprobación de esta verdad (').
Yo no tendré ninguna dificultad en admitir que algunos venenos mi-
nerales compuestos no se prestan tanto como los orgánicos á la acción
descomponente de la economía, por una razón evidente. Los compuestos
inorgánicos están formados por lo común de dos elementos , á veces de
tres y muy raras de cuatro; al paso que los organizados, al menos lo
están de tres ó cuatro , y generalmente de muchos más; y es una ley en
química que cuantos menos factores tenga un cuerpo, mas unidos estén
entre sí, y por lo mismo mas difícil sea, en igualdad de circunstancias,
descomponerle. Sin embargo, no por esto he de conceder que las sustan-
cias inorgánicas compuestas no cedan á la reacción del organismo. Ce-
den, y eu la misma proporción que ceden á los reactivos ordinarios , más
las sales dobles que las sencillas; más las sales que los óxidos y ácidos,
y entre estas más aquellos cuya unión es débil , que aquellos cuya unión
es fuerte, en razón de la mayor ó menor diversidad de sus electricida-
des. Hay más; fijémonos un momento, aunque sea anticipar las ideas, á
las que hemos luego de dar mayor desenvolvimiento, en el modo de
obrar de los venenos, en la acción que ejercen sobre los sólidos y los lí-
quidos. Hay muchos que entran en combinación química con estos, desde
el momento que se ponen en contacto. Entrar en combinación, es des-
componerse para volverse á componer, pero de otro modo, para ser otro
cuerpo , otro ser dotado de otras propiedades. Otros venenos hay que
{’) Obr cit. , p, 38 y siguientes.
- 205 -
inflaman intensamente los tejidos ; y harto es sabido que los tejidos in-
flamados no se prestan á la absorción ; en ellos se suspende esta forma de
la actividad del organismo. De suerte que, si bajo este punto de vista
vamos recorriendo las varias clases de venenos , nos hemos de encontrar
tan solo con dos clases que sean susceptibles de absorción , y aun estas
tendrán que ser reducidas á los solubles, quedándonos al cabo la dificul-
tad mas arriba indicada sobre que hasta esos mismos venenos solubles,
y por lo mismo susceptibles de pasar al torrente de la circulación, no
está claramente probado con los hechos que pasen á dicho torrente en su
estado de integridad.
En virtud de todas estas reflexiones, podríamos sentar también que ]os
venenos minerales compuestos no son absorbidos sino con descomposi-
ción prévia.
Mas no para todo aquí. Hasta ahora hemos discurrido como si no pu-
diéramos hacer con los venenos inorgánicos lo mismo que hemos hecho
con los vegetales y animales. No es solo a priori sino a posteriori, si afirmo
que son también absorbidos sufriendo descomposición.
Ningún cuerpo simple venenoso entra en la masa de la sangre ni en los
tejidos sin alterarse. Ya veremos á su tiempo que, como tales, no tienen
acción, ni son solubles, hasta que se combinan con otros que les dan so-
lubilidad. Los metaloídeos se hacen oxácidos, hidrácidos, ó combinan
con las bases, y además forman combinaciones con los principios protei-
cos de los tejidos ó de la sangre.
En igual estado se hallan los óxidos, ácidos y compuestos en uro.
De entre los básicos , los álcalis sólidos destruyen los tejidos; en diso-
luciones cáusticas hacen otro tanto ; menos concentrados no son absor-
bidos, porque los tejidos tienen la facultad de rechazarlos , y lo hacen
conforme ya lo llevamos dicho en otra parte. Solo los muy diluidos pue-
den absorberse. Mas de poco les sirve, puesto que son cuerpos dotados
de gran fuerza de combinación y se combinan con el primer ácido que
encuentran, principalmente el carbónico.
El amoníaco, gaseoso como es , puede pasar al torrente de la circula-
ción por las vías respiratorias; mas acto continuo, se altera, se combina.
Los demás óxidos, si son las tierras alcalinas, se conducen , aunque
en menor escala, como los álcalis; si son los simplemente básicos, son
insolubles; de consiguiente, solo entrando en combinación con ácidos,
que les den solubilidad , pueden pasar.
Los ácidos concentrados obran también como cáusticos, destruyendo;
menos concentradas sus disoluciones, tampoco son absorbidas; diluidas,
lo son, y acto continuo se combinan con las bases ó los principios plásti-
cos, que hacen las veces de tales.
Los compuestos en uro se conducen de un modo análogo; los alcalinos
son los únicos solubles, y por lo tanto los únicos absorbibles, y se des-
componen acto continuo, oxidándose el metal y acidificándose el metaloí-
deo, ó formando otros compuestos. Los insolubles, ó no hacen nada, ni
pasan á la economía, ó contraen combinaciones que les dan solubilidad;
de todos modos se alteran.
Las sales hacen otro tanto; las insolubles, para ser absorbidas, deben
sufrir alteración en su composición química; así adquieren solubilidad y
son absorbidas; las solubles sufren la ley de Berthollet; se alteran en su
mayor parte , y acaso todas, en cuanto se ponen en contacto con los teji-
dos y los humores, á los cuales alteran á su vez.
- 20G -
Observaciones y experimentos acerca de los cuales no puede ya caber
la menor duda , nos dan á conocer que los cuerpos indicados se condu-
cen en la economía humana, como acabamos de exponer.
£Í yoduro de potasio, el sulfocianuro y el cianuro del mismo metal, el ni-
trato y silicato de potasa , y en general las sales de base alcalina dadas á
pequeñas dósis, tanto al hombre como á los animales, al exterior ó al in-
terior, pasan , según Liebig, á la masa de la sangre sin alterarse, puesto
que se las encuentra en dicho humor, en el sudor, en el quilo , en la bi-
lis y en el bazo, siendo al fin expulsadas por las vías urinarias.
Sin embargo, aunque dicho autor aíirma que no sufren descomposi-
ción, añade luego que, si alguna pueden formar, es poco estable, como
lo prueba su reaparición en la misma, destruyéndole la fuerza vital.
Sin ánimo de rebajar en lo mas mínimo la autoridad de ese célebre
químico, me permitirá que recuerde aquí la ley de las sales en disolución
que se hallen juntas, puesta en evidencia por iJerthollet, y que posterior-
mente lia aplicado llobin , no solo á todas las sales, sino á los ácidos y
bases hidratadas ó disuellas, las cuales pueden considerarse como sales,
en las que el ácido es el agua, en las bases hidratadas , mientras que, en
los ácidos, el agua es la base.
Ahora bien; esa ley afirma el cruzamiento de los ácidos y bases de ias
sales solubles puestas en esfera de actividad; se cambian la base y el áci-
do, lo cual se conoce fácilmente , cuando los ácidos y bases son diferen-
tes y forman algún compuesto insoluble que se precipita.
Compréndese que ese cruzamiento puede efectuarse entre dos saies al-
calinas de ácido diferente, y aun cuando se haya efectuado, como la base
es la misma, parece que no ha habido cruzamiento. Nótese que la única
razón que se alega para afirmar que no se descomponen , es que se ¡as
vuelve á descubrir en la orina.
El yoduro de potasio, por ejemplo, puede descomponerse en ia econo-
mía, cediendo los cloruros alcalinos, que esta contiene, su doro, para
combinarse con el potasio del yoduro que entra , y su potasio unirse ai
yodo. Así resultan otra vez cloruros alcalinos y yoduro de poiasio. Ei
cambio, el trueque se habrá verificado, siguiendo la ley de Bertholdl;
pero no será sensible como las cantidades no nos saquen de ia duda.
Esas sales son agentes notables, y ya verdinos que la acción de ¡os
venenos y medicamentos no se ejerce de ese modo. Además fluidifican, y
esto basta para que se alteren , porque no pueden hacerlo sin entrar en
combinación con la sangre que liquefian más.
Fuera de esos cuerpos salmos, el mismo Liebig nos dice que ias demás
sales se descomponen todas, ó se alteran.
Las de base alcalina no pasan á la masa de la sangre, no solo cuando
son cáusticas ó mas concentradas, sino cuando no son diluidas. Absor-
ben el agua de los tejidos, los secan, los inflaman , y por lo común , io
que producen es un efecto purgante. Véase lo que hace la sal común con
las carnes y pescados: las liquefia á beneficio del agua que les saca, y
conforme se la va absorbiendo, se secan y así se conservan. La salazón es
una industria fundada en esta propiedad de la sal sódica.
La porción de disolución ténue , que pasa á los tejidos y sangre , sufre
la ley de Berthollet, como las antes indicadas.
Las sales de ácido fuerte, como los nitratos, suifatos, cloruros, cuantío
pasan al torrente de la circulación, según Liebig, toman parte en ia he-
matosis, disminuyéndola. ¿Y qué significa eso, sino alterarse?
— 207 —
Si las sales experimentan por su ácido alteraciones, mas las sufren to-
davía por su base ó su metal , cuando no es alcalino. Son las que mas se
combinan con los principios de los tejidos con los cuales se ponen en
contacto, por lo cual son tenidas por Liebig como las mas venenosas, y
verdaderamente venenosas.
Las sales de peróxido de hierro , de plomo , de bismuto , de cobre , de
mercurio, de plata y demás metales, si son insolubles, no son absorbi-
das; si son solubles, ó alterándose con los líquidos del tubo digestivo ó
con los de los tejidos se lo hacen , entonces se combinan con la sustancia
de los tejidos, fibras musculares y membranas, formando con ellas com-
posiciones estables fijas, insolubles , que imposibilitan á la parte así alte-
rada las funciones fisiológicas.
Así como las sales de base alcalina absorben el agua de los tejidos,
apoderándose de ella , las de los metales indicados se conducen al revés:
ceden la de su disolución y pierden su solubilidad, combinándose con los
principios constitutivos de los órganos; de lo cual resulta, que por sí no
pasan al torrente circulatorio, y por lo mismo no se hallan sus vestigios
en la orina, como no haya otros agentes que den solubilidad á esas com-
posiciones, por ejemplo los álcalis ó cloruros alcalinos, los que, for-
mando con aquellas sales dobles, les comunican su solubilidad; así pasan
al torrente de la circulación , y así se hallan en los humores y órganos
que les sirven de emunctorio.
Las reflexiones que anteceden , y los hechos en los que las apoyo, no
quedan invalidadas por lo que dice Lehman, acerca de las sustancias que
pueden ser absorbidas directamente, sin experimentar transformación
química alguna, al influjo de los humores del estómago é intestinos. Como
ejemplos de esas sustancias, cita las sales neutras de base alcalina, cuyo
ácido tenga poca tendencia á unirse con las materias contenidas en el
tubo digestivo, ciertos ácidos orgánicos y minerales, los alcoholes, los
éteres, la mayor parte de los aceites volátiles, un gran número de alca-
loides fijos ó volátiles, y una infinidad de materias colorantes.
Respecto de las sales de base alcalina, ya he dicho lo que seguramente
sucede, haciéndome cargo de una opinión de Liebig, no tan absoluta
como la de Lehman. Ln cuanto á los alcaloides y materias colorantes,
los tengo por principios que se conducen, en especial los primeros, como
en sus reacciones, cual si fuesen simples; y en cuanto á todos los demás,
no disputaré si sufren ó no en el estómago" é intestinos alteraciones antes
de ser absorbidos ; mas no sucede otro tanto , desde el momento en que
pasan al torrente de la circulación ; allí no permanecen puros , los unos
entran en combinación con los ácidos ó bases de la sangre, y los otros
sufren la acción del oxígeno que los transforma en otros productos, sin
perjuicio de que algunos, los volátiles por ejemplo, puedan ser en parte
eliminados por las vías respiratorias cuando están en exceso, porque an-
tes que el oxígeno los altere, ó entre toda la cantidad en combinación,
ya se eliminan.
Resulta, pues, igualmente de todas estas consideraciones, que lo que
hemos sentado , respecto de las sustancias orgánicas , es aplicable á las
inorgánicas; también se alteran todas, al ponerse en contacto con nuestros
sólidos y líquidos, por las combinaciones que, durante ese contacto, se
efectúan. La ley, por lo tanto, que hemos formulado, es general, univer.-
sal, y puede expresarse de este modo:
l.“ Toda sustancia orgánica que es absorbida , es antes, mientras ó poco des -
— 208 —
pues descompuesto , y cuando eso no se efectúa , la organización sucumbe , ó
queda profundamente trastornada.
2 ° Todos los venenos, lo mismo que todos los alimentos , medicamentos, mias-
mas y virus, y todo cuanto es absorbido, experimenta alteración en su constitución
química antes de serlo, mientras lo es, ó poco tiempo después de haberlo sido.
El doctor Ferreira Macedo Pinto, que me honra, citándome con fre-
cuencia en su apreciable libro , Toxicoiogi a judicial y legislativa, ya pat a
aceptar mis ideas, ya para disentir de ellas, cu el art. i.° que dedica
al estudio de la alteración y transformación de los venenos , por medio de
la absorción y trasporte al sistema vascular, no admite completamente la
doctrina que acabo de establecer, y me íiace algunas observaciones, á
las que voy á replicar en pocas palabras (*).
Empieza diciendo , que por haber indicado y probado algunos autores
que ciertas sustancias compuestas, se alteran en su composición , absor-
biéndolas los tejidos, no tiene por una novedad mi ley, y lo único que me
concede , como mió, es la exageración del fenómeno, el carácter general
y absoluto que le doy. Respecto de esto, le diré que impurla poco la
cuestión bajo ese punto de vista; que sea mió el descubrimiento de esa
ley, ó de otros, no es lo interesante; lo que importa es que sea verda-
dera , puesto que ha de ser una base sólida para ciertas deducciones de
interés y trascendencia. Sin embargo, creo que no me podrá graduar de
plagiario, mientras no me cite algún autor, que haya tratado de esa cues-
tión importantísima, como lo hago yo, estudiando uno por uno todos los
fenómenos de la absorción íisiológica , patológica, terapéutica ó farma-
cológica y tóxica , y siguiendo también cada una de las clases y especies
de venenos, simples, binarios, terciarios y de composición complexa,
tanto del reino orgánico, como de! reino mineral. Mientras no baga eso,
tendré derecho á reclamar como mió y original este trabajo, v i a fórmula
de dicha ley.
Voy ahora á hacerme cargo de los puntos en que eí distinguido profe-
sor de Coimbra disiente de mi doctrina.
Acepta como verdadero el hecho de la absorción fisiológica , vías digesti-
vas, pero no las deducciones; dice que de la descomposición sufrida por
la saliva, moco, jugo pancreático, etc., no se sigue la de los venenos, y
que esto es tanto mas exacto, cuanto que algunos farmacólogos distin-
guen el veneno del medicamento, precisamente porque este no es alte-
rable ni asimilable.
Aquí sufre un error ei señor Ferreira ; vo no deduzco de la descom-
posición de los humores excrementicios absorbidos , y de los alimento.'*
que metamorfosean, la de los venenos; consigno el hecho relativo á aque-
llos, para probar que en esa forma, ó esc campo de absorción, mi ley se
cumple; y sin hacer deducción alguna relativa á los venenos, paso á
otra: y después de ver que sucede lo propio en la absorción del tejido
celular ó la piel , en la patológica y terapéutica, examino la cósica , y no
por analogía, sino demostrando con hechos propios de los venenos, sim-
ples y compuestos, orgánicos é inorgánicos, que todos ellos se alteran
introducidos en la economía, de modo que uno los hechos toxicológicos
á los hechos fisiológicos, patológicos y terapéuticos de la absorción, para
demostrar que todos obedecen á la misma lev; esta es la deducción que
hago de todos los hechos observados; no deduzco de la descomposición
C) Obra cit.
pág. 52 y siguientes.
— 209 —
de los unos la de los oíros; deduzco de la de todos, analítica y minucio-
samente estudiados , la existencia de la ley.
Sobre eso de los farmacólogos y su distinción del veneno y del medi-
camento, no tengo nada que decir para demostrar el error en que están;
baste recordar lo que hemos consignado, al hablar de los caractéres dife-
renciales del veneno.
También acepta Ferreira, como cierto, el hecho de la absorción por el
sistema capilar linfático , solo que le limita á ciertas sustancias, y añade
que hay ciertos venenos que aparecen en los órganos , ó en las excrecio-
nes, sin haber sido alterados. El escritor portugués no dice cuáles [son
esos tósigos ; yo los he seguido todos; de todos he probado la alteración;
he afirmado, y lo repito, que ninguno se encuentra , ni en los órganos,
ni en las excreciones , tal como se introdujo ; sus principios , sus elemen-
tos , combinados con otros que encontraron en la economía , son los que
la análisis descubre. Hasta los mismos que, á pesar de ser elementos com-
puestos, obran como si fueran simples en sus combinaciones , sufren al-
teración ; se combinan de otro modo, al entrar en el cuerpo vivo. Ferreira
no destruye los hechos que he examinado uno por uno; ni refuta lo que
digo de la opinión de Liebig sobre ciertas sales de base alcalina. Se con-
tenta con decir que la descomposición no se efectúa en algunos, sin citar
ni un ejemplo; de consiguiente, no prueba nada ; por respetable que sea
su opinión , su mero dicho no es una prueba.
Acerca de los hechos de absorción patológica , dice que no hay analo-
gía , porque en muchos casos van precedidos de resolución , la que no
puede aplicarse á la absorción de los venenos; que la hematología pato-
lógica nos ofrece muchos casos de productos morbosos extraños á la san-
gre, como lo demuestran las observaciones de Delafond, Gibert, Gavarret,
Andral y otros, y que eso no debe admirarnos, puesto que se han encon-
trado parásitos en el corazón y grandes vasos de los animales , y hasta
una vez en el hombre ; y así como estos parásitos han podido vivir sin
ser alterados en la sangre , así puede tener esta cuerpos extraños.
Lo primero que debo contestar ú este argumento, es que yo no aplico
por analogía lo que pasa en la absorción patológica , á la de los venenos:
aquí se reproduce el error del primer argumento. Consigno que en la
absorción patológica se cumple la ley de la descomposición y nada más.
como demuestro luego que se cumple en la de los medicamentos y ve-
nenos , no por deducción , sino por demostración directa , con hechos
propios de los venenos.
En cuanto á que las absorciones patológicas se verifiquen, en la mayor
parte de ios casos, por medio de una resolución, que no hay en la de los
venenos, debo decirle á mi ilustrado adversario, que al fin y al cabo la
resolución no viene á ser mas que una absorción; solo reabsorbiéndose
los humores acumulados ó extravasados alrededor de un foco inflamato-
rio, es como la flogosis ó el tumor se resuelve; y para que eso suceda
sin peligro del entcrmo, es necesario que esos humores no pasen á la
sangre, sino elaborados de suerte que no perturben el estado de ese
líquido; esto es, con prévia descomposición. La sangre extravasada de un
foco apoplético, por ejemplo, se reabsorbe paulatinamente , porque allí
se verifica una elaboración molecular, que le permite volver sus princi-
pios al torrente circulatorio, no corno sangre entera, laque, desde que se
extravasó, murió, y es ya un cuerpo extraño é incompatible con las con-
diciones fisiológicas de la sangre viva.
toxicología.— 14
— 210 -
De consiguiente , en el fondo, el hecho da lo mismo; es una absor-
ción un movimiento molecular que prepara el cuerpo, para que se efec-
túe la endósmosis, ora sea un humor patológico, ora un veneno, siquiera
se llame á lo primero resolución, como voz destinada á expresar un tra-
bajo funcional , que motiva la descomposición del humor acumulado al-
rededor de un 'foco inflamatorio, y acto continuo su absorción.
De todos modos, aunque eso así no fuese, repito que yo no deduzco
déla absorción patológica la délos venenos; demuestro esto directa-
mente; pruebo con hechos propios de los tósigos, que la ley se cumple
en estos, como en los demás cuerpos absorbidos.
En cuanto á que la hematología patológica ofrece casos de productos
morbosos en la sangre, ya lo sé ; lo tengo dicho; pero véase lo que hay
de realidad en ello; lo que dicen esos mismos Andral, Gavarret, Dubois,
Muller y otros , y sobre todo lo que los mismos hechos arrojan, y sobre
no ser, como se pretende; sobre que todos están contestes en que la san-
gre no consiente circular con ella ningún agente de acción química capaz
de perturbarla , llevo dicho que los sugetos que eso presentan, viven en-
fermos gravemente, y mueren pronto ; algunos en pocas horas; y esto es
lo que precisamente digo en mi ley: que cuando pasan esos productos
morbosos á la sangre, sin previa descomposición, el sugeto muere. Pues
eso, lejos de invalidar mi ley, la confirma.
Respecto á los parásitos, en primer lugar, el sugeto ha muerto ó ha
vivido gravemente enfermo; y en segundo lugar, un parásito, siquiera
sea cuerpo extraño, es un agente físico, por cuyo volumen puede ser
mas ó menos contrario á las funciones del órgano donde esté ; pero no es
un agente químico que perturbe directamente el juego molecular de la
sangre y los tejidos. La tenia y las lombrices, en' el tubo digestivo, no
ejercen ninguna acción química, ni sobre ios humores fermentativos del
estómago é intestinos, ni sobre los principios alimenticios. Las perturba-
ciones que provocan no son de orden tóxico. Los mismos trichinos de
que se halla penetrada la carne de ciertos cerdos enfermos, por mas que
parezca y acaso se haya tenido hasta ahora , como una intoxicación sép-
tica, la muerte ó enfermedad que determinan , distan mucho de pertene-
cer á ese órden de fenómenos, como lo veremos á su tiempo.
Si yo digo que un veneno aplicado á la mucosa estomacal ó intestinal
perturba sus funciones, ¿qué relación tendrá con ese hecho, para probar
ó contrariar su acción perturbadora, el que se me diga que en el estómago
é intestinos se han encontrado parásitos, cuerpos extraños en él , y que,
sin embargo, los sugetos han vivido? Pues la misma relación hay entre
lo que digo de la absorción de los venenos, de lo incompatible que es
con la función fisiológica de la sangre todo cuerpo extraño en ella, capaz
de ejercer acción química , provocadora de movimientos moleculares , y
lo que se me viene diciendo respecto de parásitos en el corazón y en los
grandes vasos. También son cuerpos extraños los pólipos y las fibras
que se oponen al curso de la sangre ; también son cuerpos extraños los
tubérculos, etc., etc.
Ese argumento, mas que contra mi ley, va contra otra que no es mia,
que está aceptada por todos los fisiólogos; á saber: que la sangre no ad-
mite en su seno mas que lo que es asimilable ; lo que no lo es, lo expele
pronto, si su presencia no la imposibilita, ora sea por la cantidad, ora
LmiL* ii de m absorbido. Hé aquí cómo formula Bernard este pen-
o o ley : ulodas las sustancias que, por razón de su constitución
- 211 -
química ó física , no pueden entrar en la composición de la sangre , ño
pueden penetrar en nuestra organización , ni deben permanecer en ella,
sin cansar en la misma desórdenes pasajeros ó durables» (*).
Por último, el señor Ferreira vuelve á incurrir en el error, que por dos
veces le he señalado , de que por analogía deduzco de la absorción de las
sustancias medicinales , con prévia descomposición , la de los venenos;
diciendo que si es cierta esa descomposición , respecto de la leche , gela-
tina , tisanas y otros medicamentos alimenticios, no sucede lo mismo res-
pecto de otras sustancias, que son verdaderos medicamentos, y que yo
mismo confieso que son expelidas por las vías urinarias, entrando antes
en la circulación, sin haber sido descompuestas, por lo cual es mi razón,
en esta parte, contraproducente.
Por tercera vez repito, que, al hablar de la descomposición de los medi-
camentos absorbidos , no trato mas que de probar con hechos, que en esa
especie ó campo de absorción , se verifica igualmente la ley anunciada
que en las demás absorciones , y no aplicándolo por analogía á los vene-
nos, puesto que, cuando les llega el turno, demuestro también con he-
chos que, en la absorción tóxica, pasa lo mismo. No hay, pues, aquí
argumento de analogía que combatir.
La descomposición de los verdaderos medicamentos es tan cierta, como
la de los que son sustancias alimenticias. La quina en polvo es verda-
dero medicamento, y no es absorbida íntegra; solo pasan sus principios
activos, á beneficio ae la elaboración que sufren en el estómago. El opio
es un verdadero medicamento, y no pasa íntegro al torrente circulatorio;
pasan sus principios activos , luego de haber contraido combinaciones
solubles con los ácidos del estómago. Lo que digo de esos, puedo de-
cirlo de todas las sustancias vegetales insolubles de suyo, y que serian
inactivas si no fueran descompuestas; si no contrajeran combinaciones.
Lo mismo digo de las minerales ; no hay una siquiera que no sufra alte-
ración. Eso no lo ha contrariado el señor Ferreira; no cita un solo hecho
en contra de los mios; le retamos á que nos cite uno solo; no hace mas
que negar, y eso no es argumento, ni prueba. Su negación no vale mas
que mi afirmación ; válemenos, porque yo la apoyo en pruebas de hecho,
en argumentos prácticos, al paso que el doctor portugués la emite seca
y pelada , auctoritate qua fungor.
No es exacto que yo confiese la absorción , sin descomposición prévia ó
inmediata ; no citará el señor Ferreira el pasaje, donde hago esa confe-
sión, que seria contradictoria; lo que yo digo es que se hallan en la
orina y otros humores, lo mismo que en órganos distantes de aquel en
que se ingiere un medicamento, lo mismo que otra sustancia, no aquel
ni esta enteros ó tales como se dieron, sino sus elementos , ó solosó
combinados de otro modo, que es la verdad; y eso, no solo no es contra-
producente, sino una prueba irrefragable déla ley en cuestión.
En lo restante del artículo no dice nuestro entendido adversario nada
que exija réplica, puesto que, fuera de limitar la ley, lo que ya está refu-
tado , en lo demás está conforme con nosotros.
Resulta , por lo tanto, que cuanto llevo expuesto tiene toda la solidez
de un hecho bien averiguado, y que la ley por mí establecida descansa
sobre fundamentos indestructibles.
(') Obra citada, p,
— 212 ' —
artículo V.
DE LA ACCION DE LOS VENENOS.
« r ni modo da obrar de los venenos puestos en contacto exterior é interior con nuestros
g I. — i»ei m solidos , líquidos y gases.
Aunque en los artículos y párrafos que anteceden ya he dejado com-
prender cómo concibo que obran las sustancias venenosas, aplicadas al
exterior ó al interior del cuerpo humano ; creo que debo hablar de ello,
en este, de un modo mas terminante ; es tan importante , en mi concepto,
este punto de doctrina, que no debe tratarse de él de paso, sino ex-
profeso y directamente.
Todo lo fundamental de la ciencia estriba en la naturaleza de la acción
tóxica. La cuestión que voy á ventilar, ó, por mejor decir, el modo de
resolverla, ó los principios que se establezcan para ello, son los que han
de dar carácter terminante, no solo á la fisiología, sino también á la pa-
tología yá la terapéutica de la intoxicación.
Be dicho mas adelante que la sola definición del veneno , en especial
fundándola en su modo de obrar, decide de la escuela á que pertenece el
autor de un tratado de Toxicología. ¿Con cuánta mas razón no podré de-
cirlo del artículo en que se trate de averiguar si los venenos obran quími-
camente ó de otro modo ?
Esta cuestión es tanto mas importante y trascendental, cuanto que no
es tan solo propia de la toxicología; lo es igualmente de la fisiología, de
la higiene, de ia patología y de la terapéutica; lo cual equivale á decir
que , cuando se trate de saber de qué manera obran los venenos aplica-
dos al exterior ó al interior del cuerpo humano, se agita al propio tiempo
la cuestión de cómo obran todos los agentes que desplegan su acción so-
bre el cuerpo vivo, ya sean meteorológicos , ya alimenticios, ya morbo-
sos , ya medicinales.
De tal manera están unidas estas cuestiones, que, ó el escritor no ha
de ser lógico , no ha de comprender la trabazón íntima, que hay entre el
modo de obrar de todos los agentes capaces de influir en la economía hu-
mana , ó los principios adoptados para explicar la acción de los unos se
han de adoptar también para todos los demás.
Ora se trate de una sustancia alimenticia ó medicinal , ora de un agente
meteorológico ó morboso , ora , en fin , de una sustancia tóxica de esta ó
aquella especie, siempre, en el fondo de esas cuestiones, se siente palpitar
el mismo punto de doctrina: ¿esa acción es de naturaleza química y fí-
sica, ó es de otra naturaleza? En otros términos: ¿obran esos agentes
sobre la parte material de la organización, ó bien sobre los principios de
la vida , por no decir la vida misma, expresada por sus fuerzas , diferen-
tes de las físicas y químicas?
Estas indicaciones bastan y sobran para dar á conocer el interés de la
cuestión que vamos á ventilar; interés que no es ya tan solo del toxicó-
logo , como acabo de decirlo , sino del fisiólogo , del higienista , del pa-
tólogo y del terapéutico.
Hé aquí por qué no puedo estar de acuerdo con la opinión, aunque
muy respetable del doctor Tardieu, quien, al propio tiempo que reco-
noce los servicios que puede reportar y que reporta á la fisiología y á la
terapéutica, el conocimiento del modo de obrar de ios venenos y las in-
vestigaciones ingeniosas y fecundas, que, en estos últimos tiempos, se
- 213 —
han hecho y están haciendo , tanto en Francia como en Alemania, pre
tendeque, en Medicina legal, siquiera no ha de ser extraña á ningún
progreso de la ciencia , se ha de proceder con suma circunspección , y
no se debe perder jamás de vista que sus conclusiones, exclusivamente
prácticas, han de evitar siempre las teorías abstractas, y aplicarse sola-
mente al hecho único á que se refieren, siendo, por otra parte, menos
la acción íntima de los venenos, que las condiciones, en medio de las cua-
les se ejerce, lo que tiene interés en conocer el médico forense (J).
Que en Medicina legal , como en todo , se ha de proceder con suma
circunspección , y que no hemos de tomar por guia , en nuestras conclu-
siones, teorías abstractas, es una verdad de á folio; mas que nuestras
conclusiones hayan de ser exclusivamente prácticas , que no hayamos de
aplicar al hecho la teoría, no es doctrina sostenible, ni creemos que
M. Tardieu, por mas que su deseo ardiente sea blasonar de práctico, se
acomode á ella. Toda conclusión pericial es el juicio científico de los he-
chos observados , y ese juicio no puede formarse sin ciencia, y no hay
ciencia con solo la práctica , con solos los hechos ; es necesario unirles
sus relaciones, el juicio cabal de estos, para determinar su significación,
la cual ha de ser el todo , la esencia de las conclusiones periciales.
En toda conclusión pericial bien hecha hay á la vez práctica y teoría,
hecho y su significación , análisis y síntesis, así hay ciencia , porque la
ciencia se compone esencialmente de todo eso.
El médico forense , al aplicar los conocimientos toxicolégicos á un caso
práctico de envenenamiento , tiene que dar á los hechos la significación
que les dé la ciencia toxicológica , } no ha de poder resolver bien cues-
tión alguna , como no esté en posesión , no solo de los hechos , sino de
las doctrinas que de ellos broten lógicamente. Mientras preceda á la for-
mación de estas el método experimental y el espíritu positivo, no hay que
temer las teorías.
En cuanto á la acción íntima de los venenos , necesita el perito saberla
en igual grado que las condiciones, en medio de las cuales se desplega.
Si no conoce cuál es la acción del veneno , ¿cómo ha de conocer las con-
diciones que exige para que obre, ni qué modificación han de causar en
sus efectos? ¿Cuántos problemas no podríamos poner á M. Tardieu, muy
prácticos por otra parte, si por tales hemos de entender los que todos los
dias nos ponen los tribunales, que , sin conocer el modo de obrar de los
venenos, no es posible resolver? Supóngase, por ejemplo, que se le pre-
gunta si el sublimado corrosivo puede ser introducido en un cadáver y
ser absorbido, como durante la vida. ¿Responderá lo mismo el perito que
si se tratara del ácido arsenioso? ¿No necesita saber el médico forense
lo que la Toxicología enseña, en punto al modo de conducirse los venenos
puestos en contacto con nuestros sólidos y líquidos? ¿Resolverá del pro-
pio modo la cuestión indicada el vitalista , el que da á los venenos acción
sobre las fuerzas de la vida , que el que se la da sobre los principios in-
mediatos de un cuerpo organizado? ¿Responderá lo mismo si el cuerpo
es de los que forman combinaciones plásticas insolubles, necesitando
que los cloruros alcalinos de la economía las den solubilidad para pasar
al torrente de la circulación , que si es de los que no forman tales com-
puestos?
Empeñado el doctor Tardieu en hacer materia de la Medicina legal el
(‘) Anales de Ilijiene pública , etc,, t. XXII, 2,*série, p. 393,
— 814 —
éstudio de los venenos, no solo niega la existencia á la Toxicología, sino
aue auiere reducir el estudio del envenenamiento á una especie de prác-
tica empírica , tan funesta á la administración de justicia , como á la hu-
manidad doliente el empirismo terapéutico.
No vacilo en afirmar que lo que dice M. Tardieu del modo de obrar de
los venenos , en su Estudio médico-legal del envenenamiento , es muy insufi-
ciente, muy vago; no está á la altura de lo que hoy dia reúne la ciencia,
bajo ese punto de vista importantísimo. Con las superficiales reflexiones
que hace , el perito seria incapaz de resolver la mayor parte de cuestio-
nes prácticas relativas al envenenamiento.
Por lo mismo, pues, que el médico perito necesita, como lo he pro-
bado en la Introducción, conocer la Toxicología, para resolver cabalmente
los problemas toxicológicos que se le presenten en la práctica , y que
considero que no hay ciencia sin abrazar, además de los hechos , las teo-
rías, siendo estas la expresión genuina de la verdadera significación de
los hechos; no piiedo prescindir de agitar en la fisiología de la intoxica-
ción la importante y trascendental cuestión del modo de obrar de los ve-
nenos, de su acción íntima, antes que ocuparme en las condiciones ó
circunstancias capaces de modificar su acción, ó mejor diré : sus efectos.
Creo que importa mucho averiguar si esa acción es química, molecular,
primitiva y origen radical de todo lo que pasa en el cuerpo vivo , luego
que se ha ingerido en él un veneno , ó si obra , como tantos creen , sobre
lo que se llama principio vital, fuerzas vitales; siendo las combinaciones
químicas que contraiga secundarias, y hasta indiferentes á los efectos
fisiológicos producidos por el veneno.
La convicción en que estoy de lo vasto y grave que es el interés de esta
cuestión, me llevaría á tratarla extensamente, como se merece; tanto
más cuanto que son muchos todavía los médicos que no están dispuestos á
admitir la doctrina que sostengo. La reacción general, que ciertos inte-
reses sociales impulsan por otras vías, se deja sentir en el campo de las
ciencias médicas, y hay hombres que se afanan por contrariar todo lo
que tienda á dar á la física y á la química la influencia que indisputables
progresos y experimentos evidentísimos les han adjudicado sobre los fe-
nómenos de la vida, solo porque á ellos les parece que reconocer esa in-
fluencia es afiliarse á la filosofía materialista.
Sin embargo, he de saber resistir á mi tentación : primero, porque eso
daría á mi libro una extensión que no puede ó no debe tener; y segundo,
porque semejante tarea está ya emprendida por mí en el Examen critico de
la Homeopatía. Allí he ventilado extensamente esta cuestión , y á las pági-
nas de esa obra remitiré, para mas pormenores, al lector que no quede
satisfecho con lo que aquí diga.
Voy á dar á este párrafo varias secciones , para tratar con mas órden
de los puntos que me propongo agitar en él. Diré primero cuatro pala-
bras sobre las escuelas vitalista y químico-fisiológica , y luego me ocu-
paré en la naturaleza de la acción que desplegan los venenos sobre la or-
ganización humana, y los resultados de esta acción.
A. La escuela vitalista es incompatible con la toxicología positiva.
Toda cuestión que verse sobre el modo de obrar de los agentes exte-
riores en el cuerpo humano, lleva forzosamente al que la agita á exponer
de qué modo concibe la vida; y apenas suena esta palabra , ya está el
- 215 -
campo fisiológico dividido en dos bandos, que mas de veinte siglos nó
han podido refundir en una sola bandera. La dualidad del hombre ó de
los cuerpos vivos , materia y fuerzas , cuerpo y espíritu , se levanta bifur-
cada, y acto continuo se ven agrupados, en una rama á los unos, y en
otra á los otros. Lo que sucede en el terreno filosófico acontece en el
fisiológico. En aquel se llaman espiritualistas los unos, y los otros mate-
rialistas. En este llevan los unos el nombre de vitalistas , y el de organicis-
tas los otros.
Los estudios que hemos hecho en ambos terrenos nos han dado la pro-
funda persuasión de que en esas calificaciones hay mucho de arbitrario
ó inexacto, mezclándose, entre otras cosas, mas á menudo en ello el
cálculo y el interés que engendra la aplicación de una concepción filosó-
tica á la política, que el verdadero amor de la verdad.
Si los hombres y las clases que aspiran á dominar la sociedad no ha-
llasen en las contiendas filosóficas nada que se relacionase con sus afa-
nes , bien seguro es que ya pertenecerían á la historia ciertas disidencias,
y la verdad marcharía desembarazada de los sofismas que eternizan las
disputas y los errores.
Mas, sean cuales fueren las causas diversas, que han engendrado, en el
terreno fisiológico, los dos bandos mas antagonistas, ello es lo cierto que
existen hoy dia , como han existido en todos tiempos. Tomándolos en su
expresión mas terminante y característica, siempre que se trata de estu-
diar los fenómenos de la vida , se los ve seguir un rumbo diametralraente
opuesto ó antitético.
Los unos hacen depender dichos fenómenos mediata é inmediatamente de
un principio particular, llamado por ellos fuerza vital, á la que consideran
como antagonista de las fuerzas que rigen la materia no organizada , dán-
dole los atributos de formatriz, conservadora y medicatriz, de los cuales
resultan los tres caractéres de la materia viva : plasticidad , excitabilidad
é irritabilidad.
Los otros no admiten ese principio ó fuerza vital ; no creen en la exis-
tencia de esa fuerza diferente en esencia y antagonista de las fuerzas y agen-
tes físicos y químicos, ó de los agentes que hacen las veces de tales; con-
sideran la materia de los cuerpos vivos igual en esencia á la de los muer-
tos é inorgánicos, y regida en sus combinaciones por las mismas leyes,
atribuyendo los diferentes fenómenos, á que da lugar en los cuerpos vivos,
á modificaciones en su acción , debidas á circunstancias , unas ya cono-
cidas , y otras todavía inexplicables.
La primera de estas dos teorías es la de los que se dan el nombre de
vitalistas-, la segunda está sostenida por los fisiólogos, á quienes llaman
aquellos gratuitamente materialistas.
Si la fuerza vital no se toma como una emanación , como una manifes-
tación exterior del alma, y si los que explican los fenómenos de la vida
por la acción de fuerzas y agentes físicos y químicos, los tienen por cau-
sas segundas de la actividad humana, de las que se sirve la causa pri-
mera , llamada espirita, para realizar los fenómenos biológicos ; desde
luego desaparece la diferencia radical entre ambas escuelas , y ni los unos
son espiritualistas, ni materialistas los otros.
Quien diga que la causa primera del macrocosmo ó del gran mundo es
Dios , y las segundas, de que se sirve para regirle, son las tuerzas y agen-
tes físicos y químicos; quien diga que la causa primera del microcosmo,
pequeño mundo ó actividad humana, es el alma, después de Dios, y las
- 216 -
segundas dichos agentes y fuerzas , de los que se vale aquella para pro-
ducir todos los fenómenos fisiológicos; no puede llamarse con funda-
mento materialista ; este dictado debe reservarse para aquel que no reco
noce ni en la naturaleza , ni en el hombre , ninguna causa espiritual , que
lodo lo atribuye á la actividad de la materia.
Que el alma se sirva de fuerzas vitales, ó de fuerzas físicas y quími-
cas y agentes que hagan las veces de tales , para producir los fenóme-
nos fisiológicos , siempre es el alma la causa principal de esos fenómenos;
de consiguiente , una y otra teoría parte de una base espiritual ; ora sean
vitales, ora físicas y químicas las fuerzas, suponiendo que haya entre
ellas radicales diferencias; siempre son fuerzas , causas inmateriales; por
lo tanto , todavía sigue la homogeneidad de teoría , no hay materialismo
para los unos ni para los otros.
Dejando para los teólogos el alma ó causa primera, y ocupándose,
afuer de fisiólogos, en las causas secundarias y en la materia necesaria
para la manifestación de toda fuerza , siquiera sea de diverso modo, ya
regida por leyes diferentes, ya por leyes iguales; en el fondo tampoco
hay razón para llamarse espiritualistas los unos, ni llamar á los otros
materialistas.
De estas reflexiones se siguen otras no menos importantes en este
asunto. Ora sea por ofuscación , ora por falta de pruebas y razones mas
abonadas , los vitalistas acaban por acusar la doctrina opuesta de contra-
ria al dogma, en lo cual andan mas injustos que nunca, por cuanto el
dogma quiere que se reconozca como causa primera del mundo Dios, y
del hombre el alma, sin designar la naturaleza de las causas secunda-
rias ó instrumentos de que se vale cada una de esas causas, para produ-
cir los fenómenos que les son propios; esto lo deja á cuenta y riesgo de
los fisiólogos; lo abandona disputationibus eorum.
Esto sentado, nada tienen que ver las creencias religiosas de cada cual
con la opinión que se profese en fisiología , ora se sea vitalista , ora no;
siempre está libre la conciencia de hacer el menor sacrificio á la doc-
trina abrazada. Tan creyente se puede ser con una doctrina , como con
otra ; y puesto que el fisiólogo no debe tratar mas que de las causas na-
turales, con mas razón podemos establecer esa independencia.
No me extiendo mas sobre este punto , porque á propósito lo he hecho,
tanto en mi Exámen crítico de la Homeopatía , como en mis Lecciones sóbre-
la razón humana, dadas en el Ateneo de Madrid.
Y si he entrado en estas consideraciones, es porque conozco el terreno
que piso ; me consta por experiencia personal , que algunos vitalistas no
descuidan de sostener su escuela, alarmando la conciencia de muchos con
la calificación que dan á la doctrina de sus adversarios , suponiéndola
materialista , y como tal, antidogmática ó herética. Para allanar, por lo
mismo , el campo de la discusión , y desembarazarle de esas malezas,
acabo de hacer las reflexiones que preceden.
Si , de la análisis relativa al fondo radica] de ambas escuelas, pasamos
al exámen de cada una en particular, fácil nos ha de ser observar de
qué parte está la razón, la prueba experimental, y sobre todo la utilidad
en la práctica.
La historia del vitalismo es singular y muy luminosa á los ojos del que
no se preocupa. La hemos seguido paso á paso , desde los tiempos mas
remotos hasta nuestros dias, en que vuelve á estar de moda entre ciertas
gentes, y cuando hemos analizado sus resultados prácticos , nos ha pare-
- 217 -
cido de todo punto estéril, como todo lo que es puramente especulativo.
No se le debe ningún progreso como concepción fisiológica ( 1 ). Ha volado
de hipótesis en hipótesis, á cual mas arbitraria, buscando en cada siglo
un nombre para el misterioso duende, que ha erigido en ídolo de la secta,
ídolo al que, una vez formado, se ha supuesto los atributos de un sér
real, dotado de todo lo que puede inventar la fantasía mas poética, sin
que por eso haya podido salir nunca de la inútil categoría de la cualidad
oculta de los peripatéticos, ni pueda llegar á ser jamás otra cosa que un
flalus voris, como diria Iloselino.
Otra singularidad ofrece esa historia no menos digna de atención. For-
get la ha señalado perfectamente , diciendo que «el vitalismo es la es-
cuela de la pereza vanidosa, el inmovilismo elevado á la altura de un sis-
tema ; trapeándose en su majestad, se congratula de dos mil añosde cris-
talización , y se vanagloria de no ser hoy más que un puro y fiel eco de
la gran voz de Hipócrates.»
Prescindiré del concepto que le merece á Forget el vitalismo , para
fijarme en sus pretensiones de hipocrático. Si es cierto que casi no hay
forjador de sistemas médicos que no se llame albacea del anciano de Goos,
lo es mucho mas que un vitalista se creería no serlo, como no se tuviera
por intérprete del hijo de Ilecraclido y Praxila. Olim Coos , nunc Monspel-
liensis Hipócrates , es el jactancioso lema de la vieja escuela vitalista de
Montpellier. Los Barthez, los Lordat, los Kecamier, los Cayol, los Au-
ber, hasta los Hahnemann se llaman herederos de ese hombre histórico,
tenido, no solo por Padre de la Medicina, sino por oráculo infalible.
A fuerza de hiperbolizar la importancia científica de Hipócrates, los
mas de sus indiscretos encomiadores le ridiculizan, puesto que le hacen
representar todos los papeles , y le transforman en un maniquí, al que
cada uno viste á su antojo. De los libros de ese autor griego puede de-
cirse lo que un poeta inglés de la Biblia :
Libro es, en donde cada cnal inquiere
Un dogma, y baila el dogma que prefiere (2).
ó bien como Trousseau: Cada uno lee en ese libro lo que tiene en su
pensamiento.
Nada prueba tanto esta verdad como el mismo no escaso número de
sectas vitalistas.
Desde Hipócrates , cuyas obras rebosan de materialismo jonio, hasta el
vitalismo psíquico de Recamier, de Cayol, y la Revista médica de París,
son tantas las escuelas vitalistas , que ya fatigan la memoria y abruman
el espíritu mas potente.
Hay vitalismos materiales, solidistas, humoristas , y gaseosos ó incoercibles;
vitalismos dinámicos y metafísicos , y vitalismos psíquicos ó espirituales.
Tras el vitalismo humoral de Hipócrates y demás griegos, si tal puede
llamarse, en boga varias veces, y tal vez hoy dia, hay como sectas de
mas bulto, por ío menos el vitalismo orgánico de los Giisson , los Gorter,
los Haller, los Brown , los Bordeu, los Bichat, los Cabanis, los Pinel,
(•) Tongo algunos apuntes para escribir esta historia , y si me sobra vida , salud y ha-»
mor, la daré a iuz: cuando la publique, demostraré la verdad de este aserto , que hoy d¡8
será para muchos paradójico.
(-) Tiiis is tbe book wliere each his , dogma seeks,
Jt And Ibis tilo boock wliere eacli his dogma ünds (a).
(a) Citado por Luis Peisse. De la Medecine et des medecins.
— 218 —
los Chaussier, los Broussais y demás proclamadores de las propiedades
vitales que son todavía el credo de los profesores de París y de cuantos la
han seguido sin exámen. Hay el vitalismo metafísico de Montpellier ima-
ííinado^por Barthez , inventor del principio vital, como forma abstracta
de una entidad absurda, hipotéticamente admitida como síntesis del Có-
digo fisiológico, por el cual se rigen los fenómenos propios de los cuer-
pos organizados, 'con excepción de los intelectuales y morales, que tie-
nen fuero particular, ó reconocen otro principio. Tíay, por último, el vita-
lismo psíquico de Recamier, de Cayol , de Sales Girón y de los redactores
de la Revista médica de París, para los cuales la fuerza vital es otra de las
atribuciones del alma pensadora.
Y no para todo aquí. Si todos esos vitalistas de diverso traje marchan
de acuerdo contra los que no lo son de ningún modo, se destrozan entre
sí, con tanta menos piedad, cnanto mas estrechos son los vínculos que
los unen. Los metafísicos y psíquicos apellidan seudo-vitalistas , materialis-
tas disfrazados á los organicistas , y no los consideran bien pertrechados
contra los yalromatemáticos y quemiátricos , como designan con cierto des-
den á los fisiólogos químicos. No es mayor la paz que reina entre estas
dos sectas mas espiritualistas; puesto que á los cantos de victoria ento-
nados por el flamante vitalismo hipocrático de París, se levanta sañudo
y refunfuñador el viejo y celoso hipocratismo de Montpellier, recla-
mando sus fueros y privilegios de prioridad y pertenencia. Véanse las
divertidas polémicas entre Cayol y Lordat, y se tendrá una prueba clara
de lo que acabo de decir.
¿Y qué son al fin y al cabo los vitalistas de Montpellier, á lo Barthez,
con sus dos principios vitales , uno para la vida orgánica y otro para la
psíquica, sino un fósil desenterrado de los jardines de Academo, donde
le dejó Aristóteles dividido en alma nutritiva , sensitiva y racionall ¿Qué
son los vitalistas de la Revista sino escudetes de estalianismo injertos en el
árbol hipocrático del siglo xix?
V lo mas gracioso de ese barullo es , que todos se amparan bajo el pa-
tronato exclusivo del Pontífice de Coos; todos gravan en su escudo las
atormentadas doctrinas de este buen anciano, que ni soñó en ello , como
si sintieran que sin este timbre , sin este simulado visto bueno , sin esa
estampilla coaca , habian de pasar por contrabando sus ideas, por apó-
crifas sus doctrinas. ¡ Pobre Tlipócrates! Si él los oyera, si viera esa turba
de vitalistas, soi- disan t hipocráticos, hormiguear y darse importancia entre
las columnas del templo de Epidauro , los habiaVle arrojar de él á latiga-
zos, como á los mercaderes que traficaban con la prostitución entre las
del templo de Jerusalen , Jesucristo (').
Bastan estas sencillas consideraciones generales sobre el vitalismo para
desencantar, al menos á los que se pagan de afirmaciones dogmáticas,
tan huecas como sonoras, de los que creen vinculado el progreso y el
acierto en un hombre, que vivió hace mas de veinte y tres siglos, y cuyos
escritos adulteran con comentarios antojadizos é interpretaciones falsas.
Si los vitalistas están en desacuerdo sobre el principio vital, del que
cada uno se forma la idea que le acomoda, y cuya naturaleza es para to- (*)
(*) Véase tai Discurso inaugural leído en la Academia de Medicina de Madrid, en 1859,
so re Hipócrates y las Escuelas hipocráticas , y mi libro titulado Filosofía me'dica española,
onde, además de dicho discurso, y los nueve que pronuncié en la discusión famosa que
aquel provocó, contestando á mis adversarios, hay una reseña histórica de lo que pre-
cedió, acompañó y siguió á su discusión, por muchos títulos célebre.
- 210 -
dos un juego de acertijo , no están mas en armonía , ni sobre lo que es la
vida, ni sus leyes, ni el cómo se gobierna ese principio para responder
al estímulo ó acción de los agentes exteriores.
No hay dos vitalistas que definan la vida del propio modo, y uno si-
quiera que la defina bien. En nuestro Exámen critico de In Homeopatía he-
mos hecho mención de bastante número de definiciones de la vida, y no
hemos hallado ninguna cabal.
Las mismas leyes de la vida, objeto de pura observación é indepen-
diente de toda teoría, porque deben ser hechos constantes, ni están si-
quiera determinadas en esas escuelas de tantas pretensiones. Cada pre-
tendida ley está plagada de excepciones y anomalías que se explican por
hipótesis tan ridiculas y gratuitas como las mismas leyes, á todo lo cual
da lugar el que se tome por legislador ú origen de esas leyes una entidad
ficticia incapaz de aclarar nada.
Relativamente ála manera como se conducen los agentes exteriores, de
cualquier modo que se apliquen al cuerpo vivo, y cómo reacciona este
sobre aquellos, todo se reduce: 1." á suponer un hecho falso, el an-
tagonismo de la fuerza vital con las fuerzas y agentes físicos y químicos;
y 2.° á cuatro palabras enfáticas tan huecas como resonantes, á frases
sacramentales que hacen, en la medicina vifalista, lo que las voces misterio
V milagro en religión. Obran dinámicamente , es una arción vital. Y quis po~
test copare, cnpiat , como la clasificación de los eunucos.
Pedidle al vitalismo moderno, sobre todo, que os explique el por. qué
ó el cómo y la razón de cualquier fenómeno vital , no solo psíquico sino
orgánico, y como fiel á su escuela , huya de las teorías físicas y quími-
cas, estad seguros que, si antes os hallabais en las tinieblas, luego os
encontrareis en el cáos. Por altas que sean las pretensiones de esa escue-
la , por mas que asegure gratuitamente A.uber, uno de sus prohombres,
que el vitalismo lo explica todo, no titubeamos en afirmar que no explica
nada, y el que quiera desmentirme que lo pruebe prácticamente ; que me
explique cualquier fenómeno orgánico ó bien psíquico , puesto que esta
clase de fenómenos parece ser del dominio de esa escuela , ó que se tiene
por la única capaz de dar de ellos una explicación cabal y satisfactoria.
Y cuenta que, al expresarme así , no pido que se me haga penetrar en
ese terreno , para el cual no tiene el entendimiento humano , ni vista na-
tural, ni telescopio; no quiero entrar en el limbo de las esencias, en el
por qué de ciertos hechos, ni en la última razón de todos; no pretendo que
se me diga , por ejemplo, por qué la luz, obrando sobre la retina , hace
ver, da lugar á que se forme una percepción ó mas en el cerebro hu-
mano ; estos á una reflexión ó pensamiento, y unos y otros á la excita-
ción de un sentimiento ó un instinto. Tampoco aspiro áque me expliquen
por qué el aire , introduciéndose en la masa de la sangre, sostiene la
vida , ni por qué los alimentos nutren, ni por qué el sublimado corrosivo
y el ácido arsenioso matan ; refiriéndose la explicación á la última razón
de estos hechos fisiológicos. Alta petis, podrá decírsele á cualquiera que
tenga la desgracia de quererse meter en tanta hondura.
¿Quién sabe, quién sabrá jamás , por qué y cómo la luz hace ver y no
oir, el aire oir y no ver, etc.? ¿Quién sabe, ni sabrá jamás, por mié el oxí-
geno sostiene la vida y no el aire ni el hidrógeno respirados? ¿Quién sabe
ni sabrá jamás, por qué el alimento repara las fuerzas, y el veneno mata?
Yo desafío á todos los vitalistas juntos, de todos los colores, á que me
den la menor luz sobre esos problemas. Todo lo que me digan será , en
— 220 —
primer lugar, hacer uso de teorías físicas y químicas; y en segundo, eso
solo podrá explicar el hecho accesible á los medios experimentales; pero
.y ja última razón? ¿Qué me importa que me expliquen la acción de la
luz sobre la retina por medio de la disposición óptica de las membranas,
humores y anatomía de la retina? Yo volveré, ¿pero y por qué la luz hace
ver? ¿Qué me importa que se me diga que el aire por su oxígeno se com-
bina con la sangre y le da propiedades diferentes de la venosa , le hace
mas capaz de nutrir, etc.? Yo insistiré, ¿y por qué haciendo todo eso sos-
tiene la vida? ¿Qué me importa, en fin, que se me diga que el alimento
repara los elementos de la sangre , y el veneno arsénica! ó mercúrico,
combinándose con la albúmina y la fibrina la inutilizan? Yo volveré á mi
lema , ¿por qué haciendo eso aquellos sostienen la vida, y estos la destru-
yen? Y si en vez de contestarme de esa suerte, por parecerles grosero ma-
terialismo, dicen que obran sobre la vida dinámicamente, me harán el
obsequio de explicarme la explicación, de qué modo y qué es eso?
Aunque orgullosos vitalistas pretendan explicarlo todo, es en vano. Si
algo explican, lo deben á la física y á la química; cuando estas los aban-
donan ¿qué hacen? Soltar un flatus vocis , disfrazar el orgullo y soberbia
humana con una frase sacramental, sustituyendo á menudo una iinágen
á una idea; apelar á una suposición gratuita y acaso absurda, antes que
confesar humildemente esto no se sabe.
üay ciertos hechos en la economía humana, lo mismo que fuera de
ella, cuya inmediata causa no conocemos, y cuyo modo de efectuarse no
podemos penetrar. No es necesario para ello que haya vida. En el reino
inorgánico pasa lo mismo. ¿De qué otro modo se explican la caída de los
graves , la unión de los átomos homogéneos y la combinación de los he-
terogéneos, que por lo que se llama fuerza de gravedad, de cohesión y
y de afinidad ó electricidades opuestas? Pues bien , ¿quién sabe en qué
consisten esas fuerzas, quién comprende como eso se hace, quién alcanza
la última razón de todo eso? ¿La unión de los átomos en forma amorfa y
la en forma cristalina ha podido todavía conocerse á fondo? ¿No se ve
ahí la cohesión modificada en el modo de reunir los átomos del cuerpo?
¿Y quién sueña en inventar para la unión cristalina una fuerza de natu-
raleza diferente en esencia, de la que determina la unión amorfa?
¿Y en qué reglas de lógica se fundan, al afirmar, como consecuencia de
no poder explicar un hecho , de no poderle comprender , que la causa á
que se debe ese hecho es de otra naturaleza que los explicados y com-
prendidos? No conozco nada mas contrario á la lógica.
Si tratáis de explicar por las leyes, fuerzas y agentes físicos y químicos
los hechos vitales, los vitalistas os pedirán con impertinencia que les ha-
gáis comprender lo que no tiene explicación plausible en ninguna teoría,
inclusa la suya , y en la suya menos que en las demás; y si les contestáis
que eso no tiene explicación hoydia, deducen (¡ved qué lógica!) luego la
causa de esos fenómenos es vital. Seguid ese modo de razonar y decid-
les, explicadlo , pues , vosotros. Ellos no lo explicarán , porque no expli-
can nada, todo es incomprensible en sus teorías metafísicas; luego po-
dréis decirles , la causa no es vital ; puesto que habéis negado la física y
química, solo porque con ellas no era el hecho explicable.
No es mi ánimo, como ya llevo dicho, analizar y refutar aquí el vita-
lismo, en todas y cada una de las bases; y si he entrado en las conside-
raciones que anteceden , no he tenido mas objeto que destruir prevencio-
nes contrarias á mi modo de ver , respecto de la acción de todo cuerpo
— m -
exterior, que viene á ponerse en contacto con el cuerpo humano vivo.
Basta para mi intento la idea general que he dado de esa escuela inútil
para la ciencia y sus progresos, tanto mas, cuanto que pasando á darla
de la otra que es la mia, seguiré tratando del mismo asunto bajo otro
aspecto.
B. Utilidad y necesidad de la química aplicada á la fisiología loxicológica.
Hay ya algunas obras con tendencia á aplicar á la fisiología y pato-
logía las leyes tísicas y químicas. Los Liebig, los Berzelius, los Dumas,
los Boussingault, los Líobin, los Keveill, los Bernard, los Mialhe, los Leh-
man, los Moleschot, y otros muchos han escrito importantísimos trabajos,
demostrando de una manera experimental que no solo no existe en la eco-
nomía de los cuerpos organizados fuerza alguna antagonista de las físicas
y químicas, sino que la acción de estas es evidente en ella, y que todas
las funciones de nutrición se verifican bajo su influencia y según las mis-
mas leyes. Y como quiera que de las funciones de nutrición resulta el es-
tado fisiológico y patológico de los órganos y del cuerpo entero, lógico , y
muy lógico es, que, siquiera no podamos comprender ni explicar todavía
otra clase de fenómenos, dependan estos de aquella acción, tanto mas,
cuanto que hay muchos hechos experimentales que lo dejan fuera de duda.
Cuantos mas progresos van haciendo la física y la química, y sobre
todo , la química orgánica , tanto mas claro se va viendo que la materia
organizada se conduce como la inorgánica en sus reacciones, y cada dia
se arroja mas luz en el campo fisiológico, patológico y terapéutico, exa-
minándole bajo este punto de vista.
La respiración , la digestión , la nutrición , las secreciones , etc. , han
llegado á tal estado de claridad por medio de las teorías químicas , tanto
respecto de las plantas como respecto de los animales, que casi nada de-
jan que desear. Muchas enfermedades é intoxicaciones se conciben y ex-
plican perfectamente por ellas. Por último, la acción de muchos medica-
mentos y venenos es ya tan conocida y evidente, que dudar de ello es
acreditarse de testarudo ó de ignorante.
Semejante estudio de la vida va dando cuenta de muchos fenómenos,
llamados, por la hueca fraseología del vitalismo, anomalías, simpatías, idio-
sincrasias, diátesis, caprichos de la naturaleza,, excepciones de sus leyes , etc., etc.
Un fisiólogo vitalista os dirá, por ejemplo, que la digestión es un con-
junto de fenómenos debidos á la fuerza vital, y cree haberlo dicho
todo; al paso que el fisiólogo químico irá siguiendo cada transformación
de las sustancias alimenticias, expondrá y demostrará en qué consiste
esta transformación, á qué principio químico se debe, dónde se verifica y
cómo, y hasta la imitará fuera de los órganos digestivos, tomando los mis-
mos elementos.
Un patólogo vilalisla os hablará, por ejemplo, del diabetes como de un
trastorno de la fuerza vital cuya causa ignora , al paso que un patólogo
químico os manifestará las condiciones materiales de la economía que
dan lugar á esa enfermedad, y la manera de curarla.
Un vitalistaos hablará de la intoxicación mercurial, como de un efecto
dinámico, por una acción especifica del mercurio sobre la vida, y será tan
estéril en la designación del mal, como en el modo de remediarle. Un
químico os explicará por qué tan poca cantidad trastorna la salud y
acaba con la vida; por qué unos venenos mercuriales son activos, y otros
!
ño- por qué en derlas partes de la economía es mas rápida su acción que
en otras, y cómo se puede neutralizar su acción mejor con unos que con
otros contravenenos. . .
Por último, un vitalista no os sabra decir por que los preparados de
hierro reconstruyen la sangre; por qué son unos mas rápidos en su acción
que otros, etc., etc.; al paso que un químico, solo atendiendo á las leyes
de la absorción y disolución, os dirá con la claridad de la iuz solar, tanto
el por qué de la acción del hierro sobre la sangre, como el por qué de la
mayor rapidez de obrar de esta ó aquella preparación , pudiendo deter-
minar a prion cuál de ellas ha de ejercer esta acción con mas segundad
y prontitud.
¡Si yo tuviera tiempo y espacio, podría proseguir uno por uno todos
los fenómenos íisiológicos, patológicos y terapéuucos del cuerpo humano
ó de todos los cuerpos, vivos , y poner en parangón las explicaciones del
vitalismo y las de la escuela que niega la existencia de la tuerza vital
como antagonista de las físicas y químicas, y no titubeo en afirmar que
el primero nos dejaría siempre sumergidos en las tinieblas; al paso que
la segunda nos había de dar una razón clara y plausible de un sinnú-
mero de fenómenos, y siquiera quedasen algunos por explicar, en vano
se acudiría al vitalismo para que nos cegara este vacío.
En el discurso de este libro iremos viendo comprobada la exactitud de
esos asertos.
C. Refutación de las objeciones que se hacen á la aplicación de la química
á la fisiología.
Los vi alistas creen decir una gran cosa y aplastar á sus adversarios,
objetándoles:
1. ° Que ya se han hecho en otros tiempos aplicaciones de la física y la
química á la fisiología, y se abandonaron luego por lo inútiles;
2. " Que la física y la química no explican los fenómenos psicológicos;
ÍL° Que no dan la última razón de los mismos orgánicos ;
4. ° Que ios pulmones no son un fogón;
5. ° Que el estómago no es una retorta;
b.‘ Que la física y la química no hacen sangre, ni quilo, ni ningún
otro humor, ni los principios inmediatos animales, ni celdillas , ni libras,
ni membranas, etc., etc.
1* Que hay antagonismo entre las leyes físicas y químicas, y las vi~
tales.
8.° Que siendo impotente la química y la física para lodo eso, no puede
servir de base para una doctrina, puesto que toda doctrina debe partir de
un hecho general, que contenga y encierre todos los hechos particulares.
A esos cargos se reducen en el fondo, y hasta en la forma, todas las
objeciones de la escuela vitalista , cuando quiere detener los progresos
que las ciencias tísicas y químicas prometen á la fisiología.
Mas, fácil es contestar a todos estos cargos, aunque no lo hagamos con
toda la extensión que acaso merecerían.
l.° Que ya se ha hecho aplicación de la jisica y la química á la biología. — Res-
pecto de esta primera objeción responderé , que si es cierto que se han he-
cho aplicaciones de la física y de la química á la fisiología, también lo es
que, en primer lugar, esa innovación hizo dar grandes pasos á la ciencia
(te la vida , y muchas verdades quedaron consignadas que nadie ha po-
- 223 -
dído destruir , y han obligado á los mismos vitalistas á explicar muchos
fenómenos , con el auxilio de dichas ciencias. En segundo lugar , si las
aplicaciones, sobre todo de la química, no dieron todo el resultado de-
bido , fué porque los químicos se precipitaron , queriendo aplicar á otra
ciencia la suya , antes de haberla completado ó perfeccionado. En esos
tiempos á que se alude , no solo no estaba creada la química orgánica y
viviente, sino que la misma inorgánica era la alquimia. De esta a la quí-
mica de nuestros dias hay una distancia enorme.
Hoy día ios íisiólogos no pueden explicar nada relativo á los principios
inmediatos y su juego en los cuerpos vivos, sin hacer intervenir dichas
ciencias en la realización de los teñó menos vitales. Nosotros pensamos
como Mialhe, cuando dice que «la química es la sola capaz de levantar
el velo de los misterios que cubren las grandes funciones orgánicas;» y
hallamos muy en su lugar estas palabras de Eiebig: «Con el auxilio de la
química orgánica, el fisiólogo se encontrará en ei caso de poder escudri-
ñar las causas de los fenómenos que el ojo no puede alcanzar.»
«Antes de Lavoisier, Sehelie y Prietsley, continúa diciendo ese autor, .
la química no tenia mas enlace con la física que el que tiene hoy con la
fisiología; pero hoy día sucede lo contrario, la fusión entre la química y
la física es tan completa , que ya seria difícil establecer entre ellas una
línea de demarcación rigurosa; el mismo lazo une la química á la fisio-
logía , y dentro de cincuenta años su disyunción será de todo punto im-
posible.»
Así pensamos nosotros , siquiera haya una cruzada general contra esa
tendencia necesaria : esa cruzada es ficticia ; es un cadáver galvanizado,
cuyas apariencias de vida se deben á reacciones interesadas de otra ín-
dole, y que tampoco tienen porvenir; la verdad acabará por triunfar, y
la química marchará victoriosa por el terreno fisiológico , á despecho de
todas las remoras vitalistas que se esfuercen en arrenatarle ese triunfo.
2.° Que la física y la química no explican los fenómenos psicológicos. — líes-
pecio de este punto diré, que si la tísica ni la química no explican los fenó-
menos psíquicos, tampoco los explica el vitalismo, porque la explicación
no consiste en palabras que representen entes de razón. Decir que son
fenómenos vitales, espirituales, no es decir nada , no es explicar nada.
Quien no los concibe antes, tampoco los concebirá después. Lo que no
enseña el estudio anatómico-fisiológico del sistema nervioso espinal , no
lo enseña nada.
Ni la sensación , ni la percepción ó idea particular , ni la idea general
ó juicio , ni el raciocinio, ni el sentimiento, deseo ó aversión, y demás
fenómenos nerviosos ó propios de los órganos cerebrales y sus depen-
dencias, son explicables por la física y la química, como tampoco lo son
por ninguna otra ciencia, inclusa la misma psicología, en especial la que
desdeña para ello la fisiología ; podrá tratar de ellos como hechos, como
revelaciones exteriores de la acción de los órganos destinados á esas fun-
ciones; mas, darnos razón de cómo se realizan esos hechos, su causa ó
razón última, nadie lo podrá lograr. Los psicólogos abstractos dan lástima,
al oirlos hablar de los fenómenos psíquicos. Hacer , por lo tanto, de eso
una objeción para la física y la química, es una impertinencia ridicula.
Para semejante impotencia no es menester acudir á los fenómenos fi-
siológicos, ni á ios psíquicos. La misma física y química se hallan en igual
caso. ¿Quién explica la existencia de la materia y da razón de sus pro-
piedades esenciales, y hasta de las accidentales? ¿Quién dirá el por qué
_ m —
de las propiedades del calórico, de la electricidad, de la luz, del oxi-
geno , del potasio, etc.? ¿Quién ha podido penetrar todavía en la natura-
leza y esencia de los seres y los cuerpos? .
Pues si esto sucede en todo, ¿á qué salir con estas objeciones para ne-
gar á la química y á la física lo que de derecho les corresponde? ¿Tienen
acaso los físicos y químicos fisiólogos la loca y soberbia pretensión de
explicarlo todo? No seguramente : esa soberbia y locura solo es propia de
los vitalistas. Su filosofía, tan arrogante como impotente, es la que se
levanta con tan descabelladas pretensiones. Nuestra filosofía es mas mo-
desta, puesto que, como dice Dumas, intérprete en esto de la escuela,
«solo busca el papel que desempeña la materia en la producción y creci-
miento de los seres organizados, la parte que toma en el cumplimiento
de los fenómenos de su existencia diaria y en las alteraciones que expe-
rimenta luego que viene la muerte.»
Del propio modo se expresa Berzelius. «Aun cuando nuestras investi-
gaciones, dice, nos conduzcan todos los dias á nuevos conocimientos so-
bre la constitución admirable de los cuerpos orgánicos, será siempre mas
honroso para nosotros admirar la sabiduría que no podemos seguir, que
el querer elevarnos á un conocimiento supuesto de cosas que probable-
mente estarán siempre fuera de los alcances de nuestro entendimiento.»
3.° Que tampoco explican la última razón de los orgánicos. — Con análo-
gas razones podemos contestar á la objeción tercera. La última razón
de los hechos orgánicos es tan inexplicable, como la de iodos los hechos
del mundo ; y si la química es impotente para ello, no tiene el presun-
tuoso vitalismo mas potencia. Que, cuando acaba de explicar la quí-
mica un hecho, prosiga el vitalismo la tarea, y veremos cómo sale airoso
de su empeño temerario. Que, después de haber dicho el químico cómo
con la respiración muda la sangre de condiciones físicas , químicas y
fisiológicas y sostiene la vida , siga el vitalista diciéndonos más. Que, des-
pués de haber dicho el químico que las limaduras de hierro ingeridas en
el estómago no se hacen activas hasta que, oxidadas y unidas á un ácido
que dé solubilidad al compuesto, pasen al torrente de la circulación y se
combinen con ciertos principios de los glóbulos sanguíneos , siga el vita-
lista la explicación, y nos diga por qué esto reconstruye la sangre y le da
mas vitalidad. Que, "después de haber dicho el químico que un grano de
arsénico se combina con ciento de albúmina, alterando Jas condiciones
fisiológicas de este principio plástico que ya no puede prestarse á la repa-
ración de los órganos, siga el vitalista, y nos diga por qué el sugeto no
puede vivir así, y cómo se verifica la muerte. Que, después de haber pro-
hado el químico que la química influye en la materia organizada, y que,
según la naturaleza de las sustancias que pasan á la masa de la sangre y
de esta á los órganos, se notan diferencias en los fenómenos psíquicos,
prosiga el vitalista, y nos diga por qué y. cómo sucede esto.
Los vitalistas tendrian derecho á llamar impotentes á los físicos y quí-
micos, si viendo que estos se detienen en sus explicaciones en determi-
nado punto, ellos con su teoría metafísica , no solo emprendiesen la ex-
plicación, desde el principio, de otro modo mas ventajoso, sino que la con-
cluyesen hasta el fin, dando razón clara y plausible ele todo. En este caso,
y solo en este caso, podrian levantarse con aire de triunfo; no ahora,
j1* antes, ni después, explican nada.
7n a a^ura en fiue h°y se encuentra la química orgánica, puede dar ra-
li de muchos mas fenómenos vitales que la metafísica vitalista, y como
m -
dice Chevreul , en cuanto se conozcan todos los principios inmediatos*
cuando se hayan estudiado en sus composiciones y propiedades , acaso
nos hallaremos en estado de explicar en el ser vivo muchos fenómenos
que hasta aquí se han referido á lo que se llama fuerza vital. Mas de dos
mil años de vitalismo no han levantado ningún velo; pocos años de quí-
mica orgánica aplicada á los cuerpos vivos , han levantado ya muchos,
y los siguen levantando lodos los dias.
En cuanto la stcechiologia, ó ciencia de los principios inmediatos, se ge-
neralice entre los médicos, estoy bien seguro que el vitalismo perderá
todo su terreno mal conquistado, refugiándose tan solo en lo que hace
que los hechos químicos de la organización no sean enteramente iguales
á los que se verifican fuera de ella, más en la forma que en el fondo. Ro-
bin y Verdeil, siguiendo las inspiraciones de Chevreul , han dado á luz
una obra útilísima en este sentido ('j. Si en vez de quimicay física médica,
que, tales como las conciben algunos, no conducen al verdadero objeto de
la instalación de esas útilísimas cátedras, se enseñara la stcechiologia,
como lo mandaríamos, si fuéramos gobierno, después de los estudios de
anatomía, no hallarían tanta ni tan ciega oposición en ciertos médicos las
aplicaciones de la química á la fisiología, y se acabarían de una vez las
objeciones ridiculas que estamos rebatiendo. La ignorancia de estas cien-
cias inclina al vitalismo ; ser vitalisla es mas holgado; decir que un fe-
nómeno es vital, siempre es mas fácil que explicarle por medio de una
ciencia que exige largos y penosos estudios, lío he sido vitalista en otros
tiempos, y hasta en las ediciones anteriores de esta misma obra he profe-
sado sus doctrinas en muchos puntos , cuya explicación he visto después
clarísima por medio de las teorías químicas, liechos que no comprendía
y que me parecían arcanos, los he visto luego tan claros como la luz del
sol. Que explique un vitalista muchos hechos que ya llevo tratados y
otros de que trataré, y veremos cómo sale airoso de su empeño.
4.° Que los pulmones no son un fogon. — Respecto á la cuarta objeción , ó
sea que los pulmones no son un íogon ó un horno, diré que en verdad
no lo son , tomándolos en el rigor de la palabra y en la forma de cons-
trucción y materiales del horno; mas atendiendo á la combustión que en
uno y otro se efectúa , hay muy poca diferencia, y si no la fundamos en
los grados , ninguna.
En un fogon y en el pulmón , el oxígeno obra sobre el carbono de la
materia que encuentra , y le quema , dando lugar á un producto entera-
mente igual al ácido carbónico y al calórico termomélrico, lo cual prueba
hasta la última evidencia que este acto químico se verifica bajo la depen-
dencia de las mismas leyes , agentes y tuerzas.
A los que les repugne asemejar al animal á un aparato de combustión,
que lean las luminosas lecciones de Dumas y Boussingault , tituladas Es-
tática química , y que rebatan los hechos en que estos dos ilustrados quí-
micos apoyan sus aserciones.
No solo podrán convencerse de que la respiración, hecho vital esen-
cialísimo, es una combustión, aunque lenta, sino que les será fácil per-
suadirse á que nunca han estado tan bien marcadas las verdaderas dife-
rencias entre el animal y el vegetal, como desde que se han hecho á la
respiración aplicaciones de las ciencias físicas y químicas.
(() Traite de chúme anatomique el physiolugique nórmale et palologiqve, ou des principes imme-
iialei normana} el morbides qui conslituenl le corpt de Vhomme et des mammifires, 3 volumen**.
TOXICOLOGIA. — 15
— 2á6 -
Los autores de fisiología que no dan á la química la debida parte en la
producción de los fenómenos vitales, establecen las diferencias entre los
animales y vegetales de un modo vago, que no los determinan bien. Hé
aquí el cuadro de Magendie , quien en esto se iguala á los vitalistas.
VEGETALES.
Estén fijos en el suelo.
Tienen el carbono por base principal de su
composición.
Están compuestos de cuatro ó cinco ele-
.. mentos.
Encuentran y toman alrededor de sí sus ali-
mentos.
ANIMALES.
Se mueven en la superficie de la tierra.
Tienen el ázoe por base de su composición.
Están á menudo compuestos de ocho ó diez
elementos.
Tienen necesidad de obrar sobre los alimen-
tos para que los nutran.
El cuadro de Adelon es por el estilo. Lo propio podríamos decir del de
Muller, aunque algo mas extenso y mejor establecido. Sin embargo, nin-
guno de esos iguala al de Dumas y Boussingault , que es como sigue :
ANIMAL.
APARATO DE COMBUSTION.
Locomotor.
Qu#ma carbono.
— hidrogeno.
— amonio.
Ecchala acido carbónico.
— agua.
— óxido de amonio.
■ — ázoe.
Consume oxígeno.
— materias azoadas neutras.
— grasas.
— féculas, azúcares, gomas.
Produce calor.
— electricidad.
Vuelve sus e e mentos al aire y á la tierra.
Transforma las materias orgánicas en mate-
rias minerales.
VEGETAL.
APARATO DE REDUCCION.
Inmóvil.
Reduce carbono.
— hidrogeno.
• — ■ amonio.
Fija ácido carbónico.
— agua.
— óxido de amonio.
— ázoe.
Produce oxígeno.
— materias azoadas neutras.
— grasas.
— féculas, azúcares, gomas.
Absorle calor.
Atrae electricidad.
Toma sus elementos al aire ó ó la tierra.
Transforma las materias minerales en orgá'
nicas.
Este solo cuadro, resúmen del escrito de Dumas y Boussingault, pres-
cindiendo ahora de algunas objeciones, que se ie pueden hacer, por su ca-
rácter absoluto, en punto á consumir y producir oxígeno (!), basta y so-
bra para dar á comprender, no solo las verdaderas y profundas diferen-
cias entre el animal y el vegetal, sino cuán fuera de lugar es suponer
que la vida reconoce una tuerza diferente de las fuerzas tísicas y quími-
cas, puesto que en el animal es donde debería encontrarse mas categó-
rica y terminante en su poder formador, y vemos que es todo lo contra-
rio; vuelve sus alimentos al aire y á la tierra , formando compuestos cada vez
menos complexos , muertos ; transforma las materias orgánicas m minerales , en
tanto que el vegetal, mas aproximado á los cuerpos 11101 gánicos , toma
los elementos del aire y de la tierra , y transforma los minerales en sustancias
orgánicas ; les da vida.
Con lodo su poder vital, los animales consumen ó destruyen oxigeno , ma-
terias azoadas neutras , grasas, féculas, azúcares y gomas; en tanto que
quien produce todo esto, organizando elementos sm vida, son los vegeta -
. tí Véanse las bellas reflexiones de
•iguientes.
Moleschott, Cinulacion de la tuda, tomo 1, pág. fifi y
— 227 -
les. ¿Qué dirán á esto los vitalistas psíquicos, los que consideran estos
actos como manifestaciones del alma pensadora ?
De quemar carbono, hidrógeno y ázoe, viene ese calor animal que
todo sér de este remo produce, tanto mas,. cuanto mas respire. ¿Qué
más se necesita para ver, entre la función de los pulmones y la de cual-
quier otro aparato de combustión, suiicientes analogías y semejanzas para
reducir á la nada ia eníálica objeción que contestamos? Cuando se com-
para una locomotora á un animal, hay masque una imágen poética; hay
un fondo de verdad que descansa en fenómenos idénticos.
5.° Que el estómago no es una retorta.— No es menos ridiculamente enfá-
tica la frase sacramental de todo vitaiista; el estómago no es una retorta.
Cierto que no es de barro, vidrio, platino ó porcelana, como las que se
usan en ios laboratorios; se diferencia, en cuanto á la materia de que está
formado ; mas , en cuanto á las funciones digestivas , ¿qué otra cosa es
sino una verdadera retorta? Hasta tiene su forma con dos tubuluras; una
destinada á la entrada , y otra á la salida de los materiales que experi-
mentan en el interior de ese órgano transformaciones verdaderamente
químicas , puesto que se forman nuevos cuerpos.
1N0 soio se puede considerar el estómago como una retorta , sino todo
el aparato digestivo, como un verdadero aparato químico destinado á di-
solver y melamorfosear sustancias, las que, tales como bajan por el esó-
fago, no son aptas para pasar á la masa de la sangre, y de consiguiente,
no lo son para nutrir.
La masticación y sus órganos empiezan á vencer los sólidos ó la cohe-
sión de los alimentos ; los malaxan , para que los disuelva mejor el jugo
gástrico, y acto continuo empieza la acción transformadora de la saliva
sobre las féculas , aunque en poca cantidad, empezándolas á mudar en
glucosa; bajan al estómago, y la pepsina modifica los principios albumi-
noídeos , para volverlos mas solubles y absorbibles por los vasos quilífe—
ros: lo que allí no puede transformarse, se transforma en el duodeno,
donde hay el jugo pancreático, que ha de metamorfosear las féculas, trans-
formándolas en dextnna y glucosa ; el moco de los intestinos completa
esta función, y ia bilis prepara ó vuelve absorbibles por las vellosidades
de los intestinos y los vasos quilíferos, los principios crasos y oleosos,
emulsionándolos y haciéndoles sufrir mudanzas aptas para el paso de
esas sustancias á la sangre.
Hé aquí las diferencias de esa retorta animal. Así como las minerales
se limitan á contener; el tubo digestivo, además de contener, da reactivos
y facilita ia salida , ya por sus paredes, ya por su tubulura inferior, á
los productos de las reacciones que en el hueco del órgano se realizan.
Añadamos á estas reflexiones, que por sí solas bastan para destruir la
pretendida tuerza de ia objeción que combatimos, que, para efectuar las
transformaciones de ios alimentos, no se necesita ei estomago ni el duo-
deno. Ln vasos muertos , en utensilios de laboratorio , empleando los
mismos elementos y demás circunstancias que en este acto químico orgá-
nico concurren, se consigue igual lenómeno. Las digestiones artificiales
ya no son hechos dudosos en la ciencia.
(h° Que la ¡mea y la química no hacen sangre, ni quilo , etc.— Cuando no
pueden negar la evidencia de estos hechos, insisten los vitalistas obceca-
dos, diciendo lo que envuelve la objeción sexta; esto es, que ja química
no hace sangre , ni bilis, ni moco, ni gasterasa, ni leche , ni otros hu-
mores y principios inmediatos , ni tejidos , ni fibras , ni glóbulos , ni gra-
— SÍ8 -
nutaciones, ni celdillas, en cuya vida y actividad reside la fuera vital»
á la que en vano traía de imitar el químico con sus reactivos , no sig-
nificando nada sus digestiones artificiales , puesto que siempre ha de ser-
virse como reactivos, de los humores suministrados por el tubo digestivo.
Esta objeción es de una ceguedad notoria. Es igual á lo que decia
J. J. Rousseau: «Que haga el químico harina.» Para hacer harina no se
necesita ser químico; basta ser molinero. Los molineros hacen harina por
quintales ó toneladas todos ios días. Sí , replicarán; pero es porque tie-
nen trigo ; que hagan trigo. Los labradores le hacen todos los años,
echando unos cuantos granos al suelo. Sí, insistirán ; pero que le hagan
brotar del suelo sin sembrar semillas; que le hagan con sus ácidos y sus
sales, sus copas y sus retortas. Entonces decid que el químico es impo-
tente para todo ; 'porque si no le dais materias primeras, y aparatos y
reactivos para formar cuerpos simples ó compuestos, no hará nada. Para
la formación de los compuestos, no crea los simples. Los halla en la na-
turaleza, y los extrae, y luego los combina.
El químico que mete en una retorta ciertos cuerpos, y por medio del
calor obtiene este ó aquel producto, gaseoso, líquido ó sólido, simple ó
compuesto, hace una cosa análoga á lo que el labrador, que para obte-
ner trigo, siembra en la tierra algunos granos de esa gramínea : el quí-
mico no hace mas que poner ciertas materias en esfera de actividad , y
en condiciones propias para que aquellas desplieguen sus propiedades
químicas debidas á su naturaleza; el labrador no hace más tampoco que
colocar el trigo en la tierra , procurándole las condiciones que necesita
para germinar y desplegar las propiedades que tiene de desenvolverse al
influjo del sol y del agua , y de tomar para su vegetación los principios
nutritivos que'halla en la tierra. Así como el químico, sin materias, apa-
ratos y carbón no hará un cuerpo; así el labrador, sin semilla, tierra,
agua y sol , no hará trigo.
¿De que el químico no pueda hacer principios inmediatos orgánicos,
ni elementos anatómicos, ni tejidos con ellos, se ha de seguir lógica-
mente que la formación de esos principios y elementos se deba á accio-
nes ó fuerzas diferentes de las físicas y químicas? ¿Ilace, por ventura, el
químico todos los reactivos minerales? ¿Hace los cuerpos simples? Si-
quiera haga muchos compuestos, ¿hace sus elementos? ¿Y quién dedu-
cirá lógicamente de que no haga los reactivos inorgánicos , que las reac-
ciones obtenidas no se deben á fuerzas químicas? Pues si aquí no es ló-
gica la consecuencia, tampoco lo es en el otro caso. Esta objeción no
puede ser mas impertinente, ni mas necia.
Hay más ; el químico en esta parte tiene por lo meaos tanta fuerza
como el organismo, puesto que ha llegado á formar principios inmedia-
tos que antes se consideraban como patrimonio ó privilegio exclusivo de
los animales ; al paso que estos se hallan imposibilitados para formar, ni
los elementos químicos de lodos sus productos orgánicos, ni muchos
principios inmediatos.
Acabamos de ver que los animales consumen , que no producen materias
azoadas neutras, grasas, féculas , azúcares y gomas. Ningún animal hace
fibrina , albúmina ni caseina. Siquiera la respiración, oxidando los albu-
minoídeos vegetales ó la albúmina con. que se han formado, durante la
digestión , los modifique; siempre resulta que quien empieza á elaborar
esos principios plásticos, es el vegetal. Quitad los vegetales de la tierra,
y todos los animales perecerán. La primitiva formación de eso» princi-
- m -
píos inmediatos es exclusivo privilegio de los vegetales ; de esos séres
que, si tienen fuerza vital, debe alejarse menos de las químicas que la
de los animales que distan más del mineral,.
Si, pues, los animales son también impotentes para hacer primitiva-
mente principios inmediatos , y de esto se ha de seguir que no son quí-
micas las reacciones que efectúan , los mismos vitaíistas proclaman que
no es diferente de las fuerzas químicas la que preside las reacciones de
los principios inmediatos animales y los elementos de que constan.
Por último, si años atrás la química orgánica no habia podido hacer
ningún principio inmediato orgánico, hoy ya hace algunos, y esperamos á
que con el tiempo haga más. La Química orgánica fundada sobre la síntesis,
ae Marcelino Bertthelot , por sí sola basta para probar esta verdad. Son
ya numerosos los compuestos orgánicos que la química produce directa-
mente. Pero , para la cuestión actual , lo mismo da uno que ciento , y
mil. Quien hace un cesto hace ciento, dice un refrán vulgar que es apli-
cable á nuestro caso.
Si se considera privilegio exclusivo de la fuerza vital formar principios
inmediatos orgánicos, desde el momento que la química haga uno, el
privilegio caducó. Aun cuando , pues , no hubiese mas que la urea y la
proteina , por ejemplo, quedaría destruida toda la doctrina del vitalismo
sobre este punto.
Carburos, alcoholes y sus derivados, goma, ácido láctico, oxálico,
pectina, azúcar, proteina, etc. ; hé aquí unos cuantos productos orgáni-
cos que el arte sabe ya hacer, transformando otros productos. Diréis que
estos proceden del reino orgánico. Mas , en primer lugar, la química ya
lo hace directamente; la síntesis, fundada en los mismos principios que
la análisis, combina los elementos y obtiene productos, que antes solo se
obtenían por medio de metamórfosis provocadas en sustancias orgánicas;
en segundo lugar, ¿qué otra cosa hacen los vegetales y los animales que
formar sus humores de productos que les vienen de fuera , que ellos no
hacen ni pueden hacer? Ninguno de los elementos químicos ae los prin-
cipios inmediatos se produce radicalmente en la organización; todos, sin
excepción, vienen de fuera; los animales no forman ningún principio or-
gánico; directamente los toman de las plantas, y con la digestión y la
respiración los transforman ; por lo tanto, el químico y la organización,
ó la pretendida fuerza vital , se hallan en igual caso.
Que los químicos descubran las circunstancias necesarias para formar
un cuerpo , tanto orgánico como inorgánico, y le formarán.
Por saber cómo se debe hacer obrar un átomo ó dos de oxígeno sobre
otro de carbono , hacen óxido de carbono y ácido carbónico ; por no sa-
ber antes cómo se unen dos de oxígeno y dos de carbono , no hacían di-
rectamente ácido oxálico y otros compuestos de oxígeno y carbono , en
los que entran mas átomos de uno y otro elemento.
No hacen carbono amorfo, porque no pueden crear materia; tampoco
hacen diamantes , porque no conocen mas medios de hacer cristalizar un
cuerpo que , disolviéndole ó fundiéndole, y el carbono es insoluble é in-
fusible. El dia que lo descubran , harán diamantes.
Y de que no puedan hacer diamantes, de que los haga la naturaleza,
¿se podrá deducir lógicamente que no es físico ó químico el hecho; que
la cristalización del carbono se debe á una fuerza vital? De que el físico
no haga una nube, granizo, nieve, una aurora boreal, etc. , ¿se dedu-
cirá ¿}ue esos fenómenos no son físicos? No hay nada mas ilógico que ha-
— 230 —
cer depender la naturaleza de un fenómeno, de la posibilidad del hombre
para determinarle ó producirle. .
El bicloruro de mercurio, por ejemplo, sena un producto químico para
el químico que sabe prepararle; seria un producto vital para el profano
que no sabe preparar el sublimado. Hé aquí la ridicula lógica de los que
deducen naturaleza diferente , para la formación de los principios inme-
diatos orgánicos, de los elementos anatómicos y de los humores y tejidos;
porque el químico no sabe , y no puede formarles.
7." Que hay antagonismo entre las leyes físicas y químicas , y las vitales. —
En el estudio que tengo hecho de los fenómenos de la vida, no debido á
vanas especulaciones, sino á la mas rigurosa análisis de hechos, todos
experimentales, y que cada uno puede repetir á saciedad, no solo no he
visto, ni hallado ninguna fuerza antagonista de las físicas y químicas; esto
es, oponiéndose á la acción de la luz, del calórico, del eléctrico, del
magnético , del aire , del agua , etc. , etc. , sino todo lo contrario : una
armonía completa. La vida del vegetal y del animal no se sostiene ni
puede sostener sin la concurrencia de todos esos agentes. A ellos deben
la existencia. Cuando su relación con la cantidad previamente establecida
por el autor de esas organizaciones es mayor ó menor de la que deben te-
ner; cuando hay falta ó exceso en sus proporciones naturales, esos agentes
atacan esas organizaciones, las trastornan , las matan. Eso no es antago-
nismo, ni de cien leguas. Eso es armonía. Aun cuando resultase que los
organismos vegetales y animales se rigiesen por fuerzas esencialmente
diversas de las físicas y químicas, no habría antagonismo, sino consensus
unus ; común acuerdo para sostener la vida, conservar la salud y reco-
brarla, cuando perdida.
Es una falsedad notoria, y que ningún hecho demuestra, afirmar que
una organización se oponga á la acción de la luz, del calórico, del eléc-
trico, magnético, oxígeno y demás agentes que llaman á sus puertas.
No hay semejante oposición ; primero , porque ya llevo dichoque necesita
de esos agentes para vivir, y seria, por cierto, extraño que luchara con
lo que la sostiene; y segundo, porque brotan , á granel, los hechos que
manifiestan lo contrario.
Los órganos de los sentidos están dispuestos según las reglas de la fí-
sica : el ojo es un aparato óptico ; el aparato locomotor está organizado
con arreglo á los principios de la mecánica , de la dinámica y la estática;
el aparato circulatorio sigue los de la hidráulica ; el respiratorio y diges-
tivo está según las leyes de la química.
¿En qué se opone la organización viva á la acción del oxígeno? ¿No
se combina con el carbono de la sangre y de los órganos para formar
ácido carbónico? ¿Qué mas hace con el carbón de las fraguas?
¿En qué se opone á la acción de los demás agentes químicos?
Las sales de plata se alteran á la luz. ¿No habéis oido decir que á los que
toman el nitrato de plata al interior se les tiñe la piel? ¿No veis las alte-
raciones que la luz produce en la epidermis de los que se exponen al sol?
¿En qué se opone el desarrollo de calórico debido á la oxigenación de
la sangre, al de este dinamídeo , con la percusión y frotación? Una bofe-
tada, los azotes, las fricciones, ¿no desenvuelven calor?
Las plañías, á la sombra, están lácias y marchitas; las personas, en
lugares húmedos y sombríos , se vuelven escrofulosas.
¿A. qué ley de la gravedad faltan los vegetales, animales y el cuerpo del
hombre? ¿Qué presentan estos , en "punto á cohesión , que sea radical-
- «31 -
mente diferente délo que presentan los animales? ¿Cuántas no son las
analo°ías del sistema nervioso con los aparatos eléctricos? Y la química
viviente, ¿en qué se diferencia de la de los minerales? ¿No sigue, las
mismas leyes? ¿En qué se diferencia el ácido carbónico formado en el
veqetal y animal del que se forma en un fogon , del que brota de un pozo,
de un manantial de aguas carbónicas?
No acabaría nunca si quisiera citar hechos para probar que el cuerpo
vivo no es un obstáculo jamás para que despleguen su acción propia los
agentes exteriores, tanto físicos como químicos. .
Diréis que después de la muerte , las fuerzas físicas y químicas se apo-
deran de la organización , y la destruyen ; lo cual prueba que les falta la
antagonista que se oponia á su acción devastadora.
Todo eso , por mas que esté consignado en las obras de muchos y muy
graves autores, es un tejido de errores é inexactitudes.
Las fuerzas físicas v químicas obran tanto en vida como en muerte; si
los resultados son diferentes, es porque también lo son las circunstan-
cias. Desde que cesa la respiración , la temperatura y la electricidad del
cuerpo han sufrido modificaciones profundas. ¿Y os parece esto poco para
quesean tan diversos los resultados químicos? Yra es preciso no haber
entrado jamás en un laboratorio, ó no haberse ocupado nunca en hechos
químicos para decirlo.
ft La putrefacción no es un acto mas químico que la fermentación y la ca-
tálisis; pues catálisis v fermentaciones hay en el vivo, sin que se oponga
á ello el organismo. Todos los actos de asimilación y desasimilacion ; to-
das las transformaciones de materias que se realizan en el vivo son actos
químicos , los cuales , por lo mismo que son constantes y necesarios á la
vida, excluyentodaidea.de antagonismo ú oposición por parte de las
fuerzas vitales. La vida consiste precisamente en ese cambio incesante de
materia ; sin esto es aquella imposible.
El oxígeno, que, durante la vida, la sostiene, oxida los principios
alimenticios cada vez más , volviéndolos primero mas orgánicos, y luego
desorganizándolos, haciéndolos pasar á un estado cada vez mas sencillo,
mas mineral de composición. En la muerte, sigue desplegando la misma
acción; oxida las materias del cadáver y le pudre, llevándolos también
al estado mineral.
No solo no he visto antagonismo, sino que en ninguna función, en nin-
gún acto químico y físico de la economía, he podido hallar un hecho solo
que autorice la existencia de fuerzas , esencialmente diferentes de las que
rigen el reino mineral.
El estudio de los principios inmediatos, hecho por Robín y Verdeil,
pone de manifiesto que tienen caractéres de orden matemático, número,
forma , volumen , situación , etc. ; de órden físico, solidez , liquidez , vola-
tilidad, poros, propiedades ópticas, etc. ; de órden organoléptico , impre-
sionan nuestros sentidos de un modo que les es particular; de un órden
químico , puesto que son ácidos alcalinos, neutros, con diversos fenóme-
nos moleculares de composición y descomposición ; de órden orgánico , en
fin , liquidez ó semiliquidez, disolución recíproca de unos en otros, soli-
dez ó semisolidez especial , mientras permanecen en la economía , etc.
Estos últimos caractéres están bajo la dependencia de los hechos quí-
micos ; y lo único que los separa de estos , que no deja confundirlos com-
pletamente con ellos , al decir de algunos, es el que tengan mayor grado
de complicación, mas principios constitutivos, mas instabilidad de existen-
— 434 —
cía mas facilidad de descomposición para formar las sustancias del
cuerpo /Pero basta eso, que es pura graduación , para establecer dife-
rencias radicales de naturaleza? Yo no lo creo; y si esto valiera , armado
con esa lógica, iria invadiendo el terreno hácia el reino inorgánico , y ha-
bía de acabar con la existencia de las fuerzas físicas y químicas. Jamás
los grados de complicación, en la formación de un cuerpo, con su mayor
ó menor estabilidad de existencia, probarán naturaleza diferente en las
fuerzas que unen sus principios. Al contrario; eso es una prueba mas de
que esas fuerzas son las del reino inorgánico; porque es una ley bien co-
nocida de esas fuerzas, que cuantos mas elementos contiene un cuerpo,
menos estable es ; cuantos mas equivalentes tiene de algunos de ellos , le
sucede otro tanto. lié aquí, pues, una ley del reino inorgánico flagrante
en el orgánico como otras muchas.
8.’ Que la física y la química no pueden servir de base para una doctrina
general. — Réstanos, finalmente, hacernos cargo de la última objeción del
vitalismo; esto es, que siendo impotente la física y la química para ex-
plicarlo todo , es necesario apelar á un hecho radical sintético que los
encierre todos y resuelva todos los problemas , lo cual está solo reservado
al vitalismo, según sus obcecados partidarios.
Esta objeción es una idea de moda, de mas ruido que fondo. Los filó-
sofos andan en busca de esa verdad universal , á la manera de Descar-
tes, para deducir de allí todas las demás verdades, que es, como si di-
jéramos, la matriz; y si ya no supiéramos lo que da de sí esta loca pre-
tensión, por los pocos lisonjeros resultados de cuantos lo han intentado,
bastaría discurrir un poco sobre ello , para ver que esta idea se parece á
la de la cuadratura del círculo y del movimiento continuo.
Al refutar á los filósofos alemanes, que son los que mas han generali-
zado esa pretensión cartesiana, dice con mucho acierto nuestro Balmes,
que semejantes matrices no existen. Estamos de acuerdo en esta parte
con este filósofo , siquiera disintamos en otros muchos pasajes de sus
obras filosóficas.
Si el afan de los vitalistas, á lo Auber, que aspiran á la verdad matriz
ó sintética, general, que domine todos los hechos, es realmente buscar
una concepción unitaria; ellos han de ser los primeros en negar la exis-
tencia de fuerzas diferentes de las físicas y químicas , puesto que, estu-
diando atentamente la naturaleza, no lardarán en ver que la tendencia de
esta, en cuanto á las causas, es á la unidad; así como, en cuanto á los
efectos es al infinito; verdad que hemos demostrado también en nuestro
Exámen critico de la Homeopatía , donde apenas hay cuestión capital , tanto
en filosofía como en medicina , que no hayamos agitado.
Los que explicamos los fenómenos vitales por las leyes físicas y quími-
cas , nos aproximamos más á la verdad matriz , á la unidad de concep-
ción , al sistema general que todo lo abrace, que no esos filósofos incon-
secuentes , que no saben ver sino fuerzas especiales para cada fenómeno
que ofrezca alguna modificación, más en la forma que en el fondo , y en
las circunstancias en medio de las cuales se realizan , que no en las cau-
sas que los producen.
En cuanto á que el vitalismo, ó la suposición de que la fuerza vital sea
^ad matriz que todo lo explique , no tengo nada que decir ; ya he
' explica nada , que nada puede explicar, porque todo des-
^nposicion, en una creación ontológica absurda, en
' «e dan los atributos de un ser concreto , que es
- $33 -
lo mas contrario á toda buena filosofía. Pase en poesía como imágen;
mas en ciencia , es una falta capital.
No es la mejor filosofía la que , para descubrir las verdades concedidas
á la capacidad humana , sienta una verdad general como la madre de to-
das, encerrándolas en su seno, como suponen que encierra la semilla y
el huevo todos los séres que pueden dar, los que siguen la teoría del en-
cajonamiento. Los que han dado en la flor de andar á caza de esas ver-
dades, no han dejado ejemplos dignos de imitación. Desde Platón y Aris-
tóteles, que proclamaron ese método sintético, hasta Descartes, que le
reprodujo en el siglo xvn, ¿qué ventajas ha reportado á las ciencias en
general, y sobre todo á la medicina?
Cuando los filósofos modernos han convenido ya en que la análisis es
indispensable hasta para sentar esa verdad sintética, bien han dejado
comprender que el método baconiano lleva inmensas ventajas á todos los
conocidos para descubrir la verdad, tanto general , como concreta.
Y es, por cierto, una cosa rara. Los vitalistas se llaman hipocráticos;
uno de los grandes méritos que encuentran en Hipócrates es su espíritu
de observación, su horror á los sistemas; y, sin embargo, los vitalistas
no son los mas amigos del método baconiano, que es todavía mas amigo
de la experiencia , de la observación particular, que Hipócrates, y andan
en busca de una verdad sintética, como Descartes, y la sientan sin el
prévio estudio de los hechos particulares.
Si antes de formular su principio radical, se tomaran el trabajo de ana-
lizar uno por uno todos los actos de la vida ; si mas amigos de los he-
chos y de su minucioso estudio, que de las hipotéticas creaciones de una
fantasía libre, y poco cuidadosa de datos fijos, hubiesen examinado bien,
particular por particular, cómo se conduce lo mas visible y palpable de
nuestra organización , y lo único que nos es dado conocer; esto es, su
parte material, cuando se pone en contacto con los agentes exteriores;
seguramente que la verdad general , base de un sistema, no hubiese sido
nunca la suposición délas fuerzas vitales, ni como diferentes en esencia
de las físicas y químicas, ni como antagonistas de estas, siquiera hubie^
sen brotado de esa análisis verdaderas diferencias.
Los físicos y los químicos , fieles todavía por fortuna á la filosofía ba-
coniana , al espíritu experimental, que tantos y tan sólidos progresos ha
procurado á las ciencias ontológicas , han marchado por esa vía , mas pe-
nosa, es verdad, mas ligada con estudios que se avienen poco con los
hombres de fantasía , mas amigos de la especulación^ metafísica , de las
elucubraciones del espíritu que del ejercicio de los 'sentidos y del estu-
dio particular de los hechos, pero siempre mas segura , mas garantiza-
dora de la verdad del resultado y de sus utilidades prácticas.
En física y en química no sirve abandonarse á los antojadizos vuelos
de una imaginación tan activa dentro de sí como perezosa fuera; allí no
sirven las hipótesis y las suposiciones , con mas ó menos ingenio imagi-
nadas; hay que partir de hechos bien observados, de experimentos repe-
tidos y ejecutados de varios modos, con el fin de que no se deslice el
error al concluir, y á eso se debe que sean ciencias de conocimientos
positivos, demostrables, y no solo permanentes, sino eminentemente pro-
vechosos á la vida práctica del hombre.
Hé aquí la marcha de los fisiólogos que quieren penetrar en los arca-
nos de la vida. El estudio particular de todos los actos vitales, la obser-
vación , el experimento una y otra vez repetido , son los únicos hilos
- m -
de Ariadna que pueden conducirlos por ese inextricable laberinto.
Oue abandonen la pretensión titánica de penetrar en la naturaleza y
esencia de las cosas; que dejen para los teólogos los espíritus ; para los
melafísicos las abstracciones; para los locos lo que está y estará proba-
blemente siempre negado al entendimiento humano , y que se limiten á lo
objetivo, á lo que puedan observar, á lo que esté al alcance de sus medios;
y ¿i de ese estudio hay que elevarse al de las relaciones, al de las ideas
generales, sean estas siempre la genuina expresión de los particulares. ¿De
qué sirve empeñarse en querer saber lo que es la vida en su íntimo ser?
¿Se entretienen ya los físicos en saber lo que es la atracción? Les importa
muy poco; estudian los fenómenos que consideran sometidos á su influen-
cia; buscan en la constancia de esos sus leyes, y así consignan sus prin-
cipios, y así hacen tan útiles aplicaciones á las ciencias y á las indus-
trias, y hasta á la vida práctica.
¿Puede negarse que hay en las organizaciones materia? ¿Qne¡ sin ella
son aquellas imposibles? ¿Que sin materia, no solo no es posible la ma-
nifestación de cualquier fuerza, sea de la naturaleza que fuere, sino
hasta la de los mismos espíritus? Si algún espíritu ha podido revelarse
sin organización , sin materia , habrá sido por milagro ; mas un milagro
no es la regla , es cosa sobrenatural , y no es de filósofos ni fisiólogos
ocuparse en los milagros.
Así hemos procedido nosotros en el estudio de la vida . como procede-
mos en todo; porque ni nos domina la moda, ni nos dejamos arrastrar
por reacciones retrógradas, ni nos asustan calificaciones que suponen
siempre mas intención maligna que realidad de convicción.
Demos estudiado la vida en toaos sus actos uno por uno; la hemos se-
guido paso á paso en los animales y las plantas; hemos investigado las
transformaciones déla materia viva, para saber cuándo empieza á vivir
y cuándo muere ; qué diferencias hay radicales entre la muerte y la vida;
cómo se conduce en esas transformaciones , á que debe sus acciones y
reacciones, etc., etc. ; ¿y qué ha resultado de ese trabajo analítico y
concienzudo , apelando siempre al experimento, al hecho práctico, y mas
ageno que propio, para estar mas al abrigo de toda fascinación? Lo que
no podía menos de resultar; lo que resultará siempre que de esa suerte
se proceda en los estudios biológicos.
Hemos visto en el reino inorgánico acciones y reacciones de la materia
modificadas según las circunstancias en que se hallan ; hemos visto ex-
Elicadas esas acciones y reacciones por la hipótesis de fuerzas con nom-
res diferentes, según los casos, pero que en el fondo son las mismas;
no hemos hallado ninguna razón plausible para suponer esas fuerzas
como realidades; porque la actividad de la materia, como propiedad
esencial de la misma, basta y sobra para ello, siendo la inercia de la
materia un dogma gratuito de Platón y de Descartes , que se ha genera-
lizado, como se generalizan muchas ideas , hasta que hay quien las re-
cuse por no parecerle fundadas.
Hemos seguido estudiando esa materia en su tránsito al reino orgánico,
para sorprender el primer acto en que pasa de muerte á vida , de in-
orgánica á orgánica, ¿y en dónde hemos hallado ese primer paso de la
vitalidad, el acto mas originario de la vida? En las plantas, en esos séres
que transforman con exclusivo privilegio la materia mineral en orgá-
nica , que le dan vida , si es lícito hablar de esa manera , que la colocan
por lo menos en situación de manifestar que tiene aptitud para vivir. En
- 235 -
las partes verdes de las plantas, en el momento de bañarlas la luz del sol,
de recibir torrentes de lumínico, calórico y eléctrico, hemos visto la ge-
neración primera, la primera metamórfosis, la primera transformación
de la materia muerta en materia viva.
El exámen mas minucioso de todo lo que pasa en el animal , no da ja-
más un acto tan radicalmente primitivo. Siempre hay materia procedente
de otros cuerpos vivos en acción.
Lo único que puede decirse que precede * que es anterior á ese acto
radical , es la existencia del ser vivo y la aptitud de la materia, de cier-
tas materias, á vivir; mas ¿qué es esa aptitud? lié aquí una cosa, ante la
cual plega su velo el entendimiento humano, sea cual fuere la escarapela
filosófica que lleve. De un vegetal y un animal se pasa al de su anterior
generación, hasta los primeros. ¿Quién concibe su creación , fuera del
fíat del Hacedor? ¿Y quién concibe ese fiatl Hé aquí otro hecho inexpli-
cable en todos los sistemas y teorías.
La materia empezó á existir con determinadas propiedades ; con las
que tiene. El primer vegetal fué formado con la propiedad de que sus
partes verdes, al recibir la luz del sol , transformasen la materia inorgá-
nica en orgánica. Fié aquí todo lo que puede decir el entendimiento hu-
mano. Para quien pretenda más, solo tengo la mas estrepitosa carcajada,
ó la mas profunda lástima.
Examinando la materia en las plantas, la he visto producir combina-
ciones iguales á las minerales, y las que no lo son, seguir análogas le-
yes y condiciones. Fíe visto variedad de circunstancias, y en su conse-
cuencia, variedad de productos; la materia ha ido desplegando nuevas
propiedades á tenor de su composición , lo mismo que en el reino mine-
ral. En la misma planta , según de qué tejido ú órgano ó humor forma
parte , desplega propiedades^ actividades diferentes ; he buscado su com-
posición, y siempre la he visto diferente, sino en elementos, en pro-
porciones de estos ; si no en proporciones , en el modo de agruparse sus
átomos, bastando la isomería, para darles propiedades diferentes.
Todo ese juego atomístico he podido seguirle, sin inventar nuevas fuer-
zas, nuevas actividades; las mismas del reino mineral rae han servido,
y lo que ellos no me han podido explicar, sin explicación se han que-
dado; ni en lo pasado, ni en lo presente he podido hallar la clave para
descifrar el enigma , y le he abandonado al porvenir.
He pasado á los animales, y me ha sucedido lo propio. Diré más; he
hallado á los animales menos potentes que los vegetales para tratar la
materia de otro modo; así como estos la transforman en materia viva,
aquellos la matan otra vez, la devuelven, en compuestos inorgánicos ó
mas aproximados á ellos, al receptáculo común.
l>ara que les haya podido servir, ha tenido que morir , que perder su
organización , quedarse reducida al estado de principios inmediatos ó de
sus elementos químicos, porque así y solo así pueden entrar en nuevas
combinaciones dentro de las organizaciones vivas animales. Esas combi-
naciones se efectúan con condiciones análogas é idénticas á las del reino
vegetal y mineral. Si los productos son diversos, si los tejidos y los ór-
ganos son diferentes, esa diferencia es superficial. En el fondo, en la
raíz, en el terreno de las granulaciones ó de la celdilla primitiva, y mas
aun en el de sus elementos constitutivos, no hay diferencia entre eí ani-
mal y el vegetal ; en el de la materia que ios forma , ninguna con la del
mineral. El oxígeno, hidrógeno, aire y carbono, etc., de las granula-
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ciones y celdillas primitivas son los mismos que los del agua , del car-
bón y del ácido nítrico ó cualquier otro cuerpo mineral que los contenga.
Si? pues, la materia en los animales desplega propiedades, activida-
des diferentes, se debe á la diversidad de circunstancias en que se halla,
En el cerebro no está como en los huesos , ni en estos como en el pul-
món, el estómago, los riñones, el hígado , ni en los demás de la organi-
zación mas ó menos complicada.
Como resultado definitivo de mis estudios sobre la vida , he venido á
comprender que este es
Un modo de ser de la materia, debido á la acción de las fuerzas físicas y quí-
micas, modificadas por ciertas circunstancias , unas conocidas, y desconocidas
otras.
Y si admito fuerzas, es por acomodarme á la idea general, y porque,
para el caso, no me importa sostener la actividad de la materia, en la
cual creo, actividad susceptible de desplegarse de diferentes maneras,
según el modo como se halla en el cuerpo cíe que forma parte.
Ahora bien ; sentadas estas premisas, á las que he dado mas exten-
sión de la que tal vez una obra de esta especie necesita , pero nucho me-
nos de la que exige la importancia de la cuestión ( 1 ) , para justificar las
doctrinas que reinan en mi Compendio de Toxicología , desde sus prime-
ras páginas, y que reinarán hasta las últimas, ya podrá preveerse á
cuái de las dos escuelas me he de inclinar , tratándose de la acción de
los venenos sobre la economía humana.
5 H. —Cómo se conducen los venenos en contacto con nuestros sólidos y líquidos.
Niego rotundamente que la acción de cualquier agente exterior so-
bre la organización viva sea dinámica , si por tal se ha de entender que
obra sobre las fuerzas de la vida ; ora sean físicas y químicas, ora vitales
ó de naturaleza diferente de aquellas. La acción de los agentes materiales
sobre una fuerza es para mí un absurdo , y en la doctrina de los que no
admiten la actividad de la materia, mucho más. Si la materia es inerte,
las fuerzas obrarán sobre ella , que no esta sobre las fuerzas.
Una fuerza, si es que la hay, no es material, es incorpórea, no tiene
estado , ni extensión, ni color, etc. ¿Sobre qué ha de obrar la materia,
los cuerpos, citando se dirigen contra una fuerza? ¿En qué consistirá,
en qué podrá consistir la modificación? Eso es un cáos debido á la false-
dad de la idea.
Además , una fuerza no existe separada de la materia. Nadie lo ha
probado ni lo probará jamás ; la materia, pues, influida por una fuerza
que la modifique, será siempre la que reciba la acción de otra.
Ni una fuerza puede obrar sobre otra, porque una fuerza, para ma-
nifestarse, necesita de materia ; sin ella no es posible su revelación, su
acción ; de consiguiente , ha de valerse de materia como instrumento,
como medio para obrar sobre otra fuerza.
Resulta, pues, que si las fuerzas no pueden existir aisladas de la ma-
teria ; que si se han de valer de ella para manifestarse y obrar ó recibir
la acción de otra, esta acción siempre se efectúa entre materia y materia:
es. pues, siempre material, nunca dinámica.
(') Repilo que en mi Examen critico de Ja Homeopatía, esta doctrina está mas extensa-
meóte desenvuelta , respecto de los fenómenos orgánicos. En cuanto á los psíquicos ó inte-
lee uales y morales, lo está en mi Tratado de la razón humana tn estado de salud. Leccio-
nes dadas en el Ateneo eu los años 1855 , 1856 y 1857.
— 237 —
La acción dinámica , por lo tanto , es otra de esas suposiciones gra- .
tuitas, cuyo absurdo se presenta en relieve, desde luego que se refle-
xiona un poco sobre el modo de hablar, y la idea que representan las
palabras empleadas para expresarla.
Para obrar una materia, un agen le exterior sobre nuestra economía
interior ó exteriormente, debe ponerse en esfera de actividad con la ma-
teria de su organización. Sin esto, no hay acción, ni modificación posible.
Luego toda acción supone contacto material. Y en efecto , toda acción
de cualquier agente, siempre va precedida de un contacto.
Ni los mismos estímulos naturales de los sentidos se escapan de esta
ley. Todos se verifican por medio de un contacto material con los nervios
sensoriales correspondientes.
Que nadie me salga con que los dinamídeos no son materia ; porque
también tengo resuella esta cuestión en el Exámen. Cuanto ha dicho Ber-
zelius sobre los dinamídeos , no tiene fuerza ; su definición de la materia
es inexacta. Es materia todo lo que ocupa espacio. Los dinamídeos le ocu-
pan. No solo son materia ; además son cuerpos, y compuestos.
Que tampoco vengan los vitalistas con acciones morales , como una
mala noticia que transforma ó mata sin haber contacto material; porque
también me he ocupado en la obra citada de este punto, y he demos-
trado que es falso ; sin un contacto material , el hecho no es posible.
Por alguno de los sentidos ha de llegar la noticia al sugeto , y desde que
haya de impresionarse un sentido, ya hay contacto material de la luz, si
ve; del aire, si oye , etc.
Si la acción del agente no consiste mas que en el contacto, podrá no
ser mas que física ; mas si del contacto resulta combinación de átomos ó
principios , ya será química.
Toda acción química es atomística , y para que se realice, es necesario
que los átomos de los cuerpos puestos en contacto tengan libertad para
obrar y combinarse. Pues bien; por punto general , esta libertad no la
tienen , como no se hallen al estado liquido ó gaseoso.
Ilay sólidos que, puestos en contacto con ciertos líquidos y gases, se
combinan con ellos sin perder su solidez ; mas se necesita para ello que
sea grande la acción química recíproca, para hacerse superior á la tuerza
de cohesión , contraria por punto general á la de combinación.
Corpora non agunt nisi soluta, es una verdad hace tiempo reconocida.
No es absoluta, pero comprende la generalidad de cuerpos.
Cuanto acabo de afirmar, no solo pasa en el reino inorgánico, sucede
igualmente en el orgánico. Los sólidos ejercen una acción física subre
nuestra economía; para ejercer la química, hay necesidad de que pasen
al estado líquido ó gaseoso.
La disolución es precisa. Como no la sufran , son inertes, no producen
ningún resultado químico, y ninguno de los fisiológicos, que á conse-
cuencia de aquel se presentan después á mas ó menos tiempo.
Véase lo que pasa con los agentes meteorológicos, con los alimentos,
con los agentes morbosos , con los medicamentos , y se verá lo que ha de
pasar con ios venenos.
Los meteorológicos son imponderables ó gaseosos.
El aparato digestivo está organizado para destruir la cohesión de los
alimentos sólidos. El recien nacido, que no puede hacerlo, se alimenta
de leche , cuerpo ya líquido. Lo está igualmente para la disolución. To-
dos los actos de la digestión tienen ese objeto; disolver para dar aptitud
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absorbible á los productos reparadores. No hay ningún alimento sólido
que nutra, como no pierda su solidez , como no se descomponga en otros
solubles y’absorbibles. Ya hemos dicho, al hablar de la absorción, que
solo lo disuelto puede absorberse.
Los agentes morbosos sólidos son traumáticos, producen efectos físi-
cos mecánicos , heridas, fracturas, contusiones, torceduras, etc.; para
producir efectos químicos ó de combinación, atomísticos, es necesario
que sean gaseosos, miasmáticos ó líquidos y aun solubles, ó descompo-
nibles al con lado con los humores de nuestros órganos.
Los medicamentos no obran en masa, y si alguna acción desplegan,
es mecánica ; para producirla química necesitan ser di.sueltos.
Es verdad que se dan polvos y limaduras, es decir, medicamentos só-
lidos; mas sobre que eso demuestra una práctica empírica, que la buena
farmacología acabará por desterrar, debiéndose esta mejora á la aplica-
ción de la química á la terapéutica; esos polvos y esas limaduras queda-
rían inertes, si, ingeridas, no hallasen solubilidad en los líquidos de la
organización que obran sobre ellas.
Esta rápida reseña es otra prueba práctica de que la organización no
tiene fuerza alguna que modifique las leyes físicas y químicas, puesto
que para que haya acción, respecto de todos los agentes indicados, es ne-
cesario que se cumpla esa constante ley del reino mineral.
Como las sustancias venenosas tienen muchos puntos de contacto con
los agentes de que acabamos de hablar, siendo muchos de ellos sustan-
cias medicinales dadas en menor cantidad ó en circunstancias diversas,
ya se deja concebir que otro tanto les ha de suceder, cuando se ponen
en contacto con la organización viva.
Para que una sustancia tóxica aplicada al exterior ó al interior del
cuerpo humano desplegue su acción trastornadora de la salud ó mortal,
no solo necesita estar en contacto con los sólidos ó líquidos de nuestro
cuerpo, sino que sus átomos tengan libertad de obrar. En igualdad de
las demás circunstancias , siempre será mas activa, cuanto mas soluble
sea ó mas disuelta esté.
Dotados los venenos de mucha fuerza ó actividad química , en cuanto
se ponen en contacto con los principios constitutivos de nuestros tejidos y
humores, la desplegan, en razón de su solubilidad y energía, combinán-
dose con ellos, ya lijándose en los tejidos donde se efectúa el contacto,
ya pasando á la masa de la sangre por medio de la absorción , y espar-
ciéndose así por toda la economía , ya apoderándose del oxigeno respi-
rado é impidiendo la hematosis.
Para comprobar prácticamente cuanto acabamos de decir, echemos una
ojeada analítica á los venenos hasta aquí conocidos, y veamos cómo se
conducen puestos en contacto ai exterior ó al interior clel cuerpo huma-
no. Esto acabará de poner de mamíiesto que la acción de ios venenos es
por contacto material, atomística, química, en lin, y no dinámica.
No todas las sustancias que pasan por venenos son juzgadas por todos
como tales , en el rigor de la palabra , ó por lo menos se cree que no
obran verificando combinaciones incompatibles con las condiciones fisio-
lógicas de su organización. No aludo al vidrio molido, por ejemplo, nial
hollín de las chimeneas; porque estos cuerpos obran mecánicamente, por
los cortes y puntas de las partículas del polvo. Su efecto es traumático;
producen una infinidad de heridas, que inflaman intensamente el tejido
y fe gangrenan.
— 239 -
Me refiero á oiros cuerpos, que obran atacando la estructura orgánica
ó anatómica de los tejidos , desorganizándolos, por lo tanto , de una ma-
nera parecida al fuego y á ciertas armas contundentes , cuando producen
la atrición.
Hay, en efecto, cierto número de compuestos químicos , los que, apli-
cados á los tejidos vivos , los desorganizan mas ó menos profundamente;
son los que se conocen comunmente con el nombre de cáusticos.
Pues, todos los verdaderos cáusticos ejercen una acción química, puesto
que se combinan con ciertos principios constitutivos de los tejidos; todos
tienen de común ser destructores de la trama orgánica, modificando y
aniquilando las reacciones químicas naturales de los mismos, y á las. que
deben su vitalidad ó sus condiciones fisiológicas.
Sin embargo, es necesario advertir que si todos son iguales, en cuanto
á destructores, no todos lo son del mismo modo ; hay notables diferen-
cias en su manera de obrar.
Los unos producen con los elementos proteicos ó albuminosos de los
tejidos un coágulo, un compuesto disoluble mas ó menos plástico; al paso
que otros reblandecen esos tejidos y hasta los fluidifican , con lo cual
acaba de completarse la destrucción. Estos dos modos de obrar pueden
expresarse mas lacónicamente, diciendo que los primeros coagulan, y los
segundos disuelven.
A la primera clase pertenecen principalmente los ácidos nítrico, sulfú-
rico, clorhídrico, concentrados, los cloruros de antimonio, de zinc, de
oro, el deulo-cloruro de mercurio , el nitrato mercúrico y el de plata , el
sulfato y acetato de cobre, la creosota, el ácido acético concentrado y al-
gunos mas, entre los cuales puede contarse el yodo.
Pertenecen á la segunda la potasa , la sosa , el amoníaco cáustico , el
ácido arsenioso, el ácido arsénico, el fosfórico hidratado, el oxálico y al-
gunos otros.
Si , después de haber consignado estas dos clases ó grupos de cuerpos
ó compuestos químicos desorganizadores, tratamos de inquirir en qué
grado lo hace cada uno, verémos también que hay algunas diferencias.
Entre los que coagulan, podemos colocar en primera línea de los que
forman con la albúmina un coágulo mas compacto, á los siguientes, por
su órden : creosota , ácido acético concentrado, el nítrico id. , y los clo-
ruros de antimonio y zinc: estos coagulan mucho mas que el de oro y
deuto-cloruro de mercurio, el nitrato mercúrico masque el argéntico,
el sulfato de cobre mas que el acetato de la misma base.
Otro tanto podemos decir de los que disuelven ó lluidifican; tampoco
lo hacen de igual modo. Los álcalis, esto es, la potasa, la sosa y el amo-
níaco se transforman , con los elementos grasos , en una especie de ja-
bón ó materia jabonosa , en tanto que el ácido oxálico y arsenioso mas
bien mortifican ios tejidos que no los desorganizan.
Si estos hechos, debidos á la experiencia mas acrisolada, no bastasen
para probar la acción atomística ó química de los llamados cáusticos, te-
nemos aun otros , sin salimos de la misma clase de cuerpos, que han de
poner esa acción todavía mas en evidencia.
Los venenos que coagulan dan lugar á productos no absorbibles, por
lo mismo que son insolubles; por lo tanto, al menos mientras dure el
compuesto plástico que se forma, no producen ni dan lugar á fenómeno
alguno de intoxicación de los que se deben al paso de la sustancia tóxica
al torrente circulatorio. Ellos no pasan á este torrente. Para esto es nece^
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sario que sobrevengan nuevos actos químicos que den solubilidad al coá-
gulo v puedan hacer que se absorban sus elementos. En cuanto se reali-
zan estos nuevos actos, el tósigo pasa á la masa de la sangre, altera su
constitución, y de aquí los efectos generales; terribles en unos casos,
menos graves ó de poca consecuencia en otros, lo cual depende siempre,
tanto de la naturaleza de las sustancias, como de la cantidad que en un
dado tiempo se introduce de esta suerte.
Los carbonatos alcalinos de la economía , obrando sobre los coágulos
formados por los ácidos poderosos concentrados, transforman en sales so-
lubles esos ácidos , que se combinan con ellos, y así pasan al torrente de
la circulación.
Los cloruros de antimonio y zinc se transforman; primero en óxidos,
influidos por las bases alcalinas contenidas en la sangre, y así se intro-
ducen en ella al estado de zincato é hipo antimonito.
El cloruro de oro y el mercúrico se unen al exceso de los alcalinos, y
en este estado de cloruro doble , ó sea cloro-aurato y cloro-hidrargirato,
son absorbidos.
Otro tanto sucede respecto de los nitratos argéntico y mercúrico; trans-
fórmanse, primero, bajo la acción de los cloruros alcalinos, en cloruros,
y uniéndose luego al exceso de los alcalinos, pasan á la sangre al estado
de cloro-argéntalo y cloro-hidrargirato, como los anteriores.
El sulfato y acetato de cobre experimentan de un modo complexo la
absorción, pasan al estado de albuminato, cuprato y carbonato.
Por último, una cosa análoga pasa respecto del ácido acético, de la
creosota y del yodo; unidos á las bases alcalinas de la economía , son ab-
sorbidos y pasan á la sangre.
Entrados en la masa de la sangre, contraen con su suero combinacio-
nes mas ó menos estables, y de aquí los electos tóxicos diversos, según los
compuestos introducidos.
Una cosa análoga podemos afirmar respecto de los cáusticos que disuel-
ven; contrayendo los elementos del compuesto que resulta combinaciones
con las bases alcalinas, son absorbidos y van á producir efectos genera-
les, después de los locales.
La absorción de esos compuestos, tanto de los coagulantes como de los
disolventes no da lugar por igual á efectos tóxicos, como ya lo hemos in-
dicado. Entre los que los provocan mas notables , por poco que la canti-
dad exceda, podemos contar el ácido arsenioso, el ácido arsénico, el oxá-
lico , el acético, el acetato y el sulfato de cobre, el cloruro de oro, el
deuto-cloruro de mercurio, el deuto-nilralo de esta base, etc.
Algunos autores, entre los cuales están Liebig y Giacomini, no conside-
ran como verdaderos venenos ciertos cáusticos, en especial los alcalinos
y los ácidos concentrados, porque- obran desorganizando y produciendo
todo su estrago localmente.
Cierto que, aplicados al exterior y mientras no se verifiquen disolucio-
nes de la escara que forman dichos y otros cáusticos, no producen into-
xicaciones; son quemaduras, lesiones externas, que solo por la profundi-
dad ó extensión pueden comprometer la existencia del sugeto, como las
del fuego y las legiones traumáticas.
Alas, si se introducen en las vías digestivas, siquiera en ellas se con-
duzcan como en la piel, obrando también localmente, producen por lo
común la muerte, ó comprometen gravemente la salud, aun cuando no
verifique la absorción de los compuestos que forman.
Se dirá que es por la importancia del órgano y por los estragos mate-
riales que provoca. Convenido; sin embargo, como al fin y al cabo esos
estragos materiales son debidos á una acción química, los compréndela
definición del veneno. Aun cuando, toxicológicamente hablando, en rigor
no pudiesen llamarse así; bajo el punto de vista médico legal, deben te-
nerse por tales. Añadamos á esto que algunos de los cáusticos, ya que
no todos, además de la destrucción local, disueltos los coágulos ó esca-
ras, ó parte de ellos, hay absorción, y luego se dejan sentir los efectos
generales, como en las verdaderas intoxicaciones.
Bay algunos astringentes que se conducen como los cáusticos, ó de una
manera muy parecida. También contraen combinaciones con los elementos
albuminosos de la sangre y de los tejidos, formando con ellos compuestos
insolubles ó coágulos; hecho químico que los autores toman por un estre-
chamiento de fibras, y que los vitalistas llaman tonicidad. Según los ex-
perimentos de Mialhe , todos los astringentes obran como acabo de decir.
Si el bórax no lo hace , es porque no coagula ; de modo que astringente
realmente no lo es, siquiera figure en dicha clase.
Bay, sin embargo , una diferencia notable entre los cáusticos y los as-
tringentes , y consiste en que aquellos desorganizan la trama del tejido,
con cuyos principios forman coágulo, y siquiera sea este disuelto luego
por los humores capaces de ello, la trama no reaparece; al paso que, di-
sueltos los coágulos formados por los astringentes, la textura del tejido
queda íntegra.
Dejando ya á un lado los compuestos químicos que desorganizan de un
modo directo , vamos á otros cuerpos , cuyas combinaciones con los ele-
mentos de los tejidos y de la sangre no dan lugar á esas alteraciones ma-
teriales.
Bay una dase de cuerpos altamente absorbibles sin prévia preparación,
y que tienen el poder fluidificante en alto grado. Tales son: el yoduro,
suiíocianuro y cianuro de potasio , el nitrato , clorato y silicato de potasa,
y en general las sales de base alcalina.
Dice Liebig que estas sustancias , administradas en poca cantidad al
interior ó al exterior, pasan sin alterarse á la sangre, sudor, quilo, bilis
y bazo. Mas abajo añade que, si sufren alteración, es poco estable, puesto
que luego se las encuentra tales como se administraron.
En otro lugar ya hemos expuesto nuestra opinión sobre el particular, é
insistimos en lo mismo, en especial dándolas á mayor cantidad. Es de-
masiado su poder químico para introducirse en la economía sin hacer
mas que dar un paseo en ella, y sin tomar parte en combinación alguna.
Mas respecto de la cuestión presente, podemos prescindir de este punto,
sin que por eso resulte que no sea química su acción , porque nos queda
la catálisis, en virtud de la cual estas sustancias pueden promover esos
cambios notables, esa perturbación de que habla JLiebig, y que la práctica
confirma. Pues bien ; los fenómenos catalíticos son tan químicos como
las metamórfosis , fermentaciones, putrefacciones y combinaciones de
toda especie.
Los álcalis y las sales alcalinas no concentradas hasta el punto de ser
cáusticas, pero tampoco muy diluidas basta el punto de no saturar mas
agua , obran también de un modo químico, puesto que están dotadas de
gran fuerza de afinidad. No son absorbidas, como ya lo llevo dicho en
otra parte, resistiéndoselos tejidos y en especial las mucosas á darles paso,
mientras no se diluyan más. Es una propiedad de todas las membranas.
TOXICO LOGIA. — lt>
— 242 —
del tejido celular, de las fibras musculares, de todo tejido, en fin, cuando
se pone en contacto con ellos una disolución alcalina no diluida, lo mismo
que las demás sales, y podemos extenderlo á otros muchos cuerpos di-
sueltos, el no dejarse penetrar por disoluciones concentradas. Probadlo
con una vejiga seca, las rechaza como el agua una superficie oleosa. Otro
tanto sucede con los tejidos vivos.
La razón está en que, ávidos de agua esos compuestos , absorben la de
los tejidos, con los cuales se ponen en contacto, y los encogen, los secan,
cierran, por lo tanto, el paso al líquido, mientras no se haga mas diluido!
De aquí el calor, la inflamación, la sed que esas sustancias producen; de
aquí la conservación de la carne y el pescado por medio de la sal; les ab-
sorbe el agua, se secan , y la putrefacción no los ataca , como lo harian,
conservando el agua natural que contienen los tejidos.
Solo la porción mas diluida es la que penetra en el interior de estos y
pasa á la masa de la sangre para ponerla mas líquida , pues son fluidifi-
cantes; los álcalis se apoderan del ácido carbónico de la sangre, trans-
formándose en carbonalos; lo demás, lo mas concentrado , no es absor-
bido, y si se han ingerido en el tubo intestinal, avanzan á lo largo de
este, liqueíiando las heces, de lo cual resulta un efecto purgante, sea cual
fuere la base y el ácido; este no influye nada, ora sea el fosfórico, el sul-
fúrico, el nítrico ó el clorhídrico; la base puede influir en su mayor ó
menor energía.
El alcohol se parece un poco á los álcalis y sales alcalinas, en punto á
no penetrar los tejidos, cuando está concentrado. Avido de agua, los seca
también , apoderándose de ella; por lo cual, sirve perfectamente para la
conservación de las preparaciones anatómicas, fetos, etc.
Cuando las sales alcalinas tienen por ácido el cítrico , el tartárico y el
acético, siendo sales neutras y diluidas , una vez introducidas en el tor-
rente circulatorio, desplegan su acción química de la manera mas noto-
ria. Lbos ácidos orgánicos están muy llenos de carbono; desalojados de
sus bases se descomponen ; el oxígeno respirado quema ese carbono,
transformándole en ácido carbónico ; para cada equivalente de acetato de
potasa, por ejemplo, que se transforma en carbonato, se necesita ocho de
oxigeno; según lo que se produzca, una sal neutra ó ácida, dos ó cuatro
equivalentes de oxigeno permanecen en combinación con la base, y lo
restante se desprende al estado de ácido carbónico, por medio de la es-
piración ú otras vías.
Ora proceda e^a notable cantidad de oxígeno del aire respirado , que
es lo probable; ora de alguna pai te esencial de la economía; siempre re-
sulta que hay una transformación química indisputable, porque la análi-
sis encuentra luego carbonalos y no cúralos, ni tartaratos, ni acetatos.
Al propio tiempo que se verifica esta transformación del carbono, se
verifica la del hidrógeno de los mismos ácidos en agua , á beneficio tam-
bién del oxígeno respirado; de todo lo cual resulta una gran disminución
en la hemalosis; todo el oxigeno empleado en quemar carbono é hidró-
geno, no obra sobre la sangre; por lo tanto, la oxigenación es menor; de
aquí el efecto antiflogístico de los ácidos orgánicos muy cargados de car-
bono, y el asfixiante, si la cantidad es considerable.
Para acabar de ver que la acción de estos cuerpos en la economía es
química , bastará añadir á lo dicho que , si se aplican á materias animales
y vegetales en putrefacción , durante la cual se efectúa una combustión
lenta , se conducen del propio modo ; se apoderan del oxígeno, que es el
— 243 -
pütrefaciente, y se transforman también en carbonatas* La vida y la
muerte no modifican en nada su acción ; en uno y otro caso impiden la
combustión lenta que el oxígeno ejerce sobre la sangre del vivo y sobre
las materias muertas.
ÍNo de otra suerte proceden las sales enteramente minerales de base
alcalina, y las de ácido vegetal no volátil , respecto de la eremacosia ; en
poca cantidad entorpecen ó detienen la marcha de esta putrefacción , ó
descomposición debida á la acción del oxígeno. Y si lo que hacen en este
caso, no lo ejecutan en los pulmones durante la respiración , ya hemos di-
cho por que: porque concentradas, no son absorbidas; pero en poca
cantidad, ó diluidas, lo harian. La acción química de todos estos com-
puestos no puede ser mas evidente, puesto que, para desplegarla, les es
indiferente la vida ó la muerte.
Las sales de base no alcalina, de peróxido de hierro, por ejemplo, plo-
mo, bismuto, cobre, mercurio, plata, el ácido arsenioso, etc., ejercen
también una acción química evidente, tanto si viven como no, en los
elementos de la sangre y los tejidos. Todos forman combinaciones mas ó
menos estables con ios elementos proteicos de las membranas , de los te-
jidos y de las fibras musculares.
Tómese albúmina ó clara de huevo, leche, fibras musculares, mem-
branas animales , muerto todo , y pónganse en contacto con una disolu-
ción conveniente de cualquiera de esas sales. Al punto se las verá con-
traer combinaciones y formar coágulos ó compuestos insolubles mas ó
menos permanentes. El agua de la disolución pierde el compuesto sa-
lino; la análisis no encuentra el menor resto.
Aquí se ve un fenómeno diverso del que hemos visto respecto de los ál-
calis, sales alcalinas y alcohol. Estos se apoderan del agua de ios tejidos,
y los secan ; las sales de que tratamos ahora hacen todo lo contrario;
abandonan el agua en que estaban disueltas , y pasan ai estado sólido;
combinándose con los elementos proteicos de los tejidos, con los cuales
se ponen en contacto.
llaced los mismos experimentos en los tejidos vivos, y os sucederá lo
propio ; tendréis las mismas combinaciones , de la misma índole , y con
lodos los fenómenos químicos y físicos, que hay lugar de observar en las
sustancias animales muertas. La vida y la muerte no modifican en nada
esencial la acción de esas sustancias.
ilespeeio de los tejidos vivos , luego de verificada la combinación re-
sultan , como en ios demás cuerpos de que hemos hablado anteriormente,
efectos fisiológicos locales y generales, todos á consecuencia del estado
anormal no fisiológico en que los tejidos y la sangre quedan, después de
efectuadas esas combinaciones ó actus químicos.
Le estos efectos fisiológicos no debemos por ahora tratar ; 10 haremos
mas tarde, puesto que aquí solo llevamos por objeto probar que la acción
primera de ios venenos, que la suya propia, es de naturaleza química,
debida á su combinación con la parte material de la organización , con
los elementos constitutivos de los órganos y humores.
No solo se prueba que estos compuestos, al ponerse en esfera de acti-
vidad con los sólidos y líquidos del cuerpo vivo, desplegan una acción
química, de la cual se sigue la intoxicación con todos sus caractéres, por
el simple hecho de los compuestos que resultan, mitad inorgánicos y mi-
tad orgánicos , destituidos , tanto por esto como por lo plástico ó lijo del
compuesto que no se presta ya ai continuo movimiento de composición y
— 244 —
aescomposicioji normal exigido por la vida; sino también porque esas
combinaciones tóxicas siguen la ley de los equivalentes ó proporciones
múltiples, lo mismo que los cuerpos del reino mineral, sin mas diferen-
cia que el’ número de átomos. Lo que hemos dicho en otra parte del ácido
arsenioso y del sublimado corrosivo, es aplicable á los demás cuerpos;
v haciendo experimentos sobre ello, se puede determinar, como lo hemos
Pecho respecto de aquellos dos cuerpos, cuánta cantidad de elementos
proteicos mortifica una sustancia tóxica, ó cuánto oxígeno consume.
r Liebig, en la Introducción á su Tratado de Química orgánica, al hablar
del modo de conducirse este último grupo de cuerpos venenosos, á los
que tiene tan solo por verdaderos venenos , supone que lodos forman
combinaciones sólidas, estables, insolubles, excepto algunos que se re-
disuelven en el exceso del cuerpo tóxico, y habla de desprendimiento de
la parte mortificada, á modo de películas.
Si respecto de algunos compuestos químicos de este grupo es eso ver-
dad , también lo es que en otros no sucede nada de eso , puesto que los
más no coagulan; y otros, aunque lo hagan , pueden ser disueltos á be-
neficio de ios álcalis ó cloruros de la economía, y pasar así los tósigos á
la masa de la sangre por la solubilidad que les han hecho adquirir esos
disolventes. Esta disolución, mas bien que las películas, en ciertas partes
por lo menos , es lo que hace desaparecer la sustancia tóxica , y la que
permite que sea expelida por diferentes emunctorios.
Mialhe ha tratado este punto con mas exactitud y lucidez, y por lo
mismo completarémos este interesante estudio , acomodándonos á las
ideas de este último autor, puesto que determinan más todos los hechos.
Al hablar de los cuerpos cáusticos , ya hemos visto que los hay que
coagulan , y otros que disuelven , pudiendo los que coagulan , ó forman
compuestos plásticos , ser redisueitos por los álcalis y cloruros alcalinos.
Entre esos cuerpos figuran muchos de los del grupo que aquí nos ocupa;
por lo tanto, puede decirse de ellos lo propio, siquiera no se los consi-
dere como cáusticos.
Los hay, en efecto, que forman con los tejidos compuestos plásticos ; y
si nada los disolviese , no pasarían á la masa de la sangre, para producir
efectos generales , al paso que otros forman compuestos solubles.
Respecto de su acción sobre el suero de la sangre, los divide Mialhe en
unos que coagulan y otros que fluidifican. Coagulan los metaloídeos,
cloro, bromo y yodo; los ácidos minerales, como ei sulfuroso, sulfúrico,
nítrico, clorhídrico, pirofosfórico , etc.; la mayor parte de las sales de
zinc, plomo, estaño, bismuto, cobre, antimonio, mercurio, plata, oro,
platino , etc.
Pues bien ; todos estos cuerpos, puestos en contacto con los tejidos, se
combinan con los elementos proteicos que contienen , y forman compues-
tos plásticos disolubles , como lo afirma Liebig ; y si algo no les da solu-
bilidad , no pasan al torrente de la circulación. *
Mas, luego que están formadas esas combinaciones sólidas , obran so-
bre ellas las bases alcalinas que contienen los humores; las disuelven, y
así al estado de doble sai pasan á la sangre , lo cual da lugar á la intoxi-
cación general. Lasque no disuelven las bases alcalinas, son disueltas
por los cloruros de la misma organización ,.y sucede lo propio. Como las
sales alcalinas dan solubilidad á los cuerpos que con ellas se combinan,
se concibe esa introducción de los venenos que empezaron su acción en
ios tejidos, formando coágulos ó compuestos plásticos. Introducidas así
- M5 -
en el torrente de la circulación , obran sobre los elementos protéicós de
la sangre y de órganos distant^ , ó del oxígeno respirado , y la intoxica-
ción se anuncia ya por efectos generales.
Los metaloídeos , los ácidos minerales y vegetales , y algunos óxidos
metálicos , como los de antimonio , son los que se hacen solubles por me-
dio de los álcalis. La mayor parte de las sales metálicas se disuelven por
medio de los cloruros alcalinos.
Si los venenos últimamente citados coagulan, hay otros que fluidifican,
ó , por lo menos, no forman con los tejidos , ni suero de la sangre , com-
puestos plásticos como aquellos ; tales son , por ejemplo , los óxidos alca-
linos y sus carbonatos, sulfatos, nitratos, fosfatos, tartratos, citratos,
yoduros, cloruros, sulfuros, etc. ; el amoníaco y sus compuestos sali-
nos, los ácidos orgánicos diluidos, el arsenioso, el arsénico y el fosfó-
rico hidratado.
No es , sin embargo , igual su acción , por cuanto los alcalinos y sus
sales, inclusas las de ácido orgánico cuando son diluidas, que es como
pueden ser absorbidas, según lo que llevamos dicho antes, pasan á la
masa dé la sangre, y la fluidifican notablemente; las sales de ácido or-
gánico vienen á resultar como si fueran carbonatos; porque ya hemos con-
signado que el ácido se transforma en ácido carbónico ; los ácidos arsenio-
so, arsénico y fosfórico hidratado, no fluidifican ; pero tampoco coagulan.
De todos modos resulta que", ora coagulen , ora liquefien , ya lo hagan
de un modo , va de otro , ó ya sean absorbibles , mediata ó inmediata-
mente, siempre lo que se pone en evidencia es la acción química de to-
das esas sustancias , tanto si nos referimos á los efectos locales , como si
nos remitimos á los generales.
Todo eso está en armonía con lo que hemos visto al hablar del modo
como son absorbidos los venenos simples y compuestos del reino mineral.
Si después de esta ojeada general á los venenos inorgánicos , inclusos
algunos ácidos orgánicos, pasamos á otros del reino vegetal y animal,
también tendrémos ocasión de notar acciones químicas, si bien no son
tan conocidas estas como las de aquellos.
El ácido tánico , por ejemplo , el tanino , el alcohol , la creosota y el
aceite de crotontiglio , obran como los inorgánicos coagulables del grupo
que adquiere solubilidad por medio de las bases alcalinas. Otro tanto
podrémos decir de la infusión del centeno atizonado, de la sabina , jugo
de ortigas , etc.
Liebig dice que, respecto del ácido prúsico y de los alcaloideos, no tene-
mos todavía datos cabales para poder determinar su acción química, ó
el modo cómo la desplegan ; pero añade á renglón seguido , que puede
predecirse con seguridad que no está distante el tiempo en que se sabrá
la manera de conducirse de esos venenos con las sustancias animales.
Desde que lo dijo Liebig ya se han hecho experimentos que han realizado
sus esperanzas.
Respecto del ácido prúsico ó hidrociánico , todas las probabilidades es-
tán en que detiene la acción del oxígeno. Millón ha observado que, cuando
interviene la menor proporción jde ácido cianhídrico , en la acción inmi-
nentemente oxidante que ejerce el ácido yódico sobre ciertas sustancias
orgánicas , cesa de repente esa oxigenación. Este hecho da gran funda-
mento , como lo cree Mialhe , para comprender la acción química de ese
ácido terrible en la economía humana , y explicar la rapidez de su ener-
gía venenosa. Robin le da la misma propiedad.
— Si 6 —
En cuanto á los alcaloideos ó bases alcalinas orgánicas , tenemos tam-
bién bastantes datos experimentales par<^ poder saber algo relativo á su
acción química, de la cual se sigue la terapéutica y la tóxica.
Las bases alcalinas orgánicas son poco solubles en el agua; y excepto
la morfina, casi todas las demás son insolubles en los álcalis, al paso
que poco ácido basta para darles solubilidad, transformándolos en sales.
Lo estrechamente relacionada que está la solubilidad de dichas bases con
su acción terapéutica y tóxica, como la de todo agente exterior que viene
á ponerse en contado con nuestros órganos , es ya un pié bastante sólido
para deducir con fundamento que es química la acción de los alcaloideos,
como la de los demás venenos.
Los álcalis y carbonatos neutros alcalinos precipitan de sus disolucio-
nes á los alcaloideos; solo se exceptúan de esta regla la morfina, cuyo
precipitado se redisuelve con un exceso de reactivo.
Este dato, que nadie ignora y que todos pueden comprobar en el la-
boratorio, se repite del propio modo en la economía humana. Bajo este
punto de vista no hay diferencia entre lo que pasa en una copa ó tubo de
ensayo, y lo que acontece en el tubo digestivo , piel y masa de la sangre.
Los alcaloideos se combinan con los ácidos del estómago, y se hacen
mas activos , porque se vuelven mas solubles. Aplicadlos' al ano ó á la
piel ; apenas son activos. ¿Y por qué? Porque el moco del recto es alca-
lino, y alcalino el cloruro yódico que baña la piel. Gomo los alcaloideos
son insolubles en los álcalis, no adquieren solubilidad , y no son absor-
bidos. Ved lo que pasa con la morfina , que es soluble en los álcalis;
obra enérgicamente dada en enemas y por el método endérmico. Los re-
sultados clínicos están poniendo de manifiesto la acción química de los
alcaloideos.
Introducidos estos venenos en la masa de la sangre , se hallan con car-
bonatos alcalinos y con álcalis, los cuales, como en las copas, los preci-
pitan, formando carbonatos insolubles; hé aquí otro fenómeno químico
que empieza á dar á comprender cómo han de alterar las propiedades
fisiológicas de la sangre , contrariando , por lo menos, la circulación
sanguínea.
Cuando hemos hablado de la posibilidad de acumulación de medica-
mentos en la economía, y de una intoxicación debida á esa acumulación,
hemos dicho que las sales -de quinina podían dar lugar á este terrible su-
ceso. Eso es debido á que Ja quinina es uno de los alcaloideos precipita-
dos por los álcalis ó carbonatos alcalinos; como sustancia insoluble se
estanca; y si en los humores del cuerpo hay mudanza, de la que resulte
abundancia de ácidos, ese precipitado se redisuelve, y entonces hay una
gran cantidad de alcaloideo en acción , y de ahí el intoxicarse el enfermo.
Además de los fenómenos químicos indicados, hay otros á los cuales
acaso se deben más los efectos fisiológicos de los alcaloideos ; desalojados
por los álcalis, precipitados de su ácido, se combinan con los elementos
protéicos de la sangre, combinaciones que duran poco.
Siquiera las acciones químicas conocidas délos alcaloideos no expli-
quen todos los efectos mediatos de esos cuerpos, explican otros muchos,
que, sin ella, no tienen ninguna explicación plausible. Muchas cuestiones
terapéuticas reciben una luz clarísima, desde el momento que se hace apli-
cación á la economía del modo de conducirse las bases alcalinas orgáni-
cas con los álcalis y los ácidos.
Los cuerpos volátiles y los anestésicos ejercen también una acción quí-
- 247 -
mica, la que consiste principalmente en apoderarse del oxígeno del aire
respirado, por lo cual son asfixiantes, en especial los últimos.
La acción de muchos gases y cuerpos volátiles , introducidos por las
vías respiratorias, ha sido mejor comprendida é interpretada desde el
descubrimiento de los anestesíeos. Cuando se habló de los efectos produ-
cidos por el éter, inspirado para acallar el dolor, medio que los médicos
americanos Jakson y Morton habían descubierto, la idea general fué que
obraban sobre el sistema nervioso, á consecuencia de cuya estupefacción
se presentaba la insensibilidad, la resolución muscular y la asfixia. Des-
pués se ha descubierto el cloroformo y otros anestésicos , como última-
mente el amileno , y por no pocos se sigue la misma opinión ; creen que
estos cuerpos volátiles obran impresionando las extremidades de los ner-
vios. Otros, como Black, Ragsky, Coze, etc., atribuyen dichos efectos á
la compresión que ejercen sobre los centros nerviosos aquellos cuerpos
volátiles introducidos en la sangre.
Yo había creído que la anestesia era producida por una asfixia, y esta,
debida á la cantidad de un cuerpo volátil que reemplazaba el aire, y de
consiguiente impedia la oxigenación de la sangre.
En unos artículos que publiqué en el periódico médico titulado La Ver-
dad, sobre la acción del cloroformo , poco tiempo después de haberse des-
cubierto este anestésico , asi lo manifesté , como lo indicaré luego, al ha-
blar de los varios modos de obrar de los venenos.
Después he sabido que Eduardo Bobin , químico francés distinguido y
de talento despejadísimo, por cuyas opiniones tengo grandes simpatías,
ha publicado importantísimos trabajos sobre la acción de los anestésicos,
y demostrado hasta la última evidencia que obran de ese modo , impi-
diendo la hematosis, apoderándose del oxígeno respirado y protegiendo
así las materias vivas de la acción del oxígeno, como protege las mate-
rias muertas-, puesto que , sometidas á la acción de los anestésicos , la
putrefacción se retarda de un modo considerable. Los experimentos he-
chos por Robin no dejan la menor duda sobre este punto.
Tampoco la dejan respecto de la pretendida acción del éter, clorofor-
mo , éter bromhídrico , amileno y demás anestésicos , puesto que ha de-
mostrado que son venenos para las plantas, y por la misma razón, por-
que les quitan el oxígeno que les da la vida, como á los animales, y
harto es sabido que las plantas carecen de cerebro y de sistema nervioso.
Aplazando para luego el hablar mas extensamente de esta importante
cuestión , dejarémos aquí consignado que esos terribles venenos asfixian-
tes ó los anestésicos, apoderándose del oxígeno, con el cual se combi-
nan, impidiendo de esta suerte la hematosis, ejercen una acción quí-
mica, á consecuencia de la cual sobreviene la muerte por asfixia.
No me extenderé más sobre las sustancias orgánicas, primero, porque
repito que en el estado actual de la ciencia no se halla este punto tan es-
clarecido como respecto de los cuerpos inorgánicos, y segundo, porque
bastan algunos ejemplos de sustancias del reino vegetal para mi objeto y
para creer con fundamento , aun cuando no sea mas que por analogía ,
que una cosa parecida sucederá en lo demás : aquí dirémos como Liebig:
«El tiempo se encargará , con los progresos de la ciencia , de completar
este estudio y de darnos la razón.»
Esta analogía está tanto mas sólidamente establecida , cuanto que ya
hemos visto que , ni los venenos pueden obrar no siendo solubles , ni
pasan íntegros á la masa de la sangre , ó á los órganos distantes del
— 2S8 —
punto en que se los ingirió.- Por el mero hecho, de verlos obrar, si no
local generalmente , ó vice-versa , y de no hallarlos íntegros , ni en los
humores ni en los órganos, se deduce lógicamente, cuando producen
intoxicación ó lastiman la parte con la»que se ponen en contacto, que
su acción es de naturaleza química , porque sin actos químicos ó molecu-
lares no harían nada..
Si para ser absorbidos han de adquirir solubilidad , ¿cómo podrian
adquirirla, ingeridos en la economía, sino íi beneficio de combinaciones
contraidas con los elementos de la organización ó por mejor decir , con
los disolventes de esta que se la dan?
Hé aquí , pues, cómo , siquiera en el estado actual de la ciencia no po-
damos determinar á punto fijo cuál es la acción química que ejercen,
es lógico afirmar que la desplegan.
ÍTasta aquí me he referido á las sustancias venenosas que contraen com-
binaciones con ciertos elementos de los tejidos y la sangre, ó que impiden
la oxigenación, apoderándose del oxígeno inspirado. Yov ahora á exami-
nar someramente también, ó de un modo general , á grandes rasgos, otra
clase de venenos que provocan descomposiciones en los tejidos y la san-
gre, desapareciendo ellos en esas metamórfosis, por la parte que toman
sus elementos en los compuestos nuevos á que su presencia da lugar.
Hay sustancias alimenticias que se tornan venenos , cuando se des-
arrolla en ellas la putrefacción. Éste fenómeno de la química orgánica da
á esas sustancias un poder fermentativo ó catalítico, puesto que, en
contacto con los tejidos ó con la sangre , promueven en ella un movi-
miento de descomposición que gasta ciertos tejidos y desconcierta la sa-
lud de un modo profundo , produciendo, sin que nada acierte á dete-
nerle , en poco tiempo la muerte.
Los embutidos, morcillas y preparaciones alimenticias de esta clase,
compuestas de sangre , cerebro, pedazos de visceras, tocino, leche, etc.,
cuando no tienen la suficiente cantidad de sal , pimienta y especias , ó
no se ahúman lo debido , se pudren , y del fondo de la masa putrefacta
sale una materia rojiza y mas blanda que el resto de la morcilla , en des-
composición , en movimiento molecular, por lo tanto de gran fuerza quí-
mica , capaz de producir un movimiento igual en la masa de la sangre.
Estas sustancias alimenticias así alteradas , no obran por ciertos ácidos
ni principios determinados conocidos, si bien no falta quien así opine,
y aun cuando así fuese, por eso no dejai ian de obrar químicamente.
El agua hirviendo y el alcohol les quitan la virtud tóxica; se la quita
lodo lo que se opone al movimiento de descomposición particular en que
se halla su materia: ese es el agente tóxico, porque le comunica á la
masa de la sangre, cuerpo complexo á propósito para ello-; y de aquí
la intoxicación pútrida que sobreviene, cuando esas sustancias pasan al
torrente circulatorio, sin que los agentes digestivos les hayan podido des-
truir su virtud fermentativa.
La imposibilidad de hallar el menor resto de esas sustancias , m eu ia
sangre, ni en los órganos, ni en los humores excrementicios, es una
prueba irrefragable de que han sufrido á su vez descomposición ; luego
ha habido acto químico.
La descomposición de la fibra muscular y de todas las partes esencia-
les del cuerpo que tienen la misma composición que este principio in-
mediato, ¿qué prueba sino un acto químico? ¿Cómo podrian disolverse
los elementos proléicos sin una descomposición? ¿Y qué prueba una des-
- 549 -
. composición sino movimiento molecular? ¿T qué es sino acto químico se-
mejante movimiento ?
Respecto de las carnes ó sustancias del cerdo, crudas, acaso su ma-
lignidad no se debe siempre á la putrefacción , sino á la presencia de
los trichinos ; es muy posible que antes del descubrimiento de esos pa-
rásitos , se hayan tomado por intoxicaciones algunos casos de verdadera
trichinosis. Estos casos no son intoxicaciones, puesto que los trichinos
no son venenosos , no obran químicamente.
De una manera análoga á las sustancias putrefactas , proceden los ve-
nenos de los animales ponzoñosos. Todo conduce á probar que gozan de
un poder fermentativo, provocando en la masa de la sangre una descom-
posición, metamórfosis que altera los principios inmediatos, quitándoles
sus condiciones fisiológicas. En el estado actual de la ciencia no es posi-
ble determinar una por una las combinaciones que se efectúan , ni las
proporciones en que lo hacen; pero el resultado definitivo, la alteración
constitutiva de la sangre y los tejidos , la desaparición del humor vene-
noso, la imposibilidad de hallarle luego de ingerido, y su analogía con
el modo de obrar de los fermentos , dan demasiados fundamentos para
negarles acción química.
Por último, los miasmas y los virus , sujetos al mismo exámen analítico
que acabamos de hacer de todos los agentes capaces de intoxicar la eco-
nomía, no nos presentan ninguna excepción á la regla general. Pode-
mos aplicarles cuanto acabamos de consignar respecto de las sustancias
en putrefacción y de los venenos de los animales ponzoñosos. Todo con-
duce á probar que obran á la manera de los fermentos; como humor en
descomposición , cuyo’ movimiento molecular provoca otro en los tejidos
V la sangre, susceptibles de experimentarle, á la presencia de semejante
incitador. No hay mas diferencia , en cuanto al conjunto de fenómenos
que determina la descomposición provocada por los virus , además de la
particular que á cada fermento corresponde, que el producirse entre las
combinaciones nacidas de esa descomposición un humor igual , que no
es germinación , desarrollo ni reproducción del provocador, puesto que
los elementos de este han desaparecido combinados, cuando verificadas
las metamórfosis , aparece el nuevo material contagioso ; sino un verda-
dero producto nuevo , dotado de las mismas facultades virulentas.
Los virus pierden su acción maléfica , puestos en contacto con cuerpos
capaces de detener el movimiento de descomposición. Secos , ó al estado
seco, se conservan por largo tiempo sin perder su actividad ; mas en con-
tacto con el aire húmedo , se alteran hasta perderla. El calor, el alcohol,
los ácidos, las sales mercuriales, el ácido sulfúrico, el cloro, el yodo, el
bromo, los principios aromáticos, los aceites volátiles, los empireumá-
ticos , el humo y el cocimiento de café destruyen los virus, ya descom
poniéndolos, ya combinándose con sus elementos.
Siendo todos los cuerpos indicados capaces de detener la putrefacción
y la eremacosia , impidiendo la acción del oxígeno sobre las materias
muertas , y viendo que detienen la acción fermentativa de los virus , hay
sobrados motivos para opinar que obran sobre los virus de una manera
química análoga.
Comparando lo que pasa con los fermentos, el agua azucarada y el
gluten , ó con el ácido oxálico y el oxámido 0, y lo que sucede poniendo
(') Véase la p. 374 y siguientes del tomo I de mi Tratado de Medicina legal.
— 250 —
en contacto los virus con los tejidos y la masa de la sangre viva, la ana-
logía no puede ser mayor, y hasta ahora no se conoce ninguna explica-
ción mas satisfactoria, que dé á comprender el modo de conducirse esas
sustancias especiales.
Ahora bien ; si de esa ojeada general , echada á todas las clases ó gru-
pos de sustancias capaces de intoxicar de este ó aquel modo , se ve siem-
pre que hay una acción de contacto material molecular, y por lo tanto
química; si recordamos aquí lo que hemos dicho en punto á las relacio-
nes íntimas que hay entre la solubilidad de los venenos y su absorción;
si tenemos en cuenta la lev de la absorción relativa á la descomposición
ó alteración que experimentan todas las sustancias , al ponerse en con-
tacto con nuestros sólidos y humores; si añadimos que la acción de los
contravenenos es química también, puesto que se combinan con las sus-
tancias venenosas, neutralizándolas para dar lugar áun nuevo cuerpo de
menor acción química ó ninguna , ó volverlos insolubles, ¿por qué he-
mos de pensar de otra manera que lo que venimos sosteniendo , apo-
yándonos, no en tal cual hecho, sino en todos los que la experiencia y la
observación nos permiten conocer en el estado actual de las ciencias
fisiológicas y químicas?
Si á cada paso que la química orgánica da de nuevo en el terreno fisio-
lógico , lejos de contrariar nuestra opinión , la confirma ; si cada nuevo
progreso en esta parte es una prueba mas de que esos agentes, puestos en
esfera de actividad con nuestros sólidos y humores, desplegan la acción
química que les es propia, del mismo modo que cuando lo están con las
demás materias muertas ó inorgánicas , ¿por qué no hemos de pensar
que , respecto de los hechos conocidos , es química la acción de los ve-
nenos , y que , respecto de los que todavía no conocemos bien , lo ha de
ser igualmente , en especial no habiendo , ni en la filosofía, ni en la ló-
gica, razón alguna para creer que hay unas leyes para unos hechos, y
otras para otros, siendo todos del mismo orden?
Creo que con lo que llevo expuesto queda suficientemente probado:
1. * Que los venenos no ejercen ninguna acción sobre las fuerzas de la
economía , sean de la naturaleza que fueren.
2. ° Que la ejercen sobre la parte material de los sólidos , líquidos y
gases, con los cuales se ponen en contacto , combinándose con sus ele-
mentos y dando lugar á nuevas combinaciones.
3. * Que en este movimiento molecular se combinan como con las mis-
mas sustancias ó elementos fuera de la organización , y tanto durante la
vida como después de la muerte.
Sentado lo que precede, pasemos al último punto de este párrafo, con
lo cual acabaremos de desarmar á los que tan obstinadamente y á des-
pecho de las pruebas prácticas se oponen á la acción química ó mo-
lecular de los venenos.
S III.— De los efectos que producen los venenos sobre los sólidos y líquidos vivos.
Todo cuanto llevamos expuesto en el punto anterior ha tenido por ob-
jeto probar que los efectos primitivos , y por lo tanto , verdaderamente
propios de la acción de los venenos , son combinaciones de sus elemen-
tos con los elementos de los sólidos y líquidos con los cuales se ponen en
contacto ; que esto es lo primero que hacen , para lo cual no necesitan
mas que las leyes físicas y químicas establecidas para regular el modo de
— 881 —
conducirse unos cuerpos con otros , cuando se ponen en esfera de actívi
Lo¡f que opinan que los venenos obran dinámicamente , esto es
las fuerzas de la vida , suponen que la sustancia tóxica afecta prime
esas fuerzas, debiéndose á esto la intoxicación , y luego se sigue la acción
química, dado caso que la admitan, la que nada tiene que ver con la
muerte del sugeto. . , - , .
Cláudio Bernard , en sus primeras lecciones , examina las teorías tísi-
cas, químicas y vitales que se han ideado y se siguen , para explicar la
acción y modo de conducirse los venenos y medicamentos en la economía
humana. Respecto de las teorías físicas , se hace cargo de los experimen-
tos de M. Poiseuille, para probar que la acción de los venenos se debe á
las leyes de la endósmosis y exósmosis, ó al cambio de condiciones tísi-
cas de los líquidos vivos, y á su mayor ó menor facilidad para circular;
repite esos experimentos, reconoce la exactitud de los hechos que se afir-
man , y concluye por decir que eso no explica todos los hechos ; y cita
algunos, como el gran poder endosmósico del azúcar, por lo cual debería
ser purgante, la acción purgante del sulfato de sosa y de magnesia , que
también purgan inyectados en las venas, y otras cosas por el estilo.
Siempre la misma falta de lógica en el raciocinio.
Respecto de las teorías químicas, recuerda también y reproduce las
doctrinas y experimentos de los Volher y Liebig; reconoce igualmente
la exactitud de los hechos, y concluye diciendo que hay otros venenos,
cuya acción ya no se explica satisfactoriamente por la química, y entre
estos cita algunos alcaloideos, el ácido prúsico, etc. ; afirmando de ellos
hechos inexactos ó mal interpretados, y en último resultado, se refugia
en lo que él cree inexplicable, indemostrable por dichas teorías , para
admitir acciones dinámicas, lesiones vitales , y como todos los vitalistas,
atribuye esa especie de acción al sistema nervioso; suponiendo que este
es el primer afectado, y que los efectos químicos y físicos de los venenos,
son secundarios ; reflejo de las modificaciones que experimenta el sistema
nervioso, antes que los sólidos y líquidos del cuerpo (‘).
Pruebas de lo que afirma no las espereis ; Bernard no las da ; es lo
propio de la escuela vitalista ; siempre su fundamento para admitir le-
siones vitales es la no explicación por la física y la química de ciertos he-
cnos , sin que por eso se expliquen más por el vitalismo. Si con aquellas
teorías se quedan á oscuras, con esta se quedan ciegos; y sin embargo,
para que, se vea lo lógicos que son, por no poder explicar ciertos hechos
con teorías físicas y químicas , no las admiten , y abrazan las vitalistas , á
pesar de no explicar esos hechos.
llegándose á la evidencia y demostración de la acción física y química
sobre la sangre y elementos constituyentes de todos los tejidos ; á los ex-
perimentos hechos directamente , sin resultado sobre los nervios y sus
centros, con esos alcalóides y otros venenos, cuyos efectos fisiológicos
mas^arectan el sistema nervioso, al paso que le producen aplicados á la
uSe eTnPeaa eP dar al sistema nervioso una lesión que no exülica,
,eTn/lestra; ni ve, y ni siquiera le ocurre que las celdillas" ner-
tí5_. : ’ ant0. periféricas como centrales , pueden sentir el efecto de con-
ltvn y^0,mnbmacion cpn esos principios venenosos, que la sangre les
» y consecuencia de ello, alterarse en sus propiedades fisiológicas,
(‘) Véanse las Leccionet IV y V de la obra citada.
— 252 —
después de haberse alterado en sus. elementos histológicos y en los ele-
mentos químicos ó principios inmediatos, á cuya combinación y consti-
tución deben su automatismo espontáneo , ya relativo al movimiento y
sensibilidad, ya á la inteligencia y sentimiento. No se ocupa en averi-
guar qué es lo que pasa en esas celdillas , estudio que es posible; se
contenta con decir magistralmente, es una lesión vital , un efecto nervioso
primitivo, y probablemente no le atribuye A la materia del nervio ó de la
celdilla, sino A esa fuerza misteriosa, diferente de las físicas y químicas
que se califica de vital.
No tengo nacesidad de volver á probar lo inexacto, por no decir lo
absurdo, de semejante opinión , puesto que dejo demostrado : l.° que la
materia, que los cuerpos ó sus elementos no pueden obrar sobre fuerza
alguna , sea de la naturaleza que fuere ; tanto porque una fuerza no es
corpórea ó material , dado que exista , como porque una fuerza no existe
ni puede existir separada de la materia, ni revelarse, ni obrar sin ella;
2.° que las sustancias venenosas se conducen, en cuanto agentes quími-
cos , del mismo modo con las sustancias vivas que con las muertas, con
las orgánicas como con las inorgánicas, y si algunas diferencias hay,
estas no son esenciales sino accidentales , y mas en los productos que en
el modo de darles existencia; debiéndose esas diferencias á lo compli-
cado ó complexo de la constitución de las sustancias orgánicas.
Si, verificada una combinación química entre los elementos de un ve-
neno y los de un tejido y un humor, este humor y este tejido no tienen
ya la misma acción que antes tenian sobre los elementos del cuerpo or-
ganizado de que forman parte, y de esto se siguen alteraciones mas ó
menos profundas en la economía de ese cuerpo ; lejos de poderse dedu-
cir lógicamente de semejante fenómeno nada que se oponga á la natura-
leza química de la combinación y á la prioridad de la acción molecular,
es un argumento más á su favor, puesto que esta es la ley constante de
toda combinación; los nuevos productos, siquiera tengan los elementos
de Jos que han dado lugar á ellos, están dotados de propiedades di-
ferentes , por estar combinados de otro modo.
Si un cuerpo mas ó menos compuesto forma parte de otro en el cual
está destinado á producir determinados fenómenos , y los produce en vir-
tud de lo que él es , claro está que, si otro se pone en conlacto con ese
cuerpo , se combina con él ó sus elementos, y forma nuevas combina-
ciones incapaces de producir los fenómenos que aquel producía , ó del
modo como los producía ; esos fenómenos deberán cesar, y si ellos eran
causa de otros, estos, á su vez, han de sufrir alteraciones notables ó su
completa cesación. Para que todo eso suceda , ¿qué se necesita mas que
la alteración del cuerpo por otro? Este se ha limitado á alterar el primero,
combinándose con él : es lo que él ha hecho , su acción propia , el acto
suyo. Que no se produzcan fenómenos debidos al cuerpo alterado , ni
otros dependientes de estos , es asunto extraño para el cuerpo que vino
á combinarse con el que producía ciertos fenómenos, causa de otros; no
tiene nada que ver con esa cesación , como no sea por haber dado lugar
á esas alteraciones mediatas con la combinación de sus elementos y los
de dicho cuerpo.
Del gasómetro, por ejemplo, sale una corriente de hidrógeno bicarbu-
radopor un tubo, y encendido alumbra un salón donde uno.escribe, otro
lee, otro canta, otro toca el piano y otros hablan. Encima del mechero
bay un vaso doble de cobre, con cera en una cavidad , la que, fundida,
- m -
sale por un conducto á unos moldes de hojas de flores ; en otro hay una
sustancia fragante, que con el calor, derrama su perfume por el salón.
Suponed que se introduce en el tubo agua, oxígeno naciente, cloro ó
cualquier cuerpo , en fin , capaz de combinarse con la corriente del bi-
carburo de hidrógeno que arde, alumbra, derrite la cera y volatiliza la
sustancia odorífera. Ese carburo ya no es lo que era, y si ha perdido con
su nueva combinación la propiedad de arder , de combinarse con el oxí-
geno dando llama y calor, el salón se queda á oscuras; el que escribe, el
que lee y el que toca el piano , cesan de hacerlo; el que canta, si no lo
hace de memoria, no puede continuar; los que hablaban siguen hablan-
do; la cera no se derrite, ya no va al molde, no se hacen hojas de flores;
el perfume no se exhala , el salón no huele ; ha perdido olor y luz.
El agua, el oxígeno, el cloro ó lo que sea, que haya alterado el car-
buro de hidrógeno, ¿qué tienen que ver con todos los hechos que se efec-
tuaban con la luz y calor del mechero de gas inflamado? Nada; ellos no
han hecho mas que lo que podian hacer; alterar el gas, y como este ha
perdido sus propiedades inflamables, ha dejado de arder, y todos los que
necesitaban luz y calor para hacer lo que hacían, lo han suspendido; ios
hechos que los necesitaban también para efectuarse, han cesado; solo pue-
den continuar los que no necesitan de eso, como los que hablan.
Hé aquí un ejemplo claro y sencillo de lo que pasa en los cuerpos vi-
vos, donde los elementos, los principios inmediatos, las sustancias orgá-
nicas, los tejidos, los órganos y los humores tienen señalado su destino
por las leyes de la naturaleza.
Cada uno, no solo existe, sino que existe para algo, tiene su fin, el que
cumpliéndose , se producen ciertos fenómenos , y realizándose estos , se
verifican otros , y así sucesivamente en el orden y armonía con que todo
está encadenado en un cuerpo vivo.
Cualquiera de esos elementos, principios inmediatos, sustancias orgá-
nicas, tejidos, órganos, humores que se altere ó pierda sus condiciones
naturales y fisiológicas, ha de producir forzosamente mas ó menos tras-
tornos en los fenómenos de la organización, puesto que estos se verifican
bajo determinadas condiciones, y si estas faltan antes, cesan ellos ó se
realizan de un modo muy diferente.
El cuerpo ó cuerpos que alteren la constitución química ó física de
esas partes constituyentes de una organización, son, sí, la causa de esos
trastornos, pero causa mediata, indirecta, ocasional; ellos no hacen mas
que obrar sobre el cuerpo con el cual se ponen en contacto, y alterarle;
lo demás que sobrevenga no es cuenta suya; es un resultado forzoso de
la organización que así lo quiere, porque se le interrumpe la série de
operaciones enlazadas para su objeto general y común , que es la vida , la
existencia y la salud del ser.
¿Qué hace un lazo en el cuello de un animal estrangulándole? Inter-
ceptar el aire , negar su paso á las vías respiratorias. Y de esto ¿qué se
sigue? Que falta la acción del oxígeno sobre la sangre. Y de esto ¿qué
resulta ? Que no hay hematosis , que no hay producción de calor. Y de
aquí, ¿qué proviene? Que cesa de obrar el cerebro, los pulmones, el co-
razón , y luego lodos ios órganos. Como ese estado se prolongue , y por
poco que se prolongue, el sugeto ó animal muere. ¿Quién ha sido la causa
primera de todo eso? El lazo. Pero la acción de este ¿hasta dónde ha lle-
gado? Ha sido puramente mecánica, no ha pasado de los tegumentos y
músculos y tráquea, á los cuales ha comprimido, interceptando el paso
— fol —
del aire Esto es todo lo que ha hecho, lo que ha podido hacer el lazo , ni
más ni menos. Todos los demás fenómenos tísicos, químicos y vitales que
se van sucediendo en tales casos, ya no dependen directamente de él, lo
mismo sucederia si fuese un tapón en las fauces, las manos del hombre
aplicadas al cuello; el agua , arena, etc., que se introdujese en las vías
respiratorias, el vacío, un gas no respirable, todo lo que asfixia, en íiu,
produciría iguales ó idénticos fenómenos secundarios ó mediatos.
Que en lugar de un lazo, ó cualquier otro de ios indicados asfixiantes,
sea un anestésico, un cuerpo que se apodere del oxígeno respirado y se
combine con él, no dejándole combinar, por lo tanto, con la sangre; su-
cederá lo mismo, faltará aire, oxígeno, y la asfixia se declarará en el
fondo del propio modo. ¿Qué habrá hecho el anestésico , en resumidas
cuentas? Lo que el lazo, polvos, agua, etc.
Si hay otra sustancia que venga también á apoderarse del oxígeno res-
pirado, ¿qué sucederá? Lo propio. ¿Cuál habrá sido su acción y los lími-
tes de esta? La acción, sobre el oxígeno; los límites, á combinarse con él
el producto inmediato de esta combinación; todo lo demás le será tan ex-
traño como al lazo, agua, arena y otros asfixiantes.
¿Qué fisiólogo , no obcecado por ideas sistemáticas ú opiniones preven-
tivas, ha de ver en todos esos agentes una acción dinámica primero que
la física y la química? ¿Y qué hombre lógico ha de atribuir al agente pro-
vocador del primer fenómeno los demás que son consecuencia sucesiva
de la alteración ó cesación de otros? ¿Qué hombre, en fin, que sepa razo-
nar ó hacer el debido uso del entendimiento que Dios le ha dado, dedu-
cirá que la acción del cuerpo que impide la Oxigenación, siquiera sea un
lazo, no es física, poique de la estrangulación se siguen fenómenos fisio-
lógicos, vitales, solo posibles en los cuerpos vivos? ¿No se siguen también
fenómenos vitales, cuando una bala desgarra el corazón, ó cuando un ha-
chazo parte el cráneo y el cerebro? ¿Y se dirá que la acción de estos dos
cuerpos no es meramente mecánica; que antes de atacar los tejidos física-
mente, han atacado las fuerz ís , han obrado dinámicamente? ¡Qué absur-
do! ¡Qué tontería!
De las reflexiones que preceden se infiere lógicamente que no todos los
efectos de una intoxicación deben atribuirse á la acción de los venenos
de una manera inmediata , sino mediata, en especial tratándose de todos
aquellos que acontecen, á consecuencia de la alteración producida por la
sustancia tóxica en los sólidos y humores del suge^o intoxicado. Diré
más; fuera de la combinación ó actos químicos que la presencia del ve-
neno provoca, y fuera de las alteraciones de constitución que él por sí
produce, todo lo demás ya no le pertenece, ya no es suyo, ya es conse-
cuencia mas ó menos mediata de su acción y ios efectos propios de esta.
Dé aquí por qué Eduardo llobin, al sentar que los venenos lo son, en
cuanto impiden que el oxigeno verifique la hematosis, extendiendo á toda
clase de ' enenos esta manera de obrar , dice que las sustancias tenidas
por venenosas , en sí no lo son , no tienen ninguna acción directa sobre
los nervios, no hacen mas que impedir un acto fisiológico, del cual de-
pende la vida, ó sin el cual por lo menos esta no es posible (*).
Hé aquí también por qué Giacomini opina de un modo parecido res-
pecto de ciertas sustancias por lo menos.
«Los experimentos que me son propios, dice este autor italiano, escla-
(*) Uodt ct'oclion dei anttlhttiques par irupiration, Op., pég, 21.
- m —
recen singularmente la acción mecánico-química de los venenos llama-
dos corrosivos ; esos experimentos prueban hasta la evidencia que la ac-
ción química no es la única que poseen esas sustancias , y que esa acción
no es la que produce los fenómenos de la intoxicación y la muerte inme-
diata. Los efectos químicos, en igualdad de circunstancias, están en ra-
zón inversa de los efectos dinámicos ; Ja muerte se debe siempre á estos.
Cualquier ácido concentrado , un álcali cáustico , el plomo derretido , el
vidrio molido , el aceite hirviendo, el hierro hecho ascua, pueden produ-
cir efectos mecánico-químicos parecidos á los del sublimado corrosivo y
del arsénico, ó acaso mas fuertes, y sin embargo, no se ios puede consi-
derar, en rigor, como venenos.
)> Verdad es que la inílamacion traumática, la cauterización del esófago
y del estómago que ocasionan estas sustancias, como el sublimado cor-
rosivo, el arsénico, el nitrato de plata, las cantáridas, etc., pueden tener
en ciertos casos consecuencias funestas, independientemente de su ac-
ción dinámica; pero eso no sucede súbitamente como con una verdadera
intoxicación. En tales circunstancias , hay ordinariamente una reacción
febril, cuya marcha y terminación exigen un dado tiempo, como ciertas
heridas del estómago. Añadamos que la inílamacion de que se trata es de
naturaleza maligna, ;,or cuanto va acompañada de gangrena del estó-
mago ; así es que puede causar la muerte; mas nunca con tanta rapidez
como la verdadera intoxicación.
»Una herida, una quemadura del estómago , no puede llamarse intoxi-
cación; tampoco puede darse este título á los accidentes mortales produ-
cidos por la acción mecánico-química de los ácidos concentrados y otras
sustancias que obran de una maneia análoga. Esta consideración nos pa-
rece incontestable, bjo el punto de vista farmacológico; no es así tratán-
dose de medicina legal : en este terreno tal vez es conveniente designar
algunos de esos efectos con el nombre de intoxicación. Ello es cierto que
no se puede mirar la muerte producida p r el arsénico, sublimado, etc.,
como la que ocasionan los ácidos concentrados, el vidrio molido, el aceite
hirviendo, etc. (').»
Consideraciones análogas han hecho decir á Liebig que los cáusticos y
desorganizadores no son verdaderos venenos (2).
La opinión de estos autores de cuantos la profésen igual, viene á de-
cir en suma lo que hemos consignado; esto es, que lo propio de las sus-
tancias venenosas, el campo de su verdadera y primitiva acción es el acto
químico a que dan lugar con su contacto, siéndoles extraño todo fenó-
meno que luego se presente, como consecuencia de las alteraciones quí-
micas que ñau producido en los tejíaos ó los humores, por lo menos in-
mediatamente hablando.
Si Eduardo liobm tal vez va mas lejos de lo debido, atribuyendo todo
acto venenoso á una falta de hematosis, Giacomiui circunscribe dema-
siado, refiriéndose tan solo á los venenos corrosivos, la acción química y
la producción de los fenómenos primitivos. .Puede asegurarse de todos:
si producen la muerte, es porque las combinaciones que han contraído
son incompatibles con las leyes fisiológicas, impiden la realización de
ciertos fenómenos necesarios paia la vida, y en ios cuales ya no tienen
influencia alguna, porque ya han hecho todo lo que podian hacer.
P) Tratado de materia médica, edición primera, p. 16, <839.
(J) lntruduction á la chimie organique, p. 170.
- 286 —
Sí las sustancias cáusticas corrosivas tno matan por sí ó por el estrago
local oue producen , sino por la inflamación terrible que provocan ó ‘el
trastorno material que producen en un órgano importante, imposibilitán-
dole su función esencial á la vida, como lo hace el vidrio molido, el
fu eso etc y de consiguiente, los fenómenos que se siguen en lo general
de la economía no se le deben atribuir ; del propio modo debemos opinar
respecto de los que , en lugar de destruir la trama de los tejidos, alteran
la constitución de estos , sin hacerles perder la forma, ó la de la sangre,
quitándoles sus condiciones fisiológicas , con solo las cuales pueden llenar
los fines de la organización viva, Esta alteración de condiciones acarrea
trastornos quizás mas profundos é irreparables que la destrucción produ-
cida por los cáusticos. A consecuencia de ella no pueden realizarse los
fenómenos propios de la vida ; primero cesan ó se producen de otro
modo no normal, los mas inmediatamente ligados con el órgano ó hu-
mor lisiado; luego los que dependen de los que han -empezado á cesar,
y así sucesivamente hasta que toda la organización sucumbe.
Giacomini no es lógico, circunscribiéndose tan solo á los venenos cor-
rosivos, y explicando la diferencia de efectos por la rapidez de la muerte
en unos y la tardanza en otros. La mayor ó menor rapidez no arguye cau-
salidad mas directa , ni diferencia de acción ; mas depende de la solubi-
lidad del veneno y del modo cómo se conduce, al ponerse en contacto con
los elementos protéicos de los tejidos y la sangre; si es de los que coagu-
lan, siempre tardará mas qúe los que iiquefian. El ácido oxálico es mas
rápido que el nítrico por esa razón.
Podremos equivocarnos , pero nos parece que no ha visto bien este
asunto Mialhe , cuando ha dicho que , si los franceses han puesto en evi-
dencia la acción química de los venenos, los italianos han hecho otro
tanto con los efectos dinámicos de los mismos. Si Mialhe se refiere á Gia-
comini, ó si los demás autores italianos, que hayan hablado de estos efec-
tos, no se han explicado mejor, no creemos que la ciencia les sea deudora
de una gran cosa. Mi Giacomini ha establecido la debida diferencia entre
los efectos inmediatos y mediatos de los venenos en general, puesto que
se ha limitado á los corrosivos , ni respecto de estos ha tocado el verda-
dero punto de la cuestión. Más se ha acercado á él Eduardo Kobin, y mas
creemos estar en ella nosotros , estableciendo que todo agente, sea de la
naturaleza que fuere , no tiene mas que una acción , ni produce mas que
un efecto inmediato ó propio.
En nuestro Exámen critico de la Homeopatía hemos combatido la doctrina
galénica de los efectos primitivos y secundarios, porque supone una cosa
muy contraria á la realidad. Allí hemos probado que una causa produce
su efecto; este efecto, causa á su vez, produce otro, y así sucesivamente.
Las nuevas situaciones , creadas por el efecto de una causa son las que
van dando nuevos fenómenos sucesivos, y jamás será lógico convertir la
sucesión de las acciones en efectos primitivos, secundarios y terciarios de
la actividad de un agente, como lo hacia Galeno y como lo han hecho los
que adolecen de su resabio.
Cada veneno no tiene mas que una acción, la suya, la que le es pro-
pia , y por lo mismo no produce mas que un efecto , el suyo también , el
del que es causa inmediata. Este efecto, una vez producido, da fugará
otro, y este á otro, y así sucesivamente, hasta que se llega al fin de la ca-
dena ó enlace de fenómenos , y no está bien con la lógica quien llama
efectos secundarios ni terciarios del veneno todos los fenómenos que se
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van sucediendo , después de haber desplegado su acción. Quien así pro-
cede , suprime á beneficio de la primera acción la sucesión de acciones
que se van presentando , y niega la causalidad que corresponde á los
efectos, respecto á los que cada uno produce. Solo puede hablarse de
efectos secundarios de un modo figurado ó retórico , atribuyendo al pri-
mer agente la causalidad respectiva á otros varios fenómenos que aquel
ha provocado.
Quede , pues , sentado que los venenos no tienen mas que una acción,
y que esta es química, molecular, material que no tienen mas que una
clase de efectos, que son las alteraciones que resultan inmediatamente de
su acción en los tejidos y humores con los cuales se combinan.
Pero se dirá que estos no constituyen la intoxicación , que no explican
los trastornos fisiológicos que resultan, tanto en la parte atacada por ellos,
como en otras distantes , y por lo mismo, además de los efectos quími-
cos, hay los dinámicos; además de los locales, hay los generales.
Convenimos en que hay efectos generales ; es decir, que se manifiestan
en lo general de la organización , y efectos fisiológicos, que solo.se pre-
sentan en los cuerpos vivos , y que unos y otros son provocados por el
veneno, á consecuencia de cuya ingestión en la economía se produce la
intoxicación. Esto es verdad.
Mas estos efectos no son ya la hechura del veneno, sino de los cambios
que ha producido, de las alteraciones que ha ocasionado. Pongamos al-
gunos ejemplos , y quedará este punto debidamente esclarecido.
La potasa cáustica disuelta y en disolución concentrada, se ingiere en
el estómago ; sobre cuantas partes toca , desplega una destructora activi-
dad ; se combina con ciertos elementos de los labios, lengua , faringe,
esófago y estómago ; los reblandece y destruye ó escarifica. Si el sugeto
estuviese muerto, no haría nada más; en esos tejidos solo se verían fenó-
menos físicos y químicos. Pero el sugeto vive , y hay ardor, sequedad,
sed, dolor, inflamación intensa, vómitos, hipo, hinchazón de vien-
tre , etc. lié aquí una porción de fenómenos vitales, que son síntomas de
la intoxicación por la potasa cáustica, que solo se presentan en el vivo.
En el cadáver no hay nada de esto.
¿11a producido la acción química de ese álcali tales efectos? ¿ Son su
obra inmediata y necesaria? No. El ardor, por ejemplo, es la consecuencia
del mayor desarrollo de temperatura, al que ha dado lugar la combinación
y la inflamación que se declara en todo tejido vivo así atacado ; la seque-
dad es el efecto de la absorción del agua por el cáustico; el dolor es el
resultado de la sensibilidad de los nervios esparcidos por esa parte , que
se halla fuertemente impresionada, tanto por la destrucción como por
la intensa temperatura; el hipo es un resultado de la excitación de ios
nervios del diafragma que hacen contraer este tabique musculoso apo-
neurótico, etc., etc. El cáustico obra sobre un tejido organizado, que vive
en íntimo enlace con otros órganos, con los cuales trabaja para su fin
común , y las variaciones orgánicas de este tejido, las nuevas condiciones
que adquiere , dan lugar á la producción de esos fenómenos, solo pro-
pios de la vida , que no se presentan en el cadáver ; porque los órganos
del cadáver ya no se hallan en las circunstancias necesarias para desple-
gar esa sucesiva série de fenómenos , que necesitan de todas las condicio-
nes fisiológicas para poderse efectuar.
Cada uno de esos síntomas tiene su causa en otros, ó en las mudanzas
que sobrevienen , ya en el tejido cauterizado, ya en las partes cercanas,
toxicolcgía. — 17
— 258 —
va en las que están relacionadas con aquel , y como en la mútua depen-
dencia ó estrecha relación en que viven, no son indiferentes á las altera-
ciones del afectado por el veneno, se afectan ellas á su vez, no por la ac-
ción directa de aquel , sino por los efectos ó alteraciones mediatas y su-
cesivas que ha ido provocando. .
El cloroformo, por ejemplo, es inspirado mas tiempo de lo debido, y
el sugelo, habiendo empezado por perder la conciencia de sí propio, ó el
conocimiento, acaba por asfixiarse. ¿La pérdida de la sensibilidad, movi-
miento, inteligencia, la falta de respiración, la cesación de latidos del
corazón, el acumulo de sangre en las cavidades derechas de esta viscera,
en los pulmones, en los vasos venosos, la inyección de la mucosa traqueal
y bronquial , las manchas lívidas de la piel , lodos los síntomas de asfixia,
en fin, son la hechura del anestésico? No por cierto. En el cadáver no
hay nada de eso, y al desplegar la propia acción , lo que él hace , tanto
en vida como en muerte, es apoderarse del oxígeno que obra sobre la
sangre y los tejidos, y los preserva de la acción comburente de ese gas.
Esto es lo único que hace, que puede hacer el anestésico ; los demás sín-
tomas ó fenómenos de la asfixia son consecuencias sucesivamente media-
tas ó indirectas de esa acción química.
Apoderándose del oxígeno, este no obra sobre la sangre ; la sangre no
se oxigena, no se efectúa la hematosis ; la sangre venosa , incapaz de lle-
nar las funciones de la arterial, llega á los órganos falta de las condicio-
nes normales ; el cerebro no funciona bañado tan solo por sangre venosa,
y como está encargado de la sensibilidad, dei sentimiento, de la inteli-
gencia y del movimiento por los diferentes órganos que le constituyen,
iodo eso cesa ; el corazón , que necesita , por lo menos en sus cavidades
izquierdas, sangre oxigenada para contraerse y dilatarse, deja de hacerlo,
siendo venosa; la sangre no circula, se estanca en los pulmones, porque
no hay órgano que la impulse mas lejos; las cavidades derechas del co-
razón , no recibiendo sangre los pulmones, se quedan llenas y pierden
su movimiento ; los vasos se llenan , porque la aurícula no puede con-
tener mas sangre , no desembarazándose de la que entró en el último
diástole; ese humor se detiene en el sistema venoso; no teniendo acceso
en el arterial, refluye sobre los vasos de aquel ; los capilares se llenan, su
color se transparen ta al trasluz de la piel ; hay, pues, manchas lívidas , si
da tiempo para ello, si la asfixia es lenta ; los demás órganos de la eco-
nomía reciben sangre no oxigenada , luego no la reciben de ninguna es-
pecie ; la venosa está detenida en ellos; falta calor, falta electricidad , fal-
tan las condiciones normales á cuyo influjo funcionaban; dejan por lo
tanto de funcionar.
Este estado no puede durar mucho: la série de movimientos molecula-
res que se efectuaba, durante la respiración , faltando esta, mudadas las
condiciones, continuará, pero de otro modo; tenderá á la disolución de la
materia orgánica que , ya viviendo el animal es destruida , convertida en
mineral, y que solo á beneficio de la digestión puede operar composicio-
nes vivas y aptas para la nutrición ; faltando esta, seguirá el impulso des-
tructor ; sin embargo, como el oxígeno del aire es el que mas ha de pro-
vocar esa descomposición, y el cloroformo se apodera de él , todavía los
tejidos y los humores lardarán en descomponerse; el cadáver no se pu-
drirá tan pronto; cuando ya se haya destruido á su vez lodo el cloroformo,
el oxígeno, libre de ese antipútrido, de ese cuerpo que se apoderaba de
él , se ejercerá otra vez sobre los tejidos para oxigenarlos, y como Iqs
- 289 —
hallará en condiciones diferentes , dará lugar á productos que antes no
daba, porque la materia no se prestará del propio modo á su acción.
Hé aquí una série sucesiva de fenómenos, eri la que cada uno es causa
y efecto á la vez: efecto del que le precede, causa del que le sigue. El
cloroformo no tiene mas parle directa en esa série de hechos fisiológicos
que su combinación con el oxígeno; con ella impide la hematosis, mien-
tras vive el sugeto, y con ella impide la putrefacción, cuando está muerto,
y aun cuando sean muy diversos esos dos efectos , en el fondo son igua-
les, porque la hematosis se hace con el oxígeno, y la putrefacción se hace
con el mismo gas, y en uno y otro caso el cloroformo se apodera de él.
Creo que estos dos ejemplos bastan para dejar claramente establecido
que, en todo caso de intoxicación, hay dos órdenes de efectos. Uno , que
consiste en la acción directa del tósigo, desplegada de este ó de aquel
modo, y otro, que se compone de todas las consecuencias sucesivas de
esos primeros efectos. Los efectos del primer órden son la propia hechura
del veneno; los del segundo son el resultado necesario ó accidental de
las condiciones, en que se hallan los órganos y líquidos del sugeto intoxi-
cado, y de las leyes que los rigen, puesto que estas tienen establecido que,
dadas tales circunstancias , se producirán tales fenómenos.
Los primeros efectos son de naturaleza química, porque son el legítimo
y directo resultado de combinaciones efectuadas entre el veneno y los
elementos de los tejidos y humores , con los cuales entra en contacto.
Ellos se efectúan á poca diferencia, si es que realmente la hay, tanto
si los tejidos viven , como si están muertos ; y si el efecto químico no es
completamente igual , eso consiste en que la temperatura , el estado eléc-
trico y la misma naturaleza, ó estado de las materias , influyen de una
manera esencial á veces en el modo de efectuarse las combinaciones quí-
micas. Si hay cuerpos que á todo estado y temperatura desplegan su ac-
ción , lo cual es raro, por no decir que no sucede , los hay en infinito
número que necesitan determinadas condiciones para obrar, y entre ellos
figuran en primera línea los indicados.
Que en el cadáver falta la igualdad de esas condiciones, no hay para ’
qué decirlo. De consiguiente, nada tiene de extraño que el resultado no
sea completamente igual.
Los electos del segundo órden son siempre fenómenos de la vida del
sugeto; sin ella no pueden presentarse, por lo menos la mayor parte, y
aun cuando sean físicos y químicos también , como opinamos y lo hemos
dejado ya establecido, y como podemos probarlo respecto de muchos, son
fisiológicos , vitales, porque solo habiendo vida, solo existiendo las con-
diciones en que se halla el sér vivo, se presentan.
De consiguiente , nosotros no hallamos cabal la división de efectos del
veneno en primitivos y secundarios, en químicos y dinámicos, en locales
y generales de algunos autores. En este lenguaje no hay claridad ni exac-
titud de ideas, porque representa hechos de un modo muy diferente de
lo que son en realidad.
Los efectos del primer órden son químicos ó moleculares; pues quími-
cos y moleculares son también muchos de los que no produce directa-
mente el veneno. La verdadera diferencia está en que los primeros son
químicos , y se realizan del mismo modo en el fondo en vida que en
muerte, al paso que los segundos solo se efectúan durante la vida, por
lo cual debemos llamarlos fisiológicos , puesto que esta palabra implica
la idea de vida.
— 860 —
Llamarlos dinámicos no conduce á nada mas que al embrollo P
labra, derivada de dinamia, fuerza .supone que son efectos producid^
por una ó roas fuerzas; pues los e ectos químicos son producidos ñor
fuerzas , en especial si no se admite la actividad de la materia vi™
este caso toserían, porque la materia tendría fuerza. Por lo 'tanto ron
dinámicos son los unos como los otros. Llamar dinámicos tan solo á los
efectos que se suponen debidos a la fuerza vital, es arbitrario So Vece
sita una convención para que nos entendamos ’ ltce~
Tampoco deben llamarse generales los efectos del segundo orden va
como sinónimos de dinámicos, ya como expresión de una afección esl-
eída por toda la economía ó la mayoría de sus partes, y locales los del
primero. La razón es obvia. Tanto en el punto donde el veneno se pone
en contacto con los sólidos y líquidos del sugeto intoxicado, como en
otros distantes, hay ó puede haber efectos químicos directos de la acción
molecular del veneno, y efectos fisiológicos mediatos, en los que no tiene
ya parte alguna aquella acción.
Efectos fisiológicos hay como hemos visto en el esófago y estómago
cauterizados por un álcali ó cualquier otro cáustico ; de consiguiente, son
locales. Efectos químicos hay en toda la masa de la sangre y órganos
distantes, cuando el veneno es absorbido y pasa al torrente de la circula-
ción; por todas partes va desplegando su acción química; de consi-
guiente, hay efectos generales , propios del veneno, al paso que los hay
tisiológicos , consecuencias mas ó menos mediatas de esa acción ; fisioló-
gico es el dolor que provoca en la parte cauterizada, y fisiológicas las
alteraciones que experimentan la circulación , la respiración , etc.
Yo creo, pues , que estamos mas en lo cierto, diciendo que los efectos
de los venenos pueden dividirse en dos órdenes, como lo he indicado ya.
Uno , que comprende los que cada sustancia produce directamente por su
acción química en los tejidos y humores , con cuyos elementos se combi-
na , son los efectos químicos ; y otro , que abraza todas las consecuencias
sucesivas mas ó menos mediatas que , durante la vida , sobrevienen , á
consecuencia de los primeros: estos los llamo fisiológicos , sin querer ex-
presar con esto mas que necesitan de la vida para producirse.
Mejor diriamos aun que en toda intoxicación hay esos dos órdenes de
efectos, puesto que de este modo, ni directa, ni figuradamente, llama-
ríamos efectos de una causa á hechos que esta causa no produce.
Expuesto cuanto precede , no solo en este punto, sino en todos los an-
teriores , podemos resumir nuestra doctrina sobre esta importante cues-
tión, de esta manera : .... ,,
1 0 Los venenos, puestos en contacto con los elementos de los sólidos y lí-
quidos del sér vivo, obran química ó molecularmente sobre esos elementos.
4 8.° Esta acción es en lo esencial igual , tanto en vida como en muerte
para desplegarla no necesitan mas que su tuerza química» aptitud á
responder á ella de los elementos con los cuales se combinan , y las con
diciones que exigen las leyes de la acción molecular. , el
B.° En toda intoxicación hay dos órdenes de; efectos pro voca P
veneno; el primero se compone de los que ^ir,ec a‘ / Jienos media-
son los químicos ; el segando, de los que se sucede venenosa pro-
bamente, á consecuencia de las alteraciones que la si s
duce, son los fisiológicos. , . nTn0 en el
4.® Los efectos químicos se realizan tanto en el vivo com
jnuerto ; los fisiológicos solo en el vivo.
8.* Los efectos químicos son los. primeros; los fisiológicos los se-
gundos.
6. ° Tanto los efectos químicos como los fisiológicos , son ó pueden ser
locales y generales.
7. * Siempre que el veneno limite su acción química al punto donde se
ingiere , los efectos químicos serán locales ; mas si es absorbido y pasa
al torrente de la circulación , afectando los principios protéicos ú otros
de dicho humor ó de los órganos, y provoca alteraciones en la mayor
parte de los órganos y humores , esos efectos serán generales.
8. " Si los efectos fisiológicos, que, durante la vida, se siguen á la ac-
ción química de un veneno , se limitan á la parte donde ha efectuado su
combinación , serán focales ; si se manifiestan en órganos diferentes , ya
por las íntimas relaciones en que los órganos están , ya por alteraciones
de la sangre subsiguientes, etc., serán generales.
Aunque, con lo expuesto hasta aquí, considero que está suficientemente
discutida y deslindada la acción de los venenos y la causa de los efectos
de toda intoxicación, ó mejor la dependencia de unos y otros, es, sin
embargo, de tanta importancia este punto y divide tanto á los toxicólo-
gos, que no puedo abandonarle todavía, para pasar á examinar si todos
los venenos obran del propio modo, ó de modos diferentes.
Creo que debo antes ocuparme en la tan debatida cuestión, si para obrar
los venenos necesitan ó no ser absorbidos. Los partidarios de la acción
dinámica y vital opinan de un modo, y tanto algunos vitalistas como los
fisiólogos químicos opinan de otro. Tratemos, pues, de este punto, no
solo importante en fisiología y toxicología , sino también en la práctica
de la medicina legal.
g IV. — De la relación que hay entre la acción de los venenos y su absorción.
Aunque la mayoría de los toxicólogos ha opinado hasta aquí que los
venenos no producen intoxicación, como no sean absorbidos, no faltan
algunos que sostienen lo contrario , sentando que los venenos desplegan
su acción sobre el sistema nervioso, y que los filetes de este sistema, es-
parcidos por los órganos hasta su superficie , á donde van á terminar sus
extremidades, son los que reciben la acción tóxica. No será nada extraño
que , siguiendo la moda del vitalismo , á pesar de tantas y tan irrefraga-
bles pruebas de la absorción de los venenos, de su acción sobre la masa
de la sangre , y su inercia sobre ios nervios , se generalice la opinión de
3ue los venenos obran sobre el sistema nervioso , y que á esta acción se
eben los trastornos y la muerte , siendo la absorción de los mismos un
fenómeno secundario y hasta extraño á la intoxicación.
Orilla y los toxicólogos de su escuela están por la absorción, como con-
dición indispensable para que una sustancia venenosa intoxique. Anglada
y los toxicólogos de la escuela vitalista de Montpellier están por la acción
de los venenos sobre el sistema nervioso, porque consignan el dogma de
la acción dinámica vital , y les parece que solo hay dinamismo, afectando
el sistema que mas revela la acción de las fuerzas vitales.
Los fisiólogos químicos están , en esta cuestión , con Orfila y sus parti-
darios, al paso que otros fisiólogos , yen especial Flourens , sostienen que
la acción de los venenos se ejerce primero en los nervios.
Esta cuestión tiene grandes proporciones, y afecta, no solo la toxicolo-
gía , sino la higiene , la fisiología , la patología y la terapéutica , como ya
— 262 —
lo llevamos indicado, puesto que, aunque punto subalterno, pertenece á
la gran cuestión del modo de obrar de los venenos ó de todo agente ex-
terior que viene á impresionar al cuerpo vivo.
i A qué lado debemos inclinarnos encontrando el campo tan terminan-
temente dividido? Para el que nos haya leído en los anteriores artículos y
párrafos de cada uno , no será dudosa nuestra elección , ó, por mejor de-
cir, nuestra doctrina. Fácil será advertir que, en este Compendio, vamos
tratando sucesivamente las cuestiones, de modo que la resolución de las
unas prepare la de las otras, y allane el terreno que debemos recorrer.
Tanto lo que hemos consignado sobre la absorción de los venenos, la
relación que hay entre su absorción y su solubilidad y demás puntos re-
lativos al paso de las sustancias tóxicas á la masa de la sangre, como lo
que hemos consignado , respecto del modo de conducirse esas sustancias
puestas en contacto con nuestros sólidos y líquidos, y los efectos de las
mismas, ya deja comprender que, en esta parte, ni serénaos partidarios
de la escuela de Montpellier, ó del vitalismo, ni opinarémos en un todo
como los Orfila , los Mialhe, los Robin, los Rernard y otros, que solo
conciben la intoxicación , cuando el veneno pasa al torrente circulatorio.
Sin embargo , tanto por el respeto que nos merecen los autores que
opinan de otro modo que nosotros , como por lo grave y trascendental
de la cuestión, no formularemos nuestra doctrina, hasta tanto que haya-
mos examinado los fundamentos de los unos y los otros.
Antes de emprender esta tarea , consideramos conveniente indicar
cómo, en la práctica de la Medicina legal, tiene grande importancia esta
cuestión. Supóngase que hay un caso de envenenamiento, ó sospechas de
él, y que, en efecto , resulta la ingestión en el estómago de una sustancia
venenosa. La intoxicación se declara, el sugeto vomita , y se salva; pero
el hecho se hace judicial. El juez pregunta si los síntomas presentados
por ese sugeto son debidos á la acción de un veneno. Los facultativos
consultados profesan la opinión de que los venenos obran por contacto
con los nervios, y declaran que ha habido intoxicación; y si resulta que
otra persona ha dado esa sustancia con intento de dañar, el hecho será
un envenenamiento.
Otros peritos son consultados también : estos opinan al contrario, que
los venenos solo obran cuando son absorbidos; su conclusión será que
no ha habido intoxicación , porque la sustancia no ha sido absorbida ; el
vómito no la hubiera podido hacer salir del torrente circulatorio, si á ella
se debiesen los síntomas; puesto que han cesado, es una prueba de que
no se ha absorbido el veneno.
Tanto, pues, por lo importante que es en la práctica de la Medicina
legal , como respecto de otras muchas cuestiones, conviene que demos á
este punto la consideración debida.
A. Bases en que se apoya la opinión de que los venenos no obran sino absorbidos.
Empecemos por examinar las bases en que se apoya Orfila y sus secua-
ces para afirmar que los venenos solo obran, cuando son absorbidos. Las
expondremos primero, formulándolas, y luego, dando las razones en que
se aboyan ó pueden apoyarse, las analizarémos.
1. Muchos venenos aplicados al exterior, y hasta al interior del cuerpo
vivo, desenvuelven los efectos de su acción en órganos distantes del punto
en que se aplicaron.
- *63 -
2. * Las ventosas, la succión y los cáusticos, aplicados al punto enve-
nenado, luego de ingerido el veneno , impiden el desarrollo de la intoxi-
cación.
3. * interceptando el curso de la sangre por medio de ligaduras que
aíslen el punto envenenado de lo restante de la economía, la intoxicación
no se produce , ó se detiene.
4. * Entre el tiempo que tarda un veneno en obrar sobre la vida, y la
rapidez de la circulación, hay una relación estrecha. Los venenos llegan
á los órganos que afectan con suma rapidez por medio de la sangre.
5. * Todo lo que favorece la absorción , favorece la acción de los vene-
nos; por ejemplo : las emisiones sanguíneas, la disolución del veneno,
los tejidos abundantes de venas y vasos linfáticos.
6.1 Nada mas común que encontrar vestigios de las sustancias veneno-
sas, ya en el producto de las secreciones, ya en la sangre, ya en ciertos
órganos; y esto solo puede explicarse por la absorción.
7.1 Solo ejerce acción lo soluble , porque solo lo soluble es absorbible.
8. * Ensayos directos sobre los nervios no producen intoxicación, al
paso que la producen hechos sobre la sangre.
9. * La intoxicación no se manifiesta, hasta que el veneno llega al sis-
tema capilar arterial.
Tales son las bases ó razones principales, en que se fundan los que opi-
nan que , para obrar los venenos, se necesita que sean absorbidos.
Veamos ahora qué significación tienen los hechos citados , y lo que
realmente prueban.
Primera base.
La primera base en que se fundan los partidarios de la acción de los
venenos por absorción , puede ser contestada ó combatida. Que lejos del
punto donde se aplicó un veneno se manifiesten síntomas ó los efectos
de la acción de este veneno , es un hecho ; casi todos los casos que he-
mos citado , al tratar de las vías por donde pueden introducirse los ve-
nenos, son pruebas prácticas de lo que en esa base se afirma; pero que
este hecho signifique forzosamente absorción de la sustancia venenosa y
conducción de esta sustancia por medio de la sangre al órgano ú órga-
nos afectados, nadie lo afirmará con fundamento. El cuerpo humano es
teatro frecuente de escenas análogas; y no solo nadie las explica por la
absorción de una sustancia , sino que ni posibilidad habría de ello. Un
foco verminoso basta para desenvolver en los órganos de la inervación
una série de síntomas alarmantes que pueden comprometer la vida de un
sugeto. Los síntomas se manifiestan lejos del órgano que recibe la im-
presión de aquellos animales parásitos; y, sin embargo, ¿quién ha ex-
plicado nunca, quién explicará jamás el desarrollo de esos síntomas por
la absorción de las lombrices ? Un panadizo promueve el infarto de las
glándulas axilares; una quemadura reacciona el organismo entero; la
herida de un órgano importante desarrolla síntomas en mas de un apa-
rato distante del punto herido. ¿Cuál es el médico que, en cuanto á fe-
nómenos de esta naturaleza , no pueda citar cien ejemplos?
Pues si todos los dias vemos síntomas desenvueltos en órganos lejanos
del que recibe la impresión del agente traumático ó morboso, sin que á
nadie le ocurra la idea de explicar este desenvolvimiento por medio ae la
absorción de esos agentes, ¿por qué para explicar los efectos de las sus-
tancias venenosas, en órganos distantes del que ha recibido el primero
— 264 —
«u impresión hay 'necesidad de que sean siempre aquellas absorbidas?
. Por qué la hipótesis de las simpatías no ha de dejar en este último caso
tan satisfechos los ánimos como en aquellos?
Yo ya sé que para muchos la palabra simpatías .es repugnante, por
cuanto dicen que explicar ciertos fenómenos por ellas es contentarse con
palabras. No estoy muy distante de pensarlo así; es un legado del vita
lismo. Muchas simpatías desaparecen apelando á la anatomía , á la física
y á la química; y andando el tiempo, desaparecerán más. Pero adviertan
* los que semejantes razonamientos hacen, que el hecho es cierto, y que
este hecho significa relaciones íntimas entre los órganos, por medio de
los cuales ellos se comunican mutuamente sus afecciones. La idea de es-
tas relaciones no puede sernos siempre clara, porque desconocemos la
naturaleza de aquellas; y en esta imposibilidad, la expresamos con la
palabra simpatías. Entre admitir la idea que pretendemos expresar con
esta palabra , y un absurdo , la elección no es dudosa. Pues absurdo , y
grande absurdo seria admitir la absorción de las lombrices, del áscuá,
del panadizo , etc.
Resulta, por lo tanto, de estas reflexiones y otras que todavía pudiéra-
mos añadir , que el manifestarse síntomas de intoxicación en órganos le-
janos del punto donde se aplicó una sustancia venenosa, no tiene por ex-
plicación necesaria la absorción ; casi siempre se debe á ella, pero puede
no deberse; puede no haber esa absorción y declararse síntomas en pun-
tos distantes, en cuyo caso hay que apelar por ahora á una acción sim-
pática, como expresión de cierto enlace, de cierta solidaridad , de la aso-
ciación, en fin, del organismo, en virtud de la cual es posible y muy sen-
cillo que unos órganos respondan á la impresión que otros mas ó menos
distantes han recibido.
Segunda base.
La segunda base de la doctrina que vamos analizando , tampoco está
fuera de la crítica. Hé aquí en qué se funda:
El doctor Barry, médico inglés, leyó en la Academia de medicina, en
1825, una Memoria relativa á' las ventajas que se reportan de la aplica-
ción de una bomba aspirante, ó ventosa en los puntos envenenados, poco
tiempo después de aplicado el veneno. Hiciéronse experimentos con la es-
tricnina y el ácido cianhídrico á dósis suficientes para matar á los anima-
les, y aplicando la bomba ó la ventosa por espacio de media hora, la in-
toxicación no se efectuaba ó se detenia (*),
Desde la mas remota antigüedad ha sido recomendada la succión prac-
ticada en las heridas ó mordeduras emponzoñadas. Los Psylos en Africa,
y los Marsos en Italia, tenían fama de curar las mordeduras de serpientes
y áspides por medio de la succión. Celso recomienda esta práctica con re-
ferencia á los Psylos, diciendo que no era privilegio de esas gentes. Quis-
quís exemplum Psyly secutas , vulnus exucerit , et ipse tutus erit et tutum homi-
nem prcestabit (2).
Aplicando el fuego ó los cáusticos á la parte mordida por un animal
rabioso , poco tiempo después de la mordedura , no tiene el hecho tras-
cendencia. El arte está abundante en casos de esta naturaleza.
Examinemos detenidamente estos hechos. Demos que, en efecto, la ven-
(*) Orflla, Toancologia general.
(*) Celso , de R, médica ; 1. V, c. XXVII, p. 511.
- m -
tosa ordinaria ó la aspirante de Barry, aplicadas á tiempo, esto es, poco
después de envenenado el sugeto, conjura , para decirlo así , la intoxica-
ción. ¿Prueba esto , en efecto , que el veneno para obrar necesite siempre
ser absorbido? En tanto lo prueba, dicen los partidarios de esa doctrina,
en cuanto, si se aplica mas tarde esa ventosa, ya es inútil, porque el ve-
neno ha sido absorbido, ha pasado á la masa de la sangre , y la ventosa,
lo mas que puede hacer, es retirar de los capilares inmediatos al punto,
donde está aquella, las pocas partículas de sustancia venenosa que pue-
den contener. Este argumento es especioso, y á primera vista es Fácil que
alucine. Vamos por partes.
La ventosa de Barry no deja que se manifiesten los efectos de la estric-
nina y del ácido hidrociánico, aplicándola, luego después de introducido
en una herida el veneno. No me ocuparé en explicar la razón de este ie-
nómeno, aunque el movimiento hácia afuera de la bomba puede aclarar
algo; pero á cualquiera se le ocurrirá, al ver que la bomba de Barry , no
solo impide que se manifiesten los efectos del veneno , sino que los sus-
pende, si ya se habían manifestado, y el animal se restablece, que esto,
en vez de probar la acción del veneno por absorción, es un argumento
en contra. Si el veneno obra por absorción, en cuanto -se noten síntomas,
ya estará aquel absorbido; y si ya está absorbido , si ya las moléculas ve-
nenosas alcanzaron el órgano distante donde se manifiestan los efectos,
¿de qué sirve la bomba? ¿cómo puede detener la acción del veneno, cuando
este ya se encuentra fuera de su alcance?
Este fenómeno no tiene una explicación clara; estudiado con venenos,
cuyo modo de conducirse con los sólidos y líquidos no está bien conocido
todavía, no podemos saber qué influencia ejerce la acción aspirante. De
todos modos, siendo de los que no producen efectos químicos y fisiológi-
cos generales hasta que pasan á la masa de la sangre , se concibe cómo
la acción aspirante impide ó retarda la absorción, hay un movimiento de
adentro afuera. Esto es lo que ha probado Barry, y esto es loque se con-
sigue con las succiones; aplicados estos medios, antes que la acción del
veneno haya desplegado toda su energía, hay posibilidad de curación;
mas tarde es inútil , ya porque esté absorbido el veneno, ya porque las
alteraciones ó efectos fisiológicos, que han sobrevenido, han atacado pro-
fundamente la organización.
En cuanto á las ventosas, el resultado obtenido por su acción aspirante,
en muchos casos será de poca monta, ya obre el veneno por absorción,
ya por contacto local , por la sencilla razón de que siempre está en con-
tacto la sustancia con el tejido, y su absorción puede estar suspendida
por razón del aflujo hácia afuera que la ventosa determina: esta misma
acción es suficiente para que el tejido no se impresione del propio modo
que si la ventosa no estuviese. Ésa dilatación, eso levantamiento, ese
aflujo de sangre que se presenta en un punto donde se aplica una ven^
tosa, son condiciones mas que suficientes para modificar el movimiento
molecular del órgano. Bueno seria , sin embargo , hacer ensayos de esta
naturaleza con todos los venenos.
Es ocioso que digamos nada, por lo que toca á los cáusticos y al fuego;
estos destruyen el veneno, destruyen el tejido envenenado. Destruir un
veneno ó el tejido que le contiene , es lo mismo que apartarle de su es®
lera de acción. ^
— tfi6 —
Tercera base.
Los hechos citados en apoyo de la tercera base , si por un lado robus-
tecen la opinión que nos ocupa, dejan por otro un vacío difícil de llenar,
en la teoría de los autores que aducen esta prueba. Son muy análogos á
los que acabamos de examinar. Esos hechos son los siguientes.
Delhile y Magendie hirieron la pata de un perro con flechas de Java
impregnadas de upas tieuté, y practicaron una ligadura en un punto mas
arriba' de la misma pata. En cuanto se practicó la ligadura cesaron los
fenómenos de la intoxicación que se habían presentado. Se aflojó la liga-
dura y volvieron á aparecer, para cesar de nuevo apretándola.
En el periódico de Los Progresos, tomo X, se lee otro experimento aná-
logo. Abrióse el abdómen de un perro, se le practicó la ligadura de las
venas del hígado , y en seguida se le inyectó en el estómago por medio
de la abertura abdominal doce granos de ácido cianhídrico de Scheele.
Transcurrieron dos minutos, sin que se notase efecto alguno. Se aflojó la
ligadura aplicada á la vena porta, y al cabo de un minuto empezaron á
manifestarse los efectos del veneno. Se apretó la ligadura de nuevo , y
como iba el perro á perecer, se le socorrió, restableciendo artificialmente
la respiración. Al cabo de ocho minutos respiraba el animal natural-
mente; volvióse á aflojar la ligadura, y el animal espiró á los dos minutos.
Ahora bien; si la ligadura de los vasos impidiese tan solamente el des-
arrollo de la intoxicación, probaria que la circulación de la sangre expe-
dita es necesaria pata los efectos generales ; mas la ligadura suspende
también los síntomas producidos por un veneno, esto es , cuando ya se
ha presentado la intoxicación, en términos que, aflojando y apretando
sucesivamente la ligadura, aparecen y desaparecen los síntomas. Aquí
hay , pues , que hacer las mismas reflexiones que hemos hecho relativa-
mente á la suspensión de los síntomas efectuada con la bomba de Barry.
Si los venenos obran por absorción , es lógico concluir que ha sido
absorbida la sustancia venenosa, cuando se presentan los' síntomas ; la li-
gadura ya no puede detener su marcha, porque ya no puede impedir que
las moléculas del veneno hayan pasado al torrente de la circulación y al-
canzado los órganos donde se manifiestan los fenómenos patológicos. Sin
embargo, la ligadura suspende estos fenómenos, y estos vuelven á pre-
sentarse, aflojándola; esto prueba evidentemente que el veneno obra de
otra manera , puesto que la ligadura no puede destruir los resultados de
la absorción que ya se ha efectuado.
La suspensión de los síntomas por medio de la ligadura , conducirá á
algunos á pensar que el organismo necesita de cierta integridad, de cierta
libertad de comunicaciones para que se manifieste lo que llamamos fe-
nómenos simpáticos. El medio por el cual unos órganos se comunican
con otros á ciertas distancias, será de tal naturaleza, que no admitirá
interceptación de ninguna especie. Esto es lo que se deduce lógicamente
de los hechos admitidos como prueba de la tercera base.
Y que no se apele al sistema nervioso, ó á la circulación de su fluido, si
realmente le tiene, porque los experimentos de Fontana , de Segalas y de
Magendie destruyen esta hipótesis. Fontana ha experimentado que el fa-
moso veneno de los salvajes , el ticunas , no produce efecto alguno apli-
cado á los nervios , y mata de repente puesto en contacto con la sangre.
M. Segalas volvió parapléjico á un animal , cortándole la médula, y, apli-
cando á las partes paralizadas extracto de nuez vómica , vió sobrevenir el
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tétanos tan pronto y fuertemente , como si estuviera intacto todo el sis-
tema nervioso. Reprodujo la tentativa dejando íntegra la médula, é inter-
ceptando el curso de la sangre; la intoxicación no se efectuó. _
Pero el experimento que mas concluye contra la explicación de esas
suspensiones por interceptación de la circulación nerviosa, es el deDelhile
y Magendie. El experimento que llevamos citado de la pata de perro enve-
nenada, fué de tal modo aislada de lo restante del cuerpo, que solo se co-
municaba con él por una vena y una arteria; y como los experimentadores
llevaban por objeto demostrar que no son los vasos linfáticos los que ab-
sorben sino las venas, cortaron los vasos, únicos medios de comunicación
entre la pata y el cuerpo, y sostuvieron el curso de la sangre por medio
del cañón de una pluma atada á los extremos de los vasos cortados. Los
efectos de suspensión y aparición de los síntomas apretando y aflojando
la ligadura, eran los mismos. Que la sangre era la única vía de comuni-
cación , no puede ponerse en duda. Este líquido , pues, á pesar de ser lí-
quido, parece que trasmitía como un sólido la impresión del veneno, y
no la trasmitía llevándose las moléculas venenosas, puesto que la liga-
dura impedia esta trasmisión sin hacer retroceder esas moléculas.
Confieso francamente que la verdadera explicación de estos fenómenos
no es tarea de ligero desempeño; más diré: no conozco ninguna hipó-
tesis de los autores vitalistas que los explique de un modo satisfactorio.
¿Diráse que la aplicación del veneno desenvuelve en la parte algo sus-
ceptible de ser trasportado á lo lejos por sólidos ó líquidos, á la ma-
nera que lo hacen las planchas de zinc y cobre sumergidas en agua aci-
dulada en la pila voltáica? ¿No nos da el experimento de Delhile y De-
vergie la idea de alguna corriente que es interrumpida, como lo es la de
una máquina eléctrica al tocarla un cuerpo conductor? O mejor que todo
eso , puesto que los venenos con los cuales se hizo el experimento son de
los asfixiantes , de los que detienen la hematosis, ¿no se detenia su efecto
con la interrupción del paso de la sangre desde el punto donde se de-
puso la sustancia venenosa, porque así no llegaba mas cantidad de esta
sustancia, y el oxígeno respirado volvía á oxigenar la sangre, y de consi-
guiente , á dar la vida ? ¿No condure á pensar así el experimento hecho
con et ácido cianhídrico? Mientras estuvo apretada la ligadura, no hubo
síntomas de intoxicación, porque el ácido no pasó al torrente circulato-
rio y no pudo detener la acción del oxígeno ; aflojóse la ligadura, y á los
pocos minutos se notaron síntomas de asfixia, el ácido detenia la acción
del oxígeno; se apretó la ligadura; el animal iba á perecer, sin embargo;
pero se sostuvo artificialmente la respiración; es decir, se dió mas oxí-
geno al animal; la hematosis pudo efectuarse y triunfar sobre el ácido
que va no era eficaz para detenerla en la cantidad que habia entrado. Se
aflojó de nuevo la ligadura, y el animal espiró ; es que entró mas ácido
en el torrente circulatorio, y la acción del oxígeno fué detenida.
Igual teoría puede servir para explicar los efectos de la bomba de
Barry. Fuera de eso, no hallamos explicación plausible, y así es como
este experimento ó esta base puede ser un grande argumento práctico á
favor de la acción de los venenos por absorción , y contra su acción sobre
el sistema nervioso, puesto que aquí no habia nervios que pudieran ser
afectados , á lo menos localmente.
- 268 —
Cuarta base.
BJacke ha practicado experimentos, que le han conducido á establecer
que, desde la introducción del veneno hasta la aparición de los síntomas,
transcurre bastante tiempo para que, alterada la sangre por el veneno,
llegue á los capilares del tejido sobre el cual el veneno obra (*).
inyectáronse cuatro gramos de amoníaco concentrado y veinte gramos
de agua en la vena yugular de un perro ; luego se acercó á su nariz una
varilla de vidrio sumergida en ácido cianhídrico muy fuerte; apenas ha-
bían transcurrido cuatro segundos , se notaron vapores blancos en torno
de la varilla , como reacción del amoníaco sobre el ácido.
En siete ó catorce segundos se notan los efectos de las inyecciones del
upas antiar, ácido arsenioso, oxálico, infusión de tabaco y nuez vómica.
La estricnina inyectada en la yugular llega á los extremos capilares de
las arterias coronarias á los diez y seis segundos, en el caballo; á los
diez, en el perro; y á los seis, en el conejo y el pollo.
Cuanto mas cerca de los centros nerviosos se inyecta, según Blacke,
un veneno, tanto mas rápida es su acción. Veinte y cinco1 centigramos
de worora disueltos en ocho gramos de agua é inyectados en la arteria
axilar por medio de un tubo , hacen desarrollar síntomas á los siete se-
gundos; inyectando la misma cantidad en la yugular, á los veinte.
Dice Orfila que antes de esos experimentos de Blacke habia general
disposición á admitir que , en muchos casos , el sistema nervioso podía
estar directamente afectado por los venenos , hasta antes de haber sido
absorbidos. Blacke y sus partidarios dicen que hay relación entre la ra-
pidez de la absorción de los venenos y su acción ; entre la aplicación de
un veneno y lo que tarda su acción no hay mas que el tiempo que tarda
en ser absorbido.
Este modo de expresarse , por lo vago y general , puede dar lugar á
objeciones. Aquí no se hace distinción de efectos ; los locales no ne-
cesitan de absorción para presentarse ; los generales sí. Hay más , los
experimentos en que se funda la doctrina de Blacke no son tan conclu-
yentes como pueden serlo otros. Para apreciar debidamente el signifi-
cado de esos experimentos y el valor de sus conclusiones , advirtamos
que aquellos no ofrecen casos iguales á los de intoxicación. ¿Qud tiene
de particular que, inyectando un veneno en la yugular de un animal,
solo transcurran unos cuantos segundos en llegar este veneno á las venas
del corazón y de los pulmones? Si la yugular desagua en la subclavia , á
poca distancia de la cava superior, ¿cómo no ha de ser así? Mas , ¿qué
tiene esto de común con la toma del arsénico , de la estricnina , del
opio, etc. , por la piel ó las membranas mucosas? Probad que introdu-
cidas las sustancias por estas vías pasan con esa rapidez á la sangre, lle-
gan con esa prontitud á los órganos que afectan, y sereis lógicos en vues-
tras conclusiones. Los suget.os no se envenenan con inyecciones en las
venas. Solo en los casos de heridas con armas emponzoñadas y mordedu-
ras de animales venenosos hay directa deposición de tósigo en las venas,
y en estos casos la rapidez de la intoxicación es casi instantánea.
Los venenos que obran acto continuo , que inmediatamente desenvuel-
ven síntomas, no ofrecen esa relación de tiempo que ha pretendido Blac-
ke. El paso de la sustancia venenosa á las segundas vías es menos rápido,
(*) Periódico médico quirúrgico de Edimburgo, octubre de 1841.
— Í&9 —
cuando aquella se aplica á la piel ó á una mucosa ; si inyectada en la
yugular transcurren algunos segundos, antes de hallarse en órganos dis-
tantes , ¿cuántos más no han de transcurrir aplicada en órganos que no
le pueden dar paso tan pronto? Yed en los numerosos envenenamientos
que en perros ha practicado Orfila, lo que tardan en presentarse los sín-
tomas. Diez, quince minutos, media hora, una hora, es loque mas co-
munmente tardan, aun siendo muy activas y fuertes las dósis de los ve-
nenos empleados. ¿Dónde estará en estos casos [la relación entre la ab-
sorción del veneno y la instantánea aparición de los síntomas?
Para que los experimentos de BiacKe y otros análogos prueben todo lo
que deben probar, no solo es necesario igualarlos á los casos de intoxi-
cación ó envenenamiento, sino deslindar primero de qué efectos se trata,
y luego hacerse cargo del por qué son mas rápidos unos venenos que
otros, y por qué lo son mas por una vía que por otra.
Los efectos químicos locales que se efectúan , al contacto del tósigo con
los tejidos, no necesitan de absorción , y si son de los coagulantes se opo-
nen á ella, hasta que los álcalis ó cloruros disuelvan y hagan pasar al
torrente de la circulación los coágulos.
Por activas , pues, que sean, por rápidamente que despleguen su ac-
ción local , tardarán en desplegar la general. Si son de los fluidifican-
tes, la absorción será rápida, y los efectos generales se manifestarán
prontamente.
La vía por donde se ingieren influirá ; si en ella hay álcalis ó cloruros
alcalinos que disuelvan los coágulos, será mas rápida la absorción, y ios
efectos generales; de lo contrario, tardarán más.
Bajo este punto de vista es como debe presentarse esta base, y así
probará , en efecto, á favor de la acción de los venenos absorbidos , pero
jamás contra la local.
Quinta base.
Los argumentos de hecho que se alegan para sostener las proposicio-
nes de la base quinta son los siguientes :
Magendie ha hecho varios experimentos en animales, produciéndoles
plétoras artificiales, y la absorción ha sido lenta y escasa ; ha sangrado
á los animales, y á proporción que la sangre fluía, la absorción se efec-
tuaba con rapidez. La inyección- de nuez vómica en la pleura de un perro
produjo rápidamente sus efectos (‘j.
Los venenos disueltos obran con mucha mas rapidez , porque son mas
fácilmente absorbidos. Una disolución de extracto acuoso de opio pro-
duce sus efectos mucho mas pronto que el mismo extracto sólido. Otro
tanto pudiera decirse del arsénico y demás venenos.
liemos visto que los venenos aplicados al tejido celular obran con mu-
chísima mas rapidez que por otras vias. Pues en el tejido celular abun-
dan los vasos linfáticos.
Expuestos esos hechos, empecemos por averiguar hasta qué puuto es
cierto que las emisiones sanguíneas , favoreciendo la absorción, favore-
cen la acción de los venenos. Cuando Magendie ha probado que la ab-
sorción era al menos tardía hallándose pletórico el animal , y sumamente
rápida cuando se le sangra, ha querido poner de manifiesto que el paso
de los líquidos ó sustancias absorbidas al torrente general de la circula- (*)
(*) Compendio elemental de fisiología, t. 11, p. 174.
- 270 —
cion es un fenómeno puramente físico , un hecho de meta iTnbíbicion , g|
cual se efectúa igualmente durante la vida , que después de la muerte. Hé
aquí los experimentos de dicho autor con el objeto de demostrar lo que
acaba de indicarse. . .
Haciendo Magendie ensayos de inyección para averiguar el modo de
obrar de los medicamentos, le vino á la idea producir una plétora artifi-
cial en los animales de sus experimentos, por medio de la introducción del
agua en las venas. Hecha esta, puso en la pleura una sustancia, y tardó
mas de lo debido en obrar ; repitió los experimentos y observó lo mismo.
Si los fenómenos se presentaban al tiempo ordinario , eran mucho mas
pálidos. En otro experimento introdujo tanta agua como pudo soportar
el animal , cerca de dos litros, y la absorción no se efectuó. Media hora
aguardó Ja aparición de efectos que se presentan á los dos minutos. En
vista de esto hizo el siguiente razonamiento: si la distensión de los va-
sos impide la absorción , cesando aquella, esta deberá efectuarse. El ani-
mal fue inmediatamente sangrado, y los efectos se fueron manifestando
á proporción que la sangre fluia. Disminuyendo la cantidad de sangre
por medio de sangrías en animales, sin haberles producido la plétora ar-
tificial , sucedió otro tanto. Efectos que, sin estas circunstancias, de-
bían presentarse á los dos minutos, aparecían á los veinte segundos. De
todo esto concluye Magendie que la imbibición de los tejidos es un fenó-
meno físico , y acabó de convencerse de ello con lo siguiente:
Tomó la vena yugular de un perro , la desnudó de tejido celular, ató
á cada extremo del vaso cortado un tubo de vidrio, con el cual estableció
una corriente de agua tibia en el interior del vaso; hecho esto, sumergió
la vena en un licor ligeramente ácido, y recogió el líquido de la corriente
interior. Entre la corriente de agua libia y et líquido ácido no había co-
municación alguna. A los primeros minutos no se notó ninguna mudanza
en el licor que se recogía; á los cinco ó seis ya era ácido; el líquido aci-
dulado había sido embebido. Este experimento se practicó en las arte-
rias, y tuvo el mismo resultado. Después de tentar todo esto en el perro
vivo, se hizo en cadáveres, y se obtuvieron iguales efectos (*).
Estamos de acuerdo con las ideas de Magendie, en punto á mirar la ab-
sorción como un hecho físico de endósmosis ó imbibición , aun cuando
hay alguna diferencia entre el muerto y el vivo, porque la circulación de
la sangre y el estado de los órganos y líquidos pueden influir en ella.
Mas, que no se haga depender los efectos negativos de la sola plenitud
de los vasos. Desde el momento que se estableciese que la plétora impide,
ó por lo menos retarda la absorción, se seguiría como consecuencia ló-
gica é inmediata que la intoxicación seria imposible, ó pálida, por ac-
tivo ó enérgico que fuese el veneno, en las personas pletóricas; depen-
diendo la acción de los venenos de su absorción, y esta del estado de los
vasos, de su más ó menos distensión, forzosamente debería ser así.
Ahora bien; ¿tiene la experiencia acreditado esa especie de privilegio de
las personas pictóricas, para sentir menos, ó nada absolutamente , la ac-
ción del ácido hidrociánico , del arsénico, de la víbora , etc. ? ¿No se
dice y observa que , por vigoroso que sea el perro , cae como herido del
rayo con unas gotas de ácido prúsico en la conjuntiva? Tácito refiere que
Séneca, el filósofo, condenado á morir desangrado por órden de Nerón,
viendo cuán lentamente iba muriendo, quiso apresurar su último instante
(') Magendie, obra citada, i. II, p. 272, 273 y siguientes.
- m -
tomando una gran dósis de veneno. Mas este no hizo efecto alguno. No
dice Tácito qué veneno era el que tomó Séneca , y no podemos hacernos
cargo del hecho. Mas , sin duda , que si le hubiese tomado antes de abrirse
las cuatro venas, hubiera muerto envenenado. Sin perjuicio de los he-
chos que mas tarde citarémos, al tratar de las influencias individuales que
modifican la acción de las sustancias venenosas , podemos establecer
aquí, en tésis general, que un estado perfecto de salud no es la mejor
garantía de resistencia á los venenos. Cuánto está relacionado con seme-
jante estado la cantidad de la sangre , no necesito advertirlo.
Cuando esté probado que las personas mas abundantes en sangre; que
los pletóricos puedan resistir á la acción de los venenos, hasta los más
enérgicos , la proposición que examinamos podrá ser sostenida. Aquí hay
que buscar la interpretación de estos hechos de otro modo, y que deter-
minar venenos ; los hay que , muy diluidos , no hacen nada ; y si la falta
de acción se tomó por falta de absorción, ya hemos dicho en otra parte
3ue eso no es lógico. Hay otros que solo adquieren solubilidad á beneficio
e los álcalis y cloruros alcalinos, y si estos están muy diluidos, tam-
poco los disuelven ; así no son absorbidos.
Sexla base.
En los anteriores artículos hemos demostrado que , para nosotros, es un
hecho la absorción de los venenos, y hemos citado en su apoyo una por-
ción de observaciones. Sin embargo, no por esto nos creemos obligados
á admitir la acción única de los venenos por absorción. Que no se pierda
de vista este modo de presentar la cuestión presente. Creemos en la ab-
sorción de los venenos, siempre que son solubles ó estén disueltos, y á
ello se deben los efectos generales, por lo común; mas eso no quita que
obren también localmente ; para nosotros son dos hechos independientes,
ó, por lo menos, no tienen una dependencia necesaria. Cuando decimos
que los venenos obran por contacto local, queremos decir que, en el
punto donde se aplican , desplegan su acción sobre los elementos de los
tejidos, pudiendo producir fenómenos generales, sin necesidad de que
sus moléculas vayan á ponerse en contacto, introducidas en la sangre,
con los órganos distantes. Según nuestra opinión , el opio no necesita,
para producir el narcotismo, que sus moléculas sean absorbidas y alcan-
cen el cerebro ; el arsénico que llegue al corazón ; la estricnina á la mé-
dula, etc. Y opinamos así: en primer lugar, porque profesárnosla doc-
trina de la asociación, de la solidaridad de nuestros órganos ; porque
creemos en algo anatómico y fisiológico que los enlaza y hace comunicar
sus sufrimientos; en segundo lugar, porque no consideramos la sangre
como un mero vehículo que transporte las sustancias dañinas de uno á otro
órgano para que obren , sino que ella misma se afecta, ya en su vida, ya
en su composición ó naturaleza, bien así como los sólidos, y de sus alte-
raciones resultan trastornos en las funciones de los órganos que ella riega.
De lo que hemcs dicho en el artículo anterior, acerca del modo de
conducirse los venenos puestos en contacto con nuestros sólidos, líquidos
y gases, y sus efectos químicos y fisiológicos, resulta puesto en eviden-
cia una acción local , la que en ciertos casos puede tener consecuencias
funestas, sin que el veneno pase mas allá del punto donde fué ingerido.
Los efectos fisiológicos locales pueden hacerse generales , no por el paso
del veneno á puntos distantes, sino por la trascendencia del estado en
— 272 —
c[ug queda , después de la acción local del veneno, el punto intoxicado.
IjOs venenos que provocan metamóifosis sépticas se hallan en este cüsoj
otro tanto hacen los cáusticos y los que provoquen la gangrena local.
Cuando hablemos de los diferentes modos de obrar de los venenos, aca-
barémos de ver mas claro este punto de doctrina.
Séptima base.
Hasta aquí, las bases que hemos examinado pertenecen á Orfila y á
los que siguen sus opiniones. La base séptima , lo mismo que la octava,
están establecidas por otros partidarios de la acción de los venenos por
absorción. Examinémoslas, comentándolas, como lo hemos hecho con
las demas , y veamos primero la séptima.
Que hay relación entre la solubilidad y la acción de los venenos, es
una verdad, puesto que los insolubles son inertes, y de entre los solu-
bles siempre, en igualdad de las demás circunstancias, los mas solubles
son también los mas activos.
Puesto que la acción es química, es una consecuencia forzosa que así
sea; porque cuanta mas libertad tienen los átomos para contraer combi-
naciones, mas fácilmente las han de efectuar; así, los muy solubles dan
á sus átomos esa libertad; y, por lo tanto, las combinaciones han de rea-
lizarse mas prontamente.
Pero de eso no se sigue que solo obren siendo absorbidos, que solo
tengan acción sobre la sangre y órganos distantes; la tienen también so-
bre los elementos de los tejidos con los cuales se ponen en contacto; y,
como lo hemos dicho tantas veces , puede suceder muy bien que de muy
solubles pasen á ser insolubles, á consecuencia de esa acción local; y
como los álcalis, carbonatos, cloruros alcalinos ó ácidos de la economía
no les den solubilidad, no pasan al torrente circulatorio, sin que por eso
deje de presentarse una intoxicación con síntomas locales y generales,
químicos y fisiológicos.
La base es, pues, sólida; pero quitándole el sentido, si es que le tiene,
de que solo desplegan por lo muy disuellos y por lo fácilmente absorbi-
bles su acción , cuando pasan á la masa de la sangre. Esta acción se des-
plega igualmente y del propio modo en cuanto se ponen en contado con
los elementos de los tejidos á que se aplican, y en ellos es donde empie-
zan á ejercerla, continuando su marcha hacia el interior, si no coagulan,
y suspendiéndola , si hacen lo contrario.
Octava base.
Kespecto de la opinión que hace consistir la acción de los venenos en
una acción sobre el oxígeno destinado á la hematosis, produciendo, por
falta de aquel , la asfixia , dirémos que, además de ocuparnos luego mas
extensamente en este modo de obrar de los venenos, siquiera fuese ge-
neral ó único ese modo, jamás podria impedir que los venenos desple-
gasen su acción química local , y que alteradas las condiciones fisiológicas
de los tejidos con los cuales se hubiesen puesto en contacto, no resultase
de ello una gran perturbación en las funciones del órgano así alterado, y
como consecuencia de esto , otras en otros órganos relacionados anató-
mica y fisiológicamente con aquel , lo cual basta y sobra para dar lugar á
una intoxicación , y muy funesta.
Con mucho mas fundamento se alega en pro de la acción de los vene-
- 273 -
nos por absorción, y acaso, y sin acaso, dirémos mejor, contra la acción
de aquellos sobre el sistema nervioso, lo que sucede con los anestésicos
y demás sustancias que así impiden la hematosis, como la putrefacción y
la eremacosia. Viendo que todas estas sustancias , aplicadas directamente
á los nervios , no producen lo que cuando se aplican á la sangre , se de-
muestra, en efecto, de una manera muy lógica y evidente, que no es
precisamente el sistema nervioso el que siente los efectos inmediatos de
las acciones tóxicas. Recordemos aquí lo que hemos dicho de los experi-
mentos de Fontana, ¡áegalas, Delilie y Magendie, con los cuales se ha
probado que, depuestas sustancias muy venenosas en los nervios, no
han dado resultado alguno , al paso que los han dado terribles puestos
en contacto con la sangre ; con la particularidad de que lo propio ha su-
cedido, no solo corlando los nervios distribuidos por el punto donde se
depuso el veneno, sino incomunicando completamente la parte, como lo
hicieron Delille y Magendie. El cañón de la pluma que servia de puente
á la sangre no tenia nervios, y, con todo, la intoxicación se realizó.
Mas la prueba concluiente, la que no deja lugar á efugio alguno, es la
que ha hecho E. Robín, aplicando la acción de los anestésicos y otras
sustancias capaces de apoderarse del oxígeno del aire , no solo á los ani-
males , que tienen sistema nervioso más ó menos desarrollado , sino tam-
bién á las plantas que carecen de él. Las plantas han sido intoxicadas,
corno ios animales; necesitando del oxígeno para respirar y vivir, han
muerto, en cuanto les ha faltado ese oxígeno, sumergidas en una atmós-
fera de cualquier anestésico, ó rodeadas de cuerpos^que impiden la pu-
trefacción y la hematosis.
Este experimento da á la base que nos ocupa un fuerte é indestructi-
ble apoyo, no tanto para la opinión que trata de probar que los venenos
obran, cuando son absorbidos, ó pasan ó la masa de la sangre , como para
la que sostiene que no ejercen ninguna acción directa sobre los nervios, en
especial una acción dinámica, en el sentido que pretenden los partidarios
de este modo de obrar de los venenos. Sobre no haber ninguna prueba
experimental que demuestre la realidad de tai acción, hay esos experimen-
tos irrecusables y altamente contrarios á la acción directa de los venenos
sobre el sistema nervioso.
Novena base.
A Cláudio Bernard pertenece la base que resta por examinar, entre las
que se loman como fundamento para afirmar la acción de los venenos por
absorción. Ese entendido profesor del Colegio ae Francia, en sus Leccio-
nes sobre los efectos de las sustancias tónicas y medicinales, pág. il y siguien
tes (lee. 2.a), se expresa en estos términos:
«¿Dónde se producen, pues, los efectos de los venenos? ¿En qué
parte del organismo ejercen su acción? Ese campo de actividad está muy
limitado. Rara que un veneno obre, es necesario que llegue al sistema arte-
rial, puesto que solo cuando llegue á la red capilar, por medio de las ar-
terias , se rnaniíieslan sus efectos. Que se coloque, en efecto, en el cere-
bro uno de esos venenos , cuya acción sobre el sistema nervioso es tan
poderosa y causa tan prontamente la muerte, la estricnina ó el ácido
prúsico, por ejemplo, no se producirá ninguna acción inmediata (*); solo
p) Estos venenos son , sin embargo, 6egun el mismo autor, de los que él cree que ala-
can [> r -unitivamente el sistema nervioso, y luego la sangre; aquí nos prueba él mismo lodo
lo contrario.
T02UCOLOUÍA. — 18
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á lá larga podrá manifestarse en ciertos casos una acción local. Es nece-
sario como lo acabamos de decir, para que los efectos tóxicos de esas
sustancias se manifiesten , que la absorción las haya conducido á la cor-
riente arterial, Ja que á su vez las lleva á los capilares.
«Cuando una sustancia es absorbida, lo es por el sistema de la vena
porta , ó por el sistema venoso ó linfático general , y de allí pasa al sis-
tema arterial , para llevar su acción hasta los órganos. Pues bien ; si esa
sustancia puede ser eliminada antes de llegar al sistema arterial , quedará
sin acción ; tal es el caso general de las sustancias gaseosas. Mas tarde
verémos que el óxido de carbono y el hidrógeno sulfurado, por ejemplo,
los cuales tienen una acción de las mas tóxicas, pueden ser introducidos
en el organismo, sin producir efectos funestos, si se inyectan en la vena
yugular, ó en la crural de un perro. En tales experimentos se puede hacer
constar en el aire inspirado por el animal , la presencia de los gases in-
yectados en el sistema venoso.
wEl campo, pues , donde obran las sustancias tóxicas, está limitado al
sistema capilar, al que conduce la corriente arterial; todos los venenos
que no lleguen á ese campo, quedan sin efecto. Esto explica cómo los me-
tales pueden fijarse en el organismo, fuera del campo de acción de los
venenos, y permanecer allí sin producir efecto. *
«Sabemos que la mayor parte de sustancias metálicas no volátiles que
atraviesan los pulmones sin escaparse, llegan á las arterias y producen,
según la dosis y las circunstancias que acompañan su administración,
efectos tóxicos ó medicinales. No pudiéndose fijar esas sustancias en la
sangre, no permanecen en ella, y son eliminadas por diferentes vías.
Mas sucede que , atravesando ciertos tejidos , la afinidad de los metales
por las materias orgánicas determina su detención y fijación en ciertos
órganos. Esos venenos se encuentran desde entonces sin acción en el or-
ganismo, porque se han fijado en tejidos fuera del campo de acción de
ios venenos ; esto es, del sistema arterial.»
En su lección III, pág. 55 y siguientes, prosigue el mismo punto de
doctrina que acabamos de exponer, y practica experimentos con el ob-
jeto de probar la verdad de esa doctrina: el ácido sulfhídrico, venenoso
en alto grado, hasta respirado en una atmósfera que le contenga en la
proporción de ysoo, puede ser introducido por la yugular y por el ano, y
no intoxicar, cuidando que sea en poca cantidad á la vez. Sobre ser sa-
bido que se beben impunemente las aguas sulfurosas ; que hay quien las
bebe con placer, en cuyo caso, absorbido el ácido por las vías digesti-
vas, llega á la vena porta , atraviesa el hígado, va á la vena cava infe-
rior y pasa al pulmón , por donde se exhala , abrió la vena yugular de
un perro de mediana talla, y le introdujo, por medio de una jeringa, di-
rigiendo el pico hácia el corazón , 4 centímetros cúbicos de agua satu-
rada de hidrógeno sulfurado. La vena estaba ligada encima de la aber-
tura. Delante del hocico del perro habia colocado un papel empapado de
acetato de plomo. Apenas se hubo hecho la inyección , ei papel se puso
negruzco, debido al sulfuro de plomo que se formó atacado por el ácido
sulfhídrico expirado por el animal. A los tres ó cinco segundos se ve el
efecto, y está expulsado todo el gas , como lo prueba el que nuevo papel
con el acetato plúmbico no se ennegrece, ni pone pardo. Cuantas veces
empujaba el embudo de la jeringa, se repetia el mismo fenómeno. El
pen-o no dió señal ninguna de intoxicación ni incomodidad.
En otro experimento, inyectó 32 centímetros cúbicos del mismo gas,
- S7S —
dísuelto en agua, en el intestino recto del perro. Al cabo de sesenta y
cinco segundos, el papel mojado de acetato, que hasta entonces había
permanecido blanco, empezó á ennegrecerse; el gas no fue tan pronto
exhalado, porque ituvo que ser absorbido por las paredes intestinales;
atravesar la circulación del bajo vientre ó de la vena porta , que es lenta,
y de allí escaparse por la cava inferior, hácia el corazón ó cavidades de-
rechas del mismo , arteria pulmonal, y llegar á los pulmones , desde los
cuales se escapa. A los cinco minutos se habia eliminado todo.
Expuesto lo que precede , parece, en efecto, á primera vista , que hay
tal relación entre la acción de los venenos y su paso al sistema capilar
arterial, que sin ese paso no hay intoxicación posible; y como ese paso
no puede hacerse sin absorción , queda probada la necesidad de esta
para que los venenos obren.
Sin embargo, todos esos experimentos no prueban tal conclusión;
prueban que la absorción es necesaria en muchos casos para que haya
electos químicos y fisiológicos generales; que ciertas sustancias pueden
eliminarse sin producir intoxicación , por no haber sido introducidas en
suficiente cantidad para perturbar las funciones; pero no prueban que las
sustancias venenosas no despleguen su acción química, donde quiera
que encuentren elementos orgánicos , principios inmediatos con los cua-
les pueden combinarse; ni que estas combinaciones locales no alteren las
funciones fisiológicas del sitio donde se aplican , ni que en las alteracio-
nes locales no puedan por sus relaciones funcionales provocar mas ó me-
nos lejos , y de un modo mas ó menos general , un trastorno profundo
de la salud, y hasta la muerte, siendo una verdadera intoxicación, por
ser una enfermedad no natural provocada por un veneno.
La acción química local está reconocida por Cl. Bernard, puesto que
habla de fijaciones de sustancias venenosas, por razón de afinidad, en los
órganos, si bien no intoxican, mientras no pasen adquiriendo solubilidad
al sistema capilar arterial. ¿Mas crée, ni puede creer M. Bernard (lo he
demostrado con experimentos) que si esas sustancias se introducen en
cantidad bastante , siquiera no hagan mas que fijarse en los órganos, la
salud no se ha de resentir, no ha de poder seguirse de ello la muerte?
¿Cree que esos tejidos con esos huéspedes extraños , con esos cuerpos
metálicos , combinados con los principios plásticos de aquellos, han de es-
tar ahí sin alterarles las funciones fisiológicas, por poco que sea conside-
rable la cantidad de los modificados? ¿Crée que los fenómenos fisiológi-
cos que provocan inflamaciones mas ó menos intensas , tal vez seguidas
de gangrena , no han de tener consecuencia , siquiera el sistema arterial
no reciba esos metales? Todos los venenos inflamatorios que flogosean los
tejidos, con los que se ponen en contacto, ¿necesitan para eso que vaya el
veneno al sistema arterial?
El mismo Cláudio Bernard advierte que , para que se elimine, el ácido
sulfhídrico ha de ser inyectado en poca cantidad ; así no hay intoxica-
ción. Pues yo pregunto: ¿la falla de intoxicación es por esa poca canti-
dad , ó porque el gas no ha pasado al sistema arterial ? Vaya mas lejos el
autor experimentalista ; vea cuál es el modo de obrar del ácido sulfhí-
drico ; puro, es un anestésico ; es decir, uno de esos cuerpos que se apo-
deran del oxígeno respirado para oxidarse é impedir la oxidación de los
elementos de la sangre ; así intoxica ; así trastorna la salCtd ; así mata. Si
hay poca cantidad , si no se apodera de todo el oxígeno respirado, pase ó
no al sistema capilar arterial, no habrá intoxicación, y la falta de esta no
— 276 —
será porque se ha exhalado por el pulmón antes de haber pasado á los
capilares arteriales; será porque no ha habido bastante cantidad de gas
para inutilizar todo el oxígeno. Que inyecte una cantidad tóxica , y verá
si hay intoxicación.
.y por qué asegura Bernard que el gas absorbido por las paredes abdo-
minales no pasa al sistema capilar arterial , desde los intestinos, sino al
través de las venas capilares , y de ellas á los vasos venosos del sistema
hepático, de allí á la cava inferior, ai corazón y á los pulmones, por
donde se escapa ? ¿Pues qué, no absorben también los capilares arteriales
del intestino ? ¿Cree Bernard, como un tiempo Magendie , que la absor-
ción solo se hace por las venas ? Hemos dejado establecido, porque esto
es la verdad y la opinión general hoy día, que todos los tejidos absor-
ben; que la absorción no es una función ; es un fenómeno físico, una en-
dósmosis, para la cual tienen todos los tejidos aptitud, mas ó menos, se-
gún la textura anatómica, en igualdad de las demás circunstancias. Los
vasos arteriales absorben como los venosos , siquiera absorban menos.
Por lo tanto, sin necesidad de que el gas hidrógeno sulfurado vaya á dar
ese paseo, puede pasar directamente al sistema capilar arterial.
Atendido el modo de obrar del ácido sulfhídrico, por el cual es tan ve-
nenoso respirado en gran cantidad, mas ha de intoxicaren las venas y
vasos arteriales del pulmón , que el sistema arterial capilar , porque en
esta ya está hecha la hematosis, al paso que las arterias ó ramificaciones
de la arteria pulmonal , que son los que elevan la sangre venosa á los
pulmones, á su paso á las últimas ramificaciones anastomosadas con las
primeras de las venas pulmonales, que van á conducirla á la aurícula iz-
quierda , es donde empieza á efectuarse la hematosis; y si allí se pre-
senta el ácido ávido de oxígeno, esa hematosis habrá de suspenderse, si
la cantidad del gas es considerable.
Otras consideraciones se presentan que pueden conducir á que G. Ber-
nard no interprete bien la significación de sus experimentos. ¿Quién le
asegura que ese gas hidrógeno sulfurado, que se escapa por el hocico del
perro y ennegrece el papel de acetato de plomo , sale de los pulmones?
El experimento hecho por inyección en el ano ó el recto, no es conclu-
yente. Sin negar que parte de él puede ser absorbido, y hasta sin des-
composición ; ¿cómo no ha de pasar gran parte á lo largo del tubo diges-
tivo , y subir por el esófago y por la boca del animal mezclado con el
aliento? ¿Qué obstáculo mecánico ni fisiológico hay para ello ? i\í la vál-
vula íleo-cecal , ni el píloro, han de oponerse á ese paso. Véase lo que
sucede en ciertas indigestiones en que se forma el ácido sulihídrico. Hay
borborigmos, y ora sale el gas por el ano, sintiéndose el olor de huevos
podridos en la ventosidad que se escapa, ora se eructa y se percibe
igualmente ese olor característico; pues así como desde el estómago ó
duodeno se va el gas, pues se produce tan pronto por arriba como por
abajo, sin que se ie oponga obstáculo; ¿por qué no ha de poder pasar el
que se inyecta por el ano?
¡Se dirá que inyectado por la yugular, sale por el aliento, y entonces no
puede venir del estómago, ó tubo digestivo. En estos casos es verdad;
pero no por eso se ha de negar que suceda en ios otros.
Mas, todavía nos resta aquí otra icílexion que hacer. He probado que
nada pasa al torrente de la circulación, sin descomposición previa, ó en el
acto ó poco después de ser absorbida la sustancia, y allí hemos visto lo
que he dicho respecto de una opinión que tiene Al. Iternard sobre ciertas
- 277 -
sustancias * que , aunque solubles , no son absorbidas como las ponzoñas,
los virus , el curare , etc.
El ácido sulfhídrico es un Cuerpo que tiene poca vida, se descompone
pronto, yeso se debe á su gran virtud química, á ia suma facilidad
con que se combina. No hay ácido que no le ataque . ni base que no se
apodere de su azufre, separando su hidrógeno. Pues bien; introducido en
el estómago, si allí encuentra bases, forma sulfuras absorbibles, si solu-
bles; no absorbibles, si insolubles. Apenas pasa puro al torrente circula-
torio, se encuentra con los cloruros alcalinos que le han de descompo-
ner, tomando su azufre para pasar á sulfuros, y dando su cloro á su hi-
drógeno para formar ácido clorhídrico. En poca cantidad eso no será de
consecuencia; á mayor, la intoxicación ha de ser terrible. Además, se
halla en el oxígeno, que le oxida el hidrógeno y forma agua y le oxida el
azufre formando ácidos; de aquí otra forma de intoxicación, si hay gran
cantidad de ese gas. De todos modos, el sulfhídrico no pasa al través del
sistema sanguíneo , sin descomposición.
Dirá Bernard , pues ¿y el sulfuro que se forma con el acetato de plomo
sometido al aliento del animal , al que se inyecta 4 centímetros cúbicos
de una disolución acuosa de ácido sulfhídrico, no viene de su aliento?
Sí; ¿pero todo el que se exhala, es el absorbido que se escapa sin des-
composición? Atendidas las leyes químicas, ¿es eso posible? Y aun cuando
haya sido descompuesto , ¿no es posible que se forme otra vez en el pul-
món? Sabido es que su sulfuro alcalino se descompone por un ácido, y
se da lugar á la formación de ácido sulfhídrico que se revela al olfato por
su olor característico y por su reacción sobre una sal de plomo. Pues
bien; en el pulmón hay el ácido néumico, capaz de descomponer el sul-
furo alcalino que por él pase, como descompone los carbonatos y otras
sales. Dé aquí cómo puede haber reacción en el experimento de M. Ber-
nard del ácido sulfhídrico sobre el plomo, sin que nada de eso pruebe lo
que pretende, que el gas no ha pasado por el sistema arterial capilar.
Véase, pues, cómo los experimentos de Bernard distan mucho de pro-
bar lo que pretende.
En cuanto á la estricnina y el ácido cianhídrico que menciona, es cierto
que , aplicados directamente á los nervios ó centros nerviosos , no hacen
nada; ya lo llevamos dicho; pero tampoco ha probado Bernard que para
obrar necesitan pasar al sistema arterial capilar. Basta poner en contacto
esos venenos ccn la sangre de las venas , para que acto continuo se veri-
fique la intoxicación. Demos indicado cómo obran esos, venenos ; suspen-
den con su presencia la hematosis, como suspenden, sobre todo el ácido
cianhídrico, la oxidación del ácido yódico; en la sangre venosa hay mas
hematosis que en la arterial ; de consiguiente , el efecto de suspensión ha
de ser mas notable, mas eficaz.
Además que, para que esos venenos pasen á los capilares arteriales,
no hay necesidad de que circulen antes por la vena porta ; al través de los
capilares arteriales del punto donde se depongan , pasan como pasan al
través de las paredes venosas.
Lo que decimos de esos venenos es aplicable á todos los demás, y
cuando hablemos de los diferentes modos de obrar químico de los vene-
nos , acabarémos de ver la sin razón con que Bernard pretende limitar el
campo de la intoxicación al sistema capilar arterial, y establecer la nece-
sidad de que los venenos pasen por la circulación venosa á ese sistema,
para que puedan desplegar su acción morbosa ó mortífera,
— 378 —
De todas las reflexiones que acabamos de hacer sobre las bases do, la
doctrina de Orfila y sus partidarios ; de la de algunos fisiólogos químicos
Y de la de C. Bernard, se desprende que solo tienen valor , si se trata de
probar que muchos venenos no pueden desplegar su acción química ge-
neral , y ciertos síntomas generales ó propios de órganos distantes de
apuefen que fueron aplicados, si no se hacen solubles y son absorbidos.
Algunos de ellos prueban de una manera irrefragable que los venenos no
obran sobre el sistema nervioso de un modo directo, en especial los ex-
perimentos de Fontana, Segalas, Delille, Magendie, E. Robín, Ber-
nard, etc.; siendo estos los argumentos mas poderosos para rebatir la opi-
nión de los vitalistas de Montpellier, y otros que, como ellos, piensan
acerca de la acción dinámica desplegada sobre los nervios.
Mas, como lo llevamos manifestado en los breves comentarios á cada
una de las razones alegadas en pro de cada base, todo eso no alcanza á
probar que los venenos no tengan acción química local , y que no sean
capaces, al menos algunos de ellos, de producir efectos primitivos, inme-
diatos, químicos y fisiológicos, en la parte donde se verifica el contacto,
y que, aun cuando no haya absorción general , por las relaciones de esos
órganos con otros y con la propia sangre, no sean posibles á su vez fenó-
menos fisiológicos generales é intoxicaciones tan funestas, como cuando el
veneno es absorbido.
B. Bases en que se apoyan los que opinan que los venenos obran por su
contacto con los nervios.
Expuestas y examinadas las bases de la doctrina de Orfila y demás
partidarios, veamos las de Anglada y Escuela de Montpellier, ó de los vi-
talistas que, como estos, opinan que la acción de los venenos, igualmente
que la de los demás agentes, es primitivamente dinámica, y que se ejerce,
no por medio de la absorción , sino por un contacto con los nervios.
Expongamos esas bases con las razones en que se apoyan , y al aca-
bar de dar una idea de unas y otras, añadamos nuestros comentarios, si-
guiendo la misma marcha qué hemos seguido respecto de las bases de la
doctrina ya examinada, esto es, no pasando á comentar hasta que haya-
mos expuesto , no solo cada base , sino las razones en que sus partida-
rios las apoyan.
La doctrina de la acción de los venenos por contacto con los nervios
se funda en las bases siguientes :
1. * La prontitud con que ciertos venenos obran.
2. * La manifestación ae ciertos efectos simpáticos en los casos, en que
el veneno es inmediatamente arrojado.
3. * La diversidad de efectos ó de síntomas, según cuál sea la vía por
donde fuere el veneno aplicado ó introducido.
4.1 La diferencia de acción que hay entre los venenos compuestos y
algunos de sus principios.
5. * La energía de muchos venenos insolubles.
6. * La desproporción entre la cantidad de veneno absorbido y la reac-
ción del organismo.
7.1 La posibilidad de provocar reacciones simpáticas por medio de una
aplicación local en los casos de síncopes y asfixias.
Examinémoslas por este órden sucesivamente y conforme lo hemos in-
dicado.
— 270 -
Primera base.
Al tratar de las bases en que se apoya la doctrina contraria á la que
vamos á examinar , ya hemos visto cómo debe apreciarse esa prontitud
con que algunos venenos obran. Los partidarios de la acción dinámica ó
sobre los nervios, dicen que, por rápida que sea la absorción, no es lí-
cito explicar por absorción lo que acontece con ciertas sustancias vene-
, nosas. Los electos del ácido hidrociánico, del worora ó del ticunas, son
instantáneos.
En su Tratado de la gangrena, Quesnay refiere que un cirujano ponía
tabaco en polvo en una llaga del muslo á un enfermo , y en el momento
se declaraban vómitos espantosos. Los polvos del tabaco no son solubles,
no pudieron ser absorbidos, al menos con rapidez; para llegar al estó-
mago necesitaban algunos minutos; sin embargo , el estómago se mos-
traba afectado inmediatamente.
Eduardo Adam no pedia ponerse en la boca un licor alcohólico sin ex-
perimentar acto continuo en la vejiga vivos dolores, aun cuando arrojase
inmediatamente dicho licor. El ácido hidrociánico, aplicado á la conjun-
tiva-del perro mas robusto, le mata como el rayo; el veneno no tiene
tiempo de correr por los vasos sanguíneos. Otro tanto hacen ciertos ga-
ses con el hombre.
Schulze abría la arteria crural de un perro, y en el momento que la
sangre saltaba con mas fuerza, le instilaba en la garganta algunas gotas
de aceite estíptico de Dippel. En el mismo instante se detenia la sangre,
formándose un coágulo en la abertura del vaso. Esto no se explica por
absorción de esas sustancias.
De esta manera ú otra análoga discurre Anglada y sus coopinantes
para combatir la acción de los venenos por absorción. Sin embargo, es-
tas razones no alcanzan , ni á invalidar la absorción de los venenos , y la
acción que por este medio desplegan, ni prueban que la acción se ejerce
sobre el sistema nervioso.
Si los gases son rápidos en sus efectos , es porque impiden la hema-
tosis de un modo rápido ; también su absorción es instantánea, y pasa de
una vez gran cantidad al torrente circulatorio.
La acción del ácido cianhídrico y de los extrícneos es también rápida,
porque lo es la absorción , como lo hemos demostrado, y porque detienen
la hematosis ú oxigenación de la sangre , como lo hemos indicado igual-
mente. Los casos particulares, como el de Eduardo Adan , el de Schul-
ze, etc., en primer lugar no son generales, y de consiguiente, no pue-
den servir de base para una ley ; y en segundo lugar, tienen explicación
ya en la teoría de los anestésicos y ácido prúsico, ó bien , si no pueden
explicarse por la absorción , esto es , por el esparcimiento en toda la
economía , pues absorbidos lo son , tampoco prueban la acción sobre el
sistema nervioso. Con nervios íntegros no se produce nada, si no hay co-
comunicacion con la sangre, libre circulación , y con esta hay efectos sin
que se afecten los nervios.
En cuanto á lo del polvo de tabaco , siquiera no sea soluble, hay que
advertir que tiene un alcaloideo ó principio activo que lo es y muy volá-
til , y que puesto en contacto con los tejidos, se desprende y obra. Otro
tanto sucede con sustancias putrefactas. Además, su intoxicación no con-
siste solo en que haya vómitos.
Por último , yo no sé cómo puede fundarse en la rapidez de acción el
— 280 —
míe esta se ejerza sobre los nervios. ¿No vemos rapidez de acción en el
mundo inorgánico que no tiene dichos órganos? ¿No vemos lentitud y
hasta nulidad de acción, aplicando los venenos mas-activos en los nervios,
y hacerse instantánea aplicados á la sangre? En todos los casos de into-
xicación fulgurante hay contacto del veneno con este humor. Admítase
Ja teoría que hemos indicado de la acción catalítica que suspende inme-
diatamente la hematosis, y se concebirá el hecho de esa rapidez de ac-
ción mortal y la no necesidad de que llegue la sustancia venenosa á los
centros de la vida.
Giacomini, que es partidario de la acción de los venenos sobre los ner-
vios, dice estas palabras, que son la expresión genuina de los hechos,
en cuanto á los efectos generales: «No vayais á creer que , aplicando un
veneno á un nervio ganglional, la acción sea fulgurante é instantánea.
La experiencia prueba que hasta en estos casos, la sustancia necesita ser
absorbida y pasar á la sangre aiAes de obrar. La sangre es el vehículo
indispensable para el desarrollo de la fuerza de los venenos.
Esta razón , pues , no prueba nada : l.° porque solo se refiere á deter-
minados casos; 2.“ porque estos tienen mejor explicación ; 3.° porque no
prueba la acción sobre los nervios.
Segunda base.
Dicen los partidarios de esa base , que si los venenos obrasen por ab-
sorción , ¿cómo se explicarían los síntomas de ciertas intoxicaciones pro-
ducidas por sustancias que son inmediatamente arrojadas? Morgagni
come en una posada , y experimenta síntomas de una intoxicación , vó-
mitos violentos, angustias inaguantables, etc. Arroja con vómitos cuanto
habia comido, y con ello pedazos de una yerba , la que, reconocida , se
ve que es la cicuta. Apenas ha sido arrojada esta planta, cesan todos los
síntomas como por encanto. ¿Se dirá que la cicuta fué absorbida? Esto
seria absurdo. ¿Qud lo fué alguno de sus principios activos? En este caso
no babrian cesado los síntomas, con arrojar solo por vómitos el tósigo.
Varios autores han visto en su práctica particular, que una píldora
de opio ha producido en alto grado ios efectos de esta sustancia narcó-
tica. Arrojada la píldora entera con todo su peso , los síntomas han des-
aparecido. Aquí hay que hacer las mismas reflexiones hechas con mo-
tivo del caso de Morgagni.
No pocas veces sepresentan síntomas de narcotismo después de lava-
tivas opiadas, arrojadas acto continuo por el enfermo.
A este género de hechos pueden agregarse las suspensiones de la in-
toxicación por medio de la ligadura , bomba de Barry y succión. La ana-
logía no puede ser mayor, y todos tienden á probar la misma verdad :
que los venenos obran por contacto con los nervios.
Estas reflexiones adolecen del mismo vicio que las anteriores ; particu-
larizan los hechos; se apoyan en pocos casos de interpretación no la me-
jor; no pueden servir' de base para una regla general , y tienen explica-
ción mejor que la que se pretende. Lo de Morgagni, por ejemplo, no
ofrece en su fondo nada que se diferencie de los vómitos violentos, an-
gustias y demás de un almuerzo , cena ó comida que se indigesta, y cuyo
alarmante aparato de síntomas se desvanece, en cuanto el vómito arroja
lo ingerido en las primeras vías. Eso , no solo sucede con sustancias no-
civas, sino también con buenos alimentos, según el estado del estómago
- *281 -
ó del sugeto. Añadiré que pudo empezar la extracción de ios principios
venenosos de la cicuta , y obrar estos sobre los tejidos del estómago irri-
tándolos , con lo cual basta y sobra para que hubiese vómitos, y angus-
tia, y todo lo demás de que habla Anglada. Diré aun más; que pudo pa-
sar algo á la masa de la sangre, pero poco, para que no entrando más,
la organización pudiese tolerarlo, y no siendo obstáculo para ejercerse las
funciones, desaparecer el aparato sintomático, como sucede con los anes-
tésicos y otros cuerpos que, cesando de entrar, permiten que el oxígeno
vuelva á obrar sobre la sangre, y la asfixia desaparezca.
Respecto de las píldoras de opio y lavativas , diré otro tanto , y aun
más: eso de ser la misma cantidad arrojada que la ingerida se dice fácil-
mente , y como no se pruebe de un modo riguroso , hay derecho por lo
menos para dudarlo.
En cuanto á lo de las bombas de Barry, es ocioso volver á ello. Ya he-
mos dicho lo suficiente, y explicado cómo se puede concebir la suspen-
sión de los efectos.
Tercera base.
Dice igualmente Anglada y los suyos, la vía por dónde se aplica el
veneno basta muchas veces para modificar, templar ó neutralizar su ac-
ción. El veneno de la víbora , por ejemplo, el ticunas , pueden introdu-
cirse impunemente en el estómago, no envenenar por esta vía si está in-
tacta, y sin embargo, son extremadamente ejecutivos por el tejido ce-
lular. Es una cosa muy sabida que las culebras ponzoñosas pueden bañar
su boca sin peligro alguno con el licor mortífero de su diente inocula-
dos y si por un movimiento involuntario se muerden, son víctimas de su
terrible veneno. La baba de los perros rabiosos, según Coindet, puede
beberse también impunemente.
Hay personas que toman grandes cantidades de opio por la boca ; una
ligera cantidad en lavativa las intoxica. La digital purpúrea por el estó-
mago abate los latidos del corazón ; por la piel ó en fricciones deja de
obrar sobre esta viscera. Orilla ha aplicado ácido arsenioso y sublimado
corrosivo en el tejido celular del muslo de varios perros, y en el mismo
tejido de la región lumbar; los efectos han sido muy diversos: con el
ácido arsenioso en el muslo , muere el animal ñ las tres ó cuatro horas,
en el dorso mas pronto ; con el sublimado corrosivo , muere, aplicándole
en el muslo , á las veinte y cuatro horas; en el dorso, vive ocho dias. ^
Estos hechos y otros de igual naturaleza parece que han de invalidar
completamente la acción de los venenos por absorción. No empezando su
acción sino cuando están en la masa de la sangre, ¿qué mas da que en-
tren poruña vía, que entren por otra? Si hay desigualdad en la fuerza
de la absorción de los tejidos, podrán explicarse por ellas las diferen-
cias; pero si no la bav, si al contrario, por el punto donde la, absorción
es mas tardía, se verifica la intoxicación mas rápida y mas enérgica, ¿de
qué sirve la explicación ?
A estas reflexiones opondremos otras que destruirán lodo su valor. Es
cierto . por punto general , que todo eso pasa; mas la explicación que se
pretende darle es violenta ; mejor interpretados esos hechos , son una
prueba de que la absorción es necesaria para que hagan efecto esos ve-
nenos que se citan.
Ya llevamos dicho que el veneno de la víbora y demás animales pon-
zoñosos , incluso ei virus rabífico, puestos en contacto con mucosas sa-
— 282 —
ñas son inofensivos ; es que no son solubles, que no se hallan en con-
tactó con la sangre, á la cual descomponen por su acción fermentativa.
Hé aquí por qué en el estómago no hacen nada , y causan tanto estrago
en contacto con las superficies ulceradas ó las soluciones de continuidad.
Si el opio es mas activo por el ano , es porque el recto absorbe más,
hay en él menos fenómenos que en el estómago para retardar su acción.
Los mismos álcalis que en él abundan, en lugar de impedir, como en
efecto impiden , la acción de la quinina y otros alcaloideos no solubles en
los álcalis, pueden contribuir á la absorción de la morfina , porque es
muy soluble en ellos.
Lo del sublimado corrosivo , de acción diferente , según que se aplique
al muslo ó al dorso , lo hemos explicado ya. En el muslo abundan más
los cloruros que le dan solubilidad que en el dorso. En cuanto al ácido
arsenioso la diferencia es poca , por no decir ninguna.
Lo de la digital , dado caso que así sea, se explica por las alteracio-
nes que sufre en la piel , la que no es igual á la que sufre en el estó-
mago. Las sales de quinina son poco activas por el método endérmico,
al paso que por el estómago lo son más. Es que en la piel los cloruros
alcalinos las precipitan y no hay absorción, mientras que en el estómago
no sucede nada de eso. lié aquí hechos análogos á los de la digital.
Por último, en cuanto á la influencia de la parte que absorbe , ya he-
mos dicho que , en efecto , cuanto mas rápida es la absorción, mas pronto
se manifiestan los efectos generales y mas activo es el veneno , en igual-
dad de las demás circunstancias ; pero adviértase lo que ya llevo dicho
en otras partes , que , según sea el veneno de los que coagulan ó lique—
fian , la mayor facultad de absorber no basta para que se presenten
pronto los efectos. Esa facultad debe relacionarse siempre con el modo
de conducirse el veneno con los elementos que encuentra en la parte; es
necesario atender á si forma ó no coágulo, y si hay allí álcalis, cloruros
ó ácidos que disuelvan ese coágulo ó precipitado.
Vése, pues , cómo esa base , sobre no probar nada , á favor de la ac-
ción sobre los nervios , mas bien apoya que contraría la opinión de la ab-
sorción.
Cuarta base.
Todos los autores de toxicología están contestes en señalar síntomas
diferentes al ópio , á la morfina, al ácido mecónico , etc. Si bien es cierto
que todas estas sustancias producen el narcotismo, que es el tipo de su
modo de obrar, lo que da carácter á este modo ; esto no obstante , la
morfina hace desarrollar fenómenos morbosos que no hace desarrollar el
opio. El laurel cerezo y el ácido hidrociánico también producen narco-
tismo: síntomas análogos desenvuelve el gas ácido carbónico, y sin em-
bargo no son los mismos venenos ; pues si por ciertos síntomas que estos
hacen desenvolver se reconoce que son ellos , y no el opio ni la morfina,
también es lógico concluir, por razón de la diversidad de síntomas del
opio y sus principios , que estos no son , no obran del mismo modo que
aquel. Esto supuesto, esto es, siendo cierto que uno es el cuadro sinto-
mático del opio en sustancia , y otro el de la morfina , y otro el de cada
uno de los componentes venenosos del opio , no es posible explicar por
la absorción la acción de todos estos venenos. Cuando se envenena á un
sugeto con opio, tomado por la boca, por ejemplo, no puede haber sín-
tomas propios de dicho tósigo en sustancia , porque , según la opinión
— 283 -
que analizamos , el opio no obra sino cuando es absorbido y llegan sus
moléculas con la sangre al cerebro ; pues las moléculas del opio no llegan
nunca á esta viscera sino en estado de descomposición. El opio es uno
de los venenos que sufren esa acción descomponente de la economía , y
antes de que pase á la masa de la sangre ya no es opio, es morfina, ácido
mecónico, codeina, narcotina, etc. Nadie ha encontrado ni encontrará
jamás opio en sustancia en la sangre , ni en la orina , ni en cualquiera
otro órgano como no sea en la cavidad del estómago ó tubo digestivo. La
gran dificultad de analizar los sólidos y líquidos de los envenenados por
el opio con resultado satisfactorio , ha hecho convenir á los toxicólogos
en contentarse con dar á conocer la morfina y el ácido mecónico para es-
tablecer que ha habido envenenamiento por el opio ó alguno de sus pre-
parados. Los síntomas son los únicos que pueden decidir si se ha dado
opio en sustancia ó alguno de sus componentes venenosos.
Muchos venenos animales y todos los vegetales se encuentran en el
mismo caso que el opio; también son descompuestos antes de pasar al
torrente de la circulación , y sin embargo , su acción es anterior á esta
descomposición notoria.
Síguese de todo esto , que ó los venenos no obran en sustancia , sino
descompuestos, ó que obran antes de ser absorbidos; lo primero no
puede sostenerse , es un absurdo. Los cuerpos obran en virtud de lo que
son ; su acción es una condición de su existencia; mientras existen del
mismo modo tienen una condición determinada; cuando dejan de existir,
¿cómo podrán obrar? Un cuerpo que se descompone deja de existir, no
es el mismo cuerpo; el agua obra como tal ; si se descompone, ya no hay
agua; el oxígeno y el hidrógeno separados son cuerpos de diferentes
propiedades. El opio no es la morfina, y esta, el ácido mecónico, etc.,
no son el opio. Es, pues, lógico y necesario concluir que las sustancias
compuestas no obran como tales sino antes de ser descompuestas , ó lo
que es lo mismo , antes de ser absorbidas. Así es posible explicar cómo
el opio produce síntomas diferentes de los de la morfina ; obrando por
contacto el opio en sustancia , su acción especial es ejercida sobre el te-
jido , y el resultado es diferente del que desenvuelve la morfina. Suponed
que esta acción no se produce sino siendo absorbidos los venenos: en
este caso no habrá jamás síntomas propios del opio , del láudano , ni
propios de la morfina , de la codeina, del ácido mecónico , ete. ; no ha-
brá mas que un cuadro de síntomas, el que resultare de la acción simul-
tánea de todos los componentes venenosos del opio , pasados al torrente
déla circulación. Pues la experiencia no confirma tal cosa, no hay se-
mejante cuadro único; los cuadros son diversos según lo son los venenos
opiados ó narcóticos que se den.
Estas reflexiones son mías; las hacia cuando opinaba en este punto
como Anglada , y aunque no trato de destruir lo que tienen de exacto,
diré , sin embargo , que bien puede haber cuadros sintomáticos diferen-
tes, según que se dé el opio en sustancia ó sus componentes aislados,
por cuanto no es lo mismo dar determinadas cantidades de un principio
cuya cantidad se aprovecha toda , que otras acerca de las cuales no se
sabe lo que se aprovechará, dependiendo de los materiales del estómago
la cantidad que pasa al torrente de la circulación. La morfina del opio se
disuelve en los ácidos del estómago , ó pasa al estado de meconato como
se halla en él ; pero no hay fijeza en la cantidad que se forma y absorbe,
al menos con tanta seguridad , como cuando se da cierta cantidad de sal
— 284 —
de morfina , toda la cual se absorbe , y basta la cantidad para producir
síntomas accidentales, que es todo lo mas que hay en esos casos. Así su-
cede con ciertos preparados de arsénico y de mercurio cuando se dan los
insolubles, que no pueden obrar sino haciéndose solubles. Otro tanto
puedo decir de otras muchas sustancias. Añadamos á todo esto , que no
siendo muy conocido todavía el verdadero modo de obrar de esas sus-
tancias, nada tiene de extraño que ciertos hechos queden oscuros todavía
para nosotros. Mas, de todos modos podemos sentar que, en primer lu-
gar, lo que pasa con el opio y otras sustancias, no pasa con todas, v
luego, que eso tampoco prueba la acción sobre el sistema nervioso. Aun
cuando no sepamos explicar esta clase de fenómenos, no por eso se de-
duce que el sistema nervioso sea el afectado.
Quinta base.
Los experimentos hechos por Magendie acerca de la absorción, de que
ya hemos dado noticia en otra parte , le han conducido á probar prácti-
camente que los venenos insolubles no son absorbidos. Es un hecho que,
en virtud de lo que iba observando, concibió a priori , y el experimento
confirmó. Concíbese cómo pudo idearse este hecho a priori, por cuanto la
teoría nos da cabal razón de su existencia. La absorción se hace siempre
de un modo molecular. El cuerpo absorbido está reducido á una disgre-
gación notable de sus moléculas , disgregación que no siempre versa so-
bre las integrantes , sino hasta sobre las mismas constituyentes. Los po-
ros, los intersticios de los tejidos gue se embeben del cuerpo absorbido,
le reciben disuelto en extremada división. Solo los solubles, pues, pueden
atravesar esos tejidos. Así se concibe cómo los cuerpos que se han di-
suelto pueden pasar á la masa de la sangre. Los que no se disuelven no
se prestan á la disgregación de sus moléculas, menos á su descomposición
por el agua ó el disolvente; por lo tanto, el volúmen siempre es mayor,
siempre está desproporcionado al de ios poros ó intersticios de las mem-
branas ó paredes de los órganos que absorben.
Algunos venenos mercuriales, como muchos metálicos, no son muy so-
lubles, y sin duda á esto es debido el que no se encuentre jamás el mer-
curio en la masa de la sangre. Cuando nos hagamos cargo de este hecho,
al tratar de los venenos mercuriales , verémos cómo , en efecto , no está
probada por medio de las operaciones analíticas la existencia del mercu-
rio en la sangre, ni otro líguido de la economía, por mas que se haya in-
troducido en ella una cantidad notable de una vez ó muchas veces. *
Sin embargo, de no ser absorbidos los venenos insolubles; de no serlo
el mercurio, ¿podría colegirse con lógica que no son activos? Desgracia-
damente es demasiado cierta su acción rápidamente morlífera. No nos
queda , pues , otro recurso que persuadirnos de su acción por contacto y
no por absorción.
Las razones en que se apoya esta base^son verdaderas, en cuanto al
modo de explicar la absorción, no sucede otro tanto respecto de quesean
activos los venenos insolubles.
Hemos probado qué no son absorbidos y que no pueden tener ni acción
local como no estén disueltos. No es verdad que sean activos los venenos
insolubles. Si algunos de ellos desplegan su acción, es porque los humo-
res de la economía les dan solubilidad. Ya hemos dicho lo qae pasa con
los venenos mercuriales insolubles, incluso el mercurio metálico. Lo que
- m -
hemos dicho de estos es aplicable á los demás que se hallan en caso aná-
logo. No solo es Magendie el que lo ha probado, lo han probado ya otros
muchos y mas que nadie Mialhe,. cuyos trabajos sobre este particular han
resuelto la cuestión.
Sexta base.
Hemos de ver que , según cuál sea la vía por donde se aplique el ve-
neno, hay diversidad de fenómenos; pues de este hecho cierto que ates-
tiguan los Wichs, los Gotunni , los Orfila, los Coindet, etc., se deduce
muy claramente que no hay proporción entre la cantidad del veneno y
sus efectos, sino entre el veneno y la impresionabilidad del órgano á que
se aplica. Un hombre dado al uso de bebidas alcohólicas toma cantidades
considerables y las soporta bien sin embriagarse. Todo su cuerpo está
inundado de alcohol, su secreción, su sudor exhalan el olor de esa sus-
tancia. Pues este hombre no puede soportar una lavativa de una ligera
cantidad de líquido espirituoso , sin sentir la embriaguez.
Un joven tomaba ocho granos de opio todos los dias; tomó una lava-
tiva , en la cual no habia mas que 20 gotas de láudano, arrojó en se-
guida el líquido y hubo intoxicación , hasta parálisis de la vejiga.
listos casos y otros que pudiera añadir , prueban que con menor can-
tidad de veneno ha habido mas efectos, no solo por ser diferente la vía
de introducción, sino por ser diferente la impresionabilidad del órgano
que recibió el veneno. En el estómago estaba amortiguada por el hábito;
en el recto se conservaba virgen , por decirlo así. Luego se ve cierta rela-
ción entre los venenos y la impresionabilidad de los órganos, que no pue-
de explicarse, ni por la cantidad de la sustancia venenosa, ni por su paso
á la masa de la sangre. ¿Qué mas da que éntre de un modo que de otro?
¿Por qué absorbido el alcohol por ei estómago no afecta el cerebro, en el
que tiene costumbre de lomarle por esta vía , y embriaga absorbido por
el recto? Decid que el alcohol, como los demás venenos, obra por con-
tacto, y el hecho es claro. El hábito amortiguó la impresionabilidad ; de
aquí las diferencias.
A estas consideraciones opondremos otras. Si es verdad respecto de
ciertas sustancias que hay dilerencia según las vías, ya hemos explicado
la razón. En los tejidos donde se aplica el veneno, hay razones abonadas
para explicar esas diferencias. No es solo la mayor facilidad de absor-
ción , sino la mayor circulación de la parte y la mayor ó menor cantidad
de principios ó humores capaces de dar ó quitar solubilidad á lo inge-
rido. Es igualmente necesario tener en cuenta si es ó no el veneno de los
que coagulan ó liquefian. Todo eso explica mejor las diferencias que la
impresionabilidad del órgano, la que, sin embargo, no tratamos denegar
para ciertos casos ; pero también estamos muy distantes de establecerla
como regla general. Si es posible el hábito respecto de ciertas sustancias,
no lo es respecto de otras.
Lo del alcohol de los beodos que se embriagan por el ano con menos
cantidad, es un hecho alegado sin las debidas condiciones para la prueba.
Los beodos se embriagan por el estómago con muy poca cantidad. Por
otra parle , el estado de la mucosa, alterada como está en los borrachos,
no tiene tantas condiciones como el recto para facilitar en poco tiempo
tanta absorción de alcuhol como el recto sano. En cuanto á lo del opio,
ya hemos dicho en otra parte lo qué pasa.
Séptima base.
Finalmente, es bien sabido que muchas veces, cuando una persona cae
en sincopad se asfixia , basta aplicarle un cuerpo excitante, gaseoso, en
la nariz, para que acto continuo se mueva el corazón y se restablezca la
circulación y respiración suspendidas. JBasta mover artificialmente el pe-
cho y hacer entrar el aire en las celdillas bronquiales para que el asfi-
xiado respire: y aun cuande supongamos que el oxígeno del aire pase in-
mediatamente ai través de las paredes de las celdillas para combinarse
con la sangre, con sus globulillos, antes que estos lleguen al cerebro, á
la médula y al corazón , ya entra en movimiento esta última viscera y ios
pulmones. Y adviértase un hecho fisiológico que es aquí de mucha impor-
tancia. Durante el síncope y la asfixia todos los fenómenos están suspen-
sos. La absorción, pues, en cuanto á fuerza, en cuanto á acción fisioló-
gica, no existe sino en potencia. Las excitaciones, pues, que uno pro-
mueve por la mucosa nasal ó rectal no son debidas á la absorción de la
sustancia excitante que se emplea: son del mismo órden que las friegas
secas y que el contacto del dedo con la vulva de la histérica. Todos sa-
bemos que una y otra cosa bastan para hacer reanimar todas las funcio-
nes, y con regularidad.
Esta última base y las razones en que se funda, no prueban mas que
las anteriores la acción sobre el sistema nervioso : tampoco son un argu-
mento poderoso para combatir la absorción. Vamos por partes.
Cuando se aplica á una persona que ha caído en un síncope ó en un
principio de asfixia, un cuerpo volátil, el primer efecto es un acúmulo de
sangre en la cabeza que excita su vitalidad y vuelve el conocimiento y
demás facultades intelectuales. Si se sigue la aplicación del cuerpo volá-
til, sucede lodo lo contrario. Así pasa con el éter , el cloroformo y otros
anestésicos. En cuanto el cuerpo volátil reemplaza el oxígeno de la san-
gre debido á la respiración, en vez de haber reacción hay pérdida de las
facultades, no solo intelectuales ó psíquicas, sino de la vida.
Cuando el cerebro está congestionado, los .volátiles son funestos. Cuando
hay asfixia verdadera, el mejor excitante es el aire: los volátiles no produ-
cen efecto alguno; al contrario, pueden aumentar la congestión encefá-
lica; así es , que en el tratamiento de la asfixia no ocupan el lugar prefe-
rente. Los hechos no los abonan.
El aire es el mejor remedio para el asfixiado, y no es porque el oxígeno
llegue al cerebro, médula y corazón , sino porque oxigena la sangre, le
da las condiciones necesarias para excitar dichos órganos y los demás.
La teoría de la acción reanimadora del oxígeno se funda principalmente
en que, difundido por el torrente de la circulación, la sangre adquiere
las propiedades fisiológicas que le competen para sostener la vida.
En cuanto á que la absorción sea una función diferente de un hecho
físico de imbibición y endósmosis, es un error demasiado notable , para
que nos detengamos en refutar el argumento que se apoya en él. De con-
siguiente, poco importa que estén suspensas ciertas funciones en el sín-
cope y asfixia , la absorción se efectúa del mismo modo que en el vivo;
hasta se efectúa en el cadáver. Si no se esparce lo absorbido tanto como
durante la vida y la plena circulación , es porque falta el movimiento de
la sangre, que lleva lo absorbido lejos y con la prontitud con que circula,
puesto que cada tres minutos, según Muller , da la vuelta por toda la or-
ganización.
- $87 -
Él estímulo de las cosquillas y excitantes en la mucosa nasal y rectal,
si no son mas que de simple contacto, son excitaciones de sensibilidad,
que pueden avivar el centro de las funciones; si es por medio de sustan-
cias volátiles ó absorbibles, ya hemos dicho cómo se realiza esto.
Por último , el contacto del dedo en la vulva de la histérica, si no tiene
conciencia de sí , es lo mismo que si le estimulara cualquier otra parte;
si le tiene, si no la ha perdido del todo, la alarma que le infunde el con-
tacto con sus órganos genitales la reacciona; es el instinto, el sentimiento
del pudor el que la hace salir de su letargo; todo esto es prueba, sí, de
que hay sensibilidad , y esto se efectúa por los nervios ; mas este hecho
no tiene nada que ver con el modo de obrar de las sustancias. No hay
entre este y los contactos mecánicos ningún punto de semejanza; no se
pretende, por otra parte, que no existan esos contactos mecánicos y que
no produzcan su efecto sobre los nervios destinados á darnos conoci-
miento de ellos. Sin embargo, de esos contactos mecánicos á las acciones
tóxicas, hay grandísima distancia.
Resulta, pues, respecto de la opinión de los Anglada, Cullen, Ques-
nay, Mead y demás partidarios de la acción de las sustancias sobre el sis-
tema nervioso, que no solo no prueban tal acción , sino que ni argumen-
tos prácticos son contra el modo de obrar de los venenos absorbidos.
C. Cómo debe resolverse esa cuestión.
Esta importante cuestión no debe agitarse de este modo. No deben re-
buscarse hechos, los mas excepcionales y de no fácil explicación, tanto
en una teoría como en otra , para probar que la absorción de los vene-
nos no tiene nada que ver con su acción tóxica. Lo que cumple á los que
pretenden que, antes obran sobre los nervios de los tejidos con los cuales
se ponen en contacto, es demostrarlo directamente, hacer experimentos
directos sobre los nervios y ensayar, no este ni aquel veneno, sino todos,
para ver que, en efecto, desplegan su maléíica actividad, afectando este
sistema, cosa que no han hecho, ni harán los partidarios de esa doctrina.
Otro tanto diremos de sus adversarios. Si estos quieren probar que el
sistema nervioso no es el primitivamente afectado, no deben tampoco en-
tretenerse en hechos ni razones indirectas, sino marchar en línea recta y
experimental á demostrar que , depuestas las sustancias venenosas en el
sistema nervioso, no se presentan síntomas de intoxicación, al paso que
se manifiestan, no solo, cuando no se aplican sobre los nervios, sino cuando
estos están cortados, inutilizados, y mejor aun cuando no los hay, como
sucedió con los experimentos de Delitle y Magendie , ó con los de Ro-
bín, hechos sobre las plantas, que carecen del mencionado sistema.
Cuando con experimentos de esta naturaleza se ve que los electos tó-
xicos se presentan del propio modo, ¿qué más se necesita para saber que
los nervios no están destinados á recibir la acción de esas sustancias, que
no es dinámico el primer efecto, sino químico? Si de este último modo
se afectan los nervios, es porque también tienen elementos susceptibles
de combinarse con los venenos; pero las consecuencias de esa combina-
ción no serán efectos puros de sensibilidad, sino de alteración fisiológica
y orgánica como en los demás tejidos.
Hay más, y esto es lo importante en esta cuestión; desde el momento
que está probado que los venenos insolubles no son absorbidos, si no son
solubles; que si no están disueltos, no obran químicamente, y que la ac-
— 288 -
cion que desplegan es de naturaleza química ó molecular , la disputa de
los autores pierde su importancia , y ni los unos ni los otros la sientan
como es debido.
En el estado actual de la ciencia, podemos establecer que los venenos,
para obrar localmente, no necesitan la absorción ; pero que, sin ella,
no pueden obrar directamente sobre la sangre ni sobre órganos dis-
tantes del punto donde se ingieren.
Podemos establecer igualmente que tampoco la necesitan para produ-
cir efectos fisiológicos , no solo en el punto donde se aplican , sino tam-
bién en puntos distantes, basiando las alteraciones químicas locales y los
efectos fisiológicos que estas causan en el lugar de su ingestión , para
que se manifiesten otros de este último orden en otras partes.
No solamente puede suceder esto, cuando los venenos son cáusticos ú
obran como tales, sino también cuando son de los coagulantes y no su-
fren los coágulos la acción disolvente de los álcalis, cloruros y ácidos de
la economía. Verificada la acción molecular, que es siempre local, á no
ser que el veneno sea soluble y no tenga acción sobre los elementos de
los tejidos, con los cuales se ponen en contacto, hay ó puede haber en
estas alteraciones orgánicas, trastornos fisiológicos; los elementos orgáni-
cos, los principios inmediatos , ios tejidos y ios órganos, han perdido sus
condiciones normales y no se prestan á ejercer la función que les in-
cumbe, y como de esto depende la regularidad de otros, de aquí la nía
nifestacion de fenómenos fisiológicos, que son otros tantos síntomas de la
dolencia tóxica.
Las inflamaciones violentas, que muchos venenos provocan en la parte
donde se ingieren , son producto de su acción local , y no se deben
á un roce mecánico , ni á una destrucción , sino á la combinación de las
sustancias toxicas con los elementos de los tejidos, con los cuales se han
puesto en esfera de actividad. Lo que de estas inflamaciones puede se-
guirse, tanto en el mismo sitio, como en órganos distantes, está al al-
cance de todos los que conocen las leyes de la economía humana.
Si hay venenos que se conducen de esta suerte; si los hay que provo-
can tan solo síntomas locales, por las razones expuestas, háylos que,
como no se neutralicen luego , van siendo absorbidos ; ora porque lo son
de suyo, y quedando los tejidos permeables, siquiera se hayan combi-
nado con el veneno , las disoluciones del sobrante pasan al torrente de la
circulación ; ora porque los álcalis, ó cloruros, ó ácidos que se ponen en
contacto con los insolubles, ó el compuesto insoluble que se ha formado,
los van disolviendo, y facilitan así su absorción.
Pasados así al torrente circulatorio, desplegan su acción sobre los ele-
mentos de la sangre , iguales á los que tiene el tejido que ya lian afec-
tado ; otro tanto hacen con los de los órganos á donde la circulación los
conduce ; de aquí los efectos, primero químicos, y luego fisiológicos ge-
nerales; de aquí una intoxicación mas prolunda, y, por punto general,
mas rápida en la producción de la muerte.
Podemos dejar igualmente consignado, que los venenos no coagulan-
tes, aquellos que no forman compuestos insolubies ó plásticos con los
elementos de los órganos , con los que se ponen en contacto, siquiera
pasen rápidamente al torrente circulatorio, no dejan por eso de producir
acción local, de verificar combinaciones con los elementos de esos órga-
nos; por lo tanto, los alteran, y después de los efectos químicos, debe
de haberlos forzosamente fisiológicos, ya tan solo locales, ya generales,
— ^ 289 —
independientemente de los que produce la parle del veneno que pasa ab-
sorbida ai torrente de la circulación.
Ahora , si se trata de venenos , cuya acción es mas bien apoderarse
del oxígeno respirado, é impedir la hemalosis, claro está que la |local
debe de ser y puede ser casi de ningún efecto; y si le tienej, no se ¡rela-
ciona con la intoxicación. Los anestésicos, por ejemplo, podrán pro-
ducir efectos químicos sobre la parte, y, á consecuencia de estos, otros
fisiológicos.
Así, segun los experimentos de M. Serres, el éter líquido afecta los
nervios de tal manera , que les hace perder de un modo permanente la
sensibilidad , igualmente que el movimiento. Los órganos y músculos,
por donde se esparce el nervio así afectado, quedan insensibles, y pier-
den su contractilidad (>). Sin embargo, la eterización, siquiera" tenga
por efecto la suspensión de la sensibilidad y contractilidad, no es perma-
nente ni directa; es una consecuencia de la falta de hematosis. El éter se
apodera del oxígeno del aire , y la sangre no se hace arterial ; es decir,
que la suspensión de aquellas dos facultades es como la que se efectúa en
toda asfixia, un resultado de la suspensión ó cesación de las funciones
del cerebro, al cual ya no estimula debidamente la sangre, no suficien-
temente oxigenada.
Respecto, pues, de esta clase de venenos, y de todos los que produ-
cen la intoxicación , por impedir la oxigenación de la sangre ó la hema-
tosis , es evidente que la acción local , cuando se aplican líquidos ó ga-
seosos, viene á reducirse á inflamar, producir vesicación, cauterizar la
parte, y que, por lo tanto, para intoxicar es necesaria la absorción. Sin
ella no hay intoxicación posible.
Hé aquí por qué los experimentos hechos con el ácido cianhídrico , ve-
nenos americanos y otros que obran del mismo modo ú otro análogo , no
han producido efectos tóxicos, mientras se han verificado ligaduras, que
hayan podido impedir el paso de los venenos al torrente circulatorio ; la
acción local es nula ó de otra especie, mientras que la ejercida sobre la
sangre detiene la hematosis y los efectos son rápidos.
Los venenos que obran á manera de fermentos, que provocan descom-
posiciones y metamórfosis en la masa de la sangre, como los de los ani-
males ponzoñosos, no ejercen acción local, si se deponen en tejidos sanos
é íntegros, donde no haya ninguna solución de continuidad, porque no
tienen bastante acción para provocar esas descomposiciones en la piel ó
las mucosas. Mas en cuanto hay, en estas, soluciones de continuidad , en
cuanto el veneno puede obrar sobre la sangre, la acción se desplega pri-
mero sobre ios tejidos mordidos, donde aparecen luego los efectos, y en
seguida en la masa de la sangre y órganos distantes.
Y nótese que, en semejantes intoxicaciones, el fenómeno se produce, es
verdad , porque en rigor pasa el veneno á la sangre ; es absorbido ; pero
acto continuo de estar en contacto con este humor, se descompone, pro-
vocando la descomposición del mismo , descomposición que se propaga á
todo el cuerpo , y se manifiesta en órganos distantes de aquel donde con
la mordedura se depuso el veneno del animal que mordió.
Otro tanto podemos decir de los virus. El efecto es local antes que todo;
mas rápido y activo, si hay solución de continuidad que si no la hay. El
virus rabífico , hemos dicho y lo repetimos , que es inofensivo si se aplica
(•) C. V. des S. d« l'Acud. de i se. 15 Ue febrero Ue 1847,
TOXlCOLOeiA. — 19
— 290 —
á la piel y mucosas sanas, en tanto que produce sus terribles efectos, en
cuanto haya la menor erosión. Mas aun en estos casos, en el lugar de la
ingestión es donde empiezan á manifestarse los efectos ; mas tarde se pre-
sentarán generales y en otros órganos, -á consecuencia de las alteraciones
provocadas por el material ponzoñoso, el cual, para producirlas, no ha
necesitado recorrer, absorbido, toda la economía. Cuando esas altera-
ciones generales se manifiestan, ya no existe el humor virulento que las
hace desenvolver; ya se metamorfoseó y alteró el virus, entrando ó no
en combinación con los elementos de los tejidos y la sangre.
Una cosa análoga sucede con el virus venéreo , varioloso y demás. Ya
hemos visto en el Tralado de Medicina legal , que el virus venéreo puede
permanecer junto á un tejido sano sin afectarle , y que lo hace indefecti-
blemente habiendo solución de continuidad. Los efectos son primero lo-
cales, y luego se van haciendo generales, á medida que se efectúa lo
que los patólogos llaman absorción del virus , mientras que la tal absorción
no es otra cosa que el contacto del material fermentativo con la sangre, en
la cual produce metamórfosis y descomposiciones propias de su acción
excitadora.
Por último , las sustancias alimenticias averiadas, para producir efectos
generales, tanto químicos como fisiológicos, necesitan ponerse en con-
tacto con la sangre; pasar, de consiguiente, al torrente de la circulación
los materiales que la putrefacción desenvuelve. Los efectos locales son
poco conocidos.
Resulta , por lo tanto , de las reflexiones que acabamos de hacer :
1. ° Que, en tesis general, los venenos no necesitan, para obrar, que
sean absorbidos. Los mas de ellos obran localmente; y de las alteracio-
nes locales que provocan , resultan efectos fisiológicos locales y generales
que pueden constituir una intoxicación tan grave como la primera.
2. * Que los solubles ó disueltos , además de su acción local con todas
sus consecuencias, la ejercen general, siempre por lo común mas pro-
funda y mas funesta por medio de su absorción , pasando á la masa de
la sangre; ya para combinarse con los elementos de la misma y de órga-
nos distantes; ya para apoderarse del oxígeno respirado é impedir la
hematosis ; ya para provocar descomposiciones en dicho humor y los te-
jidos de ciertos órganos, á consecuencia de una acción fermentativa.
Es decir, pues, en suma, que no se puede afirmar de un modo abso-
luto, que la absorción es necesaria para que haya intoxicación, puesto
que, aun cuando esa sea la regla general , hay casos en los que la into-
xicación se presenta, sin que el veneno pase á la masa de la sangre.
No hemos hablado en esté párrafo de acciones catalíticas ó de puro
contacto, porque hemos de ver si existen ó no tales acciones, y en su
lugar tratarémos de ello. Mas si resultase que, en efecto, hay sustancias
que obran de esa manera , provocando estados eléctricos capaces de mo-
dificar las funciones, entonces habría aun mas excepciones á la regla
general.
9 IV. — Cómo debe concebirse la acción de los venenos sobre el sistema nervioso.
Cuanto llevamos hasta aquí expuesto, es un argumento práctico y ra-
cional en contra de la acción de los venenos sobre el sistema nervioso.
Cuanto más se estudian los hechos, mas en evidencia se pone esta ver-
dad. Y nosotros queremos aquí dejar bien consignado que , siquiera de-
— $91 -
fendamos la acción local de los venenos , en ningún modo pensamos que
esta acción se ejerza sobre los nervios esparcidos por la parte donde el
veneno se aplica, y que los efectos propios de su intoxicación resulten de
la impresión sensual recibida por esos nervios. JNo: lo que hemos soste-
nido y sostenemos, al abogar por la acción local, es que esta se ejerce
sobre los elementos del tejido ó de los humores que le bañan y constitu-
yen , siendo esta acción , como lo hemos defendido en el párrafo ante-
rior, química ó molecular. Si nos apartamos, por lo tanto, de los que
afirman la necesidad de la absorción para todos los casos, más nos sepa-
ramos todavía de los que, para todos los casos, también apelan á una
acción sobre los nervios.
Esta opinión , siquiera la hayan profesado hombres notables en otros
tiempos, siquiera sea la que profesan algunos modernos, entre ellos
Flourensy llernard, al menos respecto de algunas sustancias, no tiene
en su apoyo ningún hecho experimental bien apreciado, al paso que los
hay evidentísimos que deponen contra ella. Los de Eduardo Robín han
resuelto la cuestión.
Yo no diré que los nervios no se afecten en las intoxicaciones y en to-
dos los casos de contacto , sea el cuerpo sólido , líquido ó gaseoso. Los
cuerpos exteriores afectan el tacto, y donde quiera que haya nervios de
sensibilidad general, se ejerce ese sentido. La impresión mecánica ó física
de esos cuerpos es sentida por las celdillas de los nervios procedentes de
los cordones posteriores de la médula espinal; y según cual sea la sensa-
ción , puede provocar otros fenómenos fisiológicos , como los provoca toda
sensación de placer ó de dolor.
Si la acción química del veneno no les altera la textura; si no les mo-
difica sus condiciones fisiológicas, no solo podrán sentir el contacto de
esos agentes, sino el del calor, electricidad, humedad, sequedad, res-
treñimiento , etc. , que provoquen , puesto que ellos son los órganos des-
tinados, por la sensibilidad de que gozan , a darnos cuenta de todas esas
y otras análogas nnpiesiones ; el tacto interno ó general, por el que sen-
timos todo eso en las alecciones comunes de ios órganos, se ejerce tam-
bién en las intoxicaciones , como no apague ó destruya la sensibilidad el
agente venenoso.
"Alas todos esos efectos son fisiológicos, son debidos á la incomprensible
facultad que tienen las celdillas de los nervios de la sensibilidad de reci-
bir la impresión de lodo agente exterior, y comunicarla á los órganos
cerebrales de las peiccpcioiies ; de consiguiente, nada tienen que ver
con la acción tóxica ; son síntomas de una intoxicación que pueden ca-
racterizarla bajo este punto de vista; pero no son efectos químicos ni ex-
clusivos de la intoxicación ; no se debe á ellos la manifestación de estos
estados morbosos especiales. La vida no se compromete por las sensacio-
nes que los venenos produzcan por su contacto con los nervios ó tejidos
que los tienen , ni por cierto desarrollo de calor, electricidad , etc. ; la
vida se suspende, y pierde, por la imposibilidad de ejercer sus funcio-
nes la sangre , ó ciertos órganos , cuya constitución química ha alterado
la presencia del veneno, puesto que con ella se han alterado las condi-
ciones fisiológicas que ha establecido el código de la organización para
vivir y estar sano.
Aunque con lo que acabo de exponerá grandes rasgos, respecto de la
acción sobre los nervios, se puede ver muy claramente que no es esa ac-
ción la que determina las intoxicaciones; considero conveniente , para
— C92 —
aclarar más este punto, detenerme un poco en la disposición del sistema
nervioso cérebro espinal , y las funciones relativas á sus celdillas peri-
féricas y centrales, y sus fibras conductrices.
Se habla mucho de la acción de los venenos sobre el sistema nervioso;
pero ninguno de los que hablan de ella se toma la pena de estudiar, de
analizar, de explicar lo que sucede, lo que es por lo menos probable que
suceda con esa acción, voy, pues, á entrar en algunas consideraciones
sobre este importante asunto , tan lleno de misterios.
Sabido es que en la periferia del cuerpo , piel y visceras, el sistema
nervioso destinado á la sensibilidad general,. ó táctil, se extiende de un
modo plexi forme , esparciéndose las últimas fibras nerviosas al infinito,
hasta terminar en celdillas. Estas son las que reciben las impresiones de
los cuerpos exteriores, capaces de afectar el sentido del tacto ; disposi-
ción análoga á la que tienen los nervios destinados á recibir las impre-
siones ópticas, acústicas, olfativas y gustativas.
Aunque pertenecen al sentido del tacto, un estudio mas analítico per-
mite distinguir celdillas para el verdadero tacto , ó destinadas á recibir
las impresiones táctiles; otras para las impresiones doloríferas; otras
para las impresiones viscerales, y otras para las impresiones genitales.
Esas celdillas están dotadas de la propiedad de recibir esas impresio-
nes , y transmitirlas, por medio de las fibras nerviosas, á los centros de
sustancia gris que hay junto á la médula , y á los centros cerebrales.
Esas impresiones, unas son inconscientes, porque no pasan de esos
centros espinales , donde hay ¡un poder de reflejar el influjo sobre las
fibras destinadas á la motilidad, y producir movimientos relacionados
con esas impresiones; otras son conscientes, porque, por medio de fibras
que se remontan , en sentido convergente , hácia los centros cerebrales,
llegan á los tálamos ópticos, y de allí se comunican , por medio de fibras
de sustancia blanca, á las celdillas de las circunvoluciones cerebrales,
donde existe un automatismo espontáneo, con poder de reflejar sobre
los centros del movimiento, cerebelo y cuerpos estriados, y de allí en-
viar el influjo motor voluntario á las ramificaciones de los cordones an-
teriores de la médula destinados al movimiento.
Como para mi objeto basta esta idea general, no desciendo á mas por-
menores acerca de esa disposición de las celdillas periféricas y las cen-
trales, enlazadas por un sistema de fibras ascendientes y descendientes.
Ahora bien ; todo agente que obre sobre el sistema nervioso sensitivo,
ha de empezar por las celdillas periféricas, sean conscientes , sean incons-
cientes las impresiones , así como todo reflujo reflejo consciente ó incons-
ciente sobre el sistema nervioso destinado ai movimiento, ha de venir de
los centros espinales ó cerebrales.
Así como la luz , el aire, los cuerpos olorosos y los sápidos, impresio-
nan respectivamente las celdillas periféricas de los nervios óptico, acús-
tico, olfativo y gustativo; la humedad, el agua, el frió, el calor, la
electricidad y el contacto de todo cuerpo, impresiona las celdillas perifé-
ricas de la piel y de los órganos subcutáneos y viscerales.
Los venenos puestos en contacto con la piel y esos órganos , como
agentes físicos, afectan las celdillas periféricas destinadas á las impresio-
nes táctiles, doloríferas, viscerales y genitales; es todo lo que pueden
hacer, como agentes provocadores de esas formas de sensibilidad gene-
ral ó propia del tacto.
Sobre los nervios destinados al movimiento no pueden obrar ; estos no
- m -
reciben impulso en sus extremos exteriores; les viene de los centros ner-
viosos , y le derraman por los músculos ú órganos por donde se distri-
buyen; así como el impulso de las celdillas sensibles periféricas y su
emisión á lo largo de las fibras nerviosas es centrípeto, el de las centra-
les, espinales y cerebrales, y su emisión á lo largo de las fibras de los
cordones anteriores, es centrífugo.
Provocadas esas impresiones inconscientes y conscientes, puede haber
reflejos de influjo nervioso , que den lugar á movimientos mas ó menos
desordenados, y concebimos que una impresión muy viva de esa sensibi-
lidad dé lugar á dolores y convulsiones de diferentes formas, y otras per-
turbaciones funcionales.
Hé aquí cómo los venenos , á fuer de agentes capaces de afectar las cel-
dillas periféricas de esa sensibilidad , pueden producir efectos fisiológicos
locales y generales, y muy rápidos.
Como agentes físicos , si solo afectan físicamente por su contacto, tem-
peratura, humedad, etc., no pueden producir, ó no producen, por lo
común, perturbación funcional alguna, ni provocan manifestaciones sin-
tomáticas y tóxicas; como no los producen los agentes físicos que impre-
sionan las celdillas periféricas de la retina, del nervio auditivo, olfativo
y gustativo ; es lo que sucede siempre que el cuerpo impresionante es
inerte , bajo el punto de vista químico.
Una gran cantidad de agente , todo lo que puede hacer es impresionar
demasiado las celdillas y volverlas temporalmente insensibles ; esto es. lo
que vemos en la retina , cuando es muy fuerte la luz ; en el nervio audi-
tivo, cuando es muy intenso el sonido, etc. ; y así como eso puede dar
lugar á que sobrevengan irritaciones locales y perturbaciones funcionales
en el sentido, cuyas celdillas periféricas se han impresionado fuerte-
mente , y fenómenos de reacción en los centros , á donde han emitido in-
flujo nervioso sobreexcitado , con ó sin efectos simpáticos , sobre estos ó
aquellos aparatos; otro tanto puede suceder, respecto de las celdillas ner-
viosas periféricas de la piel , órganos subcutáneos y visceras.
Si el veneno es de superficie áspera ó escabrosa en sus átomos ó grupos
de ellos , su contacto podrá producir mayor impresión, como la producirá
si tiene muy baja ó alta temperatura, si desenvuelve mas ó menos electri-
cidad , y esa mayor impresión podrá dar lugar á fenómenos fisiológicos
de órden flogístico ó neurálgico local , y á reacciones de los centros ner-
viosos, con perturbaciones funcionales. Nadie ignora que la bebida del
agua fria puede producir un cólico gravísimo, y hasta mortal.
Vista la cantidad , por lo común exigua, aunque tóxica , con que se dan
ó toman las sustancias venenosas , si estas no tuvieran mas acción que la
física, la del contacto, todo lo mas que podrían hacer es acusarnos su
presencia en el punto, cuyas celdillas nerviosas periféricas afectaran,
tanto mas cuanto que su temperatura no es exagerada.
Síguese , pues , de estas reflexiones , que los venenos no obran sobre
las celdillas nerviosas periféricas, con las que se ponen en contacto, como
agentes físicos de ese sentido, cuando , después de su ingestión , observa-
mos manifestaciones tóxicas.
¿Qué acción será , pues , la que despleguen sobre esas celdillas?
Hablar de una acción vital , es no decir nada. La acción vital de todo
agente impresionante de un nervio sensible , es hacerle desplegar la pro-
piedad que tienen sus celdillas periféricas de recibir esa impresión, y co-
municarla por medio de su fibra correspondiente á los centros espinales
- 294 —
v cerebrales Fuera de ese fenómeno, propio de la sensibilidad , no pro-
duce otra cósa, y este fenómeno no hace salir al nervio de su esfera
fisiológica, sino en los casos indicados; no produce una intoxicación.
Pnalnnierá otra cosa que se diga , será arbitraria, hipotética , inconcebi-
ble y de todo punto indemostrable.
Veamos, pues, si la acción química podrá darnos alguna luz que
acabe de probar que no solo es inconcebible, hipotética, arbitraria é in-
demostrable la que se llama acción vital , sino innecesaria para concebir
el fenómeno tóxico.
Las celdillas nerviosas periféricas , lo mismo que las centrales cére-
bro-espinales, no som tienen la propiedad de sentir las impresiones de
sus agentes respcclivos; las periféricas, además de sentir esas impresio-
nes y de emitirlas por medio de sus filetes conductores á las centrales , y
estas la de elaborarlas, convertirlas en ideas, juicios y sentimientos , y
de reflejar su influjo sobre los centros de los movimientos , y estos la de
derramarle por el aparato locomotor, y donde quiera que haya distribu-
ción de nervios de movimiento; tienen la de todas las celdillas de la or-
ganización; participan de los fenómenos generales de la nutrición que
caracteriza su vida. Como ellas, toman del medio que las rodea los ele-
mentos de su reparación incesante; como ellas, absorben y exhalan;
como ellas, sustraen del plasma, exudado de los capilares ambientes,
los elementos de su actividad específica; como ellas, en íin, recorren
todas las fases de evolución é involución sucesivas; todas tienen su en-
voltorio, su contenido y su núcleo, con variaciones, según sean sus fun-
ciones. Es decir, en suma, que, ademáá de su propiedad funcional psí-
quica y antes que esta, tienen las propiedades orgánicas ; y para desempe-
ñar aquella necesitan de estas, habiendo entre unas y otras relaciones
tan íntimas que , afectándose las orgánicas , se perturban las psíquicas
ó anímicas.
Ahora bien; si sobre las celdillas nerviosas periféricas de los nervios
sensibles se aplica una sustancia venenosa dotada de virtud química, ca-
paz de combinarse con los principios inmediatos que concurren á la for-
mación de los elementos histológicos de esas celdillas, y á cuya organi-
zación deben su vida y sus propiedades ; ¿ qué ha de resultar ? Esos
venenos, en primer lugar, alteran ese plasma, esa sangre, ese medio,
del cual las celdillas sustraen los elementos de su nutrición y reparación;
las combinaciones que forman con los principios inmediatos de la san-
gre, alteran sus elementos histológicos, le dan otras propiedades, ya no
son las fisiológicas que necesita para prestarse al movimiento molecular
de asimilación y desasimilacion ; las celdillas nerviosas, por lo tanto, ya
no han de hallar en ella lo que les hace falta para nutrirse , para reparar
sus pérdidas; su organización se ha de resentir; ya no han de poder
funcionar. Hé aquí un efecto local forzoso de la acción del veneno ; la
alteración química de la sangre que rodea las celdillas nerviosas periféri-
cas del sitio, donde el veneno ha sido aplicado, piel, mucosa, serosa, etc.
En segundo lugar, ese veneno no ataca solo los principios inmediatos
de la sangre. Siendo los mismos los que tienen los tejidos, los que cons-
tituyen los elementos histológicos de las celdillas nerviosas , de que se
compone su envoltorio, su contenido y su núcleo; los ataca igualmente,
y desde ese momento, esas celdillas han de sufrir perturbaciones mas ó
menos trascendentales en sus funciones, y hasta en su organización, se-
gún los casos.
- m -
Si en esas combinaciones, se desenvuelve calórico capaz de afectar la
sensibilidad de las celdillas, habrá, tras ese efecto físico, debido á uno
químico, el fisiológico local, como sensación de ardor, comezón, ó dolor;
y tal puede ser la emisión de esas impresiones y su viveza, que provoque
reacciones de esta ó aquella índole en los centros.
Si se ataca incompletamente las celdillas, podrá haber un efecto aná-
logo al traumático; las doloríferas acusarán el dolor local, y según su
intensidad , podrá haber mas ó menos efectos generales y simpáticos.
Si quedan completamente desorganizadas, por destrucción, como con
los cáusticos y con los metálicos, que disuelven los tejidos, ó por combi-
nación con principios minerales que las constituyen órgano ó tejido, mi-
tad orgánico y mitad inorgánico, ya no habrá función ; los fenómenos de
sensibilidad quedarán anulados; los centros espinales y cerebrales ya no
recibirán emisión alguna de esas impresiones locales/Así sucede en los
casos de gangrena ó esfacelo.
Acabaremos de comprender la variedad de efectos, que pueden resultar
de esa acción local ó de contacto, recordando que la alteración de función
de la celdilla puede presentar diferentes formas , reconociendo por causa
la destrucción material mas ó menos considerable ó completa del sustralum
de esa actividad psíquica, la de la celdilla igual que la de la fibra con-
ductriz; la parálisis de su facultad de impresionarse y de emitir, ó una
perturbación en el modo de recibir esa impresión, ya con exaltación ó hi-
perestesia , ya con depresión ó anestesia , etc.
En todos estos casos se ve patentemente que los efectos fisiológicos,
como lo hemos establecido, son posteriores á los efectos químicos y físi-
cos , puesto que aquellos no se presentan sino á consecuehcia de estos; y
que para producir unos y otros localmente, no hace falta la absorción,
como tampoco hace falta para explicarnos las fisiológicas generales, re-
sultantes del modo como las celdillas periféricas afectadas trasmiten á
los centros espinales y cerebrales las impresiones recibidas por la acción
física y química del veneno.
Pues bien ; todo el efecto que, bajo ese punto de vista , pueden hacer los
venenos sobre los nervios de la periferia, esto es, sobre las celdillas de
la sensibilidad , por considerable que sea , no es aplicable á la manifesta-
ción del cuadro sintomático que aquellos producen, y sobre todo á los
trastornos profundos de la salud , y á la muerte.
En algunos casos pudiera decirse que el dolor vivo producido local-
mente por el veneno, excita de tal suerte los centros nerviosos , que pro-
duce, no solo grandes perturbaciones en los órganos cerebrales , sino en
otros aparatos ó funciones , y al fin la muerte. Sabemos que una quema-
dura de segundo grado extensa produce la muerte, no por el estrago
local, sino por las reacciones generales que provoca, á causa de la
grande esfera del dolor : sobreexcitada la sensibilidad de la piel, los cen-
tros cerebrales toman parte , y de ahí la muerte del sugeto.
En ciertas heridas la lesión parcial de un nervio provoca convulsiones
que cesan, en cuanto se acaba de cortar ese nervio. Algunas , en especial
las heridas por armas de fuego, provocan el tétanos. En ciertos países es
esto muy frecuente. Dígalo el pasmo, tan frecuente en Cuba, á consecuen-
cia de las heridas
Si . pues , hay venenos que exciten de esa suerte la sensibilidad de las
celdillas nerviosas periféricas; si , en el modo de atacarlas químicamente,
la impresión fisiológica que reciben es trasmitida al sensorio, y da lugar
— 596 —
á reacciones de los centros cerebrales sobre el aparato locomotor, y á
Derturbaciones funcionales de este aparato, y otros , como el respiratorio
v el circulatorio; bien se comprenderá una intoxicación local con resul-
tados generales, sin necesidad de absorción.
Mas ¿qué venenos son los que eso hagan? Los partidarios de la acción
de los venenos sobre los nervios, no se refieren á los cáusticos é inflamato-
rios; se refieren á algunos narcóticos y narcótico-ácres, ó nervioso-infla-
matórios, porque son los que determinan la manifestación de mas sínto-
mas nerviosos. ¿Pero cómo demuestran que así obren? ¿Qué experimen-
tos han hecho que prueben que esas manifestaciones sintomáticas se de-
ban á la acción del veneno sobre las celdillas periféricas?
En primer lugar, esos que así opinan no explican ese fenómeno ni por
acción física ni por acción química , sino por acción vital ; la física ya he-
mos visto que no alcanza para producir esos efectos ; la química no se
limita á obrar sobre los principios inmediatos de las celdillas afectadas,
sino sobre la sangre que las rodea; la vital, hemos dicho, y nadie nos pro-
bará lo contrario, que es una suposición gratuita , y una cosa inconcebi-
ble, que nada explica, ni aclara nada.
No pudiendo hacer experimentos que aislen la acción del veneno des-
plegada sobre la sangre , no ha de ser posible distinguir los efectos debi-
dos á la lesión de las celdillas, de las debidas á la lesión de la sangre que
las rodea.
En segundo lugar, llevamos dicho que los experimentos demuestran
que, sin nervios, sin afectarlos, se manifiesta la intoxicación. Sobre que
las plantas se intoxican y no tienen nervios , aplicados directamente los
venenos sobre los nervios y sus centros, no hay síntomas tóxicos , ni con
las sustancias venenosas narcóticas y narcótico-ácres , que son las que
provocan mas síntomas nerviosos, mientras que aplicados á la sangre no
tardan en manifestarse, y de una manera terrible.
De todas estas reflexiones resulta, por lo tanto, que las intoxicaciones
no se deben á la acción local sobre las celdillas nerviosas de la sensibili-
dad, siquiera las afecten los venenos, al desplegar reacciones químicas
sobre los principios inmediatos de esas celdillas , de un modo bastante
intenso para provocar reacciones generales ; los trastornos profundos de
la salud y la muerte no dependen de esa acción ; dependen de las alte-
raciones que provocan en la sangre , de las perturbaciones que determi-
nan en el movimiento molecular de ese humor y de los tejidos.
Algunos opinan que la acción tóxica, grave y mortal sobre los nervios,
no se ejerce en las celdillas periféricas, sino en los centros nerviosos.
Esta opinión implica forzosamente la absorción. Para que lleguen á esos
centros los venenos ingeridos en alguna vía mucosa, ó aplicados á la piel,
ó una solución de continuidad, es necesario que pasen á la masa de la
sangre, y circulando con ella, lleguen , ya á los centros espinales, yaá
los cerebrales.
Mas, aun prescindiendo deque, atendida la acción química inevitable
de los venenos sobre los principios inmediatos de la sangre , es imposible
que circulen con ella, sin alterarla y sin dar lugar por lo tanto á todo
linaje de perturbaciones funcionales ; "aun prescindiendo del resultado ne-
gativo de los experimentos hechos con la aplicación directa del veneno
*jesos centr°s ; tenemos que aducir las mismas razones que hemos
aducido , al estudiar la acción de los tósigos sobre las celdillas periféri-
cas. La acción física de los átomos venenosos sobre las celdillas de sus-
- 197 -
tancia gris de los tálamos ópticos y de los cuerpos estriados , centros
aquellos de la sensibilidad , y estos del movimiento, no puede producir
ningún resultado. La acción química se ha de reducir á atacar los prin-
cipios inmediatos, que constituyen los histológicos de esas ceMillas, des-
truyéndolas total ó parcialmente , ó deprimiendo su actividad y automa-
tismo, ó exaltándole , ó perturbándole en su modo de ejercerse , é influir
sobre sus dependencias. Haciendo esto, se conciben los cuadros sintomá-
ticos , no solo propios del sistema nervioso cerebral , sino de las afeccio-
nes de los aparatos respiratorio, circulatorio, etc.
Mas, suponiendo que así se verifique el modo de obrar de los venenos
sobre el sistema nervioso, siempre resulta primero, que es necesaria la
absorción; segundo, que el fenómeno es químico ; que á consecuencia de
una acción química que altera ó perturba , ó destruye las celdillas cen-
trales del sistema nervioso, sobrevienen las perturbaciones funcionales
que les son propias.
Nosotros no tenemos ninguna dificultad en explicar de esa suerte la
acción de algunos tósigos. Así creemos que pueden obrar circulando con
la sangre , y llegando por los capilares del sistema sanguíneo á las cel-
dillas de los centros nerviosos. La acción de la estricnina , por ejemplo,
sobre los centros de la sensibilidad, sobre los tálamos ópticos, los exci-
tará tan vivamente, que provoquen el reflejo de este impulso sobre los
centros del movimiento muscular, y den lugar á que , no solo haya con-
vulsiones tetánicas, sino inflamación de esos centros de la motilidad, por
el exceso de corrientes eléctricas que hácia ellos provoque. No se ol-
vide que ese veneno y los de ese grupo no apagan la sensibilidad; al con-
trario, la avivan; un ruido precipita el acceso, acelera esa especie de
descarga eléctrica que se efectúa por cortos intérvalos, durante esa ter-
rible y ejecutiva intoxicación.
El alcohol, después de una exaltación de todas las facultades psíqui-
cas , produce un aplanamiento, un narcotismo ; apaga la inteligencia , el
instinto y el sentimiento , la sensibilidad y el movimiento ; la embria-
guez se termina por un coma profundo. Pues bien ; sabemos que el alco-
hol coagula el fluido de los tubos de las fibras nerviosas. Si llega absor-
bido á ellas alguna cantidad no descompuesta , v coagula ese fluido,
¿no han de perder esas fibras la facultad de conducir todo influjo ner-
vioso, siquiera le conserven los centros impulsivos?
Lo que digo de esos ejemplos , puede aplicarse á otros muchos.
Pero no se olvide ahora , que la aplicación directa de los venenos sobre
los centros nerviosos, no da resultados, mientras que los da, aplicados á
la sangre. No se olvide que esta no deja circular , sin alterarse , los ele-
mentos venenosos. Esto nos autoriza para opinar que, para que obren so-
bre los centros cerebrales y espinales los venenos, les han ae llegar por
medio del movimiento sanguíneo , por medio del movimiento molecular,
á que está destinado. Los cambios que la sangre experimenta; las condi-
ciones anormales con que llega á los centros nerviosos; las diferencias
forzosas que ha de haber en el acto de apropiarse las celdillas nerviosas
de esos centros los elementos de la sangre envenenada; bastan y sobran
para comprender las perturbaciones funcionales que sobrevienen, des-
pués de la ingestión de los venenos, y sin excluir que muchas de ellas
se deban á la presencia de los elementos venenosos en esos centros , nada
se opone, al contrario , los hechos nos obligan á opinar así, á que baste
la alteración de las condiciones de la sangre , del plasma que rodea esas
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celdillas y del cual toman sus elementos de nutrición averiados , para
aue sientan perturbadas en sus funciones, de este ó aquel modo, y den
lucar no solo á los cuadros sin tom i ticos característicos de estos ó aque-
llos venenos, sino A la muerte del sugeto.
las celdillas nerviosas de sustancia gris cerebral y medular, lo mis-
mo que las periféricas, deben sus propiedades psíquicas, la facultad de
ser substratum material de las funciones anímicas, á los elementos que
toman de la sangre y al modo como estos se organizan, al ser asimilados
en esas celdillas; de consiguiente, si estas no pueden tomar esos elemen-
tos de la sangre, del plasma que las rodea, porque el veneno le ha alte-
rado; si le toman principios no asimilables, que se combinen con los
inmediatos de su envoltorio, contenido y núcleo, les han de alterar su
función , y esta alteración, según como sea, se manifestará por exalta-
ción de sensibilidad ó por depresión <5 aberración de eila, por análogas
formas en la motilidad, inteligencia y sentimiento; de aquí las parálisis,
las convulsiones, los delirios, etc.
Aplicados los venenos directamente, no ha de poderse verificar el mo-
vimiento molecular del propio modo que, llegándoles por medio de la
sangre; y eso acaso explique porqué, con aquella aplicación, no hay
resultados, y por qué los hay, por medio de una intoxicación sanguínea,
Resulta, pues , de todas estas consideraciones, que en último" resul-
tado la acción de los venenos sobre el sistema nervioso es igual ó aná-
loga á la ejercida sobre cualquier otro sistema, lo mismo que sobre los
principios de la sangre , y que, si, para negar la acción química de los ve-
nenos se nos sale diciendo que los hay que obran sobre los nervios peri-
féricos, ó centrales, guiándose per los fenómenos nerviosos que determi-
nan , y que por lo mismo la acción no es química sino dinámica, no nos
dicen mas que una vaciedad, es una frase destituida de ideas, que re-
presenten hechos diferentes de los que anunciamos, al afirmar que es
química la acción tóxica.
Así como los venenos alteran ó inutilizan la sangre para la asimilación;
así alteran la constitución íntima de los tejidos de los órganos y en su
consecuencia sus funciones , y así alteran lá de las celdillas nerviosas pe-
riféricas y centrales , lo mismo que la de las fibras conductrices , y como
consecuencia forzosa de ello, las funciones que les están encomendadas.
La vida del sistema nervioso es análoga á la del mucoso , seroso , ce-
lular, muscular, óseo, etc.; los principios histológicos ó anatómicos de
cada uno pueden variar; los principios inmediatos son iguales ó análogos
siempre diferentemente combinados; los venenos que los encuentren en
esas combinaciones los pueden atacar del propio modo; lo mismo ata-
cará , por ejemplo, el arsénico , la fibrina , la albúmina de la sangre , que
la de la sustancia muscular, mucosa, serosa , cerebral, medular, nervio-
sa, etc. , y si eso se llama vital , tan vital es la acción del ácido arsenioso
como la del veneno que mas nervioso se considere.
Podrá haber diferencias en la acción química; en unas será combina-
ción directa , en otras catalítica, en otras sobre unos principios inmedia-
tos, en otras sobre otros; mas, en medio de esa diversidad de acciones
químicas , el carácter, la naturaleza de la acción siempre será del mismo
género ó especie.
Concluyamos , pues , diciendo que , siquiera los venenos afecten local-
mente, ya las celdillas nerviosas periféricas, ya las centrales. las afec-
tan como los demás tejidos , perturbando las funciones respectivas, y que
— *99 —
tanto la profundidad del trastorno de la salud como la muerto.
siempre de las perturbaciones que determina en el movl™e"l° T‘eC“
lar sanguíneo y de los tejidos , á consecuencia de lo cual no pueden ya
desempeñar las funciones que les están encomendadas, y, siquiera se
suspenda ó cese la respiración , la circulación y la inervación misma, de-
biéndose inmediatamente la muerte á la cesación de estas funciones , el
origen radical de esa cesación está en las perturbaciones del movimiento
molecular de los tejidos y la sangre intoxicada.
La doctrina que hemos esiablecido en los párrafos de este artículo, es
la consecuencia lógica de la que ha servido de base para definir el ve-
neno, de la que hemcs consignado, al hablar de la absorción , del modo
de efectuarse esta , de la acción de los venenos y del modo como la ejer-
cen, ó sea de la parte orgánica que afectan, igualmente que la de los
efectos que producen. Todos esos puntos importantes de doctrina toxi-
cológica , relativos á la fisiología de la intoxicación, conducen lógica-
mente á sentar que los venenos obran , primero sobre la parte en que se
aplican , si no todos, su mayor parte; que pueden, por lo tanto, algu-
nos de ellos producir intoxicaciones con solo su acción local, y que los
absorbidos afectan la masa de la sangre , ya combinándose con sus ele-
mentos, ya provocando en ella descomposiciones, ya ejerciendo ac'os ca-
talíticos, ya apoderándose del oxígeno, dando lugar á la afección de
órganos distantes de aquel en donde se ingirió el veneno y á fenómenos
generales, tanto químicos como fisiológicos, sin que jamás pueda expli-
carse ninguna intoxicación por una acción directa sobre los nervios y las
sensaciones que en ellos se producen , y en el caso de que así suceda, es
porque, dotados estos órganos de principios combinables ó alterables por
la acción química del veneno , sus condiciones fisiológicas pasan á ser
otras , no pueden llenar las funciones que les competen , y si esta altera-
ción es esencial para la vida, esta se extingue, como se extingue siem-
pre que alguno de los órganos encargados de funciones esenciales deja
de ejercerlas.
Mas si todo lo que hasta aquí llevamos dicho no bastase para ilustrar .
este punto importantísimo , sin duda quedará completamente satisfecha
esta parte, pasando á ver de cuántos modos obran ios venenos. Esto aca-
bará de demostrar la verdad de todos los asertos que hemos consignado
en este artículo.
§ VI. —Do los diferentes modos de obrar de los venenos.
Á.quí se nos presenta una cuestión importantísima, ora se trate de los
efectos químicos , ora de los fisiológicos que se efectúan en toda intoxi-
cación. Se trata de sabor si no hay mas que un modo de obrar de los ve-
nenos ; si todas las intoxicaciones se verifican por la misma causa en el
tondo, ó bien si hay varios modos de obrar de esas sustancias mortífe-
ras , si respecto de sus efectos químicos y fisiológicos han de distribuirse
diversos68* COm° no se (íu^era confundir hechos que son esencialmente
La mayoría de los toxicólogos no está por la acción única: podrán di-
vidirse los que ppinan por varios modos de obrar de los venenos, en que
los unos admiten más, otros menos; pero todos están de acuerdo4 en
t- l™a,r ^ ia-v mas.de uno. No falta, sin embargo, quien sostiene que
todos los venenos obran al fin y al cabo del propio modo; que no hay
— 300 —
mas que una acción tóxica , que’ una clase de intoxicación , y como con-
secuencia lógica de esta doctrina , mas que una clase de venenos.
Al dar una rápida ojeada á la historia científica de la intoxicación , he-
mos visto que los árabes, y en especial Avicena, estaban por la acción
única , por lo menos de los venenos minerales , y que Gastaldy agitó ya
esta cuestión , tratando de saber si hay diferencias esenciales entre todos
los venenos, y un remedio apropiado para todos ellos.
En nuestros tiempos, los italianos, afectos á la dicotomía de Brown, se
han aproximado mucho á la unidad de acción , no admitiendo , como los
árabes y mas tarde Mercurial, mas que dos clases; solo que en vez de
llamarlos , como estos, cálidos y fríos , los han designado con los nombres
de hipo ó hiper esténicos, ó lo que es lo mismo , excitantes y sedativos.
Eduardo Robin , que nosotros sepamos , es el único que se ha lanzado
con mas resolución á sostener que todos los venenos obran de un mismo
modo, á saber, impidiendo la hematosis.
En cuanto á los que están por la variedad de acciones tóxicas desde los
antiguos , y los italianos de la escuela de Rasori, que no admiten mas que
dos modos de obrar, á los que siguen la clasificación de Orfila y á Mialhe,
hay no pocas disidencias, puesto que es diverso el modo de obrar de los
venenos; lo cual los ha conducido á establecer mas ó menos clases de los
mismos, y de consiguiente mas ó menos clases de intoxicación.
Cumple, pues, á nuestro propósito que agitemos esta cuestión como es
debido , tanto para dar á conocer el estado actual de la ciencia sobre este
punto , como para ver cuál es la opinión que cuenta con mas pruebas y
mas fundamento sólido para apoyarla.
Empecemos por examinar la doctrina de los que opinan que no hay
mas que un modo de obrar de los venenos, ó lo que es lo mismo , la de
Eduardo Robin, que es el que mas terminantemente la sostiene.
Cuando fueron conocidos en Europa los ensayos de Jackson y Morthon,
profesores americanos , sobre los efectos del éter y su benéfico influjo
para disminuir el dolor en las operaciones quirúrgicas, Eduardo Robin
mandó una nota á la Academia de ciencias de París (28 de marzo de 1847).
En ella sostenía que el éter ó su inhalación producía la insensibilidad y
demás fenómenos , oponiéndose á la transformación de la sangre negra
en sangre roja. Esta nota , publicada en un opúsculo que dió á luz con
otras sobre los anestésicos y su manera de obrar , desenvuelve su pensa-
miento, y sobre exponer cómo se verifica la asfixia producida por el éter,
y el modo cómo este agente se apodera del oxígeno del aire inspirado,
combate la doctrina de la acción sobre el sistema nervioso, ya ejercida en
las extremidades de los nervios , ya en los centros nerviosos , á los cuales
llega absorbido , sirviéndole la sangre de vehículo. Los experimentos de
Amussaty de Flourens, los de Serres y los suyos, hechos antiguos y mo-
dernos, le sirven de apoyo para sostener sus opiniones.
La rapidez de la muerte de los animales de sangre caliente y de los
que mas respiran , y la mayor acción que ejercen los éteres mas volátiles
y que mas oxígeno consumen , son otras tantas pruebas prácticas de la
manera de ver de ese autor ; todo le conduce á admitir que la eterización
produce los efectos tan conocidos , impidiendo la hematosis , asfixiando
por lo tanto (‘).
Descubierto el cloroformo, el mismo autor remitió otra nota á la men-
(') Moie d'action des auesthesiques par inspiralion ; ¡t,, Opúsculo, 1 852 , pág. 3 y s¡g«
— 301 —
clonada Academia (21 de enero de 1850) con este epígrafe: « Que sean ó
na quemados en la sangre , los anestésicos por inspiración la protegen con
energía contra la combustión lenta, contra la hematosis ; por eso contri-
buyen poderosamente á producir los fenómenos de la anestesia.»
Robin ya no se limita en esta nota á la acción del éter ; ya la extiende
al cloroformo y otros cuerpos; ya se eleva á una generalización cada vez
mas terminante.
La importancia de las ideas de Robin, y los progresos que pueden ha-
cer en la ciencia que nos ocupa, me parecen dignos de que dé á conocer
aquí la opinión de este autor, recomendable por su sagacidad experi-
mental y su notable fuerza de raciocinio sintético. Veamos cómo llega á
formular su opinión cada vez mas decidida y mas generalizada.
Según sus investigaciones, las sustancias que preservan de la putrefac-
ción las materias animales muertas , obran poniéndolas al abrigo de la
combustión lenta que se verifica á las temperaturas ordinarias por el
oxígeno húmedo. Partiendo de aquí , pensó que cuando esas sustancias
antipútridas después de la muerte penetren á dosis suficientes en la cir-
culación , durante Ja vida , deben de oponerse á la combustión lenta de
los elementos protéicos de la sangre, y de consiguiente , han de causar la
muerte por asfixia.
Queriendo'saber qué fenómenos fisiológicos precederían á la muerte
por asfixia y se producirían á las dósis suficientes para determinarla, es-
tudió la influencia ejercida en diversos animales por una disminución de
oxigenación gradualmente conducida hasta la supresión completa. Con
esto vió lo que ya se sabia, que no solo es esencial á la vida y su activi-
dad en todos los animales la combustión de la sangre , sirio que en todos
ellos la cantidad de vida está en proporción de la cantidad de combus-
tión que se opera en ellos f1).
De todo eso concluyó , que si los agentes que después de la muerte
protegen las materias animales contra la acción del oxígeno húmedo,
ejercen la misma protección , cuando penetran en dósis suficiente en la
circulación , durante la vida, han de disminuir en este caso la cantidad
de ,esta , ó la sensibilidad y contractilidad , ai propio tiempo que la de la
combustión; de suerte que, según la dósis, serán sedativos, hipoesté-
nicos, anestésicos, capaces , en fin, de causar la muerte por asfixia.
Aceptada esta manera de ver, seria un principio de una especie de
revolución en terapéutica y toxicología. Es, pues, importante saber si los
numerosos hechos de que está en posesión la ciencia contradicen ó apo-
yan esta opinión. Robin asegura que, según sus investigaciones, los he-
chos que han demostrado los mas hábiles observadores confirman la in-
dicada teoría. Los conservadores de las materias animales muertas, cuyo
modo de obrar sobre la economía viva ha sido estudiado suficientemente,
obran en altas dósis como venenos, haciendo morir por asfixia, y á dósis
mas débiles como sedativos é hipoesténicos.
Despees de estas investigaciones , que constituyen el objeto de las pri-
meras notas publicadas en la Revista científica y en el Diario de química
médica , Robin tomó, como dice él mismo, la recíproca del principio de
su punto de partida.
Considerando por un lado que, en la producción de los fenómenos
í1) El misino autor lia publicado una Memoria sobre la relación que hay entre la activi-
dad de la vida y la de la combustión lenta notada por la respiración en los animales.— Re-
vitta científica, t. XXXVI, p. 97.
— 302 —
anestésicos , el éter sulfúrico y el cloroformo presentan todos los efectos
que se hubieran verificado por una disminución de combustión en los
elementos protéicos de la sangre , llevada hasta el punto de producir un
principio de asfixia ; considerando por otro que los conocimientos adqui-
ridos con un largo trabajo sobre los antipútridos le conducían á mirar el
éter y el cloroformo como opuestos á la combustión lenta de las materias
animales por el oxígeno húmedo, se creía con fundamento obligado á
opinar que, pasando en suficiente dósis á la circulación, debian oponerse
á la combustión lenta de la sangre, á su conversión completa en arterial,
y que sus efectos anestésicos proceden, ya que no en totalidad, al menos
en su mayor parte , de esta causa.
Era, de consiguiente, necesario recurrir á la experimentación para
ver si en efecto el éter y el cloroformo se oponen á la acción del oxígeno
húmedo sobre las materias animales, si la acción es enérgica, si se ejerce
á dósis débiles, y hasta por el intermedio de una gran proporción de agua.
tí izo con este- objeto experimentos, y vió que precisamente tal es la
acción de dichos agentes sobre las materias animales. Después de la
muerte, las protegen poderosamente contra la putrefacción y contra la
combustión por el oxígeno húmedo. La acción se ejerce, ora con el éter
sulfúrico y el cloroformo, al estado de líquidos puros, ora en el de vapor
y en cantidades considerables de agua, en la que’ se esparce el vapor,
siquiera no se disuelva en ella sino en una proporción muy pequeña.
La conservación de dichas materias, ya en el éter. y cloroformo al es-
tado líquido puro, ya en el vapor mezclado con el aire , ya, en fin , en el
agua que contenga este vapor, dura mas de cuatro meses.
Robín, con el fin de que no se creyese que la cantidad de dichos agen-
tes, durante la vida, es insuficiente para producir efectos de esa natura-
leza, hizo experimentos que demostraron lo contrario : se puede hacer
inspirar el éter y el cloroformo en gran proporción , con lo cual los ani-
males, después de la muerte, se conservan de una manera notable; esto
es, son protegidos por largo tiempo de la acción del oxígeno húmedo.
Queda, de consiguiente, probado, que después de la muerte, fuera por
lo tanto , de toda influencia nerviosa , y hasta á dósis extremadamente
débiles, que el éter sulfúrico y el cloroformo paralizan la acción del oxí-
geno húmedo sobre la sangre, y en general sobre las materias animales,
y empleados á dósis suficientes durante la vida, ejercen la misma acción
{irotectora sobre los fenómenos de combustión , puesto que, si sobreviene
a muerte, se conservan los cadáveres por mas ó menos tiempo.
Como una disminución considerable de la oxigenación de Ja sangre es
capaz de causar la pérdida de la sensibilidad y contractilidad, lo que
constituye esencialmente la anestesia; como en la hipótesis que supone
que el éter y el cloroformo, tomados al interior, ejercen una acción sobre
el sistema nervioso, esta acción no podría efectuarse sino por el inter-
medio de la sangre , y cuando este ílúido se hubiese modificado ya de
suerte que produjese fenómenos análogos á los que se observan; parecióle
racional á Robin admitir que la disminución de la oxigenación resultante,
por un lado, de la protección que dichos agentes, transportados á Ja cir-
culación, ejercen contra los fenómenos químicos que produciría en ella
el oxigeno disuelto en la sangre, y por otro , de la ¡Denetracion en menor
cantidad de aire necesitado por la inhalación de sus vapores, contribuye
poderosamente á producir los fenómenos de la anestesia, si ya no son la
única causa de esos fenómenos.
- 303 -
En cuanto á saber si el éter y el cloroformo ejercen directamente sobre
los nervios una acción especial que concurra á la producción de los fe-
nómenos anestésicos, lo hace objeto de una nota particular, que remitió
mas tarde , y que también inserta en el opúsculo citado. Mas , de paso
afirma que, aun cuando hubiere alguna acción directa sobre el sistema
nervioso, según los hechos averiguados, aquella no podrá ser jamás otra
cosa que una parálisis momentánea, la que, en concurso con la acción
directa del anestésico sobre la sangre, contribuye á la asfixia. Así es que
la asfixia es siempre la que se debe considerar, tanto para producir la
anestesia, como cuando se quiera hacer cesar esos fenómenos.
Por último , en esta nota añade Robin , que, según sus experimentos,
el licor de los holandeses , el éter acético , el aceite de Nafta , el sulfuro
de carbono, el ácido cianhídrico, se oponen á la putrefacción , á la com-
bustión lenta de las materias animales por el oxígeno húmedo; de consi-
guiente, admite como una consecuencia lógica de estos hechos, que el
modo de obrar de dichos agentes sobre la economía viva es análogo al
del éter y del cloroformo. Igual consecuencia deduce de las propiedades
de la creosota y del alcanfor.
Su opinión, por lo tanto, se eleva ya mas allá de los anestésicos, ya la
extiende á otros muchos cuerpos que son también venenosos; todos obran
del mismo modo.
A esta nota se siguen los experimentos hechos en varios animales,
como peces, pájaros, etc. , y algunos casos acontecidos en personas y pu-
blicados por los periódicos, entre los cuales figura el de la célebre
Mad. Lafarge, cuya muerte, así como los accidentes nerviosos que expe-
rimentaba antes, atribuye Robín al uso del café, del éter, y otras sustan-
cias análogas f1).
En la tercera nota presentada á la Academia de ciencias el 9 de oc-
tubre de 1850 , ya se declara mas terminantemente, como puede verse
por esta proposición con que encabeza su escrito.
«Los anestésicos por inspiración, y en general todos los agentes que
preservan de combustión lenta por el oxígeno húmedo las materias ani-
males muertas , son venenos, tanto para los animales, como para los ve-
getales, y no la producen por una acción directa sobre el sistema ner-
vioso, ni sobre el corazón, ni porque coagulen la albúmina, sino porque
se oponen durante la vida y después de la muerte á la combustión lenta
por el oxígeno húmedo.»
Después de recordar en resúmen lo expuesto en las notas anteriores,
da como resultado de los experimentos y observaciones de la ciencia y
de los que le son propios :
1 .° Que no hoy un solo agente capaz de proteger enérgicamente las materias
animales contra la combustión lenta por el oxigeno húmedo , gue no sea veneno,
cuando se introduce en cantidad suficiente en la circulación durante la vida.
2° Que los fenómenos realizados bajo la influencia de tales agentes
durante la vida, ya en un mismo animai, ya en animales de diversas cla-
ses, y los caractéres que se observan después de la muerte, son esencial-
mente los que se producirían , si el modo de acción indicado se hubiese
ejercido realmente.
(') Véase el opúsculo cilado. Robin termina sus experimentos diciendo que los anestési-
cos pueden emplearse para conservar por largo tiempo el pescado, la volatería y la carne;
que esta es lierna , y que si saben demasiado á éter o cloroformo, se les puede quitar ese
sabor, i (.‘emplazándole con otros anestésicos 6 con mezclas conservadoras.
— 304 —
3 • Que además, los venenos mas activos son precisamente aquellos
agentes que protegen mejor contra la combustión lenta las materias ani-
males muertas. ... , , v
Hecho esto, pasa ya á probar que los venenos indicados no obran sobre
el sistema nervioso.
Sabia Robin que la acción tóxica de un gran número de esos agentes
preservadores de la combustión lenta en presencia del oxígeno húmedo
(ácido cianhídrico, los éteres, el cloroformo, el alcanfor , el licor de los
holandeses, labenzina, los arsenicales, etc.), se atribuye á una influen-
cia directa sobre el sistema nervioso, pero que no se les conoce sobre
este sistema ninguna acción de naturaleza capaz de producir el conjunto
de fenómenos observados en los animales; es por lo tanto una aserción
enteramente gratuita, y podia creerse suficientemente demostrado que el
modo de obrar justiticado por la química para decirlo así, como inevi-
table, está en relación perfecta con los fenómenos que se observan, du-
rante la vida y después de la muerte.
En la nota de que hablamos ya no se contenta con eso; pasa , á propó-
sito, á probar que no hay acción directa sobre el sistema nervioso; y con
el objeto de que la refutación pueda aplicarse á todos los casos , va á de-
mostrar que, hasta no habiendo tal sistema , los agentes que preservan de
combustión lenta las materias animales muertas, se oponen durante la
vida al ejercicio de una función capaz, por su interrupción , de causar la
muerte á todos los séres organizados.
Rara alcanzar esta prueba ha estudiado la acción que ejercen sobre los
vegetales los preservadores de la combustión lenta.
En ellos no hay, no puede haber influencia general del sistema ner-
vioso. Si , contra lo que Robin admite , se explica la muerte de los ani-
males producida por ios venenos indicados , á causa de una acción directa
sobre el sistema nervioso , no puede hacerse otro tanto respecto de los
vegetales, puesto que no hay tal influencia; no son, pues, por eila tósi-
gos. La explicación es igual para unos y otros, desde luego que se admite
la teoría de Robin ; esto es , que son venenos , porque determinan la
muerte por detención de la respiración.
Como, según las investigaciones del autor, los agentes que protegen
las materias animales muertas contra la combustión lenta por el oxígeno
húmedo , ejercen , en general , la misma protección sobre los vegetales, y
los conservan ; como las materias azoadas de la sangre de los animales se
encuentran en la savia , que es la sangre de los vegetales ; como, por otro
lado, según ciertos hechos poco conocidos, es verdad, sin embargo, del
dominio de la ciencia , el oxígeno no solo es el sostén de la vida de ios
animales, sino también de la de los vegetales (l), los agentes que preser-
van de combustión lenta por el oxígeno húmedo las materias organizadas
muertas, han de ser venenos para los vegetales, como lo son para los
animales, si realmente ejercen sobre la vida la misma acción protectora
que después de la muerte.
Bajo este punto de vista, ha recogido los materiales esparcidos que
acerca de esta cuestión posee la ciencia. Donde ha encontrado vacios, los
ha llenado con experimentos propios , en especial relativamente á las
nuevas sustancias, en las cuales ha reconocido la doble propiedad de
P) El mismo autor ha escrito memorias sobre la acción dei oxítieno en la respiración y
Vida de los vegetales. Paris, .
conservar, á pesar de la presencia del oxígeno húmedo , las materias ani-
males y vegetales muertas , y de ser venenos para los animales vivos. Con
esto ha visto lo que ya habia deducido de antemano; es decir, lo que de-
bia suceder forzosamente , siguiendo su teoría.
El ácido cianhídrico, los éteres, el cloroformo, el alcanfor, todos los
anestésicos volátiles , las combinaciones convenientemente solubles de los
metales propiamente dichos, todos los agentes, en una palabra, que,
conservando las materias vegetales y animales en presencia del oxígeno
húmedo, las protegen, después de la muerte, contra la combustión lenta
que ese gas opera , se conducen como si ejerciesen la misma protección
en todos los séres organizados vivos , exceptuándose lo mas algunos ve-
getales de las últimas clases; se hacen venenos , tanto para los vegetales,
como para los animales.
Conforme lo que debe suceder, si obran sobre la respiración , cuanto
más elevada es la temperatura, más rápida es también la acción tóxica
producida sobre los animales de sangre fria, y sobre los vegetales. Tal
es el resultado que se obtiene, por ejemplo, con los compuestos metáli-
cos solubles; aunque no esparciendo vapores, no pueden, por la eleva-
ción de temperatura, hallar en sí mismos un aumento de fuerza aumen-
tando la proporción activa.
Puede darse, pues, como un hecho adquirido, que la acción tóxica
ejercida por los agentes que preservan de combustión lenta las materias
organizadas muertas , no solo se verifica en los séres organizados que
tienen sistema nervioso , sino también en todos los organizados que ne-
cesitan para su vida de la combustión lenta efectuada por el oxígeno hú-
medo ; en todos ellos es tanto mas activa , cuanto mas indispensable les
es la respiración.
Robín no niega á los agentes que , á pesar de la presencia del oxígeno
húmedo, se oponen á la combustión lenta de las materias vegetales y
animales , la propiedad ó posibilidad de ejercer alguna acción sobre los
nervios. No puede negarse tal acción, cuando se ven esos agentes opo-
nerse después de la muerte á la alteración de la materia nerviosa, lo
mismo que á la de cualquier otra organizada. Su ánimo es decir tan solo
que no se conoce bien semejante acción , ó su influencia sobre la vida ;
que la acción sobre los fluidos es primitiva; que la necesidad de respiración
la manifiesta como suficiente por sí sola para determinar la muerte de to-
dos los séres organizados; que, en fin, la experiencia prueba que, si la
acción sobre el sistema nervioso puede á veces ayudar su intervención,
no es necesaria para matar al sér, puesto que la muerte sobreviene en
todos los organizados , tengan ó no sistema nervioso.
A todas estas razones, añade Robín, que, estudiando bajo el punto de
vista químico las propiedades de los medicamentos , las de los anestési-
cos y de los venenos , ha encontrado , en mas de mil casos , que ejercen
sobre la sangre una acción de tal naturaleza, que explica los efectos te-
rapéuticos , ios fisiológicos y los tóxicos que producen. El conjunto de sus
investigaciones le conduce á este resultado.
En general , ningún anestésico , ningún veneno ejerce por si mismo ac-
ción alguna sobre el sistema nervioso ; la acción se ejerce siempre sobre
la sangre , y este flúido , modificado , es el que modifica luego la nerviosa.
Como se ve , esto es lo contrario de lo que se habia pensado. Hasta
aquí ; los autores mas distinguidos han admitido generalmente que los
agentes, cuya acción se considera como ejercida sobre el sistema ner-
TOJ&.ICOLOÜ1A.' — 20
— 306 -
vioso desplegan esta acción por si mismos y directamente sobre la sustancia
nerviosa • va sea que solo se afecten las extremidades de los nervios antes
de pasar a1' torrente circulatorio, ya que , pasando á este trasportados por
la sanare, vayan á modificar por si mismos directamente ¡os centros nerviosos.
Así piensa la generalidad de autores de toxieología y terapéutica, y
en particular los que han escrito sobre los anestésicos. Respecto de estos,
uno de los sabios mas ilustres, y justamente estimado, M. Flourens, se
expresa así: «Hay, pues, una relación real, una analogía notable entre
la eterización y la asiixia ; mas en la asfixia ordinaria el sistema nervioso
pierde sus fuerzas bajo la acción de la sangre negra ó privada de oxí-
geno; y en la eterización , el sistema nervioso pierde sus fuerzas bajo la
acción directa del agente singular que la determina.
Resuelto este punto, pasa Robín á refutar la teoría que explica la ac-
ción de los venenos arsenicales, mercuriales, etc. , por la particular que
ejercen sobre el corazón, la que, junto con la ejercida sobre el sistema
nervioso, determina la muerte. Yiendo que dichos venenos matan á todos
los animales destituidos de corazón, y los vegetales que no tienen tal en-
traña, es claro que semejante teoría había de seguir la misma suerte que
la del sistema nervioso. La acción sobre el corazón no puede ser mas que
secundaria.
Por último, llega su turno á la teoría de la coagulación de la albú-
mina. Esta coagulación, considerada á la vez como causa del poder con-
servador y tóxico de ciertos agentes, de la creosota, por ejemplo, no
tiene, para Robín , mas que las anteriores teorías, el carácter que seria
esencial para explicar la muerte de todos los animales , y la de todos los
vegetales.
El hecho de la coagulación de la albúmina por una sustancia no puede
explicar su poder conservador, cuando la misma albúmina coagulada se
pudre perfectamente.
Este hecho no puede explicar el poder tóxico de las sustancias que no
se introducen directamente en la circulación , que entran en ella , en ge-
neral , cuando se disuelve el coágulo, ni por qué, al sobrevenir la muerte,
es por lo común notable la albúmina ó la sangre , no por su coagulación,
sino por una fluidez anormal. Por lo tanto, semejante causa solo puede
ser secundaria.
Refutadas las demás teorías, resume Robín la suya, diciendo: Que
los agentes que conservan las materias vegetales y animales, á pesar de
estar en contacto con el oxígeno húmedo, esto es! protectores contra la
combustión lenta por este gas, no son venenos tan solo cuando coagulan
la albúmina, no envenenan tan solo los animales que tienen corazón y
sistema nervioso. Que semejantes preservadores de la combustión lenta! c
sean ó no capaces de coagular la albúmina, que la coagulación se efec-
túe durante su influencia en la economía viva, que ejerzan esta influen-
cia en los séres organizados, teniendo ó no corazón , dolados ó no de sis-
tema nervioso , son venenos para todos los animales, para todos los ve-
getales, salvo, lo mas, entre estos últimos, algunos de las últimas
clases.
Tal es, por ejemplo , lo que pasa con los éteres, el cloroformo, los hi-
drocarburos líquidos, los diversos anestésicos, el ácido cianhídrico, los
compuestos metálicos convenientemente solubles, arsenicales, mercuria-
les, compuestos de zinc, estaño, cobre, plata, oro, etc. '
La acción tóxica es genera! ; necesita, por lo tanto, una causa general 4
— 307 —
también. Una sola , según Robín , llena esta condición ; y esjla que indica
la propiedad común á todos los agentes , de ser preservadores de la com-
bustión lenta de las materias organizadas por el oxígeno húmedo; ejer-
ciendo esté poder durante Ja vida lo mismo que después de la muerte, en
los vegetales como en los animales, entorpece ó interrumpe completa-
mente una función esencial á la vida de los vegetales y animales , la res-
piración de oxígeno húmedo ; de consiguiente , son por ello , según la dó-
sis , medicamentos sedativos en los animales , venenos asfixiantes en to-
dos los séres organizados.
En las demás notas el autor se ocupa en el éter bromhídrico, y de-
signa mas anestésicos como consecuencia de la teoría , refuta la opinión
de los que creen que los anestésicos obran ejerciendo una presión ga-
seosa sobre los centros nerviosos , y trata de otros puntos, algunos de
los cuales completan su teoría, al paso que otros tienen un interés mas
subalterno y extraño á la cuestión , por todo lo cual dejo de extractarlos.
Tal es la doctrina de Eduardo Romn , de cuyas notas he tomado cuanto
me ha parecido conducente para dar á conocer sus opiniones , tan opues-
tas á lo que generalmente se ha consignado en las obras de los autores,
y se profesa en toxicología y terapéutica.
Ahora bien : ¿ va fundado Robín , sosteniendo que no hay mas que un
modo de obrar de los venenos, que todos obran del propio modo, pro-
duciendo la asfixia, apoderándose del oxígeno del aire respirado, pro-
piedad debida á la que tienen de proteger contra la acción comburente
de ese gas las materias organizadas , tanto animales como vegetales? ¿Ha
demostrado Robin ser eso cierto respecto de todos los venenos , como
parece indudable respecto de los anesiésicos propiamente tales?
Ué aquí la cuestión que debemos debatir.
Por lo que llevo expuesto en los párrafos anteriores , ya puede pre-
verse ó deducirse que, si me hallo de acuerdo con Robin en muchos
puntos, no lo estoy respecto de otros. Nos hallamos de acuerdo en no
admitir que los venenos obran primitivamente sobre el sistema nervioso;
lo estamos también en cuanto á que no obran sobre el corazón ; es decir,
que esto sea la causa de la muerte ó trastornos que producen, y que tam-
poco todos los venenos matan porque coagulen la albúmina.
Creo que pueden aceptarse las ideas de este autor respecto del éter,
del cloroformo y de los demás anestésicos , considerando que su modo
de obrar consiste , en efecto , en producir la asfixia impidiendo la herna-
tosis , puesto que las pruebas y razones en que se funda son verdadera-
mente lógicas, y por demás concluyentes.
Sobre este punto acepto en un todo su manera de ver, y creo que cuan-
tos conozcan sus ideas üan de darle su asentimiento, como no tengan he-
chos y razones abonados para probarle que anda errado.
De tal manera convengo con Robín respecto de que los anestésicos no
obran sobre el sistema nervioso , sino produciendo la asfixia, que mucho
antes de conocer las doctrinas de este químico acerca de los anestésicos,
opinaba yo de esa manera.
Ya llevo dicho en otra parte, que en 1848, cuando se acababa de des-
cubrir el cloroformo como medio de disminuir ó abolir el dolor en las
operaciones cruentas, publiqué, en el periódico titulado La Verdad, unos
cuantos artículos sobre el modo de obrar el cloroformo, y allí me de-
claré contra su acción sobre los nervios y la sangre, sosteniendo que lo
que producía era una asfixia. Voy á copiar aquí algunos párrafos de los
artículos á que aludo, puesto que ellos serán una prueba práctica de lo
que acabo de indicar- ...
«Se ha preguntado si el cloroíormo obra primitivamente sobre el sis-
tema nervioso, ó si obra sobre la sangre. Muchos fisiólogos habrá que
opinen del primer modo. Llamar anestésico al cloroformo, es decir, que
apaga la sensibilidad ; y decir que apaga la sensibilidad , es afirmar que
obra sobre el sistema nervioso.
Otros habrá que consideren al percloruro de fórmilo con acción direcla
sobre la sangre , y que , á consecuencia de las alteraciones causadas por
dicha acción en este líquido, sobreviene la anestesia.
Por último , no faltará tal vez quien diga y sostenga que el cloroformo
no es agente fisiológico ni químico ; que es simplemente un cuerpo inca-
paz de reemplazar el oxígeno del aire , y que , por lo tanto , lo que pro-
duce son fenómenos de asfixia ; es decir, que obra como un agente
físico.
La primera de estas opiniones es la mas oscura , porque apela , para
explicar la pérdida de la sensibilidad externa , á una causa de órden vir-
tual, inmaterial, incomprensible. Decir que obra sobre el sistema ner-
vioso , no es aclarar ninguna idea. Es valerse de una frase formada en
las escuelas, meramente convencional, y á la que nos hemos habituado,
sin pararnos en filosofar sobre su sentido , ó lo que expresa para anun-
ciar un hecho que todos vemos , pero cuya verdadera causa , cuyo meca-
nismo fisiológico no sabemos de qué modo se efectúa. ¿Quién sabe, en
efecto, cómo obran las sustancias que apagan la sensibilidad? ¿Quién se
ha formado una idea clara y cabal del modo de obrar del opio y demás
narcóticos? ¿Qué hacen para apagar la sensibilidad? La apagan, es, todo
lo que podemos decir. Todos representamos, llegando á este punto, él
papel del personaje de Moliere : el opio hace dormir , porque tiene virtud
dormitiva.
La opinión que supone en el cloroformo acción sobre la sangre , no es
•tan incomprensible como la primera, pero está menos fundada. Hasta las
apariencias de fundamento , que tanto favorecen á la primera , le faltan.
Puesto que hay suspensión de la sensibilidad , que hay anestesia , visos
tiene de verdad considerar anestésico al cloroformo. ¿Mas dónde están
hasta las apariencias de que ese cloroformo ejerza acción sobre la san-
gre? Esta acción , á ser primitiva, debería manifestarse por algunas al-
teraciones en dicho líquido. La constitución química de la sangre debería
sufrir modificaciones mas ó menos notables ; estas modificaciones debe-
rían ocasionar y producir forzosamente mudanzas en las propiedades físi-
cas y fisiológicas de aquella , y á consecuencia de estas mudanzas debe-
rían verse trastornos graves, á los que no alejaría , por cierto, con tanta
facilidad y tan felizmente el simple restablecimiento de la respiración de
un aire puro ó debidamente oxigenado.
_ Hasta ahora , las únicas alteraciones que algunos observadores han
visto, se reducen á mudanzas de color en la sangre arterial, siendo pa-
recida á la venosa, y una disminución en el poder estimulante del líquido
que ya pasó del ventrículo derecho del corazón á la aurícula izquierda
del mismo. Mas semejantes alteraciones pueden presentarse muy bien
tan solo con que no se verifique la hematosis como de ordinario. N o oxi-
genándose la sangre , como lo hace en estado normal , ó respirando el
aire atmosférico común , hay poca diferencia de color entre la sangre
arterial y la venosa , y aquella no tiene desde entonces tanta energía de
- ad -
acción , no riega los órganos que de ella viven con las cualidades fisioló-
gicas debidas.
Pero demos por supuesto que el cloroformo ejerce acción sobre la san-
gre , y que esta acción es química. Acto continuo concebirémos la natu-
raleza de esa acción. .Entrará el percloruro de fórmilo en combinación
con ciertos principios de la sangre, y aunque no avancemos tanto, que
tengamos sobre el particular una teoría acabada y exacta , al fin podré-
mos afirmar que serán fuerzas químicas , de órden material , las causas
directas de esas combinaciones y las indirectas de los males que produz-
can. Pero como hasta ahora, repito, nada de eso se ha probado O), re-
sulta lo que he dicho sobre ser esa opinión mas clara y comprensible
que la primera, pero menos fundada.
La tercera y última opinión es mas clara todavía que la segunda; con
ella la acción del cloroformo se explicaría de un modo puramente físico,
mecánico. Fié aquí su teoría :
El cloroformo no tiene acción fisiológica sobre los nervios, ni acción
química sobre la sangre. El cloroformo es un líquido que , volatilizado,
obra en las vías aéreas como un gas impropio para la respiración. Espar-
ciéndose por la laringe , tráquea y vasos bronquiales unido al aire , le
defrauda parte de la columna inspirada , y con esto impide que la hema-
tosisse haga como lo exige habilualmenteel organismo. La sangre, menos
oxigenada, pierde parte de su acción vivificante; hay algunos órganos,
son los más, que por poco tiempo transigen con esa sangre, aunque me-
nos arterializada, porque no necesitan tanta vida, tanta fuerza de excita-
ción para funcionar, y siguen viviendo sin alteración notable. Otros órga-
nos hay, empero, que no pueden resignarse con esa disminución de estí-
mulo, como diría Brownó Broussais; entre ellos está en primer término el
cerebro, en segundo lugar el corazón, y en tercero los pulmones. La pri-
mera queja, la primera protesta que levanta el cerebro contra esa falta de
oxigenación es abdicar su presidencia , su dirección en las funciones del
organismo ; cesar en su intervención , cerrar la puerta á las impresiones
exteriores y permitir que se mutile el cuerpo sin la menor manifestación
de sufrimiento. El corazón imita luego este ejemplo terrible y detiene sus
latidos; los pulmones suspenden también su acción, y como siga el cloro-
formo invadiendo las vías aéreas, suspensos aquellos tres centros de la
vida , aquellos tres grandes funcionarios , todos los órganos se niegan á
aceptar la sangre que no es legítima, y por poco que este estado, suma-
mente crítico, dure, la muerte, con toda su cohorte de fuerzas destructo-
ras, se apodera del organismo. ¿Y qué revelan todos esos fenómenos? La
asfixia ; la asfixia pura y franca. La inspección cadavérica no encuentra
tampoco otra cosa que vestigios de asfixia. El cloroformo , pues , según
esta teoría, no ha hecho masque modificar, que oponerse á la hematosis,
para lo cual le ha bastado no poder reemplazar al oxígeno del aire.
En otro artículo , donde yo combatía la teoría de la acción sobre el
sistema nervioso decía :
«Recordemos en comprobación de estas ideas, que cuantas causas asfi-
xian á un sugeto producen gran parte de los fenómenos que desenvuelve
el cloroformo, como mas detenidamente lo verémos al hacer la análisis
de la última teoría que en el primer artículo indicamos , y entre estos
0) No olvide el lector que esto se escribió en 1848, poco tiempo después de haberse des-
cubierto el cloroformo.
— 310 —
fenómenos figuran en primer término la pérdida del movimiento y de la
sensibilidad.» ~ .
Mas abajo, en fin , anadia .
«Es probable que, estudiando el verdadero modo de obrar del cloro-
formo, se descubran otres anestésicos, ó por mejor decir que se prevean,
se indiquen a priori , así como, conocidas las propiedades químicas de
ciertos contravenenos, se ha podido considerar como tales todos los cuer-
pos de igual naturaleza , aun antes de probarlos, confirmando luego estas
previsiones la experiencia.»
Resulta, pues, de este pequeño extracto de mis artículos que , sin te-
ner conocimiento de la teoría de Robín , ya opinaba yo que la acción del
éter y del cloroformo, en especial de este y de los demás anestésicos que
se fuesen descubriendo, se ejercia produciendo la asfixia, y no afectando
el sistema nervioso, ni alterando la sangre. Robín remitió su nota en 1847
sobre el éter, y en ella se limitaba á decir, que asfixia , que obra sobre
la hematosis. Hasta 1850 no extendió su pensamiento, con motivo del
cloroformo, y yo no he visto sus escritos sobre la materia hasta hace
poco, que tuvo la amabilidad de mandármelos.
Yo no concluí dichos artículos, porque el periódico cesó: había com-
batido las teorías de la acción sobre el sistema nervioso y sobre la san-
gre, é iba á entrar á demostrar la verdad de la última, ó sea de la acción
asfixiante.
Sin embargo, no trato con esto de quitar á Robin la prioridad del pen-
samiento; tanto mas , cuanto que hay notable diferencia entre lo que yo
á la sazón pensaba y lo que dedujo luego Robin , estudiando el cloro-
formo. Yo me inclinaba á que la asfixia se producía de un modo físico,
por una sustitución de un gas no respirable al aire atmosférico, mientras
que Robin sostiene que es por apoderarse los anestésicos del Oxígeno hú-
medo respirado, y que esto es propiedad de todos los cuerpos que se opo-
nen á la combustión lenta por dicho gas. Si yo tuviera ahora que prose-
guir mis artículos , no solo modificaría muchas cosas de las que publi-
qué en 1848, falto de datos, sino que también me expresaría de otro
modo respecto de la asfixia producida por los anestésicos, como ya lo
vengo haciendo hace años en la clase (l). (*)
(*) Robin se queja , al final de su Opúsculo, de una reclamación de M. Joannel que tra-
taba de disputarle la primada de opinión sobre el modo de obrar del cloroformo y ios de-
más anestésicos. Con este mótivo dice : «Ningún trabajo está al abrigo de tales reclama-
ciones; son una de las numerosas dificultades de que está sembrada la carrera científica,
independiente , y por su inserción en las actas, en la forma empleada, la Academia , en
lugar de alentar á los hombres de ciencia , como debería tener el honor de hacerlo, lleva-
ría , al contrario, el desaliento en su espíritu.» Esta clase de quejas no es común en Es-
paña ; donde no se hace el menor caso de las ideas originales de sus escritores; al contra-
rio, por lo mismo que lo son , suelen desdeñarlas nuestros sabios; para aceptarlas y darles
importancia, es necesario que vengan del extranjero. Alguna que otra notabilidad añeja, de
reputación , Dios sabe cómo adquirida, tiene el privilegio de que vea campaneadas algu-
nas de sus nadas; los demás es ocioso que nos esforcemos en llevar algo nuevo al edificio
general de la ciencia, es una voao clamantis in deserto. Ni los periódicos se loman la molestia
de hablar de ello, ni las corporaciones científicas se dignan tomarlo en consideración , ni es
ese el medio de pertenecer a corporaciones sabias. En España se es mas sabio y digno de mu-
chos altos puestos académicos no escribiendo nada, que consagrando toda la vida al tra-
bajo y al estudio. Quejas como las de Robin , en nuestra buena España , harían reir á
nuestros consejeros de instrucción pública y de sanidad , y ó muchísimos académicos de
toda clase. Afortunadamente, el público y la juventud estudiosa empiezan ya á causarse
de notabilidades estériles , de zánganos uniformados , y busca la ciencia y la instrucción
donde las encuentra ; y si no da cruces ni distinciones aristocráticas, estima y alienta á los
hombres laboriosos, y les da muestras de aprecio que valen mucho más y dan mas honra.
- 311 -
Dejando ya este punto con visos de digresión , sigamos la cuestión de
ld N^sok)3 la encuentro fundada en su modo de ver, respecto de los anes-
tésicos. Creo que esa teoría puede sostenerse, extendiéndola á todos 1 .
cuerpos gaseosos , en especial de los mas volátiles. Ya que no asfixien
apoderándose del oxígeno respirado, por ser contrarios á la combustión
lenta lo hacen reemplazándole, asfixiando de una manera risica, como
puede hacerlo cualquier líquido, y aun más todavía, puesto que es mas
profunda la introducción del asfixiante ; los líquidos no pasan , para asíi-
xiar, de las primeras ramas bronquiales ; al paso que los gases van , no
solo hasta la última celdilla pulmonal, sino que pasan al torrente circu-
latorio; y es bien sabido que la física nos enseña que cuando una sustan-
cia gaseosa ó que esparce vapores se halla en un líquido, se opone inas ó
menos á la penetración de otros gases capaces de introducirse en él , sin
contraer combinación química.
Bien sabido es que el vapor del agua echa los gases interpuestos en
este líquido, ó no los deja penetrar en él. El hidrógeno y el aire , según
los experimentos de Magnus , echan el ácido carbónico de la sangre. El
ácido carbónico inyectado en las venas y disuelto en la sangre , impide
por algún tiempo á este líquido, en el sistema capilar del pulmón , que
tome el color propio de la sangre arterial, ó lo que es lo mismo, el paso
del oxígeno del aire.
Los líquidos y sólidos muy volátiles pueden entrar en la teoría de Ro-
bín por las mismas razones { se igualan á los gaseosos; el alcanfor, la
creosota, el ácido cianhídrico, la conicina, etc., pueden muy bien into-
xicar respirados ó introducidos de otro modo, impidiendo la hematosis.
De las interesantes investigaciones hechas por M. Leblanch sobre el
aire encerrado, se desprende el hecho, muy importante en toxieología,
que el gas óxido de carbono es mas venenoso que el ácido carbónico.
Esparcido solo al aire en la proporción de 1 por Í00, constituye una at-
mósfera casi inmediatamente mortal para los animales de sangre ca-
liente, lo cual no produce el ácido carbónico, puesto que este necesita
para volver venenosa una atmósfera de 4 á 5 por 100. Por eso el carbón
mal encendido es tan venenoso, mucho mas que el ascua completa. La
razón está en que en el primer caso se produce mas óxido de carbono
que ácido carbónico.
lié aquí un hecho importante que robustece la teoría de Robín. El
óxido de carbono es oxigenable todavía , mientras que el ácido carbó-
nico^ ya no lo es. El óxido, pues , introducido en el torrente circulatorio,
r ene inuuhzar nías oxígeno respirado, para oxidarse más; debe impedir
mas la hematosis: el ácido carbónico la impide, no permitiendo la en-
rada at aire atmosférico; el óxido de carbono, tomando el oxígeno del
Jue ,se respira. Este hecho es análogo á lo que pasa con ciertos anes-
irt mac’ ./°S-mas volátiles, los que toman mas cantidad de oxígeno, son
's<-¡ ,in ióxlcos ’ Parque son los que mas impiden la hematosis.
todavía nnS^Sté/1CDS; • clÍerPos Sase°s°s ó volátiles, pasamos á otros,
gar míe 1-r ?°\m üera í5e camino- Romos consignado en su lu-
? ri.qrí?ni «^nico, en especial los acetólos, tarláratos
MmVn «prlativo atemperante , no llega á ser intoxicación , depende de
la cantidad ; si tanta fuese , podría llegar á intoxicar como los anestési-
cos en especial si se añadiese la rapidez del paso de esas sales á la masa
de la sangre.
Liebig dice que muchos ácidos minerales ó sales de ácido mineral
pueden'hacer otro tanto ; y si no lo hacen, es porque solo pueden en-
trar en poca cantidad , puesto que las disoluciones concentradas no son
absorbidas.
Si en vez de examinar la doctrina de Robín, por medio de la acción
química conocida de ciertos venenos , la examinamos bajo el punto de
vista de los efectos fisiológicos y de la autopsia ó del estado en que se
presenta la sangre y los órganos de la respiración y circulación, tampoco
la hallarémos infundada.
Los narcóticos, por ejemplo, producen una especie de asfixia; entre
esta y el narcotismo hay muchos puntos de contacto. La circulación se
embaraza, los pulmones se congestionan , hay pérdida de sensibilidad y
movimiento; la sangre es negra, los pulmones y el sistema venoso, en
general , están llenos de sangre ; todo eso está recordando por lo menos
la asfixia; es á lo que más se parece.
Los estrícneos se hacen notar principalmente por la asfixia que produ-
cen; los movimientos convulsivos tetánicos constituyen un efecto se-
cundario. Orilla ha hecho vivir mas tiempo á los animales intoxicados
por la estricnina , sosteniéndoles artificialmente la respiración. ¿Detendrá
la estricnina y los alcalóideos análogos la oxidación ae la sangre , como
el ácido cianhídrico la del óxido de yodo, por lo cual cree Mialhe que
dicho ácido se hace venenoso al modo de los anestésicos? Hasta ahora no
conocemos ninguna explicación de la acción tóxica de esas sustancias
que satisfaga más.
Robin no se contenta con explicar la intoxicación por una asfixia ó
falta de hematosis, respecto de los anestésicos ; extiende su teoría á todos
los cuerpos que, impidiendo la combustión lenta por el oxígeno húmedo,
preservan las materias organizadas , tanto animales como vegetales,
muertas; por lo tanto, son para él venenos y obran del modo indicado
todos los que detienen la putrefacción ó no ía dejan desenvolver, por lo
menos tan pronto como lo haría , quedando dichas materias expuestas al
oxígeno del aire, en especial cuando es húmedo. Se apoya en experi-
mentos , y mientras no se le niegue la realidad ó la significación de es-
tos , su teoría siempre tendrá ese apoyo experimental , que es el mejor
de los apoyos científicos.
Sin embargo, respecto de muchos venenos, ya que no de clases ente-
ras , empezamos á tener nuestras dudas, tanto fijándonos en el modo de
obrar, ó sea en los efectos químicos , como remitiéndonos á los fenóme-
nos fisiológicos, dignos de ser tomados en consideración, cuando se
trata de .apreciar si hay un solo modo de obrar en el fondo, ó si hay va-
rios modos de obrar de los venenos.
Para que la teoría de Robin sea absoluta , y con ella se proclame gue
no hay mas que un modo de intoxicar, impedir la hematosis , asfixiar,
no solo es necesario probar, respecto de todos los venenos, que en
efecto detienen la combustión lenta, tanto en el vivo como en el muerto,
tanto fuera como dentro de la economía, sino también que todos los cua-
dros sintomáticos son los propios de la asfixia , y que no hay mas que
una terapéutica para combatirlos.
- 313 -
Pues bien, nosotros tenemos dudas sobre lo uno y sobre lo otro.
Convenimos en que muchos venenos minerales ó sales metálicas po-
drán ejercer esa acción contraria á la hematosis, así como la ejercen
contra la combustión lenta, respecto de las sustancias organizadas muer-
tas , preservándolas de la putrefacción. Los arsenicales y mercuriales,
Sor ejemplo , pueden producir y producen ese efecto. Pero se nos ocurren
ificultades que necesitan explicación. ¿Todos los cuerpos que impiden
la combustión lenta , que retardan la putrefacción , lo hacen porque se
combinan con el oxígeno, y de consiguiente protegen á las materias muer-
tas de la combustión lenta? No por cierto , según lo que dicen otros prác-
ticos y se deduce lógicamente de la acción química de ciertas sustancias.
Hay casos en los que la putrefacción no se presenta, porque los com-
puestos que se forman con el contacto de esas sustancias ya no son oxi-
genabas; el oxígeno no ejerce sobre ellas su acción, y de consiguiente
se conservan , no porque las sustancias sean protectoras en el sentido de
apoderarse ellas del oxígeno, sino porque han quitado á los elementos de
las materias organizadas muertas la propiedad de combinarse con aquel
gas. Tales son , por ejemplo , los compuestos que resultan de la acción
de los arsenicales , mercuriales, cloruros, sales de alúmina, sodio, clo-
ro , etc. , etc. , que sirven para los embalsamamientos.
Siendo esto así, lo que pasa con las sustancias muertas pasará con las
vivas. Los venenos que , aplicados á los tejidos é introducidos en la masa
de la sangre , contraen combinaciones con los elementos proteicos de
los mismos , si impiden la hematosis , la acción del oxígeno respirado
sobre ellos , no la impiden porque se apoderen de este oxígeno , sino
porque hacen perder á esos elementos la propiedad de combinarse con
dicho gas y de prestarse álas continuas mutaciones que, durante la vida,
se efectúan.
Yo no dudo que el oxígeno respirado desempeña el principal papel en
los fenómenos vitales , tanto de los animales como de las plantas. Bajo
este punto de vista estoy de acuerdo con Robín. Faltando dicho gas, fal-
tando la respiración, todo falta; ora sea porque hay ausencia de oxígeno,
ora porque además hay falta de calor y de electricidad. Es muy posible
que en último resultado sobrevenga la muerte, por mudanzas profundas
en estas tres cosas , á consecuencia de no verificarse la oxigenación ó la
hematosis de la manera normal ó fisiológica; ya sea que haya cuerpos
que se apoderen del oxígeno respirado , ya que le vuelvan inerte sobre
los elementos protéicos ú otros de la sangre y los tejidos no oxigenables,
desde que están combinados con los venenos.
Mas creemos que hay una gran diferencia , primero en el modo de
obrar de los agentes, y segundo en el resultado ó manifestación de los
fenómenos fisiológicos , siempre relacionada con los químicos.
Mientras no pruebe Robin que las sales de plomo, plata, cobre,
mercurio, zinc, bismuto, etc. , no contraen combinaciones con los prin-
cipios proteicos de los tejidos y la sangre; que estas combinaciones no
alteran las condiciones fisiológicas de esos elementos, y que de esto no
han de seguirse forzosamente'graves dificultades para la vida; siempre
resultará que , además de la acción directa sobre el oxígeno para apode-
rarse de él é impedir la hematosis, hay y puede haber, antes de aquella,
otra de naturaleza química también, que consiste en la que desplegan
los venenos de cierta clase sobre los elementos orgánicos , á consecuen-
cia de la cual podrá dejar de haber hematosis.
— 314 —
Aun cuando le concedamos que, á consecuencia de la alteración su-
frida por dichos elementos, á causa de su combinación con las sustancias
venenosas, no se verifique la hematosis, ya no será porque los venenos
se combinen con el oxígeno, sino porque las nuevas combinaciones no se
prestan á la acción de este gas , como de ordinario , ni son posibles las
asimilaciones y desasimilaciones que de continuo se verifican al estado
normal, bajo la influencia de la vida.
Si nosotros opináramos como Cárlos Robín y Verdeil y otros acerca de
la hematosis , todavía tendríamos mas objeciones que hacer á la teoría
que analizamos.
Los autores citados no admiten la combustión lenta por el oxígeno en
el acto de la respiración ; creen que este gas es absorbido principalmente
por los glóbulos de la sangre, colorándolos , siéndolo poco por el suero
y su fibrina , y que el ácido carbónico no procede de una combustión de
carbono por el oxígeno respirado ; según ellos, el ácido carbónico , des-
alojado de la sangre por el oxígeno por endósmosis y exhalado por la
respiración, procede de los bicarbonatos que ceden , á la acción del ácido
pnéumico ó de los pulmones, su exceso de ácido, y que tanto este como
el libre que existe en la sangre, viene de los alimentos , de los cuales se
desprende en sus descomposiciones í1). Si esto fuese así, la teoría de
Eduardo Robín seria mas difícil de sostener.
Sin embargo , como no participamos completamente de la opinión de
Robín (Cárlos) , Yerdeil y demás que como ellos discurren , no haremos
esta clase de objeción. La hematosis está explicada de muchos modos por
los autores; mas la de los que acabo de indicar no está fuera de la crí-
tica. Las razones en que se apoyan son : 1/ que de las materias orgáni-
cas se desprende ácido carbónico sin la concurrencia del oxígeno ; 2.*
que este gas es disuelto por los glóbulos combinándose con la íiematina.
Todo esto puede ser y aceptamos que sea , pero de ello no se deduce que
el oxígeno no queme carbono para producir ácido carbónico , durante la
hematosis, ya en el pulmón, ya en los órganos. Todo lo que eso puede
probar es, que no todo el ácido carbónico que se halla y desprende del
cuerpo vivo procede de una combustión lenta efectuada durante la respi-
ración, sino también de la descomposición de los bicarbonatos y de las
materias alimenticias. Así pierde su valor la objeción contra la combus-
tión lenta, que se funda en la desproporción de ácido carbónico formado
y el oxígeno consumido.
Robín y Yerdeil sientan que se consume oxígeno , que los glóbulos no
absorben mas que la cantidad que pueden disolver, que le toman donde
lo encuentran y que se combina con la hematina. ¿Pues si se consume,
si se combina , qué se hace de él? ¿Qué productos forma? Los principios
inmediatos no son su resultado , porque ya entran formados en la econo-
mía; el animal los modifica y destruye; el carbono y el hidrógeno, por
lo tanto, han de ser quemados; de lo cual ha de resultar forzosamente
ácido carbónico y agua.
En mas consideraciones podríamos entrar; pero basta esta indicación
para dar á entender que la opinión de Verdeil y consortes no es tan só-
lida como se deduce de sus rotundas afirmaciones. Por lo tanto, Robín
1*1 de fíhimit anatomique et pUysiologique nórmale el pathologique , ondee principes t'm-
meduites anormaux et morbides qui constituent le corps de l'homtne et des mammiferes. i- *1*
págma 86 y siguien tes.
- 31K —
(Eduardo) puede sostener la combustión lenta por el oxígeno del carbono
de la sangre y de los órganos, y nosotros admitirla , como lo hemos he-
cho , sin que por eso pretendamos que todo el ácido corbónico proceda
de esa combustión.
Si, respecto de la hematosis, no estamos con Cárlos Robín y Verdeil,
y por lo tanto no nos apoyamos en su opinión para oponernos á la doc-
trina absoluta de Eduardo Robín , estamos de acuerdo con aquellos , en
que no hay en la economía un modo único y absoluto de fenómenos que
caracterizan la formación de los principios inmediatos , como lo seria la
combustión, por ejemplo, etc. Lejos de haber en la asimilación y desasi-
milacion , dicen Robin y Verdeil, un órien único y absoluto de fenómenos
químicos, hay muchos, los cuales, siempre y naturalmente, están en re-
lación , ya con las condiciones, en las que se pasa el acto, ya á menudo
con la naturaleza molecular de los cuerpos que están en juego. Por de
pronto, se presentan dos órdenes de acciones : 1.® acciones químicas di-
rectas; 2.° acciones químicas indirectas (í).
Hé aquí una verdad que levanta graves dificultades para sostener un
modo único , de intoxicar, porque está claro; si no hay uno, sino mu-
chos ó varios modos de efectuarse los actos químicos vitales al estado
normal , lógico es que tampoco le haya respecto de los actos químicos
anormales.
Si de las consideraciones hasta aquí expuestas pasamos á otras relati-
vas á los venenos , todavía nos ha de parecer mas inadmisible el modo
único de intoxicar que proclama Eduardo Robin.
Los venenos cáusticos y astringentes que obran como tales, pueden
matar sin que directamente impidan la hematosis. Que no se diga que no
son venenos , porque ya hemos refutado esta especie.
Las sustancias alhnenticias putrefactas ó averiadas, los virus, el pus,
la sangre y los humores y tejidos en putrefacción, puestos en contacto
con la sangre , intoxican. Pues bien ; todos estos agentes , en vez de de-
tener la combustión lenta de las materias orgánicas , por el oxígeno hú-
medo , la provocan en el vivo y en el muerto. No detienen la acción del
oxígeno, siguen absorbiéndole , y en lugar de producir fenómenos favo-
rables á la vida , los producen mortales. Si se apoderan del oxígeno , no
es para detener la combustión lenta, sino para acelerarla. Solo se detiene
cuando se les opone un protector de dichas materias organizadas, con-
trario á la acción pulrefaciente del oxígeno. Y puesto que obran de un
modo tan diametralmenle opuesto , ese modo de obrar no será igual.
No me entretengo en reseguir uno por uno los venenos, ni una por
una sus clases , para demostrar que no les conviene la acción primitiva
que da á todos los venenos Robin, porque para probar que la acción no
es única , que hay varios modos de intoxicar, basta lo expuesto.
Sí. además de la acción química ó de los efectos químicos, examina-
mos ahora la doctrina de Robin , bajo el punto de vista de los efectos
fisiológicos ó los cuadros sintomáticos, y los recursos terapéuticos que se
emplean para combatir las intoxicaciones, se aumentará el número de
dificultades para aceptar su teoría como absoluta.
En efecto, si todos los venenos obrasen como los anestésicos, asfi-
xiando, impidiendo la hematosis por apoderarse del oxígeno, los cua-
dros sintomáticos de toda intoxicación serian los mismos , y habría que
(‘) Obr. cit., t. I, p. 235 y siguientes.
— 316 —
emplear en todos ellos la misma medicación. En cuanto á los contrave-
nenos habría diferencia ; porgue ya que no cada veneno , ciertos grupos
de-venenos tienen el suyo. Sin embargo , nada mas contrario á lo que
la experiencia tiene acreditado bajo este doble punto de vista. Ni son
iguales los cuadros sintomáticos, no precisamente en cada veneno, sino
en cada clase de venenos , ni se emplea con buen éxito contra todos la
misma medicación. Si las indicaciones que se presentan no son tan nu-
merosas como las relativas á la administración del contraveneno , distan
ciertamente de la unidad.
Todos los anestésicos producen la asfixia ; el cuadro sintomático es en
el fondo igual , lo que caracteriza la anestesia es siempre lo mismo : pér-
dida , abolición temporal ó duradera de las facultades psíquicas , con-
ciencia, sensibilidad, movimiento. Podrá ser. mas ó menos rápida y pro-
funda en unos que en otros; podrá ser de todas las facultades ó solo de
algunas, de la sensibilidad , por ejemplo; podrá haber al principio sín-
tomas de excitación cerebral debidos al acumulo de sangre en el cerebro
que suele ser el primer efecto de algunos , como el éter y otros ; podrá
haber, en fin , efectos locales diferentes y debidos al modo particular de
obrar de cada uno de esos agentes, y presentar la sangre variedad de
color, según el anestésico empleado; mas en suma, en último resultado,
lo mas característico, lo patognomónico de la anestesia, en todos se pre-
sentará como resultado definitivo de su acción especial y antihemató-
sica. La asfixia es el estado morboso producido por esos agentes , la as-
fixia parecida á la de los agentes mecánicos , á la de los gases no com-
binables con el oxígeno , que obran de una manera mecánica, física,
por desalojamiento del oxígeno contenido en la sangre , y oposición á. que
entre de nuevo en ella.
Si todos los venenos produjesen este resultado , habría razón para sen-
tar que todos en el fondo obran del propio modo.
En todos estos casos el empleo de los medios adecuados para restablecer
la respiración , ofrece buenos recursos para salvar á los sugetos en no
pocas ocasiones. Como la anestesia no se lleve al extremo , basta la sim-
ple respiración libre para que nueva cantidad de oxígeno respirado des-
aloje los gases que mecánicamente han desalojado el oxígeno. Un exceso
de ácido carbónico que asfixia , se corrige con otro de oxígeno que le
desaloja. Los cloroformizados vuelven en sí después de cierto tiempo , el
que ha necesitado el oxígeno para volver á obrar sobre la sangre ; cor-
rientes eléctricas reaniman la respiración suspensa, etc. , etc.
Si todas las intoxicaciones se curasen de este modo , habría de sobra
razón para admitir un modo único y absoluto de obrar de los venenos.
No se necesita estar muy versado en toxicología, para saber que ni la
terapéutica de la intoxicación es igual para todos los casos , ni que en
todos ellos se forma el diagnóstico en virtud de los mismos síntomas y
signos. Cuando tratemos de estas dos importantes partes de la toxicolo-
gía general , veremos hasta qué punto vamos fundados en nuestras re-
flexiones. Mas aquí podemos establecer, sin temor de que luego tengamos
que recoger prenda alguna , que en los casos prácticos de intoxicación ó
de envenenamiento , fuera de aquellos en los que hay realmente asfixia,
como en los producidos por anestésicos y otsps venenos que obran de un
modo análogo , todo lo verémos menos cuadros propios de este modo de
morir, y si hay lugar de examinar el cadáver, tampoco hallarémos en él
los vestigios genuinos de la muerte por los pulmones.
- 317 -
Otro tanto diré de las indicaciones que hay que llenar ; puesto que
muy lejos de tener que emplear los medios propios para restablecer la
respiración , en todo se ha de pensar menos que en esto, puesto que la
respiración subsiste hasta el último momento que deja el veneno al in-
toxicado. Si la circulación experimenta estorbos, si está mas acelerada,
si á consecuencia de esos trastornos los hay en la respiración , no cons-
tituye nada de esto la asfixia primitiva y franca ó directa de los anestési-
cos ó gases que obran mecánicamente; es el resultado del encadenamiento
de las funciones ; de esa dependencia recíproca en que están los órganos
para su fin común , la cual hace que , así como cuando los pulmones no
funcionan debidamente , los demás órganos se resienten y no pueden
funcionar como es debido; así sucede también que, no cumpliendo los
demás las funciones que les están encomendadas, los pulmones, á su
vez , no pueden tampoco funcionar como lo hacen , cuando todos los de-
más órganos y el estado de la sangre contribuyen con sus actos y funcio-
nes propias á que la respiración se efectúe normalmente.
Si fuéramos á examinar la agonía de todos los enfermos que sucum-
ben á la violencia de su enfermedad , siquiera nada tenga que ver con
una intoxicación, serian acaso pocos los que no nos diesen, poco antes de
morir, síntomas de asfixia ; la mayoría inmensa muere asfixiada; la respi-
ración se hace cada vez mas difícil , hasta que se apaga y la muerte se
declara. Sin embargo , nadie dice que esos enfermos mueren de asfixia,
porque esta es una consecuencia del deplorable estado en que la enfer-
medad ha puesto á la organización entera, sólidos y líquidos, ó los mas
esenciales de la economía.
Podriamos extender mucho más estas reflexiones, contrarias á la teoría
de Robín, á la que las oponemos , como dificultades que se nos ocurren,
y á las que el sabio autor citado acaso podrá dar una solución cabal;
mas basta lo expuesto para el propósito que nos hemos formado.
Si la vida consistiese únicamente en la acción del oxígeno sobre los
elementos de nuestra organización , la doctrina de Robín podría soste -
nerse, pero modificada ; seria necesario establecer que unos venenos im-
piden dicha acción combinándose directamente con el oxígeno; que otros
la impiden desalojándole de la sangre ó no dejándole entrar; que otros,
en íin , combinándose con los elementos proteicos ú otros de la sangre y
los tejidos, los vuelven inoxigenables.
Pero ya llevamos dicho que la vida se sostiene, no por una sola acción,
sino por muchas; así como no se realiza por un solo órgano, sino por un
conjunto de órganos, cada uno de los cuales concurre á su manera al fin
común; si falta la respiración, es verdad, falla la vida; pero también
falta, si no hay circulación, si no hay influencia nerviosa, si no hay nu-
trición, si no hay digestión, etc., etc.
Mas, que mueran animales y vegetales faltos de oxígeno, eso no basta
para probar que solo á él deben la vida. Los animales necesitan tanto
como el oxígeno, ázoe, hidrógeno y carbono; los vegetales, tanto el ácido
carbónico, como el oxígeno puro.
Aunque la acción tóxica sea general , y tenga que serlo la causa , esta
puede dejar de ser única. Esa generalidad la da la igualdad de circuns-
tancias. Veneno hay que es mortal para el hombre y otros animales de
fisiología parecida, y no lo es para otros y viceversa.
A mas de que, siendo esencial para todos los animales y plantas el oxí-
geno , el quitársele será una causa general ; mas ¿no lo será también qui-
— 318 —
tarlps la luz v el agua, quitarles el alimento? Hé aquí, pues, otras tantas
causas eneral es que pueden explicar la muerte de todos ellos. La gene-
ralidad de acción no excluye la pluralidad de agentes que la tengan.
Creo , pues , que con lo que llevo manifestado , queda suficientemente
establecido que, en el estado actual de la ciencia , y mientras no se ro-
bustezca la opinión de Robin , digna por otra parte de atención profunda
y capaz de aclarar muchos misterios de la vida , no se puede creer que
tan solo haya un modo de obrar de los venenos, y que sea este el opo-
nerse á la combustión lenta por el oxígeno húmedo respirado, ó lo que
es lo mismo , asfixiar.
Aceptemos la doctrina de Robin para explicar la acción de los anesté-
sicos y otros venenos que obran de un modo análogo; agreguemos á ese
grupo todos los que en electo impidan la hematosis, unos directamente, y
otros de un modo indirecto; pero reconozcamos que, además de ese modo,
hay otros que ya hemos indicado varias veces, ai tratar de otras cuestio-
nes, y sobre los cuales volveremos luego de una manera mas directa.
Puesto que hemos analizado la opimon de ios que están por una ac-
ción única, pasemos á examinar la de los que admiten mas de una acción
y principiemos por la de los antiguos , que solo admitían dos modos de
obrar de los venenos, conforme lo indica su división en cálidos y fríos, ó
lo que viene á ser lo mismo , sobre la de la escuela italiana, que los di-
vide en hiperesténicos é hipoesténicos , ó excitantes y sedativos.
Este modo de presentar la acción de los venenos adolece de un vicio
capital, del que no están exentas otras clasificaciones del modo de obrar
de esas sustancias, fundadas en la misma base.
Solo se refiere á los efectos fisiológicos, es decir, á lo que menos puede
atribuirse, á la verdadera, directa é inmediata acción de ios venenos. En
su lugar hemos visto que los efectos fisiológicos son debidos á otros fe-
nómenos provocados por la acción química de las sustancias venenosas;
de consiguiente, son efectos mediatos, indirectos, cuya causa ya no esta
en la acción del veneno, sino en los cambios que este ha producido en
los tejidos de los órganos y en la masa de la sangre.
La doctrina, por lo tanto, que examinamos tiene este defecto capital,
que, prescindiendo de la verdadera y propia acción de los venenos, se
funda, no en los efectos primitivos, sino en los subsiguientes; no en los
químicos, sino en los fisiológicos, que son producto de otras causas ó fe-
nómenos, los cuales hacen las veces de tales, y mas ó menos remotamente
deben su existencia á las alteraciones provocadas por el veneno.
No refiriéndose, pues, mas que á los fenómenos fisiológicos, á primera
vista puede parecer fundada la dicotomía bruniana ó razoriana , excita-
ción ó falta de ella , porque parece que en último resultado toda intoxi-
cación, ó ha de exaltar la vida, ó la ha de abatir.
Mas por poco que se reflexione sobre ello, se verá que , aun prescin-
diendo del defecto capital que ya hemos mencionado, no puede soste-
nerse esa doctrina. Es la misma que ha reinado en patología general, en
las enfermedades comunes ; es la doctrina de Brown, es la de Rasori, es
la de Broussais ; porque bien sabido es que el primero y el último de es-
tos tres jefes de escuela , solo se diferenciaban en que, para el uno, la
mayoría inmensa de las enfermedades se caracterizaba por falta de estí-
mulo, al paso que, para el otro, era todo lo contrario, por exceso.
Si esa dicotomía patológica no ha podido sostenerse en la medicina
general, ¿cómo se ha de sostener en la Toxicoiogía? ¿Qué son las enfer-
medades especiales producidas por los venenos, sino afecciones que, bajo
muchos puntos de vista , siguen las mismas leyes que las afecciones co-
munes? Aun cuando entre la exaltación y la disminución no pudiese tener
cabida mas que la aberración , quedaría falseado ese sistema dicotómico.
Pero hay más sobre este punto. Examinando con detención los cua-
dros sintomáticos que los autores toxicólogos han trazado, según las cla-
ses de venenos, se ve fácilmente que no se acomodan á esa sencilla divi-
sión de efectos venenosos , establecida por la dicotomía italiana.
La intoxicación por los cáusticos, por ejemplo, ofrece, es verdad , sín-
tomas de inflamación intensa que pueden figurar como expresión de la
acción hiperesténica ; mas la frialdad de la piel, el pulso filiforme y otros
síntomas que acompañan esas terribles intoxicaciones, ¿pertenecen debi-
damente á exceso de estímulo?
Pase que la intoxicación inflamatoria sea contada entre las que se de-
ben á una acción hiperesténica, y que la narcótica se deba á los sedati-
vos. Mas ¿y la narcótica acre? y la séptica? ¿No hay que hacerse violen-
cia para acomodar á esos dos lechos de Procusto los variados cuadros de
síntomas que ofrecen esas intoxicaciones?
Luego veremos que los venenos comprendidos entre los llamados nar-
cóticos y sépticos , de nada distan tanto como de producir cuadros gené-
ricos de síntomas iguales. Orfila y los autores que le han seguido en su
clasificación se han visto precisados á subdividir en varios grupos los ve-
nenos de esas clases, y ellos mismos han reconocido lo imperfecto de la
calificación genérica que han dado á los narcóticos ácres y á los sépti-
cos. ¿Y de qué depende todo eso sino del diverso modo de obrar de las
sustancias en esas clases comprendidas , expresado por la diferencia de
cuadros sintomáticos?
No me extiendo más sobre este punto, porque seria necesario entrar
en pormenores relativos á estos cuadros , y de consiguiente , anticipar
puntos de los que hemos de tratar en otra parte; mas véanse esos cua-
dros de síntomas, y dígase si se les puede acomodar esos dos únicos mo-
dos de obrar, aumentando ó disminuyendo las fuerzas de la vida.
Análogas reflexiones podemos hacer respecto de la terapéutica ; tam -
poco es dicotómica en la práctica; hay que llenar mas indicaciones de las
que supone una acción hipoesténica y otra hiperesténica; de consiguiente,
es aplicable á la dicotomía terapéutica italiana , lo que hemos dicho res-
pecto de la acción única asfixiante.
Galtier, en su Toxicología general (pág. 128 y siguientes) , habla de la
acción de los venenos, y después de indicar que no podemos conocer la
causa de la vida, ni el íntimo modo de obrar de los agentes que la afec-
tan , establece el principio de que los fenómenos del cuerpo vivo son de
naturaleza química, física y dinámica ó vital, y que todo agente que des-
truya cualquiera de esos órdenes de fenómenos en mayor ó menor nú-
mero , debe producir el trastorno de la salud ó la muerte. Luego dice,
que según la complicación de las organizaciones animales, los fenómenos
vitales son mas numerosos, y echa una ojeada rápida al mecanismo de la
acción tóxica por órganos y sistemas, después de lo cual reduce los órde-
nes de fenómenos á dos, químico y vital (mas arriba indicó tres), y afirma
que hay tal dependencia entre los dos , que el uno no puede existir sin
el otro y que la acción íntima de los venenos debe ejercerse tan pronto
sobre el uno , tan pronto sobre el otro , ó bien sobre los dos de un modo
ya simultáneo, ya sucesivo. ’
A proporción que sigue hablando sobre este punto se hace mas vago,
v no es nosible formarnos una idea de su verdadera opmion. Admite ia
acción auímica de los venenos minerales sobre los principios inmediatos
de la sangre y de nuestros tejidos con los cuales forman compuestos in-
solubles; habla de la opinión de algunos químicos sobre la acción que
ejercen algunos venenos en los glóbulos de la sangre deformándolos; y
aunque la afirman, respecto del cloroformo y ácido cianhídrico, Ber-
nard, Dumas y Bonnet, dice que no es constante , según estos mismos lo
indican, y que solo se refiere á un corto número de venenos, por lo cual
no pueden hacerse deducciones generales. En seguida se hace cargo de
la extremada rapidez de los efectos de ciertos venenos , lo cual mira como
impropia de una acción química; y puesto que la presión de los nervios,
la sensibilidad y motilidad de las partes donde se distribuyen , pueden
suspenderse; que el cloiojormo y otros a,7ieslésicos , los narcóticos, el frió,
producen el mismo efecto; que inyectado en las venas el opio, apaga
al momento la contractilidad del corazón, y que el café la reanima;
que la estricnina excita la motilidad; que el curare apaga ia sensibilidad,
la nicotina la irritabilidad muscular, efectos aislados que producen tam-
bién, según M. Elourens, otras sustancias inyectadas en las venas; no
está fuera de razón admitir que los venenos narcóticos, anestésicos , tetáni-
cos, etc., intoxican por un efecto dinámico, obrando sobre el sistema ner-
vioso ó muscular, y modificando aisladamente, ó de un modo simultáneo
y por acción directa ó refleja, las principales propiedades que coBstituyen
el dinamismo vital, la sensibilidad, la contractilidad, propiedades tan es-
trechamente encadenadas, ó mas bien los órganos que son su sitio.
No para aquí. Fundado en los experimentos de Magendie y de Brown-
Sequard , que los ha repetido , sobre cómo sufren los animales un des-
censo de temperatura de muchos grados, tampoco está lejos de admitir
que el frió producido por ios venenos hipoeslénicos sea causa de la muerte,
puesto que, colocando los animales en una atmósfera caliente, la muerte,
se ha retardado. Semejante opinión está sostenida por los experimentos
de Dumeril , Dumarquay y Lecointe , hechos bajo el punto de vista de la
acción que pueden ejercer los venenos sobre el calor animal: siempre que
la temperatura ha bajado al número 3, los animales han muerto. En se-
mejantes casos hallaron los experimentadores un estado congestional del
gran simpático, nervio considerado por dichos autores como el que pre-
side los fenómenos de la calorificación.
Este hecho , sigue diciendo Galtier , concuerda con lo que se observa
en el hombre, durante el segundo período de la intoxicación por los ve-
nenos hipoeslénicos. Solo falta saber si este descenso de temperatura de-
pende mas bien de una falta de hematosis , que de una acción química
ejercida sóbrela sangre. En los experimentos de Magendie, Brown-Se-
quard, etc., los animales han sufrido un descenso de temperatura mucho
mas considerable. Si se corta el gran simpático en el cuello, ó el ganglio
cervical superior, la temperatura se aumenta en las partes donde se dis-
tribuye aumento de calor, lo que Brown-Sequard atribuye á la estagna-
ción de la sangre en los vasos á consecuencia de su dilatación, de su pa-
rálisis, en tanto que desciende, si se estimula el nervio superior (Ber-
nard). Por último, el frió, en el período hipoesténico , podría también
explicarse, porque, siendo el hígado de todos los órganos el que mas ve-
neno recibe, fabrica menos azúcar, ó porque es incompleta combustión
de este alimento calorífico. En apoyo de esta idea cita á Reinoso, el cual
— 321 -
ha encontrado azúcar en la orina, siempre que por cualquier causa se la
ha impedido ó estorbado la respiración , ó que el animal está bajo la in-
fluencia de un veneno ; hecho confirmado por Lecointe en los animales
envenenados por el nitrato de urano.
T, como si no bastase lo expuesto para manifestar la vacilación de ideas
de Galtier, concluye expresándose en estos términos : «Esta excursión al
dominio de la fisiología, sin la cual no pueden progresar las demás cien-
cias médicas, si no nos aclara mas que incompletamente la acción íntima
de los venenos, demuestra, sin embargo , que producen la muerte modifi-
cando los fenómenos de hematosis, de inervación y de contractilidad , pro-
piedades talmente recíprocas y dependientes, que la una no puede afec-
tarse sin la otra, lo cual explica la aparente diversidad de acción de los ve-
nenos, y la complexidad de sus efectos.
Es decir, pues, que, si por un lado pudiera creerse que Galtier admite
varios modos de obrar de los venenos , unas veces dos , otras tres ; por
otro, tiene por aparente su diversidad, y de consiguiente, no hay mas,
según él, que un modo de obrar de esas sustancias.
Con lo que llevamos manifestado en párrafos y artículos anteriores,
ya puede verse que no podemos participar de la opinión de Galtier en
muchos de sus pasajes, y la refutación de estos se desprende de aquellos
mismos, en especial de lo expuesto con relación al modo como debe con-
cebirse la acción de los venenos sobre el sistema nervioso.
El defecto de mas bulto, ó que á primera vista resalta, de las ideas de
Galtier, es que involucra los efectos químicos con los fisiológicos, y tanto
respecto de los unos como de los otros , no tiene una idea fija ni exacta
de su naturaleza y de su número.
Hemos probado hasta la saciedad que el modo de obrar de los venenos
es químico, molecular, y que no tienen otro; que lo que se llama acción
dinámica , mejor fisiológica ó vital , es una consecuencia mas ó menos
mediata de las mudanzas que sobrevienen en los líquidos y sólidos , por
las combinaciones que contraen los venenos con los principios protéicos
de la economía ó de las que en ella impiden ó provocan. De consiguiente,
ni es lógico ni filosófico dividir la acción de los venenos en química y vi-
tal ó dinámica. Su propia y directa acción siempre es química, y cuando
se trata de averiguar si hay varios modos de obrar , no se ha de salir de
este terreno , debiendo versar esta cuestión sobre los diversos modos que
presenta esa acción química, si es una , por ejemplo, la acción, como la
ejercida sobre el oxígeno respirado, según pretende Robín, ó si es varia,
es decir, si, además de haber combinación con el oxígeno, la hay con
otros principios inmediatos de la organización y otros fenómenos quími-
cos diferentes en el fondo de la combustión lenta por dicho gas.
Quien quiera analizar los diversos modos de obrar de los venenos , y
comprender en esta análisis su acción inmediata, que es la química, y
su mediata , que es la fisiológica, debe expresarlo así, y luego ver: 1.'
de cuántos modos se ejerce la acción química , si hay uno igual en todos
los casos y para todos los venenos , ó si hay varios; 2.° de cuántos modos
se ejerce la fisiológica , ó por mejor decir, de cuántas especies son los
efectos fisiológicos producidos por las acciones químicas de los venenos.
Así seria filosófica la análisis, y sobre poder emitir ideas fijas y cabales,
seria la expresión de los hechos presentada bajo su verdadero punto de
vista , y sin confusión de ninguna especie.
Pues Galtier todo lo ha hecho menos eso. Si admite una acción quí-
T0XIC0L06ÍA.— 21
— 322 —
mica de los venenos minerales, no se cura de ver si esta acción es igual
varía Fuera de la que reconoce en los minerales, la que consiste en
formar con los principios inmediatos compuestos msolublcs, y la de las
ales de ácido orgánico que se transforman en carbonatos, no se siente
disnuesto á aceptar otras ; y siquiera esta acción sea muy varia, resul-
tando de ella efectos locales y generales diferentes, y efectos fisiológicos
muy diversos, no hace la menor alusión á nada de eso, como si no hu-
biese mas que una acción química. La acción de los anestésicos para él,
la del ácido cianhídrico, etc., se ejerce sobre el sistema nervioso ; es di-
námica y no química, fundándola en la rapidez de la intoxicación , como
si esa rapidez tuviese algo que ver con la naturaleza de la acción de una
sustancia , y como si no se observase en fenómenos físicos y químicos.
Al hacerse cargo de los experimentos de Magendie y de Brown-Se-
quard sobre el descenso de temperatura , no la acaba de mirar como un
fenómeno químico, puesto que la atribuye á la acción de los venenos hi-
posténicos , que por lo mismo acepta; y si dice que puede explicarse por
una falta de hematosis, duda que sea por una acción sobre la sangre , lo
cual á la verdad no comprendemos. Si la hematosis no se efectúa , no de-
pendiendo de falta de movimientos por lesión de nervios , es porque hay
algo que impide la acción del oxígeno sobre la sangre; y como de su ab-
sorción por los glóbulos, suero y fibrina de esta, igualmente que de otras
combinaciones químicas, depende el calor animal , es claro que no ha de
producirse este , y no produciéndose , ha de haber disminución de tem-
peratura , y esto ha de producir la cesación de otros fenómenos que la
necesitan mas alta , y al fin la muerte. Este descenso, por lo tanto, es un
fenómeno muy mediato, y si de él se sigue la muerte, con mas razón hay
que atribuirlo á otros fenómenos anteriores, causas mas legítimas de
ello; á la combinación química, por ejemplo, de un cuerpo venenoso
con el oxígeno, que no le deja obrar sobre la sangre, ó á un desaloja-
miento de dicho gas por otro que da el mismo resultado, ó á una combi-
nación de la sustancia venenosa con los principios plásticos ú otros que
ya no se oxigenan, etc., de cuyo fenómeno químico se van siguiendo su-
cesivamente otros químicos, locales y generales, y fisiológicos , entre los
cuales está el frió ó el descenso de la temperatura , el que por cierto no
es exclusivo de los venenos llamados hipoesténicos.
Respecto de la forma de los glóbulos de la sangre, modificada por cier-
tos venenos , manifiesta dudas Galticr, y cree que solo lo efectúan pocos
venenos. Sin embargo, los glóbulos se alteran en su forma , como en su
constitución , siempre que no absorben oxígeno ; se ponen mas blandos,
se aplanan , se achican , pueden pasar por el filtro, y pierden color ; de
consiguiente, los anestésicos, todos los cuerpos qne impiden que el oxí-
geno sea absorbido por los glóbulos, han de alterarlos. Véase lo que di-
cen Robín y Verdeil, y no quedará duda (*).
Si admite la acción química del veneno impidiendo la formación de
azúcar en el hígado, ó la menor combustión de este principio inmediato,
es para él un efecto secundario ; la falta de hematosis explica el hecho.
No solamente se advierte vaguedad , en cuanto á la acción química y á
los diversos modos con que esta se ejerce, de cuyo importante punto no
trata Galtier como hubiera podido, sino que también se nota en loque
él llama acción dinámica. Como genérica y antítesis ó diferencia de la
t1} Obra cilada, t. II, j,. 43, * .
— 323 —
química, debía presentarla luego dividida en sus especies; porque to-
mando la acción fisiológica de los venenos , como expresión de los fenó-
menos de esta especie , que sobrevienen á consecuencia de la acción quí-
mica, son en mayor número de lo que designa Galtier, y debía presen-
tarlos de una manera mas cabal, determinada y categórica.
Si con el nombre de inervación se trata de expresar la influencia del
sistema nervioso, bien puede comprender, tanto el cerebral, como el gan-
glionar , siquiera luego se subdivida ; pero extendiendo siempre á mayor
tarea las funciones del gran simpático, puesto que sirve para algo mas
que para presidir la calorificación , en la cual tal vez no tiene nada que
ver directamente ; y además , tanto pertenece á la inervación la sensibi-
lidad , como la contractilidad , y siendo esto así, los dos modos dinámi-
cos pueden formar dos subdivisiones de un mismo género.
Por todo lo dicho, y algo mas que pudiéramos añadir, creo que no de-
bemos mirar las ideas de Galtier sobre este punto como buenas bases para
una doctrina sólida relativamente á los modos de obrar de los venenos.
La mayor parte de los autores de Toxicología modernos, ó por lo me-
nos los médico-legistas , admiten igual que Oríila , como lo verémos en su
lugar, cuatro clases de venenos: los irritantes, los narcóticos, los narcó-
tico-ácres y los sépticos; lo cual equivale á decir que hay cuatro modos
de obrar de los venenos , según los que aceptan esa clasificación de las
sustancias venenosas. Eso es lo mismo que afirmar que obran inflamando
ó narcotizando > ó haciendo las dos cosas á la vez, ó descomponiendo la sangre ,
ó dando lugar á fenómenos pútridos .
Semejante opinión sobre el modo de obrar de los venenos tiene los
mismos defectos que las que liemos analizado hasta aquí, pertenecientes á
los que admiten mas de uno. No se funda en la acción química, en los
fenómenos químicos , primitivos ó inmediatos , sino en los fenómenos
fisiológicos , en los electos mediatos de la acción química de los venenos.
De consiguiente, la doctrina que envuelve esa clasificación adolece de los
mismos vicios que ya llevamos indicados , y es ocioso repetir su refuta-
ción y recordar que el mismo Orilla reconoce lo poco fundado de dichas
clases. Ninguno de ellos puede resolver la cuestión que nos ocupa,
puesto que no se refieren á fenómenos inmediatos de la acción de los ve-
nenos, ó al modo de obrar directo ó propio de cada uno de estos ó de
cada una de las clases , bajo cuyo modo de obrar químico pueden esta-
blecerse. Tampoco, pues, debemos aceptar esta doctrina.
Devergie , en su Tratado de Medicina legal, habla de los diversos modos
de obrar de los venenos , y les da cinco, á saber:
1. ° Acción local directa sobre el órgano á que se aplican , estimu-
lando, inflamando, desorganizando mas ó menos profundamente. La
muerte sobreviene por una inflamación local que reacciona sobre el sis-
tema nervioso y ciertos órganos de la economía , en virtud de las simpa-
tías que pueden existir. Los cáusticos, astringentes, ácres, por ejemplo,
son de esta clase.
2. ° Acción irritante local primero, y luego^general ó sobre otros órganos
distantes. A causa de esta doble acción sobreviene la muerte, cuando
obran estos venenos. El emético, el mercurio, el yodo, el cromato de po-
tasa, el manganeso, el alcanfor, las cantáridas, el centeno atizonado, etc.,
son de este grupo.
3. * Acción local irritante , estupefaciente, sobre el sistema nervioso.
Los llamados narcótico-acres son de esta clase, aunque el mismo Dever-
rnnfíps» oue no hay toda la exaclitud en este modo de obrar respecto
§e los venenos comprendidos en este grupo.
í 0 Acción local y general sobre el sistema nervioso, estupefaciente y
alítica. £0S narcóticos son de esta clase.
P a ' Acción sobre los líquidos de la economía. El gas ácido sulfhídrico,
el sulfuro amónico, los venenos de los animales ponzoñosos y las sustan-
cias alimenticias en putrefacción, forman este grupo.
Devergie concluye diciendo estas notables palabras : « El modo de ac-
ción de los venenos no es tan sencillo ó simple como estas divisiones,
buenas para resumir mas ó menos imperfectamente los hechos , pudieran
darlo á creer.» Y en prueba de esta verdad cita varios ejemplos, y añade
que, según varios autores, hay otros modos de obrar, en especial sobre
el sistema nervioso, tanto general como local , y acaba por decir que no
da ninguna importancia á dicla clasificación.
Cuando el mismo autor confiesa los pocos fundamentos de su trabajo,
¿qué hemos de añadir nosotros? Esta franca confesión nos releva de la
tarea de refutarle.
Sin embargo, dirémos que sus defectos principales son análogos á los
de las clasificaciones anteriormente examinadas ; esa análisis de los di-
versos modos de obrar de los venenos prescinde completamente de la
acción química , de la única que tienen los venenos, de la que debería
analizarse ; se funda exclusivamente , y de una manera tan vaga como
incompleta , en los efectos fisiológicos y mediatos.
Además de todos los vicios que semejante clasificación tiene por ese
motivo, y de los que ya le reconoce el propio Devergie como expresión
imperfecta de los diferentes fenómenos fisiológicos producidos mediata-
mente por los venenos, hay otro mas notable , dependiente de ese olvido
de la acción química.
El quinto modo de obrar se determina por una acción sobre los líqui-
dos, y en especial la sangre , lo cual equivale á decir que los cuatro ante-
riores se caracterizan por una acción sobre los sólidos. Pues bien ; este
es un error profundo, que ya hemos puesto en evidencia en los párrafos
anteriores. Ni todos los venenos sépticos ejercen exclusivamente su ac-
ción sobre los líquidos ó la sangre, ni los demás obran exclusivamente
sobre los sólidos.
Los efectos locales son siempre expresión de que el veneno obra sobre
los principios del tejido con el cual se pone en contacto ; los generales lo
son de que obra sobre la sangre principalmente. Respecto de los mismos
locales, no solo obran sobre la trama del tejido, sino sobre los líquidos
que le bañan. El alcohol deja la trama y se apodera del agua ; otro tanto
hace el cloruro sódico y las sales alcalinas cuando no obran como cáus-
ticos. El cloruro sódico, los carbonates alcalinos , los ¡ácidos que bañan
los tejidos, entran en reacción con los venenos; los solubles apenas obran
sobre la parte , ó por lo menos obran tanto sobre ella como sobre la san-
gre, á la cual pasan con mas ó menos rapidez. No hay nada, pues, tan
inexacto como esa pretendida división de venenos , en unos que obran
sobre los líquidos , y otros sobre los sólidos.
Los fenómenos fisiológicos, sobre los cuales se fundan los cinco modos
de obrar de los venenos , admitidos por Devergie , son fenómenos media-
tos que así resultan de una alteración en la masa de la sangre por la ac-
ción química de los venenos, como de una alteración de la misma índole
en ios principios de los tejidos.
- m-
Hé aquí las consecuencias inevitables de establece* clasificaciones
sobre los fenómenos fisiológicos , secundarios ó mediatos , prescindiendo
de los primitivos que les han dado origen , no teniendo en cuenta , en
una palabra, la acción química del veneno, y la naturaleza de esta aGcion.
Nada mas contrario á la lógica y á la buena fisiología toxicológica , lo
mismo que á la patológica y terapéutica, que establecer clasificaciones de
modos de obrar de los agentes , ó ir á buscar esos modos en efectos que
no son suyos, que no son los inmediatos, los verdaderamente produci-
dos por la acción directa de los tósigos.
Estos defectos y errores se cometen por resabio de vitalismo, por esa
obstinación que se advierte en ciertos autores en sostener que el juego
molecular de la economía sigue otras reglas que el inorgánico en toáo
y por todo, y en no querer concebir que los fenómenos vitales están de
"tal manera unidos á los químicos que , alterándose estos , se han de alte-
rar forzosamente aquellos , puesto que las condiciones de la materia or-
• ganizada y viva se modifican mas ó menos profundamente, siempre que
se introducen en ella cuerpos , que por su acción química trastornan el
órden normal y funcional de los sólidos y líquidos.
De estas reflexiones se sigue que tampoco podemos aceptar la doctrina
de Devergie, ni de cuantos opinan á poca diferencia del propio modo.
Considero inútil mentar aquí las opiniones de cualquier otro autor
que , admitiendo varios modos de obrar de los venenos , los funde en los
efectos fisiológicos, prescindiendo de la acción química, por cuanto ten-
dría que reproducir contra todos los propios argumentos, por adolecer
todos de los mismos vicios. Pasemos, pues, á otros que admiten mas de
un modo de obrar de los venenos , y que fundan su análisis en la acción
química.
Cuando hemos hablado del modo de conducirse los agentes de toda es-
pecie , y en particular los venenos con los sólidos y líquidos del cuerpo
humano, hemos hecho mención de las ideas de Mialhe y de la clasifica-
ción que ha dado á dichas sustancias , fundada en ese modo, ó las diver-
sas maneras con que desplegan su acción molecular. Consecuente con su
doctrina el mismo autor, siquiera reconozca que el modo íntimo de obrar
de todo agente no deja de estar erizado de dificultades , por ser comple-
xos los fenómenos químicos que le caracterizan , y difícilmente accesi-
bles á nuestros medios habituales de investigación , ha formulado los
modos con que ejercen su acción química todos los agentes medicamento-
sos y tósigos, estableciendo cuatro principales, á saber:
l .° Los que detienen ó dificultan la circulación de la sangre.
2. ° Los que activan dicha circulación.
3. ° Los que impiden las reacciones químicas que pueden hacerse en la
sangre.
4. ° Los que producen en este líquido reacciones químicas anormales.
El primer modo de obrar se verifica de dos maneras dignas de fijar la
atención y de ser tenidas en cuenta , porque separan como es debido
los hechos particulares, siquiera estén comprendidos en esa clase.
Los hay que detienen el curso de la sangre, porque coagulan sus princi-
pios protéicos', les quitan , por lo tanto, ía fluidez necesaria para circu-
lar por toda la economía , y los hay que tienen el mismo resultado, por-
que dan lugar á precipitados, á cuerpos no solubles en la sangre, los
cuales se oponen mecánicamente á su circulación.
Hé aquí como explana Mialhe los efectos de los venenos de esta clase:
— 336 —
Todas las sustancias que forman parte del grupo de los coagulantes,
' troducidas en la economía animal , ocasionan una perturbación mas ó
menos profunda ó la muerte por una detención circulatoria , combinán-
dose con los elementos protéicos de la sangre ; pero no obran todas con
igual intensidad ; las mas activas no son propiamente las que coagulan
mas pronto y del modo mas completo el suero de la sangre , como el ácido
nítrico, la creosota, etc., sino aquellas que no coagulan la albúmina,
sino cuando entran en proporción considerable en la circulación gene-
ral, tal como el alcohol y el principio activo de los hongos venenosos.
Haciéndose cargo de la opinión de Liebig , que ya hemos visto y refu-
tado en otra parte , sobre que los venenos inorgánicos mas activos son
los que mas aptitud tienen para combinarse con los elementos protéicos
de la economía viva , formando con ellos compuestos insolubles, dice,
que cuando una sal tóxica se introduce en la economía y determina en
las funciones una perturbación , una dirección anormal , como lo afirma
el célebre profesor de Giessen , no es siempre porque esta sal . en el mo-
mento de la absorción , se haga insoluble combinándose con los órganos,
puesto que muchos compuestos salinos pueden contraer combinaciones
solubles con los elementos albuminosos de la sangre, sin dejar por eso de
ser tóxicos ; tales son los cloruros metálicos electro-negativos de plomo,
mercurio, plata, oro y platino, cuando se combinan con un cloruro al-
calino; sino porque la unión de una sustancia orgánica con otra inorgá-
nica paraliza las mutaciones químicas incesantes que aquella tiene que
experimentar para que se cumpla el misterioso fenómeno de la vida.
El mismo autor, en otra oarte de su obra , trata con mas extensión
este importante punto , relativo á la acción coagulante de ciertos vene-
nos, de lo cual ya hemos tratado en su lugar; conviene , sin embargo,
recordarlo aquí, porque es muy oportuno para la cuestión actual.
Mialhe divide la clase de los coagulantes en dos sub-clases ; los de la
primera los son mediatos , coagulan después de absorbidos; tales son,
por ejemplo, el alcohol débil , la infusión del centeno atizonado , la de la
sabina , el jugo de las ortigas, y otros ; los de la otra coagulan antes de
ser absorbidos y se disuelven á beneficio de las bases ó de los cloruros
alcalinos. Tales son los metaloídeos, ácidos minerales y vegetales, la
creosota, el aceite de crotontiglio , y algunos óxidos metálicos, como los
de antimonio , que son disueltos luego por las bases alcalinas, y la mayor
parte de sales metálicas que lo son en los cloruros.
La otra clase de venenos de este primer grupo está formada por las sa-
les que no coagulan, ni antes, ni después de haber sido absorbidas, pero
que son susceptibles de descomponerse bajo la acción de los elementos
inorgánicos de la sangre con producción de un compuesto salino insolu-
ble; tales son las sales de cal, de estronciana y de barita. Todos estos
compuestos, introducidos en alta dósis en la circulación general, dan
lugar á carbonatas, sulfatos y fosfatos terrosos insolubles, cuya presen-
cia fortuita en la sangre produce, obstruyendo los vasos capilares, una
perturbación circulatoria suficientemente notable para explicar su mal-
hechora acción.
Constituyen , según Mialhe , los venenos comprendidos en el segundo
modo de obrar todas las sustancias tóxicas que obran sobre el suero de
Sififa6 Nidificando la albúmina que contiene dicho humor. En agosto
ae 1843 , se dió en la Academia de ciencias cuenta de esta doctrina del
autor, y un hábil experimentalista , M. Poisseuille, demostró, en efecto,
- m -
que en los animales vivos el acetato de amoníaco , los nitratos de potasa
y amoníaco, los yoduro y bromuro potásicos y antimónicos, compuestos
que pertenecen á la clase de los fluidificantes , facilitan la circulación ca-
pilar ; mientras que otras sustancias , tales como el alcohol , el ácido sul-
fúrico y otros pertenecientes á los coagulantes, la retardan.
La mayor parte de las sustancias que tienen el tercer modo de obrar,
obran apoderándose del oxígeno contenido en la sangre, y la falta de
hematosis ó de oxigenación da lugar á la asfixia y á la muerte ; así es
como se conducen los aceites esenciales , el ácido sulfhídrico , ó hidró-
'geno sulfurado. Otros producen la muerte inmediata, impidiendo súbita-
mente la hematosis por un fenómeno todavía mal apreciado y que se re-
fiere á la fuerza catalítica. Probablemente, tal es la acción del ácido
prúsico; por lómenos, nos permiten pensar así las investigaciones de
M. Millón, puesto que, en efecto, este químico ha hecho constar que
ciertas materias orgánicas , sobre las cuales ejerce el ácido yódico una
acción oxidante de las mas enérgicas, cesan inmediatamente de ser accesi-
bles á la acción descomponente de ese compuesto yódico, cuando inter-
viene en la reacción la mas pequeña proporción de ácido prúsico.
Por último , pertenece á los que ejercen la acción del cuarto modo , el
virus rabífico, el veneno de la culebra de cascabel, etc. No hay ninguna
duda para Mialhe acerca de que estos virus obran sobre la economía á la
manera de los fermentos; no hay duda , que sus productos morbosos se
conducen con los elementos orgánicos de la sangre, como lo hace la si-
naptasa sobre la amigdalina , "la diástasa sobre el almidón, etc. Y la
prueba que la acción de los virus es enteramente análoga á la de los fer-
mentos, está en que todos los agentes medicinales que anulan la acción
específica de los virus , son precisamente los que destruyen mas fácil-
mente la acción específica de los fermentos; tales son el calor, los ácidos
fuertes, los álcalis cáusticos. Acaso se objete que dos sustancias quími-
cas que, impidiendo mas completamente el desarrollo de toda especie de
fermentación, el tanino y la creosota, no están contadas en el número
délos anticontagiosos. Mas esta objeción carece de fuerza, porquede
seguro que el tanino y la creosota obrarían infaliblemente sobre toaos los
géneros de virus , como obran sobre toda especie de fermento.
Tales son las doctrinas de Mialhe , las que acaba de poner mas en re-
lieve diciendo que, en resúmen, los medicamentos y venenos obran
siempre inmediatamente, y á menudo, únicamente sobre la sangre; solo se
produce su acción terapéutica ó tóxica imprimiendo á dicho líquido or-
gánico, á este vehículo de la vida, modificaciones químicas mas ó menos
profundas (*).
Las ideas de Mialhe son aceptables en su gran parte , pero modificán-
dolas un tanto , ó por mejor decir, haciendo que comprendan todos los
hechos y de un modo cabal.
No sé necesita examinar muy atentamente los diferentes modos de
obrar que da á los venenos , para ver que su idea principal es que , si-
quiera cada grupo de venenos obre de diferente manera, todos tienen de
común que obran sobre la sangre. En otros Varios pasajes de la misma
obra , ya dice también que solo es activo lo solubte y absorbido (2).
Es ocioso que volvamos á descender á pruebas y pormenores para de-
(*) Obr. cit., p. CCXCVII1 y sig.
{») Obr, c¡l. , p. XXII, CCXLVIII y otras.
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t pste error, puesto que no solo le hemos demostrado al estudiar
1 modo de obrar de los venenos y sus diferentes efectos, sino también
al refutar la propia doctrina profesada por Órfila y sus secuaces.
Es una verdad notoria que los venenos disueltos por el agua ó alguno
de los disolventes químicos de la economía , pasan á la masa de la san
^re , y allí desplegan su acción de diferentes modos, tanto sobre los ele-
mentos de este humor, como sobre los de los tejidos de los órganos á
donde la circulación -transporta las combinaciones venenosas, masó
menos alteradas ya por el contacto con la sangre. Siempre hemos reco-
nocido este hecho , tan probado y evidente , al cual se debe la mayo- '
ría inmensa de cuadros sintomáticos de toda intoxicación , en especial
en cuanto á los fenómenos generales , tanto químicos como fisioló-
gicos.
Sin embargo , eso no quita la acción local de los venenos, ni la pro-
ducción de efectos químicos y fisiológicos locales también, ni la de los
generales que pueden seguirse y se siguen á menudo en la mayor parte,
por no decir en todas las intoxicaciones.
Por lo tanto , si Mialhe ha tenido en su idea suprimir esta acción local,
siempre la primera en una infinidad, en la mayoría de los venenos , hasta
en cuanto al cuadro de síntomas que mas los caracteriza y que produ-
cen la muerte, no podemos participar de su opinión. Le creemos en
el error, porque los hechos desmienten su teoría.
Dejando esto aparte, suponiendo que no niega la acción local y la
posibilidad de las intoxicaciones , siquiera no haya absorción del veneno
que las haya producido , todavía nos ofrece la clasificación que ha hecho,
algunos fundamentos para la crítica. Le seguiremos por partes , anali-
zando cada uno de los cuatro modos de obrar sobre la sangre que con-
cede á los medicamentos y venenos; pero antes observarémos que Mialhe,
para los dos primeros modos, 'toma una base, y otra para los dos últimos.
Respecto de aquellos , se fija en un fenómeno fisiológico debido á otro
físico, que es consecuencia de otro químico.
Detener la circulación , hé aquí el fenómeno fisiológico. ¿A qué se
debe ? A que los venenos de esta clase obstruyen los capilares , no dejan
circular la albúmina coagulada. Hé aquí el fenómeno físico. ¿A qué se
debe este? A que el veneno, combinándose, da lugar á compuestos inso-
lubles (coágulos, precipitados). Hé aquí el fenómeno químico.
Resulta , pues, que la primera clase descansa en una base fisiológica,
en un efecto mediato, indirecto , mecánico, debido á uno químico.
Otro tanto podemos decir del segundo modo en sentido inverso ; el fe-
nómeno químico da mas fluidez. Hé aquí el físico : este facilita el curso
de la sangre. Hé aquí el fisiológico : en él descansa la clasificación de los
venenos de este modo de obrar.
Para estos dos primeros modos , por lo tanto , ha tomado por base un
hecho fisiológico.
Respecto de los otros dos modos , la base es química; impiden las reac-
ciones químicas que pueden formarse en la sangre; provocan reaccio--
lies químicas anormales.
Para estos dos últimos modos, pues , ha tomado otra base.
¿Es metódico fundar una clasificación en dos bases tan diferentes? Es
lógico buscar para unos modos fenómenos fisiológicos , indirectos , me-
diatos , y para otros los químicos , los inmediatos , los directos ?
Hay más: ¿acaso de las combinaciones químicas que los venenos del
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tercer modo impiden y de las que producen los del cuarto, no se sigue,
no puede seguirse que retarden ó aceleren la circulación?
Los anestésicos , ciertos gases que impiden la reacción química del
oxígeno , son de la tercera clase ; retardan la circulación , son , pues , de
la primera.
Los arsenicales no coagulan, fluidifican, y sus combinaciones son anor-
males ; son , pues , de la cuarta por esto , y por aquello , de la segunda.
Hé aquí defectos notables que echan abajo toda clasificación como
obra lógica y metódica.
Hemos probado que la buena clasificación del modo de obrar de los
venenos no debe tener mas base que la acción química , por ser la pri-
mitiva, la directa, la inmediata ; de consiguiente, en aquella no debe
figurar otra.
Dejando ya estos dos defectos capilares de la clasificación de Mialhe,
examinemos cada uno de los modos que admite.
1 .er modo.— Es un hecho que hay venenos que tienen por resultado
de su acción química suscitar estorbos á la circulación, porque quitan á
la sangre su fluidez , la tenuidad que necesita para correr por lo-s capila-
res; mas, como lo hemos dicho, esto es mediato, es un hecho fisiológico,
una perturbación de función debida á un hecho físico que á su vez se
debe á otro químico , y habiendo venenos de las clases tercera y cuarta
capaces de hacer otro tanto , la diferencia desaparece , el modo como
clase está mal fundado.
2. * modo. — Podemos hacer análogas reflexiones; está inmotivado.
3. er modo.— En este grupo Mialhe no abraza todos los hechos. Además
de impedir la hematosis , por apoderárselos venenos del oxígeno respi-
rado, hay un hecho igual , como fisiológico, debido á otras reacciones
químicas y acciones físicas.
La hematosis se impide también , verificándose combinaciones con los
venenos y principios protéicos de la sangre y otros , que ya no ceden á
la acción del oxígeno; se impide por último,' por una acción pura de en-
dósmosis, física, por desalojamiento de oxígeno á la presencia de otro
gas , ó por oposición á que penetre aquel en el torrente circulatorio.
De consiguiente , si admitimos venenos que obran impidiendo la he-
matosis por combinarse con el oxígeno, y por una acción catalítica que
impide la oxigenación , debemos admitir lo que nos indica Mialhe, la
falta de hematosis: l.° por combinaciones debidas á la acción química del
veneno sobre ciertos principios que los vuelven inoxigenabies ; y 2.° por
desalojamiento de oxígeno ú oposición á que entre en la sangre.
4. ° modo.— En este grupo están los que dan lugar á reacciones quími-
cas anormales, y le forman los fermentativos.
Sí, es verdad; anormales son esas reacciones; mas, ¿acaso no lo son
también las de los venenos no fermentativos , las de los minerales, vege-
tales y animales , que obran de otro modo? El carácter que les da Mialhe
es vago , no clasifica , no distingue, no establece las debidas diferencias.
Por todas estas razones que, deseosos de concluir este trabajo crítico,
analítico, no hacemos mas que apuntar, no creemos que deba adoptarse
la clasificación de Mialhe , tal como la presenta.
Ahora bien ; si cuantas clasificaciones hasta aquí examinadas adolecen
de notables defectos que las hacen inadmisibles como buena doctrina,
¿cuál adoptarémos? ¿Acaso no se pueden clasificar los modos de obrar
de los venenos ?
— 330 —
\ esta pregunta contestaré, si se conocen todos los modos Químicos a*
obrar de las sustancias venenosas. Ya hemos visto que no pero cono™
mos algunos ; pues consignemos estos , y atengámonos á ellos , que es lñ
que el estado actual de la ciencia nos permite. El tiempo se encardará 1
perfeccionar este trabmo. Mas , al consignar los conocidos al claatar
los, procedamos con üiétodo y con lógica. No involucremos hechos • fiM
3o°s ceo"n otros® qUe n°8 SerVlr de g“ia' y n0 ”»*«***£ uZ¡
Fiel á estos principios filosóficos, hé aquí lo que yo creo que puede
hoy día establecerse en punto á los modos de obrar d¿ los venenos nar-
tien o siempre del principio que ese modo es químico, que es general y
local , y que asi se ejerce sobre los líquidos como sobre los sólidos ó lo
que es lo mismo , que así se ejerce sobre los principios de la sangre’como
sobre los de los tejidos.
Los venenos obran químicamente de varios modos :
1. ° Combinándose con los principios inmediatos de los tejidos vía
sangre. J J
2. ° Impidiendo las combinaciones naturales de los principios inmedia-
tos de los tejidos y la sangre con el oxígeno respirado, y entre sí.
3. ° Provocando metamorfosis y fermentaciones.
Examínense con detención todos los hechos bien conocidos, y se verá
que en todo caso de intoxicación hay siempre uno de estos tres hechos
radicales por lo menos.
Una combinación anormal que altera las condiciones de los principios
inmediatos, es un hecho radicalmente diferente de una negación de com-
binaciones, y uno y otro lo son de metamorfosis y fermentaciones incom-
patibles con los actos funcionales de la vida sana.
Cada uno, pues, es una buena base para tomarlos como modos dife-
rentes de obrar químicamente las sustancias venenosas.
Establecidos estos tres modos radicales , hay que ver si cada uno tiene
subdivisiones; si cada uno obra de un solo modo ó de varios modos, ó
mejor, si el hecho clásico característico se realiza del mismo modo por
todos los venenos que dan lugar á él en último resultado.
l.er modo. —Las combinaciones de los venenos que obran de este modo,
pueden ejercerse:
1. ° Sobre los principios protéicos de los sólidos y líquidos.
2. ° Sobre el oxígeno.
3. ° Sobre otros principios inmediatos.
Unas son insolubles, otras solubles. . . ...
Las insoíubles lo son in loco , en los tejidos, pudiendo adquirir solubi-
lidad reaccionando sobre ellos los disolventes de la economía, ó íen, en
cuanto llegan á la masa de la sangre. Mos primeros "
guiantes; á los segundos los que precipitan por los álcalis ó los ácidos
naturales 6 de la misma economía. . nAC:uiM ias as;_
Combinándose con los principios protéicos, hac p salud,
milaciones y desasimilaciones, en cuyo juego consiste s oxigenación
Combinándose con el oxígeno, se oponen á la hematosis u oxigenación
dec:SmKLt§l°se corita" principios , hacen una cosa análoga que
C°2.-°mE-CLo¡ gases y cuerpos volátiles que
los cuerpos de acción catalítica que se oponen á las comb
- 331 -
rales del oxígeno <5 de los demás principios entre sí , y á sus metamórfo-
sis. constituyen dos grupos verdaderos de esta clase.
§.er modo. — Las metamórfosis y fermentaciones que provocan los vene-
nos de este grupo son varias.
l.° Por acción catalítica, por contacto , sin tomar parte en la combi-
nación.
• 2.° Tomando parte en ella.
Unas y otras tal vez (no nos atrevemos á afirmarlo rotundamente, por-
que es lo menos conocido) pueden hacerlo :
1 . ° Reproduciendo el agente tóxico.
2. ° Sin reproducirle.
Los virus son de la primera clase, los miasmas, los humores de los ani-
males ponzoñosos y las sustancias putrefactas, de la segunda.
Hé aquí, en mi concepto, el esbozo que en el estado actual de la cien-
cia puede hacerse. Ir mas allá seria aventurado, no conociéndose el modo
de obrar químico de todos los venenos. Esperemos.
De estos tres modos radicales y primitivos de obrar , y de los diversos
modos como cada uno se realiza , se siguen coágulos, precipitados, diso-
luciones, destrucción de tejido, etc. , y. á consecuencia de estos fenóme-
nos, otros fisiológicos , locales y generales, que constituyen la facies espe-
cial de cada intoxicación , bajo el punto de vista sintomático.
Tal es mi modo de ver en esta importante y espinosa cuestión. No le
comento, no me extiendo más, porque todo lo que pudiera decir no ven-
dría á ser mas que una explanación de las consideraciones en que he en-
trado , durante la análisis crítica de las demás clasificaciones. Por lo
tanto, doy por concluido este punto , aunque no será, sin decir antes dos
palabras sobre lo que escribe el doctor Ferreira Macedo Pinto, acerca de
m> doctrina. Aquí como en otras partes, el ilustrado escritor portugués
se limita á contrariar á secas, sin dar razón ni prueba alguna. Dice , que
contra mi modo de ver, se me pueden dirigir las mismas objeciones que
hago á Robin v Mialhe; que mi clasificación adolece de los mismos defec-
tos que la de Orfila y Devergie ; que no demuestro que sea química la ac-
ción primaria de los venenos , y que tengo resabios de la vieja yatroqui-
mia. Lo único que apunta como razón , es que, así como una impresión
moral perturba la hematosis, afectando antes los centros nerviosos; así
pueden hacerlo los venenos. Por último, me pregunta por qué no incluyo
la acción vital.
Cuando afirmo ó niego algo , mi costumbre es dar razones y pruebas;
nunca pongo en la balanza del juicio el solo peso de mi si ó de mi no per-
sonal. De consiguiente, quien rae combata ó contradiga, que haga otro
tanto. Me considero dispensado de replicar ó contestar á quien se con-
tenta con negar ó afirmar á secas lo que yo afirmo ó niego demostrán-
dolo. Mientras no se destruyan mis razones, pruebas ó argumentos, los
hechos en que me fundo, quedan en pié, y no necesito reproducirlas para
tener razón.
Queme llame el señor Ferreira vatroquímico , lo siento; no por mí,
sino por él , que así se deja llevar de la rutina que tiene por mejor, va-
lerse de una frase, que descender al estudio. Quien conoce la química
de nuestros dias y sus aplicaciones á la fisiología, patología, terapéutica
V toxicología, no habla de resabios de yatroquimia ; eso solo lo dice quien
ignora lo que era aquello y lo que es eso. Y como creo que el señor Fer-
reira conoce lo uno y lo otro, extraño y siento por él que se valga del
— 332 —
lenguaje propio de los que ignoran lo que fue la quemiatría y lo que es
la anímica de nuestros días y su aplicación á las ciencias biológicas.
La pregunta sobre por qué no admito una acción vital , es cándida,
después de lo que he dicho del vitalismo y de las fuerzas vitales , y de las
pruebas de hecho que he dado sobre los efectos , no solo primitivos, sino
únicos de la acción química de los venenos. Preguntar , no es combatir
ni razonar.
Una impresión moral puede muy bien perturbar, no la hematosis, sino
las funciones que ella necesita , empezando por los centros nerviosos , sin
que por eso sea lógico deducir que otro tanto hagan los venenos. Tan
ilógico es eso, como lo seria pretender que una bala que atraviesa los pul-
mones empieza á obrar , atacando los centros cerebrales de donde viene
el movimiento respiratorio, y luego se sigue el desgarro del parénquima,
la hemorragia , la falta de respiración y la muerte. 'Si porque en ese caso
la acción es física ó traumática, no hay nadie que pretenda tal absurdo;
no sé por qué ha de haber quien lo pretenda, siendo la acción química..
Está probado hasta la última evidencia, que los mismos venenos que mas
afectan el sistema nervioso, son impotentes puestos en contacto con los
centros nerviosos; de consiguiente, salimos con que primero afectan esos
centros que la sangre y los principios inmediatos de los tejidos, es em-
peñarse en cerrar los ojos á la evidencia y en marchar contra lo que ar-
roja la experimentación. Suponer por otra parte que solo es vital la ac-
ción del sistema nervioso, que no lo es en igual grado la de una granula-
ción, una celdilla , y la de los elementos orgánicos y principios inmedia-
tos, es desconocer completamente los fundamentos déla biología. ¿Cuándo
dejarán los vitalistas ese error craso en que viven , de que el represen-
tante protótipo de la vida es la celdilla nerviosa?
£ VII.— De las circunstancias que modifican la acción de los venenos,
El punto de que vamos á tratar en este párrafo es importantísimo en la
práctica, y debemos ocuparnos detenidamente en él , para que la& nocio-
nes hasta aquí adquiridas sobre la acción de los venenos, no nos conduz-
can al error ó no nos dejen apreciar debidamente ciertos resultados prác-
ticos, que á primera vista han de parecer contrarios á los principios es-
tablecidos, sino nos hacemos cargo de las modificaciones que pueden
producir en la acción de los venenos en general ciertas circunstancias.
La acción de todo agente rara vez, por no decir ninguna , es absoluta;
siempre necesita de ciertas condiciones para que la desplegue, y según
cuáles sean estas , ya en naturaleza , ya en número , ya en intensidad de
influencia, el resultado es ó puede ser muy diverso.
Ocasiones hay en la práctica, en las que se da á ciertos sugetos una ó
mas sustancias venenosas con el objeto de atentar contra sus dias , y sin
embargo , no muere, y acaso ni se le trastorna la salud , sin que eso de-
penda de la voluntad <lel que ha querido inmolarle.
En otros sucede todo lo contrario. Se toman ó se dan ciertas sustan-
cias creídas inofensivas, que lo son por lo común, y sin embargo , resul-
tan intoxicaciones mas ó menos graves , sin haber habido por parte de
nadie la menor intención de envenenar.
Basta la simple indicación de la posibilidad y hasta frecuencia de esos
dos órdenes de hechos , para comprender la importancia teórica y prác-
tica del asunto que nos ocupa. •
m -
Si no tuviéramos en cuenta la influencia notable que pueden ejercer
ciertas circunstancias para neutralizar la acción tóxica de ciertos agen-
tes, ó convertir en venenos sustancias inofensivas de suyo ó medicinales,
tan pronto podría un criminal eludir el justo castigo de sus delincuentes
y depravadas intenciones , llevadas ya á la ejecución ; tan pronto podría
hallarse comprometida una persona inocente é incapaz de atentar contra
les dias de su prójimo. Los médicos, sobre todo, estarían mas expuestos
á esta desgracia. Algunos que la han sufrido , han debido semejantes sin-
sabores al olvido de la influencia que pueden ejercer ciertas circunstan-
cias en la acción de ciertos cuerpos.
Vamos , pues , á tratar de este importante punto, haciéndonos cargo:
1.* de todas aquellas circunstancias á las que se ha atribuido mas ó me-
nos influencia en la acción de los venenos , medicamentos y otros cuer-
pos; y 2.° de hasta qué punto se ejerce esa influencia, ó lo que es lo
mismo, qué hay de verdad y práctico en ello, y á qué clase de sustancias
es mas aplicable esa influencia.
Las circunstancias que se hallan en este caso son las siguientes :
1. * La naturaleza del veneno.
2. a La cantidad á que se toma.
3. a El estado en que se da.
4. a El vehículo con que se administra.
0. a Su asociación con otras sustancias.
6. * La cantidad de agua que se ingiera en el acto , ó poco después.
7. a El lugar donde se aplica.
8. a El tiempo que permanece en contacto.
9. a El estado de la piel , si se aplica al exterior.
10. El de vacuidad ó plenitud de las vías digestivas.
11. La facilidad ó dificultad de vomitar.
12. El régimen que se sigue.
13. El estado de salud ó enfermedad.
14. El hábito.
18. La idiosincrasia.
16. La edad.
17. La especie del animal.
18. El volumen del animal.
19. La sensibilidad.
20. El sueño.
21. El clima.
Hé aquí las principales circunstancias que merecen comentarios.
Examinémoslas una por una, según el órden indicado.
1. a Naturaleza del veneno. — flay agentes de acción tan enérgica que
casi es absoluta ; en todas las circunstancias casi producen lo mismo, por-
que nada alcanza á modificársela.
Los venenos cáusticos , por ejemplo , son de esta espacie. Hay pocas
circunstancias que puedan modificarlos. Los de acción química muy
enérgica se hallan en igual caso; los que impiden la hematosis, también
pueden figurar en esta línea , ora se combinen con el oxígeno, ora con
grandes cantidades de principios protéicos , ora obren por acción catalí-
tica. Todos los gases, siquiera no sean deletéreos, y cuerpos volátiles,
los estrícneos, las materias putrefactas, los virus, los venenos de los ani-
males ponzoñosos , se dejan modificar por pocas circunstancias. De suerte
que todo lo que vamos á decir de estos, jamás podrá entenderse de to-
Hn* nnrniip según la naturaleza del veneno , en igualdad de las demás
rirpníSaneias ti para unos son aplicables, no lo serán para otros.;
^ La cantidad .—Seria una trivialidad ocuparnos en decir quedos
pfpctos de ios venenos están en razón directa de la cantidad á que se
dan Con saber que la cantidad es lo que comunmente establece la di-
ferencia de efectos entre ciertos medicamentos y ciertos venenos muchas
veces, basta para estar convencido de esa relación que existe entre los
mayores efectos de una sustancia venenosa y su cantidad mayor. No va-
mos, pues, á comentar esta circunstancia bajo este punto de vista. Las
modificaciones debidas á la cantidad del veneno en que vamos á ocupar-
nos, se refieren á esas diferencias de acción que resultan dando cantida-
des diferentes, aun siendo todas venenosas. Él ácido arsenioso, á la dósis
en que ordinariamente es veneno, produce los síntomas que le son pro-
pios y que veremos á su tiempo ; tomado sólido , en polvo y en grande
cantidad, á veces no produce síntoma alguno: pasa el sugeto algunos
minutos sin sentir nada mas que cierto desfallecimiento, y de repente
hay un estallido , una congoja horrible y espira con rapidez. El tártaro
emético en poca cantidad provoca el vómito ; en mayor cantidad, obra
como sedativo , contraestimulante ó diurético. El proto-cloruro de mer-
curio, en grande cantidad purga, en poca, sufre. las transformaciones que
hemos dicho , y puede pasar á ser bicloruro.
Orfila dice , que tomando tres sugetos sublimado corrosivo en cantida-
des diferentes , hay cuadros sintomáticos diversos.
En su Conspeclus medicina} legalis , Sikora refiere un caso que pertenece
en parte á este comentario. Un hombre envenenó á su mujer con arsé-
nico : mientras la infeliz estaba sufriendo sus efectos , para acabar con
ella mas pronto , el desalmado marido le añadió otra dosis en un vaso
de tisana que ella pidió ; esta nueva cantidad de veneno disipó todos los
síntomas , fue contraveneno de la primera. De algunos hechos de esta
naturaleza tendría noticia Zachías cuando proponía esta cuestión : an ve-
nenum veneno resistat , respondiendo afirmativamente y suponiendo que
hay antipatías entre ciertos venenos.
Sin embargo, guardémonos de creer en la frecuencia de semejantes
hechos. Lo común es que nueva cantidad de veneno, sobre todo siendo
el mismo, agrava la situación del envenenado y precipita el desenlace de
la catástrofe. Si otro le neutraliza, °se concibe cómo puede no envenenar.
Casos como los de Sikora y Zachías no pueden servir de guía : en pri-
mer lugar, porque no tienen el grado de certeza que se necesita ; en se-
gundo lugar, porque son excepciones, y no depende la diferencia de
efectos de que la nueva cantidad neutralice la acción de la primera,
como parece admitirlo Zachías.
Si un sugeto toma poca cantidad de proto-cloruro de mercurio , y em-
pezando á transformarse en sublimado , hay síntomas de intoxicación,
dando mas calomelanos cesarán, porque cesará la transformación en
deuto-cloruro por las razones que en otro lugar hemos dicho.
Análoga explicación podemos dar á cualquier caso por el estilo. Si , á
beneficio de algún agente reactivo de la economía , ciertas sustancias em-
piezan á obrar, dando una cantidad mayor ó nueva, se puede modificar
la acción de esos reactivos , y cesar, de consiguiente, la acción tóxica.
Dad una cantidad de una sal metálica ó de un óxido que para intoxi-
car necesite ser disuelto por los ácidos , por ejemplo , de la economía;
dada esa cantidad, la acción empieza; aumentándola, puede cesar, porque
- 335 -
repartido el ácido de la economía que transformaba la sal en otra solu-
ble , no oxida tanto , no salifica , cesa de formarse el compuesto soluble.
Así es como se explica y comprende qué dósis fuertes de ciertas sales
metálicas y otros cuerpos, insolubles en el agua, solubles en los ácidos,
álcalis y cloruros alcalinos , son inertes ; al paso que son muy activas á
dósis mucho menores.
Los casos del ácido arsenioso están mal presentados. La diferencia es
debida al estado y no á la cantidad. Dése aisuelto y no sucederá nada de
eso. Dado sólido , no obra todo ; solo obra la porción que se disuelve , y
casos puede haber que no se disuelva nada. Devergie cita un caso refe-
rido por Dupuylren de una jóven, en la cual se le halló en el estómago un
pedazo de arsénico enquistado.
Que el tártaro emético, según la cantidad, produzca síntomas dife-
rentes, se explica perfectamente; no es ningún misterio, ni invalida la
regla general ; á mayor cantidad, mas efectos. A pequeña cantidad, es
transformado en cloruro de antimonio por el ácido clorhídrico del estó-
mago , cuyo compuesto obra sobre las paredes estomacales , las irrita y
las hace contraer. En mayor cantidad el ácido clorhídrico no es bastante
para convertir la sal antimonial en cloruro; es absorbida y formándose
allí un precipitado insoluble retarda la circulación , tanto mas , cuanto
mas pasa al torrente circulatorio. Hé aquí por qué en alta dósis es anti-
flogístico ó hipoesténico , porque hay menos oxidación de sangre.
Siempre, pues, que dando cantidades diferentes de una sustancia no
se produzcan resultados proporcionados á ellas, búsquese la explicación
por otro lado, no porque falte la ley, á mayor cantidad, mayor efecto, en
igualdad de las demás circunstancias.
3. a Estado.— No es indiferente para la acción de los venenos el estado
á que se dan. Los venenos gaseosos son altamente ejecutivos y casi siem-
pre mortales ; la rapidez con que matan aleja toda ocasión de oponerles
sus contravenenos y antídotos, ó la de medicar á los infelices envenena-
dos. Después de los venenos gaseosos, los líquidos ó los sólidos en diso-
lución son , en igualdad de circunstancias , los que le siguen en mayor
energía; per último, vienen los sólidos no disueltos, y mas aun los inso-
lubles, pues son inabsorbibles. Con esto solo ya se advierte la influencia
que tiene el estado de los venenos sobre su acción. Pero hay más: tó-
mese un mismo veneno ; el opio , ó el arsénico , etc. El opio sólido obra
con menos rapidez y actividad ; el arsénico sólido produce un cuadro de
síntomas diferente; el alcanfor sólido inflama y quema; disuelto, provoca
el tétanos. Por regla general puede establecerse que en estado sólido los
venenos son menos ejecutivos, ya obren por absorción, ya por contacto;
si por absorción, porque ya hemos visto que solo es absorbido lo disuel-
to; si por contacto , porque la superficie de acción es menos extensa ; de
suerte que si, dadas en estado sólido ciertas sustancias venenosas, produ-
cen gran resultado , es porque para darlas en este estado es preciso que
sea en grande cantidad , y esta suple las desventajas del estado ó de ser
sólidas. Con todo , no olvidemos que para obrar es siempre necesaria
la disolución, lo cual equivale á decir que sólidos no obran como ve-
nenos.
4. a El vehículo. — Los venenos son susceptibles de combinaciones quí-
micas : si el vehículo con que se dan contiene principios que puedan com-
binarse con ellos , es evidente que su acción no solo podrá ser modifi-
cada, sino del todo destruida. Dése el tártaro estibiado con un cocimiento
336 —
de quina, el sublimado corrosivo con sulfuro de hierro, y estas sustancias
no serán ya venenosas.
g » ¿sociaáon con otras sustancias.— Esta circunstancia se da mucho la
mano con Ja del vehículo, sobre todo cuando este no es inerte.
En la medicina práctica es muy común asociar los medicamentos, y se-
eun cuales sean estos ó su actividad química , pueden dar resultados di-
ferentes, los cuales, en suma , vienen á reducirse á uno de los tres casos
siguientes
1. ° O cada uno de los medicamentos ó materias obra por sí , como si
no estuviera mezclada;
2. ° O bien la una aumenta la actividad de la otra;
3. ° O por último, la actividad de las unas se disminuye con la presen-
cia de otras.
Respecto del primer caso , podemos decir que todos los cuerpos solu-
bles , medicamentos ó venenos , en cuanto se ponen en esfera de activi-
dad, entran en acción recíproca y se truecan sus elementos.
Si su ácido ó su base , si sus elementos positivos ó negativos son dife-
rentes en naturaleza y en acción química ó fisiológica , podrán resultar
efectos del segundo y tercer caso;; mas si no son diferentes , resultan del
primero. Una mezcla , por ejemplo , de sulfato de potasa con el de sosa y
el de magnesia á dósis purgante ó tóxica producirá un efecto que podrá
tomarse como la suma de esas tres sales, porque cada una obrará como si
se hubiese administrado sola. La mudanza de sus ácidos y sus bases en
nada influye respecto de la acción química fisiológica , por ser todas de
la misma naturaleza con mas ó menos energía.
Otro tanto podemos decir de los sulfatos , cloruros y demás sales solu-
bles de quinina y cinconina, y por la misma razón.
Otro tanto , en fin , dirómos de una mezcla de catecú y de ratania en
•polvo , siempre en estos , y otros análogos casos; el resultado es la suma-
de la acción de cada sustancia ; cada cual obra como si estuviera sola,
porque en nada le modifican las demás.
Pero si del trueque de elementos resultan cuerpos de naturaleza y ac-
ción diferente , si se forman cuerpos solubles é insolubles , entonces ya
estamos en el segundo ó tercer caso. La acción de cada uno se modifica
por su asociación.
Así, por ejemplo, si se dan dos sales solubles, el cloruro de sodio y el
deuto-nitrato de mercurio, habrá formación de nitrato de sosa y biclo-
ruro de mercurio; la acción, por lo tanto, será modificada.
Si se dan calomelanos y cloruro amónico ó ácido clorhídrico , habrá
formación de sublimado, etc.
Otro tanto podrá suceder si la mezcla es de elementos al estado natu-
ral ó de gran fuerza química.
Entre las sustancias orgánicas es igualmente común este hecho. Ya
llevamos dicho en otra parte que la amigdalina y la emulsina , con un
ácido , no dan lugar á efecto alguno ; mas solas , y si no hay ácido en el
estómago , ó no basta para neutralizar toda la emulsina ó sinaptasa , dan
lugar al ácido cianhídrico y al aceite esencial de almendras amargas, y
de consiguiente, á venenos de terrible acción.
La mirosina y el mironato de potasa , que contiene la mostaza negra,
forman con el agua el aceite esencial de mostaza.
Es muy posible que esos no sean los únicos hechos. Ha habido casos
de intoxicación por alimentos recalentados varias veces en poco tiempo,
- 337 ~
sin que se haya podido explicar por formación de cuerpos venenosos de-
bidos á ios utensilios de cocina ni á otras causas. ¿Se formarán con ellos
combinaciones tóxicas por un medio análogo al de la amigdalina y emul-
sina , mirosina y mironato de potasa y agua? No hay ningún fundamento
sólido para volverlo imposible; al contrario, la analogía nos conduce á
sospecharlo. Por lo tanto, es posible que haya algunas intoxicaciones
hasta ahora no conocidas , y que se hallen entre los casos de muertes
rápidas inexplicables; lo cual, si es un aviso que no debe despreciarse
entre farmacéuticos y médicos, para que no mezclen sustancias orgáni-
cas , cuya mezcla no haya probado la experiencia ser inofensiva , lo es
también para que los toxicólogos comprendan la naturaleza del hecho en
los casos de muerte rápida inexplicable por las causas ordinarias y por
la acción de venenos conocidos.
Respecto de los hechos del segundo caso , es mas frecuente. Hay mu-
chas sustancias que avivan la acción de otras, ya porque les dan mas so-
lubilidad, ya porque forman terceros mas enérgicos. La magnesia y el
ácido oxálico son de estas últimas. Los ácidos con los óxidos ó sales in-
solubles, son de las primeras. Otro tanto dirémos de las sales, álcalis y
cloruros de esta clase con ciertos cuerpos insolubles en los ácidos , pero
solubles en los álcalis.
Es muy común ver que la resina de escamonea, por ejemplo, y el aceite
de almendras dulces aumenten recíprocamente la acción purgante, y de
consiguiente la acción tóxica de esta ciase.
La acción purgante de las resinas y de los aceites , se aumenta también
con la magnesia calcinada , cuyo purgante se aviva al par con aquellos.
Valismieri y Bretonneau, de Tours, han probado clínicamente que aso-
ciando ciertos purgantes á pequeña dosis con los calomelanos ó la jalapa,
se obtiene un efecto mayor que dándolos separados y á mayor dosis.
Pues bien; en todos estos casos y otros análogos, la mayor acción re-
sulta probablemente de que, para obrar, cada una de esas sustancias ne-
cesita un disolvente químico diferente , y si el uno agota uno, hay otro
para el otro, y así los dos sufren la disolución , y el efecto de conjunto
es de mayor suma.
Los álcalis intestinales disuelven mejor la resina de escamonea diluida
por el aceite de almendras dulces que sola.
La magnesia calcinada satura los ácidos del estómago ; sin esto serian
arrastrados por los aceites y resinas , é irian á saturar los álcalis intesti-
nales sin producir efecto medicinal , porque los álcalis , así saturados, no
podrían obrar sobre los purgantes orgánicos.
Por último, necesitando de un disolvente especial la mayor parte de
las sustancias purgantes, siempre que se asocian dos ó mas que no sean
disueltas por el mismo cuerpo, cada una se disuelve por el suyo sin ago-
tar la otra, y ambas quedan mas activas , la acción medicinal es llevada
al máximo.
La jalapa , por ejemplo, se disuelve con la acción de los álcalis, los
calomelanos con la de los cloruros alcalinos. Si dais una gran dósis de
calomelanos y se agota el cloruro alcalino intestinal , lo restante no di-
suelto no hace efecto. Otro tanto diré de la jalapa ; si el álcali intestinal
no alcanza á disolverla toda, lo que resta queda inerte.
Pues dad dósis menores de cada uno asociándolos ; el cloruro alcalino
disuelve los calomelanos; el álcali , la jalapa, todo queda disuelto; no
resta nada por disolver ; el efecto, pues , es mayor, siquiera la dósis de
ÍOX1COLOGIA.— Zl
— 838 —
cada sustancia sea menor que la dada sola ; hay una suma de actividades
nue si separadas no igualan ai de una dósis mayor de cada medicamento,
lk igualan d sobrepujan reunidas.
jíJ),, ultimo, respecto de los hechos del tercer caso, podemos decir que
son tan frecuentes como los del segundo, ó pueden serlo mucho más.
Es una ley constante que , de la mezcla de sustancias ó de su contacto,
resultan nuevos cuerpos dotados de propiedades diferentes, y que de in-
solubles pasan á solubles , y vice-versa. Lo es también que muchas se
neutralizan mutuamente.
Independientemente de la acción modificadora que pueden ejercer las
unas sobre las otras , hay que advertir la que pueden ejercer sobre los
disolventes de la economía.
A. veces dos sustancias son disuellas en su totalidad por los jugos gás-
tricos ; así sucede , por ejemplo, con los alcaloideos , quinina y cinconina,
los carbonatos de cal y magnesia , óxidos de hierro y zinc á pequeña dó-
sis, etc.
Otras solo se disuelven la una en totalidad y la otra en parte , porque
la primera se apodera de mayor cantidad del disolvente por ser mas efi-
caz ; es lo que sucede con el carbonato de cal y de magnesia ; el primero
es mas básico que el segundo; se combina, pues, con preferencia con los
ácidos; si sobra , entra el de magnesia ; otro tanto diremos de la magne-
sia y sub-nitrato de bismuto; solo el de magnesia se disuelve.
Otras , en fin , tan solo una de las sustancias es atacada, al paso que la
otra no, ó muy poco.
Dad, por ejemplo, una débil dósis de quinina ó su sulfato con una
fuerte de magnesia libre ó carbonatada ; esta última satura el ácido del
estómago, le agota, no queda para la quinina, y esta es inerte.
Lo propio sucederia dando á la vez el óxido de bismuto á poca dósis, y
á fuerte la magnesia , y en los demás casos análogos.
La asociación , pues, de las sustancias medicinales tóxicas puede mo-
dificar considerablemente su acción.
6.* La cantidad de agua,— Si en el acto de tomar uno ó mas venenos se
da agua, ó se loma poco después , puede modificarse notablemente la ac-
ción de esas sustancias ; la razón es óbvia.
El agua disuelve las solubles, y si les puede dar mas actividad disol-
viéndolas, también se la puede disminuir diluyéndolas mucho. Podrá
disminuir los efectos locales de las disoluciones concentradas si causasen
irritación, pero facilitará, disminuyéndolas, la absorción, y de consi-
guiente, aumentará los efectos generales.
Si, respecto de algunos venenos, poco importa que los diluya mucho,
porque siempre hay cantidad para intoxicar; respecto de otros , esto solo
bastará para neutralizar su acción. Los ácidos y álcalis y no pocas sales
irritantes se hallan en este caso ; tanto los puede diluir el agua que los
haga inertes é insignificantes.
Cuando las sustancias no son solubles en el agua , este líquido puede
modificar la acción de aquellas , no ya obrando sobre ellas , sino sobre
los disolventes del tubo intestinal, cuya acción neutraliza.
La acción de los venenos insolubles en el agua es tanto mayor cuanto
mas disueltos están por otro disolvente, y cuanta mayor cantidad disuelta
se pone en contacto con los tejidos y es absorbida.
Por lo tanto, si los venenos insolubles para obrar necesitan ser disuel-
tos por los ácidos ó los álcalis , ó cloruros del tubo digestivo , ó de cual-
— 339 —
quíer otra parte de la organización , claro está que cuanto menos diluidos
ó debilitados estén esos disolventes , mayor acción han de desplegar y mas
cantidad de veneno han de disolver.
Pues, si en el acto de la ingestión del veneno toma el sugeto agua, esta,
inerte respecto del veneno insoluble en ella , no le puede modificar ; pero
se apodera del ácido del estómago, del álcali de este órgano ó intestinos,
le satura , le diluye , le debilita , le vuelve, ya que no del todo ineficaz,
según la cantidad de agua , mucho mas débil , y por lo tanto, el disol-
vente químico de la economía no satura tanto al veneno, no le disuelve,
y este se queda inerte. Otro tanto hará, si se introduce por el ano con los
álcalis de esta parte y con los cloruros y carbonatos alcalinos de la piel,
si se aplica el agua en ella.
Tan funesta como es el agua, en los casos en que el veneno es soluble
y se ha tomado sólido ó en disolución concentrada por los efectos gene-
rales , como saludable en los casos de los venenos insolubles.
Mialhe ha hecho experimentos que confirman lo que acabamos de decir
entre otros mil ejemplos que pudiéramos citar.
Una mezcla de calomelanos , de sal marina , de sal amoníaco, con 8
gramos de agua , ha dado 24 miligramos de sublimado. Con 10 gramos
de dicho líquido, ha dado 19 miligramos de bicloruro de mercurio; es
decir, una cuarta parte menos; con 20 gramos, 12 miligramos, ó lo que
es lo mismo, la mitad.
¿Cuántas indigestiones no dependen tan solo de beber agua con exceso,
ya mientras se come, ya poco después? El agua satura los ácidos del jugo
gástrico, los debilita; no disuelven los alimentos, y estos se indigestan.
Si los- venenos insolubles en el agua lo son también en los ácidos, pero
no en los álcalis , el agua podrá favorecer la acción de los venenos arras-
trándolos al tubo digestivo, á los intestinos ; y si á su paso ha ido siendo
absorbida , cuando el veneno llega á los intestinos delgados ó gruesos,
halla los álcalis y es disuelto, y produce la intoxicación.
Es, pues, importante tener en cuenta la influencia del agua, y ella
puede explicar muchos fenómenos tenidos por ios vitalistas por misterios
ó caprichos de la vitalidad.
7.a La parte á que se aplican. — Las diferencias que en su modo de
obrar presentan los venenos , según la parte en que se aplican son nota-
bles; los hechos que atestiguan estas diferencias y este carácter son nu-
merosos. Un gran número de venenos no tiene acción sobre la piel ni las
mucosas , y la ejerce muy activa en el tejido celular y en la sangre. Ya
hemos dicho en otra parte que el veneno de la víbora, introducido en
una llaga , en una herida , produce , cuando no la muerte , un trastorno
grave, al paso que como Meat , Fontana y otros lo han experimentado,
puede ser introducido en el estómago por el esófago sin resultado deplo-
rable. El mismo animal, si se muerde involuntariamente, es víctima del
tósigo que elabora, y vertido el humor en su boca, es inocente. Este he-
cho es conocido desde la mas remota antigüedad. Lucano, en el libro IX
de su Farsaha, en el pasaje donde Calón trata de reanimará sus solda-
dos , que se niegan á beber las aguas de un lago, porque nadaban en él
culebras venenosas, le hace decir:
fle dubxla miles luios haunre liquores ,
floxia strpenlum admisto sanguine pestis.
Aíorsu virus abent el fatum denle minanlur,
POCULA MOKTE CAKENT
TnínHPt «secura otro tanto del virus rabífico, y aunque este no se tome
^ un hecho de igual naturaleza (*).
P Dícese que los salvajes tragan, sin sentir malos efectos, el ticunas;
siendo así que son mortales las heridas que abren las flechas de punta
envenenada con ese veneno vegetal (*). Este mismo veneno, aplicado so-
bre el trayecto de un nervio, queda sin efecto, al paso que mata instan-
táneamente , puesto en contacto con la sangre.
‘ En otro párrafo he citado ya varios experimentos de Orilla , hechos en
perros, cuyos resultados fueron diferentes , aplicando las mismas sus-
tancias y en igual cantidad en el tejido celular del muslo y del dorso.
Cotunni había notado que el opio, empleado en lavativa , era en igual-
dad de circunstancias mas activo que administrado por el estómago.
Orfila ha observado lo mismo.
Rogerio dice que , administrada la digital purpúrea en fricciones , no
disminuye las pulsaciones del corazón (3).
El doctor Wicht notó que' los purgantes mezclados con el linimento vo-
látil ordinario, aplicados en fricciones en la parte inferior de la columna
vertebral , sostenían el vientre libre en personas que no habían sentido
efecto alguno de la ingestión de esos mismos purgantes.
El aceite de ruda inflama la mucosa uterina, y no hace efecto alguno
en la conjuntiva.
Todos estos hechos, á los cuales no seria difícil añadir otros muchos,
demuestran plenamente que el órgano, ó la parte donde se aplican cier-
tos venenos , puede modificar su acción, no solo debilitándola, sino hasta
neutralizándola del todo.
La doctrina que hemos sentado, con respecto al modo de obrar de los
venenos, explica estos hechos, inexplicables en las teorías vitalistas.
El veneno de la víbora, en una úlcera ó herida, no es descompuesto;
y puesto en contacto con la sangre, mata ó trastorna profundamente. En
el estómago, ó experimenta la acción descomponente del organismo, y,
destruido el material ponzoñoso, no hay ponzoña, ó bien por su insolu-
bilidad , ó poca difusibilidad , no es absorbido.
Otro tanto podemos decir del virus rabífico, venéreo y otros venenos,
como los de ios animales ponzoñosos , el ticunas , etc. Mientras no se
pongan en contacto con la sangre , son inertes ; tanto mas, cuanto mas
se alteren en contacto con ciertos elementos de la organización.
Todo cuerpo fermentativo ó de acción catalítica en la sangre , si no
llega á ella ó sufre descomposición, es inerte; hé aquí por qué, si no se
aplica á las soluciones de continuidad , ó en puntos que le permitan paso
sin descomponerse , no hace nada.
Lo del ácido arsenioso y del opio, ya lo hemos explicado en otra parte.
Las diferencias de acción de esas sustancias y otras, según la parte á que
se aplican , se explican por las modificaciones que les hacen sufrir los
agentes locales que en unos puntos existen y en otros no, ó por lo menos
tan abundantes. El opio y la morfina deben ser mas activos por eí ano
que por el estómago, porque allí hay álcalis , y dicho alcaloideo es muy
soluble en ellos.
Con los demás alcaloideos sucede al revés ; los ácidos del estómago los
disuelven ; los álcalis del recto los precipitan.
(M Bibliot. unto., t. III, p. 68, 1823
\ ) Anglada.
Citado por Aoglada.
- Hi -
Igual teoríá es aplicable á todos los demás venenos oiie producen re-
sultados diferentes, según la vía ó el lugar donde se aplican. Si en unas
partes coagulan y en otras no, ó hallan en unas disolventes qué én otras
faltan , es una consecuencia necesaria la diferencia de su acción , sin que
tenga nada que ver en ello la impresionabilidad nerviosa de la parte,
como pretenden los que no explican estos hechos por nuestras teorías.
Hay ciertos venenos que, bajo el punto de vista de la parte en que se
aplican merecen un comentario. Aludo á los cáusticos.
Apliqúese un pedazo de potasa en la piel ; la acción del veneno se
ejercerá inexorablemente ; mas como la piel es un órgano que puede ser
mutilado, destruido en varios puntos sin que el organismo se destruya,
los efectos del veneno indicado no serán graves. Pero aplicad menos
cantidad todavía de este mismo veneno en el estómago ; la muerte pro-
bablemente será el resultado de esta aplicación, en especial si el cáustico
Serfora las túnicas gástricas ; la gastritis , la peritonitis , subsiguiente al
errame de los materiales gástricos y del mismo veneno disuelto en el
saco perineal , ó los demás efectos debidos á las numerosas simpatías del
estómago, pondrán término á la existencia del sugeto. El veneno cáus-
tico, lo mismo ha obrado en la piel que en el estómago ; ha entrado en
combinación con los tejidos por la afinidad que tiene con sus elementos,
y los ha destruido; en el primer caso, la destrucción se ha efectuado en
un órgano poco importante; en el segundo, en uno de los mas esenciales
del organismo.
El ácido sulfúrico, arrojado á la cara de un sugeto, produce escaras,
que son tenidas , en medicina legal y en jurisprudencia , por quemadu-
ras, por heridas; nunca por envenenamiento. Devergie se hace cargo de
esta cuestión , y la resuelve diciendo que estos atentados no deben te-
nerse por intoxicaciones , sino por heridas , por quemaduras. El ácido
sulfúrico concentrado, arrojado á la cara de un sugeto, tal estrago podrá
causar, que se desenvuelvan las simpatías de la piel, y perezca. ¿Mas
qué diferencia siempre no ha de haber entre los resultados del ácido sul-
fúrico lanzado al exterior, y los que ha de tener su introducción en el
estómago ó el recto ? En este último caso tendrémos los mismos efectos,
ó muy análogos á los producidos por la potasa.
Lo que digo de la potasa y del ácido sulfúrico es aplicable á la sosa y
demás óxidos cáusticos , á los ácidos concentrados , al fósforo , yodo,
bromo, nitrato de plata , etc. Todos ejercen siempre su acción destruc-
tora , cualquiera que sea el órgano á que se apliquen ; pero la importan-
cia de este órgano es la que decide comunmente de los resultados.
8/ Tiempo que permanece aplicado el veneno. — Si respecto de ciertos ve-
nenos esta circunstancia no influye sobre su acción , hay otros, respecto
de los cuales puede modificarla mucho. Los de acción pronta, casi ins-
tantánea, no son influidos por el tiempo; mas por punto general, los qúe
le necesitan para desplegar su acción, causan mas ó menos estrago, se-
gún el que permanecen en contacto con los tejidos ó la sangre.
La acción química de los cuerpos no se ejerce por igual , bajo el punto
de vista del tiempo. En unos es instantánea, en otros mas ó menos tardía.
Los insolubles , los que necesitan de la acción de un disolvente de la
economía , y los que coagulan , solo desplegan su acción después de
cierto tiempo, el que necesitan los disolventes para disolverlos.
En semejantes casos, si hay algo que los expela, antes que se haya
verificado la disolución , quedarán inertes , y poco activos ó de pocos
- 344 —
t a ha disuelto poca cantidad. Cuanto menos tiempo permanez-
efectos, sij?e^nornía ^ menos intoxicarán.
«V» n ¿e ios que se disuelven en los álcalis intestinales , lardarán en
roducir su efecto lo que tarden en llegar al extremo del tubo digestivo;
por lo tanto, si son arrojados antes por vómitos , habrá tiempo para vol-
verlos inútiles.
Los mismos solubles, si se dan al estado sólido, tardarán también más,
el tiempo que necesiten para la disolución, y pueden ser antes arrojados.
Si son de los que aplicados á soluciones de continuidad provocan fer-
mentaciones, y acto continuo se destruye con fuego, cáusticos ó alteran-
tes el movimiento molecular fermentativo , como los hay que no lo ha-
cen instantáneamente , también puede modificarse su acción.
Por último, los cáusticos, según el tiempo que permanezcan , pueden
hacer mas ó menos. Tocad ligeramente con el nitrato de plata una mu-
cosa ó la superficie de una úlcera , aparece una capa blanquecina ; fijad
por largo rato el cáustico en esos puntos , habrá una escara negra y pro-
funda. Aplicad la pasta de Viena en la piel un minuto, una rubicundez
y enrojecimiento será todo lo que obtendréis ; dejadla cinco minutos, ha-
brá una escara de una línea de grosor; dejadla más, la muerte llegará
hasta el hueso.
9.a Estado de la piel. — Según este tegumento se encuentre , los vene-
nos que á él se apliquen producirán efectos diferentes. Integro, sin epi-
dermis, alterado ó en solución de continuidad, soir los estados en que
puede hallarse. Los venenos que se le apliquen , en cada uno no han de
producir los mismos resultados. La absorción es diferente , la acción quí-
mica y local también, si no para todos, para la inmensa mayoría. Los
habrá inertes estando la piel íntegra , y muy activos desnuda ele epider-
mis, más ulcerada; más con solución de continuidad.
Barnizad con baba rabífica , con ticunas, con venenos de animales
ponzoñosos, un brazo ó el cuerpo entero, no habrá nada; la menor ex-
coriación bastará para que la intoxicación sea terrible.
Otro tanto pudiéramos decir de otras muchas sustancias venenosas que
necesitan para obrar del contacto con la sangre ; la epidermis se lo im-
pide, y si no son solubles, si no son absorbidas, son inertes.
No sucede así con los solubles , ya por sí , ya por los cloruros y demás
disolventes naturales de la piel.
Además de lo dicho, la piel, estando íntegra, puede hallarse ruda,
seca , árida , sin perspiracion , suprimido el sudor ó escaso; ó al contra-
rio, suave, mádida, bañada de humores, abierta de poros, traspirando
bien. Según cual fuere este estado, los venenos que se le apliquen produ-
cirán efectos diferentes , podrán producirlos con bastante variación.
¿Cuántas veces no se ha debido á ello el mal resultado, la ineficacia de
ciertos emplastos , de la pomada estibiada , de los sinapismos , de la apli-
cación en la piel de ciertas sustancias por el método endérmico y yatra-
léptico?
Otro tanto dirémos de ciertos saquillos medicinales ó amuletos, cuya
acción se mira con indiferencia generalmente.
Según los estados del sugeto, edad, sexo, temperamento, estación, etc.,
la piel no está igualmente provista de sus humores naturales, y siendo
estos disolventes de ciertas sustancias , se concibe cómo no es indiferente
el estado de ese tegumento, relativamente á la acción de los venenos que
se ponen en contacto con él.
-313-
10. Estado de v acuidad ó plenitud del estómago.— En igualdad de circuná-
tancias , el estómago vacío es mas á propósito para sentir los efectos del
veneno que el estómago repleto. Los alimentos contenidos en el estó-
mago ocupan espacio, se interponen en cierto modo entre las paredes de
la viscera y el veneno, y sobre poderle neutralizar tal vez ó diluir, según
cuáles sean las sustancias alimenticias , no le permiten desplegar toda su
acción. Todo lo contrario sucede cuando el estómago está vacío; el ve-
neno está en inmediato contacto con la mucosa gástrica, y obre como se
Suiera el veneno, por contacto ó por absorción , su acción es mas expe-
ita y mas desembarazada. De aquí es que, en los envenenamientos co-
lectivos, siempre ofrece mayor gravedad de síntomas el que ha comido
menos de los demás platos no envenenados.
Además , el que tiene el estómago vacío por no haber comido hace
tiempo, es abundante en ácidos, y de consiguiente se halla en el caso de
disolver químicamente más ciertos metales, óxidos y sales metálicas in-
solubles , y cuerpos orgánicos que se combinan fácilmente con los ácidos
y adquieren mas solubilidad. El que se halle en estas circunstancias,
siempre en igualdad de las demás , está mas expuesto á intoxicarse que
el que se encuentra en las contrarias. Ciertos venenos pueden tener en él
mas acción.
Al revés, el que ha comido mucho está mas expuesto que el que ha co-
mido poco, si se ingieren sustancias que con los ácidos se destruyen. Las
almendras amargas , la emulsina y la amigdalina, por ejemplo, en el que
tiene el estómago vacío por abstinencia, no le producirá nada, porque
la abundancia de ácidos destruirá la emulsina. En el que ha comido mu-
cho, agotados los ácidos empleados en disolver los alimentos, aquellos
dos principios podrán entrar en acción , porque no hay ácidos que los
destruyan ; se producirá el ácido cianhídrico, y habrá intoxicación que
en ayunas no habría habido.
Lo que digo de la vacuidad y plenitud del estómago, es aplicable, res-
pecto de ciertos venenos , al extremo inferior del tubo digestivo.
También puede influir la cantidad de materiales que contenga en el
acto de ingerir los venenos, ó poco tiempo después de haber habido ex-
pulsión de las heces.
Una larga constipación puede dar lugar á diferencias notables.
11. La facilidad ó dificultad de vomitar. — Para socorrer á los envenena-
dos se les facilita por regla general el vómito. Para poder observar los
efectos de los venenos en los perros, se les ata el esófago con el fin de
que no puedan vomitar el veneno que se les ha aplicado. Los gatos son
difíciles de envenenar por la facilidad con que vomitan. Persona envene-
nada que vomite acto continuo, casi puede considerarse salvada. Un su-
geto que vomite fácilmente, será, en igualdad de circunstancias, mas
difícil de envenenarse que aquel que con mucha dificultad vomita.
Hemos visto que el tiempo de permanencia de un veneno en una parte
influye notablemente en su acción , si no es de las instantáneas. De con-
siguiente , el vómito, arrojándolas antes que la despleguen , puede modi-
ficar los resultados.
Cuanto digo del vómito es aplicable á la expulsión por las vías intesti-
nales mediante los enemas. Cuanto mas fácilmente se echen, mas podrá
modificarse la acción de un veneno ingerido por esta vía ó que le llegue
por el estómago.
12. El régimen.— la. hemos visto la influencia que tienen la vacuidad
— su
i -t j 4 i pstdroago en la acción de los venenos. Pues no es poca la
Jp?pSimpn 8 íntimamente ligado con aquella circunstancia , tanto por la
mayor o menor cantidad de alimentos que se tomen , como por la natura-
,e2LdanTsalimentos de que se hace uso, abundan ó escasean en el es-
tómago é intestinos los ácidos , álcalis y cloruros alcalinos.
Las personas que hacen uso de sustancias alimenticias, grasas, sobre
todo, tienen el jugo intestinal neutro, y hasta ácido, al paso que los que
usan de sustancias vegetales , y sobre todo, herbáceas, le tienen alcalino.
En los animales herbívoros es de una alcalinidad notable.
Los que se alimentan de sustancias saladas tienen cloruro sódico y
ácido clorhídrico.
Los que comen frutas ácidas y beben licores, abundan en ácido acético.
Los que beben mucha agua, tienen los humores muy declorurados.
Concíbese, por lo tanto, cómo el régimen puede modificar la acción de
los venenos insolubles, que necesitan de ácidos ó álcalis y cloruros alcali-
nos para ser disueltos, y los que coagulan ó son precipitados por esos
agentes.
Así como, por solo el régimen, muchos medicamentos producen resul-
tados diferentes en las personas; así pueden, en ciertos casos, ciertos
venenos presentarlos también, en igualdad de las demás circunstancias.
13. El estado de salud ó enfermedad. — Decía Foderé : «En otro tiempo
he ensayado en mi propia persona los medicamentos mas heróicos , y
me he convencido de que el hombre enfermo sigue otras reglas que el
sano (*).»
En una obra de Barthes se lee que el peregil , inocente de ordinario
para el hombre en estado de salud , se hace venenoso en ciertas neuro-
sis, y notablemente en la epilepsia (2).
Hoffman ha llamado la atención en su disertación de medicina emética et
purgante post iram veneno , sobre los malos resultados que tienen , en
efecto, después de un rapto de cólera los purgantes y los eméticos (3).
El castóreo no tiene ningún efecto sobre el hombre sano.
Cuando un sugeto está padeciendo de mal venéreo, puede tomar canti-
dades de preparados mercuriales, que no tomaría impunemente estando
sano. Así ha podido observar Swediaur y otros prácticos, cuando ha he-
cho su efecto la medicación mercurial, esto es, cuando la sífilis está com-
batida; los síntomas propios de los mercuriales anuncian que ya está el
organismo libre del mal venéreo, y que por lo tanto la acción del mer-
curio ya no tiene el correctivo de aquel virus, ya se ejerce toda entera so-
bre la economía.
Lo propio podemos decir de la quinina y del opio y demás narcóticos.
Mientras un sugeto está padeciendo de intermitentes, puede tomar, como
3uien dice , la quinina á puñados; mientras está un enfermo atormentado
e dolor ó tetánico, puede tomar á puñados también el opio.
Falopio cita la observación de un criminal, el cual pudo tomar impu-
nemente dos dracmas de opio , poco antes de un acceso de cuartanas ; y
habiéndolas tomado en otra ocasión en que gozaba de salud , sucumbió
envenenado (*).
1‘) Medicina legal.
0 £'tado Por Anglada.
. Parte *2, p. 297.
(*) Citado por Barthee.
— 345 —
Duncan Stewart, médico de Edimburgo, daba el opio de dos en dos gra-
nos cada media hora á un enfermo atacado de tétanos ; y en cuanto hubo
cesado el estado convulsivo, no pudo soportar el enfermo dos granos al
dia ( 1 ). Manifestáronse cefalalgia, vértigos, orgasmo cerebral, etc.
El doctor Fordice afirma que las dósis de arsénico y cobre que él pro-
pone para combatir las intermitentes, causan á las personas sanas dolo-
res agudos , y hasta pueden causarles la muerte (2).
Los médicos italianos han podido recomendar el tártaro emético á dó-
sis altas para combatir la pulmonía, á causa de esa especie de ley que
reina en nuestro organismo. De seguro que un hombre sano no soporta-
ría la cantidad de tártaro estibiado que hacen tomar los partidarios del
contraestimulismo á los pulmoníacos.
En los Anales de la medicina práctica de Montpellier, Amoreux ha refe-
rido un caso muy notable de dos señoritas , una de las cuales era tísica,
y la otra estaba gozando de la mejor salud. Ilabiéndose padecido una
equivocación en la medicina , le dieron á la enferma dos onzas de polvos
de cantáridas por otra cosa; repugnábalos la jóven , y su hermana, para
alentarla , tomó con el pulpejo de los dedos lo que con ellos puede to-
marse , y lo tragó. La enferma , con las dos onzas , no sintió mas que
ciertos ardores en las vías urinarias , y un poco de caloren la garganta:
la que estaba sana, pereció envenenada.
Plutarco refiere que Flirodes, rey de los Partos, hidrópico á conse-
cuencia de una enfermedad de languidez , fué envenenado por su hijo
Phraape. El rey se curó de su enfermedad.
Cuando el ejército francés se retiró de San Juan de Acre , las exigen-
cias del momento fueron causa de que se dejaran abandonados en Jaffa
cincuenta enfermos de la peste desahuciados. De órden superior se les
administraron fuertes dósis de láudano. La mayor parte de aquellos des-
dichados volvió á la vida por medio de crisis saludables.
Me parece que estoy dispensado de acumular mas hechos para dejar
bien sentado que realmente ciertos venenos tienen una acción muy di-
versa , según sea el estado del sugeto, de salud ó de enfermedad.
Aunque reconocemos la verdad práctica de estos hechos, y otros que
pudiéramos añadir, no por eso opinamos como Foderé, que la economía
se rige por otras leyes en estado de enfermedad , y por otras en el de sa-
lud. Hay cierta clase de hombres que, en viendo resultados diferentes, se-
gún los. estados de la organización, ya no saben pensar mas que en di-
versidad de leyes vitales , en vez de inquirir la verdadera causa de esas
diferencias.
Los hechos citados , para nosotros no son pruebas prácticas de diver-
sidad de leyes. Son las mismas siempre , tanto en el estado de salud,
como en el de enfermedad, tanto en vida como en la muerte. Las condi-
ciones materiales de la organización son las que varían ; son las circuns-
tancias, y esto basta y sobra para que los fenómenos ya no sean los mis-
mos. Precisamente en nada hay tanto rigor ó exigencia de igualdad de
condiciones para la de los productos ó efectos, como en las reacciones
químicas; y esto que se observa en el laboratorio, pasa igualmente en la
economía humana.
Todos los que se dedican á la práctica del arte saben bien , en efecto,
(') ñev. méd., año I, 6.* entrega , p. 129.
(a) AnmUt de chimie, l. LXV, p . 817; 1808.
— 346 —
ruánto modifica ei estado morboso los efectos de todo agente qae ejerce
su acción sobre nuestra economía , desde los higiénicos ó meteorológicos
jioctj los tóxicos. ...
Generalmente se atribuye á mayor incitación nerviosa ó á modificacio-
nes en la inervación. El sistema nervioso, dicen , está mas ó menos im-
presionable, y por el lo explican lodo, si es que esa vaguedad y esa su-
posición gratuita sea explicar algo.
Yo no niego que en el estado morboso se modifique la sensibilidad , ni
la motilidad , ni la inteligencia , ni el sentimiento, ni el instinto, como se
modifican todas las demás funciones. Lo que niego es que aquellas modi'
ficaciones dependan de la acción de las sustancias sobre los nervios.
Siempre es un efecto consecutivo mediato, debido á las alteraciones que
experimentan los humores , ó mejor las operaciones moleculares de la
organización. Esta es la causa radical de tocias las demás alteraciones.
Aunque la química patológica no se halla hoy dia tan adelantada , que
ya podamos resolver toda clase de problemas y explicar todos los he-
chos de esta índole, no está , sin embargo , tan atrasada , que no poda-
mos decir algo satisfactorio respecto del punto que nos ocupa.
Hemos dejado dicho mas de una vez que el jugo gástrico, el intestinal,
los álcalis y cloruros alcalinos de la economía desempeñan gran papel en
la disolución de ciertos cuerpos ingeridos en la economía. Pues bien;
fácil es concebir que los resultados no han de ser iguales en estado fisio-
lógico y en el patológico , por poco que esos disolventes se alteren , ya
que no en naturaleza , en cantidad. Si la enfermedad los aumenta ó dis-
minuye, claro está que su acción química no se ha de ejercer como an-
tes, y desde luego se infiere lógicamente que ciertos alimentos, medica-
mentos y venenos no han de obrar del propio modo.
Echemos una ojeada rápida al jugo gástrico , intestinal , y á los cloru-
ros , y veamos qué es lo que podemos decir en el estado actual de co-
nocimientos sobre este punto.
Eljugo gástrico se altera profundamente en una infinidad de enferme-
dades. En la gastritis, por ejemplo, en la pirosis, hipocondría, diabe-
tes, afecciones verminosas , en la gota , etc., hay tal abundancia de áci-
dos , que el jugo gástrico llega á su máximo de acidez. En otras enfer-
medades es al revés; los ácidos estomacales escasean , el jugo es neutro
y hasta alcalino. Si se recogieran observaciones en este sentido , si la pe-
reza de cierta escuela no se contentase con decir: la vitalidad está alte-
rada , bien podrían determinarse las enfermedades en que el jugo gás-
trico es alcalino, y en cuáles es neutro ó ácido.
Ahora bien ; desde el momento que esto se consigne como un hecho,
se concibe que el enfermo no ha de recibir la acción de un agente ata-
cable por el jugo gástrico , como el sano , así como no le ha de recibir un
enfermo de una clase como el de otra.
Dad á un enfermo alimentos , medicamentos y venenos que se hagan
activos ó se neutralicen con ácidos , y el enfermo os presentará resulta-
dos diferentes del sano. En igualdad de las demás circunstancias , los
cuerpos que necesitan la acción de los ácidos producen mas efectos. Los
insolubles , por ejemplo , que se transforman en sales solubles á benefi •
ció de los ácidos, serán en el enfermo mas activos; tales serán las sales
de magnesia , de cal , de hierro , de zinc , de bismuto , de antimonio, los
álcalis vegetales , etc.
El que tenga el jugo gástrico alcalino presentará todo lo contrario,
- 347 -
esas sustancias serán en él inertes , y en cambio , las que adquieran ma-
yor actividad con los álcalis ofrecerán mas resultados.
El que tenga el jugo gástrico normal se diferenciará bajo este aspecto
de unos y otros.
Otro tanto podemos decir del jugo intestinal. Si en vez de ser alcalino,
como debe ser, se vuelve neutro ó ácido en una enfermedad , los venenos
que obren á beneficio de la acción que les avive la alcalinidad de ese hu-
mor, no producirán efecto. No solo serán el opio y la morfina, por ejem-
plo, muy activos por el ano , lo serán también los alcaloideos que preci-
pitan por los álcalis y son disueltos por los ácidos.
Finalmente , respecto de los cloruros alcalinos y saies inorgánicas , tam-
bién nos ha enseñado la experiencia que hay notables cambios en ciertas
enfermedades , por no decir en todos.
Dice Becquerel que la ley general es una disminución en la cantidad
absoluta de las sales inorgánicas; pero que no puede determinar el iTú-
mero exacto de esa disminución , por ser muy vario ; no es posible , en
efecto , establecer un término medio que sirva para todos los casos,
puesto que se le ve variar entre 1 , 5 , 7 y hasta 8.
Mialhe ha confirmado con experimentos propios las averiguaciones de
Becquerel , y se ha convencido de que la proporción absoluta de las sales
inorgánicas en la sangre y en la orina , disminuye siempre en las enfer-
medades, en razón directa de la cantidad de las bebidas ingeridas.
Esa disminución se efectúa de un modo tan notable en ciertas enfer-
medades, que una simple gustación basta para reconocerla. Si se cata
comparativamente el suero de la sangre de un enfermo súbitamente ata-
cado de una enfermedad inflamatoria, y el de otro que padezca otra de
alguna duración sometido á la dieta, se advierte que el del primero se
parece al caldo muy salado, al paso que el del segundo, al contrario, es
notablemente soso , como el caldo sin sal.
Hoy dia ya no puede dudarse del importante papel que desempeñan las
sales inorgánicas en los líquidos de la economía. Robin y Yerdeil las han
comprendido entre los principios inmediatos de la misma. En su excelente
libro sobre esos principios, los han reunido en número de noventa y seis,
y según indican, es probable que se determinen algunos más : pues bien;
entre ellos hay una infinidad de sales inorgánicas. Si entre estos princi-
pios inmediatos los hay que vienen de fuera, habiendo ó no ya vivido,
otros se forman en la misma; unos salen, otros permanecen, y basta
este solo conocimiento para comprender cuánta influencia puede ejercer
la salud y la enfermedad , ya en la existencia , ya en el modo de ser de
muchísimos principios.
Los mismos autores han hecho un estudio de las diferencias que caben
según el sexo , la edad , las razas , las especies de animales y los estados
anormales , ya espontáneos , ya accidentales , y de ese estudio brotan
claros rayos de luz para resolver muchos problemas análogos á los que
nos ocupan.
En su Tratado de química patológica, el doctor L’heritier ha consignado
observaciones dignas de ser aquí mencionadas.
De las investigaciones que llevo hechas, dice, por espacio de mas de
ocho años sobre la orina de doce tifóicos , que llegaron al décimoquinto,
vigésimo y trigésimo dia del mal , con el objeto de apreciar las relacio-
nes de composición que pudiesen existir entre dicho líquido y la sangre
de los enfermos , he deducido los términos medios siguientes :
— 348 -
Densidad
Cantidad de agua. . ... • •
Cantidad de sales inorgánicas. . .
1 025,930
591 ,775
9,129
Esto es, 4,870 de estas últimas , inferior al término medio admitido
^°En los mismos enfermos, la proporción de las sales contenidas en la
sangre estaba representada por 8,020 (término medio de 24 análisis); de
consiguiente , habian disminuido de 3,990 debajo del término medio
adoptado por Lecanu (9,010) y de la mayor parte de experimentadores.
Nadie ignora ya , después de los importantes trabajos de Liebig , Bi-
choff y Yogel , que á medida que un enfermo se agrava, va disminu-
yendo la cantidad de cloruro de sodio en su economía , y sobre todo su
paso á la orina; de suerte que , pocos minutos antes de morir, la análi-
sis ya no le encuentra en dicho líquido ; dato importante que puede dar-
nos á conocer la proximidad de la muerte de un enfermo. Cuando el es-
tado sintomático nos tenga en la perplegidad acerca del destino del en-
fermo , la análisis de su orina puede sacarnos de duda ; pues si escasea ó
falta la sal en ella , la muerte está cercana ; si aparece ó aumenta , la
muerte tardará por lo menos todavía (').
De lodos estos hechos , y otros que, por no prolongar demasiado este
párrafo, suprimimos , se deduce claro que , desempeñando las sales in-
orgánicas un papel importante en la economía , no han de ser iguales
los efectos de los venenos en los sanos y enfermos, sufriendo alteraciones
dichas sales.
Las observaciones clínicas confirman las deducciones químicas. Un
hombre sano que tome un gramo de calomelanos , queda purgado ; la
misma dósis á un enfermo sometido por largo tiempo á un régimen di-
luenle , que disminuye el cloruro de sodio , le quita esa propiedad.
Ya hemos visto el papel que desempeñan los carbonatos alcalinos como
disolventes ó diluentes de la sangre; de consiguiente, su alteración, su
exceso ó falta han de dar lugar á diferencias notables en la acción de
ciertos venenos.
Resulta , pues , de todo lo dicho que , á las alteraciones de los princi-
pios inmediatos , causa ó efecto de las enfermedades, es á lo que debe-
mos atribuir las diferencias de acción de ios venenos, y no á la de leyes,
como pretende Foderé , y siempre que en los casos prácticos las encon-
tremos , será necesario indagar cuál sea la causa de esas diferencias , y si
podemos explicarla por las que hemos indicado en esta parte.
14. El hábito. — De Mitrídales, rey del Ponto, se supone que no podía
ser envenenado, por haberse acostumbrado á la acción de los venenos.
Galeno ha dado peso á esa tradición novelesca, diciendo en su libro de
anlidotis , que Milrídates á Romaniis obsessus , bis epoto veneno , cum morí non
posset ; se ipsum ense trajecil. El mismo Galeno dice que en Atenas una
vieja se había familiarizado de tal suerte con la famosa cicuta , que to-
maba impunemente grandes cantidades de ella.
Mas no necesitamos , para probar el poder del hábito en punto á cier-
tos venenos, apelar á hechos históricos con su sabor de fabulosa mara-
villa. Otros muchos mas modernos podemos citar, y no fundados en an-
tídotos universales , sino en el hábito ó costumbre de tomar esta ó aque-
i JVJ*- e* .°PllíC(h'> publicado por mi amigo D. Ramón Torres Muñoz y Luna, titu-
lado unnometria. Lección pública dada en San Isidro el 7 de julio de 1858.
lia sustancia venenosa; el opio, por ejemplo, ó la cicuta. ¿Qué práctico
no ha visto la disminución de los electos de dichas sustancias, á las dósis
ordinarias , en enfermedades largas , como en los cánceres y dolores ciá-
ticos ? Casos como los de Cárlos IX , rey de Francia , quien , atacado de
un reumatismo gotoso , tomaba todos los dias una dracma de ^tracto
de acónito , los encuentra uno á cada paso. Anglada dice haber oído del
prefesor Delille que este habia conocido en Nueva-York á un sugeto , el
cual se habia acostumbrado á tomar el sublimado corrosivo como exci-
tante de las fuerzas digestivas , y le tomaba impunemente , á la dosis de
una dracma. El mismo autor dice que los fabricantes de cardenillo , en
Montpellier, no experimentan, al cabo de algún tiempo, ningún efecto del
manejo de esta sustancia. Mi amigo D. Francisco García, farmacéutico
distinguido que fue de esta corte, me dijo que habia vendido por real ór-
den cantidades exorbitantes de opio á una señora distinguida , la que
tomaba todos los dias media onza de este narcótico , por lo cual acudió
al rey para que este le hiciese dársele gratis. El mismo hecho me ha
confirmado el ya difunto doctor D. Bonifacio Gutiérrez.
El tabaco da también todos los dias ejemplos de eso. Casi no hay fuma-
dor que no se haya mareado al principio ; después se fuma hasta exagera-
damente, y tabaco malo y colillas, y no hace nada. Yo no he podido fumar
en mi juventud. Cuantas veces lo intentaba , me producia un trastorno.
Bastaba ponerme un puro no encendido en la boca, para marearme fuer-
temente. Una vez , al romper con las muelas una almendra de cáscara
dura , me saltó un pedazo de una muela ; se me carió , y un dia , para
combatir el dolor que me daba, masqué un poco de tabaco ; creí que me
moría. En 1843 empecé á fumar gradualmente. Iloy soy un fumador con-
tinuo; solo dejo de fumar cuando explico, como ó duermo, y no me
mareo nunca, por malo que sea el tabaco.
Hay más todavía : con respecto al hábito , no solamente es modificada
la acción de ios venenos por el de menos á más , sino de más á menos.
Hasta aquí hemos visto casos en los que las dósis han ido aumentando;
podemos citar otros en los que , disminuida bruscamente la fuerte dósis
de sustancia enérgica que el sugeto estaba tomando , se ha declarado la
intoxicación. Cuiten tuvo ocasión de observar que, si las personas acos-
tumbradas á lomar tabaco en cantidad considerable , la reducen de re-
pente, se resienten de un modo notable. Entre otros casos, refiere el de
una señora que tomaba tabaco á cada momento muchos años hacia, y
habiendo observado que perdía el apetito, cuando le usaba antes de co-
mer, se resolvió á no tomar mas que un polvo. Los efectos fueron peo-
res , hasta que no tomó nada. Después de la comida podia tomar la
cantidad que quisiera.
El mismo autor refiere otro caso de una señora que tenia un cáncer, y
hacia uso de los polvos de la cicuta , llegando ya á tomar 60 granos. Ago-
tada la provisión de estos polvos , se procuró otros nuevos; y como le
hubiesen advertido que, al renovarlos, disminuyese la cantidad de su or-
dinaria toma, se contentó con 20 granos; sin embargo, estuvo á pique de
morir. Anglada, de quien tomo estos hechos , se pregunta si estos acci-
dentes serian resultado de la mayor energía de la cicuta reciente, ó bien
electo de lo que estamos diciendo sobre el hábito. Si por regla gene-
ral las plantas secas son menos activas que las tiernas, la frecuencia de
los casos, en los que la mudanza brusca de un hábito, aunque sea de
más á menos , ha producido malos efectos , puede permitir mirai; el
— 380 —
hecho de Cullen bajo el punto de vista en que le hemos presentado.
Sin ánimo de invalidar los hechos que hemos citado y otros que pu-
diéramos añadir, como diferencias de acción de los venenos debidas al
hábito debemos’ consignar que no puede entenderse eso mas que res-
pecto de ciertos venenos.
F Hay muchos, en efecto, respecto de los cuales jamás se establece el
hábito. En cuanto lleguen á darse á la cantidad tóxica, producirán siem-
pre su resultado , tanto en ios sugetos que los tomen por la primera vez,
como los que los hayan tomado otras.
¿sto sucede principalmente con los venenos inorgánicos. En efecto,
los ejemplos que hay, ó los casos prácticos que se citan , casi versan to-
dos sobre sustancias orgánicas.
Es difícil creer ciertos los hechos de Delille y de Ronqueville que ha-
blan de sugetos acostumbrados á tomar grandes cantidades de sublimado
corrosivo : si los hechos fueran ciertos , mas que por el hábito, deberían
' explicarse por condiciones diferentes relativas á los principios inmediatos
de esas economías. Menos concebible es todavía lo que se lee en el Boston
Journal, publicado por el doctor Larrue, catedrático de Toxicología en la
universidad de Ginebra.
«Un inglés , de edad de 47 años, de temperamento linfático, constitu-
ción robusta , de buena educación é inteligencia , residente hacia mu-
chos años en el Canadá, se llegó á figurar en 1854 que estaba tísico. Ha-
biendo oido que el arsénico blanco era un remedio excelente , compró
doce onzas de esta sustancia y empezó á tomarla sin hacer caso de la
cantidad que ingeria, hasta que al cabo de seis ú ocho semanas hubo
consumido todo el paquete. Acostumbraba á tomarlo cinco ó seis veces
al dia, á razón de unos cinco á seis granos cada vez , según cálculos
aproximados. Mezclaba además el arsénico con tabaco , aspirando el
humo producido al fumar. Este individuo tenia seis hijos, todos sanos,
el mayor de 21 años, el menor de 11. Babia leído todo cuanto se ha es-
crito y publicado sobre el arsénico , y declaró que los médicos ignoran
por completo todo lo referente á este asunto.
»En cuanto á los síntomas constitucionales que se dice resultan de su
uso, nunca los experimentó en el mas ligero grado ; aun después de ha-
berle empleado en algunas ocasiones durante seis semanas seguidas. No
bebía agua después hasta haber dejado pasar algún tiempo de tomar el
arsénico, aunque no tenia inconveniente en beber un vaso de vino ó de
cerveza. Siempre hacia uso del arsénico blanco en sustancia, y nunca en
disolución , sin padecer jamás dolores de estómago ni de vientre ; el cual
funcionaba siempre bien. Larrue vió á ese sugeto por primera vez en
1864, y últimamente le vió en 1866 , tomar de una vez de un grano y me-
dio á cuatro granos de ácido arsenioso puro , fumando además con su
tabaco otro grano de dicha sustancia. Se le sometió á observación por
espacio de varias horas, sin que se notara el menor trastorno (1).»
Lo primero que se nos ocurre al leer este caso, es que de algún tiempo
á esta parte suelen venir de los Estados-Unidos las noticias mas estu-
pendas. Casos de longevidad fabulosa , de abstinencia de alimentos por
meses enteros, de pueblos que viven de tierra , de niños de catorce aias
que hablan ; lo de la imágen del asesino estampada en la retina de la
( ) Pabellón médico, año <866, 21 de noviembre, tomado del último número del Boston
Journal , revúta americana.
- 351 -
víctima i vino de la California, etc. , etc. Hoy los Estados-Unidos son la
China de antes. Ahora viene ese caso del inglés tragón de arsénico blanco,
tan campante , como si se comiera terrones de azúcar. Extrañamos que
no se haya añadido para mas asombro que ese arsenicóvoro no podía so-
portar un grano de azúcar ó de sal común.
Aunque el caso está publicado por un catedrático de Toxicología, no
nos decidirémos á creer en la realidad de ese hecho. Viene de muy luen-
gas tierras , y Dios sabe si será verdad , que ese catedrático le haya pu-
blicado como se dice.
De todos modos es un caso tan raro, que no creemos que haya dos
iguales. Eso de que los médicos ignoran lo que hay de verdad sobre el
arsénico , hará reir á cualquiera. Desgraciadamente es uno de los vene-
nos que han hecho mas víctimas, y no creemos que el doctor Larrue imi-
tara al inglés en comer arsénico , ni aun rociándole con vino de Jeréz,
que, según los antiguos y Rogneta, parece ser el antídoto de la intoxi-
cación arsenical.
Aunque sea cierto ese hecho, no se puede explicar por el hábito, puesto
que el mismo sugeto no empezó á tomarle á dosis medicinales , sino tóxi-
cas y no le hizo nada. Eso no es lo común , nadie se acostumbra á tomar
arsénico ni poco ni mucho.
Los efectos del hábito se suelen ver en ciertas sustancias orgánicas.
Lo de efectos funestos á consecuencia de tomar de repente menos can-
tidad de ciertas sustancias á que se está acostumbrado , no es raro.
Vése con frecuencia en la economía humana, y hasta fuera de ella, que
los movimientos bruscos producen efectos diversos. Calentado el vidrio
gradualmente, se funde; de un modo breve, estalla. Una corriente de aire
frió rompe los tubos de los quinqués. Una refrigeración súbita mata los
árboles , y gradual, no les causa tanto la muerte. En los animales se ven
efectos análogos.
Dé aquí cómo el hábito puede hacer tolerables ciertas sustancias toma-
das por largo tiempo y aumentando por grados la cantidad. Esa enorme
dósis de opio y de cicuta que algunos sugetos toman , solo llegan á to-
marlas después de haberlas usado por largo tiempo y haber empezado
por dósis pequeñas cada vez mas aumentadas.
Day más : sin disputa las condiciones de la economía se van modifi-
cando en el sugeto que así introduce ese agente anormal , y así se con-
cibe cómo la organización que ha mudado de condiciones puede sopor-
tar lo que no puede otra que no se halla en igual caso.
Si conociéramos bien el verdadero modo de obrar de ciertas sustancias
susceptibles de ser tomadas ó de hacer contraer hábito, seguramente ve-
riamos confirmado nuestro modo de ver.
De todos modos , siempre que tengamos en la práctica necesidad de
dar su debido valor á la circunstancia que comentamos , como capaz de
modificar la acción de los venenos, será preciso no hacer aplicación ge-
neral, menos absoluta de esa posibilidad, sino examinar si la sustancia
que da lugar al caso es de las que la experiencia haya probado que son
susceptibles de hábito y si el sugeto en cuestión le tiene.
15 La idiosincrasia. — Aunque no son tan frecuentes los casos en que la
idiosincrasia modifique la acción de los venenos, como el hábito, no deja
sin embargo de haberlos. Dagnerre, médico de Plombieres, trae una ob-
servación curiosa de un hombre á quien no nacían la menor mella 20
granos de tártaro emético , y no podia tragar algunos de azúcar, sin
— 362 -
experimentar acto continuo náuseas, \ómitos y dolores estomacales.
Alorsasni refiere en su obra , sobre el sitio de las enfermedades , que
un hombre de unos cincuenta años de edad, tratado en el hospital por
un delirio melancólico, á la víspera de salir, tomó media dracena de ex-
tracto de eléboro negro , como laxante, y á pesar de ser la dósis que ha-
bitualmente se administra á los enfermos , fué envenenado , presentán-
dose dolores atroces, vómitos y deyecciones alvinas.
Foderé confiesa que tenia tal repugnancia al atún que bastaba, para vo-
mitar y sentirse malo, cortar su pan con un cuchillo que hubiese cortado
dicha sustancia. Anglada dice que ha conocido á un sugeto á quien da-
ñaban notablemente las fresas. Alas , ¿para qué citar autores? ¿Por ven-
tura, cada uno de nosotros no ha visto en su práctica, y fuera de ella,
casos de esta naturaleza? El doctor i). Bonifacio Gutiérrez, en una con-
versación que tuve con él sobre el particular, me refirió varios casos de
enfermos, quienes habían tomado varias veces ciertos remedios sin expe-
rimentar mas que alivio, y que un dia, sin aumentar la dósis, perecieron
intoxicados.
La simple observación de lo que pasa con los medicamentos y alimen-
tos, deja conocer cómo realmente la idiosincrasia, ó sea la impresionabi-
lidad individual , puede modificar la acción de ciertos venenos. Hay per-
sonas que con una cuarta parte de tártaro estibiado vomitan; otras ni
con dos granos ; este tiene de sobra para purgarse con media onza de
crémor de tártaro ; aquel necesita la escamonea, la coloquíntida ó el cro-
tontiglio para tener una deyección. En cuanto á los alimentos, ¿qué diver-
sidad no hay de gustos? Ello es muy cierto que esa diversidad está en
razón inversa de la actividad de los agentes; la hay más en los alimentos,
porque son menos activos ; nótase bastante aun con respecto á los medi-
camentos que ya lo son más, y por último, mucho menos en los vene-
nos, y en especial los mas enérgicos.
Las diferencias que se atribuyen á la idiosincrasia son por el mismo
estilo que las que hemos visto procedentes de otras circunstancias ya co-
mentadas. La razón reside en causas análogas.
Los vita listas nos hablan de la idiosincrasia de un modo tan vago como
de todos los hechos que designan con sus frases sacramentales y voces de
sentido hueco. Aplicada dicha voz á la toxicología en el sentido de la es-
cuela vilalista, nos ha de dejar en la misma oscuridad, y los hechos men-
cionados y otros análogos no tienen explicación plausible. Siguiendo
nuestras doctrinas , siquiera en muchos casos no podamos todavía escla-
recer completamente el hecho respecto de otros , todo el misterio des-
aparece , y el fenómeno se explica tan natural como claramente.
Aluchas veces, y nosotros creemos que siempre sucederá así, por ana-
logía, lo que se llama idiosincrasias , disposiciones particulares de los suge-
tos , no son mas que diferencias en el estado de sus principios inmedia-
tos , ó sus humores , débanse á la causa que se quiera , tal vez impene-
trable para el entendimiento humano , ó inexplicable en el estado actual
de conocimientos. Pongamos algunos ejemplos , y se verá mas palpable
la verdad de nuestro aserto.
Dos sugetos toman una misma cantidad de calomelanos. El uno es un
marino que hace uso de sustancias saladas; el otro es un sugeto que hace
uso de otras sustancias, bebe mucha agua y come poco. El primero expe-
rimenta los efectos del sublimado, el segundo apenas se purga.
Explicareis el hecho por una idiosincrasia, por una disposición particular
— ssa —
que nace que el uno apenas se purgue, y el otro acaso se intoxique. Bé
aquí una multitud de palabras muecas, Es amplificar el hecho sin ex-
plicarle. Apelad á la iniluencia de los cloruros alcalinos diferentes en can-
tidad en el uno y el otro, y el hecho queda claro.
Otros dos sugetos toman un purgante orgánico ; al qno le produce
grandes deyecciones, al otro nada, ¡idiosincrasia , disposición particular I
Es que el uno tiene álcalis intestinales abundantes que disuelven esa
sustancia orgánica , y el otro no.
Otros dos sugetos toman una sal metálica: al uno no le produce efecto,
al otro casi le envenena. ¡Idiosincrasia! Ved si el primero tiene muchos
ácidos que obren sobre esa sal , y si escasean en el otro. Por eso que el
primero tiene menos, disuelve poca sal metálica, y esta queda inerte;
todo lo contrario le sucede al segundo.
Examínese el asunto bajo ese punto de vista, y la cuestión de las idio-
sincrasias se resolverá lácilmente en una infinidad de casos. Véase lo que
llevamos dicho, al hacernos cargo de otras circunstancias, en las que hay
diferencias en el estado y cantidad de los humores y principios inmedia-
tos de la organización, y se comprenderá la causa de las idiosincrasias y
las diferencias de la acción de los medicamentos y venenos que se atri-
buyen á misterios de la vida.
En cuanto á los diferentes efectos que nos producen los alimentos y
otras cosas, que unos nos gusten y otros nos repugnen ; que baste la sim-
ple vista para afectarnos, Ja simple idea para sutnr , etc. , sobre que en
muchos casos la explicación rueda por el mismo terreno, y cuanto mas
se estudie bajo este punto de vista la cuestión, mas se ensanchará el ca-
tálogo de los hechos de esta especie, diré que aquí sucede lo que en to-
dos los demás ramos de la sensibilidad y de la idea. En todo hay varia-
ción en cada sugeto, y estas diferencias constituyen un órden de hechos
inexplicables ; sus verdaderas causas nos son desconocidas; mas tenemos
fundados motivos para creer que no les es agena la modilieacion molecu-
lar de los órganos y de la sangre.
¡Con qué placer no mira el hambriento la comida! ¿Con qué repug-
nancia no la ve el harto? ¿El mismo sugeto empezaría á comer, después
que llega á los postres, con el mismo placer la sopa?
No acabaría nunca, si quisiese entrar en este género de reflexiones.
Para mi objeto basta lo expuesto. Quede consignado que la idiosincrasia
es capaz de modificar, respecto de ciertas sustancias, su acción; pero
comprendámosla bajo el punto de vista que la he presentado , y no olvi-
demos esta doctrina en los casos particulares, en los que aquí, como en
todo, siempre se resuelve mejor toda cuestión.
16. Edad.— He dicho que los principios inmediatos, el estado de los
humores no es iguai en todas las edades, y que por lo mismo tampoco lo
ha de ser la impresionabilidad de los sugetos á la acción de los agentes
exteriores en ellos.
Aunque respecto de los venenos, cuerpos por punto general de acción
enérgica, no hay grandes diferencias bajo el punto de vista de la edad,
puede, sin embargo, haberla, liemos visto lo que sucede respecto del es-
tado de la piel y de los demás órganos, respecto del régimen, etc. Pues
todo esto ocasiona diferencias en la edad respecto de la acción de los
agentes. Los niños , por ejemplo , soportan mejor la acción del mercurio
dulce ó del protocloruro de mercurio, que otros -sugetos de edad mayor,
¿Y por qué? Porque tienen menos cloruros.
XOXICOLOGÍA. —
— 354 —
t H.Wnrias relativas á la edad están íntimamente relacionadas con
,J ¡Otras circunstancias que ya llevamos comentadas, y por lo
ta n}2 "¿jfnWefosímol.— Él diverso modo de obrar de los venenos , se-
ía especie de animal á que se aplican, puede robustecerse con un nú-
mero considerable de hechos; basta la especie del animal para que lo que
unos es veneno terrible, sea en otros sabrosísimo alimento. Lucrecio
en
dijo perfectamente (*) :
Quippe videre lieet pingueteare scepe cicuta
Barbigeras pecudes , homini quee est acre venenum.
La pequeña cicuta ( ethusa cynaptum, vulgo apio de perro) es un veneno
para el hombre y los pájaros, y no lo es para los demás animales (2).
El dorónico ( doronicum ) mata á los perros, y es un alimento para las
cabras, las alondras y las golondrinas (3).
El phellandrium aquaticum es mortal para los caballos, y no hace daño
alguno á los bueyes (4).
El acónito (aconilum) es venenoso para los lobos, inofensivo para los
caballos (5).
Elperegil y la pimienta sirven para la mesa del hombre, son condi-
mentos de sus platos : las aves son envenenadas por el peregil; la pimienta
da la muerte á los cerdos (6).
Los estorninos se nutren de granos de cicuta ( conium maculatum). Los
faisanes, de los de la datura estramonio; los cuervos, de los del lolium;
los cerdos comen la raiz del beleño, y sin embargo, todos estos vegetales
son venenosos para el hombre (7).
Las almendras amargas matan las zorras, los gatos y las gallináceas (8).
El aloes hace perecer á las zorras y perros (9).
El arsénico obra en los lobos como drástico (10).
El eléboro, violento purgante para el hombre , engorda á las cabras v
cornejas (u).
El jugo de manioc mata á los caballos, y los cerdos le beben impune-
mente todos los dias en América (12).
El cloruro de potasio desenvuelve en los gatos , á la dósis de dos gra-
nos, accidentes graves, al paso que no causa daño alguno á los conejos y
pichones (13).
El arsénico no mata á los animales rumiantes sino á grandes cantida-
des (u) ; á los mismos animales hace poco efecto el opio, la nuez vómica,
la cicuta, la belladona, etc. (15).
El azufre es venenoso para los herbívoros. Todos estos hechos* y otros
*) De rtr. nalur.
a) Anglada, Towicologla.
*) Plenck, id.
*) Plenck, id.
I8) Virrey, Farm., t. 1, p. 35.
8) Anglada, loe. cit.
7) Plenck, loe. cit.
*) Anglada, id.
») Idem.
10) Harmand de Mongarny, citado por Anglada.
Anglada , loe. cit.
\‘2) Barry, citado por Anglada.
¡u! £0UlÍn de Ferrusac de Encías médicas, feb., <829, p. 312.
Anaíe* de Higiene y Medicina legal, t. XXX, p. 182.
t ) Golner, citado per Anglada.
355 -
inuchos que pudiéramos añadir, están demostrando con cuánta razón éá
tomada como carácter diferencial la diversa acción de los venenos , se-
gún la especie de animal. '
Aunque admitamos que , en electo , hay ciertas sustancias de los tres
reinos, y en especial las orgánicas, que para algunos animales son=ino-
centes y para otros venenosas; en primer lugar , advertirémos que acaso
en eso no hay toda la exactitud necesaria* para fundar en tales hechos
una doctrina; y en segundo lugar, se reducen las excepciones á tan po-
cas, que no debemos tomar la especie del animal como circunstancia ca-
paz de modificar la acción de los venenos , sino en esos casos bien cono-
cidos, y respecto de ciertos venenos. Generalizar esa influencia, no ha-
cer distinción de casos, nos llevaría al error y á consecuencias íunestas.
La doctrina que hemos establecido respecto al modo de obrar de los
venenos ó su acción química , nos pone en mejor situación que la de los
vitalistas para comprender la posimlidad y realidad de los hechos que
comentamos; pues no siendo la lisiologia de todos los animales igual, ni
entre sí, ni comparada con la del hombre; siendo en ellos diferentes las
funciones, ya en número, ya en importancia, ya en el modo de ejercerse;
siéuüolo también los humores , ya en naturaleza , ya en cantidad , se con-
cibe como las mismas sustancias pueden , respecto de algunas, no produ-
cirles los mismos electos.
Si una sustancia, por ejemplo, disoluble en los álcalis, se da á un ani-
mal que los tenga abundantes, le hará menos efecto, 0 ninguno, que á
otro que se halle al estado opuesto bajo este punto de vista. Otro tanto
diremos de las que solo son solubles en los ácidos ó en los cloruros al-
calinos. Los animales en quienes escaseen estos disolventes, no sentirán
tanto ios electos de una sustancia como otros que abunden en aquellos,
- por la sencilla razón en todos esos casos de que el veneno en unos se di-
suelve y es absorbido, y en otros no.
Por abundar los animales herbívoros en álcalis , el azufre y los prepa-
rados de este cuerpo mineral disoluble les produce mayor estrago que en
los que se alimentan de carne.
Los animales rumiantes, en general, por la multitud de estómagos,
pueden dejar de resentirse de la acción de ciertas sustancias, funestas
para ios que no lo son , ó que no tienen mas que un estómago.
Los anestésicos no hacen tanto daño á los animales de sangre fría ó
que apenas respiran, como á ios que la tienen caliente y respiran mucho.
La lexicología necesita de experimentos y observaciones hechas con
todo cuidado e intención para esclarecer este importante punto, liay que
estudiar la lisiologia de las especies animaies , por lo menos de los que
mas en relación estén con el hombre , y examinar , no solo el modo de
ejercerse sus funciones, sino el estado, cantidad y naturaleza de sus hu-
mores, mejor dirérnos, de sus principios inmediatos. (Jon datos nume-
rosos de esta especie podrán hacerse ensayos con los venenos , y averi •
guar á punto lijo cuál sea la verdadera influencia modificadora de la ac-
ción tóxica de una sustancia ejercida por la especie del animal.
Al hacerse cargo Ifobiii y \erdeii de la ¿¿lerenda de los principios in-
mediatos según las especies de animales, dicen estas terminantes pa-
labras :
aíNo se hallan en todas las especies de animales las mismas especies de
principios inmediatos. Tal principio existe en una especie que falta en
otra vecina, y se encuentra reemplazado ó no por otro cuerpo mas ó me-
- 386— 3
nos análogo. Así es que en la bilis del cerdo fallan el coleato y el glico-
lato de sosa , que existen en la del buey . hallándose esas sales reempla-
zadas en el primero por el hiocolato ó hiocolinato de sosa. En los cetá-
ceos existe la foceina y la cetina, principios que faltan en los demás ma-
míferos. En Jas orinas del perro hemos hallado una sal particular , cuyo
ácido cristalizare tiene el olor de la orina de ese animal ; no hemos po-
dido determinar su naturaleza , por su exigua cantidad. Este punto de la
historia general de los principios inmediatos, como el precedente (el de
las razas), no puede adquirir mucha importancia, hasta que se pueda
hacer la historia de los de todos los animales , ó vegetales.
»tos principios inmediatos del segundo grupo, esto es, los cristaliza-
bles y de origen orgánico, son los que varían mas á menudo de especie
en los mamííeros. Pasando de un grupo de animales á otro, seria fácil,
por lo demás, hacer constar diferencias análogas en los principios de ori-
gen mineral, y en los que no son cristalizares; lo mismo podemos decir
de los principios inmediatos vegetales (‘j.»
Ahora bien ; ejerciéndose la acción química de las sustancias ingeridas
en un animal sobre sus principios inmediatos, claro está que si hay dife-
rencias entre ellos , los resultados de la acción no han de ser los mismos.
. Este punto, no solo es importante para no incurrir en errores gra-
ves , en ciertos casos prácticos, sino para apreciar el valor que algunos
dan á los efectos producidos en animales domésticos é insectos , por lo
que arroja un sugeto envenenado ó sus alimentos sospechosos, y como
medio de conocer si son venenos; valor que á su tiempo examinarémos.
18. El volumen del animal. — Hay igualmente varios hechos que atesti-
guan las modiíicaciones que en el modo de obrar de los venenos, ó sea
en su acción , introduce el volumen del animal. En la Biblioteca universal
se lee que «en 1820 un propietario de un hermoso elefante , en Ginebra,
no pudiéndole dominar, y temiendo su insurrección sostenida por el or-
gasmo primaveral , se vió precisado á matarle, y se acudió por de pronto
á los venenos. Diéronsele 3 onzas de ácido hidrociánico, mezcladas en 10
de aguardiente , de cuya bebida era el animal goloso. No hubo ningún
resultado. Administráronsele entonces 3 onzas de ácido arsenioso con
azúcar y miel. Tampoco tuvo el menor efecto: el animal parecia inacce-
sible á todos estos venenos. Viendo que no se podía acabar con él por
medio de venenos , se le disparó un tiro. »
Que este caso sirva para nuestro intento, por lo que toca al arsénico,
no me opondré; luego citaré otros análogos. Mas en cuanto á lo del ácido
prúsico, tengo mis dudas. La terrible actividad del ácido cianhídrico,
centuplicada en la cantidad de 3 onzas , debía matar al elefante , á pesar
de su colosal volumen, si no hubo mas agente modificador que este vo-
lúmen. Entre el volumen de un perro robusto, de un mastin , y el de un
elefante, no hay la proporción que entre unas cuantas gotas y 3 onzas de
ácido hidrociánico. Si 3 gotas bastan para matar un mastin, 3 onzas
sobran 'para matar un elefante: en 3 onzas hay muchas mas veces 3 gra-
nos que en el volúmen del elefante el volumen del mastin.
Yo creo que este hecho puede citarse mejor como otro de los ejemplos
de modificación en la acción de los venenos por la especie del animal,
cuando no por el vehículo con que el ácido fué dado. Pero he dicho que
aceptaba el hecho por lo que toca al arsénico ó ácido arsenioso, por tener [*)
[*) Obra citada, l. 1, p¿ 279.
- 857 -
otros análogos. Eso sí , en efecto. Ya Gohier, profesor de la escuela vete-
rinaria de Lyon , se había asegurado de que para matar á IoS caballos,
mulos y borricos , se había de aumentar la dósis de los venenós. Él doc-
tor Furz, en la Martinica, hizo varios experimentos en bueyes , cábállos
y mulos, dándoles el arsénico, el cardenillo y otros varios venenos; y
para conseguir los efectos del envenenamiento, hubo que aumentar la
dósis ; hubo que dar 2 ó 3 onzas de arsénico. Estos hechos deponen, mas
que á favor de la opinión que sienta como modificador de los venónos el
volumen del animal , á favor de la diferencia de especie. Los de los ru-
miantes no significan tan solo el volúmen, sino el mayor trabajo digestivo;
sus diversos estómagos elaboran demasiado los alimentos para ser enve-
nenados con facilidad; esto, y tal vez la singularidad de especie, contri-
buye á que, como Gohier, Trabesedo, Furz y otros han observado, no se
envenene con poca cantidad de veneno á los rumiantes.
El que el volumen modifique la acción de los venenos , casi puede to-
marse por un fenómeno físico. Cuanto mas extenso sea el estómago, me-
nos puntos de contacto con el veneno hay, relativamente hablando ; de
aquí la necesidad de porción mayor de sustancia venenosa para que la
intoxicación se verifique.
19. Sensibilidad del animal. — Por lo que toca á la mayor sensibilidad,
no hay datos para tomarla como circunstancia modificadora. Para que
esto fuese cierto, el hombre, que en punto á impresionabilidad aventaja
á todos los demás séres , deberia sentir los efectos de todas las sustan-
cias venenosas , al menos mas que ningún otro animal : y pudiera de-
cirse a priori el número de venenos de que se resentiría una especie,
según el grado que ocupare en la escala zoológica, en punto á impresio-
nabilidad. Lo que hemos dicho acerca de las modificaciones introducidas
en la acción de los venenos por la especie del animal , destruye com-
pletamente semejantes ideas. No es la sensibilidad de los animales lo que
da razón de los diversos efectos de los venenos en los mismos.
20. El sueño. — L. Orfila comprende entre las circunstancias capaces de
modificar la acción de los venenos el sueño ; pero se limita á decir que
es lícito suponerlo. Lo dudo, y no hallo para ello ninguna razón fisioló-
gica. Durante el sueño no se suspende el movimiento molecular; lo único
que se suspende es la conciencia , las facultades psíquicas , y aun no
del todo, como lo atestiguan los ensueños. La respiración es mas lenta, y
eso es lo único que pudiera dar pié para decir que algunos venenos no
han de ser tan activos; mas la absorción por todas las vías está expedita;
la acción local y general no ha de encontrar ningún obstáculo. No.se en-
venenará comiendo ni bebiendo, porque el que duerme no come ni bebe,
pero podrá ser envenenado por otra vía.
21. Clima. — Por lo que toca al clima, no diré que no puedan ejercer
cierto influjo capaz de hacer notar algunas diferencias en la acción de los
venenos. Recuerdo que Alibert asegura que los lapones toman las prepa-
raciones arsenicales sin que experimenten mas que la excitación ligera
de la contractilidad muscular de sus intestinos, sin alteración alguna en
el resto del organismo (l); Recuerdo también que Lineo dice que esos
pueblos del polo tratan sus cólicos espasmódicos con el aceite de nico-
ciana, terrible ponzoña entre nosotros (2). Según Tschudi , en Austria
(*) Elementos de terapéutica, t. I, p. 399, 4.» edición
t (*) Citado por Barthez.
— 358 —
„ * hav muchos aldeanos que comen arsénico para estar rollizos
y ¿ pgeros las montañas. Por último, tengo presente lo que
JiceVourcroy sobre ciertas sustancias enérgicas preconizadas ñor Storck
a ej tratamiento de ciertas enfermedades, las que en Francia no
producían los mismos efectos que en el Norte (*) . La observación de
Fourcrov podemos verla en España , y en especial en sus provincias del
Mediodía: Raro será el facultativo que hava ordenado á sus enfermos
medicamentos enérgicos á las dósis consignadas en formularios extran-
jeros, sin sentir luego la necesidad de moderarlas. Esto prueba alguna
diferencia en la irritabilidad de la fibra. Los hombres del Mediodía son
siempre mas sensibles , hablando en general. En Montpellier y en Paris
tuve ocasión de notar que podía conocerse á qué punto de Francia per-
tenecían los operados , por su modo de soportar la operación; los que
chillaban mucho al correr por sus carnes el bisturí , casi todos eran del
Mediodía ; los que sufrían en silencio, casi todos del Norte.
A pesar de todo esto, insisto en que el clima no influye para modificar
la acción de los venenos; lo que es veneno en España , lo es en Francia,
Inglaterra y Rusia; lo que lo es en Europa, lo es en Asia, Africa, etc.
Con lo que precede se ve claramente cómo en mas de un caso práctico
puede suceder que los efectos de un veneno ó de una sustancia medica-
mentosa sean diversos de los que de ordinario se presentan , v bueno es
por lo tanto que estemos prevenidos y sepamos cuáles son los agentes
modificadores de la acción de esas sustancias. Y aquí , como en otra
parte, debo advertir que cuanto llevo dicho sobre agentes modificadores
no debe entenderse de un modo general , sino con aplicación á ciertos
venenos, no á todos, pues hasta ahora no se ha hecho un estudio has-
tante minucioso y exacto sobre esta materia, para que podamos establecer
lo que va dicho como comprensivo de todos los venenos.
Seria muy útil hacer los correspondientes ensayos con todas las sus-
tancias venenosas, para saber hasta qué punto son susceptibles de ser
modificadas en su acción; de esta suerte podríamos afirmar lo que solo
puede pasar hoy, respecto de muchos , como mera conjetura.
ARTÍCULO VI.
DE LA CLASIFICACION DE LOS VENENOS.
La ciencia posee ya muchas clasificaciones de venenos , y cada clasifi-
cador ha partido de un punto de vista diferente. Esto revela desde luego
la dificultad que presentará semejante empresa. Orfila considera imposi-
ble una buena clasificación , como haya de llevar las condiciones de esta
forma del método. Cuando tan célebre autoridad se declara poco menos
que vencida, ¿quién ha de atreverse á tentar siquiera una- cabal clasifica-
ción de los venenos?
Ya tengo manifestado en otras partes, si no de esta obra, en las de
otras , que por dificultoso que sea el empeño de clasificar cierto número
de objetos diversos , no he de abandonar jamás esta tarea. Para mí, cla-
sificar es ordenar, y ordenar es vencer la mitad de las dificultades da
cualquier materia de estudio.
cioso es decir que si una clasificación es perfecta , si no deja vacío
(*) irte de conocer y emplear loe medicamento i, t. I , p. 15.
- 359 -
al-uno si lo comprende todo, los esfuerzos empleados en conseguirla
obtienen su galardón , y la ciencia gana en ello; mas porque no se ob-
tenga esa perfección, ¿dejará de ser útil y meritoria la que se aproxime
A ella? ;Son tan malas las clasificaciones conocidas que ninguna de ellas
pueda servirnos para el estudio de los venenos? ¿Podríamos facilitar este
estudio, adoptando alguna de ellas? Echemos una ojeada crítica á las que
hayan obtenido mas boga , y veamos al fin si podrémos declararnos por
alguna, la menos imperfecta.
Las clasificaciones de los venenos que conozco, forman varias clases;
las unas tienen por base el reino á que pertenecen las sustancias , las
otras la naturaleza, las otras el estado, las otras el modo de obrar de las
mismas, y por último, algunas hay que reconocen por base á la vez todas
ó gran parte de las indicadas.
Plenck divide los venenos en venenos del reino animal , vegetal y mi-
neral. . .
Anglada ha seguido una clasificación , para la cual, en cierto modo,
ha reconocido por base el reino y el estado. Los venenos, según este autor,
son sólidos , líquidos y gaseosos ; los sólidos y líquidos son carbonizables ó
no carbonizables ; los primeros son vegetales y animales; los últimos son
minerales.
Devergie, á pesar de adoptar la clasificación de Orfila, en el estudio
de los venenos irritantes en particular, Ies da una distribución que tiene
por base la naturaleza ; así empieza por los cuerpos simples , luego trata
de los ácidos, en seguida de los álcalis, y por último de las sales.
Nuestros compatriotas Valle y Vidal han adoptado también su clasifica-
ción, un tanto extraña por cierto. El primero divide los venenos en corro-
sivo-ácres, enemigos irreconciliables de los nervios ; asfixiantes , químicos ó pu-
trefacientes , lentos y físicos. Lo vicioso de esta clasificación se advierte con
solo su lectura. Aquí no hay base fija; tan pronto es el modo de obrar como
la naturaleza del veneno. Hay además clases que hacen relación á otras no
comprendidas en la clasificación y expresiones impropias de la ciencia.
Los corrosivo-ácres y los lentos suponen que hay otros no ácres y rápidos.
Los enemigos irreconciliables de los nervios, es un modo figurado de expre-
sarse, y por cierto de idea poco clara. Vidal los dividió en coagulantes y
sedativos. Por poco conocimiento que se tenga del diverso modo de obrar
de los venenos, se comprenderá fácilmente la imperfección de la clasifi-
cación de Vidal.
Foderé , Guerin, Giacomini , el ya citado Anglada y Orfila, han clasi-
ficado los venenos fundándose en su modo de obrar. Veamos sus clasifi-
caciones.
Foderé ha establecido las seis clases siguientes , refundiendo en cierto
modo las clasificaciones de otros autores, y en especial de Vicat. Venenos
sépticos ó putrcfacientes, estupefacientes ó narcóticos , narcótico-ácres , ácres ó
rubefacienles corrosivos ó escaróticos, astringentes. Esta distribución es re-
dundante; los astringentes reducidos á los preparados de plomo, pueden
colocarse en otra clase de venenos como verémos ; los ácres y los escaró-
ticos no marcan mas que grados diversos de acción; así es que Orfila, en
su c asi icacion , no ha hecho mas que reducir la de Foderé y dar á las
Guerin divide los venenos en irritantes y sedativos. La primera clase se
subdivide en dos secciones: \ .'irritantes por acción sóbrelas extremidades
ne vi osas , 2. irritantes por absorción y acción directa sobre el sistema ner -
— 360 —
, ncifalo La segunda clase no tiene división alguna ; las sustancias
están colocadas según el reino á que pertenecen.
Giacomini ha dividido los venenos en hiperesténicos é hipoestérncos ; esto
es en excitantes y sedativos, división que adolece del mismo sabor bru -
niano que la de Guerin.
Anglada , además de la clasificación de que ha dado noticia , indica
otra y la apoya en una série de hechos y razones dignas de atención , la
cual abandona , sin embargo, al tratar exprofeso de la clasificación de
los venenos. Según este autor, los venenos son químicos ó untivitales.
Orfila, modificando la clasificación de Foderé , ha dividido los vene-
nos, reconociendo la dificultad de hacerlo sin defectos, en irritantes,
narcóticos , narcótico -ácres y sépticos. Nos harémos luego cargó de esta cla-
sificación.
Galtier, aunque reconoce que una clasificación fundada en los efectos
de los venenos y en su investigación seria la mejor, después de haber
dado una idea muy somera de algunas , las considera imperfectas todas,
y dado caso que la de Orfila y sus secuaces haya de adoptarse , propone
que se le añada los anestésicos y los tetánicos , y acaba por establecer una
que se parece un poco á la de Ánglada.
lié aquí esta clasificación :
l.° Venenos inorgánicos; 2.° venenos orgánicos; 3.° venenos gaseosos.
La primera clase' está dividida en cuatro secciones: 1.a metaloídeos;
2. a ácidos; 3.a álcalis; 4.a sales metálicas.
La segunda tiene tres secciones: 1.a venenos vegetales; 2.a animales;
3. * materias alimenticias alteradas.
La tercera está dividida en dos partes: 1.a gases simples; 2.a comple-
xos, y por sus efectos asfixiantes y tóxicos.
Mialhe los clasifica, como hemos dicho al hablar del modo de obrar
de los venenos, en cuatro clases.
1. ° Que detienen la circulación de la sangre.
2. “ Que aceleran su circulación.
3. ° Que impiden las combinaciones de la sangre.
4. ° Que provocan composiciones anormales.
El doctor Ferreira admite tres acciones tóxicas : química , mecánica y
vital , ó dinámica, y clasifica los venenos dinámicos de esta suerte: cáus-
ticos , irritantes , sedantes , atáxicos y sépticos.
M. A. Tardieu, en su obra titulada Estudio médico-legal y clínico del en-
venenamiento ( 1 ), hace de los venenos cinco grupos : l.° irritantes y corro-
sivos^ 2. # hipostenizantes ; 3.° estupefacientes; 4, 0 narcóticos; o.° neu-
rosténicos. Los venenos sépticos son para ese autor agenos al estudio
médico-legal del envenenamiento.
Es ocioso que mentemos mas clasificaciones de venenos.
¿A cuál de las que acabo de exponer darémos nuestro voto? No titu-
beamos en decir que á ninguna , si bien tal vez nos sirvan algunas de
ellas para formar la nuestra. ¿Y cuál será la base que escojamos para su
formación? ¿Será la del reino? No por cierto. A primera vista nada pa-
rece mas sencillo y regular que dividir ios venenos , como hizo Plonkc,
en animales, vegetales y minerales ; los tres reinos, en efecto, suminis-
tran sustancias venenosas. Mas ¿qué utilidad reportaría una clasificación
fundada en una base que nada prejuzga, que á nada conduce, ni para
tV Ohra citada, p. 167. Esta obra so ha publicado á Unes de 1866.
- 361 -
el diagnóstico , ni para la terapéutica , ni para la necroscopia de la into-
xicación? El mismo cuadro de síntomas presenta el veneno vegetal, que
el animal y mineral; sea, por ejemplo, el de la víbora , el moho de una
fruta podrida, el ácido sulfhídrico de las letrinas, los alimentos averia-
dos, etc. ; todos harán desarrollar el cuadro de síntomas propios de la
intoxicación séptica, y, sin embargo, pertenecen á tres reinos diferentes.
Lo mismo puedo decir de la medicación y de las análisis.
La clasificación que debemos adoptar ha de ser de tal suerte, que
pueda con ella generalizarse una porción de conocimientos relativos á los
venenos ; que diciendo , tal veneno es de tal clase, se sepa ya en seguida,
cuando no toda la historia del veneno , la mayor parte de ella; lo cual se
logra con una clasificación que reúna en ciertos grupos todos los venenos
dotados de propiedades comunes; conocido el uno , lo son todos, al me-
nos por lo tocante á eso que tengan de común.
Hav más: no solo deseo una clasificación que me permita formar gru-
pos de venenos semejantes por sus propiedades, sino que esa semejanza
ó comunidad verse sobre conocimientos directamente relacionados con
el diagnóstico, con la terapéutica y con la química de la intoxicación.
Ahora bien; ¿ puede lograrse esto dividiendo los venenos en animales,
vegetales y minerales, como Plenkc, ó en orgánicos é inorgánicos, como
Galtier? Seguramente que no . y es la razón tan evidente , que no me he
de parar en exponerla.
¿Adoptaremos como base de nuestra clasificación el estado del vene-
no? Tampoco , por las mismas razones. Hay venenos que no por dife-
renciarse de estado , se diferencian en efectos ; y si bien el estado sirve
para modificar los procedimientos analíticos, y por lo mismo sea de algu-
na utilidad apelar á él, en ramos subalternos de la clasificación, no puede
formar una base.
¿Adoptarémos la naturaleza de los venenos, como lo ha hecho An-
glada y Galtier? Tampoco ; el clasificar los venenos en simples y com-
puestos , los compuestos en ácidos , óxidos , compuestos en uro y sales,
conduce á la mayor facilidad de análisis, á la mejor exposición de los
comprendidos en cada clase ; pero nada dicen como generalidad, por lo
que toca al diagnóstico y á la terapéutica , partes las mas esenciales en
todo caso de intoxicación. Hay cuerpos simples, ácidos , óxidos y sales
de una acción , de unos efectos , y otros de otros ; la clasificación , pues,
pecaría por su base.
¿Adoptaremos, por último, el modo de obrar de los venenos ? Veamos
si esta base puede reportarnos ventajas relativamente á la sintomatología,
ó al diagnóstico, al pronóstico de la intoxicación , á la terapéutica y á la
química de la misma ; y si realmente es así , tomémosle como verdadero
fundamento de la clasificación de los venenos.
El modo de obrar de los venenos, hablando aquí como lo entiende la
generalidad de autores , esto es, con respecto á los efectos fisiológicos,
no es igual : según cuáles ellos sean, varía : por lo mismo permite la dis-
tribución de los venenos en ciertos grupos. El modo de obrar de los ve-
nenos está además íntimamente relacionado con los síntomas, con las
alteraciones que produce en el cuerpo vivo, y puesto que el conocimiento
de estas alteraciones y estos síntomas es de alta importancia en todo caso
práctico de intoxicación , concíbese la ventaja de una clasificación que
permita formarse , por medio de una generalidad , una idea de la sinto-
matología que á tal ó cual veneno corresponda. Clasificados bajo este
- 362 —
de vista los venenos , en cuanto se presente un cuadro sintomático
J?un malquiera intoxicación , podrá el médico decir : se trata de un veneno
de tal clase. T si este conocimiento tan rápidamente adquirido conduce
á otros ; si él por sí solo basta para disponer la terapéutica conveniente,
cuando se llega á tiempo , ¿qué importancia y utilidad no adquiere seme-
jante clasificación? Pues héaquí precisamente lo que se consigue, adop-
tando como base de aquella el modo de obrar de los venenos"
Si se establece, por ejemplo, una clase de venenos irritantes, y se
presenta el cuadro general de síntomas y alteraciones que los venenos
de esta clase producen, ¿cuánto terreno no habrá ganado desde el mo-
mento en que se observe en el enfermo dicho cuadro? Tía sido el tósigo
un irritante; la indicación es evidente; ver ese cuadro , y apelar á los
antiflogísticos será todo uno'. Se tratará de la autópsia ; las alteraciones
que se encuentren tendrán que ser las de las flogosis intensas. Toda la
patología de la intoxicación queda ilustrada con esa generalidad debida
á la clasificación fundada en el modo de obrar del veneno. Las particula-
ridades se deducirán del propio modo, á beneficio de las subdivisiones
dotadas del mismo espíritu.
Adoptando el modo de obrar de las sustancias venenosas como base
de su distribución , se satisfacen mas necesidades , se alcanzan mas ob-
jetos y se ciegan mas vacíos. Acaso la química de la intoxicación , ó sea
las operaciones analíticas, se acomodarian más á una clasificación fun-
dada en la naturaleza , estado y reino de las sustancias ; mas en primer
lugar, podemos adoptar en ramificaciones subalternas esas bases ; y en
segundo lugar, no deja de ilustrar este terreno la que adoptemos como
principal. Recuérdese lo que ya llevamos dicho en otros párrafos, y como
todo esto está íntimamente relacionado con el modo de obrar , ya tal vez
pueda establecerse por la clasificación alguna generalidad que se refiera
á las análisis químicas.
Mas aun cuando esto así no fuese , bastaría que semejante base fuese
ventajosa con respecto al diagnóstico, pronóstico y terapéutica de la in-
toxicación para quedar justificada.
Pero al agitar esta importante cuestión y al llegar á este punto, es ne-
cesario que no ños olvidemos de la doctrina que hemos consignado en
los artículos y párrafos anteriores.
Hemos visto que el modo de obrar de los venenos puede mirarse bajo
dos puntos de vista; ya con relación á sus efectos químicos y primitivos,
inmediatos y directos, ya con respecto á sus efectos fisiológicos, consecu-
tivos, mediatos é indirectos.
El primer aspecto es el verdadero y el lógico; el segundo, como lo he-
mos probado , es una mala. aplicación de hechos, es una suposición que
adolece de graves inconvenientes.
Los venenos no tienen mas que una acción , la química , la cual se
ejerce de varios modos ; los efectos que le pertenecen son químicos , y
solo le pertenecen los inmediatos. Los efectos fisiológicos son consecuen-
cias de las alteraciones que introduce en la economía la acción química
de la sustancia venenosa.
Por lo tanto, cuando se trate de establecer una clasificación de vene-
nos , según su modo de obrar, es preciso que nos entendamos ; porque
no es lo mismo hablar de ese modo de obrar, refiriéndonos á los efectos
químicos, que remitiéndonos á los fisiológicos. Bajo un aspecto la clasi-
ficación es una , y bajo el otro es otra.
' - 363 -
Si , para clasificar los venenos, tomamos por base su acción química , 6
lo que es lo mismo, sus efectos químicos, las clases serán tantas, cuan-
tos sean los modos de ejercerse esa acción química ; y en este caso , de-
berémos adontar ur.a que está calcada sobre lo que hemos dicho al resu-
mir la doctrina sobre los modos de obrar de las sustancias tóxicas.
Si , al contrario, tomamos por base los efectos fisiológicos, ó la acción
fisiológica; si se quiere usar de esa frase, que no nos parece exacta,
entonces la clasificación ó las clases de venenos serán tantas, cuantas
sean las formas genéricas ó los cuadros sintomáticos que ciertos grupos
presentan con bastantes rasgos comunes, siquiera los tengan especiales,
para poder constituir una clase.
Los autores que han clasificado los venenos según su modo de obrar,
se han referido á la acción fisiológica , á los efectos fisiológicos, media-
tos, indirectos ó consecutivos. Conviene , pues, que veamos establecida
esa debida diferencia ; qué ventajas v qué inconvenientes tiene lo uno
v lo otro para la práctica, y á cuál de esos modos de considerar la ac-
ción de los venenos debemos inclinarnos.
Re dicho que para mí, la mejor clasificación de los venenos es aquella
que enlace la fisiología de la intoxicación con las demás partes de la
misma, la que tome por base caracteres, cuyo conocimiento conduzca á
la formación del diagnóstico y pronóstico , v al empleo de los medios
apropiados para combatir el estado morboso producido por las sustancias
tóxicas, por lo menos, v mejor aun , si la necroscopia , la química y la
filosofía de la intoxicación hallan en ella también algo que las facilite.
Partiendo de este principio , que me parece el mejor y el de mas utili-
dad práctica, desde luego debo declararme por el modo de obrar de los
venenos, puesto que este modo tiene con todas las demás partes de la
toxicología tan íntimas relaciones.
Remos demostrado que la acción de los venenos es química, que no
tienen otra acción; bajo este punto de vista , todos son unos; no for-
man mas que una clase , todos son químicos. Cuando Anglada los divi-
dió en químico. s y anti- vi tales , pretendiendo que solo los primeros tenían
acción molecular, v obraban sobre los sólidos y líquidos, al paso que los
anti-vitales ejercian su acción sobre la vida , siendo el sistema nervioso el
medio por donde la atacaban, incurrió en el grave error de que tantos
participan y que tan evidente es, de no reconocer en los segundos una
acción tan química como en los primeros , siquiera no se manifieste con
destrucciones objetivas de la trama anatómica como los cáusticos, á los
cuales tan solo llamaba químicos el profesor de Montpellier.
En la segunda edición de este libro, hemos participado de esas ideas.
Aunque no estábamos por la falta de acción. química de los venenos vita-
les, de acción sobre lo material de nuestra economía, en todos los casos ;
solo por lo sensible v manifiesto de esta acción en unos, y lo oculto en
otros, nos decidimos á profesar la opinión de que habia venenos con ac-
ción química . v venenos con acción dinámica ó vital. Pero hemos aban-
donado ese modo de ver, tanto porque no descansa en sólidos fundamen-
tos, como norque nos hemos convencido de que la acción de los venenos
llamados dinámicos ó no cáusticos es tan manifiestamente química, como
la de los que cauterizan ó desorganizan la trama de los tejidos.
Si todos los venenos ejerciesen su acción química del propio modo; si
no hubiese mas que un modo de obrar de los venenos sobre los princi-
pios inmediatos ae nuestros tejidos y órganos, como lo pretende Robín,
- 364 -
tampoco habría lugar á clasificarlos; no formarían mas que una clase.
Mas hemos demostrado que esa acción química no es siempre igual,
míe las hay muy diferentes, y desde el momento que existe esa diferen-
cia, que es un hecho demostrado, la clasificación es necesaria; se pre-
senta por sí misma , no es una invención escolástica , es un hecho na-
tural reconocido por la ciencia.
Si, á pesar de ser vario el modo de ejercer la acción química los ve-
nenos, tanto sus efectos inmediatos , directos ó químicos, como los me-
diatos, indirectos ó fisiológicos, fuesen completamente ó casi iguales,
é iguales los medios terapéuticos indicados para combatirlos, podría-
mos prescindir de toda clasificación , porque el establecerla conduciría
¡loco ó nada á la menor utilidad práctica. ¿De qué serviría ocuparnos en
distinguir los modos de obrar, en tornarlos por base de una clasificación,
si dado uno y otro caso práctico de intoxicación ó envenenamiento, siem-
pre hubiese de haber el mismo cuadro sintomático , el mismo pronós-
tico, la misma anatomía patológica y la misma medicación?
La clasificación, pues, como hecho, no solo consiste en los diversos
modos de obrar de ios venenos , sino en sus diversos efectos químicos y
fisiológicos, en sus diversas manifestaciones objetivas y en los diversos
medios de combatir esos efectos. La ciencia cumple con su deber, reco-
nociendo esa diferencia en la naturaleza. Más que una elucubración de
bufete, que una obra intelectual , es un producto flagrante de observa-
ción y experiencia práctica.
Esto sentado , preguntémonos si una clasificación de venenos, tomando
por base la acción química, ó mejor los diversos modos de ejercerla , no
solo será lógica sino útil para la práctica; si además de expresar los he-
chos propios de la fisiología de la intoxicación , expresará también los de
Ja patología y terapéutica; si se acomodará á las prácticas de la necros-
copia y de la química, y si facilitará las consideraciones filosóficas que
tanto se necesitan en los casos de una intoxicación, y mas aun en los de
un envenenamiento.
"Miemos consignado en su lugar, que los efectos químicos están íntima-
mente relacionados con los fisiológicos; que estos son las manifestacio-
nes objetivas de los estados nuevos y anormales en que colocan los só-
lidos y líquidos , los tejidos y dos órganos , las alteraciones atomísticas
producidas por la acción química de los venenos ; hemos dicho más, que
todas esas manifestaciones sonhechos de órden físico y químico , paten-
tes unos, mas ocultos otros, siquiera sean vitales ó solo posibles mien-
tras dura la vida del sugeto ; tanto porque , en efecto , se los ve bajo la
dependencia de las leyes físicas y químicas, como porque la vida, la
existencia de la materia organizada es un modo de ser, sujeto al mismo
código , siquiera las circunstancias en medio de las cuales se realiza , y
las condiciones que necesita, no sean del todo conocidas.
Si ya la experiencia no lo demostrara , la lógica , pues , nos conduciría
á sentar que ha de encontrarse esa íntima relación entre los efectos quí-
micos y los fisiológicos del veneno. Si hay diversidad en los fisiológicos,
es porque también la hay en los químicos; si la manifestación sintomá-
tica no es igual , es porque tampoco es igual la alteración de las funcio-
nes provocadas por la ingestión del veneno ; si se necesita diferente me-
dicación , es porque el estado morboso que constituye cada veneno ó cada
clase de venenos, tampoco se ha efectuado del propio modo, ni del pro-
pio modo se sostiene.
- 368 —
Dé aquí, pues, demostrado cémo después de haber admitido varios
modos de ejercer la acción química , de haber determinado y clasificado
esos modos, podemos todavía seguir aceptándolos como base de una cla-
sificación de venenos , base sólida y siempre amiga de lo que la práctica
nos presenta.
Si examinamos bajo estos puntos de vista las tres clases de modos de
obrar químicos que hemos admitido, verémos que, en efecto, hay cuadros
sintomáticos diversos en las intoxicaciones producidas por los venenos
de esas clases, y necesidad de emplear medios terapéuticos diferentes
para combatirlas.
Cuando los venenos obran contrayendo combinaciones anormales é in-
compatibles con la vida ó la salud, hay unos síntomas y una terapéutica.
Cuando obran impidiendo las combinaciones fisiológicas de los princi-
pios inmediatos, hay otros síntomas y otra terapéutica.
Cuando provocan metamórfosis y fermentaciones morbosas, el cuadro
de síntomas es diferente de los anteriores, y la medicación indicada no
es tampoco igual.
Luego si esto es así, como lo es en efecto, podemos establecer una cla-
sificación de venenos, á tenor de su modo de obrar químico y genérico.
Hemos visto que cada modo de obrar genérico ó de una clase se sub-
divide en varias subclases; ó lo que es lo mismo, que si todos los vene-
nos comprendidos en el primer modo de obrar tienen de común con-
traer combinaciones anormales é incompatibles con la vida , puestos en
contacto con los principios inmediatos ó los elementos de los tejidos y
de la sangre, no todos forman combinaciones iguales, ni dan lugar á la
identidad de síntomas ó manifestaciones fisiológicas , ni exigen la misma
terapéutica en un todo.
Los hay que contraen combinaciones con los principios protéicos de
los tejidos y de la sangre; que los contraen tan solo con el oxígeno res-
pirado; que los contraen con otros principios inmediatos; y como de cada
clase de esas combinaciones resultan alteraciones funcionales diferentes,
los cuadros de síntomas lo son también, y lo es también la terapéutica.
Otro tanto podemos decir de ios que impiden las combinaciones nor-
males. Siquiera todos hagan esto, en último resultado no todos lo hacen
del propio modo. Los hay que desalojan el oxígeno; los hay que provo-
can catálisis , impiden la hcmatosis ó la combinación normal de otros
principios inmediatos entre sí , y á cada uno de esos modos de impedir
combinaciones normales, hay sus correspondientes manifestaciones sin-
tomáticas , y debe haber sus medios terapéuticos diversos.
Por último, los del tercer modo de obrar, aun cuando tengan de co-
mún provocar metamórfosis y fermentaciones, no todos lo hacen del
mismo modo, ya no tomen parte en la operación química, ya la tomen;
ora formen simples descomposiciones por movimiento fermentativo, sin
reproducción del provocador , ora reproduciéndole ; de cuyas diferencias
se siguen manifestaciones fisiológicas diferentes también , y exigen trata-
mientos especiales.
Luego es lógico, filosófico, fundado, posible, práctico y de suma utili-
dad , clasificar los venenos á tenor de su modo de obrar, refiriéndonos á
su acción química y á los diversos modos de ejercerse esta acción.
Nadie lo ha hecho, sin embargo ; ni los mismos que no ven en los ve-
nenos mas acción que la acción química. Si Mialhe ha bosquejado una
clasificación , que parece tener este intento , ya hemos visto que , en pri-
— 366 —
íner lugar no expresa bien.la realidad de los hechos , suponiendo que
solo hay acción sobre ia sangre, y en segundo lugar, que tan pronto se
tunda en los electos lisiológicos como en los químicos , en ios primitivos
cómo en i os secundarios , en los inmediatos y directos como en los indi-
rectos y mediatos.
¿Nos atreveremos nosotros, pues, á romper la valla? ¿A.brirémos esta
nueva senda? ¿liaremos esta innovación? Así como nos nemos decidido
abierta y denodadamente á proclamar la acción química de ios venenos;
así como hemos establecido una nueva clasificación de los modos de ejer-
cerla, romperemos también con todo lo hasta aquí establecido, para sen-
mr desde hoy mas una clasificación de venenos sobre esa nueva base; so-
bre los electos químicos, y no sobre los fisiológicos; ó serémos tan in-
consecuentes, tan pusilánimes , que, después de habernos afanado tanto
eu sentar como un hecho la acción química y en haberla deslindado , nos
detengamos, retrocedamos, reco^mos prendas, y en vez de enarbolar
una bandera propia, independiente, acabemos por cobijaruos debajo de
la de Orilla ó de cualquiera otra que clasifique los venenos por sus elec-
tos lisioiógicos?
ISo se compadece con la independencia de nuestro carácter, cejar en
un propósito, tan solo porque ia idea sea nueva , porque los demás no le
Hayan seguido. JSi estamos convencidos de la verdad de una cosa, no in-
clinamos la voluntad delante de ningún ídolo ; con toda la irreverencia
del iconoclasta procuramos derribarle, sin temor alguno de que castigue
el sacrilegio con los rayos de sus iras, siquiera sea un Júpiter Olímpico.
itero, tan inflexibles é indomables como somos ante la tiranía de una
autoridad ilegítima, nadie nos gana en docilidad ante el poder legitimo
ue ia razón y ia verdad; m somos de los que para abrir los ojos á la luz
de una antorcha miran antes la mano del que ia lleva. Para nosotros, el
portador de ia luz nos es de todo punto indiferente , ni le vemos.
¿i, pues, á pesar de lo que llevamos expuesto, no se nos ha visto de-
cididamente en la tercera edición, ni se nos ve en la actual de nuestro
Compendio clasificar los venenos, como acabamos de indicarlo, no es por-
que no nos atrevamos á separarnos del rey de ia Toxicoiogía y su corte,
siquiera estemos convencidos de las ventajas de nuestro modo de ver; es
porque, desgraciadamente, el estado actual de ia ciencia no nos permite
todavía, establecida ia clasificación , determinadas las clases y subclases,
repartir entre ellas de una manera sólida, experimental , como producto
de observaciones y ensayos, lodos ios venenos conocidos.
iNuestra filosofía no nos permite sentar jamás generalidades, sin haber
estudiado antes lodos ios particulares necesarios. Antes de sintetizar,
analizamos : antes de ciasilicar , examinamos todos los obelos que ha de
comprender ia clasificación; para formar grupos genéricos, vamos viendo
en cada objeto lo que tiene de común y lo que tiene de especial , las se-
mejanzas y las diferencias.
Para establecer, pues, una clasificación de venenos fundada en su
modo de obrar , de ejercer su acción química , conforme lo llevamos in-
dicado, y sobre todo, para repartir entre esas clases y subclases todos los
venenos conocidos á tenor de su modo de obrar , tenemos por absoluta-
mente indispensable haberlos estudiado todos bajo ese nuevo punto de
vista, haber ensayado de un modo experimental uno por uno, y haber
determinado su acción química.
Üi todos ios venenos conocidos de los tres reinos hubiesen revelado á
los experimentadores su verd d”“ ““fpecl0°de muchos, y fuese tan de-
todos ellos se supiese lo que se sa^® re P aup va na(ja me detendría,
mostrable prácticamente, ¡oh I estad g <1 ^clasiüeacion indicada,
mero de venenos que se caracterizase por su acción correspondiente
los caractéres comunes consignados en aquellas. .cloM ■ nn
Es lo que haré probablemente un día, si los de mi frágil existencia no
se interrumpen antes ; es lo que harán los toxicólogos venideros , en
cuanto los progresos de la química orgánica se lo consientan. Esta es mi
profecía, y el tiempo dirá si ella es liviana.
Atacado ..el estéril vitalismo en todos sus fuertes y revellines, desalo-
jado sucesivamente de sus posiciones misteriosas, que es el único modo
de vencerle, la única estrategia con que se le ha de aniquilar para siem-
pre, puesto que solo vive de lo inexplicable, que se refugia siempre en las
tinieblas ese buho de la ciencia, la clasificación de los venenos tomará
por base los efectos químicos , y serán distribuidos los venenos á tenor
de los mismos por las clases y subclases.
Desgraciadamente, como ya lo llevo dicho, no está todavía conocida la
acción química de gran parte de venenos, en especial del reino orgáiíico.
Si acerca de los inorgánicos son ya muy pocos los que no hayan revelado
su modo de obrar, y las combinaciones que forman , tanto fuera como
dentro de las organizaciones vegetales y animales; respecto de las sus-
tancias procedentes, de estos no tenemos todavía tantos datos ; la analo-
gía, la conjetura , la probabilidad , son tan solo todavía los medios filo-
sóficos que poseemos para darle cabida en la teoría, y como es de ver,
eso no alcanza para que quien se aprecie de hombre lógico y filósofo ba-
coniano, quien tenga por guia la experiencia, los hechos bien apreciados
antes de elevarse á la generalidad, á la síntesis, á la fórmula de un prin-
cipio ó de una ley , afirme lo mismo de lo cierto y demostrado , que de lo
conjetural y solamente probable.
\o podría establecer las tres clases de venenos con sus subclases en la
forma indicada , y repartir entre ellas los venenos de acción química co-
nocida; respecto de estos no hay dificultad ya hoy dia ; mas respecto de
los de acción química, no conocida aun de un modo directo y experimen-
tal , seria muy expuesto ; falto de bases sólidas, podría incurrir en erro-
res graves, y la distribución tendría que ser antojadiza, por lo menos
gratuitamente hipotética.
Cuando la ciencia avance, cuando, ya que no todos, la inmensa ma-
yoría de venenos se preste á este trabajo, por lo conocido y demostrado
de su acción, ya podrá emprenderse esa tarea, siquiera haya un rema-
nente mearla seáis, ó que solo se coloque en las clases y subclases de un
moüo racional y bajo la condición de que el porvenir los eleve de la ca-
egmria de aspirantes ó meritorios á la de propietarios.
seré,en eso lodo lo franco que suelo ser en todo; creo que
hidn dk.in^puede hacerse lo fiue acabo de indicar, estableciendo la de-
esperañdo'redudp1!? veí!,nos de a<¡cion conocida y no conocida,
anarezcan w , /f080? los üllImos ^dad.a, hasta que des-1
mi situación particular me ioht'co^el.tído^ni
hombres dotados de mas tiempo, de mas medios y de mas conocimien-
analíticos eme yo, podrán emprender este importante Rutilísimo tra-
haio v con II harán Yl* ciencia un gran servicio.g
Oue no se extrañe, pues, si en esta edición, al tratar de las clases de
ei enos v al hablar de ellos relativamente á lo que tienen los venenos
de común, según la ciase á que pertenecen, no adopte la clasificación
indicada; temeria incurrir en inexactitudes, no solo respecto cíe la misma
acción química, sino respecto de los síntomas, del pronóstico, de la ana-
tomía patológica y de la terapéutica.
Siendo los efectos fisiológicos mas conocidos ; facilitando estos mas el
diagnóstico, en especial para mayor número de médicos; disponiendo
para el tratamiento indicado de una manera que, fuera del emp.eode los
contravenenos , puede ser casi igual á la terapéutica que indicaria la
clasificación por los efectos químicos ; no siendo un obstáculo para apre-
ciar las alteraciones anatómico-patológicas, por la íntima relación que
hay entre los efectos químicos y los fisiológicos , ni para las análisis quí-
micas, puesto que estas tienen sus reglas hasta cierto punto independien-
tes de toda clasificación de venenos; y por último, pudiendo la filosofía de
la intoxicación resolver sus problemas del propio modo , ora se clasifi-
quen los venenos por sus efectos fisiológicos, ora por los químicos, te-
niendo en cuenta unos y otros, deslindándolos debidamente, no confun-
diendo los inmediatos con los mediatos, y dando á cada fenómeno la
causalidad que le corresponde , á tenor de lo que llevamos consignado
en la fisiología de la intoxicación; no habrá graves inconvenientes en que
por ahora sigamos aceptando la clasificación de ios venenos por las al-
teraciones que producen en las funciones , ó los cuadros sintomáticos,
que es como si dijéramos los efectos fisiológicos.
Aceptemos , pues , por todas las razones indicadas , una clasificación
fundada en el modo de obrar de los venenos , y en el sentido en que le
entienden los autores, es decir, refiriéndonos á ios efectos mediatos, in-
directos, secundarios, consecutivos ó fisiológicos, no como la mejor, mas
cabal , mas científica , sino como la que, en el estado actual , y tal como
nosotros podemos hacerlo, tiene menos inconvenientes en la práctica.
Resuelta esta cuestión, pasemos á otra. Aceptada la clasificación délos
venenos por su modo de obrar y con relación á sus efectos fisiológicos,
¿adoptaremos la de Orilla? ¿No habrá otra mejor, siquiera la tomemos
como base? ¿No podremos hacer con ella lo que ese gran práctico hizo
con la de Foderé , y lo que este con la de otros autores , y en especial con
la de Yicat?
¿Aceptarémos la flamante y con pujos de rasorismo de Tardieu, la mas
reciente y pretenciosa de todas? Veamos.
Cuantos han seguido la clasificación de Orilla, incluso este mismo au-
tor, han reconocido que, si respecto de ciertas clases es bastante exacta, ó
aproximada, por lo menos, á la genuina expresión de los hechos patoló-
gico-tóxicos , respecto de otras sucede todo lo contrario. Las dos últimas
clases, la de ios narco tico-ácres y sépticos, ofrecen grupos de síntomas
tan diversos, alteraciones anatómico-patológicas tan diferentes, y exigen
terapéutica tan varia, que se han visto precisados á subdividirlas en gru-
pos y á reconocer que el título de la clase no conviene , no solo á mu-
chos, sino á ninguno.
La de ios mismos irritantes se subdivide naturalmente en cáusticos y
no cáusticos, por razón de la diferente intoxicación que presentan, tanto
-r- aer-
en lo qué concierne á los síntomas» como á las alteraciones de los tejidos*
Galtier , colocándose en el punto [de vista de estos autores , ha hecho
perfectamente una modificación; ha^propuesto que á los irritantes, narcó-
ticos, narcótico-ácres y sépticos, se agreguen los anestésicos y los tetánicos.
En efecto, si un cuadro de síntomas, de todo punto diferente de los de-
más, es base suficiente para formar una clase ; si en esto están fundadas
las cuatro de Oríila , es lógico que se reconozcan las propuestas por Gal-
tier; porque realmente el cuadro de síntomas de los anestésicos y el de
los tetánicos se diferencian tanto entre sí, como cada uno de los demás.
Siendo, pues, cierto que la clasificación de Orfila no expresa toda la
verdad; siendo cierto que los cuadros sintomáticos de cada una de sus cla-
ses no representan exactamente ios efectos fisiológicos de todos los vene-
nos, en cada una comprendidos, es necesario modificarla, ora admi-
tiendo mas clases , ora dividiendo, las que sean susceptibles de ello , en
subclases.
Hemos dicho que M. Tardieu , en su nueva obra ya citada , modifica
la clasificación de Orfila ; y rechazando , como impropia del estudio del
envenenamiento médico-legal laclase de los sépticos, forma cinco gru-
pos : l.“ irritantes y corrosivos; 2.° hipostenizantes ; 3.° estupefacientes;
4." narcóticos; 5.’ neurosténicos.
Son varias las razones que tenemos para no considerar esta innovación
del distinguido catedrático de Medicina legal de Paris, ni como un pro-
greso , ni como un acierto en esta parte de la Toxicología.
En primer lugar, siendo cierta, y por todos reconocida, la existencia
de una clase de venenos llamados sépticos ; siendo diferente su modo de
obrar, ora bajo el punto de vista químico , ó de los efectos primitivos, in-
mediatos, directos ; ora bajo el de los efectos fisiológicos , mediatos , indi-
rectos; siendo de todo punto diferente el cuadro de síntomas presentados
por los que padecen una intoxicación séptica, de los cuadros propios de
otras intoxicaciones; y siendo diferente la anatomía patológica que los
caracteriza de un modo singular, y, por último, exigiendo esa intoxica-
ción una terapéutica tan diversa de todas las demás; es altamente gratuito,
destituido de toda razón científica, y contrario, tanto á la observación
clínica, como á la experimentación, borrar de una plumada, y sin justi-
ficación de ninguna especie, la clase de venenos sépticos, del cuadro
nosólogo-toxicológico.
La 'loxicología no consiente, ni puede consentir semejante mutilación.
Negar la existencia de esa clase de venenos , es como negar uno de los
colores primitivos ó cardinales del espectro solar; es negar la existencia
de los gases desprendidos de las letrinas; es negar la existencia de los
crótalos y demás animales ponzoñosos; es negar la de los virus; es ne-
gar, en fin, la de las sustancias alimenticias en estado de putrefacción y
eminentemente venenosas. Tan legítima, experimental y clínica es la in-
clusión de esa clase de venenos en el cuadro nosológico de la intoxica-
ción , como cualquier otra, como la menos disputada, y con muchísima
mas razón que los hipostenizantes, y los neurosténicos, y los estupefacien-
tes del peregrino cuadro trazado por M. Tardieu, con mas afan de inno-
var, que con acierto y fundamento.
¿Por qué, pues , excluye de ese cuadro M. Tardieu los venenos sépti-
cos? ¿Porque no pertenecen en ningún grado, como lo dice dogmática-
mente , á la historia médico-legal del envenenamiento?
Si en la introducción de nuestro Compendio no hubiésemos puesto ya
TOXICOLOGÍA. — 24
370 —
en evidencia los graves errores á que conduce á ese autor la falsa posi-
ción que ha tomado, imbuido de la idea equivocada que tiene de lo que
él llama estudio médico-legal del envenenamiento , bastaría ese solo rasgo,
para dejar comprender todas las funestas consecuencias de ese modo de
tratar la ciencia , tan contrario al raciocinio y á la práctica.
Si dice que no niega la existencia de esos venenos, pero que el médico
legista no debe tratar de ellos, el error será tan profundo, como si ne-
gara esa existencia. El médico legista, en la práctica del envenenamiento,
tan pronto puede encontrarse con un caso debido á venenos sépticos,
como con otro debido á venenos de otra clase, y debe , por lo mismo, co-
nocerlos; deben estar comprendidos en el estudio médico-legal del enve-
nenamiento.
Poco importa que los venenos sépticos no sean , por lo común , instru-
mento del crimen ; pueden serlo de la codicia , del suicidio ; pueden ser
cuasi-delitos , imprudencias temerarias; y, de todos modos, pueden dar
lugar á actuaciones periciales que hagan sospechar, no solo una intoxica-
ción involuntaria, sinola voluntaria ó el envenenamiento. ¿ Y qué hará
el médico legista en esos casos, según las erradas doctrinas de M. Tar-
dieu? Dirá : ¿eso no me pertenece; no pertenece en ningún grado á la
historia médico-legal del envenenamiento? ¿Dejará, declinando así su
competencia, que el juez siga creyendo en un envenenamiento ó intoxi-
cación criminal , no solo efectuada por un veneno séptico , sino por otros?
La práctica de la Medicina legal, en punto á envenenamiento, como
en punto á todos los demás casos de esa Medicina , así se refiere á los ca-
sos positivos, como á los negativos; á los casos, en que hay realmente el
hecho criminal que se sospecha , como á los en que solo existen las apa-
riencias; y por eso se llama al perito científico, para que distinga de ca-
sos. ¿Y cómo ios distinguirá , si se prescinde de ese estudio, si se borra
de una plumada toda una clase, y de las mas positivas, de venenos?
Borrar de la Toxicología , ó de sus cuadros nosológicos , los venenos
sépticos , es mutilarlos , contra toda razón y fundamento. Suponer que el
médico legista no debe conocerlos y hacer con ellos lo que con las de-
más clases, es mas antojadizo todavía , por no decir otra cosa.
En segundo lugar, si de lo que suprime M. Tardieu, pasamos á lo que
admite, no vemos en su clasificación mas que nombres , no solo ya gasta-
dos, sino vagos y confusos, respecto de la idea que representan.
Los irritantes y corrosivos no deben estar juntos ; ni por su modo de
obrar químico, ni por su cuadro sintomático, ni por su anatomía patoló-
gica , se parecen. La potasa cáustica , por ejemplo , ó su disolución con-
centrada, es corrosiva, no irritante, siquiera irrite las partes vecinas
que no toca, ó que toca rápidamente; su propiedad descollante y carac-
terística en ese estado es corroer , destruir la trama de los tejidos , y los
efectos son muy diversos. Diluida su disolución, pero teniendo todavía
cierta intensidad, irrita, mejor diremos, inflama ; no corroe; este es su
modo de obrar fisiológico , y sus efectos distan mucho de los producidos
por ese cuerpo, cuando es cáustico.
. La clase hipostenizantes es una innovación hipotética , una denomina-
ción rasoriana , que podrá parecerle á M. Tardieu muy usada en el dia
por los que guardan todavía resabios de la nosología bruniana , bru-
seista , ó á lo Guerin , Giacomini y Rasori ; pero que es la mas impropia
para emplearla en una clasificación de fenómenos morbosos, ora natura-
les , ora debidos á venenos. Todos los venenos son , en rigor, hiposteni -
xantes ; todos atacan rápidamente y deprimen eso que llama M. Tardieu
las fuerzas vitales ; todos alteran la sangre , si pasan á ella por la absor-
ción , ó se ponen con ella en contacto directamente. Hasta en las intoxi-
caciones mas excitantes, al principio , mas inflamatorias , hay un período
hiposténico, de depresión vital, y si hubiéramos de tomas ese período
como base , para una clase de venenos , no habria mas que una clase.
¿Qué ha de suceder en toda intoxicación, en especial cuando un ve-
neno pasa á la masa de la sangre , sino presentarse una depresión de lo
que llaman los vitalistas fuerzas vitales? Atacado ese humor por combina-
ciones que le desnaturalizan , por la presencia en él de sustancias que le
impidan el juego normal de sus funciones , la hematosis sobre todo, y
tras ella la inervación , la acción nerviosa de la sensibilidad , del movi-
miento muscular, inteligencia y sentimiento, la vida, en una palabra,
pierde todos sus resortes , después de explosiones más ó menos violentas
y rápidas , y en todo el organismo se advierte más ó menos pronto un
abatimiento, una postración , una depresión dinámica , nacida de la nega-
ción funcional del movimiento molecular, fié aquí el verdadero hiposte -
ni&mo. ¿Qué veneno, pues, no es hipostenizante?
Y si se quiere dar ese nombre á los que lo hacen pronto, ¿por qué no
se da á todos los que apagan de un modo fulminante la hematosis?
No ; no es científico, ni práctico; no lo ha enseñado nunca ni la ex-
perimentación ni la clínica, que haya una clase de venenos, que pueda
llevar esa voz italiana , propia de una escuela de nosología dicotómica
que ya caducó; que ha tenido que desplomarse, á pesar de su sencillez,
ante las enérgicas protestas de la teoría y de la práctica. M. Tardieu ha
sido juguete de una ilusión , como los Giacomini y consortes ; se ha fijado
en el último periodo de ciertas intoxicaciones, para darles carácter, y eso
no es buena clínica ; eso no revela ojeada comprensiva de todo el curso
de una intoxicación y del verdadero punto esencial de su nosología.
Análogas reflexiones tengo que hacer respecto de los estupefacientes ,
voz evocada de la tumba , para determinar el modo de obrar de ciertos
venenos , cuyos efectos fisiológicos á todo se parecen menos á lo que se
llama en semeiótica estupor. M. Tardieu da como resuella la acción de
esos venenos sobre el sistema nervioso; véase lo que en su lugar hemos
dicho sobre esa pretendida acción , y fácil será comprender que esa clase
de venenos es tan antojadiza , como las demás que ya llevo censuradas.
La clase de narcóticos, para M. Tardieu se reduce ai opio , sus elemen-
tos y preparados. Esto solo me releva de hacer comentarios.
Por último, la clase de neuroslénicos no parece sino que se ha creado,
para dar entrada á esa voz de moda , cuya sola denominación lleva con-
sigo la falsedad de doctrina toxicológica. Así le corresponde el nombre
de estupefaciente, como el de neurosténica, si hemos de atender á los
venenos, que como tales designa M. Tardieu. El estupor es uno de los
síntomas mas característicos del envenenado por ios estrícneos en los m-
térvalos del acceso. La embriaguez del alcohol no puede dar mas estupor;
su coma no es menos estúpido que el del cloroformo, belladona, etc.
Finalmente, si de estas reflexiones pasamos á ver los venenos que en
cada clase reúne M. Tardieu , no se comprenderá cómo ha podido hacer
esa distribución , á no ser que haya descubierto con su estudio médico-
legal y clínico del envenenamiento nuevos cuadros sintomáticos en los
venenos de que trata. No hemos visto una distribución mas desdichada.
El nuevo libro de M. Tardieu viene á introducir en la ciencia, no un
- 372 -
nrn-rréso . sino una perturbación profunda que no eslá justificada, ni por
una doctrina luminosa y sólida , ni por los hechos. Los casos clínicos en
se apova son las mas elocuentes protestas contra la clasificación in-
dicada y contra las pretensiones de innovación y perfección que han
alucinado á M. Tardieu, imbuido de ideas equivocadas sobre el estudio
médico-legal del envenenamiento. Para hacer lo que ha hecho, en efecto,
era una necesidad negar la existencia de la Toxicología. Esta ciencia
y el estudio médico-legal del envenenamiento, tal como le concibe el
autor, están reñidos.
Presumimos que el libro de M. Tardieu ha de alucinar á algunos, so-
bre todo á los que no conocen profundamente la Toxicología , y á los
amigos de la novedad y admiradores del último astro que aparece en el
horizonte. Mas nosotros, que tenemos el hábito de reflexionar sobre
todo, y que profesamos sincera y profundamente nuestro credo, no nos
dejaremos fascinar, ni por el mérito indudable del autor, ni por las cosas
buenas que hallemos en su libro.
Ño admitimos, pues, la clasificación de M. Tardieu; la tenemos por
la mas errónea y embrollada de cuantas conocemos.
No admitiendo ninguna clasificación de las que hemos mencionado,
veamos si podrémos hallar fundamentos para la nuestra.
Examinemos los hechos.
Hay venenos que inflaman hasta la gangrena y el estácelo , acto conti-
nuo, los tejidos con los cuales se ponen en contacto; los encogen, los cor-
roen , los reblandecen, los cauterizan ó disuelven, los desorganizan
directamente, en fin , tanto más, cuanto más en contacto están con ellos.
Semejante destrucción ó alteración anatómica da lugar á un cuadro de
síntomas determinados, entre los cuales descuella el dolor debido á la
acción del calor desenvuelto y á la lesión de las celdillas nerviosas , pe-
riféricas , doloríferas , ó de la sensibilidad general de esa especie , cuyo
conjunto solo se halla en las intoxicaciones producidas por esos venenos.
Son los llamados comunmente cuerpos cáusticos ó escaróticos. Pues bien
podemos hacer de ellos una clase con ese nombre, y no el de químicos,
que les da Anglada, puesto que químicos todos lo son.
Estos mismos venenos, disueltos y mas diluidos, si ya lo estaban, no
siendo, empero, concentradas las disoluciones, y otros muchos que no
son cáusticos, exceptuando algunos que, después de haber formado coá-
gulo en la parte donde se aplican , este se disuelve , con destrucción del
tejido, en un exceso del veneno, desenvuelven en los puntos sobre los
cuales obran ese modo patológico llamado inflamación, caracterizado por
todos los síntomas propios de ella , con la especialidad de ser siempre,
no solo intensísima, sino con tendencia á terminar por gangrena ó muerte
del tejido intoxicado.
El conjunto de estos síntomas, los signos que de ellos y de las altera-
ciones anatómicas brotan , les es particular, no se confunden con los de
otros; podemos, pues, hacer de ellos otra clase, llamándolos, no tm-
tantes, como Orilla y Sus partidarios, sino inflamatorios; porque la voz
irritación es demasiado vaga , y, según los patólogos que la usan , com-
prende mas fenómenos fisiológicos que la voz inflamación , la que , tanto
por esto corno por los caractéres de esta irritación particular, se acomoda*
toas á esos estados que provocan los venenos que nos ocupan. . .
r i r <?11^ c*ase venenos que deprimen ó apagan á la vez la sehsibi-
1 au, la inteligencia, el movimiento voluntario , los instintos y sentí-
- m -
mientos. Como ese estado es llamado pop los autores uanGOíisipp , pod«r
mos dar el nombré de narcóticos á los venenos que )e producen, y jfor-4
mar de ellos otra clase, puesto que ese aparato de síntomas fís sufiqíente-
mente característico y diferente de todos los demás , ya que no en el
fondo, en la manera de producirse.
Otras veces los venenos inflaman , es verdad , los puntos sobre los cua-
les obran, y hay movimiento febril general; pero, á vueltas de estos sín-
tomas de excitación local ó general, orgánica , los hay particulares del
sistema nervioso cerebral, que se anuncian por los síntomas característi-
cos de este centro, cuando está excitado, á saber: delirio, enagena-
cion y convulsiones generales ó parciales, seguidos de colapso y aba-
timiento ; hay ataxia. A veces se presentan estos antes, en lugar de las
convulsiones; hay adinamia.
Puesto que, en esta intoxicación, se ven síntomas inflamatorios comunes
y síntomas nerviosos, delirio, convulsiones ó abatimiento de fuerza y de
sensibilidad, podemos llamarlos, no narcótico-ácres , como tan impropia-
mente se denominan, sino nervioso -inflamatorios , con cuya expresión com-
puesta no queremos decir que sea la inflamación de los nervios , sino que
comprendemos las dos formis ó molos patológicos que determina, con
lo cual tendremos justificada otra clase, que no puede, que no debe con-
fundirse con las demás.
En otras ocasiones, lo que descuella y mata á los sugetos , es la asfi-
xia, la falta de hematosis, rápida, ó instantánea, revelándola, no solo
los síntomas, sino el estado en que queda el cadáver; pero al propio
tiempo se declaran en el sugeto horribles envaramientos del tronco y
extremidades, convulsiones 'tetánicas por accesos, tan breves como es-
casos, ó bien sin nada de esto, parálisis, ó una insensibilidad profunda
y resolución muscular, ó, lo que es lo mismo, la anestesia.
Puesto, pues, que lo descollante y lo que realmente mata á los intoxi-
cados es la asfixia, podemos llamarlos asfixiantes, con tétanos, parálisis
ó anestesia, y formar con ellos otra clase.
Por último, en otras ocasiones, los venenos ingeridos ó aplicados, ya
por las vías gástricas, ya respiratorias, ya por las soluciones de conti-
nuidad, promueven en la sangre descomposiciones pútridas, y en los te-
jidos afecciones y gangrenas primitivas de la misma clase; por lo cual
podremos llamar sépticos á esos venenos , y constituir con ellos la sexta
y última clase radical de sustancias venenosas.
Tales son las formas-tipos que, analizando los cuadros sintomáticos
producidos por los venenos hasta aquí conocidos y consignados por los
autores en sus obras, se pueden formular, teniendo en cuenta los efectos
fisiológicos, ó , si se quiere , los síntomas de cada intoxicación.
Siquiera aquí no figuren síntomas particulares propios de muchos ve-
nenos , y siquiera haya algunos que acaso no se acomoden completamente
á ninguno de esos cuadros , ó puedan pertenecer á mas de uno, bajo cier-
tos aspectos; sin embargo, examínense á fondo, y se verá que á alguno
de ellos pertenecen.
Guardémonos, con todo, de creer que con esas denominaciones pre-
tendemos expresar exactamente la naturaleza de la intoxicación y un
modo patológico determinado y exclusivo, y menos que no haya mas que
esos modos patológico-tóxicos. No tal; no es nuestra intención, ni son
nuestras convicciones. Una de las razones por la cual abandonaríamos esa
clasificación y todas las fundadas en los efectos fisiológicos, es la imposi-
— 374 —
bilidad míe vemos de formular de una manera cabal y exacta todos los
cuadros sintomáticos de las intoxicaciones.
Mas buscando semejanzas y diferencias por ciertos rasgos de mas bulto
y que descuellan en esos estados patológicos, siempre complicados,
creemos que establecer menos clases seria confundir intoxicaciones que
deben estar separadas ; y establecer más, seria pasar antes de tiempo á
las subclases, hacer de rasgos comunes de estas, clases no radicales.
Resulta, pues, que, según creemos, hay, bajo el punto de vista de los
efectos fisiológicos , seis clases de venenos :
1.a Cáusticos; 2.a inflamatorios ; 3.a narcóticos ; 4.a nervioso-inflamato-
rios; 5.a asfixiantes; 0.a sépticos.
Ahora bien; ya que hemos hallado estas clases trazadas en globo ó á
grandes rasgos , reservándonos hacerlo con mas pormenores y extensión
en la patología , apresurémonos á advertir que en cada clase , si no en
todas, en las más, es necesario consignar también subclases, porque no
todos son cáusticos, inflamatorios, asfixiantes, etc. , del mismo modo ó
con los mismos cuadros sintomáticos. Hay en cada una de esas clases
grupos, que, si bien tienen de común ciertos caraclóres, los de la
clase, tienen otros que los separan, comunes todavía entre varios, aun-
que ya en menor número, pero diferentes de otros venenos que se sepa-
ran por carecer de ellos. Consignando estas subclases , la clasificación
podrá acercarse mas á la perfección ; podrá tener menos inconvenientes.
Veamos también si , en efecto , hay hechos que las justifiquen.
Al hablar de la acción de los venenos, hemos visto que si los cáusticos,
propiamente tales, destruyen directamente la trama de los tejidos, hay
otros venenos, ciertos astringentes , por ejelnplo , que obran como ellos
hasta cierto punto, puesto que los disolventes pueden destruir el coágulo
formado por el astringente , quedando íntegro el tejido , y que además
ciertos venenos metálicos pueden , cuandoc están en exceso , coagular
primero, y luego disolver este coágulo en el tejido con el exceso del tó-
sigo, diferenciándose por eso el cuadro de síntomas inflamatorios que
provocan en esos diferentes casos.
d?Pues siendo eso así, se ve desde luego que no todos los cáusticos lo
son del propio modo; los hay esencialmente destructores de los tejidos, as-
tringentes, y disolventes.
Si examinamos los inflamatorios, verómos también que no inflaman
todos del mismo modo ; los unos desplegan la flogosis en el lugar donde
se aplican , y desde allí en la generalidad por simpatía ó movimiento fe-
bril; otros no hacen nada localmente, é inflaman, por decirlo así, la
sangre y muchos órganos lejanos.
Otros inflaman local y generalmente á la vez; otros de una manera es-
pecial ciertos y determinados órganos. De suerte que podemos establecer
también en esta clase subclases. Inflamatorias locales , inflamatorias gene-
rales , locales y generales á la vez , y especiales.
Respecto de ios narcóticos , no ofrecen bastantes diferencias radicales
para formar de ellos subclases.
Los nervioso-inflamatorios pueden subdividirse en unos, entre cuyos
electos fisiológicos , además de la inflamación local ó general , descuellan
síntomas cerebrales de excitación, de ataxia, y en otros, err los que los
hay de aplanamiento , de insensibilidad y de parálisis , adinamia , ya á la
vez, ya de un modo sucesivo, por períodos.
Ln cuanto á los asfixiantes , en los cuales en el fondo acaso podrían re-
- 375 -
fundirse hasta los mismos narcóticos , ó algunos de aquellos en estos , se
nos presentan tres formas muy notables. Los unos , producen secunda-
riamente la asfixia , porque avivan la impresionabilidad sensitiva y causan
el tétanos ; los otros producen también secundariamente la asfixia , apa-
gando la contractilidad muscular voluntaria é involuntaria, y con la pa-
rálisis que provocan imposibilitan, como el tétanos , los movimientos me-
cánicos de la respiración ; y otros , apoderándose del oxígeno respirado,
mpiden directamente la hematosis, y atacan sucesivamente y de un modo
rápido todas las facultades psíquicas : esto es , producen la anestesia ; pa-
labra que en rigor no expresa mas que la falta de sensibilidad.
Hay, pues, por lo menos tres clases de asfixiantes : los tetánicos, los
paralíticos y los anestésicos.
Finalmente, los sépticos, ya producen la intoxicación por las vías res-
piratorias por medio de gases mezclados con miasmas ; ya por medio de
mordeduras ó picaduras de animales ponzoñosos, que deponen en ellas el
veneno por los mismos segregado ; ya por medio de humores morbosos
que provocan la formación de los mismos; ya, por último, mediante sus-
tancias orgánicas putrefactas.
Como clasificación , pues , como distribución de modos radicales de
obrar, y de submodos, lo que acabamos de indicar puede ser útil al es-
tudio de la ciencia, mas que por la exactitud absoluta, por el método
que facilita y la ojeada general que permite dar á cada clase y subclase,
tanto bajo el punto de vista sintomático y semeiótico, como el tera-
péutico.
Como lo verémos en la patología de la intoxicación y en la Toxicologia
particular, las dificultades surgirán, al hacer la distribución de los vene-
nos ; al repartirlos entre esas clases y subclases ; porque si , respecto de
algunos ó de muchos, su colocación se presenta por sí misma , por ser
claro y terminante el cuadro de síntomas; respecto de otros, hay tal mez-
cla de estos , que por un lado parece que reclaman una clase ó una sub-
clase, y por otro otras; ora sea que no esté bien observado ese cuadro
de síntomas, ora que sea tan complexo su modo de obrar, que los pro-
voque de varias formas.
Los autores , sin embargo , que se han declarado por esa base de clasi-
ficación, no han vacilado , á pesar de eso, designando cuáles son los ve-
nenos que en este caso se hallan; lo cual es una razón más para que,
siquiera en el estado actual de conocimientos, no podamos , como lo lle-
vamos dicho, designar todos los venenos por su verdadera acción ó modo
de obrar químico , no por eso deberíamos dejar de clasificarlos por este
modo V no por el fisiológico. Si al fin y al cabo , tomando por base los
síntomas, hemos de dar con este inconveniente, bien podríamos prescin-
dir de él , y acabar de decidirnos de una vez por clasificar los venenos,
fundándonos en sus efectos químicos.
Como resúmen de todo cuanto llevamos dicho en este párrafo , vamos
á establecer las dos siguientes clasificaciones.
Los venenos pueden clasificarse de dos modos , ó según dos bases.
I.4 Por sus efectos químicos.
2.° Por sus efectos fisiológicos.
Por sus efectos químicos se dividen en tres clases radicales.
1/ Los que dan lugar á combinaciones anormales é incompatibles con
la salud y la vida.
2.a Los que impiden las combinaciones normales.
- 876 —
3 * Los que provocan metamorfosis y fermentaciones contrarias á la
vida ó la salud. , ,. . , . , .
Cada una de estas tres clases se divide en varias subclases.
L?> primera en tres.
1. * Las combinaciones se efectúan con los principios 'protéicos de los
tejidos y la sangre.
2. * Con el oxígeno respirado.
3. * Con otros principios inmediatos.
La segunda en dos.
1. * Los que impiden la hematosis ú otras combinaciones por acciones
catalíticas.
2. a Los que desalojan el oxígeno de la sangre.
Por último , la tercera en dos.
íffl.* Que provoca metamórfosis por acción catalítica ó fermentación sin
reproducción del excitador.
2.* Con reproducción del excitador.
Las mismas subclases ofrecen diferencias por grupos, las que no con-
signaremos aquí , por no dar á este trabajo demasiado sabor escolástico
ó galénico.
Por sus efectos fisiológicos , los venenos se dividen en seis clases :
1/ Cáusticos.
2. a Inflamatorios.
3. a Narcóticos.
4. a Nervioso-inflamatorios.
5. a Asfixiantes.
6. a Sépticos.
Cada una de estas clases se divide también en varias subclases, por lo
menos la mayor parte.
La primera comprende :
1. a Los verdaderamente cáusticos siempre destructores.
2. a Los coagulantes astringentes que no destruyen la trama de los
tejidos.
3. a Los que forman coágulos y se disuelven con el tejido en un exceso
de veneno.
La segunda en cuatro.
1. a Inflamatorios locales.
2. a Inflamatorios generales.
3. a Inflamatorios locales y generales á Ja vez.
4. a Inflamatorios especiales.
La tercera no tiene en realidad subclases.
La cuarta se divide en dos.
1. a Inflamación local ó general, y especial con síntomas nerviosos de
excitación cerebral.
2. a Dichas inflamaciones con aplanamiento é insensibilidad y parálisis.
La quinta se divide en tres.
1. a Asfixiantes tetánicos.
2. a Asfixiantes paralíticos.
3. a Asfixiantes anestésicos.
Por último, la sexta en cuatro.
Sépticos Por gases mefíticos ó miasmáticos,
o'» g^Pl>c°s por animales ponzoñosos,
o. oepücos por humores virulentos.
- 377 -
&' Sépticos por sustancias orgánicas putrefactas.
Tal es lo que el estado actual de conocimientos nos permite consignar,
en punto á la clasificación de los venenos.
No perdamos de vista: 1.* que, si no aceptamos la primera base y no
nos acomodamos á ella en esta obra , á. pesar de habernos declarado por
la acción química de los venenos , es porque falta conocer experimental-
mente el verdadero modo de desplegarla muchos de ellos; 2.* que tanto
una base, como otra, no pueden servir mas que como buen medio de es-
tudio general y particular, permitiendo ojeadas generales y sintéticas
que faciliten ese estudio ; 3.° que para nuestra clasificación hemos to-
mado por base, no solo los efectos fisiológicos del veneno, sino lo mas
descollante, el conjunto de síntomas ó de alteraciones funcionales que
mas en relieve se ponen en cada clase y subclase de intoxicación , que es
lo mas lógico y práctico , en nuestro concepto , para denominarlas menos
imperfectamente.
ARTÍCULO VII.
DE LOS MEDIOS MAS CONDUCENTES PARA EL ESTUDIO EXPERIMENTAL DE TODO
CUANTO ATAÑE A LA ACCION DE LOS VENENOS.
Todo lo que hasta ahora hemos dicho, acerca de la acción de los vene-
nos, supone que se han recogido varias observaciones , ya en individuos
de la especie humana, ya en animales de otras especies, y que en estas
observaciones se han fundado las doctrinas. Esto solo indica ya cuáles
han de ser los medios mas apropiados para estudiar esa acción de los ve-
nenos: las observaciones y experimentos de esa clase.
Pero, tratándose de analizar á punto fijo el modo de obrar de los vene-
nos en la economía humana , si se conciben fácilmente esos medios , si
-en ellos debe uno pensar inmediatamente que lea cuanto precede á este
párrafo ; tal vez, si lo reflexionamos, no nos proporcionarán las ventajas
que á primera vista podíamos esperar de ellos. Empecemos por las ob-
servaciones en los individuos de la especie humana.
Tratándose de estos individuos, hay que renunciar acto continuo á los
experimentos. Seria inmoral y bárbaro dar veneno á las personas y de-
jarlas espirar bajo su influjo, para ir tomando nota de la acción del ve-
neno y sus resultados. Hasta seria repugnante ensayarlos en los inlelices
condenados al último suplicio, como lo hizo, según lo refiere Ambrosio
Pareo, Cárlos IX con un cocinero, reo de muerte, para probar la eficacia
de un bezoard , cuyas virtudes deseaba saber aquel monarca (1).
Ensayos en el hombre vivo, hechos de suerte que no puedan compro-*
meter su existencia, siquiera alteren su salud, pueden hacerse, y se han
hecho mas de una vez. No han faltado personas, que, por amor á la cien-
cia, han ensayado sobre sí mismas ciertas sustancias como medicamentos;
esto es, á dósis medicinales, y han deducido de los resultados lo que
ha de suceder, empleándolas como venenos; algunas hasta se han promo-
vido intoxicaciones. Mas esto tiene su límite, y no es bastante para reco-
ger todos los hechos que la ciencia necesita.
En el hombre no es fácil ni prudente la experimentación respecto de
muchos puntos importantes. Lo que debe buscarse en la especie humana
son las observaciones , y las únicas que es á la ciencia lícito recoger, re**
(') Obras de Pareo, Libro de los venenos, cap. XL1 V.
- 378 -
lativamente á la acción de los venenos sobre el hombre, son las que su-
ministran los casos de intoxicación voluntaria ó involuntaria , los casos
aue podemos llamar clínicos. Mas , en primer lugar, por muchos que es-
tos sean , son pocos para las necesidades de la ciencia, y no debemos,
por cierto, desear que sean más; en segundo lugar, en semejantes casos
no se puede seguir la marcha genuina de los fenómenos patológicos pro-
ducidos por el veneno, por cuanto el sugeto vomita espontáneamente ó
socorrido, y se le administran auxilios que siempre modifican la acción
del tósigo. De suerte que, si la fisiología de la intoxicación y demás partes
de la Toxicología hubiesen tenido que formarse, con los diversos casos de
envenenamiento que se han recogido , tal vez estaría hoy dia cien veces
mas atrasada de lo que realmente está.
No es esto decir que sean perdidos para la ciencia todos los datos que
en tan lamentables casos pueden recogerse. Siempre hay lugar á poder
apreciar algunos fenómenos, como legítimo producto de la acción libre y
espontánea del veneno; y á fuerza de repetirse esos casos, hoy se recoge
un dato, mañana otro, y de esta suerte dia llegará en el que, con solo las
observaciones de envenenamientos acaecidos en individuos de la especie
humana , podrá formarse una historia exacta de la intoxicación ; podrá
saberse á punto fijo cómo obran los venenos en el organismo humano,
cuáles son sus resultados y de quó modo podremos combatirlos con ven-
taja. Esto no quita , sin embargo , que en la actualidad no podamos con-
siderar las intoxicaciones voluntarias é involuntarias como el medio
único , ni el mas á propósito para el estudio de la intoxicación y de los
venenos ó sustancias que la producen.
Nos quedan , pues , los demás animales , sobre los que pueden hacerse
todo género de ensayos, sin que se resienta de ello la moral , ni faltemos
á ningún sentimiento humanitario , compensando la nota de cruel que
acaso den las almas sensibles al experimentador, cuyo gabinete esté lleno .
de cadáveres de irracionales , la convicción de que , inmolando estas víc-
timas, la ciencia avanza, se perfecciona y se hace mas útil al hombre.
Hé aquí por qué no podemos estar de acuerdo con M. Tardieu, repro-
ductor en cierto modo de la opinión de M. Devergie, la que , sin embar-
go, no és tan absoluta, cuando rechaza los experimentos hechos en los
irracionales, considerándolos como una base falsa para el estudio de la
Toxicología, y cuando quiere fundar este ramo de conocimientos en la
exclusiva observación clínica.
Quéjase dicho autor de que haya en los autores un gran lujo de expe-
rimentos tu anima vili , y del contraste que forma ese lujo con la miseria
ó escasez de observaciones recogidas en el lecho de los enfermos que han
sucumbido por el veneno.
Consignemos aquí algunas de las razones en que apoya su modo de
ver, ya para poner mas tarde en evidencia sus contradicciones, ya para
comprender lo poco sólido de los fundamentos en que descansa su opi-
nión exagerada.
«Por bien hecho , dice, y sábiamente establecido que esté el ensayo de
una sustancia venenosa en un animal vivo , no puede salir de ahí, en lo
que atañe á^ la historia médica del envenenamiento , mas que datos in-
completos é insuficientes , propios para esclarecer ciertos puntos acce-
sorios, ó establecer ciertos caractéres generales , pero de todo punto in-
capaces de resolver las cuestiones rigorosas y exactas de la actuación de
peritos médico-legales. Seria supérfluo reproducir aquí las objeciones
- 379 -
tantas veces repetidas de las diferencias específicas que impiden concluir
con certeza en lo que atañe á la rapidez de acción de tal <3 cual veneno,
sus dósis , sus efectos físicos y fisiológicos de los animales y del hombre.
«Tampoco quiero recordar las complicaciones que traen consigo las
vivisecciones, á causa de ciertas operaciones preliminares, tales como la
ligadura del esófago, por ejemplo , destinada á impedir que los animales
arrojen por vómito lo ingerido en su estómago, ni exhumar con este mo-
tivo la discusión que hubo, hace ya algunos años, en el seno de la Aca-
demia imperial de Medicina, donde, por el solo hecho de los peligros
atribuidos á esa ligadura , fue puesta en cuestión toda la obra de Orfila
Solo haré, sobre ese punto particular, una observación, y es que, de-
jando á un lado hasta las perturbaciones que no puede dejar de causar
esa ligadura en muchos casos, como operación quirúrgica, oponiendo
obstáculo 4 la salida ó expulsión mas ó menos completa del veneno, mo-
difica de una manera artificial las condiciones del envenenamiento ,. y no
permite ya asimilarle con el que la Medicina legal tiene la misión de ha-
cer constar.»
Por estas razones, el autor que nos ocupa rechaza la experimentación
en los animales; y aunque reconoce que la tarea es árdua, se quiere fijar
exclusivamente en los casos clínicos, de cuya indigencia acusa á los auto-
res, y, sin embargo, levanta su edificio sobre esa indigencia; pues va á
recoger los que hay esparcidos en los libros y periódicos , y sobre estos
cree establecer lo que él llama estudio médico legal del envenenamiento.
Siempre lo mismo : acusar á los autores de olvidos , de excesos , de he-
chos , de errores , y venir á parar á decir lo mismo que ellos, y á va-
lerse de sus hechos y otros análogos que él ha observado, pero sin dar-
nos, al fin y al cabo , nada nuevo en los mas de los casos , por no de-
cir en ninguno.
Ya llevo dicho que los casos clínicos ú observaciones de intoxicaciones
y envenenamientos, en individuos de la especie humana, pueden contri-
buir al estudio de la Toxicología, y que no han dejado de contribuir.
Sin duda puede haberse estudiado en ellos las diferencias que van entre
los alimentos, medicamentos y venenos; la absorción de estos, con to-
das las cuestiones á ella referentes ; la acción de las sustancias tóxicas, y
los numerosos puntos de doctrina que á ella se refieren; los cuadros sin-
tomáticos, el diagnóstico, el pronóstico y las alteraciones anatómicas; la
acción de los contravenenos y la eficacia de los planes curativos; igual-
mente que los resultados de las análisis químicas, tanto de lo procedente
de las personas intoxicadas , durante su vida , como de sus sólidos y lí-
quidos , después de muertas.
Mas, para tener algunos conocimientos suficientes, capaces de elevar
ese ramo al rango de ciencia , ¡qué de casos no se hubieran necesitado !
Ninguno de ellos, por sí solo, ha podido nunca, ni podrá jamás , ser pro-
pio para el estudio, no solo de cada una de las partes de la Toxicología,
sino de cada una de las cuestiones relativas á cada una de esas partes.
La necesidad de salvar al sugeto, cuando somos llamados á socorrerle, es
superior al deseo de recoger nociones toxicológicas ; se interrumpe el
curso de la acción de un veneno, el desenvolvimiento de sus síntomas;
por lo menos se le modifica , ó puede modificar, y no es fácil trazar un
cuadro fiel de intoxicación determinada. Hasta para saber la oportunidad
de un contraveneno, de un plan curativo, ¿qué de casos no se necesitan?
En punto á síntomas y cantidades tóxicrs tomadas, son estériles los
- 380 —
as esos Casos clínicos , porque el envenenamiento se sabe, cuando el
sujeto va ha fallecido y acaso cuando lleva algunos meses ó años de in-
humación, sin haber tenido acaso ningún testigo de su agonía , ó haber-
los tenido interesados en callar ó desfigurar lo que ha pasado.
En Ja observación de esos casos sucede una cosa muy diferente de lo
que sucede en las enfermedades comunes. Sobre ser estas mucho mas nu-
merosas, hav lugar de observarlas en todos los períodos, en todo su
curso, y podemos, en fuerza de millares, por no decir millones de he-
chos, formular la historia cabal de cada una, bajo todos sus aspectos. Eso
no sucede jamás respecto de las intoxicaciones y envenenamientos. Apenas
si de cada diez casos se aprovecha un dato , ya relativo á la fisiología , ya
relativo á la patología, va á la terapéutica , etc. , de la intoxicación. Y de
esos datos sueltos, dados uno por un caso, otro por otro, á la larga se
obtiene algún conocimiento científico , que pueda servir de base para la
ciencia especial que nos ocupa.
Esto es lo que ha pasado, desde los tiempos mas remotos. Casos de en-
venenamiento involuntario y voluntario los ha habido en todos tiempos,
desde la mas remota antigüedad , y en ciertas épocas han sido frecuentí-
simos. Véase lo que liemos dicho en la historia del aspecto social del en-
venenamiento. ¿Cuántos no pudieron ser observados? Y, sin embargo,
¿qué provecho ha sacado la ciencia de ellos? ¿Cuándo ha llegado la To-
xicología al estado floreciente en que hoy se encuentra? ¿Cuándo ha po-
dido resolver tantos y tantos problemas relativos á los venenos aplicados
al cuerpo humano, como hoy se resuelven? Cuando se ha aplicado al es-
udio de los venenos el método experimental ; cuando se ha añadido al
método lento é incompleto de la clínica la experimentación en los anima-
les de fisiología parecida á la humana. La inmarcesible gloria de Orfila
será siempre el haber emprendido el estudio de la Toxicología por la
vía experimental en los irracionales. Desde entonces data el inmenso
vuelo de la ciencia. Compárese lo que era esta antes de Orfila , y lo que
ha sido después, y véase si la experimentación no es infinitamente mas
eficaz para el progreso de la Toxicología , que la clínica de la misma.
Buena es la observación de los casos clínicos ; la consideramos muy
útil y conveniente , y nadie la desdeña , ni el mismo Orfila , gran propa-
gador, ya que no inventor de la experimentación en animales , la recha-
zaba ; antes muy al contrario , consignó en su obra todos los casos clíni-
cos que pudo, comparando lo que presentaban estos con loque le daban
sus experimentos en los irracionales , como con mucho acierto y exacti-
tud lo expresaron M. Trousseau y M. Velpeau, al contestar á M. Devergie,
en la discusión habida en la Academia de Medicina de París, en 1858,
sobre la ligadura del esófago. Con dicha observación podemos y debemos
recoger, aunque en distintas ocasiones, muchos datos importantes, y
estos sirven para comprobar los de la experimentación ; así como estos
sirven para poder apreciar mejor aquellos y hacernos fijar mas la aten-
ción en ellos de lo que lo hicieron acaso los toxicólogos de otros tiempos.
Mas eso no es razón para que la consideremos como medio exclusivo ,
ni el único sólido para estudiar, ni la misma sintomatología , como lo
quiere Devergie, que solo la cree asequible en el lecho del enfermo, ni
como lo pretende M. Tardieu, secuaz en este punto todavía mas exage-
ra v<Pie aquel antiguo rival de Orfila.
Y a la verdad, es extraño que M. Tardieu se atenga, para el estudio
de ios hechos toxicológicos , como única base sólida , á la observación clí-
— 381 -
nica , rechazando la experimentación in anima vili como vía falsa , y apele
precisamente á la experimentación fisiológica, esto es, á los animales,
como el mejor criterio para resolver una cuestión de envenenamiento,
siendo esa experimentación una rehabilitación de un proceder juzgado
por la ciencia, como altamente erróneo, y contra el cual se habia levan-
tado Devergie, como üríila , y cuantos han tratado de esa materia , desde
que se hizo aplicación de la química á la Toxicología. Todo lo que alega
M. Tardieu contra la experimentación en los animales, como medio de
estudio de los hechos toxicológicos , es aplicable , como lo verémos en su
lugar, á la experimentación fisiológica.
A buen seguro que, si se hubiera hecho lo que M. Tardieu pretende,
no se hallaría la ciencia en el estado en que se encuentra. El mismo l)e-
vergie, coopinanle de M. Tardieu en este punto, dice que, recogiendo
todos los hechos en el hombre desde Erasislrato, no le hubiera bastado
á Orilla toda su carrera para constituir la sintomatología toxicológica í1).
Lejos de haberla desviado la experimemacion en irracionales, de la
senda verdadera , la ha colocado en ella , y por ella la conduce con nota-
bilísimo provecho. Ya hemos probado en otra parte, que ese estu-
dioso autor está en un error grave sobre el modo con que concibe esa
ciencia y las ideas falsas que tiene acerca de ella y los venenos , y por lo
mismo ese desvío, esa salida de quicio, que supone, no puede servirle de
fundamento para abandonar la experimentación en animales, y refu-
giarse exclusivamente ó los casos clínicos, que al fin y ai cabo son los
mismos que no han descuidado los autores , que ios buscará donde estos
los han consignado, y que si algunos le son personales, por muchos que
sean , serán pocos, y no le habrán ofrecido gran campo de observación
completa y capaz de dar solución á todos los problemas. Esperemos la
obra que nos anuncia , y lo hemos de ver comprobado todavía mas de lo
que lo indicamos (2).
En los casos clínicos no cabe mas que observación ; no cabe experi-
mentación ; hemos de sujetarnos á los que nos da la naturaleza y lo in-
completo de los dalos de cada caso; al paso que la experimentación con-
sulta á la naturaleza sobre todo aquello que puede conducir al esclare-
cimiento de un hecho y á la resolución de un problema : la experimenta-
ción en todo ilustra mucho mas que la simple observación; porque es mas
vasto el campo; los hechos se pueden ver bajo muchos mas aspectos. Así
han progresado todas las ciencias experimentales. El físico y el químico
no se han contentado con observar los fenómenos que les da la natura-
leza ; la han obligado á dar otros , á revelar sus secretos , y así han des-
cubierto las leyes de esos fenómenos.
Sin perjuicio de hacernos cargo , en su lugar, de lo que diceM. Tar-
dieu, ya sobre las diferencias fisiológicas de las especies animales y la
(J) Discusión sobre la ligadura del esófago, Academia do medicina, sesión del 3 de
agosLu de 18aS, Gaceta medica de este año, p. 503.
(-) A la sazón en que escribíamos eslo, no habia publicado aun M. Tardieu su nuevo
libro, titulado Estudio médico legal y clínico del envenenamiento. En el momento de dar á la
prensa este articulo de nuestro Coupemuo, lia visto ya la luz pública dicha obra, y con
su lectura liemos podido confirmarnos en lo mismo. No tenemos nada que rectificar; ni
sobre este punto, ni sobre otros. Véanse los casos clínicos que trae relativos al arsénico,
por ejemplo, uno de los venenos que con mas frecuencia han dado lugar á envenena-
mientos. bon en numero de 30 , y solo hay en ellos siete que pertenecen al autor ; los de-
más son tomados de otros. Orüla, acusado de indiyente en casos clínicos y lujoso en experi-
mentos por M Tardieu, trae mas de 35 observaciones, además de muchos experimentos
propios y ágenos Como este ejemplo podríamos citar otros muchos.
- m -
ítfbil lóeica de Ja aplicación de lo que pasa en estos al hombre , ya sobre
lY ligadura del esófago, y otros puntos; consignemos aquí que los casos
clínicos esto es, las intoxicaciones y envenenamientos observados en los
individuos de la especie humana , y los experimentos permitidos y exen-
tos de peligros hechos en los mismos , son útiles para aprender y hacer
adelantar la ciencia ; pero que no bastan por sí solos ; que es necesario
asociarles la experimentación en animales, ora de fisiología igual ó aná-
loga á la del hombre , ora de fisiología bastante diferente.
Veamos ahora cómo debemos apreciar esos experimentos , qué Valor
deberémos darles, y cómo tendrán que ejecutarse para proporcionar da-
tos útiles y exactos á la ciencia y contribuir á sus progresos; pero diga-
mos antes cuatro palabras sobre el sentimentalismo cuákero que, en estos
últimos tiempos, se ha levantado contra las vivisecciones y experimentos
en los irracionales.
Los animales van elevándose casi al rango de las personas , en punto á
la compasión de que son objeto. Hay sociedades protectoras de los ani-
males. Los cuákeros figuran como los zoófilos mas ardientes. Nadie ig-
nora la chistosa entrevista de un cuákero inglés con Magendie , gran
sacrificador de los animales, en el mismo laboratorio de este , reprendién-
dole aquel ágriamente la carnicería que hacia de perros, aves, conejos,
pichones, ranas , etc. , para sus experimentos.
Sin duda que es una barbaridad atormentar y hacer sufrir á las bes-
tias sin más ni más, y que la compasión del hombre se excita, no solo
viendo que se hace sufrir y se atropella á uno de sus prójimos, sino tam-
bién cuando la víctima es un caballo, un perro, un gato ó cualquier
otro animal. Mas si esa zooíilía se extiende á los animales inmolados en
bien de la humanidad , que se empiece por suprimir las corridas de to-
ros , las riñas de los gallos , la caza , y que se cierren los mataderos,
donde se inmolan ios inocentes bueyes y vacas, las ovejas y carneros,
los cerdos, y que se proscriba la venta de las aves en los mercados, y la
pesca en los mares y rios, etc., etc. , porque todo eso es un gran sa-
crificio de irracionales, un atentado monstruoso y bárbaro contra la vida
de esos seres inocentes.
Nadie nos ha de ganar en no tener crueldad, ni en repugnarnos el tor-
mento que se hace sufrir á muchos animales, y suscribiríamos de buena
gana á la abolición de ciertas prácticas y costumbres que hace verter la
sangre de animales útiles. No hemos sacrificado nunca ninguno, á pesar
de que nuestra cátedra puede exigirlo, y lo exigiría, si ya no fuese su-
péríluo , estando tan demostrados los hechos de que hablamos en ella;
porque no podemos ver sin sufrimiento profundo la muerte cruenta de un
caballo, toro, perro, galo ó lo que sea ( 1 ). Mas no por eso creemos censu-
rable, ni podemos desear la abolición de los experimentos , ó que en bien
de la humanidad, para la cual son los progresos de la ciencia, se inmo-
len irracionales , destinados á esos experimentos ; y es para nosotros un
ridículo alarde de sentimentalismo el declamar contra esa práctica, que
con tanta frecuencia han seguido Magendie, Oríila, Fiourens y otros
(') En 1842, siendo yo diputado ó Cortes, nn amigo mió, que vivía conmigo, me re-
gató diez ó doce pares do pichones, á cuya cria era muy aficionado, porque tenia que
marcharse. A los pocos dias también tuve que salir de Madrid; no pude resolverme á
matar esos pobres animales para comerlos, y los regaló ó mi vez a una familia vecina. Es
muy raro el animal que sale en mi parca mesa muerto en mi casa ; por lo común se com*
pran muertos ya en la polleria.
- m -
muchos , estando tal vez esos zoófilos sentados á la mesa, donde exhalan
su perfume pavos y capones asados , trufados ó en galantina , pescados
ricos y suculentos guisados de ternera, perdices, faisanes, [oigras y
otros bocados de cardenal , dignos de Lúculo, para irse luego á una fun-
ción de toros ó de gallos , á la caza ó á la pesca. ¡ Y quién sabe, si los que
vierten esas lágrimas de cocodrilo ante un animal sacrificado para un
experimento fisiológico ó toxicológico , contemplan , no solo con indife-
rencia, sino acaso con placer, la esclavitud del negro y otras esclavitudes
de los blancos , contra las cuales no les queda calor, después de haberle
agotado en defensa de los perros, gatos, conejos, ranas y sabandijas!
Pero dejemos ya eso , y veamos el uso de animales para estudiar la
ciencia de los venenos, bajo el punto de vista de la significación de los
resultados y su aplicación al hombre.
Esos experimentos que podemos hacer en los animales , y que lodos
los dias se están haciendo, en efecto, ¿pueden en realidad servir para
darnos una idea exacta de la acción de los venenos sobre nuestra econo-
mía? Si nos guiamos por las obras y los experimentos de Magendie , Ber-
nard, Orfila y otros, no pondrémos en el particular duda alguna. Si oímos
á Anglada , á Giacomini, á Rognetta, á Devergie y á Tardieu, habrá que
desconfiar mucho de las aplicaciones de lo observado en los irracionales
al hombre; habrá que limitar mucho estas aplicaciones.
No podemos dudar que, del hombre á muchos animales, van muchas
diferencias en sensibilidad y en organización, y esto solo nos conduce ya
á reducir el número de animales que pueden servir para los ensayos. Los
toxicólogos han escogido el perro, como animal de fisiología mas apro-
ximada á la del hombre; los perros son, en efecto , las víctimas, á costa
de cuya vida se enriquece de datos la lexicología.
Pero los mismos perros se diferencian del hombre bajo una porción de
aspectos : basta uno para la cuestión actual. El perro soporta la acción
de ciertas sustancias que no soporta el hombre. Es confesión del mismo
Orfila : un perro no perece aunque tome 100 granos de morfina, mien-
tras que una cuarta parle de grano sumerge al hombre en el estupor. De-
guise , Dupuy y Laurent lo han experimentado; el perro, por otra parte,
según Orfila , es mucho mas sensible que el hombre á la nuez vómica.
Lo propio pudiéramos decir de otras muchas sustancias.
Es decir, que, siendo cierto , como lo es y lo hemos visto, que la ac-
ción de ciertos venenos es modificada por la especie del animal , puede
suceder muy bien que, ciertos fenómenos desarrollados en el perro con
tal sustancia , no se presenten en el hombre , y vice-versa. Concluir, por
lo tanto , de un modo absoluto y general de lo que en los perros pasa,
seria vicioso , así como lo seria también no querer hacer aplicación nin-
guna de lo observado en los perros al hombre.
La opinión de Anglada, sobre guardar un término medio; la de Dever-
gie, que se limita á considerar útiles los ensayos hechos en los perros,
con el objeto de estudiar la acción de los venenos, viene á ser en suma
la del mismo Orfila; pues que, al recomendar este práctico los experi-
mentos en los perros para estudiar la acción de los venenos, no ha pre-
tendido establecer que todos los fenómenos observados en dichos anima-
les se hayan de presentar en el hombre , ni que sean las mismas dósis,
ni que no haya diferencias con respecto á los efectos nulos ó mas pro-
nunciados de ciertas sustancias venenosas. Si para que se produzcan los
efectos de un veneno se necesitan dósis mas ó menos fuertes, no puede
— m —
por esto afirmarse que los efectos no sean en cierto modo los mismos. La
fisiología del perro es muy parecida á la del hombre , y lanlu por lo que
toca á síntomas, como por lo concerniente á alteraciones orgánicas, po-
cos y pocas hay que no se observen en el hombre y en los perros.
Podemos, pues, dejar aquí consignado que los animales , y en espe-
cial los perros , son muy conducentes para apreciar la acción de los vene-
nos, ensayándolos en ellos con las debidas precauciones, y haciendo luego
aplicación de lo que en ellos pasa al hombre , con la restricción debida.
Mientras nos limitemos á fijar la acción de un veneno, y sus resultados
en la economía humana, por lo que pasa en la canina , sujeta á la acción
de aquel , sin descender á lijar las dosis ó las que lo son para el hombre,
estaremos en el buen terreno y sacaremos de su aplicación toda la luz
deseable. Otro tanto diré de todos los demás puntos relativos á la absor-
ción , síntomas , pronóstico, anatomía patológica, contravenenos, planes
curativos , y análisis químicas ; siquiera la aplicación de muchos de esos
hechos observados en los perros y otros animales , pueda hacerse al
hombre, en muchos casos sin diferencia ; en otros la hay, y considerable,
y es necesario tenerla en cuenta para no incurrir en errores graves.
Pero aquí es preciso hacerse cargo de una circunstancia que , poco
apreciada, pudiera ser muy trascendental. Los efectos de los venenos se
anuncian por síntomas y por alteraciones orgánicas , ai menos algunos
de ellos , y en los perros sometidos á los ensayos, pueden presentarse
algunos, que nada tienen que ver con la acción de los venenos. Digo esto,
porque, en algunos experimentos, se hacen lesiones traumáticas álos ani-
males para ingerirles los venenos, y hay que tener en cuenta esas lesio-
nes y sus efectos. Dejando á un lado otras lesiones , voy á lijarme en las
que se practican en ios perros.
Como los perros vomitan fácilmente las sustancias venenosas, para ob-
servar toda la marcha de su acción , se ata el esófago del animal. Orfüa
no solo le alaba, sino que le hacia una abertura , por donde introducia
luego el veneno que trataba de ensayar ; así evitaba las dificultades que
se encuentran , cuando se quiere introducir los venenos por la boca.
Bien se concibe que la ligadura y la lesión del esófago han de influir
en la economía del perro , y que algunos síntomas serán consecuencia de
la ligadura y de la herida, y no efectos del veneno. Mas no era Orilla un
experimentador tan ligero y poco avisado; no desconocía tanto la im-
portancia del esófago , que, para poder ser lógico en sus conclusiones, no
tratara, antes de todo, de resolver esta cuestión, y de consignar cuáles
son los síntomas debidos al veneno , y cuáles á la ligadura y herida del
esófago mas ó menos tiempo sostenida.
Gracias al genio experimentador de nuestro sabio compatriota , sabía-
mos ya á qué atenernos , en punto á síntomas y alteraciones producidas
por la ligadura y lesión de dicho órgano. Orlila había practicado varias
veces la ligadura del esófago en perros, delante de un público numeroso
y de muchos miembros de Ja Academia , y á pesar de haber llevado los
animalitos la ligadura por espacio de veinte y cuatro á treinta y seis ho-
ras , no habían experimentado mas que un ligero abatimiento y un poco
de calentura; quitada la ligadura, los perros bebían, comían, y estaban
perfectamente restablecidos. La herida de los tegumentos quedaba cicatri-
zada al cabo de diez , doce ó quince dias sin necesidad de cuidarla. Ln
su Tratado de Toxico logia general trae doce experimentes más hechos en
perros de mediana estatura , en los cuales la ligadura se hizo después
-385 -
haber practicado una abertura en el esófago : á los unos los dejó morir
con su esófago atado , á los otros los estranguló, á los dos dias ae llevar
la ligadura. De todos estos experimentos deduce :
1. ° Que la ligadura no causa durante los tres primeros dias mas que
un ligero movimiento febril y un poco de abatimiento , incapaces de ma-
tar á los animales en tan poco tiempo.
2. * Que, si se mata á los animales en este tiempo, no se encuentra
ninguna lesión orgánica.
3. ° Que si se les deja vivir y morir naturalmente , ó sea de hambre y
sed, la calentura va aumentando hasta el momento de la muerte; á ve-
ces se manifiestan en este intérvalo vértigos y náuseas y algunos movi-
mientos convulsivos; lo mas común mueren los animales en el mayor es-
tado de insensibilidad , sin haber dado síntoma alguno de los indicados.
Hecha la autópsia en ellos, se ha encontrado la mucosa intestinal algo
teñida , úlceras junto al píloro, manchas negruzcas en varios puntos de
los intestinos.
Ateniéndonos, por lo tanto, á los escritos de Orfila, todo lo que De-
vergie , Giacomini , Anglada y otros autores habían dicho contra la liga-
dura y abertura del esófago quedaba sin fundamento. Sabíamos que, en
los primeros dias de la operación , no hay mas que un ligero abatimiento
y un poco de eretismo febril; nada de convulsiones, vómitos ni deyec-
ciones; nada de sufrimientos crueles, nada de alteraciones orgánicas;
de lo cual es lógico concluir que , si todo esto se presenta á las pocas
horas de ingerido un veneno, ó al primero y segundo dia, es debido á
la acción de la sustancia ingerida. Solo en los casos, en que el veneno
tardase en matar al animal diez ó doce dias, podrian ofrecerse dudas;
mas puesto que, estrangulado este, á las cuarenta y ocho horas nada ofre-
ce , semejantes dudas no pueden existir con fundamento. Las mismas
alteraciones que se presentan en el estómago é intestinos, son mas bien
debidas al hambre y á la sed, ó por mejor decir, á la acción del jugo
gástrico , que á la herida y ligadura del esófago; este no es mas que la
causa ocasional de aquellos.
Es ocioso advertir que cuando así nos expresamos , por lo que toca á
dicha operación , se entiende de la que se ha practicado con toda regla;
de la que no ha lastimado filete nervioso alguno , y que ha sido practi-
cada con rapidez, en un minuto y medio, que es el tiempo que empleaba
ordinariamente Orfila y que empleará cualquiera que tenga en eso la de-
bida maestría.
No solo se defiende Orfila de los ataques que le han dirigido sobre su
método de experimentar, sino que prueba que no pueden hacerse obser-
vaciones toxicológicas en perros sin apelar á la esofagotomía. Fúndase:
l.° en que es preciso que permanezcan las sustancias venenosas en el
estómago, para saber toda su acción, y que, solo ligando el estómago,
puede corregirse esto , por la facilidad con que son arrojadas por vómito,
en cuyo caso los efectos son casi nulos; 2.° en que solo así pueden co-
nocerse las alteraciones orgánicas que los venenos producen ; 3.° en que
solo así puede saberse hasta qué punto una sustancia es contraveneno de
otra ; 4.° por último, en que solo así se puede sacar algún partido de la
introducción de las sustancias arrojadas por un sugeto envenenado, que
suelen darse á los perros para ver si los envenenan.
Es decir que , fundándose Orfila siempre en que hay necesidad de que
permanezca el veneno en el estómago todo el tiempo que el desarrollo
toxicología.— 25
— m —
<11 aivion reclama, para poder observar la marcha de esta acción,
«firma nn* solo ligando el esófago, puede conseguirse esta circunstancia.
Fn cnanto á la abertura del esófago, tiene por objeto evitar los inconve-
nientes que acompañan á la introducción de las sustancias por la boca,
n animal nuede repugnarlas, y en su resistencia pueden ser introduci-
das por la glotis y asfixiarle.
Lo que acabamos de consignar era en 1806 la doctrina general acep-
tada por todos los toxicólogos, salvas algunas excepciones.
En 1856, Bouiey y Reynal se levantaron contra esa práctica; funda-
dos en experimentos, manifestaron que la ligadura del esófago, y tal como
Ja practicaba Orfila , no están inofensiva como este io daba á enten-
der; que causa mas ó menos pionto la muerte de los perros, produciendo
graves accidentes, capaces de confundirse con los síntomas atribuidos
por Orfila á los venenos.
Apenas se comunicó á la Academia de Medicina de Paris esto , que
fué un verdadero acontecimiento en la ciencia (29 julio de 1856), cau-
sando general asombro, se nombró una comisión para que diese su dic-
támen sobre ese grave asunto. Fueron nombrados para ella los señores
Begin, Bouiey, Jobert, Larrey, Regnault y Trousseau.
A los dos años , la comisión presentó su trabajo , después de haber
practicado varios experimentos relativos al objeto , y en la sesión del 20
de julio de 1858, M. Trousseau, como ponente , leyó el dictámen, en e!
cual manifestó que no solo liabia tenido á la vista la nota de los señores
Bouiey y Reynal, sino también otras comunicaciones que le remitieron
L. Orfila (sobrino), Follin , Collin y Szumowski.
La grande importancia de esta cuestión, la notable y trascendental
oposición que hay entre la opinión de Bouiey y Reynal, y la de Orfila; la
circunstancia de que los muchos y repetidos experimentos de que está
llena la grande obra de este toxicólogo, y en los que funda sus doctrinas
y aseveraciones, ya respecto de la acción de los venenos y contravenenos,
ya sobre los síntomas y demás, fueron hechos en su gran parte con la
ligadura del esófago y su incisión, y el empeño de M. Devergie primero,
y después de M. fardieu, en que, visto lo afirmado por dichos autores,
de la nota sobre la ligadura del esófago, en los experimentos toxicológi-
cos, el dictámen de la comisión y la discusión que luego hubo acerca de
este asunto, la obra de Orfila cae por su base y hay que rehacerla; nos
hacen considerar como, si no necesario, útilísimo para los lectores de
nuestro Compendio, insertar íntegro el dictámen de la comisión, y des-
pués de dar una idea de la discusión subsiguiente, hacer algunas refle-
xiones sobre este grave punto. Hé aquí el dictámen íntegro :
«Los trabajos de la comisión , de los que M. Trousseau es el ponente,
se han efectuado con motivo de una nota sobre la ligadura del esófago,
presentada á la Academia el 29 de julio de 1856 por los señores Bouiey
y Reynal , y otros escritos que los señores Orfila, sobrino, Follin , Collin
y Szumowski, de San Petersburgo, le han dirigido sobre el mismo
asunto.
»La nota de M. Bouiey y Reynal tenia por objeto demostrar, contra
la opinión sostenida por Orfila , que la ligadura del esófago está lejos de
la completa inocuidad que este eminente autor le ha atribuido; que muy
al contrario, ofrece generalmente consecuencias muy graves; que, siendo
casi necesariamente mortal , cuando el lazo constrictor permanece siem-
pre en dicho órgano , puede bastar para causar la muerte en poco tiempo-,
- 387 -
que produce este resultado tanto mas pronto , cuanto que las sustancias
ingeridas en el canal digestivo solicitan el vómito de un modo mas po-
deroso, ó que los animales, en los que se hace el experimento , son mas
irritables ó mas susceptibles de hacer esfuerzos para vomitar; que, en
fin , en la mayoría de los casos , va seguida casi inmediatamente de sín-
tomas graves , que pueden burlar la perspicacia de los observadores.
»Aquí se presentaban dos cuestiones principales, cuya solución debían
buscar los comisionados; una de hecho; otra de interpretación. Para resol-
verlas han practicado en Val-de-Graee una série de experimentos en perros.
»La cuestión de hecho es la siguiente : ¿Va la ligadura del esófago se-
guida de desórdenes funcionales muy manifiestos , de los cuales hay que
hacerse cargo en la apreciación de los fenómenos que se presentan,
cuando se estudia el efecto de las sustancias ingeridas en el estómago de
los animales, cuyo esófago se ha ligado?
«La comisión ha reconocido , que en los perros , cuyo esófago se liga
simplemente, se observan, durante la operación, signos de un dolor muy
vivo , é inmediatamente después agitación, inquietud, luego esfuerzos de
vómitos, y expulsión de una gran cantidad de mucosidades espumosas.
«A estos síntomas sucede un período de calma relativa , durante el
cual los animales están evidentemente bajo el influjo de un sufrimiento
bastante grande. Estos accidentes han sido observados por Bouley, L. Or-
illa, Follin, Sedillot, Collin, Szumowski y Jobert.
»La aplicación de un lazo constrictor sobre el esófago va por lo tanto
seguida de un número asaz constante de síntomas especiales, que ofrecen
un carácter bastante grave para tenerlo en cuenta en los estudios toxico-
lógicos.
))E1 efecto ulterior de la ligadura debe ser estudiado bajo dos condicio-
nes, según que se la deje permanente, ó según que se quite á una época
mas ó menos cercana del momento en que se haya aplicado.
«A. Efectos de la ligadura permanente del esófago. — Resulta de los efec-
tos recogidos en los documentos sometidos al exámen de la comisión, y
de los que esta ha observado en Val-de-Grace , que la ligadura perma-
nente del esófago concluye por acarrear la muerte en la mayoría de los
casos. Solo tres animales, sobre veinte y cinco, han sobrevivido, lo cual
da una mortalidad de 88 por 100.
»En esos experimentos, la duración de la vida ha oscilado entre menos
de dos horas y más de seis dias ; mas la mayor parte de los animales ha
muerto del tercero al sexto dia.
«Resulta de estos hechos que deben concebirse dudas sobre las propie-
dades tóxicas supuestas de las sustancias ensayadas como tales, cuando
la muerte no sobreviene , después de la ingestión de aquellas , mas que
desde el segundo al sexto dia después de la operación , porque entonces
es difícil discernir qué es lo que ha causado la muerte. ¿Es la ligadura?
¿Es la sustancia administrada?
«Los síntomas que se manifiestan, á consecuencia de la constricción per-
manente del esófago , son en general los de una postración extrema ; los
animales están abatidos, permanecen casi constantemente echados é in-
sensibles álas excitaciones exteriores. Hay, respecto de eso, un acuerdo
bastante perfecto entre los experimentadores.
«Es menester tener en gran cuenta , en los experimentos toxicológicos,
ese estado sintomático, que se manifiesta casi constantemente, para refe-
rirle á su verdadera causa.
— 388 —
«Citando los animales sucumben tres « cuatro días después de la liga-
dura nermanente del esdfago, se encuentran casi constantemente vastos
focos paralemos en el cuello, extendidos *
veees , y abscesos m^siási-
/.Ac^ifnr'lps^'ones han sido designadas por todos los autores de los escri-
SI oue la comisión ha examinado.
«Pero, además, los señores Bouley y Reynal han anunciado que á me
nudo se encontraba el hígado en un estado turgescente, y la mucosa del
estómago y del intestino delgado con una fuerte congestión. Estas lesio-
nes pueden, en efecto, sobrevenir , y aun cuando acaso no sean tan fre-
cuentes, como lo han afirmado los señores Bouley y Reynal, son un he-
cho muy importante.
»B. Efectos de la ligadura temporal del esófago. — De los experimentos
hechos por la comisión y de los referidos por los señores Bouley y Rey-
nal, Orilla sobrino, Follín, Collin y Szumowski, resulta que, sobre treinta
y un perros , en los cuales la ligadura no ha permanecido en el esófago
mas que por espacio de cuarenta y ocho horas , solo ha muerto uno , lo
cual aa una mortalidad de 3 por 100.
»Es por lo tanto la permanencia del lazo conslrictor en el esófago lo
3ue vuelve esa operación peligrosa , puesto que es mortal en las nueve
écimas de veces, cuando el lazo permanece siempre.
»Que no se vaya á creer, por otra parte, de una manera absoluta que
pueda quedar impunemente la ligadura en el esófago por espacio de cua-
renta y ocho horas, puesto que su efecto, en menos de treinta, ha sido
mortal para siete perros.
oAhora bien ; ¿ los accidentes mortales que sobrevienen en los per-
ros, cuyo esófago se ha ligado, después de la ingestión en el estómago
de sustancias con las que alguno se propone experimentar, no pue-
den ser la consecuencia de la acción combinada de la ligadura misma
y de los esfuerzos para vomitar, necesariamente incesantes, determi-
nados por esas sustancias, aun cuando no estén doladas de propiedades
tóxicas?
»Eso no puede ser objeto de dudas en las circunstancias siguientes
(experimentos de Bouley y de Reynal) : Dos perros á los que se ligó el esó-
fago, murieron; el uno en treinta horas, el otro en treinta y una, después
de haber tomado el primero 4 granos, el segundo 10 de sal común. Pues
bien; la sal común no es un veneno ó esa dósis para un perro, y la prueba
está en que otro ha tomado 40 granos y no se ha muerto, no habiendo
tenido la ligadura mas que dos horas. De ahí la consecuencia rigurosa
3ue los dos perros han muerto, no por la sal común, sino por la ligadura
el esófago.
»Otro tanto puede decirse de cuatro experimentos de M. Bouley, en
los que se administraron 2 decilitros de agua tibia á los perros antes de la
operación : esos perros murieron entre veinte y cuatro á cuarenta horas
después de la ligadura del esófago , y después de haber hecho esfuerzos
considerables para vomitar.
«También han pasado las cosas de un modo análogo en los experi-
mentos comparativos hechos por M. Bouley con el nitro y el sulfato de
zinc, y por la comisión , con las mismas sales y con el subnitrato de bis-
muto. Uno de los experimentos practicados por la comisión , en el que
había sido comprendido en la ligadura un nervio recurrente, lleva con-
sigo además esta grave enseñanza, que, á pesar de todas las precaucio-
nes, una circunstancia extraña puede intervenir en los experimentos te-
sicológicos; de lo cual se sigue que , si no se tiene cuidado , puede haber
una causa muy grave de errores en las conclusiones.
»La importancia de esos resultados experimentales es tanto mayor,
cuanto que el mismo Orfila , el gran maestro de la toxicología , se na de-
jado llevar de ciertos errores por haber desconocido el papel considera-
ble que desempeña la ligadura del esófago.
»Mas, si hemos puesto en evidencia algunos lunares de la grande obra
de Orfila, no por eso se ha de pensar que se haya hecho con un objeto
exclusivamente crítico, sino con el íin de hacer aprovechar á los experi-
mentadores venideros esa enseñanza, puesto que verán faltas escapadas á
un autor eminente , siendo privilegio de los hombres superiores, que los
propios errores que cometen pueden servir de lecciones útiles á todos
aquellos que marchan por la vía que ellos abrieron.
«Los demás documentos sometidos al exámen de la comisión no su-
ministran datos bastante terminantes para el esclarecimiento de la cues-
tión que se discute. M. Szumowski, proponiéndose contrariar los experi-
mentos de los señores Bouley y Reynal, ha errado en no repetirlos exac-
tamente y en seguirlos en otra vía que difiere esencialmente ; de suerte
que no son comparables los resultados de los unos y los otros.
»Verificados los hechos, resta la cuestión de su interpretación.
»¿Qué es lo que causa la muerte á consecuencia de la ligadura perma-
nente del esófago? Importa aquí distinguir los casos, según que la muerte
llegue poco tiempo después de la operación , ó al cabo de otro bastante
largo.
«Cuando la muerte llega tarde, esto es, pasa mas allá de treinta ó cua-
renta horas, la autópsia da á conocer casi constantemente la existencia,
en el lugar de la operación, de un foco purulento, producido, sea direc-
tamente por la acción traumática, sea por la afusión en la herida de ma-
terias putrescibles , escapadas del esófago , cuya continuidad está inter-
rumpida de un modo mas ó menos completo, bajo la influencia de una
presión. En esos casos, la causa de la muerte reside evidentemente en la
alteración de los nervios vagos, de sus recurrentes, y de los cordones
simpáticos del cuello , que están bañados por el pus é inflamados en una
vasta extensión.
»En los casos en que la muerte se presenta mas pronto, hay todavía lu-
gar á distinguir, según que llegue en muy poco tiempo, ó según que
tarde doce ó veinte horas. En el primer caso, puede atribuirse racional-
mente la muerte á uno ú otro de los nervios que acompañan al esófago,
durante ó después de las maniobras operatorias. Se sabe, en efecto, que
basta que esté apretado uno de los nervios vagos, rozado ó estirado, para
que sobrevenga la asfixia. Con mayor razón debe suceder así , cuando
uno de esos nervios queda comprendido en la ligadura. La lesión de uno
de los recurrentes puede producir fenómenos análogos.
«Esta conclusión , por sisóla, bastaría para probar que es necesario
dar , en los experimentos toxicológicos, una importancia muy diferente
de la que se ha dado hasta ahora á la ligadura del esófago ; puesto que
jamás se está absolutamente seguro de dejar los nervios vecinos del esó-
lago al abrigo de toda lesión, cuando se va en busca de este órgano.
»S»in embargo, la lesión de los nervios no da cuenta cabal de todos los
fenómenos graves, consecutivos á la ligadura ; puesto que la observación
demuestra que, en un gran número de casos, desde que se quita la liga-
duia del esófago, cesan todos los accidentes. Los señores Follín , L. Orfila
- 390 -
„ niftnsan que las mucosidades acumuladas en la faringe, y difícilmente
1-adas, tienen una parte considerable en la producción de los fenó-
e*pnos que se manifiestan , después de la ligadura. Según dichos señores,
esas mucosidades las que dan lugar á los esfuerzos del vómito ; ellas
son las que, introduciéndose en la laringe, la tráquea y los bronquios,
determinan los accidentes de sofocación y|causan la muerte por asfixia.
»M. Follín concluye de sus experimentos, que la manifestación de los
accidentes consecutivos á la ligadura es proporcionalmente á las dificul-
tades de la respiración producidas por la presencia de las mucosidades
faríngeas; y que cuando las mucosidades no pueden ser expulsadas li-
bremente, la muerte es pronta. Por el contrario, cuando, sea por el hecho
de la laxitud de la constricción esofágica , sea á consecuencia de la pren-
sión del esófago encima de la ligadura, las mucosidades faríngeas pue-
den ser deglutidas y escaparse de la faringe; los síntomas de sofocación
y regurgitación son nulos, y la operación mucho menos peligrosa.
«Pero, si la introducción de esas materias en la laringe se efectúa,
solo puede suceder erí las primeras horas consecutivas á la operación.
Mas tarde, en efecto, su secreción disminuye notablemente. Si en esas
primeras horas se introducen esas materias en gran cantidad para pro-
ducir la muerte, ¿cómo es que quitando la ligadura basta esto para pre-
venir esa terminación y para que los animales recobren su salud, á pesar
de esas alteraciones pulmonales que se dice haber observado en las pri-
meras horas del experimento, y que se creen suficientes para determinar
la asfixia?
«No puede negarse, en verdad, que la presencia, en la laringe, de las
mucosidades viscosas que hace afluir á ella la ligadura del esófago , no
tenga su parte de influencia en la manifestación ele los fenómenos que si-
guen la operación; mas, los accidentes mortales no proceden exclusiva-
mente de la alteración que pueda encontrarse en los pulmones, y esta altera-
ción, cuando existe, lo cual no es un hecho constante , no resulta exclusi-
vamente de la introducción délas mucosidades faríngeas en los bronquios.
«En cuanto á la opinión de M. Bouley, el ponente se limita á recor-
darla en estos términos. Según Bouley , la ligadura del esófago es una
operación dolorosa que determina desórdenes en toda la economía , por
las relaciones sinérgicas establecidas entre el conducto esofágico y los
demás órganos digestivos. En virtud de esas estrechas relaciones , que se
explican anatómicamente por las asas nerviosas, procediendo del neumo-
gástrico y del trisplánico, entre los cuales está colocado el esófago , la
ligadura de este conducto se hace una causa siempre predisponente , y
á menudo hasta inmediatamente determinante de esfuerzos para vomitar;
esfuerzos, que son tanto mas prontos en manifestarse , y tanto mas enér-
gicos, cuanto menos vacío esté el estómago, en el momento de la cons-
tricción del esófago, y que son tanto mas prontos , mas enérgicos y mas
prolongados, cuanto mas dotado esté lo que contenga, de propiedades
eméticas. »
Añade el ponente, que «es cierto que los síntomas que se presentan, des-
pués de la ligadura, son tanto mas acusados, cuanto más enérgico sea
el modo como se ha constreñido el esófago, y cuanto más se haya alte—
♦ «*> «te corrida su estructura. En eso está sin ninguna duda la razón de
• la diferencia de resultados que obtienen los diferentes experimentadores
que practican dicha operación. Eso es lo que han demostrado á la vez los
experimentos de M. Follín y los de M. Colliu.»
- 391 -
\I Trousseau concluye su dictámen con las siguientes conclusiones :
«1.* La aplicación de un lazo constrictor en el tubo esofágico va se-
guida de una manera asaz constante de síntomas especiales, que, cual-
quiera que sea su causa , tienen un carácter bastante grave , para que se
haga cargo de ellos el que se da á estudios toxicológicos.
Esos síntomas son tanto más acusados, cuanto más apretada esta
la ligadui a; tanto menos, cuanto más floja.
»3.a La constricción permanente del esófago es mortal en ias nueve dé-
cimas partes de los casos.
»4.a Habiendo sido el máximo de duración de la vida seis dias en los
animales sometidos á los experimentos que han servido de base á este
dictámen, resulta esta consecuencia, que deben concebirse dudas sobre
las propiedades supuestas tóxicas de las sustancias que se experimentan,
sosteniendo el estómago ligado, cuando no llega la muerte, después de la
ingestión de dichas sustancias, sino al segundo, tercero, cuarto, quinto
ó sexto dia que sigue á la operación , y con mas razón todavía si ese
tiempo va mas allá ae los seis dias.
»5.a Los síntomas característicos de la ligadura permanente del esófago
son los de un abatimiento profundo, luego que pasan las primeras veinte
y cuatro horas.
»6.a Las lesiones consecutivas á la constricción permanente del esófago
consisten generalmente en la inflamación de los nervios que acompañan
al esófago; inflamación con ó sin foco purulento en la región donde se
ha ejercido la acción traumática , de donde esta consecuencia rigurosa,
que todo experimento toxicológico , en el cual se presente esa complica-
ción , debe sei anulada como legítimamente sospechosa , atendida la im-
potencia en que nos hallamos de discernir si, en tales casos, los acciden-
tes mortales resultan de las sustancias ensayadas , ó de la inflamación de
los nervios del cuello.
»7.a La ligadura temporal del esófago no debe de ser mortal mas que
tres veces por ciento , según los datos estadísticos presentados en este
dictámen.
«8.a Por regla general, esos efectos son tanto menos graves , cuanto
menos prolongado es el tiempo de aplicación del lazo ; de lo cual se sigue
que, para simplificar en lo posible los experimentos de to ideología , es
necesario dejar el lazo constrictor aplicado el menos tiempo posible en
el esófago, teniendo cuidado de no apretarlo mas que hasta cierto grado,
bastante para impedir la salida de las materias ingeridas , y sin interesar
las paredes de dicho órgano. La duración de la aplicación del lazo no
debe pasar de seis horas, época en la que las sustancias ingeridas, ó ya
no están en el estómago , ó ya han producido todo el efecto que pueden
determinar.
»9.a La ligadura prolongada y fuertemente apretada del esófago puede,
por los desórdenes que provoca y por los accidentes mortales que acar-
rea, dar lugar á que se suponga la existencia de propiedades tóxicas en
sustancias inofensivas.
»10.a Pudiendo ser mortal por excepción la ligadura del esófago hasta
en las primeras horas que se siguen á la aplicación , se debe siempre te-
ner presente esa eventualidad en los experimentos toxicológicos, y asegu-
rarse , por un exámen atento de los nervios del cuello y de los órganos
respiratorios, si ha sobrevenido alguna lesión capaz de complicar los fe-
nómenos; luego, como en definitiva todas las causas de muerte despue*
- 392 —
i l>aHnra no son conocidas , no deberá formularse ninguna conclu-
de la nP“"u a¿(j0j repitiendo los experimentos con las precauciones que
f^ah’ande indicarse, y sobre todo sin practicar la ligadura, como lo ha-
O rfila v como recomienda hacerla (4.a edición, pág. 20), se hayan
obtenido resultados constantemente idénticos.))
«La última conclusión de este dictámen es que los señores Bouley y
Hevnal han tenido una buena inspiración , fijando de nuevo la atención
délos experimentadores en la ligadura del esófago, Operación con fre-
cuencia indispensable en los experimentos toxicológicos; pero cuya ino-
cuidad se había exagerado infundadamente.
» FToy dia no puede afirmarse que esa operación no tenga sus peligros;
pero será posible reducirlos á menor esfera para el porvenir, observando
las reglas que acabamos de formular, después del atento estudio de los
hechos.
»A los señores Bouley y Bevnal pertenece el mérito de haber introdu-
cido ese perfeccionamiento en la Toxicología experimental. La Academia
debe también dar gracias á los señores Colün , Follín , L. Orfila y Szu-
mowski , por las interesantes comunicaciones que le han dirigido, en las
que hemos hallado documentos muy útiles para la redacción de este es-
crito. Así, proponemos, señores, que se les den las gracias (*) . »
Tal es el dictámen dado por M. Trousseau , en nombre de sus compa-
ñeros de comisión , sobre la ligadura del esófago y la nota de los señores
Bouley y Bevnal.
La discusión que se promovió, desde la sesión inmediata, no fué muy
empeñada, y duró poco. Solo dedicaron los académicos tres sesiones á
ella; y fuera de los señores Bouley y Devergie , oposicionistas, los de-
más no hablaron mucho ; pero lo hicieron en sentido favorable á la prác-
tica del difunto doctor Orfila.
Ln la sesión del 2 de julio de 18S8, M. Bouley tomó la palabra para
sostener que el hecho de los peligros de la operación quedaba estable-
cido; que no habia recargado el cuadro, como lo suponia M. Trousseau;
que su objeto no era, siquiera hubiese descubierto algunas manchas en
el sol Orfila, que se empañara su brillo, y que si falta alguna piedra en
el monumento que levantó , como maestro , no por eso se sigue que haya
de reconstruirse todo el edificio. Solo será necesario recusar algunos ex-
perimentos que tienen por báse la ligadura del esófago. En cuanto á la
gravedad de los síntomas , cita algunos experimentos de L. Orfila, so-
brino , que los confirman , y atribuye la defensa que este hace de su tio,
al laudable amor de familia. Dice luego que Orfila no preferia la ligadura
é incisión del esófago ; que esta agrava la operación ; que los experimen-
tos de Szumowski no son como los de Bouley, y no pueden conducir á
las mismas conclusiones; que los accidentes del aparato digestivo y del
hígado , siquiera no sean constantes , como se lo dice L. Orfila, bastá que
se presenten diez veces por ciento para tenerlos en cuenta; que Orfila no
los menciona, loque prueba que no los vió; que los esfuerzos del vó-
mito son accidentes graves; que algunos perros mueren sin presentar
mucosidades en la laringe, tráquea y bronquios; duda de lo que ha ob-
servado M. Collin , y concluye diciendo que le importa poco la interpre-
tación de las causas de la muerte , con tal que conste el hecho, y que se
UtH^?s tojn#ilo este dictámen de la Gaceta médica de París, año 1858, folios 473, 474
y • a misma tomamos lo que dirómos de la discusión.
- 393 -
reconozca el error de Orfila , cuando afirmaba , que si la análisis química
no descubre el veneno , basta ver los síntomas presentados en ciertos ex-
perimentos, en los que se habia hecho aplicación de la ligadura; lo cual
tiene por un error grave, y que es necesario combatir.
M. Trousseau replica é insiste en que M. Bouley ha exagerado los pe-
ligros, porque estos no son iguales, según el grado de constricción del
lazo ; vuelve por la veracidad de M. Collin , diciendo que la comisión afir-
ma lo mismo que este ; dice que la larga experiencia de Oríila le haria
evitar los peligros que ve M. Bouley, y que por lo mismo sus experimen-
tos conservan un gran valor, y que es de lamentar que no haya sido mas
explícito en dar á conocer las precauciones que tomaba.
M. Cloquet salió á la defensa de Orfila, diciendo que le habia visto
operar, y que habia operado centenares de veces con él ; que no apre-
taba mucho la ligadura ; que incindia el esófago, introduciendo en él un
catéter, y que nunca observaron los graves accidentes de que habla
M. Bouley.
Una ligera rectificación de M. Bouley, diciendo que hubiera deseado
ver al lado de la estadística presentada por M. Trousseau , otra , para de-
terminar la gravedad de la ligadura, según que el estómago estuviese
vacío, ó que contuviese alguna sustancia, y que ignoraba que Oríila in-
cindiese el esófago , puesto que no lo dice en parte alguna , cerró esa se-
sión sin mas debate.
En la del 3 de agosto fuá M. Devergie quien hizo el gasto. Este antiguo
rival de Oríila, que ya se habia declarado, muchos años atrás, contraía
ligadura del esófago, y hasta contra los experimentos en los anima-
les, con aplicaciones al hombre, aprovechó esta ocasión para atacar
el monumento levantado por Orfila, concibiendo la esperanza de verle
desplomado por su base. Mas, siquiera fuese ese su objeto y su espe-
ranza, no lo consiguió, por mas habilidad que desplegara. Desde su>
primeras palabras ya expresa su deseo, \a presume que la obra de Oríila
debe rehacerse , proposición muy diferente de la de M. Bouley, que,
corno lo hemos visto , se creyó en el caso de hacer esa salvedad.
Hace cargos á la comisión, porque, en lugar de conclusiones, no ha
hecho mas que inducciones; porque en lugar de dar reglas para el por-
venir, no ha examinado lo pasado, para anularle. Cree que en un caso
práctico de envenenamiento, si se hace un experimento con la ligadura,
el defensor del acusndo tendrá base para invalidar las conclusiones. Echa
una ojeada atrás, sin dejar de rendir su homenaje á Oríila, con el fin de
ver si se ha de abandonar la vía experimental que este abrió , ó si se ha
de seguir en ella. Recuerda lo que decia en 1830 sobre la experimenta-
ción en los animales , que él combate, y sobre la ligadura , la réplica que
le hizo Oríila. Habla del estado de la Toxicología antes de este gran toxi-
cólogo , desde Pringle, en 1800; leda como creador ó fundador de la
química de la intoxicación ; reconoce la importancia de esta, pero no la
tiene por superior á la parte médica; ateniéndose á lo que dice el Código
penal sobre el veneno, formula cuatro cuestiones, á las que debe con-
testar el médico legista, á saber: 1.' los síntomas de cada veneno;
2.a las alteraciones anatómico patológicas; 3.a la dósis á que lo es; y
4.a sus antídotos.
Bespecto de la primera , dice que Orfila, en toda su larga carrera, no
hubiera tenido tiempo para estudiar la sintomatología toxicológica en los
casos clínicos habidos desde Erasistrato á nosotros , y que prefirió la vía
— 394 -
„nprimentalen los perros, citándole pasajes en los que Orilla manifiesta
e es nuja Ja diferencia entre el perro y el hombre. Recuerda y condena
la práctica empírica y errónea que habia de arrojar á los perros lo que
vomitaban los envenenados, y aplaude que Orilla se levantase contra esa
práctica, y le sustituyese la química ; pero se declara contra los experi-
mentos en los perros, y afirma que los síntomas de las intoxicaciones de-
ben estudiarse en el lecho de los enfermos. Este es el primer error que
cree ver en la obra de Orfila.
" Respecto de la ligadura del esófago , dice que este experimentador no
tomaba precauciones para evitar los males que le atribuye Rouley, por más
que diga Cloquet. Apela al testimonio de Moreau, y explica cómo operaba
Orfila , dando á entender que lo hacia de un modo bastante rudo y muy
diferente de lo que recomienda la comisión , y extraña que M. Trousseau
diga que no son conocidas todas las causas de muerte de los perros.
Pregunta en seguida cuáles son los frutos que se han obtenido de to-
dos esos experimentos, respecto de la sintomatología del envenenamiento.
Recuerda que, por confesión de Orfila, después de treinta y dos años, no
se sabe á punto fijo cuáles son los síntomas de la intoxicación arsenical,
al paso que un soío caso clínico de envenenamiento, en 1849, bastó para
demostrar claramente que el primer efecto es local , y el segundo gene-
ral; que obra de un modo, cuando concentrado y cáustico, y de otro,
cuando diluido.
Recuerda la lucha entre Orfila y Rognetta sobre la secreción de la orina
en el envenenamiento por el arsénico ; afirma que ambos estaban en
el error, y que á él le bastó un solo caso clínico observado en el hospi-
tal de San Luis para saber que solo hay retención de orina. De esos he-
chos deduce lo poco que podemos fiar en los experimentos hechos en los
perros, y en especial ligándoles el esófago.
Confiesa que esos experimentos han sido útiles respecto de las altera-
ciones anatómico-patológicas del tubo digestivo y otros órganos ; califica
de dudosa esa experimentación en punto á la dosis de los venenos , y cita
tres ó cuatro venenos ; el ácido cianhídrico , el fósforo , el cloruro de
bario y el acetato de morfina , cuyos efectos no son iguales en el hombre
y en el perro, y otros animales.
En cuanto á los contravenenos , cita también tres ó cuatro ejemplos
que supone erróneos , y de ello deduce , que la experimentaciones tan
nula para ellos como para los demás. M. Devergie concluye revolviendo
contra el dictámen de la comisión, diciéndole que no ha sacado ninguna
conclusión verdadera ; que se ha limitado á algunas inducciones muy
mitigadas, muy dudosas para lo pasado y favorables al porvenir;
cuando debia reconocerse francamente lo que es bueno y lo que es malo.
Redarguye á la comisión, porque esta reconoce peligros, y dice que se
evitarán siguiendo esas reglas ; que , á pesar de estas , la misma no pudo
impedir el ligar un nervio, y quiere que él se sujete á aceptar conclusio-
nes mitigadas, y después de esta especie de contradicción y conflicto en
que cree haber puesto á la comisión , á la que acusa en cierto modo de
transigente con los errores de Orfila , después de afirmar que todos co-
nocerán el objeto de la comisión y que desde entonces nadie aceptará ya
esa práctica de la ligadura del esófago , formula lo que él hubiera dicho
en estos términos :
«Orfila ha sacado de los experimentos en los animales con la liga-
dura del esófago toda la enseñanza que se podia alcanzar.
- 395 -
»Esa enseñanza ha podido ser engañosa , respecto de esa categoría de
venenos, cuya acción no se acusa con limpieza, y podrá serlo todavía, si
se persiste en el empleo del mismo medio , á pesar de las precauciones
que se toman.
»Hay lugar, por lo tanto, á buscar un medio que se oponga al vómito
de los perros, que no sea la ligadura del esófago.
»Hay una vía en la que debemos empeñarnos para completar el estu-
dio de los venenos en lo concerniente á la sintomatología y las dósis á
que dan la muerte, y esa vía es la observación en el hombre.»
A este discurso contestó M. Trousseau, empezando por rechazar con
energía la injusta acusación que les habia dirigido M. Devergie sobre
haber callado la verdad , por consideraciones amistosas al doctor Orfila.
Sobre habérsela dicho siempre , algunos de la comisión no eran amigos
suyos, y estos no hubieran suscrito á la parcialidad de M. Trousseau.
Responde luego de un modo concluyente sobre lo de las precauciones y
reglas con que debe practicarse la ligadura , y atirma que no hay peligros
en ella de ese modo practicada , como lo prueba que ae cien perros ope-
rados solo mueren tres.
Se aprovecha de la concesión hecha por M. Devergie sobre los inmen-
sos servicios prestados por M. Orfila en la parte química de la intoxica-
ción. Dice que, en efecto , hay diferencia entre los síntomas del perro y
del hombre en muchos casos; pero que Orfila no los confundió, y que en
su obra se ve siempre , al lado de los experimentos , observaciones en el
hombre , buscando analogías.
Reconoce que alguna vez Orfila las forzaba; y que ha atribuido á algu-
nas sustancias efectos que no les pertenecen ; pero esos errores de su obra
hubieran acabado de desaparecer de ella, si hubiera vivido, como lo
hacia en cada una de sus nuevas ediciones.
En cuanto á las dósis , conviene en que Orfila no solo deja de tener á
veces en cuenta el volumen , sino otras condiciones capaces de modificar
la acción de los venenos : sobre la acción local afirma que es completa la
instrucción que esos han dado , y que respecto de los venenos que obran
sobre el sistema nervioso, incurrió en algún error; pero repite que Or-
fila , en punto á sintomatología, se referia siempre mas á lo que se ob-
serva en el hombre.
Por último, concluye M. Trousseau diciendo, que la comisión no debía
ni defender ni atacar al doctor Orfila ; que no era esta su misión, y que
si ha entrado en ese terreno, lo debe á M. Devergie que la ha llevado á
él; que solo debe tener en cuenta los hechos subsiguientes á la ligadura
del esófago; y que esto es lo que ha hecho, dando á cada cosa lo que
es suyo: ha reconocido que puede haber accidentes; que estos pueden
confundirse con síntomas tóxicos, y ha trazado las reglas con que pueden
evitarse esos graves inconvenientes , y que , aun cuando reconoce que el
mejor criterio\seria la observación en el hombre , no por eso se ha de re-
chazar la experimentación en el perro, como medio legítimo de prueba.
M. Devergie insistió sobre la inutilidad de las reglas expuestas por la
comisión, leyendo un párrafo del dictámen en que esta confiesa que, por
muchas precauciones que se tomen , es posible ligar un nervio ; y el doc-
tor Trousseau contesta que es verdad; pero que solo le sucedió una vez,
lo cual prueba que las precauciones pueden tener un resultado favorable
y evitar ese mismo accidente.
En la sesión del 10 de agosto de 1858 se siguió y concluyó esta discu-
— 390 -
sion M. Bouley insistió en que , cuando se practica la ligadura del esó-
fago, habiendo alguna sustancia en el estómago , siquiera sea inofensiva,
los perros mueren ; en veinte y dos casos solo uno vivió ; que si , segnn
la comisión , la ligadura floja y por poco tiempo solo da una mortalidad
de 3 por 100 , sin nada en el estómago ; él prueba que cuando hay algo,
esa mortalidad es de 95 por 100. La duración media de la vida, con
ligadura y estómago vacío , es de ochenta y cuatro horas , y de veinte
y nueve, cuando contiene algo. En apoyo de sus ideas cita á M. Briquet,
y sus experimentos hechos con el sulfato de quinina ; todos los perros se
íe morían , hasta que , por consejo de Orfila, en lugar de ligar el esófago,
les introdujo una sonda.
El doctor Bouillaud dijo que no veia clara la cuestión ; que observando
las terribles operaciones que sufren los perros , le parecía extraño que se
siguieran los graves accidentes de que se hablaba, en punto á la ligadu-
ra , y que creía que deberían atribuirse á otra cosa , puesto que unas ve-
ces los hay, y otras no, y que no le parecía suficiente la diferencia del
tiempo para explicar la de esos resultados.
Recuerda que , cuando Magendie inventó la ligadura del esófago , en
sus experimentos sobre el emético , nadie habló de esa pretendida gra-
vedad de la operación.
Pregunta á M. Bouley cómo explica la muerte de los perros que solo
tienen agua en el estómago ; si no han hecho siempre esfuerzos para vo-
mitar, los cuales considera como graves el orador, y concluye diciendo
que no ve necesaria la ligadura del esófago, y que él, en varios experi-
mentos sobre el emético, se ha contentado con ligar el cuello del perro,
y que si permanecía la ligadura, dos ó tres décimas de emético bastaban
para matarlos, y que vivían, si se les soltaba la ligadura.
El doctor Velpeau dijo también que tenia dudas sobre varios puntos
de los que se habían tocado. Manifestó que había asistido á cierto nú-
mero de experimentos hechos por Orfila, y siempre vió que los perros no
daban señales de grande incomodidad ; que la operación se hacia muy
fácilmente, y que recordaba haber visto vivos los perros al dia siguiente
ó á los dos dias, por lo cual no puede explicarse cómo hoy dia tiene
tanta gravedad la ligadura del esófago.
No se explica cómo M. Trousseau halle una mortalidad de 3 por 100,
y M. Bouley de 95 por 100, y añade que debía haberse explicado esa di-
ferencia.
Sigue diciendo que , sin duda , no se han practicado los recientes expe-
rimentos como los hacia Orfila , y repite que en estos sucedía rara vez
que se muriese el perro. Con frecuencia solo se apretaba moderada-
mente la ligadura, y no se le dejaba por largo tiempo, cuando se ensaya-
ban venenos de acción rápida. Añade que es evidente para él, como para
todos, que Orfila no pudo engañar voluntariamente; ya que en parte
alguna no habla de esos peligros, es necesario creer que no los' observó.
La comisión no ha dicho en qué consisten las diferencias entre los resul-
tados de antes y los de ahora.
Mas, aun admitiendo que la ligadura acarree accidentes , no cree que
puedan simular los que provoca el veneno. Cada sustancia tóxica tiene
sus síntomas particulares, por lo menos en el hombre ; de consiguiente,
siempre será fácil distinguir las que son propias de la ligadura, y sacar
consecuencias útiles de los experimentos que tanto se incriminan.
Asombróse de que M. Bouley diga que hay tantas horas de diferencia
- 397 -
en la duración de la vida del perro , segun tenga ó no vacío el estómago,
y le pregunta si no tiene siempre este animal algo en él , y se declara
sorprendido Je oir que se diga de Orfila, que quiso sustituir la experi-
mentación en el perro á la observación en el hombre , cuando precisa-
mente, tanto en sus obras como en su enseñanza , se levantaba con ener-
gía contra un proceder tan poco racional, teniendo siempre cuidado de
unir el ejemplo al precepto, y concluye repitiendo, que nadie ha explicado
la diferencia que hay entre los experimentos de Orilla y los de los experi-
mentadores modernos.
M. Bouley replica que él no sabe por qué los accidentes son mas gra-
ves , cuando el estómago contiene algo, que cuando está vacío ; pero que
los hechos lo prueban. Sobre si Orfila hacia la ligadura sin esos acciden-
tes , opone á los testimonios de Cloquet y Velpeau , los de Moreau y De-
vergie , que dicen que los vieron, y cita el caso en que Orilla se equivocó,
creyendo arsenical el subnitrato de bismuto ; añade que la comisión re-
conoce que Orilla incurrió en errores, y establece reglas para evitarlos,
y á la pregunta de M. Bouillaud , si siempre hay vómitos hecha la liga-
dura , aunque sea inerte la sustancia ingerida , replica que ya tiene di-
cho lo que atañe á este punto , en su nota remitida á la Academia.
Los señores Bouillaud, Cloquet , Bouley y Devergie, hicieron rectifi-
caciones en las que ya nada dijeron nuevo. Solo Cloquet recordó tres
séries de operaciones hechas por Orfila, una con ingestión de veneno y
sin ligadura, otra con ligadura y veneno , y otra con ligadura y sin ve-
neno , y que solo en esta última no hubo accidentes.
Todas las conclusiones de la comisión fueron adoptadas por la Academia
excepto la última , que fué modificada por Devergie en estos términos.
«Podiendo la ligadura del esófago ser mortal , hasta en las primeras
horas que siguen á su aplicación, se debe siempre tener presente esa
eventualidad en los experimentos toxicológicos, y asegurarse, por medio
de un examen atento , de los nervios del cuello y de los órganos respi-
ratorios, si no ha sobrevenido alguna lesión capaz de complicar los fe-
nómenos, y, como en definitiva, todas las causas de muerte, después
de la ligadura, no son conocidas , no se debe formular una conclusión
sino en tanto que , repitiendo los experimentos con las precauciones que
acaban de indicarse , y sobre todo sin practicar la ligadura del esófago
como lo hacia Orfila, y como recomienda que se haga (cuarta edición,
página 20), se hayan obtenido resultados constantemente idénticos.))
Es decir, que es la conclusión misma de la comisión , menos el por ex-
cepción , que aquella ponía al principio, diciendo: pudiendo ser mortal por
excepción , etc. ; lo de lo indispensable que es la ligadura en los experi-
mentos toxicológicos y la exageración de sus peligros.
Ahora bien; ¿qué resulta de la nota de M. Bouley, del dictámen de
la comisión y de los debates de la Academia de Medicina sobre la liga-
dura del esófago? ¿Es como suponía Devergie, que la obra del eminente
toxicólogo Orfila debe rehacerse? ¿Es corno lo afirma M. Tardieu, que
toda la obra de Orfila estuvo puesta en cuestión en esos debates? No, se>
guramente. El mismo Bouley ,se apresuran decir que nada está mas lejos
de su propósito , y la comisión lo dice terminantemente ; solo se trata de
algunas manchas de ese sol , dice el primero; no vamos mas que á seña-
lar algunos errores, dicen los otros. La obra de Orfila queda en pié,
como el gran monumento del siglo. Los experimentos en que se funda
no han perdido nada de su fuerza, siquiera se le hayan escapado al gran-
— 398 -
de experimentador algunos deslices, de los que nadie, ni el mas privile-
giado ingenio, se ve tibie.
* Todo lo que lia resultado de la nota de Bouley y demás hechos subsi-
guientes es que la ligadura del esófago, según como se ejecuta y el
tiempo que el lazo permanece, va seguida de accidentes graves, y hasta
déla muerte, lo cual no está en oposición con lo que dijo Orfila/La co-
misión confirma en parte lo que afirma Bouley, y en parle lo que asegura
Orfiia, distinguiendo las condiciones de la operación, ya en punto al
tiempo de aplicación del lazo , ya en punto á estar mas ó menos apretado.
La primera reflexión que ocurrirá á cualquiera es esa grave diferencia
que no acertaban á explicarse Bouillaud y Velpeau, entre las ligaduras
de Orfiia y las de Bouley y modernos experimentadores. El ejemplo de
Orfiia, que ha dado la ley á todos por espacio de un tercio de siglo, ha
sido seguido en todas partes, y solo en 1850 se levantan hechos contra-
rios: la ligadura se vuelve peligrosa. Nosotros participamos de la estra-
ñeza de esos dos célebres prácticos. Aquí falta algo. Resultados tan opues-
tos han de reconocer una causa, que no se ha puesto en claro, ó en
relieve, ni por la comisión, ni por nadie.
Orfiia, como decia con tanto acierto M. Velpeau, no ha podido enga-
ñar voluntariamente á la Francia, á la Europa, al mundo, afirmando
con tanta seguridad que la ligadura del esófago de los perros no va
acompañada de tan graves accidentes. Para engañar, debia empezar en-
gañándose él á sí mismo; ¿y es eso posible? ¿Era tan poco experimenta-
dor que no observase esos terribles accidentes, señalados por Bouley?
¿Son esos accidentes tan difíciles de observar que se escaparan , no soto
al ojo penetrante del sagaz Orfiia , sino al de los Cloquet , Velpeau y de-
más? ¿Y no han visto centenares de espectadores en la cátedra perros
en los que hacia Orfiia sus experimentos? ¿No los han visto en las Lec-
ciones dadas en 1858 por Luis Orfiia , que presentó perros con esófago
ligado, sin que nadie viera en ellos lo que Bouley , operando Luis Orfiia
como se lo enseñó su tio , como se lo vió hacer, según lo dice él mismo?
Forzosamente ha de haber algo que no se dice y que distingue el modo
de practicar de Orfiia y el modo de operar de otros.
Nosotros comprendemos que Orfiia tal vez no creyó oportuno expo-
ner detalladamente las precauciones que tomaba. Es bastante común no
ver, en las obras, detalles y pormenores, que los prácticos miran como
minuciosidades indignas de un escrito , y tal vez son las que deciden del
buen éxito de una operación. La idea tan general de que no es lo mismo
lo que se lee en una obra, que lo que se ve en la práctica , no depende
muchas veces sino de esas omisiones que se cometen, creyéndolas minu-
ciosidades supérfluas.
Mi amigo el doctor Saura , compatriota del grande experimentador, y
muy relacionado con él, le vió operar infinidad de veces, y era, según
mi amigo , tal la práctica que tenia en esa ligadura Orfiia , que mas de
una vez llegaba, al anochecer, al laboratorio, y á oscuras cogia á los per
ros y les hacia la ligadura, dejándolos hasta el dia siguiente para obser-
var ios resultados del experimento.
Pero dejemos eso, y veamos esos graves accidentes que se suponen ca-
paces de confundirse con ios cuadros sintomáticos producidos por las sus-
tancias venenosas, por lo cual hay quien se cree con derecho á dudar de
las afirmaciones de Orfiia , en punto á síntomas , anatomía patológica,
contravenenos y dósis tóxicas de esas sustancias.
- 309 -
Curante el tiempo en que los perros viven con la ligadura, se nos ha-
bla de señales de dolor muy vivo, agitación, inquietud, esfuerzos para
vomitar y expulsión de mucosidades; después sobreviene calma, abati-
miento profundo; el animal está constantemente echado, é indiferente á
las excitaciones exteriores. Si no se le quita más la ligadura, muere al
cabo de mas ó menos dias ; algunas veces se muere pronto. En el cuello
se le encuentra supuración , focos purulentos ; á veces ingestión en el
estómago y el hígado turgente. La muerte se atribuye á la asfixia por
falta de influjo nervioso, por estar lisiados los nervios del cuello; ó bien
á las mucosidades que se introducen en las vías respiratorias.
Ahora bien ; ¿qué hay en todo eso de nuevo? ¿Qué es lo que de todo
eso pasó desapercibido de Orilla? Compárese ese cuadro sintomático con
lo que hemos dicho en las páginas 384 y 385 , tomado de la obra de ese
toxicólogo , y fácil será notar que, fuera de lo de los focos purulentos,
todo lo demás ya lo dejó consignado. Y si no habla de los focos purulen-
tos , en primer lugar puede ser porque eso solo se observa después de
algunos dias, en los que ya los perros no eran objeto de estudio, puesto
que los efectos del veneno, ó los puntos estudiados ya se habían obtenido
en dias y horas anteriores, y ya abandonaría vivos ó muertos á esos ani-
males; y acaso más , porque, como consecuencias de la acción traumá-
tica, notorias para todos, ya contaría con que nadie los había de con-
fundir con lo producido por los venenos ensayados. De suerte que lo
que Ortila abandonó á la inteligencia de sus lectores, se le carga como
error ó falta de observación de lo que acontece en esos casos.
No hay, pues , una gran diferencia , mejor dirémos ninguna, entre los
efectos de la ligadura en otros tiempos y en tiempos posteriores, ni lugar
á creer que Orilla no los observó, ni á que supusiera que esa operación
no afecta en nada al perro. Siquiera se le encuentre á Orilla alguna
frase que parece significarlo, tomándola aislada, bien se ve, relacionán-
dola con lo que afirma en otras partes, y sobre todo con lo consignado
claramente por él, al hablar directamente de los síntomas propios de la
ligadura del esófago, que lo que Orfiia quiso decir, y dijo, es que no
eran un óbice para experimentar de esa suerte en el perro, y que era
fácil discernir, como lo es, en efecto, qué síntomas son los pertenecien-
tes al veneno ; qué síntomas son los producidos por la ligadura.
Cuando M. Doulev y la comisión indican ese conflicto, exageran las
dificultades ; no las prueban por lo menos. M. Velpeau indicó una idea,
sobre la cual vamos á insistir , porque es de gran trascendencia. « Los
síntomas do la ligadura , dijo el sabio cirujano do la Charité, no pueden
confundirse con los tóxicos, puesto que cada sustancia provoca los su-
yos.» Hé aquí lo que debía tener presente la comisión. El cuadro sínto-
ma ico propio de la ligadura, sea cual fuere, mas ó menos sombrío,
siempre es el mismo, con ligeras variaciones; es, pues,- perfectamente
conocido; todo otro cuadro que se presente no le ha de pertenecer, y
será forzoso atribuirlo á la acción de los venenos. Cada uno de estos,
como lo decia perfectamente Velpeau , tiene el suyo característico ; ¿cómo
ha de ser posible, por lo tanto, la confusión? Fuéralo, si la ligadura pro-
dujese tantos cuadros de síntomas, como pueden producir todos los vene-
nos; pero no produciendo jamás tales cuadros, reduciéndose siempre al
dolor, inquietud, abatimiento , indiferencia, etc. , ¿quién ha de confun-
dir esos síntomas, que son los generales dé toda lesión traumática, con
los tan característicos de los venenos cáusticos, inflamatorios, narcóticos,
— 400 —
nervioso-inflamatorios , asfixiantes , ya anestésicos, ya paralíticos, ya te-
tánicos v los sépticos de toda especie ? Ya se necesitaría no haber visto ja-
rais ni en el hombre, ni en los animales, ni en los mismos libros, los
cuadros gráficos y característicos de síntomas propios de cada una de esas
«i-spo de venenos, para afirmar que no pueden distinguirse de los que
son propios de la ligadura del esófago.
Y si á oso añadimos que, por rápidamente que mate al perro la liga-
dura de dicho órgano , mas pronto desplega el tósigo su terrible acción,
puesto que en la inmensa mayoría de venenos no tarda, no diré dias*
sino ni horas, en desplegarla y en hacer víctima al animal, en el que sé
ensayan , ¿qué significa, qué puede significar, todo lo que diga Bouley,
Reynal y la misma comisión acerca de los síntomas de la ligadura y la
posibilidad de que mate pronto?
En punto á síntomas, no cabe, ni puede caber confusión. Oríllase
reiria á carcajada de esos temores, si se levantara de la tumba.
Si se dice que , muriendo el animal por la ligadura, no se sabe á qué
se debe la muerte, si á aquella ó al veneno, responderémos también que,
quien eso afirma, echa en olvido una porción de cosas, que jamás des-
cuida quien de lógico se precia. ¿Pues qué, no dirá, en la mayor parte de
los casos, la autópsia del perro de qué ha muerto? ¿Será el mismo cuadro
de alieraciones anatómico- patológicas el que presente el animal , si muere
de la ligadura temprano ó tarde , que si muere de este ó aquel veneno?
¿No se atreverá un perito á determinar de qué ha muerto un hombre,
haciéndole la autópsia, si la causa de su muerte deja vestigios? Pues
¿por qué no ha de hacer lo mismo respecto de los perros? La anatomía
patológica de la muerte , por una acción traumática , por la ligadura del
esófago , es conocida ; ya lo sabemos ; tampoco no es mas que una ; la de
cada clase de venenos es diferente , no solo entre sí, sino de la que á la
ligadura pertenece. O el veneno deja vestigios anatómico-patológicos ó
no. Si los deja, ¿son ó no son iguales ó idénticos á los que deja la
muerte por la ligadura esofágica? Si son iguales, no los distinguirémos
por eso solo, pero nos quedarán otros recursos: en primer lugar, los
síntomas, que ya hemos visto que son muy diferentes; en segundo lugar,
las análisis químicas, que nos descubrirán el veneno. ¿Qué hacemos,
cuando el cadáver es de un hombre? Si no son idénticos, si hay diferen-
cia , ya tenemos la distinción asegurada.
Si el veneno no afecta visiblemente los tejidos ; si la autópsia no revela
nada, también tenemos segura esa diferencia, puesto que la muerte por
ligadura deja vestigios anatómico-patológicos visibles. ¡Y se dice que no
se puede discernir á qué se debe la muerte! Juzgando en detall , fijándose
en un solo dato, puede que alguna vez no sea fácil; mas apelando, como
se debe, al conjunto de datos, á todos los que se relacionan con el he-
cho, ¿cómo no se ha de distinguir ? Eso seria decir que tampoco es posible
distinguir de qué muere un hombre, y eso demasiado sabe Bouley, y
Devergie , y Trousseau , y toda la comisión , que es posible , y no solo
posible, sino práctico.
Los que , creyendo posible la confusión , tanto respecto de los síntomas,
como de la muerte, entre la acción de la ligadura del esófago y la del
veneno, deducen que , ya que no toda la obra de Orfila, parte debe ser
revisada , para rectificar los errores que se le hayan deslizado respecto de
los síntomas , anatomía patológica , contravenenos y dósis tóxicas de las
sustancias ensayadas : ya quenan desoído la voz de la lógica , ya que no
- 40i «-
han seguido el criterio que todos reconocen, como indispensable y seguro
para determinar si un cuadro sintomático es una enfermedad común ó
una intoxicación , y á qué se debe la muerte de un sugeto, que se sospe-
cha estar envenenado, debían haber señalado esos errores de Orfíla, de-
terminar claramente en qué consisten , dónde están los lunares de ese sol,
debidos á lo que le suponen que ignoraba en punto á la ligadura del
esófago y sus consecuencias.
¿Han probado que la historia que hace Orfila de cada veneno no sea
exacta? ¿Han probado que no sean exactos los cuadros sintomáticos que
designa á cada uno; que no lo sean los cambios de tejidos y humores
por ellos provocados; que no sean contravenenos los que como tales ha
señalado Üríila ; que no sean venenosas las dósis que él ha designado?
Los demás toxicólogos que hayan experimentado , ya por el estómago,
practicando ó no la ligadura, ya por otras vías, ¿han tenido que enmendar
la plana al gran toxicólogo? ¿Han podido hacer una obra donde haya
otros cuadros de síntomas de alteraciones anatómico-patológicas, etc., etc.,
mas exactos que los que ha consignado el antiguo decano de la Escuela
de París? No sabemos que haya nada de eso, ni que nada de eso haya
probado, ni Bouley y Reynal , ni Devergie, ni la comisión , ni nadie. De-
vergie, en su Medicina legal * hace la historia de cada veneno, á poca di-
ferencia , como Orlila. Otro tanto podemos decir de Briand y Chaudé , de
Galtier, de Casper y de cuantos hablan de los síntomas y anatomía pa-
tológica de cada sustancia venenosa, de su cantidad tóxica y de los con-
travenenos.
Designar tal cual error de Orfila, no conduce al resultado que niego.
Orfila no tenia el don extrahumano de acertar en todo. Es muy posible
encontrarle varios errores, sin que por eso se pueda decir que su obra,
fundada en experimentos por medio de la ligadura del esófago, deba ser
rehecha ó revisada, como pretenden Devergie y Tardieu ; porque no sa-
bemos si lo que atribuyó á los venenos fue debido á la ligadura. La con-
secuencia es altamente ilógica, por no decir sofística.
Devergie es víctima de sus preocupaciones , cuando cita los ejemplos
del arsénico. Para saber que esta sustancia es susceptible de varios cua-
dros sintomáticos, como otros muchos, según las condiciones en que se
dé, son mejores los perros que los casos clínicos, y por ventajas que es-
tos lleven á aquellos, siempre probarán más muchos experimentos, que
un solo caso clínico, mientras los síntomas no sean exclusivos de una
causa absoluta. Todo buen observador no generaliza por un particular.
Un solo caso clínico no ha servido nunca mas que á los hombres poco
lógicos para concluir con una generalidad. Un solo caso clínico no de-
cide de Ja verdadera causa de una retención de orina, como lo supone De-
vergie. Son varias las causas capaces de producir este fenómeno, y no
porque, en un caso de intoxicación por el arsénico le vea, está autorizado
para afirmar que es un síntoma de esa intoxicación. Cuando vea muchos
casos y siempre le encuentre asociado á otros, entonces afirmará que es
propio de la intoxicación arsenical. M. Devergie, en su ataque á Orfila,
se puso en contradicción con los sabios preceptos lógicos que en su Me-
dicina legal recomienda para juzgar bien de los hechos observados. No sa-
bemos que diga en parte alguna que un solo caso clínico permita resolver
una cuestión mejor que cien experimentos en perros. Es un error craso
que no supo ver el doctor Devergie cegado por su añeja rivalidad con Orilla.
Como el averiguar si los perros mueren por hambre ó por asfixia, por
TOXICOLOGÍá. — 26
, i.o nervioso, ó por mucosi dades introducidas en las vías res-
S lriL si So0 los nerv,os inflamados los que causan los’ focos puru-
f d los tejidos magullados por el lazo, ó las materias putrescibles
míp Vflíen del esófago; si la estrangulación del esófago ha de producir lo
mip nroduce toda estrangulación de tejidos, esto es, la gangrena, y otros
^ otros puntos que toca ó calla la comisión, no van directamente á lo
aue importa resolver en la cuestión de la ligadura del esófago, como buen
medio de experimentación en los ensayos toxicológicos ; me creo dispensa-
do de extenderme sobre esos puntos, y de sujetar á severa crítica algunas
ideas que nos parecen peregrinas, y por lo mismo, concluyo diciendo
que la ligadura del esófago , tal como la practicaba Orfila , á pesar de lo
que dice la comisión, ó como esta la recomienda, puesto que en el fondo
es lo mismo, en punto á la lógica de las conclusiones experimentales, es
otro de los medios que tiene el toxicólogo para estudiar los venenos y su
acción sobre los perros, para hacer luego las debidas aplicaciones á.la
especie humana; quedando nulo ó sin valor alguno todo cuanto han dicho
los Giacomini, los Devergie, los Rognetta, los Bouley y Reynal sobre las
falsas consecuencias de lo que se afirma, fundado en experimentos en
los perros , cuyo esófago se haya ligado.
Puesto, pues, que nos declaramos por los experimentos hechos en los
animales, y en especial en los perros, para estudiar la acción de los ve-
nenos, inclusa la práctica de la esofagotomía y otras operaciones, diga-
mos cuatro palabras, acerca del modo de proceder á semejantes experi-
mentos, como medio de estudio.
Los experimentos hechos en los perros y otros animales de fisiología
parecida á la del hombre, pueden y deben hacerse de varios modos , y
deponiendo las sustancias venenosas en diferentes partes del animal. Lo
que hemos dicho en su lugar, acerca de las diversas vías, por donde pue-
den introducirse los venenos, y del modo como se efectúa la absorción de
estos y su acción , ya deja comprender que no es solo el estómago el
punto de ensayo para hacer investigaciones relativas á todo lo que atañe
á la acción de esos agentes.
En efecto, los experimentos se hacen ingiriendo el veneno en el estó-
mago, en los intestinos delgados ó gruesos, en el recto, en la vagina, en
la uretra, en la conjuntiva, en la nariz, en la boca, en las vías pulmonales,
en las soluciones de continuidad , ó tejido celular, en las cavidades sero-
sas, en las venas, en las arterias, en los músculos, en los nervios, en el
cuello, en la piel íntegra ó desnuda de epidermis ; es decir , en toda clase
de tejidos y en todas partes. Así lo exigen los numerosos y variados pro-
blemas que comprende , no solo la fisiología de la intoxicación , sino las
demás partes de la misma.
- Veamos , pues , como se procede , según la vía , el tejido ó el órgano
que se escoja para los experimentos.
l.° Estómago.— Cuando se practican ensayos por esta via, se escoge un
perro de mediana estatura , y se le introduce una dósis regular , ni poca,
ni mucha, pero siempre tóxica ó por grados en diferentes ensayos, en el
estómago por la boca.
Como para eso se necesita que el animal trague las sustancias, hay que
apelar á varios medios.
Puede mezclarse la sustancia con materias alimenticias de las que sea
el animal ávido, que es como lo hace el sobrino de Orfila, Millón , Lave-
ran, üumeril, Dumarquay, Lecointe, etc.
- 403 —
>• Puede meterse dentro del asa intestinal de otfo animal , y atado por
los cabos, dárselo al perro para que se lo coma.
Puede dársele también en bolas, morcillas, ó bien en bebidas.
Si el animal no lo quiere , si se resiste á tragarlo, no se procede bien
obligándole á ello y metiéndoselo á la fuerza por la boca , porque no
quiere tragar, y con los esfuerzos que hace puede asfixiarse, en especial
si las materias son líquidas ; puede entrar en cólera, morder, etc.
Lo mejor , cuando el animal no quiere tragar , es valerse de una sonda
esofágica, y por medio de ella introducirle las sustancias del ensayo. Para
los cáusticos y materias que ya obrarían en la boca , faringe y esófago,
la sonda es indispensable.
Aun con la sonda hay inconvenientes , si se escoge la boca del perro
para la introducción de las sustancias en el estómago. En primer lugar,
también hay que sujetar al animal y violentarle para meterle ese instru-
mento; y en segundo lugar, suele vomitar en el acto las materias, sea
que el instinto ó la repugnancia se las haga expulsar , sea que haya en
esos animales fácil propensión al vómito.
Para obviar uno y otro inconveniente, Orilla ha ideado la abertura del
esófago por donde se introducen las materias, ya con sonda, ya con je-
ringa con mas facilidad , y sin que el perro se oponga á ello , tanto mas,
cuanto que para ello se le ata el hocico y las patas, y se le sujeta así fá-
cilmente como se quiere.
Quedaría todavía el vómito , y como el hocico está atado . las materias
arrojadas no podrían salir, refluirían á las fáuces y esófago, y se introdu-
cirían por la laringe del animal , asfixiándole. Ese inconveniente se cor-
rige practicando una ligadura debajo de la incisión hecha en el esófago.
Hé aquí como practica esa operación Luis Orfila imitando el procedi-
miento de su lio :
1. ° Se introduce una sonda uretral de goma elástica por la nariz del
perro en el esófago.
2. ° Se hace una incisión larga de unos 6 á 7 centímetros en la línea
media del cuello, penetrando hasta en los músculos.
B.° Se aparta con los dedos las fibras musculares , aprovechando la
tráquea-arteria como punto de guia, hasta que se sienta la sonda que baja
por el esófago.
4. ° Sepárase el esófago ligeramente y en pequeña extensión de los ór-
ganos vecinos.
5. * Se coge el esófago con una aguja curva de Descbamps, se tira de
él hácia fuera y se le quila la sonda.
6. ° Se practica con las tijeras un corte en el esófago, por donde se in-
troduce la sustancia que se quiere ensayar. Si es liquida, se introduce
por medio de una sonda , jeringa ó embudo* Si sólida, se hace pedacitos
y se empujan con la sonda.
7. ° Después de haber examinado Wen, si no se ha cogido con ese ór-
gano algún vaso ó nervio, y en caso afirmativo y después de haberlo se-
parado , se pasa un hilo por debajo del corte , se hace un doble nudo
apretando ligeramente , puesto que no hay necesidad de apretar mucho,
no teniendo mas objeto que el impedir la salida de las materias, si acaso
son vomitadas.
8. ° Por último, se cortan los hilos, dejando una porción para soltar la
ligadura fácilmente mas tarde, teniéndola por espacio de treinta horas.
Este es el modo de operar que la comisión de la Academia dice que no
- 401 -
. l Hando á entender que solo debe atarse al esófago de
«JwmdTftoio y que se tenga poco tiempo la ligadura aplicada á dicho
í ^on^ ioi rilas establecidas por dicha comisión pueden seguirse:
S^eSta lo que hemos dicho al discutir e¿e punto. &
m , ensayos en el estómago pueden hacerse también abriendo directa-
mente un paso en esta viscera. Los perros la sufren bastante bien. En
este caso, ía incisión se hace en los tegumentos del abdómen, en la re-
gión gástrica, se busca dicha entraña y en ella se depone el veneno.
b 2.° intestinos.— Cuando se hacen los ensayos en los intestinos, se prac-
tica "la abertura en el abdómen, como lo acabamos de indicar respecto
del estómago, y con una sonda que busca el píloro se pasa á los intesti-
nos delgados. Aquí ya no hay que temer la expulsión por vómito. Sin
embargo, si se presentase como síntoma y por un movimiento antiperis-
táltico, pasando los materiales al estómago, pudiese temerse esa expul-
sión, una ligadura junto al córdias en el esófago impediria este resultado
contrario al experimento.
3.° Recto. — Cuando se ensaya por el recto, se limpia antes esta vía por
medio de lavativas, y en seguida se introduce la sustancia que se ensaya
del mismo modo ú otro equivalente.
Puede suceder que haya también una expulsión demasiado pronta, la
que inutilizaría el experimento, en cuyo caso se tapona el conducto.
4. 9 La vagina. — Cuanto acabamos de decir del recto es aplicable á esa
vía de la misma índole, puesto que la tapiza una mucosa. la hemos visto
que ella sirvió en Copenhague para resolver una cuestión de envenena-
miento por esta vía , cometida por un sugeto, que así se habia deshecho
de tres mujeres, como el antiguo Caipurneum. Las yeguas ó borricas que
sirvieron para el experimento', fueron intoxicadas por la vulva ó la va-
gina. El taponamiento puede servir también para contener las sustancias.
5.' La uretra.— No es esta vía la mas á propósito para hacer ensayos;
así es que apenas se hacen por ella, no porque no puedan dar resultados;
ya hemos visto que Segalas y otros han hecho por la uretra experimen-
tos con el objeto de averiguar su grado de absorción; sino poique, tapi-
zándola una mucosa , todo cuanto acerca de este tejido se quiere saber,
se sabe por otros conductos. Por lo demás, ocioso es decir que por medio
de inyecciones se puede hacer el ensayo.
ti.° Conjuntiva. — Esta membrana mucosa se escoge para ensayar la ac-
ción de ciertos venenos ejecutivos , como el ácido cianhídrico, Ja coni-
cina, etc. Cuando pocas gotas bastan para producir efectos, se escoge esta
vía con preferencia á otras.
7. " Mucosa nasal y bucal. — Otro tanto podemos decir de estas mucosas.
En ellas se hacen ensayos con gotas de sustancias muy activas.
8. v Vías respiratorias ó pulmonales.— Sirven principalmente para ensa-
yar los venenos gaseosos, los anestésicos y sustancias volátiles; hacién-
dolas respirar á los animales.
Los autores han disputado mucho sobre los medios de ensayo emplea-
dos para distinguir los gases meramente asfixiantes de los deletéreos, y
han declarado algunos de aquellos como insuficientes para resolver este
importante punto.
Los medios , por largo tiempo , para esta clase de ensayos, han con-
sistido, ya en vaciar los pulmones con una fuerte aspiración, é inspirar
acto continuo el gas, ya en colocar al animal dentro de una campana,
ya dirigiendo el aire espirado á un balón ^gasómetro , etc.
- 403 —
Todos estos medios han sido juzgados como viciosos é incapaces de
deslindar qué gases son asfixiantes, qué deletéreos.
Nysten ideó para salir del paso inyectar los gases en las venas. Se le
han dirigido objeciones explicando por efectos físicos las diferencias que
así quiso establecer Nysten.
Ultimamente, Regnault ha ideado un aparato, el que consiste en una
campana, dentro de la cual está el animal con alimentos. Por un lado
le llega oxígeno que reemplaza el que consume respirando, y por otro
hay un poco de potasa cáustica en una probeta , la que absorbe el ácido
carbónico respirado por el animal. Así el gas que se introduce , si mata,
no es por asfixia , dicen , puesto que el animal puede respirar oxígeno;
es por una acción deletérea , y así se pueden distinguir los gases pura-
mente asfixiantes de los venenosos.
El afan de distinguir los gases puramente asfixiantes de los deletéreos,
acaso no tiene la importancia que se le ha dado, ó por lo menos no se
ha tratado de resolver la cuestión como se debe y de un modo mas termi-
nante. El oxígeno del aire respirado puede ser impedido en su entrada , ó
expulsado de la sangre por otros gases, ora se introduzca por las vías res-
piratorias , ora se inyecte en las venas , ora se aplique á otras partes, con
tal que pase al torrente circulatorio. Esta acción física pueden tenerla
todos, con tal que haya bastante cantidad para ello; ya se combinen, ya
no se combinen con el oxígeno , é impidan así la hematosis, ó bien con
los principios que esta ha de oxigenar.
Las doctrinas de Robín sobre los anestésicos pueden , en mi concepto,
resolver mejor esta cuestión, que todo cuanto han dicho los demás auto-
res y todos sus aparatos. *
Hay gases y líquidos que impidenjla hematosis y asfixian, ya por apode-
rarse del oxígeno, ya por volver inoxigenables los principios que este
gas oxigena durante la vida , ya por una acción catalítica que da los mis-
mos resultados. Estudios hechos en este sentido, fuera de las vías pulmo-
nales y de la sangre , conducen siempre mejor á saber si los gases son
puramente asfixiantes ó deletéreos , que no practicando ensayos por las
vías respiratorias de este ó aquel modo ejecutados.
Galtier habla de ensayos hechos por las vías pulmonales con sustan-
cias muy activas, líquidas ó sólidas, como la nicotina, conicina, estricnina
y otros álcalis vegetales , el ácido cianhídrico , curare y venenos de los
animales ponzoñosos , y añade que, según Magendie y Rernard, la mu-
cosa pulmonal absorbe mas que la traqueal , por ser mas vascular y mas
provista de epitelio pavimentoso.
Como esas sustancias no obren por la parte volátil que tengan , y á ella
se refieran los ensayos, habrá que introducir en tas vías pulmonales dichas
sustancias líquidas, que sólidas será algo difícil , y en uno y otro caso, an-
tes que ver la acción de los venenos, la asfixia habrá acabado con el animal.
9.® Solucione. $ de continuidad ó tejido celular. — Las soluciones de conti-
nuidad pueden ser y son á menudo vías de ensayo. Mas no olvidemos lo
que hemos dicho en su lugar, respecto al modo de apreciar estos expe-
rimentos y la significación que se les da. Para llegar al tejido celular, es
necesario hacer' soluciones de continuidad , hay que cortar vasos, y por
lo tanto es casi inevitable el poner en contacto las sustancias con la san-
gre, y las deducciones no son iguales. Tal vez lo que se atribuye á la
absorción por el tejido celular, es acción directa sobre la sangre, pa-
sando el veneno á ella por los vasos interesados.
— 406 -
10 Cavidades membr ano-serosas.— Otro tanto podemos decir de la in-
t¡* de los venenos en las cavidades serosas. Después de haberlas
abierto es necesario poner gran cuidado en que el veneno no esté en
contacto con los tejidos cortados ; así , los efectos de su acción , deducidos
de los que ejerce sobre las serosas , serán mas lógicos.
11. Inyección en las venas. — Esta vía está muy usada, y como en
efecto no hay veneno que no desplegue su acción en la sangre , es un
buen medio de hacer ensayos, tanto para saber las propiedades tóxicas
del veneno, como la cantidad á que lo es.
Mas como la sangre no tolera nada que no esté descompuesto y asimi-
lado , se concibe que , sea lo que fuere lo que se introduzca de ese modo
brusco en las venas, ha de producir trastornos graves y hasta la muerte,
no solo con sustancias realmente venenosas, sino con otras que no lo son.
Casos puede haber que con tales ensayos se crean que las sustancias
no son venenos. Así Nysten ha probado que ciertos gases venenosos res-
pirados dejan de serlo introducidos por las venas. Si dejan de serlo de
este modo , es porque son desalojados por el oxígeno y expulsados por
la respiración, mientras que respirados ellos, expulsan el oxígeno por
su mayor cantidad. Si se combinan con él y combaten la hematosis , de
todos modos lo serán, y si se introducen en gran cantidad matan tam-
bién, porque expulsan el oxígeno ó impiden la circulación. Véaselo que
sucede con la introducción de cierta cantidad de aire por las venas en
ciertos sugetos operados , que se han quedado en las manos del operador,
como muertos por el rayo.
Galtier dice que muchas sales de bismuto, plomo y estaño, son venenos,
inyectadas en poca cantidad , al paso que por la vía gástrica , en canti-
dad mayor, dejan de serlo. Es claro , lo son inyectadas en las venas en
poca y mucha cantidad, porque no_son compatibles con la sangre por
las combinaciones que contraen, si se disuelven, y por el obstáculo que
oponen, si permanecen insolubles , á la circulación. Si por la vía gás-
trica en cantidad mayor no hacen nada, es porque los ácidos que les
han de dar solubilidad, por su pequeña cantidad no alcanzan á dársela;
que se den en menor cantidad , ó haya mas ácidos gástricos , y serán
igualmente venenosas.
Este medio de hacer ensayos es vicioso , porque en nada se parece á
las circunstancias que acompañan las intoxicaciones naturales y los enve-
nenamientos, fuera de los casos en que hay solución de continuidad,
como cuando se hiere con armas envenenadas ó muerden animales pon-
zoñosos.
12. Inyección por las arterias.— Medio poco usado que tiene los defec-
tos ya indicados al hablar de las venas. Se practica abriendo el vaso, con
el objeto de saber qué efectos produce un veneno en órganos determina-
dos, para lo cual se escoge el vaso que los riega.
13. Músculos, cerebro, nervios, tendones. — liaras veces se escogen esos
órganos para hacer ensayos , como no sea para resolver algún problema
particular, como, por ejemplo , para saber qué acción ejercen sobre ellos
ciertas sustancias , si absorben poco ó mucho, etc.
14. Piel.*— Otro tanto dirémos de la piel, tanto íntegra como desnuda
de epidermis, abrasada, etc. Siempre es con determinado objeto que se
apela á ella.
Excusado es decir que todos esos medios de ensayo no solo pueden
servir para estudiar la acción de los venenos , sino la de los contravene-
- 407 -
nos y medicaciones , como todos los hechos relativos á la intoxicación.
Como complemento de todo cuanto va dicho podría añadir los ensayos
empíricos ó vulgares que algunos practican , dando á comer á los perros
y otros animales , sustancias envenenadas , y observar lo que pasa en
ellos. Como medio de ensayo en animales es bueno ; ya hemos visto que,
en lugar de ligarlos el esófago , se puede darles alimentos envenenados,
morcillas , etc. Como ensayos para observar las intoxicaciones indirec-
tas , nada mas conducente. Envenenar una gallina , un conejo , etc. , con
sustancias animales, vegetales ó minerales , ó carnes podridas , y ver qué
es lo que pasa en un perro que come esos animales ó carnes , conduce,
con las restricciones debidas , á saber qué es lo que le puede suceder al
hombre , que coma esos alimentos envenenados ó averiados.
Mas si se emplea esa práctica, como prueba fehaciente de un caso prác-
tico de envenenamiento , y por lo que pasa en el perro y otros animales
que comen lo que arroja un sugeto que se supone envenenado, ya es
otra cosa; en tales casos semejante práctica , antes muy puesta en uso,
y luego desacreditada por su empirismo y los graves errores á que puede
dar lugar, no podemos aceptarla como buena. Ya volverémos á ese punto,
cuando tratemos de la química de la intoxicación y de la filosofía de la
miáfca , con relación á esos ensayos, puesto que se trata de rehabilitar,
aunque de otro modo, esa clase de pruebas, y que se pretende darles
mas valor que á los ensayos químicos.
Con esto hemos concluido cuanto nos habíamos propuesto tratar en la
fisiología de la intoxicación , y por lo tanto vamos á ocuparnos ya en la
segunda parte de la misma , ó sea en la patología.
RESUMEN DE LA FISIOLOGIA DE LA INTOXICACION.
Por fisiología de la intoxicación se entiende aquella parte de la Toxico-
logía general , que trata de la acción de los venenos sobre la economía
viva, y de todas las cuestiones fisiológicas relativas á esa acción.
Los puntos principales que abraza son :
1. ° Qué es veneno.
2. ° Los caracteres que diferencian el veneno del alimento y medica-
mento , miasma y virus.
3. ° Qué es la intoxicación y el envenenaniento y sus formas, y dis-
tinciones.
4. ° A qué cantidad se hacen venenosas las sustancias capaces de
ello. -
5. ° En cuantos estados pueden darse los venenos.
6. * Por cuantas vías pueden introducirse.
7. ” Absorción de los venenos; hechos que la prueban.
8. ® Qué relación hay entre la absorción , la solubilidad y difusibilidad
de los venenos.
9. " Diferencias en la rapidez de la absorción, según las vías.
10. Influencia de los nervios en la absorción de los venenos.
11. Organos por donde pasan los venenos absorbidos.
12. Organos á donde van á parar.
13. Acumulación y eliminación de las sustancias medicinales absorbi-
das que pueden ser venenos.
14. Tiempo que tardan en ser eliminadas las sustancias medicinales y
venenosas absorbidas .
- 408 -
15 Formación de venenos en ,1a economía, debidos ¿combinaciones
sustancias inofensivas.
Ifi Cómo son absorbidos los venenos.
17 Acción de los venenos; cómo obran , puestos en contacto con nues-
tros sólidos , líquidos y gases.
18. Efectos que producen los venenos sobre nuestros sólidos, líquidos
^ 19. Relación entre la acción de los venenos y su absorción.
20. ' Cómo debe concebirse la acción de los" venenos sobre el sistema
riervioso.
21. Diferentes modos de obrar de los venenos.
22. Circunstancias que modifican la acción ó los efectos de los ve-
nenos.
23. Clasificación de los mismos.
24. Medios mas conducentes para el estudio experimental de todo
cuanto atañe á ellos.
No puede dejarse de definir el veneno ; por cuanto en un caso pericial
no podrían los peritos determinar si lo es, ó no la sustancia , que haya
trastornado la salud ó producido la muerte. •
Nuestro Código penal no le define , y hace bien ; tampoco dice lo que
es envenenamiento, ni debe decirlo.
Hay muchas definiciones del veneno , dadas por los autores Oríila , An-
glada, Devergie, etc. El veneno puede definirse de dos maneras : una
empírica , otra científica.
Empíricamente , puede decirse que es veneno , toda sustancia que, apli-
cada al interior ó exterior del cuerpo vivo, es, á la dósis en que se em-
plee, habitualmente capaz de quitar la vida, ó de alterar la salud, sin
obrar mecánicamente, y sin reproducirse.
Científica , ó racionalmente , es veneno, toda sustancia que, puesta en
contacto con los sólidos , líquidos ó gases del cuerpo vivo , es capaz de
determinar, por su propia naturaleza , y bajo ciertas condiciones , fenó-
menos químicos y fisiológicos, anormales é incompatibles con la salud y
la vida (art. I* § I).
El veneno se diferencia radicalmente del alimento y del medicamento,
y especialmente del miasma y del virus.
Estudiando esas diferencias bajo el punto de vista de la definición cien-
tífica del vepeno, resaltan con mas exactitud y claridad.
La sangre es un humor destinado á proporcionar á todos los tejidos, ó
sus celdillas, los principios inmediatos que necesitan para su constitución,
reparación , conservación y funciones , por medio de un continuo moi i-
raiento molecular de composición y descomposición.
Este movimiento molecular se resume en catálisis combinante é isomé-
rica, como el asimilador, y en catálisis por desdoblamiento, como el des-
asimilador.
La sangre es un cuerpo líquido compuesto y complexísimo , cuyos fac-
tores tienen entre sí poca afinidad, y su conjunto poca fuerza química do-
minante ; cualquier agente la modifica.
. agente de acción química , no asimilable, ó incapaz de propor-
cionar á la sangre los principios inmediatos que necesita para proporcio-
narlos á las celdillas de los tejidos y órganos, es contrario á sus condi-
ciones fisiológicas , y vice-versa.
- 409 -
Los cuerpos simples, y de composición binaria ó ternaria del reino mi-
neral , se hallan entre los primeros; los complexos y del reino vegetal y
animal están entre los segundos. Entre aquellos están los venenos; entre
estos , los alimentos.
Ni en la sangre ni en la organización hay cuerpos simples al estado
libre. El oxígeno , el ázoe y el hidrógeno están disueltos en los humores.
Aunque la análisis encuentra en el cuerpo humano noventa y seis prin-
cipios inmediatos, no concurren á formarlos todos los cuerpos simples
conocidos.
Entre los metaloídeos están el oxígeno, el hidrógeno, el azufre, el
flúor, el cloro, el ázoe , el fósforo, el carbono y el silicio.
Entre los metales, el potasio, el sodio, el cálcio , el magnesio y el
hierro.
Accidentalmente , el plomo, el cobre , el arsénico , el manganeso y al-
gún otro.
Todos entran formando parte de combinaciones orgánicas, minerales ó
salinas; por esto, y su escasa cantidad, pueden entrar y permanecer en
la economía , sosteniendo el movimiento de la vida por ese cambio de
materias.
Ningún cuerpo simple, ni ácido , ni álcali, ni óxido, puede ser ali-
mento; solo algunas sales pueden ser y son elementos alimenticios.
Todo alimento completo debe tener elementos albuminoídeos, adipó-
genos , ó féculas , grasas y sales.
El oxígeno no es un alimento, siquiera complete en el acto de la hema-
tosis la obra de la digestión, oxidando mas los principios inmediatos que
entran en la sangre; es un veneno, cuya acción continua acaba por des-
truir la albúmina, cambiándola en materias reductibles á cola, los ele-
mentos plásticos en creatina, ácido úrico, urea y ácido carbónico.
Los principios alimenticios que la digestión elabora y lleva á la sangre,
son el contraveneno del oxígeno; sin ellos, el cuerpo moriría quemado y
destruido por el oxígeno. *
El veneno, pues, se diferencia del alimento , en que el veneno no solo
no puede dar principios asimilables á la sangre, sino que determina en
ella, por su propia naturaleza , fenómenos químicos y fisiológicos anor-
males é incompatibles con la vida y la salud.
El alimento es toda sustancia que contiene los elementos reparadores de
la sangre, y da lugar á fenómenos químicos y fisiológicos necesarios á la
vida y la salud.
Aunque la cantidad , el estado del sugeto y otras circunstancias pueden
hacer que una sustancia tóxica pueda emplearse como medicamento, hay
entre esta y el veneno diferencia radical.
El veneno es una sustancia que determina por su propia naturaleza, con
las condiciones que le permiten desplegar su acción tóxica, fenómenos
químicos y fisiológicos anormales é incompatibles con la vida y la salud,
El medicamento es una sustancia indicada por un estado morboso capaz
de modificarle y destruirle, determinando también , por su propia natu-
raleza , y las condiciones en que se da , fenómenos químicos y fisiológicos
favorables á la vida y salud del sugeto que le toma.
Las circunstancias en que se da un veneno, no cambian su naturaleza
ni su acción ; esta es la misma siempre; solo modifican sus efectos.
Ni la cantidad , ni el estado morboso, ni nada, muda la naturaleza, la
acción ó el modo de obrar de u«^|^pl^icia; si no es venenosa de suyo.
— 410 —
• a le darán propiedades tóxicas; si las tiene , jamás se las quitarán;
solo modificarán sus resultados; porque los venenos, como todos los
asentes no tienen acción absoluta ; siempre es condicional.
Un cuerpo que , en una cantidad , obra matando , en otra dando la sa-
lud, y en otra no haciendo nada, desplega siempre una acción idéntica;
pero las condiciones en medio de las cuales la desplega, no siendo igua-
les , modifican lo^ efectos.
El cloroformo, por ejemplo , que no haga nada respirado en un am-
biente libre; que cure él tétanos, respirado en mas cantidad; que mate en
una grande inhalación ; siempre obra apoderándose del oxígeno : esta ac-
ción , debida á su naturaleea , es invariable ; mas como en cada uno de
esos casos no consume tanto oxígeno, en uno no hay falta de hematosis,
en otro la templa , en otro la impide.
Hay sustancias venenosas que jamás son medicamentos. Las ponzoñas,
los hongos, el hidrógeno arsenicado , etc. , se hallan en este caso.
El veneno es un agente natural ó artificial que, dado á una persona
como en las condiciones ordinarias de toda sustancia que se toma como
alimento, ó sola, como cosmético , trastorna la salud, ó mata.
El medicamento es un agente artificial, que reclama, para serlo, un es-
tado morboso; una indicación terapéutica, empírica ó científica, y una
elaboración farmacológica adecuada.
Las condiciones que se dan al veneno en su definición , son diferentes
de las que se dan en la del medicamento ; y habiendo radicales diferen-
cias entre esas condiciones, las hay entre el veneno y el medicamento.
Una sustancia que reúna las condiciones expresadas en la definición
del veneno , jamás será ni podrá ser medicamento , y vice-versa.
Los miasmas son materia orgánica putrefacta , extremadamente divi-
dida, que volitean y pueden ser introducidos por las vías respiratorias, ó
ponerse en contacto con la sangre por medio de soluciones de conti-
nuidad. s
Son una especie de venenos, porque determinan fenómenos químicos y
fisiológicos anormales é incompatibles con la vida y la salud.
Los virus son humores elaborados en ciertas organizaciones enfermas,
capaces de provocar en las sanas, poniéndose en contacto con la sangre ó
los tejidos , enfermedades iguales y humores de igual naturaleza.
Son también una especie de venenos , porque determinan fenómenos
químicos y fisiológicos contrarios á la salud y capaces de producir la
muerte (art. I ,§ II).
Las enfermedades agudísimas , y por lo común mortales que provocan
los venenos, se llaman indistintamente intoxicaciones ó envenenamientos ;
pero conviene darles un sentido diferente.
En esas enfermedades especiales puede no haber mas que el hecho , ó
este y la intención de su autor.
Conviene llamar intoxicación la enfermedad ó muerte producida por uno
ó mas venenos ; y envenenamiento , el empleo de uno ó mas venenos con el
intento de dañar ó matar á una ó mas personas.
Con la voz intoxicación no se expresa mas que el hecho; con la voz en-
venenamiento se expresa el hecho y la intención.
Las mismas diferencias hay entre intoxicar y envenenar.
Como hecho moral , la intoxicación es involuntaria ó voluntarte. En la
primera no hay mas que el hecho; es una mera intoxicación; en la se-
gunda, hay el hecho y el autor : es un envenenamiento.
- 411 —
La intoxicación voluntaria , ó envenenamiento , puede ser un suicidio ó
un homicidio por intoxicación.
Como hecho físico, es simple, compuesta ó complexa. Simple, cuando ^es
producida por un solo veneno dado puro ; compuesta , cuando es producida
por dos ó mas venenos, sin mezcla con otras sustancias; complexa, cuando
es efecto de uno ó mas venenos mezclados con sustancias que no lo son.
La simple también puede ser complexa. .
Es directa, cuando el sugeto toma el veneno solo, ó con bebidas ó ali-
mentos; indirecta, cuando come animales, ó alimentos procedentes de ani-
males envenenados.
Natural , cuando se efectúa por combinación , en el estómago ú otras
partes, de sustancias que, separadas, son inofensivas, ó por acúmulo
de sustancias medicinales ; no natural , en los demás casos.
Por razón del reino del veneno, es mineral, vegetal ó animal.
La mineral es ácida, alcalina, salina, arsenical, mercurial, cúprica, etc.
La vegetal, alcaloidea, ciánica, ópica , etc.
La animal , por mordedura de animales ponzoñosos , carnes putrefac-
tas , etc.
Por razón de las clases y especies, es cáustica , inflamatoria , narcótica,
nervioso-inflamatoria , asfixiante, anestésica, tetánica, séptica, ponzo-
ñosa, virulenta, miasmática, etc.
Respecto del número de intoxicados, es individual ó colectiva ; aquella,
cuando solo hav un sugeto intoxicado; esta, cuando lo son varios á
la vez.
Con relación á la rapidez , es aguda , lenta y consecutiva. La primera
dura pocas horas; la segunda, algunos dias; la tercera, cuando causa la
muerte por los estragos anatómicos que produce.
Por el modo ó cantidad con que se administra , se llama monodósica 6
polidósica ; la primera, cuando con una sola dósis trastorna profunda-,
mente la salud, ó mata; la segunda , cuando lo hace con varias dósis in-
capaces cada una de por sí de matar.
Por razón de la entidad , es leve , grave ó mortal.
La mayor parte de esas denominaciones.es aplicable al envenenamiento
(art. I, § III).
Las sustancias venenosas no lo son de un modo absoluto , respecto á la
cantidad. A más átomos , más acción , en igualdad de las demás circuns-
tancias.
No todas lo son á una misma cantidad, por lo mismo que no es igual
su energía; pero es fácil establecer una regla general para determinar á
qué cantidad son venenosas las sustancias que figuran como venenos.
Si es de las que se usan como medicamentos, la cantidad superior á la
medicinal , debe ser tenida por cantidad tóxica.
Cuanto más enérgica sea una sustancia como veneno, ó medicamento,
menor cantidad se necesita de aumento para ser considerada como tóxica.
La cantidad , en estos casos , como en todos, debe referirse á la que se
ha tomado de una vez ; no á la que se ha recetado para varias veces, ni á
la que descubren las análisis químicas.
Si la sustancia no se usa como medicamento, la única guía es la que
enseña la experimentación de cada una.
Si tampoco se ha experimentado , podrá servir la analogía ; pero nunca
será una base sólida para afirmar nada, mientras no se experimente
(art. II, §1).
- 412 -
Los venenos pueden darse 6 introducirse en el cuerpo vivo en cuatro
estados : sólido , líquido , gaseoso y miasmático.
Por estado miasmático, se entiende el etluvial, los efluvios, exhalacio-
nes ó emanaciones minerales, vegetales y animales. Tales son las emana-
ciones saturninas, mercuriales, arsenicales, zíncicas; las de las flores,
frutas y ciertos vegetales ; las de sustancias orgánicas putrefactas, etc.
El estado influye en los efectos del veneno ; son mas activos los gaseo-
sos y miasmáticos que los solubles; y estos , que los sólidos , en igualdad
de las demás circunstancias.
El estado de los venenos varía luego que se ponen en contacto con
nuestros sólidos, líquidos y gases (art. II, § II).
Los venenos pueden introducirse en el cuerpo humano por tres vías , á
saber : piel, con epidermis ó sin ella, sana ó enferma; aberturas natura-
les, y soluciones de continuidad.
Son pruebas de hecho de la introducción por la piel , los numerosos
casos prácticos referidos por los autores, de intoxicaciones producidas
por la aplicación á la piel , de sustancias tóxicas, en friegas, lociones,
unturas, pomadas, cataplasmas, etc. (art. III, §1).
Son pruebas prácticas de la introducción por las aberturas naturales
los numerosos casos prácticos consignados en las obras, relativos á into-
xicaciones producidas por la ingestión de sustancias venenosas, sólidas,
líquidas y gases por las vías digestivas, boca y ano, las respiratorias,
las génito-urinarias y membranas conjuntivas. Las mas frecuentes son
por las vías digestivas superiores (art. III, § II).
Son pruebas prácticas de la introducción por las soluciones de conti-
nuidad , los casos de intoxicación debidos á las mordeduras y picaduras
de animales ponzoñosos, á flechas envenenadas y lesiones con armas mo-
jadas ó untadas de sustancias venenosas (art. IIÍ , § III).
Los venenos son absorbidos con ciertas condiciones, que veremos luego.
Son pruebas de hecho de esa absorción los numerosos casos de que
hablan los autores, en los que han hallado los venenos ó sus principios
en tejidos ú órganos distantes de los puntos donde los aplicaron, en la
sangre y otros humores, como orina, saliva, leche v materias excremen-
ticias (art. IV, § I).
Puede establecerse como regla general , que hay relación entre la ab-
sorción de los venenos y su solubilidad y difusibilidad.
Los venenos solubles; y más los difusibles, si no pierden su solubili-
dad, al ponerse en contacto con los sólidos y líquidos de la economía,
son siempre absorbidos.
Los que por de pronto forman , donde son aplicados , compuestos in-
solubles, adquieren mas tarde solubilidad, á beneficio de los ácidos ó de
los carbonatos y cloruros alcalinos de la economía.
Algunos venenos insolubles adquieren solubilidad , al entrar en com-
binación con los cuerpos que encuentran, en el punto donde se aplican.
Los cuerpos, de suyo insolubles y que no adquieren solubilidad en el
punto donde se aplican , no son absorbidos.
Aunque se haya encontrado partículas de carbón lejos del sitio donde
fué depuesto, no prueba eso su absorción; han pasado mecánicamente,
como se trasladan las agujas , desde el estómago á la piel. Respecto de
otros cuerpos insolubles, como féculas y cinábrio, en primer lugar, otros
experimentadores no han podido observarlo , y luego puede explicarse
respecto del cinábrio por descomposición y reducción del mercurio.
- 413 -
Hay venenos solubles,' que no siendo difusibles, no pueden ser absor-
bidos ; así les sucede á los humores ponzoñosos, que no son absorbidos
por las mucosas ni la piel.
Las disoluciones concentradas tampoco son absorbidas (art. IY, § »)•
La absorción no es igualmente rápida por todas las vías.
La piel con epidermis no absorbe tanto como sin ella; desprovista de
ella y ulcerada absorbe más. Según los sitios , hay también diferencia;
donde es mas gruesa la epidermis absorbe menos.
En las aberturas naturales se observa diferencia también; no todas
las mucosas dan paso igual á los venenos, la pulmonal da fácil paso á los
gaseosos; la conjuntiva le da á ciertas sustancias con rapidez fulgurante,
como al ácido cianhídrico.
La mucosa gástrica no absorbe tanto como la intestinal.
El tejido celular es muy absorbente; sónlo igualmente las serosas.
Para tener una idea exacta de la rapidez de a*bsorcion según las vías,
no solo hay que atender á la textura anatómica de los tejidos, sino á los
principios que hay en ellos capaces de combinarse con los venenos y la
clase de combinación que se forma.
Si hay combinación, y esta es insoluble, la absorción es mas tardía.
El ácido arsenioso , por ejemplo , es absorbido casi por igual en unos
puntos que en otros; el sublimado corrosivo, más en los muslos y puntos
de gran circulación, que en el dorso ó puntos de circulación escasa. Es
que el primero no forma combinaciones insolubles y el segundo sí, y ne-
cesita la acción de los cloruros alcalinos, mas abundantes donde hay mas
circulación.
En igualdad de esas circunstancias , absorben más los tejidos por este
órden : paredes vasculares, tejido celular, serosas, mucosas, piel desnuda
de epidermis, ó ulcerada y en última escala, músculos, nervios, sustan-
cia cerebral, tendones, aponeurosis y huesos (art. IV, § 111).
Los nervios no tienen ninguna influencia directa en la absorción.
La absorción no es una función , es un acto físico de endósmosis, pro-
pio de todos los tejidos.
Los nervios cerebro-espinales están destinados á las funciones de re-
lación ; los ganglionales á los de nutrición ; la absorción no tiene nada
que ver con ellos.
Los experimentos han probado que los nervios no influyen en la ab-
sorción de los venenos.
La lesión de algunos nervios, modificando las funciones de algunos
órganos, puede hacer que estos no segreguen sus humores, y esto dar lu-
gar á que ciertas sustancias intoxiquen. La amigdalina y emulsina , por
ejemplo, dan lugar á la formación de ácido prúsico, si se corta el neumo-
gástrico.
Eso solo prueba que influye en la formación de ese jugo, y que, fal-
tando ácido que descomponga la emulsión, hay intoxicación, pero no
que impida la absorción; la misma intoxicación que resulta lo demues-
tra. Si no se absorbiera el ácido prúsico formado, no habría intoxica-
ción (art. IV, § IV).
, Los venenos absorbidos pasan por todos los órganos , porque en todos
puede efectuarse la endósmosis. No solo son las venas y los linfáticos los
que absorben, lo hacen también las arterias, las mucosas, las serosas, etc.,
como lo hemos visto ya.
Todos los tejidos se embeben de las disoluciones y dan paso á los ve-
— dÜ —
nenos á menos que formen combinaciones insolubles , que sean concen-
tráis las disoluciones, ó que no sean difusibles, ó no tengan el grado de
difusibilidad conveniente (art. IV, § Y).
Los venenos absorbidos pueden ir á parar á todos los órganos de la
economía; en todos se han encontrado.
Mas hay ciertos órganos que, ora por su textura anatómica y circula-
ción mas lenta, ora por los principios constitutivos que en ellos hallan,
detienen por mas tiempo los venenos.
Hay por lo tanto estagnación de venenos físico-orgánica y químico-orgánica.
En el hígado , bazo y sistema de la vena porta , se verifica principal-
mente la primera ; la segunda , en los puntos donde se formen combina-
ciones insolubles ó plásticas y precipitados.
Fuera de eso , no puede afirmarse que haya órganos predilectos para la
estagnación ó paradero de los venenos absorbidos ; pero sí órganos y
humores donde se encuentran más los venenos absorbidos ó sus princi-
pios, el hígado, el bazo, los pulmones, los músculos, el estómago, los in-
testinos, la médula, etc.; la orina, la sangre, la linfa, la leche, la saliva,
el sudor y las heces.
En último resultado , los órganos á donde van á parar los venenos, á
medida que los expele la economía, son los de las vías eliminatorias ; las
renales, las digestivas, las respiratorias y las cutáneas. Los riñones se
llevan la preferencia (art. IV, § VI).
Hay muchas sustancias tóxicas, que, en cantidades fraccionadas, se
administran como medicamentos y á veces por largo tiempo.
Por lo mismo que no son propias para la reparación de las pérdidas
que sufre la economía , esta las va expeliendo por las vías eliminatorias
en mas ó menos tiempo.
La organización viva expele el agua, urea, ácido carbónico, sales y de-
más cuerpos que ya no sirven para la nutrición; con mas razón debe ha-
cerlo, respecto de los que entran sin ser asimilables.
Cuando esa eliminación no se efectúa, la salud se trastorna y la vida
se compromete.
Si las sustancias medicinales no fuesen expelidas, á medida que se to-
man, podrían acumularse y producir intoxicaciones.
Es frecuentísimo el uso de sustancias medicinales enérgicas por largo
tiempo, y raro el caso de intoxicación por acúmulo de esas sustancias,
lo cual prueba que la ley es no acumularse, que son expelidas.
Hay además pruebas directas de esa eliminación. Orilla, üupasquier,
Laveran y otros lo han probado con experimentos en perros. Las sus-
tancias se han hallado en la orina y humores excrementicios, y no en los
órganos, después de algunos dias.
El acumulo es un fenómeno excepcional y no puede hacerse en parte
alguna sin grave peligro de la vida.
Siquiera se fijen en ios tejidos, formando combinaciones, estas tienen
un término y un límite, no traspasando el cual, no hay peligro; mas, si
de repente esas combinaciones son atacadas por los ácidos y cloruros de
la economía , pasan al torrente circulatorio esas sustancias medicinales
acumuladas y producen una intoxicación. Se han visto casos de esos, en-
tre otras sustancias, con las sales de quinina, jnercurio, etc.
No deben confundirse esas intoxicaciones con las que resultan de fal-
tas é imprudencias en la administración de sustancias medicinales enér-
gicas (art. 1Y, § Vil).
- 418 -
No es posible determinar á punto fijo el tiempo que tardan en ser eli-
minadas las sustancias venenosas empleadas como medicamentos , ni los
venenos.
Por punto general , esa eliminación es pronta; pero puede prolongarse
por mas ó menos tiempo, fijándose las sustancias en los tejidos.
Hay sustancias que son expelidas con mas rapidez que otras; las sales
de base alcalina y los gases se hallan en este caso ; las que no forman
combinaciones insolubles son también rápidamente eliminadas; las que
forman compuestos insolubles tardan más.
Los experimentos hechos respecto de algunas sustancias, permiten de-
terminar el tiempo de su eliminación; sin embargo no puede tomarse por
regla tija.
Al. Chatin ha pretendido establecer una regla que no es cierta. Dice
que la prontitud de la eliminación de una sustancia está en razón inversa
de la facultad del animal de resistir al veneno.
En primer lugar, esto no puede aplicarse á todos los venenos, porque
solo hizo ensayos con el ácido arsenioso.
En segundo lugar, no hay tal resistencia, aun tomándola como lo ex-
plica L. Oríila , por lo que larda un animal en morir. Esto depende de
varias circunstancias.
No pudiéndose lijar una regla general, no hay masque atenerse á lo
que la experimentación y observación enseñan respecto de cada veneno
(art.1V, § VIII).
La administración de sustancias medicinales, aunque se haga según
las reglas farmacológicas, puede, en algunos casos, dar lugar á la forma-
ción natural de sustancias tóxicas.
Así como por las incompatibilidades de las sustancias medicinales pue-
den estas neutralizarse ; así también pueden formarse combinaciones ve-
nenosas.
Así como algunas sustancias mas ó menos enérgicas pueden quedar
neutralizadas en el estómago por el jugo gástrico , los ácidos del mismo
y el agua que contenga; así también otras pueden adquirir mas energía
tóxica por cambiar de naturaleza química.
Afortunadamente esto es raro: son pocas las sustancias medicinales que
se hallan en este caso , y desgraciadamente son pocas también las que se
hallan en el primero.
Las proto-sales de mercurio en el estómago y otras partes, á la presen-
cia del agua y de un cloruro alcalino, pueden transformarse en deuto-
sales , si se dan en cantidad exigua.
Cuando hay en alguna cantidad ciertas proto-sales, empiezan por trans-
formarse en proto-cloruro su mayor parte , y alguna porción en subli-
mado corrosivo.
El mercurio metálico es capaz de sufrir iguales transformaciones.
La emulsina y amigdalina contenidas en las almendras , no solo amar-
gas , sino dulces, en el estómago, pueden dar lugar á la formación de
ácido cianhídrico, si falta el jugo gástrico, ó si, por ser muchas las almen-
dras comidas, escasea dicho jugo.
El aceite esencial de almendras amargas, si no se descompusiera, solo
obraría como sustancia irritante ; en el estómago, intestinos y otras par-
les, se descompone y forma ácido prúsico, sustancia terriblemente ve-
nenosa.
El fósforo puede transformarse en hidrógeno perfosforado, y de sustan-
— 416 —
cía cáustica pasa á ser de otra clase , introducido con esa transformación
en la masa de la sangre.
£1 azufre, en pequeñas cantidades, puede combinarse con la base de
los cloruros alcalinos de la economía, y envenenar. Por eso los animales
herbívoros, abundantes en cloruros alcalinos, se envenenan con el azu-
fre. En el hombre, por el ano, puede ser mas maléfico.
La estagnación de ciertas sales metálicas de la quinina y otros alca-
loides , disuelta de repente por un cambio de ácidos ó cloruros en la or-
ganización , puede dar lugar á la formación natural de venenos.
Es probable que haya otras sustancias que determinen hechos análo-
gos; pero en el estado actual solo se conocen las indicadas v algunas
otras (art. IV, § IX). J s
Es una ley que, toda sustancia orgánica, aunque lo sea tóxica, haya
de ser descompuesta para ser absorbida, y si esto no sucede , hay graves
trastornos en la economía , ó sobreviene la muerte.
La absorción de los venenos no se efectúa, sin que se alteren en su
constitución química, en el acto que se ponen en contacto con los tejidos
y humores de las vías por donde entran , ó en la sangre, poco tiempo
después de estar en ella.
Todas las especies de absorción del cuerpo humano demuestran estas
dos verdades.
En las absorciones fisiológicas se ve claramente todos los dias. Todos
los humores llamados antes excremento-recrementicios , desde la saliva
hasta la bilis ó moco intestinal , combinándose con los principios alimen-
ticios, alteran su constitución química, y pasan descompuestos á la masa
de la sangre.
No es cierto que se haya encontrado en la sangre bilis, ni otro humor;
solo pasan los principios colorantes ú otros.
Otro tanto les sucede á los principios alimenticios.
La digestión se resume en una disolución ó difusión de las materias
digeridas para volverlas mas absorbibles, y para esto hay que transfor-
marlas en otros cuerpos.
Las féculas se cambian en dextrina primero, luego en glucosa al con-
tacto con la saliva , el humor pancreático y el moco intestinal ; parte se
cambia , en los intestinos , en ácido láctico y butírico.
Llegado el azúcar á la sangre, es quemado por el oxígeno; y el que
no se torna en grasa, pasa á ser agua y ácido carbónico.
Los principios albuminoídeos , carnes, quesos, huevos, etc. , se trans-
forman en el estómago, atacados por la pepsina, en albuminosa, mas
soluble y difusa que la albúmina ; llegada al torrente circulatorio se oxida
más, forma fibrina, y luego, en cada tejido, otros principios, muscu- (
lina, nervina, osteina, etc.
Las sustancias crasas son emulsionadas por el jugo pancreático y la
bilis; solo así les dan paso los vasos quilíferos, y en la sangre son ataca-
das por el oxígeno , que les transforma en otros principios.
A las sales alimenticias las sucede lo propio.
Desde el momento de su entrada hasta el de su salida , todas las mate-
rias alimenticias sufren una série incesante de transformaciones , al prin-
cipio , cada vez mas complicadas , luego cada vez mas sencillas y acer-
cadas al reino mineral.
Todo lo que se depone junto al sistema capilar se somete á la misma
ley. Lo depuesto desaparece, si es absorbible, y ya no se halla ni cerca 4
— 117 -
ni fejos tal como se depuso ; si era simple , se halla compuesto ; si com-
puesto , descompuesto ó cambiado.
La absorción patológica ofrece el mismo fenómeno. La resolución de los
tumores, erisipelas , inflamaciones, equimosis, extravasaciones , etc. , se
hace á beneficio de una absorción , con descomposición prévia de lo ab-
sorbido.
La sangre rechaza todo humor íntegro; si pasa á ella sin descomposi-
ción , sobreviene la muerte ó grandes trastornos.
Háse dicho que se ha visto pus en la sangre ; sobre no haberlo probado
claramente, fuera de las flebitis, la muerte rápida ha sido la conse-
cuencia.
Ni las metástasis , ni la retropulsion del pus de Jas úlceras prueban la
absorción íntegra de los humores ; es un absurdo su paso por el torrente
circulatorio y su acumulo en partes distantes. Estos acúmulos y los abs-
cesos lejanos se deben á la flogosis que se desarrolla en otros sidos.
La absorción farmacológica obedece á la misma ley. Todos los medica-
mentos, que tienen algo de alimenticios, experimentan lo que hemos di-
cho de los alimentos.
Todos los demás, si son orgánicos, son por lo común insolubles , como
polvos , jugos, extractos, hojas, etc. ; sus principios activos son los que
pasan absorbidos á la masa de la sangre , y para eso necesitan ser ela-
borados en el estómago, ó punto donde se ingieren ó aplican.
Los principios orgánicos que obran como elementos pasan íntegros;
pero acto continuo sufren alteración; los ácidos se combinan con las ba-
ses de la economía ó se descomponen ; los alcalóides se combinan con
los ácidos.
Lo que pasa con los orgánicos sucede con los inorgánicos ; todos se al-
teran, porque contraen combinaciones con los principios inmediatos de
los tejidos y de la sangre , ó aire respirado.
La absorción tóxica presenta los mismos resultados, y confirma las leyes
que hemos establecido. Ningún veneno orgánico animal pasa íntegro á
la sangre ; jamás se encuentra en ella, ni la ponzoña de los animales ve-
nenosos, ni los virus, ni los miasmas, ni los alimentos putrefactos, ni
las cantáridas, etc.
Otro tanto sucede con los venenos vegetales, ticunas ó curare, opio,
polvos, resinas, jugos, aceites, cocimientos , tisanas, etc. Lo único que
se encuentra , y no al estado libre, son sus principios activos, los que se
conducen en sus combinaciones como cuerpos simples. Muchos de ellos
ni eso hacen; se descomponen también, y no se encuentra rastro de ellos.
Los ácidos orgánicos se combinan con las bases, y se transforman luego
en agua y ácido carbónico.
Los alcalóides se combinan con los ácidos del estómago , que les dan
mas solubilidad y difusión mayor; nunca se hallan puros en parte alguna.
Las sustancias neutras se descomponen igualmente.
Los venenos, mitad orgánicos y mitad inorgánicos, no se conducen de
otro modo. Si el ácido es orgánico, toma otra base y se descompone luego,
como cuando es absorbido puro; si la base es alcaloidea, toma otro ácido.
Los venenos inorgánicos hacen lo mismo que los orgánicos, siquiera
tengan una composición mas fija. Lo que hacen fuera de la economía , si
se ponen en esfera de actividad , hacen en ella. Bajo ese punto de vista
no hay diferencia. El cuerpo humano es como una pila, que descom-
pone todo lo que en él entra.
TOXICOLOGÍA. — £7
— 118 -
Ta llevamos dicho que no hay en él ningún cuerpo simple al estado
libre Todos entran en seguida en combinación. La mayor parte no son
solubles flan de entrar en combinaciones para ser absorbidos. Los me-
taloides se cambian en oxácidos ó hidrácidos, ó se combinan con las ba-
ses alcalinas ; los metales se oxidan y combinan con los ácidos, y se fijan
en Jos tejidos combinados con los principios proteicos. Además forman
combinaciones con los principios protéicos de los tejidos ó de la sangre.
En igual caso están los binarios, básicos, ácidos y compuestos en
uro; no permanecen libres, se combinan.
Los básicos alcalinos , sólidos ó en disoluciones concentradas, se hi-
dratan , se combinan con los ácidos crasos de los tejidos , destruyendo
estos ; sus disoluciones concentradas, pero no cáusticas, no son absorbi-
das, y si hallan ácidos, se combinan con ellos. El amoníaco gaseoso res-
pirado pasa á sal , en cuanto llega á la sangre.
Los demás óxidos se combinan con los ácidos, y adquieren ó no solu-
bilidad ; si la adquieren , son absorbidos.
Los ácidos concentrados desorganizan; los diluidos se combinan con
las bases y el oxígeno respirado.
Las sales sufren la ley de flerthollet ; se cambian su ácido y su base,
si no en el estómago ó periferia del cuerpo , en la sangre.
Lo que dice Liebig de ciertas sales alcalinas, que pasan por el cuerpo
sin descomposición , no es exacto. La ley de flerthollet se cumple, solo
que , siendo igual la base y el ácido , no se ve sensiblemente.
Las sales de óxido no alcalino, ni de tierra alcalina, á saber: de hierro,
plomo, plata, antimonio, zinc, etc. , no solo pierden su ácido, sino su
oxígeno, y se fija el metal en los tejidos y principios protéicos de la san-
gre y los tejidos.
Aunque haya cuerpos que, como dice Lhemann, son absorbidos sin
descomposición , en cuanto pasan á la masa de la sangre son descom-
puestos (art. IV, § X).
El estudio de la acción de los venenos es importante en alto grado, no
solo para el toxicólogo, sino para el fisiólogo, el higienista, patólogo y
terapéutico.
La acción de los venenos es uno de los conocimientos , no solo mas ín-
timamente ligados con la doctrina toxicológica y sus aplicaciones, sino
mas necesarios al toxicólogo y al médico forense.
Sin tener una nocion cabal de la acción de los venenos, es imposible
resolver bien muchos problemas toxicológicos.
Un ejemplo bastará : si un juez pregunta si el sublimado corrosivo y
el ácido arsenioso pueden ser absorbidos, introducidos en un sugeto
después de muerto, ¿qué contestará, si no sabe el médico íorense la ac-
ción de esos venenos?
Aunque este punl¿) parezca teórico, es altamente práctico. Las teorías,
fundadas en los hechos , son tanta parte de la ciencia como estos.
Los hechos sin significación no constituyen ciencia ; las teorías les
dan esa significación. Lo que importa es que esta sea lógica y cabal.
Los autores no están contestes en determinar la naturaleza de la acción
de los venenos. La escuela vitalista la cree vital, de un órden diferente
de la física y de la química , y lejos de creer que los venenos obran sobre
la Parte roa tena l de la organización, afirman que obran sobre las fuer-
zas especiales de la vida.
ay otra escuela que considera la acción de los venenos de órden lí
— 419 —
síco y químico , y que lo que atacan es la parte material de la organiza-
ción , de lo4cuaí se siguen los trastornos funcionales.
Es un abuso de palabras, por no decir otra cosa , llamar espiritualista
á la primera , y materialista á la segunda.
Afirmar que la vida se realiza por medio de fuerzas especiales , que no
son las físicas y químicas , no es afirmar el espíritu , como no se diga
que este constituye esencialmente esas fuerzas.
Afirmar que la vida se realiza por medio de las fuerzas generales de la
naturaleza , y el incesante cambio de materias que se efectúa , al influjo
de aquellas , no es negar el alma.
El toxicólogo deja á los teólogos y filósofos esa cuestión del alma, y
no se ocupa mas que en los fenómenos del cuerpo provocados por vene-
nos materiales.
Si la toxicología ha de ser una ciencia positiva , no puede seguir la
concepción de la escuela vitalista , que es metafísica.
La suposición de una fuerza, diterente de las físicas y químicas, que
preside los fenómenos de la organización y de la vida, es hipotética,
gratuita, indemostrable, estéril é innecesaria para darse razón de los
fenómenos biológicos.
La biología no ha hecho .ningún progreso con semejante suposición.
La base mas sólida que tiene el vitalismo es negativa ; se funda en lo
que es hoy dia inexplicable por las teorías tísicas y químicas; de esa no
explicación parte la consecuencia afirmativa de otras fuerzas.
Sobre ser ilógica la consecuencia, es ridicula; porque con esa suposi-
ción no se explica lo inexplicable por las teorías físicas y químicas. Donde
estas concluyen de ver la relación de causa á efecto , el vitalismo no viene
á derramar ni un rayo de su pretendida explendidez (art. V, § 1, A).
La escuela que aplica á la biología la física y la química es mas útil á
los progresos de la ciencia, y á las aplicaciones prácticas de la toxicología.
En el estado actual de la ciencia se explica todo lo que ese estado
consiente de un modo demostiable; lo que resta inexplicable todavía,
no se explica por las teorías vitalistas.
¿Si aun apelando al sistema nervioso, que, imbuidos de un error craso,
consideran los vitalistas como el gran tipo representante de la vida, se
saca fruto alguno , como no se acuda á la tísica y la química (art. Y, B).
La escuela vitalista dirige á su adversaria ciertas objeciones que no
tienen ninguna fuerza.
1. ° Que en otros tiempos se ha hecho inútilmente aplicación de la
física y de la química á la biología.
2. ° Que la tísica y la química no explican los fenómenos psicológicos.
3. ° Que no dan la última razón de los mismos orgánicos.
4. ° Que los pulmones so son un fogon.
o.° Que el estómago no es una retorta.
6. ° Que la física y la química no hacen sangre, ni quilo, ni ningún
btro humor, ni celdillas, ni libras , ni membranas, etc.
7. ° Que hay antagonismo entre las leyes tísicas y químicas y las vitales.
8. ° hiendo impotente la física y la química para todo eso, no puede
servir de base para una doctrina , puesto que toda doctrina debe partir de
un hecho general que contenga y encierre todos los hechos particulares.
La primera objeción se contesta fácilmente , diciendo que muchas con-
quistas de esa aplicación de la física y la alquimia han quedado como he-
chos inconcusos en la ciencia y como verdades adquiridas , y además
n0 hav punto de comparación entre la alquimia y la química moderna,
ohiecion revela ignorancia de lo que era la alquimia y lo que es
la oulmica aclual y sus aplicaciones i la Ulogia
I* io-unda es impertinente de sobra. Los fenómenos psicológicos no
f' enS explicación , como no la tienen todos los nerviosos por ninguna
¡poría El vitalismo no solo no los explica, sino que los embrolla. Lo
aue el estudio del sistema nervioso cérebro-espinai no aclara, no lo
aclara nada. Los psicólogos abstractos dan compasión , al oirlos hablar de
las funciones anímicas.
Tampoco explican la física y la química muchos hechos de esta natu-
raleza , sin que por eso dejen de obedecer á las leyes tísicas y químicas,
ni nadie sueña en buscarles otras.
Sobre que las teorías físicas y químicas tampoco explican la última
razón de los fenómenos orgánicos, hay que contestar una cosa análoga á
la contestación anterior. El vitalismo no tiene derecho á esas exigencias,
cuando no explica, no solo más, sino ni tanto.
Mas de dos mil años de vitalismo no han revelado nada ; pocos años de
física y química han puesto en claro muchos misterios de la vida.
El estudio de los principios inmediatos y de la anatomía química ar-
roja cada dia mas luz sobre los fenómenos biológicos.
La última razón de los fenómenos no la da nadie; basta que se con-
signen como hechos ciertos.
"En buen hora que los pulmones no sean un fogon ; pero las leyes de
la combustión que en este se realizan , son las mismas que se realizan en
la hematosis.
Estudios como los de la Estática química , de Dumas y Boussingault,
establecen diferencias entre el animal y el vegetal mas radicales, cientí-
ficas y provechosas , que las fisiológicas, sin aplicación de las ciencias
físicas y químicas. Por ellos se ve que el vegetal , aparato de reducción,
tiene mas fuerza que el animal, aparato de combustión, para convertir la
materia mineral en orgánica.
Los vegetales, mas cercanos á los minerales que los animales, debe-
rían tener menos fuerza vital, y sin embargo aquellos organizan la ma-
teria y estos la desorganizan. Todo eso viene de una combustión ince-
sante á que da lugar la respiración , la acción de los pulmones.
El estómago no es una retorta de barro , vidrio, etc. , pero lo es de
membranas; en primer lugar, tiene su estructura, su panza y sus tubulu-
ras ; y en segundo lugar se efectúan dentro de él fenómenos análogos á
los que se realizan dentro de una retorta mineral.
La digestión , desde la masticación hasta la salida de las heces, es una
continua operación química , porque es un continuo cambio molecular.
Las materias alimenticias hallan en ese aparato digestivo, factores reac-
tivos que las transforman , y puntos por donde salen , cuando elaborados
los productos y sus restos inservibles.
Ni mas ni menos sucede en una retorta colocada en su aparato. \
Las digestiones artificiales ya no son un misterio para nadie.
Sobre que la física y la química no hacen sangre , ni quilo, ni celdi- i
Has , etc. , hay que decir que es un grave error ; la física y la química \
son las que lo hacen ; sin ellas no se haria, na habría vida ; la física y
la química viviente es la que hace la sangre y todo lo demás.
El químico es el que no sabe hacerlo , porque todavía no conoce tocios
ios secretos. J
- m -
A. medida que la ciencia avanza, ei químico elabora sustancias orgáni-
cas, que antes no sabia elaborar; productos que solo se creían posibles
por la naturaleza.
Si, porque, para obtener productos orgánicos, se vale de sustancias
orgánicas , se le ha de negar ese poder, también habrá que negársele para
preparar cuerpos inorgánicos, porque sin estos no puede preparar nada;
el químico no crea la materia.
_ Esa razón de la no posibilidad de hacer una cosa, no arguye diferen-
cia de naturaleza en la causa que la produce naturalmente.
Tampoco pueden hacer los animales lo que hacen los vegetales; estos
producen sustancias azoadas, neutras, grasas, féculas, azúcares, go-
mas, combinando directamente la materia inorgánica; y los animales
no pueden producir de ese modo tales sustancias, y las destruyen, vuel-
ven al reino mineral las sustancias ingeridas.
Tampoco hace el físico nubes, granizo, tempestades, terremotos, etc.,
sin que por eso nadie sueñe en decir que esos fenómenos no son físicos y
que no se deben á agentes físicos.
Nada mas inexacto que suponer antagonismo entre las leyes y agentes
físicos y cfuímicos y la vida.
La vida no se sostiene sino á beneficio de su armonía con la natura-
leza , soh aire , agua , tierra , alimentos , etc.
La higiene no consiste en otra cosa que en dar preceptos para armoni-
zarse el hombre con los agentes naturales; en esa armonía está la garan-
tía de su salud.
Nunca ha contrariado la vida las leyes de la gravedad , de la luz , del
calórico , etc.
Los órganos de nuestros sentidos están dispuestos según las reglas de
la física : el ojo es un aparato óptico ; nuestro aparato locomotor está
arreglado á las leyes de la mecánica, dinámica y estática; el aparato cir-
culatorio, á las de la hidráulica ; el digestivo y respiratorio, á la de la
química.
Si, después de la muerte, se verifican otros fenómenos, no por eso hay
diferencia en los agentes que obran ; la diferencia está en las circuns-
tancias.
El oxígeno, que antes daba vida, combinándose con las materias, es
el que acelera y efectúa la putrefacción; él ataca del propio modo las
materias , pero las encuentra en otro estado y condiciones , y los resulta-
dos son diferentes.
El estudio de los principios inmediatos de la economía conduce á co-
nocer sus propiedadas de órden matemático, físico, organoléptico , quí-
mico y orgánico, y á ver en todo el cumplimiento de las leyes físicas y
químicas en el organismo , y una armonía completa entre ellos y los de
la organización y la vida.
Sobre que la física y la química no pueden servir de base para una
doctrina , porque no pueden dar una verdad general que las encierre
todas, diremos que eso no pasa de ser una idea de moda, que recuerda
las pretensiones de los filósofos alemanes, que andan tras de la idea sin-
tética y verdad madre, como los antiguos alquimistas tras la piedra
filosofal.
Las teorías y sistemas a prióricos han sido siempre infecundos.
Dejando á un lado todas esas especulaciones metafísicas, que nunca han
producido nada de provecho , podemos establecer que mas se acerca á la
— m —
unidad de concepción el que simplifica la causalidad , que no el que la
mUPtíesÍb?én ; explicar ó tratar de explicar todos los fenómenos de la na-
turaleza por una sola causa , ó menor número de causas , es una concep-
ción mas unitaria, mas sintética, que explicarlas por muchas causas de
diferente naturaleza.
Nosotros creemos que los fenómenos de la vida se deben á las mismas
causas que los de la gran naturaleza; de consiguiente vamos mas dere-
cho á esa idea madre; de la cual han de nacer todas las demás.
Los estudios minuciosos que hemos hecho sobre la vida , nos han dado
esa convicción : l.° lo que no se explica por la física y la química , no se
explica por nada en biología ; 2.° la vida es un modo de ser de la ma-
teria, debido á la acción de las fuerzas físicas.y químicas modificadas por
ciertas circunstancias , unas conocidas, y desconocidas otras.
Si admito fuerzas es por acomodarme al lenguaje general ; yo tengo la
materia por activa, y opino que la vida es otra propiedad de la materia;
la materia tiene la propiedad de vivir, como tiene la de ser extensa,
grave, etc. (art. Y, § I, G).
Los venenos, á fuer de agentes materiales, no pueden obrar mas que
sobre la parte material del cuerpo humano.
Es un absurdo suponer que la materia obra sobre una fuerza , y más,
según las teorías de los que tienen por inerte la materia.
Una fuerza , si las hay , no es material , es incorpórea , no tiene exten-
sión, ni color, ni propiedad alguna sensible. ¿Cómo ha de obrar un ve-
neno sobre ella?
Las fuerzas no existen separadas de la materia ; es la gran conquista
del siglo esta verdad.
La acción de todo agente se efectúa siempre entre materia y materia;
siempre es efecto de un contacto material.
Los átomos de los venenos obran sobre los átomos de nuestros princi-
pios inmediatos. La acción es , pues , atomística , ó lo que es lo mismo
química.
Para que se desplegue la acción atomística , el veneno debe estar di-
suelto , ó reducido á estado gaseoso.
Todos los agentes , lo mismo meteorológicos que alimenticios , morbo-
sos , medicinales, para producir efectos químicos, han de obrar molecu-
larmente.
Los venenos puestos en contacto con nuestros sólidos, líquidos y ga-
ses, hasta que están al estado de disolución ó gaseoso, no desplegan su
actividad , porque solo en ese estado pueden combinarse con los elemen-
tos orgánicos de la sangre y los tejidos. ...
Por eso no pueden ser tenidos por venenos ni el vidrio molido , ni el
hollín de las chimeneas , ni otros cuerpos por el estilo : su acción no es
molecular ó atomística , es física , mecánica, traumática.
Los llamados cáusticos se combinan con ciertos principios de la trama
de los tejidos y la desorganizan , unos formando coágulos , otros disol-
viéndola.
. Eos ácidos minerales fuertes concentrados , los cloruros de antimonio,
zinc y mercurio , el nitrato de plata y otros , son de los que coagulan ;
los álcalis cáusticos, el ácido arsenioso, fosfórico y otros son de los se-
gundos.
Unos y ptros son mas ó menos coagulantes ó disolventes.
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Los compuestos coagulados que los venenos de ese primer grupo for-
man, adquieren solubilidad por medio de los carbonatos y cloruros alca-
linos de la economía , y así pueden pasar á la masa de la sangre, y con-
trayendo allí nuevas combinaciones , producen , además de esa desorga-
nización local , efectos generales.
Otro tanto hacen los que disuelven la trama de los tejidos, con los cua-
les se ponen en contacto.
Algunos autores no consideran como venenos esas sustancias que des-
organizan; mas, puesto que lo hacen por medio de combinaciones quí-
micas , son realmente venenos ; siquiera á veces maten mas por la des-
trucción del órgano, estómago, intestinos , etc., que por su paso á la
masa de la sangre.
Hay algunos cuerpos llamados astringentes, que forman también coá-
gulos, pero no destruyen la trama de los tejidos como los cáusticos; si
con un reactivo se puede disolverlos, el tejido vuelve á quedar íntegro.
Ciertas sales de potasa, como los yoduro, cianuro, sulfocianuro, los
nitratos , cloratos y silicatos fluidifican en alto grado la sangre.
Aunque crevóramos, como Liebig, que no se descomponen , bastaría
la acción catalítica que desplegan , para hacer constar que su acción es
química. La catálisis es acción química, como la combinación directa.
Las disoluciones alcalinas y demás sales no cáusticas, pero bastante
concentradas , no son absorbidas ; pero atraen el agua de la sangre y te-
jidos, y los encogen , secan ; de aquí los fenómenos flogísticos y purgan-
tes que producen; de aquí también el conservar los tejidos que desecan
absorbiéndoles el agua.
El alcohol concentrado obra de un modo análogo.
Las sales alcalinas , cuyo ácido es orgánico, diluidas, penetran en la
sangre y pierden su ácido , que atacado por el oxígeno déla economía, se
transforma en agua y ácido carbónico ; de aquí el efecto antiflogístico de
esas sales y el asfixiante, si están en mucha cantidad; se apoderan del
oxígeno respirado é impiden la hematosis.
En prueba de que esas sales desplegan una acción química, que no de-
pende de la vida, podemos advertir que lo propio hacen cuando muerto
el sugeto; se apoderan del agua de los tejidos en unos casos, y los con-
servan , desecándolos ; en otros , impiden la putrefacción , apoderándose
del oxígeno, para transformar el ácido orgánico en agua y ácido carbónico.
Las sales de base no alcalina, hierro, plomo, cobre, bismuto, mercu-
rio , plata , etc., forman también combinaciones con los principios plásti-
cos ó proteicos de los tejidos , soltando el agua de su disolución , al revés
de las sales alcalinas concentradas , que la absorben.
Para esas combinaciones no necesitan que esos elementos protéicos
vivan; vivos ó muertos , forman con ellos combinaciones.
Esos compuestos, mitad orgánicos, mitad inorgánicos, adquieren so-
lubilidad por medio de los cloruros alcalinos, y así pasan á la masa de
la sangre y determinan combinaciones en ella y efectos generales.
Los elementos orgánicos alterados por esas combinaciones , pierden
sus propiedades fisiológicas; de aquí los trastornos funcionales que ca-
racterizan la intoxicación.
Estudiada detenidamente la acción que desplegan los venenos inorgá-
nicos. siempre se ve que es de naturaleza química.
Todo eso está en armonía con lo que hemos visto , al hablar del modo
cómo son absorbidos los venenos inorgánicos.
- 424 -
, lurateza de la acción de los venenos orgánicos no es tan
Aunque ia ^ de Jos inorganiCos , podemos opinar que es también
conocida « es molecular; á medida que se va conociendo, siempre
naturaleza.
SC Varias sustancias orgánicas obran también, coagulando , por ejemplo,
el tanino, el alcohol , la creosota, el aceite de crotontiglio , el centeno
atizonado, la sabina, etc.
El ácido prúsico suspende la hematosis c
sangre.
Millón observó que una gota de ácido cianhídrico suspende la acción
oxigenante del ácido yódico en las sustancias orgánicas. Esto ha revelado
la naturaleza del ácido prúsico en la sangre.
Muchas bases orgánicas ó alcaloideas obran de un modo análogo , y es
de esperar que en lo sucesivo se confirme esa analogía.
Los alcaloideos precipitan por los carbonatos alcalinos , excepto la
morfina. En la masa de la sangre los hay ; y cuando penetran combina-
dos con ácidos , sufren esa acción química ejercida por los carbonatos.
Los alcaloideos, dados por el estómago, se combinan con sus ácidos, y
adquieren solubilidad ; dados por el ano , ó por la piel , la pierden, por-
que son precipitados; la morfina, que no precipita, lo mismo obra por
la piel y por el ano, que por el estómago.
Los alcaloideos se combinan con los principios constitutivos de la san-
gre y los tejidos.
Los cuerpos gaseosos y ávidos de oxígeno se apoderan de este para oxi-
darse más , cuando son respirados, ó introducidos en el torrente circula-
torio , y producen la anestesia y la asfixia.
Esos cuerpos, lo mismo obran en el vivo, que en el cadáver; en el
vivo, impiden la hematosis; en el cadáver, la putrefacción; porque en
uno y otro caso se apoderan del oxígeno; su acción química es evidente.
Aunque no sepamos, en el estado actual, la verdadera acción química
de muchos venenos orgánicos , viendo que no son absorbidos , y que no
desplegan su acción, sino cuando han sido descompuestos, bien podré-
naos afirmar, por analogía al menos, que es también química su acción,
puesto que hay movimiento molecular, y que los progresos incesantes de
la ciencia todos los dias van revelando la de algunos, antes desconocidos.
Ningún descubrimiento nuevo contraría la acción química de las sus-
tancias orgánicas.
Hay otros venenos, como las sustancias alimenticias putrefactas, las
ponzoñas ó humores de los animales venenosos , los miasmas y los virus,
cuya acción química es indudable , siquiera no sepamos á punto fijo los
pormenores de ella.
Las carnes putrefactas , y en especial las morcillas crudas , producen un
movimiento molecular séptico , debido á principios que hasta ahora no
se han podido reconocer.
El alcohol, el agua hirviendo , los descompone; y viendo que no se en-
cuentra vestigio de esas sustancias en la sangre , ni otros humores de los
intoxicados de esa suerte, no puede dudarse de su descomposición, y,
P°rlo de su movimiento molecular.
Tal vez algunos de esos casos han sido producidos por la presencia de
los trichinos ; y si ha sido así , no deben tomarse por intoxicaciones ; los
parásitos no son venenos.
Es probable que los humores ponzoñosos obren sobre la sangre, pro-
- m -
moviendo en ella descomposiciones pútridas , á la manera de fermentos.
En igual caso deben considerarse los miasmas, puesto que son materia
en movimiento molecular.
Por último, los virus deben considerarse, á modo de fermentos sépti-
cos que metamorfosean los tejidos , dando lugar á la producción de un
agente idéntico , fenómeno análogo al que se observa , metamorfoseando
el azúcar y el gluten con espuma de cerveza , en cuyo caso , así como el
azúcar solo no da mas que alcohol y ácido carbónico, añadiendo glú-
teo, se forma espuma de cerveza enteramente igual á la que han provo-
cado las metamórfosis.
El alcohol, los ácidos, las sales mercuriales, el cloro, yodo, bromo y
otros cuerpos, descomponen los virus y les hacen perder su acción; lo
cual acaba de comprobar que esa acción es química.
De ese exámen sobre todas las especies de venenos, y de lo que hemos
dejado establecido sobre su absorción y cómo son absorbidos, se des-
prende.
1. ° Que los venenos no ejercen ninguna acción sobre las fuerzas de la
economía, sean de la naturaleza que fueren.
2. “ Que ejercen su acción sobre la parte material de los sólidos , líqui-
dos y gases , con los que se ponen en contacto, combinándose con sus ele-
mentos, y dando lugar á nuevas combinaciones.
3. ° Que en ese movimiento molecular se combinan , como con los mis-
mos elementos y sustancias , fuera de la organización , y en vida como en
muerte (art. Y, § II).
Los hechos que preceden prueban que los efectos primitivos de los ve-
nenos son químicos; son combinaciones efectuadas con los principios in-
mediatos del tejido donde se aplican , de la sangre ó tejidos á donde van
á parar, á consecuencia de los cuales, alterándose las condiciones fisioló-
gicas de esos tejidos y la sangre, sobrevienen los trastornos funcionales
que constituyen toda intoxicación.
Es un error craso y contrario á la experiencia, suponer que primero
obran sobre las fuerzas de la vida , y luego sobre la parte material del
organismo.
Lo que dice C. Bernard , cuando examina las teorías físicas , químicas
y dinámicas , con que se ha explicado y explica la acción de los venenos,
no tiene fundamento experimental. Ño destruye los experimentos de
Poiseuille sobre las leyes de la endósmosis, ni los de Liebig y Yolber,
relativos á la acción química, ni demuestra que los venenos obran sobre
el sistema nervioso.
A.1 combinarse los venenos con los principios inmediatos de los tejidos
y la sangre , les alteran sus propiedades fisiológicas ; este es su efecto in-
mediato, propio y único.
Los trastornos funcionales que se siguen á este efecto, son debidos al
estado diferente y anormal, en que han quedado la sangre y los órganos,
después de la combinación del veneno con los principios inmediatos de
aquellos.
Este efecto es secundario , mediato ; ya no tiene nada que ver con la
acción directa del veneno.
Todo agente no tiene mas que un efecto: el inmediato y directo de su
acción ; los demás efectos que se siguen son el resultado del producida
por el veneno, que se constituye causa del efecto que sigue.
Un lazo que estrangule , no hace mas que apretar los órganos del cue-
— 426 —
lio • este es su efecto inmediato .propio y único. La constricción es causa
de oue no pase el aire ; la falta de aire es causa de la suspensión de la
hernatosis; esta suspensión lo es de la asfixia , etc. , etc. El lazo no tiene
II CUl _ * « /-I r< AnAf' ApAní Ao . A 1 if/\ ni ! _ . i
nada que ver con todos esos efectos ; el suyo , el único , es apretar los ór-
ganos del cuello. .
El cloroformo, aspirado en gran cantidad, 'se apodera del oxígeno,
combinándose con él; este es su efecto inmediato, directo y único; la
falta de aire produce la anestesia, la asfixia, la muerte, cómo cuando
falta por la constricción del cuello por un lazo.
Todos los demás efectos son secundarios, mediatos, extraños á la ac-
ción del cloroformo y del lazo ; cada uno es causa y efecto á la vez; efecto
del que le precede , causa del que le sigue.
Si Giacomini , Liebig, Mialhe y otros^se hubiesen fijado en esta verdad,
ni dirían los primeros que los cáusticos tienen acción química y dinámi-
ca, ó que no son venenos; ni el último, que los franceses han puesto
clara la acción química , y los italianos la dinámica de las sustancias
tóxicas.
Ni unos ni otros han estado exactos, diciendo que los venenos tengan
mas de un efecto.
Todo agente, sea de la naturaleza que fuere, no tiene mas que una
acción y un efecto que le sea propio.
La doctrina de los efectos primitivos y secundarios es oriunda de Ga-
leno , y es errónea. Solo puede aceptarse como una figura retórica.
Cada veneno no tiene mas que una acción : la suya, la que le es pro-
pia; y mas que un efecto: el directo, el inmediato, el suyo.
El primer efecto, producido por el veneno , es causa de otro, y este de
otro, y así sucesivamente, hasta que se llega al fin de la cadena ó enlace
de fenómenos fisiológicos.
Atribuir esos efectos consecutivos al veneno , es suprimir la sucesión
de fenómenos , efecto del que los precede, y causa del que los sigue.
Es una verdad que, producido el efecto propio del veneno, que es el
cambio de estado y condiciones de los tejidos y la sangre , se sigue una
porción de efectos fisiológicos, debidos al engranaje de los órganos y
funciones.
Mas esto depende de la relación en que están los órganos y funciones
en la economía viva : los unos necesitan á los otros; y si unos se pertur-
ban, se perturban más ó menos los demás.
Pero esto no es ya el efecto inmediato del veneno ; verificada su com-
binación, ya concluyó de obrar; todo lo que sobreviene ya no es suyo.
Es mas exacto, mas lógico y mas científico : 1.® establecer que los ve-
nenos no tienen mas que una acción , la suya ; y que un efecto , la alte-
ración de los principios con los cuales se combinan ; y como consecuen-
cia de esta alteración sobrevienen varios efectos fisiológicos ; 2.# afirmar
que en toda intoxicación hay dos órdenes de electos : uno químico , debido
á la acción directa, inmediata y única ó propia del veneno , y otro de-
bido al estado en que esa acción deja á los tejidos y la sangre, que llama-
rémos fisiológico , porque acaece en el vivo.
Consiguientes á estas ideas, formularémos nuestra opinión de esta
manera :
L* Los venenos , puestos en contacto con los elementos de los sólidos,
líquidos y gases del sér vivo, obran química ó molecularmente sobre
esos elementos.
— 487 - !
2. ' Esta acción es, en lo esencial, igual, tanto en vida como en muerte;
para desplegarla no necesitan mas que su fuerza q uímica , la aptitud á
responder á ella de los elementos con los cuales se combinan , y las con-
diciones que exigen las leyes de la acción molecular.
3. ° En toda intoxicación hay dos órdenes de efectos provocados por el
veneno: el primero se compone de los que directamente produce este:
son los químico s; el segundo, de los que se suceden más ó menos media-
tamente, á consecuencia de las alteraciones que la sustancia venenosa
determina : son los fisiológicos.
i." Los efectos químicos se realizan tanto en el vivo como en el muer-
to; los fisiológicos solo en el vivo.
5. ° Los efectos químicos son los primeros ; los fisiológicos los segundos.
6. ° Tanto los efectos químicos, como los fisiológicos, son, ó pueden
ser. locales y generales.
7. ° Siempre que el veneno limite su acción química ai punto donde se
ingiere , los efectos químicos serán locales ; mas si es absorbido y pasa al
torrente de la circulación, afectando los principios inmediatos de la san-
gre ó de los órganos, y provoca alteraciones en la mayor parte de los ór-
ganos y humores , esos efectos serán generales.
8. ° Si los efectos que , durante la vida , se siguen á la acción química
de ese veneno, se limitan á la parte donde ha efectuado su combinación,
serán locales ; si se manifiestan en órganos diferentes, ya por las íntimas
relaciones en que los órganos están , ya por alteraciones subsiguientes de
la sangre, etc., serán generales (art. Y, § III).
Los autores no están conformes respecto de la relación que hay entre
la acción de los venenos y su absorción ; unos opinan que esta es necesa-
ria para que aquellos obren; otros opinan que obran, desde el sitio en
que se aplican; otros que antes obran sobre el sistema nervioso.
Para saber lo que hay de positivo sobre esa importante cuestión , con-
viene examinar las bases en que se apoyan los unos y los otros.
La escuela de Orfila y sus secuaces están por la absorción; la de An-
glada, ó los vitalistas, por la acción local sobre el sistema nervioso, te-
niéndola por dinámica.
Las bases en que se fundan los primeros , son las siguientes :
1. a Muchos venenos, aplicados al exterior ó interior del cuerpo vivo,
desenvuelven los efectos de su acción en órganos distantes del punto en
que se aplicaron.
2. a Las ventosas, la succión y los cáusticos, aplicados al punto enve-
nenado luego de ingerido el veneno , impiden el desarrollo cíe la intoxi-
cación.
3. a Interceptando el curso de la sangre por medio de ligaduras que
aíslen el punto envenenado, de lo restante de la economía, la intoxica-
ción no se produce, ó se detiene.
4 a Entre el tiempo que tarda un veneno en obrar sobre la vida y la
rapidez de la circulación , hay una relación estrecha. Los venenos llegan
á los órganos que afectan consuma rapidez por medio de la sangre.
5.a Todo lo que favorece la absorción , favorece la acción de los vene-
nos; por ejemplo, las evacuaciones sanguíneas , la disolución del veneno,
los tejidos abundantes de venas y vasos linfáticos.
fi.a Nada mas común que encontrar vestigios de las sustancias vene-
nosas, ya en el producto de las secreciones, ya en la sangre , ya en cier-
tos órganos distantes.
- 428 —
7 * Solo ejerce acción lo soluble f porque solo lo soluble es absor-
Ensayos directos sobre los nervios no producen intoxicación; al
pasó que la producen hechos sobre la sangre.
9/ La intoxicación no se manifiesta hasta que llega al sistema capilar
arterial.
La primera base no es concluyente , porque una acción local , no solo
de un veneno, sino de otros agentes, puede desenvolver esa clase de efec-
tos. Las quemaduras, los focos verminosos, lesiones traumáticas parciales
de nervios, producen fenómenos en otros órganos. liemos probado la ac-
ción local química y fisiológica de los venenos, y la posibilidad de efectos
generales de esta última clase, provocados por la acción local.
La segunda , si no se hablara de suspensión de efectos , parecería pro-
bar algo ; mas si la intoxicación se suspende con la ventosa , esta ya no
puede retirar de la sangre el veneno que ya está en ella, puesto que em-
pezó la intoxicación.
Los cáusticos destruyen el veneno , y eso no prueba nada.
La tercera base ofrece las mismas dudas: si la ligadura no deja into
xicar, puede probar que impide el paso del veneno; pero si suspende la
intoxicación, ¿qué prueba? ¿Puede la ligadura retirar de la sangre el ve-
neno que ya pasó á ella?
Aquí sucederá otra cosa que no se explica sino por el modo de obrar
de los venenos ensayados. Poca cantidad no produce una intoxicación
duradera ; el ácido prúsico suspende la hematosis ; así es que , después
de repetir el ensayo, muere el animal, es que ya entró cantidad suficiente
para matarle.
La cuarta base no prueba nada ; confunde la rapidez de acción con la
de la absorción , lo cual es un error , y las condiciones del experimento
no son las de las intoxicaciones.
La quinta base si se entendiera como lo da á suponer Magendie, con-
duciría á creer que los pletóricos no serian envenenados tan fácilmente
como los no pletóricos: esto no puede sostenerse. Si la plétora artificial
no admite la absorción , es porque faltan las leyes de la endósmosis y las
de la absorción de ciertas sustancias, en punto á su solubilidad.
La sexta base prueba que los venenos son absorbidos, pero no que ne-
cesitan la absorción para obrar. Hemos probado la acción local de los ve-
nenos, combinándose con los principios del tejido á que se aplican.
t^Es cierto que solo ejerce acción lo soluble, tanto in loco como en pun-
tos distantes; pero eso no prueba que para obrar donde se deponen, hayan
de ser absorbidos; allí disueltos entran en combinación con los principios
del tejido, y pueden intoxicar , siquiera no vayan mas lejos, desplegando
ya en el sitio, ya lejos, fenómenos fisiológicos graves ó mortales.
La base octava es concluyente ; pero no alcanza á invalidar la acción
local de muchos venenos, la que no solo afecta las celdillas orgánicas,
sino las nerviosas, como todas, y hasta pueden provocar fenómenos pro-
pios de la facultad de los nervios locales lisiados.
Los experimentos de Cláudio Bernard no prueban que solo haya into-
xicación cuando el veneno pasa al sistema capilar arterial ; prueban que
en muchos casos se necesita la absorción , pero no destruyen los hechos
con que se demuestra la acción local de los venenos (art. Y, § IV, A.).
Las bases en que se apoya Anglada y los vitalistas, son las que sigaen:
1. La prontitud con que ciertos venenos obran.
- 449 -
4.* La manifestación de ciertos afectos simpáticos, en los casos en que
el veneno es inmediatamente arrojado.
3. * La diversidad de efectos ó de síntomas , según cual sea la vía por
donde es introducido el veneno.
4. * La diferencia de acción entre algunos venenos compuestos y algu-
nos de sus principios.
5. * La energía de muchos venenos insolubles.
6. * La desproporción entre la cantidad de veneno absorbido y la reac-
ción del organismo.
7. * La posibilidad de provocar reacciones simpáticas por medio de
una aplicación local en los casos de síncope y asíixia.
Los casos en que se apoya la primera base son excepcionales; no impi-
den que la acción se desplegue sobre la sangre ; no todos los venenos tienen
causa rápida, y la rapidez de acción no es exclusiva de los agentes lla-
mados dinámicos. La luz y la electricidad son rapidísimas en sus efectos.
La segunda base se funda en hechos mal apreciados: que la cicuta pro-
duzca mal estar, vómitos, etc. , y arrojada del estómago cese todo, no
prueba nada; un material indigesto hace otro tanto, sin ser tósigo.
La diversidad de efectos, según las vías, ya hemos visto á qué se debe;
la textura del tejido y las combinaciones que se efectúan en el sitio don-
de se aplican los venenos, explican esas diferencias.
La diferencia de efectos, según se den los venenos íntegros ó sus prin-
cipios, depende de la preparación que sufren , antes de ser absorbidos, y
de circunstancias accidentales que les dan ó no solubilidad; además, la
diferencia no está mas que en ciertos síntomas accidentales.
.Si hay venenos insolubles que desplegan energía, es porque se hacen
solubles, combinándose con ciertos principios de la economía atacada.
La desproporción entre la cantidad del veneno y sus efectos es apa-
rente; la ley de los equivalentes explica el fenómeno en unos casos, y en
otros la acción fermentativa ó catalítica.
Las simpatías por contacto no prueban sino que los nervios del sentido
del tacto dan cuenta de las impresiones: algunos venenos pueden afectar-
las; pero no consiste en eso la intoxicación (art. Y, § IV, B).
Para resolver la cuestión relativa á la relación que hay entre la ab-
sorción de los venenos y su acción, no deben buscarse hechos aislados ni
particulares mal explicados ó difíciles de explicar.
Ni la escuela de Orfila , ni la de Anglada, tratan , como es debido, esa
cuestión. Aunque unos y otros tengan razón en ciertos hechos que citan,
no bastan para probar lo absoluto que pretenden.
La acción molecular de los venenos se ejerce donde quiera que en-
cuentren principios, con los cuales pueden combinarse.
Hemos probado su acción local y general, bajo el punto de vista quí-
mico , lo mismo que bajo el punto de vista fisiológico.
Esta verdad demostrada vuelve ociosa la disputa de las dos escuelas
en los términos que la agitan y el objeto que se proponen.’
Recordando cómo se conducen todas las sustancias venenosas; lo que
sucede en el acto de su absorción; á qué se debe esta en muchos casos;
las combinaciones á que da lugar su contacto con los principios inmedia-
tos, y los efectos fisiológicos locales y generales que de esas combinacio-
nes pueden seguirse, podemos formular una doctrina cabal para resolver
esa cuestión de relación entre la acción y la absorción do los venenos de
la manera siguiente:
— 430 —
1 * En tesis general, los venenos no necesitan para obrar que sean ab-
sorbidos* los mas de ellos obran localmente, y de las alteraciones locales
aue provocan resultan efectos fisiológicos locales y generales, que pueden
constituir una intoxicación tan grave, como la que más lo sea.
2.® Los venenos solubles ó disuellos, además de su acción local con
todas sus consecuencias , la ejercen general , siempre por lo común mas
profunda y mas imiesta , por medio de la absorción , pasando á la masa
de la sangre, ya para combinarse con los principios protéicos de la misma
y de órganos distantes, ya para apoderarse del oxígeno respirado ó impe-
dir la bematosis , ya para provocar descomposiciones en dicho humor y
los tejidos de ciertos órganos, á consecuencia de una acción fermentativa.
3 ° No se puede, pues, afirmar de un modo absoluto, que la absorción
sea necesaria para que haya intoxicación; puesto que , aun cuando sea
esa la regla general, hay casos en los que la intoxicación se presenta, sin
que el veneno pase á la masa de la sangre (art. V, § IV, C).
Quede consignado que , aun cuando estamos por la acción local de
los venenos, en muchos casos ; no entendemos que obren sobre las ex-
tremidades de los nervios del sitio donde el veneno se aplica , ni que sea
su acción dinámica , si es que esta palabra significa algo.
Lo que queremos decires, que desplegan su acción quimica sóbrelos
elementos que encuentran en ese sitio, dando lugar mediatamente á efec-
tos tisiológicos locales, y pudiéndolos dar generales de más ó menos cuan-
tía ó trascendencia.
Negamos que primero se afecte el sistema nervioso, y luego vengan
los fenómenos moleculares.
Los nervios, en su expansión periférica, son susceptibles de quedar
afectados por el contacto del veneno , como todos los demás tejidos.
Esta acción, ya puede ser atacando el veneno los elementos constituti-
vos de las celdillas nerviosas periféricas , y desorganizándolas mas ó me-
nos, ó alterándoles su movimiento molecular, como á las celdillas de los
demás tejidos, ya afectando su sensibilidad, y determinando por el modo
como las afectan, fenómenos de reacción de los centros nerviosos de dife-
rente índole.
En la inmensa mayoría de los casos, por no decir en todos, la grave-
dad de la intoxicación no depende de la acción sobre la sensibilidad es-
pecial de esas celdillas nerviosas , sino sobre las alteraciones que deter-
mina el veneno en el movimiento molecular del tejido lisiado y de la
sangre, y de ios fenómenos fisiológicos que esa alteración provoca.
Los nervios de la sensibilidad general ó del tacto externo é interno
terminan en la periferia de la piel, órganos subcutáneos y cavidades,
como todos los nervios de los demás sentidos, por medio de celdillas do-
tadas de la facultad de recibir las impresiones exteriores propias de esa
sensibilidad, y transmitirlas á los centros espinales y cerebrales por me-
dio de las libras procedentes de ios cordones posteriores de la médula y
las de la sustancia blanca del cerebro.
Las hay para las impresiones propiamente táctiles, para las dolorífe-
ras, viscerales y genitales. .
Toda impresión ha de empezar por afectar esas celdillas periféricas, asi
como toda reacción de movimiento muscular ó de influencia íuncional cons-
ciente ó inconsciente ha de venir de las centrales de la espina ó del cerebro.
Los venenos , como agentes físicos , por acción de contacto , tempera-
tura, etc., no pueden hacer mas que excitar esa sensibilidad..
- 431 -
Tan viva puede ser la excitación, que dé lugar á reacciones de los cen-
tros sobre el aparato locomotor y algunos aparatos de la vida orgánica,
produciendo mas ó menos trastornos funcionales.
Por lo común no sucede nada de eso.
No hay que hablar de acción vital ó dinámica, porque esto está vacío
de sentido , ni tiene explicación ninguna demostrable.
Como agentes químicos, los venenos atacan la textura de las celdillas
periféricas, y tanto si las desorganizan, como cambian su estado por
combinaciones con sus principios constitutivos, modilican sus funciones,
ó las imposibilitan para trasmitir las impresiones que les son propias, ó
les avivan esa facultad, ó les causan aberraciones.
Es todo lo que pueden hacer los venenos sobre las celdillas periféricas
del sistema nervioso.
Las celdillas nerviosas, tanto periféricas como centrales, además de la
propiedad de sentir las impresiones y trasmitirlas, tienen las propiedades
de toda celdilla orgánica, se nutren de la sangre; de ella toman los ele-
mentos que necesitan, y á estos y el modo como en ellas se fijan , se de-
ben sus propiedades anímicas.
Si la sangre es alterada químicamente, han de sufrir alteraciones en su
constitución, y de consiguiente en sus funciones.
Hé aquí cómo puede explicarse la acción de los venenos que circulan
con la sangre y llegan á las celdillas centrales.
Hé aquí por qué ciertos venenos no producen efectos, aplicados di-
rectamente sobre los nervios y sus centros, y los producen introducidos
en la sangre.
De todos modos, resulta que la acción de los venenos sobre el sistema
nervioso, de que tanto habla la escuela vitalista, no se diferencia de la
que desplegan sobre las celdillas de los demás sistemas y tejidos.
Las diferencias están en las de las funciones que desempeñan y que se
alteran, perturban, exaltan ó deprimen, según las modificaciones que les
imprime el movimiento molecular causado por el contacto de los elemen-
tos tóxicos.
Siempre, por lo tanto , resulta : l.° que la acción de los venenos es fí-
sica y química ; 42.“ que es anterior á los trastornos funcionales; 3.° que lo
grave de la intoxicación depende, por punto general, de las alteraciones
que experimenta la sangre y de la imposibilidad de ejercerse las funciones
esenciales á la vida, á consecuencia de esa alteración (art. Y, § Y).
Tampoco están de acuerdo los autores sobre los varios modos de obrar
de los venenos ; ya los tengan por químicos , ya por fisiológicos.
La generalidad está por mas de un modo de obrar.
Eduardo Robin opina que lodos los venenos obran del mismo modo:
apoderándose del oxígeno respirado, é impidiendo la combustión lenta y
la hematosis, durante la vida; la putrefacción, después de la muerte.
Todas las sustancias capaces de impedir la putrefacción, son por eso
venenos; porque también impiden la hematosis.
Respecto de muchos venenos, en especial los anestésicos y otros que
obran de un modo análogo, tiene razón Robín.
Mas , sobre que hay venenos que no solo no impiden la putrefacción,
sino que la deierminan , como los sépticos, que no se combinan con el
oxígeno , sino con otros principios; no es admisible esa absoluta , porque
ni todos los cuadros sintomáticos son los de la asfixia, ni todas las intoxi-
caciones se combaten por los medios con que la asfixia se remedia.
— 432 —
Los antiguos no admitían mas que dos modos de obrar de los venenos.
La escuela italiana moderna hace lo mismo. No ve mas que astenia ó hi-
dicotomía es contraria á la que enseña la observación y la expe-
riencia. Además, se funda en los efectos fisiológicos, y no en los quí-
micos.
Galtier admite tres modos de obrar . químico, físico y dinámico, ó vi-
tal; mas la coníusion de ideas que se le nota, las contradicciones é incon-
secuencias en que incurre , no permite aceptar su manera de ver en este
punto.
Orfila , Devergie y otros autores admiten cuatro ó cinco modos de
obrar : unos fisiológicos, y otros químicos; este modo solo le dan á los
sépticos, incurriendo en el grave error de creer que solo estos obran quí-
micamente.
Mialhe les da cuatro modos de obrar :
1. ° Los que detienen ó dificultan la circulación de la sangre.
2. a Los que activan dicha circulación.
3. ° Los que impiden las reacciones químicas que pueden hacerse en la
sangre.
4. “ Los que producen en este líquido reacciones químicas anormales.
Esta clasificación de modos de obrar de los venenos adolece de un de-
fecto grave; confunde los efectos primitivos, con los secundarios; los
químicos, con los fisiológicos; y hasta atribuye á efectos físicos lo que
es consecuencia de los químicos.
Para clasificar bien los diferentes modos de obrar de los venenos, hay
que fijarse primero en una base. O se toman sus efectos primitivos, los
químicos, ó los fisiológicos. Involucrarlos, ni es lógico, ni científico.
Puesto que hemos probado que la acción de los venenos es química,
esta es la base que debe tomarse para el estudio de sus diferentes modos
de obrar.
La acción propia , siempre es química ; los efectos propios, inmediatos,
primitivos ó únicos del veneno, siempre son químicos.
Lo que hay que ver, si , siendo siempre químico el modo de obrar, no
hay mas que uno , como opina Kobin , ó mas de uno,
Consecuentes con nuestra doctrina , y con lo que arroja un estudio de-
tenido de esta materia , podemos establecer lo siguiente :
Los venenos obran químicamente de varios modos;
1. a Combinándose con los principios inmediatos de los tejidos y la
sangre.
2. ° impidiendo las combinaciones naturales de los principios inmedia-
tos de los tejidos y la sangre con el oxígeno respirado, y entre sí.
3. ° Provocando metamórfosis y fermentaciones.
Examínense con detención todos los hechos bien conocidos, y se verá
que , en todo caso de intoxicación , hay siempre uno de estos tres hechos
radicales por lo menos.
Una combinación anormal que altera las condiciones de los principios
inmediatos, es un hecho radicalmente diferente de una negación de com-
binaciones, y uno y otro lo son de metamórfosis y fermentaciones incom-
patibles con los actos funcionales de la vida sana.
Cada uno, pues, es una buena base para tomarlos como modos dife—
-ntes de obrar químicamente las sustancias venenosas,
establecidos estos tres modos radicales , hay que ver si cada uno tiene
- 133 -
subdivisiones , si cada uno obra de un solo modí> 5 «te carite modos,, ó,
mejor, si el hecho clásico característico se realiza del mismo modo por
todos los venenos, que dan lugar á él en último resultado.
l.er «iodo.— -Las combinaciones de los venenos que obran de este modo,
pueden ejercerse :
1. ° Sobre los principios protéicos de los sólidos y líquidos.
2. * Sobre el oxígeno.
3. * Sobre otros principios inmediatos.
Unas son insolubles, otras solubles.
Las insolubles lo son in loco, en los tejidos, pudiendo adquirir solubi-
lidad, reaccionando sobre ellos los disolventes de la economía, ó bien en
cuanto llegan á la masa de la sangre. A los primeros pertenecen los coa-
gulantes ; á los segundos , los que precipitan por los álcalis ó los ácidos
naturales.
Combinándose con los principios protéicos, hacen imposibles las asi-
milaciones y desasimilaciones , en cuyo juego consiste la vida ó la salud.
Combinándose con el oxígeno, se oponen á la hematosis ú oxigenación
de los principios inmediatos que la exigen.
Combinándose con los demás principios, hacen una cosa análoga que
con los protéicos.
2. ° modo. — Los gases y cuerpos volátiles que desalojan el oxígeno, y
los cuerpos de acción catalítica que se oponen á las combinaciones natu-
rales del oxígeno ó de los demás principios entre sí , y á sus metamórfo-
sis , constituyen dos grupos verdaderos de esta clase.
3. er modo. — Las metamórfosis y fermentaciones que provocan los ve-
nenos de este grupo , son varias.
1. * Por acción catalítica, por contacto, sin tomar parte en la combi-
nación.
2. ° Tomando parte en ella.
Unas y otras tal vez (no nos atrevemos á afirmarlo rotundamente , por-
que es lo menos conocido) pueden hacerlo :
1. ° Reproduciendo el agente tóxico.
2. ° Sin reproducirle.
Los virus son de la primera clase; los miasmas, los humores de los
animales ponzoñosos y las sustancias putrefactas, de- la segunda.
Dé aquí el esbozo que en el estado actual de la ciencia puede hacerse.
Ir mas allá , seria aventurado, no conociéndose el modo de obrar químico
de todos los venenos.
De estos tres modos radicales y primitivos de obrar, y de los diversos
modos como cada uno se realiza , se siguen coágulos, precipitados, diso-
luciones, destrucción de tejido , etc., y á consecuencia de estos fenóme-
nos, otros fisiológicos, locales y generales, que constituyen la facies espe-
cial de cada intoxicación, bajo el punto de vista sintomático (art. Y, § M).
La acción de los venenos no es absoluta; siempre necesita de ciertas
condiciones para que se desplegue; y según cuales sean estas condicio-
nes, los efectos son diferentes.
Para apreciar debidamente los hechos prácticos de intoxicación ó en-
venenamiento, hay que tener en cuenta las circunstancias que son capa-
ces de modificar la acción de los venenos ó sus efectos, cuando los sugc-
tos los toman.
Los autores hablan de las circunstancias siguientes, como capaces de
influir en los efectos ó acción de los venenos.
TOXJCOLOGU. — 28
— 434 —
1/ La naturaleza del veneno.
2. * La cantidad á que se toma.
3. * El estado en que se da.
4 * El vehículo con que se administra.
8 * Su asociación con otras sustancias.
6 * La cantidad de agua que se ingiere en el acto, ó poco después.
7.* £1 lugar donde se aplica.
8/ El tiempo que permanece en contacto.
9. * El estado de la piel , si se aplica al exterior.
10. El de vacuidad ó plenitud ae las vías digestivas.
11. La facilidad ó dificultad de vomitar.
12. El régimen que se sigue.
13. El estado de salud ó enfermedad.
14. El hábito.
15. La idiosincrasia.
16. La edad.
17. La especie del animal.
18. El volúmen del animal.
19. La sensibilidad.
20. El sueño.
21. El clima.
Hé aquí las principales circunstanc’as que merecen comentarios.
Examinémoslas una por una , segu el órden indicado.
Hay venenos que por su naturaleza se dejan influir poco ; los cáusticos,
ciertos gases , el ácido prúsico, ciertos alcalóides, se hallan en este caso;
igual que los virus y venenos de los animales ponzoñosos.
La cantidad entra por mucho. Por lo mismo que la acción es atomís-
tica, á mayor número de átomos, más acción , en igualdad de las demás
condiciones.
A veces la cantidad influye poco , si basta á desplegar una fermenta-
ción ; por ejemplo, las ponzoñas y los virus.
Hay casos en que mayor cantidad es menos venenosa ; así sucede con
los calomelanos, por ejemplo.
Los hay que en una cantidad dan lugar á unos efectos, y en mayor, á otros.
El estado no es indiferente, puesto que la acción es molecular; los ga-
seosos son , en igualdad de las demás circunstancias , mas activos que los
líquidos ó disueltos , y estos mas que los sólidos. Al estado sólido son
poco ó nada activos; la parte que obra será liquefiando.
Si el vehículo con que se administran contrae con ellos combinaciones
que los neutralicen, dejan de ser venenos. En otros casos, según sea el
vehículo con que se dé una sustancia, puede adquirir una acción dañina.
La asociación de una sustancia á otra puede serle indiferente, aumen-
tarle la acción , disminuirla y neutralizarla.
Si las sustancias asociadas se cambian sus principios , formando nue-
vas combinaciones , según cuales sean las propiedades de estas , habrá
diferentes efectos.
Como cada sustancia que necesita de ciertos agentes de la economía
para obrar, no se disuelve en los mismos, si se agota uno para^ unas,
quedan para otras otros ; así , su asociación da una suma de mayor activi-
dad , porque todas quedan disueltas y activas.
La cantidad de agua con que se den , ó que contenga el estómago, unas
veces aumentan su actividad , otras podrá disminuirla.
- m -
Sí son solubles , la aumentará disolviéndolos ; sí no lo son , sí han de
adquirir solubilidad por medio de los ácidos ó álcalis de la economía , el
agua debilitará estos, y disolverán menos las sustancias venenosas.
" Los ácidos y álcalis que obran como cáusticos ó irritantes, se diluyen
con el agua y pierden su acción.
El lugar donde se aplican puede influir, ya por su textura anatómica,
ya por los principios que haya en él ; según el modo como con los venenos
se combinen , facilitan ó dificultan su absorción , ó neutralizan sus efectos.
La importancia del órgano atacado y sus relaciones funcionales pue-
den influir notablemente; los cáusticos, en la piel, por ejemplo, no sue-
len tener graves consecuencias , ni se tienen por intoxicaciones; en los
órganos interiores matan.
El tiempo influye también ; si hay venenos de acción instantánea , los
hay que necesitan tiempo para desplegar su acción y sus efectos. Un gas
obra al instante; un cáustico que apenas queda un segundo en contacto
con un tejido , produce efectos muy diferentes del que permanece. Por
punto general , cuanto menos dura el contacto, menor es el efecto.
El estado de la piel, cuando se aplican á ella, influye bastante; con
epidermis, en general, son menos activos que sin ella; seca, árida, cons-
treñida , no da tan fácil paso como cuando está madorosa, caliente y flá-
cida. Según el grueso de la epidermis y la mayor circulación que haya
en la parte, es diferente la acción local y la absorción.
Siempre suele ser menor el efecto cuando el estómago está lleno de
alimentos ó de agua, que vacio. En los envenenamientos colectivos, el que
come mucho de los platos no envenenados , sufre menos que el que
come poco de estos ; siquiera no coma mucho del que tiene veneno.
El que vomita fácilmente, en muchos casos no se intoxica tanto como el
que no puede vomitar; así da menos tiempo al veneno para desplegar su
acción , puesto que le arroja.
El régimen que se sigue, ó alimentos y bebidas de que se haga uso,
pueden neutralizar ó avivar la acción de ciertos venenos; hay lugar á for-
mación de mas ácidos y cloruros, y estos disolventes pueden obrar mas
sobre ciertos venenos.
En estado de enfermedad se pueden tomar ciertas sustancias que daña-
rían en estado de salud.
Hay muchos casos prácticos de sugetos que, estando enfermos, han
tomado cantidades por lo común venenosas , de ciertas sustancias, y no
solo no han muerto , sino que se han curado de su dolencia.
Sabido es y frecuente, que los que padecen fuertes dolores, calenturas,
venéreo , etc. , toman sustancias medicinales á cantidades que no sopor-
tarían estando sanos.
Las enfermedades dan lugar á modificaciones en los principios inme-
diatos , en el movimiento molecular de asimilación y desasimilacion ; au-
mentan, disminuyen ó alteran la formación de los humores gástricos, in-
testinales , bilis, moco, etc. , los ácidos y cloruros alcalinos, de lo cual
resulta que las combinaciones con los venenos no se efectúan del propio
modo ó no llegan á realizarse.
Becquerel , Alialhe, Kobin y Yerdeil , Liebig , Bichoff, Yogel y otros
han demostrado que en ciertas enfermedades hay notable cambio de prin-
cipios inmediatos , diferente movimiento molecular, y eso da lugar á que
los venenos puedan sufrir modificaciones en sus efectos, según esté sano
ó enfermo el sugeto , y según la enfermedad que padezca.
- 486 -
Fl h Abito Darece míe también puede influir. Se citan casos raros de
s aue han tomado habitual mente grandes cantidades de opio , ci-
“Sh??o v otras sustancias. En la práctica se ve todos los dias.
Por io común son sustancias orgánicas.
Cítanse algunos casos relativos al sublimado corrosivo y arsénico que
arecen sospechosos. En la baja Austria, en Styria, hay aldeanos que le
comen para subir mas ligeros las montañas, y las mujeres para estar
mas frescas y rollizas; pero muchos se envenenan.
A veces un cambio brusco en el uso de una sustancia habituada dismi-
nuyendo la cantidad, hace tanto daño, como si bruscamente se au-
mentase.
La idiosincrasia figura como circunstacia capaz de modificar la acción
de los venenos.
Hay bastantes casos prácticos de sugetos que toman impunemente
grandes cantidades de sustancias venenosas, enérgicas, sublimado, tár-
taro emético , arsénico , y no les hace nada , al paso que los intoxica el
azúcar.
Algunos casos que se citan como efectos del hábito , si son ciertos , sin
duda son mas bien ejemplos de idiosincrasia.
Es muy común que sustancias generalmente inofensivas causen daño
á ciertas personas.
Respecto de los purgantes se ve lodos los dias : hay sugetos que con
nada tienen abundantes evacuaciones , y otros que apenas' pueden tener-
las con los drásticos.
Eso depende también del jugo molecular de esos sugetos , del estado
de sus principios inmediatos y humores , y el modo como en ellos se
forman.
La edad no ofrece casos notables de diferencia , y si los hay, depende
también de lo mismo que hemos indicado, respecto de la enfermedad y
la idiosincrasia.
En cuanto á la especie del animal , hay bastantes venenos que dañan
al hombre y varios animales, y otros las comen ó toman impunemente.
El peregil y las almendras amargas matan á las gallináceas.
La cicuta solo daña al hombre y á los pájaros; el acónito es inofensivo
para los caballos ; los cerdos comen la raíz del beleño ; los rumiantes
apenas se resienten del arsénico , opio , nuez vómica , cicuta , etc. , etc.
Este fenómeno tiene íntima relación con las diferencias de principios
inmediatos en los animales, según su especie.
El volúmen del animal ofrece pocos casos de diferencias ; sin embar-
go, se concibe que consistiendo el daño en la cantidad de principios in-
mediatos que el veneno altera , sea mas fácil llegar al exceso en un ani-
mal de poco tamaño, que en uno de tamaño mayor.
Cítase el caso de un elefante que no pudo ser envenenado con gran-
des cantidades de ácido prúsico y arsénico. Tal vez es caso de especie
de animal.
La sensibilidad del animal ó del sugeto no puede tomarse como cir-
cunstancia muy modificadora ; podrán sentir mas ó menos dolor y dar
lugar á mas vivas reacciones , producidas por aquel; pero en cuanto á
los efectos químicos del tósigo, no ha de haber por eso diferencia.
El sueño tampoco influye en nada; el movimiento molecular es acaso
m™activo- No hay hechos que demuestren diferencias.
El clima, así como influye en las dósis medicinales, pudiendo seí th&-
- 437 -
yores en los países del Norte que en los del Mediodía , acaso también
influya en los efectos de los venenos ; sin embargo no hay hechos que lo
prueben.
Es necesario advertir que todo cuanto llevamos dicho , sobre las cir-
cunstancias que modifican la acción de los venenos ó sus efectos, no debe
entenderse de un modo general; lo que se observa en unos, no se ob-
serva en otros , y los hay que se dejan influir más por ciertas circuns-
tancias.
Fuera de algunas de estas, que casi hacen lo propio con todos, hay
que entenderlo tan solo de un modo particular.
Para generalizar esas influencias, deberían hacerse mas observaciones y
experimentos con todos los venenos y cada uno , en todas las circunstan-
cias (art. Y, § VII).
Puesto que los venenos no tienen la misma acción , ni producen los
mismos efectos químicos , ni dan lugar á los mismos fenómenos fisioló-
gicos, son susceptibles de ser clasificados.
Los autores tampoco están de acuerdo sobre la clasificación de los ve-
nenos. Hay muchas v ninguna cabal; todas son defectuosas, lo cual de-
pende de que no se tiene un conocimiento exacto del verdadero modo de
obrar de todos los venenos conocidos.
La mas generalmente seguida ha sido hasta ahora la de Orfila en ve-
nenos irritantes , narcóticos , narcótico-acres y sépticos.
Esta clasificación descansa en los efectos fisiológicos. La mayor parte
de las clasificaciones parte del mismo punto de vista, y hay algunos
que no tienen base fija. La de los diferentes modos de obrar ies sirve
para clasificarlos.
Los venenos pueden clasificarse de dos modos ; ya por los efectos quí-
micos , ya por los efectos fisiológicos.
En ef estado actual de la ciencia y respecto de las ventajas de la prác-
tica , por ahora tal vez sea preferible clasificarlas por sus efectos fisio-
lógicos.
La ventaja actualmente está en que esa base se relaciona con los cua-
dros sintomáticos ó el diagnóstico , pronóstico , alteraciones anatómicas y
terapéutica de la intoxicación.
Sin embargo , á medida que se conozca mejor el modo químico de
obrar de cada clase de venenos y los efectos fisiológicos que provocan,
será mas fácil y mas científico clasificarlos por los efectos químicos.
No debe adoptarse para la clasificación de los venenos, ni el reino á
que pertenecen, ni el estado, ni la naturaleza química; porque , perte-
neciendo á varios reinos, estados y naturalezas, los hay que provocan in-
toxicaciones iguales, y otros, que siendo del mismo reino, estado y na-
turaleza, las determinan diferentes.
No solo hay dificultad en clasificar los venenos por su acción química,
ó por los efectos fisiológicos que determinan , sino en la colocación de
los conocidos en cada cíase ; los hay que tienen derecho á ser colocados
en mas de una.
Ateniéndonos á lo dicho , al estado actual de la ciencia y no aspirando
á la perfección sino á un medio de agrupamiento que facilite el estudio
de la toxicología, tanto general como particular, vamos á exponer cómo
pueden clasificarse los venenos, primero, según sus efectos químicos, y
segundo, según los fisiológicos.
Por sus efectos químicos , se dividen en tres clases radicales :
- 438 —
1. * Los que dan lugar á combinaciones anormales é incompatibles con
la salud y la vida.
2. ' Los que impiden las combinaciones normales.
3/ Los que provocan metamórfosis y fermentaciones contrarias á la
vida ó la salud.
Cada una de estas tres clases se divide, en varias subclases.
La primera en tres :
1/ Las combinaciones se efectúan con los principios protéicos de los
tejidos y la sangre.
2. * Con el oxígeno respirado.
3. ’ Con otros principios inmediatos.
La segunda en dos :
1. a Los que impiden la hematosis ú otras combinaciones por acciones
catalíticas.
2. a Los que desalojan el oxígeno de la sangre.
Por último , la tercera en dos :
1. a Que provoca metamórfosis por acción catalítica ó fermentación sin
reproducción del excitador.
2. a Con reproducción del excitador.
Las mismas subclases ofrecen diferencias por grupos , las que no con-
signarémos aquí , por no dar á este trabajo demasiado sabor escolástico
ó galénico.
Por sus efectos fisiológicos, los venenos se dividen en seis clases:
1. a Cáusticos.
2. a Inflamatorios.
3. a Narcóticos.
4. a Nervioso-inflamatorios.
B.a Asfixiantes.
6.a Sépticos.
Cada una de estas clases se divide también en varias subclases , por lo
menos la mayor parte.
La primera comprende :
1 .a Los verdaderamente cáusticos , siempre destructores.
2. a Los coagulantes astringentes que no destruyen la trama de los
tejidos.
3. a Los que forman coágulos y se disuelven, con el tejido en un exceso
de veneno.
La segunda en cuatro :
1. a Inflamatorios locales.
2. a Inflamatorios generales.
3. a Inflamatorios locales y generales á la vez.
4. a Inflamatorios especiales.
La tercera no tiene, en realidad, subclases.
La cuarta se divide en dos. _ .
1. a Inflamación local ó general, y especial con síntomas nerviosos de
excitación cerebral : ataxia. . ...... ,
2. a Dichas inflamaciones, con aplanamiento é insensibilidad, y parálisi
üdinamia.
La^ quinta se divide en tres :
1.a Asfixiantes tetánicos.
Asfixiantes paralíticos.
3. Asfixiantes anestésicos.
- 439 -
Por último , la sexta en cuatro :
1. * Sépticos por gases mefíticos ó miasmáticos.
2. a Sépticos por animales ponzoñosos.
3. a Sépticos por humores virulentos.
4. a Sépticos por sustancias orgánicas putrefactas.
No perdamos de vista : l.° que, si no aceptamos la primera base, y no
nos acomodamos á ella en esta obra, á pesar de habernos declarado por
la acción química de los venenos, es porque falta conocer experimental-
mente el verdadero modo de desplegarla muchos venenos; y 2.° que
tanto una base como otra , no pueden servir mas que como buen medio
de estudio general y particular, permitiendo ojeadas generales y sintéti-
cas que faciliten ese estudio (art. VI).
Para el estudio de la acción de los venenos, lo mismo que para otros
conocimientos relativos á los mismos , y á la intoxicación , la ciencia tiene
las observaciones ó casos prácticos, y los experimentos, en los irracio-
nales.
Hasta tiempos muy modernos, los casos clínicos han sido casi exclusi-
vamente los que han suministrado datos á la ciencia toxico'ógica.
Los árabes hicieron algunos experimentos; y desde que la experimen-
tación se introdujo en las ciencias físicas, naturales y biológicas, se ha
buscado en ella mayor luz para resolver los problemas toxicológicos.
Desde este siglo data en grande escala la experimentación. Orilla ha
sido su gran propagador, ya que no el creador de ella.
Los casos clínicos no bastan por sí solos para hacer progresar la cien-
cia. Más ha progresado en lo que llevamos de siglo, con la experimenta-
ción y aplicación de las ciencias físicas y químicas, que en los anteriores
siglos, por medio de las observaciones y doctrinas escolásticas y metafísicas.
En los casos clínicos, el principal interés está en salvar á los sugetos
comprometidos por un veneno , y no se puede observar bien la marcha
de una intoxicación.
Solo escogiendo un dalo en este caso , y otro en otro , es como , á la
larga, se llega á lomar algún conocimiento. Así, se necesitan muchos
años, por no decir siglos, para dar un paso.
No es posible , moralmente hablando , hacer experimentos en el hom-
bre , fuera de algunos casos, y respecto de ciertos fenómenos, que no
comprometen su existencia.
Es inmoral hacer lo que se ha hecho en otros tiempos , ensayando ve-
nenos y antídotos en condenados á muerte.
No pudiendo hacer experimentos en el hombre , y no siendo suficiente
la observación de los casos clínicos, que seria lo mejor, hay que experi-
mentar en los animales de fisiología mas ó menos parecida á la humana.
La experimentación en los animales tiene sus adversarios : háylos que,
como los cuákeros, exageran el sentimentalismo, y se oponen á que se
sacrifique los perros , conejos, aves, etc., para hacer experimentos en
beneficio de la especie humana.
Los cuákeros, y las sociedades protectoras de animales, no tratan con
igual celo de acabar con la caza , la pesca, los mataderos, sacrificio de
aves domésticas y ciertos espectáculos públicos , en los que son sacrifica-
dos los toros , los caballos , los perros y los gallos.
¿i Hay otros que combaten la experimentación in anima vili, porque creen
aue no pueden hacerse aplicaciones cabales al hombre, en razón de las
iferencias de especie ú organización.
- 440 —
Fse inconveniente es exagerado ; primero, porque bajo muchos puntos
de vista no hay grandes diferencias, y segundo, porque uniendo la expe-
rimentación-para llenar vacíos que dejan los casos clínicos ; estos sirven
á sú vez de regulador, en punto á las aplicaciones.
Los datos que se obtienen por medio de la experimentación, no se
aplican absolutamente al hombre , sino por analogía y aproximación en
todo lo que la especie presenta de diferencias.
Los perros son los animales mas generalmente escogidos para hacer
experimentos.
Como casi en todos los casos se necesita hacer operaciones cruentas,
hay que atender á ellas y los síntomas que les son propios para no con-
fundirlos con los de los venenos.
Los experimentos pueden hacerse deponiendo los venenos y contravene-
nos y remedios en diferentes partes del cuerpo del animal ; por lo mismo
que hemos visto que hay diferentes vías, por donde pueden introducirse.
Cuando se hacen ensayos por el estómago, ora se introducen las mate-
rias por la boca y el esófago , ora se practica una abertura en el abdó-
men en busca de dicha viscera, así como cuando se ensaya por la vía in-
testinal superior.
Como los perros vomitan fácilmente, se les ata el esófago para que no
arrojen lo ingerido, y como muy á menudo no quieren comer los alimen
tos envenenados que se les dan, se acostumbra á introducirlos por el esó-
fago, abriéndole y ligándole luego por medio de una incisión que se les
hace en el cuello.
Oríila ha sido, si no el inventor, porque ya lo hacia Magendie, el gran
propagador de la ligadura del esófago de los perros , en los que hacia
sus experimentos.
La mayor parte de los que ha consignado en su Toxicología general , se
han hecho mediante esa ligadura.
Giacomini, Anglada, Devergie y otros se declararon años atrás contra
esa operación, suponiendo que podía producir síntomas capaces de con-
fundirse con los de las intoxicaciones.
Orilla había experimentado no aplicando mas que la ligadura , para
estudiar los síntomas de esta lesión, y una vez establecidos, pudo distin-
guir siempre los que correspondían á los venenos.
En 1856, Bouley y Reynal presentaron una nota á la Academia de Pa-
rís, sentando que la ligadura del esófago es peligrosa y que conduce á la
confusión de sus síntomas en los de los venenos.
Una comisión de la Academia, en 1858, dió su dictámen y reconoció en
parte lo afirmado por Bouley y Reynal ; pero sin dar por nulo lo consig-
nado en la obra de Orilla como algunos pretenden , ni rechazar la liga-
dura del esófago , estableciendo reglas para hacerla provechosa , entre
ellas el apretarla poco y tenerla poco tiempo aplicada.
Hubo algún debate; pero la Academia votó el dictámen con alguna mo-
dificación.
No hay que atribuir á la ligadura del esófago, ni los peligros que se su-
ponen y exageran, ni la confusión de efectos.
Orilla observó todo lo que dice Bouley y Reynal y la comisión de la
Academia; los experimentos han sido públicos y vistos por otros prácti-
cos, y jamás ha sucedido lo que aquellos han supuesto.
La gran práctica de Orfila evitaba todos los peligros, y al fin y al cabo
lo que recomienda la Academia es lo que hacia Orfila.
- 441 —
La ligadura se practica haciendo una incisión en la parte céntrica del
cuello del perro en busca del esófago, se aísla de vasos, nervios y demás
tejidos, lo cual se facilita , introduciendo por las fosas nasales una sonda
que levante en su pico inferior al esófago : se toma con la aguja de Desr
champs; se abre con unas tijeras; se echa por medio de un embudo la
sustancia que se ensaya , si es líquida , ó se mete á pedacitos y empuja
hácia abajo con una sonda, si es sólida; se pasa un hilo por debajo de la
abertura y se liga suavemente, dejándola por espacio de treinta horas,
tiempo sobrado para observar la acción del veneno y contraveneno. El
animal se cura por lo común. En ese tiempo no presenta síntomas capa-
ces de confundirse con los causados por el veneno.
Si se ensaya sin ligadura , se da á comer á los perros el veneno con
morcilla ú otros alimentos.
Si se quiere aolicar el veneno directamente al estómago , se hace una
incisión en el abdómen, como cuando se hacen fístulas artificiales gástri-
cas ó hepáticas. Otro tanto puede hacerse, cuando se ensaya en alguno de
los intestinos, peritoneo , etc.
En todas las demás vías se depone el veneno, contraveneno ó lo que sea.
Las vías respiratorias se escogen para el ensayo de los gases. Los lí-
quidos y bebidas no son á propósito por esas vías.
Las conjuntivas se escogen para el ácido prúsico, nicotina y otros vene-
nos de acción rápida.
Las venas y demás vasos sirven para ensayos directos sobre la sangre.
Sean cuales fueren las vías escogidas para el ensayo ó experimentación
y el objeto que el experimentador se lleve, es necesario tener en cuenta
ios principios que hemos establecido en este capítulo , mientras no haya
hechos que nos obliguen á modificarlos (art. VII).
CAPITULO II.
PATOLOGÍA DE LA INTOXICACION.
De las parles que la patología de la intoxicación comprende.
He dejado establecido que por Patología de la intoxicación entiendo
aquella parte de la Toxicología general , que trata de la etiología tóxica,
del diagnóstico , pronóstico y anatomía patológica , relativas á las perso-
nas intoxicadas.
No comprendo, en la patología de la intoxicación, mas que la etiología
tóxica, el diagnóstico, pronóstico y anatomía patológica, porque las de-
más partes de la patología no vienen aquí al caso.
La misma etiología, por ejemplo, no debería figurar en esta parte, por-
que las causas de las enfermedades especiales, llamadas intoxicaciones,
son los venenos, y el estudio de estas causas como tales es ocioso , ya
porque, porelmero hecho de ser intoxicaciones las enfermedades en que
se ocupa el toxicólogo, sabemos que esas causas son los venenos, ya
porque la fisiología de la intoxicación basta y sobra para ello.
En la patología general y en las particulares comunes, la etiología es
un estudio necesario, porque hay que investigar las diferentes causas que
pueden producir el mal, ya directas ó inmediatas, ya mediatas é indirec-
tas; ó de otro modo, ya predisponentes, ya determinantes, ya prójimas,
con el objeto de que, dado un mal , podamos saber á qué causas es debido,
- 442 -
Fn la Datología de !a intoxicación ya partimos de este dato, que es uno
d mas venenos la causa del estado morboso , y si por el diagnóstico ge-
neral como lo vamos á ver luego , se viene en conocimiento de que se
trata de una intoxicación y no de una enfermedad común ; si por el diag-
nóstico genérico conocemos que se trata de tal clase de venenos, y por el
diagnóstico particular deducimos el veneno causante de la intoxicación,
la parte etiológica ya está resuelta ; el diagnóstico nos dice que es un ve-
neno la causa del mal.
¿Qué ha hecho Gal lier cuando en su Toxicología general ha compren-
dido la etiología de la intoxicación? lia tratado de los procedimientos ó
de las operaciones analíticas, para descubrir, no la causa del mal, sino
el veneno y su naturaleza. Es decir, se ha ocupado en la parte analítico-
química de la intoxicación.
Los autores dicen que la etiología es aquella parte de la patología que
se ocupa en investigar las causas de las enfermedades. Pues bien ; tratar
de las análisis químicas relativas é. los venenos , no es investigar las cau-
sas de la intoxicación ; es determinar la existencia de un veneno donde
se busca , y los caracteres de este veneno para distinguirle de otro y de
todo otro cuerpo inofensivo. Es probar por este medio la realidad de la
causa , ó lo que es lo mismo, la naturaleza del mal ; es proporcionar un
órden de datos para formar el diagnóstico.
La análisis química , que es á lo que conduce lo que llama Galtier etio-
logía toxicológica , no tiene por objeto determinar ni investigar las causas
de la intoxicación , sino la existencia de cuerpos y sus caracteres distinti-
vos , sean cuales fueren luego las aplicaciones que se hagan de esas in-
vestigaciones á esta ó aquella ciencia.
Toda investigación que tenga por objeto determinar la causalidad de
una afección tóxica , no forma por sí sola la etiología de estas afeccio-
nes; esa etiología se extiende á mas datos, á todo lo que conduce á de-
terminar la causa. Pues bien ; para determinar esta causa , no solo sirve
la prueba de la existencia de un veneno , descubierto por sus caractéres
con las operaciones analítico-químicas ; es necesario , como lo verdmos á
su tiempo , el estudio de los síntomas y el de las alteraciones anatómico-
patológicas. Así que , tanta razón habría para llamar etiología toxicoló-
gica á las investigaciones de esos datos, como á los datos adquiridos por
la análisis química.
La etiología verdadera de la intoxicación, como de todas las demás en-
fermedades , como de todos los fenómenos , es la filosofía ; esía es la que
busca la razón , el por qué de esos fenómenos ; la que investiga la causa-
lidad, aquella á que se debe realmente la producción de estos fenómenos,
de esa enfermedad, deesa intoxicación; y esa parte filosófica mas bien
se llama semeiótica ,ó semeiología ; mejor aun filosofía.
HSTodo lo que puede decirse de la etiología de la intoxicación se reduce
á estas palabras : Las causas de las intoxicaciones son los venenos. Ellos
son los únicos que las producen ; por eso se llaman intoxicaciones. Esta
palabra determina las causas; por sí sola constituye la etiología. Por eso
nos limitarémos, en cada intoxicación genérica, á indicar los venenos que
la preservan. A eso se reducirá la parle etiológica.
El estudio sobre las propiedades de esas causas y su modo de obrar
f°.rma la fisiología de la intoxicación , que ya llevamos expuesta. El estu-
dio de los medios de descubrir la existencia de estas causas constituye
la química de la intoxicación, de la cual hablaremos en su lugar*
- íiá -
El estudio que nos conduce á apreciar el valor de los caracteres quí-
micos de los venenos, demostrados por las análisis, es una parte de la
semeiótica, mejor aun, de la filosofía de la intoxicación, de la cual tam-
bién tratarémos á su tiempo.
Tampoco hemos comprendido en la patología de la intoxicación, como
lo acabamos de indicar, la semeiótica ; porque, si bien esta parte de la
patología se ocupa en los síntomas y signos para la formación del diag-
nóstico y pronóstico, y bajo este punto de vista parece que debería for-
mar parte del capítulo actual , es una parte que comprende mas que los
solos síntomas y signos, ó por mejor decir, estos últimos, no solo se for-
man en virtud de los datos objetivos que dan los síntomas , sino también
de los que dan las alteraciones de los sólidos y líquidos, y los resultados
de las análisis químicas, igualmente que de todas las demás circunstan-
cias del sugeto, puesto que los signos, no solo son diagnósticos ó actuales,
sino también anamnésticos ó pasados, y pronósticos ó futuros.
La semeiótica es la filosofía, porque la constituyen los juicios sobre
los particulares, el trabajo intelectual de las facultades, comparación y
causalidad , y para ser cabal y completa , es necesario poseer todos los
datos relativos á la intoxicación. Y como quiera que, aun estudiada toda
la patología de esta, no hay todos los datos semeióticos, cumple tratar de
esto en una parte que venga á ser el resúmen general , esto es , en la
filosofía de la intoxicación
Resulta, pues, que, aun cuando, al hablar de la patología de la intoxi-
cación, no nos ocupemos mas que en el diagnóstico, pronóstico y anato-
mía patológica, no por eso descuidamos lo que puede tener de eliológico
el estudio analítico de los venenos, ni la parte semeiótica, puesto que he-
mos dado á la intoxicación una parte química y otra filosófica.
Por lo mismo que les damos mas importancia que los que las confun-
den ó comprenden en la patología, hemos formado de ellos dos parles de
la Toxicología general, tanto, ya que no más importantes que las otras.
Respecto de la terapéutica, que es otra de las partes que comprende la
patología general, no hacemos como Ferreira Macedo Pinto; no la com-
prendemos aquí ; formamos una parte de la Toxicología general diferente,
porque no miramos la patología de la intoxicación del mismo modo que
aquella , y por eso no le damos sus mismas partes; no vemos ninguna ra-
zón para proceder de otra manera.
Esto sentado, vamos á tratar sucesivamente del diagnóstico, pronós-
tico y anatomía patológica de la intoxicación, guardando, para cada
clase de intoxicaciones , indicar los principales venenos que los provo-
can , como sus causas.
ARTÍCULO PRIMERO.
DEL DIAGNÓSTICO DE LA INTOXICACION.
Siendo el diagnóstico la parte de la medicina que tiene por objeto la
distinción de las enfermedades, ó el conocimiento de los síntomas y sig-
nos patognomónicos que son propios á cada una de ellas, bien podemos
llamar diagnóstico de la intoxicación al estudio de los síntomas caracte-
rísticos de esta enfermedad especial , y diferenciales de los propios de las
enfermedades ordinarias.
Hemos establecido clases de venenos; y al establecer su clasificación,
fundados en los efectos fisiológicos, hemos dicho que la base por nosotros
— 444 —
adoptada conducía al diagnóstico , ó sea al conocimiento del cuadro sin- 1
tomático que es propio de esta ó aquella clase de venenos, y por lo mismo
la hemos considerado, bajo este punto de vista, como muy útil. Y, en
efecto, es así. Los venenos no desarrollan en todos los sugetos los mis-
mos síntomas; cada clase tiene los suyos; y si nosotros llegamos á dibu-
jar bien los cuadros respectivos á cada una'de estas clases, '¿quién dudará
de las ventajas de semejante tarea? ¿Con qué rapidez no podrá socor-
rerse, si se llega á tiempo, á un intoxicado, cuando tengamos medios de
formar el diagnóstico de su intoxicación , á la vista de esos cuadros gene-
rales, en virtud de los cuales, tal vez con una sola ojeada, conozcamos,
cuando no precisamente el veneno, la clase á que pertenece? Y estando
este conocimiento íntimamente enlazado con la terapéutica , ¿quién no ve
que la resolución de un problema envuelve la del otro?
Apresurémonos, pues, á bosquejar esos cuadros sintomáticos que cada
clase de venenos desenvuelve , pero no sin hacerlos preceder de ciertas
consideraciones generales. Antes que el ánimo del médico se fije en la
idea de un envenenamiento ó intoxicación de esta ó aquella clase, es in-
dispensable que primero crea en la existencia de una intoxicación, cual-
quiera que ella sea ; dada la realidad de este hecho , entonces viene cali-
ficarle; determinar su carácter. Esto es decir que, antes de exponer el
diagnóstico diferencial de cada intoxicación , debemos establecer el del
envenenamiento ó intoxicación en general, ó, lo que es lo mismo, el
diagnóstico diferencial de la intoxicación y de la enfermedad común que
se le asemeje. Después de este cuadro general , será procedente pasar á
otros menos generales ; quiero decir, que, después de exponer el con-
junto de síntomas , en virtud de los cuales puede diagnosticarse que un
sugeto está envenenado , pasarémos á exponer el conjunto de síntomas
por los cuales podrá diagnosticarse que lo está por un veneno de esta ó
aquella clase; así como formado este segundo diagnóstico, ya nos ocu-
parémos en el particular, en el que determine qué veneno es el que ha
producido la intoxicación del caso.
, De lo que acabamos de decir, se infiere lógicamente que hay tres cla-
ses de diagnóstico en todo caso de intoxicación ; que siempre que somos
llamados para calificar de tal un estado morboso , haya ó no terminado
por la muerte, formamos sucesivamente tres juicios; los cuales, por la
rapidez con que se suceden , parece que no constituyen mas que uno.
Organizado el entendimiento humano para apreciar los particulares y
los generales, los hechos y sus relaciones, las diferencias y semejanzas,
siempre forma esos tres órdenes de juicios : el absoluto , el genérico y el
particular; ora empiece por este, ora por el primero , en esas operacio-
nes intelectuales.
¿Se da un caso de intoxicación? Se distingue de toda otra enfermedad
común. Hé aquí el diagnóstico absoluto, el juicio mas general; porque
aquí no se trata de saber, no solo si este ó aquel veneno es el que la ha
producido , sino ni la clase á que pertenece el verdadero causante de ese
estado morboso especial ; solo se trata de decidir que no es una dolencia
común , que es un mal producido por un veneno.
Establecido esto , se pasa á la distinción de intoxicaciones ó de clases
de venenos ; es el diagnóstico genérico, con el cual todavía no se designa
el veneno , el particular, sino la clase.
Por último, establecida esta, se pasa á determinar £\ veneno, causa
de la intoxicación. Es el diagnóstico particular.
- 445 -
Puede el en len dimiento, según la organización de cada cual > 4 las cir-
cunstancias del caso , proceder de ,un modo inverso.
Datos descollantes particularizan el caso , y se forma el diagnóstico
particular ; se despierta la idea de la clase, y se forma el genérico , de-
terminándole, y se acaba por calificarle de intoxicación; el diagnóstico
es absoluto.
Prescindiendo de si en la práctica se procede de un modo analítico ó
sintético , de lo particular á lo general , ó de lo general á lo particular,
nosotros procederémos aquí de un modo sintético , marchando de lo ge-
neral á lo particular. •
Resumiendo lo expuesto, digamos que, en todo caso de intoxicación,
se forman tres clases de diagnóstico :
1. a Absoluto , el mas abstracto ó general.
2. a Genérico, ó de clase.
3. a Particular.
El absoluto es el que solo tiene por objeto diferenciar una intoxicación
de cualquier otra enfermedad común, sin determinar cuál sea aquella.
El genérico es el que tiene por objeto diferenciar una clase de intoxica-
ción de otra , sin determinar el veneno que la haya producido.
El particular es el que tiene por objeto determinar el veneno que ha
producido la intoxicación del caso.
Los dos primeros pertenecen á la Toxicología general; el tercero á la
particular.
Veamos, pues, los dos primeros, por su órden.
§ I. — Del diagnóstico absoluto de la intoxicación.
Siempre que hay intoxicación , esta se manifiesta por cierto número de
síntomas, los que pueden variar, según cual sea la clase del veneno, y
este mismo; pero rara vez deja de presentar cierto tipo , cierta fisonomía,
que revela, ó por lo menos da á sospechar desde luego la naturaleza de
los hechos.
Por lo mismo que ese cuadro sintomático varía, según las clases de
venenos, y según cada uno de estos, independientemente de la variación
que se debe á las circunstancias de cada caso, no procede, al determinar
esa fisonomía especial de la intoxicación , de un modo absoluto ó gene-
ral, describir este ni aquel cuadro de síntomas, porque, ó hay que tra-
zarlos todos, es decir, todos los que corresponden á cada clase, ó el cua-
dro ha de ser defectuoso.
L. Orfila, en sus lecciones, ha querido trazar el diagnóstico de la into-
xicación en general ; y, aun cuando llena una página enumerando los
síntomas principales y de menos importancia de cada clase, bajo ese
punto de vista es incompleto; y es lo que ha de suceder forzosamente , so
pena de dibujar con fatigoso pincel todos, absolutamente todos, los ras-
gos de las intoxicaciones posibles.
No : la verdadera generalidad en que ha de fundarse el diagnóstico
absoluto, no consiste en trazar un cuadro, donde entran todos los sínto-
mas relativos á cada clase de intoxicación ; eso es una totalidad de parti-
culares, y no una generalidad. Esta debe buscarse en un carácter común
á todas las intoxicaciones , sean de la clase que fueren , y ese carácter no
ha de ser, como lo cree Ferreira Macedo Pinto , un cuadro sintomático,
porque esto es imposible; ni yo he pretendido darle, como la fisonomía
— Ha -
de la intoxicación ansoluta , según equivocadamente lo cree ese distin-
guido portugués.
M. Tardieu habla también del diagnóstico general del envenenamiento,
y, si no traza tan fotográficamente los síntomas de todas las intoxicacio-
nes, como L. Orfila, dibuja una marcha artificial de la intoxicación, y,
por lo mismo , un cuadro breve , pero inexacto , de la misma. Hé aquí
que dice :
«Considerado en el conjunto de sus manifestaciones, el envenena-
miento se caracteriza : primero , por una perturbación de las funciones
digestivas , la que es á menudo la primera consecuencia de la ingestión
de una sustancia dañosa ; luego, por una lesión masó menos profunda de
la respiración y circulación ; y, por último , por el desórden , ya primi-
tivo, ya secundario, del sistema nervioso l1).»
Este cuadro, no solo no es común á todas las intoxicaciones, sino que
no pertenece á ninguna. No conocemos ninguna intoxicación que siga
esa marcha.
Un anestésico, por ejemplo, empieza por suspender la hematosis,y
así mata. La mordedura de la víbora empieza por alterar la sangre desde
el punto de la mordedura; la morfina, la estricnina, hasta dadas por la
boca , esófago y estómago , no alteran en nada el tubo digestivo. Lo que
digo de estos , lo puedo decir de un número considerable de venenos.
Los cáusticos, los inflamatorios, no perturban las funciones digesti-
vas ; destruyen los tejidos del esófago y estómago ; y si afectan la respi-
ración ó la circulación , es como una consecuencia general de todo caso
morboso, en el que hay ciertos óganos ó funciones rnorlalmente atacados.
La relación simpática funcional es la que da lugar á ello; no la marcha
de la intoxicación. En cuanto al sistema nervioso, fuera de la sensibili-
dad fuertemente excitada, sobre todo en la intoxicación cáustica, no hay
nada más; ni convulsiones , ni parálisis. La inteligencia se queda íntegra
hasta el último momento de la vida.
Y luego, ¿qué es eso de afección , ya primitiva, ya secundaria del sis-
tema nervioso? Si es primitiva , no empieza la intoxicación por las vías
digestivas, y luego por la circulación y respiración.
Ese error seria demasiado craso para una persona tan entendida como
M. Tardieu ; por lo mismo, suponemos que, aunque lo dice terminante-
mente , no ha querido decir eso. Sin duda su idea ha sido que unas veces
la intoxicación se manifiesta por desórdenes de las funciones digestivas ó
del tubo digestivo; oirás, por alteraciones en la respiración y circulación,
y otras, por lesiones primitivas ó secundarias del sistema nervioso.
Concebido así el hecho, es mas verdadero ; pero no es tampoco el diag-
nóstico absoluto de la intoxicación , ni la diferencia entre esta y las en-
fermedades comunes. Una saburra gástrica seria igual al primer caso; una
pleuresía ó pericarditis al segundo; el histérico, una apoplejía, una ve-
sania al frercero.
Incurre además M. Tardieu en otro error grave, del cual no están
exentos, ni L. Orfila , ni Ferreira Macedo Pinto. En su empeño de tratar
las cuestiones loxicológicas bajo el punto de vista médico-legal, confunde
el diagnóstico de la intoxicación con el juicio del perito en un caso prác-
tico de envenenamiento.
El v erdadero diagnóstico de la intoxicación no debe fundarse mas que
l*) Obra cil.
p. 401.
- 447 —
en los síntomas y el carácter diferencial que estos presentan, común, ge-
nérico ó particular, respecto de las enfermedades ordinarias.
El juicio del médico forense , para calificar una enfermedad de intoxi-
cación , además de los síntomas, necesita de la autópsia y de las análisis
químicas. Estas tres bases del diagnóstico médico-legal de la intoxicación
ó envenenamiento no pertenecen al diagnóstico de la intoxicación, la úl-
tima ni á su patología. Cuando se forma el diagnóstico no se tiene cono-
cimiento de lo que presentará el cadáver.
Bé aquí por qué L. Orfila y Ferreira participan del error de M. Tar-
dieu y le expresan mas claramente , porque este no habla en verdad de
alteraciones anatómico-patológicas, ni análisis qnímicas, al trazar el cua-
dro general de las perturbaciones que los venenos provocan. Los otros
sí; añaden á los síntomas la autópsia y las análisis, ó la presencia del ve-
neno , como si bastara ver sustancias vomitadas ó cámaras , para saber
que tienen algo venenoso.
Una cosa es el diagnóstico de la intoxicación , otra el juicio médico-
legal de ella. Aquel debe fundarse exclusivamente en los síntomas y su
carácter diferencial, y este juicio médico-legal en los síntomas, autópsia
y análisis químicas.
Aquí se trata del diagnóstico de la intoxicación, que es una de las ba-
ses del juicio médico-legal. Cuando hablemos de las alteraciones analómico-
patológicas , veremos las que corresponden á la intoxicación ; cuando se
trate de ia química de esta , veremos los caractéres químicos que le perte-
necen, y cuando al fin nos ocupemos en la filosofía de la intoxicación , ha-
blaremos del diagnóstico médico-legal, ó lo que es lo mismo, del juicio
que se forme el médico forense en un caso práctico , para distinguir su
envenenamiento voluntario ó involuntario de una enfermedad común.
Aquí tratamos de Toxicologia y no de Medicina legal; hablamos del diag-
nóstico de la intoxicación, como médicos que estudian esta enfermedad
especial, no como médicos forenses que actúan pericialmente en un caso
práctico; hacemos lo que se hace en Cirugía, cuando se trata de una he-
rida , cuyo diagnóstico se formula á tenor de sus caractéres, como solu-
ción de continuidad de las partes blandas con efusión de sangre produ-
cida por una arma, excluyendo como impropio del cirujano todo lo rela-
tivo á las circunstancias del hecho , que conduzcan á determinar si es
obra de mano propia ó agena, de un agresor ó varios, etc. , etc., todo lo
cual atiende el médico forense para formar su juicio en un caso práctico
de esa naturaleza.
Consecuentes con esta doctrina, no vamos á exponer en este párrafo, ni
un cuadro de síntomas que comprenda los de todas las intoxicaciones,
ni los síntomas propios de esta ó aquella intoxicación, sino el tipo, el ca-
rácter común que ofrece el conjunto de fenómenos provocados por un
veneno , sea el que fuere ese conjunto.
Fíjese bien la atención en esta idea, que encierra la verdadera genera-
lidad contenida en las palabras diagnóstico absoluto. Poner esta cuestión,
es como si se nos preguntara: ¿por-qué signos se reconoce que un sugeto
está envenenado , prescindiendo que lo esté por un veneno de tal ó cual
clase, y más aun por tal ó cual sustancia venenosa?
Bajo este concepto, hé aquí la respuesta.
Bay lugar á pensar , ó por lo menos á sospechar que un sugeto está
intoxicado, cuando en lo mas florido de su salud, ó en un estado conocido de
la misma, se ve de repente , y sin causa morbosa común notable , ó conocida ,
— 418 —
invadido de malestar, de dolores atroces en el vientre y otros puntos;
abultamiento del abdómen ; vómitos de materias diversas, extrañas , ne-
gruzcas ó sanguinolentas, ó deyecciones análogas; movimientos convul-
sivos ó parálisis, ó bien vértigos, delirio, estupor, aplanamiento, etc.;
en una palabra , cuando su salud se ve de repente trastornada en lo mas
hondo, agravándose rápidamente ese estado, y presentándose la muerte
por lo común en pocas horas ó menos tiempo.
f Los síntomas de una intoxicación en general son esos. Esto no quiere
decir que los presente todos y siempre un sugeto envenenado. En primer
lugar, porque ya hemos advertido que íbamos á exponer mas bien el tipo,
el carácter del cuadro, que los síntomas especiales; aquí hay algo de to-
das las intoxicaciones. En segundo lugar, porque ya verémos á su tiempo
que, en punto á síntomas, los cuadros presentados por los autores no son
los que ofrece cada envenenamiento de por sí ; estos cuadros suelen ser
expresión de los síntomas que pueden presentar varias personas víctimas
de un veneno.
Sin embargo, si por lo que toca á este ó aquel síntoma, tenemos nece-
sidad de advertir que puede presentarse ó dejar de presentarse, según
los casos, no sucede así con esa fisonomía que en el cuadro reina: lo que
le caracteriza , lo que es el verdadero signo para el diagnóstico absoluto
de la intoxicación, es ese tránsito brusco, violento é inmotivado de la
salud á la enfermedad; esa súbita revolución de las funciones, ese des-
órden, esa destrucción que termina á las pocas horas con la muerte, ó
que deja una existencia empobrecida y miserable, sin una causa morbosa
común, conocida ó presunta.
Symptorriala , sine causa advenentia , venenum assumptum indicanl, decía
Cardan , cuyo aforismo resume la regla que acabamos de indicar. Solo
añadiriamos para que fuese exacto sine causa nota advenentia.
La forma variará según la clase del veneno y el veneno mismo , pero
el fondo será idéntico. Siempre que tengamos ese dato, ese gran signo
diferencial, se diferencia una intoxicación de toda otra enfermedad; el
diagnóstico es absoluto.
Lo que venimos diciendo acerca del diagnóstico absoluto, se refiere á
la intoxicación aguda. Mas la intoxicación puede ser lenta y consecutiva,
y el modo de formar el diagnóstico en ciertos casos , ó por mejór decir,
los datos no son los mismos.
En la intoxicación lenta, en la polidósica, por ejemplo, faltará ese trán-
sito brusco que caracteriza la aguda, la monodósica, lo cual aumentará
las dificultades del diagnóstico por la mayor facilidad de confusión con
enfermedades comunes.
Sin embargo, ya que no haya lo brusco , lo rápido, el exabrupto de la
aparición, habrá la falta de causa natural, y esto solo podrá llamar la
atención del profesor, y hacer que descubra, en esas apariencias de un
mal común , una intoxicación producida por dósis repetidas de veneno
que van acabando por grados al sugeto.
En cuanto á la consecutiva, bastará la clase de síntomas que la acom-
pañan y el conmemorativo para venir en conocimiento de que se trata de
un mal debido á la acción de un tósigo , que no puede acabar con el su-
geto, pero que ha comprometido fuertemente su salud, por el mal estado
en que dejó los órganos lisiados.
- 410-
S II.— Del diagnóstico genérico de le intoxicación.
Formado el diagnóstico absoluto ; determinado que la enfermedad no
es común , sino una intoxicación , se procede á diferenciarla de las de-
más intoxicaciones posibles. Se buscan las diferencias genéricas ó de
clase, para decidir á cuál pertenece el estado morboso que juzgamos.
Habiendo admitido seis clases de venenos, fundándolas en los efectos
fisiológicos, desde luego debemos establecer que hay también seis clases
de intoxicaciones, á saber:
1/ Intoxicación por los venenos cáusticos.
2/ Intoxicación por los venenos inflamatorios.
3. a Intoxicación por los venenos narcóticos.
4. * Intoxicación por los venenos nervioso-inflamatorios.
5. * Intoxicación por los venenos asfixiantes.
6. a Intoxicación por los venenos sépticos.
Gomo medio de locución mas breve, podemos decir: intoxicación cáus-
tica, inflamatoria , narcótica , nervioso-inflamaloria , asfixiante y séptica.
Puesto que, además de las clases, hemos admitido subclases de vene-
nos, es lógico también que admitamos subclases de intoxicaciones, de-
signándolas de un modo análogo.
Intoxicación cáustica, destructora, astringente, disolvente.
Intoxicación inflamatoria, local, general, local y general á la vez, es-
pecial.
INTOXICACION NARCÓTICA
Intoxicación neuvioso-inflamatoria , con síntomas cerebrales de excita-
ción ó atóxicos, con insensibilidad y aplanamiento ó adinámicos.
Intoxicación asfixiante, tetánica, paralitica, anestésica.
Intoxicación séptica, por gases mefíticos, por animales ponzoñosos , por
humores virulentos , por sustancias orgánicas putrefactas.
Si el diagnóstico absoluto las comprende todas, si á todas las distingue
de las enfermedades comunes, el genérico no se refiere mas que á una
clase ó subclase para diferenciarlas entre sí. Y por lo mismo que las cla-
ses se dividen en subclases , claro está que el diagnóstico genérico puede
ser mas ó menos general, es decir, puede abrazar mas ó menos semejan-
zas y diferencias; más cuando versa sobre una clase , que cuando recae
sobre una subclase. De suerte, que lo que hemos dicho en cuanto á la
marcha del entendimiento en la formación de los juicios diagnósticos,
respecto del genérico, debe entenderse en el sentido de que no es única su
forma, como la del absoluto y el particular; según sea la división de cada
clase y hasta de la subclase , así será mas ó menos general el diagnóstico.
En la Toxicología general no nos ocuparemos más que en las intoxi-
caciones, por clases y subclases, guardando para la particular las par-
ticulares.
Añadiré que, al trazar el cuadro sintomático de cada intoxicación , no
haré mas que las debidas indicaciones, cuando se trate de subclases poco
determinadas, ó cuyas diferencias no sean de entidad.
Pasemos, pues, á tratar de cada intoxicación genérica.
A. Diagnóstico de la intoxicación cáustica.
Cuando los autores describen el cuadro de los síntomas propios de la
intoxicación , por los venenos irritantes, comprenden en él los pertene-
toxicoloüía. — 29
íHti —
, , A\ne MncnVos porque ellos no eslableceil esas diferencias. Más
entiles i los fSe séniarse que el cuadro-tipo de los síntomas produ-
ducidos por los irri (antes, ó por lo menos, su mayor parte, está sacado de
,0VeSrC¿U,Sefnecesario no confundir síntomas con síntomas. Que
l «venenos cáusticos los hacen desenvolver muy parecidos, idénticos á
ln de los irritantes , es una verdad inconcusa, que se deja por otra parte
concebir muy fácilmente. El veneno cáustico , por lo general , tiene re-
sultados de dos especies , ó dos formas de su acción , según la intensidad
de esta: una corrosiva , destructora , que es la que ejerce en la plenitud
de su actividad ; otra , inflamatoria , mas ó menos intensa y extensa , que
es la que hace desplegar en las cercanías del punto donde produce la ex-
citación , encogimiento , reblandecimiento ó escara ; puesto que en el
vivo no se verifica jamás ninguno de estos efectos destructores , sin infla-
marse los alrededores de la parte destruida por la acción del cáustico.
Otro tanto puede suceder según el tiempo que esté el cáustico en con-
tacto, ó la dilución que sufra ; puede limitarse á inflamar mas ó menos
intensamente.
De esto se sigue lógicamente que los síntomas propios de la intoxica-
ción por los venenos cáustico?, dejando por ahora las diferencias que
pueden presentar, según la subclase á que pertenezcan , deben ser ex-
puestos en dos formas separadas. Tanto mas cuanto que tienen cierta su-
cesión , y puede muy bien el facultativo ser llamado en uno y no en otro
de los casos.
Hay síntomas propios de la acción corrosiva y de la inflamatoria.
Los primeros son escozor vivo en la parte que el veneno toca , calor
intenso, dolor fuerte, cauterización, exceso ó perforación, flogosis, hin-
chazón, encogimientos, escaras, manchas negras ó amarillas en los la-
bios, lengua, paladar y fáuces atacadas por el cáustico, con deglución
difícil é imposible.
Los segundos son , inflamación de las partes circunvecinas de las ata-
cadas por el veneno, mas ó menos extensa é intensa, y los síntomas pro-
pios de la inflamación del órgano afectado. Igual cuadro hay en los pun-
tos que el veneno no destruye por estar poco tiempo en contacto, ó no
ejercer su acción cáustica debilitada por algo.
Si el veneno cáustico llega al estómago , además de los estragos que
produce en los labios, boca, fáuces, y comunmente en la laringe, dando
lugar á la asfixia, y á la necesidad de practicar la traqueo tomía , y por
último , á lo largo del esófago , se presentan dolores atroces en el epigas-
trio, que solo se calman cuando la cauterización es completa, porque
destruye los nervios, y no hay, por lo tanto , sensibilidad en la parte,
vómitos alimenticios, biliosos, mucosos, al principio, mas luego negruz-
cos y amarillos, sanguinolentos, con pedazos de mucosa , como seudo-
membranas , materias de naturaleza ácida ó aspecto jabonoso , acaso
simples conatos al vómito. , pero horrorosos , sin poder salir los materia-
les por coartación, ó el mal estado de las vías digestivas superiores. Si
se ha introducido por el recto ó alcanza las vías digestivas inferiores, hay
deyecciones análogas á los vómitos , y en uno y otro caso , síntomas in-
tensísimos de gastritis, de gastro enteritis, y como suele haber perfora-
ciones de las túnicas gástricas ó intestinales , síntomas igualmente inten-
sos de peritonitis con grande hinchazón del abdómen y una sensibilidad
exagerada en toda su extensión.
- m -
Los enfermos se revuelcan por el suelo entregados á la desesperación
mayor.
El pulso es pequeño y concentrado, el sudor frió, la piel crispada, la
cara horriblemente descompuesta, la inteligencia íntegra hasta el último
momento de existencia. El infeliz envenenado , presa de tormentos hor-
rorosos, pide vanamente socorro, y es testigo de su suplicio, mientras
haya un nervio que le comunique las impresiones y un átomo de vida
que se las consienta.
Tal es el cuadro general de síntomas que presentan los intoxicados
por los venenos cáusticos , verdaderamente tales ; cuadros que al ocupar-
nos particularmente de estos venenos especificarémos más, según sean,
ácidos, alcalinos ó salinos, y según cual sea cada uno de estos en la
toxicología especial.
Etiología de esta intoxicación cáustica. — Los venenos cáusticos que en pri-
mera línea figuran como causas de esta intoxicación son, la potasa , la
sosa , la barita, la cal, sólidas ó en disoluciones concentradas, el amo-
níaco líquido, los ácidos sulfúrico, nítrico , clorhídrico concentrados, el
nitrato de plata, de mercurio, cloruro antimónico, de zinc, etc., la
creosota , el fósforo y algunos otros.
Muchas sales metálicas de acción astringente pueden dar lugar á un
cuadro de síntomas análogos, menos los propios de la destrucción de los
tejidos, y otras que, en gran cantidad, disuelven los coágulos que for-
man en aquellos, no solo dan los propios de esta destrucción material y la
violenta inflamación local que producen , sino los generales debidos á la
absorción.
Como unas y otras se hacen mas notables por sus síntomas correspon-
dientes á la intoxicación inflamatoria , no dirémos nada mas de ellas en
esta parte.
B. Diagnóstico de la intoxicación inflamatoria.
La calificación de estos venenos ya indica la índoie de los síntomas que
caracterizan esta intoxicación ; son , en efecto , de la misma forma que
los de las flogosis comunes del tubo digestivo, sistema circulatorio y
nervioso , siempre por punto general mas intensas y de terminación mas
funesta por lo mismo.
Los que atañen al tubo digestivo , hé aquí cómo suelen presentarse:
sabor metálico, amargo, estíptico, ó azucarado, sequedad, ardor y
constricción en la boca, lengua, esófago, estómago c intestinos; sed
inextinguible, dolores en toda la extensión del canal intestinal, ó desde
el esófago hasla los intestinos, y principalmente en el estómago, náuseas,
vómitos dolorosos, tenaces, primero de las materias contenidas en dicha
entraña , luego biliosas y hasla pueden ser algo sanguinolentas, deyec-
ciones parecidas, con tenesmo ó sin él , meteorismo, hinchazón ab-
dominal.
Por lo que concierne á los órganos circulatorios , pulso pequeño , cer-
rado, frecuente, á menudo imperceptible, respiración embarazosa , ace-
lerada, hipo, calor intenso ó frío glacial, según la altura de la intoxi-
cación ó sus períodos, desfallecimientos, deliquios, asma, asfixia al fin
con amoratamiento de piel y uñas , como en los casos de cólera.
Por lo que mira , en fin , al sistema nervioso , se notan depravaciones
de las facultades intelectuales , descomposición súbita de la fisonomía,
— m —
, .. . w- i. vista risas sardónicas, convulsiones y contorsiones horrí-
péraíüB Oj i ^ fi^erzas 5 fajla de dominio sobre ellas, adinamia al íin,
“ !es », violento de la inflamación, los intoxicados caen , no pueden
tenerse en pió y 9Penas dan señales de vida;
En medio de ese trastorno general , en el que reina el carácter infla-
matorio , y del cual parece participar la economía entera , se suele notar
la de ciertos órganos y aparatos, según cual sea el veneno que haya pro-
vocado ese trastorno, siendo , ya los órganos génilo - urinarios , ya el co-
razón, ya los pulmones, ya la laringe , ya las glándulas salivales , ya el
cerebro, etc. , bien que estos relieves son ya mas bien caractéres parti-
culares de determinados venenos que de la clase en general.
Unas veces estos síntomas de inflamación son locales, en especial en la
vía por donde se han introducido, boca ó ano; otras mas bien generales,
ya debidos á la reacción ó al juego simpático de la afección local, ya á
la absorción de las sustancias tóxicas; otras lo uno y lo otro á la vez,
según sean también los venenos inflamatorios ingeridos.
Cuando tratemos de ellos en particular, ya descenderemos á todos esos
pormenores, acerca de los cuales en este cuadro genérico no podemos
decir nada más , como no nos salgamos del círculo sintético ó general
en que por ahora debemos encerrarnos.
En esta intoxicación hay que advertir una circunstancia , que , si bien
en rigor no falla en ninguna , en ella , sin embargo , tal vez es mas nota-
ble por la especie de antítesis que presenta. Puede decirse que tiene dos
períodos, de los cuales debemos hablar, porque hay autores que, olvi-
dando que esas dos formas sintomáticas no son mas que la expresión de
diferentes grados del mal, las califican de diferente modo y hasta las to-
man como base para clasificar los venenos ó tener por diferente su ac-
ción. Ya hemos visto que así discurre Tardieu, respecto de los hiposteni-
zantes de su clasificación.
En el primero, la flogosis se presenta con su verdadero carácter de
exaltación de funciones orgánicas y cerebrales. La reacción febril ofrece
todos sus caractéres de excitación , de exageración, de fuerza, al paso
que en el segundo período sucede todo lo contrario; hay una depresión
vital , porque el movimiento molecular característico de la vida y fun-
damento radical de ella y de todas sus manifestaciones está profunda-
mente atacado, ya en los tejidos, ya en la sangre, y ni esta ni aquellos
pueden seguir dando lugar á los fenómenos propios déla inflamación, que
en las flogosis ordinarias siguen su curso hasta la gangrena, la supura-
ción , la induración ó el reblandecimiento ; las funciones parece que es-
tán impedidas , como en efecto lo están ; así es que hay un pulso misera-
ble, irregular , intermitente, un frió intenso , glacial , particularmente
en las extremidades; la piel toma ese aspecto tan característico de la de
la gallina, la cara hipocrática, la voz apagada, calambres, espasmo,
insensibilidad, orinas suprimidas , sudor frió, viscoso, respiración anhe-
lante, hipocianosis y muerte en estado como asfítico.
Mas, fácil es comprender que este segundo período , expresión del
triunfo del mal, de la imposibilidad en que ha colocado el veneno á la
economía de ejercer sus funciones, va perdiendo el carácter propio de
los venenos de. esta clase, para confundirse con las terminaciones de
tpda intoxicación; porque es mas bien la fisonomía de la agonía de to-
dos , que la de los efectos fisiológicos mas inmediatos de la acción de
la sustancia venenosa. 9
*
- 453 -
Hé aquí por qué considero que no debe figurar como cuadro diagnós-
tico particular ese segundo período , bastando saber que á eso se viene á
parar, si el veneno inmola la víctima, siendo mas ó menos rápida la tran-
sición, según la cantidad activa del mismo, y por qué juzgo que van
mal fundados los toxicólogos italianos y con ellos Tardieu , que toman
ese período para establecer la clase de los venenos hipostenizantcs ; porto
cual , así como los demás toxicólogos tienen por irritantes inflamatorios
ó hiperesténicos los venenos de esta clase, fijándose en el primer período
de síntomas que producen , los rasorianos los consideran hiposténicos,
porque se fijan en el segundo. Los primeros van mas fundados , y más lo
estará todo toxicólogo que no tenga esos dos períodos por otra cosa que
por dos grados de una intoxicación inflamatoria , y que mire como mas
característico el primero que el segundo por las razones indicadas.
Etiología de la intoxicación inflamatoria. — Los venenos comprendidos en
esta clase son el fósforo disuelto, yodo, bromo, cloro, arsénico y sus
preparados ; los álcalis y ácidos no concentrados, no cáusticos , la mayor
parte de las sales metálicas, algunos gases, como el cloro, amoníaco,
ácido nitroso, hidrógeno arsenicado, etc. , ciertos ácidos vegetales, como
el oxálico, acético, tartárico, etc. ; una multitud de sustancias vegetales
ácres , vesicantes, drásticas, eméticas, afrodisíacas, como la creosota,
el aceite de crotontiglio, la resina de jalapa, la gomagutla, el euforbio, la
brionia, el ranúnculo, el torvisco, el arum caladium , etc., y algunos ani-
males, como las cantáridas, ciertas almejas , algunos peces y crustáceos.
C. Diagnóstico de la intoxicación narcótica.
Tratándose en esta intoxicación , como en las anteriores, de un cuadro
sintomático que reúna en un solo grupo los efectos del modo de obrar
de todos los venenos narcóticos, hé aquí los que debemos considerar
como propios de la intoxicación por esta clase de venenos.
Los narcóticos no inflaman órgano alguno, comunmente al menos ; los
síntomas son nerviosos, y reina en todos ellos, como dándoles carácter,
la postración, el aplanamiento. Así se ven en los envenenados por nar-
cóticos cierto aspecto estúpido; hay pesadez de cabeza, somnolencia,
vértigos, una especie de embriaguez, sopor ó estado apoplético, delirio
furioso ó alegre, dolores ligeros al principio, luego insoportables , gritos
plañideros, movimientos, convulsiones parciales ó generales, debilidad
y parálisis de los miembros, en especial inferiores, estado natural , dila-
tación ó contracción de la pupila , sensibilidad de todos los sentidos em-
botada , náuseas , á veces vómitos y picazón en la piel ; pulso fuerte,
lleno, frecuente, ó raro; respiración natural ó un poco acelerada , difi-
cultad de orinar, ó derrame de la orina.
Este cuadro de síntomas es el que se desenvuelve, cuando los narcóti-
cos obran introducidos en el estómago. Pero no hay grande diferencia
entre este y los que se presentan, cuando obran los narcóticos por otras
vías, en igualdad de circunstancias. Las diferencias son pocas y acci-
dentales.
Etiología de la intoxicación narcótica. — Los venenos que causan esta in-
toxicación son principalmente los siguientes : el opio y algunos principios
inmediatos alcaloideos que contiene, como la morfina, narcotina , codei-
na, paramorfina ó tebaina , meconina , narceina , seudo-morfina , y las
sales de estos alcaloideos , el láudano líquido , el beleño , la lechuga vi-
i
— m —
i íom'nj» el tejo , el ácido cianhídrico , el cianuro de potasio , el
rosa, la so • lmJenc[ras amargas, su aceite volátil ó esencial , la
SgKni la anilina, el haba del Calaban, etc.
D. Diagnóstico de la intoxicación nervioso inflamatoria.
Si hemos de guiarnos por los cuadros sintomáticos de los venenos com-
prendidos por los autores en su clase titulada narcótico-acres , nada mas
difícil que trazar uno general que los comprenda á todos.
Orfila ha hecho de ellos varios grupos por esta misma razón, y solo
respecto de los dos primeros ha trazado á grandes rasgos los síntomas
que los caracterizan ; respecto de los otros, no ha hecho mas que agru-
parlos ; V al hablar de cada uno, ha expuesto los síntomas que le son
propios. Sin embargo, tratándose en este párrafo del diagnóstico general,
siquiera reconozcamos que cada veneno de los llamados por los autores
narcótico-ácres tiene sus síntomas especiales y su fisonomía diagnóstica
particular ; hay entre todos cierta semejanza , ciertos rasgos comunes,
que justifican su inclusión en esta clase.
Separando el grupo segundo de Orfila, que es el de los estrícneos, y
colocado por nosotros entre los asfixiantes tetánicos y paralíticos, igual-
mente que el de los anestésicos , se ve que reina en los cuadros sintomá-
ticos una fisonomía inflamatoria mezclada con la nerviosa , ya con sín-
tomas de excitación, ya con los de colapso, aplanamiento y coma.
Estos rasgos comunes son los que los enlazan , los que los hacen colocar
en esta clase, y por lo tanto, los que permiten que demos de su diag-
nóstico una idea general.
Podemos decir, pues, que la intoxicación nervioso-inflamatoria se ca-
racteriza por los síntomas siguientes :
Agitación; gritos agudos; delirio mas ó menos alegre; movimientos
.convulsivos del rostro, mandíbulas y miembros; pupilas dilatadas ó con-
traídas, ó en el estado natural; pulso fuerte, frecuente , irregular ; dolo-
res mas ó menos agudos en el epigastrio y en diversas parles del abdó-
men ; náuseas , vómitos tenaces , deyecciones alvinas. Este es el estado
atáxico. En otros casos, en lugar de una grande agitación, se nota una
especie de embriaguez, un grande abatimiento, insensibilidad, temblor
general é insomnio. Este es el estado adinámico.
Como es de ver de lo expuesto, en dicho cuadro van comprendidas las
dos subclases de la clase cuarta.
Etiología de la intoxicación nervioso-inflamatoria. — Los venenos que Or-
fila comprende en este grupo , y á los cuales, en efecto , corresponde más,
son: la scilla ó cebolla albarrana, la enanta crocata, el acónito, la aconiti
na, el eléboro blanco , la veratrina y cebadillina , el cólchico , la colchici-
na, la belladona, la atropina, la datura, la daturina, la nicotina, el ta-
baco, su aceite empireumático , el extracto de nicociana, las diversas
especies de cicuta, la conicina , el laurel-rosa, la anagálida, la aristolo-
quia, la ruda, el ledum palustre, el marum verum y otras plantas, y el
cianuro de yodo.
Orfila traza el cuadro del segundo grupo de venenos narcótico-ácres,
3 ue corresponde á los asfixiantes tetánicos; por lo tanto, no hablarémos
e él aquí.
kl-a en se8u^a en un grupo, del upas antiar, del cólculo de Levante,
a picroxotina, del alcanfor, como si no los considerase iguales á los
- 455 —
del grupo segundo en cuanto á síntomas; pero los trata por igual cuando
habla de la medicación; de suerte que, tanto por esto como por otros ras-
gos sintomáticos bastante parecidos, tal vez podrían seguir formando
parte de dicho grupo, pues la diferencia mas notable es, que las convul-
siones no son tetánicas, sino clónicas, y que mas parece atacado el cere-
bro que la médula. .
Siguen luego los hongos venenosos y los líquidos espirituosos, con los
cuales van los anestésicos; tras estos el centeno atizonado y la cizaña ó el
joyo, concluyendo con algunas plantas olorosas.
Verdad es que, estudiados en detall cada uno de esos grupos, y mas
aun cada uno de los venenos que contienen, ofrecen diferencias; mas en
la totalidad de esos cuadros particulares es fácil notar lo que ya llevo di-
cho , síntomas inflamatorios por un lado, y por otro síntomas nerviosos,
por lo cual corresponden á la clase.
No siendo cáusticos , ni inflamatorios, ni narcóticos , ni asfixiantes , ni
sépticos francos, no pueden corresponder á ninguna clase mas que á los
nervioso-inflamatorios.
Si hay algunos que vesican, que cauterizan, que obran como cáusticos,
es una acción puramente local ; la intoxicación que producen se debe prin-
cipalmente á su absorción, á su acción sobre la sangre y otros órganos, una
vez absorbidos ; si hay algunos que narcotizan, es ya secundariamente;
otro tanto diremos de ios que producen la gangrena por la parálisis de la
circulación ; por último, si entre los hongos los hay sépticos, colocando
estos entre los de la sexta clase, los demás quedan bien en la clase cuarta.
Creo , pues, que podemos dar como cuadro general de los venenos de
esta clase el expuesto, guardando para la Toxicología particular las dife-
rencias, tanto de los grupos, como de cada uno de los venenos.
E. Diagnóstico de la intoxicación asfixiante.
Este diagnóstico es el de la asfixia; cuyos síntomas no describimos por
lo sabidos. Véase lo que hemos expuesto en el Tratado de Medicina legal.
Sin embargo, hay que advertir que, siquiera mueran por asfixia los in-
toxicados por los venenos de esta clase, ni presentan el verdadero cuadro
de la asfixia franca producida por un lazo estrangulador , el agua ó un
cuerpo sofocante , ni se efectúa del propio modo en todos los casos de la
intoxicación, según los venenos; por eso la hemos dividido en tres espe-
cies ó subclases.
En la intoxicación asfixiante tetánica, los venenos sobrexcitan los ner-
vios sensibles , y avivando primero esa sensibilidad ó de los cordones
posteriores de la médu'a, para quitarle al fin su impulso, se refleja su exci-
tación sobre los centros del movimiento voluntario y provoca en ellos
desórdenes, y la tiesura tetánica, la cual produce en los músculos de la
respiración la misma inmovilidad que en los demás; esa función se sus-
pende y el sugeto muere por ello.
En la intoxicación asfixiante paralítica , los nervios sensibles quedan
intactos , y son atacados los motores , cuyo impulso se extingue y sobre-
viene la parálisis del tórax , de los pulmones y la del corazón , á conse-
cuencia de lo cual se declara la asfixia. En otros casos no son los nervios
motores, sino la contractilidad muscular, la fibra muscular, la atacada,
y no hay tampoco movimientos; hay igualmente parálisis , y por lo tanto
asfixia, y hasta parálisis del corazón.
- 456 —
la intoxicación asfixiante anestésica , el oxígeno respi-
Por último , en el ven€no ; falta directamente la hematosis , y la
rado es consumí sedante> empezando por apagar la sensibilidad,
sangre ai tersa .4 fia todas las funciones anímicas, como la asfixia
lueg?ne azo agua <5 cuerpo sofocante.
p0F decir ' pues, que en todas esas subclases de intoxicación hay asfi-
■a míe es SU carácter común ; solo que, en los dos primeros, es por ce-
Xacion primitiva de los fenómenos mecánicos de la respiración, ora por-
nue los músculos se ponen tetánicos, ora porque se paralizan los nervios
motores, ora porque los músculos pierden esa contractilidad; y en la
tercera, la asfixia se efectúa por cesación primitiva de los fenómenos quí-
micos de la respiración.
Explicado el mecanismo, si es lícito hablar de esta suerte, de cada una
deesas tres asfixias, ó subclases de intoxicación asfixiante, veamos el
cuadro de síntomas que á cada una pertenece.
1.° Intoxicación asfixiante tetánica.
Los síntomas de esta intoxicación son de los mas característicos, fié
aquí su cuadro común :
Malestar general; agitación, contracción brusca de todos los múscu-
los del cuerpo, durante la cual se endereza el espinazo. Esta contracción
dura poco , la sigue una calma notable; á esta calma, un nuevo acceso
mas prolongado que el primero, durante el cual se acelera la respiración;
de repente cesa todo; la respiración es lenta, y el sugeto tiene el aspecto
de un asombrado; á poco de esto estalla otra contracción general y nuevo
enderezamiento del espinazo; los perros le levantan arrimando las patas
delanteras á las traseras, sumamente tiesas; la cabeza se echa hácia
atrás. La respiración es acelerada; las extremidades posteriores se ponen
tiesas é inmóviles; el pecho y la cabeza se levantan; cae el animal de ho-
cico, luego de lado , y á esta altura es el tétanos completo , el tórax está
inmóvil , la respiración suspensa. Las personas dan saltos con el cuerpo
en la cama, como por un resorte; en vano quieren volverse de lado, é in-
clinan los piés hácia dentro. El color violado de la lengua y las encías
anuncian la asfixia, la que dura poco, uno ó dos minutos, durante los
cuales los órganos de los sentidos y el cerebro continúan ejerciendo sus
funciones, á menos que la asfixia llegue al mayor grado, en cuyo caso
empieza á debilitarse la acción de dichos órganos. El acceso acaba con la
desaparición súbita del tétanos y el restablecimiento gradual de la respi-
ración. Luego viene otro ataque; las contracciones ya son mas violentas,
los sacudimientos convulsivos mas fuertes y semejantes á los que pro-
mueve una corriente galvánica dirigida á la médula espinal de un ani-
mal recien muerto. La inteligencia se pierde ; hay asfixia y convulsiones
de los músculos de la cara. Al fin del tercer acceso, por lo común, ó del
cuarto y quinto, mas raro, sobreviene la muerte, á los siete ú ocho mi-
nutos de la manifestación de los primeros accidentes, á veces mas tarde.
Uno de los síntomas mas notables de esta intoxicación es una irritabili-
dad tal, que el simple contacto , un leve ruido , pone envarado y tetánico
al sugeto.
de la intoxicación asfixiante tetánica. — Los venenos que produ-
^toxicación son los siguientes : la estricnina , la brucina, la nuez
gun otro6 halla ^an Anació, el upas tieuté, la falsa anguslura y al-
- 487 -
4.* Diagnóstico de la Intoxicación asfixiante paralitica.
Esta especie de intoxicación asfixiante Se reconoce por una parálisis
que se presenta con suma rapidez en todos los órganos del aparato loco-
motor, igualmente que en la parte muscular de la vida orgánica , si bien
al principio no deja de notarse en esta cierto temblor ó movimiento des-
ordenado. No hay dolores, ni agitación, ni convulsiones ; el sugeto se va
quedando inmóvil, no se sostiene; tras la parálisis de los miembros viene
la de los músculos torácicos, diafragma , y por último, el corazón, sínto-
mas de asfixia , á veces exoflalmía , gran dilatación de la pupila y al fin
una muerte tranquila.
Todo anuncia en esta forma de intoxicación una lesión profunda en los
centros nerviosos del movimiento voluntario é involuntario, quedando in-
tacta la sensibilidad y la inteligencia; la respiración y la circulación ce-
san por falta de movimiento; es una asfixia que empieza por cesación de
los fenómenos mecánicos de la respiración.
Si la cantidad del veneno es considerable , hay una especie de side-
ración en lo que sobreviene; la muerte es rapidísima. A veces la muerte
es aparente, y el animal ó el sugeto vuelve á la vida ; esto sucede cuando
la dósis no es tan fuerte.
En otras ocasiones no parece que sea el sistema nervioso destinado al
movimiento el afectado, sino el de la sensibilidad , y en otras ocasiones,
la contractilidad muscular ; los músculos se niegan á obedecer las excita-
ciones de los centros nerviosos del movimiento.
Etiología de la intoxicación asfixiante paralítica. — Los venenos que deter
minan esta intoxicación terrible, son: el curare, ticunas ó worora , pues
todos estos y otros nombres lleva este veneno americano, la curarina,
las sales del nuevo metal talio , la digital , la digitalina , el eléboro negro,
la antiaris toxicaría , el tanguino do Madagascar , el onage ó inea , y el
sulfocianuro de potasio. Estos últimos atacan mas la irritabilidad muscu-
lar, al paso que los primeros los nervios motores.
3.° Diagnóstico de la intoxicación asfixiante anestésica.
Esta intoxicación se caracteriza por los síntomas siguientes :
Si los gases anestésicos se aplican en gran cantidad , de modo que ex-
pulsen pronto todo el oxígeno del aire respirado, ó impidan su nueva
entrada, ó del todo la henaatosis, la muerte es rápida, y apenas hay sín-
tomas, como en todos los casos de asfixia momentánea. Apenas puede
notarse cierta excitación cerebral, y agitación exterior, y hay insensibili-
dad profunda, resolución muscular, pérdida de todas las facultades inte-
lectuales, al propio tiempo que se declara una perturbación en los latidos
cardíacos, y la respiración se suspende inmediatamente.
Si el veneno anestésico deja algún tiempo, se observan por lo común
tres períodos, como en la embriaguez producida por las bebidas alcohó-?
licas ó espirituosas.
En el primero, que es el mas breve, hay malestar, agitación, fatiga
pulmonal , tos, irritación de las vías respiratorias, sabor picante ó dulce
en las fauces, lengua, velo del paladar y faringe, ganas de vomitar,
y saliveo.
En el segundo, encendimiento de rostro, inyección de las conjuntivas,
lagrimeo , cefalalgia , vértigos , delirio ó una especie de ensueños .de
— 4 58 —
ideaá varias , según la edad , sexo y condiciones de los sugetos , gritos,
atolondramiento', ya llanto , ya risa sardónica , acaso convulsiones y á
veces tetánicas , palabras entrecortadas que espiran en los labios ; en una
palabra, un conjunto de síntomas muy parecido á este período de la em-
briaguez alcohólica.
Por último, á este estado de excitación sigue el de colapso ; hay pér-
dida de la sensibilidad cada vez mas profunda, resolución muscular, ren-
versamiento del globo ocular y de la lengua , aplanamiento completo,
falta de conciencia; la respiración, al principio acelerada, se va haciendo
cada vez mas lenta, latidos del corazón precipitados, pulso análogo que
va desapareciendo , palidez , facciones sin expresión , y al fin la muerte.
Esta dista siempre pocos minutos de la cesación de la respiración y de
los latidos cardíacos. Algunos autores creen que el renversamiento de
los globos oculares indica su proximidad.
Si la cantidad del anestésico no ha sido excesiva, ni prolongada su
aplicación, y el sugeto vuelve á respirar aire bueno, los síntomas del
tercer período desaparecen gradualmente ; vuelven los del segundo en
mayor ó menor escala , y finalmente los del tercero, quedando un mal-
estar general mas ó menos prolongado : el sugeto no recuerda nada de
lo que le ha sucedido.
Es de advertir que en estos cuadros debe verse la expresión de lo que
se ha observado en muchos, pues en cuanto á no pocos síntomas del pri-
mero y segundo período, que podemos llamar accidentales , se nota bas-
tante variación , según los sugetos. No sucede así respecto de los del ter-
cero; de suerte que lo verdaderamente patognomónico de la intoxicación
asfixiante anestésica consiste en los síntomas de asfixia por un lado, y
por otro, en la pérdida de la sensibilidad , movimiento é inteligencia.
Es necesario advertir también que semejante cuadro de síntomas se
presenta por igual en el fondo, siquiera ios anestésicos se introduzcan
por otras vías, aunque con las diferencias consiguientes á esta modifica-
ción por el lugar á que se apliquen , lo cual hace creer á los que no ad-
miten la teoría de llobin , por nosotros aceptada respecto de esos vene-
nos, que los anestésicos no obran impidiendo la hematosis, sino sobre
los lóbulos cerebrales, protuberancia anular y demás centros nerviosos,
á consecuencia de lo que se suspende la respiración , como si , introduci-
dos por otras vías los gases anestésicos en la masa de la sangre, no hicie-
sen lo mismo que por las vías pulmonales ; esto es apoderarse del oxí-
geno é impedir la sanguificacion.
Etiología de la intoxicación asfixiante anestésica. — Los venenos que pro-
ducen la intoxicación anestésica son : el éter, el cloroformo, el amileno,
el licor de los holandeses, el aceite de nafta, el sulfuro de carbono , el
cianógeno , el óxido de carbono , ácido carbónico , sulfhídrico , sulfhi-
drato amónico puros , y todos los gases y sustancias volátiles que no solo
expulsan el oxígeno respirado, sino que impiden la hematosis, ya combi-
nándose con él, ya volviendo ciertos principios inmediatos inoxigenables.
F. Diagnóstico de la intoxicación séptica.
La intoxicación séptica se caracteriza siempre por la tendencia gan-
grenosa y pútrida que tiene en todos los ca^os la alteración provocada
por los venenos de esta clase. La sangre se descompone , fermentando y
metamorfoseándose de una manera anormal , dando lugar á descomposi-
- 459 -
ciones de carácter pútrido durante la vida , y á una rapidez de putrefac-
ción del cadáver de los intoxicados.
Mas, á vueltas de este carácter común , qué es el mas general y el pro-
pio de la clase , hay los cuadros propios de cada subclase ; y como son
bastante diferentes , harémos con ellos una cosa análoga á lo que hemos
hecho respecto de los asfixiantes. Vamos á trazar el cuadro subgenérico
de cada una.
<.° Diagnóstico de la intoxicación séptica por gases mefíticos.
Los gases se hacen mefíticos por los miasmas ó partículas de materias
orgánicas putrefactas extremadamente divididas que se exhalan de aque-
llos; por eso son sépticos, porque, sin esos miasmas, no serian mas que
asfixiantes, anestésicos ó inflamatorios.
Según cual sea la cantidad y el tiempo empleado , el cuadro varia. Si
es mucha, la muerte es rápida, y por lo común no hay síntomas. Mas
por poco que el sugeto viva , hé aquí lo que suele presentar la intoxica-
ción que nos ocupa :
Malestar, ganas de vomitar, movimientos convulsivos de todo el cuer-
po , y principalmente del pecho y mandíbulas; piel fria, respiración lenta,
pero irregular, con entorpecimiento de pecho.
Siendo menor la cantidad de gas, ó por mas tiempo respirada, se
pierde el conocimiento, la sensibilidad, y el movimiento falta; frialdad
funeral, labios y cara amoratados, ojos cerrados, sin brillo, pupilas di-
atadas é inmóviles, espuma sanguinolenta que se escapa por la boca,
pulso pequeño y frecuente, latidos del corazón desordenados, tumul-
tuosos ; respiración corta, difícil , convulsiva; relajación muscular. A ve-
ces agitación mas ó menos viva.
Por último , hay á veces violentas contracciones musculares de poca
duración ; á las que reemplazan convulsiones y corvaduras del tronco
hácia atrás; hay dolores agudos, y los sugetos lanzan mugidos ó gemi-
dos profundos.
Durante la vida , pues, lo que mas descuella en la acción de esos ve-
nenos es mas bien la asfixia y la forma á veces tetánica , á veces anesté-
sica ; solo en el cadáver se nota su carácter séptico por la rapidez con
que se pudre. Como la intoxicación suele ser rápida, no hay por lo co-
mún ocasión de observar síntomas sépticos.
Etiología de la intoxicación séptica por gases mefíticos. — Los venenos que
producen esta intoxicación son : el ácido sulfhídrico, el sulfhidrato amó-
nico , el el sesqui-carbonato amónico y el ácido carbónico que se des-
prende de los lugares comunes, pozos de aguas inmundas, cloacas y
tumbas, ó lugares donde esté enterrado uno ó mas cadáveres. Los mias-
mas de las sustancias orgánicas putrefactas de que se impregnan dichos
gases, los vuelven sépticos.
2 0 Diagnóstico de la intoxicación séptica por los animales venenosos.
Esta intoxicación presenta siempre como síntoma patognomónico la mor-
dedura ó picadura del animal en una ó mas partes, según las veces que
este ha herido; la parte lisiada traumáticamente se hincha, se pone do-
lorosa , inflamada , lívida, negruzca ó amarilla , y da sangre alterada y
humor sanioso, según los casos; la tumefacción , el dolor y las mudan-
zas de color ganan todo el miembro á mas ó menos distancia ; el dolor se
- 460
hace sentir en las l egiones glandulares correspondientes y en otros órga-
nos; la coloración amarilla ó ictérica á veces gana toda la piel del
cuerpo.
Además de estos síntomas , hay otros mas generales ; hay dificultad de
respirar, pulso pequeño, frecuente, irregular, concentrado; sudores
trios v abundantes, vómitos biliosos , convulsivos , deyecciones , pertur-
bación de la vista y de las facultades intelectuales, alteración del rostro,
convulsiones, y al fin la muerte.
Etiología de la intoxicación por animales ponzoñosos. — Los animales que
producen esta intoxicación son principalmente los crótalos, víboras, las
culebras de cascabel , las nayas, el sapo, el escorpión, la tarántula , la
araña de las cuevas, la avispa , la abeja , ciertos moscardones, etc.
3.° Diagnóstico de la intoxicación séptica por humores virulentos.
Lo mas característico de esta intoxicación, que, ora se provoca con la
mordedura de los animales ó sugetos que la padecen , ora con la deposi-
ción de los humores virulentos, consiste en inocularse en la parte lisiada
ó con la que se ponen en contacto, y provocar en ella un movimiento
molecular fermentativo que da lugar, no solo á la formación en la misma
de vejigas, úlceras ó diversas formas morbosas, según los agentes, á
cuya aparición local se siguen otras en órganos mas ó menos distantes y
con diferentes síntomas, causando al fin la muerte , mas ó menos rápida,
según los casos, sino á la formación de un humor de igual naturaleza
que el que ha provocado la intoxicación.
Estas intoxicaciones son tenidas por enfermedades comunes, y no figu-
ran en las obras de toxicología , sin duda porque los virus no son instru-
mentos del crimen, y no intoxican, al menos algunos de ellos, con la
rapidez de los demás venenos. Mas ni lo uno ni lo otro basta para no te-
nerlos por venenos, y por intoxicaciones los estados que provocan, si-
quiera no se trate de ellos en toxicología. Una cosa igual sucede respecto
ae la intoxicación séptica por los animales ponzoñosos, pues tampoco son
instrumentos del crimen , ni suelen matar algunos de ellos , y sin embar-
go , no hay tratado de toxicología que en ellos no se ocupe.
Etiología de la intoxicación séptica por humores virulentos. —Los venenos
que producen esta intoxicación son los llamados virus; el rabífico, el
muermoso, el venéreo , el varioloso , etc.
4.® Diagnóstico de la intoxicación séptica por los alimentos y sustancias orgánicas en
putrefacción.
Como cuadro general de los síntomas desenvueltos después de haber
comido sustancias alimenticias con principios de putrefacción , en espe-
cial las morcillas ó embutidos , podemos consignar lo siguiente :
Dolor vivo y quemante en la región epigástrica á las veinte horas de
haber comido , vómitos de materias sanguinolentas , apetito conservado,
sed , deglución difícil ; las bebidas caen en el estómago como en un vaso
inerte , los alimentos sólidos no pasan del esófago; constipación tenaz ó
materias excretadas muy duras, como térrcas, la bilis no las tiñe, se-
creciones suspensas; aunque la orina es abundante, es difícil expelerla,
á veces hay diarrea, respiración embarazosa , no hay latidos de corazón,
síncopes frecuentes , pulso mas débil que en el estado normal , venas dei
cuello dilatadas y salientes, ojos fijos, párpados Inmóviles, pupilas ai-
- 461 -
Jaladas é inmóviles á la acción de la luz , vista doble , las facultades inte-
lectuales se conservan íntegras, en algunos casos el carácter es irascible,
y hasta el delirio furioso ; hidrofobia y vértigos ; tegumentos poco sensi-
bles , palmas de las manos y plantas de los piés duras y como coriáceas,
piel fria y seca.
Del tercero al octavo dia sobreviene la muerte , poniéndose el sugeto
demacradísimo , los testículos se atrofian , la respiración es cada vez mas
difícil, la voz se pierde, el pulso cesa, y después de ligeros movimien-
tos convulsivos , el sugeto espira , teniendo la conciencia de todo lo que
le está pasando.
Si no muere, la convalecencia es larga, hay exfoliación de las muco-
sas y síncopes frecuentes.
Si las sustancias putrefactas se inoculan con cortes de instrumentos
mojados ó impregnados de ellas, la herida se encona, se hace saniosa,
gangrenosa, hay tumefacción, coloraciones diversas, dolor en la parte
y en el miembro correspondiente , y van apareciendo los síntomas de las
afecciones lifóicasó pútridas parecidas á los de las demás infecciones.
Etiología de la intoxicación séptica por sustancias putrefactas. — Los venenos
que dan lugar á esta intoxicación son las morcillas y embutidos con prin-
cipios de putrefacción ; las carnes, leches pasadas, podridas, el pan en-
mohecido, las frutas averiadas, algunos hongos, la sangre, pus y otros
órganos y humores putrefactos, etc.
Tal es la exposición general que podemos hacer de los cuadros sinto-
máticos correspondientes á todas las intoxicaciones, ó lo que es lo mis-
mo, al diagnóstico absoluto y genérico mas ó menos general de todos
los casos morbosos provocados por los venenos de todas clases.
No podemos descender á mas pormenores, porque todo lo que dijése-
mos mas allá de lo expuesto seria ya propio de la toxicología particular.
Cuando estemos en ella, especificaremos más los cuadros, y serémos,
por lo tanto , mas exactos y terminantes.
No concluiremos , sin advertir que , en los cuadros que acabamos de
trazar, es necesario no ver la expresión absoluta de lo que cada clase de
venenos produce; porque si bien es cierto que esos conjuntos de síntomas
pertenecen realmente á la clase ó subclase correspondiente ó respectiva,
también lo es que no todos los síntomas de cada una se han observado en
todos los intoxicados, sino en diferentes , y de lo advertido en ellos se
ha formado el cuadro común de efectos posibles de la clase.
Las muchas causas que influyen en el modo de obrar de los venenos y
en los resultados de su acción , hacen que cada sugeto ofrezca , si cabe,
un cuadro particular de síntomas, el cual, sin que por eso deje de tener
su fisonomía general , tal vez se singulariza por la presencia de tal ó cual
síntoma , ó por la falta de este ó aquel otro.
Orfila, que es ciertamente un gran voto en la materia , dice estas ter-
minantes palabras, luego.de haber bosquejado el cuadro de síntomas de
los venenos irritantes.
«Es menester considerar la descripción que precede como el resúmen
de lo que se ha visto en los numerosos envenenamientos por los irritan-
tes, y no como la expresión de lo que se observa en cada caso par-
ticular.»
En otra parte de su mismo tratado discurre mas extensamente sobre lo
— 462
mismo ven igual sentido con aplicación á todas las intoxicaciones.
r,ianrfo nos ocupemos en la filosofía de la intoxicación y analicemos el
valor significativo de los sínlomas, desarrollarémos más esta impor-
^Por íln'rno , debemos consignar aquí igualmente que es aplicable á
cada intoxicación genérica y sub-genérica , lo que hemos dicho respecto
al diagnóstico absoluto en cuanto á la forma de intoxicación. Hemos to.
mado por tipo la aguda. La lenta no presenta ni tantos ni tan señalados
síntomas. Con mas razón podemos decirlo de la consecutiva , y respecto
de algunas ciases no la hay.
ARTÍCULO 11.
DEL PRONÓSTICO DE LA INTOXICACION.
No siempre que hay intoxicación ó envenenamiento ha muerto el su-
geto, cuando llega el facultativo; á menudo encuentra este al envenenado
con vida todavía , y en disposición , tal vez , de recibir los recursos del
arte , cuando no para salvarle , para que muera con menos tormentos
ó retardar la muerte. En todos estos casos, además del diagnóstico, hay
que formar el pronóstico de la intoxicación; y puesto que las intoxicacio-
nes no son iguales, puesto que ofrecen diferencias relativas, no solo á las
diversas clases de venenos , sino á las varias circunstancias que pueden
modificar su acción ; se hace indispensable que vayamos estudiando tam-
bién los diferentes pronósticos que pueden formarse según los casos. Po-
demos repetir lo que ya llevamos dicho, al empezar el artículo anterior
respecto del diagnóstico. Hay el pronóstico absoluto, el genérico y el
particular, y los formamos del propio modo. Conviene, pues, que siga-
mos una distribución , ó método igual al que hemos seguido en el estudio
del diagnóstico. Hablemos primero del pronóstico de la intoxicación en
general ó absoluto, luego del de cada clase de venenos ó genérico, de-
jando para la toxicología particular el relativo á cada veneno.
§ I. — Del pronóstico absoluto ó general de la intoxicación.
El pronóstico de toda intoxicación es siempre grave, porque el agente
que la provoca es enérgico, de acción rápida y profunda, y, ó no tiene
ocasión de obrar, ó por poca que se le deje, los trastornos que causa
son siempre de muchísima trascendencia. Venena , nisi oxidant , decía Za-
chías, reliquunt semper insignem aliquam moxam el morbos diuturnos (*).
Si la intoxicación es aguda , la gravedad del pronóstico es todavía ma-
yor por la rapidez del estrago. El infeliz envenenado toma una dósis
fuerte de veneno, este ha desplegado todo el lleno de su acción , y es
muy difícil dominarla. Cuando la intoxicación es lenta, puesto que es
producida con la reiteración de dósis de veneno, cada una de por sí insu-
ficiente para causar la muerte, el pronóstico es infinitamente menos grave,
porque por lo común basta impedir que esas dósis se reiteren, para que
la intoxicación desaparezca.
No sucede otro tanto con la intoxicación consecutiva: el pronóstico en
estos casos depende de la lesión que el veneno produjo, y tal puede ser,
t‘) Obra ciud» , Consil. XIII.
- m -
en efecto, que se columbre la sombra tétrica de la muerte, cuando no
cerca, en lontananza. Es decir, en suma, que el pronóstico de la intoxi-
cación es gravísimo en la intoxicación aguda ; éslo también , aunque me-
nos, en la consecutiva, y en la lenta, aunque grave, puede ser conso-
lador en la mayor parte de los casos.
Pero no debemos limitarnos á esta consideración tan general, para es-
tablecer el pronóstico de la intoxicación. Son tantas y tantas las circuns-
tancias, á que ha de atenerse el facultativo, para pronosticar en estos ca-
sos lamentables, que si nos contentáramos con esto, seria lo mismo que
si no hubiésemos dicho nada.
Para formar un pronóstico exacto y digno del médico en todo caso de
intoxicación, es menester atender á los puntos siguientes:
1. * A lo que atañe al veneno.
2. ° A las circunstancias del que le ha tomado.
3. # A la época en que es llamado el facultativo.
1. ° A lo que atañe el veneno. — Bajo este título abrazo todo lo que al ve-
neno se refiere ; no solo comprendo su naturaleza, esto es , si es simple
ó ácido, ó álcali, ú óxido, ó sal; soluble ó no soluble; su estado, su reino
y su carácter fisiológico, esto es, cáustico, inllamatorio, narcótico, ner-
vioso-inflamatorio, asfixiante ó séptico, sino si es enérgico ó pálido en su
acción ; si se ha dado en poca ó mucha cantidad ; con este ó aquel vehí-
culo; por esta ó aquella vía, si tiene ó no contraveneno, etc. Todo esto
ejerce su influencia en la formación del pronóstico. Es grave el pronós-
tico bajo este punto de vista, en igualdad de las demás circunstancias,
cuando de todas estas condiciones resulta mayor energía de acción, mas
rapidez, mas necesidad en la misma. Es menos grave el pronóstico,
cuando de todas esas condiciones resulte todo lo contrario. Me es impo-
sible fijar mas pormenores en este párrafo : en los siguientes lo haré.
2, ° A las circunstancias del que ha tomado el veneno. — liemos visto que
hay varias circunstancias personales , capaces de modificar la acción ve-
nenosa y los resultados de la misma. De consiguiente, es imposible for-
mar un buen pronóstico de la intoxicación , sin fijarnos en esas circuns-
tancias. La edad , el sexo, el temperamento, la idiosincrasia , el hábito,
todos los elementos, en una palabra, de la constitución, deben ser aten-
didos para pronosticar bien ó mal. El estado de plenitud ó vacuidad del
estómago del envenenado; si comió mucho ó poco; su facilidad ó dificul-
tad de vomitar; la moral de la víctima ó sea su ánimo, su presencia de
espíritu ó su temor; y por último, la naturaleza del acto que le ha cons-
tituido en tan deplorable situación. Es grave , en igualdao de las demás
circunstancias, la intoxicación en los niños y en los jóvenes; menos en
los viejos, cuya sensibilidad está casi embotada ; más en las mujeres que
en los hombres; más en unos temperamentos que en otros, según sea el
veneno; mas ó menos en ciertas disposiciones individuales dependientes
de la idiosincrasia; más cuando el habito no puede templar la energía de
acción ; más cuando el estómago estaba vacío, cuando ha permanecido el
veneno mucho tiempo en el estómago y es casi imposible el vómito; más
si el sugeto está aterrado á la vista de la muerte que ha clavado en él
sus garras; más si , en fin , el envenenado es un suicida que ha resuelto,
movido de desesperación , acabar con su existencia ; ó una víctima infe-
liz de un asesino tan aleve como villano, que le haya dado una bebida ó
algún plato emponzoñado. En estos casos, la cantidad del veneno es
siempre considerable, y ia energía del mismo garantida. Tanto el suicida
— 464 -
aJ nspsino no quieren dar el golpe en vago. Así las intoxicaciones
Preconocen por móvil el suicidio ó el asesinato suelen ser siempre mu-
que reco ves] „ue |as involuntarias ó debidas á algún error.
C q la época en que es llamado el facultativo.— Es evidente que , cual-
quiera que sea la intoxicación , hasta la menos mortífera , adquiere su
pronóstico gravedad á proporción de lo que se larda en llamar al facul-
tativo, ó lo que es lo mismo, en oponer á la acción mediata ó inmediata
del veneno sus correspondientes contravenenos y antídotos. Si, luego
después de ingerida ó aplicada la sustancia venenosa, es el envenenado
socorrido, en igualdad de circunstancias , puede muy bien neutralizarse
la acción del veneno y ser la víctima salvada. Cuando se acude pronto,
se puede conjurar el estrago, obrando directamente tal vez, ó por lo me-
nos en muchos casos, sobre el veneno mismo. Logrando esto, casi siem-
pre, por no decir siempre, puede salvarse el envenenado. Mas tarde ya,
aun cuando el veneno tenga contraveneno, no es ocasión de emplearle;
hay que dirigirse, en la medicación , contra los fenómenos patológicos , y
estos, tal vez, no cedan á la medicación que se les oponga.
Sin embargo, esa tardanza tiene un límite. Así como se hace muy
grave, mortal tal vez el pronóstico, cuando es llamado el facultativo, una
vez desplegados los síntomas de la intoxicación , una vez desenvueltos los
fenómenos patológicos que la caracterizan , acaso aun después de todo
esto sea posible pronosticar de un modo, reservado sí , pero susceptible
de algunas esperanzas. Cuanto mas tarda en morir un envenenado, mas
probabilidades hay de poder salvarle. Si después del primer ímpetu el
sugeto resiste , y aunque gravemente enfermo, pasa mas allá de los dias ú
horas en que suelen morir los intoxicados por el veneno que tomó, bien
se puede ser menos fatal, menos lúgubre en el pronóstico. Pero no nos
dejemos alucinar por engañosas apariencias; hay á veces una cesación
casi repentina de síntomas graves, lamas completa calma reina en el
envenenado, y se diría que ya está fuera de peligro: todo esto es falaz;
es la traición de la gangrena de los órganos principales, es el principio
de la resolución de fuerzas que luego sobreviene, y si no, notad la pe-
quenez, la miseria del pulso, su irregularidad , su temblor, ved como al
mismo tiempo que desaparece , se presenta el hipo y los demás signos de
una muerte cercana.
A esto puede reducirse el pronóstico general de la intoxicación.
§ II.— Del pronóstico genérico de la intoxicación.
A. Pronóstico de la intoxicación cáustica.
La intoxicación por los venenos cáusticos, ó es muy ligera, ó muy
grave. Si no afectan mas que la piel ú otro órgano poco importante, ni
intoxicación llega á haber; todo lo contrario sucede , si'es un órgano
interno y de los esenciales Yi la vida el punto de introducción ó aplica-
ción. Análogas diferencias pueden presentarse, según el estado de con-
centración del veneno. Muy concentrado, hay destrucciones forzosas , y
la extensión de estas decide de los resultados.
Una intoxicación cáustica , consumada con la firme voluntad de suici-
darse , es siempre gravísima , por no decir mortal. Por poco que se tarde
en socorrer al sugeto, la desorganización del tubo digestivo es completa
en su parte superior, y las perforaciones que se efectúan causan la muerte
en pocas horas.
- ¿66 -
Aun cuando se salve , por de pronto resta la intoxicación consecutiva,
que en estos casos es la mas grave. Reunidas todas las condiciones mas
favorables, todavía queda un pronóstico triste, porque transcurrirán mu-
chos meses de martirio y sufrimiento, y solo podrá salvarse el envene-
nado, resignándose á seguir con vigor y con constancia el plan dietético
que en su lugar trazarémos.
B. Pronóstico de la intoxicación inflamatoria.
Hemos dicho que los venenos inflamatorios causan inflamaciones en los
órganos mas ó menos esenciales de la vida. Todos sabemos qué pronós-
tico hay que formar de semejantes fenómenos patológicos. La gangrena
amenaza siempre. Pero las inflamaciones causadas por los venenos suelen
ser á veces de índole diferente de las causadas por otros agentes morbo-
sos. Una inflamación ordinaria no se desenvuelve sino en una constitu-
ción dispuesta á ella ; la inflamación tóxica se desarrolla en toda suerte
de constitución , mas ó menos, es cierto ; pero siempre se desarrolla; de
aquí es que por regla general siempre debe ser el pronóstico mas reser-
vado. Una inflamación en una constitución robusta puede ser atacada por
un plan antiflogístico enérgico; la constitución lo permite; en otra dete-
riorada ya ó empobrecida , la aparición de una flogosis es fatal. Bien es
verdad , que jamás se presentará en semejante constitución una flogosis
violenta; sin embargo, la que se ofrezca, tendrá todos los inconvenientes
que acabo de mencionar.
Entre los mismos venenos inflamatorios los hay cuyas intoxicaciones se
hacen mas graves. Los gaseosos, por ejemplo, y es á consecuencia , de-
jando aparte las demás circunstancias, de la rapidez de su acción. Las de
los minerales suelen serlo menos que las de los vegetales, porque se
prestan más á la acción de los contravenenos por su naturaleza química.
C. Pronóstico de la intoxicación narcótica.
Algunos venenos narcóticos tienen antídotos ; y tanto por esto , como
por no desenvolver principalmente en el organismo mas que síntomas de
inervación , ó asfixia, aun cuando estén en el lleno de su actividad mor-
tífera , pueden ser contrariados por un antídoto eficaz y por los recursos
medicinales. El pronóstico de esta intoxicación se hace grave por las de-
más circunstancias que en general aumentan el peligro ; mas por la natu-
raleza de la acción tóxica de los narcóticos, tal vez por lo mismo que des-
plegan una influencia catalítica antihematósica, son los que mejor pue-
den ser combatidos por algo que sobre esta misma catálisis se dirija en
un sentido contrario. Así veremos que con un cocimiento de café se disi-
pan á veces de un modo admirable los síntomas del narcotismo. Sin eni-
baigo, la dificultad mayor que siempre se encuentra en reanimar la vida
apagada que en moderarla con evacuaciones sanguíneas y otros medios
debilitantes, hace que se mire también la intoxicación por los narcóticos,
aun bajo este punto de vista, como muy grave, y en algunas de ellas
mortal por lo rápido de su acción.
D. Pronóstico de la intoxicación nervioso-inflamatoria.
De lo que hemos dicho con respecto al pronóstico de la inflamatoria y
narcótica , se colige ya lo que podrém os consignar por lo concerniente á
toxicologu.— 30
¡. nervioso-inflamatoria. Terribles venenos hay en esta clase , cuya ac-
Ln tan rápida como ejecutiva, deja á veces poco que esperar 6 prome-
£r Salidos la mayor parte, por no decir todos, del reino vegetal, ó no
¡^‘n contravenenos , ó no se conocen sus antídotos. Por otra parte, la
doble acción que ejercen, llena de dificultades la medicación que se les
ha de oponer ; la flogosis que provocan exige medios antiflogísticos •
11 nmm I oi vr/vc • loe nnr\ vn leí ai
el
aplanamiento, revulsivos; las convulsiones, antiespasmódicos; y cuánto
se perjudican entre sí estos tres órdenes de medicamentos; cuánto los
repugna el organismo á la vez , basta pensar en ello para comprenderlo
perfectamente. En términos, que bien podemos establecer que la intoxi-
cación por los venenos nervioso-inflamatorios es de pronóstico gravísimo.
E. Pronóstico de la intoxicación asfixiante .
Según cuál sea la subclase de los venenos que producen esta intoxica-
ción, varía el pronóstico de la misma; sin embargo, en las tres es terri-
ble por lo ejecutiva, por el poco tiempo que da para socorrer á los into-
xicados.
Ya que no por la violencia del veneno , por la prontitud con que se
muere, luego que se suspende definitivamente la respiración y los latidos
cardíacos; por poco que se tarde en socorrer al intoxicado, todo es inútil.
Aunque no sean anestésicos ejercen una acción tan enérgica, tan rá-
pida y tan superior á todo recurso , que casi siempre es mortal la into-
xicación.
1 ° Pronóstico de la intoxicación asfixiante tetánica.
Es terrible, porque obra á los pocos minutos de ingeridos los venenos,
y mata con rapidez como no sean socorridos los intoxicados, y aun cuando
lo sean , aun cuando pueda sostenerse artificialmente la respiración , hay
pocos recursos para combatir la acción tóxica ; lo mas que se logra es
retardar la muerte.
Sin embargo, si se nos llama algún tiempo después de envenenado el
sugeto y no ha muerto todavía, esto solo puede inspirar alguna esperanza
de salvarle.
2.° Pronóstico de la intoxicación asfixiante paralítica.
Igualmente rápida esta intoxicación que la anterior y más todavía , se-
gún los venenos que la producen , dejan poco tiempo de vida á los suge-
tos ; esto y la imposibilidad en que nos hallamos de combatir la acción
fulminante de esos tósigos , hará desesperados los casos, por poco consi-
derable que sea la cantidad tomada. Sosteniendo la respiración en los ca-
sos en que el veneno no se haya tomado en gran cantidad, todavía puede
esperarse algo.
3.° Pronóstico de la intoxicación asfixiante anestésica.
Es vario según los casos. Guando se ha respirado el anestésico en gran
cantidad y por algún tiempo , por lo común la muerte es rápida y supe-
rior á todo recurso. Mas si ha sucedido lo contrario, siquiera haya insen-
sibilidad profunda y aplanamiento completo, todavía se le puede salvar.
Todos saben lo que sucede á los cloroformizados; vuelven en sí es-
pontáneamente , en cuanto el aire que respiran puede arrojar el cloro-
formo y volver á seguir la hematosis.
- 467 -
Según ios grados, pues, de anestesia, así se podrá pronosticar. Si ya ha
habiao suspensión de respiración, y sobre todo de latidos cardíacos, y ha
transcurrido mas de seis minutos , ya no hay esperanzas de salvación.
Mientras respire y lata el corazón, hay esperanzas.
F. Pronóstico de la intoxicación séptica .
I.° Por gases.
Hemos visto que los venenos sépticos gaseosos matan casi de repente.
Cuando dejan de matar en el acto, acaso, según las circunstancias, puede
salvarse el sugeto. El ácido sulfhídrico tiene su contraveneno en el cloro.
Sacado el sugeto de la atmósfera que le emponzoñe, puede ser vuelto á la
vida con la atinada aplicación de los recursos que en su tiempo verémos.
2. ° Por animales ponzoñosos.
Cuando la intoxicación procede de la picadura de un animal ponzo-
ñoso , es de pronóstico grave ó ligero , según la clase del animal , el su-
geto mordido y la tardanza en ser socorrido. La cauterización de la parte
mordida suele conjurar el estrago. Los niños y las mujeres suelen expe-
rimentar mas daño á consecuencia de la mordedura de la víbora y del ás-
pid ó escorpión; la avispa, tarántula y arañas, es raro que acaben con
el sugeto, por poco que se le. asista debidamente. Las serpientes de otros
países, las de sonaja, por ejemplo, son mas terribles; sus mordeduras
dejan , por lo común , pocas esperanzas. Sin embargo , como tienen antí-
dotos, ó puede ser el veneno atacado tópicamente, la gravedad del pro-
nóstico dependerá principalmente de las circunstancias en que el sugeto
se encuentre, mas bien que de la acción fisiológica del veneno.
3. ° Por humores virulentos.
En cuanto á los intoxicados por humores virulentos, en algunos es ter-
rible el pronóstico , porque no se sabe cómo impedir el desarrollo del
mal. Siquiera se acuda pronto á neutralizar con cáusticos la parte lisiada,
no hay seguridad de que la intoxicación no se presente. Así sucede con
el virus rabífico y el muermo. Respecto de los demás , si se acude á
tiempo, la cauterización los destruye; y de no, hay específicos que com-
baten victoriosamente la intoxicación por aquellos producida.
4.° Por sustancias putrefactas.
Si la intoxicación es por las sustancias alimenticias averiadas, deja por
lo común pocas esperanzas; los sugetos son víctimas casi siempre , por no
decir siempre, con mas ó menos rapidez. Los que se salvan, tardan mu-
cho en recobrar completamente la salud.
Si la intoxicación se produce por inoculación de materias orgánicas
podridas, no es favorable el pronóstico, pues por lo común mueren los
sugetos de resultas de la descomposición que la sangre experimenta.
ARTÍCULO III.
DE LA ANATOMIA PATOLÓGICA DE LA INTOXICACION.
No es menos importante que el conocimiento del diagnóstico y pronós-
tico la anatomía patológica de la intoxicación. Las alteraciones que los
— 468 -
i ,-n dn p I organismo, completan el diagnóstico: bien puede
venenos produc • - ' ue se practica la autópsia, todo facultativo dis-
asegurarse qu a^rraar de un modo absoluto el carácter de la intoxi-
creto se gw -a¡ si je forma como perito en un caso práctico. ÍNo es
CatC1°í5ecir aue no puedan formarse diagnósticos bastante exactos, sin prac-
f>ar la autópsia. Esto seria un error grosero, tanto mas, cuanto que to-
dos los dias se hacen diagnósticos acertados de enfermedades difíciles
en personas que luego se curan de sus males. Lo que yo quiero decir es,
(iue en Jas intoxicaciones, generalmente hablando, no debe ni puede el
médico, y menos aun el módico forense, pronunciarse de un modo ter-
minante por tal ó cual intoxicación , hasta tanto que, además de los sín-
tomas , no se haya enterado del estado de los órganos por medio de la
autópsia; y aun con esto le falta otro requisito, como mas tarde veremos.
Conviene, pues, que demos á conocer el estado anatómico en el cual
quedan los órganos cuando la intoxicación ha terminado por la muerte.
Por la misma razón que el modo de obrar de los venenos es vario, y por
¡o que ya llevamos dicho al tratar de los caractéres de cada clase , hay
necesidad de que examinemos por partes este punto , como lo hemos he-
cho en los artículos anteriores.
g I.— De la anatomía patológica absoluta de la intoxicación.
Aquí no cabe, en rigor, la generalidad que hemos dedicado al diagnós-
tico y al pronóstico; no hay, propiamente hablando, un cuadro de altera-
ciones generales ó comunes, porque, según la clase de venenos que pro-
ducen las intoxicaciones, ó no hay alteración alguna, ó son diversas. Lo
mas que podremos decir es, que , según cuales sean los venenos , los ór-
ganos se encuentran sensiblemente en estado natural, ó bien alterados en
su color, volumen, consistencia é integridad, presentando flogosis, inyec-
ciones, arborizaciones, livideces, manchas, úlceras, escaras, perforacio-
nes, gangrena, encogimientos, reblandecimientos, induraciones, dege-
neraciones grasientas ó esleatosis, derrames, viscosidad ó fluidez de la
sangre , color de la misma rutilante , negro ó verdoso , etc. Bien se com-
prende que un bosquejo de esta suerte, tomado así tan generalmente, y
abrazando todos los casos, no es lo que basta ó conduce al perfecto cono-
cimiento de la anatomía patológica de la intoxicación. Es menester, pues,
que veamos sucesivamente qué clase de alteraciones presenta la intoxica-
ción, según la clase á que pertenezca el veneno.
g II.— De la anatomía patológica genérica de la intoxicación.
A. Anatomía patológica de la intoxicación cáustica.
La acción que los cáusticos ejercen destruye mas ó menos los teji-
dos, y deja por vestigios de la misma manchasr negras, cenicientas ó ama-
rillas en la cara, labios y conducto digestivo; escaras, encogimientos, le-
vantamiento de la mucosa, perforaciones, inyecciones intensas en las in-
mediaciones de las escaras, reblandecimientos y reducciones á papilla de
algunas partes. Todos estos estragos se encuentran mas notablemente en
la boca, faringe y esófago, que en el mismo estómago, porque como la
acción es instantánea por contacto, á proporción que pasan por dichos •
conductos los venenos cáusticos, ya los destruyen. Ocioso es decir que
si se introducen por otras vías, en estas se hallan dichas alteraciones.
- 469 -
B. Analomia patológica de la intoxicación inflamatoria.
Los autores describen estas alteraciones, tomando por tipo los resulta-
dos de la acción de los venenos cáusticos : nosotros no podremos seguir-
los en esta tarea, porque para nosotros, aunque tienen sus punios de con-
tacto los inflamatorios con los cáusticos , no son los mismos. Separemos,
pues, las alteraciones que son propias de los venenos cáusticos, y fijémo-
nos tan solamente en las que corresponden á los inflamatorios. Son las
siguientes :
La piel en algunos casos se presenta teñida y hasta negruzca.
La mucosa que tapiza el canal digestivo, desde los labios hasta el ano
muchas veces, por lo común hasta el duodeno , se presenta inflamada ó
con señales de que lo ha estado ; su color es vivo , de fuego ó de cereza,
ó rojo negruzco. Cuando el color es mas intenso, participa de la infla-
mación la túnica muscular y serosa. ílay además una infinidad de man-
chas negras, como escaras y zonas longitudinales, de un rojo oscuro, de-
pendientes de la extravasación de la sangre entre las túnicas y el corion
de la mucosa. A veces hay pequeñas perforaciones que se advierten mi-
rando las membranas al través. La mucosa, según la intensidad de la in-
flamación ó la naturaleza del caso , está engrosada ó reblandecida como
papilla. Muy á menudo es la mucosa del estómago la mas alterada; sin
embargo, no deja de estarlo con frecuencia la de la boca, y sobre todo la
del esófago y faringe.
Además de estas alteraciones , en el tubo digestivo se encuentran , se-
gún el veneno, los pulmones inflamados, de color rojo violeta; su tejido
está compacto , denso, menos crepitante que de ordinario, y contiene
bastante cantidad de sangre, cuando no de serosidad sanguinolenta.
Los ventrículos y aurículas del corazón suelen estar mas ó menos dis-
tendidos por la sangre, diversamente colorada, según la época á que se
abre el cadáver. Muchas veces la sangre está coagulada ya á las dos ho-
ras de la muerte, casi constantemente á las quince ó diez y ocho. Orilla
garantiza la exactitud de este hecho patológico contra la opinión de va-
rios autores , quienes opinan que la sangre está fluida , en especial si es
vegetal el veneno. La membrana que reviste los ventrículos y las aurícu-
las", las columnas carnosas y los pelotones de gordura contenidos en di-
chas cavidades , presenta, según los casos, vestigios de inflamaciones,
escaras, v hasta úlceras.
La mucosa de la vejiga urinaria suele también estar inflamada.
El cerebro y las meninges no presentan á menudo trazas de flogosis;
con todo, no es raro advertir cierta ingurgitación de los vasos que ser-
pentean por la superficie externa de esos órganos.
Una de las alteraciones recientemente observadas en ciertas intoxica-
ciones inflamatorias y en especial por la fosfórica, es la degeneración gra-
sienta ó esteatosis total ó parcial del hígado, riñones, corazón y músculos
fie la vida animal , igualmente que del epitelio de las glándulas del estó-
mago, al paso que no se observa en los demás órganos.
Él hígado, ligeramente aumentado de volumen, presenta un color
blanco amarillento, opaco, y examinado al microscopio su tejido, se ven
'a mayor parte de sus celdillas destruidas ó atrofiadas, observándose una
nasa granulosa y golas de grasa abundantes. Las celdillas epiteliales de
los túbulos de los riñones ofrecen una alteración análoga ; están también
desteñidas y reemplazadas por granulaciones adiposas. Las libras rnuseu-
- 470 -
. ban perdido su forma estriada, y en todos los puntos
lares del cora adyierte aglomeración de granulaciones en el interior del
del órgano múscllios dei ojo y miembros no presentan tanta degene-
miolema tambien la sufren. Cuando hablemos de la intoxicación fos-
fóC1 Ten particular, descenderémos á mas pormenores sobre esa notable
Generación grasienta ; así como cuando estudiemos los resultados pro-
ios de cada veneno en particular, veremos en qué casos están mas infla-
mados unos órganos que otros, cuándo lo está solo el tubo digestivo, y
cuándo este tubo y los pulmones, ó la vejiga, ó el corazón , ó el cerebro
y sus membranas.
C. Anatomía patológica de la intoxicación narcótica.
No son pocos los autores que dan á la intoxicación por los venenos nar-
cóticos ciertos caracteres relativos á las alteraciones anatómicas, muy dis-
tantes de ser exactos. Por de pronto, cuanto se haya dicho sobre señales
de flogosis en el tubo digestivo , no es cierto ; Orfila no las ha visto ja-
más; los síntomas tampoco son propios de ella: si alguna vez se ha po-
dido encontrar vestigios de flogosis, tal vez han sido debidos á la inges-
tión de sustancias irritantes para hacer vomitar ú oponerse á los efectos
del tósigo.
También suponen algunos que la sangre es líquida. Orfila la ha en-
contrado coagulada. Todo lo que se ha dicho sobre podrirse mas pronto
los cadáveres envenenados por los narcóticos , de manchas lívidas produ-
cidas por la mayor fluidez de la sangre, está igualmente destituido de
fundamento. Estos cadáveres ofrecen los fenómenos de la putrefacción ó
cadavéricos, como los demás, rápidos ó lentos, según las circunstancias
generales que influyen en el desarrollo ó marcha de esos fenómenos. Las
manchas lívidas , ó son hechos cadavéricos , ó producidas por la asfixia
que acompaña á esta intoxicación.
Los ojos entreabiertos , la pupila contraida ó cerrada, los gases en el
estómago é intestinos, son alteraciones insignificantes, porque se encuen-
tran también en otras intoxicaciones. En cuanto á la pupila , tan pronto
está natural, como contraida, como dilatada. Esto depende del estado en
que encontró la muerte el iris.
En general , puede afirmarse que la intoxicación por los venenos nar-
cóticos no ofrece alteración anatómica ninguna. Nada en el canal diges-
tivo, nada en el corazón , nada en la vejiga urinaria y demás visceras ab-
dominales. El estómago é intestinos están mas ó menos distendidos por
gases, fenómeno común, como hemos dicho, de otras intoxicaciones. La
sangre del corazón está coagulada. Si se aplican los narcóticos al exte-
rior, en una úlcera , en el dérmis, hay una ligera irritación, mas bien
producida á fuer de cuerpo extraño, que otra cosa.
Muy á menudo , sin embargo, los pulmones presentan alguna señal de
congestión ; se infartan de sangre ; se ponen lívidos , duros y menos cre-
pitantes; diríase que han sido sitio de una inflamación, ó mas bien que
han estado paralizados. Nótese, en efecto, que en la sintomatología de los
venenos narcóticos no hay síntomas de inflamación ó congestión pulmo-
nal. La respiración no es acelerada ; pero como los narcóticos apagan la
inervación, falta esta á los pulmones, y esto solo puede explicar cómo,
aun cuando no se afecte la respiración , en los últimos momentos de la
viaa a\ estancación de sangre en los pulmones : por esto están en la in-
- 471 -
toxicación narcótica ingurgitados, sin que haya perdido el tejido su elas-
ticidad, su crepitación y su consistencia.
También á veces se encuentran ingurgitaciones en los vasos venosos
del cerebro y sus membranas, tal vez dependientes de esa misma estanca-
ción de la sangre en los pulmones, ó de alguna flogosis que se desen-
vuelve durante el narcotismo.
De todas estas reflexiones se deduce claramente, que muchas veces, en
la intoxicación per los venenos narcóticos , no se encontrará alteración
anatómica ninguna ; y que , dado caso que las haya , residirán estas en
los pulmones , en el encéfalo ó sus membranas.
D. Anatomía patológica de la intoxicación nerv ¿oso-inflamatoria.
Relativamente á las alteraciones anatómicas que se encuentran en la
intoxicación por los venenos nervioso-inflamalorios , debemos hacer dis-
tinción de casos. Hemos dicho que hay venenos colocados entre los ner-
vioso-inflama torios por los autores , sin que nada tengan de irritante, y
otros que nada tienen de narcótico; por lo tanto las alteraciones anató-
micas que unos y otros produzcan deberán ser diferentes. Yo creo que
podremos expresar estas diferencias atendiendo los grupos de alteracio-
nes que pueden presentarse. Guando el veneno que ha producido la in-
toxicación reúne, en efecto, la acción narcótica á la irritante, se encon-
trarán en el cadáver alteraciones propias de la flogosis en el tubo diges-
tivo, análogas á las que hemos descrito; bajo este aspecto, entre los in-
flamatorios vegetales y los nervioso-inflamatorios, casi todos del reino
vegetal , hay mucha analogía ; los hay que hasta causan algunas ulcera-
ciones en el canal digestivo. El cerebro , los pulmones y la sangre se
presentan alterados, como lo hemos visto en los narcóticos. Estos son los
del primer grupo que hemos indicado al tratar de los síntomas.
Como en los síntomas y en el pronóstico , los demás venenos nervioso-
inflamatorios ofrecen dificultades en las alteraciones anatómicas para ser
exactos y claros en lo que acerca de ellas fijemos ; la falta reside en que
esa misma clase no está bien determinada por los autores como lo hemos
visto.
Guardemos , pues , para cuando tratemos de esos venenos en particu-
lar, descender á mas pormenores relativamente á las alteraciones de só-
lidos y líquidos que producen.
E. Anatomía patológica de la intoxicación asfixiante.
Como, fuera de los vestigios de asfixia, hay bastante diferencia , según
sean tetánicos, paralíticos ó anestésicos, contentémonos con decir que el
cuadro general de alteraciones anatómico-patológicas de esta, clase se re-
duce á los propios de la asfixia , á saber : manchas lívidas al exterior , tal
vez espuma en los labios, lengua saliente, encogida entre las arcadas
dentarias, invección en la base de la lengua, mucosa laríngea, traqueal y
bronquial de color tanto mas subido cuanto mas se avanza hácia las pe-
queñas ramificaciones , pulmones ingurgitados de sangre negra ó de color
subido según los venenos; cavidades derechas del corazón , venas cavas,
sistema venoso capilar, órganos muy vasculares, como el hígado y bazo,
llenos de’sangre, vacías las izquierdas y sistema arterial, etc.
Adviértase, sin embargo, que para que se observen estos vestigios,
— 47* —
.. menester <me el ataque no haya sido rudo , que se haya dado tiempo
f lfecnnomta para el juego funcional que esos vestigios exigen ; que haya
¡fin al so lenta, en fin, la cesación de la hematosis. Si es rápida, como
fulguran te , apenas hay ninguno de esos vestigios , no hay tiempo para
vueltas de esos vestigios de la pura asfixia , hay otros que son bas-
tante diferentes , según sea el veneno asfixiante, tetánico, paralítico ó
anestésico. Veamos, pues, los cuadros de las dos subclases que esta
clase comprende:
l.° Anatomía patológica de la intoxicación por los asfixiantes tetánicos.
Además de los vestigios propios de la asfixia , ofrecen los intoxicados
por los venenos de esta clase lesiones en el encéfalo y la médula sobre
iodo, la que se presenta inyectada y á veces reblandecida. En el tubo di-
gestivo y en otros órganos no hay señal alguna de flogosis.
2.° Anatomía patológica de la intoxicación asfixiante paralítica
En esta intoxicación , ora en los casos en que hay parálisis de los ner-
vios motores , ora en los que hay destrucción de la instabilidad muscu-
lar, no se ve vestigio alguno anatómico-patológico ; esos órganos se pre-
sentan al estado normal. Solo habrá ó podrá haber, por lo tanto, algunos
vestigios de la asfixia, á la que sucumbe el sugeto.
3.° Anatomía patológica de la intoxicación por los asfixiantas anestésicos.
Aunque puede variar según los anestésicos y vía por donde se intro-
ducen, podemos dar como cuadro general el siguiente, tomado de lo
que produce el éter y el cloroformo , que son los principales.
Los vestigios de la asfixia son notables, cuando la muerte se produce
pronto , bajo el influjo de gran cantidad del anestésico , y es largo tiem-
po aplicado. En los casos de anestesia quirúrgica que ha producido la
muerte, se ha encontrado :
Palidez de la cara y general de la piel ; dilatación de las pupilas; ren-
versamiento de la lengua y abatimiento de la epiglotis; pulmones con-
gestionados con mucha sangre de color rosado ó rojo oscuro; cortados
tienen un color rojo vivo inflamatorio ; á veces ingurgitación lobular que
hace desaparecer la crepitación ; no es raro algún desgarro como en las
apoplejías pulmonales, equimosis subpleurales ó manchas rojizas forma
das por infiltración de sangre de la pleura que tapiza la cisura de los ló-
bulos izquierdos ; enfisema pulmonal que aumenta el volúmen de los ló
bulos , á veces le hay subpleural ; no es raro que haya rotura de algu-
nas celdillas ; inyección de la mucosa de las vías respiratorias , en espe-
cial en los bronquios, alguna espuma en ellos; las cavidades derechas
del corazorf están llenas de sangre líquida de un color vivo ú oscuro con
algunos coágulos fibrinosos; las izquierdas tienen menos y con los mis-
mos caractéres físicos ; las venas y las principales arterias la contienen
igualmente; sin embargo, con diferencia, abundando en las primeras
como en la asfixia. El parénquima cerebral muy reblandecido, de con-
sistencia aceitosa, poco inyectado; ventrículos casi vacíos; pia-madre
con congestión; nada en los centros nerviosos; el hígadomuy lleno de
sangre con color oscuro. Los líquidos y sólidos despiden el olor del
anestésico , el cad&ver tarda en pudrirse.
•<
«
- 473 -
F. Anatomía patológica de la intoxicación pof los venenos sépticos.
i Gas«s mefíticos.
Las alteraciones anatómicas que en la intoxicación por los venenos
sépticos gaseosos se encuentran , se reducen ó que la sangre es negra y
líquida; los músculos están reblandecidos y son negruzcos, y hay vesti-
gios de asfixia y en ciertos casos inflamación de las vías aéreas.
2.° Animales ponzoñosos.
Las que presentan los envenenados por algún animal ponzoñoso se en-
cuentran en la parle mordida y en órganos distantes. Los de la parte mor-
dida consisten en hinchazón, endurecimiento y lividez, destrucción del
tejido celular; de la herida fluye un humor sanguinolento y negruzco;
las que se ven en otras partes ó en otros órganos son : manchas gangre-
nosas, flictenas , abscesos , alteración de la sangre , á lo largo del miem-
bro mordido , inflamación y gangrena del estómago , derrames serosos
en el cerebro y médula.
3." Virus.
Pasaremos por alto los vestigios que dejan los virus , tanto por la va-
riedad que cada uno presenta , como porque no han de formar el objeto
de nuestro estudio.
4.° Sustancias putrefactas.
Por último , las alteraciones que ocasionan las sustancias alimenticias
putrefactas, consisten en lo siguiente: músculos contraidos , tiesos, vien-
tre tenso y abultado , vestigios de inflamación en la faringe y esófago,
manchas inflamatorias gangrenosas , anchas como la mano, en el estó-
mago y cercanías del cárdias; á veces la mucosa se desprende fácilmente.
Los intestinos se presentan inflamados igualmente en diversos puntos, y
en algunos gangrenados. El hígado está penetrado de sangre , aunque no
siempre, pues no es raro verle sano; en una palabra , hay señales de in-
flamación gangrenosa en muchos órganos.
En los que sucumben después de una inoculación de materias putre-
factas , se hallan los vestigios de inflamaciones gangrenosas y abscesos
en los pulmones , hígado , etc.
Lo que hemos dicho de los síntomas es aplicable á las alteraciones ana-
tómicas. También debemos mirarlas como la expresión de lo que se ha
recogido en varios sugetos, y no como la necesaria colección de lo que
cada uno presenta.
A esto es lo que podemos reducir esta ojeada general sobre la patolo-
gía de la intoxicación ; en la toxicología particular descenderémos á mas
pormenores , tanto sobre la anatomía patológica , como sobre los demás
puntos que en este capítulo hemos comprendido.
RESUMEN DE LA PATOLOGIA DE LA INTOXICACION.
Se entiende por patología de la intoxicación aquella parte de la Toxi-
cologia general, que trata de la etiología, diagnóstico, pronóstico, y
anatomía patológica , relativos á las personas envenenadas.
— 474 —
La patología de la intoxicación no debe considerarse como la patolo-
gía general; así no lia de comprender todas las partes que esta comprende.
® La misma etiología queda reducida á la simple designación de los ve-
nenos, que son causa de cada clase de intoxicación.
El diagnóstico de la intoxicación es el estudio de los síntomas caracte-
rísticos de esta enfermedad especial y diferenciales de los propios de las
enfermedades ordinarias.
En todo caso de intoxicación se forman naturalmente tres diagnósti-
cos: uno absoluto , otro genérico ó clásico, y otro particular.
El diagnóstico absoluto , el mas abstracto ó general , es el que solo tiene
por objeto diferenciar, distinguir una intoxicación de cualquier otra en-
fermedad común , sin determinar cuál sea aquella.
El genérico , es el que tiene por objeto diferenciar una clase ó subclase
de intoxicación de otra, sin determinar el veneno que la haya producido.
El particular es el que tiene por objeto distinguir el veneno que ha
producido la intoxicación del caso.
Los dos primeros pertenecen á la Toxicología general ; el último á la
particular.
Siempre que hay intoxicación , esta se manifiesta por cierto número de
síntomas , los que pueden variar, según cual sea la clase de veneno y este
mismo; pero rara vez deja de presentar cierto tipo, cierta fisonomía, que
revela , ó por lo menos da lugar á sospechar desde luego la naturaleza
de los hechos.
El carácter común , ó la fisonomía de la enfermedad tóxica , no debe
buscarse en un cuadro de síntomas dados, porque no hay ninguno que
pertenezca á todas las intoxicaciones.
Tampoco debe formarse el diagnóstico absoluto , lo mismo que los de-
más, con otros datos que no sean síntomas ó caractéres peculiares de los
mismos.
El diagnóstico de la intoxicación no es lo mismo que el juicio que se
forma el médico-forense en un caso práctico de envenenamiento.
El primero solo se funda en los síntomas ; el segundo en estos , la au-
lópsia y las análisis químicas.
Hay lugar á sospechar ó pensar que un sugeto está intoxicado, cuando
en lo mas florido de su salud, ó en un estado conocido de la misma, se ve
de repente y sin causa morbosa común notable ó conocida , invadido de
malestar, de dolores atroces en el tubo digestivo ú otras partes, abulta -
miento del abdómen , vómitos de materias diversas , extrañas , negruz-
cas ó sanguinolentas, y deyecciones análogas, ó movimientos convulsi-
vos, ó parálisis, ó bien vértigos, delirio, estupor, aplanamiento, asfixia,
síncope, etc.; en una palabra, cuando se le presentan repentinamente
grandes trastornos funcionales de esta ó aquella índole , que se agravan
rápidamente y le producen la muerte en horas , por no decir cuartos de
hora ó minutos.
No todos los intoxicados presentan todos esos trastornos , porque va-
rían según las clases de venenos y estos.
El carácter cpmun gráfico y característico de la intoxicación es ese
tránsito brusco, violento é inmotivado de la salud á la enfermedad ; esa
súbita revolución de las funciones , ese desórden , esa destrucción que
termina generalmente en pocas horas con la muerte , sin que se vea nin-
guna causa morbosa conocida ó presunta que lo explique. ,
Lo que se acaba de indicar es mas propio de la intoxicación age da
— 475 —
pronta. En la lenta y consecutiva forma también el carácter común la
presentación de síntomas, y su marcha sin una causa natural á qué refe-
rirlos (art. I. § l).
Hay seis clases de intoxicaciones , y algunas de ellas divididas en sub-
clases.
Son la intoxicación cáustica , la inflamatoria, la narcótica, la nervioso-in-
flamatoria, la asfixiante y la séptica.
Cada una de estas, excepto la narcótica , tiene subclases , que son las
siguientes :
La cáustica se subdivide en destructora , astringente y disolvente.
La inflamatoria, en local, general , local y general á la vez, especial de cier-
tos aparatos.
La narcótica no ofrece diferencias bastantes.
La nervioso-inflamatoria se subdivide en atóxica , ó con síntomas ner-
viosos de exaltación , y en adinámica 6 con síntomas nerviosos de aplana-
miento.
La asfixiante se divide en tetánica , paralítica y anestésica.
La séptica, en fin , se subdivide en la provocada por gases mefíticos, por
humores de animales ponzoñosos, por virus, y por sustancias alimenticias ú
otras putrefactas.
Cada una de esas clases y subclases tiene su diagnóstico diferencial,
genérico <art. i, §U).
La intoxicación cáustica se caracteriza por estragos materiales en los
labios, lengua , fáuces, esófago y estómago, de color negruzco, blanque-
cino ó amarillento, impidiendo á veces la respiración por ellas ; ardor
quemante y dolor otras en todas esas partes, que solo se calman cuando
el cáustico cauteriza los nervios; vómitos alimenticios mucosos, biliosos
al principio, luego negruzcos, amarillentos, sanguinolentos con pedazos
de mucosa , de aspecto jabonoso ó reacción ácida ó alcalina , ó conatos
horrorosos al vómito; deyecciones de igual naturaleza , síntomas intensí-
simos de gastritis, gastro-enteritis é inflamación violentísima del perito-
neo, grande hinchazón abdominal; movimientos desordenados, no con-
vulsivos; pulso pequeño y concentrado, sudor frió, piel crispada, cara
descompuesta, é inteligencia íntegra hasta el último momento.
Los síntomas provocados por los astringentes no son los mismos que
acabamos de indicar, puesto que no hay destrucción de la trama de los
tejidos: los de los disolventes pueden producir algunos análogos á los
de los cáusticos destructores.
Los venenos que provocan esa intoxicación son la potasa, sosa, barita,
cal, sólidas, y sus disoluciones concentradas, la de los ácidos, minera-
les fuertes, sulfúrico, nítrico, clorhídrico, los cloruros de antimonio,
zinc; los nitratos de mercurio, plata; la creosota, el fósforo y otros
(artículo 1, § II, A).
La intoxicación inflamatoria se caracteriza por sabor estíptico, metá-
lico, amargo, sequedad , ardor, constricción en la boca y fáuces , sed
inextinguible, dolores en toda la extensión del tubo digestivo, ó del esó-
fago á los intestinos, náuseas, vómitos dolorosos, tenaces, primero de
lo contenido en el estómago, luego biliosos, y pueden ser algo sangui-
nolentos; deyecciones parecidas, con tenesmo ó sin éi; timpanitis; pulso
pequeño, cerrado, frecuente, imperceptible; respiración embarazosa,
acelerada, hipo; calor intenso ó frió glacial, según el período de la in-
toxicación; desfallecimiento, asma, amoratamiento de la piel, trastorno
- 476 —
i nr p1 pctual alteraciones en la sensibilidad , risa sardónica , convulsiones
v contorsiones horribles , al fin , adinamia y asfixia.
^ Según los venenos, hay síntomas de inflamación en ciertos aparatos,
genito urinario, corazón, pulmones, faringe, glándulas salivales, cere-
s’i, en vez de tomarlos por la boca, se introducen por otra vía, allí se
presentan síntomas de flogosis local.
Los venenos causantes de esta intoxicación son el fósforo, yodo,
bromo, arsénico y sus preparados; los álcalis y ácidos no cáusticos , pero
en disolución todavía concentrada ; la mayor parte de las sales metálicas;
algunos gases, como el cloro, amoníaco, ácido nitroso, hidrógeno arse-
nicado; ciertos ácidos vegetales, como el oxálico, el acético; muchas
sustancias vegetales acres, vesicantes , eméticas, drásticas, las cantári-
das , almejas , y algunos peces y crustáceos (art. I. § II, B).
La intoxicación narcótica se distingue por postración y aplanamiento
de la sensibilidad, inteligencia, sentimiento y movimiento, parálisis de
las extremidades inferiores, empezando por pesadez de cabeza, soño-
lencia , estupidez , como de beodo ó apoplético, vértigos , delirio furioso
ó alegre , dolores ligeros al principio, luego fuertes y profundos , gemi-
dos, convulsiones, parciales ó generales, náuseas, conatos al vómito,
picazón de la piel; pulso fuerte , lleno, frecuente ó raro; respiración
natural ó acelerada ; retención de orina ó derrame de ella.
Los venenos qug determinan esta intoxicación son el opio y sus princi-
pios y preparados, el láudano, el beleño, la lechuga virosa, la solanina,
el ácido cianhídrico, el cianuro de potasio, laurel-cerezo, aceite esen-
cial de almendras amargas, la nitro-glicerina , la anilina, etc. (art. I,
§ C).
La intoxicación nervioso -inflamatoria ofrece varios cuadros, según los
grupos de venenos que la determinan. La de la mayor parte se caracte-
riza por agitación , gritos agudos, delirio, movimientos convulsivos del
rostro, mandíbulas y músculos; pulso fuerte, frecuente, irregular; do-
lores agudos en el epigastrio y diferentes partes del abdómen ; náuseas,
vómitos tenaces y deyecciones alvinas. Es la forma atáxica ó de excitación.
Otras veces , en lugar de agitación , hay una especie de embriaguez
con estupidez ó abatimiento; insensibilidad, temblor general é insom-
nio; es la forma adinámica.
Además de estas dos formas, hay otras de conjunto sintomático vario,
pero en el que siempre se advierte, á vueltas de síntomas flogísticos, otros
nerviosos, mas parecidos á la asfixiante tetánica , pero presentando con-
vulsiones clónicas, y otros que producen localmente vesicación , etc.
Por la diversidad de cuadros, no es fácil trazar con exactitud alguno
que les sea común ; hay que particularizarlos , lo cual harémos en la se-
gunda parte.
Los venenos que provocan las dos primeras formas , son la escila , la
enanta crocata, el acónito, la aconitina, el eléboro blanco, la veratrina,
cebadillina, cólchico, colchicina, belladona, atropina, datura, datu-
rina , tabaco, nicotina , el aceite empireumático y el extracto de nico-
ciana, las cicutas, la conicina y otras.
Las demás formas son provocadas por el upas antiar, cólculo de Le-
vante , la picroxotina, los licores alcohólicos, el licor de ajenjos, el cen-
teno atizonado, el joyo temulento, ciertos hongos y otros (art. I, § II • U)-
La intoxicación asfixiante se caracteriza por los fenómenos de asfixia
-*nm
producida en unos casos por cesación primitiva de los fenómenos mecá-
nicos, y en otros por cesación primitiva de los fenómenos químicos de la
respiración: á la primera pertenecen la tetánica y paralítica; á la se-
gunda, la anestésica.
La asfixiante tetánica se distingue por una contracción rígida de todo el
cuerpo, con enderezamiento del espinazo é inclinación de la cabeza hácia
atrás; dificultad de hablar, deglutir y respirar, síntomas de asfixia, con
integridad de inteligencia ; al principio cesa el acceso, y se repite con
mas intensidad ; el sugeto da saltos en la cuma, como movido por un re-
sorte; estos accesos se repiten cuatro ó cinco veces, cada vez con mas
violencia, hasta que en uno de ellos muere como de repente. En los úl-
timos ya pierde el conocimiento. En los intervalos se queda como asom-
brado, y respira mejor. La sensibilidad está tan exaltada , que basta un
ligero ruido ó voz fuerte para precipitar el acceso. Si el sugeto se salva,
sufre por largo tiempo tiesura muscular.
Los venenos que determinan esta intoxicación , son la estricnina , la
nuez vómica , el haba de san Ignacio, el upas tieuté , la falsa angustura,
y algún otro.
La intoxicación asfixiante paralítica se caracteriza por una resolución
muscular ó inmovilidad general , aunque rápida , primero de los miem
bros, luego del cuerpo, del tórax , pulmones y corazón; y el sugeto
muere paralizado, á veces de un modo fulminante, sin dolores , gritos ni
convulsiones de ninguna especie. Si no es mucha la cantidad, recobra
su movilidad y su salud.
Los venenos causantes de esta forma son el curare, la curanina, las
sales de talio, la digital, la digitalina , el eléboro negro, el onaje ó inea,
y el sulfocianuro de potasio y otros.
La intoxicación anestésica presenta diferente aspecto, según sea la can-
tidad: si es mucha á la vez, apenas hay síntomas; la muerte es rápida,
porque la asfixia es instantánea. Tras cierta contracción cerebral y agita-
ción exterior, todo cesa, se perturban los latidos del corazón, y el su-
geto espira.
Si el anestésico no es tan abundante y obra por algún tiempo , hay por
lo común tres períodos como en la embriaguez.
1. * Es leve, malestar, agitación, fatiga pulmonal, tos, irritación de las
vías respiratorias, sabor dulce, náuseas, saliveo.
2. ° Encendimiento del rostro, inyección de las conjuntivas, lagrimeo,
cefalalgia, vértigos, delirio ó ensueños con ideas varias y alucinaciones,
á veces llanto ó risa sardónica, convulsión tetánica acaso, palabras entre-
cortadas.
3. ° Pérdida de todas las facultades anímicas, colapso, renversamiento
del globo ocular y de la lengua , respiración cada vez mas lenta, latidos
del corazón precipitados, luego débiles, el pulso desaparece y el sugeto
muere.
Si el anestésico no es bastante para matar, el intoxicado vuelve en sí
pasando por los mismos períodos al revés; del tercero al segundo, y de
este al primero.
Los venenos que provocan esta intoxicación, son: el éter, el cloro-
formo, el amileno, el licor de los holandeses, el aceite de nafta , el sul-
furo de carbono, el cianógeno, el óxido de carbono, etc. (art. I, § II, E).
La intoxicación séptica se distingue por la tendencia gangrenosa y la
descomposición humoral que reina en el cuadro de los síntomas.
— 478 —
La Dor los gases mefíticos de las letrinas y lugares inmundos , si estos
son en frran cantidad, asfixian y matan casi de repente.
Si el sugeto vive algún tiempo, hay náuseas, convulsiones del pecho y
mandíbula, piel fria, respiración lenta, pulso irregular.
Si la cantidad es menor, ó se respira por largo tiempo, hay los sínto-
mas de la asfixia, y además tumultos en la circulación, dificultad en los
movimientos respiratorios y movimientos convulsivos, que reemplazan á
contracciones musculares violentas de poca duración.
jLos venenos de esta clase son el ácido sulfhídrico y sulfhidrato amó-
nico, el sesqu icarbonato y ácido carbónico, mezclados con los miasmas
que se desprenden de los lugares inmundos.
La intoxicación por los animales ponzoñosos se caracteriza por la morde-
dura ó picadura en esta ó aquella parte exterior del cuerpo del sugeto,
la que está hinchada , dolorosa, de aspecto negruzco amarillento, con
humor sanioso, cambios de color é hinchazón en la piel de las inmedia-
ciones, ó todo el cuerpo , y síntomas generales, raspiracion difícil, pulso
pequeño, irregular, náuseas , vómitos , deyecciones, perturbación intelec-
tual, convulsiones y muerte.
Los animales que pueden causar esa intoxicación son los crótalos, cu-
lebra de sonaja, las nayas, la víbora, el sapo, el alacran, la tarántula,
araña de las cuevas, la abeja, etc.
La intoxicación séptica por humores virulentos se caracteriza por el cua-
dro de síntomas propios de la sífilis, de la viruela, rabia, muermo, etc.
El contacto con los humores procedentes de un sugeto que padezca
esas enfermedades, es el causante de esa intoxicación. '
Por último, la que provocan las sustancias alimenticias putrefactas ó el
contacto de materias podridas con la sangre, se reconoce por dolores vi-
vos y punzantes en el epigastrio, náuseas, vómitos, á veces sanguinolen-
tos, sed, deglución difícil, los líquidos caen por su peso en el estómago,
los sólidos no pasan ; constipación tenaz ó excrementos duros , tórreos,
secreciones suspensas, retención de orina, disnea, síncopes, venas dilata-
das, ojos salientes fijos, párpados inmóviles, inteligencia íntegra, otras
veces delirio, vértigos, hidrofobia, insensibilidad, piel fria y árida, muerte
á los tres ó cuatro días, con alguna convulsión y demacración del sugeto.
Si se restablece tarda mucho tiempo.
Las sustancias que causan esta intoxicación son morcillas mal prepa-
radas y otros alimentos averiados (art. I, § 11, F).
El pronóstico de la intoxicación es también absoluto , genérico y par-
ticular.
El pronóstico absoluto de la intoxicación es gravísimo siempre y muy
á menudo mortal, principalmente siendo aguda; en la lenta no lo es tanto;
en la consecutiva lo es por los estragos materiales que deja.
Para la formación del pronóstico absoluto hay que atender á tres cosas
principales : 1." á lo que atañe el veneno; 2.° á las circunstancias del que
le ha tomado; 3." el tiempo en que es llamado el facultativo.
Según cuál sea la naturaleza del veneno , su energía , su estado , su
cantidad, su solubilidad y demás propiepades físicas, su facilidad de ab-
sorción, la vía por donde entran, etc. , etc., el pronóstico será mas ó
menos grave.
Según las circunstancias en que se halle el sugeto , mas ó menos capa-
ces de modificar la acción del tósigo, varia también el pronóstico.
Entre esas circunstancias influye mucho si el caso es un accidente, un
- 47 (P—
homicidio ó un suicidio; en estos dos últimos casos es mas gráve; poique
por lo común toman gran cantidad de veneno.
Según la época en que es llamado el facultativo varia el pronóstico. Si
llega tarde , hay menos esperanzas; si llega pronto, se puede conjurar
la intoxicación. Sin embargo, si va muy tarde, y el sugeto no ha muerto,
siendo una intoxicación de suyo rápida, hay esperanzas (art. II, § I).
El pronóstico genérico tiene las mismas subdivisiones que el diag-
nóstico.
El de la intoxicación cáustica es terrible, casi siempre mortal , por el
destrozo material que producen los venenos cáusticos; aunque no maten
por de pronto, lo hacen á la larga, por el estado en que dejan las vías di-
gestivas (art. II, § II, A).
El pronóstico de la intoxicación inflamatoria , aunque siempre grave y
muy á menudo mortal , no lo es tanto como el de la cáustica. Hay mas
medios de combatirla y no destroza directamente los tejidos (art. II,
§ U, B).
El de la intoxicación narcótica, según los casos ; llegando á tiempo , no
tiene tanta gravedad, hay buenos antídotos contra ellos (art. II, § II, C).
El de la nervioso-inflamatoria es mas grave que el de la narcótica , por
la contrariedad de síntomas, lo ejecutivos que suelen ser, y los pocos re-
cursos que tiene el arte, por ser la clase menos conocida (art. II, § II, D).
El pronóstico de la intoxicación asfixiante es terrible y mortal por lo
común, por lo rápido de la acción de sus causantes.
El de la tetánica, por poco que se tarde, y si se ha dado en alguna can-
tidad, no tiene remedio.
En igual caso ó peor está la paralitica.
En cuanto á la anestésica, la muerte es casi instantánea, si la cantidad
del veneno es mucha y obra á la vez ; en el caso contrario, puede sal-
varse el sugeto, á veces se salva sin hacer nada (art. II, § II, E).
La intoxicación séptica es casi siempre mortal. La por los gases mefíti-
cos, por la rapidez con que obran; la de las de mordeduras ó picaduras de
animales , varía según sean estos. Es mortal las de la culebra de casca-
bel; las de la víbora no tanto; si no muerde mas que una vez, no hay mu-
cho veneno, y el sugeto es adulto, y se acude pronto á neutralizar el ve-
neno, no suele producir la muerte. Tampoco suele ser mortal la de los
demás animales, sapo, alacran, araña, tarántula, etc.
La de los virus varía según ellos. El muermo es terrible. Los otros se
curan por lo común.
La debida á las sustancias alimenticias putrefactas no suele tener cura-
ción (art. II, § II, f).
La anatomía patológica de la intoxicación no puede generalizarse como
el diagnóstico y pronóstico (art. III, § 1).
En la intoxicación cáustica hay mancnas cenicientas, negruzcas ó ama-
rillas en los labios , lengua , paladar , fáuces , esófago y estómago, si se
toma por esa vía, y si por el ano, en el recto é intestinos gruesos, esca-
ras, encogimientos, levantamiento de la mucosa, perforaciones, desgar-
ros , inyecciones é inflamación intensa hasta la gangrena y estácelo en
partes vecinas; reblandecimientos ó reducción á papilla de ciertas par-
tes (art. III, § II, A).
En la inflamatoria, en algunos casos, piel teñida y hasta negruzca; ves-
tigios de flogosis intensa en los sitios donde se ha aplicado el veneno; en
el tubo digestivo, todo lo mas agudo y enérgico de la gastritis y gastro-
-*Í80 —
u
pntpritis ■ manchas negras ó rojizas, zonas longitudinales de un rojo os-
niro extravasación sanguínea ; pequeñas pertoraciones que se ven mi-
rando al través las membranas ; mucosa engrosada ó reblandecida en el
estómago, esófago ó faringe. .
' £n Yertos casos hay inflamación en los pulmones ó en el corazón, ó en
el aparato génito-urinario, ó en el cerebro y sus membranas, ó la médula.
Según los venenos, en especial las preparaciones fosfóricas, hay dege-
neración grasicnta ó estealosis en el hígado, corazón, riñones y músculos;
suele haberla en el epitelio de las glándulas del estómago ; raras veces,
por no decir ninguna, se observa en los demás órganos (art. III, § II, B).
En la intoxicación narcótica suelen estar los órganos ilesos sensible-
mente ; un poco de congestión en los pulmones y cerebro es todo lo que
en ciertos casos se nota (art. III, § II, C).
En la intoxicación nervioso-inflamalona suelen encontrarse vestigios de
inflamación intensa y sus consecuencias, ya en el punto de aplicación del
veneno, ya en otras parles.
Hespeclo de esas alteraciones, reina la misma vaguedad que respecto
dei diagnóstico, por la dificultad de agruparlos.
Bajo ningún aspecto se puede hablar generalmente con exactitud de
esa ciase de venenos (art. III, § II, D).
En la intoxicación asfixiante, la anatomía patológica varía según las
subclases. En la tetánica, no hay por lo común alteraciones materiales; el
cerebro y la médula algunas veces ofrecen señales de viva flogosis ; hay
además los vestigios propios de la asfixia.
En la paralitica , fuera de estos , y poco pronunciados , tampoco se ob-
serva nada visible; los órganos se encuentran en estado normal.
En la anestésica hay los vestigios de la asfixia por sofocación; los pul-
mones congestionados tienen la sangre de color rosado ú oscuro , y si se
corlan, le presentan vivo; á veces ingurgitación lobular sin crepitación,
desgarros como en la apoplejía, y enfisema pulmonal ó subpleural, es-
puma en los bronquios, sangre líquida y de color vivo en las cavidades
derechas del corazón; parénquima cerebral reblandecido , pía mater con-
gestionada , hígado igualmente , centros nerviosos intactos , putrefacción
tardía (art. 111, § II, E).
Por último, en la séptica se presentan también diferencias, según los
causantes de ella.
En la producida por los gases , hay vestigios de asfixia , y además san-
gre negra y líquida , músculos reblandecidos y negruzcos, señales de in-
flamación de las vías aéreas.
En las intoxicaciones por mordedura de animal ponzoñoso , se ve en la
parte mordida la lesión , hinchada , endurecida , lívida , con un humor
sanguinolento y negruzco que fluye de ella, destrucción del tejido celu-
lar, manchas gangrenosas en otras partes, flictenas, abscesos, alteración
de la sangre á lo largo del miembro mordido , inflamación y gangrena
del estómago , derrames serosos en el cerebro y médula.
En los casos de intoxicación por sustancias putrefactas se nota múscu-
los contraidos , tiesos, vientre terso y abultado , vestigios de inflamación
en la faringe y esófago , manchas inflamatorias y gangrenosas anchas
en el estómago y vecindad del cárdias , á veces mucosa desprendida.
Igual estado en los. intestinos, vestigios de inflamación gangrenosa y abs-
cesos en varios órganos (art. III, § U, F).
- m -
CAPITULO III.
TERAPÉUTICA DE LA INTOXICACION.
Entiendo por terapéutica de la intoxicación aquella parte de la toxicolo-
gía general, que trata de los medios opuestos por el arte á la acción de los
venenos en la economía , y sus efectos, ó bien la que trata de los con-
travenenos , antídotos y medicaciones indicadas en los casos de intoxi-
cación y envenenamiento.
Comprendiendo en esta parte la profilaxis , esto es, los medios de pre-
caver las intoxicaciones, acaso debería entrar la indicación de esta mate-
ria en la definición segunda, para ser esta mas cabal. En este caso debe-
ría añadirse las palabras precauciones ó medios preventivos á las demás que
expresan las materias que la terapéutica de la intoxicación abraza.
Tal vez fuera mejor hacer de la profiláctica una parte de la toxicología
general, á lo que tiene tanto derecho como todas las demás. Pero no
hallando ninguna razón sólida para no considerarla como cierto aspecto
de la terapéutica , cuyo objeto viene á ser en el fondo el mismo, no me
ha parecido conveniente separarlas, y la incluyo en este capítulo como
parte de la terapéutica, teniéndola por esta misma , pero bajo el aspecto
profiláctico.
Esta parte de la toxicología da á la ciencia un carácter curativo , que
ensancha su perímetro, y la hace salir del reducido terreno de la medi-
cina legal ó forense. La misma puede servir de desengaño á los que
creen que la Toxicología no consiste mas que en trabajos químico analí-
ticos, para descubrir las sustancias venenosas , en los casos judiciales, ó
en los envenenamientos, á lo cual son conducidos, al ver que el afan,
caso exclusivo de los toxicólogos , es ocuparse en la perfección de las
análisis químicas.
La terapéutica de la intoxicación es tanto ó mas importante que la quí-
mica de la misma, y merece de los que cultivan la ciencia tanto ó mas
cuidado, observaciones y experimentos, que la necesidad de proporcio-
nar á los tribunales y á los jueces medios de descubrir, por medio de los
reactivos , la presencia del veneno en las sustancias procedentes ó no de
un sugeto intoxicado.
Y por lo mismo que la terapéutica es tan importante y que tan íntima
relación contrae con las demás partes de la toxicología , y en especial la
fisiología , hemos dado á esta y á las demás la extensión é importancia
que se ha visto y se verá.
Los casos de intoxicación no son siempre criminales, como lo hemos
indicado en la Introducción de este Compendio ; los hay, sin duda , mas
frecuentes debidos á un accidente involuntario , y no todas las personas
asi intoxicadas mueren , antes que el arte mida sus fuerzas con las del
veneno, para arrancarle las víctimas.
Esta circunstancia de cuantía hace que la terapéutica de la intoxica-
ción tome cada dia mas vuelo , y que ya se vayan ocupando en ella los
autores , con tanto ahinco é interés, como en la misma química.
Y no es precisamente respecto de los medios que podemos oponer á
la acción de los venenos, una vez ya desplegada en un sugeto ó inge-
rida en él la sustancia venenosa; sino también respecto de los medios
profilácticos, de los que tengan por objeto , no curar, sino precaver la
intoxicación. El melius est precaveré quam curare ha entrado ya en la toxi-
TGXICOLOG1A.— 31
— áS£ —
colegía , y ia terapéutica profiláctica va tomando tanto interés como ia
mSXTos. pues, por nuestra parte á esta laudabilísima tarea. Al
VaV p la terapéutica de la intoxicación , no solo comprenderemos en
Pila los contravenenos, los antídotos y los planes curativos ó medicado-
nps sino también los medios que pueden y deberían adoptarse para pre-
caver los casos accidentales y disminuir por lo menos la frecuencia de
los que provoca el crimen y el suicidio.
Dividamos, pues, la terapéutica de la intoxicación en dos partes: la
primera comprenderá la profilaxis, ó profiláctica ; la segunda la curación,
ó curativa.
PARTE PRIMERA.
De la profiláctica de la intoxicación.
Entendemos por profiláctica de la intoxicación la que se ocupa en los
medios de precaver las intoxicaciones accidentales ó involuntarias, y dis-
minuir la frecuencia de las voluntarias ó delincuentes.
He dicho que algunos autores se han ocupado en este importante asun-
to, y es así á la verdad. No lo hallareis en las obras de Toxicología y
Medicina legal, ni aun en las mas modernas. Galtier ha dedicado un
párrafo á este importante asunto, tocándole con suma ligereza. Oróla no
habla de ello. Entre los pocos puntos de Toxicología general con que em-
pieza y acaba su tratado , no se ve mas que el rellejo del incesante alan
que le preocupó siempre , la investigación del veneno por medio de las
análisis; la parte experimental relativa á la acción y ála análisis química.
Fcrreira Macedo Pinto guarda idéntico silencio.
En los tomos X y XIV délos Anales de Higiene pública y de Medicina legal,
hay dos artículos que tienen por objeto el asunto que nos ocupa.
Consiste el primero en un dictámen dado por Pelletier al Prefecto de
Paris (9 de febrero de 1833), acerca de una memoria escrita por M. B.,
con el objeto de prevenir las intoxicaciones accidentales y voluntarias.
Este dictámen es contrario á ios medios propuestos en la memoria , por
insuficientes y acaso perjudiciales, aumentando el mal que se trataba de
disminuir ; si bien aplaude , como no podia menos , el laudable intento
del autor (*).
El otro escrito es una memoria de Chevalier y J. Boys de Loury, la
cual consiste en ensayos sobre los medios que pueden usarse para ha-
cer menos frecuente el crimen del envenenamiento. Esta memoria es cu-
riosa , pero dista de haber resuelto la cuestión ; no alcanza todo su
importante objeto (2).
Las dificultades de este asunto no consisten principalmente en conocer
las circunstancias , bajo cuyo influjo se efectúan las intoxicaciones y los
envenenamientos, ni en indicar los medios conducentes para evitarlos ó
hacerlos menos frecuentes ; sino en la imposibilidad de poner muchos en
práctica , y en la de contener la codicia de los unos, la desidia de los
otros , la ignorancia de los más y las aviesas pasiones de no pocos. El
conjunto de estas circunstancias hará siempre de difícil aplicación cuanto
se invente y medite para impedir que lleguen á las manos de loscrimi-
- m -
nales las sustancias venenosas , y que otras causas hagan víctimas invo-
luntarias.
Sin embargo , en tan trascendental asunto , con tal que se logre dis-
minuir los casos de una y otra especie , ya será un bien inmenso para la
humanidad , y esto basta para que , á fuer de toxicólogos y amigos de
aquella , digamos aquí lo que se ha escogitado con tal objeto, y lo que
pudiera hacerse.
Y puesto que las intoxicaciones que se trata de prevenir son de dos
especies, voluntarias é involuntarias , tratemos de ellas bajo este punto
de vista, por separado ó de un modo sucesivo, empezando por las invo-
luntarias.
ARTÍCULO PRIMERO.
DE LOS MEDIOS DE PREVENIR LAS INTOXICACIONES INVOLUNTARIAS Ó
ACCIDENTALES.
Para proceder con algún órden 'en esta materia , veamos las circuns-
tancias, en que suelen sobrevenir las intoxicaciones accidentales.
Los casos ó circunstancias capaces de dar la muerte ó comprometer
fuertemente la salud , ingiriéndose una sustancia tóxica en la economía,
sin quererlo ni la víctima, ni nadie, son tan numerosas, que acaso no
sean susceptibles de un resúmen cabal y exacto. Sin embargo, creo que
pueden reducirse á las siguientes , ó serán por lo menos las mas fre-
cuentes :
1. ° Desprendimiento súbito y en gran cantidad de gases mefíticos de
los lugares comunes, pozos inmundos, alcantarillas, tumbas, etc.
2. ° Idem de gases en las fábricas de productos químicos, de hornos ó
lugares de combustión , de fermentación , etc.
3. ° Efluvios ó emanaciones de flores y frutos en los dormitorios.
4. ° Emanaciones de las cestas y banastas donde se trae y vende el
pescado.
5. ° Las de la esencia de trementina ó aguarras, empleada en la pintura
de las piezas , si se duerme en ellas , estando las puertas cerradas.
6. " Respiración de aire cargado de emanaciones metálicas.
7. ° Uso de bebidas conservadas en vasos ó utensilios de cobre, plomo
y otros metales dañinos, por los compuestos á que pueden dar lugar, di-
solviéndose estos en los caldos.
8. ° Uso de plantas nocivas que se toman por alimentos ó condimentos,
mezclándolas con otras sustancias alimenticias.
9. * Uso de sustancias alimenticias averiadas con principios de putre-
facción , enmohecidas ó falsificadas, con sustancias dañosas, por la codicia
de los vendedores.
10. Uso de frutas verdes ó podridas.
11. Uso de carnes procedentes de animales envenenados ó en-
fermos.
12. Comida de ciertos guisos recalentados varias veces en poco tiempo.
13. Dulces pintados con sustancias colorantes nocivas , ó de masas de
almendra alteradas , y uso de papeles colorados para envolverlos.
14. Empleo de medicamentos alterados por la nociva mezcla de los in-
gredientes ó factores de una receta, ó por descuidos, ya en el modo de
tomarlos por parte de los enfermos y los que los cuidan , ya por parte
del autor de la receta , ó del farmacéutico.
- m -
ÍJ5 Mezcla de sustancias inocentes cuando separadas, ó exceso de las
qUÍ6n°Effipleoede^coasméticos que pueden dar lugar á absorciones fu-
nestas.j^scuidos en el destino de ciertas sustancias envenenadas para
malar los ratones.
18 Descuidos en el uso del trigo encalado.
19. Errores relativos á polvos minerales.
20. Venta de cerillas fosfóricas.
21. Juguetes de niños, serpientes de Faraón.
i'i. Mordeduras de animales rabiosos.
lió aquí una porción de circunstancias, que dan á menudo lugar á in-
toxicaciones involuntarias, y aun no estamos seguros de haberlas incluido
todas; si bien , sean de la naturaleza que fueren , siempre se resumirán
en uno de estos cinco puntos.
1." Por una respiración viciada.
“2.° Por bebida ó comida alterada ó equivocada.
B.* Por una medicación errada.
4. " Por aplicaciones cosméticas.
5. * Por lesiones ó mordeduras ponzoñosas.
Indicado el mal, ya está indicada la precaución que exige para no ser
víctima de él.
La higiene pública se ocupa en todos estos hechos , y los medios de
prevenirlos. Seria entrar en el terreno de esta ciencia y dar á nuestro
libro una extensión que no puede tener, descender, en cuanto á medidas
privadas y públicas ó de gobierno, á pormenores relativos á cada uno de
Jos puntos que hemos indicado , como ocasionados á producir una into-
xicación mas ó menos terrible.
Hágase aplicación de lo que la higiene pública y privada enseña so-
bre cada uno de ellos, y estará indicada la profilaxis particular y guber-
nativa de esas intoxicaciones.
La mayor parte de las medidas que hay que tomar pertenecen al go-
bierno y á sus delegados en los diversos ramos de la administración ; y
no solo deben consistir esas medidas en vigilancia sobre los expendedores
de artículos de consumos , fabricación de ciertos productos y ciertos ra-
mos de limpieza , en disposiciones prohibitivas y penales , sino en me-
dios que destruyan la ignorancia de las gentes , á la que se deben no
pocos males de la especie que nos ocupa.
A. un gobierno ilustrado toca examinar detenidamente cada una de
estas circunstancias, y escogitar los medios de disminuir sus estragos;
ya haciendo modificar las prácticas viciosas de algunas industrias y ra-
mos públicos; ya persiguiendo la incuria délos vendedores de caldos;
ya castigando severamente la codicia de los que alteran los artículos co-
mestibles; ya procurando esparcir conocimientos fáciles sobre ciertas
plantas y polvos que tan á menudo se confunden con los sativos y medi-
cinales ; ya procurando , por medio de bandos , no solo prohibitivos y
penales , sino instructivos , prevenir las catástrofes que principalmente se
deben á la ignorancia del vulgo.
Dejando, pues , al gobierno y á los libros que tratan de la higiene pú-
blica y privada el cuidado de establecer las reglas necesarias y oportunas
para disminuir, en lo posible, las intoxicaciones involuntarias; vamos á
decir cuatro palabras sobre cada uno de los casos que acabamos deapun-
- 48?? -
tar como causantes de esas intoxicaciones, para que se acabe de com-
prender la importancia de este asunto.
1. ° Desprendimiento de gases mefíticos de los lugares inmundos.— Hemos
visto que son otros de los causantes de la intoxicación séptica. Respira-
dos en gran cantidad ó de un modo súbito , dan con frecuencia lugar á la
muerte. En Madrid, cuando había pozos inmundos, era frecuente esta in-
toxicación , cayendo ó bajando á ellos los poceros , antes de estar desin-
fectados. El descuido suele ser funesto en esos casos , y raros son los su-
getos que se salvan. Los poceros no deben bajar á los pozos hasta que
no estén desinfectados, y que respire en ellos libremente un perrito ó un
gato, y aun así es bueno que aquellos hagan uso del agua de cloro , ver-
tida alrededor. Lo que hemos dicho al hablar de la aesinfeccion de las
tumbas en las exhumaciones, es aplicable á esos casos (‘j.
2. ° Desprendimiento de gases en las fábricas de productos químicos, ele. —
Es también frecuente en ellas la intoxicación , cuando estallan los apara-
tos y se escapan súbitamente gases tóxicos. Nunca habrá bastante cui-
dado en evitar esos lances, procurando que los aparatos y utensilios se
hallen en buen estado, y que las operaciones se hagan como el arte reco-
mienda. La vigilancia debe ser mayor, siempre que se prepare algún
cuerpo fácil de inflamarse , detonar , etc. Recuerden lo que le sucedió al
desdichado Geelen y á tantos otros.
Las intoxicaciones por el tufo del carbón son también frecuentísimas.
Cuando el tufo de un brasero mal encendido, ó el humo de una chimenea
se esparce por un aposento , asfixian é intoxican , siquiera no esté com-
pletamente cerrado. En habiendo un 1 por 100 de óxido de carbono , ó
un 5 por 100 de ácido carbónico, ya se hace un ambiente venenoso.
Es igualmente peligroso y ocasión de intoxicaciones por el ácido car-
bónico , estar algún tiempo ó dormir donde haya lagares con mosto en
fermentación , y donde quiera que fermente alguna cosa.
3. ° Efluvios de flores y frutas en los dormitorios. — Aunque ya se va gene-
ralizando la convicción de que las flores dañan , si permanecen de noche
en un dormitorio, todavía son muchos los que ignoran hasta qué punto son
dañosas sus emanaciones, igualmente que el olor de ciertas frutas , como
de albaricoques , manzanas, membrillos , naranjas y otras. Son ya muchos
los casos en los que varios sugetos han sufrido una intoxicación parecida
á la anestésica, por haber dormido en un ambiente lleno de esos olores y
emanaciones.
M. Chevalier ha publicado, en los Anales de Higiene y Medicina legal,
2.a série, tomo XXIII, pág. 293 y siguientes, varios hechos que dejan
fuera de duda esa verdad , confirmando lo que ya consignaron en su Dic-
cionario de materia médica y terapéutica, Merat y de Lens.
Un oficial, de guarnición en Nilianah, en 1843, murió asfixiado por las
emanaciones del laurel-rosa, con cuyas ramas se hizo una alcoba. Lebario
ya había dado á conocer una catástrofe igual , dejando las flores de ese
arbusto en el dormitorio.
El doctor Larue de Barry refirió un caso acaecido, en setiembre de 1844,
en su propia persona. Había en la chimenea de un dormitorio un ramito
de flores de jazmín, y después de algunas horas de estar durmiendo,
despertó con una pesadilla espantosa, bañado en sudor, con viva cefalal-
gia, dolores en las articulaciones y miembros inferiores y malestar gene- (*)
(*) Tratado de Medicina legal , t, II, póg. 523.
— m —
ral Se levantó, echó las flores, abrió las ventanas y no se restableció del
todo hasta dos dias después. .
Una señora se hizo llenar de flores una gran jardinera que tema en su
gabinete- cerró las puertas délas ventanas para echar su siesta después de
haber almorzado; se durmió , y viendo su criada que el sueño de su se-
ñora se prolongaba demasiado, la llamó y la encontró asfixiada. La ven-
tilación de la pieza y otros cuidados la volvieron en sí.
La esposa de un rico comerciante de Rúan se intoxicó también con
varios ramilletes de flores, que puso en su dormitorio. Restablecida, le
quedaron dolores nerviosos por largo tiempo.
Otra señora de Lyon se durmió en un cuarto, por cuyo suelo acababa
de tender varias cajas de albaricoques destinados á hacer con ellos confi-
tura. Al dia siguiente su hijo fué á verla y llamó á su cuarto , y viendo
que no le contestaba, echó abajo la puerta, encontrando á su madre casi
muerta. El olor de los albaricoques la habia asfixiado.
Un dependiente de una tienda de comestibles se echó á dormir en un
cuarto lleno de naranjas y se asfixió también; su amo que le buscaba por
toda la casa, creyendo que no habia vuelto de una fiesta á donde le habia
dejado ir, le encontró en dicha pieza tendido sin conocimiento. Una san-
gría y otros cuidados le volvieron á la vida.
Por último , una señorita compró muchos membrillos y los puso en su
dormitorio; al cabo de algunas horas de estar durmiendo , quedó intoxi-
cada, y si no hubiesen entrado á socorrerla, se hubiera muerto.
Las manzanas, las camuesas pueden hacer otro tanto; su olor de cloro-
formo ya indica que algo de común tiene con él.
Es, por lo tanto, una grande indiscreción tener en su dormitorio flores
ó frutas olorosas, y estar mucho tiempo junto á ellas, en un lugar poco
ventilado. Esas emanaciones, ó bien se apoderan del oxígeno como un
anestésico, ó bien desalojan el aire que se respira.
4.° Emanaciones de cestos y banastas de pescado. — No es un secreto para
nadie que las emanaciones pútridas son dañosas; mas hay ocasiones en las
que no se sospechan. Así aconteció, según Deville, en dos casas de París,
donde estaban amontonadas muchas cestas, en las que se habia vendido
pescado, arrojando un olor ágrio particular que infestaba las habitaciones,
dando lugar á quejas de los vecinos. De unos noventa y dos habitantes en
esa casa murieron en poco tiempo muchos, en especial niños. Sucumbie-
ron la mayor parte á enteritis crónicas. Esa mortandad llegó á llamar la
atención de la autoridad , y se vió cuál era la causa : las emanaciones de
las cestas de pescado.
Con motivo de ese hecho, M. Chevalier recuerda que, en 1844, ya llamó
también la atención de la autoridad el mal olor de las cestas de pescado
en la pescadería, levantándose contra él todos los vecinos, dando eso lu-
gar á que se procediera á la limpieza de estas cestas por medio de gran-
des lavaduras con agua sola primero, luego con agua salada y con otra
que tenia 1 por 100 de cloruro de calcio.
Esas cestas están, después de algún tiempo de servicio, pringosas, lle-
nas de una materia negruzca que despide el olor de pescado podrido.
Con cuatro horas de maceracion de las cestas en agua común, esa mate-
ria se reblandece y se puede quitar fácilmente; pero las cestas no quedan
desinfectadas , hasta que se han lavado bien y cepillado con agua clo-
rurada varias veces.
No hay mas que pasar por los mercados, ó casas, donde se vende pes-
— 487 -
cado , para sentir ese olor nauseabundo de la pringue que deja en las
cestas, las cuales rara vez se lavan como debiera (*).
5. ° Emanaciones de la trementina ó cuartos recien pintados. — Por mucho
tiempo se ha creido que los dormitorios recien pintados al óleo, charo-
lados, etc., son dañosos, porque con la evaporación del aguarras ó aceite
de trementina que suele emplearse en esos casos, se exhala el plomo
del albayalde al estado miasmático, causando trastornos graves, y pu-
diendo intoxicar hasta mortalmente á los que duermen en esas piezas,
teniendo cerradas las puertas de ventanas ó balcones y las de entrada.
Experimentos y estudios hechos con mas cuidado, y dados á luz por
los Chevreul, Tardieu , Chevalier, Mialhe, Marchal de Calvi y Lecraire,
han puesto fuera de duda que el plomo no se volatiliza en esos casos, y
que la intoxicación se debe á los vapores del aceite esencial de tremen-
tina ó al aguarras empleada en la pintura de puertas y paredes de las ha-
bitaciones (2).
Las personas que duermen en piezas recien pintadas de esa suerte,
estando todo cerrado, ó con poca ventilación , sufren cefalalgia, vértigos;
se caen por una gran debilidad muscular ; hay grande ansiedad , desfa-
llecimientos, una especie de embriaguez á veces, sudores abundantes;
orina de olor de violetas, y en los casos mas graves , cólicos violentos,
estado álgido ó ciánico , sudor frió y postración profunda.
Todo eso puede evitarse : primero no haciendo uso del aguarras para la
pintura de puertas; y segundo, no durmiendo en las piezas recien pinta-
das, hasta que estén perfectamente secas.
6. ° Respiración de aire cargado de emanaciones metálicas.— Nadie ignora lo
que sucede en las minas de azogue y plomo y las graves enfermedades
que padecen los que trabajan en ellas. Es que en esas minas hay emana-
ciones mercuriales y saturninas; el mercurio y e! plomo se escapan al es-
tado miasmático.
Otro tanto sucede en muchas industrias en que se trabaja ciertos me-
tales ó se hace uso de ellos ; el polvillo da lugar á menudo á intoxicacio-
nes. El plomo, el cobre, el mercurio, el mismo zinc en deflagración, etc.,
provocan en los operarios de ciertas industrias accidentes graves , que
llaman ya la atención de los autores.
El arsénico es sabido que, entrando en la formación de colores verdes,
con los que se estampa el papel que luego adorna nuestros aposentos,
también en ciertas piezas bajas húmedas da lugar á accidentes, porque
se evapora , y el que respira por largo tiempo ese ambiente , se intoxica.
En Alemania se ha prohibido el uso de esos papeles para empapelar ha-
bitaciones.
M. Gmelin, en Alemania, habla de varios casos, en los que enfermaron
gravemente varias personas por respirar el aire de ciertas piezas tapiza-
das con papeles verdes que tenían arsénico. El olor nauseabundo que se
siente en ellas, ya puede advertir el peligro. .
Los papeles verdes que contengan arsenito de cobre no deberían em-
plearse en lugares húmedos, ni deberia permanecerse en ellos por mucho
tiempo, y menos dormirse en esos sitios.
7.* Bebidas ó caldos conservados en vasos de cobre, plomo, etc. — Es antiquí-
sima la nocion de que se hacen dañosos los utensilios de cobre y plomo
(*) Anales de Higiene y Medicina legal, t. XVI, pág. 822.
(») anafe* de H. P. y M. L.} t. XVI, pág. 443 y siguiente*.
W1W,. a contener bebidas. Ya llevamos dicho, en la historia del
para con^ei v en ,QS ,ibros de Moisés se habla de la prohibición
envenena osfi(Je > sin duda por el cardenillo que se forma v las in-
vitaciones á que este veneno daría lugar. Igualmente hemos’ hablado
del conocimiento que tenia Vitrubio de lo dañosas que podían ser las ca-
ñerías de plomo.
Las vasijas de cobre no estañadas, ó mal estañadas, son causa frecuente
de cólicos é intoxicaciones. En las fondas, cafés, botillerías , taber-
nas, etc., hay mucho descuido en la limpieza de las vasijas, y el cardenillo
que’ se forma en ellas, disolviéndose en los caldos, vino /aceite , vina-
gre, etc., intoxica las bebidas, y estas á los que las consumen.
En los Anales de Higiene pública y Medicina legal hay varios artículos que
tienen por objeto poner en evidencia los riesgos que se corren, valiéndose
de vasijas y utensilios de dichos metales para los usos de cocina y otros
domésticos.
M. A. Chevalier, redactor infatigable de dichos Anales, publicó en los
tomos L de la 1.a serie y I de la segunda , un escrito interesantísimo so-
bre los peligros del uso de las vasijas de plomo. En él demuestra que el
agua se vuelve dañosa en las vasijas y conductos de ese metal, apoyando
su aserción en un sin número de hechos y experimentos, y en los cólicos
saturninos sufridos en muchas ciudades , donde se bebe el agua que corre
por cañerías de plomo ó se guarda en reservorios de este metal.
Otro tanto demuestra respecto de las aguas salinas y gaseosas, y con
mas razón, puesto que si el agua común por el ácido carbónico y suífatos
ataca el plomo de las cañerías y vasijas , con mas razón han de hacerlo
las aguas salinas y gaseosas.
Otro tanto demuestra de los vinos, de la sidra, á los cuales fueron de-
bidos los numerosos accidentes observados en el público de Paris, en 1851
y 1852 , y que motivaron los estudios de M. Chevalier sobre las vasijas
do plomo ; de las aguas destiladas, de la cerveza, de los vinagres y jugos
vegetales, ácidos, líquidos clarificados , el tabaco y la sal común guarda-
dos en vasijas de esa materia.
De esta importante memoria, fundada en hechos de cólicos ó intoxica-
ciones y análisis químicas de las sustancias indicadas, en las que se ha
reconocido el plomo, después de haber circulado por cañerías de este me-
tal, ó permanecido en contacto con vasijas, ó elaboradas en utensilios del
mismo, demuestra hasta la última evidencia que deben proscribirse esas
cañerías, esas vasijas y esos utensilios respecto de todos los líquidos, cal-
dos , ó sustancias alimenticias de que hagan uso las personas, porque
resultan accidentes graves y verdaderas intoxicaciones involuntarias, có-
licos saturninos y parálisis, que se atribuyen á otras causas, cuando en
realidad no se deben mas que á la presencia del plomo , siquiera no esté
en gran cantidad, pues, como dice Rasori, ios casos mas notables de ac-
cidentes causados por el plomo, son en general aquellos^ en los que este
metal penetra en la economía en pequeña cantidad á la vez , pero de un
modo continuo.
ha continuación del uso de sustancias que, por el contacto con cañerías,
utensilios ó vasijas de plomo, se llevan parte de este metal -hasta que daña,
son intoxicaciones polidósicas.
• n?1ST»o Chevalier, en otro tomo de dichos Anales , tomo XIX , 2.a sé-
¿ ' P y siguientes, habla de los daños que pueden causar y cau-
uao las vasijas de vidriado ó barnizadas y trae algunos casos
- 489 —
de intoxicación producida por el plomo, ó preparados de este metal, que
entran en la composición del barniz de que se valen muchos fabricantes
de las vasijas de barro vidriado. Esta industria antiquísima está muy
atrasada, y convendría que no se permitiera vidriar ó barnizar las vasijas,
si no constase antes que en el barniz no entra , ni plomo , ni cobre, ni
otro metal dañino.
Habiéndose suscitado dudas sobre si es dañoso el zinc, que se emplea
en los tejados, cuyas aguas van á parar á algibes, y que sirven para re-
servónos de aguas, como en la marina , en los buques, y otros utensilios
para guardar caldos ó sustancias alimenticias sólidas, M. Fonsagrives
ha hecho un trabajo importante sobre este asunto, cuyo resúmen creo
conveniente indicar en este párrafo.
El uso del zinc para vasijas de uso domestico no es muy antiguo. A
mediados del siglo xvm se empezó á usar, á propuesta del doctor Morlo-
nin. Hoy dia es considerable el uso que se hace de ese metal , por su ba-
ratura y la facilidad con que se trabaja. Mas como haya sustancias que
atacan el zinc y puede dar lugar á accidentes mas ó menos graves , con-
viene averiguar lo que hay sobre este punto, acerca del cual no están
las opiniones todas de acuerdo. Los primeros informes dados en la Aca-
demia de Medicina de París , en 1742, y en el Instituto de Guylon-Mor-
veau , en 1812 , no fueron favorables al uso de los utensilios de zinc.
Los trabajos de Blandet , las investigaciones de Landouzy y Maumené,
los escritos de Boutigni de Evreux han dado al zinc una reputación fu-
nesta. Mas según Fonsagrives , los peligros se reducen, y son incontesta-
bles, al contacto con el zinc de sustancias que le atacan y disuelven,
como el ácido sulfúrico, acético, cítrico, málico, ó sustancias que los
contengan , puesto que esos ácidos , unidos á dicho metal , forman sales
peligrosas.
No sucede lo propio con el óxido de zinc y su carbonato, que es todo
lo que puede formarse con el agua potable , resultando de aquí que para
esta, como para todo lo que no da lugar á la formación de sales de zinc,
los vasos de este metal no tienen peligro alguno. En la marina se hace
uso, sin peligro, de las cajas de hierro chapeadas de zinc, con gran
ventaja , habiendo desaparecido los graves inconvenientes que tenían los
buques en sus viajes, para llevar agua potable y sana.
8. “ Uso de plantas nocivas tomadas como ensaladas , etc. — Cuando los que
cogen ciertas plantas capaces de confundirse con las sativas no las cono-
cen bien , pueden dar lugar á intoxicaciones graves. Mas de una vez se
han confundido las hojas de cicuta con plantas de ensalada ó condi-
mento. Pero lo que con mas frecuencia sucede es tomar hongos veneno-
sos por setas buenas. Es muy común intoxicarse familias enteras por
comer hongos venenosos. ¡Cuán ventajoso no fuera generalizar el cono-
cimiento de esas plantas, para evitar esas terribles equivocaciones! El
opúsculo de Emilio Boudier debería ser conocido de toaos. En las obras
que mas son leídas del pueblo, en los almanaques, etc., deberían inser-
tarse instrucciones de este género, para instruir á las gentes é impedir
que hicieran uso de plantas nocivas , creyéndolas buenas para comer.
9. ° Alimentos averiados, podridos. — Jamás será bastante el cuidado de
la administración para impedir que se vendan alimentos averiados ó que
han empezado á sufrir la putrefacción, puesto que son venenos de los
mas terribles , contra cuyos efectos tiene el arte pocos recursos. El pes-
cado, los escabeches averiados, las carnes, los embutidos con principio
— 490 —
i. nUtre facción , se hallan en este caso. Muy á menudo, la codicia los
vende á las gentes pobres, ó á los fondistas y casas que dan de comer al
núblico; y siquiera los cocineros disfracen esos alimentos condimentán-
dolos de suerte que engañen el paladar y el olfato, no dejan por eso de
producir accidentes graves, y has ¡a intoxicaciones intensas.
Tisot, en su Aviso al pueblo, habla de ocho personas que comieron pes-
cado podrido, y cinco de ellas murieron.
En la Gaceta de los hospitales de 1842, se leia un caso notable de into-
xicación por medio de carne averiada.
Olivier de Angers ha publicado varios artículos sobre este importante
punto, dando á conocer casos lamentables de intoxicación, provocados
por alimentos podridos ó con principios de putrefacción (l). Refiere pri-
mero algunos debidos á embutidos y jamones ahumados; luego varios
casos de pasteles hechos con jamón y de comidas ó guisos recalentados,
y por último habla de los alimentos de cerdo, y en especial del que llama
queso de cerdo ó de Italia.
Algunos de esos casos se refieren á comidas recalentadas, de las que
hablaremos luego, y los demás á carnes de cerdo, sobre cuyo agente ó
principio venenoso no han estado de acuerdo los autores, creyéndose al
fin que se debe á un ácido craso que se desenvuelve , llamado por Sala-
din, oxi-acético.
Tal vez muchos de esos casos, que en Alemania son muy numerosos
y frecuentes , puesto que Kerner ha recogido 135 desde 1793 á 1822 , y
el doctor Weis 29 , todos en el solo reino de Wurlemberg, pertenecen á
los que, en estos últimos tiempos, se ha descubierto deberse á los triqui-
nos , de los cuales hablaremos también mas larde.
De todos modos , débanse á la causa que se quiera los accidentes , ello
es cierto que hay peligro en comer carnes de cerdo poco ahumadas,
salchichas ó embutidos poco cargados de especias , y otros alimentos ave-
riados y enmohecidos.
El doctor Dehne ha publicado recientemente otros casos de intoxicacio-
nes debidas también á carnes de buey, caldos agrios, manteca ó grasa
rancia y pasteles ó asados de liebre. El primero pertenece á los casos de
comidas recalentadas , y el último caso es también un hecho debido á los
triquinos. Es esto mas probable que el haber muerto irritada la liebre,
como lo piensa el doctor Dehne. Los toros, en nuestras plazas , no mue-
ren muy calmosos que digamos, y sin embargo, la carne de toro se come
impunemente. Ya veremos que la triquinosis afecta también á los co-
nejos y liebres (2).
El pan , las patatas y otros alimentos enmohecidos llenos de criptóga-
mos, deben contarse también entre las sustancias averiadas capaces de
causar accidentes graves.
Ocioso es decir que á veces no es la putrefacción la que vuelve dañi-
nas ciertas sustancias, sino su fabricación, la mezcla con ellas de otras
dañosas, con que se disfraza la mala calidad de los alimentos y bebidas.
La leche, el chocolate, el vino, el pan , etc., sufren á menudo alteracio-
nes capaces de determinar accidentes funestos , por la infame codicia de
los vendedores de esos artículos , los cuales , á trueque de aumentar su
guíeme”0*** *** H^iene pública y Medicina legal, 1.a sério, t. LXXXVI11 , páginas *07 y SÍ*
(J) Analei de Higiene pública , 2.a série, t. XVII , páginas 453 y siguientes.
— 491 —
riqueza . no titubean en inmolar á su sórdida codicia al público, y hasta
á sus propios parroquianos.
10. Uso de frutas verdes ó podridas. — En caso análogo están las frutas
verdes y podridas que se venden por las calles y mercados. Las gentes po-
bres, ya de suyo mal alimentadas y con disposición á padecer, compran
esos deshechos , y luego sufren graves indigestiones, cólicos y verdade-
ras intoxicaciones, en no pocos casos.
11. Uso de carnes procedentes de animales envenenados ó enfermos. — Aquí
tenemos que hacernos cargo de hechos de diferente naturaleza; unos de-
bidos á verdaderas intoxicaciones, como son los que provienen de ani-
males envenenados y enfermos de afecciones virulentas, y otros que no
son intoxicaciones, y proceden de animales atacados de triquinosis. Ha-
blemos sucesivamente de esas dos especies de hechos, empezando por
las intoxicaciones producidas por el uso de carnes procedentes de anima-
les^muertos envenenados ó enfermos de afecciones virulentas.
Si hay ocasiones, en las que el uso de semejantes alimentos no tiene
consecuencias funestas , en otras las tiene ó puede tener muy graves,
y es necesario hacerlo saber á las gentes, y que entienda la administra-
ción cuáles son las unas y cuáles la's otras.
Los casos y observaciones , de que está la ciencia en posesión , de-
muestran que el uso de carnes procedentes de animales envenenados y
enfermos de ciertos males virulentos, ha sido fatal para las personas que
las han comido, sucediendo lo propio á ciertos animales.
La leche de una cabra que había bebido caldo cúprico, la carne y san-
gre de un cerdo que había comido trigo encalado, produjeron accidentes
graves. Otro tanto podemos decir de varios pescados y anguilas envene-
nadas con la coca del Levante, y de anguilas pescadas ó cogidas en
aguas cenagosas, donde se alimentan probablemente de animales muertos
y podridos. Unas perdices, encontradas muertas en el campo, después
de haber comido trigo encalado con arsénico, aunque los que las usaron
tiraron el tubo digestivo de esas aves, produjeron intoxicación.
El célebre médico legista inglés M. Taylor ha publicado, en el Times
(1862) , dos casos de dos señoras intoxicadas, por haber comido porción de
una perdiz del Canadá. En esas perdices, una de las cuales también in-
toxicó un gato que comió un poco de ella, no había vestigio alguno de
putrefacción. No dice el autor citado á qué se debe el envenenamiento ó
intoxicación , cuyo carácter predominante fué una gran postración de
fuerzas, insensibilidad, pulso pequeño, constricción en la garganta, etc.
Muchos gatos que se han comido ratones envenenados con arsénico,
han perecido igualmente envenenados por este metaloídeo. Perros que
han comido hígado y bazo de carneros sometidos á la acción del arsé-
nico, y muertos a los seis dias, han perecido intoxicados, al paso que
algunas personas pudieron comer impunemente la carne de otros , des-
pués de treinta y ocho dias de haber tomado arsénico aquellos animales.
Sin embargo, los animales muertos con flechas envenenadas con el cu-
rare no causan daños; los indios y americanos los comen de este modo,
y solo tienen la precaución de quitar la parte herida.
Respecto de los animales enfermos , todos los dias se ve comer impu-
nemente su carne, no solo cuando mueren de enfermedades comunes,
sino hasta de otras contagiosas.
Los carnívoros y omnívoros pueden comer sin consecuencias graves la
carne y ios líquidos segregados de animales muertos de rabia , muermo,
- 492 —
carbunclos, pústula maligna, tifus. Los herbívoros parece cfue no pue-
den comerla sin morir.
Los perros, las gallinas y los cerdos han podido comer dicha carne
cruda, sin experimentar nada desagradable.
Galiier dice que , en San Germán , trescientos caballos muertos de
muermo sirvieron de alimento para los pobres. Lo propio sucedió en W-
fort y en Alsacia con animales muertos de tifus. Renault cree que la coc-
ción” modifica los virus. El mismo dice que los cerdos y gallinas comen
impunemente las carnes de los animales muertos de muermo, carbunclo,
rabia, etc., y que el hombre puede comer de esos cerdos y esas aves sin
cuidado. El mismo asegura que se pueden comer las carnes v beber la
leche de animales muertos de enfermedades contagiosas. Galtier dice que
flammon refiere hechos en contra.
El doctor Duchesne ha publicado, en los Anales de Higiene j)úhlica y Me-
dicina legal (tomo XI , 2.a serie, pág. 03 y siguientes), un artículo sobre
la insalubridad de las aves y cerdos nutridos con carnes de animales
muertos de enfermedades contagiosas, donde, además de recordar por
vía de resúmen las opiniones de Renault, director de la escuela de Vete-
rinaria de Altor t , sobre la impunidad con que las aves y los cerdos co-
men de dichas carnes , y la inocuidad que hay para el hombre de comer
de esas aves y esos cerdos , y hasta de las carnes de aquellos , habla de
varios ensayos hechos en sí mismo y otras personas, con huevos y aves
tomadas de un establecimiento, en el que se nutrían gallinas , patos y
pavos, con los restos de los mataderos, de animales sanos y enfermos , y
en estado de putrefacción , si bien antes de darlos á los animales los co-
cían , sin haber notado otra cosa que alguna rapidez en podrirse las pollas
y los patos , mayor flacidez de carnes de estos , y un sabor fuerte y algo
repugnante; pero nada de intoxicación ni accidentes desagradables”; solo
opina que el uso prolongado de aves y cerdos alimentados con carnes pu-
trefactas podría producir algún daño.
Todo eso viene en confirmación de lo que llevo dicho. Con las transfor-
maciones que por un lado hace sufrir á las materias la digestión de los
animales, que se alimentan de sustancias putrefactas , y por otro la que
les da la cocción ó la ebullición ; se concibe cómo el hombre digiere esos
alimentos sin experimentar accidente alguno.
Esta importante cuestión , que puede hacer citar hechos contrarios y
favorables á entrambas opiniones , se resuelve , á mi modo de ver , de
una manera fácil y con casos que confirman mi teoría.
Yo considero peligroso y altamente expuesto comer la carne de los
animales envenenados, siempre que lo hayan sido por venenos minerales
ú orgánicos que no se destruyan en la organización del animal por ellos
envenenados. Hé aquí por qué hay tantos hechos de intoxicaciones de esta
especie , por haber comido carne de animales envenenados por el arsé-
nico. Este veneno no se destruye, y por lo tanto, cuando el sugeto ó el
animal come carne que le contenga , es como si les diesen alimentos en-
venenados. Otro tanto les sucederá siempre que el veneno sea metálico,
mineral y hasta orgánico , si no sufre descomposición , al pasar por la
economía del primer animal que mata.
. Si el veneno es orgánico y se descompone ó destruye al ser introdu-
cido en una organización , otra puede comer impunemente los restos de
la primera , porque el tósigo ya no existe.
utro tanto ha de poder suceder, si la cocción altera los venenos ; mu-
chos de ellos, en efecto, pueden ser destruidos por este medio, y por ío
tanto, nada tiene de extraño que no intoxiquen las sustancias alimenti-
cias procedentes de animales muertos envenenados.
Lo que digo de estos es aplicable á los muertos por enfermedad. Siem-
pre que esta no dé á los órganos un humor virulento eficaz, ó que los
trabajos culinarios y digestivos le alteren, dado caso que exista en los
alimentos ó carnes del animal muerto, no producirá ningún daño; las
funciones digestivas le reducirán á sustancias asimilables, y no habrá in-
toxicación. Véase lo que llevo dicho en la fisiología de la intoxicación res-
pecto del modo de obrar de los venenos , de su absorción y de las circuns-
tancias que modifican la acción tóxica , y se comprenderá fácilmente mi
doctrina.
En suma , pues , aunque siempre sea bueno evitar la comida de sustan-
cias procedentes de animales envenenados y enfermos ó muertos de en-
fermedad, en especial virulenta , podemos establecer que ese cuidado no
debe abandonarse en todos los casos, en los que el veneno sea mineral ú
orgánico, de los que no se destruyen, al pasar á la masa de la sangre de
la primera organización que inmolan.
Respecto de los casos no menos numerosos de personas, que se sienten
profundamente trastornadas en su salud , y que muy comunmente mue-
ren sin remedio, después de haber comido jamón , morcillas ó carnes de
cerdos enfermos ó atectados de triquinosis , aunque no sean verdaderas
intoxicaciones, se parecen tanto á estas , que no debemos dejar de decir
cuatro palabras sobre ese género de muerte.
De indicado antes , y aquí lo repito , que los cerdos y demás animales
atacados de triquinosis , no deben ser considerados como presas de un
veneno, ni venenosas sus carnes, y su sangre; porque esa enfermedad
se debe á la existencia de animales parásitos , de ia irichina spiralis,
análoga á las ascárides lumbricóides ; y así como estas no son venenos,
tampoco se han de tener por tal los triquinos.
Antes del descubrimiento de esos helmintos microscópicos, los acci-
dentes y muertes que producian se tomaban como afecciones tifóicas ó
reumáticas, ó bien como intoxicaciones debidas á un principio de putre-
facción de los embutidos ó morcillas y de los jamones poco ahumados,
mal preparados, ó poco cargados de especias. Ya hemos dicho mas arriba
que los autores no se habían puesto de acuerdo, acerca del verdadero
principio venenoso, que, á su creer, se desplegaba en esos alimentos;
unos le tenian por alcalino , otros por ácido, y no pocos iban en busca de
criptógamos , de hongos microscópicos , para explicarse los accidentes y
la muerte de las personas que hacían uso alimenticio de esas sustancias
así averiadas.
No diré que todos los casos de esa especie se deban á la presencia de
los triquinos; mas comparando el cuadro sintomático de esos casos con
los que luego se han observado, aescubierta ya la triquinosis, hay gran
fundamento para opinar, que , por lo menos, muchos de esos casos teni-
dos antes no solo por tifus y afecciones reumáticas, sino por intoxica-
ciones sépticas, no fueran nada de eso, sino casos de triquinosis.
Doy dia no puede dudarse que la triquina spiralis es á menudo causa
de esos accidentes y muertes, ya individuales, ya colectivos, causados
principalmente por la carne de cerdo , sin que por eso dejen de causarlos
la de buey, vaca, carnero, conejos y aves. Desde el descubrimiento de
Redi y Malpigio , de los excelentes trabajos de Goese , y de las observa-
— 494 —
.nnps sobre todo de Hilloik , Raget Owen , Van-tíeneden , Kuchenmeis-
f • I euekart y otros, por los cuales es ya generalmente conocido el císti-
co que produce esa especie de lepra del cerdo y que le vuelve tan pe-
fvroso para el hombre, en el cual no solo es causa común de la ténia
conforme opina A. Delpech, y lo funda de un modo sólido en hechos
elocuentísimos, sino la invasión de larvas y parásitos que se derraman
por todo su cuerpo ; muchos de los casos tenidos antes por intoxicaciones,
han dejado de serlo, y se explican perfectamente por la introducción en
el cuerpo humano de esos animales parásitos microscópicos.
Sin embargo, siquiera no sean intoxicaciones los accidentes y muertes
á veces rápidas que producen los triquinos, puesto que no son agentes
que se combinan con los principios inmediatos de la economía, ni obran
químicamente, como los venenos; dejando para la filosofía de la intoxica-
ción hablar de ellos mas extensamente, diremos aquí que la causa ó cir-
cunstancia principal y mas originaria de esos accidentes, es hacer uso de
la carne ó alimentos de cerdo , vaca, etc. , al estado crudo; por eso los
jamones y ciertos embutidos no cocidos , el queso de Italia y otros ali-
mentos por el estilo son los que determinan esos accidentes. Delpech ob-
serva con mucho acierto que la tenia, que se considera como un desen-
volvimiento ulterior de la triquina spiralis, es mas común en las gentes
que hacen uso de la carne cruda como en Ábisinia, por ejemplo , y en-
tre los matarifes, que suelen ponerse entre los labios el cuchillo ensan-
grentado, en tanto que cortan la carne de cerdo.
El humo de las chimeneas y el frió no siempre matan esos parásitos.
Es mucho mas segura la cocción, la ebullición; la temperatura elevada
los mata , y entonces se puede comer impunemente la carne de cerdo,
el jamón , los embutidos ó lo que sea , siquiera tenga triquinos.
Al simple aspecto ya puede conocerse á veces la carne que está afec-
tada de ese mal; es mas pálida, se ven en ella puntas blanquecinas , y
no tiene el sabor que la carne sana.
Impidiendo la venta de animales atacados de triquinosis, no comien-
do su carne desde luego que su aspecto infunde sospechas , y sobre todo,
no comiéndola cruda , sino después de haberla hecho sufrir la cocción , ó
la acción del fuego , se evitarán esos accidentes y muertes tan parecidas
á las intoxicaciones.
12. Comida de ciertos guisos ó platos recalentados. He dicho , refirién-
dome á varios casos publicados por Olivier de Angers , que las comidas,
recalentadas varias veces , han producido accidentes graves y verdaderas
intoxicaciones , en los que, por mas que se hayan examinado las vasijas
donde estaba la comida , y analizado químicamente por peritos hábiles
y á tiempo esas sustancias, no se ha podido descubrir ningún vestigio
de veneno conocido.
Créese que la grasa experimenta una modificación ó metamórfosis con
esos enfriamientos y calefacciones alternadas , y que á un nuevo com-
puesto tóxico se debe los malos resultados que tiene ese recalentamieuto.
Aunque no sepamos á qué causa debe atribuirse , el hecho es que pro-
ducen esas comidas recalentadas esas intoxicaciones involuntarias , y por
lo tanto conviene evitar esos recalen taraien tos , para no dar lugar á esos
accidentes.
d .^U^ces pwtados. — Papeles de color. — Sabido es que hay fabricantes
p U ces cIue pintan algunos de estos de verde , amarillo y otros colo-
con sustancias minerales venenosas; el cardenillo para el verde claro,
- m —
el arsénico de cobre para el verde de papagayo, el cromato de plomo, etc.,
son sustancias que causan ó pueden causar accidentes graves y verdade-
ras intoxicaciones en las personas que se coman dulces pintados con esos
compuestos tóxicos. Está prohibido y debe estarlo el hacer uso de tales
cuerpos, para dar color á los dulces. No son pocos los casos de grave
enfermedad y hasta de muerte, producidos por ellos. Yo he actuado en
uno, en el que enfermaron seis ó siete personas de una familia, y una de
ellas murió , de resultas de haber comido una culebra de mazapan con
florecidas pintadas de verde , que tenian cardenillo.
Siempre son sospechosos los dulces pintados, y lo mejor es no co-
merlos.
A veces no se hacen venenosos los dulces por los colores , sino por los
papeles pintados con que se los envuelve. El color de esos papeles ó las
materias empleadas en la fábrica para pintarlos , puede causar los mis-
mos daños, como los causan siempre que se envuelve con ellos choco-
late, carnes, manteca , ó cualquier otra cosa capaz de atacarlo, ó de ser
atacada por ellos. Esos papeles son casi todos verdes, amarillos ó de co-
lor de naranja , algunos de carmín ; pocos azules. Los verdes son los mas
peligrosos , porque se forman casi siempre de ácido arsenioso y óxido de
cobre. Los papeles verdes de Schweinturt, de Scheele, de Viena, inglés,
de Erunswich , de Ereme, etc. , contienen esas sustancias eminentemente
venenosas.
Otros hay que tienen añil y protóxido de plomo , ó añil azul de Prusia
y goma-gutta; otros cromato de plomo , bióxido, y goma-gutta.
Concíbese lo que ha de suceder, cuando esa clase de papeles colorea-
dos con sustancias tóxicas se ponen en contacto con los dulces, el cho-
colate, la manteca, las carnes, las salchichas, las pastas, el queso,
el pescado, y otros comestibles.
tíay á veces dulces llenos de almíbar con licor que se rompen y mojan
el papel verde ó amarillo con que están envueltos , y los golosos , y en
especial los niños, no solo se comen el dulce, sino que chupan ó mascan
el papel manchado de licor, y con esto se tragan partículas cúprico-arse-
nicalesó de plomo, resultando luego intoxicaciones mas ó menos graves.
Chevalier y Duchesne hacen mención de varios casos, mas ó menos
graves de esas intoxicaciones, y se levantan con sobrada razón contra el
uso de esos papeles, no solo para envolver dulces, sino cualquier otra sus-
tancia alimenticia, blanda , húmeda y que pueda dar lugar á empaparse,
ó entrar en combinación con los elementos venenosos de esos papeles.
En Alemania hay prohibición severa no solo de que los fabricantes de
dulces pinten con colores venenosos los dulces y que los envuelvan con
papeles coloreados de verde arsenífero, de preparados de plomo, etc.,
sino toda clase de papeles para envolver otros comestibles y hasta para
adornar las paredes de los aposentos y pintar con colores arseníferos y
cúpricos telas para cortinas y sacos.
En Francia, aunque la prohibición no es tan severa , también hay va-
rias circulares de los prefectos, prohibiendo la fabricación de dulces pin-
tados con sustancias venenosas , y la envoltura de sustancias alimenticias
con papeles coloreados con aquellas.
En España , siquiera se haya prohibido , no vemos que los confiteros
se allanen á ello ; allí se ven multitud de dulces pintados y envueltos en
papeles de color, gran parte de los cuales vienen del extranjero, y por lo
mismo pueden ser mas frecuentes los casos en que esos dulces y esos pa-
— i 96 —
peles determinen accidentes mas ó menos lamentables. Mientras no se
ponga coto á esos abusos, y no se prohíba terminantemente la venta de
esos' dulces y papeles, tendrémos que deplorar no pocas de esas intoxi-
caciones. . , , . .
Son igualmente peligrosas las capas de cnsocalco, imitando el oro y la
plata para cubrir piezas, imitando las de moneda , puesto cjue se com-
ponen de cobre y zinc, y los dulces que tienen fulminante. Todo eso de-
bería desterrarse de las confitei ías , y de no hacerlo así , mas de una fa-
milia tendrá el desconsuelo de llorar la grave enfermedad, ya que no la
muerte de alguno de sus niños, y hasta de los mayores, por haber co-
mido de esos dulces y chupado esos papeles ; así como, si no se destierran
los papeles pintados de las tiendas, donde se envuelven con ellos sustan-
cias alimenticios blandas, húmedas, higrométricas, ó que pueden ser ata-
cadas, habrá mas de un caso de intoxicación mas ó menos grave.
Algunos niños enferman también á consecuencia de chupar ó mascar
las tarjetas y papeles que tienen una capa de albayalde. Ténganlo en-
tendido los que vean hacer eso á los niños é impidan que lo hagan.
14. Empico de medicamentos alterados por la nociva mezcla de los factores
de tina receta , por descuidos, etc. — Los medicamentos pueden también
dar lugar á intoxicaciones por ciertos errores cometidos , ya por los que
los recetan , ya por los farmacéuticos que los despachan , ya por los que
asisten á los enfermos , ya por último , por estos mismos.
Dejemos á un lado los errores que puede cometer un profesor igno-
rante ó distraido, recetando una cosa por otra, poniendo cantidades de
sustancias enérgicas mas allá de lo debido; mezclando sustancias incom-
patibles ó capaces de combinarse y formar un tercero deletéreo, etc., etc.
Es ocioso que digamos cómo se han de corregir esos errores y evitar los
males que pueden producir. Los ignorantes no deberían visitar enfer-
mos ni manejar medicamentos heroicos; los distraídos no sirven para mé-
dicos, ó por lo menos que apelen al visum et auditum; que lean la fór-
mula al acabar de escribirla , antes de entregarla á los interesados y que
la lean en alta ó á media voz para que el oido corrija las distracciones
tan frecuentes de la vista.
En otras ocasiones el error ó el descuido depende de los que despachan
los medicamentos, ora porque no entienden bien la mala letra de las re-
cetas, ora porque están distraídos los aprendices ó mancebos, ora por-
que son mujeres los que los despachan , como sucede en ciertas oficinas,
en especial de los pueblos.
En otros casos son los que asisten á los enfermos, los cuales equivocan
la aplicación de lo dispuesto por el médico, dando tal vez al interior lo
que es para el exterior, y vice-versa; administrando de una vez lo que
está destinado para varias á ciertos intérvalos, ó no meneando las vasijas
cada vez que han de darle una loma , si contiene sustancias insolubles
que con el reposo se van al fondo, y hay que agitar el licor, para que
sea igual cada dosis , en la cantidad de lo suspenso en el líquido.
Por último, los mismos enfermos dan lugar á veces á intoxicaciones,
tan pronto porque cometen lo mismo que hemqp dicho de los asistentes,
tan pronto porque se medicinan ellos á sí mismos , tomando cosas con
trarias á su estado morboso, etc. • . *
Respecto de las equivocaciones de lo que se ha de tomar al mterio
al exterior, el autor de la memoria de que hemos hablado al principio
este artículo propone medios para evitar esos errores; Galtier los prop <
— 4$T —
también * y en tos Anales de Higiene pública y Medicina legal * t* V, 2.* stíríe ,
página 207 y siguientes, se habla de las medidas tomadas por el ministro
de Agricultura, de Comercio y Obras públicas de f rancia, para evitar las
intoxicaciones cometidas por los indicados descuidos.
El autor de la Memoria propone que todos los que vendan sustancias
venenosas las tengan en vasos de forma y color particular , y las viertan
al venderlas en frascos análogos.
El ministro francés , habiendo consultado á los Consejos de sanidad , y
viendo que no basta que se ponga en los vasos y frascos de las medicinas
despachadas un letrero diciendo para uso externo ó interno, y apoyándose
en diferentes decretos y leyes sobre la venta de las sustancias venenosas
desde 1789 á 1850, á imitación de lo que se practica en otros países,
mandó que se adoptase un signo convencional, inteligible para toda clase
de personas, siquiera no supiesen leer, y que llamase la atención bastante
para no confundir jamás una sustancia heróica con otra , y lo que se ha
de aplicar al exterior con lo que ha de usarse al interior.
El color rojo de naranja fue el escogido por el ministro para el rótulo
de los frascos, en cuyo centro había de escribirse para uso externo ; los de-
más habían de llevarle de papel blanco, con impresión de tinta negra, y
sin perjuicio de todos los demás requisitos de esta clase de muestras.
Esta medida solo alcanza á los farmacéuticos; los droguistas no tienen
nada de eso.
Lassaigne proponía que se pusiese en papel de color negro á las sus-
tancias venenosas, que sirven para matar chinches, como indicio de que
pueden dar la muerte.
Sin embargo, aunque estas ó análogas medidas no dejan de ser útiles,
porque , siendo constante su uso, al íin y al cabo el público, por el solo
color de la muestra del frasco, ya conocería que aquello no se toma al in-
terior, así como por la forma y color de las botellas, botes y cajas, ya
sabrían los de las boticas que lo contenido es venenoso; no solo no bastan
para evitar todos los casos, sino que además tienen el inconveniente que
las personas mal intencionadas aprenden con eso que allí tienen sustan-
cias dañinas de que echar mano , y hacer mal uso , ya contra sí propios,
ya contra los demás.
En esta razón se apoya Lepelletier para no considerar suficientes y
aceptables los medios propuestos por el autor de la Memoria.
buenos son estos medios ú otros análogos; mas yo creo que los mejo-
res serán siempre los que recomiende el profesor, según las personas que
estén encargadas de asistir á los enfermos, no perdonando medio alguno
de darles á entender cómo han de hacer uso de los remedios que receta.
15. Mezcla de sustancias inocentes cuando separadas ó escasas de tas que en
poca cantidad no dañan. — liemos visto en la fisiología de la iti toxicación
cómo pueden resultar intoxicaciones por la mezcla ele ciertas sustancias me-
dicinales que, tomadas aisladamente, no dañan. En Mahon es creencia ge-
neral que si tras los higos chumbos se bebe aguardiente, el sugeto muere
como intoxicado. Algunas personas sufren cólicos violentos, si después
de haberse bebido un vaso de leche, comen naranjas ú otras cosas acidas.
El exceso de las almendras amargas , de manzanas y otras frutas pue-
den igualmente producir accidentes muy parecidos á una intoxicación.
16. Empleo de cosméticos. — Chevalier, en los Anales de Higiene (*), y Tar-
■ *j Tomo XIII, *.a sórie, paí-. 89 y 342 y si^numles.
TOXICO LOO) ti. — 32
— ' m —
AifiU pn su Diccionario de Higiene pública (’), han añadido en sus reflexio-
nólo nue han dicho ya muchos autores sobre los funestos efectos de los
IHJ» iv uu KlanmiPlPS rftlnrptfts ^Pntífrinnc orruo. ^1
ó>smé ticos afeites, blanquetes, coloretes, dentífricos , aguas de olor,
nastas pomadas, depilatorios, licores para teñir el pelo, para remediar
f¡ ‘i aliento, etc. , etc. La flaqueza humana en las mujeres y hombres,
aue no saben resignarse con los ultrajes de la edad, ha dado lugar á la
invención de ese sin fin de cosméticos que el charlatanismo pregona por
todas parles, y con los cuales se enriquece, explotando la necia credulidad
de los que están dominados por esa flaqueza.
Las mujeres públicas, los cómicos y toda clase de artistas teatrales ha-
cen igualmente grande uso de cosméticos, sobre todo de blanquetes, co-
loretes y afeites con que se aderezan el semblante.
El uso prolongado de esos cosméticos es otra de las causas frecuentes
de intoxicaciones involuntarias^ porque muchos de ellos, como los afei-
tes de los cómicos, mozas públicas y mujeres que se pintan y aderezan
para parecer mas blancas, mas finas de cutis y mas jóvenes de lo que son,
lo mismo que los depilatorios y las aguas para teñir el pelo, suelen con-
tener preparados de plomo, bismuto, mercurio y arsénico, los cuales son
absorbidos por la piel y determinan accidentes graves, cólicos saturni-
nos, parálisis de igual naturaleza, fenómenos nerviosos gravísimos, é in-
toxicaciones hidrargíricas y arsenicales; además de envejecer mas pronto
á los infelices que hacen uso de esos cosméticos , echándoles á perder la
piel que se pone pálida, sucia, negra, árida, etc., cae el pelo, los dientes,
y pierde la fisonomía la expresión natural.
El albayalde, que entra en los afeites para blanquear la piel ; el ciná-
brio, que suple por el fraude la cochinilla; los preparados de bismuto, que
también sirven para blanquear; el nitrato de plata, que forma la base de
los licores para teñir el pelo ; el rejalgar , el sulfuro de arsénico y la cal,
que forman el rusma de los árabes para quitar el pelo, etc., etc., son sus-
tancias altamente venenosas, que, absorbidas por la piel, van á causar
graves trastornos funcionales. Chevalier refiere varios casos notables de
esas intoxicaciones.
Una severa vigilancia por parte de la administración sobre los expen-
dedores de esos cosméticos , y un conocimiento mas generalizado de los
peligros que traen consigo , pudieran disminuir el número de esos casos
deplorables.
Los perfumistas no tienen cortapisa en la venta de cosméticos ; se les
deja expenderlos con toda libertad, y la salubridad pública se resiente
gravemente de eso. ¡ Cuántos padecimientos no se deben á ellos!
Yo he visto un caso de sospechosa intoxicación por el aceite esencial de
almendras amargas tomado por una señorita, como cosmético, para cor-
regirse el mal olor del aliento. Como se le dijese que procedía del estó-
mago este defecto , es probable que la infeliz se tragó cierta cantidad de
aceite esencial de almendras amargas que se le había recomendado como
enjuague, parte del cual se le encontró en el estómago al practicarle
la autópsia. Pues ese aceite, como otras muchas sustancias mas deleté-
reas todavía , se venden por todas partes como cosméticos.
17 . Descuidos respecto de ciertas sustancias empleadas para matar ratones,
moscas, chinches. — Es también muy frecuente que se envenene queso para
matar ratones y á veces no se tiene cuidado en guardarle, y se le comen (*)
(*) Tomo I, pág. 428 y siguientes.
ios niños ú otras personas, intoxicándose mortalmeníe. No son raros ío¿
casos análogos á los que se refiere de un mesonero , que, por descuido,
sirvió á unos huéspedes un pedazo de queso rayado para echarle en un
plato de macarrones, que había polvoreado con arsénico para matar las
ratas, lo cual confesó cuando vió pasado el peligro.
Tampoco están exentos de peligros los polvos arsenicales para matar
moscas y los que se emplean para acabar con las chinches.
M. Lassaigne ha llamado la atención sobre un licor compuesto de su-
blimado corrosivo, alcohol y ácido clorhídico que se expende para matar
chinches, y dice con sobrada razón, que así puede servir ese licor, ven-
dido sin obstáculo, para que una mano criminal atente contra alguna
persona, como para que, por algún descuido ó equivocación, se intoxi-
quen , sin. quererlo , algunos individuos en especial ios niños.
Otro tanto puede suceder con un polvo que se expende con igualob-
jeto, en el cual entra la coloquíntida y cualquier otra composición
análoga.
18. Descuidos sobre el trigo encalado.— Con el objeto de que los pájaros
no se coman el trigo luego de sembrado , algunos labradores tienen la
mala costumbre de encalarle con una disolución arsenical. Si ese trigo
se siembra , eso no tiene malas consecuencias; los pájaros que se le co-
men perecen. Mas, en primer lugar, el que se coma esos pájaros, podrá
envenenarse; y en segundo lugar, á veces ha sucedido que el trigo arse-
nicado se ha vendido y se ha hecho harina de él y amasado luego para
hacer pan, intoxicándose los desdichados quede han comido.
Esa práctica debiera prohibirse severamente.
19. Errores relativos á polvos creídos inertes ó medicinales. — En mas de
una ocasión se guardan polvos venenosos destinados á matar ratones ú
otros bichos; pasan días ó años, y otros los equivocan con sal ó otras co-
sas, y de ahí intoxicaciones terribles. No hace muchos años, que en Ca-
rabanchel , murió un sugelo que se equivocó , lomando polvos de ácido
arsenioso por magnesia. Estaban guardados en un armario para matar
ciertos bichos dañosos á los bueyes , y una criada ios cogió creyendo ser
magnesia, por la cual le mandó su amo á dicho armario ; los echó en un
vaso de agua que este infeliz se bebió para purgarse, y pereció intoxicado
horriblemente.
20. Venta de cerillas fosfóricas. — La invención de las cerillas fosfóricas
ha proporcionado indudablemente grandes beneficios á la sociedad mo-
derna; pero también ha sido causa de terribles incendios y ha favorecido
los suicidios y envenenamientos por medio del veneno.
No es fácil que haya intoxicaciones involuntarias con las cerillas fosfó-
ricas, porque , ora se den sus cabezas en bebidas, ora con alimentos, el
sabor y olor aliáceo que echan, y su presencia accesible á la vista y el
tacto lingual, los revelan. Aun cuando se cayera en un puchero ó cazuela
una caja de cerillas, seria fácil advertirlo.
No es tan fácil advertirlo si son pocas ; bien que en este caso tampoco
dan gran resultado. Algunos creen que una ó dos cerillas bastan para en-
venenar. Hemos actuado en muchos casos que se creyeron de intención
dañada, por haberse encontrado una ó dos cerillas en un guisado. En uno
de esos casos , un mozo de una tahona arrojó seis ó siete cerillas fosfóri-
cas de las mas gruesas en una grande olla, donde coda el puchero ó ran-
cho para muchas personas del establecimiento. El caso no tuvo conse-
cuencia, porque no llegaron á comer el rancho, y probablemente, aunque
— ¿00 —
le hubieran comido, no hubieran sido graves los accidentes , por ¡a es
casa cantidad de fósforos . . . .
No se crea por eso que no haya intoxicaciones involuntarias determi-
nadas por las cerillas fosfóricas; ahí están , entre otros, para demostrar
e j‘os hay, los casos que refiere M. Tardieu , en su buen informe dado
al Consejo "de Salud pública sobre las cerillas fosfóricas, y publicado en
los Anales de Medicina legal (*). Una mujer y dos hijos suyos se intoxicaron
con alimentos mezclados por descuido con cerillas fosfóricas colocadas
en la cesta de la compra: un niño se intoxicó chupando las cabezas de
cierto número de esas cerillas : una pobre mujer fué víctima de un des-
cuido, comiendo ciertas legumbres cocidas en un puchero, en el fondo
del cual habia una caja de fósforos.
Creo , por lo tanto, que seria una buena medida sanitaria, prohibir la
fabricación de cerillas fosfóricas con fósforo blanco, obligando á ios fa-
bricantes á que se sirvan del fósforo rojo ó amorfo, descubierto por
Schroter, Busy y Yrv, que, ni facilita tanto los incendios, ni abre tanto
la puerta al envenenamiento y á la intoxicación; puesto que ni se inflama
tan fácilmente, ni tiene ya propiedades venenosas. La inocuidad del fós-
foro rojo ó amorfo está reconocida, y por lo tanto , en su aplicación á
esa industria tan esparcida hoy dia está el remedio á los males frecuen-
tísimos, que produce el fósforo blanco ú ordinario.
Permitiendo la falsificación y venta de las cerillas fosfóricas con fós-
foro blanco, es imposible evitar los suicidios y hasta homicidios por me-
dio de ellas, y las intoxicaciones involuntarias debidas á descuidos facilí-
simos. Son un veneno que está al alcance de todos; por eso son tan fre-
cuentes los casos de esa especie que hay en España sobre todo, pues for-
man en la estadística de la muerte violenta por veneno un número con-
siderable debido á los fósforos.
21. Juguetes de niños.— Serpientes de Faraón.— Lo que hemos dicho de los
dulces pintados y de los papeles de color con que se envuelven esos \
otros comestibles, es aplicable á los juguetes para los niños. También
suelen pintarse con colores minerales venenosos, y los niños.se los llevan
á la boca , no solo en los casos en que de suyo han de ponerse en con-
tacto con los labios y la lengua, como las trompetas, flautines, etc., sino
hasta en los que no tienen esa aplicación , puesto que los niños se llevan
á la boca casi todos los objetos de sus juegos, ó tienen las manos mojadas
y se meten los dedos en dicha cavidad ó abertura, después de habérselos
manchado con los colores de esos juguetes fáciles por lo común de des-
prenderse.
No son escasos los hechos deplorables de esa especie, y hacen desear
que la industria relativa á esos artefactos abandone el uso de colores
hechos con sustancias venenosas.
El laborioso Chevalier, á quien no se pierde nunca de vista, siempre que
se trata de asuntos higiénicos , cuyo descuido puede dar lugar á intoxica-
ciones, se ha ocupado también en las que proceden de los juguetes de los
niños, reconociendo los graves inconvenientes que tienen muchos de es-
|°s. y los terribles peligros de que van acompañados, cuando la industria
os pinta eon colores minerales venenosos, siendo casi siempre el verde
pKnUC° CjPr*C0 ó verde de Scheele , el cromato de plomo, el albayalde,
uro de mercurio y la goma-gútia. Fufidado en los deplorables casos
(V lo,“o vi,
pá($. S $ üiguieutéíi
- 501
de intoxicación á que han dado lugar esos juguetes , propone lo misrpp
que ya se ha conseguido respecto de los dulces pintados , y en parte res-
pecto de los papeles de estos, destinados á envolturas de esos dulces y
otras sustancias alimenticias , y reclama que se sustituyan Jos colores mi-
nerales por los vegetales, ó por mezclas de sustancias inorgánicas que no
sean venenosas , como el sulfuro de zinc , el carbonato de cal , los ocres,
el azul de Prtisia y goma laca , etc.
Las cajas de colores para pintar, á las que son tan aficionados los mu-
chachos , contienen por lo común pastillas arsenicales, cúpricas, mercu-
riales , plúmbicas y goma gutta; es decir, verdaderos venenos, y los
muchachos moian el pincel con la saliva , ó le limpian con los labios y la
lengua , cuando han dado pinceladas con un color, y luego quieren hacer
uso de otro, con lo cual ponen en contacto con superficies absorbentes las
partículas de esos colores venenosos, y se pueden intoxicar, y no es raro
que se intoxiquen.
Hay varios juguetes que sirven para hacer comiditas ; las niñas los lle-
nan de agua , ponen pan en ellos, y luego beben y comen, y el color de
los juguetes, por lo común fácil de desprenderse, por ser soluble en el
agua, se les pega á la boca ó á los dedos, ó va unido al pan y disuelto
en el agua, y de aquí los accidentes.
Muchas niñas se ponen en la boca las manos, ó la cabeza de las mu-
ñecas, coloreadas á veces con cinabrio, ó cubiertas de albayalde que se
reblandece, y las pobrecilas absorben esos compuestos venenosos.
Si se quiere que no haya que deplorar mas ó menos graves acciden-
tes por esa causa comunísima , y por punto general mirada con indife-
rencia, y tanto mas terrible cuanto que la mayoría inmensa de esos ju-
guetes viene del extranjero, estando libres de responsabilidad los fabri-
cantes; no hay masque, ó prohibir la venta de esos juguetes, como no
conste que están pintados con colores inocentes , ó que por lo menos es-
tén barnizados de modo que sean mas permanentes esos colores, y no se
disuelvan en el agua , ni en la saliva.
En estos últimos tiempos se han aumentado los peligros , en punto á los
juguetes de los niños , con los fulminantes, y sobre todo con las serpien-
tes de Faraón. Estas han dado ya lugar á terribles intoxicaciones , no solo
en niños, sino en adultos. El doctor Reter asistió á un jóven de diez y
nueve años, que tomando por una pastilla de malvavisco un pedazo de
la pasta cilindrica llamada serpiente de Faraón, se la comió; y aunque
acto continuo la arrojó, notando su sabor desagradable , no dejó de sen-
tir algunos síntomas de la intoxicación hidrargírico-ciánica.
Las serpientes de Faraón son unos cilindros de medio centímetro ó más
de grosor, que se cortan de una pulgada de longitud , compuestas de
goma , nitrato de potasa y sulfocianuro de mercurio ; colocadas en
una mesa, plato, etc., en sentido vertical, se prende fuego en un ex-
tremo; la masa arde, hinchándose y prolongándose, en ondulaciones
que imitan los movimientos de la culebra ; y tanto por esto como por el
color que toma la masa , parece, en efecto, un reptil de esa clase » lle-
gando á adquirir á veces, si no se rompe , la longitud de medio metro ó
más , y el grosor del meñique ó del índice.
Concíbese el peligro que lleva consigo esa pasta , primero, si equivo-
cándola , como es fácil y ha sucedido , con pastillas de dulce, se las come
un niño ó un goloso ; el sulfocianuro de mercurio epe contiene, es un
veneno terrible. Y segundo, estando los chicos alrededor de la serpiente
- Farann mientras está ardiendo el pequeño cilindro y se va formando
h¿v exhalación de gases venenosos ; el mercurio y el cianógeno,
.e ¡Snarcidos, pueden causar graves accidentes, y hasta la muerte.
Fn varias naciones se ha prohibido, y con razón, la venta de esos ju-
tes v entre nosotros es necesaria la misma prohibición , como nó se
auiera exponer á los niños y muchachos especialmente á intoxicaciones
involuntarias que pueden ser gravísimas.
22. Mordeduras de animales rabiosos. — Hé aquí otra ocasión de intoxi-
caciones involuntarias de terribles consecuencias. Aunque la rabia en los
perros no es tan frecuenie como muchos creen , y es un error suponer
que todo perro que muerde está rabioso, no deja desgraciadamente de
ser cierto que todos los años hay casos de hidrofobia , y que son muy nu-
merosos, en especial en la primavera y el verano, y acaso mas en aquella.
En estos últimos años se ha escrito mucho sobre la rabia v los medios
de conjurar esos estragos ; y como el arte tiene pocos recursos para com-
batir los efectos de la mordedura emponzoñada por el virus lísico, la
profilaxis adquiere la mayor importancia, y la administración es la que
debe suplir esa falta de medios curativos con enérgicas, inflexibles y acer-
tadas disposiciones, conducentes á disminuir ese mal que tantas vícti-
mas inmola todos los años.
Es verdad que se publican bandos anuales al llegar la estación de los
calores; pero, en primer lugar, son tardíos, y en segundo lugar, nadie
se cuida de cumplirlos, ni hacerlos observar.
Si se exigiera la responsabilidad, no solo civil, sino criminal, á los due-
ños de los perros que se volvieran rabiosos y mordieran á mas ó menos
personas; si se exigiera una contribución á todo el que tuviera perro, y
si hubiese mas rigor en hacer cumplir los bandos, tal vez se disminuiría
el número de esas intoxicaciones.
La profilaxis de la rabia , toda administrativa , es una necesidad social
que debería llamar profundamente la atención de las autoridades civiles.
A lo dicho reduciré los breves comentarios que he creído oportuno ha-
cer respecto de esas numerosas causas de intoxicaciones involuntarias,
con el objeto de facilitar su disminución por lo menos. Vése por lo indi-
cado respecto de cada una de ellas : 1.° que á quien incumbe principal-
mente tomar las corespondientes medidas es á la autoridad civil, encar-
gada de la salubridad pública ; 2.° que el Consejo de Sanidad debe ocu-
parse gravemente en ese asunto, valiendo tanto ó mas la pena que consa-
grarse á las medidas, mas bien ridiculas y perjudiciales que provechosas,
respecto de los males epidémicos que se tienen por importables.
Las víctimas que inmolan esas diferentes causas que hemos apuntado
y comentado ligeramente , no alarman tanto como las que sucumben, du-
rante una epidemia en poco tiempo; pero no por eso dejan de ser nume-
rosas y de merecer la atención de un gobierno filantrópico.
ARTÍCULO II.
DE LA TERAPÉUTICA PROFILÁCTICA PARA IMPEDIR Ó HACE» MENOS
FRECUENTES LOS ENVENENAMIENTOS.
He dicho que Chevalier y Boys de Loury habían escrito sobre los me-
dios de impedir ó disminuir la frecuencia de los envenenamientos , y en
efecto, para resolver esta cuestión , creyeron que debían estudiar bajo el
punto de vista estadístico ciertos datos,
- 503 -
Voy á dar una idea de esta memoria; será el medio mejor de poner de
manifiesto hasta dónde llega la eficacia de esos medios.
Los datos que consideran dignos de ser estudiados, son los siguientes:
1. ° El número de acusados del delito de envenenamiento en un tiempo
dado.
2. ° Las sustancias mas de ordinario empleadas para cometerle,
3. ® La manera de procurárselas.
4. “ Las causas determinantes del crimen.
5. ® El modo de administrar los venenos.
t¡.° La relación en número de hombres y mujeres envenenadoras.
Respecto del primer dato, tomaron un estado de los envenenamientos
ocurridos desdé 1825 hasta 1831 ; eran 273 acusados , y hubo 102 delin-
cuentes.
En cuanto al segundo, sirviéndoles de guia ó base la Gaceta de los Tri-
bunales , vieron las sustancias empleadas Sel tenor siguiente :
Acido arsenioso, 54 casos ; cardenillo, 7 ; polvos de cantáridas, 5; per-
cloruro de mercurio, 5 ; nuez vómica , 4 ; polvos de matar moscas (arsé-
nico), 3 ; ácido nítrico, 2; una el sulfuro de arsénico, el emético, el opio,
el acetato de plomo, el albayalde , el ácido sulfúrico, el sulfato de zinc,
el ungüento mercurial , y 5 casos de venenos no designados. Total de ca-
sos, 93; 15 sustancias conocidas y 5 no designadas.
En cuanto al modo de procurárselas los envenenadores , no pudieron
consignar nada, por falta de noticias; solo en varios casos las habían pe-
dido para matar animales dañinos , ó bien podían disponer fácilmente
de ellas , por emplearlas en su industria.
Relativamente á las causas determinantes del crimen , hallaron las de
83; ignorando las de los restantes. Estas causas fueron: En 82 casos, el
interés; en 24, el libertinaje; en 15, la venganza ; en 10, la envidia ó los
celos, y en 6 , la locura.
Respecto del modo ó forma en que se empleó el veneno, hé aquí el
resultado estadístico.
El veneno fué dado con la sopa 34 veces; con leche, 8; con harina, 7;
con vino, 7 ; con pan, 8 ; en un pastel , 5; con chocolate, 4 ; con medi-
camentos, 4 ; echado directamente en la boca , 2 ; con café , 2; con ci
dra , l; con una ave, otro. En 13 casos no lo pudieron averiguar.
Por último, en cuanto á la relación entre hombres y mujeres , vieron
60 de aquellos y 33 de estas.
Hasta aquí la memoria de Chevalier y Bovs de Loury no conduce á
nada de provecho, ni deducen de esos datos consecuencia ó aplicación
alguna , como medio de impedir el crimen, y á la verdad, alguno de los
puntos sobre que hicieron semejante estudio, en nada puede servir para
tal objeto, ¿A qué puede conducir la relación entre hombres y mujeres,
el número de delincuentes y las causas que los hayan impulsado al cri-
men , como dato para establecer medios conducentes á disminuirle . Mas
se relaciona con eso el modo de procurarse las sustancias , de darlas, y
cuáles son las mas frecuentemente empleadas.
Mas datos y mejores aplicaciones dedujeron de cosas que no figuran
entre las apuntadas; por ejemplo, el sabor y el color de las sustancias,
los que, comunicándose á los alimentos y bebidas, advirtieron á las
personas á quienes se trataba de envenenar, y así escaparon de la muerte.
Los 7 casos prácticos que citan confirman su observación, de lo cual
deducen , en efecto , buenos medios , y son los únicos que indican,
— 504 —
disminuir por lo menos los casos de ese abominable crimen.
P Puesto que el color y el sabor de ciertos venenos han impedido que se
midiese envenenará ciertas personas , y viendo cuáles son los venenos
con mas frecuencia se emplean , han propuesto, siguiendo la idea de
otros autores, asociar á ciertas sustancias venenosas, que tienen usos me-
dicinales ó industriales, otras que les dan color y olor, v que no íes alte
ran sus propiedades. Con este sencillo medio ya no podrían engañar
como ahora, que por no tener olor ni sabor no son advertidas, cuando
se ingieren ; pues el mal sabor y el color que se les prestaría, las pondría
acto continuo de maniñeslo.
Según Brard, Cadot de Gassincourt foé el primero á quien ocurrió la
idea de dar color y sabor á las sustancias venenosas , incoloras é insípi-
das, por medio de una mezcla con otras que no las alteren, y obligar á
los que las fabriquen para diversos usos á que las vendan de esa suerte.
Mas tarde, Brard hizo nuevos ensayos sobre el mismo asunto, comu-
nicándolos á Saint Cricg, á la sazón ministro de Comercio y Agricultura.
Este lo comunicó al Consejo, el cual reconoció que los medios propuestos
por M. Brard podían impedir las intoxicaciones accidentales, pero no las
criminales.
El procedimiento de M. Brard consistía en mezclar con el ácido arse-
nioso el azul de Prusia , en la proporción de un 10 de este prusiato de
hierro por 100 de ácido arsenioso. Se objetó que seria fácil separar el
prusiato por medio de una disolución y una filtración, y evaporando;
mas lo es ver que todo eso solo pueden ejecutarlo personas entendidas en
química, las demás no sabrán hacerlo.
En 1828, la Academia de Medicina de París, sección de farmacia,
tuvo que entender sobre un caso de envenenamiento por el óxido de ar-
sénico, y sobre la idea emitida por otro médico de teñir dicho preparado
venenoso para darle á conocer cuando se mezcla con los alimentos; al-
gunos académicos fueron de parecer que era necesario aumentar los me-
dios de vigilancia relativos á la venta de las sustancias venenosas , en es-
pecial cuando se emplean para encalar el trigo. Otros pensaron que seria
ventajoso colorar el ácido arsenioso. Mas nada se adoptó.
En 1834 , M. Brard volvió á insistir en sus ideas , haciendo responsa-
bles á los gobiernos de los envenenamientos por ciertos venenos . puesto
que la coloración artificial es un medio bueno para impedirlos, obligando
á los que los fabrican, á darles color y sabor que los revelen.
En efecto, este es el mejor, mas útil ó mas práctico resultado de la
memoria de Chevalier y Boys de Loury; puesto que la industria se sirve
de muchas sustancias venenosas , y eso facilita que pasen á manos de
gente criminal , es un buen medio para prevenir los envenenamientos,
dar color y sabor pronunciados , y que no se pierdan en su mezcla con
los alimentos y bebidas, á los venenos que puros no los tengan, y hacer
que esa mezcla no los altere, ya para los usos industriales, ya para los
medicinales.
Obligando á todo fabricante de esos productos á fabricarlos así, y cas-
tigando á los que contraviniesen , ya no seria posible envenenar á nadie
con ellos , siquiera se los procurasen de este ó aquel modo las personas
mai intencionadas.
np^akrá° es que hace jnuy difícil impedir que lleguen á pianos de esas
P/^anas *as sustancias venenosas; hasta se las procuran algunas con una
-vw , y yendo con ella á varias oficinas farmacéuticas, cop lo cual re*
- 508 -
cogen una cantidad ya tóxica, empleándola contra sí, ó contra otros.
Bueno seria , por lo mismo , que los farmacéuticos no volvieran la receta,
como lo hacen algunos, contentándose con sellarla.
La cuestión promovida por Chevalier y Bovs , sobre de qué manera po-
dría darse color y sabor á ciertos venenos insípidos é incoloros, para no
alterarlos y no hacerlos inútiles en cuanto á su empleo en la indus-
tria , etc. , nos parece , en primer lugar, de no grandes dificultades, y en
segundo lugar, de poca monta, cuando se trata del ácido arsenioso como
medio de encalar el trigo , de envenenar á los ratones y las moscas. No
hay ninguna necesidad de encalar trigo con ácido arsenioso , debería
prohibirse; no la hay tampoco de matar á los ratones con ese veneno;
harina y yeso seco, en polvo fino, basta v sobra para hacerlos reventar
con la masa sólida y dura que luego resulta , en cuanto la humedad ó el
agua del animal desbrava el yeso y le amasa.
fin suma , respecto de los medios propuestos por Chevalier y Boys de
Loury para impedir los envenenamientos, podemos decir que, fuera de la
cuioracion y sabor de las sustancias inodoras é insípidas, no han pro-
puesto nada de provecho, y aun eso se reduce á poca cosa.
Bien es verdad que el ácido arsenioso es una de las sustancias con mas
frecuencia empleadas para atentar contra la existencia de Jas personas, y
con eso se puede lograr ya una gran disminución de ese género de aten-
tados. Mas también lo es que , asi como se -disfraza el color y olor de
otros venenos mezclándolos con alimentos y bebidas abonadas para ello,
así se podrá disfrazar el artificio dado á los preparados arsenicales.
Aquí, como en lodo, la policía sanitaria, la vigilancia del gobierno en
la venta de las drogas, y la mejora moral , sobre todo, será siempre lo
que mas logre disminuir esos crímenes , lo mismo que los demás ó los
perpetrados de otra especie.
El envenenamiento , como hecho moral , reconoce otras causas mas
profundas, y estas no se destruyen ni disminuyen, tiñendo y dando sabor
á los venenos.
En la Introducción de este Compendio hemos hablado de las precau-
ciones que tomaban los príncipes y magnates, y otros, á su ejemplo , en
el siglo de Cisalpino para no ser envenenados, ya echando en los platos
piedras preciosas para ver si perdían su brillo, ya sirviéndose de platos
de electro , ya haciendo comer y beber á la servidumbre, á los médicos
y demás allegados , lo que habían de comer esos magnates.
Semejantes prácticas ni son propias de nuestros tiempos , ni pueden
tener cabida en una obra de la índole de la nuestra , como medidas pro-
filácticas, no digo aceptables, pero ni sérias siquiera.
La medida mas profiláctica y eficaz, en cuanto á las intoxicaciones in-
voluntarias , ya la hemos indicado: una buena administración ilustrada
por la higiene pública en los términos expuestos ; en cuanto á los enve-
nenamientos, además de la higiene pública y la vigilancia sanitaria ,
otras medidas que conduzcan á la mejora material intelectual y moral
del pueblo.
A esto reducirémos la parte profiláctica de la terapéutica de la intoxi»
cacion, y puesto que hemos dicho todo lo que nos hemos propuesto y
hemos creído conveniente , vninos á la parte curativa de la misma.
- 506 —
SEGUNDA PARTE.
De la terapéutica curativa de la intoxicación .
Entendemos por terapéutica curativa de la intoxicación aquella que
tiene por objeto combatir la acción de los venenos ya aplicados , ó sus
efectos.
Aquí ya no tratamos de precaver, de prevenir las intoxicaciones; ya
las consideramos realizadas ; ya nos ponemos en el caso de ser llamados
para socorrer á una ó mas personas intoxicadas, ora lo hayan sido de
una manera accidental, ora de un modo intencionado para atentar contra
sus dias.
Los medios que tiene el arte para hacer frente á los estragos de los ve-
nenos son , como lo llevamos indicado en la definición de la terapéutica
déla intoxicación , los contravenenos, los antídotos y los planes curati-
vos, ó sea las medicaciones Los primeros son notoriamente medios quími-
cos; los segundos obran sin duda químicamente, como todo agente ma-
terial , pero acaso su acción química no es tan conocida , lo es mas la
fisiológica, y por lo mismo los llamaremos fisiológicos ; y por último, hay
los planes curativos, que son los medios racionales , debidos á las teorías
científicas reinantes acerca de la naturaleza de las afecciones ó estados
patológicos, y las indicaciones que la experiencia nos ha enseñado que
hay que llenar, según los casos.
Vamos, pues, á tratar de cada uno de estos medios, y empecemos
por los contravenenos.
ARTICULO PRIMERO.
DE LOS CONTRAVENENOS.
Ha habido varios autores ó profesores que, al ejemplo de Portal, no
han creidoen la realidad de la existencia de los contravenenos. Los que
mas concesiones han hecho, han dicho que bien podian encontrarse al-
gunos cuerpos que destruyesen la energía mortífera de los venenos en
los perros, pero no podía esperarse lo mismo en el cuerpo del hombre.
Esta cuestión no es durable , es de mero hecho, y por lo tanto , nada
valen las travesuras del ingenio , ni los efugios de la incredulidad. Orfila
ha repetido muchos experimentos que no dejan duda alguna sobre la ma-
teria , y aunque estos experimentos hayan sido practicados sobre anima-
les, nada puede esta circunstancia contra la significación y variedad de
los experimentos.
Ya hemos dicho en otra parte que la fisiología del perro es muy pare-
cida á la del hombre ; hay en aquel animal' la misma disposición , los
mismos caracteres , las mismas propiedades de sistema absorbente que
los de este último ; y cuando un sabio , que ha hecho á millares los ex-
perimentos, asegura, confiado en que no le dejarán faltar á la verdad,
que no hay diferencias entre los perros y los hombres , por lo que toca á
los resultados de la acción de ciertos venenos, bien será preciso que nos
sintamos inclinados á admitir con él la existencia de los contravenenos
en el hombre , tanto mas , cuanto que no es tan solo su autoridad la base
trav^estra conv^cc^on ’ si™ Ia naturaleza misma del hecho que el con-
pinnooen0fSaP0ne* Este hecho es enteramente químico, y las combina-
s químicas se efectúan donde quiera que se encuentren las sustan-
- 507* -
cias , ya en un vaso , ya en un órgano , con tal que allí presidan las leyes
y las circunstancias necesarias á su acción.
Los mismos que niegan la existencia de los contravenenos, no titubean
en recomendar el cocimiento de quina contra el sublimado corrosivo , la
magnesia calcinada contra los ácidos, etc.
Dejemos, pues, en su lugar á los impugnadores de un hecho á todas
luces evidente; establezcamos que hay contravenenos, y no pocos, y es-
tudiémoslos. Veamos, en primer lugar, lo que debemos entender por
contraveneno; en seguida las condiciones que debe reunir una sustancia
para ser considerada como tal ó contraria á la acción de las venenosas;
y por último , cuáles son los contravenenos conocidos.
§ I.— G.u¿ se entiende por contraveneno.
Entenderemos por tal loda sustancia que sea capaz de neutralizar la ac-
ción de un veneno combinándose químicamente con él.
Hay una porción de sustancias ó cuerpos, ya simples, ya compuestos,
ya de un reino , ya de otro , que entran en combinación química con
otros, desde el momento que sus moléculas respectivas se encuentran en
circunstancias propias para el desarrollo de su acción. Después de estas
combinaciones químicas, los cuerpos que han entrado en ellas han per-
dido , ó por lo menos modificado mucho sus propiedades anteriores, ad-
quiriéndolas va mas nocivas, ya menos destructoras. Esto ha debido de
sugerir desde luego la idea de oponer á la acción de los venenos la de
todas las sustancias capaces de entrar con aquellas en combinación ; la
química, pues, puede decirse que ha fundado la doctrina de los contra-
venenos.
El químico ha visto que el ácido sulfúrico , encontrándose con una di-
solución de potasa , ha formado una sal de virtudes infinitamente menos
dañosas que las de ese ácido y ese álcali separados; esta combinación,
que se ejerce en la copa del químico , se ha dicho este , se operará tam-
bién en el estómago, en el cuerpo humano. La experiencia y la teoría han
estado de acuerdo sobre el particular, y el arte ha tenido contravenenos.
En estas sencillas reflexiones está contenida la definición del contra-
veneno.
En las mismas reflexiones queda también justificada la calificación de
medios químicos que hemos dado á estas sustancias. Vemos , en efecto,
que loda su acción , toda su eficacia, todo su poder neutralizado!’ es
esencialmente químico.
§ II.— De las condiciones que debe tener toda sustan cia para ser considerada cono
contraveneno.
Sustancias capaces de combinarse con otras, y neutralizar en parte ó
completamente su acción, hay muchas; pero para que esta facultad de
combinarse las constituya contravenenos , es necesario que reúnan cier-
tas condiciones, sin las cuales es lo mismo que si no se combinasen. Es-
tas condiciones son las siguientes:
1.* Que el contraveneno no sea veneno.
Que se combine con el veneno en todo estado y á la temperatura
del cuerpo humano.
3. " Que éntre acto continuo en combinación.
4. * Que no forme un tercero deletéreo.
— 508 —
5. * Que no haya de darse en cantidad que sea imposible ó dañe al
sugeto.
6. * Que se aplique en tiempo oportuno.
Comentemos, para mayor claridad, cada una de estas condiciones,
como lo leñemos de costumbre en nuestro método de exposición.
1-* Q»fí no sea veneno. — Esta condición necesita mas que cualquiera
otra su comentario. Dar un veneno contra otro veneno no parece á pri-
mera vista procedente ó racional, A no ser que en terapéutica toxicoló-
gica pueda aplicarse aquel refrán vulgar, « Un clavo saca otro clavo» , ó
aquel adagio antiguo: aQuod si falo, volunt , bina venena juvant ,» ó la
máxima de Zachías, en fin, « Venenorum ínter se qucedam antipalhia est qua
se mutuo cxpellunt ac vincunt (f).»
Tomada en este sentido la condición, tiene una explicación natural y
fundada en las leyes químicas; dos sustancias venenosas, estando aisla-
das, combinándose pueden dejar de serlo ; un ácido y un álcali concen-
trados son dos venenos ; el uno, sin embargo, neutraliza al otro.
Cuando se dice que una sustancia , para ser contraveneno , no sea ve-
neno ella misma , quiere decirse que no sea tal su acción , que, á pesar
de poder entrar en combinación con otra y neutralizarse, pueda por sí
sola malar. El cloro, por ejemplo, y el amoníaco son dos venenos ga-
seosos, y el uno es contraveneno deíofro, porque entran en combinación
Y se neutralizan ; mas su empleo es peligroso , porque el contraveneno
puede matar tan rápidamente como el veneno. En química hay infinitos
cuerpos de acción sobre los venenos ; todos los venenos reaccionan entre
sí ; mas para explotar esta reacción en favor del intoxicado, hay que pro-
ceder con muchísima prudencia. Las mas de estas reacciones no sirven,
ya por razón de que el contraveneno mata también , ya porque resulta
un tercero igualmente ó mucho mas deletéreo.
Sin embargo , si el veneno que se da conli’a otro puede administrarse
de tal suerte que primero obre sobre el veneno tomado que sobre el su-
geto, no por esto dejará de ser considerada justamente como contrave-
neno tal sustancia. El modo y la cantidad bastan, como hemos visto,
para convertir un veneno en medicamento; más para convertirle en con-
traveneno.
2/ Que se combine con el veneno en todo estado y á la temperatura del
cuerpo humano.— Si el contraveneno que administramos contra un veneno
determinado , no entra con él en combinación sino en estado líquido 6
gaseoso y á temperaturas elevadas , superiores á la que es habitual á la
economía , de nada sirve el tal contraveneno, cuando el veneno, cuya
acción morbífica hay que combatir, se ha tomado en estado sólido. Es
indispensable que la afinidad química que tenga con él sea tanta , que
en todo estado, en toda temperatura , esta afinidad se ejerza y se efectúe
la combinación neutralizadora. Es igualmente necesario que esa combi-
nación se verifique , ya esté puro el veneno en el estómago , ya esté mez-
clado con bebidas , alimentos ó el jugo gástrico , porque de lo contrario
la mayor parte de las veces será inútil.
3.* Que entre acto continuo en combinación. — Los resultados que se espe-
ran de todo contraveneno han de ser prontos, instantáneos, para ser
fructuosos ; porgue la intoxicación es un hecho rápido que acaba en poco
tiempo con los infelices intoxicados. Si el contraveneno que damos ne-
l') °br» citada, quasst. X.
- 500 - !
cesíta para desarrollar su acción química cierto tiempo , cuando empiece
á desarrollarse, tal vez ya será cadáver el sugeto. Contraveno que no obre
acto continuo, en cuanto se ponga en contacto con el veneno, no lo es.
4/ Que no forme un tercero deletéreo. — Navier habia propuesto los sul-
furos alcalinos como contravenenos del ácido arsenioso ; de su combina-
ción resultaban cuerpos mas venenosos todavía, bien se concibe el triste
beneficio que reportaría un intoxicado , administrándole una sustancia
que no fuese veneno, que se combinase con el veneno en todo estado á la
temperatura del cuerpo humano , y acto continuo, pero formando un ter-
cero mas ponzoñoso que la sustancia á cuya acción mortífera estuviese
sucumbiendo. La magnesia no es contraveneno del ácido oxálico, porque
resulta un oxalato de magnesia mas venenoso todavía. Otro tanto pode-
mos decir de todo ácido para combatir los sulfuros alcalinos y los hipo-
cloritos de potasa ó sosa ; desprenderían cloro ó ácido sullhídrico, y po-
drían intoxicar con estos gases introducidos , al escaparse , por la glotis
en las vías respiratorias.
fi.* Que no haya de darse en cantidad que sea imposible ó dañe al sugeto.—
Elay entre ciertos venenos y otras sustancias que modifican ó neutralizan
su acción, cierta afinidad ; pero para neutralizar la energía de un átomo
de veneno se necesita tai vez una dracma ó más de contraveneno. Ke-
sulta que, si el veneno ha sido dado en muchísima cantidad, será tanta
la que del contraveneno se necesite, qne se hará imposible, ya por no
soportarla el estómago , ya tal vez porque, en cantidad crecida, seria da-
ñosa para el sugeto. Ué aquí por qué , para neutralizar los ácidos , no se
da la potasa ni la sosa, sino la magnesia; aquellas sustancias mucho mas
propias para reaccionar sobre los ácidos, no son buenas para combatir
su acción venenosa, porque con poca cantidad serian venenos terribles:
la magnesia puede ser dada sin temor en cantidad muy considerable.
Los ácidos son muy á propósito para entrar en combinación con los ál-
calis; mas ni el sulfúrico, ni el nítrico, ni el hidroelórico, pueden consi-
derarse como contravenenos ; el acético y diluido, el vinagre con agua es
el verdadero contraveneno de los álcalis. ¿De qué servirá que la albú-
mina sea contraveneno del sublimado corrosivo en ciertos casos, necesi-
tándose para neutralizar cuatro granos de sublimado corrosivo diez ó
doce claras de huevo? ¿Cuántas claras habría que dar al desdichado que
hubiese Lomado dos ó tres dracmas?
6.* Que se aplique en tiempo oportuno.- Es evidente. Hay un tiempo muy
precioso, pero muy corto, en que la aplicación del contraveneno puede
conjurar sus estragos. Nunca es mas cierto el ocassio prceceps de Hipócra-
tes; en el momento mismo en que se tome el veneno es cuando el con-
traveneno deberá aplicarse, tanto mas, cuanto más rápida sea su acción.
Sin duda la especie de incredulidad que algunos autores manifiestan
con respecto á los contravenenos en el hombre, es debida á esta impor-
tantísima circunstancia, de la que no se ha hecho cargo el mismo Orüla,
al contestar á sus antagonistas. Este excelente experimentador debia de
extrañar que no se creyera en un hecho tan evidente para él , como es la
acción de los contravenenos, al paso que sus adversarios extrañarán cómo
un hombre de inteligencia tan clara no se hacia cargo de que no pasa lo
mismo en los sugetos envenenados. Esta disidencia es muy natural. Or-
fila aplicaba los contravenenos luego de dados á los perros los venenos;
los aplicaba siempre en tiempo oportuno, al paso que rara vez se llega á
tiempo para administrar á los envenenados el correspondiente contra-
veneno
siempre
— 510 —
Así, nada tiene de extraño que en ios unos haya resultados
’ i,,.. aIcíis ifln solo en ciertos nasos.
iueioi
cantidad de — > — ;“7’'r utnoi ikj ici
mía profundamente, y mas si se adopta la teoiía de la acción de los ve-
nenos por absorción? ¿De qué el uso de la quina, cuando el tártaro esti-
bado ha inflamado ya el estómago y pulmones?
t¿ta multitud de condiciones \ lo difícil que es reunir algunas de ellas,
no solamente reduce el número délos contravenenos, sino que explica
perfectamente como han podido negar algunos su existencia. No por esto,
sin embargo , hemos de dejar de consignarlas como necesarias, solo con
ellas tomará su lugar entre el catálogo de contravenenos cualquier sus-
tancia.
§ III.— De los contravenenos conocidos.
Desde que se han conocido venenos, se han buscado con alan contra-
venenos, antídotos ó triacas, y no son por cierto pocas ias sustancias que
han estado mas ó menos en boga como tales. Los polvos de cristal , la
tierra de Lemmos, ios ojos de cangrejo, el polvo del coral, las perlas pre-
paradas, la creta, Ja ieche, el agua azucarada , el carbón en polvo , i a sal
culinar, el aceite, el álcali volátil y una infinidad de plantas han sido
contravenenos ó antídotos preconizados como ios mas conducentes para
destruir la acción de los venenos. Ocioso es decir que hasta los tiempos
modernos, hasta que la química ha podido dar razón de las acciones que
todas esas sustancias ejercen sobre los venenos, se administraron de un
mudo empírico, y fundado mas bien en vulgares tradiciones, que en filo-
sóficos experimentos. Una vez enseñoreada la química de la ciencia, no
han desaparecido los contravenenos; muy al contrario, se han preconi-
zado otros, pero con mas fundamento que aquellos; ei experimento ha
podido manifestar su propiedad alexifármaca , ó por mejor decir, su afi-
nidad química y su combinación ueuiralizadora. Conocida la acción re-
cíproca de unos cuerpos con otros, han podido establecerse desde luego,
y casi a prion, cuáies debian ser contravenenos de otros; y en cuanto se
supo que la solubilidad de ias sustancias activaba su acción, no solo quí-
mica, sino fisiológica , ya se creyó que volver insoluble una sustancia es
en cierto modo neutralizaría.
En el estado actual de la ciencia , enriquecida todos los dias con nue-
vos experimentos, podemos formar ya un catálogo respetable de contra-
venenos verdaderamente tales; y si bien es cierto que el estudio exacto
de esta parte no puede hacerse sirio examinando cada veneno de por sí,
ó sea en la lexicología especial , con todo , estoy convencido de que me
será muy posible presentar en un cuadro general todos los contravenenos
conocidos. Para la designación de esas sustancias de un modo general,
no nos es posible adoptar la división de venenos adecuados á nuestra
clasiíicacion. Esta se fundó en el modo de obrar de los venenos ; esto es
una acción fisiológica, y los contravenenos tienen una acción química.
Es, pues, indispensable que tomemos esto por base en la actualidad ó
en este párrafo.
Se reconocen como contravenenos de los venenos ácidos, la magnesia
calcinada desleída en agua ó en aceite , el agua de jabón y el jabón medi-
cinal , es decir, sustancias alcalinas.
- Sil -
Son á su vez contravenenos de los venenos alcalinos, los ácidos dilui-
dos, y en especial el vinagre, el agua de limón y de naranja.
Son contravenenos de los venenos metálicos en general, la albúmina, la
leche, el gluten , el jabón blando, el tanino, el cocimiento de nuez de
agallas, las aguas de los pozos, ó sea los sulfatos de sosa, potasa , mag-
nesia, las aguas de Setlitz , Empson y de Egra, agua de sal y sulfurosa.
El sulfuro de hierro hidratado se recomienda como contraveneno general
délas sales metálicas. Mialne, Sandras y Bouchardat le conceden una
eficacia notable, por la sencilla razón de que los vuelve insolubles.
Algunos de los venenos ácidos y alcalinos serán mejor combatidos con
otras sustancias que con la magnesia y que con ácidos : tal vez con estos
el peligro seria mayor, á causa de producirse un tercero deletéreo; por
ejemplo , el ácido oxálico no puede ser combatido con magnesia , porque
forma un oxalato de magnesia soluble , mas deletéreo , si cabe , que el
mismo ácido. El agua de javela , veneno alcalino , no puede ser atacada
por los ácidos, porque se desprendería cloro, y el sugeto podria perecer
bajo la acción de este veneno gaseoso. Mas todos estos pormenores no
pertenecen á esta parte de la Toxicología. Cuando tratemos de cada ve-
neno en particular, ya veremos entonces las modificaciones de que sean
susceptibles nuestras generalidades.
Lo propio podemos decir de algunos venenos metálicos salinos; ade-
más de esos contravenenos generales que acabamos de indicar , los hay
que tienen algunos particulares; por ejemplo, el arsénico y sus prepara-
dos tienen el peróxido de hierro hidratado y el carbón; los preparados
de plata , la sai común ; el yodo, el almidón , etc. , etc. Aun sin salimos
de ese número de contravenenos, deberémos advertir que no es igual la
eficacia de los mismos en todas las intoxicaciones : no todos estos contra-
venenos son de igual eficacia para esos diferentes metales y sus diversas
sales. La leche y el tanino son preferibles para las sales de zinc y
este metal. En segundo lugar viene el bicarbonato de sosa. El tanino y
el cocimiento de agallas ocupan el primer puesto para oponerse á la ac-
ción del antimonio , emético y otras saies solubles del mismo. Las aguas
minerales sulfurosas entran después. El estaño y sus cloruros se comba-
ten bien por la leche y el tanino ; á falta de estos , por el cocimiento de
agallas, ó por el bicarbonato de sosa. El plomo , sus acetatos, sal de sa-
turno, extracto de saturno, etc., son ventajosamente combatidos : l.° por
los sulfatos de sosa y potasa, y por el tanino; 2.° por las aguas de Setliz,
Empson , Egra ; por el agua albuminosa, leche y gluten. El doctor Gui-
bourt propone las llores de azufre. El cobre y sus sales tienen por princi-
pal contraveneno el azúcar, agua albuminosa y el glúten mezclado con el
jabón blando; luego sigue la leche, el tanino y el cocimiento de agallas.
El mercurio y sus compuestos son combatidos ventajosamente, en pri-
mer lugar por sulfuro de hierro hidratado, el agua albuminosa ó la yema
de huevo; en segundo, por el glúten combinado con el jabón blando; y
en tercero , por los cocimientos de quina, nuez de agallas y la leche. El
doctor Thomson de Baltimore ha combatido con ventaja esa intoxicación
con bolos de hojas delgadas de oro, añadiendo polvo de hierro reducido
por el hidrógeno.
El agua albuminosa, en fin, sirve para combatir el cloro y los cloru-
ros alcalinos, y el almidón para neutralizar los efectos del yodo.
Hasta aquí hemos hablado de los contravenenos de los venenos inorgá-
nicos, líquidos y sólidos ; los gaseosos , ó al menos algunos de ellos , tie—
- 51* —
también sus contravenenos; ei doro !o es del ácido sulfhídrico
cianhídrico", cianógeno y del amoniaco, y este del cloro; mas casi
nuede asegurarse que los venenos gaseosos no tienen contraveneno, y
no precisamente porque no haya cuerpos capaces de entrar con ellos en
combinación , sino porque es tan rápido su modo de obrar ó su ac-
ción que no hay tiempo para oponerles nada , ni contraveneno, ni antí-
doto' m tal vez remedio.
Los venenos orgánicos, vegetales y animales , tienen mas bien antídotos
que contravenenos. Luego explicaremos las diferencias que entre las dos
palabras caben. Podemos, sin embargo, establecer que el yoduro yodado
de potasio y el carbón son dicaces medios para neutralizar la acción
química de esas sustancias venenosas.
Una disolución del yoduro yodado de potasio sirve para combatir ó
neutralizar los álcalis vegetales, y demás principios activos análogos, con
los cuales forma dobles yoduros insolubles.
El carbón no solo destruye ia acción del ácido arsenioso, según Ber-
trand, y la de la mayor parle de sales minerales , porque tiene la pro-
piedad de absorberlas y retenerlas, sino que hace otro tanto con los ve-
nenos orgánicos, vegetales y animales, obrando sin duda del propio
modo.
Según M. Garrot, el carbón absorbe los principios activos de las sus-
tancias vegetales v animales, dejándolas inertes.
Quince gramos de carbón neutralizan 5 centigramos de estricnina, mor-
íina y otros alcaloides. Un gramo hace otro tanto con 30 centigramos de
nuez vómica.
Dicho autor emplea el carbón animal purificado por el ácido clorhí-
drico al color rojo.
Según floward JRand de Filadelfia, con 20 gramos de carbón se neu-
tralizan los efectos de 59 centigramos de extracto de belladona, de 75 de
digital y de 15 gotas de ácido cianhídrico. Obtiene el carbón calcinando
sangre con la potasa, lava el producto y le seca luego.
Üspril ha hecho constar que con el método de desalojamiento , el car
bon absorbe todos los venenos metálicos de ia cuarta sección de metales,
las sales de barita, etc.
Los hongos tienen su contraveneno á veces en la sal común, el opio y
los alcaloideos ; además del carbón , pueden también ser neutralizados
por el tanino, el cocimiento de nuez de agallas , y según Rian-der-Hoff,
con los cuerpos crasos.
A esto podemos reducir el catálogo de los contravenenos bien conoci-
dos hoy día como verdaderamente tales; es decir, como cuerpos suscep-
tibles de combinarse químicamente con los venenos, bajo las condiciones
que hemos establecido en el párrafo anterior.
Mas adviértase una cosa notable en punto á contravenenos, que puede
conducir á que cada uno los invente y los descubra. Neutralizar un ve-
neno es formar con él otro cuerpo de ninguna acción ó de acción mas
pálida; pues bien, eso se consigue, volviéndole insoluble, es decir, trans-
formándole en un cuerpo insoluble, puesto que los cuerpos insolu-
bles no pueden ser absorbidos, ni desplegan acción local. Así el yoduro
de potasio es contraveneno de los alcaloideos, porque torma con ellos
compuestos insolubles; por la misma razón lo es de casi todas las sales
metálicas v ácido arsenioso, el sulfuro de hierro hidratado; por la misma
el carbón lo es de las sustancias orgánicas, pues reteniéndolas, absor
- m -
(riéndolas, ni pasan á la masa de la sangre, ni obran (ocalmente; por ía
mismo , el almidón lo es de todos los yoduros ; la sal común de los com-
puestos de plata, plomo y prolosales de mercurio; por la misma, en fin,
obran todos los demás contravenenos, todos vuelven insolubles las sus-
tancias, ó las amenguan retardándoles la acción.
ARTÍCULO II.
DE LOS ANTÍDOTOS.
No son pocos los autores que no establecen ninguna diferencia entre
el antídoto y el contraveneno ; para ellos la denominación es sinónima,
representa un mismo hecho. Plenk , Orfila, Devergie, etc., son de está
clase. Hay otros, sin embargo, y entre ellos está Anglada, que reclaman
una diferencia de significación para la voz contraveneno, y otra para la
voz antídoto. Las razones en que se funda Anglada para dar acepción di-
ferente á estas dos palabras no son ligeras; ellas expresan dos hechos
muy diferentes, y puesto que en realidad los hechos no son idénticos,
deben ser expresados por palabras, cuya idea no lo sea tampoco. Expli-
quemos lo que vamos á entender por antídoto, y así comprenderémos
con facilidad con cuánta razón no pueden tomarse por sinónimas dichas
palabras. Visto lo que sea antídoto, dirémos algo sobre los antídotos co-
nocidos.
§ I.— Qué debe entenderse por antidoto.
Anglada decía: «El antídoto no obra sobre el veneno, sino contra sus
efectos, ó sea contra el envenenamiento, diferenciándose de Jos remedios
en que su acción es específica ; esto es , empírica.» Estas ideas están com-
pletamente de acuerdo con las de Barthez, el cual decia: «Las alteraciones
específicas que los venenos causan en el sistema de las fuerzas , pueden
ser destruidas con antídotos que no atacan ó no descomponen estos vene-
nos, obrando solamente sobre dicho sistema de un modo perturbador
indeterminado (’).»
Anglada y Barthez comprendían los hechos de esta especie á tenor de
sus doctrinas vitalislas. Para ellos , el contraveneno obra sobre el ve-
neno , y el antídoto sobre las fuerzas atacadas por aquel. Yo admito los
antídotos como diferentes de los contravenenos, pero con otra signifi-
cación mas de acuerdo con la doctrina establecida en este libro.
Cuando se administra á un sugeto intoxicado cualquiera de las sus-
tancias que hemos indicado como verdaderos contravenenos, estas sus-
tancias ejercen su afinidad sobre la venenosa; entran en combinación con
ella, y por lo mismo la neutralizan; el ácido es un verdadero contrave-
neno del álcali , y vice- versa; su acción química es clara. Mas las sustan-
cias que vamos á indicar como verdaderos antídotos, ejercen acción quí-
mica, como todas, sobre los venenos; pero no siempre es evidente, no
se conoce cuál sea esta acción; no se sabe bien qué acción química
ejerce el éter y el cafe, antídoto délos hongos; el calé, antídoto del
opio; el guaco, antídoto del veneno de la víbora; el aceite de tremen-
tina , antídoto del ácido hidrociánico, etc., etc. Los cuerpos que entran
en combinación química con ciertos venenos que tienen antídoto, no (*)
(*) Nnuv- elém. de tu teten, del hom., t í I , p 217.
TOX1COLOUIA. — 33
, íi.iiíHí'wirarnente con respecto á ellos; por ejemplo, acabo de decir
jpian aiitido ^ áci(j0 hidrociánico el aceite de trementina, y sin em-
15® ni ii amoníaco, ni la potasa ¡o son, al paso que son muy propios
t ns forma ríe en una sal comparativamente mucho menos activa,
Para írantidoios obran, cuando va no está el veneno en el estómago, ó
■ ° lo' va se han manifestado sus efectos ó la intoxicación. El ácido^acé-
el vinagre , cuando obra sobre el opio químicamente , le vuelve
mas activo, porque le descompone, apoderándose de la morfina, ó for-
mando un acetato, una sal mucho mas activa que el opio. Pues ese vina-
gre es un antídoto del opio , dado , cuando ya se ha presentado el narco-
tismo, cuando ya no queda en el estómago nada de la sustancia narcó-
tica, sea que haya sido arrojada por vómitos, sea que haya sido absor-
bida, cuando por lo mismo no puede obrar sobre el veneno. Por eso
Barthez, y con él Anglada, dicen que hay sustancias, cuya acción, para
neutralizar los malos efectos de los venenos, no se ejerce sobre estos sino
sobre el organismo. El mismo Otila , que se opone á la existencia de los
antídotos, poque no obran químicamente, trae en su obra varias sustan-
cias que combaten victoriosamente la intoxicación, y que, sin embargo,
no obran químicamente sobré el veneno in loco ; por lo menos , no se ex-
plicará claramente de qué naturaleza es esa acción química , ni qué ter-
cero resulta , como puede hacerse con todos los contravenenos.
En semejantes casos no falta la acción química , pero se ejerce sobre
el veneno ó los compuestos que forma, ya introducido en la masa de la
sangre ó combinado con los elementos de los tejidos ; y como estos efec-
tos químicos han producido electos fisiológicos, que desaparecen ó se cor-
rigen , cuando el antídoto obra sobre esas combinaciones, parece que
obra sobre la economía, modificando su estado.
No siendo un hecho idéntico la acción sobre el veneno mismo, y la
acción sobre la economía , es evidente , que por poco exactos que quera-
mos ser, no debemos confundir esas acciones expresándolas con palabras
de sinónimo sentido. La diferencia es demasiada para cometer semejante
confusión sin inconvenientes, pero guardémonos de expresarlas con teo-
rías no admisibles. La acción siempre es química , siempre se ejerce por
el contraveneno y el antídoto sobre el veneno, con la diferencia que el
contraveneno la ejerce sobre el veneno antes de obrar, y el antídoto so-
bre el compuesto que ha formado el veneno local , ó en la sangre y órga-
nos distantes del de la ingestión.
Así , pues, debemos admitir la existencia de contravenenos y de antí-
dotos , como dos medios terapéuticos contra la intoxicación . realmente
distintos y diferentes, y entender, de consiguiente, por antídoto «toda
sustancia que neutraliza rápidamente los efectos de un veneno, obrando
sobre las combinaciones anormales que el veneno ha producido, ó des-
truyendo los efectos químicos y lisiológicos de su acción , ai paso que el
contraveneno es un medio que obra sobre el veneno.» El contraveneno
obra químicamente , y su acción es conocida ; el antídoto de un modo
químico también , pero desconocido ; el contraveneno ejerce su acción
mientras está el veneno libre; el antídoto, después que este ha obrado.
El contraveneno lo mismo obra en el cuerpo del envenenado que fuera
de él , in viiro, por ejemplo ; el antídoto solo obra en el cuerpo (le la víc-
ln?a » en cuanto á los efectos fisiológicos.
tnrtaUan(*0- estas diferencias son reales y positivas, ¿qué significa
oposición á semejante doctrina? ürfila se empeña en que no ha de
- oí5 —
llevar eí nombre de contraveneno mas que lo que obre químicamente so-
bre las sustancias venenosas. Convenidos ; estamos de acuerdo con este
sabio toxicólogo. Mas no porque los antídotos no obren químicamente
sobre el veneno antes de obrar, han de dejar de ser antídotos, han de ser
colocados entre los medicamentos. La reflexión que hace Orfila no tiene
aplicación á los antídotos , tales como los concibió Barthez , como los ad-
mitió Anglada , y menos como los aceptamos nosotros. ¿No es ridículo,
viene á decir aquel autor, sentar que las sanguijuelas son el contrave-
neno délas sustancias corrosivas, porque, aplicadas al abdómen, hacen
desaparecer la inflamación sobrevenida, á consecuencia de la ingestión
de un veneno corrosivo? Seguramente seria ridículo semejante razona-
miento ; por eso no llamaremos contraveneno del ácido arsenioso á las
corrientes de electricidad, como lo ha hecho un autor español, ni á las
afecciones de agua fria, contraveneno de los narcóticos. Nosotros no
llamamos contraveneno á las sanguijuelas ni demás medios terapéuticos
racionales que modifican los efectos fisiológicos sin acción alguna sobre
el veneno, ni antes de obrar ni después de haber obrado ; ni antídotos
siquiera los llamamos, aun no haciendo sinónimas las voces de antídoto
y contraveneno. Nosotros no tenemos por contravenenos , sí por antído-
tos , á esas sustancias que obran de un modo rápido en el acto mismo de
ser aplicadas ó poco tiempo después que obran de un modo específico,
con explicación y teoría , ó sin ella ; esas sustancias que Orfila , Dever-
gie y demás colocan entre los contravenenos , á pesar de no admitir
como tales sino los que obran químicamente , á saber : el cocimiento de
café, el éter, el vinagre, etc. Estos ya son medicamentos, se nos dirá;
estos son remedios, los cuales no por no. tener lugar su acción en nues-
tras teorías ; no por no ser explicado su modo de obrar, dejan de ser*
remedios: serán empíricos , específicos, enhorabuena; pero serán medi-
camentos. Empeñarnos en combatir estas últimas razones , seria ya dis-
putar sobre los nombres; de consiguiente , nos bastará dejar aquí con-
signado que son antídotos para nosotros esos remedios , si tales se los
quiere llamar, cuyo empleo es empírico y cuya acción es rápida y eficaz,
como suele serlo la de los contravenenos.
En suma , hé aquí cómo distinguimos los contravenenos, los antídotos
y los medicamentos antitóxicos.
El contraveneno obra sobre el veneno ingerido ; pero antes que este
obre.
El antídoto sobre el veneno ó los compuestos que forma después de
haber obrado.
El medicamento sobre el estado de la economía , afectada por el ve-
neno.
Los dos primeros obran químicamente sobre el veneno ó sus produc-
tos ; el medicamento sobre él estado fisiológico. .
Convenidos en lo que entendemos por antídoto, veamos qué condicio-
nes ha de tener una sustancia para serlo, cuántos se conocen , y si nos
será posible decir algo de ellos en general.
g II.— De las condiciones que ha de tener una sustancia para ser considerada
como antidoto.
Estas condiciones se deducen de la misma definición y comentarios que
hemos hecho acerca de los antídotos, lina sustancia, para ser justamente
— olO —
vwaria como antídoto, debe combatir directamente el resultado de
toaeSon del veneno ; debe modificar el organismo de un modo rápido,
hadendo desaparecer todos los síntomas, ó por lo menos la mayor parte,
nroDios de la intoxicación , atacando las combinaciones anormales que
ha producido el veneno, ó destruyendo la acción química que ha desple-
gado ó sigue desplegando.
Cuando con las sangrías y sanguijuelas se combate la inflamación pro-
vocada por un veneno inflamatorio, se obra quitando fuerzas al orga-
nismo, quitando vida, para decirlo así, y esto necesita su tiempo, su
curso; el enfermo tarda dias en restablecerse: cuando se da el coci-
miento de café contra el narcotismo, este desaparece pronto, y el envene-
nado recobra su salud , sin que su organismo haya perdido nada. Esas
mudanzas rápidas en lo virtual , en las fuerzas que animan la organiza-
ción y presiden sus funciones fisiológicas y patológicas , son lo que da
carácter á la acción de los antídotos, mirándolos bajo el aspecto de los
efectos fisiológicos. Bajo el de los químicos , se les da el obrar sobre las
combinaciones formadas por el veneno ó la acción química que ha tras-
tornado los normales.
g III.— De los antídotos conocidos.
Al tratar de exponer un cuadro de contravenenos, nos ha sido fácil
generalizar, porque dábamos con cuerpos de leyes generales , que lo
mismo se conducen con un cuerpo que con otro, con tal que las circuns-
tancias , en medio de las cuales se desenvuelve su acción , se lo consien-
tan. Sabiendo que un ácido es contraveneno de un álcali, y el por qué,
puede decirse, a priori, que lo será de todos los demás álcalis, y que
liarán otro tanto todos los ácidos. No nos será dado decir lo propio de
los antídotos. Respecto de muchos, su acción es para nosotros empírica,
específica ; y todo lo que es específico no puede generalizarse; la especi-
ficidad es lo contrario de la generalidad. Sin temor de incurrir en error
alguno, podemos afirmar que lo que es antídoto de un veneno no lo será
de otro. Si así fuese , acaso se descubriría algo sobre su modo de obrar;
acaso se explicaría siempre.
Para dar á conocer, por lo tanto, los antídotos que posee la ciencia ó
que combaten las intoxicaciones , hay que hacer un catálogo de ellos y
nombrar en la lista que de los mismos se haga el veneno de que son an-
tídotos. Así , por ejemplo, podrémos decir que es antídoto de las cantá-
ridas, el alcanfor; del opio, el café y el vinagre ; de los hongos, el éter;
del cobre ó cardenillo, el azúcar ; de un gran número de venenos vege-
tales, como de la nuez vómica, de la manzana venenosa de América (hi-
pomane mancinella ) del rhus toxicodendrum , de la cicuta virosa, la
fevillea cordifolia; del veneno de las víboras ó culebras venenosas, el
guaco, ele., etc. El carácter de las nociones de esta primera parte de la
toxicología no nos consiente prolongar esta lista, puesto que, como se
ve, no es una generalidad lo que podemos consignar aquí, sino particu-
laridades.
Sin embargo, estudiando los antídotos bajo un punto de vista químico,
ya que no en el estado actual , mas tarde creemos que también será po-
sible establecer algunos con cierta generalidad , y acaso mayor que la ae
flo-na0^1^76116?108, Si» por ejemplo, decimos , los ácidos, el vinagre , e
g naranja ó limón , son contravenenos de los álcalis ; la magnesi y
- 517 -
el jabón lo son de los ácidos; la albúmina, el sulfuro de hierro, de las
sustancias metálicas; el yoduro yodado de potasio, el carbón délos alca-
loideos y sustancias metálicas vegetales y animales por neutralizarlas ó
volverlas insolubles; también podríamos decir las sales alcalinas son an-
tídoto de los venenos coagulantes de la sangre ; el tanino, el centeno, el
ácido sulfúrico, antídotos de los diluentes, etc., porque tales agentes
obran sobre las combinaciones formadas por los venenos, produciendo
un efecto químico opuesto.
El cloruro de sodio es un buen antídoto contra los preparados mercu-
riales , porque disuelve el coágulo que forman ; supóngase que se ha
aplicado al exterior en una úlcera ó solución de continuidad ; el coágulo
formado será disuelto por los cloruros alcalinos de la economía, y pasará
á la masa de la sangre ; pues lociones de agua salada sobre la parte irán
disolviendo el coágulo, y se le llevarán , con lo cual se impedirá la ab-
sorción del cloruro doble , ó del hidrargirato.
El ácido sulfúrico se apodera del plomo en las intoxicaciones por este
metal , por lo que es un medio profiláctico para los que tienen que traba-
jar en las minas de este metal ó en fábricas que se maneje.
Que hay muchos cuerpos de acción química manifiesta sobre las com-
posiciones anormales á que ha dado lugar la ingestión de un veneno, ca-
paces de apoderarse del cuerpo tóxico, y librando así á los tejidos de
ellos, es evidente. Pero desgraciadamente, eso no es siempre fácil, ni
posible; porque la delicadeza de los tejidos y humores no permite esas
operaciones, siquiera puedan efectuarse á la temperatura del cuerpo
humano. Hé aquí por qué el catálogo de los antídotos no puede ser tan
considerable como el délos contravenenos , ni podemos establecerle como
lo hemos hecho respecto de estos.
Añadamos á todo esto que, no siendo conocida todavía la acción quí-
mica de todos los venenos, tampoco podemos oponerles antídotos ade-
cuados. La intervención de la vida, la presencia de los sólidos y líquidos
vivos modifican la acción química de las sustancias y los modos de ha-
cerlas reaccionar las unas sobre las otras, y todo eso basta para com -
prender cómo hay mas contravenenos que antídotos, cómo los venenos
orgánicos tienen acaso mas antídotos que contravenenos , y por qué no
podemos todavía establecer acerca de los antídotos ojeadas generales.
ARTÍCULO III.
DE LAS MEDICACIONES.
ílasta aquí hemos hablado de medios terapéuticos que no son en rea-
lidad medicamentos, á menos que tomemos esta palabra bajo la acep-
ción mas lata. Con el contraveneno nos dirigimos á neutralizar la acción
química ó fisiológica del veneno , por medio de una combinación , y esto
en realidad no es curar ; es en cierto modo precaver, es destruir el agente
morboso antes que desplegue , ó mientras está desplegando su actividad.
Con el antídoto nos aproximamos más al medicamento ; va nos dirigi-
mos á modificar el organismo , ó los efectos fisiológicos , siquiera no se-
pamos cuál es su acción química , ni cómo ataca el veneno que ya ha
obrado; obramos así, porque la experiencia nos ha enseñado que,
obrando de esta manera , se saca partido de la administración de los an-
- ;>1 N —
r _i medica mentó , con un pian racional, vamos derechos y
Üd ít0Sivflinente contra la enfermedad; la hemos calificado, conocemos,
excmsivai conocep su naturaleza , y la combatimos con los remedios que
° Ci e,ras teorías nos presentan como los mas apropiados. Esto es la ve r-
Sera medicación , esto es lo que constituye la ciencia. Un profano
¡Miaiauiera , sabiendo el veneno que ha tomado un sugeto , le puede cu-
rar dándole el contraveneno , dándole el antídoto ; el modo de darlo le
aprende un enfermero, un mozo de hospital, un sugeto cualquiera de
Una familia. La medicación no la comprende mas que el médico , mas
que el hombre del arte , que sabe hacer diagnósticos , que sabe apreciar
el valor de los síntomas y convertir en signos estos fenómenos patoló-
gicos.
Estas consideraciones bastarían , á falta de otras, para justificar la dis-
tribución que hemos dado á los puntos relativos á la terapéutica de la
intoxicación. Hemos creído melódico é importante para la práctica tra-
tar aparte de cada uno de estos medios ó recursos terapéuticos , y puesto
que ya hemos visto lo que hay sobre contravenenos y sobre antídotos,
veamos lo que podemos consignar en esta parte de nuestro Compendio so-
bre medicaciones. Ocupémonos primero en la medicación que reclama
toda intoxicación en general ; en seguida en la que exigen las intoxica-
ciones particulares. De esta suerte comprenderémos toda la terapéutica
de la intoxicación.
§ I.— De las indicaciones que hay que llenar en la intoxicación en general.
Acabamos de indicar que la verdadera medicación, el trabajo terapéu-
tico que mas atañe y caracteriza al hombre del arte, es el empleo de las
sustancias medicinales, que son capaces de modificar el organismo ata-
cado por un veneno.
Mas no vaya á creerse que esta indicación , hecha con el fin de justifi-
car nuestro método de estudio , sea tomada por nosotros con tan pueril
rigor, que excluyamos de la medicación el empleo de los contravenenos y
antídotos. Muy al contrario , una vez entendidos acerca de esos recursos
terapéuticos, los mas eficaces tal vez, vamos ahora á incluirlos en la me-
dicación , puesto que ellos, como los medicamentos ó medios racionales,
forman parte de la terapéutica toxicológica , y no la menor por cierto.
Bajo el nombre de medicación de la intoxicación en general, abrazare-
mos todo lo de que puede .echar mano el facultativo para salvar á los in-
toxicados, sea contraveneno , sea antídoto , sea medicamento, sean me-
ras maniobras ó aplicación de medios , que no encuentran cabida en nin-
guna clase de esos recursos. La terapéutica de la intoxicación en este
terreno es la aplicación de todo lo que puede contribuir á la destrucción
del veneno ó neutralización de sus efectos.
Puesta la cuestión en estos términos, el modo de resolverla es tratar
de las indicaciones que hay que cumplir en todo caso de intoxicación ó
envenenamiento. Estas indicaciones son cuatro :
Dar el contraveneno.
Expulsar el veneno, facilitando el vómito, dando lavativas , etc.
f \ Administrar el antídoto.
• Establecer la medicación conveniente ó el plan curativo.
- 519 -
A. Primera indicación ,
Dar el contravenenó.
Es lo primero , en efecto, que hay que hacer, cuando se llega á
tiempo ; porque si conseguimos por medio de él destruir en el acto el
veneno , el sugeto está salvado. Hemos visto que la segunda indicación es
facilitar el vómito ; pues véase cuán ventajoso y cuán oportuno es apre-
surarse en dar el contraveneno primero que todo; facilitando el vómito,
es expulsado á la vez el veneno y contraveneno , ó sea el tercero que se
forma con la administración de este último.
Mas para dar el contraveneno, se necesita que se llegue verdadera-
mente á tiempo. Ya vimos , al tratar de las condiciones que debía te-
ner toda sustancia para ser contraveneno , que ha de aplicarse en tiempo
oportuno , sin lo cual de nada sirven todas las demás circunstancias.
Supóngase que el veneno ha hecho su efecto , y que es arrojado por
los vómitos que provoca ó absorbido : ¿de qué servirá el contraveneno?
En vez de producir un bien , no haríamos mas que aumentar la gravedad
del caso , y en especial si el contraveneno fuese ya de suyo alguna sus-
tancia enérgica.
Desgraciadamente esto sucede muy á menudo, como ya dijimos al
tratar del pronóstico de la intoxicación : cuando el facultativo llega, ya
pasó la brevísima ocasión de emplear tan excelente recurso terapéutico,
y solo en determinadas circunstancias podrémos apelar á él , á pesar de
presentarse los síntomas de la intoxicación. Recordemos aquí nuestros
principios sodre el modo como los venenos obran ; no fué solamente para
la teoría , si sostuvimos que obran los venenos también por contacto;
fué por la aplicación que aquellos principios tienen en la práctica. He-
mos visto que hay venenos no solubles, que es como si dijéramos no ab-
sorbióles , los cuales podrán permanecer en el estómago , y desde allí
afectar el organismo. Hé aquí justificada la administración del contrave-
neno, á pesar de haberse desenvuelto la intoxicación. Dése, por ejemplo,
sublimado corrosivo ó ácido arsenioso sólido. Estos venenos hacen su
efecto ; el facultativo es llamado para socorrer al que le tomó ; cree en
la acción de los venenos por absorción, ya no le sirve ni el contraveneno
ni el vómito ; el veneno ha sido absorbido; de lo contrario no habría
obrado todavía. Yice-versa ; el facultativo cree en la acción de los vene-
nos por contacto , y dice : el veneno todavía puede estar en el estómago;
echa mano del contraveneno, provoca, facilita el vómito; si hay intoxi-
cación, la combate después con antídotos, si los tiene, ó si no con el
plan curativo correspondiente.
Es ocioso advertir que no en todos los casos se llena esta primera in-
dicación. Esto supondría que todos los venenos tienen su contraveneno :
podrá ser que le tengan todos; rnas no de todos es conocido, y, por lo
tanto , no serán pocos los casos en que esa indicación tendrá que supri-
mirse , ó, por mejor decir, no existirá.
En cuanto al modo de dar el contraveneno y su dósis , no nos es
posible establecerlo por vía de generalidad. Lo único que podemos decir
es que, no siendo muy enérgica la sustancia dada como contraveneno,
os preciso no escasearla , y que si no se puede dar, contando con los mo-
vimientos de deglución del sugeto , se introduzca por medio de la sonda
esofágica, de la'que hablaréinos luego.
- m —
Sin embargo , deseoso de facilitar en esta primera parte de la Toxico-
logia todo lo que pueda reducirse á breves reglas, me haré cargo de
ciertos contravenenos, bajo el punto de vista de la dósis ó cantidad á que
pueden administrarse.
Contra los álcalis, — el ácido sulfúrico diluido á modo de limonada , el
agua de vinagre y la de naranja ó limón en vasos ó medios vasos, repi-
tiendo la dósis con frecuencia.
Contra los ácidos, — la magnesia, á la dósis de uno ó dos gramos di-
luida en cada vaso de bebida, ó en algunas cucharadas de aceite; el ja-
bón , de veinte á treinta gramos en uno ó dos litros de agua , disolvién-
dole al fuego ó en agua caliente.
Contra las sales metálicas, la albúmina ó las claras de huevo en nú-
mero de cuatro á ocho desleídas en uno ó dos litros de agua colada. Con
las yemas puede hacerse io mismo.
Contra las mismas sales ú óxidos metálicos, — el sulfuro de hierro hidra-
tado, de uno á cuatro gramos en líquidos mucilaginosos, por vasos ó
medios vasos. Las limaduras de hierro ó zinc, reducidas por el hidró-
geno, pueden darse de un modo análogo contra los preparados de cobre
y mercurio.
Contra los diluentes, e! antimonio y sustancias orgánicas, como el opio y
los hongos,— el tanino y los astringentes á la dósis de uno á dos gramos
por vaso de agua , el cocimiento de nuez de agallas de 8 á 18 gramos, en
800 gramos de agua.
Contra ios alcaloideos y otras sustancias orgánicas de principios extrac-
tivos venenosos, — el yoduro de potasio yodado: de yodo, 420 centigra-
mos; de yoduro de potasio , 40 , y 800 gramos de agua.
Contra los gases , — el cloro, esparciéndole en la atmósfera que respire
el envenenado, ó en agua clorada, empapando paños ó echando un poco
en pedacitos de azúcar, que se deslíen en la boca. Bardet recomienda el
cloro líquido ó agua clorada á la proporción de 5 gramos disueltos en
250 de agua , contra la nuez vómica. El carbón tiene dósis diferentes,
según las materias.
Repetimos lo que ya llevamos dicho. Como no es posible establecer
una regla general; como cada contraveneno exige cantidades diferentes,
hay que guardar esta tarea para cuando nos ocupemos en la Toxicología
particular.
Añadamos que esas dósis de que hablan los autores se proporcionan á
determinadas cantidades de veneno, y estas, en los casos prácticos, va-
rían al infinito, y, por lo tanto , respecto á cantidad de contraveneno, no
hay mas regla que la de la medicinal y la intensidad de los síntomas,
igualmente que los efectos que el contraveneno vaya produciendo.
B. Segunda indicación.
Expulsar el veneno facilitando el vómito, dando lavativas , etc.
La expulsión del veneno es lo mas urgente, si hay tiempo y es caso de
apelar á ella; administrado el contraveneno, hecha la combinación con
la sustancia venenosa, formado el tercero resultante de esa combinación,
nada mejor puede hacerse que echarlo todo fuera facilitando el vómito,
si e veneno fué introducido por la boca; ó por lavativas, si entró por el
ano, o es de aquellos que siguen desenvolviendo su acción hasta después
- m -
de haber llegado á los intestinos gruesos. Agua tibia en abundancia * y
en su defecto fria, leche, tal vez aceite, facilitan el vómito. Si este se
presenta naturalmente á consecuencia de la acción del veneno, hay que
favorecerle con los medios expresados.
Mas si hay casos en los que el mismo veneno se constituye medio ex-
pulsivo con los vómitos que causa, hay otros en los que no sucede así. El
envenenado no experimenta mas que náuseas, conatos de vómito impo-
tentes, procedentes de un espasmo ó de una irritación violenta del estó-
mago. Las bebidas gomosas, mucilaginosas, ó sea emolientes, calman
estos accidentes , y el vómito se hace desde luego fácih
Otras veces sucede que el vómito es dificultoso, ya porque el venenó
no lo provoque , ya porque e! sugeto no sea de los que vomitan fácil-
mente, ya por otras causas; en estos casos, el facultativo debe procu-
rarle con los medios que la terapéutica suministra para ello. Si la intro-
ducción de los dedos del mismo enfermo, ó las barbas de una pluma en
la faringe no consiguen hacer entrar en contracciones al estómago, puede
apelarse á la administración de los eméticos. La ipecacuana, el tartarato
anUvmviado de potasa ó el sulfato de zinc , son los eméticos de que eeharé-
mos mano, según los casos. Si hay necesidad de mucha rapidez en la
acción, que es en la mayoría de los casos, el sulfato de zinc debe tener
la preferencia : hace vomitar acto continuo (*) ; el tártaro emético le si-
gue en rapidez de acción. Mas si hay mucha irritación en el estómago, la
ipecacuana deberá ser la preferida. Dándole á la dósis de Vi granos,
que se reparten en tres paquetes, y mezclándola con un poco de miel ó
cualquiera otra sustancia idónea que se encuentre á la mano, se adminis-
tran estas tres tomas á poca distancia la una de la otra , hasta obtener el
resultado apetecido. Abundantes bebidas de agua tibia favorecerán la ac-
ción de la ipecacuana.
El tártaro emético es lento en su acción , y en todo caso de envenena-
miento ó intoxicación hay que aprovechar el tiempo : un segundo es pre-
cioso. Otro inconveniente tiene el tártaro estibiado, y de cuantía, en la
terapéutica foxicoMgica ; su tendencia á hacer pasar los materiales á los
intestinos es notoria ; y como la indicación es expulsar pronto el veneno,
se conciben las desventajas de un evacuante que facilite, en vez de esta
expulsión , el paso de las sustancias venenosas al tubo intestinal. En caso,
pues, do darle, que no sea en poca dósis, pues ese efecto purgante so
presenta más cuanto menor sea la cantidad á que se dé.
El sulfato de zinc se da á la dósis de 8 á Vi granos, en 4 onzas de
agua destilada. También podrá darse el de cobre , bien que es mucho
mas peligroso.
Sea cual fuere el emético empleado , hay que facilitar el vómito con
abundancia de agua tibia , la cual se seguirá dando hasta que se pueda
creer prudentemente que ya queda expulsado todo el veneno, á no ser
que fatigue el estómago, ó aumente, por la distensión á que le obliga
el líquido, la cardialgía. En semejantes casos, las aguas gomosas ó
mucilaginosas , y la leche en menor cantidad , deberán ser las prefe-
ridas.
También es preciso tener en cuenta que, si hay casos en los que dar
mucha agua es bueno , porque debilita los disolventes de la economía,
en otros puede activar la intoxicación , porque facilita la disolución do
(') l'Vank, Toa>icoto<iia , p. 14.
- mi —
jas sustancias. En los casos de ingestión de venenos sólidos solubles * el
aeua mas daña que aprovecha, como no se expulse el veneno pronto.
En los de sustancias msolubles que han de disolverse con los disolventes
de la economía , es ventajosa.
Esto es lo que , generalmente hablando , debe practicarse para facilitar
e] vómito en los casos de intoxicación. Desgraciadamente no son todas
tan sencillas como de esta simple exposición pudiera deducirse. Muchas
veces acontece que, aun cuando haya la indicación del vómito, no es
este fácil , A causa de no poder ser aplicables dichos medios. Ciertos ve-
nenos producen afecciones espasmódicas , causan el trismus, y las man-
díbulas están tan apretadas , que no hay posibilidad humana para abrir-
las y facilitar la introducción de las bebidas y eméticos. Tal vez hay tam-
bién espasmos ó parálisis en los músculos de la faringe, y que contribu-
yen ó ejecutan la deglución. En uno y otro caso se hace forzoso acudir
al empleo de la sonda esofágica ó aparato de Boerhave , perfeccionada
por Dupuytren y Renault, y cuyo invento se disputan la Francia y la
Inglaterra. Describamos este aparato, y luego expondrémos su apli-
cación.
Es una jeringa de bastante capacidad , como las ordinarias de lava-
tiva , á cuyo pico se adapta una cánula ó sonda de goma elástica hueca,
de 6 decímetros de largo y unos 2 centímetros de diámetro en su en-
trada ó boca , que coja bien el pico de la jeringa. Este diámetro dismi-
nuye hasta que no tiene mas que 6 milímetros, sin comprender el grueso
de la pared , que tiene siempre 2 milímetros. El otro extremo es bas-
tante delgado, para facilitar su introducción , aunque romo, para que no
lastime los órganos. Practícanse á diferente altura dos aberturas latera-
les; pero la inferior siempre debe estar en el extremo de la sonda. Tal
es el aparato : una jeringa y una sonda de goma elástica. Vamos á
su uso.
Se tiene agua tibia preparada, se toma la sonda , y untada de aceite,
se introduce por las fosas nasales, inclinando la cabeza del envenenado
hacia atrás y arriba, para que el ángulo que hace el conducto de las fo-
sas nasales con la faringe, se enderece y facilite el paso de la sonda. Co-
locada esta , para lo cual hay á veces que vencer cierta resistencia espas-
módica del esófago, se llena de agua la jeringa, y se adapta su pico á la
abertura de la sonda , impidiendo suavemente el émbolo ; al cabo de un
rato, dos ó tres minutos, por ejemplo, se retira el émbolo, así se forma
un vacío, hay una acción aspirante que vuelve á llenar la jeringa con el
líquido que se había introducido en el estómago, y á beneficio de esta
aspiración se lleva el médico las sustancias contenidas en esta viscera,
efectuándose la expulsión del veneno ó sustancias venenosas sin vómito.
Luego se retira la jeringa , dejando la sonda en posición ; se arroja el
líquido contenido en aquellas, y se vuelve á 'llenar de agua tibia para re-
petir la operación dos , tres , cuatro ó mas veces , hasta que se considere
cumplido el objeto, en cuyo caso se retira la sonda.
Compréndese cómo de esta suerte es fácil llevarse los materiales con-
tenidos en el estómago como si fuesen arrojados por el vómito; mas no
en todo estado : para esto es menester que la sustancia venenosa sea lí-
quida ó disuelta ; en estado sólido no es posible expulsarla por medio de
este aparato ; los polvos son los únicos que pueden salir llevados por el
agua. Mas aun en tales casos se saca su partido ; al menos se lleva uno
lo que haya disuelto.
— 523 -
Los resultados de este aparato, cuando se sabe manejar, son altamente
satisfactorios. A. Cooper, en 1824, practicó esta operación varias veces
en sí mismo y delante de muchos médicos y cirujanos de Londres. Tra-
gaba una disolución de regaliz, y la sacaba luego en su totalidad. Tiene,
sin embargo, grandes inconvenientes el aparato, cuando hay sustancias
alimenticias en el estómago, puesto que, siendo sólidas ó blandas, no
se prestan á la aspiración por la sonda de reducido diámetro; la obs-
truven , y no puede verificarse la expulsión de material alguno.
Ocioso es decir que, así como sirve para introducir el agua tibia, con
el objeto de expulsar el veneno, puede servir este aparato para dar el
contraveneno y los medicamentos. Si hay ocasión de dar el contraveneno,
se administra en estado líquido por la sonda en la cantidad correspon-
diente; se deja un rato para que éntre el veneno y contraveneno en ac-
ción , y luego se introduce el agua tibia en los términos antedichos para
extraerlos á los dos á la vez.
Mas ocioso es decir todavía que dicho aparato solo es de oportuna
aplicación, cuando el veneno puede ser expulsado : si ya ha sido arrojado
por vómitos provocados por él mismo, ó ya ha pasado á las segundas vías
y ó los intestinos gruesos , hay que apelar á otros medios.
El doctor Brige reemplaza la sonda por un tubo largo, y la jeringa
por una vejiga llena de agua ; para vaciar el estómago, baja el tubo, el
cual funciona á la manera do un sifón.
Lafargue, en 1837, propuso reemplazar el aparato de los ingleses, ó
Boherave, con una especie de pipeta. Gay, hallando que, tanto e'sta como
aquel , tienen inconvenientes , se sirve de una especie de sifón flexible,
compuesto de una sonda gástrica, á la que se adapta un tubo, de la
misma longitud , de vidrio, fijo á dos sondas con algunas vueltas de un
cordonete plano. Un tubo flexible de goma elástica, abierto por los dos
extremos , una sonda esofágica , de longitud doble , 16 centímetros , po-
dría reemplazar los tubos. Se introduce el cabo estomacal , se eleva el
otro á la altura de la nariz, se echa el líquido por medio de un embudo.
Cuando el tubo esté lleno, se le deprime con el dedo, se baja hasta el
nivel del ombligo, y hallándose así cargada la sonda , funciona como un
sifón , y las materias del estómago salen ; se levanta de nuevo para car-
garle, v así sucesivamente. Pocos minutos bastan para poner en activi-
dad este aparato.
En otras ocasiones no se facilita el vómito, porque el estado de los ór-
ganos no lo consiente. En la intoxicación por los venenos cáusticos, por
ejemplo, el vómito seria altamente perjudicial; el estrago que en el estó-
mago, esófago y faringe producen , no haria mas que aumentarse con los
esfuerzos y contracciones de los músculos. Desgarros del esófago y estó-
mago, seguidos de una peritonitis mortal ; hé aquí lo que se obtendría.
El emplo del aparato de Boerhave, ó indicado /por él, podrá servir en
estos casos para introducir el contraveneno acto continuo, llevarse la sal
neutra resultante, sin lastimar ni el estómago ni el esófago, tanto mas,
cnanto que en estos casos no hay trismus, y se puede introducir la sonda
por la boca , pero con mucho cuidado, para no desgarrar con su pico los
puntos que el veneno cáustico hubiese cauterizado ó reblandecido.
La indicación , sin dejar de ser evacuante , no lo será tal vez por vó-
mitos. Conoceráse, en efecto, que en vez del vómito hay que provocar la
expulsión por cámaras, cuando se vean deyecciones diarréicas mas ó me-
nos copiosas, cólicos mas ó menos vivos, como en los casos de intoxi-
- m -
eacioii por los hongos, y demás síntomas que manifiesten estar ya el
veneno en los intestinos gruesos. En semejantes casos, están fuertemente
contraindicados los vómitos , y muy indicados los purgantes , los laxan-
tes, mejor diremos, dados en lavativa con la misma abundancia y pre-
cauciones que hemos recomendado para los eméticos. Los líquidos oleo-
sos y mucilaginosos, la solución del maná, de tamarindos y otros reme-
dios análogos, son conducentes para el caso.
IYo solo sirven para expulsar con su salida las sustancias venenosas,
sino también para calmil* la irritación de la mucosa intestinal, y hacer
las veces de una túnica protectora.
Considero excusado advertir que, si el veneno se ha introducido por la
vulva ú otro conducto, por el mismo se ha de tentar la expulsión con
medios análogos á los expuestos y aplicables á la parte.
Si se ha aplicado el veneno á la piel íntegra, ó en una solución de con-
tinuidad, el modo de expulsarle mas conducente es destruirle ó impedir
su absorción , igualmente que su acción local , y si ha formado ya coá-
gulo, ver de qué modo se destruye ó disuelve, impidiendo que pase la
sustancia venenosa á la masa de la sangre.
Si se trata de mordeduras ó picaduras de animales ponzoñosos, la des-
trucción por el fuego ó los cáusticos es el medio mejor. La bomba de
Barry, las ventosas secas ó escarificadas, sirven también para evitar la
absorción. Lociones de agua sobre la parte, ó de disoluciones de agentes
capaces de disolver los coágulos, serán también buenos medios para ex-
pulsar el veneno aplicado al exterior.
Si se tratara de las vías pulmonales, por las cuales se hubiese introdu-
cido el veneno , el mejor medio de expulsarle seria hacer respirar buen
aire, insuflarle, favorecer la respiración, puesto que de esta suerte el aire
expulsa el gas respirado y contribuye no poco al restablecimiento del
sugeto.
C. Tercera indicación.
Administrar el antídoto.
Cuando el facultativo ha dado, si hay lugar, el contraveneno y ha fa-
cilitado el vómito por las cámaras para la expulsión del veneno y contra-
veneno juntos , tal vez , según á la hora en que llegó, tenga todavía que
combatir algunos síntomas de la intoxicación que ya se habían presen-
tado. Las cosas pueden presentarse de otro modo : cuando el facultativo
ve al enfermo por primera vez, ya no es caso de dar contraveneno, ni de
facilitar el vómito; pasó este primer tiempo ; ya no hay que pensar mas
que en combatir la intoxicación. En uno y otro caso se presenta la indi-
cación tercera , que es la administración del antídoto , si el veneno que
produjo la intoxicación le tiene.
Si la boca y el esófago están expeditos, por estas vías se introduce la
sustancia que obra contra los efectos del veneno , y después de haber
obrado sobre el organismo. Si no lo están , podemos apelar al aparato
poco hace descrito; ó bien introducir el antídoto por el ano. Por lo
mismo que el antídoto obra sobre las combinaciones anormales verifica-
das en la sangre y otros órganos para modificar el organismo afectado
por el veneno, lo mismo se conseguirá, generalmente hablando, por una
vía que por otra, y según los casos, mas por el ano que por la boca. LI
— —
cocimiento del café , antídoto del opio , mejores efectos produce por ía
abertura inferior del tubo digestivo que por la superior.
Esta indicación en muchos casos no existe, ya sea que no se conoce
antídoto alguno contra la intoxicación que se ha de combatir , ya que la
naturaleza de esta ios haga inútiles, por no decir imposibles.
D. Cuarta indicación.
Establecer la medicación conveniente ó un plan curativo.
Ora sea que se haya administrado el contraveneno , y junto con el ve-
neno haya sido expulsado, permaneciendo los síntomas mas ó menos
alarmantes ; ora que nada de esto se haya hecho, ya por haber llegado
tarde, ya por no conocerse contraveneno alguno, ya por no ser aplicable
la expulsión del veneno; ora, en fin, se hayan ó no administrado antído-
tos , el caso es tal , que el facultative tiene á la vista cierto número de
síntomas de intoxicación , los cuales debe combatir por los medios ra-
cionales que el arte suministra. En semejante caso, el médico acomoda al
diagnóstico que forme su plan , y dispone los medios curativos que le
parecen mas apropiados para atacar el estado patológico desenvuelto por
la acción de la ponzoña.
Puesto que hemos visto intoxicaciones con síntomas de inflamación
local y general , con síntomas de aplanamiento y postración de fuerzas,
con síntomas de irritación nerviosa y de putridez o disolución de humo-
res, ele. ; es evidente que el plan curativo tan pronto será el aconsejado
por la terapéutica contra las afecciones flogísticas ó inflamatorias , tan
pronto contra el narcotismo ; aquí habrá que combatir un estado notable-
mente espasmódico; allá una alteración profunda de la sangre con todas sus
formidables consecuencias. El conocimiento que tenemos de las vías por
donde se expulsan los venenos, sirve para administrar sustancias que
favorezcan las funciones de estas vías; así los sudoríficos, los diuréticos,
los laxantes y purgantes, son por punto general buenos para facilitar la
expulsión del veneno y las combinaciones anormales que ha producido,
á proporción que se desprenda de ellas la economía. Especificar cada
una de estas medicaciones, seria colocar en este párrafo lo que pertenece
á otros, donde desaparece la generalidad que este debe tener. No pu-
diendo, pues, extendernos más sobre el particular, ni descender á por-
menores de otros párrafos, pasemos á estos.
g II. — De las indicaciones que hay que llenar, según la clase y subclase de la
intoxicación.
A. De las indicaciones que hay que llenar en la intoxicación por los
venenos cáusticos.
Los venenos cáusticos son : ácidos concentrados, álcalis fuertes, ó sa-
les ácidas ó alcalinas, tal vez algún cuerpo simple. Esto solo basta para
dar á comprender que la primera de las indicaciones, esto es, la admi-
nistración del contraveneno, es la que mas debe llenarse en esta clase de
intoxicaciones. Estos venenos son los que tienen mas contravenenos. La
magnesia contra los ácidos, los ácidos diluidos contra los álcalis , el agua
fria en abundancia que diluya bien* la sustancia cáustica y la debilite; he
aquí lo que no debe escasearse por ningún título.
— 6'26 —
ADiicado el contraveneno correspondiente, según ios casos, no hay que
nensar en provocar el vómito. En la mayoría de los casos el vómito seria
mortal Como los venenos cáusticos desorganizan , y cuando no , reblan-
decen ios tejidos, podría suceder muy bien que, con ios esfuerzos y con-
tracción del vómito, se desgarrase el esófago y estómago: estos desgar-
ros sobre ser ya casi siempre mortales por sí, lo serian indefectiblemente
por el paso que facilitarían hácia di saco peritoneai á las sustancias con-
tenidas en la viscera desgarrada. La aplicación de la jeringa es en estos
casos de absoluta necesidad para facilitar la explusion de los materiales
venenosos, cuando se hallan disueltos ó en estado líquido, y luego des-
pués de neutralizados con su correspondiente contraveneno.
Los venenos cáusticos no tienen antídoto, como no sean ios astringen-
tes y coagulantes; podemos, por lo tanto, en estas intoxicaciones pres-
cindir de la indicación tercera.
Vamos á la cuarta , ó sea la medicación. Como el estrago producido
por los cáusticos puede ser vario , varia debe ser también la medicación,
nien que en el fondo siempre es la misma. O el veneno cáustico ha des-
organizado, ó no. Si los síntomas no anuncian lo primero; si solo son de
una ílogosis mas ó menos intensa del bajo vientre , epigastrio , esófago ó
faringe, las sangrías generales y locales están fuertemente indicadas,
igualmente que la dieta absoluta, las bebidas mucilaginosas y las lavati-
vas emolientes.
Relativamente á la medicación antiflogística, ósea el modo de em-
plearla, están en desacuerdo üríila y Devergie. Este recomienda mas
bien las evacuaciones sanguíneas locales que las generales , y cree fun-
darse en su práctica en los hospitales, y por lo que toca á las generales,
encarga que no haya en ellas precipitación; que se guarden para cuando
se presente la reacción general , puesto que si se practican las sangrías
antes que sobrevenga aquella, el organismo pierde sus fuerzas. Oríiia
combate una y otra opinión; á la práctica de Devergie sobre las sangrías
generales, opone la de otros autores y la de todos los siglos; y en cuanto
al tiempo oportuno de su aplicación, dice, que siendo inmediata la infla-
mación producida por el veneno cáustico, inmediatamente debe hacerse
la evacuación sanguínea.
Como es de ver, esta cuestión , toda práctica, es importantísima. Nos-
otros creemos mantenernos en el buen terreno recomendando las sangrías
generales y locales en la mayoría de los casos, subordinando siempre
este método á las circunstancias individuales y á la intensidad de la in-
toxicación. Es evidente que los venenos cáusticos inflaman intensamente
órganos, cuyas simpatías provocan en el momento reacciones generales;
la intoxicación es una enfermedad agudísima , la que recorre todos sus
períodos con espantosa rapidez.
Estas consideraciones bastan para apreciar debidamente los dos pun-
tos sobre los que difieren Orfila y Devergie. Pero es preciso no perder de
vista que las ílogosis provocadas por venenos cáusticos no son como las flo-
gosis ordinarias : estas se desarrollan en medio de una multitud de circuns-
tancias propias de tal afección, al paso que aquellas se presentan tan solo
por la energía de la causa ó del agente que las produce. Una inflamación
ordinaria se desenvuelve, en efecto, en determinada constitución, en de-
terminado temperamento, idiosincrasia, estación, etc. , etc. ; se han reunido
una porción de circunstancias favorables á la inflamación de este ó aquel
igano, y se presenta tal vez á la menor excitación de un agente cualquie-
— 527 —
fa. La inflamación que provoca el veneno cáustico, nace exclusivamente
de la acción de este, y se desenvuelve en medio tal vez de circunstancias
contrarias á la misma ; tal vez la constitución es pobre, el temperamento
flegmático ó nervioso, etc. Ahora bien; esta consideración , de gran valía
en el asunto, es la que puede decidir en favor ó en contra de las evacuacio-
nes sanguíneas generales. Son útiles en una intoxicación por los venenos
cáusticos , pero no tanto ni en tanta copia como en una flogosis desarro-
llada por sus causas ordinarias, ya porque la causa es enteramente local,
ya porque no es el conjunto de circunstancias favorables á la flogosis lo
que la na provocado. Si á esto añadís que el sugeto envenenado presenta
circunstancias personales que no predisponen , que contrarían mas bien
la disposición á las afecciones flogísticas, ¿cuánta razón no asistirá á De-
vergie para dar la preferencia á las evacuaciones sanguíneas locales? Al
contrario , supóngase que el sugeto intoxicado es pletórico , dispuesto á
la flogosis : ¿quién no ve que los hechos estarán á favor de Orfila?
Las opiniones encontradas de estos dos entendidos autores se concilla-
rán fácilmente no perdiendo de vista estas consideraciones. Un hombre
sano soportará menos las evacuaciones sanguíneas, que otro atacado de
una inflamación intensa. El intoxicado por un veneno cáustico, guarda,
en mi concepto , un término medio ; no las soporta tanto como el que su-
fre una inflamación ordinaria, pero las soporta mas que el hombre sano.
El que sufre una gastritis intensa por la acción de un veneno cáustico,
puede considerarse en cierto modo , en punto á las evacuaciones sanguí-
neas , como el pulmoníaco ó el gastrítico que ya lleva dos ó tres san-
grías.
El otro punto en que discrepan Orfila y Devergie es sobre el tiempo
en que las sangrías generales deben aplicarse. En esto creo que hay mas
bien mala inteligencia, que verdadera diferencia de opinión. Devergie,
cuando recomienda que no se precipite el facultativo en sangrar al enve-
nenado, tiene presente una verdad altamente práctica. Si, á pesar de la
evacuación sanguínea, se presenta una reacción, no tiene duda que los
medios de que puede echarse mano están mas reducidos; es como cansar
ó destruir la gente antes de dar la batalla. Las heridas también provocan
una reacción general , y también aconsejan los autores que esta reacción
se presente para practicar una ó mas sangrías. Y es claro ; la reacción
general no es absolutamente necesaria en todos los casos; puede muy
bien no presentarse. ¿Para qué, pues, derramar sangre? Siempre hay
tiempo paradlo; al paso que, si antes de pedirlo la economía, ya se
vierte sangre, cuando por la reacción se necesite volverla á verter, quizá
no lo soporte tanto el organismo.
Examinando detenidamente la cuestión entre Devergie y Orfila , yo no
veo mas diferencia sino en el tiempo que la reacción general aparece.
Según Orfila, es inmediata; por esto quiere acto continuo la sangría ge-
neral y local, el modo cómo de la primera habla Devergie, parece que
retarda la reacción algún tanto. Mas, siendo muchas veces dependiente
de varias circunstancias esta mayor ó menor rapidez, bien se comprende
que esta cuestión , bajo este punto de vista , tiene su pro y su contra. Yo
creo que la sangría general está indicada en cuanto se noten amagos de
la reacción general, preséntese cuando quiera.
Las sanguijuelas no tienen lugar fijo: donde quiera que exista un do-
lor flogístico , allí estarán bien aplicadas ; en el epigastrio , que será lo
mas común, en la región umbilical , en las ilíacas, en el cuello, etc.
- m —
Fs ocioso aue especifique cómo se darán las bebidas emolientes, las la-
vativas los fomentos , etc. Llénese al paciente de líquido , y se hará un
an bien Acaso alguna pocion narcótica suave sea útil después de la
medicación que llevo expuesta; y si tanta fortuna tiene el enfermo que
escape del primer ímpetu, toda la medicación consistirá en el régimen.
Alimentación tenuísima, líquida primero , y mas bien por el ano que por
la boca; luego por esta vía, y hasta tanto que no quede vestigio del es-
trado producido por el veneno en las vías digestivas, no se le ha de con-
sentir el alimento sólido, en especial con condimentos.
Cuando la intoxicación por los venenos cáusticos no se limita á una in-
flamación mas ó menos intensa del tubo digestivo, sino que hay altera-
ciones de tejidos, cauterizaciones, reblandecimientos, escaras gangreno-
sas, perforaciones, etc. , la medicación en tales casos no varía sino en la
forma; mayor necesidad de la misma, con menos esperanzas de su efica-
cia: las flogosis son mas intensas y mas extensas; la peritonitis suele
acompañar á la gastritis, y por lo común apenas hay tiempo de socorrer
al envenenado.
Cuanto acabo de decir respecto de todas las medicaciones, se entiende
para los casos de intoxicación aguda.
Cuando la intoxicación es lenta, la mayor parle, por no decir todas las
reglas terapéuticas indicadas, pueden aplicarse también, teniendo en
cuenta la intensidad de la afección , que siempre será mucho menos, y el
mayor tiempo que da para apelar á los recursos del arte.
Los antídotos , tales como nosotros los entendemos , pueden aquí pro-
ducir buenos efectos, porque, siendo poca la cantidad del veneno, pue-
den facilitar su expulsión, aunque estén introducidos en la economía.
Cuando la intoxicación sea consecutiva, la que casi se refiere continua-
mente á 1 as intoxicaciones cáusticas, una vez salvado el sugeto del pri-
mer golpe, casi se reducen las indicaciones que hay que Henar , al régi-
men dietético adecuado al estado mas ó menos profundamente herido en
que le dejó el veneno.
Como ya seria necesario, para decir algo más, descender á pormeno-
res particulares, lo dejarémos para cuando tratemos de la Toxicología
especial.
B. De las indicaciones que hay que llenar en la intoxicación por los
venenos inflamatorios.
Las indicaciones que hay que llenar, en intoxicaciones de esta clase,
v arían según cuál sea el veneno inflamatorio que las haya provocado.
Hay venenos inflamatorios que no tienen contraveneno conocido : hé aquí
una indicación que no existe en estos casos. Los venenos inflamatorios
minerales tienen en general contraveneno; y por lo tanto , cuando la into-
xicación sea producida por alguno de ellos, habrá que llenar esta indi-
cación. Los vegetales tienen mas bien antídoto.
La expulsión del veneno por vómito está indicada en estas intoxicaeio-
nes , y por lo común no habrá necesidad de aplicar la sonda con la je-
ringa. Es de advertir, sin embargo, que habiendo una irritación inflama-
toria en la mucosa del canal digestivo, desde la boca , al menos, hasta el
duodeno , debe respetarse este estado , y si hay que apelar á un vomitivo
8 í^tar vómito , debe ser mas bien la ipecacuana que el tártaro
miado , y menos aun que el sulfato de zinc ó el de cobre. En seme-
- Ba-
jantes casos convendrá también la administración; de las bebidas mueíla-
ginosas, y en poca cantidad la leche tibia, porque la gastritis- que se des-
envuelve no consiente la dilatación del estómago, sin experimentar el en-
lerrno. mas agudeza en sus dolores. Tal vez alguna pocion ligeramente
laudanizada vence ciertos espasmos debidos á la irritación flogística, y
que imposibilita el vómito.
Generalmente hablando, son pocos los antídotos que habrá que admi-
nistrar en semejantes intoxicaciones ; los únicos que los tengan tal vez
serán los venenos vegetales y animales.
Por lo que toca á la medicación , está indicada la antiflogística local y *
general: sanguijuelas en el epigastrio, en el cuello, en el perineo ó en
diversas partes del abdómen ; sangrías generales, embrocaciones aceito-
sas, fomentos y cataplasmas emolientes, baños tibios prolongados, dieta
absoluta, bebidas muciiaginosas, ó agua de goma á pasto.
A veces este plan antiflogístico no alcanza á moderar los dolores del
canal digestivo , en especial epigástricos , ó bien hay ciertos movimientos
espasmódicos convulsivos. Si el facultativo advierte que no hay propor-
ción entre el estado inflamatorio y esta exaltación de la sensibilidad , no
cediendo á los antiflogísticos el dolor , acaso cederá á alguna aplicación
calmante, cuando no interior, exterior, por ejemplo, una bebida lau-
danizada ó anti-espasmódica , ó fomentos con cocimientos de cabezas de
adormideras , de hojas de beleño, etc.
Las bebidas frías y hasta la aplicación de la nieve sostenida en la re-
gión epigástrica, no dejan de ser altamente útiles á veces. La grande
cantidad de calórico que roban, templa la flogosis, disminuye la sensibi-
lidad , porque el frió es estupefaciente ó sedativo , y obrando en cierto
modo , como un astringente , se opone á los progresos de la congestión
sanguínea y á los movimientos fluxionarios.
Cuanto acabo de decir , se entiende generalmente por el período ver-
daderamente hiperesténico.
Mas si el intoxicado se halla en el segundo período, ó el hipoestónico,
claro está que en vez de emplear el pian debilitante, nos veremos en el
caso de estimular prudencialmente al enfermo, puesto que están abati-
das sus fuerzas por la violencia del mal.
C. De las indicaciones que hay que llenar en la intoxicación por los
venenos narcóticos.
Con las nociones que ya tenemos de estos venenos , se preve , desde
luego , que habrá poco que hacer por lo tocante á contravenenos. Vene-
nos acres, todos del reino vegetal , mas bien tienen antídotos. Así rara
vez se nos ofrecerá ocasión de satisfacer la primera de las indicaciones
que hemos visto en la medicación general de la intoxicación.
Con todo, no dejaremos de administrar el yoduro de potasio, el car-
bón animal , el cocimiento de nuez de agallas, como contraveneno del
opio y sus preparados, puesto que los transforman en una sustancia me-
nos activa que se precipita ó que ios absorbe. .
En cuanto á la segunda indicación , el vómito ó la expulsión del ve-
neno por vómitos es la que mejor y con menos inconvenientes se llena.
No hay obstáculo que impida la introducción de las sustancias ó del agua
por la boca; aun cuando hubiese parálisis de los músculos deglutidores,
seria fácil la aplicación de la jeringa y la sonda. En esta intoxicación es
TOX1COLOGÍA. — 34
cuando se reporta de etia mas ventajas. No hay flogosis en el tubo d¡« *
tivo, ni eu las f'áuces, y por lo tanto, puede aplicarse el sulfato de n\^
hasta el de cobre, para facilitar ei vómito, dado caso que otros medio’
mas suaves no le provocasen abundante. Es la intoxicación en que esta
indicación se presenta con mas urgencia y oportunidad. Ei vómito en lo.-
envenenamientos por los narcóticos es io primero que hay que procurar v
no importa que nos valgamos , corno ya he dicho, del emf tico mascad/
gico. El tártaro estibiado, á la dosis de 5 ó o granos ; el sulfato de zinc á
la de Ib ó 20; el de cobre, á la de 3 ó i ; el vómito con estas sustancias
puede facilitarse con abundancia de bebida , sin que sea ni mucosa n'
mucilaginosa , ni leche; agua tibia y basta tria puede darse poraue en
el estómago no hay síntoma alguno de la menor irritación inflamatoria
Orilla dice que se debe ser parco en la administración del líquido ñor
que se aumenta la disolución del veneno. Las ideas de este autor sobre Ja
acción de los venenos por absorción , tal vez le conducen á hacer esta
advertencia. Sobre que el opio no es soluble en el agua, en especial fria-
con abundancia de líquido, el vómito es mas seguro, ’y las ventajas de
este compensan aquellos inconvenientes. Escusado es decir que puede
hacer otro tanto por el ano, si por este conducto hubiese sido introducida
la sustancia.
Si ya no es caso de facilitar el vómito ni las cámaras por haberse pre-
sentado el narcotismo y no existir nada en el estómago , hay que llenar
la tercera indicación, ó sea la de los antídotos. Los narcóticos tienen va-
rios: el café y el vinagre lo son de los opiados; el cocimiento del café es
mas eficaz que la infusión ; por el ano produce mas efecto que por la
boca. El amoníaco, el aceite de trementina son, entre otros, antídotos del
ácido hidrociánico.
Por último, hay que llenar la cuarta indicación ó sea la relativa al plan
curativo. Este plan es bastante rico en medios curativos , si compren-
demos en él la administración de los antídotos, que es lo que vamos á
hacer.
La medicación indicada contra la intoxicación por los venenos narcó-
ticos, consiste en lo siguiente :
Si el sugeto es robusto y pletórico , se practica una sangría en la yu-
gular, la que se repetirá, según las circunstancias. Orilla dice que no
habrá inconveniente en repetirla, con tal que la pérdida de la sangre no
se haga en tiempo que el veneno pueda ser absorbido todavía , puesto
que esta absorción aumenta á proporción que la sangre fluye. Nosotros,
que hemos sostenido la acción de los venenos por contacto y por absor-
ción , no debemos temer semejante resultado. Recordemos que hemos
citado casos en los que la pérdida de la sangre ha sido un obstáculo al
envenenamiento. Los mismos experimentos de Oriila sobre perros , á los
cuales ha sangrado, sometiéndoles antes y después á la acción del opio,
confirman nuestro modo de pensar. Orilla afirma que la sangría no
agrava el estado del animal , y algunos de los animales en los que experi
mentó se sintieron notablemente aliviados. Como quiera que sea, la sa “
gría se recomienda cuando se presentan síntomas de congestión
ó pulmonal , y se evitarán ios inconvenientes que indica Oríi/a, prac
dola después de haber expulsado las sustancias opiadas contenidas
estómago ; en este caso ya no puede temerse la absorción.
Cuando se crea que ya no está en el estómago la sustancia narcouw,
se administra al intoxicado agua acidulada con vinagre, limón o aciuv
Cítrico , alternada con una fuerte infusión ó cocimiento de café. De diez
en diez minutos se le van dando estas bebidas en pequeña cantidad. Antes
de la expulsión del veneno narcótico, los ácidos podrían ser dañosos,
poique descomponen el opio, extrayendo la morfina y demás alcalóides
del mismo, y le hacen , por lo tamo, mas activo.
Empléase igualmente de doce en doce horas íavativas alcanforadas; se
calentará la cama donde se acueste el envenenado , y se le frotarán ru-
damente los brazos y las piernas, la.l vez será necesario estimularle con
sinapismos. Hay que hacerle mover, si puede, con el objeto de combatir
por este medio la tendencia al colapso y soñolencia.
Las alusiones de agua fria lian producido á veces buenos resultados.
Acontece á veces que la respiración por falta de influencia nerviosa se
suspende o pone sumamente dificultosa, en términos que amenaza una
asfixia. En estos casos la respiración artificial es útilísima. Según se lee
en un periódico de Química médica del año 1838 (p. 110) , produjo la
respiración artificial excelentes resultados en un caso de envenenamiento
por una dósis cíe opio muy tuerte : el pulso estaba casi apagado, el cora-
zón no latia , y la respiración era casi nula. El doctor Deter aplicó el apa-
rato galvano-cléctrico , poniendo el polo zinc en la lengua, y el polo co-
bre en el xifoides, con io cual restableció la respiración. Según Christis-
son , han empleado la respiración artificial con buen éxito los doctores
YVateley, Warse , Smitii y Waíson.
Si, en atención al mucho tiempo que hubiese trascurrido desde la toma
del veneno, se creyese que ya se encuentra en los intestinos gruesos, de-
berán darse lavativas de líquidos análogos á ios que se introducen por
la boca, y con los mismos cuidados. Es una regla general que debe
adoptarse, siempre que el envenenamiento tiene ya muchas horas de
lecha.
Tales son los diversos medios de que puede echarse mano en la intoxi-
cación por las sustancias narcóticas; ellos constituyen la medicación que
en tales casos está indicada. Orilla ia tiene por la mas eficaz , y el voto
de este sabio autor es respetable en la materia, puesto que le funda en
muchos experimentos que á propósito lia practicado.
0, De las indicaciones que hay que llenar en la intoxicación por los venenos
nervioso ‘inflamatorios.
Hemos indicado que ios venenos nervioso-inflamatorios son casi todos
vegetales, y estos tienen mas bien antídotos que contravenenos; esto
solo basta para darnos á comprender que en las intoxicaciones por esos
venenos acaso no se nos presentará jamás ocasión de llenar la primera
de las cuatro indicaciones que eu general se o trocen , como no apelemos
al yoduro de potasio yodado y ai carbón. Si el veneno que ha producido
la intoxicación tiene contravenenos, se administrarán, conforme lo lle-
vamos dicho, io primero. Si no le tiene, pasarémos acto continuo á sa-
tisfacer ia segunda indicación , ó sea el vómito. Aunque con motivo de la
flogosis que se desenvuelve por io que tienen de inflamatorio, al menos
algunos de estos venenos, hay que respetar el estado del tubo digestivo;
no por esto hemos de abandonar la idea de la evacuación; cuanto mas
pronta, mejor; 2 ó 3 granos defatártaro estibiado, unidos á unos 18 gra-
nos de ipecacuana, disueltos en poca cantidad de agua , bastan por lo
común, favoreciendo el vómito por los medios generales ya expuestos.
— —
Si ha transcurrido algún tiempo, en términos que podamos sospechar
uue va han pasado las sustancias venenosas á los intestinos gruesos , po-
drá darse al paciente un entelo- catártico compuesto de 3 ó 4 granos de
emético v una onza ú onza y media de sal de Glaubero , ó sea sulfato de
sosa Deben , igualmente , darse lavativas purgantes.
Si el facultativo ha empleado ya todos estos medios que tienden á la
evacuación de las sustancias venenosas por arriba ó por abajo , entonces
le quedan otras indicaciones que llenar. La primera es la administración
del antídoto que tenga el veneno. Si no hay antídoto , se pasa á la medi-
cación.
Tal vez hay congestión cerebral, y en este caso no deberá vacilarse
en practicar una sangría en la yugular ; es el vaso que en estas intoxica-
ciones, lo mismo que en las por venenos narcóticos, debe preferirse.
Según el temperamento, constitución del sugeto é intensidad de la con-
gestión, deberá repetírsela sangría. Jamás daña, y muy á menudo es
útilísima. Aun cuando no se haya logrado la evacuación de los mate-
riales venenosos, debe aplicarse la sangría habiendo congestión ce-
rebral.
Evacuados los materiales , y sangrado el sugeto, debe echarse mano
cíelas aguas aciduladas. El agua avinagrada muy tenue, administrada
inmediatamente después de expulsado el veneno , produce laudables re-
sultados. Debe evitarse el darla concentrada, porque en este caso au-
menta la inflamación del tubo digestivo, si ya el mismo no la provoca.
Mas tarde, cuando la flogosis se ha desenvuelto bajo el influjo de la ac-
ción del tósigo, las aguas aciduladas no sientan ya tan bien , en especial
la de vinagre. Antes de la expulsión de los materiales , están contrain-
dicados los ácidos, porque, por regla general, disuelven los principios
activos de las sustancias venenosas, y, por lo tanto, agravan la acción
de estas sustancias, ya extendiendo la superficie de acción tóxica, ya fa-
cilitando la absorción.
Ya dominados los síntomas nerviosos , no hay que perder de vista la
inflamación ; ella es rápida en su desarrollo, y es preciso reemplazar las
bebidas acídulas con otras mucilaginosas ó emolientes ; infusiones y co-
cimientos suaves, á saber : flores de malvas, violetas y agua de goma, etc.
En cuanto se ponga en relieve alguna flogosis local , una aplicación , no
escasa , de sanguijuelas en la parte , suele ser de utilidad.
E. De las indicaciones que hay que llenar en la intoxicación por los venenos
asfixiantes.
Esta clase de venenos comprende tres subclases, como lo hemos visto,
y la terapéutica no es enteramente igual para todas. Lo es en cuanto
á los medios de sostener ó restablecer la respiración ; pero no en cuanto
á combatir el tétanos, la parálisis y la anestesia. Dividamos, pues, las
indicaciones según sea la subclase.
Indicaciones en la intoxicación asfixiante tetánica.
i nOS “fcdios propios para sostener la respiración , los revulsivos contra
la Jl^>os*s de la médula , los calmantes del sistema nervioso ó antiespas-
modicqs, y los eméticos con algún antídoto, hé aquí lo que. figura en Ja
terapéutica recomendada por los autores para . combatir! esta.intQpeaoJOn*
- 833 -
Los eméticos recomendados por Orfila pueden emplearse al principio
y no perdiendo tiempo en el empleo de los medios anteriores. El carbón
es también útil ; ya hemos dicho que 15 gramos neutralizan 8 centigra-
mos de estricnina.
Los cuerpos grasos y el tanino son igualmente útiles como contra-
venenos.
Orfila insiste mucho en que la respiración es á lo que hay que atender
más: de veinte perros envenenados con estrícneos, ha salvado catorce,
sosteniéndoles la respiración por medio de la insuflación por tres y cua-
tro horas seguidas. Si el trismus no permite introducir la sonda en la
glotis ; si el tirar la lengua hácia fuera no basta , y si los músculos de la
glotis están espasmodizados , de suerte que no permitan la entrada del
aire , la traqueotomía está indicada , facilitando por la abertura de este
conducto la respiración.
Viendo que la médula ofrece vestigios de congestión , cuando se prac-
tica la autópsia, se cree que haya estado inflamatorio, y, por lo tanto, se
recomienda ventosas escarificadas á lo largo del espinazo , y en especial
en Ja parte superior.
El agua etérea , el aceite de trementina , se indican como propios para
combatir el espasmo de los músculos, tanto torácicos como de las extre-
midades; y como de la anestesia producida por el cloroformo se obtienen
buenos resultados contra el tétanos, se propone también la cloroformi-
zación gradual é intermitentemente empleada para combatir el estado te-
tánico que caracteriza esta intoxicación. Es menester, sin embargo , te-
ner cuidado en la acción de ese asfixiante, porque precisamente hemos
visto que uno de los cuidados mas capitales es sostener la respiración.
Tal vez se producirá mejor efecto con la administración del cloroformo
en bebida, según las prescripciones modernas, empleadas en los casos
de dolores y afectos espasmódicos.
Algunos proponen el curare como contrario á las contracciones muscu-
lares; y estando en esos casos sumamente sobreexcitada la sensibilidad,
acaso el opio produciría buenos efectos.
Indicaciones en la intoxicación asfixiante paralitica.
Fuera de las sales de talio y del sulfocianuro de potasio , son vegetales
los venenos que determinan esta intoxicación , y, por lo tanto , tenemos
que decir de ella, en punto á los medios de combatirla, lo que hemos
dicho de otras análogas.
Es á veces tan rápido el efecto, que no da lugar á la aplicación de re-
curso alguno. Es una sideración en ciertos casos, y en especial si se trata
de heridas hechas con el curare y la curarina.
Cuando se trata de los demás , dados por la bocaú otras vías , que no
sean soluciones de continuidad , ya no es tán rápida la manifestación de
sus efectos , y puede dar tiempo á la aplicación de los contravenenos in-
dicados entre los alcaloideos; el sulfuro de hierro , el carbón , los cuer-
pos crasos, etc. La provocación del vómito puede hacerse con sustancias
enérgicas , como en la intoxicación narcótica , puesto que no hay aparato
fiogístico , y que algunos de los venenos de esta clasé son poco activos
por las vías gástricas.
Aquí podemos considerar como antídotos , tanto de los que apagan la
contractilidad muscular, como la acción de los centros nerviosos de la
— 534 —
motilidad , las sustancias que excitan el movimiento y la contractilidad
de los músculos. La electricidad , como en ios casos de narcotismo , y
acaso la estricnina. ,
Y como la asfixia es lo que resulta oe la parálisis de los nervios v
músculos, debemos á toda costa sostener artificialmente la respiración,
puesto que así seda lugar á combatir aquellos dos efectos; tanto mas
cuanto que, si no es mucha la cantidad del tósigo tomada ó ingerida, la
muerte es aparente, y el sugeto puede volver naturalmente en sí.
Si el veneno se aplica al exterior en alguna solución de continuidad,
como sucede con las flechas envenenadas, por venenos de esa clase , la
bomba de Barry, las ventosas y ios cáusticos , en especial el bromo , son
también de utilidad. La ligadura en ia parte superior está igualmente re-
comendada.
Indicaciones en la intoxicación asfixiante anestésica.
En esta intoxicación , lo principal es el sosten y restablecimiento de ln
respiración ; arrojar cuanto antes el gas que se ha introducido en las
vías aéreas y la masa de ia sangre, y nada mas á propósito que el aire
fresco y puro. Exposición, por lo tanto, del sugeto á un ambiente de
buenas condiciones atmosféricas, posición horizontal, inclinación de la
cabeza si hay síncope, insuflación de boca á boca, ó por medio de la son-
da , introduciendo aire, oxígeno ó algún gas estimulante de las mucosas
externas; fricciones en la piel con vinagre, aspersiones frías ó muy calien-
tes, irritantes, basta cáusticos, aplicados á la piel en la región del cora-
zón; cauterización faríngea con el amoníaco; estimulantes internos, como
vinos aromáticos, ca fié , si el sugelo puede tragarle, ó bien con la sonda
esofágica. Si la lengua está retraída y obstruye las fauces, se tira ha-
cia afuera , con lo cual se hace levantar la cpiglotis y hay mas acceso
al aire.
Cuando los medios ordinarios de sostener ó de restablecer la respira-
ción que se emplean en los casos de asfixia común no bastan , además de
la insuflación, de los movimientos artificiales del tórax, de los produci-
dos en sus paredes, de los sacudimientos y de las friegas, se apela á la
aplicación de los aparatos eléctricos.
La electrización ó faradizacion puede ser útil, y lo lia sido mas de una
vez; reaniman los latidos del corazón y ¡a sensibilidad.
Para avivar la sensibilidad , se pasan por la periferia del cuerpo, y en
especial por las partes mas sensibles, las esponjas de los dos conducto-
res. Mas si la respiración ha cesado, se aplica uno de los polos á la mu-
cosa nasal ó bucal, y el otro al apéndice xifóides.
M. Duchenne , de Bolonia , con su aparato de inducción faradiza los
nervios frénicos á su paso por el cuello. Así provocó la respiración en
dos caballos recien muertos, y en‘ una mujer asfixiada por el carbón.
L’Heritier salvó á una jóven asfixiada por oí carbón , aplicando un polo
á la faringe y el otro al recto ; en catorce minutos se restableció la res-
piración (*).
Mialhe y Jobert de Lamballe tienen fé en la faradizacion con el aparato
p "ttchenne, Legendre ó Lenbours. Se implantan dos agujas finas, una
11 ios músculos de la nuca , y otra en la región lumbar ó diafragmática,
(*) Gaítier
- 535 — .
y se ponen en comunicación. Las descargas eléctricas se hacen de diez á
veinte segundos. Mas si el enfermo ha cesado completamente de respirar,
y ha pasado mucho tiempo , siquiera haya contracciones , de nada sirven.
Aunque viva, por lo común se limitan á° causar dolores al enfermo , pero
no le curan siempre.
F . De las indicaciones que hay que llenar en la intoxicación por los venenos
sépticos .
En cuantos párrafos hemos tratado de los venenos sépticos hemos te-
nido que hacer de ellos cuatro grupos , puesto que hay los gaseosos , los
líquidos , ó sea los de los animales ponzoñosos , y los virus y los sólidos,
ó sea los alimentos averiados y corrompidos. En el actual también nos
veremos Obligados á exponer : primero, lo que hay que hacer para com-
batir la intoxicación séptica por los gases; luego, la por los animales
ponzoñosos; en seguida, la por los virus; y, por último, la por los ali-
mentos corrompidos.
1.* Porgase».
Cuando seamos llamados para asistir á los envenenados por el ácido
sulfhídrico <5 gases de las cloacas y letrinas, procederemos de esta suerte:
se aparta del iugar infecto al paciente , enteramente desnudo, y se le ex-
pone al aire libre, aunque haga frió; se le echa de espalda, con la ca-
beza y pecho algo elevados, con el fin de facilitar la respiración ; en se-
guida se le arroja agua fria avinagrada á todo el cuerpo, principalmente
cara y pecho ; sé le hacen friegas con un cepillo de cerda fuerte , ó con
lienzos empapados de agua y vinagre, de aguardiente alcanforado, agua
de Colonia ó cualquier otro líquido espirituoso. En una palabra , se po-
nen en práctica todos los medios propios para combatir la asfixia. Mas
como no existe en estos casos mera asfixia, sino intoxicación, hay que
apelar á otros recursos. Debe ser dado acto continuo el contraveneno. El
cloro, siendo el ácido sulfhídrico, sulfuro amónico, cianhídrico, cianó-
geno, el que haya intoxicado a! paciente, es uno de los mas poderosos.
Mejor que aplicar un frasquito de agua de cloro á la nariz , se empapa de
esta agua un lienzo , un pañuelo, una esponja, y se acerca al intoxicado.
A veces basta que haya cloro en la atmósfera. El cloruro de cálcio es
igualmente útil. La aplicación del cloro puro, y hasta del agua de cloro
ó del pañuelo empapado de ella á la nariz por mas de cinco minutos,
puede dañar al paciente.
Sucede muy á menudo que los intoxicados en un lugar común ó
cloaca, tragan, aunque poca, agua sucia é inmunda de dichos lugares;
en estos casos hay que provocar inmediatamente el vómito , dando al pa-
ciente un vaso de aceite ó dos granos de tártaro estibiado con un escrú-
pulo ó algo mas de ipecacuana. , '
En tales casos no hay antídoto, y por lo tanto, dejando esta indica-
ción se pasa á satisfacer la cuarta, conforme los síntomas lo exigen. Si
con lo que llevamos expuesto no hay mejoría, y advierte el facultativo
latidos del corazón desordenados y tumultuosos, se practica una sangría
de brazo , dejando fluir la sangre conforme lo permita la constitución del
sugeto. Si el efecto fuere favorable, habrá un motivo más para que des-
pués de algún tiempo , se repita la evacuación sanguínea.
— 536 -
I desórdenes nerviosos, los espasmos y convulsiones que aparezcan,
se calman con ’ baños frios y algunas cucharadas de una pocion anties-
Dasmódica Sacado del baño , eí paciente se acuesta en una cama calen-
tada y se le hacen friegas á lo largo del espinazo.
Si’ A pesar de todo, subsistiere la pérdida de conocimiento, movimiento
v sensibilidad , no se descuidarán ni los sinapismos, ni las cantáridas.
2.° Por animales ponzoñosos.
Cuando la intoxicación no está producida por ninguno de los gases
mefíticos , sino por el veneno de animales ponzoñosos , se procede de
otra suerte. No se conocen mas contra vene .108 de los venenos animales
que los cáusticos, y aun pueden pasar, mas bien que por tales, por me-
dios de curación La expulsión , la destrucción del veneno es lo primero
que debe procurarse. Con este fin se practica una ligadura ligeramente
apretada, en la parte mas inmediata y superior del punto mordido: un
pañuelo seria mejor que un bramante ó cualquiera otro lazo poco volu-
minoso. La lividez y la gangrena suelen aumentarse con la ligadura he-
cha con un hilo. Se deja fluir ¡a sangre comprimiendo suavemente la he-
rida, y hasta puede favorecerse esta salida humedeciendo la herida con
agua tibia, ó aplicándola un lienzo empapado de ella.
Inmediatamente después de haber practicado la ligadura, se aplica en
el punto mordido la ventosa de Barrv , y es expelida la ponzoña depuesta
en la herida. La succión también es útil y nada peligrosa á no ser que
exista en la boca del que la haga alguna úlcera ; hecho que ya consignó
Celso cuando dijo: file ne intereat ante debebit altendere nc quod in gengivis ,
palatove * aliave parte oris alcus habeat.
Si cuando el facultativo ve por primera vez al enfermo, le encuentra
ya en un estado grave, que haya mucha hinchazón , dolores vivos, etc.,
no se practicará la ligadura; menos se practicarán incisiones, ni escari-
ficaciones en la parte tumefacía. La indicación mas urgente es cauterizar
con cáusticos ó con el hierro ardiente la herida envenenada.
Los medios de que puede echarse mano para conseguir la destrucción
del veneno son : el hierro hecho ascua, la piedra infernal, la potasa cáus-
tica, la manteca de antimonio, el ácido sulfúrico concentrado , el cáustico
amoniacal de Goindret, la lejía de los jaboneros , la cal viva y el jabón , el
moxa , el aceite hirviendo y el bromo.
El hierro y la manteca de antimonio son los preferibles; cuanto mas
blanco sea el hierro ardiente, menos dolor causa; debe tener una super-
ficie mayor que la de la herida. La manteca se aplica varias veces con
un pincelito de hilas, luego se pone un laponcito de lo mismo encima
de la llaga, mas hilas encima del tapón y un vendaje. La piedra infernal
y la potasa se emplean pulverizándolas y aplicando ios polvos en la mor-
dedura, la que se cubre de hilas y su vendaje. A las seis horas se levanta
el aparato. El ácido sulfúrico se aplica como la manteca de antimonio.
Calentando en un frasco de abertura ancha media onza de sebo y otro
tanto de aceite común ó de almendras dulces, añadiendo á la mezcla una
onza de álcali volátil , y reuniéndolo todo hasta que só ponga sólido , $e
anít6 e .c.áust*co amoniacal de Goindret ; se pone en un lienzo un poco y se
v tarai a mor(*edura dejándola un cuarto de hora. Con el jabón blando
Gninrtmt^i > se hace una masa que se emplea, como la pomada de
• La lejía de los jaboneros se usa empapando en ella hilas; cada
- 53.7 -
cuatro horas hay que hacer nueva aplicación. Todos saben cómo se
aplica el rao xa ; y si es el aceite hirviendo el que se emplee á falta de
otra cosa , es preciso cuidar mucho que la cauterización no se extienda k
puntos sanos. Si la mordedura no es cosa mayor, bastan unas gotas de
álcali volátil en ella y algunas fricciones del mismo en las cercanías.
El bromo , según ios experimentos de Rey n oso , es un cáustico exce
lente, y acaso mas eficaz que otros.
Acontece á menudo que la cauterización , praciíquese con lo que se
quiera, no produce todos los resultados apetecidos, ó no calma los acci-
dentes , ya porque se llegue tarde , ya porque el i eneno es activísimo.
Si, agrandada la herida con la sección crucial y nueva aplicación de cáus-
tico, no se consigue notable mejoría, hay que apelar á la administración
del antídoto, si le hay. Contra el veneno de la víbora y demás culebras
ponzoñosas, en América tienen en gran estima como antídoto el guaco , y
si hemos de creer las noticias quede este vegetal nos dan Humbold, Bom-
plant y Bargas, basta frotarse con las hojas del guaco, 6 inocularse su
jugo, para no ser mordido de las serpientes, ó no tener resultado su
mordedura .
Entre nosotros no se conoce ningún antídoto verdadero del veneno
de la víbora. Un médico catalan , el señor Storch y Sigués, recorriendo
las montañas de Cataluña, ha visto curar, casi instantáneamente, las
mordeduras de víbora, aplicando sobre ellas un trozo de asta de ciervo
de 5 á G líneas, cortad transversalmente con una sierra fina, para
que no se destruya la. sustancia interior, y con un cerco de alambre
para darle consistencia al carbonizarla. Al aplicar esta sustancia animal,
que llaman en el país piedra escorzonera , se pega fuertemente en el
puesto de la mordedura, y se va saturando de humor. Cuando está im-
pregnada de este, se despega fácilmente y se sumerge en leche , que
toma un tinte azul ; se limpia después con agua , se seca á la lumbre ó a)
sol, y queda apta para nueva aplicación. El señor Storch cree que su vir-
tud no consiste en la sustancia carbonosa que la forma , sino en su es-
tructura particular, pues se compone de muchos vasos capilares y rectos,
y no desconfía que pueda dar buenos resultados aplicada á las mordedu-
ras de animales hidrofóbicos , á las de la tarántula, á las pústulas ma-
lignas , etc. U). Ya hemos visto que el carbón es contraveneno de las
sustancias orgánicas.
Cuando la expulsión del veneno por medio de la ventosa ó de la suc-
ción , ni la destrucción por medio del fuego ó de los cáusticos y demás,
no alcanza á modificar los efectos de la ponzoña , hay que apelar >á la
medicación. El tratamiento es exterior é interior. Al exterior se aplican
en las cercanías del punto mordido , ventosas , y se hacen embrocacio-
nes de álcali volátil con aceite en doble cantidad. Si los accidentes se
moderan , se quita el cáustico de la herida , y reemplazado por aceite co-
mún , se siguen las frotaciones volátiles. Cuando ya no hay peligro aU
guno , la herida se cura como las simples.
Al interior, todo el objeto del médico debe ser facilitar la transpiración,
una abundante diaforesis. Así es que mientras se están aplicando á esta
llaga y al exterior los medios ya expuestos, se administra al enfermo un
vaso de agua de flores de saúco ó de naranja , vertiendo en ellas algunas
gotas de álcali volátil ; bebida que se irá repitiendo cada dos horas. Tara
(') Iberia medico, mirn. 34, aftol.
~~ 538
ñoco estaria fuera de lugar alguna copa de Jerez ó de Málaga; quizá me-
jor de ron , como lo practican algunos italianos. El enfermo debe estar
acostado en una cama caliente.
Hav á veces vómitos biliosos: el vómito puedo útil en estos casos;
hay » sin embargo, que notar que el ^tó sitio de inflamación in~
tensa , en términos que suele nab r .-í manchas gangrenosas. Si ame-
naza la gangrena, habrá que recurrir á la administración de la quina
con el amoníaco y la flor de manzanilla,
3.° Por los virus.
Siguiendo, respecto de esta intoxicación , lo que hemos hecho relati-
vamente á la misma , bajo los otros puntos de estudio , omitiremos la te-
rapéutica que les conviene , puesto que forma parte de los estudios mé-
dicos y quirúrgicos ordinarios ó generales. Todos saben cómo se comba-
ten la sífilis, las viruelas, la rabia, el muermo, el carbunclo, etc. La
de la rabia puede ser tratada como la producida por animales ponzoñosos.
s
4.° Por sustancias putrefactas.
Cuando la intoxicación séptica depende de alimentos averiados, no hay
que pensar en dar contraveneno ..porque es punto todavía muy atrasado
en la ciencia , y no sabemos qué contravenenos oponer á esas sustan-
cias; tal vez el carbón pueda producir buenos resultados como absor-
bente de los principios venenosos orgánicos. La expulsión de los mate-
riales por el vómito ó las lavativas , es lo primero que hay que hacer.
Tampoco podemos entretenernos en buscar antídotos por la razón indi-
cada. En cuanto á la medicación , podemos establecer que debe ser sin-
tomática. Los síntomas flogísticos del tubo digestivo, con el aplanamiento
del sistema nervioso , los vestigios de lo primero que en los cadáveres se
encuentra, parece que legitimarían los medios antiflogísticos por un lado,
los revulsivos por otro. Creo que, indicando que en tales casos el trata-
miento debe semejarse al que se aconseja contra las afecciones tifóicas,
me aproximo á lo que realmente debe hacerse.
ARTICULO IV.
DE I.AS MODIFICACIONES QUE HAN DE INTRODUCIRSE EN LA TERAPÉUTICA
DE LA INTOXICACION , SEGUN LOS CASOS.
Después de habernos ocupado, bajo todos los aspectos correspondien-
tes á las diversas clases de venenos , en los medios de que puede, echar
mano el facultativo para combatir toda suerte de intoxicación , cúmple-
nos ahora hacernos cargo de ciertas circunstancias , que pueden introdu-
cir alguna modificación' en los preceptos generales hasta aquí expuestos.
Así completarémos esta parte de la toxicología , no la menos importante
ciertamente.
A cuutro puntos principales podemos reducir estas
m cadoras de las reglas terapéuticas generales.
TL Al estado del veneno,
z. A la vía de su aplicación.
circunstancias
- 539 -
3. * Al tiempo que es llamado el facultativo.
4. a A la naturaleza del hecho.
En el decurso de los artículos anteriores hemos tenido ya especial
cuidado de ir advirtiendo los casos y las causas en los que , y por las
que deberia ser modificado, lo que establecíamos como precepto general.
Mas, va porque en un artículo aparte resalta más, va porque no hemos
hecho aplicación de las reglas generales mas que á la intoxicación inde-
terminada, conviene que no salgamos todavía de la terapéutica de la in-
toxicación sin decir algo sobre este punto de práctica importante.
1. ° Estado del veneno. — ¿Qué hay que modificar en punto á las cuatro
indicaciones, según sea el veneno sólido, líquido, gaseoso ó miasmático?
Los venenos tomados en estado sólido no deben ser extraídos por la
bomba , deben ser arrojados por vómito, á no ser que antes se disuel-
van. lo cual puede tener sus inconvenientes, como los tienen todos los
solubles. Los líquidos son los que más se prestan, ya á la acción de los
contravenenos , ya á la expulsión por medio de las bombas. Los gaseo-
sos casi no dan tiempo de aplicar medio terapéutico alguno; muchos no
tienen contraveneno; de consiguiente, esta indicación no existe; tam-
poco hay que pensar en expulsarlos con vómito; los más, por no decir
todos, no tienen antídoto ; no resta, pues, mas que la medicación , y
esta á veces llega tarde por lo ejecutivos que son. Creo puede decirse
otro lauto de los venenos miasmáticos.
2. a Vía de su aplicación . — En los artículos anteriores nos hemos refe-
rido principalmente á las intoxicaciones efectuadas por medio de la in-
troducción del veneno por la boca , por ser lo mas común. Mas recorde-
mos que hemos señalado varias vías á la introducción de los venenos, y
hay preceptos terapéuticos que reclaman procedimientos diferentes, se-
gún sean esas vías.
Supongamos que en vez de la boca se hubiese escogido el ano para
introducir el veneno. Las indicaciones generales pueden cumplirse de un
modo análogo; las lavativas reemplazan las bebidas ó degluciones; con
ellas se introducen en el recto los contravenenos y los líquidos condu-
centes para la expulsión de los materiales venenosos. Por la misma vía
puede aplicarse !a jeringa aspirante de Boerhave. En vez de provocar el
vómito, hay que cohibirle, si se presenta ; el movimiento antipcrisláltico,
de que es síntoma , ó que pudiera hacer desenvolver , seria un incidente
desagradable; por lo tanto, hay que administrar algún calmante ó anti-
emético. Todo el cuidado del médico debe ser favorecer las evacuacio-
nes interiores, y no mas qne estas evacuaciones. El antídoto, si le hay,
y los medicamentos se introducen igualmente por el recto: mas, puesto
que, tanto los medicamentos como los antídotos, obran sobre el orga-
nismo , ó los compuestos anormales de la sangre y varios órganos, no es
indispensable que sean introducidos por el ano, y aun muchas veces
será preferible por la boca. •
Si en vez del ano es la vejiga urinaria , las fosas nasales ó las orejas,
la vía escogida para la introducción del veneno, lo cual acontece á me-
nudo á consecuencia de errores en la aplicación de ciertos remedios
enérgicos, se aplicarán á estas mismas vías los contravenenos; en ellas
se harán las inyecciones correspondientes para la expulsión de los ma-
teriales. El antídoto y la medicación se aplicarán como queda dicho.
La piel hemos consignado que es también una vía de aplicación de
venenos, y no hemos referido pocos casos de intoxicaciones por ella.
- 540 —
Veamos , pues , cómo se satisfacen las indicaciones generales en estos
casos.
No es ocasión de emplear contravenenos contra los venenos que obran
ó se introducen por la piel, á no ser que sean depuestos en una herida;
tampoco lo es de promover el vómito ó expulsar por arriba ó por abajo la
sustancia venenosa. Si hay contravenenos que oponer, son los cáusticos,
que cauterizan la herida, úlcera ó mordedura: si hay algún medio de
expulsión; es la ventosa, la bomba de Barry, ó la succión tan practicada
en los antiguos tiempos entre los Psilos y losMarsos. Lo que hemos dicho
de la cauterización y succión aplicada á los venenos sépticos ó animales ,
es en cierto modo aplicable á las intoxicaciones por la piel , tanto mas!
cuanto que los sépticos ó algunos irritantes con que se envenenan las ar-
mas son los únicos que envenenan por la superficie cutánea.
Sin embargo, como se ha probado que, siquiera se aplique un veneno
á la piel ú otra parte periférica , la absorción le conduce en parte al es-
tómago como diminado, tal vez no estará fuera de propósito, no solo
facilitar el vómito , ó si se presenta dar por esa vía también el contra-
veneno.
Aunque por regla general no debe promoverse el vómito en estos ca-
sos, puesto que se cree que el veneno no se encuentra en el estómago,
hay algunos en que no deja de estar el vómito indicado , y por lo que
acabamos de indicar comprendemos la razón. A veces se declara una
intoxicación á consecuencia de manejar ciertas preparaciones mercuria-
les ó arsenicales. M. J. Cloquet sufrió una, según lo hemos referido, y
habiéndose presentado vómitos de una materia viscosa espesa , después
de haber tomado agua azucarada en abundancia , se alivió considerable-
mente. Para muchos , en estos casos el vómito no tiene por objeto la ex-
pulsión del veneno, sino de los materiales que por efecto de la misma
intoxicación se acumulan en dicha viscera; con todo, es muy posible
que expulse también veneno. En cuanto al antídoto y la medicación , no
tenemos que establecer diferencia alguna, puesto que con ellos nos diri-
gimos á los efectos fisiológicos ó secundarios.
3.* El tiempo á que es llamado el facultativo.— Poco pienso decir sobre
las modificaciones que esta circunstancia introduce en las reglas genera-
les establecidas. Bien se concibe que, si el facultativo llega mucho tiempo
después de haberse efectuado la intoxicación , acaso no pueda ya llenar
mas que la indicación cuarta , ó sea combatir con medicamentos los sín-
tomas de esa intoxicación. No siempre se avisa inmediatamente después
de haber tomado el veneno, y aun cuando se avise , no siempre está el
facultativo á la mano. Hace tiempo fui llamado á deshora de la noche
para visitar á una señorita interesante , la que, según se m& dijo, había
tomado una fuerte cantidad de pedacitos de esos fósforos que se venden
para encender el cigarro, con la idea de suicidarse ; no se sentía ningún
síntoma , no habia en ella ninguna alteración ; le administré dos granos
de emético, y lo arrojó todo ; tres ó cuatro dias después lo pasó algo in-
dispuesta , eructó mucho, pero no tuvo mas resultado.
En otra ocasión lo fui para otra señora que, según noticias , habia to-
mado una fuerte dósis de centeno atizonado para abortar ; tenia ya sínto-
mas de gangrena en las extremidades , y una inflamación mortal éú la
matriz. Estaba agonizando, y todo fué inútil.
M uno recibe el aviso cuando el veneno ha desplegado sú acción , y
esta es rápida y ejecutiva, por'poco que tarde , ya no hay <Jue pensar e
- 541 -
dar contra venenos , porque ya no existe aquel ep el estómago; los vómi-
tos que el mismo provoca quizá le han arrojado, ó ya ha sido absorbido ó
ha pasado á los intestinos gruesos, y ha sido arrojado por cámaras. Tam-
poco hay que pensar en, facilitar el vómito y en la expulsión del veneno.
Ya no es caso de antídotos, por estar los síntomas de la intoxicación
completamente desarrollados, con alteraciones de tejido tal vez. No
queda , por lo tanto, mas recurso que la medicación, y muchas veces ni
estp, como uno aspire á aplicarla con próspero resultado.
En punto á las modificaciones que en los preceptos terapéuticos gene-
rales hay que introducir, nadie mas á propósito que el mismo médico
que asista al caso. El mismo verá , en efecto, de qué medios le es posible
echar mano, según el momento que se le llame.
4.* La naturaleza del caso. — Al tratar las reglas generales, hemos
prescindido de la naturaleza de la intoxicación ; no la hemos considerado
mas que una y en globo, sin fijarnos en las varias especies de intoxica-
ción que pueda haber, no ya según el veneno que la produzca , sino se-
gún la mano ¿jue la haya dirigido. Es bien sabido que la intoxicación,
bajo este último punto de vista, puede ser de cuatro especies.
1.* Puede ser criminal, un asesinato, el verdadero envenenamiento.
2/ Puede ser un descuido, una falta de higiene en los utensilios de
ciertos caldos ó comestibles.
3. a Puede ser umsuicidio.
4. * Por último, puede ser un error, un quid pro quo, una imprudencia,
un accidente.
La conducta del facultativo no es igual en todos estos casos. Aunque
tenga que valerse de los mismos medios terapéuticos, en el fondo, para
combatir la intoxicación , tiene que observar reglas diversas en cada uno
de los casos.
Supongamos que un infeliz es víctima de un asesinato por medio de un
veneno : él no sabe cómo se le han dado, ni cuándo ; se ve herido sin
haber visto la mano aleve que le hirió ; no puede por lo tanto decir qué
veneno ha tomado, ni cuánta cantidad ; por lo común es mucha; porque
el asesino no ha querido errar el golpe; la víctima está aterrada, á la
presencia de la muerte que le está amenazando. Estas solas consideracio-
nes bastan para dar ya á conocer las diferencias en el modo de condu-
cirse el facultativo. El tiempo que se tarda en averiguar á punto fijo qué
veneno fue el que se tomó, no deja administrar acto continuo lo conve-
niente ; lo exorbitante de la dósis hace tal vez imposible ó infructuosa la
acción del contraveneno, aunque el veneno se conozca y le tenga; el ter-
ror, de que está el paciente poseido, no entra por poco en las dificultades
de la curación.
Mas , ¿ y qué dirémos de la inseguridad en que está el facultativo por
lo que toca á los que rodean al envenenado? Junto á la víctima está tal
vez el asesino, el cual, viendo que acaso se le escapa ya aquella, aguarda
la primera ocasión para redoblar la dósis ; las mismas aguas que el mé-
dico ordene podrá que sirvan de vehículo para la nueva tentativa. El mé-
dico, en estos casos, no debe separarse del enfermo; debe hacerse servir
por personas de su confianza , y sobre todo debe obrar con suma discre-
ción y cautela.
Morgagni refiere un caso, que es una excelente lección para los médi-
cos legistas, ó que asistan á los emponzoñados por la mano del crimen.
Llamado para asistir á un. enfermo, ya casi convaleciente , supo que de
repente se íe hahia» declarado vómitos penosos y obstinados. Mientras
iba á verle, se informó por reodíe del criado que había ido por éi, sobre
si su amo había cometido algún exceso en la comida. El criado le con-
¡es ió qUe había tomado un poco do caldo, con unos polvos que le echó
cierto mi goto , por encargo del médico. Morgagni no había ordenado se-
mojanics polvos , y empezó á entrar cu sospechas. I.a naturaleza del caso
v las circunstancias del sugelo, que se hizo sospechoso, fueron para Moi-
¿íigni una luz que le ilummó i o suficiente para no dejar traslucir que
había conocido ci envenenamiento. Animó ai paciento; atribuyólos acci-
dentes á una crisis saludable; prescribió leche en abundancia; en una
palabra, obró contra el enyenenaiiiienio, pero rio dijo que le hubiese.
Así arrancó á la víciirna de las garras de la muerte, y alejó de sí el pu-
ñal de la vengan??. , asestado tal vez sobre la cabeza por el personaje
poderoso y malvado, que había echado el veneno en el caldo del en-
fermo.
Cuando ia intoxicación es debida á los descuidos, harto frecuentes, de
los que venden varios articules de consumo, es fácil que larde el faculta-
tivo en saber á pumo lijo también cuál puede ser la sustancia , venenosa
ó averiada , que haya ciado lugar al desarrollo de la intoxicación. Por lo
común , los causantes de este incidente funesto guardan silencio y bor-
ran todos ios vestigios de su punible negligencia , con el - fin de declinar
toda suerte de responsabilidad, dado caso que el tribunal se la exija,
todo lo cual obliga ai médico á encerrarse en los medios generales, á
perder tal vez un tiempo precioso para el enfermo. En todos estos casos,
la abundancia de agua libia ó tria, de la leche, y, según cuáles sean, el
emético y demás vómitos deben ser puestos en juego como socorros apli-
cables á todos (os casos; y como los síntomas revelan ya por sí solos á
qué clase de veneno pertenece el que ha promovido lodo'el trastorno, ya
que no el veneno mismo, por aquellos debe guiarse el facultativo en la
aplicación de ios recursos del arte.
Cuando el caso es un suicidio, es fácil que tampoco sepa el facultativo
cuál ha sido el veneno tomado, ni Ja cantidad, y que el enfermo no se
preste á los diversos medios de que puede disponer el arte para arran-
carle de los brazos de la muerte. El que está resuelto ó morir, mira la
revelación de lo que lia hecho y los medios que pueden emplearse, corno
medidas contrarias á su intento; se encierra en el misterio, en el silencio
y la negativa de un modo obstinado, y habrá que dejarle morir con todo
el horror de sus padecimientos, si uno se empeña en socorrerle para sal-
varle. En semejantes casos es preciso apoderarnos de su confianza, dán-
dole á entender que ya no es para salvarle lo que con respecto á éi se
haga, por estar fuera de los recursos del arte; que no se trata sino de
acompañarle al sepulcro, suavizando sus padecimientos, haciendo mas
soportable su agonía. Si llega á persuadirse que, en efecto, de esto se
trata, se deja conducir con docilidad, y hasta revela el veneno y la por-
ción que de él ha tomado. El médico obra entonces engañando, para su
bien, al paciente, y combatiendo al mismo tiempo su intoxicación.
La sagacidad y prudencia del facultativo jamás son bastantes en tales
casos. Tal suicida hay que finge querer ser curado, y pregunta con inte—
rés si está fuera de socorro, si basta el veneno que tomó. Es fácil que el
medico crea darle un consuelo y animar su moral diciéndole que no, que
fn azSa va(^° *’ y en un momento de descuido, el rabioso suicida redobla
i a sis , y se mata con mas rapidez y seguridad.
- m -
Así como en los casos de asesinato raras veces encontrarémos intoxi-
caciones hechas con venenos cáusticos ó de los que tienen sabor acerbo,
y por lo tanto, en las investigaciones que haya que hacer para escoger el'
contraveneno y los remedios existe mayor dificultad ; en las intoxicacio-
nes de los suicidas es muy común ver desde luego los estragos de los ve-
nenos cáusticos. La fuerte voluntad que los conduce á quitarse la vida,
es superior al acerbísimo sabor, al dolor mismo, por agudo que sea, y
contrasta, á la verdad, la horrible agonía que pasan con su firmeza y
voluntad de morir. M. Tartra recogió 56 observaciones de envenena-
mientos por el ácido nítrico. Hubo 31 casos en los que la intoxicación
fué accidental , 24 por suicidio ; un solo caso hubo criminal ó de asesi-
nato, y eso fué porque la víctima estaba embriagada. Chevalier cita 2
casos : uno de una mujer ebria, y otro de un niño, en cuya boca echa-
ron los criminales el cáustico.
Si el suicida, cara á cara con la muerte, ó distraído de su idea fija y
homicida con la violencia de los dolores, se arrepiente de su bárbara
resolución y desea volver á la vida desde el fondo de la huesa donde se
precipitó, el facultativo podrá obrar como en el caso de un envenena-
miento, ó sea de una intoxicación ejecutada por la mano del crimen; el
mismo paciente le dirigirá en la investigación de muchos datos que han
de regular la terapéutica.
Por último, los casos en que mas luz tendrá el medico para hacer in-
vestigaciones , serán sin duda aquellos en los que la intoxicación es de-
bida á un accidente , á un error. En primer lugar, según qué veneno
sea, la cantidad tomada será muy poca; supóngase que sea un veneno
cáustico, ó cualquiera otro de los inertemente sápidos; apenas toque el
labio del paciente, lo tirará movido, cuando no de la idea de que aquello
es un veneno, por el dolor ó repugnancia que le cause. Como el veneno
no sea cáustico y líquido, el estrago acaso sea nulo. Un sugeto de mi
país, aficionado á los licores, cree serlo el líquido de una botellita que
encuentra entre otras; la coge, bebe, y apenas tiene la primera boca-
nada en la boca , tira la bocanada y la botella , pidiendo agua , que se
abrasa. Era lejía de jaboneros. Una inflamación intensa de la lengua y
la boca fué todo el resultado. Lo propio acontece en gran parte de esos
casos; de aquí es que la terapéutica se reduce en ellos comunmente á
poca cosa. Sin embargo, esto no quita que algunos de semejantes casos
no estén á veces rodeados de misterio y oscuridad como los criminales,
y que no solamente haya necesidad de apelar á todos los recursos de la
ciencia , sino que puede suceder muy bien que sean todos estos recursos
infructuosos.
Como quiera que sea , creo que con las consideraciones generales que
acabo de exponer, hay bastante para llamar la atención del médico so-
bre las modificaciones que es preciso introducir en las reglas generales,
según sean los casos, y advertirle cuál debe ser su conducta terapéutica
y moral, según las mismas. La terapéutica de la intoxicación exigia,
para quedar completa , bajo su punto de vista general , estas reflexiones
que no he hecho mas que desflorar, pero que, en mi concepto, bastau
para el objeto.
RESUMEN DE LA TERAPEUTICA DE LA INTOXICACION
La terapéutica de la intoxicación es aqneiia parte de la lexicología ge-
neral, que trata de los medios opuestos por el arte á la acción délos ve-
nenos en la economía y sus efectos, ó bien la que trata de la profilaxis
de Ja intoxicación, de los contravenenos, antídotos y medicaciones indi-
cadas en los casos de la misma.
La profilaxis de la intoxicación pudiera ser una parte de la Toxicolo-
qía general. Aquí la comprendemos como una de la terapéutica.
c La terapéutica de la intoxicación puede por lo tanto dividirse en profi-
láctico, y curativa .
La profiláctica tiene por objeto prevenir las intoxicaciones y envenena-
mientos; y la curativo , combatir el estado morboso producido por uno ó
nías venenos.
La profiláctica de la intoxicación tiene dos aspectos: uno en el que se
trata de impedir ó precaver las intoxicaciones involuntarias ó accidenta-
les, indicando los casos en que puede haberlas y los medios de evitarlas;
el otro se refiere á los envenenamientos , trazando también los medios de
prevenirlos, ó por lo menos disminuirlos (cap. III, parte 1.a).
Los casos en que suele haber intoxicaciones involuntarias, son por
desgracia bastante numerosos. Entre ellos podemos indicar:
1. ° El desprendimiento súbito, y en gran cantidad, de gases mefíticos
de los lugares inmundos y de las tumbas.
2. ° El de los gases en las fábricas de productos químicos, de hornos ó
lugares de combustión, fermentación, etc.
3. ® Los efluvios ó emanaciones de las flores y ias frutasen los dormi-
torios.
4. ° Las emanaciones de las cestas y banastas, en las que se traslada y
vende el pescado.
5. ° Las de la esencia de trementina empleada en la pintura de las
puertas y paredes de los dormitorios, si se duerme en ellos, siendo re-
ciente la pinlui a.
6. ° La respiración de aire cargado de emanaciones metálicas y el ma-
nejo ó contacto con ciertas sustancias minerales, vegetales y animales en
ciertas industrias.
7. ° El uso de bebidas ó sustancias blandas conservadas en vasos ó uten-
silios de cobre , plomo ú otros metales.
8. " El uso de los hongos ú otras plantas nocivas, que se toman por ali-
mentos ó condimentos, mezclándolos con las sustancias alimenticias.
9. ° El de sustancias alimenticias averiadas con principios de putrefac-
ción, como hervidas ó falsificadas con sustancias dañosas.
10. El uso de frutas verdes ó podridas.
11. El de carnes procedentes de animales envenenados ó enfermos.
12. La comida de ciertos guisos ó platos recalentados varias veces.
13. Dulces pintados con minerales venenosos y papeles de color con
que se envuelven aquellos y otros comestibles, como chocolate, mante-
cas, carne, pastas, morcillas, pescado, etc.
14. Empleo de medicamentos alterados ó administración de los bue-
nos, errónea, etc.
15. Mezcla de sustancias inocentes, cuando separadas, y dañosas,
cuando unidas.
- m -
16. Empleo de cosméticos sólidos ó líquidos, que puedeh dar lugar á ía
aborción de principios minerales venenosos. • ;
17. Descuidos en el destino de sustancias venenosas ó envenenadas
para matar ratones, moscas, chinches, etc.
18. Descuidos en el uso del trigo encalado con disoluciones tóxicas.
19. Errores relativos á ciertos polvos minerales.
20. Venta de cerillas fosfóricas hechas con fósforo blanco ú ordi-
nario.
21* Juguetes de niños, pintados con sustancias minerales venenosas,,
como arsenialo de cobre, albáyalde, cromato de plomo, cinábrio, goma-
gutta, etc., y las serpientes de Faraón.
22. Mordeduras de animales rabiosos.
Al Gobierno y á las Juntas de Sanidad corresponde tomar las medidas
oportunas y eíicaces para evitar las intoxicaciones involuntarias que puede
haber en todos los casos referidos. La higiene pública es la que puede
impedir esas ocasiones de intoxicación (cap. 111, parte 1.a, art. 1).
Las intoxicaciones voluntarias ó envenenamientos pueden disminuirse:
1.' vigilando más el gobierno y prohibiendo severamente la venta de mu-
chísimas sustancias venenosas que se expenden, ya con objetos industria-
les, ya con otros objetos, como no vayan esas ventas garantidas ó asegu-
radas, respecto del destino que han de tener dichas sustancias; y 2.’ mo-
ralizando ó favoreciendo el desarrollo económico, moral é intelectual del
pueblo (cap. 111, parte 1.a, art. II).
La terapéutica curativa comprende el estudio de los contravenenos , an-
tídotos y medicaciones, indicadas contra ios venenos y sus efectos.
Se entiende por contraveneno toda sustancia capaz de neutralizar la
acción de un veneno, combinándose con él (cap. III, parte 2.‘, artí-
culo I , § l).
Para ser contraveneno una sustancia, ha de reunir las condiciones si-
guientes :
1. ° Que lio sea veneno.
2. ° Que se combine con el veneno en todo estado y á la temperatura
del cuerpo humano.
3. ° Que éntre acto continuo en combinación con el veneno.
4. ° Que no forme un tercero deletéreo.
5. ° Que no haya de darse en cantidad exorbitante.
6. ‘ Que se aplique á tiempo oportuno (cap. III, parte 2.*, art. 1, § II).
La química ha desterrado muchos contravenenos ineficaces y ha hecho
aplicar otros de acción reconocida.
Son contravenenos de los álcalis los ácidos diluidos; el vinagre, el jugo
de naranja y de limón.
No debe atacarse con estos, los su lluros y cloruros alcalinos, porque
darian lugar al desprendimiento de cloro y ácido sulfhídrico que po-
drían envenenar, escapándose por el esófago, é introduciéndose por la
glotis.
Son contravenenos de los ácidos, la magnesia calcinada con aceite, el
agua de jabón , el agua en abundancia. El ácido oxálico no debe comba-
tirse con magnesia, porque forma un oxalato mas venenoso todavía. El '
agua de cal es preferible.
Son contravenenos de las sales metálicas en general, el sulfuro de
hierro y el carbón, el tanino, el cocimiento de nuez de agallas, el glúten,
el agua de jabón blando , la albúmina y la leche.
10X1C0L06ÍA,— 85
— 516 ~
Totla sustancia que, combinándose con la sal venenosa, se Combine con
«us orincinios y forme compuestos insolubles, es un buen contraveneno.
, oimirlon lo es de los yoduros , la sal común de los compuestos de
plata, plomo y prolosalcs de mercurio.
r Son contravenenos de los gases deletéreos, los que se combinen con
ellos neutralizándolos; pero no deben darse puros, sino esparcidos por el
aire ó empapando en sus disoluciones acuosas terrones de azúcar, que
se ponen en la boca del intoxicado.
Sun contravenenos de los alcaióides, el yoduro yodurado de potasio,
el carbón en polvo y los cuerpos grasos. Sónío igualmente el tanino, la tin-
tura de nuez de agallas y iodo lo que los precipita de sus disoluciones.
Los cáusticos, y entre ellos el bromo, son contravenenos de los humo-
res ponzoñosos, aplicándolos pronto á las mordeduras y picaduras (capí-
tulo III, parte 2.a, art. I, § III).
Se entiende por antidoto toda sustancia que, aplicada al sugeto envene-
nado por la misma vía ú otra en que se ingirió el veneno, modifica rápi-
damente el estado en que este pone la economía , volviéndola al estado
normal.
Aunque la acción de los antídotos sea química, en el estado actual de
la ciencia no conocemos de qué modo se ejerce.
El antídoto se diferencia del contraveneno, en que este obra combinán-
dose con el veneno; aquel modificando el estado del organismo. El pri-
mero neutraliza el veneno é impide la intoxicación ; el segundo modifica
el modo sintomático y combate los efectos fisiológicos del tósigo (capí-
tulo III, parte 2.*, art. 11, § I).
Para ser antídoto una sustancia, debe modificar rápidamente el estado
morboso producido por un veneno, sea cual fuere la vía por donde se
introduzca mientras pueda obrar por ella (ibid. , § II).
Hay pocos antídotos conocidos, y por lo mismo que su modo de obrar
es específico , no es posible generalizarlos.
Se tienen por antídotos: el café, de los narcóticos y alcohólicos; el éter y
el café, de los hongos venenosos ; el guaco, de los crótalos ó sus morde-
duras , etc. (ibid., § III) .
Las medicaciones ó planes curativos son los que indican los cuadros sin-
tomáticos, ó sea los fenómenos fisiológicos producidos por los venenos y
están relacionados con las teorías médicas, en virtud de las cuales se es-
tablece la terapéutica propia para cada caso morboso, según su índole y
naturaleza (cap. III, parte 2.*, art. III).
Las indicaciones generales que hay que llenar en todo caso de intoxica-
ción, son cuatro :
1.* Dar el contraveneno.
í.* Expulsar el veneno.
3. * Administrar el antídoto.
4. ° Establecer la medicación conveniente (ibid., § I).
Para llenar la primera indicación se necesita :
1. ® Llegar á tiempo.
2. ^ Que el veneno tenga contraveneno.
3. ® Que se aplique por la misma vía por donde se haya ingerido el
veneno.
Sifno se puede dar el contraveneno por la boca, por estar trismático
¡.i#*?10’ ó p<ír no deglución, se introduce por medio de una sonda
psotágica por las fosas nasales (ibid., A).
- 641 -
La segunda indicación se satisface, ya por medio deí vómito, ya por
purgantes y lavativas, ya por inyecciones, ya por cáusticos, según la vía
por donde se haya ingerido el veneno.
Siempre que se haya tomado por la boca y se juzgue que pueda estar
todavía el veneno ó parte de él en el estómago, se promueve el vómito
por todos los medios posibles: titilación, dedos en Jas fáuces, agua ca-
liente , aceite, eméticos de acción rápida y hasta el óxido de zinc y sul-
fato de cobre, si no hay grande inflamación.
Si el veneno ya ha pasado á los intestinos ó es de los que en ellos des-
plegan su acción , será mejor dar los purgantes, laxantes y lavativas. Es-
tas deben emplearse si se ha dado por el ano.
En la vulva ú otros puntos hay que emplear inyecciones. En las
soluciones de continuidad se aplican los cáusticos ó la bomba de
llarry.
Si no es posible el vómito por haber trismus , se introduce la sonda
esofágica y se aspira con el émbolo ó jeringa lo contenido en el es-
tómago.
No hay que pensar en la expulsión del veneno, cuando ya se juzgue que
ha sido absorbido (ibid. , B).
El antídoto no debe darse sino cuando la intoxicación se ha desple-
gado. La vía de su introducción es indiferente, aunque suele ser la boca
ó el ano.
No hay que pensar en esta indicación, si el veneno no tiene antídoto
conocido (ibid. , C).
La cuarta indicación se llena , estableciendo el plan curativo que exige
la clase de intoxicación á la que pertenece el veneno (ibid., E).
La intoxicación por los venenos cáusticos se combate neutralizando lo
que puede restar del veneno con agua diluyéndolos con el contraveneno.,
agua y vinagre, si es alcalino; magnesia ó agua de jabón , si es ácido,
calmando los vómitos para no aumentar las alteraciones materiales que
produce el cáustico , con emolientes y bebidas ligeramente laudani-
zadas.
La medicación es antiflogística general y local , según los casos y la
organización de las personas. Están indicadas las cataplasmas emolientes
y las sanguijuelas en los puntos que mas inflamación acusen, y las san-
grías generales, por poco que amenace la reacción.
Si el sugeto se salva de la primera acción del tósigo, hay que alimen-
tarle en lo sucesivo con sumo cuidado. Tal vez habrá que "darle sustan-
cias alimenticias disueltas y absorbibles por los intestinos, y si sobre-
vive, habrá que irle dando gradualmente alimentos que sean compati-
bles con el estado de las fáuces, esófago y estómago (cap. III, art. III,
§n,A.). . J
La intoxicación inflamatoria se combate dando también el contrave-
neno, facilitando la expulsión del veneno y contraveneno; rara vez hay
ocasión de dar antídotos, y la medicación es también antiflogística local
y general.
Los vómitos promovidos por el veneno se favorecen al principio, y si
hay solo conatos al vómito, se facilita con bebidas laudanizadas y emo-
lientes en poca cantidad; si hay que dar vomitivos, no han de ser de los
mas irritantes. El dolor se calma , asociando los emolientes, los sedantes
en bebidas , fomentos y cataplasmas , y no dejan de producir su buen
efecto las bebidas frias y el frió ó la nieve en el epigastrio.
oíS —
Sí se llega ai período híperesténico, hay que reanimar las fuerzas
^í!a intoxicación narcótica se combate administrando, si se llega á tiem-
no el carbón, el yoduro yodurado de potasio , cuerpos grasos ó el tá-
nico como contraveneno cíe los alcaloides; facilitando el vómito con los
eméticos mas enérgicos, óxido de zinc ó sulfates de cobre, pocos gra-
nos, dando lavativas de cocimiento de catey bebidas dolo mismo, y
aguas aciduladas, enemas alcanforados, y estimulando la economía coíi
fnegas. sinapismos en las extremidades ó fricciones de agua tria, y
aplicando la electricidad. Según los casos, alguna sangre en la yu-
gular.
Las bebidas áridas no deben darse ai principio , ó mientras se crea
que el veneno está en el estómago, sino cuando se presuma que ya ha
sido absorbido ó expulsado lo que restare en dicha viscera (ibid, C).
La intoxicación nervioso-injlamatoria exige , si hay oportunidad, el em-
pleo del carbón, del yoduro yodurado de potasio , como contraveneno;
la pronta expulsión por medio* de vómitos ó laxantes y lavativas, la apli-
cación de los antídotos, si el veneno los tiene, como el éter y el café
en las producidas por los hongos; y la combinación atinada de re-
medios antiflogísticos, locales ó generales, antiespasmódicos y cal-
mantes.
Las aguas acídulas no deben aplicarse sino cuando ya se hayan expul-
sado las materias del canal intestinal, porque podrían facilitar la disolu-
ción de los alcalóides, á que debe en su mayor parte su acción esa
clase de venenos (ibid, i)).
La intoxicación asfixiante se combate siempre favoreciendo la respira-
ción , ya desembarazando las vías respiratorias de los gases , ya soste-
niendo artificia Imen te dicha función , ya aplicando la electricidad.
Además de estos auxilios generales, en lodo caso de esa clase hay que
apelar á otros medios , según sea la especie ó género de intoxicación as-
fixiante.
La tetánica se ha de combatir inmediatamente con los contravenenos
de los alcalóides : carbón en polvo, yoduro yodurado de potasio, ácido
tánico ó cuerpos grasos , y con la rápida expulsión do las materias.
El cloroformo , cuidadosamente aplicado, puede moderar el tétanos,
no solo haciéndole aspirar, sino aplicándole en bebidas, según las pres-
cripciones modernas empleadas para combatir dolores y fenómenos es-
pasmódicos.
También se indican para combatir los espasmos, cuando ya no está el
alcaloideo en el estómago, el éter y el aceite de trementina.
Si es la asfixiante paralitica , además de sostener la respiración artifi-
cialmente , y de dar los contravenenos indicados, y expulsar las mate-
rias, puede emplearse con cuidado la electricidad y la estricnina. Si se
aplica el veneno al exterior, se echa, mano de los cáusticos en la parte
donde se aplique ó haya la solución de continuidad.
Por último , la anestésica se combate arrojando los gases que invaden
■?,s ^as respiratorias, haciendo respirar al sugeto aire fresco y puro,
andole una posición que le facilite respirar, restablecer la respiración,
sostenerla artificialmente ; excitar al intoxicado con friegas avinagra-
^H^Pismos , afusiones de agua fria, electricidad y bebidas aromá-
esofá’glca (\b‘cf)UE(Íe tra^ar^e > ó B0 introduciéndosele con la sonda
— M9 —
La intoxicación séptica se trata según cual sea ella.
Cuando la producen los gases mefíticos, se aparta al sugeto del lugar
de donde se desprenden , se le expone al aire libre y se le tiende boca
arriba, en plano inclinado, con ia cabeza mas levantada. Afusiones de
agua fria y avinagrada á todo el cuerpo; friegas con aguardiente alcan-
forado, agua de Colonia ó cualquier otro líquido espirituoso, y se apli-
can todos los medios propios para combatir la asfixia , inclusos los re-
vulsivos.
Para neutralizar el gas, se le hace respirar cloro, mezclado con el aire,
6 disuelto en agua, se le echan gotas en la boca.
Si ha tragado materiales inmundos, se le da un emético y se lim-
pian las vías respiratorias y esofágicas.
Si hay latidos desordenados de corazón, se practica una sangría, como
lo permita el sugeto, y se combaten los desórdenes nerviosos con cal-
mantes y antiespasmócíicos.
Cuando la intoxicación séptica se debe á la mordedura ó picadura de un
animal ponzoñoso, se aplica una ligadura, un pañuelo ó venda encima
de ella , si es en los miembros; y tanto en estos casos, como cuando está
la solución de continuidad en el cuerpo ó tronco, cara ó cabeza, se aplica
á ella un cáustico ó el fuego con la mayor rapidez posible.
La succión , la bomba de Barry, la ventosa y la lavadura con agua, vi-
nagre, pueden producir buenos efectos; pero lo mas seguro es el fuego
ó el cáustico.
De entre los cáusticos, los líquidos son mejores; disoluciones concen-
tradas de potasa ó sosa, nitrato de plata , bromo, ó la cal, pasta de Viena,
manteca de antimonio.
Esta y el hierro candente son los preferidos.,
La manteca de antimonio se aplica con hilas empapadas, renovándolas
á menudo.
Para mejor éxito, se agranda la herida con una incisión crucial , y se
aplica el cáustico ó el fuego.
ííav quien aplica el asta de ciervo calcinada , ó piedra escorzonera.
Si , á pesar de esto , se desplega la intoxicación , ó se llega cuando ya
está desenvuelta, se administra el antídoto, si le hay; por ejemplo, el
guaco; y si no, se combate el estado general , facilitando la transpiración
y la orina por medio de sudoríficos enérgicos y diuréticos , y bebidas
aromáticas; alcohólicos y antisépticos, en especial si aumenta la- gan-
grena.
A veces hay necesidad de facilitar el vómico.
La intoxicación séptica producida por los virus se combate como se en-
seña en las obras de medicina y cirugía : la por la rabia puede ser tra-
tada como la de los animales ponzoñosos.
Por último, la producida por las sustancias alimenticias averiadas 6
materias animales putrefactas , se ataca dando polvos de carbón como con-
traveneno, facilitando la expulsión por la boca ó el ano, y comba-
tiendo el estado morboso de una manera sintomática; el aparato flogís-
tico, con antiflogísticos; el nervioso, con calmantes y antiespasmódicos;
el séptico, con antipútridos, facilitando la transpiración y la diuresis
(ibid. , F).
No en todos los casos de intoxicación se procede siempre del mismo
modo; hay circunstancias que obligan á modificar las indicaciones ¡te-
ñe rales. . ® ■
Las principales circunstancias que modifican dichas intoxicaciones, son:
1. " El estado del veneno.
2. " La vía de su aplicación.
3. * El tiempo en que es llamado el facultativo. .
4. ’ La naturaleza del caso.
Respecto del estado , diremos que los sólidos y los gases no se extraen
con la bomba y sonda esofágica. Rara expeler los sólidos, en polvo ó á
pedacitos, no debe emplearse el agua, que puede disolverlos; es mejor
la leche ú otro líquido poco disolvente. Los gases no se expelen con vó-
mitos.
Respecto de la vía, hay que emplear los contravenenos por la misma
donde se haya aplicado el veneno. Otro tanto debe hacerse respecto de
la expulsión. Solo en los casos en que , dado por la boca , haya pasado á
los intestinos, ó tenga mas acción en ellos, se expulsará también por
medio de purgantes y lavativas.
Cuando se introduzcan por la piel ú otras vías que no sea la boca , no
hay que provocar el vómito para expelerlos, ni aplicar contravenenos,
como no sea contra las mordeduras ó soluciones de continuidad.
En cuanto al tiempo en que es llamado el facultativo, hay que modificar
las indicaciones, por cuanto unas veces habrá lugar de llenarlas todas, y
otras solo algunas de ellas. Si se llega tarde, ya no hay que pensar en
contravenenos, ni vómitos ó expulsión del veneno, sino en aplicar el an-
tídoto, si le hay, y la medicación correspondiente.
La medicación variará también, según esté el intoxicado al principio ó
al fin en estado de excitación ó abatimiento subsiguiente á los progresos
de la intoxicación.
Por último, en cnanto á la naturaleza del caso, hay que atender :
1. * A si es un verdadero envenenamiento.
2. # A si es una intoxicación involuntaria debida á descuidos higiéni-
cos en las tiendas de comestibles.
3. a A si es un suicidio.
4.a A si es un error cometido por el sugeto mismo ó sus deudos.
La conducta del facultativo no es igual en todos esos casos.
En el primero, la víctima no sabe lo que ha tomado, ni cuándo, ni
cuánto. Por lo común es mucho, porque el agresor quiere asegurar el
golpe, y suelen ser venenos que no se revelan por sus propiedades físi-
cas , al tomarlos.
La víctima está aterrada y dice todo cuanto puede ilustrar el caso, pero
suele no saber nada en punto á la naturaleza y cantidad del veneno. .
Como en estos casos el agresor suele ser de la familia, el facultativo
debe proceder con mucha cautela , y observar astutamente quién sea ese
agresor, para no fiarse de él , en la administración de los remedios.
Es bueno que en estos casos el profesor le dé todo por sí mismo, ó por
personas que le merezcan confianza.
Si la intoxicación se debe á sustancias envenenadas en las tiendas de
comestibles, fondas, cafés, etc., el sugeto puede también ignorarlo y
faltar datos al profesor, por lo cual es necesario examinar los hechos
detenidamente, y fijarse bien en el cuadro sintomático para la aplicación
de los remedios.
Si es un suicidio, en unos casos el suicida, espantado y arrepentido,
dice lo que ha tomado , cómo y cuánto , y pondrá al profesor en el caso
de obrar con mas acierto.
- m —
En otras ocasiones insiste en querer morir, y no dice nada de lo que
ha pasado, ó desorienta al profesor.
En estos casos es preciso valerse de astucia, y adquirir la confianza del
suicida, engañándole y haciéndole creer que ya no tiene remedio, y que
solo se le medica para hacerle sufrir menos.
Es necesario vigilarle , para impedir que vuelva á tomar nueva dósis,
viendo que en lugar de morir mejora con la medicación ó auxilios que
se le prestan.
En los casos de descuidos , por lo común la cantidad tomada es poca,
los sugetos no quieren morir, revelan al profesor todo lo que ha pasado,
y le ponen en la vía de acertar mas en lo que disponga. La cantidad to-
mada no suele ser considerable en muchas ocasiones.
En esos casos , el recuerdo de lo que hemos dicho en la profiláctica de
la intoxicación podrá servir, tanto para la formación del diagnóstico y
pronóstico , como para aplicar los remedios oportunos y mas ó menos efi-
caces ( cap. III , parte 2/, art. IV ).
CAPITULO IV.
NECROSCOPIA DE I.A INTOXICACION.
Entiéndese por necroscopia de la intoxicación aquella parte de la toxico-
logia general que trata de las inhumaciones , exhumaciones y autópsias
de los cadáveres, que se cree ó sospecha estar intoxicados.
La inhumación, exhumación y autópsias de un sugeto que ha sucum-
bido , ó se sospecha por lo menos , bajo el influjo de una sustancia vene-
nosa, ofrecen circunstancias comunes á todas las inhumaciones, exhuma-
ciones y autópsias, y circunstancias especiales, solo propias de los casos
de intoxicación ó envenenamiento. Fácilmente se comprenderá que no es
este el lugar á propósito para ocuparnos en la exposición de las prime-
ras. En mi Tratado de Medicina y Cirugía legal me he ocupado extensa-
mente en la exposición de las reglas relativas á la necroscopia en general
y en particular ; y puesto que he dedicado un compendio aparte á los en-
venenamientos, ó sea á la Toxicología , falta en aquel tratado la exposi-
ción de las particularidades relativas á la necroscopia de la intoxicación.
Por lo mismo, en este Compendio, y en este capítulo, voy á exponer, no
ya las generalidades de la necroscopia, ó sea de las inhumaciones , ex-
humaciones y autópsias que en dicha obra llevo expuestas, sino lo que en
tales actos sé practica en especial, por no decir de exclusivo, de las in-
toxicaciones.
§ I. — De Ia« precaucione* que hay que tomar en la inhumación de los cadáveres
envenenados.
Cuando se presenta un caso de envenenamiento, cierto ó presunto,
hay que tomar las siguientes precauciones en punto al entierro del ca
dáver :
1. * No se entierra el cadáver sin hacerle la autópsia y someter á las
análisis químicas parte de sus sólidos y líquidos.
2. * Dado caso que se entierro, sin hacerle la autópsia y sin someter
parte de sus sólidos y líquidos á las análisis químicas, se examina escru-
pulosamente todas las aberturas naturales del difunto, para ver si se ha
- 552 —
depuesto en ellas alguna sustancia venenosa , los vestidos que lleva y la
caja en que le encierren.
3/ Tanto si se ha practicado la autopsia , como si no, debe el cadáver
ser sepultado en un local particular y seguro, poco favorable á la putre-
facción, y donde no se embeba de líquidos que tengan en suspensión
sustancias venenosas.
Digamos cuatro palabras acerca de cada una de estas precauciones im-
portantes, para acabar de demostrar su trascendencia.
t.* Enterrar un cadáver envenenado, ó que se sospeche estarlo, sin
practicar antee la autopsia, ni analizar ninguno de sus sólidos y líqui-
dos, es privarse de dos órdenes do datos esencia lísimos para resolver
toda cuestión de envenenamiento. Comeleríase una falta muy grave en
estos casos; la sepultura, sin precederle el exámen exterior ó interior del
cadáver y sin averiguar por medio de las operaciones analíticas si hay-
veneno, seria tan pronto favorable al crimen , como funesta para la ino-
cencia. Por evidente que fuese ese crimen ó esa inocencia , la inhuma-
ción sepultaría con los restos de la víctima las pruebas de lo uno ó de
lo otro.
2/ Si por acaso, merced á varias circunstancias, se entierra el cadá-
ver sin practicarle la autópsia, es indispensable examinar si en el ano,
si en la boca, si en las fosas nasales, si en la vulva, en fin, una mano
criminal ha depuesto alguna sustancia venenosa, que mas tarde pueda dal-
las apariencias de un envenenamiento ;í una muerte natura!. May que
examinar también los vestidos que el sugeío lleva, porque acaso los ha
yan teñido de ciertos colores minerales, en cuya composición pueden en-
trar sustancias venenosas ó que tengan los elementos de otras que lo son.
Igualmente hay que examinar la clase de ataúd en que se coloque el ca-
dáver, para ver si de él puede proceder algo que sea sospechoso. La pu-
trefacción ha de dar lugar á varias reacciones, y como el cadáver, igual-
mente que los vestidos y la caja, han de sufrir descomposiciones, no es
imposible que un cadáver no envenenado, según cuáles aquellos fuesen,
ofreciese, sometido al cabo de algún tiempo á la análisis, ciertas sustan-
cias que podrían pasar por venenos.
3.* Ora se haya practicado la autópsia , ora se lleve al campo-santo el
cadáver sin mas exámen que el del exterior, es necesario sepultarle en
un local donde se le halle fácilmente y sin exposición ninguna al error de
persona , siempre que el tribunal disponga su exhumación. ¿De qué ser-
viría ordenar esta, después de algún tiempo de sepultado el cadáver en
una huesa común , confundido con otros varios? Nada mas fácil que con-
fundir la identidad del sugeto. En uno de los casos prácticos en que ac-
tuamos analizando los restos de un sugeto, este había sido enterrado, á
pesar de ser de buena posición , en el hoyo común , y hubo que sacar
mas de cien cadáveres que tenia ya encima, para dar con él, al ex-
humarle. En una huesa particular esto no es posible , pues siempre
consta dónde se le dejó. No es esto solo, porque esta circunstancia no
debe descuidarse jamás en todo caso de inhumación judiciaria. Esta par-
ticularidad de lugar es además indispensable para la seguridad del cadá-
ver ; el tribunal debe hacer de manera que no se verifique una exhuma
cion profanadora ó fraudulenta para deponer en alguna abertura del ca-
aver una sustancia venenosa, ó para llevarse aquel y arrebatarle así de
del deL°S just^c^a» con e* de que no sea posible la averiguación
- 553 -
Ha> más : no solo deberia haber en todos los cementerios una tumba
particular para que se guardasen en ella los cadáveres de ios envenena-
dos, sino para impedir de esta manera que la putrefacción se declarase
demasiado pronto, para le cual deberia darse á este local las condiciones
que son contrarias á la rápida descomposición del cuerpo. La putrefac-
ción borra los vestigios de muchas intoxicaciones; por lo tanto, todo lo
que se haga con la idea ó fin de impedir ó disminuir al menos estos in-
convenientes, es perfeccionar esta pa’*te de la toxicología. •*.
No solo borra la putrefacción vestigios de la intoxicación, sino que
con los gases que se desprenden , hay reacciones , y si ellas se ejercen
sobre sustancias hechas, con las nuevas composiciones , cuerpos veneno-
sos, hay luego mayores dificultades para el resultado lógico de las análisis.
Por último, es indispensable tomar precauciones relativas ai local
donde se sepulte el cadáver del envenenado, por lo que toca á los terre-
nos de que se componga.
El suelo, en especial, según los terrenos que le constituyen, puede
contener ciertas sustancias minerales, compuestos a r sen leales, si cabe,
y filtrando con las aguas de las lluvias , puede empaparse de aquellas el
cadáver por imbibición , y luego, si el cadáver se analiza , se encontra-
rán aumentadas las dificultades del caso. El célebre proceso de madama
Lalárgp, acusada de haber dado la muerte á su marido con varias tomas
de arsénico, nos ofrece un caso de esta naturaleza. Otila declaró que el
cadáver de M. Lafaige, exhumado, había dado arsénico por medio de
las análisis. Raspad combatió sus aserciones, fundándose en que, si hay
en el terreno arsénico, y este terreno no es arcilloso, pueden infiltrarse
las aguas que tengan en disolución sales arsenicales, y el cadáver sepul-
tado en este terreno embeberse de ellas. Como el arsénico es sensible eu
pequeñísima cantidad á las reacciones químicas, y como se usa de él, ya
para encalar los trigos, ya en las artes y diversos objetos de pintura y
vidriado, nada mas fácil que con los restos ó trozos inservibles de papel,
madera pintada de verde y pedazos de cacharros, que se arrojan como
escombros y estiércol en los campos, se formen, con la disolución que
luego promueva el agua délas lluvias, sales arsenicales, y estas, no
solo pasen á los tejidos del cadáver por imbibición, sino por combinación
directa, como á su tiempo verémos, al tratar, en la filosofía de la intoxi-
cación, este punto ex -profeso. Rasta lo dicho aquí para dar á conocer la
importancia de la inhumación de los cadáveres, envenenados , en parajes
donde no puede haber semejantes imbibiciones.
§ II. — De las precauciones que hay que tomar en las exhumaciones de los cadáveres
envenenados.
Acontece á veces que , cuando el tribunal tiene noticia ó sospechas do
un envenenamiento, ya eatá sepultado el cadáver de la víctima , y como,
según hemos indicado y demostraremos en su lugar, para probar un cri-
men de esta naturaleza, hay necesidad déla autopsia y de la análisis,
manda el juez que se exhume el cadáver del sugeto envenenado, cual-
quiera que sea la fecha de la inhumación , y se someta á la autópsia y á
la análisis lo que de él se encuentre. Además de las reglas generales que
hay que seguir como exhumación, tiene el facultativo que seguir otras
particulares, lasque se refieren principalmente á no tomar un cadáver
por oti'O, y no solo llevarse á este y su caja si la tiene , sino procurarse
- 554 -
parir dn todo aquello, cuya composición química pueda arrojar alguna luz
á la cuestión. No basta llevarse el cadáver íntegro ó mutilado, conser-
vado ó putrefacto; hay que llevarse también , si está en una tumba par-
ticular, lo que hay en el fondo de la caja y en el suelo y paredes , ras-
pando toda mancha ó producción salina; y si está enterrado el ataúd ó
el cadáver en el suelo, hay que examinar bien los terrenos de que este
suelo se compone; si es arcilloso, arenoso, vegetal, etc., etc., y llevarse
un poco de la tierra de la huesa para someterla á las análisis. De esta
suerte está uno abastecido de todos los datos necesarios . y cualquiera
conclusión que saque, cimentada en los hechos que se procure , será
siempre mas lógica y acomodada á los intereses de la justicia.
£ III. — De las precauciones que hay que tomar en las autopsias de los cadáveres
envenenados.
Las precauciones especiales que las autópsias de los cadáveres envene-
nados exigen , además de las reglas generales aplicadas á toda clase de
autópsias , se refieren :
1. * A los preparativos.
2. * A lo que rodea al cadáver.
3/ A sus vestidos.
4. * Al exterior del cuerpo.
5. * Al interior.
fi.’ Al modo de preparar para las análisis los sólidos y líquidos extraí-
dos del cadáver y hallados junto á él.
1/ Los preparativos se reducen , además de los instrumentos y utensi-
lios necesarios en toda autópsia (*), á un frasco de alcohol, agua desti-
lada , diversos vasos y vasijas de cristal de varios tamaños para contener
y guardar los líquidos y sólidos que se destinen á las análisis; jofainas y
platos de porcelana ó que lio tengan barnices fáciles de descomposición;
bramante, papel. lacre, lentes aumentativos, etc.
2." Por lo que toca á lo que rodea al cadáver, hay que echar una
ojeada al sitio en que se encuentra ; si hay manchas en el suelo ó en la
cama; si hay materias vomitadas ó arrojadas por el ano; si hay vasos,
botellas ó frascos , papeles con polvos , plantas , etc. ; todo aquello,
en una palabra , que pueda dar alguna luz sobre el hecho de la in-
toxicación y su naturaleza , mayormente cuando se va á proceder á la
autópsia sin ningún antecedente relativo á los síntomas y causa de la
muerte. Lo arrojado por las vías gástricas y excrementicias es de sumo in-
terés , puesto que pueden contener esas materias los vestigios del veneno.
El facultativo recoge los utensilios que contengan algo sospechoso, las
ropas manchadas , los materiales del suelo ó muebles que también lo
estén , lo cual se obtiene fácilmente con esponjas nuevas y bien lavadas y
agua destilada ; las esponjas se estrujan luego en vasijas.
Si los deudos no le presentan todo lo que el envenenado haya arrojado,
debe pedirlo para colocarlo en vasos particulares, que se rotulan y sellan
por el tribunal. Una investigación minuciosa en el cuarto del envene-
nado, hecha con la idea de recoger y apoderarse, para la análisis, de todo
que pueda suministrar datos, raras veces deja de reportar sus utilida-
des. Mucha tendrá que ser la astucia y precaución del asesino para n
ejar mas huellas de su crimen que el cuerpo de la victima. La falta
l ) Véase el Tratado dt Hodierna Itgal, 1. 11 , cap. III , Autópii»,
- m -
materiales arrojados por las vías naturales , es en la inmensidad de casos
un indicio del crimen , puesto que por lo común en los envenenamientos
ó intoxicaciones hay vómitos y diarreas ; y es fácil que no se encuentren
esos materiales, cuando, temeroso el criminal de que en ellos descubran
las análisis el veneno, los tira bajo cualquier pretexto, si ya no se atreve
á negar que haya habido semejantes evacuaciones.
3. ’ Los vestidos del cadáver deben ser examinados con detención. Los
puntos que estén manchados de sangre, de materias vomitadas, de he-
ces ú orina , ó de los líquidos venenosos, deben ser guardados en vasos
particulares , para someterlos á la análisis.
4. ° Relativamente al exterior del cadáver, hay que examinar también
atentamente todas sus aberturas, para cerciorarse si hay en ellas de-
puesta alguna sustancia por la mano de algún sugeto mal intencionado,
que tratase de dar á una muerte pqr enfermedad las apariencias de un
envenenamiento, bajo la idea infame de acusar á su enemigo de envene-
nador. Cuantas manchas ofrezca el cadáver en el rostro, pecho, manos y
demás parles, deben ser lavadas con agua destilada, y recogido todo en
vasos separados.
Según las noticias que del envenenamiento se hayan adquirido, se
fijará notablemente la atención en la boca , ó en el ano, en la vulva, ó en
la piel; en una palabra, en la vía por donde se sospeche ó sepa que se
ha escogido para la introducción del veneno.
5. " La abertura del cadáver se hará, como en todos los casos, con el
mismo método y órden establecido como regla general , sin mas diferen-
cia que tomar para las análisis pedazos de pulmón, de hígado, de bazo,
de músculos , tal vez de médula y cerebro , el sistema^ digestivo con
sus líquidos, la vejiga urinaria con su humor y porcioncitas de esos ór-
ganos y materias para el microscopio.
Aunque es raro que se analice todo el cadáver, sin embargo, en algu-
nos casos puede haber necesidad de elle» . El médico legista examina con
muchísimo cuidado las alteraciones de los órganos y tejidos, igualmente
que las de los humores, con el fin de poder averiguar por ellas los efec-
tos del venero; ve si hay relación entre lo que sabe de los síntomas y de
la naturaleza del veneno y aquellas alteraciones; jamás es tan necesario
dar á ios hechos cadavéricos su verdadero valor. Las consecuencias del
error, de la prevención ó de la ligereza serian funestas. Por lo que he-
mos dicho en la parte fisiológica y patológica de este Compendio, sabe el
médico legista á qué órganos van á parar los venenos, y la anatomía pa-
tológica que les corresponde, ó sea en cuál se manifiestan más sus efec-
tos. Estos órganos, pues, deben ser observados con suma detención,
y parte de ellos con su contenido separado, para someterle á las análisis.
Como la mayor parte de los venenos se toman por la abertura superior
del tubo digestivo, este es el que debe merecer la preferencia en las in-
vestigaciones. Desde la boca hasta el ano, nada debe dejarse de examinar
con una inspección prolija. La boca , la faringe, se examinan al abrir el
cuello; el esófago al abrir el pecho; ó bien puede corlarse á la altura de
la laringe , disecarse y llevárselo con el estómago ; lo restante abriendo
el abdótnen.
Practicada la abertura de la cavidad abdominal , deben hacerse varias
ligaduras dobles. Una, por ejemplo, en el remate del esófago junto á los
pilares del diafragma, otra junto al píloro ; otra en la unión del íleon
con el ciego, v otra , en fin , en la extremidad del recto. Estas ligaduras,
— 556 —
todas dobles, y con pulgada y media de distancia, facilitan el corte sin
que se derramen , ni confundan las materias, y cada órgano es separado
con su contenido propio.
Hechas las ligaduras, se cortan con las tijeras dichos órganos, v se
pasa ó su examen interior, colocándolos en una jofaina ó plato de porce-
lana. Se abren sucesivamente con las tijeras , v tomada nota de lo que
contienen, de su cantidad, color, alteraciones anatómico-patologicas, etc. i
se lavan con agua destilada, y se miran á la luz difusa, á la oscuridad,’
y luego al trasluz, para observar si hay perforaciones, inyecciones, ar-
borizaron es , etc.
Entre los pliegues de la mucosa , entre el mismo espesor del moco ó
de los materiales que habitualmente contiene el canal digestivo, se ocul-
tan á veces pedacitos de veneno dados en polvo ó á pedacitos ; y el en-
cuentro de esas porciones sólidas de la sustancia venenosa da siempre
mas certeza , por no decir evidencia , A la intoxicación. Si no basta la
simple vista , un lente , el microscopio mismo muchas veces aumentará
la esfera de la visión. Todo pedacito ó porción de veneno sólido que se
encuentre , debe ser guardado en vaso aparte para poderle presentar
como cuerpo de delito.
6.* Lavado y examinado el estómago, se corta á pedacitos de una pul-
gada , y se ponen en un vaso, en el cual se echa agua destilada ; en otro
van los líquidos ó materiales que contenga , junto con el agua destilada
que se los llevó lavando la viscera. Si ya está algo adelantada la pu-
trefacción, ó antes de analizar esos materiales, ha de trascurrir algún
tiempo, se echa un poco de alcohol en los vasos donde se guardan. Algu-
nos creen que tiene su inconveniente el alcohol , porque^puede disolver
ciertos venenos, en especial los alcaloideos; mas esto no es un grande
obstáculo, puesto que analizando ese alcohol ó el líquido, concentrándole
antes, se descubre el veneno. Menos inconveniente tiene esta práctica,
que dejar desenvolver la putrefacción. Si no ha de trascurrir mucho
tiempo, desde que se practica la autópsia hasta las análisis químicas,
podrá prescindirse de echar alcohol en las vasijas.
La falta de esta precaución hacia , en la mayoría inmensa de los casos
en que por espacio de cinco años hemos actuado como peritos quími-
cos , que llegasen las sustancias remitidas en un estado de putrefacción
completa, con un hedor insoportable y hasta peligroso, y acaso en algu-
nas de esas ocasiones los resultados negativos pudieron reconocer por
causa, tratándose de sustancias orgánicas y hasta de algunas inorgánicas,
la influencia de ese estado avanzadísimo de putrefacción en que se halla-
ban las materias destinadas á las análisis.
Entre los que se oponen á esa adición del alcohol está M. Tardieu,
quien insiste en dar, como regla absoluta , el abstenerse de añadir á los
órganos apartados para las análisis ni alcohol, ni otro líquido conserva-
dor; no solamente es esto para dicho autor inútil , sino perjudicial. Dice
que el aspecto y la consistencia de los tejidos son modificados, y ya n°
pueden ser apreciados por los peritos que intervien a en ulteriores ope-
raciones, y además la composición desconocida , y á veces la impureza
de los líquidos empleados crean , para la análisis , complicaciones en ex-
tremo desagradables í1).
Sobre encontrar aquí, como en otras partes, á M. Tardieu en contra-
ib Obracit., p. 60.
\
V.
dicción entre sus preceptos y sus obras ; sobre verle en casos prácticos
emplear el alcohol para que se retarde la putrefacción (J) , debemos de-
cirle que las razones que da, para oponerse á esa práctica, no son de
peso. En primer lugar, cuando los órganos se retiran del cadáver para
colocarlos en frascos, ya los peritos los han examinado y hecho constar
el estado en que los encontraron. Los demás peritos que los hayan de
ver serán los químicos, si ya no son los mismos que ejecutan la autóp-
sia, y ios químicos no tienen por objeto reconocer el estado de esos ór-
ganos, sino analizarlos para ver si contienen ó no alguna sustancia ve-
nenosa. El alcohol no será un obstáculo para ello, y por mas que altere
la consistencia y el color de esos órganos, más los altera la putrefacción.'
En segundo lugar, eso de la composición desconocida del alcohol ó de
otro líquido conservador y de su impureza , es cándido hasta dejarlo de
sobra. Los peritos no emplearán un líquido cuya composición no conoz-
can. El alcohol ya se sabe de qué se compone, y hay medios fáciles de
averiguar su pureza, y claro está que el perito que le emplea , para im-
pedir la putrefacción , le emplea puro.
Cuando M. Tardieu contesta á los que le hacen objeciones á los ex-
tractos alcohólicos para la experimentación fisiológica , afirma que el al-
cohol no altera en nada las sustancias. No tiene, pues, ninguna fuerza
lo que dice M. Tardieu sobre ese particular.
Lo que acabo de recomendar por lo locante al estómago , es de entera
aplicación á los intestinos delgados, gruesos, vejiga urinaria y demás
órganos y líquidos que se destinan á las análisis. Todos se inspeccionan
con la misma atención , todos son lavados con agua destilada , todos cor-
tados á pedacitos , todos guardados cada uno en su vaso particular.
No estamos por la nueva práctica que trata de introducir SI. Tardieu,
destinando solo dos grandes frascos para colocar , en uno el estómago é
intestinos juntos con los materiales que contengan, y en otro todos los
demás órganos. Kara vez dejará eso de tener graves inconvenientes, como
lo veremos mas por extenso, al hablar de la liiosoíía de la intoxicación, y
como podemos comprenderlo desde luego , puesto que no es indiferente
que el veneno que se encuentre proceda de un órgano ó de otro. Si en
ciertos casos lo misino da que venga de unos que de otros órganos,
puesto que en lodos se halia; en otros casos, lo importante de ia cues-
tión está en determinar el órgano donde se encuentra el veneno, ya de
un modo absoluto, ya de un modo relativo. En los casos, por ejemplo,
de sospechas de imbibición después de ia muerte, la práctica de M. Tar-
dieu imposibilitaría resolver el problema. La importancia que da dicho
autor, recomendándola con gran fuerza, como operación capital, á esa se-
paración de órganos en dos vasos, lo cual destruye luego, á las pocas
páginas, confundiéndolo todo deplorablemente, se la damos nosotros con
mas fundamento á la separación de cada órgano, como regla general , y
la recomendarnos con igual fuerza , pero con mas consecuencia , por
cuanto en ningún caso destruiremos esa regla para mezclar órganos y
materias en un solo vaso, (*)
(*) Obra oit., p. 69". En e! caso de ía muerte de la viuda de Pauw, envenenada por
el médico Imme. pata C:>ulv de Lapomineivue, M. Tardieu y Roussin empicaron el alcohol
para detener la putrefacción que empezaba ü manifestarse en las visceras, hígado, bazo,
pulmones, corazón, etc., contenidos en uno de los frascos : lié aquí las propias palabras
de dicho autor : «Rociamos esa pulpa con alcohol de 90 grados, muy puro, con el objeto de
detener la ftrmtntacivn , que ya había empezado, y do oponernos á toda alteración ulterioV.
668 —
A lodos los frascos que contengan órganos y malcrías putrefacíbíes
se les añade también un poco de alcohol para retardar al menos la putre-
facción , <Iue Puccte aumentar las dificultades de la análisis química, por
poco tiempo que haya de transcurrir, desde que se practica la autópsia
hasta que se someten á esas análisis. 1
iás de todo punto indispensable que no se coloquen esas materias en
pucheros ó vasijas de vidriado, como lo hemos visto muchas veces. Du-
rante los cinco años en que hemos actuado, hemos recibido las materias
en pucheros, vasijas de barro y basta jarras y macetas mal tapadas' y
en condiciones tales , que dan una triste idea del modo como se hace este
servicio en el país, no teniendo de ello la culpa en general los profeso-
res, sino los juzgados que no les abonan los gastos de los frascos, ni de-
más materias necesarias.
Los frascos deben ser de vidrio, de boca ancha, y estar tapados con
tapones de lo mismo, ó por lo menos, de corcho puro y limpio; lacrán-
dolos luego, precintándolos y sellándolos el tribunal, con el fin de que
una mano malévola no los extraiga, sustituya por otros, ó eche sustan-
cias venenosas , que no procedan del cadáver.
Sin eso no hay ni puede haber seguridad de que no se cometan frau-
des, encaminados, tan pronto á favorecer á los culpables, tan pronto á
comprometer á los inocentes.
En cada frasco se implanta ó pega un papel ó rótulo, indicando las ma-
terias que contiene, y si hay mas de uno , se les pone la numeración cor-
respondiente , es decir, l.°, 2.*, 3.*, etc.
Preparados así los frascos se colocan en cajas de madera , no en cestos
ú otras cosas análogas ; y se llenan aquellas de serrín, virutas, paja ó
papeles, para que ios frascos no choquen entre sí, no se rompan y vier-
tan las materias ; clavada la tapa , se cubren los ángulos con papel
pegado á la madera, se precintan, lacran y sellan con el sello del
juzgado, y se escribe encima lo que contienen , y de qué juzgado pro-
ceden , remitiéndolo luego conforme lo previene el art. 22 dei Regla-
mento de médicos forenses , á ios peritos químicos , por medio de perso-
nas de confianza y por conducto del Regente de la Audiencia del dis-
trito.
Los peritos químicos no deben recibir esas cajas ó frascos que les re-
mitan las autoridades, si no les llegan con todas esas formalidades de la
ley y de la ciencia ; cuando hablemos de la química de la intoxicación,
ya volverémos á tratar de este asunto, pero aquí nos cumple recomen-
dar á los profesores encargados de las autopsias , y á los jueces que las
ordenan y presiden , que no descuiden ninguno de los pormenores ex-
puestos, pues que son de sama trascendencia los descuidos y abusos que
se pueden cometer, procediendo de otra manera.
La experiencia nos hace hablar de esta suerte. El descuido que hemos
advertido por espacio de algunos años, en el modo de preparar las mate-
rias que se han de analizar, y el modo de remitirlos á los peritos quími-
cos, ha podido comprometer gravemente los intereses de la administra-
ción de justicia y volver menos eficaces las análisis de la ciencia.
BESUMEN DE LA NECROSCOPIA/ DE LA INTOXICACION.
Se entiende por necroscopia de la intoxicación , aquella parte de la
loxicología general, que trata de las inhumaciones, exhumaciones y au'
— m -
tópsias , de los sugetos que mueren envenenados ó con sospechas de es-
tarlo.
Lo que la necroscopia de la intoxicación trata , relativo á las inhumacio-
nes, exhumaciones y autópsias de los cadáveres envenenados, no son las
reglas generales de esas operaciones expuestas en el Tratado de Medicina
legal, dándolas por supuestos , pues que deben practicarse; se limita á
tratar de las reglas especiales que hay que practicar en ellos en los casos
de envenenamiento verdadero ó sospechado.
En la inhumación de los cadáveres, cuando hay sospechas ó certeza de
un envenenamiento , se han de tomar las siguientes precauciones :
1. * No se entierra el cadáver sin practicar la autópsia.
2. * Dado caso que se entierre sin autópsia , deben examinarse sus ves-
tidos , su exterior y sus aberturas naturales, anotando todo lo que ofrez-
can digno de ello.
3. ° Tanto si se practica la autópsia, como en el caso contrario, debe
ser inhumado en un lugar aparte , que no permita confundirle con otros
cadáveres, que no favorezca la putrefacción , y no pueda dar lugar á la
imbibición del cadáver de sustancias minerales sospechosas.
Si no se practica la autópsia, fulla un órden de datos indispensable para
resolver el caso puesto en cuestión ; no se sabrá qué alteraciones anató-
mico-potológicas produjo el veneno, y en ^ ^uyoría de los casos no
será posible atirmar, ni negar el envenenamiento.
Si por cualquier causa que fuere se inhumase el cadáver, sin practi-
carle la autópsia , al menos es de un grande interés apreciar sus vestidos,
su color, las manchas que tengan , su naturaleza , el exterior del cadá-
ver, donde puede haber vestigios de la intoxicación, y las aberturas natu-
rales , tanto para hacer constar su estado , como si hay en ellas vestigios
de materias sospechosas por ellas introducidas.
En uno y otro caso debe inhumarse, no en el hoyo común, sino en se-
pultura ó lugar aislado , expuesto al Norte , en tierra seca y si puede
ser arenosa, y libre de restos de maderas, vidriado, papeles pintados,
basura, etc. (cap. i V, § 1).
Al exhumar un cadáver de un sugeto que se sospeche haber sido en-
venenado, no solo hay que tener cuidado en que sea el que se busca, y
en llevarse la caja y los restos u sino porción de tierra de la que le rodee
y de algunos puntos distantes , para someterla á las análisis químicas, lo
mismo que esos restos (cap. IV, § II j.
Las precauciones que hay que tomar en las autópsias de los sugetos
envenenados, se refieren:
1. * A los preparativos.
2. ü A lo que rodea el cadáver.
3. ' A sus vestidos.
4. ” Al exterior del cuerpo.
5. ' Al interior.
6. ° Al modo de preparar para las análisis los materiales que se extraen
del cadáver, sólidos y líquidos.
Los preparativos consisten , además de la caja de autópsias, en un
frasco de alcohol , agua destilada, vasos de cristal ó vidrio, vasijas de lo
mismo de tamaños diferentes; jofainas, platos ó cápsulas de porcelana;
bramante, papel, lacre, lentes de aumento; cajas de madera, serrín,
virutas, etc.
Respecto de lo que rodea el cadáver, hay que llevarse si hay botes,
— SCO —
boieíJas. vasos, pucheros, papeles que contengan restos de lo que ha
tomado, medicinas, etc. ; el material de las manchas del suelo, cama, etc
debidos á los vómitos, excrementos del sillico, y cuanto pueda tener re-
lación con el case.
Los vesiidos deben ser recogidos, si hay manchas, y estas cortadas para
someterlas a las análisis.
Ln el exterior debe examinarse el estado de la piel , las aberturas na-
turales para ver cómo están, cuál ha sido la vía de introducción, si hav
en ellas restos de lo ingerido , si se ha introducido después de muerto el
sugeto , etc.
La abertura del cadáver se practicará como recomendamos en Medi-
cina legal, examinando detenidamente los conductos por donde se in-
girió ó pudo ingerirse el veneno, donde tal vez habrá restos de el, si se
dió al estado sólido.
Se notan todas las alteraciones anatómico-patológicas que deja el ve-
neno en los óiganos y tejidos.
Las vías digestivas exigen un exámen muy minucioso en la mayoría
de los casos.
En la cavidad abdominal se practican dobles ligaduras en el cárdias,
pfloro, división de los intestinos delgados y gruesos.
Luego de separadas e£|Ir porciones por sus dobles ligaduras, se abren
los conductos en un vaso abarte y se examina el contenido , y en seguida
se lavan con agua destilada las paredes de cada porción , y se miran á la
luz y á oscuras, al trasluz, y se nota si hay perforaciones, erosiones,
equimosis, arborizaciones, etc.
Los pliegues de la mucosa reclaman atención particular, porque en
ellos hay fragmentos del veneno , polvos , etc.
Cuando está todo examinado, se toman porciones de pulmones, hí-
gado, bazo, la vejiga urinaria, el tubo digestivo, y cada órgano ó por-
ción se coloca en frasco aparte con su propio contenido ; echando agua
destilada ó alcohol , si hay que trasladarlos lejos , ó se ha de tardar en
analizarlos.
No hay ningún inconveniente en echar en cada frasco cierta can-
tidad de alcohol, que esté puro, con el objeto de impedir la putre-
facción.
Por mas que ese vehículo ponga un poco duros los tejidos y los destiña
ó vuelva pálidos, esas alteraciones son insignificantes, comparadas con
las que la putrefacción provoca.
Aunque el alcohol se apodere de ciertos principios orgánicos , eso no
es ningún inconveniente grave , porque también se somete á las análisis
y se encuentran esos principios.
Los frascos deben de ser de vidrio , de boca ancha y suficiente capa-
cidad ; no deben emplearse pucheros ni otras vasijas de barro y menos
con barniz.
Cada frasco se lapa, lacra, precinta y sella con el sello del juzgado;
y además se les pone un rótulo que diga lo que contiene , y se numera si
hay mas de uno. •
jPor último, los frascos se colocan en una caja de madera con serrín,
Virutas, paja ó papel para que no se rompan , y se cubren los bordes con
papel que se lacra y sella, y se pone lo que contiene.
Estos materiales se remiten á los peritos químicos por conducto del
Kegenie de la Audiencia del distrito (cap. IV, § III).
CAPÍTULO Y.
QUÍMICA DE LA^INTOXIC ACION.
Llamo química de la intoxicación á aquella parte de la Toxicqlogfa ge-
neral, que trata de las materias que han de ser analizadas en los casos de
envenenamiento ; de los instrumentos , utensilios y aparatos necesarios
para esas análisis; de los reactivos y caractéres químicos de los. venenos,
y de las diferentes marchas que hay que seguir en las operacidnes ana-
líticas. * *
En efecto, lodo lo que incluyo en esta definición constituye la química
de la Toxicología. Mas, siquiera con esa definición ya dé una idea bas-
tante clara de todo lo que vamos á exponer en esta parte de la Toxicolo-
gía general, voy á indicar mas ámpliamente los puntos de que me pro-
pongo tratar sucesivamente en ella , como indispensables para desempe-
ñar debidamente la análisis química de las materias sospechosas, en todo
caso práctico de envenenamiento , ó sospechas de él.
Me haré cargo : primero, de las sustancias que han de ser, ó pueden ser
analizadas y de su diferente procedencia; segundo, de lo que deben hacer
los peritos, al recibirlas, para que las analicen por disposición judicial;
tercero, de cémo debe establecerse el laboratorio químico-toxioológico,
tanto en lo que se refiere á su construcción arquitectónica, como al per-
sonal que debe haber en él; cuarto, de los instrumentos, utensilios y apa-
ratos de que debe estar provisto , necesarios ó mas indispensables para
las análisis químico-toxicológicas, distribuidos á tenor de las operaciones
mecánicas, físicas y químicas para las cuales sirvan ; quinto, de los reac-
tivos empleados en las análisis , á cuyo estudio precederá, por conside-
rarlo conveniente , la exposición breve y compendiosa de unas cuantas
nociones generales de la química siguiendo á esta exposición é indica-
ción de los reactivos, tanto por la vía seca como por la vía húmeda, las
reglas indispensables para su manejo y el modo de asegurarnos de su
pureza; sexto, délos caractéres químicos ó sustancias que se estudian mas
comunmente en Análisis química cualitativa , ya al soplete, ya por la vía
húmeda; séptimo, de las operaciones analítico-químico-toxicológicas que
deben practicarse , ya cuando no se tiene noticia alguna del veneno , ya
cuando hay algunos antecedentes de él que le determinen ; de los casos
diferentes en que pueden encontrarse lm> peritos , respecto de las condi-
ciones con que se les entreguen las sustancias que hubieren de analizar;
de lo que han de practicar con los objetos remitidos por los juzgados an-
tes de empezar la análisis; de la marcha metódica que hay que seguir,
cuando el veneno esté puro ó sin mezcla, sólido, líquido ó gaseoso; de
las operaciones prévias, métodos ó procederes, inventados para eliminar
los venenos de las sustancias que los impurifican, cuando están mezclados
con sustancias alimenticias ó combinadas con los principios de los órga-
nos y humores del sugeto envenenado ; de cuáles métodos ó procederes
debemos valernos con preferencia, como mas conducentes al objeto; de
qué reactivos podemos esperar mas resultado para cuando estén eli-
minadas las sustancias venenosas, en especial orgánicas, y de qué modo
se dosan los principios constitutivos de una sustancia en las análisis cuan-
titativas; octavo , de la aplicación del microscopio á los casos de intoxica-
ción, como medio auxiliar unas veces, y supletorio en otras de las aná-
TOXICOLOUÍA.— 3tí
— Bfi£ —
lisis químicas; noveno, de la espectrometría en Toxicología y lo que
podemos esperar de ella en el estado actual ; décimo, en fin , de la nueva
práctica llamada experimentación fisiológica , ó sea rehabilitación de la an-
ticua ya desacreditada , que consistía en dar á los animales, como prueba
de la existencia del veneno , sustancias procedentes del sugeto envene-
nado , ó que se presume estarlo.
Tales son los importantes puntos que voy á comprender en la química
de la intoxicación, con el fin de que los médicos forenses tengan la de-
bida aptitud para desempeñar esa clase de actuaciones, como la tienen
para las demás, correspondientes á la medicina legal.
ARTÍCULO PRIMERO.
DE LAS SUSTANCIAS QUE HAN DE ANALIZARSE EN LOS CASOS DE INTOXICACION
Ó ENVENENAMIENTO.
Las materias ó sustancias , que se ofrecen en los casos prácticos de in-
toxicación ó envenenamiento para ser analizadas, no son todas déla
misma clase , y conviene que hagamos su debida distinción ; por cuanto,
según de qué clase sean esas sustancias , los procedimientos analíticos
varian.
La división mas natural y conducente á nuestro propósito es la si-
guiente:
1. a Sustancias ó materias que no proceden del sugeto intoxicado.
2. * Sustancias ó materias que proceden del sugeto intoxicado , arroja-
das por vómitos ó cámaras, ó manchadas por estas.
3. ° Organos y líquidos propios del sugeto intoxicado.
Digamos cuatro palabras acerca de cada clase de esas sustancias por
vía de aclaración ó comentario.
§ I. — De las sustancias que han de analizarse, en un case de intoxicación, no procedentes
del sugeto envenenado.
No siempre que se intenta un envenenamiento, se consume; varias cau-
sas, varias circunstancias imprevistas burlan los cálculos del asesino, y su
crimen ó atentado llega á oidos del tribunal, antes que se haya llevado á
efecto. En estos casos el veneno, ya sea solo, ya mezclado con otras sus-
tancias, forma la materia de ese primer grupo. Un vaso de agua donde
se haya disuelto el ácido arsenioso; una botella de vino donde se haya
puesto un veneno que no altere ni su color ni su sabor; el pan , el queso,
un guisado, el caldo, una pocion medicinal envenenados, todas son sus-
tancias de la primera clase, esto es, que no proceden del sugeto enve-
nenado.
Seránlo también ciertos cosméticos , ciertos ungüentos , ciertos polvos
vendidos por los curanderos como secretos, la tierra de los cementerios
ó de los puntos donde haya sido sepultada una persona, acerca de la cual
haya habido sospechas de envenenamiento. En ninguno de estos casos
proceden esas materias del sugeto envenenado.
Pero no se crea que siempre que se nos las presenta, forzosamente no
se haya consumado el crimen. También, después de cometido este puede
el tribunal encontrar, al propio tiempo que la víctima , los vestigios del
veneno, ó alguna de esas sustancias indicadas que le contenga, ‘sin que
por esto pierdan el carácter que nos las hace referir al primer grupo.
— 663 -
| II.— De las sustancias que han de analizarse, en un caso de intoxicados, procedentes
* del sugeto envenenado.
Por lo común , cuando el delito ya se ha ejecutado ó ha tenido por lo
menos un principio de ejecución , ya no se encuentran esas sustancias
con que se ha provocado ; los criminales tienen buen cuidado de hacerlas
desaparecer. En semejantes casos el médico legista recibe del tribunal
mas bien sustancias de las que hemos colocado en la segunda clase , pro-
cedentes del sugeto envenenado, á saber : materias vomitadas, excremen -
tos, orina, ropas manchadas, etc. Todas estas materias proceden del en-
venenado , y nunca , como en aquellos casos en que este se libre de la
muerte, es tan importante recogerlas; puesto que hay toda la probabili-
dad de encontrar en ellas, por medio de las análisis, el agente venenoso.
Es ocioso decir que en todos aquellos casos, en los que se salva el en-
fermo, no recoge el médico-legista mas materias para las análisis que las
indicadas ; de aquí la gran necesidad de no desperdiciar nada de lo ar-
rojado por las vías digestivas y urinarias, y la de no dejar en abandono,
como cosa inútil , toda mancha de líquidos ó humores que hayan salido
del cuerpo de la víctima. Esta necesidad es tanto mayor cuanto menos
vestigios se encuentran del veneno aislado, ó solo, como resto del que la
víctima tomó.
£ III.— De los órganos y líquidos del sugeto envenenado que se someten á las análisis.
Cuando el veneno ha obrado consumando el crimen; cuando el sugeto
envenenado ha dejado de existir, el médico-legista tiene á su disposición
para las análisis, no solo, tal vez, el veneno ó la sustancia envenenada,
no solo lo arrojado por las vías digestivas y urinarias, sino también todo
el cadáver de la víctima, ó por mejor decir, parte de algunos de sus ór-
ganos y líquidos.
Hemos visto anteriormente que los venenos son absorbidos y que van
á parar á ciertos órganos y á ciertos líquidos excrementicios; hemos visto
también, al tratar de la necroscopia, la necesidad que tenemos de reco-
ger todos estos líquidos y órganos para someterlos á la análisis, puesto
que en ellos reside el veneno que causa la muerte. Pues con lo que á la
sazón dijimos, se comprende cómo han de ser lan solo ciertos sólidos y
tan solo ciertos líquidos los que hayan de ser analizados. Pedazos de hí-
gado, de bazo, de pulmones, de músculos, de médula, la vejiga, el estó-
mago ó los intestinos son los que comunmente se someten á las análisis,
sin que por esto se entienda que alguna vez no pueda ser necesario so-
meter á ella todo el cadáver. Orilla lo ha practicado varias veces.
En cuanto á los líquidos, la sangre por ser el torrente á donde todo va
á parar, y la orina por ser los riñones órganos de eliminación, son los
que comunmente, por no decir siempre, se analizan con resultados. Otro
ta.ri.t0 P0 demos decir de los líquidos y mucosidades contenidas en la ca-
vidad del estómago é intestinos. La hiel , el quilo del canal torácico , la
m a, aunque no es imposible que contenga algunos vestigios de estos
venenos, por lo que hemos visto al tratar de su absorción, no son los que
mas datos han de proporcionar en las análisis.
ARTÍCULO i í.
D8 LO QUE DEBEN HACE» LOS PE MIOS QUÍMICOS, AL RECiUiU LAS SUS I ANCiAt>
DESTINADAS Á LAS ANÁLISIS.
La materia de este artículo está completamente descuidada en las obras
de los autores. Ninguna , que yo sepa , habla de ella , y es, sin embaí go.
en mi concepto, de una importancia suma para el buen servicio pericia!,
en los casos de envenenamiento ó sospechas de él. .
No solo creo que se debe tratar de ese punto en las obras de loxicolo-
gía , sino que lo considero digno de que figure en una circula! del Minis-
terio de Gracia y Justicia , como otra de las disposiciones que le incum-
ben , para que el servicio medico forense , relativo a esta clase de actua-
ciones, se preste con la debida formalidad y garantía.
En nuestro proyecto de organización de los médicos forenses hemos
consignado algunas disposiciones reglamentarias, que versan sobre la con-
ducta que deben guardar los peritos químicos, al recibir las materias que
se les remiten para ser analizadas.
Este proyecto comprende , como es de ver, las actuaciones químico-
periciales , lo mismo que las médico-quirúrgicas.
En las juntas de distrito y en la central ó superior hay laboratorios
químico-toxicológicos destinados á analizar las materias sospechosas , en
todos los casos que lo juzguen oportuno y conveniente los juzgados y tri-
bunales , y allí está trazado cómo y de qué manera deben estos remitir
dichas materias á los laboratorios del ramo , y cómo deben ser recibidas
en estos.
Prescindiendo de lo que hemos consignado en ese proyecto de organi-
zación de los médicos forenses , puesto que no está vigente, siquiera de
vez en cuando veamos que el Gobierno toma algunas de las disposiciones
de dicho proyecto , y las ordena en sus circulares, vamos á exponer lo
que, con arreglo al estado actual de cosas, debe practicarse por los peri-
tos químicos.
Hemos visto que el artículo 22 del Reglamento publicado en 13 de
mayo de 1862, previene que, «cuando se remitan á los peritos, designados
en los artículos 19 y 21, materias destinadas á las análisis químicas, se
haga por conducto del Regente de la Audiencia del distrito correspon-
diente í1)».
Lo primero, pues, que cumple á los peritos químicos, es no hacerse
cargo de objeto alguno destinado á la análisis química, que no les llegue
con esta formalidad reglamentaria.
Recibidos en el laboratorio químico-toxicológico, no en la casa ó domi-
cilio de los peritos, á donde suelen llevar los objetos analizandos los al-
guaciles ó dependientes de los juzgados y de la audiencia , los peritos ó el
director del laboratorio entregará un recibo, donde se consignen los ob-
jetos que se le entreguen , expresando el número , forma y exterior de
esos objetos , y en cuanto al contenido , refiriéndose á lo que le digan en
n?,n<^° escr'h¡.endo estas lineas, he visto en el Diario de Avisos un párrafo en el que
iudieialpQ rfa or<^en .se encargado al farmacéutico D. Juan Sicilia las análisis
*Íeban Praclicarse en el territorio de la Audiencia de Madrid, y que al efecto
drid iS?® UQ magnifico laboratorio en el paseo del Obelisco, i Otario de Avisos de Ma-
uria, 16 de diciembre de i 666 , pág. 4 , colunuia 5.a)
- m -
el oficio de remisión, puesto que no le consta realmente lo que contienen
las cajas ó frascos que se le remiten.
En el laboratorio químico-toxicológico , del cual hablarémos luego,
debe haber una ó mas piezas destinadas á la oficina de redacción de los
documentos, y en ella habrá un armario destinado á guardar, con llave,
ciertos objetos remitidos, mientras no se proceda á su análisis, ó no les
llegue el turno , si hay muchos.
En esta oficina debe haber varios libros, en folio, rayados. Uno de
registro de entradas y salidas , donde se debe anotar lo siguiente :
1. ° La entrada , dia , mes y año.
2. ° El número de cada caso : l.°, 2.°, etc.
3. # La procedencia ; esto es, de qué juzgado ó gobierno de provincia, ó
autoridad donde radica el caso.
í* El conducto por donde llega.
5. ° Los documentos judiciales ó administrativos que acompañen al oficio
de remisión.
6. * Los objetos remitidos , cuáles y cuántos , y en qué forma.
7. * Los resultados de las análisis químicas.
8. ° Los honorarios devengados por estas.
9. ° La salida, dia, mes y año del documento pericial.
10. Los documentos que se devuelven y los que quedan en la oficina.
11. Las materias que se devuelven y ías que no.
El segundo libro está destinado á que se copien en él , por su órden,
los documentos periciales remitidos á las autoridades judiciales y admi-
nistrativas , que hayan pedido la actuación judicial.
Habrá, además, cartones con sus cintas para contener, por años ó
medios años, según el número de casos, los documentos judiciales remi-
tidos, las copias de los recibos y los borradores de los documentos, cuya
copia se haya remitido á los juzgados ó demás autoridades.
Cada caso formará un expediente , con su carpeta de medio pliego de
papel doblado, en cuya portada se escribirá el número del caso, el juz-
gado á que pertenezca , el dia y mes de entrada , el de salida , y al fin
el año.
Todos los expedientes de un año , ó de medio año , si fueran muchos,
se atarán entre dos cartones; se pondrá, en un papel, en el lomo, el año,
y se colocarán en un armario-estante á propósito.
Con estas sencillas disposiciones, habrá órden, regularidad en ese
servicio; y siempre que haya necesidad de hacer constar cualquier hecho
relativo á cada caso , ó de reproducir el documento por extravío del li-
brado, no habrá mas que acudir á los libros y cartones de expedientes.
Esta es la práctica que hemos seguido en el laboratorio químico toxi-
cológico déla facultad de Medicina, de la Universidad central, desde el
año de 1 8 58 al de 1803, durante los cuales hemos preslado el servicio
médico pericial relativo á las análisis químicas, á todos los juzgados,
audiencias, gobiernos civiles y demás que nos pidieron, durante ese
tiempo, actuaciones periciales de esa especie; y esta es la práctica que
opinamos debe seguirse en esta clase de tareas, mas graves y trascen-
deniales de lo que á primera vista parece.
El libro de registro debe contener todo lo que hemos indicado, en una
especie de cuadro sinóptico, que comprenda las dos hojas, escribiendo
arriba, en casillas separadas, y por su órden ; la entrada , el número, la
procedencia, etc. ; y debajo, entre las líneas correspondientes , lo que per-
r,66 -
tpnp7ra á cada membrete ; así , de una ojeada se tiene todo á la vista.
Vo creo necesario descender á mas pormenores, ni entrar en comen-
tarios sobre lo que acabo de exponer, como relativo á la oficina de redac-
ción y á lo que deben hacer los peritos, al recibir los objetos destinados
á las análisis químicas.
a n'rímTT n tu
CÓMO DEBE ESTABLECERSE EL LABORATORIO QUIM1CO-TOXICOLÓGICO.
Para practicar debidamente las análisis químico-periciales, sean cua-
les fueren los casos que las hagan necesarias, es indispensable tener á la
disposición de los peritos un laboratorio construido ad hoc , y provisto de
todas las piezas , instrumentos, vasijas y aparatos, igualmente que de-
todos los reactivos necesarios para las análisis de esa especie.
En nuestro proyecto de organización de los médicos forenses hay tam-
bién sus disposiciones relativas á este importante objeto, y en el art. 19
del Reglamento de 1862 se previene que los farmacéuticos , á quienes se
encargue esas actuaciones, tengan establecido su laboratorio, y esté pro
visto de todo lo necesario para ellas.
Muchos farmacéuticos se lian negado á prestar ese servicio, fundados
en que no tenian laboratorio á propósito, y que estaban faltos de lo ne-
cesario para desempeñarle debidamente. Tienen razón; siquiera no se
conciba una oficina farmacéutica sin laboratorio , no es esta á propósito
para e! caso, y le faltan muchas cosas para analizar cabalmente lo que
los juzgados pueden remitirles. Y si añadiesen á esto que les falta otra
cosa , que es la mas esencial , á saber, los conocimientos científicos espe-
ciales , todavía contestarían con mas razón y fundamento.
Si bien es verdad que, tanto para muchos casos de Medicina legal, como
para no pocos de Toxicología práctica , bastan una lámpara de alcohol,
con su trípode ó sosten de hierro para las cápsulas de porcelana; algu-
nas de estas de vario tamaño; telas metálicas; una hornilla evaporatoria
y crisoles, triángulos de hierro, tenacillas; algunas retortas, alargade-
ras de vidrio, balones, copas, tubos y una caja de reactivos, junto con
una mesa cualquiera para operar; también es cierto que en otros casos se
necesita algo más , y que un servicio tan importante , como es el pericial
relativo á las análisis de materias procedentes de personas víctimas de
algún atendado ó envenenadas, no debe hacerse, teniendo tan solo á su
disposición lo estrictamente indispensable para los casos mas sencillos.
Semejante servicio , reclamado á la ciencia como capaz de auxiliaren
muchos casos á la administración de justicia, exige que se destine á él
uno ó mas laboratorios , construidos conforme la ciencia lo demanda , y
provistos de todos los utensilios , instrumentos y aparatos que permitan
practicar las operaciones, tanto sencillas como complicadas, y que no
íalte nada de cuanto pueda necesitarse , sea cual fuere el caso práctico
que venga á reclamar los auxilios de la ciencia.
En buen hora que , siendo raros los casos que en semejante servicio,
haya necesidad de análisis cuantitativa , no se tenga en el laboratorio
quimico-toxicológico gran provisión de lo que esta análisis exige , dando,
en cuanto a los enseres, la preferencia á todo lo correspondiente á la
anansis cualitativa; sin embargo, tampoco debe faltar en ese laboratorio
por 10 menos lo indispensable para analizar las proporciones elementales
- f>67 —
de un cuerpo sometido ó las operaciones analí tico-químicas periciales.
Partiendo, pues, de este principio, vamos é exponer : l.° cómo debe
construirse el laboratorio químico-toxicológico; y 2.° qué personal debe
haber en él.
g I. — Del laboratorio quimico-toxicologico.
Al proponernos exponer cómo debe construirse un laboratorio químico-
toxicológico , nos llevamos por objeto proponerle como modelo , como le
exigen las necesidades de la ciencia, sin perjuicio de que pueda hacerse
en mas ó menos escala , según los fondos de que se disponga para ello.
Debe escogerse para construir el laboratorio químico-toxicológico un
local espacioso , que reciba mucha luz , que no sea húmedo , y esté bien
ventilado ; es decir, que, siquiera tenga puertas y ventanas que puedan
cerrarse en ciertos casos para evitar corrientes de aire capaces de con-
trariar las operaciones; en otras puedan abrirse y facilitar el curso del
aire , para que se lleve pronta y completamente los vapores y emanacio-
nes que se desprenden , en especial durante las carbonizaciones y forma-
ción de ciertos gases perniciosos , al efectuarse las reacciones químicas
en los vasos abiertos.
Debe tener varias piezas. Por ejemplo :
l.° Una en forma de paralelógramo , destinada á la parte principal
del laboratorio.
En la pared exterior debe estar la puerta de entrada en un extremo,
y en lo restante , dos ó tres ventanas , con sus vidrieras inmóviles en la
parte inferior, y en la superior deben tener un medio punto, movible por
medio de cuerdas y poleas, para facilitar la ventilación, cuando convenga.
En cada una de estas ventanas habrá su cortina de persiana , movible,
para templar la luz , cuando no se necesite tanta.
A lo largo de esta pared , y al interior, habrá una mesa de pino ó mos-
trador corrido , desde el marco de la puerta hasta el otro extremo , pro-
visto de cajones para colocar varios objetos en ellos.
En los extremos puede haber dos ó tres cajones , unos encima de otros;
en el centro solo debe haber una fila de cajones , dejando , desde ellos
hasta el suelo, bastante espacio; el suelo debe estar formado de una ta-
rima, destinada á colocar en ella varios objetos, como jofainas, trípode
para filtro, abrazaderas, hornillos, cubos, piés de madera, cuñas para
montar aparatos, etc. , etc.
Entre los espacios que medien de ventana á ventana , habrá unos es-
tantes abiertos , estando el mas alto al alcance de la mano del operador,
destinados á contener por su órden los frascos de los reactivos.
En esta mesa no debe colocarse habitualmente, ó cuando no se trabaja,
nada, como no sea algunos utensilios mas usuales, como las lámparas
de alcohol , los trípodes de hierro con sus telas metálicas , las botellas de
chorro con agua destilada , los estantitos de los tubos de ensayo y otros
por el estilo.
En el centro de esta mesa debe haber un tubo mechero para gas , con
su tornillo, que le llegue por medio un conducto en comunicación con el
que alumbre el edificio, donde se construya el laboratorio.
En la pared del fondo, opuesta á la que acabamos de describir, no
debe haber ventana alguna. Está destinada al hogar, que debe tener
unos 8 decímetros de altura y 7 de profundidad , con algunos metros de
largo , ó los que tenga la pared.
- 668 -
Pn nno de sus extremos se destina un espacio de algunos decímetros
Aladrado» para un baño de arena, cerrado con vidrieras, siendo movi-
ble la anterior, que suba y baje impulsándola , y se quede donde uno
auiera, por medio de contrapesos sostenidos por cuerdas, las cuales se
ocultan en una pieza encima de este baño y al lado de la campana de la
chimenea. En el fondo de este espacio hay dos estantes para coloca r
copas, balones, cápsulas, crisoles, etc.
Al otro extremo del hogar debe haber, ó una pequeña fragua con su
fuelle de doble corriente, ó bien un horno para altas temperaturas, que
puede servir para copelaciones ó análisis de monedas y minerales.
Entre estas dos piezas, el baño de arena y el horno ó fragua, habrá
dos, tres ó cuatro hornillos, con sus tapaderas de hierro , teniendo cada
uno su tubo de chimenea, con llave, y de fuerte tiro, para que la com-
bustión sea rápida y viva. La llave de cada tubo estará en el tondo de la
pared, á poco mas de medio metro de altura del hogar. El cenicero de
cada hornillo tendrá una puertecita de hierro con ventanilla movible.
En los espacios intermedios, ganchos para colgar, tenacillas, trián-
gulos , diafragmas y otras piezas de hierro necesarias para sostener en
los hornillos las cápsulas de porcelana y demás vasijas correspondientes.
También pueden colocarse encima del hogar algunas hornillas evapo-
ratorias ó de reverbero portátiles, V ciertos aparatos funcionando.
Debajo del macizo del hogar y de sus hornillos habrá varios huecos,
con sus puertas de hierro, para guardar el carbón, la leña , etc.
Encima del hogar se construirá la campana de la chimenea, ancha,
espaciosa y bastante alta , permitiendo el paso de un hombre por debajo
de ella y encima del hogar. Su ala exterior debe estar al menos al nivel
del borde externo del hogar.
La chimenea debe ser estrecha , para que favorezca el tiro , y lo mas
alta posible.
En la parte exterior de la campana de la chimenea es bueno hacer
pintar todos los cuerpos simples conocidos , por el órden con que se con-
ducen en la pila, en punto á su electricidad positiva ó negativa, y po-
niendo al lado de cada uno su fórmula y su equivalente ó peso atomís-
tico, tomando por unidad el hidrógeno. Así se tienen fácilmente á la vista
para los casos de análisis cuantitativas.
En uno de esos hornillos puede colocarse el alambique para el agua
destilada, si no hay otro local destinado á esta operación tan necesaria
en un laboratorio químico.
En una de las paredes de los lados del laboratorio habrá un encerado
con su esponja y barras de yeso, para trazar en él las fórmulas y demás
que se necesite. En ella se colgarán los cedazos y otros utensilios que
lo consientan. Encima del. espacio que corresponda á la mesa de pino
colocada al interior de la pared exterior, se colocará un aparador con to-
aos ios utensilios destinados á la disgregación mecánica, como martillo,
limas , tijeras , escofina, serrucho, tenazas, etc.
En este mismo lado debe haber una fuente , con su pila de mármol , y
agua común abundante, y una puerla que conduzca al lugar común , el
cual no debe estar lejos del laboratorio , ya para las necesidades de los
l®P?rarios» ya para verter ciertas aguas y reactivos después de las aná-
• lado febe haber un grande armario con sus estantes; los supe-
riores con puertas vidrieras , los inferiores con puertas sin ellas.
Dentro de ese armario se colocan los frascos que contengan cantidades
dé sustancias reactivas , sólidas y líquidas, de repuesto , copas, embu-
dos probetas, vasos de diferentes formas, balones, cápsulas, morte-
rosetc. , etc. , que hayan de ser puestos mas en uso, al practicar las
^Encima de este armario se coloca por órden algunos crisoles de barro
de diferente tamaño. ' . . , . „ . . , .
En medio del espacio de esta pieza habrá otra mesa también de pino
con cajones en ambos lados, destinada á contener objetos, ó á trabajar en
ella , cuando se ofrezca.
En uno de sus extremos se fija en el borde un tornillo de hierro, para
contener los objetos que hayan de limarse , etc.
En el otro extremo, junto á la mesa están las cubetas hidroneumática é
hidrargírica, y la mesa con la lámpara de esmaltar y su fuelle y soplete.
En cada uno de los cajones de las mesas, colgará del asa de hierro un
paño de manos limpio.
2. * Además de la pieza de que acabamos de hablar, habrá, como lo
hemos indicado , otra contigua para el común.
3. ° Un patio ó jardín delante de la pared anterior , donde puedan
destaparse los frascos que contengan sustancias putrefactas , y colocarse
los desinfectantes al aire libre.
i.° También debe haber otra pieza destinada al almacén, donde se
guarden la provisión y repuesto de todos los utensilios de barro , vidrio
y porcelana , para echar mano de ellos á medida que se vayan consu-
miendo. Estarán puestos en estantes de madera anchos y suficientes para
tenerlos en ellos ordenados. En este almacén se guardarán los objetos
que se reciban para ser analizados y que exijan ese sitio.
5.° Por último, habrá otra pieza destinada á la redacción de ios docu-
mentos, donde estarán los estantes para los libros de registro y copia de
documentos, los cartones con los expedientes; dos mesas de despacho,
una para el director ó peritos, otra para un escribiente ; una mesa con
cajones delante de Ja ventana ó ventanas que den luz á esa pieza y donde
se colocarán las balanzas químicas, la máquina neumática, el microsco-
pio y demás instrumentos que pudiesen ser atacados por los gases des-
prendidos en el laboratorio.
La construcción y disposición que acabamos de exponer, como propia
para un laboratorio químico toxicológico , son iguales á los que tiene el
de Ja facultad de Medicina de la Universidad central y puesto á nuestro
cargo desde 1858, excepto algunos particulares, y además tiene junio á
a pieza de redacción ó gabinete del profesor otras dos piezas, una para
e escritorio del escribiente, y otra, que es el gabinete toxicológico, donde
' e.n un “*oo l°s armarios-escaparates para la colección de veneno > y
"tV0S ’ °j’(:*ena^o según las explicaciones dadas en la cátedra, con
nnp^l08)611 a Part.e inferior para guardar varios objetos , v al otro lado,
marios h > ran patio de la Facultad , entre dos ventanas . otros dos ar-
Hav adorná! a 10 Punt0 Para varios frascos con sustancias y utensilios,
Fl rntin .J!? lTl?sas con sus cajones para ciertos trabajos.
árholfU v nía nto 0r_Pe se entra en el laboratorio, es bastante ancho , con
junto al almario? V?°do d« Íaidi« - una fuente , y en uno de los lados,
querrá ,a ^3^^' “ ChÍmCnea ^ el
U mío, junto á este jardín está la cátedra de Medicina legal y Toxi -
- 570 -
colooía donde en el fondo hay otro hogar con varios hornillos, la chi-
menea,’ todo cerrado con vidrieras movibles, y á sus lados dos armarios-
estantes que guardan instrumentos, utensilios y aparatos propios de la
asignatura, destinados á la enseñanza, por lo cual están á la vista de los
discípulos, como igualmente en los muros del mismo local cinco cua-
dros sinópticos de las bases y ácidos, ó sea de las sales inorgánicas y
orgánicas con los caractéres de sus grupos, divisiones, géneros y espe-
cies; cuadros que, estando todos los dias á la vista de los alumnos, los fa-
miliarizan con este conocimiento tan útil para aprender las análisis quí-
micas, cuando se trata de la química de la intoxicación. Con este objeto
los formamos y dispusimos que se pintaran en los muros de la cátedra.
§ II.— Del personal del laboratorio químico-toxicológico.
El laboratorio químico-toxicológico debe estar á cargo de un director,
doctor en medicina , que haya , no solo estudiado las asignaturas que
constituyen la Facultad de medicina, sino que haya cultivado la Medi-
cina legal y la Toxicología. En su lugar hemos dado las irrefragables ra-
zones para" que sea médico y no farmacéutico el director del laboratorio
químico-toxicológico, puesto que su objeto es practicar en él las diferen-
tes operaciones que reclama el servicio pericial, tanto relativo á la Medi-
cina legal como á la Toxicología , ciencias que los farmacéuticos no es-
tudian, que solo estudian los médicos.
Por eso no podemos menos que extrañar toda disposición, por la que
se confie á un farmacéutico un laboratorio químico-toxicológico para
practicar las análisis químico-periciales, relativas á casos judiciales, para
los que no tiene título legal , y siquiera posea conocimientos químicos,
carece, ó es probable que carezca, de los conocimientos médicos, nece-
sarios para formar juicios sólidos sobre los hechos que le consulten.
Además del director, debe haber otro doctor en medicina, igualmente
versado en estudios médico-legales y toxicológicos , que trabaje con el
director en los casos prácticos; puesto que la ley y la práctica de los tri-
bunales exigen que sean dos por lo menos los peritos; por eso extrañamos
también lo consignado en el artículo 17 del Reglamento de médicos fo-
renses, que, contra la ley, confia á un solo perito químico los graves y
complicados casos de análisis químico-periciales.
Devergie da á entender, en un trabajo reciente, del que hemos hecho
mención en la introducción de este Compbndio (*) , que es indebida la
práctica, que, de algún tiempo á esta parle, se está siguiendo en Francia,
de no llamar mas que á un perito químico , cuando hasta ahora , ni Or-
nla, ni Devergie, ni nadie había sido solo en esas delicadas y trascen-
dentales actuaciones.
. E.n.naeíJtro Pai? se imita (en la esfera gubernativa , no en la práctica
a Práctica n4eva del vecino imperio, porque tenemos la fatali-
dad de estar siempre dispuestos: primero, á imitar al extranjero, sin ha-
cer caso de lo que cos pertenezca, siquiera sea mejor, negándonos á nos-
otros mismos la originalidad, y segundo, á imitar lo peor que de fuera nos
Un solo perito , ni es legal , ni conviene á la buena administración de
justicia, ni es lo que la ciencia tiene establecido. Por lo menos deben ser
(') Véase la pág. 49.
í - 571 -
dos; el juicio científico siempre va mas garantido con dos peritos que con
uno, bajo todos los puntos de vista que se mire esa importante y trascen-
dental tarea. .
Un laboratorio químico-toxicológico reclama por lo menos dos peritos
médicos versados en la ciencia médico-legal y en Toxicología; un direc-
tor y un colaborador.
Debe haber además un ayudante , doctor también en Medicina ,' que,
como aquellos, haya dado pruebas de sus conocimientos especiales para
preparar con el director y colaborador lo necesario y asociar su juicio
científico, si á mano viene, en los documentos médico-legales, ya relati-
vos á Medicina legal, ya relativos á la Toxicología, ó por lo menos á sus-
tituirlos en sus ausencias y enfermedades.
Debe haber igualmente un escribiente para que lleve los libros de re-
gistro y demás, ponga en limpio los dictámenes redactados por el direc-
tor y colaborador, ó los peritos, tanto en el libro destinado á esto , como
en los documentos que hayan de remitirse á los juzgados, audiencias y
demás autoridades, teniendo á su cuidado la mesa y estantes donde se
guardan los libros, cartones y expedientes.
Siempre será preferible que ese escribiente sea por lo menos , ya que
no bachiller en Medicina, un estudiante de esta Facultad , puesto que por
un lado entenderá lo que copia, y por otro puede ser útil, como subayu-
dante en algunas preparaciones , sirviéndole de estudio práctico loque
presenciare y ayudare á ejecutar.
Por último , debe haber un mozo de laboratorio encargado de la lim-
pieza de todas las piezas del mismo, de la parte mecánica de muchas ope-
raciones y de los recados y demás que disponga el director y colaborador,
ayudante y escribiente , en lo que á cada uno de estos corresponda.
Partidarios de la libertad de profesión , no tendríamos ningún incon-
veniente en que profesores particulares montasen un laboratorio, en los
términos que acabamos de exponer, tanto en lo relativo al edificio, como
en lo concerniente al personal, y que á ellos acudiesen los juzgados, au-
diencias y demás que necesitaran actuaciones periciales sobre casos de
medicina legal y envenenamiento , retribuyéndoles su trabajo, á tenor, no
de tarifas ni aranceles, contrarios á la ley y á la justicia y á los principios
económicos que han hecho abolir las tasas; sino con arreglo á los hono-
rarios que los peritos estimasen, como lo previenen todas las leyes del país.
Pero, á vueltas de esa libertad, acerca de la cual no hallamos ningún
inconveniente grave; creemos que el Gobierno debería establecer un la-
boratorio químico-toxicológico en los términos indicados, destinado á
desempeñarse en él las actuaciones periciales, que necesitase la adminis-
tración de justicia para el mejor acierto en sus fallos, dejando libres á
los juzgados de acudir á ese laboratorio ó á cualquier otro , sostenido
por profesores ó empresas particulares.
El establecimiento por cuenta del Gobierno no tendría mas objeto que
asegurar ese servicio; que no sucediera lo que de algun tiempo á esta
parte sucede, que no hay quien desempeñe ese servicio con grave detri-
menio é incalculables perjuicios de la administración de justicia. Así no
anua necesidad de reales órdenes, que sobre ponerse en desacuerdo
con la ley y con la ciencia, no alcanzan ni pueden alcanzar lo que de esta
Pu® . a promí. ¡terse el que reclama esos auxilios.
m hay siquiera, como obstáculo para loque proponemos, la obligada
razón con que en este desdichado país se sale , siempre que se trata de
— 672 —
esta clase de negocios, esto es, los apuros del erario , ó la cuestión eco-
nómica. . ,
En nuestro proyecto de organización de los médicos forenses , propo-
níamos el establecimiento de un laboratorio químico en cada Junta de
distrito y uno para la Junta superior.
Hoy, que tenemos mas experiencia sobre ese servicio; que en los cinco
años que le hemos' prestado y en los tres que le habían desempeñado
los señores Baeza y lisera , hemos aprendido prácticamente que al año
hay sobre unos 40 casos prácticos , en toda la Península y sus islas adya-
centes, que dan lugar á esas actuaciones; creemos que, con un solo labo-
ratorio sostenido por el Estado, bastaría.
Y si este, á imitación de lo que se ha dispuesto en Portugal y de lo que
se hace en Alemania, confiase á los catedráticos de Medicina legal y To-
xicología, los mas idóneos para el servicio, las actuaciones químico-pe-
riciales, hasta resultaria llenado este servicio completamente para todo
el país con extremada baratura.
El laboratorio químico-toxicológico de la Escuela de Medicina de la
Universidad central, construido y montado debidamente y con todos los
requisitos necesarios, podría destinarse, además de la enseñanza, á ese
servicio; los dos catedráticos de Medicina lega! y Toxicología serian los
peritos; tendrían su ayudante, su escribiente y su mozo, y con 80000 rea-
les que el Ministerio de Gracia y Justicia destinase á dicho servicio , ha-
bría lo suficiente para el material y el personal del establecimiento. Con
esa cantidad insignificante para un Gobierno, podrían costearse los reac-
tivos, las vasijas, el carbón, etc., etc. , y satisfacerse, como es justo , los
honorarios de los peritos y el sueldo deí ayudante, del escribiente y del
mozo, y el servicio se prestaría para todos los juzgados de España é islas
adyacentes.
¿Qué servicio se presta en el país mas importante y trascendental que
ese para la administración de justicia? ¿Y qué servicio se presta con
tanta sencillez y economía?
Y, sin embargo , eso no se hace, eso no se considera aceptable, y en
cambio se elige , en desacuerdo con la ley, á un farmacéutico para que
desempeñe ese servicio? Excusamos los comentarios.
ARTICULO IV.
DE LOS INSTRUMENTOS, UTENSILIOS T APARATOS QUE DEBE HABER EN UN LABORA-
TORIO QUIMICO-TOXICOLÓGICO, DESTINADOS Á LAS ANÁLISIS QUÍMICAS.
Los autores de Medicina legal y Toxicología suelen hablar de los ins-
trumentos , utensilios y aparatos propios de un laboratorio toxicológico,
distribuyéndolos por razón de la materia de que se forman , vidrio , por-
celana, metal , etc.
En otras ediciones los hemos seguido en esa tarea , y hasta en la últi-
ma continuamos haciéndolo , á pesar de haber indicado que hay otro
método de tratar de ese asunto mas metódico , menos árido , y sobre todo
mas útil y provechoso para la enseñanza y práctica de las operaciones
analítico-químicas de todo género.
Distribuir todos esos enseres y estudiarlos solamente por razón de su
materia, conduce á poca cosa, no completa la enseñanza de ese impor-
tante conocimiento. En buen hora que se diga de qué materia se compo-
* — Hit —
'úen esos instrumentos, utensilios y aparatos, y se dé una descripción su-
cinta de cada uno , cuando se considere oportuno , si bien siempre es
mejor que se vean y examinen en la cátedra y el laboratorio ; pero si se
estudian con respecto á las operaciones , á que cada uno está destinado,
de un modo, ya exclusivo, ya común á otros , siempre se ha de conseguir
mas ventaja, puesto que, por lo mismo que se relaciona el instrumento,
utensilio ó aparato con las operaciones para que sirve, no solo se fijan
mas en la memoria, sino que se aprende algo de más provecho.
Vamos, pues, á emprender ese nuevo método de estudio, tratando de
los instrumentos , utensilios y aparatos , que debe haber en un laborato-
rio, distribuidos , no por razón de la materia de que se forman, sino con
relación á las operaciones para las cuales sirven ó se emplean.
Las operaciones que nos van á servir de guía para el estudio de los
instrumentos, utensilios y aparatos, propios de un laboratorio químico
toxicológico , pueden dividirse en :
1. * Unas para la análisis química cualitativa, esto es, para la que solo
tiene por objeto determinar la presencia de una sustancia por medio de
sus caractéres químicos ó reacciones, ó lo que es lo mismo , los elemen-
tos de que se compone una sustancia.
2. * Otras para la análisis cuantitativa , esto es, para la que tiene por
objeto determinar las proporciones relativas de todos los principios cons-
tituyentes que forman parte de una sustancia dada.
3. ® Otras que son comunes á entrambas.
Como la análisis cualitativa es la que, en la inmensa mayoría de los ca-
sos de envenenamiento, por no decir en todos, es la única que se em-
plea, nos ocuparemos principalmente en lo relativo á esta, sin perjuicio
de indicar lo concerniente á la cuantitativa, y á lo que les sea común.
§ I.— De los instrumentos, utensilios y aparatos empleados en la análisis cualitativa.
Para practicar la análisis cualitativa , ó hacer reaccionar unos cuerpos
sobre otros, con el objeto de que revelen sus caractéres químicos ó se
obtengan en sustancia , son necesarias ciertas preparaciones ú operacio-
nes, ya mecánicas , ya físicas, ya químicas, por medio de las cuales y los
instrumentos, utensilios y aparatos con que se ejecutan, se ponen las sus-
tancias analizadas en esfera de actividad con sus reactivos, y se efectúan
las operaciones analítico-químicas destinadas á revelar esas sustancias.
Podemos reducir, pues, para el estudio en que vamos á entrar, esas
operaciones en unas que son mecánicas, otras física y otras químicas .
Las mecánicas son las siguientes :
1. ° La disgregación mecánica de los sólidos.
2. ° La separación de las partes mayores de las menores, de un só-
lido ó de dos ó mas sólidos en polvo mezclados.
3. ° La separación de un sólido de un líquido, de lo disuelto, de lo di-
soluble , ó de líquidos de densidad diferente.
Entre las físicas comprenderemos :
l'o Va disolución, evaporación, cristalización.
*•, aplicación del calórico.
3. ^ La aplicación de la luz.
4. * La aplicacion de la electricidad.
5. ° El establecimiento de corrientes de gases y recogimiento de los
mismos.
— 674 —
6 ' La apreciación dei peso , densidad , temperatura , presión atmos-
férica, humedad y dimensión.
Por último, podemos comprender entre las químicas.
1.“ La precipitación.
t.° La oxidación.
3/ La tostadura.
4. ° La reducción.
5. * La desagregación con fundentes.
6. * La calcinación.
7. * La carbonización.
8. ° La incineración. .
Dada esta idea general de las operaciones mecánicas , risicas y quími-
cas necesarias para la realización de los fenómenos químicos , propios de
la análisis cualitativa, veamos los instrumentos, utensilios y aparatos
mas indispensables para cada uno de esos grupos.
I. — Operaciones mecánicas.
A.. Disgregación mecánica de los sólidos .
La disgregación mecánica de los sólidos comprende la percusión , la tri-
turación , la porfirizacion , el aplastamiento ó reducción á láminas, la lima-
dura y el corte.
En todas estas operaciones reducimos un sólido á fragmentos , á par-
tes mas ó menos pequeñas , á polvos , láminas ó pedacitos.
Sirve para la percusión el mar Hilo , el yunque , y los almireces ó morteros
de hierro , cobre , mármol , pórfido , porcelana, bizcocho, vidrio ó ágata.
Cada uno de estos tiene su mano de la propia materia.
Para la trituración , sirven más los morteros con su mano. El de hierro
Y cobre y el de ágata sirven para los sólidos mas duros; el último para
los que están en poca cantidad. El de pórfido se emplea para la porfiriza-
ron, esto es, para la reducción á polvo mas fino.
El aplastamiento se hace con el martillo , cuando los cuerpos ó metales
son blandos, que no se dejan reducir á polvo con la percusión ni la t;i-
turacion. Aplastados, hechos láminas, se cortan á pedacitos con tijeras
fuertes.
La limadura exige escofinas , limas de diferente tamaño , unas mas finas
que otras y de varias formas, planas, plano-convexas, cilindricas, trian-
gulares , terminadas en punta , provistas de su mango, y perforadores de
tapones.
Los cuerpos fuertemente quebradizos ó terrosos, se reducen á polvo en
los morteros de porcelana, bizcocho ó vidrio.
Las materias orgánicas , como alimentos , órganos del cadáver, etc., se
cortan con tijeras ó el cuchillo.
Además de esos instrumentos , debe haber otros para otras operaciones
mecánicas, que ocurren en el laboratorio, como destapar cajas, clavar-
las , serrar, apretar tapones de corcho , etc. , para lo cual se necesitan
tenazas, barrenas, alicates, punzones, serrucho, tirabuzón, espátulas de
hierro , clavos , y una máquina ó palanca para los tapones de corcho.
Todos esos instrumentos ó herramientas, excepto los morteros y la
máquina para los tapones, se colocan en el aparador, de que hemos ha-
blado en el anterior artículo.
- 57# -
f " *
6. Separación de partículas ó cuerpos en polvo meiclados.
Cuatro son las operaciones en que esto se hace : la imantación, el apar-
tamiento, el tamizaje y la levigacion.
Sirve para lo primero un imán ó barrita de hierro imantada , con la que
se separan las partículas de metales que son atraidos por el imán.
Para el apartamiento sirven las pinzas ordinarias, las con puntas de pla-
tino, las de relojero, y en su defecto la punta de un cortaplumas, un cu-
chillo , tijeras , etc.
Para el tamizaje ó cernimiento se usan tamices de seda y metálicos , de
diferente tamaño , con los que se ciernen los polvos.
Por último, sirven para la levigacion, las cápsulas ó lebrillos, 6 cualquier
otro vaso , y la espátula con las que se revuelven los polvos insolubles,
echando agua donde se deslian ó suspendan las partículas mas ténues,
en tanto que las mas gruesas ó pesadas se van al fondo; separada esta
agua se deja en reposo y el polvo se precipita , el agua se separa , y se
obtiene un polvo fino , tanto mas cuanto mas veces se repite esta ope-
ración con el polvo que se va obteniendo.
C. Separación de sólidos y líquidos , ó de líquidos de diferente densidad .
A este grupo pertenecen la decantación y la filtración.
La decanlacton consiste en separar un líquido de un sólido , polvo ó
precipitado , lo disuelto de lo no disuelto , ó un líquido de otro mas pe-
sado, ya inclinando el vaso donde están , ya sorbiendo el líquido, ó de-
jando fluir la capa inferior ó el que mas pesa.
Para eso se necesitan copas, probetas , vasos de boca ancha, cápsulas, va-
rillas de vidrio , pipetas, sifones y embudos, con llave ó espita.
Cuando se decanta, inclinando la copa , probeta, ó el vaso que sea,
se aplica al borde una varilla de vidrio , mojada en agua destilada, y el
líquido se desliza á lo largo de ella , y se recoge en una copa. Si el
polvo es pesado, se separan así perfectamente los sólidos de los líquidos.
Si apenas se inclina el vaso, ya se marcha el polvo ó precipitado, ó si el
sólido forma capas , no se decanta bien de ese modo.
Las pipetas, instrumentos de vidrio, que son tubos estrechos en su ma-
yor parte, con una expansión globular ó cilindrica en otra , y terminadas
en punta, sirven para separar los líquidos, pues sorbiendo por un ex-
tremo, sube la capa del líquido donde se sumeige el pico de la pipeta.
Llena la expansión lobular ó cilindrica , y quitándola , se sopla y depone
aquel en una copa.
Los sifones , tubos de vidrio encorvados, teniendo algunos otros que se
abren en uno de sus lados , sirven también para separar líquidos que su-
ben por el extremo del sifón sumergido en ellos.
l‘or último, los embudos con llave, ó espita, que son de cristal for-
mando conos prolongados , sirven para separar un líquido mas pesado
que otro , que está encima por su menor peso específico ; puesto en un
trípode de madera , ó sostenidos por la abrazadera de los aparatos desti-
nados a sostener embudos para la filtración , se abre la llave que está
junto al pico del embudo y se deja fluir el líquido hasta que ya va á salir
la zona superior, en cuyo momento se da media vuelta á la espita , y se
intercepta el paso. El líquido se recibe en una copa de vidrio.
— {>70 —
La filtración consiste en separar un líquido de un cuerpo no disuelto, aí
través del papel ó de una tela que puede ser de lienzo , lana ó filtro
Sirven para esta operación, además del papel y lelas mencionadas , los
embudos de vidrio de varios tamaños, trípodes de madera , pies con abrazade-
ras, de lo mismo , y copas ó vasos de boca ancha de vidrio , ó botellas que
reciben el líquido filtrado, y si la filtración es en grande, un banquillo
de madera con agujeros para los embudos.
El papel debe ser sin cola, el llamado Josef , ó el de Barzelius , y ba
de filtrar bien , pronto v sin enturbiar el líquido.
El filtro que se hace con el papel es liso ó con dobleces ó pliegues, se-
gún los casos.
Para lo primero, se corta con las tijeras un pedazo en cuadro del ta-
maño apropiado al del embudo que se emplee ; se plega exactamente dos
veces, como quien hace una pajarita para niños, con lo cual resultan cua-
tro cuadrados mas chicos. En seguida se redondean los bordes sueltos
con las tijeras, de modo que formen un cuarto de círculo, y separando
uno de los pliegues ó una de las cuatro hojas de las demás que se que-
dan unidas, se obtiene una cavidad lisa en forma de cono regular de
60 grados , que es la inclinación de los embudos.
¡Si el embudo no tuviera esta inclinación, seria necesario hacer un
doblez en el cono para que corresponda á la inclinación que el embudo
tenga. El ángulo de este debe ser unos dos tercios del ángulo del filtro
cerrado.
Este filtro sirve para los casos, en los que hay interés en conservar lo
que resta en él , con el objeto de sacarlo, pesarlo y analizarlo.
Si el filtro ha de ser con dobleces ó pliegues, se toma también un pe-
dazo de papel en cuadro de tamaño proporcionado al embudo, y se plega
igualmente dos veces. En seguida se desplega una vez, y colocado tras
versalmente el rectángulo que resulta , encima de una mesa , se hace un
triángulo, primero del cuadrado ó mitad del rectángulo derecho, doblán-
dole hácia dentro, exactamente por el centro; luego se hace lo mismo
con el cuadrado izquierdo. Así quedan cuatro triángulos iguales, dos
unidos , que están debajo, y dos sueltos por su borde interno, que están
encima.
Hecho esto, se levanta el triángulo derecho por su punta ó ángulo libre
y se plega hácia dentro, dividiéndole exactamente, de modo que su borde
libre caiga sobre la línea ó doblez que divide los dos triángulos de este
lado. Se plega lo doblado hácia dentro, y dividido así el espacio del
triángulo derecho inferior, se vuelve á plegar hácia dentro también lo
doblado, con lo cual se alcanza el borde interno del triángulo izquierdo.
En seguida se hace lo propio con el triángulo izquierdo, levantándole
por su ángulo libre; y hechos sucesivamente los tres dobleces hácia den-
tro, se plegan los dos lados hácia dentro también, como las dos mitades
de un libro.
Hechos estos dobleces en la misma dirección , apretando bien cada uno
para que queden bien marcadas las líneas de los pliegues; se desplega
todo hasta dejar otra vez el papel con solo el primer doblez , ó en forma
de rectángulo, y se notan siete rayas ó lineas que parten de un centro
los que marcan los pliegues hechos todos en una misma dirección , sa-
liente hácia atrás, y ocho ángulos iguales.
Así desdoblado, se va dividiendo el espacio de cada uno de esos ángu-
los, plegándolos hácia fuera, exactamente por el centro ; se empieza por
- 677 —
eí primero del lado derecho, y se sigue plegando hácía afuera el espacio
de todos íos ángulos, y hácia dentro los dobleces anteriores, como quien
forma un abani#o.
Cuando está ft>do plegado, se da con las tijeras un corte que redondee
los bordes angulosos al nivel de los mas bajos , y se desdobla el filtro ó
papel , que resulta formado alternativamente de ángulos entrantes y sa-
lientes, excepto en dos puntos, uno en frente de otro, que forman pla-
nos; se plega cada uno hácia dentro, y así resultan diez y siete ángu-
los entrantes, intercalados con otros diez y siete salientes, y un filtro de
una figura, no solo regular, sino perfecta y fácilmente adaptable aí
embudo.
Este filtro sirve para los casos en los que no hay interés en conservar
lo que resta en él.
Uno y otro filtro, una vez hechos, se colocan en el embudo, mojándo-
los con un chorrito de agua destilada, soplando por uno de los dos tubos
de la redoma de chorro ó lavatoria. El embudo, con su filtro, se co-
loca en un trípode de madera, haciendo que el pico se sumerja en la
atmósfera de una copa ú otro vaso destinado á recibir el líquido filtrado.
En ciertos casos conviene que el pico del embudo se apoye en la pared
del vaso, y el líquido filtrado se deslice á lo largo de ella. En el filtro se
echa luego la sustancia que se ha de filtrar.
Este es el modo mas común de filtrar en el laboratorio químico toxico-
lógico. Rara vez ocurrirá valernos del lienzo, ó conos de lana ó fieltro.
En estos casos, estos fieltros suplen los del papel.
II. — Operaciones físicas,
A.. Disolución , evaporación , cristalización,'
La disolución consiste en hacer pasar un cuerpo sólido á líquido. Es
sencilla ó física , cuando el líquido que disuelve el sólido no hace mas que
vencer su fuerza de cohesión ó agregación, sin alterarle su constitución
química ó naturaleza. Es química , cuando para disolverle le ataca , entra
en combinación con alguno de sus principios ó todos , y da lugar á nue-
vos compuestos solubles.
El agua , el alcohol y el éter, etc., son disolventes sencillos ó físicos,
para gran parte de los sólidos inorgánicos y orgánicos la primera , y casi
siempre orgánicos los segundos; los ácidos son disolventes químicos.
Sirven para las disoluciones , lo mismo físicas que químicas , las copas
de vidrio, las varillas de lo mismo, los vasos de boca ancha, las probetas,
los balones, los frascos ó matraces de una sola tubulura, las cápsulas de
porcelana, etc. Los mismos morteros ó almireces, después de triturado
el sólido en ellos, echando agua, sirven para disolverle, revolviendo el
todo con la mano de almirez, que facilita la disolución,
Las copas son vasos cónicos con su pié; asi se disuelve mejor el sólido
en ellas , puesto que la varilla que agita el líquido y el polvo, encuentra
a este mas rtcogido, y además se observa mejor ei resultado de las reac-
ciones que en ella se verifican , y para las cuales sirven principalmente.
Son grandes, medianas y pequeñas. Las medianas deben estar en mayor
número, y de todas debe haber muchas en el laboratorio, y más aun en
el almacén de repuesto. Conviene que tengan en su borde una depresión
en forma de canal, para facilitar la versión del líquido.
TOXIGOUGÍA. — 37
- 5?S -
£as varilla* de vidrio son macizas, del grueso de una pluma de escri-
bir mas ó menos largas, por lo común de unas ocho pulgadas , con ios
extremos redondeados á la lámpara de esmaltar. Sirven para agitar los
líquidos y el polvo que disuelven ; los cuerpos que han de reaccionar los
unos sobre los otros, y también para decantar los líquidos, como ya lo
hemos indicado, aplicándolas al borde de la copa ó vaso que ios contiene.
Los vasos de boca ancha se parecen á los comunes ó de mesa, solo que
no tienen el fondo tan grueso, sus paredes son rectas, y hay en el borde
una depresión igual á la de las copas. Los hay también de diferente ta-
maño, y sirven' tanto para disolver como para contener lo disuelto y
otros usos. . .
Las probetas son vasos cilindricos de vidrio con su pié circuiar, ae
diferente diámetro y altura. Algunas están graduadas y aloradas. Sirven
mas bien para contener los líquidos. Las graduadas y aforadas tienen
mas uso en la análisis cuantitativa.
Los balones son una especie de botellas ó redomas , con cuello largo y
cuerpo esférico ; algunos tienen la parte inferior achatada , como las bo •
tellas ordinarias, y se sostienen por sí mismos, ai paso que los otros ne-
cesitan algún utensilio para sostenerlos, como rodetes de paja, trípo-
des , etc. Los que tienen el cuello sin rodete son mejores. Sirven para
calentar en ellos las sustancias que así se disuelven mejor, ó que han
de entrar en reacciones. Por lo común se calientan á la llama de la lám-
para de alcohol sencilla.
Los frascos ó matraces de una sola tubulura son en general cilindri-
cos , de paredes rectas , con su tapón esmerilado ; los hay de diferentes
tamaños , y sirven para contener las sustancias disueltas y los reactivos.
Los mayores , de tubulura mas ancha , sirven para guardar los cuerpos
sólidos. Estas vasijas deben abundar en un laboratorio y en su almacén.
De las cápsulas de porcelana hablarémos luego.
Para tapar las copas, vasos de boca ancha, probetas y cápsulas, sir-
ven los obturadores, discos ó cuadrados de vidrio, de diferentes tamaños,
con los que se impide que caigan en las vasijas polvo y otras cosas.
Para la evaporación de las disoluciones en frió, con la que se separan
las sustancias volátiles de las que no lo son, se necesitan vasijas an-
chas; las evaporaderas, los platos y cápsulas de porcelana sirven para
esto como sirve toda vasija ancha con bordes que faciliten acceso al aire,
y la evaporación del agua.
También se evapora á la temperatura ordinaria, en el vacío, y para es-
tos casos sirve la máiquina neumática, la que no describimos por ser de-
masiado conocida. Se coloca la cápsula que contiene el líquido que se ha
de evaporar debajo de la campana de la máquina, y se hace el vacío,
lambien se emplea un aparato que verémos mas tarde, al que se añade
un cuerpo de bomba.
Para la cristalización que se quiera obtener, después de disuelta una
sustancia , sirven las mismas vasijas evaporadoras: á medida que el agua
se evapora , las moléculas del cuerpo disuelto se van uniendo en formas
geométricas, y cuando se ha evaporado ei agua permanecen los cristales
en los vasos de ancha superficie.
Si el cuerpo que se ha de disolver necesita de temperaturas elevadas,
á los instrumentos indicados hay que añadir otros , propios para la apli-
cación del calórico, de los que vamos á hablar.
B. Aplicación del calórico.
Los instrumentos, utensilios y aparatos para la aplicación del calórico
son varios , conforme sean las temperaturas que se necesitan , y las ope-
raciones que hayan de practicarse. Pueden por lo mismo dividirse en
varios erupos, para su mas cabal estudio; por ejemplo:
1. ° Unos que sirven para contener el combustible , que, ardiendo, da
calor.
2. ° Otros que son calentados por los anteriores , y sirven para propor-
cionar á otros temperaturas determinadas.
3/ Otros que contienen las sustancias que se han de calentar á mas
ó menos temperatura , se^ n los casos.
4.® Otros que sirven para varias operaciones, relacionadas de
un modo ú otro con la aplicación el calórico.
Ocupémonos sucesivamente , y por el órden indicado, en el estudio de
los enseres relativos á cada uno de esos grupos.
Grupo 4.° — Instrumentos , utensilios y aparatos que sirven para contener el combustible
que, ardiendo, da calor.
Los combustibles de que se hace uso en un laboratorio químico toxi-
co lógico, son el alcohol , el aceite común , el gas del alumbrado , y el carbón
vegetal. La leña se emplea muy poco. Tampoco tiene mucho uso el cook ó
carbón mineral.
Para contener el alcohol que ha de arder y dar calor, sirven las lám-
paras de este nombre, sencillas y de doble corriente ; para el aceite, la
lámpara de esmaltar y la para el soplete ; para el gas , los tubos y lámpara
especiales , y para el carbón , los hornillos del hogar , las hornillas portátiles,
la fragua y el horno de copelación.
Los grados de calor que pueden darse con esos diferentes combusti-
bles y diferentes aparatos üb combustión varían , desde algunos del cen-
tígrado hasta los pirométricos , y según sean esos , las operaciones toman
nombres diferentes, simple calefacción, ebullición, fusión, volatilización, eva-
poración , destilación , sublimación, concentración, desecación, calcinación, etc.
Para todas esas operaciones pueden servir las lámparas de alcohol sen-
cillas, y más las de doble corriente, no operando con gran cantidad de
materia, ni siendo estas sustancias de alta temperatura de fusión.
Las lámparas de alcohol sencillas tienen varias formas. La mas común
consiste en un vaso de vidrio ó cristal, ancho como ios de beber, bajo de
unas dos pulgadas, cerrado, teniendo en el centro de su parte superior
una abertura para el mechero y la torcida , y un tapón de cristal que la
tapa exactamente cuando no arde, para que^no se escape el alcohol , que
debe tener de 30 grados á 3o, puesto que mas hidratado da humo, y me-
nos da poco calor.
Uay otras en forma de jarrón sin asa, con otra tubulura ai lado de la
del mechero , con su tapón esmerilado , para echar por ella el alcohol y
llenar la lámpara.
1 amblen las hay de latón con un mango, que permite llevarla el ope-
rador y sostenerla aplicada á vasos , sostenidos por trípodes ú otras pie-
zas, tubos de cristal , etc.
Las lámparas de doble corriente son también varias. Hay la de Berze-
lius, que es la mas usada , la de nivel contante, \ la lámpara fragua de
dS0 —
íj ¡i» (|ue sí, ven mas particularmente para la análisis cuantitativa.
La lámpara de alcohol de doble corriente , de Berzelius , es un aparato del
tenor siguiente : „ ....
Un pié de inadera sólido en forma cuadrilátera; de uno de sus extre-
mos se levanta perpendicular y verticalmcnte un eje ó vástago de meta!,
que tiene : l.° una caja ue latón ó reservorio para contener el alcohol,
con su tubulura para echarle, y su tapadera; por medio de uu tornillo se
sube v baja á voluntad del operador; 2.° una pieza de hierro con un
man4 tci ruinado en un anillo que sirve para sostener cápsulas, criso-
les etc. ■ también sube v baja por medio de otro tornillo.
El reservorio comunica por medio de un tubo con el mechero y tor-
cida de la lámpara ; el mechero es una cajila circular ó un tubo ancho de
metal con nn agujero en la parto inferior: este tubo sube y baja también
por medio de una muesca y rodeada de una chimenea ó pantalla cilin-
drica que se quita y pone, quedando colgada del lado del mechero por
su ñor
coloca
CUiUUw Cli t/1 ouo i*.. ii wvi oí jom vu^ouiu pui u luui h m oo^un ivo ououo.
Esta lámpara puede dar mayor temperatura que la sencilla , y entre
otros usos, tiene este.
Las lámparas de aceite, poco usadas, no necesitan descripción; respecto
de la de esmaltar hablaremos de ella, ai tratar de la operación especial á
que está destinada.
Las lámparas de gas también son varias.
Puede servir como tal un tubo ó cilindro hueco de latón, cerrado por
uno de sus extremos; el superior adaptado por el inferior á un pié que
tiene á un lado una tubulura y está lijo en el borde del mostrador del
laboratorio. El cilindro tiene en su parle superior un círculo de agújen-
los por donde se escapa el gas cuando arde. A la tubulura del pié se
adapta un tubo de guta-percha que conduce el gas, y con llave para
franquearle ó quitarle el paso.
Otro aparato hay que da todavía mas calor.
Es el aparato de Wiesntgg. Consiste en un pié con su tubulura, al
lado, llave y tubo de guta-percha conductor del gas, y un tubo vertical
adaptado á ese pié , que termina por un solo agujero en el centro, y tiene
vanos en su parte inferior. Si no se quiere tanta liama, ó bien se quiere
repartirla en mas ancha superficie, se adapta al extremo una pieza como
un tapón en cono , que tiene un agujerito central y cuatro en su circun-
ferencia, los cuales dan una llama múltiple. En el centro del tubo hay
adaptada una pantalla sujeta por un tornillo, en la que se coloca un
manguito tapado por una tela metálica, destinada á sostenerla cápsula
que se quiere calentar á menos temperatura, ó sin recibir directamente la
llama del gas.
Cuando arde el gas en este aparato, se efectúa un movimiento de aspi-
ración por los agujemos que tiene en su parte inferior el tubo; el aire se
mezcla con el gas, y arde este sin peligro.
Por último, hay la lámpara de gas del doctor Normandy , muy usada en
Inglaterra. Consiste en un cilindro de latón, rodeado de únatela metá-
lica, que por su parte inferior, cerca de la tubulura por donde llega el
gas al tubo da acceso ai aire exterior. El extremo superior está cerrado
por un diafragma de tela metálica, encima de la cual se adapta una co-
bertera en cono aplanado, agujereada en su centro.
interiormente se adapta al tubo un pico de soplete que comunica con
* — 581 -
el fuelle de la lámpara de esmaltar, atraviesa el diafragma y va á abrirse
al nivel de la abertura de la cobertera. La corriente de aire frió que se
establece sin interrupción, al través de la tela metálica que rodea al cilin-
dro, refresca el aparato y se puede manejar del propio modo que cuando
no funciona.
El pico del soplete sirve para dar mas fuerza á la llama. Cerca del pié
del cilindro está la tubulura por donde entra el gas, donde hay una llave
para facilitarle ó interrumpirle el paso.
Los hornillos del hogar se componen de fogon donde se pone el com-
bustible, de parrillas que le sostienen y de cenicero que recoge la ce-
niza resultante de la combustión del carbón. El fogon comunica con el
cañón de la chimenea, atravesando el hogar; la chimenea ó su cañón tiene
una llave, con la que se cierra ó abre la corriente del tiro ó del aire. En
el macizo del hogar está la abertura del cenicero con un ventanillo que,
abierto, facilita la corriente del aire.
En esos hornillos se calientan en altas temperaturas, las cápsulas de
porcelana, los crisoles de porcelana ó de barro de ílesse ó de Zamora.
En ellos se hacen las carbonizaciones.
Las hornillas portátiles son de barro cocido, unas evaporatorias , otras
con reverbero. Las primeras son de una sola pieza, teniendo su foco ó fo-
gon y su cenicero divididos por las parrillas. Son cilindricas, ó bien có-
nicas; estas tienen en su parte superior escotaduras por donde puedan
escaparse los productos de la combustión. Hay en ellas dos pequeñas
aberturas ó puertas con su tapón del mismo barro, una para el cenicero,
y otra para el foco ó fogon encima de las parrillas. A los lados tienen sus
asas, y las hay que tienen mango. Aros de hierro, arriba y abajo, les aca-
ban de dar mas solidez.
Estas hornillas , de las cuales debe haber algunas en el laboratorio y
de diferentes tamaños, sirven para altas temperaturas, para calentar cáp-
sulas de porcelana, retortas de lo mismo ó de barro de Zamora, crisoles de
porcelana, barro y platino para cuando se hayan de efectuar ebullicio-
nes , fusiones , carbonizaciones é incineraciones.
Sirven igualmente para calentar baños de mana , de cloruro cálcico
ó sódico, de arena, estufas, y para los aparatos con que se evaporan, des-
tilan, subliman, etc., las sustancias analizadas.
Las hornillas de reverbero se componen de tres piezas: la primera es lo
mismo que la hornilla evaporatoria : la segunda es el espacio del fogon
donde está la retorta, cuyo cuello sale por una escotadura que aquella
tiene en su borde, y se llama laboratorio, y la tercera es una especie de
tapadera, y se llama cúpula ó reverbero.
Estas hornillas , que pueden ser cilindricas ó paralelógramas , sirven
para mayores temperaturas , regularmente calientan retortas ; pero tam-
bién sirven para calentar tubos de porcelana que las atraviesan por el
laboratorio, teniendo escotaduras el borde de este y el reverbero, que
jumos, forman los agujeros por donde pasa el tubo
La fragua no necesita ser descrita , pues harto es sabido que consiste
en un gran fuelle que comunica, por medio de un tubo de hierro, al hor-
nillo ó fogon, alimentando la combustión del carbmi á alto grado.
El horno para copelar ó fundir metales, dejarémos de describirle por
ser de poco uso en las análisis en que nos ocupamos.
Una y otro sirven para dar grandes temperaturas á lo que se calienta.
Todos estos instrumentos y aparatos sirven, como se deja comprender,
— m -
por lo que de ellos acabamos de decir, para contener los combustibles y
dar mas ó menos calor.
Ghupo 2.° — instrumentos y aparates que, calentados , dan d oíros temperaturas
determinadas.
Los instrumentos y aparatos que sirven para ser calentados y dar á
otros temperaturas determinadas á voluntad del operador, son los baños
de maría , de cloruro de sodio ó de calcio , de aceite , de arena ; las estufas
de Gay Lussac, de Darcet, las lelas metálicas , las láminas de palastro y las
pantallas; los cuales se calientan por medio de las lámparas de alcohol
sencillas ó de doble corriente , ó por medio de los hornillos del bogai , ó
las hornillas portátiles.
Se hace uso de dichos instrumentos ó aparatos, cuando se quiere dar
á las sustancias que se someten á la acción del fuego, para analizarlas,
una temperatura conocida, y cuando conviene que no pase de ella. Los
instrumentos ó aparatos que contienen las sustancias sometidas á la aná-
lisis, se calientan por medio de los de este segundo grupo, colocándolos
en estos; así no reciben directamente la acción dei combustible y no al-
canzan mas temperatura que la que tienen los intermedios.
El baño de maña consiste en un perol ó caldero de hierro ó cobre, que
se llena de agua y se coloca en una hornilla evaporatoria. El agua que se
calienta no puede pasar de 100 grados; pero no solo no se le da esa tem-
peratura, sino que, como baño de maría, se procura que no llegue á ella.
May piezas de cobre, destinadas á baños de maría mas chicos, queso
pueden calentar, ya en la lámpara de Berzelius y otras de doble cor-
riente , ya á la llama de las sencillas. Las mismas cápsulas de porcelana
y las cazuelas pueden servir para baño de maría.
Baño de cloruro de sodio ó de calcio. — Es el mismo de maría, solo que
para que tenga mas temperatura, se echa en el agua, cuando está ya ca-
liente, un puñado de sal común ó de cloruro cálcico.
El baño de aceite no se diferencia del de maría , sino porque , en lugar
de agua, se pone aceite, cuya capacidad para el calórico es mayor que ia
de aquella; así se obtiene mayor temperatura. Para esto sirve.
El baño de arena consiste en un vaso ó vasija que contiene cierta canti-
dad de arena, la que puede tener temperaturas mas ó menos elevadas, se-
gún que se caliente mas ó menos.
Toda operación que exija un baño de arena , ya puede hacerse en el
que tiene el hogar del laboratorio, que es mucho mayor que los portáti-
les, ya en estos.
El baño de arena del hogar es una caja de hierro llena de arena , cer-
rada, como hemos dicho en otra parte, con puertas vidrieras, una de ellas
movible; tiene su hornillo particular para calentarse y está en uno de los
extremos del hogar.
Las portátiles consisten en vasijas de barro como cazuelas , que se lle-
nan de arena y se colocan encima de las hornillas evaporatorias , donde
se calientan hasta el grado que se quiera ó necesite. Este grado le seña-
lan, como en todos los baños, los termómetros.
El baño de maría con perol ó caldero sirve principalmente para calentar
retortas de vidrio. El mismo uso tiene el de cloruro sódico v cálcico v el
de aceite. J ’ •
Cuando ese baño se aplica con vasijas
cápsulas de porcelana ó vidrios de reloj.
mas chicas , se calientan en él
— 583 —
En el de arena se calientan cápsulas, balones, vidrios de reloj , retor-
tss etc
Todos ellos pueden formar parte de aparatos mas ó menos complicados
que irémos viendo en lo sucesivo , á medida que nos ocupemos en los
» instrumentos y aparatos de otros grupos , y las operaciones á que se des-
tinan con preferencia.
Las estufas sirven para calentar cuerpos al vapor, ó por medio del aire
calentado. La de Gay-Lussac consiste en una caja de cobre de doble
fondo en cinco de sus seis caras ó superficies. La cavidad no tiene co-
municación con el doble fondo , y presenta una abertura con su puerta
que le cierra. Esta puerta ó ventanillo tiene dos agujeros , uno en el án-
gulo inferior lateral, y otro junto al superior sujeto á la visagra.
En la cara ó superficie superior hay dos aberturas, provista cada una
de su tubulura. La una comunica con el fondo doble , la otra atraviesa
este fondo, sin comunicar con él, y se abre en la cavidad de la estufa po-
niéndola en comunicación con el aire exterior.
El fondo doble se llena en sus tres cuartas partes de aceite ó agua, se-
gún se quiera mas ó menos temperatura , metiendo esos líquidos por la
tubulura que comunica con aquel. En este se introduce un termómetro,
que marca los grados de calor ; atravesando un tapón de corcho que no
cierra del todo la abertura.
En la cavidad de la estufa se coloca el cuerpo que se quiere calentar,
solo ó puesto en una cápsula , vidrio de reloj , etc. , ya para secarle , ya
para evaporarle mas ó menos, ó á sequedad.
La estufa se calienta colocándola encima de una hornilla evaporatoria,
con lumbre. La de Darcet. se calienta por medio de una lámpara.
Las telas metálicas son tejidos que se interponen entre la llama de la
lámpara y el instrumento que se calienta. Encima se colocan estos.
Igual uso tienen las láminas de palastro.
Las 'pantallas sirven también para moderar el calor.
Grupo 3 Instrumentos y aparatos que sirven para contener las sustancias que se han
de calentar.
Estos instrumentos son cápsulas de porcelana de diferentes tamaños, al-
guna de platino , vidrios de reloj , tubos de ensayo cerrados por un ex-
tremo; balones , retortas de nidrio , de barro de Zamora , de porcelana , glo-
bos 6 recipientes , tubos de vidrio ó porcelana , crisoles de barro de Ilesse
ó de Zamora, porcelana, platino y plata, v cualquier otro vaso por el
estilo.
La mayor parte de esos instrumentos no necesitan descripción: lo rae*
jor es verlos una ó mas veces en e! laboratorio , y no se desconocen más.
Debe haber en este muchos de estos, tanto para el uso, como de repuesto
en el almacén por la facilidad con que se rompen.
Las cápsulas de porcelana deben ser muchas, desde el tamaño de 3
centímetros hasta 55 de diámetro. No son mejores las mas gruesas; las
mas delgadas suelen resistir más.
Estas cápsulas son muy usadas para las ebulliciones, disoluciones, co-
cimientos de sustancias sospechosas , evaporaciones, desecaciones, y car-
bonizaciones , siempre que no hava interés en recoger lo que se evapora
ó volatiliza.
Como pueden resistir fuertes temperaturas , no solo se calientan á la
— 58 -
llama di1 la lámpara de alcohol sencilla y de doble corriente , sino en
los hornillos, en especial si son de tamaño mayor, y se opera sobre ma-
yor cantidad de sustancias. Las medianas ó pequeñas se suelen calentar
á la llama de las lámparas de alcohol , en especial las sencillas.
Las cápsulas de platino sirven para resistir las temperaturas mas
fuertes.
Los vidrios de reloj destinados á calentar sustancias en pequeña canti-
dad para sus disoluciones y reacciones en ciertos casos, se colocan, ó en
los baños de maría y arena, ó encima de telas metálicas sostenidas poi
un trípode á la llama de la lámpara de alcohol sencilla. Debe haber en
el laboratorio dos ó tres docenas.
Los tubos de ensayo deben estar en número de veinte ó veinte y cuatro
en un bastidor ó estante portátil , en dos filas , unos mas largos que otros,
esto es: unos, cinco pulgadas de largo y unas ocho líneas de ancho, y
otros . de mas altura. Los de la fila superior son los mas cortos. Están
cerrados á la lámpara de esmaltar por un extremo, por el otro están
abiertos y conviene que tengan en su borde una ligera depresión que
facilite la versión del líquido.
Estos tubos , con los cuales se ensayan las sustancias tratadas con los
reactivos, para lo cual sirven principalmente, se calientan a veces por
el extremo cerrado á la llama de la lámpara de alcohol ; ya para facilitar
la disolución y las reacciones, ya para carbonizar las sustancias que se
ensayan , como cuando se investiga si es ó no orgánica.
Los balones, de que hemos hablado ya, sirven también para calentar sus -
tancias que se disuelven á temperaturas elevadas y se calientan , ya á la
llama de la lámpara de alcohol sencilla , sostenidos por el trípode , ó al-
guna abrazadera, ó mangos con rodete fijo en un pié vertical , ó en los
baños, en especial el de arena.
Las retortas son vasijas, que tienen uti cuerpo llamado panza y su cue-
llo. El cuerpo se parece á una calabaza prolongada , que se va adelga-
zando cerca del cuello : este se encorva de modo que por arriba forma
una línea recta y por debajo un ángulo obtuso; para que lo evaporado
que sale hácia el cuello , no vuelva á la panza ó vientre de la retorta.
Las hay de vidrio, de barro de Zamora y de porcelana.
Las de vidrio, algunas de las cuales tienen una tubulura con su tape,
en la parte superior ó corvadura, encima de la panza por donde se me-
ten las sustancias y el agua que se ha de calentar, sirven principalmente
para calentar líquidos y sólidos reducidos á pedazos y mezclados con
agua, cuando hay interés en recoger lo volátil, que puede desprenderse.
En los casos de envenenamiento es muy frecuente usar esas retortas para
la ebullición, evaporación ó volatilización de ácidos y álcalis susceptibles
de ello, y los aparatos destilatorios.
Estas retortas para esos casos se sumergen por su panza en el baño
de maría.
Las de barro y porcelana no tienen tubulura , suele ser su panza mas
ancha ; por lo demás su corvadura tiene las mismas condiciones.
Unas y otras sirven para destilar y sublimar cuerpos sólidos; los que
enfriados se fijan en la bóveda cerca del cuello , donde cristalizan.
Los globos ó recipientes son de vidrio, y se componen de un cuerpo es-
férico , con una tubulura y un cuello largo que se ensancha á propor-
ción que se aleja del globo. Por el cuello se adaptan al de las retortas.
Es otra de las piezas de un aparato de destilación y volatilización de las
— 5*5 -
sustancias coménitlite*eri aquellos. Condensadlos esos cuerpos volatiliza-
dos y el agua eü vapór, con la aplicación de una esponja <5 lienzos em-
papados (te agHa fría , que se pone encima del recipiente , ó con un
chorro de esta continuo , se recoge el líquido que resulta en el globo de
este. En la tabulara se adapta, por medio de un tapón de corcho aguje
reado, un tubo encorvado, que va ¡i parar á una copa llena de agua.
La hornilla , el baño de maría , la retorta, el recipiente, el tubo en-
corvado y la copa con (las piezas que la sostienen , forman uno de los
aparatos de destilación mas usados en las análisis químico-toxicológicas.
Los tubos de vidrio y más los de porcelana , sirven para calentar cuerpos
con sus reactivos ó descomponer gases que los atraviesan , al despren-
derse; se calientan en las hornillas de reverbero.
Los crisoles son vasos de barro ó arcilla cocida refractaria , de porce-
lana, plata ó platino , de forma cónica; los de barro de Hesse ó de Za-
mora terminan en punta. Los de porcelana , platino y plata tienen el
fondo plano. Todos tienen su tapadera de la misma materia respectiva,
en la que hay en la parte superior un pequeño boton , para cogerlas me-
jor. Son mejores los que no tienen ese boton, cuya utilidad es escasa,
siendo cóncavas y de borde saliente , puesto que al propio tiempo que
sirven de tape, pueden servir para cápsulas.
Los crisoles de barro sirven para fuertes temperaturas y cantidades
mayores de sustancias sólidas que han de reaccionar. Para colocarlos en
las ascuas de los hornillos, hay una pieza de barro también cilindrica
donde encajan , y asi se sostienen , sin que se ladeen y viertan lo que
contengan al consumirse el carbón , y están levantados sobre las ascuas,
recibiendo mas calor.
Los hay que se cubren de una parte de carbón pulverizado. En toxi-
cología no sirven.
El crisol de platino sirve para ciertas sustancias que exigen gran tem-
peratura ; el de plata solo sirve para ciertos cuerpos y se derrite fácil-
mente ; los de porcelana suplen al de platino , cuando las sustancias con-
tenidas pueden atacar este.
Grupo 4.®— Instrumentos, utensilios y aparatos fiara varias operaciones re tan vas « la
aplicación del calor,
Comprendemos en este grupo :
J.“ La lámpara de esmaltar con su fuelle.
El soplete y sus accesorios.
3 * Las pantallas y chimeneas.
4. ” Los trípodes y demás pies ó apoyos para sostener piezas.
5. ° Las alargaderas y tubos.
b ° Eos triángulos, diafragmas, tenazas, badilas.
7." El alambique y demás aparatos de destilación.
< ” Lámpara ¡e esmaltar.
Esta lámpara hemos indicado que tiene aceite por combustible. Es de
hoja de lata y se parece por su forma á la caja de una bandurria, con
tres pies, y ;escansa en una caja de la misma forma, cuyos bordes tie-
nen una pulgada de alto, y se alzan sobre tres pies de igual altura.
La lámpara tiene una tapadera dividida en dos partes; la posterior, un
poco mayor, está fija, y presenta una abertura con su tapadera movible;
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U nntpríor está articulada y se levanta para colocar la torcida en el me-
‘upr0 Tiene delante de su punta roma una escotadura para dar paso á
la torcida cuando se tapa la 1¡1 repara. El mechero es una hoja de lata do-
blada de atrás adelante , que luego se dobla hácia los lados encorvada en
medio círculo v tiene varios agujeros en ambos lados. Esta hoja esta (le
canto y soldada á una lámina que está torcida como una S poco pro-
nunciada, la que se mete en otra pieza soldada al fondo do la caja.
Esta lámpara se coloca con su caja encima de una tabla á modo de
mesa , sostenida por una caja cilindrica que encierra un fuelle doble,
con un tubo entre los dos, por donde sale el aire cuando se da movi-
miento á los fuelles. El superior tiene un alambre en espiral ó hélice
que hace las veces de resorte, y que , haciendo bajar el fuelle superior
cuando no se sopla, sostiene la corriente del aire que va expeliendo.
La caja cilindrica tiene en uno de sus lados , en la parte inferior , una
abertura por donde sale una cadenita atada al fuelle inferior por arriba,
y por abajo á una tabla de madera ó pedal , sobre el que se aplica el pié
para dar aire al fuelle.
Dav otros aparatos con un solo fuelle , cuyo mecanismo en el fondo
viene á ser igual, respecto á pronorcionar la corriente de aire.
f El aire sale por un tubo vertical que se abre en el centro del borde an-
terior de la mesa, y á este tubo se adapta el soplete movible, esto es , que
puede estar vertical, ó mas ó menos oblicuo. Dando con el pié movimiento
al fuelle, sale por el soplete ó tubo afilado una corriente de aire que se
hace continuo, aunque no se dé con el pié encima del pedal mas que
de cuando en cuando.
Se enciende la lámpara , y se procura que la llama caliente lo mas que
sea posible, para lo cual hay que saber prepararla. La torcida debe salir
unos dos centímetros; se divide profundamente de delante atrás (la lám-
para ya suele tener una lámina vertical que la parte en dos mitades igua-
les); v cuando está bien encendida, se dirige la punta del soplete á esa
especie de ranura que forma la llama de la torcida , haciendo que diste
de ella un centímetro la punta del soplete.
Dispuesto así el aparato , y sentado junto á la mesa el operador, reúne
con la punta de un cuchillo 6 cualquier otro utensilio de hierro las dos
partes de la torcida , con el fin de que la llama forme un dardo poco res-
plandeciente y extendido que permita calentar un tubo de vidrio en
grande extensión. Si el dardo ha de ser agudo, conviene acercar más la
lámpara al soplete, y hacer que salga menos la torcida. Teniendo cui-
dado de no soplar muy fuerte , y que la llama sea delgada y aguda , el
vidrio se calienta y reblandece en un punto dado , sin ennegrecerse.
Este aparato, así dispuesto, sirve para preparar los tubos de vidrio y
las varillas; estas para redondear sus extremos, y aquellos para doblar-
los , cortarlos , aguzarlos, ensancharlos en forma de bola, etc.
Para calentar un tubo , sea lo que fuere lo que se quiera hacer con él,
se coloca primero á cierta distancia de la llama , pero en la dirección de
esta , y, á medida que se calienta , se va acercando más v dándole vuel-
tas, hasta que se pone candente y se reblandece. Sin estás precauciones,
se rompe ó raja. Tampoco debe separarse bruscamente cuando está con-
seguido lo que en él se haga ; también hay que irle alejando gradual-
mente , hasta que esté frió. J *
Si se quiere encorvar un tubo del grosor que suelen tener los que sir-
ven para poner en comunicación los frascos de un aparato por donde ha
de correr un gas , se calienta el punto del tubo donde haya de practi-
carse la corvadura, en una extensión de dos á tres centímetros , primero
por la parte en la que ha de estar la concavidad de la corvadura , y
cuando está en parte reblandecida , se calienta la que ha de tener la con-
vexidad en mas extensión, pero menos tiempo. Cuando están suficien-
temente reblandecidas ambas partes , se retira de la llama el tubo y se
encorva.
Si no se consigue la corvadura que se desea por enfriarse el tubo , se
repite la operación en la misma parte ya encorvada, ó un poco al lado,
cuando no haya de ser brusca la corvadura; y si sale demasiado apla-
nada la convexidad , ó forma la concavidad im pliegue, se reblandece
de nuevo, después de haber lapado un extremo con un poco de cera , y
se sopla, para regularizar las paredes de ese punto.
Estas corvaduras en los tubos de poco calibre también pueden hacerse
á la llama de la lámpara de alcohol, aunque se larda mas tiempo. Esta es
preferible cuando no se tiene práctica en el manejo de la lámpara de es-
maltar.
Si los tubos son muy anchos, es mas difícil lograr una buena corva-
dura , sobre todo en Ü. Con todo , puede conseguirse de dos maneras :
colocando el tubo lleno de arena entre el carbón de una hornilla , en-
cendiéndolepoeo á poco , y cuando esté candente , encorvarle con suavi-
dad ; ó bien calentarle á la llama de la lámpara de esmaltar, ancha y po-
derosa, después de haber tapado con un corcho uno de los extremos del
tubo. Cuando está el punto candente, se aprietan los extremos hácia el
centro, con lo cual el vidrio reblandecido se recoge; y cuando está bien
fundido ó blando, se saca rápidamente el tubo de la llama, y se estira
un poco y dobla á la vez, en tanto que se sopla por el extremo abierto,
para dar á la porción estirada el volumen que tiene el tubo,
Cuando se quiere aguzar un tubo ó hacerle terminar en punta y cspi-
larmente, se empieza por calentar v reblandecer e! centro de un tubo
largo por el punto que se quiere estirar, adelgazar y aguzar, dándole
continuamente vueltas. Así que está reblandecido, se va estirando suave-
mente fuera déla llama, seoarando ó alejando las manos, sin soltarle
tina de la otra. Se da una ligera tracción
lo aue se consigue un
punto mas estrecho , y luego se estira hasta aguzarle capi lamiente. Se
aparta de la llama con precaución , y ya frió , so rompe ñor el punto mas
delgado, haciéndole una ravita con una lima triangular á la punta de
di manto , para que sea mas regular la fractura.
Un proceder análogo puede seguirse para adelgazar porciones de tubo;
solo que en estos casos no se estira tanto, ni se dan tracciones. Cuando
estirando se obtiene el grueso que se desea, se aparta de la llama y se
deja enfriar gradualmente.
Si se trata de cerrar uno de los extremos del tubo de pequeño diáme-
tru, basta reblandecerle á la punta de la llama; los bordes se acercan, y
separándole de la llama, se acaban de unir con la punta ú hoja de un cu-
chillo. Si no queda regular, se vuelve á reblandecer; y cuando está blan-
do, se sopla un poco, con lo cual se redondea ei extremo, y regulariza.
Dado caso que el tubo tenga cierta anchura, como exceda de medio
centímetro, se reblandecen sus bordes , se inclinan hácia dentro con una
varilla de vidrio , soldándola ácl, v se activa un poco. Luego se pre-
senta de nuevo el tubo á la llama, se estira ligeramente , y se separa la
parlo adelgazada. El extremo del tubo queda cerrado, pero irregular, v
— 588 —
tiene mucho grueso. Se vuelve á calentar y reblandecer, y se sopla hasta
aue se redondee el extremo cerrado.
4 Para hacer en el borde de un tubo una depresión en forma de canal, se
aplica una varilla de hierro en el punto del borde reblandecido donde se
quiera hacer la depresión.
Si se quiere ensanchar la abertura del tubo como un embudo , o el ex-
tremo de una trompetilla, se le mete , cuando está candente y blando,
una pieza cónica, y se da vueltas; ó bien con una varita de hierro se
comprime hácia fuera , mientras que se le va dando vueltas con la mano
izquierda. La pieza cónica puede ser un pedazo de carbón poco com-
bustible.
Si un tubo se rompe por el extremo abierto, y se quiere regularizar sus
bordes, basta calentarlos y reblandecerlos: con unas tijeras se regularizan.
Los tubos han de tener á veces una expansión globular, ó una bola; y
para formarla, se tapa un extremo con un poco de cera, se calienta luego
la parte que se quiere ensanchar en forma de bola, dándole vueltas como
siempre; y cuando está reblandecido, se aprieta hácia él los dos extre-
mos, con el fin de recoger vidrio. En seguida se sopla por el extremo
abierto , sacando el tubo de la llama; se vuelve á calentar y soplar una y
mas veces, hasta que la bola quede como se quiera. A.sí que se va en-
friando, hay que soplar más.
Si la bola ha de ser algo grande , es mejor formarla primero, y soldar
á sus extremos tubos. Para esto se toma un tubo ancho, se calienta y
reblandece por un lado, luego por otro del que se ha de ensanchar, y
se estira hasta que tengan ambos extremos bastante longitud. Luego se
calienta la parte ancha, se recoge cuando está candente v blanda ; y ta-
pando un extremo del tubo adelgazado, y soplando por el otro, se forma
la bola, repitiendo la operación hasta que esté regular, ó bien esférica.
En seguida se soldán los tubos á los extremos.
Si la bola ha de estar al extremo de un tubo , se cierra primero este
extremo, como lo hemos dicho en su lugar, y luego se sopla y va ensan-
chando hasta que la bola se forme.
Se puede dar al extremo de un tubo la forma de embudo , para lo cual
se le sóida otro tubo mayor; luego se corta (i la distancia correspon-
diente, y, por último, se regulariza para convertirle en embudo. Con la
varilla de hierro aplicada oblicuamente á los bordes del tubo mayor, se
ensancha también en esa forma.
Igualmente puede hacerse formando primero una bola y luego soplar
hasta que esta estalle por el extremo opuesto; se reblandece de nuevo, y
se regularizan sus bordes.
Para soldar los tubos debe preferirse la llama estrecha no siendo ellos
de gran diámetro.
Los tubos pueden ser soldados por sus extremos , ó el uno al otro,
perpendicularmente.
f JEn el primer caso , si son de igual diámetro y espesor, se reblandecen
por el extremo que han de soldarse, aplicándolos juntos á la llama - y
cuando están reblandecidos , se unen , apretándolos un poco Se tapa un
extremo del uno, y volviendo á reblandecer el punto de soldadura , se
6opla para regularizar las paredes de ese punto.
Cuando no tienen el mismo diámetro , se estira el mayor, y se corta la
parte adelgazada á la distancia conveniente.
Para soldar un tubo con la pared de otro, ó perpendicularmente á él,
- J|v* - ggfl _
sé palíenla el mayor, 6 el que ha de ser penetrado en el punto de la sol-
dadura, hasta reblandecerle en el espacio menor posible, y habiéndole
antes tapado por un extremo, se sopla para que sobresalga el punto re-
blandecido, sacándole de la llama.
También se puede obtener esta prominencia , aplicando al punto re-
blandecido el extremo de una varilla de vidrio caliente y tirar hácia fuera
bruscamente ; con esto queda un tubo lateral.
Se calienta de nuevo esa prominencia , ó ese tubo , se sopla fuerte-
mente , con lo que se forma una bola delgada, y se quita esta; así queda
una abertura, y luego se aplica á ella, en caliente y reblandecido, el ex-
tremo del tubo que se le ha de soldar, hallándose en igual estado. Fuera
de la llama , se sopla suavemente para regularizar las paredes de la sol-
dadura.
Es una regla general para toda soldadura, reblandecer los puntos que
se han de soldar, y unirlos cuando están blandos. En seguida , sin darles
vueltas, se calienta por un lado solo, y, reblandecido, se sopla suave-
mente ; luego se hace lo propio con el otro lado ; por último , se calienta
todo soldado ya, se vuelve á reblandecer y se regularizan las paredes de
la soldadura , estirando un poco.
Los tubos que hayan de soldarse deben tener un color igual ; si son de
composición diferente ; la soldadura se rompe al enfriarse.
Los tubos y varillas frías se cortan , rayando el punto por donde se han
de cortar, ya con una lima triangular, ya con el corte de una navaja de
buen temple. Yo me valgo de la punta de diamante ; ato un hilo en el
punto, hago una raya circular siguiendo el hilo, y rompo el tubo ó la
varilla con un golpe seco, doblando y apretando á la vez , y el tubo ó la
varilla se corta perfectamente, sin raya ni esquirla.
Esto es mucho mas sencillo que la aplicación de barritas de carbón
compuesto de goma arábiga, tragacanto, disuelios en agua; estoraque,
calamita, benjuí, disueltos en alcohol, y carbón vegetal, cuya punta,
encendida, se aplica al tubo para cortarle. Bueno es, sin embargo, tener
en el laboratorio esas barritas.
Aunque el arte de elaborar el vidrio á la llama de la lámpara de es-
maltar se extiende á más que lo expuesto , creo que basta para las prin-
cipales necesidades que puede haber en el laboratorio químico-toxicoló-
gico. Un buen repuesto de toda clase de tubos sencillos , dobles , solda-
dos con expansiones globulares, encorvados, aguzados, etc., evita esas
operaciones. Con todo, teniendo algunos mazos de tubos y varillas, con
lo dicho se puede obtener lo que haga falta, perentoriamente.
2.° Soplete y sus accesorios.
Este instrumento es de poco tamaño , y ordinariamente de latón; se
compone de tres partes : 1.* un tubo , por cuyo interior pasa el aire, so-
plando con la boca; 2.“ un pequeño depósito, por el cual entra rozando
el tubo, y con él se recoge el agua, que, á fuerza de soplar, se fija en
la pared interna de ese depósito , condensándose el aliento del que so
pie; o. otro tubo mas pequeño aplicado también al depósito, formando
con él un ángulo recio. En su extremidad libre hay un agujero muy pe-
queño , que, cuando no funciona este instrumento, se tapa con una piece-
cita de latón. Estas tres piezas se ajustan de tal suerte, que el aire no
pueda introducirse entre ellas.
— 590 —
Para entrar en acción el soplete , necesita de varios accesorios. En pri-
mer lugar, una lámpara de aceite. Engestroni y Bergam empleaban una
vela ó dos. La lámpara de alcohol también puede servir, pero da poco calor.
La lámpara de aceite para el soplete es de hoja de latón , barnizada al
exterior; tiene una forma ligeramente cónica , y cuatro pulgadas y media
de ancho. En su extremo posterior, de una pulgada de diámetro, tiene
un mango, por medio del cual se puede sostener con un apoyo ó ama-
zadera de latón. En su extremo mas angosto tiene una abertura re-
donda de nueve líneas , circuida por un anillo de tres , y lleva en su in-
terior la matriz de una rosca; por esa abertura se echa el aceite. A la
misma se adapta un pequeño pico , donde se introduce la torcida. Una
tapadera de latón , para cuando no funciona ese soplete , completa el
aparato.
El cuerpo, sobre el cual ha de obrar el soplete ó la llama que este im-
pulsa , debe estar sostenido por algo. Un pedazo de carbón bien quemado
sirve perfectamente. Si no está bien quemado, estalla. El carbón de
pino es el preferible ; los demás, ó chispean , ó dan mucha ceniza ferru-
ginosa. Debe estar cortado en paraleiipípedos y perpendicularmenie u
las capas de la madera de que procede. En cilindros, con un hoyito, to-
davía es mejor.
A veces el carbón no sirve para ciertas reducciones que el operador se
propone obtener; en estos casos el cuerpo sometido á la acción del so-
plete se sostiene con una cucharita de platino , ó sea con una hoja ó hilo
del mismo metal.
El uso del soplete exige, además, otros utensilios : pinzas con punta de
platino, copelitas de fosfato de cal, tubos de ensayo, de vidrio , unos cer-
rados por un extremo, otros abiertos por los dos; matracitos 6 tubos
con expansión globular en un extremo; el mortero de ágata , un martillo
de acero con su yunque , para partir los minerales , y averiguar la con-
sistencia de los botones y perlas que se forman, una barra imantada y
una lente de aumento, cuando no el microscopio; por último, ios reacti-
vos de que hablaremos en su lugar.
El soplete sirve para analizar minerales por la vía seca.
Para emplearle, se destapa la punta, quitándole la piececiía que res-
guarda la abertura, y encendida la lámpara de aceite, se sopla por la
abertura del tubo cónico sosteniéndole; con la mano derecha se dirige la
punta del tubo capilar ó la llama de la lámpara sin tocarla, y con la mano
izquierda se sostiene el carbón , ó el cuchillo, cuchara, ó hilo de platino
que contiene el cuerpo que se analiza. Con esto, la llama, de vertical
pasa á horizontal, dirigiendo el dardo al cuerpo que se ensaya.
Para soplar se respira por la nariz y se impulsa el aire espirado con el
movimiento de los carrillos y no con el aliento que sale de los pulmo-
nes ; así la corriente puede ser, como ha de ser, continua, y puede durar
basta diez minutos.
El soplete exige mucha práctica para saber soplar. Tiene el inconve-
niente de que • se llena á menudo el depósito de agua , procedente del
aliento condensado; hay que limpiarle de continuo, y el operador está
muy cerca de los vapores no siempre inocentes, que se desprenden del
cuerpo analizado. .
Yo he ideado la aplicación del soplete de un modo , que facilita ex-
traordinariamente su uso, siquiera no se tenga hábito de su manejo.
Me valgo de la mesa destinada para la lámpara de esmaltar; quito su
— m —
tubo-soplete y le adapto un tubo de cristal, ajustándole á la abertura por
medio de un tapón de corcho agujereado. Este tubo es recto y largo de
medio metro. Su extremo superior tiene otro tapón agujereado, al cual se
adapta el tubo cónico del soplete. En lugar del tapón puede ser una pieza
á propósito.
La lámpara se coloca en un pié de madera cilindrico á la altura del
pico del soplete , y dando de cuando en cuando con el pié al pedal ó
pieza de madera que mueve el fuelle , se establece una corriente de aire
por el soplete, continua y de la duración que se quiera.
El operador sostiene con la mano el carbón ó la cuchara de platino,
aplicada á la llama de la lámpara, y la operación se ejecuta tan bien ó
mejor que soplando al soplete con los carrillos.
Para eso no se necesita ninguna práctica , y hasta puede alejarse por
algún rato el operador del aparato, puesto que la corriente no cesa, con
tai que se dé con el pié sobre el pedal de vez en cuando.
Para eso , el carbón ha de estar sostenido por un apoyo que arranca
del mismo pié cilindrico que sostiene la lámpara.
Recomiendo á los prácticos esta modiíicacion del uso del soplete , por-
que creo que lleva al otro muchas ventajas.
3,° Pantallas, chimeneas.
Ya hemos dicho que á veces hay que moderar el calor por medio de
pantallas que se interponen entre la llama y el cuerpo que se calienta.
En otras ocasiones conviene avivar ese calor, y por medio de pantallas ci-
lindricas ó chimeneas se consigue. Así sucede con la lámpara de Berze-
líus y otras.
Los hornillos y hornillas alcanzan también mas temperatura, ó se en-
ciende mas pronto el carbón en ellas por medio de una chimenea de pa-
lastro mas ó menos elevada, según la intensidad de calor que se necesite.
Estas chimeneas consisten en un tubo que interiormente se ensancha
como un embudo y tiene un mango que facilita su traslación.
4.° Trípodes, pies, cuñas, apoyos, rodetes de paja , etc.
Para sostener los instrumentos ó vasijas que tienen los cuerpos que se
han de calentar, se emplean trípodes de hierro , en los cuales se colocan
cápsulas, vidrios de rtiloj, etc.
Hay otros apoyos que tienen abrazaderas ó rodetes de hierro ó latón,
en los cuales se colocan también las cápsulas, crisoles, etc.
Los apoyos son á veces cilindros do madera macizos de un pié, ó más ó
menos; algunos tienen cóncavo el extremo superior, para que se apoyen
mejor los balones ó recipientes ; sirven igualmente para lo mismo y pro-
porcionan la altura de las piezas, las cuñas ó cuadrados de madera oc
una pulgada de grueso y cinco ó seis de anchura, ios que se sobreponen
hasta que una pieza esté al nivel que debe estar.
Los rodetes de paja sirven para sostener las cápsulas, cuando se sacan
de la lumbre y los balones de cuerpo completamente esférico.
5.° Alargaderas, tubos.
Las alargaderas son vasijas de vidrio recto ó con expansión , que se
adaptan al cuello de las retortas y al de los recipientes, para ponerlos en
comunicación con ciertos aparatos. Para lo misino sirven los tubos , ya
rectos, terminados en embudo, ó sin él, ya encorvados, ya con expansio-
nes globulares, poniendo en comunicación los frascos con dos ó mas lu-
buluras y los recipientes , siempre que se desprende algún gas y corre
por el interior de los aparatos.
6.° Triángulos, diafragmas, tenacillas, badilas, palas o cogedores, espátulas
de hierro ó platino.
Para sostener las cápsulas, ya en el trípode de hierro , ya en las hor-
nillas ú otras partes, st son menores que el diámetro de esos instrumen-
tos, sirven los triángulos de hierro de diferentes tamaños y combinándolos,
poniendo primero los mayores y luego los menores, se llega á poder sos-
tener una cápsula chica.
También pueden formarse triángulos con alambre recocido y retorcido
para sostener cápsulas pequeñas ó vidrios de reloj , igualmente que con
los tubos de pipa , materia refractaria, y capaz de sostener alias tempera-
turas, sin fundirse ni romperse. Se aguzan ios extremos en bases ú obli-
cuamente, y así se adaptan perfectamente los extremos, y con alambre
se fijan.
Los diafragmas de hierro son discos agujereados por el centro ; los hay
de diferentes tamaños y tienen el mismo uso que los triángulos.
Las tenazas mas ó menos largas y gruesas , sirven para coger las bra-
sas, las cápsulas calientes, ios crisoles, triángulos y demás, cuando se
sacan de la lumbre.
El badil y cogedor sirven para llevar brasas de un lado á otro , coger el
carbón, etc.
Las espátulas de hierro, para revolver las ascuas, y la de platino para
menear ó agitar los minerales derretidos dentro de los crisoles ó las cáp
sulas.
?.° El alambique y aparatos de destilación.
El grande uso que se hace del agua destilada en un laboratorio quí-
mico-toxicológico exige la presencia y uso de un alambique.
Es un aparato de cobre estañado, que consta de varias piezas y acce-
sorios.
Hay una llamada cucúrbita , la que es una especie de caldera, donde se
echa el agua común que se ha de destilar. A ella se adapta otra pieza
llamada capitel , que tapa la cucúrbita, prolongándose por un lado en
forma de tubo cónico, encorvado por su extremo libre, el cual se adapta
á otra pieza llamada serpentín. Este es un tubo de estaño ó zinc encor-
vado en hélice y colocado en una caja cilindrica de latón ó cobre, la que
se llena de agua fría , destinada á condensar el agua en vapor que pasa
por el tubo serpentín, para lo cual debe renovarse constantemente, por-
que se calienta, y calentada, no condensaría dicho vapor. Esta caja, ó
el agua que contiene, es el verdadero refrigerante , otra pieza del alam-
bique, y no el serpentín , al que dan algunos ese nombre; pues este solo
sirve para conducir el vapor del agua que se escapa de la cucúrbita por
el cuello del capitel, y lo que refrigera es el agua tria de la caja donde se
enrosca el serpentín.
La caja se comunica, por la parte inferior, con un tubo de estaño ó zinc
que le lleva el agua fría , la cual toma un tubo por el extremo opuesto
- m -
de una fuente, á la altura del alambique , por medio de un embudo , y en
el borde de la caja hay otro tubo, por el que se escapa el agua caliente en
igual cantidad que la que entra, y por este tubo se recoge en un vaso,
pudiéndole utilizar para alimentar Ja cucúrbita, ó se pierde.
Por último, el serpentín se abre por la parte inferior de la caja, donde
hay una espita, y por ella sale el agua destilada, la que se recoge en una
dama juana, castaña ensogada, ó cualquier otro vaso idóneo.
Además del alambique, aparato únicamente destinado á procurarse
agua destilada , si bien puede servir también para destilar aguas de olor
y hasta para destilar alcohol ; pues las fábricas de aguardiente no se va-
len, en el fondo, de otra suerte de aparatos; hay otros destinados á separar
con la aplicación del calórico, las sustancias volátiles de las fijas, siempre
que hay interés en recoger los gases ó vapores, que se desprenden volati-
lizados. Todos son verdaderos alambiques, puesto que constan de sus pie-
zas esenciales, á saber: l.° una donde se calienta el líquido que ha de
reducirse á vapor; 2.° otra que refrigera y condensa los vapores; B.° otra
que recoge el líquido resultante de la condensación de aquellos.
Así como el alambique presta gran servicio en un laboratorio químico-
toxicológico, para procurarse agua destilada tan necesaria casi en todas
las operaciones; los demás aparatos de destilación los prestan también,
porque son igualmente frecuentísimas las operaciones que en dicho labo-
ratorio se practican , para destilar en pequeño los líquidos volátiles que
hay que separar de las sustancias fijas.
El aparato mas sencillo y mas común para esa suerte de operaciones,
consiste en una hornilla evaporatoria con su lumbre, un baño de maria, una
retorta de vidrio , una alargadera , un recipiente de cuello corto y un tubo, ya
recto, ya encorvado, que va á parar á una copa llena de agua.
La alargadera sirve, ya de refrigerante, y lo es más, si se cubre con
una esponja ó trapo mojado de agua fría.
Puede suprimirse la alargadera y colocar un recipiente de cuello largo
en un vaso ó jofaina que contenga agua y nieve.
También puede disponerse, que sobre la asponja ó lienzo que cubre
el globo del recipiente, colocado en una fuente, caiga de continuo un
chorro de agua fria desde un frasco con espita lleno de ella , y colocado
sobre un trípode á la altura conveniente.
Si se han de destilar líquidos volátiles á diferentes temperaturas, hay
que colocar la retorta en un baño de maría primero , y luego en el de
cloruro sódico ó cálcico. Se va aumentando la temperatura del baño, y
así se volatilizan primero los cuerpos mas volátiles, luego los demás. En
estos casos se muda cada vez el recipiente para recoger los cuerpos se-
parados.
En cuanto á lo demás del aparato , no hay diferencia del anterior.
Si el cuerpo que se ha de volatilizar en "esos aparatos es muy volátil,
hay que valerse de otro mas á propósito para ello. El cuello de la retorta
ó del balón, si se emplea este, se adapta al refrigerante de Fresenius, el
cual es un tubo de vidrio encorvado por sus dos extremos, que atraviesa
un manguito de madera , cerrado por sus extremidades con tapones de
corcho atravesados por el tubo de vidrio. El manguito tiene comunica-
ción con dos tubos de vidrio; uno en su parte inferior, que termina por
su extremo libre en embudo , destinado á recibir el chorro de agua fria
que mana de un frasco con espita colocado á la altura conveniente ; otro,
en la parte superior, que se encorva en su arranque y va á parar á un le-
m -
brillo de vidriado que recoge el agua. Esta llena eí manguito y enfria ei
vapor que pasa por el tubo ae vidrio que le atraviesa.
El jubo ae víario, por su extremo encorvado interior ó libre , se intro-
duce en un frasco, hasta que llegue cerca de su fondo, donde hay un poco
de agua destilada. . ,
Por último , hay otro aparato para destilar las cantidades pequeñas de
la sustancia que se haya de ensayar. En lugar de retorta ó balón , se
toma un tubo encorvado por el extremo interior , el que tiene al lado y
superiormente soldado otro tubo mas chico; su abertura superior se cierra
con un tapón atravesado por un termómetro de cristal que señala la tem
peratura. En ese tubo se pone el líquido que se ha de destilar.
El tubo se coloca en un baño de arena calentado por medio de la llama
de la lámpara de alcohol. El baño de arena con el tubo descansa sobre
un trípode de hierro, debajo del cual se coloca la lámpara.
Al tubo lateral del que está en el baño de arena, se adapta , por medio
de corcho, otro de vidrio que atraviesa otro de cobre, largo, sostenido
oblicuamente por un pié de madera alto, que tiene una abrazadera con
tornillo y sale por el extremo inferior de este encorvándose, introdu-
ciéndose en un frasco hasta su fondo. Este está sostenido por dos ó mas
cuñas cilindricas.
El tubo de cobre que hace las veces de manguito como el refrigerante
de Fresenius , tiene soldados dos tubitos de vidrio : uno en la parte supe-
rior, muy largo, que se encorva en su arranque y va á parar á un le-
brillo; otro en la parte inferior del tubo quc„cae perpendicular en el fondo
de un vaso de boca ancha lleno de agua fria y sostenido por cuñas. Dis-
puesto así el aparato , se calienta el tubo colocado en el baño de arena,
encendiendo la lámpara , y se sorbe por el tubo largo del manguito , con
lo cual el tubo corto y vertical del mismo hace las veces de un sifón , y
el agua sale sin interrupción por él, y pasando por el manguito, refri-
gera el tubo de cristal que le atraviesa y condensa el cuerpo volátil que
va á parar al frasco. El agua sale por eí tubo encorvado largo del man-
guito.
C. Aplicación de la luz.
Comprendemos bajo este título la aplicación de las lentes de aumento,
los microscopios y los aparatos para la espectrometría ó especlómetros.
1." Lentes de aumento.
Las lentes de aumento sirven para ayudar la vista natural en los casos
en que no se necesite aumentar mucho el diámetro de los pequeños ob-
jetos para verlos bien ó mejor; con ellas, por ejemplo, se distinguen los
puntos brillantes que se notan en la cápsula de porcelana, donde se haya
hecho una carbonización, y se conoce si son laminillas del carbón ó glo-
bulillos metálicos de mercurio, plomo, etc.
Debe haberlas queaumenten de tres, ó cuatro, ú ocho, ó diez diámetros.
2. 8 Microscopios.
Hay microscopios sencillos y compuestos. Los microscopios sencillos vie-
nen á ser una lente de aumento biconvexa, de corto foco, montada de
modo que pueda manejarse, ó ser sostenida por un pié con brazo articu-
un dado voiúmen , es mas atraído por la fuerza de gravedad , y por lo
mismo pesa más ; luego todos los cuerpos que en un dado volumen ten-
san muy separados los átomos, deben pesar menos , y vice-versa. Para
evaluar el peso específico de los cuerpos, se comparan con el aire y con
el agua. Son mas pesados que el aire, entre los cuerpos simples gaseosos
el oxígeno y el cloro ; menos, el hidrógeno y el ázoe. Los cuerpos sim-
ples líquidos y sólidos todos pesan mas que el agua , menos, el potasio y
Pueden formarse varios grupos respecto al peso específico, relaciona-
dos con el punto de fusión.
I. 0 Menos que el agua. —2.° Mas que el agua de 1 á ó.— 3. Mas que
el agua de 3 á 5. — 4.“ Mas que el agua de 3 á 10.— 5. Mas que el agua
de 10 á 13.— -6.° Mas que el agua de 15 á 17 , 21; relacionadas con las
temperaturas que va vimos.
8. “ Propiedades ''ópticas. —Tienen brillo los cuerpos , cuando son muy
compactos y la superficie es bruñida ó lisa: son opacos los cuerpos que
tienen mucha fuerza de agregación, y de consiguiente , pocos espacios
intersticiales que no se corresponden : luego deben ser opacos los cuer-
pos en masa aglomerada , los esponjosos y terrosos ; y transparentes , los
cuerpos gaseosos, líquidos y los cristalizados, con grandes espacios in-
tersticiales que se correspondan , y poca fuerza de agregación.
El color de los cuerpos lo hemos expuesto ya al tratar de la acción de
la luz, influyendo en su color el estado y los cuerpos intermedios , como
el agua y el aire.
9. * Conductibilidad para el ¡lúido eléctrico. — Los que son buenos con-
ductores para el calórico , lo son igualmente para la electricidad , y vice-
versa.
10. Polaridad magnética.— Son magnéticos los cuerpos simples siguien-
tes : hierro , cobalto y níquel , y algunos óxidos de los mismos.
II. Olor.— El olor está relacionado con la volatilización de los cuer-
pos , siendo olorosos los volátiles á la temperatura ordinaria : hay ciertos
metales que por la frotación desarrollan olor.
12. Sabor.— Está relacionado con la solubilidad de los cuerpos; insolu-
bles , insípidos ; solubles , sápidos.
Aquí doy fin á esos estudios preliminares , relativos á las sustancias
inorgánicas. Cuando hablemos de los caractéres químicos de las sustan-
cias orgánicas, alcalóides y ácidos que figuran en los estudios de análisis
química, -y que pertenecen igualmente á las toxicológicas, por dar algunas
cíe ellas lugar á casos prácticos de envenenamiento, haré una cosa aná-
loga, bien que en menos escala, respecto de los alcalóides y los ácidos
orgánicos.
Siento no poder hacer con todas las sustancias orgánicas lo mismo que
con las inorgánicas ; no tengo trabajos sobre ello , y aun cuando no des-
conozco que habia de ser mas difícil , abrigo la esperanza de que algo se
a c?nseSu^r». aplicando á las sustancias orgánicas el mismo mé-
todo. JNi mis ocupaciones, ni lo poco que alienta el país en que vivo á
os nombres consagrados á estas tareas, me han permitido emprender
ese trabajo , Sin emnargo , no dejaré de consignar , respecto de las sus-
vancias orgánicas venenosas , sometidas al estudio analítico , todo lo que
td mülspensable bajo el punto de vista toxicológico.
- toü -
lado á propósito, ó bien dos, plano-convexas, vueltas en igual sentido, con
la cara convexa hácia el objeto, y tan cerca la una de la otra que la una
aumenta la imágen que la otra forma. Estas llevan el nombre de doblete.
Un cilindro de cristal, cuyos extremos son biconvexos ó plano-conve-
xos , más ó menos , según se quieran de más ó menos aumento , escolado
por el centro como un reloj de arena, que.se ennegrece para que sirva
de diafragma y no deje pasar mas que los rayos del centro, protegido
por otro cilindro hueco de latón ó cobre, con un mango, constituye un
buen microscopio simple ó lente, bastante bueno para varios casos.
Puede haberlos de diferente fuerza, de 2 á 5 diámetros de aumento, de
5 á 8 , y dé 10 á 12. Los que dan el aumento de 5 á 8 bastan.
A. veces conviene tener las manos libres; y en estos casos la lente se
sostiene con el porta-lentes , el cual consiste en un pié cuadrilátero de
latón , de cuyos bordes opuestos se elevan dos apoyos , uno recto, y otro
algo corvo. Un tallo articulado y desmontable sube y baja por medio de
un anillo, por el apoyo recto ; ese tallo está sostenido por el apoyo curvo.
El tallo tiene en su extremo~unas pinzas que se cierran por medio de
una corredera ; estas pinzas deben poderse abrir bastante , puesto que
están destinadas á sostener con su mango la lente, cuando se quiere tener
las manos libres ; también pueden sostener anillos.
El doblete se acerca más á los microscopios compuestos, tanto por su
montura , como por su disposición óptica.
La montura consiste en un pié de base circular de latón casi plano,
que dé fijeza y solidez al instrumento; sobre él se levanta el tambor ó
caja cilindrica con una abertura cuadrilátera delante , que da paso á la
luz, la que es reflejada por un espejo movible, que hay dentro y en la
parte inferior del tambor.
Cubre el tambor una placa de bronce ó latón ennegrecido, llamada
platina, que está fija y tiene una abertura circular en el centro, para que
dé paso á la luz reflejada por el espejo. En los lados hay un agujero,
donde se fija un caballete que sirve para sujetar los objetos que se ponen
encima de la platina, llácia atrás, esta presenta una oreja, prolongada
hácia abajo por un tubo prismático de cuatro caras, en cuyo interior se
mueve una columnita cuadrada vertical , por medio de un piñón que
tiene abajo el tubo primitivo.
La columnita tiene una rama horizontal, cilindrica y hueca, donde
se mete rozando suavemente otro cilindro que termina por un anillo, el
cual está aplomo del agujero central de la platina. Esta es la parte me-
cánica , ó la montura del doblete.
La parte óptica ó el doblete mismo, se compone , como lo hemos indi-
cado, de dos lentes plano-convexas, dispuestas del mismo modo, la con-
vexidad hácia arriba, ó mirando ai ojo del observador, la cara plana hácia
abajo, ó mirando al objeto observado. La de arriba es mas estrecha, la
mas ancha es la de abajo.
La montura de esas lentes ó del doblete se compone de tres piezas:
cilindro pequeñito hueco, abierto por arriba y por abajo, un poco
cónico, que entra rozando en el anillo del aparato anteriormente des-
crito, ó bien se atornilla con él. En la abertura inferior está la lente mas
ancha; 2. una pieza ensanchada por arriba y ennegrecida por la parte
exterior , la que lleva la otra lente mas chica , superior ú ocular; 8/ un
diafragma circular debajo de esta lente, ó lo que es lo mismo, colocado
entre las dos lentes.
— oO(> — '
La seeundfa pieza se atornilla con la primera, ó el tubo, ó cilindro
hueco, por su parte superior, y el diafragma ó tercera pieza se atorraba
con la segunda por su parte inferior. El todo del doblete se coloca en ei
anillo del aparato destinado á sostenerle.
También puede sostenerse con el porta-lentes que antes hemos des-
crito, colocándole en un anillo sostenido por las pinzas.
Los microscopios compuestos son varios , y se diferencian según los lu-
bricantes de quienes proceden ; sin embargo, la diferencia más está en
la parte mecánica que en la óptica, porque esta es fundamental , y poi
lo mismo no es susceptible de tantas variaciones como la mecánica , y
esto aun en punto al mayor ó menor aumento de los diámetros. De la
parle óptica depende el buen resultado del microscopio ; la parte mecá-
nica influye de un modo secundario en la solidez, en la elegancia de
las formas, en el volumen, y en la mayor facilidad del manejo de sus
piezas.
Además de los microscopios sencillos hay los compuestos de Amici, de
Chevalier, de Oberaueser y de Nachet; los de este último son hoy dia los
que privan.
Los mismos microscopios de Nachet no son , en la parte mecánica,
iguales. Hay tres gran modelo, mediano modelo, varios pequeño modelo para
disección y observación, renversado, para los estudios químicos, de bolsillo ,
binocular , de dos y tres cuerpos O). Las mayores diferencias están en la
forma , en la estructura mecánica, y en los accesorios.
No entra en mi propósito dar una descripción de cada uno de esos mi-
croscopios, ni hablar de su teoría. Nada ae eso hace falta en esta parte
de mi libro, en la que solo me llevo por objeto dar una idea general de
los instrumentos, utensilios y aparatos, que debe haber en un laboratorio
químico toxicológico , bien montado ó dispuesto , y que puedan llenar
ó satisfacer las necesidades de la práctica , y algunas nociones , las mas
necesarias para su montura, manejo ó aplicación, en especial las que
considero mas indispensables ú oportunas.
Yoy, pues, á describir ligeramente el microscopio de Nachet , gran mo-
delo ordinario, como tipo, sin perjuicio de indicar en qué se diferencian
de los otros, gran modelo del mismo, y del de Oberaueser, y de indicar
algo del destinado á los estudios químicos. En cuanto á la teoría del
microscopio, haré lo mismo que respecto de las lentes y microscopios
sencillos; no me ocuparé en ella, suponiendo que mis discípulos ó las
personas que hayan de hacer uso de este libro, la conocen por sus estu-
dios físicos.
El microscopio de Nachet, gran modelo ordinario, se compone, como
todos, de dos partes, una mecánica, otra óptica.
La parle mecánica consiste en estas piezas principales: pié ó base , tam-
bor, espejo reflector , diafragma , platina , caballetes , columna y tubo para el
sosten del cuerpo de) microscopio.
El pié es de base circular, de latón hueco, pero lleno de plomo fundido
para dar sólido sosten á todo el aparato. Tiene unos 10 centímetros de ’
anchura , y 2 de grueso. Debajo hay una rodela de cuero ó paño oue le
da mas fijeza. 1 ’ ^
Sobre ese pié se levanta el tambor, caja cilindrica hueca, de 6 á 7 cen-
tímetros de altura. En la parle anterior hay una abertura cuadrilátera,
0) VóaBe el catalogo de los instrumentos de Micrografia de Nachet é hijo.
— 597 -
análoga á la del tambor del microscopio sencillo ó doblete , que ya hemos
descrito. En la parte posterior hay otra abertura, por la que sale la pieza
de que luego bablarémos.
El espejo es redondo, plano-cóncavo, cuya inclinación varía , según la
voluntad del observador y el modo como quiera que dé la luz que el es-
pejo refleje sobre el objeto observado. Está montado sobre dos tornillos,
cuyo piñón, que sale luera de la caja por su lado, le da movimiento. La
cara plana del espejo sirve para los aumentos pequeños; la cóncava, para
los mayores. Del manejo de esta pieza depende mucho el exámen micros-
cópico, porque, según como da la luz, los efectos son diferentes. Por regla
general , no debe ser mucha ; la directa del sol no sirve ; la que da un
cielo cubierto de nubes claras es la mejor.
Dentro del tambor y cerca de su platina ó tapa, hay un pequeño tubo
destinado á recibir diafragmas de diferente abertura ; sube y baja por
medio de un mango que sale por la abertura posterior del tambor, y de
la que hemos hablado mas arriba ; así, el diafragma que se coloca en ese
tubo, subiendo y bajando á voluntad , se acerca al objeto observado ó se
aleja de él. Esos diafragmas, que vienen á ser como dedales de fondo
plano agujereado, sirven principalmente para el uso de la luz artificial.
El tambor está cerrado por arriba por un disco ó placa de vidrio negro
sin pulir, encajada en otra de latón , ambas agujereadas circularmente
por el centro, para dar paso á la luz que refleja el espejo. El plano de
ese disco, y en especial la parte que corresponde á su abertura circular,
se llama el campo del microscopio, y el disco la platina.
En los lados de la platina hay dos agujeros , en los que se atornillan
dos tiras ó palanquitas de latón, destinadas á sujetar el porta-objetos , ó
los vidrios que contiene el objeto observado, y colocados en el campo
del microscopio; se llaman caballetes.
La circunferencia de la platina tiene en su parte posterior una porción
curva , saliente en sentido horizontal como ella , llamada oreja , sobre la
que, por medio de tres tornillos, está fija una columna de latón ó bronce de
algunos cenlímetros de altura, la que está oculta por un tubo del mismo
metal , que se mueve sobre ella. Este tubo presenta hácia delante una
rama horizontal gruesa , que se avanza hasta la línea en que está el agu-
jero central de la platina , y termina por un anillo tubular, en el cual se
encaja ó entra rozando suavemente el cuerpo del microscopio, que es
pieza de quita y pon , y constituye la parte óptica del aparato.
La columna de bronce está atravesada en toda su longitud por un tor-
nillo micrométrico de acero, que se mete en una tuerca ó matriz de
rosca , colocada en la parte superior del tubo, que cubre la columna.
Dicho tornillo está oculto, pero se mueve por medio de un piñón que
hay en la parte inferior de la columna, cerca y debajo de la oreja de la
platina, donde está fija. Cada vuelta de ese tornillo hace subir ó bajar,
según se vuelva de derecha á izquierda ó de izquierda á derecha con mu
cha lentitud, el tubo que cubre la columna, y con él la rama que sale de
el, su anillo y el cuerpo del microscopio que sostiene.
Un resorte elástico colocado en el tubo vuelve uniformes los movi-
mientos determinados por el tornillo, y facilita los de ascensión por la
presión que ejerce continuamente de abajo arriba.
La parte óptica de este aparato se compone de un tubo de metal , latón
ó cobre , de unos 10 ó 12 centímetros de largo y unos 2 y medio de an
cho, abierto por sus dos extremos , y lleva el nombre de cuerpo del mi-
- 598 -
croseopio ; á esos extremos se adaptan dos piezas, llamada la una el ocu-
lar v la otra el objetivo. , , .
Él ocular es un tubo cilindrico de unos 3 centímetros de largo, de
latón, el cual entra exactamente en la abertura superior del cuerpo uel
microscopio, sin roce, de modo que se ponga y quite fácil mente sin
mover el aparato. En su parte superior tiene un reborde que , descan-
sando sobre el borde del cuerpo, no le deja bajar mas.
Esta pieza se llama el ocular, porque á ella se aplica el ojo del obsei -
vador para mirar.
El ocular se compone de dos lentes sencillas plano-convexas, mas o
menos separadas la una de la otra; la cara convexa mira hacia abajo. La
superior, mas cercana al ojo del que mira, se llama vidrio ocula) , o su-
perior, ó del ojo, ó lente del ocular. La inferior lleva el nombre de vidrio
de campo, porque es la que ensancha el campo de visión.
Cada una de esas lentes tiene su montura particular, formada por un
anillo de latón ennegrecido. La del vidrio de campo se puede destornillar
para limpiarla ; otro tanto puede hacerse con la del vidrio ocular; esta
montura es mas ancha , para que forme el reborde de que hemos hablado
arriba.
El objetivo es un cono que se atornilla con el extremo inferior del
cuerpo del microscopio. A veces, ese cono se atornilla con dicho ex-
tremo, y con aquel el objetivo. Se llama objetivo, porque es el que está
cerca del objeto observado.
El objetivo se compone de una sola lente para los aumentos pequeños,
y de dos ó tres, casi en el foco la una de la otra, para los aumentos ma-
yores.
Cada lente del objetivo es acromática , esto es , no deja descomponer
la luz como el prisma, y para esto está formada de dos vidrios diferen-
tes, pegados con trementina seca. El uno es de flint-glass, plano-cóncavo,
el otro de crown-glass , biconvexo, medio hundido en la concavidad del
otro. Así resulta una lente plano-convexa cuya cara plana mira hácia el
objeto.
Cuando hay mas de una lente, cada una tiene su montura particular,
atornillada con la otra; así hay conos en igual número de lentes.
El interior del ocular y del objetivo está cubierto de terciopelo negro
ó pintado de este color, para que absorba la luz de los lados.
Para colocar el cuerpo del microscopio en el anillo tubular de la parte
mecánica, ó rama del tubo que cubre la columna destinada á sostenerle
y moverle, se empieza por atornillar en la parte inferior del tubo , cuerpo
del microscopio , el cono objetivo que se necesita. Se encaja en dicho
anillo dicho cuerpo , y en seguida se pone en el extremo superior el
ocular correspondiente.
Los oculares suelen ser tres, que llevan el núm. 1,2, 8; los objeti-
vos, seis, 0, 1, 2, 3, 5 y 7. Unos y otros pueden ser ocho; pero el 6 y
el 8 no son necesarios. ‘
Tal es el microscopio de Nachet , gran modelo ordinario , según lo des-
criben algunos autores, pero no según el dibujo del catálogo de dicho
íabncante, pues el cuerpo del microscopio tiene algo más tanto en la
parte mecánica como en la óptica; en aquella hay un tornillo para los
movimientos rápidos de ascensión y descenso del cuerpo del microscopio,
y en este hay aparato para el micrómetro ocular v tornillo de llama-
miento.
— 599 —
En nuestro laboratorio tenemos un microscopio, gran modelo de IVa-
chet, que se diferencia bastante del que acabo de describir, respecto de
las dos partes mecánica y óptica.
En primer lugar no tiene tambor ni base circular. Su base de cobre
macizo es prolongada de atrás adelante , mas ancha anteriormente , con
dos orejas á los lados , y termina por delante con dos ramas separadas
por una ancha escotadura.
Sobre las orejas laterales se levantan dos columnas del mismo metal,
con las que se articula un eje horizontal con movimiento de delante atrás
y vice-versa , y que sirve de apoyo ó estribo á todas las demás piezas del
instrumento.
De ese eje, ó de una pieza que de él baja hasta casi al fondo de la
base, pende el espejo redondo plano-cóncavo, articulado por los bordes
con los extremos de un sosten semilunar, gue en uno de ellos tiene un
tornillo ó piñón con el que se dan movimientos completos al espejo en
sentido ántero-posterior.
El brazo semilunar que sostiene el espejo, está articulado con otra
pieza articulada á su vez con una plancha fija, y estas articulaciones per-
miten dar al espejo inclinaciones oblicuas y subirle ó bajarle á mas ó
menos altura, dfe suerte que se le pueda dar toda clase de movi-
mientos.
Encima de estas piezas encaja otra que tiene un tubo pequeño , desti-
nado á sostener los diafragmas para la luz artificial, al que se da movi-
miento por una palanca ó mango de acero , que sale á uno de los lados,
delante de la columna derecha. En la parte anterior de este tubo y de-
bajo de él , encaja , por medio de dos piececitas cortadas en bisel , un
diafragma circular con cuatro aberturas en su disco , una grande , otra
mediana , otra mas pequeña y otra mas chica. Este diafragma da vueltas
horizontales con el dedo aplicado á su borde , para acomodar uno de sus
agujeros con el del tubo.
Los caballetes de la platina se mueven hácia fuera y hácia dentro, y
divididos en dos mitades articuladas, se levanta la anterior por medio
de una palanquita que parte de la articulación , oprimiendo un resorte
que, soltando la palanca, hace caer y aprieta el caballete.
La columna que se levanta sobre la oreja de la platina , no tiene mas
que un tornillo en la parte superior, que da al cuerpo del microscopio
movimientos muy lentos.
Los rápidos hay que darlos con la mano , subiendo ó bajando el cuerpo
del microscopio, y luego se completa el punto con el tornillo.
En cuanto al cuerpo del microscopio , tiene en la parte superior su apa-
rato para la introducción del micrómetro ocular, y un tornillo de llama-
miento. Los oculares presentan igualmente una abertura entre sus dos
vidrios, el ocular y el de campo , para el paso del micrómetro.
Por último, el eje movible en que descansan todas las piezas del apa-
rato , permite que se dé una posición oblicua mayor ó menor al ins-
trumento.
El microscopio de Oberaueser , que también tenemos en el laborato-
rio , es mucho mas sencillo en su parte mecánica. Consiste en un pié cir-
cular, su tambor, con su abertura cuadrilátera , su espejo y su tornillo
que sale al lado y que solo le da movimientos circulares de atrás ade-
lante y vice-versa ; su diafragma circular con varios agujeros que se
mueve con los dedos aplicados al borde , y su columna con el tubo que la
- 600 -
/>nhr'P rama v anillo , moviéndose con dos tornillos, uno lateral en la
parte inferior que le da grandes movimientos , y otro en el extremo su-
nerior que se los da mas lentos. , ,
^ Esta forma, y el poder de sus oculares y objetivos, que no pasan de tres-
cientos á cuatrocientos diámetros, la diferencia de los de Nachet que.
sobre tener otra estructura y mas accesorios , puede, aumentar hasta
ochocientos diámetros. .
El microscopio de Nachet para los estudios químicos, que lleva el nom-
bre de renversado , tiene, en electo, una construcción algo al revés de
los descritos. No hay tambor ; de la base arranca hacia arriba un pie que
sostiene la platina, y de ese pié parte hácia arriba también verticalmente
un vástago ó espiga con dos abrazaderas : una inferior, que sostiene un
diafragma, y otra superior, para el espejo redondo; movible en su mon-
tura. La platina está dorada para que no la alteren los reactivos que pue-
dan caer en ella. .
El cuerpo del microscopio tiene una posición oblicua, y se fija encima
de la base del aparato por el objetivo ó extremo que le llevan en una
pieza, cuya disposición óptica permite que se reflejen los rayos enviados
por el espejo que está arriba , y que atraviesan el diafragma, el pona-
objetos colocado en el campo, el agujero de la platina y el objetivo colo-
cado verticalmente debajo. Correderas de cajón permiten que se muden
los objetivos sin alterar en nada el aparato; las reacciones químicas que
se efectúan encima de la platina no dañan la parte óptica del instrumento.
Además de los instrumentos que hemos descrito, ó de su parte mecá-
nica y óptica, se necesitan varios accesorios más ó menos, según la dis-
posición del aparato y las operaciones á que se aplique el microscopio.
Hemos hablado ya de los oculares y objetivos, cuya colección compleia
son diez piezas de cada clase, si bien bastan fres de las primeras y seis
(le las segundas. Los de número bajo aumentan menos que los de número
alto.
Cárlos Robín da el siguiente cuadro, que indica el poder aumentador
de los objetivos :
Núm. 0= 46
— 1=400
— 2=198
Núm. 3=256
— 4=341
- 5=400
Núm. 6—545
— 7—688
— 8=800
Según el ocular que se emplee , con cada objetivo se puede obtener
mayor aumento. Cuanto mas corto es el ocular, más engrandece; pero
cuanto mas engrandece, hace perder mas luz. El aumento debido á los
oculares, hace perder mas luz y da menos limpieza á los bordes de los
objetos que los objetivos.
Si el ocular pasa de los de aumento medio, mejor es aumentar el diá-
metro de los objetos con objetivos mas fuertes y vidrios mas delgados.
1 or lo tanto, los objetivos de número mas alto sirven para los obje-
tos mas pequeños. J
Cuanto menor es la abertura inferior del cono del objetivo , más au-
menta, si bien da menos luz.
Las placas ó láminas de vidrio deben ser de vidrio bueno claro sin
alientes, ni impurezas , ni rayas , y muy planas. Las unas son
largas de cuatro á cinco centímetros, anchas de dos á tres y del grosor
de un milímetro. Sirven para llevar el objeto observado al campo del mi-
croscopio; por eso se llaman porta-objetos. Hay que tener tres ó cuatro
— 601 —
docenas dé ellas. Las hay que tienen un hoyito oval en el centro; sirven
para contener líquidos. ...... , .
Hay otras cuadradas , de un centímetro y medio de lado y mas delga-
das Con ellas se cubre el objeto puesto en el porta-objetos.
Estas laminillas deben ser de tres especies, en punto á grosor; las
mas delgadas sirven páralos aumentos mayores ; otras menos delgadas,
para los aumentos medios ; y las mas gruesas de medio milímetro ó algo
más , para los objetivos débiles.
Las mas delgadas suelen ser discos de mica.
Cada clase debe estar guardada en su cajita , la que debe tener el nú-
mero de los objetivos para que sirven. Las de mica suelen estar en un
estuchito de marfil.
Si se ha mirado el objeto con objetivo de poco aumento , no se quita la
laminilla que se ha puesto, se pone otra delgada encima.
Antes de emplearlas hay que examinarlas solas, sin objeto, en el cam-
po del microscopio, para ver si tienen .rayas, puntos rojizos, debidos á
restos del esmeril ú óxido de hierro , con que. se han pulido, y otras fal-
tas que podrían confundirse con lo que es propio del objeto (jue se
observa.
Estos vidrios y láminas deben estar, durante los inténtalos de las ob-
servaciones, en cápsulas cubiertas y llenas de agua alcoholizada. Con la
misma se lavan cuando han servido ó están súcios.
Los micrómetros son piezas destinadas á determinar , empleadas juntas,
el poder ampliante del microscopio ; separadas , una medida fija con la
que se comparan las dimensiones de los objetos y .su volumen absoluto.
Son dos , uno ocular , otro objetivo. El ocular solo sirve para apreciar el
volumen absoluto de los objetos ; el objetivo da la medida fija para las
comparaciones.
El ocular está formado de una placa de vidrio que tiene un centímetro
ó medio dividido en ciento ó cincuenta partes, esto es, en décimas de
milímetro. Otros tienen el vidrio cuadrado y medido, engastado en su
placa de metal con mango.
El objetivo está formado de otra laminita de vidrio con centímetros de
milímetro. Los hay que tienen un milímetro dividido en quinientas par-
tes. Es circular y engastado en una pieza de metal.
El ocular se introduce en el aparato que tiene para ello el cuerpo
del microscopio en su parte superior y en la abertura del tubo ocular
entre sus dos lentes. El objetivo se coloca debajo del cono ó tubo obje-
tivo del cuerpo del microscopio.
Como piezas accesorias hay además la cámara clara , el compresor, el
polarizador , el geniómetro, para medir los ángulos de los cristales; la
lente montada en un vástago articulado y sostenida por un pié, desti-
nada á iluminar por encima del campo del microscopio los cuerpos opa-
cos; pinzas, agujas, cuchillo, tijeras, cubeta, con fondo de corcho, ó co-
la , etc., según cuales sean las operaciones á que se aplica el microscopio,
El microscopio es de bastante utilidad en un laboratorio químico toxi-
cológico, donde, además de los servicios que presta en los casos de Medi-
cina lega., que exigen el reconocimiento de los humores normales y pa-
tológicos, sangre, esperma, pus, etc. , puede prestarlos también en los
casos de envenenamiento , tanto respecto de las sustancias inorgánicas,
como de las orgánicas, materias, como féculas, ú órganos, ó restos de
estos , de los vegetales , ele. , etc.
- ÚOS -
El empleo del microscopio , además de mucha limpieza y cogerle por
la base siempre que se ha de trasladar , sacar ó meter de su caja , para
no doblar ninguna pieza, exige algunas reglas acerca de las cuales ya he-
mos ido diciendo algo , dejando las demás, igualmente que otras cosas,
para los que deseen amaestrarse en el manejo de este instrumento, re-
comendándoles el estudio de las obras de Mandl , Donné, Robín , Du-
jardin , Quekett, etc. ; puesto que aquí no debemos entrar en mas por-
menores, que , sobre alejarnos algún tanto de nuestro objeto , darían á
esta parle una extensión que no debe tener.
3.° — Aparatos para ¡a espectrometría ó espectómelros.
La espectrometría es un nuevo medio de análisis química, que se ob-
tiene con los espectros lumínicos dados por ciertos cuerpos inflamables.
Está fundado en los principios físicos relativos al espectro solar ó divi-
sión del rayo luminoso , al través de un prisma en siete colores, y en la
llama de color particular que dan muchas sustancias , en especial los ál-
calis y tierras alcalinas expuestas al dardo del soplete. Mas así como, por
un lado, en el espectro solar común y de mucho tiempo conocido, ios
colores no se presentan puros ó bien separados, formando el arco iris
con graduaciones de matices, y por otro, cuando los álcalis y tierras al-
calinas están mezcladas , el color de su llama respectiva se confunde,
examinadas al soplete; en los aparatos inventados para la espectrometría
se consigue dar separación completa de esos rayos y colores, y el cuerpo
se revela por el número y posición de los rayos á que cada uno da lugar.
Como este nuevo medio de análisis todavía se halla, por decirlo asi, en
su infancia, y aunque se esperan de él grandes aplicaciones , la toxicolo-
gía no le debe aun grandes resultados , nos limitarémos á dar una idea
muy somera de él y de los aparatos hasta aquí ideados para llevarle
á cabo.
Nadie ignora que los siete rayos del espectro solar, dados por un pris-
ma, sobre el cual cae un rayo ele luz por medio de una hendidura en un
lugar oscuro, no están netamente separados. Una hendidura extremada-
mente pequeña daría esos colores puros; pero eso no podría lograrse
sino disminuyendo considerablemente la intensidad de la imagen. Pues
bien : esa separación se consigue colocando, inmediatamente después del
grisma, una lente acromática de largo foco, á una distancia de la hendi-
da por donde éntre el rayo de luz , al menos igual al doble de la dis-
tancia focal. Así, con una hendidura de un milímetro se obtiene un es-
pectro, en el que los colores elementales apenas se sobreponen.
Ese espectro, obtenido con esas condiciones, presenta, paralelas á la
hendidura , líneas oscuras llamadas rayas de Fraunhofer. Esas rayas se
deben á la ausencia de ciertos colores elementales en la luz solar, y es-
tán ín egularmente distribuidas en la extensión del espectro; pero ocu-
pando cada una un lugar fijo y determinado , sirve de señal invariable
hraunhofer ha escogido entre esas rayas de diferentes colores las que
se distinguen mejor y son mas fáciles de advertir, y las ha señalado corno
representantes las letras: A, B, C, D, E, F, GyH, marchando desde
el rojo al violado.
Las rayas de segundo órden llevan letras minúsculas.
El paso de un hacecillo luminoso , al través de medios colorados, diá-
fanos, sólidos ó líquidos, tan solo debilita ciertos colores del espectro;
— 603 —
pero no altera en nada la disposición de las rayas. Mas si el medio es
gaseoso, como los vapores de yodo, el gas ácido hiponítrico, etc. , son
completamente absorbidos ciertos colores elementales , y aparecen en el
espectro muchas rayas nuevas , cuyo número y posición varían , según la
naturaleza del gas que se interpone.
Los espectros no son los mismos, según sean los manantiales de luz.
La de la luna y los planetas da los mismos rayos oscuros que los del es-
pectro solar. La de las estrellas es diferente; los rayos no son en igual
número , ni tienen la misma disposición.
Con las luces artificiales hay todavía mas diferencias. Los espectros de
los cuerpos incandescentes (platino, cal, etc.) son enteramente conti-
nuos. Los de las llamas no presentan los rayos finos del espectro solar, y
dan bandas oscuras mal definidas y rayas brillantes.
La luz eléctrica ofrece con mas intensidad este último fenómeno. Esos
rayos brillantes se deben á una sustancia volatilizada. Si se coloca un
metal entre los carbones que sirven de electrodos , se obtienen rayos bri-
llantes nuevos , cuyo color y disposición varían en diferentes metales;
pero se reproducen siempre con rigorosa identidad para cada metal.
Para producir y observar esos espectros se han ideado varios aparatos.
El primitivo de Kirchhof y Bunsen , el de Steinheil y el de Duboscq.
No es fácil describir exactamente estos aparatos, no teniéndolos á la
vista, ni acompañando con láminas ó figuras la descripción; daré, pues,
tan solo una idea de ellos.
Aparato de Kirchhof y Bunsen. — Es una caja mas ancha por detrás que
por delante, ennegrecida interiormente, que descansa sobre tres piés.
Una de sus paredes verticales tiene un anteojito , cuyo vidrio ocular está
reemplazado por un disco de latón con una hendidura vertical colocada
en el foco del vidrio objetivo.
En el centro del aparato , y en frente del anteojo , hay un prisma de
un ángulo de 60 grados, hueco y lleno de sulfuro de carbono, con lo
que tiene gran poder dispersivo , sostenido por un disco movible en
torno de un eje vertical, que se termina por debajo de la caja con un es-
pejo. Una palanqueta fija en el eje que sostiene el disco, le da movimien-
tos de rotación.
Delante del espejo se dispone un anteojo que sirve para leer Ja imágen
reflejada en una escala horizontal puesta á poca distancia.
En la otra pared lateral de la caja hay otro anteojo provisto de un hilo
vertical y dispuesto de suerte que reciba los rayos emergentes del pris-
ma. Su aumento es débil, y sirve para mirar las diferentes parles del es-
pectro , para lo cual , haciendo girar el disco en que está el prisma con
la palanqueta , se les pone sucesivamente sobre el hilo vertical que tiene
este anteojo.
Delante de la hendidura del primer anteojo se coloca el quemador ó
tubo de gas de Bunsen , uno de los aparatos que hemos descrito en la pá-
gina 680, porque da una llama muy caliente y no muy iluminante, y sal-
gan mas brillantes los rayos dei espectro. La llama debe estar al nivel del
eje de esa hendidura. Un pié con su apoyo ó eje vertical que sostiene un
hilo de platino, en cuyo extremo está el cuerpo que se examina, colo
cado cerca de la llama, teniendo dentro de ella ese cuerpo, completa el
aparato.
Como con este aparato así dispuesto no se conseguía del todo exacta la
determinación de las posiciones relativas de las rayas, se modificó, prac-
- 604 -
ticando en la pared posterior y mayor de la caja una abertura con un
obturador, que corre por una ranura para tapar ó destapar el agujero.
Delante de esa abertura, á la distancia de tres á cuatro metros, se co-
loca una regla dividida é iluminada por la llama de una vela.
Cuando la raya brillante se ha conducido por la rotación del disco y el
prisma al hilo ó retícula del anteojo por donde se mira, se destapa la
abertura de la pared posterior, haciendo correr hácia fuera el obturador;
y así , por la reflexión , sobre la superficie de emergencia del prisma se
ve la imágen de la regla, y se determina fácilmente la división, con la que
coincide la raya que se observa. _ . . ,
La imágen de la regia se obtiene limpia, haciendo subir o tirando con-
venientemente el ocular del anteojo que sirve para mirar, y acercando el
objetivo del primero á la hendidura en la misma relación , á proporción
de lo que se haya alargado el ocular del otro.
Aparato de Steinkeil. — Se considera preferible al anterior, y consiste
en un pié que lleva un disco, en el queso fija un prisma de flint-glass, y
tres tubos de anteojo movibles alrededor del prisma , y colocados á igual
distancia el uno del otro.
Uno de esos tubos, en el extremo cerca del prisma, tiene una lente
destinada á volver paralelos los rayos emitidos por la luz que se va á es-
tudiar; en el extremo opuesto lleva un diafragma con una hendidura mó-
vil , que reduce los rayos á una dimensión conveniente. Esta hendidura
está libre en su mitad; la otra mitad está cubierta por un pequeño pris-
ma de vidrio, que envía al del disco rayos procedentes de otra hendi-
dura lateral.
Otro tubo sirve para mirar sobre el prisma dos espectros , uno encima
del otro, y comparar la posición relativa de sus rayos.
El otro, en fin, tiene cerca del prisma también una lente, y al otro
extremo una escala micrométrica colocada en el foco de la lente , é ilu-
minada por una luz exterior. La imágen de la escala reflejada por la cara
de emergencia del prisma se ve en el segundo tubo. Ese micrómetro es
una fotografía reducida casi á la décimaquinla parte de una escala divi-
dida en milímetros; las líneas de división que se destacan negras de un
fondo blanco, se presentan blancas en fondo negro en la fotografía.
Tanto el prisma, como los tubos, se ponen al abrigo de la luz exterior
por medio de un tambor de cobre ennegrecido por dentro , ó con una
pantalla de paño negro.
Aparato de Duboscq. — Por último, se ha construido otro que se tiene
por el mejor y mas cómodo para el observador. Es un instrumento que
tiene un pié ó una base circular, sobre la cual se levanta como una co-
lumna con su zócalo. Esta columna tiene en un lado, en su extremo su-
perior, un cilindro horizontal. La abertura de este cilindro lleva la hen-
didura en una disposición parecida á la del aparato de Steinheil , y un
prisma de hipotenusa de un ángulo de 48 grados, y tiene por objeto en-
viar verticalmente de arriba abajo los rayos luminosos que entren por la
hendidura. A los dos tercios inferiores , la columna lleva una lente acro-
mática colocada de modo que la hendidura este á su foco principal pone
para la luz los rayos que descienden , y obra como objetivo de anteojo
respecto de los rayos descompuestos.
En la parte inferior hay un prisma de un ángulo de 30 grados, cuva
cara inferior es plateada; da vueltas alrededor de un eje horizontal por
medio de un boton que sale al lado de la columna , en su zócalo. El rayo
_ -M# _
que entra por la hendidura se refleja verticalmente de arriba abajo, atra-
viesa la lente acromática , cae sobre el prisma inferior, le atraviesa re-
fractándose, se refleja siguiendo el mismo camino, y sube desviado en
su emergencia. '
Este rayo se observa , por medio de un ocular negativo, con dos lentes
y un diafragma entre ellos , ó con retícula , y que se coloca en el extremo
superior de la columna.
La montura del ocular está dispuesta de suerte que pueda recibir un
manguito provisto de un prisma , por medio del cual se puede observar
el espectro, mirando horizontalmente; un tornillo con un piñón permite
poner las imágenes exactamente en el foco.
Por último, cerca del zócalo de la columna, y debajo de la lente acro-
mática , hay otro cilindro , al lado opuesto del superior, por donde entra
la luz, en el que está una lente, acromática también , y en el foco de la
lente una escala micrométrica iluminada por una luz exterior; la imágen
de esta escala es recibida por un espejo inclinado de 45 grados, y refle-
jada de abajo á arriba , proyectándose, sobre todo, la extensión del es-
pectro.
Excusado es decir que el objeto observado y el quemador de Bunsen
se colocan en estos dos espectómetros , como en el primero : delante del
tubo ó cilindro que tiene la hendidura.
D. Aplicación de la electricidad.
Aunque la aplicación de la electricidad no es muy frecuente en las aná-
lisis químico-toxicológicas ; sin embargo, es necesario que haya junto al
laboratorio una pieza donde estén los Instrumentos que la desenvuelvan.
Ya veremos, al hablar de los diferentes procederes para obtener ciertos
cuerpos, que no dejan de hacer uso respecto de algunos de la electri-
cidad galvánica, ó de corriente continua.
Las máquinas eléctricas , la botella de Leyden, el eudiómetro , las pilas
de Yolta, de artesa de Wualaston y de Bunsen, lo mismo que la de
Smithson , son las que deben tenerse preparadas para los casos en que
hagan falta.
Esta última no es mas que una lámina de cobre . alrededor de la cual
está arrollada en hélice otra de oro.
Como son muy conocidas en física, dejo de describir cada una deesas
máquinas ó pilas. Las primeras sirven para dar chispas ó descargas eléc-
tricas; las otras para corrientes galvánicas.
E. Establecimiento de corrientes de gases, y recogimiento de los mismos.
Es muy frecuente en el laboratorio químico-toxicológico la necesidad
de establecer corrientes de gases , ya para recogerlos , ya para hacer las
reacciones sobre ciertas sustancias.
El ácido sulfhídrico , el carbónico, el cloro, el hidrógeno, etc., son
los que principalmente exigen ese establecimiento de corrientes.
Hay, además, ciertas análisis especiales que demandan igualmente
aparatos análogos , como la de los preparados arsenicales y antimoniales
del fósforo, del ácido hipocloroso, etc. , etc.
Para esos aparatos y corrientes se necesitan , además, de los instrumen-
tos quedan calor directa ó indirectamente , retortas ó balones, alargaderas,
— 60tí —
tubos encorvados , rectos , terminados en embudo ó no , ó frascos
rnnuna dos ó tres tabularas , como los de Woit, con bolas , tubos de guta-
wrcha tapones de corcho y una masa ó mastique formado con harina de li-
naza y de trigo, para impedir que los gases se escapen por las tubuluras
ó los poros de los tapones de corcho. . t ,
Por remiel general , siempre cjuc se lia de establecer una comenle de
algún gas que no se desprenda de las sustancias analizadas , en cuyo caso
se dispone un aparato de destilácion en la forma que hemos expuesto en
su lugar; se compone el aparato de un irasco geueiadoi del gas, con
dos tubuluras, donde se introducen los cuerpos que, leaccionando, lian
de dar el cuerpo gaseoso que se prepara, ó cuya corriente se establece,
si pueden hacerlo á la temperatura ordinaria. En una tubulura se coloca
un tubo recto, cuyo extremo superior termina en embudo , y cuyo paso
inferior alcanza el fondo del frasco; por él se echa el cuerpo líquido que
hace desplegar la reacción y desprender el gas. La otra tubulura sirve
para un tubo encorvado que comunica con otro frasco de dos ó tres tubu-
luras, según los casos. Éste frasco suele tener un poco de agua, que
sirve para lavar el gas. El tubo que se introduce por la primera tubulura
llega al fondo del frasco ; el de la otra ilota en la atmósfera y va á comu-
nicar con otro frasco casi lleno de agua destilada , que es la que ha de
recoger el gas , disolviéndole en dicha agua. La segunda tubulura de este
frasco lleva un tubo recto de escape.
Los tubos se adaptan á las tubuluras por medio de tapones de corcho
que atraviesan , para lo cual se agujerean, como lo hemos dicho al ha-
blar de los instrumentos mecánicos, con una varilla de hierro candente
y limas cilindricas; y con el fin de que el gas no se escape por ellas, se
cubre la tubulura con una masa, ni muy espesa, ni muy blanda, hecha
en una cápsula de porcelana con harina de linaza y harina de trigo.
Si los tubos encorvados no lo están en dos partes, se unen por medio
de pedazos de tubo de gutapercha, que se atan.
Así se puede desprender el cloro, el ácido sulfhídrico . el carbónico y
cualquier otro.
El aparato viene á ser siempre el mismo. Solo se diferencian las sus-
tancias metidas en el primer frasco ó generador, según el gas que se ha
de obtener.
. tielos aparatos especiales, como el de Marhs, Boissonot, Mirscher-
lich, etc. , para las manchas de arsénico y antimonio, para corrientes de
cloro, el fósforo, ácido nítrico, etc. , hablarémosen la Toxicología particu-
lar, al tratar de cada una de esas sustancias, ó al ocuparnos en los proce-
- deres para destruir las materias orgánicas.
Hasta aquí hemos hablado del establecimiento de corrientes de gases-
digamos ahora cuatro palabras sobre el recogimiento de gases, para so-
meterlos á las análisis. r
Si se produce el gas en el laboratorio, ya hemos visto que se recoge en
recipientes, balones ó frascos. Lleno un frasco, se separa del aparato
se tapa bien , y se tiene lleno del gas que se ha de ensayar.
Si se trae de fuera dentro de frascos , sea preparado en otro labora-
torio sea recogido en un manantial de aguas minerales gaseosas el re-
sultado viene á ser el mismo. D '
Los instrumentos , utensilios y apáralos necesarios para recoger el
gas y analizarle <5 apreciar su volumen y densidad , son , además de los
frascos que le contienen . lámparo» de vidrio, tubos, bobetas, y las cubetos
— 60? — 4
hidroneumática é hidrargiro-neumática , y los gasómetros ó reserrorios de
gases. Las relativas al aprecio del volumen y densidad , los verémos mas
tarde.
Las campanas, tubos y probetas sirven para recoger el gas, que, esca-
pándose del frasco que le contiene, destapado y metido en la cubeta , en
burbujas , al través del agua ó del mercurio que las llena y de alguno de
cuyos líquidos están aquellas llenas, va á reunirse en la parte superior,
haciendo bajar el líquido que las llena hasta que ocupe el espacio que el
líquido ocupaba, hecho lo cual se retira el tubo, probeta ó campana,
para analizar el gas, conforme verémos en su lugar.
Hay campanas que tienen en su parte superior una abertura , á la que
se adapta una espita de latón , con un mastique particular, k ella se
adapta un pequeño cuerpo de bomba que hace salir el mercurio, te-
niendo cuidado de que no alcance el metal; y si queda un poco de aire,
se introduce un poco del gas que se vaá recoger en la campana, el cual
expulsa el aire, haciendo obrar varias veces la bomba.
La cubeta hidroneumática es una caja de madera forrada de plomo é
zinc , de cerca un metro de largo, medio de ancho y alto, llena de agua,
con una espita en la parte inferior que la da solidez, cuando se quiera ó
se renueva. Está tapada , para evitar el polvo, y se abre cuando se usa
de ella. En su parte superior tiene una tablilla horizontal que ocupa un
tercio, con tres agujeros pequeños cerca de su borde libre y tres escota-
duras, encima de los cuales se colocan los tubos, probetas y campanas
que han de recibir el gas desprendido de los frascos que le contienen,
los que se introducen en el agua y se destapan debajo de los agujeros ó
escotaduras, para que escapándose sus burbujas en línea recta y ascen-
diente, vayan á ganar la parte superior de dichos vasos, desalojando el
agua. La caja descansa sobre un banquillo con sus pies.
Esta cubeta sirve para recoger los gases que no se alteran en contacto
con el agua.
<v
La cubeta hidrargiro-neumática se llama así, porque en lugar de agua
tiene mercurio; puede tener varia construcción ; la mejor es la francesa,
y consiste en una caja de mármol ó piedra calcárea , que contiene ciento
veinte libras de mercurio, para poder recogerse en ella en campanas de
diez á veinte y cinco pulgadas cúbicas de capacidad. Tiene quince pul-
gadas de largo, sobre once de ancha y mas de un pié de alto , y sus pa-
redes unas diez y seis lineas de grueso.
k una pulgada y media debajo de su borde superior, presenta en cada
lado una ranura angosta y poco profunda , de fondo liso, destinada á re-
cibir el tubo de desprendimiento, de suerte que los tubos, probetas y
campanas se sostengan sin tocar al tubo ó apoyarse en él. En el centro,
entre las dos ranuras, hay, en un extremo de la caja, un agujero ancho
de nueve líneas, y profundo de seis pulgadas, destinado á recibir los
tubos y probetas llenos de gas, cuando se quiere medir su volumen y
densidad.
brente de este agujero, el borde de la caja presenta un espacio con so-
lución de continuidad á la altura del fondo, donde están ahuecadas las
ranuras, y reemplazada la piedra ó mármol , que en ese espacio taita,
por un pedazo de cristal transparente, unido por medio de su mastique.
Con esto no se desborda el mercurio, v permite ver á qué nivel sube,
cuando se meten en el agujero mencionado los tubos y probetas graduados.
El centro de la caja es hueco, pero su fondo no es igual; es mas hondo
— 608 —
nnrnn extremo que por otro; forma un plano curvo inclinado, siendo
menos hondo en la parte cercana al agujero. El fondo mayor es de cinco
mi liadas y es redondeado. Así se pueden introducir en él los frascos y
probetas que contienen gases , y de los cuales han de pasar á los tubos,
probetas y campanas que los recogen.
El mercurio llena ese íondo y el de las ranuras, y hay que taparle
cuando la cubeta no funciona, porque se llenaría de polvo.
Esta cubeta descansa, sujeta por medio de tres láminas de hierro, en-
cima de una mesa de madera con bordes, donde se recoge el mercurio
que se desborde al operar. Es bueno que tenga una llave , por donde se
haga salir el mercurio desbordado, y se recoge. La mesa se eleva sobre
cuatro pies de madera muy altos.
También hay que tener una cuchara de hierro y un vaso para sacar
mercurio, si al meter los frascos en él puede desbordarse.
Esta cubeta sirve para cuando los gases que se han de recoger en ella
se descomponen en contacto del agua, así como no sirve para aquellos
en los que se alteran en contacto con el mercurio.
Los gasómetros ó reservónos de gases son vasos cerrados de diferentes
formas', que sirven para recibir y contener los gases.
F. Apreciación del peso, densidad, temperatura , presión atmosférica ,
humedad y dimensión.
Además de las operaciones mecánicas y físicas que llevo expuestas y
de los instrumentos, utensilios y aparatos que reclama cada uno ó cada
clase ; hay todavía otros, destinados á apreciar otros fenómenos, como
son el peso, las densidades de ciertos líquidos, la temperatura , presión
atmosférica, la humedad y dimensión.
1.® Peso. — Para apreciar el peso hay el pesillo, las balanzas ordinarias y
las balanzas químicas ó de precisión.
El pesillo es para ias monedas y cuerpos chicos.
Las balanzas ordinarias deben poder pesar desde 500 gramos hasta dos
ó un decigramo : una balanza-báscula, con platillos de latón y peana
montada en madera , bastan para ello. En un estuche están por su órdmi
las pesas de diferente graduación , y además debe acompañarla su frasco
con perdigones ó mostacilla.
Las balanzas químicas son mas delicadas; sirven para apreciar pesos
ínfimos, ó desde 100 gramos hasta un miligramo, paralo cual tienen
sus pesas apropiadas. Las pesas de gramos y sus múltiples deben ser de
latón , pero sus submúltiples han de ser de platino, guardados en cajas
herméticamente cerradas y divididas en compartimentos forrados de
paño ó terciopelo, para que no se rocen ni alteren. Las mas pequeñas
exigen unas pinzas que deben estar en la misma caja.
Las balanzas químicas deben estar guardadas en ese aparato, para
preservarlas del polvo, y lejos del laboratorio, donde no alcancen los
cuerpos volatilizados, que podrian alterarlas, oxidándolas. Algunos reco-
miendan que esos escaparates tengan la pared anterior dividida en tres
secciones verticales ; la central siempre cerrada, y las dos laterales movi-
bles como puertas.
Las paredes del escaparate deben estar á bastante distancia de la ba-
lanza, y dentro de aquel hay que poner una copa con un cuerpo dese-
cante que absorba la humedad; cal viva, por ejemplo.
? - 669 —
El escaparate debe descansar sobre piés con tornillos, para que esté
perfectamente nivelado ú horizontal. Para saber si lo está , sirve un nivel
á propósito.
La perfección de estas balanzas depende de su exactitud y sensibilidad.
Son exactas, cuando el centro de gravedad de su fiel está debajo de su
punto de suspensión, y cuando los puntos de suspensión de los platillos
están en el mismo plano que el fiel. El fiel debe ser bastante fuerte, para
no doblarse al peso máximo que se ponga en los platillos , y sus brazos
deben tener exactamente la misma longitud y grosor. Son sencillas ,
cuando el roce del fiel sobre el plano que le sostiene es el menor posible;
cuando el fiel es muy ligero y su centro de gravedad no se aleja mucho
del punto de suspensión.
Una balanza que acuse limpiamente un miligramo cuando está cargada
de 100 gramos en cada platillo, debe ser considerada como buena.
Estas balanzas sirven para las análisis químicas cuantitativas, en las
que hay que apreciar submúltiples del gramo.
2.° Densidades. — Para apreciar las densidades de los líquidos, hay di-
ferentes instrumentos que llevan nombres especiales , según los líquidos
cuya densidad se quiere apreciar; se llaman areómetros , pesa-licores, pesa-
sales , pesa-ácidos , pesa-alcoholes 6 alcoholímetros , pesa-leches , pesa-vinagres,
pesa-orinas, etc.
Todos esos instrumentos vienen á tener la misma forma, y descansan
en los mismos principios físicos. Se componen de una varilla de vidrio
ó vástago graduado, soldado á una bola llena de aire, debajo de la cual
hay otra mas chica, lastrada con mercurio ó plomo. Este instrumento
flota en el líquido, y sumergiéndose más ó menos, al nivel del líquido,
revela, á una dada temperatura, cuál es su densidad.
El principio en que se fundan es el tan sabido , desde los tiempos de
Archímedes, que un cuerpo sumergido en un líquido pierde su peso, lo
que pesa el volumen del líquido desalojado.
Los areómetros , según sean de Kichter, de Baumé y de Cartier, tie-
nen diferente división en los grados. Los de Richter son tres para dife-
rentes densidades, y los acompaña un termómetro. El de Baumé y Car-
tier sirven para los líquidos menos pesados que el agua.
El alcoholímetro de Gay-Lussac sirve para medir los alcoholes y las
cantidades de agua que contienen. Su escala graduada está dividida en
100 partes. 0 representa el agua pura, y 100, el alcohol completamente
puro, ó anhidro; los grados intermedios marcan, á 15 grados de tempe-
ratura , la cantidad de agua que tiene el alcohol.
Los areómetros, con cuyo nombre genérico se comprenden todos los
pesa-licores , se emplean sumergiéndolos en el licor que se eusaya , el
cual debe estar contenido en una probeta. Hay que tenerlos muy lim-
pios, sobre todo de la pringue que se queda en ellos manejándolos. Antes
de sumergirlos conviene mojarlos, pasándolos por los labios y la lengua.
Cuando se sumergen, se abandonan primero á su propio peso, luego
se empujan hácia abajo suavemente , con lo que se moja una parte de ja
varilla. En seguida se sacude ligeramente el vaso ó la probeta , y se deja
después que el instrumento se queda en reposo, observando el grado en
que se queda el líquido. Hecho esto, se levanta un poco el areómetro,
se da otra sacudida ligera á la probeta, y se le abandona. Cuando queda
en equilibrio, se ve si el grado es el mismo. Los dos resultados determi-
nan la densidad del líquido.
TOXICOLOGÍ A . — 39
— 610 —
i'nmn pl líauído se levanta alrededor de la varilla, formando una
jrtfy atender á ia base de -es,a para ,apreciar f
mmto del nivel á que se levanta el líquido; pues la curva depende de la
afinidad del líquido por la pared del instrumento , no de la densidad del
,ÍCEs' también indispensable tener en cuenta la temperatura del licor me-
dl30iCr^e7^ el de Reaumur y el de Fare-
nheit , como mas frecuentes, y los pirómetros, destinados a señalar las
gT-d7VSK!-Sirven para medir las presiones atmosféricas.
B> aigrómdro. — Sirve para medir la cantidad de agua en vapor que
6.° Medidas de extensión son la vara dividida en pulgadas y lineas, ó
el metro y sus divisiones.
Excuso describir todos esos instrumentos por lo muy conocidos que
son, para cualquiera que haya estudiado física.
En un laboratorio conviene que haya un cuadro sinóptico de todas las
pesas y medidas por el sistema métrico decimal.
III.— Operaciones químicas.
Precipitación.— Uno de los fenómenos mas frecuentes en las operacio
nes analítico-químicas es la formación de cuerpos insolubles , ó conse-
cuencia de la reacción química ejercida entre dos ó mas sustancias pues-
tas en esfera de actividad. Los cuerpos insolubles se van al fondo del
vaso, que contiene las disoluciones en las que eso se efectúa. Eso se llama
precipitar, y precipitación ese fenómeno.
Los instrumentos necesarios para esa operación química son principal-
mente las copas de mediano tamaño. Si las cantidades son pequeñas,
sirven las mas chicas ó los tubos de ensayo ; así como cuando son en
gran cantidad , sirven las copas grandes, los vasos de boca ancha , las
probetas ó los balones.
Las varillas de vidrio se emplean para agitar los líquidos que reaccio-
nan y ver si enturbian, etc.
Oxidación. — La oxidación consiste en hacer que el oxígeno se combine
con un cuerpo, ó que este adquiera mas cantidad de aquel.
Esta oxidación puede hacerse por la vía húmeda ó por la vía seca ; esto
es, empleando líquidos á la temperatura ordinaria ó elevada, ó bien^pli-
cando tan solo el calor á ciertos cuerpos que se hayan de oxidar.
La oxidación por la vía húmeda se obtiene por medio del ácido nítrico
mas O menos concentrado, por el clorhídrico , por el agua régia v el
i meJa1e!? y óxidos metálicos atacados por el ácido nítrico ó
clorhídrico solos ó unidos , se oxidan primero y luego forman sales solu-
bles con lo restante de ácido que no se descompone, cediendo su oxígeno
al metal , y asi quedan disueltos y aptos para entrar en otras reacciones
químicas necesarias para su análisis.
Por lo lanío, los instrumentos necesarios para eso, son las cáDsuias de
porcelana principalmente ; y si hay que aumentar la temperatura se«-un
Lmumde£del 77° q7 S° 7% d° °XÍdfr- se Tos TparaK
Arríenle o líf d?n Ca'°r ' '-ámpara de alcoho1 brilla <5 de doble
corriente, ó la hornilla y accesorios.
- 611 -
Coa una corriente de cloro se oxidan más los cuerpos que ya lo están,
en cuyo caso hace falta un aparato de esta especie.
La oxidación por la vía seca se obtiene calentando los metales ú otros
cuerpos simples , cuando de este modo tomen el oxígeno del aire y se
oxidan. También se oxidan más ciertos óxidos.
En otras ocasiones hay que añadir otro cuerpo , ya sea una lámina de
platino , ya nitrato de potasa ó el clorato , si bien este da algunas veces
explosiones violentas.
Para oxidar los cuerpos hay que reducirlos á polvo , y luego se calien-
tan suavemente al principio, y se aumenta la temperatura, cuando ya no
se desprende vapor alguno. El polvo debe removerse de continuo con una
espátula ó hilo grueso de platino.
Los instrumentos donde esto se hace son crisoles particulares, de barro,
ó de porcelana , ó platino , colocados ya en las hornillas con reverbero.
También puede hacerse en una lámpara de alcohol de doble corriente,
en la de Berzelius por ejemplo, teniendo inclinado el crisol.
Tostadura. —En otras ocasiones se tuestan los cuerpos para desoxidar-
los , ó para echar de ellos principios volátiles , ácido carbónico , azufre,
arsénico , etc. Los crisoles de platino no deben emplearse cuando los
cuerpos que se tuestan son sulfuros, arseniuros ó metales muy reduc-
tibles. Los instrumentos son los mismos que para la oxidación por la vía
seca.
Si en esta operación se funde la sustancia , se llama escarificación ó co-
pelación.
Reducción.— Es una desoxidación, puesto que con ella se quita el oxí-
geno á un cuerpo oxidado, ó parte de él.
También se verifica, ó por la via húmeda , ó por la via seca.
Los medios mas frecuentes para reducir un cuerpo por la vía húmeda,
son la introducción de una lámina de zinc en la disolución de ciertas sa-
les, en especial de hierro, adicionadas de un poco de ácido sulfúrico, la
de un metal mas oxidable en esas disoluciones y el empleo de ciertos reac-
tivos , hiposulfito de sosa, ácido sulfuroso, una corriente de hidrógeno
sulfurado, etc., etc.
De consiguiente, los instrumentos y aparatos necesarios para esa ope-
ración se dejan comprender : copas ó vasijas donde están las disoluciones,
y aparatos para corrientes de gas , cuando este sea el reactivo que ha de
desoxidar un cuerpo.
La reducción por via seca se obtiene calentando á mas ó menos tempe-
ratura el cuerpo, con carbón , ó en una atmósfera de hidrógeno, ó con
fundentes, ó solo con una gran temperatura.
Guando se emplea el carbón, ó se mezcla este con el cuerpo con polvo,
ó bien se reduce por cementación. Para el primer caso se necesita un crisol
de barro refractario; para el segundo, un crisol hecho con carbón de re-
tortas. Este último modo da un producto mejor. Del otro modo siempre
tienen un poco de carbón combinado con ellos.
La reducción por el hidrógeno exige un aparato particular. Un frasco
de una tubulura, por cuyo tapón se introducen dos tubos: uno recto, ter-
minado superiormente en embudo, y cuyo extremo inferior se sumerge en
el agua deí irasco; otro encorvado, cuyo extremo interior flota en la atmós-
fera del frasco; el otro extremo se adapta á un tubo muy ancho lleno de
pedazos de cloruro de calcio; en el extremo opuesto de este tubo se adapta
otro mas estrecho, pero que tiene una bola y termina al aire libre, soste-
mtín ñor un apoyo. En el frasco se pone agua con limaduras de zinc y
árido sulfúrico /echado por el embudo de su tubo recto, con lo que se
descompone el agua y se escapa el hidrógeno: este se lava pasando por
el cloruro cálcico del tubo ancho, y cuando se considera que ya ha sido
expulsado todo el aire del frasco, se calienta la bola á la llama de una
lámpara de alcohol colocada debajo sobre cuñas; en la bola está el oxido
metálico en polvo que ha de desoxidarse. Cuando ya no sale por el tubo
abierto al aire libre, vapor de agua, está concluida la operación y se deja
correr el hidrógeno hasta que se enfria completamente el aparato.
fíav otro aparato para esa reducción, en el que, además del irasco ge-
nerador del hidrógeno, hay un frasco mas chico con ácido sulfúrico con-
centrado, luego una probeta para gases, y un crisol de porcelana con su
tape, agujereado en el centro y sostenido por el apoyo de la lámpara de
alcohol de doble corriente; tubos encorvados ponen en comunicación to-
das esas piezas. El ácido sulfúrico del segundo frasco sirve para secar el
hidrógeno que pasa; el cloruro cálcico que tiene la probeta le acaba de
secar ; el óxido metálico se pone en el crisol y le llega el hidrógeno por
un tubo que se introduce por el tape. Cuando el aire está expulsado, se
enciende la lámpara, y tampoco se apaga hasta que no sale vapor de agua,
y se deja correr el hidrógeno hasta que esté frió el crisol.
Por último, en otros casos, necesitándose mayor temperatura, se hace
uso de un aparato análogo al anterior, solo que, en lugar de probeta, hay
un tubo en U , donde se pone el cloruro cálcico, y en lugar de crisol, un
tubo de porcelana , en cuyo interior se pone una pieza abarquillada con
el óxido metálico, y este tubo se coloca en una hornilla de reverbero, po-
niéndole incandescente , cuando está expulsado el aire del frasco genera-
dor de hidrógeno.
Los instrumentos para los otros modos de reducción, ya sea, ó por me-
dio del cianuro potásico, flujo negro , ó una mezcla de carbonato de sosa
y carbón , se reducen también á crisoles y aparatos de combustión apro-
piados.
Desagregación.— Hay ciertos cuerpos, que no solo no se disuelven en el
agua, ni fria ni caliente , sino que tampoco lo hacen en los ácidos mas
enérgicos y disolventes. Para estos casos se emplean otros reactivos, lla-
mados fundentes, como los carbonatos alcalinos, la barita, el óxido de
plomo, el ácido fluorhídrico y el fluorhidrato de amoníaco. La operación
consiste en descomponer al fuego esos cuerpos, por medio de estos reac-
tivos, los cuales cambian sus principios con los de los cuerpos insolubles,
y se forman cuerpos que ya son atacables por los ácidos.
Para esta operación se necesitan crisoles de barro, platino ó plata y los
aparatos de combustión correspondientes, los cuales es ya ocioso indicar.
Calcinación.— Cuando se calienta un cuerpo con el objeto de separar
de él otros volátiles con los que está mezclado, es una operación física,
de la que ya hemos hablado en su lugar. Mas en otras ocasiones, esa ca-
lefacción los descompone, quedando la parte fija y mezclándose el ele-
mento volátil.
i íe. k ca]cinaci°n química, tan pronto es separar el agua de
los hidratos ó la de las sales, tan pronto el ácido carbónico de los carbo-
natos, el azufre, el arsénico, de los sulfuros y arseniuros etc Otras ve-
Para volver ciertos cuerpos más frágiles, así como otras, para ha-
cerlos mas duros, como sucede con las arcillas.
De todos modos, los instrumentos para esta operación, son por lo co-
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raun también crisoles con sus Jopes, ya de barro refractario , ya de porce-
lana , ya de platino ó plata. Si la sustancia es capaz de atacar estos últi-
mos, se acude á los de barro ó porcelana.
A veces, siendo poca la cantidad, sirven pecjuenas cápsulas. Para estas
pueden servir las lámparas de alcohol; mas por lo común, son necesarias
fas hornillas.
Carbonización, incineración.— Estas operaciones también son químicas
puesto que , recayendo en sustancias orgánicas , se van separando todos
sus elementos volátiles hasta que se quede solo el carbón 6 las sales fijas
de que se componen las que constituyen las cenizas. Además se hacen
con la aplicación del ácido sulfúrico, ó nítrico, etc. , obrando más sobre
las sustancias que el fuego.
Basta indicar las operaciones para comprender los instrumentos que
se necesitan. Para la carbonización, las cápsulas de porcelana, y para la
incineración , los crisoles. Las lámparas de alcohol ó las hornillas son los
aparatos ó instrumentos que dan el calor para ello.
g II.— -De ios instrumentos, utensilios y aparatos destinados á las análisis cuantitativas.
lie dicho, que por ser poco empleada esta análisis en los casos prácti-
cos de envenenamiento, me extendería poco sobre lo relativo á ellos. A lo
mismo me conduce el que la mayor parte de las operaciones son las mis-
mas, y se emplean á poca diferencia los mismos instrumentos y aparatos.
Como en el fondo la análisis no se diferencia sino en cuanto á dermi-
nar las cantidades ó proporciones relativas de los elementos que consti-
tuyen ese cuerpo ; se concibe que , en tal caso , solo para las operaciones
exigidas por ese objeto haya de haber diferencias, en punto á los apara-
tos ó instrumentos, y aun no siempre.
Mientras se analizan los elementos de que consta un cuerpo, la análi-
sis es cualitativa ; de consiguiente los instrumentos , utensilios y aparatos
necesarios son los que hemos expuesto , como propios de esa análisis.
Sabidos ya los elementos, se prosigue la análisis para determinar su pro-
porción relativa, y entonces es cuando se presenta acaso la necesidad de
alguna diferencia , ó modificación en los instrumentos y aparatos.
Para convencernos de esta verdad, bastará indicar las operaciones que
la análisis química cuantitativa exige. Después del estudio que llevamos
hecho, solo la indicación de la operación pondrá en relieve los instru-
mentos y aparatos necesarios para ella.
Dichas operaciones son también, ó mecánicas , ó físicas, ó químicas.
Entre las primeras figura la pulverización , la porftrizacion , el tamizaje,
la levigacion, la decantación , la filtración y la lavadura de los filtros y pre-
cipitados.
Entre las físicas está el peso , medida de densidades y volúmenes de líqui-
dos y gases, la disolución, la evaporación y la desecación.
Entre las químicas , por último , se encuentran la calcinación, la precipi-
tación, el tratamiento de los precipitados , la desagregación con fundentes,
la dosificación , y la determinación del agua de los cristales.
Los instrumentos , utensilios y aparatos para las mecánicas son los mis-
mos ; solo que, tratándose de cantidades relativas, suelen ser en pequeño
los obtenidos , y los instrumentos deben ser los mas adecuados ; como el
mortero de ágata para triturar y pulverizar , y los tamices de seda peque-
ños para cerner.
- Olí -
T a filtración exige filtros lisos, como ya lo indicamos , puesto que aquí
hav aue recoger y examinar lo que resta en el papel del filtro, después
Seffio y secarlo para apreciar su cantidad. Deben ser mas pequeños
que el embudo y no han de llegar al borde de este, se han de proporcio-
nar á la cantidad de lo que se filtra; humectarlos antes con culi d y
verter en ellos la sustancia á lo largo de una varilla ; el chorro de j , “
contra la pared del filtro. El pico del embudo debe apoyarse en la pared
del vaso que recibe el líquido filtrado; y si la filtración ha de ser algo
larga , se cubre el embudo con un obturador , y el vaso con otro que tenga
una escotadura para que pase por ella el pico del embudo.
Para lavar, tanto lo que resta en los filtros como los precipitados que
se obtienen por medio de las reacciones, se necesita la redoma de chorro ó
pipetas , ó aparatos particulares , como el frasco de lavadura continua de
Gay-Lussac, y el de Berzelius.
El agua para esas lavaduras suele ser caliente , pero puede ser tria.
Las redomas de chorro no tienen siempre la misma construcción. Hay
tres , una con un solo tubo recto , otras con dos tubos encorvados , y otra
con dos tubos, uno recto y otro encorvado. Esta además tiene un mango
que la coge por su cuello y por su cuerpo.
Con la primera llena de agua en su mitad, se sopla por el tubo, y luego
se renversa , con lo cual sale el agua ; pero no se puede dominar el chor-
ro, y no es muy útil por lo tanto. Con la segunda se sopla por uno de los
tubos, cuyo extremo flota en la atmósfera del frasco, y el agua sale por
el otro , cuyo extremo está sumergido en ella. También sale esta incli-
nando la redoma y haciendo que el agua éntre en el extremo flotante del
tubo en la atmósfera del frasco. Esta es mejor, porque se domina el chor-
ro. La última exige también que se sople , pero como el extremo exterior
del tubo recto está aguzado, solo sale el agua gota á gota , para lo cual se
sopla con el otro tubo y luego se renversa la botella. El mango que lleva
sirve para no sentir el calor del agua caliente de que la redoma se llena.
En todos esos casos el chorrito se pasea por el filtro con el fin de lavar
bien el precipitado.
Para saber si está completamente lavado , se toma una gota del licor
filtrado y se hace evaporar en una lámina de platino. Mientras queda
algún residuo sólido en ella, debe seguir la lavadura. Cuando, evapo-
rada la gota, no queda nada en la hoja de platino, el precipitado está
completamente limpio.
Una pipeta, con el extremo superior de su tubo encorvado . sirve tam-
bién para lavar. Se aspira el agua que llena la bola de la pipeta, y luego
se deja caer sobre el precipitado por el extremo aguzado del tubo.
Cuando la lavadura ha de durar algún tiempo , como sucede en los
precipitados gelatinosos , se emplean los frascos de lavadura continua.
El de Gay-Lussac consiste en un frasco de dos tubuluras, con agua en
sus tres cuartas , y bien cerrado por medio de dos tapones de corcho,
atravesado cada uno por un tubo de vidrio. Uno es recto, v su exlrenm
inferior sumergido en el líquido, está cortado en bisel, para que facilite
el paso del aire. El otro tiene dos corvaduras, con ramas iguales Por un
extremo se sumerge en el líquido del frasco , un poco mal abajo que el
extremo del tubo recto ; el otro extremo se sumerge en el embudo oue
enerve6 ?"e SC ha de.lavf - Este extremo es bueno que se
rr , l arriba, asi no se nivela el agua que lava con la del filtro.
. fcl tubo encorvado obra como un sifón , y si el agua que pasa por el
- 615 —
filtro no cae del embudo con tanta rapidez como sale del tubo del sifón,
se eleva y detiene al nivel de la punta del tubo recto del frasco.
El frasco de lavadura continua , de Berzelius , consiste en una botella
llena de agua, á cuyo cuello se adaptan, ó dos tubos encorvados, más el
uno que el otro , ó uno con otro soldado á su extremo y ambos encorva-
dos también. Se renversa la botella sostenida por un pié con su abraza-
dera, y se sumergen los tubos en el agua que se echa al embudo. El aire
se introduce á burbujas en la botella, y el agua sale en proporción.
Respecto de las operaciones físicas , entre las cuales pudiéramos contar
el lavado por medio de los frascos de Gay-Lussac y de Berzelius, puesto
que funcionan por las leyes de la presión , de los líquidos y de la capila-
ridad , y con referencia al peso , he dicho ya que las balanzas ordinarias y
de báscula no sirven. El pesillo basta en muchas ocasiones ; pero para las
debidas apreciaciones de pesos mínimos son necesarias las balanzas de
precisión , y como ya hemos dicho acerca de estas lo mas indispensable,
es ocioso reproducirlo.
Para la determinación de las densidades de los líquidos , ya hemos
visto que sirven los areómetros de Richter, de Baumé y de Cartier, y el
alcohómetro de Gay-Lussac. Mas como en análisis cuantitativa la apre-
ciación de densidades requiere mas exactitud que la eme pueden dar los
areómetros, se emplean otros instrumentos para deducir bien y exacta-
mente el peso de un líquido, de la pérdida de su volumen. Para esto,
sirven frascos graduados 6 aforados, uno de capacidad de 10 centímetros
cúbicos, y otro de 100. El primero para cuando se tiene poco líquido ; el
segundo para las cantidades mayores. El cuello del primero tiene de diá-
metro 2,8 milímetros, y el del segundo de í á 5. En su parte superior
está soldado otro tubo mas ancho susceptible de cerrarse al esmeril. El
tapón no está macizo en toda su extensión ; en su parte superior está
hueco y lleva seis hilos de platino de diferente grueso, dos de ellos igua-
les , y el volumen de cada uno es igual á la dilatación que el frasco sufre
á 10 grados de temperatura; el de otro iguala á los de 5o , dos á la de 29,
y uno á la de 1°. Todos están aforados como el frasco.
El frasco se mete en un baño de maría, yen aquel se introduce
uno de los hilos de platino, cuyo grado marca su volumen; el agua que
sube mas allá de la raya del frasco aforado, se saca con un papel de es-
traza, y luego se pesa para saber la densidad del líquido.
Para la medida del volumen de los líquidos sirven las balanzas , las pi-
petas y las cubetas aforadas ó graduadas ; para los gases los tubos y probe-
tas graduadas y aforadas también. Las cubetas hidroneumálica é hidrargiro-
neumática, ó lo que es lo mismo, de agua y de mercurio, sirven para !a
medida de ios gases, puesto que sumergiendo el tubo ó la probeta llena
de gas en la cubeta por el extremo abierto , el mercurio ó el agua sube,
ejerciendo la presión debida á la atmósfera, y marca el volumen del gas
por el nivel á que se quedan dichos líquidos.
Para llenar de gas un tubo ó una probeta, se toma un frasco lleno de
aquel, se introduce en la cubeta tapando con el dedo el cuello del frasco,
y colocado debajo de la tablilla agujereada , donde está el tuno boca
abajo , se quita el dedo que tapa el frasco , y el gas sube al través del
líquido hácia la parte superior del tubo, desalojando sucesivamente el
agua ó el mercurio; cuando está completamente lleno de gas, se quila
de la cubeta, y entonces se puede medir su volumen , sumergiéndole por
el extremo abierto verticalmente en el agua ó el mercurio.
— 616 —
Po«nprto de la disolución tampoco tenemos nada que decir .pues sirven
. mismos instrumentos y aparatos que para la análisis cualitativa.
l° Orno tamo podemos decir respecto de la evaporación y desecación ora
se haga al aire libre ó á una corriente de aire , ora en el vacio , en i la e .
tufa óá fuego desnudo, siempre con los mismos aparatos, capí
porcelana, platino , crisoles, etc. , y los aparatos de combustión ,
de alcohol ú hornillas. La máquina neumática para la evaporac.oi }
cacion al vacío , la estufa de Gay-Lussac. El baño de arena del hogar o
los portátiles , el de maría , etc. ,
Algunas sustancias se desecan con papel de estraza ; otras se colocan
debajo de una campana que se adapta por sus bordes á un disco de vi-
drio sin pulir ; encima se pone una cápsula con ácido sulfúrico concen-
trado, y sobre un triángulo, que descansa en los bordes de esa capsula,
se pone la capsulita donde está el cuerpo, ó sustancia que se ha de
desecar.
También puede tomarse un vaso de boca ancha , en el que se echa el
ácido , se tapa con un obturador que tenga un agujero en el centro y .se
pone un tapón, del cual cuelga, por medio de hilos, la cápsula que con-
tiene el cuerpo.
Otras veces se deseca por medio de una corriente de aire seco, para lo
cual se dispone el aparato siguiente :
Un balón ó botella colocada en su apoyo de cuñas con una tubulura, á
la que se adapta un tapón de corcho atravesado por dos tubos, uno recto,
cuyo extremo inferior se sumerge en cierta cantidad de ácido sulfúrico
que el balón contiene ; otro encorvado , cuyo extremo interior flota en la
atmósfera de la botella ; el exterior está unido por medio de un pedazo
de tubo de gutapercha á otro tubo de vidrio encorvado , el cual se
ajusta con otro tapón, que también atraviesa al primer brazo encorvado
de otro tubo, cuya porción horizontal es mas ancha en expansión ovoi-
dea , donde se pone el cuerpo ó sustancia que se ha de secar. En otra
rama ó brazo de este tubo, mas estrecha, pequeña y encorvada, se
adapta con otra porción de tubo de gutapercha á otro tubo encorvado,
cuyo extremo vertical se introduce, por medio de un tapón agujereado,
en un gran vaso aspirador lleno de agua. Este vaso tiene, en su parte su-
perior, un tubo recto terminado en embudo por donde se echa el agua,
y en la inferior una espita ó llave para dar salida al líquido.
Hay además un baño de cloruro cálcico , vaso que descansa en su trí-
pode, y tiene una tapadera con dos ranuras laterales para permitir el
paso al tubo de las ramas y expansión ovoidea que conlien* el cuerpo que
alcohol SeCar’ Debaj0 de tríPode se coloca la llama de la lámpara de
Así dispuesto el aparato , y después de haber pesado el tubo que lleva
la sustancia que se ha de secar, y apuntado su peso antes de contenerle,
y hecho lo propio después que le contiene, se calienta el baño, y
cuando entra en ebullición , se abre la llave del vaso aspirador: el agua
fluye y llama al aire exterior, que penetra por el tubo recto de la botella -
se seca pasando por el ácido sulfúrico concentrado que esta tiene v lue^o
paLa P£í la. sujlan,cm contenida en el tubo sumergido en el bafioV vio
de alsun, t,emP° .soca ese tubo y se vuelve tí pesar. Esto
oue va está nnvecief ’ ^ qae s,lempre da el mismo Pes0; lo cual prueba
que ya esta completamente seca la sustancia. y
ara secar en caliente y en el vacío, hay otro aparato muy usado en los
— 617 -
laboratorios. Consiste en un vaso ó baño de maría con dos tubuluras:
por la una se encaja con su tapa un termómetro ; por la otra, un tubo cer-
rado por su extremo , que contiene la sustancia que se ha de secar. El
baño ae maría descansa en un trípode , y debajo está la lámpara de al-
cohol , que le da calor. El tubo comunica por medio de otro mas estre-
cho y encorvado, con una probeta estrangulada por su pié, llena de clo-
ruro cálcico en fragmentos. Esta probeta comunica inferiorraente con
una pequeña bomba que hace el vacío con su émbolo y tiene dos llaves,
una antes de llegar al cuerpo de bomba. Esta tiene dos llaves , una mas
arriba que otra, cerca de su parte inferior.
Cuando el termómetro señala el grado de temperatura que se propone
el operador , se cierra la llave inferior del cuerpo de bomba , y se abren
la superior y la del tubo que viene de la probeta : se hace el vacío reti-
rando el émbolo de la bomba , y al cabo de algunos minutos se cierra la
llave del tubo y se abre la inferior del cuerpo de bomba expulsando el
aire que contiene empujando el émbolo ; en seguida se abre la llave del
tubo de la probeta, y el aire exterior vuelve al aparato, y se seca pasando
por el cloruro cálcico. Se repite la operación hasta que no se advierte
vapor en el tubo encorvado que une el de la sustancia con la probeta.
Réstanos hablar de los utensilios, instrumentos y aparatos para las
operaciones químicas, en la análisis cuantitativa.
La calcinación de los precipitados no exige instrumento ninguno parti-
cular ; las diferencias mas bien residen en el modo de operar que en las
vasijas.
Para la precipitación de los cuerpos tratados por sus reactivos se nece-
sitan vasos cilindricos, llamados de precipitación ; ó para precipitados;
copas de diferentes tamaños, tubos de ensayo, botellas ó balones, y hasta
cáps^llas , en especial cuando haya de precipitar la sustancia en caliente.
Se consideran como muy propias para el caso las panzas de las retortas ,
cortadas por el medio ó cerca de su cuello.
El tratamiento de los precipitados comprende varios , como decantación,
filtración , lavadura , desecación , calcinación , y al fin el peso ; déjase , por lo
tanto, comprender, por lo que llevamos dicho , qué instrumentos serán
necesarios para ellas.
La desagregación por medio de los fundentes tampoco presenta diferen-
cia alguna respecto de los aparatos que han de contener las sustancias,
ni de los que han de dar la correspondiente temperatura. La lámpara de
Berzelius , las de corriente de aire de nivel constante, la lámpara-fragua de
Deville , la del gas, inclusa la del doctor Normandy, los crisoles , los trian-
gulos de hierro , y de tubos de pipa , deque hemos hablado en otra parte,
son los que se emplean para fundir y mudar la naturaleza de los cuerpos
insolubles por medio de la acción de los fundentes. Como ya hemos des~
crito todos ó casi todos esos aparatos en otra parte , dejaremos aquí de
Rescribirlos ; alguno de ellos es demasiado complicado, como la lámpara -
¡ agua de Deville , para describirla sin tenerla delante ni acompañarla
igura a la descripción. El combustible de esta lámpara es el aceite de
ti ementina , y sirve para mas altas temperaturas, y casi exclusivamente
poi i atacai los silicatos por la cal ó el carbonato de barita.
En cuanto á la dosificación, consistiendo principalmente en el empleo
del reactivo nías á propósito, para dar un precipitado que sea mas fácil
separar del líquido y aislarle de toda sustancia extraña para proceder á
su análisis cuantitativa, bien se deja concebir que en punto á instrumen
— 018 ■
tos utensilios y aparatos , han de ser los mismos que hemos indicado
como propios á cada una de las operaciones que se practican , tanto para
someter el cuerpo á la precipitación para el dosaje, como para el estu-
dio del precipitado obtenido.
La dosificación de algunas sustancias exige aparatos particulares, com-
puestos de piezas conocidas , y que se combinan de diferente modo, ue
tubos de diferentes formas, con mas ó menos bolas, etc. , cuya descrip-
ción nos llevaría muy lejos, y no es tampoco propia de las análisis lexi-
cológicas, por lo cual la pasaremos por alto.
La determinación del agua que contienen cirtos cuerpos es una opera-
ción muy frecuente en an«lli.sis cuantitativa, y se hace ó puede hacer de
dos maneras: ya apreciando el peso ó la pérdida de peso que sufre la
sustancia calentada y desecada, ó bien examinando directamente la can-
tidad de agua eliminada.
Cuando el dosaje ó dosificación del agua se hace del primer modo, que
es el mas frecuente y mas sencillo, basta pesar el cuerpo, antes de ca-
lentarle y secarle, y volverle á pesar después que se ha desecado; lo que
ha perdido en peso es el agua que contenia.
Para estos casos se concibe que no ha de tener otras sustancias capa-
ces de volatilizarse á la temperatura que se caliente y seca, porque parte
del peso les corresponde, y seria mala deducción atribuirle todo al agua.
El calor rojo es el que se emplea cuando no hay que temer volatiliza-
ción de estas materias. En otros casos se calienta á 100 grados en la es-
tufa de Gay-Lussac. Déjanse, por lo tanto, comprender los utensilios,
instrumentos y aparatos necesarios para esos casos : son los de la cale-
facción y desecación.
Mas cuando se quiere apreciar directamente el agua que se elimina,
se necesitan otros aparatos , y es precisamente en los casos en que la
sustancia tiene otros principios volátiles, que, desecándola al fuego, pue-
den marcharse.
El objeto del aparato para esa operación, es hacer que el agua evapo-
rada se condense completamente, y recogida pueda acusar su peso y la
cantidad de ella que tenia el cuerpo ensayado.
El aparato consiste en un gasómetro , cuya llave está en comunicación
con un tubo encorvado , por medio de un pedazo de tubo de gutapercha.
La rama horizontal de este tubo se sumerge en el fondo de un frasco que
contiene ácido sulfúrico concentrado. De este frasco sale otro tubo en-
corvado y que comunica con una probeta llena de cloruro cálcico. Del
extremo superior de la probeta sale un tubo que se encorva y se adapta
á otro mayor con expansión globular, en la que se pone el cuerpo cuya
cantidad de agua ha de apreciarse; esta expansión termina por otro tubo
pequeño, el cual, por medio de un pedazo de tubo de gutapercha , se
comunica con otro que se introduce en un tubo en U lleno de pedazos
de piedra-pómez impregnados de ácido sulfúrico recien hervido. En la
parte superior de la primera rama de este tubo en ü hay otro tu hito cer-
rado por un extremo , en el cual se introduce el de comunicación con la
pieza anterior ó tubo que contiene el cuerpo. El tubo en U está sostenido
por el vastago de un pié de madera que sostiene á su vez, primero la
cuon,tentor 1® la Rancia y el tubo en ü, y mas abajo la
ampara de alcohol que calienta la expansión globular del tubo que con-
tiene ei cuerpo de ensayo.
Montado el aparato en la forma que acabo de exponer, se abre la llave
— 619 -
del gasómetro y se establece una corriente de aire lenta , para que se
seque el cuerpo completamente. Se calienta la bola , encendiendo la lám-
para de alcohol , que está debajo de ella ^ y la mayor parte del agua des-
prendida se condensa en el tubo pequeño que lleva en la parte superior
de su primera rama el tubo en U ; la demás es absorbida por la piedra-
pómez. Cuando se ha expulsado toda el agua , se retira la lámpara ó
apaga, y se deja enfriar ; pero continuando algunos ratos el paso del
aire por el cuerpo de ensayo.
Concluida la operación , se pesa el tubo en ü, pesado antes de la ope-
ración , y todo lo que pesa de más representa el agua que contenía el
cuerpo ensayado; con lo cual se ve que en rigor tampoco es directa la
operación. Así como en el primer caso se deduce por lo que pierde en
peso el cuerpo calentado y desecado , aquí se deduce por lo que aumenta
en peso el tubo en U.
Hay otro modo de apreciar la cantidad de agua de un cuerpo dado.
Consiste en arrastrar, por medio de una corriente jde ácido carbónico, el
agua que se desprende del cuerpo calentado.
El aparato para esta operación es un tubo de vidrio cerrado por un ex-
tremo, que contiene en su tercio, cerca del punto cerrado, una mezcla
íntima, hecha en un mortero, del cuerpo ensayado y carbonato de plomo
seco ; en este punto debe haber ya carbonato de plomo puro preparado
para estos casos, esto es, calentado hasta el punto vecino á su descom-
posición.
A ese tubo se adapta otro por medio de un buen tapón secado á la es-
tufa ó baño de cloruro de cálcio, pesado de antemano. Se coloca el tubo
en las parrillas, y se calienta primero la parte anterior del tubo que con-
tiene la mezcla , iuego cerca del extremo cerrado , ó punto donde está
esta; por último, el extremo cerrado. Concluida la operación , se pesa el
tubo que contiene el cloruro cálcico , y lo que tiene do más es el peso
del agua.
§ III. — De los instrumentos, utensilios y aparatos comunes á las dos análisis.
Después de haber descrito los instrumentos, utensilios y aparatos pro
píos para la análisis cualitativa , y de haber indicado algunos de los qui-
se usan en la cuantitativa , creo ocioso entretenerme en las que son comu-
nes á entrambas, pues fácilmente se deja colegir, de lo dicho, cuáles son
comunes, cuáles exclusivas de la una ó de la otra.
A excepción de algunas vasijas, tubos, probetas, pipetas aforadas,
tubos con bolas y de ciertas lámparas, la principal diferencia casi siern
pre está en la combinación de los instrumentos para montar ciertos apa -
ratos particulares, siempre mas complicados en las análisis cuantitativas
que en las cualitativas.
Por lo tanto, creo que no tengo necesidad de descender á mas porme-
nores sobre este punto, y doy fin con él á la materia de este articulo, ad
vn tiendo que, si respecto de algunas operaciones he entrado en detalles,
acerca del modo de ejecutarlas, mas he tenido por objeto acabar de dai
una idea de los aparatos , que exponer cómo han de ejecutarse esas ope
raciones, fuera de algunas que he creído del caso darles mas extensión ,
por su utilidad y frecuencia en los trabajos químico-toxicológicos.
Que no se extrañe, pues, si respecto de muchas operaciones y hasta
de algunos aparatos no he dado mas que algunas indicaciones ligo-
— 620 —
ras v oor lo mismo , imperfectas , puesto que el objeto de este artí-
culo no es enseñar cómo se ejecutan esas operaciones , sino hablar de
los instrumentos, utensilios y aparatos de un laboratorio químico-toxico
1 ógico, en el cual, en punto á análisis cuantitativa, ya llevo dicho que
hay poco que hacer respecto de los casos prácticos de envenenamiento o
sospechas de él. Cuando hablemos de las operaciones propias de esos
casos ya seré mas explícito , y procuraré no descuidar nada esencial de
lo que se practica.
ARTÍCULO Y.
DE LOS REACTIVOS NECESARIOS PARA LAS ANÁLISIS QUÍMICAS TOXICOLÓGICAS.
El estudio de los reactivos es esencialmente químico ; desconocer la
química , es estar imposibilitado para estudiar los reactivos y las reaccio-
nes que determinan , puestos en esfera de actividad con los venenos.
Debo suponer que los que han de utilizarse de este Compendio están
suficientemente instruidos en la química para comprender perfectamente
cuanto sobre reactivos se diga; sin embargo, prescindiré en cierto
modo , ó hasta cierto punto, de esa suposición , ateniéndome á lo que la
experiencia me ha enseñado; pensaré, sin ánimo de agraviar á nadie,
que muchos de mis lectores y discípulos han olvidado no pocas de las
nociones químicas que aprendieron al principio de su carrera , y que en
la actualidad , ó á la sazón en que emprenden el estudio de la Toxicologia ,
no se encuentran bastante instruidos en esta parte, para pasarse sin loque
me propongo consignar, por via de recuerdo y como método expeditivo y
complementario del de las escuelas, en el capítulo de mi obra destinado
á la Química de la intoxicación.
Fressenius dice que es mucho mas peligroso saber á medias que ig-
norarlo todo: en análisis química, nada mas nocivo que un estudio su-
perficial. Esto es verdad , en cierto modo; sin embargo, peor ha de ser
no saber nada, que saber algo ; y si lo que aquí recordemos ó exponga-
mos alcanza á dar por el método expeditivo adoptado , por lo menos las
nociones que mas falta hagan para entender, tanto lo que digamos sobre
los reactivos y las reacciones que determinan , como sobre lo' restante de
esta parte de la Toxicologia general , ni ha de ser perdida la tarea que
emprendamos, ni ha de producir esos efectos peligrosos de que nos ha-
bla Fressenius. & 4
Yo sé por experiencia que el método expeditivo por raí empleado para
la enseñanza de la química inorgánica, permite dedicar unas cuantas pá-
ginas de este libro á la exposición de ciertas nociones, que equivalen á
lo que se aprende en las cátedras de Química general, y hasta en la misma
de Análisis química, ó que por lo menos sirven como de un repaso que hace
sacar mas partido de la enseñanza oficial.
. Puedo presentar casos prácticos en comprobación de esta verdad. En
cinco lecciones, empleando otros tantos dias, he preparado á algunos
alumnos que estaban estudiando para el grado de doctor ; habian asis-
tido á un curso de análisis química; se hallaban al fin del curso v abru-
mada su memoria , creían comprometido el éxito de su exámen. Les
preparé por medio de mi método expeditivo, ayudándole con la neumo-
tecnia, y obtuvieron, los más, la nota de sobresaliente, y alguno la de
notablemente aprovechado , en los exámenes. 3
— 6*f —
Áígunos de mis alumnos que han estudiado para el grado de doctor,
me han manifestado mas de una vez que más les ha servido para salir
airosos en los exámenes lo que han aprendido en la Química de mi Toxi-
cología , que en la cátedra de Análisis química. No está la razón de ello en
el profesor, de reconocida ciencia y talento ; está en el método de ense-
ñanza , que se dirige más á la memoria y á los sentidos que al raciocinio,
siendo aquellos siempre de menos garantía que este.
Si yo tuviera á mi cargo esa cátedra, no emplearía mas que un mes en
enseñar á mis discípulos lo que se necesita para saber análisis química;
los meses restantes los dedicaría á hacerles practicar lo enseñado, se-
guro de que al fin del curso habían de poder emprender perfectamente
cualquier análisis química cualitativa, que es la que mas, por no decir
única , que se les enseña en ocho meses de curso.
Si esto admira á los que no conocen la química , no debe admirar á
los que Ja poseen , y tanto menos cuanto mas fuertes sean en ella , y en
especial en los principios científicos en que se funda dicha ciencia.
En una lección se aprende la nomenclalura y las fórmulas.
En la segunda , la acción del calor sobre los cuerpos simples y compues-
tos ; esto es , el estado y otras propiedades físicas debidas á la acción del
calor sobre la cohesión de los cuerpos.
En la tercera , la acción del agua , ó, lo que es lo mismo, la solubilidad
de todos los cuerpos simples y compuestos.
En la cuarta , la acción de la luz , ó sea los colores.
En la quinta , la de la electricidad , ó sea las leyes de las combinaciones
de que son susceptibles , y lo que pasa cuando se ponen en esfera de ac-
tividad.
Bien aprendidas estas cinco bases ó nociones fundamentales, en las que
estriba toda la ciencia , no hay alumno medianamente aplicado y de ta-
lento algo sintético, que no domine la análisis química.
En este Compendio , por lo tanto, y como preparación para el estudio
de las operaciones analítico-químico-toxicológicas, puede caber, sin des-
viarme mucho de su objeto , ni dar grande extensión á mi obra , cuatro
de esas lecciones; solo suprimiré la nomenclatura, porque creo que es la
menos olvidada.
Esas mismas nociones pueden servir para comprender mejor el por
qué de los instrumentos, utensilios y aparatos en que nos hemos ocupado
en el artículo anterior, según las operaciones que hay que practicar, y
no solo se aprende mejor esta parte, siempre enojosa por lo que tiene de
material y descriptivo, sino que puede conducir ai invento y modificación
de aparatos, según los casos.
Para que se acabe de comprender la verdad de lo que he dicho sobre
que, con el conocimiento del estado, solubilidad, color y fuerza de combina-
ción de los cuerpos, cuya nomenclatura se posee, se domina la análisis
química, basta un ejemplo.
Con estos cuatro datos se podrá siempre deducir:
1. ° Si puestos dos ó mas cuerpos en presencia el uno del otro, entra-
rán en reacción (ley délas combinaciones), y qué cuerpos se formarán.
2. Sabido qué cuerpos se forman , como se sabe su estado , se preverá
si ha de haber tormacion de sólidos, de líquidos ó de gases; de consi-
guiente, si ha de haber precipitados, efervescencia ó disolución en el
licor.
3. ° Sabiendo que se forma algún sólido, como se conoce su solubilidad,
— m —
nrpve si es ó no soluble, y por lo mismo si ha de haber ó no precipi-
tado pues los insolubles son los que precipitan ; así como se preve que
ha dé haber efervescencia, si se forma ó desprende un gas, el cual, al es-
caparse en burbujas , agita el líquido. . , . , .
4.a Sabido que ha de haber precipitado, como se sabe el color de los
cuerpos, se deduce de qué color es el precipitado.
Héaquí, pues, cómo, sabiendo bien esos datos, rio hay que fatigar la
memoria con los caractéres químicos; se deducen perfectamente.
Ejemplo.— Sean dos sales. El nitrato de barita y el carbonato de sosa.
Su nomenclatura indica que son dos saies oxisales, y que se compone la pri-
mera de ácido nítrico ú oxígeno, 5, y ázoe, 1, y barita ú óxido de bario,
oxígeno, 1, y bario, 1; la segunda, de ácido carbónico, oxígeno, ü, carbo-
no, 1, y desosa ú óxido de sodio, oxígeno, 1, y sodio, 1; siendo la fórmula
déla primera 13aO-}-NO:i, y la de la segunda, NaO-j-Co2; ambas son sóli-
das; á la temperatura ordinaria no entran en reacción ; la agregación de
sus átomos homogéneos es mayor que su afinidad ó fuerza de combinación.
Se disuelven y se ponen en contacto. Ya obran la una sobre la otra , y
se cambian mutuamente los elementos, ei ácido y la base. ¿Qué cuerpos
se forman?
Por un lado. Nitrato de sosa.
Por otro. Carbonato de barita.
Primer hecho , deducido por la ley de las combinaciones.
¿Qué estado tienen esos nuevos cuerpos? Sólido.
Hecho segundo, deducido por el estado que tienen todos los cuerpos.
¿Son solubles esos cuerpos formados? El nitrato sí; el carbonato no.
Habrá, pues, precipitado de este último.
Hecho tercero , deducido por la nocion de la solubilidad de todos ios
cuerpos.
¿De qué color será el precipitado? Como todas las sales de barita son
blancas, excepto los cromatos que son amarillos, tendrá que ser blanco.
Hecho cuarto, deducido de la nocion del color de los cuerpos.
¿Se redisolverá este precipitado? La ley de las combinaciones conduce
á ello.
Hé aquí, pues, cómo sabiendo el estado natural de los cuerpos , su so-
lubilidad, su color y la ley de las combinaciones, se domina mas fácilmente el
estudio que nos ocupa (*).
Esto sentado , antes de estudiar los reactivos y las reacciones, y las
operaciones analítico-químicas , necesarias para los casos prácticos de
envenenamiento, voy á dar una ojeada general á cada uno de dichos cua-
tro datos, limitándome á ios cuerpos inorgánicos. En cuanto á los cuerpos
orgánicos, haré una cosa análoga, al exponer sus caractéres químicos.
g I.— Nociones químicas elementales para la mejor inteligencia de los reactivos
y nociones.
Sigamos, para la exposición de esas nociones, el órden que hemos in-
dicado , empezando por el estudio del estado de los cuerpos ó de la ac-
ción del calórico sobre ellos.
¿ ^ Va qTllCa y m\Laboralor'° químico del medico práctico están es-
Cn 16 5 facilitando extraordinariamente el estudio de la química; sin em-
d,.ÍSí« . rn! n ra que hacer una nueva edlC10n ’ lüda'ía les Otra forma mas con-
ducente a mi proposito.
Estado ó acción del calórico sobre los cuerpos simples y compuestos.
i
Nociones generales sobre el calórico.
Los átomos de los cuerpos homogéneos se unen, para formarlos, en vir-
tud de la fuerza de agregación : esta fuerza obra siempre que no encuentra
obstáculos y aun tiende á vencer estos. El fuego ó el calórico ejerce una
fuerza expansiva, que tiende á separar los átomos, ó, lo que es lo mismo,
á vencer la fuerza de agregación ; son dos fuerzas antagonistas , cuyo
modo de equilibrarse decide de la posición de los átomos.
Todos los cuerpos están dotados de la fuerza de agregación , aunque
en grado diferente, así como todos tienen cierta cantidad de calórico, di-
ferente también, cuya fuerza se equilibra con la de agregación.
La fuerza de agregación está en razón inversa de la distancia á que se
hallan los átomos. Todo lo que favorece la aproximación de los átomos
aumenta la fuerza de agregación y vice versa. La fuerza expansiva está
en razón directa de su cantidad. Todo lo que favorece la aproximación
de los átomos, contraría la fuerza expansiva, y vice-versa.
La posición determinada que toman los átomos , cuando se equilibran
la fuerza de agregación y el calórico, se llama estado.
El estado es sólido , cuando la fuerza de agregación predomina , y los
átomos forman masas que no necesitan , para permanecer en reposo, mas
que una base. El estado es líquido , cuando la fuerza de agregación está
vencida por el calórico en términos de no quedar en reposo el cuerpo, si,
además de la base, no hay paredes que le sostengan; sus átomos ruedan
los unos sobre los otros. El estado es gaseoso , cuando la fuerza de agrega-
ción está muy vencida por el calórico, en términos que los átomos no es-
tén en reposo, si no hay paredes que los guarden en todos sentidos, ó sea
en vasos cerrados. Los cuerpos sólidos, pues, tienen mucha cohesión,
mediana los líquidos y poquísima los gaseosos.
El calórico que se equilibra con la fuerza de agregación , para dar es-
tado á un cuerpo, se llama latente, porque no afecta el termómetro, y ter-
mométrico el libre, porque afecta dicho instrumento. Aumentando la tem-
peratura, los sólidos pasan á líquidos, y estos á gaseosos , y vice-versa;
disminuyendo la fuerza del calórico , pasan de gaseosos á líquidos, y de
líquidos á sólidos.
Son fusibles los cuerpos, que por el calórico pasan de sólidos á líquidos;
volátiles, los que pasan al estado gaseoso ; sublimables, los que del gaseoso
pasan al sólido, fijándose en la bóveda ó paredes del vaso donde se vola-
tilizan ó subliman; deslilables, si del estado gaseoso pasan condensándose
á líquidos. Los que , sea cual fuere la temperatura alta que se les dé, no
pierden el estado sólido , son refractarios 6 infusibles. Los que, por baja
que sea la temperatura y por considerable que sea la presión, no pierden
el estado gaseoso, son incoercibles ; coercibles, los que pueden pasar á
líquidos ó sólidos.
El calórico, sucesivamente aumentado, empieza por dilatar los cuer-
pos, poco los sólidos, más los líquidos y mucho mas los gaseosos. Des-
pués de la dilatación signe la mudanza de estado, si el cuerpo es suscep-
tible de ella. El calórico, sucesivamente disminuido, contrae los cuerpos
en razón análoga á la dilatación que produce sucesivamente aumentado.
Al solidificarse los cuerpos, lo hacen unos cristalizando , los otros de
un modo amorfo, en masa compacta ó en polvo : cristalizan los que no se
- m -
reblandecen antes de fundirse: no cristalizan los que se reblandecen an-
tes de fundirse; se solidifican en masa compacta. Los infusibles ó fusi-
bles á temperatura muy alta, se solidifican en polvo; también toman esta
forma, si se enfrian de un modo brusco, los fusibles á no muy alta tem-
peratura, como el azufre.
El calórico no solo vence la fuerza de agregación en muchos cuerpos,
sino también la de combinación. No solo, pues, hace pasar un cuerpo de
sólido á líquido y de líquido á gaseoso, sino que los descompone, si son
mezclas, combinaciones ó cópulas, cuando no á una temperatura, ó otra,
va solos , ya acompañados de otros cuerpos.
Las temperaturas se dividen en termomélricas y piromélricas : las prime-
ras se miden por los termómetros; las segundas, con el pirómetro.
El primer grado de pirómetro corresponde á 140,055° del centígrado:
cada grado vale 72,022 del centígrado. Estas temperaturas son :
1. ° A menos de 100° del centígrado.
2. ° A mas de 100° y menos de 200°.
3. ° A mas de 200° y menos de 500°.
4. ° A fuego de fragua inferior á 100° del pirómetro.
5. ® A fuego de fragua superior á 100° de id.
6. ° Al soplete de oxígeno é hidrógeno.
7. ° A una descarga de batería eléctrica.
Entre el color dado al cuerpo por la temperatura elevada y el grado de
esta temperatura, hay, según Pouillet (*) , las relaciones siguientes toma
das del platino :
Rojo naciente. . . .
Rojo sombrío. . . .
Rojo cereza naciente
Rojo cereza
Rojo cereza claro. . .
Naranja oscuro. . . .
Naranja claro. . . .
Blanco
Blanco sedoso. . .
Blanco luciente. . . .
525
grados.
Pirómetro de aire.
700
id. .
. . . . id.
»
800
id. .
. . . . id.
»
900
id. .
. . . . id,
))
. 1,000
id.
. . . . id.
»
. 1,100
id. .
. . . . id.
. 1,200
id. .
. . . . id.
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. 1,300
id. .
. . . . id.
))
. 1,400
id. .
. . . id.
. 1,500
id. .
. . . . id.
»
Acción del fuego sobre los cuerpos simples.
A la temperatura ordinaria, son gaseosos el hidrógeno , el ázoe, el cloro
y el oxigeno; líquidos, el mercurio y el bromo; el (luor no ha podido ais-
larse ; probablemente es gaseoso ; todos los demás son sólidos. El cianó-
geno (2) es gaseoso; el amonio no se ha podido obtener separado.
Los tres cuerpos simples gaseosos , oxígeno , hidrógeno y ázoe , son
incoercibles; el cloro, y más el cloro húmedo, á una fuerte presión y
baja temperatura , pasa al estado líquido. Los líquidos , mercurio y bromo
se volatilizan á la temperatura ordinaria y más á elevadas. Se solidifican
á temperaturas bajas: el mercurio, de 39 á 40 grados bajo cero* el
cromo, de 20 á 22 bajo cero. Los sólidos son infusibles ó fusibles. ’
Son infusibles ó refractarios : l.° el aluminio y el cromo ; 2 0 el manga-
neso, hierro, níquel y cobalto puros; 3.° el boro, carbono v silicio. Todos
los demás son fusibles á diferentes temperaturas; á menos de 100 grados
(') Elementos de Física ecoperimenlal . t. I , p. 277.
(2) Estos cuerpos, ciauógeno y amonio , son compuestos ;
ran como simples, porque se conducen como tales.
pero los químicos los conside-
- m — .
eí potasio y el sodio; á más de 100 grados , pero á menos de 400 , el ar-
sénico , azufre y yodo ; el arsénico tiene el punto de fusión tan vecino al de
volatilización , que pasa rápidamente á vapor (»). A más de 400 , pero á
menos de 500 : l.° el bario , estroncio y calcio ; 4.“ el zinc , plomo , bismuto,
cadmio, antimonio y estaño. A fuego de fragua, interior á 100 grados pi-
rométricos, el magnesio, la plata, el cobre y el oro. A fuego de fragua,
superior á 100 grados pirométricos , el manganeso, hierro , níquel y cobalto,
carburados ó siliciurados. Al soplete , el platino.
Los infusibles no se volatilizan: los fusibles á más de 100 grados pi-
rométricos solo pueden volatilizarse al soplete , si este les puede dar de
500 á 600 grados más. A menos de 100 grados pirométricos se volatilizan
á fuego de fragua. Los demás se volatilizan , por punto general , á los
300 grados mas allá del punto de su fusión (2).
El calórico altera todos los cuerpos simples, haciéndolos entrar en
combinación con los que se ponen en contacto con ellos.
Acción del calórico sobre los óxidos.
Son gaseosos los de ázoe , cloro y carbono. Líquidos , los de hidró-
geno y amonio. Todos los demás son sólidos.
Los gaseosos son incoercibles , excepto el óxido de cloro , que , á los
18 grados bajo cero , pasa á líquido.
Los líquidos se volatilizan , si son de hidrógeno , á menos de 100 , y á
la temperatura ordinaria en el vacío. El óxido de amonio se descompone,
desprendiéndose amoníaco. A cero se solidifica el óxido de hidrógeno, ó
sea el agua, en agujas con ángulos de 60 á 90 grados. El amonio , á 40
grados bajo cero, se solidifica en masa gelatinosa ó cristales de un brillo
sedoso. No hay ningún óxido sólido volátil, porque antes de volatilizarse
se descomponen.
Los óxidos sólidos son fusibles ó infusibles : los infusibles se dividen
en unos que no se funden ni se descomponen ; en otros que no se funden,
porque se descomponen antes de alcanzarla temperatura de fusión. En-
tre los infusibles sin descomponerse figura el protóxido de estaño.
Los infusibles por descomposición son : l.° los óxidos de plata , plomo,
mercurio y oro; 4.° los bióxidos y sesquióxidos, ó que tienen muchos
átomos de oxígeno , pasando á óxidos menos oxidados.
Son fusibles todos los demás , en especial sodos los protóxidos de me-
tal fusible.
El grado de fusión de los óxidos es vario , y siempre está relacionado
con la fusión del metal, por punto general á temperatura inferior.
Son infusibles á todas temperaturas, pero fusibles al soplete de oxí-
geno é hidrógeno, los óxidos de bario, estroncio, calcio, magnesio y
aluminio, ó sea las tierras alcalinas y metales terrosos. Los óxidos de
metales fusibles á temperaturas no muy elevadas son también fusibles
sin descomposición.
El fuego por sí solo no altera , aun cuando los funda, los óxidos alca-
linos , las tierras alcalinas, los terrosos y los protóxidos de los metales
positivos; pero altera : l.° los de plata, mercurio, plomo y oro , porque
los reduce al estado de metal, desprendiendo oxígeno; 2. los muy oxi-
(') Es ga s todo cuerpo que se halla á la temperatura ordinaria en este estado; vapor es
todo cuerpo que pasa á gas á temperaturas aumentadas.
{-) Advierto que solo comprendo en este estudio los cuerpos simples mas usados.
TOXICOLOGÍA. — 40
~ m —
cenados, porque los hace perder equivalentes de oxígeno; 3.® lossnb»
óxidos, porque los oxidan más. . . . , ,
Puestos en contacto con otros cuerpos, principalmente el carbono, el
hidrógeno y los fundentes, el fuego los descompone todos.
Acción del calórico sobre los compuestos en uro.
Son gaseosos el cianógeno , amoníaco (') ; los carburos , el fosfuro y
antimoniuro de hidrógeno pueden ser sólidos.
Son líquidos: l.° las amalgamas con exceso de mercurio; 2. el bi-
sulfuro de amoníaco, el sulfuro de fósforo; 3. los cloruros y cloridos,
bromuros y bromidos , metaloídicos en general , y el fluoruro de fósforo,
azufre y arsénico.
Todos los demás son sólidos.
Los gaseosos se descomponen á temperaturas elevadas ; á temperaturas
bajas, el único incoercible es el protocarburo de hidrógeno. Se volatili-
zan sin descomposición los uros metaloídicos siguientes : los protocloru-
ros de ázoe, azufre y arsénico, el sesquicioruro y percloruro de carbono.
Todos los demás se descomponen al volatilizarse.
Los uros líquidos se solidifican á cero y mas bajas temperaturas. To-
das las ligas de metales fusibles se funden sin descomponerse , cuando
no se diferencia mucho el punto de fusión de cada metal; si hay diferen-
cia , se descomponen ; es lo que sucede con las amalgamas , por ser vo-
látil el mercurio. Los uros metálico-metaloídicos, como no sean de mer-
curio , se descomponen antes de volatilizarse. Los metaloídicos se vola-
tilizan á temperaturas poco elevadas , á menos de 200 ; á temperaturas
mayores se descomponen.
El calórico, por sí solo, á fuertes temperaturas, descompone casi todos
ios uros, tanto mas cnanto mas difiere el punto de fusión de sus elemen-
tos. Los alcalinos resisten más. En contacto con otros cuerpos , todos se
descomponen.
Acción dol calórico sobro los ácidos.
Son gaseosos : el hiposulfuroso, el sulfuroso, el fosforoso, el carbó-
nico, el nitroso, el cloroso, los fluorácidos, los clorácidos y los hidrá-
eidos.
Son líquidos: el sulfúrico, nítrico, y los hidrácidos hidratados: el hi-
pocloroso, hipofosforoso ; clorhídrico, hiponítrico , clorido-nítrico ; el
dórico, hiperclórico y el brómico hidratados; es decir, que los de cloro,
excepto el cloroso, todos son líquidos.
Los acabados en ico son sólidos por punto general , anhidros. Todos
los demás son sólidos , incluso el sulfúrico y nítrico anhidros.
Entre los gaseosos, el carbónico sulfuroso y clorhídrico no sufren nin-
guna alteración por el calórico solo. Todos ios demás gaseosos se des-
componen á temperaturas elevadas. No hay ningún ácido gaseoso in-
coercible . todos pueden liquefiarse y solidificarse á temperaturas bajas,
como el carbónico. Se volatilizan sin descomponerse á 106 grados el
clorhídrico, á 86 grados el nítrico, y á menos de 40 grados el fluorhí- (*)
(*) Estos cuerpos figuran entre los cuerpos simples, y ei segundo entre ios óxidos, pol-
las razones indiadas en su lugar ; pero realmente son compuestos en uro : el cianogeno
es un nxtruro da carbono, y el amoníaco un nitruro de hidrógeno.
— m -
dríco, hiponítrico, hipoclórico, hipocloroso y el sulfúrico. Eí sulfúrico y
nítrico se solidifican á temperaturas bajas y grandes presiones. Los oxá-
cidos metálicos son en general fusibles al rojo ó á 500 grados. El anti-
monioso es íusible. Los metaloídicos , sólidos , son fusibles á menos de
100 grados. El silícico solo es fusible al soplete. El arsenioso, crómico y
bórico se volatilizan.
El fuego por sí solo descompone todos los ácidos , excepto el carbó-
nico, clorhídrico, sulfuroso y silícico. En contacto con otros cuerpos, los
descompone todos.
Acción del calórico sobre las sales.
No hay ninguna sal gaseosa ; no está completamente demostrado que
lo sean los perfluoruros de manganeso y cromo.
Son líquidos, el subíluoborato amónico, el bicloruro y sesquicloruro
de manganeso, bicloruro de estaño, nitrato de estaño, y los percloruros
de antimonio y cromo. Todas las demás sales son sólidas.
Son volátiles las sales líquidas de antimonio. A temperaturas bajas, las
sales líquidas cristalizan. Las sales sólidas son fusibles, cuando lo son la
base y el ácido, y cuando no hay mucha diferencia en el punto de fusión
de sus elementos, y tienen mucha fuerza de agregación ó de combina-
ción , principalmente las de potasio y sodio.
Las sales que tienen mucha agua de cristalización , experimentan dos
fusiones, la ácuea y la ígnea: la primera es una disolución en el agua
de cristalización; la segunda es una fusión verdadera. Las sales cristali-
zadas por la vía húmeda son las únicas que presentan esta fusión doble.
Cuando las sales tienen poca agua de cristalización , cuando son poco so-
lubles y se funden á mas de 100 grados , no ofrecen la fusión áquea ; en
este caso decrepitan ó dan estallidos y saltan á pedacitos. Las sales de
base y ácido volátil se volatilizan; tales son las de mercurio y antimonio.
Las de base fija y ácido volátil , ó vice-versa , se descomponen antes que
se volatilicen. Las temperaturas á que se funden y volatilizan las sales,
son por punto general inferiores á los puntos de fusión y volatilización
de sus elementos primitivos.
El fuego por sí solo descompone la mayor parte de las sales, en espe-
cial si tienen poca afinidad sus elementos; y si uno de ellos es fusible, ó
volátil , y otro fijo, ó cuando hay entre los dos mucha diferencia , en
cuanto al punto de fusión y volatilización. No se descomponen las sales
alcalinas , las de las tierras alcalinas, ni de los óxidos terrosos, por
mucho que se eleve la temperatura, en especial si son sulfatos, fosfatos
y carbonatos. Las de cal y magnesia sufren descomposición ; el sulfato
de plomo tampoco se descompone ; los arsenitos pasan á arseniatos,
dando ácido arsenioso y arsénico. Los cloratos, bromatos, yodatos y cia-
dos pasan á- cloruros, bromuros, yoduros y cianuros; es decir, que de
sales anfidas pasan á aloídeas.
Calentadas con carbón , carbonatos alcalinos ó los fundentes, se des-
componen las sales, y á veces hasta en sus elementos.
Solubilidad ó acción del agua sobre los cuerpos.
Nociones generales sobre el agua.
El agua es un compuesto de un equivalente de oxígeno y otro ó dos
volúmenes de hidrógeno: es, pues, un verdadero óxido. Siendo líquido
— ¡m —
i» «pmneratura ordinaria, no puede faltarle gran facilidad de combina-
rían con una multitud de cuerpos. Su calidad de óxido le hace suscepti-
ble de representar el papel de base en unos casos, y en otros el papel de
ácido ; cuando representa lo último, forma los hidratos. El agua ejerce
ana acción disgregadora semejante á la del calórico, aunque no lar. po-
derosa; puesta en contacto con ciertos cuerpos, se limita á vencer su
tuerza de cohesión; otras veces los altera, descomponiéndose a su vez.
Cuando el agua se limita á vencer la fuerza de agregación, es un simple
disolvente; disuelve los cuerpos, separando sus átomos homogéneos.
Cuando los altera, cuando entra en combinación, ya es un disolvente
químico. El agua puede ser absorbida por los cuerpos, ó adherirse a sus
átomos, en cuyo caso es una simple humectación: los moja, los hu-
mecta ; este es su primer efecto.
Acción del agua sobre los cuerpos simples.
En rigor, no hay ningún cuerpo simple soluble; si por solubilidad
debe entenderse la separación , sin alteración química de los átomos ho-
mogéneos por la fuerza disgregadora del agua. Los químicos , sin em-
bargo, tienen por solubles los metales alcalinos, y un poco el manganeso
y los cuerpos simples gaseosos. Los metales alcalinos, puestos en con-
tacto con el agua, ja descomponen á temperatura ordinaria, combinán-
dose con su oxígeno, pasando á óxidos y desprendiendo hidrógeno, que,
siendo gaseoso, se escapa, produciendo efervescencia; los óxidos que re-
sultan son sólidos. Estos óxidos se combinan con un átomo de agua no
descompuesta, formando hidratos; estos hidratos son sales sólidas, cu-
yos átomos homogéneos se disuelven en la restante cantidad de agua.
Como siempre que hay fijación de un gas ó paso de un cuerpo gaseoso
á líquido, y más á sólido, hay desprendimiento de calórico y aumento
de temperatura, porque ese calórico pasa á termométrico, el agua se ca-
lienta y hierve. Resulta, pues, que los metales alcalinos no se disuelven,
propiamente hablando, sino que pasan , primero á óxidos , luego á hi-
dratos sólidos, y en este estado son disuelíos : lo que se disuelve , pues,
son los hidratos alcalinos. En este sentido son muy solubles el potasio y
el sodio, menos los restantes; los metales terrosos no hacen mas que hu-
mectarse á la temperatura ordinaria : de 100 á 200 grados descomponen
el agua , como los alcalinos; se oxidan desprendiendo hidrógeno, y for-
man hidratos sólidos que no se disuelven en el agua ; son , por lo mismo,
insolubles á todas las temperaturas. Los metales siguientes: hierro, man-
ganeso, cobalto, zinc, níquel , estaño y cadmio son insolubles, y no des-
componen el agua á la temperatura ordinaria: de bOO á 700 grados des-
componen el agua , como los alcalinos á la ordinaria. Se oxidan des-
prendiendo hidrógeno; se hidratan y no se disuelven; son, pues , inso-
lubles. A la temperatura ordinaria, estos mismos metales , añadiendo un
ácido, descomponen el agua , se oxidan y forman sales con el ácido, so-
lubles ó insolubles , según la regla que veremos al tratar de las sales.
Los demás metales no descomponen el agua, ni á temperatura ordina-
ria , ni á elevadas, ni sola , ni con la adición de un ácido , no se oxidan,
por lo tanto, ni se disuelven ; solo se humectan.
Resulta de todo, que solo son solubles en el sentido expuesto los meta-
les alcalinos.
Los cuerpos simples gaseosos se introducen en los poros del agua ; son
— 629 —
absorbidos por ella , mucho el oxígeno y el cloro, poco el hidrógeno y
ázoe Si esto se llama solubilidad , son solubles en el agua. A tempera-
turas elevadas , de 500 grados á 700 grados : descomponen el agua , el
carbono, cloro, bromo y yodo, pasando al estado de ácidos y despren-
diendo hidrógeno. Pasa por muy poco soluble á la temperatura ordinaria
el bromo; todos los demás son insolubles , y no descomponen el agua á
ninguna temperatura.
Acción del agua sobre los óxidos.
En rigor, tampoco hay ningún óxido soluble. El agua los hidrata todos
ó los humecta simplemente , y si son gaseosos , los absorbe mas ó me-
nos , según su peso específico. Los óxidos alcalinos , después de haberse
hidratado, se disuelven; en este sentido, pues, son solubles. Las tierras
alcalinas se hidratan y se disuelven poco; más á temperatura elevada
que á la ordinaria: son , pues , poco solubles. Los metales terrosos y de-
más óxidos metálicos se hidratan únicamente ; ninguno se disuelve ni
descompone en el agua.
Acción del agua sobre los compuestos en uro.
Los compuestos en uro alcalinos son los únicos solubles ; todos los
demás son insolubles y no alteran el agua. Puesta el agua en contacto
con los compuestos en uro alcalinos, potásico y sódico, hay doble des-
composición; el metal alcalino se oxida á expensas del oxígeno del agua,
se hidrata y se disuelve el hidrato; el hidrógeno se combina con el ele-
mento negativo del compuesto en uro, y se desprende con efervescencia,
si es gaseoso.
El amoníaco, en contacto con el agua , siendo gaseoso, es absorbido;
el agua es descompuesta : un átomo de hidrógeno se une á los tres que
tiene el amoníaco y forma el amonio, y el átomo de oxígeno del agua,
que ha perdido su hidrógeno, se combina con el amonio, formando el
óxido de amonio ó amoníaco líquido.
Los compuestos en uro de los demás metales alcalinos correspondien-
tes á las tierras, hacen otro tanto que los alcalinos en menor escala.
Todos los demás compuestos en uro metálicos, metaloídicos y metá-
!ico-metaloídicos, no descomponen el agua ni son solubles en ella.
Los gaseosos son absorbidos ; por lo tanto, se disuelven en el agua.
Acción del agua sobre los ácidos.
Son insolubles y no descomponen el agua todos los ácidos metálicos,
el ácido silícico, y un poco el bórico.
Son solubles todos los ácidos gaseosos y todos los demás oxácidos. Los
oxácidos solubles , que son sólidos, forman con el agua ácidos hidrata-
cos’ que son sales análogas á los hidratos, solo que aquí representa el
agua el papel de base.
son concentrados los ácidos, cuando tienen poca agua ; diluidos, cuando
ienen.mil cha • ^°.s Auorácidos y clorácidos descomponen el agua, por ser
sus pnncipios ávidos de oxígeno, formando el cloro bórico y el cloro silí-
cico, por un lado, ácido dórico y ácido silícico, y por otro, ácido clorhí-
drico ; el iluobónco y el fluosilícico, por un lado, ácido bórico v silícico
y por otro, ácido fluorhídrico.
Los hidrácidos son solubles.
— -630 —
Acción del agua sobre las sales.
Son solubles: l.° todas las sales de base simple y muchas de base do-
ble de potasa , sosa y amoníaco, neutras , básicas ó acidas , como no sea
el ácido muy insoluble, ó no cristalicen en el acto de formarse; 2. todas
las sales de ácido fuerte, neutras ó ácidas, como los sulfatos, nitratos y
cloruros ; advirtiendo que son insolubles , ó poco solubles , los sulíatos
de barita , cal , estronciana y plomo, y los protocloruros de plata plomo
y mercurio ; 3.a todas las sales ácidas, aunque el ácido sea débil , como
no sea insoluble el ácido. , . , , . . . ,,,
Son insolubles todas las sales neutras ó básicas de oxido insoluble y
ácido débil ó insoluble. Es decir, cfue uncí snl es soluble ó insoluble se—
gurí lo son ó no sus elementos ; sal de elementos solubles , soluble ; sal
de elementos insolubles, insoluble; sal en que predomina un elemento
soluble, es soluble, y vice-versa.
Resumen. — Son solubles: l.° los metales alcalinos y los metaloídicos
gaseosos ; 2.° los óxidos y tierras alcalinas; 3.° los compuestos en uro al-
calinos; 4.° los ácidos gaseosos, los oxácidos metaloídicos, excepto el
silícico; o.° las sales de potasa, sosa y amoníaco; las sales de ácido
fuerte , excepto los sulfatos y cloruros dichos ; las sales ácidas , si lo es
el ácido.
Los metales alcalinos alteran ó descomponen el agua : á la temperatura
ordinaria , desprendiendo hidrógeno; los terrosos de 100 á 200 grados;
los del cuarto grupo, inclusos el estaño y cadmio, descomponen el agua
de 500 á 700 grados, ó á la ordinaria añadiendo un ácido; de 500 á
700 grados la descomponen el carbono, cloro, bromo y yodo ; y los clor-
ácidos v fluorácidos.
3.° Color ó acción de la luz sobre los cuerpos.
Nociones generales sobre la luz.
Los cuerpos que reflejan la luz , ya la reflejen casi toda , ya solo una
parte de ella, lo efectúan de diferente modo, del que depende el color
de cada cuerpo. El color de los cuerpos es siempre resultado de la des-
composición de la luz, puesto que el reflejo de toda luz constituye el co-
lor blanco y el brillo, al paso que la absorción de los rayos luminosos da
por resultado la negación de la luz ó el color negro.
Un rayo solar tiene tres espectros : uno lumínico, otro termométrico, y
otro químico. Al través de un prisma , cada uno de estos espectros se
divide en siete rayos. El lumínico tiene siete colores, que son los siguien-
tes: violado, añil, azul (oscuro), azul (claro), verde, amarillo, anaran-
jado y rojo. El calórico termométrico tiene 7 grados de temperatura. El
químico tiene 7 grados de fuerza química ; en el violado está el polo ne-
gativo, en el rojo el positivo. El polo violado, es decir, el negativo, des-
compone cuerpos que forma el rojo, y forma otros que descomponen el úl-
timo, ó sea el rojo.
Como el espectro lumínico es el único qúe se ve , es lógico sentar que
el color de los cuerpos le es debido. Los cuerpos opacos descomponen,
como el prisma, la luz, solo que no dejan ver mas que uno de los colo-
res del espectro, ó una combinación de dos ó más : este color es el que
tienen. ^
— 631 —
Entre el color y el modo como se equilibra el calórico y la fuerza de
agregación, hay relaciones íntimas. Los cuerpos que tienen mucha
fuerza de agregación y pocos poros ó espacios intersticiales, son opacos;
es decir/ no dan paso á la luz; y si están bruñidos, tienen brillo: es el
carácter de todos los metales. Los cuerpos sólidos cristalinos, de crista-
les grandes ó poca fuerza de agregación , son transparentes , y, por loco-
mun , no tienen color. Los cuerpos líquidos, por razón de tener muy
vencida la fuerza de agregación, y muchos espacios intersticiales, son,
por punto general, transparentes é incoloros. Los cuerpos gaseosos, sobre
todo los gases, son también en su mayor parte incoloros.
El espectro químico altera muy pocos cuerpos inorgánicos.
Acción de la luz sobre los cuerpos simples.
Son incoloros los gaseosos ; solo el cloro amarillea un poco, sobre todo
condensado ó disuelto en el agua. Los líquidos son : el mercurio, blanco-
azulado claro ; el bromo, rojo-moreno de jacinto. Los sólidos en polvo
fino , si son metálicos , tienen el color negro , excepto el cobre y el oro,
que son rojo-morenos. Si son metaloídeos , son amarillos el fósforo y azu-
fre; morenos ú oscuros, el yodo, arsénico, boro y silicio. Cuanto mas
fino es el polvo ú obtenido por la vía húmeda, es mas pálido el color. El
carbono cristalizado (diamante) es incoloro, transparente, y descom-
pone la luz; amorfo el carbono, es negro. En masa , son amarillos el co-
bre y oro; el primero es mas rojizo , el segundo mas amarillo. Todos los
demás metales son blancos ó grises , tirando á azul.
Son blancos los metales alcalinos , los terrosos, la plata y el estaño.
Los demás son blanco-azulados , ó agrisados ; cuando bruñidos , tienen
muchísimo brillo y un blanco mas claro.
La luz no altera mas que el fósforo y el carbono; el fósforo se vuelve
rojizo, y el carbono se combina con eí oxígeno.
Accíoü de la luz sobre los óxidos.
Los óxidos gaseosos y líquidos son incoloros. Los óxidos sólidos va-
rían de color, no solo por su naturaleza, sino según estén anhidros ó hi-
dratados. Son blancos los álcalis , tierras alcalinas, la alúmina, que ama-
rillea un poco ; la manganesa que anhidra , es morermsca ; pj-otóxido de
hierro , zinc , plomo, bismuto , cadmio, antimonio y estaño. Todos estos
óxidos son blancos, sobre todo hidratados.
Tienen color : el óxido de cromo es gris verde ; el de manganeso,
anhidro, gris verde ó morenusco; sesquióxido de hierro, hidratado, ama-
rillento; cobalto, anhidro, rojizo; hidratado, verdoso; níquel, anhidro,
moreno; hidratado, verde; plata, morenusco algo agrisado; peróxido
de plomo, minio, rojizo; protóxido de cobre , anhidro, rojizo, hidratado,
azul; deutóxidode cobre, verde; platino y oro, morenuscos. Los óxidos
metalóidicos sólidos , morenuscos. , ,
Por punto general, la luz no altera los óxidos; solo los de fácil i educ-
ción pueden experimentar la pérdida de su oxígeno expuestos á Ja acción
de una luz fuerte y prolongada. El óxido de oro parece el único redu-
cible.
63*2 -
Acción de la luz sobre los compuestos en uro.
i OS gaseosos son incoloros. Los líquidos son muy pocos amarillentos ó
roiizos; los demás son incoloros. Las amalgamas líquidas son g£l5>es<
Los compuestos en uro , sólidos, tienen colores diferentes; hay poc
ligas rojas ó amarillas , y son principalmente las de oro y cobre; las de-
más son grises. Las amalgamas sólidas son grises , excepto las de potasio,
sodio y plata, que son blancas , y las de cobre , que son rojas.
Los fosfuros metálicos casi todos son blancos; y los sulfuros casi todos
negros. Sólidos, son rojizos los sulfuros de potasio y de sodio, y el de
amonio; los de los demás metales alcalinos y terrosos son blancos: di-
sueltos son incoloros. , , ,
Es blanco el sulfuro de zinc , de color de rosa el de manganeso , ama-
rillos los de arsénico , cadmio v bisulfuro de estaño , moreno de choco-
late el protosulfuro de estaño, rojo de sangre el de antimonio. Todos los
demás son negros. , ..
La luz altera muy pocos compuestos en uro : el tnsulfuro de hidrogeno
se pone rojo cuando sólido ; líquido se descompone.
Acción de la luz sobre los ácidos.
Los ácidos gaseosos , hidrácidos , clorácidos y íluorácidos son incolo-
ros. Es rutilante el ácido nitroso ; amarillo-verdoso el cloroso.
Los ácidos líquidos son incoloros y transparentes; solo el clorhídrico
impuro amarillea un poco.
Son blancos los ácidos sólidos, silícico, arsénico, arsenioso, sulfúrico
y nítrico anhidros. El crómico es rojizo.
La luz no altera ningún ácido: solo el nítrico se descompone un poco
al principio.
Acción de la luz sobre las sales.
La mayor parte de las sales son incoloras ó blancas. En este estado se
encuentran todas las de base y ácido incoloro y blanco. Son blancas ó in •
coloras todas Jas sales de los metales alcalinos; las de los terrosos, ex-
cepto algunas de manganeso, que tienen el color de rosa pálido; y las
sales de zinc, plata, plomo, mercurio, bismuto, cadmio, antimonio y
estaño. El yoduro de mercurio amarillea lo mismo que algunas sales de
estaño. El protoyoduro es rojo. Los cromatos de todas estas sales son
amarillos.
Tienen color las sales de manganeso, hierro, níquel , cobalto, cobre,
platino , oro y cromo. Las de manganeso son de color de rosa pálido ; las
de «ierro , si son de protóxido y están disueltas ó cristalizadas, tienen co-
lor verde esmeralda ; las de sesquióxido neutras , rojo amarillo ; cuando
acidas, amarillo rojo-claro; las de níquel, anhidras, son amarillas* hi-
dratadas, verdes; las de cobalto, anhidras, azules ó violadas* hidratadas
rojo claro; las de cobre, anhidras, azules ó morenas; hidratadas ó di’
sueltas , azules ó verdes; las de cobre que contienen amoníaco son de un
hermoso color azul ; las de protóxido de platino , verde morenusco ; las de
bióxido amarillas ó amarillo-rojizas; las de oro, amarillas; las de pro-
nnC pníf0”10’ verd? esmeralda i °s cromatos son amarillos , más ó me-
nos rojizos, según el predominio del acido.
— 633 —
La luz altera muy pocas sales , y entre ellas las de plata y oro ; les da
un color oscuro.
4.° Ley de las combinaciones , ó acción de la electricidad sobre los cuerpos.
Nociones generales sobre la electricidad como agente químico.
Los átomos homogéneos se unen en virtud de la fuerza de cohesión.
Los heterogéneos se unen en virtud de la fuerza de afinidad. Se ha
visto que todos los cuerpos , puestos á la acción de una pila , se dirigen á
uno de sus polos, por lo que son llamados negativos si van al positivo,
y vice-versa. Esto ha hecho considerar á todos los cuerpos dotados de
electricidad, electricidad que en estado natural es neutra; pero habiendo
cualquier causa capaz de desequilibrarla , se manifiestan en cada uno de
ellos dos electricidades : una positiva, y la otra negativa. El cuerpo que
se encuentra en este desequilibrio se dice que se halla en estado polar , por-
que sus electricidades forman dos polos : uno positivo, y otro negativo.
Semejante estado, no solo le presentan los cuerpos en masa, sino cada
uno de sus átomos ; de modo que el estado polar de un cuerpo es la suma
del estado polar de cada uno de sus átomos. Las electricidades opuestas
obran como si se atrajesen ; tanto más, cuanto mas intensa es la fuerza de
cada polo. Las electricidades semejantes obran como si se rechazasen ;
tanto más , cuanto más igual es la intensidad de cada polo. Las electrici-
dades , no solo hacen esto respecto de sí mismas , sino que arrastran los
átomos de los cuerpos para este resultado. Por lo mismo, pues, que los
átomos heterogéneos se atraen ó se rechazan impulsados por las electri-
cidades opuestas ó semejantes , se cree que no hay ninguna fuerza de
combinación , sino que son las electricidades las que forman las combi-
naciones y descomposiciones de los cuerpos. Fuerza de combinación,
pues, y electricidad positiva ó negativa, son sinónimas.
La electricidad obra en razón inversa de las distancias, y en directa
de la energía de cada polo, y de la cantidad de átomos de una misma
electricidad ; los átomos de los cuerpos heterogéneos tienen tanto ó más
tendencia á combinarse , cuanto mas diferente ú opuesta es su electrici-
dad; por eso el oxígeno tiene tanta fuerza de combinación con todos los
metales, y tanta más cuanto más distan de él en la lista ó série en que
están puestos, según su modo de conducirse en la pila.
, La teoría que explica las combinaciones de los cuerpos por la intluen
cia de la electricidad , se llama teoría electro-química (!).
. Las electricidades diferentes, no solo unen un cuerpo simple con otro
simple , sino que cuando se les acerca un tercero , este se une con uno de
ellos , desalmando al otro , dejándole por lo mismo en estado libre ó na^
P) Elh»ardo Robín, químico francés, notable por su gran talento sintético y geiierali--
z,a 01 > explica la acción química de los cuerpos de un modo muy diferente, sin e ausi m
do la electr'CKlad. Haco depender las combinaciones de la fusibilidad, estabilidad y solubi-
,le mtK,o que, según dicho autor, el calor, no la electricidad , es la
sur les compases bina iros , specialement par voie seche ; nouvelle llióorie do la fusión gasouse
el du modo d action do la chaleurdans la fusión, la volalisation ot la descomposition.—
I’ropnélés chimiquoá fundamentales, alabililé , soínbilitó. Documenta par Eduard Robín.
Aun cuando tengo en alta estima osla doctrina do Robín, y croo que acabará por sor ge
lioralmonle adoptada, aquí ho debido referirme» a la epu liona mas general aceptación.
- G34 -
cíente. Estas uniones se verifican siempre entre los átomos de elcctrieí
dades mas opuestas. Cuando un cuerpo compuesto se une con otro com-
puesto, forman combinación , si ios dos compuestos tienen las condicio-
nes de elementos, ó mejor si se encuentran todavía con predominio de
electricidades opuestas; en el caso contrario se descomponen mutua-
mente para unirse entre sí sus elementos de electricidades contrarias;
por ejemplo: l.°el azufre y el plomo se combinan y forman el sulfuro
de plomo, por razón de ser dos cuerpos de electricidades dilercntes , si
á este sulfuro se añade potasio , este se une con el azufre y forma sulfuro
de potasio; el plomo queda desalojado ; 2.° si el ácido sulfúiico se une
al óxido de potasio, se combina sin descomponerse, como si fueran sim-
ples, formando el sulfato de potasa. El ácido sulfúrico conserva la con-
dición de elemento negativo, porque predomina en él esta electricidad,
y, por la misma razón , el óxido de potasio conserva la condición de ele-
mento positivo. Es decir, por último, que siempre que se presenten un
elemento ó átomo simple ó binario en contacto con otro elemento simple
ó binario de electricidad opuesta, podrán formar combinación.
Si á un cuerpo formado por un óxido y un ácido se añade otro óxido,
el óxido del compuesto quedará desalojado ; si en vez de óxido es ácido,
quedará desalojado el ácido; por ejemplo : si al sulfato de hierro se añade
potasa , el óxido de hierro queda desalojado ; si al arsenito de potasa se
añade ácido sulfúrico , queda desalojado el ácido arsenioso. Los autores
resumen esta ley diciendo : « qtte todo cuerpo mas positivo desaloja al me-
nos positivo; y lo mismo respecto al negativo. » Esta ley es falsa , tanto
en las combinaciones entre átomos simples , como respecto á los de áto-
mos compuestos.
Ejemplos. — El oxígeno y el potasio son los dos cuerpos mas opuestos
en electricidad; el carbono es mucho menos negativo que el oxígeno, y,
sin embargo, puesto en contacto con la potasa , ai fuego, se combina con
el oxígeno y reduce el potasio. El carbono es mucho menos negativo , y,
sin embargo, con la ayuda del fuego reduce todos los óxidos: luego no
es cierta la ley de los autores que hemos expuesto. El ácido carbónico es
mucho menos negativo que el ácido sulfúrico, y, sin embargo, puede,
en diferentes circunstancias, desalojar al ácido sulfúrico.
La verdadera ley de las combinaciones , que no tienen excepción nin-
guna, es la siguiente : «Todo átomo simple polarizado ó con electricidad
«desequilibrada, tiende á unirse con otro átomo polarizado también , ó
»que él polariza, y forma combinación, o Otro tanto sucede entre los áto-
mos compuestos. «Todo cuerpo compuesto polarizado tiene tendencia á
«unir cada uno de sus elementos simples ó compuestos á otros elemen-
» tos que le vengan de fuera , sean más ó menos positivos , más ó menos
» negativos que los suyos , produciendo doble descomposición y dobles
«combinaciones, siempre que entre los átomos separados haya bastante
«fuerza de combinación , ó bastante diferencia de electricidad para com-
» binarse, y circunstancias que no contraríen esta combinación.»
Ejemplos. — Dos átomos heterogéneos unidos, polarizados, á la presen-
cia de un tercero de naturaleza diferente , se separan , sea cual fuere el
mayor ó menor grado de electricidad del tercero; y el que tiene la elec-
tricidad mas opuesta se une con él. Si el cuerpo* desalojado encuentra
una cantidad del desalojante que sobre , se une con ella ; por ejemplo : el
azufre y el plomo , combinados , se hallan en estado neutro , se funden y
quedan polarizados ; se une potasio , el azufre se combina con el pota-
- 635 —
sio, y el plome queda separado ; pero hay una cantidad de potasio sobran-
te , se une con el plomo , y resultan : sulfuro de plomo por un lado , y
plumburo de potasio por otro. Un óxido y un ácido combinados , se ha-
llan en estado neutro ; sulfato de hierro, por ejemplo, se disuelve y queda
polarizado ; se le añade entonces potasa , el ácido sulfúrico se une con la
potasa y forma sulfato de potasa ; el óxido de hierro queda desalojado. Si
en vez de añadir potasa sola se añadiese nitrato de potasa , la potasa del
nitrato se uniría al ácido del sulfato de hierro, y el óxido de hierro del
sulfato se uniría al ácido del nitrato de potasa.
Siempre, pues, que hay polarización entre las sales, hay cruzamiento,
cambio mutuo de sus bases y sus ácidos , sea cual fuere el grado de elec-
tricidad de cada uno de estos elementos. Este doble cruzamiento , no solo
se verifica entre las sales , sino entre una sal y un óxido ó ácido hidrata-
dos, porque en uno y otro caso el agua representa un elemento análogo,
ya á la base , ya al ácido de una sal.
Ejemplos.— Guando al sulfato de hierro se añade potasa hidratada , el
agua representa el papel del ácido ; el doble cruzamiento se verifica de
esta suerte ; el ácido sulfúrico del sulfato se combina con la potasa ; el
óxido de hierro se combina con un átomo de agua de la potasa y forma
el óxido de hierro hidratado. El sulfato de potasa, en contacto con ácido
nítrico hidratado , cede su potasa al ácido nítrico y forma nitrato de po-
tasa , y cede su ácido sulfúrico al agua del ácido nítrico, formando ácido
sulfúrico hidratado. Para ver claro este cruzamiento debe ponerse siem-
pre la fórmula de una sal debajo de la otra sal , ó de un óxido, ó de un
ácido hidratado ; tirar una línea del óxido de la sal que está arriba al
ácido ó agua de la sal ó hidrato que está debajo, y otra que cruce la pri-
mera , del ácido á la base.
Polarizan los cuerpos: l.° el fuego; 2." la acción de un disolvente; 3.°
la acción de un cuerpo de electricidad predominante ó de mucha fuerza
química , como los ácidos y álcalis fuertes; 4.* la electricidad.
Influencia sobre la fuerza de combinación.
Influyen en los resultados de las combinaciones : l.u la fuerza de agre-
gación de los cuerpos; 2.° la temperatura ; 3.° el peso específico ; í.° el
estado libre ó de combinación ; 5.° la cantidad de cada elemento, y 6.° lo
que se llama la fuerza catalítica, ó sea la presencia de un cuerpo que hace
entrar en combinación á otros dos, ora será tomando él parte en la com-
binación, ora no tomándola, y que sin él no se combinaria; v. g. , el
oxígeno é hidrógeno no se combinan directamente á ninguna tempera-
tura; absorbidos por la esponja de platino se combinan; el platino, pues,
ejerce la fuerza catalítica.
Completemos esta ojeada con otra sobre las
Propiedades físicas de los cuerpos.
En la descripción de un cuerpo no deben entrar las propiedades gene-
rales de la materia , ó lo que es lo mismo, la extensión, divisibilidad é
impenetrabilidad, porque todos los cuerpos, siendo materia, las tienen.
lampoco deben figurar las propiedades generales de los cuerpos, á
saber : porosidad , dilatabilidad , contractilidad , compresibilidad y elas-
ticidad, porque, absolutamente hablando, todos las tienen, debiendo
- 636 -
hacerse mención de ellas solo en los casos en que un cuerpo las tenga
tan notables que le impriman carácter.
Las propiedades físicas que deben figurar en la historia de un cuerpo,
son las que á continuación se expresan :
Estado. — Forma. — Consistencia con todas las propiedades que supone
ó excluye. — Calórico específico , ó capacidad para él. — Conductibilidad
para el calórico. — Mudanzas de volumen y estado bajo el influjo del ca-
lórico, sucesivamente aumentado ó disminuido. — Peso específico. — Pro-
piedades ópticas ; brillo, opacidad, trasparencia y color. — Conductibili-
dad para el fluido eléctrico. — Polaridad magnética. — Poder absorbente
con relación á los gases. — Olor. — Sabor.
Todas estas propiedades están íntimamente relacionadas con el modo
como se equilibra en un cuerpo la fuerza de agregación con la expan-
siva del calórico.
1.* Estado. — Ya le vimos al tratar de la acción del calórico.
2. 4 Forma. — Los cuerpos gaseosos no tienen forma determinada ; la
decide el vaso que los contiene ; otro tanto debe decirse de los líquidos.
Los sólidos son cristalinos ó amorfos ; son cristalinos los solubles ó fusi-
bles , sobre todo á bajas temperaturas , si no se reblandecen antes de
fundirse. Entre los cuerpos simples son cristalinos el antimonio , el es
taño , el bismuto, el azufre , el arsénico y el carbono natural (diamante).
Todos los demás son amorfos. Son amorfos también todos los infusibles,
igualmente que los fusibles, al descargo de una batería eléctrica, al so-
plete, á grandes temperaturas, ó á menos, si se reblandecen antes de
fundirse. Los fusibles á temperaturas no muy elevadas están en masa
aglomerada ó esponjosa; los infusibles ó los fusibles al soplete ó á tem-
peraturas pirométricas muy elevadas, están en polvo.
3.® Consistencia. — Llaman los autores blando al cuerpo que se deja ra-
yar, y toman ciertos tipos para comparar con ellos los cuerpos , en el
órden siguiente :
1.* Talco.— 2.* Yeso. —3. ° Espato de Islandia.— 4.° Espato-flúor. — 5.’
Fosfato de cal. — 6.° El felzpato. — 7.° El cuarzo (cristal de roca).— 8.° E!
topacio. — 9.° El coridon ó alúmina cristalizada. — 10. El diamante.
Al talco y al yeso los raya la uña.
El espato de Islandia, el espato-flúor y el fosfato de cal, sesquibásico
cristalizado , los raya una punta de acero.
El felzpato , el cuarzo, el topacio y el coridon rayan el vidrio.
El diamante raya todos los cuerpos , y no lo raya mas que él mismo;
por lo mismo es él mas duro.
Para tener una idea verdadera de la blandura y dureza de los cuerpos
debe tomarse por base el modo cómo el calórico obra sobre los átomos.
Son blandos e n este sentido los cuerpos , cuando la fuerza de agregación
consiente cierta movilidad á los átomos para ceder á un impulso mecá-
nico , mudando de posición sin separarse de la masa. Son duros , aque-
llos cuya fuerza de agregación consiente poca movilidad á los átomos,
á la acción de un impulso mecánico , separándose de la masa por poco
fuerte que sea el impulso. Los cuerpos duros se dividen en compactos y
altamente frágiles , y otros terrosos. Distfnguense los primeros de los se-
gundos en que hay mucha fuerza de agregación , no solo entre los áto-
mos, sino entre los grupos de átomos, al paso que los segundos tienen
mucha fuerza de agregación entre los átomos , y poca entre los grupos de
átomos.
- 637 -
La blandura y dureza suponen y excluyen una porción de propieda-
des; por lo mismo que un cuerpo blando permite que sus ¿tomos muden
de posición , bajo un impulso mecánico , sin separarse de la masa, debe
ser rayable , sin formar polvo; debe ser tenaz, dúctil, flexible, malea-
ble, soldable, cortable, y no puede reducirse á polvo con la percusión
y trituración ; para tomar la forma de polvo necesita ser limado ó preci-
pitado por una reacción química , ó bajarle la temperatura que le dé du-
reza , ó aumentarle la temperatura si es susceptible de cristalizar con ella
ó fundirle y volatilizarle, enfriándole bruscamente con corrientes de
cuerpos que no se combinen con él.
El cuerpo duro , al contrario, por lo mismo que no consiente movi-
miento entre sus átomos , y se apartan de la masa por un impulso mecá-
nico , no puede tener ninguna de las propiedades que supone la blan-
dura , y debe ser frágil , con fractura conchoídea ó filamentosa , si está
en masa aglomerada; granulosa ó angulosa, si está en masa cristalina; se
pulveriza con la percusión y es elástico y sonoro.
La masa influye mucho en estas propiedades ; así , una gran masa de
hierro no es tan flexible como un alambre.
í.° Calórico especifico.’— Se entiende por calórico específico la cantidad de
calórico que se necesita para afectar un grado de temperatura. Como el
calórico se aloja en los espacios intersticiales de los cuerpos, y no se hace
termométrico hasta que es expulsada la cantidad excedente , resulta que
cuantos mas espacios intersticiales tenga un cuerpo , mas cantidad de ca-
lórico debe retener, y por consiguiente, tardará mas en expulsarle ; luego
para afectar un grado del termómetro, necesitará mas cantidad , ó lo que
es lo mismo , tendrá mas capacidad para el calórico, ó mas calórico es-
pecífico. Por lo mismo tendrán mucha capacidad los gases; después de
estos, los líquidos; después, entre los sólidos, los terrosos, los esponjo-
sos, y así sucesivamente según lo compacto de la masa: es decir, según
la mayor ó menor separación de sus átomos.
í>.° Conductibilidad para el calórico. — Son malos conductores deí caló-
rico los cuerpos que tienen muchos espacios intersticiales , ó muy separa-
dos los átomos , y vice-versa ; por consiguiente , son malos conductores
los líquidos, los gases, los cuerpos esponjosos, y buenos los de masa
compacta.
6. ° Mudanzas de volumen y estado bajo el influjo del calórico, sucesivamente
aumentado ó disminuido. — El calórico dilata los sólidos, líquidos y gaseo-
sos de una manera desigual á cada grado de temperatura.
Si los gaseosos son naturalmente gases, los dilata de una manera
uniforme.
Todo el calórico que recibe un cuerpo sólido , se emplea en dilatarle,
hasta que llega el punto de fusión , que le hace mudar de estado. Otro
tanto sucede respecto de los líquidos hasta el punto de volatilización.
El calórico , sucesivamente disminuido, contrae los cuerpos gaseosos,
líquidos y sólidos, y los contrae desigualmente á cada grado de tempera-
tura, excepto los gases, que es de un modo uniforme; todo esto depende
de la tuerza de agregación. El calórico dilata mucho los gases, menos
los líquidos , muy poco los sólidos, y tanto menos, cuanto mayor es su
fuerza de agregación : lo mismo puede decirse respecto al calórico dis-
minuido en cuanto á la contracción.
7. ° Peso especifico. — Es la expresión de la fuerza de gravedad ejercida
sobre cada átomo del cuerpo. Cuantos mas átomos tenga un cuerpo en
| ti.— De los reactivos mas usados en las operaciones analíticas.
Dáse el nombre de reactivo á toda sustancia ó cuerpo que , con su ac-
ción química , revele la presencia de otro por medio de algún fenómeno
físico sensible.
Por reacción se entiende la manifestación de la acción química de un
cuerpo sobre otro, por medio de uno ó mas fenómenos físicos, accesibles
á los sentidos.
La presencia de un cuerpo se revela, ó por su precipitación , esto es,
por la formación de un cuerpo insoluble, que se va al fondo del vaso’,
del color de ese cuerpo que precipita, ó por un enturbiamiento de licor, ó
por la formación de copos gelatinosos, ó de cristales, ó por simple colo-
ración del mismo, ó por una efervescencia , formación de burbujas de gas
que se escapan al través del líquido, ó por desprendimiento de vapores ó
gases de este ó aquel color, por el de olores, por aumento de temperatura;
en una palabra, por ciertos fenómenos físicos, por ciertas mudanzas sen-
sibles , manifiestas y fáciles de apreciar por el que opera. Siempre que,
poniendo en acción dos ó mas cuerpos, veamos que acto continuo, ó algún
tiempo después, se presenta cualquiera de esas mudanzas, de esos fenó-
menos físicos , decimos que hay reacción , y puede llamarse reactivo el
cuerpo que da lugar á esos fenómenos.
Los reactivos tienen varios usos : unos sirven para operar por la vía
seca ; otros, para operar por la via húmeda. Ya llevamos dicho que se opera
por la via seca, cuando se emplean los cuerpos al estado sólido y al fuego
sin concurso de líquidos, y por la via húmeda , cuando se emplean líquidos
que disuelvan, ya á la temperatura ordinaria, ya á temperaturas elevadas.
Los reactivos para operar por la vía seca , unos sirven para la desagre-
gación de los cuerpos insolubles , y son los sulfatos de las tierras alcalinas,
de barita , cal , etc. , los silicatos , los carbonatos de sosa y potasa y la ba-
rita-, otros sirven para operar con el soplete , y son el carbonato sódico , el
fosfato ídem, el arsenito sódico, el bórax, y en ciertas circunstancias el ácido
bórico, el nitrato coballoso, el óxido de cobre, el espato- flúor pulverizado , el
estaño en limaduras, el hierro, el bisulfato potásico y el ácido silícico.
Los reactivos por la via húmeda son también varios, y unos ejercen una
acción común, otros propia ó particular de sustancias determinadas.
Son comunes, generales de los autores, los que revelan á la vez mas ó
menos número de cuerpos de esta ó aquella clase ó grupo, sin determinar
particularmente á ninguno de ellos, por medio de una reacción que les es
común.
Los particulares ó propios son los que determinan tal ó cual cuerpo por
medio de una reacción que les es exclusiva , si no de un modo absoluto,
de un modo relativo á las circunstancias en que se aplica.
Como ejemplos de reactivos comunes ó generales pueden citarse : los lla-
mados disolventes simples , como el agua , el alcohol , el éter y el sulfuro de
carbono ; y los disolventes químicos, como el ácido clorhídrico , el nítrico, el
clorido-nitrico , ó agua régia , el ácido acético y el cloruro amónico ; el pa-
pel azul de tornasol, su tintura, el de Dalia, que revelan los ácidos; el rojo
de tornasol, el jarabe de violetas que revelan los álcalis; el agua, el alco-
hol, el éter que revelan los solubles; el ácido sulfhídrico, el sulfuro amónico,
los carbonatos alcalinos que descubren grupos de bases metálicas ; el clo-
ruro bárico, el nitrato de plata que descubren grupos de ácidos inorgáni-
cos, etc. , etc.
_ m —
N incuno de esos reactivos, ai .«velar ¡a presencia de un ácido, de
álcali, de un cuerpo soluble, de una base metálica, de un ácido
inorgánico , etc. , determinan qué ácido, qué álcali , qué cuerpo soiubie,
qué base metálica, ni qué ácido orgánico es, como no sea por otro fenó-
meno físico que acompaña al que le constituye reactivo común.
Como ejemplos de reactivos propios, pueden citarse: una sal de cobre
para el amoniaco, el carbonato amónico para la magnesia , el sulfato calcico
para la barita, estronciana y cal, cada una de cuyas bases revela de dife-
rente modo; el almidón del yodo, el ácido nítrico de la morfina, etc. , ele
A veces eí ser propio no quiere decir que sea exclusivo; pero dadas cier-
tas condiciones , es como si lo fuera : por ejemplo , el cloruro platínico da
con la potasa y con el amoníaco un precipitado amarillo de canario; es,
pues, común á Jas dos bases; pero si una sal do potasa , tratada antes con
este álcali , no da olor amoniacal, y luego de tratada con el cloruro platí-
nico, precipita en amarillo de canario; ese cloruro es un reactivo propio
ó particular de la potasa, porque la determina.
El sulfato cálcico , aunque tiene de común precipitar las sales de ba-
rita y estronciana, se hace reactivo especial ó propio de cada una de esas
bases y de la cal, porque precipita en el acto las de barita; tarda en pre-
cipitar las de estronciana, y nc precipita las de cal.
El ácido sulfhídrico , aunque es un reactivo común de muchas bases
metálicas, se hace propio de las sales férricas, porque da con ellas un
precipitado blanquecino que es azufre, lo cual no iiace con ningún otro;
las particulariza, pues; así como particulariza las de antimonio y las es-
tañosas, porque el precipitado tiene un color que ningún otro precipitado
por ese ácido tiene.
Los reactivos comunes io son de mayor ó menor número de cuerpos;
así como el papel azul de tornasol io es de lodos los ácidos ; el rojo , de
todos los álcalis; el ácido sulfhídrico no lo es de todas las bases metáli-
cas , ni el cloruro bárico, de todos los ácidos inorgánicos, ni el cálcico,
de todos los orgánicos.
La fuerza ó intensidad con que los reactivos revelan la presencia de
ciertos cuerpos se llama valor del reactivo, y no es igual, ni en todos los
reactivos, ni en uno mismo, respecto de todos los cuerpos, con los cuales
entra en acción.
bajo este punto de vista, los reactivos se llaman característicos , cuando
dan una reacción muy manifiesta , terminante y señalada ; tal es , por
ejemplo, la de una sal de cobre con el amoníaco ; la del yodo con el al-
midón ; la del ácido nítrico con la morfina ; la del cianuro férrico potásico
con las sales de hierro, etc. , etc.
Se llama sensible el reactivo, cuando por poca cantidad de sustancia
que haya, la revela ; así sucede con el yodo, respecto del almidón ; el clo-
10, respecto de la plata, plomo y mercurio , del cianuro férrico potásico
con el hierro ; del cobre con el amoníaco ; el yoduro doble de mercurio
y de potasio, el ácido fosfomolíbdico con los alcalóides, etc. etc.
Se llama corroborante el reactivo que confirma la presencia de un cuerpo
revelado ya , por su propio reactivo. Un nitrato, por ejemplo, se revela
por su reactivo propio, las limaduras de cobre y el ácido sulfúrico que
fL„Cei\dar vapo^ rutilantes. Se corrobora que lo es, echándole al
ver ^u-e ^flagra, y echándole en una cápsula donde se funda
tosdof¿"StanCia or§áiac1a’ al oir flue detona ó da cierto chasquido. Es-
tos aos fenómenos son debidos á reactivos corroborantes.
- 641 - '
Los autores hablan de reactivos para las bases, y reactivos para los áci-
dos , y los van nombrando según la clase , y mezclando los comunes con
los propios. No creo metódico ese estudio de ese modo. La simple indi-
cación de los reactivos, sin referencia á la marcha analítica á grupos, di-
visiones, y á tal género ó á tal especie de sales, no sirve mas que para fa-
tigar sin provecho la memoria.
c Si respecto de los reactivos para el soplete y las desagregaciones los
he seguido , voy á separarme de ellos , respecto de los reactivos, para la
análisis por la vía húmeda , que es la casi únicamente empleada en To-
xicología. Yoy á dar á los reactivos empleados para esta análisis, otra
distribución , relacionada con la marcha metódica que se sigue y que
luego expondrémos, en la análisis química de las sales inorgánicas y or-
gánicas.
Hemos de ver, en efecto, que la marcha analítica de los cuerpos inor-
gánicos y orgánicos se hace metódica , y por lo mismo mas fácil de estu-
diar y ejecutar en la práctica, distribuyendo, tanto las especies, como los
géneros de sales por grupos y divisiones de grupos, teniendo cada uno
de estos, cada división, cada especie y cada género sus caracteres dis-
tintivos. De esta suerte, conocido el carácter del grupo , el de división y
el de la especie ó género de una sal, está determinada de un modo defi-
nitivo; ios corroborantes no hacen ya mas que confirmar la presencia del
cuerpo por aquellos revelado.
Pues bien; ¿cuánto mas metódico y mas provechoso no ha de ser estu-
diar y distribuir los reactivos con respecto á esa distribución de sales por
grupos, divisiones, especies y géneros? Asi ya se prepara el conocimiento
de la marcha analítica, que luego hemos de exponer, y se posee de un
modo mas fácil y provechoso el importante conocimiento de los reactivos
comunes y particulares, ó propios.
Creo , por lo tanto , que se consigue mejor esa ojeada general á los
reactivos, hablando de ellos con relación á los grupos, divisiones , espe-
cies y géneros de sales, tanto inorgánicas como orgánicas.
Dirémos, pues, que los reactivos se dividen :
l.° En unos que sirven para determinar el grupo.
42.° Otros para determinar la división.
3. ° Otros para determinar tal ó cual especie , ó base.
4. ° Otros para determinar tal ó cual género, ó ácido.
Esta clasificación es aplicable, lo mismo que á las sales inorgánicas, á
las orgánicas.
Son reactivos para determinar el grupo , á que pertenece una especie,
ó base de una sal inorgánica :
1. ° El ácido sulfhídrico.
2. u El sulfuro amónico.
3. * Los carbonatos alcalinos.
4 o La potasa.
Son reactivos para determinar et grupo á que pertenece un género ó
acido de una sal inorgánica :
V» ni cloruro bárico.
j^1 n\l.ral° de plata.
0. Las limaduras de cobre y ácido sulfúrico.
Son reactivos para determinar el grupo á que pertenece una especie
de sal orgánica : *
1 . ° La potasa.
TOXICOMKÜA. — 4l
— 642 -
ü« Los bicarbonatos alcalino?.
Son reactivos para determinar el grupo á que pertenece un género ae
sal orgánica :
1. ° El cloruro cálcico.
2. ° El cloruro férrico.
Todos esos reactivos son comunes , porque revelan grupos; son vatios
los cuerpos que tienen el carácter del grupo respectivo.
Son reactivos para determinar las divisiones de los grupos, respecto de
las bases ó especies inorgánicas :
1. ° El cloruro platínico.
2. ° El carbonato amónico.
:j.° El sulfuro amónico.
4. ü El ácido sulfhídrico.
5. ° El ácido clorhídrico.
(i.0 El ácido nítrico.
7.° El amoníaco.
Son reactivos para determinar las divisiones de los grupos, respecto
de los ácidos ó géneros de sales inorgánicas :
1. ° El ácido sulfhídrico.
2. ° El ácido clorhídrico.
Son reactivos para determinar las divisiones de los grupos de los áci-
dos orgánicos :
1. ° El calor.
2. ° El alcohol y el amoníaco.
Estos reactivos son todavía comunes á varios cuerpos de cada división.
Por último, son reactivos de las especies en particular, los que las de-
terminan exclusivamente de un modo absoluto ó relativo respecto de
cada una, podiendo decir lo mismo respecto de cada género. Nombrar
esos reactivos exigiría extender una lista de todas las especies y géneros
inorgánicos y orgánicos, colocando al lado de cada uno su reactivo pro
pió, y aunque no pusiéramos mas que uno, dejando los corroborantes de
cada uno, resultaria una série de nombres, árida y fatigosa y refractaria
á la memoria.
Por lo niismo, tanto por eso, como porque en rigor no pertenece la
particularizacion de este conocimiento á la Toxicología general, y porque,
al exponer los caractéres químicos de cada base y de cada ácido, tanto
inorgánicos , como orgánicos , y la marcha analítica de unos y otros , he-
mos de indicar esos reactivos particulares; dejarémos de mencionarlos
aquí, limitándonos á los destinados á revelar grupos y divisiones.
En estos últimos tiempos se han descubierto varios reactivos comunes
y propios de sustancias inorgánicas ú orgánicas. Ya hemos dicho algo de
ello en la Introducción. Allí hemos hecho mención del ácido fosfomolíb-
dico , como reactivo general de los alcalóides preconizado por Sennes-
chein, del yoduro doble de mercurio y de potasio, dado todavía como me
jor para revelar esas bases alcalinas por los alemanes, en especial Yal-
ser y Mayer, y los italianos Cossa y Carpené ; del ácido sulfo-férrico como
reactivo del ácido nítrico, etc. Cuando hablemos de las operaciones ana-
nlico-químico-toxicológicas, dirémos algo más sobre esos y otros reac-
Dada esa idea general de los reactivos, veamos las reglas á que está
sometido su manejo.
g III.— Da las reglas generalas para el empleo de loa reactivo*.
El empleo ó manejo de los reactivos, en las operaciones analítico-auí-
mico-toxicológicas, exige ciertas condiciones importantísimas, sin las cua-
les no produciría los debidos resultados. El conocimiento de’esas condi-
ciones es tan esencial , como el del valor y caractéres químicos de los
mismos reactivos. Por eso se han establecido ciertas reglas , sin cuya apli-
cación ú observancia no seria posible emprender ninguna análisis , con
esperanza de buen éxito.
Podemos reducir esas reglas á las siguientes:
1. a Tener todos los instrumentos, utensilios y aparatos indispensables
para las análisis, bien ordenados, limpios y exentos de todo principio
atacable por los reactivos que se emplean.
2. a Tener una colección completa de reactivos comunes, particulares
y corroborantes, tanto para la via seca, como para la via húmeda , metódi-
camente ordenados.
3. a Asegurarse del buen estado y pureza de todos ellos.
4. a Empezar las análisis con ellos por tanteos prévios , y á tenor de la
marcha que se tenga por más metódica y más conducente á su objeto.
5. a Emplear para cada tanteo poca sustancia de la sometida á la análi-
sis , y tanto menos, cuanto menor sea la cantidad de que se disponga.
6. a No emplear más ni menos cantidad de reactivo para cada ensayo ó
tanteo , que la debida y proporcionada á su valor.
7. a Fijarse en pocos caractéres, pero terminantes y suficientemente
distintivos.
8. a No dar valor mas que á las reacciones claras y terminantes.
9. a Separar los cuerpos revelados.
10. Destruir las sustancias orgánicas que impidan la claridad de las
reacciones, ó aislar de ellas la que se busca.
Tales son las reglas indispensables para que los reactivos se empleen
como es debido , y con resultado provechoso. Digamos cuatro palabras
acerca de cada una de esas reglas , para mayor aclaración.
Regla 1.a , relativa á los instrumentos , etc . .
Los reactivos no pueden obrar sobre las sustancias que se hayan de
analizar, sin ciertos utensilios, instrumentos ó aparatos. Las operaciones
analítico-químicas , durante las cuales se hace uso de los reactivos, exi-
gen esos enseres , como lo hemos visto, al hablar de ellos.
En muchos casos basta tomar un instrumento, como un tubo, una
copa , un vidrio de reloj , una cápsula, etc., para colocar en ellos la sus-
tancia y aplicarla al reactivo. Mas en otras ocasiones, antes de esta apli-
cación , hay que preparar la sustancia, y para ello se necesita mas com-
plicación de instrumentos y aparatos.
Conviene, por lo tanto, que exista en el laboratorio una colección de
los utensilios, instrumentos y aparatos, por lo menos de los mas indis-
pensables, para echar mano de ellos, según los casos ó necesidades del
momento.
Cuales sean esos instrumentos, utensilios y aparatos, ya lo llevamos
indicado en otro artículo.
Todos ellos deben estar ordenados, en su sitio, melódicamente culo
- m -
I Y á ¡a fácil disposición del operador, en especial ios qiw mas á
menudo se usan
Es necesario no soloque estén limpios de polvo y cualquier otra cosa
aue pueda ensuciarles, sino que no los manche ó tengan residuos de ma-
terias de otros ensayos. Las retortas, los frascos con lubuluras , los tubos
encorvados v crisoles , todas las vasijas, en fin, que tengan pliegues y
recodos, ó de paredes no lisas, exigen más ese cuidado ; porque es tacil
que resida en ellas algún resto de las sustancias que han contenido. Hay
que lavarlas con agua fria V caliente, y acaso avivada con algún ácido, y
luep-o con agua destilada para dejarlas completamente limpias, y según
las operaciones, mejor será no emplearlas más; tomar otras que no hayan
servido nunca.
Además de limpiarlas y secarlas cada vez que se concluya una opera-
ción con ellas, colocándolas en seguida en su sitio correspondiente, an-
tes de volver á emplearlas para una nueva operación ó ensayo, hay que
asegurarse de su limpieza y de que están de todo punto exentas de ma-
terias, cuya presencia pudieran acusar y acusarian los reactivos, dando
lugar á errores de trascendencia.
Por eso , por punto general, no deben .emplearse los mismos tubos,
copas , etc. , en una análisis, aun cuando se laven acto continuo, como
no se haga en agua destilada y no se sequen mucho. Lo mejor es tener
de esas vasijas en abundancia y emplear para cada tanteo una que no
haya servido en ese caso.
Concluidas las operaciones, hay que limpiarlo todo, secar los vidrios,
bien lavados, evitar que los instrumentos de hierro se oxiden y que en
los de latón ó cobre se forme cardenillo.
Las copas, tubos y demás vasijas, en las que se haya ensayado un
reactivo, visto el resultado, deben apartarse para lavarías, si no se ha
de aguardar cierto tiempo , para observar otros efectos.
Y si quedan pendientes operaciones para otro dia, ó hay que esperar
algún tiempo para obtener resultado, se tapan las vasijas con obturado-
res ó papel y se coloca debajo de un pié una notita que indique lo que
es , porque de lo contrario es fácil la confusión , la equivocación y la
pérdida del trabajo.
líegla 2.\ relativa á la colección de reactivos.
Ya hemos dicho que, en el laboratorio, debe haber entre sus ventanas,
estantes con los Irascos que contienen los reactivos, y además una caja
con gradas destinada á lo mismo.
En una y otros, hay que tenerlos ordenados, y el mejor órden es dis-
ponerlos conforme á la marcha metódica de las análisis.
El ácido clorhídrico y nítrico que sirven para acidular las disoluciones,
cuando se empieza por ir en busca de las bases ; y el amoníaco para al-
caltnizar , cuando se buscan los ácidos. Luego los reactivos de grupo, de
sus divisiones y de las especies y géneros, sin necesidad de multiplicar-
los , puesto que hay reactivos que así sirven para una cosa como para
«ira, según los casos ó el objeto que á la sazón se lleve el operador. No
HÜ!’ por ejemPlo> el ‘lcjdo clorhídrico sirva para acidular un licor,
tenpr- vi *n PreciPltado > precipitar ciertas disoluciones , etc. , se ha de
ColoLifn1^^800-8 de ácido clorhídrico, ni en los estantes ni en la caja,
en su sitio y vuelto á él, cuando ha llenado su objeto, se vuelve
- MB —
á tomar el mismo frasco para llenar otro , cuando lo exige la marcha de
a Lo auTdigo del ácido clorhídrico es aplicable á muchos , por no decir
á todos los demás reactivos. Raro es el que no tenga mas que un objeto,
un uso ó una sola aplicación. . ,
Por lo tanto, respecto del órden que indico , entiéndase como se debe,
aue se vayan colocando por el órden de los tanteos , y cuando se dé con
un reactivo que ya esté colocado , se pasa á otro; con tal que estén todos
los que hagan falta y ordenados como indico , estará llenado el objeto de
su colocación metódica. ... .. . ,
Hay algunos reactivos que, siquiera trascurra tiempo, no pierden nin-
guna de sus propiedades; pero á su vez existen otros que, después de
más órnenos tiempo, se alteran. Estos no sirven, y hay que renovarlos
cada vez que se practica una análisis , por poco que haya pasado el
tiempo entre esta v la anterior, para la cual se elaboró ese reactivo. Es
lo que sucede casi siempre con el ácido sulfhídrico , y sulfhidrato amó-
nico , con las sales ferrosas , etc.
Además de los reactivos colocados en frascos que contienen la disolu-
ción de aquellos, hay que tener á disposición láminas de cobre, de hier-
ro , de zinc , limaduras de este , sulfuro de hierro , flujo negro en botes
de hoja de lata , papeles reactivos , almidón , añil , cloro , bromo , tin-
tura de yodo, tintura de nuez de agallas, agua destilada , alcohol, éter,
sulfuro de carbono, etc.
No debe quitarse del estante ó de la caja el frasco del reactivo que se
necesita sino en el momento de hacer uso de él ; se echa la cantidad
debida en la copa ó tubo, ó lo que sea, donde esté la sustancia ensayada,
y limpiando el tapón y cuello se vuelve á su sitio acto continuo. Así
como no se debe dejaren el sitio, donde se opera, las copas en que ya se
ha hecho un tanteo , tampoco debe quedar allí el frasco del reactivo. Eso
estorba, vuelve embrollado el trabajo, da lugar á confusión, á equivo-
caciones y pérdida de tiempo. En el espacio de la mesa donde se opera,
no ha de haber mas que la copa ó vasija que contiene el cuerpo de en-
sayo y el frasco del reactivo ; así que este ha llenado su objeto del mo-
mento , se coloca en su sitio , en el estante ó en la caja , esto es, de donde
se haya sacado. Cuantas veces haya que emplearle, se hace otro tanto.
Esto , sobre dar mas órden y desembarazo á la operación , en vez de gas-
tar tiempo , le economiza. Mas tiempo se pierde buscando un reactivo
entre seis ó siete frascos que estén encima de la mesa sin órden , que co-
locándole cada vez que se hace uso de él en su lugar y volver por él al
mismo , cuando otra vez se necesite.
Excusado es decir que el operador no debe abandonar á su memoria
lo que contiene cada frasco , ni guiarse por las propiedades físicas de lo
contenido para saber qué reactivo es. Sobre que será fácil mudarlos de
sitio , no ha de recordar bien los que ocupen este ó aquel , no todos tie—
hrp m . ^asíante distintivo. Es necesario que cada frasco lleve el nom-
w/C?CtlV0 ^ me.ÍOÍ! c°n palabras que con su fórmula. Es una ventaja
I ste el nombre escrito en el cristal del frasco por medio del ácido
uorniunco. Los rótulos de papel se gastan, se manchan á veces ó se
Jorra la Unta. Ln el cristal se puede pintar la fórmula y el nombre.
buéiese sostener el frasco con la mano derecha mientras se echa el con-
tenido en la copa ó tubo, y con el índice el tapón junto al cuello medio
sacado para que permita el paso del reactivo. Rueño es acostumbrarse á
- 646 -
ActA na i-a los casos en que hay que sostener con la mano izquierda la
rn na ó el tubo , porque de lo contrario hay que quitar el tapón y dejarle
pncima de la mesa. Yo quito el tapón y le guardo en la mano izquierda,
sostenido por el cuarto y quinto dedo de la mano izquierda , lo cual no
me impide sostener con los otros tres dedos la copa 6 el tubo que con-
tiene el cuerpo de ensayo.
Siempre que se concluyen las operaciones de un día , no hay que des-
cuidar la limpieza del frasco. Si no se seca bien el cuello y el tapón nada
mas común que quedarse fuertemente unidos y no poder abrir el frasco.
transcurrido algún tiempo. ,,
Cuando esté secado se calienta un poco el cuello , para que se dilata
el vidrio, se humedece con agua destilada, se dan ligeros golpes en to-
dos sentidos al tapón, ó se atrae bruscamente y se tira hacia fuera.
Regla 3.a, relativa á la pureza de los reactivos .
Es una condición indispensable y esencial el que los reactivos estén
puros. Sin esta condición todo lo demás seria inútil. Un reactivo que no
esté puro dará otras reacciones que las que debe dar, y tan pronto puede
creerse que no existe en el licor ensayado la sustancia que se busca , tan
pronto suponer que hay una que no tiene, procedente del reactivo.
Antes, por lo tanto, de emplear un reactivo, hay que asegurarse de
su pureza. Si es de los que se alteran con el tiempo, se renuevan en el
acto , se preparan ó se toman recien preparados, ha preparación de los
reactivos exige el empleo de otros cuerpos, y los hay que difícilmente
abandonan restos de esos cuerpos que los impurifican. Por eso las sus-
tancias del comercio, casi siempre impuras , no pueden servir para reac-
tivos, como no se despojen de sus impurezas.
O hav que tomar los reactivos de un laboratorio químico que los ga-
rantice^ y comprobar si en efecto están puros, 6 prepararlos en el mismo
laboratorio , y una vez preparados , asegurarse también en varios ensa-
yos que no arrastraron consigo restos de las sustancias empleadas para
su preparación.
Por lo mismo que cada reactivo se prepara con sustancias que pueden
no ser las mismas , no todas tienen las mismas impurezas : las unas con-
tienen vestigios de unas sustancias; otras las contienen de otras.
Para reconocer esas impurezas, antes de aplicarlas al cuerpo de ensayo,
se tantea con los reactivos capaces de revelar los cuerpos que impurifican
el reactivo que se lia de emplear, y solo cuando se vea que está puro , se
empleará para la operación debida.
Cómo se averigua esa impureza y qué sustancias son las que impu-
rifican cada reactivo, no lo indicamos aquí, porque la importancia de
esta regla nos hará dedicar un párrafo exoreso á la purificación de
tales cuerpos.
Durante los ensayos de las sustancias sospechosas por medio de reacti-
vos, es fácil impurificarlos, si no se tiene cuidado en ello. A veces no se
toma masque una gota por medio de una varilla que se sumerge en el
trasco, y se toca luego con ella la sustancia ensayada. En este caso se
áUm t eií ,0 resta en la varilla> parte de esa sustancia, y si se vuelve
sionp a varilla en frasco» su contenido se impurifica. En otras oca-
ln /.„ÜiS5 toíaa la misraa varilla por equivocación y se mete en otro frasco,
io cual da lugar también á impurificaciones.
- 647 —
En unas oposiciones á la cátedra de Medicina legal y Toxicología , vi-
mos á uno de los opositores que para las reacciones ó empleo de los reac-
tivos, no hacia uso mas que de varillas, echando por medio de ellas el
reactivo en las sustancias ensayadas , y hasta poniendo en contacto con
estas la varilla , metiéndola varias veces en el frasco; con lo cual dejó
impuros varios reactivos.
Para evitar esas impurezas, lo mejor es echar un poco del reactivo en
una copa y en ella meter la varilla , jamás en el frasco de aquel , y con-
cluida la operación , se tira el licor ó reactivo de la copa.
También es indispensable , ó lavar la varilla , si se ha de introducir en
otro reactivo, ó emplearla por el otro extremo , ó mejor echar mano de'
una nueva.
Regla 4.*, relativa á los tanteos.
Siempre que se practica una análisis química , hay que atender á si se
tiene ó no conocimiento de la sustancia que se somete al ensayo. Hay ca-
sos en los que , ya sea por lo habitual que nos es una sustancia , ya por
ciertos caractéres físicos , botánicos ó zoológicos que la distinguen mas ó
menos , tenemos casi seguridad de lo que es , y podemos afirmarlo de
antemano , y cuanto se hace para asegurarlo no es mas que una corrobo-
ración de la idea que hemos concebido, al ver esa sustancia. En estos ca-
sos nos vamos directamente á los reactivos que la particularizan.
Hay otros casos en los que a priori no podemos conocerla ; se puede
confundir con otras semejantes en caractéres exteriores y accesibles á los
sentidos , y entonces es necesario proceder por tanteos prévios , ya por
la vía seca , ya por la via húmeda , para averiguar á punto fijo de qué sus-
tancia se trata.
En todos los casos, sin embargo, como las apariencias ó cualidades
exteriores pueden engañar ; como puede haber mas de un cuerpo que se
presente de esa suerte , es necesario para una afirmación ó negación ro-
tunda y categórica , apelar á la análisis química en busca de caractéres
químicos terminantes y verdaderamente distintivos.
Los tanteos prévios sirven para marchar mas rápidamente al uso de los
reactivos adecuados que den el resultado que se espera; con el tanteo
previo lo desconocido se va haciendo conocido, se va reduciendo el nú-
mero de cuerpos á que puede pertenecer el ensayado. Con esos tanteos
se ve si pertenece al reino inorgánico ú orgánico , y determinado esto,
ya queda reducido á menor número posible de cuerpos; luego si es ó no
soluble y se le reduce mas el campo; por último, si es ácido, alcalino ó
neutro, y queda todavía mas reducido. Según cual sea esta última condi-
ción , se sigue tanteando con los reactivos de grupo; luego con los de di-
visión, y al fin con el que le particulariza , y queda así metódica y rápida-
mente determinado.
Mientras no se llegue á los reactivos, que especializan ó determinan
un cuerpo, no debe aventurarse el juicio, ni se debe abandonar la opera-
ción. Hasta que dé esos reactivos propios y característicos , no hay que
afirmarle. Con esta marcha de tanteos , no hay cuerpo conocido que no
se descubra.
- m -
4
Regla 5/ , relativa á la cantidad de sustancia.
la cantidad de sustancia sometida á las análisis químicas , tan pronto
es considerable , tan pronto mediana , tan pronto escasa ; y lácil es com-
prender que no ha de ser igual la posición del operador, en esos diversos
casos. Si se supiera de antemano de qué sustancia se trata, aunque hu-
biese poca cantidad de ella , bastaria ; porque se marcharía directamente
al empleo desús reactivos característicos.
Mas , cuando no se tiene ningún conocimiento de ella , ó se contunde
con otras muchas, al simple aspecto, hemos visto que hay que proceder
por tanteos; pues bien : en cada uno de ellos hay que emplear una por-
ción de esa sustancia ; si el tanteo primero no da resultado, hay que
echar mano de otra porción para otro tanteo, y así sucesivamente, hasta
que se dé con la sustancia que sea.
Si son muchos los tanteos que hay que practicar, y hay poca sustancia
de ensayo , como no se economice ," nos t'altaria tal vez antes de llegar á
un resultado definitivo. Si empleamos desde luego , y en los primeros
tanteos, mucha porción de ella , no podrémos continuar, y el trabajo será
inútil.
Cuando hay mucha cantidad , ó mediana , queda siempre bastante poi-
cion para ulteriores ensayos; no importa que se empiece echando mano
de una porción regular ó mas ó menos considerable, conveniente en cier
tos casos, porque así son mas sensibles los caractéres químicos que la
revelan.
Por lo tanto, siempre que haya poca cantidad del cuerpo de ensayo,
será necesario, para que dé lo suficiente para todos los tanteos , empezar
por emplear poquísima porción , siempre proporcionada á la cantidad to
tal de que se disponga , dejando la suficiente para los ensayos ulteriores,
con el fin de que podamos llegar á lo último y definitivo de la operación,
sin que nos falte sustancia.
Esta es una regla importantísima, cuya inobservancia puede ser de
graves consecuencias, pues se perdería en las manos del operador la
prueba de un delito <5 de la inocencia. Es muy posible que en esa pe-
queña cantidad esté el vestigio de un veneno dado á un stigelo ; y si he
mos gastado antes de tiempo en tanteos previos esa sustancia , sin po-
derla determinar, por falta de ella , su naturaleza por medio de sus carac-
téres químicos propios, dejamos la prueba pericial incompleta, y hace-
mos imposible la averiguación del hecho.
Regla 6.a, relativa á la cantidad de reactivo.
El empleo de los reactivos , para que den su resultado aplicados á las
sustancias de ensayo, necesita de ciertas condiciones, en las cuales es-
triba el buen éxito de las operaciones analíticas. Si , en el manejo de los
característicos y sensibles, muchas veces importa poco que se eche mas ó
menos cantidad de reactivo , ó mas ó menos del licor que se analiza • en
otras todo el resultado depende de esa cantidad, de su falla, ó de su exceso .
derpaptfacC10Ijes que se Presentan> echando una ó dos gotas de licor, ó
de unavl! ’ y desaParecen , ó no se presentan echando más , ó echando
una ó Dooa<wmt°r caiaddad * Por cuanto el precipitado, que se forma con
r gotas, se redisuelve en un exceso de reactivo. Una gota basta
— 649 -
para que con agua de cal precipite en blanco el ácido arsenioso, fosfó-
rico y tartárico; mas como estos precipitados son solubles en un exceso de
ácido ó licor, el precipitado desaparece , en cuanto se echa mas cantidad
del ácido. Una cosa análoga sucede con la potasa y la morfina , con el
carbonato amónico y la magnesia, etc. , etc.
Hé aquí por qué hay necesidad de recomendar mucho que se guarden
las justas y debidas proporciones en toda reacción, no empleando mas
que la cantidad necesaria. Los principiantes pecan siempre por eso; siem-
pre vieríen mas cantidad de reactivo que la debida, y, por lo tanto, en
muchas ocasiones , en todas aquellas en que la cantidad de reactivo ó
licor ó las proporciones entre las dos no sean indiferentes, no obtienen
ningún resultado , y de ahí deducen la no presencia del cuerpo que se
investiga, lo cual, como se ve, es un error grave que puede ser de funes-
tas consecuencias.
Aunque para cada reactivo , cuya acción sobre determinada sustancia
exige esas condiciones rigorosas, ya se advierte cómo se ha de echar, si
á gotas,' si en poca cantidad, si á mayor, y si en exceso; siempre podrá
seguirse , como regla general , el ir echando gota á gota el reactivo. Em-
pezando por echar poca cantidad , siempre hay tiempo para aumentarla,
hasta que se obtenga el resultado apetecido ó que se espera.
Como las reacciones químicas son atomísticas, y siguen la ley de las
proporciones, no es necesario operar en grandes cantidades para que
den su resultado; lo mismo da, por regla general, echar una onza, que
medio escrúpulo, ó pocos granos. Con tal que haya bastante cantidad
para que la reacción se manifieste limpia y clara , las pequeñas cantida-
des bastan , fuera de aquellos casos en los que se necesita echar el reac
tivo en exceso; así como en otras solo hay que echar una ó dos gotas.
Itegla 7.\ relativo á los caractéres químicos.
Para poder determinar una sustancia, no es necesario emplear muchos
reactivos, ó todos aquellos que puedan dar con ella una reacción. Los
cuerpos casi reaccionan recíprocamente todos unos con otros; si la fuerza
de combinación se desplega , al ponerse en esfera de actividad, se cam-
bian mutuamente sus elementos constituyentes, y en ello puede haber
manifestación de fenómenos físicos ó reacciones sensibles. Entre esos
hay unos que les son propios, y otros comunes con otros; y claro está
que si prescindimos de esta circunstancia, inas bien nos ha de conducir
el empleo de todos esos reactivos á la confusión que á la determinación
del cuerpo.
Si es una verdad que cuantos mas caractéres químicos exclusivos ó
propios tenga un cuerpo , más determinado queda, también lo es que
cuanto mas comunes tenga , más dificultad habrá para distinguirle.
Ue consiguiente , lo que procede es que se escojan pocos reactivos,
pero de reacción terminante , característica y distintiva del cuerpo. Por
I a Upneral , basta el que determina el grupo á que pertenece, el que
uCtoi mina la división de este grupo, si la tiene, y luego el que partícula-
u,a bien la especie 6 base , y el género ó el ácido. Con estos tres reactivos,
con los caractéres químicos que ellos dan ai cuerpo, queda este suficien-
temente determinado. Los corroborantes que se añadan , por poco que
sean comunes con otros, no sirven masque para embrollar. Son un lujo
de reacciones que raras veces es útil.
- oso -
«i ñor eiemplo, al ensayar un licor con el ácido sulfhídrico, empiezo
nnr acidularle con ácido clorhídrico, y precipita en blanco , ya se que se
o-atá de una sal de plata, plomo ó mercuriosa. Si le acidulo luego con
ácido nítrico, que no le hace precipitar, y en seguida con el ácido sulf-
hídrico precipita en negro, tengo el carácter del grupo, que es precipi-
tar por ese ácido; el resultado que da el ácido clorhídrico proporciona
el carácter de la división, segunda de ese grupo ; solo me falta ahora
particularizar el cuerpo; tomo amoníaco, y, si se redisuelve el precipitado
que dió el ácido clorhídrico, determino el cuerpo, y digo : es piala, por-
que el plomo y la sal mercuriosa no se redisuelven en el amoníaco ; el
plomo no muda el color, y el precipitado de la sal mercuriosa se pone
negro. Con los tres caractéres, pues, el del grupo, precipitar por el sulf-
hídrico, el de la división, precipitar por el ácido clorhídrico, y el de la
especie redisolverse el precipitado, dado por este ácido, en el amoníaco,
bastan para determinar la plata con toda seguridad , puesto que no hay
ningún otro cuerpo que dé ese resultado.
El que sea negro el precipitado dado por el ácido sulfhídrico , es un
carácter corroborante , pero no decisivo; porque es común con el plomo,
mercurio , cobre , bismuto , etc. El precipitar en amarillo por un fosfato,
en rojo de ladrillo por un arseniato, en verde por la potasa , si es un ni-
trato de plata , corrobora el hecho indicado por aquellos tres reactivos;
pero no se necesita apelar á todas esas reacciones, ni á otras, para tener
certeza de que el cuerpo es plata.
Lo que digo de este ejemplo es aplicable á todos los demás ; por lo co-
mún basta obtener el carácter del grupo , de la división y del género ó
especie , para afirmar la existencia de un cuerpo , sin que más ó menos
reactivos corroborantes que se añadan , vengan á dar mas realidad de
existencia á ese cuerpo. Así, por punto general no habrá que apelar á
estos, como no sea á alguno muy característico, ó cuando los de grupo,
división , especie ó género no sean muy terminantes. Fuera de esos ca-
sos, la aplicación de los corroborantes es un lujo de reacciones que mas
embrolla que aclara el hecho.
Regla 8.*, relativa á lo terminante de las reacciones.
Para poder fundar una conclusión lógica y terminante en todo caso, es
necesario que las reacciones obtenidas sean claras, manifiestas , nada du-
dosas. Cuanto más características sean , tanto mas claras han de estar.
m> han de dar lugar á vacilación ni duda. Siempre que un reactivo no
dé el resultado que ha de dar, es que no existe en el licor ensavado la
sustancia que se busca, á menos que el reactivo no se emplee con las
condiciones consignadas en estas reglas. Si estas se observan, v el cuerpo
existe, él se revela. r
Puede ser que exista en poca cantidad , y entonces la manifestación
no será tan clara ó manifiesta.
no hay mas que entur-
en la
Así , sucede á veces que en lugar de precipitar, no nay inas que
mamiento, poraueel precipitado, por ser escaso, queda suspenso
Dardn300/3 lcor* Así también, en lugar de ser negro, no sea masque
eso lirn* s ^ menos oscuro, por la misma razón. Pero si se concentra
Dp tori’nc1 se.verá a fin ese precipitado y ese color,
cuerno pn í0 .» es necesari° apoyar la afirmación de la presencia del
F Acciones que no den lugar á dudas. Las que no sean claras
- 651 —
y terminantes no pueden servir de fundamento para una conclusión ló-
gica , tanto menos cuanto mas sensible y mas característico sea de suyo
el reactivo.
Regla 9.a, relativa á la separación de cuerpos.
No siempre están puras las sustancias que se someten á la acción de
los reactivos; suelen estar mezcladas con otras venenosas ó inocentes,
que no permiten obrar á los reactivos del modo que les compete.
En esos casos hay que ir separando unos cuerpos de otros , ya por
evaporación , ya por volatilización , disolución , precipitación , etc. ; y así
separados unos cuerpos de otros, los reactivos desplegan sobre el que se
busca su acción peculiar y distintiva.
Si un cuerpo tiene, por ejemplo, cobre y plomo, uno y otro precipi-
tarán en negro por el ácido sulfhídrico ; pero con el ácido clorhídrico
precipita el plomo , quedando el cobre disuelto , y separado el precipi-
tado del licor ; tratando luego este con amoníaco , habrá la coloración
azul característica. El ácido sulfúrico precipitará el plomo , y no el co-
bre , etc. , etc.
Si son sustancias inocentes , orgánicas ó lo que sean , mezcladas con
el cuerpo que se busca, no se aplicará el reactivo hasta que esté el
cuerpo desembarazado de ellas.
Regla 10, relativa á las sustancias orgánicas.
Rara vez , por no decir ninguna , tiene buen resultado la aplicación de
un reactivo, por sensible y enérgico que sea, si el cuerpo á que se aplica
está mezclado con otras sustancias , y en especial orgánicas , y menos
aun si está combinado con ellas. En estos casos hay que destruir prévia-
mente esas sustancias, desembarazando de ellas el cuerpo que se inves-
tiga, y presentarle puro á la acción de los reactivos.
La destrucción de esas sustancias se efectúa de varios modos, en los
cuales nos ocuparemos en su lugar detenidamente , por ser esta operación
una de las mas importantes, y que, en los casos de intoxicación, siempre
que se trata de mezcla del veneno con sustancias orgánicas, líquidos ó
sólidos del sugeto envenenado , es de todo punto indispensable, antes de
someter el veneno á la acción de los reactivos, como se quiera obtener
un resultado claro, terminante y decisivo.
Tales son las reglas generales que hay que observar en el manejo de
ios reactivos, para que las operaciones se efectúen bien y con resultado
provechoso y eficaz, y que pueda servir de base para un juicio pericial.
§ IV. — Del modo de asegurarnos de la pureza de los reactivos.
He dicho al hablar de la regla tercera , que la importancia de la misma
erí\fta^ ’ dedicaría un párrafo exprofeso , y, en efecto, lo merece.
No basta saber de qué reactivos se puede echar mano para disolver
simple ó químicamente una sustancia; para separar ó caracterizar cierto
grupo de cuerpos ; para descubrir bases ó ácidos ; para disgregar cuer-
pos con la ayuda del calor, ó reducirlos con el soplete. El químico, el to-
xicólogo, necesita también averiguar de antemano, como hemos dicho,
la pureza de todos esos reactivos , y saber cuáles son los cuerpos que
pueden alterarlos. Ilay que ensayarlos, antes de tratar con ellos los ve-
- 653 —
uno de por sí , al menos de los mas comunmente usados , algüna mayor
noticia, siquiera para aquellos que están acostumbrados á hacer mas uso
de la memoria que del raciocinio, y si no se les dan los hechos determi-
nados , no saben deducirlos.
En este estudio no seguiré estrictamente el orden que he establecido
en punto á la división de reactivos. Como lo que vamos á decir de cada
uno de los reactivos, en punto al modo de reconocer su pureza y para qué
sirven no depende de su clasificación , no he creído necesario adaptar á
ella este estudio. Por otra parte , como he dejado de nombrar los reacti-
vos particulares de las especies y géneros, esto suplirá en parte esta
falta.
REACTIVOS POR LA VÍA SECA.
■ Reactivos necesarios para el soplete.
Carbonato sódico no hidratado. — Debe ser muy puro, y estar exento, so-
bre todo, de sulfato sódico. Se emplea en muy poca cantidad, para redu-
cir los óxidos metálicos, ya se obre sobre estos, ya sobre sus sales. Tam-
bién puede emplearse la sosa, calentando con ella los óxidos para ver si
se funden juntos, con lo cual se distinguen unos óxidos de otros.
Fosfato amónico sódico.— Contiene á menudo esta sal cloruro sódico;
esto poco le hace en algunos casos , mas en otros es indispensable que
sea puro. Se conoce que hay dicho cloruro, añadiendo á la disolución
ácido nítrico ó nitrato de plata. Tampoco debe tener fosfato sódico en ex-
ceso. Se asegura uno de ello haciéndola fundir á la llama del soplete ; si
hay exceso de fosfato sódico, el boton no está limpio al enfriarse ; en el
caso contrario, es perfectamente transparente, y sin color. Sirve para di-
solver casi todas las sustancias por medio de la fusión. Solo algunas,
aunque pocas , que tienen propiedades acidas , se resisten. Guando se ca-
lienta , pierde su agua y su amoníaco, y solo obra por el ácido fosfórico
libre que le resta.
Bórax ó atincar. — Su disolución acuosa, á la que se añade un poco de
ácido nítrico, no debe enturbiarse ni por el nitrato argéntico, ni por el
cloruro bárico; fundido, no debe dar un globulillo gris negruzco, lo cual
hace cuando contiene algún vestigio de sustancia orgánica. Sirve para
fundir ó disolver todas las sustancias oxidadas, ya obren como bases, ya
como ácidas.
Además de estos reactivos, se emplean otros, como el ácido bórico,
para descubrir con óxido de hierro el ácido fosfórico ; el nitrato cobáltico,
para descubrir la magnesia y la alúmina ; el nitrato nicótico, para distin-
guir la sosa de la potasa ; el óxido de cobre , para descubrir el cloro, el
bromo y el yodo ; el espalo-flúor pulverizado, para descubrir los sulfatos
bárico, estronciánico y cálcico; el estaño, para reducir grados inferiores
de oxidación á otros menos oxidados ó al estado metálico ; el hierro, para
el ácido fosfórico; el bisulfato potásico, para descubrir el ácido bórico y
los boratos , y el ácido silícico, por fin , para descubrir el ácido sulfúrico
y sustancias que están dotadas de azufre. Su grado de pureza se verá, so-
metiéndolos á los reactivos para revelar los cuerpos que pueden impu-
rificarlos-
- m -
*
REACTIVOS POR LA VÍA HÚMEDA.
Disolventes simples.
Aaua destilada.— Se conoce que está pura, cuando evaporada, no deja
ningún residuo, ni muda el color de los papeles, reactivos ni se entur-
bia ni produce reacciones con el nitrato de plata, cloiuro de bario, oxa-
lato de amoníaco, ni agua de cal ; lo cual quiere decir que no es ácida,
ni alcalina, ni tiene cloro, ni sulfatos, ni cal, ni acido carbónico. Tiene
jior uso disolver y conocer, á veces, ciertos cuerpos solo por la diso-
UCA¡cóhol.- Debo volatilizarse en su totalidad calentado, no deja olor al-
guno cmpi reumático , cuando se frota uno las manos con él, ni altera el
papel de tornasol. Se emplea para disolver ciertas sustancias y conocer
otras que no son solubles en él; para precipitar cuerpos insolubles, pre-
parar éteres y reducir ciertos cuerpos unidos á un ácido libre.
Eter.— Debe estar exento de alcohol , del cual no está libre el del co-
mercio, si bien esto no es un gran defecto en muchos casos. También á
veces tiene algo de agua , y esto es peor. Para obtenerle puro se agita el
éter del comercio muchas veces con agua , que se la lleva el alcohol; de-
jándole descansar, ocupa la parte superior del vaso, y de ella se retira
con una pipeta ó sifón, aspirando para que suba , y así se decante y ob-
tenga puro. Se le somete luego á fragmentos de cloruro de calcio, y luego
se rectifica al baño de maría, cuidando que el agua del baño no llegue á
los 100 grados. La temperatura de 36 grados basta.
El éter puro no debe ser ácido; el papel azul de tornasol no ha de
mudar su color en él.
Tampoco debe ponerse opalino, cuando se le agita con agua. Esto
prueba que tiene sulfato neutro de etylo. Por último, tampoco debe de-
jar olor empireumático, cuando se evapora un poco de él en la mano.
El éter sirve poco para las análisis de los cuerpos inorgánicos; fuera
de aislar el bromo, casi nunca se emplea. En cambio sirve bastante para
disolver las sustancias orgánicas, las materias grasas, las resinas, alcan-
for, etc. Los alcalóides son casi todos solubles en el éter sulfúrico, y en
el acético todavía más.
Sulfuro de carbono. — En el comercio, este cuerpo está bastante puro.
Sirve para disolver el azufre, el fósforo y el yodó, para el cual se emplea
muy comunmente.
Disolventes químicos.
Acido hidroclórico. — No debe tener color, ni dejar residuo, evaporado,
litrviendo con una disolución de añil , no debe desteñirle. No debe alte-
rarse ó precipitar diluido con agua por el cloruro de bario (tendria ácido
n* Por e^- ^c*do nítnco (ácido sulfuroso); no ha de alterar el
sulfnídnco; neutralizado por el amoníaco y acidulado con un poco de
ácido acético, no debe enturbiarse siquiera por el cianuro-ferroso-potá-
sico. Sirve perfectamente para disolver en especial los óxidos y peróxi-
do , c4ales raucia en cloruros, y pone cloro en libertad, especial-
mente con los últimos; para desprender el ácido insoluble ó gaseoso de
sol Vh|S Sa es ; disuelve sin descomPosicion aparente las sales del ácido
Dle y no gaseoso, y sirve en particular para descubrir y separar los
- 6SS -
óxidos argéntico, mercurioso y plúmbico, igualmente que para descu-
brir el amoníaco, con el cual forma al aire vapores blancos de cloruro
amónico. . . ...
Acido nítrico.— El puro no tiene color ni deja residuo alguno evaporán-
dose ; no enturbia los nitratos de plata y barita, y para esto hay que di-
luirle mucho en agua ; de lo contrario, no los disuelve. Es el disolvente
de los metales , de los óxidos , de los sulfuros y sales oxidadas ; trans-
forma los metales á expensas de una parte de su oxígeno, y estos óxidos
se combinan con el ácido que resta formando nitratos. Disuelve las sales
de ácido no volátil. También sirve para descomponer los yoduros.
Acido cloro-nítrico.— Los dos ácidos hidroclórico y nítrico unidos se
descomponen ; se desprende cloro y se forma ácido hiponítrico y agua.
Saturado el líquido de cloro, cesa la descomposición , para volver á em-
pezar en cuanto se evapore cloro por medio del calor, ó introduciendo un
cuerpo que absorba cloro. Es uno de los oxidantes y disolventes mas
enérgicos. Disuelve perfectamente todos los metales que forman cuerpos
solubles con el cloro. El oro y el platino se disuelven en este reactivo.
Acido acético.— El puro no deja, evaporado, residuo alguno; el ácido
sulfhídrico no le hace precipitar. Las disoluciones de plata y barita no
deben enturbiarle siquiera, cuando diluido en agua, masque se haya he-
cho hervir con ácido nítrico. Hirviendo con la disolución de añil no debe
alterarla. Con este ácido se acidulan ciertos líquidos, cuando hay que evi-
tar la presencia de ácidos minerales. Sirve además para distinguir ciertos
cuerpos, puesto que los hay solubles en él é insolubles.
Cloruro amónico.— Con la evaporación deja una disolución de esta sal
en la plancha de platino, un residuo que se volatiliza en su totalidad, si
la calefacción continúa. A mas de ser completamente neutra, el sulfuro
de amonio no debe alterarla. Sirve para mantener disueltos algunos óxi-
dos, como el de magnesia y el manganeso, y algunas sales, como el tar-
trato cálcico, en presencia de ciertos óxidos ó sales que precipitan por ei
amoníaco ú otro reactivo en igualdad de circunstancias. Sirve también
para distinguir unos de otros muchos precipitados de caractéres físicos
parecidos; para separar de su disolución en la potasa muchos cuerpos in-
solubles en el amoníaco y hacer precipitar de sus disoluciones el platino
en estado de cloruro-platino-amónico.
Reactivos que se emplean para separar 6 caracterizar grupos de cuerpos.
Papeles. Azul de tornasol. — Tiras ó pliegos de papel sin color, teñidos de
una disolución de tornasol del comercio constituyen este papel. Cual-
quiera se le puede preparar muy fácilmente; se hace digerir una parte de
girasol en seis de agua y se divide en dos la disolución azul intensa que
se obtiene. Con una varilla de vidrio humedecida de ácido sulfúrico de-
bilitado, se agita fuertemente la disolución hasta saturarla; se repite la
operación, y cuando se enrojece el líquido, se mezcla la otra mitad, se
vacia en una evaporadera y en ella se sumerge el papel blanco, el cual
se seca luego. La tintura, ni debe ser demasiado intensa, ni muy diluida.
Este papel sirve para reconocer si un líquido es ácido; pues, sumergién-
dole en este, se vuelve rojo. Hay ciertas sales metálicas neutras, que ha-
cen otro tanto, sin embargo.
Papel rojo de tornasol .- Este papel se prepara del propio modo ; se su-
merge en la tintura de tornasol, enrojecida por medio de una varilla mo-
— 056 —
jada de ácido sulfúrico débil, con (pie se agila ía tintura hasta ano vo
roja. Este papel sirve para reconocer los álcalis libres, las tierras v E
alcalinas y muchas sales solubles de ácido débil. El papel recobra Vi
lor azul de la tintura que el ácido enrojeció. °'
Papel de dalia.— Tomando algunos pétalos de esta hermosa flor purnú-
rea, se hierven en agua ó digieren en alcohol y dan una disolución pare-
cida á la del tornasol. Se empapan de ella tiras de papel y se obtiene un
hermoso azul violado. Si acaso tira demasiado al rojo, se le azula con un
poco de amoníaco que se echa en la tintura. Los ácidos le tiñen de rojo
y los álcalis de verde; por lo tanto, el papel de dalia por sí solo sustituye
los papeles azul y rojo de tornasol, igualmente que las tinturas de torna
sol y el jarabe de violeta, de que hablarémos luego. Las disoluciones al-
calinas muy concentradas le coloran de amarillo.'
Papel de cúrcuma.— Machácase una parte de raiz de cúrcuma en seis de
alcohol debilitado , se digiere en caliente y se obtiene una tintura ama-
rilla. En ella se sumergen tiras de papel sin cola , y cuando secas, son
de un amarillo hermoso. Los álcalis tiñen de rojo este papel : de consi-
guiente, es también un buen reactivo para descubrirlos.
Todos estos papeles deben cortarse en tirillas , ser conservados en ca -
jas cerradas , mejor en frascos herméticamente cerrados y privados del
contacto de la luz.
Tinturas alcohólica y acuosa de tornasol.— Tienen los mismos usos y reac-
ciones que los papeles; pero estos son mas ventajosos por lo mas fácil-
mente que se manejan y conservan.
Jarabe de violetas. — Usos análogos á los del papel de dalia; los álcalis
le enverdecen.
Acido sulfúrico.— Cuando es puro no altera el color de una disolución
de añil, con la cual hierva. Echado al agua, en cuyo seno hay zinc puro,
deja desprender hidrógeno. La grande afinidad que tiene el ácido sulfú-
rico con las bases, le hace excelente para desalojar á todos los demás áci-
dos. También sirve para descomponer los yoduros, poniendo en libertad
el yodo, que oxida pasando al estado de ácido sulfuroso, puesto que em-
plea para oxidar el yodo parte de su oxígeno. Descompone todos los
cuerpos que no pueden existir sin agua, porque se apodera de ella. Sirve
para preparar muchos gases, como el hidrógeno, el hidrógeno sulfurado,
y dilatándole, para descubrir las sales de barita, estronciana y plomo.
Acido sulfhídrico.— Debe sersu disolución límpida, no ennegrecer cuando
se le añade amoníaco , y formar un abundante precipitado de azufre con
el cloruro férrico. Es un excelente reactivo para los óxidos metálicos, los
cuales le descomponen en agua formada por el hidrógeno del ácido y el
oxígeno del óxido, y en azufre que se desprende, el cual, quedando libre
del hidrógeno, con el que formaba el ácido, se combina con el metal que
queda libre á su vez , perdiendo el oxígeno y se forma un sulfuro. Los
sulfuros , no siendo alcalinos, son insolubles, y por lo tanto, se precipi-
tan de un modo manifiesto. Su color es negro ú oscuro casi siempre , y
el de los que tienen color diferente es tan característico, que por él soto
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alteración no le desvirtúa ; pero si se le añade un ácido , depone azufre.
Debe ser límpido, volátil y no da residuo con la calefacción. Las sales de
magnesia no deben precipitar con él. Los usos del sulfhidrato son mas ex-
tensos todavía que los del ácido sulfhídrico. Para obrar sobre ciertas di-
soluciones ú óxidos metálicos, el ácido necesita de ciertas circunstancias
ó condiciones. Hemos dicho que con el ácido sulfhídrico se forman sul-
furos, cuya precipitación constituye el carácter de la reacción. Pues estos
sulfuros , unos son solubles en los ácidos y no en los álcalis : los prime-
ros, disolviéndose en el sulfhídrico, no presentan reacción aparente;
los segundos , sí ; pues con el sulfhidrato amónico se consigue precipi-
tarlos; porque los sulfuros se hacen insolubles en él, los unos por el
ácido, los otros por el álcali. Digeriendo en él ciertos sulfuros , los di-
suelve , conteniendo un exceso de azufre. También sirve para precipitar
la alúmina y el óxido crómico, y disolver los cuerpos que solo lo hacen á
la presencia de un ácido libre.
Sulfuro potásico.— Sustituye al sulfhidrato amónico.
Potasa. —Debe ser incolora. Sobresaturada con el ácido nítrico sin des-
prender mas que unas cuantas burbujas de ácido carbónico, no debe su
disolución precipitar por el cloruro de bario , ni por el nitrato de plata;
tampoco debe dejar residuo de ácido silícico; cuando, evaporada hasta se-
quedad, se trate lo que resta en agua, debe disolverse esto que resta. Ca-
lentada con un peso igual de una disolución de amoníaco no debe entur-
biarse. Como tiene una grande afinidad por los ácidos , sirve admirable-
mente para descomponer la mayor parte de las sales, cuya base precipita,
si es insoluble en el agua.
Algunos de los óxidos que precipita se disuelven en un exceso de po-
tasa, otros no; por lo tanto, sirve para distinguir los unos de los otros;
así se distinguen con ella los óxidos alumínico, crómico y plúmbico, que
se vuelven á disolver, de los de hierro y bismuto, por ejemplo, que no se
disuelven. Sirve igualmente para disolver algunas sales y sulfuros ó ais-
larlos , acusando así su presencia. Siendo el amoníaco desalojado y des-
prendido de todas sus combinaciones por la potasa , es inútil decir que
es un excelente reactivo para el mismo.
Carbonato potásico. — Debe ser de un blanco perfecto. Sobresaturada su
disolución con el ácido nítrico, no debe enturbiar el cloruro bórico, ni el
nitrato de plata. Tampoco debe dejar residuo insoluble de ácido silícico
cuando es evaporado hasta sequedad ; se trata con agua la materia que
abandona. Sirve para precipitar todas las bases en estado de carbonato ó
de óxido , excepto los álcalis, y como estos precipitados tienen colores
particulares, por ellos se reconocen los metales. Igualmente sirve para
descomponer por medio de la ebullición, una serie de sales insolubles de
base térrea ó alcalina, en especial las que tienen ácido orgánico; el ácido
carbónico se combina con la base y el ácido de ia sal descompuesta con
la potasa. También sirve para saturar ácidos libres, cuyas sales potásicas
nos queremos procurar. Precipita el platino de su disolución en el ácido
clorhídrico.
Amoniaco. — Puro es incoloro, no enturbia la cal, ni deja residuo, eva-
porado. Sobresaturado con ácido nítrico, no enturbia las disoluciones de
barita y plata, ni toma color con el ácido sulfhídrico. Es uno de los reac-
tivos mas usados ; sirve para saturar los líquidos ácidos , precipitar mu-
chos óxidos metálicos y tórreos, y separarlos unos de otros , puesto que
unos son solubles en él, otros insolubles en un exceso del mismo. Los co-
TOXICOCOGÍá, — 42
nenos y ver si contienen cuerpos que no han de contener. Muy á me-
nudo se encuentran con cierta porción de algunos de los cuerpos que han
servido para prepararlos. Es preciso, pues , estudiar los reactivos bajo
este punto de vista.
Podemos establecer que las sustancias que mas á menudo impurifican
los reactivos, son: el ácido carbónico, el clorhídrico, el cloro y los cloruros,
el cobre, el hierro, el plomo, el arsénico, la cal, la magnesia y los sulfalos .
El ácido carbónico impurifica el agua destilada.
Pueden estarlo por el ácido hidroclórico, por el cloro o algún cloruro-,
el ácido nítrico, el carbón animal, el agua destilada , el arseniato, el subcar-
bonato v nitrato de potasa.
Pueden estarlo por el cobre : el amoniaco, el nitrato de ¡Hato y el subcar-
bonato de plomo.
Pueden estarlo por el hierro: el agua de barita, el acetato de plomo, ei
amoniaco, el arseniato de potasa , la cal , el carbonato potásico , el cloruro es-
tánnico, el mercúrico, el subcarbonato amónico, el subacetato plúmbico, el sul -
fato aluminico, y el magnésico.
Pueden estarlo por el plomo: el ácido oxálico y el sulfúrico.
Pueden estarlo por el arsénico : el fósforo, el ácido sulfúrico, el cobre, e!
estaño, el nitrato de potasa, la potasa, el zinc.
Pueden estarlo por la cal: el agua destilada, el carbonato potásico, el
cloro y agua clorosa, la potasa, el alcohol , el subcarbonato amónico, el sul-
fato aluminico.
Pueden estarlo por la magnesia: el ácido carbónico y el agua de barita.
Pueden, finalmente, estarlo por los sulfatos: el ácido sulfhídrico, el
agua destilada , el amoníaco, el cloro, el nitrato argéntico, y la potasa al al-
cohol.
¿ Cómo se conoce que cada una de estas sustancias contiene alguno de
esos cuerpos que alteran su pureza? Por medio de sus reactivos , genera-
les ó especiales. Se conoce, en efecto :
Que el agua destilada tiene ácido carbónico ; por el agua de cal , que la
precipita en blanco.
Que contiene el reactivo ácido hidroclórico , cloro ó un cloruro ; por me-
dio del nitrato de plata, que los precipita en blanco.
Que el reactivo contiene cobre; por medio del amoníaco, que le preci-
pita en azul ó le da esta coloración.
Que contiene hierro ; por medio del ferrocianuro de potasio, que le preci-
pita en azul.
Que contiene plomo ; por medio del ácido sulfhídrico, que le precipita en
negro.
Que contiene arsénico ; por medio del aparato de Marhs y las manchas
de color de chocolate que luego se recogen.
Que contiene cal; por medio del oxalato amónico, que la precipita en
blanco.
Que contiene magnesia; por medio del fosfato sódico, que la precipita en
blanco.
A pesar de que estas generalidades pueden servir perfectamente para
conocer la pureza de los reactivos, y que hasta podriamos prescindir de
eiias, porque el que sabe bien la química , sabe las reacciones de que es
í e un cuerP°’ y Por lo mismo conoce cuando da otras, no solo
nnrifi™ lmPuro’ sino también cuál ó cuáles son los cuerpos que le im-
puimcan; sin embargo, considero de alguna utilidad dar acerca de cada
lores de los precipitados son particulares, y por lo tanto , son de mucha
utilidad. Los óxidos que mas se precipitan son los de las sales neuuas*
la sal amoniacal que se forma en las Acidas, impide la precipitación ’
Caibonato amomeo. Calentado , debe volatilizarse sin dejar resto. So-
hatffivdl0 C|°? HCld0 nílr\co’ no debe Precipitar por las disoluciones de
banta y de plata, ni enturbiarse siquiera, echándole ácido sulfhídrico
I recipita la mayor parte de los óxidos metálicos y de las tierras, y mas
con la ebullición. En un exceso se disuelven algunos. Tampoco precipitan
los óxidos de las sales ácidas. Sirve perfectamente para precipitar la ba-
rita , la estronciana y la cal, y las separa de la magnesia. A esta ñola
precipita sino cuando no contiene el líquido sal alguna amoniacal.
Cloruro bárico. — El puro no ataca los colores vegetales, ni toma color;
mucho menos precipita con el ácido sulfhídrico y sulfhidrato. Su diso-
lución clara no deja, evaporada, residuo alguno; el ácido sulfúrico preci-
pita sus partes tijas. Puesto que con varios ácidos forma sales solubles é
insolubles, sirve el cloruro para distinguir unas de otras y es de los mas
usados, en especial para descubrir el ácido sulfúrico.
Nitrato bárico. — Sobre tener los mismos caractéres que el cloruro , en
cuanto á pureza, no debe precipitar por el nitrato de plata. Tiene los mis-
mos usos que el cloruro y le sustituye cuando haya de evitarse la pre-
sencia del cloro en la reacción.
Nitrato argéntico.— Está la piedra infernal pura, cuando disuelta y tra-
tada en el ácido clorhídrico diluido, se precipitan sus partes fijas en su
totalidad , de suerte que , evaporada una gota en un vidrio de reloj , no
deje la menor huella, ni la precipite, ni colore el ácido sulfhídrico. Usos
análogos á los del cloruro de bario. Los precipitados notables que forma
con muchos ácidos, le hacen su reactivo especial.
Cloruro cálcico. — Su disolución debe ser perfectamente neutra; mezclada
con la cal cáustica ó hidratada no debe desprender vapores amoniacales;
el sulfhidrato amónico no debe hacerle precipitar ni teñir siquiera. Tiene
usos muy análogos á los de barita. Sirve para distinguir los ácidos orgá-
nicos, puesto que, unos son solubles en él, otros no.
Cloruro férrico.— No debe contener exceso de ácido. Con una varilla de
vidrio, mojada de amoníaco, se toca su disolución, y se íorma un precipi-
tado, que con la agitación no se disuelve. El cianuro férrico-polásico no
le tiñe de azul. Se emplea para el exámen ulterior de los ácidos que no
precipitan por el cloruro cálcico.
Reactivos para reconocer ó separar las bases.
Sulfato potásico.— No debe enrojecer el papel de tornasol , ni precipitai
por el sulfhidrato amónico , ni por el hidrato potásico , ni por el
lato , ni debe fundirse en las ascuas. Precipita la estronciana y a ñama
de su disolución acuosa y la concentrada de cal. Sustituye al ácidc » sulti -
rico diluido en muchos casos, para distinguir la cal de la barita i , poi
ejemplo. Sirve igualmente para descubrir la tonna, la una , el óxido ce
r°AntimoníflíC°Se potasa. -Sirve para reconocer la sosa, por cuanto el acido
antimónico forma con ella una sal muy poco solub e. contener
Cromato potásico «afro,- No debe fundirse en as as cuas , : ni centone
sulfato potásico. Sirve principalmente paia descubtn e p *
pone casi todas las sales metálicas solubles.
- 669 -
Fosfato sódico.— Calentada la disolución, no debe enturbiarse por el
amoníaco ; con las sales de barita y plata debe formar precipitados, que
se disuelven totalmente en el ácido nítrico diluido. Las tierras alcalinas
y los óxidos metálicos precipitan con el fosfato sódico por doble descom-
posición. Sirve para descubrir la magnesia en los líquidos de los cuales se
haya separado la estronciana, la cal y la barita, añadiendo el amoníaco
que precipita la magnesia.
Snccinato amónico. —Debe ser neutro. El ácido con que se hace debe ser
blanco, no tener olor empireum ático: debe disolverse completamente en
el alcohol y volatilizarse en una hoja de platino; tratado por la potasa, no
debe desprender olor amoniacal. Estando puro el ácido, lo está la sal.
Sirve para distinguir la barita de la estronciana y de la cal , y separar pe-
queñas cantidades de varios óxidos, en especial el manganeso del férrico.
Sulfato alumínico. — No debe teñirse de azul con el ferrocianuro , no dar
precipitado blanco con el oxalato amónico. Sirve para descubrir la po-
tasa y el amoníaco. No es muy útil.
Cloruro de platino. — Debe emplearse en estado de disolución acuosa
concentrada. También sirve la alcohólica. Sirve para descubrir la potasa
y amoníaco.
Cloruro de oro. — Sirve para reconocer el óxido ferroso y estannoso,
lo mismo que algunos ácidos que separan el metal.
Cloruro de estaño. — Debe disolverse completamente en una pequeña
cantidad de agua y un grande exceso de sulfhidrato amónico. Sirve para
descubrir el óxido y el cloruro áurico.
Cianuro ferroso de potasio. — No debe precipitar por una sal de barita,
y sus cristales han de ser de un amarillo citrino y solubles en el alcohol.
Sirve para descubrir muchos óxidos metálicos, particularmente el férrico
y el de cobre.
Cianuro férrico potásico. — En estado de disolución, sirve para recono-
cer el óxido ferroso, cuando en una disolución se encuentra al mismo
tiempo óxido férrico. Mas, tanto el ferroso, como el férrico de estos cia-
nuros, son reactivos algo falaces, cuando son ácidas las disoluciones me-
tálicas.
Oxalato amónico. — Estando puro el ácido oxálico, se obtiene el oxa-
lato amónico puro también, añadiendo al ácido amoníaco puro en exceso.
No debe precipitar por una sal de barita; debe volatilizarse completa-
mente, descomponerse en parle, no ennegrecerse antes de volatilizarse,
ni humedecerse al aire. Sirve para descubrir la cal y sus sales solubles
en el agua ; también precipita muchos óxidos metálicos.
Acido oxálico. — Lo mismo que el oxalato, que le es preferible.
Acido tartárico. — Debe disolverse en totalidad en el alcohol; si con-
tiene cal deja residuo cuando, carbonizado en la hoja de platino, se
quema el carbón con el soplete; tampoco debe precipitar por una sal de
barita, ni, saturado por el amoníaco , precipitar por el ácido sulfhídrico
y el sulfhidrato. Sirve, en disolución concentrada, para descubrir la po-
tasa y distinguirla de la sosa, litina y amoníaco. Se enmohece pronto.
Acido silícico fluorhídrico. — Haciendo pasar gas fluorsilícico por el agua,
se obtiene dicho ácido. Sirve para distinguir la barita de la estronciana
y de la cal. Ningún otro puede reemplazarle.
Infusión de nuez de agallas. — Sirve para reconocer cantidades peque-
ñas de óxido férrico en las disoluciones, y también para descubrir otros
óxidos metálicos, notablemente el titánico y el tantálico.
— 660 —
fieactivos para descubrir los ácidos.
Cloruro cálcico.— Ya hemos hablado de él entre los generales ; sirve,
aunque poco , para descubrir el ácido fosfórico.
Acetato plúmbico. — Su disolución no debe ponerse azul, sobresaturada
de amoníaco; tampoco debe dar precipitado de oxalato cálcico el licor
filtrado de una disolución tratada con ácido sulfhídrico y sobresaturado
de aquella base. Se emplea en algunos casos para descubrir el ácido fos-
fórico ; es raro que se emplee en su vez el subacetato.
Nitrato plúmbico —Se sustituye á veces con el acetato.
Nitrato mer curioso. — Esta disolución puede contener ácido mercúrico
y óxido mercurioso á un tiempo; en este caso no precipita todo el mer-
curio en estado de cloruro mercurioso ; añadiéndole un exceso de diso-
lución de cloruro sódico , puede descubrirse en el licor filtrado óxido
mercúrico. Cuando la sal es neutra , se obtiene un polvo blanco, que es
cloruro mercurioso, desmenuzándole en seco con un exceso de cloruro
sódico y añadiendo agua ; al contrario , si es básico se obtiene un polvo
verde. Sirve para precipitar muchos ácidos, en especial orgánicos, y
para reconocer el oro, el platino y algunos otros metales.
Cloruro mercúrico. — Debe volatilizarse en totalidad y sin dejar residuo
cuando se calienta, ser completamente soluble en el agua, alcohol y
éter. Su disolución sirve para reconocer los ácidos fosforoso é hipofosfo-
roso , cuando están mezclados con el fosfórico y fosfatos.
Cloruro férrico. — Hemos tratado ya de él entre los reactivos generales.
Es un buen reactivo para descubrir el ácido acético y el fórmico.
Subsilicato potásico. — Se emplea para descubrir el ácido fosfórico en el
fosfato alumínico.
Cobre. — El puro sirve para descubrir en limaduras el ácido nítrico.
Oro. — El batido sirve para descubrir también el ácido nítrico , el ni-
troso y el clorhídrico.
Añil. — Su disolución en ácido sulfuroso concentrado sirve para descu-
brir el ácido nítrico.
Sobreóxido de manganeso. — Sirve para descubrir el ácido clorhídrico.
La naturaleza y límites de este Compendio no me permiten entrar en
mas pormenores; tanto menos, cuanto que basta lo expuesto para mi ob-
jeto y utilidad de mis alumnos.
ARTÍCULO VI.
DE LOS CARACTERES FISICOS T QUIMICOS DE LOS VENENOS.
Así como he creído conducente, para sacar mas partido de esta obra,
exponer algunas nociones generales de química , antes de hablar de los
reactivos, reglas para manejarlos y modo de asegurarnos de su pureza;
así también respecto de las operaciones analílico-químico-loxicológicas,
que hay que emprender en un caso práctico de envenenamiento, creo
muy conveniente consignar antes al menos un resúmen de lo mas prin-
cipal, que , en punto á los caractéres físicos y químicos de los venenos,
se estudia en la asignatura de Análisis química .
Los alumnos que estudian para el grado de doctor, ó aquellos que ha-
yan estudiado análisis química, no necesitarán esta parte, porque en esa
asignatura aprenderán loque aquí digamos; pero, en primer lugar, an-
— 661 -
tes de llegar á los estudios del doctorado, han de aprender Toxicología;
y además , lo que expóngateos en éste artículo les servirá de preparación
para esos estudios especiales, y cort ellos podrán ampliar ésíé réSútoen;
y en segundo lugar, los qüé tío hayan estudiado análisis química, y los
que se matriculen para las asignaturas del doctorado, podrán utilizarse
de nuestro resümen relativo á los caracteres físicos y químicos necesa-
rios para proceder á la distinción de los álcalis y otras bases, de lós áci-
dos y de los cuerpos neutros , ó de las sales que pueden serles presenta-
das en un caso práctico de intoxicación; yá al estado puro, ya mezcladas
con otras sustancias, procedentes ó no del sugetó envenenado.
Al exponer esos caractéres , cótaprendéré todos los cuerpos que for-
men el objeto dél químico analista, sean ó no venenosos, y me limitaré,
por lo mismo, á los que la química puede descubrir en el estado actual,
por medio de la marcna metódica establecida para esos casos, y las ope-
raciones que luego explicaré , como mas propias para los casos de enve-
nenamiento ó actuación pericial.
Las sustancias venenosas que no están comprendidas en los grupos que
voy á exponer, no se prestan á las análisis metódicas que tíos van á ser-
vir de guía, y las guardarémos para la Toxicología particular. Todás
ellas son del reino orgánico, y fuera de íá marcha analítica, dicotóniica,
y de los cuadros generales de caractéres distribuidos por grupos y divisio-
nes , todo lo demás de las operaciones les será aplicable , en lo qué se
sepa hoy dia de ellos , bajo el punto de vista químico.
Voy, pues, á exponer primero los caractéres físicos y químicos que
presentan ciertos cuerpos analizados al soplete , y luego los que revelen
por la vía húmeda en general.
§ I. — De los caracteres químicos de los venenos examinados al soplete.
Para los ensayos prévios al soplete se necesitan ciertos utensilios, cier-
tos reactivos y ciertas operaciones ; y aunque ya hemos hablado algo de
eso , conviene que aquí lo reproduzcamos.
Los utensilios son : l.°el mismo soplete; 2.* una lámpara de aceite, aun-
que puede servir la de alcohol y una vela; pero es preferible aquella, por-
que es mas intensa la llama; 3.° un pedazo de carbón preparado, ó mejor
cilindros de carbón con hoyitos , donde se coloca la sustancia que debe
ser analizada; 4.' una pinzas con punta de platino ; 5.* un hilo de pla-
tino encorvado á modo de gancho ó anillo; 6.* una cucharita ó lámina
de lo mismo ; 7.* copelitas de fosfato de cal ; 8.* tubos de ensayo , de vi-
drio, unos cerrados por un extremo, y otros abiertos por los dos; 9.* ma-
tracitos ó tubos con expansión globular en un extremo; 10.® un morte-
rito de ágata ; 11.° un martillo de acero con su yunque para partir los
minerales y averiguar la consistencia de los botones y perlas; 12.® una
barra imantada ; 13.* un lente de aumento.
Los reactivos para el soplete son : el carbonato sódico , el nitrato co-
baltoso , el bórax ó biboralo sódico, y la sal de fósforo ó fosfato de sosa
amónico.
Operaciones. — 1.# Se toma un poco de sustancia y se reduce á polvo,
si no lo está ya ; se pone un poco en un tubo de vidrio cerrado por un
extremo, y se somete, en posición inclinada , á la acción de la llama,
como cuando se trata de averiguar si es sustancia orgánica ó inorgánica.
Damos por sabido lo que sucede cuando es lo uno ó lo otro. Cuando no
- 602 -
da masque vapores acuosos, es un hidrato. Cuando da sublimado blan-
co, es una combinación mercurial, arsenical , y tal vez antimonial ; á
veces el sublimado es amarillo, como en el sulfuro de arsénico; cuando
da sublimado metálico , sobre todo si se ha mezclado con carbonato de
sosa, es una combinación arsenical ó mercúrica. Si da vapores rutilan-
tes, en especial calcinada con bisulfato potásico, es un nitrato. Si al tos-
tarla en un tubo abierto por ios extremos da olor sulfuroso, es un sul-
furo; si el olor es aliáceo, es un preparado arsenical; si el olor es amó
nico , es un preparado amoniacal.
2.° Se calienta la sustancia sola, sin reactivo, en el carbón ó en un
tubo , una cucharita ó lámina de platino , ó bien se calienta ó se somete
á la llama con carbón mezclado con carbonato sódico , ó en el hilo de
platino con sal de fósforo, bórax ó carbonato sódico, ó nitrato de co-
balto.
Es decir, pues , que las reacciones se reducen á hacer ensayos en los
tubos de vidrio , en el carbón , en el hilo de platino, en las cucharitas ó
láminas de platino, con la sustancia sola ó en los mismos utensilios, mez-
clada con carbonato sódico , con bórax , con sal de fósforo , con nitrato
de cobalto ó con bisulfuro potásico.
Si cuando calentamos sola una sustancia en el carbón se funde y entra
en los poros de este, puede ser una sal de base de metal alcalino", ó al-
guna de metal terroso ; puede ser algún silicato ó una sal de plomo , es-
taño, antimonio , cadmio, zinc y bismuto.
¿No se funde ni muda de aspecto? Puede ser una tierra alcalina ó sus
sales, algún álcali terroso ó sus sales, el ácido silícico ó un silicato.
¿Se vuelve de color mas oscuro sin fundirse? Puede ser un óxido ó una
sal metálica, principalmente de zinc, que amarillea ; óxido de estaño y
ácido antimónico, que se ponen amarillos; óxido de platino y óxido de
bismuto , que se vuelven morenos.
¿Se volatiliza parcial ó totalmente? Es una combinación de amoníaco,
de mercurio ó de arsénico, si hay olor de ajos ; ó un sulfuro , si hay olor
de azufre.
¿Da granos metálicos , con capa ó sin ella? ¿Los da sin capa, y son
brillantes y blandos? Es una combinación de estaño, plata, cobalto y oro.
¿Da polvo gris infusible? Es una combinación de níquel, cobalto, hierro
y platino.
¿Da granos metálicos, con capa , quebradizos y blancos? Es un prepa-
rado antimonial ; ¿granos blandos y amarillos? es de plomo; ¿rojo-mo-
renos y quebradizos? es de bismuto.
Si produce deflagración, es un nitrato, un clorato, un bromato ó un
yodato.
Si calentando la sustancia sola en un hilo de platino da á la llama ex-
terior un color violado , es potasa; si es amarillo, es sosa; este último
color puede verse, aun cuando la potasa y la sosa estén mezcladas. Si el
color es verde, puede ser un borato. Si humedeciéndola antes con ácido
clorhídrico, la llama se tiñe ligeramente de verde-amarillo, es una sal
de barita; si el color es rojo-púrpura, es una sal de estronciana; si es
rojo-amarillento, una sal de cal; si azul verdoso, una sal de cobre.
Si calentando la sustancia en el carbón con sosa , da granos metálicos
con capa ó sin ella, son las combinaciones que hemos visto que dan en el
carbón solo.
Si dan capa sin granos metálicos , y es blanca , es un preparado de
- 663 —
zinc; si rojo-moreno, de cadmio; si da olor de ajo, es una combinación
arsenical ; si da una masa hepática , que , humedecida , ennegrece la
plata , y con ácido clorhídrico desprende olor de huevos podridos, es un
sulfato ó un sulfuro. ;
Si calentada en la lámina de platino con carbonato sódico, da á la llama
exterior un producto verde azulado , es una sal de manganeso.
Si calentados con nitrato de cobalto da una coloración azul , es alú-
mina ; si rosácea , magnesia .
Fundidas con sal de fósforo ó con bórax en el hilo de platino , dan
perlas , cuyos colores pueden ser los siguientes :
1. ° Incoloro.
2. ° Verde.
3. ° Azul.
4. " Amatista.
5. ° Rojo, ó rojo moreno.
6. ° Amarillo.
7. ° Gris.
La dan incolora: los álcalis terrosos, las tierras y el antimonio, tanto
con el bórax , como con la sal de fósforo ; la magnesia con la sal de fós-
foro , á la llama interior ; la sílice nada sin disolverse en la perla ; con el
bórax la dan incolora también el bismuto y estaño.
La dan verde : el cromo , el cobre á la llama exterior, y el hierro á la
interior.
La dan azul : las de cobre.
La dan amatista : el manganeso á la llama exterior, desapareciendo el
color al fuego de reducción.
La dan rojo-morena : el níquel , el hierro á la llama exterior, y con bó-
rax solo el cobre á la llama interior, sobre todo si se añade un poco de
estaño.
La dan amarilla : con la sal de fósforo , el bismuto y la plata ; con el bo-
rax , el plomo.
La dan gris : á la llama interior, y con la sal de fósforo , el bismuto , el
plomo y la plata.
Todos estos ensayos no son mas que prévios ; no dan mas que proba-
bilidades de la existencia de una sustancia , debiendo, para mayor segu-
ridad , apelar á la análisis por la vía húmeda.
Para .dirigir las operaciones al soplete es necesario conocer las partes
esenciales de la llama.
En la llama se consideran cuatro partes : la base , de color azul , for-
mada principalmente por el óxido de carbono ; un cono oscuro que está
en el centro, formado por un vapor, que no arde; otro cono brillante que
rodea al oscuro, y donde la combustión es incompleta , teniendo grande
cantidad de carbono , y lleva el nombre de llama de reducción , porque en
ella se reducen los óxidos , perdiendo su oxígeno , que se combina con el
carbono en la llama ; por último , otro cono de llama pálida y apenas
perceptible, que es la mas exterior, donde la combustión es completa,
y lleva por nombre llama de oxidación , porque oxida los metales.
1 ara emplear el soplete se destapa la punta del tubo capilar, se sopla
por la abertura del tubo cónico , sosteniéndole con la mano derecha : se
dirige la punta del tubo capilar á la llama de la lámpara sin tocarla , y
con la izquierda se sostiene el carbón ó el utensilio de platino, donde está
la sustancia que se ensaya. Con esto, la llama de vertical pasa á horizon-
— 664 -
tal Hiridendo su dardo al cuerpo que se analiza. Para soplar se respira
nnr la nariz y se impulsa el aire espirado con el movimiento de los car-
rillos, y no con el aliento que sale de los pulmones; así la corriente es
continua y puede durar hasta diez minutos.
Si no se tiene hábito en el manejo del soplete , puede emplearse este
del modo que hemos expuesto en la pág. 591 , según mi modo de em-
plearle. También se usa con un aparato que dé una corriente de vapor.
Los dentistas y plateros se sirven de él con gran ventaja.
La cantidad que se emplea en cada ensayo es como un cañamón o un
grano de trigo; cuando la sustancia se emplea mezclada con reactivos, se
reducen estos á polvo, se humedece el hilo de platino y se mete en el
polvo, luego se funde, y humedeciéndole , se mete en el polvo de la sus-
tancia. , .
Preparado de esta manera, se somete ya ála acción de la llama.
g II.— De los caracteres físicos y químicos de los venenos analizados por la vía húmeda
en general.
Como para analizar los cuerpos siempre se buscan reacciones , que se
refieren por punto general á sus elementos simples ó binarios, puede ha-
cerse un estudio completo de análisis química, no ocupándose mas que
en el modo de revelar las sales por su base y por su ácido , que es, como
si dijéramos, por su especie y por su género. Las reglas que se establezcan
para revelar esas bases ó especies y esos ácidos ó géneros, sirven igual-
mente para revelar los compuestos ó acabados en uro, y los simples.
Las sales tienen dos elementos; uno positivo , que es la base ó el metal
solo ú oxidado, y otro negativo, que es el ácido ó un halógeno, es decir, un
metaloídeo capaz de formar sales con un metal, como el cloro, yodo,
bromo, cianégeno.
Cada elemento tiene sus caracteres; hay. pues, que estudiarlos por se-
parado. Empecemos por las bases, que forman la especie , luego verémos
los ácidos, que constituyen el género.
Primero hablaremos de las inorgánicas , en seguida de las orgánicas por
su base 6 por su ácido.
También supondrémos que son sulubles ; luego verémos las insolubles.
ESTUDIO DE LAS SALES INORGÁNICAS SOLUBLES, CON RESPECTO Á SU E8PECIE ó base.
Reactivos generales para la análisis délas bases inorgánicas
Para analizar una sal, se disuelve cierta cantidad de ella, reduciéndola
á polvo, si ya no lo está, en agua fria o caliente; empleando en seguida
sucesivamente , según los resultados que nos dé , los siguientes reactivos
generales:
1. Acido clorhídrico, con objeto de acidular la disolución, si es neu-
tra ó alcalina, lo cual se conoce por medio de los papeles de tornasol,
azul y rojo, que no se alteran si es neutra, y que vuelve azul el rojo , si
es alcalina. Si hay reacción sensible ó precipitado con este ácido, y con-
n™e,Sue ?° Ie haya , se emplea en su lugar, tomando otra porción del
ílc?r. disueito, elnürico. F
o . su^bídrico.
d. Sulfuro amónico.
- m -
4.° Carbonatas alcalinos.
8/ Potasa.
Grupos eri que se dividen las sales indrgfiriicas por su base.
ios autores no están acordes , ni en punto á la formación de grupos,
ni en su numeración. Hay más ; á veces les sirve para formar grupo lo
que en otra parte solo les sirve para formar división. Precipitar el estado
de óxido le sirve á Fresenius para formar el tercer grupo de bases inor-
gánicas, y precipitar azufre solo, le sirve para división en los del 5.* , etc.
Esto tiene poca importancia. Lo esencial es que la distribución y mé-
todo adoptado sean claros, sencillos y verdaderamente distintivos. Él mé-
todo que mejor llegue al objeto, aquel es el preferible.
Yo entiendo por grupo el número de cuerpos que se revelan con un dado
reactivo , sea cual fuere su resultado ó modo de revelarse; y por división,
el número de cuerpos de un mismo grupo que se revelan por un carácter
que les es común y los diferencia de otros del mismo grupo.
Esto sentado, hé aquí cómo distribuyo los grupos y divisiones dé los
cuerpos que vamos á estudiar.
Las bases inorgánicas ó minerales, respecto del modo como se condu-
cen con los reactivos generales, se dividen en cuatro grupos.
Forman el l.er grupo: Potasa, sosa y amoníaco.
Forman el 2.* grupo: Barita, estronciana, cal y magnesia.
Forman el 3.er grupo: Alúmina, cromo, manganeso, protóxido de hierro,
cobalto, níquel y zinc. Fresenius divide este
grupo en dos, dando al l.° que es 3.° la alúmina
y el cromo, y al otro que es 4.° los demás.
Forman el 4.° guipo: Sesquióxido de hierro, plata, plomo, protóxido y
sesquióxido de mercurio; bismuto, cobre, cad-
mio, oro, platino , antimonio, protóxido y ses-
quióxido de estaño. Fresenius divide este grupo
en dos: en el l.°, que es 5.*, entra hasta el cad-
mio, y en el otro, que es 6.®, los restantes.
Bases minerales que precipitan por los reactivos genérales.
t-° El ácido clorhídrico precipita tres especies de sales del 4.' grupo
ó 5.a de Fresenius, y son las de plata, plomo y protóxido de mercurio ó
mercuriosas.
2. ° El ácido sulfhídrico precipita todo el 4.a grupo, ó 5.° y 6.a de Frese-
nius^ porque forma sulfuros insolubles en los ácidos.
3. ” El sulfhidralo amónico precipita todas las sales del tercer grupo, 3,a
y 4. de Fresenius, porque forma sulfuros ú óxidos insolubles en los áci^
dos y álcalis.
4. Los carbonatos alcalinos potásico y sódico precipitan las sales del 2.
grupo tarado carbonatos insolubles.
o. La potasa y el cloruro platínico revelan las sales del primer grupo.
Lacia uno de estos grupos tiene caractéres comunes á todas las especies
que comprende y diferentes de las demás, así como cada especie tiene-
sus caractéres particulares.
- 066 -
Divisiones de ios grupos de las sales inorgánicas.
Alalinos de estos grupos ofrecen divisiones, por razón de la diferencia
que presentan, en punto á caracteres comunes á varias especies del mismo
g'Xri«ro y segundo grupo, según los autores, no tienen ninguna división.
aunque pueden ienerlas. En el primero, el amoniaco forma una, y otra
la potasa V la sosa. En el segundo, forman la una la barita, la estron-
ciaua v la cal v la otra, la magnesia. ,
El tercer ampo ofrece dos divisiones que constituyen dos grupos en tre-
senius Pertenecen á la primera división las sales de alumina y cromo;
pertenecen á la segunda las sales de manganeso , protóxido de hierro,
cobalto, níquel y zinc. . , „ .
El cuarto grupo presenta cinco divisiones: forman la primera las sales de
sesquidxido de hierro; la segunda, las de plata, plomo y las mercuriosas;
la tercera, las de sesquióxido de mercurio ó mercúricas, las de cobre,
bismuto y cadmio; la cuarta, las de oro y platino ; y por último, la quin-
ta, las de antimonio, protóxido y sesquióxido de estaño.
Caractéres físicos y químicos de los grupos y sus divisiones.
Caractéres del primer grupo. — 1.® Todas estas sales son solubles; 2.° son
blancas, ó bien incoloras, excepto los cromatos que son amarillos; 3.° no
precipitan por el ácido clorhídrico; 4.° tampoco precipitan por el ácido
sulfhídrico, ni por el sulfhidrato amónico, ni por los carbonatos alcali-
nos; 5.° con la potasa se revelan las de amoníaco, por medio del olor
amoniacal que se desprende; con el cloruro platínico las de potasa, por
el precipitado amarillo que dan, y las de sosa, porque con el cloruro
platínico no precipitan.
Primera división de este grupo.— 1.° Caractéres generales del grupo; 2.°
no dar olor amoniacal con la potasa.
Segunda división.—!.0 Caractéres generales del grupo; 2.° dar olor amo-
niacal con la potasa.
Caractéres del segundo grupo. — 1.° Son solubles , cuando el ácido es
fuerte, excepto los sulfatos de barita, estronciana y cal; poco solubles,
cuando el ácido es débil; 2.° todas son blancas, excepto los cromatos,
que son amarillos ; 3.° no precipitan por el ácido clorhídrico, ni por el
sulfhídrico, ni por el sulfhidrato amónico; 4.° precipitan todas en blanco,
al estado de carbonatos, por los carbonatos potásico y sódico.
Primera división de este grupo.—!.0 Caractéres del grupo; 2.° precipitar
por el carbonato amónico sin redisolverse en un exceso de reactivo.
Segunda división. — 1.° Caractéres del grupo; 2.° se redisuelve el preci-
pitado que los hace dar el carbonato amónico.
. . trocieres del tercer grupo. — !.0 Son solubles cuando el ácido es fuerte,
e msolubles íu es débil; 2.° tienen varios colores; 3.° no precipitan por
el ácido clorhídrico, ni por el sulfhídrico; 4.° precipitan por el sulfhi-
drato amónico; las dos primeras en estado de óxido , y las restantes en
.° pS « uro* ^e.c°l°r rosa, el manganeso, blanco el zinc, y negro las
nemas. Este grupo tiene dos divisiones.
nrec^S grupo.-!.0 Caractéres generales del grupo; 2.°
mar sulfuros es a^° dxido , porque por la vía húmeda no pueden for-
- 667 -
Segunda división.- l.° Caractéres generales del grupo; 2.° precipitar en
estado de sulfuro de color de rosa las de manganeso , blanco las de zinc,
y negro las demás. . . . , . , .
Caractéres del cuarto grupo. — 1. Son solubles si el ácido es fuerte, ex-
cepto el sulfato de plomo que es insoluble , el de bismuto y antimonio
que se descomponen en el agua, y los protocloruros, bromuros y yodu-
ros de plata, plomo y mercurio; 2.° tienen color variado; 3.° no precipi-
tan por el ácido clorhídrico , excepto las de plata , plomo y mercuriosas;
í.° precipitan por el ácido sulfhídrico; las de sesquióxido de hierro en
estado de azufre; las demás en estado de sulfuro ; amarillo las de cadmio
y estánnicas; rojo de sangre las antimónicas; morenusco las estannosas;
primero amarillo, luego blanco, y por último, negro las mercúricas. To-
das las demás en negro. Este grupo tiene cinco divisiones.
Primera división de este grupo.— 1.° Caractéres generales del grupo; 2.°
el precipitado es azufre, pasando la sal de férrica á ferrosa.
Segunda división.— 1.° Caractéres generales del grupo; 2.° precipitan
por el ácido clorhídrico al estado de cloruro, insoluble en los ácidos clor-
hídrico y nítrico diluidos.
Tercera división.— 1.° Caractéres generales del grupo; 2.° sus sulfuros
son insolubles en los ácidos extendidos nítrico y clorhídrico; 3.° son in-
solubles en los sulfuros alcalinos.
Cuarta división.— 1.° Caractéres generales del grupo; 2.° sus sulfuros
son insolubles en el ácido clorhídrico y nítrico; 3.° forman sales dobles
con los sulfuros alcalinos; de consiguiente, no precipitan por el sulfhi-
drato-amónico ó se disuelve el precipitado.
Quinta división. — 1.° Caractéres generales del grupo; 2.° sus sulfuros
son solubles en los ácidos nítrico y clorhídrico; 3.° no precipitan por el
sulfhidrato amónico ó se redisuelve el precipitado.
Es decir, por último, que las sales de la 2.a y 3.a división, que forman
el 5.° grupo de Fresenius, dan sulfuros insolubles en los ácidos y los ál-
calis, mientras que las de la 4.a división los dan insolubles en los ácidos,
y solubles en los álcalis, y los de la 5.a los dan solubles, tanto en los
ácidos como en los álcalis.
Caractéres físicos y químicos de cada especie de sal inorgánica.
Sales de potasa.— 1.° Se reconocen por los caractéres del primer grupo;
2/' por los de la primera división; 3.° el ácido tartárico da un precipitado
cristalino en las sales neutras ó alcalinas y nada en las ácidas; 4.° el clo-
ruro platínico da un precipitado amarillo; S.° al soplete, la potasa da
una llama violada; la menor presencia de sosa impide esta coloración; 6.°
una disolución de potasa y una pequeña cantidad de agua, á la que se
añade alcohol, sise calienta y se inflama , da una llama violada.
Sales de sosa.— 1.° Caractéres generales del primer grupo; 2.° caracté-
res déla primera división; 3.° no precipitan por el ácido tartárico, cuando
as disoluciones son débiles; 4.° no precipitan por el cloruro platínico;
o." calentando sosa en un hilo de platino al soplete, da una llama ama-
rillenta, tenga ó no potasa; 0.° disuelta como la potasa y añadiendo al-
cohol, da llama amarilla.
Sales de amoniaco. — i.° Caractéres del primer grupo; 2.° caractéres de
la segunda división ; 3.° se volatilizan sin descomponerse, ó bien descom
poniéndose, según cuales sean; 4.° precipitan por el cloruro platínico en
- 668 -
amarillo mas claro que la potasa; 5.° el hidrato de cal mezclado en polvo
ron una sal amónica y algunas gotas de agua , ó disuelto en lejía de po-
tasa cáustica , y calentando esta mezcla , hace desprender amoniaco , ca-
racterizándose por el olor que le es propio ; 6.° si mientras se desprende
el amoníaco se aproxima una varilla con una gota de ácido clorhídrico,
nítrico ó acético, se forman nubecillas blancas; 7.° si á estos vapores se
aplica un papel de tornasol, enrojecido por un ácido, recobra el color
azul. , _ ,
Sales de barita.-!.0 Caracteres del segundo grupo; 8.° caracteres de
la primera división; 8.° precipitan por el carbonato amónico en blanco; 4.°
precipitan por el ácido sulfúrico en blanco; 6.° el sulfato de cal las pie-
cipita inmediatamente en blanco, y el precipitado es insoluble en los áci-
dos y álcalis; 6.° el fluorhidrato silícico da un precipitado de fluorhidrato
bárico incoloro y cristalino; 7.° calentada con alcohol una sal de barita,
é inflamándola , da una llama de un color amarillento; 8.° el ácido oxá-
lico, en las sales de barita concentradas, da un precipitado soluble en
los ácidos y que no aumenta con la adición de amoníaco.
Sales de estronciana.—l.0 Caractéres del segundo grupo ; 2.° caracté-
resdela primera división; 3.° el carbonato amónico las precipita en blanco;
4.° el ácido sulfúrico las precipita, y el precipitado es soluble en los áci-
dos; 5.° el sulfato de cal no las precipita inmediatamente; 6.° el fluorhi-
drato silícico no las precipita; 7.° el ácido oxálico, en las sales débiles de
estronciana, produce un precipitado soluble en los ácidos, y que aumenta
añadiendo amoníaco.
Sales de cal. — 1.° Caractéres del segundo grupo; 2.° caractéres déla
primera división; 3.° precipitan por el carbonato amónico en blanco; 4.°
precipitan por el ácido sulfúrico en blanco, y el precipitado es soluble en
los ácidos; 5.° no precipitan por el sulfato de cal ; 6.° no precipitan por
el fluorhidrato silícico; 7.° el ácido oxálico , en las sales débiles de cal,
produce un precipitado soluble en los ácidos, que aumenta con la adi-
ción de amoníaco; 8.° calentada una sal de cal con alcohol acuoso, da
una llama amarillo-rojiza.
Sales de magnesia. — l.° Caractéres generales del segundo grupo; 2.°
caractéres de la segunda división; 3.° no precipitan por el carbonato amó-
nico, y caso de verificarlo , se redisuelve inmediatamente , formando una
sal magnésico-amoníaca , 4.° el amoníaco precipita las sales de magne-
sia, y el precipitado se redisuelve, por la razón indicada, en un exceso
de precipitante; 5.° el fosfato sódico las precipita, si no son muy exten-
didas, más en caliente que en frió, y si, antes de echar el fosfato sódico,
se pone amoníaco ó carbonato amónico , se forma , hasta en las muy ex-
tendidas, un precipitado cristalino de fosfato bárico-amónico-magnésico;
6. el oxalato amónico las precipita , no precipitándolas el ácido oxálico
libre; 7.° no precipitan por el ácido sulfúrico, ni por el fluorhidrato silí-
cico ; 8.° mezclada una sal de magnesia con una disolución de cobalto, y
calentando la mezcla sobre el carbón al soplete , toma un color de rosa
pálido.
Sales de alumina. — 1.° Caractéres del tercer grupo; 2.° caractéres de
/T PHÍn^era división » 3.° la potasa las precipita en blanco, en estado de
oxido de alúmina, soluble en un exceso de potasa; 4.° el cloruro amónico
HifJo6 • á Prec'Pltar de esta disolución ; 5.° el amoníaco obra á poca
Hnn nn^Y01110 la Potasa i 6-° al soplete el nitrato cobaltoso y la alúmina
dan un color azul celeste oscuro. J
— 669 — :
$ ala de cromo.— i.° Caracteres generales del tercer grupo ; 2.c carac-
teres de la primera división ; 3.° la potasa les hace dar un precipitado
verde azuladlo de hidrato brómico, soluble en un exceso de reactivo, to-
mando la disolución un color verde; 4.° el amoníaco produce el mismo
precipitado, soluble en un exceso del mismo, tomando un color de lila;
5.° calentadas al soplete con sal de fósforo, dan color verde esmeralda.
Sales de manganeso.— 1.a Caractéres generales del tercer grupo; 2.a ca-
racteres ¿e la segunda división ; 3.° suelen tener estas sales un color de
rosa pálido; 4,° el sulfhidrato amónico las precipita en estado de sulfuro
de color de rosa; soluble en los ácidos nítrico y clorhídrico; B.° al so-
plete con sosa dan un color verde , enfriadas color azul verdoso, 6.° con
bórax y sal de fósforo, color violado rojo, al soplete , mientras la perla
está caliente, y rojo amatista, cuando está fria.
Sales de prolóxido de hierro. — 1.a Caractéres generales del tercer
grupo; 2.° caractéres de la segunda división; 3.° son de color verdoso;
4.° el sulfhidrato amónico las precipita en negro, y el precipitado es solu-
ble en los ácidos clorhídrico y nítrico; 5/ la potasa y el amoníaco las
precipitan en blanco en el primer momento ; este color pasa á verde su-
cio, y por último á rojo-moreno ; 6.° el ciano-ferrito-potásico las preci-
pita en blanco azulado; 7.° el ciano ferrato-potásico las precipita en co-
lor azul , siendo insoluble el precipitado en ácido clorhídrico ; si la diso-
lución está demasiado extendida , solo da coloración azul ; 8/ el sulfo-
cianuro potásico no da reacción ninguna.
Sales de cobalto.— 1.a Caractéres generales del tercer grupo ; 2.° carac-
téres de la segunda división; 3.° anhidras suelen ser verdes, hidratadas,
de color rojo oscuro ; 4.° el sulfhidrato amónico las precipita en negro, y
el precipitado es poco soluble en el ácido clorhídrico y nítrico separa-
dos, muy soluble en el clorido-nítrico ; 5.* la potasa y el amoníaco las
precipitan en verde; 6.* con bórax y al soplete, las sales de cobalto dan
un vidrio azul.
Sales de níquel.— 1.° Caractéres generales del tercer grupo; 2.° carac-
téres de la segunda división; 3.° sus sales anhidras son amarillas, hi-
dratadas verdes ; 4.° el sulfhidrato amónico las precipita en negro, y el
precipitado es soluble en el ácido clorhídrico; 5.° la potasa y el amo-
níaco las precipitan en verde claro ; 6.° con bórax y sal de fósforo, al
soplete , dan una llama amarillo-oscura , que un poco de nitrato de po-
tasa hace pasar á azul.
Sales de zinc. — 1.° Caractéres generales del tercer grupo ; 8.° caracté-
res de la segunda división; 3.° son incoloras; 4.° el sulfhidrato amónico
las precipita en blanco, y el precipitado es soluble en los ácidos; 5.° la
potasa y el amoníaco las precipitan en blanco gelatinoso , siendo el pre-
cipitado soluble en un exceso de reactivo; 6.° el ácido sulfhídrico preci-
pita el zinc de esta disolución en estado de sulfuro.
Sales de sesquióxido de hierro. — 1.° Caractéres generales del cuarto
grupo ; 2.° caractéres de la primera división ; 3.° son amarillo-rojizas;
4. o la potasa y el amoníaco las precipitan en un rojo moreno voluminoso,
o. el precipitado dado por la potasa y el amoníaco es insoluble en un
exceso de precipitante; 6.° el ciano-ferrilo potásico da, hasta en las di-
soluciones muy extendidas, un precipitado azul, insoluble en el ácido
clorhídrico; 7.° el ciano-ferrato-potásico da un color azul mas oscuro;
8.° el sulfo-cianuro-potásico da un color rojo de sangre.
Sales de plata.— l.° Caractéres generales del cuarto grupo ; 2.° carao-
- 670 —
téres de la segunda división ; 3.® son incoloras y se alteran á la luz , to-
mando un color negro; 4.® la potasa y amoníaco las precipitan en un
polvo moreno claro, soluble en amoníaco ; 5.° el precipitado que dan es-
tas sales con el ácido clorhídrico, se rcdisueive en el amoníaco ; 6.u al
soplete, con sosa, dan granos metálicos blancos, sin capa ninguna,
brillantes v maleables.
Sales de plomo.— 1.° Caractéres generales del cuarto grupo ; 2.° carac-
téres de la segunda división; 3.° son incoloras ; 4.° la potasa y el amo-
níaco las precipitan en blanco, insoluble en el amoníaco; 5.° el precipi-
tado dado por el ácido clorhídrico no se redisuelve en el amoníaco ; G.°
el ácido sulfúrico y los sulfatos las precipitan en blanco, tardando por lo
común á verificarse estg precipitado, que es insoluble en los ácidos dilui-
dos; 7.® el cromato potásico da un precipitado amarillo, soluble en la
potasa cáustica, y poco en el ácido nítrico diluido; 8.® el carbonato po-
tásico las precipita en blanco, siendo el precipitado insoluble en un ex-
ceso de reactivo.
Sales de prolóxido de mercurio ó mercuriosas. — 1.® Caractéres generales
del cuarto grupo; 2.® caractéres de la segunda división; 3.° la mayor
parte son incoloras; 4.° la potasa y amoníaco les hacen dar un precipi-
tado negro, insoluble en un exceso de reactivo ; tí.® el cloruro estannoso
produce un precipitado gris de mercurio, que se reúne fácilmente en
globulilos si se sacude, ó bien calentándolo ó haciendo hervir con ácido
clorhídrico ; 6.® el precipitado dado por el ácido clorhídrico, con la adi-
ción del amoníaco, se vuelve negro, pues pasa á óxido de mercurio; 7.°
echando una gota de una solución neutra ó débilmente ácida de una sai
mercuriosa en una lámina de cobre , lavándola poco tiempo después y
frotando la mancha que se produce con lana ó papel , toma un brillo ar-
gentino ; si se calienta, el brillo desaparece por volatilizarse el mercu-
rio ; 8.® calentándose una mezcla de sal mercuriosa y sosa , en un tubo
al soplete , se reduce el mercurio.
Sales de sesquióxido de mercurio ó mercúricas. — 1.® Caractéres generales
del cuarto grupo; 2.® caractéres de la tercera división ; 3.® casi todas son
incoloras; 4.® el precipitado dado por el ácido sulfhídrico en pequeña
cantidad es blanco, en mayor cantidad pasa rápidamente á amarillo, des-
pués á^rojo moreno, y por último á negro ; 5.® la potasa les hace dar, en
pequeña cantidad, un precipitado moreno rojo; en exceso, el color es
amarillo; 6.® el amoníaco las precipita en blanco, haciéndolas pasar al
estado de protocloruro, en los cloruros mercúricos; 7.® el cloruro estan-
noso , en pequeña cantidad , hace pasar las sales mercúricas al estado
de protocloruro de color blanco; 8.® da los mismos reactivos que las
sales de protóxido, con la lámina de cobre y con sosa sometidas al so-
plete.
Sales de cobre. — 1.° Caractéres generales del cuarto grupo; 2.® carac-
teres de la tercera división ; 3.° cuando anhidras son incoloras , hidrata-
das azules ó verdes; 4.° la potasa les hace dar un precipitado azul claro,
que pasa á negro en un exceso de potasa y con el tiempo ; 5.° otro tanto
hace el carbonato potásico; 6.° el amoníaco en poca cantidad les hace
ar un precipitado azul, soluble en un exceso de reactivo, pero con
uerte coloración; 7.° el ciano-ferrito-potásico produce, hasta en las
¿ ? uci08n^s extendidas , un precipitado moreno rojo, insoluble en los
«ni ¿a una ^ara^n*ta de acero, sumergida en una disolución de una
sai ae cobre , se cubre de una capa de este metal.
— 671 —
Sales de bismuto. — l.° Caractéres generales del cuarto grupo ; 2.° ca-
ractéres de la tercera división ; 3.° son incoloras; 4.° la potasa y el amo-
níaco las precipitan en blanco; 8.° el cromato potásico las precipita en
amarillo, siendo el precipitado soluble en el ácido nítrico é insoluble en
la potasa ; 6.° estas sales se descomponen en un exceso de agua ; 7.° ca-
lentadas con sosa al soplete, dan granos metálicos quebradizos, cubrién-
dose el carbon .de una capa amarilla.
Sales de cadmio.— 1.° Caractéres del cuarto grupo ; 2.° caractéres de la
tercera división ; 3.° son incoloras; 4.° el ácido sulfhídrico las precipita
en amarillo; 5.° la potasa y el amoníaco las precipitan en blanco, solu-
ble en un exceso de amoníaco; 6.° los carbonatos potásico y amónico
verifican lo mismo, pero el precipitado es insoluble en un exceso de re-
activo; 7.° calentadas con sosa al soplete sobre el carbón, aparece una
capa rojiza.
Sales' de oro.— l.° Caractéres generales del cuarto grupo; 2.° caracté-
res de la cuarta división; 3.° las sales aloídeas son amarillas; 4.° la po-
tasa y el amoníaco les hacen dar un precipitado rojizo de óxido de
oro, si es la potasa , y de aurato amónico, si es el amoníaco; 8.° el clo-
ruro estánnico, mezclado con cloruro estannoso, forma un precipitado
violado ó de púrpura , llamado púrpura de Cassius , insoluble en el ácido
clorhídrico; C.° las sales ferrosas reducen el oro de sus disoluciones, en
forma de polvo moreno excesivamente ténue.
Sales de platino.— l.° Caractéres generales del cuarto grupo; 2.° ca-
ractéres de la cuarta división; 3.° son de color rojo moreno; 4.° la potasa
y el amoníaco producen un precipitado amarillo-canario, cristalino, in-
soluble en un exceso de reactivo; S.° el cloruro estannoso no las preci-
pita , pero da á las disoluciones un color moreno oscuro.
Sales de antimonio. — 1.° Caractéres generales del cuarto grupo ; 2.° ca
ractéres de la quinta división; 3.° son blancas; 4.° el ácido sulfhídrico
las precipita en color rojo anaranjado; 8.° la potasa y el amoníaco, lo
mismo que sus carbonatos, precipitan en blanco en masa voluminosa,
insoluble en el amoníaco; 6.° el zinc metálico separa de todas las sales
antimónicas neutras, antimonio metálico en forma de polvo negro ; 7.°
en el aparato de Marhs forma el hidrógeno antimoniado, capaz de dar
anillos y manchas sin brillo, de color apizarrado, de bordes netos y difí-
cilmente volatilizables, é insolubles en el agua fría y caliente; 8.° calen-
tando al soplete con sosa y cianuro potásico, en el carbón , da globulillos
metálicos cristalinos.
Sales deprotóxido de estaño. — 1.° Caractéres generales del cuarto grupo;
2.° caractéres generales de la quinta división; 3.° son incoloras; 4." la
potasa , el amoníaco y los carbonatos las precipitan en blanco volumi-
noso, insolubíe únicamente en un exceso de potasa; 8.° el ácido sulfhí-
drico da un precipitado moreno ; 6.° el cloruro de oro produce en las
sales eslannosas, y principalmente si son cloruros, la púrpura de Casias;
7." una sal mercúrica precipita en blanco las sales estannosas.
Sales de sesquióxido de estaño, — i. 0 Caractéres generales del cuarto
grupo ; 2.ü caractéres de la quinta división; 3.° son incoloras ; 4. el
ácido sulfhídrico precipita en amarillo, precipitado poco soluble en m
amoníaco; 5.° la potasa, el amoníaco y sus carbonatos forman un preci-
pitado blanco, soluble solo en la potasa; 6.° el zinc metálico precipita de
las sales neutras estaño en forma de escamas grises ó de masa espon-
osa ; 1." al soplete , las sales estánnicas , lo mismo exactamente que las
- 672 -
dctnnnosas con sosa y bórax, ó con una mezcla en partes iguales de
sosa y cianuro potásico, dan un grano metálico cubierto de una capa.
estudio de las sales inorgánicas solubles con respecto á su GÉNERO
Ó SU ÁCIDO.
Reactivos generales para la análisis de los géneros inorgánicos.
Para analizar un género salino se emplean los siguientes reactivos ge-
1. " El amoniaco, con objeto de alcalinizar o neutralizar.
2. ü El cloruro bárico.
3.,J El nilrato de plata.
Grupos en que se dividen las sales inorgánicas solubles, por su ácido.
Respecto al modo cómo se conducen con estos reactivos las sales mi-
nerales, se dividen en tres grupos.
Forman el primer grupo: Eos arsenitos, arseniatos, cromatos, sulfatos, fos-
fatos, boratos, fluoruros, carbonatos y sili-
catos.
Forman el segundo grupo: Los cloruros , bromuros, yoduros, cianuros y
sulfuros.
Forman el tercer grupo: Los nitratos y los cloratos.
Acidos que precipitan por los reactivos generales
El cloruro bárico precipita los de primer grupo, todos en blanco, ex-
cepto los cromatos que son amarillos.
El nitrato de plata precipita los del segundo grupo, todos en blanco ó co-
lor amarillento.
Ni uno ni otro de estos reactivos precipitan los del tercer grupo.
bivisiones de los grupos.
El primero de estos grupos tiene cuatro divisiones : comprende la pri-
mera los arsenitos, arseniatos y cromatos ; la segunda, los sulfatos; la ter-
cera, los fosfatos, boratos y fluorhidratos; la cuarta, los carbonatos y sili-
catos.
Los otros grupos no tienen ninguna división.
Caractéres físicos y químicos de los grupos y sus divisiones.
Cada uno de estos grupos y cada una de estas divisiones se distingue
por ciertos caractéres que les son propios.
Caractéres del primer grupo.— l.° Precipitan en blanco por el cloruro
bárico, excepto los cromatos que son amarillos; 2.° se redisuelve el pre-
cipitado en los ácidos nítrico y clorhídrico, excepto los sulfatos • 3 0 for-
man sales neutras insolubles con los óxidos insolubles.
Los caractéres de cada división de este grupo son los siguientes:
pi Tratados con el ácido sulfhídrico, se descompone
mnml 0ímaD(^0 un su con l°s arseni tos y arseniatos , y óxido de
n ^os cromatos ; 2. la sal barítica que forman con el cloruro
- 673 —
bárico, se redisuelve , sin descomponerse sensiblemente , en los ácidos
nítrico y clorhídrico, porque el ácido desalojado es soluble.
Segunda, división.— l.° El ácido sulfhídrico no descompone el ácido;
2.° el precipitado que dan con el cloruro bárico no se redisuelve en los
ácidos nítrico y clorhídrico.
Tercera división.— 1.° No se descompone el ácido por el sulfhídrico-
2.° el precipitado que dan con el cloruro bárico se redisuelve en los áci-
dos nítrico y clorhídrico, sin descomponerse sensiblemente , porque el
ácido desalojado es soluble.
Cuarta división.— l.° El ácido sulfhídrico no descompone el ácido; 2.°
el precipitado que dan con el cloruro bárico se redisuelve en el ácido
nítrico y clorhídrico, con descomposición sensible de la sal , porque el
ácido desalojado por aquellos es gaseoso en los carbonatos, é insoluble en
los silicatos; por lo mismo, hay efervescencia y desprendimiento de gas
en los primeros , y precipitado gelatinoso en los segundos.
Caractéres del segundo grupo.— 1.° No precipitan por el cloruro bárico,
por formarse sales báricas solubles ; 2.° precipitan en blanco ó blanco
amarillento por el nitrato de plata, porque se forman sales aloídeas de
plata insolubles ó sulfuros en los sulfhidratos ; 3.° el precipitado que les
hace dar el nitrato de plata, se redisuelve en el amoníaco, siendo insolu-
ble en el ácido nítrico diluido ; 4.° se descomponen á la presencia de los
óxidos metálicos , formando sales aloídeas y agua.
Caractéres del tercer grupo.— 1.° No precipitan por el cloruro bárico,
porque forman sales baríticas solubles ; 2.° no precipitan per el nitrato
de plata, porque ó no hay reacción, como en los nitratos, ó se forman sa-
les de plata solubles, como en los cloratos ; 3.° porque , echados en las
ascuas, deflagran ; 4.° fundidos con una sustancia orgánica , detonan.
Caractére» de cada género salino inorgánico.
Arsenitos. — 1.° Caractéres generales del primer grupo; 2.° caractéres
de la primera división ; 3.° precipitan en amarillo por el ácido sulfhí-
drico , al momento y á la temperatura ordinaria; 4.° precipitan en ama-
rillo por el nitrato de plata ; 5.° reducido el sulfuro en un tubo con sosa
y cianuro potásico , da arsénico. La proporción de la mezcla con el ar-
senito para la reducción , es : tres partes de sosa y una de cianuro po-
tásico: de esta mezcla doce partes para una de arsenito; C.° en el aparato
de Alarhs dan manchas y anillos arsenicales.
Arseniatos. — 1.° Caractéres generales del primer grupo; 2.° caractéres
de la primera división; 3.° el ácido sulfhídrico los precipita en amarillo
de sus disoluciones concentradas , ó en caliente , ó con un poco de amo-
níaco; 4.° el nitrato de plata precipita en rojo de teja ; o.° y 6.° las mis-
mas reacciones que los arsenitos.
Cromatos. — 1.° Caractéres generales del primer grupo; 2.° caractéres
de la primera división ; 3.° son amarillos los cromatos, y rojos los bicro-
matos; 4.° el precipitado que dan con el ácido sulfhídrico es óxido de crom
y por lo mismo de color verdoso; 5.° redisuelto el precipitado en. ““ J 1 T
do , la disolución que se forma toma un color verde; 6. el ni i
plata les hace dar un color de carmin ; 7.® el cloruro blanco les nace dar
un precipitado amarillo. 0 , ,
Su If atos. — l.° Caractéres generales del primer grupo; 2. caractéies de
la segunda división; 3.° calcinando el precipitado que dan con el cloruro
Toxicon gía. — 43
— 674 —
b&ricn en un crisol , potasa y carbón , pasa al estado de sulfuro de pota-
dnv óxido de carbono; tomado el residuo con agua caliente, filtrado y
tratado con ácido clorhídrico, hay desprendimiento de ácido sulfhídrico
que huele á huevos podridos, y ennegrece un papel empapado de una
disolución de una sal de plomo.
Fosfatos.— l.° Caracteres generales del primer grupo ; 2.° caracteres de
la tercera división ; 3.° una disolución de sulfato de cal , precipita en
blanco soluble en los ácidos; 4.° el sulfato magnésico precipita los fos-
fatos en blanco , si la disolución es concentrada ó está caliente , y si se
añade carbonato amónico ó amoniaco libre, hasta en las extendidas, da
un precipitado blanco cristalino, de fosfato amónico magnésico; 5.° el
nitrato de plata los precipita en amarillo.
Boratos.— 1.* Caractéres generales del primer grupo; 2.° caracteres de
la tercera división ; 3.° el ácido sulfúrico ó clorhídrico precipita las diso-
luciones concentradas y preparadas en caliente, al enfriarse, en esca-
mas cristalinas y brillantes de ácido bórico; 4.° echando alcohol en ácido
bórico ó en un borato, después de haber añadido ácido sulfúrico y pren-
diéndole fuego, la llama del alcohol se tiñe de un color verde amarillo,
sobre todo removiendo la mezcla.
Fluorhidratos. — 1.° Caractéres generales del primer grupo; 2.° carac-
téres de la tercera división; 3.° el cloruro cálcico les hace dar un preci-
pitado gelatinoso trasparente , que se vuelve mas sensible con un poco
de amoníaco ; 4.° mezclado un fluoruro en polvo lino con vidrio ó arena
pulverizada , puesto en un tubo de ensayo y echando ácido sulfúrico
concentrado, se forma una nube blanca espesa ; 5.° el ácido sulfúrico
añadido á los fluoruros, les da la propiedad de corroer el cristal.
Carbonates. — i. ° Caractéres del primer grupo; 2.° caractéres de la
cuarta división; 3.° el agua de cal ó de barita los precipita en blanco; 4.°
estos precipitados se redisuelven , con efervescencia en los ácidos; 5.° los
ácidos descomponen los carbonatos con efervescencia y desprendimiento
de gas picante.
Silicatos.— l.° Caractéres generales del primer grupo; 2.° caractéres
de la cuarta división; 3.° los ácidos descomponen los silicatos dando un
precipitado en copos gelatinosos; 4.° fa sosa disuelve perfectamente al
soplete los silicatos, formando un vidrio incoloro; 5.° la sal de fósforo ai
soplete no disuelve los silicatos : el ácido silícico nada insoluble en medio
de la sal de fósforo disuelta.
Cloruros.— 1.° Caractéres generales del segundo grupo; 2.° el precipi-
tado que dan con el nitrato de plata es insoluble en el ácido nítrico, muy
soluble en el amoníaco, y se funde sin descomponerse: 3.° el nitrato
mercunoso y el nitrato plúmbico los hacen precipitar en blanco, al estado
de cloruro mercunoso y plúmbico ; 4.° calentados con bióxido de man-
ganeso y ácido sulfúrico , dan cloro, que se reconoce por su color ama-
rillento y olor característico; 5.° molidos con cromato potásico, puestos
en una retorta bitubulada, echando ácido sulfúrico concentrado, y ca-
lentando suavemente, se desprende un gas rojo oscuro de bicromato-
cloro-crómico.
Caractéres del segundo grupo; 2.° el precipitado que
vfmarn!1 e m r? ° de P ala es blanco amarillento , que á la luz se vuelve
dos Pn ^nso^ble en el ácido nítrico, y poco en el amoníaco ; 3.° los áci-
Por lo m¡!!!C1J-e nítrico, en caliente, y el dórico, desalojan el bromo;
h ^ mismo unen de rojo anaranjado oscuro el líquido , y si se obra
— m —
sobre un bromuro sólido, se desprenden gases rojos; í.° el éter destiñe
estas coloraciones; otro tanto hace la potasa; 5.° calentados con peróxido
de manganeso y ácido sulfúrico , dan vapores amarillento-rojizos • 6.° con
la fécula húmeda, ó una disolución de almidón , con ácido sulfúrico que
desaloje el bromo , se tiñen de rojo.
Yoduros. — 1.* Caractéres generales del segundo grupo; 2.° el precipi-
tado que dan con el nitrato de plata es blanco amarillento, y á la luz pasa
á negro ; es muy poco soluble en el amoníaco; 3.° el ácido nítrico, el
dórico y el agua de cloro desalojan el yodo , que se reconoce por su co-
lor rojo oscuro, y porque, calentado, da vapores violados; 4.° el ácido
sulfúrico y bióxido de manganeso desprenden, calentados con un yo-
duro , vapores violados ; 5.° desprendido el yodo de los yoduros por un
ácido, da un color azul violado al almidón; 6.* triturados con cromato
potásico y ácido sulfúrico , dan , en las mismas circunstancias que los
bromuros, vapores de yodo.
Cianuros. — 1.° Caractéres generales del segundo grupo ; 2.° el preci-
pitado que dan con el nitrato de plata, es blanco y poco soluble en el
amoníaco; 3.° el sulfato ferroso forma con los cianuros alcalinos, el cia-
no-ferrito-potásico , haciendo pasar el sulfato ferroso á férrico ; 4.° los
cianuros se descomponen al fuego pasando á carbonatos.
Sulfuros. — 1.° Caractéres del segundo grupo; 2.° e) precipitado quedan
con el nitrato de plata, es negro, de sulfuro de plata; 3.° con el acetato
de plomo precipitan en negro, formando sulfuro de plomo ; 4.° un ácido
cualquiera , nítrico ó clorhídrico , produce efervescencia y desprendi-
miento de gas sulfhídrico con olor de huevos podridos; 5.° calentados
los sulfuros al soplete, arde el azufre con llama azul , y hay olor de ácido
sulfuroso.
Nitratos. — 1.° Caractéres generales del tercer grupo ; 2.° las limaduras
de cobre y ácido sulfúrico descomponen los nitratos en sus disoluciones
concentradas ó en polvo disuelto en un poco de agua , desprendiendo con
efervescencia vapores rutilantes de ácido nitroso , y dejando un color
verde de nitrato de cobre , debido al ácido nítrico desalojado por el sul-
fúrico; 3.° echando en una disolución de nitrato un poco de ácido sulfú-
rico y un poco de sulfato de añil , y haciéndolo hervir, el color azul des-
aparece.
Cloratos. — 1.° Caractéres del tercer grupo; 2.° hacen con el sulfato de
añil lo mismo que los nitratos ; 3.° el ácido sulfúrico concentrado des-
prende de los cloratos ácido dórico y cloroso; 4.° disolviendo los clora-
tos en ácido sulfúrico diluido , le tiñen do amarillo vivo ; 5.° echados al
fuego pasan á cloruros , y se reconocen como estos.
ESTUDIO DK LOS ALCALOIDEOS O SALES DE BASE ORGÁNICA.
Alcaloideos mas conocidos, nombres, fórmula y composición.
Los alcaloideos que con mas frecuencia se encuentran en la práctica, \
cuyos caractéres son mas conocidos, son los siguientes;
— 676 —
4
Nomina,
’ Fórmula.
V
Morfina. . . •
. . Mo
V
Nnrcolina.. . .
... Na
V
Quinina
. . . 0»
V
Cinconina. . .
. . . Ci
V
Estricnina. . .
... tít
V
Brucinn. . . .
. . Br
V
Veratrina. . .
. . . Ve
V
Nicotina. . . .
. . . Ni
V
Conicina . . .
Co
Composición.
G:i5H20NO
C4CH2!,NO'‘
C40H24N204
C10H2<N202
C«II»N*04
Cv"H2iN20'
C H N O }en Prol,orciones,nc‘ertas
H3N-f-II4C‘°
H3N-}-H'2G,c
Los autores de análisis química , no comprenden entre los alcaloideos
la nicotina y la conicina , y en cambio, incluyen la salicina que no lo^es.
Aquí, pues, nos separamos de ellos; no incluyendo la salicina y aña-
diendo los dos últimos alcaloideos eminentemente venenosos , que en es-
tos últimos tiempos han sido muy estudiados, por haber dado lugar á
envenenamientos ruidosos.
Aunque la digilalina en estos últimos años ha tomado grande im-
portancia , no la comprenderemos aquí: primero, morque no es un alca-
íóide; y segundo, porque hablarémos de ella en la Toxicología particular.
Algunos autores toxicólogos, en especial Briand y Galtier, hablan de
otros alcaloideos, dignos por cierto de estudio; pero que no he creído
deber incluir en el catálogo que precede , por no acomodarse todavía á la
marcha analítica de los mencionados.
Galtier habla de la codeina, solanina, atropina, daturina, hiosciami-
na , colchicina , digitalina , deífina, emetina, conicina, anilina, petinina,
picolina , benzina , ethylamina , graciolina , cantaridina y amilamina.
Briand habla de la githagina y de algunos de los que comprende Galtier.
Aunque no Comprendamos todas las sustancias alcaloideas en el estu-
dio analítico que aquí nos proponemos hacer, vamos á hablar de todas
ellas de un modo general, bajo el punto de vista de sus propiedades físi-
cas y químicas.
Caracléres físicos y químicos generales de los alcaloideos.
Caractéres físicos.
Estado. — Son gaseosos la ethylamina ó elhylaque y la methylamina ó
methylaque ; líquidos, la nicotina , conicina , anilina, petinina, picolina,
benzina y amilamina. Todos los demás son sólidos.
Forma.— Los gaseosos y líquidos no tienen ninguna ; los sólidos la tie-
W í10^? S1guiente. En prismas , la morfina, narcotina, codeina , so-
rla * brí?ina.» estricnina, cinconina: en agujas sedosas , la atropina,’
nvnnrfo? ’i “^““úna , colchicina. En escamas nacaradas, la digitalina:
/ » a aconitina, veratrina, delfina, emetina y quinina.
t
- 77 —
A menos de 100° se funden la solanina , atropina , hiosciamina , datu-
riña, vera trina, aconitina, brucina , quinina y emeána. A m$6 de 100°,
la narcotina , digitalina , codeina morfina , cinconina y delfii#. '
La brucina, veratrina , solanina y narcotina se cuajan al enfriarse.
La nicotina , conicina y los demás alcaloideos líquidos , la difíitaÜna y
cinconina, se volatilizan en totalidad; la daturina , atropina é hioscia-
mina, en parte ,* los demás son fijos é infusibles. > *
Color blanco ó incoloros, ligeramente amarilla la conicina.
Sabor amargo, la morfina , codeina , brucina ; estricnina, quinina y cin-
conina ; amargo, y mas ó menos acre , todos los demás; alg.uno cáustico,
como la nicotina y conicina.
Olor. —La nicotina, de tabaco quemado ; la conicina, de cicuta ó de ra-
tón ; la hiosciamina , fuerte y aturdidor ; la veratrina y la digitalina pro-
vocan el estornudo; la anelina , petilina , picolina , benzina , ethylamina
y amilamina, fuerte parecido al amoniacal. Los demás son inodoros.
Solubilidad. — Insolubles ó muy poco solubles en el agua, la conicina,
la nicotina, la hiosciamina y algún otro solubles. Todos son solubles en
el alcohol , mas ó menos concentrado. En cuanto al éter sulfúrico , son so-
lubles la codeina, la narcotina, la atropina , la daturina, la hiosciamina,
la nicotina , la conicina , la quinina , la veratrina , la aconitina y la colchi-
cina. Son insolubles ó poco solubles las demás; en el éter acético son
solubles todos.
Caractéres químicos.
Se componen de oxígeno , hidrógeno , carbono y ázoe los más ; algu-
nos no tienen oxígeno , como la nicotina y conicina y algunos otros.
Tienen reacción alcalina, forman sales con los ácidos, y dobles sales
con los cloruros áurico , platínico y mercúrico. Los álcalis minerales , sus
carbonatos, el tanino y el biyoduro potásico , los precipitan de sus diso-
luciones.
El ácido nítrico no altera el color de la codeina , aconitina , cinconina,
quinina y daturina ; á los demás se le altera.
En frió tiñe de rojo la morfina, veratrina y brucina; en caliente, la
nicotina y conicina. Tiñe de amarillo la digitalina , solanina y emetina;
de verde amarillento , la estricnina ; de rojo anaranjado, la atropina ; de vio-
lado azulenco, la colchicina.
El ácido sulfúrico tiñe en amarillo , luego en rojo , añadiéndole ácido ní-
trico, la narcotina; en rojo vinoso, la nicotina ; en moreno verdoso, lue-
go en rojo, y calentando, la conicina; en rojo oscuro, la digitalina y vera-
trina; en rojo moreno, la colchicina; en rojo violado, la aconitina; en rojo
anaranjado, la solanina.
El deido clorhídrioo tiñe de violeta la nicotina ; en rojo de púrpura , la
conicina ; en verde , la digitalina.
H El cloruro de oro precipita de su disolución , en amarillo azul ó violado,
la morfina; en amarillo rojizo , la conicina y nicotina; en amarillo , la es-
tricnina, atropina, hiosciamina y aconitina; por último, en blanco, Ja
daturina.
No digo nada mas en globo sobre los alcaloideos indicados, guardando
para la Toxicología particular lo que sea digno de notar relativamente á
cada uno de ellos, y para mas tarde, en este mismo artículo, lo que se
sabe hoy dia, respecto de ciertos reactivos recien descubiertos, para re-
velar alcaloideos de un modo mas característico y sencillo, como el
— 678 —
fosfomolíbdico , el yoduro doble de mercurio y de potasio , etc.
Allí rectificaré algunos hechos que no están conformes con recientes ex-
^Despues de estas nociones generales voy á circunscribirme á los que
he consignado en el catálogo primero , formando grupos iguales , á poca
diferencia , á los de los autores de Análisis química ; y para facilitar su
estudio, repetiré ya solo , con referencia á ellos , sus propiedades físicas y
químicas.
Caractéres físicos y químicos generales de los alcaloideos mas estudiados.
La nicotina y conicina están formadas de hidrógeno, carbono y ázoe,
ó , lo que es lo mismo , de un equivalente de amoníaco y otro de hidró-
geno carbonado ; todos los demás alcaloideos están formados de carbono,
hidrógeno, ázoe y oxígeno, en proporciones diferentes; tienen gran
cantidad de carbono é hidrógeno , poco oxígeno y menos ázoe.
Son líquidos y volátiles * la nicotina y la conicina ; los demás son só-
lidos á la temperatura ordinaria , y fusibles á diferentes temperaturas ; la
veratrina se reblandece, como la cera, antes de fundirse. A. temperatu-
ras mas elevadas se descomponen , pudiendo dar ácido carbónico, agua,
amoníaco y carbón.
Todos son blancos ó incoloros ; la nicotina amarillea ; todos los sólidos
cristalizan, y, según el modo de obtenerse, pueden presentarse en
polvo. La veratrina está en masa amarillenta, traslúcida despues*de
fundida y enfriada.
Son insolubles ó poco solubles en el agua fría y caliente , solubles en
el alcohol, más en caliente que en frió; insolubles en el éter, excepto la
narcotina, quinina y veratrina, que se disuelven un poco en él.
Todos tienen sabor amargo, y son inodoros, excepto la nicotina , que
huele á tabaco , y la conicina á Vaton.
Todos son solubles en los ácidos, formando con ellos sales solubles
en el agua y alcohol. Las sales de alcaloideo , insolubles en el éter, son
también insolubles en este disolvente.
Las sales de alcaloideo son cristalizables ; las más de veratrina están
en masa gomosa.
Jodas estas sales son blancas.
Todos los alcaloideos, ó sus sales, precipitan en blanco por los álcalis
y carbonatos alcalinos, cuando sus disoluciones son neutras. El tanino v
el biyoduro de potasio las precipitan también.
Además de estos caractéres , comunes á todos los alcaloideos, tienen
otros químicos , que solo les son comunes en determinados grupos.
Reactivos generales para revelar alcaloideos.
Estos reactivos son :
1.* La potasa.
25.° El amoníaco.
3." Los carbonatos alcalinos.
4-* Los ácidos nítrico , sulfúrico y yódico concentrados.
0< Los cloruros férrico , áurico y mercúrico.
- 679
Grupos en que se dividen las sales de base alcaloidea.
Respecto del modo como se conducen las sales de base alcaloidea con
los reactivos generales, en especial la potasa y los carbonato^, se dividen
en cuatro grupos :
Forman el primevo , la morfina.
El segundo , la narcotina, quinina y cinconina.
El tercero , la estricnina, brucina , veratrina.
El cuarto , la nicotina y conicina.
* Puesto que todos precipitan por la potasa , mejor seria y mas lógico
no formar mas que un grupo , y los que se llaman grupos ser divisiones.
Reacciones que dan las bases alcaloideas por los reactivos generales.
1. a La potasa las precipita todas en blanco , pero solo se redisuelve el
precipitado con un exceso de reactivo, en las de morfina.
2. ° Los bicarbonatos alcalinos precipitan en blanco las bases del pri-
mero y segundo grupo , sin redisolver con un exceso el precipitado , sea
ó no acida la disolución.
3. a Los bicarbonatos alcalinos de base fija , esto es, los potásico y só-
dico no precipitan las bases del tercer grupo , si la disolución es ácida.
4. a Son líquidos, oleosos y volátiles sus alcalóides, y precipitan así
por la potasa, sin redisolucion.
Caractéras de los grupos de alcaloides.
Caractéres del primer grupo. —l.° El precipitado que les hace dar la
potasa se redisuelve con un exceso de reactivo ; 2.° dan precipitado blanco
con los carbonatos potásico y sódico , si es neutra la disolución ; 3.° dan
reacciones con el ácido nítrico , el cloruro férrico neutro , el ácido yó-
dico , la disolución de almidón y el cloruro áurico.
Caractéres del segando grupo. — 1.° El precipitado que dan con la potasa
no se redisuelve en un exceso de reactivo; 2.° sus sales neutras y ácidas
precipitan por los bicarbonatos alcalinos, sin rédisolverse el precipitado,
en un exceso de reactivo; 3.° dan reacciones con el ácido nítrico y sulfú-
rico concentrados ; 4.° el precipitado que dan con el amoníaco revela su
naturaleza con el éter.
Caractéres del tercer grupo. — 1.° El precipitado que dan con la potasa
no se redisuelve en un exceso de reactivo; 2.° los bicarbonatos alcalinos
solo precipitan las disoluciones neutras; las ácidas no son precipitadas,
bastando añadir un ácido cualquiera á las primeras para que el precipi-
tado se redisuelva ; 3.° dan reacciones con el sulfocianuro potásico, el
cloruro mercurioso y el ácido sulfúrico.
Caractéres de los alcaloideos en particular.
Morfina.— 1.° Caractéres de alcaloideo; 2.° los del primer grupo; 3." el
acido nítrico tiñe primero de amarillo y luego de rojo azafran las diso-
luciones de estas sales; si son muy diluidas," solo las' tiñe calentándolas;
4.° el cloruro férrico tiñe las disoluciones de morfina de color azul , si
son neutras; cuando ácidas, las deja incoloras; si á las primeras se
añade un ácido, les quita el color; 5.° el ácido yódico se descompone en
- 680 -
untarlo de las sales de morfina; si son ácidas y concentradas, precipi-
tan en nolvo moreno rojo; si son alcalinas, solo les da el color amarillo
moreno ; 6.° añadiendo á esta disolución , con el ácido yodico , una de
almidón, hay coloración lívido-azulada ; 7.° el clorido áimco hace dar á
estas sales un precipitado moreno rojizo coposo, soluble en un exceso
de alcaloideo y en el ácido clorhídrico; la disolución tiene un color
verde; si son diluidas, solo las tiñe de amarillo, pero acaban al fin poi
precipitar en oro metálico, ó en polvo amarillo moreno.
Narcotina.- 1.° Caracteres de alcaloideo; 2/' los del grupo segundo:
3.° el ácido nítrico no las lino cu trio, pero calen Uindolfts tonia, un coloi
amarillo ; í.° el ácido sulfúrico concentrado lus tino do aniaiillo; calen-
lando , da color moreno; si se añade un poco de ácido nítrico, la coloia-
cion es rojo de sangre subido ; si se añade en exceso, desaparece la co-
loración; 5.° hervida una sal de morfina con acido sulfúrico diluido y
bióxido de manganeso , no precipita por el amoníaco , porque el alca-
loideo se descompone ; 6.° el precipitado que da con el amoníaco se re-
disuelve en el éter, y calentando la redisolucion en un tubo de cristal,
reaparece el precipitado.
Quinina. — 1.° Caracteres de alcaloideo; 2.° los del grupo segundo;
3.° el ácido nítrico no tiñe las disoluciones en frió; en caliente les da un
color amarillo ; 4.° el ácido sulfúrico no las tiñe en frió ; en caliente les
da primero color amarillo, y luego moreno, tardando bastante en veri-
ficarse esta reacción; 5.° si á esta disolución se añade un poco de ácido
nítrico, toma la disolución un color amarillo muy clavo; 0." el precipi-
tado que les hace dar el amoníaco se redisuelve en el éter, y calentada
la redisolucion , no reaparece el precipitado.
Cinconina. — 1.° Caractéres de alcaloideo; 2.° los del grupo segundo;
3.° el ácido nítrico concentrado las tiñe de amarillo, cuando las disolu-
ciones se calientan; 4.° el ácido sulfúrico concentrado no las tiñe en
frío; en caliente Ies da color, primero moreno, y luego negro ; con la
añadidura de un poco de ácido nítrico caliente, pasan á amarillo, rojo-
moreno, moreno oscuro, y, por último, á negro; 5.n el precipitado que
les hace dar el amoníaco no se redisuelve en el éter; C.° calentando la
cinconina con precaución , primero se funde, luego se elevan vapores
blancos que se adhieren á los cuerpos frios en forma de agujas, despren-
diendo un olor aromático especial.
Estricnina. — l.° Caractéres de alcaloideo; 2.° los del tercer grupo;
3. el sulfocianuro patásico hace dar á las disoluciones de estricnina un
precipitado blanco cristalino, poco soluble en un exceso de reactivo,
el que, visto al microscopio, presenta anchas láminas; 4.° el cloruro
mercunoso les hace dar un precipitado blanco, en forma de agujas estre-
lladas; calentando el precipitado , desaparece , para volverse á presentar
cuando se enfria ; 5.° el ácido sulfúrico la disuelve en frió, sin colorarla ;
en caliente toma un color verde aceituna.
Brucina. — 1.° Caractéres de alcaloideo; 2.° los del tercer grupo;
: tratada la brucina con ácido nítrico concentrado , se obtiene una solu-
ción de color rojo vivo , luego rojo anaranjado , que pasa á amarillo si se
wnenta; echando á esta disolución cloruro estannoso ó sulfúrico amó-
la dí’c,SUi tlnte.Pasa £ violado intenso ; 4.° el ácido sulfúrico concentrado
Drerinitin6, tlñ(^n(^0^a de color rosa; 5.° el sulfocianuro potásico da un
ürecimtadA ®nJ¡ranos cristalinos; 6.“ el cloruro mercúrico hace dar un
precipitado análogo al precedente.
— 681 -
Ver alvina. — 1.° Caractéres de alcaloideo; 2.° los del tercer grupo;
3.° el ácido nítrico concentrado le hace formar masas de aspecto resi-
noso , que se disuelven lentamente , tiñéndole de un color rojijo amari-
llento claro; 4.° el ácido sulfúrico le hace tomar el mismo aspecto; pri-
mero de color amarillo claro, luego mas oscuro, después amarillo rojizo,
rojo sangre , rojo carmesí , y, por último , violado ; 5,° el sulfocianuro
potásico precipita la veratrina en copos de aspecto gelatinoso.
Nicotina.— 1.° Caractéres de alcaloideo; 2.° los del cuarto grupo; 3,° lí-
quida, oleaginosa, transparente, incolora, olor de tabaco; 4.° se vola-
tiliza á 250 grados , y huele fuertemente á tabaco ; 5. 0 el ácido sulfúrico
la tiñe de rojo-vinoso en frió; calentando, se enturbia y adquiere el de
las heces del vino; hirviendo, se ennegrece y desprende ácido sulfuroso;
6.° el ácido clorhídrico frió le hace dar vapores blancos, como el amo-
níaco; calentando, tiñe la mezcla en color de violeta, tanto más oscuro,
cuanto más se prolonga la ebullición ; 7.° el ácido nítrico, en ligero calor,
le da un color amarillo anaranjado; hay vapores blancos de ácido nítrico,
vejigas de ácido hiponítrico; si se calienta más, se pone amarillo; y con
la ebullición le adquiere rojo ; al fin se pone negro.
Conicina.— 1.° Caractéres del alcaloideo; 2.° los del cuarto grupo; 3.° el
ácido sulfúrico puro y concentrado no la altera en frió ; calentando ad-
quiere un color moreno-verdoso ; luego rojo de sangre, y, por último,
negro ; 4.° el ácido clorhídrico le hace dar vapores blancos , como con el
amoníaco, y calentando Ies da un color de violeta; 5.° el ácido nítrico le
comunica un color de topacio , que no cambia inmediatamente por el ca-
lor; 6.° el ácido tánico le precipita en blanco; 7.° algunas reacciones
iguales á las del amoníaco,
ESTUDIO DE LOS ÁCIDOS ORGÁNICOS.
Ácidos usados, sus nombres , fórmula y composición.
Los ácidos orgánicos en cuya análisis se ocupan los autores , son los
siguientes :
Nombres.
Acido oxálico. ....
tartárico. . . .
— racémico. . . .
— cítrico. ....
— máíico
— succinico.. . .
— benzoico. . .
acético
— fórmico
Fórmula.
Composición
A
0
C 2 0*
A
T
G* H3Os
A
R
C‘ H2Qb
A
Ci
C‘ HaO
A
M
C1 HW
A
s
CJ H2Os
A
Bzo
CUHK(>¿
A
A
C* II;iOJ
A
Fo
CJ H
Caractéres físicos y químicos generales de los ácidos orgánicos.
Todos los ácidos orgánicos indicados se componen de carbono , hidró-
geno y oxígeno, en proporciones diferentes. El oxálico es el único bina-
rio, pues no tiene hidrógeno: Todos son sólidos á la temperatura ordina-
ria; el fuego funde á unos descomponiéndolos, y otros los volatiliza sin
descomposición.
Todos son solubles en el agua y en el alcohol.
Todos son blancos, cristalinos y de sabor ágrio.
Todos pueden combinarse con ciertas bases , en especial las alcalinas,
formando sales blancas y cristalinas , solubles si las bases lo son, é ínso-
lubles, ó muy poco, en el caso contrario.
Al fuego , íos géneros salinos orgánicos se descomponen y transforman
en carbonatos , sobre todo si las sales son alcalinas.
Reactivos generales do tos ácidos orgánicos.
Estos reactivos son :
1. ° El cloruro cálcico.
2. ° El cloruro férrico.
Grupos en que se dividen las sales de ácido orgánico.
Los ácidos orgánicos forman, por sus caractéres químicos, dos grupos :
Forman el primer grupo : El ácido oxálico , tartárico , racémico , cítrico y
málico.
Forman el segundo grupo : El ácido succínico, benzóico, acético y fórmico.
Caractéres de los grupos y sus divisiones.
Caractéres del primer grupo. — í.° Al fuego se funden y volatilizan des-
componiéndose, pasando al estado de óxido y ácido carbónico; solo el
oxálico se volatiliza, sin sufrir mas que una descomposición parcial;
2.° precipitan en blanco por el cloruro cálcico á la temperatura ordina-
ria , ó calentándolos solos, ó con la añadidura de otros reactivos , como
el amoníaco y el alcohol ; 3.° dan reacción con el agua de cal y el sul-
fato de cal; 4.° no dejan precipitar los óxidos férrico, manganésico y
alumínico.
Este grupo tiene dos divisiones : corresponden á la primera los oxalatos,
tartaratos y racematos ; á la segunda , los citratos y malatos.
Caractéres de la primera división del primer grupo. — 1.° Los del grupo;
2.° precipitan por el cloruro cálcico, solo y á la temperatura ordinaria.
Caractéres de la segunda división del primer grupo. — 1.° Los del grupo ;
2.° precipitan por el cloruro cálcico , calentándolos y añadiendo amo-
níaco ó alcohol.
Caractéres del segundo grupo. ~\.° Al fuego se volatilizan sin descom-
ponerse; al rojo pasan á carbonatos; 2.° no precipitan por el cloruro
cálcico ni por otras sales de cal ; 3.° precipitan por el cloruro férrico á la
temperatura ordinaria y á la elevada ; 4.° dan reacciones con el acetato de
plomo, el alcohol , el cloruro bárico y el amoníaco.
#ac hfrUP° tiene ^°s divisiones : corresponden á la primera los succiüa-
tos y Benzoatos; á la segunda los acetatos y formiatos.
— 683 —
Caractére s de la primera división del segundo grupo. — l.° Los del grupo;
2.° precipitan por el cloruro férrico , á la temperatura ordinaria, en rojo-
moreno.
Caractéres de la segunda división del segundo grupo. — 1.° Los del grupo;
2. ° precipitan en rojo-moreno á temperaturas elevadas ; á la ordinaria
solo dan coloración rojiza.
Caractéres de cada género salino orgánico.
Oxalatos. — 1.° Caractéres de ácido orgánico; 2.° caractéres del pri-
mer grupo; 3.° los de la primera división del primer grupo; 4.° se vola-
tilizan al fuego sin descomponerse, ni dejar residuo carbonoso ; 5.° preci-
pitan por el cloruro bárico , y el precipitado es soluble en el ácido nítrico
y clorhídrico; 6.° el precipitado que les hace dar la cal y el sulfato de
cal , no se redisuelve en un exceso de ácido , ni aun en el acético; 7.° ca-
lentados con ácido sulfúrico concentrado, pierden su agua y se descom-
ponen , desprendiendo , con notable efervescencia , óxido y ácido car-
bónico.
Tartaratos. — 1.° Caractéres de ácido orgánico; 2.° los del primer
grupo; 3.° los de la primera división del primer grupo, 4.° calentados,
echan olor de azúcar quemada; 5.° las sales de potasa, sobre todo los
acetatos y sulfatos , precipitan con el ácido tartárico en forma cristalina;
6.° el precipitado que Ies hace dar la cal se redisuelve en un exceso de
ácido tartárico y en el amoníaco; 7.° el que les hace dar el sulfato de
cal tarda un poco en presentarse, y 8.° calentados con ácido sulfúrico
concentrado, se vuelven negros, y se desprende ácido sulfuroso y óxido
de carbono.
Racematos. — Sus caractéres distintivos son en un todo iguales á los de
los tartaratos; solo se diferencian aquellos de estos en que el amoníaco
no disuelve el precipitado que les hace dar el cloruro cálcico , y este
precipitado es blanco resplandeciente.
Citratos. — 1.° Caractéres de ácido orgánico; 2.° los del primer grupo;
3. ° los de la segunda división del primer grupo; 4.° no precipitan con el
cloruro cálcico el ácido cítrico libre á la temperatura ordinaria, pero sí
saturado por la potasa y la sosa , redisolviéndose en un exceso de reac-
tivo; el cloruro amónico hirviendo los hace precipitar; 5.° echando amo-
níaco hirviendo dan precipitado con el cloruro cálcico, sin necesidad de
la potasa ó la sosa ; 6.° el agua de cal en exceso los precipita en caliente,
redisolviéndose cuando se enfria; 7.° el acetato de plomo los precipita en
blanco, .poco soluble en el amoníaco; 8.° calentados los citratos con
ácido sulfúrico concentrado, se desprende óxido de carbono y ácido car-
bónico sin ennegrecerse el sulfúrico ; si se sigue calentando , este se des-
prende.
Malatos. — 1.° Caractéres de ácido orgánico ; 2.° los del primer grupo;
3-° los de la segunda división del primer grupo; 4.° precipitan con el
cloruro cálcico, calentando y añadiendo alcohol ; h.° el agua de cal no
los precipita de ningún modo; 6.° el acetato de plomo los precipita en
forma caseosa, que se transforma en agujas nacaradas , las que se fun-
den en el agua á 100 grados, en forma de resina ; 7.° calentando un ma-
lalo con ácido sulfúrico concentrado , la mezcla se ennegrece y se des-
prende ácido sulfuroso.
Succinatos. — 1.° Caractéres de ácido orgánico; 2.° los del grupo;
— 684 -
3 0 los de la primera división del segundo grupo ; 4.° el acetato plúmbico
los precipita , siendo soluble el precipitado en un exceso de reactivo y de
ácido succínico ; 5.° el cloruro férrico les hace dar un precipitado moreno
rojizo á la temperatura ordinaria; este precipitado es soluble en los áci-
dos; el amoníaco descompone este precipitado, haciéndole pasará suc-
cinato férrico muy básico; G.° mezclado un succinato con alcohol, clo-
ruro bárico y amoníaco , precipita en blanco , cuyo precipitado es succi-
nato barítico.
Benzoatos.— 1.° Caractéres de ácido orgánico; 2.° los del segundo
grupo; 3.° los de la primera división; 4.° el cloruro férrico los precipita
á la temperatura ordinaria , y el precipitado es mas claro que en los suc-
cinatos; el amoníaco descompone este precipitado; 5.° el acetato plúm-
bico no precipita el ácido benzóico ni el benzoato amónico ; pero preci-
pita en copos blancos los benzoatos de base alcalina fija, potasa y sosa;
6.° mezclado con alcohol, cloruro bárico y amoníaco, no precipita,
como hemos visto en los succinatos.
Acetatos. — 1.° Caractéres de ácido orgánico; 2.° los del segundo gru-
po; 3.° los de la segunda división del segundo grupo; 4.° con el clo-
ruro férrico , saturado el ácido con amoníaco ó potasa , toma un color
moreno-rojo claro; calentados con ácido sulfúrico diluido, se desprende
ácido acético, que se reconoce por su olor característico; 5.° el nitrato
rnercurioso los precipita en blanco en forma de escamas cristalinas;
6.° el nitrato de plata precipita los acetatos neutros en blanco cristalino.
Formiatos. — 1.° Caractéres de ácido orgánico; 2.° los del segundo
grupo; 3.° los de la segunda división del mismo grupo; 4.° el cloruro
férrico se conduce con ellos como en los acetatos ;'5.° el nitrato mercu
rioso los precipita en blanco , que pasado algún tiempo se vuelve gris,
separándose mercurio metálico; si se calienta el precipitado, se produce
este fenómeno al momento ; 6.° el nitrato de plata precipita los formiatos
alcalinos y concentrados en blanco, y forma cristalina, que se oscurece
rápidamente, separándose plata; 7.° calentados con ácido sulfúrico los
formiatos, si es concentrado el ácido, se descompone sin ennegrecerse,
en agua , que se queda , y en ácido carbónico , que se desprende con
efervescencia.
Tenemos, pues, todos los venenos ó cuerpos que constituyen el estu-
dio de la Análisis química , determinados por sus caractéres físicos y quí-
micos, sea cual fuere el reino á que pertenezcan ; ora sean bases ó espe-
cies , ora sean ácidos ó géneros.
Con este conocimiento podemos ya pasar á tratar de las operaciones
analítico-químico-toxicológicas á que hay que proceder en los casos prác -
ticos de intoxicación ó envenenamiento.
ARTÍCULO VII.
PE LAS OPERACIONES ANALÍTICO-QUÍMICO-TOXICOLÓGIGAS QUE HAY QUE PRACTICAR '
EN LOS DIVERSOS CASOS DE INTOXICACION Ó ENVENENAMIENTO.
Las materias sometidas á las análisis químicas en los casos diversos de
intoxicación , no son siempre las mismas. Unas son sólidas , otras líqui-
Pudiéndose ofrecer algunas gaseosas, en especial de las que no pro-
ir™1 J® l sugeto envenenado; unas están solas, otras mezcladas con
otros solidos ó líquidos con humores ó productos del cuerpo humano, ó
— 685 —
bien contenidas en los órganos del mismo. Por último, en muchas into-
xicaciones, en especial en los envenenamientos, es frecuente no saber,
de un modo fijo ai menos , qué veneno ha sido el que se ha tomado.
Pues todas estas consideraciones tienen peso é importancia en este ar-
tículo, consagrado á las análisis químico toxicológicas , por cuanto cada
una de esas circunstancias introduce modificaciones en la marcha que
hay que seguir, para hallar ó descubrir el veneno. De aquí la necesidad
de que , teniendo en cuenta todas estas consideraciones , como otros tan-
tos ejemplos de casos prácticos que pueden ocurrir, establezcamos cierto
órden , en el modo de exponer la marcha de las operaciones analíticas,
tratando particularmente de cada uno de esos casos , y de las reglas que
á la sazón hay que adoptar ó seguir.
Me propongo, pues , tratar : l.° de lo que deben hacer los peritos con
los objetos destinados á las análisis, antes de emprenderlas; 2.° de la
marcha que hay que seguir en las operaciones analíticas, cuando no se
conoce de antemano el veneno que ha producido la intoxicación; 3.° de
la que hay que seguir, cuando es conocido ese veneno; 4.° de la análisis
cuantitativa.
La primera marcha será modificada , según que el veneno ó sustancia
venenosa no esté, ó esté mezclada con otras. Suponiendo que no está
mezclada , empezaré exponiendo la marcha que hay que seguir para ana-
lizar el veneno cuando sea sólido, cuando líquido y cuando gaseoso. Su-
poniendo en seguida que el veneno está mezclado con otras sustancias,
diré cómo se procede, cuando la mezcla es enteramente liquida , cuando
en parte líquida y en parte sólida , cuando enteramente sólida , cuando
gaseosa, cuando sean los órganos ó sólidos del cadáver los que hayan
de ser analizados , cuándo , por último , los líquidos del mismo. De esta
suerte se comprenden todos los casos prácticos posibles , y por lo mismo
habrémos dado todas las reglas necesarias para proceder á la análisis en
cualquiera intoxicación. Esto sentado, entremos en materia.
§ I.— De lo que deben hacer los peritos con los objetos destinados á las análisis
antes de emprenderlas.
En el art. 11 de este capítulo hemos expuesto qué es lo que deben ha-
cer los peritos encargados de un laboratorio químico toxicológico,
cuando reciben de un juez, ó cualquier otra autoridad, uno ó mas objetos
destinados á las análisis químico-toxicológico periciales.
Ahora nos cumple decir cuatro palabras sobre lo que han de hacer
dichos peritos , cuando ya pasan á examinar previamente esos objetos,
antes de emprender la marcha analítica correspondiente.
Conviene consignar en el documento, que, concluidas las operaciones,
se ha de redactar, para remitirle al juez, ó al que ha encargado la ac-
tuación pericial, no solo la exposición de las operaciones ejecutadas,
sus resultados y el juicio de los peritos’, como lo previene el art. 20 del
Ueglamento de los médicos forenses, y como lo hemos practicado siem-
pre, sino también todo lo que hemos dicho que ha dé constaren el libro
de registro, y todo lo que conduzca á determinarla identidad de los ob-
jetos remitidos.
Deben , pues, los peritos, cuando van á procederá la análisis quí-
mico-toxicológica de uno ó mas objetos que tienen en su laboratorio,
guardado en los términos indicados en su lugar, tomar un pliego de pa
<
— G86 -
i v más si este no basta , y dejando un márgen de unas dos pulga-
V. ’ encabezar en fólio la nota , borrador ó minuta del documento, del
modo siguiente:
Si se les pide un informe ó una consulta , empezará de este modo :
«Los abajo firmados, Doctores en Medicina, Catedráticos de Medicina
legal y Toxicología (si lo son), de la Facultad de Medicina de (ó Di-
rector el uno del laboratorio químico toxicológico de etc., y el otro
(lo que sea) (’), hemos recibido del Juez de primera instancia de un
atento oficio acompañado (ó no) de un testimonio (ó un exhorto, lo que
sea) del de igual clase de (si el Juez del distrito le ha recibido de
otro), y un cajón (ó lo que sea), con el objeto de (y aquí la cuestión que
propone el Juez).»
Si es una declaración lo que el juez pide, se encabezará el documento,
poniendo: « Dijeron que , el dia del mes eje..... y año recibie-
ron , etc. »
Escrito esto, seguirán poniendo, si tienen guardados varios casos:
«Este caso quedó registrado en el libro de entradas con el número
(el que le pertenezca) para cuando le llegase el turno, que se sigue rigu-
rosamente en este laboratorio ; y llegado este turno, se pasó al reconoci-
miento de los documentos y los objetos remitidos.»
Si no tienen guardado ningún caso, se dirá que queda registrado en el
libro de entradas con el número que le corresponda, y que acto conti-
nuo se pasó al reconocimiento de los documentos y objetos.
Se consignan luego los documentos que sean, los folios de que consten
todos, y lo que contienen , por su orden numérico.
Consignados los documentos, se escribe: «De la lectura de todos es
tos documentos resulta lo siguiente (y aquí se exponen los hechos en
ellos descritos, si los hay, extractando ó copiando la declaración de los fa-
cultativos que hayan asistido al envenenado, y la de los que hayan practi-
cado la autópsia, y lo demás que crean conveniente y conducente al caso).
Si no hay ninguno de esos documentos , si no viene mas que el oficio
ó un simple exhorto, se dice que : «no habiendo documentos que exami-
nar, se pasó al reconocimiento de los objetos; mas si lo hay, después de
expuesto Jo que contiene y los hechos declarados por otros peritos, se
sigue poniendo : «Examinados los documentos susodichos', pasamos al
reconocimiento de los objetos.»
Escrita de esta suerte la minuta hasta aquí , los peritos pasan á recono-
cer los objetos que se les han remitido. Si es un cajón, por ejemplo, antes
de abrirle, consignan en la minuta de qué madera es, qué anchura, altura
y fondo tiene , midiéndole con la medida de acero, ú otra cosa , que esté
dividida en centímetros y medios centímetros; si está forrado ó no, man-
chado ó limpio, precintado, si tiene pegados papeles , si hay señales de
haber sido abierto, si trae rótulo, qué dice, si está sellado con tinta ó so-
bre lacre, cuántos sellos tiene , si son ó no legibles, qué dicen , en una
palabra, todo lo que se vea en el exterior y que pueda determinar ó iden-
tificar el cajón, con el fin de que, al recibir el documento, el juez pueda
tener la certeza de que lo analizado es lo que él ha remitido. Sin estas
minuciosidades , poaria no conocer si en efecto es lo que él remitió, y no
nidoE«íCRSa10 eS decir que.» “ 86 9'&ue la Práctica actual , á tenor de lo que tiene consig-
farmaoínU^ anQenl° de “¿d icos forenses, el documento, ó no tendrá mas peritos que el
encabeza r&n’ P.esla,a JunU) con los médicos forenses del juzgado, y estos serán los que
encabeza rán el documento en los términos que indico, *
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podrían deshacerse equivocaciones fáciles , mayormente cuando són mu-
chos los casos de esta especie en un laboratorio.
A medida que se observa cada uno de esos pormenores , se consigna
en la minuta por el escribiente ; no debe abandonarse nada á la memo-
ria ; sobre ser el escribirlo acto continuo mas económico de tiempo, es
mas exacto.
Concluido el exámen exterior, se destapa la caja ó cajón con todo el
cuidado posible , para no romper nada de lo contenido, y se consigna lo
que ofrece el interior, si viene lleno de paja, de serrín , de papeles en
tiras, limpias ó manchadas, etc., y qué objetos contiene, cómo están co-
locados , y sacados estos del cajón , si son frascos , si pucheros , si otras
vasijas; de qué medida son; si están bien ó mal tapados, con qué, si
están lacrados y sellados , qué sello es , si están enteros ó rotos , si están
llenos , y lo qué contienen, si ocupa los dos tercios, la mitad ó un ter-
cio ó menos ; si es todo sólido ó todo líquido, ó en parte líquido y en
parte sólido; si está en estado fresco, ó de putrefacción mas ó menos
avanzada; si hay rótulo que diga lo que contiene cada uno ; si el rótulo
está ó no bien conservado, si están numerados ; en una palabra, también
hay que consignar todo lo que determine ó identifique esos objetos, viendo
si hay correspondencia entre lo que se halle y lo que esté consignado en
el oficio ó exhorto del juez , si acaso realmente lo está.
Si no hay ninguno roto ni destapado, si no se ha vertido nada que
haya podido manchar el serrín , la paja , los papeles ó lo que sea, ni el
cajón , se retiran estos , y se ponen los frascos en el mostrador ó la mesa
del laboratorio ; y si hay mas de un frasco, ó vasija ú objeto, y no están
numerados , se numeran y disponen para las análisis , empezando por el
número primero.
Se abstendrán los peritos de practicar lo que recomiendan M. Tardien
y Roussin, esto es, de partir cada uno de esos objetos en dos mitades,
primera y segunda, y mezclar todas las mitades primeras en un frasco,
y todas las segundas en otro. Esta práctica es á todas luces inconveniente
y notoriamente contraria á las buenas reglas de toda actuación pericial.
Ya hemos indicado en otra parte los inconvenientes que eso tiene , y mas
tarde. volverémos á hablar de ello.
Si las operaciones han de durar mas de un dia , se guardan los demás
frascos ó vasijas para cuando les llegue el turno.
Se empieza por el frasco número í.° que se pesa ; luego se destapa , y
se procede como dirémos luego, según sea sólido, líquido ó gaseoso, ó se
presente mezclado y sea la mezcla líquida, en parte sólida y en parte
líquida , ó del todo sólida.
Cuando esté consignado en la minuta, á medida que se va observando,
todo lo que acabamos de indicar, se va consignando lo que se hace ope-
rando, qué operaciones se ejecutan , qué reactivos se emplean , y el re-
sultado que van dando, por el órden con que se practican.
Concluidas todas las operaciones respecto del frasco número l.°, si hay
más , se pasa á hacer otro tanto con los que restan , por su órden.
Si la cantidad de materias lo consiente, debe procurarse que quede
siempre en cada frasco parte de ellas , para ponerlas á la disposición del
juez, por si acaso tiene á bien, en lo sucesivo, hacer practicar por otros
peritos nueva análisis.
Terminado todo, entonces los peritos, examinando los hechos consig-
nados en las minutas , y rectificando cualquiera inexactitud que se hu-
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. lW deslizado, al consignarlos el escribiente, forman su juicio, y según
la naturaleza del documento y la cuestión propuesta , formulan su dictá-
men á tenor de lo que expondremos en la Filosofía de la intoxicación (').
Esta minuta será copiada dos veces; una para remitirla al juez, otra
para trasladarla al libro correspondiente.
La minuta debe constar, como hemos dicho, en el expediente res-
pectivo. , , ,
Excusado es decir que, si en lugar de un cajón es una cesta, ó cual-
quier otra cosa por el estilo, ó frascos, botellas ú otras vasijas sueltas , se
hace de ellas exteriormente una descripción análoga.
Siempre, antes de destaparlas ó sacar lo que contengan para some-
terlo á las operaciones analíticas, hay que describir minuciosa y exacta-
mente todas sus condiciones físicas exteriores, para determinar la iden-
tidad de los objetos remitidos.
Con este exámen prévio ó preparación , y sobre todo con la lectura de
los documentos , á veces ya se puede presumir de qué sustancia vene-
nosa se trata , así como en otros casos, nada se puede colegir. De todos
modos , el perito ne debe contentarse con las noticias que adquiere, ni
anticipar su juicio. Por eso vamos á ver cómo debe proceder, cuando no
conoce el veneno, y cómo cuando le conoce de antemano.
g II.— De la marcha que hay que seguir, cuando no se conoce el veneno.
En casi todos , por no decir en todos los casos de envenenamiento,
nadie, ni la misma víctima conoce cuál ha sido el veneno escogido por el
asesino aleve, que esta villanía cometió. Como no sea por los síntomas é
inspección cadavérica , no hay medio de averiguar este importantísimo
punto, y si registrando bien el aposento de la catástrofe , no se encuen-
tra vestigio alguno material de la sustancia venenosa , cuando llega la
hora de las análisis, anda el médico-legista perdido, y lo masque en su
ayuda viene es el aprecio que puede hacer de dos órdenes de datos : los
síntomas y las alteraciones ó el estado del cadáver. Estos dos órdenes de
datos le indican la clase del veneno, acaso el veneno mismo, pero rara vez
con tal certeza, como pudiese hacerlo el encuentro de la sustancia misma
ó una revelación exacta de ella. Yo debo suponer aquí que, ora sea que
realmente falten los datos para entrar siquiera en sospechas , ora que estas
no basten para fijar a priori el veneno que produjo la intoxicación y operar
en seguida en busca suya , el médico-legista ó químico no tiene noticia
alguna ; se le da un cadáver, ó bien ciertas sustancias , ya mezcladas, ya
puras , y él debe pasar á su reconocimiento por medio de las operaciones,
que la química ha establecido para estos casos. Hé aquí cómo deberá
proceder.
No pudiéndose dirigir á determinado veneno, porque no sabe cuál es,
se encuentra como si tuviese á su presencia todos los venenos conocidos;
puede ser cualquiera de ellos; de aquí la necesidad de seguir una mar-
cha de tanteo, de tentativa ó exploración, para ir descubriendo terreno ó
encontrar el hilo de Ariadna en semejante laberinto. Como no es fácil
que á la primera tentativa , que al primer paso ya encuentre ese hilo;
como es muy posible, y á menudo así sucede , que someta á sus procedi-
en os analíticos bastante porción de las materias analizables, sin re-
i') Véanse los documentos toxicológicos , al fin de esta obra.
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saltado positivo, es indispensable que para cada tanteo no tome masque
una pequeña cantidad. Nunca es tan necesario no desperdiciar los mate-
riales, como en semejantes ocasiones. Si para un tanteo se emplea toda la
materia, ó gran parte de ella, no teniendo resultado ese tanteo, ya no hay
lugar para otros. Se observará , pues , esta primera regla , que es general
y aplicable á todo caso, tanto que se conozca el veneno, como que no ; em-
pleando siempre la menor cantidad posible , con el fin de que , no obte-
niendo efecto alguno con ciertos reactivos, podamos ver si le obtendrémos
con otros. Si las materias son abundantes , podrémos emplear para cada
tanteo preparatorio algunas onzas, si son órganos del cadáver, y menos
si escasean. Ya hemos dicho que los mismos resultados se obtienen ope-
rando en mucha cantidad que en poca , por lo que toca al valor de los
reactivos , con tal que estos estén proporcionados con los cuerpos sobre
los cuales obran.
Pero no se crea que , al recomendar esta marcha de tanteo, pretendo
continuar las reglas que estableció Orfila en la primera edición de su
Toxicologia , y que otros toxicólogos han adoptado después, procediendo
por lo que se llama la vía dicotómica , de la que se sirven los naturalistas
con tan buen éxito ; esto es , empezar por ver si la sustancia es soluble ó
insoluble ; si lo primero, ver si precipita ó no por este reactivo, luego
por otro, etc., como recomienda todavía Devergie. Este método, abso-
luto ó general , es vicioso, como lo había reconocido el mismo Orfila , y
le habia abandonado ya de todo punto , por varias razones á cual más
sólidas.
1/ Porque para proceder de esta suerte, los venenos deben presen-
tarse al perito en es*.. do de pureza, y en semejante estado no se le pre-
sentan por lo común , ya porque es raro que así se encuentren en el co-
mercio, ya porque de ordinario están mezclados con alimentos, bebidas,
ú otras materias vomitadas.
2.a Porque por la vía dicotómica hay que formar un cuadro que, com-
prenda todos los venenos, sólidos, líquidos y gaseosos, é irlos some-
tiendo á la acción de los reactivos , lo cual tiene una infinidad de incon-
venientes; en primer lugar, debería abarcarlos todos sin falta , y esto no
es posible , porque muchos hay que no se someten á la acción de los
reactivos; en segundo lugar, aun cuando todos estuvieran, para analizar
un veneno, habría siempre que recorrerlos todos, ó por lo menos podría-
mos exponernos á que fuese el último el que hubiese promovido la into-
xicación, y ni con una arroba de sustancia, para decirlo así, habría
bastante para ir haciendo tanteos dicotómicos.
8. 11 El método dicotómico hace necesaria Ja inclusión en el cuadro de
todas las sustancias que no son venenosas, pero que son ó no solubles;
que precipitan ó no por este ó aquel reactivo , etc. ; de suerte que para
venir en conocimiento de un veneno, tendríamos que apelar á los reacti-
vos y operaciones propias para analizar la naturaleza entera. Seria un
Y es tan exacta esta última idea , que nunca, según confesión de Or-
illa, nunca se ha puesto en práctica el método dicotómico. Yo he estado
encargado , dice este autor, de una infinidad de ensayos judiciales por
espacio de treinta años, con Yauquelin , Barruel , Gay-Lussac , Lepelle-
tier, Lhevalier, etc. , y nunca, ni una sola vez, lo aseguro , nos hemos
servido de él : otro tanto se ha hecho con los demás en los cuales no he
lomado parle.
toxicologia. — 44
- 690 -
('na de las razones que ha tenido Orfila para abandonar este método,
á mas de las que llevamos indicadas , ha sido la convicción de que rara
vez , por no decir ninguna , se presenta un caso práctico, en el cual no se
tenga alguna noticia del veneno. Muy á menudo, dice, los mismos ma-
gistrados nos dan datos preciosos en este sentido. Si no es un envenena-
miento, si ha sido un error, un accidente, los mismos deudos ó la víc-
tima dicen lo que ha tomado. Cuando no, hay los síntomas, hay la au-
topsia que revela la clase de veneno y el veneno mismo. Además se sabe
que generalmente son pocos los venenos empleados para envenenar, y
con este objeto cita un estado formado por Chevalier y Bois de Loury,
los cuales en un período de siete años (del 15 de noviembre de 1828 al
10 de octubre de 1832), recogieron ochenta y tres casos de envenena-
miento (*).
Estamos de acuerdo con Orfila, por lo que toca á las razones contra la
vía dicotómica, en el sentido que dicho autor la siguió y propone todavía
Devergie. Convenimos en que muchas veces se recogen datos bastante
significativos é ilustradores, relativamente á la naturaleza del veneno que
produjo la intoxicación, en cuyos casos podemos empezar los tanteos por
los reactivos del veneno que se sospecha. Sin embargo, todo eso no
quita que puedan darse en la práctica algunos casos, en los cuales no se
llegue á saber absolutamente nada, ó lo que se sabe es tan poco determi-
nado , que antes sirve de confusión que de guía. El médico-legista pro-
cedería mal, si en tales casos se dejase llevar de prevenciones ó de datos
incompletos , y se lanzase de repente á la averiguación inmediata del ve-
neno que se sospecha. Es indispensable el tanteo que poco hace he reco-
mendado; tanteo no tan vago, prolijo y sumamente expuesto á error
como el de la vía dicotómica propuesto en las obras de los autores; pero
que empleado á su tiempo y caso, puede reportarnos la misma utilidad
que á los naturalistas. No consiste siempre la bondad de las cosas en sí
mismas , sino en el uso que de ellas se haga , en la oportunidad de su
aplicación.
La marcha de tanteo á que yo me refiero , es con respecto á los diver-
sos casos en que pueda encontrarse el médico-legista. Especifiquemos es-
tos casos ; empecemos por clasificarlos , y el método dicotómico tendrá
su utilidad. En vez de empezar por su aplicación diciendo el veneno es
soluble ó no es soluble , etc. , sin establecer antes la distinción de los
diversos casos prácticos, empecemos nosotros por distinguir estos, y di-
gamos que los casos en que puede ser llamado el facultativo para proce-
der á la análisis son los siguientes :
l'o ^ veneno no está mezclado con otras sustancias , y es sólido,
yo íví0 est^ mezclad° con otras sustancias , y es líquido.
¡ o v eSt^ mezc^a^° con otras sustancias, y es gaseoso.
4. Está mezclado con otras sustancias, y la mezcla es enteramente lí-
quida.
5. ° La mezcla es en parte líquida y en parte sólida.
6. ° Es enteramente sólida.
7. ° Está el veneno contenido en los sólidos del cuerpo humano ó del
cadáver.
8. ° Está contenido en los líquidos del sugeto.
No incluyo los casos de mezclas de gases entre sí ó de gases con sóli-
l ) Véase la p. 503 ¡Je este lomo, donde liemos expuesto este estado.
— 691 - -
dos ó líquidos por ser esos casos raros , en especial ios dos últimos ; y
en cuanto á las mezclas enteramente gaseosas, hablaré de ellas de paso, ai
tratar de los gases , ó del tercer caso.
Hecha esta clasificación de casos que pueden ser prácticos, la que,
con tal que no haya mas que uno de cada clase, queda justificada, el
campo del perito es mas reducido. Sus procedimientos se van particula-
rizando, y aun cuando eche mano de la vía dicotómica, no será para
divagar, sino para dejarse caer pronto en el veneno que haya provocado
la intoxicación.
Este método , que hemos establecido los primeros , que hemos visto con
gusto adoptado en Portugal ,por Ferreira Macedo Pinto , aunque no dice
de quién le ha tomado, es el que hemos seguido siempre y con excelen-
tes resultados en la práctica. Vamos, pues, á exponerle por partes.
PRIMER CASO.
Marcha que hay que seguir para analizar un veneno desconocido, que no está
mezclado con otras sustancias y es sólido.
Dos partes comprende la marcha de la análisis en este primer caso:
1.a ver si la sustancia es orgánica ó no. En cualquier caso de los dos, se
examina si es soluble ó no lo es , y luego de averiguado esto , se pasa á
determinar si es ácida , alcalina ó neutra. 2.° emplear los reactivos de
grupo, división especie y género.
leamos, pues, cómo se procede para averiguar lo que comprenden
los primeros tanteos, y luego eómo se marcha en el empleo de los reac-
tivos, determinada que- sea la sustancia en punto al reino, solubilidad y
naturaleza química.
i.° Ver si el veneno es ó no orgánico , y en uno y otro caso , si es ó no soluble , ácido,
alcalino ó neutro.
Lo primero que hay que hacer en semejantes casos, y bien pudiéra-
mos decir casi en todos, es examinar las propiedades físicas, zoológicas
ó botánicas del veneno. Si por ellas no podemos reconocerle ; si no tan
solo no podemos fijar el veneno que sea, sino ni aun el reino á que per-
tenece, es menester averiguar acto continuo este importantísimo dato,
porque desde luego que esté determinado el reino , ya no hay que em-
plear los tanteos propios de otro ; el campo se va reduciendo. Se exa-
mina , pues , si es orgánico ó inorgánico.
Muchos son los medios de que pudiera echarse mano ; pero hay uno
muy sencillo y que debe recomendarse á los que principian á dedicarse
á esta clase de maniobras. Se toma , si el veneno está en polvo ó en masa,
un poquito; esto es, lo que se lleva uno con la punta de un cuchillo romo,
si está en polvo, ó uno ó dos granos, si sólido; se mete este poquito en
un tubo de vidrio claro, soldado por uno de sus extremos, de unas dos
pulgadas de longitud y unas dos ó tres líneas de diámetro. Se calienta
este tubo por el extremo cerrado á la llama de la lámpara de alcohol,
no teniéndole ni perpendicular , ni horizontal , sino oblicuo ó ligeramente
¿Inclinado, y meneándole para evitar que se rompa, se observa lo que
pasa en el interior de este tubo.
¿El veneno es orgánico, animal ó vegetal? La acción del fuego le co-
- m —
lora en negro, si el aire no le alcanza : al propio tiempo se forma, si no
siempre, en la mayoría de los casos, aceite y agua empireumáticos,
productos ordinarios de la destilación de toda sustancia orgánica. Son
pocas las sustancias con las que no se efectúe. Si las sustancias son volá-
tiles, pueden reducirse á vapor sin carbonizarse.
Se acabará de conocer que el veneno ó la sustancia es orgánica , si da
señales de contener nitrógeno ó ázoe, para lo cual, mientras se calienta
el tubo, se coloca en el extremo abierto del mismo un pedacito de papel
de tornasol enrojecido ó bien de dalia , humedeciéndole antes con agua
destilada. La descomposición de la sustancia orgánica hace desprender
el nitrógeno , se forma con su hidrógeno amoníaco, y esta base vuelve el
color azul al papel de tornasol, ó enverdece el de dalia. Si hay mucho
nitrógeno, basta acercar á la abertura del tubo una varilla con una gota
de ácido hidroclórico , para que se forme una nubecilla blanca de hidro-
clorato amónico.
A veces puede quedar alguna duda , porque hay ciertas sustancias in-
orgánicas que también se ponen negras con la acción del calor, ya porque
contengan accidentalmente alguna sustancia orgánica, ya por otras ra-
zones; mas si ensayando, como contra-prueba, un pedacito de una sus-
tancia orgánica conocida , no alcanzamos á ver las diferencias que caben
entre la carbonización de esta y la de la inorgánica en cuestión, basta
hacer fundir un poco de nitrato de potasa en un crisol pequeño de porce-
lana, y en cuanto esté derretida la sal , echar en ella un poco de la sus-
tancia que se analiza. Si hay detonación , como sucede casi con todas las
sustancias orgánicas , es orgánica la ensayada. El azufre , los sulfuros
metálicos, algunos metales y metaloídeos detonan también, pero no re-
unen esta detonación y el color negro á la acción del fuego.
Es decir, pues, que, para ser orgánica, debe ennegrecerse ó carbo
nizarse , y detonar en los términos indicados ; la reunión de estos carac-
téres distingue la sustancia orgánica de la que no lo es.
De todos estos ensayos, el perito concluye con toda lógica que la sus-
tancia es orgánica.
¿No sucede nada de lo que acabamos de decir? Es lógica también la
deducción deque la sustancia no pertenece ni al reino animal, ni al
vegetal.
¿ Es la sustancia orgánica ?
Supongamos que la sustancia es orgánica. Ya podemos prescindir de
todo lo que se retiere exclusivamente á los inorgánicos. Siendo orgánica,
ha de ser animal ó vegetal , y por lo mismo que para conocer que perte-
nece á uno de estos reinos hemos tenido necesidad de someterla á la ac-
ción del fuego , no será ni el animal ni la planta entera , ni ninguna de
sus partes , será un producto de aquellos. Hay, pues, que reconocer cuál
sea este producto.
La química orgánica no está tan adelantada como la inorgánica, y por
lo mismo no es siempre fácil determinar qué sustancia orgánica es la que
tenemos entre manos. Sin embargo, en el grado de seguridad que la cien-
cia nos permite , podremos fijar algo, reducido á las siguientes reglas :
1/ Ver si es soluble. — En el caso en cuestión , no tenemos que ocupar-
nos en sustancia orgánica líquida alguna ; se trata de un sólido : sustan^
cia orgánica sólida *que no hemos podido reconocer por sus propiedades
físicas , zoológicas 5 botánicas, ha de ser algún principio inmediato de
— 693 -
caráctéres comunes con otros cuerpos. Para reducirle á menor Círculo,
podemos tentar su solubilidad en el agua, primero del tiempo , luego ca-
liente ó hirviendo ; si no es soluble de ningún modo en ella, se ve si lo
es en el alcohol ó en el éter. Como disolventes sencillos, son los más á
propósito para poder facilitar el conocimiento de la sustancia.
Será soluble en su totalidad ó en parte, ó insoluble. Para averiguarlo,
se toma como medio escrúpulo ó un poco más; se desmenuza y revuelve
en el agua con la varilla. Si desaparece el cuerpo, quedando el agua lim •
pia, es soluble; si no desaparece del todo, es soluble en parte; si perma-
nece todo, hasta calentándole, no es soluble en el agua. Se conoce que
un cuerpo es soluble en parte , filtrando un poco del agua con que se ha
procurado disolverle , y se evaporan algunas gotas con precaución en
una hoja de platino á lá lámpara de espíritu de vino. Si queda un resi-
duo abundante , la sustancia es soluble en parte ; si no queda nada ,
no lo es.
Si la sustancia no es soluble en el agua , se ve si lo es en el alcohol ó
en el éter. El resultado de estos tanteos ya va revelando algo , ya va re-
duciendo el número de cuerpos posible.
2.* Ver si es ácida, alcalina ó neutra. — Supongamos que es soluble,
cuando no en el agua en el alcohol , será fácil averiguar si es ácida , al-
calina ó neutra, por medio de un reactivo general , de esos que sirven
para caracterizar ó separar grupos de cuerpos. Este reactivo será el papel
de tornasol azul y rojo , ó el de dalia. ¿Se enrojece el azul ó el de dalia?
es ácido : ¿el rojo” se pone azul , y verde el de dalia? es álcali ; ¿no hace lo
uno ni lo otro? es neutro. Cualquiera que sea el resultado, tenemos el
grupo de cuerpos, entre los cuales está el que buscamos. Si es ácido,
siendo sólido , será el oxálico , el cítrico , el tartárico, etc. El reactivo
particular de cada uno de estos ácidos los dará á conocer. Y como, aun
cuando fueran muchos los ácidos de esta especie, los venenos ó los que
como venenos se emplean son poquísimos , es fácil dar luego con el oxá-
lico , por ejemplo , empezando el tanteo por su reactivo especial , el agua
de cal , la que le precipita , siendo insoluble el precipitado en un exceso
de licor. Una vez determinado que es ácido , se emprende la marcha
propia para revelar los ácidos, y se dá con el que sea.
Si es alcalina la sustancia , podrá ser alguno de los principios inmedia-
tos alcaloideos, como la morfina, narcotina , quinina, cinconina, bru-
cina , estricnina, veratrina, conicina, nicotina, etc. Cada una de estas
sustancias tiene su reactivo especial , y por medio de este se viene en
descubrimiento de cuál sea el alcaloideo. Determinada la alcalinidad , se
procede al empleo de los reactivos propios para descubrir los álcalis or-
gánicos , y se determina el que sea.
En el supuesto de que no sea ni ácida ni alcalina la sustancia orgá-
nica, debe ser neutra. Sustancias orgánicas, neutras, sólidas, como
principios inmediatos , acaso no sean venenosas ; de modo que por esto
solo ya casi podremos venir en conocimiento de que el objetó de nues-
tras investigaciones no es veneno. Será tal vez una goma , azúcar , almi-
dón, resina, etc. Extractos, jugos ú otros productos por el estilo, po-
drían todavía darnos algún trabajo hasta descubrir lo que fuesen.
Dado caso de que la sustancia no fuese soluble en el agua fría ni ca-
liente, ni en el alcohol , ni en el éter, lo que seria raro , esta misma cir-
cunstancia podría conducirnos á su reconocimiento. El ensayo mismo,
hecho con el objeto de averiguar si es orgánica ó no , puede servir para
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particularizarla, puesto que si no hay desprendimiento de nitrógeno, re-
conocemos que no es azoada , que no tiene este principio en su compo-
sición , y por lo tanto ya está mas reducido el número de las sustancias
posibles.
¿Es la sustancia inorgánica?
Hasta aquí nos hemos referido á sustancias orgánicas. Veamos ahora
cómo deberemos proceder, cuando, hecho el tanteo con el tubo á la llama
de la lámpara de alcohol , el resultado es en favor de una sustancia in -
orgánica ; es decir, cuando no se carboniza ó ennegrece , ni da olor em-
pireumático, ni detona en el nitrato de potasa fundido. Este tanteo sirve
por de pronto para ver si se forma agua ó se desprenden sustancias vo-
látiles. El agua que se forma se condensa y reúne en forma de gotitas en
la parte fria del tubo. Con una tira de papel de tornasol azul y rojo se
ve si esta agm es ácida ó alcalina; si es alcalina, suele ser debido á la
presencia del amoníaco , á no ser que algún poquito de la misma sus-
tancia haya sido llevada hasta el papel. La acción de la llama volatiliza
las sales de amoníaco, muy pocas de las cuales no son descompuestas,
y en cuyo caso muy á menudo se forma un sublimado blanco en las pa-
redes menos calientes del tubo. También se volatilizan las sales de mer-
curio , descomponiéndose las más , y deponiéndose en las paredes mer-
curio metálico reducido, y como el mercurio otros metales, sulfuros,
seleniuros, óxidos y ácidos." De modo que, observando bien lo que acon-
tece en el interior del tubo, en este primer tanteo no es difícil, cuando
no determinar la sustancia , aproximamos á ella.
Como en el caso de ser orgánica, hay que seguir, luego de resuelto
que es mineral , las siguientes reglas:
1. * Ver si es soluble .— Visto por medio del tubo lo que da de sí la sus-
tancia, si todavía no podemos fijar cuál sea, se apela á otro tanteo gene-
ral; esto es , á la solución. Se ve, en efecto , si es ó no soluble , proce-
diendo como ya llevamos indicado.
2. ' Ver si es ácida, alcalina ó neutra. — Si es soluble , se introduce en la
solución el papel de tornasol azul ó rojo, y se ve si es la sustancia ácida.
alcalina ó neutra. Es ácida; aunque haya muchos ácidos, los que mas
á menudo se emplean son pocos. Además, se trata de ácidos sólidos: re-
corremos fácilmente todos los ácidos venenosos que tienen este estado,
y apelamos á su reactivo especial para descubrirlos; el cloruro bárico
precipita unos, otros no; el nitrato de plata precipita los que no ha pre-
cipitado el cloruro bárico ; el no precipitar y el color diferente de los
precipitados caracteriza dichos ácidos. Las limaduras de cobre revelan
los ácidos que no precipitan por el cloruro bárico ni por el nitrato de
plata, y unos dan vapores de ácido nítrico , otros no ; esto los diferencia
y acaban de particularizarse con los reactivos propios ó especiales.
Pero no precisamente porque el papel de tornasol acuse una sustancia
ácida ha de ser un ácido; puede ser un ácido ; puede ser una sal ácida.
Sin embargo , limitados en este terreno , fácil nos será reconocer , tanto
el ácido, como la base de esta sal, por medio de esos reactivos generales
que separan grupos , como el ácido sulfhídrico , el sulfuro amónico , el
cloruro bárico, el nitrato de plata, etc.
La solución no es ácida, sino alcalina. Sustancia sólida alcalina, ¿cuál
podrá ser que no reconozcamos fácilmente por sus propiedades físicas?
rero hemos supuesto que por ellas no puede reconocerse. Es sólida, sa-
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bemos cuáles son los venenos alcalinos sólidos , y empezamos los tanteos
por los reactivos especiales que los revelan.
Lo que hemos dicho de la sustancia ácida es aplicable á la alcalina;
también puede ser una sal alcalina la que vuelva el color azul al papel de
tornasol.
Por último , la soluciompuede ser neutra , lo cual conocerémos por la
ninguna mudanza del papel , tanto azul como rojo , que en ella se su-
merja.
2." Emplear los reactivos de grupo , división, especie y género.
Lo que acabamos de indicar que debe hacerse , desde luego que en los
primeros tanteos se ha visto que la sustancia ó veneno sometido al en-
sayo es ó no orgánico, en uno y otro caso soluble, ó insoluble, y en am-
bos casos también ácido , alcalino ó neutro , reclama una marcha metó-
dica que nos conduzca pronto y seguramente á la determinación del ve-
neno que analicemos. Esto es lo que nos cumple hacer en esta parte se-
gunda , no bastando lo que hemos indicado en el final de la primera.
No se crea, sin embargo , que vamos á emprender una marcha analí-
tica ; primero, para los ácidos ; segundo, para los álcalis , y tercero, para
los cuerpos neutros. Ya llevo dicho , al hablar de los caractéres físicos y
Suímicos de los venenos, que el estudio de las sales equivale al que pu-
iera hacerse de sus elementos, por separado; lo que se diga de ellos es
aplicable á los cuerpos simples y á los binarios, óxidos y ácidos , igual-
mente que á los compuestos ó acabados en uro.
Las sales, conforme lo hemos dicho también , tienen dos elementos , la
base y el ácido , ó por mejor decir , el elemento positivo y el negativo , ha-
biéndolos que tienen por base un metal y por ácido un metaloídeo, haló-
geno ó engendrador de sales.
Analizando, pues, los cuerpos neutros ó mejor las sales, por su base y
por su ácido, viene á ser lo mismo que si analizáramos los ácidos y los ál-
calis; puesto que entre las bases, tanto inorgánicas como orgánicas, los
hallaremos.
Limitémonos á la marcha analítica de las sales por su base y por su
ácido , y empezaremos por las inorgánicas; luego veremos las orgánicas.
Marcha para la análisis de los cuerpos inorgánicos.
Método para descubrir la especie ó la base inorgánica.
Hemos dicho crue los reactivos generales de las bases son :
l.° El ácido clorhídrico para acidificar el licor ('), cuando es neutro ó
alcalino.
2.° El nítrico , para lo mismo, cuando el licor precipita con el clorhí-
drico.
3.” El sulfhídrico.
4.° El sulfuro amónico.
5.° Los carbonatos alcalinos.
6. La potasa.
Se empieza acidulando el licor con un poco de ácido clorhídrico,
¿Hay precipitado blanco lechoso?
(‘) So llama licor la disolución del veneno ó cuerpo que se analiza.
- 696 -
-Es una sal de plata, plomo ó mercuriosa , y para distinguirlas, se hace
lo que dirémos mas abajo. Se toma otra copa con otra porción del licor,
v se acidula con ácido nítrico que no da precipitado y se pasa adelante,
como cuando con el ácido clorhídrico no precipita el licor.
¿No hay precipitado con el ácido clorhídrico?
Se echa en la misma copa ácido sulfhídrico en exceso.
¿No hay precipitado? No es ninguna de las bases ú óxidos contenidos
en el cuarto grupo.
Se echa en la misma copa amoníaco , ó bien se toma otra porción de
la disolución primitiva acidulada, y se trata con sulfuro amónico.
¿Tampoco hay precipitado? No es ninguna del tercero y cuarto grupo.
Se echa en otra porción de la disolución no acidulada , cloruro amó-
nico y carbonato amónico, con amoníaco cáustico ó carbonato potásico
solo.
¿No hay precipitado? No es ninguna del segundo grupo. Solo quedan,
pues, las del primero.
Se echa una disolución de potasa en otra porción de la disolución de
la sal.
¿No hay reacción sensible? Potasa ó sosa .
Se echa en otra porción cloruro platínico concentrando aquella sí está
diluida.
¿TTav precipitado amarillo de canario? Potasa.
¿No le hay? Sosa.
¿Hay reacción con la potasa y consiste en efervescencia ó desprendí
miento de olor amoniacal? Amoniaco .
¿Hay precipitado blanco con el carbonato potásico? Barita , eslronciana ,
. cal ó magnesia. El precipitado es un carbonato de una de estas bases.
Se distinguen de la manera siguiente:
¿Con el carbonato amónico no hay precipitado, ó si le hay se redisuelve
en un exceso de reactivo? Magnesia .
¿Con el carbonato amónico hay precipitado que no se redisuelve? Cual-
quiera de las otras tres.
Se distinguen por medio del sulfato cálcico.
¿Precipita con este en el acto? Barita. Es el precipitado un sulfato de
esta base.
¿Precipita, pero tarda? Eslronciana. Idem.
¿No precipita nunca? Gal.
¿Hay precipitado con el sulfúrico amónico? Aluminio, cromo, manganeso,
protóxido de hierro , cobalto , níquel y zinc.
¿El precipitado es blanco? Aluminio ó zinc.
Se distinguen con una disolución de potasa y iuego ácido sulfhí*»
¿Hay precipitado blanco? Zinc, y es un sulfuro el precipitado.
¿No le hay? Aluminio, y es un óxido el precipitado, que da el sulfuro
amónico.
El precipitado es verde azulado? Cromo, y es un óxido.
¿Hs de color de rosa? Manganeso, sulfuro.
¿Es negro? Hierro, cobalto ó níquel, idem.
primitivoÍStÍngUÍrI°S Se 6Cha Una porcion de Potasa cáustica en el licor
roioamnSSpit?do (ie co4or verde sucio' 'I116 Pas» rápidamente al aire al
rojo moreno? Hierre procedente de una sal terrosa, óxido.
- 697 —
¿El precipitado es azul celeste que se ensucia y vuelve violado hir-
viendo? Cobalto , óxido.
¿El precipitado es verde claro , sin mudar al contacto del aire? Níquel,
óxido.
¿Hay precipitado con el ácido sulfhídrico?
¿Este precipitado es blanco? Es una sal férrica, el precipitado es azufre.
¿Es amarillo? Cadpiio, arsénico ó una sal estánnica.
Se distinguen echando en el licor del precipitado amoníaco en exceso.
¿No desaparece? Cadmio. Este precipitado , como todos los demás, es
un sulfuro.
¿Desaparece? Es alguno de los otros dos.
Para distinguirlos, se echa amoníaco á una porción del licor primitivo.
¿Hay precipitado blanco? Estaño , óxido.
¿No le hay? Arsénico.
¿El precipitado dado por el ácido sulfhídrico, es rojo anaranjado? An-
timonio, sulfuro.
¿El precipitado es moreno? Estaño procedente de una sal estannosa,
sulfuro.
¿El precipitado es negro? Es cobre , mercurio procedente de una sal mer-
cúrica, bismuto , oro ó platino. Las sales de plomo , plata y las mercuriosas ,
también precipitan en negro con el ácido sulfhídrico; mas como precipi-
tan con el ácido clorhídrico en blanco , para observar la reacción con el
ácido sulfhídrico, hay que acidular el licor con ácido nítrico, que no las
precipita.
Para distinguir esos sulfuros negros que se forman con el ácido sulf-
hídrico, se procede del modo siguiente :
Se echa á una porción amoníaco en exceso. ¿Hay precipitado azul so-
luble en un exceso del mismo reactivo? Cobre , óxido ó sal doble.
Se evapora una porción de la solución primitiva en un crisólito de
porcelana hasta que esté casi seca; se echa este residuo en un tubo de
ensayo, mitad lleno de agua, y se agita; si el líquido se enturbia, es
bismuto , óxido.
Se trata una porción con potasa. ¿Hay precipitado amarillo? Una sal
mercúrica , bióxido. Además, el precipitado que le hace dar el ácido sulf-
hídrico no es inmediatamente negro; primero es blanco, luego amarillo,
en seguida anaranjado, y al fin negro, y todo eso con rapidez, sulfuro.
Se echa cloruro potásico en otra porción. ¿Hay precipitado amarillo ?
Platino, sal doble.
Por último, se añade á una porción de la disolución primitiva sulfato
ferroso. ¿Hay precipitado de un polvo negro muy fino? Oro.
■ ¿Hay precipitado blanco con el ácido clorhídrico al acidular el licor?
Una sal de plata , plomo ó mercuriosa , que separada da cloruro.
Se echa amoníaco en exceso en la misma copa.
¿JNó se redisuelve el precipitado ni muda de color? Plomo.
¿Ao se redisuelve y se vuelve negro? Una sal mercuriosa.
¿Se redisuelve completamente? Plata .
Averiguada la base de la sal, ó, lo que es lo mismo, la especie, se pasa,
con otras porciones á la averiguación del ácido, ó sea del género.
- 608 -
Método para descubrir el género ó el ácido inorgánico,
Los reactivos generales de los ácidos son :
1. ° El amoníaco para alcalinizar el licor.
2. ° El cloruro bárico.
3. ° El nitrato de plata.
Investigando las bases, ya se descubren los carbonatos, los sulfhidra-
los, los cromatos, los arsenitos y los arseniatos.
Los carbonatos, porque, al acidular con el ácido clorhídrico el licor,
hay efervescencia y desprendimiento de un gas picante ; es el ácido car-
bónico desalojado por el clorhídrico.
Al echar el ácido indicado , si es un sulfuro , hay efervescencia tam-
bién, y desprendimiento de un gas fétido de olor de huevos podridos, que
es el sulfhídrico desalojado por el licor acidulante.
Con los cromatos, al echar el ácido sulfhídrico, la disolución toma un
color amarillo rojo , debido al ácido crómico desalojado , y hay un sedi-
mento ó precipitado de azufre.
Los arseniatos y arsenitos se reconocen , al examinar la sal por su
base , cuando se tratan con el ácido sulfhídrico , pues precipitan en ama-
rillo , al estado de sulfuro de arsénico.
Se distinguen luego los arseniatos de los arsenitos , porque con el ni-
trato de plata los arseniatos dan un precipitado rojo de teja , al paso que
los arsenitos le dan amarillo con el mismo reactivo.
Si al examinar el licor primitivo, respecto de los demás , inclusos los
arseniatos, arsenitos, carbonatos, sulfhidratos y cromatos, se encuentra
ácido, se alcaliniza ó neutraliza con amoníaco, y en seguida se trata con
el cloruro bárico.
¿Hay precipitado con el cloruro bárico? Es un arseniato , arsenito, cro-
mato, carbonato , sulfato, borato, fosfato j silicato ó fluorhidrato.
¿El precipitado es amarillo, y con el ácido clorhídrico, al examinar
la base, se tiñe de rojo la disolución y da precipitado blanquecino de
azufre? Un cromato.
¿Es blanco? Es cualquiera de los demás.
Con el nitrato de plata y el ácido sulfhídrico ya se han distinguido los
arsenitos y arseniatos.
Con el ácido clorhídrico ya se han revelado los cromatos y carbonatos.
"^¿El precipitado es blanco y no se redisuelve en el ácido clorhídrico?
Un sulfato.
¿El precipitado es blanco, y con el nitrato de plata hay precipitado
amarillo, sin haberle habido con el ácido sulfhídrico, al examinar la base?
Un fosfato.
¿El precipitado es blanco, y echando ácido sulfúrico en un poco del
cuerpo sólido ó del residuo de la disolución evaporada, y un poco de al-
cohol, é inflamándole da una llama verde? Un borato.
¿El precipitado es blanco y gelatinoso transparente , mas sensible con
un poco de amoníaco? Un fluorhidrato.
¿El precipitado es blanco, y los ácidos hacen dar á la disolución pri-
mitiva un precipitado en copos gelatinosos? Un silicato.
Si no hay precipitado con el cloruro bárico , no es ningún género de
sal de las contenidas en el primer grupo.
Se echa en otra porción nitrato de plata.
- 699 —
Si hay precipitado con el nitrato de plata , es un cloruro > bromuro , yo-
duro , sulfuro ó cianuro.
¿El precipitado es negro? Un sulfuro ; el precipitado es sulfuro de plata.
¿El precipitado es blanco lechoso muy soluble en el amoníaco? Un
cloruro.
¿Es lechoso y poco soluble en el amoníaco en exceso? Un cianuro.
¿Es blanco amarillento ó insoluble en el amoníaco en exceso? Un
yoduro.
¿Es blanco amarillento , soluble en el amoníaco? Un bromuro.
Si tampoco hay precipitado con el nitrato de plata , no es ninguno de
los del segundo grupo; es un nitrato ó un clorato.
Se toma otra porción , se echan en ella limaduras de cobre , y luego
ácido sulfúrico.
¿Hay efervescencia, desprendimiento de vapores rutilantes y forma-
ción de una sal verde de cobre? Un nitrato.
¿No hay nada de eso? Un clorato.
Regla general.
Estos ensayos sirven para designar el cuerpo y separarle , no solo de
los grupos , sino de cada uno de los contenidos en él.
En cuanto se ha revelado ó particularizado el cuerpo simple , óxido en
uro, ácido ó sal, ya por su base, ya por su ácido , se pasa en seguida á
las reacciones corroborantes, consignadas en su lugar correspondiente,
cuando hemos tratado de los caracteres propios de cada grupo, división,
especie y género.
De esta manera se tiene seguridad del cuerpo analizado.
Método para descubrir las sales insolubles.
Hasta aquí hemos partido del supuesto que la sal sometida á la análi-
sis es soluble; pero podemos dar con otra que no lo sea; ya hemos visto
que hay no pocas insolubles. Veamos, pues, cómo nos gobernarémos en
este caso.
En muchas ocasiones, cuando la sal es muy soluble, nada mas fácil
que asegurarnos de su solubilidad; el cuerpo desaparece pronto, pierde
su estado sólido, y basta revolver el agua con una varilla para que en la
apariencia no haya mas que el mismo' líquido donde hemos disuelto la
sal sólida. Estos fenómenos, y el mucho residuo que deja el líquido eva-
porado hasta sequedad, revelan la gran solubilidad de la sal.
Pero cuando la sal es poco soluble, no solo tarda en desaparecer su
estado sólido, sino que, evaporado el líquido que ha disucllo parte de
aquella, da muy poco residuo.
Otras veces no vemos que desaparezca sensiblemente el sólido , y eva-
porado el líquido, no da residuo alguno. En semejante caso el cuerpo es
insola ble ó muy poco soluble.
Antes de proceder á ninguna análisis, que no daría resultado, en este
último caso se harán los siguientes tanteos :
Se ve si hay reacción con el papel de tornasol azul y rojo , sumergién-
dole en el líquido, donde hayamos procurado disolver el sólido, que apa-
rentemente no ha desaparecido.
Viendo que no hay reacción ; que el papel no se enrojece , si es azul;
- 700 -
ni se vuelve azul, si es rojo, se toma cloruro bárico y se echa á gotas.
Si tampoco hay reacción , se toma carbonato potásico y se hace otro
tanto. No habiendo reacción, es ocioso echar mano de los reactivos pro-
pios para la base y para el ácido; porque , siquiera se haya disuelto algo,
es tan poco , que será inútil analizar el cuerpo para hallarle.
Hechas estas operaciones, podemos estar en la inteligencia que la sal
no es soluble, ó poquísimamente soluble, lo que viene á dar lo mismo.
Para analizarla con éxito, es necesario, por lo tanto , disolverla con un
disolvente químico, puesto que el agua, ni Cria ni caliente, no alcanza.
Esta sola circunstancia ya nos pone en el caso de separar la sal en
cuestión de todas las solubles. Ya podemos asegurar que no es ninguna
sal de potasa, sosa ni amoníaco, porque todas son solubles ; que no es
ninguna sal de ácido fuerte, esto es ; nitratos , sulfatos y cloruros, por-
que" en su mayoría son solubles; que no es ninguna sal ácida de ácido
soluble, porque también se disuelven ; que ha de ser, en fin, una sal de
base y ácido insoluble ó poco fuerte , neutra ó ácida y de ácido inso~
luble.
Si es algún sulfato insoluble, debe ser el de barita, estronciana , cal y
plomo; y si es un cloruro, ha de serlo de plata , plomo y protocloruro de.
mercurio ,
ílav también algunos cianuros insolubles.
Sin embargo, por lo mismo que son bastantes las sales insolubles en
el agua, siquiera desde luego podamos asegurar que no es ninguna de
las solubles, para determinar cuál sea la que tenemos entre manos, hay
que proceder á su disolución.
Los disolventes químicos son : el ácido clorhídrico, el nítrico y el clorido-
nítrico ó agua régia, que es el mas poderoso.
Si no se disuelve la sal á la temperatura ordinaria , se hace hervir.
Si la sal se disuelve con este procedimiento , la tenemos convertida en
un cloruro ó nitrato soluble; el ácido que formaba la combinación inso-
luble con el metal ó la base , ha sido desalojado, y el ácido clorhídrico ó
nítrico disolvente se ha combinado con aquella, constituyendo la nueva
sal soluble.
Si el ácido desalojado es gaseoso, se marcha con efervescencia, y el
licor que resta tiene menos impureza.
Si es insoluble, se precipita.
Si es soluble, permanece disuelto, separado de la nueva combinación;
pero mezclado con ella , lo cual puede dar lugar á errores . si no se fija
la atención en esto.
Los gaseosos que hacen efervescencia y se desprenden, revelándose con
su olor, ya hemos visto cuáles son y de*qué manera se reconocen, es
ocioso volver á ello.
Los insolubles que se precipitan se reducen al silícico y bórico, puesto
que solo ellos son insolubles, y aun más el primero, no tratándose,
como no tratamos aquí, de sales de ácido metálico; en cuyo caso tam-
bién habría precipitado al desalojarlos. liemos visto igualmente cómo se
reconocen.
Nos restan, pues, las sales, cuyo ácido desalojado es soluble.
se revela por su color, como en los cromatos, también se reconoce
con la simple disolución ; y si tampoco hav esta particularidad , es nece-
sario pasar ya adelante.
leñemos, pues, una nueva sal obtenida con la acción del ácido disol-
— 701 —
vente , en frió ó hirviendo, un cloruro ó un nitrato, y además un ácido
libre. El licor, pues , debe ser ácido ; el papel azul de tornasol lo ha de
revelar, enrojeciéndose.
Hay, por lo mismo, que neutralizar ese ácido, para que los reactivos
de Ja base y del ácido den su efecto respectivo sin confusión.
El amoníaco es á propósito para saturar el ácido ; forma una sal amo-
niacal soluble, y, por lo mismo, los reactivos pasan á obrar sobre la
otra, cuya base ó cuyo ácido desalojados pueden dar combinaciones in-
solubles, ó, lo que es lo mismo, si no forman sales dobles con él.
Es necesario tener cuidado al echar el amoníaco para neutralizar el
ácido , porque , mientras haya de este , el álcali no obrará sino sobre él ;
en cuanto esté todo saturado, esa base dirigirá su acción sobre la de la
sal , y dará precipitados, sobre todo si no son solubles en ese reactivo, ó,
lo que es lo mismo , si no forman sales dobles con él.
Las tierras alcalinas , por ejemplo , combinadas con ácido fosfórico,
arsénico, arsenioso, sulfúrico ó fluorhídrico, ú otros que les den insolu-
bilidad, no precipitarán, neutralizando el ácido desalojado, mientras el
amoníaco no esté en exceso y se emplee en saturar el ácido libre que ha
afectado el papel azul de tornasol ; mas en cuanto está el ácido saturado
todo, el amoníaco desaloja las tierras alcalinas, y estas se precipitan por
su poca solubilidad ; solo la magnesia se redisuelve, porque es soluble en
el amoníaco ; forma con él sal doble.
Otro tanto puede suceder respecto de las demás bases que forman con
los ácidos indicados sales solubles. Como la potasa , el amoníaco los des-
aloja ; por lo tanto , habrá precipitados con un exceso de amoníaco al es-
tado de óxido.
Conviene, por lo mismo, ir echando el reactivo poco á poco, hasta que
esté neutro el licor ; el papel azul de tornasol lo indicará.
Neutralizado el ácido, se procede como si la sal fuese soluble: pri-
mero, en busca de la base; luego, en busca del ácido; es decir, que
para la base se va echando sucesivamente mano del ácido sulfhídrico,
sulfuro amónico y carbonatas alcalinos, y para el ácido, del cloruro
bárico y del nitrato de piala , y de los reactivos particulares en caso de
resultado negativo, como sucederá con las sales insolubles de cobre que
no sean cloratos , porque siempre son solubles.
Cuando el licor está neutralizado , al buscar la base y al llegar al uso
del sulfuro amónico , no hay precipitado blanco , sino cuando se da con
una sal de alúmina ó de zinc. Mas si hay ácido libre, hay precipitados
blancos también con las tierras alcalinas; si son sal es insolubles, son fos-
fatos ó fluoruros.
En semejante caso hay que proceder á su distinción , tomando una pe-
queña porción de la disolución clorhídrica ó nítrica , y echando en ella
ácido tartárico, y luego amoníaco en exceso.
Si el precipitado que se forma se disuelve en un exceso de precipi-
tante, podemos asegurar que no se trata de tierras alcalinas; es debido,
ó á la alúmina, ó al zinc ; y para distinguirlos, se practica lo que ya lle-
vamos dicho en su lugar para diferenciar estas dos bases que tienen un
Precipitado de color igual con el sulfuro amónico; es decir, se tratan con
jotasa luego el ácido sulfhídrico y cloruro amónico; si hay precipitado
flanco , es de zinc.
Si el precipitado no se disuelve en un exceso de reactivo, es un fos-
fato. También puede ser un oxalato; pero como este género pertenece á
— 702 —
las sales de ácido orgánico, no deberíamos ocuparnos en él. Sin embaí-
go , siendo poco lo que hay que decir, lo indicarémos.
Los fosfatos insolubles se revelan de la manera siguiente :
Viendo que no se redisuelve el precipitado en un exceso de sulfuro
amónico ó amoníaco, se satura con la potasa la mayor parte del ácido
existente en una porción de la solución primitiva; luego se echa acetato
de potasa, en seguida cloruro cálcico y algunas gotas de ácido acético,
si aquel le hace dar precipitado.
Si no se redisuelve, es un oxalalo.
Si se redisuelve, es un fosfato.
Si, á pesar de haber intentado la disolución de la sal insoiuble por
medio de los disolventes químicos , no pudiéramos lograrla , se procede
del modo que dirémos luego, y que casi puede llamarse por la vía seca
En semejante caso, la sal será un sulfato barilico , estróncico, cálcico ó
plúmbico , un cloruro de plata , de plomo ó percloruro de mercurio , un sulfure
mercúrico ó mercurioso, algún ferrocianuro ó algún sulfuro metálico : el ácido
silícico, el azufre y el carbón ó carbono se hallan en igual caso, bien que
en rigor podrémos prescindir de estos, porque aquí tratamos de sales y
no de compuestos en uro, ni cuerpos simples.
Por último , podrían encontrarse también algunos arseniaios ácidos,,
que por lo raros dejarémos.
Este conocimiento nos sirve para sospechar el grupo de cuerpos á que
puede pertenecer el que tenemos entre manos, insoluble en el agua y en
los ácidos; sin embargo, eso no basta para particularizarle.
En semejante caso, lo primero que se hace es ver el color del cuerpo ó
su residuo, después de haber intentado su disolución.
¿Es blanco? Debe ser un sulfato baritico , estróncico, cálcico , plúmbico ; un
cloruro de plata , plomo ó mercurio.
¿Es de color rojo ó amarillo, etc.? Será el sulfuro mercúrico , el de arsé-
nico, etc. Véase el color de esos compuestos.-
Eso reduce el número de cuerpos posible ; pero no basta tampoco para
determinar el que tenemos á la vista, puesto que este carácter es común
á otros.
Se toma , pues , un poco , y se calienta en la cucharita de hierro , ha-
ciendo llegar á ella la llama del soplete.
Si fuese un cuerpo simple, como el azufre, se percibirla el olor del
ácido sulfuroso, sin dejar residuo; si se volatilizase, podria ser un cloruro
mercurioso.
Sea como fuere , si hay residuo , se echa sobre él sulfuro amónico , y
una de dos, ó queda blanco, ó se ennegrece.
Si lo primero, no hay combinación metálica alguna; por lo tanto , no
es ninguna de las sales que nos ocupan.
Si lo segundo , alguna de las sales metálicas dichas.
Cuando se vuelvWSrgro , 'hay certeza de que existe algún cloruro de
mercurio, plata ó plomo, ó un sulfato plúmbico. También pueden hallarse
los de color blanco antes de este ensayo.
Se mezcla en seguida un poco de la sustancia con otro poco de sosa,
y se calienta á la llama interior del soplete. Si se obtiene un grano me-
tálico que , oxidado á la llama exterior , se rodea de una capa amarilla,
la sal es de piorno.
Los sobre-sulfatos y sobre-arseniatos , hervidos fuertemente con el ácido
sulfúrico concentrado , se descomponen y se hacen solubles; logrando
— 703 —
eso , ya pueden seguirse los métodos establecidos para los cuerpos sus-
ceptibles de disolución en el agua ó en los ácidos.
El cloruro de plata se distingue de los sulíatos en que amarillea , pu~
diendo á veces oírecer un color gris negruzco. Reducido á polvo , se en-
negrece con el sulfuro amónico, al paso que los sulfatos alcalinos no.
El sulfato de plomo se ennegrece también con el sulfuro amónico; pero si
no basta el color, que es blanco, basta lo que hemos dicho para descu-
brir el plomo, ó bien calentar ligeramente la sal en un tubo de ensayo á
la lámpara de alcohol.
¿Se funde? Es el cloruro de piala.
¿No se funde? Es el sulfato de plomo.
Los sulfatos de las tierras alcalinas se distinguen , aunque con alguna
dificultad; se reducen á polvo y se hacen hervir en agua, se filtra luego
y se divide el licor en dos partes.
La uñase trata con una disolución de cloruro, y la otra con clorato
amónico.
Si se ha disuelto el cuerpo, y con el cloruro bárico da un precipitado
blanco insoluble en los ácidos, es el sulfato de cal.
Si nada se ha disuelto , se toma la misma ú otra porción de sal , y se
hace hervir con carbonato potásico ó sódico ; se filtra , cuando enfriado,
se satura con ácido clorhídrico, y diluido en agua el licor, se trata con
cloruro bárico.
¿Hay precipitado blanco? Es un sulfato bárico ó estronciánico.
Echado el ácido clorhídrico en la disolución con el carbonato después
de la ebullición, separado el residuo filtrando, evaporado lo filtrado
hasta sequedad, y añadiéndole alcohol y prendiéndole fuego, ¿arde con
una llama de color de carmin? Es el estronciánico .
¿No arde así? El bárico .
Luego que les ha revelado el reactivo especial, se pasa al empleo de
los corroborantes, como en las sales solubles.
Marcha para la análisis de los cuerpos orgánicos.
Las análisis químicas avanzan cada dia y abrazan una infinidad de sus-
tancias orgánicas; mas aquí no podemos hacernos cargo de todas; solo
nos ocuparémos en algunas bases alcalinas y en algunos ácidos, los mas
comunes, dejando para la Toxicología particular el hablar de los demás.
Empecemos , pues , por exponer la marcha que hay que seguir para
descubrirlas bases orgánicas ó ios alcaloideos, y luego pasaremos á la
correspondiente á los ácidos.
Método para descubrir las bases orgánicas.
Los reactivos generales que se emplean para esta análisis, son : -
l.° La potasa.
r’o bicarbonatos alcalinos.
d.J Acido nítrico.
4. ° Acido sulfúrico.
5. ° Acido clorhídrico.
0.° Amoníaco.
7.° El éter.
Suponemos que está la sal de base orgánica disimila, y en un poco d<
— 704 -
esta disolución echamos gota á gota una solución extendida de potasa
cáustica, hasta que el licor se quede débilmente alcalino, lo cual nos re-
velará el papel rojo de tornasol tiñéndose de púrpura claro.
¿No hay precipitado? Ausencia segura de todo alcaloideo.
¿Hay precipitado? Se sigue echando el álcali hasta que el licor sea fuer-
temente alcalino. El papel rojo de tornasol lo indicará volviéndose com-
pletamente azul.
¿El precipitado desaparece? Morfina.
¿No desaparece? Cualquiera de los demás grupos.
En otra porción de la disolución primitiva se echan dos ó tres gotas de
ácido clorhídrico, luego una solución saturada de bicarbonato sódico,
hasta que la reacción ácida desaparezca. Se frota fuertemente con una
varilla de vidrio las paredes de la copa sumergidas en el líquido , y se
deja reposar media hora.
¿Hay precipitado? Narcotina , quinina ó cinconina .
Se echa en un poco de la disolución primitiva amoníaco en exceso,
luego mucho éter, con el que se sacude el todo.
¿nay precipitado y se redisuelve? Marcelina ó quinina.
Para distinguirlas , se coloca el tubo de ensayo en el agua caliente para
desprender el éter, cuidando que permanezca el amoníaco en exceso en
la disolución.
¿No se forma precipitado? Quinina.
¿Se forma? Narcotina.
¿No se redisuelve el precipitado que se forma en ei éter? Cinconina .
¿No hay precipitado con el bicarbonato sódico? Estricnina , brucina , ve
ralrina , nicotina ó conicina.
Se toma un poco de la sustancia sólida que se analiza , ó de la que se
obtiene evaporando hasta sequedad , se pone en un vidrio de reloj y se
echa un poco de ácido sulfúrico concentrado.
¿Se obtiene una solución incolora , la que calentada toma una débil
tinta verde aceituna? Estricnina.
¿La solución es rosada , y añadiendo ácido nítrico toma un color rojo
vivo? Brucina.
¿La solución es amarilla, pasando insensiblemente al rojo amarillento,
al rojo de sangre, y por último al carmesí? Veratrina.
¿La solución es rojo-vinosa, y calentando se enturbia, lomando el color
de heces de vino, é hirviendo se ennegrece y desprende ácido sulfuroso?
Nicotina.
¿La solución no se altera , y calentada adquiere un color moreno ver-
doso, luego rojo de sangre, y por último negro? Conicina.
Método para descubrir los ácidos orgánicos.
Los reactivos generales para descubrir los ácidos orgánicos, son :
1. ° El amoníaco.
2. ° El cloruro cálcico.
3. ° El cloruro férrico.
4. ° El alcohol y el éter.
Disuelto el ácido ó la sal de ácido orgánico, se le añade amoníaco hasta
que sea débilmente alcalina , luego cloruro cálcico. Si la disolución es
neutra, como sucede siendo sal, se le pone cloruro amónico, antes de
echar el cálcico.
- 705 —
¿Hay precipitado con el cloruro bárico al principio del ensayo, sacu-
diendo ó no la mezcla? Acido oxálico, tartárico ó racémico.
Se distinguen, vertiendo en nueva cantidad de la disolución agua dé cal
en exceso, con lo cual se forma un precipitado. Sobre este se echa una
solución de cloruro amónico.
¿No desaparece? Acido oxálico.
¿Desaparece el precipitado? Acido tartárico ó racémico.
¿El precipitado que da con el cloruro bárico se redisuelve en el amo-
níaco? Acido tartárico.
¿Es blanco, resplandeciente ese precipitado, y no redisuelve en el
amoníaco? Acido racémico.
¿No hay precipitado con el cloruro cálcico, aun cuando se sacuda la
mezcla y se la deje luego descansar por algunos minutos? Acido cítrico,
málico , benzoico, snccinico , acético ó fórmico.
Se hace hervir el licor, se tiene en ebullición algún tiempo, y se añade
de nuevo, humeando todavía, un poco de amoníaco.
¿Se enturbia y da precipitado? Acido cítrico.
¿No se enturbia? Se añade alcohol? Precipita? Acido málico.
¿Permanece límpido con alcohol y el éter? Se toma una porción de la
solución primitiva, se neutraliza exactamente, si no es neutra, con amo-
níaco ó ácido clorhídrico, luego se añade cloruro férrico.
¿Se forma un voluminoso precipitado moreno de canela ó amarillo su-
cio? Acido benzoico ó succinico.
Se distinguen lavando el precipitado, calentándole con amoníaco, se
liltra, se concentra y se divide en dos porciones. Se añade á la una un
poco de ácido clorhídrico ; á la otra alcohol y cloruro bárico.
¿Con la primera hay precipitado? Acido benzoico.
¿Le hay con la segunda? /leído succinico.
¿En vez de dar precipitado con el cloruro fórmico , solo hay coloración
rojo-oscura bastante intensa, y haciéndole hervir por algún tiempo, se
separa un precipitado moreno rojo claro? Acido acético 6 fórmico.
Se distingue calentando con ácido sulfúrico y alcohol una porción de
la sal sólida, ó un residuo de la misma evaporada hasta sequedad; después
de haberla neutralizado con potasa, si era ácida, ¿da olor de vinagre?
Acido acético.
¿No da tal olor? Acido fórmico .
Regla general.
Lo que hemos dicho de las sales de bases y ácidos inorgánicos, es apli-
cable á las que los tengan orgánicos. Una vez revelados por los reactivos
especiales, se pasa á los corroborantes consignados en su lugar.
SEGUNDO CASO.
Marcha que hay que seguir para analizar una sustancia sospechosa, que no esta
mezclada con otras y es liquida.
La primera regla es la general : ver si por sus propiedades tísicas , bo-
tánicas ó zoológicas podemos reconocer la sustancia. Dado^caso que no,
averiguar si es orgánica ó inorgánica. Nada tenemos que añadir á lo di-
cho sobre esta averiguación, bies orgánica, vamos á ver cómo se condu-
- 706 -
/.o ,A„ íns ñápeles alcalinos, si es ácida, alcalina ó neutra. Como conoce-
mos todas esas sustancias, será fácil descubrirlas por medio de sus reac-
tivos particulares. _ . .
Si ía sustancia líquida es inorgánica , será para nosotros lo mismo que
una sustancia sólida soluble ó una disolución, y por lo tanto, nuestros
procederes serán enteramente iguales á los que hemos supuesto por lo
que toca á las sustancias sólidas solubles, desde que las hemos expuesto
disueltas ; no tenemos ni una palabra más que añadir , todo les es apli-
cable.
TERCER CASO.
Marcha que hay que seguir para analizar una sustancia sospechosa, que no está
mezclada con otras y es gaseosa.
Antes de exponer la marcha analítica relativa á los venenos gaseosos,
hagamos una cosa análoga á lo que hemos hecho respecto de los sólidos:
presentemos todos los gases y sus fórmulas, sus caracteres físicos y quí-
micos, los grupos en que se dividen, y luego dirémos cómo se analizan.
Gases y sus fórmulas.
Los cuerpos gaseosos, que pueden presentarse mas comunmente á ia
análisis, son los siguientes:
Acido sulfhídrico, SH.
— selenhídrico , Se2H.
— telurhídrico , Tc2H.
— cianógeno, Cy=C2N.
— monohidrato de melhileno, (C2H30=ó
bien C2H2HO).
— clorhídrico, HCh.
~ bromhídrico, BrCI.
— yodhídrico, IH.
— carbónico , CO2.
— sulfuroso , SO2.
Acido cloro-oxicarbónico, C02C1
— hipocloroso, CIO2.
— cloroso, Cl203.
— hipoclórico, CIO4.
Cloro, Cl.
Amoníaco, H3N.
Cloruro de cianógeno, CyCl.
Fluoruro de silicio, SiF.
Fluoruro de boro , BoF.
Cloruro de boro , BoCl.
Hidrógeno, H.
— fosforado, PhH.
— arsenicado, AsH3.
— protocarbonado, HC.
— bicarbonado, HC2.
Oxido de carbono, CO.
Methileno, C2H2.
Fluorhidrato de melhileno, C2H2F1.
Clorhidrato de methileno, C2H-'Ct.
Oxigeno, O.
Azoe, N.
Protóxido de ázoe, NO.
Deutóxido de ázoe, NO2.
Caracléres físicos y químicos de los gases.
Algunos de estos gases tienen color, otros son incoloros; unos tienen
olor, otros carecen de él; unos humean al aire, otros no; unos se com-
hinan con la potasa, otros no; unos, por último, se inflaman, otros no
se inflaman.
La potasa , pues , y el oxigeno son sus reactivos generales.
Grupos y secciones de los gases.
solucfon íuf ^a,ses Picados, por el modo como se conducen con una di-
n ae P°tasa > pueden dividirse en dos grupos. Unos son absorhibles
- 7(tf -
por ía potasa , esto es, son capaces de combinarse con ella, forman do
sales potásicas solubles; otros no son absorbióles por la potasa. ‘ *
Forman el primer grupo : desde el sulfhídrico hasta el cloruro de horo
in clusivG.
Forman el segundo todos los restantes , desde el hidrógeno hasta el
deutóxido de ázoe.
Formados ya los dos grupos, puede cada uno subdividirse en dos sec-
ciones , á saber : Unos son inflamables ó capaces de combinarse con el
oxígeno á temperaturas elevadas ; otros no son imflamables.
Los inflamables del primer grupo son los cinco primeros ; los restantes
del mismo grupo no lo son. v
Los inflamables del segundo grupo son desde el hidrógeno al clorhidrato
de methileno ; los demás no son inflamables.
Caractóres de cada uno de I09 gases.
Acido sulfhídrico. — 1.° Caractéres del primer grupo ; 2.° caractóres de
la primera división del mismo ; 3.° su olor es de huevos podridos ; 4.° tra-
tada la disolución de potasa, que le ha absorbido ya, con ácido clorhí-
drico, se desprende el sulfhídrico con su olor característico ; 5.° absor-
bido por el agua , precipita las sales del cuarto grupo.
Acido selenhidrico. — 1.° Caractéres del primer grupo; 2.° caractéres de
la primera división del mismo; 3.° su olor es de rábanos podridos; 4.° tra-
tado con un óxido metálico , se descompone , dando seleniuro y agua.
Acido telurhidrico. — 1.° Caractéres del primer grupo; 2.° caractéres de
la primera división del mismo; 3.° con un óxido metálico da telururo y
agua; 4.° tratado con cloro, se separa un polvo rojo de teluro metálico.
Cianógeno. — 1.° Caractéres del primer grupo; 2.° los de la primera
división del mismo grupo; 3.° tiene un olor fuerte y particular, irrita
vivamente los ojos y arde con llama purpurina ; 4.° después de esta com-
bustión precipita el agua de cal , porque se ha convertido en ácido car-
bónico.
Monohidralo de methileno. — 1.° Caractéres del primer grupo; 2.° los de
la primera división del primer grupo; 3.° tiene un olor etéreo particular.
Acido clorhídrico. — 1 .ü Caractéres del primer grupo; 2.° caractéres de
la segunda división del mismo ; 3.° precipita por el cloruro bárico de la
disolución potásica en que ha sido absorbido; 4.° absorbido por el agua,
precipita en blanco por el nitrato de plata; o.° tiene color amarillento y
olor característico ; t>.° humea al aire libre.
Acido bromhidrico. — 1.° Caractéres del primer grupo; 2.° los de la se-
gunda división del mismo; 3.° absorbido por la potasa, da los caracté-
res de los bromuros; 4.° humea al aire libre.
Acido yodhidrico. — 1.° Caractéres del primer grupo; 2.° los de la se-
gunda división del mismo; 3.° con la potasa da los caracteres de yoduro;
4.° humea al aire.
Acido carbónico. — 1.° Caractéres del primer grupo; 2.° los de la se-
gunda división del mismo; 3.° absorbido por la potasa, da, con la adi-
ción de un ácido, efervescencia, despidiéndose un olor picante, 4. ab-
sorbido por el agua precipita el agua de cal.
Acido sulfuroso. — 1.° Caractéres del primer grupo; 2.° los de la se-
gunda división del mismo; 3.° tiene un olor de azufre muy fuerte; 4.° hu-
mea al aire.
— 1 08 -
Cloro-oxicarbónico. — 1.° Caractéres del primer grupo; 2.° los dé la
segunda división ; 3.° se descompone en contacto del agua; 4. su color
es rojizo y su olor picante. . . . , ,
Acido hipocloroso. — 1.° Caractéres del primer grupo ; 2. los de la se-
gunda división ; 3.° da las reacciones del agua de javela; 4. su color es
amarillento , y su olor de cloro. , , ,
Acido cloroso. - 1.° Caractéres del primer grupo ; 2.° los de la segunda
división del mismo; 3.° da la reacción del clorito de potasa, 4. su olor
es de cloro. . _ n , , ,
Acido hipoclórico. — l.° Caractéres del primer grupo ; 2. los de la se-
gunda división del primer grupo; 3.° da las reacciones del hipoclorito de
potasa; 4.° su color es rojizo. ....
Cloro. — 1.° Caractéres del primer grupo; 2.° los de la segunda divi-
sión del mismo grupo ; 3.° da las reacciones del cloruro potásico ; 4 .° su
color amarillento, y olor característico.
Amoníaco. — 1.° Caractéres del primer grupo ; 2.° los de la segunda
división del mismo grupo; 3.° su olor es sui generis ; 4.° absorbido por
el agua precipita en azul una sal de cobre, y en blanco el bicloruro de
mercurio.
Cloruro de cianógeno. — 1.° Caractéres del primer grupo; 2.° los de la
segunda división del mismo grupo; 3.° da las reacciones del cloro;
4.° su olor es picante; 8.° da las reacciones de] cianato de potasa.
Fluoruro de silicio. — 1.° Caractéres del primer grupo; 2.° los de la se-
gunda división del mismo; 3.° humea al aire; 4.° absorbido por el agua
se descompone, dando un precipitado de ácido silícico gelatinoso.
Fluoruro de boro. — 1.° Caractéres del primer grupo; 2.° los de la se-
gunda división del mismo grupo; 3.° humea al aire; 4.° ennegrece y
carboniza el papel.
Cloruro de boro. — 1.° Caractéres del primer grupo; 2.° los de la se-
gunda división del mismo; 3.° humea al aire; 4.° da las reacciones de los
cloruros; 5.° evaporada la disolución en el agua hasta sequedad, tratado
el residuo con alcohol , y prendiéndole fuego , arde con llama verde.
Hidrógeno. — 1.° Caractéres del segundo grupo ; 2.° los de la primera
división del mismo ; 3.° es inodoro cuando es puro , olor aliáceo cuando
es impuro; 4.° poco soluble en el agua; 5.° arde con poca luz; 6.° se une
al oxígeno por la influencia de la espon ja de platino formando agua.
Hidrógeno fosforado.— 1.° Caractéres del segundo grupo; 2.° los de la
primera división del mismo; 3.° olor fuertemente aliáceo; 4.° arde con
llama viva y resplandeciente dando vapores espesos; 8.° precipita en
moreno negruzco por las sales de plomo y plata.
Hidrógeno arsenicado.~l.° Caractéres del segundo grupo; 2.° los de
la primera división del mismo; 3.° su olor es nauseabundo; cuando arde,
es aliáceo; da llama amarillo- lívida con deposición arsenical.
Hidrógeno proto-carbonado. — l.0 Caractéres del segundo grupo; 2.° los
de la primera división del mismo ; 3.° arde con llama azulada que alum
bra muy poco.
Hidrógeno bicarbonado. — 1.° Caractéres del segundo grupo; 2.° los de
la segunda división del mismo; 3.° arde con llama blanca muy resplan-
deciente; 4.° forma con el cloro un líquido aceitoso; exige para arder
a V5Ce? su v°lúmen de oxígeno y da dos de ácido carbónico.
uxtdo de carbono. — 1.° Caracteres del segundo grupo; 2.° los de la pri-
mera división del mismo; 3.° arde con llama azul, transformándose
- 709 —
en ácido carbónico , el que , absorbido por el agua , precipita la cal.
Mcthüeno , fluorhidrato y clorhidrato de id.— -Se reconocen por los mismos
caracteres que los fluoruros , cloruros y carburos»
Oxigeno.- 4.° Caracteres del segundo grupo ; 2.° los de la segunda
división del mismo ; 3.° es inodoro; 4.° aviva una pajuela apagada; S.°
bajo la influencia de una corriente eléctrica ó del platino dividido , se
une á dos volúmenes de hidrógeno , y vuelve rutilante el bióxido de
ázoe , transformándole en ácido hiponítrico.
Azoe. — 1.° Caracteres del segundo grupo ; 2.° los de la segunda divi-
sión del mismo ; 3.° incoloro ; 4.° inodoro ; 5.° apaga los cuerpos en
combustión.
Protóxldo de ázoe. — 1.° Caracteres del segundo grupo ; 2.° los de la se-
gunda división del mismo; 3.° reanima la combustión como el oxígeno,
pero con menos vivacidad; 4.° se descompone al rojo con sulfuro de ba-
rio , dejando un residuo de ázoe igual al volumen del gas.
Deutóxido de ázoe. — 1.° Caracteres del segundo grupo; 2.° los de la
segunda división del mismo; 3.° se pone amarillo anaranjado puesto en
contacto con el oxígeno ; es absorbido por las sales de protóxido de hier-
ro, dándole un color moreno ; 5.° es descompuesto al rojo con sulfuro de
bario, dando un residuo igual á la mitad del gas.
Marcha que hay que seguir para analizar los gases.
Instrumentos para reconocer los gases.
Para distinguir los gases unos de otros , se necesita una cubeta hidro-
neumática y otra hidrargiro-neumática , con sus correspondientes vasos,
campanas y tubos. La cubeta hidro-neumática no puede servir para exa-
minar el cloro-oxicarbónico , el cloruro de boro , el fluoruro bórico , el
fluoruro silícico y el cianógeno, porque se descomponen en contacto del
agua. La hidrargiro-neumática no puede servir para el ácido cloroso, hi-
pocloroso y el clorhídrico , porque se descomponen. Todos los demás pa-
san al través del agua y del mercurio sin descomponerse ; puede , por lo
tanto , servirse el químico de cualquiera de las dos.
Modo de reconocer los gases.
Si la sustancia sospechosa que se nos presenta para la análisis es ga-
seosa, y no la reconocemos por sus propiedades físicas , habrá que apelar
á ciertos tanteos. Hay que introducir un poco del gas en un tuno de vi-
drio de los de ensayo ó de un diámetro algo menor , que pueda taparle
el operador con el pulpejo del dedo, en el acto de agitar la disolución que
se introduzca. Para que en el momento de poner en este tubo un poco de
la sustancia gaseosa no se mezcle con ella el aire atmosférico, hay que
poner el frasco ó vaso que le contenga dentro del mercurio ó del agua;
es decir, en el líquido donde no sea el gas soluble. De este líquido se hace
pasar á las probetas ó tubos de vidrio pequeñas cantidades del gas que
se ha de analizar , para lo cual basta inclinar un poco la campana ó vaso
que le contenga , y colocar la probeta llena de agua ó mercurio en el
punto donde suben las burbujas del gas.
Se echa cierta cantidad de potasa en el tubo lleno ya del gas , y se sa-
cude para ver si es ó no absorbible ; debe cuidarse de tapar perfecta-
- 710 —
monte la extremidad abierta del tubo. En seguida se trata la disolución con
los reactivos de los ácidos, puesto que tenemos una sal de potasa, cuyo
ácido es uno de los gases. Si hay reacción , es absorbible por la potasa ;
¡i no la hay, no es absorbible. Con esto sabemos á qué grupo pertenece,
y vamos á ver á qué división de cada grupo corresponde.
Se toma otro tubo lleno de gas, no se mete en él potasa y se le arrima
una cerilla encendida : si se inflama, pertenece á la primera sección del
grupo de absorbibles ó no absorbibles por la potasa; si no se inflama,
corresponde á la segunda sección de uno de dichos grupos.
Supongamos que el gas que tenemos entre manos es de los que son
absorbidos por la potasa. Los unos son solubles en grande cantidad en
un poco de agua; los otros muy poco solubles. Son de los primeros: el
clorhídrico, bromhídrico , yodhídrico , flúor- silícico , cianhídrico y amoníaco.
Son de los segundos el ácido carbónico , el sulfuroso, el cloro , el cianógeno,
el sulfhídrico , el selenhidrico y el flúor-bórico telurkidrico.
Se distinguen luego los siete primeros por sus reactivos especiales,
obrando estos sobre' la disolución. Algunos de ellos se revelan por sus
propiedades físicas.
Los siete últimos son fáciles también de reconocer ; hay tres que no
arden en contacto con el aire atmosférico ; son el carbónico , el sulfuroso,
y el cloro ; los otros cuatro arden inflamados al aire. Su olor particular
los revela á todos : solo el carbónico es inodoro, pero se descubre con el
agua de cal, dando un precipitado blanco soluble con efervescencia casi
con todos los ácidos solubles.
Supongamos , al contrario, que el gas es de los que no son absorbidos.
Hay que reconocerlos por ciertas propiedades especiales que los carac-
terizan.
Unos arden aproximándoles un cuerpo en ignición; otros no, lo cual ya
los distingue en dos secciones. Veamos primero íos que arden dando una 11a-
ma azulada ó azul débil. Son: el hidrógeno, el carburo tetrahídrico y el óxido
de carbono; luego los que la dan brillante, el carburo hídrico ; blanca, el
hidrógeno fosforado; lívida, el arseniuro Irihidrico y el hidrógeno anlimoniado .
¿Arde con llama azul, es inodoro y no produce precipitado negro con
el nitrato argéntico? Es el hidrógeno.
¿Arde con llama azul débil y no le absorbe el potasio calentado con él
en mercurio? Es el carburo lelrahídrico. ¿Le absorbe el potasio? Es el
óxido de carbono.
¿Arde con llama brillante? Es el carburo dihídrico.
¿Arde dando humo blanco, de olor desagradable y que ennegrece el
papel de tornasol? Es el hidrógeno fosforado.
¿Arde con llama lívida y deja un sedimento moreno-negruzco en la
probeta puesta al revés; es absorbido por el nitrato de plata y precipita
en negro, y deja anillos de color oscuro ó de chocolate en un punto ca-
lentado de un tubo angosto por donde le hace pasar? Es el arseniuro tri-
hídrico ó el hidrógeno anlimoniado. Es el primero, si el anillo se disuelve
en el ácido nítrico; es el segundo, si se disuelve solo en el clorido-ní-
trico ó agua régia.
¿No arde , pero activa la combustión? es el oxígeno ó el óxido nítrico.
¿»e forman vapores rutilantes con óxido nítrico? El oxiqeno.
¿Wo se forman esos vapores? El óxido nitroso.
tilantes Oxido níír' t0 ^ C0ntaCt0 COn a*re alraosf(!rico da vapores ru-
- 711 -
¿No arde ni activa la combustión ; es inodoro, y no da resultados con
ninguno de los reactivos? El nitrógeno ó ázoe.
Algunos de estos gases , cuando se les prende fuego , detonan fuerte-
mente , y puede haber sus peligros , en especial con el carburo hídrico.
Excusado es advertir aue aquí , como en la análisis de las sales ó cuer-
pos sólidos y líquidos, luego de reconocido el gas por un carácter, se
pasa á los corroborantes para acabarnos de asegurar cuál sea.
Hemos advertido que no trataríamos aparte de la mezcla de los gases
entre sí , ni con líquidos ni con sólidos , diciendo , al tratar del tercer
caso , cuatro palabras sobre estas mezclas ; vamos , pues , á hacerlo.
En cuanto á las mezclas de gases con sólidos ó líquidos , claro es de
ver que estos los absorben , y para separarlos basta calentar y recogerlos
en vasos cerrados , ó bien tomarlos con sus disolventes líquidos , si son
sólidas , y en seguida obrar como si estuviesen solos.
Respecto de la mezcla de los gases entre sí, se separan fácilmente,
porque podrán ser los unos absorbibles por la potasa, y otros no; los
unos inflamables, los otros no inflamables; lo cual ya basta para aislar
los unos de los otros.
Si los gases mezclados tuviesen por igual estos dos caractéres , las reac-
ciones respectivas los irán revelando cada uno de por sí , y por lo mismo
los separarán , y el caso será como si fueran puros.
Como estos casos no son frecuentes , basta lo dicho respecto de los
gases.
CUABTO CASO.
Marcha que hay que seguir para analizar una sustancia sospechosa, que está
mezclada con otras , y la mezcla es enteramente liquida .
Cuando se nos presenta un veneno mezclado con otras sustancias,
siendo la mezcla enteramente líquida, se examinan atentamente sus pro-
piedades físicas, color, olor, etc. , y se ve si es orgánica, ó inorgánica, ó
una mezcla de sustancias pertenecientes á los dos reinos. La liquidez
puede ser natura!, por serlo á la temperatura ordinaria los cuerpos ó sus-
tancias mezcladas, ó bien pueden haberse disuelto en el agua ó el líquido
de la mezcla.
Si la simple vista no basta , se hace uso de una lente , y ya se ve con
toda luz, ya á una luz difusa, ya se examinan á la oscuridad.
Muchas veces será fácil conocer la mezcla, ó por lo menos el vehículo
líquido con el cual se ha mezclado el veneno; vino, leche, café, té,
caldo, tisanas ó cualquiera de las bebidas comunes, acaso también líqui-
dos medicinales.
En semejantes casos , el uso frecuente que hacemos de esos líquidos
nos pondrá en el conocimiento de su naturaleza.
Lo esencial aquí es conocer el veneno que se ha mezclado con ellos.
Si hay algunos venenos que no alteran el color, el olor, el sabor y la
consistencia de los líquidos ó bebidas con la$, cuales se mezclan ; en otros
casos, los más, por no decir en todos, no sucede así: sus propiedades
físicas se alteran , á consecuencia de las reacciones ejercidas por la sus-
tancia venenosa sobre los principios de esos líquidos.
Así, por ejemplo, los metaloídeos fósforo , cloro, yodo y bromo tiñen
las materias orgánicas líquidas, ó destruyen los colores vegetales en
tanto que se acidifican.
- 715
»
Fl vodo vuelve azules las materias feculentas.
Los ácidos enrojecen los colores azules-, violados, verdes; coagulan
los líquidos albuminosos, caseosos, 'v tiñen de amarillo las materias or-
gánicas, ó bien en negro ; el ácido nítrico , por ejemplo, hace lo primero,
v lo segundo, los sulfúrico, clorhídrico, fosfórico y acético. El oxálico los
^Lo^venenos alcalinos enverdecen los colores vegetales , y vuelven in-
coagulables los líquidos albuminosos , caseosos y fibrinosos.
Las sales alcalinas neutras tienen poca acción sobre las materias or~
^En^ambio , las preparaciones arsenicales, mercuriales, cúpricas, an-
timoniales, plúmbicas, estánnicas, bismúticas, férricas, zíncicas, áuri-
cas, argénticas, etc. , forman con los líquidos indicados , lo mismo que
conlos principios plásticos de los tejidos, compuestos insolubles ó coá-
gulos.
El agua descompone muchas sales metálicas , transformándolas en su fo-
sales insolubles ó sales ácidas solubles , como los proto-cloruros de es-
taño, de antimonio, las sales de bismuto, los nitratos y sullátos de mer-
curio. Otras son descompuestas y precipitadas por las sales que el agua-
contiene en disolución, cuando no es destilada; así sucede con las de ba-
rita , plomo , plata , etc.
Por otra parte , los líquidos orgánicos ácidos saturan los venenos alca-
linos ; desalojan el gas de las sales venenosas que le contienen , como los
hipocloritos , su 1 furos y polisulfuros , haciendo desprender el cloro en
aquellos, y el ácido sulfhídrico en estos.
A su vez , los líquidos orgánicos alcalinos saturan los ácidos y descom-
ponen las sales formadas por óxidos insolubles.
El amoníaco y el ácido sulfhídrico , que naturalmente se engendran en
las sustancias putrefactas , pueden también reaccionar sobre ciertos ve-
nenos, y alterarlos, el amoníaco á la manera de los álcalis, y el ácido
sulfhídrico, transformándolos en sulfuros insolubles.
De estas simples y generales indicaciones se desprende cuántos cambios
pueden presentar las mezclas líquidas envenenadas, que nos pondrán al
corriente de este hecho ; unas veces podrán disfrazar el color, el olor y el
sabor de los venenos , no alterando , por lo mismo el de las sustancias
alimenticias ; otras veces, al contrario, les darán sabor amargo, ácre,
metálico, azucarado, oleoso, ele., todo lo cual sirve por lo menos para
pensar acto continuo que la mezcla es sospechosa.
Sin embargo, todo eso no pasa de ser indicio vago , que raras veces,
por no decir ninguna, bastará para resolver el problema. La análisis se
hace indispensable.
Aquí , como en los casos anteriores , si no pudiéramos conocer á sim-
ple vista á qué reino pertenece la mezcla , se procederá del propio modo
que lo llevamos expuesto en el primer caso y el segundo.
Reconocido que la mezcla es inorgánica ú orgánica , ó las dos cosas á
la vez, se pasa á averiguar si es neutra , ácida ó alcalina , empleando los
mismos medios ya expuestos, y pasando en seguida á la aplicación de
los reactivos , según lo que dé este ensayo.
Sin embargo , cuando se trata de mezclas líquidas , como casi siempre,
por no decir siempre , son alimenticias , ó están cargadas de sustancias
anfpriír té r Pr.esencia de estas altera las reacciones, y no nos las deja
1 an íácilinente, como en los casos que ya llevamos supuestos.
- 713 -
Mientras la mezcla de un veneno sea con otra sustancia mineral inerte
ó venenosa también , no habrá grandes dificultades para descubrirla , y
es tan sencillo, que ni nos ocuparemos en ello.
¿Qué importa, en efecto, que en vez de una sustancia venenosa haya
dos ó tres, ó que cada una esté mezclada con un líquido mineral? Todo
cuanto hemos dicho al tratar del modo de descubrir una sustancia vene-
nosa , sólida ó liquida sola , es aplicable á los casos en que hay dos ó
más; los reactivos propios las van aislando y revelando. Analizar mez-
clas de venenos, es analizar mas de un veneno, pero siempre siguiendo
las mismas reglas.
Cuando los líquidos , con los cuales esté mezclado el veneno, líquido
también ó disuelto, son orgánicos, ya es otra cosa; porque estas sustan-
cias disfrazan la acción de los reactivos , y por lo mismo hay que obrar
sobre ellos, para desembarazar el veneno y ponerle mas libre y en esfera
de actividad con los reactivos.
Las sustancias orgánicas colorantes constituyen uno de esos obstáculos
ó estorbos; por lo mismo, los autores han discurrido varios medios para
desembarazarse de ellas.
Lo primero que les ha ocurrido cón este objeto ha sido el empleo del
carbón en polvo, como sustancia muy á propósito, en efecto, para rete-
ner el color, filtrando y dejar el líquido filtrado incoloro; se coloca en
un embudo encima de un poco de algodón en rama , y se echa en él el
licor para filtrarle una ó mas veces, hasta que pierda el color. Harto es
sabido que bajo este punto de vista el carbón animal es muy usado para
clarificar el vinagre , el azúcar y otras cosas.
Si el carbón vegetal ó animal, que para el caso da lo mismo, no ab-
sorbiese mas que las sustancias colorantes, seria, en efecto, un medio
muy abonado para destruir las mezclas, donde hemos de buscar la pre-
sencia de un veneno. Mas el carbón tiene la propiedad de absorber tam-
bién muchas sustancias venenosas ; y si no tuviéramos en cuenta esta
circunstancia, podríamos incurrir en errores graves, si viendo que, en
lo filtrado, los reactivos no descubren el veneno, dijéramos que la mez-
cla no estaba envenenada , no le contenia.
En el estado actual de la ciencia , y después de ios bellos trabajos he-
chos sobre este particular por Wasington, Hopff, Wepper y Chcvalier,
ningún médico legista se atreverá á concluir que un líquido no contiene
veneno, si, después de destefiido por el carbón, no descubre en el líquido
filtrado la presencia del tósigo. Solo podría estar autorizado para afir-
marlo, examinando á su vez el carbón empleado para desteñir, y en él
no hallase tampoco la sustancia venenosa.
La importancia de este punto me hace creer de utilidad consignar
aquí los siguientes datos sobre la propiedad que tiene el carbón , no solo
de retener las sustancias colorantes, sino también las venenosas. Es la
copia literal de una nota que mi amigo el señor D. Magin Bonet , cate-
¡ático de química del Instituto industrial de esta córte, tuvo la bondad
ue proporcionarme.
El carbón, no solo separa las materias colorantes disueilas en el agua,
sino ñu? senara igualmente de esta la cal y las sales calizas , como ya lo
reconoció 1 ayen. Graham, de otra parte, ha notado á su vez la acción del
carnon sobre el yodo disuelto en el yoduro potásico en estado de yoduro
yodurado, sobre las subsales de plomo solubles, sobre los óxidos metá-»
heos disueltos en el amoníaco y en la potasa.
- 71 í -
Hé aquí los hechos mas notables, así bajo el aspecto teórico, como de
la práctica.
£1 carbón vegetal fija las sales de plomo, el acetato y el nitrato, sobre
todo, ora estén disueltas en el agua , ora en alcohol , vino ó vinagre.
Esta fijación , que ya se verifica en frió, es mucho mas rápida por la
acción del calor.
Se necesita mas del carbón vegetal que del animal para esta sustrac-
ción. Efectivamente. Para quitar en frió 50 centigramos de acetato de
plomo disueltos en 100 gramos de agua, bastan 5 gramos de carbón ve-
getal y cinco dias de contacto;
Para quitar á 100 gramos de agua destilada 50 centigramos de nitrato
de plomo, seis dias de contacto y 10 gramos de carbón vegetal;
Para quitar en frió á 100 gramos de agua 1 gramo de acetato de plomo,
1 gramo de carbón animal no lavado y cuarenta y ocho horas de con-
tacto ;
Para quitar en frió á 100 gramos de agua 50 centigramos de nitrato de
plomo, 2 gramos 50 centigramos de negro animal sin lavar y cuarenta
y ocho horas de contacto ;
Para quitar en frió á 32 gramos de alcohol 50 centigramos de acetato
de plomo, 1 gramo de carbón sin lavar y veinte y cuatro horas de con-
tacto ;
Para quitar en frió á 50 gramos de vinagre 50 centigramos de acetato
de plomo, 1 gramo de carbón y veinte y cuatro horas de contacto ;
Los ensayos hechos con los ácidos nítrico y clorhídrico han demos-
trado que el carbón no les quita el plomo que tienen disuelto;
Los ensayos hechos con el negro animal lavado y purificado del fos-
fato y del carbonato de cal , han demostrado que eran menester 1 gramo
del negro en cuestión y veinte y cuatro horas de contacto, para quitar á
100 gramos de agua 50 centigramos de acetato de plomo;
Dos gramos y 50 del mismo carbón y cuarenta y ocho horas de con-
tacto, para quitar á 100 gramos de agua 50 centigramos de nitrato de
plomo ;
Un gramo de carbón y veinte y cuatro horas de contacto, para quitar á
50 gramos de vinagre 50 centigramos de acetato de plomo ;
Un gramo de carbón lavado y veinte y cuatro horas de contacto, para
quitar á 50 gramos de vinagre 50 centigramos de acetato de plomo ;
Dos gramos de carbón y cuarenta y ocho horas de contado, para de-
colorar 150 gramos de vino tinto que contenga 50 centigramos de acetato
de plomo y quitarle esta sal ;
Resulta de los experimentos hechos con el auxilio del calor, que se ne-
cesitan :
Un gramo de carbon sin lavar y dos minutos de ebullición para quitar
á 100 gramos de agua 50 centigramos de acetato de plomo ;
Dos gramos 60 centigramos de carbón y dos minutos de ebullición
para quitar á 100 gramos de agua 50 centigramos de nitrato de plomo;
Un gramo de carbón sin lavar y cinco minutos de ebullición , para
quitar á 50 gramos de vinagre 50 centigramos de acetato de plomo ;
Dos gramos de carbón sin lavar y cinco minutos de ebullición para de-
de pk^ gramos de vino tinto y quitarle 50 centigramos de acetato
Los ensayos hechos con el carbón lavado han demostrado que este
cuerpo quita , como el que no lo ha sido, las sales de plomo al agua, al
- 714 -
vinagre y al vino , bastando para ello algunos minutos de ebullición.
Examinando el agua en cuyo seno el carbón lavado reaccionó sobre el
acetato y el nitrato de plomo, se reconoce que esta agua contiene ácidos
acético o nítrico libres.
Además, si en una retorta se pone: l.° acetato de plomo, agua y car-
bón lavado’, y se hace hervir, con el agua que se destila se marcha ácido
acético; 2.° nitrato de plomo, carbón lavado y agua , y se destila , en el
producto se encuentra el ácido nítrico. De otra parte, en el líquido de la
retorta se encuentra en el primer caso ácido acético, y nítrico en el segun-
do , ambos en estado de libertad.
De lo dicho se desprende que el carbón , además de las materias colo-
rantes , fija al mismo tiempo los óxidos metálicos, ora estén directamente
disueltos en los líquidos, ora á beneficio de un ácido en estado salino,
formándose con ellos y el carbón compuestos insolubles, y quedando el
ácido en libertad.
El extracto de hombrecillo, de genciana , el áloes , la nuez vómica , la
morfina, el sulfato de quinina, se fijan del todo sobre el carbón, emplea-
dos en la proporción necesaria, y los líquidos que estén saturados de di-
chos principios pueden perder todo su amargor.
La mayor parte de las sales metálicas pueden á su vez ser descom-
puestas por el carbón, como se ha dicho mas arriba del acetato y del
nitrato de plomo. En este caso se encuentran, entre otras, los sulfatos
de cobre, zinc, de protóxido de hierro, de cromo; el nitrato mercúrico,
el emético; el sublimado corrosivo; el acetato férrico; los nitratos de
níquel, cobaltoso, argéntico y mercurioso.
Es muy posible que esta propiedad del carbón sirva en lo sucesivo
como de base para un nuevo método de descubrir y revelar las sustan-
cias venenosas contenidas en los líquidos orgánicos.
Algunos autores , viendo que el carbón , no solo se lleva las sustancias
colorantes , sino también las venenosas, han propuesto servirse del cloro,
el cual destiñe bastante bien, aunque no tanto como el carbón; hacen
pasar una corriente de cloro lavado al través del licor, hasta que se
quede descolorido, y luego se calienta para echar el cloro que pueda
quedar en él. Este medio tiene el grave inconveniente de precipitar y
descomponer algunos venenos, como los yoduros, las sales de plata,
plomo y protosales de mercurio.
Otros, viendo los inconvenientes del carbón y del cloro, prefieren eva-
porar los licores hasta sequedad, y carbonizar el resto.
Podemos , pues , abstenernos de quitar el color á los líquidos , tanto
mas, cuanto que, antes de obrar sobre ellos con los reactivos, tenemos
que practicar otras operaciones , después de las cuales, ya no hay ese obs-
táculo, porque las sustancias orgánicas coloradas y sin color ya han des-
aparecido, y por lo mismo no nos impiden ver las reacciones.
¡ !^anoos ’ pues , nuestra exposición sobre la marcha que hay que se-
la m'ezclahquñl ana^Za Una sustanc^a venenosa que está mezclada, siendo
rd'Phnv CaS(? se encuentre el líquido, ácido ó alcalino, si en la mez-
Lí!S iias orgánicas, se trata con alcohol puro y concentrado,
en™ coagula una gran parte de la sustancia orgánica. Hecho esto, se
‘ 'P por medio del filtro de pliegues. El líquido filtrado se
;c ■ en una retorta de vidrio, colocada en un" baño de maría , el que á
su vez descansa en una hornilla. Al cuello de la retorta se adapta un re-
- 716 —
cipiente, enfriándole de continuo con una esponja empanada de agua
fría , y haciendo que esté en comunicación con una probeta llena" de
agua ó de mercurio, y se hace destilar hasta que se quede el material de
la retorta enteramente desecado. La temperatura debe ser de 60 á 80
grados, luego se echa en el baño cloruro de sodio.
El recipiente debe mudarse á cada elevación de temperatura, para re-
coger los productos volátiles de un modo desigual.
Si hay ácidos ó álcalis volátiles, van á condensarse en el recipiente; las
sustancias fijas se quedan en la retorta. En este caso tendrémos ya tan
solo que reconocer cuál es el ácido, ó cuál el álcali que se ha volatili-
zado, buscándole en el recipiente ; cuál el que ha quedado fijo, buscán-
dole en la retorta. Los reactivos de los ácidos y álcalis nos dirán cuál de
ellos sea. En cuanto lleguemos á este punto, tiene completa aplicación lo
que llevamos expuesto, relativamente á los casos en que la sustancia está
sola y es líquida , ácida ó alcalina. Los coágulos, obtenidos por medio
del alcohol y la desecación , se tratan como dirémos en el sexto caso.
Cuando las sustancias líquidas sean neutras, se harán hervir, de treinta
á cuarenta minutos, en una cápsula de porcelana colocada en una horni-
lla evaporatoria sostenida por un triángulo de hierro, diluyéndolas en un
poco de agua , si están demasiado espesas. El calor coagula en parte las
sustancias orgánicas ; se filtra y se separa este coágulo obtenido por el
calor ; se concentra en una cápsula de porcelana el líquido filtrado eva-
porando, y cuando ya está bastante concentrado, é tenga la consistencia de
jarabe , se enfria y se trata con el alcohol de 44 grados , el cual da lugar
á que se forme un sedimento de materia orgánica , en tanto que se debi-
lita , y tal vez contiene en disolución los principios inmediatos de la sus-
tancia venenosa orgánica y la inorgánica. Con el filtro se separa también
este coágulo, y se guarda con el obtenido por el vapor.
El licor filtrado se diluye en agua y se divide en dos partes : la una
debe ser tratada con el subacetato de plomo, propio para descubrir los
principios vegetales alcaloideos, y la otra con el ácido sulfhídrico, acidu-
lando antes el licor con unas gotas de hidroclórico, con el objeto de reve-
lar los óxidos metálicos que pudiese contener la mezcla.
Según que sea el subacetato ó el ácido sulfhídrico el que dé la reac-
ción , se abandonan ya todos los tanteos relativos á venenos orgánicos é
inorgánicos. Si el veneno es orgánico, algún alcaloideo ó ácido vegetal,
el subacetato de plomo es descompuesto ; tal vez el ácido acético se com-
bina con un alcaloideo formando un acetato ; tal vez es desalojado por
otro ácido mas enérgico. De todos modos, habrá que someter luego, si no
es el plomo el precipitado, lo resultante á una corriente de ácido sulfhí-
drico que precipite y separe el metal de la sustancia orgánica , la que
será , por último, reconocida por los reactivos especiales.
Si se obtuviesen resultados con el ácido sulfhídrico, entonces habría
que tratar con él todo el licor ó líquido obtenido, y puesto que dicho
reactivo, según hemos visto mas adelante , precipita ciertos óxidos en
determinado color, y hay luego otros reactivos que van distinguiendo los
precipitados , estarémos ya muy cerca de poder fijar cuál sea ía sustancia
venenosa que se halla contenida en el líquido.
Hemos visto que el ácido sulfhídrico es impotente para revelar ciertas
bases , en cuyo caso le sustituirá el sulfhidrato amónico, y por último, el
carbonato de potasa y este álcali.
Los diversos coágulos obtenidos, tanto por medio del calor como por
— 717 -
medio del alcohol concentrado, se traían como diremos luego en el sexto
caso.
El método que acabo de exponer no es seguido por todos, en especial
tratándose de las sustancias orgánicas , y sobre todo alcaloideas. Los au-
tores se dividen en el modo de proceder á esas análisis , particularmente
desde que tienen ya el licor preparado para someterle á la acción de los
reactivos generales y especiales.
Como en la exposición que cada uno hace de su método involucran los
casos de sustancias líquidas y sólidas, materias extrañas al sugeto, líqui-
dos procedentes del tubo digestivo y órganos del mismo, aplazaré el ha-
blar de esos métodos para cuando lleguemos al séptimo caso ; lo que allí
digamos será aplicable á los casos cuarto , quinto y sexto . Quiero decir, que
podrá procederse para estos , ó como lo acabo de exponer para el cuarto,
y k) expondré para el quinto y sexto, ó bien como lo haré en el séptimo, refi-
riéndome al proceder de otros autores.
QUINTO CASO.
Marcha que hay que seguir para analizar una sustancia que está mezclada con
otras , y la mezcla está en parte liquida y en parte sólida.
La primera operación que hay que hacer en este caso, después de ha-
ber examinado las propiedades físicas de la mezcla , y haber sido este
examen insuficiente, consiste en separar la parte líquida de la sólida, ya
sea decantando el licor, ya filtrando.
Separada la parte sólida de la líquida, se empieza por examinar esta,
y se procede como acabamos de indicarlo en el caso cuarto; esto es, se
hace lo mismo que si la sustancia fuese enteramente líquida; líquida en-
teramente es, en efecto, puesto que con la decantación, ó filtración, la
hemos separado de la sólida. No tengo, por lo tanto, nada que añadir.
En cuanto á la parte sólida, después de examinada atentamente, y si
no bastan los sentidos naturales , se echa mano del microscopio , con el
fin de ver si se encuentra algún veneno en sustancia , se guarda para tra-
tarla como dirémos en el caso que sigue.
SEXTO CASO.
Marcha que hay que seguir para analizar una sustancia sospechosa que está
mezclada con otras, y la mezcla es enteramente sólida.
En estos casos, si el examen físico no alcanza á revelar la naturaleza
del veneno, determinado quesea orgánico ó no, ó todo á la vez, hav
que echar mano de la mezcla sólida, cortarla á pedacitos, tomarla con
agua destilada y ensayar luego los papeles en esa agua; y si resulta ácida,
alcalina ó neutra , se somete á la acción del fuego dentro de una retorta,
á cuyo cuello se adapta un recipiente, en los mismos términos indicados
en el caso cuarto. Se calienta y hace hervir por espacio de una hora. En
el recipiente se recogen, condensadas, las materias que se volatilizan , y
se determinan como llevamos indicado. Lo que queda fijo en la retorta
es en parte líquido y en parte sólido; se decanta ó filtra , y así se sepa-
ran esas dos partes de diverso estado. La parte líquida , después de en-
friada, se trata con alcohol de 44 grados; se vuelve á filtrar, guardando
el coágulo, y el licor alcohólico se divide en dos porciones , como lo lí«
vamos dicho en el caso cuarto, para someterlas también á los indican™,
reactivos. uos
La parte sólida, después de hacerla hervir. con mas agua, se trata con
el alcohol concentrado por espacio de un cuarto de hora; así se disuel-
ven los principios vegetales que puede contener esa parte. Luego se so-
mete por espacio de una ó dos horas á la acción del ácido hidroclórico
debilitado, pero puro , con el cual se atacan varios óxidos metálicos que
pueden contraer combinaciones con dichos principios, transformándolos
en cloruros solubles.
Lo mismo que esta parte sólida son tratados los coágulos obtenidos por
el calor y el alcohol en el cuarto y quinto caso, del mismo modo la parte
sólida de la mezcla de este último.
Puede acontecer que , á pesar do todas estas operaciones, no se ob-
tenga , ni en los líquidos ni en los sólidos, la sustancia venenosa. En este
caso hay que partir los coágulos ó partes sólidas en dos porciones : la una
se trata por una corriente de cloro gaseoso , con lo cual se descubre al-
guna preparación arsenical, y la otra se carboniza con varios reactivos
ó de diferente manera ; ó , por último , se incinera el carbón, con lo que
se da fin á esta clase de operaciones , puesto que, si con ellas nada se ha
obtenido , es ya ocioso intentar nada más.
En cuanto al modo de procederá la carbonización ó incineración, lo ex-
pondré en el séptimo caso, siendo aplicable , no solo al sexto , sino á to-
dos aquellos en los que se trate de partes sólidas que se obtienen en los
anteriores con las coagulaciones y filtraciones.
Si las materias sólidas fuesen tierra tomada de un cementerio ó cual-
quiera otra parte , como sucede en los casos de exhumación de un cadá-
ver, cuyos restos se han de examinar químicamente para determinar el
origen de la sustancia sospechosa ; se procederá , á poca diferencia , del
propio modo. Sin embargo, para mayor claridad, expondremos breve-
mente las tres operaciones que hay que emprender.
1/ Se hace macerar la tierra por espacio de treinta á cuarenta horas
en suficiente cantidad de agua; se filtra, se reducen los licores y las aguas
con que se lavan los residuos sólidos á un pequeño volumen , y se ensa-
yan los reactivos generales, ó bien los propios del veneno que ya se haya
descubierto con otros tanteos.
Si es negativo el resultado, se evapora hasta sequedad, se carboniza
el residuo con ácido sulfúrico , se trata el carbón con agua acidulada , y
se somete al aparato de Marhs , ó á los reactivos.
Puede incinerarse el carbón sulfúrico, y tratarse las cenizas con acido
nítrico cuando se trate de metales fijos.
2/ Se hace hervir, si no hay resultado, ó, para mayor abundamiento,
la tierra así tratada, con suficiente cantidad de agua destilada, por espa-
cio de seis á ocho horas , teniendo cuidado de renovar el agua á medida
que va menguando ; se filtra , se concentra el decocto y se somete á las
mismas reacciones que lo macerado. ,
3.* Si tampoco se obtiene nada, ó, para complemento de prueba, se
trata la tierra ó el residuo que ha servido para las dos operaciones ane-
riores con agua fuertemente acidulada con ácido nítrico , clorhidn
clorido-nítnco , ó el sulfúrico, hasta que no haya efervescencia, se
hace hervir, sosteniendo constantemente ácidos los licores; se _
lava el residuo con agua destilada , se concentran los licor
- 710 —
para echar el exceso de ácido , se vuelven á tomar con agua , y, al fin, se
ensayan con los reactivos.
Gomo el residuo contiene de ordinario sustancias orgánicas , es nece-
sario carbonizar préviamente , como lo dirémos en su lugar. Si se tratase
de ácido arsenioso, y se hubiese empleado los tres ácidos indicados , se-
ria necesario saturar antes los licores con potasa , y echar estos ácidos
con el sulfúrico.
El carbón sulfúrico puede incinerarse en los términos que expondré-
mos. Otro tanto podemos decir de la tierra hervida en este ácido , si se
trata de metales fijos.
Si hay materias crasas que se opongan á que los ácidos disuelvan el
veneno, se pueden tratar las tierras antes con potasa.
SÉPTIMO CASO.
Marcha que hay que seguir para analizar una sustancia
mezclada con las sustancias sólidas procedentes del sugeto intoxicado , ó contenidas
en sus órganos.
Fácil es comprender que , después de haber expuesto cómo se procede
para analizar una sustancia venenosa mezclada con otras sustancias or-
gánicas, ya sea la mezcla enteramente líquida, ya en parte líquida y en
parte sólida, ya enteramente sólida; podríamos dar por concluida esta
tarea, puesto que todo es aplicable á las mezclas de los venenos con los
sólidos y líquidos procedentes del sugeto intoxicado. En el fondo todo
es igual , sea cual fuere la procedencia de las sustancias con las cuales
esté mezclado el veneno. La marcha analítica es la misma , los aparatos y
utensilios los mismos, los mismos los reactivos y los mismos los resulta-
dos, salvas las diferencias anexas á la naturaleza de las procedencias y
al mayor ó menor tiempo que debe emplearse en ciertas operaciones, ó
la mayor ó menor complicación de las investigaciones, según que el ve-
neno esté mas ó menos fuertemente unido á las sustancias de la mezcla.
Sin embargo , he querido hablar aparte de las análisis de los sólidos y
líquidos procedentes del sugeto intoxicado, ya como una ampliación ven-
tajosa de lo expuesto en los casos cuarto , quinto y sexto, ya como casos
mas frecuentes y mas prácticos en los de envenenamiento ; pues casi siem-
pre hay que operar sobre mezclas del veneno ó sus combinaciones con
ios sólidos y líquidos procedentes del sugeto que ha sido víctima de un
tósigo.
Hé aquí por qué me he contentado con dar una idea general de los
procedimientos para los casos cuarto, quinto y sexto, reservándome para
el actual tratar del mismo asunto con mas extensión de datos, y hacién-
dome cargo de los diversos procederes de los autores, y por qué he guar-
dado igualmente para aquí el exponer de qué modo se carbonizan los
residuos sólidos de los casos anteriores y las materias sólidas de los mis-
mos , y, por último, de qué modo se incineran los carbones obtenidos,
cuando con las anteriores operaciones no se ha podido obtener vestigio
alguno del veneno.
Esto sentado , veamos cómo se procede en las análisis de los sólidos
procedentes del sugeto envenenado ; luego hablarémos de las análisis re-
lativas á los líquidos.
Las materias sólidas, procedentes del sugeto intoxicado , pueden ser,
- lio —
casj siempre , ó las arrojadas por vómitos y cámaras , ó Jas conteni-
das en su estómago é intestinos , ó, por último , los mismos órganos.
En las materias procedentes de los vómitos y cámaras , y las conteni-
das en el estómago é intestinos, el veneno puede hallarse al estado só-
lido, en masa ó en polvo simplemente mezclado; ó bien líquido ó di-
suelto en los líquidos de aquellas, ó combinado con sus principios. En
los órganos que le hayan absorbido , ó en donde hayan ido á parar, pa-
sados al torrente circulatorio , se hallará , ó combinado con sus princi-
pios plásticos , ó bien simplemente contenido en ellos y mas ó menos alte-
rado , ó diferente del estado en el que fue ingerido.
Esa diversidad de circunstancias en que puede hallarse el veneno, res-
pecto del caso actual , hace que sean diversas también las operaciones
prévias. Yeámoslas.
Doy por supuesto que se han examinado, pues es la regla mas general,
al exterior, ó sea sus propiedades físicas, aspecto, color, consistencia,
olor, acaso sabor, y esos caractéres que dan por lo menos una idea bas-
tante clara de su naturaleza ; esto es, respecto de las materias arrojadas
por vómitos y cámaras, y las contenidas en el estómago ó intestinos, si
son materias alimenticias , mucosas, biliosas, sanguinolentas, heces, y
paso á indicar qué es lo que se hace con ellas.
Se examina con cuidado, ya á simple vista, ya con una lente de au-
mento á toda luz, á luz difusa, tal vez á oscuras, como en los casos de
fosforescencia, ó al microscopio, esas materias, extendiéndolas, si es po-
sible, por capas, para ver si hay pcdacitos de alguna sustancia extraña,
ó polvos blancos ó del color que sea, hojas, raíces, granos, restos de
insectos, etc., en cuyo casóse van separando con unas pinzas ó un naipe,
y colocando en cápsulas. Acaso se apartarán mejor, lavando las materias
con agua destilada.
Si las materias están en masa, se deslien en suficiente cantidad de
agua, siempre destilada, «orno si se hiciese una papilla clara, y sepa-
rando las partes mayores y mas consistentes, se deja reposar por algunos
instantes; luego se decanta, en tanto que están todavía las materias or-
gánicas en suspensión en el líquido. El poso que queda se deslie de
nuevo en otra cantidad de agua, y se decanta también. Así se lavan los
residuos.
Estas lavaduras se hacen dos ó tres veces, y para ello se emplean va-
sos cónicos. Con esto se logra , si eí veneno es mineral, que se recoja en
forma de sedimento en el fondo del vaso , porque por lo común las sus-
tancias minerales son mas pesadas que las orgánicas.
Conseguida la separación, ya por medio del filtro, ya decantando, y
desprovistos de sustancias orgánicas los sedimentos , se tratan como los
venenos sólidos , cuando no están mezclados con otras sustancias ; esto
es , como en el primer caso.
Claro está que de esta suerte solo se obtienen los cuerpos insolubles ó
poco solubles ; los solubles en el agua , si ya no estaban disueltos , se di-
solverán en la que echemos para diluir, como no existan en gran can-
tidad. °
Los disueltos se obtendrán filtrando una y mas veces, en cuyo caso nos
hallarémos como en el segundo; esto es, cuando las sustancias están so-
las y son líquidas.
Con igual cuidado hay que examinar los vasos , frascos , botellas, etc.,
e aonde hayamos sacado las sustancias , si estaban en ellos contenidas;
- 721 —
hay que lavarlos con agua; y si tienen anfractuosidades, relieves, hoque-
dades, en fin , donde pueda quedar algo que no nos llevemos con el agua,
se rompen , para analizarlo todo.
Si con estas primeras operaciones obtenemos el veneno en su debida
pureza, después de haber visto si es orgánico ó no, si es ó no soluble,
dado caso que no se haya disuelto, y de ver si es ácido, alcalino ó neu-
tro , se somete á la acción de los reactivos generales y especiales , con-
forme lo hemos expuesto en el primer caso.
Si no se ha podido separar el veneno conforme lo hemos supuesto ; si
se ha disuelto , ó aun cuando le hayamos obtenido de aquella suerte , se
opera sobre las demás sustancias, se las deja macerar en el agua de las
lavaduras durante cierto tiempo, ó bien se las hace hervir por un cuarto
de hora , ó media hora , en una retorta , con su recipiente rodeado de
agua fresca y demás piezas de un aparato de destilación , con el objeto
de recoger los venenos volátiles que puedan existir; se filtra en seguida
que se ha enfriado , retirado del luego este cocimiento.
Ad recipiente habrán ido á parar los cuerpos volátiles; los fijos queda-
rán en la retorta. Se ensayan los primeros con el papel azul y rojo de
tornasol y el jarabe de violetas , y conforme sea la reacción, así se tratan.
Sucede á veces que ni lo contenido en el recipiente , ni el licor de la
retorta, está bastante concentrado para revelar su naturaleza á los reac-
tivos. De aquí la necesidad de concentrar el cocimiento hasta la consis-
tencia de jarabe, en una retorta con su balón rodeado de paños mojados
con agua fresca; luego se continúa la destilación en un baño de aceite ó
de cloruro de calcio, hasta sequedad; así se obtiene bastante cantidad
de veneno, sin llegar á destruir las sustancias orgánicas.
Hecho esto, se somete de nuevo el licor del recipiente á la acción de
los reactivos.
En cuanto á lo contenido en la retorta , se toma con éter ó alcohol el
residuo de la retorta , si había dado el licor la reacción ácida , y con al-
cohol de 36 grados que precipite la materia orgánica, si ladió alcalina ó
neutra : se filtra y se evapora.
En todos los casos puede hacerse lo mismo ; tratar en frió con alcohol
las materias diluidas, y filtrar; tratar lo filtrado con alcohol de 44 gra-
dos en caliente, y volver á filtrar, y luego someter lo filtrado á la acción
de los reactivos.
Estos procedimientos , que vienen á ser iguales á los ya expuestos en
el primer caso , tienen el inconveniente de no dejar completamente des-
provistos de sustancias orgánicas ios licores que se han de someter á la
acción de los reactivos, complicando las operaciones, y exigiendo por
parte del operador gran práctica en ellos. Luego veremos cómo pueden
simplificarse.
Cuando los venenos están contenidos en los órganos del sugeto intoxi-
cado , no solo es mas difícil separarlos de ellos, sino aislarlos de sustan-
cias orgánicas, lo cual ha hecho discurrir varios procederes á diferentes
autores. Vamos á dar una idea de estos procederes y á indicar los prefe-
ribles, dividiendo este importante estudio en dos partes. Hablemos pri-
mero de los casos en que el veneno sea inorgánico; luego pasarémos á
los en que sea orgánico.
rOXHIOl.OGlA.—
PARTE PRIMERA.
Procederes para aislar el veneno inorgánico.
Para extraer el veneno de los órganos, con los cuales está combinado,
ó donde esté íntimamente contenido , se ha ideado :
1. ° Destruir las materias orgánicas , haciendo hervir el lodo con ácido
clorhídrico puro y el cobre, ó con cloro, ó con agua régia, y al galva-
nismo , ó con ácido clorhídrico y clorato de potasa.
2. ° Carbonizar las materias con ácido nítrico, ó con ácido nítrico y
clorato de potasa, ó con ácido sulfúrico, ó con ácido sulfúrico y cloruro
de sodio.
3. ° Incinerar las materias con nitrato de potasa, ó con nitrato de cal,
ó simplemente con la acción del fuego, al contacto del aire.
Expongamos sucesivamente todos estos medios, empezando por los que
tienen por objeto destruir las sustancias orgánicas , á la temperatura or-
dinaria ó elevada.
4.° Destrucción de las sustancias orgánicas con agentes químicos.
liemos indicado cuatro medios de lograr este resultado ; veámoslos,
pues, uno por uno.
A. Acido clorhídrico. — Es el proceder de Reinsch, y se funda en que di-
cho ácido puro se lleva los venenos de las materias orgánicas, y en que
el cobre precipita, á una ligera temperatura, muchos metales de sus di-
soluciones.
Se hace hervir por espacio de media hora las materias sospechosas,
después de desleídas , ó maceradas con .suficiente cantidad de agua aci-
dulada por una 1/151 de ácido clorhídrico puro, cuidando que el líquido
esté siempre ácido; luego se filtra al través de un filtro antes humede-
cido ; se lava el residuo con agua avivada con el mismo ácido , y en el
licor caliente todavía, y convenientemente concentrado se sumergen por
espacio de media hora pequeñas láminas ó hilos de cobre en espiral bien
pulidos. El metal de la sustancia venenosa se depone encima del cobre
con color diferente, según sea. La reacción es limpia y muy sensible; á
1/50000 y hasta 1/200000 con el arsénico, á 1/1000 con la plata, á
1/50000 con el mercurio, á 1/500 con el bismuto, á 1/1000 con el es-
taño y el plomo , etc.
Aunque el color de la capa depuesta ya dé á conocer el metal ; sin em-
bargo, las láminas de cobre se lavan y tratan con éter, si las cubre al-
guna materia crasa , se desecan á un calor suave, y luego se someten á
las debidas reacciones para separar el metal obtenido , ya disolviendo las
capas con un ácido , ya calentando las láminas dentro de un tubo de vi-
drio* Si es arsénico y mercurio, estos se fijan en las paredes del tubo
volatilizándose. Christisson calienta las materias hasta su disolución,
con lo cual hace mas eficaz el proceder de Reinsch. Briand dice que la
pila de Smithson es mas poderosa para descubrir el mercurio, cuando
está en poca cantidad. Al hablar particularmente del mercurio, verémos
como se emplea esa pila.
El cloro.— Es el proceder de Jaquelain. Las materias no tienen ne-
M *aa¡ de Preparación prévia, cuando son líquidas, blandas ó en papilla,
s son duras ó tienen mas consistencia , como cuando son los ór-
— Í2 3 -
gánosdel sugeto intoxicado, se hacen pedacitos, se malaxan , ó trituran
en un mortero con arena limpia, pura, ó con vidrio molido, como lo
propone Jaquelain. Devergie los calienta con ácido clorhídrico , y Orfila
lo hacia con agua régia. . _
Sea cual fuere el medio , luego que están divididas , se deslien en me-
dio litro de agua destilada por 100 gramos de materia , se hace pasar una
corriente de cloro lavado, hasta que no se formen mas capas blancas al-
rededor de las burbujas de cloro , ó que las materias tomen un aspecto
blanquecino. Luego se tapa el frasco que contiene las materias; se deja
digerir por espacio de doce á veinte y cuatro horas , se filtra , se concen-
tra el licor y se somete á la acción de los reactivos generales y espe-
cíales.
El aparato de Boissenot puede servir para esta operación. Consiste en
un Irasco de unos tres litros, con espita, lleno de ácido clorhídrico, el
cual se coloca en un apoyo encima de una botella de 8 á 9 litros , tapada
con un tapón de dos agujeros : el uno da entrada á un tubo recto termi-
nado por arriba en embudo , y destinado á recibir el ácido del primer
frasco ; por el otro extremo alcanza cerca del fondo de la botella. Esta
contiene dos kilogramos de una papilla hecha con hipoclorito de cal , al
que doscompone el ácido desprendiendo cloro. El otro agujero tiene un
tubo doblemente encorvado; por un extremo metido en la botella cerca
del cuello , recibe el gas que se desprende por el otro introducido en un
frasco casi hasta su fondo y le da salida. Este frasco contiene las mate-
rias sospechosas , que han de recibir la acción del cloro.
Si las materias son muy duras, como sucede á veces con productos de
putrefacción, gordura cadavérica, etc., habrá que proceder de otro modo.
C. Agua régia y galvanismo.— Proceder de Gaultier de Claubry y Briand.
Se calientan á menos de 60 á 80 grados las materias ya divididas en un
balón con ácido clorhídrico humeante, y se añade poco á poco ácido ní-
trico. Todas las materias se destruyen así, excepto las grasas, y el lí-
quido se queda transparente. Las grasas se condensan enfriando en la
superficie. Se lavan varias veces, haciéndolas fundir en agua destilada.
En los líquidos filtrados, reunidos y concentrados suficientemente , se
sumergen dos láminas de platino que comunican con los dos polos de
una pila de corriente constante , la de Bunsen , por ejemplo ; ó bien una
lámina de zinc al polo negativo, y otra de platino al positivo para tener
una acción mas rápida.
Después de cierto tiempo, que no va mas allá de ocho á diez horas, la
lámina de platino se cubre de una capa formada por el metal ó los meta-
les de la disolución. Se lava la lámina, se seca , y se trata con ácido ní-
trico ; se evapora hasta sequedad el nitrato que resulta , se toma con
agua y se ensaya con los reactivos.
D. Acido clorhídrico y clorato de potasa.— Es el proceder de Millón. Se
eslíe una dada cantidad de materias en el agua destilada , extendida con
dnsT» SU Peso clorhídrico puro humeante en un balón de
,™s>al cual.se adapta un tapón de vidrio con dos agujeros, uno
la r<rnv ablerto en ambos extremos de 55 á 60 centímetros de
H Podarla!10 de pncho - ei otro corto sumergido en una probeta con agua
v a, Q uJ T calieata cerca de la ebullición por espacio de cuatro horas,
y se agua ae cuando en cuando. Las materias se disuelven y toman un
color moreno oscuro. J
Se hace hervir dos 6 tres minutos, luego se introduce por el tubo recto
— ni —
ñor porciones de 16 á 18 gramos de clorato de potasa por 100 de mate-
ria cuidando de removerlo de continuo. Se desprenden gases dorados,
y el líquido se pone claro, amarillento, sobrenadando materias carbono-
sas y resinosas. , . . . ,
Se enfria, se filtra, se mezclan los líquidos con las aguas de lavadura del
residuo del filtro y el líquido condensado de la probeta , y se hace pasar
por ellas durante una hora una corriente de ácido sulfhídrico, y se preci-
pita un sulfuro ; se echa todo sobre ei filtro, se lava el sulturo con agua
destilada ; se hace hervir con un poco de ácido clorhídrico humeante en
un baloncito, se añaden fragmentos de clorato de potasa para acabar de
destruir la materia orgánica. Añádase al terminar la reacción agua desti-
lada ; caliéntese para arrojar el cloro ; hecho esto, se filtra y se somete lo
filtrado á la acción de los reactivos.
En estos últimos tiempos Millón ha dado á conocer otro proceder para
destruir Jas materias orgánicas. Consiste en dividir la materia vegetal , ó
animal en fragmentos pequeños que permitan ser introducidos fácilmente
en una retorta de cristal tubulada, en la que se echa ácido sulfúrico puro
y concentrado, que no debe llenar mas que el tercio próximamente déla
capacidad de la retorta , y su peso debe ser, cuando menos, cuádruple
del de la materia bruta no desecada.
Se calienta suavemente hasta que se haya disgregado ó disuelto la ma-
teria en el ácido sulfúrico ; luego se hace caer por la tubulura de la re-
torta , por medio de un embudo largo, ácido nítrico , que se va aña-
diendo poco á poco, casi gola á gota , y se va elevándola temperatura.
El objeto de este primer tiempo de la operación es destruir los cloru-
ros incorporados á la materia orgánica; dura media hora próximamente;
pasada esta , se saca la mezcla de la retorta y se pone en una cápsula de
platino, la que se calienta progresivamente hasta que se ha conseguido
una evaporación rápida del licor sulfúrico ; el cual pierde muy pronto su
primer aspecto negruzco y toma un color variable amarillo, naranja, ó rojo.
A cada adición de ácido nítrico se nota una decoloración apreciable;
mas con la acción del calor el líquido sulfúrico adquiere con rapidez un
matiz mas oscuro. Se continúa adicionando ácido nítrico , mientras el lí-
quido se colora, y se obtiene por fin, luego que se ha destruido ó expul-
sado completamente la materia orgánica, una simple disolución de las sus-
tancias minerales normales y otras , en un exceso de ácido sulfúrico, que
se acaba de expulsar por el calor.
El residuo puramente salino es blanco, exento completamente de car-
bón , y su análisis queda reducida á las condiciones mas sencillas de la
análisis mineral.
Graduando con cuidado la acción del fuego al fin de la operación, no
solo el arsénico y el mercurio se encuentran en el residuo, sino todos los
demás metales.
En rigor una retorla de vidrio puede bastar para la evaporación , y en
este caso es fácil condensar en un balón los productos de la reacción , evi-
tando que se esparzan por el aire. No obstante, la destrucción orgánica
es mas rápida , y sobre todo se verifica mejoren la cápsula de platino.
Eos carbonatas , los cloruros, los bromuros y yoduros, lo mismo que
i d,e ácicJo 0r^nÍG0 contenidas en las m'aterias destruidas, son
reempiaaadas en el residuo por sulfatas ( 1 ),
[') Joum. de phurrn. el de chim, ls<>4.
— 72?) —
El objeto de cada uno de estos medios es destruir las materias orgáni-
cas para obtener licores lo mas puros que sea posible , y someter lo fil-
trado á la acción de los reactivos.
Muchas veces se consigue este objeto ; mas en algunos casos no basta,
ó no se obtienen resultados completamente satisfactorios.
Por eso los toxicólogos no emplean comunmente dichos medios, prefi
riendo pasar acto continuo á la carbonización de las sustancias.
Sin embargo, no dejan de ser útiles las operaciones hasta aquí expues-
tas , en especial el método de Reinsch , que es muy sencillo y eficaz , v
da buenos resultados en muchos casos, ya que no en todos. De tal ma-
nera quedan desprovistos de veneno los materiales líquidos , que en los
casos de intoxicación por el arsénico, el aparato de Marhs , tan sensible
comoes, no ha podido revelar vestigio alguno. Todo el veneno se había
depuesto en las láminas ó espiral de cobre. El último, de Millón tam-
bién, conduce ventajosamente al objeto.
Y dado caso que no se quisiese confiar á estos procederes toda la reso
lucion del problema , podría operarse de ese modo con parte de las ma-
terias, y con otra parte, acudiendo á la carbonización.
Como quiera que sea, puesto que ya hemos dicho cómo se procede,
cuando solo se quiere destruir las sustancias orgánicas por medio de
agentes químicos , pasemos á los medios de carbonizar esas sustancias,
2.® Carbonización.
Remos indicado que puede hacerse de varios modos. Rabiemos, pues,
de cada uno de ellos, por el mismo órden.
A. Con el ácido mineo.-— Tanto en los casos en que se emplea este ácido,
como en los que se emplean otros, las materias pueden carbonizarse , ya
directamente, ya de una manera indirecta. Cuando lo primero, se hace
evaporar los líquidos hasta sequedad , y los blandos se desecan ; en se-
guida se someten á la acción del ácido. En el segundo, se hacen hervir
antes en agua acidulada con ácido clorhídrico, acético ó nítrico ; luego
se evapora hasta sequedad , v hecho esto se carboniza.
Ora se haga de un modo directo, ora indirecto, se procede del modo
siguiente :
Calentado el ácido nítrico de 41 grados ó de 60 á 80 grados en una
cápsula de porcelana, se toma un peso igual de las materias evaporada >
hasta sequedad ó desecadas, y se echa en aquel á pequeñas porciones.
La materia se disuelve, se mezcla , se tiñe de amarillo, amarillo rojizo,
se pone viscosa, luego aparecen aquí y allá puntos carbonosos , y la car-
bonización se opera con incandescencia mas ó menos viva , desprendi-
miento de vapores espesos, quedando al fin un carbón ligero y es-
ponjoso.
Como, durante esta operación, alguna parte de las materias es pro-
yectada fuera de la cápsula, lo cual es una pérdida que puede perjudi-
car al buen éxito, es menester que la cápsula sea grande, y remover la
mezcla de continuo con una varilla de vidrio. Además debe inclinarse la
cápsula para carbonizar las porciones adherentes á las paredes del vaso;
se recoge el carbón en el centro, se pica con una mano de porcelana en
la misma cápsula, colocada en un rodete de paja, se humecta con agua ré
gia, y luego se hace secar. En seguida se tritura de nuevo, se hace hervir
por espacio de veinte á veinte y cinco minutos en agua destilada, simple ó
- 726 -
acidulada con un ácido cualquiera ; se filtra , se echa el exceso de ácido,
CP tr.ma con agua , y se ensaya el licor con los reactivos.
Filhol , en una tésis en 1848 , propuso añadir de 15 á 20 gotas de
ácido sulfúrico por 100 gramos de ácido nítrico para impedir la defla-
gración y proyección de parte de materias ; Orfila lo ensayó así , y dió
los mas ventajosos resultados.
El cuadro siguiente puede servir de guia para saber las proporciones
del ácido y las materias desecadas.
Materias. -‘leído nítrico.
Sangre
. . 90
gramos. . .
áOO
gramos
Cerebro, cerebelo
. . 180
id
í 1 00
id.
Corazón. ......
. . 51
id. . . .
150
id.
Hígado
. . 360
id. . . .
1 060
id.
Bazo
. . 40
id. . . .
100
id.
Estómago, intestinos. . . .
. . 90
id. . . .
270
id.
Riñones
. . fio
id. . . .
180
id.
Carne muscular
. . 660
id.
2060
id.
11. Acido nítrico y clorato de potasa. — Se opera del mismo modo yen
las mismas proporciones que con el ácido nítrico solo; no hay mas dife-
rencia sino que se añade de 1/10 á 1/15 de clorato de potasa de la canti-
dad de materias.
La deflagración es tan considerable á veces, es tal la incandescencia,
y la proyección de las materias tan abundante, que si no se tiene cui-
dado de menear continuamente para facilitar el desprendimiento de los
gases que resultan de la reacción del oxígeno, del ácido y del clorato
sobre las materias, se puede echar á perder la operación. Luego se trata
el carbón del propio modo que en el anterior proceder. Si se deja en-
friar la cápsula , el carbón atrae la humedad y se le separa mejor de las
paredes para llevarle al centro.
C. Acido sulfúrico.— Proceder de Flandin y Danger. Estos prácticos no
evaporan hasta sequedad el líquido, sino hasta consistencia blanda , ha-
ciéndose mejor así la carbonización; en cuanto á las partes sólidas las
cortan á pedacitos. Ponen estas materias en una cápsula de porcelana
con 1/3 de ácido sulfúrico de la cantidad de materias empleadas. Calien-
tan progresivamente y menean la mezcla de continuo con una varilla de
vidrio. La materia se disuelve; la mezcla se ennegrece, se espesa, se hin-
cha, y al fin se carboniza con desprendimiento de vapores acuosos y sul-
furosos.
En tanto que esto se efectúa , el operador, con la varilla , desprende el
carbón de las paredes del vaso, se lleva al centro, sin dejar de revolver
la mezcla, hasta que se acabe la carbonización. En seguida se quita la
cápsula de la lumbre con unas tenacillas , se coloca encima de un ro-
dete de paja, y se deja enfriar ; luego se mira con una lente ai sol, para
ver si se distinguen glóbulos metálicos, y en seguida se pulveriza en la
misma cápsula con una mano de porcelana; se humecta con ácido nítrico
ó agua regia , para transformar en ácido sulfúrico el ácido sulfuroso, y
destruir en lo posible la materia orgánica con la completa transformación
del oxígeno é hidrógeno en agua; se vuelve la cápsula al fuego, se deseca
ae nuevo el carbón , se vuelve á sacar como antes , y se vuelve á tritu-
árid’ seiecí? c?ntidad suficiente de agua destilada simple ó acidulada con
fría °vC«of í? rico 6 nítrico » y se vuelve á calentar ; luego se saca , se en-
1 * nUra ; se concentra el licor, y se analiza con los reactivos.
- 727 -
En los casos en que se sospecha que el veneno pueda ser volátil, como
cuando es arsénico 6 mercurio, se debe operar en vaso cerrado.
Berard de Jtfontpellier disuelve las materias en el ácido, y luego las
mete , por medio de un tubo largo, en una retorta de vidrio, á la que
adapta un recipiente constantemente enfriado ; la mitad de la pieza está
cubierta de lúten ó barro, y aplica el calor con cuidado. Luego calienta
la retorta hasta el rojo oscuro, para completar la carbonización ; rompe la
parte de la retorta cubierta con el lúten , y opera sobre el carbón dentro
de la misma retorta , como los demás en las cápsulas. Con esto obtiene
un licor límpido, puro, no espumoso, siquiera le introduzca en el aparato
de Marhs, con la particularidad que, aun cuando sea arsenical el veneno,
no hay vestigio de él en el recipiente, como producto de la destilación (*).
Acido sulfúrico y cloruro de sodio. — Schneider introduce las materias
sospechosas mezcladas con una parte igual de cloruro de sodio en una
retorta bitubulada, á la que se adapta un recipiente tubulado y un frasco,
mitad lleno de agua; Echa en la retorta ácido sulfúrico concentrado, deja
reaccionar, al principio en frió, y luego calienta ligeramente. El ácido
clorhídrico que se forma convierte el ácido arsenioso, cuando este es el
veneno, en cloruro de arsénico, que se condensa en el balón ; la otra se
va al frasco con el gas clorhídrico. Luego trata los productos destilados,
reunidos , con el ácido sulfhídrico, y los mete en el aparato de Marhs.
De todos estos procederes, el mejor, mas sencillo y mas seguro, es el
de Flandin y Danger, ó el del ácido sulfúrico ; ó el del nítrico con la adi-
ción del sulfúrico. El de Schneider solo sirve para los preparados arse-
nicales , y aun no dan todo el resultado apetecible; el del ácido nítrico y
clorato de potasa no puede servir para todos los venenos , y es muy difí-
cil, por no decir imposible, evitar la deflagración y proyección de la
sustancia , y el residuo contiene mucho carbonato de potasa , cloruro po-
tásico, lo cual exige mucho ácido para disolver el veneno. El del ácido
nítrico, como no se añada al sulfúrico, también deflagra y proyecta sus-
tancias; de consiguiente , expone á pérdidas y á malograr la operación;
inconvenientes deque está completamente libre el proceder de Handin y
Danger. No vacilamos , pues , en recomendarle con preferencia á todos
los demás , siempre que se trate de carbonizar toda sustancia envene-
nada ó sospechosa, tanto por lo dicho, como porque es aplicable á las sus-
tancias orgánicas mas diversas , y ya que no á todos los venenos , á mu-
chos más que los otros , y á los que con mas frecuencia se encuentran en
la práctica.
3.° Incineración.
Otros prácticos no se contentan con carbonizar las materias sospecho-
sas ó sometidas á las análisis ; las reducen á cenizas. Como también se
incineran de diferentes modos, vamos á hablar sucesivamente de cada uno.
A. Con el nitrato de potasa. — Proceder de Rapp , modificado por 7 ne-
nard , Orfila , Chevalier, Fordos , Gelis , etc. Fundándose Rapp en que el
oxígeno del ácido hade quemar los elementos de la materia orgánica, en
tanto que la base ha de fijar los venenos volátiles , iba echando las ma-
terias, préviamente desecadas, en el nitro en fusión , dentro de un ma-
traz. Mas la incineración es lenta, incompleta, por lo cual otros la han
abandonado ó modificado.
(*) Galtier, obracit., p. 6i.
— m —
Thenard, por ejemplo, disolvia las materias en el ácido nítrico, evapo-
raba hasta sequedad , y luego procedía como Rapp.
Orfila disolvia el nitrato en las materias líquidas , evaporaba hasta se-
quedad ; las blandas ó sólidas, como los órganos, las molla húmedas
aun , con potasa pura, el doble de su peso de nitro, y 500 á 700 gramos
de agua destilada, calentando hasta la disolución, y luego evaporaba
hasta sequedad. . , _ ,
Fordos y Gelis hacen hervir las materias en el agua, añadiendo poco a
poco potasa al alcohol de 10 á lo por 100 de materias blandas, hasta que
están disueltas; saturan el cocimiento de ácido nítrico extendido, el cual
precipita mucha materia animal ; filtran y evaporan hasta sequedad. Con
esto se evita ó dismi nu ve la deflagración.
Preparadas así las materias , que es en lo que mas se diferencian los
autores indicados, creyendo cada uno que mezcla mas íntimamente el
nitro con ellas, y se hace la incineración mas rápida, mas completa , y
con menos proyección de materia; se echa de uno á dos gramos por por-
ciones en un crisol de ílesse nuevo ó de porcelana , calentado antes al
rojo oscuro ó sombrío, esperando cada vez á que cada porción se inci-
nere. La deflagración es vivísima , se desprende mucho gas , vapores ni-
trosos, acuosos, etc., y por último, queda en el crisol una materia sa-
lina compuesta de nitrato, hiponitrato, carbonato de potasa, sales de la
materia orgánica y del metal venenoso.
Cuando está todavía en fusión, se vierte en una cápsula de porcelana,
préviamente calentada ; se lava bien el crisol con agua caliente , se re-
unen los productos , y se deslie en cantidad suficiente de agua.
Según los venenos que sean , se trata ese producto de diferente modo.
Si sospechamos , por ejemplo, que sea arsénico ó algún preparado ar-
senical , se tratan primero en frió, luego en caliente con ácido sulfú-
rico, el cual desaloja el carbónico, nítrico é hiponítrico que se opondrían
al del hidrógeno en el aparato de Marhs ; luego se concentran los licores
y se echan en el aparato, ó someten á la acción de los reactivos.
Cuando son otros venenos, se tratan ios productos salinos con ácido
nítrico, que los disuelve , se saturan con potasa y se precipitan con una
corriente de ácido sulfhídrico, el que convierte el veneno en sulfuro; el
ácido clorhídrico le hace pasar á cloruro ; luego se filtra y se concentra
lo filtrado, se filtra de nuevo, y se somete á la acción de los reactivos.
B. Con el nitrato de cal. — Proceder de Devergie. Desécanse las materias
á un calor moderado, y se pesan. Se deslien en seguida en un poco de
agua , se hace hervir, se añade por porciones fragmentos de potasa al
alcohol, hasta que estén disueltas, y se mezcla un peso de nitrato de
cal, igual al de las materias, y 1/4 de cal viva.
Hasta que todo esté hecho una masa pulverulenta ó grumosa, se menea
de continuo. En seguida se eleva la temperatura y se pone la materia
morena , y si se coloca encima ó á los lados un carbón encendido, se
inflama, comunicándose la combustión de capa en capa; así se obtiene
un producto calcáreo mezclado con fragmentos de carbón. Deslíese con
un poco de agua , y se añade , á un calor suave, ácido clorhídrico, gota á
gota , hasta que no haya mas efervescencia ; se extiende la mezcla en
agua destilada, se filtra para separar el carbón, y se someten los licores
ln«° 0r0S- ó de ?oior ámi)ar al aparato de Marhs, si es arsénico, ó á
o reactivos, si es cualquier otro veneno.
• ncweracion simple.— Después de babcr desepado las materias sóli-
- 729 —
das, ó evaporado hasta sequedad los líquidos, se echan por porciones
en un crisol de Hesse ó de porcelana , al aire libre , teniéndole de ante*
mano calentado, y hasta que se carbonizan, se menean con una varilla
de cuando en cuando. Hecho esto, se calienta el crisol al rojo, hasta que
el producto se incinere.
No siempre se llega á este resultado, como no se laven muchas veces las
materias calcinadas ó reducidas á carbón , y según cuales sean las mate-
rias, las grasas, por ejemplo, y fosforadas, como el cerebro, es insufi-
ciente lavarlas , y es necesario humectar el carbón con ácido nítrico mas
de una vez , para que sea la incineración completa.
Las cenizas tienen color diferente , según el veneno, y á veces se ha-
llan laminillas ó partículas de metal , que lavando se separan. También
puede hallarse el metal al estado de óxido ó de cal: unas y otras se di~
suelven en el ácido nítrico ó agua regia calentando; se evapora hasta se-
quedad para echar el exceso de ácido, se disuelve el nitrato ó el cloruro
en agua destilada , se filtra y se ensaya.
Tales son los medios de incinerar, los cuales, á la verdad , no sirven
de gran cosa. Siquiera Tordos y Gelis prefieran el proceder de Rapp,
modificado por ellos, á la carbonización por el ácido sulfúrico, en espe-
cial cuando se trata de arsenicales , es una operación que requiere mu-
cha práctica; hay que emplear muchos y abundantes reactivos, y no es
posible separar completamente el veneno del sulfato de potasa.
El proceder de Devergie , aunque este y Gaultier de Claubry le prefie-
ren al del nitrato de potasa , porque con la cal se dividen mejor las mate-
rias y no deflagran, útil en los casos de materias putrefactas y de ve-
nenos arsenicales , tiene también sus inconvenientes , en especial como
proceder aplicable á todos los venenos. Por último , el de la simple inci-
neración solo puede aplicarse á pocas sustancias minerales, de metal fá-
cilmente reducible , como oro , plata , plomo , etc.
Oe la exposición que precede resulta que, según los casos , así son las
operaciones; y que cuando no se obtiene resultado, examinando exterior-
mente las sustancias sospechosas, separando con las pinzas, carta , etc.,
los pedacitos, decantando, separando los líquidos de los sólidos, filtrando
aquellos, desliendo unos y otros en agua destilada, coagulando con al-
cohol y el calor concentrado , volviendo á tomar con agua , y haciendo
hervir por espacio de media hora las- sustancias desleídas y tratadas luego
con alcohol ; v, por último , filtradas para poner el licor en estado de en*»
sajarle con los reactivos, como lo llevamos indicado en el caso cuarto y
al principio de este ; se pasa á destruir las sustancias orgánicas por cl^pro-
ceder de Reinsch , ó el ácido clorhídrico y el galvanismo, ó el de Gaul-
tier de Claubry y Briand , que son los preferibles, ya sea sometiendo a
este proceder todas las sustancias, ya solo parte de ellas, para someter
a. otra á los tanteos de la carbonización.
yue si tampoco así se obtiene resultado, ó se destina parte á ello, s
carbonizan por el proceder de Flandin y Danger, ó sea con el ácido sut-
tunco, ó el nítrico, por ser los que mejores resultados dan , tanto si se <-
de cometer el licor á los reactivos , como al aparato de Marhs, el que i
se emplea sino en los casos de arsénico v antimonio, ó por lo menos so o
en ellos da buenos efectos de ensayo.
Las incineraciones raras veces producen lo que se desea, y siempre es.
preferible la carbonización en los términos indicados.
Cuando se trate de los órganos extraídos del sugeto envenenado, siete.
- 730 -
pre ,nas duros ó compactos que las demás materias, siquiera sean sóli-
das, puesto que se reducen á pedacitos, y que malaxándolos se acaba de
vencer su cohesión natural , no ha de haber gran diferencia en las ope-
raciones, ya se trate de simples cocimientos, con ebullición ó sin ella, ya
de destrucción por medio del ácido clorhídrico ó demás agentes quími-
cos, ya de la carbonización é incineración , puesto que , en último resul-
tado, todo viene á ser lo mismo.
Acaso los cocimientos y ebulliciones necesitarán mas tiempo , por la
sencilla razón de que , habiendo sido absorbidos los venenos durante la
vida , han penetrado más en los parénquimas , en la íntima textura de
los tejidos; y para deshacer las combinaciones en que han entrado, para
desprenderlos de los principios plásticos con los cuales están unidos , es
preciso hacer obrar por mas tiempo el agua destilada , sola ó avivada con
un ácido, con la cual se hace hervir. Por eso se necesita mucho mas
tiempo para llevarnos ciertos metales que naturalmente existen en los te-
jidos , como por ejemplo : el plomo, hierro y cobre , que raras veces fal-
tan , por no decir nunca, en los tejidos del tubo digestivo. La diferencia
del tiempo con que nos las llevamos, igualmente que la cantidad, sirven,
como lo verdinos en su lugar, para distinguir si esos metales, lo mismo
que otros cuerpos , proceden de los alimentos, existen naturalmente, ó
han sido ingeridos en una intoxicación.
Cuanto hemos dicho, pues, de las materias procedentes de los vómi-
tos, deyecciones, contenidas en el estómago é intestinos, ó de las no
procedentes del sugeto. con las cuales puede estar mezclado el veneno,
es enteramente aplicable á los sólidos del mismo, á los órganos que,
durante la autopsia , se han apartado para someterlos á las análisis quí-
micas.
Respecto de las heces, raras veces analizadas, hay que tratarlas pri-
mero con ácido clorhídrico para separar las materias salinas , y luego
proceder con las gelatinosas y grasientas, como con las partes blandas.
Otro tanto dirémos de esos coágulos y restos de sustancias sólidas que
en los casos cuarto , quinto y sexto hemos dejado para la acción de los
agentes químicos, con el objeto de destruir las sustancias orgánicas y
carbonizar. Con ellos se hace lo propio que hemos expuesto en el caso
actual para las procedentes del sugeto.
Agotadas todas las operaciones respecto de los líquidos filtrados , los
productos sólidos que se obtienen , y respecto de cuyo destino hemos
ido aplazando la cuestión para el sexto caso , así como en este nos hemos
referido al séptimo , se someten á las operaciones que hemos expuesto en
cuanto á la destrucción de las materias orgánicas por agentes químicos,
y á la carbonización, para someter, por último, el licor que luego re-
sulta, como los líquidos filtrados, á la acción de los reactivos generales
y especiales , y, según los casos , al aparato de Marhs.
INada tenemos, por lo tanto, ya que decir, en cuanto á la marcha que
hay que seguir para analizar sustancias procedentes del sugeto intoxicado,
materias sueltas ú órganos, cuando los venenos sean inorgánicos, ó
cuando nos proponemos ver si , en efecto , pertenece á este reino el que
haya producido la intoxicación. Pasemos, de consiguiente , ahora á ver
qué es lo que hay que hacer cuando el veneno ingerido en nuestra eco-
nomía es orgánico.
- 731 —
PARTE SEGUNDA.
Procederes para aislar el veneno orgánico .
Aquí también se nos ofrecen desde luego disidencias entre los escrito-
res, ó los prácticos; tampoco es uno solo el modo de proceder; también
hay varios, si bien no todos gozan de la misma aceptación ; porque, en
efecto, no dan todos tan ventajosos resultados como algunos de ellos,
por lo mismo mas generalmente seguidos. Hagamos lo que hemos hecho
respecto de los procederes para los venenos inorgánicos. Expongámoslos
todos, y luego dirémos cuál sea el preferible, y el por qué de esta prefe-
rencia.
l.° Método de Christisson , Lassaigne , Orfila, Devcrgie, Chevalier , etc.—
Ora sea que haya antecedentes bastantes para sospechar que el veneno,
en cuya busca vamos, es orgánico; ora que, faltos de todo dato, hayamos
destinado una parte de las materias sospechosas á la análisis de los ve-
nenos vegetales ó animales ; después de haberlas examinado exterior-
mente en los propios términos que tantas veces hemos dicho , como ha-
brá sustancias volátiles, sustancias fijas solubles, mas ó menos ó nada
solubles en el agua, solubles en los ácidos débiles, alcohol y éter; se
desleirán también en suficiente cantidad de agua destilada , formando
una papilla clara, para meterlas, con un embudo, en una retorta bitu—
bulada , unida á un balón ó recipiente siempre enfriado con un chorro
de agua fresca, terminando el aparato la probeta llena de agua.
Destílanse al principio al baño de maría, esto es, colocando la retorta
en un vaso que contenga agua, el cual es el que debe recibir inmediata-
mente la acción del fuego puesto en la hornilla , sin reverbero. La tempe-
ratura debe ser de 60 á 80 grados. Luego se pone en un baño de aceite
ó saturado de cloruro de sodio , hasta que se seque el cocimiento.
Cada vez que se aumenta la temperatura , ó que se muda de baño, hay
que mudar también el recipiente para recoger los productos volátiles
que se hayan reunido en él, como ácido cianhídrico, alcoholes, éteres,
agentes anestésicos, aceites esenciales, principios virosos , etc. Los prin-
cipios fijos, como las resinas, gomo-resinas, materias grasas, alcaloi-
deas , etc. , permanecen en la retorta.
El residuo de la retorta se hace macerar á la temperatura de 35 a 40
grados durante media hora , ya en el alcohol concentrado, solo ó acidu-
lado con el ácido acético ó clorhídrico, ya en agua avivada con uno de
estos mismos. Luego se deja enfriar, se decanta y se trata el residuo só-
lido con nueva cantidad de uno de los mismos vehículos indicados; se
filtra, se evapora lo filtrado hasta sequedad; el residuo de la filtración
se toma con agua acidulada , la que disuelve los alcaloideos, por ejem-
plo, ú otros pincipios solubles en ese líquido , al paso que deja las gra-
sas, resinas y gomo-resinas que el alcohol , su disolvente, pudiese arras-
trar consigo. Se filtra, se evapora hasta consistencia de jarabe , y se trata
lo filtrado con una disolución de potasa, sosa, amoníaco, cal, magne-
sia , ó los carbonatos alcalinos. E! amoníaco se echa gota á gota , hasta
que no se forme precipitado, el cual se disuelve en el alcohol; y cuantió
es alcaloideo el veneno, filtrando y evaporando luego lentamente, el al-
caloideo permanece.
Aquí los autores aconsejan varios modos para separar el veneno, en
especial cuando sospechan que es alcaloideo. Christisson, por ejemplo,
propone el empleo del subacetato de plomo , al paso que Devergie reco-
mienda el nitrato de plata.
Uno v otro, luego de aplicado este reactivo, separan el precipitado
filtrando, y lo filtrado se somete á una corriente de Acido sulfhídrico para
descomponer y precipitar el exceso de subacetalo de plomo ó de nitrato
de plata ; se filtra de nuevo , se concentran los licores, y luego se toma
una de las indicadas bases alcalinas para precipitar el alcaloideo, disol-
verle en alcohol V evaporar lentamente la disolución.
En cuanto A las materias grasas , resinosas, óleo-resinosas y demis in-
solubles en el agua acidulada , se tratan con alcohol ó con éter, según
sean ó se presuma ser, ó por porciones separadas para comprenderlas to-
das, y se evaporan las líquidas.
En unos y otros casos hay que evaporar con sumo cuidado, en un ca-
lor suave y al baño maría, al vapor, y mejor al vacío, encima de una
cápsula de Acido sulfúrico , con el fin de no descomponer los venenos or-
gánicos, A los cuales altera pronto el calórico.
Aislado el alcaloideo, se trata con los reactivos propios de estos
cuerpos.
2.° Método de Siass. —Este método, célebre desde el envenenamiento
cometido por el conde de liocarmé en su cuñado Fougnies , en Bélgica,
por medio de la nicotina, y desde entonces proclamado como el mejor y
mas eficaz para el descubrimiento de las sustancias orgánicas, y en espe-
cial de los alcaloideos , se compone de dos parles : la primera tiene por
objeto aislar el alcaloideo de las demás sustancias con que está mezclado;
la segunda, corroborar la existencia de ese alcalóide indicado por la pri-
mera, y acabar de separarle para su revelación.
Para conseguir el objeto de la primera parte , se practican sucesiva-
mente las siguientes operaciones :
1. * Apoderarse del alcaloideo que está mezclado con otras sustancias
(órganos, alimentos, etc.) por medio del alcohol concentrado.
2. ' Atacar ese alcaloideo por medio del ácido tartárico , mejor que el
oxálico, formando con él una sal soluble.
3. * Desalojar de esa disolución el alcaloideo por medio del bicarbo-
nato de potasa ó sosa puro y pulverizado , que se le lleva el ácido tartá-
rico, sin darle el carbónico que se marcha.
4. * Decantar el éter y llevarse el alcaloideo con el que le disuelve.
5. * Evaporar el éter, quedando el alcaloideo por residuo.
Como hay alcaloideos líquidos y volátiles, y sólidos y fijos, según cual
sea el residuo de la primera parte del método de Slass , se procede á la se-
gunda, la que se reduce, si el residuo es líquido y volátil, á tratar el todo,
tal como queda en la tercera operación de la primera parte, con una di-
solución de potasa y el éter decantado con agua acidulada con ácido sul-
fúrico, y si es fijo, á emplear de otro modo dichos reactivos, poniendo ya
en disposición al alcaloideo á ser reconocido por sus reactivos caracte-
rísticos.
^ Dada esta idea general de las partes de que se compone el método de
Stass, de las operaciones sucesivas de cada una y de su objeto particu-
lar, descendamos á los pormenores de su ejecución.
4-* parte. Operación l.1— -Se toma una porción regular, si la cantidad
jo permite , de las sustancias sospechosas (estómago . intestinos , hígado,
»azo , etc. , cortados á pedacitos, materias blandas, etc.), y se somete
— 733 —
varías veces, en frío, á la acción de una cantidad de alcohol concentrado,
doble del peso de aquellas. Revueltas en este licor, se toman con un
lienzo nuevo , y dentro de él se exprimen , retorciendo ei lienzo en una
cápsula que recibe el alcohol. Cuando se crea que este líquido ha podido
apoderarse del alcaloideo , contenido en esas sustancias , disolviéndole,
se pasa á la segunda operación.
Operación 2.a— Se toma un balón ó matraz de cuerpo esférico y cuello
corto; se echan en él los licores alcohólicos procedentes del lienzo, donde
se han exprimido las sustancias , de medio á 2 gramos de ácido tartárico
cristalizado, mejor que no de oxálico, según sea mas ó menos la cantidad
de materia ensayada ; se coloca el balón en un baño de maría , y se ca-
lienta á una temperatura de 70 á 75 grados, hasta que el líquido adquiera
consistencia de jarabe.
Llegado á este punto, se saca del baño, se coloca encima de un rodete
de paja y se deja enfriar. Ya frió, se filtra echándole en un filtro de plie-
gues de papel Rerzelius. Agolado el licor del filtro, se lava con alcohol
concentrado y se recoge este nuevo líquido en la misma copa que el pri-
mero, si su capacidad lo consiente , y concluido esto, se evaporan los lí-
quidos filtrados y reunidos, ya al vacío dentro de la máquina neumática,
ya á una corriente de aire, á* una temperatura que no pase de 35 grados.
Regularmente con esa evaporación se presentan materias grasas y cuer-
pos insolubles, de los cuales hay que deshacerse , para lo que se echa lo
evaporado otra vez en otro filtro, mojándolo antes con agua destilada;
filtrado ya, se vuelve á evaporar hasta casi sequedad en el vacío , ó den-
tro de una campana que contenga una cápsula de ácido sulfúrico con-
centrado, ó á una corriente de aire como antes; se trata el residuo evapo-
rado ó condensado con alcohol anhidro y en frió varias veces ; se filtra
otra vez, y otra vez se evapora en los términos indicados.
Operación 3.’— El residuo evaporado se disuelve en la menor cantidad
de agua destilada posible y se echa lo disuelto en un frasco , probeta ó
vaso de boca ancha , de 35 centímetros cúbicos de capacidad , y se va
echando en él poco á poco bicarbonato potásico ó sódico puro y bien pul-
verizado , hasta que no haya efervescencia , lo cual prueba, que todo ei
ácido tartárico ha abandonado el alcaloideo , combinándose con la base
del carbonato ; el ácido carbónico se ha marchado , produciendo la efer-
vescencia, y el alcaloideo ha quedado libre.
Operación 4.a — Se echa en dicho vaso , en el estado que le deja la ope-
ración tercera, dos ó tres volúmenes de éter sulfúrico y se agita ei todo,
con ei fin de que el éter se apodere bien del alcaloideo y le disuelva;
luego se deja reposar; el éter busca la parle superior por su menor peso
específico, y se lleva consigo el alcaloideo.
Operación o. '—Cuando el éter queda tranquilo, se decanta, y repitiendo
con nueva cantidad de éter esta operación, al fin se decanta un poco en
una cápsula pequeña de porcelana y se deja evaporar espontáneamente.
Evaporado el éter, el alcaloideo permanece en la cápsula, quedando ter-
minada la primera parte del método de Stass.
2.a parte, — El alcaloideo , según hemos dicho, puede ser líquido ó só-
lido. Si lo primero, se ven en la cápsula, donde se ha evaporado el éter,
estrías circulares aceitosas, ó un anillo en pequeñas séries, que van ga-
nando el fondo del vaso. Ai solo calor de la mano se volatiliza un tanto
y desprende un olor masó menos desagradable, picante, sofocante,
igual al del alcaloideo, con mezcla de un olor propio de materia animal.
Si es fijo, queda un residuo sólido ó un producto líquido, incoloro , le-
choso, que tiene en suspensión el alcaloideo con olor desagradable de
materia animal. Ambos vuelven el color azul al papel de tornasol. Sin
embargo , cuando el alcaloideo es sólido , puede no dejar residuo con lo
hecho. .
Cuando ese residuo es liquido oleoso, formando estrías circulares, como
en los casos en que es nicotina ó conicina, luego de obtenidos los resulta-
dos de la parte primera, se procede del modo siguiente:
1. * Se añade el producto que resta en el frasco de boca ancha, después de
la cuarta operación de la primera parte de este método , de 1 á 2 centíme-
tros cúbicosde una disolución concentrada de potasa ó sosa cáusticas (al-
gunos autores indican que se añada ya este cuerpo, al practicar la cuarta
operación de la primera parte ; pero” Gaultier de Claubry y otros lo tie-
nen entonces por inconveniente) y se agita el todo. Cuando queda en re-
poso, se decanta el éter en un frasco-probeta, y se agita el residuo por
medio de este vehículo; esto es, se repite dos ó tres veces la misma ope-
ración, y se reúnen los licores.
2. a A” los licores reunidos se añade 1 ó 2 centímetros cúbicos de agua
acidulada por una quinta parte de su peso de ácido sulfúrico, se agita, se
deja reposar.
3. a Se añade á los licores tratados con el ácido sulfúrico una disolu-
ción concentrada de potasa y sosa.
4 . * Se toma con éter el todo, se agita, repitiendo la operación dos ó
tres veces y se decanta el éter cada vez.
5. * Decantados los licores, se dejan evaporar espontáneamente, y
para separar el amoníaco, que se forma en estas operaciones, se expone
por algún tiempo el vaso en el vacío encima del ácido sulfúrico. El alca-
loideo se presenta en el fondo de la cápsula, á modo de una gota aceitosa
y se puede pasar á reconocerla por sus reactivos mas característicos.
Cuando el alcaloideo tratado en la primera parte del método de Stass,
es sólido y lijo , se procede como sigue :
1. ° Si no hay residuo con la evaporación del éter, se añade al licor
preparado en la operación cuarta de la parte primera , una disolución de
potasa ó sosa cáusticas, como en el caso anterior.
2. ° Evaporado luego el éter, deja alrededor de la cápsula un residuo
sólido ó en los términos arriba indicados. Se le añaden algunas gotas de
agua acidulada por la quinta parte de ácido sulfúrico, poniéndolas en
contacto con todos los puntos de la cápsula, que tal vez no los mojan por
la presencia de materias crasas.
3. ° Se decanta lo disuelto y límpido, ó filtra; se lava el residuo con al-
gunas gotas del agua acidulada, y se hace evaporar debajo de una cam-
pana, teniendo encima una cápsula de ácido sulfúrico concentrado.
4. ° Se añade al residuo una solución muy concentrada de carbonato
de potasa puro.
5. ° Se toma todo con alcohol absoluto, se decanta y evapora , y el al
caloídeo se presenta aislado al estado cristalino y dispuesto á revelarse
por sus reactivos propios.
Este método, al que dió lugar la investigación de la nicotina, Stass lo
aplicó luego á otros alcaloideos, conicina, morfina, codeina, narcotina,
estricnina, brucina , veratrina, colchicina , emetina, solanina, atropina,
mosciamina , acomtina , delfina , anilina y petinina . que es como si di-
jéramos casi á todos los que mas figuran en los estudios químicos , y al fin
- Tá5 -
acabará por dominarlos todos siendo todos los conocidos capaces de for-
mar sales solubles con los ácidos en el agua y alcohol , en cuyo estado
son atacables por las bases alcalinas minerales , quedando desalojados,
apoderándose de ellos luego el éter que acaba de aislarlos y evaporándose,
se concibe cómo el método de Stass puede ser general. Solo podría haber
dificultades en los casos en que los alcaloideos no fueran solubles en el
éter hídrico, como ya lo observó Lefort y Reveill. Sin embargo, Virg ob-
tuvo la estricnina, y Petit asegura con hechos , que la morfina se obtiene
también, á pesar de su insolubilidad, en dicho éter. Otro tanto afirma
Valser; pues si bien conviene con Lefort y Reveill , que el éter hídrico no
disuelve la morfina, dice que, sustituyendo á dicho éter el acético, este
disuelve todos los alcaloideos. Por lo tanto , el método de Stass adquiere
toda su fuerza y valor, como general.
Como lo hemos visto, Stass rechaza para esas investigaciones el empleo
del subacetato de plomo , que tan importante papel desempeña en el mé-
todo de Christisson , Orilla, etc. , igualmente que el del carbón animal,
ávido, como lo hemos consignado en su lugar, de bases alcaloideas.
Para Stass, el acetato básico de plomo no precipita , ni aun en exceso,
todas las sustancias orgánicas que se quiere y se necesita separar; y el áci-
do sulfhídrico , cuya corriente va seguida del empleo de la sal de plomo
para precipitar el exceso de este , se combina con muchas sustancias or-
gánicas , las vuelve alterables y susceptibles de tomar color rápidamente
al aire, y al propio tiempo que exhalan un olor muy infecto, la sal plúm-
bica empleada para la precipitación , introduce plomo en los productos é
impide reconocer el que puedan tener.
Modificación del método de Stass por el doctor Yañez.—A. pesar de estas re-
flexiones, mi amigo el ilustrado doctor D. Teodoro Yañez comunicó ver-
balmente en la sesión del Congreso médico español , celebrado en 1804
en Madrid, una modificación que ha introducido en el método en cues-
tión , versando precisamente en el empleo del subcetato de plomo y una
corriente de ácido sulfhídrico, rechazados por Stass y ios que siguen la
práctica de este químico belga. ílé aquí como procede dicho doctor, se-
gún lo que se lee en el libro titulado /leías de las sesiones de dicho Con-
greso, pág. 142.
Practicada la segunda operación de la primera parte, trata las mate-
rias por medio del acetato de plomo; filtra por papel Rerzelius, para sepa-
rar el precipitado que se forma, y somete el líquido filtrado donde queda
el alcaloideo, al estado de sal en disolución, á una corriente de ácido sulf-
hídrico para eliminar, ai estado desulfuro insolitble, el exceso de sal plúm
bica disuelta en el líquido , y que pudiera complicar el resultado de la
operación. Sostiene esa corriente por espacio de una hora; cree tener la
seguridad de que se ha precipitado todo el plomo; se deja posar el sulfu-
ro, se filtra, se lava el residuo con agua destilada avivada con unas go
tas de acido acético; se reúnen los líquidos, y en ellos se encuentra en
estado de pureza el alcaloideo combinado con los ácidos orgánicos.
Para obtenerle, se evapora al baño de mana, con lo que al propio
tiempo que se reduce el vehículo, se acaba de marchar el ácido sulfhí-
drico que puede quedar en él. Puede seguirse hasta sequedad esa eva-
poración, ó hasta que se halle eti estado de cristalizar, siendo excusado
decir que el residuo será la sal alcaloidea, la que podrá ser ensayada
con los reactivos propios de estas sales.
Si se quiere obtener al estado puro, ó de alcaloideo cristalizado, si es
- 736 —
susceptible de ello, y si no al amono, bastará precipitar la sal alcaloi-
dea disuelta por un álcali mineral ; tratar el precipitado por alcohol en
ebullición, y dejarle evaporar lentamente para que cristalice , si es cris-
talizable, y entonces se puede pasar á reconocer qué alcaloideo es.
Las razones principales que ha tenido mi buen amigo, para la modifi-
cación propuesta, se fundan principalmente en la sencillez del proceder
y en la no solubilidad de ciertos alcaloideos; mas, sobre no ser la sen-
cillez mucho mayor que la del método de Stass, es una ventaja que ex-
pone á los defectos ya indicados de la presencia del plomo y del ácido
sulhídrico, reconocidos ya como inconvenientes, antes que por Stass,
por Devergie, que en lugar de ta sal plúmbica emplea el nitrato de plata;
y respecto de ios alcaloideos insolubles, sabiendo que el éter acético, en
especial con alcohol , disuelve todos los alcaloideos, no hay que temer
que el método belga no dé un resultado satisfactorio.
De todos modos, respecto de ese método, tal como le emplean todos ó
modificado, hay un momento en el que el alcaloideo se ha de someter á
sus reactivos de grupo , división y especie.
Si resultase mas de un alcaloideo, su diferente solubilidad en el éter
y sus reactivos , al estado de sal , los distinguirían , pues que no dan to-
dos los mismos resultados.
3.° Proceder de Flamlin.— Este práctico mezcla las malerias sospecho-
sas con el 1 por 100 de su peso de cal anhidra; deseca la mezcla á jOO
grados con el objeto de coagular las materias proléicas, alúmina, fibri-
na, etc. , y descomponer las materias colorantes, las pulveriza, las agita
varias veces con alcohol absoluto é hirviente y filtra después de haber
enfriado.
Los licores no tienen color ó muy poco, y solo contienen ya el alca-
loideo y las materias crasas y resinosas. Los hace evaporar lentamente;
trata el residuo con el éter, el cual disuelve las materias crasas, y deja
el alcaloideo, si no es soluble en este líquido, como sucede con la mor-
fina, brucina y estricnina, las cuales se separan por decantación.
Si el alcaloideo es soluble en el éter, se toma el residuo alcohólico ó el
etéreo con un disolvente especial de las bases orgánicas; el ácido acético,
por ejemplo , á 10 grados, y se precipita la base del acetato con un poco
de amoníaco. £1 alcaloideo disuelto en el alcohol hirviendo, cristaliza, ó
se depone por la evaporación espontánea de este líquido.
í.° Método de Rabourdin. — Este práctico propone el empleo del cloro-
formo y el del carbón para la análisis de los alcaloideos.
Respecto del cloroformo , le mezcla con los extractos coagulados y fil-
trados con cuatro gramos de potasa cáustica y treinta de cloroformo por
litro de jugo ó extracto, y agita el todo por espacio de un minuto. El clo-
roformo se carga así del alcaloideo y de materia colorante , deponién-
dose en el fondo del vaso al cabo de una hora. Se decanta el líquido que
sobrenada ; se lava el cloroformo con agua destilada hasta que se quede
límpido. Se destila al baño maría en una retorta bitubulada ; se toma
el residuo con agua acidulada con el ácido sulfúrico que disuelve el alca-
loideo, si es soluble en él, y deja las malerias; se filtra, se añade un
ligero exceso de carbonato de potasa , se trata el precipitado con alcohol.
La solución da por evaporación espontánea el alcaloideo sólido con
cristales.
Respecto del carbón se purifica con ácido clorhídrico. Se precipita el
alcaloideo con subacetato de plomo , se filtra y se agita con carbón , y se
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deja descansar. El licor se destifie, pierde su sabor amargo, se lava el
carbón ; se seca á la estufa , se trata luego con alcohol hirviente , se eva-
pora este al baño maría , y enfriando , depone una materia pulveru-
lenta , que disuelve el alcohol, dando por evaporación espontánea el al-
caloideo.
5. ° Método de Plocter. — Emplea también este práctico el cloroformo
casi en los mismos términos que 'Rabourdin , pero tan solo le ha aplicado
á la cantaridina. Trató 30 gramos de cantáridas, por espacio de cuarenta
y ocho horas , en el aparato de desalojamiento, con 00 gramos de clo-
roformo , desalojando á este en seguida con alcohol á 0,885, y ha-
ciendo evaporar. La cantaridina se obtiene mezclada con gpasa. Esta es
absorbida con papel Joseph ; se disuelve la cantaridina con cloroformo
mezclado con alcohol, y evaporando luego, se depone el principio in-
mediato puro y cristalizado.
6. ° Método de Morin , Dublanc , Henry , Alian, etc. — Estos autores ó prác-
ticos agitan las materias sospechosas que pueden contener alcaloideos, en
especial la morfina, daturina, digitalina , etc., con agua aguzada con
ácido acético; se evapora á sequedad ; tratan el residuo con alcohol hir-
viente de 36 grados ; filtran y precipitan los licores alcaloideos con el
tanino ó una maceracion de nuez de agallas. El tanato del alcaloideo
que se forma, queda disuelto, y se deponen las demás materias orgánicas;
se filtran ; se extienden los licores con un poco de agua, y se tratan con
una disolución de gelatina , la cual forma con el tanino ó ácido tánico un
tanato insoluble ; el alcaloideo desalojado queda disuelto , se filtra ó de-
canta , y se obtiene por evaporación.
7. ° Proceder de V. Uslar y de J. Erdmann. — Fundados estos químicos:
l.° en que las bases vegetales libres son solubles en el alcohol amílico,
sobre todo en caliente; 2.° en que el agua pura, ó mejor aun , alcalini-
zada, aunque sea en gran cantidad, no se apodera de esas bases así di-
sueltas; y 3.° en que las separa completamente, cuando se acidula de an-
temano con ácido clorhídrico, por ser los cloruros orgánicos que se for-
man poco solubles en el alcohol amílico, han ideado el proceder si-
guiente :
Se toma cierta cantidad de la materia sospechosa y se reduce á papilla
con agua acidulada con ácido clorhídrico; luego se deja en digestión du-
rante dos horas á una temperatura de 60° á 80° c. Se cuela al través de
un lienzo ó estameña mojada; se trata el residuo con agua caliente, igual-
mente acidulada , y después de haber reunido los líquidos, se añade
amoníaco en ligero exceso; se concentra á fuego desnudo, y luego se
concluye de evaporar hasta sequedad, en un baño de maría. El residuo
se trata con alcohol amílico caliente , y se filtran las soluciones por papel
humedecido con este mismo líquido.
El producto de esta filtración contiene por lo común materias crasas ó
colorantes, que se eliminan agitando vivamente el líquido en agua casi
hirviendo, á la que se ha añadido un poco de ácido clorhídrico: el alcohol
amílico cede entonces el alcalóide, mientras que retiene la mayor parte
de las sustancias grasas ó colorantes, pudiendo separarse por medio de
una pipeta de gutta-percha ; agitando enseguida el líquido acuoso y ca-
liente con una porción de alcohol amílico, se consigue, sin gran trabajo,
separar todas las materias extrañas , de modo que se obtiene un líquido
incoloro, en el que existe la base orgánica en estado de cloruro.
Se concentra un poco por evaporación , se adiciona amoníaco en ligero
TOTTímOGÍA. — M
- 738 -
exceso, y se añade en seguida alcohol amílico hirviendo , el cual después
de haber agitado fuertemente, se apodera del alcalóide.
Obtenido este le traían con reactivos especiales de los que hablarémos
luego.
8-° Proceder de Sonnenschein. — Este químico descubrió que el ácido
fosfo-molíbdico es un reactivo , que precipita también casi todas las bases
orgánicas, en especial las azoadas; así la nicotina no precipita; tampoco
lo nace la digitalina, que ya llevamos dicho no ser alcalóide, y en cambio
precipita varias materias colorantes. A la presencia del amoníaco, ese
ácido precipita un alcaloideo por poca cantidad que exista de él ó de
una sal alcaloidea, y el precipitado es poco soluble no solo en el agua,
sino ni en el alcohol , éter y ácidos minerales diluidos. El ácido nítrico
concentrado é hirviendo y los acético y oxálico en ebullición disuelven
un tanto esos precipitados. El cítrico y el tartárico hacen otro tanto, solo
que con estos reactivos se reduce en el acto el ácido fosfo-molíbdico. En
cambio los hidratos , fosfatos, carbonatos y boratos alcalinos disuelven
fácilmente los referidos precipitados, desalojando el alcaloideo; otro tanto
sucede con las tierras alcalinas y óxidos de plata y plomo , y si el con-
tacto dura algún tiempo, se separa el alcaloideo y se forma un fosfo
molibdato metálico.
El ácido fosfo-molíbdico es altamente sensible; un diezmillonésimo de
grano de estricnina se revela con un grano de ácido fosfo-molíbdico;
da todavía un precipitado notable; de suerte que es muy bueno para do
sar los alcalóides.
Para descubrir uno de estos en una materia sospechosa, cuando se ob-
tiene un líquido procedente de ella, se acidula este con ácido clorhí-
drico, se evapora hasta consistencia de jarabe; se íiltra, y en seguida
se trata con ácido fosfo-molíbdico lo filtrado. El precipitado que resulta
se lava con agua que contenga una pequeña porción de los ácidos nítrico
y fosfo-molíbdico.
Preparado de esta suerte el precipitado , se introduce en un balón con
barita cáustica, comunicando el cuello de aquel con un tubo conductor,
y este con otro de Liebig, que contenga ácido clorhídrico, y este con
un recipiente sometido á un calor suave. Si la base alcalina es volátil, se
recoge en el recipiente; y si es fija, se hace pasar por el residuo una cor-
riente de ácido carbónico, y en seguida se trata con alcohol concentrado,
que disuelve el alcaloideo , obteniéndole de este modo casi puro.
Schulze ha presentado un reactivo para los alcalóides precipitándolos
en blanco excepto la brucina, á la que da un color hermoso rosado, que
puede también utilizar. Echando gota á gota en el percloruro de antimo-
nio una disolución acuosa de ácido fosfórico, se obtiene ese rectivo.
9.° Proceder de Graham ó diálisis. — No se reducen á lo hasta aquí ex-
puesto los medios propuestos para aislar las sustancias venenosas orgá-
nicas, de las que impiden la acción de los reactivos, sin apelar á la des-
trucción de estas últimas; tenemos todavía otro proceder, que en estos
últimos tiempos ha hecho mucho ruido , ideado por Grahain , profesor de
Londres, el cual ha dado un nombre, que ha tenido fortuna, á lo que
Uutrochet, muy versado en la observación de esa clase de fenómenos
exP5r*DQení0S » llamaba osmosis, endósmosis y exósmosis. Graham ha
diulitis al proce(*er’ en ^ vamos á ocuparnos con alguna extensión,
Este proceder, ó la diálisis, no viene á ser otra cosa que un modo de
— 739 —
aislar sustancias venenosas, por medio de su paso, al través de una mem-
brana colocada entre dos líquidos. *
Sabido es, desde hace tiempo, que dos líquidp§ de naturaleza diferen-
te, separados por una membrana orgánica, presentan el notable fenó-
meno siguiente: en la mayoría de los casos, uno de esos cuerpos tiende á
penetrar en el otro para mezclarse con él , sin que este haga otro tanto.
Éste era el fenómeno llamado antes osmosis. Si el paso se efectuaba de
fuera á dentro tomaba el nombre de endósmosis, y si se efectuaba de den-
tro á fuera exósmosis. íloy eso se llama , como lo hemos dicho, diálisis.
Graham ha hecho estudios particulares sobre esos fenómenos, que,
aplicados á las análisis químicas toxicológicas , han dado hasta cierto
punto satisfactorios resultados. Las sustancias solubles en el agua, con
respecto á esa forma de ensayo, se han dividido en dos clases : coloideas
y cristaloideas. Estas atraviesan fácilmente la membrana, al paso que las
otras lo hacen con dificultad mayor ó menor; de lo cual se sigue que por
este medio se pueden separar de un líquido en que esten mezcladas.
La albúmina, la gelatina, la goma, las grasas y otras sustancias orgá-
nicas análogas son coloideas , no pasan ó tardan mucho en pasar, mientras
que las que son cristalizables, como muchas sales minerales , ácidos y ál-
calis orgánicos , se difunden fácilmente en el agua , que se halla al otro
lado de la membrana.
Si, por ejemplo, hay ácido arsenioso, morfina, estricnina, etc., mezcla-
dos con la sangre, leche, suero, etc., puestos en el aparato correspon-
diente con la membrana que separa esos humores del agua; el ácido
arsenioso, la estricnina, etc., se difunden, pasan al través de esa mem-
brana al otro lado; el agua, que antes no contenía nada de eso, da se-
ñales de contenerlo, en tanto que ni la sangre , ni la leche, ni el suero, ó
sea la albúmina, ni otra sustancia coloidea atraviesa la membrana, con
lo que se consigue la separación de dichos principios venenosos, los cua-
les pueden acto continuo ser sometidos á la acción de los reactivos.
El proceder, pues, no puede ser mas sencillo; así fuera tan eficaz y
general. Si siempre diese tal resultado, tendríamos, por lo menos respecto
de las sustancias cristaloideas, un medio segurísimo de aislar esas sus-
tancias en las análisis químicas , muy superior á los anteriormente ex-
puestos»
Veamos, pues, cómo se procede en estos casos y qué aparato se nece-
sita para ello. Luego dirémos lo que en el estado actual podemos esperar
del proceder de Graham , ó de la diálisis.
El aparato consiste en un manguito de vidrio ó gutapercha, en una
de cuyas extremidades se fija, por medio de un hilo ó bramante, una lá-
mina de pergamino artificial ó vegelal. Este pergamino, llamado dializa-
dor, no es otra cosa que una hoja de papel tratado con ácido sulfúrico y
que le da una consistencia parecida á una membrana animal.
En el interior del manguito se introduce la sustancia que se ensaya
al estado de papilla ciara ó líquida, y hecho esto, se mete por el extremo
donde esta atado el pergamino en un vaso que contenga un poco de agua
destilada. Este vaso se fiama recipiente.
Al cabo de algunas horas , se examina el agua , y en ella se encuen-
tra ya una gran parte de la sustancia tóxica cristalóide, que contenga
la papilla ó liquido interior, exenta de cantidades sensibles de sustancias
orgánicas. Si se prolongase por mas tiempo la operación, ya irian pa-
sando las coloideas, y otra vez la tóxica estaría impura.
- 740 —
para examinar el agua , se evapora hasta sequedad á la cuarta parte,
ó la mitad, según los casos, y luego se trata con los reactivos correspon-
dientes. Si se 'ha reducido á sequedad algún alcaloideo, hay que tomarle
con alcohol de 95 grados, y luego someterle á las debidas reacciones.
Si á pesar de este ensayo, la análisis del agua exterior no acusa la
presencia de cuerpo alguno tóxico, se considera como una prueba de
que no existe, en especial si es crislaióide , y aunque sea coloide, si pasa
mucho tiempo y tampoco se revela.
En cada ensayo, sobre tener muy limpio el manguito, hay que mudar
el pergamino.
Este sencillo aparato, y las leyes físicas en que descansa . pueden dar
mejores resudados , estudiando las leyes de la absorción y difusión , y ei
influjo que la adición de ciertas sustancias, temperatura, etc., pueden
ejercer en el paso de las sustancias, desde el interior del manguito, ai
agua exterior, al través de la membrana ó pergamino artificial. Ya el mis-
mo Graham observó que ei ácido clorhídrico facilita la difusión de mu-
chas sustancias poco dializables de suyo.
En lugar del papel apergaminado, y atado al manguito , puede servir
un vaso de porcelana tosca, igual al que sirve para las pilas de Bun-
sen ; puesto que funciona muy bien y presta mas espacio que el papel
del manguito. Tiene sin embargo un inconveniente atendible: como se
lia de mudar de dializador en cada ensayo, resultaría un tanto caro el
uso de los vasos de porcelana. Guignet ha propuesto el barro de pipas
poco cocido. Las alcarrazas ó botellas de barro pueden suplir.
El uso del papel es lo mas económico ; puesto que sobre no ser caro,
el mismo operador se lo puede preparar de esta manera.
Se toman pliegos de papel sin cola, como el que sirvo para filtros, y se
sumergen en una mezcla enfriada de 300 partes de agua y de 100 6 de
ácido sulfúrico concentrado , hasta que se queden traslúcidos ó traspa-
rentes. El tiempo de inmersión no debe durar mas que de algunos según
dos á minutos, según la temperatura y el grado de espesor que tenga la
hoja del papel.
Se retira y lava puesto varias veces en aguas sucesivas, por úliimo en
el agua ligeramente amoniacal, que satura los últimos restos del ácido sul-
fúrico. Se hace secar definitivamente entre dos pliegos de papel Joseph y
se somete á la prensa.
Con ese contacto por pocos momentos con el ácido sulfúrico, el papel
toma una textura diferente , sin que por eso cambie su composición ele-
mental , se hace mas resistente y semeja al pergamino.
Por la facilidad con que se halla ese papel en el comercio, no vale la
pena de elaborarle.
Expuesto lo que es la diálisis v cómo se opera para separar, por el pro-
ceder de Graham , las sustancias tóxicas de las que las impurifican, di-
gamos algo acerca de la eficacia de este proceder.
A la diálisis le ha sucedido lo que al método de Stass y otros procede-
res que hemos visto. Ha tenido y tiene sus partidarios entusiastas y sus
adversarios, ó por lo menos sus Aristarcos mas severos, que no se dejan
funT'^ ^0r eí. . en resultado en ciertos casos, ni creen ver en este nn
níSnft?me?to salido para generalizar su aplicación y volver inútiles ó su
perttuos ios demás medios.
dpr spi^In^í'08.’ ó poco entusiastas, le achacan el defecto de no po-
® nerai, de no dar siempre resultados, de no poderlos dar en
- 741 -
muchas ocasiones , fundándose en los propios principios de la diálisis.
Por de pronto, la sustancia ha de ser cristalizare, cristalóide, para qué
pase pronto; si es colóide, tarda , -y tardando, ya entran también las de-
más sustancias orgánicas en el agua. Si el veneno en cuestión , por lo
tanto, es de los colóides, ya tenemos inutilizado el proceder.
Para que obtengamos resultados, es necesario que exista alguna canti-
dad de veneno en las materias que analizamos , y en este caso no hace
falta; los demás medios sirven perfectamente.
Si la sustancia venenosa ha contraido combinaciones con los princi-
pios inmediatos de los arrojados por vómitos, ó con los de los tejidos v
órganos, la sangre, leche, etc. ; tampoco ha de producir efectos, puesfo
3ue no se han de destruir esas combinaciones insolubles , ni se han de
isolver, y por lo mismo, no han de pasar al agua, al través del dializador.
Esto es lo* que ha de suceder en una infinidad de intoxicaciones por las
sales metálicas y otras muchas.
Todos los venenos que , en el acto del ensayo, se hallen al estado de
combinación insoluble, ó poco soluble, no podrán dar resultado.
Siquiera los experimentos se hagan con ciertas sustancias, las circuns-
tancias son ficticias , no son las que acompañan los casos de envenena-
miento , y por eso no están en armonía esos experimentos y los efectos
obtenidos por algunos peritos químicos en los casos judiciales.
A estas y otras consideraciones análogas se reducen las objeciones di-
rigidas contra el proceder de Graham , á pesar de lo que alegan sus en-
tusiastas partidarios, los Grandeau, los Cossa, los Lefort, los Reveill y
demás que han hecho ensayos , no solo con las sustancias cristalóides
inorgánicas y orgánicas, sino con las colóides.
Grandeau ha publicado varios experimentos de la aplicación de la diá-
lisis á los alcalóides venenosos, inclusa la digitalina, que no lo es; comu-
nicando sus resultados á la Academia de ciencias de París, con la parti-
cularidad de que no ha ensayado solo en las sustancias libres, sino mez-
cladas con las que suelen presentar los casos prácticos de envenenamiento .
En el primer experimento operó con la digitalina pura, y el resultado
fué completo. En el segundo, con la orina normal y fresca, con la que
mezcló la digitalina. En 45 centímetros cúbicos de aquella puso 2 de una
disolución dé 6,50 de esta y 100 de agua. Hubo vestigios de digitalina.
En el tercero mezcló separadamente morfina, brucina y digitalina con ma-
terias animales , estómago é intestinos de un perro algunas horas des-
pués de muerto, y siempre hubo resultados (*) .
M. Lefort ha hecho también experimentos sobre la digitalina (2) , y el
doctor Casares ha publicado igualmente algunos que le- pertenecen (3),
respecto del cardenillo, estricnina, extracto de opio y ácido arsenioso.
Los primeros hechos que refiere el doctor Casares, son experimentos; el
último es un caso práctico pericial, y al referirlos, alude á otros muchos
que le han dado análogos resultados, por lo cual cree que la diálisis es
preferible al método de Stass, que tiene por enojoso.
No es necesario que acumulemos, ni experimentos, ni casos prácticos,
para dar á la diálisis lo que de derecho le corresponde y para compren-
der que algunos de los inconvenientes , que ciertos autores le encuen-
tran , no son de peso.
(') Hoperl. de pharm.—Joum. de chim méd. , lS()í.
('•*) Journ. de pharm. et de chim.. < 864.
(®) Restaurador [arinacdulico, 1864.
- • 742 —
rmrp los escritos modernos sobre este importante punto que nos pare-
pp «en eral mas aceptables, creemos que puede contarse la Memoria
presentada por M. Reveill á la Academia de ciencias de París, cuyas con-
clusiones son las siguientes : • . t ......
1 * La diálisis, es decir, la separación de las sustancias cnstaloideas de
las coloideas , por medio de una membrana ó vasos porosos, puede apli-
carse con ventaja, en algunos casos, á la investigación de los venenos y á
su separación de las materias orgánicas.
2/ La presencia de materias grasas es un obstáculo para conseguir
esa operación, y tanto mavor cuanto mas consideiable sea su cantidad
v mas emulsionadas se encuentren.
‘ 3.* La separación es tanto mas rápida, cuanto mayor sea la diferencia
de temperatura que existe entre los dos líquidos, el del dializador y el
del recipiente, aunque no tarda en establecerse el equilibrio.
La presencia de sustancias albuminosas es un obstáculo mucho mas
poderoso, cuando se trata de venenos que puedan formar con ellas com-
binaciones insolubles; tales son las sales de cobre, mercurio, hierro,
plomo, estaño , etc. Es preciso en estos casos, y cuando la diálisis haya
dado resultados negativos, elevar la temperatura del líquido hasta la
ebullición, añadiéndole un ácido, el nítrico por ejemplo, ó el clorhídrico;
separar el coágulo, dividirle, hacerle hervir con agua acidulada por el
mismo ácido, recoger los líquidos, reunirlos y someterlos á la acción del
dializador.
5. a La presencia de sustancias albuminosas no es tan perjudicial con
las materias no capaces de combinarse con ellas; tales son los álcalis or-
gánicos , los ácidos arsenioso y arsénico, los arsenilos, los arseniatos y
los cianuros alcalinos, etc. No obstante, la diálisis se efectúa mejor y
con mayor rapidez, cuando se hace la separación prévia por el agua aci-
dulada y la ebullición; es preciso en todos los casos operar sobre los re-
siduos coagulados.
6. a Sean las que fueren las precauciones que se adopten, la separación
de las materias tóxicas cristaloídeas no es nunca bastante absoluta, para
3ue se pueda obrar directamente sobre e! producto dializado por medio
e los reactivos comunes.
7.* La separación de los álcalis orgánicos disueltos con los líquidos de
origen animal, leche, orina, sangre, caldo, bilis, etc. , se verifica con
lentitud y de un modo especial para cada uno de ellos. A veces se pro-
longa la diálisis durante cinco á diez dias; se puede acelerar cambiando
el agua del vaso interior y la membrana del septum ó diafragma cada
veinte y cuatro horas.
?•* comprobarse la presencia de los álcalis orgánicos en el lí-
quido dializado, por medio del yoduro doble de mercurio y de potasio,
y cuando se trate de un líquido incoloro , se puede operar- directa-
mente sobre el precipitado, para caracterizar el alcalóide que le cons-
tituye. 1
9.* Ciertos álcalis orgánicos, como la atropina, aconitina, daturina,
solamna, veratrina , y entre los cuerpos neutros la digitalina , no pueden
caracterizarse suficientemente por medios químicos, y para poder afirmar
su presencia en las materias sospechosas ante la justicia, es absojuta-
meAte Preciso recurrir á la experimentación fisiológica.
en*,:.,3 nnsma experimentación será indispensable en todos los casos
1 ios alcalóides mejor caracterizados, como la morfina, la estric-
- 743 -
? nina , la brucina, etc., hayan sido aislados impuros y mezclados con ma-
terias extrañas, que modifican ó disfrazan las reacciones (4).
Fuera de las dos últimas conclusiones de M. Reveill, las demás pueden
considerarse como muy de acuerdo con lo que arrojan los estudios he-
chos, hasta el día, por medio de la diálisis. M. Reveiíl va mas lejos de lo
que le da la experiencia, cuando de la ineficacia del proceder de Graham
ó de los demás medios químicos , respecto á caracterizar ciertos alcalói-
des, deduce la necesidad de la experimentación fisiológica. Lo uno no tiene
nada que ver con lo otro. Idónea ó no la diálisis para aislar alcaloideos
mas ó menos puros ó completamente, no por eso se sigue que sea indis -
f pensable ni absolutamente necesario, acudir á dicha experimentación. Otros
medios tiene el arte mas sólidos, mas garantidos y mas apoyados en
la experiencia para suplir, el proceder de Graham , como lo hemos visto,
en la que se pueden fundar conclusiones mucho mas lógicas y científicas
que el á que quiere que apelemos M. Reveill , sin advertir que lo que
propone es un medio mucho mas impotente y falaz que el que desecha
para ciertos casos, como esperamos demostrarlo en su lugar (2).
Tales son los diversos procederes adoptados por varios prácticos hasta
el dia, con el objeto de aislar las sustancias venenosas orgánicas, de aque-
llas con las que están mezcladas simplemente , ó mas ó menos íntima-
mente combinadas.
Guardando para luego y en un párrafo aparte , formar de todos ellos
un juicio crítico mas detenido, con el fin de sacar en limpio qué es lo que
debemos hacer, en un caso práctico, bien podemos decir aquí, que lo pri-
mero que salta á la vista, al exponer todos esos medios, es que casi todos
ellos, por no decir todos, se limitan al aislamiento de los alcaloideos y
aun no de todos estos. Así Flandin se limita á la investigación de la mor-
fina, estricnina y brucina; Rabourdin á la atropina, quinina, cinconina,
con el cloroformo, y con el carbón á la digitalina , silicina , escilitina , ari-
ciña, colocintina, estricnina, hiosciamina, nicotina, morfina, narcotina,
quinina. Plocter se ha referido tan solo á la cantaridina. Morin y consor-
tes á la morfina, daturina , digitalina y otros. Stass , aunque considera su
método como general, y como tal le tienen los que le han adoptado , ha
ensayado principalmente con algunos alcaloideos.
No hemos visto nada relativo á los ácidos ni á otros venenos, que no
son ni ácidos ni alcalinos. El que con mas visos de generalidad se presenta
es el de Ghristisson, Orfila, Devergie, etc-, ó sea el primero, el cual viene
á ser casi igual al expuesto para las sustancias inorgánicas; hasta que con
el subacetato de plomo se trate de saber de qué reino es el veneno.
De suerte que , si hemos de guiarnos por lo que cada uno de esos mé-
* todos comprende, podremos tenerlos como mas ó menos ventajosos para
analizar venenos orgánicos alcaloideos.
Sin embargo , como el extraer una sustancia consiste siempre en ais-
larla de las demás, tratándola con agentes ó reactivos que se apoderen
de ella, ya disolviéndola y apartándola de las insolubles, va precipitán-
dola y separándola así de las solubles, claro está que esos mismos proce-
. deres modificados , respecto de los reactivos, pueden conducir al descu-
brimiento de todos los demás venenos.
Hé aquí por qué los autores consideran al de Stass como el mas venta*
(') Qar.et. hebd.—fíull. de Therap. 1861.
t (*) No hablamos aquí de un método llamado general, propuesto por Tardieu y Roussin,
por las razones que verémos luego.
— 744 -
oso no solo para la extracción ó descubrimiento de los alcaloideos, sino
también para todos los demás venenos orgánicos.
Al primero se le achaca que no da los productos bastante puros, y que
el empleo del subacetato de plomo complica el caso con la introducción
de esa sustancia extraña. Los de los demás se limitan á determinados
venenos; si pudiesen generalizarse, serian mas aceptables, en especial la
diálisis y el proceder de Rabourdin con el carbón. Ya hemos dicho en
otra parte que el carbón es contraveneno de todos los venenos orgánicos
por su facilidad de absorberlos. A. la misma propiedad debe el ser un
gran reactivo para descubrirlos. Los absorbe; y apoderándose de ellos
por medio de un disolvente , serán fácilmente obtenidos. Si en todos los
casos diesen buen resultado, le consideraríamos preferible al mismo de
Stass, puesto que es mucho mas sencillo.
Como quiera que sea, cuando se trate de investigaciones hechas en las
materias procedentes del sugeto intoxicado ó de sus órganos, relativa-
mente á venenos orgánicos, si después délos ensayos que acabamos de in-
dicar, no podemos obtener resultado alguno, no hay que pensar en la des-
trucción de las materias orgánicas por los diversos medios antes descri-
tos, ni en carbonizaciones ó incineraciones de este ó aquel modo ejecuta-
das, porque los venenos orgánicos se destruirían por igual. Eso puede
hacerse respecto de los inorgánicos ó minerales , oorque los indicados y
hasta los ácidos no se destruyen en esas altas temperaturas; mas no en
los orgánicos, cuya combinación se destruye, en cuanto el calor llega á
ciertas temperaturas elevadas.
Si el resultado es negativo , no hay mas que atenernos á él y sacar de
ello la consecuencia contraria ó no á la realidad del envenenamiento,
según lo que dirémos en la Filosofía de la intoxicación , al hablar del valor
lógico de las análisis químicas.
OCTAVO CASO.
Marcha que hay que seguir para analizar los líquidos del sugeto intoxicado,
Cuanto acabamos de decir de las sustancias vomitadas , arrojadas por
cámaras blandas alimenticias y órganos del sugeto envenenado, es apli-
cable á sus líquidos, sangre , orina, leche, etc.; en tales términos que
ha de parecer una ociosidad ó redundancia hablar de estos aparte, como
si las operaciones fuesen otras.
Para prevenir toda reflexión hecha en este sentido, me apresuro á ma-
nifestar que ya no voy á exponer aquí métodos ni procederes para anali-
zar los líquidos procedentes del sugeto intoxicado; porque, en efecto,
todo cuanto llevamos dicho en el caso anterior y en el de las mezclas en-
teramente líquidas , es completamente aplicable á las materias líquidas
procedentes de la persona viva ó muerta, á la que se sospeche haber sido
dado un veneno orgánico ó mineral.
Lo que mas principalmente me ocupará ahora , es lo que puede espe-
rarse de esos líquidos sometidos á las análisis , dando por expuesto todo
lo que hay que hacer para analizarlos, puesto que he dicho y repito, que
es análogo á lo que se hace con otras materias blandas y sólidas,
orín ill\uidos ,P«eden ser arrojados por vómitos ó cámaras, sangre,
jji™’ leche, saliva, bilis. En cuanto á los primeros , ya van cómpren-
os en los casos anteriores. La leche, la saliva y la bilis, solo en casos
- 745 —
excepcionales se analizan, porque nuestros estudios sobre la absorción
ya nos han puesto en el caso de comprender que pocos vestigios ppdran
tener del veneno.
Creo poder decir otro tanto de la sangre. Raras veces es objeto de aná-
lisis , como no se trate de venenos volátiles que pasan á su torrente en
los casos de intoxicación asfixiante anestésica. En el cadáver hay poca
sangre , y si se coagula , ya entra en el caso de los sólidos , á lo menos
por lo que atañe á su coágulo. En el vivo, solo en los casos de sangrías
se procede ó puede proceder á analizar la sangre. Algunos se han san-
grado con este objeto.
La orina es la que mas se analiza , ya porque se puede obtenei* por lo
común bastante cantidad, tanto en el vivo como en el cadáver; ya porque
los riñones son una vía por donde se expulsan naturalmente casi todos
los venenos, y de consiguiente, en ese humor excrementicio se han de
hallar los vestigios de las sustancias venenosas, en especial si la expul-
sión se hace no mucho tiempo después de la ingestión del veneno.
Sea, sin embargo, lo que fuere, repetimos que, respecto de los líqui-
dos del cuerpo humano,- se procede del propio modo que con los sólidos,
menos las operaciones que tienen por objeto destruir la cohesión de los
órganos; aquí no la hay: la sustancia es líquida naturalmente , ya está
disueíta ; se diluye á lo más en agua destilada , acidulada ó no, y se
mete en la retorta como las demás sustancias, puestas ya al estado
líquido ó de papilla. Todo lo demás es igual , y por lo tanto podemos
dar por terminado cuanto tengamos que decir sobre operaciones analíti-
cas de los líquidos ó la marcha que hay que seguir para analizarlos.
Hemos concluido, por lo tanto, todo" lo relativo á las análisis químicas
cualitativas, en los casos en que el veneno nos es desconocido.
§ III,— Déla marcha que hay que seguir, cuando se conoce el veneno.
Una infinidad de dificultades , algunas de ellas invencibles , que sue-
len presentarse en los casos de intoxicación , cuyo agente ó veneno no es
conocido, desaparece en el caso en cuestión. Esos diversos tanteos que,
cuando no es conocido el veneno, hay que hacer para ir separando gru-
pos de cuerpos, no tienen aquí aplicación ninguna. Ya por sus propieda-
des físicas , botánicas ó zoológicas , ya por las noticias fidedignas que se
han recibido, conocemos el veneno y le designamos , y acto continuo,
para asegurarnos de que realmente es el que nombramos , se echa mano
de sus reactivos característicos. El médico forense, instruido en química,
instruido en toxicología , conoce perfectamente los caracteres físicos y
químicos de cada veneno, y por lo tanto, el problema que tiene que re-
solver es sencillísimo. Decir, esta sustancia es tal veneno, es decir los pro-
cederes, las reacciones que deben acto continuo procurarse. Además de
las propiedades tísicas, se hace constar su reino, si es orgánico ó no lo
su solubilidad ó insolubilidad en estos ó aquellos disolventes; si es
acido, aicalino ó neutro; si precipita con este ó aquel reactivo; y como
todo esto es lo que constituye la historia de cada veneno de por si, es
lógica ia consecuencia que se deduce de todos esos caracléres para de-
terminar el veneno.
Es ocioso que nos extendamos más sobre el particular, por cuanto ya
llevarnos dicho en el párrafo anterior todo lo que debe hacerse para re-
velar los venenos, tanto si están puros, y son sólidos, líquidos, gaseo-
- 7Í6 ~
so* como sí están mezclados con otras sustancias, siendo la mezcla lí-
cuida, en parte sólida, y en parte líquida ó enteramente sólida.
1 Puedo, de consiguiente, considerar como concluidos todos los precep-
tos generales que debe conocer el médico-forense para analizar las sus-
tancias venenosas, en cualquier estado y condición que se le ofrezcan.
Cuando tratemos de los venenos de un modo especial, tendremos ocasión
de ver que cuanto llevo dicho es lo que se hace en semejantes casos , y si
alguna particularidad hay en la análisis de ciertos venenos , si se nece-
sita algún aparato especial , si hay algún método ó proceder, en fin , que
merezca la preferencia, allí y no aquí será ocasión de ocuparnos en ellos.
No queriéndonos mover de nuestro círculo de generalidades, de conoci-
mientos aplicables á todos los casos, hemos debido ceñirnos á lo que va
expuesto.
g IV.— ¿Cuál de los procederes para separar los venenos inorgánicos y orgánicos, de las sus-
tancias con que están mezclados, es preferible en un caso práctico de envenenamiento ?
fiemos expuesto todos los procederes hoy dia conocidos y mas gene-
ralmente empleados, para poder probar pericialmente la existencia de
un veneno, y en los ocho casos que hemos supuesto como posibles, y que
en efecto son todos, á uno de los cuales ha de pertenecer, cualquiera
que se presente en la práctica, hemos podido advertir que las dificulta-
des no empiezan realmente, sino desde el momento en que el veneno está
mezclado con otras sustancias inorgánicas , ú orgánicas.
Los venenos puros , al estado sólido, líquido ó gaseoso , en especial
los inorgánicos se prestan perfectamente á las análisis químicas ; y nada
mas fácil, cuando se tiene un poco de hábito en ello, que determinar
metódica, rápida y exactamente, no solo á qué grupo y á qué división de
este pertenece, sino de qué especie ó de qué género sea el ensayado.
Aun siendo orgánicos, en ese estado de pureza, especialmente si son
los principios inmediatos de las plantas., tampoco son grandes las difi-
cultades que hay que vencer.
Las dificultades empiezan cuando el veneno se nos presenta mezclado
con otras sustancias, alimenticias, ó procedentes de vómitos y cámaras,
y mas aun cuando se trata de analizar las visceras y los humores de los
sugetos que han perecido intoxicados, ó que se sospecha que han sucum-
bido de esta suerte.
Aunque esas dificultades pueden empezar desde el cuarto caso, no he-
mos querido tratar del modo de vencerlas, hasta que hemos hablado del
séptimo , en que se resume todo el interés de la cuestión.
Dividida esta en dos partes, una relativa á los venenos inorgánicos, y
otra relativa á los orgánicos; tampoco hemos visto dificultades de cuan-
tía , respecto de la primera parte.
. Verdad es que no todós los autores proceden del propio modo para
aislar el veneno inorgánico de las sustancias orgánicas con que está mez-
clado, y que cada uno recomienda el suyo, como el mejor, no dejando de
tener sus apasionados.
Pero, como ya lo hemos indicado, después de haber expuesto los di-
ferentes medios de destruir las sustancias orgánicas, y aislar con esta des-
trucción el veneno mineral , hay uno que se lleva la preferencia, y por
poco que se haya actuado en esta clase de casos prácticos, no ha de
a er nadie que no se fije en la carbonización, como preferente á los pro-
- 747 -
cederes de Reinsch , Jacquelin , Gaultier de Claubry y Millón antiguo y
moderno, y á la incineración, que, á decir verdad, raras veces, por no
decir ninguna, conduce á nada, ni nadie acude á ella.
Por buenos , practicables , y sencillos que sean los procederes de
Reinsch sobre todo, y el último de Millón, es mucho mas sencilla y eficaz
la carbonización , siempre que se trate de cuerpos que no se volatilicen
al efectuarla, y que de esa suerte no se escapen y se pierdan.
Nosotros le hemos dado siempre la preferencia, en los numerosos casos
prácticos en que tuvimos que actuar, durante los cinco años que servimos
á los jueces de primera instancia y demás autoridades, como peritos
químico-toxicológicos.
Pero no basta declarar como preferible la carbonización , puesto que
también hemos visto que no están de acuerdo los autores en llevarla á
cabo, ó en destruir de esta manera las sustancias orgánicas. Es necesario
decidirse por un proceder, y este, en nuestro concepto, es el de Flandin,
esto es, con el ácido sulfúrico concentrado.
Sin dejar de reconocer que el proceder de Filhol da excelentes resul-
tados, bien podemos asegurar que el de Flandin es mas eficaz y mas
sencillo. También es el que hemos preferido siempre en todas nuestras
actuaciones, sin que ni una sola vez haya dejado de darnos cuanto puede
dar esa operación químico-toxicológica.
Tanta es la fé, hija de la experiencia que tenemos en ella, y tanto nos
prometemos llegar con ella rápidamente al objeto , que en nuestro labo-
ratorio nos sirve como de método expeditivo. Cuando tenemos un caso , ó
se nos presentan sustancias á la análisis y están mezcladas con otras;
practicadas las primeras operaciones para "enterarnos de lo que sea esa
mezcla, y luego que á simple vista, ó con la lente, y lomándola con agua
destilada un poco, ya nos hemos cerciorado de si hay algnn ácido, álcali,
ó es neutra,- etc., etc.; antes de someter cierla cantidad al aparato desti-
latorio dentro de la retorta, con su recipiente, etc. , siguiendo la marcha
que hemos establecido desde el cuarto caso ; tomamos cierta porción de
las materias sospechosas proporcionada á la cantidad mas ó menos abun-
dante de que podemos disponer, y colocándola en una cápsula de porce-
lana de mediano tamaño á pedacitos, si es sólida , algo concentrada, si es
líquida, le echamos la correspondiente cantidad de ácido sulfúrico con-
centrado , y después de un rato de digestión, durante el cual las materias
se van oscureciendo , sometemos la cápsula al fuego de la hornilla y
carbonizamos, practicando cuanto hemos dicho, al hablar del proceder
de Flandin y de Danger.
Si el veneno en cuestión es mineral, él parece, y desde luego nos ahor-
ramos una série de ensayos ó tanteos por la otra vía de la destilación y
ebulliciones y concentraciones con alcohol y filtraciones, etc., etc.
Obtenido un licor límpido, si la carbonización se ha hecho en debida
reglarse presta á la marcha metódica de los reactivos de los cuerpos in-
orgánicos , bases y ácidos , y no tardamos en reconocer el que sea , in-
cluso cuando hay que echar mano del aparato de Marhs.
Solo en los casos de éxito negativo, en los que así puede ser que
no exista veneno en las materias ensayadas, como que sea volátil u or-
gánico, pasamos á poner en práctica lo que hemos expuesto en los casos
cuarto, quinto, sexto y séptimo; esto es, á colocar en la retorta ó aparato
destilatorio cierta cantidad para recoger lo volátil en los recipientes, y
operar en seguida sobre lo restante en la retorta, etc., etc.
— 748 —
Aconsejamos, pues, á los que hayan de utilizarse de este libro, á que
ha^an lo propio. Es un proceder expeditivo, empezar por donde general-
mente se acaba; pues siendo mucho mas frecuentes los envenenamientos
por sustancias minerales, en especial por el ácido arsenioso y el subli-
mado corrosivo ; con menos trabajo y no sin menos seguridad se llega
pronto al resultado de un modo definitivo.
Esto no quita que para mayor abundancia , para tener todos los datos
y hasta asegurarse , si, además de un veneno mineral , hay otro volátil ú
orgánico, se procede luego á las demás operaciones que hemos expuesto
en su lugar, antes de llegar á la destrucción de las materias con las cua-
les esté mezclado el veneno.
Cuando la carbonización no da resultado alguno, casi podemos asegu-
rar que no se trata de venenos inorgánicos, aunque pueda haber algunos
que se volatilicen : si bien, en punto á los preparados de arsénico y mer-
curio, tampoco hay que temer que se escapen; jamás hemos dejado de
reconocer la existencia de esos cuerpos, cuando los han contenido las
materias analizadas. En la mayor parte de los casos encontramos subli-
mado corrosivo, y en algunos en abundancia; el carbón estaba lleno de
globulillos metálicos fáciles de reconocer á simple vista, y mejor con una
lente, á la luz directa del sol. En otros fue el arsénico, que en el apa-
rato de Mariis nos dió abundantes manchas, y con el ácido sulfhídrico
notables cantidades de sulfuro , siempre que abundaba ese veneno en
¡as materias. Y nada tiene de extraño, puesto que ya llevamos dicho que
Berard de Montpellier, que operaba en aparato cerrado , no podía descu-
brir en el recipiente el menor vestigio de arsénico, lo cual acaba de pro-
bar que no se volatiliza ni pierde nada, siquiera se opere en vaso abierto.
Las dificultades, como lo hemos dicho mas de una vez, se presentan
en los casos de venenos orgánicos, mezclados ó combinados con los teji-
dos y humores del cuerpo humano , y no porque escaseen los medios
propuestos para la separación del veneno : dificultades, primero para ob-
tener el veneno puro, completamente exento de otras sustancias orgáni-
cas, y luego para obtenerle en cantidad suficiente que permita varios
tanteos , no siendo tampoco escasas ni las menores , las que ofrecen los
caractéres químicos , dados por los reactivos de los alcaloideos.
El proceder de Orfila, Christhisson, Devergie, Lassaigne, Chevalier, etc.,
es bueno para descubrir los ácidos orgánicos y las bases alcalinas del mis-
mo reino, y en no pocas ocasiones se consigue resultado satisfactorio; pero
raro es el caso en que, después de la destilación , ebulliciones en vasos
cerrados y abiertos, tratamientos por el alcohol, concentraciones y filtra-
ciones , se obtenga un licor límpido incoloro, que no ponga obstáculo á la
claridad de las reacciones. Siempre se presenta blanquecino ó de un co-
lor amarillo oscuro ó pardusco, en especial si las materias han entrado
en putrefacción; teniendo, como lo hemos dicho, sus inconvenientes el
desteñirle ó aclararle por medio del carbón vegetal ó animal , ya poco
empleado por nadie ea tales casos.
Respecto de los procederes de Flandin, de Rabourdin , de Plocter, de
Monn y otros, de Uslar y Erdmann, y de Sonnenschein , siquiera exami-
nado cada uno , se advierta su sencillez y parezcan muy conducentes al
° feK’ ora sea porque solo den buen resultado respecto de ciertos al-
caloideos, ora que en efecto la práctica no corresponda á los que sus au-
tores respectivos aseguran, ello es que no tienen general aceptación,
i^opudiendo hablar por experiencia personal, respecto de la eficacia
- 749 -
respectiva de todos esos procederes, aplicados á todos los alcaloideos
venenosos y no venenosos, porque no nos sobra el tiempo para dedicarle
á esa dase de ocupaciones, ni en los cinco años de actuaciones periciales
hemos podido alcanzar esa experiencia, porque no era ocasión, ni de
perder tiempo, ni materias en ensayos que podrían ser infructuosos, sino
de emplear el proceder que gozara de aceptación mas general; hay que
respetar esta en la teoría, como la respetamos en la práctica, y así como
en la nuestra no hicimos uso casi nunca mas que del antiguo proceder
de Christhisson y de Orilla, y el de Stass; en este momento, al hacer el
juicio crítico de todos los procederes encaminados á depurar los venenos,
á separarlos de las sustancias con las que están mezclados, para some-
terlos á sus correspondientes reactivos , tenemos que recomendar como
mejores los que acabamos de indicar, y el de Graham ó la diálisis.
Así como hemos preferido el de Flandin y Danger , para la separación
de las sustancias venenosas minerales , carbonizando las materias con el
ácido sulfúrico, por constarnos ser el mejor, fundados en la experiencia
ajena y propia; así también comprendernos que el de esos autores, res-
pecto de las sustancias venenosas orgánicas, no sea generalmente acep-
tado. Sobre ser bastante complicado el modo como emplean el éter para
disolver las sustancias crasas, bien deja concebir que no ha de ser este
el medio mas conducente para separar de ellas el alcaloideo que se di-
suelva en ese vehículo. Así es que en los casos de esa disolución tienen
que valerse de nuevas operaciones y del ácido acético, y aun así, no hay
toda la garantía debida.
El de Rabourdin , respecto del empleo del cloroformo , podrá dar sus
resultados, en cuanto á los alcaloideos que este vehículo disuelva ; mas el
cloroformo no es tenido por disolvente de todos los alcaloides , y desde
luego ya tenemos el proceder invalidado como general, y no sabiendo
de antemano cuando se opera, si el alcaloideo que tenemos entre manos
es ó no de los solubles en el cloroformo, nos exponemos á perder materia
sospechosa y tiempo.
Respecto del empleo del carbón, hemos dicho, al consignar su propie-
dad de retener, no solo las materias colorantes, sino los metales y los al-
caloideos, que acaso un día sirva como de buen medio para las análi-
sis. Su eficacia como contraveneno de Jos álcalis orgánicos conduce á lo
mismo. Sin embargo, aunque pueda seducirnos la sencillez del proceder
de Rabourdin por el carbón , algo debe de imponernos el ver que no se
sigue esa práctica por los hombres mas versados en esas actuaciones.
El método de Ploctcr viene á ser el de Rabourdin por el cloroformo, y
sobre que le son aplicables las mismas reflexiones que hemos hecho,
solo le empleó para obtener la cantaridina. ¿Obtendríamos el mismo re-
sultado con lodos? Seguramente que no, cuando tampoco es adoptado.
El método de Morin , Dublanch , etc. , se encuentra en el mismo caso
que otros que hemos examinado, y si el ácido acético es capaz de for-
mar sales con los alcaloideos, en lo que descansa principalmente el pro-
ceder de Morin; también es cierto que no es general la práctica de M. Las
saigne, que en el método de Stass se valia del ácido acético, en lugar del
tártrico ú oxálico. Gaultier de Claubry advierte que no debe echarse
mano del ácido acético en el método de Stass. Luego, el tanino no es te-
nido por un reactivo general de todos los alcaloideos, puesto que ha ha-
bido necesidad de buscar otros que lo fueran; no hubiera pensado Son-
non schein en su ácido fosfo-molíbdico, ni Cossa y Carpené en el yoduro
_ 750 -
doble de mercurio y de potasio. Otro tanto diremos del poder de la gela-
tina para separar el tanino de su combinación con el alcaloideo.
¡Cuando hay tanto alan de separar los alcaloideos de sustancias orgáni-
cas, se va á echar en una operación gelatina! ¿Estamos seguros que el
ácido tánico se la llevará toda?
El olvido en que yace entre los prácticos ese método, basta para no
tenerle en grande estima.
Aunque el proceder de lisiar y Erdmann con su alcohol amílico (ex-
traído de las patatas) diese los resultados que esos autores aseguran, ni
es generalmente adoptado, ni le aplican ellos mismos mas que á unos
cuantos alcaloideos con determinados reactivos.
En cuanto al de Sonnenschein, ya hemos visto que Cossa y Carpené
le niegan lo que atribuye al ácido fosfo-molíbdico ; alegan las dificultades
de la preparación de este ácido, y las notables equivocaciones á que puede
dar lugar, y como ese proceder está fundado en el empleo de ese ácido,
fácil es concebir que tampoco debe inspirarnos gran confianza.
Solo nos quedan, pues, el método de Stass y la diálisis, ó el de Graham.
Aunque uno y otro son generalmente adoptados, y todos los autores los
recomiendan, no tienen, sin embargo, una aceptación universal. Tam-
bién son acusados como lo hemos visto , de que su aplicación no es de
igual efecto en todos los casos; que no llenan todas las necesidades:
que no siempre se alcanza la separación del alcaloideo en toda su pu-
reza, y respecto de la diálisis, hasta hay quien le achaca que en muchos
casos 'no sirve, no solo porque da paso el dializador á algo mas que ai
veneno, sino que, en no pocas ocasiones, no pasa nada, en especial si el
veneno ha contraido combinaciones con los principios inmediatos de las
materias sometidas al ensayo , como no haya algún agente que las des-
truya y ponga al alcaloideo ó su sal soluble en libertad.
Ya hemos visto también que un distinguido profesor español ha intro-
ducido una modificación en el método de Stass, haciendo una combina-
ción con parle de este y parte del de Chrislhisson y de Oríila.
Sin embargo, no puede negarse que, tanto el método de Stass, como el
proceder de Graham, son los que debemos preferir en la práctica, por ser
los que mas condiciones llenan.
La sencillez de la diálisis la hace preferible á todo, y es probable que
estudiando todos los medios de facilitar la exósmosis, se ha de acabar
por no usar otro. Utilísimo para todos los casos, en los que el veneno está
libre , disuelto y es difusible , se lo hará también , si en lugar de colocar
en el manguito ó vaso de barro las materias sospechosas sin ninguna
preparación, se escogita una, que en todo caso deje el alcaloideo en es-
tado de difusibilidad, lo cual no ha de ser imposible, ni difícil. Recorde-
mos lo que ha dicho Reveill sobre tratarlos con ácido nítrico ó clorhí-
drico, como medio de apoderarse del cuerpo que está combinado con las
materias.
El método de Stass descansa en principios sólidos y verdaderos. La
complicación de que se le acusa no es gran cosa , y con un poco de prác-
tica se ejecutan fácilmente las cinco operaciones de que consta su primera
parte, ni son tampoco cosa mayor las que se practican, luego que la pri-
mera acusa la presencia de un alcaloideo aceitoso, líquido y volátil, ó lijo.
dpn^e-Ct° ^ ^ue ^rico ó sulfúrico no disuelve todos los alcaloí-
aun en las condiciones en que así lo cree Stass , queda destruido
ese inconveniente, que limita la eficacia del método á los alcaloideos soiu-
— 751 —
bles en dicho éter, sustituyéndole, como lo ha propuesto Valser, el éter
acético, que los disuelve todos perfectamente, estando purificado, habién-
dole puesto, por espacio de algunas horas, en contacto con cloruro cálcico,
en polvo y calcinado, y de haberle destilado al baño maría , no reco-
giendo mas que el producto que pasa entre 75 y 80 grados. Es menos
volátil que el éter hídrico, y por lo tanto es necesario evaporar con pre-
caución, al baño maría, la disolución del alcaloide en este éter, si aquel
es volátil.
Vencida esta dificultad , el método de Stass llena todos los requisitos,
por lo menos de un modo relativo; siquiera pueda dejar algo que de-
sear, deja infinitamente menos que todos los demás.
Nosotros le hemos seguido siempre en nuestro laboratorio, además del
de Christhisson, que no ha dejado de darnos resultados algunas veces; y
si bien es verdad que nunca nos ha dado resultado positivo, no ha sido
por su ineficacia , sino porque en las materias no habia alcaloideos ; es-
tando este resultado en armonía con los datos que veiamos en los docu-
mentos judiciales remitidos por el juzgado, relativos á los síntomas pre-
sentados por el sugeto, y á los obtenidos en la autopsia por los peritos
que examinaron el cadáver.
Hemos dicho alguna vez que , en los casos prácticos de envenena-
miento en que actuamos, los más fueron puras sospechas, y los positi-
vos casi siempre provocados por venenos minerales. En otros, como en
dos producidos por el ácido hidrociánico, no fué necesario apelar al mé-
todo de Stass; el de Christhisson fué suficiente , y en uno de ellos bastó
una pipeta para separar de los líquidos del estómago cierta cantidad de
aceite esencial de almendras amargas.
De consiguiente, podemos tener la seguridad de que el resultado ne-
gativo no fué debido á la ineficacia del método, sino á la ausencia de al
ealoídeos. Este envenenamiento, en España, no es muy frecuente, si lo
hemos de deducir por lo que nosotros hemos visto, durante nuestro servi-
cio pericial. Un solo caso vimos en 1844 , época en que no se conocía el
método de Stass, y por el de Christhisson y Orfila pudimos comprobar
la existencia déla morfina en los restos mortales de la llamada María
Bonamot.
Asi, pues, como hemos recomendado para los casos de venenos mine-
rales la carbonización por medio del ácido sulfúrico, proceder de Flaudin
y üanger, recomendamos, para ios de venenos orgánicos, y en especial
alcaloideos , el de Stass.
Respecto de la modificación intioducida por nuestro amigo, ayudante
y colaborador, el doctor Yañez, aunque no se la hemos visto practicar
nunca, durante los cinco años que ha actuado con nosotros en nuestro
laboratorio, respecto de los casos prácticos judiciales que se nos confia-
ron , practicando siempre dicho método conforme lo propone Stass, sin
duda por no haber ideado todavía dicha modificación , ó no tener sufi-
cientes datos para darla á conocer ; no hallamos otro inconveniente que
el atribuido ai proceder de Christhisson: la falta de acción general del
subacetato de plomo sobre los alcaloideos , y la presencia del acido sulf-
hídrico, capaz de atacar ciertas sustancias orgánicas.
Respecto del subacetato de plomo, no vernos una gran razón en lo que
dice Stass, sobre que la presencia del plomo puede hacer dudar de la
existencia de este metal, procedente de un envenenamiento. Aquí no se
trata de esta clase de envenenamientos; se trata de los producidos por
- 752 —
snstancía orgánica , por un akuiüídeo; de consiguiente, esa duda no
'de ocurrir. La existencia del plomo como causante de la intoxicación,
no ha de ser difícil determinarla ; por lo tanto, la introducción del
plomo en el licor por medio del subacetato, no es cosa que aumente difi-
cultades. Por este lado no vemos inconvenientes en la modificación pro-
puesta por el doctor Yañez.
Más los vemos en la del ácido sulfhídrico, y sobre lodo en que ei sub-
acetato de plomo no se considera un reactivo tan general que pueda ata-
car todos los alcaloideos. Si el ácido acético de la sal plúmbica puede
hacer eso, ¿á qué el afan de Sonnenschein por su ácido fosfo-molíhdico?
á qué el de Cossa y Carpené por su yoduro doble de mercurio y de po-
tasio? Cuando se tiene un reactivo general para la separación de ciertos
cuerpos, nadie busca otros.
Como quiera que sea , no consideramos la modificación de nuestro
amigo fuera de propósito, y podemos adoptarla, siquiera por lo que sim-
plifica el método de Stass.
La aceptación del método do Christhisson y del de Stass no nos hace
excluir el de Graham ó la diálisis ; muy al contrario, creemos que es
igualmente aceptable , en especial para todos los casos, en los que los ve-
nenos se hallan en las materias sospechosas , en disolución . ó al estado
libre; esto es, no formando combinaciones plásticas é insolubles con ios
principios inmediatos de esas materias ; y aun en estos casos la considero
útil , como se haga sufrir antes á esas materias una preparación , que dé
solubilidad á esas combinaciones.
Cuando se trate de sustancias inorgánicas, no es tan necesaria ia diá-
lisis, puesto que tenemos medios abonados para podernos procurar esas
sustancias del modo mas puro, y sean cuaies fueren las combinaciones
que el veneno mineral haya podido contraer. Pero como es mas sencilla,
aunque no mas pronta la diálisis, puede empezarse por ella, y ver si, eri
el líquido del recipiente, se obtiene mas ó menos cantidad de ese mineral.
Siempre que el veneno inorgánico esté disuelto, pasará al través del
dializador. Alas si fuese de los que contraen combinaciones plásticas, en-
tonces podremos someter antes las materias sospechosas á la acción del
ácido nítrico ó clorhídrico, ó de los cloruros alcalinos , que dan solubili-
dad á esos compuestos plásticos; y después de algunas horas de inges-
tión con esos ácidos ó cloruros, ó bien algún tiempo de ebullición con
ellos, filtrar y someter lo filtrado á la diálisis.
Este proceder tiene siempre la ventaja de que , si no da resultado, las
mismas materias pueden ser carbonizadas; y si hav veneno mineral, él
parecerá.
Es, pues, siempre útil, el ensayo con el dializador, aun cuando se vaya
en busca de sustancias inorgánicas.
Mas útil todavía le vemos para las orgánicas. Los ácidos orgánicos,
si no han sido destruidos , podrán revelarse ; puesto que todos son cris-
talóides y difusibles ; en las materias arrojadas por vómitos y en el estó-
mago es posible hallarlos. Con la sangre , con la orina y con las visce-
ras; es decir, con materias á donde haya tenido que llegar por absor-
ción, ya no hay que esperarlos en el licor del recipiente. Ño es culpa del
dializador; es que la respiración del sugeto los destruyó ; se torna agua
y acido carbónico ; por lo tanto, es imposible descubrirlos.
úi^H«ialCialóide- ’ en §eneral> podrán ser perfectamente separados con la
uiansis. Los cristalizables, los solubles, pasarán, y más todavía al es-
- 753 -
tado de sal , porque son mas solubles ; en este estado» hasta pasarán los
que no cristalicen , porque al estado de sal son cristalizables.
Los alcaloides no contraen combinaciones con lps principios proteicos
de la sangre y los tejidos ; no se conducen como las sales metálicas ó sus
bases ; por lo tanto, no yernos ninguna razón que no dejé esperar buen
resultado de Ja diálisis.
Mas si llegaran á formar esas combinaciones que les negaran la sufi-
ciente solubilidad y fusibilidad para la exósmosis , ó el paso del interior
del manguito al recipiente, bastará tratar las materias con un ácido, clor-
hídrico. ó tartárico, para apoderarse del alcaloideo, formar con él una sal
soluble y disuelta , que tendrá todas las condiciones para pasar al través
del dializadór, filtrando antes las materias tratadas con dicho ácido, ya
á simple maceracion , ya aumentando un tanto la temperatura.
Queda, por lo tanto, establecido que el método de Stass y el proceder
de Graham ó la diálisis , pueden considerarse como los mejores , como
los menos erizados de dificultades é inconvenientes , y como los que más
nos pueden colocar en situación de determinar á qué alcaloideo se debe
un envenenamiento.
Pero aquí hay que advertir lo que ya llevamos dicho en otra parte.
Con estos métodos ó procederes , lo mismo que con todos , solo tenemos
aislado el cuerpo: falta ahora que se determine ; para lo cual habrá que
tener presente , no solo lo que hemos dicho , al hablar de los alcaloideos
en el artículo VI , pág 679 y siguientes , sino lo que vamos á decir en el
párrafo inmediato.
No concluiré este punto sin justificar, porque no he creído del caso in-
cluir entre los diferentes procederes para descubrir sustancias inorgáni-
cas ni orgánicas, el que M. Tardieu ó M. Roussin, su colaborador quí-
mico , da en su obra Estudio médico-legal y clínico del envenenamiento , pági-
nas 77 y 78, llamado Método general. No le he incluido, porque ni es gene-
ral , ni es método, ni sirve para el caso.
No es general, porque solo le aplica á unos cuantos venenos minerales
y á media docena de orgánicos , bajo el fútil pretexto de que son los mas
frecuentes.
No es método, porque su modo de empezar es la negación de todo
método, proponiendo hacer de las materias destinadas á la análisis una
cosa á todas luces contraria á lo que exige la naturaleza delicada de esa
clase de actuaciones.
Establece que se dividan las materias que hay que analizar , y que
pueden estar en varios frascos (pues no todos los peritos adoptarán lo
que recomienda M. Tardieu , que solo se pongan en dos, al practicarse
la autópsia) en dos mitades designadas con el núm. 1 y el núm. 2, y
siquiera haya mas de dos frascos, conteniendo cada uno órganos diferen-
tes ó materias diversas, propone que todas las mitades núm. 1 se pon-
gan en un vaso, y en otro todas las mitades núm. 2; con lo cual se con-
tunden lastimosamente las materias, cuya separación es tan importante
en muchos casos, por no decir en todos, y se inutiliza el cuidado que
recomiendan los autores mas entendidos en esas prácticas, en recoger los
órganos líquidos y materias del cadáver, en punto á no mezclar unos
con otros ; recomendación que el mismo Tardieu hace en otra parte de
su libro , con un tono tan terminante y decisivo , que indica bien la im-
portancia que da á esa separación.
Después de encargar que se metan en un frasco grande el estómago
TOXICOLA CÍA. — 48
— 1U -•
ron todos los intestinos y lo que contienen , y en otro frasco los demás
órganos, hígado, corazón , pulmones, etc. , dice en la pág. B9 :
aCa separación del tubo digestivo y de las demás visceras abdominales y
torácicas es capital, no lo repetiré bastante. Es esto una condición esencial
que simplifica y facilita singularmente la tarea del químico perito .»
Pues á pesar de esto, tan claro, tan terminante, tan explícito, cuya
objeto será sin duda indicar los inconvenientes que tienen la mezcla y la
confusión ; en la pág. 7o establece que esas materias se mezclen y con-
fundan por mitades' en dos vasos. Si al fin ese químico, cuya tarea se
simplifica y facilita con la separación hecha por el que practica la autóp-
sia, ha de empezar por mezclar la mitad del todo en un vaso , y la otra
mitad en otro ; ¿á qué esa terminante recomendación que nunca repetirá
bastante M. Tardieu , de separar el tubo digestivo de las demás visceras?
Esas dos mitades se destinan : una á la análisis de venenos inorgánicos,
otra á la de los orgánicos.
Esto solo basta para hacernos considerar el proceder de M. Roussin,
patrocinado por M. Tardieu, como inaceptable.
Luego el método para las sustancias inorgánicas consiste en hacer
aplicación del aparato de Mitscherlich para la investigación del fósforo,
combinado con un aparato de carbonización por el proceder de Flandin,
aunque no en vaso abierto , sino en una retorta , como Berard de Mont-
pellier; operación complicada, porque hay que sacar luego las materias y
colocarlas en otra parte.
Respecto de las sustancias orgánicas , hay también otra combinación
con el método de Stass , de tan reducidas aplicaciones como el anterior.
Por último , ni uno ni otro proceder sirven para aislar venenos de las
demás sustancias, porque lo que tienen de eso , se debe, respecto de los
venenos inorgánicos, á la carbonización por el proceder de Flandin , y
respecto do los orgánicos , al método de Stass.
No les vemos, por lo tanto, ninguna ventaja ni utilidad, y tanto por
esto, como por los inconvenientes de mezclar las materias, sea cual fuere
*su procedencia, no hemos colocado ese proceder entre los que hemos
descrito. Lo único que presenta capaz de dar algún resultado , se debe
á otros métodos ó procederes , y eso lo podemos obtener mejor y mas
sencillo y aplicable á mayor número de cuerpos, tanto orgánicos como
inorgánicos, echando mano de esos procederes en los términos en su lu-
gar expuestos. Nosotros también creemos, como M. Tardieu, que, bajo
todos los aspectos, vale más, en la mayor parle de los casos, recurrir á
medios de. análisis y de investigación ya adoptados y reconocidos como
buenos, que no exponerse á comprometer el resultado de una actuación
pericial con el empleo de un método demasiado personal ó particular (*) .
S V. — ¿Cuáles son los reactivos mas propios para revelar los alcaloideos aislados de las
materias sospechosas , en los casos prácticos de envenenamiento ?
Cuando hemos hablado de los reactivos en general, hemos incluido
también los propios para el descubrimiento de los alcaloideos y la mar-
cha metódica que en análisis química está comunmente establecida para
revelarlos. Pero al mismo tiempo hemos indicado que en estos últimos
años se habían descubierto otros reactivos, considerados como mas efica-
ces, mas característicos y mas sensibles.
1‘) Obr. cit., p. 63.
- w -
AI hablar de los caractéres físicos y químicos de los venenos, también
al llegar á los alcaloides, hemos dicho algo en general de todos ellos,
ó la mayor, parte, y luego, respecto de los caractéres químicos de grupo,
división , especie y corroborantes , y de la marcha metódica de su aná-
lisis, nos hemos limitado á lo que hasta aquí se habia estudiado en las
obras de análisis química cualitativa.
Mas como el descubrimiento de algunos reactivos importantes ha dado
á los ensayos, sobre todo toxieológico-judiciales , otro sesgo; es indis-
pensable que formemos de este importante punto un párrafo exprofeso
y digamos, en él, cuál es el estado de la ciencia actual , acerca de los me-
dios con que cuenta para asegurarse de la presencia de uno ó mas vene-
nos alcaloideos en las materias sospechosas.
Ya que no lo hemos hecho en el arl. VI , por no introducir alteracio-
nes en la práctica mas general, mas común , y hasta aquí mas autori-
zada , hagámoslo en el Vil, al que pertenece el párrafo en cuestión , como
complemento , no solo de los estudios hechos respecto de los caractéres
químicos de los alcaloideos, sino de los procederes expuestos para ais-
larlos y someterlos á la acción de sus correspondientes reactivos.
Hemos visto, en efecto, que tanto las operaciones y procederes para aislar
un veneno inorgánico, como las que tienen por objeto separar uno orgá-
nico, no bastan para determinarle : podrán ya revelar algunas de sus pro-
piedades físicas y hasta químicas; pero la tarea del perito no concluye
aquí. Todas esas operaciones no son mas , en último resultado , que me-
dios para aislar la sustancia que se busca , y colocarnos, desde el cuarto
caso, en las condiciones del primero ó del segundo.
Hecho esto, luego que está aislado el cuerpo, hay que someterle á la
acción de los reactivos mas conducentes para revelar el cuerpo que sea.
Y aquí entra desde luego el interés de la cuestión, que en este párrafo nos
proponemos. JÜe la eficacia de los reactivos empleados, de los caractéres
químicos del veneno , con tanta pena y laboriosidad aislado , depende
todo el éxito del ensayo ó de la prueba pericial.
Aquí nos encontramos, si no siempre, muy á menudo, en el caso de te-
ner poca sustancia de qué disponer, para hacer con ella muchos tanteos.
Los venenos orgánicos , ora se den los alcaloideos puros , ora los ve-
getales que les deben su virtud maléfica , son muy enérgicos de suyo:
poca cantidad basta para producir efectos terribles, y si añadimos á eso
que esa cantidad se esparce por la economía, que tal vez se pierde parte
con lo arrojado por vómitos y cámaras, fácilmente comprenderemos cómo
el perito, que haya de analizar cierta porción de sustancias procedentes
dei sugeto envenenado, ó de sus propios sólidos y líquidos, no ha de po-
der esperar que recoja gran cantidad de materia venenosa.
Son contados, en electo , ios casos de esa especie, en los que la sus-
tancia tóxica abunde y en que esa abundancia allane las dificultades
de la prueba. Cualquier proceder es bueno; el mas antiguo, el de Orfila,
Chevalier, Christhisson , etc., llena perfectamente el objeto.
Mas comunmente no sucede así , y hay que apelar á procederes, que al-
cancen á proporcionar hasta las cantidades exiguas.
Los procederes ó métodos que mas se recomiendan para procurarnos
ias sustancias venenosas orgánicas , en especial las alcaloideas , no solo
por su elicacia para proporcionárnoslas , sino para aislarlas mas com-
pletamente de toda otra sustancia orgánica que dificulte las reacciones,
desgraciadamente siempre nos las presentan aisladas en poca cantidad.
— 756 —
Con el método de Stass , un anillo , en estrías espírales , una gota , un
poco de polvo en una capsulita , es todo lo que nos procuramos. Otro
tanto sucede con la diálisis. Evaporada el agua del recipiente , suele ser
escaso el residuo sobre el cual debemos luego ensayar los reactivos. No
es mas considerable la cantidad que se obtiene con los demás procede-
res , si es que se obtenga tan bien como con esos.
Es decir, en suma, que la condición mas común, en esos casos, es
que tengamos que operar por medio de los reactivos con escasa canti-
dad de alcaloideo.
Ahora bien; aquí entra de lleno lo que hemos dicho, al exponer las
reglas para el manejo de los reactivos. En la quinta hemos indicado los
graves inconvenientes que tiene la escasez de sustancia de ensayo , si
han de ser muchos los tanteos, antes de dar con el cuerpo que sea el en-
sayado, y la absoluta necesidad de emplear muy poca en cada tanteo,
para no quedarnos sin ella, antes de llegar á la prueba definitiva. En la
séptima hemos establecido que prefiramos al lujo de reactivos y reaccio-
nes, las mas terminantes y categóricas, prefiriendo pocas de estas, á
muchas de las que no particularizan un cuerpo.
En ninguna ocasión hay que tener mas presentes esas reglas que en el
caso que nos ocupa. Todas son importantes; pero esas dos mas que
ninguna. No es lo mismo ensayar un alcaloideo que tenemos en abun-
dancia en un frasco al estado libre, puro, ó de sal, pura también,
que analizarle aislado por el método de Stass, por la diálisis, ó de
cualquier otro modo , de las sustancias procedentes de un sugeto into-
xicado.
flé aquí por qué se ha dejado sentir de un modo tan vehemente la ne-
cesidad de buscar para los alcaloideos, en los casos de envenenamiento,
reactivos mas eficaces , mas generales , mas característicos y mas sensi-
bles, que la potasa, amoníaco , bicarbonatos alcalinos, ácido sulfúrico,
nítrico , y clorhídrico , los cuales son los que principalmente figuran en
los estudios y marchas de la análisis química cualitativa.
Esta necesidad ha conducido á un estudio mas detenido de los reacti-
vos, de los alcaloideos, y eso ha rectificado al propio tiempo errores que
podían cometerse con algunos.
Entre otros ejemplos que pudiéramos citar, se presenta uno notable,
revelado en 1864 por Curzen, farmacéutico de Guadalupe. En un caso
práctico judicial andaba buscando un veneno de los llamados narcótico-
acres en los órganos del cadáver de la víctima. Sospechó que se trataba
de la datura slramonium , y guiado por lo que había visto en la Sinopsis
general de los alcaloides , de Márquez , echó mano de una mezcla de ácido
sulfúrico concentrado y bicromato de potasa, para revelar la daturina,
que, según Márquez, le había de dar una coloración verde , tirando al
verde azulado. Obtuvo esta coloración ; y como por otra parte los pájaros
morian , comiendo materias procedentes del cadáver , creyó que había
dado con el mencionado veneno.
Por cuanto no le ocurrió hacer ensayos comparativos, antes de dar su
dictámen , y obtuvo la misma coloración con otras varias sustancias , á
saber : el producto amarillo limón, oleo-resinoso, extracto de las semillas
® la datura stramonium ; el producto amarillo naranja oleo-resinoso del
ti «n!™ .n?mmosuM , la bilis , después de haberla tratado préviamente por
OAlnnnfet J el é,ter * la nicotina > Ia solanina , la escilina , el extracto de
uquimiüa, el alcoholado de asafétida , el de castóreo, etc., y constan-
— 787 —
temente obtuvo el color verde tirando á azulado , que Márquez daba como
reacción propia de la daturina.
¡Finalmente , operó sobre el alcohol que con tenia el resto de las visce-
ras ; y viendo igual el resultado, se decidió á ensayar el alcohol abso-
luto, el de 90 grados , y los éteres de que se habia servido , como disol-
ventes, en el curso de la análisis , y siempre obtuvo la misma coloración.
Añade más M. Curzen : que en toda la colonia no pudo hallar un al-
cohol , ni un éter que no le diese la coloración verde azulada (t).
Al exponer los varios procederes para aislar alcaloideos , hemos ha-
blado del de Sonnenschein , cuyo práctico es uno de los que han descu-
bierto nuevos reactivos para los alcaloideos. A ese práctico le pertenece
el ácido fosfo-molibdico, Según él , los alcaloideos , en especial los azoa-
dos, precipitan con ese reactivo, y de un modo muy sensible. Ya hemos
dicho que un grano de ese reactivo precipita muy notablemente un diez-
millonésimo de grano de estricnina.
Sin embargo, el método ó proceder de Sonnenschein , fundado en la
eficacia y sensibilidad del ácido fosfo-molibdico, no se tiene por seguro.
Los prácticos italianos , A. Cossa y A. Carpené, en un escrito recien
publicado (1864), después de indicar la insuficiencia de los reactivos or-
dinariamente empleados para descubrir la presencia de los alcaloideos
venenosos en las materias sospechosas, en los casos judiciales de enve-
nenamiento , se declaran contra las pretensiones de Sonnenschein , di-
ciendo que su reactivo tiene muchos inconvenientes que le hacen de
mala aplicación. Sobre lo difícil y complicado de su preparación , da lu-
gar, con otras sustancias , á precipitados que pueden confundirse hasta
cierto punto con los de los alcalóides. Hay además que , para que reac-
cione con algunas sustancias venenosas , es preciso que estas se hallen
muy concentradas , lo cual es raro que se consiga en los casos prácticos
de envenenamiento, en los que, como lo llevamos dicho, es siempre es-
casa la cantidad de tósigo.
Fundados en los trabajos ó experimentos de Winckler, Pantor, Nessler,
Grove, y los mas recientes de Yalser y Mayer, los italianos Cossa y Car-
pené proclaman como mas conducente el yoduro doble de mercurio y po-
tasio , llamado por algunos también yodhidrargirato potásico , el mismo
que ya hemos visto indicado en la conclusión octava por Reveill, para
los ensayos dialíticos.
Los mismos Cossa y Carpené han obtenido resultados algo diferentes
de los que habían alcanzado Yalser y Mayer. Yamos á dar aquí una idea
de esos resultados.
Los alcalóides ensayados por Cossa y Carpené son : la morfina, la co-
deina , la narcotina , ía atropina , la estricnina , la brucina , la veratrina.
El reactivo con que los ensayaron fué el yoduro doble de mercurio y
potasio, preparado del modo siguiente: En un decilitro de agua desti-
lada disolvieron 330 centigramos de yoduro potásico, y 459 de yoduro
rojo de mercurio.
Dispuesto así el reactivo, disolvieron la estricnina en ácido clorhí-
drico, y todas las demás en ácido acético ; es decir, que prepararon con
la primera un hidroclorato ó cloruro de estricnina , y con las demás un
acetato de la base respectiva.
Tomando 10 centímetros cúbicos de cada una de dichas disoluciones
í1) Jour. de chhn. méd, el loa., 1864.
- 758 —
salinas los fueron tratando con 5 centímetros cúbicos del reactivo indi-
cado y el resultado fué el que sigue : . .
Con la morfina dió un precipitado blanco, sucio, gelatinoso, semitrans-
parente, como el de la sílice hidratada, obtenida vertiendo ácido clorhí-
drico en una solución de silicato alcalino.
Con la codeina , un precipitado abundante amarillo de canario-
Con la narcotina, blanco lechoso.
Con la atropina , amarillo.
Con la estricnina , coposo blanco.
Con la brucina , blanco sucio.
Con la veratrina , bianco.
Estos precipitados son yodhidrargiratos insolubles de la base alcaloi-
dea respectiva; su ácido disolvente se combina con el potasio, formando
acetatos de potasa con todas , excepto con la estricnina , que forma un
cloruro; todas solubles.
A las veinte y cuatro horas de haberse producido dichos precipitados,
no conservaban todos su respectivo color. Los de morfina , narcotina y
brucina, se volvieron ligeramente amarillos.
Es decir, en resúmen , que el yoduro doble de mercurio y potasio pre-
cipita las siete bases indicadas , cinco en blanco y dos en amarillo, dis-
tinguiéndose los de precipitado blanco entre sí en que es :
Gelatinoso en la morfina ;
Lechoso en la narcotina ;
Coposo en la estricnina;
Sucio en la brucina ;
Simplemente blanco en la veratrina.
Los de precipitado amarillo se distinguen entre sí en que es:
Amarillo de canario el de la codeina ;
Simplemente amarillo el de la atropina.
Examinados al microscopio á 500 diámetros esos precipitados , unos
presentaron cristales, otros no. Los presentaron : la morfina , en agujas
delgadas, largas, flexibles y ligeramente amarillentas, en medio de una
masa amorfa y semitransparente.
La atropina , mamelonados y amarillentos , parecidos en forma y di-
mensiones á los cristales de oxalato cálcico de ios cálculos naturales.
La estricnina , aciculares , incoloros y muy pequeños.
Se presentaron al estado amorfo:
La codeina y narcotina , en granulaciones amarillentas.
La brucina , en granulaciones delgadas y transparentes.
De la veratrina no dicen nada , según el periódico de donde tornamos
estos datos í1).
En seguida se examinó cómo se conducen dichos precipitados con el
agua destilada , el alcohol y el éter.
En el agua fría, solo es un poco soluble el de codeina; todos los de-
más son insolubles. En el agua hirviendo, solo es insoluble la estricnina;
todas las demás se disuelven.
En el alcohol se disuelven todos en frió, excepto la estricnina , sin que
influya en ello en nada el ácido con que se disuelvan , antes de pasar al
estado de yodhidrargirato.
Otro tanto sucede con el éter.
( ) Pabellón médico , 1863. — Revista farmacéutica , 1864.
— 759 -
En punto á la sensibilidad del yoduro doble de mercurio y potasio so-
bre dichas bases , hé aquí lo que dicen los citados químicos. Ese reac-
tivo puede revelar de
Estricnina i/80000 Veratrina 1/10000
Brucina 1/50000 Atropina 1/8000
Narcotina V34000 Morfina 1/5000
Codeina 1/227000
Importantes son sin duda estos resultados, mas no creemos que se
haya dado un gran paso respecto á la mayor seguridad, en punto á la pre-
sencia de alcaloideos en los casos prácticos , mas allá de lo sabido. En
primer lugar, porque los caractéres químicos no son mas distintivos en
general que los que ya les conocíamos ; y en segundo lugar, porque no
versan esos trabajos precisamente mas que sobre alcaloideos de los mas
conocidos y fáciles de revelar. Fuera de la atropina y codeina , todos figu-
ran en los estudios de análisis química hace tiempo, y aun faltan la nico-
tina y conicina, y los reactivos empleados para revelarlos dan bastante
buen resultado. La mayor sensibilidad es acaso la principal ventaja de
ese reactivo (*).
Valser, según dice Gaultier de Claubry, en una tesis titulada Ensayo
sobre la investigación de los caractéres distintivos y dosificación de los alcaloides
orgánicos naturales (2), ha dado también un cuadro donde figuran once
alcalóides , la mayor parte de los cuales son igualmente ya muy conoci-
dos y determinados por caractéres químicos suficientes para distinguirlos.
En vez de copiar ese cuadro, como lo hace Gaultier de Claubry, en la.
obra citada , vamos á distribuir los alcaloideos que contiene, de un modo
análogo á lo que hemos hecho en el capítulo VI, al hablar de los carac-
téres químicos de todos los venenos.
Forman tres grupos: al primero pertenecen la conicina y la nicotina.
Al segundo, la morfina, la brucina, la veratrina , la deífina , la narco-
tina y la codeina.
Al tercero, la solanina, la atropina y la aconitina.
El carácter del primer grupo consiste en ser líquidos , volátiles y olo-
rosos.
El del segundo, en ser sólidos y fijos , y en teñirse de vario color por
el ácido nítrico.
El del tercero, en ser sólidos y fijos, y no teñirse por el ácido nítrico, al
menos de rojo, amarillo ni verde.
El primero no tiene ninguna división , y las dos bases que contiene se
distinguen de este modo :
Conicina.— 1.° El cloruro de oro la tiñe de color de violeta; 2.° el
cloruro bárico no da reacción con ella.
Nicotina. — 1.° El cloruro de oro la tiñe en moreno; 2.° el cloruro bá-
rico le da un color de grosella.
El segundo grupo tiene tres divisiones.
Pertenecen á la primera la morfina y la brucina, y es su carácter te-
ñirse de rojo con el ácido nítrico.
Pertenecen á la segunda la veratrina, la delfina v la narcotina, y es su
carácter teñirse en rojo de ladrillo en frió, ó de carmín en caliente, por
dicho ácido.
(•) Pabellón medico. 1864. — Revista médica, 1865.
(2) hf anual de Medicina legal de Briand y Cha «dé. — Chimie legal , p. 643-
- 760 -
Pertenece á la tercera la codeina , y es su carácter teñirse por el ácido
nítrico en verde. .... . -¡
El tercero , en rigor, no tiene ninguna división , por Jo menos clara; el
cuadro ofrece alguna confusión.
Se distingue cada base de las de su misma división de esta suerte :
Morfina. — Se Uñe: l.° en violeta por el ácido sulfúrico, extendido y en
caliente; 2.° en azul, por el cloruro férrico.
Brucina. — 1.° Se tiñe en azul por el ácido sulfúrico en caliente; 2. no
se tiñe por el cloruro férrico.
Verairina. — Se colora espontáneamente en violeta por el ácido sulfú-
rico monohidratado en frió.
Delfina. — Hace lo mismo.
Narcotina. — No se colora por dicho ácido en violeta en frió, pero sí en
caliente.
Codeina. — Queda distinguida, por ser la única que se tiñe en verde por
el ácido nítrico.
Solanina. — Se colora en violeta por el ácido sulfúrico, extendido, en ca-
liente.
Atropina.— l.° Se colora y no se colora en violeta, por el ácido sulfúrico
en caliente; 2.° no da coloración azul verdosa con la potasa en caliente.
Aconitina. — Bace lo mismo que la atropina.
Yése , de consiguiente , que Valser nos proporciona por un lado nue-
vos ca rae téres químicos de alcaloides, ya distinguidos en análisis química;
por otro, los de otros alcaloides que en aquella no se comprenden.
Sin embargo, como faltan en ese cuadro algunos alcalóides muy im-
portantes , no creo que pueda sustituir al que hemos aceptado como dis-
tribución metódica para proceder á la marcha analítica, por tanteos, en
un caso práctico.
Hay además que observar que la veratrina y la delfina tienen carácter
especial común; no se distinguen la una de la otra , y que lo propio su-
cede respecto de la solanina, atropina y aconitina, y que nos hallamos
con que estas dos últimas pueden y no pueden teñirse de violeta con el
ácido sulfúrico en caliente.
Erdmann, como ya lo llevo indicado mas arriba, se vale de dos reacti-
vos para la determinación de los alcaloideos, después que los ha separado
de otras sustancias con su proceder.
Esos reactivos son : l.° un líquido, al que designa con la letra A, com-
puesto de 20 gramos de ácido sulfúrico puro concentrado y de diez gotas
de agua acidulada con ácido nítrico en esta proporción: 100 gotas de
agua y 6 de ácido, cuya densidad es de 1,25; 2.° el ácido sulfúrico puro
y concentrado en presencia de un fragmento sin mezcla de polvo de per-
óxido de manganeso, al que designa con la letra B.
Los alcalóides en que ha hecho los ensayos son: morfina, narcotina,
estricnina, brucina y veratrina.
Hé aquí los caractéres:
Morfina. —Tratado con A, rojo violado. Si se añade agua, rojo violeta
intenso, en especial agitando. Con B, rojo oscuro súcio ; añadiendo agua,
amarillo súcio ; añadiendo amoníaco , disolución oscura , después preci-
pitado.
Nur colina. — Con A , rojo de cáscara de cebolla; añadiendo agua, lo
mismo. Con B, rojizo; añadiendo agua, Ídem. Con amoníaco, precipitado
oscuro instantáneo.
- 761 —
Estricnina.— Con A, nada; añadiendo agua, idem. Con B, rojo violeta,
luego rojo de cáscara de cebolla intenso. Con agua, púrpura violeta. Con
amoníaco, amarillo ó amarillo verdoso.
Brucina.— Con A, primero rojo, después amarillo; añadiendo agua,
amarillo. Con B, rojizo, después amarillo claro ; añadiendo agua , ama-
rillo de oro. Con amoníaco, amarillento.
Ver atrina.— Con A, amarillo, después rojo de teja; añadiendo agua,
rojo, después rojo cereza. Con B, rojo cereza súcio; añadiendo agua , os-
curo amarillento; añadiendo amoníaco precipitado oscuro verdoso.
Aun suponiendo que los caractéres señalados por Erdmann sean exac-
tos, que no se confundan con otros, siempre resulta que solo comprende
cinco alcalóides , y siquiera sean de los mas importantes , no basta eso
para llenar las necesidades de la ciencia.
Síguese , por lo tanto , de esta ojeada rápida que acabamos de echar á
lo que en estos últimos tiempos se ha hecho y publicado en punto á
nuevos reactivos de los alcaloideos y medios de revelarlos y distinguirlos,
que no tenemos todavía un cuadro que los coloque á todos , distribuidos
por grupos con sus divisiones, dando sólidos caractéres bien terminan
tes y seguros, tanto de grupo y división como de especie; con mas ó me-
nos corroborantes, de un modo análogo al que de tanto tiempo acá se está
haciendo en análisis química, respecto de los que hemos reunido en la
pág. 676, donde ya hemos añadido la conicina y nicotina , que los autores
de análisis química no comprenden.
M. Gerard , en su Compendio de análisis química cualitativa (4) , no com-
prende mas que dos líquidos aceitosos y volátiles, la amilina y la nico-
tina : de la nicotina no habla ; y seis fijos, morfina, narcotina, estricnina,
brucina, quinina y cinconina. Procede así, porque cree que esos son los
mas importantes. Luego los estudia uno por uno con lujo de reacciones
que no conducen fácilmente á una marcha analítica metódica, aplicable
á los casos de envenenamiento.
En otro pasaje de la misma obra (2) habla de la investigación de los al-
caloideos en casos de envenenamiento y se reduce á exponer el método
de Stass , y en cuanto al empleo de los reactivos para reconocer el alca-
lóide obtenido, remite sus lectores á las páginas, donde ha dado todas las
reacciones de cada base alcalina orgánica.
Añádamos á todo esto , que nos hace deplorar todavía más este estado
de la ciencia, en punto á la marcha metódica, relativa á los alcaloideos,
que C. Bernard ba estudiado seis alcalóides del opio, haciendo experi-
mentos, no solo en perros , sino en gatos , ratas, conejos de Indias, ra-
nas, etc. Esos alcaloideos , considerados como los mas activos del opio,
son la morfina , la narceina , la codeina , la narcotina , la papaverina y la
tebaina. De estos, solo tres son soporíferos, y son, la morfina, la narceina
y la codeina, siéndolo de diferente modo. Los demás no son soporíferos,
pero son tóxicos, y el que lo es más es la tebaina.
Dejando para su lugar, en la Toxicología particular, hacernos cargo mas
pot extenso de esos importantes estudios de Bernard, vengamos al ob-
jeto, para el cual los he mencionado. Desde luego se ve la importancia
de esos alcaloideos para el toxicólogo. Hoy ó mañana pueden sorprender
a los médicos forenses casos prácticos de envenenamiento, debidos á ab
(‘) Obra citada, pág. 293 y siguientes.
[2) Ibid., 587 y siguientes.
- rM —
n )s de esos alcaloides del opio tan venenosos, y sucederles lo que su-
cedió con la nicotina , cuando el caso del conde de Bocarmé, y lo que con
la digitalina en el de Couty de la Pommerais. Los autores, ni de aná-
lisis química , ni de toxicología, no se ocupan en una marcha metódica
para determinar pronto y seguro, con pocos caractóres químicos, esos al-
caloideos. ¿De qué ha de servirles el que , ora por el método de Stass,
ora por la diálisis, se obtenga una escasa cantidad de alcaloideo, si luego,
para determinarle, no tienen bien y metódicamente establecidos los ca-
ractéres químicos de grupo, de división y de especie?
Si se tratara de casos, en los que tuviéramos á nuestra disposición can-
tidades considerables de un alcaloideo, fácil seria rectificar el error que
hayan podido cometer los que han trazado la marcha analítica de los al-
caíóides mas conocidos : ir haciendo ensayos cotí los reactivos nuevos;
recoger todos los datos posibles, y de su conjunto colegir con seguridad
la existencia del cuerpo ensayado. En tales casos, seríamenos de deplorar
la falta de un sistema general ó de una marcha por grupos, divisiones y
especies, que comprendiera todos los alcaloides tenidos por venenos.
Mas lo repito; desgraciadamente en la práctica del envenenamiento
nos encontrarnos primero con bastante dificultad para obtener el alcaloi-
deo, sea cual fuere , en un estado de bastante pureza , para que se vean
claras esas coloraciones de suyo ya poco características, ó mas que me-
dianamente dudosas, para que no recordemos el nimium ne crede colorí ; y
luego lo que se obtiene siempre es en pequeña cantidad , habiendo para
pocos tanteos , y si estos no dan pronto con el cuerpo que sea , nada mas
fácil que encontrarnos en el triste caso de no haber concluido con todo
el ensayo, y haberse agotado la sustancia á tanta costa aislada, sin poder
afirmar ni negar nada rotundamente, ó con aquella seguridad que exige
una actuación pericial de esa naturaleza.
Sin duda cuando hasta aquí, que sepamos, no ha habido un químico ó
toxicólogo,. que haya reunido todos los alcalóides venenosos , formando
grupos y divisiones, y estableciendo el carácter de cada grupo y de cada
división, y al fin el de cada especie de un modo claro, terminante, carac-
terístico y lo mas sensible que se pueda, en cuya reunión se tenga un
fundamento suficientemente lógico para afirmar la presencia de un alca-
lóide dado; no será eso posible en el estado actual de la ciencia; y cuando
prácticos tan aventajados en ella no lo han hecho, ¿cómo nos hemos de atre-
verlo á hacer nosotros que tanto distamos de colocarnos entre aquellos?
No me ha sido posible ver el cuadro sinóptico general de los alcaloi-
des de Márquez, ni lo he visto mentado en parte alguna entre los quími-
cos que tratan de este asunto, ni para refutarle, ni para seguirle , ni para
modificarle. Solo he visto que, aun queriendo seguirle, respecto de lo
que dice Márquez acerca de la daturina , Curzen se engañó , y vino á
comprender los errores de dicho cuadro.
De buen grado aspiraríamos á la gloria de formar un trabajo de esa
especie. Hace algún tiempo que dedicamos á este importante punto algu-
nos de nuestros escasos ocios; recogemos todos los datos que vamos
viendo en las obras, periódicos del ramo , de química y de farmacia, y si
algún dia creemos factible esa distribución , la someterémos al juicio de
los entendidos en la materia. Sentimos no poderlo hacer en esta edición;
pero en su defecto indicarémos cómo debería, en nuestro concepto, lle-
varse á efecto esa empresa.
Hay que reunir todos ios alcaloideos venenosos. Hay que hacer ensa-
- 763 -
yos con el reactivo ó reactivos que mas sencillos y característicos sean.
Ver los que revelan unos y los que revelan otros , y formar así grupos.
Ver en seguida con qué otro reactivo se pueden establecer entre los de
un mismo grupo, divisiones, y por último, cuál sea el que individualice
bien cada especie. Si eso se lograse con los tres caractéres , el de grupo,
el de división y el de la especie , el cuerpo estaría definitivamente deter-
minado, sin necesidad de mas corroborantes ni de lujo de reacciones,
siempre mas propias para embrollar que para otra cosa, y en los casos en
que hay escasez de sustancia de ensayo, del todo ociosas, por no decir
perjudiciales.
Los estudios que hemos visto hechos hasta aquí, se limitan á cierto nú-
mero de alcaloideos, y aun suponiendo que, respecto de ellos, pueda ha-
cerse lo que indico y como he procurado hacerlo del cuadro de Valser,
eso no basta , porque no están incluidos todos.
Detenerse en cierto número de alcaloideos por ser los mas importan-
tes ó frecuentes, no está fundado. La experiencia , como lo he dicho, nos
ha demostrado desgraciadamente que, cuando menos se piensa en ello,
se encuentran los peritos sorprendidos con un veneno nuevo; mejor diré,
por primera vez empleado por una mano tan criminal como docta ó en-
tendida, y la ciencia tiene que improvisar en esos casos sus procederes,
los que, por buenos que sean, no tienen la sanción de la experiencia, ni
descansan sus afirmaciones en un número suficiente de hechos, para esta-
blecer un juicio seguro, ni un criterio regulador.
Mejor es que la ciencia esté prevenida, que sepa á qué atenerse en las
contingencias de lo futnro, que lo tenga todo preparado en lo posible,
para que si les ocurre á los nuevos condes de Bocarmé, á los nuevos
Couty de la Pommerais, echar mano de alcaloideos, hasta la sazón en-
cerrados en los laboratorios de química y en los gabinetes especiales,
como curiosidades de la ciencia, para atentar contra los dias de alguna
víctima , no cuenten con la perturbación que introduce en las prácticas
analítico-periciales, la inesperada aparición de ese nuevo instrumento
del crimen, ni con la ignorancia de los caractéres físicos y químicos del
nuevo tósigo, ni con la impotencia de (os procederes para aislarle de las
materias envenenadas.
No desconozco lo difícil de la empresa. No olvido que los alcaloideos
conocidos son numerosos. Solo en el Curso de química general da Pelouze
v Fremy cuenta ochenta y seis alcaloideos naturales, pertenecientes dos
á las berberídeas ; cuatro á las colchic.iceas; tres á las fumariáceas; tres
á las umbelíferas; catorce á las papaveráceas; cinco á las Reganum ; tres
á las renunculáceas ; doce á las rubiáceas; ocho á las soláneas; seis á Jas
estríeneas; uno á las violáceas, y veinte y cinco á varias otras familias.
Tamnoco olvido que además de estos hay otros muchos artificiales deriva-
dos de la economía animal (9) derivados de la mostaza; producidos por el
sul t hidrato amónico sobre los hidrocarbu ros nitrogenados ; producidos por
la destilación del acetato de potasa y del ácido arsenioso, por la destilación
de las materias animales y vegetales; derivados del sulfociauuro de amo-
níaco, de la acción de la potasa sobre las materias orgánicas, y de la del
amoníaco sobre la esencia de almenaras amargas; siendo todos en nú-
mero de sesenta los que, unidos á los ochenta y seis, forman el respetable
número de ciento cuarenta y seis alcaloideos, á los cuales habrá tal vez
que añadir algunos recien descubiertos, como la aconilina , nuevo alca-
lóide del acónito napelo , la cloridina , etc.
— 764 —
Sin embargo, deslindados los venenosos de los que no lo son, los na-
turales de los artificiales , creo posible la formación de cuadros sinópti-
cos con marcha dicotómica , análoga á la que hemos trazado en el artí-
culo Vi, y si algo lamentamos, al sentirnos penetrados de esa convicción,
no es tan solo que no tengamos los conocimientos necesarios para llevar
á la debida perfección ese trahajo , sino que nos falte tiempo y medios
materiales para emprenderle con toda la fé y entusiasmo que nos inspira
la idea de la posibilidad de ese proyecto, y el paso agigantado que haría-
mos dar á la ciencia toxicológica en esta parte»
De todos modos , ya que eso no sea , ya que tengamos que someternos
fatalmente á lo que hoy dia dé el estado de la ciencia , luego que por el
método de Stass, ó por el proceder de Graham , ó la diálisis , ó por el de
cualquier otro de los que hemos mencionado , se haya obtenido puro el
alcaloideo, y sea ocasión de pasar á determinarle; la regla mejor será
tratarle con él reactivo que mejor y mayor número de alcaloideos revele,
lo cual podrá considerarse como carácter de grupo; en seguida emplear
el reactivo que provoque otra reacción diferencial , pero todavía común
entre los contenidos en ese número , que será el carácter de división ; y
por último, echar mano de otro que individualice el alcaloideo, que solo
dé tal ó cual reacción con él, ya que no de un modo absoluto, con
ciertas condiciones, siendo este carácter el de la especie.
Con la reunión de estos tres caractéres bien terminantes, bien defini-
dos, bien diferenciales, habrá bastante para determinar el cuerpo alca-
lóide , como lo hay para determinar los demás cuerpos.
En punto á corroborantes, solo deberá hacerse uso de ellos : l.° cuan-
do los caractéres de grupo , división y especie no dejen una seguridad
completa de la naturaleza del cuerpo; 2.° cuando abunde la materia de
ensayo del alcaloideo en términos que, verificadas las reacciones con los
reactivos de grupo, división y especie, reste todavía alguna cantidad
para ulteriores tanteos.
Excusado es decir que esos corroborantes deben ser siempre los mas
característicos, después de los de grupo , división y especie, y cuanto
menos comunes sean con otros alcaloideos , mejor.
Hay más; para la distinción entre los que ofrezcan caractéres comunes
ó poco diferenciales con los reactivos, creo muy conducente atender á
sus caractéres físicos apreciados ya á simple vista , ya por medio del mi-
croscopio, como lo hicieron Cossa y Carpené.
Gomo, según lo veréraos en su lugar, toda la fuerza lógica del juicio
pericial no ha de estribar en la presencia del veneno ó sus caractéres fí-
sicos y químicos, puesto que hemos de asociar este órden de datos y su
significación á la de los síntomas presentados por el sugeto envenenado,
y á ios de los resultados de la autópsia practicada en los restos mortales
del mismo; no hay tanta necesidad de acumular caractéres químicos
para individualizar un cuerpo, ni de dejar esta parte de la actuación pe-
ricial, sin el menor punto de duda.
A.sí como la significación no terminante de los síntomas se corrobora
con la de los resultados autópsicos y vice-versa, y entrambas significa-
ciones se robustecen con los resultados de la análisis química ; así tam-
bién estos , siquiera por sí solos no den completa seguridad , adquieren
mas certeza puestos en concordancia con los síntomas y autópsia. Volve-
remos sobre este importante punto en la Filosofía de la intoxicación.
— 765 —
g VI.— De la análisis cuantitativa da los venenos.
He dicho mas de una vez , y lo repito, que , en los casos prácticos de
envenenamiento, es raro que tenga aplicación la análisis química cuanti-
tativa. En la Filosofía de la intoxicación tratarémos del valor que tiene en
esos casos la cantidad del veneno obtenida por las análisis, y probaremos
que raras veces , por no decir ninguna , tiene importancia la cantidad,
residiendo siempre la prueba en las calidades , verdadero objeto de las in-
vestigaciones periciales, y verdadera base lógica, para afirmar un envene-
namiento, según las reglas y condiciones que allí expondrémos.
Siquiera alguna vez sea conducente y oportuno averiguar á punto fijo
la cantidad de veneno que se obtiene , ya puro, ya en combinación con
alguno de los elementos del reactivo empleado para revelarle , con el ob-
jeto de tomarlo como base de algún cálculo ó comparación con la que el
sugeto pudo tomar, ó con la que naturalmente exista en el cuerpo, ó con
la que haya tomado como medicamento ; tampoco, en rigor, puede lla-
marse á eso análisis cuantitativa ; eso no es mas que pesar el cuerpo ó la
cantidad obtenida ; no es averiguar las proporciones en que están los ele-
mentos constituyentes del veneno.
Supóngase que se obtiene una cantidad de fósforo en polvo ó fragmen-
tos. ¿Qué análisis cuantitativa cabe aquí, siquiera pesemos ese cuerpo y
nos dé la cantidad de 2 , í ó más granos?
Sea la morfina la cantidad de veneno que aislemos , y pesándola , nos
dé 2 granos. ¿Es esto analizarla cuantitativamente? La verdadera análi-
sis cuantitativa seria ver las proporciones , en que están en ella el oxí-
geno, el hidrógeno, el ázoe y el carbono. Y como ya las sabemos , funda-
dos en la ley de los equivalentes ó teoría atomística, ¿á qué perder tiempo
en semejante operación? ¿Qué problema resolveríamos con ella? ¿Qué
relación pudiera tener esa análisis con el caso práctico para saber si
hubo ó no envenenamiento?
Se me dirá tal vez que en estos casos tengo razón ; pero que no sucede
lo propio cuando se obtiene el veneno por medio de un reactivo, un fos-
fato, por ejemplo, en los casos de intoxicación por el fósforo ; un sulfuro
de arsénico, en los por el ácido arsenioso.
Cuando de las materias sospechosas se aisla un fosfato, por medio de
las operaciones analítico-químico-toxicológicas; cuando con el ácido sulf-
hídrico se obtiene de un licor procedente de una carbonización de cier-
tos órganos un precipitado de sulfuro de arsénico ; si luego de aislados,
lavados, desecados, etc., esos cuerpos, se pesan , no solo es el fósforo,
ni el arsénico lo que se pesa, sino el compuesto, del cual es parte cons-
tituyente á la sazón , y para saber su cantidad, es necesario, después de
haber pesado los precipitados , analizar cuantitativamente los elementos
de estos, y determinar cuánto fósforo, cuánto arsénico hay en ellos.
No sé si se referirá á esos casos el ilustrado autor portugués Ferreira
Macedo Pinto, cuando se declara contra mi modo de ver en esta cues-
tión (l); pero me lo presumo, por lo que él hace y dice en ios puntos
donde trata de la análisis cuantitativa de los venenos. Mas sobre extra-
ñar que no opine como yo en unas páginas, y en otras diga que en toxi-
cología no es necesario determinar el peso relativo de cada elemento de
(') Obra citada, p. á4t>.
— 766 —
materia sospechosa í1), repetiré que, ni aun en esos casos, veo necesidad
alguna de análisis cuantitativa del veneno.
Supóngase que tenemos un licor resultante de operaciones prévias he-
chas en los órganos de un sugeto, que se cree envenenado por el fósforo,
y que este se halla en uno de sus estados posibles, el de ácido fosfórico
en ese licor. Tratado con el cloruro bárico, da un precipitado blanco de
fosfato de barita; filtrado, lavado, desecado, se pesa, y obtenemos, por
ejemplo, 6 granos de precipitado.
Para saber en qué cantidad está el fósforo en ese peso, no necesito
hacer nada más. La ley de los equivalentes y el conocimiento que tene-
mos de los elementos simples y compuestos de esa sal barítica, de ese
fosfato de barita , me dice la cantidad de fósforo. Sabemos que el ácido
fosfórico es un compuesto de cinco equivalentes de oxígeno y uno de
fósforo ; y empleando el oxígeno en sus combinaciones , 8 parles de su
sustancia y el fósforo 32 , sé que en el ácido fosfórico hay 40 partes de
oxígeno y 32 de fósforo.
Como, por otra parte, sabemos que el ácido fosfórico, cuando se com-
bina con la barita, emplea un equivalente de su composición, nos consta,
por lo tanto, que en cada átomo de fosfato de barita hay la cantidad de
fósforo que lleva en cada átomo el ácido fosfórico ; así como sabemos la
cantidad de oxígeno y de bario que tiene la barita , y lo que lleva esta, al
combinarse con el ácido fosfórico y cualquier otro ácido.
Lo que digo del fosfato de barita, puedo decirlo del sulfuro de arsé-
nico, lo mismo que de todas las demás composiciones conocidas.
Enhorabuena, se me replicará, esto es cierto; pero es en abstracto;
aplicado á los casos prácticos, en que se obtiene cierta cantidad de un
compuesto, hay que hacer un cálculo, y por la reyla de tres venir en co-
nocimiento de la cantidad de la sustancia en cuestión que hay en la can-
tidad de ese compuesto. Si se han obtenido 6 granos de fosfato, ó 6 de
sulfuro de arsénico, hay que determinar cuánto fósforo se halla en esos 6
granos de fosfato, cuánto arsénico en esos 6 granos de sulfuro.
Convenidos; pero ¿á qué conduce ese cálculo? ¿Para qué sirve en una
cuestión de envenenamiento? ¿Para determinar ia cantidad de veneno
que ha tomado un sugeto? A su debido tiempo verémos que no; que
hay varias circunstancias mas que suficientes para volver vano y erróneo
ese cálculo. ¿Sirve para saber si la cantidad tomada fué tóxica? Tam-
poco, como también lo probaremos en su lugar, y con razones análogas
á las que vuelven ilusorio el primer cálculo. Tenemos datos mas lógicos,
para saber la fuerza tóxica de una sustancia ingerida en la economía
humana.
¿Será para comparar la cantidad obtenida de las materias sospechosas
con la que se obtiene naturalmente de los órganos? Para eso no hace
falta determinar la cantidad de fósforo ni de arsénico; basta ver la dife-
rencia que va en la cantidad de fosfato y de sulfuro. Claro está que si
hay poco fósforo ó poco ácido fosfórico, habrá poco fosfato; si hay poco
arsénico, habrá poco sulfuro del mismo. Cuando se analiza un órgano que
naturalmente tenga fósforo ó arsénico, y dé, no como debe dar, escasa
cantidad de fosfato ó sulfuro, sino cantidad notable, no se necesita más
para deducir que no procede la sustancia de la que naturalmente con-
tiene el órgano.
»*) Obra Citada , p. 318.
Otro tanto podemos decir de los casos en que la sustancia obtenida
proceda de una medicación , si no se ha dado en cantidad considerable.
En ninguno de esos casos hace falta determinar la cantidad precisa y
proporcional de fósforo y arsénico ; basta ver la cantidad de sus com-
puestos obtenida.
Menos aplicable es todavía la operación de análisis proporcional , si se
relaciona la cantidad obtenida con la cantidad de materia ensayada. Para
poder fundar cálculos exactos matemáticos en esa relación ; para saber,
por ejemplo, si cuatro onzas de hígado, pulmón y bazo han dado seis
granos de fosfato de barita, ó seis de sulfuro de arsénico, cuánto fósforo,
cuánto arsénico contendrán cien partes de los mismos órganos, es nece-
sario contar con que el veneno está esparcido por igual en todos los ór-
ganos, y eslo ya sabemos que no sucede. Hay órganos donde se encuen-
tra más, otros donde se encuentra menos ó nada. En el mismo estómago
no está el veneno repartido por igual en todos sus tejidos.
Proporcionar el peso de aquellos y la cantidad del veneno, es un error
grave. Esos cálculos pueden hacerse en un agua mineral, por ejemplo,
en una disolución, en un compuesto, cuyas partes, desde las mayores á
las menores, tienen igualmente repartidos los principios que contengan;
pero con los órganos de un sugeto envenenado, no ; nos expondríamos á
los errores mas crasos.
A mas de que, ¿y qué saco yo con saber que en cien partes de materia
analizada habrá tanto ó cuanto del veneno? Lo que en tal caso importa
es determinar en esos seis granos de fosfato de barita ó de sulfuro de ar-
sénico , cuánto fósforo, cuánto arsénico hay.
Justificado, pues, estaría que en esta edición hiciera yo lo mismo que
en las anteriores, no ocuparme absolutamente en tal análisis, puesto que
tengo la convicción de que jamás ha de emplearse en los casos de enve-
nenamiento para resolver lógicamente ninguna de sus cuestiones.
Sin embargo, puesto que he descrito los instrumentos necesarios para
esas análisis , y que he hablado de las operaciones mecánicas, físicas y
químicas, relativas á ellas, voy á decir cuatro palabras sobre el modo
de practicar una análisis cuantitativa, ó io que es lo mismo, sobre el
modo de calcular ó deducir matemáticamente la cantidad proporcional
de una sustancia venenosa.
Paso por alto los venenos gaseosos , porque ni á la análisis cualitativa
dan lugar esos venenos. Si se nos presentara un frasco de un gas vene-
noso , con el que se hubiese intentado envenenar á alguno , lo cual es
raro que suceda, y acaso no ha sucedido nunca , bastaría medirle por su
volumen con los instrumentos de que hemos hablado en su lugar, ó com-
binarle con otro cuerpo que permitiera pesar el producto de esa com-
binación.
Otro tanto dirémos de los líquidos. La dosificación de los cuerpos se
hace siempre mejor por medio del peso que por volúmenes, y para pe-
sarlos exactamente, se procura precipitarlos con el reactivo que sea mas
á propósito para ello. Los autores de análisis química ya indican cómo se
dosa mejor cada cuerpo l1).
Yoy á reducirme, pues , á los casos en ios que por medio de un reac-
tivo se ha obtenido un precipitado que lavado y desecado , se pese , y sa-
bido el peso del compuesto, se quiera saber ó "determinar la cantidad en
•,*J Vtftsu cualquier tr.itauo de uiiuiisia ijuimica cuantiluiiva.
- 768 —
aue está en ese compuesto el veneno que se busca , ora con respecto á la
cantidad de materia sospechosa, de la que se ha extraído , ora con res-
pecto á la del precipitado.
Supongamos que de 8 onzas de materias, hígado, bazo, etc., carbo-
nizadas, se obtiene un licor, que , tratado con el ácido sulfhídrico, da
un precipitado de sulfuro de arsénico , que, filtrándole , lavándole y de-
secándole , pesa 6 granos, y que se quiera determinar cuánto arsénico
hay en esa cantidad de sulfuro.
Por las tablas de números proporcionales ó equivalentes, sabemos que
el arsénico emplea en sus combinación 75 partes de su sustancia, y el
azufre 16. La suma de esas dos cantidades es 91. Con este dato pode-
mos deducir la cantidad de arsénico de dos maneras.
1.a Podemos poner el problema del modo siguiente:
Primera proporción.- Si 8 onzas de materia analizada han dado 6 gra-
nos de sulfuro de arsénico, ¿cuánto darían 100 onzas de la misma materia?
Para resolver este problema se ponen como términos: l.° la cantidad
de materia sospechosa empleada ó sea 8 onzas; 2.° la del producto obte-
nido por medio de las análisis químicas, ó sea 6 granos de sulfuro; 3°
el número 100 y se dice :
Ocho es á seis como ciento es a x.
8 : 6 : : 100 : x (*).
Para saber qué cantidad será x, se empieza por multiplicar el segundo
término por el tercero ; esto es 0 por 100 : el producto será 600.
En seguida se divide ese producto por el primer término ó sea por 8.
600 j 8
40 75
O
La fórmula con que se expresan esas operaciones y su resultado es la
siguiente :
6x100 , „
x = • — - — = 7o granos de sulfuro.
O
En 100 onzas, pues, de materia analizada, habría 75 granos de sul-
furo de arsénico.
Averiguada esta primera proporción se pasa á la
Segunda proporción. — Si 91 de sulfuro de arsénico contienen 75 de este
metaloídeo , ¿ cuánto arsénico contendrán 75 granos de sulfuro del mismo ?
Para resolver este segundo problema se ponen como términos: l.° la
suma de equivalentes del sulfuro de arsénico , ó sea 91 ; 2.° el número
proporcional ó equivalente del arsénico, ó sea 75; 3.° el de los granos
de sulfuro de arsénico que ha dado la primera proporción , ó sea 75, y
se dice:
91 es á 75 como 75 es á x.
91 : 75 : : 75 : x
#
Para saber qué cantidad será x , se empieza también multiplicando el
segundo término por el tercero, esto es, 75 por 75, y da como pro-
ducto 5625. J
l') Queme permiten los versados en las matemáticas las minuciosidades en que voy
a entrar ; porque dese o ser claro hasta para los que las tengan un tanto olvidadas.
- 769 -
En seguida se divide este producto por el primer término, <5 sea
por 91.
5625 | 91
165 61,8
740
12
La fórmula de estas operaciones y su resultado es :
75x75 .
x — — — — =61,8 de arsénico,
y i
Cien onzas, pues, de materia analizada contendrían 61 granos y 8 dé-
cimas de grano de arsénico.
Por exactas que sean siempre esas proporciones, resulta que no nos dicen
qué cantidad de arsénico hay en seis granos de sulfuro ; solo sabemos la
cantidad que habría de este en 100 onzas de materia analizada y la de ar-
sénico que contendrían las mismas, y ese conocimiento no nos sirve para
nada en una cuestión pericial , en la que se trata de saber si un sugeto
ha sido envenenado. Veamos, pues, si procediendo de otro modo, po-
dremos saber la cantidad de arsénico que hay en seis granos de sulfuro
de ese metaloídeo , y por ahí deducir algo que nos dé una idea de la
cantidad que pudo tomar el sugeto.
. 2.a Para resolver el problema, esto es, para saber cuánto arsénico hay
en 6 granos de sulfuro del mismo , se hace lo siguiente :
Se ponen como términos : l.° la suma de equivalentes del arsénico y
del azufre , ó sea 91 ; 2.° el número proporcional ó equivalente del ar-
sénico , ó sea 75 ; 3.° la unidad del peso ó cantidad obtenida, ó sea 1 gra-
no, y se dice :
91 es á 75 como 1 es á x.
91 : 75 : : 1 : x.
Para saber cuánto será x, se empieza multiplicando el segundo tér-
mino por el tercero ; esto es, 7o por 1, que da 75.
En seguida se divide 7o por el primer término, 6 sea 91 , para Jo cual,
siendo el dividendo 75, menor que el divisor 91, se añade un cero á
aquel 750, y luego se pone otro cero á la izquierda del cociente ó re-
sultado de la división, con lo que se advierte que son decimales ; por
ejemplo:
750 | 91
220 0,824
380
16
Estas operaciones se expresan con esta fórmula :
75 X 1
x= ' j = 0,824 de arsénico.
En cada grano de sulfuro de arsénico , por lo tanto, hay 824 milési-
mas de grano de arsénico. Multiplicada esa cantidad por 6
0,824
6
TOX1COI.OG1A. — 49
4,944
- 770 -
da 4 éranos y 944 milésimas de grano de arsénico. Seis granos, pues,
de sulfuro de arsénico contienen 4 granos y 944 milésimas de grano de
arsénico, siendo lo restante hasta los 6 granos, azufre.
Este modo de calcular es mas sencillo , va mas directamente al ob-
jeto y tiene la ventaja de no relacionar la cantidad de veneno obtenida
con la cantidad de materia sospechosa empleada , lo cual , por las razo-
nes que hemos expuesto , y las que en su lugar ampliaremos, sobre no
conducir á nada de provecho , expone á graves errores , bajo el punto de
vista toxicológico.
Si , en lugar de un binario , tuviéramos un ternario ó una oxisal , las
operaciones , en el fondo, serian las mismas.
Supongamos que, de las 8 onzas de materia analizada ó sometida á una
ebullición, hubiésemos obtenido un licor, del cual precipitara el cloruro
bárico el ácido fosfórico, formando un fosfato de barita, que pesara 6
granos, y quisiéramos saber cuánto fósforo hay. Aquí se presentan tam-
bién los dos modos de averiguarlo :
l.° Empezaríamos por buscar la suma de equivalentes del ácido y de
la base. El ácido fosfórico se compone de 3 2 de fósforo y 40 de oxi-
geno, porque hay 5 equivalentes de este, y siendo 8 cada equivalente,
son 40. La barita se compone de 08 de bario y 8 de oxígeno; total , 148.
Establecido este primer dato se pasa á la
Primera, proporción. — Si 8 onzas de molería empleada dan 6 granos de
fosfato de barita , ¿ cuántos darán 100 onzas de la misma material
Para resolver este problema se ponen como términos : l.° la cantidad
de materia empleada, 8 onzas; 2.u la del producto obtenido por las aná-
lisis químicas, ó sea ó ; 3.° el número 100 , y se dice :
8 es á 6 como 100 es á x,
8 : 6 : : 100 : *.
Se multiplica 6 por 100, que da 600.
Se divide 600 por 8, que da 75.
x — f*'*' 1 _ 7J* granos (je f0sfat0 de ba rjta.
O
En 100 onzas de materia empleada habria 75 granos de fosfato de
barita.
Averiguada esta proporción se pasa á la
Segunda proporción. — Si 148 de fosfato contienen 72 de ácido fosfórico
(32 de fósforo, 40 de oxígeno), 75 granos de fosfato, ¿ cuánto ácido con-
tendrán?
Se ponen como términos : l.° la suma de equivalentes del fosfato, 148;
2.° la suma de equivalentes del ácido, 72; 3.° la cantidad de fosfato
dada por la primera proporción , 75 , y se dice :
148 es á 72 como 75 es á x,
148 : 72 :: 75 : x.
Se multiplica 72 por 75, que da 5400.
Se divide 5400 por 148 , que da 36,486.
72X75
148
= 50,185 ácido fosfórico.
— 11 1 -
Cien onzas de materia empleada contendrían 86 granos y 486 milési-
mas de grano de ácido fosfórico.
Averiguada esta segunda proporción se pasa á la
Tercera proporción. — Si 148 de fosfato de barita contienen 32 de fós-
foro, 75 granos de fosfato, ¿ cuánto fósforo tendrán ?
Se ponen como términos : l.° la suma de equivalentes del fosfato, 148;
2.° el equivalente del fósforo, 82; 3.° el número de granos de fosfató
que da la primera proporción , y se dice :
148 es á 32 como 76 es á x,
148 : 32 :: 75 : x.
Se multiplica 32 por 75 , y da 2400.
Se divide 2400 por 148, y da 16,216.
32 75
x = — — - = 16,216 de fósforo.
148
Habría, pues , en 100 onzas de materia, 16 granos y 216 milésimas de
grano de fósforo.
En lugar de buscar esas proporciones, que tampoco conducen á nada,
que no nos dicen cuánto fósforo hay en los 6 granos de fosfato obtenido,
podemos proceder de otro modo.
2.° En 6 granos de fosfatq de barita, icuánto fósforo hayt
Los términos de este problema son : l.° la suma de equivalentes del
fosfato, 148; 2.° el equivalente del fósforo, 32; 3.° la unidad del peso
obtenido , 1 grano, y se dice :
148 es á 32 como 1 es á x,
148 : 32 : : 1 : x.
Se multiplica 32 por 1 , que da 32.
Se divide 32 por 148, añadiendo un cero al dividendo, por ser menor
que el divisor, p. ei. , 320, y luego un cero á la izquierda del cociente,
y da 0,2162.
32 V 1
x = ~~ = 0,2162 de fósforo.
En cada grano, pues, del fosfato hay 2162 diezmilésimas de grano de
fósforo. Multiplicada esa cantidad por 6 , da 1,2972; esto es, 1 grano y
2972 diezmilésimas de grano de fósforo. Esto es lo que contienen, por lo
tanto, los 6 granos de fosfato de barita obtenidos.
Esta última operación , mucho mas sencilla y mas breve , sobre per-
mitirnos determinar la cantidad de veneno que hay en la del precipitado
obtenido, lo mismo si es lina sal , que un binario , puede servirnos para
saber si es mucha ó poca la cantidad de veneno ingerida en el cuerpo
del sugeto, y deducir de ella lo que expondrémos en la Filosofía de la
intoxicación , al examinar ei valor absoluto y relativo de los resultados
de las análisis químicas.
Esos ejemplos bastan para saber lo que hay que hacer en esa clase de
análisis llamadas directas. En cuanto á las indirectas , todavía menos apli-
cables á los casos de envenenamiento, no nos ocuparémos siquiera en
ellas. Estas análisis versan sobre mezclas de cuerpos, cuyo peso se
busca por junto, y luego se dosa por separado la cantidad que corres-
pondo á cada uno, sirviendo siempre de guía la ley de los equivalen-
— m —
tes C). Si es , por ejemplo , un sulfato de potasa y sosa , se ve Ja cantidad
total de ácido sulfúrico, y luego la que corresponde á cada una de esas
bases.
En análisis loxicológica eso no sucede ni debe suceder; porque preci-
samente una de sus reglas es la separación de las sustancias venenosas
que están mezcladas; los reactivos las determinan y separan, precipi
lando unas y no precipitando otras; la potasa , por ejemp o , precipitaría
por el cloruro platínico, y la sosa no, con lo cual quedarían separadas.
Así, pues, en los casos prácticos de análisis loxicológica jamás nos he-
mos de ver en la precisión de apelar á una análisis indirecta.
ARTÍCULO VIH.
DE LA APLICACION DEL MICKOSCOPIO Á LAS ANÁLISIS QUÍMICAS.
En el Tratado de medicina legal hemos visto que el microscopio presta
grandes servicios en mas de una cuestión. Siempre que se trate de man
chas de humores, de grasa, de meconio, de reconocimiento de pelo, etc.,
no se consideraría completa la prueba, ó no podría resolverse la cuestión,
sin la debida aplicación del microscopio. Ya no estamos en los tiempos
en que, ó el poco uso de ese instrumento entre los médicos, ó sus pocos
adelantos, ó el aplomo con que debe procederse en los casos de medicina
legal, rechazaban los servicios de ese poderoso auxiliar de las ciencias
médicas. Iloy un perito médico forense que no sepa manejar el micros-
copio, es un perito incompleto.
Pues en igual caso se halla ya el microscopio respecto de la lexicolo-
gía. Si ha sido permitido no tenerle en grande estima por algún tiempo,
considerándole impotente para resolver ciertas cuestiones prácticas d^
envenenamiento, esperándolo todo de los reactivos y las reacciones quí-
micas; hoy ya la química de la intoxicación le recibe como un poderoso
auxiliar para muchos casos, y á veces viene á suplir lo que las análisis
químicas, sin él, no podrían alcanzar.
No hay una toxicologia microscópica, ó una micrografia loxicológica, como
algunos podrían creer. Rajo este punto de vista opinamos como Cárlos
Robin respecto de la anatomía microscópica. Así como no hay en rigor se-
mejante anatomía, puesto que lo que hay es el estudio de los tejidos y
de sus elementos histológicos por medio del microscopio, con el cual se
alcanza á ver lo que no se ve á simple vista; así tampoco no hay una loxi-
cología microscópica , sino la aplicación del microscopio al estudio de los
venenos; el empleo de un medio mas poderoso, en ciertos casos, para
poder apreciar ciertos caractéres físicos, químicos y orgánicos de los ve-
nenos, que no podrían apreciarse, en ciertos casos", sin la aplicación del
microscopio.
Bajo este punto de vista, pues, vamos á tratar de esa aplicación en este
artículo, considerando el uso del microscopio ccmo un auxiliar de la quí-
mica, para determinar en ciertos casos no solo la existencia de un veneno
en las materias sospechosas, sino qué veneno sea.
Hace ya tiempo que los químicos ó toxicólogos acuden al microscopio,
en ciertos casos , como acude el naturalista , el anatómico , el fisiólogo y
(‘) Véase lu tabla <le los equivalentes en cualquier obra de Aválisis química. Hemos dicho
que eu Ja campaua de la chimenea del labaratorio es bueno que haya esa tabla.
- 773 -
el patólogo , no para fundarlo todo en él, sino para alcanzar con él co-
nocimientos que de otra suerte seria imposible.
Ya hemos visto que Cossa y Carpené , no contentos con averiguar las
reacciones de ciertos alcaloideos, tratados con el yoduro doble de mercu-
rio y de potasio , han sometido luego los precipitados producidos por
ese reactivo al campo del microscopio, apreciando así la forma crista-
lina ó amorfa especial de cada uno de los yodhidrargiratos que se
forman , y asociando de este modo nuevos datos fehacientes de la exis-
tencia del alcaloideo á los obtenidos por medio de las . reacciones quí-
micas.
Hé aquí uno de los hechos que demuestran la utilidad del instrumento
que nos ocupa en una prueba pericial. Lo que Cossa y Carpené han he-
cho, respecto de los precipitados producidos por el yoduro doble de mer-
curio y de potasio con los alcaloideos, en los que hicieron sus experi-
mentos, es aplicable á todos ; y siempre que los caracteres químicos no
sean del todo definitivos, ó qué puedan ofrecer alguna duda, el micros-
copio podrá tal vez en mas de un caso disiparla , asociando á los caracte-
res químicos los físicos que permita distinguir.
Ya llevamos indicado en otra parte que una de las mayores y mas fre-
cuentes dificultades para determinar la presencia de un alcaloideo, aun
después de vencidas las que nacen de su aislamiento de las demás sus-
tancias orgánicas, cuya presencia no deja ver claras las reacciones , es
la escasa cantidad de alcaloideo que se obtiene, ora se proceda por el
método de Stass, ora por el de Graham ó la diálisis. Como no basta un
tanteo , como hay que hacer varios, para tener suficiente copia de datos
en qué fundar una conclusión lógica ; es muy difícil poder practicarlos
en algún número con la exigua cantidad de alcaloideo obtenida.
Pues bien ; en estos casos el microscopio nos puede servir de grande
utilidad, porque no solo podemos examinar en él los precipitados obte-
nidos para apreciar su forma física, amorfa ó cristalina , sino ejecutar en
el mismo campo del microscopio las reacciones. Guando sea tan escasa
la cantidad que apenas nos consienta hacer ensayos sobre su solubilidad
en el agua , alcohol , éter y otros disolventes, y su modo de conducirse
con reactivos de grupo, de división y de especie, y alguno que otro corro-
borante, para todo lo cual, por poca cantidad qué se emplee, se gasta al-
guna, y acaso sea necesaria toda solo para los primeros tanteos, si ha de
ser la sola vista natural la que se haya de hacer cargo de lo que pasa;
el microscopio puede servirnos perfectamente, puesto que en su campo,
en el mismo porta-objetos se puede colocar una cantidad mínima de al-
caloideo, tomada del residuo que nos dé la evaporación del éter, por
medio del método de Stass, ó del agua por el de Graham ; y allí tratarla
en una gota de agua, alcohol, éter ó cualquiera otro disolvente, y en
seguida por sus reactivos especiales; para todo lo cual habrá cantidad
suficiente, puesto que para cada uno de esos tanteos bastan fracciones
mínimas de gramo. .
A.demás de esos casos, en los que por ser pequeñísimas las cantidades
de veneno obtenidas, no es posible hacer con ellas todos los tanteos de-
bidos y suficientes para una conclusión lógica, ó se adquieren resultados
dudosos ; hay otros en que la química se rinde ; ora sea porque todavía
no se ha descubierto el principio activo de ciertas plantas venenosas, ó
no sabemos cómo separarlas de las materias del cuerpo humano entre las
que se pierde; y en vano se someten esas materias á las operaciones que
774 —
en su lugar hemos expuesto , ya para aislarlas, ya para reconocerlas por
medio de reactivos. _ ,
En estos casos el microscopio nos viene en ayuda, sometiendo a su
campo porcioncitas de materias arrojadas por vómito ó por cámaras;
puesto que en ellas suele haber restos de los tejidos de esas plantas , que
han resistido á la acción destructora de los agentes digestivos , y en el
campo del microscopio revelan su estructura especial y la planta á que
pertenecen.
Uno de los méritos indudables del interesante opúsculo de M. Emilio
Boudier, sobre los hongos, no es tanto sus esfuerzos en determinar el
principio venenoso de esas plantas, como el hecho que ha averiguado re-
lativamente á los caracteres anatómicos de los hongos. Según este sagaz
observador, los tejidos de esa planta resisten á la cocción y á la digestión;
no alteran su naturaleza hasta el punto de ser desconocidos ; los esporos,
sobre todo, presentan una resistencia singular, de tal suerte que des-
pués de cocidos y digeridos los hongos , se ofrecen casi del propio modo
que al estado crudo y fresco. Casi otro tanto sucede con el tejido del pe-
dúnculo y del sombrerillo , del hvmenio , de los báculos , de los esterig-
matas, de las células cilindricas, etc., etc.
Pues bien ; todos esos tejidos escapados á la destrucción disolvente de
los jugos gástricos y de la cocción, se encuentran como restos de los hon-
gos entre los materiales estercoráceos de la persona intoxicada , ó en el
tubo digestivo, y acaso en las materias que vomita, y mientras la análi-
sis química se fatiga en vano, para revelar el principio inmediato tóxico
á que se debe la intoxicación, y para descubrir algo de él en las mate-
rias procedentes de la víctima, én sus visceras ó humores; el microsco-
pio descubre , y sin necesidad de grandes aumentos , esos esporos , esos
tejidos del pedúnculo y sombrerillo, del hymenio, de los bácidos , este-
rigmatas, celdillas cilindricas, etc., con las diferencias que presentan,
según sean de estos ó aquellos hongos . sativos ó venenosos.
Lo que ha hecho M. Boudier con los hongos es aplicable á otras plan-
tas, cuyo principio activo no es conocido, ó no se puede aislar ni carac-
terizar suficientemente, por medio de las operaciones analítico-químicas
y por medio de los reactivos.
Es, pues, de esperar que el microscopio sea cada dia mas empleado
en el exámen de las materias sospechosas , y que lleguemos á tener en él
un auxiliar poderoso, como medio de prueba complementaria, unas veces
de las análisis químicas, y supletoria en otras ocasiones de las mismas.
En la Introducción de este Compendio hemos indicado , como uno de
los progresos de la Toxicología mas modernos, una obra publicada en
Maguncia (1864) por A. Helwig con este título: El microscopio en Toxi-
cología. Contribuciones al diagnóstico microscópico y microguímico de los
principales venenos metálicos y vegetales , para el uso de los peritos médico -
legistas y farmacéuticos.
No hemos visto la obra escrita en aleman y no sabemos que haya sido
traducida al francés. Solo tenemos noticia de ella por el juicio escrito que
ha publicado el doctor C. Strohl , profesor agregado en la facultad de
Medicina de Estrasburgo, en los Anales de Higiene pública y Medicina legal,
tomo XXlll , segunda serie, pág. 468, v tomo XXV, pág. 466 y si-
guientes. * ^ *
El solo título de la obra ya indica el objeto de su autor , y que es el
mismo que hemos dicho que podemos y debemos esperar de la aplica-
- 77S -
cion del microscopio á la lexicología. El doctor Belwig ha hecho ya
un estudio ad hoc metódicamente , si bien no comprende ni todos los
metales ó venenos minerales , ni todos los orgánicos ó alcaloideos. El
autor ha empezado sus estudios por estos , comprendiendo los siguien-
tes : la morfina, la estricnina, la brucina, la veratrina , la atropina, la
aconitina, la solanina, la digitalina, la conicina , y la nicotina , y sus
principales sales y los venenos metálicos de mas uso.
^ Sentimos no tener á la vista dicha obra, porque podríamos ser mas
explícitos y exactos en el modo de proceder de dicho autor. Sin em-
bargo, dirémos lo que deja entrever el entendido crítico de quien to-
mamos estas noticias.
El aumento de diámetro empleado para esos ensayos es ordinaria-
mente de 80 , sin perjuicio de aumentarle ó disminuirle según los casos.
Así las imágenes aparecen con limpieza y exactitud.
La temperatura es la de la pieza donde se trabaja , y para cada ensayo
hay que mudar los vidrios de los porta-objetos.
Las cantidades son verdaderamente microscópicas. Ordinariamente,
cuando se experimenta, teniendo á su disposición el veneno mineral ó al-
caloideo, al estado puro , es una disolución de un grano de veneno y
ciento de agua desti ada. De esta disolución se toma una gota , la que se
coloca en el porta-objetos , y sobre ella se opera con los reactivos.
En ocasiones todavía hay que disminuir la cantidad : en vez de una
centésima parte de veneno , hay que poner media centésima parte ; es
decir, disolver , ó medio grano del veneno en cien partes de agua , ó un
grano en doscientas gotas. Con la estricnina , por ejemplo, hay que pro-
ceder así. El autor ha ido estudiando los límites de la disolución á que
puede llegar cada sustancia, permitiendo distinguir todavía las reaccio-
nes limpias y características. La coloración que da el ácido nítrico con
la morfina y la brucina, permite reconocerlos á un diezmilésimo de
grano , y un seismilésimo de grano de nitrato de estricnina ha podido
dar todavía por evaporación cristales característicos.
En los casos prácticos no siempre ha de ser posible ó fácil apreciar
exactamente el peso de la sustancia venenosa que se obtenga por el mé-
todo de Stass con la evaporación del éter , y por el proceder de Graham
con la del agua del recipiente. Por lo tanto, si no es posible ó fácil pe-
sar esa cantidad para disolver un grano en cien golas de agua destilada,
ó medio en cincuenta, se tomará un poquito, como un granito de arena,
y se disolverá en una ó dos gotas de ese vehículo.
Mas, antes de examinar la solubilidad del veneno en el agua . alcohol
acuoso, alcohol amílico, y el benzol, habrá que enterarse previamente
de su forma. Ya la naturaleza del residuo obtenido por el método de
Stass ó de la diálisis, nos pondrá en el caso de conocer de qué alcaloideo
se trata, porque se presentará al estado líquido y oleaginoso, ó al estado
sólido y fijo. En este último caso, la pequeña porción puesta en el porta-
- objetos, y colocada en el campo del microscopio, nos presentará su
forma cristalina ó amorfa , y tanto los cristales y su figura , como las
granulaciones ó masa amorfa , nos revelarán los caracteres especiales del
veneno que sea.
Tal vez sea necesario combinar con la luz reflejada por el espejo del
microscopio la de la lente accesoria y articulada , destinada á iluminar
por arriba los cuerpos opacos ó amorfos.
Examinada la forma cristalina de esta suerte , se ensaya su solubili-
— 776 -
dad en el agua, en el alcohol acuoso ó amílico., y luego de disuelto en
una ó dos gotas de este vehículo , se trata con los reactivos , empleándo-
los también por gotas de sus disoluciones.
Los ensayos del autor no se reducen á esto solo. Emplea también la
vía seca. En una pequeña excavación semi-esférica , labrada en una lá -
mina de platino , depone una pequeñísima cantidad de la sustancia en
polvo , y cubriéndola con el vidrio del porta-objetos, la calienta , con
precaución suma, á la llama de la lámpara de alcohol hasta que se
funde , con lo cual el veneno , si es susceptible de ello , se volatiliza y
condensa en la cara inferior del vidrio del porta-objetos, y allí se exa-
mina sublimado , sea ó no tratado con reactivos.
Por último , el doctor Hehvig ensaya también la polarización de la luz
ó como dan los rayos de la luz polarizada los venenos.
Tanto los resultados de las sublimaciones, como de las reacciones
químicas, pueden conservarse en los cristales del porta-objetos para
hacer constar en todo tiempo lo que se ha obtenido , lo cual es otra de
las ventajas de la aplicación del microscopio á esa clase de ensayos.
La obra de M. Hehvig se compone de diez hojas de texto grandes, en 8.*,
y de 64 figuras fotografiadas , y en ellas están consignados los resultados
obtenidos con los metales y alcaloideos ensayados por dicho autor.
No podemos menos de reconocer que es un gran paso hacia el progreso
y que la nueva vía abierta por Hehvig, como método particular, ha de
ir siendo perfeccionada y dar aun á la ciencia y á la práctica , productos
mas provechosos.
No sabemos de qué microscopio se sirve dicho autor , si del común , ó
del renversado para ensayos químicos de Nachet. De lodos modos, hay
que tener sumo cuidado en el empleo de los reactivos para no echar á
perder el microscopio : el reactivo debe tomarse con una varilla , y
echar la gota entre las dos piezas del porta-objetos ; pasa por capilari-
dad , y va á obrar sobre el cuerpo colocado entre esas dos piezas.
Tampoco vemos establecida una marcha metódica, análoga á laque
hemos expuesto respecto de la aplicación de los reactivos en análisis
química y en las operaciones químico-toxicológicas, para el pronto y
exacto descubrimiento del veneno. Seria muy ¿el caso formar también
un cuadro sinóptico de todos los alcaloideos, que es donde hace mas
falta la aplicación del microscopio , porque los venenos minerales se re-
velan ya bastante bien en todos los casos , con los medios que actual-
mente posee la ciencia , exponiendo las reacciones características y las
formas de sus cristales para evitar en lo posible la pérdida de tiempo y
de sustancia en tanteos, cuando no se sabe de qué sustancia se trata.
Nosotros no hacemos un cargo al doctor Hehvig, porque no ha tratado
de qué modo debe procederse en los casos en que no se sabe qué ve-
neno ha provocado un envenenamiento , para irle aislando y prepararle
hasta el punto de someterle al microscopio, como en cierto modo se lo
exige el doctor Strohl. Eso no es cuenta del microscopio. En cuanto á
separar la sustancia y prepararla para examinarla con ese instrumento,
debe hacerse lo mismo que para tratarla con los reactivos sin el auxilio
de ese aparato. El químico, es decir, el perito , emplea los medios que
hemos propuesto para separar el veneno mineral , ó el alcaloideo, de las
demás sustancias con las que está mezclado, y ora sea un mineral obtenido
por la diálisis , ora un alcaloideo obtenido por este ó por el método de
otass, queda dispuesto para los ensayos microscópicos, lo mismo que
- m -
para los químicos ordinarios. De suerte que al preparar la sustancia
para las operaciones microscópicas , aislándolas de las que las impurifi-
can, no puede considerarse como parte de estas operaciones: el micró-
grafo confia al químico esa preparación ; de consiguiente , el perito em-
pieza, como químico, separando la sustancia venenosa, por medio del
método de Stass, ó de la diálisis, y luego la somete al microscopio.
Aunque la ciencia, en punto á venenos minerales , puede pasarse sin
el microscopio , puesto que ya tiene medios suficientes para hacer cons-
tar la existencia de los venenos de ese reino ; sin embargo , no están de
más los auxilios que , aun en esos casos , puede proporcionar el micros-
copio , como corroborante , siempre que pueda haber dudas , y sobre
todo en aquellos , en los que , por estas ú otras causas , el perito químico
obtenga escasísima cantidad de sustancia para sus análisis.
Supóngase un caso en el que no se tenga resto alguno del envenenado
ó apenas si se puede obtener el menor vestigio de la sustancia que tomó;
pero que en un papel, en un frasco, en un vaso, se halla todavía una
mínima cantidad de la sustancia venenosa que haya tomado el sugelo.
Esa exigua cantidad será inútil para el químico ; el micrógrafo tendrá
tal vez con ella bastante para determinar su naturaleza.
Bajo ese punto de vista tienen todavía interés los ensayos hechos por
Oelwig con los minerales, ácido arsenioso, sublimado corrosivo, tár-
taro estibiado, acetato neutro de plomo, cloruro de -estaño, nitrato de
plata , sulfato y acetato de cobre.
Los caractéres principales que el autor busca en esas sustancias, mas
bien pertenecen á sus propiedades físicas que á las químicas. Su forma
cristalina , su solubilidad, su volatilidad, su reducción , es lo que prin-
cipalmente estudia, echando mano de muy pocas reacciones químicas.
Creemos que con lo que acabamos de exponer hay lo suficiente para
dar una idea de la utilidad del microscopio en Toxicología; de los ca-
sos en que puede sernos sumamente provechoso, y del modo como debe-
remos aplicarle al auxilio de las operaciones químicas, en los casos prác-
ticos de intoxicación ó envenenamiento.
Respecto del modo como dcbcrémos proceder en los casos de intoxi-
cación por venenos vegetales, en los que no se trata de buscar un prin-
cipio químico, sino los vestigios orgánicos de los tejidos de, la planta,
como esporos, células , vesículas , fibras, vasos espirales, tráqueas , los
íascículos fibro-vascuiares , las estomatas de las hojas, los granos de te-
cula, etc. , no habrá otra cosa que hacer mas que lo que se practica en
los casos de exámen microscópico de la sangre , pus , esperma, etc. J o-
mar coa agua destilada un poco de la materia, y colocar una ó dos gotas
en el porta-objetos, y en él aparecerán, si los hay, los elementos orgáni
eos de la planta , que ha resistido la cocción y digestión , y están mez
ciados con las sustancias estercoráceas , materias alimenticias ó jugos re
cogidos del estómago é intestinos, y comparar lo que se vea con las la
minas de los atlas donde estén dibujados esos elementos anatómicos.
ARTÍCULO IX.
l)h LA APLICACION DE LA ESPECTROMETRÍA A LAS ANÁLISIS QUÍMICAS.
Al hablar do los instrumentos, utensilios y aparatos necesarios para
las análisis químico- lexicológicas hemos incluido, como auxiliares de
- 778 -
química , la aplicación de la luz, por medio de lentes, microscopios y es-
pectrómetros. De las lentes y microscopios ya hemos visto el partido que
podemos sacar.
Respecto de la espectrometría y ensayos espectrométricos hablarémos
muy poco , ó , por mejor decir, nada , porque en la práctica jamás se pre-
sentará un caso en el que, apurados los demás recursos, nos saque de
apuros la espectrometría en el estado actual de la ciencia.
Todavía no conocemos ningún caso práctico en el que se haya hecho
aplicación de ese modernísimo medio de análisis.
Respecto de las sustancias venenosas orgánicas, acerca de las cuales
tenemos mas necesidad de medios exploradores , la espectrometría es in-
útil. Hasta ahora los conocimientos que tenemos de los rayos presentados
por los cuerpos en el aparato espectrométrico versan sobre ciertos cuer-
E os minerales, y en especial el potasio, sodio, litio, estroncio, calcio,
ario , celio y rubidio.
Pues bien ; en las intoxicaciones producidas por esos metales ó sus óxi-
dos y sales, no nos hace falta el espectrómetro , ni la espectrometría , para
determinar la presencia de esos venenos en las materias procedentes de
un sugeto intoxicado.
Por lo tanto , mientras la espectrometría no adelante más y no des-
cienda á aplicaciones que suplan á lo que hasta aquí poseemos para des-
cubrir un veneno inorgánico ú orgánico , nos contentaremos con haber
dado una idea de ese nuevo modo de investigación de ciertos cuerpos
minerales, y de indicar que, en el estado actual de la ciencia, la Toxico-
logia todavía no puede prometerse de esa invención resultado alguno.
Pasaremos, pues, por alto, tanto los rayos que presentan los cuerpos
simples indicados, como el modo con que se conducen los cloruros, yo-
duros, bromuros, carbonatos , etc., y el modo de ensayarlos bajo ese
aspecto^).
ARTÍCULO X.
DE LA EXPERIMENTACION FISIOLÓGICA COMO MEDIO AUXILIAR DE LAS ANÁLISIS
QUÍMICAS.
En atención á que, en algunos casos de envenenamiento por ciertas
sustancias orgánicas, las análisis químicas parece que no pueden resol-
ver la cuestión; hace algunos años que se ha tratado de restablecer la
práctica antigua de dar á los animales las materias procedentes de la
persona intoxicada, y observar qué es lo que esas materias producen en
ellos.
M. Tardieu y Roussin parece que son, en Francia, los que han tra-
tado de introducir ese antiguo modo de ensayar las materias sospechosas,
haciéndole sufrir una modificación , con la cual le presentan como nuevo.
En este artículo no nos proponemos mas que dar á conocer el modo
de prácticar la experimentación fisiológica , guardando para la Filosofía de
la intoxicación examinar el valor lógico de esa práctica , tanto respecto de
los principios en que descansa, como respecto de sus resultados y el modo
de apreciarlos.
Según M. Tardieu, á quien tomarémos principalmente por guía en
Ujf!uieran lener a'R,ina ‘dea mas tala de la espectrometría pueden verla, entre
i un del tomo de Análisis química de Gerhart y Chausei.
- 779 —
este punto , la experimentación fisiológica consiste en practicar ciertos en-
sayos en los animales, principalmente perros, conejos y ranas, con las
materias procedentes de una persona envenenada , y observar la seme-
janza de los síntomas desenvueltos en esos animales , con los que haya
presentado la persona víctima de un tósigo.
Según otros, en especial los ingleses Fagge y Steventon , no es preci-
samente lo que se busca la semejanza de síntomas presentados por el ani-
mal , en el que se ensayan las materias sospechosas, con los que presenta
el sugelo enfermo ó muerto de que procedan; sino los efectos especiales
y particulares que cada sustancia venenosa provoca exclusivamente en
un animal , tomado como reactivo, sean ó no semejantes con los que se
hayan observado en un individuo muerto por un veneno.
Así como se busca , por ejemplo , con el ácido níirico , puesto en con-
tacto con la morfina , qué coloración toma esta , y se tiene esta colora-
ción por un carácter químico de ese alcalóide tratado con ese reactivo, y
si le es exclusivo, se considera como una prueba de la existencia de la
morfina en las materias ensayadas; así también se busca con la rana,
poniendo en contacto con su sangre un veneno, qué efectos, qué sínto-
mas le produce , y estos efectos se tienen como prueba de la existencia
de ese veneno, tanto más, cuanto más característicos y exclusivos sean.
Emplear un animal es, pues, emplear un reactivo, no químico, sino
fisiológico.
Las ranas se consideran como más conducentes al objeto , como me-
dios mas útiles y preciosos para el ensayo y comprobación , por la faci-
lidad con que eí operador se las procura, por su pequeño volumen , su
docilidad y la inocuidad de sus movimientos , su sensibilidad extrema á
los diversos agentes, y la facultad que se tiene de poder, sin determinar
inmediatamente la muerte, practicar en ella vivisecciones y descubrir
órganos internos. Sin embargo, son indispensables los experimentos en
los perros para conducir á observaciones comparativas , únicas que pue-
den permitirnos aproximaciones fundadas respecto de los fenómenos de
envenenamiento en el hombre, y autorizar conclusiones positivas.
Hay varios procederes para hacer reaccionar la sustancia sospechosa
sobre esos animales. Desliendo un tanto de esa sustancia en un poco de
agua , puede darse directamente á los conejos ó perros, abriéndoles las
mandíbulas, comprimiendo ligeramente su nariz, y echando el líquido en
la cavidad bucal. Si se teme que el animal lo arroje vomitando, y que se
pierda así la cantidad de materia, á veces mínima, de que se dispone,
vale mas recurrir, desde el principio, á la inyección subdérmica. Para esto
se practica en la parte interna de los muslos de esos animales una ó dos
pequeñas incisiones, de algunos centímetros de longitud , y que dividan
completamente los tegumentos. Con el dedo ó un cuerpo inofensivo, el
mango del escalpelo, por ejemplo, se practica una decolacion mas ó
menos extensa de la piel , de modo que forme una bolsita , la que se llena
de la materia sospechosa reducida al menor volumen , bajo la forma de
extracto ó de líquido muy concentrado. En seguida se practican algunos
puntos de sutura , y se cierra así la herida.
\o debe practicarse la ligadura del esófago , va porque no es inofen-
siva, ya porque, pudiendo' ser disputada su influencia en los efectos,
complicaría la cuestión y podría viciar sus resultados.
En ciertos casos pueden abandonarse simplemente las ranas al agua,
donde se deslia, en el momento de la experimentación , la sustancia sos-
— 780 —
pechosa. En otras ocasiones se acude al método subcutáneo - en
en fin, muy especiales, se ponen en descubierto órganos internos r'
el corazón , si hay interés en examinarle, durante el curso de los
rimentos. ' AI'e“
Todos esos experimentos pueden variarse al infinito, subordinándolos
al objeto que el experimentador se propone.
M. Tardieu no expone, en las páginas de donde le hemos tomado lo
que precede, cómo se hacen los extractos de las materias sospechosas
que hay que introducir, ya en la bolsita subcutánea, ya en otras partes
Pero en la segunda parte de su libro, al tratar particularmente de los
venenos, así que llega á la digitalina, ¡ colocada por él entre los venenos
hiposlenizantes , al lado del arsénico, del fósforo, de las sales de cobre,
de mercurio, del emético, del nitrato de potasa y del oxalato potásico!
expone de qué manera se hacen dichos extractos, y es la siguiente :
. «Se cortan á pedacitos los órganos (las materias blandas no lo nece-
sitan) y se echan en un balón de vidrio , que contiene alcohol muy puro
de 05 grados centesimales. Se coloca el balón en un baño de m aria que
tenga 30 grados de temperatura, y se agita fuertemente toda la masa para
favorecer la disolución del veneno. Al cabo de veinte y cuatro horas de
digestión, toda la papilla contenida en el matraz se echa en un filtro de
papel Berzelius, y se rocía hasta apurar la materia con afusiones su-
cesivas de alcohol de 95 grados. Se reúnen luego todos los licores alco-
hólicos en un mismo vaso , se filtran de nuevo , se dejan deponer algunas
materias insolubles y se procede á la evaporación moderada en baño de
maría, que solo tenga agua tibia. Reducidos á la consistencia de ex-
tracto blando ya está dispuesta la sustancia para los ensayos fisioló-
gicos. »
Si el ensayador lo cree oportuno, puede disolverse el extracto en nueva
cantidad de alcohol de 95 grados, filtrar y evaporar de nuevo, y luego
ensayarle (!).
Para que se vea, dice M. Tardieu , cuál es la sensibilidad de ese mé-
todo, bastan los ejemplos siguientes :
Los órganos de un perro envenenado con 15 centigramos de estricnina,
tratados por el alcohol de 95 grados , han dado un extracto, cuya cuarta
parte redisuelta en 250 gramos de agua destilada , ligeramente acidulada
con acido acético, ha bastado para hacer morir en el espacio de tres cuar-
tos de hora, una rana que se abandonó libremente á esa agua. Diez y
ocho sacudidas tetánicas presentó antes de morir. Ningún otro veneno
vegetal produce esas sacudidas y una muerte tan rápida.
Un perro fue envenenado con dos gramos de extracto de belladona, in-
yectados debajo de la piel. Sus órganos internos, hígado, pulmones, co-
razón y toda su sangre que se pudo recoger, tratados por el alcohol ab-
soluto, dieron después de una lenta evaporación un extracto siruposo,
que bastó para dilatar muy anchamente la pupila de un perro, sobre el
CUB.1 SC 3pllCÓ»
Algunas gotas de una solución de un centésimo de digitalina , hacen
caer en veinte minutos, los latidos del corazón de una rana de 4 <• •
la autópsia , el ventrículo está evidente y constantemente contraído, ai
paso que la aurícula está sumamente hinchada.
Estos experimen los, añade M. Tardieu, ademas de la ven j 9
í') Obra citada , p. 668,
í'
- 781 —
sentan de caracterizar tal ó cual sustancia vegetal , dan, cuando el animal
sucumbe , la prueba mas perentoria que se puede desear de la presencia de
un veneno en las materias examinadas.
Aun en los casos en los que los fenómenos que preceden y acompañan
esa muerte, permanezcan oscuros y sin significación exacta, bajo el punto
de vista de la determinación de la naturaleza misma del veneno , no por
eso deja de constar en ese caso , y eso es lo principal que deben tener
en cuenta la justicia y el perito, que los órganos analizados encierran una
sustancia extraña al organismo y capaz de dar la muerte.
Por último, concluye el autor recomendando que, para mayor seguri-
dad en ciertos casos, es bueno practicar otra experimentación con la
sustancia venenosa igual á la que se sospecha estar contenida en las ma-
terias que dan ese resultado.
Así, la experimentación fisiológica puede ser, en el concepto de
M. Tardieu, lo que ha sido ya mas de una vez, un gran medio de prueba
de la existencia del envenenamiento (*).
Hasta aquí M. Tardieu. Veamos ahora á algún otro partidario de ese
nuevo método de investigación toxicológica pericial.
Los señores Fagge y Sleventon, conforme lo hemos indicado mas de
una vez, han publicado también sus ensayos fisiológicos con venenos or
gánicos, y en especial la digitalina, y su modo de comprender este mé-
todo le enlaza mas todavía con la química de la intoxicación , puesto que
para ellos el animal, la rana, por ejemplo, está tomado puramente como
un reactivo. En vez de ir á descubrir los alcaloides por medio de reacti-
vos químicos, minerales ó vegetales; van á buscarlos por medio de reacti-
vos animales; de lo que sienta la rana ú otro animal, en contacto con los
venenos, deducen la existencia de estos, como se deduce de un precipi-
tado, de una coloración, etc.
Esos experimentadores ingleses no se han propuesto el problema en
los términos que implica la experimentación fisiológica tal como la en-
tiende M. Tardieu , que le funda en la semejanza sintomatologica entre
el hombre y el perro, el conejo ó la rana; ellos no se han dicho: «Dudo un
veneno que ejerce tal acción sobre el hombre , reconocer la presencia de ese ve-
neno por una acción análoga producida en los animales sometidos al experi-
mento.)) Para los señoresFagge y Sleventon, el animal, la rana, sobre todo,
tipo de animal reactivo, no debe ser tomada como punto de comparación;
el problema se le ponen ellos de otro modo : a Dado un veneno , determinar
qué síntomas desenvuelve en el animal reactivo. » Esta es para ellos la cues-
tión: determinar clara y netamente qué efectos manifiesta, por ejemplo,
una rana, á la que se aplica una sustancia venenosa, sean ó no iguales 6
parecidos á los que esa misma sustancia provoca en el hombre. Conoci-
dos perfectamente los efectos de cada veneno en la rana ú otro animal, y
visto que ninguna otra sustancia los produce, se tendrá un criterio, una
prueba de la existencia de un veneno en los órganos ó materias proce-
dentes de un sugeto envenenado, si poniendo esas materias enteras ó ex-
tractadas en contacto con el animal reactivo, este manifiesta los efectos
propios de esa sustancia.
El problema, por lo tanto, está puesto de otro modo, y así como se de-
termina la presencia de un veneno por medio de ciertos reactivos espe-
ciales que le hacen dar reacciones exclusivas con las que se individualiza
(’) Obra cit., pág. US y i i 4.
— 782 -
y distingue de los demás; así por medio de una rana, reactivo que da con
un veneno ciertos síntomas especiales y característicos, que no da con
otra sustancia alguna, se determinará ese veneno.
Desgraciadamente los experimentadores citados están muy lejos de
haber obtenido este desiderátum. No han podido coa sus ensayos estable-
cer un cuadro de grupos sintomáticos, pertenecientes á diferentes vene-
nos , y reconocer estos con aquellos , sirviéndose de la rana como de
reactivo.
Según Gailard, de quien tomarnos las noticias sobre los experimentos
# de Fagge y Steventon, cuyo escrito no hemos visto, no solo no han po-
dido establecer esos grupos característicos, como establecen los químicos
los de los reactivos, sino que se han encontrado con que varias sustancias
producen lo mismo. En la rana, no solo produce sacudimientos tetánicos
la estricnina, gomo lo asegura rotundamente Al. Tardieu ; también los
producen la morfina, lo cual ya había observado Gailard, y publicado en
un artículo sobre el envenenamiento por la estricnina en el tomo XXIV,
2.“ serie , de los Anales de Higiene pública y Medicina legal, pág. 160 ; tam-
bién las provocan otras sustancias ya derivadas del opio, el curare, la
veratrina y la teina, ó sea el aceite esencial extraido del té; si bien hay
algunas diferencias entre esos movimientos tetánicos, ya en el tiempo de
aparición , ya en el modo de quedarse el animal , tendido , de espalda ó
de vientre, con rigidez ó resolución muscular, etc.
Uay más; esos experimentadores ensayaron el extracto alcohólico de
las visceras, y sobre todo, el estómago ó las materias vomitadas, sin ve-
neno en la rana, y vieron con gran sorpresa que los resultados eran igua-
les; que también producían efectos tóxicos, constantes en todos sus expe-
rimentos; pero añaden, que respecto de la digitalina, había diferencia
en esos efectos; así como no la había con la lobelia longuiílora , la enan-
tina, el veratrum álbum y la estafisagria. Estas sustancias, igualmente que
los extractos alcohólicos de los animales no envenenados , ejercen su in-
fluencia sobre la circulación de la rana y le causan la muerte, deteniendo
los latidos de su corazón de otro modo que los venenos cardíacos, digita-
Jina, algunas especies de eléboros y la scila. Pero todos los venenos car-
díacos producen los mismos síntomas, cuyo cuadro es el siguiente:
«Lo mas característico es la irregularidad de los movimientos del co-
razón, seguida pronto de su cesación completa. El ventrículo queda con-
traído, rígido y completamente pálido, cuando cesa de latir; sin embargo,
no está disminuida la pujanza muscular del animal y persiste tanto tiempo
como en las ranas, en las que se detiene la circulación por otra causa,
la ligadura del corazón por ejemplo. La irregularidad de los movimien-
tos del corazón que precede á su detención , presenta caracteres especia-
les. El ritmo se allera poco, y el número de ios latidos no se disminuye
necesariamente como se ha supuesto. A veces, sin embargo, el ventrí-
culo no da mas que una pulsación para cada dos de las aurículas; el nú-
mero de sus contracciones en estos casos disminuye por mitad. Es mas
frecuente que la irregularidad consista en que una ó muchas porciones
del ventrículo, en especial su punta, se contraigan, se pongan pálidas y
rígidas, en tanto que el resto del órgano continúa á dilatarse regular-
mente. Cuando las porciones dilatables son muy pequeñas, el ventrículo
reviste un aspecto particular, presentando en su superficie una especie de
bolsitas rojas y salientes.
Esos síntomas se han presentado invariablemente en todas las ranas, a
— 783 -
las que se ha aplicado debajo de la piel d<5sis dy digitalina equivalentes
á m cenMmo íe grano, á ddsis mas débil á meáu, eentésmo de grano,
el veneno ya no tiene acción; á dásis mayor no tiene otro efecto que ma-
yor rapidez; esto es, se disminuye el intérvalo que transcurre, desde la
inéestmn del veneno hasta el momento en que cesa definitivamente de
S el corazón intérvalo que jamás ha sido menor de seis á siete minu-
tos Los mismos efectos se kan producido, y de la misma manera, cuando, en
luaar de la dieitalina pura , se ha echado mano de las materias vomita-
das ó de visceras de perros envenenados por esa sustancia.
Una circunstancia notable no queremos dejar de mencionar, y es que
si la digitalina pura manifiesta su acción mas pronto que mezclada con
los extractos animales, en cambio con menos cantidad de materia sospe-
chosa se producen efectos que la reclaman mayor de los extractos.
M. Gallard concluye la análisis que hace del escrito de los señores
Fagge y Stevenlon, diciendo que desvanecen ingeniosamente las objecio-
nes dirigidas contra la experimentación fisiológica, fundados en que ellos
consideran el animal como un reactivo, y que por lo tanto, no tienen en
cuenta mas que lo que produce en él cada veneno í1).
Por lo demás , siquiera M. Tardieu y Roussin y sus secuaces se dife -
rencien , en cuanto al modo de comprender la experimentación fisiológica,
no hay diferencia alguna en el modo de practicar las operaciones. Unos y
otros, ó bien aplican las materias sospechosas desleídas en agua, ó les ha-
cen sufrir una modificación, extrayendo con el alcohol el principio tóxico
que tengan, ingi riéndole , luego que está así preparado, en los animales.
Consecuentes con lo que hemos indicado al principio de este artículo,
no dirémos nada aquí sobre el valor lógico de este procedimiento; vol-
verémos á este importante asunto en la Filosofía de la intoxicación.
RESUMEN DE LA QUIMICA DE LA INTOXICACION.
Se entiende por química de la intoxicación aquella parte de la Toxico-
logía general, que trata de las sustancias que han de ser analizadas , de
los instrumentos, utensilios y aparatos; de los reactivos necesarios para
las análisis, y de las operaciones analítico- químicas que hay que praeti-
Las sustancias que se someten á las análisis químico-toxicológicas son:
unas no procedentes del sugeto envenenado; otras, que proceden de él, y
oirás, que son órganos ó líquidos del mismo.
bon de las primeras, los mismos venenos en fragmentos, polvos ó lí-
quidos, alimentos ó bebidas envenenadas, tierras del cementerio, etc.
Son de las segundas , lo que el sugeto arroja por vómitos, cámaras,
prendas de vestir manchadas de lo mismo, etc.
np«4°ot . i lerceras> estómago, los intestinos, el hígado, los pulmo-
t ,a sangre, la orina, los líquidos contenidos en aquellos, etc.
I, §§1, H y 111). 4 4
rl a<0S mi1!!108 químicos no deben recibir las sustancias para ser analiza-
j- 110 les lleguen por conducto del regente de la Audiencia del
d nlív?., íPeCtlV° (a,rL 22 del Reglamento del 13 de mayo de 1805).
^ iecibo. de lo que se les entregue, refiriéndose á lo que
diga el oficio de remisión. 1
í') Anales Je Ui’jten,; j.ublv a y Mediana U,Jut. u>mo XXV, -i.'1 ser
HJ, piiy, S l'j y ílylUUHles.
— 784 —
En la pieza ú oficina destinada á la redacción de los documentos junto
al laboratorio químico-toxicológico, tendrán un libro de registro, donde
anoten la entrada, dia, mes y año, el número del caso , la procedencia,
el conducto por donde les llega , los documentos judiciales que acompa-
ñen los objetos, estos, los resultados de las análisis, los honorarios, la
salida , los documentos que se devuelven y los que restan.
En otro libro se copiarán las minutas de los documentos.
Las minutas de las declaraciones, consultas, etc., y los documentos
.oficiales, se guardarán en expedientes entre cartones numerados por años
(art. II).
Para practicar debidamente las análisis químicas , ha de haber un la-
boratorio químico-toxicológico, construido al efecto.
Debe tener varias piezas destinadas á sus diversos objetos: una para el
hogar con sus hornillas, carbonera y chimenea, con horno ó fragua y
baño de arena á los lados; mostrador junto á las ventanas, estantes para
reactivos, mesa en el medio , fuente y armarios para colocar instrumen-
tos, utensilios y aparatos. Otra para guardar los instrumentos y aparatos
que podrian alterarse con los vapores de las operaciones , las materias
remitidas para las análisis y los libros y expedientes. Otra para alma-
cén , un patio , etc. (art. 111, § I).
El personal del laboratorio químico-toxicológico consiste en un di-
rector, otro perito, un ayudante, un escribiente y un mozo.
El director y el otro perito practican las análisis con el ayudante y
redactan las minutas de los documentos periciales; el escribiente cuida
de los libros y pone en limpio los documentos ; el mozo se encarga de lo
mecánico y va á los recados (art. III, § II).
Un laboratorio químico-toxicológico debe estar provisto de todos los
instrumentos, utensilios y aparatos necesarios para las análisis quími-
cas, principalmente para la cualitativa, ó sea la destinada á investigar
los elementos de que se compone una sustancia , ó los caractéres quí-
micos de un veneno.
Los instrumentos, utensilios y aparatos para la análisis química cuan-
titativa se distribuyen á tenor de las operaciones para que se necesi-
tan. Estas operaciones, unas son 'mecánicas, otras físicas, y otras quí-
micas.
Las operaciones mecánicas son :
1. ° La disgregación mecánica de los sólidos,
2. ° La separación de las partes mayores de las menores de un sólido
en polvo , ó de dos ó mas sólidos en polvo mezclados.
3. ° La separación de un sólido de un líquido, lo disuelto de lo insolu-
ble ó de líquidos de densidad diferente.
Las físicas son :
1. ° La disolución, evaporación y cristalización.
2. ° La aplicación del calórico.
3. ° La aplicación de la luz.
4. ° La aplicación de la electricidad.
ü.° El establecimiento de corrientes de gases y recogimiento de los
mismos. .
6.° La apreciación del peso, densidad, temperatura, presión atmosfé-
rica, humedad y disolución.
Las operaciones químicas son : ,
4.° Precipitación ; 2.° oxidación; 3.° tostadura; 4.° reducción; o. des-
- 785 -
agregación con fundentes ; 6.° calcinación ; 7.° carbonización ; 8.° inci-
neración (art. IV). ~ ;
La disgregación mecánica comprende la percusión, la trituración, la
porfirizaron , el aplastamiento ó reducción á láminas , la limadura y el
corte.
Para esas diferentes operaciones sirven el martillo , los morteros , sus
manos de cobre, hierro, pórfido, porcelana, vidrio, ágata, escofinas,
limas de diferentes tamaños y formas, tijeras y cuchillos.
Además para clavar y desclavar las cajas y otras cosas mecánicas, sir-
ven las tenazas, alicates, barrenas, punzones, serrucho, sierra, espá-
tulas , clavos , etc.
Todas se colocan en un aparador (art. IV, § I, I-A).
La separación de cuerpos en polvo tiene cuatro operaciones: imanta-
lacion, apartamiento , tamizaje y levigacion.
Sirve para la primera un imán ó barra imantada; para la segunda, las
pinzas; para la tercera, los tamices de seda ó metálicos de diferente tama-
ño; para la levigacion, cápsulas de porcelana, vasos cónicos de vidria-
do, etc. (art. IY, § I, 1-B).
La separación de sólidos y líquidos ó de estos diferentemente densos,
se hace por decantación ó filtración.
Sirven para la decantación copas de vidrio, varillas, inclinando el vaso
y dejando correr el líquido á lo largo de ellos ; las pipetas y los sifones,
sorbiendo por un extremo y metidos por el otro en el líquido.
Sirven igualmente para líquidos de diferente densidad los embudos
con espita en su cuello, trípodes para sostenerlos v copas que recojan
lo decantado.
Sirven para la filtración , la que consiste en hacer pasar un líquido al
través del papel sin cola, los embudos de vidrio que tengan un ángulo
de 60 grados, grandes ó chicos , los trípodes ó apoyos de madera con
abrazaderas movibles y provistos de tornillos, y papeles de filtro y copas
que reciban lo filtrado.
Los filtros son lisos ó en pliegues: los primeros sirven para cuando
haya que examinar lo que queda en el filtro; los segundos, para cuando
no haya interés en examinarlo.
Hay que saber cortar esos filtros (art. IY, § I, 1-C.)
La disolución es cuando un cuerpo sólido pasa á líquido con la acción
del agua ú otro líquido disolvente ; es sencilla, cuando el cuerpo no muda
de naturaleza; química , cuando se altera su composición.
Sirven para disolver eu uno y otro caso: copas, cápsulas, vasos de
boca ancha, tubos de ensayo, balones, frascos, etc., varillas de vidrio
con que se agita. Para tapar las copas y cápsulas, obturadores; para
guardar lo disuelto , probetas.
Para evaporar y cristalizar se emplean vasijas ó vasos de boca ancha,
evaporadores ó platitos de porcelana á propósito. Se evapora en frió, ó á
la temperatura ordinaria, en el vacio, y para estos casos se emplea la má-
quina neumática ó algún aparato, al que se añade un cuerpo de bomba.
En otras ocasiones se calienta el cuerpo para evaporarle, y entonces á di-
chos instrumentos se añaden los que sirven para aplicar el calor (art. IY,
§ I, H-A).
Para la aplicación del calórico se emplean instrumentos, utensilios y
aparatos varios, conforme sean las temperaturas que se necesitan y las
operaciones que hayan de practicarse.
TOXJCOLOGIA. — 50
— 786 ~
Bajo ese punto de vista se dividen en varios grupos, que son los si-
g mentemos sjrVen para contener el combustible, que, ardiendo, da
calor.
2. ° Otros que son calentados por los anteriores, y sirven para propor-
cionar á otros temperaturas determinadas.
3. ° Otros que contienen las sustancias que se han de calentar á mas ó
menos temperatura , según los casos.
4. ° Otros que sirven para otras varias operaciones relacionadas de un
modo ú otro con la aplicación del calórico.
Los combustibles de que se hace uso son el alcohol , el aceite común , el
gas del alumbrado, el aceite esencial de trementina y el carbón ; la lefia y
el carbón de piedra ó el cok se usan poco.
Para contener el alcohol sirven las lámparas sencillas y de doble cor-
riente como la de Berzelius. Para el aceite común la lámpara de esmaltar,
y la para el soplete. Para el gas y el aceite de trementina , tubos y apa-
ratos especiales. Para el carbón, los hornillos del hogar, las hornillas
portátiles, evaporatorias y de reverbero, la fragua y el horno de fundi-
ción ó copelación.
Los grados de calor que pueden darse con esos combustibles, y los
instrumentos ó aparatos que los contienen varían desde los grados termo
métricos á los pirométricos.
Las operaciones toman nombres diferentes; simple calefacción, ebullición,
fusión , volatilización , evaporación , destilación, sublimación, concentración y
desecación.
Para todas esas operaciones, según los casos, sirven ó pueden servir
las lámparas de alcohol sencillas, y más las de doble corriente, si no hay
mucha cantidad de materia , ni siendo esta de alta temperatura de fusión.
Las lámparas de aceite sirven , la una para trabajar las varillas y tubos
de vidrio, doblarlos, aguzarlos, ensancharlos en forma de bolas, sol-
darlos, etc. ; la otra para el soplete.
Las lámparas de gas son varias: entre estas está el aparato de Wies-
negg, y la lámpara del doctor Normandy.
El aceite de trementina sirve para la lámpara-frágua de Deville (ibid.,
JI-B, grupo l.°).
Los instrumentos y aparatos que sirven para ser calentados y propor-
cionar temperaturas determinadas son los baños de maría , de cloruro só-
dico y cálcico, de aceite , de arena , las estufas de Gay-Lussac y de Dar-
cat , las telas metálicas, las pantallas, las láminas de platino.
Se hace uso de ellas, cuando se ha de calentar á determinadas tempe
raturas y conviene que no se pase de ellas (ibid., II-B, 2.° grupo).
Los instrumentos y aparatos que sirven para contener los cuerpos que
se han de calentar, son cápsulas de porcelana de varios tamaños, de pla-
tino, vidrios de reloj, tubos de ensayo cerrados por un extremo, balo-
nes, retortas de vidrio, de barro de Zamora , de porcelana, globos ó re-
cipientes , tubos de vidrio ó porcelana, crisoles de barro' de Zamora,
de Hesse, de platino, plata, etc.
Tanto la forma como la materia de esos instrumentos los hace mas
propios para unas operaciones que para otras: si la temperatura ha de
ser mucha , sirven los de porcelana, barro ó platino.
El crisol de plata solo sirve para ciertos cuerpos, y no á gran tempera-
tura, porque se derrite (ibid. , Il-B, grupo 3.°).
— 787 -
Los instrumeútos , utensilios y aparatos que sirven para varías Opera-
ciones en los que se aplica el calórico, son. La lámpara de esmaltar y su
fuelle, el soplete y sus accesorios, las pantallas y chimeneas, los trípodes
y demás apoyos con abrazaderas ó sin ellas , las alargaderas y tubos rec-
tos, encorvados, con bolas, etc. , los triángulos, diafragmas, tenacillas,
badilas, el alambique y demás aparatos de destilación.
La lámpara de esmaltar hemos dicho que sirve para trabajar los tubos
de vidrio. Está encima de una mesa, debajo de la cual hay un fuelle que
mueve el operador con el pié , mientras aplica el tubo al lado de la llama
de la lámpara.
El sóplele sirve para ensayos por la vía seca. Con este instrumento se
ensayan cuerpos minerales, se sopla con los carrillos, no con el aliento.
Se puede emplear un aparato que dé una corriente de agua en vapor, ó el
fuelle de la lámpara de esmaltar, aplicándole un tubo recto y el extremo
de este al soplete. Es el medio mas fácil y mas sencillo de emplearle.
Son accesorios del soplete la lámpara de aceite, tubos, láminas y cu-
charas de platino , pinzas , carbón de encina preparado , martillo , mor-
tero de ágata , etc.
Las pantallas y chimeneas sirven, ya para moderar el calor, ya para avi-
varle é impedir que el aire agite la llama de las lámparas.
Los trípodes y demás apoyos, las cuñas, rodetes de paja, etc., sirven
para sostener otras piezas, cápsulas, balones , etc.
Las alargaderas y los tubos sirven para los aparatos de destilación , en-
lazando las retortas con los recipientes ó unos frascos con otros.
Los triángulos y diafragmas de hierro se emplean para sostener las cáp-
sulas ó retortas en los hornillos.
Las tenacillas y badilas se usan para trasladar cápsulas ó crisoles ca-
lentados y carbón encendido.
El alambique sirve para destilar el agua; sus piezas principales son la
cucúrbita ó caldera donde se calienta el agua, el capitel por donde va el
vapor al serpentín , tubo encorvado en hélice, al que se adapta el capitel
y por donde corre el vapor, condensándose al contacto del agua fria, que
le rodea en una caja llamada refrigerante. El agua sola pasa al extremo
inferior del serpentín y se recoge en botellas. Un chorro continuo de
agua fria reemplaza la que sale de la caja (ibid. , 1I-B, 4.° grupo).
Los instrumentos y aparatos para la aplicación de la luz son las lentes
de aumento , los microscopios y los espectrómetros. Los microscopios mas
usados son los de Oberaueser y de Nachel: este aumenta mas que aquel.
Todo microscopio se compone de una parte mecánica y otra óptica;
las diferencias de forma y estructura varían principalmente sobre la
primera.
La mecánica contiene su pié ó tambor en un espejo plano-cóncavo,
circular y movible; diafragmas que giran horizontalmente, la tapa ó pla-
tina, que es el campo del microscopio, con un agujero en el centro donde
se ponen los vidrios, entre los cuales está el objeto observado : estos vi-
drios se llaman porta-objetos. Por último, tiene una columna con una rama
horizontal y un anillo que sostiene el cuerpo del microscopio, que es la
parte óptica, y le sube y baja por medio de tornillos.
El cuerpo del microscopio, ó parte óptica, es un tubo abierto por sus
extremos: en el superior se pone el ocular, tubo pequeño con dos lentes
de aumento; en el inferior otro que se enrosca y tiene tres lentes acro-
máticas; es el objetivo. Así oculares y objetivos tienen diferente fuerza de
- 788 -
aumento ; los oculares llevan los números 1, 2 y 3; los objetivos, 0, 1, ‘2,
3 & ^ y *7#
’Los aparatos espectrométricos son tres: el primitivo de Kirchof y Bun-
sen , el de Steinheil y el de Duboscq. Este es el que llena mas su objeto
(ibid. , 1I-C). ' . . . .
Los que sirven para la aplicación de la electricidad son las maquinas
eléctricas, la botella de Leyden , la pila de Wolta, la de artesa, la de
Wolaston y la de Bunsen , etc. (ibid., II D) .
Los que sirven para la apreciación del peso son las balanzas ordinarias,
de báscula , el pesillo y las balanzas de precisión ; para la densidad los
areómetros ó pesa-licores, que llevan hoy nombres diferentes, según
sirven para apreciarla densidad del alcohol , leche , vinagre, ácidos, etc.
Hay los areómetros de Richter, de Baumé, de Caríier, y el alcoholí-
metro de Gay-Lussac.
Los termómetros sirven para apreciar las temperaturas: hay el de Rcau-
mur, Farenheit, centígrado ; los pirómetros marcan los mayores grados;
para la presión atmosférica hay los barómetros; para la humedad, los hi~
grómelros , y para la extensión , las medidas vara y metro, con sus divi-
siones (ibid., II-F).
La precipitación consiste en dar lugar por medio de una reacción á que
se forme uno ó mas cuerpos insolubles , que se van al fondo del vaso, ó
enturbian el licor.
Sirven para esta operación, principalmente , las copas y tubos de en-
sayo. Las copas deben ser medianas. Las varillas se emplean para agitar
el contenido, antes ó después de precipitar.
La oxidación consiste en hacer que el oxígeno ataque un cuerpo, ó se le
añada mas equivalentes de aquel.
Puede hacerse por la vía húmeda ó por la vía seca; esto es, empleando
líquidos á la temperatura ordinaria ó elevada, y sin emplear líquidos,
pero elevando la temperatura.
Sirven para lo primero, que suele hacerse empleando ácidos, las cáp-
sulas de porcelana , ó los crisoles, y para lo segundo, los crisoles de barro,
porcelana ó platino, colocados en las hornillas , ó lámparas de alcohol
de doble corriente , y aparatos de gas.
La tostadura consiste en calentar cuerpos para evaporar el agua ú otros
principios volátiles que tengan. Los instrumentos vienen á ser los mismos
que para la oxidación.
La reducción consiste en quitar á un óxido su oxígeno, ó disminuirle la
cantidad del que tiene.
También la hay por la vía húmeda y por la seca. Sirven para lo pri-
mero láminas de zinc que se introducen en el líquido, y aparatos para
comente de hidrógeno, copas, probetas, etc. Para lo segundo, crisoles
de barro, ó de carbón de retortas, y aparatos de combustión , que suelen
ser hornillas.
Los aparatos de reducción por la vía seca son varios.
La desagregación con fundentes consiste en hacer obrar por medio del
fuego un cuerpo insoluble con ciertos reactivos que le atacan, y dan lugar
á la formación de cuerpos ya solubles, por lo menos en los ácidos. Los
crisoles y retortas sirven principalmente para eso, ayudados por los
aparatos de combustión.
Otro tanto puede decirse de la calcinación , carbonización é incinera-
ción (ibid., III).
- 789 -
Los instrumentos, utensilios y aparatos para la análisis cuantitativa ó
la que investiga las proporciones en que están los elementos de un com-
puesto, son en general los mismos que los propios para la análisis cuali-
tativa. Algunos de los que hemos indicado sirven mas particularmente
para la cuantitativa.
Las operaciones vienen á ser también las mismas, en especial entre las
mecánicas y las físicas. Entre las químicas, además de las indicadas en
la página 574, hay el tratamiento de los precipitados , la dosificación y la
determinación del agua de los cristales ú otros cuerpos.
El mortero de ágata se usa para triturar ; los tamices de seda chicos,
para cerner ; los filtros lisos sirven más para las análisis cuantitativas.
Para lavar los precipitados hay la redoma de chorro, el frasco de la-
vadura continua de Gay-Lussac , y el de Berzelius.
Para apreciar el peso se emplean las balanzas químicas , pudiendo en
ciertos casos servir el pesillo. Las densidades de los líquidos se aprecian
con los areómetros , y mejor en análisis cuantitativa , con aparatos parti-
culares que hay para ello. Los tubos, las probetas y cubetas graduadas y
aforadas , sirven para esas operaciones.
Para apreciar el volumen de los gases , además de los tubos ó vasijas
graduadas , sirven las cubetas hidr o -neumática é hidrargiro-neumática.
La evaporación y desecación en análisis cuantitativa , además de los
instrumentos y aparatos iguales á los de la cualitativa , exigen aparatos
particulares para evaporar ó desecar por medio de corrientes de aire seco.
Alguno de estos tiene un cuerpo de bomba para hacer el vacío.
Las diferencias que hay entre las operaciones químicas de la análisis
cualitativa y cuantitativa , mas bien versan sobre el modo de emplear los
reactivos y disponer los instrumentos que sobre estos.
La dosificación de muchos cuerpos exige aparatos particulares. Otro tanto
puede decirse de la determinación del agua de cristalización (ibid. , § II).
Los instrumentos, utensilios y aparatos comunes á la análisis química
cualitativa y cuantitativa, son los que hemos indicado, al hablar de cada
una de ellas (ibid., § III).
Para el buen estudio de los reactivos empleados en las análisis quími-
cas, es indispensable poseer conocimientos de- química general, por lo
menos los mas comunes.
Conociendo la nomenclatura; el estado de los cuerpos ó la acción del
calórico sobre ellos; la solubilidad de los mismos ó la acción del agua;
el color que tienen ó la acción de la luz, y su fuerza de combinación con
los rayos que la rigen ó la influencia de la electricidad , se puede com-
prender fácilmente la acción de los reactivos, y las operaciones analítico-
químicas (») (art. Y, § I).
Dáse el nombre de reactivo á todo cuerpo que con su acción química
revela la presencia de otro, por medio de algún fenómeno físico sensible.
Por reacción se entiende la manifestación de la acción química de un
cuerpo sobre otro, por medio de uno ó mas fenómenos físicos , accesibles
á los sentidos.
Son reacciones un precipitado, una coloración , una efervescencia , un en-
turbiamiento, etc.
Los hay para la vía seca y para la vía húmeda : lo son de la primera
(») No resumo lo relativo á este párrafo, porque ya es un resúmen que es conveniente
aprender entero.
- 790
los sulfatas de barita , cal , estronciana y magnesia ; los silicatos , l0s car-
bonatas de sosa y potasa , etc., y los para el soplete, como ácido bórico
nitrato cobáltico, el óxido de cobre , etc.
Los por la vía húmeda son , unos comunes á varios cuerpos ; otros pro-
pios de este ó aquel cuerpo. Los primeros revelan mas ó menos cuerpos
de un grupo ó división; los segundos determinan cuál es el cuerpo de ese
grupo ó de esa división.
Son comunes los disolventes simples , ó que solo reúnen la cohesión de un
cuerpo, como el agua , el alcohol , el éter, el cloroformo, la glicerina , el
sulfuro de carbono; los disolventes químicos que atacan la naturaleza del
cuerpo, como el ácido nítrico, clorhídrico, agua régia, cloruro amónico;
los papeles azul y rojo, de tornasol, de dália; el jarabe de violetas, el
ácido sulfhídrico, el sulfuro amónico, los carbonatas alcalinos, la potasa,
el cloruro bárico, nitrato de plata , el cloruro cálcico, el férrico, etc.
Son reactivos propios , por ejemplo, una sal de cobre del amoníaco, el
carbonato amónico de la magnesia , el almidón del yodo, etc.
El ser propio no quiere decir exclusivo; á veces un reactivo se hace
propio, respecto de ciertas circunstancias que siguen ó preceden. El clo-
ruro platínico revela la potasa , cuando esta no ha hecho desprender olor
amoniacal al cuerpo ensayado.
La fuerza de un reactivo se llama su valor.
Es característico un reactivo cuando el fenómeno físico que determina
es muy terminante y notable; como el del almidón respecto del yodo, del
amoníaco sobre una sal de cobre , etc.
Es sensible cuando revela un cuerpo, aunque esté en poca cantidad,
como los citados.
Se llama corroborante cuando confirma la presencia de un cuerpo re-
velado ya por su propio reactivo.
Los reactivos se dividen:
1. ° En unos que revelan grupos.
2. ° En otros que revelan divisiones.
3. ° En otros que revelan tal ó cual especie ó base.
4. ° En otros que revelan tal ó cual género ó ácido.
Esta clasificación es aplicable á los reactivos de las sales inorgánicas y
orgánicas.
Los reactivos que determinan el grupo á que pertenece una especie ó
base de sal inorgánica , son : l.° el ácido sulfhídrico ; 2.° el sulfuro amó-
nico ; 3.° los carbonatas alcalinos; 4.° la potasa.
Los que determinan el délos géneros, ó ácidos inorgánicos son: l.°
el cloruro bárico; 2.° el nitrato de plata; 3.° las limaduras de cobre.
Los que determinan el de las especies orgánicas , son: l.° la potasa;
2.° los bicarbonatos alcalinos.
Por último, los que determinan el de los géneros orgánicos, son : l.°
el cloruro cálcico; 2.° el cloruro férrico.
Todos esos son comunes , respecto de las especies ó géneros de cada
grupo.
Los reactivos que determinan las divisiones de cada grupo, respecto
de las bases inorgánicas , son : el cloruro platínico, el carbonato amó-
nico ; el silfuro amónico, por el precipitado que hace dar; el ácido sulf-
hídrico, por lo mismo ; el ácido clorhídrico, el nítrico, el amoníaco.
Respecto de los ácidos inorgánicos, lo son el ácido sulfhídrico y el
clorhídrico.
- 791 -
Respecto de los orgánicos , lo son el calor, el alcohol y el amoníaco.
Lo son, finalmente , propios de cada base y de cada ácido, los que los
deíerminan individualmente (art. Y, § II).
Para el manejo de los reactivos hay que observar las reglas siguientes:
1. * Tener una colección de instrumentos , utensilios y aparatos indis-
pensables, ordenados y limpios.
2. a Tener otra de los reactivos comunes de grupos , divisiones y parti-
culares para ambas vías.
3. a Asegurarse de la pureza de los reactivos.
4. a Empezar la análisis con ellos por tanteos prévios, siguiendo una
marcha metódica.
5. a Emplear para cada tanteo poca sustancia de la sometida á la aná-
lisis, y tanta menos cuanto menor sea la cantidad de que se disponga.
6. a No emplear más ni menos cantidad de reactivo que la debida y
proporcionada á su valor.
7. a Fijarse en pocos earactéres químicos , pero terminantes y suficien-
temente distintivos.
8. a No dar valor mas que á las reacciones claras y terminantes.
9. a Separar los cuerpos revelados.
10. Destruir las sustancias orgánicas que impidan la claridad de las
reacciones , ó aislar de ellas la que se busca (art. Y, § III).
Para asegurarse de la pureza de los reactivos; hay que ensayarlos
antes de tratar con ellos el veneno, y ver si contienen cuerpos que no han
de contener.
Las sustancias que mas comunmente impurifican los reactivos, son el
ácido carbónico, el clorhídrico, el cloro, los cloruros, el cobre, el hierro,
el plomo, el arsénico, la cal , la magnesia y el ácido sulfúrico ó los sul-
fatos.
Como lo mismo esos cuerpos que otros se revelan por sus earactéres
químicos , aplicándoles sus correspondientes reactivos ; para saber si im-
purifican á estos , se emplean los mismos medios que , si se trata de bus-
car cualquier sustancia.
Para saber, por ejemplo, si el agua tiene ácido carbónico, basta tra-
tarla con agua de cal ó cloruro bárico, que la harán dar, si le tiene, un
precipitado blanco.
Para saber si tiene algún cloruro, se tratará con nitrato de plata , que
la precipitará en blanco.
Los mismos reactivos de grupo, división , especie y género sirven para
revelar las impurezas de los reactivos (art. Y, § IY).
Los venenos tienen sus earactéres físicos y químicos, por los cuales se
revelan tratados por sus correspondientes reactivos.
El conocimiento de esos earactéres es indispensable al químico toxi-
cólogo.
El estudio de esos earactéres y el método y marcha para descubrirlos
por medio de los reactivos, ya por la vía seca, ya por la vía húmeda,
constituye lo que se llama análisis química cualitativa.
El soplete es el que se emplea para analizar por la vía seca las sus-
tancias , ó determina sus earactéres químicos.
Aplicando un poco del cuerpo de ensayo en polvo, depuesto-en un
pedazo de carbón , ó en la cuchara de platino, á la llama de la lámpara
de aceite , impulsada por el soplete, se volatiliza, se funde, forma per-
las de este ó aquel color, etc. , y así va revelando sus earactéres.
— m -
Rs raro el uso del soplete en las análisis químico-to sicológicas. Es mas
común practicarlas por la vía húmeda (art. VI, § 1).
El estudio de los caractéres físicos y químicos de los venenos, bajo
cierto método y marcha de investigación , no se hace primero con cuer-
pos simples, luego con óxidos , ácidos, compuestos en uro y sales. Basta
estudiar las sales inorgánicas y orgánicas per su base , óxido ó especie,
v por su ácido ó género , puesto que al fin las reacciones que los reve-
lan se ejercen sobre los elementos de esas sales y hasta sobre los de esos
elementos , cuando son binarios.
El estudio , pues ; de las sales por su base y por su ácido , equivale al
de todas las clases de cuerpos simples y compuestos.
Los autores no están unánimes en el número de grupos y divisiones de
las bases y los ácidos , ni dan todos el núm. 1,2, etc. , á los mismos
grupos. Esto no tiene importancia esencial. Lo que .importa es que la
distribución y método adoptados sean sencillos, claros y distintivos.
Las bases, lo mismo que los ácidos de las sales inorgánicas y orgáni-
cas, se reparten en cierto número de grupos, y estos tienen ó no mas ó
menos divisiones. Luego cada base y cada ácido tiene su reactivo propio
y sus corroborantes.
Se entiende por grupo , el número de cuerpos que se revela por un
dado reactivo , con un carácter que les es común.
Se entiendo por división un número de cuerpos de un mismo grupo,
que, además de tener el carácter común del grupo , tienen otro que solo
corresponde á cierto número de los incluidos en él.
Para determinar un cuerpo, basta , en rigor, descubrir en él tres ca-
ractéres : el del grupo , el de la división y el de especie ó género.
Las bases inorgánicas estudiadas en análisis química son 27, distribui-
das en cuatro grupos :
Forman el primero , las sales de potasa, sosa y amoníaco.
El segundo , las de barita , estronciana , cal y magnesia.
El tercero , las de alúmina , cromo, manganeso, ferrosas de cobalto,
de níquel y zinc.
El cuarto, las férricas, las de plata, plomo, mercuriosas, mercúricas,
de bismuto, cobre, cadmio, oro, platino, antimonio, estañosas v es-
tánnicas.
El reactivo que da carácter al primer grupo, porque las revela , que
haga dar ó no olor amoniacal , es la potasa; con todas las demás no se
revelan; la negación de resultado visible es también un carácter.
El reactivo que da carácter al segundo grupo, es un carbonato alcalino ;
los precipita en general en blanco.
El que le da á los del tercero, es el sulfuro amónico , que los precipita,
formando óxidos ó sulfuros de color diferente.
El que le da á los del cuarto , es el ácido sulfhídrico , que los preci-
pita al estado de sulfuro , de color diferente , en general negro; las sales
férricas precipitan azufre, pasando á ferrosas.
El primer grupo tiene dos divisiones : el carácter de la primera es no
dar olor amoniacal con la potasa: comprende la potasa y la sosa. El de
la segunda es dar olor amoniacal con la potasa ; solo la forma el amo-
niaco.
El segundo grupo tiene dos divisiones ; el carácter de la primera es no
redisolverse el precipitado por el carbonato alcalino, siquiera sea el amó-
nico; comprende la barita , la estronciana y la cal ; el de la segunda es
- 793 -
redisolverse en un exceso del carbonato amónico ; le forma la magnesia.
El tercer grupo tiene igualmente dos divisiones; el carácler de la pri-
mera es precipitar al estado de óxido ; la constituyen la alúmina y el
cromo ; el de la segunda , es precipitar al estado de sulfuro ; la forman
el manganeso , las sales ferrosas de cobalto, níquel y zinc.
El cuarto grupo tiene cinco divisiones: el carácter de la primera es
precipitar az'ufre; son las sales férricas pasando á ferrosas ; el de la se-
gunda, precipitar en blanco al estado de cloruro insoluble en los ácidos,
por el ácido clorhídrico ; la forman los de plata , plomo y mercuriosas;
el de la tercera es ser insoluble el sulfuro precipitado en los ácidos ex-
tendidos y los álcalis ; comprende las mercúricas de bismuto , cobre y
cadmio ; el de la cuarta es ser los sulfuros precipitados insolubles en
los ácidos extendidos, y solubles en los álcalis, y son los de oro y pla-
tino; por último, el de la quinta es ser los sulfuros precipitados solu-
bles en los ácidos y álcalis, y son las de antimonio, estañosas y estánnicas.
El carácter de cada especie es como sigue :
Potasa.— Precipita en amarillo de canario por el cloruro de platino.
Sosa.— No precipita por dicho cloruro.
Amoniaco. — Da color azul con una sal de cobre.
Barita. — Precipita en el acto en blanco con el sulfato cálcico.
Eslronciana. — Tarda un poco en precipitar por dicho sulfato.
Cal. — No precipita por el sulfato cálcico.
Magnesia.— Con el sulfato de sosa y amoníaco da un precipitado cris-
talino de fosfato básico amónico magnésico.
Alúmina. — El precipitado que da con el sulfuro amónico es blanco. La
potasa la disuelve, y el ácido sulfhídrico no precipita esta disolución.
Cromo. — El precipitado que da con el sulfuro amónico es verde
azulado.
Manganeso. — Precipita con el sulfuro amónico de color de rosa seca.
Ferrosas. — La potasa las precipita en blanco , luego verde súcio , por
último, rojo moreno.
Cohollo. — La potasa las precipita en verde.
Níquel. — La potasa las precipita en verde azulado.
Zinc. — El precipitado que dan con el sulfuro amónico es blanco ; la
potasa las disuelve y el ácido sulfhídrico las precipita de esa disolución.
Fénicas. — El precipitado que les hace dar el ácido sulfhídrico es
blanquecino, formado de azufre. El sulfo-cianuro de potasio les da color
rojo de sangre.
Piala. — El precipitado que dan con el ácido clorhídrico se redisuelve
en el amoníaco.
Plomo. — El precipitado que dan con el ácido clorhídrico, no se redi-
suelve ni muda el color con el amoníaco.
Mercuriosas. — El precipitado que dan con el ácido clorhídrico se vuel-
ve negro con el amoníaco.
Mercúricas. — Precipitan por el ácido sulfhídrico, primero en blanco,
luego amarillo , luego rojo , luego negro; la potasa las precipita en ama-
rillo.
Bismuto. -Se descompone en un exceso de agua.
Cobre, loman color azul intenso con amoníaco; una lámina do-
acero se cubre de cobre dentro de su disolución.
Cadmio. — El precipitado que dan con el ácido sulfhídrico es amari-
llo , y no se redisuelve con el amoníaco.
- l'JÍ —
qi0' _ El cloruro estánnico con el estañoso las precipta de color de
púrpura; es la púrpura de Casius.
F Platino.— Precipitan en amarillo de canario con el amoníaco y la potasa.
Antimonio. - El precipitado que dan con el ácido sulfhídrico es rojo de
naranja.
Estañosas. — El precipitado con el sulfhídrico es de color moreno.
Estánnicas. — Es de color amarillo que se disuelve en el amoníaco.
Los ácidos ó géneros inorgánicos estudiados en análisis química , son
diez y seis, distribuidos en tres grupos. Forman el primero los arseni-
tos , arseniatos, cromatos, sulfatos, fosfatos, boratos, fluoruros, carbo-
natas y silicatos.
El segundo, los cloruros, bromuros, yoduros, cianuros y sulfuros.
El tercero , los nitratos y cloratos.
El reactivo que da carácter á los géneros del primer grupo es el cío-
curo bárico, precipitándolos todos en blanco, menos los cromatos, que
lo hacen en amarillo, y todos al estado desales de barita.
£1 que da carácter á* los del segundo , es el nitrato de plata , que los
precipita en blanco ó blanco amarillento, al estado de sales de plata, y
no precipitan por el cloruro bárico.
El que da carácter á los del tercer grupo es no precipitar por dichos
reactivos, y revelarse por medio de las limaduras de cobre y el ácido sul-
fúrico , dando ó no vapores rutilantes.
El primer grupo tiene cuatro divisiones; es carácter de la primera, des-
componerse el ácido tratado con el ácido sulfhídrico, formando sulfuro
con los arsenitos y arseniatos , y óxido con los cromatos, géneros que
pertenecen á ella; es carácter de la segunda no descomponerse con el ácido
sulfhídrico y no redisoíverse el precipitado que da con el cloruro bárico
en los ácidos; la forman solo los sulfatos; es carácter de la tercera, no
descomponerse el ácido con el ácido sulfhídrico , y no descomponerse
sensiblemente el precipitado que dan con el cloruro bárico al redisol-
verse con los ácidos ; pertenecen á ella los fosfatos , boratos y fluorhidra-
tos; por último, es carácter de la cuarta, no descomponerse el ácido
con el ácido sulfhídrico , y descomponerse sensiblemente el precipitado
producido por el cloruro bárico, al redisolverse con los ácidos: com-
prende los carbonatas y silicatos.
Los demás grupos no tienen divisiones.
El carácter de cada género es como sigue :
Arsenitos. — Precipitan en amarillo por el nitrato de plata, y dan man-
chas y anillos de arsénico con el aparato de Marhs.
Arseniatos. — Precipitan en rojo de teja con el nitrato de plata , y dan
manchas y anillos de arsénico con el aparto de Marhs.
Cromatos. — El precipitado que dan con el ácido sulfhídrico es verdoso,
con un ácido se pone verde, y el nitrato de plata los precipita de color
de carmín.
Sulfatos. — El carácter de la división los particulariza.
Fosfatos.— El ácido sulfhídrico no descompone el ácido, y el nitrato de
plata los precipita en amarillo.
Boratos. — Con alcohol y ácido sulfúrico , si se les arrima una cerilla
encendida, arden con una llama verde amarilla.
Fluorhidratos. — El precipitado que dan con el cloruro bárico es gela-
tinoso; con ácido sulfúrico corroen el cristal.
Carbonalos — Tratados con un ácido producen efervescencia.
- 798 -
Silicatos. — Los ácidos las descomponen dando precipitado en copos.
Cloruros. — Calentados con bióxido de manganeso y ácido sulfúrico,
dan cloro.
Bromuros. — Los ácidos desalojan bromo de color rojo oscuro ; calen-
tados con^bióxido de manganeso y ácido sulfúrico dan vapores rojos.
Yoduros.— Los ácidos desalojan el yodo, y si se echa almidón desleído,
se tiñe de azul violado; con bióxido de manganeso y ácido sulfúrico dan
vapores violados.
Cianuros. — Echados al fuego se transforman en carbonatos.
Sul furos. — Tratados con un ácido dan olor de huevos podridos, debido
al ácido sulfhídrico que se desprende.
Nitratos. — Tratados con limaduras de cobre y ácido sulfúrico dan va-
pores rutilantes de ácido nítrico.
Cloratos. —Echados al fuego se transforman en cloruros , no dan va-
pores rutilantes con las limaduras de cobre y ácido sulfúrico.
Las bases alcalinas orgánicas mas estudiadas en análisis química son
nueve , distribuidas en tres grupos.
Forman el primero la morfina.
El segundo , la narcotina, quinina y cinconina.
El tercero, la estricnina, brucina , veratrina.
El cuarto , la nicotina y conicina.
Es carácter del primer grupo precipitar por la potasa y redisolverse el
precipitado en un exceso de reactivo.
Lo es del segundo: l.° precipitar sin redisolverse el precipitado en
ella; 2.° sean ó no neutras, precipitar por los bicarbonatos alcalinos sin
redisolucion del precipitado.
Lo es del tercero , si son ácidas, no precipitar por los bicarbonatos al-
calinos fijos.
Lo es del cuarto, ser líquidos, oleaginosos y volátiles sus alcaloideos,
y precipitar así por la potasa sin redisolucion.
Estos grupos no tienen divisiones.
El carácter especial de cada alcalóide es como sigue :
Morfina.— El del grupo y teñirse primero de amarillo, luego de azu-
fran y sangre con el ácido nítrico.
Narcotina. — Precipita en blanco por el amoníaco soluble en el éter, y
calentándole, reaparece el precipitado.
Quinina. — Precipita como la anterior; pero calentando no reaparece
el precipitado.
Cinconina. — Precipita como la anterior; pero no es soluble el precipi-
tado en el éter.
Estricnina. — El ácido sulfúrico la disuelve en frió sin teñirla ; en ca-
liente le da un color verde de aceituna.
Brucina. — El ácido sulfúrico concentrado la tiñe de color de rosa.
Veratrina. — El ácido sulfúrico le da sucesivamente color amarillo,
claro, oscuro, rojizo, rojo de sangre, carmín , violado.
Nicotina. — El álcali huele á tabaco ; el ácido sulfúrico tiñe sus sales en
rojo vinoso en frió; calentado da heces de vino.
Conicina.' El álcali oleaginoso huele á ratón; el ácido sulfúrico no la
altera en trio; calentando leda sucesivamente color moreno verdoso, rojo
de sangre , negro.
Las sales de ácido orgánico ó los géneros orgánicos son nueve , distri -
buidos en dos grupos.
796 —
Pertenecen al primero los oxalatos, tar tara tos , racematos, citratos y
mala tos.
Forman el segundo los succmatos , benzoatos , acetatos y tormiatos.
Es carácter del primer grupo, precipitar en blanco por el cloruro
CálCICO.
Lo es del segundo , no precipitar por dicho cloruro y sí por el térrico.
Cada uno de esos grupos tiene dos divisiones.
Es carácter de la primera del primero precipitar por el cloruro cál-
cico á la temperatura ordinaria, y comprende los oxalatos, tartaratos y
racematos. .
Lo es de la segunda del primero no precipitar en trio por dicho cloruro,
y sí en caliente, y con amoníaco ó alcohol; son los citratos y malatos.
Lo es de la primera del segundo precipitar en frió por el cloruro fér-
rico ; son los succinatos y benzoatos.
Lo es de la segunda del segundo , tomar color de canela en frió por el
cloruro férrico y precipitar de igual color en caliente ; son los acetatos y
formiatos.
El carácter de cada género orgánico es como sigue :
Oxalatos. — Precipitan por el agua de cal y sulfato calcico, sin redi-
solverse por un exceso de reactivo.
Tartaratos. — Huelen á caramelo calentados, y el precipitado que les
hace dar una sal cálcica, se redisuelve en un exceso de ácido tartárico y
amoníaco.
Racematos. —El amoníaco no redisuelve el precipitado que les hace
dar una sal cálcica.
Citratos. — El agua de cal los precipita en caliente y en exceso; en-
friándose se redisuelve el precipitado.
Malatos. — El agua de cal no los precipita ni en frió ni en caliente.
Succinatos. — El acetato plúmbico los precipita , redisolviéndose el pre-
cipitado en un exceso de reactivo y de ácido succínico.
Benzoatos — El acetato plúmbico no precipita los de amoníaco, y en
copos los de base alcalina fija.
Acetatos. — Tratados con un ácido dan olor de vinagre.
Formiatos. — No dan olor de vinagre tratados con un ácido (art. VI,
§11).
Las sustancias que se someten á las análisis químico-toxicológicas
pueden hallarse en diferentes condiciones , que exigen operaciones ana-
líticas diferentes.
Para estas operaciones hay que establecer cierta marcha metódica, que
facilite el descubrimiento del veneno en las materias sospechosas.
Antes de proceder á la análisis de cualquier materia, en un caso prác-
tico, los peritos deben examinar física y exteriormente los objetos des-
tinados á esa análisis.
Encabezarán la minuta en un pliego de papel , según sea declaración
ó informe , poniendo en el preámbulo su nombre y apellido , títulos y lo
que sean como peritos, el juez que les manda actuar, la cuestión que
les proponga, los documentos que les remita y los objetos.
Consignarán además el número del caso registrado en el libro de en-
tradas, expondrán los documentos, si los hay, de que constan, y los
hechos en ellos declarados.
Luego pasarán á reconocer los objetos, si es un cajón , cesta ó bote-
llas, frascos ó vasijas sueltas, y le describirán minuciosamente al ex te-
- 797 —
*
ríor, ante» <Je abrirle; luego, por dentro, k> que contengan, cómo vie-
nen los frascos , etc. , etc. , haciendo constar todas las particularidades
que conduzcan á la identidad de los objetos remitidos.
Todo lo que noten y observen se irá escribiendo en la minuta, á me-
dida que lo vean ; no debe abandonarse nada á la memoria.
Si hay mas de un frasco ó vasija se numerarán , y se empezará la aná-
lisis por la primera , y sucesivamente se hará lo propio con las demás,
procurando dejar, si la cantidad lo permite, parte para ponerla otra vez
á disposición del juez.
A medida que se vaya operando , se consignará en la minuta lo que se
hace y el resultado que se obtenga.
Concluido todo se rectificará, con la lectura, si hubo omisiones, y los
peritos acabarán el documento según las reglas establecidas.
Esta minuta será copiada para remitirla al juez, y en el libro corres-
pondiente, y luego se guardará en su expediente respectivo (art. VII, § 1).
El perito puede hallarse en el caso de no tener noticia ni antecedente
alguno del veneno , ó vice-versa.
En la primera suposición las materias se hallarán en alguno de los ocho
casos siguientes :
1. ° El veneno no está mezclado con otras sustancias y es sólido.
2. ° No está mezclado y es líquido.
3. ° No está mezclado y es gaseoso.
4. ° Está mezclado, y la mezcla es enteramente líquida.
5. ° Está mezclado, y la mezcla es en parte líquida y en parte sólida.
6. ° Está mezclado , y la mezcla es enteramente sólida.
7. ° Está contenido en los órganos del sugeto envenenado.
8. ° Está contenido en sus líquidos ó materias procedentes de él.
En el primer caso, como en todos, debe verse á qué reino pertenece.
Si por sus caractéres minerales, botánicos ó zoológicos no se distingue á
simple vista con una lente ó al microscopio, se pasa á ensayarle quími-
camente.
El ensayo químico tiene dos partes.
En la primera se examina si es orgánica ó inorgánica la sustancia ; en
uno y otro caso, si es soluble ó insoluble, y en ambos casos, si es ácida,
alcalina ó neutra.
En la segunda se procede metódicamente al empleo de los reactivos de
grupo, división, especie y género.
Para determinar si es inorgánica ú orgánica se toma una porción,
como un grano de trigo, haciéndola polvo, si ya no e.^tá en esta forma;
se mete en un tubo de ensayo, cerrado por un extremo , y se calienta,
meneándole, por ese extremo á la llama de la lámpara de alcohol.
Si se ennegrece ó carboniza es orgánica ; y si metiendo un papel rojo
de tornasol en el tubo recobra el color azul , la sustancia es azoada.
Se acaba de comprobar que es orgánica, echando otro poquito en una
cápsula, donde se haya fundido nitrato de potasa, si detona ó da un
chasquido.
Estos dos caractéres reunidos demuestran que la sustancia es orgánica.
Si se ennegrece y no detona, ó detona y uo se ennegrece, ó no hace
ni lo uno ni lo otro, es inorgánica.
Si hay parte carbonizada y parte sin carbonizar, será una sal de base
orgánica y ácido inorgánico, ó vice-versa.
Para determinar si es soluble, se echa un poco de polvo en una copa
— 798 —
v agua destilada, y se agita con una varilla. Si pierde completamente eí
estado sólido, quedando eí líquido transparente, es soluble. Si* no se
pierde dicho estado , ó el líquido se enturbia , no es soluble.
v Para saber si es poco soluble , se aparta un poco del líquido , se eva-
pora en una cápsula de porcelana ó vidrio de reloj hasta sequedad; si
queda polvo, es algo soluble; si no queda nada, es insoluble.
Si no se disuelve en agua fria, se calienta esta , y se ve si sucede lo que
hemos dicho.
Si es orgánica é insoluble en el agua , se ve si lo es en el alcohol y en
el éter. Otro tanto debe hacerse aunque sea soluble en el agua.
Para determinar si es ácida , alcalina o neutra , se mete en la disolu-
ción un papel azul de tornasol ; si se enrojece, es ácida; si no muda el
color, se introduce otra tira de papel rojo de tornasol ; si este recobra el
color azul, es alcalina . Si tampoco muda el color, es neutra (art. Vil , pri-
mera parte).
Determinado el reino, la solubilidad y la naturaleza química , se pro-
cede al empleo metódico de los reactivos; si es ácido inorgánico, de estos
ácidos; si orgánico, los orgánicos, etc.
Lo que digamos de las sales neutras es aplicable á las ácidas y bases,
tanto inorgánicas como orgánicas.
Guando se analiza una sal neutra inorgánica, se empieza averiguando
su base ó especie.
Se acidula el licor con un poco de ácido clorhídrico. Si precipita en
blanco , ya queda reducida la cuestión á solo tres cuerpos , plata , plomo
ó protóxido ae mercurio.
Se toma otra parte de la disolución y se trata con un poco de ácido
nítrico.
Luego con el ácido sulfhídrico; si no hay resultado, se trata con el sul-
furo amónico ; si tampoco , con el carbonato amónico ó potásico ; si tam-
poco , con la potasa.
En cuanto haya resultado con alguno de esos reactivos de grupo, se
busca el carácter de las divisiones , si el grupo las tiene, y luego que
esta se haya revelado se aplica el reactivo que da carácter de la especie.
Determinado este se corrobora con otros reactivos, aunque no hay nece-
sidad, para caracterizar definitivamente el cuerpo.
Averiguada la base ó la especie se pasa á hacer lo propio con el ácido
ó el género. Se neutraliza con amoníaco, si la sal es ácida. Luego se
trata con el cloruro bárico ; si no hay resultado, se trata otra porción con
el nitrato de plata ; si tampoco , se echa en otra porción limaduras de
cobre y un poco de ácido sulfúrico.
En cuanto haya reacción con el reactivo de grupo, se pasa á ver el de
las divisiones , si las tiene ; y así que aparece reacción , se echa mano del
reactivo del género y algún corroborante , si se quiere.
Cuando la sal sea inorgánica insoluble , se disuelve en los ácidos ní-
trico, clorhídrico ó agua régia en frió, ó en caliente, y una vez disuella,
se trata como las solubles.
Si tampoco se disuelve, se hace calcinar ó fundir en un crisol , con los
reactivos , por la vía seca ; luego se toma el residuo con agua caliente y
se trata como las solubles.
Cuando la sal tiene base orgánica se trata con la potasa ; luego con los
bicarbonatos.
•Visto el resultado, se ve el carácter de la especie y se corrobora.
- w-
Sí la sal tiene ácido orgánico , se trata primero con el cloruro cálcico;
si no da reacción en frió, se calienta y añade alcohol ó amoníaco Si tam-
poco hay reacción , se trata con cloruro férrico , primero en frió y luego
en caliente. . . . . . , '
Determinada la división, se pasa á los reactivos de cada género, y se
corrobora , si se quiere.
En el segundo caso , esto es , cuando el liquido es materia , se examina
también su reino , solubilidad y naturaleza , si no basta á simple vista y
al microscopio , del propio modo que hemos visto en el caso anterior.
Determinado todo eso, se procede de la misma manera, como desde que
se ha disuelto el sólido.
En el tercer caso , la materia es gaseosa , se ve su color y si tiene olor.
Los gases se dividen en dos grupos : unos son absorbibles por la po-
tasa ; otros no.
Cada uno de estos grupos tiene dos divisiones: unos se inflaman;
otros no.
Los absorbibles por la potasa é inflamables son : el ácido sulfhídrico , el
selenhídrico , telurhídrico , cianógeno y monohidrato de metileno.
Los absorbibles por la potasa y no inflamables son : el ácido clorhídrico,
bromhídrico, yodhídrico, carbónico, sulfuroso, cloro-oxicarbónico, hi-
pocloroso, cloroso, hipoclórico, cloro, amoníaco, fluoruro de silicio, Ídem
de boro y cloruro de boro.
Los no absorbibles por la potasa é inflamables son : el hidrógeno, hidró-
geno fosforado, idem arsenicado, idem protocarbonado , bicarbonado,
óxido de carbono, metileno, fluorhidrato de metileno, clorhidrato de me-
tileno.
Los no absorbibles y no inflamables son : el oxígeno , ázoe , protóxido de
ázoe y deulóxido de ázoe.
Para analizar los gases , se necesita la cubeta hidro-neumática y la Di
drargiro-neumática, frascos, campana y tubos de ensayo.
La hidro-neumática no puede servir para los gases cloro-oxicarbónico,
cloruro de boro, fluoruro bárico, silícico y cianógeno, porque se descom-
ponen al contacto del agua.
La hidrargiro-neumática no puede servir para el ácido cloroso, hipo-
cloroso y clorhídrico, porque se descomponen al contacto en el mercurio.
Para todos los demás sirven igualmente entrambas, y la hidro-rieumá-
tica para los que descompone el mercurio ; la hidrargiro-neumática para
los que descompone el agua.
Para analizar un gas, se destapa el frasco que le contiene dentro de
la cubeta, y se recibe en un tubo puesto boca abajo en el agujero de la ta-
bla de aquella, encima de la boca del frasco destapado. Cuando está
lleno de gas, se retira y se echa una disolución de potasa en el tubo, se
agita tapándole con el dedo y después se ve si se inflama, acercándole
una cerilla fosfórica encendida; si se inflama, no es absorbible por la po-
tasa; si no se inflama, puede ser de los absorbibles ó de los no inflamables.
Se torna otro tubo lleno de gas sin potasa y se enciende ; si se inflama,
es absorbible ó no por la potasa é inflamable.
i ara saber si no es inflamable ni absorbible por la potasa, hay que
tratar esta disolución con los reactivos de los ácidos. ¿Ilay reacción? es
absorbible; ¿no la hay? no lo es. En este último caso hay que reconocer
el gas por sus propiedades físicas y otras reacciones.
Cuarto caso Si el veneno está mezclado y la mezcla es líquida , des-
— 800 -
pues de examinado su reino y solubilidad, y sí es ácido, alcalino, 6 neu-
tro, se ve si el veneno ha alterado el color natural da las materias con
que está mezclado.
Las alteraciones del color natural de las sustancias orgánicas ya revela
la existencia de algún ácido, álcali, compuesto salino ó cuerpo simple,
como yodo, bromo, cloro, etc.
Los productos de la putrefacción, amoníaco, ácido sulfhídrico, acé-
tico, etc., también los alteran.
Esto no basta para resolver; hay que analizar esas materias.
Como el color de las mezclas no deja bien claras las reacciones , se ha
intentado desteñirlas con carbón animal.
No debe emplearse este medio , porque el carbón , no solo retiene las
sustancias colorantes, sino los venenos, tanto orgánicos como metálicos.
Si se apela á él para desteñir un líquido, y lo que se filtra no da resul-
tado, hay que analizar ese carbón , haciéndole hervir en ácido clorhí-
drico ó acético, tiltrar y someter lo filtrado á los reactivos.
Si la reacción del líquido es ácida ó alcalina, se trata con alcohol con-
centrado, se filtra, y lo filtrado se mete en una retorta de vidrio tubu-
lada ; se coloca esta en un baño maría puesto en una hornilla evapo-
ratoria; al cuello de la retorta se adapta una alargadera ó el cuello de un
recipiente , enfriado por un chorro de agua , ó una esponja empapada de
agua tria á menudo , y puesto en comunicación por medio de un tubo
encorvado con un frasco que contenga un poco de agua destilada.
Se calienta primero á la temperatura de OU á 70 grados; luego se echa
cloruro de sodio en el baño maría, y se calienta hasta que se quede seco.
Pero antes se ha mudado de recipiente.
Concluida esta destilación, se saca lo condensado en el recipiente y se ve
si es ácido alcalino ó neutro, y se trata con los reactivos según lo que sea.
El residuo de la retorta , lo mismo que los coágulos obtenidos por fil-
tración, se guardan para hacer con ellos lo que dirémos en el sexto caso.
Si la sustancia es neutra , se hace hervir de treinta á cuarenta minutos
en una cápsula de porcelana colocada en una hornilla evaporatoria , y
sostenida por un triángulo de hierro , diluyéndola antes en un poco de
agua si está demasiado espesa.
Luego se filtra; se evapora lo filtrado hasta consistencia de jarabe; se
trata con alcohol de 44 grados. Se vuelve á filtrar, y luego se divide en
dos porciones lo filtrado; la una para ensayar si el veneno es inorgánico,
otra para ver si es orgánico.
La primera se somete sucesivamente por pequeñas porciones á la ac-
ción de los reactivos de las bases inorgánicas, acidulando el licor antes
con un poco de ácido clorhídrico ; la otra , se trata con subacetato de
plomo y se somete á una corriente de ácido sulfhídrico , se filtra , y se
trata lo filtrado con los reactivos de las bases orgánicas.
Si no diere resultado ni una ni otra parte, habrá que apelar á lo que
dirémos en el séptimo caso.
Quinto caso.— Cuando la sustancia es en parte líquida y en parte sólida,
después de examinarla físicamente para determinar qué especie de sus-
tancia sea , se separa lo líquido de lo sólido , decantando ó filtrando con
los instrumentos , utensilios y aparatos expuestos en su lugar para esas
operaciones.
Nista la parte líquida si es ácida , alcalina ó neutra, se procede con
ella como queda dicho en el caso cuarto.
Lá páfté Sólida se tratá éotnó ío diréthos en el sexto.
Sexto cdsd.— Ctfando la mezcla es enteramente sólida, si su exámén fí-
sico no alcanza á revelar lo que eS , se procede como cuando es sófidá y
pura, y determinado el reino, se corta á pedacitos, se toma con aguá deá-
tilada y se ensayan en ella los papeles.
Se dispone el aparato de destilación , que hemos descrito en el caso
cuarto , y se introduce en la retorta un poco de la mezcla sólida con
agua destilada que se le ha añadido ; se calienta y hace hervir por espa-
cio de una hora.
Concluida la operación , se examina lo condensado en los recipientes,
según sea, ácido, alcalino ó neutro, con sus reactivos, y en seguida lo
que resta en la retorta. Se aparta , filtrando ó decantando lo líquido de
lo sólido.
La parte líquida se trata como en el caso cuarto , cuando es neutra.
La parte sólida se hace hervir con nueva agua en una cápsula, por es-
pacio de una ó dos horas; se filtra, se trata luego con alcohol concen-
trado por espacio de un cuarto de hora , y se filtra por último con ácido
clorhídrico por espacio de dos horas y se vuelve á filtrar.
Reúnense los líquidos filtrados y se someten divididos en dos partes á
la acción de los reactivos de los cuerpos inorgánicos la una, y la otra á la
de los orgánicos.
Del propio modo se tratan los coágulos obtenidos por el calor y alco-
hol, y la parte sólida que queda en la retorta en el cuarto y quinto caso.
No obteniendo resultado , se hace lo que dirémos en el séptimo.
Cuando la mezcla sólida sea tierra de cementerios, por ejemplo, se toma
cierta porción con agua ; se deja macerar por espacio de treinta ó cua-
renta horas ; se filtra , se concentra el licor y se trata , dividido en dos
partes, con los reactivos para las sales inorgánicas y orgánicas.
No habiendo resultado, se trata con agua hirviendo por espacio de al-
gunas horas ; se filtra y se concentra lo filtrado, y se hace lo propio que
antes.
Si tampoco da resultado, se toma la tierra con ácido nítrico ó agua re-
gia; se hace hervir, luego se filtra y se procede como hemos dicho.
Las sustancias orgánicas podrán tomarse con alcohol, ó tratarse como
dirémos en el séptimo caso.
Séptimo caso. — Examínanse los órganos para observar si á simple vista
se notan vestigios de veneno en ellos, y si le guardan todavía al estado
sólido ó líquido; si están frescos ó putrefactos; si hay reacción ácida, al-
calina ó neutra en los líquidos que contengan ó en que estén.
flay que verlos á toda luz y á oscuras con una lente de aumento, ó con
solo la vista. Tal vez en el microscopio se vea alguna porción del polvo ó
vestigios sólidos ó líquidos que tengan.
Dado que con este examen se pudiese separar el veneno al estado sóli-
do, de polvo ó líquido, se examinará como en el primero y segundo caso.
Cuando hay partes líquidas , se decantan y examinan como en el se-
gundo caso.
Las sólidas, echadas por vómito ó cámaras, ó los órganos, se toman
con agua destilada, cortando los últimos á pedacitos, ó malaxándolos, y
se pueden tratar de varios modos.
Rara saber si hay venenos volátiles , podemos someter una porción al
aparato destilatorio, descrito en el cuarto caso, y obrar luego sobre lo
condensado en los recipientes.
TOXiCOLUGU.— 51
- 802 -
Como en este caso, lo mismo que en todos los que el veneno está mez-
clado con sustancias orgánicas, estas suelen ser un obstáculo para las
reacciones, conviene antes de emplear los reactivos, aislar de esas sus-
tancias el veneno.
Hay varios procederes para ello ; unos , propios para aislar el veneno
inorgánico , y otros el orgánico.
Para aislar el veneno inorgánico, se conocen los medios siguientes:
1. ° Destruir las materias orgánicas, haciéndolas hervir con ácido clor-
hídrico , agua régia , clorato de potasa con, ó sin galvanismo, ó ácido sul-
fúrico.
2. ° Carbonizar las materias orgánicas.
3. ° Incinerarlas.
Para lo primero, hay los siguientes procederes :
1. ° El de Reinsch consiste en hacer hervir las materias con agua acidu-
lada en ácido clorhídrico; filtrar y meter en lo filtrado una lámina de co-
bre, donde se fija el metal venenoso. Se lava la lámina con éter, y se
trata con un ácido y este con los reactivos.
2. ° El de Briand, ó empleo de la pila de Smithson para ciertos meta-
les, en especial el mercurio.
3. ° El de Jacquelin. Se tratan las materias blandas, y si son duras se
malaxan con una corriente de cloro. Cuando están disueltas y toman un
color blanco, se filtra y se trata lo filtrado con los reactivos de las sales
inorgánicas.
4. ° El de Gaultier de Claubry y Briand. Se tratan las materias con
agua régia y se someten á la corriente de una pila de Bunsen. En la lá-
mina de platino se dispone el metal y se toma como en el proceder de
Reinsch.
5. ° Los procederes de Millón: el primero se hace con ácido clorhídrico
y clorato de potasa ; el segundo se hace primero con ácido sulfúrico y
luego con el nítrico.
La carbonización se efectúa de varios modos.
1. ° Con ácido nítrico, con el cual se calientan las materias en una
cápsula.
2. ° Con ácido nítrico y sulfúrico; proceder de Filhos.
3. ° Con ácido nítrico y clorato de potasa.
4. ° Con ácido sulfúrico ; proceder de Ldandin y Uanger.
5. ° Con ácido sulfúrico y cloruro desodio.
La incineración se puede hacer de tres maneras.
1. ° Con nitrato de potasa en un crisol; proceder de Rapp.
2. ° Con nitrato de cal; proceder de Devergie.
3. ° Con solo el fuego.
En todos estos casos, destruidas las materias orgánicas, filtrados los li-
cores, se someten metódicamente á la acción de los reactivos de grupo,
división, especie y género de las sales inorgánicas y al aparato de Marhs
para determinar el veneno que sea.
Si se trata de aislar una sustancia orgánica venenosa de las que la im-
purifican ó con las que está mezclada ó combinada , hay también varios
procederes.
l.° El de Christhisson , Orilla, Devergie , etc., es el que hemos visto
al hablar del caso cuarto, el aparato de destilación, y luego tratar las ma-
terias con subacetato de plomo , una corriente de ácido sulfhídrico y los
reactivos de las sales orgánicas,
— —
2. ° El método de Stass, con el que se aísla el veneno por medio del
alcohol, luego se trata este con ácido tartárico; se filtra y evapora, y di-
suelve lo evaporado varias veces con alcohol concentrado; por último, se
trata con bicarbonato potásico, se toma con éter, se decanta y evapora
este, y queda el alcaloideo aislado.
3. ° El proceder de Flandin, por medio de cal, alcohol, éter y ácido
acético.
4. ° Él de Rabourdin , por medio del cloroformo ó del carbón.
fi*.° El de Plocter, por medio del cloroformo.
6. ° El deMorin, Dublanc, etc., por medio del alcohol, taninoy gelatina.
7. ° De Uslar y Erdmann, por medio del alcohol amílico.
5. ° De Sonnenschein, por medio del alcohol, ácido carbónico y el ácido
fosío-molíbdico.
9.° El de Graham ó la diálisis. '
Aisladas las materias venenosas orgánicas , se tratan con los reactivos
mas propios para caracterizarlas.
Oclavo caso.— Los líquidos y materias claras procedentes del sugeto en-
venenado se tratan como los sólidos procedentes del mismo , y con los
mismos procederes indicados en el caso séptimo (art. Vil, § II).
Cuando se tienen antecedentes del veneno, no se hacen tantos tanteos:
si está puro, se ensayan acto continuo sus reactivos de grupo, división,
especie ó género y sus corroborantes, y si está mezclado, se practica lo
que hemos dicho en los casos 4.°, B.°, 6.°, 7.° y 8.° para aislarle, y en
cuanto lo esté, se le aplican sus reactivos característicos (art. Vil, § III).
Los diferentes procederes que hemos indicado para aislar el veneno
inorgánico y orgánico de las sustancias orgánicas con las que está mez-
clado y combinado , no son igualmente eficaces para obtener buen éxito
en las operaciones analítico-químico-toxicológicas.
Respecto del aislamiento del veneno inorgánico, lo preferente es la car-
bonización.
El proceder de Flandin y Danger, ó sea por medio del ácido sulfúrico,
es el mejor; el que da mas satisfactorios resultados. Se practica del modo
siguiente :
Se toma cierta cantidad de las materias, si líquidas, después de con-
centradas; si blandas, sin hacerlas nada; si duras, se cortan á pedaci-
tos: se ponen en una cápsula de porcelana de mediano tamaño, se echa
un tercio de su peso de ácido sulfúrico concentrado, y después de un li-
gero rato de digestión , se coloca la cápsula en una hornilla , se ca-
lienta progresivamente , meneando la mezcla de continuo con una varilla
de vidrio.
La materia se disuelve , ennegrece , espesa é hincha , dando vapores,
que no debe respirar el operador, y al fin se carboniza.
Mientras esto se efectúa, el operador no cesa de revolver con la vari-
lla, llevando siempre al centro de la cápsula el carbón ó la materia que
se carboniza.
Cuando está carbonizada, se saca la cápsula con unas tenacillas de
hierro; se deja enfriar encima de un rodete de paja; se mira al sol con
una lente , y en seguida se tritura el carbón en la misma cápsula con la
mano de almirez de porcelana ó cristal, se humecta con unas gotas de
ácido nítrico y clorhídrico ó agua regia; y se vuelve á la lumbre la cáp-
sula. Cuando está seco, otra vez se saca, se enfria, se tritura un poco ae
nuevo en un mortero de cristal y se echa alguna cantidad de agua desti-
- m -
lada • se revuelve, y vaciado en ja cápsula, se calienta de nuevo un rato,
]U(í£rt) se saca, se enfria , se filtra, y el licor filtrado, que es límpido , se
ensaya metódicamente con los reactivos de las sales inorgánicas, incluso
el aparato de Marhs, montado como diremos en la lexicología particu-
lar, al hablar del arsénico y sus preparados.
Eu todos los casos de mezclas con sustancias orgánicas, desde el cuarto
caso, podemos empezar por medio de esta carbonización como medio ex-
peditivo.
Si el veneno es inorgánico, parece. No dando resultado se pasa á ver
si es orgánico.
Para aislar las sustancias venenosas orgánicas, los procederes ó méto-
dos preferibles son el método de Stass y la diálisis.
El método de Stass consiste en lo siguiente.
1.* operación.— Se toma cierta cantidad de las materias líquidas, ó blan-
das, ó sólidas cortadas á pedacitos, y se tratan con doble de su peso
de alcohol concentrado en frió; se decanta ó filtra el alcohol al través cíe
un lienzo nuevo, y se exprime este tres ó cuatro veces.
2. ' operación.— Se reúnen los licores alcohólicos y se introducen en un
balón de vidrio con ácido tartárico cristalizado , de medio gramo á dos;
se calienta el balón al baño de maría á una temperatura de 70 á 75 gra-
dos , hasta consistencia de jarabe.
Se saca el residuo ya frío y se echa en un filtro de pliegues , papel
Üerzelius, recogiéndole en una copa. Se lava el filtro con alcohol con-
centrado, y se evapora el líquido resultante á una corriente de aire y
temperatura que no pase de 35 grados ó al vacío. Se vuelve á tomar con
el alcohol, y filtra y evapora de nuevo dos ó tres veces.
3. " operación. — Evaporado al fin hasta casi sequedad, se disuelve en
poca agua que se ecua en un vaso de boca ancha, añadiendo poco á poco
hasta que no haya efervescencia bicarbonato sódico ó potásico en polvo.
4. * operación. — Se echan dos ó tres volúmenes de éter en dicho vaso
y se agita varias veces, luego se deja reposar. Se decanta un poco de éter
en una cápsula y se evapora á una corriente de aire.
El alcaloideo, si es líquido y oleaginoso, se depone en la cápsula á
modo de anillos que van ganando el íondo.
Si es sólido, se depone á modo de un polvo blanco ó líquido lechoso,
ó bien no se depone nada.
En el primer caso se añade al producto que resta en el frasco uno ó
dos centímetros cúbicos de una disolución concentrada de potasa cáus-
tica y se agita. Cuando está en reposo, se decanta el éter en un irasco-
probeta, y se apura el residuo con este vehículo.
A los licores reunidos se añade uno ó dos centímetros cúbicos de agua
acidulada por una quinta parte de ácido sulfúrico; se agita y se deja
reposar.
Se añade una disolución concentrada de potasa ó sosa. Se toma el todo
con éter, se agita varias veces y se decanta el éter.
Decantado el éter., se deja evaporar, y para separar el amoníaco que
se forma , se pone el resto en el vacío por algún tiempo, encima de una
cápsula que contiene ácido sulfúrico.
El alcaloideo se presenta en el fondo de la cápsula y se ensaya con sus
reacijvos.
segundo caso, es decir, cuando es fijo y no se presenta en la;
psuia decantado el éter, se añade al residuo del frasco una disolución
— «05 -
concentrada dé potasa, cofnd en el caso anterior, y sé décaWtft el éter,
dejándole evaporar como se ha dicho. Sé añade al residuo qüé deja al-
gunas gotas dé a¿iiá áctdúrácfá éh ácido átílfúrico , paá9hdó'laá pttt toda
la cápsula • sé dééáritá lo' 4 líe sé1 disuelve , áé filtra , sé lava1 eí filtro cOh
agua acidulada, y ké Hacé evápofar teniendo encima úna cápáüla Con
ácido sulfúrico, debajo dé uná campana’.
Se añade al residuo úna solución concentrada de potasa púra, sé toma
el todo con alcohol absoluto, se decanta y evapora, y el alcaloideo fijó
se presenta y se somete á los reáclivos.
Como hay alcaloideos qúe no son solubles én el éter sulfúrico, es pre-
ferible emplear eí acético, qué los disuelve todos.
La diálisis , ó proceder de Graham , es tan eficaz y mas sencillo qué el
método de Stass. Consiste én hacer pasar al través de ún pergamino ar-
tificial (papel tratado con ácido sulfúrico) las sustancias venenosas cris-
talizables llamadas cristaloides ; las que no pasan ó tardaú en pasar son
coloides. El aparato se compone de uú ihanguito ó tubo de guita-percha
abierto por sus extremos ; á uno de ellos se ata el pergamino y se coloca
el manguito en un plato que contiene agua destilada. El papel se llama
dializador ; el vaso que contiene el agua, recipiente. _
Dentro del manguito se ponen las máterias desleídas én agua destilada
ó avivada con algún ácido. Al cabo de áígunas horas el venéno ó sustan-
cia cristaloídea ha pasado al agua del recipiente. Si siguiera por mas
tiempo, pasarian también las coloideas.
Se quita el manguito, se evapora el agua y queda el alcaloideo ó el
veneno, y se ensaya con los^reactivos.
Preparando antes las materias de modo que el veneno se desprenda
de su mezcla ó combinación con las sustancias orgánicas, será mas' eficaz
la separación.
El ácido nítrico ó chorhídrico hirviendo con las materias por algún
tiempo es muy conducente para prepararlas, en ios casos en que el ve-
neno haya contraído combinaciones. Se filtrán, y lo filtrado se introduce
en el dializador.
Este proceder es igualmente útil para aislar sustancias inorgánicas y
orgánicas ; pero mas para estas , porque no contraen combinaciones con
los principios protéicos do los tejidos y la sangre , como los venenos me-
tálicos en general (art. VII, § IV).
Respecto de la aplicación de los reactivos á los alcaloideos aislados por
el método de Stass, ó el de Graham ó cualquier otro, los autores moder-
nos han ensayado algunos nuevos considerados como mas eficaces y ca-
racterísticos para determinar los alcaloideos.
Sonnenschein ha proclamado el ácido fosfo-molíbdico , y Gossa y Car-
pené, como los alemanes, el yoduro doble de mercurio y de potasio. Otros
han ideado otros. Mas ninguno los ha generalizado, limitándose á deter-
minado número de alcaloideos.
Sería un bien que se distribuyesen por grupos, divisiones y especies,
y se fijasen reactivos seguros de cada grupo, división y especie, como se
na venido haciendo hasta aquí en análisis química.
Los nuevos caracteres químicos pueden agregarse á los antiguos, y de
su conjunto sacar deducciones mas seguras, en especial asociándoles da-
tos químicos á los síntomas y autópsia (art. VII, § V).
La análisis cuantitativa rara vez , por no decir nunca , tiene aplicación
en los casos prácticos de envenenamiento.
- 806 -
El verdadero objeto de las análisis químicas en esos casos es investi-
gar las cualidades , no la cantidad del veneno.
* Siquiera sea oportuno y conveniente alguna vez determinar la cantidad
del veneno que se encuentra en las materias sospechosas, basta pesarla,
si es simple ó elemental, y por la ley de los equivalentes indicar la can-
tidad que ha de haber del veneno en un compuesto.
Para distinguir el que se obtiene del que naturalmente exista en el
cuerpo ó se haya dado á dósis medicinal , basta el peso del compuesto
obtenido ; su desproporción resolverá el caso.
A su tiempo verémos que la cantidad obtenida no puede servir de base
para deducir la que ha tomado el sugeto , ni si fue tóxica.
Sin embargo, para completar este Compendio, dirémos cómo se dosan
las sustancias y se deduce la cantidad en que está un compuesto en las
materias.
Los gaseosos se miden por volúmenes, con las probetas ó tubos afora-
dos ; ytanto los gases como los líquidos , es mejor combinarlos con algún
reactivo que los haga precipitar y permita pesarlos.
Cada veneno tiene su reactivo preferible para hacerle precipitar y pe-
sar luego el precipitado.
La determinación de la cantidad se hace de dos maneras , y siempre
por la regla de tres ó de proporción.
Según el primer modo, se busca la proporción entre la cantidad de
materias que se analizan y lo que den del compuesto en que está el ve-
neno, y lo que darian 100 partes. Se ponen, por lo tanto, tres términos
conocidos y uno desconocido.
Supongamos que 8 onzas de materias han dado 6 granos de sulfuro de
arsénico; ¿cuánto darian 100 onzas?
Para resolver este problema se empieza por ver el número proporcio-
nal ó equivalente del arsénico , que es 75 , v el del azufre , que es 16 ; to-
tal, 91.
En seguida se ponen como términos : l.° las 8 onzas; 2.° los 6 granos
de sulfuro; 3.° 100 , y x ; y se dice :
8 es á 6 como 100 es á x.
Se multiplica el segundo término por el tercero, 6 por 100, que da
600, y se divide este producto por el primer término, ó sea 8 , que dan
por cociente 75. Esta es la cantidad de sulfuro de arsénico que liabria
en 100 onzas.
Hallada esta proporción se pasa á otra.
Si 91 de sulfuro de arsénico contienen 75 de este metaloídeo, ¿cuánto
arsénico contendrán 75 granos de sulfuro?
Se ponen los términos siguientes : l.°, 91; 2.°, 75; 3.°, 75, y x; y
se dice :
91 : á 75 : : 75 : x.
Se hace la misma operación, multiplicando 75 por 75 y dividiendo el
producto por 91, y el cociente es 61,8 ; en 100 onzas de materia habría
61 g ranos de arsénico y 8 décimos.
Estas proporciones, en Toxicología, no conducen á nada, ó al error.
Según el otro modo , es más sencillo , y va mas al objeto : ¿Cuánto ar-
sénico hay en 6 granos de sulfuro?
ponen como términos ; l.° el total de equivalentes del sulfuro, 91;
- 807 -
2.° el equivalente del arsénico, 75; 3.° la unidad del peso hallado, 1
grano, y x; y se dice; f
91 : 75 : : 1 . a.
75 + 1 A '
x—— gj — =0,824 arsénico.
Cada grano contiene 824 milésimas de arsénico; multiplicado por 6, da
4 granos y 945 milésimas : esto es lo que contienen 6 granos de sulfuro.
Si , en lugar de ser un binario , fuese una oxisal , un fosfato de barita!
por ejemplo , y se buscase el fósforo , se haría lo mismo.
Del primer modo habría que buscar tres proporciones , después de haber
sumado los equivalentes del fosfato. La primera, para hallar ia cantidad
de fosfato que habría en 100 onzas; la segunda, para hallar la del ácido
fosfórico , y la tercera , para hallar el fósforo , por ejemplo.
Primera proporción. 8:6;: 100 : x.
tí x too
x= — - — = 75 fosfato de barita.
O
Segunda proporción í1). 148 : 72 ; ; 75 : x.
72 X 75
x~ — tjs — = 36,486 ácido fosfórico.
14o
Tercera proporción. 148 ; 32 ; ; 75 : x.
72 v 75
* = —¿+- = 16,226 fósforo.
148
Es decir, que en 100 onzas de materia habría 75 de fosfato de barita,
36 granos y 486 milésimas de ácido fosfórico, y 16 granos 226 milésimas
de fósforo. *
Del otro modo será también mas sencillo y mas conducente al objeto.
148 : 32 :: 1 : ®.
32 X 1
x — — fíp = 0,2162 fósforo.
148
En 1 grano de fosfato hay 2162 diezrailésimas de grano de fósforo;
multiplicado por 6, hay , en los 6 granos de fosfato , 1 grano y 297 2 diez-
milésimas de grano de fósforo (art. Vil'#, § VI).
El microscopio es un auxiliar poderoso de las análisis químicas; puesto
que contribuye en no pocas ocasiones, no solo á hacer apreciar ciertos
caractéres físicos de los venenos , sino los mismos químicos.
No hay una toxicología microscópica; pero el microscopio es un medio
de estudiar los caractéres físicos, químicos y orgánicos de los venenos en
no pocas ocasiones.
Con él pueden apreciarse las formas cristalinas ó amorfas de ciertos ve-
nenos y precipitados.
A. veces hay poquísima cantidad de materia, ya en los restos de la que
se ha empleado para envenenar, ya de la que se aisla por el método de
Stass ó la diálisis ; las operaciones químicas no pueden practicarse con
(') Los equivalentes del fosfato de barita son 148, resultantes : de 32 de fosforo, >Ü de
cinco equivalentes de oxigeno, 68 de bario y 8 de oxígeno.
- 808 -
, a cantidad; pues el microscopio puede facilitar la apreciación
¡Tesas cantidades pequeñísimas , tanto en lo físico , como en lo químico.
En otros casos la química es impotente; porque no se ha descubierto
e¡ principio activo de ciertos vegetales venenosos , ó no se puede aislar
de las materias procedentes del sugeto envenenado.
Mas, resistiéndose ciertos tejidos y órganos de esos vegetales á la coc-
ción y digestión , se pueden encontrar vestigios, esporos, celdillas, etc.,
entre los alimentos vomitados, los excrementos, ó en el estómago é intes-
tinos, y revelarse por medio del microscopio.
No es necesario aumentar mucho los diámetros para poder apreciar
ordinariamente los objetos.
No hay necesidad de aumentar la temperatura.
Puede operarse por la vía húmeda y seca.
Primero se aprecian las propiedades físicas, la forma ; luego la solubi -
lidad en el agua, alcohol, éter, etc.; por fin las reacciones.
Helwig ha metodizado este estudio , y es probable que en lo sucesivo
se perfeccione.
Cuando se examinan materias estcrcoráceas , vomiladas ó contenidas
en el estómago é intestinos , en busca de restos de órganos vegetales,
procedentes de plantas venenosas , se toma una pequeña porción , des-
liéndola en agua ú otro vehículo mas apropiado, y se coloca en el porta-
objetos, para examinarla de un modo análogo á las manchas de sangre,
esperma , materia cerebral , etc.
El conocimiento que tenga el observador de la estructura de esos teji-
dos y su comparación con las láminas que los representan, podrán acla-
rar ía cuestión en casos, en los que los demás medios no hayan podido
probar la existencia del veneno (art. VIII).
En el estado actual de la ciencia , la toxicología práctica no puede to-
davía reportar ninguna utilidad de la espectrometría. Para la investiga-
ción de las sustancias orgánicas, es de todo punto inútil (art. IX).
Para los casos de envenenamiento por sustancias orgánicas , por alca-
loideos , que la química no alcanza á revelar por medio de sus opera-
ciones; algunos han creído que podria suplir lo que se llama la experi-
mentación fisiológica ; es decir, dar ó ingerir en los animales parte de las
materias procedentes del sugeto envenenado.
Estos experimentos, que son la rehabilitación de una práctica antigua
y desacreditada , rechazada por todos , desde que se aplicó á la toxicolo-
gía la análisis química , se hacen con perros , conejos y ranas.
Ya se deslien las materias en agua y se dan á dichos animales , ya se
les depone cierta cantidad debajo de la piel.
Las ranas son abandonadas á veces en agua , donde se deslien esas
materias.
Lo mas común, y según los partidarios de este proceder, es tomar esas
materias y calentarlas suavemente hasta la consistencia de extracto, en
un balón con 95 grados, ai baño maría ; filtrar, volver á tomar con al-
cohol, y luego deponer debajo de la piel de los animales, cierta canti-
dad de esos extractos alcohólicos.
Si el animal presenta síntomas iguales á los que presentó el sugeto en-
venenado ó se muere, deducen que las materias tomadas con alcohol con-
tienen veneno.
Otros no emplean la experimentación fisiológica con el objeto de bus-
r comparación entre lo presentado por los animales á quienes se aplica
— 809 -
el extracto alcohólico, y las personas envenenadas, sino los-sjjatonias que
cada sustaupia es capaz; de provocar ; de esa suerte es la rana , que se
toma como animal reactivo, tengan ó no semejanza esos efectos con los
que presenta la persona intoxicada.
Esta práctica no tiene todavía la sanción de la experiencia , y está ex-
puesta á terribles errores, como lo veremos, al hablar de la Filosofía de la
intoxicación (art. X).
CAPITULO VI.
FILOSOFÍA DE LA INTOXICACION.
Entiendo por filosofía de la intoxicación aquella parte de la Toxicología
general , que trata de averiguar á punto fijo cuál es el valor lógico de
los datos , en que se funda la afirmación ó negación de un envenena-
miento; qué relación existe entre unos y otros, y cuál es la verdadera
causa de esos datos.
Esta sola definición , bien meditada , da á conocer que hemos llegado
á una* de las partes mas interesantes , por no decir la que lo es más para
el médico forense. De poco servirían, en efecto, las demás partes de la
toxicología ; de poco serviría estar amaestrado en cada una de ellas á
igual nivel , si al perito le faltase lo que va á ocuparnos. Le faltarla el
lazo común que las hace converger hácia su objeto; el estudio de las re-
laciones íntimas , que ha de tener presentes el perito en el momento
grave de juzgar, si la enfermedad, que hace sucumbir á un sugeto en bre-
ves horas, ó le compromete gravemente la salud , es una enfermedad co-
mún , ó el resultado funesto de un envenenamiento.
En el decurso de este Compendio ya hemos procurado dar á cada he-
cho estudiado en cada una de las partes , en que le hemos dividido , la
verdadera acepción de esos hechos, su significación genuina; hemos
apurado las cuestiones, pareciendo tal vez á algunos minuciosos, y acaso
algo extraviados de nuestro objeto ; hemos hecho todo lo posible para
establecer premisas , sólidas y experimentales, con el fin de fundar mas
tarde en ellas juicios seguros , y hemos , en fin , aquilatado las doctri-
nas emanadas de los hechos positivos, con la esperanza y el designio de
encontrar en ellas un criterio tan claro, como firme, para poder distinguir
cuándo hay intoxicación ó envenenamiento, cuándo una enfermedad co-
mún, que produciendo alarma y avivando las sospechas por sus aparien-
cias engañosas , pone en juego á la justicia y la ciencia con el mismo in-
terés que los efectos del crimen.
La filosofía de la intoxicación es la que concentra todos los conoci-
mientos de la Toxicología general , y los vuelve aplicables á la práctica;
la que relaciona la toxicología con la* medicina legal ; la que hace del to-
xicólogo un perito idóneo, para auxiliar á los jueces y tribunales en esos
terribles dramas , en que la muerte se ha perpetrado en las sombras del
misterio, y en los que el crimen tan solo deja huellas, cuyo descubrimiento
exige el concurso de diferentes órdenes de datos, cada uno de los cuales,
para arrojar toda su luz, por resplandeciente que sea, necesita verse re-
flejado en la misma dirección por los demás.
En las partes anteriores de la Toxicología general , hemos estudiado
esos diferentes órdenes de datos en sí , sin relación con los de otra natu-
raleza ; en la fisiología de la intoxicación, los cuerpos que son venenosos.
- 810 -
su cantidad tóxica, su estado, sus vías de introducción en la economía,
su absorción y modo de efectuarse, su acción y modo de desplegarla, las
codificaciones que puede sufrir, y los medios de averiguar todos los he-
chos ó esos puntos relativos. En la patología hemos aprendido los cuadros
sintomáticos que desplegan los venenos, según la clase y subclase á que
pertenecen, la gravedad de su lesión, y las alteraciones que algunos
dejan en los sólidos y líquidos de la víctima. En la terapéutica hemos
investigado los casos , en que puede haber intoxicación , sin crimen , y
cómo podemos conjurar el daño en no pocas ocasiones ; en la. necrosco-
pia hemos expuesto cómo nos hemos de procurar los datos relativos á la
anatomía patológica , característica de esas enfermedades, por lo común
mortales, y las sustancias destinadas á las análisis; en la química de la
intoxicación hemos hablado de las diferentes operaciones que hay que
practicar para descubrir el veneno en sustancia , ó sus caracteres en las
materias procedentes del sugeío intoxicado, y con todo eso hemos adqui-
rido el caudal de hechos necesarios para distinguir una intoxicación de
una enfermedad común.
Mas estos hechos no están enlazados todavía ; no están puestos unos
en frente de otros , para colocarlos en una misma dirección , no están
reunidos en forma de criterio, para juzgar un caso práctico de medicina
legal, que verse sobre lesiones causadas por venenos.
Este es el objeto de la filosofía de la intoxicación. Reunir esos hechos,
ver cuántos órdenes de datos nos suministran para juzgar, para formar
un criterio en los casos prácticos de envenenamiento, es la tarea que va-
mos á emprender en esta última parte de la Toxicología general.
Por poco que se reflexione sobre esta materia , se verá que para poder
afirmar una intoxicación ó envenenamiento se necesitan tres órdenes de
datos , á saber :
1. ° Los síntomas que ha presentado el sugeto intoxicado ; signos clí-
nicos ó biológicos.
2. ° Los resultados de la autópsia de un cadáver, si ha muerto; signos
autópsicos ó tannatológicos.
3. ° Los resultados de las análisis químicas de las sustancias proce--
dentes de ese sugeto, ó signos químicos.
Esos tres órdenes de datos son los que brotan desde luego como nece-
sarios para que el perito, llamado á juzgar un caso práctico, afirme la
existencia de un envenenamiento : de loque de todos ellos resulte . fun-
dido en el crisol de una sana lógica , se deben deducir las conclusiones
en pro ó en contra de la realidad de ese hecho.
A primera vista , á nadie le ocurrirá duda alguna acerca de lo sábia y
discreta que es esa regla general , de lo fundado que está ese criterio.
Con él tiene el médico-legista todos los datos ó elementos necesarios para
la cabal formación de un juicio pericial y de la mayor ó menor abundan-
cia de los datos de cada órden, y de su mayor ó menor armonía ó correla-
ción dependerá la mayor ó menor seguridad con que afirme ó niegue
la realidad del caso.
Sin embargo, tenemos gran necesidad de estudiar detenidamente ese
criterio , esa regla , por dos razones á cual mas importantes.
En primer lugar, según como fuese interpretada esa regla , según
como se aplicara por los peritos , en la práctica , podría conducirlos muy
fácilmente á ciertos extremos viciosos, susceptibles de producir tanto
daño, de oscurecer tanto la verdad de los hechos, de comprometer, en
- 811 -
fin . tan gravemente los intereses de la justicia . corno el mismo olvido,
omisión ó trasgresion de cualquiera de los tres órdenes de datos , en que
se funda ese criterio.
Es absolutamente preciso , si queremos sacar partido ventajoso de las
demás partes que ya llevamos estudiadas , acrisolar el valor de esos tres
órdenes de datos , estableciendo cómo y de qué manera deben contri-
buir á las conclusiones periciales los síntomas de una intoxicación, las
alteraciones encontradas en el cadáver del que se presume estar envene-
nado, y los resultados que dap las análisis químicas practicadas en las
materias procedentes de ese sugeto. Es menester que averigüemos si en
todos los casos será absolutamente indispensable exigir el conocimiento
y realidad de lodos esos órdenes de datos para afirmar ó negar un enve-
nenamiento, ó si pueden darse varios casos de verdadera intoxicación,
sin que sea necesario , para concluir con fundamento, la presencia , ya
de uno , ya de otro de esos datos.
Hoy tal facultativo que , poseído de esa regla general, cuyos elemen-
tos complexos no se ha detenido en analizar, y cuyas aplicaciones prác-
ticas tan diversas no le han ocupado nunca, no se declarará por un en-
venenamiento, aunque haya de él evidencia, solo porque le falta un or-
den de datos, ó solo porque alguno de los órdenes no está completo. Para
que ese perito afirme la intoxicación, será preciso que el intoxicado
muera , puesto que si vive , si se salva , no se le podrá hacer la autópsia,
y faltarán los datos de esta; y bien se deja concebir que semejante modo
de razonar puede ser vicioso ; tan vicioso como el de aquel qne conclu-
yese siempre en pro , ó en contra de la realidad de un envenenamiento,
en virtud de unos cuantos datos de cada órden poco relacionados entre
sí , ó de los de un órden solamente.
Una regla tan general, teniendo que ser aplicada á diversos casos, es
forzosamente susceptible de excepciones , mejor diré, de modificaciones
en su uso y aplicación. La variedad de circunstancias de cada caso no
le deja ser absoluta ; la vuelve forzosamente condicional, y por lo tanto
cumple al perito filósofo estudiar bajo todos sus aspectos esa regla, ana-
lizarla, relacionarla con todas las condiciones posibles en la práctica,
para su cabal aplicación , según les casos.
En segundo lugar, tenemos que estudiar detenidamente esta regla para
saber si el perito, cuando sea llamado á emitir ese juicio científico en
los casos de esa naturaleza , tiene bastante con esos tres órdenes de da-
tos de que se compone su criterio, ó si hay que agregarle algún otro de-
bido á la experiencia y á los progresos de la ciencia ; si se han presen-
tado nuevos hechos que hayan demostrado lo incompleto de la regla an-
tigua y la necesidad de ampliarla, de vigorizarla con algún otro ele-
mento de convicción , ya que no en todos los casos, en alguno de parti-
culares circunstancias.
Sabido es que , de poco tiempo á esta parte , algunos médico-legistas,
en Francia yen Inglaterra, han pretendido que en ciertas ocasiones es
necesario añadir á los síntomas, autópsia y análisis químicas, lo que
ellos llaman la experimentación fisiológica; esto es, el ensayo de las mate-
rias procedentes del sugeto envenenado inyectadas en los animales, ya
como comprobación de lo que aquellos datos arrojan , ya como medio su-
pletorio de lo que aquellos no alcanzan á demostrar.
Hay, por lo tanto , necesidad de que nos ocupemos en examinar ese
elemento nuevo de convicción ; hay que ver si es una nueva práctica , ó
— 812 —
una práctica añeja desacreditada, rechazada por la ciencia, no solo
como indigna de esta , sino como ocasionada á errores tan crasos como
funestos ; es indispensable que analicemos primero si hay necesidad de
ese elemento, ya que no en todos los casos, en alguno , y luego su valor
lógico, su significación genuina y hasta qué punto hemos de poder fun-
dar en ese nuevo elemento la convicción que no nos dan los demás,
tiempo hace considerados como suficientes para afirmar ó negar un
envenenamiento.
Nunca mas necesaria esta tarea crítica que ahora, que acaba de nacer
esa nueva práctica; que acaba de ingertarse en el árbol de la ciencia ese
escudete del empirismo vulgar, tenido hasta aquí como una criptógama,
como un parásito pegado al tronco de ese árbol, y tan acertadamente
arrancado de él por la inteligente mano de Orfila, y que se ha colocado
como propagador de esa práctica y al frente de ella , el actual catedrá-
tico de Medicina legal de la escuela de Paris, y generalmente reputado
como uno de los médico-legistas mas distinguidos de la Francia.
Las altas posiciones de la ciencia siempre tienen atmósfera , y en ella
viven una multitud de partidarios, y si por desgracia se exhala de esas
posiciones el error, no tarda en convertirse en epidemia.
Yoy, pues, en esta última parte de la Toxicología á examinar dete-
nidamente :
1. ° El valor lógico de los signos clínicos , biológicos, ó los síntomas
presentados por un sugeto, que se sospecha estar, ó está realmente enve-
nenado.
2. ° El valor lógico de los signos autópsicos, tannatológicos, ó de los re-
sultados que dé la inspección cadavérica de los restos mortales de ese
sugeto.
3. ° El valor lógico de los signos químicos, ó de los resultados de las
análisis químicas de sus sólidos y líquidos y demás sustancias proce-
dentes de la persona, que se cree haber muerto envenenada.
i.® El valor lógico del conjunto de esos datos, ya en los envenena-
mientos individuales , ya en los colectivos, y el de la prueba moral.
5.° Por último, el valor lógico de la experimentación fisiológica.
En cada uno de esos exámenes, considerando cada elemento de con-
vicción en sí , y en relación con los demás , se irán presentando cues-
tiones importantísimas , las que iremos resolviendo á proporción que la
principal las suscitare.
ARTÍCULO PRIMERO.
DEL VALOR DE LOS SÍNTOMAS EN LOS CASOS DE INTOXICACION.
Para poder justipreciar el valor de los síntomas, en los casos de intoxi-
cación , nada me parece tan á propósito como tratar esta materia bajo di-
ferentes puntos de vista.
Primeramente, por ejemplo , hay que ver si el cuadro de síntomas,
que los autores nos presentan en sus obras, es el que realmente se ofrece
en los casos prácticos de esta ó aquella intoxicación.
En seguida hay que echar una ojeada á las enfermedades de síntomas
parecidos á los que desarrollan los venenos , las que por lo mismo pue-
den confundirse con las alteraciones propias de estos.
Hecho esto , deberemos Ajar el verdadero valor de los síntomas; lo
- 813 -
q«e ellas significan aislado», lo que en relación con la autopsia y las
análisis química».
Por último, será preciso determinar si hay casos , en los que, no te-»
niendp ninguna noticia de los síntomas, pueden fijarse los que ha debido
haber, ó se puede prescindir de ellos, sin que por esto sean menos ló-
gicas las conclusiones.
fi I._ Cómo deben apreciarse los cuadros sintomáticos de la intoxicación general ó
3 ' especial , descritos por los autores.
Cuando hemos tratado de la sintomatología de la intoxicación , y he-
mos descrito su cuadro general y los cuadros especiales de las diversas
intoxicaciones, conocidas , hemos advertido que no deberían mirarse
como la expresión de lo que cada sugeto envenenado presenta, sino
como colección de los síntomas recogidos por la experiencia de entre
todos los que han sido víctimas de un veneno.
Y, en efecto, esto es así. Si el médico-legista, para formar su juicio en
punto á síntomas en un caso particular de su práctica , estuviese inves-
tigando si se han presentado en el enfermo ó envenenado lodos los sínto-
mas, que los autores de toxicología han consignado en sus descripciones
sintomatológicas, de seguro que jamás concluiría diciendo que ha habido
envenenamiento. Puede asegurarse, sin temor de errar, que, por lo to-
cante al cuadro total de síntomas, un envenenado no se parece á otro.
Y no es tan solo la práctica , la experiencia, la que nos pone en conoci-
miento de esta verdad: la misma teoría nos conduce á ella. Un envene-
namiento , una intoxicación, es el resultado de un agente , cuya acción
ha debido ejercerse en medio de una multitud de circunstancias, mu-
chas veces harto influyentes para modificar esa acción ó su modo de
ejercerla. Siendo los síntomas expresión de estas modificaciones, se con-
cibe cómo deben ser varios, ó diferentes, en distintos sugetos.
Orflla ha tratado este punto en su Toxicología general, y después de
probar que los síntomas no bastan para poder afirmar que ha habido
envenenamiento, contra aquellos que los consideran como suficiente
prueba ; después de combatir la opinión de otros que niegan á los sínto-
mas toda significación , que no los tienen en cuenta para nada, se le-
vanta, por último, contra otra clase de lógicos, que andan buscando el
complemento del cuadro sintomático, para juzgar que una persona ha
sido envenenada. «¡No daré por concluido , dice , este punto , sm repren-
der severamente á todos aquellos, que, llamados por el tribunal para
apreciar el valor de los síntomas presentados por las víctimas de un en-
venenamiento, se apoyan , para negar que le ha habido , en que los en-
fermos no han ofrecido lodos los síntomas descritos por los autores, re-
lativamente á la intoxicación que es objeto del proceso. ¿Podrá creerse
que un caso de esta especie, en el cual el mismo acusado confesaba el
crimen, uno de nuestros comprofesores argumentaba contra mí, diciendo
que el enfermo no había piesentado mas que algunos de los síntomas
del envenenamiento por el arsénico consignados en mis obras? ha obje-
ción no tenia nada de grave, y por lo tanto no podía encontrar acogida
en el tribunal,
«Cuando los autores describen de un modo general, continúa diciendo
el mismo autor, lodos los síntomas que se han observado hasta aquí en
los diversos enfermos envenenados con una misma sustancia, no preten-
— 814 —
, . ningún modo que deba encontrarse forzosamente el conjunto de io-
tr s esos síntomas en cada caso: dando un resumen desús observaciones,
aui eren dar á conocer la totalidad de los accidentes que se han obser-
vado; pero es evidente que jamás han pretendido decir que todos esos ac-
cidentes hayan de encontrarse en todos los sugetos; al contrario, se con-
cibe que haya con respecto á esto infinitas variedades, según la dósis del
veneno, la edad, la constitución , el estado de la salud de la persona en-
venenada , la duración de la enfermedad, los medios empleados para
combatirla, etc. O).»
k propósito hemos copiado las palabras de este autor, autoridad res-
petable en la materia, porque nosotros también en nuestra práctica he-
mos sufrido ataques por el estilo, dados por uno de nuestros comprofe-
sores y por uno de los abogados de cierta nombradla, apoyándose en-
trambos en Oí-fila , ó en sus cuadros sintomáticos. Era un caso de enve-
nenamiento por el opio ó alguno de sus preparados, y uno de los argu-
mentos que se nos oponían, era que faltaban ciertos síntomas de la into-
xicación narcótica. Que el abogado-deíensor se valiese de este argumento
para ejercer su oficio, se concibe; pero que este argumento fuese de un
profesor, uno lo ve con pena.
Quede, pues, consignado, que loo cuadros sintomáticos, tanto general
como especiales de los autores , no se refieren á lo que todos los sugetos
envenenados presentan, sino á lo que de entre todos se ha recogido hasta
aquí, y que por lo tanto, aun cuando en un caso particular de intoxica-
ción no observemos todos los síntomas que los autores describen en sus
obras, podemos dar á los que recojamos su correspondiente valor ; el va-
lor que luego veremos debe darse a los síntomas, sean pocos, sean mu-
chos. Por supuesto que cuantos mas de los síntomas descritos por los au-
tores haya, mayor fuerza tendrán; pero esto no quita que tengan su sig-
nificación los que hubiese , aunque sean pocos , y que sea lógica la con-
clusión en favor del envenenamiento, cuando este se deduce uniendo di-
chos síntomas á los demás órdenes de datos.
II. — De las enfermedades de síntomas parecidos á los que desarrollan los venenos,
cuáles son y como se distinguen.
Este punto es importantísimo. Toda confusión de una enfermedad na-
tural de invasión brusca con un envenenamiento puede dar lugar á com-
promisos y á las mayores injusticias. De aquí la necesidad de que en esta
parte, destinada á acrisolar la verdad de los hechos, nos ocupemos en ver
si hay realmente algunas enfermedades que pueden hacer equivocar el
diagnóstico , en especificar cuáles sean , y en decir algo acerca de lo que
pueda diferenciarlas de una intoxicación."
M. lardieu, en su Estudio médico- legal y clínico del envenenamiento, como
ya lo hemos indicado en la Introducción de este Compendio, también con-
sidera esta parte de la Toxicología, atrasada, incompleta ó apenas tra-
tada por los autores mas clásicos.
Según dicho autor, los libros de patología y hasta las colecciones de
observaciones clínicas , apenas si indican alguna vez los casos morbosos
que pueden simular un envenenamiento. Es incompleto é insuficiente
todo lo que en ellos puede hallar un médico, para que le pueda servir de
guia, en un caso práctico que se haga judicial. En cambio, añade, que en
(*) Obra citada, t. U, pág. 69*.
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los tratados dogmáticos de Medicina legal y Toxicología, se siente uno
tentado á extrañar que se hable de ciertas enfermedades espontáneas
como capaces de confundirlas con una intoxicación, cuando ni para el
menos habituado á ver males, no pueden ofrecer la menor duda.
Después de considerar todo eso muy natural , y atribuirlo á los dife-
rentes objetos de estudio de esos libros ó sus autores, dice que es nece-
sario en cierto modo romper con los hábitos de observación clínica, y no
admitir mas que dos clases de hechos capaces de confundirse con un
envenenamiento : una de los que ofrecen una lesión material , manifiesta,
á la que se pueda atribuir la muerte , y otra que comprende los casos de
muerte, cuya causa es dudosa.
El mismo califica de grosera ó poco científica esa clasificación, si bien
la tiene por muy práctica, y luego de haberla indicado, arremete contra
ürfila y contra Devergie; les cita algún pasaje de su obra respectiva, re-
lativo á esta cuestión, y juzga que la han mirado bajo un punto de vista
mezquino ó estrecho.
Para que veamos mas claramente á qué se reducen esas pretensiones
del doctor Tardieu , que aquí, como en otras partes, se presenta aspi-
rando á dar á esta parte de la ciencia un giro nuevo y mas fructuoso, sin
que en realidad, bien examinado lo que dice, haya absolutamente nada
de ello; copiémosle los pasajes en que habla de dichos autores, con algo
de lo que añade, á guisa de censor, y luego veremos lo que ha hecho;
qué nuevas luces nos ha traido sobre este punto de diagnóstico dife-
rencial.
«Para darme mejor á comprender, dice, no será tal vez inútil demos-
trar en qué sentido , á mi parecer demasiado estrecho , ha sido entendida y
tratada la cuestión por los principales toxicólogos. Orilla se limita á la
indicación siguiente: Las enfermedades espontáneas, que se pudieran
confundir con el envenenamiento agudo, reconocen por causa una lesión
del canal digestivo, de los pulmones, del corazón, del cerebro, de la mé-
dula espinal y de las demás partes del sistema nervioso; muchas de esas
afecciones presentan sin embargo en su. invasión, en su marcha, caracte-
res propios que las dan á conocer fácilmente. Por lo mismo no hablaré
mas que délas que sea menos fácil distinguir del envenenamiento; tales
son, la irritación de las vías gástricas, que da lugar á las perforaciones
llamadas espontáneas, el cólera morbo , esporádico y asiático, la gastritis
aguda, el ileo nervioso, el sintomático de una estrangulación interna, la
hernia estrangulada, la peritonitis , la hematémesis, etc. Además menciona la
aracnitis, la liebre atóxica y ciertas afecciones nerviosas.
»M. Devergie declara, que en muchos casos será imposible distinguir
ia enfermedad de un crimen, y cita, como ejemplo, el cólera epidémico y
esporádico, la estrangulación intestinal , las perforaciones espontáneas , el íleo,
la melena , la gastro-enlcrilis con aracnitis, la peritonitis, etc.
»Sin detenernos en advertir lo que esa enumeración tiene de incompleta
y lo que puede tener de discordante esa terminología con las doctrinas moder-
nas, me limitaré á hacer notar lo que en las cuestiones médico-legales , y
esto no se apiiea exclusivamente á los casos de envenenamiento , no se
trata de formar un diagnóstico clínico , para el cual , con harta frecuencia,
faltan los principales elementos, sino de resolver en cada caso particular
un problema especial con la ayuda de las solas pruebas materiales que
pueden hacer constar una lesión orgánica, ó el descubrimiento de un
veneno, extraído en naturaleza y puesto á los ojos de los jueces.
— 816 -
iDeiemos, pues, á un lado esas distinciones escolásticas, necesariamente
falsas en su generalidad entre la aracnitis, la gastro-enteritis, la hematé-
mesis y los efectos de los diferentes venenos, y busquemos en el exámen
de los hechos la causa aparente, ú oculta de la enfermedad, ó de la muerte,
dando á conocer algunos ejemplos nuevos de la posibilidad de contundir
ciertas enfermedades naturales con los envenenamientos, que puedan ser-
vir á precisar las condiciones en las que se encuentra colocado el médi-
co-legista, en qué sentido debe dirigir sus investigaciones y á qué térmi-
nos la debe circunscribir (J) .»
Después de haberse expresado asi , M. Tardieu expone algunos casos
prácticos divididos en los dos grupos indicados ; uno de aquellos en los
que la causa material de la muerte es evidente y es admisible la sospe-
cha de envenenamiento; otro de los que, siendo dudosa la causa de la
muerte, no puede juzgarse la sospecha de envenenamiento sino por la
análisis química.
En el primer grupo comprende los casos siguientes :
Ileo j estrangulación intestinal , fiebre tifoidea , rupturas viscerales , roturas
del tubo digestivo, perforaciones espontáneas, peritonitis, tumores sanguíneos de
la pequeña pelvis , congestión y hemorragia cerebrales , meningitis , hidrocéfalo,
enfermedades del corazón y de tos pulmones.
En el segundo grupo comprende los que siguen :
Cólera , enteritis, gastro-enlcriiis , hemorragia intestinal, indigestión, y un
caso que no dice el autor qué enfermedad fué.
Ahora bien : ¿qué resulta de todo eso? ¿Qué dice M. Tardieu mas de
lo que dicen Orilla, Devergie y todos los autores de Medicina legal?
¿Qué novedad ha traído á la ciencia, ni en punto á enfermedades capa-
ces de confundirse con un envenenamiento, ni en punto á reglas para la
formación de un diagnóstico diferencial? ¿Dónde está la estrechez y mez-
quindad del modo de tratar la cuestión üríiía y Devergie, y dónde la
grandeza ó amplitud en el modo de tratarla M. Tardieu?
¿Y en punto á la terminología discordante con las doctrinas modernas
de que los acusa que hay? ¿INo se vale M. Tardieu de las mismas denomi-
naciones para expresar los casos morbosos que expone? ¿Y dónde están
las distinciones escolásticas que quiere que dejemos á un lado? ¿Quién ha
bia de ellas? Y si está tentado á extrañar que Orilla y Devergie hablen
de hernias estranguladas, de íleos , de cólera ú otras enfermedades fáci-
les de conocer desde luego , ¿por qué hace él otro tanto? ¿Por qué ha-
bla de fiebre tifoidea , de la apoplejía , del hidrocéfalo , de enfermedades del
corazón, además de hablar de las mismas enfermedades que le admiran
en otras obras?
Lo repelimos : M. Tardieu no ha dado á esta cuestión ningún giro
nuevo. Ha referido unos cuantos casos más, que no son nuevos; que es-
tán indicados en las obras de los autores; que no los tratan por dema-
siado fáciles de conocer : así lo advierte Orilla; así lo da á entender De-
vergie y los demás ; así lo hemos hecho nosotros.
Porque se le antoje á un juez , alarmado, como el vulgo, por el ru-
mor público , promovido á veces, y con frecuencia, por antecedentes de
malas inteligencias domésticas , sospechar que es un envenenamiento la
eclampsia, por ejemplo, de una reeien parida, las convulsiones de la
dentición de un niño, la muerte por la ruptura de un aneurisma, y otras
1‘) Obra cit. , -¿3 y siguientes.
- 811 -
por el estilo , ¿hemos de creer que los autores han tratado de esta cues-
tión de un modo mezquino , porque no han comprendido esos nuevos casos
de posibilidad de confusión?
Todo lo que ha hecho M. Tardieu, es publicar algunos casos que co-
nocía, y en los que ha sido perito, pero que no tienen ninguna novedad,
y clasificarlos de un modo que no necesitamos calificar, porque él le ha
calificado. Esa clasificación estaba ya hecha ; nadie ignora que hay casos
en que la causa de la muerte rápida es fácilmente conocida , en cuanto
el caso es objeto del juicio de la ciencia , por solos los síntomas , ó estos
y la autópsia , y casos en los que esta no basta , hay que añadir la aná-
lisis química.
Eso es lo que se hace ; esa es la práctica de todos los que conocen la
ciencia toxicológica y la Medicina legal ; de modo que ni bajo ese punto
de vista práctico nos ha traído nada nuevo M. Tardieu.
Al verle aparecer acusando á los autores de mezquinos y estrechos, y
anunciando casos nuevos , creíamos ver mas ancha estera de conocimien-
tos , y algunas reglas, ó generales ó particulares, para evitar las confu-
siones. Nada de eso: los casos que refiere son simples relatos, algunos
de ellos apenas apuntados, y faltos todos de comentarios diferenciales.
El último del cual nos dice que brotarán esas reglas, es un informe
bastante bien razonado para probar que cierta señora no murió envene-
nada ; pero lo único doctrinal que hay en ese informe , es que no se
puede afirmar un envenenamiento por los síntomas solos ; que es nece-
saria la autópsia y la análisis química , lo cual no es , en rigor, propio
del punto que nos ocupa , puesto que se trata del diagnóstico diferencial
entre el envenenamiento, ó las intoxicaciones, y ciertas enfermedades de
aparato sintomático parecido á aquellas.
En ese mismo informe se advierte una cosa muy singular : M. Tardieu
no determina qué enfermedad natural fué la que padeció la señora Lamy,
empezando, en su concepto, por una indigestión de carne de cerdo y
guisantes , y durando diez y ocho dias.
Si el jurado no se convenció, como lo indica, con la lectura del in-
forme , probablemente no dejaría de influir el ver que , después de ha-
blar tanto M. Tardieu, no decia cuál era la enfermedad natural de que
había muerto dicha señora. ¿Seria un caso de triquinosis? Lo creemos
muy probable, aunque es muy pobre la descripción de los síntomas.
Dejando á un lado todas esas consideraciones, que al fin no vienen á
probarnos otra cosa que lo que, en mas de una ocasión, liemos ya visto y
volverémos á ver en mas de dos, nos haremos cargo de una idea que in-
dica , y que nos parece sumamente errónea , ó mal expresada, liemos
visto que quiere que rompamos con los hábitos de observación clínica, y
que no se trata en la cuestión que nos ocupa de formación de diagnós-
tico clínico, para el cual faltan con frecuencia los principales elementos.
Confesamos francamente que no entendemos qué es lo que quiere
M. lardieu decir con eso. De ningún modo podemos creer que pretenda
que , para distinguir una enfermedad de invasión brusca y aparato sinto-
mático parecido al de alguna intoxicación, no apelemos, por lo menos
como uno de los órdenes de datos, á la ciencia del diagnóstico, á lo que
la observación clínica nos haya enseñado, en punto al cuadro sintomático
de esas enfermedades , cuyos modos de invasión no son desconocidos en
las clínicas, ni en las patologías correspondientes. Lo que la observa-
ción clínica nos enseña en punto á los síntomas característicos de tal ó
toxjcologÍa. — 52
- m -
mal enfermedad, su etiología y su anatomía patológica, será siempre un
elemento indispensable para el médico legista, que en un caso particular
tenga que resolver un problema de esa especie.
Si los datos propios de ese elemento le faltan , y no los puede indagar,
¿dónde buscará esas pruebas materiales de que habla M. fardieu? Ya se
lo dirémos nosotros , que sin necesidad de romper con los hábitos de ob-
servación clínica , ni formarnos idea de un diagnóstico de otro modo que
como se forma el clínico, tenemos reglas mejores que las que ese autor
ha consignado en su Estudio médico legal y clínico del envenenamiento ; para
saber á qué debemos atenernos, cuando nos faltan datos relativos á los
síntomas , lo mismo que á los demás órdenes de datos necesarios para un
juicio pericial, muy diferente de un diagnóstico, sobre un caso de enfer-
medad natural que se tome por un envenenamiento , fuera del círculo de
la ciencia.
Dejemos, pues, á M. Tardieu para otras ocasiones, en las que puede
sernos mas útil su saber y doctrina, y prosigamos, sin modificación, la
marcha que hace años tenemos trazada para resolver esa clase de pro-
blemas.
Toda enfermedad de invasión brusca , y que acaba prontamente con
la existencia de un sugeto que estaba gozando de completa salud, ó que
se encontraba en un estado conocido de la misma, mas ó menos que-
brantada, es susceptible de confundirse , á primera vista, con una into-
xicación , mayormente cuando no se da pronto con la causa de esa en-
fermedad y de esa muerte.
Hemos visto, al hablar del diagnóstico absoluto de la intoxicación,
que precisamente ese es su rasgo mas gráfico y característico , la inva-
sión brusca, alarmante, gravísima, y la pronta terminación por la
muerte sin causa conocida. Nada tiene, pues, de extraño que la primera
idea que ocurra , cuando se presente una enfermedad que se conduzca en
su invasión y curso de esa suerte , sea la de un envenenamiento , no solo
respecto á los profanos en la ciencia, sino á los mismos facultativos.
Y si á las circunstancias de esa invasión se añaden las sociales de la
persona enferma; si el vecindario ó las relaciones amistosas saben que
no reinaba en la familia la armonía; que ha habido disturbios domésticos
frecuentes, escenas lamentables, extravíos conyugales ú otras cosas por
destilo, la sospecha del vulgo toma un incremento veloz, la justicia
participa de ella , los rumores se multiplican , y de tal modo se crea, en
ocasiones, atmósfera, que hasta los profesores del arte de curar, llama-
dos al socorro del enfermo, se sienten como dominados por esa preven-
ción funesta, que mas de una vez ha sumergido á inocentes en el fondo
de una mazmorra,, si ya no los ha llevado al cadalso.
En muchos casos, basta que la ciencia, sosegada , reflexiva, desnuda
de toda prevención , y sorda á las hablillas con que se oscurece el hecho,
se haga cargo de él , para adquirir muy pronto la convicción mas clara y
terminante de que la enfermedad y la muerte por ella producida es co-
mún y natural ; ya que no lo digan los síntomas y las causas que la in-
vestigación facultativa descubre, lo dice á las pocas horas el escalpelo.
Raras veces la inspección cadavérica, hecha por peritos entendidos que
no se dejen fascinar por las hablillas del vulgo, de personas ignorantes
prevenidas ó malévolas, deja de presentar con toda la luz de la evidencia
la causa de la muerte.
Mas en otras ocasiones, los síntomas por sí solos no bastan para dis-
— fii0 -
fíngüír él caso ; la misma autópsia no arroja bastante luz para el juez , <5
acaso le aviva las sospechas , en especial si los facultativos que la practi-
can no están amaestrados en esta clase de actuaciones y se les escapa
alguna frase indiscreta y vacilante, y entonces hay que apelar á otro
órden de datos, á las análisis químicas.
Sin embargo ; siquiera convengamos en que puedan darse ocasiones,
en las que sea necesario apelar á todos los órdenes de datos , para distin-
guir la enfermedad de la intoxicación ; cumple que averigüemos aquí si
es ó no posible que, sin salimos de la sintomatología , determinemos que
no es una intoxicación el caso, sino una enfermedad natural.
Recordemos que, además del diagnóstico absoluto, hemos formado los
de clase, y que además de estos, hay el particular de cada veneno. Pues
bien ; trazados los diagnósticos de la intoxicación cáustica , inflamatoria,
narcótica, nervioso-inflamatoria, asíixiante y séptica; teniendo presentes
los cuadros sintomáticos característicos de cada una , ya podemos com-
prender que, para un profesor entendido en la patología de la intoxica-
ción , no han de ser muchas las enfermedades naturales capaces de con-
fundirse con un envenenamiento ; y así como desde luego puede afir-
marse que ciertas intoxicaciones excluyen la posibilidad de la confusión
para el hombre de la ciencia entendido en la materia ; así también se
preve que algunas han de ser casi siempre las que estén enjuego en los
momentos de alarma y de sospecha.
¿Quién, sin salirse del círculo sintomático, ha de dudar jamás , á la
vista de una enfermedad natural, sobre si es una intoxicación cáustica , y
viee-versa ? Aquí no cabe la confusión. No hay ninguna enfermedad que
se les parezca.
Otro tanto podemos decir de no pocas formas de la intoxicación sép-
tica. La misma intoxicación, asfixiante en sus tres formas, tetánica,
paralítica y anestésica, tiene cuadros tan característicos, que ningún
profesor inteligente en toxicología y en las enfermedades del sistema
nervioso, será capaz de confundir una de estas con una forma de esa in-
toxicación. El tétanos no es ni de cien leguas la intoxicación por los ve-
nenos asfixiantes tetánicos; el síncope no es la intoxicación asfixiante
paralítica. La anestesia no tiene en patología ninguna forma natural que
la semeje.
Las únicas intoxicaciones que mas pueden confundirse con enferme-
dades naturales, son la inflamatoria ; después, y aunque es mucho me-
nos, la nerviosa-intlamaloria , y por último, y menos aun la narcótica.
tíúsquese en los cuadros nosológicos , en los libros escritos sobre el
diagnóstico, formas sintomáticas parecidas á las toxicológicas , y se verá
con cuanta razón sostenemos que esa confusión no es fácil para un mé-
dico entendido.
Las afecciones {logísticas y nerviosas del tubo digestivo, agudas sobre
todo, y las crónicas que puedan dar lugar á exacerbaciones bruscas ó á
perloraciones del estomago é intestinos, son las que mas semejanza tie-
nen con la intoxicación inflamatoria y nervioso-inflamatoria.
Las invaginaciones , lo mismo que ciertos cólicos , se hallan en igual
caso. Las indigestiones pueden dar lugar, no solo á una súbita ó brusca
aparición de vómitos, dolores, despeños y otros síntomas de aparato to-
xieoforme alarmante, sino hasta á la muerte. Las bebidas frías la produ-
cen á veces en pocas horas , con todas las apariencias de una intoxica-
ción por venenos inflamatorios.
- 820 —
Respecto de la intoxicación nervioso-inflamaíoria , ya no es tan fácil
aue Ja semejen las enfermedades, ni del tubo digestivo, ni de los centros
nerviosos. Esa mezcla , de índole flcgística y de carácter neurálgico, no
la presenta mas que la intoxicación de esa clase: y respecto del narco-
tismo, ¿qué afección, ni flogística ni neurótica, del encéfalo la imita.
¿Quién ha de tomar por tal una congestión cerebral , ni un accidente
apoplético?
Que las personas extrañas á la ciencia tomen por envenenamientos esas
y otras enfermedades de invasión brusca, curso rápido y terminación
terrible; que hagan otro tanto facultativos poco versados en el estudio de
las intoxicaciones, y algo olvidados de ciertas enfermedades no comun-
mente presentadas en su práctica, no es una razón para afirmar que hay
semejanza de cuadros sintomáticos entre esas enfermedades y las intoxi-
caciones, y de consiguiente posible confusión, hasta el punto de ser difí-
cil é imposible el diagnóstico diferencial, y necesario apelar á la aulóp-
sia , ya que no á la análisis química , para diferenciar de casos.
Contar entre las enfermedades capaces de confundirse con una intoxi-
cación todas las que alarman al vulgo, á las familias, y dan lugar á que
los jueces entiendan en esos casos, llamando á peritos para que emitan
su juicio, como en cierto modo lo ha hecho M. Tardieu , es suponer en
la ciencia la misma ignorancia , la misma falta de criterio que hay en los
círculos trazados fuera de ella. No porque la práctica de la medicina
legal nos presente casos de esa especie hemos de tener esas enfermeda-
des por hechos nuevos , de posible confusión con un envenenamiento, y re
gistrarlas en el número de enfermedades de diagnóstico semejante al de
esta ó aquella intoxicación.
No olvidemos; primero, que el vulgo, que los profanos, que los hom-
bres del foro, se fundan casi siempre en antecedentes de familia ó condi-
ciones sociales que engendran las sospechas , cuando un sugeto muere
en pocas horas, con síntomas alarmantes; segundo, que si como diag-
nóstico absoluto puede haber á veces alguna apariencia engañosa, alguna
semejanza por lo brusco c inmotivado, al parecer, de la invasión, rapi-
dez del curso y terminación desgraciada ; en la práctica siempre hay
un hecho particular, concreto que, si es intoxicación, no solo pertenece
á una de las clases de ella , sino á la propia de tal ó cual veneno deter-
minado, y por lo mismo la confusión es mas difícil , bajo el punto cientí-
fico mirada ; y tercero y último , que la ciencia no ha de considerar como
imperfecciones suyas, como impotencia de sus fuerzas, los errores de
los que no aciertan á representarla como es debido.
Orfila, Devergie y los que los han seguido en ello, han hecho perfec-
tamente en no incluir en el catálogo de enfermedades de diagnóstico, ca-
paz de ser confundido con intoxicaciones , siquiera sean susceptibles de
invasión brusca y curso rápido y mortal , muchas afecciones de los cen-
tros nerviosos, de los pulmones , del corazón, y hasta de las visceras ab-
dominales. Lejos de reducir esta cuestión á límites estrechos , como tan
sin fundamento lo cree 1V1. Tardieu, que en fuerza de quererla dilatar, la
saca de su quicio, todavía han hablado de dolencias que, como dice
M. Tardieu, ni un profesor adocenado podrá jamás confundir con un en-
venenamiento.
En cambio, M. Tardieu , que ha creido abrazar mas casos de posible
C°n USH°n ’ hablándonos de la fiebre tifoidea, de tumores hidáticos del hí-
gado, de tumores sanguíneos de la pequeña pélvis, de hidroeéfalo, de he -
- 821 -
morragia intestinal, y de enfermedades del corazón, no menciona las bebi-
das frías, ni el tétanos, que tanto se ha alegado como igual al envenena-
miento por la estricnina, ni la triquinosis, á pesar de ser la enfermedad
que mas puntos de contacto tiene con la intoxicación séptica, y que ni la
autópsia ni las análisis químicas alcanzan á distinguirla completamente
algunas veces, siendo necesario apelar al microscopio, que revela, entre
las fibras musculares ó las materias arrojadas por cámaras , ese parásito,
infinitamente pequeño, que mata muy de otro modo que los venenos,
siendo tanto mas de extrañar ese olvido, cuanto que al reproducir en su
libro ese laborioso escritor lo que años atrás había publicado en los
Anales de Higiene y Medicina legal sobre este punto , ya pudo ver las nu-
merosas memorias que sobre esa enfermedad hace poco descubierta se
han escrito. . .
No supongamos , pues , á la ciencia imperfecciones que no tiene ; im-
potencias que afortunadamente no existen , ni la hagamos responsable
ni cómplice de los yerros de los profesores , de los falsos y apasionados
juicios del vulgo, ni de las lamentables equivocaciones de facultativos
ligeros, ó poco versados en la patología de la intoxicación, y algo olvida-
dos de la común.
Para el acierto, para evitar la confusión, la ciencia tiene dos garan-
tías, sin salirse del terreno sintomatológico; primera, la ciencia del diag-
nóstico, el conocimiento de los cuadros sintomáticos de cada enfermedad
natural, y segunda, la de los cuadros sintomáticos de cada clase de in-
toxicación , y de cada veneno en particular.
Hé aquí dos bases que, bien establecidas, raras veces permitirán la con-
fusión; quien conozca por un lado el cuadro de síntomas característicos,
patognomónicos de la enfermedad natural que un sugeto presente con
aparato toxicoforme, y quien conozca el cuadro de síntomas característi-
cos y patognomónicos de cada intoxicación , no confundirá jamás un es
tado con otro, no tomará por una intoxicación una enfermedad natural,
ni una enfermedad natural por una intoxicación , sin salirse del terreno
sintomatológico, sin necesidad de apelar á la autópsia , ni á la análisis
química , ni al microscopio, en la mayoría inmensa de los casos.
Esto sentado, veamos no tanto las enfermedades que pueden confun-
dirse con la intoxicación, como las que con mas frecuencia dan lugar á
actuaciones periciales por levantar sospechas de envenenamiento , y de
qué modo las podrá distinguir el perito, sin salirse del diagnóstico, por lo
menos en las mas de ellas.
Esas enfermedades son las producidas por las bebidas frías , indigestio-
nes, cólera esporádico y asiático ; cólicos de ciertas especies, perforaciones
espontáneas del estómago é intestinos ; estrangulaciones intestinales , gastri-
tis agudas con ó sin complicación de afecciones del encéfalo, gastro-ente-
ritis, peritonitis, hematemesis , melena, tétanos , epilepsia , lombrices, focos ver-
minosos , triquinosis y exantemas retropulsos.
No incluyo en este catálogo, como M. Tardieu , las borracheras, que
producen muertes rápidas y hasta repentinas, porque son verdaderas in-
toxicaciones; los licores alcohólicos son venenosos en determinadas cir-
cunstancias.
Eso no quiere suponer que, en la práctica de la medicina legal, no se
trate de emitir un juicio diferencial de otras enfermedades , las que por
el modo como se hayan presentado, y acaso más por las condiciones so-
ciales del sugeto, que da lugar á un procedimiento de oficio, y en su con-
- m —
secuencia á una actuación pericial , se sospeche ser producidas por uno
<5 mas venenos.
Todas esas enfermedades tienen su diagnóstico respectivo conocido;
la observación clínica ha dado colores gráficos al pintor nosológico para
dibujarlas con exactitud, y á esa observación deberá acudir el perito,
siquiera opine lo contrario M. Tardieu, para formar su criterio y dis-
tinguirlas de cualquier clase de intoxicación, para cuyos cuadros le
dará la toxicología también su contingente, ora tomado de la clínica ú
observación en 'el hombre, ora de la experimentación en los irracio-
nales.
No hay ninguna necesidad de dividir esas enfermedades ni otras en
los dos grupos triviales, groseros ó anticientíficos , como los llama M. Tar-
dieu , siquiera no sea en todas tan evidente la causa de la muerte del su-
geto, por mas que Briand y Chaudé crean lo contrario , adheridos á lo
que ha hecho M. Tardieu sobre ese punto.
Lo que en este párrafo no alcance á diferenciar de casos , lo suplirá
loque diremos en otros del mismo, y lo que expondremos, al hablar de
la anatomía patológica y de las análisis químicas.
Estudiemos dichas enfermedades por el mismo orden con que las aca-
bamos de indicar.
Muerte por bebidas frias. — Nada mas frecuente en el verano que morir
casi repentinamente algunas personas , las que, estando sofocadas de ca-
lor, beben helados, toman sorbetes ó agua de nieve. Si las hay que mue-
ren como atacadas del cólera, otras de pulmonías ú otros maies, no son
pocas las que padecen cólicos parecidos á los envenenamientos.
En Paris y en Rúan hubo varios casos de esta especie , dando lugar á
creer que muchas personas habían sido envenenadas en los cafés. Se hizo
la análisis de las bebidas y se examinaron los utensilios; mas ni en nada
de eso, ni en los cadáveres se halló el menor vestigio de veneno.
En Nueva-York son frecuentísimos esos casos. En 1825 hubo mas de
cuatrocientos, durante los primeros quince dias de julio. Según Rama-
cini, caian en síncope mortal los sugetos, después de haber tomado una
bebida helada ó fria.
En 1818 se observó, estando el calor á 34 grados, que muchos de ios
que bebían agua fria se veian atacados de dolores de estómago, malestar,
desfallecimiento, vértigos, impedimento notable en la respiración y apo-
plejía, teniendo el conjunto de estos síntomas alguna semejanza con los
producidos por los venenos inflamatorios.
En la Habana es muy común verse atacados de trismus, bebiendo sin
cuidado el agua fria.
Cítase el caso de un encuadernador de Edimburgo, el cual se levantó
á las seis de la mañana para encender lumbre, bebióse un gran vaso de
agua fria y se metió otra vez en cama. Inmediatamente le acometieron
dolores violentos de estómago, vivísima ansiedad, vómitos que nada pudo
contener, y á las seis horas sucumbió.
No se necesitan sorbetes , ni helados , ni agua de nieve para producir
esos terribles efectos. Guerard ha observado que esos accidentes sobre-
vienen con mas frecuencia cuando la temperatura del agua tiene de 11
á 12 grados , si se toma de un solo golpe. Los caballos por lo mismo es-
tán mas sujetos ó ellos que los perros , porque beben estos á sorbos , al
Pap° Tue aquellos tragan de una vez gran cantidad de agua.
Ls de notar que, después de una disputa, de un grande acaloramiento,
- 853 -
óansaneio, etc., el agua fría suele producir los mismos accidentes. Gal-
tier refiere un caso de estos. _
El conocimiento de la posibilidad de estos hechos, el cuadro de sínto-
mas que los caracterizan, la falta de los síntomas propios á las intoxica-
ciones mas bruscas, bastan para distinguir el hecho, y de no, la falta de
resultado de las análisis químicas, igualmente que de la autópsia , nos
pondrán en el caso de advertir la verdadera causa de la muerte.
Indigestiones. — Los alimentos se indigestan á veces de tal suerte , que
causan la muerte en poco tiempo. En algunos casos hay un rapto de có-
lera, un susto, cansancio extremado, enfriamiento, ú otras cosas, por el
estilo, después de haber comido, y la digestión se altera, produciendo
accidentes mas ó menos terribles.
Todos sabemos lo comunes que son las indigestiones ordinarias , debi-
das á esas causas ú otras de igual índole , lo cual nos da á comprender
cómo en ciertas ocasiones puede ser el hecho mas grave , hasta produ-
cir la muerte en pocas horas.
La cantidad y calidad de los alimentos no contribuye poco á las in-
digestiones. Sin llegar á ser venenosas las sustancias ingeridas, por su
excesiva cantidad, ó por el estado del sugeto, pueden matar y matan en
efecto alguna vez , como si fueran tóxicas , dando al caso todas las apa-
riencias de una intoxicación.
Cítanse casos de niños muertos poco tiempo después de haber comido
tortas, sin que ni en estas, ni en el cadáver de aquellos hallase la análi-
sis química nada sospechoso. Tardieu refiere además otro igual de un
sugeto de sesenta años , el cual sucumbió poco tiempo después de haber
comido unas tortas. Diarrea, vómitos, dolores, etc., todos los síntomas
mas propios de un envenenamiento presentó ese desdichado. La autópsia
descubrió en el estómago una inflamación reciente y viva : la mucosa es-
taba negra , infiltrada de sangre, reblandecida, áspera hacia el píloro,
manchas equimóticas en los intestinos delgados, vestigios de derrame an-
tiguo en el hemisferio izquierdo del cerebro con abundante serosidad en
la aracnoídea.
En otra ocasión, habiendo muerto después de haber comido un sugeto
que estaba sano , se dió lugar á un proceso , solo por lo rápido de su
muerte y llevarse mal con su mujer. Se sospechó que habia muerto en-
venenado. La autópsia demostró que tenia el estómago distendido por los
alimentos, los cuales consistían en jamón , saladillo y berzas; el diafrag-
ma estaba echado hácia los pulmones; hallóse un polvo blanco que, to-
mado al principio por ácido arsenioso, se vió que era magnesia, de la
cual hacia uso el sugeto.
Cítase también el caso de un niño que se atracó de manzanas y murió.
El estómago estaba repleto y distendido por esa fruta.
Basta también el saber que las indigestiones pueden matar, no solo por
la mala calidad de los alimentos, sino por su cantidad y por el estado de
los sugetos, su repugnancia á determinadas sustancias alimenticias, pa-
siones, idiosincrasias, etc., el conjunto de síntomas y el estado del estó-
mago unidos á los resultados negativos de la autópsia, para no contun-
dir jamás esas clases de muerte con un envenenamiento ó intoxicación.
La análisis química no es necesaria en todos estos casos, y aun cuando
se emplee, tal vez no se saldrá de dudas , porque es fácil que sean sínto-
mas de las intoxicaciones producidas por los venenos sépticos , y en espe-
cial de las sustancias alimenticias averiadas, y bien sabido es que en tales
— 824 -
ocasiones la análisis química suele servir de poco recurso ; mas partido
se saca del microscopio.
Los autores citan casos de tortas que han dado la muerte por indiges-
tión; también hablan de embutidos que han producido lo mismo. La aná-
liáis’ nada descubre en ellos de sospechoso. No olvidemos que los platos
recalentados han causado intoxicaciones, y la análisis no ha podido des-
cubrir nada. En punto á tortas, pasteles, embutidos y otros alimentos
desde algún tiempo preparados, no sabemos todavía qué cambios, qué
metamórfosis pueden sobrevenir, capaces de dar la muerte con los com-
puestos que se les unen, los cuales, luego que han sido ingeridos en el
estómago, se destruyen tal vez, y así no los encuentran los reactivos.
En muchas de las ocasiones sin duda hay algo mas que indigestión.
Son verdaderas intoxicaciones por alimentos averiados, ó bien, como ya
hemos indicado en otras partes, casos de triquinosis, que han pasado des-
apercibidos, por no haber llamado todavía la atención de los prácti-
cos esa terrible enfermedad , debida al uso de carnes de cerdo atacado
de esta.
En cuanto á frutas que tengan algún principio venenoso, la cantidad
puede influir mucho para producir una intoxicación. Así como muchas
almendras amargas envenenan por su ácido cianhídrico, así también mu-
chas manzanas pueden ser dañosas por su ácido málico. En todos esos
casos no tiene nada de extraño que el cuadro sintomático semeje una in-
toxicación ; no solo le semeja , lo es; la intoxicación los reclama.
Cólera-morbo. — Los autores han convenido en distinguirle en asiático y
esporádico; sigámoslos en esta división , tal vez no la mas lógica, ni la
mas fundada.
Cólera asiálico. — lié aquí en extracto los principales síntomas que va
presentando el atacado de este cólera : debilidad brusca y rápida con vér-
tigos; zumbido y murmullo de oidos; enturbiamiento de la vista; sudo-
res abundantes; palidez singular; dolores abdominales y lumbares atro-
ces; vómitos y deyecciones alvinas con lentitud del pulso; malestar
súbito; mayores evacuaciones alvinas, primero de materias fecales, luego
de una sustancia blanquecina sumamente líquida, mezclada con grumos
ó cuajarones parecidos á un cocimiento de arroz ó suero mal clarificado;
calambres dolorosos y principalmente en las pantorrillas; separación es-
pasmódica é incurvacion de los dedos de manos y piés; tiesura y salida
de los tendones; abatimiento del pulso; frialdad del cuerpo; alteración
profunda de las facciones ; sed devoradora ; supresión de la orina ; color
violáceo de la piel, extendiéndose á modo de manchas marmóreas de las
extremidades á la superficie de aquella; enflaquecimiento rápido; círculo
lívido en los ojos; lengua y aliento fríos; turgescencia plúmbea del ros-
tro ; sudores fríos y glutinosos ; respiración á cada momento mas dificul-
tosa; el pulso desaparece; ya no se perciben los latidos de las arterias,
y el enfermo espira después de una corla agonía , conservando hasta el
último momento la integridad de sus facultades intelectuales. Todo esto
acontece en un período variable, que puede durar de una á dos horas ó
algunos dias, según la intensidad ó violencia del mal.
Cólera esporádico. — Es igual al asiático, solo que suele ser menos in-
tenso y no va acompañado del carácter epidémico que aquel tiene. Em-
pieza j>or vómitos, siguen las evacuaciones alvinas, las cuales, en vez de
desteñirse á proporción que se aumentan, van subiendo de color, tomán-
0 o negruzco con algunas estrías de sangre y materias glutinosas ; hay
- m —
menos lipotimias; mucha sed; calor y dolor en el abdómen ; pulso pe-
queño, cerrado y frecuente; piel de temperatura mas baja, pero no del
todo fría, y cubierta de sudor; á veces hay sacudimientos convulsivos,
con cierta rigidez ó estado tetánico ; el enfermo no quiere beber, y arroja
cuanto toma por vómitos ó regurgitación. No hay calentura.
Estos dos cuadros, á loque puede reducirse lo mas notable y caracte-
rístico de ambos cóleras, nos permiten distinguir perfectamente de casos.
Guando no bastase el carácter epidémico que acompaña al primero , ó el
temperamento del sugeto, que entra por mucho en el segundo , bastaría
la sucesión de los síntomas y algunos de ellos para poder establecer el
correspondiente diagnóstico.
El cólera no puede confundirse con una intoxicación por venenos nar-
cóticos ni sépticos. La por venenos inflamatorios , la por los cáusticos , la
por nervioso-inflamatorios y asfixiantes tetánicos son las que ofrecen un
aparato de síntomas mas fácil de confundir con una invasión del cólera
asiático. El tubo digestivo es el que se presenta mas afectado en esta en-
fermedad, y el tubo digestivo es el que mas lastimado queda con la in-
gestión de un veneno cáustico é inflamatorio.
Los calambres y contracciones tetánicas podrían confundirse con el
télanos producido por los de ciertos asfixiantes. Sin embargo, todavía li-
mitándonos á estas tres intoxicaciones, nos será muy posible distinguir un
estado de otro. En la intoxicación por los venenos inflamatorios, los vó-
mitos se presentan lo primero; mas tarde, las evacuaciones alvinas; en el
cólera todo casi á un tiempo. En aquella no hay color violáceo, ni plúm-
beo, ni esa frialdad de aliento, lengua y nariz que al principio ya ofre-
cen los coléricos, y las deyecciones jamás presentan ese aspecto de coci-
miento de arroz. El sabor amargo ó metálico de los envenenados por ve-
nenos inflamatorios, la sequedad, ardor y constricción de la garganta no
existen en los coléricos; los síntomas producidos por esos venenos son
casi siempre los de una gastritis intensísima; los del cólera son otra cosa
que una gastritis.
Si la intoxicación ha sido por los venenos cáusticos, no se confundirá
jamás con el cólera asiático. En este no hay las manchas negras ó ama-
rillas que el cáustico produce, ni las cauterizaciones de las fáuces, ni los
vómitos negruzcos y sanguinolentos con pedazos de mucosa, síntomas
tan característicos de las sustancias cáusticas.
Por último, la única analogía que entre el cólera asiático ó esporádico
y la intoxicación asfixiante tetánica pudiera encontrarse, seria por lo to-
cante. á los calambres y tiesura de los tendones; mas, sobre que no hay
en el cólera envaramiento del sistema muscular ; que el cerebro se con-
serva sano, íntegro en sus funciones intelectuales, distan mucho las con-
vulsiones y estado de los músculos de las contracciones y convulsiones
tetánicas de los atacados por un csirir/nus, por ejemplo. Esa exquisita irri-
tabilidad que los hace entrar en un acceso de convulsiones al menor
nudo, al menor contacto, no se encuentra en el colérico, ni se ve en él
tampoco ese aspecto de asombro y estupor que los intoxicados por un as-
hxiante tetánico presentan. Compárese bien el cuadro sintomático del có-
lera, sus períodos, la sucesión de los síntomas, los que le son patogno-
mónteos , con los de las únicas intoxicaciones que pueden ofrecer mayor
copia de síntomas análogos, y se verá la notable diferencia que cabe en-
tre unos y otros estados patológicos. Ni aun durante una epidemia de có
lera asiático seria fácil confundirlos.
- 8*20 -
Añadamos á todo lo dicho otras consideraciones relativas á la conste-
lación epidémica , á la estación, al temperamento del .sugeto, á los exce-
sos que haya podido cometer, á todo, en fin, lo que ilustre un diagnós-
tico, y acabarémos de convencernos de la facilidad con que puede distin-
guirse de casos.
Cólicos.— No creo necesario advertir que no voy á tratar de todas las
afecciones que llevan el nombre de cólico, y menos si hubiese de ate-
nerme á las numerosas especies de cólicos idiopáticos, que incluye Cu-
fien en su nosografía, y los sintomáticos del mismo; no porque no pue-
dan atacar súbitamente á ciertos individuos y dar lugar á que se sospe-
che en ciertas circunstancias, que estén envenenados. Los cólicos espas-
módicos, los flalulentos, los biliosos, los por enfriamiento y otros mu-
chos que hoy dia llevan nombres particulares, como los producidos por
la nefritis, los cálculos biliares, la amenorrea , el histérico , las gastralgia
y enteralgia, etc., etc., tienen su diagnóstico demasiado conocido por lo
comunes que son, para que yo me entretenga en trazar el cuadro sinto-
mático de cada uno, y sus diferencias respectivas de esta ó aquella into-
xicación, con la cual pudieran confundirse. Podrá haber al primer ím-
petu posibilidad de confusión , respecto del diagnóstico absoluto ; res-
pecto del carácter general que hemos dado á la intoxicación en abstracto,
pero jamás respecto de la intoxicación de ciase. Cualquier facultativo
medianamente instruido en patología general y especial y en toxicología,
distinguiría fácilmente , cuándo es uno de esos cólicos la enfermedad,
cuándo una intoxicación de aparato sintomático parecida.
Yoy , pues , á limitarme á solo dos cólicos dignos de que hablemos de
ellos en este párrafo. Son, en efecto, dos los cólicos cuya brusca invasión
va acompañada de síntomas algo parecidos á los de los venenos, espe-
cialmente inflamatorios. El ileo ó cólico miserere y el ileo sintomático. Yeá-
moslos. La invasión del miserere es súbita; cuatro ó cinco horas después
de una comida se desencadena esta enfermedad con violencia , causando
al enfermo dolores abdominales agudísimos alrededor del ombligo nota-
blemente y en el trayecto del colon ; los enfermos se encorvan hácia ade-
lante ó se revuelven en todos sentidos , y solo sienten alivio en los mo-
mentos en que no solo remiten los dolores, sino que cesan del todo. No
hay deyecciones alvinas, sino constipación, y los vómitos son de sustan-
cias estercoráceas. Ninguno de estos síntomas es capaz de ser confundido
con los de un envenenamiento. Los vómitos causados por los venenos in-
flamatorios son de las materias contenidas en el estómago , jamás de ex-
crementos; los dolores son fijos, en el epigastrio especialmente, y van
siempre en aumento ; hay deyecciones alvinas mas ó menos abundantes.
El íleo, en fin , es una enfermedad de naturaleza nerviosa; la intoxicación
por los irritantes, inflamatoria. La distinción por lo tanto es fácil, tanto
mas , cuanto que el temperamento y constitución del sugeto contribuyen
y no poco á la formación acertada del diagnóstico.
El ileo sintomático depende de varias causas : de una oclusión intestinal
producida por una estrangulación interna , por un cuerpo extraño , ó por
un tumor en las cercanías del punto donde se presenta. Ataca lenta ó
bruscamente, y se manifiesta por los siguientes síntomas: constipación
tenaz, vómitos de materias fecales, dolor en un punto dado del abdómen,
bastante limitado ; suele haber un tumor fácil de apreciar y que tal vez
ya existia, pero indolente ; la tos , el estornudo y cualquier otro esfuerzo
aumentan el dolor de este punto , en especial si "hay estrangulación , hay
- 8-27 -
sentimiento de constricción en la parte, donde en el momento del ataque
se ha sentido tal vez un chasquido ó como un desgarro , como una cosa
que pesa.
Ningún facultativo podrá, por lo tanto, confundir un íleo, sea esencial,
sea sintomático con una intoxicación por venenos inflamatorios, única
con la cual puede tener analogía. Los vómitos de la intoxicación no son
estercoráceos; el dolor del abdómen es continuo y mas bien en el epigas-
trio que en otra parte ; hay deyecciones alvinas ; no hay tumor en punto
determinado, y no se conocen antecedentes relativos á malas digestiones,
á dolores semejantes padecidos en otras ocasiones por el enfermo , como
sucede en el íleo , cuya aparición va siempre precedida de muchos sín-
tomas propios de una coartación intestinal, de una estrangulación fre-
cuente, ó de un tumor que se va desarrollando y va comprimiendo los in-
testinos.
Perforaciones espontáneas.— Una de las enfermedades que mas pueden
confundirse con una intoxicación , es sin duda la que da lugar á las per-
foraciones espontáneas. Llaman los autores perforación espontánea á la so-
lución de continuidad que sobreviene en un órgano hueco, sin la acción
de una causa externa. El estómago y los intestinos suelen ser los órganos
que mas comunmente se perforan de esta suerte. La acción corrosiva de
los ácidos que naturalmente se forman en el tubo digestivo; cierto modo
patológico que funde los tejidos, tal vez un cáncer, una ulceración , etc.,
dan lugar á estas notables y harto frecuentes perforaciones. En toda edad
pueden presentarse , pero la de cuarenta á sesenta años es la mas común.
Estas perforaciones se notan mas á menudo en la pequeña curvadura del
estómago y en las cercanías del hígado ó del bazo. Es fácil que sean con-
fundidas con un envenenamiento, cuando sobrevienen á un sugeto que
estaba gozando de buena salud; que digería toda clase de alimentos, y de
repente, después de haber comido ó cenado, tal vez después de haber
tomado alguna bebida helada , se siente invadido de horribles dolores
que ninguna causa explica, los cuales están fijos en un punto del abdó-
men, correspondiente por lo común á los que hemos indicado. Lo agudo
de los dolores provoca á veces convulsiones ; la cara se pone crispada y
se desencaja , la nariz se adelgaza, los ojos se hunden, y la piel toma el
color pálido de tierra. A veces hay náuseas, ganas de vomitar ó vómitos,
la piel está fria, cubierta de sudor, pulso pequeño y filiforme. No hay
deyecciones; el vientre se pone al poco tiempo duro y tan doloroso á la
menor presión, que el enfermo no la puede soportar; hay calor urente
con escozor, y los músculos abdominales presentan toda la rigidez de
una peritonitis agudísima. Es realmente una peritonitis lo que causa to-
dos estos desórdenes, porque, perforado el estómago ó los intestinos, han
pasado al saco peritoneal las sustancias contenidas en dichos órganos y
han inflamado intensamente el peritoneo. A veces también desenvuelve
síntomas de una pleuresía intensa. Es cuando la perforación avanza ha-
cia el diafragma y este participa de ella. Afectada la pleura con la salida
de las materias corrosivas del estómago, se inflama violentamente.
Así como hay sugetos, á quienes sobreviene, sin precursor alguno, ese
terrible estado de cosas, los hay también en quienes no se presenta tan
bruscamente; hay ciertos antecedentes que anuncian algún desorden or-
gánico en las vías digestivas, tales son aquellos que al fin tienen una
perforación espontánea á consecuencia de úlceras ó escirros.
A pesar de todo, puede sentarse que con algún cuidado no será difíci
— m -
establecer la verdadera distinción entre un envenenamiento y una norf^
ración espontánea . Si esta ha sido precedida de disturbios en la §¿2“
non, dolores abdominales, etc., esto solo bastará para distinguir ril
casos. Si la perforación se ha presentado de repente, tambien^podrpl
mos diferenciarla de la intoxicación, porque no hay los vómitos caracíe,
i isticos de esta, ni los demás síntomas del tubo digestivo , propios de
los venenos inflamatorios. Esos mismos síntomas de peritonitis ó de nb‘u
resía nos indicarán que no puede haber sino una perforación del estó-
mago ó intestinos, y si bien en la intoxicación por venenos cáusticos hav
perforaciones , son los síntomas de esta intoxicación tan característicos
y diferentes de los que acabamos de exponer, que bien se comprende la
facilidad con que el médico-legista podrá diferenciar de enfermedades.
Y aun cuando por los síntomas pudiese llegar á padecer alguna equivo-
cación ó concebir alguna duda, bastaría el exámen del cadáver, corno
diremos en su lugar, para tener una evidencia de que es una perforación
espontánea y no una intoxicación.
Una hernia estrangulada. — Nada mas á propósito para simular una in-
toxicación que esta enfermedad , si uno tan solo se fija en la invasión
brusca en medio de la mas perfecta salud, en las náuseas, vómitos de
mucosidades y materias alimenticias ai principio, luego bilis, luego ma-
terias estercoróceas , en los dolores abdominales , en el frió de las extre-
midades, alteración del rostro, pequenez del pulso, etc., etc. Mas
quién confundirá una hernia estrangulada con una intoxicación , en
cuanto reconozca las ingles, el ombligo y demás puntos donde se puede
presentar una hernia? ¿No bastará la presencia del tumor y sus caracte-
res propios para distinguir de casos? Para que haya siquiera dudas, es
indispensable que la estrangulación sea interior, sea una invaginación , por
ejemplo , un volvidas. Aun en estos casos la naturaleza de los vómitos, la
sensación de cerramiento que el enfermo percibe en un dado punto del
abdomen , nunca correspondiente al epigastrio , y la constipación tenaz,
son datos mas que suficientes para reconocer la estrangulación ; la au-
sencia de los síntomas propios de la intoxicación por los venenos infla-
matorios y cáusticos, única con la cual pudiera confundirse, es tam-
bién bastante para distinguir de ella la enfermedad.
Gastritis agudísima con aracnilis. Castro -enteritis. — ílé aquí enfermeda-
des muy capaces de simular una intoxicación por venenos inflamatorios
ó nervioso-inflamatorios , y muy difícil, en muchos casos, de diferenciar
el diagnóstico por solo la apreciación de los síntomas. El estado pato-
lógico que esos venenos desenvuelven, es la gastritis ó la gastro-euteri-
tis con todo su acompañamiento de síntomas característicos y mas gra-
ves, de consiguiente, siendo los efectos los mismos, ¿cómo establecer
entre los de un veneno y los de otra causa morbosa una diferencia cabal.
El único medio que hay de distinguir de casos, consiste mas bien, en la
averiguación de las causas que hayan podido dar lugar á la gastritis o
gastro -enteritis, que en el aparato sintomático. Saber si el sugeto ha to-
mado una bebida fría estando en sudor; si poco tiempo después de la co-
mida ha sufrido un arrebato de cólera ; si le ha retrocedido algún exan-
tema, la gota , etc. , tal vez la naturaleza de los vómitos ó de las
terias vomitadas , ácidas ó alcalinas, verdes o nejp^zC?Sj • nos ¿ sos-
bor metálico que el sugeto sienta , etc. , etc. , podrán ín
pechar que es un envenenamiento y no una gastritis, ó por me o,
que la inflamación del tubo digestivo ó parte de él no P
- m -
uná causa ordinaria, sino por una sustancia venenosa. En tésis general,
mas bien debemos sentar que este problema no se resuelve por la sola
inspección de los síntomas. Podrá que en algunos casos, en virtud de
aquellos , pueda aventurarse algo de fijo ; mas en su mayoría habrá que
atenerse , no solo á la inspección cadavérica , si el enfermo sucumbe,
sino á las análisis de lo arrojado por las vías gástricas cuando menos.
Peritonitis. — La peritonitis tiene síntomas demasiado característicos
para poderla confundir con un envenenamiento. La contracción de los
músculos, la sensibilidad tan exagerada de todo el abdómen,-los saltos
de tendones , etc. , no se confunden con intoxicación alguna. La única
que desarrolla estos síntomas es la por venenos cáusticos , los que , des-
organizando el estómago , le reblandecen y perforan , y afectan el peri-
toneo en toda la posible intensidad. Mas en semejantes casos , la presen-
cia de los estragos producidos por el veneno ácido ó alcalino en todo el
trayecto que ha recorrido , basta y sobra para afirmar que la peritonitis
es debida á la acción destructora del veneno. Ausentes las manchas ne-
gruzcas ó amarillas; ausentes las cauterizaciones, el levantamiento de
la mucosa, los reblandecimientos, los encogimientos, etc. ; los sínto-
mas de la peritonitis, ó son de una perforación espontánea, ó de la en-
fermedad desenvuelta por sus causas comunes.
fíematémesis , melena. — Seria un error algo grosero confundir una he-
matémesis con un envenenamiento. La sangre que en el primer caso se
arroja por vómitos es negra , pero pura ; es decir, no sale por vómito
mas que sangre. En los casos de intoxicación los vómitos de sangre son
raros, y jamás sale pura; siempre es á modo de estrías mezcladas con
alimentos ó mucosidades. Hay más: los vómitos sanguinolentos en los
casos de intoxicación se observan en aquellos en que el veneno es cáus-
tico ó desorganizador, y entonces hay síntomas que jamás presenta la
hematémesis, ni la melena; los hemos indicado tantas veces, que seria
ya pesado reproducirlos. Añádase á esto, que el color de la sangre en
la melena es negro, en la intoxicación rojo; en aquella no hay síntomas
de flogosis en el tubo digestivo ; en este sí y muy intensos.
Tétanos. — Cuando hay un envenenamiento por la estricnina ó cual-
quier otro veneno que obre como ella, algunos creen que es un ataque
de tétanos idiopático ó espontáneo, y la defensa del acusado no deja de
apelar á ese medio para explicar el cuadro sintomático que el envene-
nado ofrece. Tardieu, Lorain, y Roussin hablan de un caso de envene-
namiento por la estricnina, en el que el defensor del acusado acudió, en-
tre otras, á esa suposición, pretendiendo que la víctima Pegard habia
tenido un tétanos. Otro tanto sucedió en el célebre caso de envenena-
miento por la estricnina del desdichado Cok , en Inglaterra , causado
por el famoso médico Palmer. También hubo quien quiso explicar la
muerte de aquel infeliz por un tétanos no traumático.
Tanto por esto, como porque, en efecto , no deja de haber alguna se-
mejanza entre los sintomas, la rigidez muscular del tétanos y la del en-
venenamiento por la estricnina , conviene que digamos cuatro palabras,
acerca de dicha enfermedad y los medios de distinguirla de esa especie
de intoxicación asfixiante.
L1 tétanos, como todos saben, puede ser traumático, sintomático, ó
idiopático , ó espontáneo. Cuando es traumática la lesión , ya es un indicio
de que no se debe á la acción de un veneno. La naturaleza de la herida,
el estado de los tejidos, y sobre todo de los nervios en ella, y las cir-
- 830 —
cunstancias de clima ó estación , son datos significativos que no dejan
dudar de que el tétanos se debe á esa lesión traumática. Es posible que
se envenene á un herido para hacer mas creíble el tétanos traumático-
mas no es común , y un exámen detenido de la lesión puede en esos ca-
sos poner de manifiesto que no puede haber producido ese terrible mal.
Guando es sintomático de alguna afección de los centros nerviosos ó
simpático de algún foco verminoso, podrá presentar dudas acerca de su
causa ordinaria , pero no sobre si lo ha sido un veneno , porque el diag-
nóstico diferencial es el que nos sirve de guía, tanto en esos casos como
cuando es espontáneo ó idiopático.
El espontáneo , en primer lugar, es raro en nuestros climas , y en se-
gundo lugar, suele ser anunciado por pródromos que pueden variar en
la forma. Alguna vez se ha declarado sin esos precursores ; mas eso es
muy raro , y casi privativo del traumático. Unas veces solo se reduce al
trismus ; otras á los músculos posteriores del tronco, produciendo el
opislótonos ; oirás á los anteriores, emproslótonos ; otros á las de un lado,
pleurostótonos ; otros á todo el cuerpo á la vez , tétanos recio de Trnka.
Regularmente empieza por ponerse rígidos los músculos maseteros y
crotaíites, apareciendo el trismus, y de ahí se va extendiendo á los mús-
culos de la cara y cuello; y luego á" los del tronco , y así sucesivamente;
y no es raro ver libres los músculos de la respiración y de los ojos. El
trismus solo es mas frecuente , sigue en frecuencia el opistótonos ai em-
prostótonos, etc.
Sea cual fuere de esas formas, es una afección continua que tiene re-
misiones, pero jamás se relajan del todo los músculos envarados, yen
ningún período altera las funciones intelectuales. Puede haber dificultad
de respirar; la hay con frecuencia , pero ya llevo dicho que los múscu-
los torácicos y el diafragma pueden estar ilesos. Los accesos suelen tam-
bién ser breves y producidos por impresiones vivas y rudas.
Aunque alguna vez ha causado la muerte en pocas horas y hasta en
minutos, eso es raro y solo se observa en el traumático; por lo común
tarda diasen hacer sucumbir al enfermo, es raro que sea antes de los
tres dias de ia invasión.
Bastan estos caractéres trazados á grandes rasgos para dar al tétanos
su fisonomía especial y distinguirle de la intoxicación asfixiante tetánica,
ó producida por la estricnina y demás venenos análogos.
Esta intoxicación es de las mas breves ; á los pocos minutos ya estalla
sin prodromo alguno, sin grados sucesivos de torpeza, rigidez y dificultad
en la extensión ó flexión de estos ni aquellos músculos , en el mejor es-
tado de salud si cabe , ó en un estado conocido de la misma y que nada
de eso anuncia. A pocos ratos de malestar, inquietud, el ataque es
general, todos- los músculos posteriores del tronco se ponen rígidos, hay
opistótonos, ia cabeza hácia atrás y el trismus viene lo último ; los miem-
bros sufren sacudidas antes de envararse , el envenenado salta en la
cama y no puede mudar de posición. El acceso dura pocos minutos, y
luego hay relajación y calma completa , los accesos se repiten con rapi-
dez, con intérvalos de relajación; cada vez son mas violentos; hay color
violáceo de la cara y de la piel, asfixia, pérdida de facultades intelec-
tuales , extremada sensibilidad en los intérvalos, que á la menor excita-
ción aceleran el nuevo acceso, y á los cuatro ó cinco de estos sucumbe el
envenenado , lo mas tarde á la hora y media ó á las dos horas.
Be consiguiente , el tétanos se distingue de la intoxicación debida a ia
- 831 -
estricnina por su modo de invadir, por su curso, por la forma de las
contracciones espasmódicas y por la rapidez en la terminación.
Raras veces habrá , por lo tanto , necesidad de apelar á la autópsia y
menos á las análisis químicas para establecer la debida distinción, entre
el tétanos espontáneo y el envenenamiento por la estricnina.
Epilepsia. — Esta enfermedád no puede dar lugar á confusiones, sino
cuando el sugeto muere en un acceso epiléptico. Si no muere en él, sa-
bido es que por punto general el epiléptico se restablece y se queda
como si nada padeciera ; nada de lo cual ofrece el envenenado por la
estricnina, ú otro veneno análogo, aun cuando no sucumba.
Si espira en uno de esos terribles accesos, puede suceder que, en cier-
tas circunstancias, se crea envenenado al sugeto. Mas los antecedentes
del mismo , si los recogen los peritos , ya los pondrán en el caso de dis-
tinguir una afección de otra , y si no han podido ver los síntomas , bas-
tará practicar la aulópsia en muchos casos, para ver que ha sucumbido
el sugeto á un ataque de epilepsia. Si esto no bastase, como puede suce-
der , pues no siempre se hallan lesiones que expliquen esa afección , las
análisis químicas dirimirían la contienda.
Por lo demás, entre los síntomas del ataque epiléptico y los del enve-
nenamiento por la estricnina no hay punto ae comparación ; no hay en-
varamiento , ni accesos , alternando con intervalos de relajación ; el ac-
ceso epiléptico no es mas que uno; empieza, sigue y acaba, y la inteli-
gencia está suspensa desde el principio. No es por lo tanto posible la
confusión.
Lombrices, focos verminosos. — Todos sabemos los numerosos desórde-
nes que las lombrices ó los focos verminosos pueden causar y causan á
menudo. Es muy natural que también sean tomados estos síntomas por
un envenenamiento. Anglada refiere un caso de un panadero de San
Pons , muerto rápidamente. Sospechóse del caso ; el tribunal mandó la
autópsia; no se encontró nuda en el estómago é intestinos , á excepción
de una ligerísima cantidad de una materia amarilla en el recto ; estaba
vacío todo el tubo. En el íleon se encontraron cinco lombrices, y se
creyó que ellas habían causado la muerte , á falta de toda otra expli-
cación.
Mahon dice que un soldado muy sano murió súbitamente después de
haber bebido. Se abrió el cadáver, y en el duodeno se encontró cierto
número de lombrices que habían picado el intestino y el píloro en va-
rios puntos, y una de ellas había introducido súbitamente la cabeza en-
tre la túnica muscular y la mucosa (1).
En la Revista médica del año 1825, tomo III, pág. 404 , se lee un caso
de la muerte de un joven , causada por una lombriz que atravesó el con-
ducto colídoco y fué á pasar al cístico, causando dolores y convulsiones
que nada pudo calmar.
Si los síntomas propios de las intoxicaciones que mas se semejen con
los producidos por los focos verminosos ó las lombrices , no alcanzan á
diferenciarlos estados patológicos, la autópsia los pondrá , en la ma-
yor parte de los casos, en claro, como los que acabamos de indicar, y de
no ser así , siempre nos quedaría el recurso de apelar á las análisis
químicas.
Triquinosis. — lie dicho que, antes de descubrirse la enfermedad pro-
^ , ftjvllti. InU . I. i i, j>< 3 1 i j ,
— 832 —
ducida por los triquinos, se tenia por una intoxicación la comida de
ciertas sustancias , embutidos , jamón y demás alimentos procedentes del
cerdo. Se creia que habian entrado en putrefacción , y que producían,
por lo tanto, una intoxicación séptica, perdiéndose los autores en con-
jeturas acerca del principio venenoso desarrollado en estos casos. No
negaré que en muchos de estos habrá sido una intoxicación de esa clase;
pero también tengo la convicción que mas de una vez se habrá tomado
por tal los casos de triquinos ; modo de ver que, según he leído en una
memoria de A. Dclpeix, es el mismo á que se inclina Yirchow.
Es, pues, conveniente que coloquemos esta enfermedad entre las que
presentan un diagnóstico parecido al de Ja intoxicación , puesto que es la
que mas derecho' tiene para ello; que la estudiemos debida y extensa-
mente, y que veamos si su cuadro sintomático tiene rasgos gráficos y
verdaderamente diferenciales, que no nos permitan confundirla con esta
ó aquella clase de intoxicación , ó envenenamiento.
Que la triquinosis no es una intoxicación , como erradamente lo cree
A. Dclpeix en la excelente memoria sobre la triquinosis, leída en la Acá-
demia imperial de París en 1800, no necesito grandes esfuerzos para de-
jarlo demostrado hasta la última evidencia.
La intoxicación es una enfermedad accidental producida por un ve-
neno ; pues bien : los triquinos no son venenos ; no son elementos quími-
cos que se combinen con los principios inmediatos, ó promuevan entre
ellos, por su fuerza catalítica, metamorfosis incompatibles con las con-
diciones íisiológicas de la sangre y los tejidos, que es lo que caracteriza
el veneno.
Las carnes del cerdo infestadas de triquinos tampoco obran por alte-
raciones químicas que hayan sufrido; obran por los triquinos que contie-
nen ; de aquí es que tan dañinas y mortales como son , cuando crudas , ó
sometidas á poca temperatura, son del todo inofensivas sometidas por
mas de media hora á la ebullición , que mata esos parásitos.
Seria tan ridículo y falto de fundamento tener por venenos los triqui-
nos, como tener por veneno los demás entozoarios, los ascárides lombri-
cóides, las lombrices y las ténias. El tamaño de esos parásitos, de esos
séres helmínticos ó hematóides , no es una razón para considerar los
grandes, medianos y pequeños visibles á simple pupila, como cuerpos
extraños mas ó menos contrarios á la salud , y venenosos los microscó-
picos. La diferencia de tamaño no arguye acción tóxica.
No siendo , por lo tanto , los animales parásitos , los helmínticos, y con
ellos los triquinas , venenos, la enfermedad y la muerte que producen no
es una intoxicación: es una enfermedad común. Pero esa enfermedad se
desarrolla á consecuencia de la ingestión de materias alimenticias infes-
tadas de esos parásitos ; la acción de estos es á menudo rápida, brusca,
y en muchos casos mortal. Su aparato sintomático toxicoforme es suma-
mente parecido al principio á una intoxicación , mucho más tal vez que
cualquier otra , que la que más; debemos, pues, tratar de ella en este
párrafo de diagnósticos diferenciales; y si no es extraño que no lo hagan
Orfila, ni Devergie, ni otros autores , cuyas obras datan de años anterio-
res á 1860 , ni que no lo hayamos hecho nosotros en las ediciones ante-
riores de este Compeinoio , no deja de serlo que nada se diga de ello en la
última edición de Briand y de Chaudé (1803) , la Toxicologia de Ferreiro
Macedo Pinto (1860), y sobre todo en el Estudio médico legal y clínico del
envenenamiento , de M. Tardieu, que se han publicado después de haber
- 833 —
llamado ya la atención general los numerosos casos de enfermedades
y muertes individuales ytcolectivas por los triquinos.
La triquinosis probablemente es una enfermedad tan antigua como la
primera, solo que, á semejanza de otras muchas, no ha sido conocida
como tal hasta nuestros dias. Antes que llilton (1833) llamase la atención
el primero, en la Sociedad médico-quirúrgica de Lóndres, sobre la varie-
dad de cisticercos, que él creía ver en los corpúsculos ovales, que daban
cierto aspecto particular á los músculos de un anciano muerto en el hos-
pital de Guy ; antes que dos años mas larde Paget presentase á Owen al-
gunos fragmentos de músculos alterados , que lijaron su atención , y que
e*te micrógrafo descubriese el nuevo entozoario , denominándole trichina
spiralis, nombre que le ha quedado definitivamente; antes sobre todo
que Zenker descubriese en una jóven muerta en el hospital de Dresde
(1860), servicio de Walter, una cantidad inmensa de triquinos , conside-
rados como la causa de la enfermedad y muerte de esa jóven ; esa enfer-
medad se tomaba, ya por un reumatismo, ya por una tifoidea, ya por
casos de cólera , ya , en fin , por una intoxicación producida por sustan-
cias alimenticias procedentes del cerdo , poco ahumadas, poco saladas ó
poco cocidas , y con un principio de putrefacción , buscándole , aunque
inútilmente , la química el elemento tóxico á que se debia la intoxicación
séptica por esas sustancias producida.
Desde 1860, en cuyo mes de enero aconteció el caso del hospital de
Dresde, tanto los experimentos de Yirchow sobre varios animales, como
numerosos hechos observados en el hombre , ya en individuos aislados,
ya en familias enteras, aldeas y ciudades , á modo de una epidemia, han
venido á confirmar de una manera indudable la existencia de esa terri-
ble enfermedad. Los veinte y cuatro casos de triquinosis humana que ya
se habían recogido de 1836 á 1840 , se vieron muy pronto robustecidos
en significación por una multitud de casos iguales y mejor observados
que de todas partes brotaban en las naciones del Norte, vivamente alar-
madas con la aparición de ese nuevo azote.
Merced á las observaciones de Owen , Wood , Farre y Herrisson , los
estudios sobre el nuevo entozoario, su anatomía, su fisiología, su modo
de desenvolverse, sus emigraciones y otros puntos no menos interesantes
hechos por los Britowe, liainey, Yirchow, Zencker, Leuckart, Yan Be-
neden , Kuchenmeister, Fuchs, Pagenstecher y otros, yá las alarmas
de la Alemania, donde, al parecer, es mucho mas frecuente ese padeci-
miento singular, en especial en los distritos prusianos de Magdeburgo y
Merseburgo, en Brunswich y Sajorna, siguiendo, aunque en menor es-
cala, Inglaterra, Dinamarca, Austria y lfaviera, alarmas producidas
por la frecuencia de invasiones, muchas veces con cierto aire de epide-
mias, algunas de ellas respetables, como las de Hesttsoedt y Hedersleben;
la enfermedad en cuestión , aunque recien conocida , lo está ya tanto,
ora en su etiología , ora en su sintomatología , que quien esté un poco al
corriente de los numerosos escritos que ya contamos sobre ella, no ha
de confundirla nunca, ni con reumatismos, ni con tifoideas, ni con in-
toxicaciones de ninguna clase, inclusa la séptica, por alimentos averia-
dos, siquiera sean carnes de cerdo, ó embutidos verdaderamente putre-
factos.
Vamos, pues , á dar algunas nociones lo mas breve posible : primero,
de la causa de esa enfermedad, ó sea de la trichina spiralis ; y segundo,
del cuadro sintomatológico de la dolencia que produce.
TOXICOLUGIA. — 53
1 o Nociones sobre la trichina spiralis.— Considero, no solo curioso, con-
veniente y oportuno, sino necesario, como elemento de diagnóstico, rtar
á conocer ese nuevo entozoario; de qué modo se produce y propaga; de
dónde viene, y de qué suerte pasa á infestar el cuerpo humano. La de-
mostración de su existencia, ya en las materias arrojadas por el enfermo,
ya en sus intestinos, ya en sus músculos, es otro de los datos, y de los
mas fehacientes, para afirmar la triquinosis, y distinguirla de un envene-
namiento lento ó agudo , con cuyas dos formas se ha podido y se puede
volver á confundir.
La trichina spiralis está colocada , por casi la totalidad de observado-
res, en el grupo de los hematóides , á los que se acerca por su organiza-
ción. Forma un género nuevo, y una sola especie.
Para desenvolverse, necesita pasar de un animal á otro. Estudiémosla
en sus dos estados, de quiste en el tejido muscular, y libre en el estómago.
l.° Estado de quiste de la trichina spiralis. — Nacida en un animal, se
aloja en sus músculos, al estado de larva, sin sexo, ó estéril. Ocupa ia
fibra estriada de todos los músculos, excepto el corazón. Paugersteeher
no la ha visto nunca en él , ni al estado de larva , ni de quiste. Yirchow,
que había creído verla en dicha viscera , ha concluido por confesar que
se habia equivocado.
Alojada en los músculos , se forma un quiste con dos hojas- : una inte-
rior, mas ó menos regular, ovoidea , procedente de las granulaciones dei
músculo alterado con la presencia del triquino; otra exterior, constituida
por el mismo sarcolema , va mas allá que la interior por los extremos,
entre las fibras musculares persistentes. Estos quistes tienen 3o centési-
mas de milímetro de largo y 2o de ancho. En la cavidad de ese quiste
se encuentra, por lo común, una triquina, á veces dos, y mas raro tres.
El parásito tiene de á 8 décimos de milímetro de longitud , y un milí-
metro en su mayor desarrollo. Sus dos extremos constituyen la boca ó
cabeza y el ano; aquella es afilada, y este obtuso. El tubo digestivo va
de la boca al ano; el esófago es largo, se abre en una porción hinchada,
que es el estómago , luego sigue el intestino. La boca no tiene ningún
órgano que sirva para asirse en alguna parte. No se le han descubierto
vasos; los glóbulos sanguíneos penetran en su tejido conjuntivo. El sis
tema nervioso está constituido por un centro ganglionar, detrás de la
boca , delante del esófago, del cual salen filetes nerviosos. Fibras con-
tráctiles recorren la región inferior de su cuerpo. En este estado no hay
órganos genitales desenvueltos. No se pueden distinguir los machos de
las hembras.
La triquina se ve arrollada como la cuerda de un reloj , y no ejecuta
otros movimientos que el de ensanchar ó apretar sus espirales.
Los músculos infestados de esos quistes presentan una multitud de
cuerpecillos ovoideos, blanquecinos, que á veces contrastan con el color
rojo de aquellos , tanto mas cuanto menos pálidos son. Eso fué lo que
llamó la atención de Hildon y de Paget, y que dió lugar al descubri-
miento de la trichina spiralis, por Owen.
A veinte aumentos de diámetro, se ve en el microscopio el entozoario
como un cabello arrollado. A doscientos diámetros, aparece como una
lombriz, algo mayor que las de mediano tamaño.
Los músculos que contienen mas triquinosenese estado de quiste, según
^agenstecher y otros, son; el diafragma , los psoas, los intercostales, Jos
mas vecinos del tubo digestivo, los de la laringe , lengua , de los ojos, de
. — 835 —
la mandíbula y de la nuca. Bien puede asegurarse que , siquiera baya
músculos que los tienen en mayor número, ninguno se escapa de ellos.
Así lo da á comprender un cuadro trazado por Muller, por el cual se ve
que solo dejó de hallarlos en el corazón y en las fibras musculares del ,
estómago.
Parece que se acumulan cerca de las inserciones tendinosas de los
músculos. En una masa de carne muscular del peso de 22 gramos, se
han encontrado 970 de esos entozoarios, lo cual representa aproximada-
mente 733,000 por cada kilógramo de masa muscular. El tejido muscu-
lar, de todos modos, es, no solo el sitio predilecto de los triquinos, sino
el exclusivo. No se fijan en otro. Los casos que se citan del tejido celu-
lar son excepcionales.
Esos quistes no permanecen siempre del propio modo que los acabo
de describir. Al cabo de cierto tiempo, que no es fijo, ni puede determi-
narse categóricamente , sus paredes se infiltran de sales calcáreas ; y
cuando esta infiltración es considerable, el quiste se presenta en el
campo del microscopio como un cuerpo negruzco, y al fin ya no se ve al
parásito. Según Bristowe y Raines son susceptibles de sufrir la transfor-
mación cretácea. Virchow dice que no; que se infiltran de grasa. Los
quistes así alterados, á la luz refleja, son de un blanco agrisado. El ácido
acético y el clorhídrico disuelven las sales calcáreas , y las paredes del
quiste recobran su transparencia.
No se sabe de positivo el tiempo que tardan los quistes triquinosos en
transformarse en sales calcáreas ó grasa. Virchow cree que sucede eso
después de muchos meses; empiezan por los polos opuestos, y acaban
por invadir el centro.
Tampoco se puede fijar el tiempo que viven después de efectuada la
transformación cretácea de las paredes del quiste. Lo que sí es cierto es
que pueden vivir por espacio de muchos años. Delpeix dice que los vió
vivos en un cadáver, en el hospital de la Caridad de Berlín , después de
seis años, según lo calculó Virchow, por el estado cretáceo de la cáp-
sula de los quistes.
Wagner extirpó un cáncer epitelial , en 1866, en el labio inferior de
un sugeto de unos cincuenta años, y le encontró triquinos en el músculo
orbicular, y en el mismo tejido degenerado, precisamente en los puntos
en que este había reemplazado el músculo. Ese hombre había sufrido
diez años atrás un ataque de triquinosis , que se tomó por una fiebre
tifoidea. Pero en este caso, los triquinos estaban muertos y penetrados
de sales calcáreas.
Tungel refiere que en el hospital general de Hamburgo murió enaje-
nado un sugeto en 1865, que en 1851 fue infestado de triquinos con otras
varias personas de Hamburgo, algunas de las cuales murieron. Pues en
el cadáver de ese loco se encontraron los músculos atestados de triquinos
vivos , con los cuales Tungel y Schrades infestaron varios animales.
Middeldorpff los encontró vivos también en el pectoral de una mujer,
al amputarla un pecho canceroso. Hacia veinte y cuatro años que había
sido atacada de triquinosis.
Las personas que tienen en sus masas musculares mas ó menos quistes
triquinosos, después de la invasión del mal , durante cuyo curso sufren
mas ó menos, llegando á sobrevivir á él, pueden vivir muchos años sin
la menor molestia. Otro tanto les sucede á los animales triquinados. Así
es que es muy difícil conocer si lo están ó no, por el estado de su salud;
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solo al principio algunos se ponen tristes, se demacran, tienen diarreas,
dificultades de movimientos, en especial en las extremidades posteriores.
Mas después de algún tiempo, no se conoce nada , y en muchos ni por
el simple aspecto de sus carnes ; siquiera algunos supongan que son mas
pálidas y se vea en ellas los corpúsculos de los quistes, como los notaron
Hilton y Paget , lo cual dió lugar al descubrimiento de ese parásito mi-
croscópico.
flav animales que parecen ser mas propensos á hospedar la trichina spi-
ralis. Entre esos figuran los ratones, las tatas, el gato, la raposa , el
erizo, el veso, el tejón y el cerdo. Esos animales suelen tener natura!-
menté en sus’masas musculares abundancia de triquinos. Tal vez los ga-
tos los tienen por comerse los ratones. La misma causa , probablemenle,
los hace desenvolver en otros animales salvajes , que se los comen tam-
bién. El cerdo, en el cual se observan tan á menudo, se cree que lo*
debe á comerse los ratones muertos y vivos, y los excrementos del hom-
bre ó de los animales triquinados. El cerdo es el que los propaga al hom-
bre , que se alimenta de su carne, en especial si la come cruda.
Artiücialmente, se ha podido propagar también la triquinosis á los co-
nejos, á las cabras, ovejas, burros y vacas. Fuchs y Pagenstecher parece
que no han podido desenvolverla en las aves , ni en los reptiles, ni en las
ranas.
2.° Estado libre de los triquinos. — Cuando un animal se come la carne
de otro que está triquinado, entonces la trichina spiralis entra en su se-
gundo período de desarrollo. Luego que la carne triquinada liega al es-
tómago de ese animal , el jugo gástrico disuelve las paredes de los quis-
tes, y el entozoario se queda libre y pasa al duodeno, donde toma un
incremento rápido y diferente, según el sexo. Los machos parece que no
son tan numerosos como las hembras ; aquellos alcanzan una longitud de
un milímetro y 60 centésimas de milímetro, y estas 2 milímetros y 60 cen-
tésimas, y hasta o milímetros. Por lo tanto, ya es fácil percibirlos en un
líquido transparente á simple vista, bajo la forma de hilillos blancos que
nadan en el liquido. La proporción relativa de machos y hembras varía;
lo mas generalmente admitido es que para cada macho hay de seis á diez
hembras.
A los tres dias de llegar al intestino, es completo el desarropo; los ór-
ganos genitales de uno y otro sexo se han desenvuelto, y se ayuntan para
procrear. Dos cuerpos ovoideos colocados á la extremidad caudal , for-
mando punta en la parte libre , entre los cuales sobresale el espíeulo en
el momento de la cópula , forman los órganos genitales exteriores del
macho; los interiores son corpúsculos seminíferos, bastante engrosados
para ser bien distinguidos. La hembra tiene su útero y su ovario : la
vulva se abre entre las cuatro quintas posteriores y el anterior del
cuerpo. Los huevos son mas notables; cuando están maduros, lo cual
suele efectuarse á los cuatro dias , pasan al útero ; allí se abren , y á los
siete dias de la disolución de los quistes, salen los embriones, escapán-
dose de la madre , y acto continuo perforan las paredes intestinales , las
penetran con rapidez en busca de las masas musculares , á donde van á
alojarse, para formar los quistes, de que hemos hablado anteriormente.
Es muy poco el tiempo que permanecen en el intestino.
Para ver los triquinos procedentes de los quistes completamente des-
envueltos , basta aplicar á un cristal , puesto encima de un pajpel negro,
cierta extensión de la membrana intestinal , después de rasparla un poco
- 831 -
para desprenderlos junto con el moco, con el que se adhieren aJ; porta-
objetos v pueden verse con una lente, y mejor en el microscopio.
La Drocreacion dura algunos dias, y es abundante. Virchow dice que
cada fembra da 200 embriones; Gerlach los evalúa á 400, y Léuckart
á 1000 Este último número es el verdadero, según la generalidad de ob-
servadores v se efectúa de un modo sucesivo. Las hembras van echando
embriones por tandas. Seis semanas después de estarlos echando, todavía
se pueden ver de 500 á 600 embriones ó huevos en el ovario ó útero de
cada hembra. , ,
Esta procreación dura, según algunos , tres ; según otros , de siete á
ocho semanas. Los machos desaparecen los primeros, en cuanto se con-
cluye la procreación; son expulsados con las heces; las hembras perma-
necen mas tiempo en el intestino ; sin embargo, no es raro qué desde los
primeros dias salgan algunos también con los excrementos, llenos de
huevos y embriones.
Llevo dicho que los embriones se escapan de la madre á los seis ó siete
dias de haber quedado libres en el intestino los triquinos procedentes de
las carnes triquinadas , comidas y digeridas. Esos embriones , al nacer,
tienen de 8 á 12 centésimas de milímetro, perforan las paredes intesti-
nales , y penetran en gran número el peritoneo, las pleuras , el pericar-
dio, donde se los encuentra fácilmente, y de capa en capa van pasando
hasta llegar á las masas musculares , acumulándose , como lo hemos
dicho ya , cerca de las inserciones tendinosas y aponeuróticas, y cerca
de la piel en aquellos que están inmediatos á ella.
La fibra muscular, que hospeda esos parásitos , se atrofia ; sus estrías
desaparecen. En el punto donde se establece el entozoario, el sarcolema
se espesa á consecuencia de la irritación traumática ; los corpúsculos
musculares intersticiales se hacen mayores, y sus núcleos se multiplican.
Alrededor se forma un tejido mas denso, mas compacto, que por algún
tiempo puede distinguirse del sarcolema. Fiedler, según Yirchow, Leuc-
kart, Zencker y Wagner, afirman que las fibras vecinas se alteran tam-
bién ; Pagenstecher lo niega.
Es ocioso que diga ya nada mas de esos embriones , puesto que he
empezado la descripción de la trichina spiralis por ellos como primer pe-
ríodo de su desenvolvimiento. Una vez llegados á la fibra muscular,
donde se alojan y donde se enquistarán un dia mas ó menos lejano, se
arrollan sobre sí mismos progresivamente, hasta que quedan encerrados
en las dos hojas del quiste.
2.° Síníomns de la triquinosis. — Expuesto todo lo mas preciso y relativo
á la causa de la triquinosis , ó sea la trichina spiralis , veamos ya los sín-
tomas de la enfermedad que produce en el hombre, en virtud de los cua-
les hemos de formar el diagnóstico diferencial , para cuyo objeto habla-
mos de ella. 1 J
Desde la observación del primer caso de triquinosis hecha por Zencker,
en un hospital de Dresde , conforme lo hemos dicho, data el verdadero
conocimiento de ese mal, y desde entonces son ya tantos los casos obser-
\aaos , que podemos dar de esa enfermedad una descripción tan exacta
como completa.
La aparición de los síntomas de la triquinosis guarda cierta relación
con el desarrollo y emigración de los parásitos, de que está infectado el
alimento comido por el enfermo; así como el número é intensidad de
esos síntomas están relacionados con la mayor ó menor cantidad de tri-
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/minos aue tenga la sustancia alimenticia , y la mayor ó menor cantidad
aue de ella haya comido el sugeto. Hay por lo mismo, como en otras do-
lencias debidas á otras causas , casos leves y casos graves , y casos que
guardan un término medio.
® Es muy común que las primeras horas que siguen á la ingestión de la
carne de cerdo, jamón, embutidos, salchichas ú otros alimentos del
mismo, no cocidos y triquinados, no se presente ningún síntoma, k ve-
ces hasta transcurren algunos dias en igual estado , en especial si se ha
comido poco de esos alimentos , ó están poco cargados de triquinos. Sin
embargo, algunos sugetos sienten algún disturbio en las funciones di-
gestivas, y sobre todo'anorexia.
Se comprende que así sea, puesto que, según lo hemos visto , tardan
algunos dias á nacer los embriones, que son los principales agentes de
la afección. En cuanto empiezan estos á nacer , se declaran los primeros
síntomas.
En los casos leves, se presentan entonces dolores moderados en la re-
gión duodenal, signos de un empacho gástrico, cierta aversión á los ali-
mentos, constipación, una capa saburrosa mas ó menos pronunciada en
la lengua, laxitud, y á veces escalofríos.
Como los casos leves no son los que dan lugar á sospechas de envene-
namiento, para no incurrir en repeticiones , nos fijaremos en los casos
graves, y de lo que de ellos digamos, se deducirá lo que han de presen-
tar en ese curso los leves y medianos.
Cuando el sugeto come alguna cantidad de materias inquinadas, v es-
tas lo están mucho , á las pocas horas de haber comido ya se siente inva-
dido del mal que podremos dividir en cuatro períodos; el primero, de
irritación g astro-intestinal ; el segundo , de edema é irritación muscular ; el
tercero, lifóico , y el cuarto, declinación.
Primer período. —Este período corresponde á la disolución de los quis-
tes, libertad de los entozoarios y- su desenvolvimiento en el intestino duo-
deno. Se declara una diarrea , á veces intensísima , viscosa , y de color
verdoso en ocasiones, cólicos violentos y vómitos de materias contenidas
en el estómago. En las materias arrojadas por arriba y por abajo , es po-
sible hallar, en especial después de algunos dias, algunos triquinos. Son
tan intensos los síntomas de irritación intestinal en ciertos casos , que fá-
cilmente se tomarían por un ataque colérico; así ha sucedido varias ve-
ces, y sobre todo, en la epidemia de Hedersleben. Siguen á esos síntomas
anorexia profunda, náuseas, eructos, dolores gastro-abdominales , frió
seguido de calor, embotamiento de sentidos, pesadez de cabeza, vérti-
gos, todo lo cual persiste durante ese período, que suele ser de una
semana.
Segundo período. — Corresponde al desenvolvimiento de los embriones
y á su emigración hácia las masas musculares. Precede á todos los sín-
tomas de este período una gran laxitud , suma debilidad general; se pre-
senta luego , después de una sensación de tensión y tiesura , edema en la
cara , síntoma patognomónico de esta afección , que ni en los casos leves
falta, si bien tarda mas en presentarse y desaparece luego ; en los graves
aparece ya al séptimo ú octavo dia y es considerable; la presencia de los
embriones en los músculos de la cara pone tumefacto el tejido celular;
inflamación de las fibras musculares y del miolema ; derrame seroso al-
buminoso en el tejido celular, flacidez de los párpados, en especial en
los sugetos linfáticos; los ojos se ponen mas ó menos hiperemiados , se
- sao -
llenan de lágrimas, y son dolorosos sus movimientos. Los vasos de la re-
tina se presentan sinuosos y repletos de sangre ; hay fotofobia , midrfasis
y perturbaciones en la acomodación del ojo.
Hay, además, enronquecimiento de la voz, debido al edema del tejida'
celular de las regiones aríteno-epiglóticas y de la glotis. Síntomas del
edema de las meninges y vértigos ; la piel se cubre de sudores profusos,
continuos, áridos y de un olor desagradable, á veces se limitan, durante
cierto tiempo, á esta ó aquella parte del cuerpo; erupciones miliares ve-
siculares suelen seguirse á esos sudores. Los síntomas gástricos siguen
generalmente como al principio ; á veces hay constipación ; el abdómen
se hincha, se pone timpanítico y es muy sensible á la presión.
La fiebre, poco notable en el primer período, se aumenta en el segundo;
el pulso acusa de ochenta á ciento veinte pulsaciones por minuto; ía tem-
peratura del cuerpo alcanza 38 grados centígrados y hay de treinta á
treinta y seis inspiraciones por minuto. El sueño es nulo ó pesado, en los
niños hay somnolencia. La inteligencia, por lo común, queda intacta en
ese período.
Decláranse dolores intensos en los músculos del tronco y de los miem-
bros ; primero se sienten en las partes vecinas á aquel , luego en las mas
lejanas. No permiten á los enfermos ejecutar ningún movimiento volun-
tario , se quejan vivamente cuando los mudan de sitio en la cama , y solo
pueden conservar el decúbito dorsal. Los músculos se presentan como du-
ros y tendidos; la presión produce en ellos dolores intolerables; todos los
músculos del cuerpo participan de igual estado ; la lengua está dolorosa
y tumefacta; ejecuta con dificultad los movimientos de deglución y la
pronunciación de la palabra. La faringe se halla en igual caso, la respi-
ración es difícil por la dificultad y el dolor de los músculos destinados á
ella; hay disnea que compromete al enfermo; el diafragma sobre todo,
uno de los músculos mas atacados, da lugar al hipo y estornudos frecuen-
tes. Por último , se presenta una contractura notable en los miembros,
que predomina en los músculos flexores , y en los maseteros produce un
trismus mas ó menos intenso.
Todos los síntomas de este segundo período se deben á la invasión de
los embriones en las masas musculares y á la irritación traumática que
produce en ellos la presencia y picadura de los entozoarios.
Este período suele durar dos semanas.
Tercer período, tifóico. — Corresponde á la formación do los quistes. Alte-
radas las masas musculares, generalizada la irritación traumática, produ-
cido en muchas partes el edema, imposibilitadas las principales funcio-
nes, perturbada la circulación, la sangre se altera y sobreviene una reac-
ción de carácter pútrido ó tifóico. La fiebre aumenta notablemente; el
pulso sube de ciento veinte á ciento cuarenta y cuatro pulsaciones por
minuto; la temperatura es de 39 á 41 grados. La lengua se pone seca , el
vientre timpanítico cada vez más; la diarrea persiste, ó vuelve si había
cesado; el coma ó el delirio se apoderan del enfermo. La expulsión de la
orina y las deyecciones se hacen involuntarias , se forman escaras en el
sacro y los trocánteres; la anhelación es extrema, y la vida está amena-
zada por la imposibilidad de los movimientos respiratorios. Accidentes
graves suelen presentarse en ese estado, que aceleran la muerte del en-
fermo. A veces , desde el principio del cuarto septenario , se presentan
gravísimos síntomas neumónicos, catarro bronquial ó pleuresía. Un do-
lor vivo, de ordinario, en el lado izquierdo del pulmón, acusa la pulmonía;
— 840 -
, , CUarenta á cincuenta inspiraciones difíciles por minuto , poca tos
sDectoracion, en su mayor parte, de sangre negruzca. La auscultación
J un sonido macizo mas ó menos extenso en la base del pecho y se per-
cibe el ruido bronquial y exteriores húmedos. La fiebre entonces llega á
su mas alto grado, y el enfermo muere. Otras veces espira á consecuen-
cia de focos purulentos que se forman en el pulmón , ó por diarreas coli-
cuativas que se pronuncian con intensidad.
Tal es la marcha de la triquinosis cuando es grave y se termina por
la muerte.
Cuando el sugeto atacado de triquinosis llega á resistir el mal, ó el caso
no es tan grave, hay lo que algunos llaman el cuarto periodo , que en ri-
gor no lo es, porque ya es la desaparición del mismo; á la declinación
corresponde al aislamiento de los entozoarios en su quiste. En estos ca-
sos, á las cinco semanas de la invasión , empiezan á remitir los síntomas;
el pulso y la respiración se modifican disminuyendo las pulsaciones y
aspiraciones. La transpiración es mucho menor, la orina recobra su emi-
sión natural , es ácida y no contiene albúmina; la lengua se pone húme-
da, la sed es menos intensa, la diarrea va cesando y los dolores muscu-
lares se moderan cada vez más.
La debilidad general continúa y las funciones digestivas son todavía
algo torpes; apenas hay apetito; ei edema de la cara desaparece comple-
tamente, pero se presenta otro anémico en los maléolos al principio y que
luego va subiendo hasta la región umbilical ; no es raro que gane todo el
cuerno.
A la sexta semana la mejoría es mas notable ; el apetito se dispierta y
se hace vivo, sin que sufra el enfermo por exceso de comidas; el sueño
es sostenido y tranquilo; el aspecto del enfermo , lisonjero ; la piel sufre
escamacion, y el pelo suele caer en abundancia. Los músculos parecen
atrofiados ó llenos de grasa y hay cierta tendencia á la obesidad.
Al fin se restablece el enfermo, y aunque quede lleno su cuerpo de tri-
quinos enquistados, ya no sufre mas por ellos y puede vivir largos años
con tales parásitos en las masas musculares. Encerrados en sus quistes,
ya no hacen nada.
En los casos ligeros , después de los primeros síntomas , se suele pre-
sentar el edema de la cara á los catorce dias , y no persiste mucho; hay
algunos dolores en los músculos, alguna manifestación de los demás sín-
tomas del segundo período, pero jamás los del tercero , y los del cuarto
se presentan mucho mas pronto.
Diagnóstico diferencial. — La triquinosis, como lo acabamos de ver , pre-
senta ciertos síntomas y cierta marcha , que no puede confundirse por
quien la conozca , ni con el reumatismo, ni con el tifus , ni con el có-
lera, ni con una intoxicación. Dejemos á un lado el modo de diferen-
ciarla de aquellas enfermedades, y limitémonos al diagnóstico diferencial
del envenenamiento.
Hay ciertas clases de intoxicación que desde luego es de todo punto
imposible confundirlas con la triquinosis. La cáustica , por ejemplo , no
tiene nada de común con ella, siquiera haya dolores abdominales y diar-
reas; sobre que en la intoxicación cáustica se declaran acto continuo de
ingerido el veneno , hay las manchas cenicientas , negruzcas ó amarillas
en los labios, lengua , fáuces, y los vómitos son tan característicos, que
con nada pueden confundirse. El sugeto muere en pocas horas; y dado
que resista á ese primer ímpetu de la intoxicación cáustica , el curso del
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mal es muy diferente del de la triquinosis, siquiera sea la mas grave.
Otro tanto dirémos de la intoxicación inflamatoria , rápida , mortal, en
pocas horas ó dias ; apenas tiene tiempo de semejarse al primer período
de la triquinosis; los demás períodos de esta en nada se parecen al de la
intoxicación inflamatoria.
La narcótica solo tiene de parecido el coma y el delirio , y la postra-
ción del tercer período ; mas los narcóticos obran mucho antes, y hay en
la intoxicación que producen ausencia completa de la mayor parte de los
síntomas propios y patognomónicos de aquella.
La nervioso-infíamatoria se halla, á poca diferencia , en igual caso; y
respecto de la asfixiante, sea tetánica, sea paralítica, sea anestésica, no
tiene nada, absolutamente nada de común, ni en el tiempo de aparición
de ios síntomas, ni en la duración del mal, ni en la naturaleza de aque-
llos. Es ocioso entretenernos en ello.
Solo resta , por lo tanto , la intoxicación séptica ; y aun en este terreno
tenemos que dejar desde luego á un lado la por gase^ de los lugares in-
mundos , la por mordeduras de animales ponzoñosos y la por los virus.
Lo súbito de los efectos de la primera ; la presencia de la picadura y
mordedura con sus peculiares caractéres locales de la segunda , y las for-
mas morbosas específicas de la tercera vuelven del todo imposible, para
cualquier profesor medianamente entendido á la vez en patología común y
toxicológica , la confusión.
La intoxicación séptica por sustancias alimenticias averiadas, y sobre
todo por carnes de cerdo ó embutidos con principios de putrefacción , es
la única que podrá confundirse con la triquinosis. Ya llevamos dicho
mas de una vez que, en otros dias, se tomaba por tal intoxicación la en-
fermedad producida por carnes de cerdo triquinadas, atribuyéndolo á un
principio tóxico, llamado en Alemania schinkcngift ó wurstgift.
. Veamos, pues, cómo distinguirémos esas dos afecciones.
La triquinosis se caracteriza :
1*° Por una invasión, en general tardía, después de comer carne de
cerdo cruda, mal cocida, ó de salchichas en igual estado ; queso de Ita-
lia ó cualquier otro comestible que tenga carne ó sustancia muscular del
cerdo; jamás por comer morcillas hechas con sangre, seso y riñon , ú
otros órganos de dicho animal.
2. n El conjunto de síntomas de la triquinosis es : perturbaciones intes-
tinales variables durante una semana, seguidas á los siete dias de un
edema ó tumefacción de la cara, sin albuminuria, edema de la glotis y
laringe y enronquecimiento, dolores musculares violentos en todo el cuer-
po, sin inflamaciones articulares, dificultad de la respiración que dura dos
semanas , y síntomas dioicos, á las cuatro semanas de la invasión, con
complicaciones neumónicas que hacen sucumbir en esa época al enfermo.
3. ° En los materiales arrojados por cámaras y vómito es posible distin-
guir a simple vista, y más con una lente y en el microscopio, la trichinu
spiralis . por lo menos en el segundo septenario.
4. Si á los ocho ó diez dias de la invasión se hace una ligera Opera-
ción poco dolorosa con el harpon de Aliddeldorff, de Weber, Reihc ó
Knchenmeister, ó mejor con el sacabocados histológico de Duchenne, de
Bolonia , sacando de un músculo del enfermo una porción pequeñísima
de fibra, y se somete al microscopio, se descubre la triquina.
Si la enfermedad se debe á una intoxicación por sustancias alimenti-
cias averiadas y de cerdo , se caracteriza :
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j o porque se presenta á pocas horas de distancia de haber comido
esas materias, de doce á veinte y cuatro, raras veces mas tarde, y con
mas frecuencia siendo morcillas hechas con sangre, seso, poco ahuma-
das, con pocas especias, y sin que tengan nada de carne muscular, única
que aloja los triquinos.
2. ° Los síntomas característicos de esa intoxicación son : palidez, aba-
timiento, vértigos, debilidad de la vista, dilatación de la pupila, entu-
mecimiento de los miembros , gastralgia , sequedad de la boca y de la
faringe, disfagia, sensación de quemadura en la faringe y el estómago,
náuseas, vómitos, cólicos, meteorismo, disuria, disminución de los la-
tidos del corazón , pequenez del pulso , angustia precordial , sequedad y
color ictérico de la piel, enfriamiento de las extremidades y edema ané-
mico , y muerte por lo común en los primeros siete dias , y á veces antes.
3. ° En las materias arrojadas por el enfermo no se distingue, ni á
simple vista, ni con lentes, ni con el microscopio, los triquinos.
4. ° Si con el harpon ó el sacabocados que saque un poco de libra mus-
cular del intoxicado , no se distingue en el microscopio el entozoario.
Resulta , por lo tanto , que hay notable diferencia entre la triquinosis
y la intoxicación séptica por sustancias alimenticias averiadas , siquiera
sean de cerdo.
Si á esto añadimos que es mas común ver resultados diferentes en va-
rios sugetos que coman carnes triqui nadas, no solo en razón de comer
mas ó menos, sino de la edad, sexo é idiosincrasia, que en los que co-
man morcillas con principio de putrefacción, acabaremos de tener ma-
yor abundamiento de pruebas.
Los triquinos, aunque muy vivaces y resistentes , en términos que
fuera de la benzina , del cloruro de sodio ó sal común , y alguna otra
sustancia, todo lo resisten; que los mas violentos purgantes con que se
ataca el mal no los destruyen; hemos visto que no atacan las aves ni los
reptiles; lo cual prueba que su jugo gástrico ó no disuelve los quistes, ó
mala los entozoarios.
Eso da á comprender cómo ciertos sugetos , en igualdad de las demás
circunstancias , sufren menos. Los niños , en general , no padecen la
triquinosis de un modo tan grave. Las mujeres, mas que los adultos. Y
en ciertos casos en que toda una familia ó muchas personas han comido
carnes inquinadas, se ha visto que mientras unos han sucumbido, otros
solo han tenido ataques leves.
En Sajonia, en 1860, de 56 atacados solo murieron 6; en ílettstcedt,
de 58 murieron 27; en Hedersleben , de 327 murieron 82.
Atiendan, por lo tanto, los peritos á todas esas circunstancias v dife-
rencias, y no confundirán jamás la triquinosis con un envenenamiento.
Exantemas retropulsos. — Morgagny refiere el caso de un sugeto muerto
casi súbitamente después de violentas cardialgias ; los médicos que le hi-
cieron la autópsia le encontraron la cara interna del estómago de tal
suerte inflamada , que sospecharon la existencia de un envenenamiento.
Esta sospecha se desvaneció, cuando supieron que ese sugeto había su-
frido la retropulsion de un exantema.
Lo propio acontece á veces con las metástasis gotosas, reumáticas, her-
péticas , etc. , las cuales , fijándose bruscamente en el estómago , produ-
cen accidentes análogos á los de la intoxicación. El estómago, como los
pulmones, es muy susceptible de un movimiento , de un raptus fluxiona-
no’ como le llama Anglada, con el cual se presentan un sin número de
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síntomas muy parecidos á los de un envenenamiento. Sin embargo , es-
tos casos no podrán inducir en error mas que al facultativo que no se
informe del estado en que el enfermo se encontraba antes de esa brusca
invasión.
Un exantema , la gota , los herpes, etc. , son enfermedades bien cono-
cidas; y desde el momento en que se averigua que el sugeto atacado es-
taba padeciendo alguna de dichas enfermedades, motivos habrá para
fijar la atención en esta notable circunstancia , y ver si realmente ella es
la que ha producido el trastorno.
Otras varias enfermedades puede haber cuya aparición repentina
ofrezca un conjunto de circunstancias capaces de hacerlas confundir á
primera vista con una intoxicación : la inflamación de las membranas
del cerebro , la calentura atáxica, ciertas afecciones nerviosas, algunas
asfixias, etc. , etc. ; mas bastará el conocimiento perfecto de su corres-
pondiente diagnóstico , y el debido cuidado en la aparición , no tan solo
de los síntomas, sino de las circunstancias individuales, de las causas
que hayan podido obrar, de la estación , de la constitución morbo-
sa , etc. , etc. , para que nos evitemos el incurrir en errores tan graves
como trascendentales.
En resúmen, hemos visto que hay enfermedades cuyo cuadro sinto-
mático es mas ó menos parecido al de las intoxicaciones ; que las por los
venenos inflamatorios, nervioso-inflamatorios , asfixiantes tetánicos y
cáusticos , son las únicas que mas fácilmente pueden confundirse con
ciertas afecciones naturales; pero también hemos podido convencernos
de que, excepto en algunos casos, sobran en los más los datos para es-
tablecer diferencias palpables entre el envenenamiento y la enfermedad,
entre los fenómenos naturales y el crimen.
Que no tenga, pues, mucha fuerza para invalidar las conclusiones esa
idea general de que las intoxicaciones pueden ser simuladas por enfer-
medades agudas ele invasión brusca; sabemos á qué atenernos en punto
á esto; y, por lo tanto, no ha de bastar esa objeción que muchos tienen
siempre en la boca, cuando se trata de pronunciarse por un envenena-
miento á la vista de los síntomas, para que retrocedamos en la convic-
ción que hayamos empezado á formarnos á causa de los mismos.
Siempre que se ofrezca un caso de intoxicación, veamos cuál de las
enfermedades indicadas puede simularle, y vice-versa; siempre que se
presente cualquiera de esas enfermedades, qué intoxicación ofrece sínto-
mas análogos, llecho esto, ver la diferencia de síntomas característicos;
ver si faltan los de la intoxicación; si los de la enfermedad; examinar
bien la constitución del sugeto ; investigar su conmemorativo ; luego la
estación , etc. ; y sea cual fuere el resultado de todas estas investigacio-
nes, en los casos de duda aplazar el fallo y el dictamen para cuando la
autópsiay las análisis químicas nos permitan completarle.
8 ti!. — Del valor de los síntomas aislados y en relación con los resultados de la autopsia
y de las análisis químicas.
Después de haber manifestado que en los casos particulares de intoxi-
cación es vicioso exigir todos los síntomas descritos por los autores;
después de haber indicado las enfermedades de invasión brusca que pue-
den confundirse con una intoxicación, es procedente examinar el verda-
dero valor de los síntomas, ya sea tomados aisladamente, ya sea en
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relación con los resultados de la autópsia y de las análisis químicas.
por lo mismo que el cuadro de síntomas es variable, según los casos*
por influir en los efectos del veneno un sin número de circunstancias, es
natural y lógico que ellos por sí solos no puedan tener, en general, mas
que una significación relativa; una significación parcial. Todo lo que
esté sujeto á variaciones , todo lo que se deje influir por circunstancias
que son variables, es variable también , y jamás lo que es variable puede
aspirará significar tanto y en tantos casos como lo que es permanente,
como lo que se ofrece siempre y con su propia fisonomía , sean cuales
fueren los agentes que puedan encontrarse ejerciendo su acción sobre
esto mismo/ Ciertos síntomas que en un sugeto se presentan, pueden de-
jar de presentarse en otro; y puesto que su ausencia no basta para inva-
lidar una conclusión, es evidente que su presencia tampoco puede signi-
ficar de una manera absoluta la realidad del envenenamiento.
El priapismo suele ser producido por las cantáridas; pues Sauvages le
vio en un caso de intoxicación por el arsénico. Mareh vio el tialismo pro-
ducido en un perro por el opio. Los narcóticos á veces no causan sino
síntomas de grande exaltación é insomnio.
Hay más / hemos visto que hay enfermedades de síntomas parecidos á
los de una intoxicación ; y si bien es cierto que con la debida aprecia-
ción del diagnóstico correspondiente pueden distinguirse los mas de los
casos, no lo es menos que en algunos no están los verdaderos medios
diferenciales en los mismos síntomas, sino en los demás órdenes de da-
tos. Esto hace que los síntomas por sí solos no puedan tener tanta signi-
ficación como relacionados con los demás medios ó elementos de convic-
ción ó lógica. Significan el envenenamiento; pero también pueden sig-
nificar una enfermedad espontánea; tanto mas cuanto mas difícil sea
distinguir los síntomas de esta de 'os de aquel. Síntomas que pueden
significar estados patológicos diversos, no son tenidos en patología por
patognomónicos ó característicos ; mucho menos podrán serlo en toxi-
cología , donde la lógica , si cabe, es todavía mas rigorosa , y donde las
conclusiones son siempre mas trascendentales, no para el enfermo ó en-
venenado, sino para aquellos contra quienes se levanta la acusación del
delito. Así es que, en muchos casos, para decidir de la verdadera acep-
ción que debe darse á los síntomas observados, hay que atenderá lo que
la autópsia ha suministrado y á lo que han dado las análisis. Lo que de
esta relación, de esta confrontación resulta, es lo que da un carácter
mas categórico y terminante á los síntomas.
Luego es lógico concluir que ellos por sí, en general , no tienen mas
que un valor parcial , incompleto , relativo. Quien por los síntomas solos,
sean pocos , sean muchos , juzga , generalmente hablando , no procede
lógicamente; falla á las reglas de la buena deducción ; se expone á co-
meter errores crasos, y da lugar á que el tribunal, que por él se guie,
cometa las injusticias mas terribles. Los síntomas son elementos de con-
vicción muy preciosos, pero unidos á otros; solos, muchas veces no
pueden hacer mas que dar lugar á sospechas ó indicios, ó probabilidad.
Casos sin embargo pueden presentarse , en los que los síntomas por sí
solos dan tanta seguridad para afirmar una intoxicación, que no necesi-
tan de otro dato para ello. Los síntomas, por ejemplo, de la intoxicación
cáustica se hallan en este caso. ¿Quién ha de tener la menor duda que
un sugeto está intoxicado por un veneno cáustico al verle las manchas,
coloración, escaras, encogimientos de la mucosa de los labios, lengua,
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paladar y fáuces ; al advertir la naturaleza de sus vómitos y cámaras , y
otros síntomas no menos característicos que estos? ¿Qué enfermedad hay
que presente eso? qué otra intoxicación es capaz de presentarlo? Ese
cuadro es exclusivo, y por lo mismo, su significación es absoluta.
Un cuadro de síntomas y ciertos síntomas, son tanto mas significativos
cuanto menos casos hay en los que puedan presentarse. Si solo se ofrece
ese cuadro á ese síntoma en un caso de intoxicación , si no hay ninguna
enfermedad conocida, ningún otro caso capaz de presentarle, no se nece-
sita en buena lógica mas prueba que la presencia de ese cuadro sintomá-
tico ó de ese síntoma, para afirmar la intoxicación.
Así como cuando un efecto que no reconoce mas que una causa posi-
ble, basta para determinar esa causa la presencia de ese efecío; así basta
un síntoma ó un cuadro de síntomas que solo reconoce por causa posible
determinada intoxicación, para afirmar esta.
Querer igualar estos casos á los de síntomas comunes á otras enferme-
dades, á los de síntomas de significación no exclusiva, es faltar á las re-
glas de la lógica y no comprender cuál es la razón que por punto general
nos hace buscar para esos casos de síntomas , susceptibles de ser produ-
cidos por causas diferentes, la asociación de otros datos que le den el ex-
clusivismo ó la determinación particular y propia que no le pueden dar
los síntomas por sí solos.
Lo que hemos dicho de la intoxicación cáustica , es aplicable á algunas
otras de síntomas igualmente característicos; si bien esa intoxicación es
el tipo de las de esa especie de casos.
Pero así como, cuando cierto cuadro sintomático no tiene explicación
por otra causa posible que por una dada intoxicación, ó por la acción de
un dado veneno , hay que atribuirle á este ; así también, siempre que ese
cuadro sea posible en otros casos de enfermedad natural, será una falta
gravísima de lógica querer afirmar la intoxicación por esos solos sínto-
mas, siquiera sean muy significativos. Aquí es de absoluta necesidad la
comprobación por medio de la autopsia, y si esta no basta , por medio de
las análisis.
Si los síntomas en general , apreciados en sí, ó aislados, no pueden au-
torizarnos para afirmar una intoxicación, fuera de los casos que acabo
de indicar, muy de otra suerte deben considerarse, cuando se miran con
relación á los resultados de la autópsia y de las análisis. Si el cuadro sin-
tomático es el propio de la intoxicación inflamatoria, narcótica, etc., y el
conjunto de datos suministrados por la autópsia corresponde perfecta-
mente al de los síntomas, la significación de estos sube de punto: ya
puede fundarse en ellos una conclusión mucho mas terminante que antes
de haber inspeccionado el cadáver. Si antes significaban como uno, ya
significan como cuatro por ejemplo.
Si esta misma concordancia entre los síntomas y los resultados de la
autópsia se encuentra entre estos dos órdenes de datos y las análisis quí-
micas, la significación de los síntomas llega á su colmo, entonces se pre-
sentan con todo su valor, y ya no es posible confundirlos con los de nin-
guna otra enfermedad, por mas que sean los de una gastritis intensa ó
cualquiera de las demás enfermedades , cuyo diagnóstico no es tan tácil
diferenciar de la intoxicación.
La dificultad de esta diferencia desaparece con la autópsia, y mucho
mas con las análisis químicas, porque con estas se revelan caractéres y
circunstancias de conjunto que no acompañan jamás á las enfermedades
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espontáneas, y por lo mismo, si con la sola inspección de los síntomas
no nos es posible fijar la naturaleza de la afección de que son fisonomía,
con la del cadáver y las análisis de sus sólidos y líquidos podremos tener
una seguridad completa, no solo de la intoxicación , sino de su clase.
La concordancia entre los síntomas, la autopsia y las análisis dan cer-
teza, por no decir evidencia, de la intoxicación. Los síntomas entonces
adquieren todo el lleno de su valor ; su significación es radiante ; su ca-
rácter, raras veces absoluto, no admite duda alguna.
Esa misma concordancia realza el valor de los síntomas, aun en los
casos en que estos síntomas son pocos y poco pronunciados, en términos
que mas confianza debe tenerse para juzgar de la realidad de la intoxica-
ción , cuando hay pocos síntomas, pero en completa armonía con los re-
sultados de la inspección cadavérica y las análisis químicas, que en un
catálogo muy rico, muy abundante de síntomas, pero poco relacionados
con lo que el bisturí y los aparatos analíticos hayan suministrado.
En resúmen , pues, establecemos que el valor de los síntomas es en
general siempre relativo; que* por si solos, por punto general, no dan
certeza , y que dan tanta mas fuerza á la prueba , cuanto en mayor nú-
mero se encuentran en el sugeto, y cuanto mas en armonía están con las
alteraciones anatómicas y los resultados de las análisis.
IV.— De los casos en que, cuan do no se tiene noticia alguna de ios siniomas, pueden fijarse
los que ha habido , y en cuáles son necesarios para juzgar que ha habido intoxicación.
En muchos casos de envenenamiento, la víctima sucumbe, y el médico
forense que es llamado para ilustrar al tribunal no sabe qué síntomas
presentó el sugeto envenenado. El juez no se los puede proporcionar
tampoco, porque los deudos, ejecutores ó cómplices del crimen no han
revelado nada, y en vez de referir lo que presentó el difunto en su ago-
nía , tal vez para disfrazar mejor su atentado, fingen que no hubo vómi-
tos ó que los hubo; acaso presentan materias que el envenenado no ar-
rojó; en una palabra, siendo criminales, practican todo lo que su diabó-
lica imaginación puede sugerirles para desorientar al tribunal y hasta á
los mismos facultativos.
También puede suceder que los deudos, extraños al atentado, entre su
alarma y su incapacidad para apreciar los síntomas, no hayan podido
retener sino los de mas bulto, y rusulte que, aun cuando el facultativo
les dirija preguntas con cierta reserva , no puedan satisfacer su deseo. En
todos estos casos es fácil que no tengamos dato alguno del primer órden,
ningún síntoma, ó muy pocos.
¿Cómo nos conduciremos? ¿Cuál será nuestra lógica en las conclusio-
nes? ¿Dejarémos por esto de afirmar ó negar que haya habido envenena-
miento, por mas que obtengamos gran copia de datos por medio de la
autópsia y de las análisis?
Si hubiésemos de seguir la conducta de aquellos facultativos que no
se creen autorizados para juzgar, no solo cuando falta este órden de da-
tos, sino con tal que no vean alguno de los síntomas consignados en los
cuadros de los autores, es evidente que en semejantes casos no podríamos
pretender la resolución del problema. Mas, así como hemos reprobado la
conducta de los que exigen todos los síntomas descritos por los autores
en los casos de intoxicación; así también reprobaremos la de los que se
declaren impotentes para juzgar, cuando han llegado después de la
- 847 —
muerte de la víctima y no se enteran de los síntomas que presentó antes
de morir por un conducto fidedigno ó propio para el efecto.
Para poder asegurar que ha habido tales ó cuales síntomas en una in-
toxicación , no es necesario que nosotros ú otros inteligentes los hayan
presenciado. Siendo los síntomas íenómenos que expresan el estado de
nuestros órganos y sus líquidos, alterados por agentes morbosos ó accio-
nes patológicas de los mismos , es evidente que si estas acciones se han
desplegado , si sus agentes han ejercido su acción , han debido presen-
tarse forzosamente sus efectos; pues sus efectos son los síntomas. Ño
acaece, rigorosamente hablando, ninguna intoxicación sin síntomas, si
los tiene, ya perezca la víctima en la soledad , ya rodeada de sus verdu-
gos, ya á la presencia de los médicos que tratan de salvarla. No tendre-
mos la seguridad de que se hayan presentado estos ó aquellos síntomas,
los que no son de necesaria ó absoluta presencia ; pero sí la tendremos
de que se habrán presentado los que caracterizan una intoxicación de-
terminada , y el mismo caso nos dirá cuáles hayan sido estos.
Supongamos que un sugeto ha muerto por un veneno cáustico. ¿Qué im-
porta que haya muerto sin testigos? ¿Quién no dirá que sufrió horrible-
mente, que tuvo sed, que se revolcó por el suelo, que tuvo la cara desen-
cajada, la piel fria, bañada de sudor, el pulso pequeño y concentrado, la
inteligencia íntegra hasta el último trance de su vida, etc.? Si todo esto,
es de absoluta necesidad ; si no podía menos de ser así, si son resultados
forzosos de la acción de un veneno cáustico, ¿quién no dirá otro tanto,
por lo que le corresponde , de una intoxicación por un veneno inflama-
torio, narcótico, nervioso-inflamatorio , etc.? Si el simple aspecto del
cádaver no lo revela, ¿cómo no será lógico deducirlo de la autópsia y
de las análisis? La flogosis del tubo digestivo no va sino acompañada
de calor, de sequedad , de sed ; si el veneno es mineral, hubo siu duda
sabor metálico; si vegetal, amargo; el estado de la boca nos dirá si
hubo vómitos, y poco importará que hayan lavado el cadáver; la vacui-
dad de su sistema digestivo, junto con su inflamación , nos garantizarán
de que los hubo.
No es esto decir que la autópsia y las análisis deban autorizarnos siem-
pre para formar un cuadro completo de los síntomas que debieron pre-
sentarse; mas cuando las alteraciones que la inspección cadavérica re-
vela sean bien apreciadas y se les dé su debido valor; cuando las análi-
sis recaigan sobre sustancias que solo en vida hayan podido ser introdu-
cidas en la constitución del envenenado , razón y poderosa habrá para
sentar que ha habido, si no todos, los principales síntomas de la into-
xicación , aunque nadie los haya presenciado. Esos síntomas, como llevo
dicho, son fenómenos necesarios los mas de ellos; no puede darse la
acción de una sustancia, ni la alteración patológica de un órgano, sin
que se presenten esas señales con que acusa el organismo sus sufri-
mientos.
Pero dejemos ya este punto; supongamos que no se han podido reco
ger noticias fidedignas ó bastantes por lo tocante á los síntomas; ¿nos pri-
varemos en todos los casos de la posibilidad, de la facultad de formar
nuestro dictamen en pro del envenenamiento por falta de los síntomas?
procederá bien quien por esta falta se abstenga de juzgar? En algunos
casos, sí por cierto ; en otros, tal vez no.
En las intoxicaciones de síntomas numerosos y muy pronunciados, de
esos .síntomas que jamás fallan , ellos son de absoluta necesidad , al me-
- 848 —
nos para afirmar de un modo terminante. No hay intoxicación por ve-
nenos cáusticos sin síntomas; tampoco la hay sin ellos por los vene-
nos inflamatorios , líquidos ó sólidos , por los narcóticos , los nervioso-
inflamatorios, los asfixiantes y los sépticos sólidos ó líquidos. Pero en
cambio de todo esto , relativamente hablando, puede no haber síntomas
en los envenenamientos por los venenos gaseosos, tanto inflamatorios
como sépticos , en especial si el sugelo se ha sumergido en una atmós-
fera muy cargada de esos gases. No hay síntomas á veces con ciertos ve-
nenos, como el arsénico, puesto que muere la persona en una especie de
síncope ó lipotimia tan angustiosa como rápida.
Una grande cantidad de veneno muchas veces acaba con el sugeto casi
instantáneamente. ¿Cómo exigir síntomas en semejantes casos si no los
hay? No porque no se hayan observado, no porque la víctima haya espi-
rado abandonada de lodos , ó porque callen acerca de su agonía los per-
petradores del crimen ó sus cómplices: es porque la naturaleza de la in-
toxicación no los ha dejado desenvolver; es porque realmente no los ha
habido, y sin embargo la intoxicación es positiva, y puede el facultativo
declararla, aunque le falten síntomas que detallaré alegar como otra de
las pruebas.
La falta de síntomas será un obstáculo para afirmar una intoxicación,
cuando esta sea de las que los tiene muy notables; cuando los haya po-
dido apreciar un facultativo ó más inteligentes en la materia, asistiendo
al intoxicado desde que se puso malo, hasta que murió, y cuando aque-
llos declaren lealmente que no los observaron, que nada vieron en el en-
fermo que fuese propio de esa intoxicación.
Supóngase que se trate de un envenenamiento por la estricnina , cuyo
cuadro sintomático, como lo hemos visto, es muy gráfico, notable y
constante; que uno ó más facultativos han visitado al enfermo, desde el
principio hasta el fin de su dolencia, y afirman que no han visto en él ese
cuadro sintomático.
En este caso, y todos los demás de condiciones análogas , constando
que esos facultativos inteligentes son, como deben ser, leales en su de-
claración, la falta de síntomas es un impedimento fuerte para afirmar la
intoxicación, no puede de ningún modo asegurarse , siquiera las análisis
químicas descubran estricnina en los órganos de ese sugeto, puesto que
puede tener otro origen la presencia de esa sustancia en esos órganos , y
siquiera la autópsia presentase algunos hechos que hicieran sospecharlo.
Los síntomas no podrían faltar en esa intoxicación, hubo tiempo de ob-
servarlos, personas inteligentes los pudieron ver y no los vieron, son de
tal naturaleza que ningún profesor los puede desconocer , los descubri-
ría, siquiera no supiese su significación, y puesto que afirman que no los
vieron , esto no se explica de otro modo sino porque no hubo tal intoxi-
cación.
Ahora si no hubo quien los viese, si no hubo facultativos que los ob-
servaran; entonces la falta de ese dato siempre quita fuerza á la prueba,
jamás la dejará en plena ; pero puede suponerse que los hubo , si la au-
tópsia y las análisis químicas están de acuerdo en punto á caiactéres pro-
pios de ese envenenamiento.
De todas estas consideraciones se deduce lógicamente que la falta de
datos referentes á los síntomas será , por lo general , una circunstancia
que nos impedirá declararnos de un modo terminante en pro de la into-
xicación, que en ciertos casos la falta de estos síntomas, bien averiguado
— 849 -
que realmente faltaron, nos obligará á guardar mucha reserva, á no afir-
mar el hecho ; pero que en otros ella no será un óbice para l^s conclu-
siones en el primer sentido , tanto mas , cuanto mas sea la intoxicación
de aquellas que naturalmente presenten pocos síntomas ó ninguno, por
lo rápido de la muerte ó por lo directamente que ataca el veneno el prin-
cipio de la vida.
Resulta también que, aun cuando se carezca de noticias relativas á los
síntomas, á causa de no haber presenciado la agonía del envenenado
ningún facultativo , ó porque los deudos cómplices en el delito guarden
silencio , ó , en fin , porque la víctima ha muerto en la soledad , no por
esto dejaremos de poder sentar los síntomas que han debido presentarse
y concluir de ellos , como si los hubiésemos visto, conforme lo que arro-
jen la autópsia y las análisis.
ARTÍCULO II.
DEL VALOR DE LOS RESULTADOS DE LA AUTÓPSIA EN LOS CASOS
DE INTOXICACION.
Para analizar el valor de los resultados que suministra la autópsia y
apreciar debidamente su significación en todos los casos, tendrémos tam-
bién necesidad de examinarlos bajo los mismos puntos de vista que los
síntomas. También será necesario que examinemos, primeramente: si
los cuadros de alteraciones orgánicas que los autores nos describen, como
propios de la intoxicación , son la expresión fiel de lo que cada envene-
nado presenta, ó lo que se ha recogido de muchos envenenados; luego
si hay algunas enfermedades de anatomía patológica parecida á la de la
intoxicación, con la cual puedan confundirse ; en seguida cuál sea el va-
lor de esas alteraciones orgánicas tomadas aisladamente ó en relación
con los síntomas y las análisis químicas; y por último, en qué casos de-
ben encontrarse forzosamente esas alteraciones para declararse en pro de
la intoxicación, y en qué casos su falta no es un obstáculo para las con-
clusiones. Son, como es de ver, las mismas cuestiones que hemos diluci-
dado relativamente á los síntomas. Agitémoslas por partes.
8 I. — Cómo deben apreciarse los cuadros de alteraciones anatómicas que los autores
describen, teniéndolos por propios de la intoxicación.
Cuando tratamos de la anatomía patológica de la intoxicación, tuvimos
ocasión de advertir que no debían lomarse las alteraciones anatómicas
producidas por los venenos , ya inmediata, ya mediatamente , con tanto
rigor, que cada cadáver de un envenenado debiese presentarlas todas.
También hay, en efecto, una porción de circunstancias capaces de intro-
ducir modificaciones, con las que se alteran los cuadros que los autores
nos trazan en sus libros. En punto á venenos cáusticos, cuya acción es
mas dominadora, menos influida, mas necesaria, hay la cantidad, la
concentración, el encuentro de líquidos ó agua en el estómago, etc., etc.,
todo lo cual alcanza á dar otro giro á los resultados; y entre las simples
manchas y las perforaciones hay una porción de grados intermedios que
son debidos á contingencias, á causas accidentales. Los venenos inflama-
torios de acción menos enérgica, en punto á alteraciones anatómicas, es-
tán todavía mas sujetos á variaciones, porque los efectos que en los órga-
nos producen, son mas bien obra de los estados patológicos que el vene-
TOX1COL' OIA. — ;>4
— 8Sú —
no desarrolla , que obra de la inflamación ; y como esta es susceptible de
tantas formas y grados, es fácil comprender que es muy posible la diver-
sidad en los cuadros de la anatomía patológica relativos á casos de esta
ó aquella intoxicación.
Si en las alteraciones orgánicas, resultados de la inflamación intensa,
hay mas variedad que los que son inmediato producto de las sustancias
cáusticas, por razón de prestarse mas aquel modo patológico ó las diver-
sas influencias que puedan imprimirle giro, más la debe haber por cierto
cu aquellas que sean producto de otros estados patológicos , cuya natura-
leza es menos tija ó constante. Así es que la anatomía patológica de la
intoxicación por los venenos narcóticos se encuentra, en primer lugar,
muy pobre de datos ; en segundo lugar, tan varia en esos mismos pocos
datos, que no será una exageración decir que un envenenado no se pa-
rece ó otro. Tan pronto no hay alteración alguna en el estómago, pul-
món y cerebro; tan pronto se encuentran en la primera viscera señales
de flogosis y de congestión en las otras dos ; y tan muerto por una sus-
tancia narcótica es el que no presenta nada , como el que ofrece vesti-
gios de esa congestión ó de esa flógosis. En esa misma intoxicación la
falta de alteraciones anatómicas es tan significativa, como la presencia de
ellas en la intoxicación por los venenos cáusticos.
En la intoxicación por los venenos asfixiantes tetánicos, tan pronto hay
alteraciones, tan pronto no las hay, dependiendo, no solo de la clase de
esos venenos, sino de las circunstancias del mismo envenenamiento. En
la de los paralíticos no hay nada.
Por último, los sépticos gaseosos apenas dejan á veces huellas de su
acción, al paso que otras veces las estampan en la sangre; las de los ani-
males ponzoñosos son variables, y las de las sustancias alimenticias alte-
radas, por lo mismo que atacan dando á la intoxicación cierto viso de
afección tifóica, suelen también modificar los resultados bajo el influjo de
cien circunstancias diversas.
De suerte que si no hay tanta diversidad en los cuadros anatómico-
patológicos, como en los sintomáticos, poco falta; hay, empero, la su
ficientepara afirmar lo que de los síntomas hemos dicho; que los cua-
dros de ios autores son la expresión de los que en distintos cadáveres
de personas envenenadas se ha observado, y no la descripción exacta y
fiel de lo que cada cadáver ha presentado ó debe presentar.
Sentado este hecho, que es importantísimo dejar bien consignado, puede
ya preverse cuán poco lógica seria la razón del que se abstuviese de
afirmar ó de juzgar sobre un caso de intoxicación, porque no encontrase
en el cadáver todas las alteraciones de que hablan en sus obras los au-
tores. Con tal que el cadáver ofrezca algunos de los caractéres , algunas
de las alteraciones características, ó el estado que comunmente se pre-
sente en determinadas intoxicaciones , poco importa que falte este ó aquel
dato , esta ó aquella alteración, mayormente si , apreciando los porme-
nores del caso , puede uno explicar las modificaciones que se encuentran
en el cuadro anatómico-patológico.
§ II.— De las enfermedades cuya anatomía patológica es parecida á la de la intoxicación
y de los medios que hay para distinguirlas.
En el artículo anterior hemos visto que hay varias enfermedades*
cuya sintomatología tiene mucha analogía con la de ciertas wloxic
— Sol —
fies. Algunas de las mismas tienen también alteraciones orgánicas capa-
ces de confundirse con las del envenenamiento , al paso que otras pre-
cisamente por la anatomía patológica se diferencian. Si por sus síntomas
pudiésemos confundir con una intoxicación la muerte por bebidas frías,
las indigestiones , los cólicos , los íleos , la melena , la hernia estrangu-
lada, los focos verminosos y las perforaciones espontáneas , la autopsia
estableceria luego y del modo mas evidente , una diferencia notable. La
anatomía patológica de la mayor parte de esas enfermedades es de todo
punto diversa de la de las intoxicaciones por los venenos inflamatorios y
cáusticos , las únicas con las cuales pudieran dichas enfermedades confun-
dirse. En ninguna de las susodichas hay vestigios de inflamación ; solo
en la hernia estrangulada, los vólvulos y las perforaciones espontáneas
los hay que pudieran confundirse con las alteraciones anatómicas que si-
guen á una intoxicación por dichas sustancias. Mas por lo que atañe á
la hinchazón , coloración , inflamación intensa y gangrena de la hernia
estrangulada, y las invaginaciones, su misma forma , el saco hemiario
que se encuentra , son datos mas que suficientes para distinguir de ca-
sos. Por lo concerniente á las perforaciones espontáneas hay también
ciertos caracteres que , bien apreciados, no dejarán equivocarnos.
Las perforaciones espontáneas se distinguen de las producidas por los
venenos cáusticos por los caractéres siguientes :
1. ° Las perforaciones espontáneas son á veces efecto de cánceres , es-
cirros, ó úlceras en el estómago. En tales casos ya habrá podido preceder
un sin número de padecimientos anejos á semejantes estados, á no ser
que hayan sido tales que puedan haber pasado completamente desaper-
cibidos. En el famoso museo de Dupuytren , en Paris , hay un frasco
donde se guarda el estómago cancerado de un sugeto que vivió largo
tiempo con su cáncer, sin alteración ninguna en su organismo ni en sus
funciones digestivas. Todas estas particularidades están consignadas en
el rótulo del frasco. Yo lo he visto, y cualquiera que vaya á Paris puede
hacer otro tanto. Sin embargo, esto no es lo común ; y por lo mismo el
exámen de los antecedentes hace diferenciar de casos. Aunque se repi-
tiese ese raro fenómeno, la alteración orgánica del estómago en las cer-
canías de la perforación seria mas que suficiente para distinguir la es-
pontánea de la producida por un veneno cáustico.
2. ° La perforación espontánea no va acompañada de lesión ni altera-
ción alguna en sus cercanías. Todos los órganos se presentan en estado
normal, ó al menos sin participar absolutamente en nada del estrago.
Todo lo contrario, se nota en las que un cáustico produce; las inmedia-
ciones de la perforación están cuando menos reblandecidas , cauteriza-
das, gangrenosas ó atacadas de la flógosis.
3. u La forma de las perforaciones espontáneas suele ser circular; la
de los cáusticos irregular del todo ; los bordes de aquellas son adelgaza-
dos, como si las membranas se hubiesen ido gastando sucesivamente.
Los de las producidas por los venenos cáusticos tienen el grueso natural
ó tal vez aumentado por el encogimiento del tejido y hasta calloso. Ei
color de las primeras es el normal de la mucosa ; el de las segundas ya
es negro, si es el ácido sulfúrico ; ya es amarillo , si es el nítrico , etc.
Las espontáneas á veces son pequeñas , como picaduras de alfiler y mu-
chas ; otras veces no hay mas que una , pero de considerable diámetro.
4. ° Las perforaciones espontáneas no provocan simpatías ni reacciones
generales , y no causan mas dolores que los de la peritonitis intensa pro-
— 852 —
vocada por los materiales que dejan escapar; al paso que las producidas
por los cáusticos van precedidas de ardor, escozor y dolores agudos
causados por el tejido que se destruye y seguidos por los dolores de la
peritonitis, provocando siempre reacciones en los órganos íntimamente
enlazados con el estómago.
Con semejantes caracteres diferenciales , debidos en gran parte á la
observación de Chaussier, no es fácil que confundamos un estado con
otro. Estas diferencias son tanto mas dignas de confianza, cuanto que
son ya muchos los casos observados de perforaciones espontáneas. A pri
mera vista pudiera uno dudar de su existencia y sentirse, por lo mismo,
inclinado á tomarlas por los efectos de algún veneno cáustico: mas que
no quede á nadie la menor duda. Los hechos observados y consignados
en las obras de los autores , son ya demasiados para no considerarlos
bajo el punto de vista con que los presentamos. Los Bonnet, los lloí'f-
mann , los Wanderwel, los Boerhaave , los Cirillo, los Chaussier, con-
firman con su práctica y sus escritos la frecuente existencia de semejan-
tes perforaciones con los caractéres que llevamos indicados. Las diser-
taciones de Moran , de Gerard y de Laisne , discípulos de Chaussier, que
también han tratado esta materia ; las efemérides de los curiosos de la
naturaleza; las efemérides de Alemania, son fuentes donde pueden be-
berse conocimientos claros y exactos de esas enfermedades espontáneas,
cuya anatomía patológica se diferencia de un modo tan terminante de las
que los cáusticos producen. Anglada, en su toxicología general, se hace
cargo de algunos casos que consideramos útil reproducir, para que se
vea cuán fundados hemos ido en lo que acabamos de exponer.
Un jóven de 30 años, alto, flaco, pálido, pero dotado de buena salud,
después de haber comido por la mañana algunas onzas de pan y bebido
un poco de agua y vino, se vió repentinamente asaltado de un dolor
atroz de estómago, que le obligó á encorvarse hasta el suelo, apretán-
dose fuertemente el vientre con sus brazos. Todos los remedios emplea-
dos fueron inútiles ; á las doce horas ya habia muerto. Se practicó la
autopsia, y se encontraron las bebidas en el vaso peritoneal , lo cual ya
dió indicios de alguna perforación ó rasgadura. En efecto, poco se tardó
en descubrir hácia la pequeña curvadura del estómago , á una pulgada
del píloro, un agujero de línea y media de diámetro, redondo, como si
se hubiera hecho con el saca-bocados. Lo restante de las demás visceras
y del mismo estómago se encontraba como en estado natural í1).
El profesor Lallemand remitió al mismo Anglada un estómago perfo-
rado de uno de sus enfermos que acababa de morir en medio de inespe-
rados accidentes, con el fin de que viese si entre las materias que toda-
vía contenia dicha viscera se encontraría algo que pudiese dar razón del
desórden orgánico y de una muerte tan pronta. Las investigaciones ana-
líticas no dieron nada. Era un ejemplo de perforación espontánea. El en-
fermo habia estado por algún tiempo en el hospital de San Eloy de Mont-
pellier, y encontrándose ya en plena convalecencia , en vísperas de reci-
bir el alta, habia pasado el anochecer paseándose en el patio, habia su-
bido á las salas sin sentir nada, se acostó muy tranquilo, cuando de
repente empezó á sentir dolores terribles de estómago que nada pudo
calmar, en medio de los cuales murió, á las pocas horas. Abrióse el cadá-
ver, y todos se sorprendieron ai descubrir una perforación de estómago,
(‘) Observ. de Gerard , referida por Laisné; citado por Anclada , p. 300, ob. cit.
— 853 —
de tal suerte ancha, que pasaba por ella fácilmente todo el puño (4).
Otro enfermo , que presentaba algunos síntomas de gastritis crónica,
había sufrido la amputación del muslo , por un tumor blanco que llevaba
en la articulación tibio-femoral. La operación fué seguida de una calen-
tura continua con exacerbaciones anómalas , acompañándose á veces de
delirio. No se reveló ningún dolor en el estómago, la presión del epi-
gastrio no acusaba nada de particular, y el enfermo sucumbió á los ocho
dias. flecha la autópsia , fué grande el asombro , viendo el estómago re-
ducido á su pared posterior, la anterior se había destruido completa-
mente por una erosión espontánea , la cual , á pesar de la rapidez y ex-
tensión de sus estragos , no se manifestó por ninguna clase de sensación
dolorosa (2).
Chaussier vió en tres meses cinco casos de perforación de estómago
espontánea, y todos en mujeres recien paridas, en las cuales parece que
se manifiesta con preferencia. Pero no siempre se presentan en el estó-
mago; el esófago y los intestinos son á menudo sitio de estos desór-
denes!3).
M. Tartra refiere el caso de una mujer bien constituida , la cual expe-
rimentó de repente vómitos con todos los síntomas de una afección grave
del estómago , y murió á los diez dias. Abierto el cadáver, se encontró el
peritoneo y toda la masa intestinal sumamente inflamada ; había habido
exudación de una grande cantidad de albúmina coagulable , la cual esta-
blecía entre los órganos adherencias. Muchas porciones de los intestinos
estaban como disueltas y convertidas en una especie de putrílago. El íleo
tenia un agujero de cuatro líneas de diámetro , por el cual se habían
derramado las materias fecales en el hipogastrio. El estómago no tenia
mas que algunas manchas negras; el esófago algunos vestigios de infla-
mación. Todo anunciaba que la enfermedad principal había comenzado
por el tubo digestivo , debilitándose á proporción que se alejaba de su
origen. Nada, por otra parte, pudo autorizar una sospecha de envene-
namiento. Todas las probabilidades estaban á favor de una perforación
espontánea, á consecuencia de una enteritis ó de una peritonitis (4).
Estos hechos, y algunos otros que pudiéramos añadir, confirman lo
que hemos dicho, y ponen al facultativo en el caso de ser sumamente
cauto en ciertos casos , por lo que mira á declarar la existencia de un
envenenamiento , hasta que haya podido apreciar todos los caractéres di-
ferenciales ; afortunadamente hemos visto que por lo concerniente á las
perforaciones espontáneas hay caractéres tan diversos y especiales, que
(a equivocación no es posible en un perito instruido.
La anatomía patológica de la gastritis, gastro-enteritis y de la peri-
tonitis naturales tiene muchísimos puntos de contacto con la de estas
mismas enfermedades producidas por los venenos, de. suerte que, para
distinguir de casos , será casi siempre pobre recurso apelar á los vesti-
gios propios de esas lesiones. Sin embargo , por intensa que sea la flogo-
sis producida por los agentes morbosos ordinarios; por muchos que sean
los estragos orgánicos que su terminación funesta haya causado , si la
intoxicación ha sido por venenos cáusticos , siempre será fácil diferen-
ciar esos estragos; los de la gastritis , gastro-enteritis y peritonitis , que
( 1 ' Ansiada , loe. cit.
(J) The ti* de Massonts sobre la inflamación , citado por Anclada.
(3) Laisné.
(*) Tartra , citado por Anglada.
— 854 —
terminan por gangrena , jamás son los de los venenos cáusticos ; las cau-
terizaciones, escaras, corrosiones, encogimientos y manchas que los
cáusticos producen, son característicos de los mismos.
Donde es mas fácil la confusión , es en las intoxicaciones por venenos
inflamatorios, porque, como en las inflamaciones ordinarias, en estos
casos los desórdenes orgánicos , las alteraciones de tejido son también
efecto de modos patológicos, de las funciones vitales puestas en acción pa-
tológica ó morbosa. La diferencia está en el agente morbífico ; pero no
en sus efectos , ó sea las inflamaciones que unos y otros provocan , las
cuales , aunque no sean idénticas en naturaleza , aunque no se desarro-
llen en igualdad de impulso y de circunstancias, aunque se presten de
diverso modo á la acción de los agentes terapéuticos ; sin embargo , tie-
nen por su anatomía patológica tanto aire de fisonomía , que es delicado,
por solo las alteraciones orgánicas, pronunciarse, ya en favor de la into-
xicación, ya á favor de una flogosis ordinaria ó natural.
lié aquí la necesidad de apelar á algunos datos mas que á la sola au~
tópsia para poder dar declaraciones con acierto.
La intoxicación por venenos nervioso-inflamatorios se asemeja, bajo
ese punto de vista, á lo que acabo de mentar, en especial las que flogo-
sean las partes con las que se ponen en contacto. Si por lo que tienen de
neuróticos, ó por la posibilidad que hay en algunos de producir alteracio-
nes anatómico-patológicas en los centros cerebrales ó espinales, pueden
distinguirse un tanto de las dolencias ¡logísticas del tubo digestivo y pe-
ritoneo, por lo que tienen de inflamatorio son también susceptibles de
confusión con estas dolencias , tanto mas cuanto que no es raro ver á
estas complicadas con afecciones cerebrales simpáticas, por lo menos,
las que no, por ser simpáticas, dejan de poder presentar vestigios de in-
flamación ó de congestiones sanguíneas.
En la intoxicación narcótica, lo mismo que en la asfixiante, paralítica,
y hasta en la tetánica, hemos visto que no hay alteraciones anatómico-
patológicas , verdaderamente tales ; los órganos digestivos y abdominales
se hallan al estado normal ; en los centros nerviosos , en la" masa encefá-
lica , los vasos y membranas, no se encuentra nada característico, termi-
nante ni exclusivo. Los vestigios de una asfixia y alguno de inflamación
en la médula , es lo único que no es raro encontrar.
Si, pues, se duda que haya habido una enfermedad común, y se con-
funde con una producida por un narcótico ó un asfixiante; no teniendo
ni esa enfermedad ni esas intoxicaciones anatomía patológica peculiar,
por esta no ha de ser posible distinguirlas. Mas si la enfermedad común
tuviese esa anatomía particular, la negación de vestigios de ella en di-
chas intoxicaciones , podría servir de punto de diferencia. La negación
de alteraciones, cuando es característica, cuando es lo propio de una
intoxicación , es tan terminante como los caractéres positivos.
Entre las enfermedades capaces de confundirse por sus síntomas con
ciertas intoxicaciones, hemos colocado la triquinosis : pues bien; tam-
bién nos cumple decir dos palabras acerca de la anatomía patológica de
esta enfermedad , para diferenciarla , bajo este aspecto, de aquellas into-
xicaciones con las que pueda confundirse.
En el primer período, hay en la mucosa del tubo digestivo de los ata-
cados de triquinosis , una rubicundez mas ó menos viva , una exudación
seudo-membranosa y una hiperemia de intensidad varia del tejido celu-
lar subperitoneal. Esto es , por lo menos, lo que han ofrecido los anima'
- 855 -
Ies en quienes se han hecho experimentos , matándolos á los siete dias;
los individuos de la especie humana , por lo común , no mueren en ese
período, y por lo mismo no es tan conocido el estado de sus órganos en él.
Cuando mueren en el período tifóico, se encuentran infartos limitados,
de forma cónica, cuyo vértice se dirige á la base del pulmón ; las ramas
de la arteria pulmonal se hallan llenas de coágulos, lo cual ha hecho
pensar á Rupprecht el origen embólico de esta dolencia; hay focos de su-
puración en las mismas visceras , alteraciones en el tubo digestivo y cere-
bro, análogas á las de la fiebre tifoidea ; los músculos están como atrofia-
dos y llenos de parásitos, visibles al microscopio.
Aunque, pues, por las demás alteraciones pudieran confundirse con
otras intoxicaciones, inclusa la por sustancias alimenticias averiadas,
cuya anatomía patológica se distingue por el aspecto gangrenoso del tubo
digestivo, y los focos purulentos de las visceras parenquimatosas ; bas-
taría el resultado de la inspecion de las masas musculares , por medio
del microscopio.
De todo lo que precede se deduce lógicamente que , si bien es cierto
que hay varias enfermedades susceptibles de ser confundidas con una in-
toxicación por sus síntomas ; no lo son por su anatomía patológica , y
que si hay algunas de las mismas , cuyas alteraciones orgánicas ó de te-
jido son análogas ó parecidas á las que ciertos envenenamientos produ-
cen , hay entre aquellas y estas alteraciones suficientes caractéres dife-
renciales para poder distinguir unas de otras , sin exponerse á error
grave alguno.
§ III.— Del valor de los resultados de la autopsia tomados aisladamente y en relación con
los síntomas y análisis.
Las mismas doctrinas que hemos sostenido con respectó á los sínto-
mas , tenemos que sostener por lo que atañe á la autópsia. Generalmente
hablando, la anatomía patológica no bastará por sí sola para formar un
juicio, ni favorable ni contrario á la intoxicación, en especial en aquellos
casos en los que es posible confundirla con la de ciertas enfermedades,
ó por mejor decir, en los que no es fácil distinguirla de la de estas.
En efecto ; desde el momento en que resulta probado que hay ciertas
enfermedades, cuya terminación por la muerte ha dejado mas ó menos
vestigios de las mismas en los sólidos y líquidos del cadáver, capaces de
ser tenidos por los que deja el veneno cuando causa también la pérdida
del sugeto, no pueden esas alteraciones significar, ni la enfermedad, ni
la intoxicación , de un modo absoluto ó necesario, tanto menos cuanto
mas puntos tengan de semejanza ó analogía. Es evidente que la autópsia
sirve de un modo notable para confirmar é disipar las sospechas que los
síntomas y demás datos puedan haber inspirado por la concordancia ó
discordancia con que esos datos se encuentran con la alteración de los
órganos ; por esto está la autópsia incluida , y con muchísima razón y ló-
gica , entre los datos necesarios para declarar que ha habido ó no into-
xicación.
Mas esa utilidad , esa importancia no puede ser nunca absoluta ; la au-
tópsia por sí sola no puede ser elemento de convicción mas que en algu-
nos casos; por ejemplo, en la intoxicación por venenos cáusticos, por ser
las alteraciones que los cáusticos producen tan sumamente característi-
cas, que nada las produce sino ellos. Fuera de estos casos tan marcados,
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el valor de los resultados de la autópsia siempre es mayor que mirados
aisladamente , puestos en relación con los síntomas y las análisis quími-
cas. En sí mismas , las alteraciones de tejido son de significación muy
varía, vaga ó determinada , conforme sea su semejanza con las alteracio-
nes que otras enfermedades presentan. ¿Es mucha esta semejanza? ¿Sig-
nifican muy poco esas alteraciones en un sentido determinado? ¿La se-
mejanza es poca? ¿ Hay caracteres diferenciales? Entonces, si no llegan
ádar certeza por sí solas las alteraciones de tejido, dan probabilidad.
Quien tome estas consideraciones por guia , de seguro que colocará su
criterio y su convicción en el centro de la lógica.
La significación de la anatomía patológica sube de punto, cuando se en-
laza con la de los síntomas y los resultados de las operaciones analíticas.
¿Esa anatomía es la propia de la intoxicación por los inflamatorios , y el
cuadro de síntomas que se ha recogido le pertenece también? La luz con
que cada órden de datos ardia, recibe mas resplandor; ilagra, si es lícito
valernos de esta palabra é imágen , como un cuerpo en combustión, al
cual se arrojó otro eminentemente inflamable ; porque la autópsia revela
el verdadero carácter de los síntomas , así como los síntomas revelan el
verdadero sello de la autópsia. Hagamos más ; asociemos esa armonía,
esa concordancia que reina entre los síntomas y la autópsia á los resulta-
dos obtenidos por las análisis; estas nos dan un veneno irritante, el su-
blimado corrosivo, el amoníaco, las cantáridas, etc.; la luz que irradia
ese grupo de datos asociados es esplendida ; la evidencia del hecho res-
plandece como un sol. La convicción no puede ser mas profunda , ni
tener mas fundamentos.
A.1 contrario; suponed que la convicción había empezado á echar raí-
ces en un sentido determinado, en virtud del aparato sintomático. Se
había creído, por ejemplo, en una intoxicación por el bicloruro de mer-
curio; se abre el cadáver, y no se encuentra nada , ni en el estómago, ni
en el corazón ; al contrario, se encuentran vestigios de otra enfermedad
cualquiera ; de síntomas parecidos á los que la intoxicación por el subli-
mado desarrolla; las raíces de la convicción incipiente se van haciendo
superficiales ó mudan de dirección; la luz de los primeros datos se amor-
tigua en un sentido, al paso que se aviva en otro ; se procede á la análi-
sis, y los mejores procedimientos, el cuidado mas exquisito, la mayor
habilidad en las operaciones , lo mas sensible de los reactivos, no alcan-
zan á descubrir ni un átomo de preparado mercurial, ni en las materias
vomitadas , ni en los sólidos , ni en los líquidos del cuerpo creído enve-
nenado; la convicción se arraiga en un sentido del todo opuesto; la luz
del grupo de datos arde brillantemente , pero de otro modo, con otro
color.
Es tan clara, tan racional esta filosofía, que el recalcarla demasiado es
debilitarla. Concluyamos, pues, diciendo que el valor de los resultados
de la autópsia es relativo ; que por sí solos , por punto general , no dan
certeza ; que unidos con los demás la dan casi siempre, esforzando tanto
mas la prueba, cuanto mas en armonía están con los síntomas y los re-
sultados de las análisis químicas. Todo cuanto dijimos sobre los sínto-
mas, bajo este punto de vista, es aplicable á los resultados de la autóp-
sia, puesto que la apreciación de su valor debe hacerse según la misma
filosofía , según la misma lógica. Desde el momento en que establecemos
que en el conjunto de los tres órdenes de datos es lo que debe formar la
base del juicio; que toda convicción necesita , para ser sólida, la combi-
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nación de esos tres elementos, lo mismo debe ser fijar el valor absoluto
y relativo de un elemento que el del otro.
§ IV.— De los casos en que pueden fijarse las alteraciones de tejido que ha debido haber
á consecuencia de una intoxicación, aunque no se tenga noticia de ellas; en cuáles son nece-
sarias , y en cuáles se puede prescindir de ellas para dar un dictámen terminante.
No siempre se obtienen , en los casos de intoxicación , los datos rela-
tivos al segundo órden; no todos los intoxicados ameren ; muchos se sal-
van , ya con los recursos del arte , ya porque el veneno no hace mas que
trastornarles profundamente la salud; y en esos casos no hay que pensar
en la autópsia, sin que por eso deje de ser el caso una intoxicación, ó en-
venenamiento demostrable. Aunque muera el envenenado, tal vez la au-
tópsia no se ha practicado, ni antes de la inhumación, ni después de ella,
y por lo mismo se carece de toda noticia relativa á las alteraciones de
tejido que la intoxicación produjo. Semejante carencia de esta clase de
noticias se tiene en muchos casos de intoxicación criminal, cuando la
justicia no descubre el crimen sino después de mucho tiempo de perpe-
trado ; cuando se exhuman cadáveres de envenenados á los tres , cuatro
ó mas años de inhumación ; cuando la putrefacción ha borrado ya los
vestigios de las alteraciones patológicas ; cuando, en una palabra , la
anatómía cadavérica ha reemplazado la normal y la patológica.
En todos estos casos, según sean las noticias recogidas de los síntomas
y los resultados que la análisis química dé, será posible , y muy posible,
suponer, ó adivinar diremos mejor, las alteraciones de tejido que hubie-
ron de presentarse á causa de la intoxicación. La lógica que en estos ca-
sos nos guia es la misma , y tan fundada como la que nos ha guiado para
calcular los síntomas que debieron presentarse. Como estos, las altera-
ciones de tejido también son efectos necesarios de la acción de ciertos
agentes , de acciones , ya químicas , ya patológicas , y el organismo no
había de resistirse á presentar los resultados ordinarios de la acción de
esos agentes.
¿Qué importa que no hayamos visto el cadáver del envenenado por un
veneno cáustico? Si las noticias de su agonía prueban que hubo los sínto-
mas propios de esta intoxicación; si analizando lo que el envenenado ar-
rojó, ó sus restos después de mucho tiempo, la análisis da ese veneno, sin
poderle atribuir otro origen ó procedimiento que el crimen, ¿quién negará
á la aseveración de las alteraciones de tejido que ese veneno produjo, la
circunstancia de bien fundada y lógica? Hay de este hecho, no presen-
ciado casi , tanta certeza como si se tuviera á la vista.
Ocioso es decir, sin embargo, como lo hemos advertido por lo tocante
á los síntomas , que en muchos casos , si es posible , si es lógico de-
terminar el conjunto de alteraciones que debían presentarse , en otros es
mas difícil , y seria menos lógico fijar esas alteraciones, debiéndonos
contentar, en tales circunstancias, con decir el cuadro general de altera-
ciones propias de tal intoxicación , puesto que la no presencia del caso
le convierte , por lo tocante á la autópsia , de particular , en general.
Mas supongamos que no nos hallamos en ninguno de esos casos, que
tenemos el cadáver y que le practicamos la autópsia. Al abrir este cadá-
ver, prevenidos por los síntomas de la intoxicación , á cuya violencia su-
cumbió la víctima , nos inclinamos á creer en la existencia de un enve-
nenamiento por un veneno inflamatorio; y sin embargo, no hay en el
estómago vestigios de flogosis alguna ; pero encontramos pedacitos de
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arsénico ; las análisis de los sólidos y líquidos nos le dan también. ¿De
jarémos por esto de tener los datos necesarios para formar nuestra
convicción de que realmente ha habido envenenamiento? No por cierto.
Precisamente el arsénico es uno de esos venenos que, sujetos á variacio-
nes en sus resultados, tienen diversos cuadros, tanto sintomáticos como
anatómico-patológicos, y todos muy propios, muy suyos. No andan es-
casos en los autores los ejemplos de esta especie. Morgagni, Etmulero,
Chaussier, Orfila , Anglada, etc., han puesto fuera de duda esta verdad
con los hechos que han referido.
Etmulero refiere el caso de un jóven envenenado por el arsénico : en
su cadáver fue de todo punto imposible descubrir los mas ligeros vesti-
gios de inflamación, ni ae erosión en la primeras vías, á pesar de que se
encontró el veneno en el estómago.
Chaussier ha visto un hombre robusto , de mediana edad , el cual pe-
reció después de haber tomado gruesos fragmentos de ácido arsenioso.
No experimentó mas que unos cuantos síncopes , y abierto su cadáver,
no se encontró señal alguna de flogosis ni erosión en su canal diges-
tivo (*).
Missa, en 18 24 , comunicó á Orfila el hecho siguiente: un sugeto de
unos cuarenta y cinco años de edad , dominado por el delirio de una pa-
sión violenta, se bebió en un vaso de agua tres dracmas de ácido arse-
nioso. Hasta el medio dia no se manifestaron algunos desórdenes, á pesar
de que el veneno habia sido tomado á las ocho de la mañana: hubo ca-
lambres dolorosos, calor abrasador, sed ardiente, rostro alterado, cris-
pado, pulso pequeño , etc. A las cinco de la tarde pereció el enfermo,
habiendo adquirido los síntomas la mas espantosa intensidad. Abrióse el
cadáver, y todas las visceras abdominales se encontraban en su estado
natural : la mas minuciosa investigación no pudo descubrir en la mucosa
gastro intestinal ningún vestigio de inflamación, de rubicundez, ni alte-
ración de estructura, y sin embargo, se pudo recoger todavía grandes
porciones de ácido arsenioso en sustancia (2).
Leclerch ha visto perforado el estómago por el bicloruro de mercurio,
veneno que por lo común se limita á inflamar esta viscera.
Tartra refiere un caso en que el ácido nítrico produjo una coartación
del diámetro de una pluma de escribir en el intestino. En el mismo se lee
que el arsénico ha arrugado el estómago, enrojecido sus paredes y redu-
cido mucho su cavidad.
Keidius, Sprengel, Morgagni y otros han visto casos, en los que ha ha-
bido análoga diversidad en las alteraciones de tejido , producidas por los
venenos narcóticos , nervioso-inflamatorios, etc.
Los hechos que acabo de apuntar demuestran que es posible darse
casos , en los que la anatomía patológica no corresponda á la naturaleza
de los síntomas presentados por el sugeto, cuya autópsia se está haciendo
ó ha hecho , ni á la naturaleza ó clase de veneno que se le encuentra.
En tales casos creemos que no por eso se ha de negar la intoxicación;
que no es un obstáculo para ello la falta de ese órden de datos ó de las
alteraciones anatómico-patológicas ; y hé aquí las razones en que nos
fundamos.
No es raro que, después de la muerte, practicada sobre todo la au-
Morga^ni; obra citada tomo
Utado por Orfila
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tópsia después de veinte y cuatro horas, ó mas de ella, deje de haber
vestigios de flogosis en los tejidos no declives ; que los tejidos están p -
lidos y hasta como exangües. Ya en mi Tratado de Medicina legal he tocado
ese punto importantísimo, al hablar de las inhumaciones ó de los vestigios
relativos al modo de morir, y al modo de diferenciar los fenómenos pa-
tológicos de los cadavéricos; y aquí conviene que lo recuerde.
Recobrado, después de la muerte , todo el imperio de las leyes físicas
sobre el cuerpo humano ; modificadas las circunstancias , á cuyo influjo
esas leyes daban otros resultados, los líquidos obedecen las de la pesa-
dez, va no contrariada por las condiciones de la vida, y por lo mismo la
sangre acumulada en un órgano, á consecuencia de la flogosis ó conges-
tión flogística , puede desaparecer de las partes superiores, ó no decli-
ves , v dejarlas pálidas , para irse á reunir ó colegirse con las inferiores,
con lo cual aquellas pueden presentarse con el aspecto normal. La flogo-
sis ó congestión , en tales casos , no debe deducirse del estado en que se
hallan las partes culminantes ó superiores , sino de la mayor cantidad
de sangre que se encuentra en las declives.
Este fenómeno cadavérico , como se concibe , ha de ser tanto mas fá-
cil y notable, cuanto menos intensa, profunda, íntima y prolongada haya
sido la hiperemia, la invección, el acúmulo de sangre en un tejido ; su
curso, buscando el centro de gravedad , después de la muerte ha de ser
mas expedito que en las condiciones opuestas.
Sentado esto, pasemos á otra consideración muy relacionada con esos
hechos.
Los venenos inflamatorios , al desplegar su acción química sobre los
elementos de los tejidos , con los cuales se ponen en contacto , no desen-
vuelven esos efectos fisiológicos, que se hacen síntomas, durante la vida
del sugeto, y luego alteraciones anatómico-patológicas permanentes, des-
pués de la muerte, sino después de ejercer esa acción química; después
de producir los efectos químicos, y si los hay que formen coágulos ó
compuestos insolubles con los elementos protéicos de los tejidos intesti-
nales , los hay también que no hacen nada de eso , siendo fácilmente ab-
sorbibles por lo mismo.
Según cual sea su modo de obrar, la acción flogística local será mas ó
menos intensa , é independientemente de esas diferencias, necesitará mas
ó menos tiempo para desplegarse ; no será instantánea como efecto fisio-
lógico; el estímulo llama el aflujo, y este necesita un tiempo mas ó menos
rápido: loque los patólogos llaman reacción no se presenta en el acto; va
viniendo á medida que el tiempo trascurre.
Si el sugeto no muere pronto, las condiciones de la vida hacen que esa
reacción se efectúe con todas sus consecuencias: á la irritación sucede la
inflamación cada vez mas intensa, la sangre acude, los tejidos se ponen
tumefactos, inyectados, etc., etc., y si la vida sigue, podrá haber el re-
b andecmuento ó endurecimiento, la supuración, las exudaciones, la gan-
grena , etc., etc. 1
? as Sl eI sugeto muere pronto, no hay tiempo para la presentación de
enómenos patológicos que le necesitan; la reacción no puede
. .as sus rases, la inflamación apenas puede iniciarse ; porque la
v nol'r, iViei.lei^ ,P°ner Ormino á la evolución sucesiva de sus fenómenos
c ?s ’ t e lü cual se i sigue que, siquiera se hava aplicado á un tejido
n-orip ma Uaa sustanc.ia irritante inflamatoria , siquiera esta haya desple-
g i su acción química, y en su consecuencia se haya constituido en
- 860 -
estímulo para un aflujo, para un llamamiento de sangre hacia ese punto
y provocar en él un movimiento flogístico, si la muerte ha sobrevenido*
antes que ese movimiento haya recorrido todas sus fases ; natural y
gico es que el tejido, después de la muerte, no presente los caracteres
propios de la anatomía patológica de la inflamación , como es lógico y
natural que tampoco haya presentado todos los síntomas de la misma.
Una flógosis natural debida á las causas comunes, desplega sucesiva-
mente todos los síntomas que le son propios , y si hace sucumbir al su-
geto, deja en los tejidos todas sus huellas; porque, como es ella la causa
de la muerte, ha dado tiempo para recorrer todas sus fases, y estampar,
tanto en el cuadro sintomático, como en los tejidos que mortifica, su
sello propio.
Una flógosis tóxica no siempre produce lo mismo; si es ella la que
mala, sí; lo producirá sin duda bajo esle punto de vista, será igual ó
análoga á la flógosis natural.
Mas si el veneno no mata por la inflamación que produzca en el estó-
mago é intestinos; si mata por su paso á la masa de la sangre, imposibi-
litándole sus funciones, y esto se verifica en pocos momentos y antes que
la flogosis local haya tenido tiempo de recorrer sus períodos, ¿quién ha
de admirarse que luego los tejidos no presenten los caractéres propios de
la anatomía patológica de la inflamación?
¿Qué sucede en una herida? ¿Muere el sugeto en el acto ó poco tiempo
después? No hay tiempo para que venga la reacción y se efectúen en la
solución de continuidad los fenómenos propios de la inflamación trau-
mática. ¿Vive el herido algunos dias? Entonces se van presentando esos
fenómenos. Pues otro tanto sucede en las inflamaciones tóxicas.
Ahora bien; el arsénico es uno de los cuerpos que mas pueden producir
ese fenómeno. A su acción local se deben los síntomas de irritación é in-
flamación que produce los dolores, los vómitos, los despeños; pero es
fácilmente absorbido, y mientras la acción local de la porción que se
combina con los elementos plásticos de la mucosa, se constituye estí-
mulo y llamador de un aflujo sanguíneo hácia ese tejido ; mientras viene
la reacción y se apercibe la flógosis á desplegar sus períodos ; otra por-
ción ha pasado á la masa de la sangre; le ha quitado sus propiedades
fisiológicas; la hematosis y las demás funciones quedan mortalmente he-
ridas; la vida no se puede sostener; el sugeto muere, y la muerte suspende
todo movimiento funcional, y como quiera que la evolución flogística pro-
vocada localmente por el veneno es funcional también, aunque patoló-
gica, ha tenido que suspenderse; el tejido pues no puede presentar mas
en tal caso que un principio de aflujo , y tal vez ni esto.
Si luego trascurren horas después de la muerte, y la sangre va bus-
cando los puntos declives, esa poca hiperemia, esa poca congestión que
empezaba á formarse , acaba de desaparecer por lo que hemos dicho an-
tes, y el punto que empezó á flogosearse se presenta pálido, sin inyección
ni nada que se le parezca.
Hé aquí una explicación natural de esos hechos que parecen tan ex-
cepcionales, tan contrarios á las ideas recibidas. Excepcionales lo son,
en efecto ; por lo común las cosas no pasan como las han observado los
autores citados, en especial cuando el arsénico no mata rápidamente.
Cuanto mas tarda en matar, mas pronunciados son los síntomas flogísti-
cos , y mas notorios los vestigios de inflamación en los tejidos , lo cual
está conforme con nuestra teoría.
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los autores se han fijado poco en esa consideración; han confundido
lastimosamente la marcha de las inflamaciones naturales con la de las
tóxicas, sin hacerse cargo que estas no siempre matan al envenenado;
que quien le causa la muerte es el veneno introducido en la masa de la
sangre, acabando con la vida, antes que las inflamaciones tóxicas hayan
podido recorrer todos sus períodos; mientras que las naturales los re-
corren todos hácia la resolución, cuando el sugeto se salva, y hácia la
gangrena ú otras terminaciones análogas, cuando el sugeto sucumbe á la
intensidad de esos efectos.
Ese es el error grave de la escuela italiana , que ha inventado la clase
de venenos hipostenizantes , incluyendo en ellos los inflamatorios; ese es
el error grave de M. Tardieu , que tiene por tales el arsénico, las sales
de mercurio , plomo, etc. , porque no ve en ciertos casos todos los sín-
tomas pertenecientes á las evoluciones de una inflamación natural , ni to-
das las alteraciones anatómicas de la misma en un caso de intoxicación
en el cual, por la rapidez con que el veneno mata, y por la imposibilidad
en que coloca á la economía, la sangre y los tejidos, de seguir todos los
períodos de una flógosis, les niega el carácter inflamatorio.
En todos esos casos, por lo tanto, la falta de alteraciones anatómico -
patológicas propias de las inflamaciones ordinarias, tan diferentes de las
tóxicas , no ha de ser un obstáculo para afirmar la intoxicación.
Por último, es menester tener presente que la anatomía patológica de
la intoxicación no consiste siempre en presentar alteraciones visibles de
los tejidos, á la manera de la mayor parte de agentes comunes.
Siendo la acción de los venenos química ó atomística, se concibe cómo
pueden alterar la textura anatómica de los tejidos, sin afectar esa altera-
ción los sentidos del perito, por lo menos á simple vista. Mas si se apela
al microscopio, si se examinan en él esos tejidos, raro ha de ser el caso
en el que no se observe esa alteración.
Hasta aquí los peritos habian creído que , en los casos de envenena-
miento, las huellas del veneno en los órganos y tejidos habian de ser in-
yecciones, hiperemias, engrosamientos, escaras, reblandecimientos, ul-
ceraciones, perforaciones, etc., porque creían que su modo de alterar
las condiciones anatómicas de un órgano ó un tejido era igual á la de los
demás agentes , y en especial los traumáticos. Mas desde la aplicación
del microscopio á la anatomía y patología, y á la misma toxicología,
desde el estudio de la estequiología, de ios elementos anatómicos é histo-
lógicos de los tejidos en el campo de ese instrumento , la anatomía pato-
lógica ha ensanchado sus dominios , y mas allá de donde se detiene la
vista natural, hay todavía alteraciones anatómicas que poder observar, al
través de los oculares y objetivos del microscopio.
No debemos, pues, detenernos en la superficie de ios órganos y teji-
dos; hay que profundizar más; no debemos limitarnos á mirar la cara
interna del estómago é intestinos ; es necesario ver la íntima textura de
esos y otros órganos, y de la sangre misma, porque la acción atomís-
tica, la acción química del veneno ha ido á atacar los elementos histoló-
gicos, los principios inmediatos de estos, y, por lo tanto, pueden presen-
tar alteraciones notables y altamente características, ya que no á simple
vista , auxiliándonos con las lentes microscópicas.
Los glóbulos de la sangre, las fibras musculares, los canalículos ner-
viosos, la extructura de las glándulas, las celdillas de los epitelios, etc.,
pueden sufrir modificaciones profundas, á consecuencia de ¡a acción de
jas sustancias venenosas que se derraman absorbidas por toda la organi-
zación, contrayendo combinaciones con los principios inmediatos de la
sangre y los tejidos.
Véase lo que la ciencia ha conseguido ya por esa vía, respecto de la ac-
ción del fósforo ó de los preparados fosfóricos. La esteatosis , la degene-
ración grasienta de ciertos tejidos es una conquista moderna que puede
considerarse como la precursora de otras, y que ha de confirmar más y
más que la anatomía patológica propia de los venenos no debe mirarse
exclusivamente como la de las enfermedades comunes.
No es, pues, un obstáculo para afirmar la intoxicación en ciertos ca-
sos la falta superficial de alteraciones anatómicas, siempre que podamos
explicarla por alguna de las razones que acabo de exponer.
Tampoco lo ha de ser, cuando sea propio de la intoxicación particular
del caso no tener anatomía patológica visible.
Hemos consignado que hay, en efecto , intoxicaciones en las que los
órganos, tanto digestivos ó abdominales como de otras cavidades , se en-
cuentran al estado normal. La narcótica , la asfixiante tetánica y paralí-
tica se hallan en este caso. Pues bien : en estas ocasiones , la falta de al-
teraciones anatómicas, lejos de ser un obstáculo para afirmar la intoxi-
cación , es un argumento de hecho mas á favor de ella ; porque precisa-
mente es su carácter no presentar nada. Aquí esta negación equivale á
una presentación de alteraciones. Ella se armoniza perfectamente con los
demás datos; y si además del hecho nos remontamos á su explicación,
comprenderémos que así debe ser, porque los alcaloideos que producen
esas intoxicaciones obran sobre la sangre modificando sus propiedades,
y lógico es que no alteren visiblemente los tejidos del tubo digestivo,
como los elementos químicos que se combinan con su albúmina y fibri-
na , y les irritan las celdillas nerviosas periféricas.
Mas si el caso en cuestión pertenece á una intoxicación que tenga ana-
tomía patológica muy notable y caracterizada , y el cadáver def sugeto
ha sido inspeccionado á su debido tiempo , antes que la putrefacción mas
ó menos avanzada haya podido alterar el estado de los órganos producido
por el veneno, y han practicado la autópsia profesores 'inteligentes , de
esos que no confunden los fenómenos cadavéricos con los patológicos , ya
naturales, ya tóxicos; y á pesar de todo eso, tales profesores declaran
lealmente que no han vistoseniejant.es alteraciones, que los órganos se
hallaban ai estado normal ó con vestigios propios de esta ó aquella enfer-
medad común ; entonces esa falta de anatomía patológica; la falta de
este órden de datos es un impedimento invencible para afirmar la intoxi-
cación, siquiera haya habido síntomas propios de ella, y las análisis quí-
micas acusen la presencia del veneno. Ese órden de dalos no puede fal-
tar en tales casos si la intoxicación existe ; y puesto que faltan , no se
puede, en buena lógica, afirmar el envenenamiento, y habrá que buscar
otra explicación á esos síntomas y á la presencia del veneno.
Por lo tanto, resulta de cuanto va dicho, que habrá intoxicaciones en
las cuales, aun cuando no tengamos noticias de los resultados de la au-
tópsia ó de las alteraciones de tejido que el veneno produjo, podrémos
establecer que las hubo, por ejemplo, en las intoxicaciones por los ve-
nenos cáusticos; que en otros casos de efectos mas variables podrémos
conjeturar que se presentaría el cuadro general de alteraciones propias
de esta ó aquella intoxicación , y con tanta mas probabilidad , cuanto
menos vario sea en su modo de obrar y sus resultados el veneno que
- m -
haya causado la intoxicación ; que en otros podrá explicarse la falta por
el modo de obrar del veneno, que no habrá dado tiempo para la presen-
tación de las alteraciones; que en otros es propio de la intoxicación no
presentar alteraciones anatómico-patológicas , siendo esto tan caracterís-
tico, como en otros casos su presencia ; y que, en fin, será un obstáculo
absoluto para afirmar la intoxicación , la falta de esos caractéres ó datos
anatómicos, si la intoxicación los tiene, si se ha practicado la autópsia
á su debido tiempo por profesores inteligentes , y estos afirman lealmente
que no han observado tales alteraciones.
ARTÍCULO 111.
DEL VALOR DE LOS RESULTADOS OBTENIDOS CON LAS ANÁLISIS QUÍMICAS EN LOS
CASOS DE INTOXICACION.
El valor de los resultados que las análisis químicas nos suministran
debe apreciarse, adoptando el mismo método, ó marcha que venimos si-
guiendo respecto de los síntomas y autópsia, si bien modificando un tanto
los dos primeros puntos.
Así como, respecto de los síntomas y resultados de la autópsia, el pri-
mer punto se ha reducido á establecer que no debemos buscar en un caso
de intoxicación , absolutamente todos los que figuran en las obras de los
autores, sino los indispensables, esenciales y suficientes, y el segundo á
indicar las enfermedades de aparato sintomático capaz de contundirse al
primer ímpetu con un envenenamiento; respecto de los resultados analí-
tico-químicos debemos, como primer punto, no solo fijarnos en los carac-
téres químicos que constituyen la significación de esos resultados, su re-
presentación actual , su número y condiciones, sino tratar importantes
cuestiones á ellos anejas , como determinar si basta hacer constar esos
caractéres químicos , ó si es necesaria la obtención del veneno en sustan-
cia, y si la cantidad obtenida puede ser la representante de la que ha to
mado el sugeto, ó si por ella puede deducirse que ha tomado la que es
capaz de producir la intoxicación, y en cuanto al segundo punto, si ade-
más de la intoxicación , ó de una mano criminal , hay otros orígenes ó
procedencias del veneno, que expliquen naturalmente la presencia de este
en las materias analizadas!
fin cuanto á los otros dos puntos, no hay diferencia alguna; también
estudiarémos el valor que tienen los resultados químicos, mirados en sí,
y con relación á los síntomas y autópsia , y en qué casos son necesarios
esos resultados, y en cuáles puede prescindirse de ellos , sin que por eso
dejen de ser lógicas las consecuencias á favor del envenenamiento.
De este modo estudiarémos el valor lógico de los resultados analítico-
químicos con igual fruto que el de los dos órdenes de datos anteriores.
S t* Del modo como debemos considerar los signos representativos de la existencia
del veneno, obtenidos por medio de las análisis químicas.
Considero esta cuestión como de las mas importantes de la filosotía to-
xicológica, por cuanto es la base de todas las reflexiones que tenemos
que hacer sobre las análisis químicas, como otra de las pruebas pericia-
les de un envenenamiento. Una idea clara sobre todos los puntos, de que
en este párrafo vamos á tratar, nos ha de ahorrar disputas sofísticas en
— 864 -
ja práctica, y ha de disipar errores graves y trascendentales que se des-
lizan con la mayor facilidad , embrollando las cuestiones de un modo la-
mentable.
Yo he visto ya en mi práctica , y muy al principio de ella , los efectos
de la falta de filosofía, relativa á los signos representativos de la pre-
sencia del veneno en las materias procedentes de un sugeto envenenado,
sometidas á las análisis químicas; he presenciado discusiones acaloradas
sobre si habia ó no de haberse encontrado el veneno en sustancia para
poder afirmar que habia envenenamiento, si habia de haber dado la aná-
lisis este ó aquel efecto, etc., y en todas esas discusiones no veia mas que
un completo olvido de la verdadera significación que debe darse á los
hechos químicos, en esa clase de actuaciones periciales.
Por eso he modificado ese primer punto, no contentándome con pre-
sentarle tan sencillamente como en los párrafos destinados á los sínto-
mas y autópsia ; no basta , en efecto, establecer si hemos de buscar todas
las reacciones de que es susceptible un veneno , ó si son suficientes los
que le caracterizan.
Sin que deje de ser importante este punto de doctrina, no agitado por
los autores, hay otros, sin salimos de ese párrafo, de tanto ó mayor inte-
rés y que es necesario agitar, antes de pasar á estudiar el valor lógico de
los resultados analítico-químicos bajo los demás aspectos.
Para comprenderlos todos metódicamente y agitarlos más ó menos,
según su importancia respectiva, voy á formularlos de la manera si-
guiente :
1. ° ¿Qué debe entenderse por caractéres químicos?
2. ° ¿Deberemos, en un caso práctico, apurar todas las reacciones quí-
micas de que sea susceptible una sustancia, ó bastarán las que la deter-
minen?
3. ° Los caractéres químicos señalados como especiales y distintivos de
un veneno, en el estado actual de la ciencia , ¿son una base sólida para
afirmar la existencia de ese veneno?
4. ° Para afirmar la presencia de un veneno, ¿bastan los caractéres quí-
micos ó reacciones con que se determina, ó es necesario obtenerle en
sustancia?
6.° La cantidad de veneno obtenida por las análisis químicas ¿puede
servir de guia para determinar la que tomó el sugeto envenenado y si esta
fué á dósis tóxica?
Hé aquí los importantes puntos que debemos ventilar en este párrafo,
antes de pasar á estudiar los resultados de las análisis químicas, bajo los
demás aspectos. Así, todo lo que en estos digamos , tendrá una significa-
ción fija ; sabremos á qué aludimos, cuando hablemos del valor lógico de
dichos resultados.
Veamos, pues , por partes y por el mismo orden que acabamos de indi-
carlo, qué es lo que podemos establecer, como mas fundado, respecto
de cada una de esas cuestiones.
Cuestión 1.a — ¿Qué debemos entender por caractéres químicos de los venenos ? —
Cuando hemos tratado de los reactivos, hemos hablado ya de sus carac-
téres; hemos dicho que se manifiestan sus reacciones, tan pronto por
precipitados de este ó aquel color, tan pronto por enturbiamientos; ya
con simples coloraciones, ya con efervescencia, desprendimiento de va-
pores ; esto es , con una porción de fenómenos físicos, que manifiestan
mudanzas introducidas por la acción química de un cuerpo sobre otro.
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Pues esas reacciones, esas mudanzas, constituyen los caracteres quími-
cos de los venenos ; por ellas venimos en conocimiento de la sustancia
venenosa; por ellas la distinguimos de todas las demás, en términos que
bien podemos entender por caractéres químicos de un veneno , todos aquellos
fenómenos sensibles que sobrevienen en él, bajo la acción química de uno
ó mas cuerpos que sobre él obren.
Es un carácter químico del ácido carbónico precipitar en blanco por el
agua de cal ; es un carácter químico del acetato de plomo precipitar en
negro por el ácido sulfhídrico ; es un carácter químico de una sal de co-
bre la coloración azul que da , tratada con el amoníaco ; es un carácter
químico del amoníaco no enturbiar las disoluciones de barita ; es un ca-
rácter químico del ácido nítrico hacer efervescencia con las limaduras
de cobre y dar vapores rutilantes ó de un color rojo anaranjado; es un
carácter químico de un acetato dar olor de vinagre tratado con un ácido
mas fuerte; lo es del ácido sulfúrico aumentar la temperatura del agua
que le diluye , etc. Cada uno de estos caractéres es bien diferente por
cierto, y cada uno tiene su significación tan abonada como cualquiera de
las demás; tanto significa un precipitado, como una coloración, como
una efervescencia , como un olor, siempre que este olor, esta efervescen-
cia y esta coloración singularice el cuerpo , no se encuentre en ciertas
circunstancias mas que en él.
Todos esos fenómenos físicos, accesibles á los sentidos, se deben á la
reacción química ejercida entre dos, ó mas cuerpos, puestos en esfera de
actividad recíproca y en las condiciones necesarias para que la desple-
guen. Se deben, pues, á su naturaleza, á su constitución particular, á los
principios elementales de que se componen , á la materia ó sustancia que
los constituye , esto es á su esencia. Son por lo tanto esas reacciones, y
los fenómenos físicos, á que dan lugar y por los cuales se revelan, verda-
deros signos representativos de la existencia de esos cuerpos. Donde
quiera que se vean esos fenómenos, allí está el cuerpo.
No olvidemos esta verdad. Es la base fundamental de la significación
lógica de las análisis químicas.
Cuestión 2.a — ¿Deberemos, en un caso práctico, apurar (odas las reacciones
químicas de que sea susceptible una sustancia, ó bastarán las que la determinen'.'
—Dicen los autores , que cuantos mas caractéres químicos tenga una sus-
tancia venenosa, tanto mas fácil será reconocerla. Sin embargo, hay que
explicar esta proposición. Si ese mayor número de caractéres químicos es
de los que la distinguen de los demás venenos, nada mas cierto; cinco ó
seis caractéres exclusivos dan tal fisonomía á un cuerpo, que se tiene evi-
dencia de él. Mas si esa multitud de caractéres químicos que posee un
veneno , la tiene también en igualdad de circunstancias con otros cuer-
pos, ó bien otros cuerpos los ofrecen igualmente, semejante copia de ca-
ractéres, en vez de distinguirle le confundirá con otros, tanto mas cuanto
mas de ellos tenga.
El sublimado corrosivo, por ejemplo, tiene muchos caractéres quí-
micos; es soluble, enrojece la tintura de tornasol, frotada una plancha
de cobre con él, ó echando una gota de una disolución de bicloruro,
la plancha se cubre de una capa metálica argentina; calentado con
flujo negro da mercurio metálico; una gota de una disolución concen-
trada produce una mancha en una plancha de cobre ; el nitrato de plata
la precipita en blanco soluble en amoníaco ; el cianuro férrico de po-
tasio, el protocloruro de estaño y el amoníaco, también la precipitan
To SICOLOGÍA. — 55
— 866 —
en blanco; en blanco, amarillo, rojo y al fin negro, el sulfhídrico y los
«ulfuros alcalinos ; en rojo de ladrillo, el agua de cal y el carbonato de
potasa; en amarillo, la potasa. Hé aquí una infinidad de caractéres quí-
micos r’pues bien; los más, antes sirven para confusión que para otra
cosa, porque también los ofrecen otros cuerpos; vale mas la reacción que
se obtiene con el flujo negro y en la plancha de cobre y el ácido sulfhí-
drico que todas las demás, puesto que dichas reacciones le dan caracté-
res que no es posible confundir con ningún otro; pues si el mercurio
metálico también se obtiene con las protosales de mercurio, unido este
carácter ai del ácido sulfhídrico, que es propio del bicloruro, se hace ex-
clusivo.
De estas reflexiones se deduce una doctrina muy parecida á la que te-
nemos adoptada para justipreciar los tres órdenes de datos necesarios en
toda declaración de envenenamiento, á saber : que si hay algunos carac
téres químicos, los cuales por sí solos dan certeza de la existencia de una
sustancia, hay otros muchos que no singularizan, que no caracterizan
un veneno, sino en cuanto revelan su existencia en determinadas circuns-
tancias ; precipitar en negro , por ejemplo , el bicloruro de mercurio bajo
la acción del ácido sulfhídrico, no es carácter químico diferencial mas
que con respecto á ciertos cuerpos que no dan con este reactivo seme-
jante precipitado; el enrojecer el papel de tornasol no es tampoco carác-
ter diferencial, sino de los demás preparados mercuriales que no tengan
esta propiedad ácida; mas, tanto el precipitar en negro, pasando antes por
otros colores, como enrojecer el papel azul de tornasol , que tomado ais
ladamente significará poco, unidos á dar mercurio metálico con el flujo
negro, ó calentando la plancha de cobre, con la cual se haya frotado el
bicloruro de mercurio , tienen una significación exclusiva ; solo el biclo-
ruro es el que presenta ese conjunto de caractéres.
La misma doctrina que hemos sostenido , respecto de los síntomas y
datos autópsicos, debemos sostener, respecto de los caractéres químicos.
Así como hemos dicho que no hay que buscar en un caso dado y parti-
cular todos los síntomas que consignan los autores en un cuadro relativo
á este ó aquel veneno, ni todas las alteraciones anatómico-patológicas
que le corresponden , bastando que haya los esenciales , los mas carac-
terísticos; así tampoco tenemos que reunir todos los caractéres quími-
cos de un veneno, bastando los que le individualicen.
Ya llevamos dicho , al comentar la regla séptima, relativa al manejo
de los reactivos, y al hacer el juicio crítico de los que se consideran como
mas eficaces para revelar los alcaloideos , que no debemos apurar las
reacciones químicas de un veneno; que el lujo de reacciones es mas per-
judicial que útil, y que para asegurar la existencia de un cuerpo no hace
falta mas que cierto número de reacciones, las que le individualicen por
ser solo propias de él, ya que no en absoluto, de un modo relativo.
Pues esta misma doctrina debemos sostener aquí. Desde el momento
que un cuerpo está caracterizado, suficientemente distinguido de lodos
los demás , todo lo que se haga, después de e^o, sobra ; no hace falta para
una conclusión lógica.
Si empleando, en las condiciones debidas , un reactivo que caracteriza
el grupo á que pertenece el cuerpo, ese grupo se revela ; si luego em-
pleamos el que revela la división , ó nos fijamos en el carácter que la de-
termina, y si, por último, apelamos al que separa un cuerpo délos demás
de la división ; ese cuerpo queda completamente determinado ; los cor-
- 867 -
roborantes darán mas fuerza en verdad a! hecho; pero no por eso será
menos cierto que ese cuerpo existe; sin esos corroborantes, quedará pro-
bada su existencia.
Si yo veo que, tratada una disolución de nitrato de plata, por ejemplo,
con ácido clorhídrico , precipita en blanco ; si tomo otra porción de la
misma y la trato con ácido nítrico para acidularla , y no precipitando, la
trato con ácido sulfhídrico y precipita en negro ; ya puedo afirmar con
toda seguridad que ese cuerpo pertenece al cuarto grupo , que no es
ninguno del primero, segundo, ni tercero.
Puedo además asegurar, visto el precipitado por el ácido clorhídrico,
que ese cuerpo pertenece á la segunda división de las cinco que tiene el
grupo; que ha de ser forzosamente plata, plomo ó una sal mercuriosa,
puesto que son las únicas de todas las comprendidas en los cuatro gru-
pos, que precipitan por el ácido clorhídrico; y para determinar á punto
fijo cuál de los tres es, no necesito mas que tratar ese precipitado con
amoníaco , y ver si se redisuelve ; en cuyo caso , ya no debo vacilar en
afirmar que es plata, puesto que el plomo no se redisuelve, quedándose
blanco, del mismo modo que antes de tratarle con amoníaco, y que la
sal mercuriosa sobre no redisolverse , vuelve negro el precipitado.
¿Para qué necesito apelar á mas reacciones? ¿ Hay algún cuerpo que
reúna esos caractéres? No. Pues si no le hay, la presencia de esos ca-
racteres basta para afirmar la existencia de la plata en el primer caso;
del plomo en el segundo, y de la sal mercuriosa en el tercero. Los corro-
borantes, si son comunes á otros cuerpos, mas sirven para embrollar
que para aclarar la cuestión. Solo siendo exclusivos, es como podrán aña-
dir fuerza á la prueba.
Sin embargo, eso no quiere decir que los reactivos corroborantes no
tengan su utilidad ; la tienen, y en ciertos casos acaban de asegurar la base
en que nos fundamos para afirmar la existencia de un veneno. Si esos
corroborantes no son comunes á otras sustancias, la individualizan más,
dan mas extensión á la prueba , vuelven menos posible la confusión con
otro cuerpo , y hasta hacen menos válido el argumento sofístico, fundado
en las contingencias del porvenir, ó de nuevos descubrimientos que in-
validen la fuerza lógica dada á los caractéres químicos; puesto que na de
ser tanto mas difícil hallar un cuerpo que reúna los caractéres químicos
de otro , cuantos mas sean estos.
No rechazo, pues , ni debemos rechazar los corroborantes por inúti-
les; no es este mi pensamiento; solo quiero decir que no hacen falta para
afirmar una intoxicación , desde el momento que tenemos reunidos bas-
tantes caractéres químicos para determinar un cuerpo.
En los casos dudosos , cuando los caractéres químicos conocidos para
revelar una sustancia no sean muy terminantes; los caractéres que cor-
roboren un cuerpo , son de mas utilidad , y no solo debemos apelar en
esos casos á la química, sino á sus auxiliares; los caractéres físicos de-
ben ser añadidos á la prueba; el microscopio debe servirnos de compro-
bación, si él puede ensanchar el cuadro de datos; con él verémos por-
menores en las formas cristalinas ó amorfas de los precipitados que aca-
barán de darnos seguridad ; con él acaso suplamos la falta de datos quí-
micos suficientes, ó podamos apreciarlos en cantidades de sustancias mas
escasas.
Con eso acabaremos de destruir el razonamiento sofístico de aquellos
que no quieren dar valor significativo terminante á los caractéres quími-
- m -
>
eos, diciendo que podrán descubrirse nuevos cuerpos que los tengan.
/Tendrán también los microscópicos?
De todos modos es necesario que los caracteres químicos no sean du-
dosos, que sean terminantes, y que no nos paguemos de aproximaciones,
dándoles el mismo valor. Ello es verdad que, influyendo á veces la canti-
dad en los caracteres , podrémos tomar como precipitado un enturbia-
miento; y como color negro, por ejemplo, el oscuro que toma un licor.
El no formar poso en el primer caso , y el color pardo en el segundo,
dependen de la poca cantidad de sustancia que hay ; si en esos casos se
concentra el licor; si se evapora el agua ó el disolvente que sea, se verá
cómo el precipitado aparece y cómo aparece el color negro, á medida
que los átomos del cuerpo se vayan acercando.
Sin embargo, guardémonos, en esos casos, de afirmar con tanta segu-
ridad , como cuando los precipitados son abundantes y las coloraciones
decididas. En esos casos será cuando neccsitarémos mas el auxilio de los
co' roborantes , no solo químicos, sino físicos y microscópicos.
Cuestión 3.a — Los caractéres químicos señalados como especiales y distintivos
de un veneno en el estado actual de la ciencia ¿ son una base sólida para afirmar la
existencia de ese veneno ? — Hay ciertos profesores que, cuando se les pre-
senta como comprobación de la existencia de un veneno, en una sustancia
analizada, tal ó cual carácter químico particular, rechazan esta prueba
diciendo, que no sabemos si mañana se descubrirá otro cuerpo que nos
dé también esta reacción, k algunos de nuestros comprofesores les hemos
oido decir muy seriamente esto , con motivo de la reacción dada sobre la
morfina por el ácido nítrico. Si esta lógica valiera, iríamos á parar á un
pirronismo absoluto. Las análisis químicas serian de todo punto infruc-
tuosas; el descubrimiento de un cuerpo por medio de ellas no seria posi-
ble, porque, á pesar de que ciertas reacciones particulares le revelasen,
siempre podríamos decir, no es cierto que tal cuerpo exista, porque le
descubran ciertas reacciones, pues no sabemos si pertenecen estas reac-
ciones á otros cuerpos, que no se han descubierto todavía. La misma ló-
gica podria conducirnos á negar lodo diagnóstico fundado en síntomas
patognomónicos , toda herida mortal de necesidad y á afirmar que el
hombre puede vivir quinientos años, porque, en efecto, nadie puede ase-
gurar que un síntoma patognomónico de una enfermedad conocida no
lo sea de otra que todavía no se ha manifestado ; que la herida del cora-
zón sea en alguno compatible con la vida, y que así como han vivido
sugetos á los ciento ocho ó más años, vivan á los ciento quince, ciento
treinta ó doscientos.
Lástima da perder tiempo en rebatir esta manera de raciocinar tan so-
fística ; nadie que trate la ciencia con alguna formalidad puede apelar á
semejantes argumentos , solo propios de un alumno que se ejercite en la
gimnástica dialéctica.
Pero aun haciendo á los que tan puerilmente discurran todas las con-
cesiones que quieran en este sentido, puede darse lo que pretenden.
Convengamos en que, por lo tocante á caractéres químicos de las sustan-
cias orgánicas (en punto á inorgánicas tal vez no hay tanto que descu-
brir) , los ulteriores descubrimientos nos revelen reacciones, que ahora
pasan por exclusivas de ciertos cuerpos; ¿habrá el conjunto de circuns-
tancias necesario para poder confundir los dos cuerpos? Caracterizando
cf®,rP° una unidad complexa de propiedades , ¿dónde está la posi-
Ditiaaa de que esa unidad sea idéntica entre dos cuerpos? Esta posiiwli-
- 869 —
dad no será un absurdo; la imaginación la puede crear; pero la natura-
leza no está siempre para realizar todas las combinaciones de nuestra
fantasía , hasta las que nada tienen de absurdo.
Si los dos cuerpos se semejan en estado, no se semejarán en solubili-
dad, ó fusión , ó electricidad ; el uno será ácido, el otro no ; el uno pre-
cipitará con esto , el otro no ; su acccion , su modo de obrar en la econo-
mía no será igual ; en una palabra , en el cuadro complejo de caraetéres,
siempre existirá alguno que los diferencie, que los distinga. La natura-
leza no tiene sus seres en tal confusión que el estudio al fin no encuen-
tre sus diferencias.
Yo negaré siempre que en lo sucesivo se llegue á descubrir un cuerpo,
cuyos caraetéres físicos, químicos y fisiológicos formen una unidad com-
pleja, de todo punto idéntica á la de otros, en términos que no puedan
distinguirse , y lo negaré fundado en la misma razón con que negaré que,
sacando á la ventura un monton de letras una cada vez , se llegue á for-
mar la Eneida de Virgilio. Fundado en esa lógica sofística diré: lo mismo
puede salir una a que otra letra, luego una r que otra cualquiera , luego
una m , en seguida otra a , ó una v , etc.; así irá saliendo el Arma virúm-
que cano , etc. ¿Puede negar alguien que, teniendo que salir una letra ú
otra , dé la casualidad que salgan por el órden con que está escrita la
Eneida? De seguro que no. ¿Saldrá la Eneida de esta suerte? Mas seguro
que no todavía.
Mientras la ciencia no demuestre que tal ó cual carácter químico le
• tiene otro cuerpo , es exclusivo del que le presente , y puede formarse
con él un juicio lógico ; porque si mañana se descubre otro cuerpo que
presente ese carácter, bastantes otros caraetéres tendrá, cuando no quí-
micos , físicos y fisiológicos que le distingan, y en virtud de los cuales,
por lo tanto , no se invalide el juicio, que, á consecuencia de tal carácter,
se haya formado, con tanta mas razón, cuanto que no solo se juzga,
fundándose en el conjunto de los caraetéres químicos de un veneno, sino
en la concordancia de estos caraetéres con los síntomas y resultados de
la autópsia.
No quiero concluir esta importante cuestión sin presentar un ejemplo
práctico de esa clase de objeciones dirigidas á la significación de los ca-
ractéres químicos especiales , tomado de los que pueden considerarse
como los banderizos de esa doctrina eminentemente sofística. Aludo al
célebre químico Raspad y Worbe : estos profesores consideran falsa la
consecuencia que se saca sobre envenenamiento, cuando se funda en las
reacciones dadas por varios reactivos. Copiemos literalmente algunos pa-
sajes de estos autores para expresar mas fielmente sus ideas.
En el famoso debate sobre el envenenamiento de M. Lafarge, contra
la opinión de Orfila, que afirmaba ese envenenamiento, Raspad decía lo
que sigue.
«Yo me declaro en contra de esas pretensiones químicas. Ni uno de
esos tres reactivos (los que se emplean para reconocer las manchas y
anillo arsenicales dados por el aparato de Marhs), puesto que no hay tan
solo uno que sea considerado, no diré por mí , sino por los químicos que
hacen autoridad, como capaz de ofrecer una garantía suficiente.
nEl aspecto y brillo metálico. — Leed los autores, y os dirán que este
aspecto es variable en el arsénico, y que este metal puede existir sin bri-
llo. Todos os dirán que hay mas de una sustancia que , puesta en' capas
delgadas, puede dar irisaciones, tomar un aspecto metálico y reproducir
— 87 O —
de un modo mas ó menos intenso los fenómenos de los anillos colorados.
Lo que es variable, lo que conviene á tantos casos á la vez, no puede ser
el signo de una sola cosa.
))La volatilización de estas manchas en la llama del soplete. — ¿Cuántas sus-
tancias de un aspecto metálico se volatilizan del mismo modo y con igual
medio?
oLa disolución en el ácido nítrico. — ¿Cuál es la sustancia que este líquido
no disuelve? Se cuentan las que se hallan en este caso.
oEl color amarillo que el residuo adquiere con la evaporación . — Toda sus-
tancia de origen animal, amarillea, cuando se trata con el ácico nítrico.
oPor último, el color rojo del ladrillo , con el nitrato de plata. — Carácter
invocado como prueba de la presencia del ácido arsenioso , hecho arsé-
nico con la añadidura del ácido nítrico. Mas ¿no se sabe, por ventura,
que hay alcaloideos que se enrojecen del propio modo por el ácido ni
trico solo, y luego con el nitrato de plata? Y , en fin , ¿qué es una rcae
cion de coloración , cuando se piensa que tantas sustancias orgánicas c
inorgánicas se hallan en el caso de dar aisladamente las mismas reaccio-
nes de coloración propias del arsénico? Los químicos están unánimes en
este punto. No citaré á Orilla para oponerle á sí mismo ; citaré á Rose y
Berzelius. Uno de ellos dice : «Cuando por órden de la autoridad supe-
rior se practican análisis cualitativas de sustancias orgánicas que han
sido envenenadas por el ácido arsenioso, debe darse menos importancia
á los fenómenos que los reactivos producen en las disoluciones, y que
parecen deber indicar en ellas la presencia de este ácido , tanto mas,
cuanto que muchos de estos fenómenos pueden á menudo ser producidos
por las materias orgánicas solas í1).» ¿Y quién se atreveria á aventurar
que las materias orgánicas no sean capaces de sublimarse al través del
aparato de Marhs? Luego, después de haber obtenido manchas en este
aparato , no estáis en el derecho de deciros de una manera mas segura
que con el antiguo método solo, que el líquido que os las ha dado contu-
viese evidentemente arsénico. Luego con la invención del aparato de
Marhs, la química legal no ha hecho mas que adquirir una petición de
principio (2).»
En otro pasaje se expresa en estos términos :
«Orilla ha sostenido que los reactivos son buenos; pero que el aparato
de Marhs es mejor. Yo sostengo, al contrario, que no hay un solo reac-
tivo que no le contradiga otro, y que no dé un carácter muy á menudo
ofrecido por otras muchas sustancias. Tomemos , por ejemplo , el deuto-
sulfato de cobre. Háse dicho hace tiempo, que, para descubrir cantida-
des mínimas de arsénico disuelto, basta ensayar el líquido en una diso-
lución de deuto-sulfato de cobre, y hacerle precipitar con la potasa cáus-
tica líquida para obtener el verde de Scheele, característico del arsenito
de cobre. Hoy dia no se conoce sino el jugo del café no tostado, que con
el sulfato de cobre y la potasa dé un verde análogo al arsenito de cobre,
puro por lo tocante á la coloración. Mas ¿no está permitido creer que
estudios subsiguientes nos podrán dar otras sustancias de este género?
Yoy á citar otra sustancia que no se encuentra en las obras de Orfila , ni
en ninguna otra parte que yo sepa, la que, sin ningún vestigio de arsé-
nico, da con la potasa un precipitado verde análogo al verde de Scheele. In-
¡ü Rose, Traite d'analite chimiqtte , t. I, pág. '279 .
I J Ub. cit. y Gacttte itt hópitauco, 31 diciembre, 1839.
— 871 -
trodúzcase sobre una décima parte de sulfato de hierro líquido, y pasando
ya al estado de tritosulfato en nueve décimas partes de deuto-sulfato de
cobre , el color azul pálido de esta última solución no quedará alterado.
Mas desde que echeis en ella una solución de potasa cáustica , se formará
un doble precipitado, en el cual el amarillo rojo del óxido de hierro, mez-
clándose con el azul del óxido de cobre , os dará un verde tan hermoso
como el verde de Scheele , y se podrán hacer variar sus tintas como se
quiera, variando préviamente las proporciones respectivas del sulfato de
hierro y del sulfato de cobre. Esto es muy sencillo, y hé aquí uno de los
reactivos inutilizado. No tendrá olor aliáceo, yo se ío añadiré, y no con
jugo de ajo (seria una receta demasiado culinar) , añadiendo un poco de
fósforo ó fosfato amoniacal. Hay más : supongamos una mezcla de fos-
fato amoniacal (sal tan abundante en los tejidos animales), y para no
complicarlo demasiado, de un aceite esencial de color. Esta mezcla vo-
látil , pasando por el centro de la llama del hidrógeno , se colorará más,
y si se recoge en un plato de porcelana , podrán obtenerse manchas que
tendrán el aspecto metálico dado por el ácido fosfórico á toda sustancia
medio carbonizada. Esto por lo que toca á la mancha.
»Esta mancha será volátil, no lo negareis, á la llama del hidrógeno.
»Será soluble en el ácido nítrico , el cual dará color amarillo al resi-
duo. El fosfato precipitará el nitrato de plata en amarillo, si está puro , y
en rojo de ladrillo, gracias á la acción que tiene el ácido nítrico sobre
ciertas sustancias orgánicas; no se necesita mas para presentar análogas
reacciones á las que ofrece la mancha de arsénico tratada del propio
modon (*).
¿Qué opondrémos á estos razonamientos de Raspail , contra la signifi-
cación de los reactivos? ¿Qué se deduce de todos ellos? Tres son los prin-
cipales argumentos de ese célebre químico , en los que puede resumirse
su raciocinio ó su discurso :
1. ° Que los caractéres químicos de una sustancia pueden encontrarse
y se encuentran en otra.
2. ° Que así como posteriormente se han descubierto sustancias que
dan reacciones iguales á otras que se creían exclusivas, podrán descu-
brirse otras que hagan otro tanto.
3. ° Que las manchas de fosfato ofrecen reacciones de todo punto igua-
les á las del arsénico.
Contestaré al primer argumento, que, si los venenos tienen caractéres
químicos que se encuentran en otras sustancias, tomados aisladadamente,
no es cierto que los ofrezcan estas sustancias todos , ó en conjunto y del
mismo modo. Una sustancia tendrá uno, dos ó tres; otra, uno ó dos, etc.
Ya hemos dicho que la unidad complexa formada por los caractéres fí-
sicos, químicos y fisiológicos de un veneno , no se encuentra de un modo
idéntico en otro, y que, si bajo muchos puntos de vista puede ser con-
fundido un cuerpo con otro, bajo otros no es posible semejante confusión.
¿Qué importará, por ejemplo , por no salimos del mismo ejemplo citado
por Raspail, que el jugo del café no tostado dé, con el sulfato de cobre y
la potasa , el color verde de Scheele, si no da con el nitrato de plata el
precipitado que el ácido arsenioso? ¿Qué importará que el jugo de la ce-
bolla y los fosfatos den el precipitado con el nitrato de plata , si no dan
(*) No he traducido de estos pasajes mas que lo que se refiere á la cuestión, supri-
miendo las interrupciones de Orilla y las réplicas de Raspail, mas bien personales que
científicas.
— 872 —
1 rolor verde, y si le dan , no dan los demás caractéres del ácido arse-
nioso? Para destruir el valor que tiene la unidad de los caracteres quí-
micos , no hay que presentar cuerpos diversos que vayan dando una <5
mas reacciones del veneno; es preciso presentar otra sustancia no vene-
nosa que ofrezca de un modo idéntico esa unidad de caractéres. Esto es
lo que no ha podido hacer Haspail, á pesar del hecho que forma el ter-
cer argumento , y que luego analizaremos.
Si , para atacar el valor de los caractéres químicos de un veneno , los
vamos aislando y presentando cuerpos diversos , que tengan uno ó mas
de esos caracteres, es evidente que jamás tendremos seguridad para juz-
gar. Pero como no es porcada carácter químico aislado que se juzga, sino
por su conjunto, fácil es notar desde luego lo vicioso de este modo de
discurrir. Con semejante lógica no seria posible sacar jamás consecuencia
alguna ; iríamos á parar á un excopticismo tan sofístico y ridículo como
el de Jos Protágoras , Zenones y Eutidemos. ¿Qué médico, con semejante
lógica, podría jamás formar el diagnóstico de la enfermedad mas clara?
Suponed que el enfermo tiene una gastritis. Con la lógica de Raspad,
yo digo : este enfermo tiene sed ; pero la sed se siente en otras muchas
enfermedades; basta estar cansado para tenerla. Dolor de cabeza : en la
jaqueca le hay ; háyle en otras enfermedades. Dolor del epigastrio : en la
peritonitis , en un dolor reumático , etc. ; podrá acusarse este dolor en un
simple empacho gástrico ; puede haberle en una gastralgia , etc. La calen -
tura es síntoma de una infinidad de enfermedades. Punta y bordes de la
lengua encarnados , centro blanco ; esto se puede encontrar en una per-
sona sana que no haya comido de algún tiempo, etc. , etc. Luego los sín-
tomas de la gastritis son falaces; no es posible diagnosticar esta enfer-
medad. Los médicos no pueden asegurar que haya gastritis.
Lo ridículo de semejante razonamiento es tan evidente, que no hay
necesidad de esforzarnos para que este sea el modo de ver de todos los
que tengan uso de razón. Pues esta es la lógica de Raspad, analizando
cada uno de los caractéres químicos y encontrando cuerpos diversos que
los tienen. La consecuencia lógica que se saca de una unidad complexa,
no puede ser invalidada combatiendo esa unidad desmenuzada. Los ca-
ractéres químicos de un veneno significan por su conjunto , no por cada
uno de ellos : presente Raspad y sus coopinantes otro ú otros conjuntos
idénticos, y entonces serán lógicas sus objeciones.
El segundo argumento ya le llevamos combatido también : tratar de
combatir el valor de unos datos conocidos por otros que han de cono-
cerse, siendo problemático que lleguen á conocerse, no habiendo nin-
guna razón mas que la eventualidad, que la posibilidad para asegurar
que se conozcan , es lanzarse al campo infinito de lo vago y lo incierto;
es despojarse de la facultad de razonar; es destruir todos los cimientos
de la lógica. A mas de que, como ya lo hemos advertido, podrá ser que
se descubra una sustancia que ofrezca algunos caractéres exclusivos, en
la actualidad , de otra ; pero no se presentará jamás ninguna que tenga
la unidad de caractéres físicos , químicos y fisiológicos idéntica ; esto se-
ria absurdo. Dos cuerpos que se semejan en todo , que en nada se dife-
rencian, que son idénticos, no son dos cuerpos ; son uno; son el mismo.
Por último, e'l tercer argumento de Raspail no es menos sofístico que
los anteriores : lo único que prueba es que las manchas de arsénico ana-
lizadas , como lo hacen los autores , dan resultados análogos á los de esa
mezcla de fosfato amoniacal y un aceite esencial colorado. Mas esa me z-
- 873 -
cía , si reúne cuatro ó cinco caracteres de las manchas arsenicales , no
reúne todos los demás del arsénico. Por ventura , cuando se examinan
las manchas , ¿se empieza á recoger datos ó caractéres propios de un pre-
parado arsenical? ¿Podrá ésa mezcla de Raspail presentarnos toáoslos
antecedentes, todos los resultados ya obtenidos antes de apelar al aparato
de Marhs? Supongamos que, en punto á caractéres químicos, obtuvié-
semos los mismos resultados ; ¿los obtendríamos idénticos en punto á ca-
ractéres físicos y en punto á caractéres fisiológicos? De seguro que no.
Pues ¿cómo podrá invalidar cualquiera consecuencia lógica que se de-
duzca, no de uno ni pocos datos, sino de su conjunto, la reunión de
unos cuantos caractéres? ¿De qué sirven todas esas objeciones , desde el
momento en que uno establece que el envenenamiento no se juzga por
solo los resultados de la análisis, sino por la concordancia de estas con
los síntomas y lo dado por la autópsia? ¿Qué le importará al médico-le-
gista que se le presenten cien sustancias, venenosas ó no, capaces de dar,
con los mismos reactivos que revelan el arsénico, el antimonio, el co-
bre , etc. , los mismos resultados químicos, si los que ha obtenido como
propios de cualquiera de esos metales y sus compuestos están en perfecta
armonía con lo que la autópsia demostró y lo que indicaron los síntomas?
Toda la erudición del químico mas hábil se estrellaría contra la signifi-
cación de esta concordancia. El médico-legista le diría : bueno ; después
de haberme probado que esa otra sustancia tiene todos los caractéres
químicos del veneno que yo sospecho haber causado la muerte , prué-
bame que tiene todos los caracteres físicos, y, si á tanto alcanzas, que
tiene todos los fisiológicos , que tiene un modo de obrar igual , que pro-
duce los síntomas que yo he observado, que promueve en los órganos
las alteraciones que encontré : así será concluyente tu lógica; solo de ese
modo podrás invalidar mis conclusiones. ¿Qué le hubiera respondido
M. Raspail áOrfilaen el debate del proceso de Dijon, si, cuando le citó el
íosfato amoniacal unido á un aceite colorado , dando las reacciones de la
mancha arsenical, le hubiese exigido la reunión de todos ios caractéres?
Sin duda la explosión de aplausos que Raspail se conquistó con su oratoria
y artificio dialéctico, hubiera estado de parte del sabio á quien combatía.
M. Worbe raciocina á poca diferencia como M. Raspail, mejor dire-
mos, peor. «Las declaraciones, dice, fundadas en la análisis química de
los infinitamente pequeños obtienen poca consideración delante del tri-
bunal , y si los jueces lo rechazan con tanta razón , en definitiva, los pe-
ritos no deben darle tanta importancia, el médico debe garantirse de
toda ilusión científica. Si para descubrir la materia procedente de un cri-
men no se recoge mas que algunas partículas ; si á la simple vista no
podéis distinguirla absoluta ó exclusivamente de toda otra; si no la en-
contráis con reactivos, desconfiad de la ciencia y de vosotros mismos;
temblad , antes de pronunciaros que ha habido envenenamiento, porque
habéis sido afectados de tal olor, porque tal metal habrá sufrido tal alte-
ración en su superficie ó habréis obtenido tal precipitado; estos experi-
mentos no conducen necesariamente á la verdad, y sobre todo á la ver-
dad legal. Así es que se ha demostrado en Inglaterra que las cebollas
digeridas ó machacadas, tratadas por el ácido hidrosulfúnco, dan un pre-
cipitado amarillo de oro, semejante al que da el óxido de arsénico con e!
mismo reactivo (*).
(') Citado por Orfiia.
Orfila contesta á M. Worbe, diciéndole que de esta opinión no puede
participar ningun hombre ilustrado : basta conocer los mas setfcillos ele-
mentos de la química para saber que no hay necesidad de obrar sobre
cantidades considerables de una sustancia para reconocerla , y que, por
ejemplo, se hace constar tan bien la presencia del ácido arsenioso,
cuando se experimenta sobre un miligramo, como cuando se obra so-
bre 500 gramos. La proposición de M. Worbe, relativa á la infidelidad
de los reactivos, puede traducirse en estos términos : Guardaos de decir
que habéis obrado sobre tal sustancia, porque habéis reconocido las propiedades
de esta sustancia. Así la disolución del ácido arsenioso es el solo y único
líquido que precipita en blanco por el agua de cal, en amarillo por el ni-
trato de plata , en verde por el sulfato de cobre amoniacal , y en amari-
llo por el ácido sulfhídrico, precipitado que se disuelve en amoníaco,
¡Qué importa todo esto! Cuando se os presente semejante disolución, no
digáis que es el ácido arsenioso, porque no le habéis podido reconocer á
simple vista. ¡ Extraño modo de raciocinar ! El experimento relativo á las
cebollas digeridas, puesto, por ejemplo, para apoyar esta herejía toxico-
lógica , no da los resultados indicados por M. Worbe í1).
Hasta aquí Orfila. Nosotros afiadirémos contra M. Worbe todo lo que
llevamos dicho relativamente á M. Raspad y á cuantos opinan de un modo
parecido á estos autores.
Resulta, pues, de todo lo dicho, que buscando la significación, el va-
lor lógico para formar las conclusiones en el conjunto de los caractéres
químicos, no en cada uno de ellos, ó en pocos aislados, y asociando
luego este valor al de los síntomas y resultados de la autopsia , no tiene
ningun valor esa objeción , fundada en las contingencias de lo futuro.
Mientras en el estado actual de la ciencia no se conozca ningun cuerpo
que tenga el conjunto de caractéres químicos , por los cuales otro se dis-
tingue , debemos ver en estos los signos representativos de su existencia,
y no fundándonos exclusivamente en ellos para afirmar el envenena-
miento, poco nos ha de importar que hoy ó mañana se descubra un
cuerpo que tenga esos caractéres; mientras no tenga los físicos y fisioló-
gicos; mientras no ofrezca identidad en todo lo que de ese cuerpo se-
pamos.
Cuestión cuarta. -¿Para afirmar la presencia de un veneno, bastan los carac-
téres químicos ó reacciones con que se determina , ó es necesario obtenerle en
sustancial — Decía Devergie : «Hay en Medicina legal un principio que no
sufre excepción , y es que siempre que se haga constar la presencia de un
veneno metálico, es necesario extraer el metal , como prueba irrecusable de
l?atura^eza de los precipitados que se hayan obtenido (2).)>
Morgagny decía que, sin dejar de apreciar los indicios que los sínto-
mas y las lesiones orgánicas suministran , no será el envenenamiento
cierto, hasta tanto que se encuentre el veneno en sustancia (3).
Plenck es todavía mas exagerado. No solo declara como insuficiente la
aparición brusca de los fenómenos morbosos, una muerte pronta, se-
guida muy de cerca de la putrefacción , el meteorismo del vientre , man--
chas lívidas , separación ó absorción de la túnica mucosa del estómago,
sino también la existencia de materiales sospechosos en el estómago, y
los accidentes que sobrevengan á los animales que coman estas sustan-
(b Obra citada.
/»; «.rt‘ Cobhe. Diccionario de Medicina x i Cirugia prácticas,
(3) Obra citada, t. IX, p. 368.
- 878 -
cías ; todo esto no es nada , son signos insuficientes para formar la con-
vicción , como no se encuentre el veneno en el estómago (j).
Orfila, de acuerdo con muchos toxicólogos modernos, dice también:
«El médico no puede afirmar que un sugetó, en el cual se hayan obser-
vado síntomas de lesiones de tejido, semejantes á los que producen las
sustancias venenosas , ha sido envenenado, si no se llega á demostrar la
existencia del veneno.
En algún caso de envenenamiento que hemos tenido en nuestra prác-
tica, nos hemos encontrado frente á frente con esta doctrina, y en la
cuestión relativa al envenenamiento de la María Bonamot, hubo un pro-
fesor que alegó, como prueba de no haber habido intoxicación, la falta
del veneno en sustancia , obtenido por las análisis. Otro tanto dijeron
algunos catedráticos de la facultad , cuando discutieron el mismo caso, y
otro tanto estampó en su documento médico-legal, referente al mismo,
la Academia de Castilla. En los periódicos políticos también recordamos
haber leido un dictámen de la Academia de Barcelona, diciendo con poca
diferencia lo mismo en otro caso de presunto envenenamiento.
Cuanto mas generalizada esté esa doctrina, cuanto mas autoridades la
apoyen, tanto mas debemos empeñarnos en combatirla por sus funestas
consecuencias. En estas citas que hemos hecho de Morgagny, de Plenck
y de Orfila, síntesis, para decirlo así, de esa doctrina, de la opinión que
vamos á combatir, hay un error gravísimo que se advierte en el momento
mismo que uno se fija en ese tono general y absoluto con que está con-
signada , y en la razón en que se apoya esa exigencia de la presentación
del veneno en sustancia.
Mas de veinte años han trascurrido, desde que empezamos á demostrar
los errores y funestas consecuencias de esa doctrina. Estaba reciente el
hecho de que hemos hablado, y veiamos demasiado esparcido el error,
para no levantarnos contra él con todas nuestras fuerzas. Hoy ya no le
notamos tan en boga ; hoy ya no se atreverían nuestros académicos á
sostener la exagerada y errónea doctrina de los Plenck y los Morgagny,
ni las de los mismos Devergie. La constante oposición que, desde una cá-
tedra de la escuela de Medicina de la Universidad central de España, y
desde el libro que le sirve de texto, se ha hecho á las exigencias del ve-
neno en sustancia, como prueba en los casos de envenenamiento, ha mo-
dificado en la Península la opinión, y ni nuestros médicos forenses ni
nuestros tribunales aguardan para afirmar una intoxicación que los peri-
tos químicos les presenten una cantidad de veneno en sustancia, si están
bien demostrados y son terminantes los caractéres químicos obtenidos
por medio de los reactivos.
No solo hemos tenido la satisfacción de ver cada dia mas abandonada
entre nosotros esa doctrina, sino que en los autores modernos de Toxico-
logia ya no se sostiene la exageración de Plenck , Morgagny , Devergie
y otros. Ni Galtier, ni Fabre , en Francia, ni Ferreira Macedo Pinto en
Portugal, ni Lazzaretti en Italia , ni Casper en Alemania , han estampado
ya en su obra respectiva que sea necesaria la presencia del veneno en
sustancia para dar como buena prueba y positivo el resultado de las aná-
lisis químicas.
M. Tardieu , en su Estudio médico-legal del envenenamiento , se levanta
también contra esa doctrina ; pero lo hace de un modo que nos obliga á (*)
(*) Obra citada.
llamar sobre ello la atención , puesto que, además de ciertas apreciacio-
nes erróneas, sigue aquí, como en otras partes, la costumbre de presen-
tarse á guisa del primero en esa tarea , y como si hasta que ese profesor
ha levantado la voz, en ninguna parte se hubiese dijado oir en ese
sentido.
Para que se vea que no exageramos , y cuánta es la exactitud de nues-
tro aserto, vamos á trascribir la introducción del párrafo en que trata de
esta cuestión : Cuál es la sustancia venenosa que ha producido la enfermedad y
la muerte (*).
a Parece que, si el envenenamiento se hubiese establecido de hecho de
un modo formal y positivo por el camino manifiesto de los tres órdenes
de pruebas que acabo de exponer, y cuyo valor me he esforzado en ha-
cer resaltar, seria por lo menos supérfluo preguntarse cuál es Ja sustancia
venenosa que ha producido la enfermedad ó la muerte ; lo mismo que en
un asesinato, á consecuencia de golpes dados á la cabeza, en el que se
encuentra el cráneo roto, puede parecer bastante indiferente, ó por lo me-
nos de una importancia secundaria , determinar con absoluta certeza con
qué arma se han hecho las heridas. Bien mirado, no hay entre los dos
casos la menor diferencia. Hasta observo que , respecto del último, la
determinación propia del arma puede tener el interés de designar en
cierto modo al matador, y de señalar su pista , al paso que ha de ser raro
que suceda lo propio respecto del veneno. Sin embargo, se ha imagi-
nado ( tan artificial y opuesta á la sana práctica ha sido esa construcción que
se ha llamado toxicología ) una doctrina aparte para el envenenamiento.
Por el mas extraño abuso de lenguaje de los criminalistas, se ha preten-
dido erigir en cuerpo de delito, no ya el cadáver sangriento, el cráneo
roto de la víctima, sino el arma de que se ha servido el asesino. Ya no es
el envenenamiento lo que se ha buscado, y ha sido necesario caracterizar y
probar, sino que ha sido menester aislar y mostrar el veneno.
»Esta doctrina, tan especiosa desgraciadamente como falsa , habia de
hallar aceptación y hacer fortuna en la opinión pública,, porque está ma-
ravillosamente apropiada á las tendencias naturales de todos aquellos
que no sabiendo, no pueden juzgar con su espíritu , y no se dejarán so-
bradamente á menudo convencer mas que por el testimonio de los senti-
dos. Pero esa doctrina no debiera haber hallado nunca favor entre los
hombres de ciencia ; y si sobrevive todavía , yo espero que ya no será
por mucho tiempo. Es un deber del médico y del químico, á' quienes la
justicia llama al honor de ilustrarla, perseguirla por todas partes con
energía y resolución. Ya en un proceso criminal reciente , el mas grave
é importante bajo el punto de vista de la ciencia médico-legal que se ha
presentado de veinte años á esta parte , se ha visto la doctrina del cuerpo
del delito en materia de envenenamiento , combatida por nosotros delante
de la Audiencia, y condenada por el buen sentido y el veredicto esclare-
cido del jurado. Sin embargo, no está hecho todavía todo; no lo disi-
mulemos, y ensayemos , estrechando mas los hechos, dar mejor á com-
prender en qué está la práctica de la medicina legal interesada en refor-
mar sobre este punto la opinión y las erradas vías seguidas aun hasta
por los autores de libros estimados.»
Dicho esto , sigue M. Tardieu combatiendo con ligeras razones la exa-
gerada exigencia del veneno en sustancia para dar como positivo el re-
(') Obra citada , pág. 119 y «iguientos.
- 8 V -
sultado de las análisis químieas , y este resultado como prueba del enve-
nenamiento , acabando por hacer una declaración un tanto contradicto-
ria, puesto que dice que no combate de ningún modo , ni la necesidad, ni
la utilidad que hay en determinar, en cuanto sea posible , el género y es-
pecie del veneno. Esta investigación entra en los principios y práctica
constante de la Medicina legal , la que debe , siempre que pueda , dar á co-
nocer á la justicia el instrumento del crimen (1).
Basta la simple lectura de esas cuatro líneas , tomadas del libro de
M. Tardieu, para ver comprobado lo que hemos dicho.
La cuestión con que las encabeza está propuesta de un modo y re-
suelta de otro; para discutirla debería decirse de qué modo se reconoce
que es tal sustancia , y no otra la que ha producido la enfermedad y la
muerte; y no es eso ló que discute M. Tardieu; está fuera de esa cues-
tión ; no dice una palabra sobre ella ; y lo que va á discutir es si se ha de
presentar ó no en las análisis químicas el veneno en sustancia.
Por medio del cuadro sintomático propio de un veneno, en el cual hay
los síntomas de su clase y los particulares; por medio del cuadro de al-
teraciones anatómicas que le determinan , y por medio de los caractéres
químicos que le individualizan, al practicar las análisis químicas que de
las materias sospechosas se hacen ; es como se decide cuál es la sustancia
venenosa que ha producido la enfermedad y la muerte de un sugeto. Tar-
dieu no trata de esa suerte esa cuestión ; se limita á discutir si es ó no
siempre necesaria la presencia material del veneno , lo cual es otra
cuestión muy diferente.
Además de esto , le vemos volver á su error capital sobre lo artificial de
la Toxicologia , y achacar á este supuesto artificio la errada doctrina del
veneno en sustancia ; le parece supérfluo que se pregunte cuál es el ve-
neno que ha producido un envenenamiento dudo , cuando se ha establecido
de hecho ese envenenamiento por medio de sus tres órdenes de datos;
sin advertir que , para que cada órden de dalos signifique ese hecho, no
hay que contentarse con el diagnóstico absoluto, ni de clase, sino ha-
cer el particular; que otro tanto sucede con el cuadro de alteraciones
anatómicas; y que respecto de las análisis químicas, siempre se va á
parai-, después de revelar el grupo y la división, á determinar el género
ó especie del veneno; es decir, á individualizarle, sin lo cual no hay
análisis acabada ; de modo que demostrar en un caso práctico que hay
envenenamiento , es determinar qué envenenamiento es y qué veneno le
ha producido.
Los peritos , tanto si se lo pregunta el tribunal , como si no les hace tai
pregunta, vistos ios síntomas, vistos los dalos autópsicos, y vistos los
resultados de las análisis químicas, dicen , no solo que hay veneno , sino
tal veneno; y por eso que todos esos datos acusan un veneno, afirman el
envenenamiento, y no en general, no en abstracto , ni de clase, sino el
particular del caso, porque en la práctica siempre hay un envenena-
miento determinado particular, y este no puede afirmarse sin determinar
el veneno que le ha producido.
De consiguiente, no solo no es superfino determinar ese veneno, sino
necesario ; lo que supone M. Tardieu es un absurdo; no es posible esta-
blecer que hay envenenamiento por medio de los tres órdenes de datos,
sin que , al observarlos, no se destaque el veneno que le ha producido.
p , Loe. cit. , p. M'i
- 878 —
íj»s igualmente , un error craso suponer que, en un caso de heridas, sea
indiferente ó de importancia secundaria determinar el arma con que se
han hecho. En Medicina legal se diagnostican pericialmente las lesiones
por sus caracteres , relacionados íntimamente con el arma que las pro-
duce. No es lo mismo una herida por arma cortante que por arma con-
tundente, dislacerante ó perforante,' blanca ó de fuego. Sobradamente
sabe M. Tardieu la importancia que tiene el arma que se encuentra en
un sugeto, puesta en relación con los caractéres de la herida de que se
le acusa como autor. No parece sino que M. Tardieu no ha actuado
nunca en casos prácticos de heridas , cuando considera la cuestión del
arma de ese modo.
Así, la comparación que hace con esas lesiones y la del envenena-
miento , lejos de probar lo que pretende , es contraproducente. Así como
en las lesiones traumáticas es importante determinar el arma por infini-
tas razones, que aquí no especificamos por lo evidentes, así también tiene
grande importancia en los envenenamientos la determinación de su arma,
de su causa, del veneno.
Si la naturaleza del arma puede conducir á veces al descubrimiento
del asesino, la determinación del veneno puede hacer otro tanto. La ni-
cotina no fué lo que menos condujo al descubrimiento del conde de Bo-
carmé como asesino de su cuñado. La digitalina no fué lo que menos fa-
cilitó averiguar que Couty de Lapommerais fué el asesino de la viuda
Pauw. Las píldoras de estricnina que Palmer hacia tomar ai desdichado
Cook, facilitaron el descubrimiento del crimen. Y en el envenenamiento
de Augusto Ballet, por el doctor Castaing, ¿no tuvo gran parte, como
medio de descubrir al criminal , el acetato de morfina? En los casos de
suicidio , la naturaleza del veneno, relacionado con los medios de procu-
rársele , arrojan mucha luz , por la relación que hay entre esos medios y
las condiciones , oficio ó profesión del sugeto.
La verdad resplandeciente de estas reflexiones es la que arranca á
M. Tardieu, después de haber estampado esas erróneas frases, la pro-
testa de que no combate la necesidad ni utilidad de determinar el género y
especie del veneno, y bien podía añadir el individuo, puesto que reco-
noce que su investigación entra en los principios y práctica constante de la Me-
dicina legal , la que debe, siempre que pueda, dar á conocer á la justicia el
instrumento del crimen.
Si ai fin tiene que hacer esta confesión tan contradictoria , ¿á qué em-
peñarse en suponer erradamente que se ha imaginado una doctrina aparte
para el envenenamiento? ¿A qué extrañar que, así como se habla de
cuerpo de delito en las lesiones traumáticas, se haga otro tanto en las
lesiones tóxicas? ¿A qué suponer también, no siendo exacto, que no se
busque el envenenamiento , sin caracterizarle ni probarle , sino aislar y mos-
trar el veneno ? Para probar el envenenamiento, para caracterizarlo, se
busca el veneno ; se aisla para someterle á la acción de los reactivos.
¿Y qué hace M. Tardieu en los casos prácticos en los que es perito
sino determinar el veneno? En lo sucesivo hemos de ver á ese autor en
abierta contradicción con lo que aquí dice, pues le verémos en las conclu-
siones de sus dictámenes fijarse con ahinco en eso que aquí considera
supér/luo, en designar el veneno (!). (*)
(*) Véase lo quedirémos en el articulo IV de este capitulo, al tratar de Jos casos prácti-
cos en los que ha actuado M. Tardieu, y ha aplicado la experimentación fisiológica para
determinar el teneno.
— 879 —
La doctrina especiosa que se dispone á combatir, y que combate luego,
no consiste en nada de lo que acabamos de refutarle; nada de eso es
exacto, ni viene al caso. Los partidarios del cuerpo del delito podrían me •
jorar su causa, apoderándose de esos deslices de M. Tardieu, y á la som-
bra de su fácil y victoriosa refutación , dar por sólidamente fundada su
exigencia de la presentación del veneno en sustancia. Esa manera de
combatir es comprometer una buena causa.
Nosotros somos también adversarios de esa exigencia : mucho antes
que pensara en ello M. Tardieu, la hemos combatido también con energía
y resolución ; hemos encanecido combatiéndola , lo cual podrá conven-
cerle de que no ha levantado él esa bandera en ese caso célebre á que
alude ; y que si en Francia todavía tiene ese profesor, y sus secuaces, que
trabajar, lo cual dudamos, porque otros, entre ellos Orilla , han comba-
tido antes que M. Tardieu esa doctrina; aquende los Pirineos ya tenemos
ganada la batalla ; gracias á veinte años de propaganda entre nuestros
discípulos, que, esparcidos por la Península-, y destinados á esclarecer
á la justicia en los juzgados y tribunales, afirman la intoxicación sin exi-
gir siempre la presentación del veneno en sustancia, dando tanta fé como
á esta á sus caractéres químicos. V sin embargo de ser adversarios de la
doctrina de los Plenck y de los Morgagny, no tenemos por artificial la
Toxicología; la creemos una verdadera ciencia, diferente de la Medicina
legal ; no miramos como supérfluo que se determine el veneno que haya
causado un envenenamiento; ni consideramos, por último, como impro-
pia de nuestra incumbencia , aplicar á la Medicina legal esa filosofía to-
xicológica para la determinación del instrumento del crimen, en las le-
siones tóxicas, con mas razón aun que en las lesiones traumáticas.
La verdadera cuestión , lo esencial y trascendental de ella, no está en
que se determine el veneno causante de un envenenamiento en todo
caso práctico ; sobre eso no cabe ni puede caber disputa; solo puede po-
nerlo en duda quien parte de premisas tan erróneas como M. Tardieu;
quien tiene de la Toxicología y de sus relaciones con la Medicina legal
tan extraviadas ideas; lo que hay que discutir es lo que nosotros veni-
mos discutiendo por espacio de cuatro lustros; lo que al fin toca ligera-
mente el distinguido catedrático de Medicina legal de París; esto es, si
ese cuerpo de delito que tanto le repugna, si la prueba química ha de con-
sistir siempre en presentar el veneno en sustancia; ó basta en todo caso, y
en todo caso es necesario demostrarle por sus reacciones características.
Esta es la verdadera cuestión , la cuestión séria y de importancia que
debemos aquí tratar. Entremos, pues, de lleno en ella.
Tres son las formas de la opinión que vamos á combatir, conforme he-
mos podido verlo en las citas que hemos hecho de Plenck , Morgagny y
Devergie. La mas exagerada de todas es la del primero.
Según Plenck, nada basta para afirmar el envenenamiento, como no se
halle el veneno en el estómago.
Fácil es comprender que ese modo de ver pudo tener cabida en los
tiempos de ese profesor químico de Viena. Sabiendo que los venenos
pueden tener otras vías de introducción que el esófago para ir á parar al
estómago ; que siquiera se den por esa vía pueden ser absorbidos y no
hallarse en él vestigio alguno, ¿qué significa esa pretensión ?
Pero supongámosla de igual índole que la de Morgagny. La afirmación -
de este autor es mas absoluta , sea la parte que fuere donde se busque y
harte el veneno , ha de obtenerse en sustancia para probar el envenena-
- 880 -
miento Sea cual fuere la naturaleza y reino del veneno, solo hace prueba
obtenido en sustancia. La doctrina no puede ser mas radical. Devergie
solo limita la exigencia á los venenos metálicos.
Para refutar el modo de ver de los Plenck , los Morgagny, y de cuan-
tos participan de sus ideas , basta considerar, como lo verémos al tratar
del cuarto punto de este artículo , ó sea de los casos en que las análisis
químicas son indispensables, y aquellos en los que podemos prescindir de
ellas, ó no es un óbice su falta para afirmar un envenenamiento , que en
muchas ocasiones hay que abandonar completamente toda idea de aná-
lisis química , porque ya sabemos de antemano que ha de ser negativo
su resultado.
En todos esos casos no solo no hay que esperar el veneno en sustan-
cia, sino ni reacción de ningún género, ningún carácter químico por el
cual vengamos en conocimiento de la presencia del veneno. Y sin em-
bargo, en su lugar probarémos que, por la falta de ese órden de datos, no
estamos desautorizados para afirmar la intoxicación ó el envenenamiento.
En muchas intoxicaciones sépticas, por no decir en todas, la química
no solo no puede dar veneno en sustancia , sino ni carácter químico al-
guno que revele el veneno.
En no pocas intoxicaciones producidas por venenos vegetales, de esos,
cuya virtud tóxica no se sabe todavía á qué principio inmediato se debe,
nos hallamos en el mismo caso ; la química ni puede proporcionar la
sustancia del veneno, ni revelar sus caractéres. Hoy tenemos que apelar
al microscopio para que nos dé vestigios de la planta venenosa , ó de sus
órganos escapados á la acción digestiva ; esa es la sustancia que podemos
obtener.
En otros casos , siquiera se conozca el alcaloideo , á que deban las
plantas venenosas su virtud tóxica, ora sea por la dificultad de obtenerle
puro, cuando ha sido ingerido en el cuerpo humano, ora por la exigua
cantidad que se ha esparcido por toda la economía , que es lo que casi
siempre sucede , siendo sustancias muy venenosas y enérgicas en poquí-
sima dosis; tampoco es posible no solo alcanzarle en sustancia, sino ni
revelarle por medio de los reactivos mas característicos y sensibles.
En el estado actual de la ciencia, decía Orilla en 1843, es imposi-
ble reconocer un número considerable de venenos , aun colocándonos en
las circunstancias mas favorables. Cuando el envenenamiento se efectúa
con los extractos de beleño, belladona, datura, estramonio, digital
purpúrea, graciola, etc., jamás se llegarán á descubrir y distinguir es-
tos extractos, aun cuando se hayan dado en gran cantidad y existan
en las materias vomitadas , en los excrementos y en los líquidos conteni-
dos en el canal digestivo. Otros muchos venenos vegetales, que parece
podrían ser reconocidos, porque es posible extraer de ellos un principio
inmediato , alcalino ó no , que los caracteriza en cierto modo, no lo se-
rán sino muy difícilmente, esto si se llega á descubrirlos; porque se en-
cuentran en pequeñísima proporción y no es cosa fácil el aislamiento de
una cantidad tan tenue de ese principio inmediato, en medio de los líqui-
dos orgánicos fuertemente teñidos. Citaré , por ejemplo , la brionia , la
escila , el solano , la cicuta , el tabaco , los mismos stricnus , el eléboro
blanco , etc. (*).
Desde 1843 se ha adelantado algo respecto á la investigación de los
Obra citada, t. II, p. 727.
- 881 —
alcaloideos. Mas á pesar de los diferentes procederes que se han ideado
para ello y los varios reactivos que se han tentado para aislar y revelar
álcalis orgánicos; á pesar de los indudables y grandes adelantos de la To-
xicología moderna ; á pesar de los triunfos del método de Stass , y de la
diálisis , todavía se escapan de la análisis química los mas de los princi-
pios alcaloideos, á que deben su virtud tóxica no pocos vegetales.
Todavía hay algunos otros casos , en los que la química puede muy
bien no dar resultado alguno ; pero como son comunes á los envenena-
mientos provocados por venenos minerales, los guardamos para luego.
Pues bien, en todos esos casos, como lo hemos indicado, y como lo
probarémos en su lugar, no por eso hay razón para negar la intoxica-
ción, si los síntomas y la autópsia la demuestran debidamente. No solo no
hace falta la sustancia, sino ni los caractéres químicos de la misma.
Ya hemos visto, al hablar de los síntomas, que los hay de significación
absoluta, que por sí solos bastan para afirmar la intoxicación, por mas
que lo nieguen algunos autores que, lejos de analizar las circunstancias
de todos los casos, hablan en general, confundiendo loque tiene signifi-
cación absoluta con lo que solo la tiene relativa. Otro tanto podemos de-
cir de ciertas alteraciones anatómico-patológicas. Y si ambos órdenes de
datos con esa significación terminante se reúnen , ¿qué significaría la exi-
gencia de Plenck , qué la de Morgagny , qué la del mismo Devergie?
Pues , si á pesar de no haber análisis química, ya podemos afirmar el
envenenamiento, ¿cuánto mas no le afirmaremos, si á la significación
de los síntomas y de las alteraciones anatómico-patológicas añadimos la
revelación de algunos caractéres químicos suficientes para determinar
un veneno? ¿Qué falta nos ha de hacer ese veneno en sustancia?
En muchos casos de intoxicación producida por plantas venenosas, sus
extractos ó alcaloideos, el arte moderno ya consigue descubrir estos úl-
timos, aislándolos de las sustancias orgánicas con los que están mez-
clados , y sometiéndolos á la acción de los reactivos. Con el método de
Stass, ó con la diálisis , se obtienen en sustancia ; pero en primer lugar es
una cantidad mínima por lo común ; en segundo lugar, siquiera por al-
gunos caractéres físicos , se dé á conocer el veneno , ó deje sospechar
que lo es, nadie se da por satisfecho, y para asegurarse se apela á los
reactivos , tanto para comprobar que es un alcalóide , como para deter-
minar cuál sea. Véase lo que se hace con el método de Stass. Obtenida
la gota oleosa de la nicotina ó conicina ; obtenido el polvo blanco de los
demás alcaloideos , se prosigue la operación , y no se decide nada , hasta
que los reactivos determinan el alcaloideo que es el obtenido. ¿De qué
sirve haberle obtenido en sustancia?
Esa cantidad que así se obtiene no da resultado definitivo. Fuera de
cuando es volátil, cuyo aspecto oleoso, y cuyo olor casi permite afirmar
cuál de los dos es, nicotina ó conicina , el solo aspecto del polvo que
resulta , evaporado el éter por el método de Stass , ó el líquido del reci-
piente por el de (íraham , no basta para determinar el alcaloideo, por
cuanto casi todos tienen el mismo carácter físico exterior. El microsco-
pio puede distinguirlos por su forma cristalina ó amorfa; pero cabiendo
todavía con esto la confusión , hay que apelar á sus caracteres químicos,
para determinar definitivamente el alcalóide ¿No es eso una prueba evi-
dente de que los caractéres químicos y no el veneno en sustancia, son lo
esencial de la prueba química; que ella y no la sustancia son las que dan
fé de la existencia del veneno?
TOX I COI.OG í A . — 56
— m —
El método de Christhisson , Orfila , Devergie, etc. , á veces basta para
revelar el veneno orgánico , y en este caso no se obtiene en sustancia
como con el método de Stass y la diálisis ; solo se reconoce su presencia
por medio de los reactivos, ó de los caractéres químicos del veneno con-
tenido en el licor tratado por el subacetato de plomo y la corriente del
ácido sulfhídrico. Si ese método no se considera tan eficaz como el de
Stass y el de Graham, no es porque no se obtenga el veneno en sustan-
cia , sino porque no es tan poderoso para aislar de las materias orgáni-
cas el veneno de un modo tan puro, que permita revelarle por medio
de los reactivos. Mas cuando abunda , el método sirve y los caractéres
químicos son los que dan fe de la presencia del veneno.
En todos esos diferentes casos que acabo de indicar, siempre que los
síntomas y la autópsia suministran datos suficientes para ello , la intoxi-
cación se afirma, sin que la base lógica, en que se apoya semejante afir-
mación , sea la presentación del veneno en sustancia. En unos, porque
ni es posible la aplicación de las análisis químicas , en cuya circunstan-
cia , no solo no hay la sustancia del veneno , sino ni revelación de sus ca-
ractéres químicos : en otros, porque aun cuando se obtenga líquido ó
sólido , y aislado de las sustancias orgánicas con que estaba mezclado ó
combinado , lo que decide la cuestión es la obtención de los caractéres
químicos, el resultado de la acción de los reactivos. La doctrina de
Plenck. y de Morgagny, por lo tanto, respecto de esos casos, no tiene
fuerza ninguna, ni es la que priva entre los prácticos.
Veamos si sucede otro tanto respecto de los venenos inorgánicos, ó lo
que es lo mismo, respecto de la opinión de Devergie, la que por el mero
hecho de limitarse á los metálicos , deja implícitamente concedido que,
respecto de los orgánicos , no hay que exigir como prueba la presencia
del veneno en sustancia.
Lo primero que le ocurrirá á cualquiera es que minerales son los cáus-
ticos alcalinos, los ácidos sulfúrico, nítrico y clorhídrico concentrados,
el nitrato de plata, él cloruro de antimonio, etc., etc. , y bien sabido es
que tanto los síntomas como la anatomía patológica de esas intoxica-
ciones cáusticas, son tan patentes, significan de un modo tan evidente
el envenenamiento, que no se necesita nada mas para afirmarle.
_ Fuera de esos casos hay otros en los que por haberse tirado las mate-
rias arrojadas por vómitos ó cámaras , y por analizar los órganos del ca-
dáver, después de muchos dias del envenenamiento , habiendo vivido el
sugeto bastante para eliminar el veneno , es posible que la mas hábil y
detenida análisis no pueda descubrir el menor átomo de él , siquiera sea
metálico ó mineral. Y con todo, si los síntomas y la autópsia están de
acuerdo y acusan el envenenamiento, la buena íógica, como lo vere-
mos , afirma ese envenenamiento , á pesar de no haber, no solo veneno
en sustancia, sino ni caractéres químicos que le revelen por medio de los
reactivos.
Orfila decía y decía bien : no es posible aislar en muchos casos el po-
tasio , el sodio y el bario para presentarlos en sustancia como prueba del
envenenamiento, por un preparado de potasa, sosa ó barita, ó los com-
puestos de aquellos metales , y sin embargo son venenos metálicos , y
esas intoxicaciones se afirman ; son precisamente las que mas pueden
afirmarse, sin atenerse mas que á los síntomas ó á los datos anatómicos,
y con mas razón á la reunión de esos dos órdenes de datos; y si se apela
a la química, ya es mas bien como corroborante, que como medio nece-
— m -
sario de completar la prueba ; y nadie piensa en aislar el metal potasio,
sodio, bario, ni la potasa, sosa y barita, ni en recoger algunas gotas
siquiera de ácido sulfúrico, nítrico ni clorhídrico, ni en obtener la plata,
el antimonio, etc. Todo lo que se hace es aplicar los reactivos propios
de cada cuerpo, aplicar el papel azul de tornasol á las materias atacadas
por ácidos , el rojo á los atacados por álcalis, etc. , etc.
Oé aquí otra práctica generalmente seguida en la que se prescinde
por completo, á pesar de ser minerales los venenos, de presentarlos en
sustancia, considerándose los peritos suficientemente autorizados para
afirmar el envenenamiento, con obtener la manifestación del veneno por
medio de sus reacciones características.
En todos los casos de envenenamiento provocado por un veneno mi-
neral, el arte química tiene hoy dia medios seguros de revelar el ve-
neno ; como no se desperdicien las materias, se analicen los órganos y lí-
quidos del cadáver á su debido tiempo recogidos , y no solo al estado
fresco, sino á un grado mas ó menos avanzado de putrefacción de las
materias. Si esta última circunstancia puede volver inútiles las análisis
químicas, cuando el veneno es orgánico, no sucede así cuando es inorgá-
nico , y cuando hay alcaloideos , con frecuencia tampoco. La análisis
química descubre el veneno. Es una necesidad , como lo veremos, asociar
á los síntomas y autópsia, los resultados analítico-químicos. Pero ¿qué
se hace en esos casos? ¿Cuál es la jurisprudencia práctica? ¿Se aísla el
veneno para presentarle en sustancia? Siquiera se obtenga alguna canti-
dad de él , ¿basta eso para afirmar su presencia ? ¿No se apela á las reac-
ciones , á los caracteres químicos? ¿Qué químico se contenta con obtener
el arsénico en manchas ó anillos , el cobre en capas sobre una lámina de
acero , el mercurio en capas sobre una lámina de cobre, el antimonio en
manchas y anillos como el arsénico , el plomo en globulillos, etc. , etc.?
No hay un solo perito que no funde su convicción más en el conjunto
de reacciones que na obtenido, que en la presentación de ese veneno, cu-
yos caracteres físicos rara vez , por no decir ninguna , bastan para de-
terminarle con toda seguridad.
Esas mismas manchas y anillos arsenicales y antimoniales que se ob-
tienen con el aparato de Marhs, se sujetan luego á los reactivos, no solo
para diferenciar las de arsénico de las de antimonio, sino para determi-
nar el metal. Ese cobre, ese mercurio que se obtiene en capas; ese plo-
mo que se aisla en globulillos, ¿no se loman luego con un disolvente quí-
mico, para someterlos á los reactivos característicos, para asegurar que la
sustancia obtenida es cobre, mercurio ó plomo? ¿No se hace otro tanto
con todos ios demás metales? ¿No quiere el mismo Devergie, como lo
veremos, que, si una aguja suspendida en una disolución de un prepa-
rado de cobre se cubre de este metal , según el proceder de lloutigny de
Evreux , para afirmar ese cobre , se someta á sus reactivos característi-
cos? ¿ A. qué viene , pues, ese precepto, ese principio sin excepción de
presentar el metal en esos casos para afirmar el envenenamiento?
La práctica general, el criterio común es juzgar, hasta en esos casos
en que el veneno es presentable en sustancia, por los caracteres químicos
que le acusan ; con lo cual se presentan en relieve dos hechos de impor-
tancia, en especial el segundo, y son : primero; que no es tan general ya
esa falsa doctrina que combatirnos, como lo supone Tardieu, como lo da
á entender en el párrafo que le hemos copiado, cuando viene á suponer
que en ese proceso célebre á que alude, se levantó contra ella el primero;
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no considerándola lodavía derribada : y segundo; que en la práctica nadie
signe ese precepto de Devergie , ni el mismo que le formula; nadie hace
descansar la convicción en la presencia del veneno en sustancia, sino en
los caracteres químicos del mismo revelados por sus reactivos; aun en
los casos de envenenamiento por sustancias minerales , y obtenidos en
abundancia.
Y no puede menos de ser así. Los caracteres químicos son tan feha-
cientes de la presencia de un veneno , como el veneno mismo y mucho
más. Ya hemos dicho en la cuestión primera que el carácter químico es
un fenómeno físico sensible , producido por determinada reacción quí-
mica entre dos sustancias puestas en esfera de actividad recíproca, cuya
acción se manifiesta por medio de ese fenómeno; y como esa acción se
debe á la naturaleza de esos cuerpos , á los principios que los constitu-
yen , á su materia particular, á su esencia; nada mas lógico que inferir
de la manifestación de esos fenómenos la existencia def cuerpo que los
produce, en el sitio donde los produce.
Esta es la razón filosófica de la significación que se da á los caracteres
químicos , como signos representativos de la presencia de un veneno , y
como esa manifestación está mas relacionada con la naturaleza, con la
constitución, con la materia, con la esencia del cuerpo, que su aspecto
exterior ó su color y su forma; de aquí que los caracteres químicos sean
mas fehacientes , mas demostrativos de la existencia del veneno , que su
misma presentación en sustancia. Aquellos no necesitan esta para dar-
prueba; esta los necesita á ellos para serlo.
Siempre que hay manifestación de reacciones, el veneno está allí en
sustancia ; puesto que sin ella no habría esas manifestaciones ; los carac-
téres son propios de la materia ; sin ella no los hay ; dadas ciertas cir-
cunstancias, desplega su acción, y esta se manifiesta por fenómenos sen-
sibles; de consiguiente si existen esos fenómenos, es porque existe esa
materia ; el veneno está allí en sustancia ; no le vemos directamente,
porque á la sazón no tiene medios de herir nuestros sentidos de un modo
que le revele; el reactivo se los da.
El ácido arsenioso existe , por ejemplo, en el licor que se obtiene, des-
pués de la carbonización de las materias envenenadas por él. No se ve;
no se puede afirmar que esté allí ; porque el licor tiene el aspecto de
agua pura; y sin embargo allí está en sustancia, en materia, disuelto,
incoloro, inodoro, inaccesible á los sentidos. El ácido sulfhídrico le hace
precipitar en amarillo , dando el sulfuro de arsénico , cuerpo visible por
su estado y por su color. Pues este carácter químico del ácido arsenioso
le revela en sustancia , porque revela su materia , en ese sulfuro está ; si
le descompongo, obtendré el arsénico, elemento esencial del ácido ar-
senioso.
Lo que digo de ese ejemplo es aplicable á todos los venenos y á todas
las reacciones.
Yo pregunto á los que exigen el veneno en sustancia, ¿por qué solo
con esta condición se consideran autorizados para creer en el envene-
namiento? Dirán , porque de esta suerte tienen á la visla un cuerpo.
¿Y cómo reconocen ese cuerpo? ¿Basta la simple vista? No; hay que exa-
minar , además de sus propiedades físicas , las químicas, para asegurar
que es tal ó cual. ¿Y cómo se persuaden que le competen estas ó aque-
llas propiedades químicas? Por medio de los caractéres que le distin-
guen. ¿Y cómo se aprecian estos caractéres? Por medio de los reactivos .
a
- 886 -
;Y qué son estos caractéres? Ya lo hemos dicho: precipitados de este ó
aouel color coloraciones, efervescencias, desprendimientos de olores, de
eases enturbiamientos, etc., etc. Pues , si en último resultado, para re-
conocer que esa sustancia que se os presenta es el veneno tal ó cual , te-
neis que apelar á los reactivos que revelan sus caractéres químicos, ¿por
ué los recusáis, antes de presentaros esa sustancia aislada de los líqui-
dos donde está contenida? ¿Cuál es esa lógica que hace buenos unos en-
sayos tan pronto, tan pronto los hace erróneos?
Para tener seguridad, certeza, evidencia de que un cuerpo dado exis-
te no es menester que le tengamos en sustancia ; basta que se revele
por las propiedades que le son características. Conocemos los cuerpos
por sus propiedades físicas y químicas; ellas los diferencian los unos de
los otrosf El color y olor son propiedades de los cuerpos bastante dife-
renciales , porque ese olor y ese color son resultados de ciertas combina-
ciones íntimas de los cuerpos entre sí. En cantidades considerables no
se ofrece duda acerca de su existencia. Mas si existen en cantidades exi-
guas , ya no se nos revelan por sus solas propiedades físicas , la vista no
los alcanza: tampoco el microscopio; pero todavía existen en bastante
cantidad para darse á conocer por medio de sus correspondientes reac-
tivos. La química es entonces la que nos revela la existencia de esos cuer-
pos , porque los cuerpos obran puestos en contacto y en circunstancias
en que sus afinidades químicas entren en juego, aunque sus cantidades
sean sumamente reducidas. Un átomo de un cuerpo puesto en contacto
con otro átomo , entra en combinación , y si de esta resulta alguna mu-
danza sensible, en estado, en color, en olor, en temperatura, etc., etc.,
entonces por estas mudanzas apreciarémos la existencia de ese cuerpo
que no vemos, ni tocamos por su mucha exigüidad. Las fuerzas físicas ó
mecánicas no alcanzan para revelarle; alcanzan las químicas, puesto que
estas obran en cantidades pequeñísimas. La evidencia ó la certeza de ese
cuerpo es igual ó análoga á la que tenemos de una ciudad que no hemos
visto, pero de cuya realidad tenemos pruebas.
Ahora bien : si los químicos se consideran autorizados para concluir
de los resultados obtenidos con las operaciones analíticas, ó la acción de
los reactivos , sobre la existencia de cada uno de los cuerpos de la na-
turaleza; si no se satisfacen para afirmar que un cuerpo es tal, con verle,
cuando sus propiedades físicas , botánicas ó zoológicas no bastan para
ello; si acuden acto continuo á los reativos para descubrirle sus caracté-
res químicos, ¿qué significa exigir el veneno en sustancia para poder
concluir, para poder afirmar que ha habido envenenamiento? Aquí exi-
gís, para decidiros, el veneno en cuerpo, en sustancia, aislado; allá le
mezcláis con otras sustancias y hacéis obrar sobre él otro cuerpo que con
el se combine para tener certeza de que es él. Esto es una petición de
principio ; una solemne contradicción.
Suponed que en los licores resultantes de la análisis de los materiales
contenidos en las vias digestivas, de los sólidos ó líquidos del cuerpo hu-
mano, se encuentran con los reactivos correspondientes los caractéres
químicos de una sal de antimonio , de plomo , de cobre, una preparación
arsenical , etc. Vosotros , los de esa lógica pirrónica , no creeis en esta
existencia de ninguna de esas sustancias venenosas , porque no hay mas
que las reacciones, porque no se os presenta el veneno en sustancia. El
perito reduce algún óxido , algún sulfuro , etc., y os da el metal, ó la
base, ó el ácido, ó el alcaloideo venenoso.
• Concluiréis con esto solo? ¿Os bastará que os dé ese metal, esa base,
P e alcaloideo? De seguro que no. Entonces procederéis . porque así de-
béis hacerlo , A reconocer si este es el cuerpo que se os dice , ó vosotros
creeis. ¿Y cómo lo haréis para reconocerle? Le sujetaréis á los reactivos,
á la acción del agua, del fuego, etc. ¿Y para qué? no ya para tenerle en
sustancia , pues en sustancia le teníais ; sino para apreciar sus acciden-
tes, sus propiedades ; no ya para aislarle , sino para volverle á mezclar,
á combinar con otros cuerpos. Entonces y solo entonces diréis que es tal
ó cual veneno. Pues si á esto teneis que apelar; si los accidentes, si las
propiedades del cuerpo son las que os autorizan , no la sustancia, no lo
tísico, para establecer que es tal ó cual cuerpo, ¿de qué sirve vuestra
regla exagerada? ¿Qué significa? Es una ridiculez. Vosotros pedís el ve-
neno aislado como una condición indispensable , como la base de toda
vuestra convicción, y luego que se os da ese cuerpo aislado , no os basta
para juzgar; para reconocerle teneis que apelar A lo que poco hace re-
cusabais.
Raspad, á quien hemos citado ya como contrario A nuestro modo de
ver en la cuestión tercera, nos ofrece un pasaje que está, bajo el punto
de vista en cuestión , de acuerdo con nuestras ideas. Apreciando el valor
de las reacciones dadas por el aparato de Marhs , dice á Orfila y A los
químicos que se valen de dicho aparato para reconocer la verdadera na-
turaleza del anillo metálico y manchas que se forman en los platos de
porcelana ; que el aparato de Marhs en química legal es una inconcebible
petición de principio. lié aquí cómo discurre.
«El estudio mas profundizado de las reacciones usadas hasta el dia en
la investigación de un envenenamiento por el arsénico, había conducido
á poner en duda la certeza y significación de casi todos los reactivos.
Hubo un tiempo en el que se decidía de la presencia del arsénico por la
reacción del sulfato de cobre y de la potasa; mas tarde se reconoció que
el jugo del café no tostado daba con el sulfato y la potasa la misma reac-
ción.. Se echaron luego sobre el nitrato de plata; mas se reconoció que
los fosfatos y el jugo de la cebolla reaccionaban con el nitrato argéntico
del mismo modo que lo hace el ácido arsenioso. Apenas se publicó la
descripción del aparato de Marhs, se dijo : hé aquí un aparato que por
sí solo va á resolver el problema. Abajo los reactivos hasta aquí emplea-
dos. De todos puede sospecharse que han engañado al tribunal. Si con
el aparato de Marhs obtenemos una sola mancha, esta mancha equival-
drá á cien reacciones y suplirá su ausencia. Sin embargo, es menester
no creer que todo está demostrado, una vez obtenida esta mancha. Cuan-
do al fin han conseguido esta revelación, se detienen vacilando, y se
preguntan : ¿Será realmente esta mancha arsénico? ¿No podría ser anti-
monio? Y luego, para decidir de la naturaleza de estas manchas, ¿sabéis
á qué recurren? A la contra-prueba de los reactivos tan desdeñados, re-
chazados con tan poco reconocimiento, considerados como falaces, in-
exactos, indecisos é incompletos. ¿Concebís ahora la ingeniosa marcha
de esta petición de principio? Nuestros reactivos no pueden darnos nin-
guna indicación positiva sobre cantidades ponderables; recurramos al
aparato de Marhs que nos dará manchas apreciables en superficie y no
en profundidad ; visibles, pero no ponderables. Se obtienen manchas in-
falibles ; pero de repente se ponen sobre sí y se someten estas manchas
á los/eactivos. Esto es, sobre los infinitamente pequeños, estos reactivos
van á adquirir un poder de indicación que no pueden presentar sobre los
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infinitamente grandes. En grande, en mucha cantidad engañan; en pe»
queño son irrecusables. Su testimonio crece en razón inversa de las ma-
sas. Esto es química legal homeopática. Y estos reactivos no son nume-
rosos; no son mas que tres , y no los mas estimados en análisis cualitati-
vas; al contrario, son de los menos empleadas. Pero estos tres reactivos
deciden de lo que no han podido decidir veinte reacciones antes del
aparato í1).»
Este razonamiento de Raspail , algún tanto epigramático , es lógico , v
los partidarios del veneno en sustancia no son los mas á propósito para
rebatirle. Yo me complazco en citar al mismo Raspail, porque en esta
misma cuestión, bajo otros aspectos, opina de un modo diametralmente
opuesto. Yo siempre prefiero, cuando lo puedo, buscar los argumentos
que son favorables á mi modo de ver en los razonamientos y citas de mis
antagonistas. Todo lo que decía Raspail á Orfila sobre el aparato de
Marhs , lo digo yo á los que exigen , para decidir del envenenamiento,
el veneno en sustancia. Ya teneis el veneno , ya creeis haber resuelto el
problema ; mas de repente os asalta la duda sobre si realmente es ó no
tal ó cual veneno la sustancia que se os da aislada ; y para aseguraros
acudís á esos reactivos que poco hace desdeñabais, que poco hace pros-
cribíais como falaces , como incompletos, como equívocos al menos.
Pues, como dice Raspail, cometéis una inconcebible petición de principio.
De todas las consideraciones en que hemos entrado , resulta lógica-
mente que es insostenible, no solo la doctrina de Plenck y de Morgagny,
sino la del mismo Devergie ; que su principio no solo tiene excepciones,
sino que no lo es; que nadie le tiene ya por tal, ni la práctica, que
tanto en los casos de envenenamiento por sustancias orgánicas, como in-
orgánicas , aun en aquellos casos en que son practicables las análisis
químicas, y estas dan resultado, no se busca la significación lógica de
estos en la obtención del veneno en sustancia , sino en la revelación del
veneno por medio de sus caracteres químicos diferenciales.
Estos serán, por lo tanto, en toda ocasión los que deberemos tomar
por base , por elemento de convicción y hecho de prueba , para afirmar
que las análisis químicas han dado su resultado positivo, y en este sen-
tido la tomarémos como otro de los órdenes de datos necesarios en cier-
tos casos para afirmar el envenenamiento.
A esto se refiere la regla general de que para afirmar el envenena-
miento se necesitan tres órdenes de datos, síntomas, aulópsia y análisis
químicas ; respecto á estas , se quiere decir que con ellas se obtenga los
caractéres químicos de los venenos. Orfila, á quien hemos citado des-
pués de Plenck , Morgagny y Devergie , así lo entiende , por mas que al-
gunos hayan pensado lo contrario. Sobre inferirse claramente de lo que
luego verémos de él , en punto á la cantidad del veneno obtenida por las
análisis, que no es partidario de la presentación del veneno en sustancia,
‘e deduce claramente de las palabras que le hemos copiado; exige que
se demuestre la existencia del veneno; no que se presente en sustancia ; los
caractéres químicos demuestran esa existencia, yeso es lo que quiere de-
cir y dice Orfila , si bien su regla , por otra parte , como lo hemos visto,
no puede tomarse en el rigor absoluto. Los experimentos químicos rigo-
rosos que exige , se refieren á las reacciones , y nada mas que á las reac-
ciones.
(') Obra cit., t. I, pag. 475 y 76.
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*
Cuestión 5.’ — ¿La cantidad de veneno obtenida por las análisis químicas,
mede servir de guia para determinar la que tomó el sugeto envenenado , y si
Vcsta fué á dosis tóxicas? — Antes de emitir nuestro juicio sobre la cuestión
que acabamos de formular, creemos muy del caso oir la respetable opi-
nión de Orfila , por dos razones: primera , para que se acabe de ver cuán
distante está el difunto decano de la escuela de París de exigir, como lo
han creido algunos, el veneno en sustancia para afirmar el envenena
miento, ni de negar una intoxicación , porque no se obtengan resultados
químicos; y segunda, porque, siquiera no ventile la cuestión actual como
se debe ventilar, nos preparará el terreno para hacerlo.
Las cuestiones que Orfila trata y dilucida con relación á la cuestión de
cantidad y lo que esta significa, son estas (J):
¿Es necesario, para establecer que el envenenamiento se ha efectuado,
recoger una cantidad determinada de sustancia venenosa, ó bien basta
para esto cualquiera proporción? Esta cuestión va subdividida en las dos
siguientes :
1. a En ciertos casos de envenenamiento por sustancias minerales sus-
ceptibles de ser descubiertas por los reactivos, ¿puede encontrarse el
perito en la imposibilidad de descubrir el mas ligero átomo de esas sus
tancias?
2. a En muchos casos de envenenamiento, ¿no puede el perito, por mas
que haga, sacar de las sustancias sospechosas tan solamente proporcio
nes excesivamente mínimas de veneno?
Tales son las cuestiones que sienta el antiguo decano de la Escuela
médica de París; hé aquí cómo las resuelve :
« Hay entre los venenos un buen número que son absorbidos; de suerte
que las investigacioues químicas, propias para descubrirlos, deben ha-
cerse al propio tiempo, tanto sobre las materias arrojadas, como sobre
los órganos digestivos y visceras mas ó menos lejanas. Voy á suponer
que se trata de una de esas sustancias venenosas , y colocarme así en la
hipótesis mas desfavorable para establecer la exactitud de mi proposición.
Admitamos, por lo concerniente al canal digestivo y las materias de las
evacuaciones, que estas no hayan sido recogidas, ó que se hayan hecho
desaparecer; y que á consecuencia de vómitos frecuentes y cámaras rei-
teradas por espacio de algunos dias, el estómago y los intestinos se ha-
yan desembarazado completamente del veneno que contenían.
» Evidentemente el perito no descubrirá la menor huella de sustancia
venenosa, aunque haya habido envenenamiento. ¿Se trata de la porción
del veneno que ha sido absorbida? La experiencia demuestra que, si la
intoxicación data de algunos dias, puede acontecer que no se descubra
por sí un átomo del veneno en las visceras, donde hubiera sido fácil de-
mostrar la presencia algún tiempo antes. Que se envenene á muchos per-
ros, aplicando en su tejido celular subcutáneo de la parte interna de uno
de los muslos 10 centigramos de ácido arsenioso ó de tártaro estibiado
en polvo fino, abandónese alguno de ellos á sí mismo , y después de su
muerte, la que se efectuará ai cabo de treinta ó cuarenta horas, somé-
tanse sus visceras á las operaciones químicas propias para descubrir es-
tos venenos , y no se tardará en sacar de las visceras cantidades notables
de arsénico ó antimonio.
»Que otros animales envenenados del mismo modo sean, al contrario,
t‘) Obra cit. .t.U, p 731 y siguientes.
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sometidos á la acción de una medicación diurética abundante; si se con-
sigue que orinen mucho por espacio de tres ó cuatro dias , estos animales
no mueren; y si se matan sobre el noveno ó décimo dia del envenena-
miento , podrá asegurarse el observador que no hay ya en las visceras el
mas ligero vestigio de arsénico ó de antimonio , mientras que la orina re-
cogida" durante esos dias los proporcionará en considerables cantidades.
Yo he repetido estos experimentos delante de un público numeroso que
asistía á mis lecciones, dadas en octubre y noviembre de 1840, en pre-
sencia de una comisión nombrada por la Academia real de Medicina.
¿Es posible justificar mejor la proposición que nos ocupa? Aquí vemos
animales que habían sido evidentemente envenenados , y que , sin em-
bargo, no dan ni un átomo de arsénico ni de antimonio al cabo de algu-
nos dias. Puede, pues, acontecer que un sugeto haya tomado cierta do-
sis de una sustancia venenosa , insuficiente para hacerle perecer en algu-
nas horas; que haya experimentado por espacio de ocho, diez , doce ó
quince dias síntomas de envenenamiento , y que durante este tiempo e!
tósigo haya sido enteramente expulsado por los vómitos y cámaras , por
la vía de la orina, y tal vez por otros emunctorios , y que en el momento
en que sobrevenga la muerte , sea á causa del envenenamiento , sea por
otra causa , no se encuentre ya en las visceras la porción del veneno que
se hubiera encontrado en ellas indefectiblemente, si se hubiese destruido
acto continuo la vida.
»Guardaráse , por lo tanto, el perito de concluir que la intoxicación
no se ha efectuado por solo lo razón que no ha podido descubrir la sustancia
venenosa, y deberá ser tanto mas circunspecto con respecto á esto, cuanto
que el mal éxito de estas investigaciones, independientemente de la causa
que yo señalo, puede muy bien depender de la mala dirección dada á las
operaciones, ó de que no se habrán puesto en práctica los procedimien-
tos mas apropiados para descubrir los venenos, ó bien de que el enve-
nenamiento habrá sido producido por una de esas numerosas materias
que se escapan todavía en la actualidad de nuestras investigaciones. Si es
cierto que se puede llegar, por medio de análisis delicadas, á descubrir
en el canal digestivo, en las cámaras ó materias vomitadas, proporcio-
nes notables de estricnina, de brucina, de morfina, de ácido cianhí-
drico, etc. , es también sabido cuán difícil es demostrar la presencia de pe-
queñas proporciones de estos diferentes cuerpos , notablemente cuando se trata
de buscarlos en la sangre ó en los órganos á donde kan ido á parar por ab~-
sorcion.
» Es conocida la impotencia del arte por lo concerniente á la análisis
de un sinnúmero de venenos vegetales activos, tales como la datura
slramonium, el beleño , el acónito, la cicuta, la digitab, etc., aun cuando los
jugos ó extractos de estas plantas estén mezclados en grande proporción
con los líquidos del estómago ó de los intestinos, ó con las materias de
las evacuaciones. En todos los casos de envenenamiento presunto, en los
cuales la investigación de la sustancia venenosa haya sido sin resultado,
el perito, antes de decidiré, deberá examinar atentamente todas las cir-
cunstancias que han precedido, acompañado y seguido á la enfermedad;
la naturaleza y la marcha de esta le permitirán , en ciertos casos , tener sospe-
chas , y hasta establecer probabilidades acerca de la existencia de un envenena-
miento ; en otras se limitará á declarar que no es imposible que el enfermo haya
muerto envenenado; ai paso queá veces podrá afirmar que la muerte reco-
noce olea causa que la intoxicación.»
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Veamos , antes de hacer alguna reflexión sobre esta larga cita , cómo
resuelve Orfila la segunda parte de la cuestión.
«Puesto que acabo de establecer que hay circunstancias en las cuales
no se encuentra un átomo de sustancia venenosa, á posar de ser incon-
testable el envenenamiento, se admitirá sin dificultad que hay casos en
los que el perito mas hábil no descubrirá mas que ciertos vestigios. En
efecto , si la muerte , en vez de efectuarse á los diez , doce ó quince dias
después del envenenamiento, cuando ya ha sido expulsado todo el ve-
neno, sobreviniese hácia el cuarto ó quinto día, podría no descubrirse
mas que una mínima proporción del tósigo no eliminado todavía , y se
engañará extrañamente el que estableciera que el sugeto no ha sido en-
venenado , porque no se hubiese obtenido mas que algunos átomos del
veneno. Por otra parle, yo preguntaré á las personas que se sintiesen
tentadas á sostener una Opinión contraria : ¿qué entienden por cierta can-
tidad de veneno , y cuál es la cantidad cabal que será necesario extraer
para afirmar que ha habido envenenamiento? ¿Será 1.2, 3 ó i miligra-
mos? ¿Será 1 , ó 2 gramos? ¿Será menester, según que los venenos sean
mas ó menos activos, que esta proporción sea doble ó triple? ¿Sabemos
nosotros cuál es la cantidad de cada sustancia venenosa necesaria para
envenenar, y podemos en algún caso recoger la totalidad de la que se en-
cuentre en las diversas partes de un cadáver en el moraenío de la muerte?
Al contrario; ¿no sabemos que los medios empleados por los hombres
mas hábiles no son tales que no se pierda necesariamente una porción
del veneno, aun cuando se obre sobre todas las partes del cadáver, lo
cual es impracticable? ¿ Qué vaguedad y qué confusión no se introduciría en
la ciencia, si semejantes ideas encontrasen apoyo ? Todos los culpables esca-
pariañ á la acción de la justicia , con grave detrimento del órden social.
No es esto solo; por mucho cuidado que ponga la autoridad en escoger
los peritos, debemos reconocer que no todos son igualmente aptos para
emprender operaciones, muy á menudo delicadas, y es fácil ver que en
ciertos casos , á consecuencia de operaciones mal concebidas, ó peor eje-
cutadas, no se encontrará mas que una pequeña proporción de sustancia
venenosa en uno ó muchos órganos, al paso que hubiese dado más
puesta en manos mas hábiles. Estas diversas consideraciones me permi-
ten concluir diciendo: Que seria absurdo exigir que se debe haber obtenido
una cantidad bastante notable de materia venenosa para asegurar la existencia
de un envenenamiento.
» Jamás . pues , me levantaré con bastante fuerza contra uno de los
asertos vertidos por M. Devergie en la página S76 del tomo III de ?u Me-
dicina legal, tercera edición. Con motivo de un medio propuesto por
M. Bouligny para descubrir algunos átomos de una sal de cobre, cuando
los reactivos ordinarios no pudieren revelarla , medio que no es nuevo,
y que consiste en suspender, por medio de un cabello , la mitad de una
aguja fina en medio del líquido previamente acidulado, M. Devergie
dice : Que será menester, para estar en derecho de declarar que ha ha-
bido envenenamiento , poder descubrir la presencia del veneno por me-
dio de los reactivos indicados (lámina de hierro , cianuro de potasio) , y
no concluir cuando el solo medio de Boutigny haya dado á conocer la
existencia del cobre. El principio que quisiera consagrar nuestro cofrade
no ha de ser admitido de nadie seguramente, después de los hechos que
preceden y de las reflexiones que los acompañan. iCómo! ¿Se tendría
a Pretension de dar á creer que porque un licor sospechoso , que co
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tiene una sal de cobre en disolución , no contiene bastante para que la
descubran los reactivos ordinariamente empleados , no puede proceder
de una preparación cúprica que haya servido para el envenenamiento?
¿Con que no se concibe que á consecuencia de vómitos reiterados, etc.,
no puede quedar ya de ese licor ó preparación mas que algunos átomos?
Es como si se dijera : el ácido sulfhídrico no descubre el ácido arsenioso
en un líquido acerca del cual se sospecha , ya porque el veneno esté en
poca cantidad, ya porque le retiene alguna sustancia orgánica, pues el
líquido no puede provenir de un envenenamiento , aunque por medio del
aparato de Marhs , agente mucho mas sensible que el ácido sulfhídrico,
se obtuviesen muchas manchas evidentemente arsenicales , y hasta un
anillo de arsénico metálico! Hé aquí á qué consecuencias erróneas con-
duce la falta de apreciar, en su justo valor, la cuestión de la cantidad,
que forma el objeto de este artículo i1).»
He querido copiar literalmente todo este largo trozo de Orfila , por-
que , como llevo dicho, es autoridad respetable en la materia , y en ella
se han fundado algunos para exigir el veneno en sustancia, ó una canti-
dad de este veneno para poder decir que ha habido envenenamiento.
Que Orfila no tiene semejante opinión , no hay mas que fijarse en esa
cita. Respecto al lema de la cuestión que nos ocupa , ya he dicho que ese
autor no le agita como es debido; pero con las reflexiones que hace, de-
masiado deja entrever que no estaba por considerar la cantidad de ve-
neno obtenida por las análisis como capaz, en ningún caso, de representar
de modo alguno la cantidad tomada por el sugeto envenenado, ni de ser-
vir de guia segura para determinar si esa cantidad filé tóxica.
Estas reflexiones tan de acuerdo con las que hemos consignado en pá-
ginas anteriores y con las que consignaremos en otro lugar con aplica-
ción á otros puntos, no han de permitir que nadie pretenda con funda-
mento que en ningún caso pueda ser la cantidad de veneno obtenida por
medio de las análisis químicas, la expresión de la ingerida en la orga-
nización del sugeto envenenado. Solo en el caso de no haberse perdido
nada de las materias arrojadas por vómitos y por cámaras, y de someter
con ellas todo el cadáver á las operaciones destinadas á aislar la sustan-
cia venenosa, podría representar la cantidad aislada, la ingerida. Pero
eso no se hace nunca, ni hay ninguna necesidad de que se haga.
No hemos visto nunca, ni en las obras de los autores, ni en los Anules
de Higiene y Medicina legal , ni en otra parte , un caso práctico , en el que
se haya resuelto la cuestión del envenenamiento de ese modo. En mu-
chos de los dados á luz, hemos visto afirmado el envenenamiento, y uj
los jueces han exigido tal declaración , ni los peritos la han dado. Siem-
pre hemos visto que las análisis químicas se han reducido á dar pruebas
de la presencia del veneno por medio de sus caractéres químicos, unas
veces con bastante cantidad de materia obtenida en reacciones, otras ve-
ces con poca ; á nadie le ha ocurrido buscar en esa cantidad la expresión
de la ingerida en el sugeto.
Esa cuestión, por lo tanto , bajo ese punto de vista, no es práctica.
Corno dice perfectamente Orfila, considerable porción del veneno se
pierde, arrojado por vómitos y por cámaras que no siempre se recogen,
otra se esparce absorbida por ios órganos, gran parte de los cuales no se
somete á las análisis; es por lo tanto una cantidad en cierto modo per-
- 8942 -
elida de la que nadie se cuida, porque todos tienen la íntima convicción
de que á nada conduce empeñarse en recoger toda la cantidad de venina
tomado por la víctima. no
Las análisis químicas no han tenido nunca semejante objeto. Asi como
en los síntomas se ha buscado un cuadro de perturbaciones funcionales
características de la intoxicación, diferentes del que -corresponde á la en
fermedad común , propio de esta ó aquella clase de venenos y de esta 6
aquella sustancia venenosa; asi como en las alteraciones anatómico-pato-
lógicas ofrecidas por la autópsia se ha buscado igualmente la expresión
de una dolencia especial; asi en las análisis quíinicas se buscan los sig-
nos representativos de un agente, que no es de los morbosos comunes,
para que este órden de datos dé tanta fe de la existencia de un veneno,’
como los síntomas y como la autópsia ; la cualidad es lo que se busca , no
la cantidad; con tal que se encuentren las cualidades del veneno, la canti-
dad importa poco; las cualidades revelan todo el veneno; que no lo revele
todo, por lo tanto, la cantidad , no es un inconveniente grave ni leve".
No creo que sea necesario insistir mas en este punto, para dejar demos -
trado que jamás debe buscar el perito, en la cantidad de veneno obte-
nida, la expresión de la cantidad ingerida del mismo.
Mas ya que no se busque esa expresión ¿podrá servir la cantidad ob-
tenida de guia para calcular la tomada , y poder afirmar si ha sido la in-
gerida mucha ó poca? No tiene ninguna duda, que si por medio de las
análisis químicas se obtiene gran cantidad de sustancia venenosa, parece
lógico inferir que tomaria mucha el sugeto. Pero no porque se obtenga
poca se ha de deducir que también fué poca la que tomó. Aquí entran de
lleno todas las consideraciones que hemos visto en las citas de Orfila.
Siendo varias las causas que , á pesar de ser considerable la cantidad de
veneno tomada, las análisis químicas aíslan y revelan poca, se concibe. á
qué errores tan graves no pudiéramos ser inducidos, si prescindiendo de
esas causas y circunstancias, infiriéramos de esa escasa cantidad aislada,
la escasez de la ingerida.
Para presumir si fué poca ó mucha esta cantidad , no hace falta fijar-
nos en lo que se obtiene por medio de las operaciones analítico -químicas;
los síntomas lo revelan tanto ó mas que la análisis ; la gravedad y la in-
tensidad de la intoxicación están acusando la cantidad de veneno, porque
aquellas están en razón directa de esta, sea enérgico, sea poco activo ese
veneno, la intensidad respectiva de la intoxicación que provoca está di-
ciendo la cantidad que ha entrado en acción. Otro tanto sucede respecto
de las alteraciones anatómico-patológicas, si las determina; de consiguien-
te, siquiera la cantidad obtenida por medio de las análisis químicas no sea
considerable , no por eso dejarémos de conocer que no fué escasa la to-
mada por el sugeto , si los sintomas y la autópsia revelan que fué consi-
derable. . ,
Si los que suscitan esas cuestiones no perdieran nunca de vista que ei
envenenamiento no se afirma tan solo por los resultados de las análisis,
no darían esa importancia á la cantidad del veneno que las análisis ob-
^Desde el momento que conste haber presentado el sugeto , antes de
morir, un cuadro de síntomas propio de esta ó aquella intoxicación , ae
este ó aquel veneno, por medio del cual se ha formado el diagnostico u
ferencial; desde el momento que la autópsia ha revelado lasjV¿^
anatómico-patológicas que corresponden á esa intoxicación, airerei
— 893 —
dose de la que es propia de las enfermedades comunes ; si las análisis
químicas descubren en las materias procedentes del sugeto yen sus órga-
nos y líquidos la existencia del veneno, ¿qué necesidad hay de fijarse en
la cantidad de este para afirmar que fué tóxica la que el sugeto tomó?
¿No hemos probado que puede afirmarse el envenenamiento, siquiera
no se obtenga el veneno en sustancia , bastando para ello los caractéres
químicos que le distinguen manifestados por sus especiales reactivos?
Pues aquí no se tiene ninguna cantidad del veneno ; aquí no se tienen
mas que sus cualidades; y sin embargo, se afirma, y se afirma lógica-
mente el envenenamiento, y claro está que si se afirma este, se afirma la
dósis tóxica de la sustancia tornada; porque si no hubiese sido tóxica, no
hubiera habido, ni síntomas, ni alteraciones anatómicas, ni muerte del
sugeto, ni envenenamiento en fin.
Procurad que los síntomas estén bien determinados y definidos; que
la anatomía patológica del caso esté debidamente apreciada , y averiguad
si el veneno , cuya presencia acusan los reactivos , puede tener otro ori-
gen. Si no le halláis ninguno probable , fuera de una administración in-
tencionada y criminal, ¿qué necesidad teneis de andaros con las balanzas
pesando la cantidad del veneno obtenida, para saber que la administrada
tué tóxica?
Suponed que los médicos que han asistido al envenenado le han visto
el cuadro tan significativo de la intoxicación asfixiante tetánica por la
estricnina; que examinado su cadáver se le han hallado los vestigios que
ese veneno deja en ciertos órganos, y que luego las análisis químicas acu-
sen vestigios de ese alcalóide , terminantes, bien característicos , siquiera
sea en cantidad mínima, como casi acontece siempre. ¿Necesitareis fija-
ros en la cantidad para tener todos los elementos necesarios de convic-
ción, y afirmar que el sugeto ha muerto envenenado por la estricnina?
Suponed que el caso está producido por un preparado de cobre , plo-
mo, ó arsénico, y que sucede lo propio. ¿Vacilareis en afirmar la intoxi-
cación por esos minerales , siquiera las análisis os den escasa cantidad de
los mismos?
Diréis que esas sustancias pueden haberse tomado como medicamentos
algún tiempo, mayor ó menor, anLes de morir el sugeto; ó que esas sus -
tandas, en especial las últimas, pueden ser de las que existen natural-
mente en el cuerpo, y si es poca la cantidad que las análisis acusan , no
sabremos si se debe á un plan curativo ó á la porción natural que tiene
la economía.
Esa argumentación , si no es sofística, es cándida hasta dejarlo de so-
bra, y revela el olvido de las reglas de que se compone el criterio para
el juicio diferencial de la enfermedad común y del envenenamiento,
Si ese veneno acusado por las análisis químicas en pequeña cantidad
procediese de una administración farmacológica, en primer lugar, según
la data de su administración , ya no seria posible tal procedimiento,
puesto que hemos visto que los medicamentos se eliminan de la economía
con el tiempo, que es breve en muchos casos; y en segundo lugar, como
medicamento, esa sustancia no hubiera provocado los síntomas de la
intoxicación , no hubiera alterado los tejidos , no hubiera producido la
muerte. El argumento mas rotundo é irrefragable de que no tiene ese
origen es el cadáver del sugeto, su muerte con síntomas y con anatomía
patológica, propias de un envenenamiento.
Si consta que no ha lomado nunca estricnina como medicamento, ¿qué
— 894 —
fia de suponer la presencia de ese alcalóide en las materias procedentes
del sugeto, sea poca ó sea mucha, sino un envenenamiento? En el cuerpo
humano no existe ni se forma naturalmente la estricnina.
Si hace tiempo que se le administró para combatirle alguna dolencia v
ya ha podido ser eliminada, ¿qué puede significar también?
Si se han visto los síntomas y autópsia característicos de la acción de
ese veneno, ¿qué puede significar sino un efugio, una argucia curial,
agarrarse á que tomó esa sustancia como remedio, meses ó días antes?
Otro tanto dirémos del cobre, plomo y arsénico. Existen naturalmente
en ciertos órganos, introduciéndose en ellos por medio de los alimentos;
enhorabuena'; pero introducidos de ese modo, ¿producen intoxicación?
¿Son capaces de provocar síntomas de esta, ni de alterar los tejidos en
sentido tóxico? Pues si consta que hay síntomas de envenenamiento por
el cobre, por el plomo ó por el arsénico; si consta que los tejidos están
alterados, como los alteran esos metales ó sus preparados, y para mayor
abundamiento la análisis acusa sus vestigios materiales, ¿qué falta hace
aquí la cantidad para afirmar el envenenamiento ? ¿A quién le ocurrirá,
si ve que las análisis dan poca cantidad, y más si hay razones que la ex-
pliquen , que esa cantidad exigua pueda ser la de los metales natural-
mente combinados con los principios inmediatos de la economía? Eso
solo podrá ocurrir á un abogado, resuelto á lodo trance á defender ai
reo, ó al médico que no tenga otra regla para su criterio que las análisis
químicas.
Si , en efecto, para afirmar una intoxicación, no tuviéramos mas regia
que los resultados analítico-químieos , cuando estos nos dieran ligerísi-
mos vestigios de ciertas sustancias, podríamos y deberíamos vacilar y
sospechar que acaso pertenecieran á cuerpos que naturalmente exis-
ten ó se forman en la economía, ó á medicamentos mas ó menos tiempo
antes administrados al sugeto. Pero fundándonos, como lo hemos indi-
cado y lo iremos viendo, en el concurso de tres órdenes de datos, y tanto
más , cuanto menos terminante sea cada uno de ellos; esa argumentación
es pueril, no tiene fuerza ninguna, y como ella es la base de la doctrina
que combatimos, resulta que esa doctrina es tan pueril, tan débil y tan
falsa como esa argumentación.
Orfila, por lo tanto, estaba muy en su lugar, interpretaba muy peí feo
tamenle la verdadera significación de las análisis químicas , cuando se le-
vantaba contra esa importancia, que algunos han querido dar á la canti-
dad del veneno obtenido por las análisis químicas en un caso de envene-
namiento. Como hombre de gran sentido práctico ; como hombre de
grande experiencia en la materia; como hombre de inteligencia clara y
de intuición segura, jamás se olvidó , al tratar de esa cuestión , de las ne-
cesarias relaciones que hay siempre que tener presentes éntrelas análisis
químicas y los síntomas y autópsia. Seguro de que apelando , como se
debe , á esas relaciones , jamás había de producir ningún daño á la ver-
dad y exactitud de los hechos, la apreciación de las cualidades en primer
término , prescindiendo de cantidades ; no vaciló en sostener con todas
sus fuerzas que la cantidad de veneno obtenido por las análisis químicas,
es lo último en que deben lijarse los peritos.
M. Tardieu, entre las escasas cuestiones que debate en la primera parte
de su libro, acusa á Orfila de exagerado, de demasiado absoluto en esta
parte. Heconoce con Orfila que hay ocasiones, en las que es imposible de-
terminar de un modo cierto cuál ha sido la dósis de veneno tomada por a
- 895 —
víctima, y hasta si la que se extrae de los órganos es bastante para intoxi-
car; que es posible la eliminación de la mayor parte y hasta la totalidad del
veneno ingerido; que hay una pérdida inevitable de sustancia venenosa en
las operaciones destinadas á revelar su presencia ; que no hay obligación
de someter todo el cuerpo á las análisis, bastando hacerlo respecto de
ciertos órganos ó porción de ellos; y que son vanos los cálculos para de-
ducir de las cantidades obtenidas en las investigaciones periciales la can-
tidad total contenida en el cuerpo.
Pero al propio tiempo que suscribe á estas verdades, base principal de
3a argumentación de Orfila , dice que no conducen á la opinión absoluta
que este sostiene ; que si esas razones son válidas respecto de la mayo-
ría de los casos, los hay para los que no tienen fuerza, siendo en estos
útil y conveniente la cuestión de cantidad.
Para ello se apoya en el mismo Orfila, le cita algunos pasajes de su
argumentación , y de ellos deduce que por lo menos hay tres casos en los
que es bueno y conveniente buscar la significación de la cantidad de ve-
neno obtenida por las análisis. Esos tres casos son: l.° Cuando la aná-
lisis obtiene una gran cantidad de veneno , puesto que así puedo afir-
marse que la dósis ingerida fué bastante para dar la muerte; 2.° cuando
se ha dado la sustancia como medicamento ; porque si procede de él , la
cantidad obtenida es siempre escasa, y si resulta no escasa, sino abun-
dante, la cantidad resuelve la cuestión; y 3.° cuando existe el veneno
naturalmente en el cuerpo, en cuyo caso también la análisis química aísla
muy poca cantidad , y probará que el veneno no tiene este origen , si la
análisis da más ó da alguna cantidad notable.
En mi concepto Tardieu no expresa exactamente la opinión de Orfila.
Si extractándole tan solo algunos párrafos, parece que es lógica la con-
clusión de que hace tres concesiones, que considera conveniente en esos
casos fijarse en la cantidad ; desaparece la lógica y el fundamento de esa
consecuencia , teniendo presente otros pasajes del mismo escrito.
Tardieu calla lo que dice Orfila sobre los síntomas y autopsia, como
medios de resolver la cuestión también en esos casos. Está claro que si
se obtiene mucha cantidad puede afirmarse que la ingerida fué tóxica;
que no puede proceder de una administración terapéutica, ni de la exis-
tencia natural del veneno en la economía.
Mas téngase en cuenta que, para que en el primer caso esa cantidad
considerable sea razón bastante para afirmar que fué tóxica la que el su-
geto tomó , ha de constar que no se le introdujo después de muerto; que
no se mezcló furtivamente en las materias analizadas; que no procede de
otro origen posible, en fin, y eso consta, eso puede constar, no solo pro
bando que no pudo haber tales orígenes, sino con la intensidad de los
síntomas y de las alteraciones anatómico- patológicas, en armonía con
esa cantidad. Esos dos órdenes de datos, no solo son indispensables, sino
que tal vez son los mejores y mas significativos para afirmar que fué tó-
xica la cantidad que tomó el sugeto.
En los otros dos casos sucede lo propio: no solo se demuestra que la
cantidad notable que hallan las análisis no procede de una medicación
ni de la existencia natural en el cuerpo; puesto que las análisis en estos
casos dan poca cantidad, sino porque ni en uno ni en otro de estos hay
síntomas de intoxicación , ni anatomía patológica propios de ella.
El verdadero punto de la dificultad de la cuestión de cantidad no está
en esos casos , ni para probar el valor de las análisis cr: ellos se esfuerza
- 896 -
Orfila. Está en esos otros, en los cuales la cantidad obtenida es exigua
fraccionada , decimal tal vez ; porque algunos quieren negar la significa-
ción á los resultados de las análisis, fundados en que en esa cantidad
exigua, no hay diferencia con la que pueden dar los vestigios de una
medicación ó de una existencia natural , y no se puede afirmar por ella
si fué tóxica la cantidad ingerida.
Contra esas pretensiones se levanta Orfila y hace bien; porque, no
siendo la análisis química la única guia , ya que la cantidad del veneno
pueda dar lugar á dudas, los peritos saben á qué atenerse, apelando á las
cualidades del veneno , á los síntomas y á la autopsia , con cuya apelación
se presentan en seguida diferencias enormes que no se destacaban, fi-
jándose solamente en la cantidad obtenida. Jamás hay enfermedad y
muerte debida á la atinada administración de una sustancia dada como
medicamento, siquiera figure entre los tóxicos; jamás las hay debidas á
la cantidad infinitesimal que de un veneno exista naturalmente en el
cuerpo ; jamás hay presencia de cualidades de un veneno en las materias
procedentes de un sugeto, y en sus órganos y líquidos, cuando ni le ha
tomado como medicamento, ni existe naturalmente en el cuerpo, ni consta
que proceda de otro origen.
Quien tome ese criterio por guía, no tiene necesidad de fijarse en can-
tidades, y es impertinente toda cuestión que tienda á darles importancia.
Resumamos, pues, diciendo que la cantidad de veneno obtenida pol-
las análisis químicas, jamás representa la ingerida; que no puede servir
por sí sola de guía para afirmar si fué tóxica la que el sugeto tornó; que
si es mucha y está en armonía con los síntomas y la autopsia, da dere-
cho para afirmar que fué tóxica la cantidad tomada, y que no procede ni
de una medicación ni de una existencia natural, y que siquiera sea poca,
mínima , no es un obstáculo para afirmar que fué tóxica la cantidad to-
mada , cuando los síntomas y la autópsia lo demuestran. Las cualidades
del veneno significan siempre más y con mas lógica que la cantidad ; aque-
llas revelan siempre el veneno, y como las análisis químicas en Toxicolo-
gía no tienen mas que este objeto , las cualidades son lo que hay que bus-
car principalmente.
§ II. — De las diferentes procedencias que pueden tener las sustancias venenosas obtenidas
por medio de los reactivos y operaciones analíticas.
No siempre que las análisis químicas encuentran en el cuerpo humano
alguna sustancia venenosa, revela esta un envenenamiento : según las
circunstancias y los casos puede el veneno tener un origen muy diverso.
En el decurso de este Compendio hemos tenido ocasión de advertir que,
en ciertos casos , sustancias inocentes pueden sufrir en el estómago com-
binaciones químicas y transformarse en venenos. Recordemos lo que he-
mos dicho sobre el mercurio y las sales mercuriosas, la amigdalina y
emulsina, etc. Hemos visto también que espontáneamente se forman, en
ciertos casos raros, venenos muy enérgicos en el cuerpo humano, siendo
uno de ellos bien conocido: el ácido clorhídrico. Lo ácre y maléfico de
ciertos humores nos da márgen á creer que tienen algunos principios or-
gánicos corrosivos , que es como si dijéramos venenosos.
Sin embargo, forzoso es reconocer que, por lo tocante al hombre
vivo, las intoxicaciones reconocen casi siempre por causa la introducción
de un veneno en la economía , ya por la mano del crimen ó de la misma
- 807 ~
Víctima, ya por accidentes, y por lo mismo el veneno que las análisis
químicas encuentran en los sólidos y líquidos del cadáver envenenado no
es de dudoso origen.
Bueno será que uno no se deje fascinar por los primeros resultados ú
observaciones , en especial cuando se trata de esos venenos que pueden
producirse, para decirlo así, espontáneamente en la economía, bajo el
influjo de la química viviente ; pero no seria filosófico pretender invali-
dar, como algunos lo han intentado , la significación de los resultados
obtenidos con las análisis por esos casos excepcionales que, con respecto
á unos poquísimos venenos, se han observado. Hay una infinidad de ve-
nenos , de los cuales no se ha visto hasta ahora ninguna producción es-
pontánea en la constitución humana, y, por lo tanto , si las análisis nos
ios dan , y no se prueba otro origen, lógica será la consecuencia de que
proceden de una intoxicación voluntaria ó involuntaria, tanto más, cuanto
más relacionados estén estos resultados con los síntomas y resultados de
la autópsia.
Ocasión es de notar aquí también que naturalmente existen en el
cuerpo humano sustancias venenosas. Independientemente de los ácidos
que hay contenidos, y que pueden formarse en ciertos estados patológi-
cos, en el estómago y tubo digestivo , hay una porción de órganos que
naturalmente contienen sustancias venenosas reveladas por la análisis. El
estómago é intestinos tienen plomo, cobre y hierro, procedentes de los
alimentos. En la pág. 137 ya hemos dicho que pueden hallarse metales
en varios órganos. El cerebro y la médula contienen fósforo; los huesos
fósforo y arsénico. Cuerbe y Orfila han demostrado este último veneno
en aquellos órganos; los preparados de fósforo no van casi nunca sin su
porción de arsénico. Con los alimentos entran varias sustancias que figu-
ran entre los venenos, sulfatos, carbonatos, cloruros, ácidos acético,
oxálico, tartárico, nítrico, etc. Mas aun cuando no pueda dudarse de
estos hechos , fácil es establecer la diferencia que va de origen á origen
del veneno en los diversos casos prácticos. El órgano de donde se extrae
el veneno y su cantidad pueden distinguir su origen. ¿Qué importa, por
ejemplo , que el arsénico esté naturalmente contenido en los huesos? ¿En
qué podrá destruir este hecho los resultados de la análisis verificada en
los materiales contenidos en el estómago, en esta viscera, el hígado, los
músculos, etc.? No existiendo naturalmente dicha sustancia venenosa en
estos órganos , es lógico concluir, si las análisis la revelan en ellos , que
se introdujo arsénico en el sugeto, cuyos sólidos y líquidos se analiza-
ron , y si acaso le falta fuerza á la conclusión , no dependerá de que haya
arsénico en los huesos , sino de que los resultados de las análisis quími-
cas por sí solos no constituyen prueba.
Otro tanto podemos decir del cobre y del plomo. La cantidad que na-
turalmente tienen los órganos nombrados es muy reducida; las análisis
químicas, en los casos de intoxicación por preparados de dichos meta-
les, siempre encuentran mucha más, y esta cantidad, esta mayor por-
ción de sustancia es, en la mayoría de los casos, mas que suficiente
para distinguir el origen del plomo ó del cobre, que los reactivos reve-
lan. Y aun cuando esa cantidad fuese poca, como no solamente se en-
contraría en el estómago é intestinos, sino tal vez en lo vomitado y las
heces, en el hígado y vejiga; bien sé comprende si habría facilidad de
reconocer el verdadero origen del veneno. Por último, aunque los re-
sultados de las análisis nos dieran una cantidad inferior de plomo ó co-
TUXlCol.OGIA.— y”
— 898 -
bre igual á la que habitualmente contienen el estómago é intestinos, no
seria posible la contusión ; porque , poniendo en relación este resultado
con los síntomas y autópsia , tendríamos sobrados datos para saber á qué
atenernos, en punto á señalar á dichos metales su verdadera procedencia.
No son , pues, ni los venenos que pueden formarse espontáneamente
en la economía, ni ciertos metales venenosos naturalmente existentes en
ella, los que deben llamarnos aquí mas la atención como orígenes posibles
de una sustancia venenosa que la análisis química encuentre; hay otros
orígenes que merecen una atención particular; tales son, por ejemplo,
una medicación por mas ó menos tiempo sostenida, un embalsamamiento, los
vestidos, la introducción en el cadáver por medio de una mano criminal,
la mezcla fraudulenta con las materias destinadas á las análisis, y la im-
bibición de los líquidos del terreno en que esté sepultado el cadáver, fié
aquí varios orígenes posibles de una sustancia venenosa , hallada por las
análisis, que merezca algún estudio para no confundirlos con el origen
debido á un envenenamiento. Tratemos, pues, de ellos sucesivamente y
por el orden con que los acabamos de indicar.
Medicación. — La administración de medicamentos heróicos ó de sus-
tancias que á mayor cantidad pueden ser venenosas, es otra de las pro-
cedencias de los venenos, que las análisis son capaces de descubrir, y
cumple al médico forense lógico que se haga cargo de esta circunstan-
cia, si no quiere incurrir en graves y trascendentales errores.
Hay enfermos que toman por mas ó menos tiempo preparados mercu-
riales, arsenicales, antimónicos, quinina, opio, morfina, cicuta, etc.
Dadas á dósis medicinales ciertas sustancias, son expelidas mas ó menos
tarde de la economía por diferentes emunctorios, y principalmente por
las vías renales ; en la orina, pues, es posible hallarlos por medio de las
análisis.
Según cuando muere el sugeto, es posible hallar también dichas sus-
tancias, ya en la sangre, ya en varios órganos, ya en el estómago y de-
más partes del tubo digestivo , solas ó mezcladas con otras.
Hemos dicho en su lugar, al hablar de la acumulación de las sustan-
cias, que después de haber tomado por largo tiempo preparados de
quinina, puede haber intoxicación, si de repente, antes de ser expul-
sado el alcaloideo, hay una mudanza en los humores, de suerte que
pueden sufrir disolución los preparados formados en la sangre. Otro
tanto puede suceder respecto de los preparados mercuriales, si mudando
de régimen se viene á aumentar la cantidad de cloruros alcalinos, capa-
ces de disolver los coágulos formados por el mercurio.
En todos estos casos y otros análogos, ¿qué podrá significar que las
análisis encuentren vestigios de una sustancia venenosa? ¿Cuán equivo-
cado no andaría el profesor que , solo por eso, concluyese diciendo que
ha habido intoxicación , y más aun envenenamiento?
Si un sugeto muere después de haber tomado un medicamento he-
róico , ó que contenga una sustancia venenosa , á mayor dosis, y anali-
zando luego lo que haya arrojado por vómitos, si los ha habido , ó por
cámaras, ó con la orina, ó bien lo contenido en su estómago é intestinos,
se descubren vestigios de una sustancia tóxica , ¿cómo podrá eso signifi-
car una intoxicación ó un envenenamiento? ¿Puede suceder otra cosa que
hallar la análisis en sustancias , existiendo , en especial si es de las mas
sensibles á los reactivos? Si se acaba de ingerir , si se ha ingerido como
medicamento, nada tiene de extraño que la análisis química le encuentre.
- m -
Si es un error, sí se cómele sofisma, negando la intoxicación ó envene-
namiento , porque el sugeto haya tomado mas ó menos tiempo antes del
hecho, que da lugar á procedimientos, una sustancia medicinal, á pesar
de la mayor cantidad que la análisis descubre, de los síntomas de into-
xicación observados , y de los vestigios anatómico-patológicos correspon-
dientes; también lo es, y no menos funesto, fundar una opinión favorable
á la intoxicación, solo porque la análisis descubra vestigios de una sus-
tancia que se ha tomado como medicamento, siquiera falten los síntomas
tóxicos , y siquiera la inspección del cadáver no concuerde con esa idea.
A pesar de la evidencia de esta verdad, es bastante común en la prác-
tica encontrar profesores que se olvidan de esas reglas de filosofía ó de
lógica.
Nosotros conocemos casos prácticos de una y otra especie. En un en-
venenamiento por un preparado de opio, 'se trató de invalidar las conse-
cuencias legítimas que se dedujeron de los síntomas, autópsia y análisis
química , porque la víctima había tomado algunos dias antes una ligera
fusión opiada.
En otro caso fuimos peritos, nombrados por la audiencia de Castilla,
para resolver una cuestión en sí sencilla , pero hecha grave por la mala
dirección dada desde el principio al negocio , relativa á la muerte de un
niño de poco mas de dos años, acaecida casi inmediatamente después de
haber tomado una cucharada medicinal de un preparado de cicuta.
Ni los síntomas, ni la autópsia habían presentado el cuadro propio de
la intoxicación por esa sustancia; la análisis química la halló en el estó-
mago é intestinos, es decir, descubrió vestigios de la conicina, y olvi-
dando los peritos las buenas reglas de lógica que aquí estamos encare-
ciendo, se expresaron en su dictámen en tales términos, que el tribunal
creyó que habia habido intoxicación por la cicuta. Solo apelando á la ló-
gica que recomendamos , y esclareciendo los hechos, pudimos volver el
caso á su sencillez, probando que no habia habido tal intoxicación, y que
las análisis no probaban nada , conocida la procedencia de la sustancia
revelada por las análisis, y visto que ni los síntomas, ni la autópsia esta-
ban de acuerdo con semejante intoxicación.
Conviene, pues, tener presente, que uno de los orígenes de las sustan-
cias venenosas descubiertas por las análisis en las materias procedentes
de un sugeto ó en el mismo, son los medicamentos, y que no basta des-
cubrirlos en estos casos, sino ver si á los resultados de las prácticas ana-
líticas corresponden los síntomas y los datos de la autópsia.
En el vivo no es posible que se introduzcan ó mezclen con sus sólidos
y líquidos sustancias venenosas, mas que por medio de uno de los modos
que acabamos de indicar, ó formándose espontáneamente por medio de
ciertas combinaciones accidentales, ó con los alimentos, ó con los medi-
camentos, pero sin producir intoxicación, ni nada que se le parezca. Vea-
mos ahora en el cadáver.
En el cadáver puede encontrarse una porción mas ó menos considera-
ble de veneno, sin que haya habido intoxicación: ya hemos indicado en
qué casos , y vamos á estudiarlos.
Embalsamamiento. — Es sabido que muchos cadáveres son embalsamados,
y entre los diversos métodos que hay para ello , se hallan algunos , para
ios cuales se emplean sustancias venenosas. El ácido arsenioso y el subli-
mado corrosivo son por algunos usados para embalsamar , puesto que la
combinación de esos minerales con los principios protéicos de los tejidos
— 000 -
les vuelven imputrescibles. Concíbase á qué graves errores no podría-
mos ser inducidos, si descuidáramos averiguar esas circunstancias en un
caso práctico, en el que la análisis de los órganos y líquidos del embalsa-
mado nos diera vestigios de esos venenos ú otros usados también para
embalsamar. Informes sobre ese hecho nos sacarán de apuro y nos pon-
drán en el caso de atribuir á su verdadera causa la presencia del veneno.
En uno de nuestros casos prácticos, además de una gran cantidad de
aceite esencial de almendras amargas, hallada en el estómago del cadá-
ver, encontramos notable cantidad de ácido arsenioso y sublimado corro-
sivo ; mas fácil fuó darnos cuenta de este hecho, que no estaba en armo-
nía, ni con los síntomas presentados por el sugeto en su agonía, ni con
los resultados do la autopsia; al constarnos por los documentos y decla-
raciones de los embalsamadores, que había sido embalsamada ¡apersona,
y que aquellos, entre otras cosas, se habían servido del ácido arsenioso
y del bicloruro de mercurio.
Vestidos. — Aunque por punto general los vestidos con que se entierran
los cadáveres no tienen sustancias sospechosas, no está fuera de lo posi-
ble que algunos las contengan. Si la mortaja no es un hábito de fraile ó
monja , que tan en boga están entre nosotros , hasta el punto de haber
dado lugar á que un viajero francés dijera que en España no se mueren
mas que frailes y monjas; en algunos casos se viste el cadáver con (rajé
seglar, y entre las prendas de ese vestuario puede haber alguna de co-
lor, y que esta tenga principios metálicos venenosos.
Véase la prohibición que se ha hecho en Alemania de ciertas telas que
contienen arsénico y otros preparados, capaces de intoxicar á las perso
ñas que las llevan.
Aunque comprendamos que eso ha de ser raro , queremos sin embargo
advertir á los peritos, que cuando estudien el origen de una sustancia ve-
nenosa encontrada por las análisis químicas, no descuiden informarse en
lo posible, de la mortaja del difunto, de los vestidos con que sé le se-
pultó. Por lo menos eso les servirá para saber que ese origen no será
aceptable en el caso, y para desbaratar la artificiosa argumentación de un
abogado, ó de un químico como Raspad, que de todo se agarran para
salvar á su defendido, y que por todos los orígenes posibles pretenden
explicar la presencia de un veneno en las materias analizadas, menos por
un envenenamiento.
Introducción de un veneno en el cadáver. —Si alguna persona mal intencio-
nada, con el objeto de hacer levantar sospechas del crimen de envenena-
miento contra otra, á quien desease perder, se aprovechase de una oca-
sión favorable á sus designios infernales, é introdujese una sustancia ve-
nenosa en un cadáver, en la mayor parle de los casos no habría de enga-
ñar á los peritos que , al practicar el reconocimiento exterior ó interior
del cadáver, cumplieran con lo que deben.
Las vías de introducción pueden ser varias; todas las aberturas natura-
les pueden servir para ello. Nariz, boca, tubo digestivo ó esófago y estó-
mago, por aquella; ano é intestinos gruesos por este; vulva, vagina, ure-
tra , orejas y conjuntivas. También podría hacerse alguna solución de
continuidad y por ella introducir el veneno.
Esos casos son raros, por lo menos no se ven en los autores de Toxi-
cología. Orfila habla de un caso de esa especie acaecido en Estokolmo.
Nosotros en nuestra práctica hemos visto un caso, respecto del cual se
pudo sospechar esa introducción fraudulenta.
- 901 -
Para llevar á cabo una farsa diabólica de esa especie con algún éxito,
capaz de engañar á los peritos , se necesita cierta astucia y habilidad , y
además conocimientos especiales. Sin embargo, es posible. Hay gentes
para todo. No olvidemos lo que hizo el conde de Bocarmé para poder en-
venenar hábilmente á su cuñado, y comprenderómos de lo que es capaz
un criminal, que proyecta un crimen, con la idea de quedar á salvo y bor-
rar en lo posible las huellas de su atentado.
La introducción fraudulenta de un veneno por cualquiera de las vías
indicadas, se puede hacer, ó poco tiempo después de muerto el sugeto, ó
después de algunas horas. Los resultados podrán no ser completamente
iguales.
Supongamos que una mano criminal depone cierta cantidad de veneno
en alguna abertura natural del cadáver, luego que acabe de morir. Si es
tan torpe que eche mano de una sustancia sólida en fragmentos ó en
polvo, fácilmente se concibe que la farsa ha de ser prontamente descu-
bierta. Ese cuerpo allí estará, á poca diferencia, tal como se puso, sea
cual fuere la vía escogida natural ó artificial. A expensas de la poca can-
tidad de agua de los tejidos, si es ese cuerpo soluble , alguna parte podrá
disolverse y penetrar las paredes ó capas vecinas; pero no irá muy lejos
la imbibición, faltando la circulación de la sangre; y obedeciéndo la ley
de la gravedad el líquido, que haya disuelto parte de ese cuerpo, se irá
mas bien hácia las regiones declives, y eso contando con que ese cuerpo
no sea de los que, puestos en contacto con los principios inmediatos de los
tejidos, no forme con ellos compuestos plásticos ó insolubles; en cuyo caso
irá todavía menos lejos, porque, no circulando la sangre , no se renovará
la cantidad de cloruros alcalinos, que dan solubilidad al compuesto y se
le llevan.
Luego , si se reconoce el punto donde está , siquiera con la disolución
de parte de ese cuerpo haya desplegado su acción química sobre los
principios plásticos de los tejidos; esa acción no tendrá consecuencias
fisiológicas. No habrá en los tejidos ninguna alteración patológica, puesto
que falta la vida.
Aplicado inmediatamente después de muerto el sugeto , acaso podria
haber algún efecto, sucediendo una cosa análoga á lo que pasa con las
heridas hechas luego que el sugeto acaba de espirar. Los cáusticos po-
drían tal vez dar lugar á alguna rubefacción , á una escara carbonosa;
los inflamatorios á alguna inyección vascular; mas por poco que hubiese
transcurrido desde la muerte, si este hubiese alcanzado la pequeña circu-
lación , ó los vasos capilares, como los gruesos vasos, ni eso seria ya posible.
Sin embargo, aun suponiendo que en los primeros momentos de la
muerte, los cáusticos, los inflamatorios y hasta los nervioso-inflamato-
rios puedan dar lugar á la presentación de algún fenómeno patológico,
este es pálido, apenas pronunciado, no está en relación con la grande
intensidad de acción ílogística de esas sustancias.
\iendo, pues, que el veneno está á poca diferencia en el sitio tal como
le pusieron ; que siquiera se haya disuelto algo, lo disuelto no se ha ale-
jado mucho de la parte, y si forma compuestos plásticos con los princi-
pios inmediatos de los tejidos , menos ; que no hay señales de fenóme-
nos patológicos y que las análisis químicas no encuentran vestigios de
ese veneno en partes lejanas , en los demás órganos de Ja economía, bien
podremos afirmar rotundamente que ese veneno se introdujo después de
muerto el sugeto.
— 90*2 -
Durante la vida ese cuerpo , siquiera estuviese al estado sólido , se
hubiera disuel lo, en gran parte, por lo menos, ya que no lodo; siendo
soluble hubiera contraido combinaciones con los principios inmediatos de
los tejidos, con los cuales hubiera estado en contacto , y si esas combi-
naciones hubieran sido solubles , hubieran pasado al torrente de la cir-
culación , y con la sangre hubieran recorrido toda la economía; inva-
dido todos los órganos, en especial el hígado, el bazo, los pulmones.
Si las combinaciones hubiesen sido plásticas, insolubles, hubiesen adqui-
rido solubilidad con los cloruros alcalinos de la economía , que por ca-
pas los hubieran ido disolviendo y arrastrando el veneno hácia la san-
gre, sucediendo lo propio que con* los. solubles: vivo el sugeto esos efec-
tos químicos hubieran provocado los fisiológicos, los tejidos se hubieran
inflamado, según la naturaleza del veneno, y sobre haber presentado el
sugeto los síntomas propios de la acción de ese veneno, muerto ya, la
autopsia demostraría las alteraciones anatómicas correspondientes, y las
análisis químicas revelarían el veneno, no solo en la parte donde se de-
puso, sino en todos los demás órganos, y la sangre , la orina , etc.
Si el veneno se aplicare al estado líquido ó disuelto, podrá penetrar
mas órnenos lejos del sitio donde se ingiera, introducirse mas ó menos
en el conducto por donde se inyecte. Mas ese líquido hará lo mismo que
hemos dicho del sólido, luego que este se disuelva. Si no forma combina-
ciones plásticas, será absorbido; penetrará por imbibición las capas ve-
cinas , más hácia las partes declives que hácia las superiores , y no irá
muy lejos , en especial en poco tiempo, porque le falta la circulación de
la sangre para derramarse pronto por toda la organización. Si forma
combinaciones plásticas , pasará menos todavía; porque solo podrán di-
solver pequeña porción de ellos los cloruros alcalinos del sitio ; y como
faltando la circulación, no se han de renovar estos para disolver nuevas
capas del compuesto plástico, el radio de su imbibición será muy corto.
Añadamos que en todo el trayecto del conducto por donde se haya in-
troducido el líquido con jeringa, sonda ó de otro modo, no ha de presen-
tarse tampoco fenómeno alguno fisiológico, ninguna alteración de tejido
patológica, y sobre no presentar síntomas el sugeto, correspondientes á
esa sustancia, ni alteraciones anatómico-patológicas adecuadas , la aná-
lisis no hallará vestigios de ese veneno en los puntos distantes.
Siquiera fuesen cáusticos, solo se encontrarían sus efectos químicos,
los que producen lo mismo durante la vida que después de la muerte ;
los tejidos tendrían aspecto jabonoso soluble, negruzco, ceniciento, ó
amarillo ; pero jamás la escara que ofrece el vivo ni las flogosis inmedia-
tas, ni naaa de lo que necesita vida para presentarse.
Colocado el veneno sea cual fuere su estado y naturaleza , en una
vía del cadáver, allí se encuentra casi todo , muy poco en las cercanías.
Introducido durante la vida , apenas se halla veneno en la parte donde
se aplicó; fuera de la porción que se haya combinado con el tejido, y no
haya sido disuelta y arrastrada al torrente circulatorio. En el primer caso
los órganos parenquimatosos muy vasculares, el hígado, el bazo, los
pulmones , no tienen nada de veneno ; en el segundo contienen mucho
mas que la parte por donde se introdujo, porque allí las llevó la circula-
ción, durante la agonía del sugeto.
En un caso práctico , en el cual fuimos peritos , se pudo sospechar
esa introducción furtiva del veneno en el cadáver ; mientras que halla'
mos notable cantidad de veneno en el estómago é intestinos, en el hi-
- 903 —
gado , bazo y pulmones, no pudimos descubrirle; solo en estos hubo li-
geros vestigios; lo cual pudo atribuirse á la imbibición que puede efec-
tuarse desde el esófago al través de sus paredes hácia el pecho. Esta cir-
cunstancia y la falta de síntomas propios igualmente que la de los sig-
nos autópsicos, pudo dar grandes fundamentos á la sospecha de que el
veneno se había introducido en el cadáver.
Es ocioso hablar de introducción de venenos gaseosos que probable-
mente no se ocurrirá á nadie , y si se ocurriere seria aplicable gran parte
de las reflexiones que llevamos hechas , y si fueran polvos vegetales,
hojas , extractos ó cualquier otra cosa por el estilo , excusado es decir
que, además de lo que hemos indicado, respecto de los sólidos, habría
la facilidad de ver al natural esas materias, las que ni aun introducidas en
el estómago presentarían vestigios de digestión ó elaboración por parte
de los órganos de la economía muerta.
Si, en lugar de introducir esas sustancias, poco tiempo después de ha-
ber muerto el sugelo , se introdujesen algunas horas después, todavía
había de ser mas fácil la distinción, puesto que aquí ni la mas remota
semejanza puede ya haber de efectos ^patológicos ó fisiológicos, y trans-
curriendo menos tiempo desde esa introducción fraudulenta á'la hora
en que se practique la autópsia, también han de ser menos pronuncia-
dos los fenómenos de imbibición todavía ha de ser mas corto el radio
de la extensión del veneno.
Concíbese en todos esos casos la grande, la inmensa importancia que
tiene no confundir los órganos ni materias del sugeto que se supone en-
venenado. Si en todos los casos es reprobable en alto grado, no solo la
práctica de M. Roussin, que quiere que se hagan de todos los órganos
destinados á las análisis dos mitades 1.* y 2.a , colocando todas las mita-
des primeras en un vaso, y en otro todas las mitades segundas, para
analizar juntas aquellas en busca de venenos inorgánicos, y juntas estas
en busca de venenos orgánicos; sino la de M. Tardieu , que solo destina
dos vasos , uno para todo el tubo digestivo con sus materias, y otro para
todos los demás órganos : en los casos en cuestión seria una práctica fu-
nesta, contraria á todas las reglas necroscópicas de la intoxicación y la
mas á propósito para favorecer las miras criminales del que hubiese in-
troducido veneno en un cadáver, para dar lugar á procedimientos de
oficio por envenenamiento contra algún inocente.
Si se confundieran los órganos, como lo propone Roussin, y hasta
como lo indica Tardieu, que prohija el vicioso proceder de ese larma-
céutico ó químico; y analizados dieran vestigios de veneno, como los
darían indudablemente, ¿seria posible resolver esa cuestión por las aná-
lisis químicas? ¿Podria distinguirse si el veneno fué introducido durante
la vida ó después de muerto? ¿Se sabría de qué órganos procede ese
veneno? ¿Podria afirmarse hasta donde llegó la imbibición? De seguro
que no. ¡Qué mas querrían los criminales de esa especie que ver gene-
ralizada la tunesta práctica de Roussin!
En esos casos mas que en otros, es de absoluta necesidad separar los
órganos en la autópsia , sin colocar en el mismo frasco mas que un ór-
gano y su contenido y analizarlos separadamente también , para ver y
asegurar donde se halla el veneno. Así , si se encuentra por ejemplo en
el recto y no en los demás órganos, en la boca , en la vulva, en el es-
tómago , etc. , y no en otras partes’; hay fundado y sólido motivo para
afirmar que ese veneno no se introdujo durante la vida, y la vía por
— 904 -
donde se introdujo ; porque si se hubiese introducido vivo el sugeto , se
hallaría en todas partes , en unas mas que en otras, pero en todas, y
acaso el sitio de introducción seria el que menos tuviese.
Esta circunstancia , de suyo tan significativa , adquiriría todo el es-
plendor de la evidencia con la negación de síntomas y la de alteraciones
anatómico-patológicas ; se la daría á su vez á estas , y si acaso hubiera
dejado alguna duda en el ánimo de los facultativos, que hubiesen visto
al enfermo en su agonía y á los que hubiesen practicado la autópsia,
el resultado de las análisis químicas, en el sentido que acabo de indicar,
disiparía todas las dudas.
Todo lo que acabamos de decir lleva implícita la suposición de que
el cadáver sea examinado al estado fresco , antes de la inhumación , ó
después de ella á poco de haberla efectuado. Mas si el cadáver se exhu-
ma , cuando ya la putrefacción está avanzada , ó cuando está reducido á
esqueleto, se concibe que una introducción fraudulenta de veneno en el
cadáver, no habrá de ser tan fácilmente descubierta. Faltará para la dis-
tinción el órden de datos relativos á las alteraciones anatómico-patológi-
cas y hasta los relativos á la localización del veneno. Los líquidos que
bañan el cadáver en cierto período de su descomposición pueden fácil-
mente trasladar el veneno de unos puntos á otros.
En un caso práctico verificado en los restos mortales de una mujer ex-
humada mas de un mes después de su muerte, y cuyo ataúd estaba lleno
de un líquido procedente de la descomposición del cuerpo, encontramos
vestigios indudables de sublimado corrosivo en todas partes, inclusa la
mortaja empapada de ese líquido. Los síntomas y la autópsia estaban en
armonía con la presencia de ese veneno.
Con mas razón seria difícil distinguir si el veneno se introdujo después
déla muerte, si el cadáver estuviese reducido á esqueleto y polvo. Los
venenos minerales estarían allí del propio modo que si se hubiesen dado
durante la vida. Algunos de los orgánicos pueden existir también; los
alcaloideos resisten mucho la putrefacción. En estos casos seria muy di-
fícil, por no decir imposible , determinar si hubo ó no envenenamiento.
Si se tuviese conocimiento de los síntomas presentados por el sugeto, y
estos no estuviesen en armonía con la intoxicación correspondiente al
veneno que se encontrara, podría sospecharse la introducción fraudu-
lenta , si no tuviese explicación el origen de esa sustancia. Con mas ra-
zón si se hubiese practicado la autópsia y si no se hubiese visto en aber-
tura natural ó artificial alguna , vestigio de veneno ni alteraciones anató-
mico-patológicas propias de su acción.
Mezcla del veneno con los materiales destinados á la análisis. — Puede su-
ceder que , en lugar de introducir en el cadáver el veneno , se eche en
los órganos líquidos y materias apartadas para la análisis. Esto por un
lado parece mas fácil de llevar á cabo, y por otro mas difícil. Es mas fácil,
porque la persona malévola, que en esos casos casi siempre suele ser al-
guno de la familia ó muy allegado á ella , puede presenciar la autópsia
y aprovechar un momento de descuido por parte de los que la practican,
y echar en las materias ya apartadas este ó aquel veneno , ó bien en las
materias que arrojó el sugeto por vómitos, cámara ú orina.
Es mas difícil , porque esas materias se meten en frascos que se tapan,
lacran y sellan, primero por los peritos , y luego por el tribunal.
Si se han llenado todas estas formalidades ya no es posible que una
mano criminal eche en el interior de los frascos un veneno. Ya seria
— 905 -
preciso contar con la complicidad de los actuantes judiciales y peritos.
Mas , si no sé llenan todas las formalidades que hemos indicado en su
lugar, nada mas fácil que una mano malévola eche en las materias apar-
tadas para la análisis un veneno, cuya presencia llenará luego de confu-
sión á los peritos, y acaso pueda servir de aparente comprobación para
determinar el carácter dudoso de los síntomas y la autópsia , y se dé lu-
gar á la suposición de un crimen que no existe , por lo menos como en-
venenamiento , y que acaso recaiga sobre un inocente la terrible acusa-
ción de ese crimen y su castigo.
Tal como hemos visto preparar muchas materias, y en el estado en
que nos han llegado muchos objetos, durante nuestro servicio pericial,
concebimos fácilmente la posibilidad de esos fraudes, y en mas de un
caso hemos tenido ocasión de notar que el veneno que sé encontró podia
muy bien no proceder de un envenenamiento , sino de un crimen de otra
naturaleza.
En algunas ocasiones el exámen de las materias podrá ponernos en el
caso de sospechar que se les ha añadido el veneno, después de extraídas
del cadáver. La naturaleza de ese veneno, su acción inmediata sobre las
sustancias orgánicas, su estado , etc. , etc. , podrá servirnos de guía. En
un frasco que contuviese pedazos de hígado , de pulmón , de corazón , de
bazo, con líquidos ó sin ellos , la presencia del ácido arsenioso en polvo,
del bicloruro- de mercurio ó de un alcaloideo , revelaría desde luego que
se ha echado esa sustancia después de separados aquellos del cadáver.
Otro tanto diriamos, si la hallásemos al exterior del estómago é intesti-
nos. Otro tanto diriamos si los viéramos teñidos al exterior del color que
les dan los ácidos sulfúrico, nítrico, clorhídrico y otros cáusticos. Otro
tanto, en íin , si , analizado el líquido en que estuviesen , diese mucha
cantidad de veneno, y analizados aparte los órganos no diesen nada, ó
diesen poco ; en especial las porciones mas interiores.
Todo eso anunciaría la exterioridad del veneno; circunstancia del
todo opuesta á lo que deberian presentar esos órganos , en el caso que se
les hubiese introducido el veneno durante la vida.
De todos modos, dado que se presentase un caso de esa especie , y que
sin advertir nada al exterior, sometidas las materias á la análisis, diesen
las reacciones del veneno, y estas no estuviesen de acuerdo ni con los
síntomas, ni con la autópsia, habría que sospechar la probabilidad do
una mezcla del veneno con las materias guardadas para la análisis, y ha-
bría que averiguar si hubo algún descuido, alguna omisión, alguna oca
sion propicia para que una mano criminal hubiese echado en esas mate-
rias el veneno; y solo cuando quedase plenamente probado que nada
de eso hubo, ni pudo haber, podría abandonarse la explicación de la
presencia del veneno hallado por las análisis, dándole por origen esc
fraude.
Veamos ahora cómo distinguiremos la existencia de un veneno en un
cadáver, debida á la imbibición efectuada en el sitio donde esté se-
pultado.
Imbibición de los líquidos de un terreno. — Lo que hemos dicho de la im-
bibición do un sólido aplicado á un cadáver, cuando la humedad de este
le disuelve, y de los líquidos aplicados á cualquier vía del mismo, es
aplicable á los que procedan de un terreno, donde esté sepulto ese cadá-
ver. Tanto para comprobación de lo que hemos dicho en los dos puntos
anteriores, como de lo que nos proponemos decir en el actual, demos
- 006 —
antes cuenta de ciertos hechos experimentales que debemos á Orfüa y
üevergie. Luego haremos las correspondientes reflexiones.
Orfila ha hecho varios experimentos con el objeto de ver hasta qué
punto se efectúa la imbibición de ciertas disoluciones venenosas introdu-
cidas en el estómago , recto y piel de varios animales muertos y cadáve-
res humanos. De sus experimentos resulta :
1. ° Que las sales de cobre, disueltas en el agua'é inyectadas en el es-
tómago ó en el recto de cadáveres humanos, ó de perros, penetran por
imbibición : primero, en los órganos mas cercanos á la porción del ca-
nal digestivo , donde fueron aplicados ; y luego avanzan , ya hácia el in-
terior de estos órganos , ya al través de otras visceras mas lejanas ; pero
que su marcha es 'bastante lenta para que, al cabo de ocho ó diez dias,
aun cuando el estómago contenga bastante cantidad todavía de la diso-
lución cúprica, la parte céntrica del hígado, por ejemplo, y con ma-
yor razón el cerebro, los músculos de las piernas, etc. , no hayan reci-
bido todavía ni un átomo.
2. ° Que todo conduce á creer que jamás llegarán á las partes mas leja-
nas del punto, en que hayan sido aplicadas dichas disoluciones, al menos
en bastante cantidad para poder ser descubiertas, si la dosis inyectada
en el canal digestivo fuere débil.
3. ° Que, sin embargo, seria posible que la marcha de los líquidos ve-
nenosos, al través de los tejidos muertos, fuese mucho mas lenta y que
acabase por detenerse completamente á cierta distancia del canal diges-
tivo, si estos líquidos son de naturaleza tal, que, como las sales de co-
bre , formen con las sustancias de nuestros órganos un compuesto poco
soluble, ó insoluble.
4. ° Que , en todo caso , esta descomposición no se efectuaría acto con-
tinuo con respecto á toda la porción del líquido venenoso , puesto que al
cabo de diez , doce ó quince dias ha podido Orfila disolver en el agua
fria, y en unas cuantas horas, una parte de las sales de cobre que se
encontraban en los órganos, parte de las cuales había llegado á ellos por
imbibición.
5. ° Que la piel parece que no se deja atravesar tan fácilmente por los
líquidos venenosos, puesto que al cabo de diez dias la superficie interna
de este tejido, revestido de su epidermis, no estaba azulada, á pesar de
que el antebrazo y la mano ^hubiesen estado sumergidos en una disolu-
ción de acetato de cobre, y que en otras circunstancias, habiendo sido
levantada la epidermis al cabo de seis dias , el solutum en cuestión no
había penetrado mas allá de 8 milímetros en el grueso de las carnes , ni
aun después de diez y seis dias de sumersión.
6. ” Que es, por lo mismo, difícil admitir que un cadáver, cuya piel
esté intacta , permita fácilmente paso á un líquido venenoso que podría
encontrarse accidentalmente en la tierra donde se inhumase ese cadáver,
porque el líquido, absorbido en gran cantidad por la tierra, seria poco
abundante, ó lo mas solo capaz de mojar esta débilmente; que en todo
caso, el tejido celular subcutáneo, y menos aun los músculos y las vis-
ceras , no contienen una pequeña porción de este líquido venenoso , sino
al cabo de mucho tiempo , dado caso que lleguen á tenerle nunca; que
si diariamente se regase, y por mucho tiempo, con un líquido envene-
nado la tierra que cubre el cadáver, dejando este como metido en un
baño venenoso, podrían obtenerse resultados diferentes; mas esta espe-
cie de imbibición no se presentará jamás en Medicina legal , sin que se
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tonga conocimiento Je eilo ; y entonces seria absurdo fijar en el hecho la
menor importancia í1).
\ Lo que acaba de verse , por lo que atañe á las disoluciones de acetato
de cobre , es aplicable á las sales de antimonio, preparaciones arsenicales
y otras sustancias venenosas. Siendo solubles, la imbibición se efectúa
en los términos indicados ; cuando las sustancias no son solubles , se en-
cuentran en los puntos donde son aplicadas. Las sólidas, aunque solu-
bles, siempre tardan mas en ser embebidas que las líquidas. Las que for-
man compuestos plásticos con los principios protéicos , se hacen insolu-
bles; y como no hay circulación , no pueden ser disueltos por los cloru-
ros alcalinos, sino en las inmediaciones.
Ahora bien : cuanto hemos dicho en los números anteriores sobre el
modo de conducirse los venenos aplicados al cadáver, queda confirmado
con los experimentos de Orfila. No tenemos necesidad de volver á ello.
Apliquémoslo , por lo tanto , á los casos en que el cadáver haya sido en-
terrado, y se sospeche que proceda del terreno el veneno que le encuen-
tran las análisis químicas.
Si el cadáver ha sido sepultado en el suelo, y se analizan después de
mucho tiempo de inhumarle sus despojos, puede acontecer también que
estas análisis den vestigios de venenos, en especial minerales, sin que
haya habido intoxicación. Los terrenos pueden contener, naturalmente,
óxidos ó sales venenosas ; disolverse estas con las aguas pluviales, filtrar
al través de la arena ó tierra vegetal , y embeberse de estas disoluciones
ei cadáver. Al menos esta es la opinión de algunos.
Orfila ha tratado este punto en su Toxicologia general , como hemos
visto ; y una célebre contienda que tuvo con M. Raspail , con motivo del
envenenamiento por el arsénico, al que sucumbió M. Lafarge , le ha dado
mas importancia. Vale la pena, en efecto, que le agitemos, no tanto por
los errores en que nos puede hacer incurrir esa imbibición sumamente
limitada ó excepcional, como por la fuerza lógica que algunos creen po-
der dar á esta especie de objeción contra los resultados obtenidos por
medio de las análisis químicas.
Consultado Orfila en el proceso de madama Lafarge sobre si había sido
envenenado el marido de esta señora por el arsénico, respondió afirmati-
vamente. M. Raspail , nombrado por parte de la interesada , sostuvo ante
el tribunal, en los debates que en Francia se permite tener á ios peritos,
todo lo contrario. Hé aquí un extracto de su discurso :
«M. Orfila pretende que es solo la mano de los dos acusados lasque ha
podido introducir el veneno durante la vida de la víctima. ¿Cómo lo
sabe? Jamás ha visto á los dos acusados, sino hasta ahora, en la Audien-
cia , y hace once meses (fue sucedió ei caso. Nos asegura que es así , por-
que el arsénico que ha encontrado no ha podido proceder de otra vía.
Fues yo voy á citar mil vías diferentes por las cuales, luego después, ó
despues.de mucho tiempo de la inhumación, ese arsénico ha podido intd-
tiarse en los tejidos del cadáver. El arsénico encontrado por M. Orfila,
seis meses después de la muerte del sugeto, j no puede haber sido de-
puesto por la casualidad, que es infinita en sus combinaciones! Papeles
piulados y tirados en la huesa; restos vio enmaderamientos pintados de
verde; restos del tamaño de una cabeza de alfiler bastan para cubrir cien
platos semejantes á esos con manchas arsenicales ; el cadáver, después
(’ i Toaiiuiluyia ijvnrrat ,1. i , p. 30 ¡ 40.
- 008 —
de Ja exhumación , ha podido estar echado en mesas pintadas de verde-
ha sido transportado con un tone] , del cual ningún químico , ni antes ni
después, ha hecho análisis. Los reactivos empleados por M. Orilla han
podido ser impuros, y lo que hay de mas impuro en el mundo , etc
¡Y á la presencia de todas esas fuentes del arsénico , no se aceptaría sino
la mas odiosa!
» Acabáis de combatirme, señor, con experimentos hechos en dos ca-
dáveres tomados en cementerios diferentes. Estos dos cadáveres no os
han dado una sola huella de arsénico, aun cuando la tierra de ambos ce-
menterios es arsenical ; de lo cual concluís que el arsénico que se en-
cuentre en cualquier cadáver no podrá proceder del terreno, aunque este
le contenga , donde habrá sido enterrado. El señor Orfila hubiera podido
hacer veinte, cien experimentos de ese género sobre otros tantos cadáve-
res exhumados en lugares diferentes, y su conclusión no seria menos
aventurada. Semejante conclusión es falsa, como me reste citar un caso
que no ha previsto. ¿Quién no sabe que en la misma circunscripción geo-
lógica, el terreno movedizo puede mudar de estructura y de composición
á cada instante? ¿Que dos cadáveres, inhumados el uno al lado del otro,
no pueden ser considerados como si lo estuvieran bajo este punto de vista
en un mismo terreno? Tomáis un puñado de tierra, y la encontráis arse-
nical. Analizáis un poco del cadáver, y nos decís que no habéis encon-
trado en él arsénico. Os creo por vuestra palabra ; mas antes de concluir
que el arsénico de esa tierra jamás podrá infiltrarse en los tejidos del
cadáver, ¿sabéis lo que deberíais haber empezado por hacer? Deberíais
haber estudiado la estructura geológica del suelo. Pero ni habéis pensado
en ello.
Orfila. — ¿Qué importancia hubiera tenido semejante estudio en la
cuestión que nos ocupa?
Raspail. — ¿Qué importancia? ¿Y vos me lo preguntáis? Preguntadlo á
todos los geólogos , á todos los agrónomos que nos escuchan. ¿'Cómo? El
agrónomo , antes de confiar la semilla á la tierra , se ocupa en estudiar la
estructura geológica y la composición química del terreno; establece an-
tes las proporciones de los elementos terrosos de su fertilidad , y se guar-
daría muy bien de confiar trigo á un terreno que no tuviese mas que las
calidades con las que se contenta el centeno. Y vosotros, químicos, peri-
tos delante de la ley, vosotros vais á confiar al suelo un experimento del
cual depende la muerte ó la vida de un acusado , y creeis tener derecho
de dispensaros una precaución tan vulgar. Os excuso , señor, puesto que
no conocéis, según habéis dicho, su importancia.
Orfila. — Citad casos.
Raspail. — Os obedezco, y no tomaré mas que el caso mas sencillo, el
menos recusable. Yo supongo dos terrenos : uno arenoso , otro arcilloso.
Que se inhume un cadáver en cada uno de ellos , y que se rieguen los
dos con una disolución en igual cantidad de ácido arsenioso ó cualquier
otra combinación arsenical soluble. En el terreno arenoso, el arsénico pa-
sará como al través de una criba en derechura al cadáver, aun cuando
le hubiesen sepultado á treinta piés debajo del suelo. En el terreno arci-
lloso, el arsénico no alcanzará á tres pulgadas de profundidad ; y, por lo
tanto , el cadáver, aun cuando no tuviese mas que un pié de tierra en-
cima , será preservado del arsénico , por mas que allí se esté siglos ente-
ros. ¿Concebís ahora la importancia de lo que falta á vuestros experi-
mentos? Habéis estudiado los dos cadáveres de Bicetre según vuestro
- 909 -
método. ¡ Experimento nulo ! conclusión falsa ! Habéis inhumado un hí-
gado en un terreno que habéis regado con una disolución de ácido arse-
nioso. ¡Experimento nulo! conclusión falsa! Habéis señalado la presen-
cia del arsénico en el cementerio de Bicetre , y su ausencia completa en
la tierra del jardín de la Escuela de Medicina. Es un error, un error '
hasta que se pruebe lo contrario; un error procedente de que la tierra de
Bicetre es un terreno de aluvión , mezcla de arena , calizo y marga , y la
del jardín de la Escuela de Medicina , si es el de la observación , des-
cansa casi inmediatamente en arcilla pura que pasa por las márgenes
del Sena.
»A mas de que, ¿son acaso semejantes procedimientos los que os ha-
cen lisonjear de que podéis imitar los de la naturaleza? Con esa agua fria
y caliente que nosotros echamos con nuestro débil brazo en el suelo,
¿pretendemos remedar el poder subterráneo de las fuerzas químicas?
¿Quién de nosotros tiene la menor idea de la marcha tan variada y tan
activa de la fosilización y de la putrefacción? ¡De la fosilización! Hay
ciertos tejidos que tienen un derecho de elección por ciertas bases; pa-
rece que las atraen para asimilárselas é identificarse, por decirlo así, con
ellas. Los animales blandos , ocultos en la tierra , no se han combinado
sino con la sílice; se han hecho enteramente silizosos ; el animal se ha
convertido en un pedernal que vemos en la forma, la coloración y la es-
tructura de todos sus órganos. Otras veces no ha absorbido mas que el
sulfuro de hierro ; otras mas que el carbonato de cal , etc. , etc. Pues
bien: yo os daré los mismos animales; ensayad con vuestros recursos
de laboratorio, y ved si me los dais petrificados.
»Y la putrefacción ¿quién la ha estudiado; quién ha podido descri-
birla? No hay un solo químico que en la actualidad se halle en estado
de decirnos lo que acontece en ese laboratorio de muerte , en esta resur-
rección de gases bajo nueva forma; ni un solo químico, 'lodos ignora-
mos el número y la naturaleza de las emanaciones que se desprenden.
¡ Hasta ignoramos cuál sea ese gas que hiere de muerte, como el rayo, al
sepulturero sacrilego que se atreve á profanar ese santuario impenetra-
ble, antes de haber evocado el inexorable espíritu que reina en el inte-
rior de esos lugares! ¿Y con un poco de agua fria ó caliente, con un
poco de ácido sulfúrico solamente habéis creído llegar á daros cuerna de
ese poder creador que por la vía de las corrientes eléctricas dinámicas
llama los elementos lejanos y los acerca , ó desasocia los elementos de las
combinaciones y los aleja? Y luego, porque el arsénico no haya querido
disolverse en vuestras copas, ¿aseguraréis que se ha negado con la mis-
ma obstinación á esas emanaciones de hidrógeno, sulfurado, fosforado,
carbonado, y otras cien combinaciones de hidrógeno; de todas esas sales
amoniacales que van á condensarse en líquidos, disolver lo que encuen-
tran , y volver á caer por medio de infiltraciones pluviales sobre el cadá-
ver que los habia desprendido en gases y vapores? »)
Así se explicó Raspad contra la opinión de Orfila en un caso práctico
de envenenamiento por el arsénico, en el cual habia sido exhumado el
cadáver y someiido á las análisis. lie copiado todo este pasaje , porque
en él se resumen las objeciones de los que tratan de quitar todo valor á
las operaciones analíticas por razón de los diversos orígenes que pueden
tener los venenos, sin que ninguno de ellos sea el crimen.
Basta la lectura detenida y desapasionada de este discurso, que los
redactores del Diccionario de los diccionarios califican , tal vez injustamen-
- 910 —
de obra maestra de ciencia y de lógica , para conocer que hay en M
mas elocuencia y travesura dialéctica , que verdadera lógica ; mas gene
ralidades aplicables á ciertos casos, que proposiciones competentes ai
caso discutido.
Convenimos con Itaspail , que el arsénico puede estar contenido na-
turalmente en el suelo ; ó bien que despojos, que restos de papeles ó en-
sambladuras arrojados en los campos, por razón de su pintura, en la
cual entra algún preparado arsenical, un arsenito, hayan podido dar á la
tierra cantidad considerable de este preparado, para que con el aparato
de Marhs se ennegrezcan cien platos de porcelana.
Convenimos también en que las aguas pluviales pueden disolver esas
sales arsenicales y que filtran bien por terrenos arenosos ó porosos, si
vale esta palabra , y filtran mal ó de ningún modo por los arcillosos ó
cualquier otro que no dé paso á las aguas.
Convenimos en que la descomposición del cuerpo orgánico, humano
sobre todo, da lugar á un sin número de combinaciones, debidas á des-
prendimientos de gases que luego se condensan , liquefian y disuelven
sales, óxidos ó cuerpos simples, y que en estas composiciones entren
ciertos elementos que las hacen venenosas, sin proceder de una into-
xicación.
Convenimos en que la naturaleza tiene recursos superiores á ios de)
hombre, en especial en química orgánica, y que la putrefacción está to-
davía rodeada de misterios.
Sin embargo, todas estas verdades son generales y muy vagas; mu-
chos casos prácticos ofrecerán , tal vez, un sin número de circunstancias,
á las cuales ninguna aplicación tendrán esas verdades. No siempre será
el arsénico el veneno empleado; no siempre habrá esos papeles verdes,
ni esos restos de maderas pintadas; no siempre serán arenosos, ni arci-
llosos los terrenos; y aun cuando la naturaleza tenga poderes superiores
á los del hombre, en punto á formar cuerpos, sabido es que el hombre,
á costa de sus afanes, ha conseguido arrebatarle una infinidad de sus se-
cretos, y que en química inorgánica ha logrado imitarle con perfección,
componiendo y descomponiendo cuerpos, los mismos que esa naturaleza
va formando.
Donde se estrella el hombre es en la formación de los orgánicos , solo
atributo de la vida, y sin embargo , hasta ha podido ya formar algunas
combinaciones de cuerpos inorgánicos con algunos organizados.
Pero si es muy cierto que la naturaleza le lleva ventaja, no hay que
sacar consecuencias tan generalmente contrarias al poder del hombre,
por lo que toca á las análisis practicadas en los cadáveres, aunque ha-
yan pasado por las transformaciones de la putrefacción , siempre que los
venenos encontrados tengan uno ó mas elementos inorgánicos, puesto
que el estudio actual de la química nos permite saber la historia de cada
cuerjpo mineral simple ó compuesto, y que á proporción que se avanza
en el estudio de la química orgánica, se va viendo que no solo se com-
ponen siempre todos los cuerpos orgánicos de dos ó más de ios siguien-
tes simples oxígeno, hidrógeno, carbono y ázoe, elementos no 'orgá-
nicos y que entran en la formación de los compuestos minerales, sino
que los mismos cuerpos compuestos, los principios complexos é in media-
tos se conducen en sus combinaciones como se conducen los minerales.
Ya en otra parte llevamos dicho que es una filosofía viciosa la de apo-
yarse en lo que no conocemos, en lo mucho que nos falta que descubrir.
- éíi -
en ía posibilidad de que un dia se descubra para destruir la fuerza signi-
ficativa de lo que se ha descubierto y ha hecho prueba hasta ahora. Así
como puede descub -irse algo que se parezca á lo que hoy dia se cono-
ce , puede también no descubrirse; ¿y qué es un argumento que des-
cansa en semejante eventualidad? ¿Qué filosofía puede pagarse de seme-
jante lógica? ........
A mas de qué, sin que se necesite disminuir la tuerza de las conside-
raciones en que entró M. Raspail , y que cualquiera antagonista de la
significación concedida á los resultados de las operaciones analíticas,
pudiera reproducir como objeción, bastará para que el médico-legista
no sufra esos errores crasos , que semejantes consideraciones tienden á
evitar, el tener en cuenta, cuando analiza un cadáver por mucho tiempo
sepultado , dónde lo ha sido ; si en caja ó sin ella; si en el suelo ó en un
nicho; la naturaleza del terreno, si es movedizo, de aluvión, vegetal ó
fijo, etc., etc.; si es délos que tienen escombros, ó erial, ó labrantío; si
contiene naturalmente el veneno que las análisis han dado; si es este ve-
neno de los que forman combinaciones con ciertos gases que se despren-
den del cadáver putrefacto, etc. Todas las reflexiones y argumentos en
el sentido de Raspail, no prueban sino que es menester no dejarse llevar
exclusivamente de lo que los resultados analíticos dan , sino de una por-
ción de circunstancias, en lo cual estamos perfectamente de acuerdo;
pero de esto no debe seguirse , de ningún modo , que las análisis sean
tan pobres en significación y recursos, como lo quería dar á entender
Raspail cuando decía ; con un poco de agua fria ó caliente , con un poco de
ácido sulfúrico pretendéis remedar la naturaleza.
Esas expresiones no pasan de golpes de oratoria, buenas para hacer
un efecto pasajero en los ánimos de un auditorio poco instruido. El mis-
mo Raspail sabia que con algo mas que con un poco de agua caliente ó fria
averigua el químico la naturaleza de los cuerpos. El mismo Raspail , cé-
lebre químico como era, sabia como el primero, que la naturaleza, in-
orgánica sobre todo, sale de las manos del químico y de sus laboratorios
anatomizada hasta la última molécula.
Esos mismos experimentos de Qríila sobre la imbibición , tan censura-
dos por Raspail, son de grande utilidad para resolver Ja cuestión que
nos ocupa. Si , por razón de ser arcillosa la capa de tierra que los cadá-
veres tienen encima , no los alcanzan las irrigaciones de la solución ar-
senical , y si , cuando la tierra es arenosa, de esto quiere deducirse que
los tejidos del cadáver se embeben de las disoluciones de arsénico y
otros venenos por medio de las aguas pluviales; ¡os experimentos de
Devergie por un lado , y por otro los conocimientos que tenemos de la
imbibición de los tejidos después de la muerte, destruyen semejante
consecuencia.
Devergie expuso un hígado á la acción de una disolución arsénica!, y
analizándole después, solo encontró el veneno en la parte superficial de
la viscera.
El mismo Raspail , que apela al gran poder de la naturaleza y á su
misteriosa pujanza para la fosilización y los fenómenos pútridos, ¿por
qué no apela también á la misma para explicar las diferencias que la
\¡da establece por lo tocante á la imbibición? ¿Qué es el poder químico
de la tierra para empaparse los órganos muertos de los líquidos circun-
vecinos en comparación de la no menos misteriosa fuerza química vital,
que no solo los absorbe, sino que los elabora de cien maneras diversas?
— 912 —
La absorción de las sustancias venenosas, durante la vida, tiene la circu-
lación de la sangre que las trasporta en poco tiempo lejos del punto donde
fueron aplicadas, y en el órgano á que llegan con esta prontitud, se en-
cuentran, no en su superficie, sino en toda su extensión superficial ó
profunda, como que es la red \ascular ramificada hasta el infinito la
que por todas partes las esparce. La imbibición , sin la ayuda de la cir-
culación , no alcanza á tanto, y basta muchas veces que el cadáver
tenga la epidermis íntegra, para que el agua saturada de sales no la
penetre.
De todas estas retlexiones y otras muchas que, por no prolongar de-
masiado este punto, paso por alto, se colige que, si bien es cierto que en
algunos casos los venenos que encontramos con las operaciones analíti-
cas pueden tener otra procedencia que un envenenamiento, pueden ha-
ber sido depuestos, después de la muerte en alguna abertura del cadá-
ver, y por imbibición penetrar mas allá de esta abertura , ó bien existir
en la tierra donde haya sido sepultado el cadáver, ya sea naturalmente,
ya por cederle las sustancias venenosas, restos de papeles, maderas, etc.,
ó bien, en fin, encontrarse en los despojos de un cadáver podrido, ya á
consecuencia de las combinaciones en que hace entrar la putrefacción
los elementos descompuestos, ya que naturalmente existe arsénico en
los huesos, fósforo en los mismos órganos y cerebro, cobre y plomo en
el estómago y los intestinos, etc., etc.; será preciso, para que pueda
atribuirse la sustancia venenosa obtenida á alguno de estos orígenes,
que se carezca absolutamente, por una parte , de todo dato relativo á los
síntomas y á las alteraciones de tejido suministradas por la autópsia , y
que por otra se reúnan los datos suficientes para poder reconocer que la
procedencia del veneno es, en efecto, del suelo, de despojos, etc., y no
de la mano del crimen. En tesis general , todas estas consideraciones
siempre persuaden la posibilidad de muchas dificultades; los casos prác-
ticos y las circunstancias con que cada uno se presenta, disminuyen con-
siderablemente todas esas dificultades , y el problema es mas sencillo,
sobre todo cuando los datos relativos á las análisis químicas pueden po-
nerse en relación con los síntomas y con los resultados de la autópsia. En
suma : todo cuanto puede alegarse contra la significación de las opera-
ciones analíticas, tiene fuerza para ciertos casos tan solamente; en los
más, ninguna.
£ III. — Del valor de los resultados de las análisis químicas , tomados aisladamente
y relacionados con los síntomas y la autópsia.
Es evidente que los resultados de las análisis químicas , por sí solos
no pueden probar, en muchos casos , la intoxicación , cuando acabamos
de ver que estas análisis pueden á veces encontrar en el cuerpo humano
cierta cantidad de veneno de procedencia muy diversa. Solo en algún
caso raro , por ejemplo , cuando algún sugeto envenenado muriese y no
le abandonase ya la autoridad ó sus deudos presentes, desde su agonía
hasta el momento de las análisis, impidiendo de esta suerte el que una
mano malévola le introdujese la sustancia venenosa , podría bastar para
decir que ha habido envenenamiento la presencia del veneno ó sus reac-
ciones obtenidas con las operaciones analíticas. En semejante caso no
podría explicarse la existencia de la sustancia venenosa en el cadáver
de otro modo que por la intoxicación , y este resultado la probaria sin
- 913 -
necesidad de síntomas ni de autópsia; es decir, sin que para juzgar
v decidir que había habido envenenamiento , fuese necesario relacionar
estos resultados con los síntomas y la autópsia cadavérica.
Fuera de estos casos ú otros análogos , las análisis, como la autópsia y
los síntomas no pueden tener mas que un valor relativo é incompleto.
Por ñoco que la procedencia del veneno pueda ser otra que la del envene-
namiento los síntomas y la autópsia serán los que decidan de esa verda-
dera orocédencia. El médico- forense que no contase con mas elementos
de convicción que los resultados de las análisis , tendría que suspender
su iuicio á menos que se encontrase en alguno de los casos que al prin-
cipio de este párrafo hemos indicado. De aquí es que , cuando se analizan
los restos de un exhumado, ya reducidos á putrefacción, sin tener noti-
cia alguna de los síntomas y alteraciones de los órganos, poco después
de la muerte, debidas al envenenamiento, es muy aventurado afirmar
que haya habido este crimen por solo la presencia del veneno que los
reactivos revelan, y tanto mas, cuanto mas aplicable sea la explicación
de la presencia de este veneno por cualquier otro origen de los que he-
mos indicado en el párrafo anterior.
Mas cuando á los datos obtenidos durante la agonía de la víctima, ó
sea á los síntomas; cuando á los datos obtenidos después de la muerte , ó
sea á las alteraciones orgánicas ó de tejido, demostradas por la autópsia,
podemos agregar los obtenidos por medio de los reactivos y los aparatos
con los cuales entran en acción descubriendo las sustancias; la significa-
ción de esas reacciones, antes tan pálida, tan vaga, tan errónea, ad-
quiere un color subido de verdad y de fijeza que nada puede ya invalidar,
ya sea que estos tres órdenes de datos estén en discordancia , ya sea que
estén mas ó menos en armonía. Si están en discordancia, nos indican que
no ha habido intoxicación ; si en armonía, que la ha habido. ¿A qué re-
producir lo que bajo este punto de vista hemos dicho al tratar de los sín-
tomas de la autópsia? Ya llevo dicho, al concluir las reflexiones hechas
acerca del valor ele esta última , que desde el momento en que dijimos
que para significar lógicamente los síntomas, hay que relacionarlos con la
autópsia y las análisis químicas, ya podia entenderse que el mismo prin-
cipio seguiríamos , al trata!1 del valor de la autópsia y de las análisis.
Quede, pues, plenamente consignado, que es raro el caso en el que
las análisis por sí solas signifiquen lógicamente la intoxicación ; que es
necesario relacionarlas con los síntomas y la autópsia, y que cuanto mas
en armonía estén con esos órdenes de datos , mas plena será la prueba.
§ IV. — De los caí os en que son necesarios Los resultados de las análisis
químicas, y en cuales puede prescindirse de ellas , sin que por eso dejen de ser lógicas las
consecuencias á favor del envenenamiento.
Hay ciertas intoxicaciones, en las que ya sabemos de antemano que es
mu i apelar á las análisis químicas, puesto que, en el estado actual de
^ienC1^ ’ acl,jellas no nos han de dar resultado alguno. En este caso se
H 1 !Van . aias lasjntoxicaciones sépticas. En los casos de morde-
ifm -j animales ponzoñosos, nadie piensa en someter los órganos y
,ip rp n JLsu^et0 á as operaciones analítico-químicas. Otro tanto su-
los vínií iineno taíí,\eilos casos en que la intoxicación séptica se debe á
memSaveS», » “»uellas son Provocadas por 'sustancias ali-
r-nn h m aanclue se han hecho todos los ensayos posibles v
““ 'a '"SoÍoIÍÍI/ «■“**. »» ■» •**> ^ble obtener P“E1
— 914 —
principio que algunos han pretendido hallar, segnn unos ácido, según
otros alcalino, es problemático ; no está admitido por todos. Desde el
descubrimiento de la irichina spiralis , hasta se pone en duda esa intoxi-
cación , y se empieza á creer que es la triquinosis la enfermedad , á que
sucumben los sugelos creídos envenenados , en cuyo caso no es la quí-
mica , es el microscopio el que resuelve la cuestión.
En muchas intoxicaciones producidas por venenos vegetales, unas ve-
ces porque no se conoce el principio aclivo á que deben su virtud tóxica,
otras porque no se sabe, en el estado actual de la ciencia, cómo aislarla
de las sustancias ó tejidos y humores del cuerpo envenenado; tampoco
hay nada que esperar de las análisis químicas. Con ellas no se resuelve
la cuestión ; hay que resolverla sin ellas; y si los síntomas están bien ca-
racterizados, si las alteraciones anatómico-patológicas corresponden, hay
datos suficientes para juzgar; la falta de datos relativos á las análisis quí-
micas aquí no significa nada , por cuanto ya tenemos que contar con
esa falla.
Y si bien la prueba no puede ser tan plena como cuando hay los tres
órdenes de datos, tiene su fuerza; desde el momento que ya es sabido
que el correspondiente á las análisis ha de faltar forzosamente. Es como
en los casos de intoxicación séptica; que se afirman, á pesar de no haber
datos químicos , porque se sabe que no los puede haber.
Lo que falta á la prueba en esos casos , respecto de los datos químicos,
se reemplaza hoy dia con igual fuerza lógica por medio del microscopio;
porque con él, ó se descubren los restos de los órganos del vegetal que ha
producido la intoxicación , no alterados por la acción ni por las tuerzas
digestivas, ó porque la exigua cantidad de principio activo que se re-
coge permite ser analizada en el campo del microscopio, auxiliar del arte
químico.
En una intoxicación por los hongos, por ejemplo, siquiera no pueda
probarse el hecho, por medio de las análisis químicas, se suple este Or-
den de datos por medio del microscopio, que permite descubrir entre las
materias fecales las vomitadas, ó en el mismo estómago é intestinos re-
cogidos los vestigios característicos de los esporos y demás órganos y
tejidos de los hongos.
Otro tanto puede decirse de otros vegetales, de las hojas de la digital,
cicuta, etc., etc.; y siquiera la química no pueda obtener bastante canti-
dad de los alcaloideos correspondientes á esas plantas venenosas, el mi-
croscopio puede revelar los restos de los órganos de esas plantas, y aso-
ciarse este órden de datos supletorio de los químicos á los síntomas y au-
topsia, y tener en esa asociación un fundamento sólido para afirmar el
envenenamiento.
Respecto de las sustancias minerales, ya es otra cosa : el estado actual
de las análisis químicas es suficiente para revelar la existencia de esas
sustancias ; y si en un caso práctico las análisis no dan resultado, podrá
ser esta falta un obstáculo para afirmar Ja intoxicación.
Sin embargo, es necesario, para que esa falta sea un obstáculo, que
no se haya desperdiciado nada de lo expulsado por el sugeto, y que se
analicen sus órganos y líquidos en tiempo , en que el veneno no "baya po-
dido ser eliminado. Si hubiese trascurrido mucho tiempo, el suficiente
para que el veneno se elimine de la economía y luego muera el sugeto,
el, resultado negativo no podrá probar que no ha habido envenena-
nuento. Recordemos los experimentos de Orfila y otros, prácticos , que no
- 916 —
han encontrado el veneno en los órganos y líquidos del animal inmolado,
si ha sobrevivido á la intoxicación , al paso que los hallaron en los mate-
riales arrojados por vómitos y cámaras.
Otro tanto dirémos de los casos en que se analicen los restos mortales
de un sugeto, cuando ya los alcanzó la putrefacción y el veneno haya po-
dido ser descompuesto. La falta de sus vestigios , acusada por las análi-
sis químicas , no puede probar que no hubo veneno ni envenenamiento.
Aquí hay una razón plausible que explica ese resultado negativo ; y si los
síntomas y la autópsia están de acuerdo y son característicos , no por eso
habrá razón para negar el envenenamiento.
La falta de resultados analítico-químicos será un obstáculo fuerte para
afirmar la intoxicación , cuando no se hayan desperdiciado las materias
arrojadas por vómitos ó cámaras ; cuando se hayan analizado estos y los
órganos y líquidos del sugeto ai estado fresco ó de putrefacción , si esta
no alcanza á destruir el veneno ó sus elementos venenosos; cuando se
hayan practicado las análisis á tiempo y por personas inteligentes que
hayan operado como la ciencia lo tiene establecido, y á pesar de todo no
se obtenga nada, siendo el caso de aquellos en que el veneno se deja re-
conocer por medio de reactivos , hasta en cantidades mínimas, ya que no
á simple vista , con la ayuda del microscopio.
En estos casos, el resultado negativo es un óbice para afirmar la into-
xicación. Siquiera los síntomas y 1a autopsia estén de acuerdo para acu-
sarla , la negación de datos químicos impide completamente el darles esa
interpretación. JN o se puede afirmar el envenenamiento ; porque , á exis-
tir este , el veneno se hubiera revelado, puesto que en tales casos, exis-
tiendo, puede y debe revelarse. Si no se revela es porque no existe, y no
existiendo, no puede haber envenenamiento, siquiera le hagan sospechar
los síntomas y la autopsia.
La doctrina que acabamos de establecer respecto de la significación
que deben tener, en buena lógica, los resultados de las análisis químicas,
cuando son negativas, es, como se ha visto, la misma que hemos esta-
blecido, respecto de los síntomas y de los datos autópsicos. Como estos,
las análisis químicas son unas veces innecesarias y otras indispensables,
para afirmar una intoxicación.
ARTÍCULO IV,
BEL VALOn LÓGICO DEL CONJUNTO BE DATOS, YA EN LOS ENVENENAMIENTOS
INDIVIDUALES, YA EN LOS COLECTIVOS, Y DE LA PRUEBA MORAL.
Ahora bien; examinado el valor de los síntomas, de la autópsia y de
las análisis químicas, acrisolado punto por punto, cómo debemos conside-
rar los cuadros sintomáticos; cómo debemos diferenciarlos de los pertene-
cientes álos propios de ciertas enfermedades ca f aces de confundirse con las
intoxicaciones; qué significan los síntomas aislados y relacionados entre sí,
y con la autópsia y análisis químicas; y cuándo podemos suponerlos fun-
dadamente, siquiera no consten; cuándo podemos prescindir de ellos, y
cuándo su falta es un obstáculo invencible para afirmar la intoxicación; ana-
lizados también les resultados autópsicos bajo esos mismos cuatro puntos de
vista ; dilucidado cómo deLemos mirar los resultados analílico-químicos;
qué es lo que debemos entender por caracteres químicos de los venenos,
si hemos de apurar todas sus reacciones posibles , ó si bastan las mas ca-
— 016 —
racteríslicas, ó las que los determinan ; si las consideradas, en el estad'
actual de la ciencia, como especiales, relacionadas con ios dalos tísicos y
fisiológicos, son suficiente garantía para determinar la presencia de un
dado veneno; si basta la revelación de los caracteres químicos para afirmar
la presencia de aquel , ó hay que presentarle en sustancia, y por último
si de la cantidad obtenida podemos deducir la tomada por el sujeto, 6
si fue tóxica la que tomó; estudiados los diferentes orígenes que pueden
tener las sustancias reveladas por las análisis químicas, y examinado ei
valor lógico de los resudados analíticos , bajo el aspecto de los dos últi-
mos puntos , del propio modo que los signos clínicos y autópsicos • tene-
mos estudiada bajo lodos sus aspectos y pormenores la regia general que
hemos establecido para afirmar ó negar un envenenamiento; á saber: que
para esto es necesario tener tres órdenes de datos, síntomas, autópsia v
análisis químicas en armonía. Ahora sabemos que esa regla no es abso -
luta , que tiene sus excepciones , y que no es por lo mismo aplicable del
propio modo á todos los casos.
Ateniéndose el perito á los principios que hemos establecido, respecto
de cada uno de esos órdenes cíe datos, y á cada uno de los puntos en que
hemos dividido su estudio, su juicio, no podrá menos de ser sólido, ló-
gico, filosófico, y altamente garantizador de la verdad.
Ese es el criterio filosófico que no debe abandonar jamás en ningún caso
práctico, como quiera por un lado ser fiel intérpetre de la ciencia , y por
otro servir los intereses de la justicia. Ese es el verdadero estudio mé-
dico-legal del envenenamiento; esa es la guía que da el toxicólogo ai
médico forense; esa es la aplicación que este debe hacer de lo que en-
seña la Toxicología , tan en mal hora llamada artificial por Tardieu, tan
infundadamente combatida por este autor, como verdadera ciencia.
Como complemento y enlace de lo que hemos dicho en los tres artícu-
los que preceden , creemos que debemos añadir algunas consideraciones
importantes , relativas, no ya á un solo órden de datos, sino á los tres;
á la regla, al criterio general establecido.
Es muy posible que,' á pesar de seguir estrictamente los principios con
signados "en cada uno de esos artículos, no podamos en todos los casos
ser terminantes: el hecho no queda plenamente demostrado.
He dicho ya en mi Tratado de Medicina legal, hablando de la lógica que
debe reinar en los documentos, que entre el sí y el no, entre afirmar y
negar, hay una porción de grados intermedios. Hay, en efecto, hechos,
cuya existencia no se ofrece á la consideración del hombre con el mismo
grado de certeza. El hecho puede ser evidente, cierto, probable, presunto,
sospechoso ó de meros indicios, según los datos que se recojan. Supón-
gase que en un caso de envenenamiento se recogen todos los síntomas;
las alteraciones orgánicas por medio de la autópsia, y por medio de las
análisis de las materias arrojadas por las vías gástricas, porciones de ve-
neno, veneno en sustancia en el mismo estómago, y que hay entre todos
estos datos completa concordancia. El hecho es evidente. Supóngase que
faltan algunos síntomas ; que existen las alteraciones orgánicas ó de te-
jido; que no se encuentra veneno en sustancia, pero que se obuenen sus
reacciones bien notables, existiendo entre lodos esos datos mucnisin
concordancia. El hecho es cierto. Demos que faltan algunos sin"¡¡“d ¿
que hay las alteraciones de tejido ; pero que las reacciones no acaua
ser satisfactorias, á causa de no haber recogido los materiales ao »
dría estar contenido el veneno en mayor abundancia, ó ser ue 4
- 917 -
que no se prestan fácilmente á las análisis; el hecho será probable, ha-
brá indicios, podrá sospecharse, etc. , según sean de mas ó menos cuan-
tía las circunstancias que acabo de indicar. Esto por punto general.
Pero hay más todavía ; puede presentarse esta cuestión bajo otro punto
de vista. Él envenenamiento se dice que ha sido por una sustancia metá-
lica ; que el sugeto le ha lomado en notable cantidad ; no ha vomitado,
ni tenido cámaras; ha muerto pronto, ó bien se ha recogido lo que ha
arrojado. Luego se ha sometido todo á las análisis; se ha procedido según
arte; manos hábiles han hecho las análisis, y no se ha encontrado nada.
Es evidente que no hay tal envenenamiento, porque si en algún caso ha-
bía de obtenerse veneno, es en este.
El envenenamiento ha sido por una sustancia metálica , el enfermo ha
vomitado mucho y arrojado muchas heces , nada se ha recogido ; ha tar-
dado algunos dias en morir, se han hecho las análisis , no se ha encon-
trado nada ó muy poca cantidad, tan solo revelada por reacciones ; pero
estas están en íntima relación con los síntomas y la autopsia. El envene-
namiento puede ser cierto.
La intoxicación se dice que se ha presentado á consecuencia de la in-
gestión de un veneno, de esos que se descomponen, de esos cuyos princi-
pios no revela la análisis; tenemos los síntomas y la autopsia que nos de-
muestran la existencia del veneno; nos falta la análisis. Bueno; no se diga
que hay evidencia, no se diga, si se quiere, que haya certeza; mas ¿cómo
no decir que hay probabilidad?
Creo que no necesito presentar mas casos posibles para dar á conocer
los diversos grados de existencia que puede tener una intoxicación en el
juicio del médico-legista, bastando los que llevo indicados para compren-
der mi objeto y la verdadera lógica que hay que guardar en semejantes
ocasiones. El conjunto, siempre el conjunto, la concordancia, no solo en-
tre ios caracteres químicos de los venenos revelados por los reactivos,
sino entre estos caracteres , las alteraciones que haya el veneno promo-
vido en el organismo y los síntomas que se presentaron antes de poner
fin la intoxicación á la existencia del paciente. Quien fije su atención y
reflexión en este triple punto de vista , jamás tendrá que arrepentirse de
sus dictámenes; jamás se levantará en su conciencia la duda y el remor-
dimiento; jamás dará lugar á que los tribunales, fundados en su decla-
ración, cometan la menor injusticia.
Por su parte, los jueces y tribunales, si ya tienen grandes probabilida-
des del delito por los medios que les incumben , ¿cuánto no podrán uti-
lizar la prueba pericial que les demos, siquiera no sea plena? Así como
vemos que la armonía entre los tres órdenes de datos da gran fuerza á
la prueba pericial , ¿cuánto no la ha de dar á las judiciales la concordan-
cia entre aquella y estas?
Hasta aquí no nos hemos referido mas que á los casos individuales,
que son los mas comunes. Ahora debemos añadir algo respecto de los co-
lectivos.
Puede acontecer alguna vez que no sea una sola la persona envene-
nada, que haya mas de una, que sean muchas, será caso de envenenamiento
colectivo. Guando en semejantes casos, todos los sugetos que han comido
en una misma mesa presentan los síntomas de la misma intoxicación;
abierto su cadáver, en todos se encuentran á poca diferencia las mismas
alteraciones de tejido; y analizados, en fin, los sólidos y líquidos de to-
dos, se obtienen también resultados semejantes, hay una evidencia del
— 918 —
hecho, tan grande , que no la puede haber más ; pues resulta probado el
envenenamiento, no solo por la concordancia que se encuentra en cada
sujeto entre los síntomas, autópsia y análisis químicas, sino por la ar-
monía y enlace que hay entre lo que presentan todos los atacados por
mismo veneno. Aquí se ve de un modo manifiesto la lógica , el principio
que hemos proclamado para la formación de los dictámenes , el conjunto
de datos, lo que resulta de todos los hechos significativos puestos en re-
lación íntima entre sí.
¿Cuándo puede reinar alguna oscuridad en los envenenamientos colec-
tivos? Cuando no todos los sugetos que han comido del mismo plato ofre-
cen los mismos resultados. Por ejemplo, Morgagny refiere que un día
del raes de mayo de 1711 , cuatro personas: un sacerdote, dos mujeres,
la una prima de aquel, y otro sugeto, todos muy sanos, iban de viaje y
se detuvieron en una venta para comer. Emprendieron otra vez la mar-
cha después de haber comido, y luego el sacerdote se sintió tan malo del
vientre, que hubieron de apearle. A pesar de abundantes deyecciones
por arriba y por abajo, aumentaban los dolores á cada instante , y hubo
necesidad de volverse á Cersena , donde habían comido. El sacerdote
llegó medio muerto.
Llamado el médico, y creyendo que se trataba de un cólico, mandó
lavativas emolientes, fomentos, pociones purgantes, anodinos, etc. A pe-
sar de que se estaba viendo que una de las mujeres también tenia fuer-
tes evacuaciones con dolores y debilidad, y que el otro sugeto se quejaba
igualmente de dolores y de un peso en el estómago , jamás llegó á sospe-
char que estuvieran envenenados, puesto que la otra mujer no tenia nada,
y que el posadero aseguraba con imprecaciones que en sus platos no
había nada peligroso. Las evacuaciones salvaron á los enfermos , y ha-
llándose al dia siguiente algo mejor, se hicieron trasladar á dondevivia
Morgagny, á quien llamaron inmediatamente. Este gran médico pre-
guntó si, de entre los diversos platos que comieron, había habido alguno
que no hubiese catado la mujer sana, y le respondieron que sí, que era
un gran plato de arroz, lo primero que se sirvió. Al saber esto, se con-
cluyó que era este plato el envenenado. Pero habia una contra.
El sacerdote era el mas atacado y apenas habia calado el arroz, siendo
sóbrio en todos los demás platos; la mujer habia comido mucho arroz y
estaba menos mala; por último, el otro sugeto, que habia comido mas
que^ todos, se senlia menos incomodado.
En vista de esto, preguntó Morgagny si habia queso raspado encima
del arroz. Le contestaron que sí, y que el sacerdote , falto de apetito, no
habia comido mas que queso. Entonces dijo Morgagny; en ese queso ha-
bia arsénico; tal vez estaría preparado para los ratones, y no habiendo
estado en parte que nadie le viese, alguno le tomó para servirle á la mesa,
mientras se daba prisa al posadero para la comida. Estas conjeturas se
encontraron confirmadas con la confesión del ventero, el cual, sabiendo
que los enfermos estaban ya fuera de peligro, no temió revelar que el
queso habia sido la causa del accidente. Lo que extrañó Morgagny es
que no encontraran mal sabor en el queso, y curó á sus enfermoscon
leche, suero y aceite de almendras dulces.
Hé aquí un caso práctico que ilustra mucho sobre la lógica que hay
que guardar. La relación entre los sintomas observados en las tres perso-
nas envenenadas; la diferencia de estos síntomas , ó por lo menos, en su
intensidad y el estado de salud del otro sugeto que nada sintió , fuó lo
— 91$ —
que condujo á Morgagny á descubrir la verdad del hecho; verdad fácil de
oscurecer, si hubiese seguido refiriéndose á un solo dato, como lo hizo
al principio. En cuanto supo que la mujer sana no había comido arroz,
dijo que el arroz estaba envenenado; relacionando mas los hechos, la can-
tidad que cada cual había comido, vino á saber que el manjar envene-
nado era el queso.
Si en todo caso de envenenamiento hay que proceder con la mayor
circunspección y no decidirse hasta tanto que se haya apreciado la rela-
ción que hay entre los síntomas, autópsia y análisis; antes de apreciar la
razón de la ausencia ó escasez de algunos de estos datos, en los envene-
namientos colectivos sube de punto esta necesidad, porque hay mas com-
plicación de hechos y datos , y lo que por una parte puede parecer de-
mostrado, está contrariado por otra. Esa presentación de síntomas en to-
dos ó la mayor parte de los sugetos que han comido en una misma mesa,
es de una gran significación , y aun cuando se presenten diferencias,
como estas pueden explicarse por la diversa cantidad del plato envene-
nado y de los demás que los envenenados hayan comido , será muchas
veces fácil ó posible que el médico -legista se dé razón de las diferencias.
Ya dijimos en su debido lugar que la plenitud ó vacuidad del estómago,
igualmente que la facilidad de vomitar, influyen considerablemente en
los resultados de una intoxicación. Bonnet refiere que, habiendo sido en-
venenados varios convidados, los que no vomitaron , murieron; los que
lo arrojaron con vómitos, se salvaron. Wepfer dice también que, envene-
nados con arsénico un niño y dos muchachas , el primero , que no pudo
vomitar, murió. Yo he sido perito en un caso de intoxicación causada
por una culebra de mazapan , la que se había pintado con un preparado
de cobre; toda una familia se intoxicó, y solo murió una jóven que no
pudo vomitar, aunque la muerte mas bien pareció debida á una indiges-
tión que al veneno. Morgagny y Baccius aconsejaban que si uno se viese
obligado á asistir á un banquete sospechoso, se hartase antes do materias
crasas y gruesas. El consejo de Anglada es el mejor ; no asistir al ban-
quete, ó no comer nada.
Esto demostrará á M. Tardieu cuán equivocado anda, suponiendo que
los peritos no tienen que preocuparse de las circunstancias que pueden
mudar la naturaleza del veneno ó atenuar y hasta neutralizar su ac-
ción j1). Esto es un error grave: al hablar de las circunstancias capaces
de modificar la acción de los venenos, hemos visto que las hay muy capa-
ces de ello , y el perito que no las tenga en cuenta se expone á cometer
faltas muy trascendentales. Es además una palmaria contradicción con
lo que ha dicho en otras páginas del mismo libro, sobre depender lo ve-
nenoso de una sustancia, no de su esencia ó naturaleza, sino de las
circunstancias y condiciones que se encuentran como estado , dósis , ve-
hículo , etc. , etc.
Esta misma regla que recomendamos relativamente á no juzgar sino
por el conjunto de los datos; nos conduce naturalmente á advertir, que
no por presentar síntomas á poca diferencia iguales los sugetos que han
comido juntos, habrá razón de creer en el envenenamiento colectivo. An-
glada refiere un caso práctico que debemos trasladar como advertencia
también para evitar esta forma de error en tales casos.
Una criada , llamada Salmón , estaba sirviendo en Caen , en casa de la
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señora Duparc. El padre de esta señora, de ochenta y ocho años de edad
después de haber tomado una sopa, experimentó vivos cólicos acompa-
ñados de vómitos, y murió. Al dia siguiente, ocho personas reunidas en
la mesa comen una sopa, el cocido, un guisado, y cediendo al temor que
una de ellas manifiesta, pretenden estar envenenaclae con el arsénico mez-
clado con la sopa, y se quejan todas del estómago. Las sospechas se diri-
gen contra la Salmón , á la cual se acusa de envenenadora. Se arreglan
de tal suerte, que se le hace encontrar en el bolsillo una sustancia que se
reconoce ser arsénico. Agítanse las prevenciones , todas las apariencias
deponen contra ella, y es condenada á muerte por el juez de Caen. Se
apela de la sentencia en el parlamento de Rúan , el cual la confirma.
Llega el dia de la ejecución; se hacen los preparativos del suplicio; la
víctima va á ser entregada al verdugo, cuando todo se suspende á causa
de una declaración de embarazo que se le sugiere como úllimo recurso.
Se aprovechan de esta dilación para hacer mirar el proceso por el Con-
sejo Real, el cual, ilustrado por el celo de algunos abogados que mani-
festaron esta infame maquinación, proclamó la inocencia de la prevenida.
Déla instrucción que se practicó, resultó que el sugeto que podia estar
interesado en desviar hácia otro sugeto el envenenamiento del abuelo,
había ideado, dando lugar á que se creyese en un envenenamiento colec-
tivo, fijar todas las sospechas en la pobre criada y presentarla como au-
tora del primer envenenamiento, atribuyéndole el segundo (*).
Hé aquí un caso donde la preocupación , la ligereza ocupó el lugar de
la reflexión y de la lógica. Las ocho personas supuestas envenenadas no
experimentaron mas que los vómitos ó trastornos propios de una imagi-
nación sobresaltada ; nadie sufrió gravemente, y sin embargo, la Sal-
món estaba condenada á muerte, y hubo de salvar su vida á costa de su
honor. Hé aquí la necesidad, en* los envenenamientos colectivos , mas
que en los individuales, de no contentarse con los síntomas; por lo
mismo que tanto significan observados en cierto número de sugetos,
hay que apelar á los demás órdenes de datos, antes de poner la firma
en una declaración que puede ser tan funesta á un inocente.
Hasta para los mismos magistrados es altamente recomendable la ló-
gica que proclamamos. En los envenenamientos ó casos tenidos por tales,
además de las pruebas científicas, hay lns morales. Estas no son de la
incumbencia del facultativo; sónlo especialmente de los jueces. Mas para
que la prueba moral no nos conduzca á los mismos deplorables errores á
que puede conducir la científica, no adoptando la regia que hemos tra-
zado , es menester que el juez establezca también su íntima relación en-
tre lo que los médicos le presentan y las noticias que haya podido ad-
quirir en el terreno de su incumbencia. La prueba moral es á veces un
astro que ilumina , y á veces un astro que deslumbra. Deslumbrar es lo
mismo que ofuscar ; la verdad desaparece, no se percibe.
El doctor Giraud Saint-Rome, citado por Ánglada, me proporciona tam-
bién un caso práctico, cuyo relato será una confirmación de lo que acabo
de indicar. En una pequeña ciudad del Delfinado gozaba cierta dama de
buena salud; se sienta en la mesa , cena con la familia , traga dos ó tres
bocados, se queja en seguida de un violento dolor en la boca del estó-
mago , se echa sobre el respaldo de la silla y muere. Una muerte tan
inesperada y tan rápida pudo ser fácilmente atribuida por el público a
Megaz, CáiMas célebrtt , t. V, pág. 5 y siguientes, citado por Anglada.
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cualquiera causa extraordinaria , tanto mas . cuanto que las relaciones de
esta señora con su esposo parecían poder alimentar las sospechas. El pú-
blico había ya tenido alguna noticia de ciertas escenas de mala intelir
gencia entre los consortes; se acusaba al marido de que estaba amance-
bado con una criada que habitaba en la misma casa. Se aseguraba qüe
mas de una vez había habido vias de hecho, hasta el punto que la
mujer tuvo que llamar socorro, y se anadia que , deseosa de obligar á su
marido á mudar de conducta , habia hecho la señora testamento algunos
meses antes en favor de aquel.
No se necesitaba tanto para acreditar el rumor de que esa señora ha-
bía sido envenenada. Las sospechas se levan lan contra la criada , y la
prenden. La registran y encuentran en un bolsillo un papel con un polvo
blanco.
Espantado el marido, al saber esta ocurrencia , para detener todo pro-
cedimiento, acaba de dar mas pábulo al rumor público, apresurándose
á ofrecer á la familia de su mujer anular el testamento que se había he-
cho en su favor. Fácil es concebir cómo este conjunto de circunstancias
justificaba cada vez más todas las sospechas de envenenamiento.
Nombráronse peritos para proceder al examen del cadáver; eran tres
cirujanos que parece no conocían las dificultades ni la gravedad de su co-
metido. Conteníanse con abrir el bajo vientre, y percibiendo las man-
chas verdosas que la bilis depone en las partes vecinas de la vejiga de la
hiel, las toman por puntos gangrenosos; no averiguan nada más , y ates-
tiguan que son el producto de un veneno corrosivo. El dependiente del
tribunal que había asistido á esta autópsia, sospechó de su eficacia, ya
por la ligereza del exámen , ya por lo vago de la redacción del docu-
mento. Pidió por lo mismo á la autoridad que se nombrasen otros peri-
tos. Se ordena la ampliación del sumario. Cuatro nuevos peritos se unen
á los primeros y hacen constar con sorpresa que el estómago no habia
sido siquiera abierto. No se encontró en él mas que una ligera cantidad
de alimentos apenas digeridos. Todo se hallaba en estado normal; la
mucosa no ofrecía el mas ligero vestigio, ya en color, ya en textura. El
recto del tubo intestinal tampoco ofrecía lesión alguna ; en las cavidades
esplágnicas restantes nada existía que pudiese dar razón de aquella
muerte. Se dió á los animales una parte de las materias encontradas en
el estómago , y parte se arrojó á las ascuas. Ni una ni otra prueba die-
ron seña! ninguna de veneno. Por último , se analizó el polvo blanco en-
contrado á la criada , y se vió que era puro azúcar. De todo esto se con-
cluyó que la señora habia sido víctima de un accidente nervioso , sin
cooperación de veneno alguno. Era una de las afecciones espasmódicas
que las pasiones viólenlas , como la cólera, los celos, etc. , pueden ha-
cer desenvolver.
En nuestra práctica hemos tenido también un caso curioso, en el que
las prevenciones estaban á favor del envenenamiento y las indiscreciones
de la familia, su alan de no hacer judicial el caso, y la oficiosidad de
los amigos para sofocar el hecho, daban cada vez mas pábulo á Ja idea del
crimen que empezó por una aceleración indebida de embalsamamiento
y una comunicación de un facultativo que le pareció sospechosa.
Estos casos, como he dicho, son muy á propósito para dar á conocer
las funestas consecuencias que puede tener el dejarse llevar de las apa-
riencias, ó sea el dar á la prueba moral, á ese conjunto de circunstan-
cias que la constituyen , el valor que solo corresponde al conjunto de to-
- m -
dos los órdenes de datos necesarios, y sobre todo á los científicos, siem-
pre los mas decisivos. Por mas que fa opinión contraria podria guare-
cerse detrás de la autoridad de Foderé, el médico-legista no debe tomar
en cuenta para nada todo lo que forme la prueba moral. Este es un ter-
reno que le está vedado , que es de exclusiva incumbencia del tribunal.
Por eso concluyo esta parte de mis reflexiones sobre el modo como de-
bemos apreciar la regla general establecida para afirmar ó negar un en-
venenamiento; llamando altamente la atención de los peritos sobre un
defecto que es muy común y eminentemente contrario á los deberes del
perito.
Como este, á fuer de hombre, no puede desprenderse de las flaquezas
de tal , es fácil , cuando sea llamado á declarar , si en un caso dado ha
habido ó no envenenamiento , que además de los hechos científicos que
conozca , conozca también los judiciales ; que haya llegado á su noticia
todo lo que se dice del acusado y del crimen ; que haya bido ú oido la
acusación , la defensa , las declaraciones de los testigos , los interroga-
torios y que como cualquier otro individuo, igualmente extraño á la causa
que á la ciencia, se pueda formar la convicción moral de que el acusado
es delincuente, ó que realmente ha habido un envenenamiento.
Como hombre, como individuo que tiene todos esos datos no científi-
cos , puede estar mas ó menos convencido de que hay delito , de que el
hecho de que se acusa al reo es cierto, y si fuese juez ó jurado podria
con arreglo á su conciencia , fallar la condena de ese acusado.
Mas tengan por sabido, no lo olviden jamás los peritos que, como ta-
les , no deben de ningún modo tener en cuenta nara nada , ni esos he-
chos, ni esas pruebas, ni esa convicción moral. lian de hacer completa
abstracción de ello. Como si fueran dos individuos, deben aislar al
hombre común , al que siente y juzga como los demás conocedores de
esos hechos y sus pruebas , del perito que solo ha de atenerse á los hechos
científicos.
Los peritos no se han de fijar mas que en esta clase de hechos ; solo
acerca de ellos les está permitido, según la ley, y según la conciencia
de su deber, formar su juicio y emitir su dictámen. El perito no es juez
ni jurado ; no es mas , como dice Devergie , que el hombre de las induc-
ciones de la ciencia . Para él las circunstancias de la causa pueden muy
bien , como á cualquier otra persona, darle elementos de apreciación so-
bre la culpabilidad de losados del acusado; pero la deposición que hace
delante de la justicia debe limitarse á las inducciones rigurosas que ha
deducido de los hechos de que es testigo y apreciador. Si va mas allá, ya
se sale de su papel de perito: ante el juzgado ó la audiencia , el perito
lleva un elemento de culpabilidad ó de inocencia ; pero no debe llevar
nada más: así sus conclusiones deben estar plenamente justificadas por
los hechos de su ensayo pericial , y no por circunstancias extrañas á ese
ensayo (*).
Siquiera no haya mas que una voz unánime que esté por el envene-
namiento; siquiera él le crea también por lo que ha oido decir ó leido;
si los hechos que él examina y sobre los cuales debe versar exclusiva-
mente su juicio pericial, no le prueban la verdad del envenenamiento,
se guardará de afirmarle. Otro tanto deberá hacer en el caso opuesto; le
afirmará si tiene los datos científicos para ello; por mas que todos los
í I jína^et fa Higiene pública y Medicina legal, t. XXIII, 2.* sórie, p. 81**
- m -
profanos á la ciencia le negaren , y él como hombre igual á los demás la
creyera en virtud de datos no científicos. Que no olviden los peritos este
precepto. Es capital.
ARTÍCULO V.
DEL VALOR LÓGICO DE LA EXPERIMENTACION FISIOLÓGICA COMO MEDIO DE PRUEBA
EN LAS ACTUACIONES PERICIALES RELATIVAS AL ENVENENAMIENTO.
En los cuatro artículos que preceden hemos tratado de la filosofía de la
intoxicación , bajo todos los puntos de vista que , en nuestro concepto,
debe tratarse esa importante parte de la Toxicologia general. Hemos es-
tablecido la regla , el criterio filosófico que han de tener siempre pre-
sente los peritos, en los casos prácticos de envenenamiento, para afir-
marle ó negarle, ó determinar ese hecho en sus diferentes grados de
probabilidad de existencia. Hemos analizado los tres elementos de ese
criterio para estudiarlos, tanto en sí mismos, como en sus relaciones
mutuas, y con el firme propósito de no generalizar preceptos , que, por
lo mismo que han de aplicarse á casos diferentes y de circunstancias
variables , no pueden ser absolutos; hemos examinado esas diferencias y
esa variabilidad de casos y condiciones, estableciendo las reglas que la
sana lógica demanda paralada una de las situaciones posibles de los pe-
ritos en la práctica.
Para nosotros la parte de la Toxicologia general, que hemos llamado filo-
sofía de la intoxicación está completa y concluida. Siquiera sea suscepti-
ble de mas amplificaciones, lo necesario para el objeto de nuestro libro y
las exigencias de la práctica , está consignado en esa parte. Sin embargó
no hemos querido ponerle fin y pasar á tratar de la Toxicologia particular
ó especial, sin dedicay otro artículo á lo que se llama experimentación fisio-
lógica , puesto que hay en Francia y fuera de ella quien pretende añadir
á.la triple base del criterio que hemos establecido , como suficiente para
resolver todos los problemas , relativos al envenenamiento , otro órden
de datos ú otra base considerada por uno de sus mas ardientes propaga-
dores , no ya como un auxiliar poderoso en ciertos casos, sino como un
medio de significación superior á los que hace ya algún tiempo tiene
la ciencia para la solución cabal de esos problemas.
Vamos, pues, á dar fin á la filosofía de la intoxicación examinando esa
base, ese nuevo órden de datos, para aceptarle, si realmente puede re-
portarnos alguna utilidad; ó para rechazarle , si en vez de traernos ven-
tajas y de arrojar alguna luz sobre los puntos oscuros todavía en el es-
tado actual de la ciencia, no nos trae mas que inconvenientes y extiende
las nieblas artificiales mas allá de las regiones por las naturales inva-
didas.
Es ocioso exponer en qué consiste la experimentación fisiológica,
puesto que eu la Química de la intoxicación hemos descrito de que modo
se practica (>). Siquiera haya alguna diferencia de forma entre la prac-
tica antigua de arrojar, sin preparación alguna , los materiales proceden-
tes del sugeto creído envenenado á los animales para ver lo que pasa en
ellos, y los extractos alcohólicos que hoy se preparan de esas materias
para inyectar alguna cantidad de ellos debajo de la piel de los perros,
conejos y ranas, en el fondo la operación viene á ser la misma; es la (*)
(*) Pag. 771» y siguieutes de este tomo ,
- 924 —
práctica antigua rehabilitada con ese pomposo nombre de experimentación
fisiológica, y con esas apariencias de método científico, que le da el em-
pleo de los medios químicos en la preparación do los órganos y sustan-
cias sospechosas.
Contra la práctica antigua está la generalidad , por no decir la totali-
dad de toxicólogos. Antes que Orfila aplicara las análisis químicas á los
casos prácticos de envenenamiento, va tenia ese proceder sus adver-
sarios en la ciencia; mas desde que se sometieron con tan buen éxito las
sustancias sospechosas, y los órganos y líquidos del cadáver, en casos de
envenenamiento ó sospechas de él, á las análisis químicas en busca del
veneno, habia quedado completamente abandonado y lleno de descré-
dito dicho proceder, como indigno de la ciencia y ocasionado á errores
de cuantía y de consecuencias funestas.
Hemos visto , al hablar de las diferentes circunstancias que modifican
la acción de los venenos, que la especie y volumen del animal influyen,
en ocasiones, y que esas circunstancias pueden muy bien dar lugar á
que los animales en quienes se ensaye no experimentan la menor altera-
ción, siquiera el sugeto haya muerto envenenado y vice-versa.
Por otro lado , los autores hablan de una porción de casos prácticos,
en los que se han extraído, de sugetos enfermos y muertos de enfermeda-
des comunes, sustancias nocivas y deletéreas que han producido la
muerte de animales, á quienes se ha dado ó aplicado esas sustancias ó
humores.
Estas consideraciones, que tanto han hecho valer los Anglada, los
Giacomini, los Devergie y los Tardieu , contra los experimentos de Or-
fila, Christhisson , Magendie, Flourens y otros toxicólogos y fisiólogos
en animales vivos para el estudio de la acción y absorción de los vene-
nos y demás cuestiones relacionadas con ellos y las funciones, tanto or-
gánicas como psíquicas, con aplicación al hombre, vuelven del todo
inconveniente la práctica que nos ocupa, tanto más, cuanto que, sobre
los crasísimos errores á que expone, da lugar á que se desperdicien las
materias sospechosas, puesto que arrojándolas á los animales no se pue-
den someter á los diferentes tanteos que las análisis químicas exigen,
hasta en los métodos mas sencillos, para descubrir las sustancias' ve-
nenosas que contengan.
Hoy dia nadie que se precie de buen toxicólogo y perito lógico em-
plea la vieja práctica de arrojar á los animales las materias procedentes
de un sugeto que se cree envenenado. Sónlo, como lo indicaba Anglada,
cuando hay abundancia de materia y por vía de corroboración ; luego que
se han reunido todos los tres órdenes de datos, se puede hacer ese ensayo.
Se dirá que la experimentación fisiológica es otra cosa; que no es esa
práctica vulgar y empírica ; que la ciencia interviene ya en ella , prepa-
rando las materias y extrayendo , por medio del alcohol de 95 grados en
ebullición, los alcaloideos y otras sustancias venenosas ú orgánicas, de
las cuales es un poderoso disolvente, y que la inyección subepidérmica
de esos extractos es un medio muy diferente y mas idóneo para revelarse
en un animal vivo la acción del veneno, así extraído de esas materias.
Aunque convengamos en que con esa preparación se aísla mas la sus-
tancia venenosa , se concentra y puede ser mas activa , subsiste en pri-
mer lugar contra ella todo el catálogo de razones que se aducen contra la
práctica vieja, y hay además otras mas fuertes todavía , que irémos adu-
ciendo, aunque rápidamente , en el decurso de este artículo.
- 928 -
Prescindamos de la opinión en que es tenida la vieja práctica , y acep-
temos por un momento que la experimentación fisiológica no sea, ni en
la forma, ni en el fondo , la misma, y veamos en qué se fundan los par-
tidarios de esa experimentación fisiológica para proponerla ó aceptarla
como nueva prueba pericial , en los casos de presunto envenenamiento.
M. Tardieu y Roussin , inventores ó principales propagadores en Fran-
cia de esa nueva práctica, se fundan para proclamarla, no solo útil,
sino necesaria , en ciertos casos , en que la química , tan poderosa como
es, en los casos de envenenamiento por sustancias inorgánicas, que no
se descomponen introducidas en la economía , y aunque se descompon-
gan restan sus elementos venenosos , deja mucho que desear en no pocas
ocasiones provocadas por venenos orgánicos, que se descomponen, ab-
sorbidos, en oxígeno, hidrógeno , carbono y ázoe, ninguno de los cuales
es veneno , siendo á veces insuficientes los síntomas y la misma autóp-
sia, ya por sí, ya porque no se sabe nada de ellos; y que no pudiendo
probar con esa triple base la existencia del envenenamiento , hay que
apelar á la fisiología, á los ensayos fisiológicos en animales, los que, si
por la muerte que estos sufren , demuestran lo que no lian podido de-
mostrar ni los síntomas, ni la autópsia, ni las mismas análisis químicas,
le constituyen en el medio mas perentorio que puede desearse para saber que
en las materias sospechosas hay una sustancia deletérea.
Partiendo de este principio, que, como lo verémos luego, exageran
igual que todo innovador, que pretende hacer prevalecer su invento sobre
lo ya conocido , sientan como base de su nuevo medio pericial la seme-
janza de efectos producidos por el extracto alcohólico en el animal que
es objeto del ensayo , con los síntomas presentados por el sugeto enve-
nenado; en esa semejanza establecen el elemento de convicción, que su-
ponen incapaz de adquirir con los síntomas observados en el sugeto, los
resultados autópsicos y las análisis químicas, en muchos casos de enve-
nenamiento por sustancias vegetales.
Otros partidarios de la experimentación fisiológica , como los seño-
res Fagge y Sleventon, en Inglaterra, se han propuesto emplear ese
nuevo medio con otro objeto. Toman la rana como reactivo vivo ó animal,
y ensayan en ella los venenos orgánicos ó alcaloideos, en busca de cua-
dros sintomáticos especiales, producidos en la rana por cada veneno, con
el fin de poder establecer un medio de distinción análogo al que se ob-
tiene con ¡os reactivos químicos. Sean ó no semejantes los efectos produ-
cidos en la rana por cada alcaloideo, á los que produce en el hom-
bre, si los produce especiales, eso les basta para revelar el envenena-
miento en los casos, en que la triple base del criterio común no alcance
para ello. No tardaremos en ver lo ilusorio de esie propósito, y que, lejos
de robustecer la nueva práctica, han dado pruebas experimentales que
ponen mas en evidencia los grandes errores que se pueden padecer,
fiándose en esos ensayos, como prueba pericial.
Por poco que se examinen los fundamentos en que estriba la experi-
mentación fisiológica, y las razones que dan sus partidarios para estable-
cerla como un medio, no solo corroborante y supletorio, sino como mas
fehaciente que la triple base del criterio generalmente seguido, se verá
que esa práctica sobra; no es necesaria, ni útil en ninguno de los casos de
envenenamiento producido por sustancias inorgánicas. Así lo declaran los
mismos partidarios de ese nuevo proceder, y á confesión de parte, rele-
vación de prueba. Pero de esta explícita confesión se infiere lógicamente
tampoco ha de ser necesario, ni úlil en todos los casos de envenena-
miento producido por sustancias orgánicas, siempre que los síntomas
sean característicos; que lo sean los signos tannatológicos ó autópsicos,
y que las análisis químicas puedan revelar el veneno por sus caractéres
químicos , y con mas razón si llegan á presentar el veneno en sustancia.
Hay, en efecto, muchos casos de esta naturaleza , en los que todo eso se
efectúa; y como esa es la razón por la cual se da como innecesaria é in-
útil la experimentación fisiológica, en los casos de envenenamiento por ve-
nenos minerales, resulta que todavía podemos restringir, según las pro-
pias doctrinas de nuestros adversarios , los casos en que puede reportar
dicha experimentación alguna utilidad.
Esos casos quedan reducidos á aquellos, en los que ni los síntomas , ni
la autópsia, ni las análisis químicas, dan el menor fundamento para afir-
mar la intoxicación voluntaria ó involuntaria.
Reducida Ja cuestión á ese mezquino terreno, senos ocurre preguntar,
antes de hacer otra clase de reflexiones, si verdaderamente en la práctica
hay alguno de esos casos, en los que la triple base se presente negativa en
su conjunto; si es positiva, si se ha visto alguna vez esa negación completa
de datos que se supone ; si hay algún veneno que no revele su acción por
síntomas, ni por alteraciones anatómico-patológicas , ni por análisis quí-
micas, y solo se revele por los ensayos en los animales? No conocemos
ningún veneno que se conduzca de esa suerte. No hemos visto, ni en
nuestra práctica , ni en las obras de los autores , ni en ios periódicos ge-
nerales ni especiales , ningún caso que haya ofrecido esa completa nega-
ción de datos.
Precisamente, los venenos vegetales, los alcalóides, suelen producir
cuadros de síntomas altamente pronunciados y característicos. En no po-
cas ocasiones, por sí solos bastan para afirmar un envenenamiento. El
mismo Tardieu les da esa significación (‘j. No tardaremos en ver cuán
exagerado es el fundamento de la experimentación fisiológica, cuando
hablemos de los casos prácticos, en los que se ha hecho aplicación de
ella. En ninguno han faltado, no solo los síntomas mas especiales y ter-
minantes, y los datos autópsicos mas significativos, sino ni los mismos re-
sultados químicos. Es por lo tanto una pura suposición, una hipótesis
gratuita , una exageración ridicula , la pretensión de casos prácticos, sin
que los órdenes de datos, en que se ha de apoyar el perito para afirmar
el envenenamiento, no se presenten de un modo que le permitan formu-
lar su juicio, á tenor de las reglas que hemos establecido en los cuatro
artículos anteriores.
Que algunas veces no se sabe nada de los síntomas , porque nadie los
vió ó los deudos los ocultan, y que el dato se descubre después de mu-
cho tiempo de estar inhumado el cadáver, no es una razón válida para
apelar á la experimentación ; primero , poique eso también sucede y
puede suceder en los casos de envenenamiento por minerales, y segundo,
porque eso supondría que la experimentación por sí sola basta para re-
solver esas cuestiones, lo cual negamos rotundamente.
No es menos exagerada, hipotética y gratuita la suposición limitada á
los resultados de las análisis químicas , contra las que se levantan mas
particularmente y con mas ahinco Al. Tardieu y Roussin. Sobre no ser
cierto que todos los alcaloideos ó sustancias orgánicas venenosas se for-
- Üit -
aen de oxígeno, carbono, ázoe é hidrógeno (la nicotina y la conicína nó
tienen oxigeno), es un error grave suponer que, introducidas en la econo-
mía, ó con la putrefacción, se descompongan en esos elementos, nin-
guno de los cuales es venenoso
Hoy dia nadie ignora , porque se ha demostrado, no solo en Francia y
Bélgica , sino en todas partes , que los alcaloideos no se descomponen
absorbidos y trasportados á la masa de la sangre , ni con la putrefacción;
se conservan como principios químicos , á la manera de los óxidos me-
tálicos ó de los metales, é íntegros los encuentran las análisis químicas
en los órganos, en la sangre y en la orina. Seria un absurdo suponer que
se ha verificado una síntesis, después de haberlos descompuesto en sus
elementos constitutivos la absorción ó la putrefacción.
Por otra parte , si se descompusieran , ¿ de qué servirían los extractos
alcohólicos ? El hacer hervir las materias én alcohol de 95 grados ¿re-
uniría el oxígeno, el carbono, el ázoe y el hidrógeno, para formarse de
nuevo el alcaloideo? Hisum teneatis. Pues en este caso, el alcohol no ex-
traería de las materias el alcalóide íntegro ; todo lo que pudiera hacer
(que no lo hace) es llevarse los elementos sueltos, ninguno de los cuales
es venenoso. ¿Y cómo el ensayo de ese extracto alcohólico había de pro-
ducir efectos tóxicos ?
Esa razón, pues, para considerar impotentes las análisis químicas,
no solo es exagerada , sino destituida de todo fundamento sólido, cien-
tífico, y hasta de sentido común.
JNo descomponiéndose las sustancias orgánicas, y en especial los alca-
loideos , en sus elementos primitivos , conservándose como principios in-
mediatos y elementos químicos ; las análisis los pueden descubrir; ais-
larlos primero de las demás materias, y luego reconocerlos por medio
de sus especiales reactivos. Ya hemos visto, al hablar de los reactivos,
cuál es el estado actual de la ciencia; y aunque no la tengamos por om-
nipotente , aunque no en todos los casos ó respecto de todos los princi-
pios venenosos se haya llegado á la última perfección; sin embargo, es
una exageración el modo como la consideran M. Tardieu y Boussin. No
es tan impotente la química como suponen. No es verdad que no sea po-
sible establecer distinciones entre las propiedades físicas y químicas de
los alcaloideos. Siquiera tengan muchos caracteres comunes, en punto á
solubilidad en el agua , alcohol y éter ; siquiera los tengan comunes tam-
bién respecto de la precipitación y coloración dada por determinados re-
activos; también lo es que es posible establecer diferencias metódicas
y características; que no es absoluta esa confusión; que no ofrecen esa
identidad de caractéres físicos y químicos que se inventa , abulta ó exa-
gera , para abonar la nueva práctica. Esa confusión absoluta es un ab-
surdo. Nada se presenta tan confundido, no habiendo identidad de na-
turaleza; por algo se diferencian dos objetos que no la tienen igual.
Alas, sobre que no es exacto que tengan completa semejanza de caracté-
res lisíeos y químicos las sustancias orgánicas , ya hemos visto que no se
da á las análisis químicas, lucra de ciertos casos, significación absoluta;
que se relacionan con ios signos biológicos y autópsicos, y de consi-
guiente, siquiera respecto de los caractéres lisíeos y químicos pudiera
haber semejanza , comunidad de ellos cou los de oíros venenos , por su
relación con los demás órdenes de datos, se distinguirían fácilmente.
Cuando Al. Tardieu y Boussin exageran esos inconvenientes, se olvidan
de la necesidad de esas relaciones ; no se lijan mas que en el valor lógico
— 928 —
de un órden de dalos, y descuidan que el perito no debe juzgar sino muy
contadas veces con un ’soío órden , con una sola base de las tres de que
se compone el criterio.
¿Y acaso no hay también comunidad y confusión entre los efectos pro-
ducidos en una rana por varias sustancias orgánicas venenosas? ¿No es
todavía mayor la dificultad de establecer diferencias entre los caractéres
fisiológicos? ¿Llegaron Fagge y Stevcnton á establecerlas? No; muy al
contrario; no solo vieron efectos iguales con sustancias diferentes, sino
hasta con los simples extractos alcohólicos, hechos de materias que no
tenían veneno. Es, pues, chocante y falto de lógica hallar tantos reparos
á las análisis químicas y tener tan ancha manga , tantas tragaderas, res-
pecto de los efectos fisiológicos , en las ranas.
Aun suponiendo por un instante que no le fuera posibie al perito esta-
blecer, por los medios ordinarios, diferencias entre los caractéres físicos
y químicos de los venenos orgánicos, y que lo que solo puede decirse
con alguna razón de tal ó cual veneno, poco estudiado hoy dia , fuera
aplicable á todos, hasta los mas conocidos; todavía le queda un recurso,
antes de apelar á los ensayos en animales ; todavía le queda el microsco-
pio, aplicado á la toxicología , con el cual se pueden apreciar en canti-
dades mínimas propiedades físicas y químicas que no se alcanzan por los
medios ordinarios , por no haber cantidad suficiente para emplearlos.
Las formas cristalinas ó amortas, su solubilidad, sus reacciones , pue-
den verse en el campo del microscopio, y en el mismo pueden aparecer
los restos de los órganos y tejidos de ciertos vegetales, como sucede con
los hongos, lo cual suple perfectamente lo que no pueden ya darlas
reacciones químicas. Ese poderoso auxiliar de la química acaba de volver
menos necesaria la experimentación fisiológica, porque extiende la esfera
de acción de los medios científicos, para revelar la presencia del veneno.
Supongamos también que ni éste recurso nos queda; ¿qué es loque
sustituyen á esos medios declarados insuficientes en ciertos casos, los que
ya no esperan nada de ellos? ¡La experimentación fisiológica! Hé aquí
el nuevo elemento de convicción, la prueba mas eficaz que se propone.
Dejando para luego examinarla en sí , en lo que vale, como prueba
pericial, comodato significativo del envenenamiento; debemos fijarnos
un instante en las flagrantes contradicciones, en que incurren los que se
empeñan en sustituirá la triple base del criterio, generalmente seguido
y profesado en los términos expuestos en los artículos anteriores, la ex-
perimentación fisiológica.
Por no prolongar demasiado este artículo, no copiamos, como pudié-
ramos , diferentes pasajes de la obra de M. Tardieu y Roussin , en la que
se les ve profesar la doctrina general , hace tiempo establecida por todos
los autores de Toxicología. En olios se les ve declarar rotundamente que,
para afirmar el envenenamiento se necesita la triple base ; los signos clínicos,
los signos avtópsicos y los signos químicos ; ninguno debe descuidarse ; su coi-
junto es la base del juicio pericial ; sin ellos , sin todos ellos , no se debe afir-
mar de un modo positivo el envenenamiento ; no está permitido ; no es posi-
ble. Esto lo dice M. Tardieu y Roussin en lodos los tonos, en diferentes
partes de su obra, y hasta en un dictámen sobre un caso práctico, inserto
en ella, entre las enfermedades que pueden ser confundidas con una in-
toxicación (*).
é) Véanse las página.* 'te dicha obra, 7, 8 , 9, 48 y 4 18.
- m -
Mas, después de haberse expresado en esos términos tan claros, tan
explícitos , tan terminantes , en la misma obra , en otras págipa? de pjla,
consideran la experimentación fisiológica , por sí sola , como el meflio tqa$
' perentorio que puede desearse, como el medio mas concluyente en tales ca-
sos (!). Y no solo lo establecen en teoría, lo siguen en la práctica. Ta ve-
remos , cuando nos hagamos cargo de los casos, en que se ha hecho apli-
cación de esos ensayos en animales , por lo menos en uno de ellps, que
Ja sola experimentación fue la base de su juicio, por cierto tan erróneo,
que estuvo á pique de llevar al patíbulo á un inocente.
Esas contradicciones , que por sí solas bastan para desautorizar al que
en ellas incurre, pues no sabemos cuándo le hemos de dar crédito, si
cuando afirma una cosa, ó cuando afirma otra del todo opuesta, suben de
punto, viendo en qué se deposita la confianza de la prueba, en qué se
fija su fuerza lógica, liemos visto que la experimentación fisiológica tiene
por objeto observar la semejanza de efectos producidos por un extracto
alcohólico de las materias sospechosas en una rana ó en un perro, con
la que ha presentado el sugeto envenenado. Esos efectos son síntomas.
Estos, pues , son los que constituyen la prueba decisiva.
Ahora bien : los síntomas del sugeto se declaran insuficientes ; no bas-
tan para afirmar el envenenamiento, por significativos que sean ; es ne-
cesario que confirmen su significación , no solo los signos autópsicos,
sino también los químicos. Mas los. síntomas en el perro y en la rana no
necesitan de autópsia; no necesitan de análisis químicas; por sí solos
significan ; ellos solos resuelven la cuestión. Los síntomas del sugeto,
siempre mas completos, mas numerosos, mas significativos, no bastan;
los síntomas del perro , los de la rana, siempre mas reducidos , siempre
mas vagos, siempre mas problemáticos, bastan por sí solos! ¿Puede
darse mayor contradicción? ¿Puede darse un modo de deducir mas des-
tituido de sana lógica? Rechazar en el hombre los síntomas como datos
engañosos é insuficientes, y tomarlos en la rana ó el perro como decisi-
vos, como medio el mas perentorio que pueda desearse , no le ocurre al áni-
mo mas reñido, no solo con la lógica, sino con el sentido común.
Y no paran aquí las contradicciones de los señores Tardieu y Roussin.
Se levantan contra los experimentos en animales para los estudios toxi-
cológicos ; se alistan en la bandera de Giacomini y de Devergie para tro-
nar contra las aplicaciones de lo que pasa en los perros, conejos y ranas
al hombre; declaran artificial la Lexicología, porque se funda exclusiva-
mente en los experimentos en los animales , en iugar de fundarse exclusi-
vamente en los casos clínicos; recuerdan lo que se ha dicho contra esos
experimentos, con motivo de la diferencia de las especies de animales,
de las perturbaciones que traen consigo las vivisecciones, de lo que se
dijo en la Academia de París sobre la ligadura del esófago; se supone,
contra todo fundamento , conforme lo hemos visto al hablar de esa dis-
cusión , que la obra de Orfila fue declarada nula , de ningún valor, por
estar establecido cuanto en ella se consigna en los experimentos en ani-
males, á quienes se aplicaba la ligadura (2) ; y después ae esos exagerados
y violentos ataques á los experimentos toxicoiógieos en los animales,
salen M Tardieu y Roussin con su Estudio médico-legal y clínico del enve-
nenamiento, fundado en experimentos , echando mano de los experimentos
(* / Obra cuaUa, pag. H3 y lis
i2) Obra cil. . ¡» ¡0 y 11.
TOXICOU'GÍA. — 59
030 —
de Orfila, Chrísthisson y otros en cada página, ensalzándolos, relacio-
nando el texto y la doctrina más con ellos que con las escasas observa-
vaciones, siempre inferiores en número á las de Orilla, acusado de indi-
gente de ellos, y se acaba por proclamar como medio superior á la triple
base, y como medio mas lógico, mas clínico y mas fehaciente la experimen-
tación en animales vivos , perros , conejos y ranas f1) , no ya para estudiar
los hechos toxicológicos , sino como prueba pericial y decisiva en los ca-
sos de envenenamiento difíciles , no susceptibles de ser resueltos por el
criterio generalmente establecido.
Para estudiar la acción y la absorción de los venenos, y las demás
cuestiones relacionadas con esos puntos cardinales de la fisiología de la
intoxicación; para estudiar la patología, la terapéutica y la química de
la misma por medio de experimentos en animales, esos no sirven; son
engañosos ; es artificial y falsa la ciencia que sobre esos estudios se es-
tablece; pero para decidir si un sugeto ha muerto ó no envenenado, esos
mismos experimentos en un perro ó en una rana sirven como la prueba
mas concluyente. La contradicción no puede ser tampoco mayor. Que
esto lo viéramos en obras de Ai. Tardieu y Roussin escritas algunos años
antes las unas de las otras, se concebiría, porque pudieran haber mu-
dado de opinión. Pero en la misma obra , casi en las mismas páginas,
debemos decir, como Devergie : no lo comprendemos.
Pudiéramos comprenderlo también, si entre los experimentos toxicoló-
gicos y los fisiológicos hubiese diferencias esenciales ; pero nada mas fá-
cil de probar que tales diferencias no existen. Al. Tardieu, tal vez aper-
cibiéndose de sus contradicciones , ha tratado en vano de defenderse de
ese cargo grave , por medio de vaguedades , distinciones escolásticas y
suposiciones gratuitas; pero con ellas no demuestra la diferencia que va
enLre experimentar en animales para hacer la historia de un veneno, y
experimentar en los mismos para decidir que ha habido envenenamien-
to (2). Entre inyectar una disolución de estricnina, por ejemplo, en un
perro para saber qué síntomas produce, y conocer esa intoxicación el dia
que se presente en un hombre ; y practicar una inyección de un extracto
alcohólico que se haya llevado la estricnina de los órganos de un sugeto
envenenado por ella , para ver si se parecen los síntomas del perro á ios
del envenenado, ¿qué diferencia hay? ¿No se compara en ambos casos lo
presentado por el perro y lo obtenido por el hombre? ¿Por qué, pues,
rechazar el primer experimento como falso , y aceptar el segundo como
una gran prueba pericial de envenenamiento?
Yiendo esa palmaria contradicción de M. Tardieu , esa carencia abso-
luta de lógica, le pregunta con mucha oportunidad y acierto M. Dever-
gie , si hay dos experimentaciones ; si los experimentos en animales he-
chos por los toxicólogos Orfila y Chrísthisson , son diferentes de los prac-
ticados por los fisiólogos Magendie, Flourens y Claudio Bernard, siquiera
aquellos experimentaran en animales para estudiar hechos tóxicos, y es-
tos para estudiar las funciones de los órganos. Nosotros preguntamos á
nuestra vez : ¿si cuando Claudio Bernard experimenta en animales para
estudiar esta ó aquella función, hace otra cosa diferente de la que hace
cuando experimenta en los mismos para estudiar la acción del curare,
déla estricnina, de los alcaloides, del opio, etc.? Toda la diferencia
P) Obracit., p. 15, 110 y 111.
Ia) Véas« lo que dice en la página 4 07 de su obra sobre este punto.
— dsi — *
éstá en el objeto. Mas esta diferencia no es esencial. En el fondo todo ei
lo mismo. Siempre es experimentar en animales ; y si es error en unos
casos aplicar lo observado en los animales al hombre , también lo ha de
ser en los otros.
La fisiología experimental , única admisible en nuestros dias , descansa
en ensayos sobre los animales vivos , y de ahí proceden á las aplicacio-
nes af hombre. Así se ha elevado la biología al estado brillante en que
hoy se encuentra. La Toxicología ha hecho lo propio ; apelando al mismo
método, ha progresado en menos de medio siglo lo que no progresó en
todos los siglos anteriores. Apelar á la fisiología, á sus procederes para
alcanzar mas elementos de convicción, es apelar á la misma Toxicología;
al mismo método que esta emplea como aquella para estudiar sus hechos
propios. La identidad de método no puede ser mas clara; la igualdad de
experimentación es evidente. M. Devergie, que rechaza toda experimen-
tación en animales, es, por lo menos, lógico y consecuente; parte de un
principio falso; pero las consecuencias son legítimas. Al. Tardieu es in-
consecuente hasta dejarlo de sobra , aceptando una experimentación y
rechazando la otra , siendo las dos idénticas ; sirviendo ambas para com-
parar lo que pasa con ios animales con lo que pasa en el hombre, hechas
las debidas restricciones.
Si entre los experimentos practicados por los toxicólogos, para estudiar
los hechos de su incumbencia y les de la llamada experimentación fisio-
lógica, ya que no hubiese diferencia esencial en el modo de practicarlas,
y el objeto comparativo que todas tienen, la hubiese en el valor lógico
de sus resultados, comprenderiamos cómo Al. Tardieu es tan intransi-
gente adversario de los experimentos en los animales para estudiar la
Toxicología, y tan acérrimo defensor de la experimentación fisiológica,
como prueba pericial para resolver una cuestión de envenenamiento, y
si esta sobrepujase á aquellos en motivos de confianza. Pero precisa-
mente sucede todo lo contrario. Los experimentos toxicológicos tienen la
sanción de la opinión general, y todas las condiciones que la filosofía po-
sitiva exige para proclamarlas como bases verdaderas y sólidas de prin-
cipios y doctrinas; al paso que la experimentación fisiológica no tiene ni
la sanción de la experiencia, ni la opinión general, ni las condiciones
que exige de toda práctica ia filosofía baconiana , la del método a poste-
riori, bien entendido.
Para demostrar ia verdad de la primera parte de esta proposición , no
necesitamos empeñar debate sobre ia validez de los experimentos toxico-
lógicos. Lo hemos hecho en la fisiología de la intoxicación. Allí hemos
retutado todo lo que se alega contra elios, incluso lo de la ligadura del
esófago.
Al hablar de las circunstancias que modifican la acción de Jos vene-
nos , hemos visto también lo que hay, en punto á la influencia de las es-
pecies del animal.
Los conocimientos toxicológicos actuales descansan principalmente en
ios experimentos en animales; para cada nocion que se deba á los casos
clínicos, hay ciento debidos á los experimentos en toda especie de ani-
mal. No hay ningún tratado de Toxicología que no se funde principal-
mente en ellos. La misma obra de Al. Tardieu es una prueba práctica de
esa verdad. Esa obra de Orilla, que tan sin razón supone puesta en cues-
tión y en estado de ser rehecha , le sirve para llenar muchas páginas de
su libro; acepta y ensalza los experimentos de ese grande experimenta-
— m -
dor, y se le ve fundar las doctrinas malas y buenas rnas bien en ios ex-
perimentos, que en las escasas observaciones que inserta, al fia de cada
tratado particular de los venenos.
La Toxieología, como ciencia positiva, ha tenido que ser experimen-
tal, y no ha podido experimentar en el hombre; fuera de cierto círculo
muy reducido de tanteos , ha tenido que experimentar en animales. Pero
eso no ha obstado para sacar todo el fruto posible en beneficio del hom-
bre. JNo hay ninguna cuestión de fisiología, patología, terapéutica y quí-
mica de la intoxicación, que no se resuelva por medio de las nociones ad-
quiridas con los experimentos en animales.
Al. Tardieu incurre en un error grave, á todas luces insostenible,
cuando dice que esos experimentos no sirven para resolver las rigorosas
cuestiones de Medicina legal sobre envenenamientos. ¿Para qué se ha
constituido la Toxieología sino para resolver esas cuestiones? La Toxi-
cología es eminentemente práctica en el terreno forense. Para cada vez
que el lexicólogo es llamado como médico, hay ciento, en las que es lla-
mado como perito. Los toxicólogos se han ocupado mas en estudiar los
medios de auxiliar á los tribunales, en busca del veneno y del crimen
que con él se comete , que en salvar á las víctimas de la muerte ; cosa que
rara vez les es dado conseguir, por no llegar á tiempo las mas veces.
Tardieu se queja de ello, por no comprender la razón de e^a preferencia.
No negaremos que ios casos clínicos han podido instruir y enseñar
algo; mas sin los experimentos en animales, la ciencia estaría aun en
mantillas, como estaba ames de ios tiempos de Orilla. Unas cuantas lec-
ciones experimentales de Claudio Bernard sobre los alcaloideos del opio,
han enseñado mas que cuarenta siglos de medicación opiada y de enve-
nenamientos por el jugo procedente de las adormideras.
¿Cómo se han resuelto en Francia y fuera de eda las cuestiones peri-
ciales en materia de envenenamiento, sino por las nociones de Toxicolo-
gía experimental? ¿Pretenderá M. Tardieu que se han resuelto sin fun-
damento? ¿Que hay que declarar nulos todos los dictámenes, como
pretende que hay que declarar sospechosa la obra de Ortila, que hoy
acata todo el mundo, que nadie ha reformado, incluso el mismo Tar-
dieu? Ya se guardará de asegurarlo, y sobre todo de probarlo, si tan te-
merario fuere.
La experimentación toxicológica, por lo tanto, tiene en su favor la opi-
nión de todos los toxicólogos , hasta de los mismos que teóricamente la
rechazan ; por eso tenemos confianza en ella ; por eso hemos fundado en
la misma nuestras doctrinas, y el criterio filosófico que hemos estable-
cido para juzgar los casos de verdadero ó falso envenenamiento.
Además de lo dicho, aceptárnosla significación de los experimentos
en los animales como buena y como lógica y concluyente, porque no se
compone de escasos hechos, sino de hechos infinitos, practicados y repe-
tidos por muchos experimentadores, comprobados bajo todos los puntos
de vista, habiéndose elevado á la categoría de principios y doctrinas po-
sitivas, de verdades para siempre adquiridas en la ciencia por los riguro-
sos medios de la análisis, del método a posleriori , del que ha elevado las
ciencias físicas, químicas, naturales y biológicas al grado de explendor
en que se encuentran. No es solo la autoridad lo que abona esos experi-
mentos y el valor lógico que les damos ; son las condiciones exigidas por
la filosofía positiva que en ellos vemos.
No le sucede otro tanto á la experimentación fisiológica; y paso á la
- 933 -
Íirueba de la segunda parte de la proporción , que poco hace he formu-
ado, sobre el valor lógico de una y otra experimentación.
En primer lugar, podemos aplicarle todo lo que se alega contra la vieja
práctica y acaso con mas razón y fundamento. Un extracto alcohólico ae
materias acaso putrefactas no ha de ser indiferente á la sangre del perro
ó de la rana en que se inyecta, siquiera no haya veneno.
En segundo lugar, ya hemos visto en qué livianos motivos se funda; en
qué suposiciones tan hipotéticas descansa; en qué casos tan reducidos, y
eso suponiendo que haya alguno, puede tener aplicación; en qué contra-
dicciones incurren los que la proponen, y en qué contradicción está ella
misma. Todo su valor está en la semejanza de los efectos que presenta el
perro ó la rana con los del envenenado; es decir, en fenómenos, cuya
significación en el hombre se rechazan como engañosos ó insuficientes;
así son declarados por Tardieu los síntomas que se observan en el
hombre.
Si , pues , los síntomas observados en el sugeto envenenado no bastan
para afirmar el envenenamiento, ¿cómo han de bastar los déla rana?
¿Por qué la semejanza, entre estas siempre incompleta y á menudo vio-
lentada, tirada por los cabellos, con los del sugeto enfermo les ha de dar
un valor que estos no tienen? Lo que se parece á una cosa engañosa, es
engañoso también. Jamás la semejanza entre dos cosas les da lo que no
tiene ninguna. Que un mulato se parezca á otro mulato, ¿hará que sean
los dos blancos?
¿Y cuántas cosas no pueden producir esos efectos, cuya grosera semejan-
za con los síntomas del envenenado se toma por base cierta de juicio? ¿No
han probado Fagge y Steventon que se producen contracciones tetánicas
en la rana, con la atropina, los derivados del opio, el curare, la veratrina
y la teina? Las diferencias han sido insignificantes comparadas con las de
la estricnina; se reducían á menor ó mayor rapidez y á como se quedaba
luego tendido el animal, si panza abajo, si panza arriba; y si respecto de
la estricnina habia esas notables diferencias, respecto de las demás sus-
tancias entre sí, no habia ninguna. Tampoco pudieron distinguirse las di-
ferencias de la lobelia, de !a enantina, del veratrum mride y la estafisa-
gria. Tampoco las de los venenos llamados cardíacos, digitalina, varias
especies de eléboro, y la oscila. Hay más; con los extractos alcohólicos solos,
sin veneno, obtuvieron también efectos tóxicos , que no pudieron distinguirse
de una porción de venenos. ¿Qué confianza ha de merecer, por lo tanto,
una práctica que da esos resultados? ¿Qué son esas vaguedades y confu-
siones, comparadas con las que tan exageradamente atribuye M. Tar-
dieu á los caractéres químicos de los alcaloideos? ¿Se atrevería este autor,
como perito, á afirmar á qué veneno de esos se debe un envenenamiento,
no pudiendo distinguir por los efectos ninguno de esos venenos, de otros
capaces de producir lo mismo, y alguno de ellos, de los producidos por
los extractos alcohólicos sin veneno?
M. Tardieu considera la rana como animal precioso por su extrema, sen-
sibilidad y su pequeñez para los experimentos. ¿Y le parece eso insigni-
ficante para los resultados de los ensayos? Esa extremada sensibilidad puede
hacerla sufrir y morir sin que haya veneno. Una sustancia tomada como
medicamento por un sugeto, puede no hacerle daño y matar una rana.
¿Probará esto el envenenamiento? La cantidad relativa del veneno y el
volumen del animal pueden influir mucho en los resultados. Y aun siendo
una sustancia que haya producido envenenamiento, ¿no es fácil que, por
— 934 -
la exigua cantidad extraída, no haga daño al perro ni á la rana, ó les
‘oduzca efectos diferentes? ¿Será lógico concluir por eso que no ha ha-
bido envenenamiento? ¿Y si no es lógico concluir que no le ha habido,
aun cuando los efectos sean diferentes ó nulos, qué criterio tendremos
para negar el hecho? ¿De qué servirá que le digamos al fiscal «no hay en-
venenamiento, porque los efectos en la rana han sido nulos ó diferentes
de los que ha presentado el sugeto,» si el fiscal dirá : eso no obsta; la
cantidad basta, siendo escasa la extraída , para dar esos resultados.
El experimentador no sabe nunca qué cantidad se lleva extraida. Unas
veces será mucha, otras mediana , otras poca ó nada. Si el método de
Stass, en el que también se emplea el alcohol para apoderarse del alca-
loideo, no siempre se le lleva y por eso se le considera insuficiente ; otro
tanto ha de poderle suceder al alcohol de 95 grados empleado para los
extractos. No porque no se haya llevado nada sensible , se ha de poder
negar que haya habido envenenamiento.
No necesito acumular mas razones para dejar demostrado que la expe-
rimentación fisiológica dista mucho de tener igual valor lógico que los
experimentos toxicológicos tan rechazados por Tardieu y Roussin. Ni
tiene la sanción de la experiencia, ni la aceptación general, ni las condi-
ciónes de un hecho práctico adquirido por el método a posteriori. Descansa
en una base contradictoria, en una apreciación inconsecuente, en un prin-
cipio absurdo, y lejos de ofrecer caractéres distintivos, los ofrece en la
mas lamentable confusión , no solo de unos venenos con otros, sino de
estos con sustancias inofensivas. Ni puede ser prueba de confianza cuando
da efectos parecidos á los síntomas del sugeto, ni cuando los da diferen-
tes. Cuando los da parecidos, porque son varias las sustancias que pueden
{jroducirlos, hasta los mismos extractos alcohólicos sin veneno; cuando
os da diferentes, porque ciertas circunstancias pueden modificar la ac-
ción del veneno, y no ser por lo tanto una razón para que no haya enve-
nenamiento.
Los partidarios de esa práctica , que no buscan semejanza de efectos,
que solo tratan de convertir la rana en reactivo vivo , observando los efec-
tos especiales que cada veneno produzca en ella , van mas fundados ; si
pudieran obtener su bello ideal, la ciencia y la justicia podrían ganar algo
con esa clase de reactivos. Probado que tales efectos no los produce mas
que tal sustancia, en viendo esos efectos, podría afirmarse que esa sustan-
cia existiría.
Desgraciadamente ese bello ideal no se ha realizado. MM. Fagge y
Steventon no le han podido conseguir, y dudarnos que otros experimen-
tadores le consigan. Ya llevo dicho lo que obtuvieron; resultados iguales
no solo con varios venenos , sino con los simples extractos alcohólicos
de materias destituidas de veneno.
Otro hecho importantísimo debemos á esos observadores y partidarios
de la experimentación fisiológica. Mientras emplearon la digitalina á la
cantidad de un centésimo de grano , pudieron obtener resultados ; á menos
cantidad ya no obtuvieron nada. ¿Si eso sucedió con un veneno tan ac-
tivo, que por miligramos intoxica, qué no sucederá con los demás? Pues
bien; de eso se infiere que todavía se hace menos necesaria la experimen
tacion fisiológica. Las análisis químicas y el microscopio son mas paten-
tes, alcanzan á descubrir la presencia de un veneno alcaloideo á menor
£a[¡tidad que la de un centésimo de grano. Todos los ensayos de que
habla M. Tardieu en perros y ranas, se efectuaron en cantidades supe-
- 935 -
riores, mayores que aquellas á que se hacen todavía sensibles á los
reactivos.
Según Fagge y Steventon , la digitalina deja de producir efectos á me-
nos de un centésirao de grano ; pues, según Grandeau , esa misma sustan-
cia se revela por medio de la análisis , á la acción del ácido sulfúrico á
0,0005, y todavía á menos. Al hablar de los reactivos, hemos dicho que
el yoduro dobíe de mercurio y de potasio es capaz de revelar la exis-
tencia de varios alcaloideos á cantidades infinitesimales. La estricnina,
á 1/80000 ; la brucina , á 1/50000; la narcotina , á 1/31000 ; la codeina,
á 1/27000 ; la nicotina, á 1/10000; la atropina, á 1/8000; la morfina, á
1/5000 de grano. Si á esas cantidades mínimas , la experimentación fisio-
lógica no diese ya resultado , la química y el microscopio serian mas po-
derosos que ella.
Supongamos ahora que todo cuanto llevo expuesto no es suficiente para
demostrar la innecesidad, inutilidad, inconvenientes y perjuicios de la
experimentación fisiológica; que se nos contesta diciendo que eso son
reflexiones especulativas, raciocinios teóricos, que tienen que callar ante
la práctica , ante los resultados de esa experimentación aplicada á los ca-
sos judiciales, cuyos problemas se han resuelto ventajosamente con ella.
No formaremos empeño en probar que no es todo reflexión y especulación
ni teoría lo que hemos pxpuesto; que nos hemos apoyado siempre en los
hechos para combatir la flamante experimentación. Esa clase de argumen-
tos es siempre nuncio seguro de que el adversario se bate en retirada;
que va dejando el digno lugar de hombre de ciencia para descender al
nivel del curandero ó del empírico. Cuando en una discusión oímos esas
razones, ya tocamos á degüello, ya mandamos la caballería sobre el ene-
migo, porque le vemos desbandado.
Veamos, pues, esa práctica, esos casos prácticos, en los que se ha he-
cho aplicación de ella y ante los cuales tal vez se suponga que tenemos
que callar.
He registrado los cincuenta tomos de la l.1 série de los Anales de Me-
dicina legal y los veinte y seis de la 2.* série; he recorrido los tratados de
Toxicología y Medicina legal mas modernos, en busca de casos prácticos,
en los que se hava hecho aplicación de la experimentación fisiológica;
tal vez haya otros que no han llegado á mi conocimiento ; pero para su-
plir mi escasez de erudición en esta parte, los he buscado, por último,
en el libro de M. Tardieu y Roussin, quienes seguramente no habrán de-
jado de recoger todos los que hayan llegado á su noticia, para presen-
tarlos como otras tantas pruebas prácticas, ó argumentos de hecho, á fa-
vor de su proceder favorito, y no he podido hallar mas que seis casos ,
en los que se haya hecho uso de esa nueva prueba pericial , y aun de esos
seis casos hemos de eliminar tres que no pueden en rigor tomarse como
tales.
El primero es el de un médico aleman, que hizo en sí mismo ensayos con
el upas tieuté , y con un poco de ese veneno, que estaba en el hueco de un
bastón de bambú, y analizado, dió estricnina, se hicieron ensayos en ra-
nas , como hubieran podido hacerse con ese alcaloideo tomado de un
frasco. En este caso, por lo tanto, la experimentación fué toxicológica, y
no sirvió para arrojar luz sobre el hecho. Ya se sabia que era upas tieuté
el que habia puesto malo al doctor, y que era estricnina lo que de ese upas
se extrajo.
El segundo caso es el del conde de Bocarmé, que envenenó con nicotina
- 936 -
4 cuñado. Stass, después de haber aislado con su método inventado á
Ja sazón, un poco de nicotina, cuando ya quedaba probado el envenena-
miento por ella, en virtud de los signos clínicos que presentó la víctima,
fil estado de su cadáver y las análisis químicas , puso una gola en la len-
gua de dos verderones y un pichón, que los mató. Aquí el ensayo no se
hizo con extractos alcohólicos de ios órganos del sugeto , ni íue con per-
ros, ni ranas, ni sirvió para nada; fué una corroboración innecesaria, sin
peso alguno en la balanza.
El tercero es el del doctor John Baker Edwards, de Liverpool, é hizo
también ensayos en una intoxicación coleciiva, producida por el haba
del Caiabar, á cuyo caso puede aplicarse cuanto hemos dicho de los
otros. Ya se sabia que era^dicha haba, y hubo reacciones químicas, mas
decisivas que la semejanza de los síntomas de ranas, conejos y ratas.
Quedan por lo tanto reducidos á tres los casos prácticos, en los que se
ha hecho uso de esa nueva prueba pericial. El del médico homeópata
Couty de la Pommerais, el del cirujano Z caso visto en el tribunal de
Rúan, y el de Grisard, caso que radicaba en el tribunal de Dieppe.
En ninguno de esos tres casos faltaron los tres órdenes de datos; en
todos ellos hubo síntomas de significación terminante , resultados auíóp-
sicos característicos, y signos químicos decisivos. La experimentación fi-
siológica no solo no sirvió para resolver la cuestión en ninguno de esos
tres casos, sino que en uno de ellos fué causa de que se pusiera en
grave peligro la honra y la vida de un inocente.
En el caso de Couty de la Pommerais quedó probado el delito de una
manera evidente por los medios judiciales. Científicamente hubiera po-
dido probarse mejor: si no se probó como se podía, filé porque los peri-
tos M. Tardieu y Roussin, con su experimentación fisiológica, dejaron de
practicar lo debido. Los síntomas fueron terminantes ; por ellos solos
casi quedaba probado claramente el envenenamiento por la digitalina;
la autópsia correspondió, estuvo en armonía con ese primer óVden de
datos, y si se hubieran practicado las análisis químicas , como lo tiene
establecido la ciencia, y según los procederes mas acreditados por la ex-
periencia pericial, se hubieran obtenido mas datos, y aunque por ser la
digitalina, no hubieran sido tan terminantes, siendo propio de esa sus-
tancia el que no lo sean, eso mismo le daba carácter, la distinguía de
otros venenos, y unido ese carácter á los síntomas y autópsia, hubiera
dado prueba plena.
La análisis química demostró que no había veneno mineral. Los pro-
cederes empleados en busca de sustancias orgánicas fueron viciosos é in-
completos. Rajo el pretexto de que no se obtendría nada, juzgando, con-
tra todas las reglas del arte, a priori, se dejó de practicar lo debido y se
hicieron ensayos en los extractos alcohólicos de las materias procedentes
de Ja viuda de Pauw en perros y ranas, que dieron efectos parecidos á
los que produce la digitalina , capaces de confundirse , como lo hemos
visto , con los que dan otras sustancias.
Lejos de resolver esos ensayos la cuestión , pudieron embrollarla , y la
prueba de que no dieron mas seguridad de lo que podia dar la triple
base , apreciada según las reglas que hemos expuesto en su lugar, es que
los mismos peritos en una de sus conclusiones decian que no podían afir-
mar que fuese te digitalina el veneno ; pero que tenían fuertes presunciones
fa ni?* corfducian á pensarlo ; y sin embargo , afirmaban rotundamente en
P tmera conclusión que la viuda de Pauw había muerto envenenada.
- 937 -
Hé aquí todo lo que dió la experimentación fisiológica en ese célebre
caso; no poder afirmar : fuertes presunciones. Para eso se bastaba y sobraba
la triple base. Con los síntomas, con la autópsia y con los datos quími-
cos que hubo , y mas que pudiera haber habido , si se hubiesen practi-
cado las análisis conforme la ciencia lo recomienda, apreciados según
las reglas que hemos dado en los artículos anteriores, el hecho hubiera
podido afirmarse sin vacilación , no hubiera habido fuertes presunciones ,
sino certeza; puesto que los ensayos en perros y ranas dieron resultado,
habia cantidad suficiente de digitalina para revelarse por medio de los
reactivos, que se consideran como especiales de esa sustancia , las cuales,
aunque por sí solos no puedan resolver la cuestión , unidos á los demás
datos, hubieran tenido toda la fuerza lógica necesaria para probar el
hecho de un modo mas terminante.
El segundo caso no le han publicado M. Tardieu y Roussin en su obra;
pero le ha dado á conocer M. Devergie, insertando en los Anales de Hi-
giene pública y Medicina legal, lomo XXVI, 2.a série, una consulta que
extendió á petición de parte, V en la que con razones indestructibles re-
futa el dictámen de los peritos indicados. En este caso todos los tres
órdenes de datos se presentaron con significación terminante, clarísima
en sentido negativo, contrario al envenenamiento. Siguiendo las reglas
que hemos establecido en los tres artículos anteriores, nadie hubiese va-
cilado en negar ese hecho.
La señora que se suponía víctima de un tósigo , era quebrantada de
salud, padecía de muchos años atrás del estómago y tubo digestivo;
luego se le declaró una hipertrofia del corazón con latidos fuertes , edema de
las extremidades , pulso fuerte , frecuente , con algunas irregularidades , dificul-
tad de respirar , síncopes, y al fin se le presentó un reblandecimiento cerebral
con derrame, que se reveló por parálisis de medio lado , ligeros movimientos
convulsivos y subdelirio. Tomó varios medicamentos ; en los dos últimos
dias píldoras de ópio, primero de 5 centigramos cada una , después de
10 , y el dia antes de morir dos pociones, cada una de 30 centigramos
de acetato de morfina, que le calmaron los síntomas nerviosos sin pro-
ducirle, no solo narcotismo, sino ni los efectos mas comunes délos
opiados.
Los síntomas, pues, no pudieron confundirse con ninguna intoxica-
ción. El mal era evidente, y estuvo de mucho tiempo diagnosticado así por
médicos distinguidos.
La autópsia practicada á los tres meses de inhumación, reveló que el
cerebro estaba difluente , y el corazón era un poco mayor que de ordina-
rio; vestigios en completa armonía con los síntomas. El cerebro no es
de las visceras que se pudren mas pronto. Cuando sano, se va reduciendo
á una masa de arcilla , no se liquefia; lo hace cuando es sitio de una con-
gestión, de una hemorragia, de reblandecimiento y supuración. El cora-
zón no se vuelve mayor en la marcha de la putridez del cuerpo; antes
se achica y adelgaza ; de consiguiente las dos afecciones á que sucumbió
la señora deZ quedaron probadas con la autópsia, y mas lo hubieran
quedado, si se hubiese practicado ai estado fresco.
Las análisis químicas del estómago y de los intestinos dieron cerca de
28 centigramos de morfina y 40 de úna sustancia desconocida , que los
peritos llamaron inexactamente nueva, creyéndola análoga á la digita-
lina. Este dato estaba en armonía con los anteriores; el origen indudable
de esa morfina era la medicación opiada, á la que habia estado sometida
— 93S -
l pnferma en sus últimos dias. Su organización no tuvo tiempo de eli-
minar los alcalóides del ópio tomado , y en especial la morfina dada la
víspera de morir en cantidad enorme; las análisis, pues, la habían de
revelar, y revelaron mucho menos que la tomada; y tanto esto como la
ausencia completa de narcotismo, es una prueba evidente de que no pro-
cedía de un envenenamiento, sino de una medicación, esa morfina.
En cuanto á la sustancia desconocida , pudo ser algún producto de los
órganos que ya llevaban meses de muerte, y aunque se hicieron con ella
ensayos en perros y ranas, los efectos no solo no fueron semejantes á los
síntomas de la enferma, sino ni aun á los de la digitalina que se ensayó.
La enferma lejos de presentar abatimiento de pulso, presentó fuerza; le-
jos de tener remisión , tuvo frecuencia de pulso; no vomitó , los últimos
dias tuvo síncope, parálisis, etc. Nada de eso es propio de la digitalina.
En cuanto á los ensayos en los perros y ranas, si con la digitalina mu-
rieron luego en pocas horas, con la sustancia desconocida , uno no hizo
mas que ponerse malo un dia, y otro tardó en morir dos. Su semejanza
de efectos fué lo mas grosera y vaga que puede darse. ¿Qué tal seria
cuando, no seguros de ello los peritos, ensayaron también la veratrina?
Y sin embargo , fundados exclusivamente en esa vaga y grosera seme-
janza de la experimentación fisiológica , y á pesar de lo alto y elocuente-
mente que hablaban en contra los síntomas, la autópsia y las análisis
químicas, M. Tardieu y Roussin afirman el envenenamiento por dos vene-
nos ; la morfina y otro nuevo , que no acertaron á decir si era la digitalina
ó la veratrina , con la que también hicieron ensayos; tal era su vacila-
ción, y sin embargo, no titubearon en afirmar que la señora Z había
muerto envenenada; vacilaban en la causa y no vacilaron en el efecto.
¿Qué no seria ese documento, cuando eí mismo fiscal, chocándole la
ligereza, la sin razón de las conclusiones, indicó que se pidiese nueva
información ; con lo cual dió lugar á la consulta de M. Devergie; y vis-
tas por el fiscal las sólidas reflexiones con que este entendido médico-
legista rebate el dictámen de aquellos dos peritos , se sobreseyó el nego-
cio, y el ^ acusado que gemía en la cárcel fué puesto en libertad?
MAÍ. Tardieu y Roussin no han dado á luz en su obra ese caso y su
dictámen. ¿Cuánto no significa esa conducta? En lugar de publicarle,
después de haber sido atacados por M. Devergie, que ha dado á la
prensa su escrito, alegan por pretexto que el caso no tuvo consecuencias
judiciales, y á M. Devergie no le contestan más que estas palabras: no
nos ha convencido .
Por último , nos resta el caso de la mujer Pegard, envenenada por un
tal Grisard. También en este caso la triple base del criterio común resol-
vió la cuestión de un modo á todas luces indudable. Los síntomas pre-
sentados por la Pegard fueron notoriamente los de la intoxicación por la
estricnina. Doctos é indoctos lo decidieron así. Estos signos por sí solos
pudieron resolver el caso; son délos que M. Tardieu considera como
suficientes para ello. La autópsia , siquiera no se practicase acto conti-
nuo , estuvo en armonía con los signos clínicos. Las análisis químicas
obtuvieron no solo los caractéres especiales de la estricnina, sino este
alcaloideo en sustancia. ¿Qué faltaba, pues, para la cabal solución del
problema? ¿Para qué se necesitaba la experimentación fisiológica? ¿Cuán
impertinente y oficioso no fué ensayar en perros y ranas ?
• Los Fritos, sin embargo , no solo quisieron apelar á ese recurso pre-
0 * Sln° temiendo que les faltase materia para él , suspendieron
— 339 -
las análisis químicas, croe empezaban á dar su resultado, si bien por el
mismo proceder empleado no le dieron con claridad, exponiéndose á per-
der esas materias, y á que luego faltaran para una prueba mas eficaz y
mas terminante , y solo cuando vieron los efectos de la estricnina , que
pudieron ser muy bien los de cualquier otra sustancia, capaz de producir
efectos tetánicos en una rana, prosiguieron las análisis químicas, que les
dieron el alcaloideo en sustancia. La experimentación fisiológica por lo
tanto no resolvió nada; la cuestión estaba resuelta por la triple base del
criterio generalmente seguido,
Hé aquí los casos prácticos que puede presentar en su abono la expe-
rimentación fisiológica ; hé aquí los brillantes triunfos de su inaugura-
ción; hé aquí los grandes títulos con que se presenta á reemplazar la tri-
ple base del criterio toxicológico. Son pocos , pero buenos . En los dos no se
necesitaban para nada los ensayos en perros ni ranas; la cuestión se re-
solvió no por ellos, sino á pesar de ellos; puesto que practicadas de otro
modo las anáfisis químicas, todavía hubiesen dado mejor éxito; y en el
otro, fué tanto el olvido de las reglas de que trata la filosofía de la intoxi-
cación para apreciar debidamente los síntomas y diferenciar las enferme-
dades comunes de un envenenamiento , las alteraciones anatómicas, se-
gún el tiempo que lleva de muerte el sugeto, y los diferentes orígenes po-
sibles de las sustancias venenosas halladas por las análisis químicas, que,
á no ser el mismo exceso de falta de esa filosofía en el dictamen de los
peritos, hasta notoria para un profano, el desventurado cirujano Z
acusado de envenenador de su mujer, y otra persona , hecho que tam-
bién resultó falso , ya que no hubiese dejado su cabeza en el cesto de
mimbres de la guillotina, hubiera concluido su deshonrada existencia en
los trabajos perpétuos de un presidio.
La práctica, por lo tanto, lo mismo que la teoría, rechaza y condena
la experimentación fisiológica, no solo por innecesaria é inútil, sino por
inconveniente y ocasionada á errores funestísimos, que pueden compro-
meter la inocencia por un lado , y favorecer el crimen por otro.
Si se generalizara esa práctica y se llevara á cabo en los términos con
que lo hacen M. Tardieu y Roussin . no vacilamos en declararla, no solo
contraria á los sanos principios de la ciencia, sino funesta á los sagrados
intereses de la justicia. En uno y otro concepto, en efecto, debe ser tenida
una práctica que desperdicia las materias para emplearlas en ensayos so-
bre animales, de significación dudosa, problemáticos y expuestos al error,
cuando son necesarias para los diferentes tanteos que exige hasta el mé-
todo analítico-químico mas sensible. Si, cuando abundan las materias sos-
pechosas, no es un grande inconveniente distraer una parte para esos en-
sayos, consideramos altamente contrario á las buenas reglas del arte y
á los intereses de la justicia, dar esa preferencia que hemos visto dar por
los señores Tardieu y Roussin á los ensayos en animales , por temor de
que les tallase sustancia para ellos, si se dedicaban á las análisis quími-
cas, y precisamente en un caso en que todo era tan patente, y en el que
el veneno, no solo pudo revelarse por sus caracteres químicos , sino en
sustancia y en cantidad pondera ble.
Sobre ese grave inconveniente de robar materias á las análisis quími-
cas, siempre mas fehacientes que las groseras semejanzas de electos en
animales con lo presentado por las víctimas , se da con esa práctica pié
á que el defensor de los delincuentes acuse de nulidad los dictámenes
científicos, por no haberse practicado todo lo debido. Es una mala prác-
- 940 —
tica juzgar a priori , dejar de practicar análisis químicas, por creer que,
siendo sustancias orgánicas, no se ha de encontrar nada definitivo. El pe-
rito, cuando hace una autópsia, no sabe lo que encontrará, no debe
presumir prevenido, si habrá esto ó aquello, ni está autorizado á dejar
de examinar esta ó aquella parte del cadáver , porque crea que no ha de
descubrir nada. Otro tanto debemos decir de las análisis químicas. El
perito no sabe ni debe saber lo que hallará; su deber es analizar todo lo
que de analizar sea ; no está tampoco autorizado para dejar de someter á
las análisis lo que se le antoje, y menos para juzgar a priori del re-
sultado.
Solo cuando haya sometido las materias á las operaciones necesarias
para aislar el veneno si le hay, y someterle á la acción de los reactivos,
y visto que no ha obtenido resultado alguno, es cuando puede con razón
y fundamento afirmar que no hay veneno.
Tanto la dignidad de la ciencia , como los intereses de la justicia re-
claman que no se abandone ninguno de los tres órdenes de datos, cuya
cabal investigación recomienda la filosofía de la intoxicación, y como'la
nueva práctica , conforme lo hemos visto , tiende á que se sobreponga
á esa triple base la experimentación fisiológica, considerada con tanta
sin razón como prueba pericial mas eficaz y concluyente, no vacilamos
en declararla contraria á los buenos preceptos de la ciencia y á los inte-
reses de la justicia.
Si en lo sucesivo esa experimentación mejor estudiada y aplicada, san-
cionada por la experiencia y la aceptación de los prácticos , llegase á te-
ner á su favor las buenas doctrinas y los casos prácticos ; si el propó-
sito de los señores Fagge y Stevenlon llegase á ser un dia una verdad
experimental, pudiendo considerar la rana ó un animal cualquiera como
reactivo vivo capaz de presentar efectos especiales y distintivos, como
producto exclusivo de este ó aquel veneno ; no veríamos ningún incon-
veniente en que se echase mano de ese reactivo , en los casos en que los
síntomas, autópsia y análisis químicas, ni solas, ni en conjunto, pudieran
darnos base suficiente para afirmar un envenenamiento. Mientras la tri-
ple base baste, mientras podamos hacer uso del criterio establecido,
conforme las reglas que hemos dado en los artículos anteriores, siem-
pre tendremos la experimentación fisiológica por innecesaria, por inútil,
por impertinente y oficiosa, y en muchos casos por inconveniente y per-
judicial.
i Tal es el concepto que nos merece, en el esta lo actual de la ciencia,
la experimentación fisiológica; por eso no lacemos tenido en cuenta para
nada en la filosofía de la intoxicación ; por eso no la hemos considerado
ni como un auxiliar de la triple base, y si hemos hablado de ella, ha sido
tan solo por presentarse con pretensiones desmedidas , y por verla patro-
cinada por médicos legistas que, gozando de general reputación , pueden
arrastrar por su falsa vía á los que no se toman la molestia de discurrir
y profundizar las innovaciones , y que se deslumbran fácilmente por la
luz, á veces mas brillante que intensa , de ciertos astros recien aparecidos
en el horizonte de la ciencia.
Queremos seguir una discreta y sesuda regla que nos da el mismo
Tardieu en cierta parte de su obra , y de la que en tantas otras se olvida,
á saber : que de todos modos, siempre vale mas en la mayor parte de
los casos recurrir á medios de análisis é investigación ya adoptados y re-
conocidos como serios , que exponerse á comprometer el resultado de
- 04l -
ana actuación pericial ó médico-forense, con el empleo de un método
demasiado personal (‘). En la experimentación fisiológica , además de las
numerosas razones que tenemos para rechazarla, vemos la personalidad
muy en relieve , solo vemos á Tardieu y Roussin como único abono de
ella, no tiene el carácter de autoridad que solo pueden dar una larga expe-
riencia y práctica de un proceder (2).
BESUMEN DE LA FILOSOFIA DE LA INTOXICACION.
Entiendo por filosofía de la intoxicación aquella parte de la Toxicolo-
gía general , que trata de averiguar á punto fijo cuál es el valor lógico de
los datos, en que se funda la afirmación ó negación del envenenamiento,
la relación que hay entre esos datos, y la verdadera causa de cada uno.
La filosofía de lá intoxicación es la parte mas importante de la Toxico-
logia, porque enlaza todas las demás, las hace converger á su verda-
dero objeto, y las relaciona con la práctica de la medicina legal , en los
casos de intoxicación ó envenenamiento.
Para llevar á cabo su objeto, la filosofía de la intoxicación ha estable-
cido un criterio formado por tres bases que son los síntomas, signos
clínicos ó biológicos, la autópsia, signos anatómico-patológicos ó tarma-
tológicos, y la análisis química ó signos químicos.
La regla general es que , sin estos tres órdenes de datos , no se puede
afirmar un envenenamiento. Mas como los casos prácticos no presentan
siempre las mismas circunstancias, no se puede hacer aplicación de esta
regla en todos de un modo absoluto. Hay que analizarla para apreciarla
debidamente.
Para estudiar esa regla hay que examinar primero el valor lógico de
los signos clínicos ó biológicos: segundo, el de los signos autópsicos ó
tannatológicos ; y tercero , el de los signos químicos ó analítico-quími-
cos (cap. Yí).
El valor lógico de los signos clínicos ó síntomas se estudia exami-
nando :
1. ° Cómo debe mirarse el cuadro de síntomas que presente el enve-
nenado.
2. ° Si se pueden confundir con los de una enfermedad común y cómo
se distinguen.
3. ° Qué valor tienen en sí y en relación con la autópsia y las análisis
químicas.
4. ° Cuándo se pueden suponer con fundamento, aunque no consten,
cuándo se puede prescindir de ellos, y cuándo su falta es un obstáculo
para afirmar el envenenamiento (art. 1),
El cuadro de síntomas que presenta un envenenado nunca representa
con exactitud matemática el que está consignado en los libros de los au-
tores: el de estos representa lo que se ha observado en todos los sugetos
y animales envenenados por tai ó cual veneno.
Basta que haya número suficiente de síntomas propios patognomóni-
cos de una intoxicación para tenerlos por significativos, siquiera fallen
otros de que hablan los autores (art. I, § i).
Hay algunas enfermedades de invasión brusca, que, por esta circuns-
c¡ Obra cu , pág. 61.
p) Jbtd.
— 942 -
tancia, pueden confundirse con un envenenamiento, <3 que por lo menos
dan lugar á sospechas de él.
No todas las enfermedades que], á los ojos de los profanos suscitan
la sospecha de un envenenamiento, ha de incluirlos la ciencia entre los
capaces de confundirse con una intoxicación.
Los autores se limitan á unas cuantas , y algunas de ellas todavía de-
bieran suprimirse por lo fácil que es distinguirlas.
Hay pocas intoxicaciones , cuya forma se parezca á las enfermedades
comunes. La inflamatoria , la nervioso-inflamaloria , y la séptica por ali-
mentos averiados son las que mas fácilmente pueden confundirse.
La ciencia del diagnóstico relativo á las enfermedades comunes y la
del referente á las intoxicaciones, basta para distinguir unas de otras.
Cuando el diagnóstico diferencial no alcanza á distinguir una enfer-
medad de un envenenamiento, la distingue la autopsia, y si esta tam-
poco basta, las análisis químicas establecen la diferencia.
Sin salimos del diagnóstico, se pueden distinguir la mayor parte de las
enfermedades de cuadro sintomático parecido al de ciertos envene-
namien tos.
Las enfermedades que por su invasión brusca y cierta semejanza de
síntomas pueden ser tomadas al primer ímpetu por un envenenamiento,
son la muerte por bebidas frías, indigestiones, cólera esporádico y
asiático, cólicos , en especial nerviosos, perforaciones espontáneas del
estómago é intestinos, estrangulaciones intestinales, gastritis agudas,
con ó sin complicación de enfermedades del encéfalo, gaslro-enteritis,
peritonitis, hematómesis, melena, télanos , epilepsia , lombrices , focos
verminosos, triquinosis, y exantemas retropulsos.
La muerte por bebidas frías , mas común cuando tienen la temperatura
de 10 á 12 grados, si no se distingue por las circunstancias y los vómi-
tos, despeños y dolores, que no presentan nada característico, se dis-
tinguirá por la autópsia, y mas aun por les resultados de las análisis.
Otro tanto dirémos de las indigestiones ; si la naturaleza y cantidad de
los alimentos y las circunstancias particulares que hayan precedido,
acompañado ó seguido á la comida y los síntomas, no dar! una idea clara
del hecho , la autópsia y la^ análisis distinguirán el caso.
El cólera tanto esporádico como asiático tienen un diagnóstico ó sín-
tomas demasiado conocidos y característicos para confundirlos con una
intoxicación.
Algunas intoxicaciones por venenos inflamatorios como la arsenical,
pueden tener alguna semejanza ; sin embargo , la naturaleza de las eva-
cuaciones basta por si solas para distinguir el cólera; ninguna intoxica-
ción las presenta.
Los cólicos pueden ser varios, y no es fácil confundir los más de ellos
con una intoxicación. El cólico miserere es de carácter nervioso , no hay
deyecciones , y si se presentan vómitos, son de materias estercoráceas.
Nada de eso presenta la intoxicación inflamatoria ó nervioso-inflamato-
ria ; los dolores son flogísticos, y los vómitos y deyecciones de materias
alimenticias biliosas ó mucosas.
El íleo sintomático tiene también constipación y vómitos estercoráceos;
hay un tumor en el abdómen y otros signos de estrangulación interior;
nada de eso ofrece ninguna clase de intoxicación. La autópsia, por otra
parte , disiparía toda duda.
Las perforaciones espontáneas presentan muchos síntomas parecidos a
— m -
las intoxicaciones inflamatorias, y cáusticas ; son los de üna peritonitis
intensa ; pero no hay deyecciones y faltan los vestigios del cáustico en la
boca y fáuces. Aunque los síntomas no las distinguieran , las distinguiría
la autópsia. .
No hay para qué decir que es imposible , por poco que se examine el
caso , confundir una hernia estrangulada, con una intoxicación ; el tumor y
sus síntomas son altamente característicos; la distinguen en el acto.
La gastritis y gastro-enteritis podrían confundirse con las intoxicaciones
inflamatorias ; mas la apreciación de las circunstancias que hayan prece-
dido, la falta de ciertos síntomas característicos de determinados vene-
nos inflamatorios, como sabor metálico, azucarado, amargo, color
verde de las materias arrojadas * vómitos sanguinolentos , etc. , etc.,
podrán distinguir de casos , y cuando no, la autópsia y las análisis.
La 'peritonitis solo podrá confundirse con la intoxicación por venenos
cáusticos, mas la falta de los síntomas de estos en la boca y fáuces la
distinguirá fácilmente.
Ni la hemalémesis ni la melena pueden confundirse con intoxicación al-
guna. Sus síntomas son de tal naturaleza que no se parecen á ningún
cuadro de los que producen los venenos , sean de la clase que fueren.
El tétanos puede confundirse y alguno ha querido confundirle con una
intoxicación por la estricnina y venenos análogos, ó sea con la asfixiante
tetánica.
Si el tétanos es traumático, se distingue ya por la lesión que le produce.
La presencia de la herida y su estado le revela.
Si es espontáneo, sobre ser raro en nuestros climas, se caracteriza por
su invasión , curso, forma de la rigidez y terminación. Se anuncia algu-
nos dias antes por pródromos locales y generales; empieza por el trismus,
y la rigidez se extiende al cuello; luego se va declarando en otras partes,
en forma de emprostólonos , opistólonos, ó pleuroslótonos; dura algunos
dias , y es raro que haga sucumbir al enfermo en dos ó tres.
Todo lo contrario sucede en la intoxicación asfixiante tetánica; es
brusca poco tiempo después de haber tomado el veneno; el sugeto da
gritos, y en seguida se presenta la rigidez tetánica en su tronco y miem-
bros; hay accesos breves y rápidos, con síntomas de asfixia cada vez
mas violentos, seguidos de pequeños intérvalos de relajación ; la inteli-
gencia se pierde al fin , y el envenenado se muere en horas, por no decir
en cuartos de hora.
La epilepsia no puede confundirse con una intoxicación por la estric-
nina; no tiene masque un acceso, cuyos síntomas son diferentes: si el
sugeto no muere en él , recobra todas sus facultades; y si muere en el
acto , los antecedentes, el modo de morir, distinguirán el caso; y si no le
distingue, la autópsia y las análisis disiparán toda duda.
Los focos verminosos y las lombrices pueden dar algunas veces aparatos
sintomáticos alarmantes, y en ciertas circunstancias producir una muerte
rápida, lía que no el diagnóstico, la autópsia revela luego la verdadera
causa de la muerte.
Tampoco puede confundirse la triquinosis con ninguna intoxicación. La
séptica por sustancias alimenticias averiadas es la única con la que sin
duda por algún tiempo se ha confundido.
Como es una enfermedad recien conocida, se ha podido tomar por
una intoxicación séptica, así como se ha confundido con una tifoidea y
reumatismo.
- 944 —
í a produce fa comida de carnes de cerdo , ó alimentos preparados con
ellas cuando se comen crudas ó poco calentadas, y se debe á un ento-
zoario microscópico, llamado trichina spiralis , que se desenvuelve en el
estómago rápidamente luego de digerida la carne, donde está enquistada
en su primer período de evolución , y desarrollados en esa viscera, pro-
crean infinidad de embriones, qq# atraviesan las paredes intestinales y se
esparcen por todos los músculos del cuerpo , en especial el diafragma,
los psoas, cara, cuello y pecho, y allí se enquistan.
El peligro está en el acto ó dias después de su desarrollo en el duo-
deno y paso á los músculos ; si el sugeto llega á sobrevivir á la emigra-
ción de los embriones, puede vivir largos años, siquiera tenga los mús-
culos llenos de inquirios enquislados.
Hay animales que tienen habitualmente triquinos; las ratas parece que
son su origen ; luego los tienen los que se Jas comen : gatos , zorras y
cerdos; de' estos pasan al hombre.
Una fuerte ebullición los mata , y las carnes entonces no producen ia
triquinosis.
La triquinosis no es un envenenamiento , porque los triquinos no son
venenos; son helmintos parásitos, entozoarios, análogos á las lombrices;
y así como estos no son venenos, tampoco lo son aquellos.
No ejercen acción química sobre los principios inmediatos de la san-
gre y los tejidos; obran traumáticamente.
La triquinosis se caracteriza :
1. ° Poruña invasión, en general tardía, después de comer carne
cruda ó poco cocida de cerdo, salchichas, y no por morcillas, sangre ni
tocino ; los triquinos solo están en los músculos.
2. ° El conjunto de síntomas consiste en perturbaciones intestinales va-
riables durante una semana, á los siete días edema en la cara, la glotis
y laringe; enronquecimiento, dolores musculares violentos en todo el
cuerpo, sin inflamaciones articulares, dificultad de respirar, todo lo cual
dura dos semanas; luego siguen síntomas tiíóicos, con complicaciones
neumónicas que hacen sucumbir al enfermo por lo común á los veinte y
cinco ó veinte y ocho dias.
3. ° En los materiales arrojados por cámaras y vómitos, es posible dis-
tinguir, á simple vista , y mas con una lente ó el microscopio , los triqui-
nos, por lo menos en el segundo septenario, á modo de hilitos blancos.
4. ° A los ocho dias de la afección se puede sacar con el sacabocados
histológico de Duchesne una pequeña poreion de fibra muscular del en-
fermo , y puesta en el campo del microscopio se ven los triquinos.
La intoxicación séptica por alimentos podridos se distingue de la tri-
quinosis :
1. ° Porque la invasión es mas rápida ; á las pocas horas, ó lo más al
día siguiente de haber comido morcillas, sangre de cerdo ya averiadas.
2. ° Por el cuadro de síntomas, que es de todo punto diferente, y la
muerte . que sobreviene á los pocos dias.
3. ° No se ven triquinos en las materias fecales y vomitadas.
4. ° No se ve la trichina spiralis en la porción de fibra muscular que se
saca del enfermo.
La retropulsion de los exantemas, la desaparición brusca de herpes,
hemorroides, sudores, etc. , han podido tomarse por un envenenamiento,
por los súbitos trastornos que á veces producen en las funciones cere-
brales , torácicas y abdominales.
— -
La noticia de esa circunstancia y la forma del movimiento fluxiona-
rio pondrán en el caso de apreciar la causa de esos arrebatos; y siquiera
no fuese posible distinguirlos por solo los síntomas, la autdpsia y las
análisis resolverán la cuestión (art. I, § II).
Los síntomas por sí solos, en general , no tienen una significación ab-
soluta; no prueban el envenenamiento; tanto menos, cuanto menos ca-
racterísticos sean , cuanto mas pueda hallarse su conjunto en otro caso ó
de enfermedad común.
Hay ocasiones en que por sí solos pueden significar, ó que dan prueba
plena ; los de la intoxicación cáustica , por ejemplo ; porque no hay nada
que los produzca fuera de ellos.
Siempre que el cuadro de síntomas es tan especial y gráfico que no se
halle en otro caso ó enfermedad común, podrá significar por sí solo; será
prueba de envenenamiento.
Fuera de esos casos contados, los síntomas solo constituyen prueba por
su relación con la autdpsia y las análisis.
Cuanto mas en armonía estén los síntomas con los signos autdpsicos y
con los signos químicos , mas significarán.
Pocos síntomas, aunque pálidos, corroborados por la autdpsia y las
análisis químicas , hacen mas prueba que la abundancia de signos clíni-
cos en desacuerdo con las análisis y laautópsia (art. I, § 111).
Hay ocasiones en las que por diferentes causas ignoran ios peritos los
síntomas presentados por el sugeto.
Si la intoxicación tiene síntomas, eso no es un obstáculo, porque se
deducen lógicamente del estado en que se halla el cadáver, y de los re-
sultados de las análisis.
La inspección del cadáver, del que haya muerto por un cáustico , au-
toriza á deducir los síntomas que ese sugeto hubo de presentar.
Hay intoxicaciones en las que apenas hay síntomas.
En esos casos se puede prescindir de esa falta ; y si los demás datos es-
tán de acuerdo , se puede afirmar el envenenamiento.
La falta de síntomas es un obstáculo para afirmar el envenenamiento,
cuando la intoxicación los tiene , y muy característicos , y cuando han
podido observarlos facultativos , y estos declaran lealmente que no los
observaron (art. 1, § IV).
Los signos autópsicos se estudian bajo los mismos puntos de vista que
los signos clínicos (art. II).
Tampoco debe exigirse que el cadáver envenenado haya de presentar
completo el cuadro de alteraciones anatómicas consignadas en las obras
de los autores; las principales características y propias de tal ó cual in-
toxicación son suficientes (art. II, § I).
También hay enfermedades de anatomía patológica susceptible de ser
tomada por la ele un envenenamiento.
La mayor parte de las enfermedades, cuyo cuadro sintomático brusco
las hace confundir por de pronto con el envenenamiento, precisamente
se distinguen por la autópsia ; porque esta da resultados diferentes.
En este caso se encuentra la muerte por bebidas frias, las indigestio-
nes, el cólera, los íleos, las hernias, las invaginaciones, la hematéme-
sis, la melena , las perforaciones espontáneas, etc.
Estas se distinguen fácilmente de los estragos de un cáustico , por su
forma regular, por la falta de flogosis y otros fenómenos patológicos,
tanto en puntos distantes, como en las cercanías. Las de los cáusticos
TOXICOLOGJA.™ 60
— m -
irregulares y van acompañadas de escaras , encogimientos , rebían-
Íwímientos manchas, inflamaciones intensas en la boca, fáuces, esó-
fago, estómago, etc.
%I estado flogíslico de la mucosa en las gastritis y gastro-enteritis es
mas fácil que se confunda; pero un exámen atento tal vez deje ver dife-
rencias en el modo de flogosear los tejidos, vestigios del veneno en la
mucosa y alteraciones especiales que permite ver el microscopio , y
cuando no, las análisis químicas resuelven la cuestión.
Hay varias intoxicaciones que no tienen anatomía patológica : la nar-
cótica, por ejemplo; la asfixiante paralítica; muy á menudo la tetánica;
pero esta negación es un carácter tan significativo , como para las demás
el presentar alteraciones. Si eso no puede distinguirlas , las diferencian
los síntomas ó las análisis.
La triquinosis , además de alteraciones flogísticas en el tubo digestivo
en los primeros dias, de infartos en los pulmones y vestigios tifoideos, y
disminución en las masas musculares en los últimos , presenta la exis-
tencia de los triquinos, que distinguen completamente esa enfermedad
(art. II, § II).
Respecto de los resultados autópsicos , debemos sentar la misma doc-
trina que respecto de los síntomas, en punto á significación en sí y en sus
relaciones con los síntomas y análisis.
Por sí solos , raras veces forman prueba plena ; en los casos de intoxi-
cación cáustica, y en algún otro, pueden formarla, porque solo se ven
esas alteraciones en ellas ; fuera de esos casos , su significación es co-
lectiva.
Cuanto menos características y especiales sean las alteraciones anató-
mico-patológicas , más necesitan ser confirmadas en su significación por
los síntomas y las análisis.
Cuanto mayor sea su armonía con estos dos órdenes de datos , mas
significación tendrán.
Más significan , aunque escasas y pálidas , estando en armonía con las
otras dos bases, que siendo muchas, si están en desacuerdo (art. II, *§ III).
La falta de datos autópsicos no tiene siempre la misma significación.
Cuando el sugeto no muere, la falta de datos autópsicos no impide
que se afirme el envenenamiento, si le prueban los síntomas y las análisis.
Cuando no se ha practicado la autópsia , ó se practica mucho tiempo
después de la muerte, habiendo podido la putrefacción borrar las alte-
raciones anatómico-patológicas producidas por el veneno; si los síntomas
y las análisis químicas demuestran el envenenamiento , tampoco es un
obstáculo para afirmarle la falla de ese órden de datos , siquiera no sea
tan plena la prueba. Se pueden presumir, con fundamento , dichas alte-
raciones.
En muchas intoxicaciones pueden faltar las lesiones anatómicas, ó
pueden no presentar los caractéres ordinarios y propios de su natura-
leza , los flogísticos , por ejemplo, sin que esto sea obstáculo para afir-
mar, no solo el envenenamiento, sino el producido por venenos inflama-
torios ó nervioso-inflamatorios.
A veces basta la posición del cadáver ó el tiempo que ha trascurrido
desde la muerte, para que la sangre de un punto hiperemiado, inyectado
d congestionado, desaparezca, y se queden los tejidos, sobre todo las
partes superiores, exangües y pálidas ; la marcha de los fenómenos cada-
véricos , si al principio los tiñe de rojo, al fin los decolora.
— 947 —
Es por otra parte un error confundir los vestigios flogísticos de los ve-
nenos con los de una inflamación ordinaria.
Para que una inflamación deje todas sus huellas propias en un tejido,
se necesita tiempo y que pueda seguir todas sus evoluciones ; esto es lo
que sucede en las inflamaciones comunes; no se desenvuelve todo al estí-
mulo del agente flogístico ; pasa algún tiempo.
Si el veneno es absorbido, ataca la masa de la sangre, y mata pronto;
no da tiempo para que la inflamación que produce siga todos sus perío-
dos, y es lógico y forzoso que no se encuentren luego, á pesar de ser infla-
matoria, en el estómago, intestinos ú otra parte, vestigios de inflamación.
Por último, hay que tener presente que las alteraciones anatómicas
producidas por los venenos no son siempre visibles á simple vista; que
no solo atacan la integridad de los tejidos, sino sus elementos anatómi-
cos ó histológicos; que atacan los de la sangre, y es fácil , común y hasta
forzoso, que á simple vista no se noten esas alteraciones , teniendo que
recurrir ai microscopio para advertirlas.
Solo cuando se tengan presentes todas esas circunstancias, y se haya
demostrado que nada de lo dicho se ha dejado de atender, podrá afir-
marse que no hay alteraciones anatómico-patológicas, y su falta podrá
significar en contra del envenenamiento.
Hay casos en los que la clase de la intoxicación no da lugar á altera-
ción sensible de los tejidos. En estos casos, la negación de alteraciones
sensibles , lejos de ser un obstáculo para afirmar el envenenamiento, es
una prueba de él, porque en ellos es característica esa negación ; si hu-
biese alteraciones anatómicas , no seria propio de esas intoxicaciones.
Cuando la intoxicación tiene anatomía patológica característica , visi-
ble á simple vista ó al microscopio, y se ha practicado la autópsia á su
debido tiempo por peritos hábiles, y estos afirman lealmente que no han
observado nada en el cadáver; entonces, la falta de este órden de datos
es un obstáculo para afirmar el envenenamiento, siquiera los síntomas y
análisis den indicios de él (art. 11, § IV).
El valor de los datos químicos debe estudiarse del propio modo que
los signos clínicos y autópsicos , si bien variando un tanto el modo de
apreciar los dos primeros puntos de los cuatro, bajo los cuales hemos
estudiado los síntomas y la autópsia (art. 111).
El estudio del primer punto, respecto de los signos químicos , debe
hacerse del modo siguiente :
1. ° Determinar qué es lo que debe entenderse por caractéres quí-
micos.
2. ° Si debemos apurar, en un caso práctico, todas las reacciones de
que es susceptible una sustancia , ó si bastarán las que la determinen.
3. ° Si los caractéres químicos señalados como especiales y distintivos
de un veneno, en el estado actual de la ciencia,- son una base sólida para
afirmar la existencia de ese veneno.
4. ° Si para afirmar la presencia de un veneno bastan los caractéres
químicos ó reacciones con que se determina , ó si es necesario obtenerle
en sustancia.
5. ° Si la cantidad de sustancia obtenida por las análisis químicas
puede servir de guia para determinar la que tomó el sugeto envenenado,
y si esta fué á dósis tóxica.
Por carácter químico hemos entendido todo fenómeno físico visible ó
accesible á los sentidos, que una sustancia presenta, producido por la
- 918 —
don química de un reactivo sobre ella , siéndolo lo mismo ún preci-
ntado que una coloración ; una efervescencia que un aumento de tem-
peratura , desprendimiento de olor, vapores , etc.
y Debiéndose á la naturaleza de un cuerpo, los fenómenos físicos que
hace desenvolver la acción química de un reactivo , puesto que los da
según los principios ó elementos que le constituyen , los caracteres quí-
micos de una sustancia son los verdaderos signos representativos de su
existencia (cuestión 1/).
No es exacto que cuantos mas caractéres químicos tenga una sustancia
mas fácil sea determinarla.
Si todos son exclusivos , podrá ser así ; si son comunes á otros, eso ha
de producir mas confusión.
Hay caractéres químicos de significación absoluta , porque solo los
presenta un cuerpo, pero en los más es relativa; el conjunto y el modo
ó condiciones con que los dan, es lo que con mas exactitud los determina.
No hay necesidad de apurar todas las reacciones de que es susceptible
un veneno ; bastan las que le determinan ; el de grupo, el de división y
el de especie ó género, y lo mas algún corroborante.
El abuso de los corroborantes es un lujo que puede oscurecer mas
bien que aclarar una cuestión , respecto de la presencia del veneno.
Los caractéres químicos deben ser claros y terminantes (cuestión 2.a).
Los caractéres químicos con que en el estado actual de la ciencia se
determina é individualiza cada veneno, son una base sólida para afirmar
su presencia.
Es un sofisma dudar de esa significación , porque mañana puede des-
cubrirse otra sustancia, que ofrezca esas reacciones.
Aunque eso sea posible, no lo es que se descubra una sustancia que,
siendo de naturaleza diferente, tenga propiedades físicas, químicas y
fisiológicas idénticas. Por algo se ha de diferenciar de aquella con la que
tenga mas puntos de contacto.
Si diéramos á los caractéres químicos aislados valor absoluto; si se le
diéramos á su conjunto, podría valer esa objeción; mas como buscamos
el valor lógico en el conjunto, no solo de los caractéres químicos, sino
en el de estos y las demás propiedades, y relacionamos las análisis quí-
micas con los síntomas y la autópsia, pierde toda su fuerza esa obje-
ción; jamás nos pondrá en conflicto la regla que establecemos (cues-
tión 3.‘).
Para determinar la presencia de una sustancia , basta revelarla por
medio de sus caractéres químicos especiales.
Siendo esos caractéres los signos representativos de los elementos que
las constituyen, que es como si dijéramos de su esencia; basta revelarla
para poder afirmar que esa sustancia existe donde descubrimos sus ca-
ractéres:
Exigir el veneno en sustancia es una impertinencia y una petición de
principio; pues aun cuando se presente esa sustancia , nadie está autori-
zado á afirmar que es tal ó cual , á simple vista ; siempre hay que some-
terla á sus reactivos especiales ; es decir, que se resuelve por los datos
que antes se rechazaban como insuficientes para resolverla (cuestión 4.*).
La cantidad de sustancia venenosa obtenida por medio de las afiálisis
químicas, no puede considerarse nunca como expresión de la que el su-
geto tomó.
En muchos casos se pierde no poca parte del veneno ingerido, ya por
- 949 -
cámaras, ya por vómitos: unas y otros pueden no haberse recogido para
analizarlos ; gran parte se esparce por todo el cuerpo, y no se analiza
todo este; si el sugeto ha vivido algún tiempo, parte puede haberse eli-
minado por diferentes vías.
En toaos esos casos puede ser escasa la cantidad de veneno que se
obtenga con las análisis químicas, sin que por eso pueda deducirse que
fué escasa la que el sugeto tomó.
Las análisis químicas , en casos de envenenamiento, no tienen por ob-
jeto investigar la cantidad , sino la cualidad ; con tal que descubran en las
materias sospechosas las cualidades del veneno, ya está conseguido el
objeto , y como las cualidades se manifiestan lo mismo en una cantidad
que en otra, mientras la haya suficiente, para que revele claramente los
caractéres químicos, poco importa la cantidad obtenida, ni su compara-
ción con la tomada por el sugeto.
Cuando las análisis obtienen una cantidad considerable de veneno, es
licito deducir que el sugeto tomó mucha ; mientras no tenga esa cantidad
otro origen posible que el envenenamiento.
Si se obtiene poca ó solo reacciones , no es lógico deducir que fué poca
la que el sugeto tomó ; si existen las razones mas arriba indicadas que
expliquen esa exigua cantidad.
Para saber que fué tóxica la dósis del veneno tomada , no hay necesi-
dad de que lo sea la obtenida por las análisis.
Si los síntomas acusan la acción de un veneno ; si la autópsia la con-
firma y las análisis químicas descubren los caractéres químicos de ese
veneno, sea cual fuere su cantidad , dan prueba plena al envenena-
miento.
Si por ser poca puede sospecharse que procede de una medicación ó
de contenerla naturalmente el cuerpo; en primer lugar, en estos casos
faltarán los síntomas de la intoxicación y los datos autópsicos de la
misma , y en segundo lugar se procura averiguar si hubo esa medica-
ción y cuándo , si el veneno es de los que existen naturalmente en la
economía , y si procede de los órganos en que existe (art. III , § I, cues-
tión 5.a).
No siempre que las análisis químicas encuentran un veneno en los ór-
ganos ó materias procedentes de un sugeto, prueba eso que haya muerto
envenenado. El veneno puede tener varios orígenes, además del envene-
namiento.
Hay algunos que se forman espontáneamente en la economía , ya por
combinación de sustancias inocentes , ya por desenvolvimiento de algún
principio venenoso.
Algunos órganos contienen naturalmente , aunque en poca cantidad,
ciertos metales y metalóides, procedentes de los alimentos, como arsé-
nico, fósforo, cobre , plomo, hierro, etc.
Mas sobre ser muy contados esos venenos que tengan esos órganos, su
fácil explicación , llegado el caso, disipa todas las dudas.
Otros orígenes deben llamar mas la atención de los peritos ; á saber:
una medicación mas ó menos prolongada , un embalsamamiento, los ves-
tidos, una introducción fraudulenta del veneno en el cadáver, la mezcla
mal intencionada del veneno con los órganos y materias destinadas á las
análisis , y la imbibición del cadáver, respecto de los principios del ter-
reno donde esté sepultado.
Hay que averiguar si el sugeto ha estado sometido á alguna medica-
— 950 —
en la que entrase la sustancia que se encuentra, y si ha habido ó no
tiempo para ser eliminada de su economía.
1 Cuanto mas dista la fecha de esa medicación , tanto menos probable
será que se deba á esta la sustancia que se encuentra por medio de las
análisis. El cuerpo vivo la elimina.
El embalsamamiento puede consistir, y consiste con frecuencia, en
inyecciones de soluciones venenosas, mercuriales, arsenicales, etc.
'Una mano criminal puede deponer ó introducir un veneno sólido, ó al
estado líquido, por las vías naturales del cadáver, ó colocarle en su ataúd,
y después de algún tiempo levantar acusación de envenenamiento contra
alguno. . . •
Estos casos son raros, pero posibles; la ciencia posee alguno.
En estos casos no habrá , en el sitio donde se depuso el veneno , ni en
otra parte, ningún vestigio de su acción fisiológica , y acaso se encuentre
del propio modo que allí se puso, si se hace la autópsia pronto.
Si se depone en los vestidos ó junto al ataúd, solo podrá hacer dudar,
si se exhuma tarde el cadáver.
Según cual sea la mortaja ó los vestidos con que se haya enterrado el
sugeto , pueden tener en sus colores principios venenosos.
También es posible que se mezcle fraudulentamente con las materias y
órganos que se destinan á las análisis químicas, si no se toman las debi-
das precauciones.
En todos esos casos, la sola presencia del veneno no basta para probar
el envenenamiento: habrá que apelar, como lo diremos luego , á los sín-
tomas y á la autópsia, para saber si se debe á un envenenamiento ó á esos'
otros orígenes.
Según donde esté enterrado el cadáver también es posible que las
aguas pluviales disuelvan ciertos principios venenosos que contenga el
terreno , y el cadáver se embeba de ellos , y ya que no el cadáver , sus
vestidos.
En esos casos la imbibición es superficial; los experimentos que se han
hecho demuestran que no se extiende muy adentro, ni muy lejos del si-
tio donde se depone una sustancia, en especial si es de las que forman
combinaciones insolubles.
La análisis del terreno y la falta de síntomas y autópsia correspondien-
tes á una intoxicación pondrán claro el verdadero origen de la sustancia
que con los reactivos se revele (art. III, § II).
Las análisis químicas ó sus resultados, por sí solos no constituyen prue-
ba plena en general ; pero pueden constituirla.
Cuando la presencia del veneno no puede explicarse por ningún otro
origen, prueba el envenenamiento por sí sola.
En la mayor parte de los casos, el valor de este órden de datos es siem-
pre colectivo y' necesita ser confirmado por los síntomas y la autópsia.
Cuanto mas en armonía estén los resultados analítico-químicos, con los
signos clínicos y autópsicos , mas significación tendrán los resultados de
las análisis químicas.
Gran cantidad de veneno revelado por las análisis, pero sin que cor-
respondan á la naturaleza del veneno, ni los signos biológicos, ni ios tan-
natológicos, no significará envenenamiento, mientras que será una
prueba de él haber encontrado poca cantidad ó simples caractéres del
veneno , pero bien averiguados v en completa armonía con los síntomas
> la autópsia (art. m,§ III).
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La negación de resultados químicos no siempre significa 16 ridsmo.
Hay casos en los que ya sabemos que no los puede haber, porque el
veneno introducido en la economía se descompone; así sucede en muchas
intoxicaciones sépticas.
En otros , la química actual no alcanza , no solo á islar el veneno en
sustancia, sino ni á revelar sus caracteres químicos.
En todos esos casos, la falta de signos químicos no es, ni debe ser un
obstáculo para afirmar el envenenamiento, si los signos clínicos y autóp-
sicos le prueban, aunque la prueba no es tan plena.
En estos casos el microscopio tal vez podrá reemplazar lo que no al-
cancen las análisis, como sucede en las intoxicaciones por los ñongos.
Pueden darse casos, en los que las análisis químicas se practican en
órganos de un cadáver exhumado en estado de putrefacción , que se han
podrido después de haberlos extraído del cadáver fresco , siendo el en-
venenamiento por sustancias orgánicas que se hayan destruido.
En otras ocasiones se desperdician las materias arrojadas por cámaras
y por vómitos, ó se analizan los órganos del sugeto, cuando ya pudo eli-
minar de su cuerpo todo el veneno; las análisis no encuentran nada.
En esos casos , si los síntomas y la autópsia demuestran el envenena-
miento, se puede presumir con fundamento, que hubo en esas materias
y órganos la sustancia venenosa.
La falta de veneno ó los resultados negativos de las análisis químicas,
será un obstáculo insuperable para afirmar el envenenamiento , si no se
ha desperdiciado ninguna materia arrojada por cámaras ó vómitos ; si se
han analizado los órganos del cadáver al estado fresco , ú otro estado en
el que no se haya destruido el veneno ; si se han ejecutado las análisis
por peritos hábiles que hayan adoptado procederes acreditados por la cien-
cia, y si declaran lealmente que no han encontrado nada fart. Ilí,
§ IV).
Interpretando la regla general ó la triple base del criterio filosófico to-
xicológieo, para juzgar los casos de envenenamiento, como acabamos de
indicar, los peritos resolverán siempre bien y sólidamente todas las cues-
tiones de esa especie.
Juzguen por punto general en virtud de los tres órdenes de datos y de
la armonía que haya entre ellos.
No se dé valor absoluto á un solo órden de datos, fuera de aquellos ca-
sos en que por sí solos puedan significar el envenenamiento.
No se tenga por obstáculo, para afirmar el envenenamiento, la falta de
un órden de datos que sea de fácil y aceptable explicación.
Y sea siempre un obstáculo para afirmar el envenenamiento la falta
de un órden de datos que debería obtenerse, y no pueda explicarse de
otro modo que por la falta de veneno.
La filosofía que hemos establecido para los casos individuales, tiene su
aplicación y recibe mas fuerza en los envenenamientos colectivos.
Guando hay varias personas envenenadas , la armonía ó concordancia
que se encuentra entre los síntomas que se les observa , los resultados
que da la autópsia en cada una de ellas y las análisis químicas de los ór-
ganos y materias procedentes de esas personas , da todavía mas funda-
mento y solidez al juicio en esas tres bases cimentado.
En esos casos hay que estudiar, si se presentan diferencias de efectos,
las circunstancias que en cada sugeto haya podido modificar la acción
del tósigo.
- 952 -
La filosofía que hemos adoptado es útilísima y necesaria , no solo para
los peritos, sino para los jueces y tribunales.
La concordancia de la prueba pericial con las judiciales, siempre po-
drá darles mas elementos de convicción, y aun cuando aquella no fuera
del todo concluyente, aunque no diera mas que probabilidad, su armonía
con las pruebas de orden judicial, les hará adquirir mayor fuerza.
" ¿on esa filosofía se pueden evitar los errores de lo que se llama la
prueba moral.
Sin la aplicación de la triple base y la interpretación que hemos dado
á cada una, las presunciones, prevenciones y rumores públicos, los ante-
cedentes y circunstancias de ciertos casos , con todo lo cual se forma una
convicción moral de un envenenamiento ; pueden dar lugar á tomar por
tal caso de enfermedad común y muerte natural y acusación de un ino-
cente.
La ciencia ha recogido ya varios casos de esa especie, salvando á suge-
tos á quienes la prueba moral señalaba como autores de un envenena-
miento.
Por parte de los peritos será una falta gravísima dejarse llevar de la
prueba moral.
Por mas que, como hombres, que, como individuos iguales á los de-
más, por otra clase de razones y datos tengan la convicción de que haya
habido un envenenamiento, ó no le haya habido; deben hacer abstracción
completa de esas convicciones, y atenerse en su juicio pericial á los da-
tos científicos que obtengan.
£1 perito no es fiscal, ni defensor, ni juez, ni jurado, es perito ; y solo
debe juzgar y dar su dictámen en virtud de lo que le digan los síntomas,
Ja autópsia y las análisis químicas interpretadas, á tenor de las reglas que
hemos establecido.
Si se aparta de esta senda, se sale de su órbita y no cumple con su de-
ber (art. IV).
Algunos creen que la triple base en que se funda el criterio toxicoló-
gico para afirmar el envenenamiento, en ciertos casos no basta, y tratan
de asociarle lo que llaman la experimentación fisiológica.
Esta experimentación es la rehabilitación de la vieja práctica con que
se arrojaban á los animales las materias procedentes de un sugeto que se
creía estar envenenado.
La opinión general está contra esa vieja práctica, porque es errónea;
tan pronto muere el animal sin estar envenenado el sugeto, tan pronto
no muere aunque lo esté.
La especie del animal puede hacer que no le dañen ciertos venenos, y
las enfermedades comunes pueden dar á los humores del hombre virtu-
des deletéreas para los animales. Hay casos prácticos que lo prueban.
Contra la experimentación fisiológica pueden alegarse los mismos mo-
tivos para rechazarla, aunque se suponga que no es lo mismo que la
vieja práctica.
Los fundamentos que se han tenido para establecerla se reducen á su-
poner que hay casos en los que ni los síntomas, ni la autópsia, ni las
análisis químicas sobre todo , pueden revelar el veneno , y que en esos
casos la experimentación puede revelarle.de un modo seguro.
Algunos buscan en la experimentación fisiológica la semejanza de efec-
tos en el perro y la rana , con los que presenta el sugeto enfermo; otros
solo buscan en la rana un reactivo vivo ó animal , que determine por los
l
- 953 —
efectos especiales que cada veneno le produzca, sean ó no semejantes á
los que produce en el hombre cada sustancia venenosa.
La experimentación fisiológica es innecesaria é inútil en los envenena-
mientos por sustancias inorgánicas. Los mismos partidarios de esa prác-
tica lo confiesan, porque la triple base basta para probarlos.
También es innecesaria é inútil en los casos de envenenamiento por
sustancias orgánicas , en los que los síntomas , la autopsia y las análisis
revelan el veneno.
Es igualmente innecesaria é inútil en aquellos, en los que los síntomas
y la autópsia pueden ser suficientes, como lo hemos probado, para de-
mostrar el envenenamiento.
Solo podría ser útil en aquellos casos en los que, ni por los síntomas,
ni por la autópsia , ni por las análisis , se pudiera probar que un sugeto
ha muerto envenenado.
Mas, estos casos son supuestos. No hay ningún veneno que no se re-
vele por síntomas, ó alteraciones anatómicas, ó análisis químicas, ó mi-
croscopio. No hay ningún caso práctico de esa especie. Es una exagera-
ción y una suposición gratuita.
Precisamente los venenos vegetales tienen cuadros sintomáticos tan
característicos, que por sí solos bastan á veces para decidir la cuestión.
Así lo confiesa Tardieu, propagador de la nueva práctica.
Es inexacto y exagerado suponer que las análisis químicas no dan re-
sultados en los casos de envenenamiento por los alcaloideos y otros prin-
cipios orgánicos venenosos.
Es inexacto suponer que la absorción y la putrefacción descompongan
los alcalóides. Estos principios inmediatos se conducen como los óxidos
metálicos y los metales.
Las análisis los encuentran íntegros en la masa de la sangre, en otros
líquidos y en los órganos, aun cuando esté avanzada la putrefacción.
Si se descompusieran en oxígeno, hidrógeno, ázoe y carbono, como
suponen Tardieu y Roussin , la experimentación fisiológica seria inútil;
porque el extracto alcohólico no los había de volver á constituir, solo
podría llevarse , que no se lleva , los elementos , ninguno de los cuales
es venenoso , y no produciría la inyección de ese extracto ningún efecto
en los animales.
Aunque no sea la química omnipotente, puede mas que lo que supo-
nen los partidarios de la experimentación fisiológica.
Aunque los alcalóides tengan varias propiedades comunes respecto á
solubilidad en el agua, alcohol y el éter, y respecto á precipitación y
coloración por medio de ciertos reactivos; no es cierta la confusión que
se supone. Es posible establecer entre ellos caractéres que los distin-
guen , y hay marchas metódicas de investigación y procederes eficaces
para aislarlos.
La confusión absoluta de caractéres físicos , químicos y fisiológicos de
un veneno , es un absurdo.
No siendo de idéntica naturaleza, las sustancias siempre se diferen-
cian por algo. Los síntomas y la autópsia disipan las dudas que puedan
dejar las análisis.
Por mucha que sea la vaguedad de ciertos caractéres químicos de al-
gunas sustancias , siempre es menor que la que es inseparable de los
efectos producidos por los extractos alcohólicos en los perros y en las
ranas.
- 954 -
El microscopio es un auxiliar de la química en esos casos , en los que
por los medios ordinarios no se revela un veneno; óra perrñitá análisis erí
el cuerpo del instrumento ; ora revele restos de los tejidos del vegetal ve-
nenoso, esporos, celdillas, féculas, etc.
Los partidarios de la experimentación fisiológica incurren en graves
contradicciones, exigiendo por un lado la triple base para poder afirmar
de un modo positivo el envenenamiento, y suponiendo por otro que la
experimentación fisiológica se basta por sí sola.
Es una contradicción, que hasta subleva el sentido común, suponer que
los síntomas en el hombre no bastan para afirmar el envenenamiento y
bastan los observados en el perro ó en la rana.
Lo que se semeja á una cosa engañosa no puede dar certeza , es enga-
ñoso también.
Incurren igualmente en otra contradicción tan palmaria como esa , re-
chazando por erróneos los experimentos hechos en animales para el es-
tudio de la toxicología, teniendo esta ciencia por esto por artificial y falsa,
y luego tomar la expe'riínentacion fisiológica como prueba pericial para re-
solver casos de envenenamiento superior al valor lógico de la triple base.
Entre la experimentación toxicológica y la fisiológica no hay ninguna
diferencia esencial. Siempre se experimenta en animales: el objeto que
se lleva en ellos , no afecta en nada á la esencia del hecho. Si es errónea
la una , la otra lo debe ser también ; rechazar la primera y aceptar la
segunda , es una contradicción y una inconsecuencia. No hay dos expe-
rimentaciones. Las dos son idénticas.
Si hubiese diferencia en el valor lógico de una y otra , y esta diferen-
cia estuviese á favor de la experimentación fisiológica, se concebida que
se admitiese esta y se rechazase la otra. Pero precisamente sucede lo con-
trario , por eso aceptamos los experimentos en toxicología para el estudio
de sus hechos, y rechazamos la experimentación fisiológica como prueba
pericial.
El valor lógico de los experimentos en toxicología está probado por el
asentimiento de todos los toxicólogos modernos, inclusos los partidarios
de la experimentación fisiológica.
Aun cuando se deban algunas nociones toxicológicas á los casos clíni-
nicos , la mayor parte se ha adquirido por medio de los experimentos en
animales; á ellos se deben los progresos de la ciencia actual.
Los principios científicos con que se resuelven las cuestiones toxicoló-
gicas, inclusas las periciales, descansan en la experimentación en ani-
males de toda especie.
Las nociones adquiridas por medio de los experimentos en los anima-
les , sirven para resolver los casos prácticos de envenenamiento.
El objeto de la toxicología es mas bien auxiliar á la justicia , que sal-
var á los envenenados; para cada vez que el toxicólogo ejerce como me-
dico, actúa ciento como perito. . . .
Todos los casos prácticos que se resuelven por la ciencia , se resuelven
por las nociones adquiridas por medio de los experimentos en animales,
mas que por la observación de casos clínicos.
Si se declarase falsa esa doctrina, habría que dar por nulos todos iw>
juicios hasta aquí emitidos en los casos_ prácticos. . . rs_
Además de la opinión general y sanción de la experiencia , los P
mentos en animales han fundado las doctrinas según las reglas de
fía positiva y con el método analítico ó a posteriori .
- 955 -
La experimentación fisiológica no tiene á su favor ni la opinión gene-
ral , ni la sanción de la experiencia , ni las condiciones de una práctica
fundada en la filosofía positiva.
Se le puede aplicar todo lo que se ha dicho sobre la vieja práctica de
arrojar materias á los animales.
Se funda en suposiciones falsas, en hipótesis gratuitas, en exageracio-
nes violentas y en principios absurdos.
Todo su valor está en semejanzas groseras y vagas , que además de te-
ner por sí poco valor, acaban de perderle por semejanza á un dato que
se considera engañoso.
Si los síntomas en el hombre no bastan para concluir afirmando el
envenenamiento; tampoco ha de bastar la semejanza que tengan con ellos
los síntomas del perro ó de la rana.
Una cosa dudosa no vuelve cierta otra que se le parezca.
Un mulato que se parezca á otro mulato, no por eso es blanco.
Los efectos producidos en un perro y en una rana por un veneno no le
son exclusivos. Otros muchos agentes pueden hacer otro tanto , y hasta
sustancias que no son venenosas. Las diferencias que haya son acciden-
tales , y jamás bastante terminantes para servir de base sólida.
Fagge y Steventon lo han probado con experimentos; no solo han
visto confundirse los efectos producidos por varios venenos, sino efectos
tóxicos con simples extractos alcohólicos de materias y órganos que no
tenian veneno.
Tan pronto podrá una rana afectarse y morir sin que esté el sugeto en-
venenado , tan pronto presentar efectos semejantes á los que presente
una persona, tan pronto presentarlos diferentes.
No es lógico concluir solo por eso que hay envenenamiento, porque se
muera la rana , ni que no le hay, porque no se afecte ó presente efectos
diferentes.
Lejos por lo tanto de esclarecer una cuestión de envenenamiento , la
embrolla.
Si Fagge y Steventon hubiesen conseguido efectos especiales en la rana
como reactivo vivo , producidos exclusivamente por cada veneno , la ex-
perimentación fisiológica pudiera servir en los casos en que la triple base
no alcance. Pues ese bello ideal no se ha conseguido , ni es probable
que se consiga.
De los experimentos practicados por Fagge y Steventon resulta que la
cantidad activa de las sustancias mas enérgicas para la experimentación,
no pasa de un centésimo de grano, y según los experimentos toxicoló-
gicos la acción do ciertos reactivos descubre ios alcaloideos en cantida-
des mucho menores y el microscopio hace otro tanto.
La química y el microscopio son mas potentes por lo tanto que la ex-
perimentación fisiológica.
La experimentación fisiológica se ha empleado en muy pocos casos
prácticos , no hemos visto mas que tres en los autores.
En ninguno han faltado los tres órdenes de datos ; en todos han sido
los síntomas altamente característicos, igual que la autópsia y las análi-
sis químicas han dado su resultado inequívoco ; solo en uno no le die-
ron mas terminante, primero por la naturaleza del veneno, segundo por-
que no se hizo lo debido.
En ninguno de esos casos ha sido necesaria ni útil la experimentación
fisiológica ; por la triple base se ha resuelto le cuestión ; en uno de ellos
956 -
sirvió la experimentación fisiológica para embrollar el caso y exponer á
ser ajusticiado un inocente.
La práctica, lo mismo que la teoría, están contra la experimentación
fisiológica.
Distraer las materias sospechosas destinadas á las análisis para em-
plearlas en la experimentación fisiológica, es una práctica contraria á los
preceptos de la ciencia y á los intereses de la justicia.
Es un procedimiento vicioso y á todas luces reprobable, dejar de prac-
ticar las análisis químicas por presumir, por juzgar a priori que no se en-
contraría nada.
El perito no debe juzgar jamás sino a posteriori.
Solo cuando haya analizado como es debido las materias sospechosas, y
no halle nada , estará autorizado á concluir de ese modo.
Proceder de otra manera, sobre faltar á los deberes de perito , es dar
lugar á que el defensor del acusado se valga de esas faltas y haga vacilar
el ánimo de los jueces.
Si la experiencia acreditara la experimentación fisiológica ; si se re-
uniesen mas casos en los que siendo ineficaz la triple base , esa experi-
mentación arrojara alguna luz y permitiese resolver la cuestión satisfac-
toriamente ; si el propósito de los que buscan en la rana un reactivo ani-
mal, se realizara; no hallaríamos inconveniente en asociar esa cuarta base
á las demás, como un auxiliar, como un medio corroborante, después
de haber apurado todos los medios para alcanzar todos los datos posibles
relativos á los demás órdenes.
En el estado actual de la ciencia , consideramos la triple base en los
términos en que la hemos estudiado como suficiente para resolver cual-
quiera cuestión práctica en materia de envenenamiento, y juzgamos la
experimentación fisiológica, no solo como innecesaria é inútil, sino como
inconveniente y perjudicial en todos los casos (art. Y).
FIN DE LA TOXICOLOGÍA GENERAL.
SEGUNDA PARTE.
TOXICOLOGÍA PARTICULAR.
Qué es la Toxicologra particular y qué comprende.
Por Toxicologia particular debe entenderse aquella parte de la ciencia,
que trata de cada uno de los venenos conocidos en particular, y de lo que
los determina.
Así como la Toxicologia general, según lo hemos visto , solo se fija en
todo aquello que los venenos ofrecen de común , en todo lo que á todos
pertenece en mas ó menos escala, la Toxicologia particular solo se reduce
á lo que cada sustancia venenosa ofrece como especial , como suyo úni-
camente; los atributos especiales ó particulares, por los cuales se distin-
gue un veneno de otro individualmente , constituyen la verdadera materia
de esta parte de la ciencia. Ahora ya no tratarémos de la intoxicación bajo
todos sus aspectos, sino de cada una de las sustancias que la producen.
Bajo este supuesto , si no queremos entrar en repeticiones innecesa-
rias; si queremos ser fieles al propósito de dar á cada parte de la Toxi-
cología lo que de derecho le corresponde , aquí no debemos ya hacer
mención de lo que es común á todos, ó la mayor parte de los venenos,
puesto que ya lo llevamos expuesto , sino á lo que los particularice , á lo
que los haga distinguir al uno del otro.
En la Toxicologia general hemos hablado , es verdad , de diferencias;
pero han sido siempre genéricas, de clases, jamás de particulares; en
la fisiología, patología y terapéutica de la intoxicación principalmente,
siempre nos hemos referido , cuando hemos trazado cuadros diferencia-
les , á las clases y subclases , en las que hemos dividido las sustancias
venenosas ; porque eso era lo que cumplía , mientras estábamos en el ter-
reno general.
Si en la química hemos particularizado un poco , estableciendo los
caractéres físicos y químicos de muchos venenos en particular, mas que
como estudio especial de cada uno, lo hemos hecho como medio de faci-
litar el estudio general.
Que no se extrañe , pues , si , al trazar la historia de cada veneno, no
somos tan extensos como suelen serlo los autores. No solo no hay nece-
sidad de serlo , sino que , si lo fuésemos , nos haríamos viciosos en cuanto
al método didáctico.
Los que no se han hecho cargo de la importancia del estudio sintético
ó de la Toxicologia general; los que están acostumbrados á los estudios
analíticos ó de particularizacion ; los que no han leído mas que la obra
de Oríila, ú otra por el estilo, y no descubren en ellas la síntesis y la
análisis, lo particular y lo general, compararán tal vez los voluminosos
tomos de este autor, ú otros, con nuestras reducidas páginas, consagradas
al estudio particular de cada veneno , y, viendo la enorme diferencia de
— 958 —
Avfpnsion, deducirán que falta en nuestro libro alguna parte esencial é
fmportante de la.'cicncia.
Mas, los que así discurran , no sabrán hacerse cargo de lo que es un
estudio general de una materia ; no habrán llegado á formarse una idea
clara de ios caracléres de los cuerpos , tanto venenosos como de otra ín-
dole ; no habrán podido convencerse de que todos los hechos ó fenóme-
nos que constituyen la materia de una ciencia , en su gran parte descrip-
tiva , se dividen en comunes y especiales , y que , por lo mismo , se
prestan á un estudio separado de unos y otros, comprendiendo el de los
primeros el general, y el de los segundos el particular.
Siendo parte de los caracteres comunes iguales en todos, ¿á qué es-
tudiarlos en cada cuerpo, en confusa mezcla con los especiales? ¿l\o vale
mas, no es mas metódico, no es mas filosófico, no se presta mas á la
adquisición y retención de ese conocimiento, trazarlos una vez por to-
das , y guardar el estudio de lo especial , de lo que solo compete á cada
uno de los cuerpos, el estudio analítico de esta segunda clase de ca-
ractéres?
Supóngase que se trata de estudiar un veneno en particular, un nar-
cótico, el sulfato de morfina. En la Toxicologia general hemos visto ya
todo lo que este veneno tiene de común : l.° con lodos los demás cuer-
pos no venenosos; 2.° con los venenosos; 3.° con los narcóticos. ¿Qué -
falta, pues, por ver? Lo que le sea propio y exclusivo.
Bajo el punto de vista ele cada una de las cuestiones pertenecientes á
la fisiología de la intoxicación, ya sabemos cómo se conduce el sulfato
de morfina , á fuer de sustancia venenosa. Sabemos por qué es veneno;
por qué se diferencia del alimento y del medicamento ; cuándo produce
envenenamiento, cuándo intoxicación; á qué cantidad se hace veneno;
qué estado ha de tener ; por cuantas vías puede introducirse en la eco-
nomía; si por las mucosas, si por la piel, si por las soluciones de conti-
nuidad; si es absorbido, y qué relaciones tiene por su solubilidad con
la absorción; qué diferencias ha de presentar en ello, según las vías;
cuánto influyen los nervios en su absorción ; por qué órganos pasa ab-
sorbido, á qué órganos va á parar ; si, dado como medicamento, puede
ó no acumularse en la economía; si es de los que pueden dar lugar á la
formación espontánea de venenos en nuestros órganos; cómo es absor-
bido, si íntegro, si sufriendo alteración; cómo obra puesto en contacto
con nuestros sólidos y líquidos; qué efectos produce directos é indirectos;
3ué relación hay entre su acción y su absorción ; á qué modo de obrar
e los venenos pertenece el suyo, ya bajo el aspecto químico , ya bajo el
fisiológico ; qué circunstancias pueden modificar su acción ; á qué clase
de venenos pertenece; por último, cómo se pueden hacer ensayos con él
en los animales para estudiar bajo to'dos los puntos de vista su acción.
En cuanto á lo que atañe á la patología de la intoxicación, sabemos
también cómo se diferencia la enfermedad que provoca de la que pro-
cede de otras causas, y de las demás intoxicaciones genéricas, el cuadro
de síntomas que produce comunes á los demás de su clase, el pronóstico
que le corresponde, si causa ó no alteraciones anatómico-patológicas.
En cuanto á la terapéutica, si tiene contraveneno, si antídoto, qué
medicación indica; qué modificaciones puede esta sufrir, siendo ese ve-
neno narcótico.
En cuanto á la necroscopia , en qué sustancias la hemos de recoger, cómo
se inhuman, exhuman é inspeccionan los cadáveres que le contengan.
- 959 —
Én cuanto á la químico, en qué sustancias le hemos de buscar, qué
utensilios y aparatos necesitamos para analizarle, qué reactivos hay
que emplear, qué operaciones debemos practicar para descubrirle , qué
marcha debemos seguir, según los casos; qué reacciones le revelan,
como grupo , como sección , como cuerpo de base orgánica , por su base,
por su ácido , y como cuerpo determinado.
Por último, en cuanto á la filosofía, qué valor hemos de dar á los sín-
tomas de su intoxicación , á las alteraciones anatómico-patológicas que
provoca , y á los resultados de la análisis.
¿Puede darse una historia mas completa del sulfato de morfina? Pues
todo eso sabemos ya de él , sin haberle estudiado particularmente , en
todo lo que tenga de general , de común con todos los demás cuerpos,
con todos los venenos, con los de su clase y subclase. ¿Qué nos falla,
pues, saber de ese cuerpo, vuelvo á preguntar? Lo que le sea exclusivo,
lo que solo puede aplicarse á él, bajo cada uno de los puntos de vista
con que hemos estudiado los venenos en general , sin especificar ninguno.
¿Qué es, pues, lo que nos toca hacer al tratar de él particularmente?
En todo lo que tiene de común con otros , nada , porque ya lo llevamos
consignado ; solo debemos ocuparnos en lo que á él solo pertenece. Así
el estudio se simplifica , se hace mas fácil , porque lo que particulariza es
siempre poco, siempre reducido. ¿A qué repetir en cada veneno nada de
lo que sabemos que le es común con todos ios demás cuerpos, con todos
los venenos , ni con todos los de su clase? ¿No bastará , para que expon-
gamos su historia, lo mas completa posible, cuando se nos llame la aten-
ción sobre el sulfato de morfina, aplicarle primero el cuadro de caracté-
res comunes, y luego lo que le particularice? ¿Le faltará nada? El cua-
dro común se aprende una vez para siempre, y se aplica á todos los que
en él van comprendidos ; luego se determina lo especial.
Lo que decimos del sulfato de quinina es aplicable á todos los demás
venenos. Con todos puede hacerse lo propio.
Hé aquí , pues, como habiendo tratado en la primera parte de este
libro de todo lo general , genérico ó común , no debemos fijarnos ya mas
que en lo particular, en lo especial , en lo exclusivo de cada una de las
sustancias venenosas, sin que por eso pueda calificarse esta última parte
de incompleta.
Que se lean con detenimiento las obras de Toxicología mas en boga ; la
del mismo Orilla , que pasa por la mas acabada y comprensiva ; que se
lea la monografía de cada uno de los venenos en ella contenidos. De cada
uno podréis extraer, bajo los seis puntos de vista ó seis partes que he-
mos dado á la ciencia , un cuadro común á todos los venenos, y á ios
de la clase á que cada uno corresponde , y un cuadro particular que los
determine. Orfila, y cuantos han escrito como él de toxicología, sin se-
parar esta ciencia en general y particular, exponen revueltos en cada his-
toria los caracteres de ambos órdenes , repitiendo en cada veneno los ca-
ractéres comunes, con lo cual llenan papel, y lo que es peor, confunden
el entendimiento del que estudia toxicología en estas obras, creyendo
los más , los que están faltos de espíritu sintético, que cada exposición
es particular en todo, y tratan de aprenderla al pié de la letra , como si
cada una do esas exposiciones se compusiese de caracléres particulares.
Que se nos culpe, pues, si hemos dado tanta extensión á la primera
parte , y damos poca á la segunda ; la naturaleza de la ciencia nos ha
obligado á ello. Hemos puesto grande empeño en ser tan extensos , como
- 960 —
nuestro Compendio lo exigía y consentía, en la Toxicologia general; lo ex-
tenso de esta nos abrevia la particular. Quien no comprenda la razón ni
las ventajas de nuestro método, no está organizado para apreciar las re-
laciones ; está condenado á no ver mas que particulares , ni entiende lo
que es síntesis.
Sentado lo que precede , vamos á exponer el plan ó distribución de las
materias de esta segunda parte.
El órden consignado en la Toxicologia general , va á servirnos de guia
para exponer la particular. La clasificación de los venenos allí adoptada
será la misma , y constituirá los títulos de la parte segunda de nuestro
Compendio.
Demos admitido seis clases de venenos ; pues trataremos sucesiva-
mente de ellos en los títulos siguientes :
1. ° De los venenos cáusticos.
2. ° De los venenos inllamatorios.
3. ° De los venenos narcóticos.
4. ° De los venenos nervioso-inflamatorios.
5. ° De los venenos asfixiantes.
6. ° De los venenos sépticos.
Si alguna de estas clases se subdivide en subclases , haremos otras
tantas secciones, cuando lo creamos conveniente, ó lo permita lo termi-
nante de la acción de las sustancias en cada subclase comprendidas.
Siempre que falte esta circunstancia, por no dividir ni subdividir de-
masiado , nos contentaremos con hacer de paso las debidas indica-
ciones.
Como en cada clase de venenos nos hemos de hallar con unos que per-
tenecen al reino inorgánico, otros al orgánico, y los de este, unos son ve-
getales , otros animales , adoptaremos para la exposición y estudio de los
venenos de cada clase esta división por el reino á que pertenece , porque
aquí no tiene el inconveniente que en su lugar señalamos , tomándole
por base para clasificarlos. Una distribución de los venenos de cada clase
por reinos, facilita su estudio y hace metódica su exposición.
Darémos, pues, otros tantos capítulos de los venenos, cuantos sean
los reinos á que pertenecen los de cada clase, de esta suerte :
1. ° De los inorgánicos.
2. ° De los orgánicos vegetales.
3. ° De los orgánicos animales.
Como los venenos no tienen todos igual estado y naturaleza química,
como el distribuirlos en cada capítulo por estas circunstancias contri-
buye también á conservarlos mejor en la memoria , y facilita por esta y
otras razones su estudio, haréinos otros tantos artículos , cuantos sean
los estados y la naturaleza química de los venenos en cada capítulo com-
prendidos , de esta manera :
1. ° De los gaseosos.
2. ° De los sólidos y líquidos, ya simples, y sus compuestos binarios.
3. ° Acidos.
4. ° Alcalis ó bases.
B.° Sales.
Comprendiendo en cada artículo todos los venenos que le correspon-
den , darémos á cada uno de estos seis párrafos : l.°, 2.°, 3.°, etc., se-
gún sea el número de los comprendidos.
Cada párrafo, pues , abrazará la historia de un veneno, y en ella e
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pondremos cuanto le ataña , según el órden con que hemos estudiado la
Toxicología general , á saber :
1. ° Su fisiología.
2. ° Su patología.
3. ° Su terapéutica.
4. ° Su necroscopia.
5. ° Su química.
6. ° Su filosofía.
Quiero decir con esto que hablaré primero de su acción sobre la eco-
nomía humana ; luego de ios síntomas que provoca , del pronóstico, de la
anatomía patológica que le sea propia ; en seguida del contraveneno ó an-
tídoto que tenga, y de la medicación que le conviene; después de esto,
de lo que baya de hacerse particular en la inhumación , exhumación y
autópsia del caso ; acto continuo pasaré á la parte química , exponiendo
las propiedades físicas, botánicas ó zoológicas, y químicas de la sus-
tancia sus reacciones y las operaciones particulares que su análisis exija;
por último, haré , si es necesario, las reflexiones á que haya lugar acerca
de la significación de sus síntomas, anatomía patológica y análisis quí-
mica; y si no lo es , pasaré por alto este punto.
Tal es el método, plan y distribución que adoptaré en esta segunda
parte.
Siquiera sea este libro un Compendio, prevengo desde luego que no
haré lo que Al. Tardieu en su Estudio médico-legal y clínico del envenena-
miento. Este autor habla de muy pocos venenos. No solo ha suprimido
lodos ios sépticos, sino otros muchos , pertenecientes á otras clases.
Tiene por otro de los abusos de la Toxicología, esa revista estéril de una *
infinidad de sustancias, que nunca han envenenado á nadie, y cuya enu-
meración , descripción é historia natural y química engruesan sin nin-
gún provecho ios tratados de los autores, y para prescindir de muchos
venenos que han envenenado á no pocas personas, se funda : l.° en que
hay muchos , cuyo sabor, olor, insolubilidad ó cualquier otro carácter,
hacen casi imposible su administración; 2.° en que la multitud ignora las
propiedades de un gran número de venenos, de lo cual resulta que mu-
chos, muy activos , permanecen sin empleo, estando al alcance de todos,
apareciendo de cuando en cuando alguno de estos, como desusado ins-
trumento dei crimen ; 3.° en la dificultad de procurarse el vulgo muchos
de esos venenos.
Ninguna de esas razones nos parece suficiente para hacer las supresio-
nes numerosas de venenos importantes, que ha hecho M. Tardieu.
La Toxicología , como ciencia , no solo de la intoxicación , sino de las
sustancias que la producen, debe abrazar el estudio de todos aquellos
que son capaces de producirla. Son los objetos de su estudio especial, y
por lo mismo debe tratar de todos, mas ó menos extensamente , según
la importancia de cada uno, pero de lodos; lejos de ser esto un abuso,
es el uso común , constante y necesario de tocias las ciencias análogas.
Una farmacología que no tratase do todos los medicamentos; una quí-
mica que no tratase de todos los cuerpos; una anatomía que no tratase
de todos los órganos, etc., etc., no abrazaría todos los objetos de su in-
cumbencia respecliva.
Que la mayor parte de los venenos, que figuran en las obras de los au-
tores, no hayan envenenado á nadie, no es una razón para no tratar de
ellos, si pueden envenenar. Puesto que están en la colección de venenos,
TOXiGOLOGÍÁ. — 61
- m —
porque alguno ó algunos se han envenenado con ellos ; las sustancias
venenosas no se conocen a priori. Basta que sean venenosas ; que un día
puedan ser empleadas como medio de atacar contra otros ó contra sí
mismo, ó dar lugar á intoxicaciones involuntarias, para que la ciencia
hable de ellas.
Si la Toxicología no tuviese que tratar mas que de los venenos con
mas frecuencia usados, se reduciría, como estudio de sustancias vene-
nosas , á pocas páginas. Pretender que la ciencia se limite á la docena
ó media docena de venenos que figuran con mas frecuencia en las esta-
dísticas del envenenamiento, es mirarla bajo un punto de vista muy es-
trecho y muy mezquino.
¿Qué importa que una sustancia no haya envenenado nunca ¡5 nadie,
esto es, no haya sido nunca instrumento del crimen , que es lo que viene
á decir Al. Tardieu , que no ve mas que ese lado de la cuestión, tal vez el
menos frecuente? Tampoco había habido criminales que se valieran de
la nicotina , ni de la digitalina para asesinar, y hubo un dia en que esas
sustancias, antes tenidas como un objeto de curiosidad de gabinete, sa-
lieron de ese estado para disputar la importancia al arsénico y al mercu-
rio. Lo que ha sucedido con esas sustancias, mañana puede suceder con
otras que están hoy vírgenes, en punto á figurar entre los cuerpos de de-
lito. El mismo M. Tardieu dice en alguna parte de su obra, que hoy los
envenenadores van abandonando los minerales, y echando mano de los
vegetales, y en especial los alcaloideos, para hacer víctimas, fiados en
que la ciencia no conoce tanto estos como aquellos, y que tienen mas es-
peranzas de que no se descubra su atentado.
En esa misma página, donde se queja del abuso de la Toxicología y
de la revista estéril de sustancias que no han envenenado á nadie , ese au-
tor, cuyo lote parece ser la inconsecuencia y la contradicción , dice que
de vez en cuando aparece empleado por el crimen alguno de esos vene-
nos que la multitud ignora , y que no han llamado la atención de nadie.
¿\' qué sucede en esos casos? Lo que ya hemos dicho en otra parte.
La ciencia se encuentra sobrecogida; no acierta, por de pronto, ni á de-
terminar bien y exactamente los caractéres del veneno nuevo puesto en
uso, ni sabe qué hacer tal vez para aislarle de las sustancias con las
que se ha mezclado, y esa ciencia desempeña un papel desairadísimo
delante de la justicia, á la que no puede auxiliar con tanta luz, como
cuando se trata de un veneno que tiene muy estudiado.
Responda el caso del conde de Bocartné y de Couty de la Pommerais.
Para que la ciencia no sea sorprendida , es indispensable que estudie
todas las sustancias venenosas, principalmente los alcaloideos; y pres-
cindiendo de si han servido ó no como instrumento del crimen , si son ó
no conocidos del vulgo, si es ó no fácil procurárselas, nada de lo cual
impide que un malvado eche mano de ellas, como por desgracia lo esta-
mos viendo; debe prepararse para todo evento y tener establecidos de
antemano todos los medios de reconocer el envenenamiento , aislar la
sustancia ó determinarla por sus caractéres físicos, químicos y fisio-
lógicos.
El mismo Tardieu se destruye á sí propio esas fútiles razones en que
se apoya para justificar las mutilaciones de su obra. La mayor parte de
las sustancias de que habla se revelan, al tomarlas, por su sabor, olor y
otras propiedades físicas. El ácido sulfúrico, nítrico, clorhídrico, la P0'
tasa, el sublimado corrosivo, la estricnina, el cloroformo, etc. , etc.,
— 963 —
de los cuales trata , tienen todos las condiciones que le sirven de pre-
texto para no hablar de muchos venenos contenidos en la revista estéril ,
y, sin embargo, engruesa con ellos su libro, no diremos sin provecho,
como M. Tardieu lo afirma de los demás; la mayor parte son descono-
cidos del vulgo , y no es fácil que los obtenga cualquiera para echar
mano de ellos y atentar, ya contra sí , ya contra otros ; y eso no obsta
para que ese autor, tan dado á censurar á los toxicólogos, los siga en
el estudio particular de esas sustancias en que se ocupa.
Nosotros, en este Compendio, no engrosaremos nuestro libro, hablando
extensamente de todos los venenos ; pero procurarémos no descuidar nin-
guno ; y así como dardmos toda la extensión que nos parezca conveniente
respecto de todos aquellos venenos que con mas frecuencia dan lugar á
intoxicaciones, ó que mas se emplean para atentar contra la seguridad
de las personas , serémos breves y lacónicos respecto de los que se hallan
en circunstancias opuestas. No nos olvidarémos jamás de que lo que
escribimos es un Compendio ; que no lo olviden tampoco los lectores.
Quiero advertir también de antemano que no haré como Galtier : esto
es, hablar de las sustancias venenosas vegetales, expresando el nombre
botánico de las familias , ni exponiéndolas por grupos á tenor de esta cla-
sificación ; porque eso me parece mas propio para embrollar, que para
facilitar ese estudio.
Tampoco imitaré á los demás autores que, al hablar, por ejemplo, de
un principio inmediato vegetal ó animal, ó de una sustancia extractiva,
se extienden en descripciones de la planta , árbol , arbusto y animal de
que procede el veneno ; en mi concepto , todos esos pormenores botáni-
cos y zoológicos sobran y confunden. En esto opino comop Tardieu.
Bueno y hasta necesario es que se den caractéres botánicos y zoológi-
cos, cuando formen parte de los que hay que consignar para determinar
la sustancia y diferenciarla de otras; pero si no tiene este objeto, ¿á qué
sobrecargar de detalles heterogéneos la descripción ? El que ha de utili-
zarse de esta, los sabe; ha debido estudiar botánica y zoología, por lo
meros , si es ímklico. Si no las ha estudiado , ó ya las olvidó', esos por-
menores son una confusión para él; en vez de enseñarle, le abruman y
le confunden ; y si las sabe , es supérfluo que el toxicólogo se lo diga.
Cuando se trate de una planta ó de un animal venenoso, como de la
cicuta , por ejemplo , de la cantárida , de la víbora , etc. , nada mas con-
ducente que exponer sus caractéres botánicos y zoológicos; mas si se trata
del ácido prúsico, ¿á qué describir el almendro? Del opio, ¿á qué des-
cribir la adormidera? Creo, pues, que no me aparto de las condiciones
de un buen Compendio de Toxicología particular, si no sigo en esta parte
la conducta de muchos autores toxicólogos.
Debo advertir igualmente, aunque tai vez no es necesario, por lo que
llevo antes dicho ' que procuraré en lo posible no repetir lo consignado
en la Toxicología general , refiriéndome á ella en todo lo que tenga ca-
rácter común , entreteniéndome especialmente en lo que sea particular.
Aun me temo que no llene , como debería, este propósito; y esto, para
mí , es el mayor defecto de esta parte de mi libro. Su perfección consis-
tiría en no haber dicho de cada veneno mas que lo que le sea estricta-
mente particular y exclusivo.
Tampoco seguiré las huellas de Orfila y otros autores, incluso M. Tar-
dieu , exponiendo , en cada historia particular, ni los experimentos he-
chos en perros , ú otros animales con el veneno en cuestión , ni los casos
- 964 -
prácticos observados en sugetos que se han intoxicado accidentalmente,
ó que han sido víctimas de un alentado. Si alguna vez lo hago, solo será
con el objeto de esclarecer algún punto y aducirlo como argumento de
hecho , como prueba práctica de la doctrina que sostengo.
Conozco, como el primero, que los experimentos y los casos prácticos
son de inmensa utilidad é ilustran mucho las cuestiones , y mi deseo se-
ria añadir á cada historia esta parte tan importante; mas si tal hiciere,
no llamaría á mi obra Compendio; le daria un título menos modesto.
Pero, á pesar de que reconozco la utilidad de semejantes pormenores,
no los considero necesarios para aprender la ciencia á que está consa-
grado este libro, porque es de suponer, y así lo aseguramos, que lodo
cuanto consignamos en la historia de cada veneno, lo mismo que en la
Toxicología general, está calcado sobre los hechos, sobre los experi-
mentos , y sobre los casos prácticos de que está la ciencia en posesión.
Por último , menos que todo lo dicho todavía, seguiré el ejemplo de
M. T ardieu, de agitar, después de hablar de cada veneno, cuestiones
llamadas médico-legales, repitiendo siempre ío mismo, y engrosando de
un modo verdaderamente inútil las páginas de mi libro.
En la Introducción de este Compendio ya hemos visto que M. Tardieu,
en la primera parte de su obra , agita varias cuestiones , que supone las
mas prácticas en materia de envenenamiento , y allí hemos probado la
innecesidad de ventilar ni estas cuestiones, ni otras análogas, después de
lo que llevamos expuesto en las diferentes partes de la Toxicología ge-
neral, donde quedan embebidas y dilucidadas, y donde tiene el médico
legista todo cuanto necesita para contestar satisfactoriamente á los jueces
en todo lo que le pregunten , no solo sobre los puntos de que trata lige-
ramente M. Tardieu, sino otros muchos mas prácticos todavía. Adlí nos
hemos hecho cargo de cada una de esas cuestiones, y hemos indicado
á qué parte de la Toxicología corresponde su resolución, ó cuál de
ellas suministra los conocimientos necesarios para resolverlas (*). Pues
bien : lo que en la Introducción hemos dicho , tenemos que repetirlo
aquí.
M. Tardieu completa el estudio particular de cada veneno, salvas al-
gunas excepciones, reproduciendo en los misinos términos casi las mis-
mas cuestiones de la primera parte de su obra, sin que su aplicación
particular las diferencie de lo que dijo de ellas en general , y sin que
cuando las agita respecto del arsénico, por ejemplo, se diferencien de
las que ventila al hablar del mercurio, morfina, estricnina, etc. Es una
pura repetición, una reproducción pesada, un martilleo fatigoso. Fuera
del nombre del veneno, no se ve otra diferencia esencial entre esas cues-
tiones que en cada veneno repite.
Para que se vea con cuánto fundamento juzgarnos de esa suerte la con-
ducta de ese autor, vamos á indicar también aquí esas cuestiones á que
aludimos.
1. * ¿Con qué signos se puede reconocer el envenenamiento por....?
2. * ¿La sustancia empleada era de naturaleza tal que pudo causar la
muerte?
3. * La cantidad de.... ingerida, ¿ha sido suficiente para causar la
muerte?
4-* ¿A. qué momento se ha ingerido el veneno?
{') Véate la página 71 y siguientes de este'CcHíPENDiQ.
- 965 -
5. * ¿Ha podido haber envenenamiento por aunque no se descubra
el veneno ? ¿ Ha podido desaparecer ?
6. * ¿El veneno puede reconocer otro origen que el envenenamiento?
7. a El envenenamiento por.... ¿ha sido el resultado de un homicidio,
de un suicidio ó de un accidente?
Hé aquí las cuestiones que M. Tardieu ventila , después de haber di-
cho cuatro palabras sobre cada veneno , con ligeras alterantes. Si cada
una de esas cuestiones tuviera que resolverse en cada veneno de un
modo diferente, concebiríamos que en cada uno de ellos se repitieran.
Mas todo lo que dijo en tésis general, se reproduce en cada tésis particu-
lar ; de suerte que , en cada una de esas páginas donde cada cuestión se
agita, con solo poner, en lugar de arsénico, mercurio, fósforo ó cualquier
otra sustancia , lo escrito para una serviría para todas con ligerísimas va-
riaciones.
Todas esas cuestiones, igual que otras muchas de que no trata M. Tar-
dieu, se resuelven por lo que hemos consignado en la fisiología , patolo-
gía, química y filosofía de la intoxicación ; por lo tanto, no vemos nin-
guna necesidad de emplear páginas y mas páginas para repetir lo que ya
llevamos dicho. No parece sino que los médicos-peritos no han de saber
hacer aplicaciones de lo que han aprendido en el estudio de las diferen-
tes partes de la Toxicología general, ni utilizar los conocimientos en esos
estudios adquiridos, para contestar oportunamente á lo que un juez les
pregunte, si no se les dan formuladas todas las cuestiones, no solo de un
modo general, sino reproducidas hasta la saciedad en cada artículo que
trate de un veneno en particular.
Nosotros tenemos mejor idea de los talentos de los peritos, y creemos
que no necesitan que se les den reproducidas las cuestiones de ese modo;
que llamados para un caso práctico de envenenamiento, sean cuales fue-
ren los términos en que les propongan la cuestión los jueces, sabrán ha-
cer atinada aplicación de los principios y doctrinas establecidas en la
Toxicología general, donde están esas cuestiones extensamente ventila-
das; puesto que los epígrafes de los párrafos de cada artículo y capítulo,
al fin y al cabo , vienen á ser , no solo en el fondo , sino muy á menudo
hasta en la forma , las preguntas que puede hacer un juez, en un caso de
envenenamiento, á los peritos.
Expuesto cuanto me ha parecido oportuno y conveniente acerca del
plan de la segunda parte de este Compendio , paso ya á ocuparme en el
estudio de las sustancias venenosas en particular.
TITULO PRIMERO.
De los veueuos cáusticos.
Entendemos por veneno cáustico toda sustancia sólida ó líquida por lo
común, la que, aplicada á nuestros tejidos y humores, los desorganiza
mas ó menos profundamente, ya coagulando, ya disolviendo.
Al tratar del modo de obrar de los venenos, hemos expuesto las dife-
rencias que presentan los cáusticos en su modo de desorganizar , y es
ocioso que aquí lo repitamos.
Al hablar de la clasificación de los mismos, hemos visto que esta clase
se divide en tres subclases .
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1 • Los verdaderos cáusticos, siempre destructores.
2 ° Los coagulantes astringentes, que no destruyen la trama de los
tejjL° S¿os que forman coágulos que se disuelven en un exceso de veneno.
En la pág. 239 hemos indicado los que comprenden las dos primeras
subclases; en cuanto á los de la última, podemos indicar los siguientes:
el alumbre, el sulfato de zinc, el de cadmio, el acetato y subacetato de
plomo , el nitrato de plata debilitado , el tanino , etc.
Las sustancias cáusticas obran como tales, cuando sólidas, ó líquidas
concentradas. Las gaseosas cáusticas obran también así, cuando están en
mucha cantidad y es prolongada la acción. Si es rápida, no están puros,
ó no hay bastante cantidad, las gaseosas inflaman; otro tanto hacen las
líquidas cuando sus disoluciones no son concentradas; por último, las só-
lidas disueltas y diluidas, tampoco desorganizan. Es claro que todas eilas
pueden formar parte de dos clases de venenos, conforme sea su estado ó
grado de concentración, y hasta el tiempo que permanezcan aplicadas.
Esta circunstancia hace que, si quisiéramos hablar de cada uno lie los
cáusticos , como tales , teniendo luego que volverlos á ver como inflama-
torios, hablaríamos dos veces de los mismos venenos, lo cual estamos re»
sueltos á evitar.
Todo lo general y común de los cáusticos, en punto á acción, á sínto-
mas, anatomía patológica, terapéutica, etc. , lo hemos visto ya en la to-
xicología general; es, pues, ocioso que aquí lo reproduzcamos.
Lo que cada cáustico en particular pueda presentar como tal, podria
tener su lugar propio aquí; mas como hemos de hablar de ellos á fuer de
venenos inflamatorios, creemos qne se puede mencionar entonces lo par-
ticular que como cáusticos presenten, y ahorrarnos así repeticiones.
Darémos, pues, por concluido aquí todo lo relativo á los cáusticos, re-
firiéndonos en lo general á lo que llevamos consignado en los diferentes
puntos de la toxicología general, y en lo particular , á lo que digamos al
hablar de cada uno de ellos como inflamatorios, ó como de otra clase, si
á ella pertenecen, cuando no obran como cáusticos.
título n.
De los venenos inflamatorios.
Se llama veneno inflamatorio toda sustancia tóxica que inflama los teji-
dos, con los cuales se pone en contacto, ú otros mas ó menos lejanos del
punto de su ingestión.
Los tres reinos de la naturaleza tienen venenos inflamatorios , y como
el ser inorgánico ú orgánico no es indiferente en el estudio de los vene-
nos, es procedente que estudiemos primero los inorgánicos, luego los or-
gánicos.
CAPÍTULO PRIMERO.
DE LOS VENENOS INFLAMATORIOS INORGÁNICOS.
Los venenos inflamatorios inorgánicos son numerosos, y para estudiar-
los con mas fruto, podremos ir exponiéndolos por grupos ó artículos.
Los que hemos adoptado son: l.° gaseosos; 2.° cuerpos simples no metálicos,
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y sus compuestos no gaseosos; 3,° ácidos ; l.° álcalis ; B.° metales , sus óxidos y
sus sales,
ARTÍCULO PRIMERO.
DE LOS VENENOS INFLAMATORIOS GASEOSOS.
Los venenos que comprenderémos en este artículo son : el amoniaco, el
cloro , el ácido sulfuroso, el nitroso , el hidrógeno arsenicado, proto y perfosfo'
rado. Todos tienen una acción irritante, inflamatoria, enérgica y rápida,
matando repentinamente ó en poco tiempo al sugeto que los respira pu-
ros, intensos y en gran cantidad, y no por asfixia franca, sino por impe-
dir la hematosis, ya expulsando ef oxígeno, ya combinándose con él. La
flogosis violenta de las vías aéreas es lo que mas vestigios deja su acción
mortal. Ninguno tiene antídoto ; pocos contraveneno , ya por su estado,
ya por la rapidez con que obran. Los socorros contra la asfixia y el plan
antiflogístico, si hay tiempo, es lo que está indicado. Las análisis no
siempre, por no decir nunca, dan resultado provechoso, si se busca el
gas en los sólidos y líquidos del sugeto ; mas si resta en el frasco desde
el cual se haya aplicado á aquel , procede lo que hemos expuesto en su
lugar, pág. 706 y siguientes.
g I.» Amoniaco.
Este veneno es incoloro y tiene un olor sui generis. Irrita fuertemente
la mucosa de la nariz y de las vías aéreas ; la inflama y produce una pul-
monía, ó por mejor decir, un catarro pulmonal fulminante. El sugeto
espira asfixiado á consecuencia de esta intensa inflamación.
Absorbido por el agua^ forma lo que se llama el amoníaco líquido ó
cáustico (óxido de amonio), y obra como tal, si es concentrado.
Dupuytren dice que este gas, desprendido naturalmente de las letrinas,
produce, en los que se dedican á limpiarlas^ la oftalmía llamada mito.
Tiene por contraveneno el ácido acético y el cloro. Es preferible el
primero, ya porque el cloro, respirado puro, es también veneno, ya por-
que la combinación que resulta del cloruro amónico no deja de ser de-
letérea. Basta para el primero aplicar paños empapados de ácido acético
diluido á la nariz y en la boca. Si se emplea el segundo, hay que soltarle
al aire libre, que le respire mezclado con este el envenenado; también
puede emplearse como el ácido acético diluido el agua de cloro. Los mo-
vimientos en el pecho, que remedan los de la respiración, podrán con-
tribuir á expulsar el gas venenoso inspirado. En cuanto al plan curativo,
el antiflogístico, si hay tiempo.
En cuanto al modo de distinguirle , véase la pág. 706 y siguientes. .
§ II.— Cloro.
Inyectado y respirado , puro, mata repentinamente, produciendo una
violenta inflamación de los bronquios , pulmones y corazón. Mezclado con
aire, provoca la tos, causa ronquera, que persiste algunos dias, si el
sugeto se salva , y á menudo esputo sanguíneo. Son también síntomas
de esta intoxicación la afonía, unos puntitos rojos que se manifiestan en
la piel, á veces coloraciones erisipelatosas , prurigo y vesículas. _
Karner ha propuesto combatir la acción del cloro con terroncitos de
- 908 -
azúcar, sobre Ios cua,es se vierten gotas de amoníaco, ó con amoníaco
mezclado con un poco de agua. Lo que hemos dicho del cloro, como con-
traveneno del amoníaco, es aplicable al amoníaco, como contraveneno del
cloro. Acabamos de ver que es un veneno. El modo preconizado por Kar-
ner templa en verdad su acción ; pero el tercero que se forma no está
destituido de acción tóxica. Si hay tiempo, el medio mas expedito para
salvar al sugeto consiste mas bien en combatir, por todos los medios que
aconseja el arte, la violenta inflamación de las vías aéreas , pulmón y co-
razón que se presenta, acallar la tos que es cruel, y volver al enfermo la
calma que la sofocación le ha quitado.
Líquido ó absorbido por el agua y concentrado , obra como los ácidos
cáusticos. Su olor, color y sabor son los mismos. La luz descompone el
agua clorada; el calor desprende cloro; el nitrato de plata precipita en
blanco lechoso insoluble en el agua y ácido nítrico soluble en el amo-
níaco. Una lámina de piafa se pone negra sumergida en una disolución
de cloro; metiendo esta lámina ennegrecida en amoníaco líquido hir-
viendo, la plata recobra su brillo. Diluido tiene menos fuerza. Altera las
bebidas vegetales, quitándoles el color. En el estómago se transforma en
ácido clorhídrico , y ya no puede reconocerse como llevamos dicho. Su
olor especial , el color negro de la lámina de plata , y la coloración azul
que toma una mezcla de yodo, almidón, y unas gotas del licor , revelan
la existencia del cloro.
g III.— Acido sulfuroso.
Este gas, que se produce cuando arde el azufre , y al que le da el olor
tan conocido, provoca la tos, sofoca y constriñe la garganta, y si es puro,
asfixia y mata acto continuo. Mezclado con el aire libre , da dolor de ca-
beza, produce oftalmías, temblores, movimientos espasmódicos de la la-
ringe y tráquea, y una especie de asma convulsivo. El amoníaco, em-
pleado como queda dicho, es su contraveneno. La medicación se deja
concebir; el sistema nervioso toma parte en esta intoxicación , sin hacer
perder á la afección el carácter de flogística.
Para su análisis, véase la pág. 706 y siguientes.
g IV.— Acido nitroso.
Después de ejercer una influencia notable en las vías aéreas, las que
inflama siempre y muy á menudo, la gangrena penetra en el torrente
de la circulación y obra sobre la sangre alterándola, puesto que la pone
morena. El estómago es uno de los órganos que con especialidad sufren
la acción flogística de este gas. Se combate su acción, á poca diferencia,
como la del ácido sulfuroso. El ácido nitroso, si es lícito deducirlo de al-
gunas observaciones de Orfila , deja algunas horas de vida y parece que
no estorba la respiración, declarándose luego con cierta alevosía sus ter-
ribles efectos. Líquido ó absorbido por el agua , en la cual es muy solu-
ble, obra como el nítrico. En este estado, según que haya mas ó menos
gas, es azul, verde, rojo, anaranjado, claro ú oscuro. Este es el color del
gas. Su olor y sabor son nauseabundos. El ácido sulfhídrico le descom-
pone, y precipita azufre. Disuelve el cobre, mercurio, zinc y el yerro con
efervescencia y vapores del mismo ácido. Véase para su análisis el lugar
citado mas arriba.
- 969 -
g V.— Hidrófono arsonicaio .
Produce dolores intensos , vómitos y convulsiones , siendo sus efectos
muy semejantes á los del arsénico , los cuales dirémos en su lugar. No
tiene antídoto ni contraveneno alguno por la extremada rapidez de su
acción. Si hay tiempo , se emplea la medicación que expondremos al
tratar del arsénico y sus preparados.
§ VI.— Hidrógeno fosforado.
Este gas, además de inflamar intensamente, como todos los de su
clase, las vías aéreas, pasa al torrente general de la circulación , y obra
de un modo tan enérgico como el mismo fósforo. Al hablar de este veré-
raos cómo obra el hidrógeno fosforado. Tampoco tiene antídoto ni con-
traveneno alguno,
ARTÍCULO II.
DE LOS VENENOS INFLAMATORIOS METALOÍDEOS Y SUS COMPUESTOS
NO GASEOSOS.
El fósforo , el yodo , el bromo y el arsénico son los metaloídeos que es-
tudiaremos en este artículo. El fósforo , el yodo y el bromo pueden ser
venenos cáusticos. El primero produce escaras y perforaciones, quema;
el yodo y el bromo entran también en combinación química con los teji-
dos, los que tiñen fuertemente. Sin embargo, como, á excepción del fós-
foro, son mas bien sus preparados los que á menudo producen intoxica-
ciones, y aquellos obran como inflamatorios, los coloco en esta sección.
§ I.— Fósforo y sus preparados.
De algunos años á esta parte, el fósforo ha ido adquiriendo , en Toxi-
cología , grande importancia. Es un veneno que hoy dia está mas en
boga que el arsénico; es el que da lugar á mas accidentes, el que sirve
á mayor número de suicidas, y el que van prefiriendo los criminales.
Todo eso es debido á la fabricación y venta pública de las cerillas fosfóri-
cas. Estas, mas que las pastas para matar ratones, han generalizado el
conocimiento de las virtudes tóxicas del fósforo.
Para trazar exactamente la historia del fósforo , hay que empezar por
advertir que tiene cuatro estados alotrópicos , el de fósforo ordinario, in-
coloro ó cristalino; el blanco, el negro, y el rojo. Este último , llamado
también amorfo , es completamente inofensivo. Numerosos experimen-
tos hechos en varios animales han dejado fuera de duda que no es vene-
noso. Todo lo que digamos, por lo tanto, del fósforo se entenderá del
ordinario.
La dosis medicinal del fósforo es de una quinta parle de grano ó de
un centigramo. De un grano á tres es ya un veneno y tanto mas cuanto
mas excede la cantidad medicinal.
Al estado sólido, en fragmentos, ó en polvo, puede obrar como cáus-
tico, quemando, desorganizando y perforando los tejidos del tubo di-
gestivo. Disimilo, muy dividido, obra localmente inflamando los tejidos;
y si es absorbido tanto al estado puro, como combinado , da lugar á per-
turbaciones de la hematosis, y fenómenos generales que son su conse-
cuencia.
- 070 —
Reveil pretende que se pueden introducir impunemente fragmentos de
fósforo en el estómago é intestinos, y ser expulsados sin sufrir el ani-
mal. Se apoya en experimentos propios y uno de Personne , los cuales
distan de probar la inocuidad del fósforo ordinario , puesto que los ani-
males sufrieron y hubo que socorrerlos. Contra esos pretendidos experi-
mentos hay los de Lassaigne, de Fleynal y otros, y los numerosos casos
tanto accidentales como intencionados de intoxicaciones por el fósforo
en sustancia , en fragmentos, que ha ocasionado la muerte perforando no
pocas veces los intestinos.
El fósforo se hace activo y venenoso por su combinación con el oxí-
geno , por el calórico que desenvuelve en esa combustión y por los pro-
ductos á que da lugar á la presencia del oxígeno , del agua y de los ál-
calis que encuentra en el tubo digestivo. Se concibe que si alguna sus-
tancia le guarece, deje de dar lugar á esos fenómenos químicos y pueda
pasar impunemente en ocasiones ; así á veces se encuentra intacto el
esófago, estómago- ó intestinos delgados y el grueso perforado.
Ateniéndonos á lo que con mas frecuencia^provoca el fósforo , debe-
mos considerarle como un veneno inflamatorio de los que obran local y
generalmente, debiendo su acción local al calórico que desenvuelve y á
los ácidos hipofosfórico y fosfórico que se forman con el oxígeno de los
gases , materias y hasta tejidos con los que se pone en contacto , al paso
que su acción general se debe á |la absorción de su sustancia disuelta,
de los ácidos hipofosforoso y fosforoso y del hidrógeno arsenicado, que se
producen á la presencia del agua y de los álcalis' de los jugos gástrico-
intestinales.
Tanto el fósforo en sustancia como sus compuestos, poco oxigenados,
son ávidos de oxígeno , y además de su acción inflamatoria , llevados al
torrente circulatorio y á las celdillas de los órganos , ejercen otra contra
la hematosis , apoderándose del oxígeno respirado, y perturbando por
este medio profundamente las funciones esenciales á la vida.
M. Tardieu pretende que el ácido hipofosforoso y fosforoso , igual que
los hipofosíitos yfosfitós, no son venenosos; se apoya en experimentos
hechos en perros. Uno de ellos se bebió en veinte y cuatro horas 12 gra-
mos de ácido fosforoso, diluido en agua, y no murió. Como no indica los
pormenores de esos experimentos, no podemos hacer reflexión alguna.
Pero , como tenemos por cierto que todo cuerpo, susceptible de tomar
mas oxígeno, se oxida mas en la masa de la sangre , no podemos dudar
que si el ácido fosforoso é hipofosforoso pasan al torrente de la circula-
ción en cantidad suficiente á la vez para trastornar la hematosis , se ha-
rán venenosos , así como si no se introducen á un tiempo podrán muy
bien no producir resultado. Lo propio diré de los hipofosfitos y fosfitos.
Pensamos , por lo tanto, como Giulo de Turin , que el fósforo puede
matar inflamando las vías digestivas, pero que no es necesaria esta infla-
mación para hacerlo; que acaso mata con mas frecuencia por su absor-
ción y oxidación á expensas del oxígeno respirado. En cuanto á que los
nervios del estómago sean atacados por el fósforo, y á ello se deba ha-
cerse tóxico , ya llevamos dicho en otra parte cómo debe considerarse su
acción. Los nervios sensibles del estómago pueden sentir vivamente los
efectos de la quemadura; pero no son ellos los que desenvuelven los sín-
tomas nerviosos; esos se deben á la modificación que sufre la sangre y
*os centros nerviosos con la presencia en ellos de ese cuerpo, quedentio
del torrente circulatorio se oxigena .
— 971 -
En virtud de todo lo expuesto acaso estaría mejor colocado el fósforo
entre los venenos nervioso-inflamatorios. Como flogístico es de los que
inflaman local y generalmente y además ciertos aparatos en particular,
como el génito-urinario. A seguir nuestra clasificación por los efectos
Suímicos, le colocaríamos entre los que obran apoderándose del oxígeno
e la sangre ó respirado.
Lo que decimos del fósforo puro, es aplicable al dado en píldoras,
aceites, vinagres, grasas, etc. ; al que entra en las pastas para matar ra-
tones , y al con que se forma la pasta ó masa para las cerillas fosfóricas.
Podrá haber diferencia en la rapidez de su acción. Las preparaciones
medicinales que le disuelven ó le hagan mas fácilmente absorbible, faci-
litarán su acción , tanto local , como general. Las pastas necesitan de al-
gún tiempo para que Jos jugos gástricos las disuelvan; hecho lo cual, el
fósforo que contienen queda libre, y desde entonces empezará á desplegar
su actividad local y se irá absorbiendo, ya á beneficio de la grasa de
los mismos, ya de la disolución que experimente. Otro tanto sucede con
las pastas ó cabezas de las cerillas fosfóricas. El mastique necesita algún
tiempo para que los jugos gástricos puedan reblandecerle, desleírle, ó
disolverle, poniendo el fósforo en libertad. Así unas veces se presentan
los efectos de su acción mas pronto que otras , y hasta hay diferencias
respecto de la cantidad, siendo al parecer mas activos en menos que en
más. Al. Tardieu habla de un caso referido por Emilio Fabre , en el que
60 cerillas fosfóricas causaron la muerte en tres dias , y de otro en el que
3000 no la causaron hasta los seis. Este hecho le sirve para decir que
la dósis no influye ya sobre la violencia de los síntomas, y habla de re-
sistencias individuales, edades y otras cosas para explicarse ese he-
cho í1). Que la dósis no influye es una herejía toxicológica. Entre las
muchas circunstancias que modifican la acción de los venenos, ninguna
influye tanto como la cantidad. El mismo Tardieu afirma poco antes que
el fósforo puede dar la muerte á la dósis de 15 á 30 centigramos (2). A
la vuelta de la misma página dice que, preguntado por un juez si 2 centi-
gramos de fósforo pueden dar la muerte, respondió que no (3). Pues en-
tonces ¿por qué dice que la dósis no influye? ¿Que es sino afirmar esa
influencia negar que 2 centigramos de fósforo no hacen nada, y que la
dósis tóxica es de 15 centígr. á 30? Para contradicciones M. Tardieu.
Si recordárnoslo que hemos dicho en la fisiología de la intoxicación,
comprenderemos cómo 60 cerillas, mas fácilmente disueltas por los ju-
gos gástricos que 3000, han podido producir mas pronto electos tóxi-
cos. No siempre se hace activa toda la sustancia que se ingiere, en es-
pecial si necesita la acción de los jugos gástricos. Para reblandecer,
desleír y disolver 3000 cerillas fosfóricas, se necesita mas tiempo y mas
disolvente que para 60. lió aquí la explicación sencilla, natural y ver-
dadera de ese hecho, sin necesidad de proferir herejías toxicológicas, ni
de negar la evidentísima influencia de la cantidad de veneno, ni de ape-
lar á resistencias individuales ni otras hipótesis tan vanas y gratuitas
como estas.
Sea cual fuere el número de cerillas fosfóricas que se introduce en el
estómago de un sugeto , si al quedar deshecho el mastique, disuelta la
pasta, y puesto en libertad el fósforo, hay 15 ó más centigramos de
p) Obra citada, p. 459.
(») Obra citada, p. 438
(*; Obra citada, p. 460.
- 972 -
este , la intoxicación se presentará , desde luego que los haya, y si hay
casos, en los que el número de cerillas es de 60, 100, 300, 800, 1000,
3000, etc., los efectos siempre serán proporcionados, no al número dé
cerillas tomadas, sino á la cantidad de fósforo que se haya puesto en li-
bertad , y al tiempo empleado en ello.
Si la masa preparada para las cerillas fosfóricas fuese en todas las fá-
bricas igual , seria fácil calcular cuántas se necesitan para producir in-
toxicación. De todos modos, si en un caso práctico se sabe de qué fá-
brica proceden las que han producido el envenenamiento, puede hacerse
lo que hicieron Lassaigne y Reynal , que de 135 cerillas obtuvieron 2
gramos y 2 decigramos de pasta ó mastique, en el que estaba el fósforo
en una sexta parte ; esto es , 36 centigramos.
Partiendo de esa proporción , cada cerilla fosfórica solo contiene 2
miligramos y 66 centésimas de miligramo de fósforo ; necesitándose por
lo tanto 3 cerillas y 7 décimas de cerilla para contener 1 centigramo,
y 55 y media cerillas para contener 15 centigramos, dósis ya tóxica. Dos,
ni cuatro, ni seis cerillas no pueden considerarse como venenosas.
En nuestra práctica hemos visto sospechas de envenenamiento por una,
dos y seis cerillas fosfóricas. En una olla de rancho para la servidumbre
de una tahona , un mozo de la misma echó ocho cerillas , cuya presencia
alarmó y dió lugar á procedimientos; y nuestra contestación fué negativa,
sin que desvirtuáramos nuestra contestación, como lo hizo M. Tardieu en
un caso análogo, diciendo que eso no dejaba de constituir un atentado,
vista la naturaleza de la sustancia , y que no se puede determinar el
efecto de una dósis de un modo absoluto. Lo primero , en M. Tardieu,
sobre serjsalirse de su misión de perito, es contradecir lo que dice
cuando ataca la Toxicología como ciencia ficticia , fundada en la nocion
falsa del veneno, cuya acción no es absoluta, haciéndola depender de varias
circunstancias, entre ellas la dósis, y cuando se rie de la definición dada al
veneno por Luis Orfila, porque habla de la naturaleza de las sustancias
tóxicas. Lo segundo es una exageración, porque siquiera no sea absoluto
el efecto de una dósis, cuando hay gran distancia de la dósis tóxica á la
que nunca lo ha sido , bien se puede afirmar que no lo es. Quince centi-
gramos podrán producir mas ó menos efecto en una persona; no es abso-
luto en efecto; pero no por eso dejaremos de afirmar terminantemente
que dos centigramos no envenenan.
El doctor Falck, de Macburgo, según M. Tardieu , ha dado tres cate-
gorías al cuadro sintomático de la intoxicación fosfórica, llamándolas
fosforismo intestinal agudo , cerebro-espinal y neumogástrico. En lugar
de esas categorías que no acepta M. Tardieu , da á dicha intoxicación
tres formas : una común , otra nerviosa, y otra hemorrágica ; las que pre-
sentándose de un modo mas ó menos rápido , tan pronto pueden suce-
derse formando tres períodos del mal , tan pronto constituir cada una
toda la intoxicación.
Lo que hemos dicho sobre las diferentes formas con que puede darse el
fósforo, y sus diferentes modos de obrar, deja concebir cómo no son en
todos los casos igualmente rápidas ni la invasión ni el curso de la intoxica-
ción fosfórica, ni se observa el mismo cuadro sintomático. Es muy posi-
ble y práctico que sea puramente inflamatorio y local lo que Falck llama
fosforismo intestinal agudo , asi como es muy común que haya á la vez
gastro-enteritis y síntomas nerviosos é ictéricos. En cuanto á la forma n -
roorrágica , si ya no da lugar á vómitos de sangre y cámaras aig
- m -
perforación , es mas bien un estado consecutivo, una especie de caque-
xia producida por un ataque profundo á la sangre y los tejidos por el
fósforo , que ha trastornado la nutrición , y ya que no mata en poca>s ho-
ras, lo hace después de algunos meses de ese estado de empobrecimiento
de la sangre.
Describamos, pues, el cuadro de síntomas mas comunes, sin perjuicio
de indicar las variantes que pueda tener, según los casos.
El envenenado por el fósforo presenta la cara al principio animada,
pero luego se le transfigura mas ó menos, como en todos los grandes pade-
cimientos del tubo digestivo : siéntese notable malestar, ansiedad y agi-
tación ; la lengua se suele poner encarnada é hinchada , y la garganta
dolorosa; hay sed y sequedad de fáuces, que se va haciendo mas viva,
ardiente é inextinguible; sensación de calor en el estómago, pero lenta,
y á veces como quemante, sobre todo en el epigastrio; luego se presen-
tan náuseas, eructos aliáceos, seguidos de vómitos continuos y penosos
de materias mucosas , biliosas , rojizas y á veces sanguinolentas , de las
cuales se desprenden vapores blanquecinos, y en la oscuridad no es raro
que haya fosforescencia, sobre todo al principio ó en los primeros vómi-
tos. Dolores intensos en toda la región del estómago é intestinos, en el
epigastrio sobre todo; gran sensibilidad á la presión en todo el vientre;
evacuaciones ó deyecciones parduscas, peliculosas. Los vómitos y las cá-
maras se detienen á las veinte y cuatro ó treinta horas, y el enfermo pa-
rece que se encuentra mas aliviado; algunos se quedan como soporosos,
pero al segundo dia ó al tercero, se aumentan los dolores abdominales y
aparecen síntomas de peritonitis en algunos ; no pueden soportar nada
encima del abdómen ; las mismas ropas de la cama les hacen daño;
otros sin dejar de sentir doloroso el vientre , experimentan también do-
lores, vagos, erráticos en los músculos y la región lumbar. El pulso, que
al principio se acelera, es fuerte y febril; luego se va deprimiendo y
poniendo lento. Aparecen síntomas de ictericia, ya limitados á los ojos,
ya en todo el cuerpo; á los tres ó cuatro dias cefalalgia, insomnio, pa-
labra lenta y difícil , gran debilidad , calambres , perturbaciones de la
sensibilidad, delirio, sopor, convulsiones, síncopes, á veces sollozos
que asustan. Los vómitos reaparecen por intervalos: las evacuaciones
alvinas son dolorosas é involuntarias, hay retención de orina y albumi-
nuria. El pulso se pone filiforme, la piel seca , árida y fría , y ai fin so
breviene la muerte por lo común de seis á. diez dias.
Este cuadro de síntomas, que indica la acción local y general , corres-
ponde á los casos en que el fósforo , después de haber inflamado el estó
mago é intestinos, es absorbido. La rapidez en la manifestación, lo
mismo que en el curso y la preponderancia de los síntomas flogísticos, ó
de los nerviosos , depende de la forma del veneno ; si es el fósforo á pe-
dacitos ó en polvo, puede ser mas pronto y dar mas lugar al aparato
flogístico, con síntomas, no solo de gastritis y gastro enteritis, sino de pe-
ritonitis, por la perforación del estómago é intestinos delgados ó gruesos.
Si se ha tomado en pasta ó cerillas fosfóricas, tarda mas en manifes-
tarse el cuadro , y puede ser muy rápida la muerte por la absorción del
veneno , así como pueden prevalecer los síntomas generales, nerviosos é
ictéricos. Es decir, que sin dejar de haber ardor en las fáuces, sed, ca-
lor quemante en el epigastrio, náuseas, vómitos y cámaras, con do-
lores abdominales , desde muy al principio pueden presentarse los hor-
migueos, calambres , la perturbación do la sensibilidad, las convulsio-
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nes, el síncope, la postración, el delirio, el coma, con mas debilidad
de pulso, con manchas eritematosas en la piel , que es lo que llama Tar-
dieu la forma nerviosa , muriendo los enfermos también de los seis á los
doce dias, raras veces mas tarde.
Sin embargo, es necesario advertir que no todos los envenenados por
el fósforo, pasta ó cerillas viven tanto; los hay que mueren en menos
dias ; otros el mismo dia en que toman el veneno , y otros en pocas ho-
ras, en especial los niños. Christisson habla de un jóven que tomó una
dósis de un medicamento fosforado y murió á las cuatro horas después.
Una señora, en Sarriá de Cataluña, murió en el mismo dia en que se
tragó varios fragmentos de fósforo. La hija de un obrero tomó un poco
de pasta de fósforo, y espiró en cuatro horas. Un hombre de cincuenta
años con igual pasta sucumbió en tres dias. En igual tiempo falleció una
jóven. Otro sugeto anciano y una jóven murieron en dos. Las cerillas
fosfóricas también han producido á veces la muerte muy pronto. Dos
niños de dos y cuatro años y un chico que chuparon varias cerillas , es-
piraron en tres ó cuatro horas. Otro tanto le sucedió á un sugeto adulto,
con el cual quisieron divertirse unos amigos en Marsella. Un cabo de un
regimiento murió en el mismo dia en que tomó las cerillas (J).
A veces el sugeto resiste el primer empuje, y tarda , no solo semanas,
sino meses en morir, y en esos casos es cuando se presenta la forma
que M. Tardieu llama hemorrágica; tanto porque los vómitos son desde
el principio sanguinolentos y hasta sangre pura , sino porque la sangre
se va poniendo tan flúida, que por todas partes se exuda y por todas hay
hemorragias, de cuando en cuando, al mes ó los dos meses de la into-
xicación. La marcha lenta, insidiosa, los síntomas ictéricos, los nervio-
sos que se van presentando, las sofocaciones, la debilidad, las manchas
equimóticas, en los ojos sobre todo, y la caquexia anémica, que al fin
acaban con el enfermo tal vez á los seis ú ocho meses de sufrimientos,
caracterizan esa forma que Orfila llamaría intoxicación consecutiva;
porque con toda probabilidad es la consecuencia de la alteración que la
absorción del fósforo ha hecho sufrir á la sangre , y á las celdillas de los
tejidos, en especial el hígado, bazo, visceras y corazón.
El pronóstico de la intoxicación fosfórica es siempre grave , y como no
se expulse pronto, se suele hacer superior á todo recurso. La producida
por el fósforo disuelto ó muy dividido, es mas rápida y mas mortal. En la
por las pastas, y en especial las cerillas, si se acude pronto, puede salvarse
el sugeto; mas si se da tiempo á que se disuelva y se ponga el fósforo en
libertad, como está en ellas muy dividido, es también terrible. No solo se
hacen superiores á todo recurso las perforaciones que pueda ocasionar,
sino los síntomas nerviosos y los debidos á la alteración de la sangre y
los tejidos. No hay que fiarse de ciertas mejorías traidoras; pues no es
raro que se muera el envenenado muy rápidamente después de haber
cesado los vómitos y dolores.
Como los síntomas, las alte -aciones anatómico-patológicas producidas
por el fósforo, varían según los casos. El fósforo puro no produce lo
mismo que las pastas y cerillas , y el mismo fósforo en fragmentos que
ep polvo y disuelto. Por punto general , cuando el fósforo se da en frag-
mentos ó polvo, inflama los tejidos ya desde la garganta; su acción
(') Véanse los numerosos caso9 de envenenamientos, suicidios y accidentes producidos
por el fósforo en pasta y las cerillas que lian recogido Henry y Chev8lier en lo memoria
inserta en los Anales de Higiene pública y Medicina legal , 2.a série, tomos Vil y V 111 .
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cáustica ó quemante puede desplegarse en el trayecto que recorre , sí
bien siempre hay algunos puntos mas afectados que otros, lo cual se re-
laciona con el tiempo de contacto.
A veces los fragmentos ó granos de polvo se encuentran adheridos á
la mucosa estomacal ó intestinal, y no es raro hallarlos en los intestinos
gruesos , donde hacen el estrago, perforándolos. Hay manchas equimóti-
cas y gangrenosas , verdosas en diferentes puntos, reblandecimiento, ar-
borizaciones , é indudables vestigios de flogosis en la totalidad del tubo
digestivo. El olor aliáceo y la fosforescencia suelen ser también de los
signos tannatológicos , mas constantes y característicos de esta intoxica-
ción. Los gánglios mesentéricos están tumefactos y reblandecidos. En lo
restante del cadáver se encuentran alteraciones relacionadas con lesio-
nes del tubo digestivo , si hay perforaciones , vestigios de inflamación
gangrenosa del peritoneo, bastando lo dicho para explicar la muerte.
Mas tanto en esos casos, como cuando se introduce el fósforo dividido,
disuelto, ó por medio de pastas y cerillas, y dé lugar á la absorción del
metaioídeo ó sus compuestos ávidos de oxígeno, además de ios vestigios
de inflamación del tubo digestivo, hay en otros puntos alteraciones no-
tables.
El exterior del cadáver presenta un matiz subictérico, varias manchas
equimóticas en el tronco y extremidades, más en el pecho y el abdómen,
olor fétido, rigidez mas ó menos pronta del cadáver, ojos hundidos y ro-
deados de un círculo azul , conjuntiva rojiza , pupilas dilatadas, encías y
esmalte de los dientes con matiz azulado, vasos cutáneos en relieve.
Los órganos craneanos presentan los vasos de la dura madre muy des-
envueltos y llenos de sangre; derrame entre ellos y la conoidea, amari-
llento, espeso, aglutinativo, uniendo en varios puntos las membranas.
La faringe y el esófago suelen presentar una especie de papilla parda.
Los pulmones, inflamados, llenos de sangre, jaspeados, crepitantes; las
pleuras y el pericardio con derrame sanguíneo y manchas equimóticas,
difusas , irregulares. El córazon está flácido, aplanado, pálido, vacío, ó
con sangre escasa, líquida ó viscosa, sin alteración notable de sus gló-
bulos.
En el abdómen, además de lo que hemos dicho, presenta en el hígado
manchas de un color rojo claro y arborizado; el bazo inflamado ; el epi-
ploon tiene un color rojo oscuro, y las venas epiplóicas y mesen tencas
están llenas de sangre; los riñones un poco inyectados, y la vejiga llena
de orina, mezclada con sangre, presentando á menudo equimosis sub-
mucosas.
No es raro encontrar, cuando han sido las cerillas fosfóricas la causa
del envenenamiento, restos del mastique azul ó rojo en el estómago é
intestinos. Además de todas esas alteraciones semejantes, no solo á las de
otros venenos inflamatorios, sino á las inflamaciones ordinarias, hay otra
clase de lesiones recien observadas, que caracterizan esa intoxicación,
siquiera no le sean exclusivas. Hablo de la esteatosis , ó degeneración
grasicnta de ciertos órganos.
Según las interesantes observaciones de E.-Fritz, L. Rouvier y J. \ er-
liac , la esteatosis no se presenta mas que en el hígado, rinones, corazón
y músculos de la vida animal; la han buscado en vano en otras partes.
Sin embargo, el doctor Cornil la ha visto en las glándulas del estómago,
en un caso observado en el hospital Larriboisiere, servicio de M. Tardieu.
El hígado degenerado conserva su forma ; pero está por lo común au-
- 976 —
pntado de volumen; sus bordes , ligeramente redondeados; su consis-
tencia disminuida ; está reblandecido, friable , y guarda la impresión del
dedo • su superficie lisa y teñida de color uniforme , blanco amarillento
opaco’ unas veces , otras piqueteado de rojo ; sus lóbulos se designan en
forma de manchas amarillas, del volumen de un grano de mijo, con fondo
rojo, formado por el sistema vascular interlobular. Si se corta y com-
prime, fluye un líquido oleoso y poca sangre.
Examinadas al microscopio las celdillas hepáticas, ofrecen varios gra-
dos de alteración. En el primero conservan su forma y dimensiones nor-
males, y están en parte llenas de granulaciones grasicntas, linas, que
ocultan su núcleo. En el segundo, la célula está llena á la vez de granu-
laciones y glóbulos oleosos. En el tercero, las celdillas están destruidas,
y los granulos grasos se presentan libres, en gran número, en medio del
extremo célulo-vascular. El tejido celular ó conjuntivo perilobular está
hipertrofiado, y entre sus laminillas se hallan infiltrados núcleos ovales
y granulaciones grasicntas; las celdillas epiteliales de los canalículos
biliosos están igualmente infiltradas de gránulos grasos. La vejiga de la
hiel tiene poca bilis.
A veces, las esteatosis del hígado es general, otras parcial; solo ocupa
una porción de cada lóbulo, y no es raro ver partes enteramente sanas
en medio de otras degeneradas.
Los riñones , cuando es incipiente la esteatosis , á simple vista apenas
presentan en su sustancia cortical alteraciones apreciables, aunque estén
en plena degeneración ; algunos lúbulos están del todo sanos , al paso
que otros contienen granulaciones adiposas , ya inira ya extra-celulosas.
Cuando está muy adelantada , los riñones aumentan de volumen y se
reblandecen ; tienen un color rojo amarillento, los vasos sanguíneos se
hallan ingurgitados de sangre , y los glomérulos de Malpigio, rojos y
muy perceptibles , se destacan sobre el fondo de la sustancia cortical hi-
pertrofiada. La sustancia medular presenta un aspecto normal. Los túbu-
los de la cortical tienen muchas granulaciones adiposas que los llenan por
completo, reemplazando las células epiteliales que normalmente tapizan
esos conductos. Los glomérulos están revestidos de sus células , y no con-
tienen una sola granulación. En los tubos de la sustancia medular hay
algunas granulaciones; pero como conservan su epitelio normal, es pro-
bable que provengan de las de la cortical.
La esteatosis del corazón sigue una marcha análoga á la del hígado y
riñones; está reblandecido, friable, y de un color amarillo rojizo; tan
pronto invade toda la viscera , tan pronto solo algunos puntos de ella ; la
transformación adiposa es completa , ó solo está constituida por algunas
granulaciones diseminadas en las bases primitivas , las que pierden su
disposición estriada.
Los músculos de la vida animal , y hasta las fibras musculares de los
intestinos y las de las venas gruesas se infiltran también de grasa. La
lengua , el diafragma , los músculos del tronco y miembros son suscep-
tibles de esa transformación , si bien no es raro que , en medio de los
transformados , se hallen otros sanos.
Las glándulas del estómago son también susceptibles de esteatosis: la
mucosa se pone mamelonada y amarillenta en toda su superficie ; mira-
das las glándulas á simple vista ó con poco aumento, son opacas á la luz
directa , y blancas á la refleja. A 200 diámetros , y mas á 420, tienen un
grueso normal ó algo mayor ; su membrana está sana y delgada , y su
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contenido se compone de células epiteliales llenas de granulaciones finas.
En muchas de ellas ya no se pueden distinguir las celdillas epiteliales,
cubiertas ó reemplazadas por granulaciones mayores , amarillentas y re-
fringenles, teniendo de una á tres milésimas de milímetro. Todas las
glándulas están alteradas; ninguna tiene la transparencia normal.
La intoxicación por el fósforo y sus preparados podría evitarse muy fá-
cilmente, puesto que el fósforo rojo no es venenoso, y que se ha probado
que la fabricación de las cerillas no sufriría nada, empleándole en lugar
del ordinario: en bien de la humanidad deberían los fabricantes emplear
el fósforo rojo ó amorfo, y los gobiernos obligarlos á ello. Así no serian
tan fáciles, ni los accidentes, ni los suicidios, ni los asesinatos con ese
veneno.
Ya que no se quiera emplear esa profilaxis , que seria lo mas seguro,
la intoxicación fosfórica se combatirá siguiendo las reglas generales. Su
mejor contraveneno es lo que le impida su contacto con los tejidos, su
combinación con el oxígeno, y su disolución y difusión , y lo que neutra-
lice los productos que se forman. La albúmina, el agua de almidón y la
magnesia pueden llenar esa indicación primera. La magnesia, á mas de
envolver el fósforo en fragmentos, polvo, pasta ó cerillas, satura los áci-
dos que se forman , é impide la disolución del veneno.
El doctor Baresi ha dado la siguiente fórmula como contraveneno efi-
caz del fósforo : cocimiento concentrado de raiz de malvavisco, 900 gra-
mos ; magnesia calcinada, 30; hiposulíito de sosá , 30; goma arábiga
pulverizada, 30; almidón, 30; jarabe de amapola blanca, áO , y extracto
gomoso de opio, 0,15 gr. Se empieza por disolver el almidón en el coci-
miento emoliente, y luego se añade la magnesia, el hiposulfiío, la goma,
el extracto de opio y el jarabe. Se toma á dosis pequeñas y repetidas.
Inmediatamente debe facilitarse el vómito, la expulsión de la sustancia
tóxica. Es preferible el vómito que las cámaras; pero si se llegara un
poco tarde , podrá administrarse el citrato de magnesia.
llav que evitar los aceites y cuerpos crasos , porque disuelven el fós-
foro, Él agua pura , á falta de otra cosa, fria ó caliente, en abundancia,
facilitará el vómito, con el cual , si se socorre pronto al intoxicado, se
puede obtener un éxito completo. Yo libré de una catástrofe á una seño-
rita que se había tomado una caja de cabecillas de cerillas fosfóricas,
administrándole el emético y agua en abundancia. Con ello arrojó todas
las cerillas, que empezaban á reblandecerse, y ó los dos dias esuiba com-
pletamente bien.
Si se han desenvuelto síntomas flogíslicos en el tubo digestivo, hay
que dar bebidas emolientes , mucilaginosas, laudanizadas, terroncitos
de nieve , leche , fomentos y evacuaciones sanguíneas , locales y gene-
rales, si ia intensidad de los síntomas flogíslicos los indican. Algunos
revulsivos acaso producen buen resultado.
En cuanto á las perturbaciones generales debidas á la absorción del
fósforo puro ó combinado, hay poco veneno. Algunos administran el ace-
tato de amoníaco , que no da gran resultado. Hay que tratar al en-
fermo como si estuviera bajo el influjo de un anestésico. Hacerle respirar
aire puro, sostenida la respiración , promover la diaforesis y diuresis,
con el fin de que se elimine cuanto antes el veneno de la masa de la san-
gre. Todas las esperanzas de salvación están en la prontitud del socorro,
y en la expulsión del fósíoro ó sus preparados , antes que perforen el es-
tómago é intestinos , y antes que sea absorbido.
TOX1ÜOLOGÍA. — 62
— 978 —
í ñ anopsia que se practique en esos casos exige gran cuidado, ya en
ver si se desprenden vapores blancos y olor aliáceo, al abrir el estómago
é intestinos, y si se encuentran en ellos fragmentos, ó polvo de fósforo,
ó cabecillas de cerillas fosfóricas, ó restos de su mastique azul ó rojo’.
Igualmente hay que notar con cuidado, no solo las alteraciones debidas
á^la inflamación, sino las degeneraciones grasientas que pueden tener las
glándulas del estómago, el hígado, el corazón , los riñones y los múscu-
los. Si á simple vista no se notan bien esas transformaciones, se exami-
narán al microscopio.
Cuando el sugeto sucumba , habrá que someter lo arrojado por sus
vías gástricas y rectales, lo mismo que sus órganos, á las análisis quí-
micas. Digamos, antes de ocuparnos en ellas, algo relativo á las propie-
dades físicas y químicas del fósforo y sus preparados.
El fósforo es un cuerpo simple, metaloídeo, sólido á la temperatura
ordinaria. He dicho que le hay incoloro, blanco, negro y rojo.
El incoloro es translúcido, de un aspecto córneo, con un matiz ligera-
mente blanco-amarillento , en forma de palitos como macarrones, flexi-
bles y fácilmente rayables por la uña : quebradizo, de fractura cristalina
á 20 grados si contiene 1/1000 de azufre, y puro á —0, desprendiendo
olor de ajos; fácilmente inflamable á menos de 100 grados, esparciendo
vapores blancos formados de ácido fosforoso y fosfórico al contacto del
aire; si se frota, se .inflama mas pronto, y brilla mucho, con vapores
blancos de ácido fosfórico anhidro. No brilla en el aire comprimido,
ni en el oxígeno , á la presión ordinaria; brilla mas en el aire rarefacto.
Yarias sustancias le impiden que brille en la oscuridad ; tales son ; los
hidrocarburos, el aceite de petróleo, la esencia de trementina, la creo-
sota , el éter, el alcohol, el hidrógeno bicarbonado, el amoníaco, etc.
Es insoluble en el agua ; á 43 grados conserva el estado líquido ; pero al
enfriarse se pone pulverulento. Otro tanto hace en alcohol á 33 grados.
El sulfuro de carbono le disuelve perfectamente en la proporción de 20
partes de fósforo y una de sulfuro. Los aceites, los cuerpos crasos, le
disuelven en frió rápidamente. Los aceites esenciales , en caliente, le di-
suelven también.
El ácido nítrico le disuelve, haciéndole pasar al estado de ácido fosfó-
rico. Otro tanto hace el agua regia. Se combina en diferentes proporcio-
nes con el cloro, yodo y bromo. Una disolución de potasa ardiendo, ó
una papilla de hidrato de cal , hacen desprender hidrógeno fosforado,
que se inflama , y le transforma parcialmente en hipofosfito.
El fósforo blanco es el incoloro alterado por la luz solar ó por el arsé-
nico. Puesto el incoloro al contacto de la luz solar, no tarda en cubrirse
de una capa blanquecina mas ó menos espesa que le hace perder la tras-
parencia. Los químicos no están de acuerdo sobre el verdadero estado ó
naturaleza de ese fósforo. Pelouze le considera como un hidrato de fós-
foro. Rose cree que el agua se halla en él al estado higroscópico. Mul-
der le mira como un compuesto de óxido de fósforo é hidrógeno fosfo-
rado. Dupasquier dice que el matiz amarillo-verdoso que tiene el fósforo
del comercio, se debe al arsénico, que le impurifica al estado de fósforo.
Según experimentos de Marchaud , parece que la Opinión de Henry Rose
es la mas fundada.
Fósforo negro. — Es un estado alotrópico que se obtiene enfriando brus-
camente el fósforo incoloro , después de calentado á 60 ó 70 grados, en
un tubo cerrado por un extremo que contenga agua destilada. Cuantas
- 979 —
mas veces haya sido destilado el fósforo, mas fácil es ponerle negro de
esa suerte.
Fósforo rojo. — Expuesto á la irradiación solar, tanto en el vacío como
en una atmósfera de un gas que no tenga acción sobre el fósforo, como
el ázoe, el hidrógeno ó el ácido carbónico, toma un color rojo. Es otro
estado alotrópico del mismo cuerpo, como lo dijo Berzelius, contra los
que le tenían por un óxido de fósforo. Schroetter ha dado á conocer el
fósforo rojo con todas sus propiedades tan diferentes del incoloro, y que
le hacen muy digno de estudio.
El calor, como la luz , hace pasar el fósforo al estado rojo ó amorfo.
A 215 grados toma un color de carmin , se espesa y pone opaco. Si se
pone al sol , y entre 240 y 250 grados , es mas rápido el cambio.
El fósforo rojo ó amorfo está en polvo ó en masa : de color vario , entre
moreno rojo ó rojo de escarlata , ó violáceo ; tiene cierto brillo metálico
imperfecto; parece negro en sus fracturas, que son conchoídeas. Hú-
medo, es mas vivo su matiz ; si se frota con un papel , se pone deslucido.
Es inodoro , no se evapora ni inflama al aire seco , aunque se caliente , y
es muy duro. Su densidad es mayor que la del fósforo ordinario : este e"s
de 1,77, y aquel de 2,100. Es completamente insoluble en el agua, al-
cohol, sulfuro de carbono y protocloruro de fósforo. En caliente solo le
disuelven un poco la esencia de trementina y algunos líquidos en ebu-
llición.
Solo se combina con el oxígeno á 200 grados , y más á 300 , en cuyo
caso luce en la oscuridad. A 230 grados se disuelve en el azufre. El cloro
se combina con él á la temperatura ordinaria , formando primero proto-
cloruro, luego percloruro, con desprendimiento de calor, pero sin luz.
Si se somete á una corriente de cloro, calentándole, arde; pero al en-
friarle, se apaga. El agua de cloro le disuelve mejor que el fósforo ordi-
nario. El clorato de potasa triturado con el fósforo rojo, produce una
detonación, seguida de calor y luz. La potasa hirviendo le disuelve, y se
desprende hidrogeno fosforado, que no se inflama espontáneamente, que-
dando un residuo de fósforo de color de chocolate, el cual, fundido con
fósforo ordinario, puede dar fósforo negro. Es mas fácilmente atacable
por los ácidos sulfúrico y nítrico, y. se inflama á la presencia del ácido
crómico v del bicromato de potasa. Otro tanto haceá la del óxido de co-
bre y peróxido de manganeso, en caliente. El azúcar y las demás sus-
tancias análogas pueden ser mezcladas con ese fósforo, sin temor de que
se inflame.
Además del fósforo puro , hay varios de sus preparados que también
se hacen venenosos. Hay los medicinales , las pastas para matar ratones,
y, sobre todo, las cerillas fosfóricas .
Entre los medicinales hay las píldoras de Zadig, la solución alcohóli-
ca , etérea, el vinagre, el aceite y la pomada fosforados.
Las pastas tienen varia composición , la que conviene dar á conocer,
lié aquí unas cuantas :
Fósforo dividido, 4 partes ; se funde con 10 de agua al baño de maría,
y se añade 5 de harina; luego se mezcla en un mortero con 5 de tocino,
750 de harina , 8U de azúcar y bastante cantidad de agua para hacer una
masa , de la cual se forman bolitas.
Proth hacia otra con 98 gramos de cola de pasta y 2 de fósforo di-
vidido.
La pasta de Dubovs se compone de 20 gramos de fósforo, 400 de
- 980 -
água hirviendo, 400 de harina, 200'de aceite de nueces y 250 de azúcar
en polvo.
Por último , se hace otra pasta con 8 gramos de fósforo dividido, 18 de
agua tibia, 180 de harina de centeno, 180 de manteca derretida y 125 de
azúcar.
Otro tanto sucede con las pastas para las cerillas fosfóricas. ÍTay una
que se compone de 20 partes de fósforo , 50 de goma arábiga , 30 de ni-
trato ó clorato de potasa y 0,5 de azul de Prusia, ó bien de ocre rojo, ó
bien 0,1 de bermellón.
Otra se forma con 4 partes de fósforo, 10 de nitrato, 3 de minio y 6 de
cola fuerte.
Por último, hay otra que algunos llaman de cerillas de lujo, formada
de 2 partes y 5 décimos de fósforo, de igual cantidad de goma , 3 partes
de agua , otras 3 de clorato de potasa , 2 de arena fina y 5 décimos de
materia colorante.
La parle activa de todos esos preparados es siempre el fósforo; y la ac-
ción maléfica que ejercen , siempre se debe á él.
Hay, además, el hidrógeno fosforado, que ya hemos visto entre ios ve-
nenos gaseosos , el ácido fosforoso , el hipofosforoso , el hipofosfórico y
fosfórico. En algunos de estos es también el fósforo el que produce la
intoxicación ; en otros es el compuesto.
En un caso práctico de envenenamiento por el fósforo , por lo tanto ,
podemos hallarle en las materias que se sometan á las análisis en estados
diferentes , en el de fósforo, ácido fosforoso ó hipofosforoso , ácido fosfó-
rico y de sal ó de fosfato. De aquí la necesidad de variar las operaciones
analí tico-químicas.
Si el fósforo está en sustancia , hay varios medios de descubrirle.
Damos por supuesto que se examinan atentamente las materias, tanto
arrojadas por vómitos, como los órganos, para ver si se descubren frag-
mentos, polvo ó cabezas de cerillas. A veces basta examinarlas en la os-
curidad, revolverlas ó apretarlas, para que se presenten puntos luminosos,
vapores blanquecinos, y olor aliáceo. En uno de nuestros casos prácticos
bastó triturar unas bolas de pasta, que se habían amasado para matar
unos cerdos , y los fragmentos de fósforo que contenían se pusieron en
evidencia, no solo á oscuras, sinoá la luz.
Si se calienta gradualmente un poco de esas materias encima de un
pedazo de palastro, también se ven puntos luminosos, en especial á la
oscuridad.
Cuando el fósforo no es tan visible, ni tan fácilmente descubierto, se
puede tratar una porción de materias con alcohol, ó éter ; revolverlo todo
bien , y luego filtrar; un poco de agua, que se añade á los licores alco-
hólicos ó etéreos , basta para hacer precipitar en polvo fino el fósforo que
se halla disuelto.
Si se concentra parte de esos licores en un baño de arena y á tempe-
ratura moderada , se ven centellear porcioncitas de fósforo, que arden en
la superficie del líquido.
Prendiendo fuego á esos licores, arden con el color propio de su
llama , y apagándolos antes que se consuma el líquido, este tiñe de rojo
el papel azul de tornasol. Tratado en seguida con nitrato de plata, hay
un precipitado, primero amarillento-blanco, luego rojizo y al fin negro.
oí hay mucho fósforo , es negro en seguida el precipitado.
lambien puede tratarse otra porción de materia con agua destilada»
— 981 —
filtrar con un lienzo, retorcerle , y tratar lo filtrado con nitrato de plata,
que precipita, primero en amarillo, luego moreno y al fin negro. El
lienzo, extendido y calentado , da vapores blancos. Si se trata por el ni-
trato argéntico, se pone igualmente negro; el fósforo reduce el metal.
M. Lipowits trata las materias con un poco de ácido sulfúrico muy
puro, y algunos pedacitos de azufre puro también, y luego destila. En
el residuo de la destilación se halla fósforo, que á 10Ó grados se hace lu-
minoso á la oscuridad. Este proceder no sirve para cantidades mínimas.
Reved propone tratar las materias con sulfuro de carbono , que di-
suelve el fósforo, desecándolas antes á la máquina neumática, y además
quiere que se investigue la presencia del clorato de potasa , que suelen
tener las cerillas. La desecación es larga; la disolución no es pura , por-
que el sulfuro disuelve también las materias grasas, y eso es complicar
la operación; y en cuanto al clorato, no todas las cerillas le tienen; hay
muchas que se hacen con nitrato.
Dusart cree que, metiendo las materias en un frasco, donde se des-
prenda hidrógeno, este puede dar una llama verde, si hay fósforo. Este
proceder está sujeto á error.
Custofle de Beilstein ha hecho aplicación de la espectrometría á la
llama del hidrógeno, producida por el proceder de Dusart; pero no me-
rece este medio, en el estado actual de la ciencia , ninguna confianza.
El medio mejor para probar la existencia del fósforo en sustancia en
las materias , es el aparato de Milscherlich. Hé aquí en qué consiste este
aparato :
Es un balón de vidrio, al que se adapta un tubo vertical que se en-
corva horizontalmente, y luego se replega verticalmente, atravesando
un manguito de vidrio, por el cual circula agua fria ; el extremo del tubo
va á parar á una probeta. Esta disposición sencillísima puede modifi-
carse , como lo han hecho muchos; pero siempre en el fondo viene á ser
el mismo el aparato. Lo que importa es que el sitio donde se opere esté
bien á oscuras.
El balón recibe cierta cantidad de materias sospechosas, cortadas á
pedacitos, y agua destilada, si son sólidas y á modo de una papilla, si
son blandas; se les añade ácido sulfúrico diluido; y esto dispuesto, se
coloca el balón en un baño de arena , que se calienta de modo que haga
hervir pronto el contenido, por medio de una homilía evaporatoria. Tam-
bién puede calentarse el balón con la lámpara de alcohol , sosteniéndole
con una abrazadera, y colocando debajo telas metálicas. A pocos instan-
tes de estar calentándose el balón á la oscuridad , se ven resplandores
fosfóricos en el tubo , atravesando el manguito hasta la probeta. Este
aparato es muy sensible; un miligramo de fósforo basta para que dé lu-
ces por espacio de una hora; una cerilla fosfórica puede hacer casi otro
tanto, siquiera esté mezclada con 150 gramos de materias.
Siempre, pues, que ese aparato dé este resultado , podrá afirmarse que
hay fósforo en sustancia.
No solo le dan las materias procedentes del estómago, y este y los in-
testinos. El higado, el bazo y los riñones pueden hacer otro tanto.
Si el fósforo no se halla ai estado puro; si se encuentra al estado de
ácido fosforoso ó hipofosforoso, podrá hacerse lo siguiente:
Tomar las materias con agua destilada , cuando una disolución en al-
cohol no ha dado resultado ninguno con ácido sulfhídrico y sulfuro amó-
nico; filtrar y tratar lo filtrado con papel azul de tornasol que se enro-
— 982 —
• ^ Fi sulfato de manganeso pierde su color de rosa en contacto con el
i6 or Concentrando un poco del licor y haciendo el vacío , se obtienen
•fisiáles paralelipí pedos de ácido fosforoso. Calentando al aire aparece,
después de algunos minutos de ebullición, una llama amarillenta; sé
produce hidrógeno fosforado y en el fondo del vaso ácido fosfórico.
flecho esto se puede tratar ía materia con ácido nítrico puro ó con
una corriente de cloro; el ácido fosforoso, hipofosforoso y hasta el fós-
foro en sustancia , si está mezclado con ellos , se transforma en ácido fos-
fórico , el cual precipita por el agua de barita ó el cloruro bárico en
blanco, y el nitrato de plata en amarillo, sin que descomponga el ácido
el sulfhídrico.
El ácido hipofosforoso no precipita por el agua de barita; el fosforoso sí.
En el aparato de Mistcherlieh , aparecen resplandores como con el
fósforo en sustancia, cuando hay ácido fosforoso, ó hipofosforoso.
Si pudiera haber interés en distinguir cuándo es el fósforo el que da
las luces en el aparato de Mitscherlich , cuándo el ácido fosforoso ó
hipofosforoso, bastaría, según Reveil, desecar las materias, el hígado,
bazo y riñones, sobre todo, en la máquina neumática, al lado defrag-
mentos de cal viva : cuando estén bien secos se cortan á pedazos y se co-
locan en una plancha caliente á la oscuridad y se presenta la fosfores-
cencia, cuando es fósforo.
Persoz, Oppermann y Villemin han demostrado la presencia de los
compuestos poco oxidados de fósforo por medio del permanganato y bi-
cromato de potasa, que se destiñen tratados con dicho licor que contenga
dichos ácidos. También parece que impiden la reacción del yodo sobre
el almidón.
Por último , el fósforo puede estar ya al estado de ácido fosfórico ó
fosfato, y en este caso ya no puede probar tanto la intoxicación por el
fósforo, puesto que existen naturalmente en la economía fosfatos. Aunque
naturalmente haya en el cuerpo humarlo fósforo, la presencia de este y
de los ácidos fosforoso é hipofosforoso no puede engañar , porque estos
ácidos no se hallan normalmente, ni el fósforo se revela, porque no está
puro, sino en estado de combinación. Respecto de los fosfatos no es así;
y en un caso de envenenamiento hay que atender á la mucha cantidad
que se halla de esa sal en las materias examinadas. Si alguna vez puede
tener utilidad la cuestión de cantidad será en ese último caso.
El ácido fosfórico se reconocerá fácilmente, porque el agua destilada
con la que se tratan las materias le disolverá , teñirá de rojo el papel
azul de tornasol , precipitará en blanco por el cloruro bárico , eu blanco
soluble en el ácido clorhídrico , en amarillo por el nitrato de plata , sin
descomponerse por el ácido sulfhídrico. El nitrato de urano le precipita
también aunque esté en poca cantidad.
Iguales reacciones se obtienen, si se halla al estado de fosfato.
Sabiendo que la materia cerebral es la mas rica en fósforo , conte-
niendo 0,46 por 100; si se obtiene de las materias sospechosas mayor
proporción que esa, podrá ser una prueba de que proviene ese fósforo
de un envenenamiento, si esos resultados están, por otra parte, en ar-
monía con los síntomas y la anatomía patológica.
Para averiguar esa proporción , no habrá mas que tomar una cantidad
determinada de materias mezcladas con carbonato potásico con un poco
de nitrato de potasa ; calcinar, lomar el residuo con agua saturada de
ácido clorhídrico concentrado, y tratarla con nitrato de magnesia y luego
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amoníaco; lavar y secar el precipitado de fosfato amónico magnésico,
pesarle y deducir el peso de fosfato , de ácido fosfórico y de fósforo, que
se obtenga según las reglas que hemos establecido en la página 768 y
siguientes. , , . .
Lo que hemos dicho del fósforo en sustancia, de las pastas fosfóricas y
de las cerillas, es aplicable á todos los demás preparados de ese meta-
loídeo.
g II.— Yodo y sus preparados.
El yodo, sus tinturas alcohólica y etérea, y los yoduros de potasio,
hierro , etc. , son los únicos de que voy á decir dos palabras. Ora sea el
yodo , ora cualquiera de sus preparados , siempre es ese metaloídeo el
agente de la intoxicación cuando la hay. Si es yoduro de mercurio, lo es
todo el compuesto.
El yodo puede obrar como cáustico , puesto en contacto con los teji-
dos; pero rara vez, por no decir ninguna, se presenta en la práctica
caso alguno de esa especie. Los pocos casos que puede haber son debi-
dos mas bien á excesos de dósis medicinales , á saturaciones extremadas
de yodo ó de yoduros.
La dósis medicinal mayor de la tintura de yodo es 10 gotas. En
cuanto al yoduro de potasio se puede tomar á grandes cantidades. Hay
quien le da á media dracma por dia. Sin embargo, la saturación no es-
taría muy lejos, y, como es consiguiente , la intoxicación tampoco.
La acción de todos estos preparados es excitante, inflamatoria, en es-
pecial del sistema linfático y órganos de la generación. Además de los
vómitos, despeños y dolores que á fuer de irritantes producen , hay tem-
blores, movimientos, convulsiones, síncopes, y á veces hay eructacio-
nes violentas y pérdidas uterinas.
La gangrena del estómago y de los intestinos es una de las alteraciones
de tejido que provocan, dados en considerable cantidad. En poca canti-
dad , tanto el yodo como sus preparados, se soportan bien.
La medicación especial desemejante intoxicación es poca cosa, fuera
de lo que en las generalidades llevamos dicho. Un ligero cocimiento de
almidón, como contraveneno del yodo y sus preparados, es aconsejado
por los autores en estos casos particulares ; sónlo también las lavativas
almidonadas. Tales son los medios especiales que se asocian á la medica-
ción antiflogística y calmante indicada en tales casos.
El yodo y sus preparados alteran las bebidas y alimentos, y son fáci-
les de reconocer por sus propiedades físicas y químicas. El yodo , el yo-
duro y las píldoras son sólidas. El yodo está en pequeñas láminas, da
un color azulado y brillo metálico. Mancha de amarillo el papel blanco
ó la piel; tiene un olor análogo al del cloro líquido. Si se calienta, se
evapora y da vapores de un bello color violado. Es poco soluble en el
agua , á la que comunica cierto tinte amarillo. Es soluble en el alcohol.
Su disolución tiñe de color de violeta la de almidón.
El yodo y alguno de sus preparados no se mezclan fácilmente con los
alimentos y bebidas, sin revelarse al menos por su olor y color. Cuando
se han efectuado algunas de estas mezclas , se filtran los líquidos; si hay
yodo sólido, queda en el filtro, y basta echar el papel en las ascuas para
que se formen los vapores violados. Si el yodo está disuelto, ya no es
fácil revelarle ni con la disolución de almidón , porque con la descompo-
sición del agua que provoca se ha combinado con su oxígeno ó hidró-
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0 y por lo tanto lo que hay ya es ácido yódico , ó yodhídrico. Otro
tanto 'sucede, cuando se decolora el líquido con carbón animal; pero debe
• evitarse su empleo, cuando se trate de filtrar líquidos mezclados con los
preparados del yodo, en especial la tintura alcohólica.
y En semejantes casos, el ácido nítrico concentrado es el mejor reac-
tivo ; se echa en mucha cantidad y se forma un precipitado de yoduro de
almidón violado ó azul, mas ó menos subido. Se lava el precipitado va-
rias veces , y para asegurarse que contiene yodo , se toma un poco , se
deslíe en agua, se deja golear en el filtro y se calienta dentro de un tubo
de vidrio á 80° ó 90°. Si hay yodo, pierde el color; y vuelve á reco-
brarle enfriándose. Dado caso que enfriado no reapareciese el color, bas-
taría para ello echar algunas gotas de una disolución de potasa. Hecha
esta prueba , se agita otra porción en otro tubo con agua , un poco de
sullido de carbono y ácido nítrico concentrado; el subido se tifie de ro.-a
ó violado en el fondo del tubo.
Si con lo expuesto no es bastante notable la reacción propia del yodo,
se colocan las materias en una retorta, á la que se adapta un tubo que
comunica con un recipiente cubierto de hielo. En este recipiente hay
una disolución de almidón.
Marcha el aparato calentándole; el yodo va á sublimarse en el reci-
piente y la disolución almidonada se tifie de violeta. A veces el yodo
cristaliza en la pared del recipiente. Si por la poca cantidad de yodo no
diese este resultado , le daría suspendiendo la operación después de
quince ó veinte minutos de ebullición , y continuándola luego de haber
echado en la retorta algunos escrúpulos de cloro liquido.
Si el yodo ó cualquiera de sus preparados estuviese mezclado con le-
che, se coagula esta con ácido nítrico, se filtra y trata el líquido como
queda dicho.
Cuanto acabamos de exponer relativamente al yodo, es aplicable á
cada uno de sus preparados; esto es, agua yodada, tintura alcohóli-
ca, etc. El yoduro de potasio es el único que merece una especial men-
ción bajo algunos puntos de vista.
Yoduro de potasio. — Su acción sobre la economía y el tratamiento son
los dei yodo. Es blanco, cristaliza en cubos, tiene sabor ácre, picante,
es delicuescente y muy soluble en el agua. Expuesto al aire, se pone ama-
rillo ó rojizo. Algunas gotas de cloro líquido separan el yodo, y si se
añade almidón deshecho, se forma precipitado azul , yoduro de almidón.
Los ácidos sulfúrico y nítrico concentrados y en mucha cantidad precipi-
tan yodo. Filtrado el líquido y quemado el filtro , se obtienen los vapo-
res característicos de este metaloídeo. El reactivo mas sensible es una
mezcla de almidón, una gota de cloro y otra de ácido nítrico. Cuando
la sal está disuelta en gran cantidad de agua, es el mejor medio de
prueba. Los procederes para revelarle, mezclado con alimentos, bebi-
das, sangre ó contenido en los sólidos del cadáver, son los generales y
especiales que hemos expuesto con respecto al yodo.
§ III. — Bromo y sus preparados.
Los únicos en que nos ocuparémos son el mismo bromo y el bromuro
se ^oí^sl°* k° Que del primero digamos , será en gran parte" aplicable al
Estudiado el yodo y el yoduro , lo está el bromo y el bromuro , puesto
- 988 -
que son cuerpos de lá mayor analogía. La misma acción , aunque algo
mas enérgica ; los mismos síntomas; las mismas alteraciones patológi-
cas de tejido, el mismo tratamiento. El bromo es líquido, rojo-negruzco
por reflexión ; rojo-jacinto por refracción; de olor desagradable, análogo
al del ácido hipocloroso, sabor aromático azafranado, fuerte, volátil, y
á 47° hierve , dando vapores análogos á los del ácido nitroso. Una vela
encendida en medio de estos vapores da un color verde en su base, y rojo
en su punta, y se apaga luego. Mancha el bromo de amarillo los tejidos,
y destruye los colores azules vegetales.
Es soluble en el agua, alcohol y éter, á los cuales da un color rojo.
Echado en una disolución de nitrato de plata extendida, forma un preci-
pitado blanco amarillento insoluble en el ácido nítrico y soluble en una
gran cantidad de amoníaco. Agitada el agua de bromo con sulfido de
carbono, pierde el color, y el sulfido ocupa el fondo del tubo con un co-
lor rojo , tanto mas intenso , cuanto mayor sea la cantidad de bromo. El
color le volatiliza y se condensa en el líquido del recipiente.
Si el bromo está mezclado con líquidos vegetales ó animales, y no es
perfecta la mezcla, se separa por decantación y se reconoce por sus reac-
tivos. Mas si está disuelto en los líquidos ó materias, se filtra y se di-
vide lo filtrado en dos partes, A y B. A es tratada con el sulfido de car-
bono , B se satura con la potasa / al alcohol, el bromo ó los ácidos bró-
mico y bromhídrico que han podido formarse , y se evapora hasta se-
quedad. Se carboniza la materia orgánica . y el residuo que queda en el
crisol es tratado con un poco de agua destilada. Esta disolución debe
contener bromuro de potasio , y se reconoce por sus reactivos.
Bromuro de potasio. — Esta sal es blanca, cristaliza en cubos ó parale-
lipípedos, sabor picante y amargo; calentada se funde, pero no se vo-
latiliza sensiblemente. Es soluble en el agua. El cloro y el ácido sulfú-
rico descomponen la solución, apoderándose del potasio, y separando
el bromo, el cual se volatiliza , calentando la mezcla , y se recoge en el
recipiente del aparato destilatorio; precipita el nitrato de plata en blanco
amarillento ó amarillo como cuajado. El precipitado es insoluble en ácido
nítrico y soluble en mucha cantidad de amoníaco. El cloro en pequeñas
cantidades da á esta disolución un color rojo anaranjado , que se hace
amarillo rojizo con un poco de almidón. El éter se apodera del bromo de
esta disolución teñida por el cloro , y forma una capa en la superficie del
líquido. La potasa destruye esta coloración y forma otra vez bromuro de
potasio susceptible de cristalizar.
Para descubrir el bromuro de potasio en las materias orgánicas lí-
quidas, se evaporan estas hasta sequedad y se calcinan en una retorta ó
crisol de platino; el residuo es bromuro de potasio, el cual se trata con
el agua hirviendo , que le disuelve , y en seguida con sus reactivos
propios.
8 IV. — Arsénico y sus preparados.
Estos son los de que realmente se echa mano por lo común para enve •
nenar á las personas, procurándoselos muchas veces con el pretexto de
envenenar á los bichos que infestan nuestras moradas , como ratones,
moscas, etc., etc. El uso frecuento que se hace de algunos preparados
arsenicales en las artes y la alevosía del veneno , que no se revela ni
por el olor, ni por el color, ni por el sabor en las bebidas y alimentos
con que se mezcla, explican suficientemente cómo, en la mayoría de los
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casos de envenenamiento, es el arsénico blanco ó ácido arsenioso el tósigo
que los asesinos escogen para la ejecución de su cobarde y alevoso ase-
sinato. Será, por lo tanto, preciso que demos á la historia de los prepa-
rados arsenicales, por lo menos á alguno de ellos , cierta extensión , con-
ciliando siempre los límites que cada cuestión debe tener en esta obra
con el conocimiento de los trabajos de los modernos toxicólogos, relati-
vos al arsénico.
Los venenos de que podríamos tratar, son : el arsénico metálico, el mismo
en polvo, expuesto al aire bajo el nombre de polvos de matar moscas, el
óxido blanco ó el ácido arsenioso , el óxido negro , el sulfuro , los polvos y
pastas arsenicales de fray Cosme , Rousselot, Dubois, Dupuylren , etc. , el ácido
arsénico , los arsenitos de potasa y sosa , y los arseniatos.
Estudiar el ácido arsenioso , es estudiar todos los preparados arseni-
cales que acabamos de citar.
El ácido arsenioso es el veneno por excelencia , y el que mas ha llamado
la atención de los modernos toxicólogos. Su dosis medicinal mayor es 5
miligramos ó un décimo de grano. De 10 ó 15 centigramos es ya muy
venenoso, por lo menos para la generalidad de las personas.
Hay que advertir que ciertos sugetos se habitúan á comer arsénico.
Entre nosotros. eso no es común, pero en otras naciones sí. En la baja
Austria hay muchas gentes que comen arsénico, con el objeto de estar
frescos y rollizos y adquirir mas agilidad para subir por las montañas.
Así lo afirma Tschudi, según Tardieu. Sin embargo, muchos mueren,
y los sacerdotes tienen que amonestar á sus feligreses para que no se den
á ese uso peligroso. Empiezan por medio grano y luego van aumentando
la dósis. En Viena , muchos cocheros le dan á los caballos, mezclado con
la cebada. Cuando vemos los estragos que generalmente produce el ácido
arsenioso, nos parece que hay algo de leyenda ó exageración en esos
casos de arsenicófagos.
Para formarnos una idea cabal de la intoxicación arsenical , es nece-
sario atender á los diversos casos que pueden presentarse , según las dó-
sis que se tomen, ó el tiempo que tarda el sugeto en morir. Bajo este
punto de vista , podemos trazar tres cuadros para la intoxicación unidó-
sica ó aguda, y la polidósica ó consecutiva de los autores, de la manera
siguiente :
Cuadro 1.°-- Sabor apenas sensible en el momento de la ingestión;
luego ligeramente acerbo; en seguida ptialismo frecuente; el envenenado
escupe de continuo , y mejor diremos gargajea ; siente constricción de la
faringe y del esófago ; tiene dentera ; luego le acometen náuseas y vómi-
tos; estos á las dos, cuatro ó seis horas, si es el veneno sólido; á los
cinco, diez, quince , veinte ó treinta minutos, si es líquido. Los vómi-
tos, síntoma el mas constante, se repiten á intervalos bastante aproxi-
mados , y duran horas enteras , por espacio de uno ó dos dias. Las ma-
terias vomitadas son mucosas y biliosas, á veces mezcladas con sangre,
y contienen el veneno líquido ó sólido.
En seguida sobreviene ansiedad y desfallecimientos frecuentes , que son
otro délos síntomas mas frecuentes y característicos; ardor en la región
precordial ; dolor con sensación de quemadura en la región del estómago,
el cual no sufre las bebidas mas suaves ; hay sed intensa , cólicos , deyec-
ciones alvinas, frecuentes, verdosas y negruzcas, horriblemente féti-
das; hipo; pulso acelerado, desplegado, irregular, á veces intermi-
tente; latidos del corazón fuer íes y desiguales ; respiración frecuente y
— 987 —
embarazada ; calor vivo en todo el cuerpo! picazón en la piel , ta que s«
cubre de sudor; erupción, sobre todo en el pecho; botones mibares.M
vesiculosos, ó pústulas gue se ennegrecen invpetados- ca-
de ortigas; cara encendida y animada ; ojos bri nr:mia r0;a v ¿
beza dolorosa; ligero delirio ; orina rara, Per0. a
veces sanguinolenta ; los pies y las manos son sitio d >
bien están insensibles y paralizados. . ,
Este estado dura uno ó mas dias , y al fin se termina por la muerte ó
1^ curación •
Si va á terminar por la muerte, se anuncia por convulsiones atroces,
contorsiones horribles y dolores agudísimos. ,
Sise termina por la curación, se observa por muchos días y hasta
años, dificultad en los movimientos de brazos y piernas^ cuyas articula-
ciones están hinchadas , exigiendo sangrías locales y baños , ya emolien-
tes , ya aromáticos.
Este cuadro de síntomas no se observa en todos los envenenados , á
menos que vivan algunos dias.
Cuadro 2.° — Sobrevienen acto continuo vómitos y dolores abdomina-
les , y otros síntomas de los indicados en el primer cuadro , con tal rapi-
dez, que parecen atacados por el cólera. La cara desfigurada, pálida,
violácea ó cubierta de sudores fríos; frió glacial, pulso pequeño, filiforme,
frecuente , y á veces insensible ; viva ansiedad precordial y síncopes fre-
cuentes; respiración anhelosa; abatimiento cada vez mayor; muerte á ve-
ces sin convulsiones después de pocas horas.
Cuadro 3.° — No hay síntomas fuera de algunos síncopes.
Christisson, Laborde, Chaussier, ltenaul , Etmulero , March, Orfila y
otros han visto casos de esta especie. La muerte suele ser rápida , ya
poco tiempo después de tomado el veneno; ya desde que se desarrolla la
intoxicación de un modo súbito; después de algún tiempo de la ingestión
de aquel, al estado sólido.
Cuadro 4.°— En el envenenamiento consecutivo ó reiterado, los sínto-
mas son análogos á los del primer cuadro , inflamatorios , con menor in-
tensidad, v en especial los vómitos y deyecciones tenaces.
Las lesiones que se encuentran en los cadáveres de los envenenados
por el arsénico, pueden ser varías. Cuanto mas viven, mas vestigios hay
de inflamación. Si la muerte es rápida, por lo común no se encuentra
nada. Orfila, Tallier, Missa, Chaussier, Etmulero y March han observado
casos de esta especie.
No es raro ver que el cadáver se mantiene mas fresco que de ordina-
rio; el arsénico retarda la putrefacción. No es común que se hallen vesti-
gios de flogosis en las fáuces y esófago. El estómago suele estar infla-
mado; la mucosa reblandecida , yen ocasiones está destruida. En ella
suelen verse porcioncitas de ácido arsenioso como adheridas á la mem-
btana. A. veces tiene la mucosa un aspecto mamelonado, en la que se le-
vantan burbujitas de gas. Es fácil tomar ciertos puntos blancos y amarillos
por acido arsenioso ó sulfuro de arsénico, y que se componen de albúmina
v giasa. h n el microscopio se distinguen. El estómago presenta á menudo
placas oblongas ó redondas, á veces bastante extensas, de un rojo violá-
ceo, orinadas por una infiltración sanguínea, otras son gangrenosas. Los
intestinos ofrecen á poca diferencia lo mismo, y sobre todo'una erupción
psoren erica, debida al desarrollo de los folículos. El hígado suele estar
aumentado, y no es raro que presente la degeneración grasienta. Los de-
— 088 —
más órganos abdominales no presentan mas que los vasos muy llenos de
sangre negra.
Los pulmones están ingurgitados y con manchas equimóticas subpleu-
rales anchas y difusas. Otro tanto ofrece el pericardio. Las cavidades del
corazón están llenás de sangre fluida, alguna vez coágulos; está reblan-
decido , y en sus válvulas hay equimosis. El cerebro , membranas y va-
sos suelen estar infartados de sangre líquida.
Aunque el veneno se haya introducido por otras vías que las digesti-
vas, también se encuentran placas, inflamaciones sanguíneas y arboriza-
dones con otros vestigios de flogosis.
El pronóstico de esta intoxicación es también muy grave; solo en casos
excepcionales se salva el sugeto, en especial en los de suicidio y homicidio.
El envenenamiento por el arsénico se combate satisfaciendo tres de las
indicaciones que expusimos en la terapéutica de la intoxicación en ge-
neral. Hay que facilitar cuanto antes el vómito , y aun cuando pertenece
la intoxicación á los inflamatorios, no importa que se den eméticos fuer-
tes: entre la inflamación que estos provoquen y el peligro de la ingestión
del veneno , la elección no es dudosa ; aquella es siempre infinitamente
menos temible.
El ácido arsenioso tiene muchos contravenenos , al decir de los auto-
res. El peróxido hidratado es el que mas se recomienda. Este peróxido
se combina con el ácido arsenioso y forma un arsenito de hierro menos
mortífero ó venenoso. En 24 onzas de agua se suspende cuatro del per-
óxido de hierro hidratado seco, y se da medio vaso de esta agua cada diez
minutos. Guando se han agotado las cuatro onzas , se continúa con otras
tantas del mismo modo, hasta que el enfermo haya tomado al menos
media onza de peróxido por cada grano de ácido arsenioso que haya sido
introducido.
Esta última circunstancia indica suficientemente lo ilusorio que debe
ser el tal contraveneno. En primer lugar, no siempre es posible saber
cuánta cantidad de veneno ha tomado el sugeto , y luego como puede to-
marse el ácido arsenioso en mucha cantidad, se necesitaría tanto per-
óxido, que no llegaría á soportarle el enfermo.
Además del peróxido de hierro , hablan los autores de otros contrave-
nenos, del ácido arsenioso.
El carbón es uno de ellos. Bertrand tomó 5 granos de ácido arsenioso
en medio vaso de agua de carbón azucarado y aromatizado, y solo expe-
rimento ardor en el estómago ; nueva cantidad de carbón le alivió del
todo. Los perros sucumben á esa dósis, si se les ata el esófago ; si se les
deja libres, se salvan. Se cree que obra absorbiendo el veneno; otros lo
atribuyen á que se interpone ; por lo cual dicen que los polvos de quina
y otros astringentes pueden hacer lo mismo. No hay duda que contra-
yendo la mucosa es mas difícil la absorción ; sin embargo , creo que no
debe darse gran fé á los astringentes como contravenenos. El carbón me-
rece mas fé.
El carbonato de potasa, el agua de cal y los sulfuros alcalinos, figuran
también entre los contravenenos del veneno en cuestión. La experiencia
no ha acreditado su eficacia.
El hidrógeno sulfurado líquido convierte el ácido arsenioso en sulfuro,
y como este es insoluble , puede pasar por contraveneno dicho hidró-
geno. Todos los cuerpos que le dan insolubilidad harán otro tanto. Si el
ácido arsenioso es sólido, no produce tanto efecto.
-••80 —
Él sesqui-sulfuro de hierro se considera igualmente también contrave-
neno como el peróxido. Cada seis ó diez minutos debe darse una tdósis
de 4 á 8 gramos suspendida en una bebida , hasta que se crea neutrali-
zado el veneno.
Un profesor español ha propuesto, como contraveneno del ácido arse-
nioso , la aplicación de una corriente eléctrica. Siquiera fuese eficaz para
combatir la intoxicación , no puede llamarse á las corrientes eléctricas
contravenenos , según las ideas que hemos dado de estos recursos tera-
péuticos. Esas corrientes sirven para sostener artificialmente la respira-
ción , cuando el veneno la suspende ; pero no para neutralizar la acción
de la sustancia tóxica, como lo hace el contraveneno, combinándose con
ella y volviéndola inerte ó insoluble.
Satisfecha esta primera y mas urgente indicación, y dado caso que si-
gan los síntomas, ó bien que se llegue tarde para el contraveneno , hay
que apelar acto continuo á la medicación.
Dos prácticas terapéuticas se nos presentan con la aprobación de unos
autores y la reprobación de otros. Unos proclaman el plan antiflogístico;
otros el estimulante. La diferencia no es ligera. Excusado es decir que
los que proponen el plan antiflogístico consideran que la intoxicación
por el ácido arsenioso es de naturaleza inflamatoria , y asténica los que
proponen para combatirla el aguardiente ó el vino. Oríila propone la
sangría, las sanguijuelas, los emolientes, etc. Rognetta, el caldo vinoso
ó con aguardiente. ¿A cuál de los dos tratamientos darémos la preferen-
cia? Recordemos aquí la división que Christisson ha hecho de los casos
de intoxicación por el ácido arsenioso, y verémos explicada esa discor-
dancia entre los autores. No cabe duda de que el arsénico á veces infla-
ma las vías digestivas y el corazón, y contra la inflamación no conocemos
mejores remedios que los antiflogísticos; no cabe tampoco la menor duda
de que dicho veneno produce síncopes, desfallecimientos, postración, to-
dos los síntomas , en fin, de una astenia ; los estimulantes son los reme-
dios mas lógicos , según las ideas de las escuelas. Esta cuestión tan vital
ocupó á la Academia de París, la cual nombró á cinco de sus individuos
para que delante de ellos se practicasen experimentos con el objeto de
saber á qué atenerse en punto al tratamiento de la intoxicación por los
venenos arsenicales. Parece que los resultados no fueron favorables al
método antiflogístico. Los perros fueron curados en proporción de ocho
sobre diez con el método estimulante. De diez tratados con el plan anti-
flogístico murieron nueve.
Recordemos lo que hemos dicho en la pág. 858 y siguientes, sobre las
inflamaciones tóxicas , tan diferentes de las ordinarias. La rapidez de la
absorción del veneno y su acción sobre la sangre, mata mas pronto que
la inflamación local. Atacada la vida de esa suerte, pronto se extinguen
sus fuerzas, y cuando asistimos al envenenado, le hallamos casi siem-
pre en el período asténico.
lié aquí por qué el plan estimulante puede producir buenos resultados.
Como quiera que sea, demos á conocer el método estimulante de Ro-
gneta, al menos para practicarle en aquellos casos, en los cuales falten
los síntomas de inflamación.
Rogneta opina que el ácido arsenioso y cualquiera preparación arseni-
cal obran, siendo absorbidos, pasando á la masa de la sangre y produ-
ciendo una astenia profunda por su impresión en todos los tejidos. Para
Rognetta jamás hay síntomas inflamatorios. Consiguiente á estas ideas,
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t¡i el peróxido de hierro, ni el método antiflogístico sirven; muy al con-
trario, obran, sobre todo el último, en el sentido del veneno. Por lo tanto,
los síntomas que produce el veneno absorbido no pueden ser combatidos
sino por remedios dinámicos, capaces de hacer obrar en un sentido con-
trario, estimulando el organismo. Los alcohólicos, el agua de canela , el
opio ; hé aqui los medicamentos que diversamente combinados y admi-
nistrados á dosis repetidas, le han parecido mas propios para combatir
la intoxicación por el arsénico.
Cualquiera que sea la época del envenenamiento, M. Rognetta empieza
con un fuerte estímulo en el estómago y en el recto, para lo cual inyecta
primero por el esófago , luego por el ano , por medio de una sonda , la
siguiente mezcla : Buen aguardiente, vino ordinario puro; de cada cosa
dos onzas. Caldo gordo, tibio, cuatro onzas. La misma cantidad en lava-
tivas. Este es el primer tratamiento.
Si el animal envenenado no arroja estas dos inyecciones , le deja tran-
quilo por espacio de dos horas. Si, al contrario, son arrojadas, que es lo
que á menudo acontece, aguarda un cuarto de hora, y vuelve á inyectar
casi una cantidad de la mezcla igual á la que el animal ha arrojado. La
segunda inyección, por lo común es retenida, puesto que el alcohol tiene
por primer efecto refrenar los vómitos del envenenamiento arsenical. Sin
embargo, si también es arrojada la segunda inyección, lo cual dice que
es raro, insiste solamente en las lavativas estimulantes, y aguarda media
hora ó una para repetir la inyección por el esófago. En la segunda , y
mas en la tercera inyección, disminuye la cantidad del alcohol; en las de-
más inyecciones, y á veces, añade algunas gotas de láudano líquido de
Sydenham (20 ó 30). Demasiado alcohol podría ocasionar una embria
guez apoplética.
Si en tal estado se deja beber agua , los vómitos reaparecen con los
síntomas del envenenamiento; Rognetta lo atribuye á que el agua obra
como contraestimulante. Así , es esencial que no la beba el envenenado.
Dos ó tres horas después del primer tratamiento, viene el segundo, el
cual consiste en repetir las inyecciones por el esófago y el recto. La do-
sis es á poca diferencia la misma ; solo está disminuida la cantidad de
alcohol por el estómago.
Tres ó cuatro horas después , el tercer tratamiento , pero con menos
alcohol.
Desde este momento , si el animal se siente mejorado , lo cual se co-
noce por su aptitud para el movimiento y su alegría, insiste en las solas
lavativas estimulantes. Cada dos ó tres horas una ; cada una de estas la-
vativas se compone de 4 á 6 onzas de caldo, 1 de aguardiente y 1 ó 2 de
vino. Para el estómago , caldo solo en un poquito de disolución de ha-
rina. Esto se continúa por espacio de veinte y cuatro horas, y se dan li-
geros alimentos al animal. Mientras está triste, torpe y tiembla , hay que
insistir en las inyecciones alcoholizadas. Generalmente, los síntomas de
la intoxicación desaparecen á las diez ó veinte y cuatro horas. La dosis
necesaria de alcohol varía según los casos y personas, pero aproximada-
mente la calcula M. Rognetta á media onza por grano de ácido arsenioso.
El tratamiento empleado por dicho autor, para combatir la intoxicación
en los perros, es análogo al que emplea para combatirla en las personas.
La fijación de las dósis estimulantes es en estas mucho mas fácil. El es-
tado del pulso, la fisonomía, la calorificación cutánea y la expresión de
los sentimientos que el sugeto experimenta, sirven de guia al práctico.
Dice Rognetta , que, después de la desaparición de los síntomas de ía
intoxicación por el arsénico, jamás ha tenido que emplear tratamiento
ninguno secundario.
Nuestra práctica no nos permite todavía decidir esta cuestión , y seria
de desear que se reprodujesen los ensayos para ver si definitivamente es
el plan estimulante, y no el antiflogístico el que conviene oponer siempre
á la intoxicación por los venenos arsenicales. Siendo los tratamientos tan
diversos , las consecuencias de su equivocación serian funestas. Qbraria-
mos en sentido del veneno. Lo único que nos es dado recomendar , á la
altura en que nos encontramos, es que puesto que, según Christisson,
hay casos en los cuales aparecen realmente síntomas de irritación infla-
matoria, fije bien el médico su atención en la naturaleza de los síntomas
que advirtiere, y obre según sean ellos.
Puesto que esta intoxicación puede presentar varios estados, no es pru-
dente establecer un plan curativo absoluto. La doctrina que hemos sos-
tenido, al hablar del modo de obrar de los venenos, y de lo que hace el
ácido arsenioso, darán á comprender cómo puede matar sin inflamar, y
cómo todos los antiflogísticos no son capaces de salvar á veces á un en-
venenado por el arsénico.
Excusado es advertir que la autópsia de esa clase de envenenados re-
clama muchísimo cuidado, para ver si se halla ácido arsenioso en frag-
mentos, ó polvo en los pliegues de la mucosa estomacal é intestinal y en
las aberturas naturales. Es de los casos en que se debe fijar la atención
en el terreno donde se exhuma el cadáver, y cuando se exhuma habrá
que llevarse tierra del sitio donde esté, para analizarla.
Siquiera hayamos dicho que el ácido arsenioso es el preparado arséni-
ca] que mas á menudo se emplea para envenenar, conviene que hablemos
primero del arsénico, porque en las análisis se hace constar en último re-
sultado su presencia,, y esta se conoce por los caractéres propios de aquel.
Arsénico.— Mctaloídeo sólido, cristaliza en octáedros, ó se presenta en
polvo brillante, á menos que el aire le oxide, en cuyo caso está empa-
ñado. Volátil á 180 grados, hace espejear el vidrio. Echado sobre lasas-
cuas , da primero un vapor negruzco que se va poniendo blanco á pro-
porción que se extiende por el aire, y exhala olor de ajo: el primer vapor
es el arsénico volatilizado; esto es, el que huele; el segundo vapor, ó sea
el blanco, es el ácido arsenioso, resultante de la combinación del arsé-
nico volatilizado con el oxígeno del aire ; este no huele á ajo , porque el
ácido arsenioso no tiene olor ninguno. Él arsénico volatilizado se reco-
noce recogiendo en una cápsula de porcelana, donde forna una capa ó
lámina quebradiza, laque, tratada por el agua régia en caliente, evapo-
rando el residuo, y sujetándole á la acción del nitrato de plata, da un
precipitado rojo de "ladrillo. Estos caractéres le distinguen del antimonio
y del mercurio, con quienes puede confundirse volatilizado.
El arsénico en alguna cantidad es fácil de reconocer, en poca y mez-
clado con alguna bebida, ya no es tan fácil. Sin embargo, haciendo her-
vir el líquido en un vaso destilatorio, se puede recoger el mctaloídeo vo-
latilizado. Igualmente puede lograrse , haciendo pasar una corriente de
aire, y mejor de oxígeno, por el líquido donde esté el arsénico. Este úl-
timo es preferible; se practica con una vejiga llena de oxígeno.
El ácido arsenioso es transparente ó de un blanco mate al exterior, que-
bradizo como el vidrio al interior, ó completamente opaco. El polvo, si
no es muy fino , se parece al azúcar. Algunos agricultores emplean el
— m —
ácido arsenioso en polvo para encalar el trigo antes de sembrarle, con el
objeto de matar á los animales que le coman ; circunstancia digna de ser
notada, ya por la facilidad con que se puede obtener este veneno para
otros usos, ya por dar esta operación al terreno en que se siembre dicho
trigo cierta cantidad de ácido arsenioso. Reducido á polvo fino, es mucho
mas soluble en el agua , y como apenas tiene sabor, que es ligeramente
ágrio, se puede dar á cualquiera en grande cantidad, sin que lo advierta
hasta que se presenten sus fulminantes efectos.
Pulverizado el ácido arsenioso y echado sobre las ascuas, arroja el
olor aliáceo, y da vapores poco visibles junto al carbón encendido, blan-
cos mas lejos. Si se echa sobre una plancha de hierro ardiente, no da
olor aliáceo, y los vapores son blancos desde la plancha. Razón de estos
fenómenos. Reliado en el carbón hecho ascuas el ácido arsenioso, es des-
compuesto, y el arsénico se queda libre; por eso huele á ajo. Echado
sobre la plancha de hierro ardiente.no se descompone, se volatiliza;
por esto se ve desde la plancha el vapor blanco, y por eso no huele.
Mótese que en el primer caso, á cierta distancia de las ascuas, se ad-
vierte el vapor blanco; es que el arsénico volatilizado se combina de
nuevo en la atmósfera con el oxígeno , y se vuelve á formar ácido arse-
nioso, que es blanco y no huele.
Mezclado el ácido arsenioso con flujo negro , y calentado en un tubo
adelgazado, da arsénico metálico.
La disolución , aunque concentrada , de ácido arsenioso es incolora,
ligeramente ácre; el ácido sulfhídrico la colora de amarillo rojizo sin
hacerla dar precipitado ; mas como se añadan á la mezcla algunas golas
de ácido clorhídrico, se produce inmediatamente un precipitado amari-
llo. Este precipitado es sulfuro de arsénico, el cual se reconoce : l.° por-
que es soluble en el amoníaco, dando un licor límpido y sin color;
2.° porque desecado y mezclado con flujo negro ó potasa, da arsénico
metálico. El agua regia en caliente, tomado el producto con agua, evapo-
rado é introducido en el aparato de Marhs, da también arsénico metálico.
Podrémos consignar aun algunos reactivos del ácido arsenioso, aunque
son ociosos, habiendo obtenido los resultados expuestos.
Precipita por agua de cal en blanco soluble en un exceso de ácido ar-
senioso ó nítrico ; por el acetato y el sulfato de cobre , lo mismo que por
el sulfato cúprico amoniacal, en verde soluble en el amoníaco; por el
nitrato de plata y esta sal amoniacal, y por los sulfuros alcalinos con al-
gunas gotas de ácido clorhídrico, en amarillo, etc.
El ácido arsenioso puede mezclarse con una porción de líquidos vege-
tales y animales , sin introducir en ellos mudanza alguna. El vino , el
café, la sidra, etc., la leche, la bilis, el caldo y otros son de esta clase.
Lo propio puede decirse de sustancias animales y vegetales sólidas. Con
respecto á los primeros, puede hallarse en ellos en parte disuelto y en
Earte en polvo ó sólido: y por lo mismo, cuando se proceda á la análisis,
abrá que decantar el licor y ver si se encuentran porciones sólidas del
veneno. En cuanto á su mezcla con las partes sólidas, es de advertir que,
después de algún tiempo en el cuerpo humano que ha entrado en putre-
facción, se transforma en un arsenito de amoníaco ; así se le encuentra en
las exhumaciones hechas después de algún tiempo del entierro del cadáver.
Para analizar un líquido vegetal de color, con el cual esté mezclado
*1 ácido arsenioso , se ha propuesto decolorarle , como ya dijimos , con
•1 carbón animal ; mas recuérdese lo que sobre eso prevenimos , si se
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quieren evitar errores trascendentales. Se hace hervir, conforme se dijo
en el caso cuarto y séptimo; se filtra y se trata el licor por el ácido
sulfhídrico, añadiendo algunas gotas de ácido hidroclórico , y se ob-
tiene el sulfuro de arsénico, según ya llevamos indicado. Si es un lí-
quido animal, la leche ó el caldo, por ejemplo, se hacen hervir y eva-
porar hasta sequedad , y obrar luego los reactivos. Con respecto á la le-
che, se promueve su coagulación con algunas gotas de ácido acético ó
clorhídrico, y se pasa el líquido por el filtro, se evapora, se toma con
agua , y se procede como en los demás líquidos.
Si es una masa arsenical , ó son polvos lo que analizamos , se hacen
también hervir largo tiempo en agua destilada, se deja enfriar, se separa
la manteca y se hace evaporar hasta sequedad. Se toma luego con el
agua y se trata por el ácido sulfhídrico con la añadidura del clorhídrico.
Si el resultado es negativo , se somete la manteca y los líquidos de ebu-
llición á las operaciones para el arsénico absorbido.
Si son materias vomitadas, se hace con ellas lo que con el estómago.
Cuando es el estómago lo que se analiza , antes debe procederse á su
exámen físico. Empiézase por abrir el estómago en toda su longitud,
después de haber recogido en un vaso todo lo que contenia. Extiéndense
las paredes de la viscera en una cápsula ancha, y se examina con cui-
dado la superficie interna del órgano, ya con la simple vista, ya con una
lente, en especial los pliegues de la mucosa. A menudo se encuentran
unos corpusculiilos blancos grasicntos , mezclados con albúmina , que
pueden confundirse con porcioncitas de óxido blanco de arsénico. Dis-
tínguense de estas en que se aplastan con los dedos y nunca tienen
forma angulosa , en tanto que las porciones de ácido arsenioso no se
aplastan, tienen dicha forma, y por lo común se encuentran en el centro
de un punto rojo de la membrana, la que está como hinchada y coge la
porcioncila de veneno que le adhiere. El tejido celular ambiente está in-
yectado ó equimosado.
Hecho esto, se lava toda la superficie del órgano con agua destilada;
se decanta esta agua , y se observa si en el fondo hay porciones de ácido
arsenioso. Si las hay, se aislan y sujetan á la acción de los reactivos in-
dicados, como el ácido arsenioso puro.
En seguida se pasa al exámen químico de las materias líquidas y sóli-
das; se reúnen todas en un frasco, cortando el estómago á pedacitos; se
somete una parte á la ebullición en el aparato destilatorio (*) ; se filtra el
licor, se evapora hasta sequedad, se vuelve á tomar con agua siempre
destilada , se filtra de nuevo , se añade ácido clorhídrico que ponga el li-
cor ácido; se filtra, si el licor se enturbia, y se trata por último con el
ácido sulfhídrico para obtener el sulfuro de arsénico, sobre el cual se
hacen obrar los reactivos.
El sulfuro de arsénico que en todos los casos mencionados se obtenga,
se reduce de varios modos para obtener el arsénico en sustancia, lino de
esos medios es el siguiente:
El sulfuro de arsénico se reduce filtrando el licor y lavando el preci-
pitado. El filtro debe ser pequeño y lavado con agua que tenga la tri-
gésima parte de su peso de amoníaco, la que pasa muchas veces por el
precipitado, disolviéndole. En seguida se coloca en una cápsula de poi-
celana ó vidrio de reloj, al calor suave de un baño maría ó de arena, y
(') Véase el caso 4.°, 5.°, 6.° y 7.®
ToxicoLoeÍA.— 63
— 994 —
se eclia gota á gota el licor amoniacal á medida que se va evaporando
Volatilizado el amoníaco, aparece el color amarillo del sulfuro.
En este estado se echan gotas de una disolución de potasa, que le des-
prenden; mézclase con flujo negro, y se hace desecar agitándole. Luego
se mete en un tubo de reducción guarnecido interiormente de papel; se
calienta la extremidad del tubo con una lámpara de alcohol, y para
absorber la humedad se le pone un papel de filtro arrollado en un alam-
bre, y en cuanto ya no haya vapor de agua, se aguza el tubo con una
lámpara de esmaltar cerca de su extremo abierto ; luego se hace pasar á
la parle mas estrecha el arsénico, calentando la extremidad cerrada hasta
derretirla, y el metal se presenta por poca cantidad que haya. En este
caso se trata con el agua régia y el nitrato de plata.
Otro modo de reducir el sulfuro es por medio de una corriente de
ácido carbónico lavado por ácido sulfúrico, que obra sobre dicho sulfuro
colocado en un tubo de reducción adaptado al aparato. El sulfuro se co-
loca en el tubo metálico con una mezcla de sosa y cianuro de potasio:
la proporción de esta es de tres partes de sosa y una de cianuro; y la de
esta mezcla con el sulfuro es una de este y dos de aquella. El tubo se ca-
lienta con la lámpara de alcohol pasando por él la llama hasta que se
deponga el anillo arsenical.
Si no dieren resultado, tanto las materias sólidas con que se hubiesen
obtenido los líquidos ensayados, como los líquidos que hubiesen ofrecido
el precipitado por el ácido sulfhídrico , se toma una porción de ellas y se
carbonizan por el proceder de Flandin , y obtenido el licor se trata con
los reactivos , y en especial en el aparato de Marhs. Lo mejor y lo mas
expeditivo es empezar por ahí. Carbonizar una porción de materias cuan-
do son sólidas, y someter el licor resultante al aparato. Es lo que hemos
hecho en nuestra práctica , y nos ha ido perfectamente. Por eso no diré
nada sobre el nuevo proceder de Scheneider y Fyfe, cuyo objeto es trans-
formar en cloruro de arsénico el arsénico que contienen las materias.
Lo que sí puede y debe hacerse es lo que aconseja lllondlot : después de
filtrado el licor de la carbonización, se trata aquel con agua amoniacal en
caliente, para que se lleve el sulfuro de arsénico que á veces se forma
en las materias putrefactas y durante la carbonización, se filtra y se eva-
pora. Luego se ataca en caliente con ácido nítrico concentrado el residuo,
y se redisuelve en agua , y esta disolución se añade al licor obtenido por
la py mera filtración del carbón.
Lo que llevamos dicho del estómago y en estado sano , es aplicable á
los demás órganos del tubo digestivo y en estado de putrefacción , con la
diferencia que no se debe descuidar de ningún modo la acción del ácido
clorhídrico antes de la del sulfhídrico.
Cuando el arsénico ha sido absorbido , es fácil que no se encuentre
nada en el tubo digestivo ; hay que buscarle , por lo mismo , en la san-
gre, en el hígado y en los músculos, ó sea en los miembros del cadáver.
Las operaciones son á poca diferencia las mismas.
Cualquier otro órgano de la economía que se quisiese sujetar á estas
análisis, podría sufrir las mismas operaciones (*).
(*) Para mayor complemento, véase lo que hemos expuesto en la parte química de la
Towicologia general, en punto á las análisis, pues cuanto allí dijimos es aplicable á las
intoxicaciones por el ácido arsenioso, tanto mas, cuanto que aquellas reglas generales
casi puede decirse que se han fundado en lo que se practica en los casos de intoxicacio-
nes arsenicales.
— 995 -
Puede acontecer, según los casos , que, á pesar de dichas operaciones
y de la suj ecion de los licores ó materias sospechosas á la acción de los
correspondientes reactivos, no sea posible hacer constar la presencia del'
arsénico en ellas. En semejante caso hay que apelar, como ya hemos in-
dicado, á la operación definitiva, al aparato de Marhs. Expliquemos en
qué consiste este aparato , modificado tal como hoy se usa; luego nos
ocuparemos en su empleo.
El aparato de Marhs , modificado por Mohr, Orilla , Chevalier, Liebig,
Berzelius, Devergie, el Instituto de Francia y Magaz (*), tal como hoy
dia se usa, y como puede llenar todas las necesidades de este importan-
tísimo asunto, es como sigue. Un frasco, algo semejante á la lámpara
filosófica , con dos tubuluras , una que recibe un tubo recto , otra que le
recibe encorvado, terminado capilarmente. Este puede tener en su por-
ción horizontal ú oblicua una dilatación globular, en cuya cavidad se
pone un poco de amianto ó algodón flojo. En lugar de la expansión glo-
bular, puede el tubo encorvado no terminarse capilarmente , y adaptarse
á otro , en el cual se pone el amianto , y este se adapte á otro terminado
capilarmente, y en el que se arrolla una hoja de latón; es el del Instituto.
Ambos tubos están abiertos por sus extremos, con lo cual se evita á
todo evento que se rompa el aparato y lastime al operador. Debajo de la
porción horizontal ú oblicua del tubo encorvado , ó del añadido y termi-
nado capilarmenle , se coloca una lámpara de alcohol para calentarle.
Dentro del frasco se ponen pedacitos ó limaduras de zinc, que se echan
por el cuello del frasco antes de adaptarle el tubo recto , y ácido sulfú-
rico diluido. Los tubos se adaptan por medio de tapones de corcho agu-
jereados, y luego se cubre la tubulura con una masa hecha con harina
común y de linaza para evitar que los gases se escapen por las aberturas
del frasco.
Tal es el aparato : veamos ahora su empleo , y cuáles los principios
químicos que le dan utilidad. El líquido sospechoso se vierte en el
frasco por el tubo recto , cuyo extremo inferior llega al líquido , y la re-
acción comienza. Para comprenderla , establezcamos ciertos hechos quí-
micos.
El hidrógeno naciente, esto es, que se desprende del cuerpo en cuya
constitución entraba, tiene la propiedad de combinarse con el arsénico
que encuentra libre en cualquier licor, ó en un preparado arsenical capaz
de ser descompuesto por dicho gas, formando el gas hidrógeno arseni-
cado, y si en seguida se calienta, se descompone y abandona el arsénico
metálico. Por otra parte, el zinc con el ácido sulfúrico descompone el
agua, y el hidrógeno de esta se desprende, esto es, se pone en estado
naciente. En estos hechos químicos descansa toda la utilidad del aparato
de Marhs modificado.
Cuando se ha obtenido, por medio de las operaciones que ya llevamos
expuestas, el licor sospechoso, esto es, lo hervido, filtrado y vuelto á to-
mar por el agua destilada , ó por mejor decir, el último residuo de todos
los ensayos, sin que se haya podido obtener el arsénico, se introduce el
licor por el tubo recto, que queda sumergido en él , acidulándole antes
con el ácido sulfúrico á Gíi grados en esta proporción: una parte de ácido,
siete de líquido. En cuanto' llega al fondo del vaso, puesto en contacto
p) D. Juan Magaz, catedrático de Barcelona, ha propuesto una modificación al aparato
de Marhs, con el objpto de evitar la espuma, digna de ser tenido en cuenta.
— 996
con el zinc , hay efervescencia , descomposición del agua del licor, des-
prendimiento del hidrógeno naciente , y por poca que sea la cantidad del
preparado arsenical ó arsénico que el licor contenga , hay combina-
ción del hidrógeno con él, y por lo mismo formación de hidrógeno
arsenicado. Este gas arroja con su expansión el aire del frasco , y sale
por el tubo encorvado, cuyo extremo inferior está en la atmósfera del
frasco, y es el único paso que tiene , puesto que el recto está sumergido
por su extremo inferior en el líquido. Cuando el gas pasa por la porción
globular ó por el tubo adaptado, donde encuentra el hilo de amianto, se
divide su columna en razón de este obstáculo mecánico, y si acaso lleva
algunas partículas de la disolución de zinc, arrastradas por la fuerza ex-
pansiva del gas, se detienen aquellas en el hilo de amianto, y dejan mar-
char el hidrógeno arsenicado puro. La lámpara de alcohol que está ar-
diendo debajo de un punto del tubo, calienta el gas hidrógeno arseni-
cado; este se descompone y deja el arsénico metálico libre, el cual se
deposita en las paredes del tubo en forma de una mancha anular ó de
anillos, en tanto que el hidrógeno se escapa.
Con esto se ha obtenido ya una prueba de que habia en el licor arsé-
nico. Esta prueba se confirma inflamando el gas hidrógeno que sale, y
aplicando á la llama una cápsula de porcelana. El hidrógeno arsenicado
puede no haber sido del todo descompuesto por el calor de la lámpara,
y en este caso se descompondrá, al recibir el chorro la cápsula, y se de-
positará en ella el arsénico en forma de manchas que le son caracterís-
ticas , ya por su color de chocolate ó morenas y brillantes , ya por los
resultados especiales que da con los reactivos.
Esta operación, tan sencilla como es, requiere cierta práctica, y sobre
todo ciertas precauciones que es indispensable consignar, ya para obte-
ner los debidos resultados, ya para evitar todo peligro.
En primer lugar, debe advertirse que el metal empleado para la des-
composición del agua debe estar exento de arsénico. El zinc es el que se
emplea mas á menudo; puede, sin embargo, emplearse el estaño, el
hierro, libres también de arsénico. Si se hacen varios ensayos ó se repite
la operación , cada vez hay que renovar el metal empleado.
Con respecto al líquido ó licor que se ensaya, nunca debe introdu-
cirse en su totalidad en el aparato ; se pone un poco y se echa el ácido;
si hay demasiado y produce mucha efervescencia , se echa mas licor; ge-
neralmente hablando, los de color oscuro dan mas espuma. Si procede
de una carbonización , no hay nada de eso.
El ácido sulfúrico con que se acidula el licor, puede ser sustituido con
ventaja por el clorhídrico ; el desprendimiento del hidrógeno arsenicado
es mas rápido; y si durante la reacción se echa menos cantidad de ácido,
el desprendimiento de gas no se suspende, como con el sulfúrico. Con
este tarda de ocho minutos á un cuarto de hora en desprenderse el hi-
drógeno arsenicado. Hasta después de media hora de prueba, no se
puede decir que no hay arsénico.
Esta operación, cuando el licor no procede de una carbonización, tiene
un inconveniente grave; se forma cierta espuma que á veces no se puede
contener, y hace perder gran cantidad de arsénico. En estos casos se
vierte en un embudo de vidrio, teniendo tapado con el dedo el tubo, la
espuma ocupa la superficie , se deja caer él líquido, que se vuelve al
aparato, y cuando va á caer la espuma, se tapa con el dedo y se separa,
ki la espuma no es mucha, se introduce el líquido poco á poco, la es-
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puma se espesa , forma costra luego , se hiende y sale el gas. Marhs se
valió para detenerla de una capa de aceite común. Devergie propone el
de trementina , con el cual , en efecto, se detiene la espuma ; pero el hi-
drógeno arsenicado se descompone. Hoy dia los cuidados para evitar la
espuma no tienen ninguna importancia , porque antes de someter al apa-
rato el licor, se carbonizan las materias, y hasta se incinera el carbón,
' y en este caso cpiedan destruidas las materias orgánicas , á las que sé
debe la formación de esa espuma.
La llama que da el gas salido del aparato, necesita también cierta aten-
ción, ya relativamente á su color, ya á su volúmen. Si es roja , mas ó
menos" notable, es hidrógeno puro. Si es de un color azulenco opalino,
suele ser hidrógeno arsenicado, y digo suele ser, porque puede dar la
llama este color sin ser dicho gas ; esto sucede cuando el hidrógeno atra-
viesa materias ó licores animales. Puede también suceder que sea real-
mente de hidrógeno arsenicado, y no tenga este color. Si la llama hace
ruido ó silba, debe ser apagada en seguida , pues denota que va á haber
una explosión.
El volúmen de la llama no debe ser mucho ; dos ó tres líneas de exten-
sión es todo lo mas que debe tener. Tampoco debe, ser muy veloz el
chorro.
Cuando hace mucho tiempo que el aparato marcha , la extremidad del
tubo encorvado se funde y estrecha el diámetro ; por lo mismo, hay que
cortarle con la lima.
El modo de recoger las manchas de arsénico no es indiferente para los
resultados. La cápsula de porcelana fria que se aplica al chorro de gas
inflamado, si está demasiado tiempo, ya no conserva las manchas , por-
que se calienta , y el arsénico se volatiliza de nuevo. Según la cantidad
de arsénico eme contenga el licor, hay que poner la cápsula , ó al ex-
tremo ó en el centro de la llama, ó tocando la circunferencia del tubo.
Aplicándole á todos estos puntos , se ve qué porción da mejores man-
chas. Cuanto menos arsénico contenga la llama , mas cerca del tubo hay
que aplicar la cápsula.
Las manchas arsenicales pueden ofrecer variaciones relativas á su an-
chura, intensidad, color y reflejo.
La anchura suele ser proporcionada al diámetro de la llama.
La intensidad depende de la cantidad de arsénico que la llama con-
tiene. Si hay mucho, en poco tiempo, á los pocos segundos, por ejemplo,
la mancha es densa , metálica, espejeante. Al revés si hay poco.
El color de las manchas puede ofrecer tres matices ó tonos diferentes;
moreno de chocolate , moreno pizarreño con reflejo de chocolate , bri-
llante con iris y amarillo. Los dos primeros tonos son 'exclusivos del ar-
sénico; ningún otro metal los da; el amarillo, que puede ser franco, ó
no ocupar mas que la circunferencia , es resultado de la combinación del
arsénico con una materia animal ó vegetal.
El reflejo de la mancha arsenical debe ser muy brillante, á no ser que
el arsénico esté alterado por una sustancia animal de aspecto carbonoso,
pero basta frotarla para que aparezca el espejo.
Obtenidas las manchas y conocidos sus caractéres físicos, veamos
cómo se reconocen por los reactivos. Las de color de chocolate son mas
fáciles de hacer constar. El mas ligero frote con el dedo las borra ; con
el contacto del aire, el tono es mas oscuro. Bajo una temperatura un
poco elevada , se volatilizan dando olor aliáceo, y la porcelana queda
-• 998 --
limpia- El ácido nítrico las disuelve acto continuo, siendo ténues; en
siendo espesas , se desprenden tal vez laminillas que luego se disuelven.
Evaporado el residuo de la disolución en una cápsula de porcelana hasta
sequedad, á un calor suave, toma un color blanco ó ligeramente amarillo;
tratado con el nitrato de plata puesto en disolución , toma un color rojo
de teja.
Las manchas amarillas son mas difíciles de conocer ; adhiérense más á
la superficie de la cápsula; algunas no son volátiles, y si no se disuel-
ven en el ácido nítrico, no se obtiene la reacción del nitrato de plata, que
es la mas significativa.
Las manchas de arsénico dadas por el aparato de Marhs tienen alguna
semejanza con las que el mismo aparato da con el antimonio. Es , pues,
necesario que establezcamos las diferencias que caben entre unas y otras,
para no padecer errores que pueden ser trascendentales.
Las manchas de arsénico son de un moreno leonado, espejeantes y
muy brillantes ; si el arsénico abunda, son negruzcas y brillantes; las
de antimonio son mas oscuras, ordinariamente negras y menos brillan-
tes ; solo tienen el moreno leonado, cuando la capa es muy delgada.
Las manchas de arsénico, por espesas que sean , se volatilizan y des-
aparecen, con tal que estén medio minuto ó un minuto sometidas á la
acción de la llama producida por la combustión del gas hidrógeno sim-
ple ; por ejemplo, del que se desprende de la lámpara filosófica. Las de
antimonio, al contrario, hasta cuando son muy delgadas, sometidas á la
acción de dicha llama, no desaparecen hasta los cinco ó seis minutos ; al
principio se extienden , luego se ponen mas oscuras ; se produce óxido
blanco de antimonio, el cual se volatiliza , dejando siempre una mancha
voluminosa de un color pardo leonado.
Las manchas de arsénico se disuelven en 2 ó 3 gotas de ácido nítrico,
calentando la cápsula, á la llama de la lámpara de alcohol; el ácido exce-
dente se evapora y se obtiene un residuo blanco ó ligeramente amari-
llento con el arsénico (ácido arsénico y arsenioso). Las do antimonio se
disuelven también en igual cantidad de ácido nítrico, y dan un residuo
amarillento (óxido amarillo).
Las manchas de arsénico dan, con una gota de nitrato de plata disuelto,
un precipitado rojo de ladrillo (arseniato de plata, mezclado á veces con
puntos amarillos de arsenito). Si se añade una gota de amoníaco líquido
al arseniato rojo de ladrillo, se le da un color rojo mas claro. Las man-
chas de antimonio no dan precipitado con una gota de nitrato de plata, y
la añadidura de una gola de amoníaco al óxido de antimonio le vuelve
mas oscuro ó negro.
Una gota de hipociorito de cal ó sosa hace desaparecer completamente
las manchas arsenicales ; las de antimonio apenas se ponen pálidas a!
cabo de algunas horas.
Una gota de sulfhidrato amónico , evaporándole suavemente al baño
de maría, da á las manchas de arsénico un color amarillo, y á las de
antimonio un color rojo anaranjado ; el ácido clorhídrico borra las últi-
mas y no las primeras, calentando suavemente.
El sulfato de cobre amoniacal hace dar á las manchas de arsénico el
color verde de Scheele.
Estos caractéres no dejarán duda alguna sobre la naturaleza del cuerpo
que dé las manchas.
Por eso pasaré por alto ciertas operaciones propuestas por Devergie,
- 999 -
Briand y Boutigny, las que considero mas bien como juegos, refina-
miento, ó lujo de ensayos , que como verdaderos adelantos y medios úti-
les de aplicación. Dar á las manchas el estado esferoidal y entretenerse
alternativamente en que aparezca y desaparezca el color del sulfuro; so-
meterlas ya á la corriente del cloro y á la del ácido sulfhídrico para ha-
cerlas desaparecer y aparecer sucesivamente , en nada añade á la segu-
ridad de los caractéres , ni ofrece á la ciencia nada nuevo.
Una mancha bien caracterizada, tal como la hemos expuesto, puede
servir tanto como las de Devergie y Briand tratadas por corrientes su-
cesivas de cloro y ácido sulfhídrico, y como las que puede observar
Boutigny en estado esferoidal. Todo eso mas sirve para enredar y com-
plicar lo que es sencillo, que para hacer prosperar la ciencia de los en-
sayos. Cuanto he dicho de las manchas es aplicable á los anillos.
El aparato de Marhs, tal como le hemos dado á conocer en su descrip-
ción y comentarios, es el medio mas expedito y seguro para revelar la
existencia de la menor cantidad de arsénico. Sean cuales fueren las cir-
cunstancias en que este metal se encuentre , el aparato le descubre. Llega
á ser tanta la sensibilidad de este aparato, que se hace sospechoso mas de
una vez en ciertos casos prácticos , de suerte que si no da por resultado
mas que algunos átomos de arsénico, hay que atenderá una porción de
circunstancias, ya relativas á los síntomas, ya referentes á las alteracio-
nes cadavéricas que el veneno produce, para dar á las manchas un valor
completo ó una significación definitiva.
Por lo mismo, es el gran recurso, cuando los demás medios han sido
ineficaces. Se concebirá que esto debe ser así , cuando se consigne que
una cuarta parte de grano de ácido arsenioso es capaz de dar por el
aparato de Marhs uña cantidad de metal suficiente para ennegrecer y
hacer espejear toda la superficie de tres platos de porcelana de ordinaria
magnitud.
Algunos han propuesto darle todavía mas sensibilidad , añadiendo ai
extremo libre del tubo afilado, por donde sale el hidrógeno arsenicado,
un tubo de Liebig,es decir, un tubo encorvado, con cinco bolas, tres
abajo y dos arriba, que contienen cierta cantidad de una disolución de
nitrato de plata, ó cloruro de oro. El gas precipita la plata ó el oro, y se
forma ácido arsénico. Se recoge el líquido que contiene este ácido ; se
trata con ácido clorhídrico en exceso , se filtra y evapora hasta sequedad.
El residuo es el ácido arsénico, el cual se somete á un pequeño aparato
de Marhs. Con esto se descubren millonésimas de arsénico. Aunque
M. Tardieu recomienda á los peritos que jamás dejen de usar de este me-
dio, me parece una redundancia. Solo puede estar justificado cuando la
llama no dé manchas.
No concluiré lo relativo al aparato de Marhs, sin hacerme cargo de
ciertas observaciones importantísimas de Blondlot, las cuales han adver-
tido los gravísimos errores en que se puede incurrir con dicho aparato;
tanto en daño de los inocentes, como en beneficio de los criminales.
Según dicho autor, es posible que habiendo arsénico en un licor no ac
manchas, ni anillos el aparato de Marhs, y que, sin tener las materias
sospechosas arsénico , el aparato dé vestigios de él. .
Puede suceder lo primero, cuando , en lugar de hidrógeno arsenicado
gaseoso , se forme sólido y se fije en el zinc, en cuyo caso no sale del
aparato, y, por lo tanto , no forma anillos ni manchas , y el perito puede
creer que las materias sometidas al ensayo no tienen arsénico. Esto puede
— 1000 —
, V sucede, cuando hay poca cantidad de arsénico; cuando la car-
h izacion de las materias ha sido tan completa que no ha dejado el me-
nor residuo de sustancia orgánica, y cuando el carbón guarde todavía
algunos restos del ácido nítrico , ó algún compuesto nitroso empleado ó
formado en la operación. Estas tres circunstancias dan lugar á que, si-
quiera haya arsénico en el licor, no salga hidrógeno arsenicado gaseoso;
sino que se forme sólido y se fije en el zinc. Concíbense los errores tras-
cendentales á que eso podría dar lugar.
Peor es todavía lo otro. El ácido sulfúrico y el zinc , destilados , no es
tán del todo exentos de arsénico; pueden no estarlo : otro tanto sucede
respecto de la presencia del ácido nítrico ó compuestos nitrosos; la des-
tilación no alcanza á desembarazarlos completamente de una y otra sus-
tancia. El perito los ensaya, hace marchar el aparato antes de echar en
él el licor procedente de las materias sospechosas; y como se forma hi-
drógeno arsenicado sólido que se fija, no hay anillos ni manchas , y el
perito cree que el aparato está puro, y echa el licor que va á analizar. Si
la materia carbonizada no lo fué completamente , si contiene restos de
sustancia orgánica , ó son licores no procedentes de la carbonización,
sino de la destilación , el hidrógeno arsenicado sólido que se habrá for-
mado y fijado con solo los reactivos del aparato , pasa'al estado de hidró-
geno arsenicado gaseoso , y da manchas y anillos , como si las materias
ensayadas tuviesen arsénico, y el perito podrá creer envenenadas las ma-
terias, aunque realmente no lo estén.
Estos dos errores se evitarán fácilmente introduciendo en el aparato,
antes de ensayar las materias sospechosas, un poco de agua azucarada
que no trae perturbación alguna á la operación : como sustancia orgá-
nica impedirá con su presencia que se oculte el arsénico , que pudiera
contener el zinc y el ácido sulfúrico; si no da manchas, es señal segura
de que están puros; y si , luego que se añade el licor procedente de las
materias sospechosas da manchas y anillos , será prueba de que real-
mente estaban envenenadas; la presencia del azúcar impedirá también
que el arsénico que contengan esas materias se fije al estado de hidrógeno
arsenicado sólido.
El plomo , el cobre y la goma pueden hacer lo mismo que el azúcar;
pero es mejor valerse del agua azucarada.
Las indicaciones que acabamos de hacer nos conducen á ocuparnos rá-
pidamente en ciertas objeciones que se han hecho á los ensayos por el
aparato de Marhs , con el fin de tener, acerca de su validez , todo el co-
nocimiento debido , y de saber hasta qué punto , en un caso de envenena-
miento por el arsénico , nos será dado formar nuestro juicio ó convic-
ción, por los resultados desemejante aparato. Las reunirémos, según
nuestro método sintético y analítico , á la vez todas en un grupo , para
examinarlas luego en detall.
1/ El arsénico existe al estado normal en el cuerpo del hombre.
2. a Obtenido por los peritos, puede proceder, ya de los reactivos, ya
de los vasos y utensilios empleados en las análisis.
3. a Puede existir en los terrenos de los cementerios ó en el que esté
enterrado el cadáver.
4. a El sugeto en cuyo cuerpo se ha encontrado arsénico procedente de
absorción , puede haber hecho uso de él como medicamento.
5. a Puede haberse introducido arsénico en un cadáver.
Habiéndome ya extendido en la primera parte de este Compendio acerca
- 1001 -
de cada una de estas cuestiones interesantes, formularé en pocas pala-
bras su estado actual.
1. * Es cierto que existe arsénico al estado normal en el cuerpo del
hombre. Cuerve y Orfila lo han probado : los huesos , en efecto , le tie-
nen en cierta cantidad , aunque poca ; parece que los compuestos de fós-
foro van siempre acompañados de un poco de aquel metal. Ningún otro
órgano ni tejido del cuerpo humano contiene arsénico. Las manchas , al
parecer arsenicaies, que con los músculos se obtienen, sujetas á los re-
activos, no dan sus debidos resultados. Haciendo, pues, las análisis des-
pués de haber separado los huesos , la objeción carece de fuerzas.
2. a Para asegurarse que el arsénico no procede de los utensilios, ins-
trumentos y reactivos empleados en las análisis , se procede antes á la
averiguación del estado puro de todos estos cuerpos ; hay medios para
ello ; por lo mismo, obtenida esta garantía , si se recoge ó revela el arsé-
nico, la objeción no puede invalidar sus efectos. Las conclusiones son
lógicas : todo lo contrario sucedería si no se tuviese prévia seguridad de
que los utensilios prácticos no son puros.
3. a No puede negarse que en ciertos terrenos existe arsénico. Ya ad-
vertimos que algunos labradores se valen del óxido de arsénico para en-
calar los trigos. Por esto hay que recoger una porción del terreno donde
estaba el cadáver, para sujetarle á la análisis y ver si contiene arsénico.
Si no le contiene, la objeción queda deshecha. Si se encontrare arsénico
en el terreno , no por esto deberá decirse que el del cadáver procede de
él. Seria preciso para esto que hubiese alguna relación entre la cantidad
del arsénico sacada del terreno y la del obtenido del cadáver : y aun se-
ria forzoso , á más de* esto , que todos los órganos del cadáver, igual-
mente expuestos á la introducción del arsénico de la tierra, le diesen en
cantidad igual ó proporcionada. El hecho de que el arsénico del suelo
pasa al cadáver, y en especial en ciertos órganos á beneficio de un estado
ó una fuerza eléctrica desconocida , no es mas por ahora que una suposi-
ción, y nada explica el que, existiendo arsénico insoluble en el terreno,
pase al cuerpo del hombre , para hacerse en él soluble. Los experimentos
que se han hecho para averiguar si un cadáver puede impregnarse del
arsénico que existe en un terreno , no han dado en Orfila resultado al-
guno en favor de la absorción ó impregnación : según Devergie, solo se
han impregnado las capas mas superficiales del hígado, sumergido en una
disolución de arsénico.
4. a Por lo que toca á la absorción que puede efectuarse de un prepa-
rado arsénica! dado como medicamento poco antes de la muerte, por lo
cual podemos ser inducidos en error, debemos decir que, en efecto, en el
estado actual de la ciencia no es fácil negarla. Hemos dicho que una
cuarta ó quinta parte de grano de ácido arsenioso es capaz de dar, por el
aparato de Marhs, un efecto considerable. Concíbese,. por lo mismo, que
tanto en el estómago como en la sangre, en el hígado, etc. , puede existir
cierta cantidad tomada como medicamento y absorbida, y ser encontrada
por los procedimientos analíticos, hasta el punto de poder dar lugar á
sospechas. Hé aquí cómo se hace forzoso no fundar exclusivamente en
el hallazgo del veneno la certeza del envenenamiento. Las personas que
hagan uso de la tintura mineral de Fowler, tal vez pueden hallarse en
este caso.
5. a No es fácil que el médico sea sorprendido hasta el punto que tome
por arsénico absorbido, ó administrado en vida, la cantidad mayor ó me-
— 1002 —
ñor que se introdujese en el cadáver. No pudiéndose efectuar la absor-
ción, no se encontraría proporción ninguna entre la cantidad arsenical
de los órganos vasculares y la de los miembros.
Resulta , pues, de todo lo dicho, que los ensayos y análisis efectuados
por medio del aparato de Marhs, tienen todo el valor que les hemos
dado anteriormente , sin que consigan rebajarle las objeciones de que nos
acabamos de hacer cargo.
ARTÍCULO III.
DE LOS VENENOS INORGÁNICOS INFLAMATORIOS ÁCIDOS.
Los cuerpos ácidos y venenosos son muchos ; pero yo no trataré en este
Compendio mas que de unos cuantos, no tanto por no permitir otra cosa
los reducidos límites de esta obra , como por ser en poco número los áci-
dos que mas comunmente son causa de intoxicaciones. Todos los autores
de Toxicología, hechos cargo de esta consideración , convienen en no
tratar mas que de aquellos ácidos, cuyo uso criminal es mas frecuente;
por lo tanto , yo no introduzco en esto ninguna novedad , ni suprimo
nada interesante.
Hay que advertir igualmente que no voy á tratar en este artículo sino
de los ácidos inorgánicos y que obran como tales; es decir, que ejercen
sobre la economía la acción propia de los ácidos en general. De aquí es
que no figurarán entre ellos el arsénico , el arsenioso , el carbónico , etc.,
porque estos ácidos ejercen por lo común al menos una acción muy di-
versa de las que han de ocuparnos en este artículo ; por esto trato de
ellos en otra parte.
Por último , hay que advertir también que aquí examinaré los ácidos
diluidos, debilitados, convertidos de venenos cáusticos en inflamatorios.
Los ácidos son los que mas sufren esta notable transformación , porque
el agua en que se disuelven templa efectivamente su acción corrosiva y
desorganizadora. Cuando se toman concentrados, son cáusticos, y des-
organizan los tejidos con los cuales se ponen en contacto.
Los ácidos en que vamos á ocuparnos , son : el sulfúrico , el nítrico , el
clorhídrico , el clorhidronitrico J el fosfórico y el hipofosfórico.
Estos seis ácidos , como tales , tienen muchas cosas comunes : el cua-
dro de síntomas que hacen desarrollar, cuando no están concentrados ó
diluidos en la cantidad de agua que los convierta de cáusticos en infla-
matorios, son los de la inflamación intensa del canal alimenticio, nota-
blemente del estómago. Pueden considerarse como tipo de los venenos
inflamatorios ; por lo tanto , les es aplicable cuanto expusimos en el cua-
dro general de esta clase de venenos. Sin embargo , puesto que tipo de
inflamatorios son también los álcalis no concentrados y las disoluciones
metálicas, especifiquemos más los síntomas propios de los ácidos.
Calor urente en la boca, esófago y estómago; dolor vivo en todas es-
tas partes; desprendimiento de gases; eructos abundantes ; náuseas;
hipo ; sed intensa. Los dolores van creciendo en la región epigástrica,
donde suele detenerse el veneno ; siguen los vómitos repetidos de mate-
rias líquidas y sólidas que enrojecen el tornasol y producen efervescencia
en el suelo ; sabor y olor particular, ó infecto , hasta en los intervalos de
los vómitos. Tumefacción del vientre , y mucha sensibilidad en la regio
epigástrica. Frió exterior; horripilaciones de cuando en cuando; ta v
- 1003 —
miembros, en especial los abdominales , helados; pulso pequeño , hun-
dido , á veces precipitado y tembloroso ; ansiedades horribles ; agitación
continua; contorsiones en todos sentidos; movimientos convulsivos de
los labios, de la cara y de los miembros. El rostro está desfigurado, pá-
lido, de color de plomo. La inteligencia en toda su integridad; abati-
miento moral ; muerte en pocas horas , ó lo más uno ó dos dias. Si el en-
fermo muere , sucumbe bajo el influjo de la violenta gastro-enteritis que
el ácido ha provocado. Si no sucumbe , tarda algún tiempo en restable-
cerse, y acaso se resiente toda su vida de la intoxicación, á causa de
que suele seguirle algún achaque ó irritación crónica de los órganos di-
gestivos.
Las alteraciones de tejido que los ácidos no concentrados producen,
son las de la flogosis, color subido de la mucosa, inyección , arboriza-
ciones, manchas gangrenosas, reblandecimiento, etc. , etc. ; toda la va-
riedad de los vestigios propios de una afección inflamatoria intensa.
Los ácidos diluidos parece que pasan al torrente de la circulación y
coagulan la sangre de los vasos inmediatos y hasta del corazón. La im-
bibición en estos casos puede efectuarse, bien que es difícil durante la
vida. La inflamación de los tejidos, que es rápida, es un obstáculo á la
absorción; por lo tanto, si Orfila ha podido encontrar algunos ácidos en
la sangre y en la orina, podrá haber sido á consecuencia de la imbibi-
ción efectuada después de la muerte, ó de haber sido saturados de potasa
ó sosa libre.
Excusado es decir que el cuadro de síntomas y alteraciones de tejido
que acabo de exponer, como propios de los ácidos no concentrados, se
presenta también cuando los ácidos son concentrados ú obran cáustica-
mente , con la diferencia que entonces no solo hay mayor intensidad de
los mismos y mayor estrago , sino que se presentan otros , de los cuales ya
hemos hablado, al trazar el cuadro general de la intoxicación cáustica.
Los ácidos no concentrados , por lo mismo que no desorganizan , son
mas fáciles de ser combatidos con buen éxito. El pronóstico no es de
mucho tan grave como cuando están concentrados. La terminación es á
veces enteramente satisfactoria; no queda de la intoxicación vestigio al-
guno ; en otras la sigue algún achaque crónico , y otras , en fin , puede
ser mortal.
Los medios que el profesor tiene á la mano para combatir una intoxi-
cación por un ácido no concentrado, son varios. El primero, y mas indi
cado , es el contraveneno ó contravenenos, puesto que los ácidos tienen
varios. La magnesia calcinada , el carbonato de potasa y el agua de ja-
bón común, mejor el medicinal, son todos muy á propósito para saturar
el ácido, en especial diluido. La magnesia no se disuelve; es difícil de
darla con agua; mas si antes de suspenderla en este líquido se mezcla
con azúcar en polvo y se revuelve bien , él agua se apodera de ella y
puede tomarse fácilmente sin que pierda sus propiedades de óxido, sin
que el azúcar le quite su afinidad por el ácido. La cantidad de magnesia
será una dracma ó dracma y media. El agua puede ser del tiempo, ó ti-
bia. Esta será preferible, bajo el concepto de que el vómito será prove-
choso, tratándose de ácidos debilitados que no desorganizan el estómago
ni el esófago. A proporción que el enfermo vomita, se reitera ladósis de
contraveneno. También puede darse la magnesia diluida en aceite.
El doctor Obers de Bredan propone como de preferencia el carbonato
de potasa, por cuanto su acción sobre los ácidos es mas rápida y mas
- 1004 — .. .
duradera; no necesita de tanto líquido y no causa daño alguno. Bajo to-
dos estos puntos de vista , es cierto que el carbonato es útil ; por tanto,
él como la creta , que se le parece, tienen el inconveniente de despren-
der ácido carbónico en abundancia, el cual distiende el estómago, au-
mentando los dolores. La dósis de carbonato es de un escrúpulo á media
dracma, diluido en medio litro de agua.
Majault se declaró por las disoluciones de jabón. T, en efecto, sobre
ser útilísimo su empleo , no produce ningún daño , y está á la mano de
todos ; es uno de los contravenenos de que se puede valer cualquiera y
acto continuo que la intoxicación se presenta. Se toma 1 ó 2 escrúpulos
de jabón ; se deslie ó disuelve en un vaso de agua, y el enfermo le toma.
Si hay tiempo , es preferible el jabón medicinal , como mas soluble, mas
puro y de sabor menos repugnante.
Si no se tiene á la mano ninguna de estas sustancias , se le da al enve-
nenado agua fria ó tibia en abundancia , á no ser que la distensión que
le cause en el estómago le aumente el dolor. Igualmente puede dársele
agua de ceniza colada ó filtrada. Si hay leche , ó agua de malvas , de ce-
bada , de goma , etc. , mejor. Y tanto si se dan estas aguas para facilitar
el vómito, como la que tiene en disolución ó suspensión el contraveneno,
hay que repetir la dósis , á proporción que el envenenado vomita.
Cuando se llega á tiempo , por lo común esto basta ; el estómago se
desembaraza del veneno, y la simple dieta absoluta, las bebidas mucila-
ginosas y temperantes le vuelven á su estado normal. Mas si la inflama-
ción está ya desenvuelta y con alguna intensidad , después de haber ex-
pulsado las materias neutralizadas, hay que combatir el estado flogístico
del tubo digestivo con el plan indicado para tales afecciones. Sangrías
generales y locales , según la necesidad , embrocaciones emolientes , la-
vativas, dieta absoluta y rigorosa, etc. , etc. Como los ácidos irritan no-
tablemente los nervios def estómago , no será mala , por poco que la
ocasión lo consienta, alguna pocion calmante, alguna bebida ligera-
mente laudanizada.
La frecuencia de los achaques crónicos que se siguen á estas intoxica-
ciones , obliga á observar un régimen alimenticio graduado y por largo
tiempo. Alimentos suaves y líquidos, agua de pan, gelatinosa, leche
aguada , caldo de pollo , ternera , pescado y al fin carne. Acaso , según
haya sido la inflamación del estómago , alimentación por el ano.
Los ácidos no concentrados alteran poco las sustancias vegetales y ani-
males con que se mezclan. El café , la cerveza, la sidra no experimentan
mudanza alguna; el color del vino parece que se aviva ; solo después de
mucho tiempo llega á formarse un sedimento morenusco. La leche, la
sangre y la albúmina se coagulan , en especial si están los ácidos poco
diluidos ; pero el coágulo dura poco , luego se disuelve. Las sustancias
sólidas, con los ácidos, se tiñen de negro ó amarillo y se reblandecen.
Además , el sabor cáustico que comunican á las bebidas , los hace casi
imposibles ó nada aptos para un envenenamiento. Solo los suicidas pue-
den acudir á ellos. Sin embargo , Christisson refiere una porción de ca-
sos en los que el ácido fue dado por una mano asesina.
Esto es lo que me ha parecido poder decir de los ácidos en común;
veamos ahora lo que cada uno de los cinco ácidos arriba indicados nos
presenta digno de particular mención.
- 100* —
1 1.— Acido anlfúrico; axal do composición.
Dicho de este ácido todo lo que atañe á su acción sobre la economía y
los medios que pueden oponerse á esta acción y sus resultados , solo nos
resta que exponer c<5mo reconocerémos , por medio de sus propiedades
físicas y químicas, que el instrumento de la intoxicación na sido este
ácido.
El ácido sulfúrico es líquido , sin color ni olor ; concentrado tiene un
sabor cáustico fuerte y enrojece la tintura de tornasol con mucha ener-
gía. Ennegrece las materias con que se pone en contacto. Si como ácido
coagula la leche , la sangre y la albúmina , muy concentrado las pone
muy líquidas. Mezclado* con agua aumenta su temperatura; calentado
con carbón en polvo en un frasco, se descompone y da ácido sulfuroso.
Con una sal soluble de barita da un precipitado blanco insoluble en el
agua y en el ácido nítrico, aun añadiendo agua. Para reconocer que este
precipitado blanco es del ácido sulfúrico diluido , se deja reposar des-
pués-de lavado; se quita el agua que sobrenada con la pipeta y se mezcla
con carbón pulverizado en una cápsula de porcelana, donde se seca;
luego se pone en un crisol de barro ó porcelana; se tapa y embetuna,
no dejando mas que un agujerito por donde saldrá el óxido de carbono,
y se hace calcinar al rojo por espacio de media hora ; luego se saca el
crisol , se deja enfriar, y cuando ya está frío , se quita el producto de la
calcinación , se pone en un tubo y se trata con un poquito de agua acidu-
lada con ácido hidroclórico. En el tubo se coloca un pedacito de papel
empapado en acetato de plomo. Este papel se pone negro ó moreno, y se
percibe el olor del ácido sulfhídrico ó de huevos podridos, en especial
si hay mucha cantidad de ácido sulfúrico. Si se toma el producto de la
calcinación con agua y se filtra , se obtiene un líquido amarillo y fétido,
el cual , tratado con ácido hidroclórico , desprende ácido sulfhídrico y
deja precipitar azufre hidratado, el cual , recogido en un papel , arde con
el olor que le es propio.
Una dificultad se ofrece. El ácido sulfúrico diluido , que es como se
encontrará en las análisis prácticas , no presenta siempre esta facilidad
de investigación. Un sulfato ácido puede darnos muchos de sus carac-
teres químicos; enrojece el tornasol , da precipitado blanco con la sal de
barita y hasta ácido sulfuroso con el carbón. Este sulfato podrá tener por
base un óxido precipitable por el ácido sulfhídrico ó la potasa, ó no pre-
cipitare por sus agentes. Hé aquí cómo distinguirémos de casos.
Se satura con la potasa una porción de licor ácido , dejando un poco
de exceso de este ; se extiende en agua, y se trata con el ácido sulfhí-
drico. Hay precipitado ó no. ¿Le hay? Por su color se juzga la base del
licor ácido. ¿No le hay? Se echa en otra porción, gota á gota, potasa
disuelta hasta un exceso. ¿No hay precipitado tampoco? Hay que destilar
el licor y recoger el producto de la destilación en un poco de agua amo-
niacal.
Se toma una retorta tubulada , muy pequeña , con una estrechez hecha
en el cuello, á la lámpara de esmaltar, á tres pulgadas del pico, encor-
vándole para poder introducirle en un frasco, y se introducen unas 3
onzas de licor por medio de un embudo que alcanza el líquido, y se
calienta en un baño de arena. El recipiente debe contener agua amonia-
cal y estar rodeado de agua fria frecuentemente renovada. Cuando el
líquido haya sido reducido á media onza, se calienta la retorta á fuego
— 1006 -
desnudo, y se sigue hasta que el líquido del recipiente tienda á voívp^
á la retorta. . erbfc
Hecho esto, ha sucedido una de las dos cosas; ó no ha quedado nada
en las paredes de la retorta , ó bien hay en ellas un residuo. Si lo pri-
mero , el licor contenia ácido sulfúrico*; si lo segundo, un sulfato ácido.
En este último caso , después de obrar sobre el ácido sulfúrico recogido
en el recipiente , como llevamos dicho ; esto es , con la sal de barita", se
recoge el precipitado y se pesa. En seguida se reconoce el residuo donde
está la base de la sal ácida; se pesa también, y comparando el peso del
ácido y el de la base, se viene en conocimiento de si es un sulfato ácido
ó ácido sulfúrico unido á un sulfato. Las proporciones resuelven esta
cuestión.
Chevalier propone un medio muy sencillo. Se pone un poco de licor
en un crisol de platino , y se calienta fuertemente hasta la completa vo-
latilización. Al lin déla operación, el ácido sulfúrico se desprende en
vapores blancos espesos de un olor picante y característico.
Siempre , pues , que el ácido sulfúrico haya producido el envenena-
miento , le reconocerémos sometiendo las sustancias con las que esté
mezclado á las diversas operaciones que expusimos en la quinta parte
de la toxicología general y á las que acabamos de exponer corno pro-
pias. Hervir con alcohol de 40 grados las sustancias líquidas filtradas;
hervir con agua y con alcohol las sólidas, y filtrando también el líquido;
este se somete á la acción de la sal soluble de barita, al fuego con car-
bón ó á la retorta , etc. Esto , unido á los síntomas y manchas ó altera-
ciones de tejido que el ácido haya producido , nos ' permiten formar un
juicio exacto de la intoxicación.
Una de las cosas que mas importan en la investigación de este ácido,
es proporcionar á su cantidad la capacidad de la retorta en que se des-
tile. Si no se recoge mas que manchas en los vestidos , se cortan estos
pedacitos manchados y se hacen destilar en un tubo qne se encorva,
para que sirva de retorta y recipiente.
Este ácido se conserva mucho tiempo en el cadáver , y hasta parece
que retarda la putrefacción de los órganos con los cuales está en
contacto.
A pesar de lo que va dicho, no es tan fácil en muchos casos darnos
cabal razón de la verdadera procedencia del ácido sulfúrico , cuando las
análisis versen sobre las materias contenidas en el estómago ó las pare-
des mismas de esta viscera. Las dificultades estriban : l.° en que el ve-
hículo con que se haya dado el ácido puede contener sulfatos, alcohol,
éter, ácido acético libre , etc. ; 2.° en que en el estómago hay natural-
mente ácido acético é hidroclórico , productos de la digestión ; ib0 en
que si se han administrado los contravenenos, el ácido estará transfor-
mado en sulfatos de magnesia, potasa, sosa , etc. ; 4.° en que en vez
de ácido sulfúrico, podrá haberse dado sulfatos; 5.° en que las mis-
mas paredes del estómago tienen sulfatos que se presentan descompo-
niendo aquel órgano por medio del fuego; fi.° en que bajo la influencia
de la putrefacción se produce á la larga sulfato amónico.
Estas dificultades indicadas por Devergie, no son de gran bulto en la
mayoría inmensa de los casos. Solo podrían serlo ignorando todos los
síntomas y no viendo el estado del cadáver, lo cual casi no sucede nun-
ca. Pero supongamos que ni por los síntomas , ni por la autópsia s
puede venir en conocimiento de si ha sido el ácido sulfúrico , ó un su
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fato lo que se ha introducido ; que solo nos encontramos con sustancias
que tienen sulfatos , y hay que saber si proceden de una combinación
del ácido sulfúrico introducido en el sugeto, ó de otro origen. Lo que lle-
vamos expuesto con respecto á las proporciones del ácido y de la base,
podrá servirnos de guía ; y si tanta es la dificultad que no pueda resol-
verse ni por los síntomas , ni por la autópsia , ni por las análisis , ¿á qué
empeñarnos en vencerla? El médico perito expone las dificultades que
hay para tomar una resolución definitiva , y se acabó. Afortunadamente,
estos casos serán rarísimos ; por lo mismo me abstengo de exponer los
procederes detallados en que entran algunos autores. En este Compendio
seria un lujo de operaciones innecesarias.
El ácido sulfúrico concentrado , unido á una disolución de añil , forma
lo que se llama el azul de composición , líquido igualmente venenoso, mas ó
menos espeso , negro por reflexión , azul por refracción , cuando con-
tiene poco añil. Tiñe de negro ó azul la pared del vaso que le contiene.
Tiene todos los caractéres fisiológicos y químicos del ácido sulfúrico ; el
color azul que toma el agua con una gota de ese líquido , y su color ne-
gruzco ó azul, le distingue del ácido; el cloro quita el color azul del
agua teñida por el azul de composición. Las manchas que produce en la
boca, esófago , estómago é intestinos, son azules ; azules son los vómi-
tos y deyecciones ; por lo tanto , es fácil reconocerle. Las operaciones
analíticas son las mismas que hemos recomendado para el ácido sul-
fúrico.
§ II.— Acido nítrico.
Los caractéres físicos y químicos del ácido nítrico son muy notables.
Líquido sin color , de olor particular y nauseoso , cáustico cuando con-
centrado , y enrojece fuertemente el tornasol ; distínguese de los demás
ácidos en que mancha de amarillo las materias vegetales y animales
con que está en contacto. Echado en un vaso ó tubo que contenga lima-
duras de cobre , hace efervescencia , desprende vapores de ácido nitroso
ó sea rojo anaranjado , y se forma un nitrato de cobre de color verde.
Si se satura con el bicarbonato de potasa , da lugar á una sal, nitrato de
potasa , la cual vuelta al estado sólido por evaporación , se funde en las
ascuas y activa la combustión ; desprende ácido nítrico tratado con el
sulfúrico , y ácido nitroso, cuando se mezcla con limaduras de cobre y es
luego tratado por el mismo ácido. Por último, el ácido nítrico es des-
compuesto por la morfina , á la cual comunica un color amarillo primero
y acto continuo la enrojece. El ácido nitroso que se produce con la des-
composición del nítrico por la morfina, es el que da á este su coloración
rojo-anaranjada ; es la coloración que le da siempre el ácido nitroso na-
ciente ó no. Esta coloración desaparece al cabo de algunas horas, y toma
un color rojo de amaranto oscuro , cuando se pone la morfina así teñida
en contacto con una disolución de potasa cáustica , coloración que puede
persistir muchos dias.* El protosulfato de hierro se ennegrece sometido á
la acción de los vapores de ácido nitroso que se desprenden del nítrico
descompuesto.
El ácido nítrico diluido no es atacado por el cobre, ni en trio, ni en
caliente; diluido en tres vasos un poco de agua, no enrojece ya la
morfina.
Para la formación del nitrato de potasa y el reconocimiento del carác-
ter químico mas notable y constante del ácido nítrica , se echa en este
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ácido diluido un poco de carbonato de potasa hasta que no haya efer-
vescencia , ó que el licor no enrojezca el papel de tornasol ; luego se eva-
pora hasta sequedad. La materia sólida que se obtiene , se mezcla con
limaduras de cobre, y se introduce la mezcla en un tubo cerrado por un
extremo; se añade una ó dos gotas de agua, luego algunas de ácido sul-
fúrico concentrado , y se producen los vapores de ácido nitroso. Para
reconocer la acción de este , se aplica al extremo abierto del tubo un
tapón, en cuyo centro está un tubito encorvado que termina por otro cer-
rado por su extremo , en el que se ponen cristales de moríina ; esta se
tiñe, en cuanto la alcanzan los vapores del ácido nitroso. La narcotina y
la brucina son todavía mas sensibles á esa reacción en el mismo apa-
rato. Si se quiere reconocerla acción de este ácido sobre el proto-sulfato
de hierro , se adopta en vez del tubo aguzado otro en forma de oa , es-
trechado en sus corvaduras ; en la inferior hay algunas gotas de la sal
disuelta. A veces hay necesidad de calentar el tubo para que se produz-
can los vapores.
Sprengel ha propuesto, como nuevo reactivo del ácido nítrico, el sulfo-
fénico , que se obtiene disolviendo una parte de fenol en dos de ácido
sulfúrico concentrado y otras dos de agua. Concentrado en un crisol un
líquido que tenga ácido nítrico libre , estando hirviendo se echa ácido
sulfo-féníco, y se obtienen productos nitrados, fáciles de reconocer por el
color rojo que toma la mezcla, si no hay sustancia orgánica, ni bromo,
ni yodo. En este último caso se añade amoníaco , que neutraliza el yodo
y el bromo , y la materia orgánica carbonizada sobrenada en el líquido.
Cuando el ácido nítrico está contenido en un líquido vegetal ó ani-
mal , después de haberse hecho cargo de que es este ácido , se satura el
licor con bicarbonato de potasa disuello y concentrado; se hace evapo-
rar hasta sequedad y se divide el producto en dos partes. Se obra sobre
la una con el ácido sulfúrico y las limaduras de cobre, sometiendo, como
lo llevamos dicho, á la acción de los vapores de ácido nitroso la mor-
fina y el proto-sulfato de hierro. Es menester ir echando en varias veces
el ácido sulfúrico hasta que ya no haya efervescencia, porque primero
se descomponen los carbonatos de potasa y amoníaco , y por último el
nitrato de potasa.
La otra porción se trata con el cloro gaseoso, como si se tratase una
materia animal sólida.
Si el ácido nítrico está mezclado ó combinado con sustancias vegeta-
les ó animales sólidas, se introducen estas en una retorta y se añade
agua; se hace hervir hasta que el líquido se reduzca á la mitad, y re-
cogiendo en un recipiente el producto de la destilación, luego se exa-
mina si es ácido este producto. El líquido de la retorta se separa de la
parte sólida , filtrando. Se añade á la sólida mas agua y se hace hervir
ae nuevo, repitiéndola operación; luego se reúnen todos los ácidos ó
líquidos, se someten á una corriente de cloro y se filtra. Se hace hervir
de nuevo, se satura con el bicarbonato de potasa, se evapora hasta seque-
dad en el baño maría , y se procede luego como para la primera porción.
Si se tratase de reconocer el ácido nítrico que estuviese en pequeñas
manchas , no bastando el color característico ó amarillo de estas, que se
aviva y convierte en rojo de cereza con una gota de sosa , potasa ó amo-
níaco, habrá que reconocer su propiedad ácida ; humedeciéndolas y apli-
cando un pedacito de papel de tornasol se reconocerán: luego habrá que
hacer hervir el tejido con agua , filtrar, someterle á una corriente de
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cloro , evaporar hasta sequedad y obrar sobre el nitrato obtenido cómo
queda dicho.
El ácido nítrico , combinándose con las materias orgánicas , cede su
oxígeno para formar ácidos cianhídrico , carbónico , málíco , acético, etc.
El carbonítrico es otro de los que forma ; y como se inflama fácilmente,
hay que proceder con algún cuidado en las operaciones analíticas, pues
pueden estallar los vasos.
Cuando los sólidos y líquidos que se analicen estén ya en putrefacción,
el ácido nítrico , á pesar de que se conserva por mucho tiempo y que
retarda esta putrefacción , podrá estar convertido en nitrato de amoníaco.
§ III. — Acido clorhídrico.
El ácido clorhídrico ó hidroclórico , sobre ser líquido , sin color , en
especial, si está puro (el del comercio es amarillento verdoso); sobre te-
ner un olor picante, esparce al aire vapores blancos mas ó menos abun-
dantes, según esté mas ó menos concentrado y mas órnenos visible,
según la humedad del ambiente. Enrojece la infusión del tornasol sin
quitarle el color; precipita en blanco lechoso el nitrato de plata. Este
precipitado , cloruro de plata, es insoluble en el agua, en el ácido nítrico,
tanto frió, como caliente , y soluble en el amoníaco. El ácido cianhídrico
da también este precipitado con el nitrato de plata , pero es soluble en
el ácido nítrico caliente y no muda de color. Cuando concentrado, si se
mezcla con bióxido de manganeso pulverizado , desprende cloro , fácil
de conocer por su color, olor y la pérdida del color azul del tornasol
que produce. Si se calienta el aparato y hay mucho ácido , el desprendi-
miento de cloro es rápido y completo.
Cuando el ácido clorhídrico está mezclado con líquidos vegetales, no
es tan fácil reconocerle. Su propiedad ácida puede engañar por tenerla
algunos de esos líquidos. Su reacción sobre el nitrato de plata también,
por cuanto dichos líquidos tienen cloruros en disolución que dan con di-
cha sal el precipitado blanco lechoso. Sin embargo, cuando la poca can-
tidad que dan los cloruros no baste para distinguir de casos, bastará so-
meter el licor á la ebullición en un aparato colocado en medio de un
baño de cloruro de calcio (2 p. de cloruro , 1 de agua) y recoger los
productos en el agua de un recipiente. Se hace constar la calidad ácida
del licor procedente de la destilación, se satura con la potasa, se hace eva-
porar hasta sequedad y se divide el resultado en dos partes. La una se
toma con agua y se trata con el nitrato de plata, añadiendo ácido ní-
trico, para' evitar la formación de un precipitado de carbonato ú óxido
de plata y obtener tan solo el cloruro. La otra porción se mezcla con
el bióxido de manganeso; así mezclados, se introducen en un tubo an-
cho y terminando en bola; se echa ácido sulfúrico diluido y se obtiene
cloro gaseoso. Para reconocer su propiedad disolvente , se adapta al
tubo ancho otro pequeño encorvado y aguzado, el cual se sumerge en
un frasco que contenga infusión de tornasol.
Los cloruros que naturalmente contienen los líquidos vegetales no se
volatilizan á los 106°, como el ácido clorhídrico; de consiguiente, la
operación que acabamos de exponer sirve perfectamente para distinguir
este de aquellos. Hay más : el ácido clorhídrico evaporado no deja resi-
duo ; los cloruros ácidos metálicos le dejan , y precipita el residuo por el
ácido sulfhídrico ó la potasa.
toxicocogía. — M
- 1010 -
I as dificultades son mayores si el líquido es animal , materias vomi-
tadas, ó si el Acido está contenido en algún sólido animal , el estómago
por ejemplo, por muchas razones: 1.a porque naturalmente existen áci-
dos en los líquidos y órganos, en especial el estómago ; 2.a porque na-
turalmente hay en el estómago ácido hidroclórico , aunque en pequeña
cantidad Spalíanzani, Carminati y Thenard han encontrado jugos neu-
tros en los gástricos; pero Goue, Montegre , Chevreul, Tiedeman y
Gmelin , siempre los han encontrado ácidos. No solo hay ácido hidro-
clórico, sino acético, láctico y butírico; 3/ porque naturalmente existen
cloruros en dicha viscera y jugos, ó los pueden haber añadido, ó pue-
den , en fin , resultar de la administración de un contraveneno, de un
álcali; í.’ porque naturalmente puede existir clorhidrato amónico sin
que se haya declarado todavía la putrefacción , puesto que se ha encon-
trado en la orina , en la saliva, en el quilo de dos caballos , en la leche
de ovejas, en el jugo gástrico de los rumiantes; 5.a porque descompo-
niendo con el fuego las paredes del estómago, se forma naturalmente hi-
droclorato amónico ; 6.a porque se forma también esta sal con la putre-
facción , y sometiendo á la ebullición los órganos putrefactos.
Sin embargo, á pesar de todas estas dificultades que no desconoce-
mos, si el ácido hidroclórico ha sido tomado como veneno, basta la
simple ebullición para distinguirle, porque se volatiliza primero que to-
dos los cloruros. Con esto le dislinguirémos de todos estos. Solo el ácido
clorhídrico que puede existir libremente en el estómago se equivocarla
con el que fuese instrumento de una intoxicación; mas la poquísima
cantidad que se obtendría , podría ser , bien apreciados lodos los datos,
un buen carácter distintivo.
Como quiera que sea , hé aquí el proceder en semejantes casos. Se
toma el líquido ó sustancias líquidas del estómago que se hayan reco-
gido , se meten en la retorta sumergida hasta su cuello en un baño maría
ó de cloruro de calcio. La retorta comunica con un recipiente que con-
tiene un poco de agua destilada. El producto de la destilación se frac-
ciona; la parte ácida se trata con el nitrato de plata ; si hay un precipitado
abundante , indica que era el ácido clorhídrico libre en el estómago.
Si es el estómago el sometido á la ebullición , debe hervir fuera de la
retorta, en una cápsula de porcelana con un poco de agua, echada en
varias veces. Luego se toma el licor de la ebullición , y este es el que se
introduce en la retorta.
Si en vez de ácido clorhídrico existiese un clorhidrato , procedente ya
de la administración de un contraveneno, ya de la putrefacción, habría
que proceder de dos modos, por la vía húmeda y por la seca. Por la pri-
mera, se hacen hervir las sustancias como llevamos dicho ; se filtran, se
concentran los licores, y se cristaliza el residuo evaporando. Así se ob-
tiene clorhidrato en abundancia.
Si no hay resultado, se toman los sólidos y líquidos, se introducen en
la retorta con su tubo y recipiente, se calienta hasta la carbonización de
la materia animal , se rompe la retorta con su tubo y recipiente, se trata
el carbón con agua hirviendo, se seca y se reduce á cenizas.
Se toman estas con agua y el licor procedente de la lavadura del car-
bón ; se filtran y tratan con nitrato de plata en exceso. Se lava el preci-
pitado, hervido en ácido nítrico, lavado de nuevo , pesado y ^
peso dará la cantidad de los cloruros del carbón y las cenizas. E* heor
destilado será tratado directamente con el nitrato de plata; lavado el pi
- Uií -
cipitado, hervido con ácido nítrico, etc. El peso expresará el cloruro vo-
látil que existia en el estómago.
La abundancia de los precipitados será siempre una buena guía ; mas
convengamos en que solo indicarán la presencia del ácido hidroclórico ó
de algún cloruro; y puesto que estos pueden tener tantos orígenes, jamás
las análisis, en una intoxicación por este ácido, podrán resolver por sí
solas la cuestión. Los síntomas y la aulópsia darán su debido valor á es-
tos precipitados.
§ IV.— Acido clorhidronitrico.
El ácido clorhidronitrico se llama también agua régia. Es una mezcla de
ácido hidroclórico, de ácido nítrico, de agua, de cloro y ácido hiponí-
trico. Es líquido, rojo ó amarillo rojizo; da , cuando concentrado al aire,
vapores rutilantes de ácido nitroso, arroja olor nauseabundo y enrojece
la tintura de tornasol. Sus caracteres químicos son parecidos á la vez á
los del ácido clorhídrico y á los del nítrico. Tiene del primero el dar un
precipitado blanco lechoso, insoluble en el agua y ácido nítrico, soluble
en el amoníaco; y tiene del segundo el hacer efervescencia con las lima-
duras de cobre, desprendiendo vapores de bióxido, de ázoe ó ácido ni-
troso , y formando el nitrato de cobre , fácil de conocer por su color
verde. Si no está concentrado, ni da vapores, ni hace efervescencia con
el cobre, diluido y saturado con el carbonato de potasa, da con la evapo-
ración nitrato y cloruro de potasio, sales que, mezcladas con limaduras
de cobre y ácido sulfúrico, dan los vapores de ácido nitroso. También los
dan sin el concurso del cobre, pero menos abundantes.
Siendo este veneno una mezcla de dos ácidos que llevamos estudiados,
y no quitando á dichos ácidos nada de lo que les pertenece, podemos dar
por terminado cuanto haya que decir del agua régia. Las mismas análisis
y todo lo mismo.
§ V.— Acido fosfórico é hipofosfórico.
El ácido fosfórico es sólido , blanco ó líquido y de consistencia oleagi-
nosa, inodoro, incoloro, muy cáustico. Saturado por la potasa ó la sosa,
sin que haya exceso de álcali, precipita el nitrato de plata en amarillo de
canario, soluble en el ácido nítrico y en el amoníaco. Si el ácido es re-
ciente, el precipitado es blanco. Una gota de este ácido, echada en mu-
cha agua de cal, forma un precipitado blanco de fosfato de cal soluble en
un exceso de ácido fosfórico y en el ácido nítrico. También precipita en
blanco el agua de barita, siendo soluble el precipitado en un exceso de
ácido y en el nítrico, lo que le distingue del sulfúrico, con el cual tiene
mucha semejanza, en especial por lo que atañe á su acción sobre la eco-
nomía.
El ácido hipofosfórico , sólido ó líquido también , calentado en la oscu-
ridad, desprende un olor fuerte de fósforo y gas que se hace luminoso al
aire, transformándose en ácido fosfórico. Con el nitrato de plata produce
un precipitado rojo al principio , luego negro. Destiñe en caliente el per-
sulfato rojo de manganeso. Es lo único particular que hay que decir de
este ácido.
1012 —
ARTÍCULO IV.
DE EOS VENENOS INORGÁNICOS INFLAMATORIOS ALCALINOS.
Aquí podemos hacer una cosa igual á la que hemos hecho con respecto
á los ácidos. También tienen los álcalis alguna cosa de común , tanto en
su acción sobre la economía, como en sus propiedades físicas y químicas;
y por lo tanto antes de dedicarnos al estudio detallado de cada uno, bueno
será que echemos una ojeada á esas cosas comunes. Pero apresurémonos
á advertir también que no vamos á tratar de los álcalis concentrados,
porque en este caso, no solo son venenos inflamatorios, sino cáusticos;
para que los álcalis tengan su lugar oportuno en este artículo, deben ser
considerados disueltos y un tanto diluidos; así es como se limitan á in-
flamar; de otra suerte su acción es cáustica; desorganizan los tejidos con
los cuales se ponen en contacto.
Los que mas se encuentran en este caso, son la potasa y la sosa. Estos
son verdaderamente cáusticos aplicados sólidos ó en disolución muy con-
centrada; se semejan mucho á los ácidos fuertes. Otro tanto podemos
decir de algunos compuestos de estos dos álcalis.
Hecha esta advertencia, veamos qué venenos vamos á comprender bajo
el nombre genérico de alcalinos. Estos serán : la potasa y sus compuestos,
como el carbonato, el agua de javela, el nitrato y el hígado de azufre, la sosa
y su hipoclorito , la barita , su hidroclorato y su carbonato, el amoniaco lí-
quido, el sesqui-carbonato 6 hidroclorato de amoníaco, el alumbre y la cal.
Todos estos venenos ejercen á poca diferencia la misma acción en la
economía, con tal que no perdamos de vista que no los consideramos
como cáusticos, sino hechos inflamatorios por medio de su disolución no
concentrada. Una viva inflamación del tubo digestivo es, en efecto, lo
que causan, y tan parecida á la de los ácidos, que acaso no se distingue
sino porque los vómitos no hacen en el suelo efervescencia como aquellos,
y porque tienen las materias un tacto como oleaginoso ó jabonoso. Ex-
tenderme mas sobre el particular, seria reproducir lo que llevo dicho
tanto en la parte primera, como en el artículo que precede. El pronóstico
de la intoxicación por los álcalis diluidos, es también análogo al que vi-
mos puede hacerse de la por los ácidos. Otro tanto diré de las alteracio-
nes anatómico patológicas.
Los venenos inorgánicos inflamatorios alcalinos se combaten ventajosa-
mente con sus contravenenos , ó sea los ácidos diluidos. Una mezcla de
agua y vinagre en la proporción de una tercera parte de esta y luego una
cuarta, es lo primero que debe darse. En seguida se ha de administrar
una poeion oleosa, como el aceite de almendras dulces; pues la expe-
riencia ha demostrado la eficacia de semejante tratamiento. Si se han des-
envuelto síntomas inflamatorios, el plan antiflogístico semejante al que
hemos recomendado para combatir la intoxicación por los ácidos. Rajo
este punto de vista no hay diferencias esenciajes.
Por lo que mira á las propiedades físicas de los venenos inorgánicos
alcalinos que vamos á estudiar, podemos decir que hay dos líquidos: el
agua de javela y el hipoclorito de sosa; los demás son sólidos. El agua
de javela tiene un olor soso de lejía , y el hígado de azufre de huevos
podridos; los demás son inodoros. Sabor cáustico todos. En cuanto á co-
lor, los sólidos son blancos, excepto el hígado de azufre que es moreno
— 1013 —
rojizo ; los líquidos son incoloros. Las propiedades químicas serán ex-
puestas en cada párrafo donde tratemos de cada uno de estos álcalis.
Es muy difícil que los venenos alcalinos sean dados como venenos á
un sugeto para asesinarle, sin que él lo advierta. El sabor cáustico fortí-
simo que tienen, le avisa luego que los toma de que se trata de matarle
Regularmente los toman tan solo los suicidas , circunstancia que los se-
meja también á los ácidos. Las bebidas y alimentos suelen alterarse con
la mezcla de los alcalinos, en especial con la de algunos, al menos por el
sabor que les dan y el color que les quitan ó modifican. El vino se suele
poner verde, el agua azucarada y el té no sufren mas alteración que la
del sabor; la albúmina y la gelatina se hacen mas temperantes, la leche
y la sangre no se coagulan , y las materias sólidas solo se reducen á pa-
pilla , cuando los álcalis son muy concentrados.
Esto es lo que puedo decir á modo de generalidad relativa á los vene-
nos inorgánicos alcalinos. Veámoslos ahora particularmente.
g I.— Potasa.
En el comercio hay muchas potasas. l.° Potasa al alcohol , la mas fre-
cuente; 2.° potasa á la cal ó piedra para cauterio; 3.° potasas del comer-
cio ; son carbonatos de potasa impuros. La primera es la mas pura , y la
que se emplea en los laboratorios; la segunda, mezcla de potasa en gran
cantidad y de carbonato de cal, de sulfato de potasa, cloruro de potasio y
á veces carbonato de sosa, es la que se usa en cirugía. La tercera, que
está al alcance de todos , y que por lo mismo puede dar mas lugar á en-
venenamientos, tiene por base el carbonato de potasa. La de Rusia con-
tiene de 55 á 60 por 100; la de Alemania, de 40 á 45; la de América tiene
dos variedades : potasa roja delicuescente, la que da 60 por 100 de car-
bonato, y la perlasa, que da 65. Concíbese cuán importante es para el mé-
dico-legista el conocimiento de esta diversidad de potasas.
Los resultados de las análisis no son los mismos.
La potasa pura es, como liemos dicho, sólida , blanca, medio transpa-
rente; atrae rápidamente la humedad del aire. También puede ser líquida.
Su sabor es fuertemente cáustico. Tiene por caractéres químicos: l.° en-
verdecer como todo álcali el jarabe de violetas ; 2.° no precipitar tratada
por el ácido carbónico gaseoso; 3.° echada en una disolución de nitrato
de plata, da lugar á un precipitado verde de aceituna (óxido de plata),
completamente soluble en el ácido nítrico ; 4.° tratada con el cloruro de
platino en disolución concentrada, da un precipitado amarillo de canario
(cloruro de platino y de potasio), soluble en el agua. Este precipitado es
granoso, pesado, y se recoge en el fondo del vaso, adhiriendo fácilmente
á sus paredes. Si se introduce y templa un alambre de platino en esa di-
solución y se somete á la llama del soplete, ó á la de una lámpara de al-
cohol, la tiñe de violeta, lo cual la distingue de la sosa que en iguales cir-
cunstancias se tiño de amarillo; 5.° el ácido carbonítrico produce con la
potasa un precipitado cristalino amarillo , el cual exige 266 veces de su
peso de agua para disolverse. En esto se diferencia del de sosa que es so-
luble en 24 partes; 6.° el ácido perclórico la precipita en blanco. El ni-
trato de plata y el ácido carbonítrico son sus reactivos mas característicos.
La potasa diluida , que es como la debemos considerar en este párrafo
y artículo, es difícil de reconocer, porque los reactivos no la revelan ya:
por esto hay que evaporar hasta sequedad dicha disolución, calcinar, to-
- 1014 -
„ ama concentrar y obrar sobre la disolución concentrada con el
s'inruio de platino.
La potasa ó piedra para cauterio olrece los caractéres químicos de la
pura y de la del comercio , ó sea de las sales que la impurifican. De las
del comercio se distingue por el precipitado de color de aceituna claro
que produce con el nitrato de plata , y de la pura por los caractéres que
son propios de las del comercio. Estas últimas enverdecen el jarabe de
violetas; precipitan en amarillo de canario con el cloruro de platino y el
ácido carbonítrico. Se distinguen estas de la potasa pura, en que hacen
efervescencia con el ácido clorhídrico diluido ; en que precipitan el ni-
trato de plata en blanco amarillento, en parte soluble, con efervescencia
en el ácido nítrico, y dejando un residuo blanco, lechoso, soluble en el
amoníaco ; en que dan con el oxalalo amónico un precipitado blanco de
oxalato de cal , y en que , por último , suministran con el cloruro de ba-
rio un precipitado de sulfato de barita, insoluble en el agua y en el ácido
nítrico.
La exactitud que el médico forense debe guardar en sus declaraciones,
me obliga á detenerme en todos estos pormenores, tratándose del primero
y mas enérgico de los venenos inorgánicos inflamatorios alcalinos.
La potasa altera las bebidas y alimentos cuando concentrada, como ya
lo llevamos dicho de todos los álcalis , es la que da el tipo á semejantes
alteraciones. Es el mejor disolvente de la materia animal. Para reconocer
su presencia en los líquidos y sólidos, se procede de este modo:
líquidos. —Con un papel de tornasol débilmente enrojecido por el ácido
clorhídrico diluido, se prueba la alcalinidad del licor: se ve si tiene olor
amoniacal, si hace efervescencia con desprendimiento de gas picante,
añadiéndole algunas gotas de ácido clorhídrico. Si hiciera esto , habria
un carbonato alcalino, ó la potasa hubiera pasado al estado de carbonato.
Como quiera que sea, se evapora hasta sequedad en una cápsula; se toma
el residuo con alcohol ; si la potasa está libre , será disuelta ; se evapora;
se toma el residuo con agua ; se hace pasar una corriente de cloro hasta
la completa descoloracion ; se evapora y concentra, y se trata con el clo-
ruro de platino y el ácido carbonítrico.
Como el residuo de la primera evaporación , tratada por el alcohol,
puede no haberle cedido mas que la potasa libre y haberse guardado el
carbonato de potasa que tuviese, hay que tomar con agua esta parle no
disuelta por el espíritu de vino; probar la reacción alcalina del licor, si
hay efervescencia y desprendimiento de gas, etc.
Con el fin de no incurrir en errores hay que advertir : l.° que ciertos
líquidos vegetales y animales contienen naturalmente sales con base de
potasa; 2.° que la potasa dada para envenenar puede haber pasado al
estado de carbonato, y B.° que algunos líquidos animales son naturalmente
alcalinos. En cuanto á lo primero , distinguirémos la potasa de las sales
con base de este óxido, porque estas son neutras; no darán por lo tanto
reacción alcalina. En cuanto á lo segundo, acudiremos á la sola análisis:
resolver si la potasa ha sido dada libre ó al estado de carbonato. En
cuanto, en fin , á la tercera dificultad, es fácil vencerla, porque los líqui-
dos animales naturalmente alcalinos deben su alcalinidad á la sosa , por
lo tanto, no precipitan por el cloruro de platino, á no ser que contengan
además sulfato de potasa. Mas aun en este caso la cantidad de los preci-
pitados podrá guiar al perito. Los precipitados obtenidos de sulfato de
p asa son muy reducidos ó tienen poca cantidad.
- 1015 -
Sólidos. — Si las materias con las cuales está mezclada la potasa son só-
lidas , se hacen hervir con agua destilada ; se filtra y se trata lo filtrado
como las líquidas.
g II. — Carbonato de potasa.
Diré poco de este veneno, porque estudiada la potasa, sobre todo
la impura, lo está el carbonato, base principal de aquella; tiene las
mismas reacciones que la potasa con el cloruro de platino y ácido car-
bonítrico; hace efervescencia con el ácido sulfúrico, desprendiendo gas
picante, y es soluble en dicho ácido diluido. Con el cloruro de bario da
precipitado blanco soluble con efervescencia en el ácido nítrico. Puede
estar impuro y contener sulfato, cloruro de potasio, óxidos de hierro,
manganeso y sílice. Mas sus reacciones son las mismas; solo que en vez
de dar con el cloruro de bario un precipitado de carbonato soluble ente-
ramente en el ácido nítrico , da un precipitado que es una mezcla de
carbonato y sulfato: el primero se disuelve en dicho ácido, y el otro no.
8 III. — Agua de javela.
Este veneno no debe ser combatido con ácidos, porque descomponen
el cloruro , desprenden cloro que irrita el estómago , y puede asfixiar al
enfermo con las eructaciones de dicho gas. El agua albuminosa y las
bebidas emolientes son las indicadas, después de haber facilitado el
vómito.
El agua de javela es una mezcla de hipoclorito de potasa y de cloruro
de potasio; hay 125 gramos de álcali por litro de agua. Taí como se en-
cuentra en el comercio, es incolora ó de color de rosa; de olor soso,
semejante á la lejía, ó del cloro, si esta sustancia predomina; sabor
ácre, abrasador. A veces destiñe el tornasol, en vez de ponerle verde.
Es según lo que domina en la mezcla, el álcali, ó el ácido. Tratada con
el ácido sulfúrico, hace efervescencia y desprende cloro, tomando el lí-
quido un color verde. Si en el momento de verter el ácido se pone una
lámina de plata, su superficie se ennegrece. Este color desaparece, tra-
tada la lámina con el amoníaco ; saturada esta disolución en ácido ní-
trico, se desprende el cloruro de plata. La permanencia de la plata en
la disolución por largo tiempo la hace ennegrecer también, sin el inter-
medio del ácido sulfúrico. El agua de javela precipita en blanco lechoso,
insoluble en el agua y ácido nítrico, y soluble en el amoníaco con el ni-
trato de plata.
Pero hasta aquí todas estas reacciones solo sirven para dar á conocer
el cloro. Hay que reconocer la potasa. El cloruro de platino precipita el
agua de javela en amarillo de canario; si está muy diluida ó tiene mucho
cloro no da esta reacción ; así sucede con la del coinerciu : por esto hay
que concentrarla. El ácido carbonítrico da un precipitado amarillo cris-
talino. El ácido hiperclórico la precipita en blanco.
Es difícil envenenar con el agua de javela; el vino se pone negruzco
y acaba por desteñirse; los demás líquidos son también modificados
hasta en el color. Solo el café con leche disfraza bastante este veneno;
pero el sabor cáustico y ácre se revela siempre. La leche se pone muy lí-
quida con este álcali.
Si hay que analizar algún líquido orgánico, el café con leche, por
ejemplo, con el cual esté mezclada el agua de javela, se divide en dos
- 1016 —
el licor : en la una se introduce una lámina de plata pura y se
pSha gota á gota el ácido sulfúrico hasta que no haya efervescencia señ-
ale Clon esto la leche se coagula y ocupa la superficie dejando un licor
sucio y blanquecino ; se percibe olor de cloro y la lámina de plata se
pone negra. Luego se trata la lámina con amoníaco , según hemos di-
cho. En la otra p'orcion del licor se sumerge por espacio de veinte y cua-
tro horas otra lámina de plata.
Con esto tenemos averiguado que hay cloro , luego se ya en busca de
la potasa. Se toma la porción del licor tratado con ácido sulfúrico y
se filtra. Si el cloro que se ha desprendido ha sido suficiente para coa-
gular toda la leche ó materia orgánica, se somete el licor filtrado á los
reactivos de la potasa. Si no lo ha coagulado lodo, se somete el líquido
filtrado á una corriente de cloro hasta que el licor no se enturbie some-
tido á la acción de este. Esa misma corriente de cloro bastaría para coa-
gular toda la leche, aunque no fuese préviamente tratada con el ácido.
P ara reconocer la potasa en el líquido filtrado hay que concentrarle.
Si la mezcla del agua de javela con los líquidos ha estado mucho tiempo
expuesta al aire, el hipoclorito de potasa puede haberse convertido en
carbonato.
Cuando el agua de javela está mezclada con sólidos ó contenida en el
estómago, se recogen las materias y se sumerge en ellas una lámina de
plata, para ver si se ennegrece , sometiéndola luego al amoníaco, etc.
Las análisis en estos casos pueden tener sus dificultades; mas ya lleva-
mos dicho, al tratar del ácido hidroclórico y de la potasa, cómo se distin-
gue de casos.
§ IV. — Nitrato de potasa.
Muy á menudo alteran esta sal cloruros de potasio y sodio. Pura es
sólida , Llanca, pulverulenta ó cristalizada en prismas acanalados , de un
sabor fresco Sus caracteres químicos son: Infundirse en las ascuas
dando chasquidos y acelerando la combustión; 2.° reducido á polvo y
tratado con el ácido sulfúrico, desprende vapores rojo-anaranjados, por
poco que se caliente la mezcla; 3.° mezclado con limaduras de cobre y
tratado en frió con el ácido sulfúrico , da también dichos vapores. Estos
caractéres no se advierten cuando está muy extendida la disolución ; en
tal caso hay que concentrarla. Sin concentrarla , se puede reconocer po-
niendo un poco en un vidrio de reloj algunos cristales de morfina y
echando algunas golas de ácido sulfúrico que no toquen la morfina. Este
alcaloideo toma el color rojo -anaranjado. El cloruro de platino le preci-
pita en amarillo de canario: el ácido carbonítrico le hace dar el precipi-
tado amarillo cristalino; el ácido perclórico el blanco. Estos precipitados
á veces no se presentan acto continuo.
El nitrato de potasa impuro da con el de plata un precipitado blanco
lechoso insoluble en el agua, ácido nítrico, y soluble en el alcohol , por
razón de los cloruros que le impurifican.
Esta sal no altera en nada los líquidos y sólidos vegetales y animales.
Para analizarlos y saber si tienen nitrato de potasa , se descoloran con el
carbón animal , se evaporan hasta sequedad , se toma con el agua, se fil-
tra y se trata con los reactivos del ácido nítrico y de la potasa. La mor-
fina y el proto-sulfato de hierro son excelentes y poderosos reactivos;
para reconocer la potasa hay que concentrar mucho el licor.
Los Olidos, igualmente que el estómago, se hacen hervir con agua du-
- 1017 —
ranle una hora; luego se filtra, evapora hasta sequedad, como queda di-
cho. Una porción de lo obtenido se arroja á las ascuas, para ver si activa
la combustión ; la otra se pone en un tubo con limaduras de cobre y
ácido sulfúrico, como se dijo al tratar del ácido nítrico, para que dé sus
reacciones con la morfina y el protosulfato de hierro. Por último, se
hace pasar una corriente de cloro por otra porción, se filtra y trata con
los reactivos de la potasa.
§ V. — Hígado de azufre.
Este veneno, además de irritar ó de inflamar las vias digestivas, pa-
rece que ejerce una acción general estupefaciente. El sistema nervioso se
amortigua. Tal vez mata asfixiando al sugeto por la grande cantidad de
ácido sulfhídrico que se desprende , descomponiéndose el hígado de azu-
fre. Por esto, además del vómito, se debe administrar el cloro líquido,
una cucharada por vaso , y con cuidado ; también deben evitarse los áci-
dos , porque estos desprenden el ácido sulfhídrico.
El hígado de azufre, mezcla de quinto-sulfuro de potasio y de sulfato
de potasa, recien preparado, es sólido, duro, moreno-rojizo, verde ó
blanco-amarillento. Se descompone muy fácilmente. Atrae la humedad
del aire y se convierte en sulfhidrato sulfurado, lo mismo que si estu-
viese en el agua. Cuando es verde, ya está alterado ; cuando blanco-
amarillento mucho más ; ya no es mas que una mezcla de sulfito ó sul-
fato y azufre. La disolución del hígado de azufre pone negro un pedazo
de papel mojado de acetato de plomo que en ella se sumerja. Tratado
con el ácido clorhídrico, hace efervescencia y arroja el olor de huevos
podridos, precipitando un polvo blanco que es azufre. El líquido pierde
el color ; la disolución del hígado de azufre es un sulfhidrato sulfurado;
el ácido hidroclórico se apodera de la potasa y forma un hidroclorato ; el
ácido sulfhídrico es desprendido, es el que arroja el olor fétido, y las
porciones de azufre que están unidas al sulfhidrato , se precipitan aban-
donadas; son el polvo blanco.
Echada la mezcla después de la acción del ácido clorhídrico en el fil-
tro, queda en este un sedimento que, dejándole secar y encendiendo el
papel del filtro, arde como el azufre y da el olor del ácido sulfuroso. El
licor filtrado, concentrado por evaporación, precipita en amarillo de ca-
nario con el cloruro de platino , y no da amoníaco tratado con la sal
sólida.
Si la disolución es diluida ó extendida, las reacciones son menos sen-
sibles, hay que concentrarla.
Las aguas de algunos baños sulfurosos se conducen como la disolución
del hígado de azufre.
El hígado de azufre altera todas las bebidas, en especial ácidas, por-
que se descompone y precipita azufre. Otro tanto hace con los líquidos
del estómago, por lo mismo que son ácidos. El vino que acto continuo
se pone de color de sus heces, con el tiempo se vuelve blanco con mucho
sedimento; la leche permanece líquida.
En vista de la facilidad con que se descompone el hígado de azufre,
convirtiéndose de veneno en una sustancia no venenosa, sulfato de po-
tasa , puede suceder muy bien que , cuando traten de administrarle como
tósigo, deje de serlo, tanto mas, cuanto mas tiempo haya estado mez-
clado con líquidos ácidos.
- 1018 -
para analizar un líouido que contenga hígado de azufre, se ve si hay
sedimento ; si no le hay, se sumerge el pedazo de papel empapado de
acetato de plomo para ver si se pone negro; se trata con el ácido clorhí-
drico , luego se quema el papel del filtro , etc. Si hay sedimento , se fil-
tra y se recoge el azufre hidratado blanco, pulverulento y muy divi-
dido : en semejante estado no se halla nunca sino cuando se precipita
de un sulfuro; esta circunstancia será una prueba de que el licor le
contenia.
Si es el estómago el que debamos analizar, se examinan bien los plie-
gues de la mucosa para ver si hay en ellos sedimento de azufre hidra-
tado. Se tocan sus paredes con papel mojado de acetato de plomo. Se
lava bien la viscera con mucha agua ; se deja reposar lo lavado ; luego
se evapora el líquido , y saturándole de ácido clorhídrico , se trata con el
cloruro de platino.
Se lava el sedimento de nuevo , se deja reposar el líquido filtrado , se
trata el filtro con agua amoniacal, se lava, se seca el filtro y se quema.
§ VI. — Sosa y su hipoclorito.
La sosa presenta muchas cosas comunes con la potasa. La misma
acción sobre la economía humana, los mismos contravenenos, la misma
medicación. Mucha semejanza en reacciones químicas, solo que el clo-
ruro de platino no la precipita. Se distingue de la potasa por este y por
muchos caractéres negativos; esto es, no ofrece lo que ofrece la potasa
con ciertas operaciones.
Démosla, pues, por expuesta.
Lo propio podemos decir del hipoclorito de sosa ; conocido el de po-
tasa, está dicho todo lo esencial de aquella sal ; el cloruro de platino no
la precipita en amarillo. Para descubrirla hay que hacer constar la exis-
tencia del cloro por un lado, por el otro el de la sosa.
§ VII, -Alumbre.
Para que el alumbre sea venenoso , es preciso que le tome el sugeto
en bastante cantidad, media onza al menos. Orfila y Devergie están algo
en desacuerdo sobre la energía de este tósigo; cada uno cree apoyarse
en experimentos, y el primero concluye que el hombre siente menos que
el perro la acción del alumbre, al paso que el segundo dice que le ha
de sentir más. Para resolver esta cuestión, no puede servirnos de guia
la terapéutica. De poco sirve que Dumeril, Marc, Kappeller y Gendrin
administren el alumbre á la dósis de una, dos, cuatro y hasta seis drac-
mas contra las diarreas crónicas y cólico de los pintores. Ya vimos en su
lugar que el hombre enfermo se halla á veces en otras circunstancias
que el hombre sano. Como quiera que sea, los síntomas del alumbre cris-
talizado son los de la flogosis. Parece que tiene acción corrosiva cuando
es concentrada su disolución. En la piel produce escaras. Es de los cáus-
ticos que coagulan, que constriñen sin destruir la trama de los tejidos;
es decir, cáustico-astringente.
La medicación contra el alumbre no tiene nada de particular.
En el comercio hay tres especies de alumbre: \.° sulfato de alúmina y
potasa; 2.° sulfato de alúmina y amoníaco; 3.° sulfato de alúmina de po*
tasa y amoníaco. Todos tienen exceso de ácido; por lo mismo enrojece
~ 1019 -
esta sal el tornasol. Para el alumbre calcinado se sirven del sulfato de
alúmina y potasa.
El cristalizado contiene 44,44 de agua por 100 de alumbre; calcinado,
se evapora el agua. Es sólido, cristalizado en octáedros muy trasparentes,
de un sabor estíptico, astringente, y hasta algo dulce, muy soluble en el
agua. El fuego le pone líquido, luego se hincha , pierde la transparencia,
toma un color blanco mate y ocupa mas puesto, üisuelto en el agua,
precipita por las sales solubles de barita en blanco insoluble en el agua
y ácido nítrico , en amarillo de canario con el cloruro de platino y en
blanco por el amoníaco. Si se tritura con la cal y tiene por base el amo-
níaco, este se desprende.
El calcinado es blanco y pulverulento, de sabor muy acerbo, difícil-
mente soluble en agua fria. Calentado, no sufre cambio aparente; el va-
por que exhala enrojece el papel de tornasol. El agua hirviendo solo le
disuelve en parte. Lo disuelto se conduce como el alumbre cristalizado
con los reactivos. La porción no disuelta, tratada con alguas gotas de
ácido sulfúrico, clorhídrico ó nítrico, se disuelve y da evaporada cristales
de alumbre.
El alumbre da á las bebidas un sabor muy acerbo , por lo cual es fá-
cil conocerle, aunque no altere su color. Para analizar los líquidos que
le contengan, basta desteñirlos, si hay color, y filtrar si hay sedimento, y
tratar lo filtrado y desembarazado dé las materias orgánicas como una
disolución. Si se trata de analizar lo contenido en el estómago, hay que
analizar atentamente esta viscera, porque muy á menudo están pegadas á
sus paredes porciones de alumbre calcinado.
§ VIII.— Barita y sus compuestos.
Todos los preparados del bario son venenosos, en especial el protóxido
hidratado ó barita, el hitlrocloralo y el carbonato. Los síntomas que produ-
cen, en los perros al menos, son además de las náuseas, vómitos acom-
pañados de esfuerzos violentos, vértigos, insensibilidad, abatimiento,
luego convulsiones parciales ó generales, siendo á veces los sacudimien-
tos tan fuertes que el animal salta como un renacuajo sometido á la pila
galvánica.
Estas convulsiones cesan , y luego vuelven á aparecer con mas inten-
sidad. Los latidos del corazón son muy frecuentes; la respiración está
momentáneamente suspendida, las pupilas dilatadas, y al fin cae el ani-
mal en un estado de inmovilidad é insensibilidad completa. Hay á veces
parálisis parciales.
La autopsia manifiesta vestigios de inflamación en el estómago. Los
autores que han hecho experimentos, Orfila y Hrodie , no nos han dicho
el estado de los centros nerviosos. Si lo que pasa en los perros pasase en
el hombre, los compuestos de bario ó barita, deberían , en mi concepto,
ser tenidos por nervioso-inflamatorios. Los síntomas que provocan son
realmente de la intoxicación por estos venenos. Devergie dice que no se
conoce mas que un envenenamiento por el cloruro de bario. El sugeto
murió en una hora, y presentó vómitos, convulsiones, cefalalgia, sor-
dera , etc. Angiada, sin embargo, habla de una intoxicación por el hi-
droelorato de barita, que no fue seguida de la muerte; hubo sí grandes
trastornos, pero el enfermo se curó, no solo de la intoxicación, sino de
la enfermedad contra la cual lomó el hidroclorato en gran cantidad.
- 1020 —
para combatir la acción del bario y sus preparados ó compuestos de
barita, hidroclorato y carbonato , Crawforst ha propuesto la administra-
ción de los sulfatos de potasa , sosa y magnesia , sus contravenenos. La
transformación de dichos preparados en sulfato, constituye la idea de
este tratamiento ; el sulfato no es soluble, y siempre es un bien trans-
formar un veneno muy soluble en otro no soluble. Las aguas de pozo es-
tán igualmente recomendadas contra esos venenos. Los mejores medios
curativos son el vómito, los antiflogísticos unidos debidamente á los nar-
cóticos, puesto que hay una grande exaltación nerviosa.
La barita (protóxido de bario) es blanca ó parda, según la humedad que
haya absorbido; es soluble en el agua , enverdece el jarabe de violetas,
precipita en blanco por una corriente de ácido carbónico, difícilmente
soluble en un exceso de ácido, soluble con efervescencia en el ácido ní-
trico. El sulfúrico y los sulfatos de potasa y sosa le precipitan en blanco,
insoluble en el agua y ácido nítrico.
La barita enturbia y destiñe el vino ; este se pone azulenco , en razón
de los sulfatos que contiene. La leche se pone mas flúida.
Para analizar el vino envenenado con barita , se filtra y se recoge el
sedimento ; se quita el color al líquido con el carbón animal , y se trata
con el ácido carbónico una parte ; otra con ácido sulfúrico ó un sulfato
soluble. El depósito ó sedimento se calcina con carbón en un crisol cer-
rado ; se disuelve el residuo en agua; se añade ácido nítrico que le trans-
forma en nitrato; se depone azufre y desprende ácido sulfhídrico. El
licor filtrado tendrá todas las cualidades de las sales de barita, y si se des-
componen con el calor los cristales, se obtendrá barita pura;
Si la barita se ha mezclado con la leche, caldo, etc., se procede como
sigue : se hace constar la alcalinidad del licor con el jarabe de violetas,
y mejor con el papel de tornasol enrojecido por un ácido ó el de dália.
Calentar la leche, hacer pasar una corriente de cloro gaseoso. Al cabo
de algunos instantes , toda la materia animal está coagulada; se filtra, se
obtiene un líquido límpido como agua destilada , y se trata con el ácido
sulfúrico ó un sulfato soluble. El ácido carbónico da poco resultado.
Si en el líquido hay sedimento, se separa y trata como he dicho.
El hidroclorato de barita es sólido, blanco, cristalizado, no enverdece
el jarabe de violetas, y tratado en seco por el ácido sulfúrico, da vapo-
res blancos; es soluble en el agua, insoluble en el alcohol, por lo que
no tiñe de púrpura la llama que resulta de su combustión. El nitrato de
plata precipita su disolución en blanco lechoso, insoluble en el agua y
ácido nítrico; soluble en el amoníaco. El ácido sulfúrico, los sulfatos de
sosa y potasa le precipitan también en blanco, insoluble en el agua y
ácido nítrico. Una porción del licor, tratada con sulfato de sosa , hasta
que no se enturbie por este reactivo, ni por el ácido sulfúrico no da ya
precipitado, añadiéndole carbonato de potasa.
Para reconocer el hidroclorato mezclado con el vino, leche , etc., se
procede como lo llevo dicho , al tratar de la barita.
El carbonato de barita es también sólido, blanco, insípido, insoluble en
el agua , soluble con efervescencia en el ácido nítrico, que le transforma
en nitrato con todos los caractéres del cloruro de bario. Le es aplicable
cuanto queda expuesto de la barita é hidroclorato en punto á procederes
analíticos,
- 1 02 í -
g IX.— Cal.
La cal es un veneno poco enérgico ; inflama el estómago y mata á con-
secuencia de esta inflamación. Su contraveneno y su medicación son los
ordinarios.
La cal, óxido de calcio, es sólida, blanca ó de un blanco pardusco, sa-
bor cáustico y ligeramente soluble en el agua. Precipita en blanco por
el ácido carbónico y oxálico, el primero soluble en un exceso de ácido;
el segundo insoluble, y soluble en el nítrico. El ácido sulfúrico puro no
precipita la cal.
El agua de cal no altera la albúmina , ni la gelatina , ni el caldo, ni la
leche. El vino precipita en violado, el té en rojo de ázoe, y la bilis del
hombre en moreno.
Para descubrir la cal en un caso de envenenamiento, se hará constar
la alcalinidad de las materias que la contengan ; luego evaporar hasta
sequedad : si no se obtiene sólida, tratar el producto en agua fria, filtrar,
hacer pasar un exceso de gas ácido carbónico al licor ; hervir luego por
espacio de algunos minutos para precipitar el carbonato de cal ; este se
lava , se seca , calcina en un crisol de platino, y se obtiene cal y carbo-
nato de cal. Como no hay ningún líquido alimenticio ni materia de vó-
mito que dé carbonato de cal con ácido carbónico, si no se les ha aña-
dido cal , la prueba es concluyente. Sin embargo, á veces puede suceder
que la cal se transforme en un carbonato insoluble ó soluble , al que el
ácido carbónico no revela , ya por estar unido á los ácidos , ya con la
materia orgánica , formando un compuesto jabonoso. Los síntomas y la
autópsia aclararán la intoxicación.
§ X.— Amoniaco liquido.— Sesqui-carbonato é hidroclorato amónico.
El amoníaco líquido ú óxido de amonio concentrado es cáustico. Di-
luido, inflama y produce estados erisipelatosos como el agua hirviendo;
es un líquido incoloro ; tiene un olor fuerte , penetrante , sui generis, con
muchos caractéres del gaseoso. Es fuertemente alcalino; precipita en
blanco el bicloruro de mercurio, el bifosfato de cal , etc., y con las sales
de cobre da una coloración y precipitado azul hermoso ; con el cloruro
platínico precipita en amarillo de canario.
El sesqui-carbonato obra como el amoníaco, pero con menos energía;
es menos cáustico, inflama como todos los irritantes enérgicos. No tie-
nen contraveneno, y solo puede uno oponerles el plan antiflogístico y los
opiados.
El sesqui-carbonato es sólido y blanco; echa olor de amoníaco; como
este enverdece el jarabe de violetas, hace efervescencia con los ácidos,
y desprende gas picante , inodoro; disuelto precipita en amarillo canario
por el cloruro de platino y por el ácido carbo-nítrico; se altera expuesto
al aire , pierde amoníaco y es menos enérgico.
El clorhidrato amónico es también sólido y blanco, no tiene olor, es dúc-
til , y por esto no se reduce fácilmente á polvo. Triturado con cal viva,
desprende amoníaco, fácil de reconocer por su olor. Tratado con el ácido
sulfúrico, desprende vapores espesos de ácido clorhídrico, los cuales se
vuelven blancos, aproximándoles un frasco de amoníaco. Disuelto en agua
y mezclado con cal, desprende amoníaco, precipita en amarillo canario
por el cloruro de platino, y en blanco por el nitrato de plata. Existe e¿ta
— mu -
aj en una infinidad de fluidos y sólidos animales ; se forma descompo-
niendo gran parte de estos con el fuego y durante la putrefacción.
ARTÍCULO V.
DE LOS METALES, SUS ÓXIDOS Y SUS SALES.
Voy ó comprender en este artículo los metales siguientes: mercurio,
cobre , antimonio, plomo, estaño, plata, bismuto y sus compuestos. Podría
incluir los de oro y zinc , cromo, urano, platino, etc; mas sobre que la
intoxicación ó el envenenamiento por estos metales y sus compuestos es
rarísima , por no decir que jamás la encuentra el médico-forense en su
práctica , les es aplicable cuanto hemos expuesto en la primera parte de
este Compendio.
En punto á Ja acción de los venenos metálicos , á la patología y á la
terapéutica, á los procederes analíticos que son necesarios para descu-
brirlos, no entraremos en consideraciones comunes ó generales, porque
seria reproducir lo dicho en la primera parte de este Compendio. Veá-
moslos , pues , particularmente.
.§ I.— Mercurio y sus compuestos.
Los preparados mercuriales que pueden ser causa de intoxicaciones,
son : el bicloruro, proto-cloruro, protóxido, bióxido, deuto-yoduro, prolo y
deulo-nilrato, proto y deuto- sulfato, ácido, cianuro y sulfuro. Por lo común,
el instrumento del crimen suele ser el bicloruro ó sublimado corrosivo;
esto y el ver que todo cuanto esencial se diga de esta sal , es enteramente
aplicable á los demás compuestos del mercurio, por transformarse al fin y
al cabo en él, me permitirá ceñirme casi exclusivamente al sublimado.
Pero antes de estudiar el bicloruro, digamos algo sobre el mismo mer-
curio y la absorción de este metal y sus compuestos.
Háse suscitado una cuestión sobre si el mercurio metálico es veneno.
Hay una infinidad de hechos que solo prueban su acción deletérea en es-
tado de extremada división. Su acción es miasmática. En este concepto,
es un veneno ; y los principales síntomas que revelan su acción, son : el
tialismo, la inflamación de las encías, el enflaquecimiento, la parálisis
incompleta de los miembros y el temblor, al ejecutar los movimientos.
Los que trabajan en las minas de mercurio sufren por su acción miasmá-
tica todos estos trastornos. Iguales los sufrió la tripulación de un buque
donde reventó una cuba llena de mercurio f1). Líquido el mercurio me-
tálico, no es tenido por veneno, es insoluble , y como no sufra alteración
es inerte.
En cuanto á la acción del sublimado corrosivo y demás preparados
mercuriales, puede decirse, por los síntomas que desenvuelven, que es
á poca diferencia igual á la del mercurio miasmático, dados en peque-
ñas dósis á ciertas personas.
Acerca de la absorción de estas sustancias, y en especial del mercurio
puro, ha habido sus disidencias. ¿Pasa el mercurio absorbido puro á la
masa de la sangre , y de esta á los órganos para producir los efectos que
le son propios? Los unos dicen que la observación clínica lo persuade,
(q Trantaccioim filosofea» , 1665.
- 1023 -
pero que los experimentos químicos no lo confirman. Otros apelan á que
son varios los autores que refieren haber encontrado mercurio metálico
en todos los órganos de la economía. Se dirá que falta saber si estos casos
son auténticos ; si los cadáveres sujetos á la observación sufrieron inyec-
ciones mercuriales en los anfiteatros ; si fueron sepultados con algún
trabajo de embalsamamiento por el azogue , como se ha practicado en
otros tiempos. A los muchos casos de mercurio encontrado en los hue-
sos de ciertos sugetos , ya hemos citado en otra parte el muy notable que
se conserva en los gabinetes de la Facultad de Madrid , el esqueleto
jigantesco de un gastador francés, en cuyas articulaciones se encontró
una cantidad de mercurio considerable , la que se guarda en un fras-
quito junto al mismo. Este esqueleto pertenece á un sugeto que hizo uso
por largo tiempo de una medicación mercurial.
Contra la absorción del mercurio metálico puro hay una infinidad de
hechos , y Devergie dice que las análisis de los químicos mas modernos
no han podido encontrar mercurio ni en los huesos , ni en las partes
blandas, ni en los líquidos de personas sujetas á un tratamiento, y el
mismo autor añade que los resultados fisiológicos ó patológicos de la ac-
ción de los preparados mercuriales ó medicamentos mal administrados
establecen la convicción mayor acerca de la absorción mercurial ; pero
que es dudoso, por lo menos todavía, que se haya demostrdo mate-
rialmente la existencia del mercurio en los sólidos y fluidos del cuerpo
humano , por medio de observaciones ó análisis químicas auténticas,
puesto que con los procederes actuales, mas abonados para el efecto que
los antiguos , no se ha podido conseguir su demostración material.
Con lo que llevamos dicho en la primera parte sobre la absorción y
sus relaciones con la solubilidad de los cuerpos , basta y sobra para re-
solver esta cuestión que algunos autores embrollan por no dar á la quí-
mica lo que de derecho le pertenece; el mercurio metálico, como insolu-
ble , no pasa á la masa de la sangre ; pero combinado ó al estado de clo-
ruro soluble ú otro que le dé solubilidad , es absorbido y puede ser
reducido, siquiera no sepamos cómo, y colegirse á mas ó menos cantidad.
Dejando ya á un lado al mercurio metálico, vamos al sublimado ó
bicloruro dé mercurio.
Su dósis mayor medicinal es de 2 centigramos ó dos quintas partes de
grano. Otro tanto puede decirse del deuto yoduro de mercurio y del cia-
nuro.
Los síntomas producidos por el sublimado corrosivo son notables : los
expondremos en resumen, dejando de anotar otros que son consecuen-
cias forzosas de los que expongamos. Sabor acre , metálico, cobrizo ex-
tremado. — Inflamación violenta de la faringe con constricción que hace
arrojar todo lo que el envenenado toma, y que acaba por gangrena , ma-
tando á veces antes que el veneno llegue al estómago. — Vómitos y de-
yecciones alvinas, sanguinolentas. — Fuerte excitación de las vías uri-
narias con supresión completa de la orina en muchos casos. — Insensibi-
lidad de la mitad del cuerpo, la inferior por lo común , empezando por
los pies. — Debilidad extrema de las contracciones del corazón, sudores
fríos abundantes , agitación horrible, síncopes, integridad de las faculta-
des intelectuales hasta el momento mismo de la muerte.
Las alteraciones de tejido que esta sustancia produce, se dejan conce-
bir: flogosis, inyecciones, equimosis, excoriaciones, manchas negruz-
cas, color rojo" de ladrillo, y en especial unas manchas parduscas ó
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Ae un rojo morenusco, con su fondo violado, que dan á la mucosa del
velo del paladar, equimosis, laringe, esófago y estómago el aspecto de
granito rojo, con fondo lívido. No es raro que produzca también alguna
degeneración en el hígado y los riñones, á la manera del fósforo y del
arsénico.
Los contravenenos que hay que oponer al sublimado corrosivo son va-
rios : la albúmina, ó clara de huevo diluida en agua, y el gluten, 6 par-
les mezcladas con 10 de jabón blando, triturados juntos en un mortero,
para que se mezcle bien. La masa se extiende en capas delgadas sobre
platos , y se hace secar ; luego se forman polvos y se tienen preparados
para los casos de envenenamiento por el sublimado. Se toma una porción
de este polvo , se diluye en agua y se da al envenenado. La yema del
huevo parece ser mas activa aun que la misma albúmina ó clara.
Aunque la albúmina está recomendada por Orfila como el primer con-
traveneno, y el que se tiene mas A mano, Miaihe ha propuesto el proto-
sulfuro de hierro hidratado, y, en efecto, los experimentos, tanto de
este autor como de Orfila , llouchardat y Sandras, demuestran su indis-
putable eficacia , en llegando á tiempo.
Lo único que opone Orfila y llouchardat es que se llega tarde con él,
que no le tienen hecho los farmacéuticos, por ser de escaso ó ningún
uso ; fuera de eso le reconocen la importancia que le ha dado Miaihe.
Contra las emanaciones mercuriales se recomienda el uso del agua sul-
furosa y la abstinencia de la sal común.
A más de todo esto, los vómitos y el tratamiento antiflogístico serán
necesarios en los casos , en especial por poco que haya de llegar el biclo-
ruro á desplegar su acción mortífera. Si la intoxicación procediese de la
aplicación de compuestos ú otros remedios externos, á úlceras ó tumo-
res, siquiera fueran de veneno metálico ó calomelanos, se aplicará en la
parte lociones de agua salada frecuentes, lavando á menudo la parte para
impedir la absorción del cloruro que resulta.
El sublimado corrosivo es sólido, blanco, medio trasparente, en peda-
zos mas ó menos voluminosos, muy pesados, ó en polvo blanco, con al-
guna analogía ai azúcar; de un sabor acre y parecido al de cobre; no es
muy soluble ; echado en polvo fino en el agua , permanece en la superfi-
cie casi todo ; solo agitando mucho se precipita en el fondo del vaso; he-
cho digno de ser tenido en consideración para ios casos jurídicos.
Si se frota con un pedazo de sublimado una plancha de cobre, ó si, po-
niéndole encima de dicha plancha, se vierte en él una gota de disolución
de cloro, la plancha se cubre de una capa metálica argentina, introdu-
ciendo un poco en un tubo cerrado por uno de sus extremos , mezclado
previamente con flujo negro , y calentando gradualmente hasta el color
rojo, se obtiene mercurio metálico.
La disolución en el agua concentrada de bicloruro de mercurio enro-
jece la tintura de tornasol. Una gota produce una mancha argentina en
una plancha de cobre. Frotada la plancha, ó enjugada ai cabo de algún
rato, se ve mercurio metálico; calentando la parte manchada, la lámina
recobra su color. El nitrato de plata forma con dicha disolución un preci-
pitado blanco , soluble en el amoníaco, con tal que la cantidad del in-
trato sea bastante para descomponer todo el sublimado. Evaporada la di-
solución , queda el sublimado sólido otra vez.
Este veneno tiene, además, una porción de reactivos.
Precipita con un poco de la disolución de la potasa en amarillo roj >
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con la potasa , en amarillo ; con el agua de cal y el carbonato de potasa,
en rojo de ladrillo; con el ácido sulfhídrico y los sulfuro» alcalinos , en
negro; con el cianuro férrico de potasio, el protocloruro do estaño y el
amoníaco , en blanco.
Una pila, formada de planchas de oro y estaño, y sumergida en una
disolución de sublimado, se cubre en las planchas de oro de una capa
blanca. La pila de Smithson sirve perfectamente para eso.
Todas las sustancias animales y vegetales pueden combinarse con el
sublimado corrosivo, ya inmediatamente, ya con el tiempo, transfor-
mándole en mercurio dulce, calomelanos, ó sea protocloruro. Algunos
autores hasta han pretendido que esta descomposición llegaba á producir
mercurio metálico : esto es, á separarle enteramente. De todos los expe-
rimentos hechos por los partidarios y adversarios de esta opinión, puede
deducirse : l.° que hay preparaciones mercuriales capaces de ser redu-
cidas á mercurio metálico en el estómago, sin el intermedio de ningún
agente: tales son el prolóxido y el protonitrato de mercurio; 2.° que el
sublimado y los demás preparados mercuriales, en ios cuales el mercurio
se halla en estado de combinación , jamás pueden dar mercurio metá-
lico , sino por medio de un cuerpo capaz de efectuar esta reducción me-
tálica. El aceite esencial de trementina, ó el arsénico, el hierro, el cobre,
el fósforo y el protosulfato de hierro, pueden separar el mercurio. Este
conocimiento es de la mayor importancia en Medicina legal , por cuanto
puede encontrarse mercurio metálico en un cadáver, y es bien que sepa-
mos, si solo puede deber su origen á la administración de este metal en
estado simple , ó si administrado en estado de bicloruro pudo separarse
el mercurio del cloro, revilicándose.
No vemos completamente resuelta entre los autores una cuestión grave
relativa á esta descomposición del sublimado : unos opinan que los líqui-
dos vegetales y animales le descomponen en seguida; otros, que tarda,
y bastante. Orfila , que está entre los primeros, se apoya en experimen-
tos. Caliéntese, ya seco, el precipitado de albúmina y sublimado en un
tubo de globulillos metálicos. Este mismo experimento, en vasos cerra-
dos , dará mercurio y ácido hidroclórico en bastante proporción para
formar un protocloruro de mercurio. Hecho hervir con una disolución de
potasa cáustica al alcohol , se deposita un producto negro : óxido negro
de mercurio, Devergie, después de rechazar la significación de estos he-
chos , por cuanto , para que se efectúen , se necesita una temperatura
mucho mas elevada que la ordinaria , ó del cuerpo , presenta otros ensa-
yos á favor de una opinión contraria á la de Orfila. lia cogido varias ve-
ces el precipitado de albúmina y sublimado, y le ha lavado en agua des-
tilada , filtrándole , y nunca ha dejado de separar fácilmente el sublimado
de la albúmina ; de modo que mas parece el veneno envuelto por esta
sustancia, que descompuesto el sublimado y combinado con aquella.
Añadamos á esto que la leche es un vehículo aconsejado para administrar
el bicloruro de mercurio. Tres niños se envenenaron con leche, en la
que habia sublimado corrosivo, üe todo esto pudiera deducirse que hay
lugar á creer en la no descomposición inmediata del sublimado por los
líq uidos vegetales y animales.
A otra cuestión da lugar M. Mialhe, que ha llamado la atención de los
médicos, en especial de los médicos forenses. Dice dicho autor, que el
mercurio dulce puede transformarse en el estómago ó cuerpo humano
en sublimado corrosivo, bajo la influencia del clorhidrato de amoníaco
TOXICOLOGÍA, — f»ü
- 1026 -
v de agua. Un caso práctico sirvió de base á esta opinión. Importaba
¿ucho resolver esta cuestión con la observación y los ensayos. Ya hemos
visto en la Toxtcologia general lo que hay sobre este importante punto.
El bicloruro de mercurio no altera el aguardiente, el éter ni el vino.
Este, al cabo de cuarenta y ocho horas , ofrece alguna turbación de co-
lor y sedimento. La leche, cerveza y sidra , tampoco se alteran. A. pesar
de esto , es difícil que se cometa el envenenamiento con estas bebidas,
como homicidio; el sabor de la bebida envenenada es tan acerbo, que
hasta se han detenido en su terrible proyecto algunos suicidas al tocar
el tósigo su lengua. Otro tanto podemos decir de las sustancias sólidas.
Cuando hay que proceder á la análisis del sublimado mezclado con
sustancias vegetales ó animales, sólidas ó líquidas , no es igual el proce-
dimiento , por no serlo tampoco las circunstancias.
Algunos autores dicen que puede presentarse el veneno bajo cuatro
aspectos :
1. ° La materia es líquida, sin sedimento.
2. ° La materia es líquida , y hay sedimento.
3. ° La mezcla es en parte líquida, en parte sólida.
4. ° La mezcla es enteramente sólida.
En el primer caso, se vuelve el licor ácido con algunas gotas de ácido
nítrico, se quita el color con el carbón, se concentra y evapora hasta
sequedad , y se vuelve á tomar con el éter. Se hace luego evaporar, se
toma con el agua y se sujeta á la acción del nitrato de plata y la potasa,
con lo cual se obtiene el sublimado. También se puede sumergir en di-
cho licor una pila de oro y estaño para ver si se cubre de la capa blanca,
lo cual prueba igualmente la existencia en el licor del bicloruro de mer-
curio. Si no se blanquea la plancha de oro por espacio de cuarenta y
ocho horas, se toma el residuo del tratamiento por el éter, y se le hace
pasar una corriente de cloro gaseoso. Descolorido el licor, se filtra y pone
en él la pila.
En el segundo caso , se filtra un poco de la materia, se vuelve ácida,
se la trata con el nitrato y la pila, luego la corriente del cloro en caso
negativo, y se filtra después. Adviértase que en uno y otro caso lo que se
obtiene es una prueba de que hay un precipitado de mercurio ; pero no de
que sea el sublimado; sin embargo, la cantidad de cloruro de plata que
se obtuviese , podría dar derecho á pensar que habia en la bebida ó lí-
quido el bicloruro.
Cuando la materia es en parte líquida y en parte sólida, se separa
por decantación una de otra , y se procede, con respecto al líquido, como
llevamos dicho. En cuanto á la parte sólida , se procede como en el
cuarto caso.
Siendo la materia sólida , se examina con cuidado su color y aspecto;
ver si hay las manchas parduscas que el sublimado produce en los teji-
dos, ó si hay mercurio dulce, que puede ser dado en vida. Las manchas
y el mercurio dulce se separan para examinarlas aparte. Trátase luego la
masa sospechosa con ácido clorhídrico, concentrado y humeante; se eva-
pora la mayor parte del ácido empleado ; se toma eí residuo con agua
destilada para suspender ó disolver la materia animal ; se trata luego a
naasa por el cloro gaseoso; por último, se filtra y coloca en el licor la
pila de oro y estaño.
Mejor que todo, eso es proceder como lo hemos indicado en la lomeo-
logia general , según los casos en la misma indicados.
— 1027 -
En nuestra práctica hemos empezado siempre carbonizando las mate-
rias sólidas ó líquidas por el proceder de Flandin. Hecha la carboniza-
ción , ya hemos distinguido á Ja luz directa del sol los globulillos metáli-
cos del mercurio. Luego hemos sometido el licor resultante á los reactivos
de las sales de mercurio , y jamás nos ha faltado la prueba mas completa
de la existencia de ese metal, cuando las materias le han contenido. Esta
es , pues , la práctica que recomendamos como mas eficaz y mas sencilla.
Después de haber trazado la historia del sublimado corrosivo, el veneno
mas mortífero de todos los mercuriales , vamos á decir cuatro palabras
de los demás compuestos del azogue. Es excusado que hablemos de su
acción sobre la economía , sus contravenenos y la terapéutica que exigen.
Les es aplicable cuanto del sublimado hemos dicho.
En cuanto á las propiedades físicas y químicas , podemos decir que
todos son sólidos; contraste notable con el mercurio, que es líquido. El
bióxido, el deutoyoduro y el sulfuro son rojos; el protoyoduro, ama-
rillo pardusco , y el protóxido, negro ; los demás todos son blancos. To-
dos tienen sabor metálico cobrizo ; el protóxido y protosulfuro le tienen
además sui generis. Ninguno tiene olor notable.
El protocloruro se distingue porque se volatiliza y no se descompone :
tratado con potasa , se pone negro; y calentado en un tubo, da mercurio
metálico ; no enrojece el tornasol , no es soluble en el agua.
El protóxido , calentado en un tubo, da mercurio metálico. Tratado
con ácido clorhídrico, da materia insoluble (protocloruro) y otro soluble
(bicloruro).
El bióxido también da mercurio metálico calentado en un tubo; y con
el ácido clorhídrico , da deutocloruro.
El prolonitrato da vapores rutilantes con limaduras de cobre , calen-
tándole, y acelera la combustión, como todos los nitratos; mancha, como
el sublimado, el cobre; y, disuelto, da todos los caracteres de este, dis-
tinguiéndose de él por un precipitado pardo negruzco que da con la
potasa.
El deutonitrato da también vapores con las limaduras de cobre, calen-
tándole, y no precipita con el nitrato de plata. Diluido en agua, da un
precipitado amarillo.
El protosulfato de mercurio no da vapores nitrosos, y precipita en blanco
con una sal de barita.
El deutosulfalo enrojece el tornasol ; el agua le descompone ; una sal de
barita le precipita en blanco.
El protoyoduro, calentado en un vaso, da vapores violados; mezclán-
dole potasa, y calentando fuertemente, da mercurio metálico y yoduro
de potasio.
El deutoyoduro se conduce como el protoyoduro; solo se distingue por
el color.
Es decir, pues, que si se da cualquiera de esos venenos, tendremos
medios de reconocerle y diferenciarle del sublimado.
II. — Cobre y sos compuestos.
Los preparados de cobre que pueden envenenar, son : el acetato, ei sul-
fato , el sulfato de cobre amoniacal, el nitrato , el óxido , el cobre amoniacal y
el arsenito.
El sulfato, como vomitivo, se ha dado á la dosis de 40, SO y hasta
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/iO centigramos. Mas á esta cantidad ya puede ser tóxico. El acetato es
venenoso i S í 3 gramos.
La acción de los venenos de cobre sobre la economía es la de los infla-
matorios. A excepción del color verde que suelen tener las materias vo-
mitadas por los envenenados, y dolores de cabeza fuertes y obstinados,
no tenemos que consignar ningún fenómeno patológico que no esté en el
cuadro general de esos venenos.
Absorbidos , parece que no lo son ; puestos en una llaga , solo han in-
flamado la parte.
Las alteraciones de tejido son las que ya llevamos indicadas relativa-
mente á otros venenos inflamatorios.
El tratamiento consiste en facilitar los vómitos, dar agua azucarada ó
albuminosa en abundancia , y combatir la inflamación consecuente. El
azúcares tenido por contraveneno. Igualmente puede considerarse como
tal el protosulfato de hierro hidratado.
El cobre no es venenoso, á no ser que esté oxidado; pero en este caso
ya no es el metal , sino un preparado suyo el veneno. Este metal es de
un color rojo brillante. El ácido nítrico le hace dar vapores rojos de ácido
hiponítrico; se disuelve en el restante para formar nitrato de cobre ver-
de , el cual , tratado por el amoníaco en exceso , toma un color azul.
En estado metálico y temperatura ordinaria , no absorbe el oxígeno del
aire seco ; pero si el aire es húmedo , pasa poco á poco al estado de óxi-
do, y luego al de carbonato. Por esto puede dañar el agua que ha perma-
necido largo tiempo en un vaso de cobre; si el agua ha hervido , sin em-
bargo, como la oxidación se efectúa á expensas del aire que tiene el agua
en disolución , es aquella menos dañosa ; con agua destilada no hay oxi-
dación por lo mismo. La presencia de un ácido libre favorece la oxida-
ción del cobre; por esto los líquidos vegetales pueden hacer dañosos los
utensilios de cobre no estañados. El vinagre y el agua salada se hallan
también en este caso ; mas con respecto al agua salada , si se mete carne
de buey, carnero, etc. , no hay acción sobre el cobre.
Los utensilios de cobre estañado no se hacen perjudiciales, por cuanto
primero es atacado el estaño , y sus sales no son tan venenosas ; sin em-
bargo, como la capa de estaño se va gastando con el tiempo, del uso de
dichos utensilios pueden seguirse, y se siguen , en efecto, algunos enve-
nenamientos , por un preparado de cobre.
Los preparados de cobre mas dignos de ser estudiados son los acetatos.
Veamos lo que tengamos que exponer acerca de ellos , y si podrán
servir de norma para los demás compuestos venenosos de ese metal.
Acetato de cobre. — Cardenillo. — Sólido, verde, ó polvo de azul ver-
doso , de sabor acre , estíptico ó cobrizo ; tratado por el ácido sulfúrico,
da olor de vinagre; introducido en un tubo de una extremidad cerrada
y calentado , da vapores de ácido acético, y deja en residuo cobre metá-
lico. Se disuelve enteramente en el agua sin dejar residuo. Una gota de
esta disolución colocada sobre una lámina de hierro limpia , añadiendo
un poco de ácido acético concentrado, pierde instantáneamente el color,
y el hierro se cubre de cobre rojo. La potasa, sosa y amoníaco le pre-
cipitan en azul, el arsenito de potasa en verde; el ferro-cianuro de po-
tasio en castaño oscuro , el ácido sulfhídrico en moreno negruzco. En
palillo de fósforo , sumergido en dicha disolución ¡ se cubre inmedia ta-
uiente de cobre metálico. La disolución débil ó extendida no arroja olor
ae vinagre. El ferrocianuro de potasio es su mejor reactivo.
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Cardenillo artificial.— Subdeuto-acetato de cobre. — En pedazos ó en
polvo es de un blanco azulenco. Tiene á poca diferencia los mismos ca-
ractéres químicos que el acetato ; de suerte que lo que digamos de este
será aplicable á aquel y vice-versa.
El vino toma con él un color violáceo , que se oscurece sucesivamente
hasta ponerse negro como tinta. Descolorando el vino con el carbón ani-
mal , se somete á los reactivos. La leche se coagula y se vuelve azul.
Una corriente de cloro acaba de coagular la leche ; se filtra , hierve y se
somete el residuo á los reactivos. El caldo toma un color verde ; se ana-
liza como la leche. El sabor estíptico solo basta para revelar su presen-
cia en dichas bebidas. Relativamente á la análisis de lo vomitado , mate-
rias contenidas en el estómago , y órganos intestinales , se procede de
un modo análogo al que llevamos establecido para los casos en que el ve-
neno es otro, haciendo obrar sobre los residuos los reactivos propios de
las sales de cobre.
Es de advertir que en el cuerpo del hombre existe naturalmente cobre,
en especial en su estómago é intestinos , el cual se cree procedente de
los alimentos y bebidas. La proporción aumenta con la edad ; las enfer-
medades y el sexo parece que tienen alguna influencia. La proporción,
sin embargo, es poca, y aunque Orfila opina que el encontrar mucho
cobre en el cuerpo humano no puede ser elemento de convicción para
declarar un envenenamiento, es de presumir que, siendo la cantidad de
cobre que naturalmente existe en el cuerpo del hombre , poca , si se en-
cuentra mucha, da lugar por lo menos á fuertes indicios del envenena-
miento por algún preparado de cobre.
Lo que hemos dicho de los acetatos es aplicable á los demás prepara-
dos de cobre. El arsenito suele emplearse para teñir algunos dulces; así
como el acetato para dar un color verde á las espinacas, pepinillos,
acederas, ajenjos y otras sustancias medicinales ó domésticas.
Una cuestión se ha presentado con respecto á los preparados de co-
bre. ¿Es posible determinar si una sal de cobre ha sido echada en el
caldo , en tanto que este se hallaba en el utensilio de hierro colado , ó
bien si lo ha sido después que se ha sacado de ella aquel? Barruel y Che-
valier resolvieron esta cuestión , diciendo que en el primer caso la sal se
descompondría, y el cobre metálico se depondría sobre el hierro. Esta
descomposición es rápida en líquidos vegetales; en animales, mas
todavía.
§ III.— Antimonio y sus compuestos.
Son : el tártaro emético, la manteca de antimonio , el kermes mineral, el
azufre dorado, el vidrio de antimonio , el vino de id. , el protóxido , el ácido
anlimonioso , el anlimónico y la emelina. Aunque todos sean venenosos, el
tártaro emético nos ocupará principalmente. Lo que de él digamos , será
aplicable á los demás preparados de antimonio.
Tártaro emético. — Tartrato de potasa y de protóxido de antimonio. — Su
dósis medicinal mayor es veinte centigramos ó cuatro granos.
El emético obra inflamando el tubo intestinal y los pulmones. Los sín-
tomas de esta intoxicación son los comprendidos en el cuadro general.
Lo propio podemos decir de las alteraciones de los tejidos. Ni unos ni
otros presentan caractéres especiales que por ellos pueda diferenciarse el
emético.
El método para combatir los efectos de este veneno consiste también
- 1030 —
, ;lüar ei vómito con agua tibia en abundancia , luego agua de quina
cimiento de nuez de agallas. Con respecto á los electos Flogísticos se
t carán después con mucilaginosos, lavativas emolientes y evacuaciones
sanguíneas. Restablecidos los enfermos , usarán por largo tiempo como
alimento la leche sola.
El tártaro emético es un polvo blanco de sabor nauseabundo ; echado
al fuego , se ennegrece y da carbón y antimonio puros ó aislados ; el me-
tal se presenta en forma de globulillos brillantes. Su disolución no tiene
color; enrojece la tintura del tornasol; precipita en blanco el agua de
cal. El ácido sulfhídrico la colora en rojo anaranjado ; luego precipita
por el ácido hidroclórico. Este es el mejor reactivo. Obtenido el azufre
dorado ó precipitado rojo anaranjado , se mete en el aparato de Marhs,
y se procede como dijimos con respecto al ácido arsenioso. También da
manchas, las que se distinguen por un color azul pizarreño muy nota-
ble, ya perfectamente brillantes , ya cubiertas en parte ó en su totalidad
por una sustancia negra, opaca y de aspecto carbonoso ; su circunferen-
cia es neta , lo cual la distingue también de las de arsénico en el que se
va disminuyendo insensiblemente. Calentadas las manchas de antimonio
tardan mucho en desaparecer, y no dan olor aliáceo, el ácido nítrico las
disuelve . y el producto de la disolución evaporado , es siempre mas ó
menos amarillo, sin colorarse nunca de rojo de ladrillo por el nitrato
de plata.
Obtenido el azufre dorado , se reduce, y puede esto hacerse de tres
modos: l.° en un crisol ; 2.° en un tubo de vidrio, y se calienta luego
hasta ponerse rojo , ocho ó diez minutos ; 3.° en una pequeña cavidad
practicada en un pedazo de carbón , á la que se dirige la llama del so-
plete. Si se sabe operar, el empleo del soplete es el mejor medio. El uso
del tubo, según el proceder de Turner, es también muy conducente.
Lavado varias veces el precipitado , unido á un poco de agua, después
de haberle secado , se hace evaporar en una cápsula de porcelana.
Cuando seco, se introduce en una botella donde haya un poco de zinc:
se toma un tubo de seis pulgadas de largo y cuatro líneas de diámetro;
á cada extremidad se le adapta otro mas* chico encorvado en ángulo
recto : uno de los dos tubos establece comunicación con la botella, otro
con un recipiente donde hay agua. Se echa ácido sulfúrico en la botella.
El hidrógeno se desprende, se combina con el sulfuro de antimonio, y
sale del aparato ácido sulfhídrico en forma de vapores blancos; el anti-
monio queda libre , se volatiliza y se pega á la parte superior del tubo
principal. Después de un rato que el' ácido sulfúrico y el zinc están
obrando, se calienta el tubo principal en un hornillo; así la operación
marcha sin explosión. Cuando solo se desprende hidrógeno puro , lo
cual se conoce, porque no hay vapores, se hace enfriar el tubo, se rom-
pe, y se ve en su cara interior una capa brillante , formada con infinitos
globulillos metálicos.
La disolución de tártaro emético precipita en blanco por el ácido sul-
fúrico , potasa, sosa, carbonatos de esas bases y el agua de barita.
No altera el vino, la cerveza , ni el té. Al cabo de mucho tiempo deja
sedimento en el vino ; coagula la leche , pero no pronto. Los materiales
animales con que está mezclado no sufren inmediatamente ninguna mu-
danza. El vino se analiza en su parte líquida y en su sedimento ; desco-
lorarle y tratarle por el ácido sulfhídrico, en el primer caso; disolverle
en caliente con ácido tartárico, evaporar el licor, concentrarle y tra*
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tarle por el ácido, en el segundo. En caso negativo, se hace hervir el
licor y se introduce en el aparato de Marhs.
La análisis de la leche y demás líquidos ó materias animales se hace
de dos modos : l.° sujetándolos á la ebullición añadiendo agua destilada;
filtrar los líquidos y tratarlos como una simple disolución de emético;
2.° si la materia animal ha descompuesto el veneno , se calcina en un
crisol con carbón pulverizado y potasa , con lo cual se obtiene plomo
metálico, ó bien se hacen hervir las materias, añadiéndoles un poco de
ácido tartárico y clorhídrico por espacio de quince minutos; enfriar, fil-
trar y someter el residuo á la acción del hidrógeno sulfurado, hacer
hervir en seguida para desprender el gas en exceso , y el sulfuro se pre-
cipita. El estómago é intestinos se analizan de un modo análogo. Si estas
tentativas resultan infructuosas , se procede como para el ácido arse-
nioso, con lo cual se encuentran porciones reducidísimas de antimonio.
El emético puede ser absorbido y encontrarse además en el hígado,
riñones y otros órganos, igualmente que en la sangre y orina. De suerte
que_si no se busca, después de haberlo intentado en vano, por lo que
atañe al estómago é intestinos, en los demás órganos y líquidos, las de-
claraciones que se den acerca del envenenamiento no serán lógicas ni
concluyentes. Los órganos secretorios, y en especial el hígado y riño-
nes , contienen gran cantidad de emético absorbido. La sangre le des-
compone ; sin embargo, se encuentra en ella. Hay que advertir que el
emético permanece poco tiempo en los órganos , y por lo mismo no debe
descuidarse la análisis de los líquidos excrementicios , porque entonces
se halla en ellos en mayor cantidad.
Es ocioso que nos extendamos sobre todos los demás preparados de
antimonio , por serles aplicable gran parte de lo que llevamos dicho so-
bre el emético.
§ IV.— Plomo y sus compuestos.
El plomo no es veneno, como no sea absorbido en estado miasmático
ó de emanación. La frecuencia de los cólicos saturninos y enfermedades
ó intoxicaciones entre las personas que trabajan en las minas de plomo
y demás artesanos que emplean dicho metal en sus oficios, son una
prueba evidente de lo que acabamos de indicar. Mas el plomo es atacable
por el agua y por las sustancias líquidas y sólidas que contienen ácidos
libres : hé aquí como puede hacerse venenoso ; bien que ya no es el
metal , sino alguno de sus preparados el que envenena. Las emanaciones
saturninas producen sobre la economía una acción y efectos, que por lo
conocidos dejarémos de especificar. No se conocen antídotos contra ellas.
Purgantes y limonada sulfúrica son los que se aconsejan como mas efi-
caces en estos casos. Mi amigo, el malogrado D. Francisco Bages, cate-
drático de Barcelona, publicó un opúsculo sobre un remedio empírico
usado en un pueblo de Andalucía, que no solo es profiláctico de las ema
naciones saturninas, sino excelente remedio contra las intoxicaciones
por los preparados de plomo. Parece que es un secreto de una familia, y
que es efecto de ventajosos resultados.
Los preparados de piorno que se hacen venenosos son : los acetatos , el
carbonato , el cromato y el óxido. El azúcar de saturno ó acetato neutro,
subacetato ó extracto de saturno y el acetato con el máximum de oxidación.
La dósis medicinal del acetato es de un grano , cinco centigramos.
La acción de los preparados de plomo es muy conocida por los cólicos
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aturninos, gUe SOn verdaderas intoxicaciones , por lo común miasmáti-
cas ó polibásicas. En los casos agudos ó debidos á una dósis tóxica, dada
en bebidas ó alimentos , se presenta un sabor dulzaino persistente , náu-
seas, no siempre seguidas de vómitos, dolores muy agudos de vientre,
ya con constipación , ya con diarrea , los miembros abdominales se entu-
mecen , la cara está pálida , los labios lívidos ; línea azul en las encías;
dientes negruzcos y vacilantes ; aliento fétido, como con el cobre y el
mercurio, la voz se apaga, hay hipo, síncopes, aplanamiento de fuerzas,
convulsiones, parálisis, y al íin la muerte que puede ser pronta. Si no
perece, sobreviene fiebre", y hay por largo tiempo dispepsia y fenómenos
nerviosos, insensibilidad táctil sobre todo.
Las alteraciones anatómico-patológicas son poco pronunciadas; por lo
común no se encuentran vestigios de ellas en los órganos digestivos á
simple vista. Su combinación con los tejidos no les altera la trama ni el
aspecto. Los autores hablan de una coartación de los intestinos. La mu-
cosa estomacal se halla engrosada, reblandecida, agrisada y á veces-como
corroída. Orfila señala como características ciertas series de puntas blan-
cas ó un sedimento de sustancia blanca mas ó menos adherente á la mu-
cosa. Hay casos en los que los riñones presentan alteraciones parecidas al
mal de Brigh. En otros la masa cerebral está engrosada , aplanadas las
circunvoluciones y de un color amarillento uniforme.
Los contravenenos preferibles para combatir los efectos de las sales
de plomo son el ácido sulfhídrico y los sulfuros solubles, el carbonato y
sulfato de sosa , y magnesia ; la albúmina es también un buen contra-
veneno. Algunos han propuesto la aplicación de la electricidad,
Tratados los acetatos y subacetatos de plomo por un ácido fuerte, to-
dos desprenden ácido acótico. El acetato disuelto se conduce como el
subacetato, que es líquido. La potasa, el ferrocianuro de potasio y el car-
bonato de sosa los precipitan en blanco. El ácido yodhídrico , y el yo-
duro de potasio , y el cromato de potasa en amarillo de canario. El ácido
sulfhídrico y los sulfhidratos solubles en negro.
Calcinados y mezclados con carbón en un crisol , dan plomo metálico.
Mezclados los acetatos con sustancias líquidas ó sólidas, vegetales ó
animales, sufren alteraciones notables. Se forma un sedimento blanco
que se lleva la mayor parte de la materia colorante; así el veneno puede
hallarse ya todo en el depósito , ya parte en este y parte en el líquido.
La acción no es solamente instantánea; persiste por algún tiempo. La
albúmina , caldo , leche y bilis los descomponen acto continuo. La gela-
tina no los enturbia.
El líquido con que está mezclado el plomo se trata con ácido sulfhí-
drico, se recoge el sedimento, se hace hervir y se trata con ácido nítri-
co ; se evapora el exceso de ácido , se toma con agua y se sujeta á los
reactivos.
El sedimento tratado por el ácido nítrico da materia colorante, si la
hay, y hay que descolorar el residuo con carbón vegetal antes de suje-
tarle á los reactivos.
Para analizar el estómago hay que ver si persiste en ól , que es lo co-
mu.n.’ alguna porción de veneno; luego hacerle macerar en caliente en
el ácido nítrico de á 30°. Extendido en su volúmen de agua, pasar una
comente de ácido sulfhídrico , recoger el precipitado y descomponerle,
ra h°n S0P'ete para obtener plomo metálico, ya con la potasa y el
r on en un tubo cerrad) po r un extremo. La calcinación es también
- 1033 -
atí buen medio para obtener el metal. Mas adviértase, para no ser indu-
cidos en error, que en el cuerpo del hombre , y en especial en su estó-
mago é intestinos, hay plomo naturalmente. Sin embargo, como la can-
tidad es poca , cuarenta milésimos, si se encontrase en abundancia, seria
lógico argüir que había habido envenenamiento , acompañando este he-
cho las demás circunstancias.
Al carbonato de plomo , albayalde blanco ó de plata , le es aplicable
gran parte de lo relativo á los acetatos.
Los óxidos son : el litargirio , el minio , el albayalde calcinado ; des-
compuestos por el carbón, dan plomo metálico. El litargirio es el mas
empleado para adulterar el vino, y el que por lo mismo causa mas co-
munmente daño. Con dicha sustancia se quita la acidez del vino y se le
da un sabor dulce. La potasa , la sosa , el amoníaco , son reactivos á pro-
pósito para descubrir su presencia.
Hay otros preparados saturninos venenosos en que no nos ocuparémos
por no ser usados nunca.
S V. — Plata ó «a nitrato.
No solo no es venenosa la plata, sino que desús preparados, el único
enérgico es el nitrato.
La acción de esta sustancia sólida ó en disolución concentrada es cáus-
tica; dada á veces en píldoras como medicamento, ha perforado el es-
tómago. Sabido es que su uso prolongado colora la piel de negro. Su
dósis mayor es de 2 centigramos ó dos quintas partes de grano.
El cloruro de sodio, magnesio, potasio, etc. , son los poderosos con-
travenenos , descomponiéndole y transformándole en cloruro de plata in-
soluble. La sal común , pues , disuelva en frió, en agua , dada á la dósis de
2 á 4 onzas , produce buenos efectos, determinando la expulsión de las
materias contenidas en el estómago.
La plata es soluble en el ácido nítrico con efervescencia , y se forma el
nitrato, ósea la piedra infernal , la que está en cristales exáedros , me-
dio transparentes , sin color ni olor, ó cilindros, de un gris negruzco,
quebradizos, de fractura laminosa. Puesto sobre las ascuas activa la com-
bustión y deja una capa blanca de plata. Con la potasa da un precipitado
de color de aceituna, soluble en ácido nítrico y amoníaco; un cloruro
soluble y ácido hidroclórico le precipitan en blanco. Expuesto á la luz,
toma un color de violeta. Los sulfuros alcalinos le precipitan en negro.
El ácido sulfúrico hace desprender vapores blancos de ácido nítrico. El
cloruro de sodio es el reactivo mas conducente, porque revela hasta un
átomo de plata. En medicina legal, para probar un envenenamiento por
el nitrato de plata, puede presentarse el metal. El cloruro de sodio faci-
lita esto. Si hay mucha cantidad, se hace calcinar en un crisol el preci-
pitado, y tomado en agua el metal aparece en el fondo del vaso. Si hay
poca cantidad, se introduce el precipitado ó cloruro de plata en el tubo
principal del aparalo, y se hace pasar una corriente de hidrógeno.^ El
cloruro muda de color, se funde y se desprende una capa de metal. Esta
capase trata por ácido nítrico, y "luego otra vez por el cloruro de sodio,
para formar cloruro de plata. El nitrato de plata no altera el vino. Los
líquidos vegetales, en razón de los cloruros que contienen, le alteran
mucho. La leche, e! café, el té y los líquidos estomacales le descompo-
nen. La análisis encuentra el nitrato de plata convertido en cloruro en
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los J/quidos y sólidos vegetales y animales. El procedimiento es análogo
á los que ya llevamos expuestos : obtenido el residuo ó el cloruro , se
procede como hemos dicho.
§ VI. — Estaño y sus compuestos.
El estaño no es veneno, y si alguna vez se ha visto que los utensilios
de este metal han causado males , ha sido por haberse oxidado , ó por
estar unido muy comunmente al plomo. Los preparados de este metal
que pueden considerarse venenosos, aunque no muy enérgicos, son : la
sal de estaño , el prolo y el deutocloruro , el prolóxido y el deulóxido.
Los síntomas que producen son los de un emético ; su acción , irri-
tante , y por lo mismo todo está dicho.
Vómitos y leche; hé aquí el tratamiento contra los preparados de es-
taño. Dada la leche en abundancia, facilitar el vómito.
Los preparados de estaño son todos sólidos, algunos pulverulentos,
blancos los más, de sabor estíptico y olor ninguno. El ácido sulfhídrico
hace precipitar los tres primeros, dando á los dos un color de choco-
late, y al último amarillo; el carbón animal descompone los otros dos,
y son solubles en el ácido clorhídrico.
Las materias animales y vegetales descomponen mas ó menos rápida-
mente los preparados de estaño, dando lugar á compuestos insolubles.
La leche, el agua albuminosa y la gelatina , se encuentran muy especial-
mente en este caso. La análisis se hace de un modo análogo al que de-
jamos establecido para el sublimado : descolorar el líquido por el carbón
animal; tratar por el nitrato de plata una corriente de cloro gaseoso ; fil-
trar, evaporar y hacer obrar los reactivos.
g VII. — Nitrato de bismuto -
Es el único preparado de bismuto que debemos mentar. Su acción no
se diferencia de la de las inflamatorias en general.
El agua albuminosa ó la leche son sus contravenenos.
El nitrato de bismuto es sólido, blanco , cristalizable; activa la combus-
tión y deja un residuo amarillo de óxido. Soluble en el agua , donde se
divide en dos sales, nitrato , ácido soluble y subnitrato blanco insoluble.
La disolución no tiene color, enrojece la tintura de tornasol , y precipita
en negro por el ácido sulfhídrico; en blanco por la potasa, y en blanco
amarillento por el ferrocianuro de potasa. Mezclado con carbón y potasa
de bismuto metálico , el cual se convierte en nitrato otra vez con ácido
nítrico.
Los tejidos vegetales y animales le descomponen , formando sedimento.
La análisis se efectúa separando el licor y tratándole por el ácido sulfhí-
drico. El sedimento se trata con el ácido hidroclórico , y ei residuo con
los reactivos indicados.
g VIII. — Mezclas de diversos venenos.
Acostumbran los autores de medicina legal ocuparse en las mezclas de
venenos á que acuden algunos, ya para suicidarse, ya para matar á
otros. Es de ver que en semejantes casos , si los tósigos mezclados no se
neutralizan mútuamente , si obran con independencia el uno del otro , ó
se avivan la acción , habrá efectos de varias intoxicaciones á la vez , que
- 1035 -
exigirán su respectiva terapéutica. Si las mezclas diesen intoxicaciones
diferentes de las que da cada veneno separado , se concebiría la necesi-
dad de tratar separadamente de ellas ; mas , no siendo así , considero ex-
cusado hacerlo.
En cuanto á la parte química, si el perito llamado á analizar las ma-
terias procedentes ó no procedentes del envenenado, se encuentra sin
tener noticia alguna de lo que se ha juntado con semejantes mezclas , es
fácil , es indispensable que obtenga resultados ó reacciones capaces de
aumentar las dificultades de la lógica química. Por lo tanto, para allanar
en lo que sea posible estas dificultades, diré cuatro palabras acerca del
modo cómo podrémos reconocer que se han dado dos ó mas venenos
mezclados y cuáles han sido estos. Seré sumamente breve.
Empecemos por la mezcla del ácido arsenioso con otros ácidos y sales.
Mezcla del ácido arsenioso con el sulfúrico. — Se somete esta mezcla á la
destilación por medio de un baño de cloruro de calcio; el ácido sulfúrico
es recogido en el recipiente, y el arsenioso permanece en la retorta.
Idem con el clorhídrico. — Lo mismo.
Idem con el fosfórico. — Se hace pasar una corriente de ácido sulfhídrico
por el licor; el ácido arsenioso se precipita y el fosfórico se disuelve.
Idem con el oxálico. — Lo mismo que con el fosfórico.
Idem con sublimado corrosivo. — Llevarse el sublimado con el éter y
obrar sobre el ácido, como si estuviese puro.
Idem con protonitralo de mercurio. — De esta mezcla resulta un polvo
blanco que se hace hervir con carbonato de potasa. Con esto se forma un
arsenito de potasa soluble y carbonato de mercurio insoluble, el cual
basta calentar para obtener mercurio metálico.
Idem con deuto-nitrato de mercurio. — Se hace hervir con carbonato de
potasa, se forma arsenito de potasa y carbonato de mercurio, como en el
caso precedente.
Idem con acetato de plomo. —A. poca diferencia se hace lo mismo, puesto
que, formándose hirviendo con carbonato de potasa el arsénico soluble y
carbonato de plomo insoluble, basta separarlos filtrando, y obrar sobre
cada uno de ellos con sus correspondientes reactivos.
Idem con tártaro emético. — Se evapora la mezcla hasta sequedad; se
hace hervir el residuo de la evaporación con carbonato de potasa; se forma
el arsenito y tartrato de ídem soluble; el óxido de antimonio se precipita.
Se disuelve" este con ácido clorhídrico y se obtiene manteca de antimo-
nio. En cuanto á las dos sales solubles, se trata el licor con el ácido sulf-
hídrico, avivado con el hidroclórico, y se precipita el ácido arsenioso en
estado de sulfuro amarillo : en el licor resta tartrato de potasa, cuya exis-
tencia puede manifestarse por medio de la cal , puesto que se obtiene un
tartrato de cal. Con el ácido sulfúrico puede dar esta cal ácido tartárico.
Idem con acetato de cobre.-- Evapórese el licor hasta sequedad; hágase
hervir con potasa; se forma arsenito y acetato de potasa solubles, y se
precipita deutóxido de color moreno, el cual se reconoce disolviéndole en
ácido nítrico y sometiéndole á sus propios reactivos.
El licor, evaporado de nuevo hasta sequedad, debe ser tratado por el
ácido sulfúrico y destilado ; el producto de la destilación será ácido acé-
tico, y el residuo soluble en el agua dará sulfuro amarillo de arsénico,
con el ácido sulfhídrico avivado con ácido hidroclórico.
Idem y alumbre. — Se trata la mezcla en el agua hirviendo . y se hace
pasar una corriente de ácido sulfhídrico para precipitar el ácido arsenio-
- 1036 -
so ; el licor que sobrenada contiene alumbre , el cual puede hacerse cris-
talizar.
Idem y láudano liquido.— Esta, mezcla ofrece los caracteres del ácido ar-
senioso que ya hemos visto y expuesto cómo se reconocen , y los del láu-
dano que verémos en su lugar.
El ácido sulfhídrico, ayudado del hidroclórico, precipita el ácido ar-
senioso al estado de sulfuro, y el licor que sobrenada ofrece las reaccio-
nes del láudano.
Mezcla de sublimado y ácido sulfúrico , nítrico ó fosfórico.— Se, saturan ios
ácidos con la potasa, dejando el licor mas bien ácido que alcalino; se eva-
pora hasta sequedad; luego se sublima el mercurio en una retorta. Los
nitratos, sulfatos y fosfatos de potasa permanecerán solos en la retorta á
beneficio del calor. Es un proceder mas sencillo evaporar hasta sequedad
el licor saturado y tomar el sublimado con el éter.
Idem con el ácido oxálico. — Se satura el ácido con la potasa ; se evapora
hasta sequedad, y con el alcohol se quita del residuo de la evaporación
el sublimado.
Idem con láudano.— Se toma con éter el sublimado y queda tan solo en
el licor el láudano.
Mezcla de protonilrato de mercurio y acetato de plomo. —Extiéndese en agua
la mezcla , y si hay precipitado , se trata con el ácido clorhídrico , y se
produce mercurio dulce, del cual puede separarse el metal por medio de
la potasa á una temperatura elevada, y cloruro de plomo; disuelto este,
dará los caractéres de las sales plúmbicas.
Idem y emético. — Se forma un precipitado de proto-tartrato de mercurio y
antimonio; se hace hervir el precipitado con carbonato de potasa; se
forma carbonato de mercurio ; el óxido de antimonio es desprendido; se
produce además nitrato y un tartralo de potasa soluble; el agua de cal
precipita tartralo de cal blanca en disolución y deja en el licor nitrato
de potasa, el cual basta evaporar hasta sequedad y tratar con el ácido
sulfúrico para desprender el nítrico. Se separa en seguida el carbonato
de mercurio del óxido de antimonio , tratándole con ácido nítrico , el
cual transforma el primero en nitrato de mercurio soluble, y el segundo
en peróxido de antimonio soluble.
Idem y cardenillo.— Se ha formado con ella un proto-acelato de mercu-
rio insoluble, y deuto-nitrato de cobre solnble, fácil de reconocer por los
caractéres que les son propios. El ácido sulfúrico desprende el ácido acé-
tico del proto- acetato, y la potasa separa de él una materia negra, mezcla
de bióxido de mercurio y este metal.
Mezcla de deuto-nitrato de mercurio y acetato de plomo. — Extiéndase la
mezcla con agua ; échese ácido sulfúrico para precipitar el plomo en
estado de sulfato, y se obtendrá deuto -sulfato’ de mercurio en diso-
lución.
Idem con emético.— El precipitado blanco que de esta mezcla resulta, se
descompone por el carbonato de potasa , y se obra como se ha dicho re-
lativamente al protonitrato mezclado con este tártaro estibiado.
Idem con el acetato de cobre.— A. I cabo de cierto tiempo se forma deuto-
nitrato de cobre soluble ó deuto-acetato de mercurio; para su análisis se
procede como con la mezcla del proto-nitrato.
Mezcla de acetato de cobre con ácido fosfórico. — Si hay exceso de ácido,
da con los reactivos los caractéres de las sales de coí>re y con el nitrato
de plata el del ácido fosfórico.
- 1037 —
Utm em ácido oxálico. — Da las reacciones de cada ano de estos com-
puestos.
Idem con el acetato ¿e plomo.— Se trata el licor con el carbonate de po-
tasa ; se forma carbonato de cobre y carbonato de plomo insolubles y
acetato de potasa soluble. Separado el licor del sedimento ; evaporado
hasta sequedad, da un residuo, el que, tratado con ácido sulfúrico, des-
prende ácido acético. En cuanto al sedimento, el ácido nítrico le disuelve
y se separa el plomo por medio del ácido sulfúrico añadido gota á gota,
de modo que no hay exceso de ácido.
Idem con emético.— La sal de cobre se descompone acto continuo que se
efectúa la mezcla y se forma tartrato de cobre y tartrato de antimonio.
Se hace hervir el precipitado con carbonato de potasa , y se forma tar-
trato y acetato de potasa solubles. Se separa el sedimento ; se evapora
hasta sequedad; se trata el residuo de la evaporación con ácido sulfúrico
y se destila para obtener el ácido acético; en cuanto al precipitado , bas-
tará tratarle por el ácido nítrico para llevarse todo el cobre y transfor-
mar el ácido de antimonio en ácido antimonioso, capaz de dar manteca
de antimonio con el ácido clorhídrico.
Idem con láudano.— Ofrece los caractéres de las sales de cobre y se pone
roja con el persulfato de hierro.
Mezcla de acetato de plomo con emético.— Se forma tartrato de plomo y
de antimonio insolubles y acetato de potasa soluble ; el licor se reconoce
como lo hemos expuesto para reconocer la mezcla de acetato de cobre y
emético. En cuanto al precipitado , se hace hervir con ácido nítrico , de
modo que se obtenga nitrato de plomo soluble y óxido de antimonio in-
soluble.
Idem con nitrato de plata. — Precipitar el óxido de plata por medio del
ácido clorhídrico ; con esto se forma cloruro de plata insoluble y cloruro
de plomo soluble.
Mezcla de emético y nitrato de plata. — Se precipitan los dos óxidos con el
carbonato de potasa, y se separa la plata del antimonio con el ácido nítrico
hirviendo.
Idem y láudano. — El ácido sulfhídrico precipita el emético ; se filtra , y
el líquido es láudano; el sedimento el emético.
Mezcla de nitrato de plata y láudano. — Con el ácido clorhídrico se hace
precipitar el nitrato de plata en el estado de cloruro ; el licor que sobre-
nada ofrece los caractéres del opiado.
§ IX.— Vidrio molido y otra» sustancias análogas.
Entre los venenos inflamatorios inorgánicos colocan algunos el vidrio
molido, el esmalte en polvo. Plenk comprende bajo el título de venenos
mecánicos, ademas del vidrio y del esmalte, el diamante, el jacinto, el
granate , la esmeralda , el záfiro , la carneóla y todas las demás piedras
preciosas, luego el alumbre plumboso, la piedra lázuli ó lipiz, y el hollín
resplandeciente de las chimeneas de los hornos de Inglaterra. Si, porque
estas materias, reducidas á polvo, irritan la membrana del estómago,
han de tomarse por venenos inflamatorios, será preciso que modifique-
mos la definición que del veneno hemos dado. Ifecordemos que hemos
excluido de la categoría de venenos las sustancias que obran de un modo
mecánico. Pues mecánica es la acción del vidrio molido y de las demás
que llama venenos mecánicos Plenk. Si inflaman, es en virtud délas
— 1038 —
asperezas de los ángulos de los fragmentos reducidos á polvo; por 10 tanto
no debemos tratar de esas sustancias como venenos.
Anglada se hace cargo de estas razones, no admite entre los venenos
el vidrio molido y demás venenos mecánicos , y, sin embargo, añade que
por tolerancia debe tratarse en la loxicología de semejantes venenos, por-
que puede acontecer que algún malévolo dé á otro vidrio molido para
matarle , y el médico debe estar dotado de los conocimientos relativos á
semejanle'atentado. Sin oponerme á que el médico debe saber qué es lo
que produce el vidrio molido en la economía, no puedo resolverme á ad-
mitirle como veneno , llamándole mecánico, puesto que hemos excluido
de entre los venenos las sustancias que obran de esta suerte. Si el vidrio
molido mala, el atentado no es un envenenamiento; es un atentado como
el de una puñalada con algo mas de alevosía, y la justicia puede ejercer
su rigor, ya se llame á este hecho asesinato por medio del vidrio molido,
ya como envenenamiento. Mientras no tenga que hablarse en toxicología
de la muerte por heridas , no deberá tratarse en ella de los daños causa-
dos por los venenos mecánicos.
Como quiera que sea, después de haberme justificado, por no incluir en
este Compendio lo que se llama venenos mecánicos, diré que, según algu-
nas observaciones, el vidrio molido no produce efecto alguno, si está bien
molido. Caldani , Mandruzzatto y Lessauvage, citados por Orilla , dicen
que no ha producido ningún resultado, ni en el hombre, ni en los anima-
les. Portal y Foderé, al decir del mismo autor , refieren casos de sugetos
que tomaron vidrio en gruesos fragmentos, puesto que lo mascaron, y
que sufrieron dolores atroces á consecuencia de la angulosa superficie de
esos fragmentos.
Aunque no es frecuente el empleo del vidrio molido para dañar á un
sugelo, diremos lo que debe hacerse para librarle de este daño y recono-
cer si el polvo que se encuentra es realmente vidrio.
Una observación de Portal, y la razón misma, nos dicta que si alguna
persona ha tomado vidrio molido ó en fragmentos bastante gruesos que
por sus asperezas y ángulos le irriten el estómago, se le socorrerá con
ventaja dándole algo que pueda servir de envoltorio á esos fragmentos y
suavizar su superficie áspera y angulosa. Portal hizo comer berzas ai su-
geto que se había tragado vidrio molido , y luego provocó el vómito. Ga-
chas bastante claras, albúmina, leche, aceite, etc., todo podrá ser útil, y
luego facilitar el vómito. Plan antiflogístico en seguida, si hay necesidad
de él.
Se reconocerá que es vidrio el polvo que se encuentre tanto en el es-
tómago , como fuera de él , haciéndole derretir en un crisol ó en un pe-
dazo de carbón por medio del soplete. Pronto se obtendrá un residuo ó
excoria de vidrio, en tanto que las sustancias orgánicas, con las cuales
se haya mezclado, se reducirán á carbón ó calcinarán.
Con esto hemos sido consecuentes á nuestra clasificación, y hemos sa-
tisfecho los deseos de Anglada. El médico-forense tiene bastante con esta
sucinta noticia para ilustrar al tribunal , siempre que algún malévolo dé
contra otro vidrio molido.
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CAPITULO II.
DE LOS VENENOS INFLAMATORIOS ORGÁNICOS.
ARTÍCULO PRIMERO.
DE LOS VENENOS INFLAMATORIOS VEGETALES.
Los venenos inflamatorios vegetales también son susceptibles de una
clasificación por grupos, análoga ó parecida á la de los irritantes inorgá-
nicos. Hay vegetales venenosos por sus efluvios ; es decir , que arrojan
venenos al parecer gaseosos; hay ciertos ácidos vegetales que obran como
los minerales, aunque con menos intensidad; y no seria difícil tal vez en-
contrar alcaloideos ó principios vegetales irritantes que hacen las veces
de álcali. Podremos, por lo tanto , estudiar los venenos inflamatorios ve-
getales de esta manera : primero^ los que arrojan efluvios ó sea los que
llamarémos gaseosos ; segundo, los" ácidos, y tercero, los vegetales que son
venenos por su raiz, su tallo, sus hojas, su fruto, algún jugo, aceite ó lí-
quido que de ellos se extraiga, ó por toda la planta entera, puesto que de
todo esto hay en esta clase de venenos.
Primbr grupo.— Vegetales que arrojan efluvios.
Hay algunos árboles , de los cuales se refieren maravillas en punto á
las influencias nocivas de sus hábitos 6 efluvios ponzoñosos. El anagiris
fcelida, L.; el inglans regia, L. ; el sabuco negro; el sándalo blanco , la alcea
moscata, L.; el manzano de América; la cannabis saliva, L.; el linum ussitatis-
simum, L.; el rhustoxicodendro; el rhus ernis, L.; veralrum álbum, L.; dra -
conlium polyphilium fcelidum > L., etc., son otros tantos vegetales, que, al de-
cir de Plenk, se hacen peligrosos tan solo por los hálitos que arrojan.
Cefalalgias, delirio, vértigos, erupciones en la piel, prurigo, etc.; hé aquí
los síntomas que suelen producir. La rareza de semejantes intoxicaciones
entre nosotros, y el no ser instrumento del crimen , nos permitirá pasar
por alto los efectos de semejantes vegetales. Como estas intoxicaciones se
deben á sustancias volátiles, creo que con mas razón deben colocarse en-
tre los asfixiantes anestésicos.
Grupo segundo.— Acidos vegetales.
Los ácidos vegetales inflamatorios, en que debemos ocuparnos, aunque
poco también, son: el oxálico, el acético, el tartárico , y el cítrico. Gran
parte de las generalidades establecidas en el artículo de los ácidos mi-
nerales les es aplicable; y á la verdad , tal vez bajo el punto de vista de
su acción sobre la economía no haya mas diferencia que la energía , la
cual, en efecto, aun cuando concentrados, no es tanta como la de aque-
llos. En punto á síntomas, en punto á contravenenos y á tratamiento,
todo les pertenece; síntomas flogísticos son los que producen. Algunos
tienen la magnesia, el carbonato de id. y el agua de jabón por contrave-
neno, y el plan antiflogístico es el indicado para reparar los estragos que
ocasionan en el tubo digestivo.
Como ácidos tienen también propiedades comunes , aunque menos
enérgicas que la de los minerales. Todos son sólidos, blancos y solubles
- 1 oso -
en el agua; no tienen olor. En cuanto á los earactéres químicos dislínti
vos, tendremos necesidad de particularizarlos. Estudiémoslos, pues, bajo
este’último punto de vista.
g I. — Acido oxálico.
Este ácido se parece mucho al sulfato de magnesia, por lo cual da á
menudo lugar á accidentes desagradables. Es un instrumento muy común
de suicidio en Inglaterra. Su acción en la economía es varia, según el
estado en que se da; muy concentrado, es casi un veneno cáustico, puesto
que no solo inflama, sino que hasta encoge los tejidos. Mas diluido, in-
flama la médula espinal y el corazón, además de los órganos digestivos,
y mas diluido aun , parece que provoca el tétanos y la parálisis del cora-
zón. Según la diversidad de síntomas que le dan los autores , y acaso pu-
diera contarse, cuando diluido, entre ios nervioso-inllamatorics, al paso
que, cuando concentrado, es irritante con sus puntos de cáustico.
Algún envenenado por este ácido se presenta entorpecido y en un
grado notable de abatimiento.
Eas alteraciones que la autópsia deja ver, son: contracciones y enco-
gimientos del estómago , inyección de sus tres túnicas , la mucosa de un
rojo vivo, engruesada, con manchas equimosadas.
No debe darse -la magnesia ni el carbonato para combatir la acción
química de este ácido , porque los oxalatos que resultan son también ve-
nenosos. La cal en suspensión ó agua de cal es mas conducente. Las
aguas que tienen en disolución sales calcáreas son también á propósito.
Calentado, se volatiliza y sublima en totalidad sin descomponerse,
cuando está puro. En contacto con el nitrato de plata, precipita en blan-
co. Secado y calentado á la luz de una bujía, el oxalato de plata que se
forma, amarillea; luego se pone moreno en los bordes; detona ligera-
mente, y se disipa del todo en un humo blanco. Si se deja el precipitado
en el filtro y se quema, luego de seco, arde como si estuviese impregnado
de nitrato de plata. Precipita el agua de cal , y la disolución de cloruro
de potasio en blanco ; el de cal es insoluble en un exceso de ácido y so-
luble en el ácido nítrico. Calcinado en una cuchara de plata da cal viva.
Precipita, por último, en blanco azulado el sulfato de cobre.
Este ácido no altera las bebidas vegetales ni animales; tampoco los
sólidos. La gelatina se disuelve rápidamente en él sin sufrir alteración
alguna.
Para analizar las materias que contienen ácido oxálico, si son sólidas,
se hacen macerar ; luego se filtran y se neutraliza el licor con carbonato
de potasa , con lo cual se forma un oxalato.
Si se ha dado como contraveneno magnesia ó cal , se deja reposar la
mezcla por algún tiempo; luego se decanta y se echa la parte líquida, si
no es ácida ; si lo es, se satura con el carbonato arriba dicho.
Separado el licor , se recoge cuanto oxalato de cal ó de magnesia se
puede; se añade agua, si es necesario; se mezcla una duodécima parte
del precipitado y carbonato de potasa, y se hace hervir hasta que esté
disueita toda la materia orgánica.
Se filtra, se acidula ligeramente el licor con el ácido nítrico; se filtra
de nuevo; se le vuelve alcalino ligeramente con el carbonato de potasa;
se filtra y así se separa la materia animal. En seguida se trata el licor
con acetato de plomo; se suspende en agua el oxalato de plomo que se
- ion -
forma , se somete á una corriente de ácido sulfhídrico, se filtra, se hace
hervir, y se obtiene con el licor ácido oxálico.
§ II. — Acido acético.
La acción del ácido acético en la economía es, cuando concentrado,
como la de los demás ácidos ; los pocos casos que se han observado y los
experimentos que se han hecho en perros, no nos autorizan para formar
un cuadro diagnóstico diferencial , ó peculiar de este ácido. Orfila y Bar-
ruel dieron mucha importancia , en un caso de envenenamiento por el
ácido acético, á una espuma morenuzca, en parte seca, que se encontró
en la boca.
La magnesia y el agua de jabón son los contravenenos de) ácido
acético.
Puro este ácido, es líquido, sin color, olor sui generis , ó de vinagre
cáustico. Calentado , se volatiliza totalmente sin carbonizarse ; no preci-
pita por el agua de cal , ni por las sales de barita , ni por el nitrato de
plata. Con la potasa forma una sal muy delicuescente.
En el comercio hay varios ácidos acéticos. El vinagre radical ó ácido
acético mas concentrado, el de madera ó Mullerat, el vinagre común y
la sal de vinagre , que es el ácido acético puro y acetato de potasa cris-
talizado.
Obra el ácido acético como los demás ácidos, aunque con menos ener-
gía sobre el vino, sidra, cerveza, té, leche, bilis y sangre. Ennegrece
las materias del estómago dando á las mucosas un aspecto gangrenoso.
No las reduce con todo, ni concentrado, á papilla.
Para analizar cualquier materia que contenga, ácido acético, se ha de
apelar á la destilación. Separadas las partes líquidas de las sólidas por
el filtro , después de haber echado agua en la mezcla , se introduce el li-
cor en una retorta de vientre prolongado, y toda entera en un baño de
cloruro de calcio. Se adapta al cuello un globo tubulado, de cuya tubu-
lura parte un tubo que va á parar á un frasco donde hay un poco de
agua destilada. Se calienta y destila las materias hasta casi sequedad. En
el producto de la destilación está el ácido acético; es raro que pase mas
allá del globo tubulado. Se hace constar los ácidos del producto de la
destilación; se satura con carbonato de potasa hasta que el papel de
tornasol no se ponga rojo, sin que le vuelva el color de púrpura; se eva-
pora la mezcla en el baño maría hasta sequedad ; se recoge el acetato de
potasa y se procede á la separación del ácido acético, echando el resul-
tado en una retorta con la mitad de su peso de ácido sulfúrico , desti
lando y recogiendo el producto en un matraz sumergido en un baño frió.
Lo propio puede hacerse con las materias sólidas echando un poco de
agua.
.3 III. — Acido tartárico.
Solo diremos de este ácido, que es sólido, cristalizado ó pulverulento;
que se descompone al fuego dando carbón por residuo; se disuelve en
dos partes de agua , y su disolución precipita el agua de cal en blanco
muy soluble en un exceso de ácillo. Las generalidades de los ácidos mi-
nerales y vegetales le son exactamente aplicables.
TOXICOI.OGU. —
— 1042 —
g IV. — Acido cítrico.
Tampoco me extenderé acerca de este ácido; sólido, cristalizado ó
pulverulento se descompone al fuego ; no precipita por el agua de cal en
frió, y por la ebullición da un precipitado blanco de cal. En frió preci-
pita el agua de barita y no enturbia la disolución del nitrato de plata.
Gaupo tercero. — Vegetales venenosos por alguna de sus partes ó productos .
En este grupo comprenderemos varios:
l.° La creosota, el aceite de crotonliglio , la resina de jalapa, la goma
guita , el euforbio ; 2." el rhus toxicondcndro , el sédum ácre, la brionia, el
ranúnculo, el torvisco, la graciola, la anémona pulsatila , la chclidonia, la sa-
bina, el elaterio, la coloquinlida, el ricino ó higuera infernal, el risino mayor
ó de Indias, el manzano de América, la staphysagria ó albarrás y su princi-
pio activo la delfina, etc. , etc.
No es esto decir que no haya mas vegetales venenosos, y cuyo modo de
obrar sea irritante. Orfila nombra otros muchos más; pero no siendo
causas ni instrumentos comunes de intoxicación, ni envenenamiento, los
pasaré por alto , tanto mas, cuanto que no podría decir de ellos mas que
lo que hemos dicho de ios inflamatorios en general.
Los que hemos colocado en el número l.° son productos de ciertos
vegetales, y aquellos son los venenosos. Veámosios separadamente.
g I. — Creosota.
Mal preparada la creosota , es emética ; bien preparada , fuertemente
excitante; concentrada, puede ser cáustica. Su dósis medicinal mayor es
una gota. Dada á los perros, á la dósis de dos dracmas , produce sínto-
mas espantosos; el animal queda postrado, la cabeza abatida; hay atur-
dimientos, vértigos y la mirada fija; todos los sentidos parecen entor-
pecidos; la respiración es dificultosa, interceptada de repente; salen
mucosidades espesas por la boca; hay tos sofocante, baba espumosa,
temblores de miembros, contracciones, y al fin la muerte. El uso de la
creosota inflama intensamente la mucosa de la boca y faringe de los que
la usan como anliodontálgica. Robín la coloca entre los asfixiantes anes-
tésicos por su gran volatilización.
En el cadáver deja todos los vestigios de una inflamación aguda é in-
tensísima.
No tiene contraveneno ni antídoto conocido, y el tratamiento que debe
oponérsele , es el general de los inflamatorios.
La creosota se conoce por su estado líquido incoloro, de un olor sui
generis, parecido al hollín ó de alquitrán ; sabor cáustico y abrasador, de
consistencia oleaginosa. Se extrae del alquitrán por destilación. Mancha
el papel como los aceites volátiles ; pero estas manchas desaparecen al
cabo de algún tiempo. Arde con una llama rutilante. Apenas es soluble
en el agua, y no lo es en alcohol , éter y ácido nítrico. El ácido sulfú-
rico la tiñe de rojo e» poca cantidad. Si hay mucho ácido se ennegrece,
pierde su fluidez y se precipita azufre. Coagula acto continuo la al-
búmina.
i
8 II. — Aceita da crotontiglio.
La mayor dósis medicinal de este aceite es una gota.
La acción purgante de este drástico es muy enérgica ; dado por lo
tanto en mayor cantidad de la medicamentosa , se hace veneno ; los sín-
tomas son los de la flogosis intensa del canal intestinal. El tratamiento,
el antiflogístico. Orilla refiere un caso de intoxicación , en el cual un ti-
fóico tomó por equivocación diez gramos de este aceite, destinado á fric-
ciones , y ofreció los síntomas del cólera. La autópsia no presentó mas
que reblandecimiento de la mucosa estomacal; en los intestinos habia
las alteraciones propias de la calentura tifoidea. En el hospital de Guy,
en Lóndres, sintieron efectos de la acción purgativa del* crotontiglio una
religiosa y un enfermero , que practicaron fricciones á un enfermo.
Este aceite es amarillo rojizo, de olor desagradable, sabor ácre y que-
mante. El doctor Paris atribuye su acción maléfica á su principio llamado
tillina.
§ III. — Resina de jalapa.
Todos saben que esta resina es altamente purgante; es un irritante del
canal digestivo. No es absorbida; parece que debe su acción á su princi-
pió, llamado por Hume, jalapina. Plan antiflogístico dirigido contra los
intestinos.
Esta resina es moreno-verdosa, friable, reducible á polvo blanco-
amarillento , de olor y sabor vinoso y ácre, insoluble en agua y alcohol.
§ IV. — Goma gutta.
Es también esta sustancia un purgante enérgico , y por lo mismo ve-
neno irritante del tubo digestivo. Uahnemann dice que tiene por con-
traveneno el subcarbonato de potasa ; Bouldruc concede esta propiedad á
todos los álcalis. Es una mezcla de resina y de goma que fluye del guttae-
fera vera. En el comercio está en cilindros ó galletas parecidas al pan de
munición; por dentro es amarillo-anaranjada; mas oscura exteriormente,
quebradiza, tiñe de amarillo la saliva; es soluble en el agua é insoluble
en el alcohol.
§ V.— Euforbio.
El jugo del euforbio es corrosivo ; excoria los dedos cuando es fresco.
Inflama intensamente la mucosa de las fáuces, esófago, estómago é intes-
tinos, causando dolores atroces , vómitos, síncopes y sudores fríos ; in-
flama la conjuntiva; determina la hemoptisis, y es esencialmente estor-
nutativo y vesicante. En el comercio se encuentra en lágrimas irregula-
res ó masas blanduzcas, mezclado con otros cuerpos. Es casi inodoro y
de un sabor muy ácre. Hay algunas especies de euforbio venenosas.
§ VI. — Brionia, ranúnculo, torvisco, etc.
Todos los demás vegetales que hemos comprendido en este artículo
son venenos por sus frutos, como el manzano de América, la coloquín-
tida, el ricino, el elaterio; ó por su raiz, como la brionia, el ranúnculo y
el torvisco; ó por sus hojas, como la sabina; ó por toda la planta, como
la anémona; ó por su extracto, como el elaterio, el rhus toxicoden-
drum , etc. Dados estos venenos en polvo, en cocimiento, en infusión ó
- 1044 —
n pxtracto, inflaman los órganos del canal digestivo en general y de un
odo muy parecido. Su tratamiento no tiene nada de especial , como no
“a el de algunos que ceden á la acción de algún contraveneno. Así, por
ejemplo, la brionia parece que tiene por contraveneno el cocimiento de
nuez de’agallas, según Dulong d’Ardelafort.
Es ocioso que nos entretengamos más en cada uno de estos venenos,
puesto que nada podemos particularizar. Me abstengo también de fijar
en este Compendio los caractéres botánicos del vegetal de que proce-
den las partes que aquí damos como venenosas, por las razones siguien-
tes: 1.a porque, siendo estos vegetales la mayor parte, por no decir to-
dos , sustancias medicamentosas , debo suponer que mis discípulos y pro-
fesores que se utilicen de esta obrita, poseen dichos conocimientos por
el estudio que han hecho de aquellas en la asignatura y obras de materia
médica; 2.a porque , tratándose de datos propios para reconocer un ve-
neno , de nada sirven caractéres botánicos que no son suyos , sino del
vegetal de que procede. ¿De qué sirve, en efecto, para saber que un su-
geto ha sido envenenado por el euforbio, ó mejor, el jugo del euforbio,
describir todos los caractéres botánicos de este vegetal? Semejantes co-
nocimientos son útiles cuando los caractéres botánicos se refieren á la
misma sustancia que ha producido la intoxicación. Verdad es que algu-
nas veces se pueden reunir algunos datos relativos al vegeta] venenoso
que se ha tomado , trasladándose al lugar de donde se cogió , pues se
viene en conocimiento de la sustancia tóxica, reconociendo la planta ó el
árbol. Pero aquí repito lo de antes ; el médico-forense debe tener como
médico esas nociones botánicas , y solo añadiré que el microscopio será
las mas veces el único medio que tendrémos de descubrir restos del ve-
getal, hojas, frutas, etc., en las materias vomitadas, excrementos, estó-
mago^ intestimos. Para eso conviene conocer los caractéres orgánicos de
la parte del vegetal que se haya tomado como veneno.
ARTÍCULO II.
DE LOS VENENOS INFLAMATORIOS ANIMALES.
En este artículo abrazarémos las cantáridas , las almejas, las ostras , y
solo mencionarémos algunos otros crustáceos y peces capaces de produ-
cir intoxicaciones.
S I. — Cantáridas.
Las cantáridas se hacen venenosas dadas en polvo ó en tintura. La do-
sis medicinal mayor de los polvos es- 3 centigramos, ó tres quintas par-
tes de grano; la de la tintura, 10 gotas.
Los envenenamientos por las cantáridas son numerosos , bastando á
veces un escrúpulo para causar la muerte. Los síntomas que las cantári-
das producen , son: olor infecto, sabor acre y desagradable, náuseas,
vómitos abundantes, deyecciones alvinas, copiosas y sanguinolentas,
epigastralgia viva , cólicos espantosos, dolores en los hipocondrios, ar-
dores en la vejiga, orina teñida de sangre, priapismo obstinado y muy
doloroso, pulso frecuente, duro, sentimiento de calor muy incómodo,
cara tmaefaeta, respiración penosa, acelerada, sed ardiente, otras ve-
norror á los líquidos; convulsiones, tétanos, delirio, y al fin la
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muerte. Todos saben, además, los efectos de las cantáridas al exterior.
La vesicación es su efecto.
Las lesiones que las cantáridas producen en los órganos, son varias.
En la mucosa del canal digestivo hay tubérculos fungosos, várices, ul-
ceraciones, manchas negras formadas por la sangre extravasada. No
produce siempre la inflamación de la mucosa de la vejiga y de las partes
genitales. Esta alteración se presenta principalmente, cuando el sugeto
tarda en sucumbir uno ó dos dias: generalmente hablando, falta en la
mujer. Después de cuatro ó cinco dias de inhumación, si ha habido infla-
mación , igualmente que gangrena del pene , todo desaparece. Veinte y
cuatro horas después de la muerte se encuentra fácilmente ; pero es me-
nester no confundir la flogosis, ó sus vestigios en la vejiga y canal de la
uretra_, con otras muchas enfermedades que los pueden inflamar.
La intoxicación por las cantáridas se combate ventajosamente, por
mas que haya dicho lo contrario Relies y Grenevelt, con el aceite y el
alcanfor asociados al opio. Se empieza provocando el vómito con agua
tibia en abundancia. Luego se administra una lavativa ó más alcánforo-
opiada , ó'una pocion de igual naturaleza, ó las dos cosas á la vez. Hay
que hacer al propio tiempo fricciones alcohólicas alcanforadas en las cer-
canías de las partes genitales y cara interna de los muslos. Por último,
se combate la flegmasía gastro intestinal con las evacuaciones sanguíneas
generales, locales, y las bebidas mucilaginosas ó emolientes.
Oríila dice que no todas las partes de las cantáridas son deletéreas,
sino su principio volátil aceitoso y la cantaridina. El aceite verde , la sus-
tancia amarilla soluble en el alcohol , el polvo tratado por el agua , no
son venenosos , porque no tienen ni cantaridina, ni aceite volátil. El
polvo, privado de aceite volátil , es todavía venenoso , aunque menos que
con él. La parte soluble en el aceite de almendras dulces obra sobre el
sistema nervioso y la columna vertebral.
Este polvo es cíe un color gris verdoso, con puntos brillantes de un
amarillo dorado, olor nauseabundo. Si se echa al fuego, arroja el olor
fétido de cuerno quemado; tratado por el éter, tiñe este líquido de ama-
rillo verdoso. El alcohol que le tenga por mucho tiempo en maceracion,
toma también un color amarillo tirando al verde. Precipita este licor en
blanco con el agua ; un exceso de agua le vuelve á disolver. El polvo de
cantáridas cede al agua su principio activo aceitoso.
La tintura de cantáridas precipita en rosa claro por la infusión de tor-
nasol ; en blanco ligeramente amarillo , y solo al cabo de algún rato, por
el hidrocianato ferrurado de potasio; en amarillo claro por el sulfhidrato
amónico; en blanco, coagulado ó grumoso, por el carbonato de potasa;
en amarillo verdoso por los ácidos clorhídrico y sulfúrico, y en amarillo
por el ácido nítrico.
La mezcla del polvo de cantáridas con los alimentos y bebidas es fá-
cil de describir, por los puntitos -brillantes de amarillo de oro del in-
secto.
Para reconocer los polvos de cantáridas mezclados con un aquieto o
sólido, alimentos ó sustancias vomitadas , se extienden estas por capas
delgadas en pedazos de vidrio ó cristal , y se dejan secar; luego se expo-
nen á la luz solar, y se manifiestan acto continuo las lentejuelas ó pepitas
de las cantáridas. Si se examinan de noche , se toma un globo lleno de
agua, y se interpone entre las materias extendidas y la luz. El brillo que
así adquieren las lentejuelas equivale al de la luz solar.
— 1046 —
cj son materias fecales, blandas ó pulposas, se deslíen en alcohol , se
extienden luego en capas y se hace lo mismo. Si son duras , se dejan’se-
car ; luego se toman con alcohol.
Si es el estómago el examinado, hay que insuflarle fuertemente, de
modo que no deje pliegue ninguno. Luego se seca y se corta á pedazos
como naipes , y se examina su cara interna , donde se suelen encontrar
las lentejuelas. Es de advertir, sin embargo, que hay muchas mas en los
intestinos delgados, y más aun en los gruesos. El microscopio puede ser
también de utilidad, si la simple vista no basta.
La presencia de las partículas brillantes es una prueba de la existen-
cia de polvo de cantáridas en las materias; pues si es cierto que otros in-
sectos , reducidos á polvo , pueden darlas también , no son venenosos, ni
se encuentran en nuestro país muchos de ellos ; por lo tanto, aun cuando
se diese un caso en que, sin haber cantáridas, se encontrasen lentejuelas,
como faltarían los datos relativos á los síntomas y autópsia , no podrían
inducirnos en error, en especial examinándolas aí microscopio. Añádase
á esto que para que se presente un caso de esta especie, será necesaria la
reunión de un sin número de circunstancias, no absurdas, pero que con
toda probabilidad no se reunirán jamás.
Orfila se pregunta si para afirmar que ha habido envenenamiento por
las cantáridas es preciso recoger cantaridina, y se contesta que no, en
especial si se encuentra el insecto entero , ó partes de él , ó bien el polvo,
y tanto los síntomas, como la autópsia, io confirman. En el caso contra-
rio hay que proceder con reserva , ó buscar la cantaridina , lo cual será
muy difícil. Véase, sin embargo, lo que hemos dicho del método de
Plocter, pág. 737.
Orfila y Poumet han hecho experimentos que no dejan ninguna duda
sobre la posibilidad de encontrar el polvo de cantáridas después de una
inhumación -prolongada.
5 II. — Almejas.
No son raros los casos en los que las almejas se hacen venenosas , y
acaso en lugar de colocarlas entre Jos venenos inflamatorios , estarían
mejor entre los sépticos, lo mismo que otros crustáceos y peces que cau-
san intoxicaciones.
Los síntomas que suelen producir son , si es lícito deducirlo de algu-
nos casos prácticos: una especie de sofocación violenta que va aumen-
tando; la cara se hincha y se pone encarnada, ó cubierta de manchas
amarillentas , salientes y voluminosas ; hay angustias, un poco de sudor,
comezón en la piel , ó erupción vesiculosa , como la de las ortigas ; dolor
en el estómago, y en algunos casos espasmos convulsivos.
Todo este aparato alarmante se presenta poco tiempo después de ha-
ber comido unas cuantas almejas; y desaparece, como por encanta-
miento , administrando buenas dósis de éter. La terapéutica que se ha
adoptado con buen éxito en tales casos, ha sido administrar abundancia
de agua azucarada tibia; luego cucharadas de éter con agua de menta ó
yerbabuena , en la siguiente proporción : 2 dracmas de éter y 2 onzas
de agua de menta. M. Charlet empleó en un caso los sinapismos y las
fumigaciones de éter dirigidas á la boca y fosas nasales. La tumefacción
desaparece acto continuo; igualmente sucede con los demás síntomas.
Orfila aconseja empezar el tratamiento con un emético purgante ó
emeto-catártico , según el tiempo que haya transcurrido desde la ingés-
- 1047 -
tion de las almejas. Hecho esto , se dan terroncitos de azúcar que con-
tengan 10 , 15 , 20 ó 25 gotas de éter sulfúrico , algunas cucharadas de
una pocion antiespasmódica , y agua de vinagre por bebida ordinaria.
Si hay síntomas flogísticos en el bajo vientre , el plan indicado : el anti-
flogístico.
Ño hay que pensar en practicar análisis alguna en semejante intoxica-
ción , puesto que todavía no se sabe en qué consiste el veneno de las al-
mejas. Edwards dice que las almejas dañan á ciertos sugetos por una dis-
posición particular de su estómago, por una idiosincrasia, y cita casos.
Borroux opina que es por un principio de corrupción que han sufrido , y
cita también casos, apoyado en Quiero s, Forster , Thomas, Clarke , etc.
Háse observado , en efecto , que si no se arrancan en masa , si se rom-
pen los filetes que las unen las unas á las otras, se mueren y entran
pronto en putrefacción.
Otros creen que el veneno es debido al alimento de que hacen uso las
almejas, á la manzana de América, á plantas marinas narcóticas , como
la coralina opuntia. ó á peces ó mariscos pequeñitos , la estrella, por ejem-
Elo ; otros al sulfato de hierro , á preparaciones de cobre , de barita , etc.
amouroux cree que este veneno no es de las almejas , sino de una es-
puma rojiza que se encuentra á veces en el mar, y que él sospecha estar
compuesta de pequeñas medusas análogas á la que hacen la mar fosfo-
rescente en ciertas épocas del año. M. Breumié cree que son las estrellitas
de mar las que envenenan , introduciéndose en la concha de la almeja.
Chevalier y Duchesne indican que, en la época del desove ó de la freza,
es cuando se hacen dañosas las almejas, por la sustancia ácre y repug-
nante que exudan , y que impide que otros animales ó peces se coman
los huevos. También creen que las muertas ó enfermas son las que se
hacen dañosas.
Como cada uno de estos autores se apoya en casos prácticos, bien pu-
diera suceder que todos tuvieran razón. Yo concibo que por cierta idio-
sincrasia las almejas dañen sin tener nada de veneno, así como dañan á
veces la leche, el queso, las ostras, las frutas, etc. ; que las almejas, ya
podridas ó en un principio de putrefacción, se hagan tóxicas; que la es-
puma roja del mar, cuando se introduce en las conchas de las almejas,
lo mismo que las estrellitas , y la época del desove , las haga venenosas,
tanto mas cuanto que esa espuma y esas estrellitas por sí solas producen
los síntomas del envenenamiento por las almejas. Lo que sí no es de
creer que sean venenosas por preparados de cobre que tenga en disolu-
ción el mar; porque no hay tales disoluciones ; solo puede aceptarse esa
causa del cobre cuando se crian pegadas á los buques forrados de ese
metal, ó en bancos con despojos de navios que le tengan.
La opinión mas probable es la de Lamouroux, de Breumié y de Che-
valier.
§ III. — Ostras.
Como las almejas, las ostras han dado también lugar á casos de into-
xicación, á veces bastante graves, para obligar á la administración á to-
mar medidas contra los expendedores de ese marisco, que desde la mas
remota antigüedad es tan apetecido por los gastrónomos.
En los Anales de Higiene pública y Medicina legal hay varias memorias que
e ocupan en las almejas , ostras, cangrejos, langostas, etc. , y de esos
scritos se deduce claramente que , en efecto , ya que no son instrumento
. críraen , son causa bastante frecuente todoá* esos mariscos, de intoxi-
caciones involuntarias.
De la memoria de Chevalier y Duchesne (*) , tanto respecto de las ob-
servaciones que en ella se insertan, como de la opinión de esos autores,
se desprende, no solo que en varias ocasiones las ostras se han hecho da-
ñosas, sino la causa de que ese molusco acéfalo-testáceo , ó la misma oa-
irea edulis , L., produzca á veces intoxicaciones mas ó menos graves.
Parece, en efecto, que las ostras, en verano y en la época de su re-
producción, ó del desove, y las que se desenvuelven en lugares fango-
sos, llenos de detritus orgánicos, se hacen peligrosas, produciendo gra-
ves disenterias y enfermedades parecidas al cólera, y que algunas lo son
Eor contener cobre. Arrancadas de los bancos, ó de ios navios separadas,
acen como las almejas ; se pudren mas pronto , porque se mueren , y en
este caso se hacen sépticas.
En 1863, M. Cuzen publicó un escrito sobre las ostras, por haber
dado lugar á intoxicaciones en ftochefort, que fueron objeto de actua-
ciones judiciales. 3V1. Cuzen explicó por la existencia del cobre lo dañoso
de esas ostras; y una carta de un Prefecto sobre el artículo publicado por
M. Cuzen vino á confirmar, por la procedencia de esas ostras, que, en
efecto, se debía á ese metal el que fueran venenosas.
Por último, M. Ferrand, en un interesante opúsculo titulado Ostrano -
mia , en el que habla de las ostras tóxicas y de las comestibles , viene
también á confirmar que principalmente se debe á la existencia del cobre
la propiedad que tienen ciertas ostras de producir intoxicaciones.
Sin embargo , aun cuando sea el cobre la causa del daño que esos mo-
luscos producen , en ocasiones no hay por eso que negar su parte á las
enfermedades y malas disposiciones que adquiere esa esca salubérrima de
Save , en verano , en ciertas épocas del año , en la freza ó desove , y se-
gún los lagos fangosos donde se crien , y si , estando muertas, entran en
putrefacción , lo cual hacen muy pronto.
De lodos modos, las intoxicaciones que producen raras veces van se-
guidas de la muerte; porque es tan repugnante el sabor que tienen las
ostras malas , ya por el tiempo en que se comen , ya porque se crian en
lugares infectos, ya porque tengan cobre, que solo los golosos ó muy
aficionados á ellas , y de paladar poco delicado , pueden comer mas de
seis, y á esta cantidad no hacen mas que producir algunos cólicos.
Los síntomas que provocan las ostras son muy parecidos á los de las
almejas; y si los produce el cobre que contengan, viene á ser una into-
xicación cúprica. Las alteraciones anatómicas, las mismas; y en cuanto
al modo de combatir esas afecciones , bien puede establecerse que es
igualmente el propio.
Aunque en España el consumo de las ostras no es tan general y consi-
derable como en el extranjero ; sin embargo no escasean los gastróno-
mos , que las buscan en sus almuerzos y comidas , y es posible que se
presenten también algunos casos de intoxicaciones involuntarias , y que
den lugar á actuaciones periciales , por lo cual vamos á decir dos pala-
bras sobre el modo de conocer si son tóxicas, ó comestibles.
En la antigüedad las mejores ostras procedían del lago Lucrino, de
Brindas , Tárenlo y Terracina. Hoy las mas estimadas son las de Maren-
nes, Ostende y Gancale. Los que comercian con esos moluscos, no pu-
l*J Obra cit,f t. XLV, i.* série, p. 387 y siguientes.
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diendo dar abasto con los que sacan de sus criaderos, los toman de
otras partes , y apelan á varios artificios para hacer pasar por buenas,
ostras que no lo son tanto, ó son malas.
*La intoxicación que se observó en algunos comedores de ostras en
1863 , en Rochefort , procedió de uno de esos fraudes. Las ostras de Ma-
rennes, muy buscadas en Francia y otras partes , son de un color verde
oscuro , y muy sabrosas ; los que tienen parques ó criaderos de ellas,
se hacen venir de Falmouth grandes cantidades de ostras, y en esta loca-
lidad hay bancos diferentes; las de una costa, dan ostras buenas; las de
otra las dan malas , porque tienen cobre; en atención á que en los criade-
ros de esa costa hay terreno cobrizo, y además van á parar allí las aguas
procedentes de minas de ese metal. Permaneciendo algún tiempo en los
parques de Marennes, pierden el cobre y toman el color y sabor de las
indígenas , merced á cierto légamo verdoso que hay en las aguas de esa
localidad , y pueden comerse como las propias de él.
En 1863 un pescador de poco comercio se hizo traer ostras de Fal-
mouth , y acosado por la sed del lucro , no las tuvo mucho tiempo en su
parque, y las puso en venta en Rochefort, y como tenian todavía cobre,
produjeron muchos cólicos alarmantes.
La ostra buena de Marennes tiene un color verdoso oscuro ó azulado;
las que tienen cobre son de un verde claro ó de malaquita. Algunas,
cuando se abren sus válvulas , son blancas , y no adquieren el color ver-
doso mas ó menos superficial , mas notable junto á las agallas, hasta
que están un poco al contacto del aire. Otras , en fin , permanecen blan-
cas , siquiera tengan cobre. M. Ferrand cree que esas diferencias depen-
den de la cantidad de cobre que contienen.
Para descubrir si tienen cobre, puede hacerse lo que hizo .M. Cuzen„
Se clava una aguja de coser en una de las partes verdes de la ostra y se
echa encina de esta un poco de vinagre que la cubra. A los treinta se-
gundos ó poco más , la parte hendida en la carne del molusco se cubre
de una capa de cobre rojo. Para que esta sencilla operación no engañe,
hay que meter antes la aguja en el vinagre, ó asegurarse que está puro.
Si aquella no se cubre de cobre , es señal que está puro el vinagre, y en-
tonces se puede clavar en la ostra.
Otro medio consiste en echar encima de la ostra amoníaco puro ; al
punto toma la ostra de color verde claro el color azul intenso del cobre
amoniacal. Lo propio sucede cuando al abrirla ostra, exuda una mate-
ria viscosa parecida al cardenillo ; el amoníaco la pone en el acto azul
oscura. Estos son los resultados que le dieron á M. Cuzen las ostras pro-
cedentes de los bancos cúpricos de Falmouth , vendidas en las plazas de
Rochefort.
Los ácidos débiles, el jugo del limón se apoderan del cobre, y tanto
estos líquidos, como el que contienen las válvulas de la ostra cuprosa , to-
man el color azul con el amoníaco.
Los ácidos fuertes ó concentrados no le quitan tan pronto el cobre,
porque encogen la carne del molusco.
Una gota de prusiato potásico produce en las partes verdes de la ostra
un color rojo de sangre. Otro tanto hace en las que son blancas , aunque
contengan cobre ; pero como le tienen en menor cantidad, la coloración
es inas pálida y solo se ve mas notable en los bordes de la incisión que
se haga en la carne , y sobre todo vistas al microscopio.
Según Ferrand, la cantidad de cobre que contiene cada uno de esos
- 1050 —
aIh<?cos es considerable. Una ostra verde del peso de 50 centigramos
incinerada , 12 miligramos de bióxido de cobre , representando 37
miligramos de sulfato de cobre ó sea 9 de cobre metálico. La ingestión
de una docena de esas ostras representa un decigramo de ese metal. Mas
como está combinada con una sustancia orgánica que modifica su acción
tóxica ó irritante, no produce los mismos efectos que produciría esa can-
tidad de cobre sola. Además , como ya lo he dicho , el mal sabor que da
á la ostra , impide que se coman mas de unas cuatro ó seis; si el gas-
trónomo se empeña en comerlas, podrá envenenarse.
§ IV.— Langostas , langostines, cangrejos.
La langosta común, cáncer manes , L. , no suele producir ningún daño
estando sana, fresca y llena. En igual caso se hallan el cáncer púber, L«,
y la cáncer pagurus , L. La cáncer ruricola produce á veces accidentes
venenosos , que se atribuyen á los frutos del manzano de Indias de que
se nutre á veces el crustáceo. Así los caribes que se la comen con deli-
cia, la rechazan, en cuanto la ven debajo de dicho vegetal.
Los langostines tampoco son dañosos por lo común , aunque á veces
los atacan otros crustáceos mas chicos del género bopyro , alojándose en
sus agallas y su coraza ó concha y produciendo en la superficie tubér-
culos negruzcos , pero que no hacen daño á los que las comen. Estando
sanos y frescos no son dañosos; mas se hacen sépticos ó venenosos,
cuando sufren algún principio de putrefacción.
Los cangrejos son generalmente inofensivos; pero Chevalier y Du-
chesne traen algunos casos en los que produjeron accidentes , y en uno
de ellos la muerte. Sin duda estarían alterados, puesto que precisamente
las personas en las que eso sucedió eran muy golosas de esos crustáceos,
y los habían comido siempre impunemente. "
§ V.— Peces toxicóforos.
Los peces , alimento de una infinidad de pueblos . en especial de los
que habitan las islas y las costas , pueden dividirse, bajo el punto de
vista toxicológico en tres clases: 1/ sanos; 2.1 dañosos por su difícil
digestión ; y 8/ venenosos.
Los sanos , si se pudren , se hacen también venenos sépticos. La nieve
los conserva frescos; pero así que salen de ella, la putrefacción avanza de
suerte que el pescado tomado fresco en la tienda , á las pocas horas, si
acto continuo no se frie , ó no se cuece, ya tiene un principio de putre-
facción y se hace dañoso , al menos para ciertos estómagos.
Los de carne dura y oleosa son difíciles de digerir , producen indiges-
tiones que á veces pueden ser graves.
Ni unos ni otros en rigor pertenecen á la toxicología.
Los peces propios de nuestro estudio son los verdaderamente toxicófo-
ros ó venenosos por sí , siquiera se coman frescos.
Háse discutido mucho acerca de las verdaderas causas de la propiedad
tóxica de los peces. Los unos la atribuyen á ciertas enfermedades que
padecen; otros á las condiciones de la localidad ; otros á ciertos molus-
cos que comen ; otros á ciertos frutos de árboles dañinos de que se nu-
tren ; otros á los vegetales venenosos con que los pescan ; otros al cobre
ue tos buques ó restos de naves naufragados , que yacen en el fondo deI
- 1051 -
mar ó bancos cobrizos , etc., etc. La verdadera causa ó el verdadero
principio venenoso hasta ahora es desconocido ; por eso hay tantas opi-
niones. Lo único que, según Fonsagrives y Leroy de Mericourt , parece
ser lo mas exacto, es, no lo que creia Cloquet, que el veneno estaba
esparcido por todo el cuerpo del animal, lo que no es probable ; sino que
el hígado y los huevos son los que le contienen por lo menos en mayor
cantidad. Esos órganos por sí envenenan á los animales que los comen,
al paso que pescados tenidos por venenosos , libres de hígado y huevos,
parece que no han sido tóxicos. Si se probara que solo lo son en la época
de la reproducción ó freza, y que solo lo son las hembras, estaría
resuelta esa cuestión , hoy dia rodeada de tinieblas.
Los peces no toxicóforos, pero que pueden hacerse dañinos por lo in-
digestos , y que á veces parecen venenosos , son las anguilas , las more-
nas , las carpas, las bremas ó doradas , la aloza , trisa , sábalo ó saboga,
el salmón , la lamprea de mar y la de agua dulce , las truchas y los
arenques.
Aunque muchas personas comen sin inconveniente esos pescados, al-
gunos de ellos deliciosos, en no pocas ocasiones han dado lugar á cóli-
cos y perturbaciones , con todas las apariencias y caractéres de una ver-
dadera intoxicación. El salmón y la trucha asalmonada padecen á veces
una erupción vesicular que puede hacerlos dañinos.
Las anguilas y morenas, pescadas en lugares fangosos, ó que se ali-
mentan de insectos y bichos muertos , se han hecho en ocasiones también
perniciosas , produciendo trastornos graves del tubo digestivo y fenóme-
nos nerviosos. Las truchas pueden encontrarse en el mismo caso igual
que los demás pescados de rios de poca corriente, ó de aguas súcias y ce-
nagosas. Los arenques ó sardinas saladas son dañinas mas bien por una
alteración de la salmuera en que están , ó que contienen.
El número de peces toxicóforos es bastante considerable , ya que no
en nuestros mares , en los de América y la India. Chevalier y Duchesne,
en su buena memoria sobre las almejas , ostras , langostas , cangrejos
y peces venenosos, consignan una multitud , la mayor. parte exóticos I1).
Fonsagrives y Leroy de Mericourt han publicado también un escrito so-
bre los peces venenosos de los países cálidos, y en él figuran gran parte
de los mencionados por Chevalier y Duchesne, con la diferencia que es-
tos no describen cada uno de esos peces ó pescados , prefiriendo referir
observaciones ó casos prácticos , al paso que los otros se extienden mas
en descripciones (2).
Me limitaré á dar los nombres de esos peces sin entrar en descripcio-
nes de cada uno, ni colocarlos por órden zoológico. El barbo , cyprinus
barbus ; la barracuada, esox barracuada; la becuna espada, sphrcena becuna,
picuda berracuda; sollo , esox lucius ; clúpea thrissa ; sparo de cola de oro,
sparus erythrurus ; caranga , caranx , carangas , C. , fallo x ; gato marino,
tollo ó mielga, squalus galeus; oslracion cornutus , O. , trígonas ; cóngno ó
anguila de mar, murcena conger; corracinus fuscas mayor; dorada, au/rata
vulgaris , sparus aurata ; arenque, clupea arangus, serranas nigriculus ; Iota,
gadus Iota ; tetradon mola , tetradon del cabo , gencion maculatum , tetradon
tinentas, occelalus, sceleratus ; escombro ó sarga , scomber scombrus ; esox bra-
silienis ; pequeño espadón , esox marginatus , sparus pagrus , sparus psitta -
(') Véase los Anales, tomo cilado.
(2) Id., t. XVI, segunda série, p. 326 y sig .
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aurata psittacus ; diodon atinga ; clupea spratlus ; sardina dorada , clu-
Cea 'trópica ; sparus crysops ; atún, scomber tymnus ; balisles vetula. id.’ m0.
neceros serranas aurara , id. nigriculus mcsoprionjoca; rascacio ; letrinas,
nambo ; gobius criniger y algunos otros.
La mayor parte de esos peces son exóticos, y algunos, en nuestro país,
se comen sin accidentes, como el atún, el cóngrio , los barbos y al-
gún otro.
Aunque es regular que no todos esos peces venenosos produzcan el
mismo cuadro de síntomas , hay sin embargo , en el cuadro general de
los que señalan los autores que hablan de ellos, bastante semejanza para
tratar de esa intoxicación en globo. En América lleva el nombre de si~
guatera la intoxicación por pescados venenosos. Aceptemos ese nombre
como expresión del conjunto de síntomas que determinan esos pescados,
siquiera haya algunos que los produzcan especiales. La siguatera es siem-
pre mas grave en las regiones tropicales que entre nosotros , donde , so-
bre no abundar los peces venenosos , no producen los que haya tan ter-
ribles accidentes.
La diferencia notable que puede presentar la siguatera y que el toxi-
cólogo debe tener en cuenta, es el predominio de la naturaleza sintomá-
tica, predominio que permite darle dos aspectos: l.° el de accidentes de
indigestión grave ó gastro-enteritis tóxica ; 2.° accidentes de algidez,
depresión y ataxia nerviosa.
La forma gastro-enterítica se manifiesta por epigastralgia , náuseas, vó-
mitos, primero alimenticios, luego viscosos ó de mucosidades filamento-
sas; deyecciones abundantes, serosas, infectas; refrigeración periférica,
estado Íipotímico, depresión del pulso, calambres; en una palabra, to-
dos los síntomas de un cólico ó trastorno profundo del tubo digestivo.
La cara se contrae , las pupilas se dilatan , y la respiración se pone
anhelosa
La forma nerviosa es á veces un período mas avanzado del mal , que
se presenta desde luego mas grave. Hay una especie de reacción ; la piel
se pone caliente , el pulso se levanta y aparecen síntomas de congestión
cerebral; hay agitación , delirio ó coma profundo, insensibilidad com-
pleta ó sentidos tardos; sistema muscular en resolución, ó convulsiones,
ojos fijos, pupilas dilatadas, cianosis, orinas suprimidas.
Se diría que el intoxicado está bajo el influjo á la vez de los venenos
minerales inflamatorios, y de los vegetales narcóticos y nervioso-inflama-
torios.
El diagnóstico de la siguatera , sin antecedentes, seria difícil, por lo
fácil que es confundirla con venenos minerales, como el arsénico y el
cobre ; y vegetales, como las solanáceas, la cicuta, la veratrína, los hon-
gos, etc. Mas como por lo común ataca á la vez á toda una tripulación,
que hace uso de ciertos peces, al llegar á ciertos puntos de América, en
especial la sardina dorada , tipo de esos venenos , la clupea thrissa , que
produce rápidamente accidentes , no hay dificultad en conocer que se
debe á esos alimentos mal sanos la intoxicación colectiva que se presenta.
Respecto de la particular, si el sugeto no espira pronto, también puede
proporcionar datos, que no dejen duda acerca de la causa de su dolencia.
Los vestigios que se hallan en el cadáver, si es lícito deducirlo de po-
cas autópsias que se han practicado , son : cianosis , tumefacción del
cuello , rigidez general. Inyección de las membranas del cerebro y cere-
belo. Serosidad sanguinolenta en los ventrículos ; reblandecimiento de ta
1053 -
sustancia cerebral, infarto de los pulmones, repleción sanguínea de los
mismos , y el corazón que está flácido , la sangre fluida , cavidades iz-
quierdas vacías, hígado ingurgitado, signos evidentes de inflamación
en toda la longitud del tubo digestivo, estómago vacío, región cardíaca
normal, pero la pilórica presenta rubicundez, arborizaciones y reblan-
decimiento de la mucosa. Iguales alteraciones en los intestinos delgados,
pero mas intensas cuanto mas se acerca á la válvula íleo-cecal , en cuyas
cercanías no solo se nota una coloración rojo-morena, sino que exhalan
el olor de la gangrena ; los gruesos solo se ofrecen teñidos de color de
rosa , en especial el cólon.
No conociéndose el veneno de esos peces, no sabemos qué contrave-
neno oponerlos. Iiay, por lo tanto, que seguir las reglas generales : fa-
cilitar el vómito desde el anuncio de los primeros síntomas, ó la expul-
sión por el recto; bebidas emolientes, mucilaginosas , laudanizadas;
enemas de igual naturaleza, fomentos, sanguijuelas en el abdómen ó
periné, sudoríficos, tazas de té con agua de azahar y una medicina sinlo
mática , según sean los síntomas predominantes.
Nó hay que pensar en análisis químicas, porque hasta ahora no se
sabe á qué principio se debe semejante intoxicación.
TÍTULO III.
Be los venenos narcóticos.
Llámanse venenos narcóticos aquellos que producen narcotismo, ó sea
estupor, aplanamiento, parálisis ó apoplejía , y á veces movimientos
convulsivos, sin inflamar -de ordinario las partes con que se ponen en
contacto. Hay venenos narcóticos del reino inorgánico y orgánico.
CAPITULO PRIMERO.
DE LOS VENENOS NARCÓTICOS INORGÁNICOS.
Los narcóticos inorgánicos son todos gaseosos; ninguno tiene color;
los mas son inodoros, ó arrojan un olor viroso especial , el tufo de car-
bón , y son : el hidrógeno bicarbonado , el gas del alumbrado ó Licht , el hi-
drógeno protocarbonado de las lagunas , el óxido de carbono y el ácido carbó-
nico. üiré poco de todos, excepto de los dos últimos, ya porque son los
que principalmente producen la intoxicación por gases narcóticos , ya
porque lo que de ellos se diga es en general aplicable á los demás. Acaso
no hadamos mal en colocar estos gases entre los asfixiantes anestésicos.
Cuanto mas se estudia su modo de obrar y el conjunto de síntomas y al-
teraciones anatómicas que produce, tanto mas se arraiga la convicción
de que realmente asfixian , y que de ese modo matan.
g I. — Hidrógeno bicarbonado.
Considerado por mucho tiempo como no deletéreo , hoy está colocado
entre los que lo son; y, en efecto, hay observaciones que conducen á
tenerle por tal. Produce rigidez de miembros, convulsiones, abatimiento
y estado comatoso por la inflamación del cerebro que ocasiona. Parece
- Mí —
aue coagula Ja sangre , que el hígado es afectado profundamente por su
acción. Con todo, se necesitan mas observaciones para que sea mejor co-
nocida la acción de este gas sobre la economía. Tampoco tiene contra-
veneno eficaz. Su tratamiento consiste en el de la asfixia, que es á poca
diferencia igual al que expondremos luego respecto del tufo del carbón*
g II. — Gas del alambrado , ó Licht.
Este gas contiene varios , ó , por mejor decir, es un compuesto de va-
rios gases, cuya composición varía, según que esté ó no purificado. El
purificado que procede del carbón de piedra, está formado de hidrógeno
bi y cuadricarbonado , hidrógeno, óxido de carbono, ázoe, carburo de
azufre, aceite y una débil cantidad de ácido carbónico y ácido sulfhí-
drico, libres ó combinados con el amoníaco. Este gas ataca la economía
como algunos de los que contiene , en especial el bicarburo de hidrógeno;
hay, por lo menos, lugar á creerlo así, según ciertos hechos que la cien-
cia posee; de todos modos, el conocimiento de la acción que ejerce cada
uno de los gases constitutivos del alumbrado , servirá para darnos á co-
nocer también la de este gas.
§ III. — Hidrógeno protocarbonado de las lagunas.
Hay lugar á creer que es deletéreo también , como el bicarbonado,
ejerciendo sobre la economía el mismo género de acción. Lo dañosas que
suelen ser ciertas aguas encharcadas, se debe á la acción de este gas, el
cual parece que tiene alguna influencia en la mortalidad de los niños de
los pueblos comarcanos á los charcos y lagunas.
§ IV. — Oxido de carbono.
Considerado por Nysten y algunos otros como no deletéreo, lo es, sin
embargo, pues produce cefalalgias, estupor, embriaguez, disturbios en
la circulación y respiración , y da á la sangre un color moreno. Samuel
Wite quiso respirarle, y experimentó temblores convulsivos, vértigos,
abolición de la sensibilidad. Socorrido , sufrió por algún tiempo una agi-
tación convulsiva y dolores de cabeza extremados ; el pulso era acelerado
y no regular. Una dósis de emético disipó todo este conjunto de fenóme-
nos. El emético, pues, y el agua de vinagre pueden ser considerados como
conducentes para combatir este estado , producto del óxido de carbono.
Hasta aquí se ha dado poca importancia al óxido de carbono en las
intoxicaciones por el tufo del carbón , llevándose la preferencia el ácido
carbónico , al cual se atribuye todo el daño. Sin embargo, por las obser-
vaciones de Leblanc sobre el aire atmosférico, se ve bien claramente que
el óxido de carbono es mucho mas deletéreo ó venenoso que el ácido
carbónico.
Todos saben que el carbón mal encendido atufa más y es mas perni-
cioso que el que arde completamente. Por eso se tiene cuidado de que
los braseros estén bien encendidos, cuando se llevan á una pieza para ca-
lentarla; como no lo estén, atufan, dan dolor de cabeza, náuseas, etc.,
y hasta pueden intoxicar, como mas de una vez ha sucedido. Pues bien :
cuando el carbón arde mal ó incompletamente, se forma mas óxido de
carbono que ácido carbónico ; cuando el carbón está completamente en-
cendido , este abunda más. De lo cual resulta que de los dos gases pr
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cedentes de la combustión , el óxido de carbono es el mas venenoso*
Este modo de ver, que así resulta comprobado de hechos todos los
dias observados, se confirma con experimentos directos. Una atmósfera
que contenga 1 por 100 de óxido de carbono , es casi inmediatamente
mortal para los animales de sangre caliente, mientras que para que lo
sea la que contenga ácido carbónico, es necesario que este gas esté en la
proporción de un í , un 6 ó más por 100.
Considerando, por otra parte, estos gases como venenos asfixiantes,
por ser contrarios á la hematosis , por apoderarse del oxigene respirado,'
se ve claramente la mayor actividad del óxido de carbono ; puesto que es
mas ávido de oxígeno , tiene menos grados de oxidación que el ácido
carbónico; puesto que se compone de un equivalente de oxígeno y otro
de carbono, al paso que el ácido carbónico tiene dos de oxígeno.
Todas estas consideraciones prácticas y teóricas conducen, pues, á
mirar el óxido de carbono como un gas muy venenoso , y mucho mas
que el ácido carbónico , y que de todas las intoxicaciones por el tufo del
carbón , aun cuando se opina generalmente lo contrario, mas se debe el
daño al óxido que al ácido carbónico.
Por lo mismo , creo que todo lo que hasta aquí se ha dicho del ácido
carbónico, con mas razón debe decirse del óxido de carbono. Sin em-
bargo, como los dos se producen á un tiempo, siempre que arde el car-
bón ó la leña, en mas ó menos cantidad cada uno, según el grado de
combustión , no diré nada mas del óxido, guardándolo para cuando trate
del ácido , entendiéndose gran parte de lo que de este diga de aquel pro-
ducto de carbón menos oxigenado.
§ V. — Acido carbónico.
Este gas merece también atención particular, ya por la abundancia
de manantiales que le producen , ya por lo frecuente que es su asfixia
deletérea, ya porque por largo tiempo ha siclo considerado tan solo
como impropio para la respiración. En muchas fuentes se nota una efer-
vescencia debida al ácido carbónico que contienen , el cual, estando en
exceso, á la temperatura y presión de la atmósfera, se escapa. Desprén-
dese igualmente de ciertos pozos y conductos subterráneos, por hendi-
duras, en especial en las cercanías de los volcanes. Siempre que una
materia vegetal ó animal entra en combustión, se produce ácido carbóni-
co ; prodúcese también durante la fermentación de todas las materias azu-
caradas que se convierten en productos alcohólicos, y la de una parte de
materia animal mezclada con mucha vegetal, como sucede en el estiércol.
Según Nysten, puede inyectarse el ácido carbónico en gran canti-
dad sin que cause la muerte; y, cuando la causa, es de un modo mecá-
nico. Mas la sola coloración de la sangre que produce , bastaría para
probar que ejerce sobre ella alguna acción fisiológica. E! ácido carbónico
mata á los animales en poco tiempo. Baile y Yarin ya lo observaron, y
por lo mismo le tuvieron por deletéreo. Yarin observó que el ácido car-
bónico causa rápidamente la muerte, cuando entra en la atmósfera que
uno respira con la proporción de una quinta parte. Dos ó tres minutos
bastan para que muera un pájaro y otros animalitos, teniendo el aire se-
tenta y nueve partes de ácido carbónico y veinte y una de oxígeno. El
agua que contenga aire y tres cuartas partes de su volumen de ácido car-
bónico, mata á los peces pequeños. Las ranas asfixiadas por estrangula-
— 1066 —
. pUeden vivir en este estado cerca de cinco dias; metidas en a*ua
nue contenga ácido carbónico, perecen luego. Sabidos son los efectos de
ja oruta del Perro en Ñapóles. En 1804, Attamonelli entró en ella, y sin
respirar el gas, sintió comezón en la piel, lagrimeo, calor mordicante en
el rostro. La rapidez con que asfixia el ácido carbónico á los animales, le
ha hecho mirar por muchos médicos como realmente deletéreo. Chaptal
va se adelantó á creer que era absorbido, y que los miembros se entor-
pecían con él.
Hasta aquí , sin embargo , pudiera alguno obstinarse en creer no dele-
téreo al ácido carbónico , y que si mata , es porque , respirándole , no
puede suplir al oxígeno. Citemos casos en que ha producido sus efectos
tóxicos sin ser respirado.
Landriani cogió una gallina y la puso en una vejiga llena de ácido car-
bónico ; la cabeza del animal estaba fuera , de modo que el gas no podia
ser respirado. El pobre animal se quedó luego paralizado (‘j.
Collard de Ulartigny se sumergió en una cuba en fermentación , envol-
viéndose el cuerpo con una sábana, dispuesta en forma de cilindro, uno
de cuyos extremos estaba adaptado á la cuba, y el otro á la cabeza del ob -
servador, el cual respiraba el aire atmosférico que le llegaba por un tubo
adaptado á su boca y nariz. A los cinco minutos ya experimentó los sín-
tomas de la intoxicación por el ácido carbónico ; á los veinte tuvo que
abandonar el experimento, sumamente postrado.
El mismo sumergió varios pájaros en campanas llenas de ácido carbó-
nico, teniendo la cabeza fuera por un agujero abierto en un pergamino;
al cabo de algún tiempo, una hora ú hora y cuarto, ios animales estaban
asfixiados, y luego muertos (2). Semejantes fenómenos no se presentan
con el ázoe y el hidrógeno, que, en efecto, no son mas que impropios
para la respiración.
D’Arcet se envenenó también por el ácido carbónico en un pozo que le
arroja en Montpensier. Quiso asomarse al pozo, y gracias á un criado
que ya estaba prevenido y le sacó; de lo contrario hubiese perecido (3).
Anman refiere un caso de unos carpinteros, que para divertirse apli-
caban á la nariz de un niño dormido una bujía que acababan de apagar.
El niño se despertaba cada vez ; al íin su respiración se puso dificul-
tosa, le dieron accidentes epilépticos, y al tercer dia murió (4).
Los animales sujetos á la acción del ácido carbónico por Landriani y
Collard, y este mismo igualmente que D’Arcet, podian respirar aire at-
mosférico ; por lo tanto, no debían experimentar nada por parte del
ácico carbónico, aunque le hubiesen respirado en parte; ningún fenó-
meno desagradable se sigue de respirar hidrógeno y ázoe cuando se res-
pira aire atmosférico. La consecuencia mas lógica, pues, de todos estos
hechos es que realmente el ácido carbónico ejerce una acción deletérea
sobre la economía.
Collard ha explicado por qué , inyectado el ácido carbónico , no pro-
duce la muerte, según Nysten, diciendo que es expelido por la respira-
ción : este hecho lo ha probado recogiendo el aire espirado de un conejo,
á quien se había inyectado ácido carbónico, y se encontró mayor canti
dad de este gas en aquel aire.
(*) Anglada, Towicologia , V, p. 132.
Archivo! generales , XII, 705.
Citado por Devergie.
H M«d. aniiq. Cas. 59, p. 365.
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Quedando ya bien consignado que el ácido carbónico es deletéreo por
sí mismo, veamos ahora qué especie de acción es la que ejerce.
Para algunos, este gas obra de un modo parecido á los nareótico-áeres.
En su toxicología , Orfila trata de él en el capítulo de estos venenos.
Otro tanto hace con respecto á varios de los gases que hemos colocado
en el primer grupo de inflamatorios; por ejemplo, el hidrógeno perfos-
f'orado y arsenicado. En efecto, ya hemos visto que, además de la infla-
mación de las vías aéreas , causan estos gases trastornos graves en el
sistema nervioso ; mas ya advertimos que en cuanto á la acción de los
venenos, no era fácil establecer líneas exactamente divisorias. Recorde-
mos además lo que he dicho sobre ser asfixiante anestésico, y en efecto
desaloja el oxígeno de la sangre , y su presencia impide la hematosis.
Jiejando aparte esta cuestión , veamos cuáles son los síntomas que el
ácido carbónico desarrolla. Como este ácido es uno de los agentes prin-
cipales del tufo del carbón , y como es este tufo el que produce las into-
xicaciones con mucha frecuencia, ocupémonos en el estudio del vapor del
carbón especialmente.
Los sugetos que están bajo la influencia del vapor del carbón , experi-
mentan lo siguiente:
Pesadez de cabeza , sentimiento de compresión en la región de las sie-
nes , vértigos , temblores de la vista , propensión al sueño, zumbido de
oidos, á veces inquietud vaga, presentimiento funesto que advierte el
daño que el sugeto va á correr. La asfixia se declara, y la intoxicación
produce la muerte, sin dar el intoxicado generalmente señal ninguna de
sufrimiento. Posee la ciencia buena porción de observaciones, en las cua-
les los envenenados guardaban una posición tranquila , la misma que se
guarda durmiendo.
Entre los síntomas que esta asfixia produce, antes de causar la muerte,
el vómito ó las náuseas figuran , según ciertos autores, al paso que, se-
gún otros, no hay nada de esto. Unos y otros se apoyan en hechos, lo
que probará que á veces hay vómitos , y otras no.
La coloración lívida de la piel que á los asfixiados por el carbón dan
algunos autores, encuentra un adversario en Marye, quien asegura no
haberla visto nunca en diferentes casos prácticos y á todas épocas de la
asfixia, todo io más alguna lividez en la nariz y ojos, en lo que en tales
casos se presenta. Lerythier opina del propio modo. Yo recuerdo haber
visto en Rcus, cuando muchacho, á dos asfixiados por el vapor del car-
bón , y lo que mas impresión me hicieron ios cadáveres , fué el color
lívido de su exterior.
También se opone Marye á que los asfixiados por el carbón presenten
tlacidez de miembros; muy al contrario, asegura que están de tal modo
rígidos , que se pueden levantar por una pierna como una tabla. Lery-
thier y Attamonelly son de su mismo modo de pensar.
Por último, dícese que á veces son arrojadas involuntariamente la
orina y las materias fecales. El sugeto vive todavía , y puede estar asfi-
xiado por espacio de algunas horas antes de morir. Si en este estado se
abre una vena, sale sangre encarnada. Marye confirma este hecho con
un sin número de casos prácticos que no dejan duda alguna.
Uáse preguntado si la asfixia por el carbón podía suspender los traba-
jos digestivos; esto puede ser importante. Casos habrá en que tal vez se
supone haber sucumbido una persona inmediatamente después de la co-
mida ó cena á un envenenamiento, y acaso se encuentre su estómago
xoxíCui.ogía — 07
— 1058 —
vurin En un caso judicial, un marido sospechoso dijo, que acabando de
rpn ar había intentado suicidarse con su mujer por el carbón; en el estó-
mazo de la mujer no se encontró la cena. Es , pues, este punto de impor-
tancia , puesto que acaso, según como se resuelva , será un medio de co-
nocer en ciertos casos si ha habido ó no suicidio ú homicidio. Según las
observaciones de Marye y Ollivier d’Angers , la digestión se suspende.
En los cadáveres de los intoxicados por el carbón, poco tiempo después
de la comida , se encuentran los alimentos en el estómago con un princi-
cipio de digestión.
Los cadáveres de los asfixiados por el tufo del carbón llevan un sello
particular que manifiesta la acción deletérea de este gas. Ya al tratar de
la asfixia (') expusimos el cuadro de alteraciones cadavéricas que los as-
fixiados presentan , y dijimos que los autores le habian tomado de lo que
ellos creían asfixia por el carbón. De suerte que en cierto modo podemos
referirnos á lo que allí dijimos, consignando solamente en este pasaje lo
que sea propio de esa intoxicación, y debido á descubrimientos posterio-
res á la época , en que los autores tomaron por tipo de la asfixia la por el
carbón.
Según las observaciones de Lerythier, los órganos de los asfixiados
por el carbón presentan dos estados diferentes , según como so haya efec-
tuado la asfixia, lenta ó rápidamente. Si es lenta, la sangre es de un co-
lor oscuro, violáceo ó de heces de vino. En el mismo estado se encuen-
tra abierto el cadáver algún tiempo después de la muerte.
Cuando es rápida y hay movimientos convulsivos , se declara la rigi-
dez ; la piel , membranas mucosas, nariz y lengua están pálidas, alguna
vez cianosadas; si se hace inmediatamente después de la muerte la aber-
tura del cadáver, la sangre del corazón y de todo el sistema vascular es
de un color rojo vivo ó de cereza.
La práctica ha demostrado que seria muy del caso saber á punto fijo si
el vapor del carbón puede ejercer algún iuflujo en los cuerpos por él asfi-
xiados sobre la marcha de la putrefacción. Si se decidiese, por ejemplo,
que la retarda, y se encontrase un cadáver con signos pútridos, sin que
correspondiese la época de su muerte á esta aparición, habría lugar á
sospechas , como las hubo en dos casos referidos por Devergie. En el es-
tado actual , es difícil resolver esta importante cuestión. Nysten ha pro-
bado que en esta clase de asfixia la rigidez cadavérica persiste largo
tiempo, como en su lugar dijimos ; antes que desaparezca la rigidez, no
sobreviene la putrefacción ; de consiguiente , se declara que el vapor del
carbón retarda la presencia de los fenómenos pútridos. Añadamos á esto
que el carbón desinfecta ; que en el ácido carbónico üildebrando ha con-
servado por espacio de cincuenta y un dias carne muscular sin que se
corrompiese. Devergie ha observado dos hechos , en uno de los cuales
el cadáver estaba colocado en todas las circunstancias favorables á la
putrefacción, y sin embargo, esta tardó mucho en presentarse. De modo,
que todos los datos nos conducen á mirar el vapor del carbón como con-
trario al desarrollo de los fenómenos pútridos , y como si tuviese ten-
dencia á desecar los cadáveres. No olvidemos, para comprobación de
esto, que , según Robín , los venenos que impiden la hematosis lo hacen
por oponerse á la combustión lenta del oxígeno húmedo, y que tanto lo
hacen en vida como después de la muerte.
[') Tratado de Medicina y cirugía legal , t. II, p. 4G1.
- 1080 —
Vista la acción del vapor del carbón en la economía y los vestigios de
la misma en el cadáver del envenenado por dicho gas , pasemos á la me-
dicación que corresponde para salvar á los sugetos que no hayan su-
cumbido todavía. El tufo del carbón no tiene contraveneno. Hay, pues,
que combatirle, sin pensar en llenar esta indicación. Hé aquí cómo.
La primera diligencia es separar al asfixiado del lugar donde se enve-
nenó, desnudarle y tenderle en el suelo antes de colocarle en una cama,
ó bien en la tela de un catre , y arrojarle sobre toda la superficie del
cuerpo agua fresca. Rosel, Harmant y Portal recomiendan las afusio-
nes de agua fria , cuando no esté baja la temperatura. Cuando se res-
tablece la respiración , experimenta el asfixiado una especie de escalo-
frió ; en este caso deben cesar las afusiones de agua. Excítansele las
plantas de los piés; se le hacen fricciones á lo largo del espinazo con un
cepillo ó franela seca; se le sangra inmediatamente, por poco que el
pulso esté lleno y lívida la piel del cuerpo, y en especial la del rostro.
Mar ye y otros sangran en todo caso, mas ya dijimos en el lugar corres-
pondiente cuándo puede esperarse en las asfixias buen resultado de la
sangría. Las fosas nasales deben ser igualmente estimuladas por medio
del amoníaco, del cual se echan algunas gotas en un pañuelo, y se aplica
á la nariz del enfermo, ó por medio del vinagre. Fricciones en el pecho y
compresiones que simulan la respiración, son también muy conducentes,
Si se le da algún cordial, es preciso aguardar á que la deglución esté
restablecida ; de lo contrario, podía aumentarse la asfixia. Lerythier em-
pleó en un caso con buen éxito el galvanismo.
El doctor Klebs propone la administración del centeno atizonado por
el estómago, y hasta inyectado en las venas, para combatir la intoxica-
ción por el ácido carbónico. No creemos suficientemente garantido por
la experiencia este remedio, que puede ser peor que el mal.
A proporción que el asfixiado va recobrando fuerza, el corazón late
con mas vigor, la respiración es mas notable, el conocimiento vuelve, y
á veces con delirio ó furor. El enfermo debe ser colocado en una cama,
bien abrigado, y hay que combatir su estado patológico, según las indi-
caciones que se presenten. Tal vez serán convenientes lavativas de vina-
gre ó de sal.
Es de advertir que, aun cuando los socorridos no den señal alguna de
alivio, no deben abandonarse los socorros hasta que se tenga certeza de
la muerte. Harmant cita dos casos, en los que se tardó tres horas en
conseguir el restablecimiento de la vida de dos muchachas.
Lo que acabamos de decir del vapor del carbón es completamente apli-
cable al carbón de piedra y maderas que arden ; al de los lagares, sus-
tancias en fermentación, ai de ciertos pozos que tienen fatiga, como sue-
len decirlo los poceros , y demás que puedan dar lugar al desprendi-
miento del ácido carbónico, al que es siempre debida la producción de
fenómenos semejantes.
También es en cierto modo aplicable á la intoxicación que resulta de
un aire no renovado. Según Damas, un hombre carga por hora tres me-
tros cúbicos de aire de cuatro milésimas de ácido carbónico ; si el aire no
se renueva, llega un momento en que el oxígeno se ha consumido y la
atmósfera se ha llenado de ácido carbónico; por lo mismo deben resul-
tar los mismos efectos de una combustión. Un sugelo emplea 20 litros de
aire por minuto, ó 1200 litros por hora; con la respiración se produce
ácido carbónico que es espirado. Según el autor citado, un hombre
- 1060 —
a respirando por espacio de una hora 10 gramos de carbón , y ex-
hala por los pulmones, por término medio, un 4 por 100 de ácido car-
bónico; de esto resulta, que al cabo de algún tiempo se hace una sala
venenosa , si es ocupada por varias personas y el aire no se renueva.
Un hombre necesita por hora una ración de seis á diez metros cúbi-
cos. En faltando esta proporción, no puede respirar, y empieza á ponerse
malo. Una atmósfera que contenga 1 por 100 de ácido carbónico, se
hace insalubre. La atmósfera natural solo contiene 1/4000 de ácido car-
bónico. Otros le dan de tres á seis diezmilésimos. No es constante, por-
que hay muchas cosas que contribuyen á que varié. La ciencia posee he-
chos terribles de esta clase de intoxicaciones. Dejando aparte la sofoca-
ción y malestar que se experimenta en ciertos teatros, salones y puntos
donde se reúne mucha gente , y los casos referidos de mineros que, des-
plomándose la tierra han sido cogidos en un espacio reducido , y á poco
tiempo asfixiados ó prontos á morir por exceso de ácido carbónico, tene-
mos el espantoso relato de lfercy, relativo á las guerras de los ingleses
en el Indostan.
Ciento cuarenta y seis personas fueron encerradas en un cuarto de
veinte piés cuadrados, donde no había mas que dos ventanillos, los que
daban á una galería. Empezaron esos infelices á sudar y á abrasarse de
sed. Luego experimentaron fuertes dolores de pecho y dificultad de res-
pirar, cercana á la sofocación. Se quitaron la ropa, agitaron los som-
breros para renovar el aire , se arrodillaron todos y se levantaron luego
de repente , lo cual repitieron tres veces durante una hora. Algunos ca-
yeron y fueron pisoteados ; pidieron agua , se la dieron , y disputándo-
sela , los mas débiles fueron víctimas ; la calentura los devoraba á todos.
A las cinco horas de encierro, los que todavía vivían, los que habían
respirado un aire menos infecto junto á los ventanillos, cayeron en una
especie de estupidez letárgica ó un espantoso delirio; para alcanzar la
ventana hubo ya sangrientos combates, hasta que les abrieron las puer-
tas. Solo veinte y tres hombres salieron vivos de los ciento cuarenta y
seis, y en su semblante estaba retratada la muerte, que ya los había se-
llado para llevárselos.
A las intoxicaciones por gases hasta aquí expuestas, podríamos añadir
las que se efectúan en las letrinas y cloacas. En las primeras hay des-
prendimiento de ázoe, de ácido sulfhídrico é hidro-sulfato de amoníaco.
Mas el ázoe no es veneno , no es deletéreo , solo asfixia por no poder re-
emplazar el aire atmosférico. El ácido sulfhídrico es un veneno séptico,
y por lo mismo no debemos hablar de él en este capítulo. El hidro-
sulfato de amoníaco participa de irritante y séptico.
En las cloacas se desprende el ázoe, el ácido hidro-sulfúrico y el ácido
carbónico.
Cualquiera que sea la naturaleza de estos gases, contienen en disolu-
ción materia animal en putrefacción. Estos gases ocupan dos lugares di-
ferentes en las cloacas , ó llenan el espacio que media desde el nivel de
las materias fecales, sólidas y líquidas hasta la bóveda de la letrina, ó
se acumulan debajo de la costra que se forma encima de aquellas.
Los asfixiados por los gases de una letrina ó una cloaca deben ser so-
corridos, como llevamos dicho, en la asfixia ó intoxicación por el ácido
carbónico : acaso el cloro sea necesario para combatir la acción del ácido
sulfhídrico:
La limpia de las letrinas y cloacas , á los quince dias de vaciadas,
- 1061 -
puede causar asfixias todavía. Para evitar estas intoxicaciones hay que
bajar velas encendidas, y si no arden, es señal de que hay peligro. Se
evitará esto bajando hornillos con carbón encendido y renovando el aire
de la cloaca <5 letrina por medio de la corriente que se establezca. Lo que
dijimos sobre el modo de volver sana la atmósfera de las tumbas, es apli-
cable á la limpia de las letrinas y cloacas.
A Devergie se debe la latitud y extensión de conocimientos que posee-
mos acerca de la intoxicación por el vapor del carbón , y, ya por ser uno
de los medios que mas comunmente adoptan los suicidas para acabar con
sus dias; ya por estar expuestas todas las familias á esta intoxicación; ya,
en fin , porque á la sombra del tufo del carbón pueden cometerse asesi-
natos por otros medios, conviene que siquiera en resúmen demos cuenta
de los conocimientos actuales sobre un punto que abre campo á muchas
é interesantes cuestiones , algunas de ellas no resueltas todavía.
El vapor del carbón da , según Orfila , cuando la combustión no es
perfecta.
Acido carbónico, 20 partes. Azoe, 99 partes.
Aire atmosférico, 38 id. Hidrógeno carbonado, 26 id.
Cuando la combustión esti en plena actividad da:
Acido carbónico, 26 partes. Azoe, 73 partes.
Aire atmosférico, 81 id.
El vapor del carbón , visto en masa , es azulenco : después de cierto
tiempo desaparece; en el estado actual no se sabe de fijo cuánto dura;
puede creerse que permanece de unas seis á diez horas. Tiene un olor
característico, conocido de todos , desagradable , nauseabundo, mucho
mas notable cuando empieza á arder el carbón. Es mas pesado que el
aire atmosférico; enrojece el papel de tornasol y precipita el agua de cal,
propiedades todas del ácido carbónico, á que debe su principal acción.
Adviértase que si apaga comunmente una vela encendida , esta puede,
sin embargo, arder en una atmósfera hecha venenosa por el tufo del car-
bón. Hay casos prácticos en que se han encontrado las personas muertas
y encendidas las velas ('). Leblanc dice, sin embargo , que á veces ya
no arden las velas , ni hay combustión , y todavía respiran los hombres,
aunque es peligroso.
Para que una atmósfera se llene de ácido carbónico y se haga deleté-
rea , no es necesario que arda en ella el carbón. Basta para esto que se
establezca una corriente y venga el tufo del carbón de otra chimenea ú
otro punto. Supóngase un gabinete ó sala, ó lo que fuere , con una chi-
menea, sin que haya lumbre en ella; pero que el aire de aquella pieza
esté caliente, ya por haber habido fuego, ya por darle el sol. El aire ca-
liente se rareface y vuelve mas ligero; siendo mas ligero, se remonta y
cede el lugar al que está frió por mas pesado; si hay alguna abertura
que comunique con el exterior, por ella se escapa el aire caliente y deja
entrar el frió ; si todo está cerrado, se marcha el aire caliente por la chi-
menea, y entra el aire del exterior por esta. Supóngase además que esta
chimenea comunica con la del vecino, y que este tenga lumbre en la
suya : el humo que la combustión produce se marcha por el conducto y
sigue la corriente establecida por la salida del aire calentado del gabi-
nete ó sala del otro vecino, lo cual hace que se le llene esta pieza de
/') Deveigie-, ob. di., U>m. III, pág. 90 y 91,
- 1062 —
, Esto se observa muy á menudo en ciertas casas: hé aquí , pupS)
puede uno asfixiarse , no teniendo lumbre en su chimenea, Este
hecho es muy digno de ser notado, por cuanto pueden ocurrir intoxica-
ciones de esta especie , y no atinar en ellas , por no ver lumbre en el
cuarto, ni restos de ella.’ D’Arcet ha visto casos de esta especie. En París,
un dentista, quemando huesos, dió lugar á una intoxicación de sus veci-
nos por este medio.
Lo mas común es, sin embargo, que el vapor del carbón se produzca
en el mismo local, cuya atmósfera vicia. Parte del oxígeno de esta atmós-
fera es consumido, combinándose con el carbono para la formación del
ácido carbónico ; el hidrógeno carbonado que se forma al mismo tiempo
arde y se transforma en agua y ácido carbónico. Cuando la combustión
está en plena actividad no se produce sino este gas. Pesulta de esto que
una atmósfera donde esté ardiendo el carbón , si no se renueva , se hace
impropia para la respiración , porque el oxígeno se consume, y deleté-
rea porque se llena de ácido carbónico. La combustión de un kilogramo
de velas esteáricas, en un local de 50 metros, da 4 por 100 de ácido
carbónico.
Calentado el aire , se dilata , y por ser mas ligero ocupa las partes su-
periores: esto establece una corriente doble de abajo arriba v de arriba
abajo ; la primera es de aire caliente , ia segunda de aire frió; aquella se
lleva consigo el ácido carbónico, de lo cual se sigue que este gas se es-
parce por toda la pieza.
Cuando la combustión se acaba, el aire se enfria, poniéndose en equi-
librio su calórico con lo exterior de la pieza; se condensa, pues, y ocupa
menos volumen ; parte de aire se escapa por rendijas ó aberturas: es re-
emplazado por aire exterior, y se purifica; si no pudo escaparse aire, la
presión que ejercia por su dilatación, cesa; pero la atmósfera sigue vi-
ciada por los gases deletéreos que se formaron durante la combustión.
Acabada la combustión y enfriada la atmósfera , el ácido carbónico re-
sulta mas pesado que el aire atmosférico , cuyo volumen se ha dismi-
nuido y ocupa las regiones inferiores; no, sin embargo, sin que quede
un poco en las superiores. Dalton hizo experimentos que tienden á pro-
bar que los gases se mezclan ; mas Devergie hizo otros experimentos con
que queda demostrado lo que acabamos de decir. Marye trae una obser-
vación que tiende á confirmarlo. Cierto sugeto quiso suicidarse con el
tufo del carbón; encendió lumbre y se acostó: la asfixia no se verificó.
Contó el caso á un farmacéutico, como si hubiese ocurrido á un amigo
suyo, y sostuvo que el tufo del carbón no mataba. El farmacéutico se hizo
explicar las circunstancias, y dijo que esto dependia de que la capa de
gas no alcanzaba á la cama por razón de su mayor peso. El suicida calló,
y consiguió la muerte á los dos dias, colocándose al alcance del gas;
esto es, en el suelo. En la gruta del Perro de Nápoles, los perros se asfi-
xian, y los hombres á caballo no ; porque la capa de gas se queda infe-
rior á su boca. Esta circunstancia es importante para darse razón de
las diferencias que pueden presentar sugetos encerrados en un mismo
cuarto (l).
Considerando que es importante saber cuánto carbón se necesita que
arda para dar al aire de una pieza la calidad deletérea, se han hecho en-
sayos y cálculos aproximativos , dando por resultado que se necesítala
V ease lo que hemos dicho en la pág. 1064 del lomo lid* Medicina legal.
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cincuentésima parte de una fanega de carbón para viciar ó volver vene-
nosa una atmósfera de 25 metros cúbicos de aire. Mas en la actualidad
pueden merecernos poca fé estos cálculos , porque , según cual sea la na-
turaleza del carbón ó su procedencia , contienen mas ó menos cantidad
de carbono, y por lo mismo puede haber diferencias notables con res-
pecto á la cantidad de ácido carbónico que se forme. Además influyen el
grado de combustión que ha tenido , la humedad del combustible , sus
sales, el volúmen, etc.; por todo lo cual debemos considerar este punto
como distante de su cabal resolución.
La medida del cuarto ó pieza donde se haya efectuado la intoxicación
puede ser útil para hacer cálculos, y el modo de proceder á ella no es
indiferente ; ninguna dificultad ofrece la pieza de forma regular, un pa-
ralelógramo por ejemplo: bastaría multiplicarla altura de la pieza por
su anchura, luego el producto de esta operación por la longitud, y se
obtendría el cubo del espacio. Mas cuando no hay desigualdades en una
pieza, hay reparticiones, alcobas, gabinetes, armarios, lo cual hace que
tenga que medirse la localidad por espacios , dándoles la forma de un
paraleiógramo, y luego medir los desiguales que sobren.
Si se quiere saber la cantidad de carbón quemado, hay que atenerse
á la cantidad de ceniza; mas este dato es casi siempre insuficiente; en
primer lugar, porque en el hogar puede existir cantidad de ceniza como
existe habilualmenle; en segundo lugar, porque, aun cuando supié-
ramos que toda la ceniza es debida á la cantidad de carbón que ar-
dió, como en una estufa nueva; aun cuando sepamos que se calcula
que la ceniza dada por el carbón iguala á la vigésima quinta parte de
su peso, y que por lo mismo basta recoger la ceniza , pesarla y multipli-
carla por 25; como este cálculo no es mas que aproximativo , puesto
que, según la procedencia del carbón, la cantidad de ceniza varía, re-
sulta que no es fácil resolver este punto de un modo que satisfaga com-
pletamente. Mil partes de carbón de tilo dan 50 de ceniza; de haya, 30;
de ojaranzo, 26; de encina, 25; de ébano de los Alpes, 12; de abe-
dul , 10, y de pino, 8, Sin embargo, es posible llegar á calcularlo con
exactitud, haciendo ensayos sobre diferentes clases de carbón, y no-
tando su estado de humedad, lo que no es fácil. Si se pudiese obtener un
pedacito de carbón que no se hubiese encendido, seria mas asequible la
resolución del problema.
Puede preguntar el juez cuánto tiempo ha trascurrido, desde que el
carbón empezó á arder, hasta el momento en que se declaró la asfixia ó
la intoxicación, ó bien cuánto tiempo se necesita para que se verifique la
asfixia. En el estado actual de la ciencia , no es posible responder de un
modo terminante, puesto que influyen en los resultados una multitud de
circunstancias, como la edad, el sexo, la profesión, la extensión de lo-
cal, la rapidez de la combustión, la cantidad del carbón empleado, ol es
tar cerrado el aposento , etc., etc. Marye refiere varios casos que pue den
ilustrar esta cuestión. A las dos y cuatro horas de haber oido á ciertos
sugetos, se los encontró va muertos por asfixia; un caso hubo de una
hora. De modo que puede decirse que basta menos de una hora para que
la intoxicación se efectúe.
liáse creído por mucho tiempo, y todavía creen algunos, que si un lo-
cal no está perfectamente cerrado no hay lugar á la intoxicación por el
tufo del carbón. Es un error. Que el estar perfectamente cerrado un apo-
sento, es una circunstancia altamente favorable á la asfixia, no tiene
- 1064 -
, j alguna ; pero que el haber aberturas ó rendijas sea un obstáculo á
la intoxicación por el vapor del carbón , es un error que los hechos han
demostrado tristemente. El doctor Marye refiere entre otros un caso en
el que catorce personas se asfixiaron ; la puerta estaba abierta, y cuan-
tos entraban en el aposento, para socorrer á los demás, caian víctimas
del ácido carbónico procedente de unas vigas en plena carbonización.
Ollivier D’Angers refiere también un caso de unsugeto asfixiado por el
tufo del carbón, á pesar de que su aposento comunicaba con el aire libre
por una abertura de mas de dos pies cuadrados.
No deben sorprendernos estos hechos, desde el momento que sabemos
que un ambiente que tenga mas de 1 por 100 de óxido de carbono, y
mas de 5 por 100 de ácido carbónico se hace ya venenoso, tenga ó no
comunicación con lo restante del aire.
Es interesante dejar consignado en este pasaje cuál puede ser la in-
fluencia de la situación de la persona en esta clase de asfixia. Lo que ya
llevamos dicho acerca de la posición que ocupa el ácido carbónico,
luego que aquella se enfria , nos conduce y basta á resolver esta parte.
Si la cantidad de ácido carbónico producida no ocupa mas que las re-
giones inferiores de una pieza, los que no estén en estas regiones podrán
librarse de su acción ; así una persona echada ó sentada en el suelo pe-
recerá, al paso que otra echada en la cama podrá dejar de sucumbir.
Hemos dicho mas adelante que influían en la marcha ó rapidez de la
asfixia por el carbón : la edad, el sexo y la profesión del sugeto. Los ni-
ños parece que resisten menos : en cuanto al sexo hay pocas observacio-
nes para poder decidir. Marye y Ollivier D’Angers pretenden que los hom-
bres resisten más; Devergie concede este privilegio á las mujeres. Unos
y otros se fundan en hechos ; Devergie en una tabla estadística , en la
cual se ve que se han podido socorrer mas mujeres que hombres. Es de-
cir, que nos faltan datos para adoptar una opinión terminante sobre el
particular. En cuanto á la profesión, parece que las personas acostum-
bradas á respirar el vapor del carbón, le resisten más.
CAPÍTULO II.
DE LOS VENENOS NARCÓTICOS ORGANICOS.
Bajo este título comprenderemos las cápsulas de adormidera , el ópio y
sus principios y preparados venenosos , el beleño , el ácido hidr ociánico , los
cianuros; las almendras amargas, y su aceite esencial, el laurel cerezo, la
lechuga virosa, la solanina, el tejo, la nitro -glicerina, la anilina, y el haba del
Culabar. Los mas son sacados del reino vegetal. Los láudanos , el ácido
hidrociánico, el agua y el aceite de laurel cerezo son líquidos ; los de-
más todos son sólidos, porque aun cuando el ópio y la lechuga virosa
sean venenosos en estado de jugo, este es sólido por ía desecación ó en
forma de extracto Exceptuando el ácido hidrociánico y el laurel cerezo,
que le deben su virtud mortífera, los cuales tienen olor de almendras
amargas , los demás tienen un olor viroso, ó no tienen ninguno. Estudia-
rémos cada veneno narcótico en particular, por si alguno ofrece ciertos
caracteres dignos de llamar la atención aparte.
- 106? -
S I. —Cáptala» ó eabaaas de adormideras.
Las adormideras tienen por fruto unas cápsulas , cuya forma varía en-
tre la ovoidea y la aplanada como una manzana ó un queso. Las ovoi-
deas son las mas conocidas y las que hasta hace pocos años se expen-
dían en el comercio. Mas no hace mucho que los que cultivan esa planta
casi no siembran mas que las semillas del papaver álbum depressum , cu-
yas cápsulas se parecen á las manzanas pequeñas ó á las acerolas en la
forma; si bien en cuanto al color, le tienen también blanco anteado
como las largas ú ovoideas.
Lo muy conocidas que son esas cápsulas me dispensa de describirlas.
Aunque en nuestro país se cultivan en algunos puntos, el comercio princi-
pal se hace en Egipto y Turquía. Las de Esmirna se tienen por mas activas.
Aunque el tamaño de esas cápsulas varía por lo común , tienen 8 cen-
tímetros de largo sobre 5 de diámetro. Las aplanadas ó deprimidas tie-
nen 10 ó bien 9 centímetros de diámetro y de 5 á 6 de altura. Se expen-
den secas, y contienen una semilla pequeñita redonda. Hay cápsulas que
contienen 32000 de esas semillas.
De las paredes de las cápsulas se extrae el opio; en ellas está contenido
este jugo con todos sus principios; las semillas no tienen ninguno; de
ellas se saca un aceite útil, que el fraude mezcla á menudo con el común.
Por lo mismo que esas cápsulas contienen el opio, pueden ser veneno-
sas dando cocimientos de ellas. Más de un caso de intoxicación involun-
taria y voluntaria ha habido. Hay gentes que solo las creen calmantes, y
no saben que una ó dos cabezas de adormideras grandes pueden dar la
muerte á los niños y trastornar á las personas y adultos.
La acción de las adormideras es la misma que la del opio, aun cuando
es menos activa en igual cantidad. El jarabe de diacodion, que se hace con
ellas, se le semeja en acción, y por lo tanto, si se exagera la dósis,
puede ser también venenoso.
Por lo mismo que la acción de las adormideras es igual á la del opio,
no diremos nada de ella, aplicándole, en el grado que le corresponda, lo
que del opio diremos. Otro tanto haremos respecto de la anatomía patoló-
gica, terapéutica y química de su intoxicación.
Lo que hemos indicado de las adormideras blancas, ó del papaver som-
niferum álbum es aplicable á la adormidera oriental, que todavía es mas
activa, y á las amapolas, cuyas cápsulas tienen también opio, aunque en
menor cantidad. Un cocimiento de un gran número de esas cápsulas tam-
bién podria producir una intoxicación narcótica , tanto en pocion como
en lavativa.
§ II.— Opio y sus preparados.
El opio en bruto es una sustancia conocida desde muy antiguo , como
medicamento y como veneno. Es el tipo de los venenos narcóticos , y
aunque es uno de los venenos mas activos y conocidos , no están los en-
venenamientos por esa sustancia ni sus derivados en mayoría en las esta-
dísticas , por lo menos entre nosotros. En Inglaterra son mas frecuentes
las intoxicaciones narcóticas. # . .
Como accidentes, como consecuencias de administración excesiva del
opio, morfina , láudano, etc. , se suelen ver con alguna frecuencia efectos
tóxicos, así como no es raro que haya sugetos acostumbrados á tomarle
y que le tomen en cantidades exorbitantes,
- i 060 -
La química hace tiempo que ha descubierto en eí opio una porción de
principios; diez y ocho se le han contado, si bien no todos tienen las nus
ínas propiedades, ni en igual grado de fuerza toxica. Mas, aunque se co-
nocieron esos numerosos principios ó elementos de que se compone ese
jugo extraído del papaver somniferum, L., y aunque de algunos de ellos se
saínan ciertas particularidades ; sin embargo, en Toxicología , siempre
que se trataba de un caso práctico provocado por el opio ó alguno de sus
preparados, ni para los síntomas, ni para la anatomía patológica, ni hasta
para las análisis químicas, se fijaba la atención en cada uno de los ele-
mentos del opio; para los dos primeros órdenes de datos se atenían los
autores y los peritos al conjunto, al opio, ó á alguno de sus principios,
considerado como el mas activo en punto al sopor la morfina , y en
cuanto á las análisis químicas periciales, les bastaba descubrir ese alca-
loideo y el ácido mecónico para afirmar que se había dado el opio ó al-
guno de sus compuestos.
Después del estudio que Claudio Bernard ha hecho de seis alcaloideos
del opio, morfina, narceina, codeina, narcotina , papaverina y tebaina y
de la análisis experimental, con laque ha determinado las propiedades es-
peciales de cada uno de esos alcaloideos, dejando entrever que, respecto
de los demás no estudiados del propio modo , tal vez había también algo
de particular, parece que el estudio del opio y sus preparados ó deriva-
dos habrá de sufrir en Toxicología alguna modificación importante.
Sin embargo, sin desconocer lo interesantes que son los resultados ob-
tenidos por Bernard, tal vez mas para la terapéutica que para la Toxico-
logía , creemos que en el fondo no hay nada que variar , y que podemos
seguir la misma marcha , tomando al opio como tipo de los narcóticos y
la morfina, y el ácido mecónico como los signos representativos de su pre-
sencia en las sustancias; sin perjuicio de consignar las diferencias que,
tanto en lo soporífero, como en lo tóxico, haya descubierto el distinguido
profesor del colegio de Francia en los seis alcaloideos del opio que ha
estudiado.
Los venenos que debemos estudiar en este párrafo son : el opio y sus
extractos; sus principales alcaloideos ya indicados, el ácido mecónico, las
sales de esos alcalóides, los láudanos y otros preparados farmacéuticos,
como jarabes de meconio , diacodio , polvos de Dower , etc. , y bien se echa
de ver que lo que digamos del opio y sus elementos activos ha de servir
de guia para todos los compuestos, en los que éntre el jugo ó alguno de
sus elementos aislado.
La dósis medicinal del opio es de medio á un grano ó más , según los
casos, cuando no se tiene hábito de tomarla; á 20 centigramos, ó sea 4
granos , puede producir la muerte, si bien siendo bastante diferente el
opio, según su procedencia, puede haber también algunas diferencias en
su actividad.
Los extractos son algo mas activos que el opio en bruto.
Respecto de la morfina ó sus sales, sulfato, acetato, clorhidrato, que
como medicamentos se dan á dósis fraccionadas , puede producir intoxi-
cación y la muerte á o centigramos; el alcaloideo solo no es tan activo,
de 40 á 50 centigramos se considera venenoso; mas si halla en el estó-
íuago ácidos en cantidad suficiente para transformarse en sal, puede ser
tóxica á menos cantidad. Martin Colon ha probado saturando con mag-
nesia los ácidos del estómago , que no se necesitan estos para que la mor-
una intoxique; al fin es absorbióle, aunque no se halle al estado de sa ,
~ 1067 —
y una vez en el torrente de la circulación, desplega su efecto propio.
Mas activos son todavía los demás alcaloideos, según C. Bernard, ex-
cepto la narcotina, puesto que la morfina ocupa el quinto lugar en el Or-
den tóxico. Así los distribuye dicho autor: tebaina, codeina, papaverina,
narceina, morfina, narcotina. Como soporíferos, solo lo son la narceina,
la morfina y la codeina, y su actividad está en razón del órden indicado,
y como capaces de producir convulsiones, su actividad está en este ór-
den : tebaina, papaverina, narcotina, codeina, morfina, narceina.
El láudano de Sydenham contiene en 20 gotas 2 gramos de opio en
bruto y uno de extracto de quina; por lo tanto, puede producir la muerte
en el adulto, á la dósis de algunos gramos, por el recto, y de más, por el
estómago. El de Rousseau es mas activo , puesto que un gramo del pri-
mero representa 5 centigramos ó un grano de extracto gomoso de opio,
al paso que el segundo, un gramo representa un decigramo ó 2 granos
de dicho extracto. En los niños, con menos cantidad puede hacerse ve-
nenoso. Pocas gotas, 2 ó 3, bastan para ello, en especial si es de pocos
meses.
Los jarabes de meconio y diacodio para un adulto se hacen venenosos
dándolos á la vez á muchas cucharadas , y con mas razón si son de sales
de morfina , codeina, etc.
Otro tanto , por fin , puede decirse de otras preparaciones, exagerando
las dósis medicinales.
Los síntomas producidos ñor el opio son muy generalmente conocidos.
El cuadro que hemos trazado de la intoxicación narcótica, está princi-
palmente tomado de la que produce ese jugo. Hay sugetos que caen
pronto en un amodorramiento profundo que nada puede vencer, rendi-
ción de fuerzas, la respiración se hace extertorosa , tienen algunas con-
vulsiones, y luego espiran , durando la intoxicación de tres cuartos de
hora á una ó dos horas.
IVo es eso lo mas frecuente; por lo común dura la agonía de cinco á
quince horas, y el cuadro de los síntomas es mas numeroso. Al cuarto
de hora ó á la media hora de la ingestión del veneno se declara pesadez
de cabeza, vértigos, todo ruido ó impresión fuerte ofende la sensibilidad
que por de pronto parece exaltada, el calor invade todo el cuerpo, el
pulso es fuerte sin acelerarse, la piel se pone seca, la lengua y la gar-
ganta áridas. Luego aparecen náuseas, rara vez vómitos, cuino ocasio-
nados por el dolor de cabeza y las náuseas que cada vez van siendo mas
intensas. Aqueja al enfermo una comezón general; no es raro que vaya
seguida de una erupción papulosa; las secreciones se disminuyen, en es-
pecial la urinaria, la respiración se pone suspirosa, lenta; apenas hay á
cada minuto cuatro ó cinco aspiraciones , y el sopor se apodera del into-
xicado.
Tras este primer período, que en el caso anterior se suprime, la cara
se inyecta , los ojos se fijan y las pupilas suelen estar contraídas; si
bien luego, á proporción que el sopor avanza, se dilatan; así es que no
se ha de dar grande importancia á este síntoma como algunos lo han
hecho ; puede haber lo uno y lo otro. La respiración se va haciendo cada
vez mas dificultosa, el pulso se acelera y disminuye en tuerza, el enfer-
mo se enfria de las extremidades al centro , y algunos espiran sumergi-
dos en un coma profundo.
En otros, la muerte no se presenta tan pronto; el sopor parece que se
disipa mas ó menos , y en su lugar se presenta cierta agitación; algunos
- 1068 —
recobran el conocimiento y hablan, si bien no dejan de tener conm
embotados los sentidos, y torpes ó vacilantes los movimientos; vuelven
f amodorrarse y vuelve la agitación , el delirio, que en algunos es eró
tico, y al fin tornan á caer en el coma para no salir ya mas de él. En esos
casos pueden vivir agonizando tres ó cuatro dias. Es muy raro que dure
mas esta forma de intoxicación narcótica.
Algunos son bastante afortunados para no sucumbir , y excusado es
indicar que en este caso se van disipando los síntomas gradualmente - la
respiración se regulariza, el calor vuelve, el pulso se levanta, un sudor
general caliente cubre todo el cuerpo, la sensibilidad y la inteligencia
se reaniman, el movimiento vuelve , aparecen las secreciones y el enfer
mo se restablece, si bien siente por algún tiempo cierta debilidad, nue-
vas náuseas y hasta alguna lipotimia.
. Hay otra forma que es mas lenta v solo propia de los que tienen el há-
bito de abusar del opio, la que dejarémos de describir porque entre nos-
otros hay pocos ó ningún comedor de opio en sustancia. Esa forma es
una intoxicación polidósica , y viene á constituir una especie de caquexia
donde lodo está debilitado , enflaquecimiento general , deformidad del
cuerpo , sentidos é inteligencia torpes , falta de apetito, heces raras , etc.
Cuando en lugar de ser el opio en extractos, ó los láudanos, ú otras
preparaciones, en las que entra el opio en bruto ó extractado, los cuales
vienen á producir los mismos síntomas, es algún alcaloideo ó sal de
ellos , aunque el cuadro de síntomas es en el fondo análogo, hay algunas
diferencias que conviene consignar.
Los síntomas que produce la morfina, sus sales y jarabes, píldo-
ras , etc. , son los siguientes : si la dósis es muy fuerte , además de las
señaladas en el cuadro general, hay cefalalgia, grandes vértigos, pesa-
dillas espantosas, conmociones y vómitos violentos , durables, tenaces,
fuerte retención de orina en el hombre , mas comezón en la piel , pru-
rito, pequeñas elevaciones redondeadas, sin color y apenas perceptibles;
síntoma que , según Bally, se considera patognomónico de un alcaloideo.
Mayor sequedad de boca, sed y dificultad de deglutir, profunda altera-
ción en la fisonomía , rechinamiento de dientes , trismus y hasta convul-
siones epileptiformes.
Si ahora nos hacemos cargo de lo últimamente observado por Clau-
dio Bernard , siquiera no tengamos muchos casos de envenenamiento
por los alcaloideos que ha examinado, en que fundarnos, puesto que lo
observado en los animales es aplicable al hombre, conforme el mismo
observador y experimentador lo asegura con tanto fundamento, podre
rnos establecer lo siguiente:
Hemos visto que la tebaina , la papaverina y la narcotina no son so-
poríferos ; de consiguiente en todo envenenamiento producido por cada
uno de estos alcalóides, ó sus sales, faltan en el cuadro de síntomas el
narcotismo , el sopor, la modorra ó sueño profundo que le caracteriza.
Respecto á los tres alcalóides soporíferos, la narceina es la que pro-
duce un sopor mas profundo, luego sigue la morfina, por último, la
codeina. El sopor de la narceina es una calma profunda y se caractenz
por una ausencia completa de excitabilidad, por cualquier ruido, X
volver del sueño que produce hay restablecimiento pronto de facultaa*
El de la morfina, aunque no sea tan profundo , parece embrutecer ^
al intoxicadó, y sin embargo, le deja ser sensible á los ruidos j;Aton-
producen sobresaltos , y al volver del sopor, se queda todavía com
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tado y algo torpes los movimientos de las extremidades abdominales.
La codeina no produce tanto sopor, y se parece un poco en la excitabi-
lidad á la morfina , y en el modo de volver del sopor á la narceina.
Estas diferencias se han observado en animales, á dósis no tóxicas ó
capaces de matarlos.
Respecto á las propiedades convulsivas ya hemos dicho que están en
este órden : tebaina , papaverina , narcotina , codeina , morfina y nar-
ceina ; así como respecto á ser mas tóxicas están en este: tebaina, co-
deina, papaverina, narceina, morfina y narcotina.
No tenemos datos para describir cuadros sintomáticos de cada una de
esas intoxicaciones.
Las observaciones de Bernard han venido á confirmar lo que hemos
dicho de la morfina, como representante del opio, puesto que tiene las
tres propiedades , soporífera , convulsiva y tóxica , siquiera no figure en
primera línea bajo ninguno de esos aspectos, y como tóxica esté en el
quinto lugar.
En cuanto á las alteraciones anatómico-patológicas producidas por el
opio , sus compuestos y las sales de sus alcalóides , no tienen en rigor
ningún carácter especial; pero son constantes, y son mas bien la con-
secuencia de la perturbación de las principales funciones que les da una
acción local.
El cadáver está pálido, la piel como carne de gallina , conserva bas-
tante el calor, y tarda en presentarse la putridez.
Los órganos cerebrales suelen estar llenos de sangre , como conges-
tionados , en especial la periferia del encéfalo ; á veces hay pequeños fo-
cos, apoplejía capilar, y mas á menudo infiltración abundante de serosi-
dad debajo de la aracnoídea, y algún derrame en los ventrículos.
Los pulmones están igualmente como congestionados ó repletos de
sangre , y es raro que haya en ellos foco alguno apoplético. El corazón y
los grandes vasos tienen alguna sangre en las cavidades derechas, poca
en las izquierdas, y es negruzca, ó mas coagulada, en especial cuando
la agonía es algo larga.
El estómago y los intestinos por lo común no presentan nada de parti-
cular. En los casos de sales alcaloideas puede notarse algún vestigio de
irritación. Si es el láudano, se ve la mucosa teñida del color de azafran
del láudano, que le da cierta coloración amarillo-rojiza, la que podría
tomarse por la que le da el ácido nítrico puro, pero se distingue fácil-
mente, porque está sana é íntegra.
El hígado y el bazo, lo mismo que los vasos abdominales , tienen mu-
cha sangre; íos riñones y los órganos sexuales parece que presentan á
veces cierta congestión.
Esta intoxicación, si se llega á tiempo y no ha sido muy considerable
la dósis, acaso se domine; sin embargo, el pronóstico es gravísimo
como en todas.
Veamos ya cómo se combate la intoxicación narcótica.
Aquí, como en toda suerte de intoxicaciones, hay varias indicacio-
nes que llenar: 1.* evacuar el veneno, después de modificado en el es-
tómago, ó de volverle insoluble con sus contravenenos; 2." obrar sobre el
sistema nervioso con sustancias capaces de modificar la acción del ve-
neno; 3.* ejercer el mismo modo de influencia sobre el sistema sanguíneo.
Para llenar la primera indicación, Marcet , entre otros, no vacila en
dar el mismo sulfato de cobre á la dósis de lo granos.
— 1070 —
i os vómitos son eficaces en razón inversa del tiempo en cjue se tomó el
veneno Para modificar el opio en el estómago , hay que atender á que
no deben darse sustancias capaces de aumentar su solubilidad. Asi el
vinagre, que algunos aconsejan , es pernicioso. El tamno en disolución en
agua azucarada, á la dósis de dracma á dracma y media , en media libra
de agua, y los cocimientos de nuez de agallas y de ratania trasforman
los elementos del opio en productos insolubles. La tintura de yodo, el
cloro en disolución y el bromo hacen , á poca diferencia , lo propio. Sin
embargo, como raras veces pueden darse estos contravenenos inmedia-
tamente después de la toma del veneno, vienen á ser infructuosos. Como
sea , dados estos contravenenos , se promueve otra vez el vómito con
agua tibia, titilaciones ó emético.
Los efectos sobre el sistema nervioso se combaten con el vinagre , con
el café , el amoníaco y el alcanfor. Cuando el vinagre ya no puede
obrar sobre el opio, es decir, cuando este ya ha sido absorbido, pro-
duce buen resultado, mezclándole el jugo del limón. El alcanfor combate
el narcotismo. El café le aventaja, ya tomado en lavativas, ya en bebi-
das; el primer medio es preferible, ya en infusión, ya en cocimiento.
Cuanta mas edad tenga el sugeto, mayor dósis. Luego* se practican fric-
ciones en todo el cuerpo del envenenado, se le estimula, se ie fuerza á
marchar, se le calienta, se le aplican sinapismos, lienzos calientes á las
plantas de los piés ; y si hay dureza de pulso, síntomas de congestión ce-
rebral, se le sangrará. En una palabra, se adoptará la medicina sin-
tomática.
El doctor Harley recomienda las afusiones de agua fria en la cabeza,
fundado en un caso práctico, en el que produjo excelentes resultados,
disipándose rápidamente el coma producido por el opio.
Algunos han creído que hay antagonismo entre los narcóticos y la be-
lladona, y han propuesto atacar recíprocamente esas intoxicaciones con
su antagonista. La experiencia no ha sancionado ese antagonismo.
Las análisis químicas, en los casos de intoxicación narcótica, no se eje-
cutan siempre del mismo modo. Si son de los dos primeros de los ocho
que hemos supuesto en la Química de la intoxicación, hay que atender
á los caracteres físicos y químicos de cada sustancia, sólida ó líquida, que
se nos presenta como causante de la intoxicación , puesto que se han de
analizar. Si son sustancias procedentes del sugeto envenenado , materias
arrojadas por vómitos, órganos y líquidos del cadáver, ya llevo dicho
que los toxicólogos no se atienen mas que á la investigación de la mor-
fina y del ácido mecónico.
Si se nos presentan cápsulas ó restos de ellas en un puchero donde se
hayan cocido, las conoceremos por sus caractéres botánicos. Esponjosas,
blancas, con troforspermos parietales en forma de láminas longitudinales
delgadas , amarillentas , cada una de las cuales corresponde á uno de los
estigmatas lineales del disco rayado. En esos troforspermos están las se-
millas , que son pequeñísimas, reniformes , de un color blanco amari-
llento, translúcidas. Enteras, no hay nada mas fácil de conocer.
- El cocimiento se tratará como dijimos en el cuarto caso y como diré-
nios luego, al hablar de las materias procedentes del sugeto envenenado.
El opio le conocerémos porque se presenta al estado sólido, en masa
amorfa, negruzca , como una especie de pez , olor nauseabundo, viroso
y sumamente amargo. Aunque le hay en lágrimas, que es el extraído ae
las cápsulas tiernas por meaio de incisiones hechas en ellas : el tebaico
- 1071 -
procedente de la evaporación y concentración de ese jugo y el meconío,
que es el obtenido por medio de las cápsulas en ebullición"; no debemos
pararnos en sus diferentes modos de prepararle ni en su procedencia, por-
que en el fondo vienen á contener los mismos principios importantes para
el toxicólogo.
Llevo dicho que esa sustancia no es simple; es un jugo que se compone
de una multitud de principios , los más alcaloideos, los cuales se hallan
en él , al estado de sal, de meconatos ó sulfatos solubles.
Tratado el opio con agua fría, sea cual fuere su origen y modo de ob-
tenerle, cede á dicho líquido la mayor parte de sus principios; todos los
que son solubles en ella, de suerte que, pesado, da á veces la mitad de su
peso. Filtrado , queda un residuo glutinoso y elástico , que puede mala-
xarse entre los dedos.
El líquido filtrado es de un color pardo rojizo, que se va aclarando rá-
pidamente. Sobre filtrar fácilmente, enrojece el papel de tornasol. El es
el que tiene en disolución todos los principios activos del opio; puesto
que el residuo glutinoso no tiene ninguna acción sobre la economía. De
ese líquido extrae el arte todos los principios característicos del opio.
Tratado ese licor por la potasa cáustica , da un abundante precipitado
blanco cuajado. Es un compuesto de todos los alcaléides que precipitan
por dicho álcali. Otro tanto hace el amoníaco.
Para la separación de esos alcaloideos hay que apelar á diferentes reac-
ciones. La morfina por de pronto se puede separar de los demás, porque
un exceso de potasa la redisuelve, y filtrando, se aisla de los demás alca-
loideos, ninguno de los cuales se redisuelve.
Con la potasa diluida se disuelven la narceina y la tebaina, y así se
pueden separar de las que son insolubles hasta en el álcali diluido", como
la codeina, la narcotina y la papaverina.
Con el éter pueden separarse la narceina, que es insoluble en él , y la
tebaina que es soluble ; así, tratando con ese disolvente el soluto dado por
la potasa diluida, el éter se llevará á la zona superior la tebaina, dejando
en la inferior la narceina , y decantando, quedarán separadas.
La codeina es soluble en el agua y se separará de la narcotina y papa-
verina que son insolubles.
Si se trata otra porción del licor primitivo, aunque se extienda en agua
destilada con .percloruro de hierro, aquel toma un color rojo muy oscuro,
debido á la reacción del ácido mecánico.
Tomando otra porción del licor primitivo, se trata con agua de almi-
dón ó un cocimiento de este y ácido yódico, y hay un precipitado ó co-
loración azul oscura.
Por último , si se trata otra porción, evaporándola hasta casi la consis-
tencia de extracto seco, con ácido nítrico, toma inmediatamente una co-
loración amarilla que pasa rápidamente á color de azufre ó sangre , des-
prendiendo vapores rutilantes de ácido nitroso.
Estas dos últimas reacciones revelan la morfina; de suerte que, aunque
no obtengamos mas que estas reacciones y la del ácido mecánico pode-
mos afirmar que la sustancia es opio. Las reacciones de la morfina sor.
mas francas, si antes de tratar el licor con el almidón y el ácido yódico,
y el ácido nítrico, redisolvemos dicho alcaloideo con la potasa cáustica en
exceso, separándola por medio del filtro de los demás alcaloideos.
Estas reacciones se obtienen lo mismo del opio en bruto, que del ex-
tracto gomoso de opio. Este extracto no viene á ser mas que un opio
— 1072 —
mas puro. Es una preparación farmacológica , y la mas usada en me-
d'lT morfina es un cuerpo sólido, blanco , muy amargo, cristalizado en
prismas muy cortos, pertenecientes al sistema romboideo, inodora, poco
soluble en el agua, la que sin embargo vuelve alcalina, muy soluble en
el alcohol y mas en caliente, casi insoluble en el éter-hídrico y el cloro-
formo, pero soluble en el éter acético rectificado; es muy soluble en los
ácidos. La potasa y el amoníaco y hasta la sal la disuelven también ; así
es que, aun cuando la precipiten al principio de una sal, el precipitado
se redisuelve en un exceso de reactivo.
Tratado un poco de morfina, en una cápsula ó vidrio de reloj, con unas
gotas de ácido nítrico, se tifie de amarillo y rápidamente pasa á carmín y
rojo de sangre, desprendiéndose vapores rutilantes.
Una sal de peróxido de hierro , el persulfato ó el percloruro, le da un
color azul. Para que esta reacción salga bien, es indispensable que la sal
férrica esté concentrada y sea lo menos ácida posible. El persulfato es
mejor. Una gota que caiga en los cristales de morfina , la tiñe , movién-
dola con una varilla. Si la sal férrica está en exceso, el color pasa á verde.
Si la morfina se disuelve en alcohol, ó la sal férrica es ácida, no hay co-
loración; otro tanto sucede si la temperatura pasa de SO grados.
Si se trata la morfina en polvo con ácido yódico, el ácido se descom-
pone y se queda libre el yodo, que revela su color rojo de jacinto oscuro
y su olor. Si se añade una disolución de almidón , acto continuo toma el
color azul oscuro.
Esta reacción puede hacerse , tratando la morfina con una mezcla de
cocimiento de almidón y ácido yódico ya preparado. Se prepara el agua
de almidón haciendo hervir por diez minutos un gramo de almidón en
2o de agua destilada, y cuando este líquido está frió, se toman de él 10
gramos y se disuelve en el mismo uno de ácido yódico puro y cristali-
zado. Unas cuantas gotas de esta mezcla hacen dar á la morfina acto con-
tinuo la coloración azul.
Un yodato alcalino puede dar los mismos resultados que el ácido yó-
dico, el de sosa por ejemplo; mas en este caso hay que echar unas go-
tas de ácido sulfúrico que desalojen al ácido del yodato para que este
pueda atacar al almidón. Esta reacción es mas sensible, puesto que pue-
den revelarse 7 milésimos de morfina.
Las sales de morfina se reconocen del mismo modo que la morfina sola.
Los principales son: el sulfato, el acetato y el hidroclorato. Son solubles
en el agua y el alcohol, poco ó nada en el éter, muy amargos y blancos,
cristalinos ó pulverulentos. Precipitan en blanco por el tanino y por el
bicloruro de mercurio; en moreno, por el yoduro yodurado de potasio;
en amarillo lechoso, por bicloruro de platino, precipitado que en el agua
hirviendo se reblandece y pone resinoso, y en amarillo claro, por ácido
fosfomolíbdico.
La codeina es sólida, blanca, cristaliza en gruesos octáedros de base
rectangular. Es soluble en el agua fria y mas en la caliente. Es soluble
en el alcohol y el éter; no se descompone con ella el ácido yódico, ni
da reacción con el persulfato de hierro; el ácido nítrico la tiñe de verde.
El yoduro doble de mercurio y de potásio le hace dar un precipitado
abundante de amarillo de canario.
La narcolina cristaliza en agujas brillantes , y es insoluble en el agua y
poco soluble en el alcohol y el éter. Ni el ácido yódico, ni las sales ter-
I
- Í013 -
ricas, tienen acción sobre ella. El ácido nítrico concentrado en caliente
le hace dar vapores rutilantes en abundancia y se produce tma materia
resinoídea. Tratada con el yoduro mercúrico-potásico, precipita en blanco
lechoso.
La narceina cristaliza en agujas blancas sedosas prolongadas ; poco so-
luble en el agua , insoluble en el éter y soluble en el alcohol. Al con-
tacto del yodo se pone azul , echando un poco del polvo en una disolu-
ción de 10 partes de agua, 2 de yoduro de potasio y una de yodo. La
presencia de un álcali libre ó la elevación de temperatura impiden esa
reacción ; la disuelve en frió dando al licor un color rojo intenso , que
pasa al verde calentando.
La tebaina , llamada también paramorfina , cristaliza en lentejuelas na-
caradas, de un sabor muy estíptico mas bien que amargo; insoluble en el
agua , soluble en el alcohol y el éter. El ácido sulfúrico concentrado la
tiñe de rojo oscuro , y el nítrico concentrado también da con ella una
reacción muy viva, tanto en frió como en caliente ; el licor adquiere un
color amarillo que se pone oscuro, añadiéndole potasa cáustica, y des-
prende un producto volátil alcalino.
La papaverina cristaliza en agujas finas incoloras , insoluble en el agua,
soluble en el alcohol y el éter. El ácido sulfúrico le da una coloración
azul muy oscura.
Si fuese ácido mecánico lo que se nos diera á analizar, le conoceríamos
porque cristaliza en lentejuelas blancas , nacaradas, suaves al tacto, de
sabor ágrio y estíptico. Disuelto en agua, é hirviendo, desprende ácido
carbónico, y si se añade un poco de ácido sulfúrico ó clorhídrico, sedes-
prende el carbónico con efervescencia. Es fusible y volátil.
Tratado con una sal férrica, persulfato ó percloruro, siquiera sea di-
luida su disolución , toma una coloración roja de sangre , sin que se
oponga á ello, ni la ebullición, ni la presencia de los ácidos diluidos;
tampoco la hace descomponer el cloruro de oro. El ácido sulfhídrico la
destiñe, pero vuelve á parecer con nueva cantidad de la sal férrica, así
como los hipocloritos alcalinos la destiñen para siempre.
Las sales de todos esos principios inmediatos del opio se conducen con
los reactivos del propio modo, con ligeras diferencias, en punto ála solu-
bilidad en el agua, que las disuelve todas, y en el éter, donde algunas
son insolubles.
Si fuere la sustancia sospechosa el láudano, también será fácil cono-
cerle. El láudano líquido de Sydenham es un compuesto de una libra de
vino de Málaga ó Alicante, en el que se hace macerar por algún tiempo
dos onzas de opio en bruto, una de azafran y una dracraa de corteza de
canela y otra de clavos. Es un líquido de un color amarillo rojizo oscuro
visto en masa, tiñendo las paredes del vaso de amarillo de oro persistente
y de amarillo rojizo lo que toca. Su olor es viroso, mezclado con el del
vino y azafran que casi domina. Veinte gotas contienen 2 granos de opio
en bruto y uno de extracto de opio.
Tratado por el amoníaco, da un abundante precipitado, en su mayor
parte morfina teñida por la materia colorante del azafran. Recogido el
precipitado lavado con agua alcoholizada ligeramente, redisuelto en un
poco de agua acidulada y precipitado de nuevo con amoníaco, da un
polvo casi blanco , que, tratado sucesivamente por los otros reactivos ca-
racterísticos de la morfina, la revelan.
El láudano de Rousseau es un vino de opio obtenido por fermentación,
TOXICOLOGÍA. - 68
— 107Í ~
„ ,, pnír a miel , espuma de cerveza y agua. Las análisis darán los mis-
mos resultados, puesto que contienen opio.
Otro tanto diréraos si fueran jarabes de diacodion , meconio, de mor-
^Otro^anto, en fin, si fuesen los polvos de Dower, las píldoras de cino-
glosa, la triaca, el diascordio, etc., en las cuales entra como parte prin-
cipal el opio. En los polvos de Dower entra un duodécimo ele opio; en
las píldoras de cinoglosa , un octavo ; en la triaca , en el diascordio, un
septuagésimo segundo.
Si en lugar de ver esas sustancias por separado, ó solas, se nos diesen
las materias procedentes del sugeto envenenado , materias vomitadas ú
órganos y líquidos , ya llevo dicho que en Toxicología basta hacer cons-
tar en ellas la presencia de la morfina y del ácido mecónico, para afirmar
que hay opio ó alguno de sus preparados. Sin embargo , eso no obsta
para que , si hay suficiente cantidad de materia , se haga constar la pre-
sencia de otros alcaloideos.
Si el sugeto se hubiese envenenado con láudano líquido de Sydenham,
que es el que con mas frecuencia causa esa clase de muertes , además de
los efectos que obtendríamos por medio de los reactivos del opio y sus
elementos, seria otro dato corroborante el color amarillo y olor del aza-
frán que presentarían las materias vomitadas y la mucosa cíel tubo diges-
tivo. Hasta los labios de la víctima, los vestidos y el suelo, y lo que se
ha manchado por los vómitos , tienen el color def láudano.
Respecto á las operaciones preparatorias para someter esas materias á
la acción de los reactivos, nada tenemos que consignar aquí , puesto que
lo hemos explicado en la Química de la intoxicación , casos cuarto , quin-
to, sexto y séptimo, y que es enteramente aplicable á esta intoxicación,
como á todas.
Si , conforme á nuestro proceder expeditivo, se destina cierta cantidad
á la carbonización por el ácido sulfúrico, no se hallará nada de vene-
nos inorgánicos; lo cual, siquiera sea un dato negativo, viene á dar
fuerza á los positivos, que darán los resultados de las operaciones para
los venenos orgánicos.
En seguida se pasará , ó bien al proceder de Orfila, Christisson , Che-
valier, Lassaigne , etc. ; esto es , á colocar las materias en la retorta ó
aparato de destilación, tratando luego lo recogido en el recipiente y lo
de la retorta ; y si acaso eso no diese, como puede suceder, ningún resul-
tado, se apelará al método de Stass, teniendo cuidado de emplear el
éter acético, en los términos que lo indicamos en su lugar, puesto que en
él son solubles todos los alcaloideos , y que la morfina es poco soluble
en el eter hídrico ó sulfúrico ; y también se procederá á la diálisis, puesto
que la morfina es sustancia que por el método de Graham puede fácil-
mente revelarse.
Luego que por cualquiera de esos dos procederes, ó por los dos á la
vez , si hay materias para ello , se hayan aislado los alcaloideos y el ácido
mecónico , se tratarán con los reactivos indicados y tenidos como mas
característicos.
Algunos profesores , y á su cabeza colocarémos á Christisson , opinan
que hay dificultades invencibles con respecto á la análisis de los princi-
pios del opio , hecho en los sólidos y líquidos del cuerpo humano , des-
t» Ra fie Uin enven^namiento por dicha sustancia en masa. Sin negar es-
v s aiticultades, sin dejar de convenir en que es preciso tomar muchas
— ioftí -
precauciones para obtener el ácido mecónico y la morfina misma, que
son los que mas á menudo , por no decir siempre , se encuentran ; en el
estado actual de la ciencia, debemos consignar que no es empeño inven-
cible; que, procediendo como se debe, se encuentran, cuando no en
los vómitos, ni estómago del envenenado, en su orina , los elementos del
opio , en especial el ácido mecónico , y mas aun la morfina , en mas ó
menos cantidad, pero bastante siempre para revelar su existencia por
medio de sus correspondientes reactivos.
Ya llevo dicho en otra parte , y al fin de la obra va el caso práctico,
que nosotros pudimos en él revelar la presencia de la morfina , á pesar
de haber seguido el proceder que menos eficaz se considera, y que, por
lo mismo, se ha abandonado hoy dia, desde el descubrimiento del método
de Stass y la diálisis.
M. Tardieu y Roussin proceden, en los casos de intoxicación por el
opio y sus preparados , de un modo que consideran preferible , no solo
al de Graham , del cual ni hablan , sino al de Stass , que tienen por largo
y fastidioso.
Mezclan todas las materias procedentes del sugeto envenenado , cor-
tando á pedacitos los sólidos, les añaden una disolución de ácido tártrico
hasta que den reacción ácida. Se diluye esa papilla ó mezcla en alcohol
de 95 grados, hasta que todo pase á líquido, y que nueva añadidura de
alcohol no dé precipitado sensible. Se hace digerir algunas horas en un
balón de vidrio , á la temperatura de 50 grados , en un baño de maría.
Se deia enfriar, y se filtra al través de un lienzo nuevo préviamente la-
vado con agua acidulada con ácido clorhídrico. Se exprime fuertemente
el residuo msoluble. Se trata otra vez con alcohol de 95 grados y se ex-
prime de nuevo.
Reunidos los licores alcohólicos, se filtran por papel Berzelius, y se
someten á una evaporación cuidadosa al baño de maría, hasta consisten-
cia de jarabe. Se diluye este residuo en cinco veces su peso de agua des-
tilada tibia , y se filtra otra vez , y el residuo se apura con agua destilada
sobre el mismo filtro.
Se evaporan estas soluciones acuosas hasta consistencia de extracto
semi-líquido , y se tratan con cinco ó seis veces su peso de alcohol abso-
luto ; se filtran y evaporan de nuevo hasta dicha consistencia.
En este residuo hay que buscar los elementos del opio, para lo cual
se disuelve en una pequeña cantidad de amoníaco; este no debe estar en
exceso ; el líquido resultante solo debe echar un ligero olor amoniacal y
teñir débilmente de azul el papel rojo de tornasol colocado á un centí-
metro de distancia de la superficie.
Haya ó no haya opio en las materias, se produce un precipitado débil
blanquecino. Si no hay opio , le forman exclusivamente fosfatos calcá-
reos y férricos impregnados de una materia animal. Si le hay, el precipi-
tado contiene además morfina.
En el primer caso, el precipitado, lavado con agua destilada, no se
disuelve en alcohol frió , ni hirviendo ; si se calcina el residuo abun-
dante, aunque se carbonice un poco, no desaparece, ni al rojo cereza.
Si hay morfina, esta no precipita en el acto; tarda algún tiempo, y á
menudo toma la forma cristalina, pegándose á las paredes del vaso.
Los autores indicados siguen todavía su breve y fácil proceder, expo-
niendo algunas operaciones mas para separar la morfina y el ácido me-
cónico; exposición que no seguimos, porque nos parece redundante. Si
- 1076 -
. morfina no precipita en el acto, como los fosfatos calcáreos y férricos
•á qué esperar que precipite la morfina, y tener luego tanto que hacer
para separarla? ¿A qué no filtrar y buscar en el licor filtrado la morfina?
F Aquí M. Tardieu y Roussin han sido fieles á su costumbre. Califican
de largo y pesado el método de Slass, y el suyo es cuatro veces mas largo,
mas pesado, y, lo que es peor, menos racional y eficaz, no solo que la
diálisis, sino que el mismo método de Slass.
El ácido mecánico que pasa al estado de meconiato de amoníaco, le
tratan acidulando el licor, después de la adición del amoníaco, con ácido
clorhídrico, y luego con unas golas de persulfatode hierro que en el acto
determinan la coloración rojo intensa.
g III.— Beleño negro.
El beleño negro es venenoso, principalmente por su jugo, el cocimiento
de sus raíces y el extracto. El jugo de las hojas es menos activo, cuando
la planta está en plena vegetación ; sus preparados son mas enérgicos.
Por cualquiera vía que se emplee causa, á poca diferencia, los mismos
efectos. Obra sobre el sistema nervioso , produciendo una especie de lo-
cura , á la cual sucede luego una estupefacción notable. Según M. Flou-
rens , el beleño causa una efusión de sangre en los lóbulos cerebrales, lo
mismo que el opio. Los preparados del beleño son absorbidos. Parece
que las propiedades del beleño son debidas á una sustancia alcalina lla-
mada por Griger y llesse hyosciamina. Este principio dilata la pupila por
largo tiempo. Es sólido, cristalizado en agujas, incoloro, transparente,
sedoso ó agrupado en estrellas ; sabor ácre , parecido al tabaco , poco so-
luble en el agua, soluble en el alcohol y el éter. Destilado con precau-
ción, una parte se volatiliza, otra se descompone, dando vapores amo-
niacales. Calentado con agua, se volatiliza en parte; su disolución acuosa
vuelve el color azul al tornasol enrojezido. La tintura del yodo le da el
color del kermes. La nuez de agalla le precipita en blanco; el cloruro
de platino no le enturbia. La intoxicación producida por el beleño negro
se combate á poca diferencia como la del opio, solo que no hay que em-
plear el cocimiento ó tintura de nuez de agallas. El beleño blanco es
también venenoso , y causa sopor, convulsiones , salto de tendones , in-
sensibilidad , disfagia y afonía á veces , bien que esto dura poco. Tam-
bién son venenosos el beleño dorado, el psialóides y scopolia.
Como no sea encontrando la hyosciamina , lo cual es muy difícil , por
no decir imposible, no pueden las análisis probar la intoxicación por el
beleño. M. Runge, doctor en la universidad de Berlín, había propuesto c
aplicar los humores del estómago é intestinos, la sangre y la orina de los
envenenados por el beleño , belladona y datura stramonium , á los ojos
del gato , por cuanto afirma dicho autor, que aquellos humores dilatan
la pupila del animal. Orilla ha repetido sus experimentos con la datura y
la belladona, y ha tenido resultados iguales á los de M. Runge, por lo
que toca á los líquidos del intestino de un pollo envenenado con datura
stramonium, y nada por lo tocante á la orina y la sangre. A pesar de que
no indica Orilla haber hecho experimentos con el beleño, afirma que el
medio propuesto por Runge no puede ser aceptado en Medicina legal , y
tiene razón. Véase lo que hemos dicho al hablar de la experimentación
fisiológica. <
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g IV. — Acido hidrociánico. — Cianuros,
La dósis medicinal del ácido hidrociánico es de 5 centigramos <5 un
grano.
El ácido cianhídrico ó hidrociánico de Gay-Lussac es el veneno mas
activo que se conoce. El medicinal contiene mucha agua , y, por lo tanto,
no obra con tanta intensidad , á no ser que se dé en dósis mayor, en cuyo
caso los efectos son idénticos. Su disolución en el alcohol y el éter le
vuelve mas enérgico. Expuesto por mucho tiempo al aire, se debilita y
desvirtúa, porque se evapora. Sin embargo, si se conserva cerrado y se
ha convertido en una sustancia carbónica , es todavía muy activo. Los
animales de sangre caliente sienten mucho mas su acción. Mayor canti-
dad , mas tiempo de acción, la juventud, mucha sensibilidad , mayor ac-
tividad de disolución y mas anchura de órganos respiratorios , son cir-
cunstancias favorables á la acción del ácido hidrociánico. Cualquiera que
sea el tejido en que se aplique, siempre obra, siempre ejerce su acción.
Sin embargo, esta es mas ó menos intensa, según la vía de aplicación,
en este órden: sistema arterial, venoso, tráquea, pulmones, mucosas y
serosas. En bebida ó lavativas es menos fuerte. También lo es menos en
las heridas, según Orilla, lo cual no concuerda con su mayor actividad
inyectado en los vasos. Más dice Oríila : que, aplicado este ácido á par-
tes que no comuniquen con el cerebro y médula espinal , es débil. Apaga
la contractilidad del corazón y de los intestinos, y es absorbido.
Según los experimentos de Coullon , y algunos casos prácticos obser-
vados en el hombre, la acción del ácido hidrociánico, siempre enérgica
y espantosa, cuando no mala sino al cabo de diez ó quince minutos, se
manifiesta por ciertos grupos de síntomas que pueden reducirse á tres
períodos. En el primero se notan vértigos, la cabeza está pesada, la mar-
cha es vacilante, la respiración difícil y hay fuertes latidos del corazón.
Este período dura poco. Luego viene el segundo, con sus convulsiones
atroces y torcedura de la cabeza hácia atrás , tiesura de lodos los miem-
bros é insensibilidad general. Esto dura algunos minutos , y al fin se pre-
senta el tercer período, mas largo que los anteriores, caracterizado por
el coma grave, relajamiento de todos los músculos y grande insensibili-
dad ; si el sugeto no respirase y no se le percibiesen los latidos del cora-
zón , diríase que está muerto. *Si en semejante estado no se socorre al
atacado ó animal envenenado , sobreviene luego la muerte. A veces se
declaran antes algunos accesos tetánicos momentáneos.
Además de estos síntomas, se nota dolor en el epigastrio , convulsio-
nes , vómitos y fenómenos diversos , según los animales en quienes se
haga el ensayo.
El ácido hidrociánico no inflama los tejidos á que se aplica cuando
mala prontamente. El sistema sanguíneo venoso está ingurgitado de san-
gre negra , aceitosa y espesa. La contractilidad de los músculos volun-
tarios primero, luego la del corazón é intestinos, se pierde inmediata-
mente después de la muerte. Muchas partes del cuerpo, en especial el
cerebro , la médula , la sangre y el corazón , exhalan á veces el olor de
almendras amargas.
Cuando este ácido tarda algún tiempo en matar, hay manifiesta infla-
mación de la mucosa del estómago é intestinos delgados, un notable
desarrollo de las criptas mucosas de esta membrana , ligera inyección
del tejido subperitoneal de dichas visceras; el bazo, reblandecido, pa-
— 1078 -
,n tejido pultáceo; las venas del hígado, llenas de sangre negra v
las venas , de color de violeta oscuro, reblandecidas, infartadas
Ies prendiéndose fácilmente la membrana celular. El corazón vacío , lá
sanare líquida en todas partes; la mucosa de la laringe, tráquea y bron-
quios , de un rojo oscuro que el agua no quita. Hasta la mayor profun
didad de los bronquios hay un líquido espumoso y sanguinolento ; las
membranas del cerebro inyectadas; las venas llenas de sangre negra y
fluida también. El cerebro y médula por lo común sanos. Adelon, March,
Marjolin no sintieron el olor del ácido en cuestión en varios cadáveres.
Sin embargo, dice Orfila que él y Gay-Lussac le percibieron en esos
mismos cadáveres ocho dias después.
Algunas veces se conservan los cadáveres bastante tiempo sin pudrirse;
otras sucede lo contrario.
El ácido hidrociánico tiene muchos contravenenos y antídotos, si he-
mos de atenernos á los que se han preconizado; muy pocos, ó ninguno,
si nos guiamos por la poca eficacia de los tales antídotos ó contravenenos.
El amoníaco, la infusión concentrada del café, el aceite de trementina,
la sangría, las afusiones del agua fria en la cabeza y pecho, han encon-
trado sucesivamente sus apologistas. Resumiendo todo lo que se ha ob-
servado con respecto á tales medios , podemos establecer la siguiente te-
rapéutica contra la intoxicación por el ácido hidrociánico.
Se administra al envenenado un fuerte emético, si el veneno ha sido
introducido en el estómago, y no ha trascurrido mucho tiempo. Si se cal-
culase que ya hubiese pasado á los intestinos, una lavativa purgante seria
preferible. Se aplican en seguida , ó mientras se dispone el emético, á la
nariz del enfermo un frasco que contenga agua clorosa compuesta de
cinco partes de agua y una de cloro líquido ; en su defecto agua amonia-
cal (una parte de amoníaco líquido de la botica y doce de agua). Debe
insistiese en la inspiración de estos gases ó de algunos de ellos , en espe-
cial del cloro, dejando largos intérvalos de descanso al enfermo. Tam-
bién deberá sumergírsele en agua tan fria como sea posible , y desde el
principio se le echará este líquido en la cabeza, en la nuca , y todo el
trayecto de la columna vertebral. Se aplicará igualmente una vejiga llena
de hielo en la cabeza, donde se dejará hasta que desaparezcan los sínto-
mas de la intoxicación. Si hay congestión sanguínea cerebral, se aplica-
rán sangrías de las yugulares y sanguijuelas detrás de las orejas. Por úl-
timo, podrán emplearse las fricciones en las sienes con la tintura de
cantáridas y el amoníaco, sinapismos en los piés y bebidas atemperantes
después por algún tiempo. A beneficio de todos estos medios, que se van
combinando á proporción de las necesidades é indicaciones, se ha conse-
guido salvar á muchos envenenados con este ácido, y se conseguirá por
lo común, á menos que la dósis sea tan fuerte, que ataque profunda-
mente la masa de la sangre , y tras ellas el sistema nervioso.
Respecto de las análisis químicas, hay que tener presente lo que sigue:
El ácido hidrociánico anhidro es líquido, sin color; pero se altera
luego, tomándole moreno y al fin negro, olor de almendras amargas.
Una gota en un papel se volatiliza en parte, y en parte se solidifica; á
temperatura elevada se volatiliza todo. Se inflama cerca de un cuerpo en
ignición, la llama es amarilla con reflejos azulencos. Si se echa una gota
en una copa saturada de potasa , el licor no tiene color ; pero echando
algunas gotas de una mezcla de proto y de persulfato ácido de hierro,
oma un color azul verdoso ó de Prusia, mezclado con un precipitado ro-
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jizo. Si se añaden dos gotas de ácido clorhídrico, el precipitado rojizo
queda disuelto, y resta el azul de Prusia, bajo la forma de un precipitado
ó de una simple coloración. Con el tiempo, la coloración es mas notable.
El sulfato de cobre hace precipitar en blanco amarillento la mezcla de
ácido hidrociánico y de potasa; algunas gotas de ácido clorhídrico dan
al precipitado el color blanco. Una gota de ácido hidrociánico, echada
en el nitrato de plata, da lugar á un precipitado blanco, pesado, insolu-
ble, coagulado, que se redisuelve en el ácido nítrico concentrado en ca-
liente , lo cual le distingue del cloruro, que no se redisuelve ; también le
disuelve el amoníaco. Es el mejor reactivo.
El ácido hidrociánico no altera el color de los líquidos y sólidos ani-
males y vegetales, con los cuales se incorpora; puede darse con el vino,
el té , el café , la leche , la cerveza , etc. Al cabo de cierto tiempo, sin
embargo, les da un color negruzco, que es el que él toma. La análisis se
efectúa , tratando los líquidos poco colorados inmediatamente con el ni-
trato de plata , ó bien se calientan en un aparato particular; se destilan,
y se obra sobre el producto de la destilación. Las materias sólidas deben
ser tratadas de este último modo.
Orfila resuelve tres problemas relativos al ácido hidrociánico, conce-
bidos en estos términos : l.° ¿un jarabe contiene ácido cianhídrico? 2.°
¿cuánto ácido contiene? 3.° ¿basta encontrar ácido cianhídrico en las
materias vomitadas , tubo digestivo, hígado de un sugeto que se sospe-
che estar envenenado por este ácido, para afirmar que ha habido envene-
namiento por el mismo? El primer problema le resuelve diciendo que
como ningún jarabe da, destilándole un producto volátil de ácido hidro-
ciánico, ni aun los que contienen cianuros y el que contiene hidrocianato
amoniacal , sobre no ser jamás medicinal , da además del ácido amo-
níaco ; es fácil reconocer el ácido hidrociánico, destilándole.
El segundo problema se resuelve pesando el cianuro de plata que se
forma con la precipitación del ácido, tratado por el nitrato de plata.
Por último, en cuanto al tercer problema, dice que no basta, para
afirmar que ha habido envenenamiento, encontrar con las análisis dicho
ácido en el cadáver: l.° porque á veces se desarrolla espontáneamente en
el hombre sano ó enfermo; 2.° porque no está demostrado que no se
forme en cierta época de la putrefacción , y 3.° porque puede ser intro-
ducido después de la muerte.
La primera razón va apoyada con aclaraciones ó citas de casos prácti-
cos. Brugnatelli encontró ácido cianhídrico en la orina de ciertos hidró-
picos. Otro tanto hizo Gildefidorhrs. Tiedemann y Gmelin le encontra-
ron en la saliva. Orilla dice que el sudor del sobaco, en ciertos sugetos,
echa olor de ácido prúsico. Algunos autores han hablado de orina azul.
Esta cuestión ya la tratamos de un modo general en la primera parte , y
allí mismo dijimos cómo debe resolverla siempre el médico legista. Po-
niendo en comparación ó concordancia las análisis con los síntomas y
autopsias , se investiga el verdadero origen del veneno.
Pudiera decir algo del cianógcno , al cual debe, sin duda, el acido
cianhídrico su virtud. Es mas activo todavía que este ácido, y produce
efectos muy análogos , por no decir idénticos ; por lo mismo, le es apli-
cable gran parte de lo dicho sobre el ácido. Este gas pudiera figurar en-
tre los anestésicos.
Los cianuros de potasio y mercurio son también terribles venenos que
deben al cianógeno su virtud tóxica, y el de mercurio al ácido y á la
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ó Sea al cianógeno y al mercurio. El cianuro de potasio, ya sea el
reparado por el proceder de Wigers, ó el que se obtiene haciendo He-
lar el ácido á una disolución de potasa , ó calcinando el cianuro ama-
rillo de potasio y de hierro, es un veneno excesivamente enérgico, el
cual obra como el ácido.
El cianuro de potasio es sólido , blanco , de sabor ácre , alcalino,
amargo, y olor fuerte de ácido hidrociánico ; la mayor temperatura no le
descompone, sino es alcalino y no está en contacto con el aire, muy
soluble en el agua y poco en él alcohol. Los ácidos débiles desprenden
sin efervescencia ácido cianhídrico. Su disolución acuosa restablece el
color azul del papel rojo de tornasol , el agua de cal no le enturbia. Los
sulfatos de protóxido y sesquióxido de hierro le precipitan en azul , en
especial añadiendo algunas gotas de ácido clorhídrico ; el óxido de co-
bre, en verde de manzana, que se pone blanco ú opalino, con algunas
gotas de ácido clorhídrico. El nitrato de plata le precipita en blanco,
Si el cianuro de potasio es sólido, se reconoce con las análisis por los
reactivos del cianógeno que acabamos de exponer, y por los del potasio;
esto es , con el cloruro de platino, ácido perclórico, etc.
Si forma parte de una pocion, de una mezcla alimenticia, ó de la que
se haya extraido del canal digestivo, se introduce en una retorta , en es-
pecial si el líquido tiene mucho color, con un poco de ácido acético puro,
y se procede á la destilación, recogiendo el producto de esta en un solu-
tum de nitrato de plata frió, colocado en el recipiente. Si se obtiene cia-
nuro de plata , se concluye que había cianuro de potasio ó ácido cianhí-
drico, y se averigua cuál de los dos es, tratando lo que resta en la
retorta con el fuego y el alcohol concentrado; si queda potasa , no era
el ácido. Como los ácidos, por débiles que sean, descomponen el cia-
nuro ; en muchos casos no habrá necesidad de añadir ácido acético.
El cianuro de mercurio es blanco, muy pesado é inodoro; cristaliza en
prismas de base cuadrada, ya opacas * ya transparentes, sin agua de
cristalización. Su sabor es el de las sales de mercurio, estíptico, y es uno
de los venenos mas violentos. Su acción es doble, porque se debe á la
vez al cianógeno y al mercurio, produciendo por lo tanto síntomas que
corresponden á los dos venenos.
Al calor se descompone, y da lugar al desprendimiento de cianógeno
y separación del mercurio. És poco soluble en el alcohol, soluble en el
agua, en especial hirviendo, y su solución es neutra. La potasa hirviendo
disuelve el cianuro de mercurio sin descomponerle. Los ácidos clorhí
drice, yodhídrico y sulfhídrico le descomponen igualmente; el nítrico
le disuelve sin alterarle; el sulfúrico le transforma en una masa blanca
y transparente , semejante á la cola de almidón (Pelouze y Fremy).
El cianógeno tiene una grande afinidad por el mercurio; así es que
varios reactivos , capaces de descomponer otros cianuros, no alteran el
de mercurio. En este caso se hallan además de la potasa y ácido nítrico,
que ya hemos visto que le disuelven sin alterarse , el amoníaco, el ni-
trato de plata, el yoduro potásico, y su mezcla con una sal férrica.
El cianuio de plata , que se forma tratando el ácido cianhídrico y los
cianuros con el nitrato de plata , aunque ya se reconoce bastante por sus
caractéres especiales , puede todavía determinarse de un modo mas efi-
caz y distintivo, empleando el proceder de los señores Ossian, Henry,
qo, y Uambert, el cual consiste en lo siguiente :
e ava y deseca el precipitado de cianuro de plata , y se mete en un
- 1681 -
tubo de vidrio estrecho, largo de 20 centímetros, cerrado por un ex-
tremo, y se añade una cantidad menor de yodo puro ; hecho lo cual,
se calienta el tubo ligeramente á la llama de la lámpara de alcohol. Con
esto, el cianuro se descompone ; el cianógeno se combina con el yodo, y
forma cristales en aguja , muy brillantes de yoduro de cianógeno. Estos
cristales son muy volátiles. Con un miligramo de cianuro de plata se
pueden obtener. Cerrando el tubo, se puede conservar como pieza de con-
vicción. Si se obtienen muchos, puede producirse con ellos el azul de
JPrusia, disolviéndolos en una solución acuosa de potasa, añadiendo
una gota de una mezcla de sulfato y persulfato de hierro, ó de una sal
ferrosa y férrica , y ácido clorhídrico diluido.
§ V.— Almendras amargas y su aceite esencial.
Las almendras amargas, que todos conocen , pueden hacerse veneno-
sas, ya comiendo notable cantidad de ellas, ya bebiendo mucha horchata
con ellas hecha. Y no es precisamente porque contengan ningún princi-
pio venenoso, sino porque tienen elementos para que se forme. Su sabor
amargo y su olor especial, que es el del ácido cianhídrico, parece que
autorizaría á pensar que contienen este ácido, ya formado, ó por lo me-
nos el aceite esencial que de ellas se extrae, destilándolas. Sin embargo,
no es así; ni el ácido, ni el aceite persisten; el que tienen es un aceite fijo,
dulce é inocente. El aceite esencial, que se hace venenoso, y mas por su
descomposición en ácido cianhídrico que por' sí mismo, se forma en con-
tacto con el agua , y á beneficio de la acción de la emulsina ó sinapiasa
sobre la amigdalina , la que se convierte en aceite esencial , con el sabor
picante de estos aceites, amargo, y el olor tortísimo de las almendras
amargas de que procede.
Los ácidos y el alcohol impiden que la emulsina obre sobre la amig-
dalina y se produzca el aceite esencial, fié aquí por qué pocas almen-
dras pueden no hacer nada comidas. El jugo gástrico , que es ácido, lo
impide. Mas si falta, ó si las almendras son muchas, y el ácido falta ó
escasea, entonces se forma el aceite esencial, y este á veces se desdobla
en otros productos , uno de los cuales es el ácido cianhídrico; y de aquí
la intoxicación por las almendras amargas.
Otro tanto puede suceder con las de los huesos de albaricoque y cual-
quier otra fruta, que sean también amargas, si se comen en abundan-
cia ; y mas de un caso ha habido en que se han intoxicado chicos y adul-
tos por comer de esas almendras en alguna cantidad.
Hasta puede suceder lo propio con las dulces y los dulces ó pastas
que las contengan; puesto que también tienen emulsina y amigdalina, si
falta jugo gástrico que neutralice la primera.
Puesto que las almendras amargas son venenosas, por dar lugar á la
formación del aceite esencial y dcí ácido cianhídrico, excusado es decir
cuáles han de ser los síntomas de la intoxicación, la anatomía patoló-
gica, la terapéutica y la química de la misma. Todo es igual á poca dife-
rencia á lo que del ácido mencionado hemos expuesto.
El aceite esencial de almendras amargas es un cosmético muy usado,
y entra además en la preparación de ciertos dulces y pastas. .Sin embar-
go, aunque está en las manos de todos , son pocos los envenenamientos
que produce ; es muy difícil darle á nadie para matarle , por ser su olor
muy fuerte, y su sabor muy ácre. Regularmente son suicidios, ó accidea-
- 1082 —
tes los casos que se han observado. En los Anales de Higiene y Medicina
legal no he visto mas que un caso. Orfila trae dos observaciones: un sui-
cidio que fué seguido de muerte , y un accidente. Yo he visto un caso en
el que se extrajo del estómago cierta cantidad de aceite esencial de al-
mendras amargas, y si este causó la muerte, fué por haberle tomado una
señorita, creyendo que, así como se le habían recomendado en enjuague
con agua para corregirse la fetidez del aliento, diciéndole que procedía
esa fetidez del estómago, creyó que llevado allí produciría mas efecto.
La acción del aceite de almendras amargas se debe también al ácido
cianhídrico, que se forma en el estómago, descomponiéndose aquel, de
consiguiente es ocioso ya hablar de ello.
La cantidad tóxica varía : á veces una cucharada ó algunas gotas basta
para trastornar la salud, y otras mayor cantidad no mata. Ocho gramos
tomó un sugeto y murió. Otro se bebió diez y seis, y pudo salvarse. Eso
depende de la cantidad que se transforma en ácido hidrociánico. En el
caso de mi práctica , la cantidad que se halló en el estómago no había
producido nada , puesto que no se había descompuesto.
El cuadro de síntomas viene á ser el mismo que el del ácido hidrociá-
nico. Otro tanto debo decir de la anatomía patológica y terapéutica.
El aceite esencial de almendras amargas es líquido, incoloro y refracta
fuertemente la luz. Su olor es fuerte y es el del ácido cianhídrico , el
mismo que el de las almendras. Sabor ácre y quemante; mas pesado que
el agua , poco soluble en ella , inflamable , y arde con una llama fuligi-
nosa , dejando en la cápsula , donde arde , una capa como alquitranada
de olor empireumático.
El ácido nítrico , la potasa , el yodo , bromo y cloro le descomponen.
El nitrato de plata no tiene acción sobre él. Y es que dicho aceite no
contiene el ácido hidrociánico, ni cianógeno, porque este se compone de
ázoe y carbono, y en el aceite no hay ázoe, es un compuesto de 14 áto-
mos de carbono, 6 de hidrógeno y 2 de oxígeno.
Echando unas gotas en el agua ganan el fondo, y agitando se pone el
agua lechosa.
Destilada una porción en una retorta con su recipiente , que contenga
un poco de nitrato de plata disuelto en agua , las gotas que destilando
caen condensadas en el recipiente, apenas si forman una ligera capa
blanquecina , y la mayor parte ganan el fondo del líquido. Si se agita se
pone ligeramente blanquecino. _ '
Tratado con potasa ya da las reacciones del ácido hidrociánico ; una
disolución de sulfato ferroso-férrico y unas gotas de ácido clorhídrico
dan la coloración de azul de Prusia.
El nitrato de plata hace dar al aceite, tratado con la potasa, el precipi-
tado de cianuro de plata soluble en el amoníaco.
Igualmente da su reacción el sulfato de cobre; precipitado blanco azu-
lado y blanco con la añadidura del ácido clorhídrico.
Si se echa un poco de dicho aceite en un vidrio de reloj y en otro una
gota de sulfhidralo amónico, y se adaptan sus bordes, sujetándolos con
unas pinzas ó sujetadores de latón , el vapor del aceite hace tomar un
color blanco al sulfuro amónico. Separados los vidrios y evaporada la
gota del sulfuro á un calor suave , si se trata con una de sulfato ferroso-
férrico , tiene un color rojo de sangre, en especial si se calienta un poco.
Si se practica la misma operación, pero en otros vidrios , y en lugar uei
sulfuro se pone una gota de nitrato de plata, apenas pierde la transparen-
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cia , y solo se forma una nubecilla ó película blanca casi imperceptible
en el centro, que al cuarto de hora se hace mas notable.
Si el aceite esencial ha sido todo descompuesto en el estómago y absor-
bido, se procederá como se ha dicho, al hablar del ácido cianhídrico. Las
materias y los órganos se destilan en el aparato, como en los casos cuarto,
quinto, sexto y séptimo, poniendo en el recipiente un poco de nitrato
de plata disuelto. Si hay ácido cianhídrico, lo probable es que proceda
de una intoxicación. Será raro que se haya descompuesto todo el aceite,
y como no es soluble, es posible que se encuentre parteen el estómago.
En uno de nuestros casos prácticos se encontraron cinco gramos mez-
clados con un líquido resto de digestión.
§ VI.— Laurel cerezo.
El agua del laurel cerezo es la que se hace venenosa , pasando de 2
gramos á 40, que es su dósis medicinal máxima. Esa agua destilada con-
tiene ácido cianhídrico ó aceite esencial de almendras amargas , puesto
que este no solo se extrae destilando dichas almendras , sino también
destilando las hojas del laurel cerezo. De consiguiente, todo lo que he-
mos dicho de las almendras amargas y su aceite , es aplicable al agua
destilada de dicho laurel. Tiene sobre los animales una acción análoga á
la del ácido hidrociánico, puesto que le debe sus propiedades venenosas,
igualmente que al aceite esencial que contiene. El extracto ó agua de la
misma planta ó arbusto no es venenosa , porque el ácido y el aceite esen-
cial se han evaporado con la ebullición necesaria para formar el ex-
tracto.
La medicación que contra la intoxicación por el laurel cerezo e^tá in-
dicada , es la misma que la del ácido, en virtud del cual es venenoso.
Las análisis para descubrir los principios ó agentes venenosos son las
mismas, y los mismos los reactivos que hemos expuesto respecto de las
almendras amargas y su aceite.
§ VII.— Lechuga virosa.
De la lechuga virosa se saca un extracto que es un veneno mucho
menos activo , según como se prepara. Evaporando el jugo de la planta
á un calor suave, es mas activo que por cocimiento. Obra á la manera
de los narcóticos sobre el sistema nervioso y parece que es absorbido.
En el sistema sanguíneo obra con mas actividad. Yicat decia que co-
miendo la lechuga , ó respirando el vapor que se exhala de ella , cuando
cuece , causa la embriaguez , y de ella se podría extraer un opio tan ac-
tivo como de las cabezas de adormideras. Los experimentos de Orfila
han demostrado la exageración de estos asertos.
El tratamiento contra los efectos de la lechuga virosa ó de su extracto
es el mismo que el expuesto contra los del opio.
§ VIII.— Solanina.
Vómitos violentos y luego sopor ; hé aquí lo que esta sustancia produ-
ce , semejándose mucho al opio por lo demás. Es una sustancia alcalina,
vegetal , pulverulenta , blanca , opaca , inodora y de un sabor amargo y
nauseabundo. Hierve á menos de 100° y se cuaja en una masa cetrina al
enfriarse. Es soluble en agua, éter y aceite de trementina y común , más
1084 —
en a
jece
nutn
FJ
. h0¡ y vuelve el color azul al papel rojo de tornasol. No se enro-
¿n el ácido nítrico. Es el principio activo de varios solanos ; el sola-
dulcamara y el solano nigrum , etc.
tratamiento apenas se diferencia del del beleño.
§ 1%.— El tejo.
Desde la mas remota antigüedad se tiene por venenoso el tejo: flores,
hojas, bayas, corteza, madera, raiz, hasta la sombra. Los poetas y los
autores han dicho de él cosas peregrinas. Supónese que los galos unta-
ban con el jugo la punta de sus flechas, y que basta dormirse á su som-
bra para, ya que no caer en un sopor mortal, sentirse llena la piel de
una erupción peligrosa.
Chevalier, Lassaigne y Reynal han publicado una extensa memoria (J)
sobre las propiedades venenosas de este árbol robusto y espeso cuando
silvestre, ó en las montañas, y mas chico cuando cultivado, ó en los par-
ques y jardines, y con numerosos experimentos han probado que solo las
hojas tiernas y secas y el jugo de aquellas es venenoso. Los animales
que se comen las hojas se intoxican. El agua y el alcohol destilados con
esas hojas, no adquieren ninguna virtud dañina , la destilación etérea sí.
Las infusiones y los cocimientos no hacen nada, ó lo más provocan vómi-
tos y diarreas. Hay muchas variedades de Taxus ; el de que vamos á ha-
blar es la baccata , sin pretender que los otros no sean tóxicos; acaso los
de países cálidos lo sean más. Algo significa que de la intoxicación taxica
haya venido la palabra toxicum y de ella la toxicología.
Las hojas del tejo de un verde sombrío y negruzco son persistentes,
lineares, dispuestas por la torsión de los peciolos en dos filas á lo largo
de las ramas como los dientes de un peine. El principio que contienen no
está conocido : llámanle taxina ; pero nada sabemos de él sino que es in-
soluble en el agua , alcohol, soluble en el éter, y que en el estómago se
hace absorbible.
Los síntomas que provoca son por de pronto aumentar los latidos del
corazón, las pulsaciones y el movimiento respiratorio; irrita violenta-
mente el estómago y todo el tubo digestivo , ocasionando vómitos y eva-
cuaciones alvinas. En seguida se presentan los efectos narcóticos ó estu-
pefacientes. Hay inquietud vaga, notable alteración de la vista, desva-
necimientos notables, la circulación disminuye, la respiración se va po-
niendo rara y profunda, hay síncopes, coma, y por último, apaga-
miento completo y repentino de la vida. El envenenado cae como herido
por el rayo para no levantarse más.
El tubo digestivo presenta vestigios indudables de inflamación. En
cuanto á los demás órganos, se halla lo propio de los venenos nar-
cóticos.
El tratamiento es el general: la expulsión por vómitos, las bebidas
emolientes , y luego los estimulantes y diaforéticos.
No hay que pensar en análisis químicas , puesto que no conocemos el
veneno que produce esa intoxicación. El microscopio puede darnos ya
que no la simple vista , algunos datos sobre los restos de las hojas en el
estómago , ó en las materias vomitadas y materias arrojadas por el recto.
Anales de II. y i.t [. jv, segunda série,
- 1085 -
§ X.— Nitroglicerina.
Esta sustancia llamada también glonoina, según Meniehn, produce do-
lores de cabeza , aceleración del pulso y luego los síntomas del narco-
tismo. Basta una gota tomada en un terrón de azúcar para empezar á
obrar y hasta producir el narcotismo. Es un veneno todavía poco cono-
cido en toxicología. Es muy volátil y obra como los anestésicos.
§ XI.— Anilina.
La anilina debe ser contada entre las sustancias venenosas narcóti-
cas , no solo cuando se toma este alcalóide ó alguna de sus sales , sino
cuando se respira el polvo de los colores azules en cuya composición en-
tran, azul de Lyon, azul de luz, fuschina, etc. M. Chevalier ha demos-
trado los peligros que corren los que respiran los vapores de la anilina
y los obreros de las fábricas de esa sustancia igual que de la benzina,
nitro-benzina y fuschina.
La anilina se hace venenosa disuelta en poca cantidad ; algunos cen-
tigramos bastan para ello. Las sales parece que no son tan enérgicas.
Provoca convulsiones clónicas violentas, á veces tónicas , que persis-
ten sin interrupción hasta la muerte. Después de algún tiempo se mani-
fiesta disminución de la sensibilidad , empezando por las extremidades
inferiores , luego se remonta á las superiores y hay pérdida completa de
las sensaciones; la temperatura baja. Localmente parece que puede pro-
ducir alguna irritación.
La autópsia revela las alteraciones propias de los narcóticos, y una
ligera hiperemia en el estómago é intestinos.
La anilina es un álcali orgánico que se produce de varios modos; es
líquida , incolora, mancha el papel, y estas manchas se van con el calor;
hierve á 82° , es poco soluble en el agua, y muy soluble , en todas pro-
porciones, en el alcohol y el éter. Su sabor es quemante, es mas pesado
que el agua. Expuesto al aire se resiniíica , y enverdece el jarabe de vio-
letas. No ejerce ninguna acción sobre la luz polarizada. Disuelve el fós-
foro y el azufre. No ejerce acción sobre el papel de tornasol. Los hipo-
cloritos alcalinos se tiñen de azul con ella. Es una reacción caracterís-
tica. Forma sales con los ácidos y precipita el cloruro de mercurio.
Tiene algunas reacciones análogas ó iguales á las del amoníaco.
Aunque absorbida la anilina se suele descomponer, sin embargo las
análisis químicas han podido descubrirla en el cerebro y en el estómago.
Sometiendo las materias á la destilación, como en el caso 7.ü, ó al mé-
todo de Stass ó á la diálisis , es posible aislarla y someterla luego á los
reactivos que acabamos de indicar, en especial á la del hipoclorito de
sosa ó potasa.
§ XII.— Haba del Calabar.
El doctor John Baker Edwards habla de una intoxicación colectiva pro-
ducida por las habas del Calabar. Un buque que llegó del Calabar á Li-
verpool, tiró entre los escombros algunas habas de aquel país; varios
niños las comieron; todos enfermaron y alguno murió, á las dos horas,
habiendo comido seis habas. Según ese caso, podemos, siguiendo las con-
clusiones de dicho profesor, decir que el haba del Calabar produce vó-
mitos, temblores , dolores en las piernas , debilidad y somnolencia, piel
— 1086 —
f *a sudor viscoso , pulso pequeño , débil y á veces una postración pro-
fundé No convulsiones.
los signos autópsicos son negativos.
La terapéutica consiste en hacer vomitar , y luego administrar estimu-
lantes , amoníaco y aguardiente.
El líquido que se halla en los intestinos, según el caso de John Baker,
extractado por el alcohol, tratado por el éter y evaporado, da las siguien-
tes reacciones :
Con la potasa, color rosado que tira al rojo.
Con el ácido sulfúrico concentrado, color rojo, con separación de un
coágulo resinoídeo.
Con el ácido sulfúrico y bicromato de potasa, violado tirando al rojo; la
misma reacción añadiendo bióxido de manganeso , siendo mas persistente
el color purpúreo.
Con el yoduro yodurado de potasio , precipitado amarillo.
Con el percloruro de oro , precipitado purpúreo.
Con el amoniaco, el líquido tira á verde, cuando se expone á la luz,
luego á azul oscuro.
Siéndolos indicados los principales narcóticos vegetales, paso otras
plantas de esta clase en silencio, y voy A hablar de 'los nervioso-iníla-
matorios.
TÍTULO IV.
De los venenos nervioso-inflaniatorlos.
No es fácil definir exactamente lo que debe entenderse por venenos
nervioso-inílamatorios. Si hubiéramos de atenernos á lo literal de esta
voz, diriamos que por tales se entienden aquellos venenos que amortiguan
el sistema nervioso, al propio tiempo que producen irritación flogística
en otros órganos y sistemas. Mas cuando tratamos en general del modo
de obrar de esos venenos , de ios síntomas que provocan y de la anato-
mía patológica que les corresponde , dijimos que no todos los narcóticos
irritantes ó ácres son iguales bajo dichos aspectos. Háylos que irritan y
entorpecen; háylos que tan solo amortiguan la sensibilidad nerviosa.
Hasta los mismos venenos que entorpecen ú obran sobre el sistema ner-
vioso, no lo hacen entorpeciéndole realmente; diríase que le exaltan, que
le vuelven sumamente impresionable; de aquí las convulsiones. Mientras
no se clasifiquen con mas exactitud los venenos comprendidos en este
grupo, no será tarea fácil una buena definición de estos venenos.
Los venenos nervioso-inflamatorios son casi todos del reino vegetal;
el cianuro de yodo puede considerarse por uno de sus componentes como
el único mineral. Entre los inorgánicos podríamos contar, como lo hace
Orilla, los venenos gaseosos que hemos comprendido en el título ante-
rior. No reproduciré aquí las razones que me han conducido á colocarlos
en otra parte , no hablando mas que de un veneno mineral de esta clase.
CAPÍTULO PRIMERO.
DE LOS VENENOS NERVIOSO-INFLAMATORIOS INORGANICOS.
Excluyendo de este título los compuestos del carbono, no contando
tampoco entre los venenos de este título el ácido sulfhídrico , colocado
- 1087 -
por Devergie entre los narcótico-inflamatorios, no nos qneda, como acabo
de indicar, mas que el cianuro de yodo. Veamos, pues, este veneno.
g único.— Cianuro de yodo.
Los experimentos hechos con este veneno en conejos y perros han de-
mostrado que es en estos animales de una grande y rapidísima energía;
en el momento produce notables convulsiones, y los animales arrojan
agudos gritos. Apenas se les ha ingerido el veneno , ya espiran. Parece
que los perros no son tan sensibles como los conejos á la acción del cia-
nuro de yodo. Sus emanaciones producen en el hombre aturdimiento; su
causticidad en la lengua es notable.
En cuanto á las lesiones orgánicas se observan no pocas anomalías: in-
flamación en el tubo digestivo; congestiones pulmonales y cerebrales, á
veces poca cosa, y no hay relación entre tal estado y la rapidez ó lentitud
de la muerte.
El tratamiento es el que ya advertimos, al hablar de estos venenos en
general. Vómitos por medio del agua ó bebidas mucilaginosas; si hay
convulsiones , fricciones en las sienes con éter , alcohol ó amoníaco lí-
quido; hacer respirar estos licores; nada de café ni quina. Si la con-
gestión se hace peligrosa, sangrías locales y generales, y demás medios
antiflogísticos.
El cianuro de yodo es sólido en forma de agujas blancas, largas y muy
delgadas, olor picante, que irrita los ojos y provoca el lagrimeo. Echado
á las ascuas da vapores de yodo ó violados , es soluble en el agua y más
en el alcohol. Esta disolución no tiene acción sobre los colores azules ve-
getales : precipita por el nitrato de plata en blanco amarillento ; tratada
con la potasa cáustica y el sulfato de protóxido de hierro , da azul de
Prusia, con la añadidura de algunas gotas de ácido clorhídrico.
Si se analizan los líquidos procedentes de ebulliciones con el estómago,
intestino, lengua y esófago, no se encuentran mas que las reacciones del
yodo : uua disolución ó jalea de almidón con un poco de ácido nítrico da
acto continuo el yoduro azul de almidón. Las reacciones del cianógeno
no se obtienen jamás , según las observaciones de Scoutetter. Las mate-
rias animales descomponen el cianuro de yodo y el yodo pasa al estado
de ácido yodhídrico.
CAPÍTULO II.
DE LOS VENENOS NERVIOSO-INFLAMATORIOS ORGÁNICOS.
Al tratar de estos venenos, Orfila, como ya lo advertí en la primera
parte de este Compendio, ha hecho varios grupos, reuniendo en cada uno
aquellos que tienen mas caractéres comunes ó semejantes.
En el primer grupo ha colocado los venenos narcótico-ácres, que obran
particularmente sobre el cerebro ó algunas otras partes del sistema ner-
vioso y provocan fenómenos de excitación y narcotismo, á los cuales su-
cumben los envenenados, produciendo además una irritación intensa,
que no es jamás la causa principal de la muerte.
En el segundo están colocados los que producen grandes convulsiones
tetánicas, sin producir inflamación ni dejar vestigios de flogosis en el ca-
dáver.
— 10SS -
P e¡ tercero figuran cuatro ó cinco venenos , cuya acción no es sobre
l Cédula, sino mas bien sobre ei cerebro ó todo el sistema nervioso en-
tero produciendo convulsiones mas bien clónicas que tetánicas.
Ei’ cuarto grupo está constituido por los hongos del género amanita y
agárico. . . .
£1 quinto lo está por los licores espirituosos.
El sexto le forma el centeno atizonado y otros vegetales , entre ellos
algunos olorosos, y los compuestos gaseosos de carbono.
Sigamos esta distribución en el estudio especial de estos venenos , ex-
ceptuando los compuestos de carbono, los que ya llevamos estudiados en
tre los narcóticos, el cianuro de yodo colocado por Orfila en el primer
grupo, pero al íin de todos los demás que en él comprende; y separando
los que forman nuestra clase de asfixiantes tetánicos paralíticos y anes-
tésicos, de los cuales tratarémos después.
ARTÍCULO PRIMERO.
DE LOS VENENOS NERVIOSO-INFLAMATORIOS REALMENTE TALES.
Los llamo realmente tales, porque, en efecto, producen narcotismo y
excitación; porque causan, además del estupor, fenómenos flogísticos.
Comprenderemos en este grupo los siguientes:
La cebolla albarrana, enanta crocala, el acónito, el eléboro negro y blanco ,
la veralrina, la cebadillina , el cólchico , la belladona , la atropina, la datura,
el tabaco, las diversas especies de cicuta, el laurel rosa, la anagálida, la
arisloloquia, la ruda y el languino.
En la primera parte de este Compendio dijimos cuál es la acción que
los caracteriza, con todo lo demás que pueda tomarse como generalidad.
Vamos á estudiar particularmente cada uno de estos venenos.
§ I.— Cebolla albarrana.
La dósis medicinal máxima del extracto es 10 centigramos ó 2 granos.
La cebolla albarrana ó seila marítima es venenosa por un principio ó
materia blanca de fractura resinosa, amarga, soluble en el alcohol, la que
no da ácido mímico tratada con el ácido nítrico: este principio se llama
escilitina. Ejerce su acción sobre el sistema nervioso; es absorbida en es-
tado de descomposición, y determina muy á menudo náuseas y vómitos.
En los pulmones no se encuentran lesiones orgánicas; las partes que toca
se inflaman intensamente. El bulbo es el venenoso. No ofrece nada mas
especial.
§ II. — Enmata crocata.
La raíz de la enanta crocala ejerce una acción mas irritante en las par-
tes que toca, y afecta intensamente el sistema nervioso. Basta rasparlas
y manosearlas mucho para sentirse como picado de ortigas. Entre los
síntomas que esta raiz produce, se advierte cierto ardor en la garganta,
cerramiento trismático, abultamiento de vientre y á veces manchas lívi-
das en la piel. En el estómago é intestinos se notan puntos encarnados y
afectados de gangrena.
. La intoxicación por esta raiz es muy común ; el sabor azucarado que
tiene , y la facilidad de confundirla con otras que son inofensivas y que
- 1089 -
sé comen como ensalada, da lugar á estas intoxicaciones. Dicha raíz es
vivaz , compuesta de un hacecillo de tubérculos carnosos prolongados,
del grosor del meñique, llenos de un jugo lechoso blanquecino, que se
pone amarillo azafranado , expuesto al aire.
El emético ha sido en varios casos prácticos el remedio mas o por tuílo
cuando se ha llegado á tiempo. El plan antiflogístico no ha alcanzado á
detener la marcha rápida y ejecutiva del mal.
g III.— Acónito.
Las hojas y la raiz del acónito son igualmente venenosas , el extracto
acuoso también y mucho mas el resinoso. Su dósis medicinal máxima es
de 10 centigramos ó 2 granos; el alcohólico, 5 centigramos ó un grano.
Su virtud mortífera parece ser debida á la aconitina /materia blanca, lu-
ciente como el vidrio, inodora, amarga, ácre, inalterable al aire, poco
soluble en el agua, mas en el alcohol y mas en el éter. El cloruro de pla-
tino precipita el solutum acuoso. El ácido nítrico la disuelve sin teñirla;
calentada, se funde fácilmente y no se volatiliza; pero da vapores de amo-
níaco , descomponiéndose. Este principio dilata la pupila aplicándole al
ojo, y es extremadamente venenoso. El sistema nervioso, y en especial el
cerebro, son los vivamente afectados por el acónito, el cual produce una
especie de alteración mental entre otros síntomas. La irritación local es
también notable á causa de la acción del acónito.
Los profesores T. y II. Smith han descubierto un nuevo alcaloideo del
acónito napelo , que llaman aconelina , parecido en reacciones á la nar-
cotina. Es todavía poco conocido este alcalóide. M. Morson habla de otro
que llama napelina.
Hay otros varios acónitos, como el anlhora , el lycoctonum , el ferox , los
cuales son también muy venenosos.
§ IV.— Eléboro negro.
La raiz del eléboro negro, cuando es fresca, tiene un principio volátil,
ácre, en el cual residen las propiedades venenosas de la planta. Es esen-
cialmente emética, aumenta la secreción salival, causa grandes dolores
abdominales, vuelve irregular la respiración y circulación, haciéndola á
veces ¿olorosa la primera"; causa convulsiones, opistótonos y emprostóto-
nos. Lo mismo obra al interior que al exterior.
g V.— Eléboro blanco ó veratrum álbum.
Tiene mucha semejanza con el precedente; es muy cáustico. Confun-
dido el polvo de su raiz con la pimienta, se echó en una sopa, y envenenó
según Yicat. Ilanhemann dice que su antídoto es el café.
g VI.— Veratrina y cebadillina.
La veratrina es el principio activo ó venenoso de la cebadillina, del elé-
boro blanco y de los cólchicos; es sumamente activa; uno ó 2 granos
bastan para inflamar el estómago é intestinos de un perro, y determinar
vómitos y deyecciones alvinas. Una dósis mas fuerte acelera la respira-
ción y produce el tétanos, luego la muerte.
Esta sustancia tiene la forma de una resina blanca incristalizable , in-
toxicología. — 69
— lOflfll —
odora, pero provoca estornudos ; muy ácre , fusible como la cera se cuaía
enfriándose y toma el color del ámbar; muy poco soluble en e¡ asma á
ja cual da, sin embargo, una acritud sensible; soluble en el éter v al
cohol. El ácido nítrico la enrojece primero; luego, al poco tiempo la
pone amarilla; el sulfúrico le da color amarillo primero, luego rojo’ de
sangre y al fin violado. & 1
La cebadillina , además de los caractéres generales de sustancia alca-
lina vegetal , tiene los siguientes : fúndese y toma aspecto resinoso - es in~
soluble en el éter, y forma sales cristalizabíes con los ácidos sulfúrico é hi-
d roció rico.
§ VII. — Cólchico.
Contiene los mismos principios que el eléboro blanco, la veratrina y la
colchicina. Sus propiedades son las mismas. Según en qué época del año
ó en qué estado se toma , hay diferencia en la energía de su acción. En
otoño, el bulbo del cólchico no es venenoso. En otras estaciones se des-
envuelve la veratrina al estado de gallato. La desecación parece que la
desenvuelve también.
Este bulbo es del grosor de una castaña , convexo de un lado, con una
cicatriz; es pardo-amarillento al exterior, blanco y harinoso al interior,
sin olor, y con un sabor ácre y mordicante; fresco tiene un jugo lechoso
y ácre.
£ VIII. — Belladona.
Es uno de los venenos mas comunmente causa de intoxicaciones. Sus
bayas, ya maceradas en vino, ya por sí solas, han envenenado muchas
veces , á pesar de que Figault dice que no son tan venenosas como se
quiere suponer. Lo que puede decirse desde luego , es que toda la planta
es venenosa. El extracto preparado con el jugo evaporado á un calor
suave es el mas activo. Su dósis medicinal máxima es de 5 centigramos
ó un grano.
Los síntomas que la belladona produce son : vértigos, debilidad, de-
lirio, alucinaciones, desfallecimiento, náuseas, latidos, dilataciones de
la pupila, inyección de la conjuntiva, boca seca, imposibilidad de arti-
cular palabras, pulso pequeño, débil , lento, disminución de la sensibili-
dad de la piel , estado comatoso, mas ó menos pronunciado, con saltos
de tendones. El principio llamado atropina es el que le da sus propieda-
des maléficas. Este principio se encuentra en la orina, pues la orina del
envenenado dilata las pupilas.
Su carácter químico especial es precipitar en blanco por la nuez de
agallas.
§ IX. — Datura estramonio.
También son venenosas y de igual actividad todas las partes de esta
planta , y su virtud maléfica es debida igualmente á un principio alcaloi-
deo llamado daturina, sólido, cristalino, incoloro, ácre, etc. Los síntomas
producidos por este veneno son muy parecidos á los de la belladona. La
dósis máxima medicinal de su extracto es de 10 centigramos ó 2 granos.
g X. — Tabaco.
k los síntomas generales de todo narcótico irritante, podemos añadir,
como especiales del tabaco : vómitos tenaces , temblor general y esto
- 1091 -
♦
dos fuertes. Por el ano obra mas que por la boca. Debe el tabaco su vir-
tud venenosa á la nicotina. En estos últimos tiempos la nicotina ha adqui-
rido cierta importancia que ha enriquecido su estudio y le hace ocupar
en Toxicología un lugar notable.
El envenenamiento de Gustavo Fougnies por su hermana y su cuñado
el conde de Bocarmé , quien se dedicó al estudio de la química y de la
extracción de la nicotina para cometer aquel asesinato, han dado esa ce-
lebridad á ese alcaloideo , y hecho que Orfila, Stass y otros se hayan de-
dicado al estudio de este terrible veneno.
La nicotina es uno de los venenos mas activos , ora se introduzca en el
canal intestinal, ora en las venas, ora , en fin , aplicada á las soluciones
de continuidad , tejido celular subcutáneo ó sobre la conjuntiva.
A. dósis débiles determina sobre la marcha una perturbación particular
de la respiración , una agitación violenta y convulsiva del diafragma, la
que da lugar d cierto ruido de soplo ; luego sobrevienen movimientos va-
riados de los músculos, fenómenos convulsivos tetánicos, vómitos, eva-
cuaciones alvinas, etc. Si las dósis son mayores, 10 ó 12 gotas, por ejem-
plo, introducidas en el estómago, ocasionan á los pocos segundos vértigos
que no derriban pronto á los animales, á los que acometen movimien-
tos convulsivos espantosos, con opistótonos, seguidos al minuto de un
aplanamiento total. Por punto general la muerte se declara á los dos mi-
nutos, sin que ya sobrevengan ni síntomas ni cámaras.
Orfila cree que obra sobre el sistema nervioso. Mas ya hemos visto en
la Toxicología general por qué se cree que esos venenos obran sobre el
sistema nervioso, cuando realmente lo que atacan es la sangre, la hema-
tosis, como el ácido cianhídrico y otros.
La nicotina, dada en cantidad y concentrada, es un cáustico terrible
que desorganiza los tejidos con los cuales se pone en contacto; los re-
blandece, cauteriza, escarifica, y es fácil desprenderlos. Cuando es me-
nor cantidad, ó diluida, los inflama intensamente y produce todos los
efectos de una flogosis intensa. La autopsia revela , en los intoxicados por
estos alcaloideos, lo siguiente : cerebro, cerebelo y sus membranas con-
gestionados ; sus vasos llenos de sangre ; pulmones al estado normal ; co-
razón y grandes vasos distendidos por sangre coagulada ó semi-flúida.
La lengua , corroida en la línea media y hácia la parte posterior, pudién-
dose llevar fácilmente el epitelio; materia negruzca y casi purulenta en
el estómago; duodeno con manchas ó chapas inflamadas; lo restante del
tubo intestinal sano.
La rapidez de acción de la nicotina , y su grande actividad, hacen es-
perar poco de los recursos del arte. No se le conoce contraveneno ni an-
tídoto , y apenas da tiempo para ello , puesto que en dos ó tres minutos
da fin con la pobre víctima.
Déjase concebir lo poco que puede prometerse de un plan curativo. Sin
embargo, si no ha habido mucho estrago, como sin duda causa la muerte
por asfixia, por ser eminentemente contraria á la hematosis por su gran
volatilidad, el sostener artificialmente la respiración ha de ser un buen
medio , en tanto que se combaten por medios antiflogísticos los síntomas
inflamatorios desenvueltos por el contacto del veneno líquido.
La nicotina es líquida, oleaginosa, transparente, inodora , bastante
fluida , anhidra ; ligeramente amarillenta con el tiempo , y tendiendo á
oscurecerse y á ponerse mas espesa con el contacto del aire, cuyo oxí-
geno absorbe. Su olor se parece al del tabaco; ácrey de sabor quemante.
— 1002 —
« volatiliza á 250 grados centígrados , y deja un residuo carbónico; los
vioores que esparcen son tan irritantes, y huelen tan fuertemente al ta-
baco, que una sola gota, derramada en una pieza, hace insoportable el
ambiente. Si se arrima á ese vapor un fósforo encendido, arde con una
llama blanca fuliginosa , y deja un carbón parecido al que suelen dejar
los aceites esenciales. Vuelve enérgicamente el color azul al papel de tor-
nasol enrojecido por un ácido; es, pues, soluble en el agua, en el al-
cohol y en los aceites crasos, lo mismo que en el éter, el cual le separa
fácilmente de una solución acuosa. La gran solubilidad de la nicotina
en el agua y en el éter constituye uno de los hechos mas importantes de
su historia química , puesto que la mayor parte de los álcalis vegetales,
por no decir todos , si se disuelven bien en el agua, no lo hacen en el
éter, por lo menos tan fácilmente.
Se combina bien con los ácidos, desprendiendo calor.
El ácido sulfúrico concentrado y puro le tiñe en rojo vinoso en frió; ca-
lentando el líquido se enturbia y adquiere un color de heces de vino ; si se
hace hervir, se ennegrece y desprende ácido sulfuroso.
Con el ácido clorhídrico frió esparce vapores blancos, como lo haría el
amoníaco; si se calienta la mezcla, se vuelve de color de violeta, tanto
mas oscuro cuanto mas se prolonga la ebullición.
El ácido nítrico le comunica, con la ayuda de un ligero calor, un color
amarillo anaranjado , y hay desprendimiento de vapores blancos de ácido
nítrico , luego rojo de ácido hiponítrico ; si se calienta más , el licor se
pone amarillo , y con la ebullición adquiere un color rojo parecido al del
cloruro de platino ; si se prolonga la ebullición , ya solo se obtiene una
masa negra.
Calentada con el ácido esteárico , se disuelve y forma un jabón que, en-
friándose, se fija , siendo ligeramente soluble en el agua , y muy poco en
el éter, calentando. Las sales simples de nicotina son delicuescentes y
difícilmente cristalizables. Las dobles que da con diferentes óxidos me-
tálicos, cristalizan mejor.
La disolución acuosa de nicotina es incolora y fuertemente alcalina;
obra además sobre muchos reactivos, como el amoníaco; así precipita en
blanco el bicloruro de mercurio, el acetato de plomo, el proto y biclo-
ruro de estaño; en amarillo de canario, el cloruro de platino, siendo el
precipitado soluble en el agua, en blanco las sales de zinc, y el precipi-
tado se disuelve en un exceso de nicotina; en azul el acetato de bióxido
de cobre; el precipitado gelatinoso es soluble en un exceso de nico-
tina, formando un acetato doble azul, como lo hace el amoníaco con la
misma sal.
Precipita , además , las sales de sesquióxido de hierro en amarillo de
ocre , sin que se disuelva el precipitado en un exceso de nicotina. Con el
sulfato de protóxido de manganeso da un precipitado blanco de óxido,
que no tarda en ponerse moreno en contacto con el oxígeno del aire. Se-
para de las sales del cromo el bióxido verde ; el permanganato de potasa
rojo se destiñe instantáneamente con la nicotina, lo mismo que con el
amoníaco ; solo que este lo hace con mas lentitud , y hay que emplearle
en proporción mayor.
Puesto , pues , que la nicotina puede confundirse con el amoníaco, con-
viene establecer las diferencias , por no incurrir en errores graves.
El cloruro de oro da, con la nicotina , un precipitado amarillo rojizo,
muy soluble con un exceso de aquel álcali , lo que el amoníaco no hace.
— 1093 -
El cloruro de cobalto es precipitado en azul , parecido al verde , sin
disolverse fácilmente en un exceso de nicotina , al paso que el amoníaco
le disuelve , dando un líquido rojizo.
El agua yodada precipita la disolución de nicotina en amarillo, como
el cloruro ae platino ; con un exceso de álcali , el color se vuelve amarillo
de paja , y con el calor se destiñe ; el amoníaco , al contrario , destruye el
color del agua yodada sin enturbiarla.
El ácido tánico puro da , con la nicotina , un precipitado blanco abun-
dante , al paso que el amoníaco no enturbia este ácido , comunicándole
tan solo un color rojo.
A estos numerosos caractéres químicos de la nicotina , señalados por
Orfila , podemos añadir los de Stass.
El clorhidrato de nicotina da, con el cloruro de platino , al cabo de al-
gunos minutos de reacción, agujas de un color amarillo hermoso (prismas
.romboidales cuadriláteros).
El protocloruro de paladio da , con la nicotina, un precipitado de cho-
colate , soluble en un exceso de alcaloideo; el líquido alcalino y de un
sabor picante metálico es evaporado en seco al vacío; deja un jarabe in-
coloro , que esparce el olor del alcaloideo ; este jarabe se neutraliza con
una gota de ácido clorhídrico, y da un líquido rojo de sangre, el cual,
con la añadidura de protocloruro de paladio, en cantidad igual á la que
se había empleado antes, da al dia siguiente ó antes prismas aplanados,
muy voluminosos, de cloruro doble de paladio y de nicotina.
La nicotina altera las bebidas y les comunica su olor fuerte.
Para investigar la presencia de la nicotina en los casos prácticos, cuando
está mezclada con otras sustancias , ó introducida ya en los órganos del
sugeto envenenado con ella , se practica lo que hemos expuesto, al tratar
de las operaciones analítico-químicas en la Toxicologia general , especial-
mente al dar cuenta del método de Stass.
Además del método de Stass , puede emplearse también la diálisis , en
los términos expuestos en su lugar.
Del tabaco se extrae también un aceite empireumático que es venenoso;
el cocimiento do las hojas, dado en lavativas, ha producido no pocas in-
toxicaciones , siquiera se haya dado á la dósis medicinal. En Inglaterra,
donde están muy en uso las lavativas de tabaco , son frecuentes las into-
xicaciones por esa sustancia. Galtier trae varios casos , á pesar de no ser
la dósis mas que de 2 onzas , considerada como medicinal.
Las hojas del tabaco mascadas han producido también intoxicaciones.
Por lo común nadie resiste su efecto mascándolas; por lo menos siente
un mareo fatigoso. Antes de acostumbrarme á fumar, yo no podia tener
en la boca un cigarro puro, aunque no estuviese encendido; acto conti-
nuo me provocaba náuseas, vértigos, etc. Una vez lo masqué como re-
vulsivo de un dolor de una muela que empezaba á cariarse despees de
habérseme roto, y casi me intoxiqué. Un sugeto que tenia la costumbre
de mascar hojas de tabaco para preservarse de una epidemia, estuvo á
pique de espirar, salvándose con vino aromático , el cual , en efecto, suele
disipar el mareo del cigarro , podiendo ser considerado como excelente
antídoto.
Un líquido, vino, por ejemplo, que tenga en infusión ó maceracion
hojas de tabaco, es venenoso. Santeuil espiró de esta suerte , en medio
de convulsiones atroces.
Cítanse también casos de haber sucumbido sugetos á quienes se han
— 1004 —
i Vado hojas , lociones y ungüentos de tabaco en superficies ulceradas,
hasta en la piel íntegra. Véanse los casos que hemos referido como
oruebas prácticas de la intoxicación por la piel.
P por último, hay igualmente casos prácticos de intoxicación por el ta-
baco tomado en polvo. En las Efemérides de la naturaleza , se refiere el
de un sugeto que espiró apoplético por haber tomado una cantidad con-
siderable de tabaco en polvo.
En todos estos casos, el daño se debe á la nicotina y al aceite empi-
reumático que el tabaco tiene. Los cloruros alcalinos de la saliva y de la
piel , igualmente que del intestino recto, disuelven la nicotina y produ-
cen la intoxicación. El que fumando puros se traga la saliva, raras veces
deja de sentirse malo, y hasta puede intoxicarse.
En las hojas del tabaco, aunque puede haber en eso variaciones , se-
gún su calidad ó el país donde se cultiva, hay de un 2 á 7 por 100 de
nicotina. Orfila dice que el de la flabana tiene un 2 ; el de Maryland,
un 2,3 ; el de Virginia, un (i, 9 ; el de Alsacia, un 3,2; el del Paso de
Calais, 4,9 ; el del Norte , un 0,6, y el de Letu , 8.
Respecto del tabaco y de los cigarros , se ha suscitado una cuestión
que debemos tratar aquí , aunque no sea mas que ligeramente , por su
gravedad é importancia.
En algunos tribunales se ha preguntado á los peritos si se puede en-
venenar á un sugeto con un cigarro, empapándole ó metiendo en él ar-
sénico ú otros venenos minerales y orgánicos. Angel Abbene ha publi-
cado una Memoria, tratando en ella de este punto, ó sobre si el arsénico
y otros venenos volátiles introducidos en cigarros , pueden intoxicar á
los que los fuman. Dió lugar á este trabajo un caso práctico de envene-
namiento por el ácido arsenioso. Carlevaris, de Génova , Borsarelii y
Abbene, de Turin , se entregaron á investigaciones interesantes sobre
este punto, nuevo en la ciencia.
En obsequio á la brevedad , suprimiré los experimentos é investiga-
ciones hechas con el objeto de saber hasta qué punto son posibles las
intoxicaciones y envenenamientos por el estilo , limitándome á copiar
aquí las conclusiones de Abbene , deducidas de sus experimentos y he-
chos bien observados.
1. ° Introduciendo el ácido arsenioso ó cualquier otro compuesto arse-
nical en polvo en una cavidad de 3 á 4 milímetros de longitud practi-
cada en el seno de un cigarro, á cierta distancia de la parte que se co-
loca en la boca cualquiera que sea la cantidad , fumándole, no es fácil
que resulte accidente alguno, por no decir imposible.
2. ° Fumando un cigarro embebido de una disolución saturada de ácido
arsenioso, sin boquilla; si se introduce una pequeña cantidad con la sa-
liva en el estómago tragándola , ó con el humo en los pulmones ; si se
inspira , pueden resultar accidentes , ó por 1© menos malestar mas ó
menos grave.
3. ° Cualquiera que sea de estas dos causas la que ocasione los acci-
dentes , la cantidad de arsénico que se hallará en los órganos será siem-
pre muy pequeña, pero aislada, jamás asociada á otros metales, excepto
en el caso en que se hubiese mezclado emético, óxido de hierro ó cual-
quier otro producto farmacéutico.
4. ° El producto arsenical que atraviesa el cigarro, fumándole en el
actores gaseoso.
®*° fumando cigarros envenenados con el ácido arsenioso ó arseniato
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de cobre, la combustión es mas lenta que con el cigarro ordinario; la
proporción de productos acuáticos pirogenados, y la del arsénico qu#
pasa al través del cigarro durante las aspiraciones, es menor ; una parte
se reduce al estado metálico en el mismo cigarro, y la que llega á la
boca es rechazada casi en su totalidad.
6. ° La mayor parte del arsénico se queda en la ceniza , cuya propor-
ción es mayor que la del cigarro ordinario. El aparato de Marhs le en-
cuentra en ellas.
7. ° Fumando un cigarro con 15 centigramos de ácido arsenioso ó cual-
quier otro compuesto arsenical , se siente un olor aliáceo mas ó menos
notable, advirtiendo el peligro al que le fuma; además, ardiendo el
cigarro, el oxígeno del ácido arsenioso forma con el hidrógeno y el car-
bono de las hojas productos pirogénicos , el olor empireumático y el de
la nicotina, propios del tabaco, es menos intenso, y de consiguiente dis-
frazan menos el de los compuestos arsenicales.
8. ° Si en la cavidad abierta en el cigarro se ha puesto un pedazo de
otro sospechoso, ó en el que se haya introducido arsénico á cualquier
distancia de la extremidad que se chupe y en la parte donde este arde
completamente, las análisis pueden descubrir en ella el veneno al estado
metálico ó metaloídico, pudiendo así hacer constar la tentativa criminal.
9. ° Si el arsénico está asociado en el cigarro con el cobre, el antimo-
nio ú otros metales, excepto el mercurio, parte de aquel se halla en el
humo, y los demás metales con la mayor parte del arsénico en las ce-
nizas.
10. Con la combustión de un cigarro simple de la Habana, se obtiene
mucho carbonato de amoníaco , productos pirogenados oleosos , agua,
gases diversos y una cantidad notable de nicotina libre ; y puesto que fu-
mando tabaco, la nicotina que es volátil , difusible y venenosa , no da
lugar á accidentes funestos, es lógico que los alcaloideos fijos ó menos
volátiles , como la estricnina , la brucina, la morfina, la atropina y otras
no pueden producirlos; y de consiguiente, es inútil emprender experi-
mentos con este objeto, ya fumando cigarros que tengan esos alcaloideos,
ya otros formados con hojas de plantas que los contengan, mezcladas con
las del tabaco.
11. Un cigarro, en el que se introduce medio gramo de ácido cianhí-
drico, puede producir con mucha dificultad accidentes, en especial si se
fuma después de quince horas de haberle puesto, y si está en lugar ca-
liente. Si igual cantidad de dicho ácido se mete en el cigarro, encendién-
dole acto continuo, y se da una gran chupada, puede ser venenoso. Sin
embargo, preparados de esta suerte los cigarros, echan un olor íuerte
de almendras amargas, bastante para advertir al que va á fumarlos que
ha sufrido una preparación artificial , y dar lugar á sospechar que así se
trate de atentar contra sus dias, como no se ponga por inadvertencia el
cigarro en la boca, y antes de advertir nada le inspire con una fuerte
chupada.
12. El ácido cianhídrico, introducido en un cigarro, puede inspirarse
en gran parte sin descomponerse por el calor.
13. Fumando cigarros que tengan bicloruro de mercurio, se halla en
el humo esparcido por el aire que se aspira los elementos de ese veneno.
14. Sin embargo, como el bicloruro de mercurio tiene un sabor metá-
lico muy desagradable, el que hiciere una ó dos aspiraciones, sentiría en
la boca una impresión tan particular y desusada , que no podria conti-
- 1090 —
fumando sin correr algún riesgo. Sin embargo, hay que repetir los
¿sayos sobre este veneno.
v Tales son las conclusiones que saco Lbbene de sus observaciones y ex-
perimentos sobre este importante asunto, y con los cuales tenemos lo
bastante para saber lo que hay sobre esas cuestiones y envenenamientos
que á primera vista han de parecer tan fáciles , y que se dan mucho la
mano con las intoxicaciones novelescas de otros tiempos.
Concluyamos, por último, diciendo que si por lo común el fumar, en
especial cuando se tiene costumbre de ello, no produce nada, á muchos
les da mareos , mas ó menos fuertes , que son amagos de intoxicación , y
que con un exceso puede producirla. Dos jóvenes desafiados á quién fu-
maria más, se fumaron el uno diez y siete pipas , el otro diez y ocho;
fueron acometidos de postración , vómitos y estupor, y ambos sucumbie-
ron (Galtier).
g XI.— Cicutas»
Efay varias cicutas venenosas, la grande ú oficinal , la acuática y la pe-
queña ó celusa cynapium. La cicuta grande arroja un olor muy parecido al
de la orina de gato; sus virtudes son debidas á un principio alcaloideo
también llamado coneina , dentina ó conicina. Los efectos de esta cicuta en
la economía son los que hemos consignado en el cuadro general. Hay
además caloren la garganta, sed, vómitos ó diarrea, respiración corta,
suspirosa , cefalalgia , vértigos , delirio, torpeza de miembros , etc.
La pequeña cicuta se confunde fácilmente con el perifollo, y como esta
planta se come, de aquí la facilidad de que suceda una desgracia. Se dis-
tingue del perifollo en que la cicuta despide olor viroso, frotándola entre
los dedos, en que las semillas del perifollo son pedunculadas , y á me-
nudo guarnecidas de un collarcito de un solo folículo, y las de la cicuta
no; por último, en que las hojas déla pequeña cicuta son de un verde
negruzco, y lucientes por debajo.
La cicuta acuática es la mas deletérea, inflama intensamente el estó-
mago, causa convulsiones y el tétanos.
La dósis medicinal máxima de la cicuta, extracto acuoso, es de 10
centigramos ó 2 granos; de las hojas , 20 centigramos ó 4 granos.
Puesto que las propiedades tóxicas de la cicuta, y en especial del co-
nium maculatura ó gran cicuta, que le contiene en todas su¿ partes, y
mas en las semillas son debidas á la conicina; hablemos de este alca-
loideo , que es otro de los que en estos últimos tiempos ha sido también
muy estudiado, particularmente bajo el punto de vista químico ana-
lítico.
La dósis medicinal de la conicina dada en pocion , según la práctica
de los oculistas belgas , es de siete gotas en tres veces al dia. La pocion
es como sigue : agua destilada, una onza; alcohol, un escrúpulo; conicina,
dos granos. De esta pocion se dan tres gotas á los niños , para combatir
oftalmías escrofulosas.
Según los experimentos hechos por Orfila , la conicina , á la dósis de
doce gotas, ha producido en los perros lo siguiente : al principio parece
que no les hace daño ; al minuto, vértigos ligeros , debilidad en las patas
posteriores al andar ; á los tres de la ingestión caen del lado derecho
nomo aniquilados; luego se declaran movimientos convulsivos ligeros en
tas extremidades con opistótonos , cuyo estado dura cerca de un minuto;
as convulsiones cesan , los animales se quedan inmóviles y aplanados, y
— 1097 -
á los cinco minutos de la ingestión de la conicina espiran. Cuanto mayor
es la dósis , mas rápida es la muerte.
Abierto el cadáver de los animales que sucumben á la acción de la co-
nicina , no se presenta nada de particular en el canal digestivo, hígado,
bazo, riñones , pulmones ni corazón. La sangre está en parte coagulada;
la lengua pálida en toda su extensión ; el epitelio se desprende fácilmente
en todas las partes tocadas por el alcaloideo. Las fáuces , fosas nasales y
tráquearteria contienen notable cantidad de moco sanguinolento.
Christisson daba á la conicina propiedades menos activas , y una ac-
ción irritante local ; Orilla dice que probablemente se referiría aquel
autor á un alcaloideo menos puro ó menos concentrado, puesto que los
experimentos hechos por el decano de la facultad de París, han demos-
trado que es un veneno mas enérgico y de acción mas asfixiante de la
que Christisson decía.
El plan curativo, tanto de la intoxicación por las hojas, extracto, etc.,
de cicuta como de la conicina , es el mismo que hemos dejado estable-
cido contra esta clase de venenos ; la conicina de acción rápida es difícil
de combatir, pues apenas deja tiempo.
Los autores hablan poco de los recursos contra la asfixia , que es la
que mas produce ese veneno, pues se fijan en su acción sobre el sistema
nervioso, cuando en realidad lo que produce es una verdadera asfixia,
de suerte que , en mi concepto, debería estar colocado entre los asfi-
xiantes.
Consiguientes á esta idea , creemos que no serán fuera de propósito
auxilios y prácticas dirigidas á renovar el aire que se respira , y á soste-
ner artificialmente la respiración , en tanto que se apela á los demás me-
dios curativos ; el carbón , como absorbente de los alcaloideos , no debe
ser descuidado. Yéase lo que hemos dicho de esta sustancia como con-
traveneno de los venenos orgánicos en la terapéutica de la intoxicación.
La coneina ó conicina es líquida, incolora ó ligeramente amarilla; la
acción del aire la altera , y se pone morena al cabo de cierto tiempo ; su
olor se parece al de ratas ó de orina de este animal ; ataca la cabeza y
excita el lagrimeo; su sabor es ácre, menos densa que el agua ; vuelve
el color azul al papel de tornasol , enrojecido por un ácido. Es volátil , y
hierve á 170 grados centígrados. Calentada , al contacto del aire da va-
pores blancos, con fuerte olor de apio mezclado con el de la orina de
ratón. Si se mezcla con agua y se agita, sobrenada y no se disuelve
fácilmente , al paso que el alcohol y el éter la disuelven muy bien.
Neutraliza perfectamente los ácidos debilitados, y da sales, en general
delicuescentes , que no cristalizan.
El ácido sulfúrico, puro y concentrado, no la altera en frió; en cuanto
se calienta, adquiere un color moreno verdoso, luego rojo de sangre, y
por último negro.
El ácido clorhídrico da con ella vapores blancos como con el amoníaco,
y la pone de color de violeta , en especial calentando.
El ácido nítrico le comunica un color de topacio, que no se muda inme-
diatamente con el calor.
El ácido tánico la precipita en blanco.
Obra sobre los demás reactivos como el amoníaco , pues precipita en
blanco con el bicloruro de mercurio y el cloruro de zinc ; el óxido de
zinc gelatinoso se redisuelve en un exceso de conicina; con el cloruro
de platino da un precipitado amarillo de canario, soluble en el agua; el
- 1098 —
acetato de cobre da un precipitado azul , gelatinoso , menos soluble en
un exceso de conicina de lo que es la nicotina con dicha sal. Precipita
además el sesquióxido de hierro en amarillo de ocre, y el óxido no se
disuelve en un exceso de conicina. El permanganato'de potasa rojo se
destiñe con ella en el acto.
Las siguientes reacciones bastan para distinguir la conicina del
amoníaco.
La tintura de yodo debilitada da un precipitado blanco que loma una
tinta ó matiz aceitunada con un exceso de tintura. El cloruro de oro la
precipita en amarillo rojizo, muy soluble en un exceso de conicina. El
cloruro de cobalto es precipitado en azul, pasando al verde, y un ex-
ceso de conicina no le disuelve fácilmente. El acetato y subacetato de
plomo no la precipitan. Por último , el protocloruro de paladio da con
ella un precipitado de color de chocolate soluble en un exceso del al-
caloideo.
La conicina es absorbida por los órganos de la economía y puede des-
cubrirse en ellas. Oríila cree que podría hallarse hasta después de una
inhumación prolongada. Este mismo autor ha hecho varias mezclas de
conicina con caldo, albúmina , vino, carne machacada, jalea de gro-
sella, té y café. A cada una de estas sustancias ha puesto algunas gotas
de conicina , y siempre le ha sido fácil descubrirla por los medios que di-
rémos luego.
Igualmente ha hecho ensayos en la lengua, fáuces, estómago , mate-
rias contenidas en el hígado , bazo , riñones, pulmones y la sangre de
perros muertos con dicho alcaloideo y también le ha sucedido lo propio.
Solo el hígado le dió poco, y en cuanto á la sangre no pudo descubrir
la menor huella. Los pulmones dan mucha mas cantidad que el hígado,
lo cual ya observó Stass.
Para extraer ó descubrir la conicina en cualquier mezcla ó en los ór-
ganos de los intoxicados, se procede de la manera siguiente:
So dejan las mezclas alimenticias ó los órganos cortados á pedacilos
en 100 gramos de agua destilada , y avivada con cuatro ó seis gotas de
ácido sulfúrico concentrado y puro. A las cinco ó seis horas se filtra.
Se evapora el líquido en un calor suave hasta que se reduzca á la sexta
parte de su volumen , con el objeto de separar cierta cantidad de mate-
ria orgánica.
Durante esta operación el líquido apenas se tiñe, y no parece sufrir
la menor descomposición.
En cuanto está frió el licor, se agita con dos veces su volumen de al-
cohol muy concentrado , el cual precipita bastante cantidad de materia
orgánica ; sin embargo hay casos en los que apenas tiñe el licor, y por
lo mismo su intervención no es necesaria.
Se filtra y evapora de nuevo hasta que se haya volatilizado todo el al-
cohol; y después de haber dejado enfriar el licor, se satura y hasta se
vuelve alcalino con un exceso de sosa ; al instante se percibe el olor de
la conicina.
Luego se agita el todo con el éter sulfúrico , por espacio de cuatro ó
cinco minutos en un tubo cerrado , se separa la capa etérea con el dedo
y su embudo , y se abandona la disolución etérea á sí misma , en una
capsulita de porcelana ; el éter se volatiliza y queda la conicina.
Ya solo falta destilarla sobre el cloruro de calcio.
Para extraerla en mayor cantidad , conviene tratar segunda vez c
- 1090 -
alcohol concentrado y tibio la materia sólida que resulta de la evapora-
ción del licor sulfúrico y del primer tratamiento álcohólico, puesto que
la experiencia ha demostrado que en esa materia hay todavía un poco de
álcaloídeo.
También puede procederse de otro modo, desde que se echa mano
del éter; en lugar de tratar el licor con este ménstruo , se puede destilar
en una retorta á la que se adapta un recipiente sumergido en agua tria,
á fuego desnudo. La conicina se condensa en el recipiente , se concentra
evaporando á un fuego suave , ó bien , y es mejor, se destila sobre clo-
ruro cálcico.
Por último , excusado es decir que el método de Stass y la diálisis
son siempre los mejores medios para descubrir la conicina en las mate-
rias y los órganos procedentes del sugeto envenenado.
§ XII.— Laurel rosa , anagálida , aristoloquia, rada, tanguino.
Toda la planta del laurel rosa es venenosa ; su polvo es menos activo
que su extracto acuoso; el agua destilada es menos activa que el polvo.
Vómitos, afección especial sobre el cerebro como los estupefacientes, é
irritación local ; hé aquí el cuadro particular del laurel rosa.
La anagálida tiene un extracto, cuya acción, al menos en los caballos,
produce temblor de los músculos de las partes posteriores de la garganta
y un flujo abundante de orina. En los perros abatimiento profundo' , en
el tubo digestivo grandes vestigios de flogosis.
La aristoloquia es narcótica y produce ligera flogosis , es una planta
ácre.
La ruda ejerce una acción local flogística y su aceite esencial es nar-
cótico.
Por último, el tanguino es un veneno exótico procedente de un árbol
llamado por Dupetit Thomas tanguineum venenífera. Es un nervioso infla-
matorio cuyas virtudes son debidas por lo nervioso á un principio lla-
mado tanguina , y por lo inflamatorio á la materia blanca cristalina que
contiene la almendra del tanguino. Esta última materia es neutra , fusi-
ble, y pica fuertemente en la lengua. La tanguina es una sustancia cris-
talizadle, morena, viscosa, que se pone verde con los ácidos y roja con
los álcalis. Las intoxicaciones y envenenamientos por el tanguino son
muy frecuentes en la India. Parece que son pocos los que escapan de la
muerte.
ARTÍCULO II.
DE LOS VENENOS NERVIOSO-INFLAMATORIOS QUE OBRAN SOBRE EL CEREBRO
PRINCIPALMENTE,
Orfila coloca en el tercer grupo el upas antiar , el alcanfor, el cálculo de
Levante y la picrotoxina. Es difícil creer que estos venenos formen gru-
pos por la semejanza de su acción. El upas produce convulsiones clóni-
cas. El alcanfor también asfixia y puede obrar como los cáusticos; la
picrotoxina es inflamatoria. Tal vez esta misma diversidad de acción los
ba hecho colocar en un grupo. Como quiera que sea , el tratamiento que
la intoxicación de estos venenos exige , es el mismo que hemos recomen-
dado contra los del grupo precedente.
— 1100 —
- § I.— Upas antiar.
Sírvense los indios para la guerra del upas antiar, cuyo jugo es lechoso
amargo, amarillento. Contiene este jugo una resina elástica y particular
una materia amarga y una sustancia que es la parte activa tenida por al-
caloidea.
Inyectado en la carótida yugular ó masa cerebral , es muy activo, me-
nos en la pleura, menos en el tejido celular y mucho menos en el estó-
mago. Es altamente emético y ejerce su acción igualmente sobre el sis-
tema nervioso y el estómago. Las convulsiones que el antiar ocasiona son
clónicas con alternativas de relajamiento. Brodie y Emmerto han encon-
trado el corazón de los envenenados por esta sustancia sumamente dis-
tendido por la sangre. Brodie opinó por esto que el antiar disminuye la
fuerza contráctil del corazón.
§ II. — Alcanfor,
El alcanfor tiene dos modos de obrar : inflamatorio y cáustico. Es in-
flamatoria su acción , cuando se da disuelto en aceite ó alcohol ; cáustica,
cuando en fragmentos. El cerebro y el sistema nervioso entero son fuer-
temente excitados por el alcanfor, cuando obra del primer modo, y causa
las mas horribles convulsiones. Inyectado en las venas , es mas rápida
su acción. Las convulsiones son tan fuertes y excesivas, que el animal ó
envenenado no puede respirar, y se asfixia. Guando el alcanfor es dado
en fragmentos , ulcera el estómago como un cáustico. El alcanfor artifi-
cial parece que no ataca al sistema nervioso , y que se limita á producir
algunas úlceras en la mucosa estomacal.
El alcanfor es sólido , blanco , transparente y mas ligero que el agua,
de consistencia crasa , dúctil , granuloso , amargo y picante , de olor sui
generis , desagradable. Se volatiliza con facilidad á la temperatura ordi-
daria , y mas al calor. Calentando al aire , arde con una llama blanca,
arroja mucho vapor y se descompone. Es poco soluble en agua, mas en
aceite y alcohol, ó aguardiente y vinagre. El agua descompone sus diso-
luciones y el alcanfor se precipita.
g III. — Cólculo de Levante , picrotoxina.
El cólculo de Levante debe sus propiedades venenosas á la picrotoxina,
uno de los principios que contiene su almendra. Es el fruto ae un árbol
de la India , muy parecido en figura y volúmen á un guisante de mayor
tamaño. Pulverizado es bastante enérgico , y obra á la manera del alcan-
for sobre el sistema nervioso , y principalmente sobre el cerebro. Goupil
le habia dado como ácre é irritante. Orilla dice que carece de estas pro-
piedades : no es mas que narcótico ó nervioso. Parece que tiene grande
acción sobre los peces , y que la carne de estos inflama el estómago é in-
testinos del que los come. Si se toma poco dividido el cólculo de Levante,
no produce mas que vómitos y náuseas. Estos mismos vómitos , ó los que
uno provoca con los medios tantas veces indicados , son el mejor trata-
miento contra esta intoxicación.
La picrotoxina está en forma de agujas aciculares , filamentos sedosos
y flexibles; blanca, brillante , semitransparente y muy amarga. Mas pa-
rece ácida que alcalina. El ácido sulfúrico la tiñe de amarillo poco a poc ,
- 1101 -
luego la haG8 pasar al color rojo azafranado* y, por poco que se caliente,
se carboniza del todo.
ARTÍCULO III.
DE LOS HONGOS.
El estudio de los hongos , bajo el aspecto toxicológico , á pesar de los
trabajos de Poulet y los mas recientes de Boudier, está poco adelantado.
Sábese , casi mas bien por práctica que por ensayos químicos , cuáles
son los inocentes ó buenos para alimento; cuáles los venenosos. Y aun
no es posible establecer una línea divisoria terminante, puesto que es
de observación que hasta los que se comen impunemente , en ciertas cir-
cunstancias, se hacen venenosos en otras. No solo falta aclarar cuáles
hongos sean verdaderamente venenosos, sino si los que suelen ser ino-
centes dejan de serlo, cuando no han llegado, ó han pasado de su sazón.
Los hongos comestibles, ó setas, llevan nombres diferentes, según sus
especies ó variedades, los cuales varían tal vez en cada provincia. Los
dañosos se diferencian también por sus nombres, igualmente que por su
forma y color.
En el estado actual de la ciencia no poseemos caracteres terminantes
para distinguir los hongos malos de los buenos. Fácil será distinguir la
seta común , la que todos los dias se come impunemente, por su poca
longitud , carne firme y dura, sombrerillo redondeado y recogido sobre
su tallo ó pedículo, laminillas de color de rosa ó de un color vinoso; la
piel que la cubre se quita fácilmente; su pedículo, un poco hinchado por
su base , y toda la seta de un color pardo ceniciento ó amarillo rojizo.
La principal diíicultad está en distinguir los demás hongos buenos de
los dañosos. Generalmente se cree que son venenosos los hongos que
pierden fácilmente su frescura , llenos de un jugo ácre y lechoso, de co-
lor sombrío, cuya carne es coriácea, hebrosa, ó, al contrario, dema-
siado areolar; que crecen en parajes oscuros, cuevas, troncos de los
árboles , junto á las rocas; que tienen la superficie húmeda ó viscosa; que
mudan pronto de color, cuando se cortan; que tienen un color brillante
y arrojan olor viroso. A todo eso añaden algunos que, si los hongos mu-
dan de color cortándolos , si una pieza de plata se pone negra en contacto
con su carne , ó si las cebollas pierden su blancura cocidas con los hon-
gos, son realmente dañosos; mas aun cuando nada de esto se observe,
no por eso está mas garantida su bondad.
M. Boudier, en su Memoria sobre los hongos, se hace cargo de todas esas
condiciones que , desde mucho tiempo , se vienen dando á los hongos
malos y buenos , para diferenciarlos , y acaba por negar la exactitud de
esas supuestas diferencias. El doctor Leveilló ya decía, sobre lo mismo :
« Es evidente que semejantes caractéres no pueden ser de ninguna utili-
dad: para comer setas, es necesario seguir la rutina del país en que se
habita, ó conocerlas por sus caractéres particulares ; de otro modo es ex-
ponerse á los mas terribles accidentes.» Suscribiendo M. Boudier á esta
opinión, y rechazando completamente por dañosos para el público los
caractéres que generalmente se designan como diferenciales, se expresa
en estos términos :
« Si no conocéis los hongos ó las setas , y queréis cogerlas , dejad á un
lado las especies de carne coriácea , 6 que tengan ya un principio de al-
— 1102 —
teracion , sea porque se pudran, sea porque se cubran de moho. No to-
quéis tampoco á los hongos que, sobre tener un tallo largo, presenten una
gorguera ó collar, que caiga sobre el tallo debajo del sombrerillo, siendo
este viscoso, cuando se moja ó en tiempo húmedo, guarnecido por de-
bajo de láminas ú hojas blancas, y lleno por encima de berruguitas 6
restos de membranas; los que tengan estas escasas ó numerosas, gran-
des ó pequeñas, blancas ó amarillentas, que presenten por debajo del
sombrerillo un color blanco ó amarillo mas ó menos blanco y azufrado
ó verde oliva mas ó menos oscuro , ó de un hermoso rojo que tira á ama-
rillo en los ya viejos, puesto que algunas especies de lasque ofrecen esos
caracteres son de las mas deletéreas. Rechazad igualmente los hongos
que estén por debajo guarnecidos de pequeños agujeros , como una es-
ponja , y se pongan azules ó enverdezcan , cuando se cortan ó rompen.
Desconfiad de las especies que tengan sabor de pimienta fuerte, cuando sé
masquen crudas , ó que echen una leche blanca al cortarlas ; y siquiera
veáis que otras personas las coman, sin sentirse por ello incomodadas,
no las comáis , sin haberlas hecho cocer por mucho tiempo. Además , si
la necesidad os obliga á comer setas, y no teneis ninguna idea de su na-
turaleza , no las comáis sino después de haberlas hecho macerar veinte
minutos al menos en el agua acidulada con algunas cucharadas de vina-
gre, sacándolas luego de esa agua, lavándolas bien en agua fría, blan-
queadas y enjugadas antes de guisarlas (‘j.»
Con estos consejos, Emilio Boudier, siquiera comprenda algunas es-
pecies comestibles, elimina las especies indigestas y nocivas, la mayor
parte de las venenosas, y llama la atención sobre las rúsulas y lactarios ,
por lo común dañosas , por no comerlas debidamente cocidas y sazo-
nadas.
M. Boudier cree también que los climas, ó localidades, influyen poco ó
nada en la cualidad venenosa de los hongos ; los que lo son en un país y
localidad, lo son también en otros (2).
Los principales hongos venenosos pueden reducirse á los del género
amanita y del género agárico : distínguense los primeros de los segundos,
en que los primeros salen de una especie de bolsa ó bulbo; su sombreri-
llo está guarnecido de hojas, ó laminillas radiantes por debajo, y soste-
nido por un pedículo mas ó menos hinchado en su base.
Los del segundo género no tienen en la base del pedículo bolsa alguna,
y las hojas del sombrerillo son de ordinario sencillas y mas cortas.
No solamente reina cierta vaguedad en la acción de los hongos sobre
la economía , sino que hasta los mismos venenosos ofrecen en esta parte
tal variedad , que es imposible comprender los síntomas producidos por
ellos en un solo cuadro. Uáylos que obran realmente como nervioso-infla-
matorios, puesto que inflaman los órganos y causan estupor al mismo
tiempo; otros solo irritan el sistema digestivo ; otros solo causan estupor,
aplanamiento; otros , en fin , según afirma Orfila, obran á la manera de
los sépticos. Describamos, pues, los síntomas producidos por los hongos
venenosos en diferentes cuadros y de un modo general ; esto es , sin de-
terminar ni el género, ni la individualidad de esos venenos.
Algunas horas después de haber comido hongos venenosos, sobrevie-
nen dolores de estómago , cólicos y sudores fríos ; los dolores van adqui-
rí Obra citada , pág. <8
t*) Obra citada, pág. 43 y siguiente?.
— 1103 —
riendo intensidad ,• se hacen continuos y atroces, hay evacuaciones pof
arriba y por abajo ; pérdidas á menudo , acompañadas de violentos có-
licos ; hay sed inestinguible y calor general , pero especialmente en el
abdómen ; el pulso es pequeño y duro , cerrado , muy frecuente , y la res-
piración dificultosa. Luego aparecen calambres, tiesura de miembros,
convulsiones, ya generales, ya parciales, y desfallecimientos. El enve-
nenado conserva la integridad de sus facultades intelectuales , y siente
llegar la muerte en medio de los sufrimientos mas horribles. La enferme-
dad puede durar de dos á cuatro dias; los dolores y convulsiones agotan
las fuerzas. ¿Quién no ve en este cuadro una acción irritante del sistema
digestivo en especial?
Otras veces , á mas de estos síntomas de afección gastro-intestinal , ex-
perimentan los envenenados vértigos , delirio sordo ; luego viene el sopor,
el coma, interrumpidos de cuando en cuando por vómitos y convulsio-
nes; este cuadro es de los verdaderos nervioso-inflamatorios.
En estos enfermos se declaran acto continuo los síntomas nerviosos;
si hay afección gastro-intestinal, no los produce, y sucumben á menudo
bajo el influjo de una lesión fuerte del sistema nervioso, aunque se citan '
fenómenos de excitación y sopor á la vez; por cuanto las convulsiones
violentas, el delirio y los dolores se unen al estado comatoso ó al parecer
apoplético : son como los anteriores, pero mas nerviosos.
En otras circunstancias, en fin , la piel del envenenado se pone repen-
tinamente pálida y fría, y se cubre de un sudor glacial; apenas se per-
cibe el pulso y los latidos del corazón ; las inspiraciones son raras y pe-
nosas : los ojos se eclipsan , y la muerte pone fin pronto á esta horrible
escena. No es raro que á todo esto se añada alguna convulsión y el tris-
mus, tensión del abdómen , inspiración agitada y convulsiva , á lo que se
sigue pronto la muerte.
Boudier, después de haber expuesto un caso práctico de una madre y
un hija , envenenadas por hongos de la especie amanita bulbosa , que da
como tipo de esa intoxicación , habla en particular de Jos síntomas de la
amanita muscaria , los de las russulas y lactarios ; pero no presenta en rea-
lidad cuadros verdaderamente diferenciales, y solo llama la atención so-
bre alguno que otro síntoma, como, por ejemplo, una constricción de
garganta, debida á la acritud de la amanita muscaria , que no presenta
nunca la bulbosa.
Esta parte del opúsculo de E. Boudier es, en nuestro concepto, la mas
débil, la menos original, y por lo mismo, no creemos que debamos alte-
rar lo que dicen los autores sobre el cuadro sintomático de los hongos.
Es natural y lógico, que cada género, especie y variedad tenga algunos
síntomas especiales; pero, sobre no estar este estudio analítico á una al-
tura que pueda servirnos de guia en la práctica, casi no se sabe nunca
qué clase de hongos han tomado las personas que se envenenan. Muy á
menudo se da cuenta de esos casos , sin determinar la especie de hongos
que los ha provocado.
Los hongos venenosos producen alteraciones de tejido, y aunque no
tanto como los síntomas, también ofrecen estas alteraciones alguna va-
riación. Obsérvanse manchas violadas muy extensas y numerosas en los
tegumentos , pupilas contraidas, conjuntiva inyectada , vientre lleno de
granos, y por lo tanto, abultado. Esto por lo que toca al exterior. Al in-
terior manchas flogísticas y gangrenosas en las membranas del cerebro
y en sus ventrículos, en el esófago, estómago é intestinos; lo propio
- 1104 —
ouede decirse de la pleura, pulmones, diafragma, mesenterio y vejiga-
¿n una palabra, en todas partes se encuentran vestigios de una inflama-
ción gangrenosa , y en algunos puntos hay esfacelo. Los pulmones están
además ingurgitados de sangre; lo mismo sucede en el hígado, bazo, ri-
ñones y vasos venosos abdominales. La sangre es negra , en algunos ca-
sos coagulada , líquida en otros.
Lo nue he dicho de los síntomas , debo decir de la anatomía patoló-
gica. Tampoco sabemos los cuadros especiales que corresponden á cada
especie de hongos venenosos. El que presentan los autores, lo mismo que
el que dió la sociedad de Medicina de Burdeos en 1809 , debe conside-
rarse como el cuadro colectivo de lo que han presentado los sugetos en-
venenados por diferentes especies.
La intoxicación por los hongos podría , ya que no evitarse del lodo,
disminuirse considerablemente. Recientemente se ha venido á confirmar
loque, desde mucho tiempo, se habia dicho, á saber: que, sometiendo
por una ó dos horas al agua y vinagre, ó al agua de sal, los hongos,
hasta los malos pierden sus propiedades tóxicas. M. Gerard ha reprodu-
cido lo que ya habían afirmado Poulet y Orfila acerca de la virtud del
vinagre para desbravar los hongos. M. Gerard lo ha demostrado de una
manera indudable en una Memoria que presentó en 18S1 al Consejo de
Higiene y salubridad, haciendo además experimentos delante de los in-
dividuos de dicho Consejo, que no dejaron ninguna duda sobre este he-
cho importantísimo.
Ello es verdad que los hongos pierden , no solo parte de su consisten-
cia , color y sus principios venenosos , sino también sus propiedades nu-
tritivas, su perfume y su buen sabor. Los gastrónomos no se hallarían bien
con esa preparación ; pero en cambio, las gentes que se nutren ó alimen-
tan de ellos , no se verían tan á menudo expuestos á terribles catástrofes
tan comunes hoy por la facilidad con que se confunden las buenas espe-
cies con las malas, y por comerlas sin quitarles antes sus principios tóxi-
cos con el vinagre.
Bouliard, Leteilier y Pouchet dicen que también se puede evitar la in-
toxicación , haciendo hervir los hongos antes con agua, y lavarlos luego
muchas veces, pero no es tan eficaz como el vinagre.
El calor y la desecación parece que también modifican la resina ácre
que tienen ciertos lactarios y r ússulas. Después de calentados ó desecados,
no son ya tan dañinos. No destruyen esa resina que se hace venenosa,
pero la modifican notablemente, en términos que los hongos ya no tienen
el sabor ácre é irritante que tienen frescos.
Si se generalizase esa costumbre , tal vez se disminuirían considera-
blemente esas intoxicaciones.
Dejando ya esa profilaxis, veamos la terapéutica.
La intoxicación por los hongos venenosos se combate ó se ha comba-
tido con varios medios; el vinagre, la sal común, el éter, el emético y el
álcali volátil han sido recomendados como muy propios para destruir la
acción de estos venenos. Orfila ha hecho varios experimentos sobre la
eficacia de dichos medios. De sus experimentos resulta que el vinagre,
dado mientras están los hongos todavía en el estómago ó intestinos, ac-
tiva su acción , porque disuelve perfectamente los principios deletéreos
del hongo. Cuando por medio de los evacuantes han sido expulsados los
hongos, el vinagre suele producir un bien. . .
De la sal común puede decirse otro tanto; también disuelve los prmci-
- 1105 -
píos deletéreos dé los hongos, y por lo tanto, no deben darse mientras no
hayan sido arrojados.
El álcali volátil, según Poulet, es mas bien dañoso que útil. Por lo
mismo que con el vinagre , agua salada, vino y otras sustancias se llevan
los principios activos de los hongos, no pueden ser buenos remedios; al
contrario, activan su malignidad; esos líquidos son venenosos luego y
mas activos , si cabe , que los hongos , así despojados de sus principios
inmediatos.
El éter sulfúrico, el mas empleado en estos últimos tiempos, es el mas
conducente y eficaz. Orfila ha restablecido con él la salud de muchos
perros envenenados, por una dósis bastante fuerte de falsa naranja, dán-
doles, después de evacuado el veneno , alternativamente éter y agua eté-
rea, ó licor anodino mineral de iioffmann.
Por último , el emético , ó los emético-catárticos son los mas eficaces,
porque lo mas urgente en semejantes intoxicaciones producidas por ve-
nenos de acción lenta , es arrojarlos por arriba y por abajo. Los princi-
pios deletéreos de los hongos se desprenden con el trabajo descompo-
nente de la digestión; los ácidos que naturalmente se forman con ella los
acabarán de disolver; de aquí la lentitud ó la tardanza de su acción; de
aquí, una vez desplegado, lo enérgico de la misma. Vómitos, pues, y cá-
maras cuanto antes á beneficio de los medios que hemos recomendado
para llenar esta indicación , y habrá algunas probabilidades de buen
éxito. El envenenado que no arroja los hongos se muere siempre ; si se
consigue que los arroje, hay grandes esperanzas de salvarle.
Algunos han hablado de Ja triaca, la manteca y la leche, mas no son
de grande eficacia. El yoduro yodurado de potasio, como contraveneno
de los alcaloideos, puede reportar alguna ventaja; es preferible al tanino
ó cocimiento de nuez de agallas.
Siempre, pues, que ocurra una intoxicación por hongos venenosos,
acto continuo facilitarémos el vómito, ó lal vez mejor las evacuaciones
por el ano; puesto que, cuando la intoxicación se advierte, ya están los
materiales venenosos en los intestinos. Como vomitivo se dará al enfermo
de 3 á 4 granos de tartrato de potasa y antimonio, unido á un escrúpulo
de ipecacuana y de 3 dracmas á una onza de sulfato de sosa disuelto en
agua; el emético solo muy á menudo no provoca ninguna especie de eva-
cuación en esta clase de intoxicaciones. Administrarse además una po-.
cion hecha con el aceite de ricino y el jarabe de llores de albérchigo; y
lavativas preparadas con puipa de cañalísiula, sen y sultato de magnesia.
Si los hongos hubiesen sido ya expulsados, ó después de haberlos ex-
pelido con lo que acabo de indicar, lomará el envenenado algunas cucha-
radas de una pocion muy cargada de éter, ó bien de vinagre, y dado caso
que todavía se quejase de dolores cólicos, ó hubiese irritación inflamato-
ria en el bajo vientre, se emplearán los mucilaginosos. El amoníaco es
dañoso al principio de la intoxicación; á un período avanzado de ella
puede ser útil. # , .
Al decir de Oiíila , M. Chausarei empleó con buen éxito escrúpulo y
medio de tanino en un litro de agua, ó un cocimiento preparado con me-
dia onza de nuez de agallas, un litro de agua y suficiente cantidad de
mucílago.
Considero ocioso advertir que estarán contraindicados los purgantes
fuertes , cuando la inflamación de la parte inferior del tubo digestivo se
hubiese desplegado ya con intensidad, ó estuviese todavía en su aumento.
TOXICOLOGÍA. — 70
— ílOfi —
Í as sangrías, las sanguijuelas y los demás medios antiflogísticos son los 4
remedios mas conducentes cuando hay calentura , tensión dolorosa del
abdómen , cardialgía , sequedad de lengua , sed extremada , calor que-
mante de la piel, boca y garganta.
Los doctores O. Connor y llumbert salvaron, el primero á un niño, y
el segundo á cuatro personas envenenadas con setas, por medio de lava-
tivas de infusión de café: estas fueron mas activas que las bebidas de
la misma infusión ; es una ventaja que así sea, puesto que muchos están
trismáticos ó no pueden tragar.
Además de la intoxicación producida por los hongos de que acabamos
de hablar , no creo inútil decir dos palabras sobre la que provocan los
hongos microscópicos ó los géneros mas inferiores de esas plantas y de los
enniohecimientos de ciertas frutas , pan y otras sustancias orgánicas , y
que á veces cubren las hojas de los árboles, los toneles de vino, los tapo-
nes de corcho, las cañas, la paja y otras cosas, donde se desarrollan esos
géneros de hongos, como los egerita, los monilia , los botryiis, los mucor ó
verdadero moho que con alguna frecuencia no dejan de producir acci-
dentes de mas ó menos cuantía.
E. Boudier ha llamado la atención sobre esa especie de intoxicaciones
producidas por las mucedíneas y uredíneas , y á la verdad vale la pena
de que se ocupen en ella los toxicólogos; siendo sensible que estemos tan
atrasados sobre este punto importantísimo. Ya algunos sabios se han de-
dicado á ese estudio ; los Bazin , los Gruby , los Lebert y los Carlos Ro-
bín , son de este número. Robín ha publicado la historia natural de los
vegetales parásitos que crecen en el hombre y los animales vivos.
M. Pasteur ha hecho varios experimentos que vienen á comprobar el daño
que pueden hacer al hombre esos hongos inferiores y microscópicos, des-
organizando las sustancias en que vegetan.
El doctor Mulileubeck de Mulhouse refiere un caso de intoxicación
por los esporos de el aspergillus glaucus. Dos obreros se pusieron malos
con cefalalgia, vómitos y vértigos, por haber manejado ó limpiado un to-
nel , cuyo interior estaba lleno de moho ó de egerita probablemente. El
doctor Michel refiere otro de varios obreros ocupados en cortar cañas
que estaban llenas de un hongo parásito que, según Leveillé, seria el us-
tilago hypodiles. Su polvo seminal se esparce por todo el cuerpo , es ins-
pirado y causa cefalalgia, tumefacción de la cabeza y de la cara, seguida
de formación de pústulas ó vejiguillas, y además todos los síntomas de la
gastro-enteritis aguda ; irritación del aparato génito-urinario y satiriasis
ó ninfomanía. La irritación de la piel va seguida de escamacion. Otro
caso refiere el doctor Michel, debido al manejo de haces de cañas, del
que hemos hablado ya en la Toxicología general. %
El doctor Salisbury de Newarck fué consultado por un sugeto que
habia manejado por espacio de algunos dias paja enmohecida , quedando
expuesto al polvo que de ella se desprendia. Se le declaró un sabor y
olor de moho, mal de garganta que fué en aumento, escalofríos, cefalal-
gia, dolores en los riñones y abatimiento, que le obligó á guardar cama.
Luego sobrevino una calentura ardiente , dolor de cabeza insoportable
con delirio ligero , sensación de peso en el pecho , inflamación catarral
intensa en las fáuces y desarrollo de una erupción , análoga á la del sa-
rampión, en la cara y cuello. ,
En la guarnición de Newarck se desenvolvió también una especie de ^
epidemia de sarampión, y el doctor Salisbury la atribuyó, no sin fun"
- 1107 -
(lamento, á que los soldados dormían en jergones de paja enmohecida.
Por último, G. Boudier, que refiere todos esos hechos, añade dos ob-
servaciones : una, debida al doctor Perrochet, y otra, que le es propia, de
un niño aquel, y este de una madre y dos niños, los cuales enfermaron
por haber comido grosellas y cerezas enmohecidas ó llenas de monilia y
botrytis , que son lasque se desenvuelven en las confituras y frutas. El
primero sufrió cólicos violentos, calosfríos, cefalalgia, ansiedad y movi-
mientos convulsivos seguidos de postración. Los otros, dolores violentos
de estómago é intestinos, vómitos, calambres, deyecciones blancas abun-
dantes, frió de las extremidades, en una palabra, todos los síntomas del
cólera ó la colerina.
En tiempos lluviosos , las frutas á veces se abren , y en sus grietas se
forma fácilmente moho de color verdoso , debido á mucedíneas , á cla-
dospirium herbarum , que el vulgo llama cardenillo. Si esas frutas se co-
men en ese estado, suelen producir afecciones análogas á las indicadas.
No cabe, pues, ninguna duda sobre la posibilidad de intoxicaciones, ma-
nejando objetos cubiertos de moho, respirando el aire que se llena de sus
espórulos y comiendo frutas, pan, queso, pescado frito y otras sustancias
que tienen moho , ó en las cuales se han desarrollado esos criptógamas,
esos hongos microscópicos, esas mucedíneas cuyo desarrollo es rapidísimo.
Por lo común , esas intoxicaciones se disipad fácilmente con emolien-
tes, calmantes, ó con algún purgante ó vomitivo.
En los casos de intoxicación por los hongos , sean del género amanita,
sean del género agárico, las análisis químicas no han dado hasta aquí
ningún resultado. Los principios venenosos á que deben su virtud , no
son muy conocidos. Por algún tiempo se ha creído que las debían á dos
principios , llamados fugina y amanüina.
Para tener un conocimiento cabal de esta importante materia, seria
preciso que se hubiesen analizado todos los géneros , especies y varieda-
des , y esto es lo que no se ha hecho. Los Bouillon-Lagrange , los Bra-
connot, los Vauquelin , los Letellier, los Lefort, los Gobley y otros mu-
chos, se han limitado á algunas especies, sin que sepamos nada fijo,
porque lo que afirman los unos lo niegan los otros.
Uno de Jos puntos interesantes del opúsculo de C. Boudier es la aná
lisis química que ha practicado de algunos hongos, de los que con mas
frecuencia son causa de intoxicaciones terribles.
De todos los esfuerzos hechos para analizar los hongos , se desprende
que su composición es muy complexa , y por lo tanto difícil de estudiar.
Se han hallado en ellos muchas sustancias, y acaso no están todas las
que realmente contienen.
M. Boudier ha analizado la amanita bulbosa , variedad citrina, la ama-
nila muscaria, el agáricus campestris , boldus edulis , y el jugo lechoso de
los lactucarius controversia y plúmbeas , y como todas las demás , ha en-
contrado una porción de principios, muchos de los cuales son los mis-
mos, tanto en los hongos buenos, como en los malos. Como no conduce
á nada para nuestro objeto enumerar esos principios, los paso por alto.
Solo me fijaré en lo que advierte M. Boudier sobre la fungina, la que,
según Payen, no viene á ser mas que la celulosa que retiene un poco de
albúmina, y que la amanüina de M. Letelier no tiene los caractéres de un
alcalóide , y de un principio bien definido ó conocido, ni es igual en to-
das las amanitas. Algunos creen que los hongos contienen anilina, en es-
pecial los que se ponen azules, cuando ios cortan. M. Boudier se ha fijado
- 1 108 —
¡As principios , á los cuales da nombre particular, como la nuce-
e,J va/a viscosina, la bulbosina y la agaricina. La mycetida , llamada por
nh’os químicos gelatina , goma , dexliina , etc., dice que es la mas abun-
dante en el jugo de los hongos , sólida, blanco-parda, en forma de
planchas brillantes, negras, y enteramente solubles en el agua cuando
se seca de (10 á 80 grados. Su solución es neutra é insípida. Es una
sustancia que tiene propiedades de las gomas, de la dextrina , de la
gelatina; pero que se diferencia de ellas por otras. La viscosina, mucílago
de los hongos , es también abundante en ellos , en especial en la pelí-
cula epidérmica del sombrerillo, y á ella deben aquellas su viscosidad.
La bulbosina tiene todos los caracteres de un alcalóide incrislalizable , de
consistencia siruposa, y que parece ser el verdadero principio venenoso
de las amanilas , puesto que con él lia causado la muerte de algunos ra-
tones. No la llama amanilina, porque la amanila muscaria tiene otro princi-
pio diferente de aquella. Es soluble en el agua y alcohol, insoluble en el
éter, cloroformo y sulfuro de carbono; precipita por el tanino, yoduro
doble de mercurio y de potasio, y el yoduro yodurado. El ácido nítrico la
tiñe inmediatamente en moreno, el sulfúrico en moreno rojo, y si es muy
concentrado la ennegrece. El percloruro de hierro le da un color oscuro,
y luego verde.
La agaricina es también sólida , formando granulaciones brillantes
amarillentas, ó cristales blandos, blanquecinos ó amarillentos, de reac-
ción ácida, insoluble en el agua, insípida en la parte mas abundante de
las materias grasas que tienen los hongos.
Aunque las análisis practicadas por Boudier tienen grande interés , y
acaso preparen la vía para las que nos conduzcan á poder analizar con
fruto las materias y órganos de los intoxicados por los hongos; todavía
dejan mucho que desear, tanto con respecto á los verdaderos principios
tóxicos , como á Jas operaciones que se pueden ejecutar en un caso prác-
tico. M. Boudier sospecha que, además de la bulbosina, hay otro principio
alcaloideo que no acabó de determinar, y hay pocos hechos que prueben
que la bulbosina es á los hongos lo que al opio la morfina y otros alca-
loideos del mismo.
Así es que no podemos consignar aquí procedimientos analíticos para
buscar en las materias procedentes del sugeto intoxicado los principios
tóxicos , aun cuando tratáramos de aplicar lo que ha hecho M. Boudier
con el jugo de los hongos que ha analizado, y con los líquidos proceden-
tes de digestiones con el bagazo de los mismos.
En los casos de esa especie de intoxicación , mas que á las análisis
químicas podrémos apelar por un lado al reconocimiento de los hongos,
si queda alguno, ó restos de ellos, y por otro al microscopio, que nos
permitirá distinguir los elementos anatómicos de ciertos órganos y tejidos
de los hongos , escapados , tanto á la cocción como á la acción de los
agentes digestivos. Bajo este último punto de vista, el opúsculo de
M. E. Boudier es también importantísimo, y ha hecho un servicio nota-
ble á la ciencia y á la administración de justicia.
Para proporcionar á los que han de utilizarse de este libro algunos co-
nocimientos , ya relativos á los caractéres botánicos de los hongos vene-
nosos, ya á sus elementos anatómicos, voy á dar una rápida descripción
ae algunas especies del género amanita7 y otras del género agárico; y
t^Pues de estas descripciones, diré cuatro palabras sobre los elemen-
anatómicos que pueden verse en el microscopio.
- 1109 -
1 1.— Hongos del género amanlta.
Son hongos venenosos comprendidos en este género, los siguientes:
amanila aurantiaca de Bersoon ; falsa naranja , amanita venenosa , P. ; de
estos hay tres variedades : 1.* amanita bulbosa alba, amanita citrina y
amanila viridis. Luego hay una porción de especies poco conocidas, á las
cuales ha designado Poulet con el nombre genérico de hypophylos,’ y son
el hypophylum maculatum, albo citrinum, triscupidatum , rápula, sanguineum,
crux melitensis , pudibundum y pellitum.
Amanita aurantiaca, agaricus muscarius de Linneo: sombrerillo de 14 á 18
centímetros, primero convexo, luego horizontal; color rojo de escarlata,
un poco mas oscuro en el centro, poco rayado en el borde, y casi siem-
pre salpicado de tubérculos ó berrugas blancas, hojas blancas y desigua-
les , pedículo largo, de 8 á 12 centímetros, blanco, lleno, cilindrico,
grueso; bolsa incompleta.
Amanita venenosa. Comprende esta especie el agaricus bulbosas y el aga-
ricus bulbosas vernus de Bouillard : sombrerillo convexo, carnoso, ancho
de tres á cuatro dedos, raras veces desprovistos de berrugas, color
blanco, sulfúrico 6 verdoso, olor viscoso muy fuerte, sabor ácre y estíp-
tico. Hojas blancas, siempre pedículo bulboso, con restos de bolsa muy
grandes, collar grueso y rebajado á menudo.
La variedad primera de esta especie, ó sea la amanita bulbosa alba, aga-
ricus bulbosas vernus de Bouillard : cicuta blanca. Tiene el sombrerillo en-
teramente , dice Poulet , blanco, y un poco amarillo en el centro, y mu-
chas hojas y porciones de hojas. Es una seta que se confunde muy á
menudo con otra comestible, la seta de mantillo, de la cual se distingue
en que este no tiene hebra ni pié bulboso, ni berrugas en el sombrerillo;
se pela con facilidad , tiene un collar irregular, roído por sus bordes;
seca en la superficie , es en los surcos de un color de rosa ó de vino, pri-
mero tierno, luego mas oscuro, y al fin negruzco.
La segunda variedad , amanita citrina , ó sulfurina de Bouillard , na-
ranja , cicuta amarillenta de Poulet ; agaricus bulbosus de Bouillard , tiene
el sombrerillo de color citrino pálido; su pedículo es largo, de 10 á 12
centímetros, bulboso, y ligeramente estriado en su punta. Este hongo
se encuentra en otoño escondido entre las hojas secas caídas de los ár-
boles.
La tercera variedad es la amanita viridis , naranja , cicuta verde de Pou-
let; agaricus bulbosus de Bouillard. Sombrerillo de color de yerba, á ve-
ces de aceituna ó pardusco; mayor que las demás, sin vestigios de bolsa;
el pedículo ofrece en su base el bulbo mas notable que en las demás va-
riedades.
Los hypophylos de Poulet son poco conocidos , aunque parecen , en
efecto, pertenecer al genero amanita. El maculatum es blanco, tirando á
gris, de tamaño vario, sombrerillo apenas carnoso; hojas mezcladas con
pequeñas porciones de hoja hacia los bordes, blancas y corladas á modo
de sierra ; no tocan el pedículo ó tallo, y forman una especie de rodete;
el pedículo, primero lleno, luego se ahueca ; todo este hongo es blanco,
y de superficie vinosa.
El albo citrinum, tan pronto es blanco, manchado de amarillo, tan
pronto blanco ó ligeramente amarillento. Sombrerillo circular mas ó
menos húmedo. Hojas blancas de corte igual y liso; de igual longitud,
formando rodete, y sin locar el pedículo. Tiene siempre collar.
1110
vMricuspidattm, blanco, sombrerillo regularmente circular, cubierto
wp minios triangulares iguales , de forma piramidal , muy pegadas á la
niel que cubre el sombrerillo. Las hojas son de color verde , y están cu-
biertas de un polvo semejante á la flor de harina , y de un velo que
acaba uniéndose tan solo al pedículo. Este es blanco, cilindrico, lleno,
en cuya base hay un bulbo que se ahueca al fin como el tallo.
El rápula es pequeño, de color de avellana; su sombrerillo ofrece una
multitud de puntas desiguales, semejantes á las de una raspa ordinaria,
de color mas oscuro que el del sombrerillo. Sus hojas son delgadas , muy
unidas, blancas. Cuando joven las cubre un velo que luego se rasga. El
pedículo es blanco, y está lleno do una sustancia medular.
El sanguineum es de color pardo de ratón , y como satinado ; sombre-
rillo de forma cónica y esbelto, con hojas , porciones de hojas , de un
blanco súcio ó ligeramente amarillo. Cortado el sombrerillo, se ve á
cierta distancia como de color de cereza , lo cual debe á una porción de
granitos que contiene. Su tallo ó pedículo es tortuoso y muy alto, de un
blanco súcio, lleno de una sustancia blanca.
El crux melUensis tiene un color de carne pálido. Su sombrerillo está
hendido en cinco ó seis partes iguales, lo cual le da el aspecto de una
cruz de Malta ; en su centro tiene un boton elevado y regularmente cir-
cunscrito. Sus hojas son todas iguales , y del mismo color que el sombre-
rillo ; no tocan el tallo , y se insertan en un rodete. El pedículo es recto,
y tiene collar ; es muy largo, al principio macizo, luego hueco. Tiene
bolsa ó bulbo de color blanco , carne fresca, un poco húmedo.
El pudibundum es blanco ; su sombrerillo está elevado en el centro en
punta aguda, la que acaba por desaparecer. Si se corta, tanto la carne
como el jugo que sale , se ponen con el contacto del aire de color de car-
mesí. Las hojas son blancas , cortadas en bisel , y de longitud desigual.
El pedículo, continuación de la sustancia del sombrerillo, es del mismo
color, cilindrico, y lleno de sustancia medular.
Por último, el pellitum es pardo amarillento en su superficie ; con pe-
queñas manchas irregulares mas oscuras ; el sombrerillo es desigual-
mente convexo; su contorno parece sinuoso; el pedículo es de un color
blanco súcio.
§ II. — Hongos del género agárico.
Los hongos venenosos comprendidos en este párrafo, son : el agaricus
necatur, el acris , el piperatus , el pyrogalus, el styplicus, el urens y el anu -
larius. Los cuatro primeros forman un grupo que pudiéramos llamar de
los agáricos lechosos , caracterizado por ciertas particularidades que les
son comunes. Su carne es firme, quebradiza , y contiene un líquido le- ^
choso de sabor de pimienta, el cual fluye apenas los cortan. Su superficie
es seca , y algo tosca al tacto; su sombrerillo se ahueca y toma la lorma
de un embudo ; sus hojas son finas y de longitud desigual ; su pedículo
en general es corto. Sin ser tan dañosos como los amanitas é hypophylos,
no dejan de causar daños graves.
El agaricus necatur tiene un color pálido rosado ó colorado á veces, con
vetas concéntricas ; el sombrerillo es al principio convexo» luego plano;
cóncavo al fin , y los bordes se abarquillan hácia dentro, mas anchos de
un lado que de otro; la superficie del sombrerillo es aterciopelada; por
debajo tiene un color blanco ó amarillento; las hojas en pequeño número
orman un rodete, insertándose en el pedículo. '
- lili —
El acris es blanco ; el sombrerillo carnoso, de borde viscoso, hojas nu-
merosas, esparcidas á menudo de color rosado ó rojo claro, pedículo des-
nudo, macizo, ó cilindrico y carnoso.
El piperatus ó lactifluus-acris es blanco, sobre todo cuando tierno ; som-
brerillo redondo que luego se ahueca ; sus hojas se ponen de color de
paja , enrojeciendo el tronco ; son enteras y multiplicadas. A veces no
hay mas que parte de las laminillas. El pedículo es corto, macizo, grueso
y continuo.
El pyrogalus es de un color amarillo lívido. Su sombrerillo tiene los
mismos caracteres que los demás; sus hojas son numerosas, rojizas, des-
iguales y un poco adherentes al pedículo.
El segundo grupo está formado por los agáricos , que no tienen pedí-
culo, ó le tienen lateral ó excéntrico ; y sen los de la especie stypticus.
El color de estos agáricos es en general de canela, mas ó menos os-
curo, superficie seca , carne blandusca que se rasga fácilmente. El som-
brerillo hemisférico, con dos extremidades un poco prolongadas y redon-
deadas , semejando un tanto la oreja del hombre. Sus bordes están abar-
quillados por debajo. Sus hojas son pequeñas, enteras, fáciles de arrancar
de la carne, y notables por la línea circular, en la que terminan sin que
ninguna la sobrepase. El pedículo está desnudo, es macizo, continuo con
el sombrerillo , lateral y corto.
El tercer grupo está formado por la especie agaricus urens: estos agári-
cos tienen el sombrerillo carnoso ; sus hojas no adhieren al pedículo , no
se ennegrecen envejeciendo, y el pedículo es macizo. El agaricus urens ,
que es el tipo de la especie , es de un color amarillo súcio y pálido. Sus
hojas son rojas.
Por último , hay el grupo formado por la especie agaricus annularius;
su carácter es estar provisto de un collar. El agaricus annularius es de
color leonado ó de rosa , sombrerillo convexo , un poco prominente en
el centro , manchado de pequeñas escamas negruzcas. Sus hojas son
blancas y adhieren fuertemente al pedículo. Este es carnoso , cilindrico
y muy á menudo un poco encarnado en su base.
Cuando no se puede examinar un hongo entero, ni partes de alguno de
ellos, que se hayan tirado , ni se sepa de donde los han cogido ; en una
palabra , cuando , por no quedar resto alguno de los hongos comidos, ya
no podemos valernos de sus caractéres botánicos , todavía nos queda el
recurso de sus elementos anatómicos para observarlos en el microscopio;
para lo cual se coloca en el campo de este instrumento una pequeña
cantidad de la materia arrojada por vómitos, por cámaras, ó de la que
se encuentre en el estómago é intestinos, ó acaso entre los dientes.
Los hongos sufren perfectamente la cocción y hasta cierto punto tam-
bién la acción de los jugos digestivos; sin que la naturaleza de sus teji-
dos se altere , en especial los esporos , los cuales resisten bajo todos los
aspectos esas acciones , tanto cocidos en agua pura , como con aceite y
manteca. M. E. Boudier no ha podido hallar diferencia alguna entre los
esporos frescos y crudos y los cocidos, procedentes del agaricus campes-
iris , lactarius deliciosas j russula emética , amanita bulbosa, ñuscaría y bo-
letas edulis. Siempre los ha visto con la misma forma , la misma mag-
nitud, el mismo color y hasta con las mismas gotitas internas, siquiera
sean variables. Las células délos tejidos tampoco mudan la forma y gro-
sor; solo pierden su turgescencia, se ajan, se plegan en diferentes di-
recciones y presentan en su interior un gran número de granulaciones
— un —
(¿núes, amarillentas, probablemente debidas á partículas de albú-
gina coagulada por el calor. Siempre , pues , son fáciles de reconocer.
m Lo propio sucede á los básídos, no se alteran ni pierden sus esterigma -
tas , siquiera se desprendan de ellos los esporos. Se los ve mas llenos de
.^anulaciones que al estado fresco, y forman en su interior, por la aglo-
meración de sus gotitas, gotas mayores que al estado normal. Obsérvanse
también granulaciones muy pequeñas. Las gotas se deben á materias
grasas, y las granulaciones finas á materias albuminosas coaguladas.
Consérvanse también los vasos lactíferos que algunos agáricos tienen
y su látex, en lugar de estar esparcido en millones de gránulos al con-
tacto del agua, forman golas gruesas redondeadas cerca de la sección de
esos vasos, y el interior de estos está lleno de esas gotas ó gránulos re-
unidos en masa compacta. Es la sustancia acre resinosa , que, así modi-
ficada, hace perder á los lactarios su acritud, cuando se cuecen. Así no
sale de los vasos y no se emulsiona , como cuando sale con sus gránulos
libres ó no aglomerados.
Para sacar todo el partido posible, pues, del exámen al microscopio,
de todos esos elementos anatómicos de los hongos , hay que conocerlos y
distinguir sus formas, en especial las de los esporos, para determinar,
no solo que hay restos de hongos, sino de qué género y especie.
Aunque no acompañando la descripción láminas que la completen y
la hagan mas clara, tal vez seria mejor suprimirla; sin embargo, voy
á dar una idea somera de cada uno de esos elementos.
El pedículo ó tallo del hongo está formado de filamentos compuestos
de celdillas cilindricas prolongadas, de igual forma, sencillas, raras
veces ramificadas , apretadas las unas contra las otras y apenas entre-
mezcladas, pudiéndose separar fácilmente á lo largo. Vistas en el mi-
croscopio , se parecen á un manojo de chorizos extremeños , poco ó
nada encorvados , algo mas anchos por los extremos de cada celdilla y
articulados por sus extremidades.
Cuando llegan al sombrerillo del hongo, esos filamentos se vuelven
mas flojos, mas ramosos y se entrecruzan ; sus celdillas son también pro
longadas , mas turgescentes y mas gruesas, mas difíciles de separar, por
su entrecruzamiento, así es que se rasgan fácilmente. Forman el parén-
quima del hongo, ó la carne del sombrerillo.
Algunos de esos filamentos terminan en la parte ó cara superior del
sombrerillo, son mas delgados y están mas entrelazados; el aspecto que
presentan en el microscopio se parece al que presentarían varias cañas
delgadas y algo encorvadas , algunas se bifurcan como las ramitas de un
árbol. Constituyen así una capa delgada y resistente, que viene á ser un
epidermis que en algunos hongos se quita fácilmente, y en otros con al-
guna dificultad ; y los hay que no consienten el quitarla. Esos filamentos
son estériles.
Hay otros que se terminan en la cara inferior del sombrerillo y estos
sostienen los órganos de la fructificación. Penetran en el grueso de las
hojas ó láminas, y allí se levantan ó enderezan hácia las paredes de aque-
llas, al propio tiempo que disminuyen sus celdillas, disminuyendo súbi-
tamente de longitud, y haciéndose tan anchas como largas. Constituyen
6l tejido subbymenial.
De esas celdillas, apretadas las unas contra las otras, parten los bási-
,0'; ordenados unos contra otros también, y constituyendo las paredes
e las hojas ó el himenio propiamente tal. Los básidos afectan la misma
- 1113 -
forma á poca diferencia en todos los hongos que las tienen ; son una es-
pecie de masas ó cuerpos oblongos mas gruesos por un extremo que
por el otro, siendo este el que arranca del tejido ó celdillas subhime-
niales, y el otro el que tiene, si no son estériles, de dos á cuatro esterig-
maias ó pedunculitos , cada uno de los cuales sostiene un esporo. Al
estado fresco están llenos de granulaciones. En los muy tiernos ó meno-
res suelen faltar.
Los esporos son ovales , incoloros , ó amarillentos , rosados ó de un mo-
reno purpúrico , según la edad , terminados en su base por un pequeño
apiculo, cabillo ó rabito , que es el punto por el cual se unen al esterig-
mata. Su longitud es de 0mm ,0083 á 0mm ,0100, y su anchura de
0mm,0058 á 0uim,0065 ó mas pequeños, según las especies. Están llenos
de granulaciones que no reuniéndose por el calor , revelan que no son
de grasa, y algunos son mayores que los otros.
Esta es la anatomía de los hongos en general.
Ahora cada género ó especie presenta ó puede presentar algunas varia-
ciones, en ¡a forma de las celdillas del tallo , del parénquima , de la pe-
lícula , del tejido subhimenial , y sobre todo de los esporos. Hay algunos,
como los lactarios , que tienen vasos lactíferos , los que corren entre las
celdillas. La amanita bulbosa , por ejemplo, tiene, tanto en el pedúnculo
como en el sombrerillo, dos clases de celdillas , unas, tales como las des-
critas , otras , delgadas y filamentosas. Los lactarios tienen las celdillas
redondeadas, igualmente que las russulas y vasos lactíferos. Los esporos
son mayores ó menores , ovales, redondos, oblongos, etc.
No entrando en mi propósito descender á pormenores diferenciales
acerca de las formas que afectan los elementos anatómicos de los hon-
gos , según su género, especie y variedad ; solo diré que , para los casos
prácticos, lo primero que importa es demostrar la existencia de esos ele-
mentos para afirmar la de los hongos, como causa del padecimiento , si
le ha habido , y si los síntomas y la anatomía patológica , por otro lado,
están en armonía con esos resultados microscópicos. Siempre será una
ventaja determinar el género y especie ; pero para eso se necesitan estu-
. dios que no son comunes , y que acaso la ciencia no está hoy en el caso
de presentar como un trabajo concluido. El mismo C. Boudier se limita
á muy pocos hongos y puede considerarse como el que mas ha hecho
en este sentido , puesto que él ha abierto esa nueva vía.
Si, pues, se encuentran en las materias arrojadas por vómitos, en las
heces, en el estómago ó intestinos, entre los dientes ó en los restos de
un guisado, esos elementos ó algunos de ellos, en especial los esporos,
tendrémos un órden de datos que suplirá la falta de los químicos , y que,
unidos á los clínicos y autópsicos, nos podrá permitir afirmar la intoxica-
ción por los hongos venenosos.
ARTICULO IV.
DE LOS LICORES ALCOHÓLICOS.
Los licores alcohólicos , el vino , el aguardiente y el alcohol son tam-
bién considerados como venenos por los autores , á pesar de que , si los
examinásemos con su definición á la vista, no deberían ser calificados
de esta suerte. Mas ya que esta consideración no nos ha detenido con
respecto á muchas sustancias, cuya acción, para ser venenosa, ha de-
— lili —
h.-rfo desplegarse á causa de dósis fuertes , dejaremos de fijarnos en esas
observaciones , por lo menos, respecto de algunas.
Los licores alcohólicos obran también de diverso modo , según las cir-
cunstancias. También presentan grupos diversos de síntomas. M. Gar-
nier de Monta rgis ha resumido los fenómenos que los licores alcohóli-
cos producen en el hombre , cuando se toman á la cantidad correspon-
diente , para provocar la embriaguez, que es la forma de su intoxicación.
La embriaguez, según dicho autor, tiene tres grados : en el primero,
el embriagado presenta el rostro encendido , los ojos animados , la frente
tersa, el semblante se pone expansivo y respira la mas amable alegría;
el espíritu es mas libre , mas vivo ; las ideas mas fáciles ; los cuidados
desaparecen; á los chistes se siguen los suaves esparcimientos de la
amistad y las tiernas manifestaciones; se habla mucho; se es indiscreto;
el discurso va siendo difuso y se empieza á tartamudear.
En el segundo grado , la embriaguez se manifiesta por una alegría
ruidosa, turbulenta, carcajadas inmoderadas, discursos insensatos,
cantos obscenos , acciones brutales en relación con la idiosincrasia de
lossugetos, una marcha vacilante, incierta, análoga á la de los niños,
llantos estériles, perturbación de sentidos, vista doble , miradas hoscas,
sombrías, zumbido de oidos, lengua torpe, apenas articulan los soni-
dos, á veces espuma en la boca, juicio falso y la razón desaparece. Desde
entonces nada regula ya las tendencias y los apetitos groseros ; no es
raro el delirio furioso; el pulso está mas desenvuelto ; las arterias caróti-
das laten de un modo mas sensible ; la cara está encarnada y parece que
se hincha ; las venas del cuello muy en relieve ; la respiración se preci -
pita ; el hálito es vinoso; hay eructos ágrios, ganas de vomitar, vértigos;
caidas inminentes, luego completas ; la somnolencia y los vértigos van en
aumento , la cara se pone pálida y cadavérica; las facciones se borran;
hay vómitos abundantes de materias ágrias, á veces excreción involun-
taria de la orina y de las materias fecales; cefalalgia violenta y pérdida
completa de los sentidos; al fin sobreviene un sueño profundo, el cual
dura por espacio de muchas horas, siendo abundante la transpiración.
Así se pone fin á tan penoso estado ; las funciones van recobrando su
ejercicio normal ; la cabeza duele y está pesada ; la lengua permanece
sucia y la boca pastosa; hay sed, repugnancia al alimento y laxitud en
todo el cuerpo.
EUercer grado de la embriaguez es un verdadero estado apoplético.
Obsérvase abolición de los sentidos y de la inteligencia ; la cara está
lívida ó pálida y la respiración extertorosa; el sugeto no puede ya soste-
nerse; hay espuma en su boca y se declara el coma. Semejante estado
puede durar tres ó cuatro dias y terminar con la muerte.
No es la muerte el efecto mas común de la embriaguez , en especial
de un solo acto; pero la embriaguez repetida , ese inmundo vicio, da lu-
gar á un sin número de afecciones ó enfermedades , de las que al cabo
es víctima el gue de esta suerte se embrutece ; como irritación del estó-
mago y canal intestinal, pirosis, vómitos, disfagia , escirro del estóma-
go, diarrea , hepatitis, ictericia, ingurgitación del sistema de la vena
porta, oftalmías, erupciones cutáneas, congestión hácia la cabeza , apo-
plejía, reblandecimiento de los huesos, hidropesías, diabetes , úlceras,
gangrenas, escorbuto, delirium tremens , espasmos, epilepsia, parálisis,
embotamiento y alucinaciones de los sentidos, enfermedades mentales,
“^potencia y esterilidad , etc. , etc.
- 1115 -
Estos estragos del exceso de licores ó del alcoholismo no pertenecen al
estudio toxicológico sino como casos de intoxicación polidósica, y bajo
ese punto de vista no dan nunca lugar á actuaciones periciales. Véase lo
que hemos dicho en el segundo tomo de la Medicina legal.
Algunos han querido comparar la acción de los alcohólicos con la del
opio ; hay, sin embargo , una diferencia y muy notable. Los alcohólicos
primero exaltan que abaten ; la postración viene al fin ; el opio antes
abate que exalta; los síntomas de exaltación, cuando los produce, vie-
nen al fin , ó cuando ya se ha manifestado el sopor.
Los efectos de los licores alcohólicos se combaten de diferente modo,
según su grado. Por lo común se disipan por sí mismos , después de al-
gunas horas ; la tormenta termina por sudores y sueño. Si se hace respi-
rar al embriagado amoníaco, ó se le da una pocion hecha con agua azu-
carada y unas 20 á 25 gotas de dicho álcali , termina mas pronto. Si la
embriaguez es muy fuerte y el sugeto está sumergido en el coma , habrá
necesidad del emético, y luego las bebidas azucaradas y amoniacales.
Por poco que amenace la congestión cerebral , las sangrías y las sangui-
juelas detrás de las orejas , lociones de vinagre en todo el cuerpo y lava-
tivas irritantes completan el tratamiento indicado en la intoxicación por
los alcohólicos.
Si fuese necesario hacer constar que un sugeto ha muerto envenenado
por alguna bebida alcohólica, espíritu de vino ó éter solos ó con la mez-
cla de estos dos líquidos , bastaría someter á la destilación en el baño
maria las materias vomitadas ó las que se sacasen del estómago ó canal
digeslivo ; el líquido que se obtiene en el recipiente contiene mucha agua
por lo mismo, se destila de nuevo en el baño maría, mezclándole con
cloruro de calcio sólido, y las primeras porciones que se recogen de
nuevo contienen alcohol bastante concentrado para reconocerle por su
olor particular, por su fácil inflamación , aplicándole un cuerpo encen-
dido, y por sus demás propiedades, tanto físicas, corno químicas; esto
es, liquido, sin color, transparente , sabor cáustico y caliente; no enro-
jece el tornasol ; no precipita el vino, ni la sidra , ni la cerveza, ni el
café , y coagula una porción de sustancias vegetales y animales , de cuya
agua se apodera.
Si fuese una mezcla, el licor de Hoffmann, por ejemplo, se recono-
cería por el olor etéreo y por la llama que da ardiendo, primero blanca,
V luego azulada sin dejar residuo.
El cadáver de los muertos por bebidas alcohólicas huele fuertemente á
vino, aguardiente ó alcohol.
Algunos autores se han ocupado en estos últimos tiempos del absin-
tismo ó sea bebida alcohólica de los ajenjos. El doctor Lunel ha tratado
de los efectos del abuso crónico ; y Marie y Ducaisne han probado que los
efectos tóxicos de esa bebida se deben al ajenjo , que puede considerarse
como un veneno nervioso-inflamatorio mas bien que al alcohol.
ARTICULO V.
DEL CENTENO ATIZONADO V OTROS NEKVIOSO-INFLAM A TORIOS.
El centeno con cornezuelo, el joyo temulento y ciertas plantas odorífe-
ras son los que comprende Orfila en este último grupo de venenos ner-
vioso-mflamatorios. Digamos dos palabras de cada uno de ellos.
— 1110 -
§ I. — Centeno atizonado.
Seré breve en la descripción de este veneno , por ser sustancia bien
conocida en terapéutica. Sabido es que el tizón del centeno es una pro-
ducción anormal de esta gramínea , acerca de cuya causa y naturaleza no
se sabe nada de un modo positivo. Según cuando se coge , es venenoso 6
no. Sise le deja algún tiempo en el centeno, es cuando adquiere sus
virtudes maléficas. Parece que estas son debidas á un aceite fijo ó á un
principio llamado ergolina.
La acción del centeno, ó los efectos que produce, tiene dos formas;
una llamada ergotismo convulsivo , y otra ergotismo gangrenoso.
El ergotismo convulsivo se manifiesta empezando por una sensación in-
cómoda en los piés, especie de titilación ú hormigueo, luego cardialgía,
dolor en las manos y la cabeza. Declárase en los dedos una contracción
tan fuerte, que nadie puede dominar; las articulaciones parecen luxa-
das. Arrojan los enfermos agudos gritos, y se sienten devorados de un
fuego que les quema las manos y los piés. En seguida se pone la cabeza
pesada; hay vértigos; los ojos se cubren de un velo espeso, hasta el
punto de quedar el sugeto ciego, ó ver los objetos dobles; las facultades
intelectuales están pervertidas; declárase la manía, la melancolía ó el
coma ; van en aumento los vértigos , y los enfermos perecen beodos.
Acompaña á este estado el opistótonos; la boca contiene una espuma casi
sanguinolenta, ó amarilla, ó verdosa; la lengua se rasga con la violen-
cia de las convulsiones; á veces se hincha, impidiendo la voz, y da lu-
gar á la secreción de una saliva abundante. Los que tienen accidentes
epilépticos, mueren; los que después del hormigueo de los miembros se
ponen frios y tiesos , tienen menos tensión en las manos y los piés. Di-
chos síntomas van seguidos de hambre canina. En una epidemia, de cuya
descripción hemos sacado la del ergotismo convulsivo, se manifestaron
en ciertos sugetos algunos otros síntomas, y duró la enfermedad de dos
á ocho semanas.
El ergotismo gangrenoso , cuando se toma el centeno en gran cantidad ó
se hace uso de él por largo tiempo ; la intoxicación empieza por un dolor
muy vivo é intolerable en los dedos de los piés. Sube el dolor al pié , y
luego á la pierna ; el enfermo se pone frió , pálido y lívido ; el frió sigue
la marcha del dolor, y el pié se queda sin sentido. Los dolores son mas
vivos de noche que de dia ; hay sed, apetito, y se funciona por el ano y
vejiga bien. Luego se presentan manchas violadas y ampollas, y la gan-
grena aparece con todo su horror hasta la rodilla. Despréndese la pierna
de su articulación , dejando ver una úlcera encarnada que se cierra fá-
cilmente, á menos que mal nutrida, ó habitando un lugar frió y húmedo,
ó un lugar infestado de emanaciones pútridas, vuelva á empaparse de
miasmas gangrenosos.
La intoxicación por el centeno atizonado se combate según los casos y
la forma que presenta. Guando hay poca calentura, pesadez de cabeza y
algunos movimientos convulsivos , se dan de cuatro á cinco cucharadas
de una pocion anli-espasmódica , y se hace beber agua avinagrada , ó
agua con jugo de limón.
Si por los dolores , entorpecimiento y frió que les suceden, se conociese
que va á présentarse la gangrena seca , se colocará al enfermo en una
pieza seca y caliente , en una cama limpia , cuyas coberturas se renova-
rán á menudo.
- 111 1 -
El emético, recomendado por algunos, cuando la boca es amarga, la
lengua sucia y hay ganas de vomitar, no siempre tiene buenos resulta-
dos. La irritación que produce , la diarrea que ocasiona , suelen ser fu-
nestas. Con todo , si se considerase que el vomitivo hubiera de reportar
alguna utilidad, podría darse la ipecacuana. Se echan en tres vasos de
agua hirviendo 3 escrúpulos de ipecacuana , y después de diez minutos
se cuelan; se da un vaso, y si este vaso provoca el vómito, no se dan
los demás, y se facilita aquel con agua tibia.
El entorpecimiento y frió de los miembros se combate con baños de
piernas, hechos con un cocimiento de plantas aromáticas, como el es-
pliego , el romero, la salvia , etc. , avivado con vinagre. Dado el baño, se
hacen fricciones eñ el pié y la pierna con la mano ó un pedazo de fra-
nela; en seguida se aplican encima compresas empapadas en fusión de
flores de saúco, de naranja , á lo que se añaden algunas gotas de álcali
volátil , de quince á veinte por cada vaso. También pueden empaparse las
compresas en lejía de ceniza, ó en el siguiente cocimiento, del cual se
dan tres vasos al dia al paciente. Se hacen hervir por espacio de media
hora unas 4 onzas de quina molida en un litro de agua ; al cabo de di-
cho tiempo se anade media onza de sal amoníaco y dos pizcas de ñores
de manzanilla; se deja enfriar, y se cuela. También puede administrarse
con fruto una tisana de infusión de árnica ó serpentaria de Virginia edul-
corada con jarabe de vinagre ú ojimiel.
Si el entorpecimiento y el frió persisten , se aplican anchas cantáridas
en las partes vecinas; y si con tanta pertinacia se presenta la gangrena
que nada alcance á detenerla , se aplica repetidas veces en las piernas el
fomento que sigue.
Alumbre calcinado, 4 onzas; vitriolo romano, 3 onzas; sal común,
una onza; hágase hervir en un litro de agua , y redúzcase á la mitad.
Janson ha reportado, según Orfila, algunas ventajas del uso del opio.
La gangrena no se detenia mientras duraba el dolor en la parte afecta y
la limitaba al círculo inflamatorio, en cuanto lograban ios enfermos des-
cansar á beneficio del opio.
La amputación del miembro gangrenado tal vez esté indicada. Si hay
mucha infección , á causa de lo muy podridas que están las piernas, po-
drá amputarse antes que la gangrena se limite; en un caso contrario, hay
que esperar el círculo inflamatorio eliminador que suele formarse.
§ II. — Joyo temulento , o cizaña.
Según Seeguer, el joyo temulento produce un síntoma notable que
basta para caracterizarle, y es un temblor de todo el cuerpo. De una ob-
servación ó caso referido , en el cual se ven dos [aldeanos , sus mujeres y
una vieja , envenenados por haber comido pan de avena y cizaña, resulta
que este veneno causa pesadez de cabeza, acompañada de un dolor fijo,
principalmente en la frente; vértigos, ruido de oidos, como si se oyesen
tambores ó timbales, temblor tortísimo de la lengua; no se puede tragar
ni hablar una palabra entera, y la respiración se hace dificultosa, el es-
tómago dolorido. Hay esfuerzos para vomitar, ganas de orinar, temblor
general , sudor frío, laxitud , y, al fin , sopor completo. Esta intoxicación
puede combatirse como la precedente.
La harina del trigo es susceptible á veces de una alteración que
la vuelve venenosa. Puede desarrollarse en ellas una especie de tizón
— 1118 —
parecido ai del centeno , cuyo principio activo es el álcali llamado ge .
/ agínea.
TITULO Y.
De los venenos asfixiantes.
*
Son venenos asfixiantes los que producen la asfixia, debiéndose prin
cipalmente á ella la muerte. H
Hemos subdividido esta clase en tres subclases : los asfixiantes tetáni
eos, los asfixiantes paralíticos y los asfixiantes anestésicos. Tratpmn«~
pues , de ellos separadamente.
ARTÍCULO PRIMERO.
DE LOS VENENOS ASFIXIANTES TETÁNICOS.
Estos venenos , al propio tiempo que la asfixia , desarrollan convulsio-
nes tetánicas. Constituyen el segundo grupo de los narcótico-ácres de
Orilla. Helos aquí, según este misino autor :
La estricnina, la brucina , la nuez vómica , el haba de San Ignacio, el upas
tieuté y la falsa angustura.
Seria ocioso exponer los síntomas y alteraciones de órganos y tejidos
que estos venenos producen , por cuanto ya ios dejamos consignados en
- la patología de la intoxicación. Otro tanto podríamos decir respecto del
tratamiento ; pero lo repetiremos sucintamente en este artículo. Después
de haber facilitado el vómito con los medios generales , lo que mas urge
es combatir la asfixia, puesto que ella es la causa principal de la muerte
del envenenado. La insuflación y la traqueotomía son los medios que Or-
illa recomienda. En cuanto á la insuflación, no cabe duda alguna que
debe ser eficaz; mas la traqueotomía no es tan necesaria, ni aun en el
caso de una contracción trismática , puesto que por la nariz puede intro-
ducirse la sonda. Sin embargo, si el pico de la sonda introducida por la
nariz no pudiese ir á parar á la glotis, podria tener aplicación la aber-
tura de la tráquea. La asfixia causada por la estricnina ó venenos que la
contienen no depende de un obstáculo que ponga la laringe á la entrada
del aire. lié aquí por qué no vemos necesaria la traqueotomía, como di-
cho autor.
La insuflación , al contrario : con ella se reemplaza la acción del tó-
rax y pulmones paralizados, y á dicha operación son debidos los resul-
tados favorables que se obtienen en casos de intoxicaciones por los vene-
nos del segundo grupo. Es menester aplicar, la insuflación por espacio de
dos ó tres horas. Así , y solo así es como se evitan que mueran los en-
venenados. "
Orfila ha dado el emético quince ó veinte minutos después de la in-
gestión del veneno, y ha promovido evacuaciones abundantes; luego na
practicado la insuflación por largo tiempo , hora y media al menos, y los
animales se han salvado. Si el emético ha sido dado después de
excesos, se ha tenido que insuflar por espacio de cuatro horas. Orilla
recomienda mucho la insuflación , diciendo que ha salvado cotorce perros
sobre veinte envenenados por la estricnina.
- nía -
Además del emético y de la insuflación , hay que dar una pocion ó la-
vativas purgantes.
El agua etérea y el aceite de trementina parece que contribuyen al res-
tablecimiento de la salud.
El agua clorada , como se dijo al tratar del ácido hidrociánico, podrá
servir para combatir con algún fruto los accidentes de estos venenos.
Si el veneno ha obrado al exterior, siendo aplicado á alguna superfi-
cie ulcerada, por ejemplo, habrá que aplicar la ventosa, como se dijo
en la terapéutica de la intoxicación; habrá que cauterizar profundamente
la parte, y que practicar, en fin, una ligadura superiormente. Son me-
dios sancionados por la experiencia ó por observaciones que se han hecho
con este objeto.
Dicho lo que es aplicable á todos los venenos de este artículo, veamos
ahora lo que cada uno puede ofrecer en particular.
g I. — Estricnina.
La estricnina es uno de los principios alcaloideos á los cuales deben
su acción la nuez vómica , el haba de San Ignacio y el upas tieuté. A pe-
queña dósis, ó á fracciones de grano, las personas afectadas de paráli-
sis del sistema muscular sienten , después de algunas horas , una especie
de entorpecimiento, ó un temblor doloroso en los músculos, y un calor
vivo y mordicante; hay sacudimientos pasajeros, dolorosos, mas ó me-
nos yiolentos , y al fin cierta tiesura tetánica de poca duración ; la res-
piración no se turba; tal vez hay opresión, cefalalgia y una especie de
somnolencia ó embriaguez , náuseas y cólicos. A dósis mayor causa mal-
estar general, tiesura de los músculos del cuerpo , durante el cual el es-
pinazo está fuertemente tendido. A este estado, de corta duración, su-
cede un colapso, acompañado de aceleración notable de la respiración;
luego nuevo acceso , quedándose el enfermo como asombrado. Sucé-
dense los accesos á intervalos cada vez mas cortos , siendo aquellos mas
largos y mas fuertes; hay inmovilidad del tórax, la respiración no se
hace , y, por lo tanto , el envenenado se asfixia. En los cadáveres no se
encuentran mas lesiones ni alteraciones que las propias de la asfixia l1).
La estricnina es sólida, en cristales microscópicos prismáticos ; muy
amarga, disoluble en el agua, soluble en el alcohol hirviendo é hidra-
tado ; insoluble en los aceites lijos , crasos y éter ; soluble en los aceites
volátiles; no se pone roja con el ácido nítrico, si está pura. Si está alte-
rada por la brucina ó materia amarilla , se enrojece. Da un color de vino
á la disolución de ácico yódico. Según JVotus, el sulfocianuro de potasio
da, con las sales de estricnina , cristales brillantes, sedosos , que nadan
en medio del líquido , lo cual les diferencia de los de chinconina y qui-
nina , los que dan acto continuo precipitados grumosos y abundantes, y
de los de morfina, narcolina y veratrina, porque con estas solo se obtiene
una nube espesa. En cuanto á los procedimientos para descubrirla en las
sustancias , se aplicará lo que hemos expuesto en la química de la intoxi-
cación, sobre tudo el de Stass, y los nuevos reactivos (2).
t1) Véase lo que homo» dicho en la Tuoaicologia general sobre la intoxicación asfixiante
tetánica , puesto (pie pertenece á la estricnina lomada como tipo
(5) Véase la pág. 757 y siguientes.
g II. — Brucina.
Es el principio activo de la falsa angustura, y produce los mismos
síntomas que la estricnina. Tiene por carácter químico especial enroje-
cer con el ácido nítrico y adquirir un hermoso color violado con la aña-
didura de prolocloruro de estaño. Iguales reflexiones tenemos que hacer
con respecto de los procedimientos analíticos que los que hemos dicho
de la estricnina.
§ III. — Nuez vómica.
Debiendo la nuez vómica sus propiedades maléficas á la estricnina y á
la brucina, su acción sobre la economía es sabida : es la de estos alcaloi-
deos. Lo propio podemos decir por lo tocante á los vestigios que deja en
el cadáver. fSiu embargo, hay algunas observaciones de envenenamiento
por la nuez vómica , en las cuales se advirtieron vestigios de irritación
inflamatoria.
La nuez vómica, entera, es redonda, ancha , de unos veinte y siete
milímetros , aplastada , de un color amarillo pardusco , y en el centro
tiene una especie de ombligo. Está toda cubierta de una infinidad de he-
britas muy cortas y apretadas , de color ceniciento , pardo, córneo ó ne-
gruzco. Es inodora, y muy acre. El polvo es de un pardo leonado, amar-
go y de un olor particular, análogo al de regaliz. Puesto en las ascuas,
se inflama, si la temperatura es muy elevada; de lo contrario, se des-
compone; esparce un humo blanco, espeso, de olor particular, y deja
carbón por residuo. El ácido sulfúrico la ennegrece; el nítrico la" pone
roja, anaranjada, oscura. Si se hace hervir por espacio de algunos mi-
nutos con agua destilada , se obtiene un líquido amarillento, opalino,
amargo, que se vuelve amarillo rojizo con el ácido nítrico. La infusión
de nuez de agallas le precipita en blanco ligeramente agrisado. Cuando
se trata con el agua hirviendo avivada con ácido sulfúrico, el líquido fil-
trado se enturbia y se pone ligeramente amarillento; la infusión de nuez
de agallas le precipita en blanco amarillo ; el ácido nítrico le enrojece al
cabo de algunos instantes ; el amoníaco le pone moreno y precipita en
copos negruzcos.
§ IV.— Haba de San Ignacio.
En cuanto á la acción de este veneno, puesto que es debida á los mis-
mos principios, es igual á la de la nuez vómica. Síntomas iguales por lo
tanto.
Las habas de San Ignacio son como aceitunas, redondeadas y conve-
xas de un lado, angulosas, y con tres ó cuatro caras por otro. Su sus-
tancia interior es córnea y muy dura, y en su exterior son opacas, como
cubiertas de una especie de eflorescencia; son amargas é inodoras. Con-
tiene tres veces mas estricnina que la nuez vómica.
8 V.— Upas tieuté.— Corteza de falsa angustura.
L1 upas es exótico. Es el extracto de un vegetal sarmentoso que crece
eu Java. Parece que los naturales de esta isla untan con el upas las fle-
chas , cuyas heridas desean hacer mortales. La estricnina es el principio
activo del upas; por lo tanto, nada tenemos que añadir á lo expuesto,
a corteza de falsa angustura es muy venenosa para el hombre, los ma-
- 1121 -
míferos en general , las aves, los peces y los reptiles, cuando es aplicada
á las membranas mucosas , heridas , pleura , peritoneo , etc. Lo propio
puede decirse de los extractos acuoso y alcohólico y de la sustancia ama-
rilla preparada por Planche. En contacto con los nervios, los tendones y
epidérmis es inerte. Sus propiedades venenosas son debidas á la brucina;
por esto la sustancia amarilla es mas activa que el polvo de la cicuta,
porque contiene mas brucina. Obra con su corteza' lo mismo que el haba
de San Ignacio y la nuez vómica , y ofrecen de particular los cadáveres
de los envenenados por este vegetal el que los músculos involuntarios
conservan todavía su irritabilidad , cuando ya no hay vestigios de ella en
los voluntarios.
ARTÍCULO II.
DE LOS VENENOS ASFIXIANTES PARALÍTICOS.
Los venenos de esta subclase asfixian , porque paralizan la acción de
los músculos, destruyéndoles su contractibilidad, ó los de los nervios mo-
tores, con lo cual cesan los movimientos de la respiración y del corazón;
hay por lo tanto una asfixia por cesación de los fenómenos mecánicos de
esa función esencialísima á la vida.
Los venenos comprendidos en esta subclase, son el sulfocianuro de po-
tasio, el curare, la curarina, el talio y sus sales, la digital, la digilalina y el
onage ó inea.
§ I.— Sulfocianuro de potasio.
Según los experimentos de Claudio Bernard, este veneno destruye por
su contacto con el tejido muscular la irritabilidad de este tejido, con lo
cual, siquiera haya sensibilidad para sentir las impresiones y acción de
los centros nerviosos y fibras conductrices del impulso motor, no hay po-
sibilidad de contracciones musculares. De aquí la postración é inercia del
corazón, del diafragma y de los músculos torácicos, encargados de dar
movimiento á las paredes del pecho para respirar. No hay circulación, ni
respiración posibles. El sugeto muere sin mas síntomas que los consi-
guientes á esa cesación primitiva de los fenómenos mecánicos ; no hay
dolores ni convulsiones; no hay mas que lo que es consiguiente á esa pa-
rálisis muscular general.
El sulfocianuro por el estómago no produce ningún efecto; hade po-
nerse en contacto con la sangre. Absorbido se descompone , y en este
caso el cianógcno es el que puede producir sus efectos, como los demás
cianuros.
Los recursos terapéuticos son escasos, si el sulfocianuro de potasio
pasa á la masa de la sangre y llega á paralizar el corazón. Tal vez pro-
ducirán buen resultado los agentes que aumentan la contractilidad mus-
cular, y entre ellos la electricidad sosteniendo al propio tiempo la respi-
ración artificialmente.
El sulfocianuro de potasio es sólido, cristalino, incoloro, soluble en el
agua. Las sales férricas se tifien de color de sangre tratadas por el sul-
focianuro potásico. Las sales de cobre precipitan también en moreno
rojizo.
XuAíCOLOGIA. — il
g II.— Corare, curarina.
gl curare es un veneno americano que ha llevado muchos nombres;
woorara , woorari, wourari, wouroru, urari, ourary , etc. Otros le lla-
man ticunas, veneno de las flechas, etc.
Acerca de ese veneno, los viajeros y autores, los Acunja, los Artieda,
los Gilius, Jos Alonso Martínez, los Ilarlsinck, los Bartolomé de las Ca-
sas, los de la Condamine, los Baucroft, los de Paw, los Martius, los
llumboldt , los Ricardo Schomburgk, los Ch. Waterton, los Clapperton,
los Bousingault, los Roubin , los Pelouze, los Goudot, los Castelnau v
algunos otros, han dicho muchas cosas y muy peregrinas ; y á pesar de
tanto como se ha dicho ó escrito, esta es la hora que no sabemos á punto
lijo, ni de qué plantas ó árboles se extrae ese famoso veneno, ni como
le confeccionan los pueblos salvajes de la América del Sud, que se sir-
ven de él nara untar la punta de sus flechas de caza y guerra. Las rela-
ciones de los autores y viajeros son tan extraordinarias como contradic-
torias. Desde el descubrimiento de la Guyana, 1595, data el conocimiento
de la existencia de ese veneno, preparado por los Ottomachis con el fruto
llamado pictdo, según Gilius; con las raíces del eléboro por los natura-
les de la Guinea y ios españoles , según Alonso Martínez y Rartsinck ; con
sangre de áspid, goma y el jugo del manzano de Indias, según Barto-
lomé de las Gasas; con un bejuco llamado nibbees por las Indios, según
Baucroft ; con un bejuco de flores de cuatro pétalos, color amarillo pá-
lido , granos pequeños en forma de haba y un fruto en forma de pera,
según de Paw ; con una estrícnea , según Martius ; con la leche del cufor-
bia cotinifolia , ó del Hura crepitans , ó las frutas astringentes del Guateria
beneficiorum, según el mismo autor, quien añade con admirable candidez,
que á esa leche y frutas se asocian hormigas negras , dientes de serpien-
tes ponzoñosas y la cabeza de la rana que primero se oye cantar el dia
que preparan ese veneno ; con el jugo del bejuco mavacuro unido al jugo
viscoso de un árbol llamado kiracagüero , según Humboldt ; con la cor-
teza y albura del slrycnus toxifera, según Ricardo Schomburgk; con los
granos del arbusto liongkonie, según Clapperton; con un bejuco llamado
curari, según Goudot; con otros bejucos llamados peni y ramón, según
Castelnau; plantas que, según Weddel, serian la primera, otra del género
cocculus toxicoferus , y la segunda, del género stryenus. Roubin, en fin,
afirma que los indios, en ciertas épocas , van á la caza de sapos, que los
espetan con largas varillas de hierro , que luego los acercan al fuego,
para hacerlos exudar más un humor de su piel, humor que se recoge con
cuchillitos de palo y que se guarda en botes , en los cuales se mete la
punta de las flechas, haciéndolas luego secaral sol.
Basta esta rápida ojeada á lo que se ha dicho sobre las plantas veneno-
sas de que se extrae el curare , para comprender que no se sabe nada de
lijo. Baucroft cree que el curare es diferente del ticunas , veneno del rio
de las Amazonas, confeccionado con treinta especies de diferentes raíces
y hierbas, y del de los Anowaks , en el que entran dientes é hígados de
culebras ponzoñosas , y hasta da una fórmula del que confeccionan los
Accawaus , compuesto de 6 partes de raiz de worara , 2 de esencia de
worba cerbacoura , corteza de couranabi y raíces de bokeii y de hatchybalis
una parte igual ; todo lo cual se cuece por un cuarto de hora, y luego se
hace evaporar hasta la consistencia de alquitrán,
Martius opina también que el ticunas es otro veneno que el curare , y
- 1123 -
le considera formado de un principio activo procedente de una menís-
permea cocculus annesorum, que contiene picrotoxina. Según ese autor , el
curare de la Esmeralda en el Orinoco ,'wuralt de Surinam y el urari de
Yupurá contienen todos un principio activo dado por la misma estrícnea.
En cuanto al modo de prepararle, también varían los autores. Hum-
boldt dice que hacen cocer los trozos de bejucos, después de haberlos
machacado, y cuando el jugo está concentrado, se le añade el del árbol
kiracagüero y se concentra hasta la consistencia del alquitrán.
Goudot le expone de otro modo. Con seis años de permanencia en el
Brasil , pudo ver cómo preparan el curare los habitantes de las orillas
del Orinoco, Rio-negro y de las Amazonas, casi todos antropófagos, y
dice que cada tribu le prepara de diferente manera, siendo la obra pri-
vilegiada de sus sacerdotes, profetas ó adivinos, que son también los
que curan los males de esos salvajes.
Cortan los palos del bejuco curare á pedazos, los machacan , y de ellos
sale un jugo lechoso en abundancia , y muy ácre. Luego los ponen en
maceracion por espacio de cuarenta y ocho horas ; en seguida se expri-
men , se filtra el líquido, y se somete á una evaporación lenta , hasta
que tenga el grado de concentración conveniente. Así preparado, llenan
con él pequeños vasos de barro fino, como cazuelas , que estuvieran una
abocada sobre la otra, teniendo la superior una abertura como un pu-
chero. Puesto el curare en ellas, todavía se deja evaporar y concentrar.
En esta forma , y con esos vasos , llega ese curare á Europa ; así por
lómenos lo hizo M Goudot, comprado á los indios andaquíes. De ese
curare, colocado en esos vasos, hablan M. C. Bernard, Tardieu, Augusto
Voisin y Enrique Lionville, que han tratado en estos últimos tiempos
de ese veneno.
M. Castelnau habla de otro modo de preparar el curare, visto por él
entre los indios del Marañon y el Ambyaca, que significa rio del ve-
neno. Estos salvajes cuecen en una caldera pedazos de los bejucos pañi y
ramón, y les añaden un musgo raspado en uno de esos bejucos, después
de haber cocido los pedazos del otro por espacio de veinte y cuatro ho-
ras , y luego hacen hervir hasta que se queda como la liga.
l)e todo lo que precede se desprende lógicamente que el veneno lla-
mado hoy en Europa, sin distinción de origen y confección , curare , es
muy posible que no sea siempre el mismo; que, según las localidades, se
confeccione de un modo diferente, y hasta con plantas venenosas, dife-
rentes también. Así como entre nosotros hay plantas tóxicas diferentes,
otro tanto sucede en esos países lejanos , y nada mas probable que en
unos puntos le compongan con unos bejucos ú otras plantas, y en otros
con otras.
En cuanto á los vasos en que los guardan , ya se ve alguna diferencia.
Si hay vasijas de barro á modo de pucheros achatados, que proceden
de las naciones vecinas del Brasil, y que, según Goudot, llegan á la fron-
tera, sin saberse de lijo de qué punto proceden, ni la data de su fabrica-
ción ; los hay que son calabazas , y otros que son cajitas de bambú ó de
coco naturales , esto es, la nuez del coco, pulida y labrada , después de
vaciar la sustancia que contiene. Yo tengo dos de estas cajas de coco, es-
féricas, labradas con dibujos morunos ó dibujos lineales, con un agujero
tapado con un mastique , y están llenas de veneno americano ; no creo
que sea el curare. Una de ellas se me cayó al suelo, y se partió en dos
mitades , tan exactamente , que supongo no estaban mas que encoladas,
- 1124 —
dentro había una sustancia como corteza y raíces mal molidas.de
color de regaliz , y de un olor aromático. No he hecho todavía ensayos
ai análisis de ese veneno.
lo que no puede dudarse , sea cual fuere el origen y confección del
veneno llamado curare , es que su acción es terrible , tan rápida como
mortal , puesto en contacto con la sangre por medio de una solución de
continuidad, al paso que es inofensivo por el estómago, lleno de alimen-
tos, como en ayunas. Por el recto y mucosa bronquial es también muy
activo. Castelnau dice que el veneno preparado por los moradores de las
orillas del Ambyaca , le beben , cuando le preparan, impunemente en
pequeñas porciones. En grandes cantidades mata también rápidamente.
Los animales cazados con Hechas untadas de ese veneno, se pueden
comer sin inconveniente alguno. Los indios se limitan á separar la parte
herida , y se comen impunemente lo restante del animal. Waterton dice
que, en las tierras que separan el Esceguibo del Demerary, cazaron un
jabalí con una flecha emponzoñada con el curare , que le hirió en el ho-
cico, y que se le comieron, cenando regaladamente con su carne.
Esto y los resultados de las análisis químicas, lo mismo que los expe-
rimentos en los animales, demuestra que no consiste ese veneno en nin-
gún principio alcaloideo procedente de las estrícneas ; porque sobre no
producir la intoxicación asfixiante, tetánica; no se descubre con las aná-
lisis , ni la estricnina, ni la brucina. Cuando hablemos del curare bajo el
punto de vista químico, lo verémos claramente.
El curare no pierde su acción con el tiempo. Con una flecha emponzo-
ñada desde quince años, C. Bernard intoxicó en la cátedra varios anima-
les , con tanta rapidez como con el curare fresco. Ni la humedad ni el
calor le alteran tampoco.
El modo de obrar del curare es , como lo indica .el lugar que le hemos
dado, asfixiante paralítico, solo que no obra sobre los músculos como
el sulfocianuro de potasio, sino sobre los nervios del movimiento, y no
sobre los centros, según Bernard, sino sobre las ramificaciones de los
nervios motores ; los paraliza ; este es el efecto fisiológico de su acción
sobre la sangre , porque aplicada sobre los nervios mismos no desplega
su actividad.
_ Los síntomas producidos por el curare , son los siguientes : poco
tiempo después de haber sido herido el sugeto, pierde las fuerzas; no se
puede tener en pié, los brazos se le debilitan , siente dificultad de respi-
rar, no puede imprimir movimientos á ningún músculo, hay relajación
de los esfínteres , salida involuntaria de la orina, y sin dar ningún que-
jido, sin convulsiones, sin agitación de ninguna especie, se muere rápi-
damente asfixiado por falta de movimientos musculares , debida al apa-
gamiento del influjo nervioso del sistema locomotor. El corazón sigue
latiendo.
Si la cantidad de curare ha sido considerable , muere el sugeto como
herido del rayo; si no es mucha , espira mas lentamente, aunque siem-
pre con rapidez; y si no llega á ser aun tóxica , después de permanecer
por algún tiempo como muerto, vuelve en sí.
Es probable que, dado el veneno por el ano en lavativas, y por el estó-
mago en ayunas , intoxique lo mismo que inoculado en la masa de la san-
|re* no sé que haya casos clínicos de esta especie. Hasta ahora no
mL»í« 1(*0 envenenamientos por el estilo. No tenemos mas que experi-
mentos en animales.
- 1125 -
La anatomía patológica de esta intoxicación es nula ; no deja vestigios
en órgano alguno fuera de los de la suspensión rápida de la respiración.
Es probable que se parezca á la del ácido cianhídrico.
Esta intoxicación es en general terrible ; no hay medio de combatirla.
Si se llegara á tiempo, tal vez ligando el miembro lisiado, cauterizando
la herida, vertiendo en ella algún ácido cáustico, podría destruirse el
veneno, como se hace con la mordedura de los animales ponzoñosos,
con las cuales tiene tantos puntos de contacto. La respiración artificial
seria también un buen medio, puesto que así se daría tiempo á que el
veneno fuese eliminado, si no. fuese mucho el inoculado. Si se da por
la boca , ó el estómago estando lleno, no hay envenenamiento ; pero
bueno será expulsarlo por vómitos ó dar una disolución de ácido tánico;
si se da por el ano’, lavativas , ó agua clorada que parece destruirle.
Concluyamos este párrafo diciendo cuatro palabras sobre las propieda-
des químicas del curare y de la curarina , que parece ser su principio
activo.
El curare es soluble en el agua , aunque no completamente. La filtra-
ción de su disolución acuosa deja un sedimento que , examinado en el
microscopio, presenta células parecidas á las del los fermentos, y otros
elementos semejantes á la fécula , pero que no se tiñen de azul con el
yodo. Por otra parte , ese sedimento no es el principio activo, que es el
que realmente se disuelve.
También es soluble en el alcohol , insoluble en el éter. La disolución
acuosa y alcohólica tienen un color rojo hermoso, mas clara aquella que
esta, y son excesivamente amargas.
Igualmente parece soluble en la sangre , saliva , jugo gástrico y orina,
lo mismo que en todos los licores animales , ácidos ó alcalinos.
El principio activo del curare parece ser resinoso, y lleva el nombre
de curarina. Oay varios modos de extraerle de la disolución acuosa ó al-
cohólica del curare. Mas sea cual fuere el proceder empleado con este
objeto, se obtiene en forma de una masa sólida, transparente, en capas
delgadas, de un color amarillo pálido. Es muy higrométrica , muy solu-
ble en el agua y el alcohol , insoluble en el éter y en la esencia de tre-
mentina. Sumamente amarga, enrojece el papel de cúrcuma, y hace re-
cobrar el color azul al papel de tornasol , enrojecido por un ácido.
La solución acuosa neutraliza los ácidos; las sales que forma con el
sulfúrico, clorhídrico y acético, son muy solubles, pero no se pueden
obtener cristalizados.
Al calor fuerte, la curarina se carboniza, y esparce vapores densos,
que si se respiran dejan un sabor amargo desagradable, y queda un resi-
duo que no es alcalino.
Tratada por el ácido nítrico, toma un color rojo de sangre , y por el
ácido sulfúrico un hermoso matiz acarminado.
El cloro y el bromo la destruyen lo mismo que el curare , puesto que
ya no intoxica, y si se le quita con hiposulfito y carbonato de sosa el
cloro y el bromo, ya no tiene fuerza tóxica, lo cual prueba que se ha
destruido. No sucede lo propio con el yodo: este suspende sus virtudes
venenosas ; mientras está mezclada con él, no intoxica; mas, en cuanto
se le quita el yodo con el hiposulfito ó carbonato de sosa , reaparece su
fuerza tóxica , y envenena del propio modo que antes.
La combinación del ácido nítrico, sulfúrico y acético con la curarina,
no la destruye tampoco ; pero no solo n o le dan mas actividad , sino que
~~ 1126 —
■ ian su fuerza , y en ciertas ocasiones parece que le suspenden
T)°iudo retardando notablemente su absorción.
La potasa y la sosa cáusticas también la destruyen.
En los líquidos y órganos del sugeto intoxicado no se encuentra ni el
curare ni la curarina ; por lo menos no hemos visto en parte alguna en-
sayos hechos con este objeto ; y no siendo un principio verdaderamente
alcaloideo, es probable que absorbido se descomponga , sucediendo lo
que con el veneno de los crótalos. Como no conocemos ningún enve -
nenamiento por esa sustancia , no podemos hablar nada de lijo bajo este
punto de vista.
Si algún dia un Pristchard , un Palmer, un conde de Socarme, un
Couty de Lappomerais envenena á alguno con el curare ó la curarina , y
el envenenamiento se hace célebre , entonces , con toda seguridad , ten-
drómos abundancia de datos sobre ese punto.
§ III. — Talio y sus sales.
El talio es un metal recien descubierto y M. Lamy ha llamado sobre
sus sales la atención de los toxicólogos. El nitrato, el sulfato y el carbo-
nato de talio son venenos muy activos que, á la dósis de algunos gra-
nos, matan los animales , y de consiguiente pueden hacer otro tanto con
e 1 hombre.
Los síntomas , al principio , parecen propios de los venenos inflama-
torios, y son análogos á los preparados del plomo y del mercurio. Hay
dolores agudos con exacerbaciones bruscas en el estómago é intestinos,
pero sin vómitos ni cámaras; convulsiones en las extremidades abdomi-
nales; luego hay dificultad de respirar, que va en aumento; temblor ge-
neral , falta de coordinación en los movimientos , parálisis en las extre-
midades y al fin muerte por asfixia. Esa intoxicación es bastante rápida.
Los signos autópsicos no revelan ni inflamaciones, ni alteraciones no-
tables, fuera de las consiguientes á la asfixia.
La terapéutica indicada es la que puede calmar los dolores , y sostener
la respiración además de las generales. Los contravenenos han de ser
todos los que vuelvan insoluble toda composición tálica.
Las sales de talio son muy solubles. M. Lamy no habla de reacciones
químicas propias para revelar dichas sales , ni solas ni mezcladas con las
materias y órganos de los intoxicados. Tanto ese autor como M. Poulet,
que también ha publicado una memoria sobre esos venenos, creen que
basta el exámen espectral , puesto que el espectrómetro revela la menor
porción del talio , por la hermosa raya verde que se forma.
8 IV.— Digital, digit aliña.
Hacia mucho tiempo que se conocían intoxicaciones por la digital pur-
púrea, y también por la digitalina. Sustancias empleadas en medicina
para amenguar los latidos del corazón ó combatir las hidropesías, in-
toxicaban alguna vez y acaso con frecuencia por errores, equivocacio-
nes ó imprudencias, excediéndose en la dósis. Tal vez, dada como abor-
tivo, también ha causado la muerte á mas de una desdichada. Como
instrumento de suicidio , no ha sido raro su empleo.
Bajo todos esos puntos de vista no llamaba, sin embargo, la atención
m la digital purpúrea , ni la digitalina , mas que otros muchos venenos
tan-mortíferos como ellas.
- 1127 -
Como arma del crimen no eran conocidas; pero en estos últimos tiem-
pos la causa célebre del médico homeópata Couty de Lappomerais ha lla-
mado tanto la atención de los toxicólogos , que en pocos años ha venido
á ser el veneno mas estudiado. Casi puede decirse que, como objeto de es-
tudio, es el veneno de moda.
Esto nos obliga , por lo tanto , á dar á esos venenos alguna mayor im-
portancia que la que les hemos dado en ediciones anteriores , sin que
en el fondo podamos decir nada nuevo, ni con respecto á su acción fisio-
lógica , ni á su patología , ni á su terapéutica , ni á sus análisis químicas.
Hablemos primero de la digital, luego hablarémos de la digitalina.
Toda la planta de la digital purpúrea es venenosa. Oríila decía que el
polvo es menos activo que el extracto acuoso , y este menos que el resi-
noso. Siquiera sea venenoso todo el vegetal , las hojas son las que con
mas frecuencia se usan, ya para darlas en polvo, ya para extraer de
ellas sus principios.
La dósis medicinal de los polvos de las hojas frescas de digital purpú-
rea , es de 5 centigramos á 6 decigramos , ó sea de 1 grano' á doce. La
del extracto alcohólico de 18 granos á 1 dracma. La etérea de 24 gotas
á media dracma ; el extracto acuoso de 2 á 12 granos en píldoras , y el
alcohólico , de un grano á 6. El jarabe de digital se da de media onza
á dos.
La decocción é infusión de sus hojas frescas á la cantidad de dos gra-
mos ha producido la muerte. A. la dósis de 5 centigramos ó un grano, ha
sido tóxica para los niños. Para los adultos lo es de uno , dos ó tres
gramos.
El extracto lo es á menor dósis. Una pocion de 150 gramos contenia
un gramo de extracto; solo con cuatro cucharadas produjo la muerte en
una mujer. La tintura á la dósis de 5 gramos produce una intoxicación
violenta.
La acción de la digital purpúrea es purgante y vomitiva en alta
dósis ; á pequeña dósis aumenta al principio los latidos del corazón ,
luego los deprime , en un minuto baja el pulso de veinte á treinta pulsa-
ciones ; favorece también las secreciones , en especial de la orina; de
aquí su uso frecuentísimo contra las enfermedades del corazón ,' como
contraestimulante en las flegmasías y como diurético con la escila, en las
hidropesías. A dósis tóxicas irrita las vias digestivas y, perturbando la
hematosis, deprime, después de haberlos acelerado, los movimientos
cardíacos.
Este veneno debía estar colocado entre los nervioso-inflamatorios ; sin
embargo, por ser preponderante y rápida su acción sobre la circulación
y la respiración le colocamos entre los venenos llamados del corazón ó
entre los asfixiantes paralíticos.
Los síntomas producidos por la digital purpúrea son los siguientes :
Si la dósis es tóxica, á las dos ó tres horas de su ingestión ó acaso en
menos tiempo , sobreviene malestar , vómitos violentísimos y repetidos,
mas de cincuenta veces en las primeras horas, acompañados de nauseas
y vomituriciones; las materias vomitadas son líquidas, viscosas, de co-
lor verdoso ; dolores en la región epigástrica, que se va poniendo muy
sensible al tacto después que cesan los vómitos, pero siguen las náu-
seas, hay evacuaciones alvinas de la misma naturaleza que los vómitos,
en otros casos supresión de evacuaciones y de orina. La lengua se cubre
de una capa blanquecina y está rubicunda en su punta y bordes ; á ve-
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tá seCa y contraida; no es raro que esté tumefacta y que haya
Cfento fétido. Hay calor intenso y vivo en la cabeza, insoportable; vér-
tigos oscurecimiento y perturbación singular y considerable de la vista;
zumbidos de oido y sensación de abatimiento general cada vez mas pro-
fundo. La cara está pálida , pero la tiñen á menudo llamaradas, y los
ojos se inyectan , y parece que huyen de las órbitas , se ponen salientes.
El color del fuego parece azul ; las pupilas se dilatan y el iris no se
contrae.
El pulso es fuerte al principio y precipitado , lo mismo que los latidos
del corazón; pero luego se deprime y cae de cincuenta á cuarenta pul-
saciones por minuto. La respiración es suspirosa, profunda y desigual.
La impulsión del corazón es enérgica , los ruidos fuertes y sin alteración;
el pulso detenido, irregular, intermitente.
El abatimiento es cada vez mayor, el intoxicado habla poco y tardo,
apenas responde , á veces la inteligencia subsiste; en otros casos hay
delirio mas ó menos violento; los ojos se fijan, las pupilas permanecen
dilatadas, hay hipo, evacuaciones involuntarias, movimientos convulsi-
vos y al fin sobreviene la muerte á un tiempo variable, á veces del pri-
mero al segundo dia , otros á los cinco dias, otros á los ocho ó á los diez.
Sin embargo, algunos se presentan en pocas horas.
Esta es la forma aguda de esa intoxicación. Hay otra llamada lenta,
y que nosotros llamaremos polidósica, porque la producen cantidades
medicinales repetidas, y que acumulándose en la economía, llega un
dia en que la intoxicación estalla de repente, declarándose dolor 'fron-
tal muy vivo, oscurecimiento de la vista completo y síncope, y á veces
parálisis de medio lado del cuerpo. El síncope se repite y luego sobre-
vienen vómitos , á veces diarrea, en seguida convulsiones, delirio, dis-
minución del pulso, insensibilidad general, y la muerte mas ó menos
rápida, en mas ó menos dias. Taylor ha visto un caso de estos, se-
gún Tardieu, en el que el sugeto murió súbitamente. Yo he visto un
caso de una señora que , después de estar tomando por algunos dias píl-
doras de digital para calmarle las palpitaciones del corazón , y estando
al parecer mas aliviada , espiró casi repentinamente.
El envenenamiento ó intoxicación por la digital, hasta en la forma
mas grave, no es siempre mortal; algunas se restablecen. Tardieu ha
reunido veinte y ocho observaciones, algunas de ellas tomadas de una
disertación del doctor Agis Ducroix , y mas de dos tercios de ellos ter-
minan felizmente. Los síntomas se disipan , pero por algún tiempo les
queda el estómago doloroso; la cabeza pesada y vertiginosa, las fuer-
zas disminuidas y la visión por largo tiempo perturbada. No es raro que
haya desigualdad del pulso, y un ruido cloro -anémico en la base del
corazón.
El cadáver de los que sucumben envenenados por la digital purpúrea,
presenta vestigios que no le son exclusivos, pero que revelan su acción
irritante. El estómago ofrece rubicundeces y manchas violáceas , sufu-
siones sanguíneas y puntos congestionados á lo largo de los intestinos.
En algunos casos, sin embargo , esos órganos se presentan como sanos.
En la cavidad del pericardio se nota derrame seroso ; sangre en las cavi-
dades del corazón imperfectamente coagulada; esta viscera se queda rí-
gida. Obsérvanse vestigios de congestión é infiltración en las meninges.
°s pulmones suelen estar sanos.
sto no obstante, debemos advertir sobre este punto que tenemos po-
- 1129 -
cas autópsias hechas en cadáveres de sugetos envenenados por la digi-
tal. En la mayor parte de observaciones recogidas por M. Tardieu, ya he-
mos dicho que los intoxicados no murieron , y en otros en los que el
caso terminó por la muerte , la autópsia no se practicó. Es un punto que
deja todavía mucho que decir. Nos parece imposible que un veneno, que
perturba profundamente los movimientos del corazón , no deje en los ór-
ganos de la respiración algunos vestigios de esas perturbaciones.
La intoxicación por la digital purpúrea se combate por los medios ge-
nerales. Expulsar cuanto antes el veneno, si se llega á tiempo , neutrali-
zarle con bebidas que destruyan su acción y combatir el estado de irri-
tabilidad de las vías digestivas con bebidas laudanizadas, leche mezclada
con agua de cebada, bebidas mucilaginosas, lavativas análogas, y en se-
guida cuidar de los síntomas generales, reanimar la economía con infu-
s ones aromáticas , caldo , vino. Esto es lo único que vemos empleado en
algunos casos, que no han sido seguidos de muerte. En las veinte y ocho
observaciones que tiene M. Tardieu, no le llama la atención la terapéu-
tica. Apenas si habla de ello en ninguna. Todo lo reduce á la parte sin-
tomatológica.
En esa bulla y algazara toxicológica que ha movido sobre la digital y
la digitalina el proceso de Lappomerais , de todo se cuidan los loxicólo-
gos menos de la terapéutica. Mucha sintomatología, mucha química, ex-
perimentación fisiológica, pero remedios para combatir la intoxicación,
total cero.
Lo que acabamos de exponer respecto de la acción , síntomas , datos
autópsicos y terapéutica de la digital , es aplicable á la digitalina , que es
su verdadero principio activo , y por el cual produce todo lo que hemos
visto.
Intoxicaciones por la digitalina hay muv pocas. A la dósis de 25, 40,
50 y 55 miligramos, ha producido ya profundas perturbaciones , aunque
no han sido seguidas de muerte. A mayor cantidad, la producen.
La acción de esta sustancia, como es consiguiente , es mas rápida , y
aunque en el fondo viene á ser el conjunto de síntomas igual al que he-
mos descrito , vamos á exponerla para que se noten mas claramente las
semejanzas y diferencias.
Poco tiempo después de haber tomado una dósis tóxica de digitalina,
malestar considerable . vértigos , llamaradas á la cara y cabeza , cefalal-
gia, náuseas, escalofrios, sudores fríos, alternativas de calor y frió, per-
turbaciones de la vista, luego ansiedad precordial, dolor epigástrico, vó-
mitos precedidos de esfuerzos considerables y penosos, violentos y repe-
tidos, acompañados ó seguidos de evacuaciones alvinas. Al menor movi-
miento que haga el enfermo, se reproducen los vértigos y los vómitos.
Hay también opresión de pecho, dificultad de respirar ; el pulso al prin-
cipio fuerte y frecuente, se disminuye luego y deprime en poco tiempo,
en horas. Sin embargo, á veces persiste lleno, vibrante é irregular.
Luego sobreviene un aplanamiento extremo, no se puede mover el en-
fermo ni puede pronunciar una palabra. Los ojos parecen mayores, sa-
lidos déla órbita, dilátase la pupila y aparecen contracciones espasmódi-
casen los miembros. La piel se pone fría , el pulso se hace cada vez mas
pequeño, débil, intermitente y hay momentos que no se percibe. El dolor
de cabeza persiste, la orina se suprime. Sobrevienen calambres, dolores
agudos en la columna vertebral , en los miembros , los enfermos gritan, á
veces tienen alucinaciones. Al fin muere el intoxicado.
- 1130 —
Este cuadro revela : l.° que ese veneno debería estar colocado entre
los nervioso-inflamatorios ; 2.° que no se diferencia en el fondo de la di-
gital ; 3.° que no ofrece ese cuadro gran confianza, no siendo, como no
es , eí fruto de muchos casos de esa índole y que acaso M. Tardieu , de
quien le hemos tomado, le ha colocado sobre lo que se observó en la
viuda de Paw.
La anatomía patológica y la terapéutica de esta intoxicación son las
mismas que las de la digital purpúrea.
Es decir, en suma, que después de tanto ruido, y fuera la hojarasca de
muchos síntomas minuciosos que se presentan en todas las intoxicacio-
nes análogas, sabemos sobre la digital y la digitalina lo mismo que ya se
leia en la obra de Orilla y demás que hablaron de esos venenos.
Veamos ahora la parte química' y los medios de descubrir .esas sus-
tancias en los casos prácticos de intoxicación y de envenenamiento.
No veo mas razón para describir, ni la planta entera, ni las hojas de
la digital , que para describir las de otros vegetales venenosos. Así no me
ocuparé en ello. El médico debe conocer esa planta, como las demás que
estudia en farmacología, y si hay lugar á sorprender restos de esas hojas,
la comparación sacará de apuros al que tenga algo olvidados los caracté-
res botánicos de las hojas ae esa escrofularínea ó ferránea.
El polvo es de color verde como tantas otras con el olor propio de la
planta ; conforme se seca le pierde. Los extractos conservan ese color y
olor. La gran cantidad de clorofila que tiene el polvo, los extractos y tin-
tura es para M. Tardieu un carácter que debe llamar la atención. Ños
parece exagerada esa importancia , porque no tiene nada de especial.
Como las reacciones que pueda dar el polvo, al fin se deben á la digi-
talina, nos ceñiremos á esta, entresacando del cúmulo de escritos que
han llovido sobre este punto, desde el famoso caso de la viuda de Paw,
lo que nos parezca mas averiguado y conducente para determinarla.
La digitalina , evaporada de su disolución en alcohol ó cloroformo , se
presenta sólida, en forma de un barniz seco , amarillo ténue, de aspecto
resinoídeo, que se rompe en pequeñas masas escamosas ó porosas, ma-
melonadas, sin indicio alguno ae cristalización, fácilmente reducible á
polvo, de un color amarillo pálido, y que, esparcido por el aire, provoca
el estornudo. Es muy amarga , en especial en las fáuces , desenvolvién-
dose tarde este sabor; una parte disuelta en doscientas mil, les comunica
ese amargor; insoluble ó poco soluble en el agua fría, soluble en 42 par-
tes de agua hirviendo, sin que deponga nada, enfriándose. Hepp afirma
que es mas soluble la que se obtiene de las hojas secas; mas Goethali
sostiene que su solubilidad no varía, sean secas ó tiernas , viejas ó nue-
vas dichas hojas. Su solución en el agua la altera pronto , fermenta,
pierde su amargura y desprende burbujas gaseosas.
Es muy soluble en el alcohol débil y concentrado ; este vehículo es su
gran disolvente caliente y frió. El éter puro apenas la disuelve; 100 par-
tes no disuelven mas que 34 centigramos; pero si se añade un poco de al-
cohol, un décimo , se disuelve en el éter rápidamente. Disuélvela igual-
mente el cloroformo, vehículo el mas apropiado para purificarla, y la glj'
cerina débil. Es insoluble en los aceites grasos, esencias, benzina y sul-
furo de carbono. . ,
A 100 grados de calor se reblandece; á 180 , se tiñe de verde sin tu -
dirse, y á 200, se descompone hinchándose. Echada sobre las ascuas, e -
parce vapores de un olor fuerte y desagradable.
- 1131 -
■ Disuelta en el agua ó en el alcohol , no afecta el papel de tornasol , ni
rojo, ni azul; es, pues, neutra ; los ácidos no se combinan con ella ; otro
tanto sucede con los álcalis, pero unos yjotros la descomponen á la larga,
en especial á temperatura elevada.
Reducida á polvo y tratada en frió por el ácido sulfúrico puro y con-
centrado , toma por de pronto un color moreno oscuro ; se disuelve poco
á poco y tiñe el ácido de rojo de jacinto mas ó menos sombrío. Si se
añade á esa disolución cuatro veces su volumen de agua destilada , el li-
cor toma un color verde y se depone poco á poco un polvo de un verde
muy vivo; el licor se va poniendo amarillento. En caliente la descom-
pone y hay desprendimiento de ácido sulfuroso y carbónico.
El ácido fosfórico, en consistencia de jarabe, no la disuelve; pero le
hace tomar un color verde, al cabo de dos dias.
El ácido acético la disuelve sin colorarse.
El ácido nítrico ataca enérgicamente la digitalina, dando vapores ruti-
lantes y comunicándole un hermoso matiz amarillo anaranjado, que pasa
pronto al amarillo de oro que persiste. Tardieu dice que este licor con-
tiene una mezcla de ácido oxálico y de un ácido nitrado análogo , ya que
no idéntico al ácido pícrico.
El ácido clorhídrico concentrado hace tomar á la digitalina un matiz
verdoso, y el licor se tiñe también de verde. Este carácter, dado general-
mente como e! mas especial, pierde de su valor, observando que cuanto
mas pura es la digitalina, menos se tiñe de verde con el ácido clorhídrico.
Parece que no es exacto el olor de la planta, que, según Lefort, le hace
dar este ácido.
Grandeau da como carácter distintivo de la digitalina el teñirse con el
ácido sulfúrico solo, en moreno, semejante al de la tierra de Siena, y si en
vez de obrar sobre alguna cantidad de la sustancia , no tratada por nin-
gún líquido , el ácido concentrado obra sobre el residuo de algunas gotas
de digitalina disuelta , evaporada , la coloración es roja morena , rnas ó
menos oscura, según la cantidad de digitalina.
El mismo Grandeau afirma también que, expuesta la digitalina hume-
decida con ácido sulfúrico concentrado á los vapores del bromo, la mez-
cla se tiñe instantáneamente de violeta, variando del color mas oscuro de
esta flor al pálido de la malva, pudiendo manifestarse en cantidades mí-
nimas, 5 miligramos por ejemplo. Tardieu y Roussin ponen en duda estos
caractéres, y según sus ensayos , sobre no presentarlos todas las digitali-
nas que se preparan, ofrecen ese color sustancias que no contienen ni un
átomo de ella.
El tanino precipita las disoluciones acuosas de digitalina , pero de un
modo incompleto; teniendo además el inconveniente de que el tannato
que se forma es soluble en el agua y el alcohol.
El bicloruro de mercurio, el biyoduro de potasio, el de mercurio di-
suelto en el yoduro de potasio, el ácido fosfomolíbdico, el cloruro férrico,
el nitrato de plata, el bicromato de potasa, el acetato y subacelato de
plomo, no ejercen acción alguna sobre la digitalina.
Concluiré diciendo que, bajo el punto de vista químico, la digitalina,
tal vez con tanto como se ha escrito acerca de ella , no está bien cono-
cida. No es un alcalóide, ni un ácido, como ya lo hemos indicado va-
rias veces. Walz y Kosman la consideran como un glucóxido análogo á
la amigdalina, esculina, salicina, santonina, etc.
Si pura ya ofrece tantas dificultades y variaciones , según como se pre-
— 1132 —
nara , mayores han de ser. cuando se opere sobre las materias proceden-
tes de los'sugetos envenenados. La facilidad con que se descompone á
la manera de los fermentos, ha de volver difícil su revelación por medio
de las operaciones , que se practican en tales casos.
De todos modos deberemos proceder como lo hemos expuesto en su
lugar. El método de Stass , no siendo un alcaloideo, no puede darnos
igual resultado ; sin embargo, siendo soluble en el éter añadido de al-
cohol , es posible su separación por ese método , si no se ha descom-
puesto , y luego la revelación por sus reactivos. La diálisis es practica-
ble, aunque no siendo cristalóide no nos promete grandes resultados.
Respecto de la experimentación fisiológica, de la que hace tanto caso
M. Tardieu , ya no tenemos nada que decir, habiéndola combatido con
razones indestructibles en la Toxicologia general. Aquí solo añadirémos
que, alterándose la digitalina por su contacto con el agua, como afirma
M. Tardieu, siendo una sustancia análoga á los fermentos ó sustancias
fácilmente susceptibles de metamórfosis ó transformaciones; no siendo un
principio fijo, como los alcaloideos, introducida en el cuerpo de un su-
jeto por la boca ú otra vía , absorbida , y alterada en su composición,
como se alteran todas las sustancias de su índole y naturaleza ; así como
no es fácil , por no decir posible, según el mismo Tardieu , revelarla por
los procedimientos químicos , así tampoco lo ha de ser por la experimen-
tación fisiológica. Alterada, descompuesta , que „ es como si dijéramos
destruidá, siquiera se hagan extractos alcohólicos de 1 as materias del su-
geto envenenado , ¿cómo estos han de dar los efectos de la digitalina,
que ya no existe íntegra ?
§ V. — Onage , ó inea.
El doctor Pelikan ha presentado á la Academia de ciencias de París un
escrito sobre un nuevo veneno de los llamados del corazón, procedente
del onage ó inea empleado en Gavon, Africa occidental, para envenenar
las flechas.
El autor llama venenos del corazón los que le paralizan. Por tales se
tienen : la antiaris toxicaría , la tanguinia venenífera , la digital purpúrea,
los eléboros negro y verde, y algunos otros que hemos visto. Son los
que nosotros llamamos asfixiantes paralíticos; y si bien comprendemos
en ellos los que deprimen ó destruyen la contractilidad muscular y los
nervios del movimiento , también abrazamos en esta subclase los que pa-
ralizan el corazón , ya como músculo , ya como órgano que recibe de los
nervios el movimiento.
El onage 6 inea, ó sea el veneno de este nombre, procede de unas se-
millas , de las que se sirven los Pahonios ó cazadores de elefantes , en-
venenando con el jugo ó extracto de ellas las puntas de las flechas de
bambú.
Los experimentos hechos por Pelikan se practicaron con un extracto
hidro-alcohólico de dichas semillas , que obtuvo de las que se presenta-
ron en la Exposición de las colonias francesas verificada en París.
La acción de ese licor parece que excede á la sedante de todos los de-
más venenos llamados cardíacos. A los tres ó cuatro minutos se paraliza
el corazón de los animales en quienes se hace el ensayo. Basta para el
aplicarles algunas gotas debajo del tejido cutáneo. _ e.
No tenemos observaciones de envenenamientos por el inea ; n0 Pos
- 1133 —
mos mas que los experimentos hechos por Pelikan ó algún otro , y solo
para completar, en lo posible , nuestro Compendio, hemos hablado ae ese
veneno nuevo.
Según Pelikan , hé aquí los síntomas de su intoxicación.
Aceleración al principio de los movimientos cardíacos; luego dismi-
nucion’de los mismos, hasta casi á cesar del todo ; no es progresiva; hay
cierta intermitencia; antes de paralizarse completamente el corazón to-
davía ejecuta algunos movimientos irregulares ; paralizados los ventrícu-
los , laten aun las aurículas llenas de sangre , hasta que al fin cesa todo.
M. Pelikan , según el escrito de donde tomamos estos datos , no dice
nada de las demás funciones. Probablemente habrá lo que observamos
en todos los venenos de esa clase , en el curare , en el cianógeno , digi-
tal , etc.
No sabemos qué propiedades físicas y químicas tiene ese veneno; qué
reacciones desplega , ni cómo se combate singularmente. Empleado hasta
aquí solo para cazar elefantes , aguardaremos que á algún conde de Bo-
carmé ó á algún Lappomerais le ocurra hacer con alguno de sus prójimos
lo que los salvajes de Gavon hacen con los elefantes, y los autores ocu-
pen por espacio de algunos dias las columnas de los periódicos con escri-
tos sobre el onage. Para saber mucho, en especial de sintomatología y quí-
mica, relativamente á los venenos, no hay como envenenar con ellos á
alguno , y hacerse el caso célebre. Si cada año hubiese uno ó dos enve-
nenamientos ruidosos , ejecutados con sustancias que ahora son tenidas
por venenosas, pero que no llaman la atención y se pasa de ligero so-
bre ellas, la Toxicología haría progresos rapidísimos, y no tendríamos
esa enorme desigualdad en punto á detalles : aquí dados hasta la sacie-
dad y nimiedad; allí del modo mas somero.
ARTÍCULO III.
DE I.OS VENENOS ASFIXIANTES ANESTÉSICOS.
Son venenos asfixiantes anestésicos, aquellos que al propio tiempo que
provocan la asfixia , dan lugar á la anestesia.
Aunque pudiéramos comprender en este artículo muchas sustancias, en
especial adoptando la opinión de Eduardo Robín, ó decidiéndonos á cla-
sificar los venenos por su modo de obrar químico, ó los efectos primiti-
vos, nos limitaremos á unos pocos, tales, por ejemplo, como el éter, el
cloroformo y el amileno. E! cianógeno, el ácido sulfhídrico, el su I f-
hidrato amónico, el óxido de carbono y demás gases, aunque matan as-
fixiando é inflamando , ó produciendo otros efectos patológicos, los hemos
visto ó verémos al hablar de otras clases, en las cuales los colocan los
autores, cuya clasificación y distribución hemos creído conveniente se-
guir, si no en todo, en gran parte.
No reproducirémos aquí las generalidades relativas á los anestésicos,
porque ya lo hemos hecho en la Toxicología general. Allí los hemos to-
rnado por tipo , y, de consiguiente , lodo Ío que aquí repitiésemos seria
ocioso , tanto mas cuanto que nos proponemos hablar con mas extensión
de esos mismos que nos sirvieron para ese tipo.
g I. —Eter.
El éter obra de una manera muy semejante al alcohol ; de suerte que
lo que del uno puede decirse, es casi enteramente aplicable al otro ; por
eso nay tanta analogía entre la intoxicación por el éter y las bebidas al-
cohólicas ó espirituosas ; fuera de la mayor energía y rapidez, cuando es
el éter el causante , casi no hay diferencia esencial alguna.
Antes de la práctica de las inhalaciones etéreas, los toxicólogos tenían
al éter por un licor espirituoso, y, como tal , por veneno irritante y nar-
cótico de la clase de los alcohólicos. Fundado en experimentos hechos
sobre los perros , y en algunos casos prácticos desgraciados en indivi-
duos de la especie humana , Orfila creia que obraba á poca diferencia
como el alcohol , pero con mas energía , produciendo la embriaguez.
Este práctico cita dos observaciones : la una de un jóven , quien después
de haber inspirado el vapor del éter sulfúrico , cayó en un estado de in-
sensibilidad, presentó síntomas de apoplejía por espacio de muchas ho-
ras , y hubiese muerto infaliblemente, á no haberle transportado al aire
libre, empleando otros medios propios para disipar ese estado congestio-
nal. El otro caso fué de un adulto, que después de haber inspirado el
éter sulfúrico, cayó en un estado de letargo intermitente que duró treinta
y seis horas, con aplanamiento extremado, pequeñez de pulso, etc.
Después de la aplicación de las inhalaciones del éter á la cirugía para
disminuir la sensibilidad ó producir la anestesia , ese cuerpo ha sido mas
estudiado en su acción y los síntomas que produce ; y aunque siempre
ha resultado que obra de un modo análogo al alcohol , y que el cuadro
de síntomas es el de la embriaguez ; sin embargo , se le ha dado mas
importancia como anestésico , y se han ocupado en él los toxicólogos con
mucha mas extensión, como un veneno algo diferente de las bebidas al-
cohólicas.
Según lo consignado en una breve memoria escrita por ülandin sobre
el uso de las inhalaciones del éter, podemos establecer que la intoxica-
ción producida por esta sustancia, dada como anestésica, tiene tres pe-
ríodos.
En el primero, llamado de preparación; no hay todavía embriaguez;
irrita la mucosa de las vías respiratorias, produciendo fatiga y ansiedad,
con algún dolor, y pasando absorbido á la sangre > comunica á todos los
órganos cierta exaltación y agitación notables. Los cerebrales son los
que mas la anuncian.
En el segundo período , llamado por Longet de eterización de los ló-
bulos cerebrales, los fenómenos ya son mas pronunciados; la embria-
guez ya se manifiesta; hay pesadez de cabeza, aturdimiento, zumbidos,
flaqueza de piernas é imposibilidad de sostenerse en pié. A veces hay
aplanamiento, otras excitación insólita, y otras hasta tiesura tetánica ó
sacudimientos convulsivos; hay quien llora, quien rie sardónicamente;
estos quieren hablar, y la palabra espira en los labios, ó sale incompleta;
aquellos permanecen silenciosos , reflexivos , como si se estudiasen á sí
propios.
Los lóbulos cerebrales , dice Blandin , parece que son solos los afecta-
dos en este período , aunque su influencia no pasa mas allá de los mis-
mos ; así es que los sugetos son bastante sensibles á las excitaciones eté-
reas; se reaccionan con fuerza contra el dolor, huyen ó se agitan para
huir, lanzan gritos quejosos y mas prolongados que los que dan no ete-
- 1135' -
rizados en análogas circunstancias ; pero pasado todo , no Ies queda re-
cuerdo alguno de ello.
En el tercer período , llamado por Longet de eterización de la protu-
berancia , la escena cambia completamente. Sobreviene la resolución de
todo el cuerpo ; la vida de relación queda momentáneamente suspensa;
no hay sensibilidad para las excitaciones exteriores ; queda enteramente
abolida la acción refleja de la médula ; los párpados superiores se abaten;
los ojos se fijan, se humedecen; la cara pierae su expresión; los movi-
mientos respiratorios , hasta la sazón precipitados , se van haciendo cada
vez mas lentos; el corazón parece que desplega mas energía, y sus lati-
dos se precipitan ; la hematosis se perturba ; la sangre de las arterias se
va volviendo menos rosada ; y si se prolonga mucho la inhalación , llega
á hacerse venenosa. La protuberancia anular queda insensible.
Si se suspende la inhalación , el sugeto vuelve al pleno goce de sus fa-
cultades, retrocediendo por el mismo camino; es decir, observando los
mismos grados , pero en sentido inverso de fenómenos sensibles y movi-
bles. Al contrario, si se prolonga la insensibilidad y movilidad, va siendo
mas profunda , y al fin se declara la muerte.
Durante el primero y segundo período, se notan variaciones en los su-
getos , en especial en cuanto al bienestar y á las especies de ensueños ó
delirios que tienen. Unos gozan , otros sufren , y las ideas ó temas de los
delirios , ó ensueños , suelen estar en relación con los sentimientos , ó
ideas que habitualmente los dominan.
Aquí prescindimos de si el éter obra, ó no, sobre los centros nerviosos
en los términos que parece indicarlo la división de períodos de Longet,
ó si obra sobre la sangre; ya hemos agitado esta cuestión en la Toxicolo-
gia general , y es ocioso volver á ella. Sin embargo, dirémos que, si-
quiera se observe perdida gradual de sensibilidad en esos centros, eso
no obsta para que la acción se ejerza sobre la sangre : todo eso prueba
que la falta de la debida oxigenación de este humor no apaga simultá-
neamente la sensibilidad de aquellos centros, sino de un modo gradual.
Así como el cerebro es el que mas pronto se resiente de su falta, así hay
partes del mismo que se resienten mas pronto que otras.
Las vías respiratorias pueden presentar vestigios de irritación ; pero lo
mas notable, como fenómenos cadavéricos, es la alteración de la sangre
que es mas oxigenada, y el olor del éter, á todo lo cual se añade lo que
sea propio de la asfixia.
Si en vez de inspirar el éter so toma por la boca, se aplica al ano, á la
piel ó á una superficie ulcerada , hay síntomas propios de la embriaguez;
irrita , vesica, hasta puede cauterizar, por la grande cantidad de calórico
que sustrae, y las partes se quedan insensibles. Hay eructos etéreos,
acidez de estómago y todos los efectos irritantes de las bebidas espirituosas.
El plan curativo de la intoxicación por el éter líquido es el mismo que
el de los licores alcohólicos y el de la producida por las inhalaciones , el
de los anestésicos en general : aire libre, nuevo; prácticas contra la as-
fixia, la insuflación , los movimientos artificiales, etc.
El éter es líquido , inodoro , dotado de un olor tuerte sui generis , y un
sabor caliente y picante. Es mucho mas ligero que el agua, y muy volá-
til; hierve á 35 grados y (i centígrados bajo la presión de 76 centímetros;
no enrojece la tintura de girasol cuando está puro. Arde con una llama
blanca muy extensa, fuliginosa, cuando se pone en contacto con un
cuerpo en ignición.
— 1136 —
Disuelve el azufre, el fósforo, el yodo , el bromo, los aceites esencia-
les y las resinas. En frascos bien cerrados se produce ácido acético.
Orfila no cree que puede descubrirse el éter en la sangre por medio
del ácido crómico cristalizado , como se ha dicho en el Diario de Química
médica (1849) , poniéndose negro dicho ácido.
Para descubrir el éter líquido en el estómago , puede procederse como
cuando se trata de revelar el alcohol. Someter en un aparato destilatorio
al baño maría las materias sospechosas vomitadas ó contenidas en dicha
viscera. El licor obtenido en el recipiente, si contiene demasiada agua,
se destila de nuevo en un baño de maría, mezclado con el de cloruro
de calcio sólido. El licor que se obtiene ofrece los caractéres inequívocos
del éter.
Es necesario , sin embargo , advertir que puede haberse tomado al-
cohol ó aguardiente en vez del éter, y en el estómago puede convertirse
en este cuerpo espirituoso , como lo ha visto Merin, profesor de Rouan.
Para distinguir de casos y no confundir una intoxicación con otra , por
los resultados de la análisis , se saturará el licor espirituoso , que de or-
dinario es ácido, con bicarbonato de sosa, y se destilará hasta la reduc-
ción de la mitad del líquido. El producto condensado en el recipiente
ofrecerá un olor etéreo , tratado por el carbonato de potasa puro , hasta
que ya no disuelva más, y abandonado á sí mismo dará una capa de
un líquido, en el cual se podrá hacer constar los caractéres del alcohol.
§ II.— Cloroformo.
Desde que se ha empleado el cloroformo para apagar la sensibilidad en
casos prácticos de cirugía, ha habido varios casos de muerte por este ve-
neno. Orfila trae quince en su última edición de Medicina legal , y todavía
podríamos añadir otros muchos.
El cloroformo inspirado empieza por producir un poco de los, hay sa-
bor azucarado, hácia el istmo de Ja garganta sobre todo y base de la
lengua, velo del paladar y hasta en la faringe; á veces hay ganas de vo-
mitar, saliveo, aunque menos que el que da el éter, y atontamiento pron-
to; sueño profundo y coma. Estos últimos efectos queden presentarse casi
de corrida , sin síntomas graduales precursores. Los animales pequeños
espiran mas prontamente; el hombre puede soportar mejor la acción del
cloroformo. El tiempo necesario para quedar anestesiado, es por lo co-
mún de cinco á seis minutos.
Las lesiones cadavéricas son las siguientes: aspecto exterior, labios lí-
vidos, cara pálida con espuma sanguinolenta en la boca, coloración nor-
mal en todo el resto del cuerpo; lo más algunas manchas lívidas. El ce-
rebro suele tener el color y estado normal ; sus vasos se hallan con al-
guna mayor cantidad de sangre, con algunas burbujas de aire, lo cual
suele hallarse en los casos de anestesia , sea el éter , sea el cloroformo la
causa, y más si ha habido insuflación para auxiliar á los intoxicados. Los
pulmones ingurgitados, como en la asfixia, crepitan libremente en algunos
puntos, y por lo común no hay extravasación; igualmente puede estar
congestionada la mucosa de los bronquios, pleura inyectada en algunos
puntos con serosidad amoratada y sanguinolenta. El pericardio puede
también tener mas serosidad. Corazón flácido, cavidades yacías . super-
ficie de los ventrículos y aurículas teñida, sistema arterial vacío, ve-
noso lleno. La túnica de los vasos está roja. Sistema intestinal distendido
- 1137 -
por gases ; los órganos parenquimatosos pueden estar llenos de sangre.
Esta es fluida como el agua , no hay coágulos , y sus glóbulos mirados
con el microscopio , parecen alterados en su forma ; los hay irregulares,
su número parece disminuir, color negro ó venoso, á veces, sin embargo,
es rojo vivo. Cuanta mayor cantidad de cloroformo se inspira, y cuanto
mas profundo es el coma, mas vestigios hay de asfixia.
El cloroformo líquido produce localmenle síntomas de irritación y de
insensibilidad, y absorbido, puede producir también la anestesia.
El modo de combatir la intoxicación por el cloroformo es análogo al
del éter y al que hemos expuesto en la terapéutica de la intoxicación. Es
ocioso, pues, que aquí lo repitamos.
El cloroformo es líquido, inodoro, de un olor etéreo muy agradable,
parecido al de las camuesas maduras, de un sabor azucarado, de una
densidad de 1,591 á 17 grados. Hierve á 61 grados, y la densidad de su
vapor 4,2, el de su equivalente está representado por cuatro columnas de
vapor. Si se hace atravesar por un tubo de porcelana rojo, se descom-
pone y da carbón , ácido clorhídrico y un cuerpo cristalizado en agujas.
Arde en llama verde , cuando se pone en contacto con un cuerpo en igni-
ción. Se solidifica en capas blancas sedosas, con solo evaporarle en una
sola parte del líquido, como sucede con el ácido cianhídrico. Es insolu-
ble en el agua, y muy soluble en el alcohol. El cloro, bajo la influencia
de la luz solar, le quita su equivalente de hidrógeno y le transforma en
un cloruro de carbono; el potasio y el ácido sulfúrico ño ejercen ninguna
acción sobre él. Los álcalis le descomponen, dando lugar á formiatos y
cloruros, siendo la reacción característica.
llagsky, según Orilla, ha dado á conocer el modo de analizar las mate-
rias que contengan cloroformo. Fúndase en la descomposición del cloro-
formo al color rojo, en carbono, ácido clorhídrico y cloro. Para eso se
introduce la sangre del intoxicado en un frasco, á cuyo cuello se adapta
un tubo encorvado en ángulo recto; la parte horizontal de este tubo se
calienta al rojo, luego se mete en el extremo abierto una pequeña tira de
papel impregnado de una disolución de almidón ó de yoduro de potasio.
Se calienta el frasco al baño maría ; el cloroformo se desprende y
atraviesa el tubo calentado al rojo, donde se descompone; el cloro libre
obra sobre el papel empapado de la disolución de almidón ó del yoduro,
y le hace tomar la coloración azul. De esta manera, según llagsky, se
puede revelar hasta un millonésimo de cloroformo.
Si estos ensayos se practican con sangre sana, no da esos resultados;
por lo cual es lógica la conclusión relativa á la presencia del cloroformo.
En un caso práctico sobre el cual entendió el tribunal de Edimburgo
se buscó el cloroformo en los pulmones, en la sangre, en el bazo y en el
líquido que dieron el hígado, los riñones y el bazo cortados en pedazos y
encerrados en un mismo vaso. El medio de que se valieron los peritos,
fué someter las materias á una corriente de aire, puesta en movimiento
por un gasómetro; así se llevaba el aire el cloroformo, el vapor que las
materias podian contener. Luego se descomponía esta sustancia en un
tubo de porcelana calentado al rojo, y la presencia del ácido clorhídrico
y del cloro libre se revelaba por el nitrato de plata contenido en un re-
cipiente , á donde iban á parar los productos de la descomposición. Los
pulmones son los que dan mas cantidad.
Acerca del cloroformo se han propuesto por los jueces varias cuestio-
nes, para saber hasta qué punto se ha debido la muerte de Jas personas
toxicología. — 72
- 1138 —
cloroformizadas á circunstancias personales imprevistas ó á impericia de
Jos médicos y cirujanos que han preparado con él á sus enfermos en los
casos de operaciones cruentas.
En obsequio á la brevedad, no hablaremos de esas cuestiones , algunas
de las cuales son de responsabilidad médica , y deben resolverse según
las reglas que en su debido lugar establecimos en nuestro Tratado de Me-
dicina legal ; las otras se refieren á los síntomas y alteraciones cadavéricas
que el cloroformo provoca.
Respecto de estas últimas, dirémos que puede hacerse constar la inha-
lación ó introducción del cloroformo, aun después de muchos dias de
muerto el sugeto , y siquiera estén en estado de putrefacción sus órganos
y líquidos, y que también es posible hacerlas constar , aunque no hayan
fallecido los sugetos.
Para los primeros , sirven los procedimientos que hemos expuesto;
páralos segundos, se procede de otro modo.
Si se trata de saber si una persona viva ha sufrido las inhalaciones del
cloroformo , se analiza el aire que espira ó exhala respirando , su sangre
y las orinas.
El cloroformo es expulsado por la respiración en parte; recoger, pues,
este aliento en un vaso , y luego someterle á las análisis indicadas. El
cloroformo es como el éter; después de haberle inspirado, da por algún
tiempo el olor característico en el aliento de la persona , y se halla el
cuerpo volátil en su aliento.
Practicándole una pequeña sangría , se somete la sangre á los ensayos
arriba expuestos, y se descubre la presencia del cloroformo.
Por último, analizando la orina del sugeto , si ha sufrido la acción del
cloroformo, se halla dicho humor con mucha albúmina y azúcar, puesto
que siempre que por esta ó aquella causa se disminuye la hematosis, el
azúcar no se quema y le hay en mas abundancia en la orina.
§ III.— Amileno.
De este nuevo anestésico dirémos poco, porque viene á producir, aun-
que con menos rapidez y energía, los mismos efectos que el cloroformo,
siendo menos peligroso que este, por lo cual en estos últimos dias se ha
tratado de sustituirle, aunque los resultados no le han sido muy favo-
rables.
Como todo gas que expulse el oxígeno de la masa de la sangre, puede
producir la anestesia, la intoxicación por falta de hematosis; de consi-
guiente, su acción prolongada puede matar.
El modo de combatir esta intoxicación es análogo al de los demás
anestésicos.
TÍTULO VI.
De los venenos sépticos.
Dáse el nombre de venenos sépticos á los que determinan la debilidad
general, la disolución de los humores, síncopes, sin alterar las faculta-
des intelectuales.
Esta definición me parece defectuosa por su última circunstancia.
Los venenos sépticos deben ser estudiados en tres grupos; hay los del
- 1139 -
reino inorgánico y del orgánico; los de este último son todos animales, ó
procedentes del reino animal; los unos consisten en humores segregados
por ciertos animales, los que deponen en las heridas que hacen; los otros
son sustancias alimenticias alteradas. Habiendo expuesto en la primera
parte de este Compendio cuanto pueda decirse de los venenos sépticos en
general , pasemos á su estudio particular. De los virulentos no hablaré-
mos, por las razones expuestas en la patología de la intoxicación.
CAPÍTULO primero.
DE LOS VENENOS SÉPTICOS INORGÁNICOS.
Podemos comprender en este capítulo el ácido sulfhídrico y los gases de
las letrinas y cloacas, á saber : sulfhidrato amónico mezclado con el aire
atmosférico y la mezcla de aire, oxigeno y ácido carbónico.
g I.— Acido sulfhídrico y sulfhidrato amónico.
El ácido sulfhídrico es uno de los venenos mas enérgicos y mas ejecuti-
vos. Puro es anestésico ó bien como los que impiden la hematosis. Pero
salido de lugares infectos se hace séptico por los miasmas que se des-
prenden con él. El agua saturada de este gas es también muy venenosa.
Respirado el gas es mucho mas activo que inyectado , tanto en la pleura
como en la yugular; en el tejido celular, estómago é intestinos lo es mu-
cho menos. En la piel, aunque tiene acción, es muy débil; de aquí es
que pueden tomarse baños hidrosulfurosos sin envenenarse, con tal que
no duren mucho, y que el gas no entre por los pulmones.
Parece que pasa sin descomposición al torrente circulatorio y produce
debilidad general ; altera notablemente la textura de los órganos, princi-
palmente del sistema nervioso y muy probablemente la sangre.
El tratamiento que conviene para combatir la intoxicación por el ácido
sulfhídrico, ya está expuesto en la Toxicologia general.
El ácido sulfhídrico no puede desconocerse por su olor de huevos po-
dridos. Sus reacciones han quedado ya expuestas en la química de la in-
toxicación.
Casi podemos excusarnos de hablar del sulfhidrato-, porque le es apli-
cable cuanto acabamos de decir del ácido sulfhídrico y lo que decimos
del amoníaco. También se hace séptico por los miasmas ; puro es infla-
matorio y asfixiante.
§ II. — Gases de las letrinas y cloacas.
El primero de estos gases es el tufo que sale de las letrinas, compuesto
de mucho aire atmosférico y cierta cantidad de sulfhidrato amónico, su-
ministrado por el agua de la letrina. Luego hay otro gas, queesnna mez-
cla de 94 partes de ázoe, 2 partes de oxígeno y 4 de ácido carbónico ó
sesquicarbonato amónico. Contiene además esa mezcla cierta cantidad
de materia animal en putrefacción, que le comunica un olor desagrada-
ble, y no contribuye poco á la virtud séptica de la misma.
Los síntomas que desenvuelve el gas compuesto de aire atmosférico y
sulfhidrato amónico son los siguientes : si la intoxicación no es fuerte, hay
malestar, ganas de vomitar, movimientos convulsivos de todas las partes
- 1140 —
del cuerpo, y principalmente de los músculos, del pecho y de las man-
díbulas ; la piel es fría , la respiración libre , pero irregular, y el pecho
muy entorpecido. Si la afección es mas grave, ya no hay conocimiento,
ni sensibilidad y el movimiento falta ; el cuerpo está frió , los labios y la
cara violados, una espuma sanguinolenta se escapa de la boca, los ojos
están cerrados , sin brillo , las pupilas dilatadas é inmóviles ; el pulso pe-
queño y frecuente , los latidos del corazón desordenados y tumultuosos;
la respiración es corta, difícil y como convulsiva; los músculos están re-
lajados. A este estado sucede á veces una agitación mas ó menos viva.
Otras veces la enfermedad es mas grave; los músculos ofrecen contrac-
ciones violentas de poca duración, pero que son reemplazadas por movi-
mientos convulsivos con curvadura del tronco hácia atrás; el sugeto ex-
perimenta dolores agudos y lanza gritos como los mujidos de un toro.
La abertura de los cadáveres de los sugetos muertos por estos gases
pone de manifiesto alteraciones parecidas á las que produce el ácido sulf-
hídrico.
Si el sugeto respira el gas ó mezcla de gases constituida por el ázoe,
oxígeno, ácido carbónico y sesquicarbonato de amoníaco, no experimenta
mas que embarazo en la respiración , la que se hace grande , elevada y
mas rápida que de ordinario, y una debilidad ó aplanamiento mefítico,
sin ninguna lesión de las funciones nerviosas. Si sobreviene la muerte,
no es sino por falta de aire respirable; de modo que esto no es intoxica-
ción , no es mas que pura asfixia : de aquí es que se han salvado muchos
que habían respirado este gas, sin resentirse de nada desde el momento
en que han podido respirar al aire libre.
Si mueren , no ofrecen mas que los signos de la asfixia ; sangre negra
en el sistema arterial.
El tratamiento es el mismo que llevo indicado en la primera parte de
este Compendio.
CAPÍTULO II.
DE LOS VENENOS SEPTICOS ORGÁNICOS.
lie dicho que estos venenos se subdividen en unos que están constitui-
dos por humores segregados por los animales que los deponen en la he-
rida hecha por los mismos, y otros formados por sustancias alimenticias
alteradas ó podridas. Veámoslos por partes.
ARTÍCULO PRIMERO.
DE LOS VENENOS QUE VIERTEN CIERTOS ANIMALES.
Los animales que tienen cierto acopio de veneno segregado natural-
mente por alguno de sus órganos y le derraman en el acto de morder ó
picar, son las víboras, á saber: víbora común ( coluber verus); la naya
{coluber naya de Linneo) ; la elegante ( coluber russelianus ) ; la coluber gra-
míneas; la sedi peragoodoo de los indios; el bungarum pamax de los mis-
mos ; la culebra de cascabel ó de sonajas ; algunos insectos , como el escor-
pión de Europa ó el alacran , la araña tarántula , la de las bodegas ó cuevas,
a abeja , el moscardón y la abispa.
- 1141 —
Algunos creen que los sapos son venenosos por el humor que exudan,
y hasta se cita algún caso- de muerte por inoculación de ese humor.
De todos estos animales los mas temibles son la víbora y la serpiente
de sonajas , y en nuestro pais solo debemos temer la víbora común ó
culeber veras. Los demás animales venenosos rara vez producen la muerte,
y aun ha de ser en los niños y á fuerza de muchas picaduras. Hago esta
advertencia, porque procuraré ser sumamente breve en la exposición
de lo que particularmente atañe á dichos animales.
Las generalidades sobre la acción del veneno de estos animales ponzo-
ñosos, las alteraciones de tejido que producen y la terapéutica que les
corresponde, no debo tampoco consignarlas en este artículo, por cuanto
las llevo expuestas en la primera parte del Compendio. Pasemos, pues, á
ocuparnos en lo que sea especial.
§ I.— La víbora.
Sabido es que son caracteres del género víbora ser del órden de los
anfibios, ofrecer manchas transversales debajo del vientre, dos filas de
medias manchas debajo de la cola, cabeza triangular, aplastada, ancha
posteriormente y terminada en forma de hocico, de bordes salientes.
Dientes de veneno en el extremo anterior de la mandíbula superior. No
me entretengo en dar mas detalles sobre la víbora , porque los supongo
conocidos y porque bastarán para las necesidades del médico legista ; en
todo caso de duda, examinar la organización de las mandíbulas del rep-
til, y ver si tiene ó no el aparato que segrega y reparte el veneno.
Es:te aparato consiste en una glándula colocada en cada lado de la ca-
beza, detrás del globo del ojo, debajo del músculo crotafites ó téraporo-
maxiíar; estas glándulas tienen un canal excretorio. La mandíbula supe-
rior tiene uno, y mas comunmente dos dientes muy diferentes de los
demás , conocidos con el nombre de ganchos con veneno, redondeados hasta
los dos tercios de una bolsa membranosa , móvil de delante á atrás , en
cuya convexidad se percibe un canalito que conduce al canal ahuecado
en* el grueso del diente. En el mismo hueso maxilar superior existen
como en germen y de reserva otros pequeños dientes iguales , los que
no se desarrollan, sino cuando el ganchoso rompe, ó se inutiliza el diente
destinado á herir y á deponer en la herida el veneno.
Cuando el animal quiere morder, abre la boca ; el músculo elevador
de la mandíbula superior se contrae , y con esto comprime la glándula
que tiene debajo y hace salir el veneno, el cual corre á lo largo del ca-
nal, llega á la base del diente, atraviesa la bolsa que le envuelve , entra
en su cavidad por el agujero que hay en dicha base, se desliza á lo largo
de la ranura del diente y sale por el agujero que hay cerca de su punta,
penetrando en la herida.
El veneno de la víbora es un líquido amarillento, no ácido, ni alcalino,
ni ácre, ni quemante; puesto encima de la lengua, se parece á la gor-
dura reciente ; tiene un ligero olor parecido al de la gordura del mismo
reptil , pero algo mas nauseabundo. Con los ácidos no hace efervescen-
cia alguna; si se echa al agua, se va al fondo, y si se revuelve el líquido,
le enturbia y pone ligeramente blanco. No arde ni á la llama de una vela,
ni en las áscuas, Cuando fresco, es un poco viscoso; seco, se pega como
la pez. Parece, en fin, que es de naturaleza gomosa.
Los síntomas que produce el veneno de la víbora , depuesto en la he-
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ridaque hace el animal, cuando muerde, son los siguientes : sentimiento
de dolor agudo en la parte mordida , el cual se extiende á todo el miem-
bro y hasta los órganos internos, con tumefacción y rubor que pasa luego
al color lívido y va ganando poco á poco las partes circunvecinas ; sín-
copes considerables, pulso pequeño , frecuente, concentrado é irregular,
dificultad de respirar, sudores fríos y abundantes, perturbación de la
vista y de las facultades intelectuales, levantamiento del estómago, vó-
mitos biliosos y convulsivos , seguidos casi siempre de una ictericia uni-
versal ; á veces dolores en la región del ombligo. La sangre que al prin-
cipio fluye de la herida, es á menudo negruzca, luego sale sanies y se
declara la gangrena , en especial cuando la intoxicación va á terminar
por la muerte.
Los climas, las estaciones, el temperamento, la edad , eUv, etc. , in-
fluyen singularmente en la naturaleza y marcha mas ó menos rápida de
los síntomas ocasionados por la mordedura de la víbora. Parece que en
la América meridional y durante el verano son mas terribles las picadu-
ras de la víbora que en Europa en invierno. En las personas débiles,
tímidas y de estómago lleno, los síntomas se manifiestan con mucha mas
rapidez.
Fontana ha hecho mas de seis mil experimentos sobre el veneno de la
víbora y su mordedura , y será conveniente que consignemos en este pár-
rafo sus resultados; porque con ellos pueden resolverse una porción de
cuestiones.
El veneno de la víbora no lo es para toda clase de animales , las san-
guijuelas y caracoles, la culebra y el áspid no sienten nada, aun cuando
los muerda una víbora ; al contrario les sucede á la misma víbora , á las
anguilas y á los lagartos.
Generalmente hablando, el veneno de la víbora es mortal para los
animales pequeños, y para los grandes es tanto mas venenoso, cuanto
mayor sea la copia de veneno segregado que tenga el animal , cuanto mas
mordeduras en partes diferentes haya, cuanto mas calor haga y cuanto
masen cólera esté la víbora. Medio miligramo de veneno mata un gor-
rión, y se necesita para matar un pichón seis veces más. Fontana calcula
que para matar á un hombre se necesitan 15 centigramos ó 8 granos, y
12 granos para matar á un buey. Como la víbora no tiene segregado
mas que unos 2 granos, cuya cantidad no agota sino después de repeti-
das mordeduras, resulta que un hombre puede ser mordido muchas ve-
ces por una misma víbora ó por varias á un tiempo , sin que le causen
la muerte.
Con respecto á la magnitud del animal , Bosch refiere un caso en el
cual dos caballos fueron mordidos, uno en un pié, otro en la lengua; este
último murió asfixiado por la intensa inflamación que se desarrolló en su
laringe. ¿Tendría alguna influencia la mordedura hecha lejos del corazón?
Inyectado el veneno de la víbora en la vena yugular de varios conejos,
causa la muerte en menos de dos minutos, y en medio de gritos y con-
vulsiones. La sangre de los ventrículos del corazón está coagulada.
A.plicado en la piel ligeramente descantillada de los conejos y capones
de Indias, no es mortal.
Cuando el veneno no pasa de la superficie de la piel de los conejos , se
umita á producir una afección local en la misma piel; si penetra todo el
tegumento y alcanza al tejido celular, los mata. Depuesto en las fibras
üsculares, no hace efecto alguno.
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Picado el animal en el pecho, vientre , intestinos é hígado, perece en
masó menos tiempo. Picado en las orejas, pericráneo, periostio, dura-
madre , cerebro, médula de los huesos , córnea transparente , lengua , la-
bios , paladar y estómago, no produce efecto alguno muchas veces. Lo
propio sucede con los nervios ; es inocente.
Todo esto confirma las opiniones que emitimos en la primera parte de
este Compendio, sobre la acción de los venenos y su modo de obrar.
La acción del veneno déla víbora no es instantánea; es menester que
trascurra algún tiempo para que se haga sensible, ya sea en la parte, ya
en otros puntos distantes. En general es de quince á veinte minutos, pero
el tiempo está sujeto á una porción de circunstancias , ya relativas al
animal , ya al sugeto ó animal mordido, ya al país , estación , etc.
Fontana, y con él Orfila , creen que los accidentes dependen de la
absorción del veneno. Mas lo que acabamos de decir relativamente á las
diferencias que presenta el veneno de la víbora , según el punto donde
muerde, prueban hasta la evidencia que no es absorbido. Su contacto
con la sangre desenvuelve en ella un principio de putrefacción , á la que
son debidos los síntomas de intoxicación séptica, y esto lo hace no siendo
descompuesto; esto es, antes de ser absorbido. Por esto no daña tomado
por el estómago. Es necesario que haya alguna solución de continuidad,
ó una erosión. La sangre se coagula en parte.
El veneno de la víbora conserva su energía en la cabeza del animal,
aun después de largo tiempo de corlada , de separado el diente. Seco,
después de mucho tiempo, pierde su fuerza , según Fontana.
M. Mangili ha hecho algunos experimentos , para ver si el veneno de
la víbora era mortal introducido en el estómago, como lo habia asegu-
rado Fontana , y si después de nueve meses perdía su virtud. Los resul-
tados han sido contrarios á estos asertos. También asegura Mangili que
el veneno de la víbora es mortal para el hombre, y dice que los síntomas
mas ordinarios que en él provoca, son un tumor duro en la parte, pálido
primero, luego rojizo, tomando un aspecto gangrenoso y haciendo pro-
gresos rápidos hácia el corazón. Síguese á la formación del tumor el sín-
cope , vómitos, movimientos convulsivos y la muerte. La intensidad de
los síntomas está en razón de la magnitud ó de la edad , de la distancia
del corazón y de la lentitud de las pulsaciones arteriales.
Hasta aquí sobre la acción del veneno de la víbora. Veamos ahora
cómo se combaten los accidentes que provoca.
Habiéndonos extendido sobre el particular cuanto consideramos nece-
sario, al tratar de las indicaciones que hay que llenar en estas intoxica-
ciones , no reproduciremos lo expuesto en dicho pasaje. Véase la pá-
gina 536 y siguientes.
Nada diré de las demás víboras, ni de la cobra de capello, ya por ser
exóticas , ya por serles aplicable cuanto de la víbora común se ha dicho.
g II.— Serpiente de sonajas.
Las culebras ó serpientes de sonajas forman un género conocido con
el nombre de crotalus, en el cual hay varias especies; el crotalus boquira,
ó el crótalo de cola negra; el crolalus durissus ó el crótalo de rombo, y el
crotalus dryines ó sin manchas. El aparato venenoso es muy semejante al
de la víbora. Como las culebras de sonajas son de luengos países, hay
mucho cuento relativo á ellas. Dejemos para los autores de historia natu-
— 1144 -
ral averiguar á punto fijo la verdad de lo que de tales menstruos se diga,
v veamos los síntomas provocados por estas culebras. Según Everard
Home , el veneno de la serpiente de sonajas es muy activo ; la irritación
local es tan súbita y violenta, y sus efectos generales talmente intensos,
que los animales espiran en pocos momentos, sin que se encuentre alte-
ración alguna , como no sea en las mismas partes mordidas , donde el
tejido celular está completamente destruido, y los músculos muy infla-
mados.
Cuando el veneno es menos intenso, su acción no es siempre tan fu-
nesta; hay, sin embargo, un ligero delirio, y muchísimo dolor en la parte
lisiada. Pasada media hora, poco mas ó menos, se declara una hincha-
zón , debida á la efusión de serosidad en el tejido celular vecino, la cual
aumenta con mas ó menos rapidez por espacio de doce horas, extendién-
dose en las cercanías de la parte mordida. La sangre no corre en los pe-
queños vasos de las partes hinchadas ; la piel que los cubre se enfria ; la
acción del corazón es de tal modo débil , que apenas se percibe el pulso;
el estómago no puede tolerar nada , á causa de su excesiva irritabilidad.
Unas sesenta horas después , estos síntomas han adquirido una intensi-
dad espantosa ; manifiéstanse la inflamación y supuración en las partes
lisiadas , y en llegando á ser el absceso muy considerable , el enfermo
espira.
A. menudo sucede que si la mordedura ha sido en un dedo, cae este en
gangrena acto continuo.
El tratamiento indicado contra estos animales ponzoñosos es el mismo
que establecimos en la página 536 y siguientes , como el de la víbora.
g III.— Escorpión ó alacran.
El primer insecto de que nos haremos cargo, es el escorpión europeo.
Su figura , muy conocida , equivaldrá á la explicación zoológica de este
animal ponzoñoso. Este animal se encuentra en la Europa meridional,
debajo de las piedras y en el interior de las habitaciones.
La picadura del escorpión produce en el hombre accidentes, que varian
en razón del tamaño del animal y del clima á que pertenece. Según
Amoureux , hé aquí los síntomas que mas á menudo desenvuelve la pica-
dura del escorpión: mancha roja en el punto picado, la que se ensancha
un poco ; hácia su centro se ennegrece, siendo de ordinario seguida de
dolores; inflamación mas ó menos considerable, ó hinchazón con algu-
nas pústulas. Algunos experimentan calentura, calofríos y entorpeci-
miento; también se han notado vómitos, hipo, dolores en todo el cuerpo,
y temblor.
Los remedios mas conducentes para combatir los accidentes provoca-
dos por la picadura del alacran , son álcali volátil , dado interiormente y
aplicado al exterior, como se recomienda contra la mordedura de la ví-
bora. Las plantas cruciferas sirven también, los tópicos suaves, los emo-
lientes y los oleosos siempre disminuyen la inflamación local.
§ IV. — Tarántula.
La tarántula es una araña. Se llama así por ser muy común en Ta-
rento, Italia. No tenemos tiempo ni espacio para ocuparnos en los cuen-
tos que acerca de la tarántula se han esparcido. Haglivio ha escrito
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mucho sobre sus efectos. Serrao, médico napolitano, según Amoureux,
manifestó que dicha araña no era peligrosa ; haciéndola morder á un
hombre que se prestó al experimento, no resultó mas que una ligera tu-
mefacción. Pulli, al decir de Albert, asegura que el tarantulismo es á
menudo una enfermedad fingida. Epifanio Fernando decía en 1621 que,
en veinte años de ejercer la medicina en Nápoles , jamás vió á nadie
morir picado de tarántula ; pero sostiene que el tarantulismo no es una
enfermedad fingida. Orfila dice que los médicos instruidos convienen en
que la picadura de la tarántula no produce ningún fenómeno extraordi-
nario. Sin embargo, en verano, y en nuestros climas, la picadura de la
tarántula no ha sido siempre tan inocente; la muerte no le es extraña,
no socorriendo á tiempo y eficazmente al picado por dicho insecto. En
1843 publicó D. Cárlos Alastre y Marzal una interesante monografía
sobre el tarantulismo, con cuya lectura , igualmente que con la observa-
ción de 1). Bartolomé Piñeira, hecha en el Hospital General de esta corte,
no solo se confirma lo que acabamos de decir, sino la eficacia de lo que
mas visos tiene de fábula , á saber : la terapéutica filarmónica , la música
llamada tarantela.
Acerca del tarantulismo, se poseen muchas observaciones recogidas
por profesores españoles : citarémos las principales , sirviéndonos de
guía un curioso artículo que ha insertado el señor Alendez Alvaro en el
Archivo de la medicina extranjera y española , número de noviembre.
Treinta y ocho de esas observaciones se hallan en la obra de D. Fran-
cisco Javier Cid , titulada Tarantulismo observado en España. , etc.; seis por
el doctor Irañeta ; una recogida en el hospital de Aladrid por D. Barto-
lomé Piñeira; tres por D. Cárlos Aíestre y Alarzal ; una por D. José de
la Calle y Fajardo; dos por D. Alanuel Cuesta; una por D. Juan Lo-
zano, y otra por D. Juan González.
Los síntomas de la picadura son estos : el sugelo picado siente como
una mordedura de hormiga ó de mosquito, unas veces un poco molesto,
y otras un escozor como el de la picadura de la avispa. En la parte no
hay inflamación ni tumor alguno, sino una mancha rubicunda del ta-
maño de una lenteja poco mas ó menos. Al instante se advierte una titi-
lación , una sensación extraña de frió, de adormecimiento ó de estupor,
que desde el punto picado se difunde á todo el cuerpo, cuando apenas
ha pasado media hora. Entonces sienten los enfermos angustias, ansieda-
des; con temblores y ligeras convulsiones, quejándose con voz apagada
de opresión en el pecho, y por lo común no pueden marchar por su
propio pié. Las facciones se presentan descompuestas, con abatimiento,
los ojos hundidos , la mirada fija y lánguida; el enfermo está inquieto,
mudando á cada instante de postura, quejándose á veces de dolores en
varios puntos del cuerpo ; hay dificultad de respirar, la voz apagada , y
en ocasiones opresión en el corazón, el pulso es débil , contraido é inter-
mitente; suele haber lipotimias y síncopes, delirio, propensión al sueño
y sopor. En muchos casos se conservan íntegros los sentidos y las facul-
tades intelectuales. Con frecuencia se nota frialdad en todo el cuerpo y
sudores trios, y alguna vez náuseas y vómitos. Lo que parece caracterís-
tico, según los observadores de esta extraña enfermedad , es que los su-
getos al oir tocar una tocata llamada .tarantela , se ponen alegres y em-
piezan á moverse al compás de la música; si esta se suspende ó se varía,
los enfermos manifiestan desagrado, y caen en tierra si no se les sos-
tiene, hasta que se levantan y echan á bailar, con lo cual se inundan de
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sudor y en este estado se conducen á la cama hasta que vuelve á repe-
tirse la música. Este baile no es otra cosa que la extensión y contracción
fuerte de todos los músculos , guardando compás con la música.
A veces la enfermedad corre sus períodos en poco tiempo ; los enfer-
mos se curan en algunos dias ; rara vez se hace esperar mucho la cu-
ración.
De todas las observaciones recogidas , parece que en la mayoría de
casos se han curado los enfermos con esa música especial llamada taran-
tela ; algunos por otra tocata diferente , y otros con los medios ordinarios
de la farmacia, entre los que figura el álcali volátil. El método contra la
víbora y escorpión abona los mismos resultados contra la tarántula. Es
lo mas constante y racional.
§ V.— Araña de las cuevas.
Este insecto tiene como carácter del género arácnidos , órden pulmo-
nales, familia aracnóides, y tribu tubiletes, el tener las mandíbulas rec-
tas y ensanchadas al lado exterior, cerca de su base, seis ojos , cuatro de
los cuales mas anteriores forman una línea trasversa y otros dos situa-
dos uno á cada lado, detrás de los laterales precedentes; el primer par
de patas es el mas largo, y el mas ancho, luego el segundo; el tercero
es el mas corto. La araña de las bodegas tiene además el cuerpo largo,
de unos 2 centímetros, velloso, negro, tirando al gris de ratón ; con las
mandíbulas verdes ó de azul de acero, y una serie* de manchas triangu-
lares , negras á lo largo del dorso y del abdómen.
Los efectos de la picadura de este insecto son muy parecidos á los de
la tarántula. Esta intoxicación se combate lavando la parte picada con
salmuera; se aplica luego la triaca, y se da al interior una ó dos tomas
de la misma ; también pueden ser útiles las lociones con vinagre , y si
hay mucha irritación local , los tópicos emolientes.
§ VI.— Abeja , avispa , avispón y moscardón.
Las abejas, tan notables por sus instintos, sus costumbres y el pre-
cioso producto que elaboran , pertenecen al género de los insectos hyme-
nópteros , y constituyen una de las especies que viven en sociedad. Sus
principales caractéres son : tener cuatro alas de consistencia casi igual,
coloradas ó incoloras y transparentes; el cuerpo velludo, algunas pulve-
rulento; el labio superior corto; las antenas filiformes y menos largas
que la cabeza y el coselete reunidos ; la primera articulación de los tar-
sos aplastada en forma de una pala cuadrada y cóncava por una de sus
caras. Estas diferentes especies se encuentran en todo el mundo ; todas
suministran cera y miel , y se construyen sus celdillas en las cavidades
de ciertos árboles , ó en las concavidades de las rocas ; pero en primera
línea se encuentra la abeja doméstica. Se encuentra en España, Francia
y otras varias partes de Europa , y se alimenta del pólen y néctar de las
flores. Estos insectos viven en repúblicas numerosas y en habitaciones
geométricamente construidas. Una república de abejas se compone de
una hembra madre , ó reina de todo el pueblo, de muchos cientos de
machos, llamados abejones ó zánganos , destinados á fecundarla , y que
inmediatamente después son sacrificados sin piedad, y de veinte á treinta
®uil abejas trabajadoras , neutras , ó que no pueden ser fecundadas , y
- 1147 —
cuyo destino es segregar la cera , formar los alvéolos , elaborar la miel,
y trabajar continuamente en todo lo que puede contribuir á la prosperi-
dad del estado y á la conservación de sus semejantes. La abeja doméstica
es de un color negruzco, cubierta de un pelo amarillo oscuro, mas abun-
dante sobre el coselete ó caparazón ; sus antenas filiformes ; sus mandí-
bulas duras y córneas; el primer par de patas mas corto que los últi-
mos ; tienen un aguijón que les sirve de arma defensiva contra el hombre
y los animales; su picadura puede ocasionar accidentes graves, y por
consiguiente esto merece fijar la atención del médico.
Este aguijón , muy fino, existe en los individuos neutros y en las hem-
bras , pero jamás se encuentra en los machos. Está situado en la extre-
midad del abdómen de estos insectos; se compone de dos dardos encer-
rados en un estuche , y tiene una base mas ancha que todo lo demás;
esta base está formada por la reunión de nueve escamas cartilaginosas ó
córneas , de las cuales ocho parecen estar destinadas , por medio de
músculos que se insertan en ellas, á llevar hácia fuera la punta del ins-
trumento, mientras que la novena en forma de V, y cuya parte mas an-
cha corresponde hácia delante, parece estar destinada á la retracción.
Todas estas escamas, la longitud y anchura diferentes , se articulan las
unas sobre las otras , en términos de reunirse en un solo punto, y afec-
tar la forma de una concha redondeada en su extremidad; están además
cubiertas por fibras musculares, y sostenidas en la cavidad abdominal
por otras fibras carnosas. El cuerpo del aguijón es redondeado, córneo,
de dos líneas ó mas de largo ; el estuche tiene cerca de una línea, y está
formado de dos porciones semicilíndricas , unidas por dos láminas agu-
das , móviles en el interior del estuche, dejando en la parte inferior una
especie de canal ó ranura estrecha ; vista con el microscopio cada una de
estas láminas , parecen estar guarnecidas hácia su extremidad de quince
ó diez y seis dientes , cuyo vértice se dirige hácia la base. Cuando las dos
láminas están reunidas , tienen la forma de una flecha, cuya punta re-
sultante de su unión es tan penetrante como la aguja mas fina. Hácia la
base de las dos piezas del estuche hay un músculo muy fuerte, cuyas
fibras al contraerse rodean como una vaina los brazos de la escama car-
tilaginosa hendida , y por medio de fibras ligamentosas se fija sólida-
mente en la cavidad de los dos últimos anillos del abdómen. Las escamas
de la base se alargan por la contracción de los músculos que las rodean;
al mismo tiempo el plano carnoso colocado en la concavidad de la pro-
longación encorvada de los dardos , favorece la acción de los primeros
músculos, y el aguijón viene á tener su punto de apoyo, no en los ani-
llos del abdómen', como pudiera creerse, sino en la base misma de este
aguijón ; la salida de un diente sirve de apoyo al otro.
Pero el dolor vivo de la picadura no es debido solo á la disposición
del aguijón, sino que además se debe á un veneno que se introduce al
mismo tiempo en la herida. Según Fontana, se parece este veneno al de
la víbora , y se derrama por la ranura que hay entre las dos láminas del
dardo , proviniendo por dos canales tortuosos que hay en las inmedia-
ciones del canal intestinal: las extremidades superiores de estos conduc-
tos se introducen por una masa formada por las tráqueas. Estos tubos,
mas largos y de un tejido mas firme en la abeja madre que en las neu-
tras , abocan en una pequeña vesícula musculosa que sirve de reser-
vorio al veneno, y que, á beneficio de otro conducto mas estrecho,
es conducido al punto de reunión de las dos prolongaciones encorva-
— 1148 —
das del dardo. Esta vesícula , cavo tamaño ordinario es como una ca-
beza de alfiler, tiene la facultad de contraerse y de hacer salir el hu-
mor al mismo tiempo que sale el aguijón. Este veneno es claro, se
coagula y se seca con rapidez al contacto del aire ; tiene un sabor estíp-
tico ó salado que poco después se hace amargo y acre ; no enrojece , ni
enverdece el color de los vegetales : puesto sobre la córnea transparente,
no produce ninguna sensación desagradable; pero introducido debajo de
la piel, produce accidentes semejantes á los que resultan de la picadura
del insecto. Guando á consecuencia de muchas picaduras queda agotado
el veneno, la introducción solo del aguijón en la piel apenas produce
fenómeno sensible. Suele suceder que la abeja deje su aguijón en la he-
rida , en cuyo caso perece inevitablemente.
Los síntomas producidos por estas picaduras son : dolor vivo , calor,
tumefacción edematosa , escozor, y á menudo una inflamación erisipela-
tosa: se ha visto ocasionar la gangrena y hasta la muerte , sobre todo si
las picaduras se han recibido en la cara: en este caso se infiltran los
párpados y viene un estado de estupor. El tratamiento consiste en locio-
nes de agua fria ; los astringentes , la miel , los aceites , el alcohol , el
opio ; pero lo mejor es extraer el aguijón cuando ha quedado dentro,
cuidando de no oprimir la vesícula.
Estos insectos se han empleado como medicamentos , y también como
alimentos: los comen en Cumes y algunos habitantes de Ceylan.
Avispas. — Insectos pertenecientes á las familias de las diplópteros , tie-
nen generalmente el abdórnen pediculado , con un aguijón oculto pare-
cido al de la abeja : su labio inferior no es mas largo que las mandíbu-
las; sus antenas fusiformes y con dos articulaciones mas largas; sus alas
están plegadas en el sentido de su longitud. Como las abejas, viven en
sociedad y se componen de tres órdenes de individuos, machos, hem-
bras y neutros; sus costumbres y sus habitaciones son muy semejantes á
las de las abejas. Se distinguen el avispón y el avispa común.
Avispón. — Es de un color amarillo ; de unas quince líneas de largo,
con las antenas y la cabeza de un color moreno; el labio superior amari-
llo, las mandíbulas negras en su extremidad y amarillas en la base; el
corselete negro por su parte media y moreno por delante y por los la-
dos; las patas de color moreno, el primer anillo del vientre negro, mez-
clado de moreno y rodeado de un poco amarillo de limón ; los otros ani-
llos son negros en la parte superior y amarillos por su borde libre. Este
insecto se halla en toda Europa. La disposición de su aguijón y la natu-
raleza de su veneno casi no se diferencia del de la abeja , por lo cual
no los describimos. Sus picaduras son tan terribles como las de estas y
'mas anchas por la magnitud del aguijón : algunos dicen que no son tan
dolorosas.
Avispa común ó vulgar. — Su longitud es de cerca de nueve líneas ; las
antenas y las cabezas son negras; el contorno de los ojos y el labio su-
perior de color amarillo; una mancha en las alas y cuatro sobre el es-
cudo ; su abdómen es amarillo , y lo mismo las patas , que son negras
por la base. Tienen el mismo dardo, igual vesícula y veneno que los
anteriores. Sus costumbres y sus instintos también muy parecidos á los
de los insectos ya descritos.
Moscardones. — Insectos también pertenecientes á los hiraenópteros ,
que tienen cuatro alas membranosas , con nerviosidades , y las superio-
res mas grandes que las otras ; tienen dos ojos grandes á los lados, y
- 1149 —
tres pequeños en la línea transversal sobre el vértice de la cabeza; las
antenas son filiformes y compuestas de trece articulaciones en los ma-
chos y de doce en las hembras ; un labio fuerte y muy largo; el cuerpo
muy grueso, truncado por la base , muy redondeado, cubierto de pelos
distribuidos por lo común en fajas; las patas posteriores terminadas en
dos espinas ; el corselete grande y mucho mas elevado que la cabeza.
También viven en sociedad , y hay machos, hembras y neutros. Como
las abejas, las hembras y neutros están provistos de un aguijón casi se-
mejante, pero mas fuerte y mas duro. El órgano secretorio del veneno
consiste en dos tubos filiformes, flotantes, muy largos y como apeloto-
nados , los cuales se reúnen en un conducto común , que viene á abrirse
en un reservorio vesículo-membranoso, muy grande, ovoideo ó pirifor-
me , lleno de un líquido diáfano que sale y se introduce con el aguijón
en las picaduras. El mas común, el que se encuentra en los jardines, en
los arbustos , etc. , es todo negro , á excepción del ano , que es amarillo
rojizo. Sus picaduras, los accidentes del veneno y el tratamiento, todo
es lo mismo que lo ya dicho anteriormente.
Podríamos añadir á los animales venenosos los que se hacen tales á
consecuencia de enfermedades que se desarrollan en ellos y convierten
en humores dañosos el moco , la saliva , la bilis , etc. Mas habiendo ya
dicho en otra parte cuanto pueda ser útil al toxicólogo sobre esta clase
de humores maléficos , basta hacer aquí mención de que pueden , en
efecto, causar intoxicación.
ARTICULO II.
DE LOS VENEMOS SÉPTICOS QUE CONTIENEN LAS SUSTANCIAS Ai-IMENTICIAS
ALTERADAS Ó PODRIDAS.
No cabe ya ninguna duda que se presentan en la práctica intoxicacio-
nes debidas á ciertos principios dañinos desenvueltos en las sustancias
alimenticias, cuando ha empezado á manifestarse en ellas la putrefac-
ción. Oríila , Gaspard y Magendie han hecho varios experimentos sobre
el particular, y no son ya escasas las observaciones que se han recogido
relativamente al hombre.
Gaspar concluyó de sus observaciones y experimentos, que no es la
introducción de los humores humanos ó animales en la circulación lo
que envenena , ni el ácido carbónico y sulfhídrico contenido en los líqui-
dos podridos, y que tampoco deben atribuirse exclusivamente los efec-
tos deletéreos al amoníaco ; puesto que su inyección en los intestinos no
ha determinado nunca la irritación hemorrágica que produce la de las
materias putrefactas, á pesar de que puede tener algún influjo, en aten-
ción á que las materias no azoadas ó putrílago vegetal , no es tan mortí-
fero. Magendie cree poder establecer que hay diferencias en la putrefac-
ción de la carne entre los animales herbívoros y carnívoros; que el agua
procedente de pescado podrido , inyectado en las venas , es mas vene-
nosa, produciendo en menos de una hora síntomas análogos á los de la
calentura amarilla y del tifus , en cuyo caso la muerte se presenta á las
veinte y cuatro horas, y en el cadáver se encuentran todos los vestigios
de una alteración química de la sangre, la cual es fluida y traspasa por
todos los tejidos , en especial por la mucosa gástrica intestinal. El mismo
autor concede que esa agua podrida introducida en el estómago, es me-
— 1150 —
nos deletérea, lo cual atribuye á que no es absorbida mas que la parte
acuosa , permaneciendo en la superficie de la mucosa la parte de materia
animal podrida. La inyección en los pulmones no es tampoco tan vene-
nosa como en las venas.
El doctor Kerner, médico de Weinsberg, publicó en 1820 un trabajo
sobre las morcillas ahumadas, las cuales mira como alimento putre-
facto capaz de producir los accidentes mas graves. Desde 1793 á 1822,
recogió ciento treinta y cinco observaciones, y en ochenta y cuatro ca-
sos fa muerte fue el resaltado de esta intoxicación.
Los efectos, dice Kerner, fueron iguales á los de la mordedura de las
serpientes vecinas á los trópicos. Las morcillas hechas con leche ó blan-
cas, parece que son mas deletéreas cuando ya han sufrido un principio
de putrefacción. Los síntomas producidos por estas sustancias se desar-
rollan por lo común veinte y cuatro horas después de haberlas comido,
y son los siguientes :
Dolor vivo y quemante en la región epigástrica ; vómitos de materias
sanguinolentas ; ojos fijos ; párpados inmóviles; pupilas dilatadas é in-
móviles á la acción de la luz; vista doble; respiración embarazosa; no
hay latidos de corazón ; síncopes frecuentes ; pulso mas débil que en el
estado normal; venas del cuello dilatadas y salientes; deglución difi-
cultosa; las bebidas caen en el estómago como en un vaso inerte; ios
alimentos sólidos no pasan del esófago ; todas las secreciones parecen
suspensas ; constipación tenaz ó materias excretadas muy duras y como
férreas; la bilis no las tiñe. Las facultades intelectuales se conservan
íntegras, en algunos casos el carácter es irascible; apetito conservado;
mucha sed ; tegumentos muy sensibles , palma de las manos y plantas
de los piés duras y coriáceas; piel fria y seca; orina abundante con ex-
creción difícil.
Cuando sobreviene la muerte , es del tercero al octavo día ; la respi-
ración se pone dificultosa , la voz se pierde enteramente , el pulso cae, y
se apaga la vida á veces después de algunos movimientos convulsivos
ligeros, y conservando el sugeto la inteligencia hasta el último momento.
Si el enfermo no muere, su convalecencia es larga; hay á menudo
una especie de exfoliación en las mucosas, mucha propensión al sín-
cope, etc.
Dice Kerner que este cuadro de síntomas sufre en ciertos sugetos al-
guna variación, que á veces se presenta diarrea, hidrofobia, delirio fu-
rioso , vértigos , atrofia de los testículos.
La inspección cadavérica pone de manifiesto los estragos que hacen
esas sustancias averiadas; músculos contraidos, tiesos, inflexibles, vien-
tre terso y abultado , vestigios de inflamación en la faringe y esófago, al-
gunas manchas inflamatorias gangrenosas, anchas como la mano, en el
estómago y cercanías del cárdias ; á veces Ja membrana mucosa se des-
prende fácilmente. Los intestinos se presentan inflamados en diversos
puntos y hasta gangrenados; el hígado está penetrado de sangre algunas
veces ; en general sano ; en una palabra, hay vestigios de inflamación en
todas las visceras.
El doctor Schuraan y Weis han descrito también los síntomas que
provocan las sustancias averiadas, y hay entre sus cuadros y los de
Kerner mucha semejanza : de todo resulta que el sistema nervioso está
profundamente afectado con vestigios de una inflamación, que la sangre
se altera , y en su consecuencia todos los órganos sufren. Confesamos
- 1181 -
francamente que, á pesar de esa minuciosidad de descripción , no nos
quedamos satisfechos, y no titubeamos en decir que no está bien cono-
cida la sintomatología de esta clase de venenos.
Sobre la causa de estas intoxicaciones no están los autores de acuer-
do. Buchner dice que es un principio desenvuelto por la putrefacción; un
ácido craso.
Yo me inclino á creer que la verdadera causa de estas intoxicaciones
es la introducción en la masa de la sangre de materia animal en putre-
facción , la cual , no habiendo sido descompuesta del lodo por las fuer-
zas digestivas , provoca una especie de alteración en la sangre suscepti-
ble de una alteración igual , y de aquí los accidentes sépticos.
Difícil es establecer después de lo que precede, el tratamiento indi-
cado en semejantes intoxicaciones. Reinando en el cuadro de Kerner la
inflamación , parece que lo mas conducente debe ser el plan antiflogístico;
mas puesto que con razón se consideran estos venenos sépticos, y que
el cuadro general de síntomas tiene alguna analogía con el tifus , cree-
mos que una medicación sintomática será lo mas acertado.
Entre las sustancias alimenticias averiadas que provocan intoxicacio-
nes , podemos contar los alimentos recalentados, siquiera no sepamos á
qué es debido el daño que producen.
En los autores de Toxicologia se lee que un artesano , su mujer y sus
hijos comieron por espacio de dos dias seguidos sin inconveniente, un pe-
dazo de vaca cocida , colocando el resto que no comieron en un plato de
porcelana, y este encima de una estufa muy caliente. A.1 dia siguiente,
estaba el pedazo de vaca ennegrecido y duro por el calor , le sazonaron
con manteca y le añadieron ternera fresca. Comió toda la familia de este
guisado , y á poco de ello, dos niños y la mujer se vieron atacados de
vómitos, dolores epigástricos, cólicos atroces y diarrea serosa. Seles
descompuso la cara, la piel se puso fria, el pulso concentrado y débil.
El carbonato de amoníaco y los narcóticos disiparon este estado.
El doctor Kunkel analizó las sustancias sospechosas , y no halló nin-
gún vestigio de veneno en ellas; lo cual le hizo dudar de la vaca, la que
creyó en un estado de alteración análoga á la que experimentan las sus-
tancias ahumadas. Según Barras, cuando estas envenenan, es porque es-
tando el humo cargado de ácido piroleñoso y creosota , las sustancias
se impregnan de ello y así dañan. Mas si así fuese, semejante intoxica-
ción debería ser frecuentísima, y harto es sabido que los alimentos
puestos al humo son muy sanos, y cuando dejan de serlo, es porque no
se ha ahumado bastante'; el humo no ha impedido el desarrollo de la
putrefacción. La opinión, pues, de Barras no me parece fundada.
Otros casos se refieren de familias intoxicadas con guisados de car-
nero y otras carnes calentadas varias veces en poco tiempo en cacerolas
de cobre estañado. Ese enfriamiento y calentamiento sucesivos y repeti-
dos han hecho sufrir á las viandas alteraciones desconocidas, convirtién-
dolas en venenos terribles , puesto que sucumbieron tristemente cuantos
comieron de ellas.
Orfila , Barruel y Ollivier d’Angers analizaron esas sustancias para ver
si el cobre de las cacerolas tenia alguna parte en la intoxicación, y no
encontraron nada que pudiese dar pié para ello.
Seguramente el veneno que se desenvuelve, siendo orgánico, se des-
compone al introducirse las viandas en el estómago, y después de hecho
el daño, la análisis química ya no puede descubrirle, como sucede con
- ím —
Atrás muchas de origen orgánico animal ó vegetal. Los venenos de los
animales ponzoñosos no se descubren ni en la sangre, ni en los órganos;
porque al intoxicar se descomponen.
F La formación del veneno se deberá á alguna metamórfosis de las sus-
tancias alimenticias desconocida por nosotros.
El plan curativo de esta clase de intoxicaciones es, á poca diferencia,
el mismo que hemos recomendado para los casos análogos. Expulsar con
vomitivos ó eméticos catárticos las sustancias comidas, como se com-
prenda que todavía andan por el tubo digestivo , y luego combatir los
síntomas que mas descuellan por su naturaleza. Si son ilogísticos, bebi-
das emolientes, gomosas, cataplasmas, sanguijuelas, etc.; si nerviosos
narcóticos ó antiespasmódicos, etc.
Pertenecen, igualmente, á los venenos sépticos, las carnes de anima-
les enfermos ó muertos de enfermedades contagiosas, ó que producen
profunda alteración en los humores.
Cuando los animales están enfermos de males comunes, su carne no
suele hacer daño alguno , en especial si la cocción y los condimentos, ó la
vía estomacal del que las come, descompone los principios dañinos que
haya podido provocar la enfermedad.
Mas si esos humores nocivos no sufren alteración ni con el fuego , ni
con la acción de los humores digestivos, pueden muy bien intoxicar, y
de ello hay, desgraciadamente, sobrados ejemplos prácticos para creer
fundados estos temores.
Una comisión de médicos fué nombrada en París para averiguar hasta
qué punto es nocivo comer la carne de los animales muertos de enferme-
dad , y decidió , después de varios ensayos , que los gatos y los perros
nutridos con carne de animales cancerosos, engordan;* que el hombre no
sufre nada por ello; que hay ejemplos de haber comido el hombre, sin
accidentes funestos, la carne de animales muertos de la pústula maligna,
del tifus , de la rabia , etc.
Hammont, veterinario, sin embargo, se ha declarado en contra de
esas afirmaciones, apoyándose en los hechos siguientes :
Un león y tres perros murieron después de haber comido carne de un
caballo muerto de muermo, atacados del mismo mal.
En 1677 se desarrolló una enfermedad gangrenosa en un ganado. Cuan-
tos comieron de su carne contrajeron la afección de aquellos.
En el mismo año, en Leipsik, perecieron doce estudiantes despnes de
haber comido carne de vacas éticas , en cuyo cadáver se encontraron mu-
chos abscesos.
En 1745 , la carne de un buey muerto de la epizootia que reinaba en ei
Vivarais, hizo desarrollar en todos los soldados que la comieron una di-
sentería diarréica , con calentura y entorpecimiento.
Muchos negros han muerto por haber comido carne de animales ataca-
dos de epizootia.
Los líquidos segregados por animales enfermos tienen también propie-
dades nocivas.
Ha habido personas que han contraído aftas después de haber hecho
uso de leche de vacas aftosas (Lagar).
La leche de las vacas atacadas del carbunco ha comunicado la enfer-
medad á los becerros (Despiar).
Cinco personas se vieron invadidas de diarrea por haber tomado cafe
con leche de una cabra atacada del carbunco.
- 1Í53 -
Se han visto accidentes por haber comido carne de animales reventa-
dos de cansancio.
En el ducado de Badén , un cervatillo cogido en una red , y muerto
después de haber hecho muchos esfuerzos para escaparse, causó una in-
flamación gastrointestinal á cuantos comieron de su carne , siendo asi
que nada se encontró en ella que pudiese explicar su malignidad.
No sé hasta qué punto los hechos alegados por Hammont son ciertos,
si bien no son los únicos que pudieran citarse , y comprendemos perfec-
tamente cómo puede presentarse la intoxicación, comiendo carne ó to-
mando líquido de animales enfermos, sobre todo de ciertas enfermedades.
Ya hemos expuesto nuestro modo de pensar sobre este punto.
Tampoco es descabellado creer que el susto y los arrebatos de cólera
pueden alterar ciertos sólidos y líquidos, cuando vemos que el veneno
de la víbora es mas nocivo, si el animal está irritado , y que la leche de
la mujer es funesta para los niños después de una afección moral de la
madre.
Mas en España se come la carne de los toros ; y no se diga que no se
enfurezcan , ni que no se cansan , ni sufren los infelices animales que se
matan en la plaza. No sabemos que las personas que comen esa carne ha-
yan sufrido nada de particular, en armonía con lo que nos dice Ham-
mont, sobre todo respecto de los daños que pueden resultar de comer
la carne de animales enfadados y reventados de cansancio.
En cuanto al plan curativo de esta clase de intoxicaciones , deben se-
guirse las reglas generales: expulsar las sustancias comidas, por arriba
ó por abajo, según los casos, acallar las inflamaciones que sobreven-
gan , y combatir las enfermedades provocadas con los medios que contra
ellas se recomiendan en las obras de cirugía y medicina.
CASOS PRÁCTICOS.
Como complemento de este tratado, vamos á insertar algunos casos
prácticos de intoxicación. Hubiera deseado hacerlo en cada uno de los
venenos, ó , por lo menos, respecto de todos aquellos que son mas fre-
cuentes, de los que tenemos una regular colección en nuestra práctica;
mas eso hubiera dado á esta parte y al Compendio una extensión que no
podía tener, habiéndome formado el propósito de no escribir mas que un
tomo, y de no tratar sino de lo mas indispensable. Así es que me he limi-
tado á cinco casos , y de los mas breves , relativos á la morfina , al subli-
mado corrosivo, al arsénico, al fósforo y al ácido nítrico; guardando la
publicación de los demás para una obra aparte , que darémos mas tarde.
m
Número l.° — Informe sobre un caso de envenenamiento por la morfina.
El dia 12, 13 y 16 de junio del corriente año, los catedráticos de la Facultad
de ciencias médicas de esta corte, y doctores en medicina y cirugía abajo tu-
rnados, residentes en Madrid, en virtud de un oficio del señor Juez de primera
instancia del Prado, D. Benito Serrano y Aliaga, nos hemos reunido para ma-
nifestar si por los sinlomas obseivados en la María Bonamot , resultados que ha
dado la inspección de su cadáver y las operaciones químicas practicadas sobre sus
sólidos y líquidos, se puede determinar cuál ha sido la verdadera causa de la
muerte de dicha María, y en el caso de envenenamiento , qué sustancia le ha pro-
ducido, dando las razones científicas en que se apoye nuestro dictámen.
Según declaración del doctor D. Aguedo Pinilla, á las nueve ó poco más de
T0JUC01.0GÍA. — 73
— \m —
■ del 25 de mayo del corriente año, fué llamado por dos veces, con poco
• fSívnío para que pasase lo mas pronto posible á la calle del Infante, casa
número 4* cuarto principal. Llegado á dicha habitación, donde vivía una tal
Soña Pilar, esta le refirió varias circunstancias anteriores al accidente de la
María , entre ellas que esta se encontraba menstruando abundantemente; que
habían ido á los Andaluces (fonda de); que habían comido unos pollos, y be-
bido la Bonn mol un poco de vino común y moscatel de Jeréz; que volviéndose
á la casa de Pilar, aquella se habia puesto mala , hablando á veces acorde, otras
disparatadamente; que habia vomitado, manchándose la ropa y la cama, y que
lo que habia arrojado por los vómitos era en su mayor parle sangre, y poca co-
mida; en vista de lo cual, la Pilar hizo llamar al médico Pinilla, aunque sin vo-
luntad de la enferma , la que decía no tener nada.
Después de este relato, el doctor Pinilla vió en una jofaina que le presentó la
Pilar, como un cuartillo de líquido, en su mayor parle sangre, de un color rojo
vivo, y mezclada con algunos restos de alimentos, entre ellos pedacitos de
pollo.
Entrando en seguida en la alcoba donde estaba la Bonamot, la saludó, y ella
le contestó, nombrándole. Estaba echada del lado derecho, encima de la col-
cha, la cabeza apoyada sobre la almohada. Al ver al médico levantó la cabeza
con semblante alegre, festivo; desde la cintura arriba no llevaba mas que la
camisa, sobre esta echado un refajo, por cuya abertura sacaba el brazo dere-
cho, y por el lado izquierdo la tapaba aquel por encima del hombro, y hasta los
piés una manta.
Preguntada la enferma sobre su estado, respondió que solo la dolía la cabeza,
que por lo demás estaba buena, que la menstruación la seguía, que estaba con
ella desde el dia 23. El doctor Pinilla quiso pulsarla, y al ver la enferma que no
podía sacar con presteza del refajo el brazo derecho, se impacientó, profiriendo
una expresión de mal tono. Poca frecuencia de pulso, lengua en estado nor-
mal, no habia sed. Durante este examen, dijo la María espontáneamente:
aTengo una costilla rota.» Preguntada sobre esto, respondió tenia una costilla
rola, y no fué posible sacar nada en claro, por manifestarse en aquel momento
algo desacordadas sus facultades intelectuales. Se le dispuso una cucharada de
agua de limón helado, y unos sinapismos bajos, por si se repetían los vómitos.
Al marcharse el médico se despidió de él la enferma, nombrándole, como á su
llegada. A las tres y media de la mañana siguiente fué llamado otra vez; pero
no asistió.
El doctor D. Juan Drument vió á la Bonamot á las doce y media de la misma
noche del 25, llamado para asistirla con el doctor Pinilla, precediendo ciertos
relatos, que le pusieron en conocimiento de algunos hechos ocurridos antes del
accidente, y de cómo se encontraba en aquella habitación la María, á quien
solía asistir el doctor Drument en sus dolencias. Después de haber examinado
la jofaina que unas mujeres le presentaron, en la que observó, á poca diferen-
cia, lo mismo que el doctor Pinilla, entró en la alcoba y encontró á la enferma
echada en la cama, decúbito supino, con inquietud notable, ojos rutilantes, len-
gua sumamente seca y de color oscuro, pulso algt frecuente, delirio vago, ale-
gre y erótico, según las palabras con que se producía. A fuerza de llamarle la
atención sobre su estado, solo se quejó de dolor de cabeza, no ofreciendo en la
respiración , ni en el timbre de la voz nada notable. Mixtura acidulada. A las tres
y media de la mañana fué otra vez llamado, pero no asistió hasta las seis, en
que la Bonamot habia dejado de existir. Declaróse en vista de esto que conve-
nia proceder á la abertura del cadáver, y así lo dispuso la autoridad.
Reunidos los que suscriben sobre las dos de la larde del dia 26 en el gabi-
nete de la susodicha habitación, en cuya alcoba habia muerto la Bonamot, vi-
mos encima de una mesa de tocador una jofaina que contenía una porción de
materia, según se nos dijo, vomitada por la enferma, de color rojo, con mezcla
de alimentos que parecían fresas; el olor de estas materias era ácido.
Entrando en la alcoba, vimos el cadáver de la María en la cama, medio cu-
bierto con las sábanas, manta y colcha algo revueltas, en decúbito dorsal, a'o°
- 1155 -
encorvado horizontalmcnte y en dirección al lado izquierdo, como excurrido
hacia la cabecera inferior de la cama, á la que tocaba la difunta con los piés;
los antebrazos descansaban sobre el pecho.
Eu el suelo de la cama había una especie de saco ó arpillera manchada de un
liquido que parecía sangre. En una cómoda, un sombrero blanco de señora y
otros objetos de ninguna significación. Nada notable en lo restante de la alcoba.
La cama, limpia en lo general, presentaba manchas de color sanguíneo en el
lado derecho de la almohada y en la sábaníf inferior; una oval de un pié de diá-
metro debajo de la cabeza del cadáver; otra de unos dos piés de ancho, de un
líquido aguanoso en el punto donde descansaban las caderas de la Bonamol.
Debajo de la almohada había un pañuelo blanco manchado del mismo líquido
rojo claro de que lo estaba la almohada.
Descubierto todo el cadáver, llevaba, además de la camisa, enaguas y re-
fajo lodo mojado y manchado de un líquido aguanoso, como orina, en la parte
anterior y posterior. En la camisa habia, además, una mancha roja en la parte
superior, correspondiente á la espalda y hombro derecho. En ios piés llevaba
aplicados todavía los sinapismos.
Autorizada, por el juez, que estaba presente, la autópsia,se trasladó el ca-
dáver á una mesa de disección traída de la Facultad de ciencias médicas , y se
procedió al exámen cadavérico.
Exterior. — Ninguna señal de violencia; ninguna solución de continuidad; la
cara, palida, sin expresión de sufrimiento; muy al contrario, tranquila; ojos
cerrados, pupilas dilatadas; la parte inferior de la cara, mejillas y labios, abo-
tagados ; salida de moco por la ventana derecha de la nariz; labios y comisuras
manchadas de un líquido sanguinolento ya seco; boca fuertemente cerrada.
Rigidez cadavérica; manos fuertemente contraidas; con la extensión forzada
han recobrado la flexibilidad; lividez en las partes declives del tronco y extre-
midades; calor mas notable en la mitad del cuerpo cubierto por la ropa de la
cama ; abdomen abultado y tenso.
Interior ; cabeza . — Estado normal de las membranas del cerebro; vasos ve-
nosos llenos de sangre ; estado sano de la sustancia cerebral; ventrículos con
poca serosidad; cerebelo mas inyectado, con ramificaciones venosas; sustancia
en estado normal; médula oblongata y espinal en el mismo estado; poca serosi-
dad; ligera inyección venosa.
Pecho. — Practicada una incisión en la línea media del labio inferior, hasta la
horquilla del esternón, y dos por parle, las superiores desde la comisura de los
labios hasta la concha déla oreja, las inferiores á lo largo de las claviculas; se
disecaron los colgajos. Encías y dientes bañados de un líquido sanguinolento,
que arrojaba olor acido; serróse la mandíbula inferior; lengua cubierta de una
serosidad sanguinolenta; lavada la cavidad de la boca; mucosa en estado nor-
mal ; las papilas de la lengua muy manifiestas, en especial las de la base. Amíg-
dalas algo infartadas; nada de inyección en la faringe; las yugulares muy llenas
de sangre liquida.
Alóse el esófago.
Extendiendo la incisión por ambos lados del pecho, desde la trasversal de las
clavículas hasla !n región abdominal, quedó abierta la cavidad del pecho. Pleura
sin derrame, estado sano. Parle superior de los pulmones, color natural; parte
inferior y posterior, de un color lívido y negruzco. Separadas del cadáver a
lengua, laringe, (raquea y pulmones, y abiertos estos órganos, se presento la
mucosa de*las vías aéreas cubierta de sangre negruzca, con un tinte lívido,
lanío mas oscuro cuanto mas adentro de ios bronquios se penetró; pulmones in-
fartados extraordinariamente de sangre negra, pero crepitantes , elásticos y sin
lesión patológica. Los grandes vasos venosos llenos de sangre. El pericardio en
estado normal; poca sangre en las cavidades izquierdas del corazón ; alguna mas
en las-derechas; ninguna lesión en esta entraña.
Abdomen. — Estómago sobresaliente entre todas las demás visceras, enorme-
mente hinchado y tenso, de color natural en su parte anterior o superior; ná-
cia su extremidad izquierda color lívido con alguna arborizaron; parte míe-
- 1156 -
A Dosterior, coloración rojiza separada de la lívida por una línea brusca.
Atada la parte inferior del esófago con dos ligaduras, la superior del duodeno
vel Danto de unión entre el íleon y el ciego, por fin el recto, se han extraido
todos estos órganos, y abiertos sucesivamente de arriba á abajo, se han reco-
gido en vasos separados de cristal los líquidos y materias que contenían. En el
momento de cortarlos, desprendimiento de gases.
Lavado con agua destilada el estómago, ha ofrecido interiormente en general
un estado sano, alguna mancha ligerti y arborizacion poco notable en los punios
correspondientes á las coloraciones que se percibían al exterior; bastante canti-
dad de líquido turbio, pardusco y de olor acido.
Los intestinos delgados, abiertos, han ofrecido en el íleon algunas manchas
lívidas y mayor arborizacion; en especial en las parles declives. El líquido*que
conlenian era análogo, al simple aspecto, al del estómago.
Los intestinos gruesos han presentado inyección venosa y materias fecales en
estado natural; una mancha lívida ó pardusca con adelgazamiento de tejido
junto á la válvula íleo-cecal.
Todos estos óiganos, con sus líquidos y materias, han sido colocados en va-
sos y sellados.
El páncreas en estado normal, solo se encontró un punto con vestigios de de-
generación escirrosa.
Hígado, bazo, vejiga de la hiel en estado sano, vejiga urinaria conteniendo
unas seis onzas de líquido bastante turbio.
El líquido ha sido puesto en su vaso, y este sellado.
Ulero en estado sano, en su cavidad pequeña porción de un moco rojo oscuro,
que se sacó con el mango del escalpelo.
Trompas algo mas dilatadas que en estado natural y llenas de un moco igual
al del útero.
Ovarios en estado sano; en uno de ellos un quiste del grosor de un huevo de
tórtola lleno de serosidad.
Vagina normal. Trasladadas las materias y órganos encerrados en los vasos
sellados al laboratorio de química de la Facultad de ciencias médicas de esta
corte, se procedió á su examen especial y detenido. Los vasos sellados eran:
1. ° Una copa que contenía como unas seis onzas de orina extraída de la vejiga
del cadáver.
2. ° Un vaso en que había como un cuartillo de un líquido de color rojo, pro-
cedente, segur) se dijo, de vómito, de olor vinoso, en el cual se encontró un pe-
dacito de cuerda anudado, de unas tres líneas de diámetro, dos pedazos de pe-
chuga de ave de una pulgada y media, cubierto el uno con Ja piel, un pedazo de
piel, al parecer de cuello de ave, mucho parénquima de fresa , fresas enteras y
materia colorante, con semillas de la misma fruta.
3. ° Otro vaso en que había el estómago con sus líquidos y materias y el agua
destilada con que se lavó; el contenido era mucoso, pulposo, ácido agrisado, en
el cual se reconocieron algunas fresas enteras, pedacitos muy pequeños de pe-
chuga de aves y de dos huesecilos de las mismas, dos ó tres pedacitos al parecer
de pepinillo en vinagre, y bastante cebolla picada.
4. ° Otro vaso en que habia los intestinos delgados y su contenido, en el que
se advenía bastante cantidad de semilla de fresa.
5. ® Otro, en fin, en que habia los intestinos gruesos con sus materias fecales.
Además de estos vasos, fuó trasladada la arpillera, á modo de jergón, con
grandes y fuertes manchas, al parecer , de vómito sanguinolento, <ús que di-
sueltas cou lodo el esmero debido, dieron notable cantidad de albúmina, algu-
nos restos de materias animales, materia colorante y parénquima de fresas, se-
millas de lo mismo y fibrina.
Los líquidos existentes por una parte, por otra los que resultaron de la debida
cocción de las visceras, y últimamente el residuo de la carbonización del esto-
mago per el ácido sulfúrico, tratado todo por separado y con la mayor prolijidad
sitivn^r0 ^os me(L°s analíticos que la química suministra, ningún dato po-
vo oirecieron por el que pudiese sospecharse la ingestión de sustancia alguna
- 1157 -
venenosa de origen inorgánico. Insistióse todavía en la investigación de sustan-
cias arsenicales, mas ni los métodos de Marhs modificados por Orfila, Berzelius,
Liebig, dieron resultado alguno positivo, por mas que se repitieron y variaron
de sobra. Abandonando el campo de la investigación por lo que á venenos mi-
nerales loca, se dirigieron las operaciones hacia el terreno mas difícil de los ve-
nenos de origen orgánico, cuyo hallazgo es siempre menos seguro y mas ex-
puesto á error.
Evaporada suficientemente la orina en cápsulas de porcelana, tratada con el
alcohol hirvienle , filtrado el líquido resultante , evaporado de nuevo, tratado
con agua acidulada con ácido acético, precipitado por el acetato plúmbico bá-
sico, separado el exceso de este último por una corriente de sulfido-hídrico y
por la nueva filtración, evaporado hasta sequedad, á beneficio de suave calor,
nuevamente tratado el residuo con el alcohol, desteñido el líquido por el carbón
evaporado nuevamente, fraccionado el producto y sujetado á la acción del ácido
nítrico á 40 grados y á la del cloruro férrico, dio el primero un color anaranjado,
y el segundo un color verde de aceituna , los mismos que, tratada con iguales
reactivos, presenta la morfina, según se comprobó para mejor seguridad, varias
veces, sujetando dicha sustancia pura, ya á la acción del ácido nítrico, ya á la
del cloruro férrico, y comparado el resultado con los que una y otra vez ofre-
cieron los residuos de dicho tratamiento de la orina, no menos’ que los del lí-
quido contenido en el estómago, después de pasar por una serie de operaciones
análogas á las referidas, presentaron iguales fenómenos con los reactivos indi-
cados.
Reiteráronse cuantas veces fué dado las pruebas y contrapruebas, compa-
rando los colores producidos por la acción , ya con ácido nítrico, ya con el clo-
ruro férrico; aquí con los residuos en la orina; allí con los del contenido del es-
tómago, y observando la semejanza ó diferencia que dejaron ver con los resul-
tados de igual reacción sobre la sal de morfina , que se tenia dispuesta y que se
procuró colocar en circunstancias análogas.
El resultado de estas comparaciones manifestó que en ambos casos los efectos
parecieron idénticos, y observando los mismos matices y tonos en las materias
de investigación que en la sustancia conocida, se vió que la reacción promovida
por el ácido nítrico y el cloruro férrico en el contenido de la vejiga y en los lí-
quidos procedentes clel estómago , semejaba físicamente á la promovida , por ios
mismos y en circunstancias parecidas en la morfina pura, que se escogió como
término de comparación.
Por lo que loca á los líquidos procedentes de vómito , de los intestinos delga-
dos y de los gruesos, aunque sometidos á iguales ensayos, no dieron el mas li-
gero resultado, ni muestra la mas mínima de coloración parecida á la indicada;
solamente en el residuo del líquido procedente de la disolución de las manchas
de la arpillera se observó que con el cloruro férrico tomó el color aceitunado,
pero debiendo presentar el amarillo anaranjado por el ácido nítrico, lo tomó vi-
noso muy diferente de aquel.
De todo lo que precede creemos poder concluir .-
Primero. Que, según los síntomas observados por los doctores D. Aguedo Pi-
nilla y D. Juan Drument, y el estado de robustez, buena conformación y sani-
dad en general, en la constitución que presentó el cadáver de la María Bona-
mot, la enfermedad que produjo su muerte fué aguda y rápida, como las que
son resultado de una causa enérgica y ejecutiva que obra sobre alguno de los
centros d.e la vida.
Segundó. Que entre dichos síntomas, hay algunos que se presentan en los en-
venenamientos producidos por el opio y sus preparados.
Tercero. Que ni los vestidos ni la inspección cadavérica han presentado nin-
gún vestigio de menstruación, ni de enfermedad aguda ó crónica, por lo cual
pueda explicarse la muerte rápida de la María Bonarool, excepto la congestión
sanguínea de los pulmones, la tensión é hinchazón extremada del estómago y al-
gunas coloraciones y arborizaciones venosas en las partes declives de esta en-
traña y de los iniestiuos, en especial por lo que loca a las primeras.
— 1158 —
rnarto Que ni la congestión de los pulmones, ni la hinchazón del estómago,
¡ Vas coloraciones y vascularizaciones de esta viscera y de los intestinos iban
arom Da nadas de lesión alguna patológica en los tejidos, siendo la primera se-
mejante en un todo á la que se efectúa en las asfixias; la segunda, á la produ-
cida por la espansion de gases, y las últimas, á los fenómenos cadavéricos , por
ocupar los puntos declives y separarse del resto de tejido no colorados por lí-
neas bruscas. , , ,
Quinto. Que ni la congestión sanguínea de los pulmones, ni la tensión del es-
tómago, se manifestó por los síntomas que les son propios, cuando Bonamot fuó
examinada por los doctores Pinilla y Drument.
Sexto. Que estas alteraciones, en especial la congestión pulmonal y la hin-
chazón del estómago, se encuentran entre las producidas por ios venenos nar-
cóticos.
Séptimo. Que la orina y líquidos contenidos en el estómago sujetado á la análi-
sis, han dado reacciones semejantes á las que demuestran en el estado actual de
la química la existencia de la morfina y sus preparados.
Octavo. Que los síntomas presentados por la Bonamot y las alteraciones de su
cadáver, están en concordancia con los resultados de las análisis químicas.
Noveno. Que en el estado actual de la ciencia, la relación y concordancia que
se advierte entre los síntomas de la enfermedad ejecutiva de la María, el estado
exterior é interior de su cadáver, y el resultado ue las análisis químicas, indi-
can que ha muerto envenenada, y que la sustancia empleada para el envenena-
miento ha sido el opio ó alguno de sus preparados.
Dios guarde á Y. S. muchos años. Madrid 1G de junio de 1844.
Ndm. 2.° — Informe sobre un envenenamiento por el ácido arsenioso.
Los abajo firmados, doctores en medicina , catedrático el uno de Medicina le-
gal y Toxicología , y eí otro supernumerario y sustituto de dicha asignatura,
han examinado las materias guardadas en el cajón que V. S. se sirvió remitirles
acompañado de un atento oficio (en fecha 13 de diciembre), referente á otro
del Juez de primera instancia de B con el encargo de practicar la oportuna
análisis química de los líquidos contenidos en aquel, y concluidas las operacio-
nes necesarias para el debido desempeño de su cometido, tienen la honra de
manifestar á Y. S. el resultado definitivo de las mismas en este informe.
El cajón es de pino, de 75 milímetros de largo y 11 centímetros de ancho, y
15 centímetros de alto.
En su cara superior hay un rótulo que dice cubierta , y su sello con tinta ne-
gra Juzgado de primera instancia de Úande.
En la cara anterior otro que dice : Señor Juez decano de los de primera ins-
tancia de Madrid y un sello igual al precedente.
En la cara posterior dos cintas de algodón ó balduque encarnado, puestas en
forma de cruz y sujetas en sus extremos con un clavo.
Levantada la tapa , que estaba clavada con seis clavos, se encontraron dentro
dos frascos de vidrio metidos entre papeles apelotonados.
El uno de estos frascos era cilindrico y mayor, y el otro mas pequeño, aplas-
tado, como los que sirven para pomadas, ó aceites y aguas de olor.
Ambos estaban tapados con tapones de corcho y un papel con el sello del Juz-
gado preinserto.
Ni uno ni otro frasco tenían muestra ni rótulo por el cual pudiera venirse en
conocimiento de su procedencia. El mayor estaba casi lleno de un líquido mo-
reno rojizo, sucio, y presentaba un sedimento de! mismo color sucio.
Pesado dió 230 gramos.
Se le puso un rótulo con el número l.°
El otro contenia un trapo en forma de muñeca.
^ gramos y se le puso el número 2.°
56 e^rasco número l.°, y acto continuo se desprendió un olor un poco
recto, propio de la putrefacción del contenido, y extraído este y pesado dió 108
— 1159 -
4
gramos. Se turnó una parte y sumergiendo en ella el papel azul de tornasol, este
se enrojeció.
Carbonizada con ácido sulfúrico, tratado el carbón con agua acidulada , con
ácido clorhídrico, y filtrado y sometido el líquido á la acción de una corriente
del ácido hidrosulfúrico, dió un precipitado amarillo.
Ensayado por el aparato de Mariis, se obtuvieron manchas de un color leonado
oscuro, las que desaparecían aumentando la temperatura y con los vapores
de agua de cloro. Expuestas á la acción del ácido sulfhídrico se ponían amarillas.
Los vapores dei yodo les hacían tomar un color amarillo rojizo.
Se disolvían perfectamente en el ácido nítrico por poco que se aumentase la
temperatura, y evaporada la solución hasta sequedad, so obtuvo un residuo
blanco amarillento que se tiñó de rojo de ladrillo con una gota de nitrato de
plata disuelto.
Calentando el tubo, se obtuvo una mancha ó anillo con iguales caractóres.
Tomada otra porción del líquido contenido en el frasco número l.° se intro-
dujo en una retorta de vidrio, la que comunicaba con un recipiente y se colocó
en un baño de maría , elevando la temperatura á 60°.
El líquido del recipiente, que resultó de la destilación de olor un tanto em-
pireumático, dió reacción neutra con los papeles.
El de la retorta fué tratado con alcohol de 40°, y se filtró quedando del todo
transparente.
Sometido el licor á una corriente de ácido sulfhídrico, dió un precipitado ama-
rillo de canario, disolviéndose en el amoníaco con pérdida de color.
Suficientemente examinado lo contenido en el frasco número l.° se pasó al
análisis de lo contenido en el del número 2.°
Desatada la muñequila que formaba el pedazo de lienzo guardado en ese
frasco, se vió que contenia un polvo blanco ó una sustancia en fragmentos
muy pequeños, de aspecto cristalino y pesó 3 gramos. Echóse un poco de esa sus-
tancia en las ascuas y hubo formación de vapores en la base rojos, y mas arriba
blancos con olor aliáceo manifiesto. Otra porción echada eu una lámina de platino
enrojecida , desapareció por completo sin arrojar olor y dando un humo blanco.
Se trató otra porción con agua destilada fría, en la que se disolvió poco; se
calentó y se disolvió más, y dejando enfriar, dió reacción acida con el papel
azul de tornasol, enrojeciéndole notablemente.
Se trató con una corriente de ácido sulfhídrico y precipitó en amarillo de
canario, el precipitado se disolvió perfectamente eu el amoníaco perdiendo de
todo punto el color.
Echada una porción del líquido en el aparato de Marhs, se obtuvieron man-
chas y anillos enteramente iguales en caracléres á los obtenidos del licor pro-
cedente del frasco número 1.a, pero mucho mas notables é intensos.
Una porción de la sustancia pulverulenta de la muñeca fué colocada en una
capsulita de porcelana y tratada con algunas gotas de aguarégia, evaporóse
á sequedad y dió una sustancia blanca , la que precipitó en rojo de ladrillo
por él nitrato de plata; el precipitado se disolvió por completo en el agua tanto
caliente como fria.
En el aparato de Marhs dió también manchas y anillos.
Los infraescrilos devuelven al Juzgado el cajón y los dos frascos con parte de
lo que respectivamente contenían , lacrado y sellado, y además como prueba de
hecho de lo que han obtenido :
1. ° Dos tubos de vidrio, uno con el anillo con el mismo en que se obtuvo, y
otro tratado por una corriente de ácido sulfhídrico.
2. ° Varios fragmentos de cápsulas de porcelana con manchas , unas de las
cuales se obtuvieron tratadas con el ácido sulfhídrico, y otras con el yodo.
De todo lo que precede se desprende y los infraescrilos deducen :
1. ° Que el líquido contenido en el frasco número l.° es orgánico y semejante
al que procede del estómago de un sugeto. . . ,
2. ° Que dicho liquido contiene indudablemente vestigios de un preparado
arsénica! venenoso.
- 1160 -
s o y„e el polvo de la muñeca encerrado en el 2.°
se Dios0 «u arde á V. S. muchos años.
Madrid 25 de enero de 1859 .
frasco , es ácido ar •
NúM. 3.°— Informe sobre un envenenamiento por el sublimado corrosivo.
Los abajo firmados, doctores en medicina, catedrático el uno de Medicina
legal y Toxicología, y el olro sustitulo de esta asignatura, en la facultad de
medicina de la Universidad central, hemos recibido un oficio del señor Juez de
primera instancia del Prado de esta córte, fecha l.° de marzo de este año,
acompañado do un cajón con dos botellas, donde estaban contenidas las visceras
extraídas del cadáver de R. E. ; otro oficio del mismo juzgado con fecha 15 de
marzo último, advirtiéndonos que el juzgado de Palacio se encargaba de este
negocio, y que por el mismo nos serian remitidas mas sustancias procedentes
del indicado cadáver, y finalmente olro oficio con fecha 16 de marzo de este año
acompañando un tonel con visceras de la C y una copia de la declaración
prestada por los facultativos que practicaron la autopsia, todo ello relativo á un
exhorto del Juez de primera instancia de la Seo de Urgel y con el objeto de que
fuesen analizadas dichas materias y dar cuenta del resultado.
Habiendo examinado, al alcanzarles su turno , dichas sustancias, nos apre-
suramos á manifestar á V. S. el resultado obtenido por medio de las operacio-
nes analíticas que con dicho objeto hemos practicado.
Lo que hemos recibido es: l.° un cajón; 2.° un tonel.
El cajón era de pino, cuyas dimensiones eran alto ancho ('),
grueso, con una cinta que le sujetaba imperfectamente y tres sellos en diferen-
tes puntos de esta cinta completamente borrados; en la tapa había un rótulo pe-
gado con obleas encarnadas que decía: «S. N. Al señor Juez decano de la Villa
y Corle. El infraescrito escribano del Juzgado de Seo de Urgel, provincia de
Lérida: Certifico que este cajón contiene dos redomas, en las que existen sus-
tancias pertenecientes á causa criminal. J. C. V.° B.° El promotor , Manuel F. y
de R. Madrid.» Un sello en tinta azul que no pudo leerse.
Levantada la tapa, fuertemente asegurada con muchas puntas de Paris, se en-
contró lleno de salvado, y entre el mismo dos botellas de vidrio de color de las
que usualmente sirven para poner vino; las dos llenas enteramente de un líquido
turbio con dos rótulos que decían número 1, número 2 ; tapadas con un corcho
y lacradas con lacre encarnado. Su peso era el número l.°, 872 gramos , y el nú-
mero 2.°, 773.
Tomóse la botella número l.°, introdújose parte de su contenido, al parecer
orgánico, líquido bastante consistente, turbio, amarillento, rojizo, y ácido, en
una retorta de vidrio colocada en un baño de maría y que comunicaba con un
recipiente de vidrio continuamente enfriado, y esto mediante* un tubo encor-
vado con una copa llena de agua destilada. Elevóse la temperatura á 60°, reti-
róse el liquido obtenido que fué débilmente alcalino amoniacal, elevóse después
, Ia temperatura hasta la ebullición, y lo obtenido en el recipiente fué completa-
mente neutro.
Tomóse el residuo que quedó en la retorta, diluyóse en agua destilada, ca-
lentóse, después de frió se añadió alcohol de 40°, filtróse por papel préviamente
humedecido con agua destilada, y el licor obtenido, bastante incoloro y trans-
parente, con reacción sensiblemente acida, se sometió á los reactivos si-
guientes :
Con el sulfhídrico adquirió una coloración al principio amarillenta, á las veinte
y cuatro horas parda.
Con el sulfhidrato amónico, precipitado negro.
Con la potasa amarilleó, precipitando á las pocas horas.
hlin E.n las 1minuta9 Y libro de donde extraigo estos casos están estas dimensiones en
neo; por lo tanto, no recordándolas, en blanco las dejo.
- 1161 -
El yoduro potásico dió igualmente una coloración amarillo-rojiza que desapa-
reció por un exceso del reactivo.
Tomóse otra porción’ de lo contenido en la botella, evaporóse á un calor
suave hasta sequedad, tratóse con ácido sulfúrico el residuo, carbonizóse, el
carbón resultante se humedeció con unas gotas de ácido cloro-nítrico, secóse,
diluyóse en agua destilada, calentando la mezcla por espacio de una hora, fil-
trado en frió, quedó un licor perfectamente incoloro y transparente, ligeramente
ácido, que dió con los reactivos siguientes:
Con el sulfhídrico, precipitado al principio, amarillento sucio; luego negro.
Con el sulfhidralo amónico, precipitado negro.
Con la potasa, amarillento.
Con el yoduro potásico, precipitado rojizo, que se redisolvió en un exceso del
reactivo.
Colocada una lámina de cobre perfectamente limpia y pulida en el licor, al
que se añadieron algunas gotas de una disolución de cloruro amónico, á las
veinte y cuatro horas , á simple vista , y mas con auxilio de una lente de corto
aumento, aparecieron sobre un fondo pardusco unos puntos esféricos, blancos,
brillantes, líquidos, que desaparecieron calentándola lámina.
Tomóse la botella número 2.°, igual á la otra, examinóse su contenido, tam-
bién muy parecido, como orgánico, semi-liquido y ácido, y sujetóse á iguales
operaciones , que dieron un resultado perfectamente igual.
Recibióse á los pocos dias un tonel , reforzado con aros de hierro de alto
y de circunferencia, cuya lapa tenia un agujero redondo, tapado con uu
corcho, y lacrado con lacre encarnado.
Destapado, encontróse casi lleno de un líquido que parecía alcohol , y ade-
más vasos, visceras, intestinos y pulmón.
Tomóse una porción de los primeros, redujéronse á fragmentos con unas tije-
ras, se pusieron en una cápsula de porcelana, y se dejaron como una hora con
ácido sulfúrico concentrado, que los disolvió por completo. Carbonizóse luego á
una temperatura poco elevada, y separada la cápsula del hornillo, á simple vista
aparecieron entre el carbón una multitud de globulitos blancos, brillantes, y
con una lente se distinguían todavía mayor número.
Tratóse el carbón después de pulverizado con ácido cloro-nítrico, calentóse
ligeramente, é hirvióse por media hora en agua destilada. Filtrado en frío, ob-
túvose un licor perfectamente incoloro, transparente y algo ácido, que se ensayó
con los reactivos siguientes.
Una corriente de sulfhídrico dió un abundante precipitado negro.
Igual reacción se logró con el sulfhidrato amónico.
La potasa dió un precipitado amarillo rojizo, que se redisolvió con unas gotas
de ácido nítrico.
El yoduro potásico dió un precipitado rojo, que se redisolvió en un exceso
del reactivo.
Una lámina de cobre sumergida veinte y cuatro horas en el licor, adicionado
con un poco de cloruro amónico, se cubrió de globulitos perfectamente iguales
á los observados en el carbón.
Tomóse un trozo de pulmón, contenido como se ha dicho igualmente en el
tonel, y después de cortado á pedacilos, se carbonizó con ácido sulfúrico ; prac-
ticáronse las mismas operaciones que en el caso anterior, y los resultados fueron
iguales. . _
Tales fueron los resultados obtenidos por medio de las operaciones detenida-
mente expuestas en lo que antecede.
De estos resultados analíticos se deduce lógicamente, atendidas las reaccio-
nes características é indudables que ofrecen las sustancias tratadas con los
reactivos propios para descubrir bases inorgánicas, que tanto las materias con-
tenidas en las botellas que encerraba el cajón, como las que estaban en el tonel,
contienen notable cantidad de bicloruro de mercurio, o sea sublimado corro-
sivo, sustancia eminentemente venenosa.
Madrid 29 de mayo de 1859.
1162
Num. 4.°— informe sobre un envenenamiento por el fósforo.
Los abajo firmados, etc., hemos recibido un oficio atento del Juez de primera
instancia de Lavapies de esta córte, relativo á la causa criminal que en dicho
juzgado se está siguiendo á D. B L por haber tratado de envenenar con
aceite de hígado de bacalao fosforado á una niña , y junto con el oficio dos botes
lacrados y sellados , con el objeto de que fueran analizadas las materias conte -
vidas en dichos frascos.
Este caso quedó registrado en el libro de entradas , con el número 1 de este
año, para cuando le alcanzase el turno que rigurosamente se sigue en este labo-
ratorio, á menos que circunstancias extraordinarias, ó motivos abonados nos
obliguen á interrumpirle.
Alcanzado el turno, y no habiendo mas documentos que examinar que el ofi-
cio de remisión , pasamos al examen de los frascos.
Estos eran dos : uno de vidrio verde, y otro de cristal blanco.
El primero, que así se numeró, estaba tapado con un corcho, y lacrado con
lacre encarnado, que parecía tener un sello, aunque apenas se conocía, y con-
tenía una sustancia rojiza , de consistencia oleosa ; pesó 110 gramos.
El mayor se numeró con el número 2; tenia la figura exagonal; estaba igual-
mente tapado con corcho y lacre encarnado, con un sello mas perceptible, pero
que tampoco pudo leerse; pesó 415 gramos.
Destapado el frasco número 1 , vertióse el contenido en una cápsula, y se vió
que era un líquido amarillo verdoso, de olor á pescado, y parecido en efecto al
que tiene el aceite de hígado de bacalao del comercio; ofrecía además un olor
igual al del fósforo, en particular agitando el liquido.
Por decantación , separóse la porción líquida de la sólida , que ocupaba la
parte inferior de la cápsula.
Una porción de la parte líquida agitóse con una varilla de cristal en la oscu-
ridad , y percibiéronse ráfagas luminosas muy marcadas, y un olor aliáceo.
La sólida, se introdujo en un matraz de vidrio, añadiéndole un poco de lejía
de potasa ,con el objeto de emulsionar el aceite; se presentaron entonces mas
manifiestas unas partículas amarillentas, de la consistencia de la cera : este
líquido, agitado en la oscuridad, presentaba también fosforescencia. Los troci-
tos sólidos se separaron por decantación, se lavaron con agua destilada ; y colo-
cados en un obturador de cristal, se expusieron al sol. A los pocos momentos,
se levantó un humo denso, blanco, y de olor á ajos.
Introducidos dos ó tres fragmentos en el aparato de Mistchertitz , con la adi-
ción de ácido sulfúrico, no pudimos percibir mas que dos ó tres ráfagas lumino-
sas muy débiles.
Los mismos fragmentos ardían con llama viva , elevando la temperatura.
El contenido del frasco número 2 era una sustancia sólida , de consistencia
de natillas, de color blanco, y sin olor característico.
El examen físico no nos dió á conocer ninguna partícula análoga á las que
contenía el aceite.
Diluida una porción en agua destilada, y agitando en la oscuridad, no hufcio
fosforescencia ni olor aliáceo.
Filtrado, dió un líquido opalino, de reacción neutra, que precipitó en blanco
por el nitrato argéntico, disolviéndose el precipitado en el amoníaco; pero no
precipitó por el cloruro de bario, sulfato calcico, ni sulfato magnésico, aun aña-
diendo un poco de amoníaco.
Una porción de la masa que contenia el frasco se introdujo en una retorta de
cristal, se añadió agua destilada y ácido nítrico, adaptóse al cuello de la retorta
un recipiente de cristal , cuya tubulura comunicaba con una copa llena de agua
destilada , mediante un tubo encorvado. , .
Sumergida la retorta en un baño de maría, elevóse la temperatura de este a ia
ebullición. Disolvióse por completo el contenido de la retorta, y destiló en .ei
recipieute un licor incoloro, transpareufe y de reacción ácida. No precipuo,
— 1163 -
sin embargo, por el cloruro bárico, nitrato argéntico ni sulfato magnésico.
Filtróse el liquido de la retorta, y el licor resultante se analizó del modo si-
guiente :
Siendo la reacción del licor acida , se neutralizó con potasa.
Con el cloruro bórico dió un precipitado blanco, que se disolvió en el ácido
nítrico.
Con el nitrato argéntico, precipitado blanco amarillento, soluble en el ácido
nítrico y en el amoniaco.
Con el sulfato calcico, un enturbiamiento opalino, que desaparecía con una
gota de ácido nítrico.
Con el sulfato magnésico, enturbiamiento lechoso, verdadero precipitado con
unas golas de amoniaco líquido.
Tales han sido los resultados de las análisis practicadas en las materias conte-
nidas en los dos botes remitidos á este laboratorio por el Juzgado de primera
instancia de Lavapiés.
De estos resultados se infiere ser cierto que el liquido del bote núm. 1, ó
mas pequeño, era , en efecto, aceite de hígado de bacalao fosforado, pues tenia
fosforo disueno por el aceite, perceptible por su olor característico, por la fos-
forescencia y los vapores de ácido hipofosforoso que daba agitando la mezcla, y
expuesta la parte sólida al sol. El aparato de Mistcherlitz, aunque poco, acabó
de confirmarlo. Dicho aceite contenia fósforo en sustancia, y no escaso, por lo
cual, administrado deesa suerte, podia producir trastornos, puesto que las sus-
tancias crasas facilitan su absorción, sin alterarle, y le permiten obrar tóxica-
mente en el torrente circulatorio, ó, lo que es lo mismo, en la masa de la
sangre.
En cuanto á las materias del segundo frasco, ó bote, procedentes del estómago
por medio del vómito, no pudimos ya reconocer el fósforo en sustancia, nial
estado de ácido hipofosforoso; tampoco al de ácido fosfórico libre, puesto que
los reactivos propios para ello no pudieron revelarte; mas le descubrimos al es-
tado de fosfato, sin duda por haberse combinado con la magnesia, que, según
el oficio, se administró á la niña como contraveneno ó remedio para combatirle
Ja intoxicación. Los reactivos característicos de los fosfatos revelaron este gé-
nero de sal, ósea el ácido fosfórico combinado con una base; ácido que con
toda probabilidad procedía del fósforo ingerido en el estómago de la niña, de
donde procedía el material contenido en el bote núm. 2, mezclado con el aceite
de higado de bacalao.
De lodo lo expuesto, por lo tanto, se deduce :
1. ° Que el bote núm. 1, ó mas chico de los dos remitidos á este laboratorio
por el Juzgado de Lavapiés de esta corle, era aceite de higado de bacalao, y
contenia bastante cantidad de fósforo libre, en parte disuello por el aceite.
2. ° Que las materias contenidas en el segundo bote, ó mayor, y procedentes
del estómago de la niña mencionada en el oficio, no contenían fósforo, ni ácido
alguno de fósforo al estado libre, sino al estado de fosfato, pero cuyo ácido pro-
cedía con toda probabilidad del fósforo que se ingirió con el aceite de hígado
de bacalao fosforado.
Tal es el parecer de los infraescritos, á tenor de lo que han observado y se-
gún el estado actual de la ciencia.
Madrid 11 de abril de 1860.
Núm. 5.° — Informe sobre un envenenamiento por el ácido nítrico.
Los abajo firmados, etc., hemos recibido de ese Juzgado de primera instan-
cia del Barquillo, un atento oficio, acompañado de un testimonio y dos botellas
procedentes del señor Juez de la misma clase de Toledo, con el objeto de que
se practicara la análisis química de las materias recogidas y embotelladas por los
facultativos, y pertenecientes al cadáver de la niña E G á fin de con-
signar las sustancias nocivas que contuvieran, y si entre ellas lo era el agua
fuerte.
~ 1164 -
Este caso quedó registrado en el libro de entradas con el núm. 6 de este afio
para «uando le alcanzare el turno, que se sigue rigorosamente en este laboratorio'
siempre que no hay circunstancias abonadas que nos obliguen á interrumpirle’
~ Alcanzado ese turno , examinamos el testimonio remitido, que es una pieza dé
dos folios hábiles de oficio, y su contenido se reduce á manifestar el objeto in-
dicado, en virtud de la causa criminal que en dicho juzgado se sigue con-
tra E G por muerte de la niña E su hija, por envenenamiento con
agua fuerte, y haber hecho tomar algo de la citada agua fuerte á la fuerza ó
con engaños, áG M mujer del mismo, el 21 de enero de 1862. Yiq0
este documento, pasamos al reconocimiento exterior de las dos botellas mencio-
nadas, para proceder en seguida á la análisis química de su contenido.
Las botellas son dos, de vidrio verde ambas, la una mas alta que la otra-
aquella es como las de embotellar vinos generosos; la otra es mas chica. Ambas
están tapadas con corcho, lacradas con lacre rojizo, y selladas con el sello del
Juzgado, pero que no puede leerse bien. La mas alta, á la que hemos dado el
núm. 1, conleniacomo un tercio de su capacidad un liquido diáfano, incoloro,
que al simple aspecto parecía alcohol , y los pedazos de órganos macerados en él
con algo de sedimento. Las paredes interiores de la botella estaban sucias de las
materias introducidas.
La mas chica, núm. 2, presentaba, el dia del reconocimiento, en su fondo,
ocupando en su cuarta parte una sustancia negra, cuajada , y las paredes inte-
riores estaban también cubiertas de una capa de humores secos.
Tomada nota de estos datos particulares de cada una de las botellas , destapa-
mos la del núm. 1, y recibimos su contenido en una cápsula de porcelana. Sepa-
ramos por decantación la parte líquida de la sólida; aquella exhalaba el olor al-
cohólico, y tenia un poco de sedimento ó residuo que enturbió un lauto el líquido
amarillento de caña. Las parles sólidas parecían pertenecer á órganos diferen-
tes, que no pudimos á punto fijo determinar. Una de ellas parecía ser los órga-
nos de la voz, lengua con su base, un asta del hueso bióides, parle del esó-
fago y la glotis, pero sin poderse distinguir bien, por lo alterados que estaban
estos tejidos con la maceracion en el alcohol. Menos podia determinarse lo que
érala otra porción. Las dos tenían un aspecto general de color amarillo, con
algunos matices blanquecinos y manchas verdosas, y además el tejido era fuer-
te, duro, como todo el que recibe por largo tiempo la acción del alcohol, y des-
pedían el olor de esta sustancia.
Filtramos la parte líquida por papel Berzelius, para separarla del sedimento
que tenia, y resultó un licor mas transparente, pero del mismo color y olor, con
un ligero precipitado coposo blanquecino en el fondo.
Sumergido en este licor un papel azul de tornasol, se enrojeció al principio
poco, pero se fué avivando. Concentrado un poco de ese licor en una cápsula de
porcelana , á la llama de la lámpara del alcohol , su reacción acida era mas pronta
y mas fuerte.
Tratado un poco con cloruro bárico, hubo un ligero enturbiamiento , que el
ácido clorhídrico no disipaba. Con el nitrato de plata hubo también un principio
decoloración blanquecina que disipaba el amoniaco.
Creyendo que estas reacciones eran debidas á algún sulfato y cloruro mezcla-
dos en el licor, de procedencia natural y sin ninguna influencia en la acidez del
licor, tomamos un tubo de ensayo cerrado por un extremo, y echamos en él un
poco del licor con limaduras de cobre, hubo una ligera reacción , } aunque no
se presentó efervescencia , ni notable vapor rutilante , las limaduras se enverde-
cieron, y se tiñó el líquido de ese color.
Calentando el tubo, la reacción era mas manifiesta.
Echado otro poco del mismo licor en una capsulila, donde pusimos un poco de
morfina, esta se tiñó de amarillo rojizo ; y añadiéndole unas gotas de potasa al
aloohol , se puso de color rojo de amaranto.
Pusimos en un vidrio de reloj un poco de narcotina; echamos unas g-'ias de
acido sulfúrico concentrado, que la tiñó de amarillo , y añadiendo un poco del
licor en cuestión, lomó uu color rojizo de sangre.
- 1165 -
Hicimos lo propio con un poco de brucina : el ácido sulfúrico no le dió color
rojo de sangre; pero le adquirió un poco, añadiendo algunas gotas del licor.
Saturamos otra porción de este con potasa al alcohol, hasta que perdióla re-
acción ácida; y puesto el todo en una cápsula de porcelana, evaporamos á la
llama de la lámpara de alcohol hasta completa sequedad. El licor fué tomando
un color mas oscuro; casi al lin se puso pálido y esponjoso, y por último se re-
dujo en su mayor parle á un polvo blanco, y en algunos puntos negro de carbo-
nización; enfriada la cápsula, y tomado con agua destilada el residuo, se filtró,
y volvimos á evaporar hasta sequedad lo filtrado, resultando un polvo comple-
tamente blanco; echada una pequeñísima porción de este polvo en una áscua,
no de flagró ni detonó.
Mezclando un poco de ese polvo con unas pocas limaduras de cobre, puesta
la mezcla en el íondo de un tubo de ensayo cerrado por un extremo y de un
centímetro y medio de diámetro; echamos unas gotas (le agua y tres ó cuatro de
acido sulfúrico concentrado; en seguida adaptamos al extremo abierto de este
tubo un tapón de corcho atravesado por un tubo encorvado que remataba por el
otro extremo en un tapón de corcho atravesado también y adaptado á un tubilo
de un centímetro de anchura, en el fondo de cuyo extremo cerrado habíamos
puesto cuatro ó cinco gotas de sulfato de narcolina. Calentado el tubo mayor de
este aparatito por el extremo cerrado á la llama de la lámpara de alcohol, hubo
un poco de efervescencia y un ligero desprendimiento de vapores rojizos, po-
niéndose algo verdes las limaduras y el sulfato de narcolina, a los pocos momen-
tos fué lomando un color rojizo.
Examinada la parte líquida de la botella núm. 1, procedimos á examinar las
sólidas. Aplicando á su superficie liras de papel azul de tornasol, humedecidas
con agua destilada, se enrojecían. Corladas a pedacitos, y maceradas algunas
horas en agua destilada, esta presentó reacción fuertemente ácida; y ensayada
sucesivamente como la parle liquida de la botella, dió, á poca diferencia, los
mismos resultados.
Destapamos en seguida la botella número 2 y se extrajo de ella cierta cantidad
de un líquido negruzco, denso, de consistencia de jarabe, con olor alcohólico,
dejando en el fondo de la capsula donde se recibió y en las paredes de la misma,
al pasearle por ellas inclinándola, unos grumos de color mas rojo, parecidos á
la jalea de grosella. Este líquido tenia el aspecto tle sangre semi-liquida; pero
examinadas unas gotas al microscopio, no presentó los caractéres propios de
aquel humor, veíanse en el campo globulillos que parecían de grasa, corpúscu-
lillos granosos y masas informes sueltas de color pardusco como un detritus. Rom-
pimos la botella para extraer una parte sólida que restaba en el fondo. Parecia
un órgano membranoso; creimos que seria el estómago; no presentaba nada (te
putrefacción; no tenia la consistencia de los sólidos de la primera botella; estaba
blandusco, con notorios vestigios de inflamación intensa, manchas negras , ver-
dosas y azuladas, y algunos puntos amarillos; olia como el líquido. Un papel
azul de tornasol sumergido en este, se enrojeció lentamente; desleído con un
poco de agua destilada , sucedía lo mismo; lomada una porción de este humor
con agua destilada, se filtro con papel Rerzelius y resultó un licor blanco-ama-
rillento de reacción un poco ácida, y que sometiéndole á los reactivos indicados
y á las operaciones que detalladas hemos expuesto al hablar del liquido de la
primera botella, nos dió resultados menos claros, y hubo algunos negativos.
Lavóse con agua destilada y se dejó macerar por algún tiempo en ella lo que
nos pareció ser el estómago, y ensayado el liquido después de separado del só-
lido; filtrado, y sometido a las indicadas operaciones y reactivos, tampoco obtu-
vimos resultados tan completos como con el líquido de la botella número 1.
Entonces tomamos una porción del liquido negruzco 500 que se lavó, y en que
se maceró lo que creimos ser el estómago y unos cuadlos fragmentos de este, y
todo se colocó en una retorta de vidrio que colocamos en un baño de maria,
adaptando su cuello al de un recipiente, en cuyo fondo pusimos un poco de agua
destilada, comunicando aquel á su vez por medio de un tubo encorvado con una
copa llena de dicha agua; se aumentó la temperatura hasta 70 grados, enfriando
- 1166 -
^«lantemente el cuello del recipiente con una esponja empapada de agua; se
alimentó la temperatura con cloruro de sodio, mudando el recipiente , y se ob-
tuvo un licor destilado transparente y de reacción neutra ; los reactivos de los
ácidos no dieron ningún resultado; igualmente los de las bases. Gomo con los
ensayos hechos creimos haber obtenido bastantes pruebas de la presencia del
ácido nítrico ó agua fuerte, en especial en las materias de la botella número 1,
no pudiendo explicar la presencia de ese cuerpo ácido por la putrefacción, de la
que no había vestigios, ni en unas ni en otras materias, y siendo precisamente,
según las sospechas del Juzgado y los pocos datos que hay en el testimonio, el
agua fuerte ó ácido nítrico el causante de la muerte de la niña E. G., juzgamos
que no debíamos proceder á la averiguación de la existencia de otros venenos,
ya por ser rarísimo que los criminales se valgan de mas de un veneno para aten-
tar contra la vida de un sugelo , ya porque se hubiera revelado durante los en-
sayos hechos para descubrir el que nos ocupa.
Tales son ios resultados que hemos obtenido por medio de las análisis químicas
de las materias procedentes del Juzgado de primera instancia de Toledo y cor-
respondientes al cadáver de dicha nina.
Esos resultados nos autorizan para opinar que en dichas materias, en espe-
cial en las contenidas en la botella número 1 , había ácido nítrico ó agua fuerte
no natural, ó debida á la putrefacción y que probablemente habrá sido Ja causa
de la muerte de dicha niña la introducción por sus vías digestivas de una can-
tidad de dicho ácido suficiente para ello.
Sin embargo, para que estos resultados analilico-químicos tengan toda la
fuerza lógica que exige la Filosofía de la intoxicación en tales casos, creemos
que es necesario ponerlos en concordancia. con los síntomas que presentaría for-
zosamente la víctima en su agonía, ó desde la ingestión del veneno, y los resul-
tados de la autopsia practicada en su cadáver. Tanto los síntomas como la au-
tópsia, son tan característicos en esta clase de envenenamiento, en especial si
el ácido nítrico ó agua fuerte es concentrada , que por si solos bastan para re-
solver el caso en sentido afirmativo, mucho mas si á ellos se agregan los resul-
tados analítico-químicos, aun cuando estos no sean completamente satisfactorios
por las alteraciones que experimenta dicho veneno en contacto con los tejidos y
después de largo tiempo.
El juzgado verá por los datos que tenga respecto de los síntomas y de la au-
topsia, y las correspondientes preguntas que haga á los facultativos acerca de
ellos el valor que podrá darse á nuestras análisis químicas, sobre si el agua
fuerte ha sido ó no la verdadera causa de la muerte de la niña E. G.
En virtud, pues, de todo lo que precede en resúmen, concluirémos diciendo:
1. ° Que en las materias procedentes del Juzgado de primera instancia de To-
ledo, pertenecientes al cadáver de la niña E. G. y remitidas á este laboratorio
por el Juzgado de igual clase del Barquillo, hemos encontrado vestigios de ácido
nítrico ó agua fuerte.
2. * Que estos vestigios eran mas notables en las materias contenidas en la bo-
tella mayor que las de la mas chica.
B.° Que durante las operaciones para descubrir el ácido nítrico no se ha reve-
lado ningún otro veneno.
Tal es el dictamen de los abajo firmados conforme á los dalos que han obte-
nido y al estado actual de la ciencia.
Madrid 14 de setiembre de 1862.
PIN DEL COMPENDIO DE TOXICOLOGÍA.
INDICE
DE LAS MATERIAS CONTENIDAS EN ESTE COMPENDIO.
Prólogo.
Introducción *
I. — Frecuencia de las intoxicaciones
II. —Dos aspectos del envenenamiento ! .
III. — Historia del aspecto social; origen del envenenamiento como accidente y
como crimen 1
IV — Dalos mitológicos y literarios
Y. - Dalos históricos ; Biblia .
VI. — Historia profana ; edad antigua
VII —Edad media. ...
VIII. — Edad moderna * \
IX. — Edad actual
X. — Historia del aspecto científico; tiempos antiguos * | ’
XI. —Tiempos medios
XII. — Tiempos modernos
XIII. — Tiempos actuales
XIV. — Utilidad y necesidad de la Toxicología
XV. — Cómo debe escribirse y estudiarse la Toxicología
XVI — La Toxicología es una verdadera ciencia médica
XVII. — Motivos infundados para negar á la Toxicología el carácter de ciencia.
XV III — INo es una razón, para negar á la Toxicología el título de ciencia , el
que no sea una ciencia pura
XIX. — La Toxicología tiene su objeto determinado, sus hechos, sus principios
propios y su método
XX. — La base de la Toxicologia está en los hechos de intoxicación y envene-
namiento
XXL — La existencia de sustancias venenosas por su naturaleza es positiva. . .
XXII. — Los venenos forman un grupo natural diferente de los medicamentos;
pertenecen antes á la Toxicología que á la Farmacología
XXIII. — Así como hay ciencia de las quemaduras, asfixias y lesiones corporales,
así debe haber ciencia de los venenos ... ...
XXIV. — Relaciones de la Toxicologia con la Medicinal-legal
XXV. — El médico legista debe conocer la Toxicología
XXVI. — Los médicos forenses son los peritos científica y legalmente idóneos
para resolver las cuestiones relativas al envenenamiento. ... . . .
XXVII. — Utilidad de una cátedra de Toxicologia práctica
1
5
5
6
7
9
16
17
20
21
22
25
27
27
33
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44
47
47
52
54
56
59
63
G8
69
76
82
95
Resumen de Ja Introducción 98
Organización de la Toxicología 115
Qué es la Toxicología y cómo se divide 115
Parte primera. — Toxicología general
Qué es la Toxicología general y qué comprende
Resúmen de la organización de la Toxicología
Capitulo I. — Fisiología de la intoxicación. — De los puntos mas importantes que la
fisiología de la intoxicación comprende. . . . . . . . • • • • • •
Artículo I. — Del veneno y suscaractéres diferenciales; de la intoxicación y de sus
formas
$ I. — Qué se entiende por veneno
i II — "Caracteres diferenciales del veneno
116
117
123 '
123
125
125
135
C Til —De la intoxicación y envenenamiento y de sns formas f4g
A J jj ' _ De la cantidad y estados de los venenos
Yl.— De la cantidad á que es venenosa una sustancia i49
« lí —De los estados de los venenos 131
Art. IÍI. — De las vías por donde pueden introducirse los venenos 153
s I. — Intoxicación por la piel 154
$ II. — Intoxicación por las aberturas naturales o las mucosas
S III. — Intoxicación por el tejido celular, ó las soluciones de continuidad. . . ico
Art. IV. — De la absorción de los venenos 161
5 I. _ De jos hechos que prueban la absorción de los venenos IGl
$ II. - De la relación entre la absorción de los venenos y su solubilidad , su di-
fusibilidad y otras propiedades físicas y quimicas 163
§ III. — De las diferencias en la rapidez de la absorción , según las vias. ... 167
$ IV. — De la influencia de los nervios en la absorción de los venenos. ... 170
$ V. — De los órganos por donde pasan los venenos absorbidos 173
§ VI. — De los órganos á donde van á parar los venenos absorbidos 174
§ VII. — De la acumulación y eliminación de las sustancias medicinales absor-
bidas que pueden ser venenos. 177
5 VIH — Del tiempo que tardan en ser eliminadas las sustancias medicinales
y venenos absorbidos 184
S IX. — De la formación de venenos en la economía, debida á combinaciones
de sustancias inofensivas 187
§ X. — Del modo como son absorbidos los venenos 190
Art. V. — De la acción de los venenos 212
§ I. — Del modo de obrar de los venenos puestos en contacto exterior é interior
con nuestros sólidos, líquidos y gases. . 212
A . La escuela vitalisla es incompatible con la Toxicología positiva. . . . ¿14
B. Utilidad y necesidad de la química aplicada á la fisiología toxicológica. . 221
C. Refutación de las objeciones que se hacen á la aplicación de la química á
la fisiología 222
S II. — Cómo se conducen los venenos con nuestros sólidos y líquidos 236
S III. — Délos efectos que producen los venenos sobre los sólidos y líquidos
vivos. . 2.70
$ IV. — De la relación que hay entre la acción de los venenos y su absorción . 261
A. Bases en que se apoya la opinión de que los venenos no obran sino absor-
bidos • 262
B. Bases en que se apoyan los que opinan que los venenos obran por su con-
tacto con los nervios 278
C. Cómo debe resolverse esta cuestión 287
$ V. — Cómo debe concebirse la acción de los venenos sobre el sistema nervioso. 290
S VI. — De los diferentes modos de obrar de los venenos 299
§ VIL — De las circunstancias que modifican la acción de los venenos. . . . 332
Art. VI. — De la clasificación de los venenos 378
Art. VIL — De los medios mas conducentes para el estudio experimental de todo
cuanto atañe á la acción de los venenos 377
Resumen de la fisiología de la intoxicación
407
Cap. II. — Patología de la intoxicación
De las partes que la patología de la intoxicación comprende
Art. I. — Del diagnóstico de la intoxicación
SL — Del diagnóstico absoluto de la intoxicación . . .
S II. — Del diagnóstico genérico de la intoxicación
A Diagnóstico de la intoxicación cáustica
Su etiología
B. Diagnóstico de la intoxicación inflamatoria „ .
Su etiología
C. Diagnó tico de la intoxicación narcótica
Su etiología
D. Diagnóstico de la intoxicación nervioso-inflamatoria. . . . .
Su etiología
E. Diagnóstico de la intoxicación asfixiante '. ! !
1. ° Diagnóstico de la intoxicación asfixiante tetánica
Su etiología. . . . .
2. ° Diagnóstico de la intoxicación asfixiante paralítica. . . .
Su etiología.
3. ° Diagnóstico de la intoxicación asfixiante anestésica
441
441
443
445
449
449
431
431
433
433
453
454
434
455
436
456
457
437
457
- 1169 -
Su etiología '
F. Diagnóstico de la intoxicación séptica |
1. ° Diagnóstico de la intoxicación séptica por gases mefíticos. ! * . . 459
Su etiología ¿59
2. ° Diagnóstico de la intoxicación séptica por los animales’ venenosos. ’. * 459
Su etiología 460
3. ° Diagnóstico de la intoxicación séptica por humores virulentos. 460
Su etiología ‘ 4gQ
4. ° Diagnóstico de la intoxicación séptica por ios alimentos y sustancias
orgánicas en putrefacción 4g0
Su etiología ' 461
A rt. II. — Del pronóstico de la intoxicación 462
§ I. — Del pronóstico absoluto ó general de la intoxicación .!!!!.. 462
S II —Del pronóstico genérico de la intoxicación. 464
A. Pronóstico de la intoxicación cáustica . ... . 464
B. Pronóstico de la intoxicación inflamatoria ’ 4g¡j
C. Pronóstico de la intoxicación narcótica 465
1). Pronóstico de la intoxicación nervioso-inflamatoria " 465
E. Pronóstico de la intoxicación asfixiante * 466
l.° Pronóstico de la intoxicación asfixiante tetánica 466
2 ° Pronóstico de la intoxicación asfixiante paralítica . 466
3.° Pronóstico de la intoxicación asfixiante anestésica 466
F. Pronóstico de la intoxicación séptica . 467
1. ° Por gases 467
2. ° Por animales ponzoñosos 467
3. ° Por humores virulentos 467
4. ° Por sustancias putrefactas. . 467
Art. III. — De la anatomía patológica de la intoxicación 467
SI- — De la anatomía patológica absoluta do la intoxicación 468
S II. —De la anatomía patológica genérica de la intoxicación . 468
A. Anatomía patológica de la intoxicación cáustica 468
B. Anatomía patológica de la intoxicación inflamatoria 469
C. Anatomía patológica de la intoxicación narcótica. ... ... 470
D. Anatomía patológica de la intoxicación nervioso-inflamatoria. .... 471
E Anatomía patológica de la intoxicación asfixiante 471
1. ° Anatomía patológica de la intoxicación por los asfixiantes tetánicos. . 472
2. ° Anatomía patológica de la intoxicación asfixiante paralítica. . . . 472
3. ° Anatomía patológica de la intoxicación por los asfixiantes anestésicos. 472
F. Anatomía patológica de la intoxicación por los venenos sépticos. . . . 473
1. ° Gases mefíticos 473
2. ° Animales ponzoñosos 473
3 0 Virus 473
4. ° Sustancias putrefactas 473
Resúmen de la patología de la intoxicación 473
Cap. III. — Terapéutica de la intoxicación
Primera parte. — De la profiláctica de la intoxicación. . . . . . • • • •
Art. I. — De los medios de prevenir las intoxicaciones involuntarias ó accidentales
Art. II. — De la terapéutica profiláctica para impedir ó hacer menos frecuentes
los envenenamientos - . . .
Segunda parte. — De la terapéutica curativa de la intoxicación. . . . .
Art. I. - De los contravenenos
S 1 — Qué se entiende por contraveneno • • •
$ II. — De las condiciones que debe tener toda sustancia para ser considerada
como contraveneno
S III- — De los contravenenos conocidos
Art. 11. — De los antídotos.
SI. — Qué debe entenderse por antídoto • ♦. •
S II — De las condiciones que lia de tener una sustancia para ser considerada
como antídoto
S III. — De los antídotos conocidos
Art. III. — De las medicaciones .....••••••
SI. — De las indicaciones que hay que llenar en la intoxicación en general. . .
A. Primera indicación. —Dar el contraveneno. . . • • • • • •
B. Segunda indicación. — Expulsar el veneno, facilitando el vómito, dando
lavativas, etc
TOXICOLOS! A, — 74
481
482
483
5:12
506
51)6
507
507
510
513
513
515
516
517
518
519
529
— 1Í70 -
r Tercera indicación. — Administrar el antídoto. . ¿ 524
n Cuarta indicación. — Establecer la medicación conveniente ó un plan cu-
^ * un..
5 IJ. — De las indicaciones que hay que llenar, según la clase y subclase de la
intoxicación 525
A . De las indicaciones que hay que llenar en la intoxicación por los venenos
cáusticos 525
B. De las indicaciones que hay que llenar en la ii, toxicación por los venenos
inflamatorios 528
C. De las indicaciones que hay que llenar en la intoxicación por los venenos
narcóticos 529
D. De las indicaciones que hay que llenar en la intoxicación por los venenos
nervioso-inflaniatorios . 531
E. De las indicaciones que hay que llenar en la intoxicación por los venenos
asfixiantes 532
Indicaciones en la intoxicación asfixiante tetánica 532
Indicaciones en la intoxicación asfixiante paralítica 533
Indicaciones en la intoxicación asfixiante anestésica 534
F. De las indicaciones que hay que llenar en la intoxicación por los venenus
sépticos 535
1. ° Por gases. 535
2. ° Por animales ponzoñosos 536
3. ° Por los virus. 538
4. ° Por sustancias putrefactas 538
Art. IV. — De las modificaciones que han de introducirse en la terapéutica de la
intoxicación , según los casos 538
Resúmen de la terapéutica de la intoxicación . 544
Cap. IV. — Necroscopia de la intoxicación 551
$ I. — De las precauciones que hay que tomar en la inhumación de los cadáveres
envenenados 551
$ II. —De las precauciones que hay que tomar en la exhumación de los cadá-
veres envenenados. 553
S III. — De las precauciones que hay que tomar en la autópsia de los cadáve-
res envenenados 554
Resúmen de la necroscopia de la intoxicación
558
Cap. V. — Química de la intoxicación
Art I. — De las sustancias que han de analizarse en los casos de infoxicacion ó
envenenamiento
S I. — De las sustancias que han de analizarse, en un caso de intoxicación, no
procedentes del sugeto envenenado
§ II. — De las sustancias que han de analizarse, en un caso de intoxicación, pro-
cedentes del sugeto envenenado. . ....
S III. — De los órganos y líquidos del sugeto envenenado que se someten á las
análisis
Alt. II. — De lo que deben hacer los peritos químicos, al recibir las sustancias
destinadas á las análisis
Arl. III. — Cómo debe establecerse el laboratorio químico-toxicológico. . . .
S I. — Del laboratorio quimico-toxico'ógico .
§ II. — Del personal del laboratorio químico-toxicológico.
Art. IV. — De ios instrumentos, utensilios y aparatos que debe haber en un labo-
ratorio químico-toxicológico, destinados á las análisis químicas
§1. — De los instrumentos, utensilios y aparatos empleados en la análisis cua-
litativa
I. —Operaciones mecánicas. . .
A. Disgregación mecánica de los sólidos
B Separación de partículas ó cuerpos en polvo mezclados
C. Separación de sólidos y líquidos, ó de líquidos de diferente densidad.
II. — Operaciones físicas . . ,
A. Disolución, evaporación, cristalización
B. Aplicación del calórico
Grupo 1 °— Instrumentos, utensilios y aparatos (pie sirven para contener
el combustible que, ardiendo, da calor
Grupo 2.°— Instrumentos y aparatos que, calentados, dan á otros tempe-
raturas determinadas
561
562
562
563
563
564
566
567
570
572
573
574
574
575
575
577
577
579
579
582
- 1171 -
^ cías que se^haii'd™ caiienuir ^arat°S ’Ue SÍr™" p3ra C0I"e”er laí,"alan
°W™:VulíS!S^,5!^; apa'ra,os para ™¡aa
1 0 Lámpara de esmaltar ’
2 ° Soplete y sus accesorios.
3.° Pantallas, chimeneas, .
liipodes, piés, cuñas , apoyos , rodetes de paja etc. ...
0. ° Alargaderas, tubos
tí 0 triángulos, diafragmas, tenacillas, badilas, palas ó cogedores, espá-
tulas de hierro o platino ’ F
7.° El alambique y aparatos de destilación. ..*!!’
. Aplicación de la luz
1. ° Lentes de aumento
2. ° Microscopios '
3. ° Aparatos para la espectrometría ó espectrómetros
D. Aplicación de la electricidad
E. Establecimiento de corrientes de gases, y recogimiento de los mismos!
r. Apreciación del peso, densidad, temperatura, presión atmosférica, hu
medad y dimensión
III. — Operaciones químicas
S II. —JDelos instrumentos, utensilios y aparatos destinados* á la análisis cuan
titativa
§ III- — Do los instrumentos , utensilios y aparatos comunes á las dos análisis.
Art. V . — De los reactivos necesarios para las análisis químicas toxicológicas. .
S L — Nociones químicas elementales para la mejor inteligencia de los reactivos
y reacciones
I.° Estado, ó acción del calórico sobre los cuerpos simples y compuestos .
Nociones generales sobre el calórico.
383
585
585
589
591
591
591
592
592
5!) 4
594
594
602
605
605
608
610
613
619
620
622
623
623
Acción del fuego sobre los cuerpos simples 624
Acción del calórico sobre los óxidos . 625
Acción del calórico sobre los compuestos en uro
Acción del calórico sobre los ácidos
Acción del calórico sobre las sales
2. ° Solubilidad, ó acción del agua sobre los cuerpos
Nociones generales sobre el agua
Acción del agua sobre los cuerpos simples
Acción del agua sobre los óxidos
Acción del agua sobre los compuestos en uro
Acción del agua sobre los ácidos
Acción del agua sobre las sales •
3. ° Color, ó acción de la luz sobre los cuerpos
Nociones generales sobre la luz
Acción de la luz sobre los cuerpos simples
Acción de la luz sobre los óxidos
Acción de la luz sobre los compuestos en uro
Acción de la luz sobre los ácidos
Acción de la luz sobre las sales. _• • • • • • •
4. ° Ley de las combinaciones, ó acción de la electricidad sobre los cuerpos
Nociones generales sobre la electricidad como agente químico. . . •
Influencia sobre la fuerza de combinación.
Propiedades físicas de los cuerpos
S II. — De los reactivos mas usados en las operaciones analíticas . • •
j III. — De las reglas generales para el empleo de los reactivos
Regla 1.a, relativa á los instrumentos, etc
Regla 2.a, relativa á la colección de reactivos
Regle 3.a, relativa á la pureza de los reactivos
Regla 4.a, relativa á los tanteos
Regla 5.a, relativa á la cantidad de sustancia
¡tegla 6.a, relativa á la cantidad de reactivo
Regla 7.a, relativa á los caractéres químicos.
Regía 8.a, relativa á lo terminante de las reacciones
Regla 9.a, relativa á la separación de cuerpos
Regla 10, relativa á las sustancias orgánicas. .••.■••• * •
S I V . — Del modo de asegurarnos de la pureza de los reactivos
Reactivos por la vía seca
Reactivos necesarios para el soplete
626
626
627
627
627
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629
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643
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648
648
649
650
651
651
651
653
653
— 1172 —
Reactivos por la vía húmeda (¡34
Disolventes simples 654
Disolventes químicos. 6íí4
Reactivos que se emplean para separar ó caracterizar grupos de cuerpos, fifis
Reactivos para reconocer ó separar las bases 658
Reactivos para descubrir los ácidos 660
Art VI. —De los caractéres físicos y químicos de los venenos. ...... figo
5 I. — De los caractéres químicos de los venenos examinados al soplete. . . . fifii
S II. — De los caractéres físicos y químicos de los venenos analizados por la vía
húmeda en general r fifi4
Estudio de las sales inorgánicas solubles, con respecto á su especie ó base. . fi(J4
Reactivos generales para la análisis de las bases inorgánicas fi64
Grupos en que se dividen las sales inorgánicas por su base fi6fi
Bases minerales que precipitan por los reactivos generales 665
Divisiones do los grupos de la sales inorgánicas 666
Caractéres físicos y químicos de los grupos y sus divisiones 666
Caractéres físicos y químicos de cada especie de sal inorgánica 667
Estudio de las sales inorgánicas solubles con respecto á su género ó su ácido. 672
Reactivos generales para la análisis de los géneros inorgánicos 672
Grupos en que se dividen las sales inorgánicas solubles, por su ácido. . . 672
Acidos que precipitan por los reactivos generales 672
Divisiones de los grupos 672
Caractéres físicos y químicos de los grupos y sus divisiones 672
Caractéres de cada género salino inorgánico 673
Estudio de los alcaloideos ó sales de base orgánica. , 675
Alcaloideos mas conocidos, nombres , fórmula y composición 675
Caractéres fisicos y químicos generales de los alcaloideos 676
Caractéres físicos 676
Caractéres químicos, 677
Caractéres fisicos y químicos generales de los alcaloideos mas estudiados. 678
Reactivos generales para revelar alcaloideos 678
Grupos en que se dividen las sales de base alcaloidea 676
Reacciones que dan las bases alcaloideas por los reactivos generales. . . 670
Caractéres de los grupos de alcaloides 679
Caractéres de los alcaloideos en particular . 679
Estudio de los ácidos orgánicos 681
Acidos usados, sus nombres , fórmula y composición 681
Caractéres físicos y químicos generales de los ácidos orgánicos. .... 682
Reactivos generales de los ácidos orgánicos 682
Grupos en que se dividen las sales de ácido orgánico 682
Caractéres de los grupos y sus divisiones 682
Caractéres de cada género salino orgánico. 683
Art. VII. — De las operaciones analítico-químico-toxicológicas que hay que prac-
ticar en los diversos casos de intoxicación ó envenenamiento 684
S I. — De lo que deben hacer los peritos con los objetos destinados á las análisis,
antes de emprenderlas 685
Si II- — De la marcha que hay que seguir, cuando no se conoce el veneno. 688
Primer caso. — Marcha que hay que seguir para analizar un veneno descono-
cido, que no está mezclado con otras sustancias, y es sólido. .... 691
1. ° Ver si el venena es ó no orgánico, y 011 uno y otro caso, si es ó no so-
luble , ácido, alcalino ó neutro • 691
¿Es la sustancia orgánica? # 692
¿ Es la sustancia inorgánica? 694
2. ° Emplear los reactivos de grupo, división , especie y género 695
Marcha para las análisis de los cuerpos inorgánicos. ...... . 695
Método para descubrir la cspec;e ó la base inorgánica 695
Método para descubrir el género ó ácido inorgánico. ....... 698
Regla general 699
Método para descubrir las sales insolublcs 699
Marcha para la análisis de los cuerpos orgánicos '63
Método para descubrir las bases orgánicas 703
Método para descubrir los ácidos orgánicos . . • '64
, Regla general 705
Segundo caso. — Marcha que hay que seguir para analizar una sustancia sos-
pechosa , que no está mezclada con otras , y es líquida
tercer caso. — Marcha que hay que seguir para analizar una sustancia sos-
pechosa, que no está mezclada con otras, y es gaseosa '6t>
- 1173 -
Gases y sus fórmulas
Caractéres físicos y químicos de los gases.' . !
Grupos y secciones de los gases ' * *
Caractéres de cada uno de los gases
Marcha que hay que seguir para analizar los gases. !.*..*** '
Instrumentos para reconocer los gases. ..,..******
Modo de reconocer los gases ,
Cuarto caso. — Marcha que hay que seguir para analizar una su-tancia sosoe-
chosa, que esta mezclada con otras, y la mezcla es enteramenlc líquida
Quinto caso. - Marcha que hay que seguir para analizar una sustancia qu¿
esta mezclada con otras, y la mezcla está en parte líquida y en parle sólida
feexto caso. — Marcha que hay que seguir para analizar una sustancia sospe-
chosa que esta mezclada con otras, y la mezcla es enteramente sólida. .
Séptimo caso.— Marcha que hay que seguir para analizar una sustancia mez-
clada con las sustancias sólidas procedentes del sugeto intoxicado , ó con-
tenidas en sus órganos
Parte primera. — Procederes para aislar el veneno inorgánico. . . . * *
1° Destrucción de las sustancias orgánicas con agentes químicos.
2. ° Carbonización
3. ° Incineración * * * j
Parle segunda. — Procederes para aislar el veneno orgánico. . . .
1° Método de Christisson , Lassaigne, Oriila, Devergie, Chevalier, etc.
2. ° Método do Stass
3. ° Proceder de Flandin j
4. ° Método de Rabourdin
5. ° Método do Plocter *
6. ° Método de Morin , Dublanc , FTenry, Alian, etc
7. ° Proceder de V. Uslar y de J Erdmann.
8. ° Proceder de Sonnenschcin
9. ° Proceder de Graham ó di lisis .
Octavo caso. — Marcha que hay que seguir para analizar los líquidos del su-
geto intoxicado.
§ III. — Do la marcha que hay que seguir, cuando se conoce el veneno. . .
¡5 IV.— ¿Cuál de los procederes para separar los venenos inorgánicos y orgá-
nicos, de las sustancias con que están mezclados, es preferible en un caso
práctico de envenenamiento?
¡t V.— ¿Cuáles son los reactivos mas propios para revelar los alcaloideos aislados
de las materias sospechosas, en los casos prácticos de envenenamiento? . .
$ VI. — De la análisis cuantitativa de los venenos
Art. VIII. — De la aplicación del microscopio á las análisis químicas
Art. IX.. — De la aplicación de la espectrometría á las análisis químicas. . . .
Art. X.— De la experimentación fisiológica como medio auxiliar de las análisis
químicas
Resúmen de la química da la intoxicación
Cap. VI. —Filosofía de la intoxicación
Art. I. — Del valor de los síntomas en los casos de intoxicación
$ I. — Cómo deben apreciarse los cuadros sintomáticos de la intoxicación ge-
neral ó especial, descritos por los autores
§ II. — De las enfermedades de síntomas parecidos á los que desarrollan los ve-
nenos, cuáles son y cómo se distinguen
5 III. — Del valor de los sintonías aislados y en relación con los resultados de la
autopsia y de las análisis químicas ••,•••
j¡ i y . — De los casos en que , cuando no so tiene noticia alguna de los síntomas,
pueden fijarse los que ha habido , y en cuáles son necesarios para juzgar que
ha habido intoxicación
Art. II. — Del valor de los resultados de la autópsia en los casos de intoxicación.
$ I.— Cómo deben apreciarse los cuadros de alteraciones anatómicas que los
autores describen, teniéndolos por propios de la intoxicación. . . . • •
II. — De las enfermedades, cuya anatomía patológica es parecida a la de la
intoxicación , y de los medios que hay para distinguirlas. . • • • • •
$ III. — Del valor de los resultados de la autópsia lomados aisladamente y en
relación con los síntomas y análisis .••••• • • *
c ¡y. _ De los casos en que pueden fijarse las alteraciones de tejido que ha de-
bido haber á consecuencia de una intoxicación , aunque no se tenga noticia de
ellas; en cuáles son necesarias, y en cuáles se puede prescindir de ellas para
dar un dictámen terminante
708
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813
81 í
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849
849
850
855
857
— 1174 -
Art ni. — Del ▼alw I°8 resultados obtenidos con las análisis químicas en los
‘casos de intoxicación 8(53
« J. — Del modo como debemos considerar los signos representativos de la exis-
3 tencia del veneno, obtenidos por medio de las análisis químicas 863
j jj. De las diferentes procedencias que pueden tener las sustancias veneno-
sas obtenidas por medio de los reactivos y operaciones analíticas 806
§ III. — Del valor de los resultados de las análisis químicas, tomados aislada-
mente y relacionados con los síntomas.y la aulópsia . 012
$ iv. — De los casos en que son necesarios los resultados de las análisis quími-
cas, y en cuáles puede prescindirse de ellos, sin que por eso dejen de ser ló-
gicas las consecuencias á favor del envenenamiento 013
Art. IV. — Del valor lógico del conjunto de datos, ya en los envenenamientos indi-
viduales, ya en los colectivos, y de la prueba moral ... 9 la
Art. V.— Del valor lógico de la experimentación fisiológica, como medio de prueba
en las actuaciones periciales relativas al envenenamiento 023
Resúman de la filosofía de la intoxicación. ... 011
§cgnnda parte. — Toxicología particular 057
Qué es la Toxicología particular y qué comprende 058
Titulo I. — De los venenos cáusticos 965
Título II. — De los venenos inflamatorios
066
Cap. I. — De los venenos inflamatorios inorgánicos. . . 066
Art. I. — De los venenos inflamatorios gaseosos 067
Si.— Amoníaco 067
SU. — Cloro 967
S Iü. — Acido sulfuroso . 968
S IV. — Acido nitroso. 068
SV — Hidrógeno arsen i cado 060
S VI. — Hidrógeno fosforado. 060
Art. II. — De los venenos inflamatorios metaloídeos y sus compuestos no gaseosos. 969
S I. — Fósforo y sus preparados .... 99
S II. — Yodo y sus preparados . ... 98 í
S III. — Bromo y sus preparados 984
S I V — Arsénico y sus preparados 985
Art. III —De los venenos inorgánicos inflamatorios ácidos 1002
Si. — Acido sulfúrico; azul de composición ... 1005
SU.' — Acido nítrico 1007
SIII.— Acido clorhídrico 1009
S IV. — Acido clorbidronít; ico. . 1011
S V. — Acido fosfórico é hipofosfórico. . . 1011
Art. IV. — De los venenos inorgánicos inflamatorios alcalinos 1012
SI. — Potasa 1013
SU. — Carbonato de potasa 1015
S III — Agua de javela 1015
S IV. — Nitrato de potasa 1016
$ V. — Hígado de azufre 1017
S VI. — Sosa y su hipoclorito 1018
S Vil. — Alumbre 1018
S VIII. — Barita y sus compuestos 1019
S IX. -Cal ■ . . . . 1021
§ X. — Amoníaco líquido. — Sesqui -carbonato ó hidroclorato amónico.
Art. V. — De los metales, sus óxidos y sus sales. .
S I. —Mercurio y sus compuestos. .
S II. — Cobre y sus compuestos.
S III. — Antimonio y sus compuestos
$ IV. — Plomo y sus compuestos
$ V. — Plata y su nitrato
S VI. — Estaño y sus compuestos
S VII. — Nitrato de bismuto ... . .
S VID. — Mezcla de diversos venenos
r n ' — Vidrio molido y otras sustancias análogas
Art i ~®e I°s VGnenos inflamatorios orgánicos
Art i. — De los venenos inflamatorios vegetales. . , ...
1021
1022
1022
1027
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1033
1034
1034
1034
1037
1030
1039
- 1175 -
Primer grupo. —Vegetales que arrojan efluvios. . . .
Grupo segundo. — Acidos vegetales
SI— Acido oxálico
§ II. — Acido acético
§ III. — Acido tartárico
$ IV. — Acido cítrico. . *
Grupo tercero. — Vegetal^ venenosos por alguna de sus
§ I. - Creosota
§ II- —Aceite de crotontiglio [ " ’ '
S III. — Resina de jalapa
S IV. — Goma gutta |
§ V. — -Euforbio *
S VI- — Brionia, ranúnculo, torvisco, etc. . . *. ’
Art. II. — De los venenos inflamatorios animales ....
Sí. — Cantáridas
S II. — Almejas *
SIII. — Ostras
S IV. — Langostas, langostines, cangrejos
S V. — Peces toxicóforos
. 1039
• 1039
1040
1041
1041
. . 1042
partes ó productos. 1042
1042
1043
1043
1043
1043
1043
1044
1044
1046
1047
1050
1050
Titulo III. — De los venenos narcóticos.
. 1053
Cap. I. — De los venenos narcóticos inorgánicos 1053
S I. — Hidrógeno bicarbonado 1053
§ II. — Gas del alumbrado , ó Licht 1054
S III. — Hidrógeno protocarbonado de las lagunas 1054
S IV. — Oxido de carbono 1054
S V. — Acido carbónico 1055
Cap. II. — De los venenos narcóticos orgánicos 1064
S I. — Cápsulas ó cabezas de adormideras 1065
§ II. — Opio y sus preparados 1065
§JIII. — Beleño negro 1076
§ IV. — Acido hidrociánico. —Cianuros 1077
§ V. — Almendras amargas y su aceite esencial 1081
S VI. — Laurel cerezo . 1083
§ VII. — Lechuga virosa 1083
$ VIII. — Sola nina 1083
§ IX. -El tojo 1084
S X. — Nitroglicerina 1085
S XI. -Anilina 1085
§ XII. - Haba del Calabar 1085
Título IV. — De los venenos nervioso- inflamatorios 1086
Cap. I. — De los venenos nervioso-inflamatorios inorgánicos 1086
S Unico. — Cianuro de yodo J®»'
Cap. II. — De los venenos nervioso-inflamatorios orgánicos JOtr/
Art. I. — De los venenos nervioso-inflamatorios realmente tales 1088
§ I. — Cebolla albarrana }08»
§ II. — Enanta crocata
S III- — Acónito
§ IV.— Eléboro negro ¡JJx
§ V . — Eléboro blanco ó veratrum álbum
§ VI. — Veratrina y cebadillina
$ VIL -Cólchico JXqJ!
S VIII. -Belladona ¡ XX
$ IX. — Datura estramonio jjjq!;
S X. — Tabaco i"q .
s XI. -Cicutas ; K
$ XII. — Laurel rosa, anagálida, aristoloquía , ruda, tanguino. . . • • IVX3'’
Art. II. — De los venenos nervioso-inflamatorios que obran sobre el cerebro prin-
cipalmente
SI. — Upas antiar tí™
S II. -Alcanfor .... 1100
$ III. — Cólculo de Levante, picrotoxina 1 'J'Y
Art. III. — De los hongos
SI. — Hongos del género amanita “y*
S II. — Hongos del género agárico ÍHO
- 1176 —
Art. IV. —De los licores alcohólicos. . • 1113
Art! V. — Del centeno atizonado y otros nervioso-inflamatorios llig
S I. — Centeno atizonado • lllg
Sil. —Joyo temulento,, ó cizaña. ^ . . . 1117
Título V. — De los venenos asfixiantes 1118
Art. I. — De los venenos asfixiantes tetánicos Hlg
8 1. —Estricnina. , . mg
8 II.— Brucina. , 1120
8 III- — Nuez vómica. 1120
§ IV. — Haba de San Ignacio . . 1120
$ V.* — Upas tieuté. — Corteza de falsa angustura 1120
Art. II. — De los venenos asfixiantes paralíticos 1121
SI— Sulfocianuro de potasio 1121
8 II — Curare , curarina 1122
8 III. — Talio y sus sajes 1126
8 IV. — Digital, digitalina 1126
8 V. — Onage, ó inea 1132
Art. III. — De los venenos asfixiantes anestésicos 1133
81. — Eter 1134
8 II. — Cloroformo 1136
8 III. — Amileno 1138
Título- VI. — De los venenos sépticos 1138
Cap. I. — De los venenos sépticos inorgánicos 1130
8 1. — Acido sulfhídrico y sulíhidrato amónico 1139
8 II. — Gases de las letrinas y cloacas 1139
Cap. II. — De los venenos sépticos orgánicos 1140
Art. I. — De los venenos que vierten ciertos animales 1140
8 I. — La víbora-. • . 1141
8 II. —Serpiente de sonajas. . 1143
8 III. — Escorpión ó alacran 1144
8 IV. — Tarántula 1144
8 V. — Araña de las cuevas. . 1146
8 VI. — Abeja, avispa, avispón y moscardón. ...■.• 1146
Art. II. — De los venenos sépticos que contienen las sustancias alimenticias alte-
radas ó podridas 1149
Casos prácticos 1153
Número l.°— Informe sobre un caso de envenenamiento por la morfina. . . . 1153
Número 2 °— Informe sobre un envenenamiento por el ácido arsenioso. . . . 1158
Número 3.°— Informe sobre un envenenamiento por el sublimado corrosivo. . 1160
Número 4.° — Informe sobre un envenenamiento por el fósforo 1162
Número 5.° — Informe sobre un envenenamiento por el ácido nítrico 1163
FIN DEL ÍNDICE.
LIBRERÍA EXTRANJERA Y NACIONAL DE C. BAILLY-BAILLIERE
Plaza del Príncipe Alfonso , núm. 8, Madrid.
AGENDA MÉDICA
PARA ROSILLO
Ó LIBRO DE MEMORIA DIARIO PARA EL AÑO DE 1867
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y Veterinarios.
La Agenda médica de 1867 se distingue principalmente por la exactitud de
sus noticias, que son todas de interés inmediato y de verdadera importancia
profesional para el médico, cirujano, farmacéutico y veterinario, el diario de
visitas y observaciones para todo el año.
Esta importante é indispensable obrita se publica en noviembre de cada año
para uso del siguiente, y siempre recibe las mejoras de los dése i\J>ri míenlos mas
importantes ocurridos en el año anterior y que son de uso y práctica diaria.
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según la elegancia de la cartera, franco de porte.
A ATTTAPTn de Medicina y Cirugía prácticas para
XA.I.N LJ X3LX\XV_/ 1867: resúmen dé los trabajos prácticos mas im-
portantes publicados en 1866, por D. Esteban Sánchez de Ocaüa, doctor
en medicina y cirugía, profesor clínico por oposición de la Facultad de Medi-
cina de la Universidad central, ex-indivíduo del Cuerpo Médico-forense de
Madrid, etc. Madrid, 1867. {En prensa).
ATLAS COMPLETO
DE
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Que puede servir de complemento á todas las obras de Anatomía quirúrgica,
compuesto de 109 láminas que representan 162 figuras dibujadas del natural por
M. Bion, y con texto explicativo por B.-J. Beraud, cirujano y profesor
agregado á la Maternidad de París, etc.; traducido al castellano por D. Es-
téban Sánchez de Ocaña, doctor en medicina y cirugía, etc.
Este magnífico Atlas consta de 109 láminas, acompañadas de su texto corres-
pondiente, divididas en 109 entregas.
Suscricion permanente: un cuaderno de diez entregas al mes, para fa-
cilitar la adquisición de esta importante é indispensable obra. .
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con láminas en negro, pagadas adelantadas, 22 rs.; y en color, 43, franco de
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2
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QUE CONTIENE :
Un resúmen de la Medicina y de la Cirugía ; las indicaciones terapéuticas de
cada enfermedad; la medicina operatoria; los parto?; las enfermedades espe-
ciales de los ojos, oidos, dientes; la electrización; la materia médica, las aguas
minerales, y un Formulario especial para cada enfermedad, por E. Rouchut,
médico del hospital de Niños, etc., y Armando Després, profesor agregado
de la Facultad de medicina, etc.; traducido al castellano por D. Pedro Espina
y Martínez, médico de número de la Beneficencia provincial con destino al
Hospicio y Colegio de Desamparados, ele., y D. Luis Navarro Perez, doctor
en medicina y cirugía, ayudante de Terapéutica de la Facultad de medicina de la
Universidad cehlral; ilustrado con grabados intercalados en el texto. (En pre-
paración).
Historia de la Farmacia, por Chiarlone y Mallaina. Madrid,
1847. Un tomo, 44 rs. en Madrid y 50 en provincias, franco de porte.
Esta obra , que ha merecido tan favorable acogida de la prensa española como
de la extranjera , es muy necesaria para lodo farmacéutico que tenga en algo la
profesión y quiera consultar las fases por que ha pasado hasta llegar á la época
actual.
Lo primero que un profesor necesita es conocer la historia de la facultad que
ejerce, y este vacío que teníamos en la farmacia española le han llenado cum-
plidamente los autores de la obra que anunciamos, en la que hallarán también
nuestros lectores el origen de la farmacia en general y lo mucho que los espa-
ñoles han hecho para que esta ciencia haya adquirido la importancia que hoy
tiene.
Obras quirúrgicas completas, por Cooper; traducidas al francés
por MM. Richelot y Chassaignac, y de este al castellano por D. F. Cebados. Cá-
diz, 1843. 3 tomos en 4.°, 75 rs. en Madrid y 98 en provincias, franco de porte.
De la Virilidad, de las causas de su decadencia prematura, ó instruc-
ciones para obtener su completo restablecimiento; dedicado á todos los que pa-
decen de resultas de sus excesos, de hábitos solitarios ó del contagio, seguido
de observaciones sobre el tratamiento de la sífilis, de la gonorrea y de la ble-
norragia, por Curtís; ilustrado con 45 figuras anatómicas, notas, etc.; tradu-
cido del francés al castellano de la edición 59 por D. F. Sanlana y Yillanueva,
doctoren medicina y cirugía, disector y sustituto de anatomía de la Facultad
de Medicina de la Universidad central. Segunda edición. Madrid , 1855. Un tomo
en 8.°, acompañado de 45 láminas iluminadas, 20 rs. en Madrid y 24 en pro-
vincias, franco de porte.
Revista farmacéutica de 1866. Suplemento á la Botica para
1867.— -Farmacotecnia, química, fisiología, terapéutica, historia natural, to-
xicología, higiene, economía industrial y doméstica, etc., por D. Esléban Sá n-
chez de Ocaña, doctor en medicina y cirugía , profesor clínico por oposición
de la Facultad de Medicina de la Universidad central, etc., etc. Madrid, 186/.
(En prensa).
Tratado teórico y práctico de las Enfermedades del encéfalo
mentales y nerviosas, ó Resúmen general de todas las obras, monografías, me-
morias antiguas y modernas, por Fabre. Madrid, 1856. 2 tomos en 4.° espa-
m A unas páginas cada uno y de hermosa edición. Precios : 40 rs. en
Madrid y 45 en provincias, franco de porte.
- 3 -
MANUAL
DE
ANATOMIA PATOLÓGICA
GENERAL Y APLICADA
Por Ch. Houel, profesor agregado de la Facultad de Medicina de París, etc.-
traducido de la segunda edición francesa por D. Esteban Sánchez de Ocaña
doctor en medicina y cirugía, ele. Madrid, 1867. Un tomo en i.° (£« «repa-
ración). v r r
La Frenología y sus glorias, por Cubí y Soler. Lecciones de fre-
nología ilustradas con 170 retratos auténticos y otros diseños. Barcelona , 1852-
1857. Un lomo en 4.°, 120 rs. en Madrid y 128 en provincias, franco de porte.
La Intoxicación pal u diana, ó el Paludismo; tratado de las liebres in-
termitentes, remitentes y continuas, de las alteraciones nerviosas, viscerales y
de nutrición, y de cuantas enfermedades se producen por los miasmas palúdi-
cos, por García López. Madrid, 1861. Un tomo en 4.°, 24 rs. en Madrid y 28
en provincias, franco de porte.
Tratado de Patología general médico-quirúrgica, con investi-
gaciones particulares sobre la naturaleza, sinlomatología , terminaciones gene-
rales de las enfermedades, sus influencias, causas , diagnóstico, etc., etc. , por
Gerd y. Madrid, 1856. Un lomo en 4.° español, de 425 páginas y de bella im-
presión. Precios : 16 rs. en Madrid y 20 en provincias, franco de porte.
Tratado de las Enfermedades generales y diátesis, con nuevas
investigaciones sobre las inflamaciones, las diátesis purulentas, las gangrenas,
las quemaduras, las congelaciones, las heridas por armas de fuego, etc., por
Gerdy. Madrid, 1856. Un tomo en 4.°, 20 rs. en Madrid y 24 en provincias,
franco de porte.
Tratado teórico y clínico de Patología interna y de terapéu-
tica médica, por el doctor E. Gintrac; traducido al castellano por D. Félix
Guerro Vidal y D. Estéban Sánchez de Ocaña. Madrid, 1855-1862. 5 tomos
en 8.° Precio : 142 rs. en Madrid y 162 en provincias, franco de porte.
Precio del lomo IV, 26 rs. en Madrid y 30 en provincias , franco de porte.
— — V, 32 36 — —
Historia natural de las Drogas simples ó Vade-mecum del farma-
céutico, por Guibourt; traducida de la cuarta y última édicion; corregida y
considerablemente aumentada, por el licenciado en farmacia D. Ramón Ruiz.
( Obra declarada de texto para los alumnos de Farmacia por el Real Consejo de
Instrucción pública). Madrid, 1862. 4 tomos en 4.° con 360 láminas intercaladas
en el texto, 130 rs. en Madrid y 146 en provincias, franco de porte.
Nuevo tratado elemental de Anatomía descriptiva y de prepa-
raciones antómicas, por el doctor A. Jamain; seguido de un Compendio de
Embriología, por el doctor A. Verneuil, catedrático agregado a la Facultad ue
medicina de Paris, con unas 200 figuras intercaladas en el texto: traducido ai
español de la última edición francesa por el doctor D. Francisco pantana, pri-
mer ayudante disector de la Facultad de medicina de la Universidad central,
socio de número de la Academia médico-quirúrgica matritense, etc. Maariu,
1862. Un lomo en 4.°, 60 rs. en Madrid y 70 en provincias, franco de porte.
Doctrina médico-filosófica española, sostenida durante Ja ^ dis-
cusión sobre Hipócrates y las escuelas bipocráticas en la Academia medicina
y Cirugía de Madrid y en la prensa médica; por el doctor D. Pedro Mata. Ma-
drid, 1860. Un tomo en 4.°, 60 rs. en Madrid y 70 en provincias, franco de portó.
NOVÍSIMO MANUAL
DEL
DIAGNÓSTICO MÉDICO
6 GUÍA CLÍNICA PARA EL ESTUDIO DE LOS SIGNOS CARACTERÍSTICOS
DE LAS ENFERMEDADES
POR V. A. RACLE
Tercera edición , revisada y aumentada con un Resúmen de los procedimien-
tos físicos y químicos para la exploración clínica, con láminas intercaladas en
el texto; traducida al castellano y anotada por el doctor D. Rogelio Cosas de
Batista, profesor clínico de la Facultad de Medicina de Ja Universidad cen-
tral, etc.; ilustrada con 17 magníficos grabados intercalados en el texto. Se-
gunda edición española , publicada con autorización del autor. Forma un mag-
nífico tomo en 8.a con buen papel y esmerada impresión. Madrid, 186). Precio,
franco de porte, en toda España, 20 rs. vn.
Filosofía española.— -Tratado de la Razón humana con apli-
cación ála práctica del foro, por el doctor D. Pedro Mata. Madrid, 1858. Un
tomo en 8.° prolongado, de unas 700 páginas , 32 rs. en Madrid y 36 en provin-
cias, franco de porte.
Filosofía española. — Tratado de la Razón humana en sus es-
tados intermedios. (Sueño, ensueños, pesadillas, somnambulismo natural, fisio-
lógico y morboso ó extático; somnambulismo artificial ó magnético; ilusiones y
alucinaciones compatibles con la integridad de la razón; pasiones), con apli-
cación á la práctica del foro. Lecciones dadas en el Ateneo científico y literario
de Madrid, por el doctor D. Pedro Mala. Madrid, 1864. Un tomo en 8.°, 32 rs.
en Madrid y 36 en provincias, franco de porte.
El M onitor de la salud de las familias y de la salubridad de los pueblos.
Revista de higiene pública y privada, de medicina y economía domésticas, de
Solicía urbana y rural , etc. ; fundada y dirigida por el doctor D. Pedro Felipa
loo Ja u. Esta interesante publicación, de ulilidad para todas las clases de la
sociedad é indispensable para muchas de ellas , consta de 7 tomos en 4.° mayor.
Madrid, 1858, 1859, 1860, 1861, 1862, 1863 y 1864. Precio de cada tomo, 38 rs.
en Madrid y 42 en provincias, franco de porte .
Higiene del matrimonio, ó el Libro de los casados , en el cual se dan
las reglas é instrucciones necesarias para conservar la salud de los esposos, ase-
gurar la paz conyugal y educar bien á la familia , por el doctor D. Pedro Felipe
Monlau. Tercera edición , revisada, aumentada y adornada con un álbum de
12 lámioas grabadas. Madrid, 1865. Un lomo en 4.°, 30 rs. en Madrid y 34 en
provincias, franco de porte.
Elementos de Higiene pública, ó Arle de conservar la salud de los
pueblos, por el doctor D. Pedro Felipe Monlau. Segunda edición , revisada,
aumentada con un Compendio de Legislación sanitaria de España, adornada con
dos láminas finas. Madrid, 1862. 3 lomos en 4.°, 60 rs. en Madrid y 72 en
provincias, franco deporte.
.Elementos de Higiene privada, ó Arte de conservar la salud del indi*
viduo, por el doctor D. Pedro Felipe Monlau. Tercera edición , revisada y au -
mentada. Madrid, 1864. Un tomo en 8.°, 24 rs. en Madrid y 28 en provincias ,
franco de porte.
- o -
MANUAL POPULAR
l)K
GIMNASIA DE SALA
MEDICA E HIGIENICA
Ó Representación y descripción de los movimientos gimnásticos que no exi-
giendo ningún aparato para su ejecución , pueden practicarse en lodas parles
y por toda clase de personas de uno y otro sexo; seguido de sus aplicaciones a
diversas enfermedades, por D. G, M. Schreber, doctor en medicina, director
del Instituto ortopédico y médico-gimnástico de Leipsig; vertido de! atenían
por II. Van Oordt; traducido al castellano, y considerablemente aumentado, por
D. E. S. de O. Madrid, 1864. Un tomo en 18.°, con 45 figuras intercaladas eo el
texto, 10 rs. en Madrid y 12 en provincias, franco de porte.
TRATADOS ESPECIALES : Tratado teórico y práctico de las Enfermedades
del corazón , de ¡os vasos y de la sangre, por el doctor Forget. — Tratado teórico
y práctico de la Enfermedad escrofulosa , por el doctor Duval. — Tratado de las
Enfermedades crónicas del aparato respiratorio , por e! doctor Bricheteau. —
Tratado de las Afecciones de la piel, sintomáticas de la sífilis, por el doctor Bas-
sereau. — Madrid, 1855. Un tomo en 4.°, 48 rs. en Madrid y 56 en provincias,
franco de porte.
Tratado elemental teórico y práctico del Arte de los partos,
por F. W. Scanzoni; traducido del aleman por el doctor Pablo Picard, con
111 figuras intercaladas en el texto; vertido al castellano por el doctor D. Fran-
cisco Sanlana, primer ayudante disector de la Facultad de Medicina de la Uni-
versidad central. Madrid, 1860. Consta de un magnífico lomo en 8.° con 111
figuras. Precio : 24 rs. en Madrid y 28 en provincias, franco de porte.
TRATADO PRÁCTICO
DE LAS
ENFERMEDADES Z ÓRGANOS SEXUALES ll MUJER
POR F- W. SGANZONI
Traducido del aleman y anotado bajo la dirección del autor por los doctores
H. Dor y A. Socin ; vertido al castellano por D. Francisco Santana y Villa-
nueva, primer ayudante disector de la Facultad de Medicina de la Universidad
central, socio de número de la Academia Médico-quirúrgica matritense, etc.,
Madrid, 1862. Un tomo en 4.°, ilustrado con 44 figuras intercaladas en el texto,
30 rs. en Madrid y 34 en provincias , franco de porte.
Tratado de Anatomía general, por E. M. Van Kempen; traducido
al castellano por D. Rafael Martínez y Molina, doctoren medicina y en cien-
cias naturales. Ilustrado con 105 grabados en madera intercalados en el texto.
Madrid, 1863. Un tomo en 8.°, buen papel y esmerada impresión, 22 rs. en
Madrid y 24 en provincias, franco de porte.
Ensayo de Antropología, ó sea Historia fisiológica del hombre en sus
relaciones con las ciencias sociales y especialmente con la patología y Ja ’
por Varela de Montes. Obra aprobada para texto. Madrid, 1854. 4 lo
en 4.°, 64 rs. en Madrid y 76 en provincias, franco de porte.
De la Degeneración física y moral de la especie human* 0JJj*
sionada por la vacuna, por Verdé-Delisle; trrducida al castellano P .
i<fil!LGuor.r0 Vidal, médico-director de aguas minerales, etc. Madrid, loD .
mo en 8.° prolongado, 14 rs. en Madrid y 16 en provincias, franco de p
- 7 -
MANUAL
DE
PATOLOGÍA Y DE CLÍNICA OIMGICALES
Por el Dr. JAMAIN.
Traducido de la última edición francesa por Quijano. Madrid, 1867. 2 tomos
en 8.° ( En piensa).
Tratado de Percusión y auscultación, por Skoda; traducido al
castellano de la cuarta y última edición. Madrid, 1856. Un tomo en 4.° español,
de 29 pliegos y de esmerada impresión. Precio: 10 rs. en Madrid y 12 en pro-
vincias , franco de porte.
AGENDA FORENSE
PARA BOLSILLO
ó Libro de memoria diario para el año de 1807, para uso de los
ALbog'ados , Notarios y Procuradores.
Esta obrita recibe todos los años grandes é importantes reformas; asi es que
ha llegado á tal estado de perfección que puede considerársela como el libro
indispensable á todos los hombres de la curia. — Un índice de nuestra legisla-
ción, un repertorio de las principales disposiciones que conviene tener presentes
en la vida práctica de los negocios, pueden ahorrar muchas consultas, pueden
evitar, en multitud de casos, el enojoso trabajo de registrar muchos índices, y
pueden servir en un momento impensado, en la audiencia, en una junta, en los
consejos, cuando no se tienen á mano nuestros códigos, los tomos de decretos ó
la colección legislativa, ó cuando la premura del tiempo no da lugar á regis-
trarlos, como de memento para traerá la memoria disposiciones y fechas que
de otro modo sería muy difícil recordar. A estas agréganse en nuestra Agenda
otras muy extensas acerca del personal de nuestros tribunales, colegios de abo-
gados, de procuradores y de notarios, etc.
Se publica en noviembre de cada año para uso del siguiente.
Precios : en Madrid, desde 8 rs. hasta 72, y en provincias desde 10 hasta 78,
según la elegancia de la cartera, franco de porte.
CURSO COMPLETO
D&
DERECHO NATURAL
Ó DE FILOSOFÍA DEL DERECHO
Con arreglo al estado actual de esta ciencia en Alemania, por H. Ahrens.
Segunda edición española. Madrid, 1864. Un lomo en 8.°, 34 rs, en Madrid y 38
en provincias, franco de porte.
ESPAÑOLA Y EXTRANJERA
Segun las semencias del Tribunal supremo desde el establecimiento de su
jurisprudencia hasta las vacaciones de julio de 1861; conforme á la nueva ley
hipotecaria, á los fueros de Cataluña, Aragón, Navarra y "Vizcaya, y á las pu-
blicaciones mas notables, sobre legislación comparada , por D. Juan Antonio
Seoane. Madrid, 1861. 2 tomos en 8.°, 40 rs. en Madrid y 46 en provincias.
Manual de Expropiación forzi sa por causa de utilidad pública, ó
Aplicación práctica de la ley de 17 de julio de 1836 y reales disposiciones pos-
teriores, por D. Fernando de Madrazo. Madrid, 1861. Un lomo en 8.°, 20 is.
en Madrid y 24 en provincias, franco de porte.
CARLOS BAILLY BAILLIERE
LIBRERO DE CÁMARA DE SS. MM., DE LA UNIVERSIDAD CENTRAL,
DEL CONGRESO DE LOS SEÑORES DIPUTADOS Y DE LA ACADEMIA DE JURISPRUDENCIA
Y LEGISLACION.
LIBRERÍA EXTRANJERA Y NACIONAL, CIENTÍFICA Y LITERARIA,
Plaza del Príncipe Alfonso (antes de Santa Ana), n.° 8, Madrid.
Suscrlcicn á todos los periódicos Franceses, Ingleses, Alemanes,
Belgas, Italianos, Portugueses, Fs|tañoies, etc., etc.
Gran surtido de obras ilustradas francesas, con encuadernación de lujo, para
sobremesa ó regalos.
Surtido completo de obras francesas de teología, filosofía , jurisprudencia,
matemáticas, arquitectura, mineralogía, medicina alopática y homeopática,
cirugía, anatomía, farmacia , lisiología , hidropatía, magnetismo, historia na-
tural, química, física, arte militar, agricultura, veterinaria, economía polí-
tica , etc.
Un magnífico surtido de obras españolas. — Libros ingleses, alemanes, ita-
lianos, árabes y sánscritos. — Gramáticas y Diccionarios de todas lenguas.—
Colección de los Manuales Encyclopcdie fíoret , y Lacroix. — Colección de los
clásicos franceses , edición Didot, Charpentier, Uachctte. — Bibliothéque Rose.
— Bibliolhéque des Alerveilles. — Colección Lévy , Librairie nouvelle, novelas á
5 rs. lomo. — Collection of Brilish aulhors Taucnnits edilion.
Se reciben suscriciones á todas las obras y periódicos, así extranjeros
como nacionales. — Casa de Comisión para España, el Extranjero
y H llraauar.
Igualmente toda clase de obras para la venta en comisión. — Por punto ge-
neral , la casa cobra el 10 por 100 por su comisión sobre el importe de las ven-
tas; pero los dueños de obras que deseen la inclusión de las suyas en todos los
Catálogos de la misma, abonarán, en lugar del 10, el 25 por 100.
Mola. Cada semana recibe las nuevas publicaciones del extranjero, y una
correspondencia activa con Francia, Bélgica, Inglaterra, Alemania, Italia, Por-
tugal, etc., y también con las principales ciudades de España , permile á don
Carlos Bailly-Bailliere cumplir con la mayor brevedad cualquiera comisión
que se le coníie.
Oirá. — La misma librería compra toda clase de Bibliotecas, sean obras an-
tiguas ó modernas, españolas ó extranjeras, y publica de tiempo en tiempo un
Catálogo bibliográfico de obras modernas, tanto nacionales como extranjeras, y
además contiene obras de lance á precio módico : el que lo desee recibir, puede
manifestarlo, y se le enviará gratis.
Madrid : 18(i7.— Imp. de Bailly-Bailliere.