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Full text of "Tratado de medicina y cirugía legal teorica y practica : seguido de un Compendio de toxicología T. 3"

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TRATADO 


DK 


TEORICA  Y PRACTICA 


SEGUIDO  DE  UN  COMPENDIO  DE  TOIICOLOGÍA 

POR  KL  DOCTOR 

D.  PEDRO  MATA 

Cal  Urético  de  término  en  la  Universidad  central,  encargado  de  la  asignatura  de  Medicina 

legal  y Toxicología,  etc. 

Obra  premiada  por  el  Gobierno,  oído  el  Consejo  de 
Instrucción  pública. 

CUARTA  EDICION 

CORREGIDA,  REFORMADA,  PUESTA  AL  NIVEL  DE  LOS  CONOCIMIENTOS  MAS  MODERNOS 
V ARREGLADA  Á LA  LEGISLACION  VIGENTE. 

« Los  deberes  que  el  médico  legisla  tiene 
que  cumplir  para  con  la  sociedad  en  general, 
son  sin  duda  los  mas  brillantes,  pero  tambieu 
ios  mas  difíciles. » 

Mahon. 

TOMO  TERCERO.  % 

TOXICOLOGÍA. 


MADRID 

OÁRLOS  BAILLY  BAILLIERE 

LIBRERO  DE  CÁMARA  DE  SS.  MM.  , DE  LA  UNIVERSIDAD  CENTRAL, 

DEL  CONGRESO  DE  LOS  SEÑORES  DIPUTADOS  Y DE  LA  ACADEMIA  DR  JURISPRUDENCIA 

V LEGISLACION. 

librería  extranjera  y nacional,  científica  y literaria, 

Plaza  del  Príncipe  Alfonso  ( antes  de  Santa  Ana),  n."  8. 

París,  i Londres,  I Nueva-York , 

i.  B.  Baillibrb  é hijo.  I H.  Baillikhk  I Baillibrb  hermanos. 

1807. 


COMPENDIO 

DE 

TOXICOLOGÍA  GENERAL 

¥ PARTICULAR 

POR  EL  DR.  D.  PEDRO  MATA 

CATEDRÁTICO  DE  TÉRMINO  EN  LA  UNIVERSIDAD  CENTRAL,  ENCARGADO  DE  LA  ASIGNATURA 

DE  MEDICINA  LEGAL  Y TOXICOLOGÍA  , ETC. 


Obra  premiada  por  el  Gobierno,  oido  el  Consejo  de 

Instrucción  pública. 


CUARTA  EDICION 


CORREGIDA  Y NOTABLEMENTE  AUMENTADA. 


Á LA  MEMORIA 


DEL  GRANDE  ORFILA. 

ETERNO  RECUERDO 


PEDRO  MATA. 


PRÓLOGO. 


■V  . 


Losrque  hayan  fijado  su  atención  en  las  diferentes  evoluciones  de  este 
Compemho,  recordarán  que  empezó  su  tímida  existencia  de  una  manera 
muy  modesta. 

Guando,  en  1844,  vió  por  primera  vez  la  luz  pública,  formaba  otra  de 
las  cuestiones  médico-legales,  comprendidas  entre  las  relativas  á las 
personas  de  ordinario  muertas;  era  un  simple  capítulo  de  mi  Tratado  de 
medicina  legal  , que,  en  su  primer  vuelo , no  se  atrevió  á llevar  mas  que 
el  nombre  de  Vade  mecüm. 

Mas  que  por  propia  inclinación , porque  así  lo  encontraba  establecido, 
seguí  la  costumbre  de  los  autores , que  han  considerado,  y siguen  consi- 
derando , como  materia  propia  de  la  medicina  legal , las  cuestiones  á que 
da  lugar  la  muerte  por  envenenamiento;  igual  que  lasque  versan  sobre  la 
muerte  por  quemadura,  por  asfixia  ó por  lesiones  corporales,  hechas  con 
armas  blancas,  ó de  fuego. 

En  la  segunda  edición,  que  hube  de  dar,  á los  dos  años  después,  ya 
no  fui  tan  dócil.  Al  impulso  irresistible  de  profundas  convicciones,  se- 
paré del  Tratado  de  Medicina  legal  , todo  lo  relativo  al  envenenamiento 
y á los  venenos,  y en  vez  de  tratar  de  ellos  en  un  capítulo  de  aquella 
obra,  compuse  el  Compendio  de  Toxicología  general  i particular,  con- 
virtiendo ese  capítulo  en  un  tratado  aparte,  pero  sin  seguir  el  tentador 
ejemplo  del  sabio  doctor  Orfila , quien  , á pesar  de  haber  publicado  su 
notable  Tratado  de  Toxicología,  continuaba  hablando  de  los  venenos  en 
su  Medicina  legal. 

Los  motivos  que  tuve  para  esa  separación  no  se  fundaron  tan  solo  en 
la  necesidad  de  dar  mayor  extensión  á la  materia  de  ese  capítulo , cada 
día  mas  aumentada  bajo  todos  los  aspectos;  se  fundaban  también,  y toda- 
vía mucho  más , en  la  especialidad  de  esa  materia  , en  su  carácter,  para 
mí  irrecusable,  de  cuerpo  de  doctrina  particular,  con  vida  propia  y con 
todos  los  atributos  de  una  ciencia,  ya  que  no  pura , análoga  á otras  mu- 
chas, que  constituyen  el  vasto  ramo  biológico. 

En  las  obras  de  los  autores,  incluso  el  mismo  Orfila,  á quien  puede 
considerarse  como  la  figura  mas  descollante  en  ese  ramo  de  conocimien- 
tos especiales,  yo  no  veia  constituida  la  ciencia  toxicológica  de  una  ma- 
nera completa,  abrazando  á la  vez  lo  general  y lo  particular;  esto  es, 
la  intoxicación  y las  sustancias  que  la  producen;  é intente  constituirla, 
valiéndome  de  los  elementos  que  encontré  esparcidos  en  esas  obras. 

Mi  permanencia  por  algún  tiempo  en  la  escuela  de  Montpellier  ; el  es- 
tudio de  la  obra  de  Anglada  ; el  inevitable  influjo  de  las  primeras  ideas 
recibidas  en  escuelas  y obras  vitalistas,  y la  falta  de  lectura  de  otros  es- 
critos, en  sentido  natural  y positivo,  me  hicieron  profesar  todavía , en 

TOXICOLOGÍA. — 1 


— 8 — 


esa  primera  tentativa,  doctrinas  metafísicas,  respecto  de  las  cuales  he 
sentido  siempre  instintiva  repugnancia. 

Transcurrieron  años,  y al  publicar  la  tercera  edición  de  mi  Compendio, 
si  bien  le  dejé  la  misma  estructura  que  en  la  segunda,  reforme  consi- 
derablemente sus  principios  doctrinales.  El  vitalismo  metafísico  de  la  es- 
cuela de  Barthez  desapareció  de  todos  aquellos  puntos,  por  los  cuales  se 
me  había  deslizado.  Yo  ya  concebía  la  vida  de  otro  modo.  En  mi  Examen 
critico  de  la  homeopatía  la  habia  proclamado  como  una  propiedad  de  la 
materia,  como  un  modo  de  ser  de  esta,  y puse  en  armonía  mi  Compendio 
de  Toxicología  con  ese  Eximen.  La  acción  de  los  venenos  es  para  mí  mo- 
lecular, de  consiguiente,  química  , y partiendo  de  esta  base,  el  sistema 
de  mi  obra  tenia  que  ser  modificado  radicalmente,  como  lo  tué  en  efecto. 

Cuando  pareció  la  tercera  edición  de  mi  Compendio  , acababa  de  dar  á 
luz  (185o)  en  las  márgenes  del  Sena,  su  Tratado  de  Toxicología  gene- 
ral, el  doctor  C.  P.  Galtier,  como  introducción  ó complemento  de  su 
Toxicología  médica  , química  y legal,  que  es  un  tratado  de  venenos  estudia- 
dos en  particular.  Esa  obra  mereció  justamente  los  aplausos  de  la  prensa 
parisiense , especialmente  por  esa  parte  general,  y la  organización  que 
daba  el  autor  á sus  consideraciones  generales  sobre  los  venenos  y el  en- 
venenamiento. Esos  elogios  me  llenaron  de  satisfacción  ; porque  los  veia 
dirigidos  á los  esfuerzos  de  un  profesor,  que  tendia  á constituir  la  ciencia 
de  un  modo  parecido  al  mió,  tanto  mas,  cuanto  que  la  organización 
dada  por  mí  á la  Toxicología  (según  yo  creo  y el  público  habrá  podido 
ver  si  ando  bien,  ó mal  fundado) , sobre  ser  mas  acabada  , es  mas  metó- 
dica y mas  lógica. 

Hoy  aparece  por  cuarta  vez  , con  mi  Tratado  de  Medicina  legal  teó- 
rico y práctico,  mi  Compendio  de  Toxicología  general  y particular,  sin 
que  ni  en  su  fondo,  ni  en  su  forma,  haya  tenido  que  hacer  variaciones  ra- 
dicales. Cuantas  mas  luces  he  ido  recibiendo  de  la  multitud  de  obras,  que 
arroja  al  público  la  prensa  científica  extranjera , relacionadas  con  la  in- 
toxicación ; tanto  mas  me  he  ido  afirmando  en  la  solidez  de  mis  princi- 
pios. El  espíritu  , la  tendencia , los  hechos  y verdades  de  esas  obras,  cada 
dia  se  encuentran  mas  en  armonía  con  mi  doplrina,  y con  mis  observa- 
ciones y trabajos  personales. 

Las  modificaciones  que  he  tenido  que  hacer,  mas  bien  son  aumento  de 
matena  es  y peí  lección  de  los  principios  en  el  espíritu  positivo  con  que 
están  aquellos  estudiados. 


En  la  Introducción,  además  de  extender,  como  era  natural,  la  historia 
hres  jr“°’  >a  en  la  parle  socia1’  mencionando  los  casos  céle- 
los los  trahlr0S  dmS’  ya  611  k parlG  cienUíica’  trazando,  á grandes  ras- 
salir  aTencuem8  y pr°greS0S  de  eslos  último*  añ°s;  he  creído  conveniente 
10  de  una  opinión,  en  mi  concepto,  á todas  luces  erró- 


- a - 

nea,  del  distinguido  catedrático  de  medicina  legal  de  París,  M.  Ambro- 
sio Tardieu , quien  niega  á la  Toxicologia  el  título  de  ciencia , y á los  ve- 
nenos sus  propiedades  tóxicas  y su  existencia  positiva. 

No  he  dejado  ni  podido  dejar  sin  refutación  esas  ideas  , tanto  por  ser 
ese  laborioso  profesor  uno  de  los  módicos  legistas  del  vecino  imperio,  que 
suenan  más  hoy  diay  que  mas  prestigio  gozan  allende  los  Pirineos,  como 
por  creerme  mas  interesado  y aludido  que  nadie  en  la  cuestión,  puesto  que 
he  proclamado  muy  en  alta  voz  que  la  Toxicologia  e s una  ciencia,  que  la  he 
constituido  el  primero , no  solo  abrazando  en  mi  Compendio  lo  general  y 
lo  particular,  y dando  á aquella  una  organización  completa  , que  ningún 
toxicólogo  le  había  dado;  sino  separándola  del  todo  de  la  Medicina  legal , 
con  cuyo  ramo  de  conocimientos  se  viene  interpolando,  haciendo  con  ella 
lo  que  no  se  hace  con  la  tocología,  higiene,  cirugía,  frenopatía,  etc.,  etc., 
psor  confundir  las  relaciones  que  existen  entre  la  Medicina  forense  y la 
Toxicologia , con  la  verdadera  enseñanza  de  esta  especialidad  moderna. 

Yo  debía,  por  lo  tanto  , rnas  que  nadie  hacer,  en  esta  nueva  edición, 
lo  que  ya  hice  en  mi  cátedra,  en  el  curso  de  1864  á 1865,  luego  de  haber 
visto  en  el  tomo  XXII,  segunda  série,  de  los  Anales  de  Higiene  pública  y 
medicina  legal , el  estudio  médico-legal  del  envenenamiento  , por  el  doctor 
Tardieu , donde  emite  dichas  ideas  con  resolución  y sin  ambajes.  Des- 
pués de  haberle  probado  que  la  Toxicologia  es  una  ciencia ; que  existe 
una  clase  de  cuerpos  llamados  venenos,  causas  especiales  de  la  intoxica- 
ción, enfermedad  especial  también  , y que  tanto  la  intoxicación,  como 
las  sustancias  que  la  producen,  reclaman  un  estudio  profundo,  igual 
que  los  demás  ramos  cientííicos  que  se  relacionan  con  la  medicina  legal , 
antes  que  el  médico  forense  trate  de  las  cuestiones  relativas  á la  muerte 
por  venenos,  como  trata  las  relativas  á la  muerte  por  otros  medios , ó ins- 
trumentos criminales;  no  considerando  acabado  mi  empeño,  hube  de 
indicar  las  relaciones  que  existen  entre  la  Medicina  legal  y la  Toxicologia; 
la  necesidad  de  que  el  médico  forense  estudie  esta  como  ciencia  aparte, 
y el  grande  interés  que  tiene  la  medicina  legal  y la  administración  de 
justicia  en  que  los  peritos,  en  todo  caso  de  intoxicación  , sean  los  médi- 
cos forenses  y solo  los  médicos  forenses , puesto  que  son  los  únicos  que 
pueden  declarar  é informar,  con  plena  convicción  científica , todos  los  pun- 
tos  y cuestiones  á que  dé  lugar  un  caso  práctico. 

En  la  ToxicoLoaÍA  general,  los  aumentos  é innovaciones  versan  sobre 
algunos  venenos  mejor  estudiados  en  estos  últimos  tiempos , respecto  de 
su  influencia  en  ciertas  generalidades;  sobre  algunos  contravenenos 
mas  eficaces  de  ciertas  clases,  ó grupos  de  venenos;  sobre  algunos  pro- 
cedimientos nuevos  para  descubrirlos,  entre  ellos  la  diálisis , y lo  que 
se  llama  experimentación  fisiológica ; práctica  vieja  , empírica  y desacre- 
ditada por  ia  experiencia,  y que  M.  Tardieu  y otros  han  rehabilitado 


con  ligeras  modificaciones,  que  no  le  han  dado  mas  valor  lógico ; sobre  el 
empleo  ó aplicación  del  microscopio  en  la  investigación  de  las  sustancias 
tóxicas  tanto  orgánicas  como  inorgánicas,  sobre  la  grave  cuestión  rela- 
tiva á la  ligadura  del  esófago,  y sobre  algunos  otros  puntos  nacidos  de 
los  incesantes  progresos  de  la  ciencia. 

La  Toxicología  particular  , además  de  la  historia  mas  circunstanciada 
de  los  venenos  mejor  estudiados  en  estos  últimos  tiempos,  estricnina,  di- 
gitalina,  anilina,  hongos,  fósforo,  etc.,  y de  los  mas  importantes,  ó 
con  mas  frecuencia  escogidos  como  instrumento  del  crimen,  del  suici- 
dio, ó como  causas  de  intoxicación  involuntaria,  ha  sido  modificada,  res- 
pecto de  la  acomodación  al  órden  de  la  toxicología  general , suprimien- 
do toda  repetición , en  cuanto  á los  caracteres  y condiciones  comunes, 
expuestos  en  la  primera  parte  del  Compendio,  y limitando  su  estudio  par- 
ticular á lo  que  es  propio  y distintivo  de  cada  sustancia  tóxica  tratada. 

La  benévola  acogida  que  ha  tenido  este  Compendio,  lo  mismo  que  mi 
Tratado  de  Medicina  legal  , en  las  anteriores  ediciones , obligándome 
á dar  la  cuarta  edición  de  ambas  obras,  después  de  mas  de  un  año  que  no 
se  encuentra  ya  ni  un  ejemplar  de  la  tercera,  me  han  impuesto  el  deber 
de  presentarla  con  toda  la  perfección  posible,  en  cuanto  de  mi  dependa, 
tanto  para  facilitar  á mis  discípulos  la  enseñanza  de  esa  difícil  ciencia, 
como  para  que  pueda  servir  de  consulta  y guía  á los  que  la  necesiten  en 
su  práctica. 

Como  obra  de  consulta,  hallarán  los  médicos  y abogados  en  mi  Com- 
pendio lodo  cuanto,  y en  ciertos  puntos,  mas  de  io  que  buscarían  en 
otras  obras , inclusas  las  muy  contadas  que  abracen  el  estudio  general  y 
particular  de  los  venenos ; advirtiéndoles  que  no  se  limiten  á leer  la  his- 
toria particular  de  este  ó aquel  veneno  que  les  interese , sino  que  vayan 
á enterarse,  en  la  toxicología  general,  de  lo  que  no  hallen  en  la  particu- 
lar, puesto  que  ya  he  indicado  que  he  procurado  evitar  repiticiones. 

Como  obra  didáctica,  he  hecho  con  la  Toxicología  lo  que  con  la  Medi- 
cina legal;  he  redactado  un  resúmen  de  lo  contenido  en  cada  capítulo,  al  fin 
de  este , y por  lo  mismo  los  alumnos , después  de  haber  oido  al  profesor 
en  la  cátedra , y de  haber  leído  el  fondo  de  los  capítulos,  encontrarán  en 
los  resúmenes  compendiada  la  ciencia  y dispuesta  de  modo  que  les  sea 
mas  fácil  la  retención  de  lo  estudiado,  en  su  memoria,  para  salir  airosos 
de  los  exámenes;  así  como  los  profesores  y abogados  podrán  enterarse 

mas  brevemente,  por  medio  de  esos  resúmenes,  del  estado  actual  de  la 
ciencia  toxicológica. 

Por  unas  y otras  razones  espero,  con  fundamento,  que  esta  edición 
recibirá  del  público  una  acogida  tan  favorable  como  las  anteriores. 


Madrid,  IS66. 


Pedro  Mata. 


INTRODUCCION. 


>~o®« 


Frecuencia  de  las  intoxicaciones.—  Dos  aspectos  del  envenenamiento.—  Historia  del  as- 
pecto social;  origen  del  envenenamiento,  como  accidente  y como  crimen.— Datos  mi- 
tológicos y literarios.— Datos  históricos:  Biblia.  — Historia  profana:  edad  antigua. — 
Edad  media.  — Edad  moderna.— Edad  actual.  — Historia  del  aspecto  científico  : tiem- 
pos antiguos. — Tiempos  medios.— Tiempos  modernos.— Tiempos  actuales.  — Utilidad  y 
necesidad  de  la  Toxicologia. — Cómo  debe  escribirse  y estudiarse. — Es  una  verdadera 
ciencia  médica.— Motivos  infundados  para  negarle  este  carácter. — No  es  una  razón 
para  negársele  el  que  no  sea  una  ciencia  pura. — Tiene  su  objeto  determinado,  sus  he- 
chos y principios  propios,  su  método  y sus  procederes.— Su  base  está  en  los  hechos  de 
intoxicación  y envenenamiento.  — La  existencia  de  sustancias  venenosas  por  su  natura- 
leza es  positiva.— Los  venenos  forman  un  grupo  natural , diferente  de  los  medicamen- 
tos: antes  pertenecen  á la  Toxicologia  que  á la  Farmacología. — Así  como  hay  ciencia 
de  las  quemaduras,  asfixias  y lesiones  corporales;  así  debe  haberla  de  los  venenos. — 
Relaciones  de  la  Toxicologia  con  la  Medicina  legal. — El  médico  legista  debe  conocer  la 
Toxicologia.—  Los  médicos  forenses  son  los  peritos  científica  y legalmente  idóneos  para  ac- 
tuar y resolver  las  cuestiones  relativas  al  envenenamiento.  — Utilidad  de  una  cátedra  de 
Toxicologia  práctica. 

I.— Frecnencla  de  las  intoxicaciones. 

El  estudio  de  los  venenos  y de  su  acción  sobre  la  economía  humana 
exige  severamente  una  doctrina,  que  sea  la  expresión  de  los  conocimien- 
tos mas  cuidadosamente  acrisolados.  El  hombre  está  constantemente  ro- 
deado de  venenos  , amenazado  siempre  de  una  intoxicación : una  casua- 
lidad , un  descuido,  un  error,  le  hacen  experimentar  los  ejecutivos  efec- 
tos de  un  tósigo,  como  la  misma  desesperación  del  suicidio,  como  la 
misma  astucia  y premeditación  del  crimen.  Los  tres  reinos  de  la  natura- 
leza, de  los  cuales  tantas  utilidades  reportamos,  abrazan  una  infinidad 
de  sustancias  altamente  mortíferas,  y nada  mas  fácil  que  la  mezcla,  ya 
involuntaria,  ya  voluntaria  de  esas  sustancias,  con  las  que  nos  dan  la 
vida,  ó nos  devuelven  la  salud. 

Aviva  una  familia  el  fuego  de  su  hogar  para  preservarse  del  frió,  y 
descuidando  ciertas  precauciones,  sucumbe  envenenada  por  el  tuto  del 
carbón.  Un  infeliz  enfermo,  deseoso  de  activar  la  curación  de  sus  males, 
en  vez  de  tomar  un  grano  de  una  sustancia  enérgica , como  se  lo  ordenó 
un  facultativo,  toma  de  una  vez  cuatro  ó seis,  y reconoce  desesperado 
que  él  mismo  se  dió  la  muerte.  Saborea  con  placer  un  aficionado  un  plato 
exquisito  de  hongos , y á las  pocas  horas  perece  atormentado  de  los  dolo- 
res mas  vivos.  Tiéndese  uno  con  descuido  en  el  césped  de  los  campos,  y 
un  asqueroso  insecto,  un  reptil  inmundo,  le  clava  traidoramente  su  dardo 
ó aguijón  emponzoñado.  Aquí  sazona  otro  sus  alimentos  con  ciertas  yer- 
bas , y apenas  las  ha  ingerido  en  sus  órganos  digestivos  , es  ya  víctima 
de  una  equivocación  terrible.  Allá  un  padre,  idólatra  de  sus  hijos,  quiere 
librarse  de  los  ratones  que  le  invaden  la  dispensa , les  abandona  pedaci- 


— r>  — 

tos  de  a ueso  polvoreados  de  arsénico,  y acaso  el  Benjamín  de  la  familia 
os  alcaná  pSo  que  un  ratón  , y espira  rápidamente  en  brazos  del 
nadi-p  desesperado.  Un  farmacéutico,  un  químico,  un  artesano,  en  tin,  se 
entregan  á la  elaboración  de  algún  producto , ó á trabajos  analíticos; 
hav  una  distracción,  un  descuido,  una  imprevisión;  los  aparatos  esta- 
llan , y se  desprenden  gases  tan  enérgicos , que  matan  al  operador  con  la 

rapidez  del  rayo.  . , . . 

Pero  no  son  siempre  semejantes  casualidades  las  que  dan  lugar  a tan 

terribles  escenas.  Muy  á menudo  es  la  mano  del  criminal.  Es  el  aleve  cál- 
culo de  una  persona  cobarde  que,  no  teniendo  valor  para  deshacerse, 
con  una  agresión  ruidosa,  de  otra  á quien  odia,  ó que  le  estorba  la  rea- 
lización de  sus  planes,  espía  los  momentos  y ocasiones  en  que  pueda  dar 
la  muerte  oculta  en  los  mismos  medios  con  que  la  incauta  víctima  apaga 
su  sed,  halaga  su  paladar,  repara  sus  fuerzas,  ó acalla  sus  sufrimientos. 
Este  execrable  crimen,  para  cuya  exacta  expresión  no  tiene  el  idioma 
voces  bastante  fuertes,  ha  debido  nacer  desgraciadamente  del  acaso. 
Esas  casualidades , de  que  acabo  de  hacer  mención  , han  creado  el  enve- 
nenamiento criminal. 

Las  reflexiones  que  preceden  revelan  sobradamente  el  interés  é impor- 
tancia de  la  toxicología  , y admira  , á la  verdad  , que , como  ciencia , sea 
novísima ; tanto  mas , cuanto  que  los  hechos  que  le  pertenecen  son  tan 
antiguos  como  la  misma  especie  humana. 

II.— Dos  aspectos  del  envenenamiento. 

fié  aquí  por  qué  considero  de  alguna  utilidad  para  los  lectores  de  este 
libro  echar  en  su  introducción  una  ojeada,  siquiera  sea  á grandes  ras- 
gos , á la  historia  del  envenenamiento.  Ella  nos  explicará  la  remota  anti- 
güedad de  los  hechos  de  todas  clases , en  los  que  ha  figurado  la  acción 
de  los  venenos  , y la  reciente  institución  de  los  principios  que  han  ele- 
vado esos  hechos  á la  categoría  de  ciencia  especial  de  la  gran  familia 
médica. 

La  historia  del  envenenamiento,  ó por  mejor  decir,  de  la  toxicología, 
tiene  dos  aspectos  muy  diferentes.  Refiérese  el  uno,  que  podemos  llamar 
el  primero,  á una  séne  de  hechos  sociales , notables , históricos , mas  ó 
menos  transcendentales , ya  porque  han  acaecido  en  determinados  pue- 
blos, en  ciertas  y especiales  circunstancias,  y en  personajes  que  han  in- 
fluido mas  ó menos  en  los  destinos  de  un  país , por  no  decir  del  mundo; 
ya  porque , aun  cuando  hayan  sido  vulgares  los  sugetos  envenenados  v 
los  mismos  envenenadores  , los  hechos  han  expresado  el  carácter  desco- 
llante de  un  siglo,  de  un  reinado,  ó bien  de  un  pueblo.  Esta  es  la  parte 
empírica,  para  decirlo  así,  de  la  historia  toxicológica ; es  el  aspecto  prác- 
tico, compuesto  de  homicidios  y suicidios  ejecutados  por  medio  de  un 

°ír2  aspect?  se  refiere  á un  ramo  de  conocimientos  que,  encerrado, 
en  el  c-írc-u,°  sintético  de  la  ciencia  general , en  el  primer  pe- 
coTpÍ  tr7tíl0S  m^vlI«ient0s  del  entendimiento  humano,  ha  ido  recibiendo 
2 Í !?S  Slg  0S  su  desarrollo  necesario,  gradual , lento,  casi 
media  v ha  diad  ’ en  los  P1nrneros  si§Ios  del  cristianismo,  en  la  edad 
Dero  exfpmn  °S  mism,°.s  d^s  de  la  filosofía  cartesiana ; pero  brusco, 

culebra  mip  naca c lIia0rc!mai?0  ’ co.rao  *°  sepian  ios  movimientos  de  la 
P e del  polo  al  trópico,  desde  que  á la  voz  del  célebre 


— 7 - . 

barón  de  Verulamio,  se  levantó  la  filosofía  experimental,  sublevando  en 
su  seguimiento  todas  las  ciencias  ontológicas,  todos  los  estudios  mate- 
riales , todos  los  ramos  de  conocimientos  , en  fin , que  forman  la  existen- 
cia objetiva  ó exterior  de  la  naturaleza. 

Esta  es  la  parte  verdaderamente  científica  de  la  historia  toxicológica, 
porque  ella  es  la  que  revela  cómo  de  aquellos  hechos  sociales  , cómo  de 
la  parte  empírica  ha  nacido  este  ramo  de  conocimientos  en  el  campo  de 
la  ciencia  ; qué  hombres  le  han  cultivado;  qué  obras  han  escrito  acerca 
de  él;  qué  estudios,  tanto  especulativos  como  prácticos  se  han  hecho,  y 
de  qué  manera  las  formas  del  suicidio  y del  homicidio,  dadas  á estos 
hechos  casuales  ó voluntarios  por  diversas  sustancias  venenosas,  han 
venido  á hacer  al  siglo  xix  verdadero  padre  de  una  ciencia  escasamente 
conocida  de  los  siglos  anteriores. 

¿Por  cuál  de  esos  dos  aspectos  empezarémos  nuestro  bosquejo  histó- 
rico? La  naturaleza  de  los  mismos  nos  está  señalando  con  la  mano  cuál 
es  la  primera  vía  que  debemos  recorrer.  Antes  que  la  ciencia  ha  habido 
los  hechos ; ha  habido  sustancias  ponzoñosas , fatal  necesidad  de  relacio- 
narse el  hombre  con  los  productos  de  la  tierra,  y pasiones  turbulentas, 
vengativas  y alevosas  que  han  empleado  como  arma  de  asesinato  ó suici- 
dio la  diabólica  virtud  de  un  animal,  de  una  planta  ó de  un  cuerpo  inor- 
gánico, descubiertos  siempre  por  la  casualidad,  madre  á menudo  de  la 
experiencia.  En  esta  clase  de  hechos  está  la  cuna  de  la  toxicología.  Ellos 
son  su  razón , su  punto  de  partida  y su  objeto.  Sigamos , pues,  en  nues- 
tra exposición  la  marcha  que  la  naturaleza  nos  indica. 


III.  — Historia  del  aspecto  social:  oríg-eu  del  envenenamiento  como 

accidente  y como  crimen. 

El  envenenamiento,  en  cuanto  crimen,  no  es  tan  antiguo  como  el 
mundo.  Como  accidente  desdichado,  debe  de  serlo. 

Es  imposible  conocer  á priori  la  virtud  venenosa  de  un  mineral , de 
un  animal  ó de  una  planta.  Esta  clase  de  conocimientos  solo  puede  darla 
la  experiencia  ó la  revelación.  Si  Dios  no  hubiese  revelado  á Adan  y Eva 
que  el  manzano  del  Paraíso  daba  frutos  funestos , no  lo  hubieran  adivi- 
nado; no  lo  hubieran  sabido  hasta  después  de  haberlos  comido,  cuando 
acosados  , ya  que  no  por  el  hambre,  por  la  curiosidad,  se  hubiesen  de- 
terminado á probarlos.  La  experiencia  es  la  que  ha  enseñado  al  hombre 
de  todos  los  países  qué  tierras,  qué  plantas  y qué  animales  son  dañinos 
é inocentes.  Los  hombres  y animales  que  han  muerto  víctimas  de  las  sus- 
tancias tóxicas,  han  advertido  á los  demás  los  peligros  que  corrían 
usando  de  ellas. 

Verdad  es  que  los  botánicos  han  establecido  ciertas  reglas  para  cono- 
cer si  un  vegetal  es  ó no  venenoso,  guiándose  por  el  color  negro  ú oscuro 
del  fruto,  el  olor  viroso  del  mismo,  de  la  planta  ó de  sus  jugos,  el  as- 
pecto sombrío  de  las  hojas , el  lugar  donde  arraiga  , etc.  Mas  todo  esto 
no  alcanza  á invalidar  nuestra  proposición.  ¿Cómo  han  llegado  los  botá- 
nicos á este  conocimiento  tan  importante  sino  con  la  experiencia?  A 
tuerza  de  ver  esos  caractéres  comunes  en  los  vegtales  venenosos , han  po- 
dido al  fin  servirles  para  prevenirse  contra  el  vegetal  que  los  presenta. 

No  negarémos  que  el  aspecto  sombrío  de  un  vegetal,  lo  mismo  que  el 
de  un  reptil  ó un  insecto,  que  el  olor  viroso  ó nauseabundo,  que  el  color 
repugnante  ó desagradable,  son,  por  punto  general,  avisos. indirectos 


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áe  la  naturaleza  al  instinto  del  hombre  y de  los  demás  animales  para 
míe  se  aleien  de  ellos;  pero  tiene  esta  regla  tantas  excepciones  en  todos 
íüt  émidos  crue  es  imposible  fundarse  en  esa  base  para  creer  que  no  es 
Inexperiencia  la  que  nos  ha  enseñado  las  propiedades  de  las  plantas  y 
demás  objetos  de  la  naturaleza. 

Tan  repugnante  y capaz  de  inspirar  prevención  es  un  sapo,  como  un 
lagarto  • un  alacran , como  una  salamanquesa;  una  víbora,  como  una 
culebra’ común  ; v debe  ser  mas  espantosa  que  una  culebra  de  cascabel, 
urm  boa  ó una  gigante.  Sin  embargo,  el  lagarto  muerde  sin  consecuen- 
cia*, la  salamanquesa  es  inocente  , la  culebra  común  inofensiva  , y tanto 
la  gigante  como  la  boa  no  tienen  dientes  venenosos. 

¿Quién  , al  probar  por  vez  primera , y sin  conocimiento  de  lo  que  sean 
la  guindilla,  los  pimientos  picantes  , el  ajo  y la  cebolla  crudos,  no  los 
tiraría  acto  continuo,  creyéndolos  capaces  de  dar  la  muerte?  Con  todo, 
nadie  ignora  que  solo  sirven  de  tormento  pasajero  al  paladar  y á la  len- 
gua , no  acostumbrados  á estos  alimentos  picantes.  En  cambio,  todos  po- 
demos comer,  sin  advertir  nada  en  el  acto,  un  plato  de  hongos  veneno- 
sos, mezcladas  con  otras  verduras  las  hojas  de  la  mortal  cicuta  , y no  son 
pocos , en  especial  los  niños , que  se  comerían  un  exceso  de  almendras 
amargas , sufriendo  luego  las  terribles  consecuencias  de  estas  sustancias 
eminentemente  ponzoñosas. 

Bastan  y sobran  estas  sencillas  reflexiones  para  dejar  consignado  que 
es  la  experiencia  la  que  enseña  las  virtudes  buenas  y malas  de  las  sus- 
tancias pertenecientes  á los  tres  reinos  de  la  naturaleza.  Esta  verdad , que 
aquí  podrá  parecer  trivial , es  la  razón  filosófica  de  lo  que  hemos  dicho 
poco  hace  sobre  haber  sido  la  toxicología  desconocida  en  la  larga  série 
de  siglos,  cuyo  método  científico  no  ha  sido  el  experimental.  Por  eso,  y 
por  las  aplicaciones  que  ha  de  tener  mas  tarde  esta  verdad  tan  sencilla, 
hemos  creído  que  no  era  inoportuno  el  consignarla. 

Con  lo  que  va  dicho  se  comprende  fácilmente  cómo  un  envenena- 
miento casual  (mejor  diriamos  en  este  caso,  cómo  una  intoxicación, 
puesto  que  no  hay  intento  de  dañar)  ha  podido,  ha  debido  ser  casi  coe- 
táneo de  la  creación;  al  paso  que  el  envenenamiento,  con  intención  de  ma- 
tarse ó matar  á otro,  ha  debido  de  observarse  en  siglos  mas  posteriores. 
La  naturaleza  no  ha  revelado  á los  instintos  perversos  esa  forma  infernal 
del  homicidio.  La  maldad  congénita,  los  odios  mas  enconados,  las  pasio- 
nes mas  rencorosas  no  son  bastantes  para  engendrar  la  idea  del  envene- 
namiento, mucho  menos  para  descubrir  el  veneno.  Caín  no  hubiera  asesi- 
nado á su  hermano  Abel  con  la  quijada  de  un  cuadrúpedo:  le  hubiera 
dado  una  ponzoña.  El  primogénito  de  Adan  era  envidioso ; la  envidia  ar- 
guye bajeza  de  alma  , y la  bajeza  de  alma  es  inseparable  compañera  de 
la  infame  alevosía.  Los  hechos  desgraciados  de  intoxicaciones  casuales 
han  sido  para  las  personas  de  aviesas  y crueles  inclinaciones  una  lección 
que  no  han  oesaprovechado  en  sus  rencores  y venganzas. 

Los  primeros  que  murieron  envenenados  fueron  , sin  duda , los  mordi- 
óos por  reptiles  venenosos.  Luego  seguirían  los  que  tomaran  sin  expe- 
r!fRC¡?i’  C()1?°  alimentos  » ya  como  remedios,  ciertas  plantas  mortífe- 
?s  vcoenosos  de  las  mismas.  Por  último  habría  intoxi- 
caciones  debidas  al  uso  de  sustancias  minerales. 

7fl<T  flXninpíIOnfS  ’ que  á Primera  vista  parecerán  gratuitas  ó antojadi- 
i ’ 3eRena,^°  mas  -que  Ia  cate§ona  de  simples  conjeturas , cuando 
uno  examina  con  detención  las  fábulas  mitológicas,  los  poemas  délos 


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primeros  génios  de  Grecia  y Roma  , y las  paginas  de  la  historia  , tanto 
sagrada  como  profana. 

IT— Datos  mitológicos  y literarios» 

Extrañaráse  tal  vez  que , para  esclarecer  los  hechos  de  envenenamiento 
acaecidos  en  los  primeros  tiempos,  pretendamos  apoyarnos  en  la  mitolo- 
gía y en  las  creaciones  fantásticas  de  los  poetas.  Sin  embargo,  no  por 
eso  hemos  de  desistir  de  nuestro  empeño,  seguros  como  estamos  de  que 
en  las  fábulas  mitológicas , en  los  poemas  y tragedias  , hemos  de  hallar 
tanta  luz  como  en  las  páginas  menos  borradas  de  la  historia  mas  au- 
téntica. 

Relativamente  á los  tiempos  desconocidos,  por  lo  mismo  que  lo  son, 
nadie  puede  presentarnos  dato  alguno  contra  nuestro  modo  de  pensar, 
mientras  que  nosotros  tenemos  en  nuestro  apoyo,  para  esos  tiempos  , la 
Biblia  por  un  lado,  y por  otro  las  pruebas  racionales  que  nos  permitirá 
aducir,  tanto  la  explicación  de  los  envenenamientos  históricos  que  daré- 
mos  en  su  lugar,  como  la  íntima  relación  que  existe,  y demostrarémos, 
entre  la  marcha  de  la  filosofía  y la  ciencia  de  los  venenos. 

En  cuanto  á los  tiempos  fabulosos  , ó á los  2107  años  que  los  constitu- 
yen , no  solo  tendremos  pruebas  racionales , sino  hechos  que  han  de  ve- 
nir á confirmar  nuestros  asertos.  No  desconocemos  que,  en  lo  concer- 
niente á esos  tiempos  nebulosos , es  muy  difícil  resolver  cualquier  pro- 
blema , y que  no  es  ligero  empeño  averiguar  si  en  ellos  hubo  suicidios  y 
homicidios  ejecutados  con  ponzoñas.  ¿ 

Sin  embargo,  examínense  con  detención  las  causas  que  hacen  tan  oscu- 
ros esos  tiempos  fabulosos , y acerca  de  qué  clase  de  problemas  hay  esa 
imposibilidad  de  resolución  que  hace  incrédula  la  crítica,  respecto  de 
todo  lo  que  ha  quedado  escrito  de  esos  tiempos.  Guando  se  profundiza 
esta  materia , no  es  difícil  advertir  que  lo  que  oscurece  y confunde  las 
noticias  mas  históricas  de  esas  edades  remotísimas , es  la  mezcla  íntima  y 
tenaz  de  lo  verdadero  con  lo  falso,  de  lo  metafórico  con  lo  directo,  de  lo 
alegórico  con  lo  positivo,  del  poema  con  la  historia  , de  las  embrolladas 
invenciones  debidas  á la  imaginación  de  los  sacerdotes,  filósofos  y poe- 
tas , con  los  hechos  de  ciertos  hombres  que  descollaron  en  valor,  en 
fuerza , en  saber,  en  talentos , en  crímenes  ó en  virtudes. 

Pero  nótese  bien:  si  esa  deplorable  mezcla  de  la  verdad  y de  la  fábula 
es  la  que  no  consiente  poner  en  claro  los  2107  años  que  constituyen  los 
tiempos  fabulosos , en  cuanto  á los  personajes  y á sus  hechos,  porque  no 
tenemos  datos  fehacientes  para  deslindar  lo  verdadero  de  lo  falso,  fuera 
del  sentido  común  y del  criterio  natural  que  da  la  última  calificación  á 
todo  lo  inverosímil,  sobrehumano  y absurdo ; no  sucede  otro  tanto  res- 
pecto de  las  costumbres,  conocimientos,  tendencias  generales,  espíritu 
común  y otros  aspectos  de  la  humanidad  correspondientes  á aquellos  dias. 
Bajo  muchos  puntos  de  vista,  esa  misma  mitología  oriental,  tan  atestada 
de  fábulas  y alegorías , de  pensamientos  atrevidos  y de  concepciones  ab- 
surdas, es  un  manantial  caudaloso  de  datos  preciosísimos  para  averiguar 
á punto  fijo  la  existencia  verdaderamente  histórica  de  muchos  hechos  so- 
ciales; pues  aun  cuando,  en  la  realidad,  semejantes  datos  no  se  refieran  á 
la  época  en  que  se  supone  que  vivieron  los  hombres  extraordinarios  con- 
vertidos en  dioses  y semidioses  por  la  fantasía  de  los  poetas,  el  interés 
de  los  sacerdotes,  ó la  vanidad  de  los  pueblos;  á lo  menos  puede  asegu- 


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rarse  que  los  elementos  de  todas  esas  ficciones  tenian  una  existencia  ver- 
dadera en  los  dias  de  esos  pueblos  , de  esos  sacerdotes  y de  esos  poetas, 
que  así  desfiguraron  los  hechos  anteriores  ó coetáneos  á su  tiempo;  por- 
que, de  lo  contrario,  ni  esa  existencia  mitológica  hubieran  podido  tener. 

La  mitología  oriental , lo  mismo  que  la  griega  y la  romana , hijas  legí- 
timas de  aquella,  no  es  otra  cosa  que  un  gran  poema  , una  epopeya  fan- 
tástica, que  el  entendimiento  humano  compuso,  en  los  primeros  vuelos  de 
su  fantasía,  para  verse  representado  al  exterior,  en  la  naturaleza  mate- 
rial, con  formas  adecuadas  á sus  ideas  y sentimientos. 

Ese  gran  poema , esa  epopeya  colosal , como  todo  lo  que  ha  sido  en- 
gendrado en  el  Oriente,  durante  el  estudio  del  universo,  del  infinito,  no 
pudo  ser  creado  de  la  nada,  porque  no  fue  Dios  el  poeta.  Necesitó  pri- 
mero un  esqueleto,  luego  venas,  y arterias,  y nervios,  y entrañas,  y mús- 
culos, y tegumentos  que  redondeasen  sus  formas;  por  último,  un  espíritu 
que  las  animase,  el  fuego  que  deseaba  para  sus  estátuas  de  arcilla  1 ro- 
meteo,  para  rivalizar  con  Júpiter,  y que  le  costó  sentirse  roído  el  hígado 
por  un  voraz  buitre,  en  las  alturas  del  Cáucaso,  hasta  que  Hércules  le 
libró  de  tal  tormento. 


¿Y  en  dónde  habían  de  encontrar  los  sacerdotes,  los  filósofos  y los  poe- 
tas ese  esqueleto,  esos  órganos  y ese  espíritu  para  su  grande  hechura,  ri- 
val de  la  humanidad  verdadera  y muy  superior  á ella  en  prodigios,  sino 
en  esa  misma  humanidad  que  tanto  desfiguraron?  Si  cuando  brotó  el 
hombre  de  un  puñado  de  tierra , Dios  le  formó  á imágen  suya , ¿cómo  no 
había  de  hacer  otro  tanto  el  entendimiento  humano,  cuando  quiso  darse 
con  el  arte,  con  la  representación  objetiva  de  su  sujetividad,  una  existen- 
cia exterior  y accesible  á los  sentidos?  Cuando  ese  mismo  Prometeo , á 
quien  hemos  ya  citado , quiso  formar  hombres  en  competencia  con  los 
del  mayor  de  ios  dioses,  ¿creó  la  arcilla?  creó  la  forma  humana?  No ; la 
arcilla  estaba  en  la  tierra , la  forma  humana  en  el  padre  de  Deucalion  y 
sus  semejantes.  Sus  sentidos  le  dieron  la  idea  de  esa  forma,  y su  activi- 
dad artística  supo  darla  á la  arcilla  informe  que  esculpió. 

Hé  aquí  lo  que  hicieron  los  creadores  de  la  mitología  : tomaron  el  es- 
queleto de  su  figura  en  la  historia;  le  embellecieron  con  elementos  que  su 
imaginación  nutrida  por  los  sentidos  recogió  de  la  vida  humana , de  la 
naturaleza , y así  pudieron  dar  á una  creación  fabulosa  muchos  caracté- 
res  gráficos,  de  una  verdad  resplandeciente. 

Los  dioses  y semidioses  de  la  india,  más  los  del  Egipto  , más  todavía 
los  de  Grecia  y Roma,  esculpidos  en  las  medallas,  en  los  escudos,  en  los 
bajos  relieves  de  los  monumentos  y en  los  altares  de  los  templos,  ó des- 
critos en  los  poemas,  están  hablando,  respecto  de  muchos  puntos,  á la 
posteridad  un  lenguaje  tan  inteligible,  como  para  los  mismos  que  los  gra- 
baron en  la  arcilla,  en  la  toba,  en  el  mármol,  en  el  cedro  ó eu  el  bronce, 
como  para  los  mismos  que  los  escribieron  en  el  poema,  en  la  tragedia,  en 
la  oda  ó en  los  libros  de  liturgia. 

Si , lo  que  acabamos  de  indicar,  no  fuere  suficiente  para  dejar  demos- 
^oqne  por  la  misma  mitología  podemos  averiguar  la  verdad  de  mu- 
chos hechos,  correspondientes  á los  ttempos  fabulosos , y entre  aquellos 
ios  del  envenenamiento,  quedará  este  punto  fuera  de  toda  duda,  echando 
una  ojeada  rápida  á lo  que  nos  dicen  las  fábulas  mitológicas,  tanto  res- 
pecto ae  ios  dioses,  como  de  los  semidioses  ó de  los  héroes,  que  recibie- 
ron  los  honores  de  la  apoteosis,  cantados  por  los  poetas,  autores  á la  vez 
y editores  de  las  tradiciones  populares. 


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Nadie  ignora  que  la  mitología,  tanto  oriental  como  occidental , consti- 
tuye un  cuerpo  de  creaciones  fabulosas , calcadas  sobre  las  absurdas 
creencias  que  engendró  la  idolatría.  Nadie  ignora  tampoco  que  esas  fá- 
bulas tienen  índole  diversa  ; que  unas  son  hechos  históricos  desfigurados 
por  la  imaginación  de  los  poetas , que  otras  son  concepciones  de  los  filó- 
sofos: estas,  alegorías;  aquellas,  apólogos,  ó composiciones  morales;  que 
las  hay  mixtas,  esto  es,  que  participan  á la  vez  de  todos  estos  caracteres, 
y que  las  hay,  en  fin,  cuya  análisis  no  descubre  en  ellas  otra  cosa  que 
antojos  poéticos  de  la  fantasía  mas  audaz  y mas  fecunda,  sin  símbolo,  sin 
geroglííico,  sin  intención,  ni  significación  alguna  que  envuelva,  al  menos 
para  nosotros,  un  objeto  determinado;  todo  es  puro  capricho  de  una  ima- 
ginación exuberante.  Lo  común , que  es  el  conocimiento  de  las  fábulas 
mitológicas,  nos  dispensa  de  citar  ejemplos  de  cada  una  de  estas  fábulas. 

Nadie  ignora,  por  último,  que  eí  cuerpo  general  constituido  por  esas 
creaciones'  fabulosas,  tiene  dos  grandes  secciones:  una  formada  por  los 
dioses,  otra  por  los  semidioses  ó héroes  elevados  á la  categoría  de  divini- 
dades, mas  que  por  lo  extraordinario  de  sus  hechos , ó de  su  vida  mara- 
villosa , por  la  tendencia  de  ciertas  generaciones  á divinizarlo  todo,  hom- 
bres, animales,  plantas,  objetos  inertes  ó inanimados,  ideas  y sentimientos. 

Ahora  bien : examínese  sucesivamente  cada  una  de  estas  dos  grandes 
secciones ; véase  la  historia  de  cada  uno  de  esos  dioses , de  cada  uno  de 
esos  semidioses,  bajo  el  punto  de  vista  del  envenenamiento,  y dígase  acto 
continuo  si  no  es  cierto  cuanto  hemos  consignado  en  las  proposiciones 
generales,  que  constituyen  el  fondo  de  nuestras  reflexiones  anteriores. 

Para  salir  airosos  en 'esta  singular  tarea,  permítasenos  que  recordemos 
esas  historias,  empezando  por  la  de  los  verdaderos  dioses,  que  tanto  abun- 
dan en  la  mitología  oriental,  y más  aun  en  la  occidental,  ó lo  que  es  lo 
mismo,  en  la  griega  y la  romana. 

El  universo  está  repartido  entre  esos  dioses  : unos  tienen  bajo  su  juris- 
dicción inmediata  el  Olimpo  ó el  cielo;  otros  la  tierra;  estos  los  mares, 
aquellos  los  infiernos  ó el  Tártaro,  sin  contar  con  no  escaso  número  de 
deidades  subalternas,  cuya  mansión  es  dudosa,  vaga  é indeterminada. 
Verdad  es  que  la  libre  imaginación  de  los  poetas  hace  que  esos  dioses  se 
invadan  recíprocamente  sus  dominios  especiales,  y que  el  dios  del  rayo 
y de  las  nubes,  como  le  llama  ílomero,  Júpiter,  es  el  mayor  de  todos,  el 
soberano  absoluto,  cuya  omnipotente  voluntad  es  obedecida  por  las  de- 
más divinidades,  sin  conocer  otra  superior  que  la  del  ciego  destino. 

En  la  historia  de  los  dioses  del  Olimpo  no  vemos  ningún  envenena- 
miento. Ninguna  de  esas  deidades  se  vale  de  una  pócima  matadora  para 
inmolar  á los  mortales  favoritos,  ó hijos  de  los  demás  dioses.  La  misma 
Juno,  con  ser  tan  vengativa  y rencorosa,  con  sentirse  abrasada  por  los  ce- 
los que  le  dan  las  continuas  y escandalosas  liviandades  de  su  divino  ma- 
rido, jamás  se  vale  de  un  veneno ; jamás  le  ocurre  la  idea  de  un  envene- 
namiento para  satisfacer  sus  terribles  venganzas ; á todo  apela  menos  al 
empleo  de  una  ponzoña ; ni  hace  siquiera  que  los  objetos  de  su  implaca- 
ble cólera  sean  mordidos  por  un  reptil  venenoso,  como  la  serpiente  Phi- 
ton,  que  lanzó  un  dia  contra  Latona  y Apolo. 

lira  la  Discordia  una  manzana  entre  tres  diosas,  diciendo  : «á  la  mas 
hermosa. » Paris , hijo  de  Priamo  , rey  de  Troya , la  alcanza  v la  da  á 
Venus. 

manet  in  alia  mente  repostum 

judicium  Paridis.. 


— n — 

como  dice  Virgilio,  y para  vengarse  de  este  ultraje  á su  orgullo  y vani- 
dad, no  hay  calamidad  que  no  haga  llover  sóbrelos  hijos,  súbditos  y 
aliados  del  infeliz  Priamo. 

Celosa  de  la  ninfa  lo,  porque  es  amada  de  Júpiter,  la  atormenta  tanto, 
que  al  fin  este  dios  convierte  en  vaca  á la  ninfa.  Ni  esto  la  salva.  Juno  lo- 
gra que  su  marido  se  la  confie,  la  somete  á los  cien  ojos  de  Argos,  y 
cuando,  muerto  este  , puede  lo  escapar,  Juno  le  envía  un  tábano  que  la 
desuella,  y la  pobre  ninfa  no  sosiega  hasta  que,  atravesando  el  Mediter- 
ráneo, se  refugia  á Egipto. 

Europa  es  robada  por  Júpiter  enamorado  de  ella,  y la  cólera  de  Juno 
estalla  contra  las  hijas  de  Cadmo,  hermano  de  su  rival.  Ino  se  ve  preci- 
sada á arrojarse  al  mar;  Agate  contempla  á su  hijo  Penteo  desgarrado 
por  las  Bacantes;  Antinoe  ve  á su  hijo  Acteon  transformado  en  ciervo  por 
Diana,  y devorado  por  sus  propios  perros;  Semele,  seducida  por  Juno, 
pide  que  Júpiter  se  presente  á ella  con  todo  su  explendor , y es  reducida 
á pavesa. 

Porque  Egine  inspira  amor  al  mayor  de  los  dioses,  la  celosa  Mcgale, 
como  la  llamaban  los  griegos,  desencadena  contra  el  país  de  aquella  reina 
un  azote  pestilencial , y es  tanto  el  estrago  que  produce,  que,  á petición 
de  Eaco  , hermano  de  Egine,  tiene  Júpiter  que  transformar  en  hombres 
las  hormigas,  por  lo  cual  son  llamados  desde  entonces  los  naturales  de 
ese  país  mirmidones. 

Que  no  se  diga  que  Juno,  arrebatada  por  sus  celos  y su  orgullo  lasti- 
mado, no  envenena  ni  hace  envenenar,  por  ser  este  recurso  infame  é in- 
digno de  la  majestad  de  un  dios.  Los  medios  de  que  se  valia  Juno  para 
llevar  á cabo  sus  propósitos  no  tenían  nada  de  noble  ni  grande.  Los  poe- 
tas la  hacen  representar  papeles  muy  vulgares  é indignos.  En  la  guerra 
de  los  Titanes  toma  parte  contra  su  marido,  como  una  mal  casada  de  sen- 
timientos odiosos.  Para  librar  á los  griegos  de  la  espada  vencedora  de 
TTector,  se  atavía  como  una  cortesana  común,  y se  presenta  á su  marido 
llena  de  afeites  para  inflamar  su  lascivia  y conseguir  de  esta  suerte  con- 
cesiones que  no  puede  lograr  de  otra  manera.  Las  pasiones  que  los  poe- 
tas suponen  en  esa  diosa  son  un  reflejo  de  las  humanas,  y como  estas  en 
los  tiempos  de  esos  poetas  no  apelaban  á los  venenos  para  satisfacerse  , se 
comprende  cómo , en  medio  de  las  atrocidades  cometidas  por  ios  dioses, 
no  se  ven  envenenamientos.  Es  porque  tampoco  eran  comunes  entre  los 
hombres. 

En  la  historia  de  Diana , del  centauro  Chiron  y de  Orion  , hechura  de 
tres  dioses  sin  concurso  de  mujer,  hay  algo  que  pertenece  á la  historia 
de  la  toxicología,  y que  confirma  todas  nuestras  conjeturas. 

El  templo  donde  estaba  el  oráculo  de  Delfos  tuvo  por  origen  , según 
Diodoro  de  Sicilia , una  grieta  del  Parnaso , montaña  de  la  Fócida , de  la 
cual  se  desprendía  un  gas  que  producia  una  especie  de  embriaguez  á los 
que  le  respiraban.  Unas  cabras  le  descubrieron ; pero  apenas  le  respira- 
ron , empezaron  á dar  saltos  espantosos.  El  pastor  que  las  guardaba  se 
acercó  á la  grieta,  aspiró  el  gas  y se  puso  á saltar  tan  delirante  como  sus 
cabras.  Divúlgase  la  aventura;  muchos  curiosos  se  acercan  á la  grieta,  y 
acto  continuo  corren  por  el  Parnaso,  saltando  como  atacados  por  el  baile 
de  han  Víctor.  Explicando  las  gentes  de  aquellos  dias  esta  maravilla  por 
la  intervención  de  un  dios  que  así  revelaba  el  porvenir,  la  grieta  fué  con- 
vertida  en  un  templo,  y el  templo  en  el  célebre  oráculo  de  belfos,  que  no 
calló,  según  dicen  algunos,  sino  después  de  la  venida  del  Mesías,  bien 


que  Cicerón  se  quejaba  ya  de  su  silencio.  El  desprendimiento  natural  del 
ácido  carbónico  de  algunas  grutas , pozos  y grietas , el  del  ácido  sulfhí- 
drico en  ciertas  fuentes , dan  verosimilitud  al  origen  de  esa  fábula. 

El  centauro  Chiron  fué  herido  involuntariamente  por  una  de  las  fle- 
chas de  Hércules,  envenenada  con  la  sangre  de  la  hidra  de  Lerna.  Esta 
herida  emponzoñada  causaba  dolores  tan  crueles  al  centauro , que  deseó 
morir.  Como  era  inmortal,  los  dioses,  compadecidos  de  su  desdicha, 
consintieron  en  que  muriese  para  elevarle  al  cielo.  Es  el  signo  Sagitario 
del  Zodiaco. 

Júpiter , Neptuno  y Mercurio , agradecidos  de  la  hospitalidad  que  les 
dió  Enopeo , le  indicaron  que  pidiese  lo  que  fuere  de  su  agrado.  Tener 
un  hijo  sin  necesidad  de  mujer,  dijo  Enopeo,  y aquellos  tres  dioses  for- 
maron á Orion  de  la  piel  del  buey,  que  el  huésped  habia  inmolado  para 
darles  un  banquete.  Orion  fué  un  gran  cazador;  una  culebra  venenosa  le 
mordió , y Diana  le  convirtió  en  constelación , cuyo  nombre  han  conser- 
vado los  astrónomos. 

Hé  aquí  dos  envenenamientos  casuales  producidos  por  animales  pon- 
zoñosos. Aunque  la  fábula  de  la  hidra  de  Lerna  es  metafórica,  se  aplica  á 
su  sangre  la  virtud  mortífera  observada  en  las  serpientes  venenosas  de 
ese  lago,  que  mordían  deponiendo  una  ponzoña  en  la  mordedura. 

Mordeduras  de  esta  naturaleza  no  escaseaban  en  los  primeros  tiempos; 
al  contrario,  debían  ser  frecuentes  como  lo  son  todavía  en  ios  bosques  de 
Asia,  Africa  y América,  poco  batidos  por  el  hombre.  Hé  aquí  por  qué  fi- 
guran entre  los  dioses  del  Olimpo  envenenamientos  por  reptiles  ponzo- 
ñosos ; hé  aquí  . por  qué  los  vamos  á ver  también  entre  los  demás  dioses  y 
entre  los  semidíioses.  Como  la  mitología  , creación  del  hombre , está  for- 
mada de  hechos  humanos  , no  es  extraño  que  en  ella  figuren  las  morde- 
duras de  los  animales  dañinos. 


Entre  los  dioses  de  la  tierra  no  figura  ningún  envenenamiento,  ni  ca- 
sual, ni  voluntario. 

Los  dioses  de  los  mares  nos  ofrecen  algo , y hasta  puede  decirse  que 
son  los  que  ofrecen  un  acto  mas  directo  y terminante  de  verdadero  enve- 
nenamiento. En  la  historia  de  Proteo , hijo  de  Neptuno,  se  hace  mención 
de  Euridice,  la  que  iba  á casar  con  Orfeo , y ya  estaba  preparado  el  altar, 
cuando  se  presentó  Aristeo  para  oponerse.  Euridice  se  escapa  corriendo 
por  unos  prados,  pisa  una  culebra  venenosa  oculta  debajo  de  unas  flores, 
el  reptil  se  enrosca  en  su  pierna  y la  muerde  en  el  pié , causándole  una 
herida  que  pudo  serle  mortal. 

Dejemos  la  virtud  maravillosa  de  unas  yerbas  que  comió  Glauco  el 
Pescador  , viendo  el  vigor  que  adquirían  los  peces  al  tocarla , y la  irre- 
sistible fuerza  con  que  se  lanzó  al  mar,  y digamos  algo  de  Aníitrite,  mu- 
jer de  Neptuno,  la  cual , celosa  por  el  cariño  que  dispensaba  este  dios  á 
la  ninfa  Scila,  envenenó  las  aguas  de  la  fuente  donde  la  ninfa  se  bañaba. 
Sumergióse  en  el  baño  la  infeliz  Scila,  y acto  continuo,  sintiendo  los  efec- 
tos del  veneno,  se  puso  furiosa  y se  precipitó  al  mar,  donde  fué  transfor- 
mada en  monstruo  marino  temible  para  las  naves. 

Los  dioses  del  Tártaro,  con  ser  dioses  infernales  no  manejan  venenos. 
La  guerra  y la  discordia  llevan  flotantes  su  cabellera  de  culebras  trenza- 
das con  cintas  teñidas  en  sangre;  serpientes  horribles  sirven  de  látigo  á 
las  furias  para  azotar  á los  réprobos.  Cancerbero  tiene  también  culebras 
por  pelo , y estas  ya  parecen  venenosas , puesto  que , cuando  Hércules 
descendió  á los  infiernos  para  rescatar  á Alcesto,  encadenó  á Cerbero  y 


- lí  — 


sg  le  llevó  Y el  pasar  por  los  campos  de  Tesalia , le  impi  esion  de  le  luz 
hizo  vomitar  al  portero  del  Tártero : todas  las  yerbas  que  mancharon 
las  materias  vomitadas,  se  volvieron  ponzoñosas.  Lo  abundantes  que  son 
en  la  Tesalia  las  yerbas  dañinas,  sugirió  esta  fábula. 

La  lactina  Estigia,  por  la  cual  juraban  los  dioses,  era  fangosa  y exha- 
laba gases  deletéreos.  Por  eso  era  considerada  como  infernal.  Sus  aguas 

eran  tenidas  por  mortales.  , , 

£1  sueño , divinidad  del  infierno,  hijo  de  la  noche  y hermano  de  la 
muerte,  está  representado  por  medio  dé  la  figura  de  un  niño  que  duerme 
profundamente,  teniendo'en  una  de  sus  manos  y por  almohada  adormi- 
deras: cerca  de  él  se  ve  un  vaso  lleno  de  un  licor  narcótico.  No  se  nece- 
sita mas  que  esta  representación  alegórica,  para  saber  que  en  esos  tiem- 
pos ya  se  conocia  el  poder  sedativo  ó narcótico  de  las  adormideras,  de 
las  plantas  que  dan  el  opio. 

La  historia  de  los  dioses , por  lo  tanto  , nos  confirma  lo  que  hemos  di- 
cho anteriormente  : que  abundaban  los  envenenamientos  por  reptiles  ve- 
nenosos, esto  es,  los  casuales;  que  eran  raros,  por  no  decir  ninguno, 
los  envenenamientos  intencionados ; que  había  escaso  conocimiento  de 
plantas  venenosas,  y mas  escaso  aun  de  minerales. 

Otro  tanto  sucede  respecto  de  la  historia  de  los  semidioses  y héroes 


mitológicos. 

Las  Górgonas , de  las  cuales  es  la  mas  célebre,  Medusa , y la  única 
mortal , teman  culebras  por  cabellos.  Los  de  Medusa  petrificaban  á los 
que  fijaban  en  ellos  los  ojos.  De  la  sangre  que  brotó  de  su  cabeza,  cor- 
tada por  Perseo,  nacieron  las  culebras  venenosas  de  la  Libia. 

Estenobea,  esposa  del  rey  Preto  , no  puede  seducir' á Belorofonle, 
hijo  de  Glauco;  le  acusa  como  seductor  ante  su  marido,  y el  nielo  de  Si- 
site  tiene  que  ir  á pelear  con  la  Quimera  por  disposición  de  Jobato  , rey 
de  Lycia  , á quien  le  mandó  Preto  para  que  le  hiciera  morir.  Belorofont'e 
triunfa  de  la  Quimera ; Jobato  le  da  por  esposa  á su  hija , y Esleneobea, 
desesperada  , se  suicida  envenenándose. 

La  historia  de  Hércules  nos  presenta  varios  hechos  de  envenenamien- 
tos. Las  lagunas  de  Lerna , cerca  de  Argos,  estaban  llenas  de  serpientes 
venenosas,  y entre  ellas  descollaba  una  especie  llamada  hidros.  Por  mas 
que  las  persiguiesen,  siempre  se  reproducían,  hasta  que  Hércules  prendió 
fuego  á los  arbustos , matorrales  , juncos  y cañas , en  donde  se  guarecían 
los  reptiles.  De  aquí  nació  la  fábula  de  la  hidra  de  Lerna , con  cuyo  ve- 
neno mojó  Hércules  la  punta  de  sus  flechas,  como  lo  hacen  los  salvajes 
con  el  ticunas  ó el  curare  y otros  venenos  vegetales. 

Una  de  estas  flechas,  dice  un  autor  de  mitología,  hirió  involuntaria- 
mente el  pié  á Filoctetes  , después  de  haber  descubierto  á Clises,  proto- 
tipo de  la  astucia  griega,  donde  estaban  los  restos  de  Hércules  y sus  ar- 
mas. Hízose  la  herida  infecta  y extremadamente  dolorosa,  y los  guerreros 
que  iban  á Troya , abandonaron  á Filoctetes  en  las  áridas  rocas'de  la  isla 
de  Lemmos,  porque  los  fatigaba  con  sus  ayes.  Aunque  uno  de  los  tra- 
ductores de  Sófocles  viene  á opinar  lo  mismo,  puesto  que  da  igual  ori- 
gen á la  herida  de  Filoctetes  que  á la  muerte  de  Hércules  , Homero  en 
su  Iliada,  y Sófocles  en  su  tragedia  las  Iraquinianas , presentan  á Filoc- 
tetes mordido  por  una  culebra  venenosa. 

flechashem0S  VÍSt°  qUe  61  centaur0  Chiron  fué  victima  de  una  de  esas 

La  muerte  de  Hércules  se  debió  al  mismo  veneno.  Reden  casado  con  De- 


- 15  - 

yanira,  iba  á vadear  el  riachuelo  de  Ebano; mas  habiendo  crecido  la  cor- 
riente con  el  deshielo , encargóse  de  trasladar  á la  orilla  opuesta  á Deya- 
nira  el  centauro  Neso.  Creyéndose  al  abrigo  de  la  cólera  del  marido, 
quiso  satisfacer  en  Deyanira  sus  livianos  deseos;  mas  Hércules  le  disparó 
una  de  sus  flechas  y le  mató.  Moribundo  el  centauro , entregó  su  túnica 
empapada  en  la  sangre  emponzoñada  de  la  herida  á Deyanira,  diciéndole 
que  conservase  aquella  prenda  , porque  seria  un  filtro  con  el  que  impe- 
diría que  Hércules  amase  á otra  mujer.  Hízolo  así  la  crédula  esposa" de 
Alcides.  Pasan  los  años,  Hércules  regresa  de  sus  expediciones ; trae  con- 
sigo la  esclava  Yole,  de  la  que  estaba  enamorado;  celosa  Deyanira,  le 
manda  la  túnica  de  Neso;  Hércules  se  la  pone  para  celebrar  un  sacrifi- 
cio en  las  alturas  de  Cenea , y apenas  el  calor  de  la  piel  reblandece  el 
veneno  de  la  fatal  vestimenta  del  centauro , se  siente  el  héroe  abrasado, 
Heno  de  dolores  crueles,  y sabiendo  por  el  oráculo  que  no  hay  salvación 
para  él,  se  hace  quemar  por  su  amigo  Filoctetes,  ó por  su  hijo  Higlo, 
como  dice  Sófocles,  á quien  encarga  que  oculte  sus  cenizas  y sus  armas. 

Athamas,  rey  de  Tébas,  casa  con  Ino,  y la  repudia  luego  para  en- 
lazarse con  Nefele,  de  la  cual  tiene  dos  hijos.  Enloquece  JNefele;  Atha- 
mas se  reconcilia  con  lno , y odiando  esta  á los  hijos  de  su  rival,  inventa 
una  calumnia.  Dice  que  JNelele  ha  envenenado  los  granos  de  la  tierra , y 
que  ella  es  la  causa  del  hambre  del  país.  Los  sacerdotes  la  apoyan  , el 
oráculo  dice  que  el  azote  durará  hasta  que  mueran  Prixo  y Hele , prole 
fatal  de  INefele  y de  Athamas. 

La  historia  de  Medea , tal  como  la  han  forjado  los  poetas , es  la  de  una 
maga  y envenenadora  de  oficio.  Es  la  Locusta  de  los  tiempos  mitológicos. 
Ella  es  la  que  persuadió  á las  hijas  de  Pellas  á que  hicieran  pedazos  de  su 
padre  y le  cocieran  luego  con  unas  yerbas  que  les  indicó,  con  lo  cual  lo- 
grarían rejuvenecerle.  Ella  fué  también  la  que,  bajo  la  promesa  de  que  Ja- 
son  la  tomaría  por  esposa,  le  entregó  las  dos  tortas  con  que  ese  argonauta 
subyugó  los  dos  toros,  presente  de  Yulcano , y el  brebaje  con  que  ador- 
meció al  dragón  terrible  que  guardaba  el  vellocino  de  oro  en  la  Cólchida. 

Cuando  Jason  se  cansó  de  Medea  y tomó  por  nueva  esposa  á Glauce, 
indignada  aquella,  mandó  á su  rival  un  vestido  envenenado  , á la  ma- 
nera de  la  túnica  de  Meso;  y apenas  se  le  hubo  puesto  Glauce,  espiró 
atormentada  de  los  dolores  mas  crueles. 

Fugitiva  al  fin  Medea  , y refugiada  en  el  palacio  de  Egeo,  supo  que 
había  llegado  leseo  , hijo  de  aquel  y de  Etra.  No  le  conocía  el  padre, 
porque  se  había  alejado  de  su  esposa , cuando  esta  no  había  dado  á luz 
á su  hijo;  pero  le  dejó  su  espada  para  reconocerle,  si  algún  dia  le  en- 
contrase. Medea  tuvo  arle  para  persuadir  á Egeo  que  el  recien  llegado 
debía  morir.  Deseaba  casar  con  Egeo,  y miraba  la  llegada  de  leseo  como 
un  estorbo.  Ya  tenia  el  hijo  de  Etra  la  copa  envenenada  delante  de  sí  en 
un  festín,  cuando,  antes  de  beber,  desnudó  el  acero  de  su  padre.  Vióle 
brillar  Egeo  , y reconociendo  á su  hijo , tiró  la  copa  mortal  y le  declaró 
heredero  de  su  trono. 

Circe , hija  del  sol  y de  la  ninfa  Persis,  fué  una  grandísima  hechicera, 
la  que  transformaba  á los  hombres  en  bestias  por  medio  de  yerbas  y en- 
cantamientos. Habiendo  matado  á su  marido,  rey  de  los  Sármatas,  con 
un  veneno , huyó  á Italia , y habitó  el  monte  llamado  de  su  nombre  Cir- 
ceo  , y en  él  estableció  la  oficina  de  sus  terribles  maleficios.  La  virga  cir- 
cea  y el  poculum  circeum  eran  la  vara  con  que  encantaba  y la  bebida  con 
que  envenenaba  á las  gentes. 


- 16  - 

La  simple  exposición  de  esos  diferentes  hechos,  tomados  de  la  mitolo- 
gía, es  un  argumento  práctico  que  milita  a favor  de  cuanto  hemos  afir- 
mado en  punto  al  envenenamiento.  Siempre  hemos  visto  figurar  con  mas 
frecuencia  las  intoxicaciones  producidas  por  reptiles  ponzoñosos , tanto 

en  la  historia  de  los  dioses , como  en  la  de  los  semidioses  y los  heroes. 
No  hemos  visto  mas  que  un  suicidio,  el  de  Estenobea,  por  medio  de  un 
veneno,  y tres  asesinatos,  uno  de  los  cuales,  y el  mas  directo , no  pudo 
llevarse  á cabo;  el  de  Glauce,  que  murió  como  Hércules  ; el  que  intentó 
Medea  contra  Teseo,  y el  de  Circe  contra  su  marido.  La  muerte  de  Hér- 
cules t'ué  una  desdicha  preparada  por  la  perfidia  de  Neso  , que  se  vengó 
explotando  la  candidez  de  la  celosa  Deyanira. 

El  envenenamiento  de  la  fuente  donde  se  bañaba  la  ninfa  Scyla  por 
Anfitri te , y el  supuesto  de  los  granos  atribuido  á Nefele  por  la  calumnia- 
dora loo,  son  dos  hechos  que  revelan  cuán  antigua  es  en  el  vulgo  la 
errada  creencia  de  que  pueden  envenenarse  las  fuentes,  y que  dependen 
de  venenos  ciertas  calamidades  públicas. 

Aun  cuando  todos  los  hechos  que  acabamos  de  citar,  y algunos  otros 
que  se  nos  hayan  escapado,  sean  tenidos  con  fundamento  por  fabulosos, 
no  por  eso  dejan  de  ser  hechura  ó creación  intelectual  de  los  ingenios  pa- 
ganos , y siendo  en  este  sentido  el  fidelísimo  reflejo  de  los  actos  humanos 
(le  aquellos  tiempos,  bien  podemos  afirmar  que  en  lo  concerniente  á ve- 
nenos  y envenenamientos  no  habia  mas  que  lo  que  se  desprende  de  esos 
hechos  mitológicos.  Cuando  hagamos  una  excursión  por  el  terreno  cientí- 
fico de  la  historia  toxicológica  > veremos  claramente  que  esto  fué  así,  que 
debió  ser  así,  que  no  pudo  ser  de  otra  manera?  Contentémonos  por  ahora 
con  dejar  los  hechos  consignados;  luego  vendrán  las  reflexiones  que  los 
tomarán  por  base. 

Y puesto  que  hemos  concluido  nuestro  exámen  respecto  de  la  mitolo- 
gía, demos  un  paso  más,  y prosigámosle  bajo  otros  puntos  de  vista,  no 
menos  propios  para  esclarecer  la  cuestión  que  nos  ocupa. 


V. — (tatos  históricos  s Biblia. 

Los  libros  de  la  Biblia,  considerados  como  históricos,  confirman  cuanto 
acabo  de  deducir  de  los  mitológicos,  respecto  de  la  historia  del  envene- 
namiento. Los  escritos  de  Moisés  son  antiquísimos , y al  referir  las  rela- 
ciones del  pueblo  de  Judá  con  los  demás  pueblos  del  Oriente  , consignan 
hechos  que  rio  se  encuentran  en  los  historiadores  profanos  mas  antiguos 
y mas  acreditados , incluso  el  mismo  Xenofonte , que  es  el  que  mas  se 
aviene  con  la  Escritura. 

Herodoto  es  llamado  el  padre  de  la  historia  ; sin  embargo,  cuando  este 
griego  empezó  á escribirla,  ya  habia,  por  lo  menos,  quince  siglos  escri- 
tos de  la  del  pueblo  de  Judá , contando  desde  Abraham.  El  caudillo  de 
Israel  la  habia  redactado , y durante  el  gobierno  de  los  decenviros  de 
Roma,  S59  años  antes  de  Jesucristo,  Esdras,  doctor  de  la  ley,  puso  en 
orden  los  libros  santos,  los  revisó  con  exactitud  y recogió  las  antiguas 
tradiciones  del  pueblo  hebreo  para  componer  los  dos  libros  de  los  parali- 
pomenos  6 crónicas,  á los  cuales  añadió  la  historia  de  su  tiempo.  Nehemias, 
gobernador  del  pueblo  de  Dios,  la  continuó;  y si  estos  dos  libros  termi- 
nan fa  larga  historia  empezada  por  Moisés,  vienen  á ser  el  punto  de 
unión  con  los  historiadores  profanos , que  desde  entonces  comienzan  á 
referir  lo  que  ha  pasado  en  el  mundo. 


-17- 

Pues  bien  ; léanse  iodos  los  acontecimientos  de  «sos  libros , tamo  ante- 
riores  á flerodoto , como  coetáneos  y posteriores  , y nadie  podrá  objetar- 
nos cosa  grave  respecto  de  nuestro  modo  de  pensar  sobre  el  empleo  cri- 
minal de  las  sustancias  venenosas.  Desde  la  creación  hasta  la  toma  de  Je- 
rusale®  por  Tito,  setenta  años  después  de  Jesucristo,,  hemos  contado  en 
un  atlas  histórico,  230  hechos  capitales,  y en  ellos  ño  hemos  visto  nin- 
gún envenenamiento.  Bossuet , en  su  Discurso  sobre  la  Historia  Universal , 
no  hace  mención  de  ninguno , tanto  en  el  pueblo  elegido  como  en  los  de- 
más. Hasta  la  época  viíi  , titulada  Cyro,  ó los  judíos  restablecidos,  sexta 
edad  del  mundo , no  consigna  ningún  caso  de  envenenamiento.  Al  ha- 
blar de  las  guerras  de  Pyrro  con  los  romanos,  presenta  á este  rey  griego 
y al  cónsul  Fabrici'o  luchando  en  generosidad,  y dice  que  Fabricio  man- 
dó á Pyrro  á su  médico,  quien  se  había  ofrecido  al  cónsul  romano  para 
envenenar  á su  rival  (278  años  antes  de  Jesucristo). 

No  quiero  decir  con  esto  que  este  fuese  el  primer  envenenamiento  his- 
tórico : cuando  empiece  á referir  crímenes  de  esta  especie  registrados  en 
las  historias,  yo  mismo  probaré  que  así  no  ha  sido.  Para  apoyar  mi  opi- 
nión, no  llevo  la  significación  de  ese  silencio  hasta  tal  punto.  Mi  propó- 
sito es  advertir  que  los  libros  santos,  como  las  fábulas  mitológicas,  de- 
muestran que  en  los  primeros  tiempos  no  se  manejaban  los  venenos  para 
matar  ni  suicidarse , y que  así  como  figuran  , en  las  fábulas  de  los  dioses 
y semidioses , intoxicaciones  debidas  á mordeduras  de  animales  ponzoño- 
sos , y plantas,  y gases  capaces  de  intoxicar,  como  reflejo  de  lo  observado 
en  sus  dias  ó anteriores  por  los  que  las  inventaron  ; asi  debemos  suponer 
que  las  habría  en  los  pueblos, cuyos  hechos  relatan  los  libros  santos,  si- 
quiera no  lo  expresen  , como  no  expresan  tantos  otros  hechos  de  la  acti- 
vidad humana. 

En  la  historia  sagrada,  como  en  la  profana,  se  leen  muchos  homicidios 
y no  pocos  suicidios  ejecutados  de  diversos  modos,  y algunos  hay  que , á 
conocerse  el  uso  de  los  venenos,  nos  parece  que  se  hubiesen  preferido. 
¿Qué  Sardanápalo  de  nuestros  tiempos  se  daría  la  muerte  con  todas  sus 
mujeres , hijos  y esclavos  en  una  hoguera?  ¿No  preferiría  envenenarse  y 
envenenar  á cuantos  quisiese  que  le  acompañaran  al  sepulcro? 

Yo  creo  que  en  Jos  pueblos  historiados  por  los  Moisés  , los  Esdras,  los 
Nehemias  y cuantos  continuaron  la  historia  del  pueblo  hebreo  hasta  el 
restablecimiento  de  Jerusalen,  sucedió  lo  propio  que  en  los  de  Oriente, 
Grecia , Egipto  y demás  donde  los  poetas  supusieron  la  escena  de  sus  fá- 
bulas, si  en  ellos  había  reptiles  ponzoñosos  y plantas  cuyas  hojas,  frutas 
y semillas  tuviesen  veneno,  con  el  cual  pudiesen  matar  al  que  hiciese 
uso  de  ellas  por  equivocación  ó inexperiencia;  y de  consiguiente,  no 
temo  apartarn?e  de  la  razón  y la  lógica , aplicando  á la  Biblia  lo  que  he 
dicho  de  los  libros  mitológicos  , bajo  el  puntó  de  vista  que  nos  ocupa. 

Moisés  recomendaba  la  limpieza  de  los  utensilios  de  cobre.  ¿Seria  por- 
que en  su  tiempo  el  cardenillo  que  se  forma  con  la  incuria,  habría  dado 
la  muerte  ó cólicos  violentos  á los  que  los  usaban?  Nada  mas  probable. 

Pero  dejemos  ya  las  fábulas  y la  Biblia,  y vámonos  á la  historia  profa- 
na. Ella  nos  acabará  de  convencer  de  lo  acertados  que  andamos  en  nues- 
tras conjeturas. 

VI. — Historia  profana  t edad  antigua. 

Dánse  á la  historia  profana  1107  años  de  tiempos  fabulosos,,  y ep  eUos 
no  figura  ningún  envenenamiento.  Sucede  lo  que  hemos  dicho  respecto 

TOXICO  LOGIA  . 2 


- 18  — 

, mífni Para  hallar  hechos  de  esa  especie  es  necesario  pasar  á los 

tales,  y í siglo»  cercanos  ti  la  vénula  de. 

Mffréneticion  de  los  casos,  en  los  que  el  uso  de  sustancias  dañinas  ó la 

mordedura  de  ciertos  animales  hiciera  víctimas,  tuc  tomando  experiencia 
de  aue  tal  animal,  tai  vegetal  y tal  mineral  eran  morilleros,  y desde  en- 
tonces el  suicida  tuvo  un  medio  más  de  atentar  contra  su  existencia,  y el 
asesino  una  nueva  arma  para  acabar  con  sus  victimas.  La  historia  de  los 
pueblos  mas  antiguos  no  nos  presenta  tempranos  ejemplos  de  suicidios 
por  medio  de  algún  veneno  ; sm  duda  porque  el  suicidio  no  era  conoci- 
do ó poco  frecuente  en  dichos  pueblos.  ¡Sesóstris , rey  casi  fabuloso  de 
Egipto  , escandalizó  , según  Anquetil,  á sus  contemporáneos,  arrojándose 
al  Mío.  Este  suicidio  por  sumersión  pasa  por  ser  el  primero  de  todos. 
Mas  tarde  ya  se  encuentran  los  Demóstenes,  los  Aníbal,  las  Cleopa- 
tra  , etc.,  dándose  la  muerte  con  venenos  ó animales  ponzoñosos.  Es  que 
ya  se  habian  suicidado  de  otro  modo  ios  Ayax , según  Homero,  las  Salo, 
los  Empédocles,  las  Lucrecia , etc. 

Envenenamientos  dispuestos  y ejecutados  [por  la  malicia  los  bay  en  la 
historia  antigua  en  abundancia. 

El  Asia,  con  ser  el  país  mas  rico  en  piedras  preciosas,  en  metales  de 
alta  estima  , en  bálsamos,  aromas  , especias,  pájaros  de  lujosísimo  plu- 
maje, cuadrúpedos  de  linda  piel,  lo  es  también  üe  animales  ponzoñosos, 
y de  plantas  de  jugos  acres,  de  semillas  mortíferas  y de  efluvios  sutilí- 
simos que  envenenan  con  la  mayor  facilidad  y rapidez.  Concíbese  que, 
siendo  el  Asia  la  primera  parte  del  mundo  poblada , ella  ha  de  ser  la  pri- 
mera que  proporcione  ejemplos  de  asesinatos  por  medio  de  los  venenos, 
en  especial  animales  y vegetales.  No  es  conocida  la  historia  del  Oriente, 
como  lo  es  la  de  los  demás  pueblos  oriundos  de  él.  Sin  embargo,  lo  poco 
que  de  él  sabemos,  nos  permitiría  citar  no  pocos  casos  de  homicidios  eje- 
cutados con  ponzoñas.  Parisaiis,  madre  de  Artaxerxes  JMemnon,  enve- 
nenó á Stálira , su  nuera,  partiendo  un  ave  asada,  y dándole  la  parte  cor- 
respondiente al  lado  del  cuchillo  que  estaba  emponzoñado.  Este  hecho 
solo  supone  otros  de  índole  análoga,  y nos  dispensa  de  rebuscarlos. 

La  Siria  nos  presenta  á Anlíoco  11 , envenenado  por  Laodicea,  mujer 
astuta  , la  que  luego  hizo  tender  en  el  lecho  de  su  esposo  á un  tal  Arti- 
mor,  para  que,  fingiendo  ser  Antíoco  moribundo,  oyesen  los  grandes  de 
su  pueblo  como  la  instituía  el  monarca  por  su  heredera : en  Capadocia  so 
halla  un  Seleuco  111 , serauno  ó el  rayo , á quien  envenenaron  los  galos; 
en  Atalo  11,  envenenado  por  su  sobrino  , y Atalo  111,  el  cual , con  el  vi- 
llano objeto  de  entregar  su  nación  á los  romanos  sm  obstáculos,  hizo 
envenenar  á todos  ios  personajes  mas  poderosos  y temibles. 

El  Egipto  ofrece  no  pocos  crímenes  cometidos  con  venenos.  No  puede 
pronunciarse  el  nombre  de  Ploiomeo,  sin  que  desde  luego  veamos  la  hor- 
rible sombra  del  Eiiopator  envenenando  á su  padre ; la  de  Ptolomeo  Epi- 
*ano;  VíC¡lraa  de  una  Ponzofia ; la  de  Ptolomeo  X ó Alejandro  11 , enverfe- 
V- "®re.ni^e.»  y la  de  Ptolomeo,  el  Niño,  espirando  bajo  la  mortal 
mu*  l0SI£°  clue  le  hizo  dar  Cieopatra.  Piinio  y Teot'rasto  dicen 

?rh  infprnÍiC10S  eíaa  mu^  diestros  en  la  lubricación  de  venenos,  indus- 
L?s  So  ¡£f  S, t0nQar0n  olros  Puebios  ■ y en  esPeclal  los  griegos, 
deuto^otras  ntann»  os, Prjmeros  en.  ejecutar  á los  reos  con  el  jugo  de  la 

blos  antiguos  Así^i  *óxicas«  .Práctlca  9ue  se  encuentra  en  todos  los  pue- 
• guos‘  Así  hacían  morir  los  sacerdotes  á los  reyes  en  Etiopia. 


— 19  — 

Que  entre  los  cartagineses  se  conocía  el  uso  criminal  de  los  venenos, 
se  deduce , tanto  del  suicidio  de  Aníbal  con  el  veneno  que  llevaba  en  su 
anillo,  como  de  la  ponzoña  que  ponian  en  las  fuentes  para  rendir  á los 
sitiados.  El  astuto  Aníbal,  para  domar  á los  africanos,  les  echaba  man- 
drágora  en  el  vino.  Prescindo  ahora  de  la  exactitud  de  esos  hechos,  ni  de 
la  eticacia  de  tales  medios ; si  los  cito,  es  porque  nos  prueban  algo  del 
objeto  que  me  he  propuesto. 

La  Grecia  nos  ofrece  á Arato  envenenado  por  Filipo,  y á Filopemeno 
por  los  Mesemos.  En  la  historia  de  ese  pueblo,  por  tantos  títulos  célebre, 
se  encuentra  un  pasaje  de  Alejandro,  donde  de  paso  se  confirma  lo  que 
del  Asia  hemos  dicho.  Sabido  es  que  durante  sus  guerras  con  Dario,  rey 
de  Persia , recibió  el  valiente  Macedonio  una  contidencia  relativa  á una 
medicina  envenenada,  que  su  propio  médico  le  habia  de  administrar.  Ale- 
jandro leyó  el  aviso,  y se  bebió  la  medicina  que  acababa  de  prepararle 
el  médico.  Después  le  dió  á leer  el  aviso  confidencial  rasgo  sublime, 
que  no  demuestra  el  valor  del  hijo  de  Filipo,  corno  opinan  los  ánimos  su- 
perficiales; sino  la  profunda  creencia  en  la  amistad,  en  la  virtud,  como 
con  mucha  pasión  y elocuencia  lo  advierte  el  grande  autor  del  Emilio. 

En  esa  misma  historia  se  encuentra  el  famoso  Mitídrates , acostum- 
brado á tomar  todos  los  venenos , para  ponerse  al  abrigo  de  esa  clase 
de  asesinato ; y aun  cuando  este  hecho  adolezca  de  una  exageración  que 
no  salva  de  la  crítica  toda  la  autoridad  de  Galeno,  el  cual  supone  tam- 
bién en  su  libro  de  Aniidotis,  que  para  escapar  de  los  romanos,  el  rey  del 
Ponto  se  suicidó  con  la  espada,  por  no  poder  hacerlo  con  veneno  alguno, 
siempre  resulta  la  verdad  que  me  he  propuesto  hacer  salir  en  relieve  en 
esta  ojeada  rápida  á la  historia  del  envenenamiento.  Al  mismo  se  atri- 
buye el  haber  envenenado  á su  paso  unas  fuentes,  para  acabar  con  los  ro- 
manos que  le  hadan  la  guerra. 

A la  Grecia , por  último,  pertenece  también  el  empleo  de  los  venenos, 
sobre  todo  de  la  famosa  cicuta,  como  instrumento  de  ejecución,  como 
arma  del  verdugo ; práctica  que,  como  ya  lo  llevo  dicho,  tomaron  los 
griegos  de  los  egipcios.  Sócrates,  acusado  de  corruptor  de  la  juventud 
por  los  Aristófanes,  los  Licon,  los  Anyto  y losMelito,  fué  ajusticiado  por 
medio  de  una  copa  de  cicuta  que  el  gran  filósofo  bebió,  tratando  con  sus 
discípulos  de  la  inmortalidad  del  alma. 

Demóstenes  se  envenenó  por  no  morir  á manos  de  Filipo,  á quien  tenia 
indignado  por  sus  arengas. 

Los  romanos , tan  famosos  por  su  espíritu  de  conquista , no  lo  son  me- 
nos por  épocas  que  los  envenenadores  llenaron  de  terror.  ¿Quién  no  re- 
cuerda el  consulado  de  'Valerio  Flaco  y de  Marco  Cláudio  Marcelo,  du- 
rante el  cual,  denunciadas  por  un  esclavo  varias  mujeres  preparadoras 
de  tósigos,  vióse  una  obligada  á tomar  lo  que  suponía  ser  medicamento, 
pereciendo  ella  bajo  el  indujo  de  su  propia  hechura,  y Jas  demás , sus 
cómplices,  en  el  suplicio?  ¿Quién  no  recuerda  la  nueva  ley  que  se  pu- 
blicó bajo  Lucio  Cornelio  Silva  contra  los  envenenadores,  castigándolos 
con  la  mas  terrible  de  las  penas?  ¿Quién  no  recuerda,  en  fin,  los  tiem- 
pos de  los  emperadores,  en  los  cuales  esa  industria  verdaderamente 
diabólica  adquirió  el  mayor  grado  de  perfección  en  las  manos  de  la  inol- 
vidable Locusta? 

En  este  pueblo  hubo  envenenamientos  de  personajes  célebres.  Muchos 
generales,  que  perdieron  batallas,  se  suicidaron  con  venenos.  Germá- 
nico fué  envenenado  por  Pisón;  Cláudio,  por  Agripina ; Británico,  por 


— 20  ~ 

Nerón , y Druso  , por  Sejan  , corruptor  do  Licia  , mujer  de  aquel.  El  eu- 
nuco Lvgdas  le  dió  un  veneno  de  acción  lenta  , que  figuró  un  cólico  na- 
tural Él  asesinato  no  se  descubrió  hasta  ocho  años  después,  debiéndose 
á las'revelaciones  de  Apicata,  esposa  de  Sejan,  y á las  que  arrancó  el 
tormento  al  eunuco  y al  médico  de  Licia  Eudemo,  quien  proporcionó  el 

veneno. 

En  ese  mismo  pueblo,  en  fin , figura  como  hecho  notable  de  envenena- 
miento lo  que  hacia  el  famoso  Calpurneum  con  sus  mujeres,  ó las  cuales 
mataba,  introduciéndoles,  después  del  cóito,  con  el  dedo  en  los  genita- 
les la  ponzoña.  Di<jito  inlerficiebal  uxores. 

Los  misionistas  han  dicho  que,  entre  los  indios  y americanos,  es  anti- 
quísimo el  conocimiento  de  ciertas  plantas  y animales  venenosos,  y que 
tenian  prácticos  hábiles  para  componerlos,  y libros  que  trataban  de  ello. 
El  famoso  ticunas,  ó el  curare  y el  wororci  lo  revelan  sobradamente,  pues 
son  composiciones  de  jugos  de  plantas  venenosas,  con  los  que  untan  las 
puntas  de  las  flechas,  y producen  heridas  envenenadas  terribles. 


% II.  — Edad  media. 

Entre  los  árabes  ó pueblos  sometidos  al  islamismo,  tanto  en  Asia  como 
en  Africa,  es  el  envenenamiento  frecuentísimo,  en  especial  si  seguimos 
su  historia  en  tiempos  avanzados,  y como  no  lo  deben  á los  adelanta- 
mientos de  las  ciencias  naturales  y químicas,  que  ignoran,  es  lógico 
pensar  que  las  prácticas  antiguas  y empíricas  entran  por  mucho  en  ello. 
Sin  embargo,  ya  veremos,  al  historiar  el  envenenamiento,  bajo  el  punto 
de  vista  histórico,  que  Maimonides  era  gran  conocedor  de  venenos , y 
que  hizo  muchos  ensayos,  tanto  en  sí  como  en  otros,  sobre  la  acción  de 
muchos  tósigos. 

Los  bárbaros  del  Norte , ya  porque  no  abundaran  en  sus  tierras  ni  los 
animales  ponzoñosos,  ni  las  plantas  que  dan  venenos;  ya  porque  su  salvaje 
pujanza  no  se  satisfaciese  con  la  administración  aleve  de  una  ponzoña, 
hallando  mas  placer  en  el  manejo  del  hierro  y del  luego,  medios  de  ma- 
yor y mas  enérgica  devastación;  no  tienen  en  sus  anales  grandes  hechos 
de  envenenamiento,  y todo  cuanto  pudiéramos  decir  de  ellos,  desde  que 
empezaron  sus  invasiones , seria  reproducir  lo  que  hemos  dicho  délos 
pueblos  invadidos,  puesto  que  así  como  tomaron  sus  costumbres,  sus 
leyes  y demás  prácticas  de  la  civilización  antigua , la  que  estaban  des- 
tinados á modificar;  así  también  tomaron  el  conocimiento  de  las  sustan- 
cias venenosas,  y el  uso  criminal  que  podía  hacerse  de  ellas. 

Lo  que  llevo  expuesto  de  los  pueblos  antiguos  ó de  la  historia  anterior 
á Garlo-Magno,  puede  dar  á comprender  lo  que  habría  en  punto  á enve- 
namiento  en  la  edad  media.  No  tengo  tiempo,  ni  lo  creo  necesario,  para 
buscar  uno  por  uno,  en  la  historia  del  Oriente  y Occidente  , los  hechos 
particulares  , y determinar  las  personas  que  perecieron  víctimas  de  un 
tósigo.  Bajo  Imperio,  Imperio  de  Occidente,  árabes,  pueblos  bárbaros  es- 
tablecidos en  Luropa,  Lodo  nos  presenta  el  mismo  sello,  con  la  diferencia 
que,  habiendo  ya  mas  conocimientos  científicos,  no  solo  de  animales  y 
plantas  ponzoñosas,  sino  de  sustancias  minerales,  los  asesinatos  por  me- 
dio de  venenos  se  iban  haciendo  mas  frecuentes.  Ya  no  era  tan  solo  el 
puñal,  la  daga,  el  hacha  del  verdugo,  la  estrangulación;  etc.,  el  medio 
de  deshacerse  de  enemigos , y en  especial  los  que  aspiraban  á ceñirse  la 
corona.  El  veneno  se  deslizaba  en  los  festines , siempre  que  el  ambicioso 


- 21  - 

asesino  tenia  interés  en  ocultar  su  crimen,  ó no  era  bastante  bárbaro 
para  hacer  ostentación  de  su  atentado  con  medios  mas  violentos  de  aca- 
bar con  sus  rivales , ó los  legítimos  herederos  de  codiciados  cetros , títu- 
los y riquezas. 

Como  al  trazar  esta  historia  á grandes  rasgos  no  es  mi  ánimo  registrar 
todos  los  hechos  de  envenenamiento  por  su  órden,  sin  dejar  en  el  olvido 
ninguno  ; como  me  bastan  reflexiones  generales  sobre  esos  hechos,  tanto 
mas,  cuanto  que  hablando  de  la  historia  científica,  acabaré  de  poner  mas 
de  manifiesto  mi  opinión ; pasaré  de  largo  por  todos  esos  siglos  de  la  edad 
media , y me  fijaré  en  otros  mas  cercanos  á los  nuestros,  durante  los 
cuales  el  envenenamiento  forma  época  notable. 

Wll.- Edad  moderna. 

En  el  siglo  xiv,  la  Italia  vuelve  á recordar  los  tiempos  de  Nerón.  Lu- 
crecia Borgia , la  Locusta  de  ese  siglo,  no  solo  halagó  con  sus  formas  se- 
ductoras la  incestuosa  sensualidad  de  su  padre  natural  Rodrigo  de  Bor- 
gia, ó Alejandro  VI,  sino  que  con  sus  venenos  correspondió  á los  instin- 
tos sanguinarios  y codiciosos  de  este  indigno  vicario  de  Jesucristo. 

En  Francia,  según  Dulaure,  estaban  tan  alarmados  los  ánimos,  que 
atribuyendo  á los  judíos  el  intento  de  envenenar  las  fuenles,  los  persi- 
guieron horriblemente,  ya  quemándolos  vivos,  ya  arrojándolos  del  reino. 

En  el  siglo  xvi,  y más  en  el  xvit,  el  envenenamiento  tomó  espantoso 
vuelo.  En  Nápoles  hubo  una  Toffana  que  dió  su  horrible  nombre  á un 
líquido  venenoso,  del  cual , si  bien  se  han  inventado  muchas  fábulas 
acerca  de  su  modo  de  obrar,  no  puede  dudarse  que  hizo  muchas  vícti- 
mas. Mas  de  seiscientas  personas  perecieron  bebiéndola;  esa  agua  Toffana 
ó acqueta,  ó acqua  di  Napoli t pues  todos  esos  nombres  lleva,  pobló  de 
cadáveres  los  cementerios. 

Scala , heredera  de  esa  famosa  envenenadora  , se  puso  á la  cabeza  de 
ciento  cincuenta  mujeres,  cuyo  infernal  objeto  era  deshacerse  de  su  res- 
pectivo marido  con  el  veneno,  cuando  por  su  flaqueza  de  cuerpo  ó por  la 
vejez  no  podían  satisfacer  sus  liviandades. 

Si  hemos  de  creer  á los  que  han  hablado  de  esa  agua  famosa , basta- 
ban cinco  ó seis  gotas  por  dia  para  determinar  una  debilidad  lenta  , una 
demacración  progresiva,  ermarasmo,  y al  fin  la  muerte.  Era,  según 
Hoffman,  un  veneno  ársenical,  y hoy  dia  podemos  presumir  con  toda 
probabilidad  lo  que  hay  de  cierto  en  esos  hechos. 

En  Francia,  la  odiosa  Catalina  de  Médicis , por  medio  de  un  agente 
execrablemente  famoso,  Renato  el  Florentino,  que  así  manejaba  el  puñal 
como  el  veneno,  se  deshacía  de  las  personas  que  la  molestaban,  y es  un 
rumor  bastante  válido  que  otra  de  sus  víctimas  fué  Juana  de  Navarra, 
envenenada  por  medio  de  unos  guantes.  El  mismo  Cáelos  IX  , el  mons- 
truoso autor  de  la  matanza  de  San  Bartolomé,  murió  hojeando  un  libro 
de  caza , cuyas  hojas  estaban  empapadas  de  un  líquido  venenoso,  prepa- 
rado para  asesinar  al  rey  de  Navarra  , líquido  que  se  fué  inoculando  en 
los  labios  y la  lengua  á medida  que , para  hojear  mejor  el  libro  , se  apli- 
caba el  dedo  á la  boca. 

En  el  reinado  de  Luis  XIY  hubo  también  su  época  célebre  de  envene- 
mientos,  teniendo  necesidad  de  erigir  celdas  ardientes  para  castigar 
de  un  modo  horrible  á los  preparadores  de  venenos.  La  Locusta,  la  Lu- 
crecia Borgia  de  la  patria  de  San  Luis , no  fué  tan  solo  la  oscura  madama 


— 22  — 

Vnisin • lo  fué  también  la  marquesa  de  Brinvilliers,  la  cual,  auxiliada 
Dor  su  amante  Sainte-Ooix  y el  italiano  Exili,  envenenó  á su  padre,  a 
dos  hermanos  á una  hermana  y á otras  muchas  personas , expiando,  al 
fin  en  el  cadalso  tan  abominables  crímenes.  El  veneno  de  que  se  valia 
pct  famosa  envenenadora  llevaba  el  nombre  de  polvos  de  sucesión;  eran, 
en  efecto,  unos  polvos  de  sabor  dulce,  y al  decir  de  Plenck  , se  compo- 
nían de  azúcar  de  saturno  y arsénico. 

Sesun  refiere  Cesalpino,  eran  por  esos  dias  tan  frecuentes  los  envene- 
namientos, que  los  grandes  señores  mandaban  probar  los  platos  de  su 
mesa  y las  bebidas  á los  médicos  y ;i  los  ministros  que  los  servían ; y no 
contentos  con  esto,  usaban  vajillas  de  electro,  metal  muy  bruñido,  ana- 
logo  á nuestra  plata  sobredorada,  el  que  se  empañaba,  en  cuanto  hubiese 
en  los  guisos  algún  veneno. 

Era  también  costumbre,  y se  tenia  gran  fé  en  ello,  poner  algunas  pie- 
dras preciosas  en  el  fondo  de  cada  plato  y sacarlas  al  llegar  á la  mesa 
para  ver  si  habian  perdido  su  brillo  natural.  Schenkio  añade  que  abun- 
daban en  esos  dias  los  Calpurneum.  Ladislao,  rey  de  Nápoles,  según  Za- 
chías , fué  envenenado  con  el  cóito , tomando  el  veneno  depuesto  en  las 
genitales  de  su  querida. 


IX.— Edad  actual. 

A.  partir  de  ese  siglo  hasta  el  nuestro,  no  faltan  envenenamientos  múl- 
tiples debidos  á personas  que  se  hayan  hecho  célebres  con  esa  industria 
tan  horriblemente  criminal;  mas  los  envenenadores  se  han  multiplicado; 
los  envenenamientos  son  con  mas  frecuencia  particulares ; el  crimen  se 
ha  esparcido  entre  muchos  perpetradores,  pero  el  número  de  víctimas  no 
ha  disminuido;  las  estadísticas  espantan. 

El  estudio  detenido  de  esta  historia  no  nos  autoriza,  en  mi  concepto, 
para  tener  la  consoladora  idea  de  que  el  crimen  del  envenenamiento  se 
va  borrando  de  los  anales  judiciales,  á proporción  que  la  civilización 
avanza.  No  son  los  salvajes  los  que  emponzoñan  las  puntas  de  sus  flechas 
con  el  ticunas,  el  worora  y otros  jugos  venenosos,  para  que  las  heridas 
mas  leves  sean  siempre  forzosamente  mortales.  Race  ya  tiempo  que  quie- 
nes mas  á menudo  y con  mas  habilidad  se  valen  de  los  venenos  sutiles, 
son  sugetos  que  ocupan  en  la  sociedad  los  puestos  mas  elevados,  y por 
lo  misino  mas  cultos.  Notables  personajes , príncipes , reyes,  emperado- 
res,  hasta  papas,  encontramos  en  la  historia  de  Europa,  parte  de  la  mas 
^vnizada  de  las  cinco  que  constituyen  la  tierra , los  cuales  han  sucum- 
bido bajo  la  aleve  acción  de  un  veneno.  Personas  allegadas  á ellos  se  le 
han  dado , ya  en  un  banquete , ya  en  un  brindis , á veces  con  una  medi- 
cina, y otras  ¡hasta  con  la  comunión!  Es  decir,  que  no  solo  han  sido  los 
envenenadores  palaciegos  villanos , vástagos  de  estirpe  régia  ambiciosos 
ó vengativos,  sino  también  sacerdotes  corrompidos,  ministros  indignos 
de  un  Dios  de  mansedumbre  y caridad. 

Desde  los  tiempos  de  Lavoisier  y de  Fourcroy,  los  venenos  han  pasado 
rnnfnmani°S  • t0í*0s'  Los  progresos  de  la  química,  que  tanto  han  desar- 
tan-  6 £emo  de  las  artes,  han  dado  á conocer  una  infinidad  de  sus- 
v?ne^°^®s » Ias  que  se  compran  y se  venden  sin  la  menor  reserva 
..  Ja?lsa’  con  legítimos  motivos  por  lo  común,  con  ominosos  pretextos 
cuafflSaTnt  De  aquí  la  grande,  la  inminente  facilidad  de  perecer 
c quiera  envenenado.  Ya  no  es  el  puñal  la  única  arma  sorda  con  que 


- 23  — 

se  temóla  á una  víctima,  en  las  aras  de  la  codicia,  de  los  celos , del  odio 
6 de  la  venganza.  El  asesino  que  quiere  contemplar  gozando  la  agonía  de 
su  víctima,  sin  arrostrar  peligro  alguno,  sin  despertar  sospechas  y sin 
dejar  huella  notoria  de  su  atentado , se  arrastra  como  la  víbora , y muerde 
también  con  la  misma  alevosía  de  los  reptiles  ponzoñosos  en  el  corazón 
del  incauto. 

Por  desgracia  el  descubrimiento  de  tantas  sustancias  venenosas  no  ha 
ido  acompañado  de  sus  antídotos  naturales ; las  triacas , los  contravene- 
nos están  en  minoría.  A los  químicos  modernos  les  ha  faltado  aquel  mo- 
narca de  la  antigüedad , el  cual  premiaba  al  descubridor  de  un  veneno, 
como  lo  fuese  también  de  su  correspondiente  antídoto  , y le  condenaba 
al  último  suplicio,  no  siendo  mas  que  inventor  de  la  ponzoña , puesto  que 
aumentaba,  sin  medios  de  defensa,  el  arsenal  de  los  asesinos  aleves. 

El  ácido  arsenioso  ha  sido , por  muchos  años , el  veneno  escogido  para 
atentar  contra  el  prójimo  y contra  sí  mismo.  La  facilidad  con  que  se  des- 
cubre el  crimen,  siquiera  hayan  transcurrido  años  desde  su  ejecución,  ha 
llevado  á ciertos  envenenadores  astutos  al  uso  de  alcaloideos  poco  cono- 
cidos y mas  difíciles  de  descubrir. 

Entre  las  causas  célebres  de  Europa,  en  especial  de  Francia,  figuran  ya 
algunas  mujeres  envenenadoras.  Las  Lafarge , las  Lacoste  son  envenena- 
doras de  su  respectivo  marido.  Las  Yegado , asesina  de  cuarenta  y cinco 
personas  en  el  espacio  de  diez  y seis  años  por  medio  del  arsénico,  en 
cuyo  manejo  la  amaestró  otra  mujer,  y otras,  y otras,  han  sido  en  el  vecino 
reino  protagonistas  de  dramas,  que  han  evocado  las  sombras  délas  famo- 
sas envenenadoras  de  otros  dias,  como  para  advertirles  que  hay  aun 
quien  continúa  vinculando  en  el  sexo  ese  modo  de  matar , que  no  nece- 
sita ni  de  fuerza  ni  de  valor.  ¿Será,  en  efecto,  la  debilidad  del  sexo  la 
que  haga  preferir,  en  sus  aberraciones  morales,  el  homicidio  por  envene- 
namiento? No;  que  al  lado  de  esas  Lucrecias  y Locustas  se  alzan  también 
los  Calpurneum,  los  Sainte-Croix,  los  Renatos  y los  Exili. 

El  conde  de  Praslin,  que  ha  horrorizado  nuestros  dias  con  el  asesinato 
de  su  esposa,  se  suicidó  en  la  cárcel  con  el  ácido  arsenioso.  Otro  perso- 
naje de  la  aristocracia  , el  conde  de  Bocarmé , casado  con  la  hermana  del 
desdichado  Gustavo  Fougnies,  medio  raquítico  y mutilado,  viendo  que 
no  se  moría  y que  trataba  de  casarse,  con  lo  cual  el  conde  dejaría  de  he- 
redar, por  su  esposa,  los  pingües  bienes  de  su  cuñado,  se  dedicó  al  estu- 
dio de  la  química;  hizo  ensayos  para  la  extracción  de  la  nicotina , la  pro- 
bó en  varios  animales,  y cuando  estuvo  seguro  de  la  rapidez  mortal  de 
su  acción,  convidó  á comer  al  desventurado  Fougnies,  y auxiliado  por  la 
desnaturalizada  hermana  de  este,  le  hizo  beber  la  nicotina  y le  mató. 

En  Inglaterra  son  frecuentes  los  envenenamientos , en  especial  por  la 
estricnina,  tal  vez  por  la  facilidad  y libertad  con  que  allí  se  expenden 
esas  sustancias.  Nadie  ignora,  entre  otros  casos,  el  ruidoso  del  doctor 
Palmer,  asesino  del  infortunado  Cook  en  1855.  Ese  doctor  habia  ya  en- 
venenado á su  propia  familia,  con  el  infame  fin  de  cobrar  las  cantidades 
con  que  tenia  asegurada  su  vida  en  varias  compañías  de  esos  seguros 
inglesas.  El  doctor  Protchart  fué  sentenciado  á la  última  pena,  por  enve- 
nenador , por  los  tribunales  de  Glascow.  Habia  envenenado  á las  señoras 
Pritchart  y Tavlor. 

No  menos  célebre  ha  sido,  hage  poco  en  Francia , el  alevoso  envenena- 
miento de  la  viuda  Paw,  por  medio  de  la  digitalina,  llevado  á cabo  por 
el  médico  Couty  de  Lapommerais , para  deshacerse  de  aquella  desventu- 


— 24  — 


rada,  v con  un  objeto  tan  sórdido  y abominable  como  el  del  doctor  inglés 

En  Alemania  no  son  tampoco  escasos  esos  crímenes.  En  18us  y loU'J 
hubo  dos  mujeres  que  no  iban  en  zaga  á las  Locustas  , á las  Lucrecias,  ni 
á las  T o fían  as.  Cuarenta  y tres  personas  perecieron  á sus  aleves  manos; 
una  de  ellas  ejerció  la  profesión  de  envenenadora  por  espacio  de  veinte 
años  y murió  sin  castigo. 

En  España  no  faltan  tampoco  casos  de  envenenamientos  que  citar.  Mo- 
rejon  nos  habla  de  un  veneno  narcótico , conocido  de  los  antiguos  espa- 
ñoles. Las  invasiones  de  los  cartagineses,  romanos  , godos  y árabes  , nos 
trajeron,  entre  otros  males,  el  conocimiento  del  suicidio  y homicidio  por 
medio  de  venenos.  Algunos  de  nuestros  antiguos  reyes  perecieron  vícti- 
mas de  tósigos.  Nuestros  códigos  tienen  penas  contra  los  que  dan  yerbas 


y ponzoñes. 

En  los  tiempos  de  Enrique  IV  de  Castilla,  las  pociones  venenosas  ha- 
cían frecuentes  víctimas.  Si  se  registraran  nuestras  crónicas , veríamos 
mas  de  un  rey  ó vástagosde  estirpe  régia  y magnates  envenenados. 

En  nuestros  dias , si  es  lícito  deducirlo  de  lo  que  arrojan  los  estados 
remitidos  al  gobierno  por  las  audiencias  del  territorio  é islas  adyacentes, 
el  crimen  del  envenenamiento  es  en  nuestro  país  afortunadamente  muy 
raro.  Sin  embargo , no  nos  entreguemos  con  demasiada  confianza  á tan 
lisonjera  creencia.  Es  indudable  que  suenan  poco  en  España  los  envene- 
namientos criminales ; no  lo  es  menos,  empero,  que  se  perpetran  muchos 
mas  de  los  que  suenan.  Si  el  ejercicio  de  la  medicina  legal  se  practicase 
con  mas  regularidad  y mas  escrúpulo;  si  las  personas  encargadas  de  exa- 
minar los  hechos  por  primera  vez  siempre  estuviesen  dotadas  de  los  co- 
nocimientos necesarios;  si  fuese  mas  conocido  entre  nosotros  el  estudio 
de  la  toxicología  , tanto  en  sus  pormenores,  como  en  sus  generalidades, 
acaso  saldríamos  de  nuestra  confianza  horrorizados;  acaso  veríamos  que 
hay  también  entre  nosotros  personas  desdichadas,  que  se  deshacen  de  sus 
deudos  y enemigos,  por  medio  de  tan  abominable  alevosía.  En  España, 
fruto  sin  duda  de  la  grosera  educación  que  gran  parte  de  su  pueblo , mas 
fanático  que  religioso,  recibe,  se  cometen  asesinatos  horrorosos  bajo  todas 
las  formas.  No  nos  hagamos,  pues,  ilusión  ; no  nos  dejemos  llevar  de  una 
especie  de  quijotismo,  muy  vecino  del  ridículo.  El  asesinato  por  envene- 
namiento será  en  España,  si  no  tan  común  como  otras  formas  de  homi- 
cidio, mas  frecuente  de  lo  que  á primera  vista  parece ; solo  que  pasa  mas 
desapercibido,  ya  por  su  naturaleza,  ya  por  las  circunstancias  que  acabo 
de  indicar. 

Durante  nuestro  servicio  pericial , desde  1858  á 1862,  hemos  actuado 
en  muchos  casos  de  presunto  envenenamiento,  y en  mas  de  treinta  de 
ellos  hemos  hallado  veneno , siendo  principalmente  el  sublimado  y el 
ácido  arsenioso. 

Tal  es  la  historia  empírica  del  envenenamiento , trazada,  como  hemos 
dicho,  á grandes  rasgos,  con  el  objeto  de  probar  que,  afuer  de  crimen, 
no  es  tan  antiguo  como  el  mundo,  al  paso  que,  afuer  de  accidente  des- 
graciado, debe  de  serlo. 

Repito  que  no  he  tratado  de  registrar  todos  los  hechos;  trabajo  fácil  si 
se  quiere , puesto  que  para  ello  basta  examinar  la  historia  de  todos  los 
pueblos  y consignar  la  muerte  de  todos  los  personajes  históricos  que  la 
han  debido  a la  acción  de  un  tósigo,  pero  ocioso  para  nuestro  objeto, 
lo  suficiente  indicar  algunos  hechos,  en  determinados  pueblos,  y 
, para  poder  deducir  de  ellos  la  verdad  de  nuestro  aserto. 


siendo 

épocas 


- - 

X.—  Historia  del  aspecto  científico  t tiempos  antiguos. 

Si  ahora , dejando  ya  los  hechos  ó la  parte  empírica  de  esta  historia, 
pasamos  á la  científica,  á la  de  las  obras  que  hablan  de  los  venenos  y de 
los  autores  que  han  consagrado  su  pluma  á esta  importante  materia,  no 
solo  tendrémos  una  idea  mas  cabal  de  la  ciencia,  sino  que  comprenderé- 
mos  cómo  ha  podido  suceder  lo  que  hasta  aquí  llevamos  expuesto  y el 
modo  como  ha  sucedido. 

La  historia  científica  del  envenenamiento  se  remonta  también  á una 
antigüedad  casi  fabulosa.  Orfeo  y Homero  aparecen  como  los  primeros 
auehan  hablado  vagamente  de  venenos.  De  los  pueblos  del  Oriente  ni 
del  mismo  Egipto , no  tenemos  autor  alguno  conocido  que  haya  hablado 
de  ellos,  siquiera  se  conocieran  algunos  en  esos  pueblos  y los  usaran,  ya 
para  ajusticiar  á los  reos , ya  para  suicidarse , ya  para  cometer  un  homi- 
cidio. 

En  la  historia  de  la  medicina  anterior  á los  tiempos  de  Hipócrates , la 
toxicología  es  nula.  No  es  esto  decir  que  los  egipcios,  por  ejemplo,  no 
conocieran , además  de  los  animales  ponzoñosos  y de  ciertas  plantas  ve- 
nenosas, algunos  minerales  que  lo  son.  La  potasa,  la  sosa  , la  cal , el  sa- 
litre, el  amoníaco,  son,  en  efecto,  cuerpos  de  que  los  egipcios  tenían 
noticia. 

Los  griegos  y romanos  conocian  el  mercurio  como  veneno  general.  Los 
mineros  se  servían  de  mascarillas  para  preservarse  de  las  emanaciones 
mercuriales. 

Los  griegos  conocian  ya  el  sulfuro  de  arsénico  y el  ácido  arsenioso:  el 
primero  con  el  nombre  de  sandaraco  nativo,  y el  segundo  con  el  del  pri- 
mero sublimado.  Por  lo  menos  Dioscórides  dice  que  en  la  JVlysia,  en  el 
Helesponto,  habia  una  mina  de  orpimenlo  (sandaraco , sulfuro  de  arséni- 
co), y describe  un  proceder  para  sublimarle  : este  producto  sublimado  es 
ácido  arsenioso. 

Si  los  romanos  ignoraban  que  el  uso  de  los  vasos  de  plomo  podia  en- 
venenarlos, y le  empleaban  , no  solo  en  la  construcción  de  los  acueduc- 
tos, sino  también  para  endulzar  el  vino;  Vitrubio  no  dejó  de  advertir  que 
los  conductos  de  plomo  podían  ser  dañinos. 

He  dicho  que  los  misionistas  hablan  de  la  antigüedad  de  ciertos  libros 
entre  los  indios,  que  tratan  de  los  venenos  y contravenenos;  mas  los  mi- 
sionistas  han  sido  muy  amigos  de  conlar  maravillas,  y sobretodo,  no 
nos  han  dicho  qué  libros  son  esos  ni  sus  autores,  ni  nada  de  los  venenos 
y contravenenos  de  que  se  habla  en  ellos. 

Hipócrates,  síntesis  de  los  conocimientos  médicos  de  su  tiempo,  y re- 
súmen de  los  del  Oriente  y Egipto,  habla  muy  poco  de  venenos.  En  cuanto 
á los  minerales,  solo  el  sulfuro  de  arsénico,  llamado  sandaraco,  es  men-» 
donado.  . 

Acaso  contribuye  á ese  silencio  de  Hipócrates  la  legislación  de  Atenas, 
que  prohibia  hablar  de  ello  , ó la  convicción  de  que , consignando  en  sus 
escritos  nociones  sobre  las  sustancias  tóxicas , los  malvados  se  habían  de 
aprovechar  de  ello.  Un  pasaje  de  su  célebre  juramento  nos  da  pié  para 
opinar  de  esa  manera. 

De  estas  palabras  del  juramento:  á nadie  suministraré  veneno,  se  deduce 
que  los  médicos  tenían  conocimiento  de  algunos  , y que  siendo  poco  mo- 
rales, podían  administrarlos , lo  cual  quería  evitar  Hipócrates , naciéndo- 
les jurar  que  no  lo  harían.  Los  farmacólogos,  en  efecto,  preparaban  amu- 


— 26  — 

lelos  preservativos  y composiciones,  algunas  de  las  cuales  eran  veneno- 
sas, y como  los  médicos  se  las  compraban  para  tratar  á sus  enfermos,  de 
omii  jog  n&lciLrss  d6l  jui  amonto*  , 

De  todos  modos,  poco  adelantamos  con  esto,  bajo  el  punto  de  vista  to- 
xicolóírico,  porque  todo  queda  perdido  en  la  vaguedad. 

Los  comentadores  de  Hipócrates,  para  deducir  hechos  claros  de  esas 
palabras  de  su  juramento,  tienen  que  apelar  á pasajes  de  autores  que  es- 
cribieron después,  en  especial  Teofrasto  y Plinio. 

Aristóteles,  discípulo  de  Platón,  que  lofué  de  Sócrates,  contemporáneo 
de  ílipócrates,  guarda  igualmente  profundo  silencio  sóbrelos  venenos,  y 
algunos  siglos  pasan , sin  que  nadie  se  ocupe  en  ellos. 

'Teofrasto,  en  su  Historia  de  las  plantas,  y Nicandro,  en  pu  Alexif armaca, 
tratan  ya  de  los  venenos.  Galeno,  aunque  griego  , escribió  lejos  de  Ate- 
nas, y en  un  lugar  donde  las  leyes  no  prohibian  hablar  de  los  tósigos.  Sin 
embargo,  fiel  al  espíritu  de  esa  prohibición  y al  juramento  de  Hipócra- 
tes, no'  solo  no  habla  de  los  tósigos,  soltando  solamente  algunas  palabras 
relativas  al  orpimento  ó sulfuro  de  arsénicov  aun  no  como  veneno,  puesto 
que  lo  hace  como  objeto  de  historia  natural,  sino  que  fulmina  graves  car- 
gos contra  los  autores  antiguos,  que  fueron  los  primeros  en  hablar  de  los 
venenos.  El  médico  de  Pérgamo  conoceria  á esos  autores  cuyos  libros  no 
han  llegado  á la  posteridad.  A pesar  de  sus  filípicas  contra  ellos,  hace 
mención  de  una  fórmula  de  Androno,  relativa  á la  composición  de  unas 
pastillas  arsenicales , recomendadas  contra  el  vómito  de  sangre  y con'ra 
ciertas  úlceras  malignas. 

Según  Cardan , opina  Galeno  que  los  tósigos  no  obran  sino  pasando 
antes  á la  sangre.  Las  arterias  le  llevan  directamente  al  corazón,  sea  cual 
fuere  el  lugar  por  donde  se  introduzcan , estómago  ó una  herida.  Así 
explica  la  intoxicación  de  una  dama  que  se  envenenó  en  un  baño. 

Creemos  que  no  nos  apartaremos  de  la  verdad  y exactitud  afirmando 
que  la  historia  científica  de  los  envenenamientos  ó de  la  toxicología  no 
empieza  hasta  los  tiempos  de  Dioscórides. 

Farmacógrafo,  griego,  natural  de  Anazarbe,  ciudad  de  la  Cilicia  , no  se 
sabe  á punto  fijo  cuándo  floreció  este  célebre  autor.  Suidas  le  hace  con- 
temporáneo de  Antonio  y Cleopatra  , 30  años  antes  de  Jesucristo,  y 
Abul-Farage  le  supone  en  el  reinado  de  Ptolomeo  YIÍ,  sobrellamado 
Evergeto  II , 145  años  antes  de  la  venida  del  Mesías.  Todo  lo  que  puede 
asegurarse,  es  que  fué  algo  anterior  á Plinio,  naturalista  romano. 

Aficionado  desde  jóven  al  estudio  de  la  historia  natural , recorrió  como 
guerrero  la  Grecia,  la  Italia  y el  Asia  menor,  recogiendo  plantas,  y 
escribió  acerca  de  ellas.  En  su  tratado  hay  un  libro  de  venenos  suminis- 
trados por  los  tres  reinos,  y habla  de  sus  remedios.  Es  de  advertir,  que 
en  ediciones  posteriores  se  le  añadió  una  parte  que  trata  de  los  alexifár- 
macos  ó antídotos , la  que  no  es  suya. 

Después  de  Dioscórides  apareció  Plinio,  el  naturalista  de  Roma , y mas 
“™e¡®n  el  Bajo  Imperio  , Aecio  puso  un  libro  sobre  los  venenos  en  su 
íetr abulos,  donde  se  extiende  mucho  sobre  el  arsénico,  orpimento  v san- 
aaraco  y recomienda  un  plan  que  en  nuestros  dias  ha  encarecido  Rog- 
licosy  °S  médlC0S  Italianos*  el  de  la  administración  del  vino  y alcohó- 

RafnnímnÍSL°  VIVxPabloL.de  E^na , otro  de  los  prohombres  médicos  del 

nos  «si'nPomnLSa  10  tambíen’  en  su  De  re  medica,  con  un  tratado  de  vene- 
nos, Mn  emnargo , cuando  se  leen  con  detención  estas  obras,  no  se  halla 


- 27  - 

en  sus  páginas,  propiamente  hablando,  ninguna  novedad,  en  punto  á las 
sustancias,  á cayo  estudio  se  consagran  esos  libros.  Dioscórides  reapa- 
rece , tanto  en  la  designación  de  los  tósigos  conocidos , como  en  su 
incompleta  é informe  sintomatología  , como , en  fin , en  su  terapéutica. 

X.1.  — Tiempos  medios. 

Los  árabes,  que  recogieron  todos  los  conocimientos  de  Aristóteles, 
Teofrasto  y Dioscórides,  escribieron  también  sobre  los  venenos.  Ya  lleva- 
mos dicho  que  Maimondes  era  gran  conocedor  de  ellos,  y que  practicaba 
ensayos,  tanto  sobre  sí,  como  sobre  todos  los  demás.  Rhaces , Mesoé, 
Avenzor,  Averroes  y Avicena  tienen  sus  tratados  de  los  antídotos , y en 
sus  hojas  se  revela  cuánta  atención  les  absorbieron  las  sustancias  tóxicas 
y los  medios  de  combatir  su  mortífera  actividad. 

A los  árabes  se  debe  también  la  invención  de  los  bezoares  como  alexi- 
fármacos,  ó contravenenos,  nombre  que  dieron  á las  concreciones  cal- 
culosas que  se  forman  en  el  estómago,  intestinos  y vías  urinarias  de  los 
cuadrúpedos,  atribuyéndoles  grandes  virtudes.  Distinguían  dos  especies: 
el  bezoar  oriental , que  se  encuentra  en  el  cuarto  estómago  de  la  gacela  de 
Indias,  antílope  cervicabra , y el  bezoar  occidental , que  se  forma  en  el 
cuarto  estómago  de  la  cabra  salvaje  del  Perú.  Estos  bezoares,  y en  es- 
pecial los  primeros  se  consideraban  como  muy  poderosos  alexifármacos. 
Luego  se  les  añadieron  otras  concreciones,  y se  formaron  bezoares  arti- 
ficiales con  ojos  de  cangrejo  y otras  partes  de  otros  animales , que  mez- 
claban con  almizcle,  ámbar  gris,  etc. 

Aun  cuando,  por  punto  general,  sucede  con  los  médicos  árabes  lo 
que  con  los  del  Bajo  Imperio,  en  cuanto  á comentar  ó copiar  á lo  más 
los  escritos  de  Dioscórides , no  dejan  de  notarse,  sobre  todo  en  Avicena, 
que  floreció  en  el  siglo  xni,  algunas  ideas  generales,  que  han  encontrado 
partidarios  posteriormente,  y no  muy  lejos  de  nuestros  dias.  Allí  se  ve 
una  clasificación  de  venenos  calientes  y fríos,  fundándola  en  su  acción 
dinámica;  allí  se  consideran  los  venenos  minerales,  como  si  obrasen  todos 
por  un  mismo  principio,  y se  recomienda  para  todos  la  misma  medica- 
ción ; allí  se  reproduce  la  idea  de  Galeno  sobre  la  absorción  de  los  vene- 
nos, su  paso  á la  masa  de  la  sangre,  y desde  ella  al  corazón ; allí  se  ad- 
vierte que  son  mas  activos  en  ayunas,  porque  las  venas  están  vacias,  y los 
absorben  con  mas  facilidad. 

Mientras  que  dominaron  en  las  escuelas  y universidades  de  Occidente 
ó de  los  países  sometidos  al  cristianismo  las  doctrinas  de  la  filosofía  esco- 
lástica, la  historia  natural  y los  ramos,  que  la  necesitan  como  base,  no 
fueron  estudiados:  de  consiguiente,  la  toxicología  no  pudo  dar,  en  esos 
tiempos  de  especulaciones  puras,  paso  alguno  hácia  el  progreso.  Mas  , en 
cuanto  fueron  conociendo  los  escritos  de  los  antiguos  por  medio  de  los 
árabes , y en  cuanto  apareció  la  aurora  de  la  edad  moderna , que  había 
de  llamar  los  ánimos  hacia  el  estudio  de  todos  los  ramos  físicos  ó de 
objetos  naturales , ya  fueron  apareciendo  tratados  de  venenos. 

XII.— Tiempos  modernos. 

En  el  siglo  xv,  Pedro  de  Albano  publicó  el  suyo  con  el  título  de  Vene - 
nis  mineralibus , vegelalibus  , animalibus  ex  quolibet  ente  sub  solari  globo  ; en 
1472,  el  mismo  autor  publicó  otro  tratado  de  los  venenos  y sus  remedios, 
y el  Giul , Gratoroli  consilium  de  preservatione  a ceneni. 


— 28  — 

Fernando  Ponzzeti  escribió  en  Roma,  en  1521,  otro  libro  de  los  ve- 

^Arnaldo  de  Villanueva  , otro  de  los  alquimistas  célebres  , publicó  tam- 
bién otro  con  el  título  de  Traclatus  de  arle  cognoscendi  venena  cura  quis  limet 
sibi  ea  administrare. 

Santos  de  Ardoinis  dió  á luz  en  Venecia,  en  1592,  su  Opus  de  venems. 
En  esta  obra,  que,  según  el  título  ó la  portada,  era  muy  deseada,  se  da 
primero  la  historia  de  todos  los  venenos,  ya  naturales,  ya  artificiales, 
parte,  según  él,  llamada  por  los  griegos  Theriaca;  luego  se  expone  cómo 
se  conocen  los  venenos,  tanto  en  el  género  como  en  la  especie,  v por 
último,  se  habla  de  los  alexifármacos,  ó sea.,  tanto  de  los  medios  de 
precaver  el  envenenamiento,  como  de  combatirle.  También  se  le  agre- 
garon comentarios  sobre  la  obra  de  Fernando  Ponzzeti. 

Gerónimo  Cardan  y Jaime  Grevin  asociaron  sus  escritos  A los  de  los 
autores  indicados;  el  primero  trata  de  las  diferentes  acciones  de  los  ve- 
nenos y sus  remedios , y el  segundo  de  los  animales  ponzoñosos , triacas, 
venenos  y contra-venenos. 

Desde  el  siglo  xvi  aparecieron  tantas  obras  sobre  los  venenos,  que,  si 
nos  empeñáramos  en  consignarlas  todas,  tendríamos  tarea  para  largo 
rato  y ocuparíamos  mucho  espacio.  En  este  siglo  figuran  los  Pareo,  los 
Cesaípino,  los  Mercurial,  los  Baccio,  los  Rodrigo  de  Fonseca,  los  Sken- 
kio  . los  Cendrochi , los  Jessenio , los  Chiocco  y los  Libavio. 

Mas  numeroso  es  todavía  el  catálogo  de  los  autores  de  los  siglos  xvii, 
xviit  y xix.  Orfila,  en  su  Toxicologia  general,  nos  da  una  noticia  biblio- 
gráfica , dividida  en  una  parte  que  comprende  á los  autores  que  han  tra- 
tado de  los  venenos  en  general , y en  otra  solo  abraza  á los  que  se  han 
ocupado  especialmente  en  algunos.  De  los  primeros,  hay  veinte  y tres 
autores  de  toxicologia  en  el  siglo  xvii,  treinta  y siete  en  el  xvm  y unos 
setenta  en  el  xix,  y es  de  advertir  que  Orfila  confiesa  en  una  nota , que 
considera  imposible  comprenderlos  á todos,  y remite  al  lector,  para  con- 
sultarlos y llenar  este  vacío  , á la  Bibliolecha  Scriptorum  hist.  n atur. , de 
Boehmer ; al  Catalogus  diis  quee  medicamentorum  historiara  fata  et  vires  expo- 
nunt , de  Baldinger,  y á otros  catálogos  y bibliotecas,  donde  pueden 
hallarse  mas  datos  de  esta  naturaleza. 

No  es  mi  objeto,  en  la  ojeada  histórica  de  la  toxicologia  que  voy 
echando  , extenderme  en  esta  parte  bibliográfica.  Baste  la  idea  que  acabo 
de  dar  de  la  multitud  de  autores  de  venenos  aparecidos  desde  el  si- 
glo xv,  ó xvi,  para  que  se  vea  el  contraste  que  forma  esta  multitud  con  la 
escasez  de  los  antiguos , y la  íntima  relación  que  este  hecho  científico 
tiene  con  el  mayor  progreso  de  las  ciencias  naturales  físicas  y químicas, 
que  tanto  necesita  la  toxicologia  para  adelantar  á su  vez. 

No  solo  se  advierten  mas  escritores  en  el  siglo  xvir  y siguientes,  sino 
que  ya  van  tratando  de  los  venenos  y su  acción  de  un' modo  mas  venta- 
joso. Dioscórides  y los  antiguos  van  desapareciendo,  sino  en  todo,  en 
gran  parte  , de  las  obras  modernas.  Ya  hay  descripciones  y pormenores 
clínicos  que  denotan  menos  especulación , mas  observación  y práctica. 
Ya  se  van  viendo  algunos  ensayos  y experimentos  , tanto  en  los  animales 
como  en  los  hombres,  escogiendo,  en  cuanto  á estos,  á los  condenados  á 
muerte,  práctica  bárbara  que  no  alcanza  á legitimar  el  deseo  de  inmolar 
á esos  infelices  á tales  ensayos,  para  adquirir  conocimientos  útiles  y apli- 
cables en  la  ciencia. 

Otra  circunstancia  no  menos  notable  se  advierte  en  los  escritores  del 


- w — 

. tan  tablado  de  los  venenos.  Aun  cuando  viviesen  ya  lejos 

«riega,  que  prohibía  hablar  de  «a  materna,  se  mmn- 
fies  L todtXavLllados  por  el  juramento  de  Hipócrates,  y yaque  ha- 
van  de  hattade  los  venenos,  protestan  contra  la  mala  internación  que 
puede  darse 'á  sus  escritos,  y más  aun  contra  el  mal  uso  que  alguno 

PUAmbrosio  Pareo  ! que , en  el  libro  vigésimotercero  de  sus  obras  . habla 
de  los  venenos , salpicando  los  demás  con  algún  pasaje  que  á ellos  se 
refiere,  toma  con  vacilación  la  pluma,  y solo  se  decide  á escribir  dicho 
libro  haciendo -la  siguiente  protesta : , . 

«Si  escribo  sobre  los  venenos,  es  por  el  deseo  que  he  tenido  siempre 
y que  tendré  toda  mi  vida  de  servir  á Dios  y al  público , con  la  protesta 
delante  de  Dios  de  que  no  es  mi  ánimo  enseñar  á obrar  mal , como  algu- 
nos malévolos  podrian  achacármelo;  pues  yo  quisiera  que  los  inventores 
de  venenos  hubiesen  ya  abortado  en  el  vientre  de  su  madre.» 

Pareo  añade,  que  los  artificios  y sublimaciones  de  los  malvados  han 
inventado  los  venenos , y los  llama  traidores,  envenenadores  y perfu- 
mistas. Estos  últimos  le  merecen  el  dictado  de  criminales , á los  que  se 
deberla  arrojar  del  reino  de  Francia  con  los  turcos  y los  infieles. 

Fácil  es"  de  advertir  que  todas  estas  protestas  son  exageraciones  del 
espíritu , que  dictó  las  palabras  del  juramento  hipocrático. 

Cesalpino , médico  de  Roma  y otro  de  los  escritores  de  ese  siglo,  par- 
ticipa del  mismo  fervor  escrupuloso  de  Pareo.  Levántanse  contra  ios  mé- 
dicos alquimistas,  á los  cuales  llama  racionales,  que  querían  curar  los 
envenenamientos  con  sus  sublimaciones  y sus  arcanos. 

Si  por  no  sobrecargar  demasiado  esta  introducción , no  analizamos  á 
toáoslos  autores  toxicólogos  del  siglo  xvi,  ni  mencionamos  los  nombres 
de  los  del  siglo  xvu  y xvm , ni  decimos  nada  de  sus  escritos,  en  particu- 
lar, creo  que  debemos  hacer  mención  de  algunos  de  ellos,  que  pueden 
considerarse  como  los  que  más  han  descollado  en  esta  materia. 

Entre  los  del  siglo  xvi,  y á su  cabeza,  podemos  contar  á Gerónimo 
Mercurial , profesor  de  medicina  de  Bolonia  , de  grande  erudición  , y dis- 
cernimiento notable.  Su  libro  titulado  Devenenis  et  malis  venenosis , pasa 
por  una  obra  maestra.  - 

A pesar  de  los  elogios  que  se  prodigan  á la  obra  de  Mercurial , cree- 
mos que  deberia  tomarse  su  mérito  de  un  modo  relativo : para  su  tiempo 
seria  lo  mejor;  mas  en  nuestros  dias  dista  mucho  de  poder  servir  de  guia 
para  los  buenos  estudios  toxicológicos. 

Mercurial , como  sus  predecesores , divide  los  venenos  en  dos  clases 
principales , calientes  y fríos , en  lo  cual  reaparece  Avicena : los  unos 

inflaman  la  organización  ; los  otros  absorben  el  calor  natural , helando  el 
corazón. 

Este  autor  sigue  la  opinión  de  Plinio  sobre  haber  ciertos  venenos,  que 

estruyen  la  acción  de  los  demás,  verdad  que  ha  confirmado  el  estudio 
nai,miCpi*  ' 6 *°S  contrav.eaen©s > pero  ©o  en  el  sentido  en  que  la  consig- 
lice°oi  • m^°  ^ Mercui>ial  ’ Pues  Para  fiue  una  sustancia  venenosa  neutra- 
j.u  v!JiVeíieno’  es  necesario  que  no  se  dé  con  las  condiciones  de  tal ; 
traria  er  as  Períbdo>  ya  P°r  Ia  cantidad,  ya  por  el  modo  de  adminis- 

absnrrimrxl  m?-16  tambien  la  °Pinion  de  Galeno  y Avicena  sobre  la 

de  la  san  cría  ?u  Paso1á  !a  ‘masa  de  Ja  sangre.,  y «1  empleo 

a g a como  medio  de  combatir  la  intoxicación.  Discute  este  últi- 


— 30  — 

mo  punto  extensamente,  y se  declara  en  contra,  por  cuanto  la  sangría 
favorece  la  absorción  de  la  sustancia  tóxica.  ...  . 

Respecto  de  los  medios  para  combatir  la  acción  de  los  venenos,  tiene 
Mercurial  generalmente  hablando,  buenos  consejos,  que  no  ha  desde- 
ñado la  práctica  moderna.  Todo  cuanto  dice  acerca  de  la  indicación  res- 
pectiva i.  la  expulsión  del  veneno,  es  igual  á lo  que  se  aconseja  hoy  dia. 
Rechaza  el  eléboro  como  medio  expulsivo,  y recuerda  la  práctica  de 
Scribanio  Largos  , sobre  valerse  de  las  barbas  de  una  pluma  para  ex- 
citar el  vómito. 

Ln  1527  apareció  la  grande  obra  de  materia  médica  de  Matthioli  de 
Siena,  y en  ella  se  habla  también  de  los  remedios  contra  las  sustancias 
venenosas.  Este  autor  hace  mención  de  los  polvos  del  Archiduque  de 
Austria,  como  contraveneno  del  arsénico  y sus  preparados,  y refiere  una 
porción  de  casos,  en  los  que  esos  polvos  libraron  de  una  muerte  cierla  á 
los  envenenados  por  el  arsénico ; y él  mismo  añade  que  le  sucedió  lo 
propio  con  algunos  de  su  clientela.  Eodem  quoque  pulvere,  dice,  á me  ser- 
valí  sunt. 

Rogneta,  de  quien  tomamos  estos  apuntes  sobre  Matthioli,  dice  que 
esos  polvos  eran  sustancias  inertes,  y que  toda  la  acción  curativa  residía 
en  el  vino  con  que  se  admnistraban.  Ese  autor  es  partidario , como  ya 
lo  llevamos  dicho  , de  la  administración  de  los  alcohólicos  contra  ía  into- 
xicación arsénica! , al  estilo  de  Eioscóndes  y los  médicos  antiguos. 

Entre  los  autores  notables  del  siglo  xvn,  debemos  señalar  á Fabricio 
de  Hilden.  En  su  Opera  omnia  se  trata  de  ios  venenos  ; la  intoxicación 
arsenical  está  bien  estudiada , y hay  buenos  consejos  para  combatirla. 
También  reconoce  la  absorción  y el  paso  del  veneno  á la  sangre , si  bien 
se  resiente  de  las  ideas  de  su  tiempo,  puesto  que  habla  de  vapores  malignos 
que  el  arsénico  envia  á las  visceras  nobles ; que  va  el  veneno  al  hígado 
por  las  venas  , al  corazón  por  las  arterias,  y ai  cerebro  per  los  nervios. 

Como  prueba  práctica  de  que  los  venenos,  y en  especial  el  arsénico, 
pasan  á la  sangre  desde  la  piel , cita  la  práctica  común  de  sus  días  de 
aplicar  ungüentos  y pomadas  arsenicales  á ciertas  úlceras  y tumores. 
Critica  á los  que  dan  esa  sustancia  en  lavativas  y hacen  de  eiia  suposi- 
torios, y recomienda  mucha  prudencia  en  el  empleo  del  ungüento  arse- 
nical , de  que  íué  inventor,  para  combatir  ciertas  úlceras  de  mal  ca- 
rácter. 

El  célebre  Zachías  debe  figurar  también  entre  los  autores  toxicólogos 
de  este  siglo , siquiera  forme  parte  de  su  medicina  legal  cuanto  dice 
acerca  de  ios  venenos. 

Este  autor,  famoso  por  tantos  títulos,  discute  sobre  el  valor  de  la  can- 
tidad del  veneno  que  se  encuentra  en  los  cadáveres,  siendo  de  parecer 
que,  para  afirmar  la  intoxicación,  no  basta  hallar  el  tósigo,  sino  cantida- 
des suficientes  para  producir  la  muerte.  Rabia  de  las  diferentes  vias  por 
donde  pueden  introducirse  los  venenos;  cita  en  apoyo  de  la  absorción  por 
las  vías  mucosas,  casos  de  que  ya  liemos  hablado  en  la  historia  empírica 
tomadas  de  este  autor,  y establece,  entre  otras  cosas,  como  principio 
general , que  si  el  veneno  no  es  absorbido , no  produce  ningún  efecto.  En 
cuanto  á la  intoxicación  arsenical , reproduce  casi  las  ideas  de  Dioscóri- 
ues  , Avicena  y de  los  autores  que  las  han  prohijado. 

ru5  autores.menos  notables  del  siglo  xvi,  creo  deber  hacer  men- 
n„nn„  , ,co»  quien  trató  de  saber  si  es  posible  que  se  engendren  ve- 
nenos con  los  humores  del  cuerpo  humano;  entre  los  del  siglo  xvii  , hay 


— 31  - 

un  Keies , que  quiso  averiguar  si  era  posible  nutrir  el  cuerpo  humano 
con  venenos , y si  podían  comerse  los  animales  envenenados ; un  Cour- 
ten , que  habló  de  experimentos  hechos  en  los  animales ; un  Antonio  de 
Trilla,  que  publicó  en  Toledo  su  Tratado  general  de  todas  las  tres  especies 
de  venenos,  como  son , de  minerales , plantas  y animales,  y un  Wadel,  que 
habló  de  los  venenos  y bezoares. 

Otro  tanto  podemos  hacer  relativamente  á los  escritores  del  siglo  xvm. 
También  hay  algunos  que  se  hacen  dignos  de  especial  mención , siquiera 
por  el  objeto  de  su  obra.  Mead,  Sindor  y Neuman  aplican  á la  doctrina 
de  los  venenos  la  yatromatemática  y quemiatría.  Gastoldy  averigua  si 
hay  diferencias  esenciales  entre  todos  los  venenos , y un  remedio  apro- 
piado para  todos  eilos.  Hollinan  combate  muchos  errores  acerca  de  los 
venenos.  Stenezel  parece  ser  el  primero  que  titula  su  tratado  con  el  nom- 
bre de  Toxicologia  palológica-médxca.  Nebel  se  dedica  á ios  signos  de  la  in- 
toxicación. Sproegel  habla  de  ios  experimentos  hechos  con  venenos  en 
los  animales;  Gemeiin  trata  de  los  venenos  que  pueden  ser  medicamen- 
tos; lsenílamu,  al  revés,  délos  remedios  que  pueden  ser  venenos;  Bosio, 
de  los  engendrados  espontáneamente  en  el  cuerpo  humano;  Baigueres 
discute  sobre  si  se  puede  tener  certeza  física  de  los  venenos  después  de  la 
muerte;  Pienk  da  su  ioxicología  ó doctrina  sobre  los  venenos  y antído- 
tos; Schuize  escribe  la  toxicoiogía  de  los  antiguos,  según  Teoirasto, 
Galeno,  Dioscórides,  Plinio  y otros;  comenta  pasajes  de  antiguos  monu- 
mentos, y añade  sus  experimentos  sobre  la  materia. 

No  es  menos  fecundo  el  siglo  xix  en  autores  toxicológicos.  Setenta  y 
dos  contamos  en  la  Noticia  bibliográfica  de  üríiia  , donde  no  solo  figuran 
los  que  han  escrito  obras,  sino  memorias,  folletos , etc.,  y los  médicos 
legislas  que  han  hablado  de  los  venenos  en  sus  obras  de  medicina  legal. 
Muchos  de  estos  son  alemanes,  de  los  que  apenas  tenemos  conocimien- 
to; otros  suenan  poco;  en  cambio  hay  otros  generalmente  conocidos. 

Los  progresos  de  la  historia  natural , de  la  física  y sobre  todo  de  la 
química,  igualmente  que  la  de  la  fisiología,  explican  esa  profusión  de  es- 
critores sobre  venenos , como  explican  la  mayor  frecuencia  de  los  en- 
venenamientos. 

Entre  esos  autores , acerca  de  muchos  de  los  cuales  guardarémos  si- 
lencio, aparece  un  Pringle,  dando  la  exacta  descripción  sintouiatológica 
de  no  pocos  venenos , y algunos  de  ellos  raros;  un  Franck,  con  su  Manual 
de  Toxicologia-,  un  Liuval , que,  en  su  Ensayo  de  Toxicologíu,  habla  del 
azúcar  como  remedio  contra  los  envenenamientos  por  sustancias  metáli- 
cas ó minerales  ; un  Foderé,  que , entre  otras  cosas,  en  su  Medicina  legal , 
trata  de  clasificar  ios  venenos , refundiendo  clasificaciones  anteriores , en 
especial  la  de  Yicat;  un  Faure,  que  clasifica  de  otro  mudo  los  venenos; 
Oi'fila,  que  da  su  primera  edición  de  su  Toxicologia  general , considerada  en 
sus  relaciones  con  la  fisiología  , patología  y meüicina  legal.  (Jhaussier  ha- 
bla de  los  contra  venenos  puestos  al  alcance  de  las  personas  prolanas  en  el 
arte.  Bertrand  publica  su  Manual  médico-legal  de  los  venenos;  Armand  de 
Montgarny  ensaya  una  toxicologia  considerada  de  un  modo  general  en 
sus  relaciones  con  la  fisiología,  higiene  y patología,  y mas  especialmente 
con  la  jurisprudencia  médica.  Pallas  indica  otra  nueva  clasificación.  Eu- 
sebio  de  ¡Salle  idea  su  cuadro  sinóptico  de  los  venenos  según  los  adelan- 
tos de  la  historia  natural,  terapéutica  y medicina  legal , reuniendo,  bajo 
un  mismo  golpe  de  vista , ios  nombres  de  todas  las  sustancias  venenosas 
de  los  tres  reinos,  los  accidentes  que  determinan  ios  remedios  que  están 


— 32' — 

indicados  y los  reactivos  para  reconocerlos.  Leraaistre  traza  reglas  para 
descubrir  los  venenos;  Guerin  de  Mammers  trata  de  la  lexicología  bajo 
un  punto  de  vista  químico,  fisiológico,  patológico  y terapéutico.  An- 
clada da  su  tratado  de  verdadera  toxicología  general  en  sus  relaciones 
5on  la  fisiología,  patología,  terapéutica  y medicina  legal.  Malle  habla  de 
los  envenenaniienlos  simples  y compuestos.  En  una  palabra,  cada  autor, 
si  bien  escribe  siempre  sobre  los  venenos,  da  á su  obra  este  ó aquel  giro 
no  dado  por  los  demás ; resultando  de  ese  conjunto  de  escritos  una  suma 
de  conocimientos  esparcidos,  que  constituye  la  ciencia  de  este  siglo. 

Además  de  los  indicados  y otros  que  he  dejado  de  nombrar,  háylos 
que  no  han  escrito  sobre  todos  los  venenos,  sino  sobre  algunos  de  ellos. 
Si  entre  los  del  siglo  xvi  y xvii  apenas  hay  uno  ó ninguno  que  no  trate 
de  todas  las  sustancias  venenosas . en  los  del  siglo  xvm  va  se  notan  al- 
gunos que  se  circunscriben  a determinada  clase.  Así  INavier  solo  habla 
de  los  venenos  corrosivos.  Fontana  , del  de  la  víbora  , venenos  america- 
nos, laurel  cerezo  y algunos  otros  vegetales.  Chauserel,  de  diversas  sus- 
tancias venenosas ; \ asalii-Candi , Rossi  y Bonareili  hacen  otro  tanto. 
Boermore  solóse  ocupa  en  los  de  su  país. 

Además  de  estos  autores,  que  Oríila  ha  colocado  entre  los  que  se  han 
ocupado  en  los  venenos  en  general , hay  una  larga  lista  de  otros  que  han 
tratado  tan  solo,  los  unos  de  los  venenos  vegetales,  otros  de  los  animales, 
y otros  de  los  minerales. 

Según  aparece  en  la  noticia  bibliográfica  de  Orfila , hay  89  de  los  pri- 
meros , 11  de  los  segundos  y 29  de  los  últimos. 

Aun  cuando  aparezcan  como  escritores  de  los  venenos  de  un  solo  reino, 
tampoco  tratan  de  todos  los  comprendidos  en  él.  Háylos , como  Faber, 
que  solo  hablan  de  los  solanos  y estríenos;  de  la  cicuta  acuática,  como 
Wepper;  del  cólchico,  como  Yedelicis ;' del  laurel  cerezo,  como  Yalerus, 
Spandan  de  Cellilea  y Schaub ; del  rux  toxicodendrum,  como  Aldersom  ; del 
ranúnculo,  como  Krapf;  de  la  cicuta,  acónito,  pulsatila,  graciola,  díctamo, 
estramonio , beleño,  cólchico , etc. , como  Spalowski;  de  la  belladona, 
como  Runge;  de  los  hongos  venenosos,  como  Archerson  y Roques,  etc. 

Otros  hay  que  solo  tratan  de  las  plantas  de  un  punto  determinado , 
como  Yicat,  que  habla  de  las  de  Suiza;  como  Bulliard,  de  las  de  Fran- 
cia ; Wiimer,  de  las  de  la  Gran  Bretaña ; Boemager,  de  los  de  Duisburgo; 
Muller,  de  las  de  la  Germania  , etc. 

Lo  mismo  podemos  decir  de  los  comprendidos  entre  los  que  tratan  de 
los  animales  ponzoñosos.  Severino  se  limita  á la  víbora  Pythia , vipe- 
ra  naf.,  etc. ; Chabas,  á la  víbora  ; Senguereius,  al  basilisco;  Amoureux, 
hijo,  á los  insectos  de  la  Francia:  Berthollot  solo  trata  de  los  animales 
ponzoñosos  de  esta  nación;  Spielman,  de  los  de  Alsacia. 

Por  último  , lo  mismo  sucede  respecto  de  los  contenidos  en  el  catálogo 
de  los  que  han  hablado  de  las  sustancias  minerales.  Si  Tischerus,  ChoV 
ley,  Wimber,  etc. , solo  hablan  de  los  preparados  de  plomo , Alonnet 
Bograan , Regnault , Jeger  y otros  lo  hacen  de  los  de  arsénico;  Tartra! 
del  ácido  nítrico. 

El  arsénico , sin  embargo,  se  lleva  la  preferencia ; porque  ha  sido  una 
especie  de  moda  en  estos  últimos  tiempos  tratar  de  ese  veneno , y no  hay 
obra  de  medicina  legal,  ni  de  toxicología , en  la  que  no  ocupe  el  arsénico 
^1  autor-de  una  manera  mas  extensa  que  los  demás  venenos.  El  aparato 
de  Mariis  para  descubrirle  ha  ocupado  la  atención  de  todos,  y casi  no  hay 
un  autor  qué  no  le  haya  modificado.  ^ * 


- 33  - 

XIII.— Tiempos  actuales. 

A pesar  de  tantos  autores  que  han  tratado  de  los  venenos,  Orilla  ha 
campeado  como  el  jefe  de  la  toxicología  moderna,  como  el  fundador,  el 
creador  de  su  parte  química  y experimentalista , y su  grande  obra  ha 
eclipsado  todas  las  demás ; cuatro  ediciones  ha  tenido , y no  se  olvidará 
tan  fácilmente. 

Anglada  hizo  un  esfuerzo  para  dar  á la  toxicología  una  parle  que  falta 
en  la  obra  de  Orilla , pues  general  ó sintético  no  lo  es  su  tratado  , como 
lo  diremos  luego  ; pero  la  obra  del  filósofo  de  Montpeller  no  ha  sido  tan 
atendida  como  debía , no  por  su  doctrina  y sistema , sino  por  su  ten- 
dencia. 

En  estos  últimos  tiempos  Galtier,  ha  publicado  una  Toxicología  general, 
como  introducción  al  estudio  de  los  venenos,  y complemento  de  su  Tra- 
tado de  Toxicología  médica  , química  y legal , que  solo  trata  de  cada  veneno 
en  particular,  bajo  el  punto  de  vista  químico , médico  y legal , formando 
una  colección  de  monografías  loxice lógicas;  cuya  obra,  unida  á aquella 
introducción  ó complemento  , puede  considerarse  como  la  mas  moderna  y 
acabada  que  se  ha  publicado  en  Francia. 

Si  nos  es  lícito  contarnos  entre  esos  autores , nuestro  Compendio  de 
Toxicología,  publicado  por  primera  vez  en  1846,  es  anterior  á la  obra 
de  Galtier,  y por  lo  mismo  podemos  aspirar  á la  prioridad , en  la  reali- 
zación de  la  idea  de  reunir,  en  una  misma  obra,  el  estudio  especial  de  los 
venenos  que  hizo  ürfila,  al  general  ó de  la  intoxicación  que  esbozó  An- 
glada , puesto  que  ya  lo  ejecutamos  al  dar  la  segunda  edición  de  nuestro 
Tratado  dr  Medicina  legal  , del  cual  separamos  el  capítulo  relativo  á la 
muerte  por  envenenamiento , para  convertirle  en  un  tratado  de  la  Intoxi- 
cación y de  las  sustancias  que  la  producen. 

En  1860 , en  el  vecino  reino  de  Portugal , el  ilustrado  profesor  de  me- 
dicina legal  é higiene  pública  de  la  Universidad  de  Coimbra,  D.  José 
Ferreira  de  Macedo  Pinto,  dió  á luz  una  Toxicología  judicial  y legislativa , 
dividida  en  dos  partes : una  que  comprende  la  toxicología  general , y 
otra  destinada  á la  particular  ó especial.  Tanto  en  esta  estructura,  como 
en  las  partes  que  da  á la  toxicología  general , nos  ha  parecido  seguir  una 
marcha  muy  semejante  á la  de  nuestro  Compendio  , lo  cual  nos  sirve  de 
satisfacción , así  como  nos  la  produce,  el  ver  que  adopta  gran  parte  de 
nuestros  pensamientos,  si  bien  difiere  en  el  modo  de  ver  ciertas  cuestio- 
nes , y no  pertenece  á nuestra  escuela.  En  la  particular  estudia  los  vene- 
nos á la  manera  de  Devergie,  pero  dando  á las  clases  denominaciones 
suyas. 

Fuera  de  esas  tres  obras  , no  conocemos  ninguna  que  abrace  á la  vez 
el  estudio  general  y particular  de  la  toxicología. 

Ambrosio  Tardieu  , cuya  fecunda  pluma  llena  á menudo  las  páginas  de 
los  Anales  de  Higiene  pública  y Medicina  legal , ha  escrito  dos  artículos  con 
el  título  de  Estudio  médico-legal  sobre  el  envenenamiento , anunciando  que 
formarán  parte  de  una  obra,  la  que  abrazará  además  el  estudio  especial 
de  diversos  envenenamientos. 

Esta  obra,  al  parecer,  tiende  á llevar  á efecto  la  misión  del  estudio  de 
la  intoxicación  y de  los  venenos ; mas  ni  lo  que  hemos  visto,  ni  lo  que  se 
anuncia,  consiente  considerarla  como  un  tratado  de  toxicología  general 
y particular,  lo  cual,  por  otra  parte,  no  entrará  en  la  idea  de  su  autor, 
puesto  que  niega  á la  toxicología  el  carácter  de  ciencia  , y para  volver  al 
toxicología. — 3 


- 34  - 

buen  camino  á los  que,  creyéndola  cuerpo  científico,  se  hablan  extraviado , 
ha  escrito  dichos  artículos , y se  propone  publicar  los  demás  que  nos 
indios 

A las  obras  de  toxicología , tan  escasas  en  número , de  que  acabamos 
de  hablar,  como  producto" de  estos  últimos  tiempos,  pedemos  añadir  la 
parte  que*  destinan  , mas  que  al  envenenamiento,  á los  venenos  las  obras 
de  medicina  legal  modernas.  Orilla,  Devergie  , Fabre,  en  el  tomo  XY  de 
su  Biblioteca  del  médico  práctico  , Casper,  Lazzaretti , Briand  y Chaudé 
tratan,  en  su  obra  respectiva,  de  la  muerte  producida  por  venenos,  y 
bien  puede  asegurarse  que,  fuera  de  algunas  generalidades  , en  que  en- 
tran antes  de  hablar  de  cada  veneno  , su  tarea  principal  es  el  estudio  ana- 
lítico, particular,  de  cada  sustancia  venenosa.  ÍSinguno  se  ocupa  en  el  es- 
tudio completo  de  la  intoxicación,  bajo  todos  sus  puntos  de  vista.  Usur- 
pan á la  toxicología  su  materia  propia,  involucrando  su  estudio  incom- 
pleto con  el  de  las  cuestiones  de  la  medicina  legal,  y descuidan  lo  que 
es  propio  de  esta  ; esto  es,  partiendo  de  los  conocimientos  lexicológicos, 
que  ya  deben  suponerse  sabidos  ó estudiados,  como  se  suponen  estudia- 
dos y sabidos  Jos  de  tísica,  química,  historia  natural  . anatomía,  fisiolo- 
gía , patología , etc.,  establecer  el  criterio  que  debe  guiarnos  en  la  reso- 
lución de  las  cuestiones,  que  provoca  un  caso  práctico  de  muerte  por 
envenenamiento.  Fsto,  que  es  lo  propio  de  la  medicina  legal , está  gene- 
ralmente descuidado,  ó por  lo  menos,  al  paso  que  emplean  largas  pági- 
nas en  el  estudio  particular  de  cada  veneno,  apenas  dedican  media  doce- 
na á las  reglas  lilosóticas,  que  deben  seguirse,  para  afirmar  ó negar  que 
haya  habido  envenenamiento. 

Briand  y Chaudé  hacen  todavía  más.  Con  el  título  de  Química  legal, 
no  solo  comprenden  en  ella  los  procedimientos  químico-analíticos  de  las 
manchas  de  sangre,  esperma,  materia  cerebral,  etc.,  sino  que  tratan 
en  la  misma  de  las  análisis  químicas  de  los  venenos  y sustancias  enve- 
nenadas. Lis  decir,  que  descartan  de  la  medicina  legal  esa  parte  de  la 
toxicología  , y en  lugar  de  referit la  á su  verdadera  ciencia,  la  relegan  á 
lo  que  llaman  Química  legal,  sin  ningún  fundamento  sólido,  y como  si 
fuera  su  idea  suponer  que  esa  tarea  analítico-química  no  corresponde  al 
médico-forense,  opinión  que  parece  ser  también  la  de  Tardieu,  y la  de 
los  tribunales  acostumbrados  á llamar  por  rutina  y vicios  de  la  enseñanza, 
en  casos  de  análisis  químicas,  á los  farmacéuticos, "'como  peritos  natos,  en 
toda  cuestión  que  exija  dichas  análisis. 

Autores  que  han  escrito  sobre  algunos  venenos  en  particular,  ó sobre  de- 
terminados puntos,  relativos  al  envenenamiento,  los  hay  en  considerable 
número.  Desde  18110  hay  muchos  que  van  ofreciendo  materiales  importan- 
tes y luminosos  á la  ciencia.  Si  son  pocos  los  que  reúnen  esos  materiales 
dispersos  en  monografías,  opúsculos,  memorias,  ó artículos  de  periódi- 
cos científicos,  para  escribir  un  tratado  completo  que  abarque  toda  la 
ciencia  y de  una  manera  didáctica ; en  cambio,  son  innumerables  los 
que  se  dan  al  estudio  especial,  particular,  de  venenos  determinados,  ó 
de  grupos  de  ellos,  ora  haciendo  experimentos  en  los  animales,  ora  re- 
cogiendo los  casos  clínicos,  ó publicando  los  dictámenes  á que  estos  dan 
lugar,  ora  , en  fin  . tratando  de  resolver  ciertos  puntos  de  la  fisiología 
de  la  intoxicación  ; de  perfeccionar  los  cuadros  sintomáticos  y aclaracTo- 

deSesmfómarn,’iífl«  ?f'CaS;  estudifr  contravenenos  y planes  curativos 

bles  cosmétffn!  lóSlg0S;  de  señalar  los  peligros  de  ciertos  comesti- 
bles, cosméticos,  emanaciones,  etc.,  ó ideando  medios  nuevos  de  in- 


- 85  - 

Vestígacíon  de  lasTsustancias  venenosas  en  el  cadáver  y materias  enve- 
nenadas, ó perfeccionando  los  procederes  experimentales,  y en  especial 
la  ligadura  del  esófago. 

Diríase  que  se  han  repartido  el  trabajo ; y que  los  unos  se  consagran 
al  estudio  de  una  cosa;  otros  al  de  otra,  y que  juntos  impulsan  la  cien- 
cia hácia  el  progreso,  y la  perfeccionan ; tanto  para  librar  á la  especie  hu- 
mana de  las  intoxicaciones  involuntarias  y disminuir  las  intencionadas, 
como  para  socorrer  á ios  desdichados , cuya  vida  está  amenazada  por  un 
tósigo  , ó suministrar  á la  administración  de  justicia  los  medios  de  prue- 
ba pericial  de  la  existencia  de  un  homicidio  perpetrado  por  medio  de  uno 
ó más  venenos. 

Los  Anales  de  Higiene  pública  y Medicina  legal . que,  desde  1829,  vienen 
dando,  cada  tres  meses,  un  cuaderno  ó dos  tomos  por  año,  son  á menudo 
el  teatro  escogido  para  la  publicación  de  esos  trabajos  individuales,  de- 
bidos á tantos'hábiles  obreros,  que  contribuyen  al  levantamiento  del  edi- 
ficio. * 

En  los  cincuenta  tomos  de  que  se  compone  la  primera  serie,  casi  no  hay 
sustancia  venenosa , de  la  que  no  se  haya  publicado  algún  caso  práctico 
ó algún  ensayo  experimental,  ó memoria  práctico- teórica;  sobresaliendo, 
en  cuanto  al  número  de  casos  , el  ácido  arsenioso  ú otros  preparados  ar- 
senicales;  así  como  se  nota  escasez  en  el  envenenamiento  por  sustancias 
orgánicas,  y en  especial  por  las  alcaloideas.  En  esos  volúmenes  se  ven 
también,  ya  estadísticas  sobre  los  envenenadores,  ya  memorias  sobre  las 
intoxicaciones  involuntarias,  y los  medios  de  prevenirlas  y de  disminuir 
el  número  de  los  intencionados  ó criminales. 

En  los  tomos  que  van  publicados  de  la  segunda  séne , sucede  lo  pro- 
pio. A vueltas  de  nuevos  casos  de  envenenamientos,  por  diferentes  sus- 
tancias , figuran  los  ruidosos  ejecutados  en  Inglaterra  y Francia  en  estos 
últimos  tiempos  por  medio  del  alcalóides,  como  el  del  doctor  Palmer,  el 
del  doctor  Prischard  , y el  del  doctor  Couty  de  la  Pommerais;  vénse  nue- 
vos procedimientos  para  descubrir  esos  alcalóides , entre  ellos  la  diálisis ; 
estudios  mas  extensos  y luminosos  sobre  el  fósforo  y sobre  el  alcoholis- 
mo; memorias  sobre  los  trichinos  y trichinosis,  que  tantos  puntos  de  con- 
tacto tienen  con  una  intoxicación  y con  la  cual  se  confundían , antes  del 
descubrimiento  de  esos  parásitos  del  cerdo  y otros  animales;  los  ensayos 
sóbrela  experimentación  fisiológica,  y otros  muchos  trabajos  especiales 
que  seria  prolijo  enumerar. 

Respecto  de  los  escritores  que  firman  esos  artículos,  memorias  y ca- 
sos clínicos  ó informes,  son  tantos,  que  se  h aria  fatigoso  nombrarlos; 
basta  saber  que  son  losOrfila,  los  Barruel,  los  Marc,  los  Gaultier  de 
Claubry  , los  Persoz , los  Chevalier,  los  Boutigny , los  Bois  de  Lourry, 
los  Devergie,  los  Lassaigne,  los  Tardieu,  los  Roussin , los  Reved , los 
Bofanli , los  Gallard  , y otros  muchos  mas  ó menos  conocidos  en  el  cam- 
po de  la  ciencia. 

Además  de  los  Anales  de  Higiene  pública  y Medicina  legal,  hay  otras  pu- 
blicaciones periódicas  de  mas  ó menos  tiempo  de  fundación , en  cuyas 
hojas  se  inserían  cuantas  nociones  y hechos  contribuyen  mas  ó menos 
directamente  á enriquecer  los  dominios  de  la  toxicología.  Tales  son  el 
Boletín  y los  Anales  de  terapéutica , la  Revista  farmacéutica , el  Diario  de 
química  y toxicología  , el  Anuario  farmacéutico  de  Reveil,  y otros  periódicos 
de  Francia,  Inglaterra  , Alemania,  Italia  y España,  en  especial  la  España 
médica,  el  Siglo  médico,  el  Pabellón  médico  y el  Génio  quirúrgico . en  cuyas 


— 36  - 

/■ninmnfls  ^ da  á menudo  noticia  de  ciertos  hechos  é innovaciones  relati- 
tatSri5¿tíTy  * los  venenos,  ya  tornados  del  extranjero,  ja  re- 

C°EnjnMlm  í nidico  ha  dado  á luz  varios  artículos  sobre  el  criterio  que 
dphe  guiarnos  en  un  caso  práctico  de  envenenamiento  , escritos  por  el 
aventajado  doctor  D.  Teodoro  Yañez,  ayudante  de  la  cátedra  de  me- 
dicina Je°al  y toxicología  de  la  Universidad  central  y catedrático  de 
estas  cieifcias , de  Granada , cuyo  destino  renunció.  En  esos  escritos  bri- 
lla la  verdadera  doctrina,  y el  autor  revela  sus  especiales  conocimientos 
en  esos  ramos  tan  poco  cultivados  entre  nosotros. 

Este  mismo  doctor,  en  el  Congreso  médico  español  de  1864 , expuso 
verbalmente  una  modificación  importante  del  método  de  Stas,  para  el 
análisis  de  los  alcaloideos;  en  las  actas  de  dicho  Congreso  se  ha  impreso 
esa  modificación  , como  los  demás  trabajos  de  los  que  leyeron  ó hablaron 
en  las  cuatro  sesiones  del  mismo. 

El  laborioso  y entendido  doctor  D.  Esteban  Sánchez  de  Ocana  , profe- 
sor clínico  de  la  facultad  de  medicina  de  la  Universidad  central , ha  te- 
nido la  feliz  idea  de  publicar  un  Anuario  de  Medicina  y Cirugía  prácticas, 
resúmen  de  los  trabajos  prácticos  mas  importantes  que  se  han  hecho  en 
todos  los  ramos,  durante  el  año  inmediato.  Esta  interesante  y útilísima 
obra,  archivo  verdadero  del  movimiento  de  la  ciencia,  no  descuida  los 
hechos  relativos  á la  Toxicología.  lié  aquí  los  artículos  consignados  en 
los  dos  volúmenes  que  ya  han  visto  la  luz  pública  desde  1864.  En  el 
primero,  resúmen  de  lo  relativo  al  año  1863,  se  ve  un  escrito  del 
doctor  Lunel,  sobre  el  absintismo  y sus  efectos  en  la  economía;  los 
experimentos  de  AJ.  llieu-dcr-Hoff,  análogos  á los  de  M.  Blondlot,  so- 
bre el  uso  de  los  cuerpos  crasos , como  contraveneno  de  la  estricnina; 
una  nota  de  1).  José  Canudas,  farmacéutico  de  Barcelona,  sobre  la 
administración  de  la  magnesia  calcinada  diluida  en  aceite,  como  contra- 
veneno del  ácido  clorhídrico,  y su  modo  de  obrar;  los  experimen- 
tos hechos  por  M.  Kurzak,  en  perros  y conejos,  probando  que  el  ta- 
nino  es  un  buen  contraveneno  de  la  estricnina;  la  curación  de  un  en- 
venenamiento , por  este  aicalóide  , publicada  por  el  doctor  Leach ; 
un  caso  de  envenenamiento  por  la  asociación  del  yoduro  ¿le  hierro 
.y  las  almendras  amargas,  publicado  por  AI.  Toscan ; la  fórmula  del 
doctor  Baresi , para  combatir  la  intoxicación  por  el  fósforo ; una  obser- 
vación del  doctor  Ilarley  sobre  los  buenos  efectos  de  las  afusiones  frías 
en  la  intoxicación  por  los  narcóticos;  un  caso  de  envenenamiento  por 
la  raíz  del  arum  coladium , por  AI.  Chairon ; ios  buenos  resultados  de  las 
lavativas  de  calé  en  la  intoxicación  por  las  setas,  según  dos  casos  prác- 
ticos recientes,  uno  asistido  por  el  doctor  O’Connor,  y otro  por  el  doctor 
Humbert;  un  caso  de  intoxicación  por  el  upas  tiuté,  acaecido  en  un 
sugeto,  que  quiso  ensayarle  en  sí  mismo,  y curado  por  el  doctor  Ferichs 
con  láudano  líquido ; un  artículo  sobre  la  esteatosis  del  hígado  en  la  in- 
toxicación por  el  fósforo,  indicada  por  primera  vez  en  1860  , por  el  doc- 
tor Yon  llaufi,  confirmada  por  Koch , Chile  y Eewm,  mas  tarde  por  Uoo- 
kitansky  y \\anderlich,  quien , en  1863,  publicó  un  trabajo,  probando 
que  puede  desarrollársela  degeneración grasienta  del  hígado  espontánea- 
mente, y llamándola  ictericia  perniciosa  loxieoídea  , y últimamente  por 

rnvpnpnn°HnerVado  por  61  doclür  Lancei'eaux,  en  un  joven  del  Hotel-Í)ieu, 

® íJ 3«?í  dl °.por,u?a  Pasla  fosfórica,  al  cual  hizo  la  autópsia  H.  flalíy; 
y a einona  de  los  distinguidos  internos  de  ios  hospitales  de  París. 


- 37  - 

M.  Fritz , recien  arrebatado  á la  ciencia,  L.  Ranviery  J.  Verliac;  las  ob- 
servaciones de  M.  Grenhow  sobre  los  efectos  que  experimentan  los  fun- 
didores de  latón , debidos  á los  vapores  del  zinc  ; varios  casos  de  intoxi- 
cación por  la  belladona  , recogidos  por  el  doctor  López  de  Mobita,  Lee, 
Macnamaray,  Behier,  y tratados  por  el  láudano,  que  comprueban  el  an- 
tagonismo de  dicha  sustancia  y el  opio ; las  observaciones  de  M.  Mer- 
rich,  sobre  los  efectos  tóxicos  del  nitrato  de  glicerina , ó glinoina;  un  caso 
observado  por  el  doctor  Tohmson  de  Baltimore,  sobre  los  buenos  efec- 
tos de  la  administración  de  bolos  compuestos  de  hojas  delgadas  de  oro  y 
una  dracma  de  polvos  de  hierro  reducido  por  el  hidrógeno;  y una  nota  de 
M.  Lanuy  sobre  las  propiedades  tóxicas  del  nuevo  metal  llamado  talio. 

El  señor  Sánchez  Ocaña  ha  prometido  publicar  dentro  de  poco  el  tomo 
perteneciente  al  año  1864.  En  su  defecto  podremos  hacer  mención  de 
los  hechos  correspondientes  á ese  año,  tomando  de  la  Revista  farmacéuti- 
ca, publicación  que  dirige  el  mismo  profesor,  los  hechos  y escritos  si- 
guientes ; «Sobre  un  nuevo  reactivo  del  ácido  nítrico,  el  ácido  sulfo- 
fénico;  sobre  la  aconitina , nuevo  alcalóide  del  acónito ; los  efectos  fisio- 
lógicos de  la  aconitina,  por  Hottot,  Boudet  y Gubler;  estudios  sobre  la 
digitalina  soluble  é insoluble,  y sus  caracteres  diferenciales,  por  Ho- 
molle , Lefort , Goethals  y Grandeau ; propiedades  de  la  lobelia  Ínflala, 
por  Barailler;  estudios  sobre  la  narceina,  alcalóide  del  opio,  por  Bou- 
chardat;  experimentos  sobre  el  opio  y sus  alcalóides,  por  Cl.  Bernard; 
sobre  el  sulfuro  de  plomo  como  decolorante  de  los  ácidos  orgánicos,  por 
Grager;  un  escrito  de  M.  Cuzent,  probando  que  el  bicromato  de  potasa 
mezclado  con  ácido  sulfúrico  concentrado  no  sirve  para  distinguir  los  al- 
calóides, como  lo  proponía  Márquez,  en  su  Sinopsis  general  de  los  venenos; 
sobre  las  reacciones  características  de  algunos  alcalóides  venenosos,  por 
A.  Cossa,  de  Pavía,  A.  Carpené,  y la  preferencia  que  debe  darse  como  re- 
activo al  yoduro  doble  de  mercurio  y de  potasio  sobre  el  ácido  fosfo-molíb- 
dico,  preconizado  por  Sonnencheim  ; un  artículo  de  Grandeau,  sobre  la 
aplicación  de  la  diálisis  á los  alcalóides  venenosos,  y una  nueva  reacción 
de  la  digitalina;  la  análisis  toxicológica  y dosificación  del  antimonio,  por 
Blondlot;  el  procedimiento  para  descubrir  y dosificar  el  arsénico,  por 
Zenger;  los  accidentes  que  determinan  los  cromatos  en  los  obreros  de  la 
fabricación  de  estas  sales,  por  Hillairet ; los  experimentos  toxicológicos, 
por  medio  de  la  diálisis,  por  Casares;  otro  escrito  sobre  la  separación  de 
la  digitalina,  mediante  la  diálisis  , por  Lefort;  sobre  el  envenenamiento 
por  la  anilina,  por  Lethebv;  de  la  cloridina  , la  estricnina,  curado  con 
el  cloroformo ; el  haba  del  Calabar,  por  Baker  Edwards ; otro  por  las 
hojas  del  tabaco,  aplicado  al  exterior,  por  Namías  y Gallavardin;  otro 
por  la  cauterización  con  el  nitrato  ácido  de  mercurio , por  Vidad ; el  co- 
lectivo por  el  sulfato  de  cobre  formado  en  los  fumívoros  de  un  taller; 
sobre  la  esencia  de  ajenjos  y su  acción  tóxica  diferente  de  la  intoxicación 
alcohólica  simple,  por  Mareé  Decaisne ; y un  nuevo  proceder  de  M.  Mi- 
llón para  la  destrucción  de  las  materias  orgánicas  y aislar  la  parte  mi- 
neral.» 

En  el  tomo  III  del  Anuario  del  señor  Ocaña  se  lee : «La  memoria  de 
M.  Ollivier  sobre  sus  experimentos  en  animales  sometidos  á las  emana- 
ciones del  albayalde,  produciéndoles  la  albuminuria  saturnina ; la  del 
doctor  Lancereaux,  sobre  las  alteraciones  orgánicas  producidas  por  el 
abuso  de  las  bebidas  alcohólicas;  las  observaciones  de  M.  Tardieu,  so- 
bre la  alteración  gránulo-adiposa  del  epitelio  de  las  glándulas  del  estó- 


- 38  - 


maso  en  un  caso  de  envenenamiento  por  el  fósforo , observado  por  los 
doctores  Cornil  y Bergeron ; una  memoria  del  doctor  Reved  , sobre  la 
diálisis  v sus  aplicaciones  toxicológicas , y el  uso  del  yoduro  de  mer- 
curio v de  potasio,  para  el  descubrimiento  de  los  álcalis  orgánicos;  un 
caso  de  envenenamiento  mortal  por  el  uso  endérmico  de  la  atropi- 
na publicado  por  el  doctor  Ploss,  de  Leipzig;  otro  á consecuencia 
de  una  invección  epidérmica  del  sulfato  neutro  de  atropina,  obser- 
vado por  el  doctor  Delaye;  otro  por  la  digitalina,  recogido  por  el  doc- 
tor Dubue  ; otro  publicado  por  el  doctor  Smith,  por  el  opio,  curado  por 
la  faradizacion  ; otro  publicado  por  el  malogrado  doctor  Querejazu  , mé- 
dico forense  de  Madrid  , sobre  un  sugelo  que  se  tomó  diez  granos  de 
extracto  gomoso  de  opio,  y se  hizo  practicar  en  seguida  dos  sangrías  de 
brazo,  de  cuatro  onzas  cada  una  , sobreviviendo  á esos  medios  de  suici- 
dio; otro  por  el  tártaro  emético,  sin  lesiones  anatómicas,  en  las  señoras 
Prifchard  y Taylor  ; otro  por  el  sulfocianuro  de  mercurio  ó la  serpiente 
de  Faraón,  publicado  por  el  doctor  Peter;  el  escrito  del  docto!1  Pelikan, 
de  San  Petersburgo,  sobre  el  nuevo  veneno  del  corazón , llamado  Inea  ú 
onage , empleado  en  Gavon  (Africa)  para  envenenar  las  flechas  de  los  ca- 
zadores de  elefantes;  las  observaciones  recientes  de  M.  Chevalier,  sobre 
la  intoxicación , por  las  emanaciones  de  las  flores  y las  frutas;  las  del 
doctor  Guibout , sobre  los  buenos  efectos  de  la  flor  de  azufre  contra  la 
intoxicación  saturnina ; los  de  M.  Blondeau  . sobre  el  antagonismo  del 


opio  y la  belladona,  y la  memoria  del  doctor  Camus,  acerca  de  la  exage- 
rada importancia  que  se  da  á ese  antagonismo,  y,  por  último,  las  inves- 
tigaciones del  doctor  Klebs,  sobre  la  intoxicación  por  el  ácido  de  car- 
bono, y el  modo  de  combatirla.» 

Todos  esos  trabajos  que,  á propósito  hemos  particularizado,  están  to- 
mados de  diferentes  periódicos , y son  una  comprobación  de  lo  que  lleva- 
naos  dicho  sobre  el  reparto  del  trabajo  y la  tarea  individual,  cuyo  con- 
junto constituye  la  gran  masa  de  hechos  que  la  ciencia  recoge,  como  ma- 
teriales, para  la  formación  de  tratados,  que  resumen  el  estado  actual  de  la 
Toxicología.  Otro  tanto  veríamos  en  los  años  anteriores , si  á imitación 
del  señor  Sánchez  Ocaña,  fuéramos  examinando  uno  por  uno  los  núme- 
ros de  los  periódicos  mencionados,  desde  su  fundación  á nuestros  dias. 

Otros  autores,  no  contentos  con  publicar  en  los  periódicos  científicos 
sus  trabajos,  los  dan  antes  ó después  á luz  en  obras  aparte,  mas  ó me- 
nos voluminosas.  Entre  ellos  citarémos  particularmente  á algunos,  por  la 
importancia  ó transcendencia  de  sus  escritos. 

M.  Eduardo  Robín , distinguido  químico,  y profesor  que  ha  sido  de  la 
escuela  práctica  de  Paris,  ha  publicado  en  1852  un  opúsculo  sobre  la 
acción  de  los  anestésicos,  en  cuyas  breves  páginas  hay  toda  una  doc- 
trina capaz,  ya  que  no  de  hacer  una  revolución  en  la  fisiología  de  la  in- 
toxicación , muy  luminosa  para  concebir  el  modo  de  obrar  de  muchísi- 
mos venenos.  Robín  tiende  á probar  que  los  anestésicos  obran , no  sobre 
los  nervios , ni  sobre  la  sangre,  sino  sobre  el  oxígeno  respirado,  absor- 
biéndole é impidiendo  la  hematosis,  por  lo  cual  quitan  la  vida  al  que 
goza  de  ella  , é impiden  ó retardan  la  putrefacción  del  que  la  ha  perdido. 
At  princip10  limitaba  ese  modo  de  obrar  al  éter  y al  cloroformo ; luego  le 
ex  endióá  todos  los  anestésicos,  y por  último  á todos  los  venenos. 

irk-?  10  > en  el  colegio  de  Francia,  dió  varias  lecciones,  las  que 

cVvilf1  1C  en  un  torao*  s°bre  los  efectos  de  las  sustancias  veneno- 
sa y medicamentosas.  Después  de  algunos  puntos  generales,  propios  de 


- 39  — 

la  fisiología  de  la  intoxicación , comp  la  definición  del  veneno,  la  locali- 
zación de  las  acciones  tóxicas,  la  acción  tóxica  en  general , penetración 
de  las  sustancias  tóxicas  en  la  economía  y su  eliminación , las  teorías 
mecánica,  física,  química  y vital,  para  explicar  la  acción  de  los  vene- 
nos; se  ocupa,  siempre  experimentalmente,  en  el  estudio  de  los  gases  tó- 
xicos, el  ozono,  el  óxido  de  carbono  y ácido  carbónico,  curare,  sulfocia- 
nuro  de  potasio,  estricnina,  etc.,  etc.  Es  por  lo  tanto  una  obra  incom- 
pleta, si  bien  luminosa  en  los  puntos  de  que  trata.  En  lo  sucesivo  ha  ido 
dando  lecciones  que  extienden  ese  estudio.  Hemos  hablado  antes  de  las 
que  dió  en  1864  , sobre  el  opio  y sus  alcaloideos. 

M.  Orfila,  sobrino  del  gran  Toxicólogo,  publicó,  en  1858,  un  opúsculo 
con  el  título  de  Lecciones  de  Toxicología , donde  trata  algunos  puntos  ge- 
nerales con  bastante  lucidez,  si  bien  son  demasiado  reducidos  para  po- 
der ser  ni  un  resúmen  de  la  Toxicología  general.  Cediendo  á la  influen- 
cia de  sus  dias,  el  estudio  del  arsénico  le  llamó  la  atención  de  un  modo 
principal,  y después  de  dichas  generalidades,  no  se  ocupa  mas  que  en 
el  arsénico. 

Mialhe , en  su  Química  aplicada  á la  Fisiología  y á la  Terapéutica  , y en 
todas  sus  obras  ha  generalizado  ideas  sobre  el  modo  de  obrar,  ó condu- 
cirse las  sustancias  venenosas  y medicamentosas,  puestas  en  contacto  con 
nuestros  sólidos  y líquidos,  que  son  de  una  grande  utilidad  para  el  estu- 
dio de  la  Toxicología  , y bien  puede  afirmarse  que  es  uno  de  los  escrito- 
res modernos , que  han  hecho  dar  á esa  ciencia  pasos  mas  adelantados  y 
seguros. 

El  profesor  Graham , de  Londres,  dando  á la  endósmosis  y ex  osmosis, 
ú omosis  de  Dutrochet,  el  nombre  de  diálisis , ha  publicado  sus  trabajos 
sobre  ese  nuevo  proceder  para  la  separación  de  las  sustancias  coloides  y 
cristaloides , al  través  de  una  membrana  de  pergamino  artificial,  con  la 
que  se  obtienen  aislados  los  alcalóides  de  las  sustancias  , con  las  cuales 
están  mezclados.  Siquiera  este  proceder,  como  verémos  á su  tiempo,  no 
dé  sus  resultados  completos  en  todos  los  casos,  puede,  sin  embargo, 
considerarse  también  como  un  progreso  en  la  ciencia  toxicológica , y 
como  uno  de  los  descubrimientos  mas  felices  de  estos  últimos  tiempos. 

L.  J.  Morel  ha  publicado,  en  1865,  un  libro  curioso  sobre  los  hongos, 
bajo  el  punto  de  vista  botánico,  alimenticio  y toxicológico,  que  no  deja 
de  tener  su  utilidad  , si  bien  dista  mucho  de  ser  tan  recomendable  y útil 
para  el  toxicólogo,  como  otro  trabajo  posterior , del  que  hablarémos 
luego. 

Con  el  título  de  Ostranomia , ostras  tóxicas  y ostras  comestibles,  M.  Fer- 
rand,  farmacéutico  de  Lyon,  ha  publicado  otro  opúsculo,  en  el  que  re- 
produce el  estudio  de  esos  moluscos,  bajo  el  punto  de  vista  higiénico  y 
toxicológico,  que  ya  habian  tratado  Chevallier  y Duchesne.en  los  Anales 
de  Higiene  pública  y Medicina  legal,  1.*  série  , tomo  XLY  (185o),  y M.  Cus- 
cut  de  Rochefort,  obra  citada,  2.a  série,  tomo  XIX  (1863).  Este  escrito 
es  interesante  en  alto  grado,  porque  expone  los  medios  de  distinguir  esos 
moluscos,  los  buenos  de  los  malos,  y evitar  las  intoxicaciones  frecuen- 
tes , debidas  al  cobre  que  contienen  , según  de  los  puntos  de  donde  pro- 
ceden las  ostras,  que  tanta  estima  tienen  entre  los  gastrónomos  de  todos 
los  países. 

El  doctor  A.  Helwig,  de  Maguncia , en  1864  ha  dado  á luz  una  obra 
importantísima,  titulada  El  Microscopio  en  Toxicología.  Contribuciones  al  diag- 
nóstico microscópico  y microquimico  de  los  principales  venenos  metálicos  y vege- 


— 40  — 

,aie.  „ara  uso  de  los  peritos  médico-legales  y farmacéuticos  Esta  obra  es 
importantísima,  no  tanto  para  descubrir  pequeñas  cantidades  de  venenos 
inorgánicos  ó minerales,  como  para  revelar  los  orgánicos,  y en  especial 
los  alcalóides , respecto  de  los  cuales  la  análisis  química  es  á veces  im- 
notente  Esa  aplicación  del  microscopio  es  un  verdadero  paso  hácia  el 
nro^resó  de  la  ciencia  ; y si  el  doctor  Helwig  no  se  hubiese  limitado  á las 
sustancias  puras,  sino  á las  mezclas  de  estos  con  los  humores  del  sugeto 
envenenado,  y hubiese  establecido  un  procedimiento  análogo  al  de  los 
químicos,  para  separar  de  esos  humores  los  elementos  venenosos,  y 
aplicar  los  reactivos;  todavía  fuera  mas  notable  la  ventaja  de  la  aplica- 
cíon  del  microscopio  á la  Toxicología. 

M.  Emilio  Boudier  ha  publicado,  en  1866  , una  memoria  premiada  por 
la  Academia  imperial  de  Medicina,  con  láminas  litografiadas,  titulada: 
De  los  hongos  bajo  el  punto  de  vista  de  sus  caracteres  usuales , químicos  y lexi- 
cológicos , que  si  no  tiene  la  trascendencia  de  Ja  obra  del  doctor  üelwig, 
se  da  mucho  la  mano  con  el  opúsculo  de  Ferrand,  en  cuanto  á arrojar 
luz  sobre  una  clase  de  comestibles  que  se  equivocan  con  frecuencia  con 
venenos  vegetales,  y causan  á menudo  lamentables  intoxicaciones  invo- 
luntarias, colectivas  ó de  familias  enteras.  Este  opúsculo  es  importantí- 
simo, porque , sobre  poner  bajo  su  verdadero  punto  de  vista  las  falsas 
ideas  que  se  tienen  sobre  los  caracteres  vulgares  para  distinguir  las  setas 
buenas  de  las  malas,  establece  las  verdaderas  diferencias,  y los  medios 
de  apreciarlas;  propone  procedimientos  analíticos  para  descubrir  los 
principios  venenosos  de  los  hongos  , y ofrece  á los  médicos-peritos,  ade- 
más de  todo  lo  relativo  á las  virtudes  de  dichos  vegetales,  á los  síntomas 
de  su  intoxicación,  y nociones  químicas  para  probar  un  envenenamiento 
por  esos  tósigos,  medios  microscópicos  para  reconocer  en  las  heces  del 
sugeto  los  elementos  botánicos  ó histológicos  de  dichas  sustancias,  con 
lo  cual  puede  suplirse  la  falta  de  resultados  analítico-químicos. 

Con  el  título  de  Aplicación  de  los  efectos  fisiológicos  al  estudio  de  los  vene- 
nos orgánicos , y en  especial  de  la  digitalina , los  doctores  ílilden  Fagge  y 
Tomás  Stenenton  han  publicado  en  Londres  (1865)  los  resultados  que 
han  obtenido  de  la  experimentación  fisiológica,  proponiéndose  confirmar 
ese  nuevo  medio  de  investigación  que  intentó  Marshall-Hall , respecto  de 
la  estricnina,  y que  Tardieu  y Roussin  han  tratado  de  preconizar  en  Fran- 
cia, y han  aplicado  ya  á diferentes  casos  prácticos,  entre  ellos  el  ruidoso 
del  doctor  Couty  de  Lapommerais.  Los  autores  del  escrito  que  nos  ocupa 
toman  el  animal,  la  rana,  como  un  reactivo,  y estudian  los  efectos  de 
las  sustancias  tóxicas  en  él,  para  deducir  que  el  tósigo  existe,  si  apli- 
cando al  animal  el  extracto  alcohólico  de  una  sustancia  procedente  del 
estómago  de  un  envenenado,  la  rana  presenta  dichos  efectos. 

Esos  ensayos  y trabajos  de  los  Marshall-Hall , Tardieu  , Roussin , Hil- 
den,  Fagge  y Tomás  Stenenton,  tienden  á rehabilitar,  bajo  otro  aspecto, 
a práctica  antigua  y empírica  anterior  á las  análisis  químicas,  de  dar  á 
los  animales  lo  vomitado  por  las  personas  creídas  envenenadas , y dotar  á 
la  ciencia  toxicológica  de  un  recurso  que,  á ser  eficaz,  seria  de  gran  pro- 
vecho para  la  práctica , en  los  casos  de  envenenamiento,  cuando"  las  aná- 
ísis  quíimcas  no  dieran  buen  resultado,  como  desgraciadamente  acon- 
e e con  frecuencia , si  se  trata  de  ciertos  álcalis  orgánicos. 

\?C n ré GSla ri.eseña  ’.Por  no  vóíverla  demasiado  extensa,  añadiendo 
? , ¿ . ceJW®  Publicado  en  los  Anales  de  Higiene  pública  y Medicina 
legal,  8.  séne,  tomo  XXV[,  una  notable  memoria,  que  principalmente 


- 41  - 

consiste  en  un  dictámen  dado  acérca  de  un  fcftsó  práctico,  en  el  que 
M.  Tardieu  y Roussin  habian  opinado  por  el  envenenamiento,  fundados 
en  los  resultados  obtenidos  por  medio  de  la  experimentación  fisiológica; 
dictámen  que  de  tal  manera  demuestra  lo  vago  de  los  juicios  periciales 
de  ese  caso,  que  el  tribunal  absolvió  al  acusado. 

Esa  memoria  es  el  principio  de  una  lucha  que  se  preve , y acaso  un 
medio  de  atajar  en  su  cuna  el  fácil  entusiasmo , con  que , entre  nuestros 
vecinos,  se  ha  empezado  á adoptar  la  experimentación  fisiológica,  desa- 
creditada por  la  experiencia , por  los  crasos  errores  á que  puede  condu- 
cir, como  en  su  lugar  lo  manifestaremos. 

De  todos  modos , este  es  el  acontecimiento  mas  trascendental  que  el 
estado  actual  de  la  ciencia  presenta;  es  la  única  verdadera  innovación 
que  tenemos  que  registrar  como  propia  de  estos  últimos  tiempos. 

No  quiero  concluir  esta  rápida  reseña , sin  decir  dos  palabras  sobre 
los  experimentos  hechos  por  Bouley  y Reynal , acerca  de  los  peligros  de 
la  ligadura  del  esófago  para  los  perros,  á los  que  se  aplica,  y los  errores 
en  que  pueden  incurrir  los  experimentadores  que  no  se  hacen  cargo  de 
ellos;  contra  la  opinión  de  Orfila,  que  la  consideraba  como  casi  insigni- 
ficante ó incapaz  de  dar  lugar  á esos  errores.  La  nota  que  dichos  fisió- 
logos presentaron  á la  Academia  de  Medicina  de  París,  en  1856  , hizo 
impresión  profunda , porque  parecía  invalidar  cuanto  había  consignado 
Orfila  en  su  grande  obra,  y se  nombró  una  comisión  , compuesta  de  los 
señores  Begin,  Bouley,  Jobert,  Larrey,  Regnault,  y Trousseau,  para  que 
examinaran  la  nota  y repitieran  los  experimentos  en  que  se  fundaba.  Otros 
experimentadores  remitieron  á la  Academia  sus  escritos,  como  los  L.  Or- 
fila, sobrino , los  Follín,  los  Colín  y los  Zsummowski,  y á los  dos  años, 
esto  es,  en  1858,  M.  Trousseau  leyó  un  dictámen,  del  que  daremos 
cuenta  en  su  lugar,  en  el  cuerpo  de  este  compendio , y que  promovió  un 
debate  de  tres  sesiones , en  el  cual  tomaron  parte  varios  académicos, 
siendo  el  dictámen  aprobado  en  todas  sus  partes,  con  una  modificación 
ligera.  Este  dictámen  ha  servido  de  aviso  á los  experimentadores,  para  ser 
mas  cautos  respecto  de  la  ligadura  del  esófago;  ha  perfeccionado  ese  me- 
dio de  experimentar  en  toxicología , y sin  poner  en  duda  ó inutilizar  la 
obra  de  Orfila-,  como  lo  han  supuesto  Devergie  y Tardieu,  ha  venido  á 
rectificar  algún  error  en  que  hubo  podido  incurrir  el  inventor  de  la  quí- 
mica de  la  intoxicación  y el  gran  propagador  de  la  experimentación  en 
los  animales.  Esta  es  toda  la'  trascendencia  que  ha  tenido  la  nota  de 
Bouley  y Reynal , que  algunos  habian  tomado  como  un  acontecimiento  de 
inmensos  resultados  retroactivos , creyendo  que  el  monumento  toxicoló- 
gico  del  siglo  se  iba  á desplomar  por  su  base. 

Aquí  debo  consignar  lo  mismo  que  he  consignado  respecto  de  la  ojeada 
histórica  al  envenenamiento,  bajo  el  aspecto  social.  No  pretendo  registrar 
todos  los  escritos,  todas  las  obras,  ni  todos  los  trabajos  relativos  á la  toxi  • 
cología  , que  han  visto  la  luz  pública,  de  treinta  años  á esta  parte.  No  es 
este  mi  propósito,  ni  podría  llevarle  á cabo,  ya  por  falta  de  tiempo,  ya 
por  falta  de  espacio.  Basta  lo  dicho  para  dar  una  idea  de  los  progresos 
déla  ciencia  toxicológica , de  la  grande  actividad  que  reina  en  nuestros 
dias  , y por  todas  partes,  para  enriquecerla  y perfeccionarla,  del  carácter 
de  su  estudio  actual , y del  estado  de  madurez  en  que  se  encuentran  ya 
muchos  de  sus  frutos,  para  poder  constituirla  en  los  términos  indicados, 


i 


— 42  — 

3UV . — Utilidad  y necesidad  de  la  toxlcologpa. 

Tal  es  la  historia  científica  de  la  toxicología,  trazada  á grandes  rasgos, 
la  que,  por  no  abultar  demasiado  esta  introducción  , no  hemos  especifi- 
cado más , bastando  lo  expuesto  para  llenar  el  fin  que  nos  hemos  pro- 
puesto en  ella. 

Quien  lea  con  detención  uno  y otro  aspecto  de  la  historia  del  envene- 
namiento, fácil  advertirá  las  relaciones  que  entre  los  dos  existen  , y cómo 
el  uno  explica  al  otro;  así  como  recordando  los  progresos  de  las  ciencias 
naturales,  yen  especial  de  la  química  y de  la  industria  , notará  cómo  la 
toxicología  ha  podido  llegar  á ser,  en  nuestros  dias,  una  ciencia  mas  vasta 
y mas  fundada  que  en  lo  antiguo,  en  la  edad  media  y principios  de  la 
moderna  , y cómo  el  empleo  de  las  sustancias  venenosas,  en  muchos  ra- 
mos industriales,  ha  debido  facilitar  el  suicidio  y el  homicidio  por  medio 
de  ellas. 

De  tal  manera  ha  progresado  la  toxicología  con  los  adelantos  de  las 
ciencias  naturales,  y en  especial  de  la  química,  que  las  obras  de  los  mo- 
dernos, además  de  contener  muchos  mas  venenos  que  las  de  los  antiguos, 
sobre  todo  respecto  de  los  artificiales  sacados  del  reino  mineral , y los 
alcalóides  y ácidos  del  vegetal  , han  transformado  la  ciencia  como  en  un 
ramo  de  la  química,  puesto  que  su  principal  objeto  y su  preferente  afan 
no  parece  ser  mas  que  establecer  los  caracteres  químicos  de  los  venenos 
buscando  reactivos,  y procurarse  medios  fáciles  y eficaces  de  revelarlos 
en  el  cuerpo  humano,  cuando  la  víctima  sucumbe  á la  mortífera  acción 
del  tósigo  que  ha  tomado. 

La  misma  parte  terapéutica  se  resiente  de  esa  tendencia,  pues  está  mas 
rica  de  ensayos  sobre  los  contravenenos,  que  de  planes  curativos  ; y si  no 
se  apela  mas  á ellos  , es  porque  falta  haberlos  descubierto. 

Algunos  autores  han  empezado  á comprender  que  la  toxicología  abraza 
mas  que  los  estudios  químicos  ; que  la  análisis  química  no  es  toda  la 
ciencia;  la  fisiología  , la  patología  , y sobre  todo  la  terapéutica  de  la  in- 
toxicación, van  siendo  mas  estudiadas,  y dia  ha  de  llegar  que  tengan 
tanta  ó mas  importancia  que  la  parte  química  ó analítica. 

Esta  especie  de  preferencia  que  se  ha  dado  á la  parte  química  de  la  to- 
xicologia  , y como  el  segundo  papel  que  desempeña  en  las  obras  de  los 
autores  la  terapéutica  , ha  hecho  que  los  progresos  de  la  ciencia  hayan 
aumentado,  conforme  ya  lo  llevamos  dicho,  el  número  de  venenos,  sines- 
tar  en  igual  aumento  el  de  los  contravenenos  ó antídotos,  lo  cual  ha  sido 
bastante  para  que  algunos  , resintiéndose  del  espíriu  que  animaba  á los 
antiguos,  hayan  manifestado  disgusto  y alarma  por  la  publicación  de 
tantos  escritos  sobre  sustancias  tóxicas  , creyendo  que  con  ellos  se  pro- 
duce mas  males  que  bienes  en  el  seno  de  la  sociedad  actual.  Nosotros  no 
participamos  de  estas  ideas  y temores. 

Esta  escasez  de  antídotos  y de  contravenenos  legitima  las  precauciones 
y temores  de  los  ÍTipócrates,  délos  Galeno,  de  los  Pareo,  Cesalpino,  Mor- 
gagni,  etc.,  quienes  desearon  que  se  anduviese  en  los  escritos  toxicoló- 
gicos  con  la  mayor  reserva,  en  punto  á designar  sustancias  venenosas, 
para  no  facilitar  á los  malvados  mas  medios  de  ejecutar  sus  inclinaciones 
perversas.  Dignas  son  , por  cierto,  las  precauciones  sobre  que  llaman  la 
atención  los  autores  que  he  citado.  No  cabe  la  menor  duda  que  en  los 
tratados  de  toxicología  puede  la  maldad  encontrar  los  medios  de  inmolar 
a un  infeliz  con  astucia  diabólica.  Mas , lejos  de  inclinar  á los  médicos  se- 


— 43  - 

inejantes  reflexiones , á ser  en  esta  materia  parcos,  reservados  y escrupu- 
losos , los  deben  conducir  á no  perdonar  medio  alguno  de  generalizar 
los  conocimientos  relativos  á los  venenos.  Los  criminales  no  necesitan  de 
tratados  toxicológicos  para  encontrar  venenos  , y saber  cómo  se  dan.  La 
historia  del  envenenamiento  lo  demuestra  con  evidencia.  El  conocimiento 
de  las  sustancias  dañinas  y de  la  facilidad  con  que  matan,  es  mucho  mas 
general  y esparcido  que  el  de  los  medios  abonados  para  destruir  su  acción 
mortífera.  A falta  de  otras  razones  , esta  bastaría  para  justificar  la  publi- 
cación de  un  tratado  extenso  de  toxicología. 

Cuanto  mas  se  vulgarice  el  conocimiento  de  las  sustancias  venenosas  y 
el  de  los  antídotos  ó contravenenos  que  se  les  puedan  oponer,  tantas  mas 
víctimas  dejarán  de  presentarse,  tantas  mas  se  salvarán.  Dotad  á los  fa- 
cultativos de  todas  las  noticias  correspondientes  á los  venenos,  y no  ha 
de  haber  un  envenenamiento  que  no  sea  combatido,  si  se  llega  á tiempo, 
y que  no  se  pruebe,  si  se  llega  tarde.  Pues  demostrar  un  envenenamiento, 
generalizar  la  idea  de  que  la  ciencia  tiene  medios  de  descubrirlos  todos, 
es  ya  un  gran  paso;  es  decir  á los  criminales:  Vuestra  alevosía  será  co- 
nocida; vuestro  crimen  deja  hupllas;  el  secreto,  con  el  cual  contabais,  es 
ilusorio.  El  dia  en  que  esta  convicción  esté  arraigada,  la  estadística  de 
los  envenenamientos  se  reducirá  casi  á cero. 

Añádase  á todo  eso  que,  conociéndose  más  las  sustancias  que  son  da- 
ñosas, no  hade  haber  tantos  envenenamientos  casuales,  y han  de  aca- 
bar para  siempre  una  porción  de  preocupaciones  de  que  están  las  gentes 
plagadas ; porque  , como  dice  perfectamente  el  ilustre  Feijóo,  el  vulgo 
cree  lo  que  le  dicen  los  que  no  son  vulgo.  Muchas  enfermedades  epidé- 
micas han  sido  atribuidas  al  envenenamiento  de  las  fuentes  públicas.  No 
hay  necesidad  de  probarlo  con  lo  que  dice  Hoffman  que  acaeció  en  el 
reinado  del  emperador  Cárlos  IV  en  Alemania;  porque  siempre  que  se 
presenta  una  de  esas  calamidades  pestilenciales,  las  explica  el  pueblo 
en  sus  primeras  impresiones  por  ese  medio.  Ya  hemos  visto  lo  que  Ies 
sucedió  en  Francia  á los  judíos,  en  1321.  En  París,  cuando  la  primera 
aparición  del  cólera,  se  divulgó  la  primera  preocupación.  Los  frailes  en 
Madrid  sufrieron  un  brusco  ataque  del  pueblo,  no  solo  por  los  motivos 
políticos  ; también  se  les  atribuyó  su  influencia  en  la  insalubridad  de  las 
aguas. 

En  una  epidemia  de  sarampión  que  hubo  en  1712  en  Paris,  murió 
madama  Enriqueta  y tres  Delfines,  hijos  y nietos  de  Luis  XIV.  La  voz 
pública  atribuyó  esta  muerte  á un  envenenamiento  dispuesto  por  el  du- 
que deOrleans,  después  regente  del  reino.  Lecretelle  dice  que,  «sin  los 
esfuerzos  del  superintendente  de  policía  , el  pueblo  le  hubiese  asesinado, 
al  pasar  el  acompañamiento  fúnebre  de  los  Delfines  por  delante  de  Ja  ha- 
bitación del  duque.» 

El  doctor  Rufz  ha  escrito,  en  los  Anale s de  Higiene  pública  y Medicina 
legal , una  excelente  memoria , demostrando  los  errores  generales  en  que 
se  está  sobre  el  envenenamiento  practicado  por  la  gente  de  color,  espe- 
cialmente en  la  Martinica  , á la  cual  se  atribuyen  venenos  y modos  de 
darlos  solo  propios  de  novelas. 

Los  tratados  de  toxicología , en  fin , ponen  de  manifiesto  la  poca  fé  que 
debe  darse  á los  venenos  ó envenenamientos  simpáticos  y de  sutilezas  fa- 
bulosas. Pasaron  ya  los  tiempos  do  Valentín  , en  los  que  podía  tratar  este 
autor  sériauaente  del  horrendo  beneficio  simpático,  y creer  que,  amasando  el 
pelo  de  un  sugeto  con  cera,  formando  una  figura  humana  y quemándola, 


- 44  - 

había  de  sufrir  la  persona  dolores  atrocísimos.  Pasaron  ya  los  tiempos  de 
Zacuto  Lusitano,  en  los  que  podía  reproducirse  el  cuento  de  Avicena  y 
Rufas  relativo  á la jóven  que,  nutrida  del  acónitos  napellus,  producía  so- 
bre cuantos  tenían  concúbito  con  ella  los  efectos  del  veneno  mas  activo.  Y 
tiempos  han  llegado  en  que  es  preciso  averiguar  si  puede  envenenarse  á 
una  persona , como  supuso  un  farsante,  que  se  trataba  de  hacerlo  con  ma- 
dama Pompidour,  por  medio  de  un  pomito  de  agua  de  olor;  como  se 
dice  de  Catalina  de  Médicis , con  respecto  al  príncipe  de  Condé,  por  me- 
dio de  la  fragancia  de  una  manzana  ; como  se  refiere  de  Parisatis  , un- 
tando con  el  veneno  un  solo  lado  del  cuchillo ; como  da  á entender  Mead, 
por  medio  de  un  irasco  de  licor  volátil  que,  atraído  por  la  corriente  de 
una  vela  encendida,  solo  se  hace  funesto  para  el  que  está  cerca  de  esta 
vela ; como  lo  sospechó,  en  fin,  Zachías  del  papa  Clemente  YII , el  cual 
fué  , según  su  autor,  envenenado  con  el  humo  que  exalaba  una  bugía, 
cuya 'mecha  estaba  empapada  de  una  sustancia  venenosa.  Los  adelanta- 
mientosque  la  toxicología  ha  hecho  con  los  auxilios  de  la  química,  per- 
miten al  toxicólogo  moderno  hacer  justicia  á todos  esos  envenenamientos 
novelescos. 

Urge,  pues,  si  de  todas  las  consideraciones  que  preceden  es  lícito  de- 
ducirlo , que  nos  esforcemos  todos  en  estudiar  la  ciencia  de  los  venenos, 
y generalizar  entre  nosotros  una  buena  doctrina  toxicológica , ilustrados 
por  la  cual  podamos  'reportar  á la  administración  de  la  justicia  los  mis- 
mos beneficios  que  le  reportamos,  con  respecto  á otros  ramos  de  la  me- 
dicina legal.  Cuanto  mas  descuidada  esté  entre  nosotros  esta  tarea  , tanto 
mas  debemos  redoblar  nuestro  ahinco  en  acometerla  y perfeccionarla. 
No  nos  desalienten  los  obstáculos ; no  enfrie  nuestro  entusiasmo  la  idea 
de  lo  poco  que  valgamos  todavía  en  este  género  de  estudios.  Con 
semejantes  sentimientos  no  se  avanza  , no  se  obra  ; se  cae  en  el  quietismo 
y en  la  indiferencia  ; no  se  sale  nunca  de  la  esterilidad.  Nuestra  patria 
es  acreedora  á otra  conducta ; ella  merece  también  que  los  faculta- 
tivos españoles  la  dotemos  de  esa  clase  de  estudios ; los  tribunales  nos  lo 
piden  en  nombre  de  la  justicia ; los  buenos  nos  lo  demandan  con  el  susto 
en  el  corazón  ; solo  los  malvados  , solo  los  asesinos  cobardes  y villanos 
pudieran  aconsejarnos  el  abandono  de  semejante  tarea. 

XV.-Cómo  debe  escribirse  y estudiarse  la  toxicolog-ía. 

Involuntariamente  acabo  de  indicar  los  motivos  que  me  impulsaron  á 
dar  este  Compendio  de  toxicología  general  y especial.  A ellos  y no  á 
otra  cosa  fué  debido  m i osado  empeño.  Si  no  salí  airoso  de  él  la  primera 
vez  que  lo  intenté,  si  tampoco  lo  salgo  ahora,  que  se  me  dispense , si- 
quiera en  gracia  de  las  intenciones  que  me  animan. 

Y puesto  que  hablo  ya  de  este  Compendio , natural  es  que  indique 
como  se  trata  en  él  la  ciencia,  ó lo  que  es  lo  mismo , que  exponga  cómo 

en  mi  concepto,  debe  estudiarse  la  toxicología. 

. C?nsecuente  con  lo  que  ya  llevo  apuntado  y con  mis  profundas  con- 
vicciones, desde  luego  afirmo  que  no  solo  debe  ocuparse  el  toxicólogo 
en  los  conocimientos  relativos  á cada  uno  de  los  venenos  de  que  tiene  hoy 
üia  noum,  conforme  lo  han  hecho  cuantos  han  tratado  de  ellos  con 
_naas  Repelones;  sino  también  en  la  dilucidación  de  todas  las  cuestiones 

J)Ue  . arroJar  alguna  luz  sobre  cualquiera  suerte  de  intoxicación  ó 
envenenamiento,  como  en  cierto  modo  lo  había  tentado  Devérgie,  y mas 


— rl8  - 

extensamente  Anglada  antes  que  yo,  y como  lo  han  hecho  después 
Galtier  en  Francia , y Ferreira  de  Macedo  Pinto  en  Portugal. 

Una  obra  en  la  que  solo  se  trate  de  los  venenos  en  particular,  ha  de 
ser,  en  mi  concepto,  viciosa,  por  mas  que  los  abrace  y explique  todos. 
Viciosa  seria  también  á su  vez  la  obra,  en  la  que  solamente  se  ocupase 
su  autor  en  resolver  problemas  generales  aplicados  á todo  envenena- 
miento. La  toxicología  pide  á un  tiempo  lo  general  y lo  particular;  la 
síntesis  y la  análisis.  Un  tratado  de  los  venenos  completa  el  del  envene- 
namiento; un  tratado  del  envenenamiento  completa  el  de  los  venenos. 

En  España  carecíamos  de  obras  de  esta  clase , y en  España  es  donde 
mas  se  necesitan.  La  Medicina  legal  de  Foderé , la  obrita  de  Vidal , la 
traducción  de  Plenck  por  Lavedan , etc. , era  lo  mas  consultado..  El  estu- 
dio de  los  venenos  ha  sido  poco  cultivado  entre  nosotros  ; porque  tam- 
poco lo  han  sido  á su  vez  las  ciencias  naturales  y físicas , absolutamente 
indispensables  para  conocer  perfectamente  las  sustancias  venenosas.  En 
el  estudio  del  envenenamiento  no  se  ha  ocupado  nadie  , cabiéndole  en 
esta  parte  á la  medicina  legal  el  mismo  olvido,  por  no  decir  mayor,  que 
se  advierte  en  las  demás  partes  de  este  interesante  cuerpo  de  doctrina. 
Las  traducciones  de  los  autores  toxicólogos  franceses  ó alemanes  no 
pueden  generalizar  mas  que  el  estudio  de  los  venenos;  porque,  tocados 
esos  autores  del  espíritu  que  preside  á los  trabajos  de  la  generalidad  de 
sabios  actuales  , se  dedican  casi  de  un  modo  exclusivo  á la  investigación 
de  los  hechos  aislados  unos  de  otros,  de  lo  cual  resulta  que  sus  ohras  son 
en  realidad  un  conjunto  de  descripciones , de  historias  , de  estudios  so- 
bre diversos  cuerpos  de  propiedad  ponzoñosa;  conjunto  que  obliga  á 
repeticiones  pesadas,  que  expone  á la  confusión,  y que  á fuerza  de  llamar 
la  atención  sobre  cada  hecho  de  por  sí,  distrae  de  tas  generalidades  que 
enlazan  todos  los  hechos  y constituyen  la  verdadera  filosofía  de  la 
ciencia. 

Traducciones  de  obras  que  traten  á la  vez  del  envenenamiento  y de  los 
venenos,  no  son  posibles,  porque  no  existen  en  el  extranjero  tales  obras, 
á lo  menos  que  yo  sepa.  Es  cierto  que  Oríila  y Uevergie  dan  cabida,  en 
su  Tratado  de  toxicologia  general  el  primero,  y en  su  Tratado  de  medicina 
legal  el  segundo  , á una  serie  de  cuestiones  propias  del  envenenamiento, 
en  lo  cual,  tal  vez  no  ha  dejado  de  influir  un  tan  lo  la  filosófica  producción 
del  profesor  de  Montpellier.  Mas  ¿qué  son  esas  pocas  páginas  dedicadas  á 
la  investigación  de  los  puntos  dilicultosos , á la  resolución  de  problemas 
intrincados , que  forman  por  sí  solos  la  parte  mas  esencial  de  esos  estu- 
dios ? Dos  volúmenes  considerables  dedica  Orfila  al  estudio  analítico  de 
cada  veneno , y apenas  consagra  cuatro  pliegos  á consideraciones  de 
aplicación  general.  Devergie,  dejando  ver,  tanto  en  el  plan  como  en  la 
exposición  de  sus  tareas,  alguna  mayor  tendencia  á filosofar,  es  un  tanto 
mas  extenso  en  esas  generalidades,  y dilucida  cuestiones  que  son  de  apli- 
cación útilísima  á toda  suerte  de  envenenamientos  casuales  ó meditados. 

Esto  no  obstante  , atendida  la  importancia  de  estas  cuestiones  gene- 
rales; atendida  la  aplicación  relativa  que  tienen  los  conocimientos  toxico- 
lógicos;  atendida,  en  fin  , la  dificultad  de  investigar  la  verdad  en  mu- 
chos casos  de  envenenamiento  ó intoxicación  criminal,  ¿quién  no  concibe 
que  en  una  obra  de  toxicología  no  debe  tratarse , como  de  paso  y de  un 
modo  casi  vergonzante,  de  esos  puntos  de  doctrina  general,  que  tanta  luz 
arrojan  en  todo  caso  práctico , y que  en  cierto  modo  son  los  cánones 
científicos  á que  se  ha  de  apelar,  desde  el  momento  en  que  se  empeña 


— 4ü  — 

ante  los  tribunales  una  acusación  y una  defensa  sobre  un  acto  rodeado  de 

oscuridad  y dudas?  , 

Como  todos  sus  antecesores,  Orilla  no  trata  realmente  mas  que  de  cada 

uno  de  los  venenos.  Las  sustancias  venenosas  estudiadas  en  particular, 
son  las  que  le  absorben  exclusivamente  la  atención ; apenas  si  echa 
una  ojeada  al  envenenamiento , á la  parte  general  ó sintética  de  la  cien- 
cia. Los  hechos  sin  sus  relaciones  , esto  es,  la  pura  análisis,  es  lo  que  se 
ve  en  la  toxico  logia  de  Olila.  Es  un  Tratado  de  los  venenos. 

Anglada  , profesor  de  una  escuela  mas  preocupada  de  io  general  que 
de  lo  particular,  de  las  relaciones  que  de  los  hechos,  de  la  síntesis  que 
de  la  análisis,  advirtió  que  faltaba  esa  importante  parte  en  la  ciencia,  y 
quiso  llenar  ese  vacío  , escribiendo  su  Tratado  de  Toxicología  general , en 
relación  con  la  fisiología,  la  patología,  la  terapéutica  y la  medicina  legal. 
Su  objeto  no  fué  otro  que  estudiar  las  relaciones  generales  de  la  acción 
de  esa  série  de  agentes  llamados  tósigos,  porque  en  ese  estudio  estriba 
precisamente  la  filosofía  de  ese  ramo  especial,  como  científico.  La  obra  de 
Anglada  es,  por  io  tanto,  el  'frutado  del  envenenamiento. 

Sin  embargo,  por  recomendable  que  sea  el  escrito  del  sabio  profesor 
de  Monlpellier,  no  completa  la  ciencia;  no  solo  porque  no  abraza  lo  par- 
ticular, no  trata  de  los  venenos,  sino  porque  tampoco  abraza  todo  lo  ge- 
neral; el  envenenamiento  no  está  estudiado  en  todas  sus  relaciones.  An- 
glada era  mas  completo  en  su  cátedra  (*)  que  en  su  obra.  Tal  vez  la 
muerte  le  arrebató,  antes  que  él  diera  á esa  obra  la  última  mano. 

Era,  pues,  necesario  un  libro  escrito  de  otro  modo. 

La  toxicología  lia  sido  para  mí  un  estudio  predilecto,  porque,  tal  como 
yo  la  concibo , encierra  no  poca  parte  de  ios  grandes  problemas  de  las 
ciencias  fisiológicas , y está  destinada  á resolver  muchos  misterios  de  ia 
vida.  Ese  estuuio  me  llevó  á comprender  que  la  ciencia  toxicológica  ha- 
biade  tener  lo  que  todas;  á saber,  sus  hechos  y sus  principios,  sus  fe- 
nómenos y sus  leyes,  su  parte  particular , experimental , y su  parte  ge- 
neral y especulativa,  anáfisis  y síntesis.  Solo  así  puede  ser  ciencia,  por- 
que solo  así  puede  tener  filosofía. 

La  composición  de  mi  Compendio  se  hizo  al  impulso  de  estas  convic- 
ciones. En  él  me  propuse  ser  algo  mas  extenso,  en  lo  concerniente  á la 
parte  relativa  al  envenenamiento , de  io  que  suelen  serio  los  autores  que 
de  toxicología  han  tratado.  Me  he  valido  de  sus  observaciones  minucio- 
sas; he  estudiado  cada  uno  de  sus  hechos  aislados  en  detall ; no  he  des- 
cuidado ninguna  de  sus  operaciones , ninguno  de  sus  descubrimientos; 
los  he  seguido  en  el  laboratorio  y en  sus  experimentos  ingeniosos  para 
recoger  el  fruto  sazonado  de  tanto  celo,  de  tanta  diligencia,  de  tanta  sa- 
gacidad, y reuniendo  lodos  esos  elementos  en  mi  bufete,  después  de  ha- 
berlos confirmado  con  aquellos  ensayos,  que  mis  conocimientos  me  han 
permitido,  he  reflexionado  acerca  de  todas  esas  observaciones  y experi- 
mentos; he  buscado  los  hechos  análogos,  investigado  su  relación,  los  lazos 
que  los  unen,  y la  significación  que  á mis  ojos  tienen,  para  establecer 
ciertas  proposiciones  generales , ciertos  cánones,  á beneficio  de  los  cua- 
les ha  de  ser  mas  fácil,  ó por  lo  menos  posible , emprender  la  resolución 
de  muchísimos  problemas,  que  se  proponen  en  el  foro  á todo  médico-le- 
gista , siempre  que  se  presenta  un  caso  desdichado  de  envenenamiento 

(‘)  Véase  lo  que  dice  Carlos  Anglada,  hijo,  en  la  advertencia  del  editor  de  dicha  obra, 
paginas  5 y h. 


-47  - 

dudoso.  Así  es  como  concibo  la  utilidad  de  los  estudios  de  esta  clase, 
destinados  á la  ilustración  del  tribunal. 

Analizando  detenidamente  las  relaciones  de  la  intoxicación  ó del  en- 
venenamiento , vi  que  estaban  comprendidas  en  esas  relaciones  seis  par- 
tes , fisiología,  patología , terapéutica,  necroscopia,  química  y filosofía  de  la 
ciencia.  Bajo  esos  puntos  de  vista  debe  estudiarse  el  envenenamiento,  lo 
mismo  que  cada  sustancia  capaz  de  producirle,  para  que  la  ciencia  sea 
completa,  y con  ella  pueda  resolver  el  médico  forense , y solo  el  médico 
forense , los  problemas  tan  á menudo  difíciles  que  se  presentan  en  la 
práctica,  respecto  de  los  atentados  cometidos  por  medio  de  los  venenos. 

Tanto  en  el  resto  de  esta  introducción,  como  en  el  cuerpo  de  la  obra, 
quedarán  todos  esos  asertos  comprobados  con  la  plenitud  de  la  evidencia. 

XVI.-La  toxicologia  es  una  verdadera  ciencia  médica. 

Organizada  así  la  toxicologia , haciéndola  tratado  de  la  intoxicación  y de 
las  sustancias  que  la  producen  , abraza  lo  general  y lo  particular,  y es  una 
verdadera  ciencia,  no  pura,  como  no  lo  es  ninguna  de  las  que  constitu- 
yen los  diferentes  ramos  de  la  ciencia  médica;  pero  bastante  individual 
ó especial  para  formar  un  cuerpo  de  doctrina  natural , positivo  , con  sus 
hechos  propios , con  sus  principios  calcados  sobre  esos  hechos , con  sus 
leyes,  su  sistema  y su  organización;  con  todos  los  caracléres,  en  fin,  que 
dan  derecho  á considerarla  como  ciencia. 

La  intoxicación  , fenómeno  común  á la  acción  de  todos  los  venenos,  fe- 
nómeno exclusivo  de  esta  clase  de  agentes,  estudiada  bajo  los  seis  pun- 
tos de  vista  indicados  en  la  parte  general,  destinada,  como  producto  sinté- 
tico de  lo  que  arroja  el  estudio  experimental  ó analítico,  á comprender 
todo  lo  que  es  común  á las  sustancias  venenosas , ó por  lo  menos  á gru- 
pos de  ellas;  facilita  el  estudio  de  la  toxicologia  particular,  ó sea  el  cono- 
cimiento de  cada  uno  de  los  venenos,  hasta  el  punto  que,  quien  posea 
bien  la  primera  parte  de  la  ciencia  , tiene  adelantado  mas  de  la  mitad  del 
camino  para  dominar  la  segunda  ; porque , si  se  examina  con  detención, 
el  cuadro  de  nociones  que  corresponde  á cada  sustancia  venenosa,  se 
verá  que  las  comunes  ó generales  están  en  mayor  número  , siendo  siem- 
pre muy  reducidas  las  particulares,  ó individualmente  características. 
Aprendido , por  lo  tanto , el  cuadro  general  ó común  aplicable  á todos 
los  venenos  , es  menos  fatigoso  y menos  difícil  la  tarea  de  aprender  lo 
que  les  es  peculiar  á cada  uno. 

Una  experiencia  de  veinte  años  de  enseñanza  , según  este  método,  me 
ha  probado  la  eticacia  de  esa  organización. 

Este  hecho  por  sí  solo  es  una  prueba  irrefragable  de  la  síntesis  á que 
se  presta  ese  ramo  de  conocimientos;  de  la  unidad  y solidaridad  de  su 
doctrina;  del  conjunto  armónico  de  sus  principios;  de  la  filosofía  de  su 
organización;  def  carácter,  en  fin,  verdaderamente  cientííico  que  le 
distingue. 

Motivos  infundados  para  negar  á la  toxicologia  el  carácter 

de  ciencia. 

Cualquiera  que  fije  un  tanto  su  atención  en  todo  lo  que  precede;  cual- 
quiera que  sepa  ver  la  significación  que  tienen  ios  hechos  del  envenena- 
miento, trazados  en  la  historia  de  su  aspecto  social,  y los  numerosos  es- 
critos y trabajos  hechos,  desde  los  tiempos  mas  remotos  hasta  nuestros 


- 48  — 

dias  para  el  estudio  de  esa  clase  de  agentes  llamados  venenos,  y las  per- 
turbaciones profundas,  seguidas  á menudo  de  la  muerte,  que  determinan 
en  nuestra  economía,  escritos  y trabajos  que  hemos  consignado  en  la  his- 
toria del  aspecto  científico ; cualquiera,  en  fin  , que  medite  sobre  la  parte 
general  y filosófica  que  tiene  ese  estudio  , como  producto  legítimo  y ló- 
gico de  la  parte  particular,  constituyendo  entrambos  un  todo  completo; 
de  seguro  que  no  concebirá  la  menor  duda,  ni  vacilará  un  momento  en 
tener' ese  ramo  de  conocimientos,  llamado  loxicología  , por  un  cuerpo  de 
estudio  especial,  por  un  cuerpo  de  doctrina  diferente  de  otros;  por  una 
verdadera  ciencia,  en  fin,  análoga  á otras  muchas  , que  constituyen  el 
árbol  múltiple  de  los  conocimientos  médicos. 

Hasta  hace  poco  nadie  le  habia  negado  ese  título.  Mas  el  ilustrado  ca- 
tedrático de  medicina  legal  y decano  de  la  escuela  de  Paris,  M.  A.  Tar- 
dieu , niega  á la  toxicologíá  el  carácter  de  ciencia  particular  y especial; 
la  tiene  por  una  creación  artificial , pretenciosa,  funesta,  y por  ser,  como 
en  efecto  son,  las  cuestiones  relativas  al  envenenamiento  análogas  á las 
relativas  á las  quemaduras , asfixias  y lesiones  corporales , da  á enten- 
der que  así  como  supone  que  no  se  hace  una  ciencia  de  las  lesiones  cor- 
porales, de  las  asfixias,  ni  de  las  quemaduras,  así  tampoco  debe  hacerse 
otra  de  los  venenos;  así  como  no  hay  ciencia  del  asesinato,  no  debe  ha- 
ber ciencia  del  envenenamiento. 

Cree  que  tanto  en  el  estudio  como  en  la  práctica,  el  envenenamiento 
ocupa  un  grande  y vasto  lugar  en  la  medicina  legai,  y que  esto  ha  dado 
pié , en  estos  últimos  tiempos  , para  que  invadiera  hasta  absorberla,  esta 
última  ciencia  , con  grave  perjuicio  de  la  misma  y de  la  administración 
de  justicia.  Para  volver  las  cosas  á su  propio  quicio , se  ha  propuesto  el 
estudio  médico-legal  del  envenenamiento,  con  cuyo  fin  ha  escrito  los  ar- 
tículos de  que  hemos  hecho  mención  en  otra  parte. 

Las  razones  en  que  se  funda  el  entendido  decano  de  la  escuela  de  Pa- 
ris , para  negar  á la  toxicologíá  el  título  de  ciencia  son  : l.°  que  no  tiene 
razón  de  ser,  no  consistiendo  mas  que  en  un  conjunto  artificial  de  ciertas 
nociones  de  química,  historia  natural,  fisiología,  nosología,  anatomía 
patológica  y terapéutica,  relativas  á ciertas  sustancias  llamadas  venenos; 
nociones  que  no  le  pueden  dar,  ni  doctrina,  ni  principios,  ni  método,  m 
procederes  propios  para  el  estudio  de  esas  sustancias;  y 2.#  que  para  su 
construcción  ficticia  se  ha  tomado  por  base  no  solo  una  nocion  falsa  del 
veneno,  como  se  deduce  de  su  definición , sino  la  falsa  existencia  de  este 
mismo;  por  cuanto  el  veneno  no  tiene  ni  existencia,  ni  caracléres  propios; 
no  existe  sino  cuando  ha  obrado;  las  sustancias  llamadas  venenos  no  consti- 
tuyen un  grupo  natural,  cuya  esencia  pueda  definirse  y caracterizarse;  to- 
das, sin  excepción  , pierden  ó adquieren,  según  ciertas  circunstancias 
exteriores,  sus  propiedades  venenosas,  estando  el  medicamento  siempre 
contenido  en  el  veneno,  y no  pudiendo  el  veneno  ser  nunca  separado  de 
la  materia  médica  í1). 

Permítanos  el  ilustrado  médico-legista,  á quien  pertenecen  hasta 
ahora  de  un  modo  exclusivo  esas  opiniones , con  las  cuales  tenemos  el 
disgusto  de  no  estar  de  acuerdo,  que  le  demostremos  el  error  profundo 
en  que  le  ha  hecho  caer,  tanto  el  abuso  de  que  se  queja  sin  razón,  como 
lo  poco  lelices  que  han  estado  en  la  definición  empírica  del  veneno  los 
autores  á quienes  cita. 

(')  Anales  de  Higiene  pública  y de  Medicina  legal, .segunda  série,  t.  XXII,  p.  382  y stg. 


- 19  — 

M.  Tardieu  hubiera  podido  rectificar  errores,  si  los  hay;  colocar  en  su 
lugar  las  cosas  verdaderamente  extraviadas ; dar  á la  medicina  legal  lo 
que  es  de  la  medicina  legal,  y á la  toxicología  lo  que  es  de  la  toxicolo- 
gía;  pero  sin  dejarse  arrebatar,  como  lo  ha  necho , yendo  mas  lejos  de 
lo  debido,  y acabando  por  negar  no  solo  la  existencia  y razón  de  ser  de 
la  ciencia  toxicológica , sino  la  existencia  y propiedades  de  las  sustan- 
cias venenosas. 

A estas  horas,  M.  Tardieu  tiene  ya  un  adversario  de  sus  ideas  originales 
sobre  este  punto.  M.  A.  Devergie  (*),  al  propio  tiempo  que  le  ha  salido  al 
encuentro  con  un  dictámen  sobre  un  caso  práctico,  probándole  con  él 
lo  erróneo  y peligroso  que  es  el  nuevo  procedimiento  déla  experimentación 
fisiológica,  que,  como  medio  de  prueba,  trata  M.  Tardieu  de  establecer  en 
los  casos  de  envenenamiento  dudoso , le  indica  en  pocas  palabras  de  un 
modo  rápido , su  errada  opinión  sobre  la  no  existencia  de  la  toxicología  y 
los  venenos. 

En  el  curso  escolástico  pasado  (1866),  apenas  hube  leido  el  cuaderno 
délos  Anales , donde  M.  Tardieu  se  expresa  conforme  lo  hemos  visto, 
combatí  delante  de  mis  alumnos  la  doctrina  de  ese  ilustrado  profesor  de 
medicina  legal  sobre  ese  punto ; y si  hubiera  salido  de  la  prensa  mas 
pronto  este  Compendio  , me  hubiera  cabido  la  honra  de  ser  el  primero  en 
levantarme  públicamente  contra  tan  erradas  opiniones. 

Sin  embargo,  siquiera  M.  Devergie  nos  haya  precedido,  en  cuanto  á 
la  publicación  del  primer  encuentro  que  ha  tenido  M.  Tardieu,  por  las 
razones  expuestas  en  el  prólogo,  heñios  creído  que  debíamos,  en  la  intro- 
ducción de  este  Compendio,  tratar  de  ese  importante  punto,  y no  solo 
asociarnos  á la  opinión  de  M.  Devergie  , sino  ampliar  y esforzar  los  ar- 
gumentos en  contra  del  peregrino  escepticismo,  en  que  ha  caído  aquel 
entendido  medico  legista , extraviado  por  un  excesivo  celo  por  la  medi- 
cina legal. 

Yeo  con  M.  Tardieu  que  el  envenenamiento  ocupa,  en  medicina  le- 
gal , un  grande  y vasto  lugar,  como  le  ocupa  el  homicidio  por  medio  de 
otros  instrumentos;  que  son  por  desgracia  muy  frecuentes  los  atentados 
contra  las  personas  por  medio  de  los  venenos,  y que  esos  atentados  obli- 
gan á actuar  muy  á menudo  á los  médicos  forenses.  Conozco  que  en  las 
cátedras  y libros  de  medicina  legal  se  debe  tratar  de  los  medios  de  resol- 
ver debidamente  las  cuestiones  sobre  el  envenenamiento,  con  tanto  in- 
terés, como  de  las  demás  cuestioues  médico-legales ; sin  embargo,  eso  no 
quita  que  exista  la  toxicología;  que  tenga  su  razón  de  ser,  ñique  haya 
una  clase  de  cuerpos  con  propiedades  intrínsecamente  suyas,  que  los 
hacen  venenosos. 

También  ocupan  un  vasto  lugar,  mas  vasto  todavía,  y dan  mucho  mas 
que  hacer  á los  médicos  forenses,  el  homicidio  y lesiones  corporales  por 
medio  de  las  armas  blancas  y de  fuego  ; también  los  libros  y cátedras  de 
medicina  legal  consagran  una  extensa  parte  de  sus  tareas  á la  resolución 
de  esas  cuestiones  , y con  todo , siquiera  haya  médicos  forenses  que  se 
preocupen  casi  exclusivamente  de  las  heridas , eso  no  quita  que  exista 
la  cirugía  y las  armas  con  propiedades  suyas  para  lisiar. 

Estoy  también  con  M.  Tardieu,  aunque  ya  no  tanto,  en  que,  en 
estos  últimos  tiempos,  el  envenenamiento  y los  venenos  han  preocu- 
pado de  tal  suerte  los  ánimos,  que  no  parecía  sino  que  la  medicina  le- 


(*)  Obra  Citada,  t.  XXV],  segunda  serie,  p.  4fi8  y siguientes. 

TOXICOLOGÍA.  — 4 


—'SO  — 


aal  no  tenia  mas  objeto  que  Jas  cuestiones  relativas  á ellos.  Sin  embargo, 
eso  no  es  una  razón  para  afirmar  que  la  toxicología  no  tiene  tazón  de  ser, 
ñipara  negar  la  existencia  oe  los  venenos,  lauto  valona  negut  a exis- 
tencia de  los  bárbaros  del  Norte,  porque  invadieron  el  Mediodía  y el 
Occidente  de  Europa. 

A mas  de  que  esa  invasión  es  exagerada,  M.  Tardicu  no  citará  nin- 
guna obra  de  medicina  legal,  donde  la  toxicología  ó el  envenenamiento 
invada  lodo  el  libro,  ni  su  mayor  parte.  Ni  Orilla,  ni  Devcrgie,  ni  Briand 
Y Chaudé,  ni  Casper,  ni  Lazzaretti,  ni  nosotros,  ni  nadie,  lia  hecho  lo 
oue  M.  Tardicu  supone.  En  los  Anales  de  Higiene  pública  y de  Medicina  le- 
gal, son  infinitamente  mas  los  escritos  sobre  las  demás  cuestiones  de  este 
ranío  de  conocimientos  médicos,  que  los  de  toxicología. 

En  cuanto  á las  cátedras,  creo  que  sucederá  lo  propio.  No  sé  si  en  la 
cátedra  de  medicina  legal  de  París  se  efectuará  esa  absorción,  que  su  ca- 
tedrático supone  y asegura,  liemos  asistido  á esa  cátedra,  en  tiempos  de 
gran  bullicio  arsenical  ó toxicolúgico , y no  hemos  visto  esa  invasión  ni  ab- 
sorción. Lo  que  es  en  España,  y sobre  todo  en  Madrid,  podemos  asegu- 
rar á JVÍ.  Tardieu  que  no  sucede  nada  do  eso.  Todas  las  cuestiones  que 
constituyen  el  fondo  de  la  medicina  legal , se  tratan  con  la  extensión  de- 
bida, sin  que  se  sacrifique  ni  un  átomo  de  su  importancia  respectiva  á la 
del  envenenamiento , siquiera  tengamos  también  á nuestro  cargo  un  curso 
de  toxicología. 

Estoy  igualmente  con  M.  Tardieu  sobre  la  necesidad  del  estudio  mé- 
dico legal  del  envenenamiento  y de  los  venenos,  como  hay  necesidad  del 
estudio  médico  legal  del  embarazo,  del  parto,  del  aborto,  de  los  partos 
precoces  y tardíos,  de  la  superfctacion,  de  los  atentados  contra  la  hones- 
tidad, contra  la  existencia  de  las  personas  por  medio  de  la  quemadura, 
asfixia  y armas,  de  las  alteraciones  mentales  y demás  cuestiones  propias 
de  la  medicina  legal;  pero  no  por  eso  opino  que  esa  necesidad  sea  una 
razón  sólida  para  negar  la  existencia  de  la  toxicología  y de  los  venenos; 
como  no  lo  es  para  negar  la  de  la  anatomía , fisiología , patología , ma  - 
teria médica,  tocología , cirugía  , frenopatía,  higiene,  etc.,  la  necesidad 
del  estudio  médico-legal  de  los  puntos  relativos  á estas  ciencias. 

Cuando  se  trata  de  una  cuestión  relativa  al  envenenamiento , el  médico 
legista  debe  tener  un  criterio  fundado  en  el  estudio  general  y particular 
de  los  venenos,  como,  para  resolver  las  demás  cuestiones,  debe  tener  un 
criterio  fundado  en  el  estudio  del  ramo  científico,  á que  se  refiera  cada 
una  de  esas  cuestiones. 


Pero  ese  criterio  le  debe  buscar  en  otra  parte,  en  otra  ciencia  , en  la 
toxicología,  como  busca  el  relativo  á otras  cuestiones  en  la  ciencia  res- 
pectiva. 

Lo  que  M.  Tardieu  entiende  por  estudio  médico-legal  del  envenenamiento , 
casi  no  es  otra  cosa  que  la  ¡ilosofia  de  la  intoxicación  , una  de  las  seis 
partes  que  liemos  dado  á la  toxicología  general;  y esa  filosofía,  al  formar 
el  criterio  que  debe  guiar  al  médico-legista  en  un  caso  práctico  de  enve- 
nenamiento, necesita  del  estudio  prévio  de  las  demás  partes  de  la  toxi- 
cologia  así  como  la  toxicología  general  es  el  producto  de  los  datos  su- 
ministrados por  la  particular, 

m StG1  índico  legista  no  tuviera  para  su  guia  mas  que  lo  que  ha  escrito 
Jn.  lardieu,  como  estudio  médico-legal  del  envenenamiento,  sobre  no  te- 

¡L!^oaSiqiíe  U0eci0?es  ^completas  de  la  filosofía  de  la  intoxicación , ca- 
recería de  los  fundamentos  ae  esa  filosofía. 


- 81  - 

M.  Tardieu  hubiera  podido  quejarse  de  lo  incompleto  de  la  ciencia 
toxicológica ; de  la  poca  importancia  que  muchos  toxicólogos  han  dado  á 
la  toxicología  general ; de  la  tendencia  á convertir  esa  ciencia  en  un  es- 
tudio casi  exclusivamente  químico,  como  lo  hemos  ya  indicado  en  uno  de 
los  párrafos  anteriores , y como  lo  hemos  advertido  muchos  años  antes 
que  el  sabio  autor,  á quien  dirigimos  estos  razonamientos.  Hubiera  po- 
dido probar  la  necesidad  del  estudio  general  de  la  intoxicación,  y recla- 
mar igual  interés  y celo  por  la  íisiología,  patología,  terapéutica  y ne- 
croscopia de  la  intoxicación  , que  por  la  química  de  la  misma , con  el  fin 
de  tener  una  buena  filosofía  del  envenenamiento,  que  es  la  parte  mas 
esencial  y mas  propia  del  médico  legista,  por  ser  la  mas  médico  legal  de 
toda  la  toxicología. 

Pero  todo  eso , lejos  de  llevarle  á negar  la  existencia  positiva  de  esta 
ciencia  y de  los  venenos,  debía  conducirle  á pedir  ó realizar  su  perfec- 
ción y complemento,  y en  el  estado  en  que  la  ciencia  se  halla,  no  habia 
para  qué  lamentar  tanto  lo  que  M.  Tardieu  lamenta.  Ya  que  no  haya  lle- 
gado á su  noticia  lo  que  se  ha  escrito  en  España  y Portugal  en  punto  á 
toxicología,  y como  se  enseña  esta  ciencia  en  la  Península  ibérica,  po- 
día saber  que  en  Francia , además  de  las  generalidades  estampadas  en  la 
obra  de  Orfila  , en  la  medicina  legal  de  Devergie,  que  no  ceden  en  nada 
á los  artículos  sobre  el  estudio  médico-legal  del  envenenamiento,  de  Tardieu, 
hay  las  lecciones  del  sobrino  de  Orfila ; la  toxicología  general  de  Angla- 
da,  y sobre  todo  la  del  doctor  Gallier,  que  llena,  con  mas  copia  de  datos, 
el  objeto  que  en  esos  artículos  se  ha  propuesto  el  entendido  decano  de 
la  escuela  de  París. 

Al.  Tardieu  se  equivoca  profundamente,  creyendo  ios  ánimos  extra- 
viados, y que  ha  de  reducirlos  á su  verdadero  quicio,  negando  la  existen- 
cia de  la  toxicología  y de  una  clase  de  cuerpos  venenosos,  y limitando  el 
estudio  de  esa  ciencia  á lo  que  llama  estudio  médico-legal  del  envene- 
namiento. Eso  es  quitar  al  médico  legista  los  conocimientos  que  ha  de 
tener  para  tratar,  afuer  de  tal,  un  caso  práctico  ; como  se  los  quitaría, 
negando  la  existencia  de  los  ramos  científicos,  que  le  prestan  hechos  y 
principios  para  tratar  médico-legalmente  las  demás  cuestiones  relativas  á 
esos  ramos. 

La  medicina  legal  no  enseña,  ni  debe  enseñar  toxicología,  como  no  en- 
seña, ni  debe  enseñar  física,  ni  química,  ni  historia  natural,  ni  anatomía, 
ni  fisiología,  ni  higiene,  ni  patología,  ni  terapéutica,  ni  materia  médica, 
ni  tocología,  ni  cirugía,  ni  frenopatía,  ni  nada  de  ciencias  especiales.  Y 
si  el  médico  legista  ^no  aprende  la  ciencia  de  la  intoxicación  y de  las 
sustancias  que  la  producen,  en  otra  asignatura,  ¿de  dónde  ha  de  sacar  el 
criterio  médico  legal  para  resolver  una  cuestión  práctica  de  envenena- 
miento? Esos  mismos  preceptos  incompletos  que  JV1.  Tardieu  da  en  sus 
artículos  sobre  el  estudio  médico-legal  del  envenenamiento,  ¿no  suponen 
una  ciencia  que  suministra  datos  especiales  para  ellos? 

Negar  la  existencia  de  la  toxicología  y de  los  venenos,  es  negar  su  en- 
señanza , ó la  utilidad  de  ella;  es  suponer  que  los  datos  que  ese  ramo  es- 
pecial suministra , se  encuentran  en  otras  ciencias,  y eso  es  un  error 
profundo,  que  irá  poniéndose  mas  en  relieve,  á medida  que  avancemos 
en  esta  introducción. 


X%III  -lo  es  una  razón  para  negar  á la  toxicología  el  título  de 
ciencia  el  que  no  sea  una  ciencia  pura. 

No  ha  tenido,  pues,  razón  M.  Tardieu  para  proceder  como  ha  proce- 
dido- los  motivos  que  le  han  impulsado  son  íicticios,  imaginados  por  ese 
autor’  y si  no  fueran  siempre  útiles  é interesantes  sus  escritos  , diriamos 
que  ha  perdido  lastimosamente  el  tiempo,  emprendiendo  tal  tarea. 

4 Pero  no  se  limita  á lo  dicho  el  error  de  M.  Tardieu.  Ese  error  se  pone 
mas  en  relieve,  examinando  las  razones  en  que  se  apoya,  para  negar  la 
existencia  de  la  toxicología  y de  los  venenos. 

Hemos  visto  que  su  primera  razón  es  que  la  toxicología  no  consiste 
mas  que  en  un  conjunto  artificial  de  ciertas  nociones  de  química,  historia 
natural,  fisiología,  nosología,  anatomía  patológica  y terapéutica,  las  que 
no  pueden  darle,  ni  principios,  ni  doctrina,  ni  método,  ni  procederes  pro- 
pios. Una  investigación  histórica  lo  dejaría  fuera  de  duda,  al  decir  del 
autor,  de  quien  sentimos  disentir  tanto. 

Ño;  seguramente  esa  investigación  histórica  le  daria  un  resultado  muy 
opuesto.  Ve'ase  la  historia  que  hemos  trazado,  á grandes  rasgos,  del  enve- 
nenamiento , tanto  bajo  el  aspecto  social,  como  bajo  el  aspecto  científico, 
y fácil  ha  de  ser  notar  que  la  toxicología,  como  ciencia,  ha  nacido  de  esos 
hechos  especiales,  de  esos  homicidios  ó muertes  producidas  por  anima- 
les ponzoñosos,  por  vegetales  y por  minerales  de  virtudes  maléficas;  del 
estudio  de  esos  agentes  mas  extenso  y profundo,  cuanto  mas  han  adelan- 
tado las  ciencias  naturales  , ha  nacido,  por  último,  no  solo  la  toxicología 
particular,  sino  la  general.  Antes  que  hubiese  medicina  legal,  había  es- 
critos sobre  los  venenos. 

Los  toxicólogos  son  mucho  mas  antiguos  que  los  médico-legistas  y que 
los  químicos.  El  estudio  de  los  venenos,  no  solo  se  ha  ido  separando  de 
ias  obras  de  medicina  general,  por  el  crecimiento  de  los  hechos  particu- 
lares, por  la  especialidad  de  los  mismos,  sino  de  la  misma  medicina  legal, 
de  la  que  se  va  separando  más  cada  dia.  Lo  que,  como  médicos  legistas, 
empezamos  á hacer  en  1846,  lo  harán  nuestros  sucesores. 

El  estudio  de  la  historia  de  la  toxicología  ofrece  el  mismo  fenómeno 
que  el  de  otras  ciencias  médicas,  las  que,  confundidas,  en  lo  antiguo  ó til 
principio,  con  la  filosofía,  desde  los  tiempos  de  Hipócrates,  se  separaron 
de  esta  con  el  nombre  colectivo  de  medicina,  y á su  vez  se  fueron  desga- 
jando de  esta,  y se  han  ido  formando  ramas  especiales  y verdaderas  cien- 
cias médicas  con  existencia  propia.  La  toxicología  es  una  deesas  ramas, 
que  se  han  separado  del  tronco  del  grande  árbol  biológico. 

Que  la  toxicología  necesita  para  su  existencia  del  concurso  de  otras 
ciencias,  no  es  una  razón  válida  para  negarle  el  título  de  tal.  Si  eso  va- 
dera , apenas  quedaría  ciencia  alguna  en  el  vasto  ramo  de  las  médicas. 
Son  muy  pocas  las  ciencias  puras,  que  no  necesitan  del  concurso  de  otras 
para  su  constitución.  Fuera  de  las  matemáticas,  tal  vez  no  existe  ninguna 
ciencia  positiva,  que  trate  de  su  materia  propia,  sin  auelará  las  nociones 
de  otras,  que  le  permitan  estudiarla  con  mas  provecho. 

Cuando  M.  Compte,  en  su  Filosofía  posüiva,  clasificábalas  ciencias  y de- 
signaba las  seis  puras,  á saber:  matemáticas,  astronomía,  física,  química, 
biología  y ciencia  social,  él  mismo  establecía  ese  órden  , fundado  en  la 
menor  pureza  que  cada  una  de  esas  ciencias  va  teniendo  , á medida  que 
va  figurando  en  el  cuadro.  La  astronomía  ya  necesita  de  las  matemáticas; 
la  lisica,  de  estas  y la  astronomía;  la  química,  sin  la  física,  no  puede  dar 


- 53  - 

un  paso;  la  biología,  sin  la  física  y la  química,  se  vería  incapacitada  para 
dar  á comprender  los  fenómenos  de  los  cuerpos  vivos , y sin  biología , la 
ciencia  social  no  es  posible.  ¿Dejan  por  eso  de  ser  ciencias  todas  esas  ra- 
mas del  saber  humano,  siquiera  necesiten  de  otras  para  el  estudio  de  las 
materias  de  su  objeto? 

Y si  eso  sucede  en  las  que  se  llaman  ciencias  puras,  ¿qué  no  ha  de  su- 
ceder en  las  demás?  ¿Conoce  el  doctor  Tardieu  alguno  de  los  ramos  cien- 
tíficos que  constituyen  la  carrera  médica,  que  no  pueda  decir  de  él,  lo 
que  dice  de  la  toxieología,  esto  es  que  no  sea  un  conjunto  de  nociones  de 
otras  ciencias?  ¿Tiene  por  ciencias  la  fisiología , la  higiene , la  patología, 
la  farmacología , la  terapéutica,  etc.?  ¿Podrá  probarnos  que  cada  una  de 
estas  ciencias  trata  de  su  objeto  respectivo,  sin  hacer  uso,  y grande  uso,  y 
frecuente  aplicación  de  las  nociones  de  otras  ciencias  médicas,  auxiliares 
y hasta  de  las  de  primera  y segunda  enseñanza?  ¿Qué  paso  dará  el  doctor 
Tardieu,  en  el  estudio  de  la  historia  natural,  en  el  de  los  minerales,  ve- 
getales y animales  que  no  escuche  protestas  de  la  física  y la  química,  de 
la  geometría,  de  la  fisiología  y la  anatomía  , etc.,  diciéndole  cada  una  á 
cada  paso , eso  es  mió  , eso  me  pertenece , eso  te  lo  he  enseñado  yo  ; es 
una  aplicación  de  mis  hechos  y mis  principios  particulares? 

Demasiado  sabe  el  doctor  Tardieu  que,  entre  las  ciencias,  hay  tal  pa- 
rentesco, tan  íntimas  relaciones,  que  las  unas  se  involucran  con  las  otras, 
que  se  entrelazan  y eslabonan,  y ya  que  no  tengan  participación  en  estas, 
las  tienen  en  aquellas.  Las  que  constituyen  las  diferentes  facultades  y el 
órden  de  su  estudio  en  los  programas,  ¿qué  están  diciendo  sino  el  engra- 
naje que  hay  entre  ellas,  para  el  conocimento  cabal  de  lo  que  ha  de  saber 
el  abogado,  el  médico,  el  farmacéutico,  el  teólogo,  el  ingeniero,  etc.,  etc.? 

De  consiguiente , si  porque  la  toxieología  necesita , para  tratar  de  los 
venenos  y de  la  intoxicación,  apelar  á otras  ciencias,  á los  hechos  y prin- 
cipios de  estas,  se  le  ha  de  negar  el  título  de  ciencia,  se  la  ha  de  consi- 
derar como  un  conjunto  artificial  de  nociones  tomadas  de  aquellas  ; igual 
motivo  habrá  para  borrar  del  catálogo  de  ciencias  á todas  las  que  se  ha- 
llen en  igual  caso,  y apenas  le  quedará  á M.  Tardieu  ramo  científico  al- 
guno existente,  y que  tenga  razón  de  ser. 

Lo  que  mas  sorprende  es  que,  negando  el  título  de  ciencia  á la  toxi- 
cología,  que  tiene  todos  los  caractéres  y atributos  de  tal,  no  le  ocurra  al 
doctor  Tardieu  que  la  medicina  legal , á la  que  quiere  reducir  el  estudio 
de  la  intoxicación  y sustancias  que  la  producen,  no  es  verdaderamente 
ciencia,  sino  un  conjunto  de  conocimientos  científicos , médicos  y físicos 
principalmente  , que  sirve  para  dar  su  debida  significación  á ciertos  he- 
chos judiciales  ó administrativos  y á la  mejor  redacción  de  ciertas  leyes. 

La  medicina  legal  no  tiene  hechos  ni  principios  propios ; no  tiene  por 
objeto  una  materia  determinada  ; sus  materias  son  altamente  heterogé- 
neas; todas  las  ciencias  le  prestan  su  contingente  para  constituirse  cuerpo 
de  enseñanza;  no  es  mas  que  la  aplicación  de  las  diferentes  ciencias,  que 
posee  el  médico,  á las  cuestiones  que  le  propone  una  autoridad  judicial  ó 
administrativa. 

Aun  cuando  fuera  una  verdadera  ciencia , seria  la  menos  pura,  la  mas 
complexa,  la  mas  enciclopédica  de  todas. 

Y sin  embargo,  á M.  Tardieu  no  le  ocurre  que  la  medicina  legal  no  es 
una  ciencia  y niega  este  carácter  á la  toxieología,  que  lo  es,  y quiere  que 
para  que  sea  científico  el  estudio  del  envenenamiento,  se  haga  estudio 
médico  legal,  esto  es  parte  de  un  ramo  que  no  es  ciencia. 


— 54  — 

f rpo  aue  no  necesito  esforzarme  más  para  dejar  demostrado  el  error 
de  V Tardieu  fundándose  para  negar  que  sea  la  toxicología  una  cien- 
cia en  aue  no  es  mas  que  un  conjunto  de  nociones  de  varias  ciencias, 
porque  ve  que  en  ella  se  apela  al  auxilio  de  estas  para  constituirla. 

\IX.— L®  toxicología  tiene  su  objeto  determinado,  sus  hechos,  sus 
principios  propios  y su  método. 


Si  M.  Tardieu  pretende  que  ese  concurso  es  análogo  al  que  damos  á la 
medicina  legal,  que  no  concurren  esas  ciencias  para  constituir  otra  de 
objeto  determinado  con  sus  hechos  y sus  principios  propios,  con  su  mé- 
todo y sus  procederes  especiales;  también  le  probarémos  que  anda  lasti- 
mosamente equivocado.  La  toxicología  es  la  ciencia  de  la  intoxicación  y 
de  las  sustancias  que  la  producen;  tiene,  pues,  un  objeto  determinado, 
todo  lo  que  atañe  á la  intoxicación  y á los  venenos,  causas  de  ella,  le  per- 
tenece; lo  que  no  le  atañe,  le  es  extraño. 

La  intoxicación  es  una  enfermedad  especial,  que  se  diferencia  esencial- 
mente de  las  enfermedades  naturales;  no  solo  por  la  etiología,  por  la  sin- 
tomatología,  por  su  anatomía  patológica  y por  su  terapéutica  , sino  por 
sus  relaciones  con  la  administración  ele  justicia,  cuyo  ministerio  alarma, 
cada  vez  que  aparece  algún  caso  de  esa  enfermedad  no  natural.  El  mismo 
Tardieu  así  lo  conoce,  cuando,  al  definir  la  intoxicación,  la  llama  enfer- 
medad accidental  producida  por  una  sustancia  dele! crea. 

lié  aquí  justificada  la  existencia  de  ese  ramo  científico,  que  se  propone 
el  estudio  vasto  y profundo  de  esa  enfermedad  especial,  la  intoxicación. 
Hé  aquí  la  razón  de  ser  de  la  toxicología,  la  existencia  deesa  enfermedad 
especial. 

Las  causas  que  la  producen  son  ciertas  sustancias  animales,  vegetales 
ó minerales,  cuyas  virtudes  provocan  esa  enfermedad  ; ellas,  y solo  ellas, 
son  capaces  de  provocarla.  Hé  aquí  otro  motivo,  otra  razón  de  ser  de  :a 
toxicología,  que  estudia  esas  sustancias  especiales,  bajo  ese  punto  de  vista 
característico. 


Siquiera , para  el  estudio  de  la  intoxicación  y de  los  venenos  que  la 
producen,  haya  que  acudirse  ó la  física,  á la  química,  á la  anatomía  , fi- 
siología, patología,  higiene,  terapéutica,  etc.;  ese  estudio  tiene  su  objeto 
determinado , que  es  la  razón  de  ser  de  la  toxicología , y ese  objeto  es  ia 
intoxicación  y los  venenos.  No  es  la  formación  de  un  cuerpo  de  doctrina 
con  trozos  de  esas  nociones,  si  es  lícito  hablar  así;  es  la  aplicación  de  sus 
hechos  y principios ; es  la  formación  de  ese  cuerpo  para  establecer  otros 
principios  y explicar  los  hechos  propios  de  ese  cuerpo. 

No  le  sucede  eso  á la  medicina  legal,  que  no  tiene  materia  determinada 
de  estudio;  todas  las  de  la  medicina  y cirugía  lo  son  ; su  único  objeto,  el 
único  que  le  da  razón  de  ser,  como  cuerpo  ae  enseñanza  y práctica,  es  au- 
xiliar á la  administración  de  justicia  en  todos  aquellos  casos,  en  los  que 
esta  necesita  de  peritos  médicos  ó quirúrgicos,  para  dar  la  debida  signifi- 
cación a ciertos  hechos.  Mas  estos  no  son  especiales;  son  todos  los  que 
se  relacionan  con  la  ciencia  médica. 

hppífíS1-  intoxicación  es  un  hecho  especial,  diferente  de  los  demás 
hahtrin  ^ °jó§1C0s»  todas  las  intoxicaciones  ó envenenamientos,  que  ha 
íí  ?esde.el  FnnciP10  del  mundo,  que  hay  y habrá,  son  hechos  pro- 
son °gla'  Ellos  han  dado  nacimiento  á esta  ciencia;  ellos 

son  su  razón  de  ser;  su  estudio  particular  ha  formado  un  estudio  dife- 


— BB  — 

rente  del  de  las  demás  enfermedades  naturales.  Tiene,  pues,  la  toxicolo- 
gía  hechos  propios. 

Del  estudio  de  esos  hechos  ha  brotado  el  conocimiento  de  algunos 
constantes,  que  han  podido  elevarse  á la  categoría  de  leyes,  y como  son  el 
producto  de  hechos  propios,  son  leyes  propias  de  la  toxicología. 

Relacionados  esos  hechos  unos  con  otros  y los  demás  que  acaecen  en 
la  economía  humana,  han  resultado  afirmaciones  generales,  principios,  y 
de  esos  principios,  han  brotado  sistemas  y doctrinas,  y como  el  origen  de 
todo  eso  es  propio  de  la  toxicología,  esos  principios,  esos  sistemas  y esas 
doctrinas  son  propios  de  esa  ciencia» 

Empezado  ese  estudio , como  todos  los  de  las  ciencias  positivas  y ex- 
perimentales, particularmente,  ha  concluido  por  hacerse  general,  y ade- 
más de  la  toxicología  particular,  hay  toxicología  general,  porque,  además 
délos  hechos  individuales,  hay  los  de  relación,  generales  ó comunes. 

Todo  eso  es  propio  de  una  ciencia  positiva. 

Por  último,  la  toxicología  tiene  también  su  método,  propio  de  su  ca- 
rácter experimental,  y sus  procederes  especiales,  que  le  dan  igualmente 
derecho  á llamarse  ciencia.  La  toxicología,  en  su  formación  y estudio,  ha 
tenido  su  método;  el  a posteriori,  el  analítico,  la  inducción ; ha  observado 
y estudiado  particulares  , y vistas  sus  relaciones  , cuando  ha  tenido  sufi- 
cientes hechos,  se  ha  elevado  á la  generalidad,  á la  síntesis,  constitu- 
yendo así  la  ciencia;  por  eso  hemos  dicho  antes  que  no  la  constituye  solo 
el  estudio  de  los  venenos,  sino  el  de  la  intoxicación;  aquel  es  el  estudio 
particular  ó analítico,  y este  el  general  ó sintético. 

Si  se  nos  dice  que  ese  método  no  es  exclusivo,  ni  propio  de  la  toxicolo- 
gía, que  no  es  suyo,  y por  eso  se  quiere  negarle  el  título  de  ciencia,  que 
se  empiece  á derribar  ciencias,  naturales  sobre  todo;  no  se  ha  de  dejar 
una  en  pié,  ni  aun  de  las  filosóficas,  si  parten  de  la  análisis,  porque, 
si  se  pretende  que  cada  ciencia  tiene  su  método  propio,  todavía  será  un 
error  mas  profundo  que  los  que  venimos  combatiendo. 

Los  métodos  no  son  mas  que  dos;  el  a priori  y el  a posteriori ; el  sinté- 
tico y el  analítico,  y la  ciencia  que  trata  de  ellos  en  abstracto,  es  la  filoso- 
fía. Los  demás  ramos  científicos,  los  particulares,  toman  á la  filo- 
sofía su  método;  los  especulativos,  metafísicos,  teológicos,  adoptan  el  a 
priori;  los  experimentales,  los  positivos,  adoptan  el  a posteriori.  Cada 
ciencia  tiene  sus  hechos  y principios  propios  y filosofía  particular;  pero 
además,  como  ciencia,  como  parte  del  gran  todo  científico,  tiene  la  filo- 
sofía general. 

Sabido  es  que,  según  ha  sido  el  método  preferido  en  la  filosofía  reinan- 
te, las  ciencias  particulares  le  han  reflejado;  mas  desde  la  concepción  ba- 
coniana,  el  a posteriori  es  el  que  priva,  y á pesar  de  los  sistemas  aprióri - 
eos  alemanes,  las  ciencias  naturales  siguen  el  método  experimental.  No 
hay,  pues,  razón  para  negar  á la  toxicología  el  título  de  ciencia,  porque 
ese  método  sea  el  experimental , la  inducción  , el  a posteriori  común  con 
el  de  las  demás  ciencias  médicas  y naturales  y tomado  de  la  filosofía. 

Relativamente  á los  procederes,  si  por  ellos  ha  de  entenderse  el  modo 
ó forma  de  conducirse  en  el  estudio  de  los  hechos  toxicológicos,  para 
averiguar  su  certeza,  no  vienen  á ser  mas  que  formas  del  método,  y todo 
lo  que  hemos  dicho  de  este,  les  es  aplicable.  ... 

Si  se  quiere  referirlos  tan  solo  á los  químico-analíticos;  á los  medios 
adoptados  para  la  separación  de  los  principios  venenosos  absorbidos  por 
el  sugeto  envenenado  , afirmarémos  algo  más  que  lo  que  hemos  afirmado 


— 56  - 

del  método  Podrá  el  lexicólogo  tornar  de  las  obras  de  análisis  químicas, 
de  la  química  los  procedimientos  relativos  á distinguir  las  bases  y los  áci- 
dos por  medio  de  los  reactivos  empleados  con  cierto  orden  ó método, 
cuando  esas  sustancias  están  puras;  mas,  desde  el  momento  que  se  trata 
de  la  química  de  la  intoxicación;  de  practicar  análisis  químicas  para  des- 
cubrir la  existencia  de  uno  ó mas  venenos  en  los  alimentos  y bebidas  en- 
venenadas; en  las  sustancias  arrojadas  por  cámaras  ó vómitos  por  el  su- 
jeto que  haya  lomado  un  veneno,  ó en  los  sólidos  y líquidos  de  su  ca- 
dáver; ya  los  procederes  analíticos  son  propios  de  la  toxicología;  ella,  sus 
problemas,  sus  casos  prácticos,  han  dado  lugar  á la  idea,  á la  invención, 
á la  perfección  sucesiva  de  esos  procederes,  y para  ella  se  han  inven- 
tado y puesto  en  práctica,  por  lo  cual  le  corresponden  á título  de  suyos, 
v muy  especialmente  suyos. 

Para  la  toxicología  se  han  ideado  y ejecutado  los  métodos  y procederes 
va  relativos  á las  sustancias  inorgánicas,  ya  relativos  á los  orgánicos. 
¿Para  quién,  sino  para  la  toxicología,  se  ha  inventado  !a  destrucción  de  las 
sustancias  orgánicas,  cuando  se  trata  de  aislar  un  veneno  mineral  no  vo- 
látil, ya  por  el  empleo  del  cloro,  según  el  proceder  de  Jaquelain  ; por 
el  ácido  clorhídrico,  según  el  de  fteinch;  con  el  agua  regia  y el  galva- 
nismo, según  el  de  Gaultier  de  Claubrv  y de  Briand  ; con  el  del  ácido 
clorhídrico  y clorato  de  potasa,  según  el  de  Millón ; ya  por  medio  de  la 
carbonización  con  el  ácido  nítrico  solo,  ó con  la  añadidura  de  un  poco  de 
sulfúrico,  según  el  proceder  de  Filhol;  con  el  ácido  nítrico  y potasa , se- 
gún Oríila;  con  ácido  sulfúrico  solo,  según  Flandin  y Danger ; con  ácido 
sulfúrico  y cloruro  de  sodio,  según  Schneider ; ya,  por  último , mediante 
!a  incineración  con  el  nitrato  do  potasa,  según  el  proceder  de  Rapp, 
modificado  por  Thenard  , Oríila , Chevalier  , Jordas,  Gelis  y otros  , ó por 
el  nitrato  de  cal,  según  el  proceder  de  Devergie,  ó con  la  simple  acción 
del  calor,  según  el  proceder  de  otros? 

¿Para  quién,  sino  para  la  toxicología,  se  han  inventado  los  métodos  y 
procederes  para  obtener  separadas  las  sustancias  venenosas  orgánicas  de 
las  materias  con  que  están  mezcladas,  como  el  método  de  Christisson,  Las- 
saigne , Oríila,  Devergie,  Chevalier  y otros;  el  método  de  Stass,  el  pro- 
ceder de  Flandin,  el  método  deUabourdin,  el  de  Plocter,  el  de  Marín  Du- 
blanc,  Henry,  Adlein,  el  de  Sonnenschien , etc. , la  diálisis,  y la  misma 
experimentación  fisiológica? 

Todos  eses  métodos  y procederes,  excepto  el  último,  no  tienen  mas 
objeto  que  aislar  las  sustancias  inorgánicas  y orgánicas  de  aquellas,  con 
las  que  están  mezcladas,  para  someterlas  puras  á la  acción  de  los  reacti- 
vos que  las  revelan,  y ese  objeto  es  único,  exclusivo  y esencialmente 
toxicológico.  Las  necesidades  prácticas  de  la  toxicología  los  han  hecho 
inventar  y perfeccionar;  de  consiguiente,  son  propios  de  esa  ciencia 
como  sus  hechos  y sus  principios. 

La  primera  razón,  por  lo  tanto,  en  que  se  apoya  M.  Tardieu  para  ne- 
gar á la  toxicología  el  título  de  ciencia,  no  tiene  fuerza  ninguna.  Veamos 
si  tiene  más  la  segunda. 


XX.  La  base  de  la  toxicología  está  en  los  hechos  de  intoxicación 

y envenenamiento. 

la  norfoTf«?sf  ísificticia  la  ciencia  sicológica , porque  tiene  por  base 

Xffls  ;i?SsT exiS,e  ninguna“ia'  ^ 


- 57  - 

Desde  luego  resalta  en  ese  razonamiento  una  inexactitud  de  bulto.  La 
toxicología  no  se  funda  en  la  nocion,  ni  falsa,  ni  verdadera  del  veneno;  se 
funda  en  los  hechos  indudables  de  intoxicación  y envenenamiento , ob- 
servados desde  tiempo  inmemorial.  Ellos  son  los  que  le  han  dado  naci- 
miento, y los  que  la  han  hecho  progresar  y enriquecerse  de  datos;  de 
suerte  que , cuando  M.  Tardieu  cree  decir  algo  nuevo,  indicando  que  el 
envenenamiento  debe  ser  el  punto  de  partida  de  la  ciencia,  no  hace  mas 

3ue  expresar  lo  que  ha  sido  y lo  que  es.  El  envenenamiento  es  el  punto 
e partida  de  la  ciencia  en  cuestión  ; los  hechos  del  envenenamiento,  tan 
frecuentes,  por  desgracia,  han  conducido  á los  médicos  al  estudio  de  esa 
enfermedad  no  natural , y sus  caracteres  distintivos  y diferenciales,  para 
no  confundirla  con  ninguna  de  las  comunes. 

Ese  estudio,  como  el  de  todo  fenómeno,  condujo  al  de  las  causas  espe- 
ciales de  esa  enfermedad  no  natural;  esto  es  al  de  los  venenos;  y del 
nombre  especial  que  sedió  á esa  enfermedad,  nació  el  nombre  especial  de 
sus  causantes. 

Del  estudio  del  envenenamiento  y de  sus  causas  han  nacido  todas  las 
nociones  relativas  á la  fisiología , patología  y terapéutica  de  la  intoxica  - 
cion;  con  el  progreso  de  las  ciencias  se  conocieron  mejor  las  sustancias 
tóxicas,  sus  principios  venenosos,  los  medios  de  descubrirlos,  de  neutra- 
lizarlos, de  combatir  sus  efectos,  etc.,  etc. 

La  ciencia  empezó  observando  los  accidentes  desgraciados , ya  causa- 
dos por  mordeduras  de  animales  ponzoñosos,  ya  por  vegetales  dañinos 
tomados  como  alimentos , ya  por  cuerpos  minerales  venenosos.  Tras  los 
accidentes  han  venido  los  homicidios  y suicidios  por  medio  de  venenos. 

Nadie  dijo  ni  pudo  decir  a priori,  tal  animal  es  ponzoñoso,  tal  ó cual 
vegetal  ó mineral  es  venenoso;  lo  han  dicho  después  de  haber  visto  una 
intoxicación  por  animales,  vegetales  ó minerales  capaces  de  producirla, 
ni  nadie  pudo  atentar  contra  sí  ni  contra  otro,  por  medio  de  un  veneno, 
sin  saber  por  un  accidente  producido  por  un  tósigo,  que  este  fuera  capaz 
de  matar. 

Es  un  absurdo  suponer  que  primero  se  conocieron  los  venenos  que  el 
envenenamiento,  y quien  acuse  á la  toxicología  de  tener  por  punto  de 
partida,  antes  que  el  envenenamiento,  el  veneno,  levanta  una  acusación 
á todas  luces  infundada. 

He  probado  que  esa  ciencia  se  ha  formado  con  el  método  a posteriori, 
y esto  rechaza  la  suposición  de  que  parte  de  la  nocion  del  veneno.  Los 
hechos  han  sido  estudiados  primero  que  sus  causas;  el  hecho  de  la  into- 
xicación ha  sido,  como  particular,  conocido  antes  que  su  relación  con  su 
causa  y antes  que  se  definiera  esta.  La  definición  del  veneno  es  una  no- 
ción general,  y las  nociones  generales  nacen  de  las  particulares. 

Definido  el  envenenamiento,  está  definido  el  veneno,  y será  veneno 
todo  lo  que  sea  capaz  de  causar  un  envenenamiento. 

Pero  supongamos  que  se  invirtiera  este  órden;  que  fuera  nías  íácil  de- 
terminar ó definir  el  veneno  que  el  envenenamiento,  y se  dijese  ser  en 
venenamiento  toda  enfermedad  producida  por  un  veneno;  por  eso  no  po- 
dría decirse  que  la  toxicología  tiene  por  base  la  nocion  del  veneno.  Esta 
nocion  no  seria  jamás  un  a priori  absoluto;  eso  no  puede  ser,  ni  nunca  ha 
sido;  después  de  un  estudio  analítico,  ha  podido  el  toxicólogo  elevarse  á 
esa  síntesis,  y una  vez  establecida,  la  puede  tomar  por  punto  de  partida 
para  escribir  de  esta  ciencia  y enseñarla,  como  se  nace  con  otras  cien- 
cias, muchas  de  las  cuales  empiezan  por  ser  definidas;  siendo  así  que  esa 


— 58  — 

nocion  general  no  es  una  idea  a prior  i,  sino  un  resultado  de  la  análisis. 

El  mismo  Tardieu  define  el  envenenamiento  de  esta  manera , haciendo 
descansar  la  naturaleza,  la  esencia  de  esa  enfermedad  en  la  de  la  causa 
que  la  produce.  lié  aquí  lo  que  dice  en  su  Estudio  médico-legal  del  enve- 
nenamiento. «Es  un  estado  morboso  accidental  que  resulta  de  la  acción 
especial  que  ejercen  sobre  la  economía  ciertas  sustancias  minerales  ú or- 
gánicas deletéreas  (M.»  Según  el  autor  de  esta  definición  del  envenena- 
miento, debe  el  ser  producido  por  la  acción  especial  de  una  sustancia  de- 
letérea, la  calificación  de  estado  morboso  accidental,  diferente  de  las  en- 
fermedades comunes.  ¿Qué  menos  hace,  pues,  M.  Tardieu  que  imitar  á 
los  que  censura?  ¿Parte  del  envenenamiento?  No;  parte  de  la  nocion  de  la 
sustancia  delet  rea;  de  la  acción  especial  de  esta  depende  que  el  envene- 
namiento sea  un  estado  morboso  accidental.  La  única  diferencia  está  en 
que,  en  vez  de  llamar  á esa  sustancia  venenosa  , la  llama  deletérea  , lo  cual 
es  pueril,  porque  deletéreo,  significa  venenoso  , que  ataca  la  vida. 

Que  sea  falsa  la  nocion  del  veneno,  de  la  que  supone  M.  Tardieu  que 
parte  la  toxicología  , no  procede  que  por  ello  se  niegue  la  existencia  po- 
sitiva de  esa  ciencia.  Lo  procedente  es  rectificar  esa  nocion , definir  el 
veneno  con  mas  exactitud.  No  porque  tal  ó cual  autor  no  haya  sido  feliz 
en  esa  definición , hay  razón  para  negar,  no  solo  la  toxicología,  sino  la 
existencia  positiva  del  veneno. 

La  definición  cabal  del  veneno  es  posible.  La  intoxicación  es  un  hecho; 
existe  de  un  modo  irrefragable , y es  un  fenómeno  morboso,  bajo  muchos 
aspectos  diferente  de  las  demás  enfermedades  naturales  ; pues  si  el 
efecto  lleva  consigo  un  sello  particular  y definible,  ¿por  qué  no  ha  de 
suceder  otro  tanto,  respecto  de  la  causa,  siendo  igualmente  un  hecho  co- 
nocido? ¿Y  quién  puede  dudar  que  las  causas  de  la  intoxicación  ó del 
envenenamiento  son  los  venenos,  ciertos  agentes  dotados  por  su  natura- 
leza de  virtudes  capaces  de  producir  esa  enfermedad  especial  y diferente 
de  las  demas  enfermedades  debidas  á las  causas  comunes,  ninguna  de 
las  cuales  es  tenida  por  veneno,  en  la  verdadera  acepción  de  esta  palabra? 

Si  se  quiere  que  la  nocion  del  veneno,  que  su  definición  emane  de  la  del 
envenenamiento,  hay  que  fijarse  en  la  naturaleza,  en  la  esencia  de  este,  en 
los  caracteres  diagnósticos  que  le  distingan  de  las  demás  enfermedades, 
ó en  el  tipo  nosológico,  en  el  fondo  de  la  dolencia  , en  su  naturaleza  pa- 
tológica. Bien  definida  la  intoxicación,  para  definir  el  veneno  no  hay 
mas  que  decir  que  lo  es  todo  lo  que  es  capaz  de  intoxicar. 

Si  se  quiere  definir  el  veneno,  y de  esa  definición  deducir  la  del  enve- 
nenamiento, habrá  que  estudiar  la  naturaleza  de  acción  déla  sustancia 
venenosa , diferenciarla  de  las  demás  causas  morbosas ; y una  vez  esta- 
blecido su  tipo,  su  carácter  esencial , su  naturaleza,  se  dirá  que  es  into- 
xicación ó envenenamiento  toda  enfermedad  producida  por  un  veneno. 
La  exactitud  de  la  definición  del  uno  dependerá  de  la  exactitud  de  la  de- 
finición del  otro. 

Cuál  de  esos  dos  modos  de  proceder  es  el  mejor,  el  mas  fácil  y acer- 
ado  lo  verémos  en  su  lugar;  pero  por  de  pronto  creemos  poder  indicar 
que  lógicamente  procediendo,  la  causa  es  antes  que  el  efecto;  y si  la  causa 
SG M 1 Tte!rZa  ^en-  • 1°  est^  efecto  igualmente. 

' rar,~ieu > ^ejos  de  resolver  ninguno  de  esos  puntos,  y siguiendo 
o hemos  visto  á los  mismos  de  quienes  se  cree  adversario,  ha- 

(‘)  Anales,  etc.,  tomo  XXII,  2.»  sórie,  pág.  393. 


— 59  - 

riendo  depender  la  noción  del  envenenamiento  de  la  sustancia  deletérea , 
solo  se  hace  cargo  de  la  definición  del  veneno  dada  por  algunos  autores 
franceses,  Orilla,  tio  y sobrino,  Mahon,  Foderéy  Gemelin;  las  encuentra 
defectuosas , y en  lugar  de  sustituirlas  con  otra  mejor,  porque  supongo 
que  el  uso  de  una  sinonimia  no  aspirará  á esto,  concluye  por  negar  la 
existencia  positiva  del  veneno,  siquiera  la  afirme  , reconociendo  que  hay 
sustancias  deletéreas , cuya  acción  especial  produce  el  estado  morboso  ac- 
cidental llamado  envenenamiento. 

No  podemos  abstenernos  de  preguntar  á ese  entendido  escritor,  ¿si, 
además  de  esas  definiciones  de  que  se  hace  cargo,  no  hay  otras  dadas  por 
otros  autores  nacionales  y extranjeros?  M.  Tardieu  no  ignorará  que  hay 
otros  toxicólogos  mas  felices  en  la  definición  del  veneno,  pues  que  saben 
darle  caracteres  diferenciales  exclusivos , solo  propios  de  las  sustancias 
venenosas , ó lo  que  es  lo  mismo , deletéreas. 

¿No  ha  pensado  acaso  que  los  vicios  de  las  definiciones  dadas  por  mu- 
chos al  veneno,  dependen  de  que  esas  definiciones  son  empíricas;  que  no 
dan  una  idea  de  la  naturaleza  especial  de  la  acción  tóxica;  que  solo  des- 
criben el  efecto  fisiológico  ó patológico  en  lo  que  tiene  de  mas  común  y 
general?  ¿No  cree  que  la  verdadera  definición , la  científica,  es  la  que 
descansa  en  c!  modo' de  obrar  del  veneno,  en  la  naturaleza  de  su  acción 
sobre  la  economía,  puesto  en  conlaclo  con  los  principios  inmediatos? 

Tardieu  no  dice  sobre  eso  ni  una  palabra.  ¿Es  . que  ignora  que  haya 
quien  define  así  el  veneno,  ó que  no  da  importancia  á los  toxicólogos  de 
esa  escuela? 

Pero,  aun  suponiendo  que  no  pudiera  definirse  de  un  modo  absoluta- 
mente exacto  el  veneno ; que  la  accion  del  veneno  necesite  de  ciertas 
condiciones  independientes  de  su  naturaleza  propia,  para  obrar  como  tal, 
¿habría  por  eso  razón  para  negar  la  existencia  de  los  venenos?  ¿Se  ha 
definido  la  vida  de  un  modo  absolutamente  exacto?  No  creo  que  Tardieu 
responda  por  la  afirmativa.  ¿Negará  por  eso  la  vida?  ¿Man  definido  todos 
bien  la  medicina  legal?  ¿Negará  por  eso  M.  Tardieu  la  existencia  de  ese 
cuerpo  de  doctrina  ó enseñanza?  Y cuántas  y cuántas  cosas  definidas  so 
hallan  en  este  caso,  y,  sin  embargo,  ¿no  seria  una  temeridad,  una  lo- 
cura , negarlas? 

Cuando  hablemos  de  loque  debe  entenderse  por  veneno,  acabaremos 
de  ver  la  sin  razón  de  M.  Tardieu  , y de  extrañar  que  se  haya  limitado  á 
los  ligeros  comentarios  sobre  las  definiciones  do  los  autores  indicados. 

existencia  ile  sustancias  venenosas  por  su  naturaleza 
es  positiva, 

Pero  no  paran  en  eso  solo  los  errores  de  M.  Tardieu;  no  solo  está 
inexacto  y equivocado,  cuando  afirma  que  la  Toxicoiogía  tiene  por  base 
la  noeion  falsa  del  veneno,  sino  cuando  afirma  que  no  hay  sustancia  al- 
guna, que  tenga  existencia  ni  caracteres  propios  de  tal;  que  el  veneno  no 
exisfe  sino  cuando  obra;  que  los  venenos  no  constituyen  un  grupo  natu- 
ral cuya  esencia  pueda  definirse  y caracterizarse;  que  todos,  sin  excep- 
ción, pierden  ó adquieren  , según  ciertas  circunstancias  exteriores,  sus 
propiedades  venenosas,  siendo  todo  veneno  medicamento,  y vice-versa. 
fiada  una  de  esas  afirmaciones,  ó negaciones  es  un  error  manifiesto. 

fio  mas  notable  de  esas  proposiciones  es  que  un  escritor  tan  práctico, 
como  quiere  ser  M.  Tardieu  . tan  positivo  en  ese  asunto,  apele,  para  sos- 


— 60  — 

tener  su  doctrina,  á ideas  eminentemente  metafísicas.  A qué  pedir  que 
se  defina  v caracterice  la  esencia  del  veneno?  ¿Conoce  M.  Tardieu  la  esen- 
rin  dp  al  «'O  nara  definirla  y caracterizarla  ? En  ciencias  positivas,  eso  de 
las  esencias  estA  mandado  recoger. 

Lo  de  que  el  veneno  no  lo  os  sino  en  cuanto  obra,  es  algo  hegeliano; 
recuerda  el  principio  gráfico  del  célebre  filósofo  inventor  del  Uberwunden : 
nada  es;  iodo  se  hace.  Él  movimiento  es  lo  que  hace  ser  algo,  para  M.  Tar- 
dieu; la  sustancia  venenosa  ha  de  entrar  en  movimiento  para  serlo.  Su- 
tileza eleálica  , quinta  esencia  hegeliana  si  las  hay,  con  laque  se  con- 
funde sofísticamente  la  acción  con  la  aptitud. 

Decir  que  un  veneno  no  lo  es,  sino  en  cuanto  obra,  es  lo  mismo  que 
decir  que  un  arma  no  es  arma,  sino  cuando  hiere ; el  fuego  no  es  fuego, 
sino  cuando  quema.  La  víbora  no  es  animal  ponzoñoso , sino  cuando 
muerde.  No  creo  que  M.  Tardieu  acepte  estas  consecuencias  de  su  doc- 
trina. 

La  víbora  , para  ser  animal  ponzoñoso,  no  necesita  que  muerda  , que 
entre  en  acción.  Apenas  rompe  la  cáscara  de  su  huevo,  es  venenosa;  es 
decir,  es  un  animal  á cuya  organización  debe  el  tener  una  glándula  que 
segrega  un  material  ponzoñoso  de  suyo,  y un  diente  que,  apretando  las 
mandíbulas , depone  ese  material  en  el  fondo  de  la  mordedura,  y enve- 
nena al  animal  mordido.  La  aptitud  que  tiene  es  lo  que  la  hace  venenosa, 
no  la  intoxicación  que  produce,  cuando  muerde.  Este  efecto,  infinita- 
mente observado  desde  los  tiempos  mas  remotos,  es  lo  que  ha  dado  á 
conocer  que  tiene  esa  aptitud;  que  así  como  produce  una  intoxicación, 
producirá  otra  y otra,  cuantas  veces  muerda,  si  no  se  le  apura  la  pon- 
zoña. Eso  es  lo  que  entienden  los  hombres  prácticos,  los  hombres  positi- 
vistas , los  que  no  gustan  de  columpiarse  en  los  trapecios  metafísicos, 
cuando  dicen  que  un  animal  es  ponzoñoso. 

Los  animales  ponzoñosos,  víbora  , culebra  de  cascabel  , alacran  , etc., 
segregan  un  humor  venenoso  con  propiedades  ó caracteres  propios;  ni  es- 
tos ni  la  existencia  de  aquellos  se  deben  á circunstancias  exteriores;  estas 
no  les  dan  su  virtud  maléfica,  si  no  la  tienen;  ni  se  la  quitan,  si  la  po- 
seen. Lo  que  pueden  hacer  las  circunstancias  exteriores , las  condiciones 
en  medio  de  las  cuales  el  veneno  obra  , es  modificar  mas  ó menos  su  ac- 
ción ; porque  toda  acción,  por  enérgica  que  sea,  jamás  es  absoluta ; siem- 
pre es  mas  ó menos  condicional. 

Lo  que  digo  de  la  víbora  y demás  animales  ponzoñosos  es  aplicable  á 
los  vegetales  y minerales  que  envenenan.  Los  hongos  venenosos,  por 
ejemplo,  el  haba  de  San  Ignacio,  la  nuez  vómica,  la  cicuta,  el  opio,  el 
ácido  cianhídrico,  etc.,  etc.,  son  sustancias  vegetales  venenosas  por  su 
propia  naturaleza,  por  la  organización  que  tienen  las  plantas,  en  cuyo 
interior  se  elaboran  los  principios  que  les  dan  las  virtudes  maléficas,  y 
de  cuya  sustancia  se  extraen  esos  principios,  en  estado  de  mayor  ó me- 
nor pureza,  siendo  estos  todavía  mas  venenosos  que  las  mismas  plantas, 
puesto  que,  en  igual  cantidad  de  materia,  hay  mas  acción , por  consti- 
tuirla toda  el  principio  venenoso. 

Esos  venenos  vegetales  no  deben  sus  propiedades  tóxicas , lo  mismo 
que  las  físicas  , á ninguna  circunstancia  exterior ; las  tienen  por  su  orga- 
nización , por  su  fisiología  , por  la  elaboración  de  principios  dañinos  que 
se  efectúan  natural  y espontáneamente  en  sus  órganos  , y los  principios 
que  elaboran  poseen  las  propiedades  venenosas,  que  dan  este  maligno  ca- 
rácter al  vegetal  ó planta  de  que  proceden,  debiéndolas  á su  constitución 


- 61  - 

anímica,  la  cual  es  á su  vez  el  resultado  de  íá  química  viviente,  de  las 
combinaciones  orgánicas  efectuadas  con  el  movimiento  molecular  del  ve- 

^No  quiero  suponer  con  eso  que  las  plantas  no  deban  al  suelo,  donde  re- 
siden ó nacen  y viven , á los  principios  de  ese  suelo,  y á los  agentes 
atmosféricos  , gran  parte  de  los  principios  que  las  constituyen,  y los  pro- 
ductos que  elaboran.  Sabido  es  que  , según  los  países  y terrenos,  las 
mismas  plantas  no  tienen  iguales  propiedades.  El  té  de  la  China  no  es 
igual  al  de  Java , ni  .en  el  Sud  de  los  Estados  Unidos.  Otro  tanto  le  su- 
cede al  tabaco,  solo  cultivable  en  ciertos  países;  y todos  saben  las  dife- 
rencias de  las  quinas,  según  su  procedencia.  El  rábano  exquisito  de  Tel- 
tovv  , si  abandona  los  arenales  de  la  marca  de  Brandeburgo,  pierde  su 
sabor ; en  el  fértil  suelo  de  las  provincias  del  llhin  se  torna  en  un  tubér- 
culo informe  é insípido,  que  rechaza  el  paladar  del  gastrónomo  berlinés. 
1.a  viña  no  se  aclimata  en  América.  El  almendro  da  almendras  amargas 
ó dulces , según  el  terreno  donde  se  planta.  Las  patatas  pueden  tener  un 
álcali  venenoso,  si  germinan  en  sótanos  ó cuevas  húmedas  (*)  ¿Acabarla 
nunca  si  me  empeñara  en  determinar  las  diferencias  que  presentan  los 
vegetales , y hasta  los  mismos  animales  ponzoñosos , según  los  terrenos  y 
países? 

Sin  embargo,  siquiera  sea  eso  verdad,  siquiera  tanto  la  planta,  como  el 
animal  estén  íntimamente  relacionados  con  los  principios  del  suelo  donde 
viven  y las  condiciones  atmosféricas  del  país  ; siempre  resulta  que  hay  en 
su  organización,  y en  su  química  viviente,  propiedades  que  les  pertene- 
cen; que  no  se  deben  á esas  influencias  exteriores,  y que,  sin  ellas,  no 
serian  posibles  esos  fenómenos. 

La  estricnina  de  la  nuez  vómica , la  morfina  de  la  adormidera , el 
ácido  cianhídrico  de  las  almendras  amargas,  la  nicotina  del  tabaco,  la 
conicina  de  la  cicuta,  la  digitalina  de  la  digital,  etc.,  etc.,  son  respec- 
tivamente tan  propias  de  cada  una  de  esas  plantas,  como  el  humor  pon- 
zoñoso que  segregan  la  víbora,  la  culebra  de  cascabel,  el  alacran  , las 
nayas,  etc.  Son  el  resultado  de  la  organización  v fisiología  de  esas  plan- 
tas y animales. 

Todas  las  circunstancias  exteriores  del  mundo,  sea  cual  fuere  su  com- 
binación , no  darán  jamás  á la  culebra  común  el  veneno  de  la  víbora  y 
de  la  serpiente  de  sonaja  ; á la  salamanquesa,  el  dardo  del  alacran  ; á la 
haba  comestible,  la  estricnina  del  haba  de  San  Ignacio;  á la  nuez  de. 
agallas  y á la  del  nogal , la  de  la  nuez  vómica ; al  cardillo,  la  conicina  de 
la  cicuta;  á las  hojas  de  la  berza,  la  nicotina  del  tabaco ; á las  espinacas, 
la  digitalina  de  la  digital;  á los  tallos  de  la  dália , el  opio  de  las  adormi- 
deras; al  trigo,  el  ácido  prúsico  de  las  almendras  amargas,  y así  sucesi- 
vamente de  todo  lo  demás. 

Todo  lo  que  podrán  hacer  las  circunstancias  exteriores  será  modificar 
la  química  viviente  de  las  plantas  y animales;  y respecto  de  la  acción  de 
cualquiera  de  esas  plantas  venenosas  ó sus  principios  tóxicos,  todo  lo 
que  podrán  alcanzar  la  cantidad,  el  vehículo,  el  estado  de  salud  ó enfer- 
medad del  sugeto,  la  vacuidad  ó plenitud  de  estómago,  etc. , etc. , será 
modificar  mas  ó menos  la  energía  del  veneno,  por  la  misma  razón  que  ya 
hemos  dado,  porque  la  acción  de  los  venenos , como  la  de  todos  los 
agentes,  no  es  absoluta;  siempre  es  condicional. 


(*)  MolewlloU,  La  (xrculacwn  ée  la  , p.  70. 


En  ei  mismo  caso  se  hallan  la*  siManeias  venenosas  minerales.  Ei 
ácido  arsenioso,  el  sublimado  corrosivo,  el  acétalo  de  cobie,  el  fósforo, 
el  ácido  sulfúrico  concentrado,  etc.5  etc.,  son  venenos,  poi  su  natuidleza, 
por  su  constitución  química,  por  su  propiedad,  inherente  á esa  constitu- 
ción de  formar  combinaciones  con  los  principios  inmediatos  de  nuestra 
economía,  ó impedir  las  normales  de  los  mismos,  alterando  sus  propie- 
dades .fisiológicas,  é imposibilitando  de  esa  suerte  sus  movimientos  de 
asimilación  y de  desasimilacion , naturales  y necesarios  á la  actividad 
funcional.  . 

Ninguna  de  las  sustancias  minerales  citadas,  ni  de  las  demás  del  reino 
mineral  dotadas  ele  gran  fuerza  química,  la  deben  á circunstancias  exte- 
riores; la  deben  A su  composición  química,  á sus  principios  , en  la  forma 
con  que  existen  en  ellas. 

Combínense  como  se  quiera  esas  circunstancias,  sean  las  que  fueren, 
jamás  darán  al  agua  común  la  propiedad  del  ácido  sulfúrico,  nítrico,  clor- 
hídrico, etc. ; jamás  á la  magnesia , óxido  de  hierro  y tierra  arcillosa  ó 
yeso,  la  de  la  potasa,  sosa  y barita ; jamás  al  sulfato  de  hierro,  las  propie- 
dades del  bicloruro  de  mercurio,  etc.,  etc.  Mientras  esas  circunstancias 
no  alteren  la  naturaleza  del  cuerpo  simple,  binario  ó ternario,  venenoso; 
mientras  los  apliquen  en  tal  ó cual  cantidad,  ó grado  de  disolución  que 
pueda  desplegar  su  fuerza  química  , y al  combinarse  con  los  principios 
inmediatos  de  la  economía  , los  alteren  en  suficiente  cantidad,  para  que 
la  vida  se  perturbe  ; ellos  obrarán  como  venenos  , y la  perturbación  que 
produzcan,  ó la  muerte,  será  una  intoxicación. 

Las  circunstancias  exteriores  podrán  modificar  la  acción  de  ios  vene- 
nos; la  toxicología  ya  se  hace  cargo  de  ello,  y estudia  qué  circunstancias 
son  esas,  y hasta  qué  punto  pueden  modificar  la  acción  de  los  venenos, 
y de  cuáles,  y bajo  qué  condiciones;  pero  jamás  darán  á un  cuerpo  ino- 
cente virtudes  tóxicas , y vico-versa , mientras  no  alteren  la  naturaleza 
química  de  esos  cuerpos. 

Ni  los  animales  ponzoñosos,  ni  las  plantas,  ni  los  minerales  calificados 
de  venenosos , pierden  ni  adquieren  sus  propiedades  tóxicas  por  la  in- 
fluencia exterior;  esta  modificará  la  energía  de  aquellos;  pero  modificar 
la  acción  de  un  agente,  no  es  darle  ni  quitarle  propiedades. 

Si  la  lógica  del  doctor  Tardieu  valiera,  pudiéramos  afirmar  que  las 
propiedades  físicas  de  los  cuerpos  no  existen;  que  son  hechura  de  las 
circunstancias  exteriores.  El  agua  , por  ejemplo,  no  es  líquida,  ni  sólida, 
ni  gaseosa;  todo  depende  de  las  circunstancias,  que  ie  dan  mayor  ó me- 
nor cantidad  de  calórico,  al  que  deben  los  cuerpos  su  estado;  si  llega 
á 100“,  será  gaseosa ; si  baja  á 0°,  será  sólida.  Echémonos  por  esa  vía  es- 
colástica, por  ese  juego  dialéctico,  y no  quedará  riada  en  pié;  no  pararé- 
mos  hasta  la  teoría  de  Berkeley  y de  los  llamantes  filósofos  alemanes, 
partidarios  de  la  teoría  de  Fichte  , según  la  cual  nada  existe  fuera  de  la 
idea  del  yo,  queda  la  existencia  real  á todo. 

La  existencia  de  los  venenos  ó los  caracteres  de  los  mismos  son  propie- 
dades tan  propias  de  esos  cuerpos,  como  todas  las  físicas , químicas  y 
fisiológicas  que  los  distinguen,  ü no  hay  cuerpo  alguno  que  tenga  proprn- 
dades  , ó las  tienen  los  venenos.  M.  Tardieu  no  les  negará  las  propieda- 
des físicas  , siquiera  las  deban  á la  acción  de  las  fuerzas  que  dan  lugar  á 
esas  propiedades;  esto  es,  á las  modificaciones  de  la  cohesión  y ficción 
del  calórico.  Tampoco  les  negará  las  propiedades  químicas,  dependientes 
de  los  elementos  de  que  se  componen,  y de  ias  fuerzas  que  combinan 


- 63  - 

esos  elementos.  Tampoco  puede  negarles  las  fisiológicas,  siquiera  no  las 
tenga  por  químicas,  siquiera  no  crea  que,  puestos  Tos  venenos  en  esfera 
de  actividad  con  los  principios  inmediatos  de  nuestra  economía,  se  com- 
binan con  ellos,  dando  lugar  á profundas  alteraciones  en  las  funciones 
de  la  sangre  y de  los  órganos. 

Todas  esas  propiedades  son  de  los  venenos  , como  lo  son  de  los  demás 
cuerpos  las  que  tienen ; las  deben  á su  naturaleza,  á su  materia , á sus 
elementos , y al  modo  como  están  estos  combinados  en  ellos,  cuando  son 
minerales  , y además  á la  organización  y fisiología  del  animal  ó vegetal 
que  los  elabora  , cuando  son  orgánicos. 

Que  ciertas  circunstancias  exteriores  neutralicen  su  acción  en  dados 
casos,  no  es  una  razón  para  negarles  ni  esa  acción,  ni  sus  propiedades; 
que  el  veneno  de  la  víbora  no  mate,  introducido  en  el  estómago  sano,  cuyos 
jugos  gástricos  le  descomponen,  ó no  le  dan  solubilidad , ó suficiente  di- 
fusibilidad para  ser  absorbido,  mientras  puede  matar,  puesto  en  contacto 
con  la  sangre  , no  es  una  razón  para  negar  al  humor  de  la  víbora  su  ca- 
rácter ponzoñoso;  que  la  estricnina  pura  ó la  nuez  vómica  no  envenene, 
si  encuentra  en  el  estómago  carbón  en  polvo,  ó yoduro  yodurado  de  pota- 
sio, no  es  una  razón  para  negarle  su  terrible  acción  tóxica,  fuera  de  esa 
circunstancia;  que  el  sublimado  corrosivo  no  envenene,  si,  aplicado  á la 
piel , se  lava  la  escara  que  produce  hasta  que  echa  sangre , con  un  clo- 
ruro alcalino,  no  es  una  razón  para  negarle  su  acción  sobre  la  albúmina, 
combinándose  con  ella , y quitándole  sus  aptitudes  proteiformes  para  la 
asimilación. 

Los  contravenenos  hacen  perder  la  virtud  tóxica  á los  venenos , por- 
que les  alteran  la  naturaleza,  su  constitución  química;  las  circunstan- 
cias que  modifican  su  acción,  sin  alterarles  la  naturaleza,  cambian  las 
condiciones  que  necesitan  para  desplegarla;  la  cantidad  á que  se  dan, 
por  ejemplo , puede , no  hacerles  perder  su  virtud  tóxica , sino  sujetarla  á 
la  ley  general  de  todo  agente:  á menos  agente,  menos  acción. 

La  acción  de  todos  los  venenos,  como  la  de  todos  los  agentes,  es 
condicional,  tiene  sus  leyes  físicas,  químicas  y fisiológicas,  necesita  de 
condiciones  para  obrar ; y si  por  eso  se  ha  de  creer  que  no  tiene  existen- 
cia propia , ni  es  una  propiedad  suya  su  acción , solo  habrá  que  conceder 
existencia  y propiedades  á lo  absoluto , que  es  como  si  dijéramos  á nada 
de  lo  que  existe  en  el  reino  animal , vegetal  y mineral. 

X\5I.-Los  venenos  forman  un  grupo  nalur»!  diferente 
de  los  medicamentos  : pertenecen  antes  á la  lexicología  que  á la 

fai’niacolog'sa. 

Es  igualmente  un  error  notable  de  M.  Tardieu  afirmar  que  los  venenos 
no  forman  un  grupo  natural,  cuya  esencia  pueda  definirse  y caracterizarse. 
No  podemos  creer  que  dicho  autor  hable  aquí  en  sério  de  la  verdadera 
esencia  de  ese  grupo.  Suponemos  que  quiere  decir  la  propiedad  caracte- 
rística diferencial  y exclusiva  de  las  sustancias  que  constituyen  ese  gru- 
po. Así  lo  da  á entender,  cuando  mas  abajo  dice  qoe  lo  que  se  llama  ve- 
neno, así  puede  llamarse  medicamento;  que  la  toxicología  y la  farmaco- 
logía tienen  igual  derecho  á considerar  como  suyas  esas  sustancias;  lo 
cual  quiere  decir  que  no  hay  entre  ellas  diferencias  esenciales  , caracté- 
res  propios  exclusivos,  y dependiendo  que  el  opio,  por  ejemplo,  sea 
veneno  ó medicamento,  de  la  cantidad  á que  se  dé,  del  estado  de  salud 
del  sugeto,  del  hábito  que  tenga  de  tomarle,  etc. , etc. 


— 65  — 


No  extrañamos  aquí  la  superficialidad  del  razonamiento  de  M.  Tardieu, 
Dornue  es  la  misma  que  suele  reinar  entre  los  autores,  que  se  entretienen 
rn  buscar  escolásticamente  las  diferencias  entre  el  alimento  , el  medica- 
mento y'  el  veneno;  superficialidad  hija:  l.°  de  que,  en  lugar  de  fijarse 
en  la  lev  se  fijan  en  la  excepción ; y de  que,  en  lugar  de  penetrar  en 
el  fondo  cielos  hechos,  en  estudiar  el  modo  de  obrar  del  cuerpo  en  sí, 
v en  sus  condiciones  naturales,  se  quedan  en  la  superficie  del  hecho,  y le 
consideran  por  lo  artificial  de  las  circunstancias,  en  medio  de  las  cuales 


se  efectúa.  . , , , . 

Lo  primero  que,  en  ese  razonamiento,  choca  con  la  lógica , es  que,  asi 

como  se  cree  M.  Tardieu  con  razón  para  negar  la  existencia  de  los  vene- 
nos , no  se  crea  con  igual  razón  para  negar  la  existencia  de  los  medica- 
mentos: tan  ficticia  es  la  lexicología  como  la  farmacología  y la  terapéu- 
tica , según  el  razonamiento  escolástico  de  M.  lardieu  y de  aquellos  de 
quicnes'ha  tomado  la  idea.  Si  es  imposible  formar  con  los  venenos  un 
grupo  natural,  por  no  poderse  definir  ni  caracterizar  su  esencia,  ni  distin- 
guirlos, por  lo  tanto,  de  los  medicamentos;  también  ha  de  ser  imposible 
formar  con  los  medicamentos  otro  grupo  natural  por  no  poderse  definir 
ni  caracterizar  su  esencia,  ni  distinguirla  por  lo  mismo  de  los  venenos. 
La  recíproca  es  aquí  de  rigor.  Y,  sin  embargo,  Tardieu  afirma  la  existen- 
cia de  los  medicamentos,  la  de  la  farmacología,  y niega  la  de  los  venenos, 
la  de  la  toxicología. 

¿Pretenderá  que  la  toxicología  ha  nacido  de  la  farmacología;  que  el 
veneno  ha  nacido  del  medicamento,  y que,  por  lo  mismo,  no  habiendo 
diferencia  esencial  entre  el  medicamento  y el  veneno , solo  debe  reser- 
varse la  existencia  positiva  para  el  primero  y su  esencia?  Seria  una  pre- 
tensión impertinente,  contra  ia  cual  protesta  la  historia  de  la  toxicología 
y de  la  farmacología , y la  experiencia  de  lodos  los  dias.  Antes  que  los 
medicamentos,  existen  los  venenos ; antes  que  el  arle,  está  la  naturaleza; 
á esta  se  deben  los  venenos;  al  arte  los  medicamentos.  Para  que  una 
sustancia  sea  venenosa,  basta  tomarla  tal  como  la  da  la  naturaleza;  para 
que  sea  medicamento,  es  menester  que  intervenga  el  arte  , ya  en  desig- 
narle como  tal  para  este  ó aquel  caso  morboso,  ya  en  prepararle. 

Para  que  la  cicuta  envenene  , no  se  necesita  mas  que  cogerla  del  som- 
brío campo  donde  vegeta,  equivocándola  con  una  planta  sativa,  con  una 
ensalada;  para  que  sea  medicamento,  es  necesario  que  el  arte  la  prepare, 
que  extracte  su  jugo,  sus  principios  activos,  que  haga  píldoras,  emplas- 
tos, pomadas,  etc. , y que  limite  su  cantidad  dósica  á lo  que  la  expe- 
riencia enseña.  Antes  que  le  ocurriera  á nadie  emplearla  como  medica- 
mento narcótico,  fundente,  etc.,  hubo  de  haber  mas  de  una  intoxicación 
narcótica  ó narcótico-acre,  que  revelara  sus  virtudes  virosas  ó veneno- 
sas. El  suplicio  por  medio  de  la  cicuta,  era  mas  antiguo  en  Grecia  y 
en  Egipto  que  el  empleo  del  koneion , que  se  encuentra  en  los  libros  hi- 
pocrálicos. 

Lo  que  digo  de  la  cicuta  es  aplicable  á todas  las  sustancias,  tanto  or- 
gánicas como  inorgánicas  veucnosas,  que  se  emplean  como  medica- 
mentos. Como  productos  naturales  pertenecen  á la  toxicología , no  á la 
farmacología  ; porque  antes  que  esta  se  las  apropiase,  habian  producido 
envenenamientos;  estos  han  sido  anteriores  á las  curaciones;  ia  toxico- 
logía, pues,  no  ha  pedido  á la  materia  médica  sustancias  para  formar  la 
colección  de  venenos;  es  la  materia  médica  la  que  ha  ido  á pedirlas  á la 
toxicología,  para  incluir  los  venenos  en  la  colección  de  medicamentos,  y 


- 08  - 

para  esto  ha  tenido  que  elaborarlos , que  darles  otra  forma  y que  dismi- 
nuir su  cantidad ; así  ha  vuelto  menos  activa  su  propiedad  natural,  pri- 
mitiva , espontánea  , de  atacar  la  vida  , y se  ha  servido  de  esa  propiedad 
debilitada  por  el  arte,  para  aplicarla  en  casos,  en  los  que  el  estado  del 
cuerpo  enfermo  puede  sacar  partido  de  ella. 

Si,  pues,  hay  alguna  ciencia  que  suprimir,  por  no  poder  establecer  di- 
ferencias esenciales  entre  el  veneno  y el  medicamento,  no  es  la  toxico- 
logia,  es  la  farmacología. 

Siquiera  muchos  venenos  sean  producto  del  arte , es  la  química  la  que 
los  produce , y antes  que  la  farmacología  los  registre  en  su  libro  de  me- 
dicamentos, el  envenenamiento  involuntario,  el  voluntario  o el  experi- 
mental le  enseñan  que  esas  sustancias  tienen  tales  virtudes. 

La  química  elabora  muchos  productos  minerales  que  no  existen  en  la 
naturaleza,  por  lo  menos  al  estado  puro;  extrae  de  las  plantas  los  prin- 
cipios inmediatos  que  les  dan  la  virtud  tóxica,  y de  los  laboratorios  salen, 
ó para  pertenecer  á la  toxicología , ó para  pertenecer  á la  farmacología. 
Mas  los  experimentos  hechos  con  esas  sustancias  artificiales , empiezan 
por  hechos  tóxicos.  Las  intoxicaciones  involuntarias  que  con  ellos  acae- 
cen , se  efectúan  de  un  modo  mas  natural  que  las  medicaciones ; porque 
se  toman  cantidades  comunes  á otras  sustancias  usadas,  ya  como  alimen- 
tos, ya  como  cosméticos. 

Para  dar  á una  sustancia,  tanto  natural  como  artificial,  una  propiedad 
tóxica,  la  regla  no  es  considerarla  en  cantidad  mínima,  fraccionada;  el 
tipo  que  se  toma  como  natural  es  el  común  ; el  que  presenta  por  lo  gene- 
ral toda  sustancia  que  se  come  ó se  aplica  para  algún  uso. 

Nadie  tiene  , por  ejemplo , pdr  venenosa  una  clase  de  hongos  por  el 
efecto  que  produce  una  porción  como  un  grano , sino  por  el  que  resulta 
de  comerse  algunas  de  esas  plantas.  Nadie  llama  venenosa  la  cicuta  por 
una  hojiia  que  se  eche  en  un  plato,  creyéndola  peregil,  sino  por  algunas 
hojas  que  se  coman  como  ensalada.  Nadie  tiene  por  venenosa  una  al- 
mendra amarga,  sino  muchas  almendras  amargas,  etc. , etc. 

Cuando  se  dice  que  el  plomo  , el  mercurio  son  cuerpos  muy  pesados,  á 
nadie  le  ocurre  la  escolástica  argucia  de  decir  que  un  átomo  de  plomo  ó 
de  mercurio  no  pesa.,  es  ligero,  y sin  embargo  es  plomo,  es  mercurio; 
el  sentido  común,  el  común  modo  de  juzgar,  ya  entiende  que  debe  haber 
cierta  cantidad  de  esas  materias  para  que  el  peso  se  manifieste. 

Pues  una  cosa  análoga  sucede  con  las  sustancias  venenosas ; comun- 
mente se  entienden  por  tales,  en  una  cantidad  que  les  permita  desplegar 
su  acción  de  modo  que  maten  ó perturben  profundamente  las  funciones; 
porque  es  condición  de  todo  agente  que,  para  producir  efectos  caracterís- 
ticos, tenga  la  fuerza  suficiente.  Y como  quiera  que  la  fuerza  tóxica  de- 
pende de  la  acción  atomística  de  la  sustancia  venenosa,  conforme  lo  ve- 
remos en  su  lugar,  y que  esa  acción  obedece  á la  ley  de  los  equivalentes, 
no  solo  se  altera  mas  cantidad  de  principios  inmediatos,  cuando  hay  mas 
átomos  del  veneno  , sino  cuanto  mayor  sea  la  proporción  de  principios 
inmediatos  que  necesita  cada  uno  para  una  combinación. 

La  mayor  ó menor  cantidad,  por  lo  tanto , no  altera  la  naturaleza  de 
una  sustancia  , no  le  quita  la  virtud  tóxica , si  la  tiene;  ni  se  la  da , si  no 
la  tiene:  lo  único  que  hace  es  que  la  acción  sea  mas  ó menos  enérgica, 
que  tenga  mas  ó menos  efecto,  que  esta  sea  insensible,  poco  eficaz  ó 
terrible. 

Entre  el  veneno  y el  medicamento  hay,  pues,  algo  mas  que  la  canti- 

70XIC0Í.0GIA. — 5 


— <56  - 

dad  para  diferenciarlos,  y siquiera  los  venenos,  reducidos  á una  canti- 
dad inferior  á la  que  necesitan  para  desplegar  su  acción  matadora  ó per- 
turbadora de  funciones,  pueden  servir  para  restablecer  la  salud;  eso  no 
obsta  para  considerarlos  como  formando  naturalmente  un  grupo  de  sus- 
tancias diferentes  de  las  que  se  llaman  medicamentos,  no  solo  de  los  que, 
á cualquiera  cantidad  que  se  den,  jamás  son  tóxicos  , sino  de  los  que,  pa- 
sando de  la  cantidad  medicinal,  se  hacen  dañinos.  Y puesto  que  la  far- 
macología, como  lo  hemos  probado,  saca  de  la  toxicología  medicamen- 
tos, alterándoles  las  condiciones  naturales,  en  medio  de  las  cuales  des- 
plegan su  acción  tóxica ; lo  natural , lo  lógico  es  considerar  como  propios 
de  Ta  toxicología  esos  cuerpos,  y si  hay  algo  que  suprimir  como  ficticio  ó 
artificial,  es  el  catálogo  de  venenos  convertidos  en  medicamentos,  por  me- 
dio de  operaciones  que  modifiquen  las  condiciones  normales  de  aquellos. 

Si  las  sustancias  venenosas  , en  las  mismas  condiciones  y circunstan- 
cias, pudieran  ser  medicamentos,  habría  alguna  razón  para  no  ver  entre 
ellas  diferencias , ya  consideradas  como  venenos,  ya  como  medicamen- 
tos. Pero  eso  no  es^así,  ha  de  haber  notables  diferencias  en  condiciones 
y circunstancias , ya  respecto  del  modo  de  tomarle,  ya  respecto  del  es- 
tado fisiológico  del  que  le  tome,  para  que  un  veneno  se  haga  sustancia 
medicinal. 

Si  á todo  lo  dicho  añadimos  que  hay  muchos  venenos  que  no  son  nunca 
medicamentos , no  modificando  sus  condiciones  normales  , y que  la  ex- 
periencia no  confirma  la  eficacia  medicinal  de  otros  , cuya  virtud  tóxica 
induce  á ensayarlos,  modificados  en  la  cantidad,  para  combatir  ciertos 
males;  se  acabará  de  ver  claramente  que  es  una  sutileza  escolástica  que- 
rer negar  la  existencia  de  los  venenos,  porque,  alterándoles  sus  condicio 
nes  naturales,  puedan  algunos  obrar  como  remedios. 

La  toxicología  no  considera  como  objetos  de  su  especial  estudio  las 
sustancias  venenosas  de  una  manera  absoluta,  sino  condicional,  y atien- 
de á sus  condiciones  naturales,  y con  relación  al  estado  fisiológico  del 
hombre.  Pues  bien,  mientras  el  arte  no  altere  esas  condiciones;  mientras 
ellos  obren  dentro  de  ellas,  matan  ó trastornan  profundamente  la  salud, 
y bajo  ese  punto  de  vista,  que  es  el  natural,  es  lógico  tenerlos  por  una 
clase  de  cuerpos  diferentes  ae  los  demás,  que , dentro  de  esas  condicio- 
nes, ni  matan,  ni  trastornan  la  salud. 

El  humor  que  la  víbora  depone  en  la  mordedura  es  un  veneno  natural. 
La  ciencia  toxicológica  le  toma  con  derecho  como  objeto  propio  de  su  es- 
tudio. Los  hongos  tóxicos , comidos  como  las  setas  sativas,  son  un  ve- 
neno natural,  y la  toxicología  los  toma  también  con  razón  como  objeto 
especial  de  su  tarea.  Todos  los  vegetales  venenosos,  hojas,  raices,  ta- 
llos, bayas,  frutos,  etc.,  comidos  en  la  cantidad  común  de  todo  ali- 
mento , son  venenos  y objeto  propio  de  la  toxicología.  Los  minerales  só- 
lidos, líquidos  y gaseosos,  tóxicos  en  las  cantidades  comunes  al  uso  que 
se  hace  de  otros  cuerpos  minerales  también  , matan  ó trastornan  profun- 
damente la  salud , y por  lo  mismo , bajo  este  aspecto  y en  esas  condicio- 
nes , pertenecen  ó la  toxicología. 

Para  que  la  farmacología  pueda  hacerlos  suyos,  para  que  puedan  ser 
medicamentos,  ¿qué  no  hay  que  hacer?  ¿cuánto  arte  no  se  necesita? 
cuánto  no  se  han  de  modificar  las  condiciones  naturales  de  esas  sustan- 
cias l qué  diferentes  no  han  de  ser  las  de  las  personas  que  las  toman?  Por 

ae  pronto  han  de  padecer  una  enfermedad  que  exija  la  acción  de  esas  sus 
tancias. 


- 6 1 

Y aun  así  eso  no  es  general.  Ni  todos  los  venenos  pasan  á ser  medica- 
mentos, ni  todos  los  medicamentos  pueden  hacerse  venenos;  los  Geme- 
lin  y los  Isenflamu  no  han  podido  nacer  esas  arbitrarias  conversiones. 
Todavía  no  han  pasado  á la  categoría  de  medicamentos  los  animales  pon- 
zoñosos: si  ha  habido  quien  ha  tenido  la  idea  de  inocular  el  veneno  de 
la  víbora  como  profiláctico  de  la  fiebre  amarilla , eso  no  ha  servido  mas 
que  para  probar  que,  así  como  dijo  Cicerón  que  no  hay  disparate  que  no 
le  haya  dicho  algún  filósofo , así  podemos  afirmar  que  no  hay  rareza 
que  no  la  haya  ideado  algún  médico.  En  igual  caso  están  los  hongos  y 
otros  muchos  venenos. 

Se  comete  , por  lo  tanto , un  sofisma,  cuando  de  lo  que  pasa  con  unos, 
se  quiere  suponer  de  todos;  y porque  unas  sustancias  en  condiciones  di- 
ferentes ya  son  venenos,  ya  medicamentos,  se  afirma  que  todas  puedan 
tener  esos  dos  caracteres  tan  opuestos. 

No;  no  es  exacto  lo  que  afirma  de  un  modo  tan  absoluto  M.  Tardieu, 
ni  está  siempre  contenido  en  el  veneno  el  medicamento,  ni  es  imposible 
separar  de  la  farmacología  muchas  sustancias  venenosas.  No  solo  es  po- 
sible, sino  necesario. 

No  sé  como  M.  Tardieu  puede  salir  de  la  contradicción  en  que  ha  caí- 
do, negando  el  carácter  diferencial  del  veneno,  y haciendo  depender  este 
carácter  de  circunstancias  agenas  á la  naturaleza  de  las  sustancias,  y defi- 
niendo luego  la  intoxicación  ó envenenamiento,  de  un  modo  que  afirma 
la  existencia  de  los  venenos,  con  acción  especial  y diferente  de  los  medi- 
camentos. Si  el  envenenamiento  es  un  estado  morboso  accidental , pro- 
vocado por  la  acción  especial  de  una  sustancia  mineral  ú orgánica  deleté- 
rea , ¿no  es  eso  afirmar  que  hay  sustancias  de  acción  especial  , dife- 
rente de  las  de  otros  agentes  no  deletéreos,  y que  su  carácter  diferen- 
cial es  producir  esos  estados  morbosos  accidentales?  ¿Crée  acaso  ese 
sabio  autor  que,  porque  se  vale  de  la  voz  deletéreo,  que  es  sinónimo 
de  venenoso,  no  ha  de  incurrir  en  el  defecto  que  censura  á los  toxicó- 
logos ? ¿Qué  dirá  si  ie  pregunian,  qué  es  deletéreo? 

Si  no  hay  diferencias  esenciales  entre  las  sustancias  venenosas  y medi- 
cinales, tampoco  la  habrá  entre  estas  y las  deletéreas ; tampoco  podrá  su 
acción  ser  especial ; tampoco  podrá  servir  para  dar  carácter  diferencial  á 
un  estado  morboso,  y la  definición  dada  por  M.  Tardieu  al  envenena- 
miento, será  tan  mala  como  la  pésima  de  las  peores. 

Considero  ocioso,  después  de  quedar  probado  que  existe  una  clase  de 
cuerpos,  bastante  diferentes  en  virtudes  para  formar  de  ellos  la  categoría 
de  venenos,  demostrar  que  esta  categoría  ofrece  diferencias  notables,  las 
que  el  toxicólogo  consigna,  sirviéndole  de  base  para  la  clasificación  de 
aquellos;  ora  la  establezca  tomando  el  modo  de  obrar  químico  ó la  acción 
primitiva , ora  el  modo  de  obrar  fisiológico,  ó sea  el  cuadro  de  síntomas 
que  desplega  esa  acción,  según  cual  sea.  Ni  el  modo  de  obrar  de  todos 
los  venenos  es  igual , ni  es  igual  el  cuadro  si n loma to lógico  de  toda  into- 
xicación , como  lo  verémos  en  su  lugar. 

Resulta  , por  lo  tanto  , de  todas  las  reflexiones  que  preceden  , que  la 
segunda  razón  en  que  se  funda  M.  Tardieu , para  negar  á la  toxicología 
el  título  de  ciencia,  no  es  menos  débil  ó errónea  que  la  primera  , y que 
está  muy  distante  dicha  ciencia  de  ser  una  institución  artificial,  basada  en 
fundamentos  ficticios.  Es  una  ciencia  como  las  demás  , que  forman  parte 
del  árbol  biológico,  y tiene  tanta  razón  de  ser,  como  la  primera  de  esias. 
Una  ciencia  del  envcncnamienlo  está  justificada,  tanto  por  la  especialidad 


- 68  — 

de  los  fenómenos  morbosos  que  le  constituyen  ó caracterizan , como  pol- 
la de  las  causas  que  dan  Jugar  á esos  fenómenos. 


XXIII  —Así  como  hay  ciencia  de  las  quemaduras,  asfixias  y lesiones 
corporales,  así  dehe  haber  ciencia  de  los  venenos 


La  analogía  que  el  doctor  Tardieu  cree  ver  entre  la  muerte  por  vene- 
nos y la  muerte  por  quemaduras , asfixia  ó armas , existe ; pero  esa  exis- 
tencia, lejos  de  ser  contraria  á la  ciencia  toxicológica,  la  confirma; 
porque  así  como  la  muerte  por  quemaduras,  agentes  asfixiantes  y sobre 
iodo  armas,  tiene  la  cirugía  por  ciencia,  que  suministra  datos  para  tratar, 
bajo  el  punto  de  vista  médico-legal , de  las  cuestiones  relativas  á esas 
muertes;  la  por  venenos  tiene  la  ciencia  toxicológica,  que  da  los  conoci- 
mientos necesarios  para  que  el  médico  legista  resuelva  también,  como  es 
debido,  las  cuestiones  relativas  á la  muerte  por  venenos. 

Siquiera  el  veneno  sea  un  instrumento  en  manos  del  criminal , como 
lo  es  el  fuego,  el  lazo,  el  agua,  un  tapón  ó un  arma  blanca  ó de  fuego; 
siquiera  , así  como  se  estudia,  en  los  casos  prácticos,  ese  instrumento  en 
relación  con  las  lesiones  que  ha  producido  , deba  estudiarse  la  sustancia 
venenosa  empleada  por  un  criminal  para  atentar  contra  alguno;  no  por 
i ‘so  se  sigue  que  no  haya  una  ciencia  especial  que  facilite  con  sus  princi- 
pios ese  estudio,  como  hay  otra  especial  también,  que  permite  el  de  los 
otros  instrumentos. 

El  doctor  Tardieu  se  equivoca  profundamente,  Cuando  da  á entender, 
que,  así  como  no  se  hace  una  ciencia  de  las  quemaduras,  asfixias  y heri- 
das, tampoco  debe  hacerse  una  ciencia  del  envenenamiento.  La  ciencia 
de  las  quemaduras,  asfixias  y heridas  está  hecha ; es  la  cirugía , y á ella 
apela  el  medico  forense,  cuando  resuelve  cuestiones  médico-legales,  rela- 
tivas á esas  causas  de  muerte.  Si  no  hubiera  cirugía,  si  no  hubiera  cien- 
cias que  suministraran  al  médico-forense  hechos  y principios  para  tratar, 
bajo  el  punto  de  vista  médico-legal , las  cuestiones  relativas  á las  que- 
maduras, asfixias  y heridas,  ¿qué  haría  ese  perito?  Si  algo  hace  hoy  dia, 
es  porque  existe,  porque  se  hace,  porque  se  ha  hecho  una  ciencia  de  esas 
lesiones,  de  esas  causas  de  muerte. 

Por  lo  tanto,  si  se  ha  hecho,  si  se  hace  una  ciencia  de  las  quemaduras, 
asfixias  y lesiones  corporales,  ¿por  qué  no  se  ha  de  hacer  una  ciencia  de 
los  venenos,  teniendo  todavía  estos  un  modo  de  obrar  mas  especial  y di- 
fícil de  apreciar  que  el  fuego,  los  lazos  y demás  asfixiantes,  y las  armas? 

Si  M.  Tardieu  formulara  su  idea  como  se  la  ha  formulado  M-  Devergie, 
diciendo;  así  como  no  se  hace  una  ciencia  del  asesinato,  así  tampoco  debe 
hacerse  del  envenenamiento,  fórmula  que  no  creemos  ser  aceptada  por 
M.  Tardieu,  fácilmente  pondríamos  en  relieve  su  errado  modo  de  discur- 
rir. La  ciencia  del  envenenamiento  es  análoga  á la  ciencia  quirúrgica, 
y si  la  cirugía  no  da  pié , siquiera  trate  de  enfermedades  ó lesiones  he- 
chas por  armas  manejadas  á veces  por  asesinos,  á que  se  haga  la  ciencia 
del  asesinato;  tampoco  ha  de  darle  la  del  envenenamiento,  que  trata  de 
lesiones  hechas  con  sustancias  que  también  maneja  el  asesino  con  fre- 
cuencia. 

El  asesinato  es  un  hecho  moral,  genérico,  que  puede  efectuarse  de  va- 
nos modos,  y aquí  no  cabe  ciencia;  todo  lo  mas  qúe  cabe,  es  un  arte  en- 
señado por  asesinos  á candidatos  para  el  Crimen.  El  envenenamiento  es 
un  hecho  particular,  que  así  puede  ser  un  crimen  cometido  por  mano 


- 60  - 

agena,  como  un  suicidio,  como  un  accidente  desgraciado , y hasta  en  los 
casos  en  que  haya  crimen,  tiene  una  parte  científica  especial  que  reclama, 
como  lo  hemos  demostrado,  su  estudio  especial,  también  análogo  al  de 
las  demás  ciencias,  á las  que  se  refieren  los  atentados , suicidios  y acci- 
dentes ejecutados  por  otros  medios. 


XXIV.—  Relaciones  de  la  toxicología  con  la  medicina  legal. 

Acabarémos  de  comprender  la  fuerza  de  las  razones  que  hemos  ex- 
puesto contra  el  modo  de  ver  de  M.  Tardieu  y á las  que  hemos  prestado 
tanta  extensión  por  la  importancia  del  asunto  y del  distinguido  escritor 
que  ha  dado  lugar  á ellas , igualmente  que  por  el  prestigio  de  que  goza 
y la  influencia  que  puede  ejercer  sobre  los  que  se  dedican  á esta  clase 
de  estudios,  diciendo  cuatro  palabras  sobre  las  relaciones  de  dicha  cien- 
cia con  la  medicina  legal. 

Creo  que  por  no  haberse  hecho  cargo  de  esas  relaciones  M.  Tardieu, 
ha  escrito  su  Estudio  médico-legal  del  envenenamiento , pensando  que  así  res- 
tituía á la  medicina  legal  lo  que  los  toxicólogos , y en  especial  los  quími- 
cos , le  habían  usurpado..  El  intento  de  ese  distinguido  escritor , como  lo 
expresa  terminantemente , es  dar  al  estudio  toxicológico  como  propio  de 
la  medicina  legal ; de  aquí  considerar  que  se  han  extraviado  los  que  han 
formado  de  él  una  ciencia  aparte;  de  aquí  negar  la  realidad  de  esa  cien- 
cia y hasta  la  existencia  de  los  venenos. 

La  sin  razón  de  ese  procedimiento,  y la  prueba  de  que  no  se  ha  hecho 
cargo  el  sabio  profesor  citado , de  las  verdaderas  relaciones  que  existen 
entre  la  medicina  legal  y la  toxicología , se  destaca  claramente  de  lo  que 
entiende  por  estudio  médico-legal  del  envenenamiento  y de  la  especie  de 
progama  que  traza , en  el  primer  artículo  sobre  ese  estudio.  Hé  aquí  lo 
que,  en  su  concepto,  corresponde  al  médico:legista , como  estudio  mé- 
dico-legal del  envenenamiento : 

1. °  Circunstancias,  en  lasque  se  efectúan  los  hechos  de  envenenamiento 
y las  condiciones  qne  emanan  de  ellas  para  la  práctica  de  la  medicina 
legal. 

2. °  Historia  general  del  envenenamiento , comprendiendo  el  modo  de 
acción  de  las  sustancias  venenosas,  los  síntomas  comunes , la  marcha  del 
envenenamiento  y las  lesiones  que  determina. 

3. °  Los  casos  de  muerte  natural  y de  enfermedades  espontáneas,  que 
pueden  confundirse  con  el  envenenamiento. 

4. °  Procederes  periciales  en  materia  de  envenenamiento. 

5. °  En  fin,  las  principales  cuestiones  médico-legales,  á que  da  lugar  ese 
género  de  muerte. 

Si  no  basta  la  simple  exposición  de  esos  puntos,  para  demostrar  qué 
idea  tan  confusa  y pobre  tiene  M.  Tardieu  de  la  toxicología , de  la  medi- 
cina legal  y de  las  relaciones  que  existen  entre  estos  dos  ramos  de  co- 
nocimientos médicos,  bastará  seguramente  una  ojeada  resumida  á lo  que 
trata  el  autor  en  cada  uno. 

En  el  primero  se  limita  á decir  que  el  envenenamiento  muchas  veces 
no  se  descubre  sino  algún  tiempo  después  de  ejecutado,  y en  seguida  es- 
tablece como  emanación  práctica  para  el  médico-legista,  que  para  cono- 
cerque  ha  habido  envenenamiento,  se  necesitan  los  síntomas,  laautópsia, 
la  análisis  química  y la  experimentación  fisiológica,  debiendo  intervenir 
para  lo  médico  el  médico  forense,  y para  lo  químico  un  químico. 


- 70  - 

En  el  secundo  afirma  que  la  lexicología  no  tiene  por  base  la  clínica, 
esto  es  los  casos  de  envenenamiento,  como  debiera  fundándose  en  los  de 
la  experimentación  en  los  animales,  la  que  considera  detectuosa  e lio- 
sica.  Así  empieza  lo  que  dicho  autor  llama  historia  general  del  envene- 
namiento, v luego  habla  del  modo  de  acción  de  las  sustancias  venenosas, 
va  local,  ya  general,  de  la  absorción,  de  algunas  circunstancias  que  mo- 
difican la  acción  del  veneno  y de  algunos  puntos  de  su  eliminación. 

Tras  de  esto  trata  muy  superficialmente  del  diagnóstico  absoluto  de  la 
intoxicación;  y concluye  ese  segundo  punto , diciendo  solamente  cuatro 
palabras  sobre  las  alteraciones  de  los  tejidos,  producidas  por  ios  vene- 
nos; alteraciones  que  no  determina,  contentándose  con  decir  que  son  va- 
riables, que  no  son  todas  inflamación,  que  son  á veces  proí  undas,  atacando 
los  elementos  histológicos  de  los  tejidos,  los  glóbulos  sanguíneos  y men- 
ciona la  degeneración  grasienla  ó esleatosis  que  algunos  provocan.  A esto 
se  reduce  la  historia  ó estudio  general  del  envenenamiento. 

En  el  punto  tercero,  relativo  á los  procedimientos  periciales,  mani- 
fiesta que  se  componen  de  diferentes  y sucesivas  operaciones  , las  que  no 
deben  confiarse  á las  mismas  personas,  ni  impedir  las  primeras  las  segun- 
das, ni  estas  las  terceras.  Habla  en  seguida  de  laautópsia  y exhumación; 
explica  cómo  debe  practicarse  esta  y la  autopsia  del  cadáver,  que  se  sos- 
pecha estar  envenenado;  cómo  deben  colocarse  los  órganos  y líquidos  en 
ios  frascos  para  las  análisis  químicas,  concluyendo  por  advertir  que  los 
resultados  de  la  autópsia  rara  vez  bastan  por  sí  solos  para  juzgar. 

Acto  continuo  se  hace  cargo  de  las  análisis  químicas,  repitiendo  que 
esta  es  la  tarea,  no  del  médico-legista,  sino  del  químico;  indica  las  diver- 
sas sustancias  que  habrá  que  analizar,  y no  dice  una  palabra  sobre  las 
operaciones  analítico-químicas , dando  á entender  que  son  extrañas  al 
estudio  médico-legal  del  envenenamiento. 

Por  último,  trata  del  exámeny  apreciación  délos  síntomas  y efectos  fi- 
siológicos producidos  por  el  veneno  como  operación  pericial,  y no  puede 
disimular  que  ese  es  el  objeto  principal  que  le  preocupa  en  esta  parte 
de  su  escrito.  Lo  poco  que  habla  de  las  operaciones  anteriores,  y las  lar- 
gas páginas  que  dedica  á la  experimentación  fisiológica,  revelan  que  le 
talla  tiempo  para  tratar  de  ese  punto;  el  cual  ai  fin  se  reduce  á poner  en 
relieve  las  dificultades  que  á veces  presenta  la  análisis  química  de  ciertas 
sustancias  orgánicas,  en  especial  los  alcalóides , exagerando  esas  dificul- 
tades, para  hacer  resaltar  la  necesidad  de  apelar  á la  experimentación  fi- 
siológica, como  medio  nuevo  y seguro  de  resolver  una  cuestión  difícil  que 
los  demás  medios  no  han  podido  esclarecer. 

Hé  aquí  todo  lo  que  abraza  el  estudio  médico-legal  del  envenena- 
miento hecho  por  M.  Tardieu , tal  como  le  concibe.  Así  es  como  cree 
que  se  marcha  con  mas  acierto  en  la  práctica,  y cómo  han  de  volver  las 
cosas  á ese  quicio  verdadero,  del  cual  las  habían  separado  los  que  han 
creado  la  ciencia  ficticia  llamada  toxicología. 

De  los  casos  de  muerte  natural  y enfermedades  que  pueden  confundir- 
se con  un  envenenamiento,  no  dice  nada.  Solo,  al  tratar  del  punto  ter- 
cero, y hablando  de  la  autópsia  y exhumación,  hace  referencia  como  de 
paso  á un  artículo  que  insertó  eri  el  tomo  11,  2.a  serie  de  los  Anales  de  Hi- 
giene publica  y Medicina  legal  con  el  título  de  Observaciones  prácticas  de  me- 
dicina legal  sobre  los  casos  de  muerte  natural  y enfermedades  espontáneas  que 
pueden  atribuirse  á un  envenenamiento.  En  este  escrito  , después  de  afirmar, 
como  lo  tiene  de  costumbre,  que  los  autores  no  dicen  nada  de  provecho 


- 71  - 

sobre  ese  punto;  que  suponen  posibilidad  de  confusión  del  envenena- 
miento con  enfermedades  de  diagnóstico  tan  claro  que  es  imposible  (jue 
hava  auien  las  confunda ; que  Orfila  y Devergie  hablan  de  ciertas  enfer- 
medades muy  á la  ligera  y con  una  terminología  no  propia  ya  de  las 
doctrinas  modernas,  y que  es  preciso  tratar  de  ese  punto  bajo  un  aspecto 
nuevo;  trae  unos  cuantos  casos  divididos  en  dos  grupos;  uno,  en  el  que  la 
causa  de  la  muerte  era  manifiesta,  y otro  de  los  que  esa  causa  era  dudosa, 
y solo  podia  resolverse  la  cuestión  por  las  análisis  químicas  (en  esos  dias 
(1854)  todavía  no  estaba  por  la  experimentación  fisiológica)  , y no  solo  no 
dicenada  nuevo,  ni  luminoso,  y que  pueda  servir  de  criterio  ó diagnós- 
tico diferencial,  sino  que  se  vale  de  la  misma  terminología  que  acaba  de 
considerar  como  poco  de  acuerdo  con  las  doctrinas  modernas  (1). 

En  otro  cuaderno  de  la  obra  mencionada,  tomo  XXIII,  concluye  el  es- 
tudio médico-legal  del  envenenamiento , tratando  á paso  de  carga  de  va- 
rias cuestiones  que  pueden  presentarse  en  la  práctica , y que  con  el  ob- 
jeto de  poner  de  manifiesto  lo  que  he  dicho  sobre  la  idea  confusa  que 
tiene  ese  autor  de  la  toxicología  y de  la  medicina  legal , me  limitaré  á 
trasladar  textualmente  : 

1. *  ¿Debe  atribuirse  la  muerte  ó la  enfermedad  á la  administración  ó 
empleo  de  una  sustancia  venenosa? 

2. a  ¿Cuál  es  la  sustancia  venenosa  que  ha  producido  la  muerte? 

8.a  ¿La  sustancia  empleada  puede  dar  la  muerte? 

4. a  ¿Ha  sido  ingerida  la  sustancia  venenosa  en  suficiente  cantidad  para 
dar  la  muerte?  ¿A.  qué  dosis  es  capaz  de  darla? 

5. a  ¿Cuándo  ó en  qué  momento  se  ha  ingerido  el  veneno? 

6. a  ¿Puede  efectuarse  el  envenenamiento  y desaparecer  el  veneno  sin 
que  se  hallen  vestigios  de  él?  ¿Después  de  qué  tiempo? 

7. a  ¿La  sustancia  venenosa  extraída  del  cadáver  puede  proceder  de 
otro  origen  que  de  un  envenenamiento? 

8. a  ¿Es  el  envenenamiento  el  resultado  de  un  homicidio,  suicidio  ó un 
accidente? 

9. a  ¿Puede  simularse  el  envenenamiento? 

No  digo,  ni  aun  en  resúmen,  cómo  resuelve  M.  Tardieu  cada  uno  de 
esos  puntos,  porque  no  lo  necesito  para  el  objeto  de  este  párrafo;  ya  lo 
veremos  en  el  cuerpo  de  este  compendio , cuando  agitemos  las  partes  á 
que  esas  cuestiones  se  refieran. 

Cualquiera  que  tenga  mediano  conocimiento  de  la  medicina  legal  y de 
la  toxicología,  advertirá  fácilmente,  con  solo  ver  esas  partes  del  progra- 
ma que  da  M.  Tardieu  á su  estudio  médico-legal  del  envenenamiento,  y 
lo  que  dice  acerca  de  cada  uno  de  ellos,  que  confunde  lastimosamente  las 
materias  propias  de  cada  uno  de  esos  dos  ramos  de  conocimientos  médi- 
cos, distando  por  lo  mismo  cuanto  puede,  de  trazar  los  límites  que  al  pa- 
recer se  habia  propuesto,  al  emprender  ese  estudio. 

Todas  esas  partes  no  vienen  á ser  mas  que  un  extracto  insuficiente, 
desordenado  y salpicado  de  errores , de  algunas  partes  en  que  se  divide 
a toxicología  general . La  primera  es  un  esbozo  incompleto  de  la  filosofía  de 
la  intoxicación ; la  segunda  corresponde  á la  fisiología  de  la  misma , en  cuanto 
a lo  del  modo  de  acción  de  los  venenos;  y á la  patología  , en  cuanto  á los 
•s  n omas  y alteraciones  en  los  órganos,  líquidos  y sus  elementos;  la  ter- 
cera pertenece  á la  filosofía  de  la  intoxicación,  en  el  punto  que  trata  del 

(')  Anales  de  Higiene,  etc.,  tomo  II,  2.a  sórie,  pág.  150  y siguientes. 


— 7 á — 

valor  lógico  do  los  síntomas.  La  cuarta  pertenece  ú la  necroscopia  Je  la 
intoxicación  resDecto  de  la  autópsia  ó exhumación,  y a la  química,  respecto 
de  lís  Sis Rímicas,  y á la  fisiología,  respecto  de  la  experimentación 

í*  s * o 1 ó 

La  toxicología  general  trata  de  todos  esos  puntos  en  las  seis  partes  que 
le  hemos  dado,  v no  solo  lo  hace  con  mas  método,  con  mas  órden,  con 
mas  natural  ilación  que  M.  Tardieu,  sino  que  lo  efectúa  de  un  modo  mas 
completo,  mas  acabado,  tratando  de  una  manera  mas  cabal  lo  que  tan 
superficialmente  toca  dicho  autor,  y otros  muchos  puntos  tanto  ó mas  im- 
portantes que  esos,  do  los  cuales  M.  Tardieu  no  dice  nada. 

En  nuestro  Compendio,  y eso  que  no  lo  damos  por  una  obra  perfecta,  se 
trata  de  todos  esos  puntos  con  mucha  mas  extensión,  con  la  que  el  estado 
actual  de  la  ciencia  reclama,  y con  la  que  exigen  los  graves  intereses  de 
la  justicia,  comprometidos  en  casos  prácticos  de  esa  especie. 

El  entendido  autor  que  nos  ocupa,  ha  escrito  sobre  la  toxicología  ge- 
neral sin  saberlo,  creyendo  cándidamente  que  hacia  un  estudio  médico- 
legal  del  envenenamiento.  En  las  treinta  y ocho  páginas  que  ha  dedicado 
á esc  estudio,  no  hay  nada  que  corresponda  á la  medicina  legal,  ni  al 
médico-legista ; todo  es  propio  de  la  toxicología  y del  toxicólogo , si  ex- 
ceptuamos lo  que  tiene  de  filosofía  de  la  intoxicación.  Eso  es  enseñar  la  to- 
xicología general , y lo  que  es  peor  , es  enseñarla  de  una  manera  incúm- 
plela, insuficiente  é impropia  para  servir  de  guía  al  médico  forense,  cuando 
haya  de  resolver  cuestiones  relativas  al  envenenamiento;  tanto  mas  cuanto 
que  se  le  dice  que  eso  es  lo  único  que  le  incumbe  saber;  y esa  enseñanza 
no  corresponde  á la  medicina  legal,  ni  al  médico-legista,  como  no  les 
corresponde  enseñar  la  anatomía,  ni  la  higiene,  ni  la  fisiología,  ni  la-pa- 
tología, ni  los  demás  ramos  científicos,  que  necesita  saber  el  médico  fo- 
rense, para  resolver  las  diversas  y heterogéneas  cuestiones  médico-legales 
que  la  práctica  le  presenta. 

Cuando  el  médico  es  llamado,  como  perito,  para  actuar  en  casos  de  en- 
venenamiento, debe  estar  tan  instruido  en  toxicología,  como  debo  estarlo 
en  anatomía  y fisiología,  llamado  para  una  cuestión  de  impotencia;  en 
tocología,  para  una  cuestión  de  embarazo,  parto  y aborto;  en  patología, 
para  una  cuestión  de  enfermedades  simuladas;  en  higiene  pública , para 
una  cuestión  de  falsificación  de  alimentos;  en  frenopatía,  para  una  cues- 
tión de  locura;  en  cirugía,  para  una  cuestión  de  quemaduras  y lesiones 
corporales,  etc.,  etc.  Y así  como  no  es  en  un  curso  de  medicina  legal,  ni 
en  obras  de  este  ramo  del  saber  médico , donde  se  le  enseñan  esas  cien- 
cias , y las  demás  que  se  rozan  con  las  cuestiones  que  se  ventilan  en  esas 
obras  y cátedras;  tampoco  se  le  enseña,  ni  debe  enseñar  en  ellas  la  toxi- 
cología, ni  general,  ni  particular. 

En  la  cátedra  que  nos  está  encargada  en  la  Facultad  de  medicina  de  la 
Universidad  central , se  enseña  medicina  legal  y toxicología.  A medida 
que  vamos  tratando  de  las  cuestiones  médico  legales , que  constituyen  el 
fondo  de  este  cuerpo  de  enseñanza,  nunca  explicamos  la  ciencia  á que  se 
refiere  cada  cuestión  tratada;  lo  único  que  hacemos,  como  de  nuestra  in- 
cumbencia, como  médicos  legistas,  es  tomar  á esas  ciencias  sus  hechos  y 
sus  principios,  y aplicarlos  á la  resolución  de  esas  cuestiones. 

Una  sola  excepción  á esa  regla  hacemos,  respecto  de  las  cuestiones  so- 
ore  la  locura,  puesto  que  fuera  de  la  terapéutica,  casi  damos  un  curso, 
aunque  breve , de  frenopatía ; mas  esto  lo  hacemos  por  lo  descuidado 
que  está  en  este  país  el  estudio  de  las  alteraciones  mentales;  nuestros 


- 73  - 

alumnos  llegan , sin  que  nadie  les  haya  hablado  de  ese  ramo  de  conoci- 
mientos, y para  que  resuelvan  bien  las  cuestiones  relativas  á la  locura, 
tenemos  que  iniciarlos  en  ese  ramo. 

Cuando  llegamos  á las  cuestiones  sobre  la  muerte  por  venenos,  puesto 
que  no  han  estudiado  toxicología , que  no  están  dispuestos  por  lo  mismo 
para  tratar  de  esas  cuestiones,  las  aplazamos  para  cuando  les  hayamos 
explicado  esta  ciencia,  y al  exponerles  la  filosofía  de  la  intoxicación,  que 
es  la  última  parte  de  la  toxicología  general,  tratamos  ya  de  ese  estudio 
médico-forense. 

En  nuestro  Tratado  de  medicina  legal  seguimos  la  misma  marcha,  y 
el  Compendio  de  toxicología  separado  de  aquel,  liena  el  mismo  objeto", 
la  no  confusión  de  esos  dos  ramos. 

El  verdadero  estudio  médico-legal  del  envenenamiento  no  consiste  en 
explicar,  y menos  explicar  insuficientemente  toxicología,  ni  particular,  ni 
general;  como  el  estudio  médico-legal  del  embarazo,  parto  y aborto  no 
consiste  en  explicar  mal  ó bien  tocología;  ni  el  de  las  lesiones  corporales 
en  explicar  mal  ni  bien  cirugía;  ni  el  de  las  cuestiones  de  impotencia  en 
explicar  mal  ó bien  anatomía  y fisiología,  etc.  Así  como  la  medicina  le- 
gal no  hace  mas  que  aplicar  fos  hechos  v principios  de  la  tocología  á las 
cuestiones  sobre  el  embarazo,  el  parto  y el  aborto;  los  de  la  cirugía  á las 
cuestiones  sobre  las  lesiones  corporales  , y á las  sobre  impotencia,  los  de 
anatomía  y fisiología , etc.;  así  también  la  medicina  legal  no  hace  ni  debe 
hacer  más  que  aplicar  á las  cuestiones  sobre  la  muerte  por  venenos,  los 
hechos  y princi  )ios  que  la  toxicología  suministra. 

¿Qué  es  toda  la  medicina  legal  entera , sino  la  aplicación  de  los  cono- 
cimientos médicos  á la  mas  cabal  significación  de  ciertos  hechos  judicia- 
les, ó administrativos  y á la  mejor  formación  de  ciertas  leyes?  ¿Quién  ha 
dicho  nunca , y eso  que  algunos  definen  bastante  mal  ese  "ramo  , que  sea 
la  explicación  ni  concisa,  ni  detallada  de  todas  y cada  una  de  las  ciencias  á 
que  corresponden  las  cuestiones , cuyo  conjunto  constituye 'ese  ramo  de 
conocimientos  médicos?  Pues  si  es  impropio  de  la  medicina  legal  el  es- 
tudio de  esas  ciencias  en  todas  las  cuestiones,  ¿cómo  quiere  M.  Tardieu 
que  le  corresponda  el  estudio  de  la  toxicología,  ni  general,  ni  particular? 
¿Cómo  pretende  que  se  borre  del  catálogo  de  ciencias  especiales  Ja  íoxí- 
cología  y que  el  médico  legista  se  contente  con  ese  extracto,  ese  resúmen 
desordenado,  incompleto,  insuficiente  y hasta  erróneo  bajo  muchos  pun- 
tos de  vista,  tal  vez  por  falta  de  explanación,  que  ese  distinguido  escritor 
intenta  dar,  como  estudio  médico  legal  del  envenenamiento,  y como  guia 
mas  segura  para  los  peritos  que  la  que  contienen  los  tratados  de  toxico- 
logía completos? 

A la  toxicoloqía , y no  á la  medicina  legal  pertenece  : 1.*  tratar  de  todos 
los  puntos  relativos  á la  fisiología  de  la  intoxicación ; á saber:  Ja  definición 
del  veneno,  sus caractéres  diferenciales,  sus  estados  , la  cantidad  á que 
son  venenosas  ciertas  sustancias,  las  vías  por  donde  pueden  introducirse, 
su  absorción  y todas  las  importantes  cuestiones  referentes  á ella ; la  acción 
de  los  venenos,  la  naturaleza  de  estos,  sus  diferentes  modos  de  obrar,  las 
circunstancias  que  pueden  influir  en  sus  efectos,  la  clasificación  de  los  ve- 
nenos, los  medios  de  estudiarla  experimentalmente,  etc. , etc. ; 2.°  tratar 
del  diagnóstico  absoluto,  genérico  y particular  de  la  intoxicación;  del  pro- 
nóstico y de  las  alteraciones  anatómico-patológicas,  propias  del  envenena- 
miento, como  materia  relativa  á la  patología  del  mismo;  3.°  exponer  en  su 
parte  terapéutica  la  profilaxis  de  la  intoxicación  voluntaria  ó involuntaria, 


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los  contravenenos,  antídotos  y planes  curativos,  y las  indicaciones  genera- 
les que  hav  que  llenar  en  los  casos  de  intoxicación  y las  circunstancias  que 
las  modifican;  í .°  ocuparse  en  las  particularidades  relativas  á las  inhuma- 
ciones , exhumaciones  y autópsias  de  los  sugetos  envenenados , como 
necroscopia  de  la  intoxicación;  5.*  determinar  las  materias  que  hay  que 
analizar  químicamente,  ora  procedan,  ora  no,  del  sugeto  envenenado;  los 
aparatos  y utensilios  necesarios  para  las  análisis  químico-periciales;  los 
reactivos  "y  reglas  para  manejarlos,  y las  operaciones  analítico-químicas 
que  hay  que  practicar  para  descubrir* los  venenos , tanto  inorgánicos  como 
orgánicos,  mezclados  con  las  sustancias,  tejidos  y humores  del  cuerpo  en- 
venenado, que  es  lo  que  constituye  la  química  de  la  intoxicación  , y 6.°  por 
último,  examinar  el  valor  lógico  , la  significación  verdadera  de  los  sínto- 
mas, de  las  alteraciones  anatómico-patológicas  y de  los  resultados  de  las 
análisis  químicas  separados  y en  relación;  en  qué  casos  se  necesitan  esos 
tres  órdenes  de  datos  para  afirmar  un  envenenamiento;  en  qué  casos  se 
puede  prescindir  do  alguno  de  ellos;  con  qué  enfermedades  pueden  con- 
fundirse los  síntomas  y las  alteraciones  materiales  , y qué  orígenes  puede 
tener  la  presencia  de  los  venenos  dados  por  las  análisis  químicas  con 
otros  varios  puntos  que  constituyen  lo  que  se  llama  la  filosofía  de  la  into- 
xicación, y con  lo  cual  se  forma  el  criterio,  que  ha  de  seguir  el  médico  le- 
gista, para  resolver  toda  cuestión  relativa  á un  envenenamiento? 

Esto  es  lo  propio  de  la  toxicología  general , así  como  corresponde  á la 
particular  el  estudio  individual  de  cada  sustancia,  tenida  por  venenosa, 
bajo  esos  seis  puntos  de  vista,  que  acabamos  de  indicar,  como  partes  in- 
tegrantes y constituyentes  de  la  toxicología  general. 

A la  medicina  legal  no  le  incumbe  mas  que  hacer  aplicación  de  los 
hechos,  principios  y doctrina  de  la  toxicología  á los  casos  de  envene- 
namiento ó muerte  por  los  venenos,  como  aplica  los  hechos,  principios  y 
doctrinas  de  la  cirugía,  por  ejemplo,  á los  casos  de  muerte  por  lesiones 
corporales.  Este  es  el  único  estudio  médico-legal  del  envenenamiento 
que  le  pertenece,  y en  la  filosofía  de  la  intoxicación  encuentra  principal- 
mente el  criterio  que  debe  guiar  al  médico  forense,  para  resolver  bien 
esas  cuestiones. 

La  filosofía  de  la  intoxicación  es  la  parte  que  mas  directamente  se  re- 
laciona con  la  medicina  legal ; porque  ella  es  la  que  examina  el  valor  ló- 
gico de  todos  los  datos  estudiados  en  cada  una  de  las  demás  partes  de  la 
toxicología  general;  es  la  síntesis  de  esta  ; laque  resume  la  utilidad  de  ese 
ramo  de  conocimientos  para  el  médico  legista  y la  que  facilita  la  aplica- 
ción de  esos  conocimientos  á los  casos  prácticos  , relativos  á la  muerte 
por  venenos. 

Todo  cuanto  ha  dicho  M.  Tardieu  en  las  cinco  partes  de  su  programa 
para  el  estudio  médico-legal  del  envenenamiento,  lo  trata  y de  un  modo 
mas  acabado,  y por  lo  tanto  mas  luminoso,  esa  ciencia,  cuya  existencia 
mega  como  artificial  ó ficticia,  y en  las  seis  partes  de  que  consta  la  toxico- 
logía general,  hay  todo  lo  que  necesita  el  médico  legista  para  resolver,  no 
solo  la  cuestión  en  globo  : dado  un  sugeto  muerto  violentamente , deter- 
minar que  ha  muerto  por  un  veneno ; sino  cualquier  otro  punto  mas  ó 
menos  {subalterno  que  se  le  proponga  por  los  juzgados  ó tribunales. 

El  ejemplo  está  en  esas  mismas  cuestiones  que  M.  Tardieu  agita  en 
la  segunda  parte  de  su  escrito.  La  primera  se  resuelve  por  el  criterio  que 
aa  ta  filosofía  de  la  intoxicación  mas  acabado,  mas  completo,  mas  lógico 
que  la  ligera  regla  dada  por  M.  Tardieu  para  resolverla.  A la  segunda  se 


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contesta  por  lo  que  enseña  la  patología  de  la  intoxicación,  en  la  parte  del 
diagnóstico  absoluto,  genérico,  y la  toxicología ¿particular  en  el  propio  del 
veneno  que  sea,  y en  la  de  la  anatomía  patológica,  y por  los  caracteres  quí- 
micos que  señala  la  química  de  la  intoxicación  en  general  y particular. 
La  tercera  se  contesta  por  el  conocimiento  que  da,  tanto  la  toxicología 
general  como  la  particular,  de  cada  una  de  las  sustancias  tenidas  por  ve- 
nenosas. La  cuarta , por  lo  que  enseña  la  fisiología  de  la  intoxicación,  y las 
reglas  que  en  ella  se  dan  para  determinar  á qué  cantidad  son  venenosas 
las  sustancias.  La  quinta  se  resuelve  por  la  parte  fisiológica  del  estudio 
particular  del  veneno,  puesto  que  ella  enseña  si  la  causa  es  inmediata, 
rápida  ó mas  ó menos  tardía.  La  sexta  se  contesta  por  lo  que  se  expone 
en  la  fisiología  de  la  intoxicación,  en  punto  á la  absorción  de  los  venenos, 
y el  tiempo  que  permanecen  en  la  economía,  cuando  no  muere  el  sugeto. 
La  séptima  se  resuelve  por  lo  que  enseña  la  filosofia  de  la  intoxicación, 
cuando  examina  el  valor  lógico  de  los  resultados  analítico-químicos,  y los 
diferentes  orígenes  que  puede  tener  una  sustancia  venenosa  dada  por  las 
análisis.  La  octava  se  resuelve  por  el  conocimiento  que  da  el  estudio  par- 
ticular del  veneno  en  cuestión  y sus  propiedades,  fáciles  ó no  de  advertir 
por  la  víctima  en  el  acto  de  tomarle , y los  datos  que  la  fisiología  de  la 
intoxicación  proporciona,  y la  última,  en  fin,  como  negación  de  un  enve- 
nenamiento, se  resuelve  también  por  el  criterio  con  que  se  resuelve  la 
primera,  que  es  la  afirmación  del  hecho. 

Todo  lo  que  dice  M.  Tardieu  para  tratar  de  cada  una  de  esas  cuestio- 
nes, no  es  mas  que  lo  que  se  enseña  en  la  toxicología  general  y particu- 
lar, con  la  diferencia  que,  en  esta,  se  enseña  mejor,  con  mas  datos  y mas 
lógicos  para  dar  con  la  verdad,  y con  menos  exposición  al  error  del  mé- 
dico-legista, que  lo  que  dice,  y cree  M.  Tardieu  ser  propio  y suficiente, 
como  estudio  médico-legal  del  envenenamiento. 

Lo  que  digo  de  esas  cuestiones,  es  aplicable  á otras  muchas  de  que  no 
trata  el  doctor  Tardieu,  y que  también  se  presentan  en  la  práctica,  quizás 
con  mas  frecuencia  que  algunas  de  las  que  trata;  todas  tienen  su  solución 
cabal,  mientras  la  ciencialo  permita,  en  esta  ó aquella  parte  de  la  toxi- 
cología  general , y en  el  estudio  particular  de  los  venenos. 

Estudíese  la  toxicología  general  y particular,  como  debe  estudiarse; 
posea  el  médico-legista  esos  conocimientos , y sea  cual  fuere  la  cuestión 
que  se  le  proponga\  si  el  estado  actual  de  la  ciencia  permite  resolverla, 
la  resolverá  sin  necesidad  de  estudios  médico-legales  del  envenenamien- 
to; sin  mas  que  hacer  aplicación  á esas  cuestiones  de  lo  que  en  toxicolo- 
gía haya  aprendido , como  resuelve  las  demás , relativas  á otro  género  de 
muerte  , sin  mas  que  aplicar  á ellas  lo  que  ha  aprendido,  al  estudiar  las 
ciencias  con  las  que  se  relacionan,  y siguiéndolas  reglas  que  se  dan  en 
medicina  legal  para  esas  aplicaciones. 

Resulta , por  lo  tanto,  de  las  reflexiones  que  preceden  , que  la  toxico- 
logia  tiene  con  la  medicina  legal  relaciones  análogas  á las  que  con  esta 
tienen  todas  las  demás  ciencias,  que  se  refieren  á cada  una  de  las  diversas 
y heterogéneas  cuestiones,  cuyo  conjunto  constifuye  ese  cuerpo  de  ense- 
ñanza, y que  el  médico  legista  , como  tal,  no  hace  mas  que  aplicar , se- 
gún las  reglas  propias  de  este  cuerpo , los  hechos  y principios  de  la  toxi- 
cología á los  casos  relativos  á la  muerte  por  venenos,  del  mismo  modo  que 
aplica  los  hechos  y principios  de  las  demás  ciencias  que  corresponden  á 
las  demás  cuestiones  relativas,  ya  al  sugeto  muerto,  ya  al  vivo. 

Resulta  igualmente  que  la  parte  de  la  toxicología  general  que  mas  di- 


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rectamente  se  relaciona  con  la  medicina  legal,  es  la  filosofía  de  la  intoxi- 
cación, puesto  que  en  esta  se  trata  del  criterio  que  ha  de  seguir  el  prác- 
tico, para  apreciar  debidamente  el  valor  lógico  de  los  síntomas,  de  las  al- 
teraciones anatómico-patológicas  y de  las  análisis  químicas  , cuyo  con- 
junto armónico  es  necesario , como  regla  general , para  afirmar  que  un 
sugeto  ha  muerto  envenenado. 

Resulta,  por  último,  que  ni  hay  necesidad,  ni  razón,  para  negar  la 
existencia  natural  v verdadera  de  una  ciencia  llamada  toxicología , ni  de 
reemplazarla  con  un  estudio  médico-legal  del  envenenamiento , tai  como  le 
concibe  M.  Tardieu,  desordenado,  incompleto,  erróneo  en  muchos  pun- 
tos y expuesto  al  error  en  casi  todos , por  la  falta  de  explanación  , y que 
verdaderamente  viene  á ser  lo  que  M.  Tardieu  supone  de  la  toxicología, 
un  estudio  artificial,  intruso  y pretencioso  , mas  dañino  que  favorable  á 
la  ciencia  y á la  administración  de  justicia. 

El  único  estudio  médico-legal  deí  envenenamiento  que  cumple  y pro- 
cede, es  la  aplicación  , según  las  reglas  generales  de  la  medicina  legal, 
de  los  hechos  y principios  de  la  toxicología  general  y particular  á los 
casos  de  muerte  ó lesiones  por  venenos ; la  aplicación  de  la  filosofía  de 
la  intoxicación  sobre  todo,  porque  ella  da  el  criterio  para  la  práctica. 

Las  obras  de  medicina  legal , y lo  mismo  las  cátedras  de  esta  asigna- 
tura, no  deben  explicar  toxicología,  al  llegar  al  capítulo  relativo  á la 
muerte  ó lesiones  por  venenos , como  no  explican  ninguna  de  las  demás 
ciencias  relativas  á las  demás  cuestiones.  Deben  limitarse  á formular  las 
principales  cuestiones  que  pueden  presentarse  en  la  práctica,  respecto  dei 
envenenamiento,  é indicar  cómo  han  de  resolverse,  apoyándose  siempre 
el  perito  en  los  datos  que  la  toxicología  general  y particular  le  sumi- 
nistran, como  se  apoya  en  los  datos  que  le  suministra  la  cirugía,  al  resol 
ver  las  cuestiones  de  homicidio  y lesiones  corporales  por  ejemplo. 

Esto  es  lo  que  falta  en  las  obras  de  medicina  legal , puesto  que  en  lu- 
gar de  ese  estudio,  tratan  incompletamente  de  la  toxicología,  hacen  toxi- 
cología , y mas  particular  que  general,  como  dirían  nuestros  vecinos,  y 
eso  es  lo  que  hubiéramos  hecho  en  nuestro  Tratado  de  Medicina  legal, 
si  no  hubiéramos  creído  que,  con  el  Compendio  de  Toxicología  general  y 
particular,  y la  organización  que  hemos  dado  á la  ciencia,  y sobre  todo 
con  la  filosofía  de  la  intoxicación , que  es  ya  el  estudio  médico-legal  del 
envenenamiento , suplíamos  esa  importante  parte  de  la  medicina  legal. 


XXV.-EI  medico  legista  debe  conocer  la  lexicología. 

Puesto  que,_comolo  dejo  probado,  la  toxicología  es  una  ciencia  positiva, 
que  debe  enseñarse  y estudiarse  aparte,  como  se  enseñan  y estudian  aparte 
las  demás  ciencias  relacionadas  con  la  medicina  legal ; puesto  que  la  toxi- 
cología tiene  con  esta  relaciones  análogas  á la  que  tienen  con  ella  las  demás 
ciencias,  á cuyos  hechos  y principios  acude  para  resolver  las  cuestiones 
que  constituyen  su  cuerno  de  enseñanza;  y puesto  que  he  indicado  mas  de 
una  vez  que  el  médico-legista,  cuando  sea  llamado  para  resolver  una  cues- 
tión relativa  á la  muerte  ó enfermedad  causada  por  uno  ó mas  venenos, 
tiene  que  hacer  aplicación  de  los  hechos  y principios  suministrados  por 
la  toxicología  á esa  clase  de  cuestiones;  es  una  consecuencia  legítima  y 
altamente  lógica,  que  se  presenta  por  sí  misma  á la  convicción  de  oual- 
quier  ánimo  , el  afirmar  que  el  médico  forense  debe  estar  en  plena  pose- 
sión ae  los  conocimientos  que  da  el  estudio  teórico  y práctico  (le  la  toxi- 


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colegía  general  y particular  organizada  como  debe  estarlo , según  lo  he- 
mos probado  y conforme  creemos  haberlo  hecho  en  nuestro  Compendio. 

Si  el  médico  forense  no  fuese  llamado  nunca  á resolver  cuestiones  re- 
lativas al  envenenamiento,  podría  muy  bien  pasarse  sin  los  conocimien- 
tos toxicológicós ; pero  ese  médico  es  llamado  para  esas  cuestiones,  lo  mis- 
mo que  para  todas  las  demás  de  su  incumbencia , y así  como  seria  un 
mal  grave  que  ignorara  , que  no  estuviera  profundamente  penetrado  de 
las  demás  ciencias  médicas  , que  se  relacionan  con  las  cuestiones  de  em- 
barazo, parto , aborto  , delitos  de  incontinencia,  asfixias,  quemaduras, 
lesiones  corporales  hechas  con  armas , alteraciones  mentales , signos  de 
la  muerte  , data  de  esta , etc. , etc. ; así  lo  seria  también,  que  ignorase  ó 
no  estuviese  profundamente  enterado  de  cuanto  atañe  á la  toxicología 
general  y particular. 

Los  juzgados  y tribunales  acuden  á los  peritos  médicos , para  que  les 
den  luz  en  los  casos  prácticos,  en  que  se  sospecha  que  un  sugeto  ha  sido 
víctima  de  un  veneno:  y ¿qué  luz,  qué  auxilio  podrán  prestar  los  médi- 
cos á la  administración  de  justicia , si  no  están  en  posesión  de  la  ciencia 
toxicológica?  ¿De  qué  les  han  de  servir  los  datos  dispersos,  sin  enlace,  ni 
conjunto,  sin  apreciación  verdaderamente  científica  y particular,  que 
pueden  haber  recogido  en  las  demás  ciencias,  como  de  paso  y bajo  otros 
puntos  de  vista  tratados,  relativamente  á los  venenos?  ¿De  qué  apuros  los 
na  de  sacar  que  en  farmacología  ó materia  médica , al  hablar  de  ciertas 
sustancias , se  les  diga  dos  palabras  sobre  su  virtud  tóxica  , siendo  allí 
tratados  bajo  el  aspecto  medicinal , ni  que  en  patología  médica  se  diga 
algo  de  los  envenenamientos  particulares,  bajo  el  punto  de  vista  sintomá- 
tico y terapéutico?  Esos  conocimientos  son  insuficientes  para  el  perito. 
Esos  dalos  no  reunidos  ni  tratados  con  determinado  objeto,  no  pueden 
dar  mas  que  un  conocimiento  vago,  incompleto  é impropio  para  profun- 
dizar una  cuestión , y siquiera  sea  cierto  el  dato  bajo  el  aspecto  en  que 
ellos  le  conozcan  , es  no  solo  posible,  sino  inevitable,  quesea  altamente 
erróneo,  ó causa  de  errores  graves,  aplicado  á una  cuestión  médico-legal 
sobre  el  envenenamiento. 

Si  para  ser  buen  médico-legista  no  basta  poseer  las  ciencias  médicas, 
sino  saberlas  aplicar  á los  casos  prácticos  periciales , según  las  reglas  que 
la  medicina  legal  establece,  ¿cómo  ha  de  ser  buen  toxicólogo  y perito 
toxicológico  el  que  no  haya  hecho  un  estudio  especial  de  un  tratado  de 
la  intoxicación  y de  las  sustancias  que  la  producen?  Si  es  difícil,  por  no 
decir  imposible,  que  sea  buen  perito  en  muchísimas  cuestiones,  el  mé- 
dico que  no  ha  estudiado  medicina  legal,  es  mas  difícil , mas  imposible 
todavía  que  sea  buen  perito  , en  casos  de  envenenamiento,  el  que  no  ha 
saludado  ni  por  el  pergamino  un  libro  de  toxicología. 

Los  conocimientos  insuficientes  son  peores  muchas  veces  que  la  igno- 
rancia completa.  Esto  que  ha  dicho  de  la  química  un  químico  célebre,  es 
aplicable  á la  toxicología  como  á todo. 

El  médico  forense  debe  haber  estudiado  la  toxicología  general  y parti- 
cular, para  ser  buen  perito  en  los  casos  de  muerte , ó lesiones  causadas 
por  sustancias  .venenosas. 

Debe  poseer  perfectamente  la  fisiología  de  la  intoxicación;  saber  lo  que 
es  veneno,  sus  caractéres  diferenciales  del  medicamento  y alimento; 
qué  es  una  intoxicación , qué  un  envenenamiento , y las  diferentes  for- 
mas de  uno  y otro  hecho  tan  iguales  en  lo  físico , tan  diferentes  en  lo 
moral ; la  cantidad  á que  desplegan  su  terrible  acción  las  sustancias 


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venenosas-  los  estados  en  que  pueden  darse;  las  vías  por  donde  pueden 
introducirse. en  la  economía;  las  diferencias  en  rapidez  y efectos  de  esa 
introducción  según  la  vía ; la  absorción  de  ios  venenos ; su  relación  con 
su  solubilidad;  cuáles  son  absorbidos,  cuáles  no  ; cuáles  pueden  perder 
su  solubilidad  natural,  puestos  en  contacto  con  nuestros  sólidos  y líqui- 
dos, cuáles  adquirirla;  las  diferencias  de  absorción,  según  el  punto  por 
donde  entran;  la  influencia  de  los  nervios  en  ella;  por  qué  órganos  pa- 
san , á qué  órganos  van  á parar,  por  donde  se  eliminan,  cuánto  tiempo 
emplean  en  ello ; si  es  posible  la  acumulación  de  sustancias  medicinales 
hasta  el  punto  de  llegar  á cantidad  tóxica ; si  es  posible  la  formación  es- 
pontánea de  venenos' en  la  economía,  ó la  trasformacion  en  ellos  de  sus- 
tancias inofensivas  de  suyo  ; cómo  son  absorbidos  los  venenos,  íntegros 
ó descompuestos;  su  acción  puestos  en  contacto  con  nuestros  principios 
inmediatos  ; si  esa  acción  es  química;  si  es  vital;  qué  efectos  son  los  pri- 
mitivos, cuáles  secundarios ; qué  combinaciones  forman  con  nuestros  prin- 
cipios inmediatos;  qué  perturbaciones  funcionales  provocan  ; si  no  tienen 
mas  que  un  modo  de  obrar  ó varios,  y cuáles  son  esos;  qué  relación  hay 
entre  su  modo  de  obrar,  su  solubilidad  y su  absorción;  cuál  es  el  campo 
de  la  intoxicación,  si  local,  si  general;  qué  circunstancias  son  capaces  de 
modificar  la  acción  de  los  venenos  ; cuántas  clases  hay  de  ellos  ; qué  me- 
dios tiene  la  ciencia  para  estudiarlos  bajo  todos  sus  puntos  de  vista;  qué 
se  debe  á los  casos  clínicos,  quéá  la  experimentación  en  animales,  ya  por 
el  método  empírico,  ya  por  el  científico , etc. 

fié  aquí  una  porción  de  puntos  importantes  y trascendentales  relativos 
á la  fisiología  de  la  intoxicación  , que  no  puede  ignorar  el  médico  legista, 
ora  bajo  el  punto  de  vista  teórico,  ora  bajo  el  práctico , y que  le  han  de 
proporcionar  gran  copia  de  datos,  para  resolver  muchas  cuestiones  relati- 
vas al  envenenamiento. 

Debe  saber  igualmente  el  médico  legisla  la  patología  de  la  intoxicación, 
esto  es,  cómo  se  forma  el  diagnóstico  absoluto,  para  distinguir  esta  enfer- 
medad especial  de  las  enfermedades  comunes,  el  diagnóstico  clásico  ó 
genérico ; para  distinguir  una  clase  de  intoxicación  de  otra  , la  cáustica 
por  ejemplo,  de  ía  inflamatoria,  de  la  narcótica,  etc. , y por  último  , el 
diagnóstico  particular,  por  el  cual  se  determina , no  ya  que  la  dolencia  ó 
la  muerte  no  se  debe  á una  enfermedad  común,  ni  qué  intoxicación  es, 
sino  qué  veneno  la  ha  producido  ; la  etiología  de  cada  clase  de  intoxica- 
ción , ó lo  que  es  lo  mismo,  el  grupo  de  sustancias  capaces  ele  producirla; 
qué  pronóstico  hay  que  hacer,  ya  de  la  intoxicación  en  general,  ya  de 
cada  clase  de  intoxicación,  ya  de  cada  veneno,  que  es  como  si  dijéramos 
la  gravedad  que  tiene  esa  especie  de  enfermedad ; cuándo  es  mas  ó me- 
nos leve,  cuándo  mas  ó menos  grave,  cuándo  mortal,  bajo  todos  los  mis- 
mos puntos  de  visla  con  que  se  clasifican  las  lesiones  corporales  hechas 
con  armas  blancas  ó de  fuego.  Y finalmente , las  alteraciones  anatómico- 
patológicas  que  producen  los  venenos,  según  la  clase  á que  pertenezcan 
y sean  ellas,  y qué  especie  de  alteraciones  sean  estas,  si  demostrables  á 
simple  vista,  ó por  medio  del  microscopio;  si  atacan  de  un  modo  visible 
la  textura  de  los  tejidos  y propiedades  de  la  sangre , ó si  alteran  la  na- 
turaleza y forma  de  sus  elementos  histológicos. 

Hé  aquí  otro  grupo  de  conocimientos  sin  los  cuales  es  de  todo  punto 
lmP°sible  que  el  médico  perito  pueda  desempeñar  bien  su  cometido. 

Debe  igualmente  conocer  la  profilaxis  de  la  intoxicación , tanto  invo- 
luntaria como  voluntaria,  y la  terapéutica  de  la  misma;  los  contravenenos 


— 1 9 — 

de  grupo  ó particulares,  los  antídotos,  los  planes  curativos,  las  indica- 
ciones generales  y particulares  que  hay  que  llenar  en  todo  caso  de  in- 
toxicación , y las  modificaciones  que  han  de  sufrir  esas  indicaciones  ge- 
nerales , según  los  casos. 

Siquiera  cuando  es  llamado  como  perito  el  médico,  raras  veces  puede 
prestará  la  víctima  socorro  alguno,  porque  ya  ha  sucumbido;  sin  em- 
bargo, tanto  porque  al  fin  es  posible  que  llegue  á tiempo  para  socorrerla, 
no  pudiendo  perderle,  por  ser  por  lo  común  rápida  y ejecutiva  la  acción 
de  muchos  venenos  ; como  porque  instruido  en  esa  parte  de  la  toxicolo- 
logía  puede  comprender  si  el  caso  es  un  accidente,  ó un  suicidio  ú homi- 
cidio; si  ha  podido  ó no  ser  socorrido  ei  sugeto,  y las  alteraciones  que, 
tanto  en  los  síntomas,  como  en  la  anatomía  patológica,  hayan  podido  cau- 
sar los  medios  empleados  para  salvar  á la  víctima ; debe  el  perito  cono- 
cer, ya  la  •profilaxis,  ya  la  terapéutica  de  la  intoxicación. 

Debe  igualmente  conocer  el  médico  legista  la  necroscopia  de  la  intoxi- 
cación ; esto  es , las  reglas  especiales  que  la  ciencia  añade  á las  generales 
sobre  las  inhumaciones,  exhumaciones  y autopsias  de  las  personas  que 
se  sospeche  han  muerto  envenenadas,  ya  para  dirigir  ó ejecutar  esas  ope- 
raciones de  un  modo  que  no  se  escape  ningún  dato  ó particular  significa- 
tivo , ya  para  poder  apreciar  debidamente  los  procedimientos  que  hayan 
seguido  otros  peritos,  en  el  entierro  y desentierro  de  los  cadáveres,  y en 
la  autópsia  practicada  en  ellos. 

Debe  igualmente  conocer  el  médico  legista  la  química  de  la  intoxicación; 
esto  es,  saber  las  sustancias  que  se  someten  á las  análisis  químicas,  ya 
procedentes,  ya  no  procedentes  del  sugeto  envenenado;  manejar  los 
utensilios  é instrumentos,  y montar  los  aparatos,  incluso  el  microscopio, 
necesarios  para  dichas  análisis;  los  reactivos  exigidos  por  los  mismos,  y 
las  reglas  para  su  purificación  y empleo , y las  diferentes  operaciones 
analítico-químicas  que  exige  la  investigación  de  los  venenos,  tanto  in- 
orgánicos como  orgánicos,  sólidos,  líquidos  y gaseosos,  ya  puros,  ya 
mezclados  con  alimentos,  bebidas  ú otras  sustancias,  con  los  materiales 
arrojados  por  vómitos  y cámaras,  ó con  los  sólidos  y líquidos  de  la  per- 
sona intoxicada. 

Esta  parte  de  la  toxicología  es  tan  necesaria  al  médico-legista  como^  to- 
das las  demás.  Nosotros  no  podemos  participar  de  la  opinión  de  M.  Tar- 
dieu,  que,, en  varios  pasajes  del  escrito  á que  hemos  aludido  en  los  pár- 
rafos anteriores , manifiesta  la  necesidad  de  asociarse  el  médico  forense 
á un  químico,  para  practicar  esa  parte  de  la  actuación  pericial.  Luego 
nos  harémos  cargo  de  este  importante  punto,  y probarémos  que  esa  es 
una  práctica  viciosa,  llena  de  graves  inconvenientes,  y tan  perjudicial  á 
los  intereses  de  la  justicia,  como  desfavorable  á la  dignidad  de  la  ciencia 
médica. 

El  médico  forense,  que  debe  saber  química  y análisis  química  de  las 
sustancias  puras  , debe  saber  igualmente  lo  que  llamamos  química  de  la 
intoxicación , que  es  diferente  de  la  química  general  y de  las  análisis 
químicas  enseñadas  en  las  escuelas,  y en  España  para  el  doctorado.  La 
química  de  la  intoxicación  es  bastante  diferente,  porque  abraza  una  sé- 
rie  de  operaciones  dirigidas  á separar  las  sustancias  venenosas  de  aque- 
llas con  las  cuales  están  mezcladas,  para  someterlas  luego  á la  acción  de 
los  reactivos  que  las  caracterizan. 

Como  luego  probarémos  que  el  médico  forense  es  el  único  perito,  cien- 
tífica y legalmente  idóneo  para  actuar  en  los  casos  de  envenenamiento. 


— 80  - 

no  solo  con  el  objeto  de  recoger  los  datos  relativos  á los  síntomas  y á las 
alteraciones  anatómico-patológicas  , sino  también  los  que  se  reíieren  á los 
resultados  de  las  análisis  químicas  y microscópicas,  para  que  pueda  tener 
todos  los  que  necesita  su  convicción  ; no  le  es  dado  no  estar  tan  al  cor- 
riente de  esta  parle  de  la  toxicología  general,  como  de  todas  las  demás. 

Para  formarse  la  convicción  de  que  ha  habido  ó no  envenenamiento, 
el  médico  perito  necesita  poseer  los  tres  órdenes  de  datos,  síntomas,  re- 
sultados de  la  autópsia , y resultados  de  las  análisis  ; y si  no  sabe  mas 
que  la  patología  y necroscopia  de  la  intoxicación;  si  no  sabe  la  química 
de  la  misma , no  puede  tener  reunidos  esos  tres  elementos  de  su  criterio. 
Tomarlos  de  otro,  es  lomarlos  con  fé,  con  creencia  en  el  juicio  de  otro,  no 
es  tomarlos  con  convicción,  con  conciencia  propia  de  su  juicio,  lo  cual, 
como  lo  veremos  luego,  es  un  defecto  grave  y mas  trascendental  de  lo 
que  á primera  vista  parece. 

El  médico  forense  , pues,  debe  poseer  la  química  de  la  intoxicación  á 
un  mismo  grado  que  la  fisiología,  patología,  terapéutica  y necroscopia 
de  la  misma.  Tan  necesaria  le  es  esa  parte  como  todas  las  demás  ; así 
debe  actuaren  la  parte  siritomatológica,  y anatomía  patológica  y necros- 
cópica , como  en  la  parte  química;  tan  idóneo  debe  ser  para  unas  actua- 
ciones, como  para  otras;  y para  ser  igualmente  idóneo  en  todas,  es  nece- 
sario que  esté  en  todas  igualmente  instruido.  No  hay  ninguna  razón  só- 
lida para  que  el  médico  forense  no  estudie  la  química  de  la  intoxicación, 
del  mismo  modo  que  estudia  las  demás  partes  de  la  toxicología  general. 
M.  Tardieu  , que  en  tantos  pasajes  reclama  la  asociación  de  los  químicos, 
no  da  ninguna.  La  única  que  probablemente  dará,  es  que  los  médicos  no 
saben  generalmente  química,  uo  saben  actuar  pericialmente  como  quí- 
micos ; mas  esa  razón  pierde  toda  su  fuerza,  desde  el  momento  en  que  se 
diga  que  los  médicos  tienen  que  saber  química  , análisis  química,  y quí- 
mica de  la  intoxicación  , del  mismo  modo  que  fisiología  , patología  tera- 
péutica y necroscopia  loxicológicas.  Que  la  estudien  como  deben  y la  sa- 
brán: y que  deben  estudiarla  es  tan  evidente,  como  lo  es  que  deben  estu- 
diar las  demás  partes  de  la  toxicología. 

Si  han  de  saber  esta  ciencia,  en  lo  cual  no  puede  caber  duda;  si  la 
han  de  poseer  tan  por  completo,  como  las  demás  que  necesitan  poseer 
para  ser  buenos  peritos,  la  han  de  estudiar  en  tocias  sus  partes;  pues 
bien,  una  de  ellas  y muy  legítima  es  la  química  de  la  intoxicación  ; es  la 
parte  que  se  relaciona  con  uno  de  los  tres  órdenes  de  datos  que  el  perito 
necesita  para  afirmar,  ó negar  que  ha  habido  intoxicación,  ó envenena- 
miento. Y así  como  seria  inhábil  el  perito  para  formar  su  criterio,  si  no 
supiese  la  patología  de  la  intoxicación,  porque  le  faltarían  los  órdenes  de 
datos  relativos  á los  síntomas  y resultados  ae  la  autópsia;  así  ha  de  ser- 
inhábil  , si  le  falta  la  química  de  la  intoxicación , porque  le  falta  el  medio 
de  obtener  por  sí  el  tercer  órden  de  datos  para  la  formación  de  su  cri- 
terio. 

Debe  saber  igualmente  el  médico  forense  la  filosofía  de  la  intoxicación, 
porque  ella  le  enseña  cómo  debe  apreciar  el  valor  lógico  de  los  tres  ór- 
denes de  datos  que,  como  regla  general,  se  reúnen  en  armonía  para  la 
pación  de  un  criterio;  en  ella  aprende  si  los  síntomas  deben  ser  con- 
siderados como  expresión  de  los  cuadros  trazados  en  las  obras  de  los  au- 
tores, ó de  otro  modo;  cómo  se  distingue  el  aparato  sintomático  de  toda 
intoxicación,  del  que  presentan  ciertas  enfermedades  de  invasión  brusca, 
con  apariencias  que  hacen  sospechar  el  envenenamiento»;  ya  en  los  casos 


' —Si- 
en los  que  basta  el  diagnóstico  respectivo,  ya  en  aquellos. en  que  es  nece- 
sario apelar  á la  autópsia , y á las  análisis  químicas , si  deben  apreciarse 
los  síntomas  aislados,  ó en  relación,  no  solo  entre  sí,  sino  con  los  otros 
órdenes  de  datos;  cuándo  es  necesario  el  cuadro  sintomático  para  afir- 
mar la  intoxicación  ; cuándo  puede  presumirse;  cuándo  no  hace  falta , y 
cuándo  por  sí  solos  pueden  significar  lógicamente  el  hecho.  JEn  la  misma 
se  aprende  á apreciar,  bajo  los  mismos  puntos  de  vista , el  valor  lógico 
de  los  resultados  de  la  autopsia;  en  ella,  en  fin , se  aprende  á conside- 
rar como  es  debido  el  valor  lógico  de  los  resultados  de  las  análisis  quí- 
micas, ó lo  que  es  lo  mismo,  cómo  deben  apreciarse  los  caractéres  quí- 
micos de  los  venenos;  si  hay  que  buscar  su  fuerza  en  muchos  caractéres, 
así  exclusivos  como  comunes , ó si  bastan  los  que  determinan  el  grupo, 
la  división  y el  género  ó especie;  si  es  ó no  suficiente  garantía  ese  con- 
junto de  caractéres  para  determinarle,  en  el  estado  actual  de  la  ciencia,  ó 
no  lo  es  por  la  contingencia  de  nuevos  descubrimientos  que  invaliden  la 
significación  de  ese  conjunto;  las- diferentes  procedencias  de  las  sustan- 
cias venenosas,  que  las  análisis  descubren  en  el  cadáver  ó materias  pro- 
cedentes del  sugeto  envenenado,  y el  modo  de  determinar  su  procedencia; 
cómo  deben  apreciarse  los  resultados  analítico-químicos  ; si  es  necesario 
presentar  los  venenos  en  sustancia,  ó bastan  las  reacciones;  si  han  dé 
considerarse  esos  datos  aislados,  ó en  relación  entre  sí,  y con  los  demás 
órdenes  de  datos ; en  qué  casos  son  indispensables  esos  resultados ; en 
cuáles  se  puede  prescindir  de  ellos  ; en  cuáles  bastan  por  sí  solos  para 
afirmar  la  intoxicación  ; lo  que  significan  los  datos  en  los  casos  colectivos, 
y el  valor  de  la  prueba  moral  de  ciertos  casos. 

Sin  conocer  profundamente  esta  parte  de  la  toxicología , la  mas  filosó- 
fica de  todas , es  de  todo  punto  imposible  que  el  médico  forense  desem- 
peñe su  cometido,  ni  aun  medianamente;  y para  desempeñarle  bien,  por 
lo  mismo  que  la  filosofía  de  la  intoxicación  abraza  todas  las  demás  par 
tes  de  la  ciencia,  las  recapitula,  diseca,  analiza  y juzga  para  formar  el 
criterio  ; he  dicho  que  el  médico  forense  debe  saber  todas  las  demás 
partes,  sin  excluir  la  química  de  la  intoxicación. 

Por  último,  debe  saber  igualmente  el  médico  forense  la  toxicología 
particular ; debe  haber  hecho  un  estudio  de  cada  veneno,  bajo  los  seis 
puntos  de  vista  indicados;  porque  la  toxicología  general  solo  le  da  cono- 
cimiento de  lo  que  es  común  á todos  los  venenos  , ó á grupos  de  ellos 
mas  ó menos  numerosos  , y lo  particular,  lo  individual  , lo  exclusivo,  lo 
propio  de  este  ó aquel  veneno,  solo  se  adquiere,  estudiando  particular- 
mente cada  sustancia  venenosa. 

Solo  poseyendo  esa  suma  de  conocimientos,  que  da  el  estudio  de  la  To- 
xicología general  y particular,  puede  el  médico  ser  perito  en  los  casos  de 
muerte  ó enfermedad  causada  por  sustancias  venenosas.  Debe  poseer 
toda  la  ciencia,  como  posee  las  demás  que  se  rozan  con  las  cuestiones 
medico  legales  de  diferente  naturaleza,  tanto  de  una  manera  teórica  como 
práctica;  y no  solo  debe  fijarse,  como  parece  quererlo  indicar  M.  Tar- 
dieu,  en  lo  que  puede  parecer  práctico  en  Medicina  legal,  sino  en  los 
puntos  teóricos  á que  esa  práctica  se  refiera.  Bueno  será  en  Toxicología, 
como  en  Medicina  legal,  como  en  todo,  que  no  se  lance  en  pos  de  espe- 
culaciones teológicas  ni  metafísicas;  tras  de  absolutos,  ni  esencias,  ni 
teorías  indemostrables,  que  no  tengan  por  medio  de  comprobación  la  ex- 
perimentación y los  hechos  indudables  ; que  busque  en  sus  conocimien- 
tos y aplicación  de  ellos  positivismo ; pero  que  tampoco  se  empeñe  en  no 

TOXICOLOGIA.  — 6 


— 842  — 

ver  mas  que  hechos,  renunciando  á los  principios;  porque  la  ciencia, 
sin  estos,  no  existe,  no  pasa  de  un  empirismo  ciego,  y de  lodo  punto 
inservible  para  determinarla  significación  de  los  datos,  en  que  ha  de  apo- 
yarse el  perito,  para  formular  sus  juicios,  en  cualquier  caso  práctico  rela- 
tivo á envenenamiento,  como  referente  á cualquiera  otra  cuestión. 

XXVI.  -Los  médicos  forenses  son  los  peritos 
científica  > leg-aluiente  idóneos  para  resolver  las  cuestiones  relativas 

ai  envenenamiento. 

He  dicho  que  el  médico-legista  debe  saber  la  Toxicologia  en  todas  sus 
partes  ; que  lo  mismo  debe  saber  la  fisiología,  que  la  patología,  la  tera- 
péutica, la  necroscopia,  la  química  y la  filosofía  de  la  intoxicación, 
puesto  que  es  llamado,  como  perito,  para  los  casos  de  muerte  ó enferme- 
dad causada  por  los  venenos;  y si  se  me  dijese,  pues,  para  que  no  tenga 
necesidad  de  saber  todas  las  partes  de  que  se  compone  la  Toxicologia  ge- 
neral y particular,  que  no  se  le  llame  mas  que  para  las  actuaciones  rela- 
tivas á la  fisiología  y patología,  y que  se  reserve  para  los  químicos  toda 
actuación  que  requiera  las  análisis  de  esta  naturaleza  ; responderia  que 
eso  no  debe  ser,  que  tiene  graves  inconvenientes,  que  es  contrario  á la 
dignidad  del  médico  forense  y á los  intereses  de  la  administración  de 
justicia.  Las  actuaciones  periciales  no  deben  ejecutarse  por  comisiones 
mixtas;  por  peritos , hábiles  los  unos  para  apreciar  una  parte , y hábiles 
los  otros  para  apreciar  otra.  Dos  peritos,  uno  para  lo  médico,  otro  para 
lo  químico,  no  son  mas  que  uno,  como  lo  probaré  dentro  de  poco. 

M.  Tardieu  opina  por  esa  división.  En  mas  de  un  pasaje  de  su  Estudio 
médico-legal  del  envenenamiento  así  lo  expresa  ; y lo  repite  muchas  ve- 
ces, como  prueba  de  que  es  una  opinión  muy  arraigada  en  él.  Como  ese 
profesor  tiene  á M.  Roussin  por  químico  compañero,  pretende  que  cada 
médico  perito  tenga  también  un  Roussin  , que  se  encargue  de  la  parte 
química  de  las  actuaciones  periciales. 

De  que  el  médico  perito  necesite  tres  órdenes  de  datos  para  afirmar 
una  intoxicación  , á oaber  : síntomas  , autópsia  y análisis  química,  no  de- 
duce, como  es  lógico  y natural,  la  consecuencia  legítima  de  que  debe 
saber  también  la  química  de  la  intoxicación ; lo  que  deduce  es  que  ese 
perito  por  sí  solo  no  basta;  que  necesita  un  químico  que  le  ayude.  Hé 
aquí  cómo  discurre,  después  ae  haber  sentado  por  premisa,  que  la  in- 
vestigación y determinación  de  la  causa  de  los  accidentes  y de  la  muerte 
en  los  casos  de  envenenamiento,  se  apoyan  en  la  triple  base  , síntomas  ó 
si  gnos  clínicos  , resultados  autópsicos  y análisis  químicas. 

«De  aquí , como  se  ve,  la  necesidad  de  operaciones  múltiples,  que  no 
son  todas  del  dominio  exclusivo  del  médico,  y que  reclaman  las  leyes  es- 
peciales y la  experiencia  práctica  del  químico".  La  reunión  del  uno  y del 
otro  es  indispensable ; y por  diferente  que  sea  el  papel  de  cada  uno,  es 
bueno  que  su  acción  sea  común.  Yo  no  quiero  que  el  médico,  sin  autori- 
dad suficiente,  se  crea  con  derecho  y poder  de  acometer  solo  esa  difícil  y 
peligrosa  misión  de  establecer  las  pruebas  del  envenenamiento  ; mas  por 
su  parte  el  químico  no  debe  proceder  mas  que  de  concierto  con  el  médico, 
que  sigue  los  efectos  del  veneno  en  el  organismo;  reconoce  sus  huellas 
en  el  cadáver,  y dirige,  si  hay  lugar  á ello,  los  experimentos  fisiológicos. 
La  justicia  y la  ciencia  médico-legal  están  , pues,  igualmente  interesadas 
en  que,  en  toda  actuación  pericial,  en  materia  de  envenenamiento,  el  mé- 
dico y el  químico  pongan  en  común  sus  esfuerzos  respectivos , y se  pres- 


— 83  -a 

ten  mútuo  apoyo.  Persuádome  que  se  apreciará  respecto  de  eso  la  útil 
cooperación  que  ha  tenido  á bien  prestarme  en  este  estudio,  para  todo 
lo  que  es  del  dominio  de  la  química  , mi  sabio  y hábil  colaborador 
M.  Roussin. 

»Sin  dejar  de  dar  á la  exposición  de  los  métodos  y procederes  de  aná- 
lisis el  lugar  que  le  corresponde , no  debo  olvidar,  y me  interesa  consig- 
narlo desde  luego,  que  hay  en  ios  casos  de  envenenamiento  un  gran  nú- 
mero de  cuestiones  especiales  y directas,  que  pueden  ponerse  al  perito,  y 
que  pertenecen  necesariamente  y como  de  derecho  al  médico,  para  ser 
examinadas  y resueltas,  bajo  el  punto  de  vista  de  los  principios  de  la  me- 
dicina legal;  esto  es,  bajo  el  punto  de  vista  de  establecer  en  cada  caso 
particular  la  relación  que  existe  entre  lo  que  hace  constar  la  ciencia,  y el 
hecho,  y las  circunstancias  del  crimen  de  envenenamiento  (l).» 

No  puede  ser,  pues,  mas  terminante  la  opinión  de  M.  Tardieu.  Todo 
lo  médico  ai  perito  médico  ; todo  lo  químico  , al  perito  químico.  Es  ver- 
dad que  no  da  ninguna  razón,  ni  buena  ni  mala,  para  apoyar  ese  modo 
de  ver;  tal  vez  le  parezca  tan  evidente  que  se  considere  dispensado  de 
darla,  fle  dichoque  en  varios  pasajes  de  ese  escrito  emite  la  misma  opi- 
nión ; no  pierde  ripio  para  emitirla  ; se  conoce  que  está  en  dicho  autor 
muy  arraigada. 

Desgraciadamente  no  es  solo  M.  Tardieu  el  que , á pesar  de  ser  médi- 
co-legisla y catedrático  de  medicina  legal,  se  deja  invadir  el  terreno  por 
intrusos,  y hasta  sale  á la  defensa  de  esa  intrusión.  M.  Briand  hace  una 
cosa  por  el  estilo,  ó quizá  peor.  Así  como  se  ha  asociado  á M.  Chaudé, 
abogado  para  la  parte  legal  de  su  manual;  así  se  ha  asociado  á M.  Gaul- 
tier  de  Claubry,  para  la  parte  química,  no  solo  en  las  cuestiones  de  enve- 
nenamiento, sino  en  las  de  medicina  legal,  que  necesitan  para  su  cabal 
resolución  análisis-químicas,  llamando  esa  parte  Química  legal. 

En  Francia,  los  tribunales  llaman  también  á farmacéuticos,  como  peri- 
tos en  los  casos  de  envenenamiento  , y la  Toxicología  se  enseña  en  escue- 
las de  farmacia.  La  opinión  del  actual  decano  de  la  Escuela  médica  de 
París  viene  á sancionar  esa  conducta.  No  hubiera  procedido  así  el  doctor 
Orfila. 

En  España  viene  de  lejos  la  práctica  rutinaria  de  encargar  á los  farma- 
céuticos todo  caso  , en  el  que  haya  necesidad  de  análisis  química , como 
si  nadie  supiera  química  mas  que  los  boticarios.  Puede  que  en  otros 
tiempos  fuera  así,  y que  hasta  muchos  de  estos  la  ignorasen,  sobre  todo 
bajo  el  punto  de  vista  pericial. 

En  1855,  nuestro  gobierno  dió  un  paso  contrario  á esa  rutina.  Si  bien 
en  la  ley  de  Sanidad  , art.  94,  se  dice,  que  «en  las  capitales  de  provincia, 
donde  haya  audiencia,  se  nombrará  por  los  Gobernadores  civiles,  á pro- 
puesta de  la  Junta  provincial  de  Sanidad  , una  comisión  consultiva  supe- 
rior de  facultativos  forenses,  compuesta  de  los  profesores  de  medicina,  y 
una  de  farmacia  , encargada  de  los  dictámenes , reconocimientos  y aná- 
lisis , que  para  el  mejor  acierto  en  los  fallos  de  justicia  necesiten  las  au- 
diencias;» el  ministerio  nombró  una  comisión  compuesta  de  los  dos  cate- 
dráticos de  Toxicología,  que  había  á la  sazón  en  la  facultad  de  medicina 
de  la  Universidad  central,  para  que  se  encargaran  de  las  análisis  quími- 
cas periciales , tanto  en  los  casos  de  envenenamiento , como  en  los  de 
medicina  legal,  que  reclamaran  esas  análisis.  Dichos  catedráticos  eran 

(*)  Arlale*  de  Higiene  pública  y Medicina  legal,  1.  XXII,  2.d  série,  paginas  390  y 391. 


- 84  - 

médicos  y médicos  los  sustitutos  ó compañeros  que  cada  catedrático  tuvo 
durante ’esa  comisión;  pero  no  llegaron  á funcionar  juntos,  primero  por 
razones  que  no  son  d¿  esle  lugar,  y después  porque  murió  uno  de  ellos, 

V se  suprimió  su  plaza. 

Pero  en  1862,  cuando  se  publico  el  Reglamento  de  los  médicos  foren- 
ses, se  volvió  á la  rutina.  En  el  art.  19  se  establece  que,  «cuando  haya 
sospechas  de  envenenamiento  y en  los  demás  casos  en  que  sea  necesario  el  auxilio 
de  un  perito  químico , podrá  el  juez  recurrir  á uno  ó mas  doctores  ó licen- 
ciados en  farmacia,  que  tengan  establecido  laboratorio,  ó cuenten  con  los 
medios  suficientes  y propios  para  practicar  la  correspondiente  análisis. 
El  médico  forense,  asista  ó no  al  acto,  suministrará  al  farmacéutico  encar- 
gado del  análisis,  los  datos  ó noticias  que  este  crea  necesarias  ó conve- 
nientes para  llevarle  á cabo.  » 

El  art.  21  dice;  «Siempre que  sea  necesario  repetir  el  ensayo,  oque  no 
se  haya  podido  practicar  de  primera  intención  en  los  casos  indicados  en 
los  artículos  19  y 20,  se  hará  el  análisis  por  los  catedráticos  de  Toxicolo- 
gía  y Medicina  legal  y quinto  año  de  farmacia,  en  cualquiera  de  las  Uni- 
versidades en  que  se  hallen  establecidas  aquellas  enseñanzas,  prefiriendo 
siempre  la  Universidad  mas  próxima  á la  capital  de  la  audiencia  del  ter- 
ritorio respectivo.» 

Una  circular  del  ministerio  de  Gracia  y Justicia  , del  30  de  diciembre 
de  1863 , apoyándose  en  el  art.  94  de  la  ley  de  Sanidad  , y con  motivo  de 
remitir  materias  analizables  los  juzgados  y audiencias  desde  puntos  ex- 
tremos de  la  Península , en  los  cuales  deben  existir,  y existen  profesores 
de  farmacia,  con  los  elementos  necesarios  para  practicar  las  análisis  que 
se  les  encarguen , dispuso  que  , en  caso  de  no  haberse  nombrado  los  pe- 
ritos y farmacéuticos  de  que  habla  el  art.  94  de  dicha  ley,  se  nombraran 
los  que  desempeñasen  las  análisis  químico-periciales. 

La  ley  de  Instrucción  pública  vigente  tiene  establecido  que  haya  una 
cátedra  de  toxicología  en  las  Facultades  de  medicina.  El  catedrático  de 
Medicina  legal,  de  esa  enseñanza  y los  discípulos , son  médicos.  No  sé 
que  se  enseñe  en  las  Escuelas  de  farmacia.  Ignoro  si  hay  algún  profesor 
encargado  de  la  farmacia  legal  y que  explique  á los  alumnos  farmacéuti- 
cos toxicología,  ni  química  de  la  intoxicación.  La  ley  de  Instrucción  pú- 
blica vigente  no  establece  nada  de  eso. 

Pues  bien;  á pesar  de  la  respetable  opinión  de  M.  Tardieu,  de  la  con- 
ducta de  M.  Briand,  de  lo  que  se  suele  hacer  en  Francia,  de  la  rutina  que 
desde  tiempo  inmemorial  se  sigue  en  España,  de  los  artículos  19  y 21 
del  Reglamento  de  médicos  forenses,  de  la  circular  de  30  de  diciembre 
de  1863 , y de  la  creencia  vulgar  en  que  están  muchos  de  que  el  perito 
nato,  en  todos  los  casos  de  toxicología  y medicina  legal,  que  reclamen 
análisis  químicas,  es  el  farmacéutico;  tengo  el  disgusto  de  opinar  en 
contra  de  todas  esas  opiniones,  artículos  y prácticas,  y sostener  que  el 
verdadero  perito,  el  único  científico  y legalmente  idóneo  para  actuar  en 
todo  caso  médico-iegal  y toxieológico , sea  cual  fuere  la  naturaleza  de  la 
actuación  pericial,  perteneciente  á las  ciencias  médicas,  es  el  médico  fo- 
«H?.  y ^e  s°l°  debe  ser  el  médico  forense.  La  dignidad  de  la  ciencia 
médico-legal  y los  intereses  de  la  justicia,  lo  mismo  que  la  ley  , deman- 
dan á voz  en  grito  la  abolición  de  esa  rutina,  de  esa  mixtura  híbrida 
de  peritos  médicos  y peritos  farmacéuticos , y la  vuelta  á la  razón , ai 
icvK  ° comun  y á Ia  ley  . que  inició  Ja  real  órden  del  10  de  mayo  de 
Xoo5,  encargando  á los  catedráticos  de  Medicina  legal  las  actuaciones 


- 85  - 

periciales  químicas,  tanto  en  los  casos  médico-legales  que  las  necesiten, 
como  en  los  casos  de  muerte  ó enfermedad,  causadas  por  venenos. 

Hablemos  primero  de  la  idoneidad  científica,  luego  hablarémes  de  la 
idoneidad  legal. 

Los  médicos  son  los  únicos  que  estudian  la  medicina  legal.  En  esta 
asignatura  se  les  enseña  cómo  deben  actuar  pericialmente  , en  todos  los 
casos  relativos  á las  cuestiones,  que  forman  ese  cuerpo  de  enseñanza,  y 
como  quiera  que  esas  cuestiones  se  refieren  á diferentes  ciencias , en 
cuya  posesión  debe  estar  el  médico , es  evidente  que  á él  compete  tra- 
tarlas; que  él  es  el  perito  idóneo  científicamente  para  actuar. 

En  la  cátedra  de  Medicina  legal,  y solo  en  ella  se  enseña,  no  solo  cómo 
debe  proceder  el  médico  forense  en  los  casos  de  cuestiones  sobre  locura, 
asfixias,  heridas,  parto,  aborto;  etc.;  en  una  palabra,  sobre  todas  las  que 
reclaman  el  conocimiento  de  la  anatomía  fisiológica  , higiene  , patología 
general  y especial,  y terapéutica  , farmacología  , etc. , etc. , sino  también 
aquellas,  respecto  de  las  cuales  hay  que  hacer  uso  del  microscopio  y de 
los  reactivos  químicos.  Las  manchas  ae  esperma , de  sangre , de  materia 
cerebral,  de  grasa,  meconio,  de  moco,  pus,  etc. , las  de  pólvora,  el  exá- 
men  de  las  cenizas  de  un  lugar,  donde  se  sospecha  que  se  ha  quemado 
un  feto,  etc. , etc. , forman  otras  tantas  cuestiones  médico-legales  , para 
las  cuales  se  necesita  el  uso  del  microscopio  y las  análisis  químicas , y 
todo  eso  se  enseña  en  la  cátedra  de  medicina  legal  á los  alumnos  médicos, 
como  las  demás  cuestiones.  Fuera  de  la  cátedra  de  Medicina  legal  no  se 
enseña  en  España  nada  de  eso.  Ninguna  escuela  de  Farmacia  española 
tiene  semejante  enseñanza , ni  completa,  ni  incompleta,  para  los  alumnos 
farmacéuticos,  ni  para  nadie. 

Los  alumnos  que  asisten  á la  cátedra  de  Medicina  legal,  llegan  ó deben 
llegar  á ella,  provistos  de  los  conocimientos  relativos  á todas  las  ciencias 
que  se  relacionen  con  las  cuestiones  médico-legales;  .entre  esas  ciencias 
están  la  física,  la  química  y la  historia  natural.  El  estudio  de  estas  cien- 
cias está  en  las  asignaturas  de  su  carrera.  Las  necesitan  para  el  grado 
de  bachiller  en  filosofía  ó artes,  y sin  ese  grado  no  pueden  matricularse 
en  medicina. 

El  uso  del  microscopio  para  observar  los  alimentos  anatómicos  ó his- 
tológicos de  los  humores  y tejidos  sanos  y enfermos,  es  esencialmente 
médico.  La  anatomía  general,  la  anatomía  microscópica  y la  anatomía 
química  , solo  la  estudian  los  médicos,  porque  esa  ciencia  lo  exige.  Los 
farmacéuticos  no  estudian  nada  de  eso ; no  tienen  esos  estudios  en  las 
asignaturas  de  su  carrera  : es  lógico,  por  lo  tanto,  que  sus  profesores  no 
se  lo  enseñen  en  la  cátedra. 

La  análisis  química  de  los  humores  y tejidos  es  también  enseñanza  mé- 
dica. Para  la  formación  del  diagnóstico  en  muchas  enfermedades,  se  hace 
uso  de  esa  análisis.  En  la  cátedra  de  Medicina  legal  se  enseña  de  un 
modo  mas  completo  cómo  debe  procederse  á ella.  En  las  cátedras  de 
farmacia  ni  se  sueña  siquiera  en  tal  enseñanza. 

Luego,  si  alguno  ha  de  tener  idoneidad  científica,  para  conocer  los  ele- 
mentos anatómicos  ó histológicos  de  los  humores  y tejidos  sanos  ó enfer- 
mos, ha  de  ser  el  médico , y no  el  farmacéutico.  Si  alguno  ha  de  saber 
analizar  químicamente  esos  humores  y tejidos  y los  elementos  constitu- 
tivos ó principios  inmediatos  que  les  corresponden  , ha  de  ser  también, 
no  el  farmacéutico,  sino  el  médico. 

¿á  qué , pues , considerar  al  farmacéutico  mas  idóneo  que  al  médico 


para  esos  casos,  en  que  sea  necesario  examinar  con  el  microscopio  los  hu- 
mores y tejidos  sanos  y enfermos,  y analizar  sus  principios  inmediatos? 
¿En  qué  cabeza  bien  organizada  cabe  que  haya  de  ser  mejor  perito  el 
que  no  ha  estudiado  la  ciencia  a que  se  refiere  el  caso  pericial,  que  aquel 
que  la  ha  estudiado? 

¿Qué  se  ha  hecho  de  aquel  axioma  antiquísimo  peritus  in  artel  ¿A.  quién 
en  estos  casos,  diria  Apeles  nc  sutor  ultra  crepidaml  ¿Al  médico,  que  ha 
estudiado  todo  lo  que  se  necesita  para  actuar  en  esos  casos  de  medicina 
legal,  ó al  farmacéutico  que  no  ha  estudiado  nada  de  eso?  ¡Y  hay  gobier- 
nos, que,  habiendo  trazado  los  programas  de  cada  facultad  respectiva, 
señalado  las  ciencias  que  han  de  estudiar  los  que  se  matriculan  en 
ellas , y establecido  la  cátedra  de  Medicina  legal  para  los  médicos  y no 
para  los  farmacéuticos,  hagan  luego  reglamentos,  en  los  que  se  encarga 
á los  farmacéuticos  que  actúen  , como  peritos,  en  casos  prácticos  sobre 
cuestiones  y materias  que  no  han  estudiado!  ¡Y  hay  jueces  y tribuna- 
les que,  en  vez  de  buscar  el  auxilio  y la  luz,  que  necesitan,  en  los  médicos, 
que  se  han  instruido  en  la  ciencia,  en  sus  cátedras  y sus  libros,  relativa  al 
caso  pericial , se  van  á pedirlos  á los  farmacéuticos,  que  carecen  de  se- 
mejante instrucción!  ¡Y  hay  médicos  legistas,  catedráticos  de  medicina 
legal  y autores  de  esa  ciencia,  que  renuncian  á su  derecho,  que  abdican  su 
pertenencia , que  se  rebajan  hasta  el  punto  de  creer,  á pesar  de  estudiar 
todo  lo  que  necesitan  para  resolver  cuestiones  periciales,  en  sentido  mi- 
croscópico y químico,  que  les  es  necesario  el  auxilio  del  farmacéutico, 
que  no  ha  estudiado  nada  de  eso! 

Que  les  ministerios  incurran  en  ese  craso  error , en  esa  aberración  in- 
concebible; que  incurran  en  ella  los  jueces  y magistrados;  que  así  piense 
el  vulgo,  extraño  á la  ciencia,  se  comprende;  porque  ignoran  ó no  quie- 
ren saber  qué  es  lo  que  estudia  el  médico,  y qué  es  lo  que  estudia  el  far- 
macéutico. ¡Pero  que  incurran  en  ese  error  autores  y catedráticos  de  me- 
dicina legal ! eso  es  lo  que  no  comprendemos,  ni  podemos  comprender. 

Es  para  nosotros  una  contradicción,  un  error  lamentable,  una  falta  de 
tacto , una  ligereza  censurable  y una  medida  destituida  de  toda  razón  y 
base  lógica,  llamar  á los  farmacéuticos,  como  peritos,  en  los  casos  de  me- 
dicina legal,  siquiera  se  necesite  el  uso  del  microscopio  y de  las  análisis 
químicas.  Éstas  actuaciones  pertenecen  de  derecho  al  médico  forense; 
este  es  el  único  científicamente  idóneo  para  actuar  en  esos  casos,  como  en 
todos  los  demás;  por  la  sencilla,  clara  é irrefragable  razón  de  que  solo 
él  es  el  que  ha  estudiado  los  ramos  científicos  y recibido  las  lecciones  en 
la  cátedra,  que  se  necesitan  para  desempeñar  cumplidamente  esos  cargos. 

Otro  tanto  debemos  decir  y decimos  de  los  casos  de  envenenamiento. 
Para  desempeñar  cumplidamente  las  difíciles  y delicadas  actuaciones  pe- 
riciales relativas  á la  muerte  ó enfermedad  causada  por  venenos , se  ne- 
cesita poseer  bien  la  Toxicología  general  y particular.  La  Toxicología  solo 
se  enseña  en  las  escuelas  de  medicina,  en  España.  En  las  escuelas  de  far- 
macia no  hay  tal  enseñanza.  Los  médicos,  pues,  son  los  únicos  que  la 
aprenden,  que  tienen  que  aprenderla;  los  farmacéuticos  no  aprenden  nada 

de  eso,  no  es  de  su  carrera.  ... 

En  España , en  la  Escuela  de  Madrid,  la  Toxicología  se  ensena , como 
debe  enseñarse  y aprenderse.  La  Toxicología  general  comprende  o mlsíJJ0 
que  la  fisiología,  la  patología,  la  terapéutica , la  necroscopia  , y la  filosofía ■. 
la  intoxicación , la  química  de  la  misma.  La  filosofía  de  la  . ’ 
la  que  da  el  criterio  al  médico  forense  para  juzgar  si  ha  habido  o no 


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venenarriiento,  no  se  puede  poseer,  si  no  se  posee  la  química  de  la  intoxi- 
cación en  igual  grado  que  las  demás  partes  de  la  toxicología  general, 
puesto  que  se  refiere  á uno  de  los  tres  órdenes  de  datos  que  constituyen 
ese  criterio.  El  médico  abraza  en  sus  estudios  todas  las  partes  de  la  to- 
xicología general  y particular.  El  farmacéutico,  no  solo  no  estudia  la 
logia , la  patología , la  terapéulica  , la  necroscopia,  ni  la  filosofía  de  la  intoxi- 
cación , sino  ni  la  química  de  la  misma.  Los  licenciados  ni  estudian  si- 
quiera análisis  químicas ; esta  asignatura  se  reserva  para  los  doctores  en 
medicina  y farmacia. 

Los  médicos  aprenden , por  lo  menos  en  la  cátedra  de  Medicina  legal 
de  Madrid,  la  Toxicología  por  completo,  En  la  química  de  la  intoxicación  se 
les  enseña  las  sustancias  que  se  someten  á las  análisis  químicas,  los  uten- 
silios y aparatos  que  son  necesarios,  el  modo  de  disponerlos  y montarlos; 
cómo  ha  de  manejar  el  microscopio;  los  reactivos  que  necesitan  para  des- 
cubrir los  venenos;  las  reglas  para  asegurarse  de  la  pureza  de  esos  reac- 
tivos y para  emplearlos,  y las  operaciones  ánalítico-químicas  que  hay  que 
practicar  en  todo  caso;  ya  cuando  el  veneno  está  puro,  sólido,  líquido,  ó 
gaseoso ; ya  cuando  está  mezclado,  y es  la  mezcla  del  todo  líquida , en 
parte  líquida  y en  parte  sólida , ó sólida  completamente , y cuando  esas 
mezclas  son  los  órganos  ó líquidos  del  sugeto  envenenado,  la  marcha  que 
han  de  seguir  en  los  tanteos  para  saber  si  el  veneno  es  orgánico  ó inor- 
gánico, soluble  ó insoluble,  alcalino  ó neutro;  el  modo  de  destruirlas 
materias  orgánicas  que  le  disfrazan ; los  diferentes  métodos  y procederes 
qne  hay  para  desembarazarle  de  aquellos  con  que  está  mezclado  y some- 
terle, al  fin,  puro  á la  acción  de  los  reactivos;  en  una  palabra,  en  esa 
cátedra  se  enseña  lo  que  no  se  enseña  en  la  de  química  general , ni  en  la 
misma  de  análisis  química , donde  solo  se  enseña  á tratar  las  sustancias 
en  estado  puro , fuera  de  las  aguas  minerales , las  tierras  y las  cenizas; 
lo  cual  tal  vez  , y así  ha  sucedido  muchos  años,  no  tiene  tiempo  el  profe- 
sor de  explicar.  Siendo  por  lo  tanto  eso  así , ¿cómo  no  ha  de  ser  también 
el  médico  el  único  perito  científico  idóneo  para  los  casos  de  envenena- 
miento, lo  mismo  que  para  los  demás,  puesto  que  sabe,  debe  y puede  sa- 
ber todo  lo  que  se  necesita  para  ello?  ¿Cómo  se  ha  de  llamar  al  farmacéu- 
tico, que  nada  de  eso  estudia,  ni  debe  estudiar?  Tan  extraña  es  la  idonei- 
dad científica  al  farmacéutico,  en  los  casos  de  envenenamiento  , como  en 
los  demás  casos  de  la  medicina  legal.  La  misma  aberración  se  advierte 
en  la  conducta  del  gobierno,  de  los  jueces,  del  vulgo  y de  los  médico-le- 
gistas, que  se  rebajan  , creyéndose  incompetentes,  respecto  de  los  casos 
(le  envenenamiento,  que  hemos  encontrado  en  los  casos  de  medicina  fo- 
rense, para  los  cuales  también  se  cree,  con  tanto  error,  necesario  llamar  á 
los  farmacéuticos.  Tan  impropios  son  para  esos  casos,  como  para  practi- 
car una  autopsia,  el  reconocimiento  de  una  embarazada,  estuprada,  he- 
rido, loco,  etc.,  etc. 

Preveo  una  contestación  á estos  lógicos  é irrefragables  razonamientos, 
y voy  á salirle  al  encuentro.  Se  me  dirá:  en  buen  hora  que,  en  la  carrera 
de  farmacia,  no  se  enseñe  la  anatomía  microscópica,  ni  la  anatomía  quí- 
mica, ni  las  análisis  de  los  humores  y tejidos  sanos  ni  enfermos;  que  en 
ninguna  cátedra  se  les  enseñe  á examinar  ni  analizar  manchas  de  sangre, 
esperma,  meconio  , etc.;  en  buen  hora  que  tampoco  se  les  enseñe  toxico- 
logia  general,  ni  particular,  ni  química  analítica  á los  licenciados  en  far- 
macia, ni  á estos,  ni  á los  doctores  en  la  misma  facultad,  la  química  de 
la  intoxicación  y las  operaciones  especiales  que  reclaman  los  venenos  a b- 


sorbidos  por  los  tejidos  de  los  sugotos  envenenados.  Convenimos  en  que 
todo  eso  es  propio  de  la  carrera  médica  ; que  en  las  cátedras  de  Medicina 
Wal  y Toxicología  se  enseña  , en  especial  en  la  de  Madrid , y que  los  mé- 
dicos lo  saben,  cleben  y pueden  saberlo. 

Pero,  en  primer  lugar,  para  aprender  bien  todo  eso,  es  necesario  que 
los  alumnos  médicos  sepan  química,  que  los  médicos  se  dediquen  á ella, 
y p0I*  punto  general  todo  lo  hacen  menos  eso;  en  segundo  lugar,  los  far- 
macéuticos pueden  estudiar  en  las  obras,  ya  que  no  en  las  cátedras,  lo 
que  no  se  les  ha  explicado  en  estas , inclusive  el  manejo  del  microscopio, 
y la  anatomía  microscópica  y química , y amaestrarse , en  su  laborato- 
rio, en  esa  clase  de  análisis,  y en  este  caso  serán  tanto  ó mas  idóneos 
científicamente  que  los  médicos. 

A esa  contestación , más  especiosa  que  sólida , replicaré  que  lodo  eso 
puede  ser  verdad  en  teoría,  no  es  ningún  absurdo  , ningún  imposible. 

Convengo  en  que,  por  punto  general,  son  pocos  los  alumnos  médicos 
que  sepan  química,  en  lo  cual  acaso  influya  el  vicioso  método  de  ense- 
ñanza que  se  sigue  en  las  escuelas , el  haber  suprimido  de  las  facul- 
tades de  medicínala  química  médica,  y sobre  todo,  no  haber  en  ellas 
como  debería,  una  cátedra  de  estequiología  ó de  anatomía  química,  en 
lugar  de  estar  esta  involucrada  con  la  enseñanza  de  anatomía  descriptiva, 
y el  afectado  desdén,  ó la  estúpida  opinión  de  no  pocos  médicos,  inclusos 
ciertos  catedráticos  de  la  escuela  vitalista,  que  no  tienen  por  necesaria  al 
médico  la  química,  ni  sus  aplicaciones  á la  fisiología  y patología,  califi- 
cando despreciativamente  de  quemialras  á los  que  creen  lo  contrario.  Todo 
eso  y el  lastimoso  estado  de  la  práctica  médico-forense,  que  no  alienta  á 
nadie,  porque  no  tiene  porvenir  favorable  á ningún  médico,  ejerce  una 
funesta  influencia,  en  punto  á carecer  generalmente  los  médicos  de  cono- 
cimientos químicos,  yen  el  olvido  á que  entregan  lo  que  hayan  apren- 
dido en  la  cátedra  de  Medicina  legal , luego  que  se  revalidan  y ejercen  la 
medicina  curativa. 

Sin  embargo,  eso  no  es  una  razón  válida.  Si  no  lo  saben,  deben  y pue- 
den saberlo : el  título  que  se  les  da  , supone  que  lo  saben  ; los  aplicados 
están  en  posesión  de  lo  que  deben  saber;  en  los  exámenes  dan  prueba 
de  ello. 


Tampoco  saben  muchos  todo  lo  que  deben  saber,  en  punto  á los  demás 
ramos  ae  la  carrera;  y sin  embargo,  no  por  eso  se  los  considera  incompe- 
tentes para  asistir  á enfermos,  ni  como  peritos  en  casos  de  heridas,  partos, 
abortos,  locura,  etc.  Tampoco  los  farmacéuticos,  por  el  mero  hecho  de 
serlo,  son  unos  Berzelius,  unos  Thenard,  unos  Pelouze-,  etc.  Son  muchos 
los  que,  á poca  diferencia,  se  encuentran  en  ese  punto,  como  muchos  mé- 
dicos, ó peor. 

Si  los  médicos,  en  general,  no  se  hallan  en  el  caso  de  emprender  una 

aptnarmn  nDPlPlül  nono  lo  mi  A i'  r\  ni  . 1 


10  aicho,  para  que  se  encuentre  la  mayoría  de  farmacéuticos.  Ni  entre  los 
mas  sobresalientes  se  han  de  encontrar  muchos  que,  como  no  hayan  he- 
cho de  ello  un  estudio  especial  y extra-escolástico,  sean  capaces  de  des- 
empeñar ese  cargo. 

e todos  modos  eso  solo  supondría  una  cosa  muy  diferente  de  la  que 

Pilleo  r U”a  ne,ce,si,dad  práctica,  pasajera  y de  origen  vicioso,  hija 
^ desaplicacmn , del  descuido,  del  poco  fruto  que  se  saca  de  dedi- 
carse á esos  estudios.  Cumplan  los  alumnos  con  su  deber;  cumplan  los 


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médicos  con  el  suyo;  cumpla  el  gobierno,  no  haciendo  reglamentos  con- 
tra la  ley  de  Instrucción  pública , ni  otras  leyes;  cumplan  lo$  jueces  y 
magistrados,  nombrando  peritos  á los  que  la  ley  señala  como  tales;  que 
antes  de  nombrar  á un  médico  forense  se  le  someta  á la  prueba  de  su  ca- 
pacidad, y entonces  esa  razón  dejará  de  serlo;  dejará  de  tener  la  apa- 
rente fuerza  que  ahora  tiene,  para  los  que  no  discurren,  y la  nuestra  ad- 
quirirá todo  su  vigor ; entonces  se  verá  con  mas  esplendor  que  nunca  la 
verdad  de  nuestro  modo  de  pensar;  que  el  médico  y solo  el  médico  fo- 
rense es  el  perito  idóneo  para  actuar  en  los  casos  en  cuestión. 

Si  se  organizara,  como  es  debido,  el  ramo  de  médicos  forenses;  si  en- 
traran en  él  sus  individuos , no  por  solo  ser  españoles , tener  25  años  de 
edad , ser  doctor  ó licenciado  en  medicina  y cirugía , haber  ejercido  con 
buena  nota  su  profesión  por  dos  años  á lo  menos , y acreditar  buena 
conducta  moral  y profesional,  que  es  lo  único  que  exige  el  art.  3.*  del 
reglamento,  y con  todo  lo  cual  se  puede  ser  muy  malos  médicos  forenses, 
yen  especial  muy  malos  micrógrafos  y peores  químicos;  si  antes  de 
darles  el  nombramiento,  ellos  hubiesen  dado  pruebas  de  idoneidad  cien- 
tífica para  el  cargo , perdería  completamente  su  fuerza  la  observación  á 
que  contestamos,  y quedaría  mas  en  relieve  lo  que  sostenemos,  en  punto 
á competencia  de  los  médicos  en  los  mencionados  casos. 

Pero , aun  ciñéndonos  á la  fatalidad  del  hecho , á lo  práctico , puesto 
que  lo  mismo  sucede  á la  generalidad  de  farmacéuticos,  que  á la  gene- 
ralidad de  médicos;  lo  justo,  lo  racional,  lo  lógico,  es  proclamar  á estos 
y no  á aquellos,  como  los  peritos  idóneos  bajo'el  punto  de  vista  cientí- 
fico ; y puesto  que  los  médicos  estudian  lo  que  se  necesita  para  esas  ac- 
tuaciones, y los  farmacéuticos  no , antes  debemos  suponer  á aquellos  mas 
idóneos  para  el  caso , que  no  á estos:  Siempre  es  mas  natural  y mas  ló- 
gico suponer  que  ha  de  saber  una  ciencia  el  que  la  haya  estudiado,  si- 
quiera sea  un  talento  romo,  ó haber  sido  un  desaplicado,  que  no  aquel 
que  no  ha  debido  estudiarla , por  aplicación  y talento  que  le  demos. 

Respecto  á que  los  farmacéuticos  pueden  estudiar  privadamente,  é ins- 
truirse en  el  conocimiento  de  los  elementos  fisiológicos  y químicos  de 
los  humores  y tejidos  sanos  y enfermos,  en  el  manejo  del  microscopio  y 
en  las  operaciones  especiales  de  la  química  de  la  intoxicación ; que  pue- 
den aprender  cuanto  necesita  el  perito  en  las  obras  de  medicina  legal  y 
toxicología , y llegar  á ser  tan  aptos  para  actuar  en  dichos  casos  de  me- 
dicina legal  y en  los  de  envenenamiento , no  seré  por  cierto  yo  quien  se 
lo  niegue.  No  solo  pueden  estudiar  privadamente  todo  eso,  sino  mucho 
más;  no  solo  la  anatomía  microscópica  y química,  y la  química  de  la  in- 
toxicación , sino  todas  las  asignaturas  del  médico  y quasdam  alias. 

En  punto  á la  posesión  de  conocimientos  privadamente  adquiridos  , no 
pondremos  jamás  á nadie  límite,  ni  somos  de  los  que  pensamos  que,  para 
saber  una  ciencia,  se  necesita  haberse  matriculado  y examinado,  y tener 
un  título  académico  que  lo  acredite.  La  ciencia  se  adquiere  estudiando  y 
practicando,  y se  puede  estudiar  y practicar  extra-académicamente. 

Iré  mas  lejos  en  este  punto,  para  que  se  vea  que  no  me  guia  en  esto 
ninguna  prevención  hostil  á la  respetable  clase  farmacéutica,  ni  que  trato 
de  arrojar  sobre  ella,  ni  sobre  ninguno  de  sus  individuos,  entre  los  cuales 
tengo  amigos  de  mérito  no  común  , nota  alguna  de  descrédito  ni  mengua. 

Tanto  la  medicina  legal  como  la  toxicología,  debeá  farmacéuticos  ilus- 
tres no  ñocos  trabajos,  que  las  han  hecho  progresar.  En  Francia  hay 
muchos  farmacéuticos  que  conocen  perfectamente  gran  parte  de  dichas 


- 00  — 

ciencias  no  solo  bajo  el  punto  de  vista  químico  , sino  también  fisioló- 
gico v así  como  es  un  error  grave  el  presumir  que,  por  el  mero  hecho  de 
Sr  facultativos  , doctores  ó licenciados  en  farmacia , ya  han  de  ser  peri- 
tos cabales  en  actuaciones  periciales  que  reclaman  conocimientos  quí- 
micos- así  también  seria  otro  error  no  menos  grave  suponer  que  no  han 
de  poder  poseer  privadamente  esos  conocimientos  y los  demás  que  el  me- 
dico posee  académicamente.  ........  , 

En  este  terreno  no  cabe  cuestión.  No  negamos  la  posibilidad  de  que  el 
farmacéutico  adquiera  privadamente , si  á ello  se  dedica , todo  lo  que  se 

enseña  en  las  escuelas  al  médico.  . 

Pero  en  primer  lugar,  en  el  mismo  caso  se  encuentran  los  catedráticos 
de  química  de  los  institutos,  de  la  escuela  industrial,  de  las  de  minas, 
los  ingenieros,  y cualquiera  individuo  que,  privadamente,  por  afición  se 
dedique  al  estudio  de  la  medicina  en  todos  sus  ramos,  y en  especial  al  de 
la  medicina  legal  y de  la  toxicología,  sea  militar,  cura,  hacendado,  co- 
merciante, etc.  Y,  sin  embargo,  nadie  los  llama  para  actuar  en  esos  ca- 
sos; á nadie  le  ha  ocurrido  que,  por  haber  podido  estudiar  privadamente, 
sean  aptos  para  auxiliar  pericialmente  á los  juzgados  y tribunales.  El  ar- 
tículo 19  del  Reglamento  de  los  médicos  forenses  se  limita  á los  farma- 
céuticos. La  rutina  añeja  hace  lo  mismo. 

En  segundo  lugar,  vengamos  á la  práctica  , salgamos  de  la  posibilidad, 
veamos 'la  realidad,  lo  que  es,  y dígase  francamente  si  los  farmacéuti- 
cos, en  España  por  lo  menos,  se  dedican  privadamente  á esos  estudios, 
poniéndose  en  ellos  al  nivel  del  médico , y adquiriendo  de  esa  suerte 
idoneidad  científica,  para  actuar  en  casos  de  Medicina  legal  y de  envene- 
namiento, como  se  lo  encarga  el  Reglamento  de  médicos  forenses,  decla- 
rando á estos  incompetentes  para  el  caso. 

Cuando  alumnos,  bastante  tienen  con  estudiar  las  asignaturas  de  su 
carrera.  Tal  vez  no  se  dará  un  solo  ejemplar  que,  además  de  esas  asig- 
naturas, estudie  las  propias  del  médico , como  no  quiera  ser  licenciado  ó 
doctor  en  ambas  ciencias.  Cuando  profesores  ya  establecidos,  la  inmensa 
mayoría  se  dedica  á su  profesión , y nada  mas  que  á su  profesión , y 
puede  que  lo  áspero,  desabrido  y personal  de  la  práctica , no  solo  no  les 
dé  tiempo  ni  humor  para  dedicarse  á estudios  extraños  á ella , sino  que 
les  haga  olvidar  gran  parte  de  los  ramos  de  su  propia  carrera.  A la  vuelta 
de  algunos  años , hasta  los  que  sacaron  notas  de  sobresaliente  en  todos 
los  exámenes , ¿volverían  á sufrirlos  con  tan  buen  éxito  ? Les  sucede  lo 
propio  que  á los  médicos  dados  á la  práctica ; el  moho  cubre  gran  parte 
de  lo  que  se  aprende  en  las  escuelas. 

Si  el  servicio  pericial  que  piden  los  jueces  y magistrados  hubiese  te- 
nido hasta  aquí  algún  aliciente;  hubiese  reportado  ventajas  á los  farma- 
céuticos; se  concibe  que  algunos  se  hubiesen  dedicado  á esos  estudios 
privados  y á esas  prácticas , extrañas  á su  profesión  , por  la  cuenta  que 
les  hubiese  tenido ; mas  tanto  los  farmacéuticos,  como  los  médicos  y ci- 
rujanos , saben  desgraciadamente , y sobrado  bien  por  práctica , que  el 
servicio  pericial  prestado  á los  jueces  no  ha  ocasionado  hasta  aquí  mas 
que  trabajo,  incomodidades,  gastos  y compromisos  de  toda  especie;  por 
?,®ua  t0?0.*5  huian  de  prestarle.  Hoy  mismo , á pesar  de  haber  prome- 
3®®  7 miSlst;o  señor  Negrete,  en  su  preámbulo  del  real  decreto  del  13 
:;S.de  1862*  que  los  honorarios  de  los  peritos  serian  desde  enton- 
arpntaHn  sámente  satisfechos , raro  ha  sido  el  farmacéutico  que  haya 
aceptado  el  cargo  de  perito;  todos  se  excusan  con  que  no  tienen  lo  ne- 


- 91  - 

cesario  para  practicar  las  análisis  químico-periciales.  Véase  lo  que  dicela 
circular  de  30  de  diciembre  de  1863.  La  misma  comisión  nombrada  por 
el  gobierno  en  1885,  después  de  muchos  años  de  servicio,  lo  dejó , entre 
otras  razones , por  lo  desatendida  que  estaba.  En  los  preliminares  de  la 
Medicina  legal  ya  hemos  dicho  cuál  es  el  estado  lamentable  de  ese  servi- 
cio en  nuestros  dias. 

No  habiendo,  pues,  aliciente  alguno  , ni  honra  ni  provecho  en  ese  ser- 
vicio pericial , huyendo  de  él  los  farmacéuticos,  como  huian  los  médicos 
y cirujanos,  en  cuanto  les  era  posible,  respecto  de  las  demás  actuacio- 
nes, ¿cómo  es  creíble  que  los  boticarios  se  dediquen  privadamente  á un 
estudio  y práctica  penosos,  perjudiciales  y comprometidos,  siendo  extra- 
ños á su  carrera?  ¿Cómo  ha  de  ser  probable  que,  no  habiendo  honra  ni 
provecho  en  ello , se  encuentre  quien  se  haya  dado  á estudios  y prácticas 
agenos  á su  profesión?  Los  móviles  del  hombre  en  todo  son  el  provecho 
ó la  gloria,  y aquí  no  hay  ni  lo  uno,  ni  lo  otro. 

Todas  las  probabilidades , por  lo  tanto , están  en  que  esos  estudios 
privados  tampoco  se  han  hecho  entre  nosotros;  que  asi  como  los  farma- 
céuticos no  esludian,  durante  su  carrera,  lo  que  se  necesita  para  ser  pe- 
ritos hábiles,  en  casos  de  medicina  legal  y de  envenenamiento,  que  recia  • 
man  el  uso  del  microscopio  y de  la  análisis  química;  tampoco  estudiarán 
privadamente,  y hoy  dia  como  una  consecuencia  lógica  de  ese  estado  de 
cosas,  ha  de  ser  muy  contado  ó muy  raro  el  farmacéutico,  que  se  haya 
dedicado  á tales  estudios. 

Pero  demos  que  los  haya  que  lo  sepan , ¿ha  de  ser  esta  una  razón 
para  negar  esos  conocimientos  á los  médicos,  que  los  estudien  y que  tie- 
nen obligación  de  saberlos,  y para  no  considerarlos  como  peritos,  en 
los  casos  mencionados , dando  ese  encargo  á los  farmacéuticos  en  globo, 
sin  enterarse  antes  de  si  han  hecho  esos  estudios,  ni  académicos,  ni  pri- 
vados, creyéndolos  idóneos,  solo  porque  son  farmacéuticos?  ¿No  es  mas 
natural , mas  razonable  , mas  lógico,  encargar  esas  actuaciones  á los  mé- 
dicos forenses , siendo  la  obligación  de  estos  poseer  los  conocimientos  ne- 
cesarios para  esa  clase  de  actuaciones  ? ¿Por  qué  se  han  de  considerar 
aptos  para  practicar  el  reconocimiento  de  una  estuprada  y de  un  impo- 
tente, de  una  embarazada  ó parida,  de  un  loco,  de  un  herido,  de  un 
cadáver,  una  exhumación  , una  autopsia,  etc. , y no  se  los  ha  de  tener 
por  peritos  igualmente  hábiles  para  reconocer  una  mancha  de  sangre, 
de  esperma,  de  meconio  , de  pus,  de  moco,  de  materia  cerebral , etc.; 
y analizar  materiales  arrojados  por  cámaras  y vómitos,  y los  sólidos  y 
líquidos  de  un  sugeto  envenenado?  Si  se  los  considera  aptos  para  lo  pri- 
mero , porque  han  estudiado  las  materias  necesarias  para  actuar  debida- 
mente, ¿por  qué  no  se  hace  otro  lauto , respecto  de  lo  segundo,  puesto 
que  también  han  estudiado  lo  que  se  necesita  para  ello?  ¿Por  qué  así  como 
no  se  llama  al  farmacéutico  para  que  practique  una  autópsia , teniéndolo 
por  improcedente,  perjudicial  y ridículo,  no  habiendo  estudiado  anato- 
mía normal  y patología,  se  le  ha  de  llamar  para  reconocer  microscópica 
y químicamente  un  humor  ó un  tejido  sano  ó enfermo , ó las  materias 
procedentes  de  un  sugeto  envenenado,  no  habiendo  estudiado  loque 
hace  falta  para  ello?  ¿Por  qué  no  ha  de  ser  también  improcedente,  per- 
judicial y ridículo? 

He  dicho  , que  eso  no  solo  es  indigno  de  la  ciencia  médico  legal  y de 
los  que  la  profesan  y cultivan,  sino  perjudicial  á los  intereses  de  justicia, 
y nada  mas  fácil  de  probar  una  y otra  afirmación. 


— n — 

. No  hay  razón  para  sentirse  lastimado  el  médico  forense,  cuando,  á pe- 
sar de  haber  estudiado  lo  que  le  da  idoneidad  científica  para  esas  actuacio- 
nes se  le  tiene  por  incompetente,  y se  le  asocia  á un  farmacéutico  que  no  lo 
ha  estudiado?  Ya  seria  ofensivo  .,  asociándole  un  perito  que  supiera  lo  que 
sabe  el  médico,  ¿pero  cuánto  más  no  lo  ha  de  ser,  no  sabiéndolo,  no  habién- 
dolo estudiado?  Eso  es  suponer  que,  por  poco  que  sepa  el  farmacéutico,  solo 
por  serlo,  ha  de  saber  más,  en  esta  clase  de  actuaciones,  que  el  médico. 
No  sé  como  hay  médico  forense  que  pase  por  esa  humillación  , y menos 
comprendo  todavía  cómo  hay  catedrático  ae  medicina  legal,  ni  autor  de 
este  ramo  de  conocimientos  médicos,  que  considere  necesaria  la  asocia 
cion  de  un  farmacéutico  en  dichos  casos. 

¿Necesitaba  Orilla,  necesita  Devergie,  ni  ningún  médico  legista  pe- 
netrado de  su  incumbencia,  que  le  auxilie  en  esos  casos  ningún  farmacéu- 
tico? ¿Le  hemos  necesitado  nosotros  para  nada,  durante  los  años  que  he- 
mos prestado  á los  tribunales  y juzgados  ese  servicio  pericial?  ¿ Y no  de- 
bimos mirar  como  un  cargo  incompatible  con  nuestra  dignidad,  que  el 
reglamento  de  1802  nos  asociara  un  farmacéutico , siquiera  tengamos  por 
persona  muy  ilustrada  y sabia  al  digno  catedrático  de  farmacia  que,  se- 
gún ese  reglamento,  habia  de  funcionar  con  nosotros?  Lo  decimos  fran- 
camente ; más  que  la  falta  de  retribución  de  nuestros  trabajos,  nos  im- 
pulsó á dimitir  ese  cargo , que , como  catedráticos  no  nos  impone  la  ley 
de  Instrucción  pública , esa  disposición  que  envuelve  la  falsa  idea  de  que 
el  médico  legista , siquiera  sea  un  catedrático , que  por  espacio  de  muchos 
años  enseña  teórica  y prácticamente  medicina  legal  y toxicología,  y que 
ha  servido  con  otros  médicos  á los  tribunales  con  satisfacción  de  estos , 
como  podemos  acreditarlo  con  documentos , no  ha  de  poder  actuar,  en 
casos  de  medicina  legal  y de  envenenamiento,  que  reclamen  análisis  quí- 
micas , sin  el  auxilio  de  un  farmacéutico. 

Las  ciencias,  como  los  hombres,  tienen  sus  fueros,  y los  que  las  ejer- 
cen, no  pueden  desprenderse  de  su  dignidad,  ni  permitir  que  esos  fueros 
se  violen. 

Pero  no  es  solamente  la  dignidad  de  la  medicina  legal  y de  la  toxico- 
logia  y los  médicos  que  la  profesan,  los  que  sufren  con  esa  práctica;  sufre 
también , y esto  es  mas  trascendental , la  administración  de  justicia;  por- 
que no  recibe,  ni  puede  recibir,  de  esa  práctica  las  luces  que  necesita,  ni 
la  garantía  pericial  que  exigen  las  leyes  y la  naturaleza  de  los  negocios. 

La  ley  y la  práctica  forense  exigen,  en  los  casos  periciales,  dos  peritos 
por  lo  menos,  y si  para  uno  de  los  casos  en  cuestión  se  llama  á un  médico 
y un  farmacéutico,  siquiera  entrambos  firmen  el  documento  que  redacten, 
no  hay  mas  que  un  perito  científico ; porque  el  médico , suponiendo  que 
no  es  mas  que  apto  para  lo  médico , solo  para  esto  es  perito , y otro  tanto 
le  sucede  ai  farmacéutico ; solo  es  perito  en  lo  químico. 

El  médico  no  tiene  convicción  científica  de  la  actuación  química,  no 
tiene  mas  que  fe , creencia , en  lo  que  le  dice  el  farmacéutico , y este  á 
su  vez  no  tiene  ni  puede  tener  convicción  científica  de  la  parte  ó actuación 
m^íca  5 no  tiene  ni  puede  tener  mas  que  fé,  creencia,  en  lo  que  le  diga  el 
médico;  de  lo  cual  resulta  que  el  juez  que  los  consulta , aun  cuando'  vea 
dos  firmas  al  pié  del  documento , no  recibe  luz  mas  que  de  un  perito  res- 
pecto de  la  actuación  médica  y respecto  de  la  actuación  química,  y á ser 
togico  ese  juez  tendría  que  decirles : puesto  que  Y.  médico,  se  atiene  por 

L ’ P0^11®  110  entiende  de  química , á lo  que  diga  el  farmacéutico  , 
par  eso  tan  bueno  soy  yo  como  Y.,  y V.  no  me  hace  falta ; y otro  tanto 


— 93  — 

¿irá  al  farmacéutico:  puesto  que  V., se  atiene  á lo  que  dice  el  médico, 
porque  V,  no  entiende  de  medicina,  tan  apto  soy  yo  para  tener  /¿como  V., 
y V.  me  sobra. 

J poco,  importa  que,  en  lugar  de  un  médico  y un  farmacéutico,  nombre 
á dos,  peritos,  ni  á seis  de  cada^lase ; siempre  resultará  un  dictámen  dado 
mitad  con  convicción  científica , mitad  con  ciega  fé , igual  á la  que  puede  tener 
el  juez  ; la  mitad  de  los  peritos  sobran.  Este  es  el  defecto  grave  y capital 
de  toda  comisión  mixta ; es  un  actuante  híbrido , que  no  puede  dar  al 
juzgado  la  luz  y garantía  que  la  justicia  reclama.  Ni  el  perito  médico 
sabe  si  lo  que  afirma  el  perito  químico,  en  lo  que  se  supone  que  le 
atañe,  es  lo  que  debe  afirmar;  ni  el  perito  farmacéutico  sabe  si  lo  que 
afirma  el  médico , en  la  parte  que  le  corresponde , es  lo  que  afirmarse 
debe.  Lo  cree  cada  uno  por  lo  que  le  dice  el  compañero;  i y con  esa 
fé  se  va  á decir  al  juzgado:  tal  es  el  resultado  de  nuestras  investiga- 
ciones ! 

No  : es  demasiado  grave  el  interés  que  afectan  esas  actuaciones,  para 
que  el  resultado  de  ellas,  y los  juicios  que  se  emitan  , no  sean  en  todo 
convicción  científica , como  lo  exige  la  ley  y el  interés  del  asunto. 

Y puesto  que  he  probado  que  los  farmacéuticos  no  estudian  lo  que  es 
necesario  para  actuaren  esos  casos,  tampoco  puede  esperar  el  juzgado 
ninguna  luz  de  lo  que  le  digan  los  farmacéuticos , hasta  en  la  parte  de 
la  actuación  que  se  pretende  que  les  corresponde. 

Poco  importa  que  sepan  analizar  sustancias  inorgánicas  ú orgánicas, 
puras  ó mezcladas,  que  es  todo  lo  que  podremos  conceder  á los  farma- 
céuticos, para  juzgar  los  resultados  con  aplicación  á casos  de  envenena- 
miento ; es  necesario  poseer  todas  las  ciencias  del  médico ; porque  los 
hechos  del  cuerpo  humano  y cuanto  á él  se  refiere,  siempre  son  comple- 
xos; siempre  tienen  relaciones  vastas  con  estudios  biológicos , fisiológicos 
y patológicos  que  el  farmacéutico  no  conoce,  y por  lo  mismo  es  inca- 
paz de  apreciar  bajo  todos  los  aspectos  el  hecho" que  le  den  las  operacio- 
nes analítico  químicas. 

Pregúntele  el  juez  cualquier  cosa  que  se  salga  de  lo  puramente  quí- 
mico, y le  veréis  atarugado;  se  declarará  él  mismo  impotente  para  con- 
testar; ó si  no  tiene  la  modestia  de  confesar  su  ignorancia,  dirá  tal  vez 
un  despropósito. 

Y no  basta  que  para  eso  se  acuda  al  médico ; que  si  este  á su  vez  no 
ha  estudiado  las  relaciones  de  lo  químico  con  lo  médico , tampoco  acer- 
tará en  sus  juicios ; siempre  le  ha  de  faltar  uno  de  los  términos  del  pro- 
blema, que  no  conoce,  para  resolverle  bien. 

La  triple  base  que  los  toxicólogos  buscan  para  el  criterio  que  ha  de 
servir  de  guía  á los  peritos , no  solo  se  refiere  á las  ciencias  que  á cada 
una  de  las  partes  de  esa  base  corresponden  , sino  á las  relaciones  ínti- 
mas que  existen  entre  esas  ciencias,  sus  hechos  y sus  principios;  y esas 
relaciones  no  se  pueden  ver  con  claridad  , si  la  misma  inteligencia , si  el 
mismo  perito  no  las  posee  todas.  El  juicio  que  de  esas  relaciones  brota 
no  puede  nacer  de  un  funcionario  híbrido;  será  infecundo,  como  todo  lo 
que  dan  los  híbridos : no  puede  ser  el  resultado  heterogéneo  de  la  con- 
ciencia y de  la  fé;  ha  de  ser  el  fruto  homogéneo  de  la  convicción  cientí- 
fica; y esta  es  de  todo  punto  imposible,  si  el  perito  no  posee  todas  las 
partes  de  la  triple  base  ; si  no  está  igualmente  fuerte  en  todo  lo  qué  atañe 
á ios  síntomas  , á las  alteraciones  anatómico-patológicas , y á las  análisis 
químicas  de  la  sustancia  ingerida  en  el  cuerpo  humano,  donde  ha  dado 


— 94  — 

lugar  á fenómenos  fisiológicos,  patológicos  y químicos,  que  solo  el  mé- 
dico posee  ; que  no  posee  el  tai  macé  utico. 

Un  criterio  formado,  en  parte  de  convicción  y en  parte  de  creencia,  no 
es  completo  ni  homogéneo ; no  es  el  que  exige  la  ley , y los  graves  inte- 
reses que  pueden  comprometerse;  y esa  homogeneidad  no  ha  de  buscarse 
en  el  documento,  donde  se  reúnen  las  actuaciones  de  los  peritos  incom- 
pletos ó parciales  heterogéneos  y sus  firmas;  se  ha  de  buscar  en  la  inte- 
ligencia, en  el  saber,  en  el  poder  pericial  de  la  persona  consultada. 

^Los  peritos  deben  ser  todos  médicos  en  los  casos  en  cuestión  ; así,  sus 
conclusiones  serán  el  resultado , no  de  la  fé  ni  de  la  creencia , sino  de  la 
convicción  científica,  que  es  lo  que  quiere  la  ley,  la  lógica  y el  sentido  co- 
mún , y lo  que  reclaman  de  derecho  los  graves  intereses  comprometidos. 

Puesto  que  he  probado  que  los  peritos  médicos  deben  y pueden  saber 
todo  lo  necesario  para  actuar,  así  en  lo  químico  como  en  lo  médico;  ni 
los  jueces  deberian  llamar  á otros  peritos  que  á los  médicos  forenses,  ni 
el  gobierno  mandarles  que  llamen  á farmacéuticos.  En  buen  hora  que  es- 
tos actúen  pericialmente  en  lo  que  ataña  á su  profesión  ; en  las  análisis  ó 
exámen  de  las  drogas  y medicinas,  por  ejemplo ; pero  jamás  en  casos  de 
Medicina  legal , ni  de  Toxicología. 

Si  el  gobierno  se  penetrara  de  estas  verdades;  si  fuese  lógico  en  sus 
decisiones,  reales  órdenes  y reglamentos;  si  ya  que  hace  estudiar  Me- 
dicina legal  y Toxicología  á los  médicos,  y no  á ios  farmacéuticos,  dis- 
pusiera que  los  jueces  y magistrados  llamaran  á aquellos  y no  á estos 
para  dichas  actuaciones;  si  exigiera  á los  médicos  forenses  mas  requisi- 
tos que  los  que  exige  el  artículo  B.°  del  Reglamento  que  hoy  los  rige;  si, 
antes  de  nombrarlos,  se  cerciorara  de  su  aptitud , lo  mismo  que  para  una 
autopsia,  para  un  exámen  microscópico  y una  análisis  química;  pronto  se 
desterraría  esa  práctica  rutinaria,  viciosa  y perjudicial,  y se  veria  que 
los  médicos  forenses  son  idóneos  para  desempeñar  todo  lo  que  de  los  far- 
macéuticos tan  sin  razón  se  espera , y de  un  modo  mas  ventajoso.  Du- 
rante los  cinco  años  que  nosotros  hemos  servido  á los  jueces  y magistra- 
dos en  esa  clase  de  actuaciones  periciales , liemos  satisfecho  sus  necesi- 
dades bajo  todos  los  puntos  de  vista,  lo  mismo  en  las  preguntas  médicas 
que  en  las  químicas,  y la  administración  de  justicia , respecto  de  esa 
parte,  pudo  contar  con  un  auxilio  tal  como  la  ciencia  actual  es  capaz  de 
darle. 

Si  de  la  idoneidad  científica  pasamos  á la  idoneidad  legal , tampoco  nos 
ha  de  ser  difícil  probar  que  ios  farmacéuticos  no  pueden  ser  peritos  lega- 
les, en  los  casos  de  Medicina  legal  y de  Toxicología. 

Hemos  dicho  que  los  farmacéuticos  no  estudian  ni  una  ni  otra  ciencia. 
Hé  aquí  las  asignaturas  de  la  carrera  de  farmacia  : Materia  farmacéutica  de 
los  reinos  mineral  y animal ; idem  vegetal ; farmacia  químico-inorgánica;  far- 
macia químico-orgánica ; práctica  de  operaciones  farmacéuticas.  Estas  son 
para  los  licenciados.  Los  doctores  estudian  además  : Análisis  química 
aplicada  á las  ciencias  médicas  ; historia  crítico-literaria  de  la  farmacia. 

Pues  bien;  la  ley  de  Enjuiciamiento  civil,  en  su  art.  3U3,  núm.  2.°, 
dice : «Los  peritos  deberán  tener  título  de  tales  en  la  ciencia  ó arte  á que 
pertenezca  el  punto  sobre  que  ha  de  oirse  en  juicio,  si  la  profesión  ó arte 
está  reglamentada  por  las  leyes  ó por  el  gobierno.  En  este  caso , si  no  los 

hubiere  en  el  pueblo  del  juicio , podrá  hacérselos  venir  de  los  inme- 
diatos.» 

En  el  núm.  3.°  de  ese  mismo  artículo  se  añade: 


*•  98  — 

« Si  la  profesión  ó arte  no  estuviese  reglamentada  por  la  ley  ó por  el 
gobierno,  ó estándolo,  no  hubiese  peritos  en  ella  en  los  pueblos  inmedia- 
tos, podrán  ser  nombradas  cualesquiera  personas  entendidas,  aun  cuando 
no  tengan  título.» 

Eso  mismo  se  observa  en  la  práctica  criminal. 

Ahora  bien ; la  medicina  está  reglamentada ; es  una  profesión  de  la 
cual  se  tiene  título ; el  título  se  refiere  á las  materias  estudiadas.  Los  far- 
macéuticos no  estudian  Medicina  legal,  ni  Toxicología;  su  título  no  com- 
prende las  ciencias  que  se  refieren  á los  casos,  para  los  cuales  se  les  quiere 
hacer  actuar;  no  tienen,  pues,  carácter  legal,  aptitud  legal  para  ello. 

Ni  hay  para  qué  decir  que  no  hay  otros  peritos,  y que  por  lo  mismo  se 
está  en  el  caso  del  núm.  3.°  del  art.  303.  flay  los  médicos  forenses;  y 
donde  quiera  que  estos  estén  no  han  de  faltar  peritos,  y por  lo  mismo 
no  pueden , según  la  ley,  ser  llamados  los  farmacéuticos,  como  cuales- 
quiera personas  entendidas,  siquiera  no  tengan  título  de  la  ciencia,  á que 
corresponda  el  punto  sobre  el  cual  ha  de  oirse  en  juicio. 

El  Reglamento  de  los  médicos  forenses,  así  como  es  contrario  á la  ley 
bajo  otros  aspectos,  lo  es  respecto  de  los  artículos  19  y 21 ; por  cuanto 
en  oposición  al  art.  303  de  la  ley  de  Enjuiciamiento  civil , da  como  peri- 
tos hábiles  á los  farmacéuticos,  en  asuntos  respecto  de  los  cuales  se  nece- 
sita poseer  un  título,  que  no  tienen;  y como  un  real  decreto  no  tiene 
fuerza  para  derogar  una  ley,  resulta  que  los  farmacéuticos  carecen,  no 
solo  de  idoneidad  científica  , sino  de  idoneidad  legal , para  actuar  como  peri- 
tos en  los  casos  de  Medicina  legal  y de  envenenamiento ; perteneciendo  á los 
médicos  forenses,  y solo  á los  médicos  forenses,  el  desempeño  de  esas 
funciones  en  dichos  casos,  como  en  todos  los  demás  relativos  al  arte,  ó 
ciencia  reglamentada  , de  la  que  tienen  título. 

Si  tanto  en  un  proceso  ó causa  criminal,  como  en  un  negocio  civil, 
hubiese  quien  reclamase  contra  el  nombramiento  de  farmacéuticos  como 
peritos,  quien  los  recusase  por  ilegales,  pidiendo  que  se  diera  por  nulo 
todo  lo  actuado,  después  de  esa  notoria  infracción  de  la  ley,  ¿podrían  los 
magistrados  oponerse  á esa  justísima  demanda?  ¿Y  qué  conflictos  no  ha- 
brían de  resultar  en  la  administración  de  justicia,  el  dia  en  que,  penetra- 
das las  partes  de  esa  ilegalidad , dieran  en  reclamar  contra  esa  práctica  , y 
en  pedir  la  anulación  de  todo  lo  actuado  sobre  el  juicio  pericial  dado 
por  peritos  ilegales?  Lo  dejamos  á la  consideración  de  los  hombres  de  la 
ley.  Tanto  por  eso  , como  por  la  falta  de  idoneidad  científica  , y los  gra- 
ves é inevitables  inconvenientes  que  tienen  las  comisiones  híbridas  ó 
mixtas,  tenemos  esa  práctica  por  altamente  contraria  á los  intereses  de  la 
justicia,  que  tan  sin  razón  cree  mejor  servidas  M.  Tardieu,  asociando 
al  médico  forense  un  químico  que  no  sea  médico. 

Creo  que  dejo  plenamente  probada  la  tesis  de  este  párrafo,  y paso  al 
último  punto  de  esta  introducción , ya  demasiado  prolongada. 

VXA'H. — Utilidad  de  una  cátedra  de  toxicologfia  práctica. 

Habiendo  consignado  que  los  médicos  forenses  deben  estar  en  plena 
posesión  de  la  ciencia  toxicológica  general  y particular,  como  deben  es- 
tarlo de  las  demás  ciencias , á que  se  refieren  las  diversas  y numerosas 
cuestiones  que  constituyen  la  Medicina  legal;  habiendo  probado  también 
que  ellos  son  y deben  ser  los  peritos  científicos  y legalmente  idóneos 
para  actuar  en  todos  los  casos  médico-legales  y de  envenenamiento,  que 


— 06  — 

reclamen  el  uso  del  microscopio  y el  empleo  de  las  análisis  químicas;  es 
necesario  que  la  enseñanza  les  facilite  todo  lo  que  el  estado  actual  de  la 
ciencia  haya  reunido,  bajo  el  punto  de  vista,  ya  teórico,  ya  práctico,  y 
que  las  obras  que  les  sirvan  de  guía  en  el  estudio  abracen  todas  las  par- 
tes de  que  dicha  ciencia  se  compone. 

En  las  cátedras  de  Medicina  legal , por  lo  menos  en  la  de  la  facultad 
de  Medicina  de  la  Universidad  central,  se  les  da  esa  enseñanza,  en  toda 
su  extensión  y plenitud;  no  solo  de  un  modo  teórico  y simplemente  oral, 
sino  de  un  modo  práctico,  demostrando  el  profesor  en  la  clase  lo  que 
cada  cuestión  ó punto  tratado  exige,  con  manipulaciones  ú operaciones 
conducentes  al  objeto,  respecto  ya  de  la  aplicación  del  microscopio,  ya  de 
las  análisis  químicas,  igual  que  de  las  demás  demostraciones  prácticas. 

. Sin  embargo,  por  grande  que  sea  el  celo  del  profesor  en  hacer  prácti- 
cas todas  las  lecciones  que  lo  exigen , aun  cuando  su  asignatura  tenga 
lecciones  diarias;  aun  cuando  los  alumnos  pongan  de  su  parte  toda  la 
aplicación  y aprovechamiento  posibles,  no  es  dado  alcanzar  tanto  resul- 
tado como  se  alcanzada , si , además  de  la  asignatura  de  Medicina  legal 
y Toxicología , hubiera  otra  destinada  á la  Toxicología  práctica. 

La  Medicina  legal,  en  el  estado  ¡actual  de  esta  ciencia,  es  muy  vasta; 
y para  enseñarla  debidamente,  de  un  modo  teórico  y práctico  á la  vez, 
se  necesita  todo  el  curso.  No  seria  un  lujo  de  cátedras  destinar  una  exclu- 
sivamente á la  Medicina  legal,  y otra  á la  Toxicología  teórica,  además 
de  la  cátedra  de  Toxicología  práctica , á favor  de  la  cual  escribimos  es- 
tas líneas.  La  Toxicología  se  halla  en  el  mismo  caso  que  la  Medicina 
legal;  el  estudio  de  la  general  y de  la  particular  necesitan  un  curso:  los 
ocho  meses  del  curso  académico  ó año  encolar. 

Pero  ya  que  por  razones  de  economía,  ó por  no  sobrarles  tiempo  á los 
alumnos  para  la  asistencia  á tantas  cátedras  , se  insista  en  que  el  cate- 
drático de  Medicina  legal  explique  también  en  un  mismo  curso,  después 
de  aquella , la  Toxicología  ; creo  que  se  acabaria  de  obtener  todo  el  fruto 
apetecible  de  esa  importante  enseñanza,  estableciendo  además  una  cáte- 
dra de  Toxicología  práctica  para  los  doctores  en  medicina  ; exigiendo 
luego  que,  para  ser  médico  forense,  se  acreditase  por  lo  menos , ya  que 
no  la  investidura  de  ese  grado  , la  certificación  de  haber-ganado  el  curso 
de  esa  enseñanza. 

Los  alumnos  no  ven  , ni  pueden  ver  mas  que  una  vez  las  demostracio- 
nes prácticas , en  la  cátedra  de  medicina  legal  y toxicología ; no  es  cosa 
fácil  que  puedan  ensayarse  en  el  laboratorio  , teniendo  otras  obligacio- 
nes escolásticas  á que  atender,  y eso  forzosamente  ha  de  contribuir,  ade- 
más de  otras  influencias  ya  indicadas  en  el  párrafo  anterior,  á que  no  sa- 
quen todo  el  provecho  posible  de  esa  enseñanza.  En  dicha  cátedra  empe- 
zarían á familiarizarse  con  las  manipulaciones,  y recogerían  todos  los  co- 
nocimientos teóricos  necesarios  para  darse  á la  práctica. 

Concluida  ya  su  carrera , matriculados  para  el  grado  de  doctor,  mas 
libres  y posesores  de  mayor  tiempo , no  teniendo  mas  que  una  lección 
diaria  de  historia  de  la  medicina  un  dia  , y otro  de  análisis  química -(‘), 
podrían  asistir  á la  cátedra  de  toxicología  práctica  holgadamente , y allí, 


míd'  est0  se  escribía , no  había  salido  aun  en  la  Gdceta  la  reforma  de  Ja  enseñanza 

mi»  »a’  i ^ u®  Pov^Qmbre  de  1866,  según  la  cual  se  aumentan  las  asignaturas  de  anato- 
é hi&ien.G  Pública’.  re'at¡vamente  á los  doctores  en  medicina.  Estas  dos  asig- 
toxicología  ^ °n  estudiarlas  los  licenciados  ; y en  su  lugar  debería  establecerse  la  cátedra  de 


- 97  - 

no  solo  ver  repetidas  y con  mas  detenimiento  las  operaciones  microscópi- 
cas y químicas,  sino  trabajar,  practicar  ellos  mismos,  bajo  la  dirección  del 
profesor,  los  ensayos  durante  el  curso , y de  esta  suerte  podrían  salir 
de  la  escuela  ya  peritos  hábiles  para  toda  suerte  de  actuación , que  recla- 
mara esa  clase  de  operaciones. 

¿Quién  podría  entonces  negarles  la  competencia  en  punto  á la  aptitud 
pericial?  ¿Quién  habría  tan  obcecado  que  insistiese  todavía  en  creer  ne- 
cesarios los  farmacéuticos  para  tales  actuaciones?  ¿Qué  auxilio,  qué 
ventajas,  qué  bienes  tan  notorios  no  habría  de  reportar  la  administra- 
ción de  justicia  de  semejante  institución  ? ¿Qué  es  una  mezquina  consi- 
deración de  economía  al  lado  de  esas  luces  , deesas  ventajas,  de  ese  au- 
xilio (!)? 

Esa  cátedra  ya  ha  existido  en  la  Universidad  central.  En  una  de  las  re- 
formas que  se  hicieron  años  atrás  en  la  enseñanza  médica , se  creó  una 
cátedra  de  Medicina  legal  y Toxicología  prácticas  para  los  doctores,  de- 
jando la  de  la  Medicina  legal  y Toxicología  teóricas  para  los  licenciados. 
Pero  desgraciadamente  esa  medida  fué  neutralizada  por  ciertas  influen- 
cias, que  le  dieron  una  dirección  torcida  , la  que  malogró  la  buena  inten- 
ción del  que  propuso  esa  reforma.  El  catedrático  de  Medicina  legal  debia 
dar  esa  enseñanza,  cuatro  meses  á los  licenciados  y oíros  cuatro  á los 
doctores.  Para  los  primeros  tal  vez  era  escaso  el  tiempo.  Mas  no  faltó 
quien  viese  en  ello  una  buena  ocasión  para  dar  una  cátedra  á cierta  per- 
sona allegada  suya,  nombrada  para  ir  á estudiar  Toxicología  práctica  á 
París , y se  le  encargó , cuando  volvió , esa  cátedra  de  Medicina  legal  y 
Toxicología  prácticas. 

Dejo  á un  lado  las  tristes  reflexiones  á que  da  lugar  esa  disposición 
que , á trueque  de  favorecer  á una  persona  , se  inferia  no  solo  al  profesor 
de  Medicina  legal  y Toxicología  existente  notable  agravio,  sino  al  país, 
suponiendo  que,  para  que  hubiese  en  él  esa  enseñanza,  era  necesario  nom- 
brar á un  profesor,  que  no  se  había  dedicado  nunca,  no  solo  á esa  ense- 
ñanza, sino  ni  á la  práctica  de  la  medicina  común,  fuera  á estudiará  París 
bajo  la  dirección  de  Orfila , que  no  enseñaba  Medicina  legal  y Toxicolo- 
gía, ni  en  la  escuela  de  medicina,  porque  su  cátedra  era  de  química  mé- 
dica, ni  en  su  laboratorio,  porque  no  admitía  á nadie  en  él  con  tal 
objeto. 

Tampoco  diré  cómo  se  realizó  esa  enseñanza  , ni  qué  resultados  tuvo. 
Solo  recordaré,  como  prueba  de  que  esa  disposición  no  se  dió  sino  al  influjo 
de  intereses  particulares,  que,  muerto  desgraciadamente  dicho  profesor, 

(')  Hoy  cüa  pudiera  hacerse  lo  que  indico  con  toda  perfección  y economía  posible.  Bas- 
taría con  encargar  esa  enseñanza  al  entendido  ayudante  especial  de  mi  cátedra,  el  ilus- 
trado doctor  D.  Teodoro  Yañez , catedrático  nombrado  paro  la  cátedra  de  Medicina  legal 
y Toxicología  de  Granada  , que  ganó  brillantemente  por  oposición,  y cuyos  vastos  y sólidos 
conocimientos  en  dichas  materias  permiten  esperar  de  dicho  doctor  un  éxito  completo  en 
los  buenos  resultados  de  esa  enseñanza.  El  doctor  Yañez,  sobre  poseer  teóricamente  cuanto 
cumple  á un  profesor  de  Medicina  legal  y Toxicología  , está  habituado  á los  trabajos  de 
laboratorio  ; es  una  especialidad  en  la  materia  y le  considero  como  el  mas  propio,  por  no 
decir  el  único  que  en  la  actualidad  existe , para  el  cabal  desempeño  de  la  cátedra  de  Toxi- 
cologia  práctica.  Si  tanta  es  la  penuria  del  Erario,  creo  que  elevándole  á la  categoría  de 
catedrático  supernumerario,  para  la  sustitución  de  mi  cargo  en  mi  cátedra,  por  mis  enfer- 
medades . ausencia  . puesto  que  el  diü  que  falle  no  hay  quien  pueda  sustituirme  , habién- 
dose visto  precisado  el  gobierno  á habdita'r  para  ello  al  señor  Yañez,  lo  cual  no  es  de  su 
obligación , y retribuyéndole  además  debidamente  el  desempeño  de  la  cátedra  de  Toxico- 
logía práctica,  se  obtendría,  sin  gran  gravamen  de  los  fondos  de  Instrucción  pública  , la 
reforma  que  propongo.  Lo  mas  natural  seria  nombrar  un  catedrático  con  todos  los  de- 
rechos de  los  demás  ; pero  ya  que  no  sea  esto,  podría  hacerse  lo  que  acabo  de  indicar. 

TOXICOLOGIA. — 7 


— 98  — 

se  suprimid  su  cátedra,  volviendo  á encargarse  de  !a  enseñanza  teórica 
y práctica,  el  profesor  antiguo , y poniendo  á su  disposición  el  magnífico 
laboratorio,  que  para  el  otro  se  habia  construido,  mientras  que  el  pri- 
mero nunca  pudo  alcanzarle,  y hasta  tenia  que  costearse  los  reactivos. 

Pues  bien;  lo  que  en  esa  época  se  hizo  para  favorecer  á una  persona, 
debiera  hacerse  con  mas  motivo  ahora  para  proporcionar  á la  ciencia  mas 
enseñanza,  y á la  administración  de  justicia  peritos  mas  idóneos  en  la 
clase  médica , y mucho  mas  á propósito  que  los  que  busca  hoy  día  en  la 
clase  farmacéutica.  Que  siga  el  profesor  actual  de  Medicina  legal  y Toxi- 
cología  su  enseñanza  durante  todo  el  curso  teórico  y práctico  á la  vez, 
para  los  licenciados,  y que  haya  también  otra  cátedra  de  Toxicología 
práctica,  con  lecciones  alternas,  para  los  doctores  en  medicina,  sirviendo 
el  mismo  laboratorio  para  entrambos. 


lie  concluido  los  puntos  que  me  ha  parecido  oportuno  y hasta  casi 
necesario  tratar  en  esta  introducción,  y si  parece  demasiado  larga,  há 
gase  cargo,  el  que  así  la  considere,  de  la  importancia  y trascendencia  de 
esos  puntos.  Además,  si  la  desea  mas  breve,  que  no  la  lea,  que  se  con 
tente  con  ver  lo  principal , lo  mas  sustancial  de  ella  concentrado  en  el  si- 
guiente 

KESUMEN  DE  LA  INTRODUCCION. 

Las  intoxicaciones  involuntarias  y voluntarias  son  muy  frecuentes;  los 
tres  reinos  de  la  naturaleza  contienen  un  gran  número  de  sustancias  ve- 
nenosas que  por  todas  parles  nos  rodean  ; aquí  vegetales,  frutos,  hojas 
tóxicos  se  toman  por  alimentos;  allá  hay  emanaciones  deletéreas  de  fá- 
bricas, lugares  infectos , flores ; mas  allá  animales  ponzoñosos , que  nos 
pican  ó nos  muerden. 

A los  accidentes  se  unen  los  atentados  intencionados , por  medio  de  ve- 
nenos contra  otro,  ó contra  sí  mismo. 

De  aquí  el  interés  de  la  toxicología  (1). 

El  envenenamiento  puede  y debe  considerarse  históricamente  bajo  dos 
aspectos,  el  social  y el  cientííico. 

El  primero  consiste  en  una  série  de  hechos  sociales,  notables,  mas  ó 
menos  trascendentales , ya  por  los  pueblos  donde  han  acaecido  , ya  por 
los  personajes  que  han  sido  víctimas  de  agresores , y las  circunstancias 
que  han  dado  cierto  carácter  á ciertos  siglos  ó naciones. 

El  segundo  se  refiere  á los  estudios,  trabajos  y obras  científicas  sobre 
los  venenos,  desde  los  mas  remotos  tiempos  hasta  nuestros  dias,  y los 
autores  que  se  han  hecho  notables  bajo  ese  aspecto. 

Como  los  hechos  sociales  han  sido  primero  que  los  estudios  científicos, 
á que  han  dado  aquellos  lugar , la  historia  del  envenenamiento  debe  em- 
pezar por  el  aspecto  social  (11). 

El  envenenamiento,  como  crimen,  no  es  tan  antiguo  como  el  mundo  so- 
cial; como  accidente,  debe  de  serio. 

La  virtud  maléfica  de  los  venenos  no  se  conoce  o priori ; esta  nocion  se 
debe  á la  experiencia  y observación. 

Las  reglas  establecidas  por  los  botánicos  para  distinguir  los  vegetales 
dañinos  de  los  sativos,  sobre  ser  insuficientes,  también  proceden  de  la 
experiencia. 

Las  intoxicaciones  involuntarias  han  debido  de  ser  coetáneas  de  las  pri- 


- 99  - 

meras  asociaciones  de  hombres,  que  no  pudieron  distinguir  los  alimen- 
tos de  los  venenos , sino  á fuerza  ae  ensayos  y víctimas. 

Las  primeras  intoxicaciones  involuntarias  debieron  de  ser  producidas 
por  animales  ponzoñosos ; luego  por  vegetales  creídos  buenos  alimentos; 
últimamente  por  minerales. 

Ellas  dieron  ocasión  para  que  el  crimen  se  valiera  de  venenos , come- 
tiendo suicidios  y homicidios  (III). 

La  historia  confirma  estas  conjeturas,  ya  con  los  datos  mitológicos  y 
literarios , ya  con  los  verdaderamente  históricos. 

La  mitología  y la  literatura  antigua  nos  permiten  conocer  algo  de  esos 
tiempos  fabulosos. 

La  mitología  oriental  es  un  gran  poema,  por  el  cual  se  pueden  conocer 
muchos  hechos  sociales  de  aquellos  tiempos , y entre  ellos  los  del  envene- 
namiento. 

Las  dos  secciones  en  que  se  divide  la  mitología , dioses  y semidioses, 
ó héroes  elevados  á la  categoría  de  divinidades , dan  alguna  idea  del  en- 
venenamiento , en  los  dias  remotos , en  que  imaginaron  esas  creaciones 
fantásticas  los  poetas,  sacerdotes  y filósofos. 

En  la  historia  de  los  dioses  del  Olimpo  no  hay  ningún  envenenamiento 
voluntario  ó criminal.  Solo  figura  el  templo  del  oráculo  de  Delfos , edifi- 
cado sobre  una  grieta,  por  la  que  salía  un  gas  que  hacia  saltar  las  cabras 
que  le  respiraban  ; el  centauro  Chiron , que  fué  envenenado  por  una  fle- 
cha de  Hércules,  untada  con  la  sangre  de  la  hidra  de  Lerna,  y Orion, 
hechura  de  tres  dioses,  mordido  por  una  culebra  ponzoñosa. 

En  la  de  los  dioses  de  la  tierra  no  hay  ningún  envenenamiento , ni  in- 
voluntario , ni  voluntario. 

En  la  de  los  dioses  de  los  mares  hay  Euridice , que  fué  mordida  por 
un  reptil  venenoso ; Glauco,  el  Pescador,  que  comió  unas  yerbas  que  da- 
ban vigor,  lo  cual  aprendió  de  unos  peces , y Amfítrite , mujer  de  Nep- 
tuno,  que  envenenó  por  celos  las  aguas  del  baño  de  la  ninfa  Scila. 

Los  dioses  del  Tártaro  tampoco  manejaban  venenos. 

Cancerbero  tenia  por  pelos  culebras  ponzoñosas.  Al  pasar  por  los  cam- 
pos de  Tesalia  ese  portero  del  infierno , llevado  por  Hércules,  vomitó, 
y las  yerbas  que  tocó  su  vómito , se  hicieron  venenosas.  La  laguna  Stigia 
exhalaba  gases  deletéreos.  El  sueño,  divinidad  del  infierno,  estaba  re- 
presentado por  un  niño  con  adormideras  en  las  sienes,  y un  vaso  lleno  de 
licor  narcótico. 

En  la  historia  de  los  semidioses  hay  ya  envenenamientos  voluntarios, 
suicidios  y asesinatos.  Las  Gorgonas  y Medusa  tenían  por  pelos  culebras 
ponzoñosas.  Las  de  la  hidra  de  Lerna  nacieron  de  la  sangre  de  Medusa, 
ístenobea , esposa  del  rey  Preto  , se  suicidó  envenenándose.  La  hidra  de 
-erna,  que  Hércules  mató,  era  ponzoñosa.  El  héroe  untó  sus  flechas  con 
la  sangre  de  esa  hidra,  y con  ellas  mató  á Filoctetes  , al  centauro  Chiron, 
y á otros. 

Hércules  murió  envenenado  por  una  túnica  que  le  regaló  su  esposa 
Deyanira,  empapada  de  la  sangre  ponzoñosa  del  centauro  Neso. 

Nefele  fué  acusada  de  envenenadora  del  trigo. 

Medea  es  la  Locusta  de  los  tiempos  mitológicos.  Con  sus  brebajes  fué 
adormecido  el  dragón  que  guardaba  el  vellocino  de  oro,  cogido  por  Ja- 
son.  Envenenó  á Glauce,  esposa  de  Jason  y quiso  envenenar  á Teseo  en 
un  banquete. 

Circe  es  otra  envenenadora  de  los  tiempos  fabulosos.  Transformaba  á 


— 100  — 

los  hombres  en  bestias,  por  medio  de  ciertas  yerbas  y brebajes.  Enve- 
nenó á su  marido,  huyó  á Italia,  y en  el  monte  Circeo  estableció  su  in- 
fernal laboratorio.  La  virga  circea  y el  pocuhtm  circeum  eran  sus  instru- 
mentos de  muerte  por  veneno  (IV). 

Los  libros  santos  , lo  mismo  que  las  fábulas  mitológicas  y las  primeras 
historias,  confirman  que,  en  los  primeros  tiempos,  no  había  intoxicaciones 
voluntarias.  Los  hechos  historiados  por  Moisés,  Esdras  y Nehemias  no 
presentan  ningún  caso  de  envenenamiento. 

Moisés  recomendaba  la  limpieza  de  los  utensilios  de  cobre,  muy  fre- 
cuentes en  esos  dias.  Habría  intoxicaciones  involuntarias  con  cardeni- 
llo (V). 

La  historia  profana  ya  va  presentando  envenenamientos  de  todas  cia- 
ses. En  la  edad  antigua,  después  de  las  intoxicaciones  involuntarias,  vie- 
nen los  suicidios  y homicidios.  Demóstenes,  Aníbal,  Cleopatra,  Ca- 
tón, etc.,  se  suicidaron.  Mitrídates  se  suicidó  con  su  espada,  por  no 
poder  hacerlo  con  venenos,  á los  cuales  se  supone  que  se  había  acos- 
tumbrado, para  no  ser  víctima  de  un  asesinato  de  esa  especie. 

El  Asia,  abundante  en  animales  ponzoñosos  y yerbas  venenosas,  pro 
senta  envenenamientos  en  gran  número.  Reyes  y personajes  son  envene- 
nados con  frecuencia  por  su  mujer  ó sus  rivales.  El  Egipto  se  hizo  céle 
bre  por  sus  envenenamientos,  en  los  tiempos  de  los  Ptolomeos.  Eran  muy 
diestros  los  egipcios  en  confeccionar  venenos.  Ellos  fueron  de  los  prime 
ros  en  ejecutar  á los  reos  con  la  bebida  de  la  cicuta. 

Los  cartagineses  usaban  del  veneno  como  ardid  de  guerra.  Envenena 
ban  las  aguas  de  los  sitiados  y el  vino  con  mandrágora  para  domar  á los 
soldados. 

La  Grecia  tiene  también  muchos  envenenamientos.  Todos  saben  lo  que 
le  sucedió  á Alejandro;  un  anónimo  le  dijo  que  su  médico  debia  envene- 
narle. Sócrates  pereció  envenenado  por  la  cicuta,  empleada  en  Grecia, 
como  en  Egipto  y el  Oriente  como  medio  de  suplicio. 

Los  romanos  tuvieron  épocas  de  envenenamiento  y notables  envenena- 
dores. Durante  el  consulado  de  Valerio  Flaco  y Marco  Cláudio  Mar- 
celo, había  mujeres  que  preparaban  tósigos.  Lucio  Cornelio  Silva  tuvo 
que  dar  una  ley  contra  los  envenenadores. 

En  los  tiempos  de  los  Emperadores , se  hizo  célebre  Locusta,  que  era 
la  Medea,  la  Circe  de  los  tiempos  históricos.  Calpurneum  envenenaba  á 
sus  mujeres  en  el  acto  del  cóito  , introduciéndolas  con  el  dedo  el  veneno 
en  los  órganos  genitales. 

Los  misioneros  dicen  que  es  antiquísimo  en  los  primitivos  pueblos  de 
la  India  y América  el  uso  de  los  venenos,  el  ticunas  ó curare,  y otros  (VI). 

Los  árabes  y pueblos  sometidos  al  islamismo  han  usado  también  los 
venenos,  desde  la  mas  remota  antigüedad.  En  la  edad  media  conocían 
todos  los  venenos  de  su  tiempo;  en  los  serrallos  eran  frecuentes  las  muer- 
tes por.  bebidas  tóxicas. 

Los  bárbaros  del  Norte  no  tienen  hechos  históricos,  en  punto  al  enve- 
nenamiento. Su  clima,  la  naturaleza- de  sus  plantas  y animales,  y su  ru- 
deza y pujanza,,  tal  vez  contribuyera  á ello. 

En  la  edad  media , á toda  especie  de  crímenes  tan  frecuentes  en  esa 
época,  se  unió  el  asesinato  por  medio  del  veneno  (VH). 

A principios  de  ía  edad  moderna , los  envenenamientos  se  hacen  fre- 
cuentísimos. La  Italia  y la  Francia  sobre  todo  , recuerdan  los  tiempos  de 
Locusta  y de  los  envenenadores  romanos.  Lucrecia  Borgia  en  el  si- 


- 101  - 

glo  xiv,  es  la  Medea,  la  Circe,  la  Locusta  de  la  edad  moderna.  En  el  si- 
glo xvi  y xvii  toma  el  envenenamiento  en  Nápoles  un  vuelo  espantoso. 
El  agua  Toffana,  la  acquetta  di  Nápoles,  hace  muchísimas  víctimas.  Era  el 
ácido  arsenioso.  La  famosa  Scala , al  frente  de  ciento  cincuenta  enve- 
nenadoras, se  deshacía  de  los  maridos  que  estorbaban  á su  mujer. 

Catalina  de  Médicis,  por  medio  del  florentino  Renato  , grande  enve- 
nenador y asesino,  envenenaba  á todos  los  que  le  daban  sombra. 

La  marquesa  de  Brinvilliers,  la  Voisin,  ayudadas  por  Sainte-Croix  y el 
italiano  Exili , manejaban  los  polvos  de  sucesión , haciendo  muchas  víc- 
timas en  Francia.  También  había  algunos  Calpurneum.  Un  rey  de  Nápo- 
les murió  envenenado , después  de  un  cóito  con  una  de  sus  queridas. 

Los  nobles  y personajes  echaban  piedras  preciosas  en  las  comidas, 
creyendo  que,  empañándose,  les  revelarían  el  veneno  de  que  temían  ser 
todos  los  dias  víctimas  (VIH). 

En  la  edad  actual , después  de  los  adelantos  de  las  ciencias  naturales, 
y sobre  todo,  de  la  química,  abundan  mas  los  venenos,  se  obtienen  con 
mas  facilidad  y hay  también  muchas  intoxicaciones  involuntarias,  suici- 
dios y asesinatos  con  venenos.  El  ácido  arsenioso  ha  sido  por  muchos 
años  el  predilecto.  Luego  le  han  reemplazado  los  alcalóides  , estricnina, 
nicotina , y digitalina. 

Francia,  Inglaterra  y Alemania  se  han  distinguido  por  envenenamien- 
tos ruidosos,  en  estos  últimos  tiempos.  Las  madame  Lafarge,  Lacoste  y 
algunas  otras  han  adquirido  celebridad  como  las  Locusta , las  Lucrecia 
Borgia,  las  Brinvilliers  y las  Scala.  El  conde  Bocarmé,  el  duque  de  Pras- 
lin  , el  médico  Gouty  de  Lapommerais , se  han  hecho  célebres,  el  primero 
y el  último  como  envenenadores ; el  segundo  como  asesino  y suicida 
por  veneno. 

En  Inglaterra  han  adquirido  celebridad  los  doctores  Palmer  y Pris- 
chart,  como  envenenadores  con  la  estricnina. 

En  Alemania  ha  habido  la  Yegado  y otras  mujeres  dadas  al  oficio  de 
envenenadoras. 

España,  ni  en  sus  tiempos  antiguos , medios  y modernos , ni  en  los  ac- 
tuales, ha  dejado  de  tener  envenenadores  y envenenamientos;  mas  si  ha 
habido  en  los  antiguos  y medios  personajes  y reyes  envenenados,  ningún 
envenenador  ha  adquirido  celebridad  (IX). 

La  historia  del  envenenamiento,  bajo  el  aspecto  científico , está  en  ar- 
monía con  el  del  aspecto  social.  Se  remonta  á la  antigüedad  fabulosa. 
Oríeo  y Homero  aparecen  como  los  primeros  que  hablan  de  venenos. 

No  se  conoce  ningún  autor  de  Egipto  ni  del  Oriente  que  trate  de  vene- 
nos, á pesar  de  ser  tan  conocidos  y usados  en  esas  partes,  desde  remotos 
tiempos. 

La  Toxicología  es  nula  en  los  siglos  anteriores  á Hipócrates.  Se  cono- 
cían algunos  animales  ponzoñosos,  algunas  plantas  narcóticas,  narcótico- 
acres  é inflamatorias,  y pocos  minerales  venenosos.  La  potasa,  la  sosa,  la 
cal,  el  salitre,  el  amoníaco,  ya  eran  conocidos  de  los  egipcios.  Los  grie- 
gos y romanos  tenian  noticia  del  mercurio  como  veneno.  Los  mineros  se 
servían  de  mascarillas  para  precaverse  de  las  emanaciones  mercuriales. 
Los  griegos  conocían  el  sulfuro  de  arsénico  con  el  nombre  de  sandaraco 
nativo.  Vitrubio  advirtió  que  los  acueductos  de  plomo  eran  dañinos. 

Hipócrates  no  habla  de  los  venenos;  solo  menciona  entre  los  minerales 
el  sandaraco.  La  legislación  de  Atenas  prohibía  que  se  escribiese  sobre 
ellos;  pero  el  juramento  de  Hipócrates  supone  que  los  habia,  y que  ha- 


— 109  — 

bia  envenenadores.  Los  farraacópulas  preparaban  en  efecto  brebajes  y 
cosméticos  de  todas  clases. 

Hasta  los  liempos  de  Teofrasto  y de  Nicandro  no  se  escribe  de  los  ve- 
nenos. La  Historia  de  las  plantas  del  primero  y los  Alexifármacos  del  se- 
gundo, tratan  de  ellos. 

Galeno  calla  sobre  los  tósigos,  y acusa  á los  que  hablan  de  ellos  en  sus 
obras;  sin  embargo,  hace  mención  de  algunos,  como  objeto  de  historia 
natural , y opina  que  pasan  á la  masa  de  la  sangre. 

La  Toxicología  empieza  con  Dioscórides  (1Í5  A.  J.).  Es  el  primero  que 
escribió  un  libro  sobre  los  venenos  y sus  antídotos.  Luego  escribió  Pli- 
nio  en  Roma,  y en  el  Rajo  Imperio , Aecio  y Pablo  de  Egina  (X). 

Los  árabes  escribieron  sobre  los  venenos , conociendo  las  obras  de 
Aristóteles,  Teofrasto  y Dioscórides.  Ya  tenian  noticia  de  muchos  mine- 
rales. Maimonides  era  el  primer  toxicólogo.  Rhazes , Mesoé , Avenzor, 
Averroes  y Avicena  hablan  de  los  venenos  y sus  antídotos.  El  último 
avanzó  ideas  que  han  tenido  eco  en  tiempos  modernos,  en  especial  sobre 
la  absorción  de  los  venenos.  Inventaron  los  bezoares. 

En  los  países  occidentales,  dominados  por  los  cristianos,  como  no  se 
cultivábanlas  ciencias  naturales,  eran  nulos  los  estudios  toxicológicos(XI). 

Desde  el  siglo  xv  empiezan  en  Europa  los  estudios  sobre  los  venenos, 
por  ser  ya  mas  conocidos  los  trabajos  de  los  antiguos  y mas  cultivadas 
las  ciencias  físicas  y naturales. 

Pedro  Albano  rompe  la  marcha  y trata  de  los  venenos  de  los  tres  rei- 
nos y sus  antídotos. 

En  el  siglo  xvi  aparecen  Ponzzeti,  Arnaldo  de  Villanueva , Santos  de 
Ardoinis,  Cardan,  Grevin,  y tras  ellos,  los  Pareo,  los  Cesalpino,  los  Mer- 
curial, Raccio,  Rodrigo  de  Fonseca  y otros  muchos. 

Gerónimo  Mercurial  es  el  gran  toxicólogo  del  siglo  xvi.  Profesó  doctri- 
nas de  Galeno,  Plinio,  Dioscórides  y Avicena.  La  intoxicación  arsénica! 
es  tratada  con  alcohólicos.  Fabricio  de  llilden , Matthioli , Zachías  y 
Chioco  son  también  notables,  en  punto  á cátedras  sobre  los  venenos. 

En  ese  siglo  todavía  se  advierte  en  los  autores  temor  de  tratar  de  los 
venenos,  como  los  antiguos,  y protestan  sus  buenas  intenciones. 

En  el  siglo  xvn  son  mas  numerosos  los  toxicólogos ; ya  se  recogen  los 
casos  clínicos,  se  hacen  experimentos  en  los  animales  y hasta  en  los  hom- 
bres condenados  á muerte  por  criminales,  á quienes  daban  bezoares 
como  contraveneno. 

Algunos  tratan  de  ciertos  puntos  relativos  á la  fisiología  de  la  intoxi- 
cación como  Reies,  Courten,  Wadel,  y otros  de  todos  los  venenos  minera- 
les, vegetales  y animales,  como  Antonio  de  Trilla  en  Toledo. 

El  siglo  xvm  tiene  también  una  multitud  de  autores,  que  hablan  de  los 
venenos , bajo  diversos  puntos  de  vista. 

Mead,  Síndor  y Neuman  aplican  á los  venenos  las  doctrinas  yatroma- 
temáticas  y quemiátricas. 

Gastoldy  busca  si  hay  diferencia  entre  los  venenos  y un  remedio  para 
todos. 

Nebel  se  dedica  al  diagnóstico. 

Baigueres  empieza  á bosquejar  los  medios  de  investigación  del  veneno 
en  el  cadáver. 

Gemelin  é Isenflamu  tratan  de  las  sustancias  venenosas  que  pueden  ser 
medicamentos,  y de  los  medicamentos  que  pueden  ser  venenos, 

Hoffmann  combate  errores. 


- 103  - 

Stenzel  da  el  primer  tratado  sobre  Toxicología  patológica  médica. 

Plenck  publica  su  doctrina  sobre  los  venenos  y antídotos. 

El  siglo  xix  sobrepuja  á todos,  tanto  en  multitud  de  obras  de  Toxicolo- 
gía, como  en  doctrinas  mas  en  armonía  con  la  observación  y experiencia. 

Los  progresos  de  la  historia  natural,  de  la  física  y de  la  química,  en- 
riquecen y perfeccionan  la  Toxicología.  Cada  dia  se  va  organizando  más 
como  una  verdadera  ciencia  y extendiendo  su  desarrollo. 

Los  tratados  de  puntos  especiales  abundan , pero  también  empiezan  los 
. de  Toxicología  general. 

Franck  da  su  Manual  de  Toxicología. 

Duval  publica  su  Ensayo  de  Toxicología , y proclama  el  azúcar  como  con- 
traveneno de  las  sustancias  metálicas  y minerales. 

Faure  y Pallas  clasifican  los  venenos  de  un  modo  nuevo. 

Orfila  da  la  primera  edición  de  su  Toxicología  general , considerada  en 
sus  relaciones  con  la  fisiología  patológica  y Medicina  legal , y crea  la  ex- 
perimentación en  los  perros  y la  química  toxicológica. 

Armand  de  Montgarny  la  trata  de  un  modo  mas  general. 

Eusebio  de  Salle  y Lemaistre  trazan  reglas  y prácticas  para  descubrir 
los  venenos. 

Guerin  de  Mammers  trata  de  la  Toxicología , bajo  un  punto  de  vista  quí- 
mico, fisiológico  patológico  y terapéutico. 

Anglada  publica  su  Toxicología  verdaderamente  general. 

Toaos  los  demás,  si  bien  escriben  sobre  los  venenos,  cada  uno  trata  en 
especial,  ya  de  un  punto  particular  , fisiológico,  patológico  ó terapéutico, 
ya  de  estos  ó aquellos  venenos;  empiezan  las  monografías  (XII). 

Desde  el  segundo  tercio  de  este  siglo,  es  innumerable  el  catálogo  de  los 
escritores  sobre  los  venenos. 

Aparecen  periódicos  dedicados  á la  Medicina  legal , á la  Farmacia,  á la 
Química  y á la  Toxicología. 

En  ellos  se  dan  á luz,  ya  casos  clínicos  y médico-legales,  ya  los  resul- 
tados de  nuevos  experimentos  en  animales ; monografías  sobre  casi  todos 
los  venenos;  se  descubren  muchos,  en  especial  orgánicos  y alcaloideos;  se 
perfeccionan  los  medios  de  combatirlos  y descubrirlos  en  el  cadáver;  la 
química  arroja  gran  luz  sobre  los  problemas  toxicológicos.  El  arsénico 
es  estudiado  profundamente. 

Se  inventa  el  aparato  de  Marhs , y se  perfecciona  el  método  de  Stass 
y otros  procederes , y se  aplica  el  microscopio.  Aparecen  nuevos  aparatos 
para  otros  venenos,  y últimamente  se  ensaya  la  experimentación  fisio- 
lógica. 

En  una  palabra , se  escribe  aisladamente  sobre  todos  los  puntos  de  la 
Toxicología  general , y sobre  todos  los  venenos  en  particular:  el  trabajo 
está  dividido,  y es  inmenso  el  caudal  de  hechos  que  se  amontonan  en  los 
periódicos,  folletos,  memorias  y libros,  descollando  en  ello  la  Alemania, 
la  Francia  y la  Inglaterra. 

Obras  que  abracen  toda  la  ciencia,  ya  general,  ya  particular,  ó las  dos 
á la  vez , hay  pocas. 

Orilla  repite  sus  ediciones  hasta  la  cuarta  , pero  sin  dar  á su  obra  mas 
que  el  carácter  de  una  colección  general  de  venenos. 

En  España  se  publica  en  1846  la  primera  obra  que  reúne  la  Toxicolo- 
gía general  v particular,  y da  á la  primera  una  organización  científica, 
que  comprende  todas  las  partes  con  que  se  relaciona ; es  el  Compendio, 
cuya  cuarta  edición  damos  á luz. 


— 104  — 


En  Francia  aparece,  en  1855,  la  Toxicoiogia  general  de  Galtier. 

En  1800  sale  en  Portugal  la  Toxicoiogia  general  y particular  de  Ferreira 


“S;  de  Medicina  legal  v Toxicoiogia,  y sus  cátedras , estable- 
cidas en  este  siglo,  y desde  1843  en  España,  contribuyen  al  adelanta- 
miento de  la  ciencia  (XIII). 

Tanto  la  historia  del  aspecto  social  del  envenenamiento,  como  la  del 
aspecto  científico  del  mismo,  demuestran  la  utilidad  del  estudio  de  la  Toxi- 
cología  en  todas  sus  partes , .y  la  necesidad  de  generalizar  los  conoci- 
mientos toxicológicos. 

Es  vano  el  temor  de  favorecer  con  ello  el  crimen;  por  el  contrario,  con 
ese  estudio  y generalización  es  posible  que  se  disminuya , sabiendo  los 
criminales  que  hay  medios  de  descubrir  su  maldad , por  oculta  que  sea; 
se  advierte  á la  multitud  los  riesgos  que  corre  por  su  roce  con  tantas 
sustancias  venenosas  ; se  extienden  los  conocimientos  para  auxiliar  á los 


envenenados , y se  disipa  una  multitud  de  errores  populares  sobre  los  ve- 
nenos y los  envenenamientos  (X1Y). 

El  estado  á que  han  llegado  los  progresos  sobre  el  estudio  general  y 
particular-de  los  venenos,  y la  multitud  de  hechos  recogidos,  hacen  ne- 
cesario que  se  escriba  y enseñe  la  Toxicoiogia  de  un  modo  que  com- 
prenda todo  lo  que  le  pertenece , y que  lo  trate  en  particular  y en  general. 

No  basta  el  estudio  de  cada  veneno,  por  completo  que  sea;  no  basta 
un  libro  que  hable  de  todos  en  particular,  que  sea  una  colección  com- 
pleta de  monografías.  Es  necesario  estudiarlos  en  sus  relaciones  con  va- 
rios puntos  generales,  de  un  modo  verdaderamente  filosófico  ó científico, 
ó general. 

No  solo  debe  tratarse  de  los  venenos,  sino  de  la  intoxicación : la  Toxi- 


cología  , como  ciencia , debe  abrazar  esos  dos  puntos  , para  ser  completa 
y proporcionar  todos  los  frutos  de  su  estudio. 

Obras  de  esta  especie  no  las  habia  en  este  siglo,  antes  de  1846. 

Orfila  trataba , en  su  grande  obra , de  todos  los  venenos  en  particular, 
no  de  la  intoxicación;  solo  tenia  algunos  párrafos,  tratando  de  ciertos 
puntos  de  vista  general. 

Anglada  no  se  ocupaba  mas  que  en  la  Toxicoiogia  general , y aun  de 
un  modo  incompleto. 

Nuestro  Compendio  fué  el  primer  libro  que  habla  á la  vez  de  la  intoxi- 
cación y de  las  sustancias  que  la  producen  , y el  primero  que  ha  organi- 
zado la  ciencia , dándole  seis  partes:  fisiología,  patología,  terapéutica, 
necroscopia , química , y filosofía  de  la  intoxicación. 

Así  es  como  debe  estudiarse  y enseñarse  la  Toxicoiogia  , para  ser  com- 
pleta y provechosa;  así  será  una  verdadera  ciencia  (XV). 

Organizada  la  Toxicoiogia,  como  lo  llevamos  dicho,  abraza  la  intoxica- 
ción y las  sustancias  que  la  producen  , lo  general  y lo  particular,  y es 
una  verdadera  ciencia,  no  pura,  como  no  lo  es  ninguna  de  las  ciencias 
médicas;  pero  bastante  especial  para  formar  un  cuerpo  de  doctrina  posi- 
tivo, natural , con  su  objeto  determinado , sus  hechos  y principios  pro- 
pios , sus  leyes , su  sistema  y su  organización. 

Estudiada  la  intoxicación , fenómeno  común  á todos  los  venenos , y 
exclusivo  de  los  mismos , bajo  un  punto  de  vista  general  y metódico,  se 
taciiita  el  estudio  de  cada  veneno  en  particular. 

Este  carácter,  unido  á los  demás , constituye  la  Toxicoiogia  como  ver- 
dadera ciencia  médica  (XVI). 


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No  hay  ningún  motivo  fundado  para  negar  á la  Toxicología  el  carácter 
de  una  ciencia , y tenerla  por  una  creación  artificial , y en  cierto  modo 
contraria  al  bien  de  la  Medicina  legal  y los  intereses  de  la  justicia  , como 
lo  supone  M.  Tardieu. 

No  es  un  motivo  abonado  para  ello  el  que , por  ocupar  un  gran  lugar 
en  Medicina  legal,  las  cuestiones  sobre  la  muerte  ó enfermedad  causadas 
por  venenos,  algunos  hayan  abusado  de  ello,' creyendo  que  toda  la  Medi- 
cina legal  es  Toxicología,  y no  ocupándose  en  otra  cosa. 

También  ocupan  un  gran  lugar  las  cuestiones  sobre  las  lesiones  cor- 
porales ; y si  alguno  solo  se  preocupara  de  ellas , eso  no  seria  motivo 
para  negar  la  realidad  de  la  Cirugía. 

. Las  quejas  sobre  ese  abuso  son  exageradas.  Ninguna  obra  de  Medicina 
legal  da  esa  viciosa  preferencia  á la  Toxicología,  ni  en  las  cátedras  de 
Medicina  legal  se  ve  que  aquella  absorba  á esta. 

La  necesidad  del  estudio  médico  legal  del  envenenamiento  no  es  un 
motivo  para  negar  la  existencia  de  la  Toxicología,  como  no  lo  es  la  nece  - 
sidad  del  estudio  médico  legal  del  embarazo,  parto,  aborto,  locura,  que- 
maduras, asfixia,  lesiones  corporales,  etc.,  para  negar  la  Tocología, 
Frenopatía,  Cirugía,  etc. 

Para  tratar  de  las  cuestiones  relativas  al  envenenamiento,  bajo  el  punto 
de  vista  médico-legal , es  necesario  un  criterio,  y buscarle  en  la  ense- 
ñanza de  la  Toxicología.  La  Medicina  legal  no  debe  enseñar  esta,  como 
no  enseña  Anatomía , Higiene  , Cirugía  y demás  ciencias,  á donde  acude 
el  médico  forense,  para  resolver  las  cuestiones  que  se  refieren  á ellas. 

Lo  que  M.  Tardieu  llama  estudio  médico-legal  del  envenenamiento, 
es  la  filosofía  de  la  intoxicación , y esta  da  preceptos  mejores  y mas  aca- 
bados para  resolver  las  cuestiones  de  envenenamiento  que  las  que  da 
M.  Tardieu. 

Si  algunos  han  creído  erradamente  que  la  Toxicología  no  consiste  mas 
que  en  la  química  de  la  intoxicación  , contra  lo  cual  nos  hemos  decla- 
rado desde  hace  muchos  años ; combátase  ese  error,  pero  no  se  niegue 
poseso  que  la  Toxicología  sea  una  ciencia  médica. 

Esto  es  tanto  mas  ilógico , cuanto  que  hoy  en  dia  ya  hay  obras  que 
abrazan  todo  lo  que  debe  abrazar  la  Toxicología;  si  no  en  Francia,  en  Es- 
paña y Portugal. 

La  toxicología  no  puede  reducirse  á los  exiguos  términos  á que  la 
quiere  llevar  M.  Tardieu;  eso  seria  reducirla  á la  nada. 

No  puede  ser  enseñanza  de  la  Medicina  legal , como  no  lo  son  las 
demás  ciencias,  á que  apela  el  médico  forense  para  resolver  sus  cuestio- 
nes (XVII). 

La  historia  del  envenenamiento,  tanto  bajo  el  aspecto  social  como  cien- 
tífico, prueba  que  la  Toxicología  es  una  ciencia  positiva  y natural,  que 
ha  nacido  de  los  hechos  de  intoxicación  y del  estudio  de  estos  hechos. 

Que  no  sea  una  ciencia  pura,  no  es  razón  para  negarla  existencia  pro- 
pia. Tampoco  lo  son  las  demás  ciencias  médicas,  y nadie  les  niega  por 
eso  realidad  de  existencia. 

Fuera  de  las  matemáticas  no  hay  ciencias  puras.  Las  seis  que  como 
tales  considera  Augusto  Comte , necesitan  de  otras  para  ilustrar  su  pro- 
pio objeto. 

Todas  las  ciencias  tienen  entre  sí  íntimas  relaciones,  y mas  aun  las 
médicas.  Cada  una  se  sirve  de  los  hechos  y principios  de  las  demás,  para 
dilucidar  las  que  constituyen  su  objeto  particular  y propio.  Pues  lo  mismo 


- 106  — 

hace  la  Toxicología , sin  dejar  por  eso  de  ser  ciencia , sin  que  sea  un 
conjunto  artificial  de  nociones  de  otras  ciencias  (XVIII). 

La  Toxicología  tiene  su  objeto  determinado,  sus  hechos  y principios 
propios,  su  método  y sus  procederes  especiales. 

El  objeto  especial  de  la  Toxicología  es  el  estudio  de  la  intoxicación  y 
las  sustancias  que  la  producen.  Todo  lo  que  atañe  á la  intoxicación  le 
pertenece,  lo  que  no,  le  es  extraño. 

La  intoxicación  es  un  fenómeno  especial,  muy  diferente  de  las  enfer- 
medades comunes;  los  venenos  son  causas  muy  especiales  de  ese  fenó- 
meno, y muy  diferentes  de  las  causas  naturales  y comunes  de  las  demás 
enfermedades. 

La  intoxicación  , no  solo  se  diferencia  de  la  enfermedad  común  por  su 
etiología  , sintomatología,  anatomía  patológica , terapéutica  y semeiótica, 
ó modo  de  asegurárse  le  su  existencia , sino  por  las  alarmas  que  levanta 
en  la  administración  de  justicia  todo  caso  de  esa  enfermedad. 

Siquiera  se  sirva  de  la  fisiología  química,  historia  natural,  anatomía, 
patología,  fisiología  , etc.,  para  el  estudio  de  la  intoxicación  y sus  cau- 
sas especiales  , tiene  hechos  suyos  determinados,  y de  estos  brotan  rela- 
ciones que  dan  lugar  á los  principios , á la  doctrina , al  sistema. 

La  Medicina  legal , de  la  que  se  quiere  que  forme  parte,  no  es  ciencia; 
es  un  conjunto  de  conocimientos  tomados  de  muchas  ciencias , para  dar 
significación  cabal  á los  hechos  judiciales.  Mal  será  científica  la  Toxico- 
logía si  se  la  hace  un  capítulo  de  Medicina  legal. 

El  método  de  la  Toxicología  es  el  experimental ; está  fundado  en  los 
hechos  y sus  relaciones.  La  general  es  el  resultado  de  la  particular. 

Aunque  ese  método  no  le  sea  propio,  por  ser  de  la  Filosofía , ni  exclu- 
sivo, porque  es  el  de  todas  las  ciencias  positivas;  lo  propio  sucede  res- 
pecto de  todas  estas.  Toda  ciencia  , además  de  la  parte  de  filosofía  gene- 
ral, tiene  la  particular.  No  es  , pues , verdad  que  no  tenga  método,  ni  es 
una  razón  para  negarle  el  título  de  ciencia , que  aquel  sea  propio  de  la 
Filosofía  , y común  con  el  de  las  demás  ciencias  positivas.  Habría  también 
que  negar  la  existencia  de  estas. 

La  Toxicología  tiene  procederes  propios;  el  método  de  Stass , los  de 
Orfila , de  Marhs ; los  procederes  de  varios  autores  para  descubrir  los 
venenos  minerales  y vegetales  mezclados  con  otras  sustancias , y todas  las 
operaciones  preparatorias  para  someterlos  á la  acción  de  los  reactivos, 
son  propios  de  la  Toxicología.  La  misma  experimentación  fisiológica,  por 
la  que  tanto  aboga  Tardieu,  es  un  proceder  propio  y exclusivo  de  la  Toxi- 
cología (XIX). 

La  toxicología  no  tiene  por  base  la  nocion  del  veneno,  ni  verdadera  ni 
falsa;  su  base  está  en  los  hechos  de  intoxicación  involuntaria  y volunta- 
ria, observados  desde  los  tiempos  mas  remotos,  y las  sustancias  particu- 
lares que  las  provocan.  Los  hechos  clínicos  y los  experimentales  han  sido 
su  primer  fundamento  y su  punto  de  partida. 

Antes  que  los  accidentes  desgraciados,  no  ha  habido  envenenamientos 
voluntarios,  ni  antes  que  unos  y otros,  no  se  han  conocido  los  venenos. 

Conocidos  los  hechos,  se  conocieron  sus  causas,  ó las  sustancias  vene- 
nosas, y de  un  modo  progresivo  todos  los  demás  puntos  fisiológicos, 
patológicos,  terapéuticos,  necroscópicos , químicos  y filosóficos  relativos 
á la  intoxicación. 

Que  haya  quien  defina  mal  el  veneno,  no  es  una  razón  para  negar  la 
existencia  de  la  Toxicología.  Otros  le  definen  bien. 


- 107  - 

Las  malas  definiciones  del  veneno  son  las  empíricas ; las  que  no  se  re- 
fieren á su  modo  químico  de  obrar. 

El  veneno  es  definible,  porque  lo  es  la  intoxicación.  El  modo  como  las 
define  M.  Tardieu , envuelve  lo  mismo  que  censura  en  los  toxicólogos; 
la  funda  en  la  nocion  del  veneno,  solo  que  le  llama  sustancia  deletérea. 
Aunque  no  fuera  definible  el  veneno,  no  por  eso  puede  negarse  ni  la  into- 
xicación , ni  el  veneno ; con  esa  lógica , tendríamos  que  negar  todo  lo  que 
no  se  define  bien  (XX). 

La  existencia  de  sustancias  venenosas  por  su  naturaleza  es  positiva  é 
indudable. 

Exigir  que  se  defina  y caracterice  la  esencia  de  los  venenos , es  una 
metafísica  impropia  de  las  ciencias  positivas.  Estas  no  se  ocupan  en 
esencias. 

Afirmar  que  el  veneno  solo  lo  es  en  cuanto  obra  , es  un  rasgo  hege- 
liano , una  sutileza  metafísica. 

Los  animales  ponzoñosos  deben  el  serlo  á su  organización  ; el  humor 
que  deponen  en  las  heridas  es  segregado  por  una  glándula.  Los  vegeta- 
les venenosos  lo  deben  á su  organización  , á su  actividad  funcional , á su 
química  viviente  , y los  minerales  á su  constitución  química. 

Ninguna  sustancia  debe  su  virtud  á las  circunstancias  exteriores,  aun- 
que estas  influyan  en  la  vida  nutritiva  de  animales  y plantas;  siempre 
hay  que  contar  con  su  organización.  Esas  circunstancias  jamás  harán 
que  la  culebra  común  se  vuelva  víbora,  que  los  tallos  de  la  dália  den 
ópio , y que  el  óxido  de  hierro  se  transforme  en  sublimado  corrosivo. 

Las  circunstancias  exteriores  no  pueden  hacer  mas  que  modificar  la 
acción  de  los  venenos ; la  Toxicología  estudia  esas  circunstancias. 

La  virtud  tóxica  de  los  animales  ponzoñosos  y de  los  vegetales  y mi- 
nerales venenosos  es  una  propiedad  análoga  á las  físicas  y químicas  de 
todos  los  cuerpos,  la  que  es  debida  á la  naturaleza  de  esas  sustancias, 
como  toda  propiedad  , sea  del  órden  que  fuere. 

La  acción  de  los  venenos , como  la  de  todo  agente , es  condicional , no 
absoluta;  todo  lo  que  cambie  ó altere  las  condiciones , en  medio  de  las 
cuales  obra,  puede  modificar  esa  acción  , sin  que  por  eso  dejen  de  ser 
sustancias  naturalmente  venenosas  (XXI). 

Los  venenos  forman  un  grupo  natural;  una  clase  de  cuerpos  diferente 
de  las  sustancias  medicinales. 

Entre  el  veneno  y el  medicamento  hay  diferencias  esenciales. 

Los  autores  que  solo  se  fijan  en  la  cantidad  como  única  diferencia,  y 
que  á ella  atribuyen  el  que  una  sustancia,  tan  pronto  sea  veneno  como 
medicamento,  discurren  de  un  modo  superficial  y pueril:  dejan  la  ley 
por  la  excepción , y no  se  hacen  cargo  del  modo  de  oorar  de  las  sustan- 
cias , ni  de  las  condiciones  que  necesita  su  acción  , para  producir  efectos 
tóxicos  ó efectos  medicinales. 

,l.  ^uese  lógico  negar  la  existencia  de  los  venenos,  porque  pueden  ser 
medicamentos,  modificando  artificialmente  su  acción  natural;  también  de- 
oena  ser  lógico  negar  la  de  los  medicamentos , porque  no  dándolos  como 
e arte  recomienda,  se  hacen  venenosos. 

los  venenos  han  dado  lugar,  por  el  conocimiento  de  su  modo  de  obrar 
y íle  os  fenómenos  fisiológicos  y patológicos  que  producen,  á que  se  usa- 
ran  , modificando  sus  condiciones  naturales , como  medicamentos.  Estos 
lian  nacido  de  aquellos.  La  Toxicología  ha  dado  muchas  de  sus  sustan- 
cias A la  Farmacología. 


Para  que  los  venenos  obren,  no  se  necesita  mas  que  tomarlos  como  los 
da  la  naturaleza , y á cantidades  análogas  á las  de  los  alimentos. 

Para  que  sean* medicamentos,  debe  intervenir  el  arte , y el  sugeto  debe 
padecer  la  enfermedad  que  los  indica. 

Así  como  porque  el  plomo  , en  átomos , no  afecte  la  balanza , no  se  na 
de  decir  que  no  sea  un  cuerpo  pesado;  así  tampoco  porque  el  opio,  por 
ejemplo,  sedé  en  fracciones  de  grano  y sea  medicamento,  no  se  ha  de 
decir  que  el  ópio  no  sea  una  sustancia  venenosa  de  suyo. 

La  acción  de  los  venenos  es  atomística , y es  lógico  que  cuantos  mas 
átomos  haya,  tenga  mas  efectos  su  acción;  pero  estos  efectos  no  solo  se 
deben  á la  cantidad , sino  á la  naturaleza  de  la  sustancia. 

La  acción  de  los  venenos  es  química,  y sigue  la  ley  de  los  equivalentes 
ó de  las  proporciones  múltiples;  según  la  naturaleza  de  cada  uno,  nece- 
sita mas  ó menos  cantidad  ae  los  principios  inmediatos,  con  los  cuales  se 
combinan  , ó basta  , cuando  obran  como  fermentos,  escasa  cantidad  para 
perturbar  la  hematosis,  ó provocar  un  movimiento  pútrido  en  la  sangre  y 
los  tejidos. 

Hay,  pues,  entre  el  veneno  y el  medicamento  algo  mas  que  la  canti- 
dad en  sus  diferencias ; estas  están  en  la  naturaleza  de  las  sustancias  y 
las  condiciones  de  su  acción. 


No  es  general  la  posibilidad  de  convertir  los  venenos  en  sustancias  me- 
dicinales. Hay  muchos  entre  ellos , el  de  los  animales  ponzoñosos  por 
ejemplo,  los  hongos,  que  no  han  sido,  ni  son  medicamentos.  Los  mas 
que,  como  medicamentos  se  usan,  son  de  resultado  problemático. 

La  Toxicología  no  trata  de  los  venenos  de  un  modo  absoluto,  sino  con- 
dicional : como  cuerpos  considerados  en  su  estado  natural  ó artificial , y 
en  sus  condiciones  de  cuerpos  dañinos. 

No  solo  bajo  ese  punto  de  vista  es  positiva  una  clase  de  cuerpos  vene- 
nosos natural , sino  que  por  las  diferencias  de  su  modo  de  obrar  quí- 
mico , y las  de  los  cuadros  de  fenómenos  fisiológicos  que  producen  en  el 
hombre  y los  animales,  esa  clase  es  susceptible  de  una  clasificación  ; ora 
fundada  en  el  modo  de  obrar  ó efectos  primitivos , ora  en  los  fenómenos 
fisiológicos  ó secundarios  (XXII). 

Así  como  hay  una  ciencia  que  trata  de  las  quemaduras , asfixias  y le- 
siones corporales  (la  Cirugía  y la  Patología  interna) ; así  hay  una  ciencia 
que  trata  de  los  venenos;  la  Toxicología. 

Siquiera  el  veneno  sea  un  instrumento  análogo  al  fuego , lazo  ó arma 
con  que  se  dé  la  muerte , y el  médico  forense  la  estudie , como  estudia 
esas  otras  causas  de  muerte  en  un  caso  práctico,  no  por  eso  se  ha  de  ne- 
gar la  existencia  de  la  Toxicología  , como  no  se  niega  la  de  la  Cirugía. 

La  existencia  de  la  Cirugía  y demás  ciencias , en  cuya  posesión  está  el 
médico  forense,  le  permite  dilucidar  las  cuestiones  médico-legales  sobre 
asfixias,  quemaduras,  lesiones  corporales  , etc. , pues  la  existencia  de  la 
loxicología  le  permite  dilucidar  las  cuestiones  sobre  el  envenenamiento. 

La  analogía  no  conduce  á negar,  sino  á afirmar  la  existencia  de  la 
Toxicología  (XXIII). 

Los  que  niegan  la  existencia  de  la  Toxicología  no  se  han  hecho  cargo 
de  las  relaciones  que  existen  entre  ella  y la  Medicina  legal. 

“ escrijo  de  M.  Tardieu  sobre  lo  que  llama  Estudio  médico-legal  del 
hnofitn  T*ín«’  es  ^na  Prue^a  gráfica  de  ello.  Ese  estudio  general  es  un 
e a rsi°logia  , patología  y necroscopia  de  la  intoxicación , en  su  ma- 
y r pai  te , y no  acabado.  Las  cuestiones  médico-legales  sobre  el  envene- 


- 109  - 

namiento  de  que  habla,  ni  son  todas  las  que  se  presentan  con  frecuencia 
en  la  práctica , ni  ninguna  de  ellas  se  dilucida,  sin  apelar  á las  diferentes 
partes  de  que  se  compone  la  Toxicología  general. 

Tardieu  ha  escrito  sin  saberlo  sobre  Toxicología  general;  pero  de  un 
modo  incompleto , erróneo  ó insuficiente  para  el  médico  forense. 

El  médico  forense,  llamado  para  resolver  una  cuestión  de  envenena- 
miento , debe  estar  instruido  en  Toxicología , como  en  Cirugía , cuando 
lo  es  para  una  cuestión  sobre  lesiones  corporales ; en  Frenopatía,  para  una 
-cuestión  de  locura;  en  Tocología,  para  una  de  embarazo,  etc. 

En  las  obras  de  Medicina  legal,  ni  en  las  cátedras  de  esta  asignatura, 
no  se  explica  ni  debe  explicarse  la  Toxicología , como  no  se  explica  la 
Física,  Química,  Historia  natural,  Anatomía,  Fisiología,  Patología,  etc. 

El  verdadero  estudio  médico-legal  del  envenenamiento  no  consiste  en 
explicar  de  un  modo  general  ni  particular,  vago  é incompleto  , Toxicolo- 
gia , sino  en  aplicar  los  hechos  y principios  de  esta  ciencia  á los  casos 
prácticos  de  muerte  ó enfermedad  causada  por  los  venenos,  como  se 
aplican  los  hechos  y principios  de  las  demás  ciencias  á los  casos  prácticos 
sobre  las  cuestiones  médico-legales , que  se  relacionan  con  ellas. 

La  Medicina  legal  no  consiste  en  otra  cosa  que  en  esa  aplicación  de  he- 
chos y principios  de  las  ciencias  médicas  y físicas  á los  hechos  judiciales, 
acerca  de  los  cuales  se  consulta  á los  médicos  forenses. 

A la  Toxicología  pertenece-  tratar  de  todos  los  puntos  relativos  á la 
fisiología  de  la  intoxicación;  estudiar  la  acción  de  los  venenos  y todo  cuanto 
se  refiere  á ella  ; la  patología,  ó sea  la  etiología,  diagnóstico , pronóstico 
y anatomía  patológica  del  envenenamiento  ; la  terapéuiica  del  mismo  , ó 
sea  profilaxis,  contravenenos,  antídotos  y planes  curativos,  indicacio- 
nes generales  y circunstancias  que  las  modifican  ; la  necroscopia , ó sea 
particularidades  de  las  inhumaciones,  exhumaciones  y autopsias  propias 
de  los  intoxicados;  la  química,  ó sea  las  sustancias  que  hay  que  anali- 
zar, instrumentos,  utensilios  y aparatos  necesarios  para  las  análisis,  re- 
activos que  hay  que  emplear,  reglas  para  asegurarse  de  su  pureza  y ma- 
nejarlos, y las  operaciones  analítico- químicas , ya  para  separar  los  vene- 
nos de  las  sustancias  con  que  están  mezclados , ya  para  determinarlos 
con  sus  respectivas  reacciones;  la  filosofía,  en  fin  , para  apreciar  el  valor 
lógico  de  los  síntomas,  de  los  resultados  de  la  autópsia  y de  los  de  las 
análisis  químicas. 

Además  le  pertenece  el  estudio  particular  de  cada  veneno, 

A la  Medicina  legal  no  le  corresponde  mas  que  hacer  aplicación  de  lo 
que  enseña  la  Toxicología  general  y particular  á los  casos  prácticos  de 
envenenamiento.  Este  es  el  único  y verdadero  estudio  médico-legal  de 
esos  casos. 

La  filosofía  de  la  intoxicación  , que  es  la  que  da  el  criterio  para  resol- 
ver si  ha  habido  ó no  envenenamiento , es  la  parte  que  mas  inmediata  re- 
lación tiene  con  la  Medicina  legal. 

Todas  las  cuestiones  de  que  trata  M.  Tardieu  en  su  Estudio  médico-legal 
del  envenenamiento , se  resuelven  con  ese  criterio  y lo  que  se  enseña  en 
loxicología , cuando  esta  comprende  todo  lo  que  le  pertenece,  cuando  se 
enseña  como  la  enseñamos  en  nuestro  Compendio. 

La  Toxicología  tiene  con  la  Medicina  legal  relaciones  análogas  á las 
que  tienen  con  esta  las  demás  ciencias  médicas  y físicas,  que  se  refieren  á 
cada  una  de  las  cuestiones,  cuyo  conjunto  constituye  la  Medicina  forense. 

ISo  hay  necesidad , por  lo  tanto , ni  de  negar  la  existencia  de  la  Toxico- 


- 110  — 

logia,  ni  de  reemplazarla  con  el  estudio  médico-legal  delenvenena- 

ü'  ^ni u ele^ompete  al  médico  forense  es  aplicar  lo  que  ha  apren- 
dido estudiando  Toxicología,  á los  casos  prácticos  de  intoxicación  ó en- 

'^íoaue' compele  á las  obras  y cátedras  de  Medicina  legal,  no  es  expli- 
rar  ni  completa  ni  incompletamente  Toxicologia , sino  enseñar  cómo  se 
aplican  los  conocimientos  toxicológicos  á ios  casos  de  muerte,  ó enferme- 
dad , causados  por  venenos  (XXI V ). 

Por  lo  mismo  que  bay  tan  íntimas  relaciones  entre  la  loxicología  y la 
Medicina  legal,  y que  son  análogas  á las  que  existen  entre  este  ramo  de 
conocimientos  médicos  y las  demás  ciencias  médicas  y físicas  que  se  rela- 
cionan con  las  numerosas  y diversas  cuestiones  médico-legales  , los  mé- 
dicos forenses  deben  poseer  la  Toxicologia  general  y particular,  como 
deben  poseer  las  demás  ciencias  médicas. 

Cuando  los  juzgados  los  llaman  para  casos  de  envenenamiento,  espe- 
ran de  los  médicos  forenses  luces,  que  no  les  podrán  dar,  si  no  están  ins- 
truidos en  Toxicologia  general  y particular. 

Así  como  no  basta , para  resolver  bien  las  cuestiones  médico-legales, 
haber  estudiado  las  ciencias  físicas  y médicas  , siendo  necesario  un  curso 
de  Medicina  legal  para  que  sepan  aplicar  esas  ciencias  á los  casos  prác- 
ticos periciales;  así  también  no  bastan  los  conocimientos  vagos  y disper- 
sos que  el  médico  puede  recoger,  estudiando  las  asignaturas  de  su  car- 
rera, siendo  necesario  un  estudio  especial  y científico  de  la  intoxicación 
y las  sustancias  que  la  producen. 

El  médico  forense  debe  conocer  la  Toxicologia  general  y particular,  y 
no  superficialmente;  esto  es  peor  que  ia  ignorancia  completa. 

Debe  conocer  la  fisiología  de  la  intoxicación  para  resolver  toda  cues- 
tión que  se  refiera  á un  veneno ; para  saber  si  lo  es , á qué  cantidad , las 
iníluencias  del  estado , las  vías  de  introducción , su  absorción  y todo  lo 
relativo  á esta,  así  como  la  acción,  sus  condiciones,  sus  diferencias,  las 
clases  de  venenos  y medios  de  estudiarlos. 

Debe  conocer  la  patología  de  la  intoxicación , para  saber  los  venenos  que 
provocan  la  de  cada  clase  , formar  el  diagnóstico,  absoluto  , clásico  ó ge- 
nérico y particular,  el  pronóstico  y las  alteraciones  anatómicas  que  ios 
venenos  producen. 

Debe  conocer  la  terapéutica  de  la  intoxicación , para  saber  la  profiláxis, 
que  evita  las  intoxicaciones  involuntarias  y voluntarias,  los  contravene- 
nos , las  cantidades , los  planes  curativos , las  indicaciones  generales  y 
circunstancias  que  las  modifican. 

Debe  conocer  la  necroscopia  de  la  intoxicación , para  saber  qué  es  lo  que 
se  hace  , además  de  las  reglas  generales,  en  las  inhumaciones,  exhuma- 
ciones y autópsias  de  los  intoxicados. 

Debe  conocer  la  química  de  la'  intoxicación , para  saber  qué  sustancias 
hay  que  analizar,  qué  instrumentos  y utensilios  necesita,  montar  los  apa- 
ratos , manejar  los  reactivos , asegurarse  de  su  pureza , practicar  las  ope- 
raciones analítico-químicas , ya  para  separar  los  venenos  de  las  sustan- 
cias con  que  están  mezclados  , ya  para  caracterizarlos  luego,  por  medio 
de  sus  reactivos  propios  y diferenciales. 

Debe  conocer  la  filosofía  de  la  intoxicación,  para  apreciar  debidamente  el 
valor  lógico  de  los  síntomas , de  los  resultados  de  la  autópsia  y de  las 
análisis  químicas  de  las  materias  envenenadas. 


— 111  — 

Debe  conocer,  por  último,  la  historia  particular  de  cada  veneno , para 
saher  lo  aue  es  peculiar  á cada  uno , y determinar  en  un  caso  práctico  á 
cuál  de  ellos  se  debe  la  muerte,  ó enfermedad  causada  por  una  sustancia 

tóxica 

Sin  la  debida  posesión  de  todos  esos  conocimientos , el  médico  forense 
no  puede  resolver  una  cuestión  que  verse  sobre  el  envenenamiento.  Debe 
conocer  la  Toxicología  general  y particular,  teórica  y prácticamente;  y 
si  en  la  teoría,  debe  huir  de  toda  idea  metafísica  indemostrable , de  todo 
absoluto , para  ceñirse  á lo  relativo  y demostrable ; en  la  práctica  no  debe 
guiarse  por  un  empirismo  ciego,  sino  en  virtud  de  los  principios  y doc- 
trinas , que  la  elevan  á la  categoria  de  científica  (XXV). 

Los  médicos  forenses  son  y deben  ser  los  únicos  peritos  idóneos , cien- 
tífica y legalmente , para  actuar  y resolver  las  cuestiones  relativas  al  en- 
venenamiento. * 

Encargar,  en  los  casos  prácticos,  lo  que  se  llama  malamente  parte  mé- 
dica, á los  médicos,  y porte  química , á los  químicos  ó farmacéuticos  , es 
una  práctica  humillante  para  los  forenses,  indigna  de  la  Medicina  legal, 
y altamente  contraria  á los  intereses  de  la  justicia. 

Siquiera  haya  autores  de  Medicina  legal  que  están  por  esa  división  , y 
reales  decretos  que  la  sancionan,  y sea  una  práctica  añeja  y rutinaria  lla- 
mar á farmacéuticos,  para  todo  lo  que  exija  análisis  químicas ; la  digni- 
dad de  la  ciencia  médico-legal , y los  intereses  de  la  administración  de 
justicia  reclaman  á voz  en  cuello  que  se  destierren  para  siempre  las  co- 
misiones mixtas , como  una  creación  híbrida,  incapaz  de  dar  la  debida  luz 
á los  jueces  y magistrados.  Solo  los  médicos  tienen  idoneidad  científica 
para  actuar  en  casos  de  envenenamiento  y demás,  en  los  que  se  trate  de 
resolver  cuestiones  médico-legales,  por  medio  de  análisis  químicas  y apli- 
cación del  microscopio. 

Los  médicos  son  los  únicos  que  estudian  la  Medicina  legal  y la  Toxi- 
cología.  Solo  en  las  cátedras  de  las  facultades  de  Medicina  se  enseñan 
esos  ramos  de  conocimientos  médicos  á los  alumnos  de  esa  facultad. 

En  esas  asignaturas  se  les  enseña  cómo  deben  actuar  pericialmente,  no 
solo  en  los  casos,  en  que  no  se  ha  de  hacer  uso  del  microscopio  y de  las 
análisis  químicas,  sino  también  en  aquellos , en  los  que  se  necesitan  esas 
operaciones,  para  enterarse  de  los  hechos. 

Solo  se  enseña  á los  médicos  la  anatomía  microscópica  y la  análisis 
química  de  los  tejidos  y humores  sanos  y enfermos,  sangre , moco  , pus, 
esperma , materia  cerebral , grasa , etc. , ya  para  la  formación  del  diag- 
nóstico de  los  males,  ya  para  resolver  cuestiones  de  Medicina  legal. 

En  las  cátedras  de  Farmacia  no  se  enseña  nada  de  eso.  Los  alumnos  de 
1 armacia  no  lo  estudian  ; no  lo  saben;  debemos  suponerlo,  por  lo  mismo 
que  no  es  de  su  incumbencia  el  estudiarlo. 

Es,  pues,  un  contrasentido  suponer  que  los  médicos  que  estudian  Me- 
dicina legal , y á quienes  se  enseña  el  uso  del  microscopio  y las  análisis 
químicas  de  los  humores  y tejidos  sanos  y enfermos,  no  son  aptos  para 
actuar  en  casos  prácticos,  en  los  que  se  necesite  hacer  uso'del  microsco- 
pio y de  los  reactivos  , y se  considere  idóneos  á los  farmacéuticos,  que 
no  lo  saben,  porque  no  lo  estudian,  ni  deben  estudiarlo. 

Utro  tanto  debe  decirse  de  los  casos  de  envenenamiento.  Solo  los  mé- 
dicos estudian  Toxicología  general  y particular;  solo  ellos  aprenden  lo 
que  se  necesita  para  resolver  bien  las  cuestiones  de  ésos  casos. 

La  filosofía  de  la  intoxicación,  que  da  el  criterio  para  esas  solucio- 


— 112  — 

nes  reclama  á un  tiempo  el  estudio  fisiológico,  patológico  y químico  de 
la  intoxicación-  quien  no  posee  esos  tres  estudios  perfectamente,  no 
puede  juzgar  debidamente  las  cuestiones  lexicológicas. 

Los  farmacéuticos  no  estudian,  no  solo  la  fisiología,  patología,  tera- 
péutica , necroscopia  y filosofía  de  la  intoxicación , sino  ni  la  química  de 
la  misma.  La  Química  general  y las  Análisis  químicas  que  estudian  los 
doctores  en  Farmacia,  no  son  la  química  del  toxicólogo.  No  son,  pues, 
aptos  científicamente  para  actuar,  en  los  casos  de  envenenamiento,  y es 
también,  no  solo  ilógico,  sino  perjudicial  llamar  á los  farmacéuticos,  que 
no  han  estudiado  Toxieología , y no  creer  aptos  á los  médicos , que  la  han 
estudiado. 

No  es  una  razón  válida  para  justificar  esa  conducta  y las  comisiones 
mixtas,  decir  que  los  médicos  no  saben  Química;  que  no  se  dedican  al 
manejo  del  microscopio,  ni  álas  análisis  químicas;  y que  los  farmacéuti- 
cos , siquiera  no  estudien  Medicina  legal  ni  Toxicoiogía  en  las  escuelas, 
pueden  estudiarlas  privadamente,  y saberlas  tanto  como  los’ médicos. 

Los  médicos  deben  saber  Química,  porque  la  estudian;  y si  no  saben 
más , acaso  influye  el  modo  de  enseñarla  y el  poco  caso  que  hacen  de 
ella  ciertas  escuelas  médicas , y el  no  exigir  esos  conocimientos  la  ley  y 
la  práctica,  cuando  los  llaman  como  peritos. 

Deben  , por  lo  tanto,  saber  Medicina  legal  y Toxicoiogía;  y como  con 
ellas  se  enseña  el  uso  del  microscopio  y las  análisis  químicas  para  los  ca- 
sos en  que  se  necesitan  , deben  saber  actuar  como  peritos  micrográficos  y 
químicos. 

Tampoco  son  todos  los  farmacéuticos  grandes  ni  pequeños  químicos 
por  solo  ser  farmacéuticos. 

Puesto  que  los  médicos  estudian  en  su  carrera  Medicina  legal  y Toxi- 
coiogía, y los  farmacéuticos  no,  es  lógico  y natural  suponer  que  estos  no 
saben  esas  ciencias,  y aquellos  sí. 

Es  posible  que  hagan  esos  estudios  privados,  como  puede  hacerlos 
cualquiera,  y ser  cualquiera  llamado  como  perito;  pero  los  jueces  jamás 
llaman  á otras  personas , siquiera  sepan  Química. 

Mientras  alumnos,  los  farmacéuticos,  no  es  común,  ni  probable,  que 
estudien  lo  que  no  deben.  Cuando  profesores , tampoco  se  ocupan  en  ello. 

No  habiendo  ni  honra  ni  provecho  en  servir  á los  tribunales,  como  pe- 
ritos, en  los  casos  en  cuestión,  no  hay  ninguna  razón  para  creer  que  se 
dediquen  privadamente  á esos  estudios. 

Tal  vez  no  se  encontrará  uno  que  privadamente  se  haya  dedicado, 
como  aficionado,  á semejante  ocupación ; la  experiencia  lo  demuestra. 

Aun  cuando  hubiera  algunos,  no  es  una  razón  para  preferirlos  á los 
médicos,  ni  para  no  llamar  á estos.  Así  como  no  los  llaman  para  practi- 
car una  autópsia,  ni  reconocer  á una  embarazada,  á un  loco,  etc. , pu- 
diendo  también  estudiar  privadamente  las  ciencias  respectivas , así  no  se 
los  debe  llamar,  para  actuar  sobre  casos  de  Medicina  legal , ni  Toxicoio- 
gía, que  reclamen  el  uso  del  microscopio  y de  los  reactivos. 

Preferirlos  á los  médicos , asociarlos  á estos  en  tales  casos , es  humi- 
llante para  estos  profesores;  es  ofensivo  ó contrario  á la  dignidad  de  la 
ciencia  médico-legal  y de  la  Toxicoiogía;  es  suponer  una  incapacidad 
inherente  al  médico,  solo  por  ser  médico , y una  capacidad  nata  al  far- 
macéutico , solo  por  Ser  farmacéutico. 

Es , además , semejante  práctica  contraria  á los  intereses  de  la  justicia, 
porque  esas  comisiones  mixtas  no  constituyen  prueba.  Dos  peritos  , uno 


- 113  - 


médico  y otro  farmacéutico,  no  son  mas  que  uno:  siquiera  firmen  ambos 
v ¡untos  el  mismo  documento.  Cada  uno  solo  juzga  con  convicción  cientí- 
fica lo  relativo  |á  su  profesión;  [sobre  lo  no  relativo,  juzga  con  fé,  con 
creencia , en  lo  que  dice  el  compañero;  y para  juzgar  con  fé,  se  basta 


ía  lev  quiere,  y los  intereses  de  la  justicia  exigen,  que  los  peritos  juz- 
guen en  todo  con  convicción  científica.  Solo  así  tiene  la  debida  fuerza  de 

prueba  la  actuación.  . . 

Las  comisiones  mixtas  jamás  pueden  dar  ese  todo  con  convicción ; su 
dictámen  siempre  tiene  mitad  de  convicción  científica,  mitad  de  fé;  igual 
á la  que  puede  tener  el  juez. 

La  triple  base  en  que  se  funda  el  criterio  toxicológico  exige  por  igual 
conocer  lo  químico  que  lo  médico. 

La  química  de  la  intoxicación  está  íntimamente  relacionada  con  las  de- 
más ciencias  médicas;  y quien  no  las  posee,  siquiera  sea  un  gran  quí- 
mico , no  puede  conocer  esas  relaciones ; y sin  ese  conocimiento,  no  puede 
juzgar  bien  lo  químico  relacionado  con  lo  médico. 

La  convicción  científica  debe  ser  homogénea,  y nacer  entera  de  la  inte- 
ligencia de  cada  perito. 

Solo,  siendo  los  peritos  todos  médicos,  tendrán  las  actuaciones  ese  in- 
dispensable carácter. 

Aun  cuando  fuesen,  que  no  son,  los  farmacéuticos  peritos  idóneos 
científicamente,  no  lo  son  legalmente. 

Las  leyes  exigen  que  el  perito  tenga  un  título  de  la  ciencia  á que  cor- 
responde el  caso,  sobre  el  cual  se  ha  de  oir  el  juicio  de  ese  perito. 

Los  casos  prácticos  médico-legales  y de  envenenamiento,  para  los  que 
se  llama  á los  farmacéuticos,  pertenecen  á ciencias  que  ellos  no  han  es- 
tudiado, y de  las  cuales  no  tienen  título;  no  pueden  ser,  por  lo  tanto, 
peritos  en  esos  casos. 

Habiendo  médicos  capaces  de  actuar,  los  jueces  no  deben,  ni  pueden 
llamar  á farmacéuticos. 

El  Reglamento  de  los  médicos  forenses , que  se  lo  manda , no  está  de 
acuerdo  con  las  leyes,  ni  el  objeto  esencial  del  llamamiento  de  pe- 
ritos (XXVI).  ^ 

Seria  muy  útil , para  la  ampliación  y perfección  de  la  enseñanza  de  la 
Toxicología , y las  actuaciones  periciales , el  establecimiento  de  una  cáte- 
dra de  Toxicología  práctica  , destinada  á los  doctores  en  medicina. 

Por  mas  que  en  las  cátedras  de  Medicina  legal  y Toxicología,  aun  en 
la  de  Madrid , se  enseñe  teórica  y prácticamente  esos  dos  ramos , eso  no 
basta  para  que  los  alumnos  saquen  todo  el  partido  posible  de  la  ciencia. 

La  Medicina  legal  y la  Toxicología  son  ya  demasiado  vastas  para  un 
solo  curso  literario. 

Un  curso  práctico  perfeccionaría  ese  estudio , y daría  buenos  peritos 
PaJ‘a  el  ramo  de  médicos  forenses. 

Esa  cátedra  ya  ha  existido;  pero  no  como  debía  y como  lo  exigía  la 
nuena  enseñanza  teórica  y práctica  de  la  ciencia. 

Hoy  seria  muy  fácil  y económico  establecerla  (XXVII). 


TOXICOLOS  I A.  — 8 


COMPENDIO 


DE  TOXICOLOGÍA. 


ORGANIZACION  DE  ESTA  CIENCIA. 

»Oc 

Qué  es  la  Toxicología  y cómo  se  divide. 

J)ice  Orfila  que  la  Toxicología  es  la  ciencia  de  los  venenos  (*).  Esta  defi- 
nición tiene  en  su  abono  la  brevedad,  pero  es  incompleta,  no  abraza  mas 
que  una  parte  de  la  ciencia ; es  la  traducción  literal  de  las  palabras  grie- 
gas toxicon,  veneno,  logos,  discurso.  La  Toxicología,  sin  embargo,  trata  de 
algo  mas  que  de  los  venenos;  trata  también  del  envenenamiento , ó por  lo 
menos  debe  tratar  de  él,  y á la  verdad , cabe  alguna  diferencia  entre  uno 
y otro  tratado.  Con  esta  definición  no  es  posible  dividir  la  Toxicología, 
porque  tan  solo  tiene  un  aspecto ; el  de  las  sustancias  venenosas  conside- 
radas cada  una  de  por  sí.  El  estudio  de  cada  veneno,  en  particular,  es  un 
estudio  analítico,  y esto  no  basta  para  hacer  aplicaciones  al  cuerpo  hu- 
mano , menos  aun  para  ilustrar  á los  tribunales,  en  la  administración  de 
la  justicia.  Al  estudio  particular  de  cada  veneno,  al  estudio  analítico, 
hay  que  añadir  el  general,  el  sintético.  La  doble  escala  del  canciller  de 
Inglaterra  es  aquí  de  rigurosa  aplicación.  Los  mismos  autores  que  dan 
una  definición  tan  lacónica,  comprenden  bajo  la  voz  Toxicología  partes, 
que , en  cierto  modo , se  salen  de  la  esfera  particular  de  los  venenos,  par- 
tes de  aplicación  general , y por  lo  tanto  justifican  con  su  propio  proceder 
las  observaciones,  que  contra  su  definición  vamos  haciendo.  Anglada,  que 
es  uno  de  ellos,  no  na  escrito  una  palabra  relativa  al  estudio  particular 
de  los  venenos.  Üríila , Devergie , etc.,  además  del  estudio  analítico  ó 
particular,  han  dilucidado  de  un  modo  general  varias  cuestiones. 

Puesto  que  la  Toxicología  debe  abrazar  á la  vez  lo  general  y lo  parti- 
cular; puesto  que  en  su  definición  debe  traslucirse  la  extensión  y objeto 
que  dicha  ciencia  tiene,  opino  que  debe  sustituirse  á la  de  los  autores 
la  siguiente  definición  de  la  Toxicología. 

Es  la  ciencia  que  trata  de  la  intoxicación  y de  las  sustancias  que  la  producen . 

Esta  definición,  aunque  un  poco  mas  larga  que  la  de  los  autores,  es 
mas  cumplida,  porque  encierra  toda  la  ciencia.  Los  dos  aspectos  de  la 
Toxicología  tan  diferentes,  al  propio  tiempo  que  tan  íntimamente  unidos, 
el  sintético  y el  analítico  , van  comprendidos  á la  vez  en  la  definición , y 
esto  contribuye  á su  mayor  exactitud. 

Las  partes  que  la  Toxicología  comprende,  las  materias  que  abraza,  tie- 
nen en  la  definición,  por  mí  propuesta,  mas  natural  colocación. 

La  Toxicología  se  ocupa  en  el  estudio  de  la  intoxicación  y de  lassustan- 
cias  que  la  producen,  en  el  de  los  medios  que  tiene  el  arte  para  comba- 

O Véase  Orilla,  Tratado  de  Towicolooia  general , louiol,  p.  1,  Anulada,  Tratado  de  Toan- 
eologia  general,  p.  17. 


— 116  — 

tir  los  efectos  de  esl«s  sustancias , yen  los  diversos  procederes  Deceb- 
ios Ira  investigar  la  existencia,  lamo  de  esos  electos,  como  de  las  mis- 
mas sustancias  venenosas  en  los  sdiidosy  " ^=c,on  en- 


tfUUl  lu  mmu  ui  j uvvvum-»  — - cj  * 

1 1 Toxicologia  se  divide  en  general  y en  particular . Llámase  Toxicologia 
aeneral  aquella  que  trata  de  la  intoxicación  de  un  modo  aplicable  á la  ge- 
neralidad de  los  venenos , y particular  ó especial , la  que  trata  particu- 
larmente de  cada  veneno , y bajo  todos  sus  puntos  de  estudio. 

Orilla  ha  dado  el  nombre  de  Toxicologia  general  á su  tratado.  Si  con  esto 
ha  querido  dar  á entender  este  sabio  toxicólogo  que  en  su  obra  colosal 
no  se  ha  echado  en  olvido  ningún  veneno  , el  epíteto  es  exacto.  Si , em- 
pero, ha  querido  suponer  con  él  que  el  tratado  se  dirige  á dilucidar,  bajo 
un  punto  de  vista  general,  las  varias  cuestiones  que  deben  abordarse  en 
este  terreno,  nos  permitirá  que  no  le  juzguemos  propio.  Los  extensos  y 
profundos  conocimientos  del  célebre  decano  de  París  hubieran  podido 
dar  á su  Tratado  de  Toxicologia , este  aspecto  general  que  en  él  echamos 
de  menos,  con  tanto  mas  sentimiento,  cuanto  que  los  pocos  puntos  de 
doctrina  general  que  en  dicha  obra  y Anales  de  Higiene  pública  y Medicina 
legal  ha  dilucidado , nos  manifiestan  á la  evidencia  lo  deudora  que  le  se- 
ria la  ciencia  por  esta  clase  de  producciones,  á que  no  se  sentía  incli- 
nado, por  su  genio  eminentemente  observador  y experimentalista.  An- 
glada  estuvo  mas  exacto  en  calificar  de  general  su  Tratado  de  Toxicologia; 
es  realmente  la  ciencia,  como  lo  acabamos  de  definir.  El  digno  sucesor  de 
los  Sauvajes,  Lacaze,  Bordeu , Barthes , Fouquet , etc.  , ha  sellado  su 
obra  con  el  espíritu  filosófico  de  su  escuela;  así  como  nuestro  afamado 
compatriota  ha  estampado  en  la  suya  el  sello  de  la  escuela  de  París.  La 
especulación,  la  generalidad , la  síntesis  en  las  márgenes  del  Herauld; 
los  hechos,  la  particularidad,  la  análisis  en  las  orillas  del  Sena. 

Galtier  ha  publicado  un  Tratado  de' Toxicologia  general,  en  el  que  habla 
de  los  venenos  y del  envenenamiento  en  general,  como  introducción  al 
estudio  de  los  venenos  y del  envenenamiento  particular. 

La  obra  de  Galtier  lleva  muchas  ventajas  á la  de  Anglada.  Sin  embar- 
go , no  comprende  todas  las  parles  que  pertenecen  á la  Toxicologia  gene- 
ral, y las  que  le  da,  están  expuestas  con  desórden,  como  lo  vamos  á pro- 
bar dentro  de  poco. 

El  doctor  D.  José  Ferreira  Macedo  Pinto,  catedrático  de  Medicina  le- 
gal, Higiene  pública  y Policia  médica  de  la  Universidad  de  Coimbra,  ha 
dado  á luz  , en  1800,  un  Tratado  de  Toxicologia  judicial  y legislativa;  obra 
muy  parecida  á nuestro  Lompendio  en  su  estructura , pero  mas  reducida 
en  la  parte  general  que  en  la  particular;  y aunque  en  nuestro  concepto 
deja  de  tratar  de  algunos  puntos  importantes , y habla  de  otros  que  no 
lo  son,  ni  les  da  la  distribución  debida,  puede  satisfacer  en  general  las 
necesidades  de  la  enseñanza  práctica  de  la  ciencia. 

De  todos  modos,  resulta  que  tanto  por  la  tendencia  de  los  ánimos  en 
nuestros  dias , como  por  las  razones  emitidas , la  división  de  la  Toxicolo- 
gía  en  general  y particular,  es  una  necesidad  reconocida  y uno  de  los 
medios  mas  conducentes  al  buen  estudio  de  la  intoxicación  y de  las  sus- 
tancias que  la  producen. 

’ .Pu,es ». á fratar  de  estos  dos  puntos  sucesivameate,  empezando 
por  la  Toxicologia  general.  * 


PARTE  PRIMERA. 

TOXIGOLOGÍ A GENERAL, 


Qué  es  la  Yoxicolog'ía  general  y «jue  comprende. 

He  dicho  que  se  entiende  por  Toxicología  general  aquella  ciencia  que 
trata  de  la  intoxicación , de  un  modo  aplicable  á todos  ó la  mayoría  de 
los  casos  en  que  un  veneno , sea  de  la  clase  que  fuere  , la  produce. 

En  la  práctica,  siempre  que  hay  intoxicación  ó envenenamiento,  este 
hecho  patológico  es  debido  á la  acción  particular  de  este  ó aquel  veneno; 
siquiera  se  dé  mas  de  un  veneno,  habrá  una  intoxicación  particular  rela- 
tiva á cada  tósigo,  ó lo  que  es  lo  mismo  , el  intoxicado  presentará  sínto- 
mas propios  de  cada  una  de  esas  intoxicaciones. 

Así  como  no  hav  ningún  enfermo  ordinario  que  padezca  todas  las  en- 
fermedades ; así  tampoco  hay  ningún  envenenado  que  lo  esté  con  todos 
los  venenos. 

Es  decir,  pues,  que  así  como  cuando  se  dice  enfermedad,  se  usa  de  una 
voz  de  sentido  general  ó abstracta , con  la  cual  queremos  expresar  todos 
los  estados  morbosos  á la  vez,  sin  determinar  ninguno;  así  también,  cuando 
decimos  intoxicación  ó envenenamiento , nos  valemos  de  estas  palabras  de 
sentido  general  y abstracto  también  , para  expresar  todos  los  casos  de  en- 
fermedades y muertes  producidas  por  una  sustancia  venenosa , sin  de- 
terminar ninguna  en  particular. 

Todos  los  casos  morbosos  producidos  por  un  veneno  tienen  de  común 
el  reconocer  esta  causa , y ciertos  rasgos  característicos  que  distinguen 
dichos  estados  de  los  ordinarios  ó producidos  por  otras  causas  morbosas. 
La  voz  intoxicación , como  general,  abraza  todos  esos  casos  comunes,  y de 
ellos  puede  tratarse  extensamente,  sin  determinar  el  veneno  que  los  haya 
producido.  Estos  casos  comunes  constituyen  la  materia  propia  de  la  Toxi- 
cologia  general. 

La  intoxicación , sin  dejar  de  serlo  nunca  , no  se  efectúa  siempre  del 
mismo  modo;  los  síntomas  que  la  revelan  ofrecen  ciertos  cuadros  de  as- 
pecto diferente;  entre  ellos  se  notan  rasgos  comunes,  los  propios  de  la 
intoxicación  general;  mas,  á vueltas  de  estos  comunes,  los  hay  propios 
de  ciertos  venenos  ó grupos  de  venenos.  Este  segundo  órden  de  rasgos 
comunes,  aunque  menos  general  que  los  del  primero,  aunque  menos 
comprensivo,  es  todavía  común  á varias  sustancias  venenosas;  por  lo  tanto 
constituye  también  el  objeto  de  la  Toxicología  general. 

Al  fin  , descendiendo  de  lo  mas  general  y abstracto,  de  lo  mas  común 
á lo  mas  singular , se  llega  á los  hechos  y caracteres  solo  propios  de  cada 
sustancia  venenosa , y desde  este  momento  [su  historia,  ó sus  hechos  par- 
ticulares forman  el  objeto  propio  de  la  Toxicología  'particular. 

Dicho  se  está , pues , que  en  esta  parte  de  la  Toxicología  solo  nos  ocu- 
parémos  en  los  hechos  comunes,  ora  sean  de  los  mas  generales  aplicables 


— 118  — 

4 toda  intoxicación,  ora  sean  de  los  que  solo  deben  aplicarse  á dctermi- 
nadas  intoxicaciones , genéricas  todavía  ó do  ciertas  clases , reservándo- 
nos pasar  á la  especialidad,  ó individualidad  de  intoxicación,  para  cuando 
nos  hallemos  en  la  parte  segunda. 

Esa  comunidad  mas  ó menos  general  de  hechos  o caracteres  se  encuen- 
tra siempre,  ya  se  trate  de  la  acción  fisiológica  de  los  venenos  y las  di- 
versas cuestiones  á que  da  lugar  su  estudio,  ya  de  los  efectos  patológicos 
ya  de  los  recursos  terapéuticos,  ya  , en  fin  , de  la  necroscopia  , química 
y filosofía  de  la  intoxicación. 

' La  Toxicología  general , por  lo  tanto  , debe  comprender  todas  las  par- 
tes, ó aspectos,  que  ofrece  todo  caso  morboso  producido  por  uno  ó mas 
venenos.  Si  no  los  comprende,  la  ciencia  no  está  completa ; el  tratado  que 
así  no  hable  de  ella  queda  defectuoso,  mutilado. 

Cuando  una  sustancia  venenosa  se  pone  en  esfera  de  actividad  con  la 
economía  humana,  se  realiza  una  porción  de  hechos  íntimamente  enla- 
zados con  la  fisiología  de  la  misma.  Es , pues , de  todo  punto  necesario 
tratar  de  tales  hechos,  y averiguar  de  qué  manera  se  conducen  esas  sus- 
tancias con  las  leyes  fisiológicas. 

Desplegada  la  acción  del  veneno,  resultan  alteraciones  mas  ó menos 
profundas  en  la  salud  del  que  le  tome:  hay,  pues,  síntomas  que  condu- 
cen á la  formación  de  un  diagnóstico;  hacen  prever  el  resultado , las 
consecuencias  de  semejantes  alteraciones , lo  que  constituye  la  prognosis , 
el  pronóstico  de  esos  estados , y por  lo  común  se  presentan  alteraciones 
materiales  visibles  ú objetivas  en  los  sólidos  y líquidos,  lo  cual  constituye 
la  anatomía  patológica  de  esos  casos  ó esos  hechos. 

Puesto  que  las  intoxicaciones  son  enfermedades , y que  no  siempre 
matan  á los  sugetos,  sin  que  el  arte  pueda  salvarlos;  es  muy  propio  de  la 
Toxicología  general  tratar  de  los  recursos  que  el  arte  tenga  para  comba- 
tir las  intoxicaciones , y ver  de  cuántas  especies  son  esos  recursos.  Una 
terapéutica  de  la  intoxicación  es  tan  esencial  á la  ciencia , como  la  fisio- 
logía y la  patología. 

Los  venenos  hacen  víctimas;  sucumben  muchos  intoxicados ; hay  que 
reconocer  el  cadáver,  quehacer  autópsias;  pues  si  estas  operaciones  ca- 
davéricas tienen  algo  particular,  á vueltas  de  lo  común  con  las  autóp- 
sias practicadas,  en  ios  casos  de  muerte  por  enfermedades  ordinarias, 
deber  es  del  toxicólogo  tratar  de  esa  parte  necroscópica  , para  no  dejar 
vacío  alguno  en  su  ciencia. 

La  Toxicología  tiene  aplicación  á la  práctica  del  foro ; somos  llamados 
á declarar  que  un  sugeto  ha  muerto  por  un  veneno,  y no  bastando  en  mu- 
chos casos,  ni  los  síntomas  , ni  las  alteraciones  apreciadas  por  la  inspec- 
ción del  cadáver,  hay  que  averiguar  por  ciertos  procedimientos  analíticos 
la  existencia  del  veneno.  Hé  aquí,  pues,  cómo  es  indispensable  dar  á la 
Toxicología  una  parte  química  , con  buenos  preceptos  para  el  descubri- 
miento del  tósigo. 

Por  último,  siquiera  el  toxicólogo  se  haya  ocupado  en  todas  las  cues- 
tiones relativas  á la  acción  fisiológica  de  los  venenos,  en  los  efectos  pato- 
lógicos , en  los  medios  terapéuticos , en  los  procedimientos  necroscópicos 
y en  las  análisis  químicas ; si  no  resume  todo  eso;  si  no  razona  sobre  la 
significación  lógica  de  todos  los  hechos  propios  de  cada  una  de  esas  par- 
tes ; si  no  trata  de  averiguar  el  valor  que  cada  uno  de  esos  hechos  tenga, 
para  poder  fundar  en  ellos  la  afirmación  ó negación  de  un  estado  mor- 
boso , ó de  la  muerte  producida  por  un  veneno ; la  ciencia  no  solo  ha  de 


- 119  - 

quedar  forzosamente  mutilada , sino  falta  de  lo  que  más  la  eleva  á la  ca- 
tegoría de  tal , de  la  parte  filosófica , de  la  que  mas  útil  la  vuelve  para  la 
práctica  del  foro  y la  resolución  de  los  problemas  que  nos  presentan  los 
jueces  y tribunales. 

¿Las  obras  de  Toxicología  hasta  aquí  publicadas,  llenan  todas  esas  ne- 
cesidades de  la  ciencia?  ¿Comprenden  todas  esas  partes  y por  el  órden 
con  que  las  acabamos  de  indicar? 

Ño  conocemos  ninguna.  — Ya  llevo  dicho  que  la  Toxicología  de  Orfila 
es  particular;  es  una  colección  de  historias  de  venenos,  de  monografías 
de  esta  especie. 

Anglada , reconociendo  que  la  obra  de  Orfila  carece  de  esa  parte  filo- 
sófica, de  esa  parte  general,  quiso  suplirla,  y publicó  su  Tratado  de  Toxi - 
cología  general,  al  que  dió  las  siguientes  cinco  partes: 

Primera,  Toxicología  fisiológica;  segunda,  Toxicología  patológica;  ter- 
cera, Toxicología  terapéutica;  cuarta,  clasificación  de  los  venenos;  quinta 
semeiótica  del  envenenamiento. 

Basta  la  simple  exposición  de  estas  partes  del  libro  de  Anglada , para 
ver  que  está  incompleto  y que  le  falta  órden.  Está  incompleto,  porque 
falta  la  parte  necroscópica,  la  química  y la  filosofía  de  la  intoxicación;  le 
falta  órden,  porque  : l.°  la  clasificación  de  los  venenos  debe  formar  parte 
de  la  fisiología  de  la  [intoxicación , en  especial  fundándola,  como  lo  hace 
Anglada,  en  el  carácter  químico  de  las  sustancias  tóxicas;  2.°  la  semeió- 
tica del  envenenamiento  está  embebida  en  la  patología,  de  la  cual  es  una 
parte ; pues  siendo  la  que  se  ocupa  en  el  estudio  de  los  signos  para  el 
diagnóstico  y pronóstico,  claro  está  que  en  la  Toxicología  patológica  debe 
estar  colocada  esa  parte. 

Si  descendemos  á los  capítulos  y secciones  de  cada  una , acabarémos 
de  ver  lo  incompleto  y desordenado  de  la  obra,  pues  deja  olvidados  mu- 
chos puntos  esenciales , y lo  que  corresponde  á unas  partes,  lo  envuelve 
en  otras. 

En  la  parte  fisiológica  habla  de  los  venenos  disolventes,  químicos  y me- 
cánicos, y luego  establece  una  clasificación  fundada  en  el  órden  químico;  y 
sin  embargo,  no  es  la  química  la  que  toma  por  base,  sino  la  física,  puesto 
que  los  divide  por  su  estado,  en  sólidos  y líquidos,  y en  gases  ó efluvios. 

En  cuanto  á la  doctrina,  si  profesa  algunos  principios  aceptables,  tiene 
otros  muchos  que  no  creo  verdaderos.  En  el  discurso  de  este  compendio 
tendré  lugar  de  manifestar  los  errores  de  la  escuela  á que  Anglada  per- 
tenece. 

De  estas  breves  reflexiones  se  desprende  que  el  Tratado  de  Toxicología 
general  de  Anglada  no  está  al  nivel  de  la- ciencia,  ni  ha  llenado  sus  nece- 
sidades teóricas  ni  prácticas. 

G.  P.  Galtier,  profesor  de  farmacología,  toxicología,  materia  médica  y 
terapéutica,  ha  publicado  en  1885  otro  Tratado  de  Toxicología  general,  que 
le  ha  merecido  grandes  elogios.  No  trato  de  escatimárselos , y me  asocio 
de  buen  grado  al  coro  general,  puesto  que  reconozco  el  mérito  de  dicha 
obra. 

Sin  embargo,  séame  permitido  hacer  de  ella  una  crítica  razonada,  y 
dígase  luego  si  voy  fundado  en  mis  observaciones. 

Galtier  divide  su  tratado  en  nueve  capítulos,  de  la  manera  siguiente  ; 

Filosofía  toxicológica. 

2.°  Etiología  toxicológica. 

B.°  Patología  toxicológica. 


- 120  — 


4. °  Terapéutica  toxicológica. 

5. °  Clasificación  toxicológica. 

(j.°  Diagnóstico  toxicológico. 

7. °  Envenenamientos  complexos. 

8. ‘  Cuestiones  toxicológicas. 

0."  Informes  toxicológicos. 

Este  plan  de  la  obra  de  Galtiei  adolece,  como  puede  verse  por  la  sola 
enunciación  de  sus  partes,  de  defectos  análogos  á los  del  tratado  de  An- 
glada,  del  cual  es  una  imitación,  en  cuanto  al  orden. 

La  etiología  es  una  parte  de  la  patología,  lo  mismo  que  el  diagnóstico; 
de  suerte  que  el  2.°  y 6.°  capítulos  debian  estar  embebidos  en  el  3.°.  El 
5.°,  que  habla  de  la  clasificación  , pertenece  á la  fisiología  , como  ya  lo 
hemos  dicho  de  Ánglada,  que  incurrió  en  el  mismo  defecto.  El  7.“,  que 
trata  de  los  envenenamientos  complexos,  supone  los  sencillos,  y puesto 
que  todo  lo  demás  se  refiere  ó estos,  no  deben  formar  un  capítulo  , sino 
una  parte  en  oposición  ó diferencia  de  los  envenenamientos  simples.  El 
8.°,  que  habla  de  las  cuestiones  toxicológicas,  es  un  baturrillo  donde  se 
tratan  puntos  propios  de  la  fisiología  y de  la  filosofía  de  la  intoxicación. 
En  el  9.°,  donde  se  dan  varios  informes  toxicológicos  , hay  una  mezcla  de 
diferentes  asuntos  , ya  relativos  á la  necroscopia , ya  á otras  cosas  que 
nada  tienen  que  ver  con  la  Toxicología,  puesto  que  se  refieren  á las  man- 
chas de  sangre,  esperma,  moco,  etc.  , al  pelo,  á las  alteraciones  de  los 
escritos,  monedas  y falsificación  de  sustancias  alimenticias. 

Que  esto  se  hubiese  agregado  como  un  apéndice,  seria  tolerable,  aun- 
que siempre  extraño  á la  Toxicología,  porque  es  Medicina  legal  pura;  mas 
ponerlo  como  otros  tantos  párrafos  ó artículos  del  capítulo  9.°,  que  lleva 
la  calificación  de  informes  toxicológicos , no  nos  parece  propio  , está  fuera 
de  lugar. 

Las  cuestiones  están  presentadas  todas  sin  enlace  alguno , lo  cual 
acaba  de  dar  á sentir  que  no  se  haya  tratado  de  ellas , en  su  lugar  cor- 
respondiente. 

En  el  capítulo  donde  habla  del  diagnóstico,  se  ocupa  en  las  causas,  olvi- 
dándose que  hay  una  parte  destinada  á la  etiología.  Esta  parte  es  pura- 
mente química,  es  un  tratado  de  procedimientos  analítico-químicos,  y á 
la  verdad,  no  acierto  á comprender  por  qué  la  llama  Galtier  etiología. 

Por  último , la  fisiología  se  reduce  á hablar  de  la  absorción  de  los  ve- 
nenos. 

Bastan  estas  ligeras  pinceladas  para  dar  á comprender  que,  por  buena 
que  sea  , en  sus  detalles  ó exposición  de  los  hechos  y doctrinas , la  obra 
de  Galtier,  no  puede  presentarse  como  un  tratado  de  Toxicología  general 
metódico,  adecuado,  ni  completo,  ya  sea  para  las  necesidades  didácticas, 
ya  para  las  de  la  práctica  de  la  ciencia  curativa  y médico-legal. 

Ferreira  Macedo  Pinto  divide  su  Tratado  de  toxicología  judicial  y legis- 
lativa en  dos  partes.  Titula  la  primera  Toxicología  general,  y la  segunda 
loxicología  especial.  A la  primera  le  da  seis  capítulos  , cuyos  títulos  son 
los  siguientes : ' 

1.  Legislación  pátria  relativa  al  envenenamiento  y reflexiones  sobre 
este  objeto.  . . 

- ?’°.  Fisiología  de  la  intoxicación. 

¿o  íal?l°gla  toxicológica. 

5 o AnáliSs^oxi  an^^s  <Tuim^ca'Prelirainares  de  química  toxicológica. 


- 121  - 

6/  Valor  délas  pruebas  del  envenenamiento  simple  y complexo,  ho- 
norarios de  los  pentosly  documentos  toxicológicos. 

. En  el  primer  capítulo  comenta  el  artículo  253  del  Código  penal  portu- 
gués , pura  copia  ó traducción  de  los  artículos  301  y 302  del  Código 
penal  de  Francia , en  los  que  se  indica  la  pena  del  que  comete  el  crimen 
del  envenenamiento  y se  define  lo  que  la  ley  entiende  por  veneno. 

Al  comentar  la  segunda  parte  de  ese  artículo,  habla  de  las  diferentes 
definiciones  dadas  por  varios  autores  al  veneno,  exponiendo  al  fin  la 
suya,  y justificando  con  varias  reflexiones  los  términos  de  esta  definición. 

Habla  en  seguida:  1.*  de  las  pruebas  del  envenenamiento , dividiéndo- 
las en  morales,  propias  del  tribunal,  y legales,  propias  de  los  peritos,  in- 
dicando que  en  algunas  de  aquellas,  estos  deberían  intervenir,  así  como 
convendría  que  los  jueces  y magistrados  tuvieran  alguna  nocion  gene- 
ral de  Toxicología,  y 2.°  de  la  importancia  de  las  pruebas  toxicológicas, 
con  motivo  de  lo  cual  expone  y comenta  varias  disposiciones  del  gobierno 
portugués,  para  que  se  encargue  de  las  análisis  qnímico-periciales  la  Aca- 
demia politécnica  de  Oporto  y los  laboratorios  químicos  de  las  Univer- 
sidades. 

Otro  párrafo  versa  sobre  la  elección  de  los  peritos  y da  curiosas  noti- 
cias de  las  disposiciones  del  Gobierno , encargando  primero  á los  profe- 
sores de  clínica,  y después  á los  catedráticos  de  Medicina  legal  esas  prue- 
bas periciales. 

Luego  habla  de  los  deberes  de  los  peritos,  y concluye  el  capítulo  í 
diciendo  cómo  deben  recogerse,  conservarse  y guardarse  las  materias 
sospechosas. 

En  la  fisiología  de  la  intoxicación  trata  de  varios  puntos,  no  de  todos, 
relativos  á la  absorción  y acción  de  los  venenos , circunstancias  que  la 
modifican,  medios  de  estudio  y clasificación  de  aquellos. 

En  la  patología  comprende  el  diagnóstico,  el  pronóstico , la  terapéutica 
general  y genérica  de  la  intoxicación,  y la  necroscopia  de  la  misma. 

El  capítulo  ÍV  es  un  resúmen  de  un  tratado  de  análisis  química. 

El  V es  ya  la  química  de  la  intoxicación. 

Y,  por  último,  en  lo  del  valor  de  las  pruebas,  estudia  el  de  los  sínto- 
mas, alteraciones  anatómico-patológicas  y análisis  químicas,  añadiendo 
en  párrafos  aparte  la  determinación  de  la  cantidad,  el  envenenamiento 
colectivo,  un  resúmen  de  esa  apreciación  y los  honorarios  de  los  peritos. 

Hasta  también  esta  sucinta  exposición  analítica  de  la  interesante  obra 
de  nuestro  ilustrado  comprofesor  portugués,  para  advertir  que  no  guarda 
todo  el  órden  debido,  é incurre  en  algún  error,  por  aplicar  á la  pa- 
tología de  la  intoxicación , las  partes  que  se  dan  á la  patología  médica 
general. 

La  definición  del  veneno  es  propio  de  la  fisiología  de  la  intoxicación, 
y si  bien  el  autor  se  ve  precisado  , al  comentar  la  segunda  parte  del  ar- 
tículo 353  del  Código  penal  que  define,  como  el  francés , el  veneno , no 
por  eso  deja  de  ser  asunto  propio  de  dicha  fisiología;  así  como  lo  de  re- 
coger, conservar  y guardar  las  materias  sospechosas  pertenece  á la  quí- 
mica de  la  intoxicación. 

Lo  de  los  peritos,  quiénes  han  de  encargarse  y los  deberes  de  los  mis- 
mos, viene  á ser  aplicación  á las  actuaciones  periciales  toxicológicas,  de 
lo  que  debe  ser  respecto  de  todo  perito  médico-legal. 

Respecto  de  la  fisiología  de  la  intoxicación,  faltan  puntos  importantísi- 
mos, y en  cuanto  á la  patología,  el  autor  da  á la  de  la  intoxicación  la  te* 


-)  «)  •>  

rapéutica  y la  n ecroscnpia,  y extrañamos  como  no  le  ha  dado  la  etiología 
y la  semeiótica,  que  son  partes  de  la  patología  general. 

Aunque  tal  vez  eso  en  el  fondo  no  sea  cosa  grave ; sin  embargo,  cree- 
mos mas  metódico  y mas  conducente  al  objeto  en  toxicología  no  dar  á la 
patología  de  la  intoxicación  mas  que  la  etiología,  y aun  de  cierto  modo; 
ft]  diagnóstico,  pronóstico  y la  anatomía  patológica,  tratando  aparte  de 
la  terapéutica  profiláctica  v curativa  del  envenenamiento,  y de  la  necros- 
copia de  la  intoxicación.  Esta  es  otra  cosa  que  el  estudio  de  las  altera- 
ciones anatómico-patológicas  que  producen  los  venenos;  esto  es  propio 
de  la  patología  de  la  intoxicación,  porque  es  parte  de  esa  enfermedad  es- 
pecial; al  paso  que  la  necroscopia  se  compone  de  la  inhumación , exhu- 
mación y autónsia  de  los  cadáveres,  qne  están  ó se  sospecha  estar  enve- 
nenados; y solo  abraza  las  reglas  con  las  que  se  practican  esas  operacio- 
nes para  descubrir  esas  alteraciones  anatómico-patológicas,  y preparar 
los  órganos  y líquidos  que  se  han  de  someter  á las  análisis  químicas. 

Respecto  del  resúmen  de  análisis  química  , puede  servir  para  los  que 
no  están  versados  en  ello,  pero  en  la  química  de  la  intoxicación  cabe  todo 
eso,  y es  mas  natural  hablar  de  los  caracteres  químicos,  de  los  álcalis  y 
ácidos  ó délas  sales,  en  los  casos  de  venenos  al  estado  puro,  y de  la  mar- 
cha que  hay  que  seguir  para  analizarlos,  que  no  formar  un  capítulo  aparte, 
como  estudio  preparatorio. 

Por  último,  lo  de  la  análisis  cuantitativa  ó el  veneno,  no  viene  al  caso, 
porque  no  tiene  ni  debe  tener  aplicación  en  toxicología  práctica,  y los  ho- 
norarios de  los  peritos  es  materia  de  medicina  legal , como  los  deberes; 
lo  mismo  da  que  actúen  en  casos  de  envenenamiento  que  en  casos  de  le- 
siones corporales  , locura , embarazo , etc.  Los  honorarios  de  los  peritos 
toxicológicos  no  tienen  nada  de  particular,  para  tratar  de  ellos  en  un  libro 
de  Toxicología. 

Sin  dejar,  pues,  de  tributar  á la  importante  obra  de  nuestro  entendido 
comprofesor  de  Coimbra , los  justos  títulos  de  aprecio  qne  se  merece; 
creemos  qne  la  Toxicología  general  debe  organizarse  de  otro  modo,  y que 
sin  temor  de  ser  víctimas  del  amor  propio  ,'nos  acercamos  más  á esa  de- 
bida organización  , con  nuestro  Compendio  , en  su  parte  general. 

Nuestro  Compendio  abraza  las  seis  partes  que  hemos  considerado  in- 
dispensables para  tratar  de  la  Toxicología  general , como  es  debido,  y 
como  lo  exige  el  estado  actual  de  conocimientos. 

Dividimos  la  Toxicología  general  en  fisiología , patología , terapéutica, 
necroscopia,  química  y filosofía  de  la  intoxicación.  Vamos  á definir  cada 
una  de  estas  partes,  y en  seguida  trataremos  sucesivamente  de  ellas. 

Entendemos  por  fisiología  de  la  intoxicación , aquella  parte  de  la  Toxico- 
logía general  que  trata  de  la  acción  de  los  venenos  sobre  la  economía 
viva,  y de  las  cuestiones  fisiológicas  relativas  á esa  acción. 

Entendemos  por  patología  de  la  intoxicación,  aquella  parte  de  la  Toxico- 
logía general  que  trata  de  la  etiología  tóxica , de  los  síntomas  producidos 
por  los  venenos  , del  pronóstico  y de  la  anatomía  patológica  relativa  á la 
acción  de  esas  sustancias. 

Entendemos  por  terapéutica  de  la  intoxicación,  aquella  parte  de  la  Toxi- 
cología general  que  trata  de  la  proíiláxis,  de  los  contravenenos,  de  los 
antídotos  y de  los  planes  curativos  indicados  en  los  casos  de  intoxicación. 

Entendemos  por  necroscopia  de  la  intoxicación,  aquella  parte  de  la  Toxi- 
cología general  que  trata.de  las  inhumaciones,  exhumaciones  y autópsias 
de  los  intoxicados. 


- 123  - 

Entendemos  por  química  de  la  intoxicación , aquella  parte  de  (a  Toxicolo- 
gfa  general  que  trata  de  last'sustancias  que  deben  ser  anali  adas  en  los 
casos  de  envenenamiento,  de  los  utensilios,  aparatos  y react  vos  necesa- 
rios para  las  análisis,  y de  los  diversos  procedimientos  y opei  aciones  que 
estas  análisis  exigen. 

Por  último,  entendemos  por  filosofía  de  la  intoxicación,  aquella  parte  de 
la  Toxicología  generabque  trata  de  averiguar  á punto  fijo  cuáles  son  los 
datos  significativos  en  todo  caso  de  envenenamiento ; qué  i elación  hay 
entre  esos  datos,  y cuál  sea  su  verdadera  causa. 

A proporción  que  vayamos  tratando  de  cada  una  de  esas  p ¡ríes,  se  irá 
viendo  cómo  comprendemos  en  ellas  cuanto  á la  Toxicología  itañe. 

RESUMEN  DE  LA  ORGANIZACION  DE  LA  TOXICOl  OOIA. 

La  Toxicología  es  la  ciencia  que  trata  de  la  intoxicación  } de  las  sus- 
tancias que  la  producen. 

Esta  definición  abraza  lo  general  y lo  particular  ; la  síntes'S  y la  aná- 
lisis, estudio  de  las  causas,  y el  de  sus  efectos. 

La  Toxicología  se  divide  en  general  y particular. 

Es  Toxicología  general,  aquella  que  trata  de  la  intoxicación  le  un  modo 
aplicable  á la  generalidad  de  los  venenos. 

Es  Toxicología  particular,  la  que  trata  particularmente  de';  )dos  y cada 
uno  de  los  venenos  conocidos. 

Hay  pocas  obras  que  tratan  así  de  la  Toxicología.  La  de  O fila  solo  es 
particular : la  de  Anglada  solo  es  general.  Las  de  Galtier  y le  Ferreira 
Macedo  Pinto  abrazan  lo  general  y lo  particular,  pero  no  con  o se  debe. 

La  Toxicología  general  tiene  seis  partes,  que  son:  fisiología,  patología, 
terapéutica , necroscopia,  química  y filosofía  de  la  intoxicación. 


CAPÍTULO  PRIMERO. 

FISIOLOGÍA  DE  LA  INTOXICACION. 

De  los  puntos  mas  importantes  que  la  fisiología  de  la  intoxicación  com¡  rende. 

He  dichoque  por  fisiología  de  la  intoxicación  entiendo  aquella  parte  de 
la  Toxicología  general  que  trata  de  la  acción  de  los  venenos  se  bre  la  eco- 
nomía viva  , y de  todas  las  cuestiones  fisiológicas  relativas  á esa  acción. 

Esta  parte  de  la  Toxicología  es  importantísima,  porque  en  el  la  descansa 
la  doctrina;  de  ella  emanan  los  principios  filosóficos,  que  han  le  dominar 
en  el  resto  de  la  obra. 

Desde  las  primeras  plumadas  que  se  dan  en  la  fisiología  , e revela  la 
bandera  científica  del  autor  ; su  modo  de  considerar  la  acción  de  los  ve- 
nenos decide  de  su  doctrina.  O se  le  verá  vitalista,  partidario  le  las  fuer- 
zas vitales  y de  las  acciones  dinámicas , ó bien  antagonista  de  estas  fuer- 
zas, y amigo  de  acciones  y reacciones  químicas  entre  las  susta  icias  vene- 
nosas, y los  principios  constitutivos  de  la  sangre  y de  los  ó;  ganos  del 
cuerpo  vivo.  Tal  vez  participe  de  los  dos  sistemas,  tratando  de  conci- 
liarios , y buscando  un  maridaje  que , á pesar  de  todos  los  esl  uerzos  del 
ingenio,  no  se  puede  conseguir. 

Nosotros , que  hemos  creído  comprender  toda  la  importani  ia  y tras- 
cendencia de  la  fisiología  toxicológica , y lo  íntimamente  enl  izada  que 


- 124  - 

está  con  las  principales  cuestiones  de  la  medicina,  no  perdonarémos 
medio  alguno  de  darle  toda  la  latitud  compatible  con  la  extensión  de 
este  Compendio  , y nos  esforzaremos  cuanto  podamos  para  que  ese  zócalo 
de  la  ciencia  tenga  la  firmeza  necesaria. 

Con  el  objeto,  pues,  de  tratar  de  todos  los  puntos  capitales  que  han  de 
servir  de  base  y de  premisa  para  las  dermis  partes , y sobre  todo  para  la 
terapéutica  y filosofía  de  la  intoxicación  , vamos  á indicar  aquí  sumaria- 
mente los  puntos  que  constituirán  la  materia  de  este  capítulo,  ó lo  que 
es  lo  mismo,  la  fisiología  de  la  intoxicación. 

1. °  ¿Qué  se  entiende  por  veneno? 

2. °  ¿Qué  diferencia  hay  entre  este,  el  medicamento,  el  alimento,  el 
miasma  y el  virus  ? 

3. °  Cuándo  debe  llamarse  intoxicación  , cuándo  envenenamiento  el 
efecto  producido  por  los  venenos  y los  nombres  de  sus  formas. 

4. °  ¿A  qué  cantidad  deben  considerarse  las  sustancias  deletéreas  como 
venenos? 

5. °  ¿íín  cuántos  estados  pueden  darse  los  venenos? 

C.°  ¿Por  cuántas  vías  pueden  introducirse  en  el  cuerpo  humano  ó vivo? 

7. °  í)e  la  absorción  de  los  venenos. 

8. °  De  los  hechos  que  la  prueban. 

9. °  ¿Qué  relación  hay  entre  la  absorción  y la  solubilidad  de  los  ve- 
nenos? 

10.  ¿Por  dónde  se  verifica  la  absorción  con  mas  rapidez? 

11.  ¿Qué  influencia  ejercen  los  nervios  en  la  absorción  de  los  venenos? 

12.  ¿Por  qué  órganos  pasan  los  venenos  absorbidos? 

13.  ¿A  qué  órganos  van  á parar  los  venenos  absorbidos? 

14.  ¿Se  acumulan  en  el  cuerpo  humano  las  dósis  sucesivas  de  sustan- 
cias medicinales  enérgicas  hasta  llegar  á una  cantidad  venenosa? 

15.  ¿Cuánto  tardan  en  ser  eliminadas  las  sustancias  medicinales  y ve- 
nenosas ? 

16.  ¿Pueden  hacerse  combinaciones  de  sustancias  medicinales  en  el 
estómago  y otras  partes,  que  sean  venenosas? 

17.  ¿Cómo  son  absorbidos  los  venenos,  íntegros  ó descompuestos? 

18.  De  la  acción  de  los  venenos. 

19.  ¿Cómo  obran  los  venenos,  de  un  modo  químico  ó dinámico? 

20.  ¿Necesitan  los  venenos,  para  obrar,  ser  absorbidos? 

21.  ¿Cómo  debe  concebirse  la  acción  de  los  venenos  sobre  el  sistema 
nervioso? 

22.  ¿Es  igual  el  modo  de  obrar  de  los  venenos? 

23.  ¿Hay  circunstancias  capaces  de  modificar  la  acción  de  los  venenos? 
(^24.  ¿Pueden  clasificarse  los  venenos?  ¿Cuál  es  su  mejor  clasificación? 
¿ 25.  ¿Qué  medios  hay  mas  conducentes  para  estudiar  la  acción  de  los 
venenos  ? 

Tales  son  los  puntos  principales  que  me  propongo  discutir  en  la  fisio- 
logía de  la  intoxicación.  En  cada  uno  de  ellos  va  envuelta  una  ó mas 
cuestiones , que,  en  la  práctica,  se  hacen  médico-legales , necesitando  los 
jueces  y magistrados  la  dilucidación  de  esos  puntos,  para  averiguar  si  ha 
habido  ó no  intoxicación  ó envenenamiento.  De  lo  que  en  esta  parte  ex- 
pongamos , surgirán  consecuencias  lógicas  y aplicaciones  convenientes  á 
ciertos  problemas  judiciales  , que  reclaman  el  dictámen  de  los  peritos. 
Vamos,  pues,  á tratar  de  cada  uno  de  estos  puntos,  por  el  órden  con  que 

los  hemos  expuesto.  v 


- m — 

ARTÍCULO  PRIMERO 


DEL  VENENO  Y SUS  CARACTÉRES  DIFERENCIALES,  DE  LA  INTOXICACION 

Y DE  SüS  FORMAS. 


g I .—  ¿Ornó  se  entiende  por  veneno? 

Hay  algunos  toxicólogos  que  opinan  ser  innecesaria  la  definición  del 
veneno,  la  que  por  otra  parte  dan  como  punto  menos  que  imposible. 
Cláudio  Bernard  es  uno  de  esos  autores.  Cree  poder  tratar  de  los  vene- 
nos , y hacer  experimentos  sobre  estos , sin  tomarse  la  pena  de  buscar 
una  buena  definición  de  los  mismos.  Dé  aquí  una  de  las  razones;  y la 
mas  fuerte  que  da  : «Las  cosas,  cuya  definición  es  mas  difícil,  decía 
un  matemático  célebre  , son  las  que  tienen  menos  necesidad  de  ella.  Así, 
aunque  no  puede  definirse  el  tiempo,  todos  saben  lo  que  se  quiere  decir 
cuando  de  él  se  habla  (*).)) 

No  podemos  participar  de  la  opinión  de  este  entendido  experimenta- 
dor. Que  para  sus  experimentos  no  le  haga  falta  la  nocion  general  que 
envuelve  la  definición  del  veneno,  lo  comprendemos;  pero  el  toxieólogo 
verdadero  no  puede  pasarse  sin  esa  definición , destinada  á determinar 
qué  clase  de  cuerpos  ó sustancias  han  de  llevar  el  nombre  de  veneno  ; y 
su  deber  es,  si  hay  definiciones  viciosas,  imperfectas,  buscar  una  que  por 
lo  menos  tenga  la  exactitud  posible.  La  Toxicología  ha  de  servir  al  mé- 
dico forense  para  responder  al  juez  ó magistrado  que  le  pregunta,  si  la 
muerte  ó enfermedad  de  un  sugeto,  que  dé  lugar  á procedimientos  judi- 
ciales, ha  sido  ó no  causada  por  un  veneno,  y -el  perito  tiene  que  contes- 
tar ; y si  no  sabe  qué  es  veneno,  cuándo  es  venenosa  una  sustancia  , no 
podrá  responder  ; y será  imposible  resolver  si  ha  habido  ó no  envenena- 
miento, y la  administración  de  justicia  quedará  privada  de  ese  auxilio  de 
la  ciencia. 

El  médico  forense  no  puede  pasarse,  como  Cláudio  Bernard,  sin  la 
nocion  exacta  del  veneno.  El  profesor  de  la  escuela  de  medicina  de  Fran- 
cia , en  su  laboratorio,  en  su  cátedra,  podrá  prescindir  de  esa  nocion  ; en 
el  foro,  no  podría  decir  al  juez  ó tribunal  lo  que  dice  á sus  discípulos, 
ó auditorio. 

Siquiera  todos  crean  entender  de  qué  se  habla,  cuando  se  pronuncia  la 
voz  veneno,  es  necesario  que , cuando  se  ha  dado  ó tomado  una  sustancia 
que  se  crea  venenosa , la  ciencia  pueda  decir  si  lo  es  ó no.  El  vulgo  no  es 
buena  guia  para  el  caso.  Aunque  el  veneno  sea  difícil  de  definir,  no  es  de 
las  cosas  que  no  tengan  necesidad  de  ser  definidas.  El  apotegma  deí  céle- 
bre matemático  no  puede  referirse  al  veneno.  Graves  intereses,  no  solo 
científicos,  sino  sociales,  exigen  que  determinemos  lo  que  se  ha  de  enten-  - 
der  por  esa  palabra. 

Ocupémonos , pues,  en  esta  cuestión , para  nosotros  capital  é impor- 
tantísima , tanto  bajo  el  punto  de  vista  legal , como  bajo  el  fisiológico. 

En  el  Código  penal  vigente  en  España,  hay  un  artículo,  el  333  , que 
habla  de  las  penas  en  que  incurre  el  homicida  , cuando  perpetra  el  cri- 
men por  medio  de  un  veneno,  lo  cual  agrava  la  entidad  del  hecho;  mas 
ese  código  no  dice  lo  que  se  entiende  por  veneno,  ni  que  esa  forma  de  ho- 


Curso  de  Medicina  en  el  Coleyio  de  Francia. — Lecciones  sobre  los  efectos  de  las  sustancias 
ióccvas  y medicinales , p.  39. 


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raicidio  se  lame  envenenamiento.  Cuando  ocurre  un  homicidio  perpetrado 
por  medio  ce  una  sustancia  venenosa,  el  juez  se  informa  consultando  á 
los  facultad’  os , quienes  son  los  que  le  declaran , si  la  sustancia  em- 
pleada , y á a que  se  atribuye  el  homicidio,  es  un  veneno. 

1 El  mismo  Código,  en  su  art.  334,  castiga  al  que,  sin  ánimo  de  ma- 
tar causa  á otra  alguna  lesión  grave , administrándole  á sabiendas  sustan- 
cias ó bebidas  nocivas , ó abusando  de  su  credulidad  ó ílaqueza  de  espíritu. 
El  artículo  no  dice  cuándo  se  han  de  considerar  nocivas  las  sustancias  ó 
bebidas. 

ÍSo  so  la  mi  ule  no  tenemos  ninguna  guia  en  ei  Código  penal  vigente, 
para  saber  lo  que  es  veneno,  sino  que  también  nos  lalta,  siquiera  consul- 
temos los  có.  igos  antiguos  y las  obras  de  procedimientos  o de  jurispru- 
dencia prácti  a. 

En  la  ley  11,  til.  VIH,  partida  Vil,,  se  ieen  esias  palabras:  «r ísico  ó 
especiero  ó o ro  borne  cualquier  que  vendiere  á sabiendas  yerbas  ó ponzo- 
ñes á algún  h me  que  ks  comprare  con  entencion  de  matar  á otri:  ó que 
los  mostrase « conocer,  ó á deslemprar,  ó dar  porque  mate  á otri  con  ellas, 
también  el  c unprador  como  el  vendedor,  et  que  las  mostró  como  las 
diese,  deben  haber  pena  de  homecida  por  ende,  maguer  el  que  ias 
compró  non  udo  cumplir  lo  que  cuidaba,  porque  se  le  non  aguisó.  Et 
si  por  ventui  i matase  con  ellas,  estonce  el  matador  debe  morir  deslion- 
raciamente,  e liándolo  á leones,  ó á canes,  ó á otras  bestias  que  io  maten.» 

Las  voces  erbas  ó ponzoñes  son  las  únicas  que  pueden  referirse  al  ve- 
neno. En  los  iempos  uel  rey  Alonso  el  Eabio,  dar  yerbas  á uno,  sigmli- 
caba  envenen  arle.  Esta  locución  se  encuentra  en  obras  de  tiempos  mas 
cercanos  á n sotros,  y hasta  algunos  poetas  contemporáneos,  que  hermo- 
sean sus  com  osiciones  con  palabras  y irases  de  sabor  anticuado,  se  va- 
len de  vez  en  cuando  de  semejante  locución.  Ei  malogrado  poeta  Arólas 
dice  l1) : 

Mas^Sancha  que  se  indigno 
lJor  la  oposición  que  hacia, 

Comiendo  con  él  un  dia 
Di  áte  yerbas-,  lo  malo. 

Lien  se  co  .prende  que  en  nuestros  dias,  y sobre  todo  en  una  ley,  esta 
frase  no  pueo  i ser  empleada.  Hay  que  sustituirle  la  de  veneno. 

Si , en  vez  le  las  Partidas , examinamos  algunas  leyes  de  la  Novísima 
Recopilación  , tampoco  nos  será  posible  deducir  1o  que  entienden  nuestros 
legisladores  j or  veneno,  puesto  que  dichas  leyes  mas  bien  se  dirigen  á 
prevenir  intoxicaciones  involuntarias  debidas  á infracciones  de  higiene 
pública.  Lúa  to  contienen  ios  artículos  de  las  leyes  6.*  y 7.*,  tu.  ÍL, 
libro  Vil  de  a Novísima  Recopilación,  no  trata  mas  que  del  modo  como 
deben  consei  varse  los  utensilios  de  ciertas  tiendas  y ciertos  comestibles, 
en  ei  estado  e salubridad  debida. 

Para  ver  si  los  autores  que  han  comentado  nuestras  leyes  arrojan  al- 
guna luz  sobi  e este  particular,  he  registrado  la  obra  de  Febrero,  refor- 
mado por  ios  señores  Loyena , Aguirre,  Alontalban  y Larabantes,  y,  en 
vez  de  luz , n > he  podido  encontrar  mas  que  tinieblas , no  para  ios  profe- 
sores del  arte  de  curar,  sino  para  los  abogados , que  tantas  ventajas  re- 
portan, por  ctro  lado  , de  dicha  obra.  Un  opúsculo  publicadopor  nues- 
tro compatrivla  1).  Domingo  Vidal,  en  1783,  ha  siao  la  fuente,  donde 

Poe$tat  cahMlerescas  y. orientales,  p.  753. 


— i al  — 

han  bebido  dichos  señores,  para  dar  sabor  científico  á sus  procedimientos 
relativos  á los  envenenamientos.  Basta  la  sola  fecha  del  opúsculo  para 
concebir  cuán  fuera  de  lugar  estarán  los  conocimientos , que  de  él  se  ha- 
yan tomado.  La  Toxicología  es  una  ciencia  nueva , desarrollada  en  el  si- 
glo xix ; y no  es  por  cierto  una  producción,  como  la  de  Vidal , á la  que 
debe  consultarse,  para  ponerá  los  jueces  y abogados  al  corriente  de  la 
ciencia  en  esta  parte. 

En  el  Código  penal  francés,  art.  301,  se  dice : «Que  será  calificado  de 
envenenamiento  todo  atentado  contra  la  vida  de  un  sugeto,  por  medio 
de  sustancias  que  puedan  causar  la  muerte  mas  ó menos  prontamente, 
de  cualquier  modo  que  se  hayan  empleado  estas  sustancias , y cuales- 
quiera que  hayan  sido  sus  consecuencias.»  Nos  alegramos  de  que  nues- 
tros legisladores  no  hayan  imitado  en  esto  al  Código  francés ; que  no  ha- 
yan hecho  como  los  portugueses ; que  hayan  seguido  la  conducta  del  le- 
gislador prusiano. 

Nuestro  Código  no  da  nombres  especiales  al  homicidio ; ora  se  cometa 
con  armas,  ora  con  fuego  ó agua , ora  con  veneno;  siempre  le  llama  ho- 
micidio. Si  se  perpetra  con  lazos  que  estrangulen  ú otros  medios  que  as- 
fixien , los  tribunales  consideran  el  homicidio  cometido  en  circunstan- 
cias análogas  al  incendio  , á la  sumersión  y al  veneno. 

Así,  rigorosamente  hablando,  el  Código  penal  español  no  habla  del  cri- 
men de  envenenamiento , como  el  francés  y el  portugués,  llabla  del  homi- 
cidio cometido  por  medio  de  un  veneno. 

Hemos  dicho  que  tampoco  define  el  veneno  como  dichos  Códigos. 
Nuestros  legisladores  han  considerado  sin  duda,  que  esa  definiciones 
científica,  y la  han  abandonado  á la  ciencia,  como  materia  propia  de  esta. 

¿ Han  hecho  bien  los  autores  de  nuestro  Código  penal  en  no  llamar  al 
homicidio  por  medio  del  veneno  envenenamiento,  y en  no  definir  el  veneno? 
Creemos  que  sí.  En  su  lugar  veremos  que  la  palabra  envenenamiento  de- 
berla usarse  para  expresar  el  delito  de  homicidio  con  veneno,  cuando 
este  se  da  con  la  intención  de  matar  ó hacer  daño ; reservando  la  voz  in- 
toxicación para  expresar  la  muerte  ó enfermedad  de  un  sugeto , causada 
por  un  veneno , prescindiendo  de  la  intención  con  que  se  haya  dado  ó 
tomado.  Así,  la  voz  envenenamiento  seria  sinónima  de  homicidio  volunta- 
rio por  medio  del  veneno,  y no  habría  inconveniente  en  que  , no  solo  en 
el  foro,  sino  en  el  Código  penal,  se  usara  de  esa  voz,  para  expresar  esa 
forma  de  homicidio  calificado. 

En  cuanto  á la  definición  del  veneno , el  Código  penal  no  ha  debido 
darla.  Es  materia  científica,  y además,  como  lo  vamos  á ver  luego,  la 
ciencia  no  ha  dicho  su  última  palabra,  sobre  loque  por  veneno  debe  en- 
tenderse. Hay  muchas  definiciones  del  veneno  , combatidas  por  los  que 
no  la  dan  , y hay  escuelas  que  opinan  por  definirla  á tenor  del  modo 
exterior  y objetivo  como  mata  ó trastorna  la  salud  , y otros  , á tenor  del 
modo  como  se  conducen  sus  principios  puestos  en  contacto  con  los  in- 
mediatos de  nuestra  economía. 

El  legislador,  por  lo  tanto , no  ha  debido  tomar  la  definición  de  este 
ni  aquel  autor,  de  esta  ni  aquella  escuela,  ni  entrometerse  á dar  una 
suya,  la  que,  no  emanando  de  la  ciencia,  habia  de  ser  defectuosa , vaga 
y expuesta  á todos  los  inconvenientes  posibles  en  la  práctica  del  foro. 

El  hombre  de  la  ley  debe  mirar  el  homicidio  causado  voluntariamente 
por  un  veneno , como  un  homicidio  calificado  , al  cual  puede  llamar  en- 
venenamiento ; teniendo  á este  por  la  muerte  ó la  enfermedad  causada  yo- 


— 128  — . 

luntariamente  por  medio  de  un  veneno,  y esperando  de  los  hombres  de 
la  ciencia , en  los  casos  prácticos , que  le  digan  si  es  veneno  la  sustancia 
que  haya  causado  esa  muerte  ó esa  enfermedad. 

La  ciencia,  como  en  otras  cuestiones  médico-legales,  es  la  que  debe 
servir  de  guia  al  legislador  y á los  tribunales  de  justicia;  lo  que  los  loxi- 
cdlogos  entienden  por  veneno,  eso  deberán  entender  por  tal  el  legislador, 
los  magistrados  y los  jueces. 

Así  como  aplaudo  que  de  esta  suerte  se  hayan  conducido  nuestros  le- 
gisladores sobre  este  punto  , no  me  parece  propio  de  los  hombres  de  la 
ciencia , del  toxicólogo , y menos  del  médico-forense , ocupado  en  cues- 
tiones toxicológicas , el  discutir  si  hay  ó no  delito  de  envenenamiento, 
cuando  un  sugeto  da  áotro,  con  intención  de  matarle  ó hacerle  daño,  una 
sustancia  que  no  es  venenosa  de  suyo,  como  lo  cree  , ó que  en  el  modo 
de  darla  ó por  otra  razón , pierda  su  fuerza  y no  envenene,  no  teniendo, 
por  lo  tanto,  resultado  el  intento  criminal. 

Casner,  en  su  Medicina  legal;  líriand  y Chaudc,  en  su  Manual , y Fer- 
reira  Macedo  Pinto,  en  su  Toxicologia , tratan  de  ese  punto  con  mucha 
lucidez  por  cierto , y hasta  con  citas  de  los  tribunales  que  han  opinado 
de  este  ó aquel  modo.  Todo  eso  será  muy  bueno  para  los  hombres  de  la 
ley,  y ellos  son  los  que  deben  agitarlo , porque  es  cuestión  propia  del 
derecho  penal;  pero  ni  el  medico  forense,  ni  el  toxicólogo,  afuer  de 
hombres  de  ciencia , tienen  nada  que  ver  con  semejantes  cuestiones. 

Supongamos  que  un  sugeto  quiere  envenenar  á otro  y toma  ácido  sul- 
fúrico concentrado,  y se  le  echa  en  un  vaso  de  agua  de  magnesia  , que 
aquel  se  disponga  á beber  para  remediarse  una  acedía,  y que  se  lo  bebe, 
y no  le  hace  nada,  ó lo  más  le  purga  mas  ó menos  fuertemente.  El  delito 
se  ha  frustrado.  A nosotros  no  nos  preguntarán,  ni  deben  preguntarnos, 
si  ese  sugeto,  que  ha  echado  el  ácido  sulfúrico  en  el  vaso  de  agua  con 
magnesia,  es  ó no  un  delincuente  envenenador,  siquiera  se  haya  frus- 
trado su  delito.  Esto  pertenece  al  juez.  A nosotros  podrá  y deberá  pregun- 
tarnos si  el  ácido  sulfúrico  concentrado  es  veneno  ; si  echado  en  un  vaso 
de  agua  con  magnesia,  puede  dejar  de  serlo , y si  tomado  así,  no  habrá 
envenenamiento  y mejor  intoxicación , y contestando  nosotros  á lo  pri- 
mero que  sí , y á lo  segundo  que  no  habrá  intoxicación , si  el  ácido  se 
combina  con  la  magnesia , formando  un  sulfato  de  esta  tierra  alcalina , 
que  es  purgante ; en  vista  de  nuestra  contestación  , el  juez  verá  que  no  ha 
habido  el  hecho  del  envenenamiento , no  porque  el  sugeto  que  eche  el 
ácido  en  el  vaso  no  quiso  envenenar,  sino  porque  sin  su  voluntad , y á 
pesar  de  ella  , por  su  ignorancia , no  se  pudo  realizar  su  intento,  porque 
ya  no  tomó  un  veneno  la  víctima  , sino  un  purgante  ; será,  pues,  un 
delito  frustrado  , una  tentativa , y le  castigará  como  castiga  las  tentativas 
nuestro  Código  penal. 

La  ley  de  las  Partidas  ya  tenia  previsto  este  caso,  y así  castigaba  el  de- 
lito realizado  como  el  solo  intentado ; maguer  el  que  los  compró  non  pudo 
cumplir  lo  que  cuidaba  porque  se  le  non  aguisó  ; y nuestro  Código  penal  vi- 
gente, en  su  artículo  3.°,  castiga  el  delito  frustrado  y la  tentativa. 

Los  abogados  podrán  discutir  sobre  si  hay  ó no  delito  de  envenena- 
miento en  esos  casos , y en  los  que  el  sugeto  que  intente  envenenar  y 
pone  en  ejecución  su  criminal  intento,  se  vale  de  una  sustancia  ino- 
cente creyéndola  veneno;  si  echa , por  ejemplo,  una  cerilla  fosfórica  en 
un  puchero ; pero  nosotros  no  tenemos  nada  que  ver  con  esa  cuestión 
puramente  legal ; todo  lo  que  nos  tocará  siempre  es  declarar  si  esa  sus- 


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tancia  es  ó no  veneno  , y si  el  veneno , en  estas  ó aquellas  condiciones, 
pudo  dejar  de  serlo,  y determinar  por  qué  no  ha  desplegado  su  acción. 

Dejemos , pues , esta  cuestión  á quien  corresponda , y puesto  que  á nos- 
otros nos  pertenece  determinar  lo  que  es  veneno , para  que  el  juzgado 
sepa  cuándo  hay  envenenamiento,,  veamos  qué  es  lo  que  dicen  los  auto- 
res de  Toxicología'  sobre  ello. 

Desgraciadamente  nuestros  autores  no  están  de  acuerdo  en  esa  defini- 
ción. Maltón,  Foderé,  Anglada,  Devergie,  los  Orilla,  Galtier,  Ferrei- 
ra,  etc. , dan  cada  uno  una  definición  diferente.  Orfila  dice,  en  su  Tratado 
de  Toxicología  general , que  por  veneno  debe  entenderse  toda  sustancia,  que , 
tomada  interiormente,  ó aplicada  de  cualquier  modo  que  sea  sobre  el  cuerpo  vivo, 
en  pequeñas  dosis , destruye  la  salud  ó acaba  enteramente  con  la  vida.  Dever- 
gie encuentra  esta  definición  defectuosa : primero  , porque  no  hace  dife- 
rencia de  las  sustancias  que  obran  mecánicamente ; la  expresión  toda  sus- 
tancia se  aplica  igualmente  al  cuerpo  que  obra  de  un  modo  químico  y 
fisiológico  que  al  mecánico ; segundo , porque  la  expresión  cuerpo  vivo  es 
demasiado  vaga,  refiriéndose  al  hombre  y á cuantos  cuerpos  gozan  de 
vida.  Orfila,  en  su  nueva  edición,  no  ha  modificado  la  definición  del  ve- 
neno , haciéndose  cargo  de  las  objeciones  de  Devergie , solo  por  lo  que 
toca  á la  expresión  cuerpo  vivo.  <dJna  definición,  dice,  no  es  buena  real- 
mente sino  cuando  abraza  todos  los  casos.  Lo  que  propone  Devergie  no 
abrazaria  mas  qne  un  caso,  mas  que  los  venenos  del  hombre.» 

A tomar  parte  en  esta  cuestión,  bajo  el  punto  de  vista  con  que  la  tra- 
tan dichos  autores,  diriamos  que  la  definición  de  Orfila  no  solo  peca  por 
no  determinar  la  división  de  las  sustancias  químico-fisiológicas  de  las 
mecánicas,  sino  por  no  establecer  diferencias  entre  el  veneno  y los  virus, 
como  justamente  lo  hizo  Franck  y aceptó  Anglada.  En  cuanto  al  segundo 
vicio  que  le  nota  Devergie , podría  creerse  con  este , sin  suponer  que  no 
haya  venenos  para  los  animales  irracionales  y para  las  plantas,  todos 
cuerpos  vivos , que,  tratándose  de  una  definición  del  veneno,  que  ha  de  re- 
lacionarse con  una  ley , debe  referirse  la  sustancia  venenosa  al  hombre 
por  la  siguiente  razón.  La  ley  señala  penas  para  el  envenenamiento,  y 
estas  penas  no  pueden  ser  iguales  para  el  que  envenena á un  hombre,  un 
perro  ó una  planta;  hé  aquí  por  qué  algunos  podrán  preferir  la  definición 
de  Devergie,  en  la  cual  la  sustancia  venenosa  solo  se  refiere  al  hombre. 
Sin  embargo,  no  dejamos  de  reconocer  á favor  de  Orfila  , que  puede  muy 
bien  quedar  en  la  definición  dél  veneno  la  expresión  cuerpo  vivo , con  la 
cual  se  comprenden  todos  los  casos , y expresarse  en  la  del  envenena- 
miento los  relativos  al  hombre. 

En  la  misma  definición  se  advierte  otra  expresión  muy  digna  de  co- 
mentarios antes  de  aceptarla.  Aludo  á las  pequeñas  dosis.  ¿Qué  quiere  de- 
cirse con  esto?  Orfila  indica  que  no  puede  fijarse  de  un  modo  exacto  lo 
que  es  esa  pequeña  dósis,  y que  no  hay  en  ella  nada  de  absoluto.  Su  modo 
de  resolver  esta  cuestión  no  satisface.  Sin  ánimo  de  querer  sobrepujar  en 
claridad  y fijeza  al  difunto  decano  de  la  facultad  médica  de  Paris,  séame 
permitido  tentar  la  dilucidación  de  este  importante  punto. 

Todos  los  dias  se  administran  en  la  práctica  médica  sustancias  muy 
enérgicas  á pequeñas  dósis  : la  morfina,  el  sulfato  de  quinina,  el  biclo- 
ruro de  mercurio,  el  amoníaco  , los  arsenicales , el  aceite  de  crotontiglio, 
el  ácido  hidrociánico  , etc. , etc. , son  medicamentos , á cuya  acción  se 
atribuye  la  curación  ó alivio  de  ciertos  males.  Estas  sustancias,  pues,  no 
son  venenosas , á pesar  de  ser  dadas  á pequeñas  dósis ; síguese  de  esto 

TOXICOLOGÍA.  — 9 . 


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aue  esa  frase  de  la  definición  del  veneno  no  tendrá  este  sentido,  no  sig- 
nificará esas  dósis , á que  ios  médicos  administran  dichas  sustancias, 
puesto  que  se  necesitan  dósis  mayores  para  que  maten.  Si  á un  faculta- 
tivo le  preguntasen,  ¿á  qué  dósis"  es  venenoso  el  bicloruro  de  mercurio? 
Seguramente  que  no  diria,  á la  en  que  se  da  como  medicamento.  Fuerza 
es ° pues,  referir  el  sentido  de  la  expresión  pequeñas  dósis , á las  en  que 
esas  sustancias  medicamentosas  son  venenos.  En  este  caso  se  dirá: 
¿cómo  se  las  llama  pequeñas  dósis  , cuando  en  realidad,  y siempre  con 
respecto  á su  acción,  son  grandes,  exorbitantes?  Se  llaman  pequeñas 
dósis,  no  con  relación  á la  cantidad  á que  se  da  cada  una  de  esas  sustan- 
cias, cuando  se  emplean  como  medicamentos,  en  cuyo  caso  son  real- 
mente grandes;  sino  con  relación  á la  cantidad  con  que  se  administra  la 
generalidad  de  sustancias  , ya  como  medicamentos  , ya  como  alimentos 
ordinarios.  Acabemos  de  aclararlo  con  ejemplos. 

Un  grano  de  opio  es  la  dósis  á que  se  da  por  lo  común  á un  adulto 
dicha  sustancia  como  medicamento ; de  cuatro  á ocho  granos  de  opio  es 
ya  una  cantidad  excesiva,  exorbitante  ; á esta  dósis  el  opio  es  un  veneno 
para  la  generalidad  de  los  sugetos.  Pero  esta  misma  cantidad , que  rela- 
tivamente al  grano  de  opio  es  grande , es  pequeña  con  respecto  á la  onza 
de  crémor  de  tártaro,  á la  de  aceite  de  ricino,  á la  libra  de  pan  y al 
cuartillo  de  vino.  Para  que  el  crémor  de  tártaro,  el  aceite  de  ricino  y 
otras  sustancias  medicinales,  que  se  dan  á onzas,  produjesen  trastornos 
graves  ó la  muerte  , seria  forzoso  darlas  en  cantidades  enormes , y aun 
así  no  obrarían  tal  vez  tan  enérgicamente,  como  las  que  se  llaman  vene- 
nos; al  paso  que  estas  , para  que  dejen  de  causar  sus  terribles  efectos, 
es  indispensable  administrarlas  á dósis  mínimas  ó fraccionadas.  Hay  más: 
en  punto  á cantidades  de  sustancias  puede  uno  establecer  estos  tres  gra- 
dos : mínimas , pequeñas , grandes.  A cantidades  mínimas , los  mismos 
venenos  dejan  de  serlo , son  medicamentos  ; los  que  para  curar  se  dan  á 
cantidades  grandes,  son  medicamentos  poco  enérgicos.  De  todos  modos 
se  deduce  de  lo  expuesto , que  cuando  se  dice  pequeñas  dósis , se  refiere 
el  sentido  de  la  definición  á las  cantidades  en  que  se  toman  en  lo  general 
los  medicamentos  y alimentos  con  respecto  de  los  cuales , en  efecto,  son 
pequeñas  las  en  que  se  hacen  dañosas,  ó mortales  las  sustancias  conside- 
radas como  venenos. 

Aun  puesta  bajo  este  punto  de  vista  la  cuestión,  no  está  al  abrigo  de 
objeciones  de  cuantía.  Por  lo  mismo,  seria  de  desear  que  si  se  ha  de  de- 
finir de  ese  modo  empírico  el  veneno,  se  sustituyese  esa  expresión,  pe- 
queña dósis  con  otra  que  no  diese  lugar  á interpretaciones  diversas.  Tal 
vez  se  conseguiría  este  objeto,  diciendo  á la  dosis  en  que  se  emplee.  De  este 
modo  se  fija  el  hecho,  aun  dejándole  la  variedad  de  los  casos  y circuns- 
tancias : se  presenta  un  caso  de  envenenamiento,  se  averigua  la  dósis  en 
que  se  ha  empleado  la  sustancia , y se  ve  si  á esta  dósis  es  ó no  habitual- 
mente capaz  de  alterar  la  salud  ó de  quitar  la  vida;  prescindiendo  si  es 
una  dósis  grande,  mediana  ó pequeña  , ó mínima  , absoluta  ó relativa. 

El  sobrino  de  Orfila  define  el  veneno  de  esta  suerte  : « Toda  sustancia 
que , tomada  al  interior  ó aplicada  al  cuerpo  del  hombre  ó de  los  anima- 
les , destruye  la  salud  , ó acaba  con  la  vida  , y eso  obrando  en  virtud  de 
sunaturaleza.» 

lardieu  dice  que  esta  definición,  no  solo  es  vana,  sino  errónea,  puesto 
que  la  acción  del  veneno  ó las  propiedades  venenosas  jamás  son  absolu- 
tas , y dependen , no  de  la  naturaleza  de  la  sustancia , sino  únicamente 


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de  condiciones  accesorias , tales  como  la  dósis,  el  modo  de  adminis- 
trarla , y otras  más. 

Falta  saber  quién  es  aquí  el  que  anda  errado;  si  Orfila,  atribu- 
yendo á la  naturaleza  de  las  sustancias  su  acción  tóxica,  ó Tardieu,  que 
no  la  quiere  tener  en  cuenta  para  nada  , y que  la  hace  depender  única- 
mente de  condiciones  accesorias.  ¿Qué  harán , por  ejemplo,  con  las  patatas, 
castañas,  nabos  la  cantidad,  el  modo  de  administrarlas,  ni  esas  otras 
circunstancias  ó condiciones  á que  se  refiere  M.  Tardieu?  ¿Lograrán  que 
el  que  coma  esos  nabos , esas  castañas  y esas  patatas  se  envenene  con 
ellas?  Si  tantas  come  , tendrá  una  indigestión  y sus  consecuencias,  pero 
una  intoxicación  , ni  soñarlo.  ¿ í por  qué?  Porque  esos  tubérculos  ó fru- 
tos no  son  de  suyo,  por  su  naturaleza,  venenosos. 

La  naturaleza  del  animal , del  vegetal  y del  mineral  venenosos  entra 
como  base  esencial  para  que  lo  sean ; pero  por  eso  mismo  que  no  lo  son 
de  un  modo  absoluto,  porque  no  hay  nada  que  tenga  acción  absoluta, 
necesitan  de  condiciones  para  obrar,  y una  de  ellas  es  la  cantidad  , con- 
dición inseparable  también  de  todo  agente.  Upa  chispa  eléctrica  peque- 
ñísima apenas  hace  cosquillas;  el  rayo  destroza  un  edificio.  ¿Deja  por 
eso  la  electricidad  de  obrar  por  su  naturaleza? 

Un  grado  de  calor  que  afecte  el  termómetro  á cero,  hiela  el  agua; 
desde  unos  12,  la  pone  líquida  y tria ; de  12  á 25,  es  templada;  de  25  á 
mas  grados,  caliente;  á 100,  hierve  y se  evapora ; pasa  á vapor:  ¿deja 
por  eso  el  calórico  de  obrar  por  su  naturaleza? 

Un  milésimo  de  miligramo  del  humor  ponzoñoso  de  la  víbora  no  hará 
nada  depuesto  en  una  mordedura;  una  gota  perturba  la  salud  ; muchas 
picaduras  son  mortales.  ¿Deja  por  eso  de  pertenecer  á la  naturaleza  de 
ese  humor  la  propiedad  ponzoñosa  ? 

Arrobas  de  la  baba  del  perro  sano  no  dan  la  rabia  ; pocas  gotas  de  esa 
baba  del  hidrofóbico  la  hacen  desarrollar  en  el  mordido.  ¿Será  la  canti- 
dad de  baba  la  causa  de  la  rabia  ? 

Mala  podrá  ser  la  definición  de  Orfila , sobrino ; pero  es  mucho  peor 
la  crítica  de  M.  Tardieu , y peor  la  definición  que  quiere  que  sirva  de 
guia  al  toxicólogo,  puesto  que  pretende  que  admitamos , como  buena,  la 
del  Código  penal  francés.  Si  para  ser  veneno , y que  haya  envenena- 
miento basta  una  sustancia  que  pueda  dar  mas  ó menos  pronto  la  muerte, 
de  cualquier  modo  que  se  emplee  ó administre  , y cualesquiera  que  sean 
las  consecuencias;  un  vaso  de  agua  fria,  que  es  una  sustancia,  y que  con 
mucha  frecuencia  da  la  muerte  rápida,  muy  parecida  á una  intoxica- 
ción , seria  un  veneno,  y esa  muerte  un  envenenamiento. 

Ferreira,  después  de  hacerse  cargo  de  las  definiciones  de  Galeno,  Fo- 
deré  , Mead  , Orfila , Raspad , Monneret , Taylor-Traill  y la  nuestra  em- 
pírica, que  no  traduce  bien  , no  diciendo  nada  de  la  científica,  y que  es  la 
que  preferimos,  define  el  veneno  de  este  modo:  «Toda  sustancia,  que 
accidental  ó voluntariamente  introducida  en  la  economía  animal , á cierta 
dósis  superior  á la  farmacológica,  tiene  el  poder  de  alterar  profunda- 
mente la  salud , ó de  extinguir  la  vida  en  la  mayor  parte  de  los  casos.» 

Esta  definición  peca , en  nuestro  concepto,  por  querer  comprender  en 
la  acción  del  veneno  la  parte  moral  ó intencionada  del  que  le  da.  La 
introducción  voluntaria  ó involuntaria  no  hace  falta  para  definir  el  hecho 
ó la  virtud  de  la  sustancia  tóxica ; dada  voluntaria  é involuntariamente, 
siempre  hace  lo  que  le  es  propio.  La  definición  del  veneno,  en  Toxicolo- 
gía  , no  debe  referirse  mas  que  al  hecho  y condiciones  fisiológicas  ; de- 


— 132  — 

jando  completamente  á nn  lado  la  parte  moral,  las  intenciones  del  que 
le  da  o- le  toma.  La  acción  característica  del  veneno  no  tiene  nada  que 
ver  con  las  intenciones  del  que  le  maneja. 

Lo  de  la  dósis  superior  á la  farmacológica  es  una  frase  que  echa  á 
perder  por  sí  sola  la  definición  , porque  restringe  lo  definido ; no  lo 
comprende  todo.  Si  respecto  de  las  sustancias  que  se  emplean  como  me- 
dicamentos puede  ser  aceptable,  porque  las  comprende  en  la  definición, 
no  lo  es  respecto  de  las  que  no  son  nunca  medicamentos ; estas  nunca 
tienen  dósis  farmacológica;  de  consiguiente,  no  hay  dosis,  ni  supe- 
rior, ni  inferior  á la  medicinal,  y he  aquí  cómo  el  autor  las  excluye  sin 
quererlo  ; cómo  no  abraza  en  su  definición  todo  lo  definido. 

Hasta  respecto  de  las  sustancias  que  pueden  servir  y sirven  como  me- 
dicamentos , tejidria  que  descender  á mas  determinaciones  , para  que  la 
frase  fuese  clara  ; porque  las  dósis  medicinales  son  varias  , y cada  medi- 
camento tiene  la  suya,  según  los  casos  morbosos  y . el  tiempo  que  se 
venga  usando  el  medicamento. 

deioso  es  que  examinemos  mas  definiciones,  para  dar  con  una  que 
satisfaga,  queriéndolas  definir  de  un  modo  empírico,  y en  atención  á 
todas  las  consideraciones  que  preceden  , opino  que  debería  llamarse  ve- 
neno; bajo  el  punto  de  vista  de  los  autores  que  le  definen  de  ese  modo. 

• «Toda  sustancia  que , aplicada  al  interior  ó al  exterior  del  cuerpo  vivo , es,  á 
la  dósis  en  que  se  emplee , habitualmcnte  capaz  de  quitar  la  vida  ó de  alterar 
la  salud , sin  obrar  mecánicamente  y sin  reproducirse ,» 

La  definición  que  acabamos  de  dar  es  buena,  porque  realmente  el 
hecho  que  expresa  no  pertenece  mas  que  á las  sustancias  venenosas. 

Tiene  además  la  ventaja  de  no  prejuzgar  cuestión  alguna,  de  no  com- 
prometerse por  ninguna  doctrina  determinada  sobre  el  modo  de  obrar 
de  los  venenos,  puesto  que  prescinde  de  este  modo  de  obrar,  limitán- 
dose á consignar  el  hecho,  al  que  mas  bien  describe  que  no  define, 
siquiera  lo  baga  de  un  modo  general  ó vago. 

Si  un  código  hubiese  de  definir  el  veneno,  como  lo  hacen  algunos, 
debería  adoptar  esa  definición ; 'porque  en  una  ley  conviene  que  el  he- 
cho se  determine  , no  solo  de  un  modo  claro,  sino  que  esté  fuera  de  las 
contiendas  científicas  y al  abrigo  de  la  variaciones  de  opinión. 

El  distinguido  señor  Ferreira  encuentra  , sin  embargo,  en  esa  defini- 
ción , tai  como  acabamos  de  formularla,  algunos  reparos.  A los  comen- 
tarios que  hace  acerca  de  ella  , responderérnos  , en  primer  lugar,  que  no 
la  traduce  exactamente ; no  decimos  á la  dósis  en  que  se  emplea  habitual- 
mente, sino  á la  en  que  se  emplee,  lo  cual  significa  una  cosa  muy  diferente. 
Es  como  si  dijéramos  á la  dósis  á que  se  haya  empleado  en  el  caso  en 
cuestión,  se  verá  si  es  venenosa;  y que  decimos  esto  se  comprende,  ya 
que  no  por  la  sola  frase,  por  el  comentario  que  hacemos  de  ella. 

En  segundo  lugar , observaremos  á nuestro  ilustrado  comprofesor, 
cuando  nos  pregunta  por  qué  el' vidrio  molido  no  ha  de  ser  tenido  por 
..veneno,  que  ya  pudo  ver  la  razón  en  mas  de  un  pasaje  de  nuestro  Com- 
pendio; y si  no  le  satisface,  podía  haberla  combatido.  Una  pregunta  no 
es  una  refutación.  Pero  ya  que  nos  la  dirige,  sin  razonar  su  motivo,  diré- 
raos  al  digno  catedrático  de  Coimbra , que  el  vidrio  molido  obra  por  las 
puntas  y cortes  de  sus  fragmentos  en  polvo,  como  podrian  obrar  pedazos 
mayores;  y así  como,  siendo  de  tamaño  mayor,  no  le  llamaría  veneno, 
sino  agente  traumático,' así  tampoco  debe  llamarle  sustancia  tóxica  , por- 
que la  misma  acción  se  ejerce  por  partículas  menores , como  lo  son  las 


- 188  - 

del  polvo  de  vidrio.  El  efecto  que  produce  es  una  multitud  de  heridas 
en  la  mucosa,  y una  inflamación  que  termina  por  gangrena,  pero  que  es- 
de  naturaleza  traumática,  como  cualquier  otra  producida  por  armas  cor- 
tantes, destituidas  completamente  de  todo  carácter  tóxico. 

Respecto  del  virus  hidrofóbico  ó.lísico,  que  también  extraña  el  señor 
Ferreira  Macedo  Pinto  que  no.  se  comprenda  en  la  definición-,  dirémos 
que  , ti  atándose  de  una  definición  empírica,  y tai  como  la  dan  los  auto- 
res, los  virus  no  son  tenidos  por  venenos,  desde  que  Jacobo  Cataneo 
(siglo  xvi)  empezó  á distinguir  con  esa  voz , en  lo  antiguo  sinónima  de  ve- 
neno, los  humores  virulentos.  Los  autores , que,  al  definir  el  veneno,  no 
quieren  perder  de  vista  la  relación  de  sus  efectos  con  las  leyes  penales,  y 
el  uso  criminal  que  se  hace  de  las  sustancias  tóxicas,  no  tienen  por  ve- 
neno lo  que  no  puede  ser  instrumento  del  crimen.  Mas  nuestro  compro- 
fesor hubiera  podido  ver  lo  que  decimos  luego  de-esas  definiciones  em- 
píricas, y de  la  necesidad  de  una  definición  científica , que  en  seguida 
dábamos,  y vamos  á dar  luego,  y advertir  que  comprendemos  , como  lo 
verdinos,  al  hablar  de  la  clasificación  de  los  venenos,  entre  estos,  no  solo 
los  virus , sino  también  los  miasmas,  porque  en  la  definición  del  veneno, 
repito,  no  tenemos  que  tomar  en  cuenta  para  nada  la  parte  moral  de  la 
muerte  ó enfermedad  que  con  él  se  cause,  ni  si  el  veneno  puede  ser  ó no 
instrumento  del  crimen. 

Por  último,  la  definición  que  acabamos  de  dar  como  buena  y mejor, 
debe  entenderse  bajo  la  suposición  de  que  hayamos  de  definir  el  veneno 
empíricamente,  como  lo  hacen  los  autores,  cuyas  definiciones  hemos  censu- 
rado, enmendándola  en  lo  posible,  acomodándonos  á su  idea;  pero  esa 
definición  no  es  la  nuestra',  la  que  tenemos  por  mejor.  Yo  no  estoy  por 
las  definiciones  empíricas : á ellas  se  deben  esas  dificultades  que  encuen- 
tran los  autores  para  definir  el  veneno. 

En  una  obra  de  Toxicología  , donde  se  quiera  establecer  una  doctrina 
científica,  basada  en  el  modo  de  obrar  de  las  sustancias  venenosas  , una 
definición  empírica , siquiera  sea  la  que  acabamos  de  dar,  no  basta ; es 
necesario  expresar  en  ella,  no.  los  efectos  del  veneno,  sino  la  naturaleza 
de  su  acción  peculiar. 

El  estado  actual  de  conocimientos  y los  progresos  cada  dia  mas  no- 
tables de  la  química  orgánica , ya  nos  permiten  aspirar  á mas  que  á 
ser  puramente  descriptivos  en  la  definición  del  veneno;  ya  pqdemos 
darla,  expresando  en  ella  de  qué  manera  alteran  profundamente  la 
salud , ó quitan  la  vida  las  sustancias  que  pertenecen  á esa  clase  de 
cuerpos  especiales. 

Hoy  dia  no  puede  dudarse  , por  lo  menos  respecto  de  muchos , que  los 
venenos  entran  en  combinación  química  con  los  principios  constitutivos 
de  los  sólidos,  líquidos  y gases  del  cuerpo  humano;  que  unos  coagulan  la 
sangre;  que  otros  la  liqueíian ; que  otros  le  impiden  sus  combinaciones 
con  el  oxigeno;  que  le  alteran,  en  fin  , las  condiciones  fisiológicas,  por 
las  cuales  se  presta  á las  variadas  combinaciones  y metamorfosis  natura- 
les, para  surtir  á todos  los  órganos  y tejidos , y dar  lugar  á la  formación 
de  todos  los  productos  y actos  de  la  mida. 

A proporción  que  la  química  avanza,  que  los  experimentos  se  multi- 
plican y extienden  , ese  modo  de  considerar  los  venenos  queda  mas  con- 
firmado, y es  de  esperar  que  lo  que  hoy  no  ofrece  duda,  respecto  de  algu- 
nas sustancias  venenosas , tampoco  la'  ofrecerá  respecto  de  otras , cuyo 
modo  de  obrar  es  todavía  para  nosotros  empírico. 


— 134  — 

Por  lo  mismo  hay  ya  algunos  autores  que  definen  el  veneno  de  un 
modo  muy  diferente  de  lo  que  se  había  hecho  hasta  aquí. 

Liebig  , en  la  introducción  á su  Química  orgánica , donde  trata  con  tanta 
lucidez  de  las  reacciones  químicas  ejercidas  por  los  productos  del  reino 
orgánico  y de  la  química  viviente , considera  los  venenos  como  lo  acaba- 
mos de  indicar.  Según  este  autor,  deben  llamarse  venenos  los  cuerpos 
que,  puestos  en  contacto  con  los  tejidos  ó sus  principios  constituyentes, 
tienen  la  facultad  de  combinarse  con  ellos,  venciendo  la  fuerza  vital,  y 
produciendo  alteraciones  en  los  actos  de  la  vida. 

De  tal  manera  mira  este  autor  como  característico  del  veneno  la  acción 
química  , que  no  da  aquella  calificación  , rigurosamente  hablando,  á los 
cáusticos;  por  cuanto  obran  á la  manera  del  lluego  ó del  instrumento  cor- 
tante, esto  es,  destruyendo. 

Galtier  dice,  que  por  veneno  debe  entenderse  todo  cuerpo  que,  á con- 
secuencia de  su  acción  químico-dinámica  local , y sobre  todo  de  su  absor- 
ción , puede  dar  lugar  á desórdenes  orgánicos  ó funcionales  graves  ó 
mortales. 

Eduardo  Robín  considera  como  venenos  todas  las  sustancias  que  se 
oponen  á la  combustión  lenta  ó á la  acción  del  oxígeno  húmedo  sobre 
los  elementos  proteicos  de  la  sangre. 

De  los  escritos  de  Mialhe  se  deduce  claramente,  que  los  venenos  lo 
son  por  su  acción  química. 

No  habia  de  serme  difícil  acumular  aquí  definiciones  del  veneno  por 
el  estilo,  tomadas  de  los  químicos  modernos.  No  tardarán  los  lexicólogos 
en  seguirlos , y dia  llegará  en  que  ninguno  dejará  de  definir  los  venenos 
de  esa  manera. 

Yo,  que  participo  de  estas  ideas , que  tengo  ya  manifestada  mi  opinión 
sobre  lo  que  es  la  vida  y cómo  se  realizan  sus  actos  (*),  considero  los  ve- 
nenos como  agentes  químicos  que,  entrando  en  combinación  con  los 
principios  de  la  sangre  y de  los  tejidos , dan  lugar  á la  formación  de 
cuerpos  ó productos  anormales , faltos  de  las  condiciones  fisiológicas  de- 
bidas, de  lo  cual  han  de  seguirse  forzosamente  alteraciones  mas  ó menos 
profundas  en  la  salud , alteraciones  que  se  comprenden  y explican  cla- 
ramente por  los  efectos  químicos  de  esas  sustancias  venenosas.  Si  los 
efectos  de  algunas  quedan  todavía  por  explicar,  es  precisamente  porque 
todavía  no  se  conoce  bien  la  acción  química  que  ejercen  ó el  modo  como 
la  ejercen. 

Por  lo  tanto,  yo  definiré  el  veneno  de  esta  manera : 

«Veneno  es  toda  sustancia  que,  puesta  en  contacto  con  los  sólidos,  lí- 
quidos ó gases  del  cuerpo  vivo , es  capaz  de  determinar  por  su  propia 
naturaleza , y bajo  ciertas  condiciones , fenómenos  químicos , y fisioló- 
gicos anormales , é incompatibles  con  la  salud  y la  vida.» 

No  me  importa  que  se  diga  que  los  miasmas  y virus  hacen  otro  tanto; 
porque  también  son  sustancias  venenosas , en  el  rigor  de  la  palabra  ; son 
especies  de  venenos , y verdaderas  intoxicaciones  lo  que  producen  , aun- 
que especiales  también  , debidas  igualmente  á una  acción  química.  Si- 
quiera haya  diferencias,  las  que  expondré  dentro  de  poco,  no  por  eso  hay 
razón  para  negarles  el  carácter  genérico  de  venenos. 

Ea  doctrina  en  que  se  funda  esta  definición  no  puede  tener  aquí  su 


(‘)  Eximen  critico  de  la 
dinamismo  vital 


Homeopatía , 


t.  II;  todas  las  lecciones  dedicadas  al  estudio  del 


— 135  - 

debido  desarrollo ; mas  ya  la  explanarémos  en  su  lugar,  eh  especial  cuan- 
do tratemos  del  modo  de  obrar  de  los  venenos;  entonces  veremos  con 
cuánto  fundamento  procedemos  de  este  modo. 

Resulta,  pues  , de  lo  dicho , que  el  veneno  puede  definirse  de  dos  ma- 
neras, empírica  y racionalmente.  La  definición  empírica  no  prejuzga  nin- 
guna cuestión,  yse  limita  á trazar  de  un  modo  muy  general,  vago,  y por 
lo  mismo  expuesto  á dudas,  los  efectos  de  la  sustancia  que  lleva  ese  nom- 
bre; al  paso  que  la  racional  ya  consigna  una  doctrina,  el  modo  de  obrar 
de  esas  sustancias,  y define  por  lo  tanto  la  naturaleza  de  su  acción. 

Podemos  añadir,  que  la  primera  se  refiere  á los  efectos  sintomáticos  ó 
secundarios,  y la  segunda  á los  químicos  ó primitivos. 

Puesto,  pues,  que  hemos  visto  lo  que  es  veneno , pasemos  á establecer 
las  diferencias  que  hay  entre  él  y el  medicamento,  el  alimento,  el  miasma 
y el  virus. 

8 n.  —Caracteres  diferenciales  del  veneno. 

Cuando  no  se  apela  á la  química  para  explicar  las  diferencias  que  ca- 
ben entre  el  veneno,  el  medicamento,  el  alimento , los  miasmas  y los  vi- 
rus, es  de  todo  punto  imposible  trazarlas  de  una  manera  terminante  y 
explícita,  y cuantos  lo  pretenden,  se  pierden  en  una  multitud  de  inexac- 
titudes y vaguedades.  Jamás  se  circunscriben  los  límites  , ni  se  marcan 
netamente  las  verdaderas  diferencias. 

Hay  muchas  sustancias  que  son  venenosas,  bajo  un  aspecto,  ó en  ciertas 
condiciones,  y en  otras,  ó bajo  otro  aspecto,  son  medicamentos;  la  ma- 
teria médica  utiliza  gran  parte  de  las  sustancias  tóxicas;  hay  alimentos 
dados  como  medicamentos.  La  cantidad  les  sirve  de  base  á muchos  para 
diferenciar  un  mismo  cuerpo , para  tenerle  por  medicamento  ó veneno, 
y en  muchas  ocasiones  no  es  tanto  la  cantidad , como  el  estado  en  que 
se  halla  el  sugeto. 

Respecto  de  los  miasmas  y los  virus,  la  procedencia  se  explota  para  Ja 
diferencia  , y lo  único  que  puede  distinguir  los  últimos,  es  su  virtud  re- 
productiva. 

Apelando  á la  química,  definiendo  el  veneno  como  lo  hemos  hecho  con 
relación  á su  modo  de  obrar , las  diferencias  resultan  de  un  modo  mas 
terminante,  y permiten  deslindar  de  una  manera  mas  fija  la  categoría  de 
cada  cuerpo  ó sustancia. 

Por  mas  que  pretendan  lo  contrario  los  vitalistas,  no  es  posible  negar 
que,  tanto  los  principios  constitutivos  de  los  tejidos,  como  los  de  los  hu- 
mores , y en  especial  la  sangre,  manantial  fecundo  del  cual  se  surten  to- 
dos los  órganos  para  su  nutrición  y la  elaboración  de  sus  productos , se 
prestan  á ciertas  afinidades,  á ciertas  acciones  y reacciones,  las  que,  con- 
sistiendo en  composición  y descomposición  de  cuerpos,  en  metamórfosis 
de  principios  inmediatos,  en  catálisis  combinante  é isomérica,  como  los 
asimilatrices , ó en  catálisis  por  desdoblamiento,  como  los  desasimilatri- 
ccs.son  siempre  de  naturaleza  química;  son  hechos  químicos  de  acción 
directa  por  contacto;  siquiera  sean  especiales;  siquiera  se  efectúen  bajo 
la  influencia  de  lo  que  los  vitalistas  llaman  vida,  fuerzas  vitales,  dinamismo 
vital,  ó cualquier  otro  nombre,  con  el  que  exprese  lo  que  preside  los 
actos  de  la  organización ; influencia  que  desconocemos  en  su  naturaleza 
íntima. 

Las  leyes  de  la  organización,  sea  animal,  sea  vegetal , han  establecido 
esas  acciones  y reacciones,  como  condición  tiñe  qua  non  de  la  vida  y la 


- 136  - 


salud,  v siempre  que  hay  alteraciones  en  ellas,  ó no  se  efectúan  como  es 
la  calnd  se  perturba,  la  vida  se  suspende  ó acaba. 
d Auncme  respectóle  la  organización  vegetal,  sucede,  en  lo  que  le  atañe, 
lo  propio  que  en  la  animal,  y en  la  de  los  animales  lo  propio  que  en  el 
hombre-  aquí  me  referiré  principalmente  á la  economía  humana. 

La  sangre,  por  lo  mismo  que  lia  de  surtir  á todos  los  órganos  , que  de 
ella  han  de  salir  todos  los  productos  del  cuerpo  humano,  es  un  compuesto 
complexísimo,  cuyos  factores  tienen  entre  sí  poca  afinidad,  y su  conjunto 
poca^ fuerza  química  dominadora  : hé  aquí  por  qué  cualquier  agente  la 
modifica  y altera,  haciéndole  sufrir  transformaciones  liaseenclentales. 

Esto  sentado,  se  deja  concebir  como  todo  cuerpo  de  alguna  acción  quí- 
mica, que  se  ponga  en  contacto  con  los  principios  constitutivos  de  los 
tejidos  y la  sangre,  la  han  de  ejercer  y producir  diversos  efectos,  tanto 
químicos  como  fisiológicos,  según  la  naturaleza,  la  cantidad  de  esos  cuer- 
pos , el  estado  de  la'  organización  y otras  condiciones  que  en  su  lugar 


veremos. 

Resumiendo  todos  esos  casos  en  los  grupos  mas  sintéticos,  dejando  la 
análisis  de  todos  para  mas  tarde,  podemos  decir  que,  á consecuencia  de 
ese  contacto  con  cuerpos  que  se  introducen  en  nuestra  economía , se  ve- 
rifican combinaciones  contrarias  á las  leyes  fisiológicas  ó,  á las  funciones 
orgánicas,  y combinaciones  favorables,  apropiadas  á la  nutrición. 

Siempre  que  el  agente  químico  no  es  asimilable , está  dotado  de  una 
fuerza  química,  superior  al  de  los  principios  constitutivos  de  los  tejidos 
y de  los  humores  del  cuerpo  humano  , y forma  combinaciones  anormales 
que  quitan  á los  sólidos  y líquidos  sus  condiciones  fisiológicas,  hay  un 
efecto  contrario  á la  conservación  de  la  salud  y de  la  vida. 

Todo  lo  contrario  sucede  cuando  esos  cuerpos  son  asimilables  ó tie- 
nen poca  fuerza  química , incapaz  de  vencer  la  de  los  principios  de  la 
economía  animal;  en  estos  casos  las  combinaciones  que  resultan  son  fa- 
vorables á la  vida. 

A la  primera  clase  de  esos  cuerpos  corresponden  los  de  composición 
sencilla  ó los  simples;  á la  segunda  los  de  composición  complexa. 

Los  cuerpos  simples , los  binarios  y hasta  los  ternarios  del  reino  mi- 
neral, tienen  por  punto  general  gran  fuerza  química,  grande  aptitud  á 
combinarse , á provocar  descomposiciones  en  los  cuerpqs  con  los  que  se 
ponen  en  contacto.  ¿Quién  no  sabe  que  es  notable  esa  fuerza  en  los  cuer- 
pos simples,  que  ocupan  los  extremos  de  la  línea,  en  que  están  coloca- 
dos por  su  electricidad?  ¿Quién  no  sabe  la  facilidad  con  que  se  oxidan  los 
metales,  la  afinidad  del  cloro,  yodo,  bromo  , etc.,  la  de  los  óxidos  y áci- 
dos? ¿Quién  no  sabe,  en  fin,  que,  á proporción  qué  entran  mas  factores  en 
un  compuesto,  deja  este  de  ejercer  su  actividad  química  , prestándose  á 
la  acción  de  otros  cuerpos  de  composición  mas  sencilla  para  descompo- 
nerse ó metamorfosearse? 

Id  poniendo  en  contacto  de  los  tejidos  vivos  y de  la  sangre  los  diversos 
cuerpos  de  los  tres  reinos,  y vereis  cómo  la  ley  que  preside  á sus  acciones 
y reacciones  no  los  abandona  nunca.  En  la  organización  no  hay  cuerpos 
simples  al  estado  libre.  El  oxígeno,  el  ázoe  y el  hidrógeno  están  disuel- 
tos en  los  humores.  La  análisis  química  encuentra  en  el  cuerpo  humano 
noventa  y seis  principios  inmediatos  de  existencia  bien  determinada  (!). 


/ 

nr iCL^,ímíi^lw*caan“íámfc*»  e,c-’  de  Robin  Y Verdeill,  tomo  I,  pág.  139  y 130.  Po 
P P talo,  en  anatomía  química , que  es  como  aquí  se  expresa,  se  eatipade  todo 


- 137  - 

A la  formación  de  esos  principios , unos  definidos , otros  indefinidos,  no 
contribuyen  todos  los  cuerpos  simples  conocidos;  solo  junos  pocos  entran 
enjuego,  tanto  en  el  hombre  como  en  los  animales  superiores,  durante 
ese  continuo  cambio  de  materia  entre  el  mundo  exterior  y las  organiza- 
ciones, con  el  cual  la  vida  se  sostiene.  Entre  los  metaloídeos  están  el  hi- 
drógeno, el  oxígeno,  el  azufre,'  el  flúor  , el  cloro,  el  ázoe,  el  fósforo,  el 
carbono  y el  silicio;  entre  los  metales,  el  potasio , el  sodio,  el  calcio , el 
magnesio  y el  hierro.  Como  accidentales,  y con  ciertas  restricciones,. se 
pueden  añadir  eLcobre,  el  plomo,  el  arsénico,  él  manganeso  y algún  otro. 

Todos  esos  cuerpos  forman  parte  de  la  organización  animal , al  estado 
normal ; pero  ninguno  de  ellos,  exceptuando  el  oxígeno,  se  encuentra  en 
aquella  al  estado  libre,  y aun  hay  quien  dice  que  es  en  un  estado  parti- 
cular; todos  penetran  en  la  economía,  bajo  la  forma  de  combinaciones  y 
no  como  cuerpos  simples;  esas  mismas  combinaciones  pueden  modificarse 
todavía  en  el  torrente  de  la  circulación,  saliendo  los  compuestos  en  un 
estado  muy  diferente  del  en  que  entraron.  Los  metaloídeos  forman  parte 
de  combinaciones  orgánicas;  el  ázoe,  el  carbono,  el  hidrógeno,  el  oxí- 
geno, etc. , llegan  en  estado  de  principios  inmediatos  con  las  sustancias 
alimenticias;  el  cloro,  el  azufre,  el  fósforo,  penetran  combinados  con  ma- 
terias salinas  ó formando  parte  integrante  de  la  fibrina  y de  la  albúmina. 

En  esos  estados  de  combinación,  no  tiene  fuerza  química  dañosa,  y 
tanto  por  eso,  como  por  su  escasa  cantidad,  lejos  de  perturbar  el  movi- 
miento molecular  de  la  sangre  y los  tejidos , y las  funciones  de  aquella  y 
los  órganos,  sostienen  el  movimiento  de  la  vida. 

Siquiera  se  diga,  pues , que  hay  en  la  economía  humana  , fósforo , ar- 
sénico, cloro,  etc. , entiéndase  que  es  en  estado  de  combinación  , y que 
en  tal  estado  entran  con  los  alimentos  y bebidas. 

Los  alimentos  orgánicos  son  todos  compuestos  y complexos.  Sujeta  la 
sangre  á un  incesante  movimiento  de  composición  y descomposición,  era 
necesario  que  así  fuese;  de  lo  contrario,  no  hubieran  podido  llenarse  sus 
fines:  los  principios  proteicos  que  tienen  mas  metamórfosis , presentan 
mas  ó menos  fijeza  de  composición,  según  las  partes  que  constituyen  : la 
sangre,  que  es  la  que  ha  de  prestarse  á mas  afinidades,  es  el  humor  mas 
complexo,  el  que  menos  fuerza  química  tiene;  cualquier  agente  la  altera. 

Estas  sencillas  consideraciones,  que  no  extendemos  mas  aquí,  porque 
hemos  de  volver  á ellas  en  otra  parte,  bastan  y sobran  para  dar  á com- 
prender cuándo  han  de  ser  venenos,  medicamentos  ó alimentos  las  sus- 
tancias que  se  pongan  en  esfera  de  actividad  con  los  sólidos,  líquidos  y 
gases  de  nuestra  economía. 

Siempre  que  los  cuerpos  estén  dotados  de  gran  fuerza  química  , ó lo 
que  es  jo  mismo,  que  tengan  composición  sencilla,  vencerán  la  de  los 
principios  constitutivos  de  íos  tejidos  y humores;  determinarán  en  ellos  fe- 
nómenos químicos  anormales;  los  alterarán  profundamente  en  su  compo- 
sición ; les  quitarán  sus  condiciones  fisiológicas;  serán  , por  lo  tanto,  ve- 
nenos, porque  alterarán  profundamente  la  salud,  ó producirán  la  muerte. 

- Siempre  que  esos  cuerpos  tengan  composición  complexa,  ó poca 
fuerza  química,  sufriendo  fácilmente  metamórfosis , puestos  en  contacto 
con  los  sólidos  y líquidos  de  nuestro  cuerpo , dando  lugar  á productos 

individuo  de  los  últimos  cuerpos  que  constituyen  ó han  constituido  el  organismo,  á los  que 
se  puede  reducir  por  análisis  anatómica  la  sustancia  organizada  , y que  no  se  puede  gub- 
dividir en  otras  materias,  sin  alterar  su  naturaleza  química.  (Obr.  y tomo  cit.,  pág.  98), 


- 138  — 

asimilables,  no  solo  no  le  serán  nocivos,  sino  que  servirán  perfectamente 
para  su  nutrición  y reparación ; serán  por  lo  tanto,  alimentos. 

lié  aquí  por  que "no  hay  ningún  cuerpo  simple,  ni  ácido,  ni  álcali,  ni 
óxido'  ni  sal,  que  sea  alimenticio,  como  no  extendamos  esta  calidad  á 
lodo  cuerpo  que  forme  parte  constituyente  de  los  humores,  y en  especial 
ja  sangre;  hé  aquí  por  qué  la  mayor  parte,  y en  especial,  los  de  mucha 
fuerza  química  , son  venenosos.  Fié  aquí  por  qué  los  cuerpos  procedentes 
del  reino  mineral , de  composición  sencilla  , pues  hay  pocos  cuaterna- 
rios, no  pueden  alimentar,  y tienen  en  su  mayor  parte  asiento  entre  las 
sustancias  venenosas.  Hé  aquí  por  qué  los  alimentos  salen  del  reino  ve- 
getal y animal , y no  precisamente  de  sus  ácidos  y álcalis,  ó cuerpos  con 
principios  de  composición  sencilla  también,  que  los  haga  conducirse  en 
sus  combinaciones  de  un  modo  análogo  á los  minerales,  sino  de  los  neu- 
tros y de  las  mezclas  , cuerpos  de  composición  complexa  , de  cuyas  me- 
tamórfosis  ó transformaciones  salen  principios  de  poca  fuerza  química, 
asimilables  , propios  para  reparar  las  pérdidas  que  sufre  la  organización 
en  su  continuo  movimiento  molecular  de  asimilación  y desasimilacion, 
que  constituye  del  modo  mas  esencial  la  vida. 

El  oxígeno,  otro  de  los  principios  inmediatos,  cuerpo  simple  , dotado 
de  una  fuerza  química  eminente , puesto  en  contacto  con  nuestros  sólidos 
y líquidos,  sigue  esa  ley  de  una  manera  patente  é invariable.  Todos  sa- 
ben que  le  respiramos  y que  á él  debemos  principalmente  la  vida  ; esta 
se  suspende  y acaba,  desde  el  momento  que  dejamos  de  respirar.  Sin  él, 
muchos  principios  alimenticios  no  acabarían  de  adquirir  su  virtud  plás- 
tica ; él  completa  la  sanguificacion  y el  desarrollo  de  los  tejidos.  Pues 
bien;  el  oxígeno  puede  considerarse  en  último  resultado,  como  un 
veneno , y de  los  mas  activos  ; no  solo  no  es  alimento,  ni  puede  serlo, 
sino  que  ños  gasta  y nos  devora.  Respirado  puro  y en  gran  cantidad,  nos 
mata , inflamando  intensamente  las  vías  respiratorias;  el  aire  con  que 
viene  mezclado  templa  su  acción  tóxica.  Aun  así  seguiría  matándonos, 
si,  por  medio  de  los  alimentos,  no  acudiéramos  á neutralizar  su  acción 
tóxica  ó destructiva;  los  alimentos,  los  principios  alimenticios,  con  los 
cuales  se  combina,  son  su  antídoto  , mejor  su  contraveneno. 

Suspended  la  alimentación  , y la  intoxicación  empezarán  manifestarse, 
la  postración  de  fuerzas,  la  sed,  el  hambre,  la  demacración  , etc.,  etc.; 
hé  aquí  los  síntomas  de  la  intoxicación  oxigenal. 

Cuando  Moleschott  indica  que  el  oxígeno  es,  por  decirlo  así,  también 
un  alimento , una  sustancia  nutritiva  , lo  funda  en  que  se  combina  con 
los  principios  alimenticios,  absorbidos  por  los  intestinos,  y acaba  la  san- 
guificacion  y el  desarrollo  de  los  tejidos  (l).  Cierto  que  , mirado  bajo  ese 
aspecto,  y al  principio  de  su  acción,  él  es  el  que  acaba,  como  ya  lo  llevo 
dicho,  de  elevar  á su  mayor  categoría  orgánica  y nutritiva,  los  princi- 
pios albuminoídeos  , preparados  por  la  digestión.  La  caseína  de  la  leche, 
por  ejemplo  , en  el  estómago , se  eleva  á la  categoría  de  albúmina , toma 
lósforo;  con  la  hematosis  se  cambia  en  fibrina,  ha  tomado  mas  oxígeno. 

Mas  siquiera  el  oxígeno  respirado  vaya  elevando  ciertos  principios  ali- 
menticios á mayor  grado  de  desarrollo  orgánico  y nutritivo  por  medio  de 
mayores  grados  de  oxidación,  por  lo  cuaí  puede  tomarse,  como  dice  Mo- 
leschott, por  alimento,  aunque  imperfecto  ; no  por  eso  deja  de  ser  un 
destructor,  un  veneno,  puesto  que  él  es  el  agenté,  que,  cuando  llegan (*) 


(*)  Obra  cit.,  t.  I,  p.  «09. 


- 139  — 

esos  principios  á su  último  grado  de  desenvolvimiento , los  lleva  á la  des- 
composición , y bajo  su  acción  se  transforman  en  urea , agua  y ácido  car 
bónico,  y,  si  conforme  se  gastan  los  tejidos  con  esas  pérdidas,  no  llega- 
sen nuevos  principios  alimenticios  á la  sangre , procedentes  de  la  diges- 
tión , el  sugeto  perecería  bajo  la  acción  devoradora  de  ese  oxígeno. 

El  mismo  Moleschott  confirmará  mis  asertos.  Hé  aquí  lo  que  dice  en 
otra  parte : «A  medida  que  la  sangre  y los  tejidos  se  descomponen  de 
más  ó más,  bajo  la  acción  permanente  de  la  respiración , para  reducirse  al 
fin  en  urea , agua  y ácido  carbónico  , el  desarrollo  se  cambia  en  descom- 
posición í1). 

Algunas  páginas  antes  está  mas  explícito.  «La  cantidad  de  albúmina 
que  añadimos  todos  los  dias  á nuestro  cuerpo  , basta  para  compensar  la 
urea  que  eliminamos.  El  oxígeno,  que  inspiramos,  conduce  sucesiva- 
mente la  albúmina  á grados  de  combustión  cada  vez  mas  elevados.  Así 
nacen  en  la  sangre,  la  fibrina  y los  compuestos  que  Mulder  llama  los 
óxidos  superiores  de  la  albúmina.  Mas  el  oxígeno  penetra  en  los  tejidos, 
atravesando  las  paredes  de  los  vasos  capilares,  y cambia  la  albúmina  en 
materias  reductibles  á cola;  los  elementos  plásticos  en  creatina,  en 
ácido  úrico  , en  urea  y en  ácido  carbónico.  Quince  dias  bastan  para  que  esa 
combustión , que  se  efectúa  en  un  cuerpo  que  no  recibe  nada  capaz  de  reparar  sus 
pérdidas , produzca  una  pérdida  de  albúmina  tan  grande  , que  la  muerte  por 
inanición  es  su  inevitable  consecuencia  (2).» 

Véase,  pues,  cómo  el  oxígeno,  en  el  sentido  que  lo  he  dicho  , puede 
ser  considerado  afuer  de  veneno. 

La  leche  es  el  prototipo  de  los  alimentos,  es  un  alimento  completo 
que  contiene  principios  albuminoídeos,  adipógenos,  grasa  y sales.  ¿Y  por 
qué?  Porque  es  un  cuerpo  complexo,  dotado  de  poca  fuerza  química, 
el  que , puesto  en  contacto  con  los  humores  del  tubo  digestivo,  se  me- 
tamorfosea  ó transforma  en  productos  eminentemente  alimenticios,  los 
que  acaban  su  desenvolvimiento  en  el  torrente  circulatorio  por  medio  de 
la  hematosis.  Su  caseína,  entre  otras,  se  transforma  en  albúmina  en  el 
estómago  , y en  la  sangre  se  eleva  al  rango  de  fibrina. 

La  diferencia  , pues , entre  el  veneno  y el  alimento  está  bien  marcada. 
Es  veneno  todo  lo  que  vence  la  fuerza  de"  los  tejidos  y humores  del  cuerpo 
humano,  dando  lugar  á combinaciones  destituidas  de  condiciones  fisioló- 
gicas, determinando  fenómenos  químicos,  anormales,  incompatibles  con 
la  vida  ó la  salud  , perturbadores  del  movimiento  molecular  de  la  sangre 
y de  los  tejidos  ; es  alimento  todo  lo  que  cede  á la  fuerza  de  los  agentes  fisio- 
lógicos, dando  lugar  á la  formación  de  principios  asimilables,  reparado- 
res de  la  sangre , y de  los  elementos  constituyentes  de  los  tejidos.  Todo 
lo  que  contiene  principios  albuminoídeos,  grasa,  adipógenos  y sales, 
es  un  alimento  completo;  el  que  no  contiene  todo  eso,  es  incompleto, 
y cada  uno  de  esos  principios  es  un  elemento  alimenticio,  no  un  alimento. 

Veamos  si  darémos  con  la  diferencia  entre  el  veneno  y el  medicamento. 

La  fuerza  química  de  todo  cuerpo  es  siempre  la  suma  de  la  que  tiene 
cada  uno  de  sus  átomos  y la  del  estado  que  tengan  estos  para  obrar ; no 
le  servirá  de  mucho  su  gran  fuerza  química,  si  la  cohesión,  por  ejem- 
plo , los  contiene  : hé  aquí  por  qué  la  solución  y la  difusión  son  dos  cir- 
cunstancias altamente  favorables  á las  combinaciones. 


— 140  — 

De  esto  se  sigue  lógicamente  que  no  solo  debemos  tener  en  cuenta, 
para  apreciar  la  fuerza  química  de  un  cuerpo  , el  lugar  que  ocupa  en  la 
lista  formada  con  arreglo  al  modo  como  se  conducen  en  la  pila  , sino  á 
su  estado  de  solución  y á su  cantidad. 

Esto  sentado,  empieza  á ponerse  en  relieve  la  diferencia  entre  el  ve- 
neno y el  medicamento.  Una  sustancia  venenosa  lo  es  porque  entra  en 
combinación  con  los  principios  de  la  economía.  Esta  combinación  es  ato- 
mística; un  átomo  del  veneno  se  combina  con  uno  ó mas  de  ciertos  prin- 
cipios plásticos  de  los  tejidos  ó de  la  sangre;  la  combinación  que  resulta 
es  un  cuerpo  mitad  orgánico  , mitad  inorgánico  ó mejor  anormal,  fallo 
de  las  condiciones  fisiológicas. 

Si  el  veneno  está  en  poca  cantidad , habrá  poca  cantidad  de  los  prin- 
cipios plásticos  alterados;  la  economía  deberá  resentirse  menos , y tan 
pequeña  puede  ser,  que  pase  desapercibida  la  alteración.  Todo  lo  contra- 
rio sucederá,  si  la  cantidad  fuere  considerable. 

Se  dirá  que  hay  venenos  ó sustancias,  cuya  cantidad  tóxica  es  peque- 
ñísima, y sin  embargo , los  estragos  son  terribles.  Es  verdad,  pero  nó- 
tese bien ; en  esos  casos  no  hay  poca  cantidad  de  principios  plásticos  al- 
terados, sino  mucha. 

Es  sabido  que  los  cuerpos  no  se  combinan  siempre  átomo  por  átomo,  ó 
equivalente  por  equivalente.  Las  diferencias  de  fuerza  química  hacen 
que  un  átomo  del  uno  se  combine  con  dos,  tres,  cuatro  , ó más  del  otro; 
de  suerte  que  bien  puede  darse  poca  cantidad  de  aquel,  y mucha  de  este. 

Con  ciertos  venenos  minerales  sucede  precisamente  eso.  Ahí  están  el 
ácido  arsenioso  y el  bicloruro  de  mercurio,  como  ejemplos  á propósito 
para  esclarecer  esta  cuestión.  Harto  es  sabido  que  en  poca  cantidad  son 
venenosos:  uno  ó dos  granos  bastan  para  matar  ó producir  terrible  es- 
trago. ¿Y  es  acaso  pequeña  la  cantidad  de  principios  plásticos  que  alte- 
ran combinándose  con  ellos?  No  por  cierto. 

Tres  granos  y cuatro  decigramos  de  grano  de  ácido  arsenioso  ó cinco 
granos  de  sublimado  corrosivo  se  combinan  con  cien  granos  de  fibrina 
disuelta  en  agua,  en  esta  proporción  6,301  partes  de  fibrina  con  30,000 
de  agua , que  es  como  se  halla  normalmente  en  la  sangre  viva.  Un  grano 
y una  cuarta  parte  de  grano  de  ácido  arsenioso  se  combinan  con  cien 
granos  de  albúmina. 

Hé  aquí  cerca  de  cuatro  escrúpulos  de  estos  principios  plásticos  conver- 
tidos en  un  compuesto,  mitad  orgánico,  mitad  inorgánico,  destituido, 
por  lo  tanto , de  las  condiciones  fisiológicas  que  le  son  propias;  así  se 
comprende  cómo  poca  cantidad  de  esas  sustancias  es  venenosa,  porque 
es  mucha  la  de  los  principios  plásticos  que  altera.  Para  que  dejen  de  ser 
venenosas,  es  necesario  darlas  á mínimas  fracciones  de  grano.  Así  podrá 
soportarlas  la  economía  sin  trastorno , y aun  cuando  haya  cierta  canti- 
dad de  principios  plásticos  alterada,  no  asimilable  /muerta,  se  despren- 
derá, como  en  efecto  se  desprende,  y la  organización  seguirá  su  curso. 

Si,  por  otra  parte,  los  tejidos  ó la  masa  de  la  sangre  se  hallan  en  un 
estado  morboso,  debido  á la  alteración  en  las  proporciones  de  sus  prin- 
cipios ó á la  introducción  y formación  de  otras  que  dichos  venenos  ata- 

3uen,  podrá  resultar  un  beneficio  á esa  organización  déla  administración 
e esas  sustancias , hasta  en  dósis  menos  fraccionadas. 

Hé  aquí , pues , cómo  pueden  ser  las  mismas  sustancias  venenos  y me- 
dicamentos , según  la  cantidad  y el  estado  de  la  economía.  En  otras  oca- 
siones, como  verémosensu  lugar,  el  veneno  no  mata  ¿ altera  la  salud 


- íll  - 

por  combinarse  cada  átomo  suyo  con  mas  ó menos  átomos  de  los  princi- 
pios proteiformes;  sino  porque  provoca  una  descomposición , una  meta- 
morfosis morbosa  en  la  masa  de  la  sangre  y los  tejidos,  la  que,  co- 
municada á una  molécula  , esta  la  provoca  á su  vez  á la  inmediata,  y 
así  sucesivamente , hasta  alcanzarla  transformación  de  todo  el  cuerpo  ó 
de  una  gran  parte , si,  en  tanto  que  avanza,  no  encuentra  ese  movi- 
miento de  descomposición  nada  que  se  le  oponga. 

Los  venenos  de  los  animales  ponzoñosos  probablemente  obran  de  esta 
.manera.  La  echidnína  es  la  ptyalina  de  la  víbora.  No  obran  de  otra  las  sus- 
tancias en  putrefacción  y los  virus.  En  tales  casos , poca , poquísima  can- 
tidad también  basta  para  matar  ó producir  grandes  trastornos ; pero  es 
porque  también  hay  gran  cantidad  de  materia  viva  transformada.  Si,  al 
empezar  el  movimiento  de  descomposición , hubiese  algo  que  le  detuviera, 
la  intoxicación  no  se  verificaria.  Por  eso  la  detienen  los  cáusticos  y los 
antipútridos  y cuerpos  dotados  de  gran  fuerza  química.  La  misma  escasez 
ó exigüidad  de  materia  tóxica  puede  no  provocar  ese  movimiento  ó pro- 
vocarle en  poco  radio.  Nada  mas  común  en  química,  tanto  orgánica  como 
inorgánica,  que  no  desplegar  un  cuerpo  su  acción,  por  no  haber  suficiente 
cantidad  de  átomos  para^ello.  ílay  reactivos  que,  como  no  estén  en  ex- 
ceso, no  dan  resultado,  b le  dan  escaso. 

Por  último,  hay  otros  cuerpos,  como  lo  verémos  también,  que  impiden 
la  hematosis,  la  combustión  lenta  que’se  efectúa,  durante  la  respiración; 
entrando  ó no  en  combinación  con  la,  sangre , en  mucha  cantidad  y por 
algún  tiempo,  matan;  en  poca,  ó por  poco  tiempo,  pueden  producir  bene- 
ficios. Tales  son,  entre  otros  muchos,  los  anestésicos,  por  ejemplo. 

Si  de  las  reflexiones  que  preceden  resulta  , que  la  cantidad  de  sustan- 
cia por  un  lado,  y por  otro  el  estado  de  salud  ó de  enfermedad  del  sugeto 
que  la  toma,  pueden  hacer  que  ciertos  cuerpos  de  acción  química,  supe- 
rior á la  de  la  sangre  y principios  inmediatos  de  jos  tejidos  , unas  veces 
maten  ó trastornen  la  salud,  como  venenos , y otros  restablezcan  la  salud 
alterada,  como  medicamentos ; no  por  eso  hay  razón  para  negar  la  dife- 
rencia real  y positiva  que  existe  entre  el  veneno  y el  medicamento,  ni 
para  fundarla  en  la  cantidad,  estado  del  sugeto,  ni  otras  condiciones  ca- 
paces de  modificar  los  efectos  de  las  sustancias  venenosas. 

En  primer  lugar,  ni  la  cantidad,  ni  el  estado  del  sugeto,  pueden  dar 
á una  sustancia  una  naturaleza  diferente  de  la  que  tiene  y á la  que  debe 
sus  propiedades;  jamás,  por  ejemplo,  harán  que  la  cafeína  produzca  lo 
que  la  morfina ; el  ácido  acético,  lo  que  el  cianhídrico;  el  óxido  de  hierro, 
loque  la  potasa  ; el  hidrógeno  carbonado,  loque  el  hidrógeno  arsenicado; 
la  baba  del  perro  sano,  lo  que  la  del  rabioso ; la  culebra  común,  lo  que  la 
vibora,  etc.  Luego  hay  algo  mas  que  la  cantidad,  que  el  estado  del  sugeto 
en  esa  diferencia  de  efectos;  hay  la  naturaleza  de  la  sustancia , y cada  una 
obra  según  las  propiedades  que  le  debe ; ella  es  la  que  les  hace  des-, 
plegar  tal  ó cual  acción  , de  esta  ó aquella  índole , si  bien  esta  acción  no 
es  absoluta,  necesita  de  ciertas  condiciones,  y según  cuál  sea  la  influen- 
cia de  estas , la  ley  general  de  todo  agente  se  cumple ; los  efectos  no  son 
los  mismos. 

Que  un  ácido  no  se  combine  con  una  base,  hallándose  los  dos  al  estado 
sólido,  á la  temperatura  ordinaria,  ni  disueltos,  si  no  están  en  las  debidas 
proporciones  y el  grado  correspondiente  de  solución , etc. , etc. , no 
quita  que  el  uno  sea  ácido  y el  otro  base,  ni  que  tengan  la  propiedad  de 
combinarse  y formar  una  sal. 


— 142  — 

Por  eso  cuando  Orilla  (sobrino)  dice  en  la  definición  del  veneno , que 
obra  por  su  naturaleza,  dice  bien,  y M.  Tardieu  está  fuera  de  propósito, 
teniendo  por  vana  y errónea  esa  definición , suponiendo  que  la  natura- 
leza de  Ja  sustancia  no  entra  para  nada  en  sus  efectos  ; que  su  acción  se 
debe  entera  á circunstancias  exteriores.  Aquí  M.  Tardieu  incurre  en 
un  error  y comete  un  sofisma  muy  común.  De  que  hay  circunstancias  que 
modifican  la  acción  de  los  venenos,  por  lo  mismo  que  esa  acción  no  es 
absoluta,  deduce  que  esas  sustancias  no  obran  por  su  propia  naturaleza. 
Semejante  lógica,  tal  sofisma  es  una  negación  universal  de  la  acción  y 
propiedades  de  todo  agente  ; puesto  que  no  hay  ninguno,  por  enérgico 
que  sea,  que  no  esté  sometido  á la  ley  de  las  condiciones,  de  las  influen- 
cias de  circunstancias. 

En  segundo  lugar,  y es  una  corroboración  de  lo  que  acabamos  de  de- 
cir , el  cuerpo  que,  en  una  cantidad  obra  matando,  y en  otra,  restable- 
ciendo la  salud,  y en  otra,  no  haciendo  ni  lo  uno  ni  lo  otro,  no  desplega 
en  cada  uno  de  esos  casos  una  acción  diferente;  su  acción,  la  naturaleza 
de  esta,  siempre  es  la  misma.  El  cloroformo , por  ejemplo,  se  apodera 
del  oxígeno  que  uno  respira;  se  arroja  en  un  ambiente  ese  cuerpo  del 
frasco  en  que  está,  y siquiera  le  aspiremos  con  el  aire  de  ese  ambiente, 
no  nos  hace  nada.  Estamos  tetánicos,  y respirado  en  mas  cantidad,  nos 
calma  el  acceso  tetánico.  ]\os  le  aplicamos  por  largo  tiempo,  ó bien 
en  mas  cantidad,  nos  mala.  ¿Qué  na  hecho  el  cloroformo  en  todos  esos 
casos?  Apoderarse  del  oxígeno  correspondiente,  porque  esto  es  lo  pro- 
pio de  su  acción , de  la  naturaleza  de  ese  cuerpo.  En  el  primer  caso  no 
nos  ha  hecho  nada,  porque  no  nos  ha  fallado  oxígeno  para  respirar,  si- 
quiera el  cloroformo  se  haya  apoderado  de  una  parte  de  aquel;  en  el 
segundo  , ha  modificado  las  propiedades  físicas , químicas  y fisiológicas 
de  nuestra  sangre,  y en  su  consecuencia  se  han  modificado  en  su  fun- 
ción los  centros  del  sistema  nervioso,  á cuyo  estado  morboso  se  debe  el 
tétanos  , dejándonos  todavía  oxígeno  para  la  hematosis,  porque  no  se  ha 
apoderado  completamente  de  él;  en  el  tercero,  nos  da  la  muerte,  por- 
que nos  deja  sin  oxígeno  que  respirar,  porque  impide  completamente  la 
hematosis  , porque  lleva  la  suspensión  de  esta  mas  lejos  de  lo  que  puede 
tolerar  la  economía. 

La  esencia,  pues,  de  la  acción,  el  tipo  natural,  el  carácter  gráfico  y el 
modo  de  obrar  propio  del  cloroformo,  han  sido  siempre  los  mismos;  solo 
los  efectos  han  variado,  porque  en  cada  uno  de  esos  casos,  la  fuerza 
del  agente  ha  sido  diferente  también , por  serlo  igualmente  el  número  de 
átomos  en  acción,  y por  haber  mas  ó menos  cantidad  de  oxígeno  inhabi- 
litado para  la  sanguificacion  ó hematosis.  La  cantidad  no  ha  dado  al  clo- 
roformo otro  modo  de  obrar,  otra  virtud , otra  naturaleza ; no  ha  hecho 
mas  que  modificar  los  efectos,  extenderlos  á mayor  esfera. 

Confundir  los  efectos  de  un  agente,  según  las  condiciones,  en  medio 
de  las  cuales  desplega  su  acción  propia  y siempre  de  la  misma  natura- 
leza, con  esta  acción  y esta  naturaleza,  es  el  mayor  de  los  sofismas.  Los 
efectos  son  diferentes,  debiéndose  al  influjo  de  las  condiciones  que  va- 
rían; la  naturaleza  de  la  acción  siempre  es  la  misma,  porque  las  condi- 
ciones exteriores  no  la  cambian , no  la  pueden  cambiar ; modifican  los 
efectos,  pero  no  la  acción  condicional  á que  se  deben. 

En  tercer  lugar,  si  hay  sustancias  que,  según  la  cantidad  y el  estado 
del  sugeto , pueden  ser  medicamentos;  muchas  son  tenidas  por  tales 
sin  serlo  realmente,  no  correspondiendo  la  experiencia  á lo  que  las  teo- 


- 143  - 

rías  A hechos  mal  observados  suponen;  de  aquí,  el  ser  Jas  más,  tan 
pronto  abandonadas , como  propuestas,  f'rescindiendo  de  eso  hay  no 
* _ Viollon  an  pncn  • nUIlCci  SirVGIl  p3Fíl  rGSiaDlGCer  la 


nAAoQ  rfllP  II  (J  ac  11  cuiun  v/xi  > — r 1 • . 

salud  Perdida:  siempre  la  destruyen,  siempre  comprometen  la  existen- 
cia va  que  no  la  quiten,  desde  el  momento  que  su  acción  se  desplega, 
nroduciendo  un  efecto  tanto  mayor,  cuantos  mas  átomos  hay  de  esas  sus- 
F obrando  y alterando  mas  cantidad  de  principios  inmediatos  del 


pocas,  que  no  se  hallan  en  ese  caso: 

salud  i 
cia , ya 
produci 

cuerpo  Vivo  en  etique  se  introduzcan , lo  cual  es  la  ley  general  de  todo 
aeente.  Los  animales  ponzoñosos  dan  un  veneno  de  esa  especie ; jamás 
son  medicamentos;  los  hongos  venenosos  se  hallan  en  igual  caso;  en  el 
mismo,  los  venenos  indios ; el  hidrógeno  arsenicado,  el  fósforo  y otros. 

Respecto  deesas  sustancias,  hay  una  diferencia  todavía  mas  radical 
entre  ellas  y el  medicamento ; ya  no  tienen , en  circunstancia  alguna  , eso 
de  común  , ni  de  un  modo  relativo;  su  acción  se  aleja  menos  de  lo  abso- 
luto; tiene  menos  condiciones  que  la  modifiquen. 

Aplicar  á todos  las  sustancias  venenosas,  lo  que  solo  se  observa  en  al- 
gunas, es  un  sofisma ; si  es  cierto  que  la  cantidad  y el  estado  morboso 
pueden  hacer  que  ciertas  sustancias  sean  medicamentos , no  lo  es  de 
otras,  que  sea  cual  fuere  el  estado  de  salud  y la  cantidad  á que  se  dan, 
como  no  sea  por  lo  muy  pequeña  ineficaz , siempre  producen  daño. 

En  cuarto  lugar,  si  una  misma  sustancia,  en  iguales  condiciones,  tan 
pronto  fuese  veneno  como  medicamento , habría  razón  para  afirmar  que 
no  pueden  distinguirse;  más  eso  no  es  así;  las  condiciones  varían,  y va- 
rían de  tal  modo,  que  el  veneno  no  puede  desplegar  la  acción  que  le  es 
propia  , produciendo  los  efectos  que  le  caracterizan.  Cuando  se  define  el 
veneno , diciendo  que  es  toda  sustancia , que  puesta  en  contacto  con  los 
principios  inmediatos  del  cuerpo  vivo , determina  ó es  capaz  de  determi- 
nar, en  virtud  de  su  propia  naturaleza  y bajo  ciertas  condiciones , fenóme- 
nos químicos  y fisiológicos , incompatibles  con  la  vida  ó la  salud  de  ese 
cuerpo;  es  una  impertinencia  decir  que  la  sustancia  puede  ser  medica- 
mento, y que  por  lo  mismo  no  está  bien  distinguida  con  la  definición. 
Como  medicamento  esa  sustancia , siquiera  sea  de  las  que  pueden  tener 
aplicación  terapéutica  , jamás  determinará  ni  será  capaz  de  determinar, 
como  tal , fenómenos  químicos  y fisiológicos , incompatibles  con  la  vida 
ó la  salud;  si  lo  hiciera,  dejaría  de  ser  medicamento,  seria  veneno ; por- 
que lo  propio  del  medicamento  es  precisamente  responder  á una  indi- 
cación que  tiene  por  objeto  restablecer  la  salud  perdida,  salvar  la  vida 
del  enfermo. 

Para  ser  medicamento  la  sustancia  venenosa,  no  ha  de  tener  las  con- 
diciones que  en  la  definición  del  veneno  se  consignan;  no  hade  poder 
determinar  en  el  cuerpo  vivo  fenómenos  químicos  y fisiológicos,  incom- 
patibles  con  la  vida  y la  salud.  ¿Y  cómo  dejará  de  tener  esas  condiciones? 
Usándole  muy  de  otro  modo  que  el  que  se  emplea,  cuando  veneno.  Pues 
si  la  definición  expresa  clara  y terminantemente  esas  condiciones,  esta- 
ece  perfectamente  la  división  entre  el  veneno  y el  medicamento;  si- 
^e,ra  Ü?ya  estancias  que , variando  las  condiciones  capaces  de  modifi- 
n?,0nÍlCti?Snde  su  acclon>  sea  la  cantidad,  el  estado  morboso,  ú otras, 
n P í1  ? arse  ®ntce  las  que  la  Toxicología  comprende  como  vene 

PnJiiitirv»  aS  i0*116  a ^armac°l°gía  abraza  como  medicamentos. 

ore  coDsidpradn  pleneri0’  taiUo  en  la  ciencia  como  en  el  vulgo,  es  siem- 
pre considerado  como  un  agente  natural,  que,  dado  á una  persona  san» 

conforme  le  presenta  la  naturaleza,  y á l’aian’tidad  cotnnn  con  que  i 


- m — 

man  ó usan  las  sustancias  alimenticias  y bebidas,  ó bien  á otra  mucho 
menor  mata  ó trastorna  profundamente  la  salud,  y siquiera  haya  algu- 
nos que  los  prepare  el  arle,  extrayéndolos  de  los  vegetales  y minerales, 
y por  su  grande  energía  de  acción  con  pequeñas  cantidades  hagan  lo 
propio,  les  supone  dados  como  ese  arte  los  prepara  y en  las  condiciones 
capaces  de  hacerles  desplegar  mortalmente  esa  acción  en  un  cuerpo  sano. 

El  medicamento  es  siempre  un  agento  artificial  que  se  da  á un  enfer- 
mo, cuya  dolencia  le  indica,  según  las  teorías  de  la  ciencia,  ó lo  que  la 
observación  empírica  enseña , como  propio  ó capaz  de  restablecer  la  sa- 
lud, y hay  que  prepararle  según  las  reglas  farmacéuticas,  no  solo  cuando 
se  toma  tai  cual  le  da  la  naturaleza,  sino  cuando  1c  produce  el  arte  quí- 
mico, para  que  pueda  determinar  sus  efectos  terapéuticos. 

Las  hojas  de  la  cicuta,  por  ejemplo,  los  hongos  venenosos  , los  bayas 
de  la  belladona,  etc.,  no  necesitan,  para  matar  ó alterar  profundamente 
la  salud,  mas  que  darlos  á una  persona  sana,  como  los  produce  la  natura- 
leza y como  se  dan  ó comen  las  plantas  sativas.  Unas  cuantas  hojas  de 
cicuta  equivocadas  con  yerbas  que  sirven  de  ensalada,  unos  cuantos  hon- 
gos venenosos,  comidos  comp  se  comen  las  setas  buenas;  unas  cuantas 
hojas  de  belladona  equivocadas  por  los  niños  con  otras  inocentes,  into- 
xican sin  ninguna  preparación  artificial. 

Tara  que  algunas  de  esas  sustancias  sean  medicamentos,  en  primer  lu- 
gar es  necesario  que  el  sugeto,  que  las  tome,  esté  enfermo  y padezca  una 
enfermedad  que  las  indique  como  su  remedio  apropiado,  según  las  teo- 
rías científicas  que.  profese  el  médico  que  las  recete , ó según  lo  que  le 
haya  enseñado  la  experiencia.  En  segundo  lugar,  hay  que  prepararlas, 
siquiera  se  den  íntegras,  y mas  aun  si  en  vez  de  la  planta  ú hojas, 
frutas,  bayas  enteras,  se  extraen  sus  jugos  ó principios  activos,  y dar- 
les las  formas  farmacológicas  de  emplastos,  extractos , polvos  , píldoras, 
cocimientos  , etc.,-  y además  de  esa  confección  artificial , científica,  hay 
que  atenuar  la  cantidad  basta  el  punto  que  solo  produzca  un  grado  dé 
acción  propia  de  su  naturaleza,  determinando  en  el  enfermo  fenóme- 
nos químicos  y fisiológicos,  no  incompatibles  con  su  vida;  sino  adecuados  á 
su  estado  morboso,  para  que  pueda  restablecer  su  salud  perdida. 

De  suerte  que,  aun  sujetando  el  veneno  á la  ley  general  de  las  condi- 
ciones, siempre  es  considerablemente  menos  condicional  que  el  medica- 
mento; siempre  son  mas  propios  de  su  naturaleza  los  efectos  que  pro- 
duce; siempre  están  mas  inmediatamente  relacionados  estos  con  la  esen-, 
cia  de  la  acción  de  aquel ; siempre  es  mas  originaria  , mas  primitiva  su 
existencia;  siempre , én  fin,  los  hay  que  no  se  prestan  á que  la  farmaco- 
logía los  utilice  por  medio  de  un  artificio  complicadísimo;  que  son  igual- 
mente dañinos  para  sanos  que  para  enfermos,  y que  persisten  en  su  ac- 
ción maléfica,  como  la  cantidad,  á que  se  den,  les  consienta  desplegar 
su  acción  natural  con  bastante  fuerza  para  atacar  los  principios  inme- 
diatos del  cuerpo  vivo,  donde  se  introducen  , á un  grado  ya  no  compati- 
ble con  el  movimiento  molecular  normal  de  la  sangre  y los  tejidos. 

Resulta,  por  lo  tanto , que  hay  diferencias  radicales  entre  el  veneno  y 
el  medicamento,  lasque  no  dependen  de  la  cantidad,  ni  del  estado  mor- 
boso del  sugeto,  ni  de  otra  condición  exterior  capaz  de  modificar  los  efec- 
tos» según  los  casos,  é incapaces  siempre  de  cambiar  la  naturaleza  sin  des- 
truir la  existencia  de  la  sustancia  venenosa , y que  la  única  condición 
esencial  de  esta  y verdaderamente  diferencial  de  la  del  medicamento,  es 
que  determine  ó sea  capaz  de  determinar  en  el  cuerpo  vivo  fenómenos 


- US  - 

químicos  y fisiológicos,  incompatibles  con  la  vida  ó la  salud  de  ese 
cuerpo.  Produzca  ese  efecto  por  su  propia  naturaleza,  y será  veneno, 
pueda  ó no  pueda , con  otras  condiciones , ser  empleado  como  medica- 
mento ú otra  cosa.  No  produzca  ese  efecto,  al  contrario,  llene  una  indica- 
ción terapéutica ; será  medicamento , sea  ó no  capaz , en  otras  circuns- 
tancias, ae  elevarse  á la  categoría  de  veneno. 

Fundarse,  para  negar  las  diferencias  radicales  entre  el  veneno  y el  me- 
dicamento, en  que  el  opio,  la  estricnina,  el  ácido  prúsico,  etc. , figuran 
como  objetos  de  estudio  en  Toxicología,  igual  que  en  Farmacología,  sin 
atender  al  aspecto  radicalmente  diverso  con  que  cada  una  de  esas  cien- 
cias los  estudia  y considera,  y á la  condición  esencial  que  cada  una  les  da 
para  ser  propios  de  la  una  y no  de  la  otra , es  un  sofisma  en  el  que  no 
debe  ocuparse  quien  no  sea  amigo  de  los  juegos  dialécticos  y travesuras 
eleáticas,  y una  puerilidad  de  argumentación,  que  es  ya  tiempo  de  que 
desaparezca  de  la  ciencia. 

Establecidas  las  diferencias  entre  los  venenos , medicamentos  y ali- 
mentos, y bien  marcados  los  caractéres  propios  de  cada  uno,  determine- 
mgs  las  que  hay  entre  los  venenos,  los  miasmas  y ios  virus. 

Los  miasmas  son  pequeñísimas  moléculas  de  materias  orgánicas  en  des- 
composición , las  cuales,  con  la  expansión  de  los  gases  desprendidos  de 
los  cuerpos  putrefactos  y del  agua  en  vapor,  se  esparcen  por  la  atmós- 
fera , y si  son  respirados  , si  pasan  á la  masa  de  la  sangre  ó se  ponen  en 
contacto  con  ciertos  tejidos,  pueden  producir  una  intoxicación,  no  tanto 
por  combinaciones  no  asimilables  que  efectúen,  como  por  el  movimiento 
de  descomposición  que  determinan  en  cuerpos  de  composición  complexa, 
que  se  prestan  á ello  , como  lo  probaremos  mas  extensamente  en  su  lu- 
gar, teniéndolos  por  verdaderos  venenos  , siquiera  no  sean  instrumento 
del  crimen,  como  otros  muchos. 

Por  último,  los  virus  son  productos  morbosos  de  ciertos  órganos,  los 
cuales,  puestos  en  contacto  con  los  tejidos  y la  sangre,  provocan  en  ellos, 
no  solo  un  movimiento  de  descomposición,  sino  que  dan  lugar  á que,  en- 
tre los  factores  producidos,  haja  uno  de  su  propia  naturaleza,  que  pa- 
rece reproducirlos  , por  ser  capaz  el  tejido  ó humor,  que  metamorfosean, 
de  dar,  descomponiéndose,  ese  producto.  Al  hablar  de  las  cuestiones  re- 
lativas á los  delitos  contra  la  honestidad  y acerca  de  la  producción  del 
mal  venéreo  (tomo  1 de  la  Medicina  legal,  pág,  371),  hemos  expuesto  esta 
teoría,  y no  tenemos,  por  lo  tanto,  necesidad  de  repetirla  aquí. 

La  facultad,  pues,  que  tienen  los  virus  de  metamorfosear  los  tejidos  y 
la  sangre,  dando  lugar  á la  formación  de  un  humor  igual,  llamada  re- 
producción por  los  autores,  caracteriza  los  virus,  diferenciándolos  de  los 
miasmas  y de  los  venenos  animales  y de  los  alimentos  en  putrefacción, 
con  los  cuales  tienen  de  común  el  provocar  movimientos  de  descomposi- 
ción ó metamórfosis.  De  los  demás  venenos,  no  solo  se  diferencian  por 
lo  de  la  aparente  reproducción  , sino  también  porque  no  matan  ó tras- 
tornan, ni  por  la  cantidad  de  materia  que  alteran  combinándose  en  ellos, 
ni  por  impedir  con  su  presencia  la  oxigenación  respiratoria.  En  su  lugar 
verémos  que  tienen  el  carácter  general  de  venenos,  siquiera  formen  una 
clase  ó subclase  entre  los  sépticos. 

Resumiendo  lo  que  va  dicho , podemos  establecer , entre  los  venenos, 
medicamentos  , alimentos , miasmas  y virus , las  siguientes  diferencias  y 
caractéres. 

El  veneno  es  la  sustancia,  que,  puesta  en  contacto  con  los  principios  in- 

TOXiCO LOGIA. — 10 


— 116  — 

mediatos  del  cuerpo  vivo,  determina  ó es  capaz  de  determinar , en  virtud 
de  su  propia  naturaleza . y bajo  ciertas  condiciones , lenómenos  químicos 
y fisiológicos,  incompatibles  con  la  vida  y a salud. 

El  medicamento  es  toda  sustancia  asimilable,  propia  para  la  nutrición 
reparadora  de  los  principios  proteicos  de  la  sangre  y de  los  tejidos. 

El  medicamento  e s la  sustancia  artificial  y científicamente  preparada,  c 
indicada  por  un  estado  morboso  para  restablecer  la  salud  perdida. 

El  miasma,  una  clase  de  veneno,  la  que  consiste  en  una  sustanciaorgá- 
nica  putrefacta  y extremadamente  dividida,  que  volitea  por  el  aire. 

El  virus,  por  último , es  también  una  clase  de  veneno , la  que  consiste 
en  un  producto  morboso,  capaz  de  provocar  en  los  tejidos  vivos,  á que  se 
aplica,  una  metamórfosis  de  sus  principios , dando  lugar  á un  estado 
morboso  igual  y á un  producto  idéntico. 


§ III.— De  la  intoxicación  y envenenamiento. 

Las  enfermedades,  por  lo  común  agudísimas  y mortales  que  producen 
los  venenos,  sollaman  indistintamente  envenenamientos  ó intoxicaciones. 
Para  muchos,  estas  dos  palabras  son  sinónimas. 

Sin  embargo , yo  creo  que  no  hay  semejante  sinonimia,  y si  la  hay, 
debe  destruirse  por  un  convenio;  porque  hav  dos  hechos  muy  diversos 
que  expresar,  y es  preciso  que  cada  uno  tenga  su  palabra  propia,  ade- 
cuada á la  idea  esencial  del  hecho. 

Los  venenos,  al  desplegar  su  acción  mortífera  , trastornan  mas  ó me- 
nos profundamente  la  salud,  ó producen  la  muerte;  hé  aquí  un  hecho, 
puro  resultado  de  la  acción  de  los  venenos. 

Este  hecho  debe  expresarse  con  la  palabra  intoxicación,  y el  verbo  in- 
toxicar servirá  para  expresar  que  se  ha  dado  ó tomado  la  sustancia  vene- 
nosa, sin  intención  de  hacer  daño  alguno. 

Cuando  los  venenos  son  dados  por  una  persona  malévola,  con  la  inten- 
ción de  matar  á otra,  ese  empleo  criminal  de  esas  sustancias  da  al  hecho 
una  moralidad,  que  por  sí  solo  no  tiene,  porque  la  intoxicación  en  sí,  mo- 
ralmente hablando,  no  es  mala  ni  buena;  se  diferencia,  pues,  notable- 
mente del  primero  ; debe,  por  lo  tanto,  expresarse  con  la  palabra  envene- 
namiento, y el  verbo  envenenar,  con  el  cual  se  expresa  más  esa  acción  in- 
tencionada ó criminal. 

Con  la  voz  intoxicación,  expresarémos  el  hecho  solo,  como  resultado  de 
la  acción  del  veneno.  Con  la  voz  envenenamiento,  expresarémos  ese  hecho, 
más  la  intención  del  que  ha  dado  lugar  á él.  Con  la  primera  damos  á en- 
tender un  resultado  fisiológico;  con  la  segunda,  un  crimen. 

En  todo  envenenamiento  hay  intoxicación,  porque  hay  el  hecho  físico 
al  mismo  tiempo  que  el  moral;  en  toda  intoxicación  no  hay  envenena- 
miento, porque  en  muchas  no  hay  mas  que  el  hecho  físico. 

Un  desdichado  se  asfixia  por  descuido  con  el  tufo  del  carbón ; es  una 
intoxicación;  se  ha  intoxicado , porque  no  tenia  intención  de  matarse  así. 
¿Lo  hace  á propósito  para  suicidarse  de  ese  modo?  Es  un  envenenamiento, 
se  ha  envenenado. 

\ Üno^e  dan’.Por  ejemplo,  un  pedazo  de  queso  que  se  había  em- 
p paao  de  una  disolución  de  ácido  arsenioso , con  el  objeto  de  dar  la 
•n/  . e . l°s  ratones,  y por  descuido  le  haii  servido  en  la  mesa;  es  una 
ffl  e ^an  intoxicado,  porque  no  hubo  intento  de  causarle  »in- 


- 147  - 

A otro  le  mezclan  ácido  arsenioso  con  sus  alimentos  ó bebidas,  con[eI 
dañado  intento  de  matarle,  es  un  envenenamiento,  le  envenenan. 

Cuando  la  ley  so  ocupa  en  tales  hechos,  considerándolos  como  delitos, 
debe  valerse  de  la  palabra  envenenamiento  y el  verbo  envenenar,  porque 
expresan  el  hecho  y la  intención  que  le  hace  objeto  de  los  Códigos. 

En  los  tratados  de  Toxicologia,  la  voz  intoxicación  debe  ser  preferida,  y 
solo  debe  usarse  la  voz  envenenamiento  cuando,  como  médicos  legistas , se 
trate  de  averiguar  si  ha  sido  voluntario  ó involuntario  el  hecho. 

Dirémos,  pues,  que  la  intoxicación  es  la  muerte  ó el  trastorno  de  la  sa- 
lud, causado  por  un  veneno. 

El  envenenamiento  es  la  muerte  ó el  trastorno  de  la  salud,  causado  por 
un  veneno  dado  con  la  intención  de  producir  ese  efecto. 

En  la  Introducción  hemos  visto  que  Al.  Tardieu  define  el  envenena- 
miento diciendo  que  «es  un  estado  morboso  , accidental . que  resulta  de 
la  acción  especial  que  ejercen  sobre  la  economía  ciertas  sustancias  mine- 
rales ú orgánicas  deletéreas.))  El  distinguido  médico-legista  francés  no 
hace,  por  lo  tanto,  distinción  de  hechos;  lo  mismo  se  refiere  su  defini- 
ción á la  intoxicación  involuntaria  que  á la  voluntaria.  Nosotros  cree- 
mos que  esa  distinción  tiene  su  utilidad , sobre  todo  en  Toxicologia, 
donde  debemos  hablar  del  hecho  , prescindiendo  de  su  parte  moral  ó de 
la  intención  del  autor  del  hecho.  Además , nos  parece  mejor  nuestra  defi- 
nición , porque  es  mas  breve , y no  desciende  á esos  pormenores  innece- 
sarios sobre  si  la  enfermedad  es  accidental,  si  la  acción  del  veneno  es  es- 
pecial y si  las  sustancias  deletéreas  son  orgánicas  6 inorgánicas.  Todas  esas 
distinciones  no  hacen  falta  en  una  definición  , porque  esta  debe  limitarse 
al  carácter  esencial  y común  á todo  lo  definido. 

Luis  Orilla  cree  que  distinguir  con  la  voz  intoxicación  el  hecho  solo, 
y con  la  de  envenenamiento  el  hecho  y su  intención,  es  un  puritanismo 
apasionado,  propio  del  esclavo  del  diccionario  de  la  Academia,  y halla  fútil 
esa  distinción ; por  lo  cual  dice  que  seguirá  usando  de  la  palabra  enve- 
nenamiento consagrada  por  el  uso , dándole  las  dos  significaciones.  Sin 
embargo,  yo  creo  que  si  las  palabras  han  de  representar  ideas , y estas 
hechos , no  deben  usarse  indistintamente , si  con  ellas  hemos  de  expre- 
sar hechos  diferentes.  No  es  rigor  puritano,  ni  esclavitud  del  diccionario; 
es  claridad;  y no  habiendo,  por  otra  parte,  grave  inconveniente  en  va- 
lerse de  las  dos  voces  indicadas  para  expresar  hechos  diferentes  , cree- 
mos que  es  mejor  usar  el  lenguaje  que  proponemos. 

Como  hecho  moral,  la  intoxicación  es  involuntaria  ó voluntaria:  en  la 

Erimera  no  hay  mas  que  el  hecho;  es  una  intoxicación:  en  la  segunda 
ay  el  hecho  y la  intención;  es  un  envenenamiento.  El  envenenamiento 
puede  tener  dos  formas ; ó es  un  suicidio,  ó un  homicidio  por  intoxi- 
cación. 

Como  hecho  físico,  la  intoxicación  es  simple,  compuesta  ó complexa: 
simple,  cuando  es  producida  por  un  solo  veneno  dado  puro  ; compuesta, 
cuando  es  producida  por  dos  ó mas  sustancias  venenosas  sin  mezcla  con 
otras;  complexa,  cuandd es  el  efecto  de  un  veneno  mezclado  con  otras 
sustancias  que  no  lo  son.  También  puede  ser  simple  complexa  y com- 
puesta complexa  ; lo  primero,  cuando  el  veneno  es  solo  y está  mezclado; 
lo  segundo , cuando  la  mezcla  con  sustancias  ofensivas  tiene  varios  ve- 
nenos. 

La  intoxicación  es  directa,  cuando  el  sugeto  toma  el  veneno  ó las  bebi- 
das y alimentos  envenenados;  indirecta,  cuando  se  intoxica  con  alimentos 


— 1 «8  — 

nrocedenfps  de  animales  intoxicados;  esta  tiene  algo  de  la  complexa. 
F La  intoxicación  es  natural,  cuando  se  verifica  á consecuencia  de  com- 
binaciones venenosas  efectuadas  en  ei  estómago  ú otras  partes  del  cuerpo, 
á la  presencia  de  factores , que , separados,  son  inofensivos  , y unidos  se 
hacen  venenos ; no  natural , en  los  demás  casos. 

Por  razón  del  reino  á que  pertenece  el  veneno  , la  intoxicación  es  mi- 
neral, vegetal , y animal. 

la  intoxicación  mineral  toma  diferentes  nombres,  según  la  clase  de  ve- 
neno ó el  veneno;  así  la  hay  ácida  ó por  los  ácidos,  alcalina  ó por  los  ál- 
calis, salina  ó por  las  sales  metálicas,  ó arsenical , mercúrica,  plúmbica, 
por  gases , etc.,  etc. 

La  intoxicación  vegetal  lleva  nombres  análogos,  debidos  á las  sustan- 
cias vegetales  que  la  producen:  alcaloidea  , ciánica,  ópica,  etc. 

La  intoxicación  animal  ofrece  lo  propio;  ya  es  por  mordedura  de  ani- 
males ponzoñosos,  ya  por  carnes  putrefactas. 

Por  razón  de  las  clases  y especies  es  cáustica,  inflamatoria,  narcótica, 
nervioso-inflamatoria,  asfixiante,  tetánica,  anestésica,  paralítica,  sép- 
tica , miasmática , ponzoñosa,  virulenta,  etc. 

Respecto  del  número  de  sugetos  intoxicados,  la  hay  individual  y colec- 
tiva. Es  individual,  cuando  solo  está  intoxicado  un  sugeto;  colectiva,  cuando 
son  intoxicados  dos  ó mas  sugetos  á la  vez. 

Con  relación  á la  rapidez  de  acción  ó resultados  del  veneno , es  aguda , 
lenta  y consecutiva.  Aguda  ó pronta,  como  prefiere  llamarla  L.  Orfila, 
cuando  los  síntomas  se  presentan  poco  tiempo  después  de  ingerido  el  tó- 
sigo, y marcha  rápidamente,  matando  en  poco  tiempo  al  sugeto,  ó com- 
prometiendo en  pocos  minutos  su  existencia.  Lenta , cuando  tarda  algún 
tiempo  en  manifestarse  y en  inmolar  á la  víctima;  consecutiva,  cuando  no 
muere  inmediatamente  á la  acción  del  veneno,  sino  á consecuencia  de 
los  estragos  anatómicos  que  produce. 

Orfila  llama  lenta  á la  intoxicación  que  es  producida  por  dosis  reitera- 
das de  veneno , cada  una  de  las  cuales  no  alcanza  á matar,  consiguién- 
dolo al  fin  á fuerza  de  repetirlas.  Era , según  se  cuenta , el  modo  de  ma- 
tar del  agua  Toffana,  el  de  madama  Lafarge,  Lacoste  y otras,  que  para 
simular  más  un  cólico  natural,  daban  poca  cantidad  de  veneno  cada  vez, 
hasta  que  la  víctima  sucumbiera. 

fié  aquí  los  ejemplos  que  pone  Orfila  para  dar  á comprender  la  intoxi- 
cación aguda,  lenta  y consecutiva. 

Un  sugeto  toma  una  onza  de  ácido  sulfúrico  ó de  ácido  arsenioso;  acto 
continuo  en  el  primer  caso,  y pocos  momentos  después  en  el  segundo, 
se  presentan  los  síntomas  respectivos  con  toda  su  terrible  actividad.  El 
sugeto  perece  á las  pocas  horas.  Es  una  intoxicación  aguda. 

A otro  le  dan  dos  cucharadas  de  licor  de  Van-Swieten  al  dia ; al  cabo  de 
algún  tiempo  de  esta  medicación , se  presentan  cólicos , primero  ligeros, 
luego  violentos  y continuos,  mas  tarde  náuseas,  eructos  nidorosos,  hipo 
siempre  que  toma  alimentos,  calentura,  no  puede  acostarse  sino  de  es- 
palda , sudores  abundantes  de  pecho  y cabeza,  ehflaquecimiento  extremo, 
dolores  atroces,  al  fin  la  muerte.  Es  una  intoxicación  lenta. 

Un  desdichado  ha  tomado  una  porción  de  ácido  nítrico ; ha  sido  .so- 
corrido á tiempo,  y no  ha  espirado ; pero  cauterizadas  las  fáuces  y el  esó- 
fago; corroida,  encogida  ó fuertemente  inflamada  la  mucosa  gástrica,  no 
puede  tomar  nada  por  la  boca,  ni  hacer  la  digestión  ; vive,  pero  atormen- 
tado de  dolores , demacrado , etc.  Es  una  intoxicación  consecutiva. 


- 149  - 

Yo  creo  que  la  idea  de  Orilla  se  expresaría  mejor  diciendo,  que  la  in- 
toxicación es  uní  ó monodósica , cuando  hace  su  estrago  con  una  sola  dósis 
dada  de  una  vez,  y polidósica,  cuando  para  producirla  se  da  á dósis  repe- 
tidas, ineficaces  cada  una  de  por  sí  para  matar,  pero  comprometiendo 
cada  vez  más  la  existencia  del  sugeto. 

Por  último,  dejando  acaso  algunas  otras  divisiones  de  poca  monta  en 
punto  á formas  , respecto  del  pronóstico,  las  hay  leves,  graves  y mortales. 
Excuso  explicar  cuándo  debe  calificarse  de  esta  suerte.  Es  análogo  á lo 
que  hemos  dicho  de  las  heridas. 

Excusado  es  también  decir  que  todas  esas  denominaciones  son  aplica- 
bles al  envenenamiento , con  muy  pocas  excepciones. 

ARTICULO  II. 

DE  LA  CANTIDAD  Y ESTADOS  DE  LOS  VENENOS. 

§ I.  — De  la  cantidad  á que  es  venenosa  una  sustancia. 

Hemos  visto  que  las  sustancias  venenosas  producen  tanto  mas  efecto» 
cuanta  mayor  cantidad  es  la  que  obra,  y que  la  cantidad  es  una  de  las 
cosas  que  establecen  diferencias  entre  el  medicamento  y el  veneno. 

La  materia  módica  utiliza  las  sustancias  mas  venenosas  como  medica- 
mentos , disminuyendo  la  cantidad  , dándolas  á dósis  fraccionadas,  á esas 
dósis,  que  la  experiencia  ha  enseñado,  que  no  solo  son  compatibles  con 
la  vida,  sino  que,  destruyendo  cienos  principios  maléficos,  ó modifi- 
cando los  sólidos  y líquidos  de  la  economía  , devuelven  la  salud. 

Es,  pues,  necesario  que  resolvamos  el  importante  punto  de  este  pár- 
rafo , para  saber  á qué  atenernos , en  punto  á la  cantidad  á que  son  ve- 
nenosas las  sustancias  tenidas  por  venenos;  tanto  para  dejar  de  adminis- 
trarlas , á fuer  de  medicamentos,  como  para  poder  resolver  toda  cuestión 
que  se  presente  en  la  de  práctica  de  la  Medicina  legal , cuando  la  in- 
discreta administración  de  una  sustancia  enérgica  haya  producido  una 
intoxicación,  ó cuando  se  acuse  á un  profesor  de  imprudencia  temeraria, 
por  habérsele  muerto  un  enfermo,  á quien  administraba  un  medica- 
mento , que  , á mayor  cantidad , se  hace  veneno. 

Los  autores  toxicólogos  han  descuidado  mucho  este  interesante  y tras- 
cendental punto  de  doctrina  , y los  pocos  que  han  hablado  de  él  lo  han 
hecho  con  tal  vaguedad  , que  viene  á ser  como  si  nada  hubiesen  dicho. 

Al  comentar  la  definición  del  veneno  dada  por  los  autores  no  quími- 
cos, hemos  visto  que  lo  relativo  á la  cantidad  era  vago  y sujeto  á inter- 
pretaciones diversas. 

Si  se  examinan  uno  por  uno  todos  los  venenos , veremos  una  diferen- 
cia notable,  respecto  de  la  cantidad  á que  lo  son.  Orfila  y los  demás  auto- 
res modernos  tienen  buen  cuidado,  al  hacer  la  historia  de  cada  veneno, 
de  consignar  la  cantidad  á que  la  sustancia  es  tósigo,  y con  esto  se  ve 
que , si  ios  hay  que  lo  son  á un  grano,  dos  ó más,  háylos  que  solo  lo  son 
cuando  se  dan  por  escrúpulos,  dracmas,  y hasta  onzas. 

Esto  solo  ya  deja  comprender  lo  difícil , por  no  decir  imposible  , que 
ha  de  ser  consignar  algo  fijo,  en  punto  á la  cantidad  de  la  sustancia  para 
que  sea  venenosa. 

Galtier,  que  se  ocupa  en  un  párrafo  en  esta  cuestión,  no  lajresuelve 
bien  , en  nuestro  concepto,  y emite  ideas  que  no  son  exactas  , ó se  refiere 
á hechos  mal  comprendidos. 


— 150  - 


Mpior  Oaltier cuando  resuelve  esta  cu^iiou  : ¿tal  sustancia  tó- 
xica’ puesto  gue  toma  por  base  para  resolverla:  1.*  la  dosis  mas  alta  á 
aue  puede  darse  como  medicamento;  2.a  los  experimentos  en  los  anima- 
les- 3 0 los  efectos  producidos  en  la  persona  intoxicada. 

De  éstas  tres  bases  , la  primera  es  la  única  que  sirve.  De  las  otras  dos, 
la  una  es  un  medio  de  llegar  á la  primera,  y la  segunda  está  sujeta  á va- 
riaciones que  podrían  inducir  en  error. 

Una  sustancia  es  venenosa  ó produce  intoxicación  , cuando  obra  sobre 
el  organismo  vivo  en  cantidad  suficiente  para  formar  combinaciones,  que 
no  permiten  á los  órganos  el  ejercicio  de  sus  funciones  respectivas. 

Es  imposible  fijar  de  un  modo  absoluto  ni  general  la  cantidad  á que  se 
hacen  venenosas  las  sustancias ; ya  porque  sus  combinaciones  con  ios 
principios  de  los  sólidos  y líquidos  del  cuerpo  humano  están  subordina- 
das á ciertas  proporciones  elementales , y estas  son  diferentes  en  cada 
una ; ya  porque  la  química-orgánico-viv'iente  no  está  todavía  bastante 
adelantada  para  determinar  esas  proporciones  en  todos  los  casos. 

Puede  servir  de  regla  para  considerar  venenosa  una  sustancia,  en 
razón  de  su  cantidad  , la  que  se  establezca  en  materia  médica  como  me- 
dicinal; por  ejemplo:  ¿se  administra  una  sustancia  como  medicamento  á 
la  dosis  de  una  décimasexta,  ó duodécima  parte  de  grano?  A la  de  un 
grano,  y más  dos,  será  ya  venenosa.  ¿Es  medicamento  de  un  grano  á 
dos?  Será  veneno  de  cinco  á diez,  y así  sucesivamente. 

Cuanto  mas  enérgica  sea  una  sustancia,  como  medicamento ; cuanto 
mas  fraccionada  sea  su  dósis,  con  menos  cantidad  más,  se  hará  venenosa. 


Es  decir,  pues , que  la  regla  para  determinar  cuándo  una  sustancia 
obra  como  veneno  ó se  hace  venenosa,  respecto  de  la  cantidad,  la  mejor 
guia  es  ver  qué  es  lo  que  ha  consignado  la  experiencia  en  punto  á su  dósis 
medicinal,  teniendo  en  cuenta  las  modificaciones  que,  respecto  de  la  can- 
tidad permite  la  organización  enferma , el  hábito  y demás  cosas  que, 
como  verémos  en  su  lugar,  modifican  la  acción  de  los  venenos. 

Bien  sabido  es  que  un  dolor  ciático,  por  ejemplo,  ó cualquier  otro  do- 
lor nervioso,  permite  grandes  cantidades  de  opio  y morfina , que  no  con- 
siente el  estado  sano.  Otro  tanto  podríamos  decir  de  otros  remedios  enér- 
gicos y del  hábito.  En  estos  casos , siquiera  la  dósis  sea  superior  á la 
ordinaria , no  puede  tenerse  la  cantidad  por  venenosa. 

Es  menester  también  tener  en  cuenta , cuando  se  trate  de  averiguar  si 
la  cantidad  de  la  sustancia  se  ha  dado  ó no  á dósis  venenosa , que  debe- 
mos reterirnos  á la  que  se  ha  tomado,  no  á la  que  se  ha  recetado,  ni  á la 
que  se  obtenga  por  medio  de  las  análisis ; lo  primero,  porque  lo  que  se 
receta  suele  ser  para  varias  tomas  de  dósis  medicinal,  cuyo  conjunto 
puede  muy  bien  excederla,  y lo  segundo,  porque  raras  veces,  por  no 
decir  ninguna,  lo  obtenido  por  medio  dé  las  análisis  es  la  expresión  cabal 
y exacta  de  la  cantidad  tomada  y absorbida. 

Respecto  de  las  sustancias  que  no  son  medicamentos,  no  podemos 
tomar  la  dósis  de  estos  por  guia ; entonces  es  necesario  apelar  á lo  que 
enhena  la  experiencia  en  los  animales  ó en  los  hombres. 

lodas  las  sustancias  venenosas  que  se  han  ensayado  en  los  animales,  es- 
pecialmente en  los  de  fisiología  parecida  á la  del  hombre,  han  dado  á cono- 
cer a qué  cantidad  les  ha  producido  la  muerte.  Esos  ensayos  han  constituido 
una  experiencia  respectiva  á cada  sustancia,  siendo  diferente  la  cantidad 
toxica , según  la  energía  de  cada  una ; por  lo  mismo,  no  es  posible  fijar 
una  cantidad  igual  para  todas;  hay  que  referirse  á cada  una  en  particular. 


- f 51  - 

/ 

Si , sobre  no  tener  uso  en  medicina  y no  ser  por  lo  tanto  guía  la  dósis 
medicinal,  para  deducir  que  es  tóxica  una  sustancia  , dándola  á mayor 
cantidad,  tampoco  se  han  hecho  experimentos  con  ella;  podrémos  con- 
siderarla tóxica,  cuando  se  dé,  por  ejemplo,  un  vegetal  entero,  ó alguna 
de  sus  partes,  en  cantidad  igual  ó poco  menos  quedas  sativas,  como  ho- 
jas, frutas,  raíces,  etc.,  y en  mucha  menos  proporción,  cuando  se  den 
sus  principios  inmediatos , ú los  cuales  deba  su  virtud. 

Si  la  química  extrae  esos  principios  y se  encuentran  alcaloideos,  desde 
luego  podrémos  sospechar  que  con  pocos  granos,  tal  vez  con  uno,  ya 
producirán  efecto  tóxico,  porque  es  lo  propio  de  esos  cuerpos. 

Respecto  de  ciertos  cuerpos  de  base  metálica , según  la  fuerza  química 
aue  despleguen  con  los  reactivos,  también  podrán  indicarnos  el  efecto 
ae  que  sean  capaces , siquiera  no  sea  considerable  la  cantidad. 

Sin  embargo,  no  podemos  en  esos  casos  afirmar  nada  de  positivo ; si 
antes  no  sabemos,  por  medio  de  experimentos,  á qué  cantidad  , ya  es  ca- 
paz de  causar  la  muerte  ó alterar  profundamente  la  salud. 

Respecto  de  los  hechos  clínicos , es  difícil  que  puedan  servirnos  de 
guía.  En  los  casos  de  homicidio,  rara  vez,  por  no  decir  ninguna,  se 
sabe  la  cantidad  que  el  asesino  ha  dado;  por  lo  común  suele  ser  exce- 
siva , porque  quiere  asegurar  el  golpe.  En  los  de  suicidio,  si  el  sugeto  se 
salva , ó antes  de  morir  expone  ó declara  lo  que  ha  hecho , podrá  sa- 
berse la  cantidad  que  ha  tomado.  En  los  accidentes  desgraciados  ó into- 
xicaciones involuntarias , es  también  posible  que  se  sepa  la  cantidad,  si 
el  sugeto  puede  decirlo , antes  de  morir. 

En  muchos  de  esos  casos,  los  sugetos  se  intoxican  ó son  envenenados 
por  sustancias  ya  conocidas , y cuya  cantidad  venenosa  se  sabe , ora  por 
tener  uso  en  medicina,  ora  porque  se  han  hecho  experimentos;  así  no 
nos  enseñan  nada  nuevo,  y los  que  no  se  hallan  en  ese  caso,  por  lo  co- 
mún tampoco  pueden  servirnos  ae  guia. 

De  todos  modos , sean  sustancias  que  tengan  uso  medicinal , sean  de 
las  que  se  han  experimentado  en  animales,  sean,  en  fin,  de  las  que  se 
han  observado  en  los  casos  clínicos,  accidentes,  suicidios  ú homicidios, 
no  es  posible  fijar  una  cantidad  igual  para  todas  ; hay  que  señalarla  para 
cada  una  en  particular,  y esto  no  debemos  hacerlo  en  la  Toxicologia  gene- 
ral, sino  en  la  historia  de  cada  uno  de  los  venenos. 

g II.—  De  les  estados  de  los  venenos. 

Siendo  diferente  la  fuerza  de  cohesión  de  los  venenos,  como  en  efecto 
lo  es,  se  deduce  lógicamente  que  todos  no  pueden  tener  el  mismo  es- 
tado, puesto  que  este  al  fin  y al  cabo  no  viene  á ser  mas  que  el  equili- 
brio entre  la  cohesión  y la  fuerza  expansiva  del  calórico. 

Los  autores  han  convenido  en  establecer  que  estos  estados  son  cuatro, 
á saber:  sólido,  liquido,  gaseoso  y miasmático.  Nada  tengo  que  decir  por  lo 
que  mira  á los  tres  primeros  estados;  cada  cual  comprende  perfecta- 
mente el  sentido  y aplicación  de  esas  palabras.  Solo  diré,  pues,  una 
acerca  del  estado  miasmático.  . 

El  plomo,  el  mercurio,  el  arsénico,  tienen  la  propiedad  de  reducirse  á 
moléculas  volátiles  , para  decirlo  así , en  términos  que  hay  atmósferas 
impregnadas  de  estas  moléculas.  Esto  es  lo  que  acontece  en  las  minas  de 
plomo  y azogue , y en  ciertas  habitaciones  húmedas,  empapeladas  con 
papeles  verdes,  que  tienen  arsenito  de  cobre.  Lo  que  de  respirar  en  estas 


— 152  — 

atmósferas  resulta , todos  lo  saben ; es  una  intoxicación  mercurial,  sa- 
turnina ó arsénica!:  pues  bien , esta  intoxicación  está  producida  por  una 
sustancia  venenosa  , que  se  considera  en  estado  miasmático. 

Los  vapores  bel  zinc  en  deflagración  , también  producen  intoxicacio- 
nes, las  que  son  muy  frecuentes  en  los  fundidores  de  latón  (J). 

Tiénese  igualmente  por  intoxicación  miasmática  la  que  resulta  de  los 
efluvios  arrojados  por  ciertos  árboles  y plantas,  como  el  tejo,  por  ejem- 
plo, el  guao,  la  lobelia  longiflora , el  hipomane  mavxinclla , la  mandragora, 
fas  flores,  las  frutas  , en  especial  membrillos,  melocotones,  naranjas,  etc. 
Los  sugetos  que  se  duermen  junto  á esos  árboles  y plantas  experimentan 
los  efectos  de  una  intoxicación  , ó sufren  erupciones  pustulosas  de  grave- 
dad ; y los  que  duermen  en  cuartos  donde  haya  muchas  llores  ó frutas, 
se  sienten  como  atacados  de  gases  deletéreos. 

Es,  por  último,  una  intoxicación  miasmática  la  producida  por  las  ma- 
terias vegetales  y animales  en  estado  de  putrefacción , las  que,  suma- 
mente divididas  y mezcladas  con  el  agua  en  vapor,  se  esparcen  por  la 
atmósfera  con  ella.  Las  emanaciones  de  los  pantanos,  aguas  encharcadas, 
cestas  de  pescado  , hospitales,  cárceles,  etc.,  se  hallan  en  este  caso. 

Sin  embargo,  los  autores,  Melzger  y Anglada,  entre  ellos,  no  aceptan 
los  malos  efectos  de  estas  emanaciones,  como  intoxicaciones  miasmáticas. 
Es  decir,  que  las  alteraciones  producidas  por  los  verdaderos  miasmas,  no 
pueden  llevar  el  nombre  de  tales  intoxicaciones.  La  razón  en  que  se  fun- 
dan es  que  semejantes  emanaciones  nunca  son  instrumento  del  crimen, 
y por  lo  tanto  jamás  podrán  dar  lugar  á una  cuestión  médico-legal.  Acaso 
seria  mas  lógica  esta  otra  : los  efectos  de  dichas  emanaciones  no  suelen 
ser  rápidos  , y son  enfermedades  que  no  se  consideran  como  intoxicacio- 
nes. Los  miasmas  vegetales  producen  intermitentes  , los  animales  ti- 
foideas. 

Del  estado  de  los  venenos  se  deduce  á veces  la  naturaleza  mortal  de  la 
intoxicación.  En  estado  sólido  no  hay  por  lo  común  envenenamiento 
sino  en  casos  de  suicidio.  Un  enagenado  , un  niño,  una  persona  igno- 
rante podrá  tragar  ciertos  venenos  vegetales  en  estado  sólido.  Solo  el 
suicida  es  capaz  de  .tragar  fósforo,  potasa  cáustica ; un  niño  puede  co- 
merse pedazos  de  cal  (2) , de  ácido  arsenioso,  de  opio,  etc.;  otro  tanto 
hará  un  loco.  Si  se  trata  de  polvos,  ya  es  mas  fácil  envenenar  á un  su- 
geto,  en  especial  si  van  mezclados  con  alimentos. 

En  el  estado  líquido  se  efectúa  con  tanta  facilidad  el  envenenamiento 
como  la  intoxicación  , particularmente  cuando  el  veneno  se  presta  á la 
disolución,  y no  comunica  á los  alimentos  ó bebidas  en  que  se  oculta 
color,  olor,  ni  sabor  alguno  notable.  Es  la  forma  mas  común  ; es  el  estado 
en  que  mas  se  efectúan  los  envenenamientos  y las  intoxicaciones. 

En  el  estado  gaseoso  es  rarísimo  que  se  efectúen  envenenamientos.  Ac- 
cidentes, descuidos,  desprendimientos  de  gases  inesperados  suelen  pro- 
ducir con  alguna  frecuencia  intoxicaciones  lamentables.  Sin  embargo,  es 
posible  y muy  posible  que  con  gases  deletéreos  se  mate  uno  á sí  mismo, 
ó mate  á otros,  como  se  los  sorprenda  dormidos  ó descuidados,  ó haya 
fuerza  para  dominarlos. 

Los  envenenamientos  por  sustancias  en  estado  miasmático , ya  metáli- 
cas , ya  vegetales , son  muy  raros  , por  no  decir  que  no  los  hay : casi (*) 

(*)  Méd  Time» . — Memoria  del  doctor  Greenhow  , 1864. 

(3)  Véase  La  Facultad,  periódico  de  ciencias  médicas,  mira.  4. 


— 153  — 

siempre  son  intoxicaciones.  Esto  no  obstante,  no  es  imposible  que  se 
mate  á un  sugeto,  ó que  uno  se  suicide , sometiéndose  á la  atmósfera  im- 
pregnada ó llena  de  esas  sustancias  en  estado  miasmático. 

Él  estado  de  los  venenos  también  puede  conducir  á apreciar  algo  rela- 
tivo á la  intoxicación,  porque  la  actividad  del  veneno  no  es  la  misma, 
según  el  estado  en  que  se  dé. 

Los  venenos  gaseosos  y miasmáticos,  en  igualdad  de  las  demás  circuns- 
tancias, son  muy  activos;  la  intoxicación  suele  ser  instantánea ; las  vías 
respiratorias  son  invadidas,  hay  asfixias,  con  paso  de  los  gases  al  tor- 
rente de  la  circulación  , y la  sangre  queda  alterada  profundamente. 

Tras  los  venenos  gaseosos  vienen  los  líquidos,  tanto  porque  la  disolu- 
ción permite  desplegar  mas  extensa  y libre  la  acción  química  local, 
como  porque  son  mas  rápidos  en  su  absorción , no  necesitando  opera- 
ción prévia  alguna  para  su  paso  á la  masa  de  la  sangre. 

Los  sólidos,  mientras  conservan  su  solidez,  no  desplegan  tanto  su  ac- 
ción maléfica.  Solo  los  puntos  que  están  en  contacto  con  los  tejidos  la 
ejercen.  Mas  si  son  solubles  , pierden  esa  circunstancia  favorable  para  la 
víctima,  pasan  al  estado  líquido,  y se  igualan  en  rapidez  de  acción  á los 
líquidos  naturalmente. 

Los  insolubles  tienen  poca  ó ninguna  acción  ; su  gran  fuerza  de  agre- 
gación les  impide  desplegar  la  química  , y como  no  hallen  en  los  puntos 
por  donde  se  introduzcan,  cuerpos  que  los  alteren,  y con  nuevas  com- 
binaciones , les  den  solubilidad,  permanecen  inertes. 

Por  eso  cuando  en  los  casos  judiciales  se  nos  pregunta,  en  qué  estado 
se  dió  el  veneno,  ó si  se  alega  que  se  dio  al  estado  sólido  siendo  insolu- 
ble, es  necesario  tener  en  cuenta  que , á pesar  de  ello  , es  posible  y fre- 
cuente la  intoxicación  , porque  una  vez  ingeridas  las  sustancias,  han  po- 
dido sufrir  disolución,  si  son  solubles  en  el  agua  y ácidos,  ó alteraciones 
que  las  han  transformado  en  compuestos  solubles. 

También  es  necesario  saber  que  muchos  cuerpos  solubles  y líquidos 
se  combinan  con  los  tejidos  del  estómago  é intestinos,  formando  con  sus 
principios  combinaciones  insolubles , y por  lo  tanto  no  pasan  al  torrente 
de  la  circulación  , como  no  les  dé  solubilidad  algún  otro  cuerpo. 

De  aquí  es  que  no  puede  formarse  una  conclusión  lógica  relativa  al  es- 
tado en  que  se  dió  un  veneno , si  solamente  atendemos  al  en  que  la  obte  - 
nemos por  medio  de  las  análisis;  pues  que,  con  raras  excepciones,  cuando 
se  obtienen  por  ellas  , han  sufrido  ya  alteraciones  que  no  solo  cambian 
su  naturaleza,  sino  su  estado,  y esto  se  ha  de  deducir  de  otros  datos 
que  , á su  debido  tiempo , expondremos . 

ARTICULO  III. 

DE  LAS  VIAS  POR  DONDE  PUEDEN  INTRODUCIRSE  LOS  VENENOS. 

La  piel,  las  aberturas  nalurales  y las  soluciones  de  continuidad  recientes 
ó ulceradas  , son  otras  tantas  puertas  por  donde  pueden  introducirse  los 
venenos , cuando  no  unos , otros. 

Los  autores,  en  lugar  de  decir  por  las  aberturas  naturales,  dicen 
por  las  membranas  mucosas,  sin  duda  para  indicar  que  no  es  precisa- 
mente por  el  hueco  ó cavidad  de  las  vías,  sino  por  la  membrana  que  las 
tapiza  por  donde  se  efectúa  la  intoxicación.  Tampoco  dicen  por  las  solu- 
ciones de  continuidad,  sino  por  el  tejido  celular . 


— 154  — 

CVo  que  el  hecho  en  general  se  expresa  mejor  diciendo  la  piel , las 
aberturas  ó vías  naturales  , y las  soluciones  de  continuidad.  Respecto  de 
las  aberturas  naturales,  nadie  irá  á creer  que  la  acción  de  los  vene- 
nos se  ejerza  en  el  vacío , sino  en  las  paredes  de  los  conducios  ó aber- 
turas, y al  través  de  ellas,  y puesto  que  son  membranas  mucosas  las 
que  las  tapizan  , dicho  se  está  que  ellas  son  la  verdadera  vía  , y que  así 
se  sobreentiende,  siquiera  se  diga  por  las  aberturas  naturales. 

En  cuanto  á las  soluciones  de  continuidad  , acaso  hay  mas  exactitud  y 
es  mas  comprensivo  decirlo  así,  que  limitarlo  al  tejido  celular. 

Es  verdad  que  este  tejido  absorbe,  y es  de  los  que  nías  absorben,  pero 
no  es  solo ; también  absorben  los  demás  , y sobre  todo  hay  la  sangre , la 
que  se  pone  en  contacto  con  el  veneno , y este  puede  obrar  en  seguida  y 
antes  que  la  absorción  por  los  tejidos  no  lisiados  haga  pasar  el  tósigo  al 
torrente  circulatorio. 

Cuando  un  arma  emponzoñada , por  ejemplo , produce  una  solución 
de  continuidad , corta  los  tejidos  y con  ellos  vasos,  la  sangre  fluye,  y 
por  lo  tanto  se  pone  en  contacto  con  el  veneno,  y este  desplega  su  acción. 

Creo,  pues,  que  comprendo  mas  casos  y mas  hechos  diciendo,  que  una 
de  las  vías  de  introducción  es  toda  solución  de  continuidad. 

Sentados  estos  hechos  , veamos  casos  prácticos  que  demuestren  con 
cuánta  razón  hemos  establecido  que  hay  tres  grandes  vías,  por  donde  los 
venenos  se  insinúan  en  la  economía  animal , ó se  ponen  en  contacto  con 
sus  principios  constitutivos. 

g I.  — Intoxicación  por  la  piel. 

Las  fricciones  mercuriales  obran  como  medicamento,  y llevadas  al  ex- 
ceso producen  la  intoxicación  mercurial. 

Según  Etmulero,  las  fricciones  con  pomadas  arsenicales  han  causado 
graves  trastornos,  y basta  la  muerte. 

En  la  colección  periódica  de  la  Sociedad  de  medicina  de  Paris,  t.  VI, 
página  22,  se  lee  que  una  mujer  se  aplicó  á la  cabeza  una  pomada  arse- 
nical  para  matar  sus  piojos , y se  intoxicó. 

Degner  refiere  que  una  señora  se  intoxicó  también , aplicándose,  á 
instancias  de  un  charlatán,  un  emplasto  de  sublimado  corrosivo  en  un 
tumor  que  tenia  en  un  muslo. 

Chaussier  ha  visto  la  embriaguez  promovida  con  la  aplicación  de  com- 
presas empapadas  de  alcohol  en  el  escroto. 

Lociones  de  tabaco  en  el  escroto  han  producido  su  intoxicación. 

Narnias  ha  publicado  el  hecho  de  un  contrabandista,  que  envolvió  todo 
su  cuerpo  desnudo  en  hojas  de  tabaco,  para  librarse  por  este  medio  de 
pagar  el  impuesto  establecido.  El  tabaco  mojado  por  el  sudor  le  produjo 
extrema  debilidad  del  pulso,  sudores  frios  y aplanamiento , y algún  otro 
síntoma  propio  de  la  intoxicación  por  el  tabaco. 

Gallavardin  refiere  otros  tres  casos  tomados  de  varios  periódicos  ale- 
manes de  1801  , 1844  y 1854.  El  primero  es  de  algunos  húsares  de  un 
escuadrón,  que  hicieron  lo  del  contrabandista  citado  con  igual  objeto,  y 
sufrieron  dolores  de  cabeza,  vértigos,  vómitos,  etc. , á pesar  de  ser  fu- 
madores. El  segundo  es  de  una  mujer  de  50  años,  que  se  aplicó  hojas  de 
tabaco  al  exterior  y sintió  náuseas , vómitos  espasmósdicos , hipo , opre- 
sión , accesos  de  disnea  , postración  extrema  , sudor  frío  y viscoso , pulso 
lento  e intermitente,  frió  en  las  extremidades,  etc.  El  tercero  es  de  un 


- 155  - 

sugeto  de  37  años,  á cuyos  miembros  se  aplicaron  hojas  secas  de  tabaco 
pulverizadas  y mezcladas  con  miel , para  curarle  un  reumatismo  crónico, 
y también  se  intoxicó. 

Además  de  esos  casos,  cita  Gallavardin  los  siguientes,  en  los  que  se 
presentaron  fenómenos  de  intoxicación. 

1. ®  Después  de  la  aplicación  del  zumo  del  tabaco,  en  un  exantema  cró- 
nico del  cuello  (Landerer). 

2. ®  Después  del  uso  externo  del  tabaco  (Truchsers). 

3. ®  Después  de  fricciones  hechas  con  el  residuo  del  tabaco  de  fumar, 
sobre  la  piel  denudada  de  epidermis  (Westrumb). 

4. a  Después  de  la  aplicación  del  zumo  del  tabaco  sobre  una  úlcera  ti- 
nosa (Walterhall). 

5. “  Después  de  la  aplicación  del  tabaco  en  polvo  sobre  una  úlcera  de 
la  pierna  (Kerking). 

6. °  Después  de  la  aplicación  de  una  pomada  de  manteca  y tabaco  en 
la  cabeza , de  tres  niños  afectados  de  tiña  (id.). 

7. °  Después  de  haber  envuelto  los  brazos,  manos,  muslos  y piernas 
con  lienzos  mojados  en  un  cocimiento  de  tabaco  (Merrigues)  (l). 

Ferreira  Macedo  Pinto  dice  haber  observado  síntomas  de  intoxicación 
por  las  cantáridas , á consecuencia  de  fricciones  en  la  piel  de  los  órganos 
genitales  con  la  tintura  de  aquellas;  y síntomas  de  intoxicación  de  la 
belladona  con  pomada  de  esta  sustancia  aplicada  al  pecho  ó á la  mama 
de  una  señora  (2). 

Según  Diemembroeck , Gmelin  y Mead , no  estaban  exentos  de  peligros 
los  saquillos  llenos  de  arsénico  que,  en  otros  tiempos,  se  llevaban,  á 
guisa  de  amuletos,  colgados  del  cuello,  para  preservarse  de  males  pesti- 
lenciales. Otros  han  experimentado  la  intoxicación  mercurial , llevando 
cintos  de  lana,  que  contenian  mercurio  para  curarse  la  sarna. 

El  profesor  Cloquet , después  de  haber  manejado  muchas  piezas  anató- 
micas sumergidas  en  una  disolución  concentrada  de  percloruro  de  mer- 
curio, no  se  lavó  las  manos,  y á la  noche  siguiente  le  dispertaron  vivos 
dolores  epigástricos , acompañados  de  constricción  de  pecho , sudores 
fríos,  sed,  náuseas,  vómitos  de  materia  viscosa,  ácre  y de  sabor  metá- 
lico. Al  cabo* de  cuatro  horas  diarrea  con  tenesmo  (3). 

Brierre  de  Boismonl  refiere  que  M.  Cusco  le  dijo  que,  después  de  haber 
embalsamado  con  otros  un  cadáver  con  sublimado  corrosivo , sintieron 
en  los  dedos  constricción  , dolores  agudos,  principalmente  en  los  pulpe- 
jos alrededor  de  las  uñas,  con  algunos  vestigios  y síntomas  de  las  vías 
digestivas  (4). 

En  1814  hubo  en  Montpeller  oposiciones  á una  plaza  de  disector  do 
trabajos  anatómicos.  Los  contrincantes  fueron  seis ; los  cinco  disecaron 
cadáveres  que  habían  sido  inyectados  varias  veces  con  una  disolución  de 
ácido  arsenioso  : todos  experimentaron  los  efectos  de  esta  intoxicación, 
excepto  el  que  había  disecado  un  cadáver  no  inyectado  (5). 

En  la  clínica  quirúrgica  de  Milán  se  presentó  un  caso  de  intoxi- 
cación con  síntomas  nuevos , promovido  por  el  polvo  de  las  raíces  se- 
cas del  arundo  donax.  El  polvillo  de  que  se  cubrieron  las  manos,  al 

(*)  Jour  de  phir.  el  de  rhim.  (1864). 

t2)  Obra  cit.,  p.  <1  y 73  nolas. 

(3)  Orilla.  Totvirologia  general. 

(4)  Anales  de  Higiene  pública  y de  Mediana  legal , t.  XXXV,  p.  34 1. 

(s)  Jour.  de  la  Soc.  de  méd.  prat.  de  MonlpellUr , dio.  , 4 844,  l X. 


— loó  — 

manniar  dichas  raíces  produjo  un  exantema  con  reacción  general  (‘). 

Los  trabajadores  en  cobre  y plomo  experimentan  síntomas  de  intoxi- 
cación por  estas  sustancias.  Galtier  cita  un  hecho  de  un  trabajador  que 
tuvo  un  cólico  de  cobre , por  haber  metido  las  manos  en  una  disolución 
de  sulfato  cúprico,  para  sacar  de  ella  pedazos  de  zinc. 

El  mismo  cita  á Westrumbe,  quien  habiendo  tenido  su  antebrazo  su- 
mergido en  agua  moscada  ó alcanforada , expedia  por  el  aliento  el 
olor  del  almizcle  y del  alcanfor. 

Lebkuchrer  hizo  desenvolver  en  veinte  y cuatro  y cuarenta  y ocho 
horas,  síntomas  de  intoxicación  por  el  acetato  de  plomo  y emético,  di- 
sueltos y aplicados  á la  piel  de  varios  conejos. 

El  yoduro  de  potasio  y el  cianuro  amarillo  del  mismo  pasan  rápida- 
mente por  la  piel. 

Cuando  tratemos  de  la  intoxicación  por  el  ácido  carbónico  , verémos 
probado  con  hechos  que  no  se  necesita  respirarle  para  matar;  su  acción 
sobre  la  piel  es  bastante.  Landriani,  Chaussier,  Collard,  de  Aíarligny,  lo 
han  probado  con  experimentos.  Otro  tanto  hicieron  con  el  ácido  sulfhí- 
drico en  la  piel  del  hombre  y animales. 

Hay  árboles,  cuyos  efluvios  producen  accidentes  graves  y exantemas. 

En  Barcelona , un  chico  de  unos  ocho  años,  invadido  de  una  afección 
tifoidea  agudísima,  perdió  casi  toda  la  epidermis,  siendo  su  cuerpo  entero 
una  llaga.  Para  calmar  los  atroces  dolores  que  sentía,  se  le  untó  con  una 
pomada  opiada  toda  la  superficie  descubierta.  A los  pocos  momentos 
reinó  en  él  la  calma  mas  profunda,  y así  murió.  Yo  he  creído  siempre 
que  la  pomada  aceleró  la  muerte. 

M.  Davanne  habla  de  los  peligros  á que  se  exponen  los  fotógrafos,  ma- 
nejando el  cianuro  de  potasio  y el  bicloruro  de  mercurio , y cita  el  caso 
de  uno  que  se  quiso  quitar  las  manchas  de  nitrato  do  plata  con  un  pedazo 
de  cianuro  de  potasio,  y se  le  quedó  entre  la  uña  y el  pulpejo  un  frag- 
mento. A los  pocos  momentos  sintió  dolor  en  el  dedo  y vértigos,  se  lavó 
el  dedo  con  vinagre,  con  lo  que  se  descompuso  el  cianuro,  formándose 
ácido  cianhídrico , y no  tardó  en  quedar  intoxicado  (2). 

El  doctor  Ploss  , de  Leipsig , ha  publicado  la  historia  de  un  sugeto  de 
treinta  y tres  años,  afectado  de  un  padecimiento  en  la  garganta,  el  cual 
se  aplicó  una  pomada  de  3 granos  de  atropina  y 2 draetnas  de  manteca, 
alrededor  del  cuello.  A los  pocos  minutos  estaba  como  loco  , y se  into- 
xicó de  tal  suerte  , que  á las  dos  horas  espiró  (3). 

Si  á estos  casos  añadimos  los  efectos  notables  del  método  endérmico, 
la  facilidad  con  que  se  hace  pasar  á la  masa  de  la  sangre , por  medio  de 
fricciones,  una  porción  de  sustancias,  comprenderémos  fácilmente  cómo 
puede  muy  bien  efectuarse  la  intoxicación  por  la  piel , ya  provista  , ya 
desprovista  de  epidermis.  Concíbese  , sin  embargo , que,  en  este  último 
caso,  hade  ser  mucho  mas  fácil,  ya  obren  los  venenos  por  absorción , 
ya  por  contacto  , punto  que  discutirémos  á su  tiempo. 

Sin  embargo , á pesar  de  los  hechos  que  acabo  de  citar  y de  la  mul- 
titud por  el  estilo  que  posee  la  ciencia  , dejando  probado  hasta  la  evi- 
dencia que  los  venenos  se  introducen  por  la  piel  desprovista  ó provista 
de  epidermis  , no  falta  quien  lo  niegue. 


P)  Véase  el  número  7 de  la  Facultad. 

Higiene  pública  y Medicina  legal.  Tomo  XIX,  sngunda  série, 
(3j  Gaceta  medica  de  Pane.  Med.  press.,  4864. 


*5*. 


- 157  — 

El  doctor  Boraolle  parece  ser  el  que  está  al  frente  de  esos  incrédulos, 
V aunque  se  diga  que  su  principal  oposición  se  refiere  á la  absorción  cu- 
tánea de  los  medicamentos  y del  líquido  de  los  baños,  fácil  es  compren- 
der que  eso  se  roza  con  la  dé  los  venenos  por  esa  via. 

En  1853  publicó  Homolie  sus  experimentos  hechos  sobre  sí  mismo  con 
baños  que  contenían  cianuro  férrico  y yoduro  potásico,  infusiones  de  di- 
gital y belladona  y otras  sustancias,  obteniendo  resultados  negativos, 
puesto  que  no  observó  ningún  síntoma  de  intoxicación,  ni  encontró  nin- 
guna de  esas  sustancias  en  la  orina. 

c Supone  dicho  autor  que  el  agua  del  baño  es  absorbida  , y que  la  sus- 
tancia medicinal  ó tóxica  no  pasa  al  través  de  la  piel. 

M.  ílubert,  primer  farmacéutico  del  hospital  de  las  Clínicas,  ha  publi- 
cado una  memoria  sobre  este  asunto,  y resume  su  opinión  diciendo:  . 

1. °  Que  cuando  la  epidermis  no  presenta  ninguna  solución  de  conti- 
nuidad, y no  se  la  ha  privado  del  barniz  sebáceo  que  la  impregna  hasta 
en  las  capas  mas  profundas,  la  absorción  por  el  dérmis  es  nula  completa- 
mente, aun  después  de  seis  horas  de  inmersión  en  el  agua  , si  las  solucio- 
nes acuosas  no  irritan  ni  alteran  la  piel. 

2. °  Que  la  absorción  de  las  materias  salinas  extractivas  ó de  otra  clase 
se  verifica  , por  el  contrario , con  mas  ó menos  facilidad , cuando  por  un 
disolvente  á propósito  se  ha  quitado  de  antemano  á la  epidermis  su  bar- 
niz protector,  ó se  ha  empleado  un  medicamento , cuyo  vehículo  puede 
disolverle  fácilmente. 

Créese  que  por  eso  los  fotógrafos  pueden  manejar  impunemente  solucio- 
nes concentradas  de  cianuro  de  potasio , y los  fabricantes  de  productos 
químicos  otras  sustancias  tóxicas ; al  paso  que  el  alcohol,  el  éter,  el 
cloroformo , el  sulfuro  de  carbono , los  aceites  volátiles , los  cuerpos  gra- 
sos , la  glicerina,  que  tenga  en  suspensión  ó disolución  sustancias  vene- 
nosas , facilitan  su  absorción,  por  lo  que  alteran  la  piel. 

El  doctor  Parissot  también  afirma  que  no  han  pasado  por  la  piel,  desde 
un  baño,  varias  sustancias  que  no  la  alteran,  como  yoduro  potásico,  cia- 
nuro amarillo  de  potasa,  clorato  de  idem,  sulfato  de  hierro,  belladona, 
digital  y ruibarbo , ó su  sustancia  colorante.  Después  de  dos  horas  de 
baño,  no  se  nota  ni  en  la  orina,  ni  en  la  saliva,  el  menor  vestigio  de  esos 
cuerpos.  Tampoco  lo  son  las  soluciones  acuosas  de  digitalina  y atropina. 
La  constitución  anatómica  de  la  piel , según  Parissot,  se  opone  á la  ab- 
sorción, mientras  conserve  el  unto  sebáceo;  por  eso  absorben  las  partes 
desprovistas  natural  ó artificialmente  de  ese  barniz  protector.  Las  palmas 
de  las  manos  y los  pies , desprovistas  de  él,  absorben  más. 

También  dice  el  mismo,  que  una  solución  de  atropina  (0,05  gramos 
poi  20  gramos  de  cloroformo),  aplicada  sobre  la  írente  por  medio  de  una 
capa  de  algodón , á los  tres  minutos  dilata  la  pupila.  Empleando  el 
vmo,  en  lugar  del  cloroformo,  tardó  en  manifestarse  esa  dilatación, 
media  hora.  Disuelta  en  agua  ligeramente  acidulada  , con  ácido  acético, 
no  se  obtuvo  dicho  síntoma. 

M Dolore  , en  una  nota  presentada  á la  Academia  de  ciencias  por 

fvi rPÍAnLc  ’ exPone  138  experimentos  que  ha  practicado  por  medio  de 
dicciones,  y resume  su  opinión  diciendo: 

bles  en  el' aguaana  GS  suscePtii,Ie  de  absorber  todas  las  sustancias  solu- 

2.°  Esta  absorción  es  tan  difícil  é irregular,  que  no  puede  contarse  de 
un  modo  cierto  con  el  método  cataléptico.  omarse  de 


— 158  — 

3 * La  absorción  cutánea  se  favorece  ó contraria  por  muchas  condicio- 
nes relativas  á la  energía  ó laxitud  del  sugeto,  naturaleza  del  medica- 
mento , modo  de  usarle , etc. 

M.  Deschamps  pretende  que  las  aguas  minerales  no  penetran  la  piel  lle- 
vando al  interior  los  principios  que  las  componen,  y para  eso  se  funda  en 
cálculos  matemáticos. 

A todos  esos  datos  que  se  oponen  á la  absorción  de  la  piel,  se  contesta 
fácilmente  diciendo  : en  primer  lugar,  que  ninguno  de  ellos  destruye  la 
realidad  de  los  hechos , con  los  que  he  demostrado  que  los  venenos  son 
absorbidos  por  la  piel.  En  segundo  lugar,  que  lo  que  dicen  üomolle  y JPa- 
rissot,  se  explica  bien  sin  necesidad  do  negar  á la  piel  la  facultad  de  ab- 
sorber. Las  sustancias  insolubles  en  el  agua  no  pasan,  no  son  absorbi- 
das, no  solo  por  la  piel,  sino  por  otros  tejidos,  y las  sales  de  potasa  pue- 
den muy  bien  no  encontrarse  en  la  orina,  tales  cuales  se  dieron,  porque 
en  el  cueno  sufren  descomposición  , como  lo  probarémos  en  su  lugar. 

De  que  los  fotógrafos  manejen  disoluciones,  venenos  concentrados  , sin 
peligro  por  lo  común,  no  se  sigue  que  no  le  haya;  algún  autor,  en  los 
Anales  de  Higiene  pública,  se  ha  ocupado  en  ello  dándolas  por  peligrosas, 
y ya  hemos  referido  un  caso  en  que  hubo  peligro.  Además,  por  lo  mismo 
que  son  concentradas , no  se  prestan  á la  absorción.  Ya  veremos  también 
que  las  membranas  no  se  prestan  á la  endósmosis,  cuando  son  concen- 
tradas las  disoluciones  salinas. 

Sobre  lo  del  barniz  protector  de  la  piel  no  negaremos  su  influencia,  ni 
que  haya  sustancias,  que  disolviéndole,  faciliten  Ja  absorción.  Este  fenó- 
meno, como  todos,  no  es  absoluto  , necesita  condiciones,  las  que  supo- 
nemos, cuando  decimos  que  los  venenos  son  absorbidos  por  la  piel , por- 
que no  tratamos  mas  que  de  ese  fenómeno  en  globo , sin  descender  á es- 
tudiar los  casos  y motivos  de  las  modificaciones  que  puede  experimentar 
y á menudo  experimenta.  Pero  sí  dirémos  que  Parissot  incurre  en  una 
contradicción  , porque  si  las  manos  y pies  no  tienen  ese  barniz  protector, 
¿cómo  salen  incólumes  los  fotógrafos,  manejando  disoluciones  venenosas? 
¿Y  los  que  se  bailan  en  aguas  cargadas  de  sustancias  tóxicas,  teniendo 
dentro  del  baño  las  manos  y piés  desprovistos  de  unto  protector,  según 
la  anatomía  de  Sappey  que  Parissot  nos  recuerda , ¿ cómo  no  absorben 
esas  sustancias  por  ellas  ? 

Además  de  estas  razones,  que  quitan  completamente  toda  su  fuerza  á 
esos  pretendidos  hechos,  con  que  se  quiere  invalidar  una  verdad  fisioló- 
gica evidente,  citaré  los  experimentos  de  Willemin,  inspector  de  aguas 
de  Yichy,  acompañado  del  ilustrado  químico  M.  Hepp,  farmacéutico  ma- 
yor del  hospital  de  Estrasburgo  De  las  observaciones  de  ese  profesor  se 
desprende  que  las  aguas  minerales  son  absorbidas,  y que  se  encuentran 
sus  principios  en  las  personas  que  toman  en  baños  esas  aguas. 

Concluyamos , pues,  sosteniendo,  con  hechos  prácticos  é irrefragables, 
que  los  venenos  pueden  introducirse  por  la  piel  sin  epidermis  y con  epi- 
dermis, sin  unto  sebáceo  y con  él;  siquiera,  como  lo  verémos  en  lo  su- 
cesivo , haya  diversas  condiciones  que  faciliten  ó dificulten  el  paso  de  los 
venenos  por  esa  vía. 

§ IL— Intoxicación  por  las  aberturas  naturales  ó las  mucosas. 

Demostremos  igualmente,  con  los  hechos , que  la  intoxicación  se  efec- 
túa por  las  membranas  mucosas  ó las  aberturas  naturales. 


- m - 

Algunas  gotas  de  ácido  hidrociánico  en  la  conjuntiva  matan  con  pron- 
titud. Los  perros  mas  vigorosos  no  resisten  á su  acción. 

Dice  Anglada  que  algunos  sugetos  han  sufrido  por  haber  olido  licores 
que  contenían  ciertas  preparaciones  de  arsénico ; que  el  narcotismo  es 
posible  tomando  tabaco,  á cuyo  polvo  se  asocien  otras  plantas  sedativas, 
til  tabaco  del  dormido  se  hizo  célebre  por  su  acción  sobre  la  pituitaria.  El 
mismo  autor  dice  en  una  nota:  «Que  los  chinos  vacunan  por  las  fosas 
nasales  con  buen  éxito.»  Aunque  no  se  tenga  un  virus  por  veneno,  no 
deja  de  ser  ser  significativo  el  hecho  en  la  cuestión  que  nos  ocupa. 

Muchos  venenos  gaseosos  atacan  fuertemente  la  mucosa  de  la  nariz. 

Los  anestésicos  obran  por  las  vías  pulmonales. 

Aman  refiere  que  unos  carpinteros  aplicaron,  para  divertirse,  á la 
nariz  de  un  niño  dormido,  una  bujía  acabada  de  apagar.  El  niño  se  des- 
pertaba, cada  vez  que  le  aplicaban  la  bujía , hasta  que  su  respiración  se 
puso  dificultosa,  le  dieron  accidentes  epilépticos,  y al  tercer  dia  murió. 

La  mucosa  bronquial  ó pulmonal  es  á menudo  vía  de  intoxicación. 
Los  trabajadores  de  las  minas  de  plomo  y azogue  experimentan  con  fre- 
cuencia los  efectos  de  estos  minerales  venenosos,  lntoxícanse  también 
fácilmente  los  que  caen  en  lagares  y lugares  comunes , respirando  el 
ácido  carbónico  y sulfhídrico. 

En  181b,  el  desdichado  Gehlen  se  estaba  ocupando  con  M.  Ruhland 
en  algunas  investigaciones  acerca  de  la  acción  recíproca  del  arsénico  so- 
bre la  potasa;  desprendióse  un  poco  de  hidrógeno  arsenicado  , le  respiró, 
y al  cabo  de  unos  cuantos  dias  sucumbió  entre  los  mas  atroces  sufri- 
mientos ('). 

La  pasta  escarótica  de  Fray  Cosme,  aplicada  á los  labios  cancerosos, 
ha  producido  muchas  veces  la  intoxicación  arsenical. 

Es  ocioso  que  mencione  casos  de  envenenamientos  é intoxicaciones  por 
la  mucosa  esofágica  y estomacal,  ó sea  del  canal  digestivo.  La  mayor 
parte  de  envenenamientos  se  encuentran  en  este  caso. 

Zachías  refiere,  remitiéndose  á Suelonio,  que  el  emperador  Cláudio 
fué  envenenado  por  medio  de  una  lavativa , que  le  preparó  Agripina  (2). 

El  papa  Alejandro  V fué  envenenado  por  medio  de  una  lavativa,  que 
le  hizo  dar  el  cardenal  Baltasar  Cossa  (3j. 

Damien,  asesino  de  Luis  XV,  declaró  en  su  interrogatorio  que  había 
dado  la  muerte  al  conde  de  Labourdonniere , aplicándole  una  lavativa  de 
ácido  nítrico  (4). 

Anglada  refiere  un  caso  semejante,  en  que  tuvo  que  ocuparse  el  tribu- 
nal del  Ariege.  Una  criada  mató  á su  señora  con  media  onza  de  arsénico, 
que  puso  en  una  lavativa  ordenada  para  curarla. 

Asley  Cooper  refiere  varios  ejemplos  de  intoxicaciones  de  tabaco,  á 
causa  de  lavativas  de  dicha  sustancia  dadas  para  reducir  las  hernias. 

Una  señora,  á quien  asistía  yo  con  el  doctor  Drument,  recibió  una  la- 
vativa laudanizada  para  calmarle  un  doior,  y experimentó  ciertos  sínto- 
mas de  la  intoxicación  narcótica. 

M.  Bertini  observó  una  intoxicación  de  tabaco  en  un  niño,  á quien  se 
dió  una  lavativa  de  dicha  sustancia  como  anti-helmíntica  (s). 

(')  Anales  de  Física  y de  Química  tomo  XCV,  p.  *10. 

(2)  Cuestiones  médico-leyales,  lib.  ll,  p.  83. 

(a)  Historia  de  los  Papas. 

(*)  Memorias  de  múdame  Campan,  t.  III. 

(B)  Periódico  de  ciencia»  médicas  de  la  Sociedad  médico-quirúrgica  deTurin. 


— 100  — 

En  el  Diario  general  de  Medicina  (1810)  se  lee  un  caso  de  una  mujer  de 
cuarenta  años,  envenenada  por  su  marido,  á lo  Calpurneum , el  cual  en 
el  acto  de  usar  de  sus  derechos  matrimoniales , le  introdujo  en  la  va- 
gina cierta  cantidad  de  aisénico. 

s j;n  ias  actas  de  la  sociedad  de  medicina  de  Copenhague  se  encuentra 
consignado  otro  caso  análogo.  Un  aldeano  habia  muerto  con  igual  medio 
á tres"  mujeres,  con  quienes  se  casó  sucesivamente.  La  última,  que  habia 
sido  cómplice  para  matar  á la  segunda,  le  denunció,  cuando  á su  vez  se 
vió  atacada.  Habiéndose  suscitado  algunas  dudas  sobre  este  caso,  se  hi- 
cieron experimentos  en  yeguas,  introduciéndoles  media  onza  de  ácido 
arsenioso  en  la  vagina.  Media  hora  después,  la  intoxicación  se  declaró  en 
ellas  , y una  de  las  yeguas  que  no  fue  asistida,  pereció  ; las  demás  se  sal- 
varon, Vi  beneficio  de  los  medios  empleados  contra  la  acción  del  ácido  ar- 
senioso. En  la  historia  del  envenenamiento  hemos  citado  el  hecho  de  Cal- 
purneum  y el  de  Ladislao,  rey  de  Ñapóles,  referido  por  Zachías. 

Los  resultados  funestos  que  suele  tener  la  infección  venérea  por  la  mu- 
osa  uretral,  nos  autorizan  para  creer  que  es  igualmente  una  vía  de  into- 
xicación como  todas  las  demás  del  cuerpo.  Segalas  lo  ha  continuado  con 
la  nuez  vómica. 

g III.—  Intoxicación  por  el  tejido  celular  ó las  soluciones  de  continuidad. 

Demostremos  finalmente  y de  igual  modo  que  la  intoxicación  se  efec- 
túa por  el  tejido  celular,  ó las  soluciones  de  continuidad. 

Los  animales  ponzoñosos  intoxican , deponiendo  el  veneno  en  la  solu- 
ción de  continuidad,  que  causan  con  la  mordedura  ó picadura. 

Los  salvajes  untan  la  punta  de  sus  Hechas  y armas  con  jugos  veneno- 
sos, y así  hacen  heridas  mortales,  inoculando  el  jugo  en  la  solución  de 
continuidad  ó en  la  sangre. 

Leonardo  deCápua  dice  qne  un  niño  sucumbió,  en  medio  de  vómitos  y 
deyecciones  alvinas  terribles , á consecuencia  de  una  herida  que  se  hizo 
en  la  cabeza  con  la  punta  de  un  peine  untado  de  aceite , en  el  cual  se 
habia  disuelto  un  preparado  de  arsénico.  . 

Un  tal  Lukin  propuso  al  almirantazgo  inglés  que  se  emplease,  para  la 
conservación  de  los  buques , madera  impregnada  de  una  disolución  de 
arsénico  blanco,  con  la  cual  se  preservarían  de  los  gusanos.  Púsose  en 
práctica  esta  idea,  y hubo  que  renunciar  á ella  muy  pronto,  á consecuen- 
cia de  los  frecuentes  accidentes  que  sobrevinieron.  Una  astilla  cualquiera 
que  se  clavase  en  las  manos  ó piés  de  la  tripulación,  y trabajando  la  ma- 
dera, bastaba  para  que  hubiese  síntomas  de  intoxicación.  Dos  marineros 
fueron  víctimas  de  ella. 

En  el  Boletín  general  de  la  terapéutica  de  1845 , se  leen  dos  casos  de  in- 
toxicación en  dos  mujeres , las  que  se  aplicaron  á un  cáncer  ulcerado  un 
ungüento  arsenical  que  un  charlatán  les  proporcionó. 

En  el  Diario  de  conocimientos  médicos  prácticos  y de  farmacología  (enero, 
1844)  se  lee  el  caso  de  un  niño,  que  tenia  ligeras  excoriaciones  en  las  in- 
gles. Su  madre,  creyendo  aplicarle  licopodio,  le  puso  polvos  de  subli- 
mado corrosivo,  y el  niño  espiró  intoxicado. 


- 161  - 
ARTÍCULO  IY. 

DE  LA  ABSORCION  DE  LOS  VENENOfe; 

g I.— De  los  hechos  que  prueban  la  absorción  de  los  venenos. 

liemos  admitido  que  los  venenos  se  introducen  en  la  economía  animal 
por  tres  vías,  y hemos  aducido  muchas  pruebas  de  hechos  para  cada  una. 
Estas  pruebas  lo  son  de  la  absorción  de  los  venenos,  pues  aun  cuando  se 
admita  su  acción  local , y de  la  alteración  fisiológica  que  en  ella  se  veri- 
fique resulte  un  trastorno  general  por  simpatía , esto  no  puede  admi- 
tirse para  todos  los  casos.  Ya  veremos  en  su  lugar  cómo  obran  ios  vene- 
nos , si  por  contacto  solo,  si  por  sola  absorción  ó paso  á la  sangre. 

Además  de  estas  pruebas,  tenemos  otras  mas  directas.  Las  análisis 
han  hallado  las  sustancias  venenosas  ó sus  factores , en  puntos  distantes 
de  aquellos  en  donde  fueron  ingeridos. 

Citemos  algunos  de  estos  hechos,  y luego  reflexionaremos. 

Cantu  ha  encontrado  el  yoduro  de  potasio  en  la  sangre  , sudor,  orina, 
saliva  y leche  de  un  sugeto  que  le  tomaba  como  medicamento  (*)• 

Groguier  de  Lyon  encontró  sal  amoníaco  en  el  suero  de  un  caballo  en- 
venenado con  dicha  sustancia  (2). 

Gmelin  y Tiedeman  reconocieron  la  presencia  del  acetato  de  cobre  y 
del  acetato  de  plomo,  en  la*  sangre  de  las  venas  mesaráicas  y esplénicas 
de  algunos  perros.  Los  mismos  sacaron  cianuro  de  mercurio  y cloruro 
de  bario  de  la  sangre  de  caballos,  á los  cuales  se  habian  dado  dichas 
sustancias  (3). 

Lebukuchner  notó  la  existencia  del  alcanfor  en  la  sangre  de  la  vena 
cava  (4). 

Mayer  descubrió  el  ferrocianuro  de  potasio  en  la  sangre  y serosidad  de 
los  órganos  (5). 

O’shanghenessey  encontró  el  yodo  en  la  orina  y saliva  de  un  sugeto 
que  usaba  de  dicha  sustancia  como  medicamento  (s). 

Jourda  y Buchner  encontraron  en  la  orina  el  mercurio,  después  de  ha- 
ber sido  empleado  como  medicamento  (7). 

Schubar  la  encontró  en  la  sangre  (8). 

Colson  parece  haber  observado  oiro  tanto  (9). 

Nisten  refiere  que  M.  Dubois  hizo  la  operación  de  la  talla  á un  enfermo, 
y que  se  encontró  un  producto  de  la  acción  del  ácido  nítrico  sobre  el 
úrico.  El  sugeto  tomaba  el  primero  en  una  bebida  acidulada  (10). 

l)ar\vin  ha  encontrado  cantidades  notables  de  nitrato  de  potasa  en  la 
orina  de  otro  que  usaba  en  abundancia  de  bebidas  nitradas.  Yr  en  ciertos 
casos  que  se  había  mezclado  con  los  alimentos  el  hidrocianato  de  potasa, 

(’)  Jour . de  chim.  me'd.,  II,  29¡. 

(2)  Journal  de  mederine  de  Corvisart . XIX  , i 55.  . 

p)  Jiecherches  sur  la  rauta  que  prennent  diverses  substances  pnur  passer  de  I estomac  et  des 
inteslins  dar ¡«  le  sang.  Traducción  de  Heller;  París,  1821. 

P)  Ulram  per  viventium  ad  huc  animulíum  membranas  materias  ponderabilet  permiare  queant. 
Tulunco? . 1819,  9. 

Ia)  Arrhives  fur  arritom.  and  phisiohgie  ,111. 

(fi)  See  Cliepter  on  indine 
(loados  por  Devcrgie. 

(8)  Arah.  I ur  medirinísche.  Erfarhung,  1823,  t.  II,  p.  419. 

(9)  fíev.  med.,  182$  , t.  I , p.  30 

(’nj  Citado  por  Anglada . hijo;  p.  131. 

TOXICOLOGÍA. — 11 


- 162  — 

se  reconoció  esta  sal  por  el  color  azul  que  daba  la  orin  a , bajo  la  acción 
de  una  sal  férrica,  En  la  misma  orina  se  han  encontrado  cantidades  de 

carbonatas  alcalinos  p).  ,T1.1  , 

Un  oficial,  fundidor  de  cobre,  entró  en  el  hospital  de  París  (Ilólel- 
Dieu)  para  que  le’curaran  una  amaurosis,  y se  observó  que  tenia  su  pelo 
un  matiz  verdoso  ; Laugier  analizó  un  mechón  de  este  pelo,  y encontró 
cobre,  con  vestigios  de  hierro  y manganeso  (2). 

Krimer  encontró  el  ácido  cianhídrico  en  la  sangre  de  personas  enve- 
nenadas con  él  (3).  . , , , . 

Woether  recogió  de  la  orina  de  perros  y caballos  yodo,  hígado  de  azu- 
fre , azoalo  de  potasa  , sulíbeianuro  de  potasio,  ácido  oxálico,  ácido  tar- 
tárico, ácido  nítrico,  que  se  les  había  administrado  (4). 

Orfila,  después  de  haber  dado  ácido  arsenioso,  arseniatos  y arsenitos, 
tártaro  eslibiado,  sales  de  cobre,  al  interior  y al  exterior,  á varios  per- 
ros, encontró  dichas  sustancias  en  la  sangre  y los  tejidos.  El  mismo 
autor  ha  reconocido  el  yodo,  la  potasa,  la  barita  y sus  sales,  el  hígado 
de  azufre,  el  acetato  de  potasa,  los  ácidos  minerales,  como  el  sulfúrico, 
el  nítrico  y el  hidroclórico,  etc.,  el  amoníaco,  el  cloruro  amónico,  el 
agua  de  javela,  las  sales  de  plomo,  de  mercurio  de  oro  y plata  {5). 

Chaussier  encontró  ácido  sulfhídrico  en  el  tejido  celular  de  personas 
muertas  por  aquel  gas  (6). 

Bermercheist  descubrió  en  la  costra  de  la  sangre  el  yodo,  hecha  la  san- 
gría á un  sugeto  que  se  habia  aplicado  una  pomada  yodada  (7). 

Wimber  ha  encontrado  plomo  y cobre  en  el  hígado,  médula  y múscu- 
los de  varios  perros  envenenados  (8). 

Tales  son  los  numerosos  hechos  , con  los  cuales  puede  ponerse  en  evi- 
dencia que  los  venenos,  al  menos  en  su  mayor  parte  , son  absorbidos. 

A la  evidencia  de  tales  hechos  podemos  "añadir  la  absorción  de  todos 
los  venenos,  que  se  dan  como  medicamentos,  pues  es  bien  sabido  que  los 
tejidos  del  cuerpo  humano  los  absorben,  y que  los  absorben  por  todas  las 
vías  indicadas. 

Hoy  es  un  punto  de  doctrina  acerca  del  cual  no  hay  cuestión  alguna. 
Todos  los  autores  están  de  acuerdo  sobre  ello  ; lo  mas  que  puede  haber 
es  disidencias  sobre  cierta  clase  de  venenos,  los  insolubles  por  ejemplo, 
puesto  que  algunos  toxicólogos,  viendo  que  producen  intoxicaciones  y 
que  se  los  halla  en  la  masa  de  la  sangre,  ó en  puntos  distantes  de  aquel 
donde  fueron  ingeridos,  deducen  que  han  debido  de  absorberse. 

Dejando  este  punto  importantísimo  para  luego,  diré  aquí , en  cuanto  á 
la  absorción  de  los  venenos  en  general , que , además  de  lo  expuesto, 
está  hoy  demostrada  su  existencia  por  muchos  y buenos  experimentos, 
hechos  á propósito  por  los  Magendie  y ios  Delille,  los  Brodie , los  Chris- 
tisson  y Coindet,  los  Segalas,  ios  Panizza,  los  Antonio  Roselli , los  Cae- 
tano  Strambio,  los  Tiedeman,  los  Millón,  los  Colson , los  Kramer,  los 


(*')  Anglada,  Towicologla  general,  p.  129, 

(*)  Anglada,  loco  cilato. 

{*)  Journal  complementare , XXVIII,  37. 

( ) Eccperiences  sur  le  passage  des  sustanees  dans  l’urine. — Journal  des  progres  des  Sciences 
el  wslilutiom  medicales,  t V.  1827. 

.J/j  Me™oires  * la  Academie  royale  de  médecine,  t.  VIII,  1840.-  Journal  de  chimie  medícale, 
1842.—  Toancologie  genérale , t.  I , p.  8. 

(•)  Journal  de  médecine  de  Sedillot , XV,  28 
I’)  Journal  de  chimie  mídicale,  IV,  383. 

( ) Ste  the  Chapters  on  Cooper  and  leand. 


- 163  - 

Bernard , los  Chatin  , los  Melsens , los  Isambert , y otros  que  ya  llevamos 
citados  mas  arriba. 

De  todos  esos  experimentos  podemos  inferir,  como  un  hecho  averi- 
guado , que  los  venenos  son  absorbidos , no  solo  por  las  venas , como  ya 
lo  creyeron  los  antiguos,  desde  Galeno,  y lo  fueron  admitiendo  varios  au- 
tores , según  lo  hemos  visto  en  la  historia  del  envenenamiento,  aunque 
no  tenían  datos  tan  claros  ni  numerosos  como  los  modernos;  sino  por 
lodos  los  tejidos  de  la  economía  animal,  siquiera  eso  no  se  entienda  de 
una  manera  absoluta,  pues  vamos  á ver  dentro  de  poco  que,  en  efecto, 
los  hay  acerca  de  los  cuales  no  es  posible  la  absorción , por  lo  menos  en 
el  estado  y ser  en  que  se  dan. 

§ 11.  — De  la  relación  entre  la  absorción  de  los  venenos  y su  solubilidad,  su  difusibilidad  y 

otras  propiedades  físicas  y químicas. 

Acabo  de  indicar  que,  si  alguna  duda  cabe,  ó si  alguna  disidencia  hay 
entre  los  autores  acerca  de  la  absorción  de  los  venenos,  es  tan  solo  res- 
pecto de  los  que  son  insolubles;  fundándose  los  que  creen  que  son  tam- 
bién absorbidos  como  los  solubles,  en  que  las  análisis  los  hallan  en  pun- 
tos distantes  de  aquellos  en  los  que  fueron  ingeridos,  y en  los  efectos 
del  tósigo,  á pesar  de  su  insolubilidad. 

liste  punto  es  demasiado  importante  y trascendental,  tanto  en  la  parte 
terapéutica,  como  en  la  forense,  para  no  tratarle  con  la  detención  debida. 

La  absorción,  no  solo  de  los  venenos,  sino  de  toda  sustancia  ó cuerpo, 
está  de  tal  manera  unida  con  la  solubilidad  y otras  propiedades  de  los 
mismos , que  bien  podemos  establecer  como  regla  general , que  sola- 
mente lo  que  está  disuello  es  absorbible. 

El  corpora  non  agunt  nisi  soluta  es  un  antiguo  axioma , que  ya  deja  en- 
trever la  gran  verdad  de  aquel  aserto,  y si  los  venenos  no  han  de  des- 
plegar su  acción  terrible  hasta  que  se  pongan  en  contacto  con  la  sangre, 
punto  que  también  disculirémos  con  la  extensión  é interés  que  reclama, 
con  mas  razón  hemos  de  considerar  inseparables  la  absorción  y la  solu- 
bilidad de  tales  cuerpos. 

Los  espacios  intersticiales  ó poros  de  los  tejidos,  ya  que  no  las  bocas 
de  los  vasos  absorbentes,  son  siempre  de  diámetro  menor  que  las  molé- 
culas de  los  cuerpos,  cuya  cohesión  no  está  vencida , conservándose  al  es- 
tado sólido  ó líquido  insoluble;  por  lo  cual,  para  que  se  efectúe  la  ab- 
sorción, es  de  todo  punto  indispensable  que  el  cuerpo  se  disuelva  en  el 
agua , ó en  otros  disolventes. 

Los  hechos  y experimentos  que  hemos  citado  en  pro  de  la  absorción  de 
los  venenos,  conducen  á probar  que  solo  los  solubles  son  absorbidos, 
porque  todos  lo  eran;  y si  bien  al  mencionar  los  cuerpos  obtenidos  por 
análisis,  figuran  algunos  que  no  son  solubles,  es  necesario  tener  en 
cuenta  que  no  fueron  dados,  que  no  se  introdujeron  en  la  economía  en 
el  estado  en  que  se  los  halló,  ó tales  como  se  habla  de  ellos. 

De  aquí  es  que  la  opinión  general  está  por  la  exclusiva  absorción  de 
los  venenos  solubles,  no  siendo  absorbidos  los  insolubles,  sino  cuando 
su  composición  se  altera,  una  vez  introducidos  en  la  economía,  bajo  la 
influencia  de  los  cloruros  alcalinos  y de  los  ácidos,  agentes  poderosos  de 
disolución  , respecto  de  ciertas  composiciones  por  sí  solas  insolubles. 
Mialhe  ha  puesto  fuera  de  duda  esa  influencia,  no  solo  relativamente  á 
ios  compuestos  mercuriales  insolubles,  sino  á otros  venenos.  Orfila  ha 


— 164  — 


probado  lo  mismo  respecto  de  los  boratos,  tartaratos , oxalatos  y fosfatos 
de  plomo;  y Melsens,  en  lo  que  mira  al  salíalo. 

Sin  embarco  hay  autores  que  no  se  dan  por  vencidos,  é insisten  en 
la  absorción  de  los  venenos  insolubles,  citando  hechos  de  alguna  grave- 
dad, en  apoyo  de  su  opinión;  y á la  verdad,  á primera  vista  pudieran 
hacer  vacilar  á los  que  tuviesen  menos  í'é  en  la  constancia  de  las  leyes 
fisiológicas  y físicas.  Tanta  fuerza  le  han  hecho  á Galtier  esos  hechos 
excepcionales,  que  da  por  no  resuella  la  cuestión. 

Veamos  esos  hechos,  y luego  discutiremos  para  saber  si  tienen  mejor 
y mas  admisible  explicación  que  la  que  se  pretende  darles. 

Adúcese  como  argumento  práctico,  ó pruebas  de  hecho  de  la  absor- 
ción de  los  venenos'insolubies , los  experimentos  de  Kramer,  quien  intro 
dujo  en  el  estómago  de  un  perro  cierta  cantidad  de  cinabrio,  sulfuro  de 
mercurio,  insoluble,  y luego  hizo  constar  su  presencia,  en  naturaleza, 
en  sustancia,  en  los  vasos  capilares  do  dicho  órgano. 

OEsterlin  hizo  fricciones  en  el  abdótnen  de  un  gato,  por  espacio  de 
cuatro  dias,  con  ungüento  mercurial,  y luego  halló  el  mercurio  metálico 
en  las  heces,  en  la  sangre , y en  gran  cantidad  en  el  hígado,  sobre  todo 
en  la  vejiga  de  la  hiel , en  el  bazo,  en  el  sedimento  de  la  orina,  al  paso 
que  no  descubrió  ni  un  átomo  en  el  sistema  nervioso.  También  obtuvo  á 
poca  diferencia  los  mismos  resultados  en  otro  gato , al  cual  hizo  tragar 
por  espacio  de  siete  dias  el  mismo  ungüento.  Por  último,  habiendo  he- 
cho tragar  carbón  durante  seis  dias  á unos  conejos,  galos  y gallos,  le 
halló  en  las  venas  mesaráicas,  en  la  porta,  en  el  hígado  y en  el  ven- 
trículo derecho  del  corazón. 

Meisenide  halló  igualmente  carbón  en  los  tabiques  globulares  de  ios 
pulmones,  en  varios  animales,  á los  que  se  le  había  dado,  al  paso  que 
no  le  pudo  descubrir  en  otros  que  no  le  tomaron.  Además,  este  mismo 
autor  descubrió  glóbulos  de  almidón  en  la  sangre  mescntérica  de  los 
animales,  á los  cuales  se  le  administró. 

Rerard  , Orilla  y Robín  repitieron  esos  experimentos , que  en  vano  ten- 
taron Mialhe , Lebert  y Rernard , y hé  aquí  los  resultados : 

A un  perro,  que  estaba  en  ayunas  veinte  y cuatro  horas,  hacia.,  le  dier 
ron  16  gramos  de  carbón  vegetal  pulverizado.  Dos  dias  después  de  se,- 
guir  el  animal  en  ayunas , le  mataron  , y le  hallaron  moléculas  de  carbón 
angulosas  en  la  sangre  del  hígado,  examinada  ah  microscopio  al  au- 
mento de  580.,  En  los  pulmones,  en  un  gánglio  mesentérico, en  la  sangre 
déla  aurícula  izquierda  del  corazón,  hallaron  mucho  menos,  y nada, 
absolutamente  en  la  vena  porta  ni  en  el  quilo. 

Repetido  el  experimento  en  un.  perro,  que  había  comido  copiosar 
mente,  y al  cual  dieron  en  dos  dosis, ,3$  gramos  de  carbón  porfirizado, 
no  pudieron  descubrir  el  menor  átoni.p.  Otro  tanto  les  sucedió, respecto . 
de  otro  en  ayunas  veinte  y cuatro  horas  hacia,  y aj  que  se  adminis- 
traron 32  gramos  de  negro  de  humo  ó carbón  anima),  en  dos  días  : 

habiéndole  muerto  en  el  tercero  a el  resultado  de.  la  análisis  íué  ne^ 
gativo. 


Ensayaron  luegoucpn  ,el  almidón,  dadp-á  la  ;dósi§  de,  32  gramos  en  dos 
ams  en  perros  en  ayunas,,  y,  n/pda  hallaron,  excepto  en  los  intestinos, 
donde  había, globulillos, amiláceos. 

„„  ® Üf  ^°n  í°f  i^ecfes  (íu?  citarse  ,á  favor  de  la  absorción  de  los 

, ^ f ‘ ® suduro  de  arsénico,  el  mercurio  metálico,  el  car- 

pu  > P .,insp)ub)es ; y,  sin  epabargo  , los  hechos  han  probado  que  ha- 


- 165  - 

bian  sido  trasportados  desde  el  punto  en  que  se  ingiriérón , hasta  ótfds 
distantes , y á la  masa  de  la  sangre. 

A estos  hechos , que  hemos  tomado  dé  Galrier,  podriafn'ós  áftadir  otros 
análogos,  y en  especial  el  de  la  enorme  cantidad  de  mercurio  metálico 
qué  se  halló  en  las  articulaciones  de  un  gastador  francés,  'cuyo  Esque- 
leto se  conserva  en  el  gabinete  anatómico  de  la  facultad  de  Meclfcihá  de 
Madrid,  junto  con  el  frasco  que  contiene  dicho  metal. 

A primera  vista  parecerá  que , por  lo  menos  respecto  de  los  euérpós 
indicados,  es  posible  su  absorción,  á pesar  de  su  insolubilidad.  Mas 
reflexionando  un  poco  sobre  ello,  se  ve  claramente  que  no  hay  séihejante 
fenómeno  contrario  á las  leyes  fisiológicas. 

Respecto  del  carbón , sin  negar  que  se  haya  visto  y encontrado  lejos 
del  estómago , se  explica  mejor  su  presencia  por  otra  causa  que  por  la 
absorción  , puesto  que  con  aquella  no  hay  que  negar  ninguna  ley  fisio- 
lógica, como  con  esta ; al  contrario,  hay  en  la  ciencia  Varios  hechos  aná- 
logos que  nos  autorizan  á acudir  á ella.  Berard  ha  emitido  una  idea  que 
debe  aceptarse  desde  luego,  sin  ningún  género  de  vacilación.  • 

Este  autor  opina  que  el  carbón  pasa  al  través  de  los  tejidos,  no  por 
absorción , sino  porque,  siendo  anguloso,  puntiagudo  y cortante,  se 
abrepaso  de  una  manera  mecánica.  Esta  explicación  es  plausible,  y 
tiene  á su  favor  todas  las  probabilidades  , desde  el  momento  que  no  son 
raros  en  cirugía  los  casos,  en  que  han  hecho  otro  tanto  los  alfileres  y otros 
cuerpos  duros  y puntiagudos , los  cuales  han  ido  á parar  desde  el  tubo 
digestivo  á la  piel. 

Entre  muchos  casos  prácticos  de  esta  especie  que  pudiéramos  citar, 
viene  á propósito  uno  que  leimos  en  la  España  médica,  tomado  del  Correo 
médico-quirúrgico , observado  por  el  señor  Sánchez  Tirado,  de  una  joven 
de  veinte  años , la  que  se  tragó  una  multitud  de  agujas  de  coser,  y las . 
expulsó  por  varias  partes  de  su  cuerpo.  La  mayor  parte  de  los  fragmen- 
tos de  esos  cuerpos  extraños  aparecieron  en  las  manos,  y se  extrajeron 
con  pinzas. 

Pues  si  pueden  abrirse  paso  las  agujas  y alfileres  al  través  de  los  teji- 
dos, sin  explicar  este  fenómeno  por  ía  absorción,  lo  que  seria  ridículo 
y absurdo , ¿por  qué  no  han  de  hacerlo  las  partículas  de  carbón  , sus- 
tancia dura , cortante  y angulosa , que  por  lo  exiguas  pueden  pasar  mas 
fácilmente? 

Para  mí  no  hay  duda  alguna ; toda  molécula  ó cantidad  de  un  cuerpo 
insoluble  que  se  encuentra  lejos  del  punto  donde  se  ingirió,  ha  pasado 
de  una  manera  mecánica;  jamás  por  absorción  ; así  no  hay  necesidad 
de  abrir  brechas  á una  ley,  que  está  probada  por  una  infinidad  de  hechos 
indudables. 

Los  que  han  empleado  el  carbón  interiormente,  como  los  Brachet,  de 
Lyon,  losBiet,  etc. , no  hablan  mas  que  de  efectos  locales  debidos  á una 
irritación  mecánica  ; la  aspereza  de  sus  puntas  y sus  ángulos  inflama  la 
mucosa  intestinal,  y purga.  Absorber  gases  y desinfectar  es  lo  que  tám- 
bien  puede  hacer;  pero  pasar  por  absorción,  de  ningún  modo;  pues  no 
hay  en  los  líquidos  del  hombre  ningún  agente  de  disolución  que  féac- 
cione  sobre  ese  metaloídeo. 

Respecto  del  mercurio  y otros  cuerpos , cuando  nó  haya  paso  mecá- 
nico , nos  queda  todavía  el  dé  la  reducción.  Si  por  medio  de  operaciones 
y combinaciones  químicas  ciertos  metales  pueden  quedar  reducidos 
fuera  del  cuerpo  humano,  ¿por  qué  no  han  de  poderlo  quedar  dentro 


- 100  — 


de  él  en  determinados  casos,  cuando  tampoco  puede  haber  la  menor 
duda  de  que  ese  cuerpo  es  un  verdadero  laboratorio  químico  donde  se 
están  elaborando  incesan  tómenle  composiciones  y descomposiciones  de 
naturaleza  diversa? 

A estas  reflexiones  podemos  añadir  la  ineficacia  de  los  ensayos  hechos 
por  otros  prácticos,  los  cuales  no  han  podido  oblener  esos  cuerpos  inso- 
lubles. Ni  el  carbón  animal  ni  el  almidón  han  sido  hallados  por  Orfila, 
Robín  y Berard.  Mialhe,  Lebert  y liernard  tampoco  pudieron  conseguir 
lo  que  Meisenide,  lo  cual  acaba  de  probar  que  no  es  una  ley,  sino  cir- 
cunstancias accidentales  las  que  permitieron  el  paso  mecánico  de  esas 
sustancias  insolubles. 


Creo,  pues,  que  puedo  dejar  establecido  que,  tanto  respecto  de  los 
medicamentos , como  de  los  alimentos  y venenos  , solo  son  absorbidos 
los  que  son  solubles  de  suyo,  y los  que,  siendo  insolubles,  adquieren 
solubilidad  una  vez  introducidos  en  la  economía  humana,  por  su  combi- 
nación con  los  ácidos  y los  compuestos  alcalinos , ó las  sales  de  la  misma. 

No  solamente  los  hechos  bien  apreciados  nos  conducen  á sentar  como 
una  ley  que  solo  son  absorbidos  los  venenos  solubles  inmediata  ó media- 
tamente, sino  que  hasta  los  mismos  solubles,  si  la  disolución  es  concen- 
trada, tampoco  lo  son.  Las  membranas  y demás  tejidos  rechazan  las  di- 
soluciones concentradas,  como  una  superficie  de  aceite  ó cera  el  agua; 
es  necesario  que  el  cuerpo  esté  disuello  en  cierta  proporción  de  agua  , y 
que  sea  la  disolución  mas  débil  que  fuerte  , para  que  se  le  ceda  paso  y 
se  trasporte  al  torrente  circulatorio. 

Cuando  hablemos  de  la  acción  de  los  venenos,  veremos  que  son  tanto 
mas  activos  cuanto  mas  solubles;  que  solo  estando  disueltos  pueden 
obrar  químicamente;  todo  lo  cual  acaba  de  probar  que  solo  son  absor- 
bidos los  solubles  por  sí  ó por  la  intervención  de  los  ácidos,  de  los  álca- 
lis ó de  ciertas  sales  que  se  hallan  en  la  economía  humana  , de  las  cuales 
hablaremos  á su  tiempo. 

Pero  la  absorción  no  solo  se  relaciona  con  la  solubilidad , sino  con 
otras  propiedades  físicas  y químicas  de  las  sustancias  absorbidas.  Asi 
como  podemos  establecer  que  no  se  absorbe  nada  que  no  esté  disuelto, 
no  por  eso  podemos  afirmar  que  todo  lo  disuelto  se  absorbe.  Ya  hemos 
indicado  que  las  disoluciones  concentradas  no  son  absorbidas.  Además 
de  la  tenuidad  que  han  de  tener  por  punto  general  las  disoluciones,  es 
menester  que  tengan  las  sustancias  cierto  grado  de  difusión , para  que 
se  presten  al  movimiento  molecular.  Así  hay  sustancias  solubles  y di- 
sueltas, pero  poco  difusibles , que  no  se  absorben,  ó se  absorben  poco  y 
mas  tarde.  La  difusibilidad  de  las  sustancias  debe,  por  lo  tanto,  ser  te- 
nida en  cuenta  para  la  mayor  ó menor  facilidad  de  absorción;  cuanto 
mas  difusibles,  mas  pronto  y en  mas  cantidad  son  absorbidas.  El  cloruro 
de  sodio,  por  ejemplo,  mas  difusible  que  el  azúcar  ó la  glucosa , se  ab- 
sorbe mas  prontamente  y en  mas  .cantidad  que  esta.  La  goma , la  albú- 
mina, la  tintura  de  cúrcuma  , el  curare  , el  veneno  de  la  víbora  y otras 
sustancias  análogas,  aunque  solubles , son  poco  difusibles,  y no  se  ab- 
sorben. En  igual  caso  se  hallan  los  humores  ponzoñosos  de  ciertos  ani- 
males, y los  virus  son  solubles  en  el  agua;  filtrados  no  dejan  residuo,  ni 
se  ve  nada  con  el  microscopio;  y,  sin  embargo,  no  son  absorbidos  por  la 
mucosa  intestinal,  ni  por  la  piel.  Es  que  no  son  difusibles,  y que,  por 
otra  parte , sufren  en  el  estómago  una  descomposición ; aunque  G.  Ber- 
nara  parece  dudarlo,  porque  solo  lo  admite  en  ciertos  casos ; dice  que 


- 1G7  - 

algunas  veces  conservan  todavía  bastante  fuerza  para  envenenar  á un 
animal,  si  se  le  da  esa  ponzoña  sacada  del  estómago.  ¿No  podrá  explicarse 
eso  por  la  no  completa  descomposición  del  veneno  en  esos  casos?  ¿Qué 
razón  y qué  hecho  hay  para  oponerse  á esa  interpretación? 

La  sangre  se  halla  en  un  estado  de  concentración  que  facilita  la  en- 
dósmosis  á las  sustancias  disueltas , si  su  disolución  es  ténue.  El  movi- 
miento de  ese  humor  es  otra  circunstancia  que  facilita  la  absorción,  asi 
como  la  textura  de  los  tejidos.  La  naturaleza  química  de  las  sustancias 
absorbidas  entra  también  por  mucho;  un  ácido  siempre  es  mas  rápida- 
mente absorbido  por  los  vasos  sanguíneos  que  un  álcali,  por  la  sencilla- 
razón  de  que  es  alcalina  la  sangre. 

No  hay,  pues,  que  limitarse  á la  solubilidad,  para  que  consideremos 
absorbibles  las  sustancias ; es  menester  atender  á otras  condiciones , y 
no  olvidar  que  ciertos  cuerpos  pueden  ser  solubles  y estar  disueltos,  y 
no  ser,  sin  embargo , absorbidos. 


§ III.  — De  las  diferencias  en  la  rapidez  de  la  absorción , según  las  vías. 

Dejando  sentado  como  un  hecho  que  los  venenos  son  absorbidos , y 
que  lo  son  por  diferentes  vías,  conviene  saber  si  ese  fenómeno  se  verifica 
con  igual  rapidez  por  todas  ellas.  Desde  luego  podemos  prever  que  no  ha 
de  ser  así , puesto  que  su  estructura  anatómica  no  es  igual , ni  ha  de 
poder  abrir  paso  del  propio  modo  á las  disoluciones  que  se  pongan  en 
contacto  con  los  tejidos. 

Lo  que  puede  afirmarse  a priori,  lo  confirma  la  experiencia. 

La  piel  no  absorbe  por  todas  partes  con  igual  rapidez , puesto  que 
tampoco  es  igual  en  todas  ellas  la  densidad  de  este  tegumento.  La 
parte  interna  de  los  miembros,  las  ingles,  los  sobacos,  los  que  tras- 
piran mucho , son  los  que  mas  abren  sus  puertas  al  paso  de  las  sustan- 
cias venenosas,  como  las  abren  á la  de  los  medicamentos. 

La  piel  desprovista  de  epidermis  se  hace  todavía  de  mas  libre  pene- 
tración. Nadie  ignora  la  rapidez  y eficacia  con  que  obran  las  sustancias 
aplicadas  á las  superficies  que  un  vejigatorio  ha  desnudado. 

No  es  menos  notable  en  las  úlceras,  en  especial  si  tienen  vegetaciones 
carnosas,  ó se  han  desprendido  hace  poco  escaras,  y en  los  primeros 
tiempos  de  la  supuración.  Las  callosas  y de  tejido  duro  ó con  escaras, 
se  prestan  menos  á la  absorción  de  cualquier  sustancia. 

Las  aberturas  naturales  provistas  de  mucosas , dan  también  lugar  con 
rapidez  á la  absorción  de  los  venenos ; y,  como  la  piel , ofrecen  igual- 
mente diferencias,  según  las  vías  ó los  puntos  de  una  misma. 

Las  mucosas  ocular,  nasal,  bucal,  vaginal  y uretral  abren  fácil  paso 
á los  venenos  solubles ; la  pulmonal , á los  gaseosos  con  una  rapidez 
fulgurante.  Nadie  ignora  la  prontitud  con  que  el  ácido  prúsico  obra 
en  la  conjuntiva.  El  mismo  y la  nicotina,  respirados,  producen  instantá- 
neamente la  muerte,  cuando  el  primero  es  anhidro  y se  insufla  el  se- 
gundo. Para  intoxicar  un  perro  con  estricnina  por  la  via  pulmonal, 
pocos  minutos  bastan.  Panizza  y Mayer  han  hecho  varios  experimentos 
con  algunas  sustancias  venenosas,  como  el  cianuro  amarillo  potásico,  el 
nitrato,  el  cobre  amoniacal  ó el  sulfato  de  hierro,  introduciéndolos  en 
los  bronquios,  y á los  dos  ó seis  minutos  ya  estaban  en  la  sangre. 

La  mucosa  intestinal  es  una  via  absorbente  de  las  mas  comunes , y 
bastante  rápida,  por  lo  menos  en  determinados  puntos;  y si  no  lo  es 


— 168  - 


más  muchas  veces,  es  por' razón  de  las  actividades  de  otra  especie  que 
en  ella  se  desplegan  , y los  fenómenos  fisiológicos  que  se  efectúan  , con- 
trariando la  absoicion. 

¿a  turgescencia  digestiva , la  abundancia  de  secreción  gástrica  , la  pre- 
sencia denlos  alimentos,  el  vómito,  etc.;  lié  aquí  una  porción  de  causas 
para  hacer  que  no  sea  tan  activa  la  absorción  gástrica  como  la  intestinal. 
" j£n  jos  intestinos  delgados , destinados  todavía  á digerir,  en  especial 
el  duodeno,  si  son  mas  absorbentes  que  el  estómago , lo  son  mucho  me- 
nos que  los  gruesos , y sobre  todo  el  recto,  donde  la  absorción  se  ma- 
nifiesta con  rapidez,  no  dependiendo  las  diferencias  del  veneno. 

RoseLy  y Strombio  han  hecho  varios  experimentos  en  perros,  para  sa- 
ber á punto  lijo  si  está  fundada  la  opinión  de  algunos  prácticos  sobre  la 
mayor  rapidez  de  absorción  por  el  estómago  que  por  el  recto.  El  resul- 
tado ha  sido  favorable  á este;  siempre  ha  tardado  el  veneno  algunos  mi- 


nutos más  en  ser  absorbido  por  el  estómago. 

Sin  embargo,  es  necesario  no  perder  de  vista  que  muchas  veces  la  ra- 
pidez de  absorción  se  toma  por  la  de  la  acción  del  veneno ; y,  como  se 
deja  comprender,  no  es  esto  siempre  lógico;  igualmente  es  preciso  no 
olvidar  que  hay  venenos  mas  fácilmente  absorbidos  por  unas  vías  que  por 
otras,  sin  que  dependa  de  las  condiciones  de  estas,  sino  de  las  combina- 
ciones que  experimentan  en  unos  puntos,  y en  otros  en  que  los  vuelven 
mas  ó menos  solubles. 


Cuando  hablemos  de  las  circunstancias  que  modifican  la  acción  de  los 
venenos  , nos  haremos  cargo  de  esto. 

El  tejido  celular,  otra  de  las  tres  vias  de  introducción  de  venenos,  es 
de  los  que  mas  rápidamente  absorben.  Sin  embargo,  hay  que  notar  aquí 
lo  que  ya  llevamos  indicado  en  otra  parte.  Los  autores  , en  mi  concepto, 
incurren  en  un  error,  cuando  deducen  la  grande  actividad  de  la  absor- 
ción del  tejido  celular  por  la  rapidez  de  acción  de  los  venenos,  con  que 
han  hecho  los  ensayos. 

Abonado,  y muy  abonado  es  el  tejido  celular  para  absorber,  no  lo 
niego;  pero  todo  lo  que  no  sea  el  tiempo  que  tarda  un  veneno  en  pasar 
á la  masa  de  la  sangre,  ó en  desaparecer  de  aquel , no  es  dato  lógico 
para  deducir  la  rapidez  de  absorción  de  este  tejido. 

Nótese  que  para  hacer  ensayos  en  el  tejido  celular  no  es  como  en  la 
piel  provista  de  epidermis , ni  como  en  las  vías  naturales  tapizadas  de 
mucosas;  hay  que  hacer  soluciones  de  continuidad;  hay,  de  consiguien- 
te , lesión  de  vasos,  paso  directo  del  veneno  á la  masa  de  la  sangre;  por 
lo  mismo  no  tiene  nada  de  extraño  la  rapidez  de  la  intoxicación. 

Que  no  se  citen,  pues,  como  argumentos  prácticos  de  rapidez  absor- 
bente los  efectos  de  las  flechas  emponzoñadas,  ni  de  las  deposiciones  de 
venenos  en  esas  soluciones  de  continuidad,  porque  la  ponzoñase  pone 
en  contacto  con  la  sangre,  antes  que  la  absorción  se  verifique  al  través  de 
los  tejidos  y paredes  de  los  vasos  íntegros , á lo  cual,  y no  á la  mayor 
absorción , es  debida  la  diferencia. 

También  hablan  los  autores  de  diferencias  de  absorción  según  los 
puntos  del  tejido  celular,  donde  se  ingiere  el  veneno.  Orfila  ha  hecho  en- 
sayos con  el  ácido  arsenioso  y el  sublimado  corrosivo , depuestos  en  el 
tejido  celular,  en  el  muslo  y en  el  dorso  de  los  perros;  y si  ha  visto  que 
respecto  del  ácido  arsenioso  no  hay  diferencia , la  hay  respecto  del  subli- 
En primer  lugar,  dirémos  á eso  que  también  se  fundan  las  diferencias 


- *69  - 

en  los  efectos  del  veneno  mas  <5  menos  pronto  desarrollados;  y en  segundo 
lugar,  eso  se  explica  mejor  que  -por  mayor  ó menor  facilidad  de  absor- 
ción del  tejido  , por  hacerse  mas  ó menos  solubles  los  venenos  , según  el 
punto  en  que  se  ingieren. 

Mialhe,  á quien  debemos  grandes  rasgos  de  luz  acerca  de  la  absorción 
de  los  medicamentos  y venenos,  igualmente  que  acerca  de  la  acción  quí- 
mica de  estas  sustancias  en  la  economía  animal , explica  de  un  modo  tan 
sencillo  como  exacto , la  razón  de  esas  diferencias  observadas  por  Orilla. 
Eso  no  depende  de  que  el  tejido  celular  del  dorso  absorba  menos  que  el 
del  muslo , como  ya  lo  indica  la  ninguna  diferencia  dada  por  el  ácido  ar- 
senioso, mientras  que  la  da  el  sublimado  corrosivo.  Eso  solo  basta  para 
comprender  que  la  causa  está  en  otro  hecho,  en  el  cual  no  se  hablan 
fijado  hasta  aquí  los  fisiólogos  y toxicólogos , por  no  dar  la  parte  que  le 
corresponde  á la  química  en  la  producción  de  los  fenómenos  fisiológicos. 

Si  el  ácido  arsenioso  mata  , en  tres  ó cuatro  horas,  á un  perro,  depo- 
niéndole en  el  tejido.celular  del  dorso  igualmente  que  en  el  del  muslo, 
en  tanto  que  el  sublimado  corrosivo  lo  hace,  de  quince  á veinte  y cuatro 
horas,  en  el  del  muslo  , y de  seis  á siete  dias  en  el  dorsal,  es  porque  el 
ácido  arsenioso  no  coagula,  y de  consiguiente  no  pierde  su  solubilidad 
y avanza  siempre  hácia  el  torrente  de  la  circulación,  á donde  llega 
pronto,  mientras  que  el  sublimado  corrosivo  es  de  los  coagulantes;  su 
efecto  local  es  formar  una  combinación  insoluble  y una  especie  de  escara, 
de  la  cual  no  puede  trasladarse  á la-  masa  de  la  sangre,  hasta  que  los  clo- 
ruros alcalinos  de  la  economía  le  dan  otra  vez  solubilidad  formando  un 
cloro-hidrargirato.  Todo  el  tiempo  que  esos  cloruros  tardan  en  disolver  la 
composición  de  mercurio  y albúmina  que  se  ha  formado  en  el  lugar  de 
la  deposición,  tarda  la  absorción  del  veneno;  hé  aquí  por  qué  mata  me- 
nos pronto  que  el  ácido  arsenioso,  que  no  necesita  de  esa  preparación. 

Respecto  de  la  diferencia  relativa  al  bicloruro  de  mercurio  puesto  en 
el  tejido  celular  del  dorso  y en  el  del  muslo,  diré,  corno  tan  oportuna- 
mente lo  indica  Mialhe,  que  la  circulación  es  mucho  menos  activa  en  el 
dorso  que  en  el  muslo , donde  abundan  los  vasos  de  toda  especie ; por  lo 
tanto,  en  este  hay  mas  facilidad  de  que  los  cloruros  alcalinos,  mas  abun- 
dantes, transformen  mas  pronto  el  coágulo  en  cloro-hidrargirato,  vol- 
viéndole soluble , y por  lo  tanto  mas  absorbible. 

Yése,  pues,  cómo  el  tejido  celular  viene  á ser  del  todo  extraño  á esas 
diferencias  de  absorción , que  un  vitalista  llamaría  anomalías. 

En  las  .soluciones  de  continuidad  hay,  además  del  tejido  celular,  otros 
tejidos  que  también  absorben.  En  una  cavidad  donde  haya  membranas  se- 
rosas , estas  absorben  , y de  un  modo  tan  pronto  como 'el  mismo  tejido 
celular,  y mucho  mas  qiie  el  estómago,  si  es  licito  deducirlo  de  ciertos 
experimentos  hechos  por  Christisson  , el  cual  depuso  120  gramos-de  una 
solución  de  ácido  oxálico  en  la  cavidad  peritoneal , y habiendo  muerto  el 
animal,  á los  catorce  minutos , ya  no  se  encontró  en  el  punto  de  la  in- 
gestión del  veneno  mas  que  í gramos  de  la  disolución. 

Otro  experimento  se  hizo  con  aceite  fosforado,  inyectándole  en  la  pleura 
y el  peritoneo;  á los  dos  minutos,  el  aire  que  espiraba  el  animal  era  fos- 
forescente. 

Los  músculos  absorben  como  los  demás  tejidos , aunque  poco.  Fontana 
dice  que  el  veneno  de  la  víbora  no  hace  mas  que  inflamarlos.  Sin  em- 
bargo , de  eso  solo  no  puede  deducirse  que  otros  venenos  no  experimen-. 
ten  en  ese  tejido  su  absorción  . 


— 170  - 

Las  paredes  de  los  vasos  venosos  y arteriales  absorben  igualmente ; mu- 
cho mas  las  de  los  primeros  que  las  de  los  segundos. 

No  me  refiero  á la  inyección  del  veneno  en  el  interior  de  estos  vasos, 
como  erradamente  lo  hacen  algunos  autores  para  darnos  á comprender  la 
rapidez  de  acción  de  esos  tejidos,  puesto  que  eso  no  es  absorción;  es 
paso  directo  á la  masa  de  la  sangre , y los  efectos  rápidos  del  veneno  son 
debidos  á su  inmediato  contacto  con  ese  humor.  Ni  se  necesita  que  sean 
venenosas  las  sustancias , ni  tóxicas  sus  cantidades , para  que  , introduci 
das  directamente  en  las  verías  ó arterias,  maten  al  sugeto  ó al  animal , ó 
se  la  trastorne  profundamente  su  salud. 

Los  nervios , el  cerebelo  y cerebro  absorben  poco  los  venenos ; por  lo 
menos,  así  lo  dicen  los  autores,  y acaso  no  lo  dicen  bien,  pues  que  de- 
ducen la  absorción  de  los  efectos  del  veneno , nulos  cuando  se  deponen 
directamente  en  dichos  tejidos,  al  paso  que  absorbidos  por  otros  y pa- 
sados así  al  torrente  circulatorio,  son  sumamente  activos.  Así  sucede,  por 
ejemplo,  con  las  estrícneas,  sales  de  morfina,  ácido  prúsico  y otros. 

Para  mí , eso  lo  que  prueba  es  que , puestos  directamente  sobre  los 
nervios,  no  alteran  la  sangre,  como  cuando  se  deponen  en  otros  tejidos,  al 
través  de  los  cuales  pasan  á ella  , y como  la  acción  depende  de  las  alte- 
raciones que  hacen  sufrir  á dicho  líquido , de  aquí  la  diferencia  de  los 
efectos.  Mas  eso  nada  tiene  que  ver  con  la  absorción. 

Mejor  lo  prueba  la  alteración  que  experimenta  el  tejido  nervioso  y la 
masa  encefálica  con  la  imbibición  de  los  venenos,  como  sucede  con  el 
alcohol , por  ejemplo , que  coagula  el  líquido  de  los  tubos  de  la  sustancia 
cerebral , por  lo  menos  en  los  ensayos  hechos  sobre  esa  sustancia. 

Los  tendones,  las  aponeurosis  y los  huesos , tejidos  poco  llenos  de  vasos, 
son  de  los  que  menos  absorben. 

De  loque  viene  expuesto  resulta  que,  aunque  absolutamente  hablando, 
todos  los  tejidos  absorben,  no  lo  hacen  todos  de  igual  modo,  en  punto  á 
rapidez.  Los  mas  vasculares  y menos  tupidos  dan  , en  igualdad  de  las  de- 
más circunstancias,  mas  libre  paso  á las  disoluciones  de  los  venenos. 

Si  tratamos  de  colocarlos  á tenor  de  su  mayor  rapidez  de  absorción, 
independiente  de  la  acción  del  veneno  , podremos  hacerlo  de  la  manera 
siguiente:  Paredes  vasculares,  tejido  celular,  serosas,  mucosas,  piel  des- 
nuda de  epidermis,  ulcerada  , formando  en  última  escala  los  músculos, 
nervios,  sustancia  encefálica , tendones,  aponeurosis  y huesos. 

. Léngase  , sin  embargo  , presente , lo  que  llevamos  dicho  de  la  influen- 
cia en  la  rapidez  de  otras  cosas  independientes  del  tejido,  como  ciertos 
fenómenos  que  se  verifican  en  el  punto  donde  el  veneno  se  depone,  los 
que  modifican  mas  ó menos  su  acción  y su  paso,  y el  modo  de  condu- 
cirse las  sustancias  con  los  principios  constitutivos  del  órgano  con  el  cual 
se  ponen  en  contacto. 


8 IV.— De  la  influencia  de  los  nervios  en  la  absorción  de  los  venenos. 

. i ^ca^amos  de  ver  que  los  nervios  , igualmente  que  la  masa  encefálica, 
absorben  poco,  y que,  depuestas  directamente  en  ellos  las  sustancias  ve- 
nenosas , tienen  poca  acción , por  no  decir  ninguna.  Cuando  tratemos  de 
a acción  de  los  venenos  , lo  verémos  todavía  con  mas  datos. 

.o  solo  ya  puede  darnos  una  idea  de  lo  poco  que  han  de  influir  los 
nervios  en  la  absorción,  tanto  mas,  cuanto  que  también  hemos  de  ver 
que  este  íenómeno  fisiológico  no  viene  á ser  al  fin  y al  cabo  mas  que  una 


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imbibición , ó un  hecho  endosmósico , que  es  como  si  dijéramos  un  hecho 
físico,  en  el  que  intervienen  las  afinidades  químicas. 

El  mero  hecho  de  que  absorben  todos  los  tejidos  ya  lo  prueba  , por- 
que si  fuera  un  acto  funcional,  estaria  reservado  á solo  un  tejido,  á solo 
ciertos  órganos , puesto  que  es  una  ley  terminante  que  cada  función  par- 
ticular tiene  también  sus  órganos  particulares  para  desempeñarla. 

Los  nervios  cerebrales  y los  medulares  están  destinados,  al  movimiento 
los  unos,  los  otros  á la  sensibilidad  general  ó particular;  en  cuanto  á los 
del  gran  simpático  ó ganglionales  , lo  están  á presidir  las  funciones  de 
nutrición  ó de  la  vida  orgánica. 

Lógico  es,  pues,  considerar  que  los  nervios  no  han  de  influir  mucho, 
por  no  decir  nada  , en  la  absorción  de  los  tejidos,  puesto  que  esta  nada 
tiene  que  ver  con  la  función  especial  de  aquellos.  Sensible  ó insensible  la 
parte,  con  movimiento  ó sin  él,  la  absorción  se  efectúa.  Varios  fisió- 
logos han  hecho  experimentos  en  este  sentido , y mientras  que  no  han 
podido  ver  efecto  alguno  del  paso  délos  venenos  á la  sangre,  cuando 
han  obrado  sobre  los  nervios,  los  han  visto  rápidos,  á pesar  de  ha- 
ber cortado  los  nervios  y de  aislar  las  paredes  nerviosas  de  todo  otro 
tejido. 

Cuando  hablemos  del  modo  de  obrar  de  los  venenos,  citaremos  varios 
de  estos  experimentos. 

Los  movimientos  y la  sensibilidad  de  un  órgano  podrán  influir  mas  ó 
menos , y siempre  de  un  modo  indirecto , como  circunstancia  accesoria; 
pero  jamás  podrán  tomarse  como  agentes  directos  de  la  absorción,  en 
especial  siendo  , como  ya  lo  hemos  indicado , este  fenómeno  físico. 

Esto  es  lo  que  podemos  decir  respecto  de  los  nervios  en  general. 

En  cuanto  á ciertos  nervios  particulares,  la  opinión  se  halla  algo  divi- 
dida. La  absorción  del  estómago , por  unos  depende  de  los  neumo-gás- 
tricos;  otros  les  conceden  poca  influencia;  otros,  en  fin,  ninguna. 

Dnpuv  y Brachel  dicen  que  la  sección  de  dichos  nervios  suspende  la 
absorción  estomacal.  Bernard  afirma  que  la  sección  de  estos  nervios 
apaga  , no  solo  la  sensibilidad  y movimiento  del  estómago  , sino  que  de- 
tiene la  producción  del  jugo  gástrico. 

Magendie,  Longet,  (íoindet  y Christisson  aseguran  que  dicha  sección 
retarda  la  absorción  por  el  estómago. 

Por  último,  Nysten , Brodie,  Muller  y Panizza  dicen  que  no  tiene  in- 
fluencia alguna  semejante  sección,  y que  la  absorción  se  efectúa  del  pro- 
pio modo  por  el  estómago,  ya  estén  , ya  no  estén  cortados  los  nervios 
neu  mo-gástricos. 

Bouley  (hijo)  inyectó  32  gramos  de  extracto  de  nuez  vómica , diluido 
en  2 decilitros  de  agua,  en  el  estómago  de  un  caballo,  por  un  agujero 
practicado  en  el  esófago.  ¡Tubo  síntomas  de  intoxicación  al  cuarto  de 
tiora.  El  caballo  murió  á la  hora  y media.  Repitió  el  experimento  en  otro, 
al  cual  cortó  los  ueumo-gástricos  la  víspera;  estaba  en  ayunas,  y sin  em- 
mirgo,  nías  de  30  horas  después  de  esto , el  animal  no  dio  señal  ninguna 
de  intoxicación.  Le  mataron  , recogieron  el  líquido  que  tenia  en  el  estó- 
mago, se  dio  á un  perro,  y este  animal  murió  á los  2o  minutos. 

1<J,i  olru  experimento  dejó  también  intactos  los  vagos  , ligó  el  píloro,  y 
no  hubo  ningún  efecto  tóxico  por  espacio  de  48  horas:  desató  el  píloro, 
y el  caballo  sucumbió  á los  2o  minutos,  con  convulsiones. 

De  todos  estos  experimentos,  concluyó  Bouley  que  la  sección  de  di- 
chos nervios  paraliza  el  estómago , eí  cual  no  puede  contraerse  para 


— 172  - 

echar  el  veneno  hacia  los  intestinos  delgados,  que  son  los  verdaderos  ab- 
sorbentes en  los  rumiantes. 

BerarJ  admite  el  hecho , pero  le  explica  de  otro  modo,  y dice  que  el 
estómago  de  los  rumiantes  no  es  igual  al  del  hombre  y el  perro,  puesto 
que  el  de  estos  tiene  una  absorción  mas  activa,  al  paso  que  en  aquellos 
lo  es  mas  en  los  intestinos  delgados. 

Perolino  , Beruti,  Triolani  y Vclla  de  Turin  repitiéronlos  experi- 
mentos de  Bouley  en  caballos  con  cianuro  potásico,  en  lugar  de  la  nuez 
vómica , y se  aseguraron  que  , cuando  se  liga  el  píloro , la  sal  es  absor- 
bida por  el  estómago;  pero  que  no  pasa  á la  gran  circulación  ; refluye 
sobre  los  riñones,  y se  elimina  en  gran  parte  por  este  emunctorio.  En  uno 
de  esos  experimentos,  habiendo  dado  muerte  al  caballo,  hallaron  el  ve- 
neno en  el  estómago,  riñones,  vejiga,  sangre  de  la  vena  porta  y de  las 
renales.  En  la  de  las  venas  cavas,  yugulares,  arterias  renales,  etc.,  no 
hallaron  nada. 

En  otro  caso,  muerto  el  caballo  48  horas  después  del  experimento,  el 
veneno  pasó  lodo  ó la  orina , de  suerte  que  no  pudieron  hallar  ningún 
vestigio  de  él,  ni  en  el  estómago,  ni  en  lo  restante  del  cuerpo  (*). 

Bernard,  en  apoyo  de  su  opinión,  dice  que,  habiendo  cortado  los  ner- 
vios gástricos  á un  perro  adulto  que  estaba  en  ayunas,  é introducido 
luego  en  su  estómago  una  dósis  de  emulsina,  y media  hora  después  otra 
de  amigdalina,  el  perro  murió  al  cuarto  de  hora  con  los  síntomas  de  la 
intoxicación  por  el  ácido  prúsico  que  se  forma  á la  presencia  de  estas  dos 
sustancias,  si  no  hay  nada  que  antes  las  descomponga.  Hecho  el  mismo 
experimento  en  otro  perro,  al  cual  se  dejaron  intactos  dichos  nervios',  no 
resultó  nada,  porque  el  jugo  gástrico  descompuso  la  emulsina,  lo  cual 
no  pudo  suceder  en  el  primer  perro , por  impedirlo  su  producción  el  ner- 
vio cortado  (2). 

En  medio  de  esa  diversidad  de  opiniones,  de  esos  experimentos  con- 
tradictorios ó diversamente  explicados,  ¿qué  pensarémos  nosotros?  cuál 
es  el  verdadero  estado  de  la  cuestión?  ¿Influyen  ó no  los  nervios  neumo- 
gástricos en  la  absorción  de  los  venenos? 

Yo  insisto  en  las  consideraciones  que  preceden  ó encabezan  este  pár- 
rafo. Los  nervios  en  general  no  están  destinados  á absorber  ni  hacer  que 
se  absorba ; la  absorción  no  es  un  acto  funcional ; es  físico , y de  consi- 
guiente de  las  circunstancias,  ó condiciones  físicas  del  tejido  ha  de  de- 
pender la  absorción  , en  cuanto  á la  parte  que  toman  en  eíla  los  tejidos. 

Pero  hay  más;  prescindiendo  de  este  importante  punto  de  doctrina, 
que  al  hablar  del  modo  de  obrar  de  los  venenos  explanarémos  más,  los 
hechos  que  hemos  citado  distan  mucho  de  probar  la  influencia  directa 
de  los  nervios  vagos  en  la  absorción. 

Lo  primero  que  se  ocurrirá  á cualquiera  es  la  escasez  de  experimen- 
tos y los  pocos  venenos  ensayados,  y en  seguida  la  poca  lógica  de  las 
conclusiones.  La  absorción  se  deduce  de  los  efectos  tóxicos  principal- 
mente, y no  es  este,  en  mi  concepto  , el  modo  de  buscar  la  influencia 
de  los  nervios  en  la  absorción. 

Los  experimentos  de  Bouley  tienen  el  defecto  de  ser  hechos  en  anima- 
les, cuyo  sistema  digestivo  no  es  igual  al  del  hombre.  Luego  están  des- 
truidos por  los  resultados  que  obtuvieron  Perolino,  Beruti,  Triolani  y 


ílf  w^ll,ler  ’ Trala(}°  de  Toooicologia  general , p.  13  y 14, 
i2)  Mialhe,  Traitf  de  Vari  de  fortnuler,  p.  12. 


- 573  - 

Vella ; pues  la  absorcijon.se  vepificó , á pesar  de  ligar  el  píloro,,  del  mis- 
mo modo  que  cuando  no  se: liga,  siquierajsolo  se  hallase  e]  venen.©  en¡los 
vasos  de  la  vena  porta  y órganos  qu®  estos*  riegan.  El  cianwo  de  mer- 
curio de  que  ss  valieron  es  dedos  que  pasan  directamente  al  sistema¡  de.' 
esa  vena:  así , pues,  no  hubo  nada  de.  extraordinario. 

En  los  experimentos  practicados  por  Bouley , vemos  efectos* diferentes, 
según  se  ligue  ó no  el  píloro,  y esto  nos  recuerda  lo  que  veremos  en  otra 
parte  sobre  supresión  de  efectos  tóxicos  por  otras  ligaduras,  lo  que  no 
podía  suspender  la  absorción  , porque  esta  ya  se  había  efectuado.  Es  un 
fenómeno  que  acaso  no  puede  explicarse  actualmente,  pero  que  de  fijo 
no  tiene  nada  que  ver  con  la  absorción.  Y¡a  he  dicho  varias  veces  que  una 
cosáis  laiabsoreion , otra  la  acción  del  veneno  y sus  manifestaciones  sin- 
tomáticas. Lo  uno  es  fisiológico  , lo  otro  físico. 

Siquiera  no  sepamos  á punto  fijo  de  qué.  manera  proceden  los  vagos  en 
las  funciones  del  estómago  y en  todos  sus  actos,  bien  podemos  compren- 
der que  las  condiciones , tanto  vitales  como  físicas  del  órgano , no  han 
de  ser  las  mismas,  cuando  esté  intacto,  que  cuando  alterado  por  una  li- 
gadura ó la  sección  de  los  nervios  propios. 

Todos  sabemos  la  escrupulosidad  con  que  los  físicos  y químicos  pre- 
paran sus  aparatos  para  que  salgan  bien  sus  operaciones,  y solo  esperan 
determinados  efectos,  cuando  reúnen  las  circunstancias  que  su  realización 
exige.  ¿Cuántas  veces  no  son  diferentes  los  resultados,  porque  no  se  co- 
nocen todas  las  circunstancias  necesarias  para  determinado  efecto? 

Estas  consideraciones  son  aplicables  á los  hechos  de  Bernard.  El  neu- 
mogástrico preside  las  funciones  del  estómago;  ¿quién  lo  duda?  Una  de 
ellas  es  segregar  jugo  gástrico;  si  cesa  la  influencia  de  los  nervios,  ce- 
sará la  formación  de  ese  jugo,  pero  no  la  absorción. 

Ahora  bien;  si  la  presencia  de  ese  jugo  puede  descomponer  la  emul- 
sina,  como  en  efecto  lo  hace  todo  ácido,  ¿qué  extraño  es  que  en  el  estó- 
mago intacto,  en  el  que  hay  producción  de  dicho  jugo,  la  emulsina  y la 
amigdalina  no  den  lugar  á la  formación  de  ácido  prúsico,  ni  esencia  de 
almendras  amargas,  como  lo  hace  en  cualquier  punto  que  se  encuentran 
esos  dos  principios  inmediatos?  ¿Qué  extraño  es  que  si  falta  ese  jugo,  no 
siendo  alterada  la  emulsina,  se  verifique  la  formación  de  ese  veneno? 
¿Qué  tiene  que  ver  todo  eso  con  la  absorción? 

Si  cortado  el  neumo-gástrico , sustituís  el  jugo  gástrico  que  deja  de 
formarse  con  otro  ácido  , ¿tendréis  intoxicación?  De  seguro  que  no.  Pues 
entonces,  ¿qué  papel  representa  la  acción  del  nervio,  ni  en  la  absorción, 
ni  en  la  acción  del  veneno?  Ninguna.  Por  eso  que  hay  intoxicación  , se 
prueba  que  hay  absorción  del  ácido  prúsico  formado:  si  no,  se  absorbiera, 
* no  habria  intoxicación. 

Concluyamos,  pues,  de  las  reflexiones  que  preceden , que  no  esfuerzo 
más,  porque  no  lo  considero  aquí  necesario,  quelos  nervios  influyen  poco 
ó nada  en  la  absorción  de  los  venenos,  y que  si  alguno  parece  ejercer 
cierta  influencia,  esta  es  indirecta  y debe  atribuirse  á las  condiciones  que 
modifica  una  solución  de  continuidad. 


§ V.— De  los  órganos  por  donde  pasan  los  venenos  absorbidos. 

Nadie  ignora  las  acaloradas  disputas  que  la  absorción  ha  provocado 
entre  los  fisiólogos:  las  venas  y los  vasos  linfáticos  han  dividido  el  campo, 
» y han  sido  consideradas  aquí  las  venas,  allí  los  linfáticos,  como  los  úni- 


- m — 

eos  encargados  de  Ja  absorción,  según  lo  que  han  arrojado  ios  experi- 
mentos hechos  por  las  parles  interesadas.  Quien  no  se  íu forma  mas  que 
de  los  experimentos  hechos  pur  los  JVlagendic,  Ennucrt,  Eaurence , Cha- 
tis, Tiedemami , Gmelin  y Y\  estrían,  reproduce  la  opinión  que  se  profe- 
saba antes  del  descubrimiento  de  Aselli  (1022)  sobre  los  vasos  linfáticos; 
las  venas  son  las  que  absorben.  Quien,  al  contrario,  solo  se  hace  cargo 
délas  practicadas  por  ilunter  y la  Academia  de  Filadolfia,  se  obstina 
en  que  los  linfáticos  son  los  únicos  agentes  de  la  absorción.  Auelon  pone 
ol  caduceo  entre  los  combatientes,  y para  no  excitar  la  envidia  de  nin- 
guno, concede  la  facultad  de  absorber  á un  mismo  tiempo  á los  linláiicos 
y á las  venas.  Este  espíritu  conciliador  y ecléctico  es  llevado  por  los  úl- 
timos fisiólogos,  ó sean  los  mas  modernos,  hasta  el  punto  de  atirmar  que 
iodos  los  órganos,  que  todus  los  tejidos  absorben;  todos  se  embeben  de 
los  líquidos  que  se  ponen  en  contacto  con  ellos;  todos  los  dejan  pasar,  y 
por  lo  mismo  todos  son  absorbentes. 

Al  hablar  de  la  rapidez  de  la  absorción,  según  las  vías  , ya  hemos  de- 
jado consignada  esta  opinión ; de  suerte  que  este  párrafo  no  viene  á ser 
mas  que  otro  aparte  ó un  resúmen  del  tercero. 

En  el  estado  actual  de  la  ciencia  podemos  sentar  que  la  absorción,  no 
solo  se  efectúa  por  las  venas  y por  los  vasos  linfáticos  á un  tiempo,  sino 
también  por  iodos  los  tejidos;  todos  tienen  la  propiedad  de  dejarse  pene- 
trar por  ciertas  sustancias  en  disolución.  El  fenómeno  primario,  dice  Ma- 
11er,  del  paso  inmediato  de  las  suslancias  disimilas  á la  sangre,  es  la  im- 
bibición de  las  partes  animales  hasta  ias  muerias,  por  los  Huidos  que  se 
introducen  en  sus  poros  invisibles  (').  Los  tejidos  animales  están  siempre 
humedecidos,  siempre  los  baña  el  agua;  esta  agua  disuelve  las  sustancias 
qiie  son  susceptibles  de  ello,  y de  esta  suerte  se  embeben  de  aquellas  los 
tejidos:  así  pa.-an  dichas  sustancias  al  torrente  de  la  circulación,  lié  aquí 
por  qué  no  son  absorbidas  las  no  solubles.  Lo  que  no  disuelve  el  agua, 
lo  disuelven  los  cloruros  alcalinos,  ó los  ácidos,  que  también  están  es- 
parcidos por  la  economía,  y facilitan  la  absorción  en  los  términos  que  ya 
llevamos  indicados,  y que  explanaremos  más  en  su  lugar. 

l)e  consiguiente,  los  venenos  que  son  absorbidos  pasan  á la  masa  de 
la  sangre  y al  interior  de  los  órganos  por  las  paredes  de  los  mismos , esto 
es,  al  través  de  las  mucosas,  de  las  serosas,  del  tejido  celular,  de  las  pa- 
redes de  las  venas  y arterias,  vasos  linfáticos,  de  la  piel,  etc.  Los  nume- 
rosos casos  de  envenenamientos  por  esos  diversos  tejidos,  que  mas  arriba 
hemos  mentado,  juntamente  con  muchos  experimentos  dilectos , hechos 
por  varios  autores,  no  dejan  sobre  el  particular  duda  alguna. 

Hemos  visto  porqué  órganos  pasan  los  venenos  absorbidos;  veamos 
ahora  á cuáles  van  á parar. 

§ Vi.— De  los  órganos  á donde  van  á parar  los  venenos  absorbidos. 

ttay  Venenos  que  no  se  encuentran  en  el  punto,  donde  han  sido  aplica- 
dos; después  de  mas  ó menos  tiempo  de  su  aplicación  , desaparecen  én 
todo  ó en  parte,  y la  análisis  química  los  encuentra  íntegros  ó disueltos 
en  órganos  distantes , ó mezclados  con  líquidos.  Las  observaciones  reco- 
gidas hasta  aquí  nos  permitirán  establecer  cuáles  son  esos  líquidos  y cuá- 
les esos  órganos. 

Eiandin  y hanger,  en  Francia,  han  tratado  de  establecer  cierto  sistema 

(')  Muller,  Fisioloyia,  t.  i,  p.  485. 


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de  localización  de  los  venenos , contra  el  cual  se  ha  declarado  Orfila  en 
los  Anales  de  Higiene  pública  y de  Medicina  legal , puesto  que  al  fin  y al  cabo 
dicho  sistema  no  viene  á decir  sino  que  hay  órganos  donde  se  encuentran 
algunos  metales,  y varias  vías  por  donde  son  eliminadas  las  sustancias 
venenosas.  Toda  otra  pretensión  seria  injusta , al  decir  del  célebre  decano 
ya  difunto  de  la  Facultad  de  medicina  de  Paris,  á quien  realmente  perte- 
nece la  iniciativa  déla  localización  de  los  venenos.  La  especie  de  polémica 
entablada  por  este  distinguido  toxicólogo,  nos  conduce  á explicar  lo  que 
debemos  entender  por  localización  de  los  venenos.  ¿Entenderemos  con 
esto , que  los  venenos  van  á parar  á estos  ó aquellos  órganos , á estos  ó 
aquellos  líquidos  por  cierta  predilección,  por  cierta  afinidad  que  los  ha- 
cen ser  indiferentes  á los  otros;  ó bien  que  se  encuentran  mas  en  unos 
puntos  que  en  otros,  por  razón  de  una  disposición  anatómica  que  permite 
el  paso  ó la  detención  en  unas  partes  y en  otras  no? 

Esto  último  es  lo  que  sostiene  Orfila,  y en  cierto  modo  parece  lo  mas 
probable.  El  hígado,  por  ejemplo,  el  bazo,  son  órganos  donde  se  en- 
cuentran con  mas  frecuencia  casi  todos  los  venenos  antimoniales,  arseni- 
cales  y cúpricos;  la  orina  es  uno  de  los  líquidos  que  contiene  mas  porción 
de  muchas  sustancias  venenosas.  La  estructura  del  hígado,  las  funciones 
de  los  riñones  explican  satisfactoriamente  estos  fenómenos. 

flé  aquí  cómo  opina  Orfila,  en  una  nota  que  pasó  como  dictamen  sobre 
el  sistema  de  los  doctores  Flandin  y Danger : el  hígado  recibe  el  primero, 
por  medio  de  los  vasos  que  forman  la  vena  porta , la  casi  totalidad  de  la 
sustancia  tóxica;  dicha  viscera,  por  otra  parle  muy  vascular,  es  un  ór- 
gano de  secreción,  en  el  cual  circula  la  sangre  muy  lentamente.  Siendo 
así,  se  concibe  ya  cómo  se  encuentra  mayor  cantidad  de  sustancia  vene- 
nosa en  esta  viscera  , que  en  ias  por  donde  pasa  la  sangre  con  rapidez, 
los  pulmones  por  ejemplo , y cómo  permanece  en  aquella  mucho  mas 
tiempo.  Añádase,  que  en  general  la  sangre  no  tarda  en  desprenderse,  por 
la  vía  de  los  riñones,  de  los  venenos  que  habia  trasportado,  y que  no  seria 
imposible  que,  al  modo  de  estos  últimos  órganos,  fuese  también  el  hígado 
un  centro  ele  eliminación  ó depuración.  Siempre  resulta  que,  según  este 
modo  de  ver,  el  depósito  de  la  sustancia  venenosa  no  se  efectuarla  en 
virtud  de  cierta  acción  electiva,  sino  á consecuencia  de  la  constitución 
anatómica  de  dichos  órganos,  uno  de  los  cuales  muy  vasculares  y de  eli- 
minación ci  la  vez,  retendría  por  mas  tiempo  ios  venenos,  que  los  consti- 
tuidos en  condiciones  contrarias. 

Yése  en  esto  que  el  doctor  Orfila  hace  depender  la  localización  de  los 
venenos  de  la  textura  del  órgano  y de  su  función;  no  de  una  acción  elec- 
tiva, parecida  á la  que  ejercen  los  órganos  al  nutrirse.  Es  decir,  que,  si 
el  antimonio,  por  ejemplo,  ó el  arsénico  se  encuentran  en  el  hígado,  no 
es  porque  esta  entraña  haya  ejercido  sobre  ellos  una  atracción,  al  paso 
que  han  estado  inertes  los  demás  órganos , sino  porque , siendo  órgano 
muy  vascular  , y lento  en  él  el  paso  de  la  sangre  venosa , ha  habido  mas 
tiempo  para  que  se  fijase  en  el  hígado  el  veneno. 

Que  no  hay  elección  de  venenos  absorbidos  para  la  localización , es  un 
hecho.  Hay  metales,  como  el  cobre,  el  plomo  y el  hierro,  que  se  encuen- 
tran en  todos  los  órganos;  ya  hemos  visto  que  la  absorción  se  efectúa  por 
todos  los  tejidos,  y a su  tiempo  veremos  que  la  acción  de  los  venenos  no 
se  explica  por  esta  predilección  de  unos  órganos  é inditerencia  de  otros, 
como  no  la  haya  con  sus  principios  constitutivos.  Muy  fundado  está  , por 
lo  tanto,  que  si  se  encuentran  , en  efecto,  mas  bien  en  unos  líquidos  que 


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en  otros  los  venenos  absorbidos,  lo  atribuyamos  á la  textura  de  los  órga- 
nos y á sus  funciones  especiales;  sin  embargo,  hay  otro  modo  de  com- 
prender estos  hechos  que  satisface  ñus. 

Mialhe  , que  ha  tratado  tan  bien  como  otros  puntos,  del  relativo  á la 
localización  de  ios  venenos,  no  le  da  este  nombre,  le  llama  estagnación,  y 
la  divide  en  dos:  una  físico-orgánica  y otra  químico-orgánica.  La  primera  se 
verifica  en  el  sistema  de  la  vena  porta,  por  la  lentitud  con  que  la  sangre 
circula  por  él,  lo  cual  hace  que  todos  los  venenos  indescomponibles  ó im- 
precipilables  por  los  elementos  químicos  de  la  sangre,  como  los  bromu- 
ros y yoduros  alcalinos,  el  cianuro  de  mercurio,  los  álcalis  cáusticos,  é 
ingeridos  en  el  aparato  digestivo  , son  casi  en  la  totalidad  absorbidos  por 
las  ramificaciones  de  Ja  vena  porta,  que  los  trasmite  inmediatamente  al  hí- 
gado, donde  permanecen  cierto  tiempo  mas  ó menos  largo,  por  la  dispo- 
sición particular  del  sistema  vascular  hepático,  y á consecuencia  de  la 
lentitud  de  esta  circulación  parcial,  no  deben  entrar  en  la  circulación 
general,  sino  mucho  tiempo  después  que  han  sido  absorbidos,  á diferen- 
cia de  los  que  entran  por  el  aparato  respiratorio  ó cutáneo,  donde  es  mas 
rápido  el  curso  de  la  sangre. 

Este  modo  de  concebir  la  estagnación  físico-orgánica  está  apoyado  por 
Orilla , puesto  que,  como  ya  hemos  visto,  dice  que  el  hígado  recibe  el 
primero  por  los  vasos  de  la  vena  porta  la  sustancia  tóxica,  y como  la  san- 
gre circula  en  esa  viscera  con  lentitud,  se  halla  mas  veneno  en  ella. 

La  estagnación  químico-orgánica  se  efectúa  siempre  que  una  sustancia 
tóxica  ó no,  experimenta  en  la  sangre  abdominal  ó en  el  mismo  hígado 
cualquiera  descomposición,  de  la  que  resulta  un  compuesto  insoluble  ó 
menos  soluble  que  el  cuerpo  que  le  ha  dado  nacimiento;  ese  compuesto 
nuevo,  á consecuencia  de  su  insolubilidad,  se  estanca  en  las  visceras  es- 
ponjosas y por  todas  partes  donde  la  circulación  es  perezosa  (’). 

Así  se  aclara  el  modo  de  conducirse  el  antimonio  , cobre  y plomo  , de 
que  hablaron  Flandin  y Danger  eu  una  Memoria  presentada  ^ la  Acade- 
mia de  París,  y en  la  que  no  explicaban  bien  el  porqué  esos  cuerpos  no 
se  hallan  en  todos  los  órganos  y humores  eliminados. 

Las  ideas  de  Mialhe  me  parecen  muy  fundadas,  y no  tengo  dificultad 
alguna  en  suscribir  ó ellas,  tanto  mas,  cuanto  que  las  hallo  de  acuerdo 
con  los  hechos  y observaciones  recogidos  por  los  demás  autores. 

En  una  luminosa  Memoria  publicada  en  los  Anales  de  Higiene  pública  y 
Medicina  legal,  tom.  41  y 42,  por  Chevallier  y Cottereau , sobre  los  meta- 
les que  se  encuentran  á veces  en  los  cuerpos  organizados,  hay  experi- 
mentos de  Devergie,  ílery , Orfila , Cottaues,  Platner,  Carcntoñ,  Pelle- 
tier,  Duvreuii , Delens , Barse  y otros,  de  los  cuales  se  deduce  que  no  hay 
órgano  absolutamente  predilecto  para  los  venenos  absorbidos,  y en  es- 
pecial los  metales,  puesto  que  en  todos  pueden  hallarse. 

Resulta,  pues,  de  los  experimentos  hechos  por  varios  autores,  que  son 
órganos  á los  cuales  van  á parar  los  venenos  absorbidos:  el  hígado,  el 
bazo,  los  pulmones,  los  músculos,  el  estómago  é intestinos,  la  médu- 
la, etc.,  y en  cuanto  á líquidos : la  saliva,  la  orina,  la  sangre,  la  linfa,  la 
leche,  el  sudor  y las  heces.  Esto  prueba,  como  acabo  de  indicar,  que  no 
es  siempre  la  textura  del  órgano  y su  función  eliminadora  la  causa  de1  la 
permanencia  de  una  sustancia  venenosa  en  él:  Hay  más:  según  los  ve_- 
nenos,  se  encuentran  mas  bien  en  unos  órganos  , que  en:  otros: 

P)  Mialhe,  obra  citada,  pág.  225,' 


- 177  - 

En  cuanto  á las  vías  dé  eliminación,  á donde  en  último  resultado  van  á 
parar  los  venenos  absorbidos,  á medida  que  son  expulsados,  los  riñones 
se  llevan  la  preferencia.  Orilla  ha  probado  que  el  ácido  arsenioso , los 
preparados  antimoniales,  las  sales  de  plomo,  etc.,  son  eliminados  por  las 
vías  urinarias.  M.  Chatio  ha  probado  que  el  ácido  arsenioso  , no  solo  es 
eliminado  por  la  orina,  sino  también  por  el  ano  y por  la  piel.  Foderé, 
Uerving,  Tiedemann,  Gmelin , Flandin,  Danger  y olrOs  muchos  han  de- 
mostrado que  las  vías  urinarias  lo  son  de  eliminación  también  para  un 
sin  número  de  sustancias  venenosas.  La  fisiología  nos  da  conocimiento  de 
todas  las  vías  que  el  organismo  tiene  destinadas  á la  expulsión  de  todos 
los  materiales  no  nutritivos  ó dañosos ; por  lo  tanto,  no  titubearemos  en 
afirmar  que  todas  estas  vías  lo  son  de  eliminación  de  venenos. 

§ VII.— De  la  acumulación  y eliminación  de  las  sustancias  medicinales  absorbidas 

que  pueden  ser  venenos. 

Esta  cuestión  es  importantísima : es  bien  sabido  que,  en  la  práctica  de 
la  medicina,  se  administra  una  infinidad  de  sustancias  sumamente  enérgi- 
cas, como  medicamentos,  y aun  cuando  á la  dósis  en  que  se  dan , no 
obran  como  venenos,  en  especial  estando  indicados  por  el  estado  mor- 
boso del  sugeío,  repitiéndose  esa  dósis,  si  rro  fuesen  expulsadas  á propor- 
ción que  el  organismo  las  recibe,  después  de  haber  ejercido  su  acción, 
podrian  acumularse,  y llegando  de  esta  suerte  á la  dosis  tóxica,  la  into- 
xicación seria  inevitable. 

Supóngase  que  un  sugeto  toma  al  dia  dos  píldoras  ami.siñlí ticas  de  Du- 
puytren,  para  curarse  de  una  afección  sifilítica;  al  dia  siguiente  toma 
otras  dos,  y así  sucesivamente  por  espacio  de  un  mes.  Si  dicha  sustan- 
cia no  fuese  expulsada , al  cabo  del  mes  se  habrían  reunido  en  la  eco- 
nomía doce  granos  de  sublimado  corrosivo,  puesto  que  e*i  cada,  píldora 
entra  una  quinta  parle  de  grane  ; sesenta  píldoras  son  doce  granos ; pues 
doce  granos  son  una  cantidad  muy  tóxica;  el  sugeto  se  intoxicaría.  Si 
en  este  caso  se  suscitase  una  cuestión  médico-legal , y se  encontrasen  , en 
efecto,  los  datos  ó elementos  de  convicción  relativos  á la  intoxicación  por 
el  mercurio,  ¿cuán  importante  no  seria  hallar  establecido  por  la  ciencia, 
si  realmente  es  posible  semejante  intoxicación? 

Be  visto  un  caso  de  envenenamiento  probable  por  el  opio,  ó alguno  de 
sus  preparados,  en  el  cual  uno  de  los  profesores  peritos  dió  á entender 
que  la  envenenada  había  tomado  por  algún  tiempo  una  pocion  opiada, 
y que  por  lo  tanto  podría  esto  haber  influido  en  la  presencia  de  ciertos 
datos,  que  se  habian  tomado  como  indicios  del  envenenamiento.  Con- 
viene, pues,  que  dilucidemos  este  punto,  y veamos  si  en  realidad  se  acu- 
mulan, con  el  tiempo,  las  sustancias  medicamentosas  en  estos  ó aquellos 
órganos  de  la  economía,  de  suerte  que  lleguen  á producir,  cuando  no  la 
muerte , un  profundo  trastorno  de  las  funciones. 

La  fisiología,  ó sea  el  conocimiento  que  tenemos  de  las  funciones,  nos 
permite  afirmar  que  la  organización  se  desembaraza  cuanto  antes  de  todo 
lo  que  no  le  conviene,  ó de  todo  lo  que  no  sirve  para  la  nutrición.  Si  esto 
no  se  efectúa,  la  enfermedad  ó la  muerte  es  el  resultado;  las  funciones 
se  perturban  con  la  sustancia  extraña  que  se  introdujo  por  esta  ó aquella 
vía:  al  contrario,  si  la  organización  la  resiste,  la  sustancia  es  expelida 
por  las  vías  respiratorias,  por  las  renales , por  las  digestivas  y la  piel. 

No  es  de  nuestros  dias  el  conocimiento  de  que  las  sustancias  volátiles, 
como  el  éter,  el  alcanfor,  etc.;  y las  olorosas,  como  el  almizcle  v el  fós- 

1 OX1COLOG1A. — 12 


— 178  — 

foro,  se  expelen  pronto  por  las  vías  respiratorias , oliendo  rl  aliento  á 
esas  sustancias.  Tiedeman  , Magendic , Bernard  y oíros  lo  han  dejado 
también  fuera  de  duda  en  estos  últimos  tiempos.  l)c  los  principios  colo- 
rantes se  sabe  hace  tiempo,  que  después  de  haber  permanecido  en  algu- 
nos órganos,  como  los  huesos,  desaparecen  al  fin. 

Quecos  medicamentos,  enérgicos  ó no,  experimentan  lami-ma  suerte, 
nos  conduce  á sentarlo  lo  sumamente  raro  que  es  la  intoxicación  consi- 
guiente á la  acumulación  de  aquellos.  Todos  los  dias  se  administran  á 
un  sin  número  de  enfermos,  tanto  en  los  hospitales,  como  en  la  práctica 
particular,  medicamentos  enérgicos,  á dósis  repetidas,  aunque  fraccio- 
nadas y por  espacio  de  muchos  dias  y hasta  de  semanas  y meses.  El  opio, 
la  morfina,  la  quinina,  el  sublimado  corrosivo,  el  yoduro  potásico,  el 
ácido  arsenioso,  los  drásticos  mas  fuertes,  etc.,  se  administran  á cada 
paso,  y á un  sin  número  de  enfermos.  Pues  bien:  ¿cuántas  intoxicaciones 
se  ven  acaecidas,  á consecuencia  de  haber  estado  tomando  por  espacio  de 
mucho  tiempo  un  medicamento  enérgico?  Muy  rara  vez  acontece,  y si  al- 
gún caso  se  presenta,  no  han  de  faltar  otras  causas  que  expliquen  lógica- 
mente esta  muerte,  sin  necesidad  de  apelar  á la  acumulación  del  medi- 
camento en  la  economía.  Esta  misma  razón  nos  autoriza  para  creer  que 
no  hay,  por  lo  común,  semejantes  acumulaciones  de  medicamentos;  que 
el  organismo  los  expele  por  sus  vías  ordinarias,  como  sustancias  que  no 
han  de  servir  para  la  nutrición. 

No  cabe  la  menor  duda  que,  si  las  dósis  de  los  medicamentos  se  fue- 
sen conservando  en  la  economía,  tiempo  había  de  llegaren  que  la  canii- 
dad  reunida  fuese  venenosa  , y se  presentaría  la  intoxicación  ; nada  ha- 
bría mas  frecuente,  pues,  que  esos  accidentes;  todos  los  dias  deberíamos 
verlos;  sin  embargo,  no  sucede  así;  hemos  dicho  que  son  rarísimos,  y 
hasta  los  pocos  que  se  presentan  prueban  que  se  han  alterado  las  con- 
diciones fisiológicas;  es  , pues  , lógico  opinar  que,  en  efecto,  los  medi- 
camentos son  expelidos. 

Pero  hay  pruebas  dire  ctas , argumentos  prácticos  que  nos  conducen  á 
lo  mismo.  Orfila , con  sus  experimentos,  nos  proporciona  ocasión  de  re- 
solver ese  problema  en  este  sentido.  El  profesor  citado  ha  inloxicado  á 
varios  perros , y matándolos  en  tiempo  diferente,  ha  observado  que  las 
sustancias  venenosas  son  expulsadas  después  de  algunos  dias  de  su  ad- 
ministración, si  el  animal  no  perece,  lié  aquí  lo  que  dice  este  autor:  «In- 
toxiqúense varios  perros,  introduciéndoles  en  el  tejido  celular  de  la  cara 
interna  de  los  músculos  diez  centigramos  de  ácido  arsenioso  ó tártaro  es- 
tillado, finamente  pulverizados  ; abandónense  en  seguida  esos  animales 
á sí  mismos,  sin  administrarles  socorro  alguno;  sobrevendrá  la  muerte  á 
las  treinta  horas  mas  ó menos;  y analizados  los  órganos  y líquidos  de  esos 
perros,  se  encontrarán  grandes  cantidades  de  dichos  venenos.  Al  contra- 
rio, hágase  otro  tanto  con  otros  perros  , y luego  de  administradas  las 
sustancias  venenosas,  sométaselos  á la  acción  de  una  medicación  diuré- 
tica abundante,  al  propio  tiempo  que  á los  remedios  oportunos,  y con 
solo  tres  ó cuatro  dias  que  se  dejen  trascurrir,  si  los  matan  y sujetan  á 
las  análisis  , ya  no  se  encuentra  en  su  cuerpo  átomo  ninguno  de  las  sus- 
tancias venenosas.  Pero  tómense  las  orinas  y excrementos  que  hayan  ar- 
rojado, y en  ellos  se  encontrarán  esas  sustancias  en  no  poca  cantidad.» 

Orfila  ha  ejecutado  y repetido  estos  experimentos  delante  de  un  público 
numeroso,  que  asistía  á ellos  en  18k0,  y de  una  comisión  nombrada  por 
la  Academia  real  de  Medicina.  Estos  experimentos  los  cita  Orfila  en  apoyo 


— 179  — 

de  su  opinión , contraria  á los  que  exigen  absolutamente  la  presencia  de 
la  sustancia  venenosa,  para  afirmar  que  ha  habido  envenenamiento.  A su 
tiempo  los  recordarémos  en  igual  sentido : aquí  los  cito  para  que  se  vea 
cómo  la  economía  se  desembaraza  de  las  sustancias  venenosas,  á los  pocos 
dias  de  haberlas  tomado.  El  mismo  Orfila  añade  mas  abajo  que  un  sugeto 
envenenado  con  una  dosis  insuficiente  para  hacerle  perecer,  puede  expe- 
ler con  vómitos  ó cámaras , por  las  vías  urinarias  , ó acaso  por  otros 
emunctorios , el  veneno  durante  ocho  ó quince  dias ; y si  luego  muere, 
puede  no  encontrarse  en  su  cadáver  resto  alguno  de  veneno. 

Dupasquier  y el  mismo  Orfila  han  hecho  después  otros  ensayos  mas  di- 
rectos , ó con  él  objeto  de  probar  la  eliminación  de  las  sustancias  medici- 
nales, y el  resultado  ha  sido  afirmativo;  al  cabo  de  mas  ó menos  tiempo, 
la  organización  se  habia  desprendido  de  esas  sustancias. 

Millón  y Lavedan  han  hecho  otro  tanto,  y han  concluido  de  sus  ensa- 
yos que  hay  eliminación  del  antimonio  por  las  vías  renales  de  un  modo 
intermitente. 

Luis  Orfila  ha  practicado  también  experimentos  con  igual  objeto,  em- 
pleando varias  sustancias,  como  el  nitrato  de  plata,  el  sulfato  de  cobre, 
el  acetato  de  plomo,  y el  sublimado  corrosivo.  El  resultado  definitivo  ha 
sido  la  eliminación  de  esas  sustancias,  siempre  que  se  han  dado  á peque- 
ñas ciósis ; siquiera  hayan  verificado  combinaciones  con  los  principios  de 
los  tejidos,  ó se  hayan  fijado  en  órganos  determinados,  las  funciones  han 
podido  verificarse,  y las  sustancias  solas,  ó en  combinación  , se  han  ido 
eliminando  por  diferentes  vías , en  especial  las  renales. 

Si  el  organismo  hace  esto  con  las  sustancias  venenosas,  las  que  siem- 
pre le  trastornan  en  sus  funciones,  ¿cuánto  mas  no  lo  ha  de  hacer  por  lo 
que  atañe  á los  medicamentos?  No  llegando  estos  á impedir  la  marcha  de 
los  fenómenos , los  órganos  obran  sobre  ellos,  eliminándolos  á proporción 
que  los  van  recibiendo,  en  cumplimiento  de  la  ley  que  condena  á ser  ex- 
pulsado todo  lo  que  no  es  útil  para  la  nutrición.  El  encargo  que  hacen 
los  autores  de  Toxicología , sobre  que  se  analicen  las  heces  y la  orina  de 
las  personas  envenenadas,  reconoce  como  fundamento  ó motivo  la  cer- 
teza de  que  los  venenos  son  expulsados,  ó trasportados  al  exterior,  por 
poco  que  el  sugeto  viva. 

Estos  hechos  vienen  , por  lo  tanto,  á justificar  lo  que  ya  indica  ia  ra- 
reza de  las  intoxicaciones  debidas  á lá  acumulación  de  medicamentos 
enérgicos  en  la  economía.  A ma>  de  que,  ¿dónde  habían  de  acumularse 
esos  medicamentos?  ¿En  las  vías  digestivas?  No  son  á propósito  para 
ello  ; solo  algunos  polvos  insolubles  pueden  detenerse  en  los  pliegues 
mucosos;  la  expulsión  cotidiana  de  materiales  que  por  ellas  se  verifica, 
arrastra  consigo  todo  material  que  se  ingiere,  y no  es  absorbido. 

¿Se  acumularán  en  el  parénquima  de  los  órganos  y grosor  de  los  te- 
jidos? Siquiera  se  fijen  en  ellos,  combinándose  con  su  albúmina  ú otros 
principios,  no  causan  ningún  estrago  en  poca  cantidad,  y se  eliminan 
á modo  de  películas  desprendidas,  ó mejor  disueltas  por  los  cloruros 
alcalinos  ó los  ácidos , y así  son  expulsados  de  la  economía  por  varios 
emunctorios.  Si  faltan  por  algún  tiempo  esos  disolventes,  y luego  sobre- 
vienen de  repente , disolviendo  á la  vez  mucho  de  las  sustancias  acu- 
muladas, pueden  dar  lugar  á una  intoxicación;  así  sucede,  por  ejem- 
plo , entre  otras , con  ciertas  sales  de  quinina. 

Llevo  dicho  mas  arriba  que  no  se  introducen  en  la  economía  cuerpos 
simples,  ni  compuestos  dotados  de  mucha  fuerza  química,  sin  grave  tras- 


- 180  — 

torno  do  la  misma;  que  es  necesario  que  entren  formando  combinaciones 
compatibles  con  el  juego  molecular  normal,  ó fisiológico,  ó con  el  es- 
tado patológico  del  sugeto  , si  se  dan  como  medicamentos;  y si  han  de 
permanecer  por  un  dado  tiempo  en  la  organización  , lian  de  formar  com- 
binaciones con  los  principios  orgánicos,  de  modo  que  no  perturben  el 
juego  funcional.  La  ley  es  que  esos  cuerpos  existan  así,  formando  esas 
combinaciones,  y salgan  luego  masó  menos  tarde;  la  economía  no 
puede  tomar  de  ellos  mas  que  cierta  cantidad;  la  sóbramela  expele,  y si 
no  puede,  hay  ya  perturbación  funcional,  enfermedad  ó muerte. 

Siquiera  lome  uno  considerable  cantidad  de  agua  salada,  por  ejemplo, 
la  cantidad  retenida  no  será  ni  mas  ni  menos,  que  si  lomara  menor  por- 
ción; la  sangre  no  contendrá  mas  que  la  que  habitualmente  contiene;  el 
exceso  se  eliminará,  porque  no  podrá  fijarse,  no  podrá  contraer  combi- 
naciones orgánicas,  las  que  le  consienten  su  permanencia  sin  trastornos. 
Hasta  sucede  lo  propio  con  el  agua.  ¿Qué  mucho  que  eso  suceda  con  los 
minerales,  si  también  pasa  lo  mismo  con  los  principios  inmediatos  mas 
propios  para  la  nutrición?  La  albúmina  ó clara  de  huevo,  por  ejemplo, 
que  se  inyecte  en  la  sangre,  no  pudiendo  contraer  combinaciones,  es 
expulsada  en  seguida.  Aunque  sea  el  suero,  es  expulsado  también  (J). 

Es  un  hecho  constante , una  ley  que  sean  expulsadas  de  la  economía 
todas  las  sustancias  extrañas,  que  no  formen  combinación  con  los  princi- 
pios orgánicos,  capaz  ele  entretener  la  vida. 

De  tal  manera  es  eso  cierto,  que  basta  las  mismas  que  en  estado  de 
combinación  existen  de  un  modo  fisiológico,  como  propias  para  el  juego 
funcional;  si  se  cambia  su  modo  de  estar  en  la  economía,  pueden  ejer- 
cer acción  tóxica,  ó,  según  los  casos,  medicinal. 

Cuando  se  ingiere  una  sustancia  extraña,  una  composición  simple  ó 
compuesta  de  arsénico,  antimonio,  mercurio,  plomo,  etc.,  no  es  inme- 
diatamente expulsada;  en  poca  cantidad,  como  cuando  entran  con  los 
alimentos  y bebidas,  pueden  permanecer  algún  tiempo,  formando  parte 
de  la  organización  en  ciertos  órganos,  intestinos,  huesos,  hígado,  etc.; 
mas,  si  algún  agente  introducido  en  la  economía  les  da  solubilidad,  se  las 
lleva  del  sitio  donde  están  combinadas , y las  arroja  al  torrente  de  la  cir- 
culación , al  punto  se  presentan  fenómenos  tóxicos;  y es  que  entonces  se 
hallan  sin  formar  combinación  orgánica  normal;  van  libres  por  la  san- 
gre , y esta  no  las  tolera. 

Una  cosa  igual  puede  suceder  hasta  con  ciertas  sustancias  de  suyo  no 
venenosas  y propias  de  la  organización:  si  por  algún  cambio,  ó perturba- 
ción en  el  movimiento  molecular  de  la  economía , aquellas  se  separan  de 
sus  combinaciones  normales , se  hacen  extrañas  ó incompatibles  con  la 
salud  , y acaso  con  la  vida. 

Vése,  pues,  por  lo  que  llevo  dicho,  que  en  el  parénquima  de  las  vis- 
ceras , que  en  sus  tejidos , no  hay  que  esperar,  por  lo  común , acumula- 
ción de  sustancias  medicinales , hasta  el  punto  de  hacerse  tóxicas. 

¿Gircularian  con  la  sangre?  Esto  menos  que  todo.  Acabo  de  decir  que 
si  hasta  formando  combinación  con  principios  orgánicos,  son  disueltas  y 
arrojadas  al  torrente  circulatorio,  sobrevienen  disturbios,  verdaderas 
intoxicaciones.  En  la  sangre  no  pueden  estar  ni  circular  cuerpos,  por 
cuyo  estado  físico  ó químico  no  hagan  parte  de  ella.  La  sangre  no  aok 
mite,  como  lo  probarémos,  ningún  cuerpo  heterogéneo  ó extraño,  h 

('/  Bernard , Lecciones  sobre  los  efei  tos  Je  las  suslaticias  lóocic&s  y medicamentosas ; pag. 


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agua  es  exhalada  por  los  pulmones,  por  la  transpiración  cutánea  y con 
la  orina;  las  materias  minerales,  mezcladas  con  Jos  alimentos,  van  por 
la  misma  via , ó por  el  ano.  Otro  tanto  sucede  con  ciertos  venenos  orgá- 
nicos, como  los  alcaloides.  El  hígado  da  salida  á las  combinaciones  car- 
bonadas é hidrogenadas.  Los  riñones  á las  azoadas;  el  pulmón  á las  que 
tienen  exceso  de  ácido  carbónico,  los  anestésicos,  los  alcohólicos  eté- 
reos, el  alcanfor,  los  aceites  esenciales,  el  fósforo,  etc.  ¿Cómo  no  se  ha 
de  desembarazar,  pues,  de  los  medicamentos  la  economía? 

Con  todo,  dirán  algunos,  no  puede  negarse  que  hay  intoxicaciones,  á 
consecuencia  de  tomar  muchas  dósis  de  sustancias  medicamentosas  enér- 
gicas. La  mercurial,  la  yódica,  la  opiada,  etc. , son  de  esta  especie.  No 
tiene  duda  que,  á consecuencia  de  tomar  mucho  mercurio,  mucho  yodo, 
mucho  opio,  se  declaran  sus  perniciosos  efectos ; mas  esto  quiere  decir 
que  no  se  han  dado  esas  sustancias  según  las  reglas  del  arte ; que  han 
sido  elevadas  las  dósis  , ó tan  repetidas,  que  no  ha  habido  tiempo  de  re- 
ponerse de  su  acción  la  economía.  El  descuido  ó la  violación  de  las  re- 
glas terapéuticas  han  convertido  el  medicamento  en- veneno.  Dad  á un 
sugeto  el  opio,  el  yodo  , el  deutocloruro  de  mercurio  á las  dósis  debidas, 
con  las  necesarias  precauciones,  y sobre  todo  satisfaciendo  la  indicación; 
por  mas  que  siga  el  sugeto  tomándolos,  no  habrá  intoxicaciones. 

Orilla , tratando  del  envenenamiento  lento  , expone  unas  cuantas  ob- 
servaciones , donde  se  ven  efectos  graves  debidos  á dósis  de  venenos  re- 
petidas todos  los  dias;  pero  no  en  bastante  cantidad  para  matar ; si  se 
acumularan  las  sustancias  á proporción  que  se  toman  , ¿no  hubieran 
muerto  pronto  todos  los  sugetos  ae  esos  casos? 

Añadamos  á todas  estas  reflexiones  que,  como  consecuencia  lógica  de 
nuestras  doctrinas , sobre  la  absorción  y el  modo  de  obrar  de  los  cuerpos, 
no  hay  frecuentes  acumulaciones  de  medicamentos  en  estos  ó aquellos 
órganos.  Los  no  solubles  no  pueden  penetrar  en  los  poros  ni  en  la  masa 
de  la  sangre;  los  compuestos  de  los  solubles,  si  se  hacen  insolubles,  tam- 
poco; de  suerte  que,  aun  cuando  se  nos  citen  casos  de  enfermedad  y 
hasta  de  muerte  á consecuencia  de  la  repetición  de  dósis  fraccionadas 
de  un  medicamento,  esto  no  prueba  siempre  acumulación  de  él,  sino 
sus  acciones  reiteradas  sobre  la  economía,  acciones  que  han  producido 
cada  vez  su  efecto , y el  conjunto  de  estos  efectos  continuados  se  ha  ex- 
presado por  la  muerte  ó la  alteración  de  la  salud. 

Hechos  que  puedan  probar  la  acumulación  que  combatimos,  los  hay 
pocos;  que  esta  acumulación  haya  causado  la  muerte,  poquísimos;  y ya 
ne  dicho  cómo  sucede  eso.  He  consignado  en  otra  parte  que  en  los  gabi- 
netes de  la  facultad  de  Medicina  de  esta  corte  hay  un  esqueleto  jigantesco 
de  un  granadero  francés , en  cuyas  articulaciones  se  encontró  una  canti- 
dad considerable  de  mercurio  metálico.  Si  este  mercurio  no  fué  inyec- 
tado , después  de  muerto  el  sugeto , y el  soldado  le  tomó  para  curarse  de 
la  sífilis , es  , á la  verdad , un  hecho  fuerte  en  prueba  de  la  acumulación 
del  mercurio  al  menos.  Mas  adviértase  desde  luego  que  el  mercurio  me 
tálico  no  volatilizado  ni  combinado,  no  es  veneno;  y que  el  sugeto  no 
pereció,  que  yo  sepa,  de  esa  acumulación. 

A pesar  de  los  términos  no  absolutos  en  que  anuncio  mi  opinión , res- 
pecto de  la  acumulación  de  sustancias  medicinales,  y de  explicar  cómo 
y de  qué  manera,  en  algunos  casos  raros,  pueden  presentarse  intoxicacio- 
nes, á consecuencia  de  pasar  al  torrente  de  la  circulación  ciertos  medica- 
mentos tomados  en  cantidad  fraccionada,  por  algún  tiempo;  el  doctor 


— 182  — 

Fer  reirá  Macedo  Pinto  combate  lo  que -llama  mi  negativa  absoluta,  y me 
cita  el  caso  del  doctor  Barbosa,  que  tomó  por  espacio  de  dos  meses,  con 
algunas  interrupciones , unas  píldoras  arsenicales  , cada  una  de  las  cua- 
les tenia  una  décima  parte  de  grano  de  ácido  arsenioso , ó no  pasaba  de 
ella,  y sin  embargo  fue  víctima  de  esa  medicación.  Como  yo  no  he  ne- 
gado absolutamente  el  hecho  , no  había  para  qué  combatirme ; y como  he 
dicho  de  que  suerte  puede  eso  suceder,  tampoco  hay  razón  para  oponerse 
á lo  que  afirmo.  La  eliminación  es  la  ley;  la  fisiología  de  la  sangre  y de 
los  tejidos  la  exige;  las  vias  respiratorias,  renales,  digestivas  y cutá- 
neas están  para  Ja  expulsión  de  todo  lo  que  ya  no  sirve  para  reparar  la 
sangre;. y como  los  venenos  y medicamentos  se  hallan  en  esta  categoría, 
por  ellas  se  eliminan  en  la  inmensa  mayoría  de  los  casos. 

Que  como  caso  excepcional  se  retarde  esa  eliminación,  y á consecuen- 
cia de  un  cambio  en  el  movimiento  molecular  la  cantidad  medicinal  rei- 
terada llegue  á ser  arrojada  al  torrente  do  la  circulación,  desde  los  ór- 
ganos por  donde  estaba  impunemente  esparcida,  lo  cual  ya  hemos  visto 
que  no  niego;  no  quita  que  lo  común,  lo  general , la  ley  sea  la  elimina- 
ción; poroso  son  raras  las  intoxicaciones  debidas  á la  acumulación  de 
medicamentos,  á pesar  de  ser  frecuentísimos  los  tratamientos  con  sus- 
tancias enérgicas  dadas  á dósis  fraccionadas ; debiéndose  los  mas  de  los 
casos  que  se  citan  , análogos  al  del  doctor  Barbosa,  á ciertos  descuidos  ó 
indiscreciones,  en  ei  modo  de  administrar  ó tomar  las  dósis  medicinales. 
Estos  casos  les  he  concedido;  pero  he  dicho  que  se  deben  á que  la  econo- 
mía no  tiene  tiempo  de  reponerse  de  los  efectos  producidos  por  cada  dó- 
sis, ni  de  expulsar  toda  ó bastante  cantidad  de  la  sustancia  venenosa. 
Esos  casos  vienen  á ser  intoxicaciones  polidósicas. 

Respecto  á la  prontitud  de  la  eliminación , no  la  afirmo  en  los  térmi- 
nos que  Ferreira  supone.  No  fijo  el  tiempo , ni  le  doy  igual  para  todos, 
ni  olvido  las  diferentes  condiciones  que  pueden  hacer  que  se  acelere  ó 
retarde  esa  eliminación.  Véase  lo  que  he  dicho  enlodo  este  párrafo,  y 
lo  que  digo  en  e-1  que  sigue,  y bien  claro  quedará  que  la  observación  del 
autor  portugués  se  funda  en  equivocaciones  lamentables. 

Cuando  pregunto  dónde  se  acumulan  esas  sustancias,  y examino  su 
sitio  de  detención  contrario  á las  leyes  fisiológicas , no  olvido  que  , en  los 
tejidos  de  los  órganos,  pueden  fijarse  ciertas  sustancias,  en  especial  las 
metálicas,  y ciertos  alcalóides , contrayendo  combinaciones  que  no  per- 
turban el  juego  funcional,  á las  que  los  cloruros  alcalinos  ó los  ácidos 
van  dando  solubilidad,  y así  se  eliminan,  pudiendo  suceder,  como  á ve- 
ces sucede , que  faltando  por  algún  tiempo  ese  movimiento  molecular, 
se  aumente  la  cantidad  acumulada;  y sobreviniendo  de  repente  la  acción 
disolvente  de  dichos  cloruros  á ácidos,  se  unan  de  repente  á la  masa  de 
la  sangre  esas  sustancias,  y entonces  se  manifiesten  los  síntomas  de  la  in- 
toxicación. En  la  edición  anterior  me  limito  á indicar  esa  posibilidad  en 
términos  bien  explícitos,  creyendo  que  habría  de  ser  comprendido.  En 
esta  explano  mas  mi  pensamiento,  y podrá  ver  el  distinguido  profesor 
de  Coimbra  cómo  no  solo  no  es  absoluta  mi  negativa,  sino  cómo  concibo 
la  posibilidad  del  hecho,  y cómo  le  explico. 

Lo  de  los  dibujos  que  se  hacen  ciertos  sugetos  en  los  brazos,  piernas 
y otras  partes  dei  cuerpo , por  medio  de  haces  de  agujas  teñidas  ae  sus- 
tancias colorantes,  en  nada  contraría  mi  opinión.  Esos  dibujos,  como  lo 
tengo  consignado  en  mi  Tratado  de  Medicina  legal , al  hablar  de  las  señas 
particulares,  con  que  se  puede  distinguir  la  identidad  de  las  personas , se 


— 183 

hacen  con  carbón,  tinta  china,  cinábrio  y otras  sustancias  colorantes;  y 
si  permanecen  debajo  de  la  epidermis,  es  porque  son  sustancias  insolu- 
bles ; mas  con  el  tiempo  se  borran , como  lo  han  demostrado  las  obser- 
vaciones de  Hutin , Casper  y Tardieu;  siendo  mas  permanentes  las  mine- 
rales que  las  vegetales , y mas  las  de  carbón  siempre  insoluble , al  paso 
que  las  hechas  con  cinábrio  desaparecen  por  la  solubilidad  que  pueden 
al  fin  dar  al  mercurio  y al  azufre  de  ese  cuerpo  los  cloruros  alcalinos,  á 
cuya  acción  se  debe  la  desaparición  de  los  dibujos  colorados. 

Los  experimentos  que  demuestran  la  retención  de  las  sustancias  tóxi- 
cas y medicinales  en  los  órganos,  no  se  oponen  á lo  que  digo,  porque  no 
niego  que  pasen  á ellos  y permanezcan  algún  tiempo  en  los  mismos; 
eso  no  prueba  que  no  sean  eliminados  mas  ó menos  prontamente.  He 
hablado  de  los  órganos  por  donde  pasan  los  venenos  absorbidos , y de 
aquellos  á los  cuales  van  á parar,  y bien  he  dejado  comprender  que  se 
fijan  en  ellos  por  algún  tiempo , y que  allí  se  los  encuentra;  pero  ese  fe- 
nómeno dista  mucho  de  probar  la  acumulación , hasta  el  punto  tóxico  de 
una  sustancia  medicinal  fraccionada  y administrada  por  largo  tiempo. 
Esos  mismos  experimentos  demuestran  que  , cesando  esa  administración, 
no  se  larda  en  no  hallar  ni  un  átomo  de  esas  sustancias  en  esos  órganos. 

En  cuanto  al  hecho  que  cito  del  mercurio  encontrado  reducido  en  las 
articulaciones  del  granadero  francés,  no  pretendo  que  suceda  lo  mismo 
con  todos  los  demás  venenos;  lo  cito  como  una  prueba  de  hecho  de  que 
puede  acumularse  ese  metal,  y que  se  concibe  que  no  dañase  al  sugeto, 
por  no  ser  el  mercurio,  puro  ó metálico , y en  gran  cantidad,  nocivo.  Si 
ese  sugeto  se  hubiese  dado  á la  bebida  de  agua  salada  , ó comida  de  sus- 
tancias saladas  , tal  vez  ese  aumento  de  cloruro  alcalino  hubiera  podido 
dar  solubilidad  á ese  mercurio  , echarle  al  torrente  de  la  circulación  , y 
hubiera  habido  una  intoxicación  terrible. 

Resulta,  pues,  de  todas  estas  reflexiones,  que  lo  que  me  objeta  el 
doctor  Ferrara  no  tiene  fundamento  , y que  subsiste  con  toda  su  fuerza 
cuanto  he  consignado  sobre  ese  punto.  La  proposición  con  que  formula  su 
doctrina  no  es  contraria  á mi  modo  de  ver;  Ferreira  dice : «Pu^de  demo- 
rarse por  algún  tiempo  en  el  interior  de  la  economía  gran  dósis  de  sus- 
tancia activa,  procedente  de  una  repetida  administración  de  pequeñas 
cantidades.»  Yo  no  digo  que  no;  pero  eso  es  lo  excepcional;  no  es  la 
ley,  y por  lo  mismo  que  el  profesor  de  Coimbra  dice  puede,  indica  clara- 
mente que  lo  tiene  también  por  excepcional.  Al  admitir  la  excepción,  digo 
cuándo  se  efectúa  ese  hecho,  en  qué  condiciones  y que  no  son  las  de  la 
ley,  que  son  las  de  otra  á que  está  aquella  subordinada,  ó no  es  en 
realidad  una  excepción  , sino  una  forzosa  consecuencia  de  faltar  las  con- 
diciones, que  dicha  ley  exige  para  que  se  cumpla. 

Teniendo  en  cuenta  todas  esas  circunstancias,  la  ley  y los  casos  en 
que  puede  faltar,  y por  qué  es  ello , la  cuestión  práctica  que  se  presente 
podrá  ser  resuelta  con  ventaja ; sabemos  cuándo  un  sugeto  ha  sido  enve- 
nenado por  una  sustancia  tóxica  , cuándo  intoxicado  por  acumulación  de 
una  sustancia  medicinal , y distinguir  de  casos,  que  es  lo  que  constituye 
la  verdadera  importancia  práctica  de  este  punto  de  doctrina. 

En  virtud  de  todas  estas  consideraciones,  creo  poder  sentar  que  los  me- 
dicamentos , dados  según  las  reglas  del  arte , no  llegan , en  general , á 
acumularse  en  la  economía , en  términos  que , reuniéndose  la  dósis  ve- 
nenosa , produzcan  una  intoxicación.  Solo  es  posible  en  los  casos  y forma 
indicados. 


— 184  — 


k vni  _ Dpi  tiempo  tardan  en  ser  eliminadas  las  sustancias  medicinales  y venenosas 

§ viu.  ve  r absorbidas. 

Si  ahora  nos  preguntamos,  ¿cuánto  tiempo  tardan  en  eliminarse  las  sus- 
tancias medicamentosas  y las  venenosas,  que  no  han  acabado  con  el  su- 
«r&o?  ya  no  podremos  contestar  de  una  manera  tan  categórica  ó termi- 
nante: primero,  porque  ese  tiempo  no  es  igual  para  todos;  y segundo, 
porque  eso  depende  de  tantas  circunstancias,  que  exigen  muchos  hechos 
y experimentos  para  poder  tener  de  ello  un  conocimiento  cabal,  y no 
fundado  en  conjeturas. 

Los  hay  que  en  poquísimo  tiempo  son  expelidos  por  todas  las  vías;  al 
paso  que  "otros  permanecen  por  espacio  de  algunos  meses  detenidos  en 
ciertos  órganos,  y acaso  en  aquellos  donde  se  ha  efectuado  una  combi- 
nación insoluble,  que  nada  ha  ido  á alterar  ó disolver. 

Lqs  que  no  se  combinan  con  los  principios  plásticos  de  los  órganos  ni 
de  la  sangre,  pasan  por  ella  y los  órganos  con  suma  rapidez,  y son  eli- 
minados por  todos  los  emunclorios  naturales.  Tales  son,  por  ejemplo  , el 
yoduro  potásico;  en  menos  de  diez  minutos  ya  se  le  encuentra  en  la  orina, 
en  la  saliva , en  el  sudor  y en  la  leche.  En  igual  caso  se  hallan  el  sulfo- 
cianuro  , dono  f emir  o , el  nitrato , clorato,  silicato,  y en  general  las  sales 
de  base  alcalina;  todos  se  encuentran  luego  en  dichos  humores ; y si  en 
algunos  falta  este  ó aquel,  ninguno  falla  en  la  orina;  ninguno,  sin  ex- 
cepción, deja  de  ser  eliminado  por  las  vías  renales.  Todos  estos  cuer- 
pos, ó pasan  sin  contraer  combinación , ó esta  es  poco  estable  , ó es  muy 
soluble,  y por  lo  tanto  la  expulsión  ha  de  ser  rápida. 

Después  de  estos  vienen  los  que  no  coagulan  , los  que  no  forman  com- 
binaciones insolubles,  y luego  los  que,  siquiera  se  combinen  ó fijen  , se 
disuelven  por  la  acción  de  los  ácidos  ó de  los  cloruros  alcalinos  de  la  pro- 
pia economía. 

Esto  es  lo  único  que,  en  punto  al  tiempo  que  tardan  en  eliminarse  los 
venenos,  podemos  afirmar  en  general. 

Ateniéndonos  ahora  á determinados  experimentos , y refiriéndonos  tan 
solo  á ciertas  sustancias  con  las  cuales  se  han  hecho  ensayos , si  á dosis 
tóxicas,  á los  quince  dias,  ya  ha  sido  completa  la  eliminación  , á dosis  me- 
nores y sucesivas  se  ha  visto  verificarse  á los  treinta  el  arsénico,  al  mes 
el  sublimado,  á los  cuatro  meses  el  emético,  á los  cinco  el  nitrato  de 
plata , á los  ocho  el  acetato  de  plomo  y el  sulfato  de  cobro. 

Con  mas  probabilidad  pueden  permanecer  por  mas  tiempo  los  medica- 
mentos, si  los  cloruros  alcalinos  no  les  dan  solubilidad,  y su  cantidad  es 
tan  pequeña  que  no  altera  las  funciones.  Así  sucede  con  el  plomo,  cobre, 
hierro  y algún  otro,  cuya  procedencia  se  debe  al  uso  de  alimentos,  puesto 
que  casi  siempre  se  los  encuentra , pero  en  poca  cantidad  , desapareciendo 
en  los  sugetos  sometidos  á largas  abstinencias. 

Sin  embargo,  guardémonos  de  tener  eso  por  regla  fija , puesto  que 
Brandes  encontró  el  nitrato  de  plata  en  el  páncreas  de  un  epiléptico,  diez 
y ocho  meses  después  de  haberle  estado  tomando. 

Si  conforme  se  han  hecho  ensayos  en  los  perros,  pudieran  hacerse  en 
el  hombre,  este  punto  estaría  mas  adelantado.  Pero  eso  es  imposible. 
Ello  es  verdad  que , analizando  la  saliva,  la  leche,  la  orina,  el  sudor, 
las  heces,  los  gases  aspirados  por  el  aliento  de  un  sugeto,  que  tome 
ciertas  sustancias,  se  puede  ver  el  tiempo  que  larda  en  expelerlas,  y 
cuándo  se  completa  la  expulsión;  pero  hade  ser  dándole  cantidades  in- 


- 185  - 

ofensivas,  y aun  reducidas  á cierto  número,  y no  es  lógico  deducir  conse- 
cuencias aplicables  á mayores  cantidades,  ni  de  lo  que  pasa  con  unos 
cuerpos  á otros  ó todos.  Cada  sustancia  tiene  su  tiempo  de  posible  per- 
manencia en  el  cuerpo  humano  ; y como  la  expulsión  se  debe  á combi- 
naciones químicas  , se  comprende  lo  aventurado  que  seria  establecer  un 
tiempo  fijo,  ni  para  todas,  ni  para  cada  sustancia  en  particular,  puesto 
que  esas  combinaciones  dependen  de  condiciones  variables. 

Al.  Chatin  ha  querido  establecer  una  regla  para  determinar  la  elimi- 
nación de  los  venenos , la  que  no  solamente  creo  errónea,  si  pretende  ha- 
cerla general , sino  hasta  limitándola  á los  casos  de  envenenamiento  por 
la  sustancia  con  la  cual  hizo  experimentos.  Esla  sustancia  fué  el  arsénico, 
veneno  que  ha  tenido,  por  algún  tiempo,  el  privilegio  de  ser  el  objeto 
favorito  de  los  toxicólogos,  como  lo  era  también  de  los  envenenadores. 

La  regla  de  Chatin  es  la  siguiente:  «La  prontitud  de  la  eliminación 
está  en  íos  diferentes  animales,  en  razón  inversa  de  la  facultad  de  resis- 
tir al  veneno.» 

Lo  primero  que  se  le  ocurrirá  á cualquiera,  al  ver  esa  regla,  es  que  de 
lo  observado  respecto  del  arsénico  ó ácido  arsenioso,  se  quiere  hacer 
aplicación  á todos  los  venenos,  primer  vicio  radical  que  la  inutiliza. 

Luego  se  pregunta  uno  naturalmente,  ¿qué  debe  entenderse  por  resis- 
tencia ó facultad  de  resistir  al  veneno?  ¿Es  que  tienen  los  animales  ni  el 
hombre  semejante  facultad? 

Luis  Orfila  dice  que  la  facultad  de  resistir  á un  veneno  se  traduce  por 
el  tiempo  que  tarda  un  animal  en  morir.  Si  el  ácido  prúsico,  por  ejem- 
plo, siguiendo  la  explicación  que  da  ese  autor  á la  regla  de  Chatin,  mata 
mas  pronto  á un  perro  que  al  elefante  ó al  caballo,  estos  animales  tienen 
mas  facultad  de  resistir.  Si  la  nuez  vómica  mata  mas  pronto  al  perro  que 
al  hombre,  este  resiste  mas  que  el  perro. 

No  sé  si  la  explicación  es  peor  que  la  frase  de  Chatin.  El  tiempo  que 
tarda  en  morir  el  animal,  depende  , no  solo  de  su  fisiología  y de  su  rela- 
ción con  la  cantidad  del  tósigo,  sino  de  otras  muchas  condiciones , y él 
mismo  tendrá  diferentes  facultades  de  resistencia,  puesto  que,  en  igual-, 
dad  de  las  demás  circunstancias,  no  morirá  en  igual  tiempo,  bajo  el  in- 
flujo de  todos  los  venenos. 

Esas  locuciones  , arbitrarias  y convencionales , no  hacen  mas  que  en- 
redar los  hechos  v su  significación  natural.  Los  animales  no  tienen  facul- 
tad de  resistir  á la  acción  de  los  venenos ; al  contrario,  la  afinidad  de  sus 
principios  inmediatos  por  las  sustancias  venenosas,  mejor,  la  acción  quí- 
mica que  estas  ejercen  con  los  principios  inmediatos  de  aquellas , es 
grande  y poderosa;  y puestos  en  esfera  de  actividad,  y dadas  las  condicio- 
nes debidas,  ningún  animal  tiene  facultad  de  impedirlas,  v por  lo  tanto 
ninguno  posee  la  facultad  de  resistir  la  acción  de  las  sustancias  tóxicas. 

La  regia,  pues,  de  Chatin  tiene  ese  otro  vicio  radical,  que  la  vuelve 
inútil,  ó por  lo  errónea,  peligrosa. 

La  eliminación  de  los  venenos  y medicamentos  es  tanto  mas  rápida,  cuanto 
mas  contrarios  son  al  movimiento  molecular  normal  de  la  economía:  cuanto 
menos  asimilables  son  -;  cuanto  mas  expeditas  están  las  vías  respiratorias, 
renales,  digestivas  y cutáneas  para  expelerlos;  cuanto  menos  perturben 
el  juego  funcional ; cuanto  mas  rigor  tenga  el  cuerpo  para  ejercer  sus  fun- 
ciones. La  organización  se  desembaraza  de  todo  lo  que  no  le  sirve ; y como 
el  cuerpo  no  asimilable,  que  se  introduzca  en  ellas,  no  la  imposibilite, 
no  tarda  en  expelerle  por  alguna  de  las  vías  de  suyo  elimina  lorias. 


- 180  - 

Pretender  dar  una  regla  general  para  tantas  sustancias,  cuyo  modo  de 
conducirse  , puestas  en  contacto  con  nuestros  sólidos,  líquidos  y gases, 
es  tan  diferente  y tan  diverso,  y tan  diferentes  y diversas  las  circunstan- 
cias en  medio  de  las  cuales  desplegan  su  acción , es  temerario  hasta  de- 
jarlo de  sobra.  Aquí  no  cabe  otra  cosa  que  experimentar,  en  dadas  condi- 
ciones, el  modo  cómo  se  conduce  cada  veneno,  respecto  al  tiempo  que  ne- 
cesita para  su  eliminación  , y lo  más  que  podría  hacerse  es  generalizar, 
por  las  semejanzas  y analogías,  la  eliminación  de  ciertos  grupos.  Así,  por 
ejemplo,  los  gaseosos , ó productos  gaseosos  que  se  formen , serán  mas 
rápidamente  expulsados  que  los  sólidos  y líquidos;  los  líquidos  mas  que 
los  sólidos,  en  igualdad  de  las  demás  circunstancias;  los  que  forman 
combinaciones  poco  estables,  mas  que  los  que  las  forman  mas  fijas;  los 
que  den  lugar  á combinaciones  solubles  y poco  propias  para  la  organiza- 
ción , mas  que  los  que  las  dan  insolubles  y compatibles  con  el  juego  nor- 
mal de  las  funciones. 

Cuando  se  tengan  suficientes  observaciones  de  todos  y cada  uno  de  los 
venenos  ó medicamentos,  relativamente  al  tiempo  que  tarden  en  ser  eli- 
minados ; entonces  podrán  establecerse  reglas  mas  cabales  y de  un  ca- 
rácter  general,  que  permite  por  lo  menos  designar  grupos,  bajo  ese  as- 
pecto. Mientras  no  se  llegue  á ese  resultado,  tengo  por  aventurada  toda 
regla  general,  y por  un  empeño  indiscreto  formular  proposiciones  como 
las  de  Chatin , y por  un  tanto  ridicula  la  prudencia  que  encarece  L.  Or- 
illa , dando  tres  veces  mas  tiempo,  en  el  hombre  , que  en  el  perro,  á la 
eliminación  del  ácido  arsenioso. 

Lo  importante  de  este  punto  de  doctrina , para  la  práctica  pericial , es 
que  no  demos  á los  resultados  positivos  de  las  análisis  químicas,  una 
significación  absoluta;  que  la  simple  existencia  de  una  sustancia  pertene- 
ciente al  grupo  de  los  tósigos , revelada  por  las  análisis  químicas , en  los 
sólidos  y líquidos  de  un  sugeto  que  se  sospeche  estar  envenenado,  no  se 
tome  por  prueba  de  hecho  de  una  intoxicación  ó envenenamiento;  que 
se  tenga  presente,  en  un  caso  práctico  de  Medicina  legal,  sobre  envenena- 
miento, que  la  administración  medicinal  de  una  sustancia  puede  ser  otro 
de  los  orígenes  de  la  que  las  análisis  químicas  revelen , y que  cuando  re- 
caiga el  hecho  sobre  una  de  esas  sustancias , cuyo  tiempo  de  eliminación 
común  es  conocido,  sea  mas  ó menos  probable"  atribuir  la  presencia  de 
esa  sustancia  en  algún  órgano  ó líquido,  á una  medicación  , y sea  siem- 
pre, no  solo  prudente , sino  necesario,  relacionar  ese  hecho  con  los  sín- 
tomas y resultados  de  la  autópsia , para  distinguir  de  casos,  conforme  lo 
que  dirémos,  al  hablar  de  la  filosofía  de  la  intoxicación. 

M.  T ardieu  no  se  contenta  con  que  se  averigüe  el  tiempo  que  puede 
permanecer  en  la  economía  viva  una  sustancia  venenosa  ; también  agita 
esa  cuestión  respecto  del  cadáver ; y no  precisamente  poco  después  de 
haber  fallecido  el  sugeto,  sino  mas  ó menos  tiempo  después  de  su  inhu- 
mación. ¿Qué  es  lo  que  se  hace  de  la  sustancia  venenosa  en  el  cadáver, 
en  tanto  que  este  se  va  pudriendo?  ¿ Acaba  con  él,  ó se  trasforma , se  des- 
truye ó resiste , ú obedece  á las  modificaciones  que  se  efectúan,  después 
de  la  muerte , en  el  seno  de  la  materia  organizada , y en  medio  de  las  in- 
fluencias en  que  se  encuentran  los  restos  mortales  del  sugeto  sepultado? 
Tal  es  la  cuestión  que  M.  Tardieu  se  propone. 

En  rigor , este  punto  no  pertenece  á la  fisiología  de  la  intoxicación.  En 
el  cadáver  cesa  toda  fisiología , porque  cesa  toda  función , todo  acto  de 
la  vida,  Esa  cuestión  es  mas  propia  de  la  filosofía  de  la  intoxicación. 


- 187  - 

Cuando  estudiemos  el  valor  lógico  de  los  resultados  de  las  análisis  quí- 
micas , allí  verémos  qué  se  hace  de  los  venenos  inorgánicos  y orgánicos 
en  el  cadáver,  que  va  pasando  por  las  diferentes  épocas  y períodos  de  su 
descomposición,  y la  parte  que  toman  en  ella  los  venenos  ingeridos  du- 
rante la  vida  del  sugeto. 


g IX.—  De  la  formación  de  venenos  en  la  economía , debida  á combinaciones  de 

sustancias  inofensivas. 

• 

Conviene  también  fijar  nuestras  ideas  sobre  este  punto,  por  una  razón 
igual  á la  que  nos  ha  servido  para  agitar  la  anterior.  Los  médicos  se  va- 
len de  diferentes  sustancias  en  la  composición  de  las  medicinas  , y aun 
cuando,  por  sus  conocimientos  químicos,  evitan  mezclar  en  sus  recetas 
sustancias  incompatibles,  ó que  tengan  reacciones  recíprocas,  y por  lo 
mismo  formen  productos  diversos,  puede  suceder  muy  bien  que,  una 
vez  introducidas  las  medicinas  en  el  estómago,  encuentren  en  él  cuerpos 
que  le  son  propios,  dotados  de  alguna  acción  química  sobre  las  sustan- 
cias medicinales,  y descomponiéndolas  para  la  formación  de  nuevos 
cuerpos,  resulten,  tan  pronto  terceros  de  menor  energía , tan  pronto 
terceros  de  mayor  actividad.  Pudiera,  pues,  acontecer,  que  un  profesor 
produjese  una  intoxicación  de  un  modo  involuntario,  y,  ya  para  evitar  la 
administración  de  ciertos  remedios  en  ciertas  circunstancias,  ya  para 
aclarar  los  hechos , dado  caso  que  se  presentase  en  la  práctica  alguna  de 
esas  intoxicaciones , es  necesario  que  nos  ocupemos  un  momento  en  tan 
importante  punto  de  doctrina. 

Que  muchas  sustancias  enérgicas  llegadas  al  estómago  pueden  perder 
su  actividad  , combinándose  con  las  que  contiene  naturalmente  dicha 
viscera,  es  un  hecho.  El  jugo  gástrico  puede  neutralizar  un  álcali,  por- 
que domina  en  aquel  el  ácido.  Los  ácidos  del  estómago  pueden  descom- 
poner ciertas  sustancias.  Una  cantidad  de  agua  contenida  en  el  estómago 
puede  disminuir  la  energía  de  un  ácido,  destruyéndole  su  concentración, 
y diluyéndole. 

Mas'  no  es  este  el  verdadero  punto  de  la  cuestión  ; se  trata  de  saber  si 
puede  suceder  todo  lo  contrario ; es  decir,  si  puede  un  sugeto  tomar 
como  medicamento  tal  sustancia  , el  mercurio  dulce  por  ejemplo,  y una 
vez  llegado  al  estómago,  convertirse  el  medicamento  en  veneno,  por  una 
combinación  química  que  ha  sufrido,  y convertirse  en  bicloruro  de  mer- 
curio. El  estudio  de  algunos  venenos  en  particular  permite  resolver  por 
la  afirmativa  este  punto  general. 

Oav,  en  efecto,  ciertas  sustancias  que,  dentro  del  estómago,  aumentan 
sn  actividad  de  tal  suerte,  que  de  inofensivas  pasan  á ser  venenosas. 
Al.  Alialhe  publicó  una  nota  en  el  Diario  de  Farmacia  (febrero,  1840,  pá- 
gina i 08)  acerca  de  la  transformación  del  proto  cloruro  de  mercurio  ó ca- 
lomelanos en  sublimado  corrosivo,  bajo  la  influencia  del  clorhidrato  de 
amoníaco  y del  agua,  hecho  que  en  1703  reconoció  el  primero  Capel  le; 
que  mas  tarde  confirmó  Proust , extendiéndole  á todos  los  cloruros  alca- 
linos, que  reprodujeron  después  otros  autores , y en  especial  Dumas  y 
l’addei , pero  que  no  llamó  la  atención  , hasta  que  hubo  en  Alemania  un 
envenenamiento  debido  á esa  propiedad  de  los  cloruros  alcalinos  sobre 
los  calomelanos. 

El  hecho  siguiente  , referido  por  Vogel , dio  lugar  á la  nota  de  Mialhe. 
«Un  médico  prescribió  para  un  niño  doce  paquetes  que  contenían  cada 
uno  cinco  granos  de  sal  amoníaco,  otros  tantos  de  azúcar,  y un  grano  de 


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calomelanos;  murió  o!  niño,  después  de  haber  lomado  algunos  paquetes 
de  estos  polvos,  y el  farmacéutico  fué  acusado  de  haber  equivocado  la 
fórmula.  La  acusación  duró  poco,  puesto  que  Pelen  Koffer  probó  que  , á 
la  presencia  de  la  sal  amoníaco  y del  agua , los  calomelanos  se  transfor- 
man en  sublimado  corrosivo.»  Los  experimentos  y razones  en  que  se 
apoya  Mialhe  para  sostener  su  opinión,  son  dignos  á la  verdad  de  toda 
Ja  atención  de  los  médico-legistas.  Parece,  en  efecto,  resultar  que  el 
clorhidrato  de  amoníaco,  que  los  cloruros  de  sodio  y potasio  y el  agua 
destilada  pura  transforman  el  proto-cloruro  de  mercurio  en  deuto-cloruro 
y en  mercurio  metálico,  verificándose  esla  transformación , no  solo  á la 
temperatura  del  estómago,  sino  también  á la  ordinaria ; pocos  momentos 
de  contacto  bastan  para  ello.  Si  uno  se  mete  en  la  boca  un  poco  de  calo- 
melanos por  espacio  de  algunos  minutos,  se  hace  sentir  un  sabor  mercu- 
rial bastante  intenso;  es  la  consecuencia  de  la  reacción  mutua  del  clo- 
ruro mcrcurioso,.  y de  los  cloruros  alcalinos  que  la  saliva  contiene. 

Cuando,  á consecuencia  de  la  ingestión  de  los  calomelanos,  se  mani- 
fiesta la  salivación  mercurial  y otros  síntomas  del  estado  patológico  pe- 
culiar, que  los  preparados  de  mercurio  desenvuelven,  no  es  debida  á otra 
cosa  sino  á que,  existiendo  en  el  tubo  digestivo  sal  marina  y amoniacal, 
estos  cuerpos  han  reaccionado  sobre  el  protocloruro,  y le  han  transfor- 
mado en  bicloruro  y mercurio  metálico.  Siempre  que  el  protocloruro  no 
purga,  hay  un  aumento  de  secreción  salival;  es  que  ha  sufrido  dicha 
transformación  , y por  lo  tanto  se  presentan  los  fenómenos  de  la  intoxica- 
ción hidrargírica.  k la  misma,  sin  duda  , se  deben  las  propiedades  anti- 
sifilíticas que  se  le  conocen  á veces ; á la  misma  , en  fin  , son  debidas  sus 
virtudes  antihelmínticas. 

Devcrgie  no  encuentra  del  todo  resuelta  esta  cuestión,  y desea  mas 
datos;  sin  embargo,  á la  altura  en  que  M.  Mialhe  ha  puesto  este  punto, 
ya  está  fuera  de  duda. 

Cuando  en  1841  empezó  Mialhe  á dar  á conocer  sus  importantes  y lu- 
minosos experimentos  sobre  el  modo  de  obrar  los  medicamentos  y vene- 
nos, encontró  alguna  resistencia , en  especial  entre  los  fisiólogos.  Mas 
hoy  dia , hasta  los  mas  aferrados  á las  añejas  ideas , han  tenido  que  ce- 
der á la  evidencia , porque  la  terapéutica  y la  clínica  han  venido  á con- 
firmar los  ensayos  químicos  de  Mialhe. 

En  su  Tratado  del  Arte  de  formular  expone  extensamente  dicho  autor 
sus  doctrinas;  cada  proposición  va  apoyada  en  una  porción  de  experi- 
mentos, y al  fin  lo  resume  todo  en  unas  cuantas  bases,  que  vamos  á tras- 
cribir por  lo  mucho  que  esclarecen  el  punto  que  nos  ocupa , relativo  á la 
conversión  natural  de  sustancias  dadas  como  medicamentos  en  venenos. 

Hé  aquí  lo  que  de  los  experimentos  hechos  por  Mialhe,  y confirmados 
por  otros  químicos , entre  los  cuales  figuran  Selin  , Begimbeau , Abene, 
Berzelius  y otros,  podemos  deducir  lógicamente: 

. l.#  Todas  las  preparaciones  mercuriales  usadas  en  medicina,  que  reac- 
cionan sobre  las  disoluciones  de  los  cloruros  alcalinos,  solas  ó con  el  con- 
curso del  aire  atmosférico,  producen  cierta  cantidad  de  sublimado  corro- 
sivo,^ ó por  mejor  decir,  un  cloro-hidrargirato  alcalino. 

2.#  La  cantidad  de  sublimado  corrosivo  que  se  forma  de  dicho  modo, 
110 ,®s  i§>ual  en  todos  los  compuestos  ó preparados  del  mercurio.  El  bi- 
óxido de  mercurio,  la  mayor  parte  de  los  binarios  que  le  corresponden 
por  su  composición,  y todas  las  deutosales  de  ese  metal  en  general, 
puestas  en  esfera  de  actividad  con  los  cloruros  alcalinos , dan  por  doble 


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descomposición  deutocloruro  de  mercurio  y una  nueva  sal  alcalina.  El 
protóxido  de  mercurio  y la  mayor  parte  de  los  binarios  que  le  corres- 
ponden por  su  composición,  empiezan  por  producir  protocloruro  de  mer- 
curio : solo  se  produce  una  pequeña  cantidad  de  sublimado  con  otra  reac- 
ción que  preceda  á la  anterior. 

3. °  De  lo  dicho  se  infiere  que  todas  las  deutosales  solubles  ó insolu- 
bles han  de  constituir  agentes  heroicos,  al  paso  que  las  protosales-,  al 
contrario  , no  pueden  darlos  mas  que  de  acción  débil  y casi  inofensiva,  y 
siempre  que  obran,  es  por  la  pequeña  cantidad  de  sublimado  que  se  forma. 

4. °  El  mismo  mercurio  metálico,  puesto  en  digestión  con  los  cloruros 
alcalinos  aireados,  se  convierte  en  parle  en  sublimado  corrosivo;  por 
eso  es  activo  dado  al  estado  metálico  ; de  otro  modo  seria  inerte. 

5. °  Todas  las  reacciones  referidas  se  efectúan  á la  temperatura  ordina- 
ria, y mas  aun  á la  del  cuerpo  humano;  todas  se  producen  con  bastante 
rapidez;  algunas  al  instante;  otras  solo  necesitan  de  algunas  horas  de 
contacto.  Y como  los  diferentes  líquidos  contenidos  en  los  órganos  del 
hombre  encierran  oxígeno , sal  marina  y sal  amoníaco , acompañados  ó 
no  de  ácido  clorhídrico  y otros  ácidos,  que  pueden  facilitarle  todavía  mas 
su  modo  de  obrar;  se  sigue  que  todos  los  fenómenos  químicos  que  se  pro- 
ducen en  las  citadas  circunstancias,  se  han  de  efectuar  también  en  el  in- 
terior del  cuerpo  humano , cuando  se  ingiere  en  él  cualquier  compuesto 
mercurial  ó veneno  simple. 

Resulta,  pues,  de  todo  lo  dicho  que,  respecto  de  los  medicamentos 
mercuriales  y de  los  cloruros  alcalinos,  es  posible  que,  aun  dándolos 
como  tales , se  conviertan  en  venenos  en  el  cuerpo  humano , y á la  tem- 
peratura natural  del  mismo. 

Desgraciadamente,  no  solo  es  posible  esta  funesta  conversión  con  solo 
esos  preparados.  También  hay  otros  cuerpos  que  hacen  lo  propio , ó 
pueden  hacerlo.  La  digitalina  á los  tres  dias  intoxica. 

Ya  hemos  hablado  de  la  emulsina  y de  la  amigdalina,  las  cuales,  da- 
das aisladamente,  son  inofensivas,  y puestas  en  contacto  dan  lugar  á 
la  formación  de  ácido  cianhídrico  y esencia  de  almendras  amargas , de 
consiguiente,  á una  intoxicación , si  esta  combinación  se  efectúa  en  el 
estómago. 

La  emulsina  ó synastasa  contenida  en  las  almendras  amargas,  y dul- 
ces , obra  á la  manera  de  un  fermento  sobre  la  amigdalina,  que  se  halla  en 
la  película  y cotiledones  de  las  almendras,  y la  transforma  en  esencia  de 
almendras  amargas , dando  lugar  también  á la  formación  de  cierta  can- 
tidad de  ácido  cianhídrico.  Con  solo  frotar  una  almendra  dulce  con  amig- 
dalina, se  percibe  vivamente  el  olor  prúsico.  El  calor  y el  alcohol  coagu- 
lan la  synastasa  ó emulsina,  y desde  entonces  ya  no  obra  sobre  la  amig- 
dalina. El  jugo  gástrico  la  descompone,  y evita  así  la  intoxicación.  Mas 
si  es  abundante  ó escasea  el  jugo  gástrico,  la  intoxicación  se  presenta. 
Así  se  intoxican  algunos  niños  que  comen  muchas  almendras  amargas; 
y los  que  comen  dulce  de  almendra,  si  dichos  principios  llegan  á reac- 
cionar el  uno  sobre  el  otro. 

El  aceite  esencial  de  almendras  amargas  ingerido  en  el  estómago , si 
no  se  descompusiera,  obraria  como  una  sustancia  irritante,  por  lo  ácres 
que  suelen  ser  todos  los  aceites  esenciales;  mas  en  el  estómago  se  meta- 
morfosea  y da  lugar  á la  formación  de  ácido  prúsico,  por  lo  cual  es  dicho 
aceite  altamente  venenoso. 

El  fósforo,  dado  á pequeñas  dósis  medicinales , puede  transformarse  en 


— 1 00  — 

hidrógeno  perfostbrado , c intoxicar,  debiéndose  á ia  acción  que  ejerce 
sobro* el  fósforo  el  oxígeno  contenido  en  los  gases  de  las  primeras  vías, 
}aqUe  le  convierte  en  ácido  hiperfosfórico  y fosfórico,  sus  efectos  infla- 
matorios y locales,  al  paso  que  los  generales  los  debe  al  hidrógeno  per- 
fosforado  en  que  le  transforman,  bajo  la  influencia  del  agua,  los  com- 
puestos alcalinos  contenidos  en  los  jugos  intestinales. 

El  azufre  dado  en  cantidad  reguiar  casi  se  reduce  á producir  efectos 
purgantes;  mas  á pequeñas  cantidades  puede  , con  los  líquidos  alcalinos 
del  estómago,  combinarse  con  ellos,  ser  absorbido  y producir  una  into- 
xicación. Por  eso  los  animales  herbívoros,  muy  ricos"  en  humores  alcali- 
nos , se  envenenan  con  azufre. 

El  sulfato  de  quinina  básico  ú oficinal*,  administrado  á la  dosis  de  al- 
gunos gramos  por  dia , se  estagna  á veces  por  algún  tiempo  sin  efecto 
notable,  porque  se  hac«  insoluble;  mas  disuelto  de  repente  lo  estagnado, 
puede  producir  una  intoxicación,  como  ha  sucedido  mas  de  una  vez. 

Lo  que  acabamos  de  indicar  respecto  de  esos  cuerpos , es  aplicable  á 
otros  muchos  que , bajo  la  influencia  de  los  agentes  de  la  economía  ó de 
ia  acción  química  ejercida,  entre  sí,  por  ciertas  sustancias  (pie , aisladas  ó 
no  alteradas,  son  inofensivas,  rueden  transformarse  en  verdaderos  venenos. 

Estamos  segui  os  que  con  el  tiempo  se  ensanchará  la  reducida  esfera  en 
que  hoy  se  encuentran  los  que  pueden  dar  lugar,  en  ciertos  casos,  á 
terribles  intoxicaciones. 

De  todos  modos  , podemos,  en  el  estado  actual  de  la  ciencia,  concluir, 
ya  que  no  de  un  modo  absoluto  ó general , de  un  modo  relativo  á ciertas 
sustancias,  que  es  posible  la  transformación  de  medicamentos  en  venenos. 

§ X.  — Del  modo  como  son  absorbidos  los  venenos. 

Pasemos  á otra  cuestión  no  menos  importante,  tanto  para  preparar  ia 
relativa  al  modo  de  obrar  de  los  venenos,  como  para  ilustrar  otras  mu- 
chas, ya  toxicológicas , ya  fisiológicas  y terapéuticas.  Puesto  que  dejamos 
sentado  que  hay  venenos  absorbidos,  veamos  ahora  cómo  lo  son.  Cuando 
los  venenos  pasan  á la  sangre  y á los  órganos,  si  son  simples,  ¿conser- 
van su  simplicidad?  Y si  compuestos,  ¿pasan  íntegros,  es  decir,  sin  ser 
antes  descompuestos?  ¿O  bien,  ínterin  son  absorbidos,  sufren  una  des- 
composición dada  que  altera  mas  ó menos  su  constitución  , su  naturaleza 
física  y química?  lié  aquí  una  cuestión  de  gran  trascendencia,  y que  es 
preciso  dilucidar  con  la  extensión  conciliable  con  los  límites  de  este 
Compendio. 

Yo  profeso  sobre  ia  absorción  una  doctrina  que  me  es  propia ; he  creído 
haber  descubierto  una  ley  que  me  parece  constante  y sin  excepción  al- 
guna, y como  está  destituida  de  autoridad,  en  pugna  con  las  opiniones 
recibidas,  necesitaré  de  todas  las  fuerzas  de  la  lógica  para  no  merecer 
siquiera  la  nota  de  temerario.  Hé  aquí  mi  principio;  hé  aquí  la  ley  á que 
me  refiero  : 

« Toda  sustancia  orgánica  que  es  absorbida , es  antes , mientras  ó poco  des- 
pués , descompuesta ; y cuando  esto  no  se  efectúa , la  organización  sucumbe  ó 
queda  profundamente  trastornada. » 

Nunca  hubiera  podido  determinarme  á establecer  esta  proposición  tan 
general  y categórica , sin  haber  llegado  á ella  por  medio  del  estudio  ana- 
lítico mas  detenido  y concienzudo.'Es  el  producto  de  muchas  observacio- 
nes y pensamientos,  y cuando  la  he  dado  á conocer,  seguro  estoy  que 


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no  será  fácil  rae  la  destruyan.  Aun  cuando  se  me  citaran  algunos  hechos 
que  yo  no  hubiese  previsto,  y por  lo  tanto  examinado,  siempre  resulta- 
ría una  ley,  con  excepciones,  es  verdad,  pero  al  fin  una  ley.  Yo  pre- 
tendo con  fundamento  que  no  las  tiene , y este  es  otro  de  mis  principios 
filosóficos ; yo  no  creo  en  la  existencia  de  leyes  con  excepciones.  Las  le- 
yes con  excepciones  no  las  hacen  mas  que  los  hombres ; la  naturaleza, 
que  es  en  sus  leyes  igual , inexorable , irresistible  , no  se  doblega  jamás; 
lo  que  nosotros  llamamos  excepciones  es  expresión  de  otra  ley,  para 
nosotros  desconocida;  es  una  palabra  con  que  tratamos  de  encubrir  los 
límites  de  nuestra  inteligencia  y saber. 

Examinemos  la  absorción  bajo  todos  sus  aspectos , y nos  convencere- 
mos de  la  verdad  de  mis  aserciones. 

Absorciones  fisiológicas ; vías  digestivas.-- Los  humores  que  algunos  fisió- 
logos llaman  excrementicios',  á saber:  la  saliva,  el  moco  de  la  boca,  fa- 
ringe y esófago,  el  jugo  gástrico,  la  pepsina,  el  moco  de  los  intestinos 
delgados,  el  jugo  pancreático  y la  bilis,  todos  destinados  á la  digestión, 
son  absorbidos  con  descomposición  previa.  Todos  sufren,  durante  la  di- 
gestión , una  serie  de  transformaciones  sucesivas;  después  de  haber  ser- 
vido para  la  elaboración  del  quimo,  y el  quilo,  ósea  la  transformación  y 
disolución  de  los  principios  albuminoídeos , la  metamorfosis  de  los  ami- 
láceos y emulsión  de  los  grasos , y la  formación  de  las  heces , pasan  por 
los  vasos  absorbentes  y el  canal  torácico  al  torrente  de  la  circulación  ve- 
nosa, donde,  igualmente  que  en  la  arterial,  los  buscareis  en  vano.  Por 
exquisitas  que  sean  las  análisis,  no  es  posible  hallaren  la  sangre,  ni  en  los 
demás  líquidos  porción  alguna  de  los  que  han  servido  para  la  digestión. 
La  razón  es  sencilla;  han  sido  descompuestos  antes  de  ser  absorbidos. 

Algunos  han  supuesto  que  se  habia  encontrado  bilis  en  la  orina;  mas 
adviértase  que  esto  fué  en  casos  patológicos , casos  en  los  cuales  los  riño- 
nes pudieran  suplir  en  cierto  modo  las  funciones  del  hígado,  como  este 
suple  las  de  aquellos,  cuando  hay  sustracción  de  los  riñones.  Pero  además 
de  esta  razón,  que  es  de  Adelon  (*),  tengo  otra  mas  poderosa.  Lecanu, 
en  una  excelente  tesis  que  escribió  acerca  de  la  sangre,  ha  demostrado 
que  nunca  se  ha  encontrado  en  dicho  líquido  humor  alguno  enteramente 
formado,  ni  en  estado  fisiológico,  ni  en  estado  patológico.  Cuanto  se  ha 
dicho  de  la  bilis,  de  la  leche,  de  la  orina,  etc.,  encontrada  en  la  masa  de 
la  sangre,  ha  sido  una  manifiesta  inexactitud,  á la  que  han  dado  origen  las 
coloraciones  ú olores  de  los  humores  indicados.  La  análisis  no  ha  pre- 
sentado leche,  bilis,  ni  orina;  se  ha  percibido  olor  u riñoso  ó amoniacal, 
se  ha  visto  una  tinta  amarilla  ó blanquecina,  y sobre  estos  datos  insufi- 
cientes se  ha  afirmado  luego  que  dichos  humores  existían  enteros  en  la 
sangre  (2). 

Lo  propio  puede  decirse  del  olor  y color  de  ciertas  bebidas  y alimen- 
tos; la  granza  tiñe  los  huesos;  los  espárragos  dan  á la  orina  un  olor  par- 
ticular, etc.  Mas  en  lodos  estos  casos  no  pasan  á la  masa  de  la  sangre, 
ni  la  granza,  ni  los  espárragos,  ni  cualquiera  otra  ; lo  que  pasa  son  prin- 
cipios colorantes  ú olorosos,  que  la  economía  no  ha  podido  descomponer; 
pero  estos  no  son  masque  una  parte,  unos  componentes  del  alimento, 
bebida  ó sustancia  que  sufrió  la  digestión.  Esto,  pues,  más  prueba  que 
invalida  mi  doctrina. 


(l)  Adelon,  Phisiologie  de  Vhomme,  t.  III,  p.  58. 
(*)  Lecanu,  Thesis  sur  le  sung.  París. 


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Si  un  sugeto  permanece  muchos  dias  sin  introducir  en  sn  estómago 
ningún  alimento  ni  bebida,  todos  los  humores  exhalados  y segregados  "en 
los  órganos  destinados  á la  digestión  hacen  las  veces  de  alimentos;  son 
diferidos,  transformados  por  lo  tanto,  absorbidos  en  parte  por  los  vasos 
quilíferos,  y en  parle  arrojados  en  forma  de  excremento;  ni  los  excremen- 
tos, ni  el  quimo  son  los  humores  de  que  proceden.  El  mismo  quilo  no  es 
igual  antes  que  después  de  haber  sido  absorbido.  El  quilo  del  duodeno 
no  es  el  del  canal  torácico;  en  el  duodeno  es  quimo  todavía;  en  los  vasos 
quilíferos  es  el  quilo,  y al  través  de  las  glándulas  mcsentéricas  experi- 
menta otra  transformación  (').  Es,  pues,  lógico  concluir  que  la  absorción 
de  los  líquidos  ó humores  destinados  á la  digestión,  se  hace  siempre  con 
descomposición  previa. 

Otro  tanto  podemos  afirmar  de  los  alimentos  sobre  los  cuales  obran  los 
humores  digestivos.  Como  no  sean  principios  inmediatos,  que  no  necesi- 
ten asimilación,  lodos  son  metamorfoseados,  ó transformados  en  otros  mas 
solubles  y aptos  para  introducirse  en  la  masa  de  la  sangre.  Eos  que  no 
pueden  sufrir  esas  transformaciones  son  arrojados  por  el  tubo  digestivo 
como  heces.  Disolver  las  materias  alimenticias,  dice  Moleschott , ó vol- 
verlas por  una  extrema  división  y en  el  caso  de  no  ser  conformes  á las 
sustancias  contenidas  en  la  sangre  , metamorfosearlas  en  partes  constitu- 
yentes de  esta : hé  aquí  todo  el  acto  de  la  digestión  (2). 

Un  alimento  completo  se  compone  de  principios  albuminoídeos  (albú- 
mina, caseína,  fibrina,  gelatina),  amiláceos  ó adipógenos  (todo  cuanto 
tiene  fécula),  de  grasas  ó aceites  y de  sales.  Pues  bien;  todos  esos  princi- 
pios alimenticios , para  que  puedan  pasar  á la  masa  de  la  sangre  y desem- 
peñar en  ella  su  papel  nutritivo,  ó reparador  de  las  pérdidas  que  sufre  la 
economía  animal,  tienen  que  ser  modificados  en  su  constitución  química. 

La  saliva,  ó su  ptialina,  empieza  ya  á transformar  primero  en  dextrina  y 
luego  en  glucosa  los  amiláceos;  en  el  estómago  no  sufren  alteración  al- 
guna ; pero,  al  llegar  al  duodeno,  el  jugo  pancreático  completa  lo  que 
empezó  la  ptialina  , y lo  que  no  transforma  en  glucosa  ese  jugo,  lo  hace 
en  lo  restante  de  los  intestinos,  sobre  todo  delgados,  su  moco  propio.  La 
fécula  transformada  en  dextrina  , luego  en  glucosa,  llega  á la  sangre,  es 
quemada  por  el  oxígeno  de  la  respiración ; es  oxidada,  y se  convierte  en 
agua  y ácido  carbónico,  dando  lugar  á una  gran  producción  de  calórico. 

El  azúcar  de  caña  se  transforma  en  los  intestinos  en  glucosa , y bajo  el 
influjo  de  la  bilis  y del  jugo  pancreático  gran  parte  de  la  glucosa  se  trans- 
forma en  ácido  láctico,  en  los  intestinos  delgados,  y en  áeido  butírico  en 
los  gruesos;  lo  restante,  apenas  llega  á la  sangre,  es  quemado  por  el  oxí- 
geno y se  transforma  en  agua  y ácido  carbónico,  si  ya  no  forma  grasa. 

Los  principios  albuminoídeos , las  carnes,  los  quesos,  etc. , son  trans- 
formados en  el  estómago  por  la  pepsina,-  ó gasterasa,  principio  fermen- 
* tativo  del  jugo  gástrico',  que  convierte  en  albuminosa,  esto  es,  en  una  es- 
pecie de  albúmina  mas  soluble  y por  lo  tanto  mas  absorbible , que  ya  no 
es  lo  que  era,  esos  principios  azoados,  albuminoídeos;  y una  vez  llegada 
al  torrente  circulatorio,  sufre  también  mas  ó menos  grados  de  oxidación, 
se  hace  fibrina  y se  va  transformando,  en  cada  uno  de  los  tejidos,  en 
principios  inmediatos  diferentes,  musculina,  nervina,  osteina,  etc. 

Los  principios  crasos  ú oleosos  son  trabajados  á la  vez  por  el  jugo 


('1  Véanse  todas  las  obras  de  jos  autores  de  Fisiología. 
(2)  Obra  cit ,,  tomo  I,  pág.  lió 


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pancreático  y la  bilis  que  los  emulsiona,  los  divide  y subdivide  hasta 
darles  la  forma  de  gotitas  sumamente  pequeñas , microscópicas , que 
pueden  pasar,  por  las  vellosidades  intestinales  y por  los  vasos  quilíferos, 
á la  masa  de  la  sangre,  donde  reciben  también  la  acción  del  oxígeno;  ya 
para  ser  convertidas,  como  los  adipógenos  ó féculas,  hechas  azúcar  ó glu- 
cosa , en  agua  y ácido  carbónico ; ya  para  formar  grasa  ó parte  de  los  te- 
jidos, elevándose  á ciertos  grados  de  oxidación.  De  suerte  que  todo  prin- 
cipio alimenticio  orgánico  sufre,  antes  de  ser  absorbido,  una  descompo- 
sición, una  alteración  en  su  modo  de  ser,  que  es  mas  completa,  en  cuanto 
pasa  al  torrente  circulatorio. 

Respecto  de  las  sales  sucede  lo  propio  que  diré  luego  de  los  minerales. 

Al  hablar  Robín  y Verdeuil  de  los  principios  inmediatos  y el  lugar  donde 
se  forman , después  de  probar  que  no  hay  ningún  lugar  único,  que  se  for- 
man donde  quiera  que  haya  nutrición,  dicen:  «Que  el  hecho  se  verifica, 
en  el  momento  de  la  fijación  de  los  materiales  en  el  sólido  , y en  el  mo- 
mento en  que  los  elementos  de  una  especie  mudan  de  estado  de  unión 
molecular  para  formar  otra.  Asíes,  que  desde  el  momento  de  su  entrada 
hasta  el  de  su  salida,  los  materiales  introducidos  pasan  sucesivamente  por 
una  série  de  estados,  los  que  constituyen  otras  tantas  especies  de  principios 
distintos,  aunque  análogos;  esas  especies  son  cada  vez  mas  complicadas 
al  principio,  luego  cada  vez  mas  sencillas,  cuando  se  parte  desde  los  ve 
getales,  para  llegará  las  excreciones  animales  (‘j.» 

Absorción  en  el  sistema  capilar.— Ova  sean  las  venas  las  que  absorban, 
como  lo  quiere  Magendie  ; ora  los  vasos  linfáticos,  como  lo  pretende 
Hunter ; ya  unos  y otros,  como  lo  indica  Adelon  ; ya  , en  fin , todos  los 
tejidos,  como  parecen  afirmarlo  la  mayor  parte  de  los  fisiólogos  mas  en 
boga  en  nuestros  dias,  siempre  encontrarémos  que  los  materiales  or- 
gánicos absorbidos  lo  son  , siendo  antes  descompuestos.  Y digo  que 
son  antes  descompuestos,  porque  pasan  al  torrente  de  la  circulación, 
y jamás  los  halla  la  análisis  en  él,  ni  en  los  órganos  á donde  pueden 
ir  á parar,  sino  en  estado  de  descomposición , mientras  el  sugeto  no  su- 
cumba. Haciéndose  cargo  de  esta  verdad  de  hecho,  dice  Adelon  que 
esto  prueba  que  la  absorción , no  solo  se  apodera  de  las  sustancias  ab- 
sorbidas , sino  que  las  elabora , las  modifica  para  convertirlas  en  linfa  ó 
sangre,  ó en  productos  que  no  pueden  apreciarse,  porque  se  mezclan  con 
dichos  líquidos  (2).  Quitemos  á este  modo  de  expresarse  la  parle  figura- 
da, puesto  que  la  absorción  no  hace  nada  de  eso,  sino  los  órganos,  y me- 
jor aun  su  disposición  anatómica  y sus  principios,  igualmente  que  la  ley 
de  la  endósmosis  y exósmosis,  y el  hecho  es  cierto.  Deponed  en  una 
mucosa,  en  una  serosa,  en  el  tejido  celular  ó en  la  piel,  una  sustancia 
organizada  cualquiera;  si  desaparece  por  la  absorción,  seguidla;  abrid 
los  vasos  venosos,  y ved  si  encontráis  esa  sustancia  en  la  sangre.  Vuestra 
tarea  será  infructuosa. 

Absorciones  patológicas.—  Que  la  absorción  capilar  se  verifica,  descom- 
poniéndose los  materiales  orgánicos  absorbidos,  se  patentiza  de  un  modo 
sobremanera  fácil,  desde  luego  que  se  hace  uno  cargo  de  las  absorciones 
patológicas.  Nunca  se  efectúa  la  resolución  de  los  tumores,  de  las  fluxio- 
nes, de  las  inflamaciones , de  las  erisipelas,  de  los  quistes,  de  los  tu- 
mores glandulares,  de  los  abscesos,  de  los  edemas,  de  las  hidrope- 


('/  Obra  citada,  tomo  I,  pág.  235, 

(J)  Adelon,  obra  citada,  tomo  I II,  pág.  389. 
TOXICOI.OG1A. — 13 


— 194  — 

sías,  etc. , etc.  , sin  descomposición  previa.  Los  líquidos  absorbidos  son 
siempre  sangre  mas  ó menos  alterada,  serosidad  ó pus.  Cuando  los  en- 
fermos se  curan  , sin  que  la  resolución  de  todas  esas  enfermedades  haja 
sido  seguida  de  otros  accidentes  patológicos,  se  ha  restablecido  la  armo- 
nía de  las  funciones  y el  curso  de  los  humores.  En  semejante  estado, 
¿quién  se  atreverá  á sostener  que  la  sangre  alterada,  que  la  serosidad, 
que  el  pus,  han  pasado  íntegros  á la  masa  de  la  sangre?  Mas  abajo  veré- 
mosque  la  salud  no  se  aviene  con  semejantes  materiales  introducidos  en 
el  torrente  de  la  circulación.  Si  á esos  sugetos  se  les  sacase  sangre,  seria 
en  vano  analizarla  para  encontrar  en  ella  dichos  humores.  Aunque  la 
sangre  sea  el  vehículo  común  , de  donde  sacan  los  órganos  los  materiales 
necesarios  para  la  elaboración  de  sus  productos , no  sobrelleva  la  pre- 
sencia de  los  humores,  para  cuya  formación  da  elementos,  enteros  ó en 
sustancia,  en  los  vasos  venosos.  Lo  demostraré  dentro  de  poco. 

A lo  dicho  podemos  añadir  la  absorción  del  cristalino  después  de  la 
operación  de  la  catarata  por  depresión  ; el  cristalino  no  se  encuentra  en 
la  sangre.  Los  autores  hablan  de  reducción  de  fetos  á líquidos  que  son 
absorbidos  ( 1 ) , de  secuestros  reducidos  también  á uu  estado  molecular, 
que  han  desaparecido  por  la  absorción  (2).  ¿Tengo  necesidad  de  decir 
que  no  han  pasado  en  semejantes  casos  ó la  masa  de  la  sangre  ios  fetos 
y los  secuestros? 

Estoy  previendo  una  objeción  grave,  y me  apresuro  á rebatirla.  Muy 
á menudo,  se  me  dirá,  se  encuentran  colecciones  de  serosidad  y de  pus 
en  el  cadáver  de  sugetos  que  han  sucumbido,  después  de  la  desaparición 
brusca  de  nna  fluxión  inflamatoria  exterior,  ó la  supresión  repentina  de 
la  supuración  de  una  úlcera  vasta,  que  daba  pus  en  abundancia.  Como 
estas  colecciones  de  pus  ó serosidad  se  encuentran  distantes  del  punto, 
donde  existia  la  enfermedad,  es  claro  que  han  sido  absorbidas  en  sustan- 
cia y no  descompuestas.  En  varias  enfermedades  que  producen  la  muerte 
se  encuentra  pus  en  los  pulmones,  hígado  y corazón  ; hay  metástasis  crí- 
ticas, con  las  cuales  se  prueba  á la  evidencia  la  absorción  de  la  serosidad 
en  sustancia  y no  descompuesta , y todos  estos  hechos,  que  la  práctica 
hace  frecuentes  y tiene  fuera  de  duda,  deponen  en  contra  de  la  doctrina 
que  establece  la  absorción  con  descomposición  previa. 

Vamos  por  partes.  Las  colecciones  de  serosidad  ó pus , las  metástasis 
en  puntos  lejanos  de  aquellos  donde  se  manifiesta  la  afección  , no  supo- 
nen forzosamente  esa  traslación  de  humores  en  su  estado  de  integridad. 
Las  leyes  de  la  vida , la  unidad  del  organismo , la  asociación  de  todo 
lo  que  le  constituye  , deben  explicar , para  los  que  hagan  tal  objeción, 
todos  estos  fenómenos  y otros  análogos.  Cuando  un  órgano  está  enfer- 
mo, todo  el  sistema  vivo  se  resiente  de  su  estado  patológico , y está  dis- 
puesto á responder  á su  acción  simpática.  Entre  los  órganos  del  sistema 
vivo  , hay  siempre  alguno  mas  dispuesto  que  los  demás  á resentirse  sim- 
páticamente de  la  afección  de  otros.  Este  órgano  mas  impresionable  es 
vario  en  los  sugetos  por  razón  de  su  edad,  de  su  temperamento,  de  su 
oficio , del  clima  en  que  viven  , etc. , etc. ; es  tal  vez  lo  que  constituye  las 
idiosincrasias,  y suele  tomar  la  iniciativa  en  el  desenvolvimiento  de  una 
enfermedad  de  carácter,  de  naturaleza  igual  á la  del  órgano  que  simpa- 
tiza con  él.  Esta  participación  no  es  menos  cierta,  porque  se  presente  á 

■\ 

P)  Adelon,  obra  citada. 

(*)  Sabatier,  M ¿decirte  opé  rato  iré. 


— 196  - 

veces  la  afección  simpática  bajo  otra  forma  ; pues  este  enlace,  esta  cor- 
respondencia simpática  de  órganos,  hace  que  muy  á menudo , con  motivo 
de  ia  inflamación  de  un  órgano  exterior,  se  desenvuelva  otra  mucho  mas 
intensa  en  un  órgano  interno  ; inflamación  que  puede  ser  rápida,  agudí- 
sima, y terminar  por  supuración,  si  el  órgano  es  parenquimatoso , por 
gangrena,  ó hidropesía,  si  es  seroso.  ¿Qué  mucho,  pues,  que  en  estos 
casos  se  encuentren  en  órganos  distantes  colecciones  de  pus  ó de  serosi- 
dad? ¿No  ha  habido  en  ellas  razón  bastante  para  producir  estos  humo- 
res? ¿Ha  sido  necesario  que  hayan  venido  de  lejos?  La  flogosis  que  pudo 
producirlas  en  el  órgano  externo,  ¿por  qué  no  las  ha  de  producir  en  el 
interno?  Así  dice  perfectamente  Boyer,  que  en  semejantes  casos  se  toma 
la  causa  por  el  efecto,  cuando  á la  vista  de  focos  purulentos  ó de  colec- 
ciones serosas  después  de  una  supresión , de  supuración  exterior  ó de  una 
delitescencia  , se  dice:  hé  aquí  los  materiales  transportados. 

Los  que  contra  la  evidencia  de  los  hechos  nieguen  esa  asociación  , esa 
solidaridad  de  los  órganos  del  sistema  vivo  , ¿podrian  explicarme  por  qué 
una  úlcera  crónica  de  la  pierna  , por  ejemplo,  ya  simpática  , ya  idiopá- 
tica  , se  seca  completamente  y se  inflama,  ó bien  se  pone  pálida  é inac- 
tiva , cuando  sobreviene  algún  disturbio  considerable  en  otros  órganos 
interesantes  de  la  economía,  y tanto  el  pus,  como  la  regularidad  de  la 
supuración,  no  reaparece  sino  hasta  tanto  que  haya  desaparecido  la  causa 
general  ó simpática  que  habia  ocasionado  esas  mudanzas?  ¿Podrian  expli- 
carme también  por  qué,  después  de  las  grandes  operaciones,  seguidas  de 
la  muerte  del  enfermo , se  encuentran  órganos  que  han  sido  sitio  de  vio- 
lenta inflamación,  y á menudo  abscesos  en  el  hígado,  pulmones,  cora- 
zón, mesenterio  y cerebro,  y colecciones  de  pus  ó serosidad  en  las  pleu- 
ras, peritoneo,  etc.,  sin  que  se  haya  visto  la  suspensión  en  la  parte  ope- 
rada hasta  el  mismo  momento  de  la  muerte?  Por  último,  no  se  ven  todos 
los  dias  en  los  hospitales  quirúrgicos  mudanzas  notables  en  el  carácter 
del  pus,  de  la  úlcera  en  los  operados,  á consecuencia  de  algún  accidente 
ó perturbación  interior  desenvuelta  durante  el  curso  de  la  curación,  bas- 
tando esta  mudanza  de  pus  cremoso,  por  ejemplo,  en  otro  claro  y seroso 
para  que  el  operador  pronostique  mal  resultado  de  su  obra?  Lo  he  visto 
muchas  veces  durante  mi  asistencia  en  los  hospitales  de  Montpellier  y 
París,  y apelo  para  la  sanción  de  esta  verdad  á cuantos  practican  ¡a  gran 
cirugía*  ó medicina  operatoria. 

Algunos,  tal  vez,  me  objeten  que  esas  inflamaciones  internas  no  se  han 
manifestado,  durante  la  vida  delsugeto,  para  poderles  atribuir  la  forma- 
ción in  loco  de  esos  abscesos  y colecciones  serosas.  Mas,  ¿quién  es  bastante 
hábil , quién  tiene  bastante  vista  y penetración  para  alcanzar  muchas 
veces  esas  fluxiones  inflamatorias,  cuando  el  enfermo  presenta  un  con- 
junto de  síntomas  confusos,  vagos,  poco  pronunciados  tal  vez,  con  esa 
insidia  característica  de  enfermedades  muy  graves  de  dificilísimo  diag- 
nóstico? Nada  mas  equívoco  y espinoso  que  este , cuando  hay  muchos 
órganos  atacados  á la  vez.  Es  una  cosa  análoga  á la  que  acontece,  cuando 
hay  muchas  personas  y gritan  todas  á un  tiempo,  en  cuyo  caso  no  se 
percibe  sino  un  conjunto  de  sonidos  confuso,  sin  poder  conocer  la  voz 
particular  de  cada  una. 

Añadamos  á todas  esas  reflexiones  otra  muy  importante  que  tengo  en 
mis  apuntes,  tomados  en  las  lecciones  orales  del  profesor  Lallemand  de 
Montpellier.  Decia  este : 

«Muchas  veces  se  ha  observado  la  cesación  brusca  de  la  supuración  de 


— m - 

una  úlcera  y se  ha  pretendido  que  eran  debid  . s á la  absorción  del  pus 
los  derrames  ó focos  purulentos  que  se  han  encontrado  con  la  autópsia 
en  las  cavidades  abdominal , torácica  ó encefálica.  Mas  en  muchos  de 
esos  casos  las  hilas  y el  aparato  entero  están  secos,  lo  cual  prueba  que 
no  ha  habido  absorción , porque  para  haberla,  había  antes  de  haber  pus, 
y si  le  hubiese  habido  , hubiera  mojado  las  hilas  y las  primeras  piezas  del 
apósito  i1).  A estas  reflexiones  de  tan  entendido  práctico  , podemos  aña- 
dir que,  en  efecto,  no  saliendo  de  la  masa  de  la  sangre  el  pus  todo  for- 
mado, formándose  en  el  tejido  accidental  de  l<r  úlcera,  como  se  forma  en 
cualquier  otro  órgano  el  material  de  su  secreción  ó exhalación  , es  evi- 
dente que  si,  después  de  una  curación,  que  escuálido  se  presentan  ó pue- 
den presentar  secas  las  hilas,  sobreviene  una  cesación  de  la  supuración, 
no  es  el  pus  lo  que  ha  sido  suprimido,  sino  la  función  accidental , y por 
lo  tanto , no  ha  podido  haber  transporte  de  materiales  por  absorción  y 
producir  con  ellos  en  varios  puntos  abscesos  ó focos  purulentos. 

Pero  supongamos  por  un  momento  que  el  transporte  del  pus  ó de  la 
serosidad  sea  posible  : ¿por  dónde  pasan  esos  humores?  Es  menester  que 
vayan  al  través  de  los  vasos  linfáticos  ó venenosos  al  torrente  de  la  cir- 
culación , donde  deben  mezclarse  con  la  linfa  y con  la  sangre;  por  lo 
mismo  ya  no  es  posible  que,  después  de  haber  entrado  en  dichos  vasos, 
se  acumulen  esos  humores  en  un  órgano  lejano  de  aquel  de  que  proce- 
den. ¿Uabeis  visto  alguna  vez  el  quilo  en  el  corazón  ú otra  parte  después 
de  haber  desaguado  en  la  subclavia?  En  ei  cuerpo  humano  no  hay  nin- 
gún órgano  que  extraiga  de  la  masa  de  la  sangre  humor  alguno  todo 
formado,  ni  aun  en  estado  patológico;  no  loman  mas  que  los  elementos, 
los  materiales;  la  formación  del  humor  es  hechura  del  órgano,  de  su  fun- 
ción, de  su  modo  de  trabajar.  Para  explicar  el  transporte  de  humores,  sin 
mezcla  con  la  sangre  ó con  la  linfa  , hay  necesidad  de  crear  vasos  parti- 
culares para  ellos.  Mas,  bien  sabemos  todos  que  lo  que  ha  dicho  Lippi 
de  Florencia  sobre  los  vasos  chylopoyéticos  y uriniferos  (,¿),  no  ha  sido  mas 
que  un  sueño  no  convertido  en  hecho  hasta  ahora  por  la  mas  lina 
anatomía  ni  por  Ja  inspección  microscópica. 

Lejos  de  mí  negar  que  se  haya  enconlrado  pus  en  el  ventrículo  dere- 
cho del  corazón.  Sin  embargo,  no  se  olvide  que  el  origen  de  ese  pus  lia 
sido  muy  disputado  (3). 

Nada  mas  común  que  hablar  los  autores  de  pus  encontrado  en  los  ór- 
ganos de  la  circulación , en  las  venas  y los  vasos  linfáticos;  pero  nada 
menos  probado.  Muy  á menudo  se  dejan  llevar  de  las  apariencias. 

Magendiecita  un  hecho  sacado  de  la  práctica  de  Düpuytren  que  pa- 
rece favorecer  la  opinión  contraria  á la  que  estoy  sosteniendo.  Una  mu- 
jer, que  tenia  un  tumor  enorme  fluctuante  en  la  cara  interna  del  muslo, 
sucumbió.  Pocos  dias  antes  de  su  muerte,  se  había  establecido  en  dicha 
mujer  una  inflamación  del  tejido  celular  del  miembro,  donde  estaba  el 
tumor.  Cuando  Dupuytren  cortó  la  piel  que  le  cubría,  vio  formarse  en 
los  bordes  de  la  incisión  punidos  blancos  y descubrió  en  el  tejido  celu- 
lar subcutáneo  líneas  blancas,  las  cuales  fueron  tomadas  por  vasos  lin- 
fáticos llenos  de  pus:  las  glándulas  inguinales  estaban  llenas  de  la  misma 


di  j- fcciones  orales  de  Lallemantl ; 183?. 

1 _•  '-*PP*  invernó  unos  vasos  para  explicar  el  paso  rópido  de  Jos  bebidas  ó i.i  vejiga  uri- 
págin'a  *5  * ^'ieCl0S  es,cniago  á los  órganos.  Véase  A deion,  Loe.  cit.,  t III, 

\ , Vcjí-e  And  ral.  Curso  de  patología,  interna , por  Amadeo  Lalour,  1.  I.  p.  ¿0*. 


197  - 

materia.  Los  vasos  de  los  lomos  y el  canal  torácico  no  contenían  pus.  El  * 
mismo  autor  cita  otro  caso  observado  en  el  IIotel-Dieu  de  París,  en  el 
cual,  á consecuencia  de  una  fractura  complicada,  se  formó  un  absceso 
voluminoso,  y las  venas,  igualmente  que  los  linfáticos,  se  manifestaron 
llenos  de  pus  procedente  de  las  partes  afectas. 

Muller  se  hace  cargo  de  estos  hechos,  y á renglón  seguido  añade : «Yo 
miro  como  una  cosa  imposible  que  el  pus  granoso  contenido  en  la  masa 
de  la  sangre  pueda  ser  segregado  por  los  riñones.  Solo  los  elementos  del 
pus  disueitos  pueden  ser  absorbidos  y eliminados  del  cuerpo;  lo  que  se 
llama  á veces  orina  purulenta  no  es  mas  que  un  sedimento  que  no  ha 
sido  suficientemente  examinado.» 

En  otra  parte  dice  el  mismo  autor  estas  notables  palabras: 

«Es  menester  colocar  entre  las  fábulas  todo  lo  que  se  dice  de  los  glo- 
bulillos de  sangre  ó de  pus  absorbidos  por  los  linfáticos  en  los  derrames 
sanguíneos  y abscesos  ó de  puntos  purulentos  (*).  Andral  dice  también 
que  es  raro  que  los  linfáticos  se  llenen  de  pus  en  las  cercanías  de  los  abs- 
cesos, y aun  eso  cuando  la  inflamación  se  propaga  á ellos. 

Confírmanse  todos  estos  asertos  de  Muller  y de  Andral  con  los  de 
M.  Donné,  quien  asegura  que  no  hay  nada  tan  difícil  como  distinguir  el 
pus  del  moco ; puesto  que  los  globulillos  de  estos  humores  se  parecen 
mucho , y solo  pueden  reconocerse  diferentes  por  medio  de  circunstan- 
cias accesorias.  En  su  curso  de  microscopía,  este  autor  confiesa  lo  si 
guiente,  que  es  muy  terminante  para  el  caso.  «Muy  á menudo  , dice,  he 
creido  haber  visto  pus  en  la  sangre , y haber  hecho  constar  definitiva- 
mente la  presencia  de  globulillos  purulentos.  En  ciertos  casos  , en  que  se 
presumía  que  el  pus  estaba  circulando  con  la  sangre , ya  á consecuencia 
de  una  reabsorción,  ya  á la  de  una  inflamación  de  los  vasos,  la  sangre 
me  ha  ofrecido  una  grande  cantidad  de  globulillos  blancos,  esto  es,  de 
globulillos  esféricos  , granulosos  , sin  color,  conduciéndose  con  los  reac- 
tivos , como  los  globulillos  purulentos , de  suerte  que  he  creido  habérme- 
las con  pus  verdadero,  y estar  en  derecho  de  afirmar  que  el  microscopio 
podia  servir  realmente  para  reconocer  la  presencia  del  pus  en  la  sangre. 
Mas  , comparando  de  nuevo  estos  numerosos  globulillos  con  los  blancos 
que  están  contenidos  naturalmente  en  la  sangre  normal,  volvía  á caer  en 
nueva  incertidumbre,  puesto  que  encontraba  en  una  y otras  los  mismos 
caracteres  físicos  y químicos , el  mismo  aspecto , el  mismo  modo  de  con- 
ducirse con  el  agua,  ácido  acético,  amoníaco,  éter,  etc.  Yo  dudaba 
siempre  si  seria  aquello  un  simple  aumento  de  globulillos  blancos  ó una 
alteración  de  la  sangre  debida  á la  presencia  del  pus  (2). 

Es  decir,  en  suma , que  cuando  se  ha  examinado  el  pus  de  los  vasos 
sanguíneos  con  el  microscopio  y los  reactivos,  únicos  medios  abonados 
para  salir  de  dudas , no  se  han  podido  disipar ; se  ha  visto  que  no  era  tan 
fácil  afirmar  que  el  pus  pasa  todo  formado  á la  masa  de  la  sangre. 

Demos , sin  embargo , por  nulas  todas  las  razones  que  preceden  ; crea- 
mos que  es  verdadero  pus  el  que  se  encuentra  en  los  linfáticos  , venas  y 
cavidad  del  corazón  en  ciertos  casos ; afirmemos  que  en  el  estado  actual 
de  la  ciencia  se  puede  distinguir  los  glóbulos  blancos  de  la  sangre  de  los 
de  pus,  por  los  caracteres  que  he  dado  en  el  Tratado  de  Medicina  legal,  al 
hablar  de  la  sangre  examinada  al  microscopio  (3) ; me  parece  que  puedo 

(*)  Muller,  obr.  cit. , t.  I,  p.  205  y siguientes. 

(2)  Cours  de  Microscopie ; p.  |37. 

(a)  Tomo  11,  p.  805  y 806. 


- 198  — 

tomar  todos  estos  hechos  como  una  razón  más  para  sostener  mi  opinión, 
por  cuanto,  cualquiera  que  sea  la  causa  de  la  presencia  del  pus  en  el  co- 
razón y demás  órganos,  siempre  resulta  que  sobreviene  la  muerte  mas 
ó menos  ejecutiva.  Mi  ley,  pues,  no  queda  destruida.  La  muerte  es  lo 
que  he  dicho  se  seguía  ai  paso  ó absorción  de  toda  sustancia  orgánica 
sin  descomposición  previa. 

Que  no  se  me  diga  que  la  muerte  no  sea  la  consecuencia  de  la  presen- 
cia del  pus  en  la  masa  de  la  sangre,  porque  tengo  en  la  mano  un  pasaje 
de  Andral , relativo  á la  flebitis  que  termina  por  supuración,  muy  deci- 
sivo sobre  este  punto.  Hé  aquí  lo  que  dice  este  autor  : 

«Las  materias  depuestas  en  el  interior  de  las  venas , pus,  falsas  mem- 
branas, sangre  viciada,  son  transportadas  al  torrente  de  la  circulación: 
desde  entonces  queda  alterada  la  masa  de  la  sangre,  y los  órganos  que 
han  de  nutrirse  de  ella  se  encuentran  lisiados  en  su  íntima  textura  y sus 
secreciones.  La  inflamación  se  extiende  rápidamente,  remontándose 
desde  lo&  puntos  primitivamente  afectados  hasta  el  centro  de  la  circula- 
ción : la  sangre  viciada  se  lleva  los  productos  deque  está  cargada,  al  tra- 
vés de  las  cavidades  derechas  del  corazón;  llega  á los  pulmones,  entra 
en  el  corazón  izquierdo,  de  donde  es  arrojada  hácia  los  vasos  capilares, 
y en  ellos  deposita  el  germen  del  mal,  ó sea  los  principios  morbosos  que 
contiene.  Así  es  como  la  flebitis  que  tiende  á generalizarse,  nace  brotar 
en  un  sin  número  de  puntos  á la  vez  fenómenos  inflamatorios ; así  es 
como  puede  uno  darse  cuenta  de  esos  numerosos  focos  de  pus,  que  se  en- 
cuentran en  los  sugetos  atacados  de  esta  enfermedad.  Estos  focos  puru- 
lentos se  manifiestan  en  varias  especies  de  órganos,  especialmente  en  los 
parenquimatosos  y entre  estos  los  pulmones.  Los  pequeños  focos  de  pus 
están  de  tal  suerte  multiplicados  en  ellos  que,  diríjase  donde  quiérala 
punta  del  escalpelo,  siempre  hay  un  absceso  l1).»  A este  pasaje  de  Andral 
pudiera  añadir  otros  análogos  de  Dubois. 

Ahora  bien ; si  todos  estos  desórdenes  son  la  consecuencia  inmediata 
de  la  introducción  del  pus  en  la  sangre  , sin  haber  sufrido  previamente 
una  descomposición , creo  estar  suficientemente  autorizado  para  volver  en 
favor  de  la  opinión  que  estoy  sosteniendo  , los  mismos  hechos  citados  en 
contra  de  esta  Opinión.  Si  los  únicos  hechos  de  introducción  de  pus  en 
la  sangre  sin  descomposición  prévia  que  conocemos,  van  inmediatamente 
seguidos  de  tan  terribles  accidentes  , me  parece  que  es  lógico  concluir 
que,  siempre  que  hay  absorción  de  humores  sin  consecuencia  mortal  ó 
gravísima  , se  na  efectuado  previamente  la  descomposición  de  ios  humores 
absorbidos. 

Seria  vano  decirme  que  es  menester  atribuir  la  muerte  de  los  aeciden- 


(')  He  vislo  esto,  en  el  anfiteatro  de  la  escuela  de  Montpeilier,  en  el  cadáver  de  un  joven 
que  sucumbió  en  el  hospital  de  San  Eloy,  unos  -lias  después  de  haberle  amputado  el  muslo 
el  profesor  Lallemand.  Examinada  la  herida  , se  encontró  la  vena  crural  inflamada  y hena 
de  pus  con  algunos  coágulos  de  sangre  saniosa.  El  color  de  la  sangre,  que  contenia  era 
violáceo.  En  seguida  se  inspeccionó  la  cavidad  del  abdomen,  la  flebitis  so  extendía  remon- 
tándose por  las  ilíacas  y vasos  cercanos.  La  sangre,  el  pus  y los  coágulos  eran  del  mismo 
color  qe.o  los  de  la  vena  crural.  Un  sin  número  de  abscesos  de  lodos  diámetros  desde  un 
punjo  imperceptible  hasta  ei  volumen  de  un  guisante  jaspeaban  la  superficie  del  hígado  y 
del  bazo.  En  el  diafragma,  en  la  superficie  interna  del  estomago  y de  los  intestinos  se  vie- 
ron una  porción  de  manchas  rojizas  ó gangrenosas.  Examinóse  la  cavidad  torácica,  y una 
porción  de  abscesos  enteramente  semejantes  á los  del  hígado  jaspeaban  también  el  paren— 
quima  pulmonal.  Me  abstengo  de  exponer  los  numerosos  desórdenes  que  se  encontraron 
en  ese  cadáver,  ya  por  no  prolongar  mas  allá  de  lo  debido  esta  nota,  ya  porque  habiendo 
salido  aei  anfiteatro,  a esta  altura  de  la  autopsia,  no  vi  las  cosas  por  mí  mismo. 


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tes  graves  á la  introducción  del  pus  en  masa  ó en  mucha  cantidad;  pero 
no  á la  absorción  molecular  del  pus.  Yo  sé  que  esto  sucede  con  respecto 
á otras  muchas  sustancias  extrañas  á la  sangre.  El  aire , por  ejemplo , y 
los  gases  poco  solubles  en  aquella  , introducidos  bruscamente  en  las  ve- 
nas , hacen  perecer  súbitamente  á un  sugeto , al  paso  que  , si  lo  son  en 
poca  cantidad  y con  lentitud,  no  acontece  nada  de  extraordinario.  Nadie 
ignora  lo  que  le  sucedió  al  médico  americano  Dale,  después  de  haberse 
introducido  en  las  venas  dos  onzas  de  aceite  de  ricino  (*). 

Estos  hechos,  y otros  análogos  que  pudieran  citarse,  no  prueban  que 
el  pus  pueda  ser  absorbido,  ni  en  pequeña  cantidad.  El  pus,  cualquiera 
que  sea  su  estado , es  siempre  una  sustancia  dañosa , y no  puede  mez- 
clarse con  la  sangre  sin  provocar  accidentes  mortales,  ó gravísimos. 
M.  Dubois  dice  que  las  alteraciones  de  la  sangre  mas  funestas  son  las 
que  consisten  en  la  mezcla  de  dicho  líquido  con  materiales  morbosos.  El 
mismo  autor  considera  como  una  causa  de  la  calentura  héctica  la  absor- 
ción del  pus  , é insiste  en  que  la  presencia  de  este  humor  heterogéneo 
en  la  masa  de  la  sangre  es  un  hecho  grave  y peligroso  (2).  M.  Boyer  dice 
también  que  cuando  el  pus  adquiere  malas  calidades,  no  puede  ser  im- 
punemente reabsorbido.  La  calentura,  las  colicuaciones,  los  abscesos,  la 
debilidad  y el  marasmo  son  los  resultados  de  semejante  reabsorción  (3). 
M.  Adelon  indica  igualmente  que  la  infección  general , y tal  vez  la  calen- 
tura lenta,  se  presentan  después  de  la  absorción  del  pus,  que  él  consi- 
dera extraño  al  cuerpo  del  hombre,  por  la  sola  razón  de  ser  excrementi- 
cio (4).  De  todos  estos  asertos,  fundados  seguramente  en  la  práctica,  es 
necesario  concluir  que  la  absorción  molecular  del  pus  no  es  menos  ene- 
miga del  sistema  vivo  que  su  introducción  en  masa  ó en  gran  cantidad;  y 
que  si  alguna  vez  se  verifica  sin  resultados  deplorables,  es  con  descompo- 
sición prévia. 

Hasta  aquí  solo  he  citado  á autores  fisiológicos  y clínicos.  Ahora  voy 
á tomar  un  pasaje  de  la  introducción  á la  Química  orgánica  de  Liebig , en 
el  que , no  solo  se  confirma  la  opinión  que  sostengo , sino  que  se  explica 
por  qué  es  nocivo  el  pus  que  pasa  á la  masa  de  la  sangre  sir  ser  antes 
descompuesto  y asimilado. 

Dice  así  este  autor  : 

«Reconocemos  en  la  sangre  , según  su  composición  y sus  principios,  la 
mas  complexa  de  todas  las  materias  existentes.  Es  que  la  naturaleza  la 
ha  destinado  á la  reproducción  de  todos  los  órganos,  y la  ha  dado  preci- 
samente por  carácter  esencial  obedecerá  toda  especie  de  atracción;  por  lo 
mismo  , sus  elementos  están  en  una  metamórfosis  continua , la  que  se  di- 
ferencia según  las  modificaciones  que  cada  órgano  determina. 

«Mas  mientras  que  por  la  actividad  de  ciertos  órganos,  en  especial  el 
estómago,  toman  nuevas  formas  todas  las  materias  orgánicas  susceptibles 
de  metamorfosearse ; mientras  que  se  ven  los  elementos  de  estas  sustan- 
cias forzadas  á la  formación  de  una  sola  é igual  sustancia  destinada  á pro- 
ducir sangre , esta  se  halla  completamente  destituida  de  la  facultad  de 
efectuar  metamórfosis;  al  contrario,  se  presta  á todas  las  transformacio- 
nes, y bajo  este  aspecto  no  hay  otra  que  le  sea  comparable. 

«Recordemos  ese  hecho  muy  común , que  la  sangre  corrompida , la 

í1)  Véase  Magendie  , obra  citada  , t.  Tí . p.  435  v 437. 

(2)  Dubois,  Patología  general , I.  J , p.  198  , 34  4 v 325. 

(:i)  Boyer,  obro  citada  , t.  1,  p.  5t7. 

(*)  Adelon,  obra  citada,  t.  III,  p.  17. 


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sustancia  cerebral , el  pus,  la  hiel  en  putrefacción,  aplicadas  en  llagas 
vivas  causan  vómitos,  postración  , etc. , y después  de  algún  tiempo  mas 
ó menos  largo,  la  muerte.  Una  particularidad  no  menos  cierta  hay  acre- 
ditada por  la  experiencia , y es  que  la  descomposición  de  los  cadáveres 
puede  comunicarse  á la  sangre  de  los  vivos,  como  lo  demuestra  la  menor 
picadura  ó cisura  con  el  escalpelo,  disecando  esos  cadáveres,  puesto  que 
puede  ocasionar  una  enfermedad  mortal  l1).» 

Estas  reflexiones  de  Liebig  demuestran  que  el  pus,  como  sustancia  en 
descomposición,  y provocadora  de  metamorfosis,  no  puede  pasar  ínte- 
gro á la  masa  de  la  sangre,  sin  causar  la  muerte;  por  lo  tanto,  si  alguna 
vez  ha  habido  absorción  de  ese  humor,  y no  se  han  seguido  trastornos 
notables , es  porque  ha  sido  antes  descompuesto. 

En  la  misma  línea  se  encuentran  las  absorciones  de  los  miasmas  y ¡os 
virus.  Si  sufren  descomposiciones,  antes  de  pasará  la  masa  de  la  sangre, 
el  resultado  es  nulo;  si  no  la  sufren , todos  saben  las  consecuencias.  ¿Por 
qué  son  buenos  remedios  los  cáusticos  contra  la  inoculación  de  los  virus? 
Porque  los  descomponen. 

Aun  poniéndose  en  contacto  con  los  tejidos  y la  misma  sangre  , sufren 
descomposición,  puesto  que  sus  principios. desaparecen;  mas  por  su  pe- 
culiar acción  fermentativa  han  provocado  metamórforis  en  la  sangre  y los 
tejidos,  entre  cuyas  nuevas  producciones  reaparece  el  virus,  no  como  en- 
tidad introducida  íntegra  , sino  como  formación  nueva  de  un  humor  igual 
al  provocador. 

Creo  que  dejo  bien  demostrado  que,  tanto  las  absorciones  fisiológicas, 
como  las  patológicas,  confirman  la  ley  mas  arriba  establecida,  y,  por  lo 
tanto , puedo  pasar  á ventilar  la  cuestión  bajo  otro  punto  de  vista. 

Absorciones  farmacológicas. — Estas  absorciones  deponen  igualmente  en 
favor  de  la  opinión  que  estoy  sosteniendo.  Véase  si  no  lo  que  acontece, 
después  de  la  ingestión  ó aplicación  do  las  sustancias  medicinales  del 
reino  orgánico.  Las  unas  sufren  la  acción  de  los  órganos  digestivos;  es 
decir,  que  son  descompuestas  antes  de  ser  absorbidas;  son  las  que  tienen 
un  carácter  alimenticio  ó nutritivo:  leche,  caldo,  tisana,  gelatina,  etc. 
Otras,  destituidas  de  este  carácter,  son  expelidas  por  las  vías  urinarias  ó 
por  el  ano;  y si  pasan  á la  sangre,  pasan  después  de  descompuestas,  por- 
que no  se  encuentran  en  este  líquido.  Cíteseme  una  planta,  un  pioducto 
animal  ó vegetal  que  pase  íntegro  al  torrente  de  la  circulación,  .después  de 
haber  sido  aplicado  ó introducido  por  cualquier  vía  á la  masa  de  ia  san- 
gre. Los  órganos  ó tejidos,  antes  de  dejar  el  paso  á las  sustancias,  las 
descomponen  mas  ó menos,  y lo  que  se  introduce  en  el  torrente  circula- 
torio son  sus  constituyentes  ó"  sus  principios  inmediatos  , si  va  no  experi- 
mentan á sil  vez  también  la  fuerza  descomponente  de  la  economía.  Y ad- 
viértase que  si  pueden  pasar,  desde  la  superficie  del  cuerpo,  ó de  una  mu- 
cosa, á la  masa  de  la  sangre,  algunos  principios  inmediatos,  animales  ó 
vegetales,  es  porque  estos,  ó algunos  de  ellos , se  conducen  á veces  como 
verdaderos  elementos  en  su  acción;  obran  como  si  realmente  no  los 
constituyese  mas  que  una  materia.  Cuando  así  se  conducen  eu  sus  reac- 
ciones químicas , fácil  es  concebir  cómo  pueden  pasar  al  torrente  de  la 
circulación , sin  ser  reducidos  á su  último  grado  de  simplicidad  , y cómo 
pueden  hacerse  compatibles  con  la  sangre,  la  que,  sin  embargo,  modifi- 
can siempre  más  ó menos. (*) 


(*)  Liebig,  introducción  a sn  Química  orgánica  , p.  CLXXVJII. 


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Que  esto  ha  de  ser  así , no  lo  dice  solamente  la  práctica  y los  hechos, 
no  solamente  se  prueba  diciendo  que  nunca  se  ha  encontrado , ni  encon- 
trará en  la  masa  de  la  sangre  una  sustancia  orgánica  tomada  como  medi- 
camento; se  prueba  también  con  el  raciocinio  mas  lógico;  la  teoría  da 
de  esto  una  razón  cabal.  He  dicho  anteriormente  que  estaba  probado  no 
ser  absorbidas  las  sustancias  no  solubles,  y he  explicado  el  hecho;  pues 
bien  : las  sustancias  orgánicas  no  suelen  ser  solubles,  en  especial  en  es- 
tado de  composición , en  estado  natural ; por  lo  tanto  , no  son  absorbi- 
das en  osle  estado;  debe  preceder  una  acción  disgregadora , descom- 
ponen le,  que  facilite  esa  disolución  y esa  absorción. 

Cuando  tratemos  de  la  química  de  la  intoxicación , y mas  aun  de  la 
filosofía  de  la  misma , ya  veremos  cuán  difícil  es  poder  encontrar,  por 
medio  de  las  análisis  químicas,  no  diré  precisamente  las  sustancias  ani- 
males y vegetales  venenosas  en  su  integridad , sino  hasta  sus  propios 
principios  inmediatos , y que  mas  las  caracterizan.  En  muchos  casos,  las 
análisis  son  de  poco  valor;  en  otros,  de  todo  punto  infructuosas.  ¿Y  por 
qué?  Porque  al  ser  absorbidas,  si  realmente  lo  han  sido,  han  sufrido 
la  acción  descom ponente  de  los  órganos,  y han  desaparecido,  en  cuanto 
á sustancias  compuestas;  no  en  cuanto  á sus  componentes. 

Absorciones  tóxicas.  — Si  de  todas  las  consideraciones  que  preceden  se 
deduce  clara  y lógicamente  que  toda  sustancia  orgánica,  alimenticia, 
medicina!,  ó producto  morboso  ó fisiológico,  no  es  absorbido  sino  al  es- 
tado de  descomposición,  ¿no  nos  previene  ya  solo  eso  á creer  que  otro 
tanto  sucederá,  al  menos  respecto  de  los  venenos  del  reino  animal  y 
vegetal?  A.un  cuando  no  sucediera  así , no  por  eso  mi  ley  resultaría  menos 
cierta,  puesto  que  la  introducción  de  las  sustancias  venenosas  en  la  masa 
de  la  sangre  provoca  trastornos  graves  ó mortales. 

Mas  como  pudiera  decirse  que  estos  efectos  son  debidos  á que  esas 
sustancias  son  deletéreas,  voy  á probar  también  de  una  manera  directa, 
que,  cnandose  ponen  en  contacto  con  los  tejidos  y la  sangre,  sufren  des- 
composición , so  alteran  en  su  constitución  química,  de  un  modo  análogo 
á las  sustancias  no  venenosas. 

Empecemos,  pues,  los  estudios  sobre  la  absorción  tóxica  de  los  vene- 
nos orgánicos;  luego  veremos  los  que  son  en  parte  orgánicos  y en  parte 
inorgánicos;  y,  por  último  , los  del  reino  mineral. 

Los  venenos  orgánicos  son  : unos  animales , y otros  vegetales.  Entre 
los  primeros,  como  lo  verémos  mas  extensamente  en  su  lugar,  se  cuen- 
tan ciertos  humores  naturalmente  segregados  por  algunos  animales,  ó 
bien  ciertos  principios  que  contienen  , ó bien  sustancias  alimenticias  que 
i han  sufrido  alguna  alteración  : se  han  podrido. 

Cuando  estas  sustancias  sufren  completa  descomposición  en  el  estó- 
mago, dejan  de  ser  venenosas.  .El  veneno  de  la  víbora  y demás  animales 
ponzoñosos  os  insoluble ; por  lo  menos  no  es  difusible;  y tan  activo  como 
es,  puesto  en  contacto  con  la  sangre,  es  inerte  en  las  mucosas  sanas. 

Cuando  la  digestión  puede  descomponerlos  alimentos  putrefactos,  tam- 
poco tienen  consecuencias  deplorables;  si  algún  principio  se  forma  du- 
rante ¡a  putrefacción . y los  fermentos  digestivos  no  alcanzan  á metamor- 
tosearle,  la  intoxicación  se  manifiesta. 

Mas,  aun  cuando  sean  absorbidos  y se  produzca  la  intoxicación,  la  des- 
composición se  efectúa.  Buscad  en  la  masa  de  la  sangre,  en  los  órganos 
k que  sirven  de  craunctorio  á los  principios  no  asimilables  y en  los  humo- 
res excrementicios  ios  productos  venenosos  de  la  víbora , culebra  de  so- 


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naja,  escorpión  , etc. , serán  en  vano.  A.1  provocar  la  alteración  química 
déla  sangre,  ellos  se  han  descompuesto  á su  vez,  y ya  no  es  posible  des- 
cubrirlos "en  sustancia  en  parte  alguna.  Los  toxicólogos  no  proceden  ja- 
más á analizar  los  sólidos  y líquidos  de  los  mordidos  por  un  animal  pon- 
» zoñoso,  porque  saben  bien  quesería  inútil  toda  tentativa.  En  estos  casos, 
ni  la  aparente  reproducción  de  los  virus  hay. 

Otro  tanto  sucede  respecto  de  otros  animales  que  son  venenosos  , por 
algún  principio  que  contengan,  como  por  ejemplo,  las  cantáridas.  Ni  el 
polvo , ni  la  tintura  de  cantáridas  pasan  íntegras  á la  masa  de  la  sangre. 
Pasan  ciertos  principios  extractivos  que  se  conducen  como  los  elementos 
de  combinación  ; á la  solubilidad  que  tienen  ó adquieren  , combinándose 
con  los  humores  de  la  economía  , deben  el  paso  al  torrente  circulatorio, 
y su  acción  general  y fisiológica. 

Otro  tanto  sucede  respecto  de  los  alimentos  averiados.  No  se  encuen- 
tran en  la  masa  de  la  sangre,  ni  en  ningún  otro  humor,  ni  en  los  órga- 
nos expulsivos,  tales  como  se  ingirieron  en  el  estómago  ; ciertos  princi- 
pios han  pasado  á la  masa  de  la  sangre  , y á proporción  que  la  han  des- 
compuesto, se  han  descompuesto  ellos  á su  vez,  después  de  haber 
provocado  las  metamórfosis  de  dicho  humor  correspondientes  á su  modo 
particular  de  obrar. 

Que  se  me  cite  un  solo  ejemplo  de  intoxicación  producida  por  venenos 
animales,  en  la  que  se  haya  podido  hallar,  por  medio  de  las  análisis  quí- 
micas, el  veneno  en  sustancia,  tal  como  le  haya  tomado  el  animal  ó per- 
sona intoxicada.  Yo  no  sé  que  ningún  toxicólogo  lo  haya  demostrado 
nunca.  Si  la  intoxicación  se  ha  debido  á algún  principio  tóxico  animal 
extractivo,  este  se  puede  hallar,  y no  siempre;  pero  jamás  solo;  siempre 
combinado.  Los  reactivos  le  aislarán. 

Lo  propio  puedo  decir  de  las  sustancias  venenosas  vegetales ; buscad  el 
ticunas,  worora,  ó curare,  el  ópio,  los  polvos,  aceites,  resinas,  ju- 
gos y demás  productos  vegetales  extraídos  de  las  diferentes  partes  de  un 
vegetal  venenosas,  en  el  cuerpo  de  la  víctima.  Toda  tarea  será  infruc- 
tuosa. El  veneno  no  parecerá  jamás  tal  como  se  tomó. 

Si  la  virtud  tóxica  reside  en  algún  principio  inmediato  ácido , ó alca- 
lino , ó neutro ; si  en  las  reacciones  químicas  no  se  destruye;  si  se  con- 
duce como  los  elementos  inorgánicos  simples  ó binarios , las  análisis  quí- 
micas podrán  hallarle  en  ciertos  órganos,  en  la  sangre  y en  los  demás 
humores,  en  especial  en  la  orina;  pero,  en  primer  lugar,  se  hallarán 
así,  porque  son  agentes  químicos  que  se  conducen  como  elementos;  en 
segundo  lugar,  porque  son  de  suyo  solubles,  ó han  adquirido  solubilidad 
con  las  combinaciones  que  han  contraído;  y,  por  último,  no  se  los  ha- 
llará solos , sino  en  combinación , durante  la  cual  han  abandonado  los 
principios  con  que  estaban  natural  ó artificialmente  combinados;  es  de- 
cir, que  han  sido  descompuestos.  Muchos  de  ellos  ni  eso  presentan;  son 
descompuestos  también  ó transformados  en  otros  productos;  y se  deduce 
su  existencia  por  los  elementos  en  que  se  descomponen. 

Los  ácidos  orgánicos  venenosos,  en  cuanto  se  ponen  en  contacto  con  los 
materiales  del  estómago,  los  líquidos  de  los  tejidos  y la  sangre,  pasan  á 
formar  sales  con  las  bases  que  encuentran,  ó son  descompuestos,  trans- 
formándose en  ácido  carbónico  los  más , etc. 

Los  alcaloideos , poco  solubles  por  sí , adquieren  mayor  solubilidad 
por  su  combinación  con  los  ácidos  del  estómago  ó de  los  humores;  y, 
por  lo  tanto , pasan  alterados  al  torrente  circulatorio.  Jamás  los  hallareis 


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puros  en  ninguna  parte;  siempre  están  combinados;  y si  no  les  sucede 
lo  que  á los  ácidos , es  porque  se  conducen  en  sus  combinaciones  como 
los  elementos  binarios  inorgánicos;  como  los  óxidos  salificables. 

Otro  tanto  podemos  decir  de  las  sustancias  neutras  venenosas;  como 
las  alimenticias,  azúcar,  fécula,  goma,  etc.,  sufren  una  transformación; 
íntegras  no  se  encuentran  ya  en  ninguna  parte. 

Resulta,  por  lo  tanto , confirmada  la  ley  que  hemos  visto  en  el  terreno 
fisiológico,  digestivo,  patológico  y terapéutico.  Siempre  que  el  veneno 
es  orgánico,  es  compuesto , y sufre  descomposición  al  ser  absorbido. 

Veamos  ahora  lo  que  pasa,  cuando  el  veneno  es  mitad  orgánico  y mitad 
inorgánico ; es  decir,  cuando  el  ácido  ó el  óxido  do  ciertas  sales  veneno- 
sas son  orgánicos. 

Las  sales  que  resultan  de  la  combinación  de  un  ácido  orgánico  con 
una  base  inorgánica  alcalina,  se  alteran  siempre  que  son  absorbidas;  en- 
contrareis las  bases  en  la  orina,  pero  el  ácido  no  le  hallareis  ni  en  la 
orina,  ni  en  otra  parte ; ha  sido  reemplazado  por  el  carbónico,  en  el  cual 
se  transforman  , á expensas  del  oxígeno  respirado , los  ácidos  vegetales 
muy  cargados  de  carbono.  Ejemplos  notables  de  esta  descomposición  y 
transformación  son  loscitratos,  tarta  ratos  y acetatos. 

Las  sales  de  base  alcaloidea  y de  ácido  inorgánico  experimentan  igual- 
mente transformación  en  contacto  con  los  principios  de  los  sólidos  y lí- 
quidos; se  cambian  los  elementos,  como  lo  hacen  fuera  de  la  economía, 
siempre  que  se  ponen  en  esfera  de  actividad  y no  hay  circunstancias  que 
se  opongan  á su  acción.  Por  lo  menos,  pues,  hay  cruzamiento  de  ele- 
mentos, ganando  unas  veces  en  solubilidad  el  nuevo  compuesto  vene- 
noso, otras  perdiéndola. 

Es  decir,  pues , que  respecto  de  los  venenos , en  parle  orgánicos  y en 
parte  inorgánicos,  sucede  lo  mismo  que  hemos  visto  respecto  de  los  ve- 
nenos completamente  orgánicos;  todos  sufren  alteración,  antes  de  ser  ab- 
sorbidos ó en  el  acto  de  serlo,  lo  cual  da  lo  mismo  para  mi  objeto, 
puesto  que  no  es  precisamente  el  acto  de  la  absorción , el  paso  físico  lo 
que  los  altera,  sino  la  combinación  que  acto  continuo  efectúan  con  los 
cuerpos  que  se  ponen  en  contacto  con  ellos,  ó luego  después  que  se  han 
introducido  en  la  masa  de  la  sangre. 

Yo  tendría  por  una  observación  pueril  y ridicula  la  que  se  me  hiciese, 
si  se  apoyase,  por  ejemplo , en  que  un  eitrato,  para  ser  transformado  en 
carbonato,  tiene  que  llegar  á la  masa  de  la  sangre  y alterarse  con  el  aire 
respirado , lo  cual  prueba  que  ya  pasó  al  torrente  de  la  circulación , y 
pasó  íntegro,  sobreviniéndolo  por  lo  tanto  la  descomposición  después  de 
ser  absorbido.  Rien  se  comprende  que  semejante  objeción  podría  ha- 
cerse, si  yo  no  me  llevase  por  objeto  en  esta  cuestión  la  idea  de  que  en 
la  masa  de  la  sangre  , ni  en  los  tejidos , no  se  detiene  ni  entra  nada  que 
no  se  someta  á la  ley  de  una  descomposición,  de  una  combinación  quí- 
mica, en  el  acto  ó mas  tarde.  Réstanos,  por  lo  tanto,  ver  si  también 
pasa  lo  mismo  respecto  de  los  venenos  minerales  ó inorgánicos. 

Que  los  venenos  minerales  simples  y compuestos  han  de  sufrir  altera- 
ciones de  constitución,  desde  luego  que  se  pongan  en  contacto  con  nues- 
tros tejidos  y humores,  ya  se  (Teja  comprender  a priori , tanto  por  el 
modo  como  se  conducen  fuera  de  la  economía  humana,  entre  sí  y con  los 
productos  orgánicos,  como  por  el  modo  como  se  rige  la  organización, 
respecto  de  toda  sustancia  que  se  le  introduce. 

Por  mas  que  ios  vitalistas  se  opongan  á ello,  y que  algún  célebre  quí- 


— 204  — 

mico  haya  dicho  lo  contrario  , aun  poniéndose  en  contradicción  consigo 
mismo,  estamos  , con  Mialhe  y otros  , en  que  el  cuerpo  humano  es  como 
una  pila  que  descompone  todos  los  cuerpos  conocidos;  es  un  laboratorio 
químico,  donde  se  verifican  composiciones  y descomposiciones  de  toda 
especie.  Yo  sé  bien  que  los  autores  nos  hablan  de  varias  sustancias  mi- 
nerales , medicinales  ó venenosas  que  han  sido  encontradas  en  la  masa 
de  la  sangre,  en  la  orina , en  la  linfa,  en  la  leche,  en  el  sudor  y en  la 
propia  sustancia  de  los  óiganos.  Mas  lo  que  debemos  averiguar  es  cómo 
se  han  encontrado  esas  sustancias  : ¿se  hallaban  realmente  íntegras,  en 
esos  órganos  y líquidos,  ó bien  ya  descompuestas?  Porque  se  haya  en- 
contrado yodo,  arsénico,  cobre  , mercurio  ; porque  haya  habido  reaccio- 
nes propias  de  varios  ácidos,  óxidos  ó sales,  ó por  mejor  decir,  de  los 
radicales  de  todos  esos  cuerpos,  ¿será  lógico  decir  que  se  han  encontrado 
esas  sales,  esos  óxidos,  esos  ácidos?  Cuando  las  operaciones  analíticas, 
y por  último , el  aparato  de  Marhs  , descubren  cierta  porción  de  arsénico 
ó antimonio  en  los  líquidos  ó sólidos  de  un  cadáver,  ¿podrá- decirse  que 
estaba  en  esos  sólidos  y líquidos  el  ácido  arsenioso , un  arseniato  ó ar- 
senito  , el  tártaro  emético , el  kermes  ú otros  preparados  de  aquellos  dos 
metales?  Seguramente  que  no;  ninguno  de  esos  cuerpos  se  encuentra  ín- 
tegro; lo  que  consienten  recoger  las  operaciones  analíticas , es  el  arsénico 
ó el  antimonio,  es  un  cuerpo  simple,  que  la  pila  humana  no  ha  descom- 
puesto por  la  misma  razón  que  no  le  descompone  la  pila  física.  Los  áci  - 
dos, óxidos  y sales  que  se  encuentran  en  la  superficie  de  los  órganos, 
después  de  muerto  el  animal  ó el  sugeto,  son  los  únicos  que  están  ínte- 
gros ; en  io  íntimo  de  los  sólidos  y en  los  líquidos  no  hay  mas  que  los 
factores  de  aquellos  cuerpos,  los  cuales  tal  vez  han  formado  nuevos  com- 
puestos, bajo  el  influjo  de  la  química  viviente. 

Los  experimentos  que  ha  macticado  Orilla  para  probar  la  imbibición 
de  los  tejidos,  vienen  en  comprobación  de  esta  verdad  ('). 

Yo  no  tendré  ninguna  dificultad  en  admitir  que  algunos  venenos  mi- 
nerales compuestos  no  se  prestan  tanto  como  los  orgánicos  á la  acción 
descomponente  de  la  economía,  por  una  razón  evidente.  Los  compuestos 
inorgánicos  están  formados  por  lo  común  de  dos  elementos  , á veces  de 
tres  y muy  raras  de  cuatro;  al  paso  que  los  organizados,  al  menos  lo 
están  de  tres  ó cuatro , y generalmente  de  muchos  más;  y es  una  ley  en 
química  que  cuantos  menos  factores  tenga  un  cuerpo,  mas  unidos  estén 
entre  sí,  y por  lo  mismo  mas  difícil  sea,  en  igualdad  de  circunstancias, 
descomponerle.  Sin  embargo,  no  por  esto  he  de  conceder  que  las  sustan- 
cias inorgánicas  compuestas  no  cedan  á la  reacción  del  organismo.  Ce- 
den, y eu  la  misma  proporción  que  ceden  á los  reactivos  ordinarios , más 
las  sales  dobles  que  las  sencillas;  más  las  sales  que  los  óxidos  y ácidos, 
y entre  estas  más  aquellos  cuya  unión  es  débil , que  aquellos  cuya  unión 
es  fuerte,  en  razón  de  la  mayor  ó menor  diversidad  de  sus  electricida- 
des. Hay  más;  fijémonos  un  momento,  aunque  sea  anticipar  las  ideas,  á 
las  que  hemos  luego  de  dar  mayor  desenvolvimiento,  en  el  modo  de 
obrar  de  los  venenos,  en  la  acción  que  ejercen  sobre  los  sólidos  y los  lí- 
quidos. Hay  muchos  que  entran  en  combinación  química  con  estos,  desde 
el  momento  que  se  ponen  en  contacto.  Entrar  en  combinación,  es  des- 
componerse para  volverse  á componer,  pero  de  otro  modo,  para  ser  otro 
cuerpo , otro  ser  dotado  de  otras  propiedades.  Otros  venenos  hay  que 

{’)  Obr  cit. , p,  38  y siguientes. 


- 205  - 

inflaman  intensamente  los  tejidos ; y harto  es  sabido  que  los  tejidos  in- 
flamados no  se  prestan  á la  absorción ; en  ellos  se  suspende  esta  forma  de 
la  actividad  del  organismo.  De  suerte  que,  si  bajo  este  punto  de  vista 
vamos  recorriendo  las  varias  clases  de  venenos , nos  hemos  de  encontrar 
tan  solo  con  dos  clases  que  sean  susceptibles  de  absorción , y aun  estas 
tendrán  que  ser  reducidas  á los  solubles,  quedándonos  al  cabo  la  dificul- 
tad mas  arriba  indicada  sobre  que  hasta  esos  mismos  venenos  solubles, 
y por  lo  mismo  susceptibles  de  pasar  al  torrente  de  la  circulación,  no 
está  claramente  probado  con  los  hechos  que  pasen  á dicho  torrente  en  su 
estado  de  integridad. 

En  virtud  de  todas  estas  reflexiones,  podríamos  sentar  también  que  ]os 
venenos  minerales  compuestos  no  son  absorbidos  sino  con  descomposi- 
ción prévia. 

Mas  no  para  todo  aquí.  Hasta  ahora  hemos  discurrido  como  si  no  pu- 
diéramos hacer  con  los  venenos  inorgánicos  lo  mismo  que  hemos  hecho 
con  los  vegetales  y animales.  No  es  solo  a priori  sino  a posteriori,  si  afirmo 
que  son  también  absorbidos  sufriendo  descomposición. 

Ningún  cuerpo  simple  venenoso  entra  en  la  masa  de  la  sangre  ni  en  los 
tejidos  sin  alterarse.  Ya  veremos  á su  tiempo  que,  como  tales,  no  tienen 
acción,  ni  son  solubles,  hasta  que  se  combinan  con  otros  que  les  dan  so- 
lubilidad. Los  metaloídeos  se  hacen  oxácidos,  hidrácidos,  ó combinan 
con  las  bases,  y además  forman  combinaciones  con  los  principios  protei- 
cos de  los  tejidos  ó de  la  sangre. 

En  igual  estado  se  hallan  los  óxidos,  ácidos  y compuestos  en  uro. 

De  entre  los  básicos , los  álcalis  sólidos  destruyen  los  tejidos;  en  diso- 
luciones cáusticas  hacen  otro  tanto  ; menos  concentrados  no  son  absor- 
bidos, porque  los  tejidos  tienen  la  facultad  de  rechazarlos , y lo  hacen 
conforme  ya  lo  llevamos  dicho  en  otra  parte.  Solo  los  muy  diluidos  pue- 
den absorberse.  Mas  de  poco  les  sirve,  puesto  que  son  cuerpos  dotados 
de  gran  fuerza  de  combinación  y se  combinan  con  el  primer  ácido  que 
encuentran,  principalmente  el  carbónico. 

El  amoníaco,  gaseoso  como  es  , puede  pasar  al  torrente  de  la  circula- 
ción por  las  vías  respiratorias;  mas  acto  continuo,  se  altera,  se  combina. 

Los  demás  óxidos,  si  son  las  tierras  alcalinas,  se  conducen  , aunque 
en  menor  escala,  como  los  álcalis;  si  son  los  simplemente  básicos,  son 
insolubles;  de  consiguiente,  solo  entrando  en  combinación  con  ácidos, 
que  les  den  solubilidad , pueden  pasar. 

Los  ácidos  concentrados  obran  también  como  cáusticos,  destruyendo; 
menos  concentradas  sus  disoluciones,  tampoco  son  absorbidas;  diluidas, 
lo  son,  y acto  continuo  se  combinan  con  las  bases  ó los  principios  plásti- 
cos, que  hacen  las  veces  de  tales. 

Los  compuestos  en  uro  se  conducen  de  un  modo  análogo;  los  alcalinos 
son  los  únicos  solubles,  y por  lo  tanto  los  únicos  absorbibles,  y se  des- 
componen acto  continuo,  oxidándose  el  metal  y acidificándose  el  metaloí- 
deo,  ó formando  otros  compuestos.  Los  insolubles,  ó no  hacen  nada,  ni 
pasan  á la  economía,  ó contraen  combinaciones  que  les  dan  solubilidad; 
de  todos  modos  se  alteran. 

Las  sales  hacen  otro  tanto;  las  insolubles,  para  ser  absorbidas,  deben 
sufrir  alteración  en  su  composición  química;  así  adquieren  solubilidad  y 
son  absorbidas;  las  solubles  sufren  la  ley  de  Berthollet;  se  alteran  en  su 
mayor  parte  , y acaso  todas,  en  cuanto  se  ponen  en  contacto  con  los  teji- 
dos y los  humores,  á los  cuales  alteran  á su  vez. 


- 20G  - 

Observaciones  y experimentos  acerca  de  los  cuales  no  puede  ya  caber 
la  menor  duda  , nos  dan  á conocer  que  los  cuerpos  indicados  se  condu- 
cen en  la  economía  humana,  como  acabamos  de  exponer. 

£Í  yoduro  de  potasio,  el  sulfocianuro  y el  cianuro  del  mismo  metal,  el  ni- 
trato y silicato  de  potasa  , y en  general  las  sales  de  base  alcalina  dadas  á 
pequeñas  dósis,  tanto  al  hombre  como  á los  animales,  al  exterior  ó al  in- 
terior, pasan  , según  Liebig,  á la  masa  de  la  sangre  sin  alterarse,  puesto 
que  se  las  encuentra  en  dicho  humor,  en  el  sudor,  en  el  quilo , en  la  bi- 
lis y en  el  bazo,  siendo  al  fin  expulsadas  por  las  vías  urinarias. 

Sin  embargo,  aunque  dicho  autor  aíirma  que  no  sufren  descomposi- 
ción, añade  luego  que,  si  alguna  pueden  formar,  es  poco  estable,  como 
lo  prueba  su  reaparición  en  la  misma,  destruyéndole  la  fuerza  vital. 

Sin  ánimo  de  rebajar  en  lo  mas  mínimo  la  autoridad  de  ese  célebre 
químico,  me  permitirá  que  recuerde  aquí  la  ley  de  las  sales  en  disolución 
que  se  hallen  juntas,  puesta  en  evidencia  por  iJerthollet,  y que  posterior- 
mente lia  aplicado  llobin , no  solo  á todas  las  sales,  sino  á los  ácidos  y 
bases  hidratadas  ó disuellas,  las  cuales  pueden  considerarse  como  sales, 
en  las  que  el  ácido  es  el  agua,  en  las  bases  hidratadas , mientras  que,  en 
los  ácidos,  el  agua  es  la  base. 

Ahora  bien;  esa  ley  afirma  el  cruzamiento  de  los  ácidos  y bases  de  ias 
sales  solubles  puestas  en  esfera  de  actividad;  se  cambian  la  base  y el  áci- 
do, lo  cual  se  conoce  fácilmente , cuando  los  ácidos  y bases  son  diferen- 
tes y forman  algún  compuesto  insoluble  que  se  precipita. 

Compréndese  que  ese  cruzamiento  puede  efectuarse  entre  dos  saies  al- 
calinas de  ácido  diferente,  y aun  cuando  se  haya  efectuado,  como  la  base 
es  la  misma,  parece  que  no  ha  habido  cruzamiento.  Nótese  que  la  única 
razón  que  se  alega  para  afirmar  que  no  se  descomponen  , es  que  se  ¡as 
vuelve  á descubrir  en  la  orina. 

El  yoduro  de  potasio,  por  ejemplo,  puede  descomponerse  en  ia  econo- 
mía, cediendo  los  cloruros  alcalinos,  que  esta  contiene,  su  doro,  para 
combinarse  con  el  potasio  del  yoduro  que  entra  , y su  potasio  unirse  ai 
yodo.  Así  resultan  otra  vez  cloruros  alcalinos  y yoduro  de  poiasio.  Ei 
cambio,  el  trueque  se  habrá  verificado,  siguiendo  la  ley  de  Bertholdl; 
pero  no  será  sensible  como  las  cantidades  no  nos  saquen  de  ia  duda. 

Esas  sales  son  agentes  notables,  y ya  verdinos  que  la  acción  de  ¡os 
venenos  y medicamentos  no  se  ejerce  de  ese  modo.  Además  fluidifican,  y 
esto  basta  para  que  se  alteren  , porque  no  pueden  hacerlo  sin  entrar  en 
combinación  con  la  sangre  que  liquefian  más. 

Fuera  de  esos  cuerpos  salmos,  el  mismo  Liebig  nos  dice  que  ias  demás 
sales  se  descomponen  todas,  ó se  alteran. 

Las  de  base  alcalina  no  pasan  á la  masa  de  la  sangre,  no  solo  cuando 
son  cáusticas  ó mas  concentradas,  sino  cuando  no  son  diluidas.  Absor- 
ben el  agua  de  los  tejidos,  los  secan,  los  inflaman , y por  lo  común  , io 
que  producen  es  un  efecto  purgante.  Véase  lo  que  hace  la  sal  común  con 
las  carnes  y pescados:  las  liquefia  á beneficio  del  agua  que  les  saca,  y 
conforme  se  la  va  absorbiendo,  se  secan  y así  se  conservan.  La  salazón  es 
una  industria  fundada  en  esta  propiedad  de  la  sal  sódica. 

La  porción  de  disolución  ténue , que  pasa  á los  tejidos  y sangre , sufre 
la  ley  de  Berthollet,  como  las  antes  indicadas. 

Las  sales  de  ácido  fuerte,  como  los  nitratos,  suifatos,  cloruros,  cuantío 
pasan  al  torrente  de  la  circulación,  según  Liebig,  toman  parte  en  ia  he- 
matosis,  disminuyéndola.  ¿Y  qué  significa  eso,  sino  alterarse? 


— 207  — 

Si  las  sales  experimentan  por  su  ácido  alteraciones,  mas  las  sufren  to- 
davía por  su  base  ó su  metal , cuando  no  es  alcalino.  Son  las  que  mas  se 
combinan  con  los  principios  de  los  tejidos  con  los  cuales  se  ponen  en 
contacto,  por  lo  cual  son  tenidas  por  Liebig  como  las  mas  venenosas,  y 
verdaderamente  venenosas. 

Las  sales  de  peróxido  de  hierro , de  plomo , de  bismuto , de  cobre , de 
mercurio,  de  plata  y demás  metales,  si  son  insolubles,  no  son  absorbi- 
das; si  son  solubles,  ó alterándose  con  los  líquidos  del  tubo  digestivo  ó 
con  los  de  los  tejidos  se  lo  hacen , entonces  se  combinan  con  la  sustancia 
de  los  tejidos,  fibras  musculares  y membranas,  formando  con  ellas  com- 
posiciones estables  fijas,  insolubles , que  imposibilitan  á la  parte  así  alte- 
rada las  funciones  fisiológicas. 

Así  como  las  sales  de  base  alcalina  absorben  el  agua  de  los  tejidos, 
apoderándose  de  ella  , las  de  los  metales  indicados  se  conducen  al  revés: 
ceden  la  de  su  disolución  y pierden  su  solubilidad,  combinándose  con  los 
principios  constitutivos  de  los  órganos;  de  lo  cual  resulta,  que  por  sí  no 
pasan  al  torrente  circulatorio,  y por  lo  mismo  no  se  hallan  sus  vestigios 
en  la  orina,  como  no  haya  otros  agentes  que  den  solubilidad  á esas  com- 
posiciones, por  ejemplo  los  álcalis  ó cloruros  alcalinos,  los  que,  for- 
mando con  aquellas  sales  dobles,  les  comunican  su  solubilidad;  así  pasan 
al  torrente  de  la  circulación  , y así  se  hallan  en  los  humores  y órganos 
que  les  sirven  de  emunctorio. 

Las  reflexiones  que  anteceden  , y los  hechos  en  los  que  las  apoyo,  no 
quedan  invalidadas  por  lo  que  dice  Lehman,  acerca  de  las  sustancias  que 
pueden  ser  absorbidas  directamente,  sin  experimentar  transformación 
química  alguna,  al  influjo  de  los  humores  del  estómago  é intestinos.  Como 
ejemplos  de  esas  sustancias,  cita  las  sales  neutras  de  base  alcalina,  cuyo 
ácido  tenga  poca  tendencia  á unirse  con  las  materias  contenidas  en  el 
tubo  digestivo,  ciertos  ácidos  orgánicos  y minerales,  los  alcoholes,  los 
éteres,  la  mayor  parte  de  los  aceites  volátiles,  un  gran  número  de  alca- 
loides fijos  ó volátiles,  y una  infinidad  de  materias  colorantes. 

Respecto  de  las  sales  de  base  alcalina,  ya  he  dicho  lo  que  seguramente 
sucede,  haciéndome  cargo  de  una  opinión  de  Liebig,  no  tan  absoluta 
como  la  de  Lehman.  Ln  cuanto  á los  alcaloides  y materias  colorantes, 
los  tengo  por  principios  que  se  conducen,  en  especial  los  primeros,  como 
en  sus  reacciones,  cual  si  fuesen  simples;  y en  cuanto  á todos  los  demás, 
no  disputaré  si  sufren  ó no  en  el  estómago"  é intestinos  alteraciones  antes 
de  ser  absorbidos ; mas  no  sucede  otro  tanto , desde  el  momento  en  que 
pasan  al  torrente  de  la  circulación ; allí  no  permanecen  puros , los  unos 
entran  en  combinación  con  los  ácidos  ó bases  de  la  sangre,  y los  otros 
sufren  la  acción  del  oxígeno  que  los  transforma  en  otros  productos,  sin 
perjuicio  de  que  algunos,  los  volátiles  por  ejemplo,  puedan  ser  en  parte 
eliminados  por  las  vías  respiratorias  cuando  están  en  exceso,  porque  an- 
tes que  el  oxígeno  los  altere,  ó entre  toda  la  cantidad  en  combinación, 
ya  se  eliminan. 

Resulta,  pues,  igualmente  de  todas  estas  consideraciones,  que  lo  que 
hemos  sentado , respecto  de  las  sustancias  orgánicas , es  aplicable  á las 
inorgánicas;  también  se  alteran  todas,  al  ponerse  en  contacto  con  nuestros 
sólidos  y líquidos,  por  las  combinaciones  que,  durante  ese  contacto,  se 
efectúan.  La  ley,  por  lo  tanto,  que  hemos  formulado,  es  general,  univer.- 
sal,  y puede  expresarse  de  este  modo: 

l.“  Toda  sustancia  orgánica  que  es  absorbida , es  antes,  mientras  ó poco  des - 


— 208  — 


pues  descompuesto , y cuando  eso  no  se  efectúa , la  organización  sucumbe , ó 
queda  profundamente  trastornada. 

2 ° Todos  los  venenos,  lo  mismo  que  todos  los  alimentos , medicamentos,  mias- 
mas y virus,  y todo  cuanto  es  absorbido,  experimenta  alteración  en  su  constitución 
química  antes  de  serlo,  mientras  lo  es,  ó poco  tiempo  después  de  haberlo  sido. 

El  doctor  Ferreira  Macedo  Pinto,  que  me  honra,  citándome  con  fre- 


cuencia en  su  apreciable  libro , Toxicoiogi a judicial  y legislativa,  ya  pat  a 
aceptar  mis  ideas,  ya  para  disentir  de  ellas,  cu  el  art.  i.°  que  dedica 
al  estudio  de  la  alteración  y transformación  de  los  venenos , por  medio  de 
la  absorción  y trasporte  al  sistema  vascular,  no  admite  completamente  la 
doctrina  que  acabo  de  establecer,  y me  íiace  algunas  observaciones,  á 
las  que  voy  á replicar  en  pocas  palabras  (*). 

Empieza  diciendo , que  por  haber  indicado  y probado  algunos  autores 
que  ciertas  sustancias  compuestas,  se  alteran  en  su  composición , absor- 
biéndolas los  tejidos,  no  tiene  por  una  novedad  mi  ley,  y lo  único  que  me 
concede  , como  mió,  es  la  exageración  del  fenómeno,  el  carácter  general 
y absoluto  que  le  doy.  Respecto  de  esto,  le  diré  que  impurla  poco  la 
cuestión  bajo  ese  punto  de  vista;  que  sea  mió  el  descubrimiento  de  esa 
ley,  ó de  otros,  no  es  lo  interesante;  lo  que  importa  es  que  sea  verda- 
dera , puesto  que  ha  de  ser  una  base  sólida  para  ciertas  deducciones  de 
interés  y trascendencia.  Sin  embargo,  creo  que  no  me  podrá  graduar  de 
plagiario,  mientras  no  me  cite  algún  autor,  que  haya  tratado  de  esa  cues- 
tión importantísima,  como  lo  hago  yo,  estudiando  uno  por  uno  todos  los 
fenómenos  de  la  absorción  íisiológica , patológica,  terapéutica  ó farma- 
cológica y tóxica  , y siguiendo  también  cada  una  de  las  clases  y especies 
de  venenos,  simples,  binarios,  terciarios  y de  composición  complexa, 
tanto  del  reino  orgánico,  como  de!  reino  mineral.  Mientras  no  baga  eso, 
tendré  derecho  á reclamar  como  mió  y original  este  trabajo,  v i a fórmula 
de  dicha  ley. 


Voy  ahora  á hacerme  cargo  de  los  puntos  en  que  eí  distinguido  profe- 
sor de  Coimbra  disiente  de  mi  doctrina. 

Acepta  como  verdadero  el  hecho  de  la  absorción  fisiológica , vías  digesti- 
vas, pero  no  las  deducciones;  dice  que  de  la  descomposición  sufrida  por 
la  saliva,  moco,  jugo  pancreático,  etc.,  no  se  sigue  la  de  los  venenos,  y 
que  esto  es  tanto  mas  exacto,  cuanto  que  algunos  farmacólogos  distin- 
guen el  veneno  del  medicamento,  precisamente  porque  este  no  es  alte- 
rable ni  asimilable. 


Aquí  sufre  un  error  ei  señor  Ferreira ; vo  no  deduzco  de  la  descom- 
posición de  los  humores  excrementicios  absorbidos , y de  los  alimento.'* 
que  metamorfosean,  la  de  los  venenos;  consigno  el  hecho  relativo  á aque- 
llos, para  probar  que  en  esa  forma,  ó esc  campo  de  absorción,  mi  ley  se 
cumple;  y sin  hacer  deducción  alguna  relativa  á los  venenos,  paso  á 
otra:  y después  de  ver  que  sucede  lo  propio  en  la  absorción  del  tejido 
celular  ó la  piel , en  la  patológica  y terapéutica,  examino  la  cósica  , y no 
por  analogía,  sino  demostrando  con  hechos  propios  de  los  venenos,  sim- 
ples y compuestos,  orgánicos  é inorgánicos,  que  todos  ellos  se  alteran 
introducidos  en  la  economía,  de  modo  que  uno  los  hechos  toxicológicos 
á los  hechos  fisiológicos,  patológicos  y terapéuticos  de  la  absorción,  para 
demostrar  que  todos  obedecen  á la  misma  lev;  esta  es  la  deducción  que 
hago  de  todos  los  hechos  observados;  no  deduzco  de  la  descomposición 


C)  Obra  cit. 


pág.  52  y siguientes. 


— 209  — 

de  los  unos  la  de  los  oíros;  deduzco  de  la  de  todos,  analítica  y minucio- 
samente estudiados , la  existencia  de  la  ley. 

Sobre  eso  de  los  farmacólogos  y su  distinción  del  veneno  y del  medi- 
camento, no  tengo  nada  que  decir  para  demostrar  el  error  en  que  están; 
baste  recordar  lo  que  hemos  consignado,  al  hablar  de  los  caractéres  dife- 
renciales del  veneno. 

También  acepta  Ferreira,  como  cierto,  el  hecho  de  la  absorción  por  el 
sistema  capilar  linfático , solo  que  le  limita  á ciertas  sustancias,  y añade 
que  hay  ciertos  venenos  que  aparecen  en  los  órganos , ó en  las  excrecio- 
nes, sin  haber  sido  alterados.  El  escritor  portugués  no  dice  cuáles  [son 
esos  tósigos  ; yo  los  he  seguido  todos;  de  todos  he  probado  la  alteración; 
he  afirmado,  y lo  repito,  que  ninguno  se  encuentra , ni  en  los  órganos, 
ni  en  las  excreciones  , tal  como  se  introdujo ; sus  principios , sus  elemen- 
tos , combinados  con  otros  que  encontraron  en  la  economía , son  los  que 
la  análisis  descubre.  Hasta  los  mismos  que,  á pesar  de  ser  elementos  com- 
puestos, obran  como  si  fueran  simples  en  sus  combinaciones , sufren  al- 
teración ; se  combinan  de  otro  modo,  al  entrar  en  el  cuerpo  vivo.  Ferreira 
no  destruye  los  hechos  que  he  examinado  uno  por  uno;  ni  refuta  lo  que 
digo  de  la  opinión  de  Liebig  sobre  ciertas  sales  de  base  alcalina.  Se  con- 
tenta con  decir  que  la  descomposición  no  se  efectúa  en  algunos,  sin  citar 
ni  un  ejemplo;  de  consiguiente,  no  prueba  nada  ; por  respetable  que  sea 
su  opinión , su  mero  dicho  no  es  una  prueba. 

Acerca  de  los  hechos  de  absorción  patológica  , dice  que  no  hay  analo- 
gía , porque  en  muchos  casos  van  precedidos  de  resolución , la  que  no 
puede  aplicarse  á la  absorción  de  los  venenos;  que  la  hematología  pato- 
lógica nos  ofrece  muchos  casos  de  productos  morbosos  extraños  á la  san- 
gre, como  lo  demuestran  las  observaciones  de  Delafond,  Gibert,  Gavarret, 
Andral  y otros,  y que  eso  no  debe  admirarnos,  puesto  que  se  han  encon- 
trado parásitos  en  el  corazón  y grandes  vasos  de  los  animales , y hasta 
una  vez  en  el  hombre ; y así  como  estos  parásitos  han  podido  vivir  sin 
ser  alterados  en  la  sangre , así  puede  tener  esta  cuerpos  extraños. 

Lo  primero  que  debo  contestar  ú este  argumento,  es  que  yo  no  aplico 
por  analogía  lo  que  pasa  en  la  absorción  patológica , á la  de  los  venenos: 
aquí  se  reproduce  el  error  del  primer  argumento.  Consigno  que  en  la 
absorción  patológica  se  cumple  la  ley  de  la  descomposición  y nada  más. 
como  demuestro  luego  que  se  cumple  en  la  de  los  medicamentos  y ve- 
nenos , no  por  deducción , sino  por  demostración  directa , con  hechos 
propios  de  los  venenos. 

En  cuanto  á que  las  absorciones  patológicas  se  verifiquen,  en  la  mayor 
parte  de  ios  casos,  por  medio  de  una  resolución,  que  no  hay  en  la  de  los 
venenos,  debo  decirle  á mi  ilustrado  adversario,  que  al  fin  y al  cabo  la 
resolución  no  viene  á ser  mas  que  una  absorción;  solo  reabsorbiéndose 
los  humores  acumulados  ó extravasados  alrededor  de  un  foco  inflamato- 
rio, es  como  la  flogosis  ó el  tumor  se  resuelve;  y para  que  eso  suceda 
sin  peligro  del  entcrmo,  es  necesario  que  esos  humores  no  pasen  á la 
sangre,  sino  elaborados  de  suerte  que  no  perturben  el  estado  de  ese 
líquido;  esto  es,  con  prévia  descomposición.  La  sangre  extravasada  de  un 
foco  apoplético,  por  ejemplo,  se  reabsorbe  paulatinamente , porque  allí 
se  verifica  una  elaboración  molecular,  que  le  permite  volver  sus  princi- 
pios al  torrente  circulatorio,  no  corno  sangre  entera,  laque,  desde  que  se 
extravasó,  murió,  y es  ya  un  cuerpo  extraño  é incompatible  con  las  con- 
diciones fisiológicas  de  la  sangre  viva. 
toxicología.— 14 


— 210  - 

De  consiguiente , en  el  fondo,  el  hecho  da  lo  mismo;  es  una  absor- 
ción un  movimiento  molecular  que  prepara  el  cuerpo,  para  que  se  efec- 
túe la  endósmosis,  ora  sea  un  humor  patológico,  ora  un  veneno,  siquiera 
se  llame  á lo  primero  resolución,  como  voz  destinada  á expresar  un  tra- 
bajo funcional , que  motiva  la  descomposición  del  humor  acumulado  al- 
rededor de  un  'foco  inflamatorio,  y acto  continuo  su  absorción. 

De  todos  modos,  aunque  eso  así  no  fuese,  repito  que  yo  no  deduzco 
déla  absorción  patológica  la  délos  venenos;  demuestro  esto  directa- 
mente; pruebo  con  hechos  propios  de  los  tósigos,  que  la  ley  se  cumple 
en  estos,  como  en  los  demás  cuerpos  absorbidos. 

En  cuanto  á que  la  hematología  patológica  ofrece  casos  de  productos 
morbosos  en  la  sangre,  ya  lo  sé ; lo  tengo  dicho;  pero  véase  lo  que  hay 
de  realidad  en  ello;  lo  que  dicen  esos  mismos  Andral,  Gavarret,  Dubois, 
Muller  y otros  , y sobre  todo  lo  que  los  mismos  hechos  arrojan,  y sobre 
no  ser,  como  se  pretende;  sobre  que  todos  están  contestes  en  que  la  san- 
gre no  consiente  circular  con  ella  ningún  agente  de  acción  química  capaz 
de  perturbarla  , llevo  dicho  que  los  sugetos  que  eso  presentan,  viven  en- 
fermos gravemente,  y mueren  pronto  ; algunos  en  pocas  horas;  y esto  es 
lo  que  precisamente  digo  en  mi  ley:  que  cuando  pasan  esos  productos 
morbosos  á la  sangre,  sin  previa  descomposición,  el  sugeto  muere.  Pues 
eso,  lejos  de  invalidar  mi  ley,  la  confirma. 

Respecto  á los  parásitos,  en  primer  lugar,  el  sugeto  ha  muerto  ó ha 
vivido  gravemente  enfermo;  y en  segundo  lugar,  un  parásito,  siquiera 
sea  cuerpo  extraño,  es  un  agente  físico,  por  cuyo  volumen  puede  ser 
mas  ó menos  contrario  á las  funciones  del  órgano  donde  esté ; pero  no  es 
un  agente  químico  que  perturbe  directamente  el  juego  molecular  de  la 
sangre  y los  tejidos.  La  tenia  y las  lombrices,  en' el  tubo  digestivo,  no 
ejercen  ninguna  acción  química,  ni  sobre  ios  humores  fermentativos  del 
estómago  é intestinos,  ni  sobre  los  principios  alimenticios.  Las  perturba- 
ciones que  provocan  no  son  de  orden  tóxico.  Los  mismos  trichinos  de 
que  se  halla  penetrada  la  carne  de  ciertos  cerdos  enfermos,  por  mas  que 
parezca  y acaso  se  haya  tenido  hasta  ahora , como  una  intoxicación  sép- 
tica, la  muerte  ó enfermedad  que  determinan  , distan  mucho  de  pertene- 
cer á ese  órden  de  fenómenos,  como  lo  veremos  á su  tiempo. 

Si  yo  digo  que  un  veneno  aplicado  á la  mucosa  estomacal  ó intestinal 
perturba  sus  funciones,  ¿qué  relación  tendrá  con  ese  hecho,  para  probar 
ó contrariar  su  acción  perturbadora,  el  que  se  me  diga  que  en  el  estómago 
é intestinos  se  han  encontrado  parásitos,  cuerpos  extraños  en  él , y que, 
sin  embargo,  los  sugetos  han  vivido?  Pues  la  misma  relación  hay  entre 
lo  que  digo  de  la  absorción  de  los  venenos,  de  lo  incompatible  que  es 
con  la  función  fisiológica  de  la  sangre  todo  cuerpo  extraño  en  ella,  capaz 
de  ejercer  acción  química  , provocadora  de  movimientos  moleculares  , y 
lo  que  se  me  viene  diciendo  respecto  de  parásitos  en  el  corazón  y en  los 
grandes  vasos.  También  son  cuerpos  extraños  los  pólipos  y las  fibras 
que  se  oponen  al  curso  de  la  sangre ; también  son  cuerpos  extraños  los 
tubérculos,  etc.,  etc. 

Ese  argumento,  mas  que  contra  mi  ley,  va  contra  otra  que  no  es  mia, 
que  está  aceptada  por  todos  los  fisiólogos;  á saber:  que  la  sangre  no  ad- 
mite en  su  seno  mas  que  lo  que  es  asimilable  ; lo  que  no  lo  es,  lo  expele 
pronto,  si  su  presencia  no  la  imposibilita,  ora  sea  por  la  cantidad,  ora 
LmiL*  ii  de  m absorbido.  Hé  aquí  cómo  formula  Bernard  este  pen- 
o o ley  : ulodas  las  sustancias  que,  por  razón  de  su  constitución 


- 211  - 

química  ó física , no  pueden  entrar  en  la  composición  de  la  sangre , ño 
pueden  penetrar  en  nuestra  organización  , ni  deben  permanecer  en  ella, 
sin  cansar  en  la  misma  desórdenes  pasajeros  ó durables»  (*). 

Por  último,  el  señor  Ferreira  vuelve  á incurrir  en  el  error,  que  por  dos 
veces  le  he  señalado , de  que  por  analogía  deduzco  de  la  absorción  de  las 
sustancias  medicinales , con  prévia  descomposición , la  de  los  venenos; 
diciendo  que  si  es  cierta  esa  descomposición , respecto  de  la  leche , gela- 
tina , tisanas  y otros  medicamentos  alimenticios,  no  sucede  lo  mismo  res- 
pecto de  otras  sustancias,  que  son  verdaderos  medicamentos,  y que  yo 
mismo  confieso  que  son  expelidas  por  las  vías  urinarias,  entrando  antes 
en  la  circulación,  sin  haber  sido  descompuestas,  por  lo  cual  es  mi  razón, 
en  esta  parte,  contraproducente. 

Por  tercera  vez  repito,  que,  al  hablar  de  la  descomposición  de  los  medi- 
camentos absorbidos , no  trato  mas  que  de  probar  con  hechos,  que  en  esa 
especie  ó campo  de  absorción , se  verifica  igualmente  la  ley  anunciada 
que  en  las  demás  absorciones , y no  aplicándolo  por  analogía  á los  vene- 
nos, puesto  que,  cuando  les  llega  el  turno,  demuestro  también  con  he- 
chos que,  en  la  absorción  tóxica,  pasa  lo  mismo.  No  hay,  pues,  aquí 
argumento  de  analogía  que  combatir. 

La  descomposición  de  los  verdaderos  medicamentos  es  tan  cierta,  como 
la  de  los  que  son  sustancias  alimenticias.  La  quina  en  polvo  es  verda- 
dero medicamento,  y no  es  absorbida  íntegra;  solo  pasan  sus  principios 
activos,  á beneficio  ae  la  elaboración  que  sufren  en  el  estómago.  El  opio 
es  un  verdadero  medicamento,  y no  pasa  íntegro  al  torrente  circulatorio; 
pasan  sus  principios  activos , luego  de  haber  contraido  combinaciones 
solubles  con  los  ácidos  del  estómago.  Lo  que  digo  de  esos,  puedo  de- 
cirlo de  todas  las  sustancias  vegetales  insolubles  de  suyo,  y que  serian 
inactivas  si  no  fueran  descompuestas;  si  no  contrajeran  combinaciones. 
Lo  mismo  digo  de  las  minerales ; no  hay  una  siquiera  que  no  sufra  alte- 
ración. Eso  no  lo  ha  contrariado  el  señor  Ferreira;  no  cita  un  solo  hecho 
en  contra  de  los  mios;  le  retamos  á que  nos  cite  uno  solo;  no  hace  mas 
que  negar,  y eso  no  es  argumento,  ni  prueba.  Su  negación  no  vale  mas 
que  mi  afirmación  ; válemenos,  porque  yo  la  apoyo  en  pruebas  de  hecho, 
en  argumentos  prácticos,  al  paso  que  el  doctor  portugués  la  emite  seca 
y pelada  , auctoritate  qua  fungor. 

No  es  exacto  que  yo  confiese  la  absorción , sin  descomposición  prévia  ó 
inmediata  ; no  citará  el  señor  Ferreira  el  pasaje,  donde  hago  esa  confe- 
sión, que  seria  contradictoria;  lo  que  yo  digo  es  que  se  hallan  en  la 
orina  y otros  humores,  lo  mismo  que  en  órganos  distantes  de  aquel  en 
que  se  ingiere  un  medicamento,  lo  mismo  que  otra  sustancia,  no  aquel 
ni  esta  enteros  ó tales  como  se  dieron,  sino  sus  elementos , ó solosó 
combinados  de  otro  modo,  que  es  la  verdad;  y eso,  no  solo  no  es  contra- 
producente, sino  una  prueba  irrefragable  déla  ley  en  cuestión. 

En  lo  restante  del  artículo  no  dice  nuestro  entendido  adversario  nada 
que  exija  réplica,  puesto  que,  fuera  de  limitar  la  ley,  lo  que  ya  está  refu- 
tado , en  lo  demás  está  conforme  con  nosotros. 

Resulta  , por  lo  tanto,  que  cuanto  llevo  expuesto  tiene  toda  la  solidez 
de  un  hecho  bien  averiguado,  y que  la  ley  por  mí  establecida  descansa 
sobre  fundamentos  indestructibles. 


(')  Obra  citada,  p, 


— 212 ' — 
artículo  V. 

DE  LA  ACCION  DE  LOS  VENENOS. 

« r ni  modo  da  obrar  de  los  venenos  puestos  en  contacto  exterior  é interior  con  nuestros 
g I.  — i»ei  m solidos , líquidos  y gases. 

Aunque  en  los  artículos  y párrafos  que  anteceden  ya  he  dejado  com- 
prender cómo  concibo  que  obran  las  sustancias  venenosas,  aplicadas  al 
exterior  ó al  interior  del  cuerpo  humano ; creo  que  debo  hablar  de  ello, 
en  este,  de  un  modo  mas  terminante  ; es  tan  importante  , en  mi  concepto, 
este  punto  de  doctrina,  que  no  debe  tratarse  de  él  de  paso,  sino  ex- 
profeso y directamente. 

Todo  lo  fundamental  de  la  ciencia  estriba  en  la  naturaleza  de  la  acción 
tóxica.  La  cuestión  que  voy  á ventilar,  ó,  por  mejor  decir,  el  modo  de 
resolverla,  ó los  principios  que  se  establezcan  para  ello,  son  los  que  han 
de  dar  carácter  terminante,  no  solo  á la  fisiología,  sino  también  á la  pa- 
tología yá  la  terapéutica  de  la  intoxicación. 

Be  dicho  mas  adelante  que  la  sola  definición  del  veneno , en  especial 
fundándola  en  su  modo  de  obrar,  decide  de  la  escuela  á que  pertenece  el 
autor  de  un  tratado  de  Toxicología.  ¿Con  cuánta  mas  razón  no  podré  de- 
cirlo del  artículo  en  que  se  trate  de  averiguar  si  los  venenos  obran  quími- 
camente ó de  otro  modo  ? 

Esta  cuestión  es  tanto  mas  importante  y trascendental,  cuanto  que  no 
es  tan  solo  propia  de  la  toxicología;  lo  es  igualmente  de  la  fisiología,  de 
la  higiene,  de  ia  patología  y de  la  terapéutica;  lo  cual  equivale  á decir 
que  , cuando  se  trate  de  saber  de  qué  manera  obran  los  venenos  aplica- 
dos al  exterior  ó al  interior  del  cuerpo  humano,  se  agita  al  propio  tiempo 
la  cuestión  de  cómo  obran  todos  los  agentes  que  desplegan  su  acción  so- 
bre el  cuerpo  vivo,  ya  sean  meteorológicos  , ya  alimenticios,  ya  morbo- 
sos , ya  medicinales. 

De  tal  manera  están  unidas  estas  cuestiones,  que,  ó el  escritor  no  ha 
de  ser  lógico , no  ha  de  comprender  la  trabazón  íntima,  que  hay  entre  el 
modo  de  obrar  de  todos  los  agentes  capaces  de  influir  en  la  economía  hu- 
mana , ó los  principios  adoptados  para  explicar  la  acción  de  los  unos  se 
han  de  adoptar  también  para  todos  los  demás. 

Ora  se  trate  de  una  sustancia  alimenticia  ó medicinal , ora  de  un  agente 
meteorológico  ó morboso , ora , en  fin  , de  una  sustancia  tóxica  de  esta  ó 
aquella  especie,  siempre,  en  el  fondo  de  esas  cuestiones,  se  siente  palpitar 
el  mismo  punto  de  doctrina:  ¿esa  acción  es  de  naturaleza  química  y fí- 
sica, ó es  de  otra  naturaleza?  En  otros  términos:  ¿obran  esos  agentes 
sobre  la  parte  material  de  la  organización,  ó bien  sobre  los  principios  de 
la  vida , por  no  decir  la  vida  misma,  expresada  por  sus  fuerzas , diferen- 
tes de  las  físicas  y químicas? 

Estas  indicaciones  bastan  y sobran  para  dar  á conocer  el  interés  de  la 
cuestión  que  vamos  á ventilar;  interés  que  no  es  ya  tan  solo  del  toxicó- 
logo , como  acabo  de  decirlo , sino  del  fisiólogo , del  higienista , del  pa- 
tólogo y del  terapéutico. 

Hé  aquí  por  qué  no  puedo  estar  de  acuerdo  con  la  opinión,  aunque 
muy  respetable  del  doctor  Tardieu,  quien,  al  propio  tiempo  que  reco- 
noce los  servicios  que  puede  reportar  y que  reporta  á la  fisiología  y á la 
terapéutica,  el  conocimiento  del  modo  de  obrar  de  ios  venenos  y las  in- 
vestigaciones ingeniosas  y fecundas,  que,  en  estos  últimos  tiempos,  se 


- 213  — 

han  hecho  y están  haciendo , tanto  en  Francia  como  en  Alemania,  pre 
tendeque,  en  Medicina  legal,  siquiera  no  ha  de  ser  extraña  á ningún 
progreso  de  la  ciencia , se  ha  de  proceder  con  suma  circunspección  , y 
no  se  debe  perder  jamás  de  vista  que  sus  conclusiones,  exclusivamente 
prácticas,  han  de  evitar  siempre  las  teorías  abstractas,  y aplicarse  sola- 
mente al  hecho  único  á que  se  refieren,  siendo,  por  otra  parte,  menos 
la  acción  íntima  de  los  venenos,  que  las  condiciones,  en  medio  de  las  cua- 
les se  ejerce,  lo  que  tiene  interés  en  conocer  el  médico  forense  (J). 

Que  en  Medicina  legal , como  en  todo , se  ha  de  proceder  con  suma 
circunspección  , y que  no  hemos  de  tomar  por  guia , en  nuestras  conclu- 
siones, teorías  abstractas,  es  una  verdad  de  á folio;  mas  que  nuestras 
conclusiones  hayan  de  ser  exclusivamente  prácticas , que  no  hayamos  de 
aplicar  al  hecho  la  teoría,  no  es  doctrina  sostenible,  ni  creemos  que 
M.  Tardieu,  por  mas  que  su  deseo  ardiente  sea  blasonar  de  práctico,  se 
acomode  á ella.  Toda  conclusión  pericial  es  el  juicio  científico  de  los  he- 
chos observados , y ese  juicio  no  puede  formarse  sin  ciencia,  y no  hay 
ciencia  con  solo  la  práctica , con  solos  los  hechos ; es  necesario  unirles 
sus  relaciones,  el  juicio  cabal  de  estos,  para  determinar  su  significación, 
la  cual  ha  de  ser  el  todo , la  esencia  de  las  conclusiones  periciales. 

En  toda  conclusión  pericial  bien  hecha  hay  á la  vez  práctica  y teoría, 
hecho  y su  significación , análisis  y síntesis,  así  hay  ciencia , porque  la 
ciencia  se  compone  esencialmente  de  todo  eso. 

El  médico  forense  , al  aplicar  los  conocimientos  toxicolégicos  á un  caso 
práctico  de  envenenamiento , tiene  que  dar  á los  hechos  la  significación 
que  les  dé  la  ciencia  toxicológica , } no  ha  de  poder  resolver  bien  cues- 
tión alguna , como  no  esté  en  posesión  , no  solo  de  los  hechos , sino  de 
las  doctrinas  que  de  ellos  broten  lógicamente.  Mientras  preceda  á la  for- 
mación de  estas  el  método  experimental  y el  espíritu  positivo,  no  hay  que 
temer  las  teorías. 

En  cuanto  á la  acción  íntima  de  los  venenos , necesita  el  perito  saberla 
en  igual  grado  que  las  condiciones,  en  medio  de  las  cuales  se  desplega. 
Si  no  conoce  cuál  es  la  acción  del  veneno , ¿cómo  ha  de  conocer  las  con- 
diciones que  exige  para  que  obre,  ni  qué  modificación  han  de  causar  en 
sus  efectos?  ¿Cuántos  problemas  no  podríamos  poner  á M.  Tardieu,  muy 
prácticos  por  otra  parte,  si  por  tales  hemos  de  entender  los  que  todos  los 
dias  nos  ponen  los  tribunales,  que , sin  conocer  el  modo  de  obrar  de  los 
venenos,  no  es  posible  resolver?  Supóngase,  por  ejemplo,  que  se  le  pre- 
gunta si  el  sublimado  corrosivo  puede  ser  introducido  en  un  cadáver  y 
ser  absorbido,  como  durante  la  vida.  ¿Responderá  lo  mismo  el  perito  que 
si  se  tratara  del  ácido  arsenioso?  ¿No  necesita  saber  el  médico  forense 
lo  que  la  Toxicología  enseña,  en  punto  al  modo  de  conducirse  los  venenos 
puestos  en  contacto  con  nuestros  sólidos  y líquidos?  ¿Resolverá  del  pro- 
pio modo  la  cuestión  indicada  el  vitalista , el  que  da  á los  venenos  acción 
sobre  las  fuerzas  de  la  vida , que  el  que  se  la  da  sobre  los  principios  in- 
mediatos de  un  cuerpo  organizado?  ¿Responderá  lo  mismo  si  el  cuerpo 
es  de  los  que  forman  combinaciones  plásticas  insolubles,  necesitando 
que  los  cloruros  alcalinos  de  la  economía  las  den  solubilidad  para  pasar 
al  torrente  de  la  circulación , que  si  es  de  los  que  no  forman  tales  com- 
puestos? 

Empeñado  el  doctor  Tardieu  en  hacer  materia  de  la  Medicina  legal  el 

(‘)  Anales  de  Ilijiene  pública , etc,,  t.  XXII,  2,*série,  p.  393, 


— 814  — 

éstudio  de  los  venenos,  no  solo  niega  la  existencia  á la  Toxicología,  sino 
aue  auiere  reducir  el  estudio  del  envenenamiento  á una  especie  de  prác- 
tica empírica  , tan  funesta  á la  administración  de  justicia , como  á la  hu- 
manidad doliente  el  empirismo  terapéutico. 

No  vacilo  en  afirmar  que  lo  que  dice  M.  Tardieu  del  modo  de  obrar  de 
los  venenos , en  su  Estudio  médico-legal  del  envenenamiento , es  muy  insufi- 
ciente, muy  vago;  no  está  á la  altura  de  lo  que  hoy  dia  reúne  la  ciencia, 
bajo  ese  punto  de  vista  importantísimo.  Con  las  superficiales  reflexiones 
que  hace  , el  perito  seria  incapaz  de  resolver  la  mayor  parte  de  cuestio- 
nes prácticas  relativas  al  envenenamiento. 

Por  lo  mismo,  pues,  que  el  médico  perito  necesita,  como  lo  he  pro- 
bado en  la  Introducción,  conocer  la  Toxicología,  para  resolver  cabalmente 
los  problemas  toxicológicos  que  se  le  presenten  en  la  práctica , y que 
considero  que  no  hay  ciencia  sin  abrazar,  además  de  los  hechos , las  teo- 
rías, siendo  estas  la  expresión  genuina  de  la  verdadera  significación  de 
los  hechos;  no  piiedo  prescindir  de  agitar  en  la  fisiología  de  la  intoxica- 
ción la  importante  y trascendental  cuestión  del  modo  de  obrar  de  los  ve- 
nenos, de  su  acción  íntima,  antes  que  ocuparme  en  las  condiciones  ó 
circunstancias  capaces  de  modificar  su  acción,  ó mejor  diré  : sus  efectos. 

Creo  que  importa  mucho  averiguar  si  esa  acción  es  química,  molecular, 
primitiva  y origen  radical  de  todo  lo  que  pasa  en  el  cuerpo  vivo , luego 
que  se  ha  ingerido  en  él  un  veneno , ó si  obra , como  tantos  creen  , sobre 
lo  que  se  llama  principio  vital,  fuerzas  vitales;  siendo  las  combinaciones 
químicas  que  contraiga  secundarias,  y hasta  indiferentes  á los  efectos 
fisiológicos  producidos  por  el  veneno. 

La  convicción  en  que  estoy  de  lo  vasto  y grave  que  es  el  interés  de  esta 
cuestión,  me  llevaría  á tratarla  extensamente,  como  se  merece;  tanto 
más  cuanto  que  son  muchos  todavía  los  médicos  que  no  están  dispuestos  á 
admitir  la  doctrina  que  sostengo.  La  reacción  general,  que  ciertos  inte- 
reses sociales  impulsan  por  otras  vías,  se  deja  sentir  en  el  campo  de  las 
ciencias  médicas,  y hay  hombres  que  se  afanan  por  contrariar  todo  lo 
que  tienda  á dar  á la  física  y á la  química  la  influencia  que  indisputables 
progresos  y experimentos  evidentísimos  les  han  adjudicado  sobre  los  fe- 
nómenos de  la  vida,  solo  porque  á ellos  les  parece  que  reconocer  esa  in- 
fluencia es  afiliarse  á la  filosofía  materialista. 

Sin  embargo,  he  de  saber  resistir  á mi  tentación  : primero,  porque  eso 
daría  á mi  libro  una  extensión  que  no  puede  ó no  debe  tener;  y segundo, 
porque  semejante  tarea  está  ya  emprendida  por  mí  en  el  Examen  critico  de 
la  Homeopatía.  Allí  he  ventilado  extensamente  esta  cuestión  , y á las  pági- 
nas de  esa  obra  remitiré,  para  mas  pormenores,  al  lector  que  no  quede 
satisfecho  con  lo  que  aquí  diga. 

Voy  á dar  á este  párrafo  varias  secciones , para  tratar  con  mas  órden 
de  los  puntos  que  me  propongo  agitar  en  él.  Diré  primero  cuatro  pala- 
bras sobre  las  escuelas  vitalista  y químico-fisiológica , y luego  me  ocu- 
paré en  la  naturaleza  de  la  acción  que  desplegan  los  venenos  sobre  la  or- 
ganización humana,  y los  resultados  de  esta  acción. 

A.  La  escuela  vitalista  es  incompatible  con  la  toxicología  positiva. 

Toda  cuestión  que  verse  sobre  el  modo  de  obrar  de  los  agentes  exte- 
riores en  el  cuerpo  humano,  lleva  forzosamente  al  que  la  agita  á exponer 
de  qué  modo  concibe  la  vida;  y apenas  suena  esta  palabra , ya  está  el 


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campo  fisiológico  dividido  en  dos  bandos,  que  mas  de  veinte  siglos  nó 
han  podido  refundir  en  una  sola  bandera.  La  dualidad  del  hombre  ó de 
los  cuerpos  vivos , materia  y fuerzas , cuerpo  y espíritu  , se  levanta  bifur- 
cada, y acto  continuo  se  ven  agrupados,  en  una  rama  á los  unos,  y en 
otra  á los  otros.  Lo  que  sucede  en  el  terreno  filosófico  acontece  en  el 
fisiológico.  En  aquel  se  llaman  espiritualistas  los  unos,  y los  otros  mate- 
rialistas. En  este  llevan  los  unos  el  nombre  de  vitalistas , y el  de  organicis- 
tas  los  otros. 

Los  estudios  que  hemos  hecho  en  ambos  terrenos  nos  han  dado  la  pro- 
funda persuasión  de  que  en  esas  calificaciones  hay  mucho  de  arbitrario 
ó inexacto,  mezclándose,  entre  otras  cosas,  mas  á menudo  en  ello  el 
cálculo  y el  interés  que  engendra  la  aplicación  de  una  concepción  filosó- 
tica  á la  política,  que  el  verdadero  amor  de  la  verdad. 

Si  los  hombres  y las  clases  que  aspiran  á dominar  la  sociedad  no  ha- 
llasen en  las  contiendas  filosóficas  nada  que  se  relacionase  con  sus  afa- 
nes , bien  seguro  es  que  ya  pertenecerían  á la  historia  ciertas  disidencias, 
y la  verdad  marcharía  desembarazada  de  los  sofismas  que  eternizan  las 
disputas  y los  errores. 

Mas,  sean  cuales  fueren  las  causas  diversas,  que  han  engendrado,  en  el 
terreno  fisiológico,  los  dos  bandos  mas  antagonistas,  ello  es  lo  cierto  que 
existen  hoy  dia , como  han  existido  en  todos  tiempos.  Tomándolos  en  su 
expresión  mas  terminante  y característica,  siempre  que  se  trata  de  estu- 
diar los  fenómenos  de  la  vida  , se  los  ve  seguir  un  rumbo  diametralraente 
opuesto  ó antitético. 

Los  unos  hacen  depender  dichos  fenómenos  mediata  é inmediatamente  de 
un  principio  particular,  llamado  por  ellos  fuerza  vital,  á la  que  consideran 
como  antagonista  de  las  fuerzas  que  rigen  la  materia  no  organizada , dán- 
dole los  atributos  de  formatriz,  conservadora  y medicatriz,  de  los  cuales 
resultan  los  tres  caractéres  de  la  materia  viva : plasticidad , excitabilidad 
é irritabilidad. 

Los  otros  no  admiten  ese  principio  ó fuerza  vital ; no  creen  en  la  exis- 
tencia de  esa  fuerza  diferente  en  esencia  y antagonista  de  las  fuerzas  y agen- 
tes físicos  y químicos,  ó de  los  agentes  que  hacen  las  veces  de  tales;  con- 
sideran la  materia  de  los  cuerpos  vivos  igual  en  esencia  á la  de  los  muer- 
tos é inorgánicos,  y regida  en  sus  combinaciones  por  las  mismas  leyes, 
atribuyendo  los  diferentes  fenómenos,  á que  da  lugar  en  los  cuerpos  vivos, 
á modificaciones  en  su  acción  , debidas  á circunstancias  , unas  ya  cono- 
cidas , y otras  todavía  inexplicables. 

La  primera  de  estas  dos  teorías  es  la  de  los  que  se  dan  el  nombre  de 
vitalistas-,  la  segunda  está  sostenida  por  los  fisiólogos,  á quienes  llaman 
aquellos  gratuitamente  materialistas. 

Si  la  fuerza  vital  no  se  toma  como  una  emanación  , como  una  manifes- 
tación exterior  del  alma,  y si  los  que  explican  los  fenómenos  de  la  vida 
por  la  acción  de  fuerzas  y agentes  físicos  y químicos,  los  tienen  por  cau- 
sas segundas  de  la  actividad  humana,  de  las  que  se  sirve  la  causa  pri- 
mera , llamada  espirita,  para  realizar  los  fenómenos  biológicos ; desde 
luego  desaparece  la  diferencia  radical  entre  ambas  escuelas , y ni  los  unos 
son  espiritualistas,  ni  materialistas  los  otros. 

Quien  diga  que  la  causa  primera  del  macrocosmo  ó del  gran  mundo  es 
Dios , y las  segundas,  de  que  se  sirve  para  regirle,  son  las  tuerzas  y agen- 
tes físicos  y químicos;  quien  diga  que  la  causa  primera  del  microcosmo, 
pequeño  mundo  ó actividad  humana,  es  el  alma,  después  de  Dios,  y las 


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segundas  dichos  agentes  y fuerzas  , de  los  que  se  vale  aquella  para  pro- 
ducir todos  los  fenómenos  fisiológicos;  no  puede  llamarse  con  funda- 
mento materialista ; este  dictado  debe  reservarse  para  aquel  que  no  reco 
noce  ni  en  la  naturaleza , ni  en  el  hombre , ninguna  causa  espiritual , que 
lodo  lo  atribuye  á la  actividad  de  la  materia. 

Que  el  alma  se  sirva  de  fuerzas  vitales,  ó de  fuerzas  físicas  y quími- 
cas y agentes  que  hagan  las  veces  de  tales  , para  producir  los  fenóme- 
nos fisiológicos , siempre  es  el  alma  la  causa  principal  de  esos  fenómenos; 
de  consiguiente , una  y otra  teoría  parte  de  una  base  espiritual ; ora  sean 
vitales,  ora  físicas  y químicas  las  fuerzas,  suponiendo  que  haya  entre 
ellas  radicales  diferencias;  siempre  son  fuerzas , causas  inmateriales;  por 
lo  tanto , todavía  sigue  la  homogeneidad  de  teoría , no  hay  materialismo 
para  los  unos  ni  para  los  otros. 

Dejando  para  los  teólogos  el  alma  ó causa  primera,  y ocupándose, 
afuer  de  fisiólogos,  en  las  causas  secundarias  y en  la  materia  necesaria 
para  la  manifestación  de  toda  fuerza  , siquiera  sea  de  diverso  modo,  ya 
regida  por  leyes  diferentes,  ya  por  leyes  iguales;  en  el  fondo  tampoco 
hay  razón  para  llamarse  espiritualistas  los  unos,  ni  llamar  á los  otros 
materialistas. 

De  estas  reflexiones  se  siguen  otras  no  menos  importantes  en  este 
asunto.  Ora  sea  por  ofuscación , ora  por  falta  de  pruebas  y razones  mas 
abonadas  , los  vitalistas  acaban  por  acusar  la  doctrina  opuesta  de  contra- 
ria al  dogma,  en  lo  cual  andan  mas  injustos  que  nunca,  por  cuanto  el 
dogma  quiere  que  se  reconozca  como  causa  primera  del  mundo  Dios,  y 
del  hombre  el  alma,  sin  designar  la  naturaleza  de  las  causas  secunda- 
rias ó instrumentos  de  que  se  vale  cada  una  de  esas  causas,  para  produ- 
cir los  fenómenos  que  les  son  propios;  esto  lo  deja  á cuenta  y riesgo  de 
los  fisiólogos;  lo  abandona  disputationibus  eorum. 

Esto  sentado,  nada  tienen  que  ver  las  creencias  religiosas  de  cada  cual 
con  la  opinión  que  se  profese  en  fisiología , ora  se  sea  vitalista  , ora  no; 
siempre  está  libre  la  conciencia  de  hacer  el  menor  sacrificio  á la  doc- 
trina abrazada.  Tan  creyente  se  puede  ser  con  una  doctrina , como  con 
otra ; y puesto  que  el  fisiólogo  no  debe  tratar  mas  que  de  las  causas  na- 
turales, con  mas  razón  podemos  establecer  esa  independencia. 

No  me  extiendo  mas  sobre  este  punto , porque  á propósito  lo  he  hecho, 
tanto  en  mi  Exámen  crítico  de  la  Homeopatía , como  en  mis  Lecciones  sóbre- 
la razón  humana,  dadas  en  el  Ateneo  de  Madrid. 

Y si  he  entrado  en  estas  consideraciones,  es  porque  conozco  el  terreno 
que  piso  ; me  consta  por  experiencia  personal , que  algunos  vitalistas  no 
descuidan  de  sostener  su  escuela,  alarmando  la  conciencia  de  muchos  con 
la  calificación  que  dan  á la  doctrina  de  sus  adversarios , suponiéndola 
materialista  , y como  tal,  antidogmática  ó herética.  Para  allanar,  por  lo 
mismo  , el  campo  de  la  discusión , y desembarazarle  de  esas  malezas, 
acabo  de  hacer  las  reflexiones  que  preceden. 

Si , de  la  análisis  relativa  al  fondo  radica]  de  ambas  escuelas,  pasamos 
al  exámen  de  cada  una  en  particular,  fácil  nos  ha  de  ser  observar  de 
qué  parte  está  la  razón,  la  prueba  experimental,  y sobre  todo  la  utilidad 
en  la  práctica. 

La  historia  del  vitalismo  es  singular  y muy  luminosa  á los  ojos  del  que 
no  se  preocupa.  La  hemos  seguido  paso  á paso , desde  los  tiempos  mas 
remotos  hasta  nuestros  dias,  en  que  vuelve  á estar  de  moda  entre  ciertas 
gentes,  y cuando  hemos  analizado  sus  resultados  prácticos , nos  ha  pare- 


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cido  de  todo  punto  estéril,  como  todo  lo  que  es  puramente  especulativo. 
No  se  le  debe  ningún  progreso  como  concepción  fisiológica  ( 1 ).  Ha  volado 
de  hipótesis  en  hipótesis,  á cual  mas  arbitraria,  buscando  en  cada  siglo 
un  nombre  para  el  misterioso  duende,  que  ha  erigido  en  ídolo  de  la  secta, 
ídolo  al  que,  una  vez  formado,  se  ha  supuesto  los  atributos  de  un  sér 
real,  dotado  de  todo  lo  que  puede  inventar  la  fantasía  mas  poética,  sin 
que  por  eso  haya  podido  salir  nunca  de  la  inútil  categoría  de  la  cualidad 
oculta  de  los  peripatéticos,  ni  pueda  llegar  á ser  jamás  otra  cosa  que  un 
flalus  voris,  como  diria  Iloselino. 

Otra  singularidad  ofrece  esa  historia  no  menos  digna  de  atención.  For- 
get  la  ha  señalado  perfectamente , diciendo  que  «el  vitalismo  es  la  es- 
cuela de  la  pereza  vanidosa,  el  inmovilismo  elevado  á la  altura  de  un  sis- 
tema ; trapeándose  en  su  majestad,  se  congratula  de  dos  mil  añosde  cris- 
talización , y se  vanagloria  de  no  ser  hoy  más  que  un  puro  y fiel  eco  de 
la  gran  voz  de  Hipócrates.» 

Prescindiré  del  concepto  que  le  merece  á Forget  el  vitalismo , para 
fijarme  en  sus  pretensiones  de  hipocrático.  Si  es  cierto  que  casi  no  hay 
forjador  de  sistemas  médicos  que  no  se  llame  albacea  del  anciano  de  Goos, 
lo  es  mucho  mas  que  un  vitalista  se  creería  no  serlo,  como  no  se  tuviera 
por  intérprete  del  hijo  de  Ilecraclido  y Praxila.  Olim  Coos , nunc  Monspel- 
liensis  Hipócrates  , es  el  jactancioso  lema  de  la  vieja  escuela  vitalista  de 
Montpellier.  Los  Barthez,  los  Lordat,  los  Kecamier,  los  Cayol,  los  Au- 
ber,  hasta  los  Hahnemann  se  llaman  herederos  de  ese  hombre  histórico, 
tenido,  no  solo  por  Padre  de  la  Medicina,  sino  por  oráculo  infalible. 

A fuerza  de  hiperbolizar  la  importancia  científica  de  Hipócrates,  los 
mas  de  sus  indiscretos  encomiadores  le  ridiculizan,  puesto  que  le  hacen 
representar  todos  los  papeles  , y le  transforman  en  un  maniquí,  al  que 
cada  uno  viste  á su  antojo.  De  los  libros  de  ese  autor  griego  puede  de- 
cirse lo  que  un  poeta  inglés  de  la  Biblia  : 

Libro  es,  en  donde  cada  cnal  inquiere 
Un  dogma,  y baila  el  dogma  que  prefiere  (2). 

ó bien  como  Trousseau:  Cada  uno  lee  en  ese  libro  lo  que  tiene  en  su 
pensamiento. 

Nada  prueba  tanto  esta  verdad  como  el  mismo  no  escaso  número  de 
sectas  vitalistas. 

Desde  Hipócrates  , cuyas  obras  rebosan  de  materialismo  jonio,  hasta  el 
vitalismo  psíquico  de  Recamier,  de  Cayol,  y la  Revista  médica  de  París, 
son  tantas  las  escuelas  vitalistas  , que  ya  fatigan  la  memoria  y abruman 
el  espíritu  mas  potente. 

Hay  vitalismos  materiales,  solidistas,  humoristas , y gaseosos  ó incoercibles; 
vitalismos  dinámicos  y metafísicos , y vitalismos  psíquicos  ó espirituales. 
Tras  el  vitalismo  humoral  de  Hipócrates  y demás  griegos,  si  tal  puede 
llamarse,  en  boga  varias  veces,  y tal  vez  hoy  dia,  hay  como  sectas  de 
mas  bulto,  por  ío  menos  el  vitalismo  orgánico  de  los  Giisson , los  Gorter, 
los  Haller,  los  Brown , los  Bordeu,  los  Bichat,  los  Cabanis,  los  Pinel, 

(•)  Tongo  algunos  apuntes  para  escribir  esta  historia  , y si  me  sobra  vida , salud  y ha-» 
mor,  la  daré  a iuz:  cuando  la  publique,  demostraré  la  verdad  de  este  aserto , que  hoy  d¡8 
será  para  muchos  paradójico. 

(-)  Tiiis  is  tbe  book  wliere  each  his , dogma  seeks, 

Jt  And  Ibis  tilo  boock  wliere  eacli  his  dogma  ünds  (a). 

(a)  Citado  por  Luis  Peisse.  De  la  Medecine  et  des  medecins. 


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los  Chaussier,  los  Broussais  y demás  proclamadores  de  las  propiedades 
vitales  que  son  todavía  el  credo  de  los  profesores  de  París  y de  cuantos  la 
han  seguido  sin  exámen.  Hay  el  vitalismo  metafísico  de  Montpellier  ima- 
ííinado^por  Barthez , inventor  del  principio  vital,  como  forma  abstracta 
de  una  entidad  absurda,  hipotéticamente  admitida  como  síntesis  del  Có- 
digo fisiológico,  por  el  cual  se  rigen  los  fenómenos  propios  de  los  cuer- 
pos organizados, 'con  excepción  de  los  intelectuales  y morales,  que  tie- 
nen fuero  particular,  ó reconocen  otro  principio.  Tíay,  por  último,  el  vita- 
lismo psíquico  de  Recamier,  de  Cayol , de  Sales  Girón  y de  los  redactores 
de  la  Revista  médica  de  París,  para  los  cuales  la  fuerza  vital  es  otra  de  las 
atribuciones  del  alma  pensadora. 

Y no  para  todo  aquí.  Si  todos  esos  vitalistas  de  diverso  traje  marchan 
de  acuerdo  contra  los  que  no  lo  son  de  ningún  modo,  se  destrozan  entre 
sí,  con  tanta  menos  piedad,  cnanto  mas  estrechos  son  los  vínculos  que 
los  unen.  Los  metafísicos  y psíquicos  apellidan  seudo-vitalistas , materialis- 
tas disfrazados  á los  organicistas , y no  los  consideran  bien  pertrechados 
contra  los  yalromatemáticos  y quemiátricos , como  designan  con  cierto  des- 
den á los  fisiólogos  químicos.  No  es  mayor  la  paz  que  reina  entre  estas 
dos  sectas  mas  espiritualistas;  puesto  que  á los  cantos  de  victoria  ento- 
nados por  el  flamante  vitalismo  hipocrático  de  París,  se  levanta  sañudo 
y refunfuñador  el  viejo  y celoso  hipocratismo  de  Montpellier,  recla- 
mando sus  fueros  y privilegios  de  prioridad  y pertenencia.  Véanse  las 
divertidas  polémicas  entre  Cayol  y Lordat,  y se  tendrá  una  prueba  clara 
de  lo  que  acabo  de  decir. 

¿Y  qué  son  al  fin  y al  cabo  los  vitalistas  de  Montpellier,  á lo  Barthez, 
con  sus  dos  principios  vitales , uno  para  la  vida  orgánica  y otro  para  la 
psíquica,  sino  un  fósil  desenterrado  de  los  jardines  de  Academo,  donde 
le  dejó  Aristóteles  dividido  en  alma  nutritiva , sensitiva  y racionall  ¿Qué 
son  los  vitalistas  de  la  Revista  sino  escudetes  de  estalianismo  injertos  en  el 
árbol  hipocrático  del  siglo  xix? 

V lo  mas  gracioso  de  ese  barullo  es , que  todos  se  amparan  bajo  el  pa- 
tronato exclusivo  del  Pontífice  de  Coos;  todos  gravan  en  su  escudo  las 
atormentadas  doctrinas  de  este  buen  anciano,  que  ni  soñó  en  ello  , como 
si  sintieran  que  sin  este  timbre  , sin  este  simulado  visto  bueno , sin  esa 
estampilla  coaca , habian  de  pasar  por  contrabando  sus  ideas,  por  apó- 
crifas sus  doctrinas.  ¡ Pobre  Tlipócrates!  Si  él  los  oyera,  si  viera  esa  turba 
de  vitalistas,  soi- disan t hipocráticos,  hormiguear  y darse  importancia  entre 
las  columnas  del  templo  de  Epidauro  , los  habiaVle  arrojar  de  él  á latiga- 
zos, como  á los  mercaderes  que  traficaban  con  la  prostitución  entre  las 
del  templo  de  Jerusalen  , Jesucristo  ('). 

Bastan  estas  sencillas  consideraciones  generales  sobre  el  vitalismo  para 
desencantar,  al  menos  á los  que  se  pagan  de  afirmaciones  dogmáticas, 
tan  huecas  como  sonoras,  de  los  que  creen  vinculado  el  progreso  y el 
acierto  en  un  hombre,  que  vivió  hace  mas  de  veinte  y tres  siglos,  y cuyos 
escritos  adulteran  con  comentarios  antojadizos  é interpretaciones  falsas. 

Si  los  vitalistas  están  en  desacuerdo  sobre  el  principio  vital,  del  que 
cada  uno  se  forma  la  idea  que  le  acomoda,  y cuya  naturaleza  es  para  to- (*) 

(*)  Véase  tai  Discurso  inaugural  leído  en  la  Academia  de  Medicina  de  Madrid,  en  1859, 
so  re  Hipócrates  y las  Escuelas  hipocráticas , y mi  libro  titulado  Filosofía  me'dica  española, 
onde,  además  de  dicho  discurso,  y los  nueve  que  pronuncié  en  la  discusión  famosa  que 
aquel  provocó,  contestando  á mis  adversarios,  hay  una  reseña  histórica  de  lo  que  pre- 
cedió, acompañó  y siguió  á su  discusión,  por  muchos  títulos  célebre. 


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dos  un  juego  de  acertijo , no  están  mas  en  armonía , ni  sobre  lo  que  es  la 
vida,  ni  sus  leyes,  ni  el  cómo  se  gobierna  ese  principio  para  responder 
al  estímulo  ó acción  de  los  agentes  exteriores. 

No  hay  dos  vitalistas  que  definan  la  vida  del  propio  modo,  y uno  si- 
quiera que  la  defina  bien.  En  nuestro  Exámen  critico  de  In  Homeopatía  he- 
mos hecho  mención  de  bastante  número  de  definiciones  de  la  vida,  y no 
hemos  hallado  ninguna  cabal. 

Las  mismas  leyes  de  la  vida,  objeto  de  pura  observación  é indepen- 
diente de  toda  teoría,  porque  deben  ser  hechos  constantes,  ni  están  si- 
quiera determinadas  en  esas  escuelas  de  tantas  pretensiones.  Cada  pre- 
tendida ley  está  plagada  de  excepciones  y anomalías  que  se  explican  por 
hipótesis  tan  ridiculas  y gratuitas  como  las  mismas  leyes,  á todo  lo  cual 
da  lugar  el  que  se  tome  por  legislador  ú origen  de  esas  leyes  una  entidad 
ficticia  incapaz  de  aclarar  nada. 

Relativamente  ála  manera  como  se  conducen  los  agentes  exteriores,  de 
cualquier  modo  que  se  apliquen  al  cuerpo  vivo,  y cómo  reacciona  este 
sobre  aquellos,  todo  se  reduce:  1."  á suponer  un  hecho  falso,  el  an- 
tagonismo de  la  fuerza  vital  con  las  fuerzas  y agentes  físicos  y químicos; 
y 2.°  á cuatro  palabras  enfáticas  tan  huecas  como  resonantes,  á frases 
sacramentales  que  hacen,  en  la  medicina  vifalista,  lo  que  las  voces  misterio 
V milagro  en  religión.  Obran  dinámicamente , es  una  arción  vital.  Y quis  po~ 
test  copare,  cnpiat , como  la  clasificación  de  los  eunucos. 

Pedidle  al  vitalismo  moderno,  sobre  todo,  que  os  explique  el  por.  qué 
ó el  cómo  y la  razón  de  cualquier  fenómeno  vital , no  solo  psíquico  sino 
orgánico,  y como  fiel  á su  escuela  , huya  de  las  teorías  físicas  y quími- 
cas, estad  seguros  que,  si  antes  os  hallabais  en  las  tinieblas,  luego  os 
encontrareis  en  el  cáos.  Por  altas  que  sean  las  pretensiones  de  esa  escue- 
la , por  mas  que  asegure  gratuitamente  A.uber,  uno  de  sus  prohombres, 
que  el  vitalismo  lo  explica  todo,  no  titubeamos  en  afirmar  que  no  explica 
nada,  y el  que  quiera  desmentirme  que  lo  pruebe  prácticamente  ; que  me 
explique  cualquier  fenómeno  orgánico  ó bien  psíquico , puesto  que  esta 
clase  de  fenómenos  parece  ser  del  dominio  de  esa  escuela , ó que  se  tiene 
por  la  única  capaz  de  dar  de  ellos  una  explicación  cabal  y satisfactoria. 

Y cuenta  que,  al  expresarme  así , no  pido  que  se  me  haga  penetrar  en 
ese  terreno , para  el  cual  no  tiene  el  entendimiento  humano  , ni  vista  na- 
tural, ni  telescopio;  no  quiero  entrar  en  el  limbo  de  las  esencias,  en  el 
por  qué  de  ciertos  hechos,  ni  en  la  última  razón  de  todos;  no  pretendo  que 
se  me  diga  , por  ejemplo,  por  qué  la  luz,  obrando  sobre  la  retina  , hace 
ver,  da  lugar  á que  se  forme  una  percepción  ó mas  en  el  cerebro  hu- 
mano ; estos  á una  reflexión  ó pensamiento,  y unos  y otros  á la  excita- 
ción de  un  sentimiento  ó un  instinto.  Tampoco  aspiro  áque  me  expliquen 
por  qué  el  aire , introduciéndose  en  la  masa  de  la  sangre,  sostiene  la 
vida , ni  por  qué  los  alimentos  nutren,  ni  por  qué  el  sublimado  corrosivo 
y el  ácido  arsenioso  matan ; refiriéndose  la  explicación  á la  última  razón 
de  estos  hechos  fisiológicos.  Alta  petis,  podrá  decírsele  á cualquiera  que 
tenga  la  desgracia  de  quererse  meter  en  tanta  hondura. 

¿Quién  sabe,  quién  sabrá  jamás  , por  qué  y cómo  la  luz  hace  ver  y no 
oir,  el  aire  oir  y no  ver,  etc.?  ¿Quién  sabe,  ni  sabrá  jamás,  por  mié  el  oxí- 
geno sostiene  la  vida  y no  el  aire  ni  el  hidrógeno  respirados?  ¿Quién  sabe 
ni  sabrá  jamás,  por  qué  el  alimento  repara  las  fuerzas,  y el  veneno  mata? 
Yo  desafío  á todos  los  vitalistas  juntos,  de  todos  los  colores,  á que  me 
den  la  menor  luz  sobre  esos  problemas.  Todo  lo  que  me  digan  será , en 


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primer  lugar,  hacer  uso  de  teorías  físicas  y químicas;  y en  segundo,  eso 
solo  podrá  explicar  el  hecho  accesible  á los  medios  experimentales;  pero 
.y  ja  última  razón?  ¿Qué  me  importa  que  me  expliquen  la  acción  de  la 
luz  sobre  la  retina  por  medio  de  la  disposición  óptica  de  las  membranas, 
humores  y anatomía  de  la  retina?  Yo  volveré,  ¿pero  y por  qué  la  luz  hace 
ver?  ¿Qué  me  importa  que  se  me  diga  que  el  aire  por  su  oxígeno  se  com- 
bina con  la  sangre  y le  da  propiedades  diferentes  de  la  venosa , le  hace 
mas  capaz  de  nutrir,  etc.?  Yo  insistiré,  ¿y  por  qué  haciendo  todo  eso  sos- 
tiene la  vida?  ¿Qué  me  importa,  en  fin,  que  se  me  diga  que  el  alimento 
repara  los  elementos  de  la  sangre , y el  veneno  arsénica!  ó mercúrico, 
combinándose  con  la  albúmina  y la  fibrina  la  inutilizan?  Yo  volveré  á mi 
lema , ¿por  qué  haciendo  eso  aquellos  sostienen  la  vida,  y estos  la  destru- 
yen? Y si  en  vez  de  contestarme  de  esa  suerte,  por  parecerles  grosero  ma- 
terialismo, dicen  que  obran  sobre  la  vida  dinámicamente,  me  harán  el 
obsequio  de  explicarme  la  explicación,  de  qué  modo  y qué  es  eso? 

Aunque  orgullosos  vitalistas  pretendan  explicarlo  todo,  es  en  vano.  Si 
algo  explican,  lo  deben  á la  física  y á la  química;  cuando  estas  los  aban- 
donan ¿qué  hacen?  Soltar  un  flatus  vocis , disfrazar  el  orgullo  y soberbia 
humana  con  una  frase  sacramental,  sustituyendo  á menudo  una  iinágen 
á una  idea;  apelar  á una  suposición  gratuita  y acaso  absurda,  antes  que 
confesar  humildemente  esto  no  se  sabe. 

üay  ciertos  hechos  en  la  economía  humana,  lo  mismo  que  fuera  de 
ella,  cuya  inmediata  causa  no  conocemos,  y cuyo  modo  de  efectuarse  no 
podemos  penetrar.  No  es  necesario  para  ello  que  haya  vida.  En  el  reino 
inorgánico  pasa  lo  mismo.  ¿De  qué  otro  modo  se  explican  la  caída  de  los 
graves , la  unión  de  los  átomos  homogéneos  y la  combinación  de  los  he- 
terogéneos, que  por  lo  que  se  llama  fuerza  de  gravedad,  de  cohesión  y 
y de  afinidad  ó electricidades  opuestas?  Pues  bien  , ¿quién  sabe  en  qué 
consisten  esas  fuerzas,  quién  comprende  como  eso  se  hace,  quién  alcanza 
la  última  razón  de  todo  eso?  ¿La  unión  de  los  átomos  en  forma  amorfa  y 
la  en  forma  cristalina  ha  podido  todavía  conocerse  á fondo?  ¿No  se  ve 
ahí  la  cohesión  modificada  en  el  modo  de  reunir  los  átomos  del  cuerpo? 
¿Y  quién  sueña  en  inventar  para  la  unión  cristalina  una  fuerza  de  natu- 
raleza diferente  en  esencia,  de  la  que  determina  la  unión  amorfa? 

¿Y  en  qué  reglas  de  lógica  se  fundan,  al  afirmar,  como  consecuencia  de 
no  poder  explicar  un  hecho , de  no  poderle  comprender , que  la  causa  á 
que  se  debe  ese  hecho  es  de  otra  naturaleza  que  los  explicados  y com- 
prendidos? No  conozco  nada  mas  contrario  á la  lógica. 

Si  tratáis  de  explicar  por  las  leyes,  fuerzas  y agentes  físicos  y químicos 
los  hechos  vitales,  los  vitalistas  os  pedirán  con  impertinencia  que  les  ha- 
gáis comprender  lo  que  no  tiene  explicación  plausible  en  ninguna  teoría, 
inclusa  la  suya  , y en  la  suya  menos  que  en  las  demás;  y si  les  contestáis 
que  eso  no  tiene  explicación  hoydia,  deducen  (¡ved  qué  lógica!)  luego  la 
causa  de  esos  fenómenos  es  vital.  Seguid  ese  modo  de  razonar  y decid- 
les, explicadlo , pues , vosotros.  Ellos  no  lo  explicarán , porque  no  expli- 
can nada,  todo  es  incomprensible  en  sus  teorías  metafísicas;  luego  po- 
dréis decirles , la  causa  no  es  vital ; puesto  que  habéis  negado  la  física  y 
química,  solo  porque  con  ellas  no  era  el  hecho  explicable. 

No  es  mi  ánimo,  como  ya  llevo  dicho,  analizar  y refutar  aquí  el  vita- 
lismo, en  todas  y cada  una  de  las  bases;  y si  he  entrado  en  las  conside- 
raciones que  anteceden  , no  he  tenido  mas  objeto  que  destruir  prevencio- 
nes contrarias  á mi  modo  de  ver , respecto  de  la  acción  de  todo  cuerpo 


— m - 

exterior,  que  viene  á ponerse  en  contacto  con  el  cuerpo  humano  vivo. 
Basta  para  mi  intento  la  idea  general  que  he  dado  de  esa  escuela  inútil 
para  la  ciencia  y sus  progresos,  tanto  mas,  cuanto  que  pasando  á darla 
de  la  otra  que  es  la  mia,  seguiré  tratando  del  mismo  asunto  bajo  otro 
aspecto. 

B.  Utilidad  y necesidad  de  la  química  aplicada  á la  fisiología  loxicológica. 

Hay  ya  algunas  obras  con  tendencia  á aplicar  á la  fisiología  y pato- 
logía las  leyes  tísicas  y químicas.  Los  Liebig,  los  Berzelius,  los  Dumas, 
los  Boussingault,  los  Líobin,  los  Keveill,  los  Bernard,  los  Mialhe,  los  Leh- 
man, los  Moleschot,  y otros  muchos  han  escrito  importantísimos  trabajos, 
demostrando  de  una  manera  experimental  que  no  solo  no  existe  en  la  eco- 
nomía de  los  cuerpos  organizados  fuerza  alguna  antagonista  de  las  físicas 
y químicas,  sino  que  la  acción  de  estas  es  evidente  en  ella,  y que  todas 
las  funciones  de  nutrición  se  verifican  bajo  su  influencia  y según  las  mis- 
mas leyes.  Y como  quiera  que  de  las  funciones  de  nutrición  resulta  el  es- 
tado fisiológico  y patológico  de  los  órganos  y del  cuerpo  entero,  lógico , y 
muy  lógico  es,  que,  siquiera  no  podamos  comprender  ni  explicar  todavía 
otra  clase  de  fenómenos,  dependan  estos  de  aquella  acción,  tanto  mas, 
cuanto  que  hay  muchos  hechos  experimentales  que  lo  dejan  fuera  de  duda. 

Cuantos  mas  progresos  van  haciendo  la  física  y la  química,  y sobre 
todo  , la  química  orgánica  , tanto  mas  claro  se  va  viendo  que  la  materia 
organizada  se  conduce  como  la  inorgánica  en  sus  reacciones,  y cada  dia 
se  arroja  mas  luz  en  el  campo  fisiológico,  patológico  y terapéutico,  exa- 
minándole bajo  este  punto  de  vista. 

La  respiración , la  digestión  , la  nutrición , las  secreciones , etc. , han 
llegado  á tal  estado  de  claridad  por  medio  de  las  teorías  químicas  , tanto 
respecto  de  las  plantas  como  respecto  de  los  animales,  que  casi  nada  de- 
jan que  desear.  Muchas  enfermedades  é intoxicaciones  se  conciben  y ex- 
plican perfectamente  por  ellas.  Por  último,  la  acción  de  muchos  medica- 
mentos y venenos  es  ya  tan  conocida  y evidente,  que  dudar  de  ello  es 
acreditarse  de  testarudo  ó de  ignorante. 

Semejante  estudio  de  la  vida  va  dando  cuenta  de  muchos  fenómenos, 
llamados,  por  la  hueca  fraseología  del  vitalismo,  anomalías,  simpatías,  idio- 
sincrasias, diátesis,  caprichos  de  la  naturaleza,,  excepciones  de  sus  leyes , etc.,  etc. 

Un  fisiólogo  vitalista  os  dirá,  por  ejemplo,  que  la  digestión  es  un  con- 
junto de  fenómenos  debidos  á la  fuerza  vital,  y cree  haberlo  dicho 
todo;  al  paso  que  el  fisiólogo  químico  irá  siguiendo  cada  transformación 
de  las  sustancias  alimenticias,  expondrá  y demostrará  en  qué  consiste 
esta  transformación,  á qué  principio  químico  se  debe,  dónde  se  verifica  y 
cómo,  y hasta  la  imitará  fuera  de  los  órganos  digestivos,  tomando  los  mis- 
mos elementos. 

Un  patólogo  vilalisla  os  hablará,  por  ejemplo,  del  diabetes  como  de  un 
trastorno  de  la  fuerza  vital  cuya  causa  ignora , al  paso  que  un  patólogo 
químico  os  manifestará  las  condiciones  materiales  de  la  economía  que 
dan  lugar  á esa  enfermedad,  y la  manera  de  curarla. 

Un  vitalistaos  hablará  de  la  intoxicación  mercurial,  como  de  un  efecto 
dinámico,  por  una  acción  especifica  del  mercurio  sobre  la  vida,  y será  tan 
estéril  en  la  designación  del  mal,  como  en  el  modo  de  remediarle.  Un 
químico  os  explicará  por  qué  tan  poca  cantidad  trastorna  la  salud  y 
acaba  con  la  vida;  por  qué  unos  venenos  mercuriales  son  activos,  y otros 


! 


ño-  por  qué  en  derlas  partes  de  la  economía  es  mas  rápida  su  acción  que 
en  otras,  y cómo  se  puede  neutralizar  su  acción  mejor  con  unos  que  con 

otros  contravenenos.  . . 

Por  último,  un  vitalista  no  os  sabra  decir  por  que  los  preparados  de 
hierro  reconstruyen  la  sangre;  por  qué  son  unos  mas  rápidos  en  su  acción 
que  otros,  etc.,  etc.;  al  paso  que  un  químico,  solo  atendiendo  á las  leyes 
de  la  absorción  y disolución,  os  dirá  con  la  claridad  de  la  iuz  solar,  tanto 
el  por  qué  de  la  acción  del  hierro  sobre  la  sangre,  como  el  por  qué  de  la 
mayor  rapidez  de  obrar  de  esta  ó aquella  preparación , pudiendo  deter- 
minar a prion  cuál  de  ellas  ha  de  ejercer  esta  acción  con  mas  segundad 
y prontitud. 

¡Si  yo  tuviera  tiempo  y espacio,  podría  proseguir  uno  por  uno  todos 
los  fenómenos  íisiológicos,  patológicos  y terapéuucos  del  cuerpo  humano 
ó de  todos  los  cuerpos,  vivos  , y poner  en  parangón  las  explicaciones  del 
vitalismo  y las  de  la  escuela  que  niega  la  existencia  de  la  tuerza  vital 
como  antagonista  de  las  físicas  y químicas,  y no  titubeo  en  afirmar  que 
el  primero  nos  dejaría  siempre  sumergidos  en  las  tinieblas;  al  paso  que 
la  segunda  nos  había  de  dar  una  razón  clara  y plausible  de  un  sinnú- 
mero de  fenómenos,  y siquiera  quedasen  algunos  por  explicar,  en  vano 
se  acudiría  al  vitalismo  para  que  nos  cegara  este  vacío. 

En  el  discurso  de  este  libro  iremos  viendo  comprobada  la  exactitud  de 
esos  asertos. 

C.  Refutación  de  las  objeciones  que  se  hacen  á la  aplicación  de  la  química 

á la  fisiología. 

Los  vi  alistas  creen  decir  una  gran  cosa  y aplastar  á sus  adversarios, 
objetándoles: 

1. °  Que  ya  se  han  hecho  en  otros  tiempos  aplicaciones  de  la  física  y la 
química  á la  fisiología,  y se  abandonaron  luego  por  lo  inútiles; 

2. "  Que  la  física  y la  química  no  explican  los  fenómenos  psicológicos; 

ÍL°  Que  no  dan  la  última  razón  de  los  mismos  orgánicos ; 

4. °  Que  ios  pulmones  no  son  un  fogón; 

5. °  Que  el  estómago  no  es  una  retorta; 

b.‘  Que  la  física  y la  química  no  hacen  sangre,  ni  quilo,  ni  ningún 
otro  humor,  ni  los  principios  inmediatos  animales,  ni  celdillas , ni  libras, 
ni  membranas,  etc.,  etc. 

1*  Que  hay  antagonismo  entre  las  leyes  físicas  y químicas,  y las  vi~ 
tales. 

8.°  Que  siendo  impotente  la  química  y la  física  para  lodo  eso,  no  puede 
servir  de  base  para  una  doctrina,  puesto  que  toda  doctrina  debe  partir  de 
un  hecho  general,  que  contenga  y encierre  todos  los  hechos  particulares. 

A esos  cargos  se  reducen  en  el  fondo,  y hasta  en  la  forma,  todas  las 
objeciones  de  la  escuela  vitalista , cuando  quiere  detener  los  progresos 
que  las  ciencias  tísicas  y químicas  prometen  á la  fisiología. 

Mas,  fácil  es  contestar  a todos  estos  cargos,  aunque  no  lo  hagamos  con 
toda  la  extensión  que  acaso  merecerían. 

l.°  Que  ya  se  ha  hecho  aplicación  de  la  jisica  y la  química  á la  biología. — Res- 
pecto de  esta  primera  objeción  responderé , que  si  es  cierto  que  se  han  he- 
cho aplicaciones  de  la  física  y de  la  química  á la  fisiología,  también  lo  es 
que,  en  primer  lugar,  esa  innovación  hizo  dar  grandes  pasos  á la  ciencia 
(te  la  vida , y muchas  verdades  quedaron  consignadas  que  nadie  ha  po- 


- 223  - 

dído  destruir , y han  obligado  á los  mismos  vitalistas  á explicar  muchos 
fenómenos , con  el  auxilio  de  dichas  ciencias.  En  segundo  lugar , si  las 
aplicaciones,  sobre  todo  de  la  química,  no  dieron  todo  el  resultado  de- 
bido , fué  porque  los  químicos  se  precipitaron  , queriendo  aplicar  á otra 
ciencia  la  suya , antes  de  haberla  completado  ó perfeccionado.  En  esos 
tiempos  á que  se  alude , no  solo  no  estaba  creada  la  química  orgánica  y 
viviente,  sino  que  la  misma  inorgánica  era  la  alquimia.  De  esta  a la  quí- 
mica de  nuestros  dias  hay  una  distancia  enorme. 

Hoy  día  ios  íisiólogos  no  pueden  explicar  nada  relativo  á los  principios 
inmediatos  y su  juego  en  los  cuerpos  vivos,  sin  hacer  intervenir  dichas 
ciencias  en  la  realización  de  los  teñó  menos  vitales.  Nosotros  pensamos 
como  Mialhe,  cuando  dice  que  «la  química  es  la  sola  capaz  de  levantar 
el  velo  de  los  misterios  que  cubren  las  grandes  funciones  orgánicas;»  y 
hallamos  muy  en  su  lugar  estas  palabras  de  Eiebig:  «Con  el  auxilio  de  la 
química  orgánica,  el  fisiólogo  se  encontrará  en  ei  caso  de  poder  escudri- 
ñar las  causas  de  los  fenómenos  que  el  ojo  no  puede  alcanzar.» 

«Antes  de  Lavoisier,  Sehelie  y Prietsley,  continúa  diciendo  ese  autor,  . 
la  química  no  tenia  mas  enlace  con  la  física  que  el  que  tiene  hoy  con  la 
fisiología;  pero  hoy  día  sucede  lo  contrario,  la  fusión  entre  la  química  y 
la  física  es  tan  completa , que  ya  seria  difícil  establecer  entre  ellas  una 
línea  de  demarcación  rigurosa;  el  mismo  lazo  une  la  química  á la  fisio- 
logía , y dentro  de  cincuenta  años  su  disyunción  será  de  todo  punto  im- 
posible.» 

Así  pensamos  nosotros  , siquiera  haya  una  cruzada  general  contra  esa 
tendencia  necesaria  : esa  cruzada  es  ficticia ; es  un  cadáver  galvanizado, 
cuyas  apariencias  de  vida  se  deben  á reacciones  interesadas  de  otra  ín- 
dole, y que  tampoco  tienen  porvenir;  la  verdad  acabará  por  triunfar,  y 
la  química  marchará  victoriosa  por  el  terreno  fisiológico , á despecho  de 
todas  las  remoras  vitalistas  que  se  esfuercen  en  arrenatarle  ese  triunfo. 

2.°  Que  la  física  y la  química  no  explican  los  fenómenos  psicológicos. — líes- 
pecio  de  este  punto  diré,  que  si  la  tísica  ni  la  química  no  explican  los  fenó- 
menos psíquicos,  tampoco  los  explica  el  vitalismo,  porque  la  explicación 
no  consiste  en  palabras  que  representen  entes  de  razón.  Decir  que  son 
fenómenos  vitales,  espirituales,  no  es  decir  nada  , no  es  explicar  nada. 
Quien  no  los  concibe  antes,  tampoco  los  concebirá  después.  Lo  que  no 
enseña  el  estudio  anatómico-fisiológico  del  sistema  nervioso  espinal , no 
lo  enseña  nada. 

Ni  la  sensación  , ni  la  percepción  ó idea  particular , ni  la  idea  general 
ó juicio  , ni  el  raciocinio,  ni  el  sentimiento,  deseo  ó aversión,  y demás 
fenómenos  nerviosos  ó propios  de  los  órganos  cerebrales  y sus  depen- 
dencias, son  explicables  por  la  física  y la  química,  como  tampoco  lo  son 
por  ninguna  otra  ciencia,  inclusa  la  misma  psicología,  en  especial  la  que 
desdeña  para  ello  la  fisiología  ; podrá  tratar  de  ellos  como  hechos,  como 
revelaciones  exteriores  de  la  acción  de  los  órganos  destinados  á esas  fun- 
ciones; mas,  darnos  razón  de  cómo  se  realizan  esos  hechos,  su  causa  ó 
razón  última,  nadie  lo  podrá  lograr.  Los  psicólogos  abstractos  dan  lástima, 
al  oirlos  hablar  de  los  fenómenos  psíquicos.  Hacer , por  lo  tanto,  de  eso 
una  objeción  para  la  física  y la  química,  es  una  impertinencia  ridicula. 

Para  semejante  impotencia  no  es  menester  acudir  á los  fenómenos  fi- 
siológicos, ni  á ios  psíquicos.  La  misma  física  y química  se  hallan  en  igual 
caso.  ¿Quién  explica  la  existencia  de  la  materia  y da  razón  de  sus  pro- 
piedades esenciales,  y hasta  de  las  accidentales?  ¿Quién  dirá  el  por  qué 


_ m — 

de  las  propiedades  del  calórico,  de  la  electricidad,  de  la  luz,  del  oxi- 
geno , del  potasio,  etc.?  ¿Quién  ha  podido  penetrar  todavía  en  la  natura- 
leza y esencia  de  los  seres  y los  cuerpos?  . 

Pues  si  esto  sucede  en  todo,  ¿á  qué  salir  con  estas  objeciones  para  ne- 
gar á la  química  y á la  física  lo  que  de  derecho  les  corresponde?  ¿Tienen 
acaso  los  físicos  y químicos  fisiólogos  la  loca  y soberbia  pretensión  de 
explicarlo  todo?  No  seguramente  : esa  soberbia  y locura  solo  es  propia  de 
los  vitalistas.  Su  filosofía,  tan  arrogante  como  impotente,  es  la  que  se 
levanta  con  tan  descabelladas  pretensiones.  Nuestra  filosofía  es  mas  mo- 
desta, puesto  que,  como  dice  Dumas,  intérprete  en  esto  de  la  escuela, 
«solo  busca  el  papel  que  desempeña  la  materia  en  la  producción  y creci- 
miento de  los  seres  organizados,  la  parte  que  toma  en  el  cumplimiento 
de  los  fenómenos  de  su  existencia  diaria  y en  las  alteraciones  que  expe- 
rimenta luego  que  viene  la  muerte.» 

Del  propio  modo  se  expresa  Berzelius.  «Aun  cuando  nuestras  investi- 
gaciones, dice,  nos  conduzcan  todos  los  dias  á nuevos  conocimientos  so- 
bre la  constitución  admirable  de  los  cuerpos  orgánicos,  será  siempre  mas 
honroso  para  nosotros  admirar  la  sabiduría  que  no  podemos  seguir,  que 
el  querer  elevarnos  á un  conocimiento  supuesto  de  cosas  que  probable- 
mente estarán  siempre  fuera  de  los  alcances  de  nuestro  entendimiento.» 

3.°  Que  tampoco  explican  la  última  razón  de  los  orgánicos. — Con  análo- 
gas razones  podemos  contestar  á la  objeción  tercera.  La  última  razón 
de  los  hechos  orgánicos  es  tan  inexplicable,  como  la  de  iodos  los  hechos 
del  mundo ; y si  la  química  es  impotente  para  ello,  no  tiene  el  presun- 
tuoso vitalismo  mas  potencia.  Que,  cuando  acaba  de  explicar  la  quí- 
mica un  hecho,  prosiga  el  vitalismo  la  tarea,  y veremos  cómo  sale  airoso 
de  su  empeño  temerario.  Que,  después  de  haber  dicho  el  químico  cómo 
con  la  respiración  muda  la  sangre  de  condiciones  físicas , químicas  y 
fisiológicas  y sostiene  la  vida , siga  el  vitalista  diciéndonos  más.  Que,  des- 
pués de  haber  dicho  el  químico  que  las  limaduras  de  hierro  ingeridas  en 
el  estómago  no  se  hacen  activas  hasta  que,  oxidadas  y unidas  á un  ácido 
que  dé  solubilidad  al  compuesto,  pasen  al  torrente  de  la  circulación  y se 
combinen  con  ciertos  principios  de  los  glóbulos  sanguíneos  , siga  el  vita- 
lista  la  explicación,  y nos  diga  por  qué  esto  reconstruye  la  sangre  y le  da 
mas  vitalidad.  Que,  "después  de  haber  dicho  el  químico  que  un  grano  de 
arsénico  se  combina  con  ciento  de  albúmina,  alterando  Jas  condiciones 
fisiológicas  de  este  principio  plástico  que  ya  no  puede  prestarse  á la  repa- 
ración de  los  órganos,  siga  el  vitalista,  y nos  diga  por  qué  el  sugeto  no 
puede  vivir  así,  y cómo  se  verifica  la  muerte.  Que,  después  de  haber  pro- 
hado el  químico  que  la  química  influye  en  la  materia  organizada,  y que, 
según  la  naturaleza  de  las  sustancias  que  pasan  á la  masa  de  la  sangre  y 
de  esta  á los  órganos,  se  notan  diferencias  en  los  fenómenos  psíquicos, 
prosiga  el  vitalista,  y nos  diga  por  qué  y. cómo  sucede  esto. 

Los  vitalistas  tendrian  derecho  á llamar  impotentes  á los  físicos  y quí- 
micos, si  viendo  que  estos  se  detienen  en  sus  explicaciones  en  determi- 
nado punto,  ellos  con  su  teoría  metafísica , no  solo  emprendiesen  la  ex- 
plicación, desde  el  principio,  de  otro  modo  mas  ventajoso,  sino  que  la  con- 
cluyesen hasta  el  fin,  dando  razón  clara  y plausible  ele  todo.  En  este  caso, 
y solo  en  este  caso,  podrian  levantarse  con  aire  de  triunfo;  no  ahora, 
j1*  antes,  ni  después,  explican  nada. 

7n  a a^ura  en  fiue  h°y  se  encuentra  la  química  orgánica,  puede  dar  ra- 
li de  muchos  mas  fenómenos  vitales  que  la  metafísica  vitalista,  y como 


m - 

dice  Chevreul , en  cuanto  se  conozcan  todos  los  principios  inmediatos* 
cuando  se  hayan  estudiado  en  sus  composiciones  y propiedades , acaso 
nos  hallaremos  en  estado  de  explicar  en  el  ser  vivo  muchos  fenómenos 
que  hasta  aquí  se  han  referido  á lo  que  se  llama  fuerza  vital.  Mas  de  dos 
mil  años  de  vitalismo  no  han  levantado  ningún  velo;  pocos  años  de  quí- 
mica orgánica  aplicada  á los  cuerpos  vivos , han  levantado  ya  muchos, 
y los  siguen  levantando  lodos  los  dias. 

En  cuanto  la  stcechiologia,  ó ciencia  de  los  principios  inmediatos,  se  ge- 
neralice entre  los  médicos,  estoy  bien  seguro  que  el  vitalismo  perderá 
todo  su  terreno  mal  conquistado,  refugiándose  tan  solo  en  lo  que  hace 
que  los  hechos  químicos  de  la  organización  no  sean  enteramente  iguales 
á los  que  se  verifican  fuera  de  ella,  más  en  la  forma  que  en  el  fondo.  Ro- 
bin  y Verdeil,  siguiendo  las  inspiraciones  de  Chevreul , han  dado  á luz 
una  obra  útilísima  en  este  sentido  ('j.  Si  en  vez  de  quimicay  física  médica, 
que,  tales  como  las  conciben  algunos,  no  conducen  al  verdadero  objeto  de 
la  instalación  de  esas  útilísimas  cátedras,  se  enseñara  la  stcechiologia, 
como  lo  mandaríamos,  si  fuéramos  gobierno,  después  de  los  estudios  de 
anatomía,  no  hallarían  tanta  ni  tan  ciega  oposición  en  ciertos  médicos  las 
aplicaciones  de  la  química  á la  fisiología,  y se  acabarían  de  una  vez  las 
objeciones  ridiculas  que  estamos  rebatiendo.  La  ignorancia  de  estas  cien- 
cias inclina  al  vitalismo  ; ser  vitalisla  es  mas  holgado;  decir  que  un  fe- 
nómeno es  vital,  siempre  es  mas  fácil  que  explicarle  por  medio  de  una 
ciencia  que  exige  largos  y penosos  estudios,  lío  he  sido  vitalista  en  otros 
tiempos,  y hasta  en  las  ediciones  anteriores  de  esta  misma  obra  he  profe- 
sado sus  doctrinas  en  muchos  puntos  , cuya  explicación  he  visto  después 
clarísima  por  medio  de  las  teorías  químicas,  liechos  que  no  comprendía 
y que  me  parecían  arcanos,  los  he  visto  luego  tan  claros  como  la  luz  del 
sol.  Que  explique  un  vitalista  muchos  hechos  que  ya  llevo  tratados  y 
otros  de  que  trataré,  y veremos  cómo  sale  airoso  de  su  empeño. 

4.°  Que  los  pulmones  no  son  un  fogon. — Respecto  á la  cuarta  objeción  , ó 
sea  que  los  pulmones  no  son  un  íogon  ó un  horno,  diré  que  en  verdad 
no  lo  son  , tomándolos  en  el  rigor  de  la  palabra  y en  la  forma  de  cons- 
trucción y materiales  del  horno;  mas  atendiendo  á la  combustión  que  en 
uno  y otro  se  efectúa , hay  muy  poca  diferencia,  y si  no  la  fundamos  en 
los  grados , ninguna. 

En  un  fogon  y en  el  pulmón , el  oxígeno  obra  sobre  el  carbono  de  la 
materia  que  encuentra , y le  quema , dando  lugar  á un  producto  entera- 
mente igual  al  ácido  carbónico  y al  calórico  termomélrico,  lo  cual  prueba 
hasta  la  última  evidencia  que  este  acto  químico  se  verifica  bajo  la  depen- 
dencia de  las  mismas  leyes  , agentes  y tuerzas. 

A los  que  les  repugne  asemejar  al  animal  á un  aparato  de  combustión, 
que  lean  las  luminosas  lecciones  de  Dumas  y Boussingault , tituladas  Es- 
tática química , y que  rebatan  los  hechos  en  que  estos  dos  ilustrados  quí- 
micos apoyan  sus  aserciones. 

No  solo  podrán  convencerse  de  que  la  respiración,  hecho  vital  esen- 
cialísimo,  es  una  combustión,  aunque  lenta,  sino  que  les  será  fácil  per- 
suadirse á que  nunca  han  estado  tan  bien  marcadas  las  verdaderas  dife- 
rencias entre  el  animal  y el  vegetal,  como  desde  que  se  han  hecho  á la 
respiración  aplicaciones  de  las  ciencias  físicas  y químicas. 

(()  Traite  de  chúme  anatomique  el  physiolugique  nórmale  et  palologiqve,  ou  des  principes  imme- 
iialei  normana}  el  morbides  qui  conslituenl  le  corpt  de  Vhomme  et  des  mammifires,  3 volumen**. 

TOXICOLOGIA. — 15 


— 2á6  - 

Los  autores  de  fisiología  que  no  dan  á la  química  la  debida  parte  en  la 
producción  de  los  fenómenos  vitales,  establecen  las  diferencias  entre  los 
animales  y vegetales  de  un  modo  vago,  que  no  los  determinan  bien.  Hé 
aquí  el  cuadro  de  Magendie , quien  en  esto  se  iguala  á los  vitalistas. 


VEGETALES. 

Estén  fijos  en  el  suelo. 

Tienen  el  carbono  por  base  principal  de  su 
composición. 

Están  compuestos  de  cuatro  ó cinco  ele- 
..  mentos. 

Encuentran  y toman  alrededor  de  sí  sus  ali- 
mentos. 


ANIMALES. 

Se  mueven  en  la  superficie  de  la  tierra. 
Tienen  el  ázoe  por  base  de  su  composición. 

Están  á menudo  compuestos  de  ocho  ó diez 
elementos. 

Tienen  necesidad  de  obrar  sobre  los  alimen- 
tos para  que  los  nutran. 


El  cuadro  de  Adelon  es  por  el  estilo.  Lo  propio  podríamos  decir  del  de 
Muller,  aunque  algo  mas  extenso  y mejor  establecido.  Sin  embargo,  nin- 
guno de  esos  iguala  al  de  Dumas  y Boussingault , que  es  como  sigue : 


ANIMAL. 

APARATO  DE  COMBUSTION. 
Locomotor. 

Qu#ma  carbono. 

— hidrogeno. 

— amonio. 

Ecchala  acido  carbónico. 

— agua. 

— óxido  de  amonio. 

■ — ázoe. 

Consume  oxígeno. 

— materias  azoadas  neutras. 

— grasas. 

— féculas,  azúcares,  gomas. 

Produce  calor. 

— electricidad. 

Vuelve  sus  e e mentos  al  aire  y á la  tierra. 
Transforma  las  materias  orgánicas  en  mate- 
rias minerales. 


VEGETAL. 

APARATO  DE  REDUCCION. 

Inmóvil. 

Reduce  carbono. 

— hidrogeno. 

• — ■ amonio. 

Fija  ácido  carbónico. 

— agua. 

— óxido  de  amonio. 

— ázoe. 

Produce  oxígeno. 

— materias  azoadas  neutras. 

— grasas. 

— féculas,  azúcares,  gomas. 

Absorle  calor. 

Atrae  electricidad. 

Toma  sus  elementos  al  aire  ó ó la  tierra. 
Transforma  las  materias  minerales  en  orgá' 
nicas. 


Este  solo  cuadro,  resúmen  del  escrito  de  Dumas  y Boussingault,  pres- 
cindiendo ahora  de  algunas  objeciones,  que  se  ie  pueden  hacer,  por  su  ca- 
rácter absoluto,  en  punto  á consumir  y producir  oxígeno  (!),  basta  y so- 
bra para  dar  á comprender,  no  solo  las  verdaderas  y profundas  diferen- 
cias entre  el  animal  y el  vegetal,  sino  cuán  fuera  de  lugar  es  suponer 
que  la  vida  reconoce  una  tuerza  diferente  de  las  fuerzas  tísicas  y quími- 
cas, puesto  que  en  el  animal  es  donde  debería  encontrarse  mas  categó- 
rica y terminante  en  su  poder  formador,  y vemos  que  es  todo  lo  contra- 
rio; vuelve  sus  alimentos  al  aire  y á la  tierra , formando  compuestos  cada  vez 
menos  complexos  , muertos  ; transforma  las  materias  orgánicas  m minerales , en 
tanto  que  el  vegetal,  mas  aproximado  á los  cuerpos  11101  gánicos , toma 
los  elementos  del  aire  y de  la  tierra , y transforma  los  minerales  en  sustancias 
orgánicas ; les  da  vida. 

Con  lodo  su  poder  vital,  los  animales  consumen  ó destruyen  oxigeno , ma- 
terias azoadas  neutras , grasas,  féculas,  azúcares  y gomas;  en  tanto  que 
quien  produce  todo  esto,  organizando  elementos  sm  vida,  son  los  vegeta - 


. tí  Véanse  las  bellas  reflexiones  de 

•iguientes. 


Moleschott,  Cinulacion  de  la  tuda,  tomo  1,  pág.  fifi  y 


— 227  - 

les.  ¿Qué  dirán  á esto  los  vitalistas  psíquicos,  los  que  consideran  estos 
actos  como  manifestaciones  del  alma  pensadora ? 

De  quemar  carbono,  hidrógeno  y ázoe,  viene  ese  calor  animal  que 
todo  sér  de  este  remo  produce,  tanto  mas,. cuanto  mas  respire.  ¿Qué 
más  se  necesita  para  ver,  entre  la  función  de  los  pulmones  y la  de  cual- 
quier otro  aparato  de  combustión,  suiicientes  analogías  y semejanzas  para 
reducir  á la  nada  ia  eníálica  objeción  que  contestamos?  Cuando  se  com- 
para una  locomotora  á un  animal,  hay  masque  una  imágen  poética;  hay 
un  fondo  de  verdad  que  descansa  en  fenómenos  idénticos. 

5.°  Que  el  estómago  no  es  una  retorta.—  No  es  menos  ridiculamente  enfá- 
tica la  frase  sacramental  de  todo  vitaiista;  el  estómago  no  es  una  retorta. 
Cierto  que  no  es  de  barro,  vidrio,  platino  ó porcelana,  como  las  que  se 
usan  en  ios  laboratorios;  se  diferencia,  en  cuanto  á la  materia  de  que  está 
formado  ; mas , en  cuanto  á las  funciones  digestivas , ¿qué  otra  cosa  es 
sino  una  verdadera  retorta?  Hasta  tiene  su  forma  con  dos  tubuluras;  una 
destinada  á la  entrada , y otra  á la  salida  de  los  materiales  que  experi- 
mentan en  el  interior  de  ese  órgano  transformaciones  verdaderamente 
químicas , puesto  que  se  forman  nuevos  cuerpos. 

1N0  soio  se  puede  considerar  el  estómago  como  una  retorta  , sino  todo 
el  aparato  digestivo,  como  un  verdadero  aparato  químico  destinado  á di- 
solver y melamorfosear  sustancias,  las  que,  tales  como  bajan  por  el  esó- 
fago, no  son  aptas  para  pasar  á la  masa  de  la  sangre,  y de  consiguiente, 
no  lo  son  para  nutrir. 

La  masticación  y sus  órganos  empiezan  á vencer  los  sólidos  ó la  cohe- 
sión de  los  alimentos  ; los  malaxan , para  que  los  disuelva  mejor  el  jugo 
gástrico,  y acto  continuo  empieza  la  acción  transformadora  de  la  saliva 
sobre  las  féculas , aunque  en  poca  cantidad,  empezándolas  á mudar  en 
glucosa;  bajan  al  estómago,  y la  pepsina  modifica  los  principios  albumi- 
noídeos  , para  volverlos  mas  solubles  y absorbibles  por  los  vasos  quilífe— 
ros:  lo  que  allí  no  puede  transformarse,  se  transforma  en  el  duodeno, 
donde  hay  el  jugo  pancreático,  que  ha  de  metamorfosear  las  féculas,  trans- 
formándolas en  dextnna  y glucosa ; el  moco  de  los  intestinos  completa 
esta  función,  y ia  bilis  prepara  ó vuelve  absorbibles  por  las  vellosidades 
de  los  intestinos  y los  vasos  quilíferos,  los  principios  crasos  y oleosos, 
emulsionándolos  y haciéndoles  sufrir  mudanzas  aptas  para  el  paso  de 
esas  sustancias  á la  sangre. 

Hé  aquí  las  diferencias  de  esa  retorta  animal.  Así  como  las  minerales 
se  limitan  á contener;  el  tubo  digestivo,  además  de  contener,  da  reactivos 
y facilita  ia  salida  , ya  por  sus  paredes,  ya  por  su  tubulura  inferior,  á 
los  productos  de  las  reacciones  que  en  el  hueco  del  órgano  se  realizan. 

Añadamos  á estas  reflexiones,  que  por  sí  solas  bastan  para  destruir  la 
pretendida  tuerza  de  ia  objeción  que  combatimos,  que,  para  efectuar  las 
transformaciones  de  ios  alimentos,  no  se  necesita  ei  estomago  ni  el  duo- 
deno. Ln  vasos  muertos , en  utensilios  de  laboratorio , empleando  los 
mismos  elementos  y demás  circunstancias  que  en  este  acto  químico  orgá- 
nico concurren,  se  consigue  igual  lenómeno.  Las  digestiones  artificiales 
ya  no  son  hechos  dudosos  en  la  ciencia. 

(h°  Que  la  ¡mea  y la  química  no  hacen  sangre,  ni  quilo  , etc.—  Cuando  no 
pueden  negar  la  evidencia  de  estos  hechos,  insisten  los  vitalistas  obceca- 
dos, diciendo  lo  que  envuelve  la  objeción  sexta;  esto  es,  que  ja  química 
no  hace  sangre  , ni  bilis,  ni  moco,  ni  gasterasa,  ni  leche  , ni  otros  hu- 
mores y principios  inmediatos , ni  tejidos , ni  fibras , ni  glóbulos , ni  gra- 


— SÍ8  - 

nutaciones,  ni  celdillas,  en  cuya  vida  y actividad  reside  la  fuera  vital» 
á la  que  en  vano  traía  de  imitar  el  químico  con  sus  reactivos , no  sig- 
nificando nada  sus  digestiones  artificiales  , puesto  que  siempre  ha  de  ser- 
virse como  reactivos,  de  los  humores  suministrados  por  el  tubo  digestivo. 

Esta  objeción  es  de  una  ceguedad  notoria.  Es  igual  á lo  que  decia 
J.  J.  Rousseau:  «Que  haga  el  químico  harina.»  Para  hacer  harina  no  se 
necesita  ser  químico;  basta  ser  molinero.  Los  molineros  hacen  harina  por 
quintales  ó toneladas  todos  ios  días.  Sí , replicarán;  pero  es  porque  tie- 
nen trigo  ; que  hagan  trigo.  Los  labradores  le  hacen  todos  los  años, 
echando  unos  cuantos  granos  al  suelo.  Sí,  insistirán  ; pero  que  le  hagan 
brotar  del  suelo  sin  sembrar  semillas;  que  le  hagan  con  sus  ácidos  y sus 
sales,  sus  copas  y sus  retortas.  Entonces  decid  que  el  químico  es  impo- 
tente para  todo ; 'porque  si  no  le  dais  materias  primeras,  y aparatos  y 
reactivos  para  formar  cuerpos  simples  ó compuestos,  no  hará  nada.  Para 
la  formación  de  los  compuestos,  no  crea  los  simples.  Los  halla  en  la  na- 
turaleza, y los  extrae,  y luego  los  combina. 

El  químico  que  mete  en  una  retorta  ciertos  cuerpos,  y por  medio  del 
calor  obtiene  este  ó aquel  producto,  gaseoso,  líquido  ó sólido,  simple  ó 
compuesto,  hace  una  cosa  análoga  á lo  que  el  labrador,  que  para  obte- 
ner trigo,  siembra  en  la  tierra  algunos  granos  de  esa  gramínea : el  quí- 
mico no  hace  mas  que  poner  ciertas  materias  en  esfera  de  actividad  , y 
en  condiciones  propias  para  que  aquellas  desplieguen  sus  propiedades 
químicas  debidas  á su  naturaleza;  el  labrador  no  hace  más  tampoco  que 
colocar  el  trigo  en  la  tierra , procurándole  las  condiciones  que  necesita 
para  germinar  y desplegar  las  propiedades  que  tiene  de  desenvolverse  al 
influjo  del  sol  y del  agua , y de  tomar  para  su  vegetación  los  principios 
nutritivos  que'halla  en  la  tierra.  Así  como  el  químico,  sin  materias,  apa- 
ratos y carbón  no  hará  un  cuerpo;  así  el  labrador,  sin  semilla,  tierra, 
agua  y sol , no  hará  trigo. 

¿De  que  el  químico  no  pueda  hacer  principios  inmediatos  orgánicos, 
ni  elementos  anatómicos,  ni  tejidos  con  ellos,  se  ha  de  seguir  lógica- 
mente que  la  formación  de  esos  principios  y elementos  se  deba  á accio- 
nes ó fuerzas  diferentes  de  las  físicas  y químicas?  ¿Ilace,  por  ventura,  el 
químico  todos  los  reactivos  minerales?  ¿Hace  los  cuerpos  simples?  Si- 
quiera haga  muchos  compuestos,  ¿hace  sus  elementos?  ¿Y  quién  dedu- 
cirá lógicamente  de  que  no  haga  los  reactivos  inorgánicos , que  las  reac- 
ciones obtenidas  no  se  deben  á fuerzas  químicas?  Pues  si  aquí  no  es  ló- 
gica la  consecuencia,  tampoco  lo  es  en  el  otro  caso.  Esta  objeción  no 
puede  ser  mas  impertinente,  ni  mas  necia. 

Hay  más ; el  químico  en  esta  parte  tiene  por  lo  meaos  tanta  fuerza 
como  el  organismo,  puesto  que  ha  llegado  á formar  principios  inmedia- 
tos que  antes  se  consideraban  como  patrimonio  ó privilegio  exclusivo  de 
los  animales ; al  paso  que  estos  se  hallan  imposibilitados  para  formar,  ni 
los  elementos  químicos  de  lodos  sus  productos  orgánicos,  ni  muchos 
principios  inmediatos. 

Acabamos  de  ver  que  los  animales  consumen , que  no  producen  materias 
azoadas  neutras,  grasas,  féculas  , azúcares  y gomas.  Ningún  animal  hace 
fibrina  , albúmina  ni  caseina.  Siquiera  la  respiración,  oxidando  los  albu- 
minoídeos  vegetales  ó la  albúmina  con.  que  se  han  formado,  durante  la 
digestión  , los  modifique;  siempre  resulta  que  quien  empieza  á elaborar 
esos  principios  plásticos,  es  el  vegetal.  Quitad  los  vegetales  de  la  tierra, 
y todos  los  animales  perecerán.  La  primitiva  formación  de  eso»  princi- 


- m - 

píos  inmediatos  es  exclusivo  privilegio  de  los  vegetales ; de  esos  séres 
que,  si  tienen  fuerza  vital,  debe  alejarse  menos  de  las  químicas  que  la 
de  los  animales  que  distan  más  del  mineral,. 

Si,  pues,  los  animales  son  también  impotentes  para  hacer  primitiva- 
mente principios  inmediatos  , y de  esto  se  ha  de  seguir  que  no  son  quí- 
micas las  reacciones  que  efectúan  , los  mismos  vitaíistas  proclaman  que 
no  es  diferente  de  las  fuerzas  químicas  la  que  preside  las  reacciones  de 
los  principios  inmediatos  animales  y los  elementos  de  que  constan. 

Por  último,  si  años  atrás  la  química  orgánica  no  habia  podido  hacer 
ningún  principio  inmediato  orgánico,  hoy  ya  hace  algunos,  y esperamos  á 
que  con  el  tiempo  haga  más.  La  Química  orgánica  fundada  sobre  la  síntesis, 
ae  Marcelino  Bertthelot , por  sí  sola  basta  para  probar  esta  verdad.  Son 
ya  numerosos  los  compuestos  orgánicos  que  la  química  produce  directa- 
mente. Pero , para  la  cuestión  actual , lo  mismo  da  uno  que  ciento , y 
mil.  Quien  hace  un  cesto  hace  ciento,  dice  un  refrán  vulgar  que  es  apli- 
cable á nuestro  caso. 

Si  se  considera  privilegio  exclusivo  de  la  fuerza  vital  formar  principios 
inmediatos  orgánicos,  desde  el  momento  que  la  química  haga  uno,  el 
privilegio  caducó.  Aun  cuando , pues , no  hubiese  mas  que  la  urea  y la 
proteina , por  ejemplo,  quedaría  destruida  toda  la  doctrina  del  vitalismo 
sobre  este  punto. 

Carburos,  alcoholes  y sus  derivados,  goma,  ácido  láctico,  oxálico, 
pectina,  azúcar,  proteina,  etc. ; hé  aquí  unos  cuantos  productos  orgáni- 
cos que  el  arte  sabe  ya  hacer,  transformando  otros  productos.  Diréis  que 
estos  proceden  del  reino  orgánico.  Mas , en  primer  lugar,  la  química  ya 
lo  hace  directamente;  la  síntesis,  fundada  en  los  mismos  principios  que 
la  análisis,  combina  los  elementos  y obtiene  productos,  que  antes  solo  se 
obtenían  por  medio  de  metamórfosis  provocadas  en  sustancias  orgánicas; 
en  segundo  lugar,  ¿qué  otra  cosa  hacen  los  vegetales  y los  animales  que 
formar  sus  humores  de  productos  que  les  vienen  de  fuera  , que  ellos  no 
hacen  ni  pueden  hacer?  Ninguno  de  los  elementos  químicos  ae  los  prin- 
cipios inmediatos  se  produce  radicalmente  en  la  organización;  todos,  sin 
excepción,  vienen  de  fuera;  los  animales  no  forman  ningún  principio  or- 
gánico; directamente  los  toman  de  las  plantas,  y con  la  digestión  y la 
respiración  los  transforman  ; por  lo  tanto,  el  químico  y la  organización, 
ó la  pretendida  fuerza  vital , se  hallan  en  igual  caso. 

Que  los  químicos  descubran  las  circunstancias  necesarias  para  formar 
un  cuerpo  , tanto  orgánico  como  inorgánico,  y le  formarán. 

Por  saber  cómo  se  debe  hacer  obrar  un  átomo  ó dos  de  oxígeno  sobre 
otro  de  carbono , hacen  óxido  de  carbono  y ácido  carbónico ; por  no  sa- 
ber antes  cómo  se  unen  dos  de  oxígeno  y dos  de  carbono , no  hacían  di- 
rectamente ácido  oxálico  y otros  compuestos  de  oxígeno  y carbono , en 
los  que  entran  mas  átomos  de  uno  y otro  elemento. 

No  hacen  carbono  amorfo,  porque  no  pueden  crear  materia;  tampoco 
hacen  diamantes , porque  no  conocen  mas  medios  de  hacer  cristalizar  un 
cuerpo  que  , disolviéndole  ó fundiéndole,  y el  carbono  es  insoluble  é in- 
fusible. El  dia  que  lo  descubran , harán  diamantes. 

Y de  que  no  puedan  hacer  diamantes,  de  que  los  haga  la  naturaleza, 
¿se  podrá  deducir  lógicamente  que  no  es  físico  ó químico  el  hecho;  que 
la  cristalización  del  carbono  se  debe  á una  fuerza  vital?  De  que  el  físico 
no  haga  una  nube,  granizo,  nieve,  una  aurora  boreal,  etc. , ¿se dedu- 
cirá ¿}ue  esos  fenómenos  no  son  físicos?  No  hay  nada  mas  ilógico  que  ha- 


— 230  — 

cer  depender  la  naturaleza  de  un  fenómeno,  de  la  posibilidad  del  hombre 
para  determinarle  ó producirle.  . 

El  bicloruro  de  mercurio,  por  ejemplo,  sena  un  producto  químico  para 
el  químico  que  sabe  prepararle;  seria  un  producto  vital  para  el  profano 
que  no  sabe  preparar  el  sublimado.  Hé  aquí  la  ridicula  lógica  de  los  que 
deducen  naturaleza  diferente , para  la  formación  de  los  principios  inme- 
diatos orgánicos,  de  los  elementos  anatómicos  y de  los  humores  y tejidos; 
porque  el  químico  no  sabe , y no  puede  formarles. 

7."  Que  hay  antagonismo  entre  las  leyes  físicas  y químicas , y las  vitales.  — 
En  el  estudio  que  tengo  hecho  de  los  fenómenos  de  la  vida,  no  debido  á 
vanas  especulaciones,  sino  á la  mas  rigurosa  análisis  de  hechos,  todos 
experimentales,  y que  cada  uno  puede  repetir  á saciedad,  no  solo  no  he 
visto,  ni  hallado  ninguna  fuerza  antagonista  de  las  físicas  y químicas;  esto 
es,  oponiéndose  á la  acción  de  la  luz,  del  calórico,  del  eléctrico,  del 
magnético  , del  aire , del  agua , etc. , etc. , sino  todo  lo  contrario  : una 
armonía  completa.  La  vida  del  vegetal  y del  animal  no  se  sostiene  ni 
puede  sostener  sin  la  concurrencia  de  todos  esos  agentes.  A ellos  deben 
la  existencia.  Cuando  su  relación  con  la  cantidad  previamente  establecida 
por  el  autor  de  esas  organizaciones  es  mayor  ó menor  de  la  que  deben  te- 
ner; cuando  hay  falta  ó exceso  en  sus  proporciones  naturales,  esos  agentes 
atacan  esas  organizaciones,  las  trastornan  , las  matan.  Eso  no  es  antago- 
nismo, ni  de  cien  leguas.  Eso  es  armonía.  Aun  cuando  resultase  que  los 
organismos  vegetales  y animales  se  rigiesen  por  fuerzas  esencialmente 
diversas  de  las  físicas  y químicas,  no  habría  antagonismo,  sino  consensus 
unus ; común  acuerdo  para  sostener  la  vida,  conservar  la  salud  y reco- 
brarla, cuando  perdida. 

Es  una  falsedad  notoria,  y que  ningún  hecho  demuestra,  afirmar  que 
una  organización  se  oponga  á la  acción  de  la  luz,  del  calórico,  del  eléc- 
trico, magnético,  oxígeno  y demás  agentes  que  llaman  á sus  puertas. 
No  hay  semejante  oposición  ; primero , porque  ya  llevo  dichoque  necesita 
de  esos  agentes  para  vivir,  y seria,  por  cierto,  extraño  que  luchara  con 
lo  que  la  sostiene;  y segundo,  porque  brotan  , á granel,  los  hechos  que 
manifiestan  lo  contrario. 

Los  órganos  de  los  sentidos  están  dispuestos  según  las  reglas  de  la  fí- 
sica : el  ojo  es  un  aparato  óptico ; el  aparato  locomotor  está  organizado 
con  arreglo  á los  principios  de  la  mecánica , de  la  dinámica  y la  estática; 
el  aparato  circulatorio  sigue  los  de  la  hidráulica ; el  respiratorio  y diges- 
tivo está  según  las  leyes  de  la  química. 

¿En  qué  se  opone  la  organización  viva  á la  acción  del  oxígeno?  ¿No 
se  combina  con  el  carbono  de  la  sangre  y de  los  órganos  para  formar 
ácido  carbónico?  ¿Qué  mas  hace  con  el  carbón  de  las  fraguas? 

¿En  qué  se  opone  á la  acción  de  los  demás  agentes  químicos? 

Las  sales  de  plata  se  alteran  á la  luz.  ¿No  habéis  oido  decir  que  á los  que 
toman  el  nitrato  de  plata  al  interior  se  les  tiñe  la  piel?  ¿No  veis  las  alte- 
raciones que  la  luz  produce  en  la  epidermis  de  los  que  se  exponen  al  sol? 

¿En  qué  se  opone  el  desarrollo  de  calórico  debido  á la  oxigenación  de 
la  sangre,  al  de  este  dinamídeo , con  la  percusión  y frotación?  Una  bofe- 
tada, los  azotes,  las  fricciones,  ¿no  desenvuelven  calor? 

Las  plañías,  á la  sombra,  están  lácias  y marchitas;  las  personas,  en 
lugares  húmedos  y sombríos , se  vuelven  escrofulosas. 

¿A.  qué  ley  de  la  gravedad  faltan  los  vegetales,  animales  y el  cuerpo  del 
hombre?  ¿Qué  presentan  estos , en  "punto  á cohesión , que  sea  radical- 


- «31  - 

mente  diferente  délo  que  presentan  los  animales?  ¿Cuántas  no  son  las 
analo°ías  del  sistema  nervioso  con  los  aparatos  eléctricos?  Y la  química 
viviente,  ¿en  qué  se  diferencia  de  la  de  los  minerales?  ¿No  sigue,  las 
mismas  leyes?  ¿En  qué  se  diferencia  el  ácido  carbónico  formado  en  el 
veqetal  y animal  del  que  se  forma  en  un  fogon , del  que  brota  de  un  pozo, 
de  un  manantial  de  aguas  carbónicas? 

No  acabaría  nunca  si  quisiera  citar  hechos  para  probar  que  el  cuerpo 
vivo  no  es  un  obstáculo  jamás  para  que  despleguen  su  acción  propia  los 
agentes  exteriores,  tanto  físicos  como  químicos.  . 

Diréis  que  después  de  la  muerte , las  fuerzas  físicas  y químicas  se  apo- 
deran de  la  organización , y la  destruyen ; lo  cual  prueba  que  les  falta  la 
antagonista  que  se  oponia  á su  acción  devastadora. 

Todo  eso  , por  mas  que  esté  consignado  en  las  obras  de  muchos  y muy 
graves  autores,  es  un  tejido  de  errores  é inexactitudes. 

Las  fuerzas  físicas  v químicas  obran  tanto  en  vida  como  en  muerte;  si 
los  resultados  son  diferentes,  es  porque  también  lo  son  las  circunstan- 
cias. Desde  que  cesa  la  respiración , la  temperatura  y la  electricidad  del 
cuerpo  han  sufrido  modificaciones  profundas.  ¿Y  os  parece  esto  poco  para 
quesean  tan  diversos  los  resultados  químicos?  Yra  es  preciso  no  haber 
entrado  jamás  en  un  laboratorio,  ó no  haberse  ocupado  nunca  en  hechos 
químicos  para  decirlo. 

ft  La  putrefacción  no  es  un  acto  mas  químico  que  la  fermentación  y la  ca- 
tálisis; pues  catálisis  v fermentaciones  hay  en  el  vivo,  sin  que  se  oponga 
á ello  el  organismo.  Todos  los  actos  de  asimilación  y desasimilacion ; to- 
das las  transformaciones  de  materias  que  se  realizan  en  el  vivo  son  actos 
químicos , los  cuales , por  lo  mismo  que  son  constantes  y necesarios  á la 
vida,  excluyentodaidea.de  antagonismo  ú oposición  por  parte  de  las 
fuerzas  vitales.  La  vida  consiste  precisamente  en  ese  cambio  incesante  de 
materia ; sin  esto  es  aquella  imposible. 

El  oxígeno,  que,  durante  la  vida,  la  sostiene,  oxida  los  principios 
alimenticios  cada  vez  más , volviéndolos  primero  mas  orgánicos,  y luego 
desorganizándolos,  haciéndolos  pasar  á un  estado  cada  vez  mas  sencillo, 
mas  mineral  de  composición.  En  la  muerte,  sigue  desplegando  la  misma 
acción;  oxida  las  materias  del  cadáver  y le  pudre,  llevándolos  también 
al  estado  mineral. 

No  solo  no  he  visto  antagonismo,  sino  que  en  ninguna  función,  en  nin- 
gún acto  químico  y físico  de  la  economía,  he  podido  hallar  un  hecho  solo 
que  autorice  la  existencia  de  fuerzas , esencialmente  diferentes  de  las  que 
rigen  el  reino  mineral. 

El  estudio  de  los  principios  inmediatos,  hecho  por  Robín  y Verdeil, 
pone  de  manifiesto  que  tienen  caractéres  de  orden  matemático,  número, 
forma  , volumen  , situación  , etc. ; de  órden  físico,  solidez  , liquidez  , vola- 
tilidad, poros,  propiedades  ópticas,  etc. ; de  órden  organoléptico , impre- 
sionan nuestros  sentidos  de  un  modo  que  les  es  particular;  de  un  órden 
químico , puesto  que  son  ácidos  alcalinos,  neutros,  con  diversos  fenóme- 
nos moleculares  de  composición  y descomposición ; de  órden  orgánico , en 
fin , liquidez  ó semiliquidez,  disolución  recíproca  de  unos  en  otros,  soli- 
dez ó semisolidez  especial , mientras  permanecen  en  la  economía , etc. 

Estos  últimos  caractéres  están  bajo  la  dependencia  de  los  hechos  quí- 
micos ; y lo  único  que  los  separa  de  estos , que  no  deja  confundirlos  com- 
pletamente con  ellos , al  decir  de  algunos,  es  el  que  tengan  mayor  grado 
de  complicación,  mas  principios  constitutivos,  mas  instabilidad  de  existen- 


— 434  — 

cía  mas  facilidad  de  descomposición  para  formar  las  sustancias  del 
cuerpo  /Pero  basta  eso,  que  es  pura  graduación  , para  establecer  dife- 
rencias radicales  de  naturaleza?  Yo  no  lo  creo;  y si  esto  valiera , armado 
con  esa  lógica,  iria  invadiendo  el  terreno  hácia  el  reino  inorgánico  , y ha- 
bía de  acabar  con  la  existencia  de  las  fuerzas  físicas  y químicas.  Jamás 
los  grados  de  complicación,  en  la  formación  de  un  cuerpo,  con  su  mayor 
ó menor  estabilidad  de  existencia,  probarán  naturaleza  diferente  en  las 
fuerzas  que  unen  sus  principios.  Al  contrario;  eso  es  una  prueba  mas  de 
que  esas  fuerzas  son  las  del  reino  inorgánico;  porque  es  una  ley  bien  co- 
nocida de  esas  fuerzas,  que  cuantos  mas  elementos  contiene  un  cuerpo, 
menos  estable  es ; cuantos  mas  equivalentes  tiene  de  algunos  de  ellos  , le 
sucede  otro  tanto.  lié  aquí,  pues,  una  ley  del  reino  inorgánico  flagrante 
en  el  orgánico  como  otras  muchas. 

8.’  Que  la  física  y la  química  no  pueden  servir  de  base  para  una  doctrina 
general.  — Réstanos,  finalmente,  hacernos  cargo  de  la  última  objeción  del 
vitalismo;  esto  es,  que  siendo  impotente  la  física  y la  química  para  ex- 
plicarlo todo , es  necesario  apelar  á un  hecho  radical  sintético  que  los 
encierre  todos  y resuelva  todos  los  problemas , lo  cual  está  solo  reservado 
al  vitalismo,  según  sus  obcecados  partidarios. 

Esta  objeción  es  una  idea  de  moda,  de  mas  ruido  que  fondo.  Los  filó- 
sofos andan  en  busca  de  esa  verdad  universal , á la  manera  de  Descar- 
tes, para  deducir  de  allí  todas  las  demás  verdades,  que  es,  como  si  di- 
jéramos, la  matriz;  y si  ya  no  supiéramos  lo  que  da  de  sí  esta  loca  pre- 
tensión, por  los  pocos  lisonjeros  resultados  de  cuantos  lo  han  intentado, 
bastaría  discurrir  un  poco  sobre  ello , para  ver  que  esta  idea  se  parece  á 
la  de  la  cuadratura  del  círculo  y del  movimiento  continuo. 

Al  refutar  á los  filósofos  alemanes,  que  son  los  que  mas  han  generali- 
zado esa  pretensión  cartesiana,  dice  con  mucho  acierto  nuestro  Balmes, 
que  semejantes  matrices  no  existen.  Estamos  de  acuerdo  en  esta  parte 
con  este  filósofo , siquiera  disintamos  en  otros  muchos  pasajes  de  sus 
obras  filosóficas. 

Si  el  afan  de  los  vitalistas,  á lo  Auber,  que  aspiran  á la  verdad  matriz 
ó sintética,  general,  que  domine  todos  los  hechos,  es  realmente  buscar 
una  concepción  unitaria;  ellos  han  de  ser  los  primeros  en  negar  la  exis- 
tencia de  fuerzas  diferentes  de  las  físicas  y químicas , puesto  que,  estu- 
diando atentamente  la  naturaleza,  no  lardarán  en  ver  que  la  tendencia  de 
esta,  en  cuanto  á las  causas,  es  á la  unidad;  así  como,  en  cuanto  á los 
efectos  es  al  infinito;  verdad  que  hemos  demostrado  también  en  nuestro 
Exámen  critico  de  la  Homeopatía  , donde  apenas  hay  cuestión  capital , tanto 
en  filosofía  como  en  medicina  , que  no  hayamos  agitado. 

Los  que  explicamos  los  fenómenos  vitales  por  las  leyes  físicas  y quími- 
cas , nos  aproximamos  más  á la  verdad  matriz , á la  unidad  de  concep- 
ción , al  sistema  general  que  todo  lo  abrace,  que  no  esos  filósofos  incon- 
secuentes , que  no  saben  ver  sino  fuerzas  especiales  para  cada  fenómeno 
que  ofrezca  alguna  modificación,  más  en  la  forma  que  en  el  fondo  , y en 
las  circunstancias  en  medio  de  las  cuales  se  realizan , que  no  en  las  cau- 
sas que  los  producen. 

En  cuanto  á que  el  vitalismo,  ó la  suposición  de  que  la  fuerza  vital  sea 
^ad  matriz  que  todo  lo  explique , no  tengo  nada  que  decir ; ya  he 
' explica  nada  , que  nada  puede  explicar,  porque  todo  des- 
^nposicion,  en  una  creación  ontológica  absurda,  en 
' «e  dan  los  atributos  de  un  ser  concreto , que  es 


- $33  - 

lo  mas  contrario  á toda  buena  filosofía.  Pase  en  poesía  como  imágen; 
mas  en  ciencia , es  una  falta  capital. 

No  es  la  mejor  filosofía  la  que , para  descubrir  las  verdades  concedidas 
á la  capacidad  humana , sienta  una  verdad  general  como  la  madre  de  to- 
das, encerrándolas  en  su  seno,  como  suponen  que  encierra  la  semilla  y 
el  huevo  todos  los  séres  que  pueden  dar,  los  que  siguen  la  teoría  del  en- 
cajonamiento. Los  que  han  dado  en  la  flor  de  andar  á caza  de  esas  ver- 
dades, no  han  dejado  ejemplos  dignos  de  imitación.  Desde  Platón  y Aris- 
tóteles, que  proclamaron  ese  método  sintético,  hasta  Descartes,  que  le 
reprodujo  en  el  siglo  xvn,  ¿qué  ventajas  ha  reportado  á las  ciencias  en 
general,  y sobre  todo  á la  medicina? 

Cuando  los  filósofos  modernos  han  convenido  ya  en  que  la  análisis  es 
indispensable  hasta  para  sentar  esa  verdad  sintética,  bien  han  dejado 
comprender  que  el  método  baconiano  lleva  inmensas  ventajas  á todos  los 
conocidos  para  descubrir  la  verdad,  tanto  general , como  concreta. 

Y es,  por  cierto,  una  cosa  rara.  Los  vitalistas  se  llaman  hipocráticos; 
uno  de  los  grandes  méritos  que  encuentran  en  Hipócrates  es  su  espíritu 
de  observación,  su  horror  á los  sistemas;  y,  sin  embargo,  los  vitalistas 
no  son  los  mas  amigos  del  método  baconiano,  que  es  todavía  mas  amigo 
de  la  experiencia , de  la  observación  particular,  que  Hipócrates,  y andan 
en  busca  de  una  verdad  sintética,  como  Descartes,  y la  sientan  sin  el 
prévio  estudio  de  los  hechos  particulares. 

Si  antes  de  formular  su  principio  radical,  se  tomaran  el  trabajo  de  ana- 
lizar uno  por  uno  todos  los  actos  de  la  vida ; si  mas  amigos  de  los  he- 
chos y de  su  minucioso  estudio,  que  de  las  hipotéticas  creaciones  de  una 
fantasía  libre,  y poco  cuidadosa  de  datos  fijos,  hubiesen  examinado  bien, 
particular  por  particular,  cómo  se  conduce  lo  mas  visible  y palpable  de 
nuestra  organización  , y lo  único  que  nos  es  dado  conocer;  esto  es,  su 
parte  material,  cuando  se  pone  en  contacto  con  los  agentes  exteriores; 
seguramente  que  la  verdad  general , base  de  un  sistema,  no  hubiese  sido 
nunca  la  suposición  délas  fuerzas  vitales,  ni  como  diferentes  en  esencia 
de  las  físicas  y químicas,  ni  como  antagonistas  de  estas,  siquiera  hubie^ 
sen  brotado  de  esa  análisis  verdaderas  diferencias. 

Los  físicos  y los  químicos , fieles  todavía  por  fortuna  á la  filosofía  ba- 
coniana , al  espíritu  experimental,  que  tantos  y tan  sólidos  progresos  ha 
procurado  á las  ciencias  ontológicas , han  marchado  por  esa  vía , mas  pe- 
nosa, es  verdad,  mas  ligada  con  estudios  que  se  avienen  poco  con  los 
hombres  de  fantasía  , mas  amigos  de  la  especulación^  metafísica  , de  las 
elucubraciones  del  espíritu  que  del  ejercicio  de  los 'sentidos  y del  estu- 
dio particular  de  los  hechos,  pero  siempre  mas  segura  , mas  garantiza- 
dora  de  la  verdad  del  resultado  y de  sus  utilidades  prácticas. 

En  física  y en  química  no  sirve  abandonarse  á los  antojadizos  vuelos 
de  una  imaginación  tan  activa  dentro  de  sí  como  perezosa  fuera;  allí  no 
sirven  las  hipótesis  y las  suposiciones , con  mas  ó menos  ingenio  imagi- 
nadas; hay  que  partir  de  hechos  bien  observados,  de  experimentos  repe- 
tidos y ejecutados  de  varios  modos,  con  el  fin  de  que  no  se  deslice  el 
error  al  concluir,  y á eso  se  debe  que  sean  ciencias  de  conocimientos 
positivos,  demostrables,  y no  solo  permanentes,  sino  eminentemente  pro- 
vechosos á la  vida  práctica  del  hombre. 

Hé  aquí  la  marcha  de  los  fisiólogos  que  quieren  penetrar  en  los  arca- 
nos de  la  vida.  El  estudio  particular  de  todos  los  actos  vitales,  la  obser- 
vación , el  experimento  una  y otra  vez  repetido , son  los  únicos  hilos 


- m - 

de  Ariadna  que  pueden  conducirlos  por  ese  inextricable  laberinto. 

Oue  abandonen  la  pretensión  titánica  de  penetrar  en  la  naturaleza  y 
esencia  de  las  cosas;  que  dejen  para  los  teólogos  los  espíritus  ; para  los 
melafísicos  las  abstracciones;  para  los  locos  lo  que  está  y estará  proba- 
blemente siempre  negado  al  entendimiento  humano , y que  se  limiten  á lo 
objetivo,  á lo  que  puedan  observar,  á lo  que  esté  al  alcance  de  sus  medios; 
y ¿i  de  ese  estudio  hay  que  elevarse  al  de  las  relaciones,  al  de  las  ideas 
generales,  sean  estas  siempre  la  genuina  expresión  de  los  particulares.  ¿De 
qué  sirve  empeñarse  en  querer  saber  lo  que  es  la  vida  en  su  íntimo  ser? 
¿Se  entretienen  ya  los  físicos  en  saber  lo  que  es  la  atracción?  Les  importa 
muy  poco;  estudian  los  fenómenos  que  consideran  sometidos  á su  influen- 
cia; buscan  en  la  constancia  de  esos  sus  leyes,  y así  consignan  sus  prin- 
cipios, y así  hacen  tan  útiles  aplicaciones  á las  ciencias  y á las  indus- 
trias, y hasta  á la  vida  práctica. 

¿Puede  negarse  que  hay  en  las  organizaciones  materia?  ¿Qne¡  sin  ella 
son  aquellas  imposibles?  ¿Que  sin  materia,  no  solo  no  es  posible  la  ma- 
nifestación de  cualquier  fuerza,  sea  de  la  naturaleza  que  fuere,  sino 
hasta  la  de  los  mismos  espíritus?  Si  algún  espíritu  ha  podido  revelarse 
sin  organización  , sin  materia , habrá  sido  por  milagro  ; mas  un  milagro 
no  es  la  regla , es  cosa  sobrenatural , y no  es  de  filósofos  ni  fisiólogos 
ocuparse  en  los  milagros. 

Así  hemos  procedido  nosotros  en  el  estudio  de  la  vida . como  procede- 
mos en  todo;  porque  ni  nos  domina  la  moda,  ni  nos  dejamos  arrastrar 
por  reacciones  retrógradas,  ni  nos  asustan  calificaciones  que  suponen 
siempre  mas  intención  maligna  que  realidad  de  convicción. 

Demos  estudiado  la  vida  en  toaos  sus  actos  uno  por  uno;  la  hemos  se- 
guido paso  á paso  en  los  animales  y las  plantas;  hemos  investigado  las 
transformaciones  déla  materia  viva,  para  saber  cuándo  empieza  á vivir 
y cuándo  muere ; qué  diferencias  hay  radicales  entre  la  muerte  y la  vida; 
cómo  se  conduce  en  esas  transformaciones , á que  debe  sus  acciones  y 
reacciones,  etc.,  etc.  ; ¿y  qué  ha  resultado  de  ese  trabajo  analítico  y 
concienzudo , apelando  siempre  al  experimento,  al  hecho  práctico,  y mas 
ageno  que  propio,  para  estar  mas  al  abrigo  de  toda  fascinación?  Lo  que 
no  podía  menos  de  resultar;  lo  que  resultará  siempre  que  de  esa  suerte 
se  proceda  en  los  estudios  biológicos. 

Hemos  visto  en  el  reino  inorgánico  acciones  y reacciones  de  la  materia 
modificadas  según  las  circunstancias  en  que  se  hallan  ; hemos  visto  ex- 

Elicadas  esas  acciones  y reacciones  por  la  hipótesis  de  fuerzas  con  nom- 
res  diferentes,  según  los  casos,  pero  que  en  el  fondo  son  las  mismas; 
no  hemos  hallado  ninguna  razón  plausible  para  suponer  esas  fuerzas 
como  realidades;  porque  la  actividad  de  la  materia,  como  propiedad 
esencial  de  la  misma,  basta  y sobra  para  ello,  siendo  la  inercia  de  la 
materia  un  dogma  gratuito  de  Platón  y de  Descartes  , que  se  ha  genera- 
lizado, como  se  generalizan  muchas  ideas , hasta  que  hay  quien  las  re- 
cuse por  no  parecerle  fundadas. 

Hemos  seguido  estudiando  esa  materia  en  su  tránsito  al  reino  orgánico, 
para  sorprender  el  primer  acto  en  que  pasa  de  muerte  á vida , de  in- 
orgánica á orgánica,  ¿y  en  dónde  hemos  hallado  ese  primer  paso  de  la 
vitalidad,  el  acto  mas  originario  de  la  vida?  En  las  plantas,  en  esos  séres 
que  transforman  con  exclusivo  privilegio  la  materia  mineral  en  orgá- 
nica , que  le  dan  vida , si  es  lícito  hablar  de  esa  manera , que  la  colocan 
por  lo  menos  en  situación  de  manifestar  que  tiene  aptitud  para  vivir.  En 


- 235  - 

las  partes  verdes  de  las  plantas,  en  el  momento  de  bañarlas  la  luz  del  sol, 
de  recibir  torrentes  de  lumínico,  calórico  y eléctrico,  hemos  visto  la  ge- 
neración primera,  la  primera  metamórfosis,  la  primera  transformación 
de  la  materia  muerta  en  materia  viva. 

El  exámen  mas  minucioso  de  todo  lo  que  pasa  en  el  animal , no  da  ja- 
más un  acto  tan  radicalmente  primitivo.  Siempre  hay  materia  procedente 
de  otros  cuerpos  vivos  en  acción. 

Lo  único  que  puede  decirse  que  precede  * que  es  anterior  á ese  acto 
radical , es  la  existencia  del  ser  vivo  y la  aptitud  de  la  materia,  de  cier- 
tas materias,  á vivir;  mas  ¿qué  es  esa  aptitud?  lié  aquí  una  cosa,  ante  la 
cual  plega  su  velo  el  entendimiento  humano,  sea  cual  fuere  la  escarapela 
filosófica  que  lleve.  De  un  vegetal  y un  animal  se  pasa  al  de  su  anterior 
generación,  hasta  los  primeros.  ¿Quién  concibe  su  creación  , fuera  del 
fíat  del  Hacedor?  ¿Y  quién  concibe  ese  fiatl  Hé  aquí  otro  hecho  inexpli- 
cable en  todos  los  sistemas  y teorías. 

La  materia  empezó  á existir  con  determinadas  propiedades ; con  las 
que  tiene.  El  primer  vegetal  fué  formado  con  la  propiedad  de  que  sus 
partes  verdes,  al  recibir  la  luz  del  sol , transformasen  la  materia  inorgá- 
nica en  orgánica.  Fié  aquí  todo  lo  que  puede  decir  el  entendimiento  hu- 
mano. Para  quien  pretenda  más,  solo  tengo  la  mas  estrepitosa  carcajada, 
ó la  mas  profunda  lástima. 

Examinando  la  materia  en  las  plantas,  la  he  visto  producir  combina- 
ciones iguales  á las  minerales,  y las  que  no  lo  son,  seguir  análogas  le- 
yes y condiciones.  Fíe  visto  variedad  de  circunstancias,  y en  su  conse- 
cuencia, variedad  de  productos;  la  materia  ha  ido  desplegando  nuevas 
propiedades  á tenor  de  su  composición , lo  mismo  que  en  el  reino  mine- 
ral. En  la  misma  planta , según  de  qué  tejido  ú órgano  ó humor  forma 
parte  , desplega  propiedades^  actividades  diferentes ; he  buscado  su  com- 
posición, y siempre  la  he  visto  diferente,  sino  en  elementos,  en  pro- 
porciones de  estos ; si  no  en  proporciones , en  el  modo  de  agruparse  sus 
átomos,  bastando  la  isomería,  para  darles  propiedades  diferentes. 

Todo  ese  juego  atomístico  he  podido  seguirle,  sin  inventar  nuevas  fuer- 
zas, nuevas  actividades;  las  mismas  del  reino  mineral  rae  han  servido, 
y lo  que  ellos  no  me  han  podido  explicar,  sin  explicación  se  han  que- 
dado; ni  en  lo  pasado,  ni  en  lo  presente  he  podido  hallar  la  clave  para 
descifrar  el  enigma  , y le  he  abandonado  al  porvenir. 

He  pasado  á los  animales,  y me  ha  sucedido  lo  propio.  Diré  más;  he 
hallado  á los  animales  menos  potentes  que  los  vegetales  para  tratar  la 
materia  de  otro  modo;  así  como  estos  la  transforman  en  materia  viva, 
aquellos  la  matan  otra  vez,  la  devuelven,  en  compuestos  inorgánicos  ó 
mas  aproximados  á ellos,  al  receptáculo  común. 

l>ara  que  les  haya  podido  servir,  ha  tenido  que  morir  , que  perder  su 
organización  , quedarse  reducida  al  estado  de  principios  inmediatos  ó de 
sus  elementos  químicos,  porque  así  y solo  así  pueden  entrar  en  nuevas 
combinaciones  dentro  de  las  organizaciones  vivas  animales.  Esas  combi- 
naciones se  efectúan  con  condiciones  análogas  é idénticas  á las  del  reino 
vegetal  y mineral.  Si  los  productos  son  diversos,  si  los  tejidos  y los  ór- 
ganos son  diferentes,  esa  diferencia  es  superficial.  En  el  fondo,  en  la 
raíz,  en  el  terreno  de  las  granulaciones  ó de  la  celdilla  primitiva,  y mas 
aun  en  el  de  sus  elementos  constitutivos,  no  hay  diferencia  entre  eí  ani- 
mal y el  vegetal ; en  el  de  la  materia  que  ios  forma , ninguna  con  la  del 
mineral.  El  oxígeno,  hidrógeno,  aire  y carbono,  etc.,  de  las  granula- 


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ciones  y celdillas  primitivas  son  los  mismos  que  los  del  agua  , del  car- 
bón y del  ácido  nítrico  ó cualquier  otro  cuerpo  mineral  que  los  contenga. 

Si? pues,  la  materia  en  los  animales  desplega  propiedades,  activida- 
des diferentes,  se  debe  á la  diversidad  de  circunstancias  en  que  se  halla, 
En  el  cerebro  no  está  como  en  los  huesos , ni  en  estos  como  en  el  pul- 
món, el  estómago,  los  riñones,  el  hígado , ni  en  los  demás  de  la  organi- 
zación mas  ó menos  complicada. 

Como  resultado  definitivo  de  mis  estudios  sobre  la  vida  , he  venido  á 
comprender  que  este  es 

Un  modo  de  ser  de  la  materia,  debido  á la  acción  de  las  fuerzas  físicas  y quí- 
micas, modificadas  por  ciertas  circunstancias , unas  conocidas,  y desconocidas 
otras. 

Y si  admito  fuerzas,  es  por  acomodarme  á la  idea  general,  y porque, 
para  el  caso,  no  me  importa  sostener  la  actividad  de  la  materia,  en  la 
cual  creo,  actividad  susceptible  de  desplegarse  de  diferentes  maneras, 
según  el  modo  como  se  halla  en  el  cuerpo  cíe  que  forma  parte. 

Ahora  bien  ; sentadas  estas  premisas,  á las  que  he  dado  mas  exten- 
sión de  la  que  tal  vez  una  obra  de  esta  especie  necesita  , pero  nucho  me- 
nos de  la  que  exige  la  importancia  de  la  cuestión  ( 1 ) , para  justificar  las 
doctrinas  que  reinan  en  mi  Compendio  de  Toxicología  , desde  sus  prime- 
ras páginas,  y que  reinarán  hasta  las  últimas,  ya  podrá  preveerse  á 
cuái  de  las  dos  escuelas  me  he  de  inclinar , tratándose  de  la  acción  de 
los  venenos  sobre  la  economía  humana. 

5 H.  —Cómo  se  conducen  los  venenos  en  contacto  con  nuestros  sólidos  y líquidos. 

Niego  rotundamente  que  la  acción  de  cualquier  agente  exterior  so- 
bre la  organización  viva  sea  dinámica , si  por  tal  se  ha  de  entender  que 
obra  sobre  las  fuerzas  de  la  vida  ; ora  sean  físicas  y químicas,  ora  vitales 
ó de  naturaleza  diferente  de  aquellas.  La  acción  de  los  agentes  materiales 
sobre  una  fuerza  es  para  mí  un  absurdo  , y en  la  doctrina  de  los  que  no 
admiten  la  actividad  de  la  materia,  mucho  más.  Si  la  materia  es  inerte, 
las  fuerzas  obrarán  sobre  ella , que  no  esta  sobre  las  fuerzas. 

Una  fuerza,  si  es  que  la  hay,  no  es  material,  es  incorpórea,  no  tiene 
estado , ni  extensión,  ni  color,  etc.  ¿Sobre  qué  ha  de  obrar  la  materia, 
los  cuerpos,  citando  se  dirigen  contra  una  fuerza?  ¿En  qué  consistirá, 
en  qué  podrá  consistir  la  modificación?  Eso  es  un  cáos  debido  á la  false- 
dad de  la  idea. 

Además , una  fuerza  no  existe  separada  de  la  materia.  Nadie  lo  ha 
probado  ni  lo  probará  jamás  ; la  materia,  pues,  influida  por  una  fuerza 
que  la  modifique,  será  siempre  la  que  reciba  la  acción  de  otra. 

Ni  una  fuerza  puede  obrar  sobre  otra,  porque  una  fuerza,  para  ma- 
nifestarse, necesita  de  materia ; sin  ella  no  es  posible  su  revelación,  su 
acción ; de  consiguiente , ha  de  valerse  de  materia  como  instrumento, 
como  medio  para  obrar  sobre  otra  fuerza. 

Resulta,  pues,  que  si  las  fuerzas  no  pueden  existir  aisladas  de  la  ma- 
teria ; que  si  se  han  de  valer  de  ella  para  manifestarse  y obrar  ó recibir 
la  acción  de  otra,  esta  acción  siempre  se  efectúa  entre  materia  y materia: 
es.  pues,  siempre  material,  nunca  dinámica. 

(')  Repilo  que  en  mi  Examen  critico  de  Ja  Homeopatía,  esta  doctrina  está  mas  extensa- 
meóte  desenvuelta , respecto  de  los  fenómenos  orgánicos.  En  cuanto  á los  psíquicos  ó inte- 
lee  uales  y morales,  lo  está  en  mi  Tratado  de  la  razón  humana  tn  estado  de  salud.  Leccio- 
nes dadas  en  el  Ateneo  eu  los  años  1855 , 1856  y 1857. 


— 237  — 

La  acción  dinámica , por  lo  tanto  , es  otra  de  esas  suposiciones  gra-  . 
tuitas,  cuyo  absurdo  se  presenta  en  relieve,  desde  luego  que  se  refle- 
xiona un  poco  sobre  el  modo  de  hablar,  y la  idea  que  representan  las 
palabras  empleadas  para  expresarla. 

Para  obrar  una  materia,  un  agen  le  exterior  sobre  nuestra  economía 
interior  ó exteriormente,  debe  ponerse  en  esfera  de  actividad  con  la  ma- 
teria de  su  organización.  Sin  esto,  no  hay  acción,  ni  modificación  posible. 

Luego  toda  acción  supone  contacto  material.  Y en  efecto  , toda  acción 
de  cualquier  agente,  siempre  va  precedida  de  un  contacto. 

Ni  los  mismos  estímulos  naturales  de  los  sentidos  se  escapan  de  esta 
ley.  Todos  se  verifican  por  medio  de  un  contacto  material  con  los  nervios 
sensoriales  correspondientes. 

Que  nadie  me  salga  con  que  los  dinamídeos  no  son  materia ; porque 
también  tengo  resuella  esta  cuestión  en  el  Exámen.  Cuanto  ha  dicho  Ber- 
zelius  sobre  los  dinamídeos  , no  tiene  fuerza ; su  definición  de  la  materia 
es  inexacta.  Es  materia  todo  lo  que  ocupa  espacio.  Los  dinamídeos  le  ocu- 
pan. No  solo  son  materia  ; además  son  cuerpos,  y compuestos. 

Que  tampoco  vengan  los  vitalistas  con  acciones  morales , como  una 
mala  noticia  que  transforma  ó mata  sin  haber  contacto  material;  porque 
también  me  he  ocupado  en  la  obra  citada  de  este  punto,  y he  demos- 
trado que  es  falso  ; sin  un  contacto  material , el  hecho  no  es  posible. 
Por  alguno  de  los  sentidos  ha  de  llegar  la  noticia  al  sugeto , y desde  que 
haya  de  impresionarse  un  sentido,  ya  hay  contacto  material  de  la  luz,  si 
ve;  del  aire,  si  oye  , etc. 

Si  la  acción  del  agente  no  consiste  mas  que  en  el  contacto,  podrá  no 
ser  mas  que  física ; mas  si  del  contacto  resulta  combinación  de  átomos  ó 
principios  , ya  será  química. 

Toda  acción  química  es  atomística , y para  que  se  realice,  es  necesario 
que  los  átomos  de  los  cuerpos  puestos  en  contacto  tengan  libertad  para 
obrar  y combinarse.  Pues  bien;  por  punto  general , esta  libertad  no  la 
tienen , como  no  se  hallen  al  estado  liquido  ó gaseoso. 

Ilay  sólidos  que,  puestos  en  contacto  con  ciertos  líquidos  y gases,  se 
combinan  con  ellos  sin  perder  su  solidez  ; mas  se  necesita  para  ello  que 
sea  grande  la  acción  química  recíproca,  para  hacerse  superior  á la  tuerza 
de  cohesión , contraria  por  punto  general  á la  de  combinación. 

Corpora  non  agunt  nisi  soluta,  es  una  verdad  hace  tiempo  reconocida. 
No  es  absoluta,  pero  comprende  la  generalidad  de  cuerpos. 

Cuanto  acabo  de  afirmar,  no  solo  pasa  en  el  reino  inorgánico,  sucede 
igualmente  en  el  orgánico.  Los  sólidos  ejercen  una  acción  física  subre 
nuestra  economía;  para  ejercer  la  química,  hay  necesidad  de  que  pasen 
al  estado  líquido  ó gaseoso. 

La  disolución  es  precisa.  Como  no  la  sufran , son  inertes,  no  producen 
ningún  resultado  químico,  y ninguno  de  los  fisiológicos,  que  á conse- 
cuencia de  aquel  se  presentan  después  á mas  ó menos  tiempo. 

Véase  lo  que  pasa  con  los  agentes  meteorológicos,  con  los  alimentos, 
con  los  agentes  morbosos , con  los  medicamentos , y se  verá  lo  que  ha  de 
pasar  con  ios  venenos. 

Los  meteorológicos  son  imponderables  ó gaseosos. 

El  aparato  digestivo  está  organizado  para  destruir  la  cohesión  de  los 
alimentos  sólidos.  El  recien  nacido,  que  no  puede  hacerlo,  se  alimenta 
de  leche  , cuerpo  ya  líquido.  Lo  está  igualmente  para  la  disolución.  To- 
dos los  actos  de  la  digestión  tienen  ese  objeto;  disolver  para  dar  aptitud 


■ — 238  - 

absorbible  á los  productos  reparadores.  No  hay  ningún  alimento  sólido 
que  nutra,  como  no  pierda  su  solidez , como  no  se  descomponga  en  otros 
solubles  y’absorbibles.  Ya  hemos  dicho,  al  hablar  de  la  absorción,  que 
solo  lo  disuelto  puede  absorberse. 

Los  agentes  morbosos  sólidos  son  traumáticos,  producen  efectos  físi- 
cos mecánicos , heridas,  fracturas,  contusiones,  torceduras,  etc.;  para 
producir  efectos  químicos  ó de  combinación,  atomísticos,  es  necesario 
que  sean  gaseosos,  miasmáticos  ó líquidos  y aun  solubles,  ó descompo- 
nibles al  con  lado  con  los  humores  de  nuestros  órganos. 

Los  medicamentos  no  obran  en  masa,  y si  alguna  acción  desplegan, 
es  mecánica ; para  producirla  química  necesitan  ser  di.sueltos. 

Es  verdad  que  se  dan  polvos  y limaduras,  es  decir,  medicamentos  só- 
lidos; mas  sobre  que  eso  demuestra  una  práctica  empírica,  que  la  buena 
farmacología  acabará  por  desterrar,  debiéndose  esta  mejora  á la  aplica- 
ción de  la  química  á la  terapéutica;  esos  polvos  y esas  limaduras  queda- 
rían inertes,  si,  ingeridas,  no  hallasen  solubilidad  en  los  líquidos  de  la 
organización  que  obran  sobre  ellas. 

Esta  rápida  reseña  es  otra  prueba  práctica  de  que  la  organización  no 
tiene  fuerza  alguna  que  modifique  las  leyes  físicas  y químicas,  puesto 
que  para  que  haya  acción,  respecto  de  todos  los  agentes  indicados,  es  ne- 
cesario que  se  cumpla  esa  constante  ley  del  reino  mineral. 

Como  las  sustancias  venenosas  tienen  muchos  puntos  de  contacto  con 
los  agentes  de  que  acabamos  de  hablar,  siendo  muchos  de  ellos  sustan- 
cias medicinales  dadas  en  menor  cantidad  ó en  circunstancias  diversas, 
ya  se  deja  concebir  que  otro  tanto  les  ha  de  suceder,  cuando  se  ponen 
en  contacto  con  la  organización  viva. 

Para  que  una  sustancia  tóxica  aplicada  al  exterior  ó al  interior  del 
cuerpo  humano  desplegue  su  acción  trastornadora  de  la  salud  ó mortal, 
no  solo  necesita  estar  en  contacto  con  los  sólidos  ó líquidos  de  nuestro 
cuerpo,  sino  que  sus  átomos  tengan  libertad  de  obrar.  En  igualdad  de 
las  demás  circunstancias  , siempre  será  mas  activa,  cuanto  mas  soluble 
sea  ó mas  disuelta  esté. 

Dotados  los  venenos  de  mucha  fuerza  ó actividad  química , en  cuanto 
se  ponen  en  contacto  con  los  principios  constitutivos  de  nuestros  tejidos  y 
humores,  la  desplegan,  en  razón  de  su  solubilidad  y energía,  combinán- 
dose con  ellos,  ya  lijándose  en  los  tejidos  donde  se  efectúa  el  contacto, 
ya  pasando  á la  masa  de  la  sangre  por  medio  de  la  absorción  , y espar- 
ciéndose así  por  toda  la  economía , ya  apoderándose  del  oxigeno  respi- 
rado é impidiendo  la  hematosis. 

Para  comprobar  prácticamente  cuanto  acabamos  de  decir,  echemos  una 
ojeada  analítica  á los  venenos  hasta  aquí  conocidos,  y veamos  cómo  se 
conducen  puestos  en  contacto  ai  exterior  ó al  interior  clel  cuerpo  huma- 
no. Esto  acabará  de  poner  de  mamíiesto  que  la  acción  de  ios  venenos  es 
por  contacto  material,  atomística,  química,  en  lin,  y no  dinámica. 

No  todas  las  sustancias  que  pasan  por  venenos  son  juzgadas  por  todos 
como  tales , en  el  rigor  de  la  palabra , ó por  lo  menos  se  cree  que  no 
obran  verificando  combinaciones  incompatibles  con  las  condiciones  fisio- 
lógicas de  su  organización.  No  aludo  al  vidrio  molido,  por  ejemplo,  nial 
hollín  de  las  chimeneas;  porque  estos  cuerpos  obran  mecánicamente,  por 
los  cortes  y puntas  de  las  partículas  del  polvo.  Su  efecto  es  traumático; 
producen  una  infinidad  de  heridas,  que  inflaman  intensamente  el  tejido 
y fe  gangrenan. 


— 239  - 

Me  refiero  á oiros  cuerpos,  que  obran  atacando  la  estructura  orgánica 
ó anatómica  de  los  tejidos  , desorganizándolos,  por  lo  tanto , de  una  ma- 
nera parecida  al  fuego  y á ciertas  armas  contundentes , cuando  producen 
la  atrición. 

Hay,  en  efecto,  cierto  número  de  compuestos  químicos , los  que,  apli- 
cados á los  tejidos  vivos , los  desorganizan  mas  ó menos  profundamente; 
son  los  que  se  conocen  comunmente  con  el  nombre  de  cáusticos. 

Pues,  todos  los  verdaderos  cáusticos  ejercen  una  acción  química,  puesto 
que  se  combinan  con  ciertos  principios  constitutivos  de  los  tejidos;  todos 
tienen  de  común  ser  destructores  de  la  trama  orgánica,  modificando  y 
aniquilando  las  reacciones  químicas  naturales  de  los  mismos,  y á las.  que 
deben  su  vitalidad  ó sus  condiciones  fisiológicas. 

Sin  embargo,  es  necesario  advertir  que  si  todos  son  iguales,  en  cuanto 
á destructores,  no  todos  lo  son  del  mismo  modo ; hay  notables  diferen- 
cias en  su  manera  de  obrar. 

Los  unos  producen  con  los  elementos  proteicos  ó albuminosos  de  los 
tejidos  un  coágulo,  un  compuesto  disoluble  mas  ó menos  plástico;  al  paso 
que  otros  reblandecen  esos  tejidos  y hasta  los  fluidifican , con  lo  cual 
acaba  de  completarse  la  destrucción.  Estos  dos  modos  de  obrar  pueden 
expresarse  mas  lacónicamente,  diciendo  que  los  primeros  coagulan,  y los 
segundos  disuelven. 

A la  primera  clase  pertenecen  principalmente  los  ácidos  nítrico,  sulfú- 
rico, clorhídrico,  concentrados,  los  cloruros  de  antimonio,  de  zinc,  de 
oro,  el  deulo-cloruro  de  mercurio , el  nitrato  mercúrico  y el  de  plata , el 
sulfato  y acetato  de  cobre,  la  creosota,  el  ácido  acético  concentrado  y al- 
gunos mas,  entre  los  cuales  puede  contarse  el  yodo. 

Pertenecen  á la  segunda  la  potasa  , la  sosa , el  amoníaco  cáustico , el 
ácido  arsenioso,  el  ácido  arsénico,  el  fosfórico  hidratado,  el  oxálico  y al- 
gunos otros. 

Si , después  de  haber  consignado  estas  dos  clases  ó grupos  de  cuerpos 
ó compuestos  químicos  desorganizadores,  tratamos  de  inquirir  en  qué 
grado  lo  hace  cada  uno,  verémos  también  que  hay  algunas  diferencias. 

Entre  los  que  coagulan,  podemos  colocar  en  primera  línea  de  los  que 
forman  con  la  albúmina  un  coágulo  mas  compacto,  á los  siguientes,  por 
su  órden  : creosota , ácido  acético  concentrado,  el  nítrico  id. , y los  clo- 
ruros de  antimonio  y zinc:  estos  coagulan  mucho  mas  que  el  de  oro  y 
deuto-cloruro  de  mercurio,  el  nitrato  mercúrico  masque  el  argéntico, 
el  sulfato  de  cobre  mas  que  el  acetato  de  la  misma  base. 

Otro  tanto  podemos  decir  de  los  que  disuelven  ó lluidifican;  tampoco 
lo  hacen  de  igual  modo.  Los  álcalis,  esto  es,  la  potasa,  la  sosa  y el  amo- 
níaco se  transforman , con  los  elementos  grasos , en  una  especie  de  ja- 
bón ó materia  jabonosa , en  tanto  que  el  ácido  oxálico  y arsenioso  mas 
bien  mortifican  ios  tejidos  que  no  los  desorganizan. 

Si  estos  hechos,  debidos  á la  experiencia  mas  acrisolada,  no  bastasen 
para  probar  la  acción  atomística  ó química  de  los  llamados  cáusticos,  te- 
nemos aun  otros , sin  salimos  de  la  misma  clase  de  cuerpos,  que  han  de 
poner  esa  acción  todavía  mas  en  evidencia. 

Los  venenos  que  coagulan  dan  lugar  á productos  no  absorbibles,  por 
lo  mismo  que  son  insolubles;  por  lo  tanto,  al  menos  mientras  dure  el 
compuesto  plástico  que  se  forma,  no  producen  ni  dan  lugar  á fenómeno 
alguno  de  intoxicación  de  los  que  se  deben  al  paso  de  la  sustancia  tóxica 
al  torrente  circulatorio.  Ellos  no  pasan  á este  torrente.  Para  esto  es  nece^ 


— 240  — 

sario  que  sobrevengan  nuevos  actos  químicos  que  den  solubilidad  al  coá- 
gulo v puedan  hacer  que  se  absorban  sus  elementos.  En  cuanto  se  reali- 
zan estos  nuevos  actos,  el  tósigo  pasa  á la  masa  de  la  sangre,  altera  su 
constitución,  y de  aquí  los  efectos  generales;  terribles  en  unos  casos, 
menos  graves  ó de  poca  consecuencia  en  otros,  lo  cual  depende  siempre, 
tanto  de  la  naturaleza  de  las  sustancias,  como  de  la  cantidad  que  en  un 
dado  tiempo  se  introduce  de  esta  suerte. 

Los  carbonatos  alcalinos  de  la  economía , obrando  sobre  los  coágulos 
formados  por  los  ácidos  poderosos  concentrados,  transforman  en  sales  so- 
lubles esos  ácidos , que  se  combinan  con  ellos,  y así  pasan  al  torrente  de 
la  circulación. 

Los  cloruros  de  antimonio  y zinc  se  transforman;  primero  en  óxidos, 
influidos  por  las  bases  alcalinas  contenidas  en  la  sangre,  y así  se  intro- 
ducen en  ella  al  estado  de  zincato  é hipo  antimonito. 

El  cloruro  de  oro  y el  mercúrico  se  unen  al  exceso  de  los  alcalinos,  y 
en  este  estado  de  cloruro  doble  , ó sea  cloro-aurato  y cloro-hidrargirato, 
son  absorbidos. 

Otro  tanto  sucede  respecto  de  los  nitratos  argéntico  y mercúrico;  trans- 
fórmanse,  primero,  bajo  la  acción  de  los  cloruros  alcalinos,  en  cloruros, 
y uniéndose  luego  al  exceso  de  los  alcalinos,  pasan  á la  sangre  al  estado 
de  cloro-argéntalo  y cloro-hidrargirato,  como  los  anteriores. 

El  sulfato  y acetato  de  cobre  experimentan  de  un  modo  complexo  la 
absorción,  pasan  al  estado  de  albuminato,  cuprato  y carbonato. 

Por  último,  una  cosa  análoga  pasa  respecto  del  ácido  acético,  de  la 
creosota  y del  yodo;  unidos  á las  bases  alcalinas  de  la  economía  , son  ab- 
sorbidos y pasan  á la  sangre. 

Entrados  en  la  masa  de  la  sangre,  contraen  con  su  suero  combinacio- 
nes mas  ó menos  estables,  y de  aquí  los  electos  tóxicos  diversos,  según  los 
compuestos  introducidos. 

Una  cosa  análoga  podemos  afirmar  respecto  de  los  cáusticos  que  disuel- 
ven; contrayendo  los  elementos  del  compuesto  que  resulta  combinaciones 
con  las  bases  alcalinas,  son  absorbidos  y van  á producir  efectos  genera- 
les, después  de  los  locales. 

La  absorción  de  esos  compuestos,  tanto  de  los  coagulantes  como  de  los 
disolventes  no  da  lugar  por  igual  á efectos  tóxicos,  como  ya  lo  hemos  in- 
dicado. Entre  los  que  los  provocan  mas  notables , por  poco  que  la  canti- 
dad exceda,  podemos  contar  el  ácido  arsenioso,  el  ácido  arsénico,  el  oxá- 
lico , el  acético,  el  acetato  y el  sulfato  de  cobre,  el  cloruro  de  oro,  el 
deuto-cloruro  de  mercurio,  el  deuto-nilralo  de  esta  base,  etc. 

Algunos  autores,  entre  los  cuales  están  Liebig  y Giacomini,  no  conside- 
ran como  verdaderos  venenos  ciertos  cáusticos,  en  especial  los  alcalinos 
y los  ácidos  concentrados,  porque-  obran  desorganizando  y produciendo 
todo  su  estrago  localmente. 

Cierto  que,  aplicados  al  exterior  y mientras  no  se  verifiquen  disolucio- 
nes de  la  escara  que  forman  dichos  y otros  cáusticos,  no  producen  into- 
xicaciones; son  quemaduras,  lesiones  externas,  que  solo  por  la  profundi- 
dad ó extensión  pueden  comprometer  la  existencia  del  sugeto,  como  las 
del  fuego  y las  legiones  traumáticas. 

Alas,  si  se  introducen  en  las  vías  digestivas,  siquiera  en  ellas  se  con- 
duzcan como  en  la  piel,  obrando  también  localmente,  producen  por  lo 
común  la  muerte,  ó comprometen  gravemente  la  salud,  aun  cuando  no 
verifique  la  absorción  de  los  compuestos  que  forman. 


Se  dirá  que  es  por  la  importancia  del  órgano  y por  los  estragos  mate- 
riales que  provoca.  Convenido;  sin  embargo,  como  al  fin  y al  cabo  esos 
estragos  materiales  son  debidos  á una  acción  química,  los  compréndela 
definición  del  veneno.  Aun  cuando,  toxicológicamente  hablando,  en  rigor 
no  pudiesen  llamarse  así;  bajo  el  punto  de  vista  médico  legal,  deben  te- 
nerse por  tales.  Añadamos  á esto  que  algunos  de  los  cáusticos,  ya  que 
no  todos,  además  de  la  destrucción  local,  disueltos  los  coágulos  ó esca- 
ras, ó parte  de  ellos,  hay  absorción,  y luego  se  dejan  sentir  los  efectos 
generales,  como  en  las  verdaderas  intoxicaciones. 

Bay  algunos  astringentes  que  se  conducen  como  los  cáusticos,  ó de  una 
manera  muy  parecida.  También  contraen  combinaciones  con  los  elementos 
albuminosos  de  la  sangre  y de  los  tejidos,  formando  con  ellos  compuestos 
insolubles  ó coágulos;  hecho  químico  que  los  autores  toman  por  un  estre- 
chamiento de  fibras,  y que  los  vitalistas  llaman  tonicidad.  Según  los  ex- 
perimentos de  Mialhe , todos  los  astringentes  obran  como  acabo  de  decir. 
Si  el  bórax  no  lo  hace , es  porque  no  coagula ; de  modo  que  astringente 
realmente  no  lo  es,  siquiera  figure  en  dicha  clase. 

Bay,  sin  embargo , una  diferencia  notable  entre  los  cáusticos  y los  as- 
tringentes , y consiste  en  que  aquellos  desorganizan  la  trama  del  tejido, 
con  cuyos  principios  forman  coágulo,  y siquiera  sea  este  disuelto  luego 
por  los  humores  capaces  de  ello,  la  trama  no  reaparece;  al  paso  que,  di- 
sueltos los  coágulos  formados  por  los  astringentes,  la  textura  del  tejido 
queda  íntegra. 

Dejando  ya  á un  lado  los  compuestos  químicos  que  desorganizan  de  un 
modo  directo , vamos  á otros  cuerpos , cuyas  combinaciones  con  los  ele- 
mentos de  los  tejidos  y de  la  sangre  no  dan  lugar  á esas  alteraciones  ma- 
teriales. 

Bay  una  dase  de  cuerpos  altamente  absorbibles  sin  prévia  preparación, 
y que  tienen  el  poder  fluidificante  en  alto  grado.  Tales  son:  el  yoduro, 
suiíocianuro  y cianuro  de  potasio  , el  nitrato , clorato  y silicato  de  potasa, 
y en  general  las  sales  de  base  alcalina. 

Dice  Liebig  que  estas  sustancias , administradas  en  poca  cantidad  al 
interior  ó al  exterior,  pasan  sin  alterarse  á la  sangre,  sudor,  quilo,  bilis 
y bazo.  Mas  abajo  añade  que,  si  sufren  alteración,  es  poco  estable,  puesto 
que  luego  se  las  encuentra  tales  como  se  administraron. 

En  otro  lugar  ya  hemos  expuesto  nuestra  opinión  sobre  el  particular,  é 
insistimos  en  lo  mismo,  en  especial  dándolas  á mayor  cantidad.  Es  de- 
masiado su  poder  químico  para  introducirse  en  la  economía  sin  hacer 
mas  que  dar  un  paseo  en  ella,  y sin  tomar  parte  en  combinación  alguna. 
Mas  respecto  de  la  cuestión  presente,  podemos  prescindir  de  este  punto, 
sin  que  por  eso  resulte  que  no  sea  química  su  acción  , porque  nos  queda 
la  catálisis,  en  virtud  de  la  cual  estas  sustancias  pueden  promover  esos 
cambios  notables,  esa  perturbación  de  que  habla  JLiebig,  y que  la  práctica 
confirma.  Pues  bien  ; los  fenómenos  catalíticos  son  tan  químicos  como 
las  metamórfosis , fermentaciones,  putrefacciones  y combinaciones  de 
toda  especie. 

Los  álcalis  y las  sales  alcalinas  no  concentradas  hasta  el  punto  de  ser 
cáusticas,  pero  tampoco  muy  diluidas  basta  el  punto  de  no  saturar  mas 
agua  , obran  también  de  un  modo  químico,  puesto  que  están  dotadas  de 
gran  fuerza  de  afinidad.  No  son  absorbidas,  como  ya  lo  llevo  dicho  en 
otra  parte,  resistiéndoselos  tejidos  y en  especial  las  mucosas  á darles  paso, 
mientras  no  se  diluyan  más.  Es  una  propiedad  de  todas  las  membranas. 

TOXICO  LOGIA. — lt> 


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del  tejido  celular,  de  las  fibras  musculares,  de  todo  tejido,  en  fin,  cuando 
se  pone  en  contacto  con  ellos  una  disolución  alcalina  no  diluida,  lo  mismo 
que  las  demás  sales,  y podemos  extenderlo  á otros  muchos  cuerpos  di- 
sueltos, el  no  dejarse  penetrar  por  disoluciones  concentradas.  Probadlo 
con  una  vejiga  seca,  las  rechaza  como  el  agua  una  superficie  oleosa.  Otro 
tanto  sucede  con  los  tejidos  vivos. 

La  razón  está  en  que,  ávidos  de  agua  esos  compuestos  , absorben  la  de 
los  tejidos,  con  los  cuales  se  ponen  en  contacto,  y los  encogen,  los  secan, 
cierran,  por  lo  tanto,  el  paso  al  líquido,  mientras  no  se  haga  mas  diluido! 
De  aquí  el  calor,  la  inflamación,  la  sed  que  esas  sustancias  producen;  de 
aquí  la  conservación  de  la  carne  y el  pescado  por  medio  de  la  sal;  les  ab- 
sorbe el  agua,  se  secan  , y la  putrefacción  no  los  ataca  , como  lo  harian, 
conservando  el  agua  natural  que  contienen  los  tejidos. 

Solo  la  porción  mas  diluida  es  la  que  penetra  en  el  interior  de  estos  y 
pasa  á la  masa  de  la  sangre  para  ponerla  mas  líquida , pues  son  fluidifi- 
cantes; los  álcalis  se  apoderan  del  ácido  carbónico  de  la  sangre,  trans- 
formándose en  carbonalos;  lo  demás,  lo  mas  concentrado  , no  es  absor- 
bido, y si  se  han  ingerido  en  el  tubo  intestinal,  avanzan  á lo  largo  de 
este,  liqueíiando  las  heces,  de  lo  cual  resulta  un  efecto  purgante,  sea  cual 
fuere  la  base  y el  ácido;  este  no  influye  nada,  ora  sea  el  fosfórico,  el  sul- 
fúrico, el  nítrico  ó el  clorhídrico;  la  base  puede  influir  en  su  mayor  ó 
menor  energía. 

El  alcohol  se  parece  un  poco  á los  álcalis  y sales  alcalinas,  en  punto  á 
no  penetrar  los  tejidos,  cuando  está  concentrado.  Avido  de  agua,  los  seca 
también  , apoderándose  de  ella;  por  lo  cual,  sirve  perfectamente  para  la 
conservación  de  las  preparaciones  anatómicas,  fetos,  etc. 

Cuando  las  sales  alcalinas  tienen  por  ácido  el  cítrico , el  tartárico  y el 
acético,  siendo  sales  neutras  y diluidas , una  vez  introducidas  en  el  tor- 
rente circulatorio,  desplegan  su  acción  química  de  la  manera  mas  noto- 
ria. Lbos  ácidos  orgánicos  están  muy  llenos  de  carbono;  desalojados  de 
sus  bases  se  descomponen  ; el  oxígeno  respirado  quema  ese  carbono, 
transformándole  en  ácido  carbónico  ; para  cada  equivalente  de  acetato  de 
potasa,  por  ejemplo,  que  se  transforma  en  carbonato,  se  necesita  ocho  de 
oxigeno;  según  lo  que  se  produzca,  una  sal  neutra  ó ácida,  dos  ó cuatro 
equivalentes  de  oxigeno  permanecen  en  combinación  con  la  base,  y lo 
restante  se  desprende  al  estado  de  ácido  carbónico,  por  medio  de  la  es- 
piración ú otras  vías. 

Ora  proceda  e^a  notable  cantidad  de  oxígeno  del  aire  respirado , que 
es  lo  probable;  ora  de  alguna  pai  te  esencial  de  la  economía;  siempre  re- 
sulta que  hay  una  transformación  química  indisputable,  porque  la  análi- 
sis encuentra  luego  carbonalos  y no  cúralos,  ni  tartaratos,  ni  acetatos. 

Al  propio  tiempo  que  se  verifica  esta  transformación  del  carbono,  se 
verifica  la  del  hidrógeno  de  los  mismos  ácidos  en  agua  , á beneficio  tam- 
bién del  oxígeno  respirado;  de  todo  lo  cual  resulta  una  gran  disminución 
en  la  hemalosis;  todo  el  oxigeno  empleado  en  quemar  carbono  é hidró- 
geno, no  obra  sobre  la  sangre;  por  lo  tanto,  la  oxigenación  es  menor;  de 
aquí  el  efecto  antiflogístico  de  los  ácidos  orgánicos  muy  cargados  de  car- 
bono, y el  asfixiante,  si  la  cantidad  es  considerable. 

Para  acabar  de  ver  que  la  acción  de  estos  cuerpos  en  la  economía  es 
química , bastará  añadir  á lo  dicho  que , si  se  aplican  á materias  animales 
y vegetales  en  putrefacción , durante  la  cual  se  efectúa  una  combustión 
lenta , se  conducen  del  propio  modo ; se  apoderan  del  oxígeno,  que  es  el 


— 243  - 

pütrefaciente,  y se  transforman  también  en  carbonatas*  La  vida  y la 
muerte  no  modifican  en  nada  su  acción ; en  uno  y otro  caso  impiden  la 
combustión  lenta  que  el  oxígeno  ejerce  sobre  la  sangre  del  vivo  y sobre 
las  materias  muertas. 

ÍNo  de  otra  suerte  proceden  las  sales  enteramente  minerales  de  base 
alcalina,  y las  de  ácido  vegetal  no  volátil , respecto  de  la  eremacosia ; en 
poca  cantidad  entorpecen  ó detienen  la  marcha  de  esta  putrefacción , ó 
descomposición  debida  á la  acción  del  oxígeno.  Y si  lo  que  hacen  en  este 
caso,  no  lo  ejecutan  en  los  pulmones  durante  la  respiración , ya  hemos  di- 
cho por  que:  porque  concentradas,  no  son  absorbidas;  pero  en  poca 
cantidad,  ó diluidas,  lo  harian.  La  acción  química  de  todos  estos  com- 
puestos no  puede  ser  mas  evidente,  puesto  que,  para  desplegarla,  les  es 
indiferente  la  vida  ó la  muerte. 

Las  sales  de  base  no  alcalina,  de  peróxido  de  hierro,  por  ejemplo,  plo- 
mo, bismuto,  cobre,  mercurio,  plata,  el  ácido  arsenioso,  etc.,  ejercen 
también  una  acción  química  evidente,  tanto  si  viven  como  no,  en  los 
elementos  de  la  sangre  y los  tejidos.  Todos  forman  combinaciones  mas  ó 
menos  estables  con  ios  elementos  proteicos  de  las  membranas , de  los  te- 
jidos y de  las  fibras  musculares. 

Tómese  albúmina  ó clara  de  huevo,  leche,  fibras  musculares,  mem- 
branas animales , muerto  todo  , y pónganse  en  contacto  con  una  disolu- 
ción conveniente  de  cualquiera  de  esas  sales.  Al  punto  se  las  verá  con- 
traer combinaciones  y formar  coágulos  ó compuestos  insolubles  mas  ó 
menos  permanentes.  El  agua  de  la  disolución  pierde  el  compuesto  sa- 
lino; la  análisis  no  encuentra  el  menor  resto. 

Aquí  se  ve  un  fenómeno  diverso  del  que  hemos  visto  respecto  de  los  ál- 
calis, sales  alcalinas  y alcohol.  Estos  se  apoderan  del  agua  de  ios  tejidos, 
y los  secan ; las  sales  de  que  tratamos  ahora  hacen  todo  lo  contrario; 
abandonan  el  agua  en  que  estaban  disueltas , y pasan  ai  estado  sólido; 
combinándose  con  los  elementos  proteicos  de  los  tejidos,  con  los  cuales 
se  ponen  en  contacto. 

llaced  los  mismos  experimentos  en  los  tejidos  vivos,  y os  sucederá  lo 
propio ; tendréis  las  mismas  combinaciones , de  la  misma  índole  , y con 
lodos  los  fenómenos  químicos  y físicos,  que  hay  lugar  de  observar  en  las 
sustancias  animales  muertas.  La  vida  y la  muerte  no  modifican  en  nada 
esencial  la  acción  de  esas  sustancias. 

ilespeeio  de  los  tejidos  vivos , luego  de  verificada  la  combinación  re- 
sultan , como  en  ios  demás  cuerpos  de  que  hemos  hablado  anteriormente, 
efectos  fisiológicos  locales  y generales,  todos  á consecuencia  del  estado 
anormal  no  fisiológico  en  que  los  tejidos  y la  sangre  quedan,  después  de 
efectuadas  esas  combinaciones  ó actus  químicos. 

Le  estos  efectos  fisiológicos  no  debemos  por  ahora  tratar ; 10  haremos 
mas  tarde,  puesto  que  aquí  solo  llevamos  por  objeto  probar  que  la  acción 
primera  de  ios  venenos,  que  la  suya  propia,  es  de  naturaleza  química, 
debida  á su  combinación  con  la  parte  material  de  la  organización  , con 
los  elementos  constitutivos  de  los  órganos  y humores. 

No  solo  se  prueba  que  estos  compuestos,  al  ponerse  en  esfera  de  acti- 
vidad con  los  sólidos  y líquidos  del  cuerpo  vivo,  desplegan  una  acción 
química,  de  la  cual  se  sigue  la  intoxicación  con  todos  sus  caractéres,  por 
el  simple  hecho  de  los  compuestos  que  resultan,  mitad  inorgánicos  y mi- 
tad orgánicos , destituidos , tanto  por  esto  como  por  lo  plástico  ó lijo  del 
compuesto  que  no  se  presta  ya  ai  continuo  movimiento  de  composición  y 


— 244  — 

aescomposicioji  normal  exigido  por  la  vida;  sino  también  porque  esas 
combinaciones  tóxicas  siguen  la  ley  de  los  equivalentes  ó proporciones 
múltiples,  lo  mismo  que  los  cuerpos  del  reino  mineral,  sin  mas  diferen- 
cia que  el’ número  de  átomos.  Lo  que  hemos  dicho  en  otra  parte  del  ácido 
arsenioso  y del  sublimado  corrosivo,  es  aplicable  á los  demás  cuerpos; 
v haciendo  experimentos  sobre  ello,  se  puede  determinar,  como  lo  hemos 
Pecho  respecto  de  aquellos  dos  cuerpos,  cuánta  cantidad  de  elementos 
proteicos  mortifica  una  sustancia  tóxica,  ó cuánto  oxígeno  consume. 
r Liebig,  en  la  Introducción  á su  Tratado  de  Química  orgánica,  al  hablar 
del  modo  de  conducirse  este  último  grupo  de  cuerpos  venenosos,  á los 
que  tiene  tan  solo  por  verdaderos  venenos , supone  que  lodos  forman 
combinaciones  sólidas,  estables,  insolubles,  excepto  algunos  que  se  re- 
disuelven en  el  exceso  del  cuerpo  tóxico,  y habla  de  desprendimiento  de 
la  parte  mortificada,  á modo  de  películas. 

Si  respecto  de  algunos  compuestos  químicos  de  este  grupo  es  eso  ver- 
dad , también  lo  es  que  en  otros  no  sucede  nada  de  eso , puesto  que  los 
más  no  coagulan;  y otros,  aunque  lo  hagan  , pueden  ser  disueltos  á be- 
neficio de  ios  álcalis  ó cloruros  de  la  economía,  y pasar  así  los  tósigos  á 
la  masa  de  la  sangre  por  la  solubilidad  que  les  han  hecho  adquirir  esos 
disolventes.  Esta  disolución,  mas  bien  que  las  películas,  en  ciertas  partes 
por  lo  menos , es  lo  que  hace  desaparecer  la  sustancia  tóxica  , y la  que 
permite  que  sea  expelida  por  diferentes  emunctorios. 

Mialhe  ha  tratado  este  punto  con  mas  exactitud  y lucidez,  y por  lo 
mismo  completarémos  este  interesante  estudio , acomodándonos  á las 
ideas  de  este  último  autor,  puesto  que  determinan  más  todos  los  hechos. 

Al  hablar  de  los  cuerpos  cáusticos , ya  hemos  visto  que  los  hay  que 
coagulan  , y otros  que  disuelven  , pudiendo  los  que  coagulan  , ó forman 
compuestos  plásticos  , ser  redisueitos  por  los  álcalis  y cloruros  alcalinos. 
Entre  esos  cuerpos  figuran  muchos  de  los  del  grupo  que  aquí  nos  ocupa; 
por  lo  tanto,  puede  decirse  de  ellos  lo  propio,  siquiera  no  se  los  consi- 
dere como  cáusticos. 

Los  hay,  en  efecto,  que  forman  con  los  tejidos  compuestos  plásticos ; y 
si  nada  los  disolviese , no  pasarían  á la  masa  de  la  sangre,  para  producir 
efectos  generales , al  paso  que  otros  forman  compuestos  solubles. 

Respecto  de  su  acción  sobre  el  suero  de  la  sangre,  los  divide  Mialhe  en 
unos  que  coagulan  y otros  que  fluidifican.  Coagulan  los  metaloídeos, 
cloro,  bromo  y yodo;  los  ácidos  minerales,  como  ei  sulfuroso,  sulfúrico, 
nítrico,  clorhídrico,  pirofosfórico , etc.;  la  mayor  parte  de  las  sales  de 
zinc,  plomo,  estaño,  bismuto,  cobre,  antimonio,  mercurio,  plata,  oro, 
platino , etc. 

Pues  bien ; todos  estos  cuerpos,  puestos  en  contacto  con  los  tejidos,  se 
combinan  con  los  elementos  proteicos  que  contienen , y forman  compues- 
tos plásticos  disolubles , como  lo  afirma  Liebig ; y si  algo  no  les  da  solu- 
bilidad , no  pasan  al  torrente  de  la  circulación.  * 

Mas,  luego  que  están  formadas  esas  combinaciones  sólidas  , obran  so- 
bre ellas  las  bases  alcalinas  que  contienen  los  humores;  las  disuelven,  y 
así  al  estado  de  doble  sai  pasan  á la  sangre , lo  cual  da  lugar  á la  intoxi- 
cación general.  Lasque  no  disuelven  las  bases  alcalinas,  son  disueltas 
por  los  cloruros  de  la  misma  organización  ,.y  sucede  lo  propio.  Como  las 
sales  alcalinas  dan  solubilidad  á los  cuerpos  que  con  ellas  se  combinan, 
se  concibe  esa  introducción  de  los  venenos  que  empezaron  su  acción  en 
ios  tejidos,  formando  coágulos  ó compuestos  plásticos.  Introducidas  así 


- M5  - 

en  el  torrente  de  la  circulación , obran  sobre  los  elementos  protéicós  de 
la  sangre  y de  órganos  distant^ , ó del  oxígeno  respirado , y la  intoxica- 
ción se  anuncia  ya  por  efectos  generales. 

Los  metaloídeos , los  ácidos  minerales  y vegetales , y algunos  óxidos 
metálicos , como  los  de  antimonio  , son  los  que  se  hacen  solubles  por  me- 
dio de  los  álcalis.  La  mayor  parte  de  las  sales  metálicas  se  disuelven  por 
medio  de  los  cloruros  alcalinos. 

Si  los  venenos  últimamente  citados  coagulan,  hay  otros  que  fluidifican, 
ó , por  lo  menos,  no  forman  con  los  tejidos , ni  suero  de  la  sangre , com- 
puestos plásticos  como  aquellos ; tales  son , por  ejemplo , los  óxidos  alca- 
linos y sus  carbonatos,  sulfatos,  nitratos,  fosfatos,  tartratos,  citratos, 
yoduros,  cloruros,  sulfuros,  etc. ; el  amoníaco  y sus  compuestos  sali- 
nos, los  ácidos  orgánicos  diluidos,  el  arsenioso,  el  arsénico  y el  fosfó- 
rico hidratado. 

No  es , sin  embargo  , igual  su  acción , por  cuanto  los  alcalinos  y sus 
sales,  inclusas  las  de  ácido  orgánico  cuando  son  diluidas,  que  es  como 
pueden  ser  absorbidas,  según  lo  que  llevamos  dicho  antes,  pasan  á la 
masa  dé  la  sangre,  y la  fluidifican  notablemente;  las  sales  de  ácido  or- 
gánico vienen  á resultar  como  si  fueran  carbonatos;  porque  ya  hemos  con- 
signado que  el  ácido  se  transforma  en  ácido  carbónico ; los  ácidos  arsenio- 
so, arsénico  y fosfórico  hidratado,  no  fluidifican  ; pero  tampoco  coagulan. 

De  todos  modos  resulta  que",  ora  coagulen  , ora  liquefien , ya  lo  hagan 
de  un  modo , va  de  otro , ó ya  sean  absorbibles , mediata  ó inmediata- 
mente, siempre  lo  que  se  pone  en  evidencia  es  la  acción  química  de  to- 
das esas  sustancias , tanto  si  nos  referimos  á los  efectos  locales , como  si 
nos  remitimos  á los  generales. 

Todo  eso  está  en  armonía  con  lo  que  hemos  visto  al  hablar  del  modo 
como  son  absorbidos  los  venenos  simples  y compuestos  del  reino  mineral. 

Si  después  de  esta  ojeada  general  á los  venenos  inorgánicos  , inclusos 
algunos  ácidos  orgánicos,  pasamos  á otros  del  reino  vegetal  y animal, 
también  tendrémos  ocasión  de  notar  acciones  químicas,  si  bien  no  son 
tan  conocidas  estas  como  las  de  aquellos. 

El  ácido  tánico  , por  ejemplo , el  tanino , el  alcohol , la  creosota  y el 
aceite  de  crotontiglio , obran  como  los  inorgánicos  coagulables  del  grupo 
que  adquiere  solubilidad  por  medio  de  las  bases  alcalinas.  Otro  tanto 
podrémos  decir  de  la  infusión  del  centeno  atizonado,  de  la  sabina , jugo 
de  ortigas , etc. 

Liebig  dice  que,  respecto  del  ácido  prúsico  y de  los  alcaloideos,  no  tene- 
mos todavía  datos  cabales  para  poder  determinar  su  acción  química,  ó 
el  modo  cómo  la  desplegan ; pero  añade  á renglón  seguido  , que  puede 
predecirse  con  seguridad  que  no  está  distante  el  tiempo  en  que  se  sabrá 
la  manera  de  conducirse  de  esos  venenos  con  las  sustancias  animales. 
Desde  que  lo  dijo  Liebig  ya  se  han  hecho  experimentos  que  han  realizado 
sus  esperanzas. 

Respecto  del  ácido  prúsico  ó hidrociánico , todas  las  probabilidades  es- 
tán en  que  detiene  la  acción  del  oxígeno.  Millón  ha  observado  que,  cuando 
interviene  la  menor  proporción  jde  ácido  cianhídrico , en  la  acción  inmi- 
nentemente oxidante  que  ejerce  el  ácido  yódico  sobre  ciertas  sustancias 
orgánicas , cesa  de  repente  esa  oxigenación.  Este  hecho  da  gran  funda- 
mento , como  lo  cree  Mialhe , para  comprender  la  acción  química  de  ese 
ácido  terrible  en  la  economía  humana , y explicar  la  rapidez  de  su  ener- 
gía venenosa.  Robin  le  da  la  misma  propiedad. 


— Si  6 — 

En  cuanto  á los  alcaloideos  ó bases  alcalinas  orgánicas , tenemos  tam- 
bién bastantes  datos  experimentales  par<^  poder  saber  algo  relativo  á su 
acción  química,  de  la  cual  se  sigue  la  terapéutica  y la  tóxica. 

Las  bases  alcalinas  orgánicas  son  poco  solubles  en  el  agua;  y excepto 
la  morfina,  casi  todas  las  demás  son  insolubles  en  los  álcalis,  al  paso 
que  poco  ácido  basta  para  darles  solubilidad,  transformándolos  en  sales. 
Lo  estrechamente  relacionada  que  está  la  solubilidad  de  dichas  bases  con 
su  acción  terapéutica  y tóxica,  como  la  de  todo  agente  exterior  que  viene 
á ponerse  en  contado  con  nuestros  órganos  , es  ya  un  pié  bastante  sólido 
para  deducir  con  fundamento  que  es  química  la  acción  de  los  alcaloideos, 
como  la  de  los  demás  venenos. 

Los  álcalis  y carbonatos  neutros  alcalinos  precipitan  de  sus  disolucio- 
nes á los  alcaloideos;  solo  se  exceptúan  de  esta  regla  la  morfina,  cuyo 
precipitado  se  redisuelve  con  un  exceso  de  reactivo. 

Este  dato,  que  nadie  ignora  y que  todos  pueden  comprobar  en  el  la- 
boratorio, se  repite  del  propio  modo  en  la  economía  humana.  Bajo  este 
punto  de  vista  no  hay  diferencia  entre  lo  que  pasa  en  una  copa  ó tubo  de 
ensayo,  y lo  que  acontece  en  el  tubo  digestivo , piel  y masa  de  la  sangre. 

Los  alcaloideos  se  combinan  con  los  ácidos  del  estómago,  y se  hacen 
mas  activos , porque  se  vuelven  mas  solubles.  Aplicadlos'  al  ano  ó á la 
piel ; apenas  son  activos.  ¿Y  por  qué?  Porque  el  moco  del  recto  es  alca- 
lino, y alcalino  el  cloruro  yódico  que  baña  la  piel.  Gomo  los  alcaloideos 
son  insolubles  en  los  álcalis,  no  adquieren  solubilidad  , y no  son  absor- 
bidos. Ved  lo  que  pasa  con  la  morfina , que  es  soluble  en  los  álcalis; 
obra  enérgicamente  dada  en  enemas  y por  el  método  endérmico.  Los  re- 
sultados clínicos  están  poniendo  de  manifiesto  la  acción  química  de  los 
alcaloideos. 

Introducidos  estos  venenos  en  la  masa  de  la  sangre , se  hallan  con  car- 
bonatos alcalinos  y con  álcalis,  los  cuales,  como  en  las  copas,  los  preci- 
pitan, formando  carbonatos  insolubles;  hé  aquí  otro  fenómeno  químico 
que  empieza  á dar  á comprender  cómo  han  de  alterar  las  propiedades 
fisiológicas  de  la  sangre , contrariando , por  lo  menos,  la  circulación 
sanguínea. 

Cuando  hemos  hablado  de  la  posibilidad  de  acumulación  de  medica- 
mentos en  la  economía,  y de  una  intoxicación  debida  á esa  acumulación, 
hemos  dicho  que  las  sales  -de  quinina  podían  dar  lugar  á este  terrible  su- 
ceso. Eso  es  debido  á que  Ja  quinina  es  uno  de  los  alcaloideos  precipita- 
dos por  los  álcalis  ó carbonatos  alcalinos;  como  sustancia  insoluble  se 
estanca;  y si  en  los  humores  del  cuerpo  hay  mudanza,  de  la  que  resulte 
abundancia  de  ácidos,  ese  precipitado  se  redisuelve,  y entonces  hay  una 
gran  cantidad  de  alcaloideo  en  acción  , y de  ahí  el  intoxicarse  el  enfermo. 

Además  de  los  fenómenos  químicos  indicados,  hay  otros  á los  cuales 
acaso  se  deben  más  los  efectos  fisiológicos  de  los  alcaloideos ; desalojados 
por  los  álcalis,  precipitados  de  su  ácido,  se  combinan  con  los  elementos 
protéicos  de  la  sangre,  combinaciones  que  duran  poco. 

Siquiera  las  acciones  químicas  conocidas  délos  alcaloideos  no  expli- 
quen todos  los  efectos  mediatos  de  esos  cuerpos,  explican  otros  muchos, 
que,  sin  ella,  no  tienen  ninguna  explicación  plausible.  Muchas  cuestiones 
terapéuticas  reciben  una  luz  clarísima,  desde  el  momento  que  se  hace  apli- 
cación á la  economía  del  modo  de  conducirse  las  bases  alcalinas  orgáni- 
cas con  los  álcalis  y los  ácidos. 

Los  cuerpos  volátiles  y los  anestésicos  ejercen  también  una  acción  quí- 


- 247  - 

mica,  la  que  consiste  principalmente  en  apoderarse  del  oxígeno  del  aire 
respirado,  por  lo  cual  son  asfixiantes,  en  especial  los  últimos. 

La  acción  de  muchos  gases  y cuerpos  volátiles , introducidos  por  las 
vías  respiratorias,  ha  sido  mejor  comprendida  é interpretada  desde  el 
descubrimiento  de  los  anestesíeos.  Cuando  se  habló  de  los  efectos  produ- 
cidos por  el  éter,  inspirado  para  acallar  el  dolor,  medio  que  los  médicos 
americanos  Jakson y Morton  habían  descubierto,  la  idea  general fué  que 
obraban  sobre  el  sistema  nervioso,  á consecuencia  de  cuya  estupefacción 
se  presentaba  la  insensibilidad,  la  resolución  muscular  y la  asfixia.  Des- 
pués se  ha  descubierto  el  cloroformo  y otros  anestésicos , como  última- 
mente el  amileno , y por  no  pocos  se  sigue  la  misma  opinión ; creen  que 
estos  cuerpos  volátiles  obran  impresionando  las  extremidades  de  los  ner- 
vios. Otros,  como  Black,  Ragsky,  Coze,  etc.,  atribuyen  dichos  efectos  á 
la  compresión  que  ejercen  sobre  los  centros  nerviosos  aquellos  cuerpos 
volátiles  introducidos  en  la  sangre. 

Yo  había  creído  que  la  anestesia  era  producida  por  una  asfixia,  y esta, 
debida  á la  cantidad  de  un  cuerpo  volátil  que  reemplazaba  el  aire,  y de 
consiguiente  impedia  la  oxigenación  de  la  sangre. 

En  unos  artículos  que  publiqué  en  el  periódico  médico  titulado  La  Ver- 
dad, sobre  la  acción  del  cloroformo , poco  tiempo  después  de  haberse  des- 
cubierto este  anestésico , asi  lo  manifesté  , como  lo  indicaré  luego,  al  ha- 
blar de  los  varios  modos  de  obrar  de  los  venenos. 

Después  he  sabido  que  Eduardo  Bobin  , químico  francés  distinguido  y 
de  talento  despejadísimo,  por  cuyas  opiniones  tengo  grandes  simpatías, 
ha  publicado  importantísimos  trabajos  sobre  la  acción  de  los  anestésicos, 
y demostrado  hasta  la  última  evidencia  que  obran  de  ese  modo , impi- 
diendo la  hematosis,  apoderándose  del  oxígeno  respirado  y protegiendo 
así  las  materias  vivas  de  la  acción  del  oxígeno,  como  protege  las  mate- 
rias muertas-,  puesto  que  , sometidas  á la  acción  de  los  anestésicos , la 
putrefacción  se  retarda  de  un  modo  considerable.  Los  experimentos  he- 
chos por  Robin  no  dejan  la  menor  duda  sobre  este  punto. 

Tampoco  la  dejan  respecto  de  la  pretendida  acción  del  éter,  clorofor- 
mo , éter  bromhídrico  , amileno  y demás  anestésicos  , puesto  que  ha  de- 
mostrado que  son  venenos  para  las  plantas,  y por  la  misma  razón,  por- 
que les  quitan  el  oxígeno  que  les  da  la  vida,  como  á los  animales,  y 
harto  es  sabido  que  las  plantas  carecen  de  cerebro  y de  sistema  nervioso. 

Aplazando  para  luego  el  hablar  mas  extensamente  de  esta  importante 
cuestión , dejarémos  aquí  consignado  que  esos  terribles  venenos  asfixian- 
tes ó los  anestésicos,  apoderándose  del  oxígeno,  con  el  cual  se  combi- 
nan, impidiendo  de  esta  suerte  la  hematosis,  ejercen  una  acción  quí- 
mica, á consecuencia  de  la  cual  sobreviene  la  muerte  por  asfixia. 

No  me  extenderé  más  sobre  las  sustancias  orgánicas,  primero,  porque 
repito  que  en  el  estado  actual  de  la  ciencia  no  se  halla  este  punto  tan  es- 
clarecido como  respecto  de  los  cuerpos  inorgánicos,  y segundo,  porque 
bastan  algunos  ejemplos  de  sustancias  del  reino  vegetal  para  mi  objeto  y 
para  creer  con  fundamento , aun  cuando  no  sea  mas  que  por  analogía , 
que  una  cosa  parecida  sucederá  en  lo  demás  : aquí  dirémos  como  Liebig: 
«El  tiempo  se  encargará , con  los  progresos  de  la  ciencia  , de  completar 
este  estudio  y de  darnos  la  razón.» 

Esta  analogía  está  tanto  mas  sólidamente  establecida , cuanto  que  ya 
hemos  visto  que , ni  los  venenos  pueden  obrar  no  siendo  solubles , ni 
pasan  íntegros  á la  masa  de  la  sangre , ó á los  órganos  distantes  del 


— 2S8  — 


punto  en  que  se  los  ingirió.- Por  el  mero  hecho,  de  verlos  obrar,  si  no 
local  generalmente  , ó vice-versa  , y de  no  hallarlos  íntegros , ni  en  los 
humores  ni  en  los  órganos,  se  deduce  lógicamente,  cuando  producen 
intoxicación  ó lastiman  la  parte  con  la»que  se  ponen  en  contacto,  que 
su  acción  es  de  naturaleza  química  , porque  sin  actos  químicos  ó molecu- 
lares no  harían  nada.. 

Si  para  ser  absorbidos  han  de  adquirir  solubilidad , ¿cómo  podrian 
adquirirla,  ingeridos  en  la  economía,  sino  íi  beneficio  de  combinaciones 
contraidas  con  los  elementos  de  la  organización  ó por  mejor  decir , con 
los  disolventes  de  esta  que  se  la  dan? 

Hé  aquí , pues,  cómo  , siquiera  en  el  estado  actual  de  la  ciencia  no  po- 
damos determinar  á punto  fijo  cuál  es  la  acción  química  que  ejercen, 
es  lógico  afirmar  que  la  desplegan. 

ÍTasta  aquí  me  he  referido  á las  sustancias  venenosas  que  contraen  com- 
binaciones con  ciertos  elementos  de  los  tejidos  y la  sangre,  ó que  impiden 
la  oxigenación,  apoderándose  del  oxígeno  inspirado.  Yov  ahora  á exami- 
nar someramente  también,  ó de  un  modo  general , á grandes  rasgos,  otra 
clase  de  venenos  que  provocan  descomposiciones  en  los  tejidos  y la  san- 
gre, desapareciendo  ellos  en  esas  metamórfosis,  por  la  parte  que  toman 
sus  elementos  en  los  compuestos  nuevos  á que  su  presencia  da  lugar. 

Hay  sustancias  alimenticias  que  se  tornan  venenos , cuando  se  des- 
arrolla en  ellas  la  putrefacción.  Éste  fenómeno  de  la  química  orgánica  da 
á esas  sustancias  un  poder  fermentativo  ó catalítico,  puesto  que,  en 
contacto  con  los  tejidos  ó con  la  sangre , promueven  en  ella  un  movi- 
miento de  descomposición  que  gasta  ciertos  tejidos  y desconcierta  la  sa- 
lud de  un  modo  profundo , produciendo,  sin  que  nada  acierte  á dete- 
nerle , en  poco  tiempo  la  muerte. 

Los  embutidos,  morcillas  y preparaciones  alimenticias  de  esta  clase, 
compuestas  de  sangre  , cerebro,  pedazos  de  visceras,  tocino,  leche,  etc., 
cuando  no  tienen  la  suficiente  cantidad  de  sal , pimienta  y especias , ó 
no  se  ahúman  lo  debido  , se  pudren , y del  fondo  de  la  masa  putrefacta 
sale  una  materia  rojiza  y mas  blanda  que  el  resto  de  la  morcilla  , en  des- 
composición , en  movimiento  molecular,  por  lo  tanto  de  gran  fuerza  quí- 
mica , capaz  de  producir  un  movimiento  igual  en  la  masa  de  la  sangre. 

Estas  sustancias  alimenticias  así  alteradas  , no  obran  por  ciertos  ácidos 
ni  principios  determinados  conocidos,  si  bien  no  falta  quien  así  opine, 
y aun  cuando  así  fuese,  por  eso  no  dejai ian  de  obrar  químicamente. 

El  agua  hirviendo  y el  alcohol  les  quitan  la  virtud  tóxica;  se  la  quita 
lodo  lo  que  se  opone  al  movimiento  de  descomposición  particular  en  que 
se  halla  su  materia:  ese  es  el  agente  tóxico,  porque  le  comunica  á la 
masa  de  la  sangre,  cuerpo  complexo  á propósito  para  ello-;  y de  aquí 
la  intoxicación  pútrida  que  sobreviene,  cuando  esas  sustancias  pasan  al 
torrente  circulatorio,  sin  que  los  agentes  digestivos  les  hayan  podido  des- 
truir su  virtud  fermentativa. 


La  imposibilidad  de  hallar  el  menor  resto  de  esas  sustancias , m eu  ia 
sangre,  ni  en  los  órganos,  ni  en  los  humores  excrementicios,  es  una 
prueba  irrefragable  de  que  han  sufrido  á su  vez  descomposición  ; luego 
ha  habido  acto  químico. 

La  descomposición  de  la  fibra  muscular  y de  todas  las  partes  esencia- 
les del  cuerpo  que  tienen  la  misma  composición  que  este  principio  in- 
mediato, ¿qué  prueba  sino  un  acto  químico?  ¿Cómo  podrian  disolverse 
los  elementos  proléicos  sin  una  descomposición?  ¿Y  qué  prueba  una  des- 


- 549  - 

. composición  sino  movimiento  molecular?  ¿T  qué  es  sino  acto  químico  se- 
mejante movimiento  ? 

Respecto  de  las  carnes  ó sustancias  del  cerdo,  crudas,  acaso  su  ma- 
lignidad no  se  debe  siempre  á la  putrefacción , sino  á la  presencia  de 
los  trichinos ; es  muy  posible  que  antes  del  descubrimiento  de  esos  pa- 
rásitos , se  hayan  tomado  por  intoxicaciones  algunos  casos  de  verdadera 
trichinosis.  Estos  casos  no  son  intoxicaciones,  puesto  que  los  trichinos 
no  son  venenosos  , no  obran  químicamente. 

De  una  manera  análoga  á las  sustancias  putrefactas  , proceden  los  ve- 
nenos de  los  animales  ponzoñosos.  Todo  conduce  á probar  que  gozan  de 
un  poder  fermentativo,  provocando  en  la  masa  de  la  sangre  una  descom- 
posición, metamórfosis  que  altera  los  principios  inmediatos,  quitándoles 
sus  condiciones  fisiológicas.  En  el  estado  actual  de  la  ciencia  no  es  posi- 
ble determinar  una  por  una  las  combinaciones  que  se  efectúan , ni  las 
proporciones  en  que  lo  hacen;  pero  el  resultado  definitivo,  la  alteración 
constitutiva  de  la  sangre  y los  tejidos , la  desaparición  del  humor  vene- 
noso, la  imposibilidad  de  hallarle  luego  de  ingerido,  y su  analogía  con 
el  modo  de  obrar  de  los  fermentos , dan  demasiados  fundamentos  para 
negarles  acción  química. 

Por  último,  los  miasmas  y los  virus , sujetos  al  mismo  exámen  analítico 
que  acabamos  de  hacer  de  todos  los  agentes  capaces  de  intoxicar  la  eco- 
nomía, no  nos  presentan  ninguna  excepción  á la  regla  general.  Pode- 
mos aplicarles  cuanto  acabamos  de  consignar  respecto  de  las  sustancias 
en  putrefacción  y de  los  venenos  de  los  animales  ponzoñosos.  Todo  con- 
duce á probar  que  obran  á la  manera  de  los  fermentos;  como  humor  en 
descomposición  , cuyo’ movimiento  molecular  provoca  otro  en  los  tejidos 
V la  sangre,  susceptibles  de  experimentarle,  á la  presencia  de  semejante 
incitador.  No  hay  mas  diferencia , en  cuanto  al  conjunto  de  fenómenos 
que  determina  la  descomposición  provocada  por  los  virus , además  de  la 
particular  que  á cada  fermento  corresponde,  que  el  producirse  entre  las 
combinaciones  nacidas  de  esa  descomposición  un  humor  igual , que  no 
es  germinación , desarrollo  ni  reproducción  del  provocador,  puesto  que 
los  elementos  de  este  han  desaparecido  combinados,  cuando  verificadas 
las  metamórfosis , aparece  el  nuevo  material  contagioso ; sino  un  verda- 
dero producto  nuevo , dotado  de  las  mismas  facultades  virulentas. 

Los  virus  pierden  su  acción  maléfica  , puestos  en  contacto  con  cuerpos 
capaces  de  detener  el  movimiento  de  descomposición.  Secos , ó al  estado 
seco,  se  conservan  por  largo  tiempo  sin  perder  su  actividad ; mas  en  con- 
tacto con  el  aire  húmedo , se  alteran  hasta  perderla.  El  calor,  el  alcohol, 
los  ácidos,  las  sales  mercuriales,  el  ácido  sulfúrico,  el  cloro,  el  yodo,  el 
bromo,  los  principios  aromáticos,  los  aceites  volátiles,  los  empireumá- 
ticos , el  humo  y el  cocimiento  de  café  destruyen  los  virus,  ya  descom 
poniéndolos,  ya  combinándose  con  sus  elementos. 

Siendo  todos  los  cuerpos  indicados  capaces  de  detener  la  putrefacción 
y la  eremacosia , impidiendo  la  acción  del  oxígeno  sobre  las  materias 
muertas , y viendo  que  detienen  la  acción  fermentativa  de  los  virus , hay 
sobrados  motivos  para  opinar  que  obran  sobre  los  virus  de  una  manera 
química  análoga. 

Comparando  lo  que  pasa  con  los  fermentos,  el  agua  azucarada  y el 
gluten , ó con  el  ácido  oxálico  y el  oxámido  0,  y lo  que  sucede  poniendo 

(')  Véase  la  p.  374  y siguientes  del  tomo  I de  mi  Tratado  de  Medicina  legal. 


— 250  — 

en  contacto  los  virus  con  los  tejidos  y la  masa  de  la  sangre  viva,  la  ana- 
logía no  puede  ser  mayor,  y hasta  ahora  no  se  conoce  ninguna  explica- 
ción mas  satisfactoria,  que  dé  á comprender  el  modo  de  conducirse  esas 
sustancias  especiales. 

Ahora  bien ; si  de  esa  ojeada  general , echada  á todas  las  clases  ó gru- 
pos de  sustancias  capaces  de  intoxicar  de  este  ó aquel  modo  , se  ve  siem- 
pre que  hay  una  acción  de  contacto  material  molecular,  y por  lo  tanto 
química;  si  recordamos  aquí  lo  que  hemos  dicho  en  punto  á las  relacio- 
nes íntimas  que  hay  entre  la  solubilidad  de  los  venenos  y su  absorción; 
si  tenemos  en  cuenta  la  lev  de  la  absorción  relativa  á la  descomposición 
ó alteración  que  experimentan  todas  las  sustancias , al  ponerse  en  con- 
tacto con  nuestros  sólidos  y humores;  si  añadimos  que  la  acción  de  los 
contravenenos  es  química  también,  puesto  que  se  combinan  con  las  sus- 
tancias venenosas,  neutralizándolas  para  dar  lugar  áun  nuevo  cuerpo  de 
menor  acción  química  ó ninguna , ó volverlos  insolubles,  ¿por  qué  he- 
mos de  pensar  de  otra  manera  que  lo  que  venimos  sosteniendo , apo- 
yándonos, no  en  tal  cual  hecho,  sino  en  todos  los  que  la  experiencia  y la 
observación  nos  permiten  conocer  en  el  estado  actual  de  las  ciencias 
fisiológicas  y químicas? 

Si  á cada  paso  que  la  química  orgánica  da  de  nuevo  en  el  terreno  fisio- 
lógico , lejos  de  contrariar  nuestra  opinión  , la  confirma  ; si  cada  nuevo 
progreso  en  esta  parte  es  una  prueba  mas  de  que  esos  agentes,  puestos  en 
esfera  de  actividad  con  nuestros  sólidos  y humores,  desplegan  la  acción 
química  que  les  es  propia,  del  mismo  modo  que  cuando  lo  están  con  las 
demás  materias  muertas  ó inorgánicas , ¿por  qué  no  hemos  de  pensar 
que  , respecto  de  los  hechos  conocidos  , es  química  la  acción  de  los  ve- 
nenos , y que , respecto  de  los  que  todavía  no  conocemos  bien , lo  ha  de 
ser  igualmente  , en  especial  no  habiendo  , ni  en  la  filosofía,  ni  en  la  ló- 
gica, razón  alguna  para  creer  que  hay  unas  leyes  para  unos  hechos,  y 
otras  para  otros,  siendo  todos  del  mismo  orden? 

Creo  que  con  lo  que  llevo  expuesto  queda  suficientemente  probado: 

1. *  Que  los  venenos  no  ejercen  ninguna  acción  sobre  las  fuerzas  de  la 
economía , sean  de  la  naturaleza  que  fueren. 

2. °  Que  la  ejercen  sobre  la  parte  material  de  los  sólidos , líquidos  y 
gases,  con  los  cuales  se  ponen  en  contacto  , combinándose  con  sus  ele- 
mentos y dando  lugar  á nuevas  combinaciones. 

3. *  Que  en  este  movimiento  molecular  se  combinan  como  con  las  mis- 
mas sustancias  ó elementos  fuera  de  la  organización  , y tanto  durante  la 
vida  como  después  de  la  muerte. 

Sentado  lo  que  precede,  pasemos  al  último  punto  de  este  párrafo,  con 
lo  cual  acabaremos  de  desarmar  á los  que  tan  obstinadamente  y á des- 
pecho de  las  pruebas  prácticas  se  oponen  á la  acción  química  ó mo- 
lecular de  los  venenos. 


S III.— De  los  efectos  que  producen  los  venenos  sobre  los  sólidos  y líquidos  vivos. 

Todo  cuanto  llevamos  expuesto  en  el  punto  anterior  ha  tenido  por  ob- 
jeto probar  que  los  efectos  primitivos  , y por  lo  tanto , verdaderamente 
propios  de  la  acción  de  los  venenos , son  combinaciones  de  sus  elemen- 
tos con  los  elementos  de  los  sólidos  y líquidos  con  los  cuales  se  ponen  en 
contacto ; que  esto  es  lo  primero  que  hacen  , para  lo  cual  no  necesitan 
mas  que  las  leyes  físicas  y químicas  establecidas  para  regular  el  modo  de 


— 881  — 

conducirse  unos  cuerpos  con  otros , cuando  se  ponen  en  esfera  de  actívi 

Lo¡f  que  opinan  que  los  venenos  obran  dinámicamente , esto  es 
las  fuerzas  de  la  vida , suponen  que  la  sustancia  tóxica  afecta  prime 
esas  fuerzas,  debiéndose  á esto  la  intoxicación , y luego  se  sigue  la  acción 
química,  dado  caso  que  la  admitan,  la  que  nada  tiene  que  ver  con  la 

muerte  del  sugeto.  . , - , . 

Cláudio  Bernard  , en  sus  primeras  lecciones , examina  las  teorías  tísi- 
cas, químicas  y vitales  que  se  han  ideado  y se  siguen , para  explicar  la 
acción  y modo  de  conducirse  los  venenos  y medicamentos  en  la  economía 
humana.  Respecto  de  las  teorías  físicas , se  hace  cargo  de  los  experimen- 
tos de  M.  Poiseuille,  para  probar  que  la  acción  de  los  venenos  se  debe  á 
las  leyes  de  la  endósmosis  y exósmosis,  ó al  cambio  de  condiciones  tísi- 
cas de  los  líquidos  vivos,  y á su  mayor  ó menor  facilidad  para  circular; 
repite  esos  experimentos,  reconoce  la  exactitud  de  los  hechos  que  se  afir- 
man , y concluye  por  decir  que  eso  no  explica  todos  los  hechos ; y cita 
algunos,  como  el  gran  poder  endosmósico  del  azúcar,  por  lo  cual  debería 
ser  purgante,  la  acción  purgante  del  sulfato  de  sosa  y de  magnesia  , que 
también  purgan  inyectados  en  las  venas,  y otras  cosas  por  el  estilo. 
Siempre  la  misma  falta  de  lógica  en  el  raciocinio. 

Respecto  de  las  teorías  químicas,  recuerda  también  y reproduce  las 
doctrinas  y experimentos  de  los  Volher  y Liebig;  reconoce  igualmente 
la  exactitud  de  los  hechos,  y concluye  diciendo  que  hay  otros  venenos, 
cuya  acción  ya  no  se  explica  satisfactoriamente  por  la  química,  y entre 
estos  cita  algunos  alcaloideos,  el  ácido  prúsico,  etc.  ; afirmando  de  ellos 
hechos  inexactos  ó mal  interpretados,  y en  último  resultado,  se  refugia 
en  lo  que  él  cree  inexplicable,  indemostrable  por  dichas  teorías , para 
admitir  acciones  dinámicas,  lesiones  vitales , y como  todos  los  vitalistas, 
atribuye  esa  especie  de  acción  al  sistema  nervioso;  suponiendo  que  este 
es  el  primer  afectado,  y que  los  efectos  químicos  y físicos  de  los  venenos, 
son  secundarios  ; reflejo  de  las  modificaciones  que  experimenta  el  sistema 
nervioso,  antes  que  los  sólidos  y líquidos  del  cuerpo  (‘). 

Pruebas  de  lo  que  afirma  no  las  espereis ; Bernard  no  las  da  ; es  lo 
propio  de  la  escuela  vitalista ; siempre  su  fundamento  para  admitir  le- 
siones vitales  es  la  no  explicación  por  la  física  y la  química  de  ciertos  he- 
cnos  , sin  que  por  eso  se  expliquen  más  por  el  vitalismo.  Si  con  aquellas 
teorías  se  quedan  á oscuras,  con  esta  se  quedan  ciegos;  y sin  embargo, 
para  que, se  vea  lo  lógicos  que  son,  por  no  poder  explicar  ciertos  hechos 
con  teorías  físicas  y químicas , no  las  admiten  , y abrazan  las  vitalistas , á 
pesar  de  no  explicar  esos  hechos. 

llegándose  á la  evidencia  y demostración  de  la  acción  física  y química 
sobre  la  sangre  y elementos  constituyentes  de  todos  los  tejidos ; á los  ex- 
perimentos hechos  directamente , sin  resultado  sobre  los  nervios  y sus 
centros,  con  esos  alcalóides  y otros  venenos,  cuyos  efectos  fisiológicos 
mas^arectan  el  sistema  nervioso,  al  paso  que  le  producen  aplicados  á la 
uSe  eTnPeaa  eP  dar  al  sistema  nervioso  una  lesión  que  no  exülica, 
,eTn/lestra;  ni  ve,  y ni  siquiera  le  ocurre  que  las  celdillas"  ner- 
tí5_.  : ’ ant0. periféricas  como  centrales  , pueden  sentir  el  efecto  de  con- 
ltvn  y^0,mnbmacion  cpn  esos  principios  venenosos,  que  la  sangre  les 
» y consecuencia  de  ello,  alterarse  en  sus  propiedades  fisiológicas, 

(‘)  Véanse  las  Leccionet  IV  y V de  la  obra  citada. 


— 252  — 

después  de  haberse  alterado  en  sus.  elementos  histológicos  y en  los  ele- 
mentos químicos  ó principios  inmediatos,  á cuya  combinación  y consti- 
tución deben  su  automatismo  espontáneo , ya  relativo  al  movimiento  y 
sensibilidad,  ya  á la  inteligencia  y sentimiento.  No  se  ocupa  en  averi- 
guar qué  es  lo  que  pasa  en  esas  celdillas , estudio  que  es  posible;  se 
contenta  con  decir  magistralmente,  es  una  lesión  vital , un  efecto  nervioso 
primitivo,  y probablemente  no  le  atribuye  A la  materia  del  nervio  ó de  la 
celdilla,  sino  A esa  fuerza  misteriosa,  diferente  de  las  físicas  y químicas 
que  se  califica  de  vital. 

No  tengo  nacesidad  de  volver  á probar  lo  inexacto,  por  no  decir  lo 
absurdo,  de  semejante  opinión  , puesto  que  dejo  demostrado  : l.°  que  la 
materia,  que  los  cuerpos  ó sus  elementos  no  pueden  obrar  sobre  fuerza 
alguna , sea  de  la  naturaleza  que  fuere  ; tanto  porque  una  fuerza  no  es 
corpórea  ó material , dado  que  exista  , como  porque  una  fuerza  no  existe 
ni  puede  existir  separada  de  la  materia,  ni  revelarse,  ni  obrar  sin  ella; 
2.°  que  las  sustancias  venenosas  se  conducen,  en  cuanto  agentes  quími- 
cos , del  mismo  modo  con  las  sustancias  vivas  que  con  las  muertas,  con 
las  orgánicas  como  con  las  inorgánicas,  y si  algunas  diferencias  hay, 
estas  no  son  esenciales  sino  accidentales , y mas  en  los  productos  que  en 
el  modo  de  darles  existencia;  debiéndose  esas  diferencias  á lo  compli- 
cado ó complexo  de  la  constitución  de  las  sustancias  orgánicas. 

Si,  verificada  una  combinación  química  entre  los  elementos  de  un  ve- 
neno y los  de  un  tejido  y un  humor,  este  humor  y este  tejido  no  tienen 
ya  la  misma  acción  que  antes  tenian  sobre  los  elementos  del  cuerpo  or- 
ganizado de  que  forman  parte,  y de  esto  se  siguen  alteraciones  mas  ó 
menos  profundas  en  la  economía  de  ese  cuerpo ; lejos  de  poderse  dedu- 
cir lógicamente  de  semejante  fenómeno  nada  que  se  oponga  á la  natura- 
leza química  de  la  combinación  y á la  prioridad  de  la  acción  molecular, 
es  un  argumento  más  á su  favor,  puesto  que  esta  es  la  ley  constante  de 
toda  combinación;  los  nuevos  productos,  siquiera  tengan  los  elementos 
de  Jos  que  han  dado  lugar  á ellos,  están  dotados  de  propiedades  di- 
ferentes , por  estar  combinados  de  otro  modo. 

Si  un  cuerpo  mas  ó menos  compuesto  forma  parte  de  otro  en  el  cual 
está  destinado  á producir  determinados  fenómenos , y los  produce  en  vir- 
tud de  lo  que  él  es  , claro  está  que,  si  otro  se  pone  en  conlacto  con  ese 
cuerpo  , se  combina  con  él  ó sus  elementos,  y forma  nuevas  combina- 
ciones incapaces  de  producir  los  fenómenos  que  aquel  producía , ó del 
modo  como  los  producía  ; esos  fenómenos  deberán  cesar,  y si  ellos  eran 
causa  de  otros,  estos,  á su  vez,  han  de  sufrir  alteraciones  notables  ó su 
completa  cesación.  Para  que  todo  eso  suceda  , ¿qué  se  necesita  mas  que 
la  alteración  del  cuerpo  por  otro?  Este  se  ha  limitado  á alterar  el  primero, 
combinándose  con  él : es  lo  que  él  ha  hecho  , su  acción  propia  , el  acto 
suyo.  Que  no  se  produzcan  fenómenos  debidos  al  cuerpo  alterado , ni 
otros  dependientes  de  estos , es  asunto  extraño  para  el  cuerpo  que  vino 
á combinarse  con  el  que  producía  ciertos  fenómenos,  causa  de  otros;  no 
tiene  nada  que  ver  con  esa  cesación  , como  no  sea  por  haber  dado  lugar 
á esas  alteraciones  mediatas  con  la  combinación  de  sus  elementos  y los 
de  dicho  cuerpo. 

Del  gasómetro,  por  ejemplo,  sale  una  corriente  de  hidrógeno  bicarbu- 
radopor  un  tubo,  y encendido  alumbra  un  salón  donde  uno.escribe,  otro 
lee,  otro  canta,  otro  toca  el  piano  y otros  hablan.  Encima  del  mechero 
bay  un  vaso  doble  de  cobre,  con  cera  en  una  cavidad , la  que,  fundida, 


- m - 

sale  por  un  conducto  á unos  moldes  de  hojas  de  flores ; en  otro  hay  una 
sustancia  fragante,  que  con  el  calor,  derrama  su  perfume  por  el  salón. 

Suponed  que  se  introduce  en  el  tubo  agua,  oxígeno  naciente,  cloro  ó 
cualquier  cuerpo , en  fin , capaz  de  combinarse  con  la  corriente  del  bi- 
carburo  de  hidrógeno  que  arde,  alumbra,  derrite  la  cera  y volatiliza  la 
sustancia  odorífera.  Ese  carburo  ya  no  es  lo  que  era,  y si  ha  perdido  con 
su  nueva  combinación  la  propiedad  de  arder , de  combinarse  con  el  oxí- 
geno dando  llama  y calor,  el  salón  se  queda  á oscuras;  el  que  escribe,  el 
que  lee  y el  que  toca  el  piano  , cesan  de  hacerlo;  el  que  canta,  si  no  lo 
hace  de  memoria,  no  puede  continuar;  los  que  hablaban  siguen  hablan- 
do; la  cera  no  se  derrite,  ya  no  va  al  molde,  no  se  hacen  hojas  de  flores; 
el  perfume  no  se  exhala , el  salón  no  huele ; ha  perdido  olor  y luz. 

El  agua,  el  oxígeno,  el  cloro  ó lo  que  sea,  que  haya  alterado  el  car- 
buro de  hidrógeno,  ¿qué  tienen  que  ver  con  todos  los  hechos  que  se  efec- 
tuaban con  la  luz  y calor  del  mechero  de  gas  inflamado?  Nada;  ellos  no 
han  hecho  mas  que  lo  que  podian  hacer;  alterar  el  gas,  y como  este  ha 
perdido  sus  propiedades  inflamables,  ha  dejado  de  arder,  y todos  los  que 
necesitaban  luz  y calor  para  hacer  lo  que  hacían,  lo  han  suspendido;  ios 
hechos  que  los  necesitaban  también  para  efectuarse,  han  cesado;  solo  pue- 
den continuar  los  que  no  necesitan  de  eso,  como  los  que  hablan. 

Hé  aquí  un  ejemplo  claro  y sencillo  de  lo  que  pasa  en  los  cuerpos  vi- 
vos, donde  los  elementos,  los  principios  inmediatos,  las  sustancias  orgá- 
nicas, los  tejidos,  los  órganos  y los  humores  tienen  señalado  su  destino 
por  las  leyes  de  la  naturaleza. 

Cada  uno,  no  solo  existe,  sino  que  existe  para  algo,  tiene  su  fin,  el  que 
cumpliéndose  , se  producen  ciertos  fenómenos , y realizándose  estos , se 
verifican  otros , y así  sucesivamente  en  el  orden  y armonía  con  que  todo 
está  encadenado  en  un  cuerpo  vivo. 

Cualquiera  de  esos  elementos,  principios  inmediatos,  sustancias  orgá- 
nicas, tejidos,  órganos,  humores  que  se  altere  ó pierda  sus  condiciones 
naturales  y fisiológicas,  ha  de  producir  forzosamente  mas  ó menos  tras- 
tornos en  los  fenómenos  de  la  organización,  puesto  que  estos  se  verifican 
bajo  determinadas  condiciones,  y si  estas  faltan  antes,  cesan  ellos  ó se 
realizan  de  un  modo  muy  diferente. 

El  cuerpo  ó cuerpos  que  alteren  la  constitución  química  ó física  de 
esas  partes  constituyentes  de  una  organización,  son,  sí,  la  causa  de  esos 
trastornos,  pero  causa  mediata,  indirecta,  ocasional;  ellos  no  hacen  mas 
que  obrar  sobre  el  cuerpo  con  el  cual  se  ponen  en  contacto,  y alterarle; 
lo  demás  que  sobrevenga  no  es  cuenta  suya;  es  un  resultado  forzoso  de 
la  organización  que  así  lo  quiere,  porque  se  le  interrumpe  la  série  de 
operaciones  enlazadas  para  su  objeto  general  y común  , que  es  la  vida  , la 
existencia  y la  salud  del  ser. 

¿Qué  hace  un  lazo  en  el  cuello  de  un  animal  estrangulándole?  Inter- 
ceptar el  aire , negar  su  paso  á las  vías  respiratorias.  Y de  esto  ¿qué  se 
sigue?  Que  falta  la  acción  del  oxígeno  sobre  la  sangre.  Y de  esto  ¿qué 
resulta  ? Que  no  hay  hematosis , que  no  hay  producción  de  calor.  Y de 
aquí,  ¿qué  proviene?  Que  cesa  de  obrar  el  cerebro,  los  pulmones,  el  co- 
razón , y luego  lodos  ios  órganos.  Como  ese  estado  se  prolongue , y por 
poco  que  se  prolongue,  el  sugeto  ó animal  muere.  ¿Quién  ha  sido  la  causa 
primera  de  todo  eso?  El  lazo.  Pero  la  acción  de  este  ¿hasta  dónde  ha  lle- 
gado? Ha  sido  puramente  mecánica,  no  ha  pasado  de  los  tegumentos  y 
músculos  y tráquea,  á los  cuales  ha  comprimido,  interceptando  el  paso 


— fol  — 

del  aire  Esto  es  todo  lo  que  ha  hecho,  lo  que  ha  podido  hacer  el  lazo , ni 
más  ni  menos.  Todos  los  demás  fenómenos  tísicos,  químicos  y vitales  que 
se  van  sucediendo  en  tales  casos,  ya  no  dependen  directamente  de  él,  lo 
mismo  sucederia  si  fuese  un  tapón  en  las  fauces,  las  manos  del  hombre 
aplicadas  al  cuello;  el  agua , arena,  etc.,  que  se  introdujese  en  las  vías 
respiratorias,  el  vacío,  un  gas  no  respirable,  todo  lo  que  asfixia,  en  íiu, 
produciría  iguales  ó idénticos  fenómenos  secundarios  ó mediatos. 

Que  en  lugar  de  un  lazo,  ó cualquier  otro  de  ios  indicados  asfixiantes, 
sea  un  anestésico,  un  cuerpo  que  se  apodere  del  oxígeno  respirado  y se 
combine  con  él,  no  dejándole  combinar,  por  lo  tanto,  con  la  sangre;  su- 
cederá lo  mismo,  faltará  aire,  oxígeno,  y la  asfixia  se  declarará  en  el 
fondo  del  propio  modo.  ¿Qué  habrá  hecho  el  anestésico , en  resumidas 
cuentas?  Lo  que  el  lazo,  polvos,  agua,  etc. 

Si  hay  otra  sustancia  que  venga  también  á apoderarse  del  oxígeno  res- 
pirado, ¿qué  sucederá?  Lo  propio.  ¿Cuál  habrá  sido  su  acción  y los  lími- 
tes de  esta?  La  acción,  sobre  el  oxígeno;  los  límites,  á combinarse  con  él 
el  producto  inmediato  de  esta  combinación;  todo  lo  demás  le  será  tan  ex- 
traño como  al  lazo,  agua,  arena  y otros  asfixiantes. 

¿Qué  fisiólogo , no  obcecado  por  ideas  sistemáticas  ú opiniones  preven- 
tivas, ha  de  ver  en  todos  esos  agentes  una  acción  dinámica  primero  que 
la  física  y la  química?  ¿Y  qué  hombre  lógico  ha  de  atribuir  al  agente  pro- 
vocador del  primer  fenómeno  los  demás  que  son  consecuencia  sucesiva 
de  la  alteración  ó cesación  de  otros?  ¿Qué  hombre,  en  fin,  que  sepa  razo- 
nar ó hacer  el  debido  uso  del  entendimiento  que  Dios  le  ha  dado,  dedu- 
cirá que  la  acción  del  cuerpo  que  impide  la  Oxigenación,  siquiera  sea  un 
lazo,  no  es  física,  poique  de  la  estrangulación  se  siguen  fenómenos  fisio- 
lógicos, vitales,  solo  posibles  en  los  cuerpos  vivos?  ¿No  se  siguen  también 
fenómenos  vitales,  cuando  una  bala  desgarra  el  corazón,  ó cuando  un  ha- 
chazo parte  el  cráneo  y el  cerebro?  ¿Y  se  dirá  que  la  acción  de  estos  dos 
cuerpos  no  es  meramente  mecánica;  que  antes  de  atacar  los  tejidos  física- 
mente, han  atacado  las  fuerz  ís , han  obrado  dinámicamente?  ¡Qué  absur- 
do! ¡Qué  tontería! 

De  las  reflexiones  que  preceden  se  infiere  lógicamente  que  no  todos  los 
efectos  de  una  intoxicación  deben  atribuirse  á la  acción  de  los  venenos 
de  una  manera  inmediata  , sino  mediata,  en  especial  tratándose  de  todos 
aquellos  que  acontecen,  á consecuencia  de  la  alteración  producida  por  la 
sustancia  tóxica  en  los  sólidos  y humores  del  suge^o  intoxicado.  Diré 
más;  fuera  de  la  combinación  ó actos  químicos  que  la  presencia  del  ve- 
neno provoca,  y fuera  de  las  alteraciones  de  constitución  que  él  por  sí 
produce,  todo  lo  demás  ya  no  le  pertenece,  ya  no  es  suyo,  ya  es  conse- 
cuencia mas  ó menos  mediata  de  su  acción  y ios  efectos  propios  de  esta. 

Dé  aquí  por  qué  Eduardo  llobin,  al  sentar  que  los  venenos  lo  son,  en 
cuanto  impiden  que  el  oxigeno  verifique  la  hematosis,  extendiendo  á toda 
clase  de  ' enenos  esta  manera  de  obrar , dice  que  las  sustancias  tenidas 
por  venenosas , en  sí  no  lo  son  , no  tienen  ninguna  acción  directa  sobre 
los  nervios,  no  hacen  mas  que  impedir  un  acto  fisiológico,  del  cual  de- 
pende la  vida,  ó sin  el  cual  por  lo  menos  esta  no  es  posible  (*). 

Hé  aquí  también  por  qué  Giacomini  opina  de  un  modo  parecido  res- 
pecto de  ciertas  sustancias  por  lo  menos. 

«Los  experimentos  que  me  son  propios,  dice  este  autor  italiano,  escla- 

(*)  Uodt  ct'oclion  dei  anttlhttiques  par  irupiration,  Op.,  pég,  21. 


- m — 

recen  singularmente  la  acción  mecánico-química  de  los  venenos  llama- 
dos corrosivos ; esos  experimentos  prueban  hasta  la  evidencia  que  la  ac- 
ción química  no  es  la  única  que  poseen  esas  sustancias , y que  esa  acción 
no  es  la  que  produce  los  fenómenos  de  la  intoxicación  y la  muerte  inme- 
diata. Los  efectos  químicos,  en  igualdad  de  circunstancias,  están  en  ra- 
zón inversa  de  los  efectos  dinámicos  ; Ja  muerte  se  debe  siempre  á estos. 
Cualquier  ácido  concentrado , un  álcali  cáustico , el  plomo  derretido , el 
vidrio  molido , el  aceite  hirviendo,  el  hierro  hecho  ascua,  pueden  produ- 
cir efectos  mecánico-químicos  parecidos  á los  del  sublimado  corrosivo  y 
del  arsénico,  ó acaso  mas  fuertes,  y sin  embargo,  no  se  ios  puede  consi- 
derar, en  rigor,  como  venenos. 

)> Verdad  es  que  la  inílamacion  traumática,  la  cauterización  del  esófago 
y del  estómago  que  ocasionan  estas  sustancias,  como  el  sublimado  cor- 
rosivo, el  arsénico,  el  nitrato  de  plata,  las  cantáridas,  etc.,  pueden  tener 
en  ciertos  casos  consecuencias  funestas,  independientemente  de  su  ac- 
ción dinámica;  pero  eso  no  sucede  súbitamente  como  con  una  verdadera 
intoxicación.  En  tales  circunstancias , hay  ordinariamente  una  reacción 
febril,  cuya  marcha  y terminación  exigen  un  dado  tiempo,  como  ciertas 
heridas  del  estómago.  Añadamos  que  la  inílamacion  de  que  se  trata  es  de 
naturaleza  maligna,  ;,or  cuanto  va  acompañada  de  gangrena  del  estó- 
mago ; así  es  que  puede  causar  la  muerte;  mas  nunca  con  tanta  rapidez 
como  la  verdadera  intoxicación. 

»Una  herida,  una  quemadura  del  estómago , no  puede  llamarse  intoxi- 
cación; tampoco  puede  darse  este  título  á los  accidentes  mortales  produ- 
cidos por  la  acción  mecánico-química  de  los  ácidos  concentrados  y otras 
sustancias  que  obran  de  una  maneia  análoga.  Esta  consideración  nos  pa- 
rece incontestable,  bjo  el  punto  de  vista  farmacológico;  no  es  así  tratán- 
dose de  medicina  legal : en  este  terreno  tal  vez  es  conveniente  designar 
algunos  de  esos  efectos  con  el  nombre  de  intoxicación.  Ello  es  cierto  que 
no  se  puede  mirar  la  muerte  producida  p r el  arsénico,  sublimado,  etc., 
como  la  que  ocasionan  los  ácidos  concentrados,  el  vidrio  molido,  el  aceite 
hirviendo,  etc.  (').» 

Consideraciones  análogas  han  hecho  decir  á Liebig  que  los  cáusticos  y 
desorganizadores  no  son  verdaderos  venenos  (2). 

La  opinión  de  estos  autores  de  cuantos  la  profésen  igual,  viene  á de- 
cir en  suma  lo  que  hemos  consignado;  esto  es,  que  lo  propio  de  las  sus- 
tancias venenosas,  el  campo  de  su  verdadera  y primitiva  acción  es  el  acto 
químico  a que  dan  lugar  con  su  contacto,  siéndoles  extraño  todo  fenó- 
meno que  luego  se  presente,  como  consecuencia  de  las  alteraciones  quí- 
micas que  ñau  producido  en  los  tejíaos  ó los  humores,  por  lo  menos  in- 
mediatamente hablando. 

Si  Eduardo  liobm  tal  vez  va  mas  lejos  de  lo  debido,  atribuyendo  todo 
acto  venenoso  á una  falta  de  hematosis,  Giacomiui  circunscribe  dema- 
siado, refiriéndose  tan  solo  á los  venenos  corrosivos,  la  acción  química  y 
la  producción  de  los  fenómenos  primitivos.  .Puede  asegurarse  de  todos: 
si  producen  la  muerte,  es  porque  las  combinaciones  que  han  contraído 
son  incompatibles  con  las  leyes  fisiológicas,  impiden  la  realización  de 
ciertos  fenómenos  necesarios  paia  la  vida,  y en  ios  cuales  ya  no  tienen 
influencia  alguna,  porque  ya  han  hecho  todo  lo  que  podian  hacer. 


P)  Tratado  de  materia  médica,  edición  primera,  p.  16,  <839. 
(J)  lntruduction  á la  chimie  organique,  p.  170. 


- 286  — 

Sí  las  sustancias  cáusticas  corrosivas  tno  matan  por  sí  ó por  el  estrago 
local  oue  producen  , sino  por  la  inflamación  terrible  que  provocan  ó ‘el 
trastorno  material  que  producen  en  un  órgano  importante,  imposibilitán- 
dole su  función  esencial  á la  vida,  como  lo  hace  el  vidrio  molido,  el 
fu  eso  etc  y de  consiguiente,  los  fenómenos  que  se  siguen  en  lo  general 
de  la  economía  no  se  le  deben  atribuir ; del  propio  modo  debemos  opinar 
respecto  de  los  que , en  lugar  de  destruir  la  trama  de  los  tejidos,  alteran 
la  constitución  de  estos , sin  hacerles  perder  la  forma,  ó la  de  la  sangre, 
quitándoles  sus  condiciones  fisiológicas , con  solo  las  cuales  pueden  llenar 
los  fines  de  la  organización  viva,  Esta  alteración  de  condiciones  acarrea 
trastornos  quizás  mas  profundos  é irreparables  que  la  destrucción  produ- 
cida por  los  cáusticos.  A consecuencia  de  ella  no  pueden  realizarse  los 
fenómenos  propios  de  la  vida ; primero  cesan  ó se  producen  de  otro 
modo  no  normal,  los  mas  inmediatamente  ligados  con  el  órgano  ó hu- 
mor lisiado;  luego  los  que  dependen  de  los  que  han  -empezado  á cesar, 
y así  sucesivamente  hasta  que  toda  la  organización  sucumbe. 

Giacomini  no  es  lógico,  circunscribiéndose  tan  solo  á los  venenos  cor- 
rosivos, y explicando  la  diferencia  de  efectos  por  la  rapidez  de  la  muerte 
en  unos  y la  tardanza  en  otros.  La  mayor  ó menor  rapidez  no  arguye  cau- 
salidad mas  directa , ni  diferencia  de  acción ; mas  depende  de  la  solubi- 
lidad del  veneno  y del  modo  cómo  se  conduce,  al  ponerse  en  contacto  con 
los  elementos  protéicos  de  los  tejidos  y la  sangre;  si  es  de  los  que  coagu- 
lan, siempre  tardará  mas  qúe  los  que  iiquefian.  El  ácido  oxálico  es  mas 
rápido  que  el  nítrico  por  esa  razón. 

Podremos  equivocarnos , pero  nos  parece  que  no  ha  visto  bien  este 
asunto  Mialhe , cuando  ha  dicho  que , si  los  franceses  han  puesto  en  evi- 
dencia la  acción  química  de  los  venenos,  los  italianos  han  hecho  otro 
tanto  con  los  efectos  dinámicos  de  los  mismos.  Si  Mialhe  se  refiere  á Gia- 
comini, ó si  los  demás  autores  italianos,  que  hayan  hablado  de  estos  efec- 
tos, no  se  han  explicado  mejor,  no  creemos  que  la  ciencia  les  sea  deudora 
de  una  gran  cosa.  Mi  Giacomini  ha  establecido  la  debida  diferencia  entre 
los  efectos  inmediatos  y mediatos  de  los  venenos  en  general,  puesto  que 
se  ha  limitado  á los  corrosivos , ni  respecto  de  estos  ha  tocado  el  verda- 
dero punto  de  la  cuestión.  Más  se  ha  acercado  á él  Eduardo  Kobin,  y mas 
creemos  estar  en  ella  nosotros , estableciendo  que  todo  agente,  sea  de  la 
naturaleza  que  fuere , no  tiene  mas  que  una  acción  , ni  produce  mas  que 
un  efecto  inmediato  ó propio. 

En  nuestro  Exámen  critico  de  la  Homeopatía  hemos  combatido  la  doctrina 
galénica  de  los  efectos  primitivos  y secundarios,  porque  supone  una  cosa 
muy  contraria  á la  realidad.  Allí  hemos  probado  que  una  causa  produce 
su  efecto;  este  efecto,  causa  á su  vez,  produce  otro,  y así  sucesivamente. 
Las  nuevas  situaciones , creadas  por  el  efecto  de  una  causa  son  las  que 
van  dando  nuevos  fenómenos  sucesivos,  y jamás  será  lógico  convertir  la 
sucesión  de  las  acciones  en  efectos  primitivos,  secundarios  y terciarios  de 
la  actividad  de  un  agente,  como  lo  hacia  Galeno  y como  lo  han  hecho  los 
que  adolecen  de  su  resabio. 

Cada  veneno  no  tiene  mas  que  una  acción,  la  suya,  la  que  le  es  pro- 
pia , y por  lo  mismo  no  produce  mas  que  un  efecto , el  suyo  también , el 
del  que  es  causa  inmediata.  Este  efecto,  una  vez  producido,  da  fugará 
otro,  y este  á otro,  y así  sucesivamente,  hasta  que  se  llega  al  fin  de  la  ca- 
dena ó enlace  de  fenómenos , y no  está  bien  con  la  lógica  quien  llama 
efectos  secundarios  ni  terciarios  del  veneno  todos  los  fenómenos  que  se 


- 457  - 

van  sucediendo  , después  de  haber  desplegado  su  acción.  Quien  así  pro- 
cede , suprime  á beneficio  de  la  primera  acción  la  sucesión  de  acciones 
que  se  van  presentando , y niega  la  causalidad  que  corresponde  á los 
efectos,  respecto  á los  que  cada  uno  produce.  Solo  puede  hablarse  de 
efectos  secundarios  de  un  modo  figurado  ó retórico , atribuyendo  al  pri- 
mer agente  la  causalidad  respectiva  á otros  varios  fenómenos  que  aquel 
ha  provocado. 

Quede , pues , sentado  que  los  venenos  no  tienen  mas  que  una  acción, 
y que  esta  es  química,  molecular,  material  que  no  tienen  mas  que  una 
clase  de  efectos,  que  son  las  alteraciones  que  resultan  inmediatamente  de 
su  acción  en  los  tejidos  y humores  con  los  cuales  se  combinan. 

Pero  se  dirá  que  estos  no  constituyen  la  intoxicación  , que  no  explican 
los  trastornos  fisiológicos  que  resultan,  tanto  en  la  parte  atacada  por  ellos, 
como  en  otras  distantes  , y por  lo  mismo,  además  de  los  efectos  quími- 
cos, hay  los  dinámicos;  además  de  los  locales,  hay  los  generales. 

Convenimos  en  que  hay  efectos  generales ; es  decir,  que  se  manifiestan 
en  lo  general  de  la  organización  , y efectos  fisiológicos,  que  solo.se  pre- 
sentan en  los  cuerpos  vivos , y que  unos  y otros  son  provocados  por  el 
veneno,  á consecuencia  de  cuya  ingestión  en  la  economía  se  produce  la 
intoxicación.  Esto  es  verdad. 

Mas  estos  efectos  no  son  ya  la  hechura  del  veneno,  sino  de  los  cambios 
que  ha  producido,  de  las  alteraciones  que  ha  ocasionado.  Pongamos  al- 
gunos ejemplos  , y quedará  este  punto  debidamente  esclarecido. 

La  potasa  cáustica  disuelta  y en  disolución  concentrada,  se  ingiere  en 
el  estómago ; sobre  cuantas  partes  toca , desplega  una  destructora  activi- 
dad ; se  combina  con  ciertos  elementos  de  los  labios,  lengua , faringe, 
esófago  y estómago  ; los  reblandece  y destruye  ó escarifica.  Si  el  sugeto 
estuviese  muerto,  no  haría  nada  más;  en  esos  tejidos  solo  se  verían  fenó- 
menos físicos  y químicos.  Pero  el  sugeto  vive  , y hay  ardor,  sequedad, 
sed,  dolor,  inflamación  intensa,  vómitos,  hipo,  hinchazón  de  vien- 
tre , etc.  lié  aquí  una  porción  de  fenómenos  vitales,  que  son  síntomas  de 
la  intoxicación  por  la  potasa  cáustica,  que  solo  se  presentan  en  el  vivo. 
En  el  cadáver  no  hay  nada  de  esto. 

¿11a  producido  la  acción  química  de  ese  álcali  tales  efectos?  ¿ Son  su 
obra  inmediata  y necesaria?  No.  El  ardor,  por  ejemplo,  es  la  consecuencia 
del  mayor  desarrollo  de  temperatura,  al  que  ha  dado  lugar  la  combinación 
y la  inflamación  que  se  declara  en  todo  tejido  vivo  así  atacado ; la  seque- 
dad es  el  efecto  de  la  absorción  del  agua  por  el  cáustico;  el  dolor  es  el 
resultado  de  la  sensibilidad  de  los  nervios  esparcidos  por  esa  parte , que 
se  halla  fuertemente  impresionada,  tanto  por  la  destrucción  como  por 
la  intensa  temperatura;  el  hipo  es  un  resultado  de  la  excitación  de  ios 
nervios  del  diafragma  que  hacen  contraer  este  tabique  musculoso  apo- 
neurótico,  etc.,  etc.  El  cáustico  obra  sobre  un  tejido  organizado,  que  vive 
en  íntimo  enlace  con  otros  órganos,  con  los  cuales  trabaja  para  su  fin 
común  , y las  variaciones  orgánicas  de  este  tejido,  las  nuevas  condiciones 
que  adquiere  , dan  lugar  á la  producción  de  esos  fenómenos,  solo  pro- 
pios de  la  vida , que  no  se  presentan  en  el  cadáver ; porque  los  órganos 
del  cadáver  ya  no  se  hallan  en  las  circunstancias  necesarias  para  desple- 
gar esa  sucesiva  série  de  fenómenos , que  necesitan  de  todas  las  condicio- 
nes fisiológicas  para  poderse  efectuar. 

Cada  uno  de  esos  síntomas  tiene  su  causa  en  otros,  ó en  las  mudanzas 
que  sobrevienen , ya  en  el  tejido  cauterizado,  ya  en  las  partes  cercanas, 
toxicolcgía. — 17 


— 258  — 

va  en  las  que  están  relacionadas  con  aquel , y como  en  la  mútua  depen- 
dencia ó estrecha  relación  en  que  viven,  no  son  indiferentes á las  altera- 
ciones del  afectado  por  el  veneno,  se  afectan  ellas  á su  vez,  no  por  la  ac- 
ción directa  de  aquel , sino  por  los  efectos  ó alteraciones  mediatas  y su- 
cesivas que  ha  ido  provocando.  . 

El  cloroformo,  por  ejemplo,  es  inspirado  mas  tiempo  de  lo  debido,  y 
el  sugelo,  habiendo  empezado  por  perder  la  conciencia  de  sí  propio,  ó el 
conocimiento,  acaba  por  asfixiarse.  ¿La  pérdida  de  la  sensibilidad,  movi- 
miento, inteligencia,  la  falta  de  respiración,  la  cesación  de  latidos  del 
corazón,  el  acumulo  de  sangre  en  las  cavidades  derechas  de  esta  viscera, 
en  los  pulmones,  en  los  vasos  venosos,  la  inyección  de  la  mucosa  traqueal 
y bronquial , las  manchas  lívidas  de  la  piel , lodos  los  síntomas  de  asfixia, 
en  fin,  son  la  hechura  del  anestésico?  No  por  cierto.  En  el  cadáver  no 
hay  nada  de  eso,  y al  desplegar  la  propia  acción , lo  que  él  hace , tanto 
en  vida  como  en  muerte,  es  apoderarse  del  oxígeno  que  obra  sobre  la 
sangre  y los  tejidos,  y los  preserva  de  la  acción  comburente  de  ese  gas. 
Esto  es  lo  único  que  hace,  que  puede  hacer  el  anestésico ; los  demás  sín- 
tomas ó fenómenos  de  la  asfixia  son  consecuencias  sucesivamente  media- 
tas ó indirectas  de  esa  acción  química. 

Apoderándose  del  oxígeno,  este  no  obra  sobre  la  sangre  ; la  sangre  no 
se  oxigena,  no  se  efectúa  la  hematosis ; la  sangre  venosa , incapaz  de  lle- 
nar las  funciones  de  la  arterial,  llega  á los  órganos  falta  de  las  condicio- 
nes normales ; el  cerebro  no  funciona  bañado  tan  solo  por  sangre  venosa, 
y como  está  encargado  de  la  sensibilidad,  dei  sentimiento,  de  la  inteli- 
gencia y del  movimiento  por  los  diferentes  órganos  que  le  constituyen, 
iodo  eso  cesa  ; el  corazón , que  necesita  , por  lo  menos  en  sus  cavidades 
izquierdas,  sangre  oxigenada  para  contraerse  y dilatarse,  deja  de  hacerlo, 
siendo  venosa;  la  sangre  no  circula,  se  estanca  en  los  pulmones,  porque 
no  hay  órgano  que  la  impulse  mas  lejos;  las  cavidades  derechas  del  co- 
razón , no  recibiendo  sangre  los  pulmones,  se  quedan  llenas  y pierden 
su  movimiento  ; los  vasos  se  llenan  , porque  la  aurícula  no  puede  con- 
tener mas  sangre , no  desembarazándose  de  la  que  entró  en  el  último 
diástole;  ese  humor  se  detiene  en  el  sistema  venoso;  no  teniendo  acceso 
en  el  arterial,  refluye  sobre  los  vasos  de  aquel ; los  capilares  se  llenan,  su 
color  se  transparen ta  al  trasluz  de  la  piel ; hay,  pues,  manchas  lívidas  , si 
da  tiempo  para  ello,  si  la  asfixia  es  lenta ; los  demás  órganos  de  la  eco- 
nomía reciben  sangre  no  oxigenada , luego  no  la  reciben  de  ninguna  es- 
pecie ; la  venosa  está  detenida  en  ellos;  falta  calor,  falta  electricidad  , fal- 
tan las  condiciones  normales  á cuyo  influjo  funcionaban;  dejan  por  lo 
tanto  de  funcionar. 

Este  estado  no  puede  durar  mucho:  la  série  de  movimientos  molecula- 
res que  se  efectuaba,  durante  la  respiración , faltando  esta,  mudadas  las 
condiciones,  continuará,  pero  de  otro  modo;  tenderá  á la  disolución  de  la 
materia  orgánica  que  , ya  viviendo  el  animal  es  destruida  , convertida  en 
mineral,  y que  solo  á beneficio  de  la  digestión  puede  operar  composicio- 
nes vivas  y aptas  para  la  nutrición  ; faltando  esta,  seguirá  el  impulso  des- 
tructor ; sin  embargo,  como  el  oxígeno  del  aire  es  el  que  mas  ha  de  pro- 
vocar esa  descomposición,  y el  cloroformo  se  apodera  de  él , todavía  los 
tejidos  y los  humores  lardarán  en  descomponerse;  el  cadáver  no  se  pu- 
drirá tan  pronto;  cuando  ya  se  haya  destruido  á su  vez  lodo  el  cloroformo, 
el  oxígeno,  libre  de  ese  antipútrido,  de  ese  cuerpo  que  se  apoderaba  de 
él , se  ejercerá  otra  vez  sobre  los  tejidos  para  oxigenarlos,  y como  Iqs 


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hallará  en  condiciones  diferentes , dará  lugar  á productos  que  antes  no 
daba,  porque  la  materia  no  se  prestará  del  propio  modo  á su  acción. 

Hé  aquí  una  série  sucesiva  de  fenómenos,  eri  la  que  cada  uno  es  causa 
y efecto  á la  vez:  efecto  del  que  le  precede,  causa  del  que  le  sigue.  El 
cloroformo  no  tiene  mas  parle  directa  en  esa  série  de  hechos  fisiológicos 
que  su  combinación  con  el  oxígeno;  con  ella  impide  la  hematosis,  mien- 
tras vive  el  sugeto,  y con  ella  impide  la  putrefacción,  cuando  está  muerto, 
y aun  cuando  sean  muy  diversos  esos  dos  efectos  , en  el  fondo  son  igua- 
les, porque  la  hematosis  se  hace  con  el  oxígeno,  y la  putrefacción  se  hace 
con  el  mismo  gas,  y en  uno  y otro  caso  el  cloroformo  se  apodera  de  él. 

Creo  que  estos  dos  ejemplos  bastan  para  dejar  claramente  establecido 
que,  en  todo  caso  de  intoxicación,  hay  dos  órdenes  de  efectos.  Uno , que 
consiste  en  la  acción  directa  del  tósigo,  desplegada  de  este  ó de  aquel 
modo,  y otro,  que  se  compone  de  todas  las  consecuencias  sucesivas  de 
esos  primeros  efectos.  Los  efectos  del  primer  órden  son  la  propia  hechura 
del  veneno;  los  del  segundo  son  el  resultado  necesario  ó accidental  de 
las  condiciones,  en  que  se  hallan  los  órganos  y líquidos  del  sugeto  intoxi- 
cado, y de  las  leyes  que  los  rigen,  puesto  que  estas  tienen  establecido  que, 
dadas  tales  circunstancias , se  producirán  tales  fenómenos. 

Los  primeros  efectos  son  de  naturaleza  química,  porque  son  el  legítimo 
y directo  resultado  de  combinaciones  efectuadas  entre  el  veneno  y los 
elementos  de  los  tejidos  y humores  , con  los  cuales  entra  en  contacto. 

Ellos  se  efectúan  á poca  diferencia,  si  es  que  realmente  la  hay,  tanto 
si  los  tejidos  viven , como  si  están  muertos  ; y si  el  efecto  químico  no  es 
completamente  igual , eso  consiste  en  que  la  temperatura  , el  estado  eléc- 
trico y la  misma  naturaleza,  ó estado  de  las  materias , influyen  de  una 
manera  esencial  á veces  en  el  modo  de  efectuarse  las  combinaciones  quí- 
micas. Si  hay  cuerpos  que  á todo  estado  y temperatura  desplegan  su  ac- 
ción , lo  cual  es  raro,  por  no  decir  que  no  sucede , los  hay  en  infinito 
número  que  necesitan  determinadas  condiciones  para  obrar,  y entre  ellos 
figuran  en  primera  línea  los  indicados. 

Que  en  el  cadáver  falta  la  igualdad  de  esas  condiciones,  no  hay  para  ’ 
qué  decirlo.  De  consiguiente,  nada  tiene  de  extraño  que  el  resultado  no 
sea  completamente  igual. 

Los  electos  del  segundo  órden  son  siempre  fenómenos  de  la  vida  del 
sugeto;  sin  ella  no  pueden  presentarse,  por  lo  menos  la  mayor  parte,  y 
aun  cuando  sean  físicos  y químicos  también  , como  opinamos  y lo  hemos 
dejado  ya  establecido,  y como  podemos  probarlo  respecto  de  muchos,  son 
fisiológicos  , vitales,  porque  solo  habiendo  vida,  solo  existiendo  las  con- 
diciones en  que  se  halla  el  sér  vivo,  se  presentan. 

De  consiguiente , nosotros  no  hallamos  cabal  la  división  de  efectos  del 
veneno  en  primitivos  y secundarios,  en  químicos  y dinámicos,  en  locales 
y generales  de  algunos  autores.  En  este  lenguaje  no  hay  claridad  ni  exac- 
titud de  ideas,  porque  representa  hechos  de  un  modo  muy  diferente  de 
lo  que  son  en  realidad. 

Los  efectos  del  primer  órden  son  químicos  ó moleculares;  pues  quími- 
cos y moleculares  son  también  muchos  de  los  que  no  produce  directa- 
mente el  veneno.  La  verdadera  diferencia  está  en  que  los  primeros  son 
químicos  , y se  realizan  del  mismo  modo  en  el  fondo  en  vida  que  en 
muerte,  al  paso  que  los  segundos  solo  se  efectúan  durante  la  vida,  por 
lo  cual  debemos  llamarlos  fisiológicos , puesto  que  esta  palabra  implica 
la  idea  de  vida. 


— 860  — 

Llamarlos  dinámicos  no  conduce  á nada  mas  que  al  embrollo  P 
labra,  derivada  de  dinamia,  fuerza  .supone  que  son  efectos  producid^ 
por  una  ó roas  fuerzas;  pues  los  e ectos  químicos  son  producidos  ñor 
fuerzas , en  especial  si  no  se  admite  la  actividad  de  la  materia  vi™ 
este  caso  toserían,  porque  la  materia  tendría  fuerza.  Por  lo 'tanto  ron 
dinámicos  son  los  unos  como  los  otros.  Llamar  dinámicos  tan  solo  á los 
efectos  que  se  suponen  debidos  a la  fuerza  vital,  es  arbitrario  So Vece 
sita  una  convención  para  que  nos  entendamos  ’ ltce~ 

Tampoco  deben  llamarse  generales  los  efectos  del  segundo  orden  va 
como  sinónimos  de  dinámicos,  ya  como  expresión  de  una  afección  esl- 
eída por  toda  la  economía  ó la  mayoría  de  sus  partes,  y locales  los  del 
primero.  La  razón  es  obvia.  Tanto  en  el  punto  donde  el  veneno  se  pone 
en  contacto  con  los  sólidos  y líquidos  del  sugeto  intoxicado,  como  en 
otros  distantes,  hay  ó puede  haber  efectos  químicos  directos  de  la  acción 
molecular  del  veneno,  y efectos  fisiológicos  mediatos,  en  los  que  no  tiene 
ya  parte  alguna  aquella  acción. 

Efectos  fisiológicos  hay  como  hemos  visto  en  el  esófago  y estómago 
cauterizados  por  un  álcali  ó cualquier  otro  cáustico ; de  consiguiente,  son 
locales.  Efectos  químicos  hay  en  toda  la  masa  de  la  sangre  y órganos 
distantes,  cuando  el  veneno  es  absorbido  y pasa  al  torrente  de  la  circula- 
ción; por  todas  partes  va  desplegando  su  acción  química;  de  consi- 
guiente, hay  efectos  generales  , propios  del  veneno,  al  paso  que  los  hay 
tisiológicos , consecuencias  mas  ó menos  mediatas  de  esa  acción ; fisioló- 
gico es  el  dolor  que  provoca  en  la  parte  cauterizada,  y fisiológicas  las 
alteraciones  que  experimentan  la  circulación , la  respiración , etc. 

Yo  creo,  pues , que  estamos  mas  en  lo  cierto,  diciendo  que  los  efectos 
de  los  venenos  pueden  dividirse  en  dos  órdenes,  como  lo  he  indicado  ya. 
Uno , que  comprende  los  que  cada  sustancia  produce  directamente  por  su 
acción  química  en  los  tejidos  y humores  , con  cuyos  elementos  se  combi- 
na , son  los  efectos  químicos ; y otro , que  abraza  todas  las  consecuencias 
sucesivas  mas  ó menos  mediatas  que , durante  la  vida , sobrevienen , á 
consecuencia  de  los  primeros:  estos  los  llamo  fisiológicos , sin  querer  ex- 
presar con  esto  mas  que  necesitan  de  la  vida  para  producirse. 

Mejor  diriamos  aun  que  en  toda  intoxicación  hay  esos  dos  órdenes  de 
efectos,  puesto  que  de  este  modo,  ni  directa,  ni  figuradamente,  llama- 
ríamos efectos  de  una  causa  á hechos  que  esta  causa  no  produce. 

Expuesto  cuanto  precede  , no  solo  en  este  punto,  sino  en  todos  los  an- 
teriores , podemos  resumir  nuestra  doctrina  sobre  esta  importante  cues- 
tión, de  esta  manera : ....  ,, 

1 0 Los  venenos,  puestos  en  contacto  con  los  elementos  de  los  sólidos  y lí- 
quidos del  sér  vivo,  obran  química  ó molecularmente  sobre  esos  elementos. 
4 8.°  Esta  acción  es  en  lo  esencial  igual , tanto  en  vida  como  en  muerte 
para  desplegarla  no  necesitan  mas  que  su  tuerza  química»  aptitud  á 
responder  á ella  de  los  elementos  con  los  cuales  se  combinan , y las  con 
diciones  que  exigen  las  leyes  de  la  acción  molecular.  , el 

B.°  En  toda  intoxicación  hay  dos  órdenes  de; efectos  pro voca  P 

veneno;  el  primero  se  compone  de  los  que  ^ir,ec  a‘  / Jienos  media- 
son  los  químicos ; el  segando,  de  los  que  se  sucede  venenosa  pro- 

bamente, á consecuencia  de  las  alteraciones  que  la  si  s 

duce,  son  los  fisiológicos.  , . nTn0  en  el 

4.®  Los  efectos  químicos  se  realizan  tanto  en  el  vivo  com 

jnuerto ; los  fisiológicos  solo  en  el  vivo. 


8.*  Los  efectos  químicos  son  los.  primeros;  los  fisiológicos  los  se- 
gundos. 

6. °  Tanto  los  efectos  químicos  como  los  fisiológicos  , son  ó pueden  ser 
locales  y generales. 

7. *  Siempre  que  el  veneno  limite  su  acción  química  al  punto  donde  se 
ingiere , los  efectos  químicos  serán  locales ; mas  si  es  absorbido  y pasa 
al  torrente  de  la  circulación , afectando  los  principios  protéicos  ú otros 
de  dicho  humor  ó de  los  órganos,  y provoca  alteraciones  en  la  mayor 
parte  de  los  órganos  y humores , esos  efectos  serán  generales. 

8. "  Si  los  efectos  fisiológicos,  que,  durante  la  vida,  se  siguen  á la  ac- 
ción química  de  un  veneno , se  limitan  á la  parte  donde  ha  efectuado  su 
combinación , serán  focales ; si  se  manifiestan  en  órganos  diferentes , ya 
por  las  íntimas  relaciones  en  que  los  órganos  están  , ya  por  alteraciones 
de  la  sangre  subsiguientes,  etc.,  serán  generales. 

Aunque,  con  lo  expuesto  hasta  aquí,  considero  que  está  suficientemente 
discutida  y deslindada  la  acción  de  los  venenos  y la  causa  de  los  efectos 
de  toda  intoxicación,  ó mejor  la  dependencia  de  unos  y otros,  es,  sin 
embargo,  de  tanta  importancia  este  punto  y divide  tanto  á los  toxicólo- 
gos,  que  no  puedo  abandonarle  todavía,  para  pasar  á examinar  si  todos 
los  venenos  obran  del  propio  modo,  ó de  modos  diferentes. 

Creo  que  debo  antes  ocuparme  en  la  tan  debatida  cuestión,  si  para  obrar 
los  venenos  necesitan  ó no  ser  absorbidos.  Los  partidarios  de  la  acción 
dinámica  y vital  opinan  de  un  modo,  y tanto  algunos  vitalistas  como  los 
fisiólogos  químicos  opinan  de  otro.  Tratemos,  pues,  de  este  punto,  no 
solo  importante  en  fisiología  y toxicología , sino  también  en  la  práctica 
de  la  medicina  legal. 

g IV.  — De  la  relación  que  hay  entre  la  acción  de  los  venenos  y su  absorción. 

Aunque  la  mayoría  de  los  toxicólogos  ha  opinado  hasta  aquí  que  los 
venenos  no  producen  intoxicación,  como  no  sean  absorbidos,  no  faltan 
algunos  que  sostienen  lo  contrario  , sentando  que  los  venenos  desplegan 
su  acción  sobre  el  sistema  nervioso,  y que  los  filetes  de  este  sistema,  es- 
parcidos por  los  órganos  hasta  su  superficie , á donde  van  á terminar  sus 
extremidades,  son  los  que  reciben  la  acción  tóxica.  No  será  nada  extraño 
que , siguiendo  la  moda  del  vitalismo , á pesar  de  tantas  y tan  irrefraga- 
bles pruebas  de  la  absorción  de  los  venenos,  de  su  acción  sobre  la  masa 
de  la  sangre , y su  inercia  sobre  ios  nervios , se  generalice  la  opinión  de 

3ue  los  venenos  obran  sobre  el  sistema  nervioso , y que  á esta  acción  se 
eben  los  trastornos  y la  muerte , siendo  la  absorción  de  los  mismos  un 
fenómeno  secundario  y hasta  extraño  á la  intoxicación. 

Orilla  y los  toxicólogos  de  su  escuela  están  por  la  absorción,  como  con- 
dición indispensable  para  que  una  sustancia  venenosa  intoxique.  Anglada 
y los  toxicólogos  de  la  escuela  vitalista  de  Montpellier  están  por  la  acción 
de  los  venenos  sobre  el  sistema  nervioso,  porque  consignan  el  dogma  de 
la  acción  dinámica  vital , y les  parece  que  solo  hay  dinamismo,  afectando 
el  sistema  que  mas  revela  la  acción  de  las  fuerzas  vitales. 

Los  fisiólogos  químicos  están  , en  esta  cuestión , con  Orfila  y sus  parti- 
darios, al  paso  que  otros  fisiólogos , yen  especial  Flourens  , sostienen  que 
la  acción  de  los  venenos  se  ejerce  primero  en  los  nervios. 

Esta  cuestión  tiene  grandes  proporciones,  y afecta,  no  solo  la  toxicolo- 
gía , sino  la  higiene , la  fisiología , la  patología  y la  terapéutica , como  ya 


— 262  — 

lo  llevamos  indicado,  puesto  que,  aunque  punto  subalterno,  pertenece á 
la  gran  cuestión  del  modo  de  obrar  de  los  venenos  ó de  todo  agente  ex- 
terior que  viene  á impresionar  al  cuerpo  vivo. 

i A qué  lado  debemos  inclinarnos  encontrando  el  campo  tan  terminan- 
temente dividido?  Para  el  que  nos  haya  leído  en  los  anteriores  artículos  y 
párrafos  de  cada  uno , no  será  dudosa  nuestra  elección  , ó,  por  mejor  de- 
cir, nuestra  doctrina.  Fácil  será  advertir  que,  en  este  Compendio,  vamos 
tratando  sucesivamente  las  cuestiones,  de  modo  que  la  resolución  de  las 
unas  prepare  la  de  las  otras,  y allane  el  terreno  que  debemos  recorrer. 

Tanto  lo  que  hemos  consignado  sobre  la  absorción  de  los  venenos,  la 
relación  que  hay  entre  su  absorción  y su  solubilidad  y demás  puntos  re- 
lativos al  paso  de  las  sustancias  tóxicas  á la  masa  de  la  sangre,  como  lo 
que  hemos  consignado , respecto  del  modo  de  conducirse  esas  sustancias 
puestas  en  contacto  con  nuestros  sólidos  y líquidos,  y los  efectos  de  las 
mismas,  ya  deja  comprender  que,  en  esta  parte,  ni  serénaos  partidarios 
de  la  escuela  de  Montpellier,  ó del  vitalismo,  ni  opinarémos  en  un  todo 
como  los  Orfila , los  Mialhe,  los  Robin,  los  Rernard  y otros,  que  solo 
conciben  la  intoxicación  , cuando  el  veneno  pasa  al  torrente  circulatorio. 

Sin  embargo , tanto  por  el  respeto  que  nos  merecen  los  autores  que 
opinan  de  otro  modo  que  nosotros , como  por  lo  grave  y trascendental 
de  la  cuestión,  no  formularemos  nuestra  doctrina,  hasta  tanto  que  haya- 
mos examinado  los  fundamentos  de  los  unos  y los  otros. 

Antes  de  emprender  esta  tarea  , consideramos  conveniente  indicar 
cómo,  en  la  práctica  de  la  Medicina  legal,  tiene  grande  importancia  esta 
cuestión.  Supóngase  que  hay  un  caso  de  envenenamiento,  ó sospechas  de 
él,  y que,  en  efecto  , resulta  la  ingestión  en  el  estómago  de  una  sustancia 
venenosa.  La  intoxicación  se  declara,  el  sugeto  vomita  , y se  salva;  pero 
el  hecho  se  hace  judicial.  El  juez  pregunta  si  los  síntomas  presentados 
por  ese  sugeto  son  debidos  á la  acción  de  un  veneno.  Los  facultativos 
consultados  profesan  la  opinión  de  que  los  venenos  obran  por  contacto 
con  los  nervios,  y declaran  que  ha  habido  intoxicación;  y si  resulta  que 
otra  persona  ha  dado  esa  sustancia  con  intento  de  dañar,  el  hecho  será 
un  envenenamiento. 

Otros  peritos  son  consultados  también  : estos  opinan  al  contrario,  que 
los  venenos  solo  obran  cuando  son  absorbidos;  su  conclusión  será  que 
no  ha  habido  intoxicación  , porque  la  sustancia  no  ha  sido  absorbida  ; el 
vómito  no  la  hubiera  podido  hacer  salir  del  torrente  circulatorio,  si  á ella 
se  debiesen  los  síntomas;  puesto  que  han  cesado,  es  una  prueba  de  que 
no  se  ha  absorbido  el  veneno. 

Tanto,  pues,  por  lo  importante  que  es  en  la  práctica  de  la  Medicina 
legal , como  respecto  de  otras  muchas  cuestiones,  conviene  que  demos  á 
este  punto  la  consideración  debida. 

A.  Bases  en  que  se  apoya  la  opinión  de  que  los  venenos  no  obran  sino  absorbidos. 

Empecemos  por  examinar  las  bases  en  que  se  apoya  Orfila  y sus  secua- 
ces para  afirmar  que  los  venenos  solo  obran,  cuando  son  absorbidos.  Las 
expondremos  primero,  formulándolas,  y luego,  dando  las  razones  en  que 
se  aboyan  ó pueden  apoyarse,  las  analizarémos. 

1.  Muchos  venenos  aplicados  al  exterior,  y hasta  al  interior  del  cuerpo 
vivo,  desenvuelven  los  efectos  de  su  acción  en  órganos  distantes  del  punto 
en  que  se  aplicaron. 


- *63  - 

2. *  Las  ventosas,  la  succión  y los  cáusticos,  aplicados  al  punto  enve- 
nenado, luego  de  ingerido  el  veneno , impiden  el  desarrollo  de  la  intoxi- 
cación. 

3. *  interceptando  el  curso  de  la  sangre  por  medio  de  ligaduras  que 
aíslen  el  punto  envenenado  de  lo  restante  de  la  economía,  la  intoxicación 
no  se  produce , ó se  detiene. 

4. *  Entre  el  tiempo  que  tarda  un  veneno  en  obrar  sobre  la  vida,  y la 
rapidez  de  la  circulación,  hay  una  relación  estrecha.  Los  venenos  llegan 
á los  órganos  que  afectan  con  suma  rapidez  por  medio  de  la  sangre. 

5. *  Todo  lo  que  favorece  la  absorción , favorece  la  acción  de  los  vene- 
nos; por  ejemplo  : las  emisiones  sanguíneas,  la  disolución  del  veneno, 
los  tejidos  abundantes  de  venas  y vasos  linfáticos. 

6.1  Nada  mas  común  que  encontrar  vestigios  de  las  sustancias  veneno- 
sas, ya  en  el  producto  de  las  secreciones,  ya  en  la  sangre,  ya  en  ciertos 
órganos;  y esto  solo  puede  explicarse  por  la  absorción. 

7.1  Solo  ejerce  acción  lo  soluble , porque  solo  lo  soluble  es  absorbible. 

8. *  Ensayos  directos  sobre  los  nervios  no  producen  intoxicación,  al 
paso  que  la  producen  hechos  sobre  la  sangre. 

9. *  La  intoxicación  no  se  manifiesta,  hasta  que  el  veneno  llega  al  sis- 
tema capilar  arterial. 

Tales  son  las  bases  ó razones  principales,  en  que  se  fundan  los  que  opi- 
nan que  , para  obrar  los  venenos,  se  necesita  que  sean  absorbidos. 

Veamos  ahora  qué  significación  tienen  los  hechos  citados , y lo  que 
realmente  prueban. 

Primera  base. 

La  primera  base  en  que  se  fundan  los  partidarios  de  la  acción  de  los 
venenos  por  absorción  , puede  ser  contestada  ó combatida.  Que  lejos  del 
punto  donde  se  aplicó  un  veneno  se  manifiesten  síntomas  ó los  efectos 
de  la  acción  de  este  veneno , es  un  hecho  ; casi  todos  los  casos  que  he- 
mos citado  , al  tratar  de  las  vías  por  donde  pueden  introducirse  los  ve- 
nenos, son  pruebas  prácticas  de  lo  que  en  esa  base  se  afirma;  pero  que 
este  hecho  signifique  forzosamente  absorción  de  la  sustancia  venenosa  y 
conducción  de  esta  sustancia  por  medio  de  la  sangre  al  órgano  ú órga- 
nos afectados,  nadie  lo  afirmará  con  fundamento.  El  cuerpo  humano  es 
teatro  frecuente  de  escenas  análogas;  y no  solo  nadie  las  explica  por  la 
absorción  de  una  sustancia , sino  que  ni  posibilidad  habría  de  ello.  Un 
foco  verminoso  basta  para  desenvolver  en  los  órganos  de  la  inervación 
una  série  de  síntomas  alarmantes  que  pueden  comprometer  la  vida  de  un 
sugeto.  Los  síntomas  se  manifiestan  lejos  del  órgano  que  recibe  la  im- 
presión de  aquellos  animales  parásitos;  y,  sin  embargo,  ¿quién  ha  ex- 
plicado nunca,  quién  explicará  jamás  el  desarrollo  de  esos  síntomas  por 
la  absorción  de  las  lombrices  ? Un  panadizo  promueve  el  infarto  de  las 
glándulas  axilares;  una  quemadura  reacciona  el  organismo  entero;  la 
herida  de  un  órgano  importante  desarrolla  síntomas  en  mas  de  un  apa- 
rato distante  del  punto  herido.  ¿Cuál  es  el  médico  que,  en  cuanto  á fe- 
nómenos de  esta  naturaleza , no  pueda  citar  cien  ejemplos? 

Pues  si  todos  los  dias  vemos  síntomas  desenvueltos  en  órganos  lejanos 
del  que  recibe  la  impresión  del  agente  traumático  ó morboso,  sin  que  á 
nadie  le  ocurra  la  idea  de  explicar  este  desenvolvimiento  por  medio  ae  la 
absorción  de  esos  agentes,  ¿por  qué  para  explicar  los  efectos  de  las  sus- 
tancias venenosas,  en  órganos  distantes  del  que  ha  recibido  el  primero 


— 264  — 

«u  impresión  hay 'necesidad  de  que  sean  siempre  aquellas  absorbidas? 

. Por  qué  la  hipótesis  de  las  simpatías  no  ha  de  dejar  en  este  último  caso 
tan  satisfechos  los  ánimos  como  en  aquellos? 

Yo  ya  sé  que  para  muchos  la  palabra  simpatías  .es  repugnante,  por 
cuanto  dicen  que  explicar  ciertos  fenómenos  por  ellas  es  contentarse  con 
palabras.  No  estoy  muy  distante  de  pensarlo  así;  es  un  legado  del  vita 
lismo.  Muchas  simpatías  desaparecen  apelando  á la  anatomía , á la  física 
y á la  química;  y andando  el  tiempo,  desaparecerán  más.  Pero  adviertan 
* los  que  semejantes  razonamientos  hacen,  que  el  hecho  es  cierto,  y que 
este  hecho  significa  relaciones  íntimas  entre  los  órganos,  por  medio  de 
los  cuales  ellos  se  comunican  mutuamente  sus  afecciones.  La  idea  de  es- 
tas relaciones  no  puede  sernos  siempre  clara,  porque  desconocemos  la 
naturaleza  de  aquellas;  y en  esta  imposibilidad,  la  expresamos  con  la 
palabra  simpatías.  Entre  admitir  la  idea  que  pretendemos  expresar  con 
esta  palabra  , y un  absurdo  , la  elección  no  es  dudosa.  Pues  absurdo , y 
grande  absurdo  seria  admitir  la  absorción  de  las  lombrices,  del  áscuá, 
del  panadizo , etc. 

Resulta,  por  lo  tanto,  de  estas  reflexiones  y otras  que  todavía  pudiéra- 
mos añadir , que  el  manifestarse  síntomas  de  intoxicación  en  órganos  le- 
janos del  punto  donde  se  aplicó  una  sustancia  venenosa,  no  tiene  por  ex- 
plicación necesaria  la  absorción  ; casi  siempre  se  debe  á ella,  pero  puede 
no  deberse;  puede  no  haber  esa  absorción  y declararse  síntomas  en  pun- 
tos distantes,  en  cuyo  caso  hay  que  apelar  por  ahora  á una  acción  sim- 
pática, como  expresión  de  cierto  enlace,  de  cierta  solidaridad , de  la  aso- 
ciación, en  fin,  del  organismo,  en  virtud  de  la  cual  es  posible  y muy  sen- 
cillo que  unos  órganos  respondan  á la  impresión  que  otros  mas  ó menos 
distantes  han  recibido. 


Segunda  base. 

La  segunda  base  de  la  doctrina  que  vamos  analizando , tampoco  está 
fuera  de  la  crítica.  Hé  aquí  en  qué  se  funda: 

El  doctor  Barry,  médico  inglés,  leyó  en  la  Academia  de  medicina,  en 
1825,  una  Memoria  relativa  á'  las  ventajas  que  se  reportan  de  la  aplica- 
ción de  una  bomba  aspirante,  ó ventosa  en  los  puntos  envenenados,  poco 
tiempo  después  de  aplicado  el  veneno.  Hiciéronse  experimentos  con  la  es- 
tricnina y el  ácido  cianhídrico  á dósis  suficientes  para  matar  á los  anima- 
les, y aplicando  la  bomba  ó la  ventosa  por  espacio  de  media  hora,  la  in- 
toxicación no  se  efectuaba  ó se  detenia  (*), 

Desde  la  mas  remota  antigüedad  ha  sido  recomendada  la  succión  prac- 
ticada en  las  heridas  ó mordeduras  emponzoñadas.  Los  Psylos  en  Africa, 
y los  Marsos  en  Italia,  tenían  fama  de  curar  las  mordeduras  de  serpientes 
y áspides  por  medio  de  la  succión.  Celso  recomienda  esta  práctica  con  re- 
ferencia á los  Psylos,  diciendo  que  no  era  privilegio  de  esas  gentes.  Quis- 
quís exemplum  Psyly  secutas , vulnus  exucerit , et  ipse  tutus  erit  et  tutum  homi- 
nem  prcestabit  (2). 

Aplicando  el  fuego  ó los  cáusticos  á la  parte  mordida  por  un  animal 
rabioso , poco  tiempo  después  de  la  mordedura , no  tiene  el  hecho  tras- 
cendencia. El  arte  está  abundante  en  casos  de  esta  naturaleza. 

Examinemos  detenidamente  estos  hechos.  Demos  que,  en  efecto,  la  ven- 

(*)  Orflla,  Toancologia  general. 

(*)  Celso , de  R,  médica ; 1.  V,  c.  XXVII,  p.  511. 


- m - 

tosa  ordinaria  ó la  aspirante  de  Barry,  aplicadas  á tiempo,  esto  es,  poco 
después  de  envenenado  el  sugeto,  conjura , para  decirlo  así , la  intoxica- 
ción. ¿Prueba  esto , en  efecto , que  el  veneno  para  obrar  necesite  siempre 
ser  absorbido?  En  tanto  lo  prueba,  dicen  los  partidarios  de  esa  doctrina, 
en  cuanto,  si  se  aplica  mas  tarde  esa  ventosa,  ya  es  inútil,  porque  el  ve- 
neno ha  sido  absorbido,  ha  pasado  á la  masa  de  la  sangre , y la  ventosa, 
lo  mas  que  puede  hacer,  es  retirar  de  los  capilares  inmediatos  al  punto, 
donde  está  aquella,  las  pocas  partículas  de  sustancia  venenosa  que  pue- 
den contener.  Este  argumento  es  especioso,  y á primera  vista  es  Fácil  que 
alucine.  Vamos  por  partes. 

La  ventosa  de  Barry  no  deja  que  se  manifiesten  los  efectos  de  la  estric- 
nina y del  ácido  hidrociánico,  aplicándola,  luego  después  de  introducido 
en  una  herida  el  veneno.  No  me  ocuparé  en  explicar  la  razón  de  este  ie- 
nómeno,  aunque  el  movimiento  hácia  afuera  de  la  bomba  puede  aclarar 
algo;  pero  á cualquiera  se  le  ocurrirá,  al  ver  que  la  bomba  de  Barry , no 
solo  impide  que  se  manifiesten  los  efectos  del  veneno , sino  que  los  sus- 
pende, si  ya  se  habían  manifestado,  y el  animal  se  restablece,  que  esto, 
en  vez  de  probar  la  acción  del  veneno  por  absorción,  es  un  argumento 
en  contra.  Si  el  veneno  obra  por  absorción,  en  cuanto -se  noten  síntomas, 
ya  estará  aquel  absorbido;  y si  ya  está  absorbido  , si  ya  las  moléculas  ve- 
nenosas alcanzaron  el  órgano  distante  donde  se  manifiestan  los  efectos, 
¿de  qué  sirve  la  bomba?  ¿cómo  puede  detener  la  acción  del  veneno,  cuando 
este  ya  se  encuentra  fuera  de  su  alcance? 

Este  fenómeno  no  tiene  una  explicación  clara;  estudiado  con  venenos, 
cuyo  modo  de  conducirse  con  los  sólidos  y líquidos  no  está  bien  conocido 
todavía,  no  podemos  saber  qué  influencia  ejerce  la  acción  aspirante.  De 
todos  modos,  siendo  de  los  que  no  producen  efectos  químicos  y fisiológi- 
cos generales  hasta  que  pasan  á la  masa  de  la  sangre , se  concibe  cómo 
la  acción  aspirante  impide  ó retarda  la  absorción,  hay  un  movimiento  de 
adentro  afuera.  Esto  es  lo  que  ha  probado  Barry,  y esto  es  loque  se  con- 
sigue con  las  succiones;  aplicados  estos  medios,  antes  que  la  acción  del 
veneno  haya  desplegado  toda  su  energía,  hay  posibilidad  de  curación; 
mas  tarde  es  inútil , ya  porque  esté  absorbido  el  veneno,  ya  porque  las 
alteraciones  ó efectos  fisiológicos,  que  han  sobrevenido,  han  atacado  pro- 
fundamente la  organización. 

En  cuanto  á las  ventosas,  el  resultado  obtenido  por  su  acción  aspirante, 
en  muchos  casos  será  de  poca  monta,  ya  obre  el  veneno  por  absorción, 
ya  por  contacto  local , por  la  sencilla  razón  de  que  siempre  está  en  con- 
tacto la  sustancia  con  el  tejido,  y su  absorción  puede  estar  suspendida 
por  razón  del  aflujo  hácia  afuera  que  la  ventosa  determina:  esta  misma 
acción  es  suficiente  para  que  el  tejido  no  se  impresione  del  propio  modo 
que  si  la  ventosa  no  estuviese.  Ésa  dilatación,  eso  levantamiento,  ese 
aflujo  de  sangre  que  se  presenta  en  un  punto  donde  se  aplica  una  ven^ 
tosa,  son  condiciones  mas  que  suficientes  para  modificar  el  movimiento 
molecular  del  órgano.  Bueno  seria , sin  embargo  , hacer  ensayos  de  esta 
naturaleza  con  todos  los  venenos. 

Es  ocioso  que  digamos  nada,  por  lo  que  toca  á los  cáusticos  y al  fuego; 
estos  destruyen  el  veneno,  destruyen  el  tejido  envenenado.  Destruir  un 
veneno  ó el  tejido  que  le  contiene , es  lo  mismo  que  apartarle  de  su  es® 
lera  de  acción.  ^ 


— tfi6  — 
Tercera  base. 


Los  hechos  citados  en  apoyo  de  la  tercera  base , si  por  un  lado  robus- 
tecen la  opinión  que  nos  ocupa,  dejan  por  otro  un  vacío  difícil  de  llenar, 
en  la  teoría  de  los  autores  que  aducen  esta  prueba.  Son  muy  análogos  á 
los  que  acabamos  de  examinar.  Esos  hechos  son  los  siguientes. 

Delhile  y Magendie  hirieron  la  pata  de  un  perro  con  flechas  de  Java 
impregnadas  de  upas  tieuté,  y practicaron  una  ligadura  en  un  punto  mas 
arriba'  de  la  misma  pata.  En  cuanto  se  practicó  la  ligadura  cesaron  los 
fenómenos  de  la  intoxicación  que  se  habían  presentado.  Se  aflojó  la  liga- 
dura y volvieron  á aparecer,  para  cesar  de  nuevo  apretándola. 

En  el  periódico  de  Los  Progresos,  tomo  X,  se  lee  otro  experimento  aná- 
logo. Abrióse  el  abdómen  de  un  perro,  se  le  practicó  la  ligadura  de  las 
venas  del  hígado , y en  seguida  se  le  inyectó  en  el  estómago  por  medio 
de  la  abertura  abdominal  doce  granos  de  ácido  cianhídrico  de  Scheele. 
Transcurrieron  dos  minutos,  sin  que  se  notase  efecto  alguno.  Se  aflojó  la 
ligadura  aplicada  á la  vena  porta,  y al  cabo  de  un  minuto  empezaron  á 
manifestarse  los  efectos  del  veneno.  Se  apretó  la  ligadura  de  nuevo , y 
como  iba  el  perro  á perecer,  se  le  socorrió,  restableciendo  artificialmente 
la  respiración.  Al  cabo  de  ocho  minutos  respiraba  el  animal  natural- 
mente; volvióse  á aflojar  la  ligadura,  y el  animal  espiró  á los  dos  minutos. 

Ahora  bien;  si  la  ligadura  de  los  vasos  impidiese  tan  solamente  el  des- 
arrollo de  la  intoxicación,  probaria  que  la  circulación  de  la  sangre  expe- 
dita es  necesaria  pata  los  efectos  generales ; mas  la  ligadura  suspende 
también  los  síntomas  producidos  por  un  veneno,  esto  es , cuando  ya  se 
ha  presentado  la  intoxicación,  en  términos  que,  aflojando  y apretando 
sucesivamente  la  ligadura,  aparecen  y desaparecen  los  síntomas.  Aquí 
hay , pues , que  hacer  las  mismas  reflexiones  que  hemos  hecho  relativa- 
mente á la  suspensión  de  los  síntomas  efectuada  con  la  bomba  de  Barry. 

Si  los  venenos  obran  por  absorción , es  lógico  concluir  que  ha  sido 
absorbida  la  sustancia  venenosa,  cuando  se  presentan  los'  síntomas  ; la  li- 
gadura ya  no  puede  detener  su  marcha,  porque  ya  no  puede  impedir  que 
las  moléculas  del  veneno  hayan  pasado  al  torrente  de  la  circulación  y al- 
canzado los  órganos  donde  se  manifiestan  los  fenómenos  patológicos.  Sin 
embargo,  la  ligadura  suspende  estos  fenómenos,  y estos  vuelven  á pre- 
sentarse, aflojándola;  esto  prueba  evidentemente  que  el  veneno  obra  de 
otra  manera , puesto  que  la  ligadura  no  puede  destruir  los  resultados  de 
la  absorción  que  ya  se  ha  efectuado. 

La  suspensión  de  los  síntomas  por  medio  de  la  ligadura , conducirá  á 
algunos  á pensar  que  el  organismo  necesita  de  cierta  integridad,  de  cierta 
libertad  de  comunicaciones  para  que  se  manifieste  lo  que  llamamos  fe- 
nómenos simpáticos.  El  medio  por  el  cual  unos  órganos  se  comunican 
con  otros  á ciertas  distancias,  será  de  tal  naturaleza,  que  no  admitirá 
interceptación  de  ninguna  especie.  Esto  es  lo  que  se  deduce  lógicamente 
de  los  hechos  admitidos  como  prueba  de  la  tercera  base. 

Y que  no  se  apele  al  sistema  nervioso,  ó á la  circulación  de  su  fluido,  si 
realmente  le  tiene,  porque  los  experimentos  de  Fontana  , de  Segalas  y de 
Magendie  destruyen  esta  hipótesis.  Fontana  ha  experimentado  que  el  fa- 
moso veneno  de  los  salvajes , el  ticunas , no  produce  efecto  alguno  apli- 
cado á los  nervios , y mata  de  repente  puesto  en  contacto  con  la  sangre. 
M.  Segalas  volvió  parapléjico  á un  animal , cortándole  la  médula,  y,  apli- 
cando á las  partes  paralizadas  extracto  de  nuez  vómica , vió  sobrevenir  el 


- 267  - 

tétanos  tan  pronto  y fuertemente , como  si  estuviera  intacto  todo  el  sis- 
tema nervioso.  Reprodujo  la  tentativa  dejando  íntegra  la  médula,  é inter- 
ceptando el  curso  de  la  sangre;  la  intoxicación  no  se  efectuó.  _ 

Pero  el  experimento  que  mas  concluye  contra  la  explicación  de  esas 
suspensiones  por  interceptación  de  la  circulación  nerviosa,  es  el  deDelhile 
y Magendie.  El  experimento  que  llevamos  citado  de  la  pata  de  perro  enve- 
nenada, fué  de  tal  modo  aislada  de  lo  restante  del  cuerpo,  que  solo  se  co- 
municaba con  él  por  una  vena  y una  arteria;  y como  los  experimentadores 
llevaban  por  objeto  demostrar  que  no  son  los  vasos  linfáticos  los  que  ab- 
sorben sino  las  venas,  cortaron  los  vasos,  únicos  medios  de  comunicación 
entre  la  pata  y el  cuerpo,  y sostuvieron  el  curso  de  la  sangre  por  medio 
del  cañón  de  una  pluma  atada  á los  extremos  de  los  vasos  cortados.  Los 
efectos  de  suspensión  y aparición  de  los  síntomas  apretando  y aflojando 
la  ligadura,  eran  los  mismos.  Que  la  sangre  era  la  única  vía  de  comuni- 
cación , no  puede  ponerse  en  duda.  Este  líquido , pues,  á pesar  de  ser  lí- 
quido, parece  que  trasmitía  como  un  sólido  la  impresión  del  veneno,  y 
no  la  trasmitía  llevándose  las  moléculas  venenosas,  puesto  que  la  liga- 
dura impedia  esta  trasmisión  sin  hacer  retroceder  esas  moléculas. 

Confieso  francamente  que  la  verdadera  explicación  de  estos  fenómenos 
no  es  tarea  de  ligero  desempeño;  más  diré:  no  conozco  ninguna  hipó- 
tesis de  los  autores  vitalistas  que  los  explique  de  un  modo  satisfactorio. 
¿Diráse  que  la  aplicación  del  veneno  desenvuelve  en  la  parte  algo  sus- 
ceptible de  ser  trasportado  á lo  lejos  por  sólidos  ó líquidos,  á la  ma- 
nera que  lo  hacen  las  planchas  de  zinc  y cobre  sumergidas  en  agua  aci- 
dulada en  la  pila  voltáica?  ¿No  nos  da  el  experimento  de  Delhile  y De- 
vergie  la  idea  de  alguna  corriente  que  es  interrumpida,  como  lo  es  la  de 
una  máquina  eléctrica  al  tocarla  un  cuerpo  conductor?  O mejor  que  todo 
eso  , puesto  que  los  venenos  con  los  cuales  se  hizo  el  experimento  son  de 
los  asfixiantes  , de  los  que  detienen  la  hematosis,  ¿no  se  detenia  su  efecto 
con  la  interrupción  del  paso  de  la  sangre  desde  el  punto  donde  se  de- 
puso la  sustancia  venenosa,  porque  así  no  llegaba  mas  cantidad  de  esta 
sustancia,  y el  oxígeno  respirado  volvía á oxigenar  la  sangre,  y de  consi- 
guiente , á dar  la  vida  ? ¿No  condure  á pensar  así  el  experimento  hecho 
con  et  ácido  cianhídrico?  Mientras  estuvo  apretada  la  ligadura,  no  hubo 
síntomas  de  intoxicación,  porque  el  ácido  no  pasó  al  torrente  circulato- 
rio y no  pudo  detener  la  acción  del  oxígeno  ; aflojóse  la  ligadura,  y á los 
pocos  minutos  se  notaron  síntomas  de  asfixia,  el  ácido  detenia  la  acción 
del  oxígeno;  se  apretó  la  ligadura;  el  animal  iba  á perecer,  sin  embargo; 
pero  se  sostuvo  artificialmente  la  respiración;  es  decir,  se  dió  mas  oxí- 
geno al  animal;  la  hematosis  pudo  efectuarse  y triunfar  sobre  el  ácido 
que  va  no  era  eficaz  para  detenerla  en  la  cantidad  que  habia  entrado.  Se 
aflojó  de  nuevo  la  ligadura,  y el  animal  espiró  ; es  que  entró  mas  ácido 
en  el  torrente  circulatorio,  y la  acción  del  oxígeno  fué  detenida. 

Igual  teoría  puede  servir  para  explicar  los  efectos  de  la  bomba  de 
Barry.  Fuera  de  eso,  no  hallamos  explicación  plausible,  y así  es  como 
este  experimento  ó esta  base  puede  ser  un  grande  argumento  práctico  á 
favor  de  la  acción  de  los  venenos  por  absorción , y contra  su  acción  sobre 
el  sistema  nervioso,  puesto  que  aquí  no  habia  nervios  que  pudieran  ser 
afectados , á lo  menos  localmente. 


- 268  — 

Cuarta  base. 

BJacke  ha  practicado  experimentos,  que  le  han  conducido  á establecer 
que,  desde  la  introducción  del  veneno  hasta  la  aparición  de  los  síntomas, 
transcurre  bastante  tiempo  para  que,  alterada  la  sangre  por  el  veneno, 
llegue  á los  capilares  del  tejido  sobre  el  cual  el  veneno  obra  (*). 

inyectáronse  cuatro  gramos  de  amoníaco  concentrado  y veinte  gramos 
de  agua  en  la  vena  yugular  de  un  perro ; luego  se  acercó  á su  nariz  una 
varilla  de  vidrio  sumergida  en  ácido  cianhídrico  muy  fuerte;  apenas  ha- 
bían transcurrido  cuatro  segundos , se  notaron  vapores  blancos  en  torno 
de  la  varilla , como  reacción  del  amoníaco  sobre  el  ácido. 

En  siete  ó catorce  segundos  se  notan  los  efectos  de  las  inyecciones  del 
upas  antiar,  ácido  arsenioso,  oxálico,  infusión  de  tabaco  y nuez  vómica. 
La  estricnina  inyectada  en  la  yugular  llega  á los  extremos  capilares  de 
las  arterias  coronarias  á los  diez  y seis  segundos,  en  el  caballo;  á los 
diez,  en  el  perro;  y á los  seis,  en  el  conejo  y el  pollo. 

Cuanto  mas  cerca  de  los  centros  nerviosos  se  inyecta,  según  Blacke, 
un  veneno,  tanto  mas  rápida  es  su  acción.  Veinte  y cinco1  centigramos 
de  worora  disueltos  en  ocho  gramos  de  agua  é inyectados  en  la  arteria 
axilar  por  medio  de  un  tubo  , hacen  desarrollar  síntomas  á los  siete  se- 
gundos; inyectando  la  misma  cantidad  en  la  yugular,  á los  veinte. 

Dice  Orfila  que  antes  de  esos  experimentos  de  Blacke  habia  general 
disposición  á admitir  que , en  muchos  casos , el  sistema  nervioso  podía 
estar  directamente  afectado  por  los  venenos , hasta  antes  de  haber  sido 
absorbidos.  Blacke  y sus  partidarios  dicen  que  hay  relación  entre  la  ra- 
pidez de  la  absorción  de  los  venenos  y su  acción  ; entre  la  aplicación  de 
un  veneno  y lo  que  tarda  su  acción  no  hay  mas  que  el  tiempo  que  tarda 
en  ser  absorbido. 

Este  modo  de  expresarse , por  lo  vago  y general , puede  dar  lugar  á 
objeciones.  Aquí  no  se  hace  distinción  de  efectos ; los  locales  no  ne- 
cesitan de  absorción  para  presentarse ; los  generales  sí.  Hay  más , los 
experimentos  en  que  se  funda  la  doctrina  de  Blacke  no  son  tan  conclu- 
yentes como  pueden  serlo  otros.  Para  apreciar  debidamente  el  signifi- 
cado de  esos  experimentos  y el  valor  de  sus  conclusiones  , advirtamos 
que  aquellos  no  ofrecen  casos  iguales  á los  de  intoxicación.  ¿Qud  tiene 
de  particular  que,  inyectando  un  veneno  en  la  yugular  de  un  animal, 
solo  transcurran  unos  cuantos  segundos  en  llegar  este  veneno  á las  venas 
del  corazón  y de  los  pulmones?  Si  la  yugular  desagua  en  la  subclavia , á 
poca  distancia  de  la  cava  superior,  ¿cómo  no  ha  de  ser  así?  Mas , ¿qué 
tiene  esto  de  común  con  la  toma  del  arsénico , de  la  estricnina , del 
opio,  etc. , por  la  piel  ó las  membranas  mucosas?  Probad  que  introdu- 
cidas las  sustancias  por  estas  vías  pasan  con  esa  rapidez  á la  sangre,  lle- 
gan con  esa  prontitud  á los  órganos  que  afectan,  y sereis  lógicos  en  vues- 
tras conclusiones.  Los  suget.os  no  se  envenenan  con  inyecciones  en  las 
venas.  Solo  en  los  casos  de  heridas  con  armas  emponzoñadas  y mordedu- 
ras de  animales  venenosos  hay  directa  deposición  de  tósigo  en  las  venas, 
y en  estos  casos  la  rapidez  de  la  intoxicación  es  casi  instantánea. 

Los  venenos  que  obran  acto  continuo , que  inmediatamente  desenvuel- 
ven síntomas,  no  ofrecen  esa  relación  de  tiempo  que  ha  pretendido  Blac- 
ke. El  paso  de  la  sustancia  venenosa  á las  segundas  vías  es  menos  rápido, 


(*)  Periódico  médico  quirúrgico  de  Edimburgo,  octubre  de  1841. 


— Í&9  — 

cuando  aquella  se  aplica  á la  piel  ó á una  mucosa ; si  inyectada  en  la 
yugular  transcurren  algunos  segundos,  antes  de  hallarse  en  órganos  dis- 
tantes , ¿cuántos  más  no  han  de  transcurrir  aplicada  en  órganos  que  no 
le  pueden  dar  paso  tan  pronto?  Yed  en  los  numerosos  envenenamientos 
que  en  perros  ha  practicado  Orfila,  lo  que  tardan  en  presentarse  los  sín- 
tomas. Diez,  quince  minutos,  media  hora,  una  hora,  es  loque  mas  co- 
munmente tardan,  aun  siendo  muy  activas  y fuertes  las  dósis  de  los  ve- 
nenos empleados.  ¿Dónde  estará  en  estos  casos  [la  relación  entre  la  ab- 
sorción del  veneno  y la  instantánea  aparición  de  los  síntomas? 

Para  que  los  experimentos  de  BiacKe  y otros  análogos  prueben  todo  lo 
que  deben  probar,  no  solo  es  necesario  igualarlos  á los  casos  de  intoxi- 
cación ó envenenamiento,  sino  deslindar  primero  de  qué  efectos  se  trata, 
y luego  hacerse  cargo  del  por  qué  son  mas  rápidos  unos  venenos  que 
otros,  y por  qué  lo  son  mas  por  una  vía  que  por  otra. 

Los  efectos  químicos  locales  que  se  efectúan , al  contacto  del  tósigo  con 
los  tejidos,  no  necesitan  de  absorción , y si  son  de  los  coagulantes  se  opo- 
nen á ella,  hasta  que  los  álcalis  ó cloruros  disuelvan  y hagan  pasar  al 
torrente  de  la  circulación  los  coágulos. 

Por  activas  , pues,  que  sean,  por  rápidamente  que  despleguen  su  ac- 
ción local , tardarán  en  desplegar  la  general.  Si  son  de  los  fluidifican- 
tes, la  absorción  será  rápida,  y los  efectos  generales  se  manifestarán 
prontamente. 

La  vía  por  donde  se  ingieren  influirá ; si  en  ella  hay  álcalis  ó cloruros 
alcalinos  que  disuelvan  los  coágulos,  será  mas  rápida  la  absorción,  y ios 
efectos  generales;  de  lo  contrario,  tardarán  más. 

Bajo  este  punto  de  vista  es  como  debe  presentarse  esta  base,  y así 
probará , en  efecto,  á favor  de  la  acción  de  los  venenos  absorbidos  , pero 
jamás  contra  la  local. 

Quinta  base. 

Los  argumentos  de  hecho  que  se  alegan  para  sostener  las  proposicio- 
nes de  la  base  quinta  son  los  siguientes : 

Magendie  ha  hecho  varios  experimentos  en  animales,  produciéndoles 
plétoras  artificiales,  y la  absorción  ha  sido  lenta  y escasa  ; ha  sangrado 
á los  animales,  y á proporción  que  la  sangre  fluía,  la  absorción  se  efec- 
tuaba con  rapidez.  La  inyección- de  nuez  vómica  en  la  pleura  de  un  perro 
produjo  rápidamente  sus  efectos  (‘j. 

Los  venenos  disueltos  obran  con  mucha  mas  rapidez , porque  son  mas 
fácilmente  absorbidos.  Una  disolución  de  extracto  acuoso  de  opio  pro- 
duce sus  efectos  mucho  mas  pronto  que  el  mismo  extracto  sólido.  Otro 
tanto  pudiera  decirse  del  arsénico  y demás  venenos. 

liemos  visto  que  los  venenos  aplicados  al  tejido  celular  obran  con  mu- 
chísima mas  rapidez  que  por  otras  vias.  Pues  en  el  tejido  celular  abun- 
dan los  vasos  linfáticos. 

Expuestos  esos  hechos,  empecemos  por  averiguar  hasta  qué  puuto  es 
cierto  que  las  emisiones  sanguíneas , favoreciendo  la  absorción,  favore- 
cen la  acción  de  los  venenos.  Cuando  Magendie  ha  probado  que  la  ab- 
sorción era  al  menos  tardía  hallándose  pletórico  el  animal , y sumamente 
rápida  cuando  se  le  sangra,  ha  querido  poner  de  manifiesto  que  el  paso 
de  los  líquidos  ó sustancias  absorbidas  al  torrente  general  de  la  circula- (*) 

(*)  Compendio  elemental  de  fisiología,  t.  11,  p.  174. 


- 270  — 

cion  es  un  fenómeno  puramente  físico , un  hecho  de  meta  iTnbíbicion , g| 
cual  se  efectúa  igualmente  durante  la  vida , que  después  de  la  muerte.  Hé 
aquí  los  experimentos  de  dicho  autor  con  el  objeto  de  demostrar  lo  que 

acaba  de  indicarse.  . . 

Haciendo  Magendie  ensayos  de  inyección  para  averiguar  el  modo  de 
obrar  de  los  medicamentos,  le  vino  á la  idea  producir  una  plétora  artifi- 
cial en  los  animales  de  sus  experimentos,  por  medio  de  la  introducción  del 
agua  en  las  venas.  Hecha  esta,  puso  en  la  pleura  una  sustancia,  y tardó 
mas  de  lo  debido  en  obrar ; repitió  los  experimentos  y observó  lo  mismo. 
Si  los  fenómenos  se  presentaban  al  tiempo  ordinario  , eran  mucho  mas 
pálidos.  En  otro  experimento  introdujo  tanta  agua  como  pudo  soportar 
el  animal  , cerca  de  dos  litros,  y la  absorción  no  se  efectuó.  Media  hora 
aguardó  Ja  aparición  de  efectos  que  se  presentan  á los  dos  minutos.  En 
vista  de  esto  hizo  el  siguiente  razonamiento:  si  la  distensión  de  los  va- 
sos impide  la  absorción  , cesando  aquella,  esta  deberá  efectuarse.  El  ani- 
mal fue  inmediatamente  sangrado,  y los  efectos  se  fueron  manifestando 
á proporción  que  la  sangre  fluia.  Disminuyendo  la  cantidad  de  sangre 
por  medio  de  sangrías  en  animales,  sin  haberles  producido  la  plétora  ar- 
tificial , sucedió  otro  tanto.  Efectos  que,  sin  estas  circunstancias,  de- 
bían presentarse  á los  dos  minutos,  aparecían  á los  veinte  segundos.  De 
todo  esto  concluye  Magendie  que  la  imbibición  de  los  tejidos  es  un  fenó- 
meno físico  , y acabó  de  convencerse  de  ello  con  lo  siguiente: 

Tomó  la  vena  yugular  de  un  perro , la  desnudó  de  tejido  celular,  ató 
á cada  extremo  del  vaso  cortado  un  tubo  de  vidrio,  con  el  cual  estableció 
una  corriente  de  agua  tibia  en  el  interior  del  vaso;  hecho  esto,  sumergió 
la  vena  en  un  licor  ligeramente  ácido,  y recogió  el  líquido  de  la  corriente 
interior.  Entre  la  corriente  de  agua  libia  y et  líquido  ácido  no  había  co- 
municación alguna.  A los  primeros  minutos  no  se  notó  ninguna  mudanza 
en  el  licor  que  se  recogía;  á los  cinco  ó seis  ya  era  ácido;  el  líquido  aci- 
dulado había  sido  embebido.  Este  experimento  se  practicó  en  las  arte- 
rias, y tuvo  el  mismo  resultado.  Después  de  tentar  todo  esto  en  el  perro 
vivo,  se  hizo  en  cadáveres,  y se  obtuvieron  iguales  efectos  (*). 

Estamos  de  acuerdo  con  las  ideas  de  Magendie,  en  punto  á mirar  la  ab- 
sorción como  un  hecho  físico  de  endósmosis  ó imbibición , aun  cuando 
hay  alguna  diferencia  entre  el  muerto  y el  vivo,  porque  la  circulación  de 
la  sangre  y el  estado  de  los  órganos  y líquidos  pueden  influir  en  ella. 

Mas,  que  no  se  haga  depender  los  efectos  negativos  de  la  sola  plenitud 
de  los  vasos.  Desde  el  momento  que  se  estableciese  que  la  plétora  impide, 
ó por  lo  menos  retarda  la  absorción,  se  seguiría  como  consecuencia  ló- 
gica é inmediata  que  la  intoxicación  seria  imposible,  ó pálida,  por  ac- 
tivo ó enérgico  que  fuese  el  veneno,  en  las  personas  pletóricas;  depen- 
diendo la  acción  de  los  venenos  de  su  absorción,  y esta  del  estado  de  los 
vasos,  de  su  más  ó menos  distensión,  forzosamente  debería  ser  así. 
Ahora  bien;  ¿tiene  la  experiencia  acreditado  esa  especie  de  privilegio  de 
las  personas  pictóricas,  para  sentir  menos,  ó nada  absolutamente  , la  ac- 
ción del  ácido  hidrociánico  , del  arsénico,  de  la  víbora  , etc.  ? ¿No  se 
dice  y observa  que , por  vigoroso  que  sea  el  perro , cae  como  herido  del 
rayo  con  unas  gotas  de  ácido  prúsico  en  la  conjuntiva?  Tácito  refiere  que 
Séneca,  el  filósofo,  condenado  á morir  desangrado  por  órden  de  Nerón, 
viendo  cuán  lentamente  iba  muriendo,  quiso  apresurar  su  último  instante 

(')  Magendie,  obra  citada,  i.  II,  p.  272,  273  y siguientes. 


- m - 

tomando  una  gran  dósis  de  veneno.  Mas  este  no  hizo  efecto  alguno.  No 
dice  Tácito  qué  veneno  era  el  que  tomó  Séneca , y no  podemos  hacernos 
cargo  del  hecho.  Mas , sin  duda , que  si  le  hubiese  tomado  antes  de  abrirse 
las  cuatro  venas,  hubiera  muerto  envenenado.  Sin  perjuicio  de  los  he- 
chos que  mas  tarde  citarémos,  al  tratar  de  las  influencias  individuales  que 
modifican  la  acción  de  las  sustancias  venenosas , podemos  establecer 
aquí,  en  tésis  general,  que  un  estado  perfecto  de  salud  no  es  la  mejor 
garantía  de  resistencia  á los  venenos.  Cuánto  está  relacionado  con  seme- 
jante estado  la  cantidad  de  la  sangre , no  necesito  advertirlo. 

Cuando  esté  probado  que  las  personas  mas  abundantes  en  sangre;  que 
los  pletóricos  puedan  resistir  á la  acción  de  los  venenos,  hasta  los  más 
enérgicos , la  proposición  que  examinamos  podrá  ser  sostenida.  Aquí  hay 
que  buscar  la  interpretación  de  estos  hechos  de  otro  modo,  y que  deter- 
minar venenos ; los  hay  que , muy  diluidos , no  hacen  nada ; y si  la  falta 
de  acción  se  tomó  por  falta  de  absorción,  ya  hemos  dicho  en  otra  parte 

3ue  eso  no  es  lógico.  Hay  otros  que  solo  adquieren  solubilidad  á beneficio 
e los  álcalis  y cloruros  alcalinos,  y si  estos  están  muy  diluidos,  tam- 
poco los  disuelven ; así  no  son  absorbidos. 


Sexla  base. 

En  los  anteriores  artículos  hemos  demostrado  que , para  nosotros,  es  un 
hecho  la  absorción  de  los  venenos,  y hemos  citado  en  su  apoyo  una  por- 
ción de  observaciones.  Sin  embargo,  no  por  esto  nos  creemos  obligados 
á admitir  la  acción  única  de  los  venenos  por  absorción.  Que  no  se  pierda 
de  vista  este  modo  de  presentar  la  cuestión  presente.  Creemos  en  la  ab- 
sorción de  los  venenos,  siempre  que  son  solubles  ó estén  disueltos,  y á 
ello  se  deben  los  efectos  generales,  por  lo  común;  mas  eso  no  quita  que 
obren  también  localmente ; para  nosotros  son  dos  hechos  independientes, 
ó,  por  lo  menos,  no  tienen  una  dependencia  necesaria.  Cuando  decimos 
que  los  venenos  obran  por  contacto  local,  queremos  decir  que,  en  el 
punto  donde  se  aplican , desplegan  su  acción  sobre  los  elementos  de  los 
tejidos,  pudiendo  producir  fenómenos  generales,  sin  necesidad  de  que 
sus  moléculas  vayan  á ponerse  en  contacto,  introducidas  en  la  sangre, 
con  los  órganos  distantes.  Según  nuestra  opinión  , el  opio  no  necesita, 
para  producir  el  narcotismo,  que  sus  moléculas  sean  absorbidas  y alcan- 
cen el  cerebro ; el  arsénico  que  llegue  al  corazón ; la  estricnina  á la  mé- 
dula, etc.  Y opinamos  así:  en  primer  lugar,  porque  profesárnosla  doc- 
trina de  la  asociación,  de  la  solidaridad  de  nuestros  órganos ; porque 
creemos  en  algo  anatómico  y fisiológico  que  los  enlaza  y hace  comunicar 
sus  sufrimientos;  en  segundo  lugar,  porque  no  consideramos  la  sangre 
como  un  mero  vehículo  que  transporte  las  sustancias  dañinas  de  uno  á otro 
órgano  para  que  obren , sino  que  ella  misma  se  afecta,  ya  en  su  vida,  ya 
en  su  composición  ó naturaleza,  bien  así  como  los  sólidos,  y de  sus  alte- 
raciones resultan  trastornos  en  las  funciones  de  los  órganos  que  ella  riega. 

De  lo  que  hemcs  dicho  en  el  artículo  anterior,  acerca  del  modo  de 
conducirse  los  venenos  puestos  en  contacto  con  nuestros  sólidos,  líquidos 
y gases,  y sus  efectos  químicos  y fisiológicos,  resulta  puesto  en  eviden- 
cia una  acción  local , la  que  en  ciertos  casos  puede  tener  consecuencias 
funestas,  sin  que  el  veneno  pase  mas  allá  del  punto  donde  fué  ingerido. 
Los  efectos  fisiológicos  locales  pueden  hacerse  generales , no  por  el  paso 
del  veneno  á puntos  distantes,  sino  por  la  trascendencia  del  estado  en 


— 272  — 

c[ug  queda , después  de  la  acción  local  del  veneno,  el  punto  intoxicado. 
IjOs  venenos  que  provocan  metamóifosis  sépticas  se  hallan  en  este  cüsoj 
otro  tanto  hacen  los  cáusticos  y los  que  provoquen  la  gangrena  local. 
Cuando  hablemos  de  los  diferentes  modos  de  obrar  de  los  venenos,  aca- 
barémos  de  ver  mas  claro  este  punto  de  doctrina. 


Séptima  base. 

Hasta  aquí,  las  bases  que  hemos  examinado  pertenecen  á Orfila  y á 
los  que  siguen  sus  opiniones.  La  base  séptima  , lo  mismo  que  la  octava, 
están  establecidas  por  otros  partidarios  de  la  acción  de  los  venenos  por 
absorción.  Examinémoslas,  comentándolas,  como  lo  hemos  hecho  con 
las  demas , y veamos  primero  la  séptima. 

Que  hay  relación  entre  la  solubilidad  y la  acción  de  los  venenos,  es 
una  verdad,  puesto  que  los  insolubles  son  inertes,  y de  entre  los  solu- 
bles siempre,  en  igualdad  de  las  demás  circunstancias,  los  mas  solubles 
son  también  los  mas  activos. 

Puesto  que  la  acción  es  química,  es  una  consecuencia  forzosa  que  así 
sea;  porque  cuanta  mas  libertad  tienen  los  átomos  para  contraer  combi- 
naciones, mas  fácilmente  las  han  de  efectuar;  así,  los  muy  solubles  dan 
á sus  átomos  esa  libertad;  y,  por  lo  tanto,  las  combinaciones  han  de  rea- 
lizarse mas  prontamente. 

Pero  de  eso  no  se  sigue  que  solo  obren  siendo  absorbidos,  que  solo 
tengan  acción  sobre  la  sangre  y órganos  distantes;  la  tienen  también  so- 
bre los  elementos  de  los  tejidos  con  los  cuales  se  ponen  en  contacto;  y, 
como  lo  hemos  dicho  tantas  veces , puede  suceder  muy  bien  que  de  muy 
solubles  pasen  á ser  insolubles,  á consecuencia  de  esa  acción  local;  y 
como  los  álcalis,  carbonatos,  cloruros  alcalinos  ó ácidos  de  la  economía 
no  les  den  solubilidad,  no  pasan  al  torrente  circulatorio,  sin  que  por  eso 
deje  de  presentarse  una  intoxicación  con  síntomas  locales  y generales, 
químicos  y fisiológicos. 

La  base  es,  pues,  sólida;  pero  quitándole  el  sentido,  si  es  que  le  tiene, 
de  que  solo  desplegan  por  lo  muy  disuellos  y por  lo  fácilmente  absorbi- 
bles  su  acción  , cuando  pasan  á la  masa  de  la  sangre.  Esta  acción  se  des- 
plega  igualmente  y del  propio  modo  en  cuanto  se  ponen  en  contado  con 
los  elementos  de  los  tejidos  á que  se  aplican,  y en  ellos  es  donde  empie- 
zan á ejercerla,  continuando  su  marcha  hacia  el  interior,  si  no  coagulan, 
y suspendiéndola  , si  hacen  lo  contrario. 

Octava  base. 

Kespecto  de  la  opinión  que  hace  consistir  la  acción  de  los  venenos  en 
una  acción  sobre  el  oxígeno  destinado  á la  hematosis,  produciendo,  por 
falta  de  aquel , la  asfixia  , dirémos  que,  además  de  ocuparnos  luego  mas 
extensamente  en  este  modo  de  obrar  de  los  venenos,  siquiera  fuese  ge- 
neral ó único  ese  modo,  jamás  podria  impedir  que  los  venenos  desple- 
gasen su  acción  química  local , y que  alteradas  las  condiciones  fisiológicas 
de  los  tejidos  con  los  cuales  se  hubiesen  puesto  en  contacto,  no  resultase 
de  ello  una  gran  perturbación  en  las  funciones  del  órgano  así  alterado,  y 
como  consecuencia  de  esto , otras  en  otros  órganos  relacionados  anató- 
mica y fisiológicamente  con  aquel  , lo  cual  basta  y sobra  para  dar  lugar  á 
una  intoxicación , y muy  funesta. 

Con  mucho  mas  fundamento  se  alega  en  pro  de  la  acción  de  los  vene- 


- 273  - 

nos  por  absorción,  y acaso,  y sin  acaso,  dirémos  mejor,  contra  la  acción 
de  aquellos  sobre  el  sistema  nervioso,  lo  que  sucede  con  los  anestésicos 
y demás  sustancias  que  así  impiden  la  hematosis,  como  la  putrefacción  y 
la  eremacosia.  Viendo  que  todas  estas  sustancias , aplicadas  directamente 
á los  nervios , no  producen  lo  que  cuando  se  aplican  á la  sangre , se  de- 
muestra, en  efecto,  de  una  manera  muy  lógica  y evidente,  que  no  es 
precisamente  el  sistema  nervioso  el  que  siente  los  efectos  inmediatos  de 
las  acciones  tóxicas.  Recordemos  aquí  lo  que  hemos  dicho  de  los  experi- 
mentos de  Fontana,  ¡áegalas,  Delilie  y Magendie,  con  los  cuales  se  ha 
probado  que,  depuestas  sustancias  muy  venenosas  en  los  nervios,  no 
han  dado  resultado  alguno , al  paso  que  los  han  dado  terribles  puestos 
en  contacto  con  la  sangre ; con  la  particularidad  de  que  lo  propio  ha  su- 
cedido, no  solo  corlando  los  nervios  distribuidos  por  el  punto  donde  se 
depuso  el  veneno,  sino  incomunicando  completamente  la  parte,  como  lo 
hicieron  Delille  y Magendie.  El  cañón  de  la  pluma  que  servia  de  puente 
á la  sangre  no  tenia  nervios,  y,  con  todo,  la  intoxicación  se  realizó. 

Mas  la  prueba  concluiente,  la  que  no  deja  lugar  á efugio  alguno,  es  la 
que  ha  hecho  E.  Robín,  aplicando  la  acción  de  los  anestésicos  y otras 
sustancias  capaces  de  apoderarse  del  oxígeno  del  aire , no  solo  á los  ani- 
males , que  tienen  sistema  nervioso  más  ó menos  desarrollado , sino  tam- 
bién á las  plantas  que  carecen  de  él.  Las  plantas  han  sido  intoxicadas, 
corno  ios  animales;  necesitando  del  oxígeno  para  respirar  y vivir,  han 
muerto,  en  cuanto  les  ha  faltado  ese  oxígeno,  sumergidas  en  una  atmós- 
fera de  cualquier  anestésico,  ó rodeadas  de  cuerpos^que  impiden  la  pu- 
trefacción y la  hematosis. 

Este  experimento  da  á la  base  que  nos  ocupa  un  fuerte  é indestructi- 
ble apoyo,  no  tanto  para  la  opinión  que  trata  de  probar  que  los  venenos 
obran,  cuando  son  absorbidos,  ó pasan  ó la  masa  de  la  sangre , como  para 
la  que  sostiene  que  no  ejercen  ninguna  acción  directa  sobre  los  nervios,  en 
especial  una  acción  dinámica,  en  el  sentido  que  pretenden  los  partidarios 
de  este  modo  de  obrar  de  los  venenos.  Sobre  no  haber  ninguna  prueba 
experimental  que  demuestre  la  realidad  de  tai  acción,  hay  esos  experimen- 
tos irrecusables  y altamente  contrarios  á la  acción  directa  de  los  venenos 
sobre  el  sistema  nervioso. 

Novena  base. 

A Cláudio  Bernard  pertenece  la  base  que  resta  por  examinar,  entre  las 
que  se  loman  como  fundamento  para  afirmar  la  acción  de  los  venenos  por 
absorción.  Ese  entendido  profesor  del  Colegio  ae  Francia,  en  sus  Leccio- 
nes sobre  los  efectos  de  las  sustancias  tónicas  y medicinales,  pág.  il  y siguien 
tes  (lee.  2.a),  se  expresa  en  estos  términos: 

«¿Dónde  se  producen,  pues,  los  efectos  de  los  venenos?  ¿En  qué 
parte  del  organismo  ejercen  su  acción?  Ese  campo  de  actividad  está  muy 
limitado.  Rara  que  un  veneno  obre,  es  necesario  que  llegue  al  sistema  arte- 
rial, puesto  que  solo  cuando  llegue  á la  red  capilar,  por  medio  de  las  ar- 
terias , se  rnaniíieslan  sus  efectos.  Que  se  coloque,  en  efecto,  en  el  cere- 
bro uno  de  esos  venenos , cuya  acción  sobre  el  sistema  nervioso  es  tan 
poderosa  y causa  tan  prontamente  la  muerte,  la  estricnina  ó el  ácido 
prúsico,  por  ejemplo,  no  se  producirá  ninguna  acción  inmediata  (*);  solo 

p)  Estos  venenos  son  , sin  embargo,  6egun  el  mismo  autor,  de  los  que  él  cree  que  ala- 
can  [> r -unitivamente  el  sistema  nervioso,  y luego  la  sangre;  aquí  nos  prueba  él  mismo  lodo 
lo  contrario. 

T02UCOLOUÍA.  — 18 


— 571  — 

á lá  larga  podrá  manifestarse  en  ciertos  casos  una  acción  local.  Es  nece- 
sario como  lo  acabamos  de  decir,  para  que  los  efectos  tóxicos  de  esas 
sustancias  se  manifiesten , que  la  absorción  las  haya  conducido  á la  cor- 
riente arterial,  Ja  que  á su  vez  las  lleva  á los  capilares. 

«Cuando  una  sustancia  es  absorbida,  lo  es  por  el  sistema  de  la  vena 
porta , ó por  el  sistema  venoso  ó linfático  general , y de  allí  pasa  al  sis- 
tema arterial , para  llevar  su  acción  hasta  los  órganos.  Pues  bien ; si  esa 
sustancia  puede  ser  eliminada  antes  de  llegar  al  sistema  arterial , quedará 
sin  acción  ; tal  es  el  caso  general  de  las  sustancias  gaseosas.  Mas  tarde 
verémos  que  el  óxido  de  carbono  y el  hidrógeno  sulfurado,  por  ejemplo, 
los  cuales  tienen  una  acción  de  las  mas  tóxicas,  pueden  ser  introducidos 
en  el  organismo,  sin  producir  efectos  funestos,  si  se  inyectan  en  la  vena 
yugular,  ó en  la  crural  de  un  perro.  En  tales  experimentos  se  puede  hacer 
constar  en  el  aire  inspirado  por  el  animal , la  presencia  de  los  gases  in- 
yectados en  el  sistema  venoso. 

wEl  campo,  pues , donde  obran  las  sustancias  tóxicas,  está  limitado  al 
sistema  capilar,  al  que  conduce  la  corriente  arterial;  todos  los  venenos 
que  no  lleguen  á ese  campo,  quedan  sin  efecto.  Esto  explica  cómo  los  me- 
tales pueden  fijarse  en  el  organismo,  fuera  del  campo  de  acción  de  los 
venenos,  y permanecer  allí  sin  producir  efecto.  * 

«Sabemos  que  la  mayor  parte  de  sustancias  metálicas  no  volátiles  que 
atraviesan  los  pulmones  sin  escaparse,  llegan  á las  arterias  y producen, 
según  la  dosis  y las  circunstancias  que  acompañan  su  administración, 
efectos  tóxicos  ó medicinales.  No  pudiéndose  fijar  esas  sustancias  en  la 
sangre,  no  permanecen  en  ella,  y son  eliminadas  por  diferentes  vías. 
Mas  sucede  que , atravesando  ciertos  tejidos , la  afinidad  de  los  metales 
por  las  materias  orgánicas  determina  su  detención  y fijación  en  ciertos 
órganos.  Esos  venenos  se  encuentran  desde  entonces  sin  acción  en  el  or- 
ganismo, porque  se  han  fijado  en  tejidos  fuera  del  campo  de  acción  de 
ios  venenos ; esto  es,  del  sistema  arterial.» 

En  su  lección  III,  pág.  55  y siguientes,  prosigue  el  mismo  punto  de 
doctrina  que  acabamos  de  exponer,  y practica  experimentos  con  el  ob- 
jeto de  probar  la  verdad  de  esa  doctrina:  el  ácido  sulfhídrico,  venenoso 
en  alto  grado,  hasta  respirado  en  una  atmósfera  que  le  contenga  en  la 
proporción  de  ysoo,  puede  ser  introducido  por  la  yugular  y por  el  ano,  y 
no  intoxicar,  cuidando  que  sea  en  poca  cantidad  á la  vez.  Sobre  ser  sa- 
bido que  se  beben  impunemente  las  aguas  sulfurosas ; que  hay  quien  las 
bebe  con  placer,  en  cuyo  caso,  absorbido  el  ácido  por  las  vías  digesti- 
vas, llega  á la  vena  porta  , atraviesa  el  hígado,  va  á la  vena  cava  infe- 
rior y pasa  al  pulmón , por  donde  se  exhala  , abrió  la  vena  yugular  de 
un  perro  de  mediana  talla,  y le  introdujo,  por  medio  de  una  jeringa,  di- 
rigiendo el  pico  hácia  el  corazón , 4 centímetros  cúbicos  de  agua  satu- 
rada de  hidrógeno  sulfurado.  La  vena  estaba  ligada  encima  de  la  aber- 
tura. Delante  del  hocico  del  perro  habia  colocado  un  papel  empapado  de 
acetato  de  plomo.  Apenas  se  hubo  hecho  la  inyección , ei  papel  se  puso 
negruzco,  debido  al  sulfuro  de  plomo  que  se  formó  atacado  por  el  ácido 
sulfhídrico  expirado  por  el  animal.  A los  tres  ó cinco  segundos  se  ve  el 
efecto,  y está  expulsado  todo  el  gas , como  lo  prueba  el  que  nuevo  papel 
con  el  acetato  plúmbico  no  se  ennegrece,  ni  pone  pardo.  Cuantas  veces 
empujaba  el  embudo  de  la  jeringa,  se  repetia  el  mismo  fenómeno.  El 
pen-o  no  dió  señal  ninguna  de  intoxicación  ni  incomodidad. 

En  otro  experimento,  inyectó  32  centímetros  cúbicos  del  mismo  gas, 


- S7S  — 

dísuelto  en  agua,  en  el  intestino  recto  del  perro.  Al  cabo  de  sesenta  y 
cinco  segundos,  el  papel  mojado  de  acetato,  que  hasta  entonces  había 
permanecido  blanco,  empezó  á ennegrecerse;  el  gas  no  fue  tan  pronto 
exhalado,  porque  ituvo  que  ser  absorbido  por  las  paredes  intestinales; 
atravesar  la  circulación  del  bajo  vientre  ó de  la  vena  porta  , que  es  lenta, 
y de  allí  escaparse  por  la  cava  inferior,  hácia  el  corazón  ó cavidades  de- 
rechas del  mismo  , arteria  pulmonal,  y llegar  á los  pulmones , desde  los 
cuales  se  escapa.  A los  cinco  minutos  se  habia  eliminado  todo. 

Expuesto  lo  que  precede  , parece,  en  efecto,  á primera  vista  , que  hay 
tal  relación  entre  la  acción  de  los  venenos  y su  paso  al  sistema  capilar 
arterial,  que  sin  ese  paso  no  hay  intoxicación  posible;  y como  ese  paso 
no  puede  hacerse  sin  absorción , queda  probada  la  necesidad  de  esta 
para  que  los  venenos  obren. 

Sin  embargo,  todos  esos  experimentos  no  prueban  tal  conclusión; 
prueban  que  la  absorción  es  necesaria  en  muchos  casos  para  que  haya 
electos  químicos  y fisiológicos  generales;  que  ciertas  sustancias  pueden 
eliminarse  sin  producir  intoxicación  , por  no  haber  sido  introducidas  en 
suficiente  cantidad  para  perturbar  las  funciones;  pero  no  prueban  que  las 
sustancias  venenosas  no  despleguen  su  acción  química,  donde  quiera 
que  encuentren  elementos  orgánicos , principios  inmediatos  con  los  cua- 
les pueden  combinarse;  ni  que  estas  combinaciones  locales  no  alteren  las 
funciones  fisiológicas  del  sitio  donde  se  aplican , ni  que  en  las  alteracio- 
nes locales  no  puedan  por  sus  relaciones  funcionales  provocar  mas  ó me- 
nos lejos , y de  un  modo  mas  ó menos  general , un  trastorno  profundo 
de  la  salud,  y hasta  la  muerte,  siendo  una  verdadera  intoxicación,  por 
ser  una  enfermedad  no  natural  provocada  por  un  veneno. 

La  acción  química  local  está  reconocida  por  Cl.  Bernard,  puesto  que 
habla  de  fijaciones  de  sustancias  venenosas,  por  razón  de  afinidad,  en  los 
órganos,  si  bien  no  intoxican,  mientras  no  pasen  adquiriendo  solubilidad 
al  sistema  capilar  arterial.  ¿Mas  crée,  ni  puede  creer  M.  Bernard  (lo  he 
demostrado  con  experimentos)  que  si  esas  sustancias  se  introducen  en 
cantidad  bastante  , siquiera  no  hagan  mas  que  fijarse  en  los  órganos,  la 
salud  no  se  ha  de  resentir,  no  ha  de  poder  seguirse  de  ello  la  muerte? 
¿Cree  que  esos  tejidos  con  esos  huéspedes  extraños , con  esos  cuerpos 
metálicos , combinados  con  los  principios  plásticos  de  aquellos,  han  de  es- 
tar ahí  sin  alterarles  las  funciones  fisiológicas,  por  poco  que  sea  conside- 
rable la  cantidad  de  los  modificados?  ¿Crée  que  los  fenómenos  fisiológi- 
cos que  provocan  inflamaciones  mas  ó menos  intensas , tal  vez  seguidas 
de  gangrena , no  han  de  tener  consecuencia  , siquiera  el  sistema  arterial 
no  reciba  esos  metales?  Todos  los  venenos  inflamatorios  que  flogosean  los 
tejidos,  con  los  que  se  ponen  en  contacto,  ¿necesitan  para  eso  que  vaya  el 
veneno  al  sistema  arterial? 

El  mismo  Cláudio  Bernard  advierte  que  , para  que  se  elimine,  el  ácido 
sulfhídrico  ha  de  ser  inyectado  en  poca  cantidad ; así  no  hay  intoxica- 
ción. Pues  yo  pregunto:  ¿la  falla  de  intoxicación  es  por  esa  poca  canti- 
dad , ó porque  el  gas  no  ha  pasado  al  sistema  arterial  ? Vaya  mas  lejos  el 
autor  experimentalista ; vea  cuál  es  el  modo  de  obrar  del  ácido  sulfhí- 
drico ; puro,  es  un  anestésico ; es  decir,  uno  de  esos  cuerpos  que  se  apo- 
deran del  oxígeno  respirado  para  oxidarse  é impedir  la  oxidación  de  los 
elementos  de  la  sangre ; así  intoxica ; así  trastorna  la  salCtd ; así  mata.  Si 
hay  poca  cantidad , si  no  se  apodera  de  todo  el  oxígeno  respirado,  pase  ó 
no  al  sistema  capilar  arterial,  no  habrá  intoxicación,  y la  falta  de  esta  no 


— 276  — 

será  porque  se  ha  exhalado  por  el  pulmón  antes  de  haber  pasado  á los 
capilares  arteriales;  será  porque  no  ha  habido  bastante  cantidad  de  gas 
para  inutilizar  todo  el  oxígeno.  Que  inyecte  una  cantidad  tóxica , y verá 

si  hay  intoxicación. 

.y  por  qué  asegura  Bernard  que  el  gas  absorbido  por  las  paredes  abdo- 
minales no  pasa  al  sistema  capilar  arterial , desde  los  intestinos,  sino  al 
través  de  las  venas  capilares  , y de  ellas  á los  vasos  venosos  del  sistema 
hepático,  de  allí  á la  cava  inferior,  ai  corazón  y á los  pulmones,  por 
donde  se  escapa  ? ¿Pues  qué,  no  absorben  también  los  capilares  arteriales 
del  intestino  ? ¿Cree  Bernard,  como  un  tiempo  Magendie  , que  la  absor- 
ción solo  se  hace  por  las  venas  ? Hemos  dejado  establecido,  porque  esto 
es  la  verdad  y la  opinión  general  hoy  día,  que  todos  los  tejidos  absor- 
ben; que  la  absorción  no  es  una  función ; es  un  fenómeno  físico,  una  en- 
dósmosis,  para  la  cual  tienen  todos  los  tejidos  aptitud,  mas  ó menos,  se- 
gún la  textura  anatómica,  en  igualdad  de  las  demás  circunstancias.  Los 
vasos  arteriales  absorben  como  los  venosos , siquiera  absorban  menos. 
Por  lo  tanto,  sin  necesidad  de  que  el  gas  hidrógeno  sulfurado  vaya  á dar 
ese  paseo,  puede  pasar  directamente  al  sistema  capilar  arterial. 

Atendido  el  modo  de  obrar  del  ácido  sulfhídrico,  por  el  cual  es  tan  ve- 
nenoso respirado  en  gran  cantidad,  mas  ha  de  intoxicaren  las  venas  y 
vasos  arteriales  del  pulmón , que  el  sistema  arterial  capilar , porque  en 
esta  ya  está  hecha  la  hematosis,  al  paso  que  las  arterias  ó ramificaciones 
de  la  arteria  pulmonal , que  son  los  que  elevan  la  sangre  venosa  á los 
pulmones,  á su  paso  á las  últimas  ramificaciones  anastomosadas  con  las 
primeras  de  las  venas  pulmonales,  que  van  á conducirla  á la  aurícula  iz- 
quierda , es  donde  empieza  á efectuarse  la  hematosis;  y si  allí  se  pre- 
senta el  ácido  ávido  de  oxígeno,  esa  hematosis  habrá  de  suspenderse,  si 
la  cantidad  del  gas  es  considerable. 

Otras  consideraciones  se  presentan  que  pueden  conducir  á que  G.  Ber- 
nard no  interprete  bien  la  significación  de  sus  experimentos.  ¿Quién  le 
asegura  que  ese  gas  hidrógeno  sulfurado,  que  se  escapa  por  el  hocico  del 
perro  y ennegrece  el  papel  de  acetato  de  plomo , sale  de  los  pulmones? 

El  experimento  hecho  por  inyección  en  el  ano  ó el  recto,  no  es  conclu- 
yente. Sin  negar  que  parte  de  él  puede  ser  absorbido,  y hasta  sin  des- 
composición ; ¿cómo  no  ha  de  pasar  gran  parte  á lo  largo  del  tubo  diges- 
tivo , y subir  por  el  esófago  y por  la  boca  del  animal  mezclado  con  el 
aliento?  ¿Qué  obstáculo  mecánico  ni  fisiológico  hay  para  ello ? i\í  la  vál- 
vula íleo-cecal , ni  el  píloro,  han  de  oponerse  á ese  paso.  Véase  lo  que 
sucede  en  ciertas  indigestiones  en  que  se  forma  el  ácido  sulihídrico.  Hay 
borborigmos,  y ora  sale  el  gas  por  el  ano,  sintiéndose  el  olor  de  huevos 
podridos  en  la  ventosidad  que  se  escapa,  ora  se  eructa  y se  percibe 
igualmente  ese  olor  característico;  pues  así  como  desde  el  estómago  ó 
duodeno  se  va  el  gas,  pues  se  produce  tan  pronto  por  arriba  como  por 
abajo,  sin  que  se  ie  oponga  obstáculo;  ¿por  qué  no  ha  de  poder  pasar  el 
que  se  inyecta  por  el  ano? 

¡Se  dirá  que  inyectado  por  la  yugular,  sale  por  el  aliento,  y entonces  no 
puede  venir  del  estómago,  ó tubo  digestivo.  En  estos  casos  es  verdad; 
pero  no  por  eso  se  ha  de  negar  que  suceda  en  ios  otros. 

Mas,  todavía  nos  resta  aquí  otra  icílexion  que  hacer.  He  probado  que 
nada  pasa  al  torrente  de  la  circulación,  sin  descomposición  previa,  ó en  el 
acto  ó poco  después  de  ser  absorbida  la  sustancia,  y allí  hemos  visto  lo 
que  he  dicho  respecto  de  una  opinión  que  tiene  Al.  Iternard  sobre  ciertas 


- 277  - 

sustancias  * que , aunque  solubles  , no  son  absorbidas  como  las  ponzoñas, 
los  virus , el  curare , etc. 

El  ácido  sulfhídrico  es  un  Cuerpo  que  tiene  poca  vida,  se  descompone 
pronto,  yeso  se  debe  á su  gran  virtud  química,  á ia  suma  facilidad 
con  que  se  combina.  No  hay  ácido  que  no  le  ataque . ni  base  que  no  se 
apodere  de  su  azufre,  separando  su  hidrógeno.  Pues  bien;  introducido  en 
el  estómago,  si  allí  encuentra  bases,  forma  sulfuras  absorbibles,  si  solu- 
bles; no  absorbibles,  si  insolubles.  Apenas  pasa  puro  al  torrente  circula- 
torio, se  encuentra  con  los  cloruros  alcalinos  que  le  han  de  descompo- 
ner, tomando  su  azufre  para  pasar  á sulfuros,  y dando  su  cloro  á su  hi- 
drógeno para  formar  ácido  clorhídrico.  En  poca  cantidad  eso  no  será  de 
consecuencia;  á mayor,  la  intoxicación  ha  de  ser  terrible.  Además,  se 
halla  en  el  oxígeno,  que  le  oxida  el  hidrógeno  y forma  agua  y le  oxida  el 
azufre  formando  ácidos;  de  aquí  otra  forma  de  intoxicación,  si  hay  gran 
cantidad  de  ese  gas.  De  todos  modos,  el  sulfhídrico  no  pasa  al  través  del 
sistema  sanguíneo , sin  descomposición. 

Dirá  Bernard , pues  ¿y  el  sulfuro  que  se  forma  con  el  acetato  de  plomo 
sometido  al  aliento  del  animal , al  que  se  inyecta  4 centímetros  cúbicos 
de  una  disolución  acuosa  de  ácido  sulfhídrico,  no  viene  de  su  aliento? 
Sí;  ¿pero  todo  el  que  se  exhala,  es  el  absorbido  que  se  escapa  sin  des- 
composición? Atendidas  las  leyes  químicas,  ¿es  eso  posible?  Y aun  cuando 
haya  sido  descompuesto , ¿no  es  posible  que  se  forme  otra  vez  en  el  pul- 
món? Sabido  es  que  su  sulfuro  alcalino  se  descompone  por  un  ácido,  y 
se  da  lugar  á la  formación  de  ácido  sulfhídrico  que  se  revela  al  olfato  por 
su  olor  característico  y por  su  reacción  sobre  una  sal  de  plomo.  Pues 
bien;  en  el  pulmón  hay  el  ácido  néumico,  capaz  de  descomponer  el  sul- 
furo alcalino  que  por  él  pase,  como  descompone  los  carbonatos  y otras 
sales.  Dé  aquí  cómo  puede  haber  reacción  en  el  experimento  de  M.  Ber- 
nard del  ácido  sulfhídrico  sobre  el  plomo,  sin  que  nada  de  eso  pruebe  lo 
que  pretende,  que  el  gas  no  ha  pasado  por  el  sistema  arterial  capilar. 

Véase,  pues,  cómo  los  experimentos  de  Bernard  distan  mucho  de  pro- 
bar lo  que  pretende. 

En  cuanto  á la  estricnina  y el  ácido  cianhídrico  que  menciona,  es  cierto 
que , aplicados  directamente  á los  nervios  ó centros  nerviosos  , no  hacen 
nada;  ya  lo  llevamos  dicho;  pero  tampoco  ha  probado  Bernard  que  para 
obrar  necesitan  pasar  al  sistema  arterial  capilar.  Basta  poner  en  contacto 
esos  venenos  ccn  la  sangre  de  las  venas  , para  que  acto  continuo  se  veri- 
fique la  intoxicación.  Demos  indicado  cómo  obran  esos,  venenos  ; suspen- 
den con  su  presencia  la  hematosis,  como  suspenden,  sobre  todo  el  ácido 
cianhídrico,  la  oxidación  del  ácido  yódico;  en  la  sangre  venosa  hay  mas 
hematosis  que  en  la  arterial ; de  consiguiente  , el  efecto  de  suspensión  ha 
de  ser  mas  notable,  mas  eficaz. 

Además  que,  para  que  esos  venenos  pasen  á los  capilares  arteriales, 
no  hay  necesidad  de  que  circulen  antes  por  la  vena  porta ; al  través  de  los 
capilares  arteriales  del  punto  donde  se  depongan , pasan  como  pasan  al 
través  de  las  paredes  venosas. 

Lo  que  decimos  de  esos  venenos  es  aplicable  á todos  los  demás,  y 
cuando  hablemos  de  los  diferentes  modos  de  obrar  químico  de  los  vene- 
nos , acabarémos  de  ver  la  sin  razón  con  que  Bernard  pretende  limitar  el 
campo  de  la  intoxicación  al  sistema  capilar  arterial,  y establecer  la  nece- 
sidad de  que  los  venenos  pasen  por  la  circulación  venosa  á ese  sistema, 
para  que  puedan  desplegar  su  acción  morbosa  ó mortífera, 


— 378  — 

De  todas  las  reflexiones  que  acabamos  de  hacer  sobre  las  bases  do,  la 
doctrina  de  Orfila  y sus  partidarios ; de  la  de  algunos  fisiólogos  químicos 
Y de  la  de  C.  Bernard,  se  desprende  que  solo  tienen  valor , si  se  trata  de 
probar  que  muchos  venenos  no  pueden  desplegar  su  acción  química  ge- 
neral , y ciertos  síntomas  generales  ó propios  de  órganos  distantes  de 
apuefen  que  fueron  aplicados,  si  no  se  hacen  solubles  y son  absorbidos. 
Algunos  de  ellos  prueban  de  una  manera  irrefragable  que  los  venenos  no 
obran  sobre  el  sistema  nervioso  de  un  modo  directo,  en  especial  los  ex- 
perimentos de  Fontana,  Segalas,  Delille,  Magendie,  E.  Robín,  Ber- 
nard, etc.;  siendo  estos  los  argumentos  mas  poderosos  para  rebatir  la  opi- 
nión de  los  vitalistas  de  Montpellier,  y otros  que,  como  ellos,  piensan 
acerca  de  la  acción  dinámica  desplegada  sobre  los  nervios. 

Mas,  como  lo  llevamos  manifestado  en  los  breves  comentarios  á cada 
una  de  las  razones  alegadas  en  pro  de  cada  base,  todo  eso  no  alcanza  á 
probar  que  los  venenos  no  tengan  acción  química  local , y que  no  sean 
capaces,  al  menos  algunos  de  ellos,  de  producir  efectos  primitivos,  inme- 
diatos, químicos  y fisiológicos,  en  la  parte  donde  se  verifica  el  contacto, 
y que,  aun  cuando  no  haya  absorción  general , por  las  relaciones  de  esos 
órganos  con  otros  y con  la  propia  sangre,  no  sean  posibles  á su  vez  fenó- 
menos fisiológicos  generales  é intoxicaciones  tan  funestas,  como  cuando  el 
veneno  es  absorbido. 

B.  Bases  en  que  se  apoyan  los  que  opinan  que  los  venenos  obran  por  su 

contacto  con  los  nervios. 

Expuestas  y examinadas  las  bases  de  la  doctrina  de  Orfila  y demás 
partidarios,  veamos  las  de  Anglada  y Escuela  de  Montpellier,  ó de  los  vi- 
talistas que,  como  estos,  opinan  que  la  acción  de  los  venenos,  igualmente 
que  la  de  los  demás  agentes,  es  primitivamente  dinámica,  y que  se  ejerce, 
no  por  medio  de  la  absorción , sino  por  un  contacto  con  los  nervios. 

Expongamos  esas  bases  con  las  razones  en  que  se  apoyan , y al  aca- 
bar de  dar  una  idea  de  unas  y otras,  añadamos  nuestros  comentarios,  si- 
guiendo la  misma  marcha  qué  hemos  seguido  respecto  de  las  bases  de  la 
doctrina  ya  examinada,  esto  es,  no  pasando  á comentar  hasta  que  haya- 
mos expuesto , no  solo  cada  base , sino  las  razones  en  que  sus  partida- 
rios las  apoyan. 

La  doctrina  de  la  acción  de  los  venenos  por  contacto  con  los  nervios 
se  funda  en  las  bases  siguientes : 

1. *  La  prontitud  con  que  ciertos  venenos  obran. 

2. *  La  manifestación  ae  ciertos  efectos  simpáticos  en  los  casos,  en  que 
el  veneno  es  inmediatamente  arrojado. 

3. *  La  diversidad  de  efectos  ó de  síntomas,  según  cuál  sea  la  vía  por 
donde  fuere  el  veneno  aplicado  ó introducido. 

4.1  La  diferencia  de  acción  que  hay  entre  los  venenos  compuestos  y 
algunos  de  sus  principios. 

5. *  La  energía  de  muchos  venenos  insolubles. 

6. *  La  desproporción  entre  la  cantidad  de  veneno  absorbido  y la  reac- 
ción del  organismo. 

7.1  La  posibilidad  de  provocar  reacciones  simpáticas  por  medio  de  una 
aplicación  local  en  los  casos  de  síncopes  y asfixias. 

Examinémoslas  por  este  órden  sucesivamente  y conforme  lo  hemos  in- 
dicado. 


— 270  - 

Primera  base. 

Al  tratar  de  las  bases  en  que  se  apoya  la  doctrina  contraria  á la  que 
vamos  á examinar , ya  hemos  visto  cómo  debe  apreciarse  esa  prontitud 
con  que  algunos  venenos  obran.  Los  partidarios  de  la  acción  dinámica  ó 
sobre  los  nervios,  dicen  que,  por  rápida  que  sea  la  absorción,  no  es  lí- 
cito explicar  por  absorción  lo  que  acontece  con  ciertas  sustancias  vene- 
, nosas.  Los  electos  del  ácido  hidrociánico,  del  worora  ó del  ticunas,  son 
instantáneos. 

En  su  Tratado  de  la  gangrena,  Quesnay  refiere  que  un  cirujano  ponía 
tabaco  en  polvo  en  una  llaga  del  muslo  á un  enfermo , y en  el  momento 
se  declaraban  vómitos  espantosos.  Los  polvos  del  tabaco  no  son  solubles, 
no  pudieron  ser  absorbidos,  al  menos  con  rapidez;  para  llegar  al  estó- 
mago necesitaban  algunos  minutos;  sin  embargo  , el  estómago  se  mos- 
traba afectado  inmediatamente. 

Eduardo  Adam  no  pedia  ponerse  en  la  boca  un  licor  alcohólico  sin  ex- 
perimentar acto  continuo  en  la  vejiga  vivos  dolores,  aun  cuando  arrojase 
inmediatamente  dicho  licor.  El  ácido  hidrociánico,  aplicado  á la  conjun- 
tiva-del  perro  mas  robusto,  le  mata  como  el  rayo;  el  veneno  no  tiene 
tiempo  de  correr  por  los  vasos  sanguíneos.  Otro  tanto  hacen  ciertos  ga- 
ses con  el  hombre. 

Schulze  abría  la  arteria  crural  de  un  perro,  y en  el  momento  que  la 
sangre  saltaba  con  mas  fuerza,  le  instilaba  en  la  garganta  algunas  gotas 
de  aceite  estíptico  de  Dippel.  En  el  mismo  instante  se  detenia  la  sangre, 
formándose  un  coágulo  en  la  abertura  del  vaso.  Esto  no  se  explica  por 
absorción  de  esas  sustancias. 

De  esta  manera  ú otra  análoga  discurre  Anglada  y sus  coopinantes 
para  combatir  la  acción  de  los  venenos  por  absorción.  Sin  embargo,  es- 
tas razones  no  alcanzan , ni  á invalidar  la  absorción  de  los  venenos , y la 
acción  que  por  este  medio  desplegan,  ni  prueban  que  la  acción  se  ejerce 
sobre  el  sistema  nervioso. 

Si  los  gases  son  rápidos  en  sus  efectos  , es  porque  impiden  la  hema- 
tosis  de  un  modo  rápido ; también  su  absorción  es  instantánea,  y pasa  de 
una  vez  gran  cantidad  al  torrente  circulatorio. 

La  acción  del  ácido  cianhídrico  y de  los  extrícneos  es  también  rápida, 
porque  lo  es  la  absorción , como  lo  hemos  demostrado,  y porque  detienen 
la  hematosis  ú oxigenación  de  la  sangre , como  lo  hemos  indicado  igual- 
mente. Los  casos  particulares,  como  el  de  Eduardo  Adan  , el  de  Schul- 
ze, etc.,  en  primer  lugar  no  son  generales,  y de  consiguiente,  no  pue- 
den servir  de  base  para  una  ley ; y en  segundo  lugar,  tienen  explicación 
ya  en  la  teoría  de  los  anestésicos  y ácido  prúsico,  ó bien  , si  no  pueden 
explicarse  por  la  absorción , esto  es , por  el  esparcimiento  en  toda  la 
economía , pues  absorbidos  lo  son  , tampoco  prueban  la  acción  sobre  el 
sistema  nervioso.  Con  nervios  íntegros  no  se  produce  nada,  si  no  hay  co- 
comunicacion  con  la  sangre,  libre  circulación  , y con  esta  hay  efectos  sin 
que  se  afecten  los  nervios. 

En  cuanto  á lo  del  polvo  de  tabaco  , siquiera  no  sea  soluble,  hay  que 
advertir  que  tiene  un  alcaloideo  ó principio  activo  que  lo  es  y muy  volá- 
til , y que  puesto  en  contacto  con  los  tejidos,  se  desprende  y obra.  Otro 
tanto  sucede  con  sustancias  putrefactas.  Además,  su  intoxicación  no  con- 
siste solo  en  que  haya  vómitos. 

Por  último , yo  no  sé  cómo  puede  fundarse  en  la  rapidez  de  acción  el 


— 280  — 

míe  esta  se  ejerza  sobre  los  nervios.  ¿No  vemos  rapidez  de  acción  en  el 
mundo  inorgánico  que  no  tiene  dichos  órganos?  ¿No  vemos  lentitud  y 
hasta  nulidad  de  acción,  aplicando  los  venenos  mas-activos  en  los  nervios, 
y hacerse  instantánea  aplicados  á la  sangre?  En  todos  los  casos  de  into- 
xicación fulgurante  hay  contacto  del  veneno  con  este  humor.  Admítase 
Ja  teoría  que  hemos  indicado  de  la  acción  catalítica  que  suspende  inme- 
diatamente la  hematosis,  y se  concebirá  el  hecho  de  esa  rapidez  de  ac- 
ción mortal  y la  no  necesidad  de  que  llegue  la  sustancia  venenosa  á los 
centros  de  la  vida. 

Giacomini,  que  es  partidario  de  la  acción  de  los  venenos  sobre  los  ner- 
vios, dice  estas  palabras,  que  son  la  expresión  genuina  de  los  hechos, 
en  cuanto  á los  efectos  generales:  «No  vayais  á creer  que  , aplicando  un 
veneno  á un  nervio  ganglional,  la  acción  sea  fulgurante  é instantánea. 
La  experiencia  prueba  que  hasta  en  estos  casos,  la  sustancia  necesita  ser 
absorbida  y pasar  á la  sangre  aiAes  de  obrar.  La  sangre  es  el  vehículo 
indispensable  para  el  desarrollo  de  la  fuerza  de  los  venenos. 

Esta  razón  , pues , no  prueba  nada : l.°  porque  solo  se  refiere  á deter- 
minados casos;  2.“  porque  estos  tienen  mejor  explicación  ; 3.°  porque  no 
prueba  la  acción  sobre  los  nervios. 


Segunda  base. 

Dicen  los  partidarios  de  esa  base , que  si  los  venenos  obrasen  por  ab- 
sorción , ¿cómo  se  explicarían  los  síntomas  de  ciertas  intoxicaciones  pro- 
ducidas por  sustancias  que  son  inmediatamente  arrojadas?  Morgagni 
come  en  una  posada  , y experimenta  síntomas  de  una  intoxicación , vó- 
mitos violentos,  angustias  inaguantables,  etc.  Arroja  con  vómitos  cuanto 
habia  comido,  y con  ello  pedazos  de  una  yerba , la  que,  reconocida  , se 
ve  que  es  la  cicuta.  Apenas  ha  sido  arrojada  esta  planta,  cesan  todos  los 
síntomas  como  por  encanto.  ¿Se  dirá  que  la  cicuta  fué  absorbida?  Esto 
seria  absurdo.  ¿Qud  lo  fué  alguno  de  sus  principios  activos?  En  este  caso 
no  babrian  cesado  los  síntomas,  con  arrojar  solo  por  vómitos  el  tósigo. 

Varios  autores  han  visto  en  su  práctica  particular,  que  una  píldora 
de  opio  ha  producido  en  alto  grado  ios  efectos  de  esta  sustancia  narcó- 
tica. Arrojada  la  píldora  entera  con  todo  su  peso , los  síntomas  han  des- 
aparecido. Aquí  hay  que  hacer  las  mismas  reflexiones  hechas  con  mo- 
tivo del  caso  de  Morgagni. 

No  pocas  veces  sepresentan  síntomas  de  narcotismo  después  de  lava- 
tivas opiadas,  arrojadas  acto  continuo  por  el  enfermo. 

A este  género  de  hechos  pueden  agregarse  las  suspensiones  de  la  in- 
toxicación por  medio  de  la  ligadura , bomba  de  Barry  y succión.  La  ana- 
logía no  puede  ser  mayor,  y todos  tienden  á probar  la  misma  verdad : 
que  los  venenos  obran  por  contacto  con  los  nervios. 

Estas  reflexiones  adolecen  del  mismo  vicio  que  las  anteriores  ; particu- 
larizan los  hechos;  se  apoyan  en  pocos  casos  de  interpretación  no  la  me- 
jor; no  pueden  servir' de  base  para  una  regla  general , y tienen  explica- 
ción mejor  que  la  que  se  pretende.  Lo  de  Morgagni,  por  ejemplo,  no 
ofrece  en  su  fondo  nada  que  se  diferencie  de  los  vómitos  violentos,  an- 
gustias y demás  de  un  almuerzo , cena  ó comida  que  se  indigesta,  y cuyo 
alarmante  aparato  de  síntomas  se  desvanece,  en  cuanto  el  vómito  arroja 
lo  ingerido  en  las  primeras  vías.  Eso , no  solo  sucede  con  sustancias  no- 
civas, sino  también  con  buenos  alimentos,  según  el  estado  del  estómago 


- *281  - 

ó del  sugeto.  Añadiré  que  pudo  empezar  la  extracción  de  ios  principios 
venenosos  de  la  cicuta , y obrar  estos  sobre  los  tejidos  del  estómago  irri- 
tándolos , con  lo  cual  basta  y sobra  para  que  hubiese  vómitos,  y angus- 
tia, y todo  lo  demás  de  que  habla  Anglada.  Diré  aun  más;  que  pudo  pa- 
sar algo  á la  masa  de  la  sangre,  pero  poco,  para  que  no  entrando  más, 
la  organización  pudiese  tolerarlo,  y no  siendo  obstáculo  para  ejercerse  las 
funciones,  desaparecer  el  aparato  sintomático,  como  sucede  con  los  anes- 
tésicos y otros  cuerpos  que,  cesando  de  entrar,  permiten  que  el  oxígeno 
vuelva  á obrar  sobre  la  sangre,  y la  asfixia  desaparezca. 

Respecto  de  las  píldoras  de  opio  y lavativas , diré  otro  tanto  , y aun 
más:  eso  de  ser  la  misma  cantidad  arrojada  que  la  ingerida  se  dice  fácil- 
mente , y como  no  se  pruebe  de  un  modo  riguroso , hay  derecho  por  lo 
menos  para  dudarlo. 

En  cuanto  á lo  de  las  bombas  de  Barry,  es  ocioso  volver  á ello.  Ya  he- 
mos dicho  lo  suficiente,  y explicado  cómo  se  puede  concebir  la  suspen- 
sión de  los  efectos. 

Tercera  base. 

Dice  igualmente  Anglada  y los  suyos,  la  vía  por  dónde  se  aplica  el 
veneno  basta  muchas  veces  para  modificar,  templar  ó neutralizar  su  ac- 
ción. El  veneno  de  la  víbora , por  ejemplo,  el  ticunas  , pueden  introdu- 
cirse impunemente  en  el  estómago,  no  envenenar  por  esta  vía  si  está  in- 
tacta, y sin  embargo,  son  extremadamente  ejecutivos  por  el  tejido  ce- 
lular. Es  una  cosa  muy  sabida  que  las  culebras  ponzoñosas  pueden  bañar 
su  boca  sin  peligro  alguno  con  el  licor  mortífero  de  su  diente  inocula- 
dos y si  por  un  movimiento  involuntario  se  muerden,  son  víctimas  de  su 
terrible  veneno.  La  baba  de  los  perros  rabiosos,  según  Coindet,  puede 
beberse  también  impunemente. 

Hay  personas  que  toman  grandes  cantidades  de  opio  por  la  boca  ; una 
ligera  cantidad  en  lavativa  las  intoxica.  La  digital  purpúrea  por  el  estó- 
mago abate  los  latidos  del  corazón ; por  la  piel  ó en  fricciones  deja  de 
obrar  sobre  esta  viscera.  Orilla  ha  aplicado  ácido  arsenioso  y sublimado 
corrosivo  en  el  tejido  celular  del  muslo  de  varios  perros,  y en  el  mismo 
tejido  de  la  región  lumbar;  los  efectos  han  sido  muy  diversos:  con  el 
ácido  arsenioso  en  el  muslo , muere  el  animal  ñ las  tres  ó cuatro  horas, 
en  el  dorso  mas  pronto ; con  el  sublimado  corrosivo , muere,  aplicándole 
en  el  muslo  , á las  veinte  y cuatro  horas;  en  el  dorso,  vive  ocho  dias.  ^ 

Estos  hechos  y otros  de  igual  naturaleza  parece  que  han  de  invalidar 
completamente  la  acción  de  los  venenos  por  absorción.  No  empezando  su 
acción  sino  cuando  están  en  la  masa  de  la  sangre,  ¿qué  mas  da  que  en- 
tren poruña  vía,  que  entren  por  otra?  Si  hay  desigualdad  en  la  fuerza 
de  la  absorción  de  los  tejidos,  podrán  explicarse  por  ellas  las  diferen- 
cias; pero  si  no  la  bav,  si  al  contrario,  por  el  punto  donde  la,  absorción 
es  mas  tardía,  se  verifica  la  intoxicación  mas  rápida  y mas  enérgica,  ¿de 
qué  sirve  la  explicación  ? 

A estas  reflexiones  opondremos  otras  que  destruirán  lodo  su  valor.  Es 
cierto . por  punto  general , que  todo  eso  pasa;  mas  la  explicación  que  se 
pretende  darle  es  violenta ; mejor  interpretados  esos  hechos , son  una 
prueba  de  que  la  absorción  es  necesaria  para  que  hagan  efecto  esos  ve- 
nenos que  se  citan. 

Ya  llevamos  dicho  que  el  veneno  de  la  víbora  y demás  animales  pon- 
zoñosos , incluso  ei  virus  rabífico,  puestos  en  contacto  con  mucosas  sa- 


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ñas  son  inofensivos  ; es  que  no  son  solubles,  que  no  se  hallan  en  con- 
tactó con  la  sangre,  á la  cual  descomponen  por  su  acción  fermentativa. 
Hé  aquí  por  qué  en  el  estómago  no  hacen  nada  , y causan  tanto  estrago 
en  contacto  con  las  superficies  ulceradas  ó las  soluciones  de  continuidad. 

Si  el  opio  es  mas  activo  por  el  ano , es  porque  el  recto  absorbe  más, 
hay  en  él  menos  fenómenos  que  en  el  estómago  para  retardar  su  acción. 
Los  mismos  álcalis  que  en  él  abundan,  en  lugar  de  impedir,  como  en 
efecto  impiden  , la  acción  de  la  quinina  y otros  alcaloideos  no  solubles  en 
los  álcalis,  pueden  contribuir  á la  absorción  de  la  morfina , porque  es 
muy  soluble  en  ellos. 

Lo  del  sublimado  corrosivo  , de  acción  diferente , según  que  se  aplique 
al  muslo  ó al  dorso , lo  hemos  explicado  ya.  En  el  muslo  abundan  más 
los  cloruros  que  le  dan  solubilidad  que  en  el  dorso.  En  cuanto  al  ácido 
arsenioso  la  diferencia  es  poca , por  no  decir  ninguna. 

Lo  de  la  digital  , dado  caso  que  así  sea,  se  explica  por  las  alteracio- 
nes que  sufre  en  la  piel  , la  que  no  es  igual  á la  que  sufre  en  el  estó- 
mago. Las  sales  de  quinina  son  poco  activas  por  el  método  endérmico, 
al  paso  que  por  el  estómago  lo  son  más.  Es  que  en  la  piel  los  cloruros 
alcalinos  las  precipitan  y no  hay  absorción,  mientras  que  en  el  estómago 
no  sucede  nada  de  eso.  lié  aquí  hechos  análogos  á los  de  la  digital. 

Por  último,  en  cuanto  á la  influencia  de  la  parte  que  absorbe , ya  he- 
mos dicho  que , en  efecto  , cuanto  mas  rápida  es  la  absorción,  mas  pronto 
se  manifiestan  los  efectos  generales  y mas  activo  es  el  veneno  , en  igual- 
dad de  las  demás  circunstancias ; pero  adviértase  lo  que  ya  llevo  dicho 
en  otras  partes  , que , según  sea  el  veneno  de  los  que  coagulan  ó lique— 
fian , la  mayor  facultad  de  absorber  no  basta  para  que  se  presenten 
pronto  los  efectos.  Esa  facultad  debe  relacionarse  siempre  con  el  modo 
de  conducirse  el  veneno  con  los  elementos  que  encuentra  en  la  parte;  es 
necesario  atender  á si  forma  ó no  coágulo,  y si  hay  allí  álcalis,  cloruros 
ó ácidos  que  disuelvan  ese  coágulo  ó precipitado. 

Vése,  pues  , cómo  esa  base  , sobre  no  probar  nada  , á favor  de  la  ac- 
ción sobre  los  nervios , mas  bien  apoya  que  contraría  la  opinión  de  la  ab- 
sorción. 

Cuarta  base. 

Todos  los  autores  de  toxicología  están  contestes  en  señalar  síntomas 
diferentes  al  ópio  , á la  morfina,  al  ácido  mecónico , etc.  Si  bien  es  cierto 
que  todas  estas  sustancias  producen  el  narcotismo,  que  es  el  tipo  de  su 
modo  de  obrar,  lo  que  da  carácter  á este  modo ; esto  no  obstante , la 
morfina  hace  desarrollar  fenómenos  morbosos  que  no  hace  desarrollar  el 
opio.  El  laurel  cerezo  y el  ácido  hidrociánico  también  producen  narco- 
tismo: síntomas  análogos  desenvuelve  el  gas  ácido  carbónico,  y sin  em- 
bargo no  son  los  mismos  venenos ; pues  si  por  ciertos  síntomas  que  estos 
hacen  desenvolver  se  reconoce  que  son  ellos , y no  el  opio  ni  la  morfina, 
también  es  lógico  concluir,  por  razón  de  la  diversidad  de  síntomas  del 
opio  y sus  principios  , que  estos  no  son , no  obran  del  mismo  modo  que 
aquel.  Esto  supuesto,  esto  es,  siendo  cierto  que  uno  es  el  cuadro  sinto- 
mático del  opio  en  sustancia , y otro  el  de  la  morfina  , y otro  el  de  cada 
uno  de  los  componentes  venenosos  del  opio , no  es  posible  explicar  por 
la  absorción  la  acción  de  todos  estos  venenos.  Cuando  se  envenena  á un 
sugeto  con  opio,  tomado  por  la  boca,  por  ejemplo,  no  puede  haber  sín- 
tomas propios  de  dicho  tósigo  en  sustancia , porque , según  la  opinión 


— 283  - 

que  analizamos , el  opio  no  obra  sino  cuando  es  absorbido  y llegan  sus 
moléculas  con  la  sangre  al  cerebro ; pues  las  moléculas  del  opio  no  llegan 
nunca  á esta  viscera  sino  en  estado  de  descomposición.  El  opio  es  uno 
de  los  venenos  que  sufren  esa  acción  descomponente  de  la  economía  , y 
antes  de  que  pase  á la  masa  de  la  sangre  ya  no  es  opio,  es  morfina,  ácido 
mecónico,  codeina,  narcotina,  etc.  Nadie  ha  encontrado  ni  encontrará 
jamás  opio  en  sustancia  en  la  sangre , ni  en  la  orina , ni  en  cualquiera 
otro  órgano  como  no  sea  en  la  cavidad  del  estómago  ó tubo  digestivo.  La 
gran  dificultad  de  analizar  los  sólidos  y líquidos  de  los  envenenados  por 
el  opio  con  resultado  satisfactorio , ha  hecho  convenir  á los  toxicólogos 
en  contentarse  con  dar  á conocer  la  morfina  y el  ácido  mecónico  para  es- 
tablecer que  ha  habido  envenenamiento  por  el  opio  ó alguno  de  sus  pre- 
parados. Los  síntomas  son  los  únicos  que  pueden  decidir  si  se  ha  dado 
opio  en  sustancia  ó alguno  de  sus  componentes  venenosos. 

Muchos  venenos  animales  y todos  los  vegetales  se  encuentran  en  el 
mismo  caso  que  el  opio;  también  son  descompuestos  antes  de  pasar  al 
torrente  de  la  circulación , y sin  embargo , su  acción  es  anterior  á esta 
descomposición  notoria. 

Síguese  de  todo  esto , que  ó los  venenos  no  obran  en  sustancia , sino 
descompuestos,  ó que  obran  antes  de  ser  absorbidos;  lo  primero  no 
puede  sostenerse , es  un  absurdo.  Los  cuerpos  obran  en  virtud  de  lo  que 
son  ; su  acción  es  una  condición  de  su  existencia;  mientras  existen  del 
mismo  modo  tienen  una  condición  determinada;  cuando  dejan  de  existir, 
¿cómo  podrán  obrar?  Un  cuerpo  que  se  descompone  deja  de  existir,  no 
es  el  mismo  cuerpo;  el  agua  obra  como  tal  ; si  se  descompone,  ya  no  hay 
agua;  el  oxígeno  y el  hidrógeno  separados  son  cuerpos  de  diferentes 
propiedades.  El  opio  no  es  la  morfina,  y esta,  el  ácido  mecónico,  etc., 
no  son  el  opio.  Es,  pues,  lógico  y necesario  concluir  que  las  sustancias 
compuestas  no  obran  como  tales  sino  antes  de  ser  descompuestas , ó lo 
que  es  lo  mismo , antes  de  ser  absorbidas.  Así  es  posible  explicar  cómo 
el  opio  produce  síntomas  diferentes  de  los  de  la  morfina  ; obrando  por 
contacto  el  opio  en  sustancia  , su  acción  especial  es  ejercida  sobre  el  te- 
jido , y el  resultado  es  diferente  del  que  desenvuelve  la  morfina.  Suponed 
que  esta  acción  no  se  produce  sino  siendo  absorbidos  los  venenos:  en 
este  caso  no  habrá  jamás  síntomas  propios  del  opio  , del  láudano , ni 
propios  de  la  morfina  , de  la  codeina,  del  ácido  mecónico  , ete. ; no  ha- 
brá mas  que  un  cuadro  de  síntomas,  el  que  resultare  de  la  acción  simul- 
tánea de  todos  los  componentes  venenosos  del  opio  , pasados  al  torrente 
déla  circulación.  Pues  la  experiencia  no  confirma  tal  cosa,  no  hay  se- 
mejante cuadro  único;  los  cuadros  son  diversos  según  lo  son  los  venenos 
opiados  ó narcóticos  que  se  den. 

Estas  reflexiones  son  mías;  las  hacia  cuando  opinaba  en  este  punto 
como  Anglada , y aunque  no  trato  de  destruir  lo  que  tienen  de  exacto, 
diré  , sin  embargo  , que  bien  puede  haber  cuadros  sintomáticos  diferen- 
tes, según  que  se  dé  el  opio  en  sustancia  ó sus  componentes  aislados, 
por  cuanto  no  es  lo  mismo  dar  determinadas  cantidades  de  un  principio 
cuya  cantidad  se  aprovecha  toda , que  otras  acerca  de  las  cuales  no  se 
sabe  lo  que  se  aprovechará,  dependiendo  de  los  materiales  del  estómago 
la  cantidad  que  pasa  al  torrente  de  la  circulación.  La  morfina  del  opio  se 
disuelve  en  los  ácidos  del  estómago  , ó pasa  al  estado  de  meconato  como 
se  halla  en  él ; pero  no  hay  fijeza  en  la  cantidad  que  se  forma  y absorbe, 
al  menos  con  tanta  seguridad , como  cuando  se  da  cierta  cantidad  de  sal 


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de  morfina , toda  la  cual  se  absorbe , y basta  la  cantidad  para  producir 
síntomas  accidentales,  que  es  todo  lo  mas  que  hay  en  esos  casos.  Así  su- 
cede con  ciertos  preparados  de  arsénico  y de  mercurio  cuando  se  dan  los 
insolubles,  que  no  pueden  obrar  sino  haciéndose  solubles.  Otro  tanto 
puedo  decir  de  otras  muchas  sustancias.  Añadamos  á todo  esto , que  no 
siendo  muy  conocido  todavía  el  verdadero  modo  de  obrar  de  esas  sus- 
tancias, nada  tiene  de  extraño  que  ciertos  hechos  queden  oscuros  todavía 
para  nosotros.  Mas,  de  todos  modos  podemos  sentar  que,  en  primer  lu- 
gar, lo  que  pasa  con  el  opio  y otras  sustancias,  no  pasa  con  todas,  v 
luego,  que  eso  tampoco  prueba  la  acción  sobre  el  sistema  nervioso.  Aun 
cuando  no  sepamos  explicar  esta  clase  de  fenómenos,  no  por  eso  se  de- 
duce que  el  sistema  nervioso  sea  el  afectado. 


Quinta  base. 

Los  experimentos  hechos  por  Magendie  acerca  de  la  absorción,  de  que 
ya  hemos  dado  noticia  en  otra  parte  , le  han  conducido  á probar  prácti- 
camente que  los  venenos  insolubles  no  son  absorbidos.  Es  un  hecho  que, 
en  virtud  de  lo  que  iba  observando,  concibió  a priori , y el  experimento 
confirmó.  Concíbese  cómo  pudo  idearse  este  hecho  a priori,  por  cuanto  la 
teoría  nos  da  cabal  razón  de  su  existencia.  La  absorción  se  hace  siempre 
de  un  modo  molecular.  El  cuerpo  absorbido  está  reducido  á una  disgre- 
gación notable  de  sus  moléculas , disgregación  que  no  siempre  versa  so- 
bre las  integrantes , sino  hasta  sobre  las  mismas  constituyentes.  Los  po- 
ros, los  intersticios  de  los  tejidos  gue  se  embeben  del  cuerpo  absorbido, 
le  reciben  disuelto  en  extremada  división.  Solo  los  solubles,  pues,  pueden 
atravesar  esos  tejidos.  Así  se  concibe  cómo  los  cuerpos  que  se  han  di- 
suelto pueden  pasar  á la  masa  de  la  sangre.  Los  que  no  se  disuelven  no 
se  prestan  á la  disgregación  de  sus  moléculas,  menos  á su  descomposición 
por  el  agua  ó el  disolvente;  por  lo  tanto,  el  volúmen  siempre  es  mayor, 
siempre  está  desproporcionado  al  de  ios  poros  ó intersticios  de  las  mem- 
branas ó paredes  de  los  órganos  que  absorben. 

Algunos  venenos  mercuriales,  como  muchos  metálicos,  no  son  muy  so- 
lubles, y sin  duda  á esto  es  debido  el  que  no  se  encuentre  jamás  el  mer- 
curio en  la  masa  de  la  sangre.  Cuando  nos  hagamos  cargo  de  este  hecho, 
al  tratar  de  los  venenos  mercuriales , verémos  cómo  , en  efecto , no  está 
probada  por  medio  de  las  operaciones  analíticas  la  existencia  del  mercu- 
rio en  la  sangre,  ni  otro  líguido  de  la  economía,  por  mas  que  se  haya  in- 
troducido en  ella  una  cantidad  notable  de  una  vez  ó muchas  veces.  * 

Sin  embargo,  de  no  ser  absorbidos  los  venenos  insolubles;  de  no  serlo 
el  mercurio,  ¿podría  colegirse  con  lógica  que  no  son  activos?  Desgracia- 
damente es  demasiado  cierta  su  acción  rápidamente  morlífera.  No  nos 
queda , pues , otro  recurso  que  persuadirnos  de  su  acción  por  contacto  y 
no  por  absorción. 

Las  razones  en  que  se  apoya  esta  base^son  verdaderas,  en  cuanto  al 
modo  de  explicar  la  absorción,  no  sucede  otro  tanto  respecto  de  quesean 
activos  los  venenos  insolubles. 

Hemos  probado  qué  no  son  absorbidos  y que  no  pueden  tener  ni  acción 
local  como  no  estén  disueltos.  No  es  verdad  que  sean  activos  los  venenos 
insolubles.  Si  algunos  de  ellos  desplegan  su  acción,  es  porque  los  humo- 
res de  la  economía  les  dan  solubilidad.  Ya  hemos  dicho  lo  qae  pasa  con 
los  venenos  mercuriales  insolubles,  incluso  el  mercurio  metálico.  Lo  que 


- m - 

hemos  dicho  de  estos  es  aplicable  á los  demás  que  se  hallan  en  caso  aná- 
logo. No  solo  es Magendie  el  que  lo  ha  probado,  lo  han  probado  ya  otros 
muchos  y mas  que  nadie  Mialhe,.  cuyos  trabajos  sobre  este  particular  han 
resuelto  la  cuestión. 


Sexta  base. 

Hemos  de  ver  que , según  cuál  sea  la  vía  por  donde  se  aplique  el  ve- 
neno, hay  diversidad  de  fenómenos;  pues  de  este  hecho  cierto  que  ates- 
tiguan los  Wichs,  los  Gotunni , los  Orfila,  los  Coindet,  etc.,  se  deduce 
muy  claramente  que  no  hay  proporción  entre  la  cantidad  del  veneno  y 
sus  efectos,  sino  entre  el  veneno  y la  impresionabilidad  del  órgano  á que 
se  aplica.  Un  hombre  dado  al  uso  de  bebidas  alcohólicas  toma  cantidades 
considerables  y las  soporta  bien  sin  embriagarse.  Todo  su  cuerpo  está 
inundado  de  alcohol,  su  secreción,  su  sudor  exhalan  el  olor  de  esa  sus- 
tancia. Pues  este  hombre  no  puede  soportar  una  lavativa  de  una  ligera 
cantidad  de  líquido  espirituoso , sin  sentir  la  embriaguez. 

Un  joven  tomaba  ocho  granos  de  opio  todos  los  dias;  tomó  una  lava- 
tiva , en  la  cual  no  habia  mas  que  20  gotas  de  láudano,  arrojó  en  se- 
guida el  líquido  y hubo  intoxicación  , hasta  parálisis  de  la  vejiga. 

listos  casos  y otros  que  pudiera  añadir , prueban  que  con  menor  can- 
tidad de  veneno  ha  habido  mas  efectos,  no  solo  por  ser  diferente  la  vía 
de  introducción,  sino  por  ser  diferente  la  impresionabilidad  del  órgano 
que  recibió  el  veneno.  En  el  estómago  estaba  amortiguada  por  el  hábito; 
en  el  recto  se  conservaba  virgen , por  decirlo  así.  Luego  se  ve  cierta  rela- 
ción entre  los  venenos  y la  impresionabilidad  de  los  órganos,  que  no  pue- 
de explicarse,  ni  por  la  cantidad  de  la  sustancia  venenosa,  ni  por  su  paso 
á la  masa  de  la  sangre.  ¿Qué  mas  da  que  éntre  de  un  modo  que  de  otro? 
¿Por  qué  absorbido  el  alcohol  por  ei  estómago  no  afecta  el  cerebro,  en  el 
que  tiene  costumbre  de  lomarle  por  esta  vía , y embriaga  absorbido  por 
el  recto?  Decid  que  el  alcohol,  como  los  demás  venenos,  obra  por  con- 
tacto, y el  hecho  es  claro.  El  hábito  amortiguó  la  impresionabilidad ; de 
aquí  las  diferencias. 

A estas  consideraciones  opondremos  otras.  Si  es  verdad  respecto  de 
ciertas  sustancias  que  hay  dilerencia  según  las  vías,  ya  hemos  explicado 
la  razón.  En  los  tejidos  donde  se  aplica  el  veneno,  hay  razones  abonadas 
para  explicar  esas  diferencias.  No  es  solo  la  mayor  facilidad  de  absor- 
ción , sino  la  mayor  circulación  de  la  parte  y la  mayor  ó menor  cantidad 
de  principios  ó humores  capaces  de  dar  ó quitar  solubilidad  á lo  inge- 
rido. Es  igualmente  necesario  tener  en  cuenta  si  es  ó no  el  veneno  de  los 
que  coagulan  ó liquefian.  Todo  eso  explica  mejor  las  diferencias  que  la 
impresionabilidad  del  órgano,  la  que,  sin  embargo,  no  tratamos  denegar 
para  ciertos  casos ; pero  también  estamos  muy  distantes  de  establecerla 
como  regla  general.  Si  es  posible  el  hábito  respecto  de  ciertas  sustancias, 
no  lo  es  respecto  de  otras. 

Lo  del  alcohol  de  los  beodos  que  se  embriagan  por  el  ano  con  menos 
cantidad,  es  un  hecho  alegado  sin  las  debidas  condiciones  para  la  prueba. 
Los  beodos  se  embriagan  por  el  estómago  con  muy  poca  cantidad.  Por 
otra  parle , el  estado  de  la  mucosa,  alterada  como  está  en  los  borrachos, 
no  tiene  tantas  condiciones  como  el  recto  para  facilitar  en  poco  tiempo 
tanta  absorción  de  alcuhol  como  el  recto  sano.  En  cuanto  á lo  del  opio, 
ya  hemos  dicho  en  otra  parte  lo  qué  pasa. 


Séptima  base. 

Finalmente,  es  bien  sabido  que  muchas  veces,  cuando  una  persona  cae 
en  sincopad  se  asfixia  , basta  aplicarle  un  cuerpo  excitante,  gaseoso,  en 
la  nariz,  para  que  acto  continuo  se  mueva  el  corazón  y se  restablezca  la 
circulación  y respiración  suspendidas.  JBasta  mover  artificialmente  el  pe- 
cho y hacer  entrar  el  aire  en  las  celdillas  bronquiales  para  que  el  asfi- 
xiado respire:  y aun  cuande  supongamos  que  el  oxígeno  del  aire  pase  in- 
mediatamente ai  través  de  las  paredes  de  las  celdillas  para  combinarse 
con  la  sangre,  con  sus  globulillos,  antes  que  estos  lleguen  al  cerebro,  á 
la  médula  y al  corazón , ya  entra  en  movimiento  esta  última  viscera  y ios 
pulmones.  Y adviértase  un  hecho  fisiológico  que  es  aquí  de  mucha  impor- 
tancia. Durante  el  síncope  y la  asfixia  todos  los  fenómenos  están  suspen- 
sos. La  absorción,  pues,  en  cuanto  á fuerza,  en  cuanto  á acción  fisioló- 
gica, no  existe  sino  en  potencia.  Las  excitaciones,  pues,  que  uno  pro- 
mueve por  la  mucosa  nasal  ó rectal  no  son  debidas  á la  absorción  de  la 
sustancia  excitante  que  se  emplea:  son  del  mismo  órden  que  las  friegas 
secas  y que  el  contacto  del  dedo  con  la  vulva  de  la  histérica.  Todos  sa- 
bemos que  una  y otra  cosa  bastan  para  hacer  reanimar  todas  las  funcio- 
nes, y con  regularidad. 

Esta  última  base  y las  razones  en  que  se  funda,  no  prueban  mas  que 
las  anteriores  la  acción  sobre  el  sistema  nervioso : tampoco  son  un  argu- 
mento poderoso  para  combatir  la  absorción.  Vamos  por  partes. 

Cuando  se  aplica  á una  persona  que  ha  caído  en  un  síncope  ó en  un 
principio  de  asfixia,  un  cuerpo  volátil,  el  primer  efecto  es  un  acúmulo  de 
sangre  en  la  cabeza  que  excita  su  vitalidad  y vuelve  el  conocimiento  y 
demás  facultades  intelectuales.  Si  se  sigue  la  aplicación  del  cuerpo  volá- 
til, sucede  lodo  lo  contrario.  Así  pasa  con  el  éter , el  cloroformo  y otros 
anestésicos.  En  cuanto  el  cuerpo  volátil  reemplaza  el  oxígeno  de  la  san- 
gre debido  á la  respiración,  en  vez  de  haber  reacción  hay  pérdida  de  las 
facultades,  no  solo  intelectuales  ó psíquicas,  sino  de  la  vida. 

Cuando  el  cerebro  está  congestionado,  los  .volátiles  son  funestos.  Cuando 
hay  asfixia  verdadera,  el  mejor  excitante  es  el  aire:  los  volátiles  no  produ- 
cen efecto  alguno;  al  contrario,  pueden  aumentar  la  congestión  encefá- 
lica; así  es , que  en  el  tratamiento  de  la  asfixia  no  ocupan  el  lugar  prefe- 
rente. Los  hechos  no  los  abonan. 

El  aire  es  el  mejor  remedio  para  el  asfixiado,  y no  es  porque  el  oxígeno 
llegue  al  cerebro,  médula  y corazón  , sino  porque  oxigena  la  sangre,  le 
da  las  condiciones  necesarias  para  excitar  dichos  órganos  y los  demás. 
La  teoría  de  la  acción  reanimadora  del  oxígeno  se  funda  principalmente 
en  que,  difundido  por  el  torrente  de  la  circulación,  la  sangre  adquiere 
las  propiedades  fisiológicas  que  le  competen  para  sostener  la  vida. 

En  cuanto  á que  la  absorción  sea  una  función  diferente  de  un  hecho 
físico  de  imbibición  y endósmosis,  es  un  error  demasiado  notable , para 
que  nos  detengamos  en  refutar  el  argumento  que  se  apoya  en  él.  De  con- 
siguiente, poco  importa  que  estén  suspensas  ciertas  funciones  en  el  sín- 
cope y asfixia , la  absorción  se  efectúa  del  mismo  modo  que  en  el  vivo; 
hasta  se  efectúa  en  el  cadáver.  Si  no  se  esparce  lo  absorbido  tanto  como 
durante  la  vida  y la  plena  circulación , es  porque  falta  el  movimiento  de 
la  sangre,  que  lleva  lo  absorbido  lejos  y con  la  prontitud  con  que  circula, 
puesto  que  cada  tres  minutos,  según  Muller , da  la  vuelta  por  toda  la  or- 
ganización. 


- $87  - 

Él  estímulo  de  las  cosquillas  y excitantes  en  la  mucosa  nasal  y rectal, 
si  no  son  mas  que  de  simple  contacto,  son  excitaciones  de  sensibilidad, 
que  pueden  avivar  el  centro  de  las  funciones;  si  es  por  medio  de  sustan- 
cias volátiles  ó absorbibles,  ya  hemos  dicho  cómo  se  realiza  esto. 

Por  último  , el  contacto  del  dedo  en  la  vulva  de  la  histérica,  si  no  tiene 
conciencia  de  sí , es  lo  mismo  que  si  le  estimulara  cualquier  otra  parte; 
si  le  tiene,  si  no  la  ha  perdido  del  todo,  la  alarma  que  le  infunde  el  con- 
tacto con  sus  órganos  genitales  la  reacciona;  es  el  instinto,  el  sentimiento 
del  pudor  el  que  la  hace  salir  de  su  letargo;  todo  esto  es  prueba,  sí,  de 
que  hay  sensibilidad , y esto  se  efectúa  por  los  nervios ; mas  este  hecho 
no  tiene  nada  que  ver  con  el  modo  de  obrar  de  las  sustancias.  No  hay 
entre  este  y los  contactos  mecánicos  ningún  punto  de  semejanza;  no  se 
pretende,  por  otra  parte,  que  no  existan  esos  contactos  mecánicos  y que 
no  produzcan  su  efecto  sobre  los  nervios  destinados  á darnos  conoci- 
miento de  ellos.  Sin  embargo,  de  esos  contactos  mecánicos  á las  acciones 
tóxicas,  hay  grandísima  distancia. 

Resulta,  pues,  respecto  de  la  opinión  de  los  Anglada,  Cullen,  Ques- 
nay,  Mead  y demás  partidarios  de  la  acción  de  las  sustancias  sobre  el  sis- 
tema nervioso,  que  no  solo  no  prueban  tal  acción , sino  que  ni  argumen- 
tos prácticos  son  contra  el  modo  de  obrar  de  los  venenos  absorbidos. 

C.  Cómo  debe  resolverse  esa  cuestión. 

Esta  importante  cuestión  no  debe  agitarse  de  este  modo.  No  deben  re- 
buscarse hechos,  los  mas  excepcionales  y de  no  fácil  explicación,  tanto 
en  una  teoría  como  en  otra , para  probar  que  la  absorción  de  los  vene- 
nos no  tiene  nada  que  ver  con  su  acción  tóxica.  Lo  que  cumple  á los  que 
pretenden  que,  antes  obran  sobre  los  nervios  de  los  tejidos  con  los  cuales 
se  ponen  en  contacto,  es  demostrarlo  directamente,  hacer  experimentos 
directos  sobre  los  nervios  y ensayar,  no  este  ni  aquel  veneno,  sino  todos, 
para  ver  que,  en  efecto,  desplegan  su  maléíica  actividad,  afectando  este 
sistema,  cosa  que  no  han  hecho,  ni  harán  los  partidarios  de  esa  doctrina. 

Otro  tanto  diremos  de  sus  adversarios.  Si  estos  quieren  probar  que  el 
sistema  nervioso  no  es  el  primitivamente  afectado,  no  deben  tampoco  en- 
tretenerse en  hechos  ni  razones  indirectas,  sino  marchar  en  línea  recta  y 
experimental  á demostrar  que  , depuestas  las  sustancias  venenosas  en  el 
sistema  nervioso,  no  se  presentan  síntomas  de  intoxicación,  al  paso  que 
se  manifiestan,  no  solo,  cuando  no  se  aplican  sobre  los  nervios,  sino  cuando 
estos  están  cortados,  inutilizados,  y mejor  aun  cuando  no  los  hay,  como 
sucedió  con  los  experimentos  de  Delitle  y Magendie , ó con  los  de  Ro- 
bín, hechos  sobre  las  plantas,  que  carecen  del  mencionado  sistema. 

Cuando  con  experimentos  de  esta  naturaleza  se  ve  que  los  electos  tó- 
xicos se  presentan  del  propio  modo,  ¿qué  más  se  necesita  para  saber  que 
los  nervios  no  están  destinados  á recibir  la  acción  de  esas  sustancias,  que 
no  es  dinámico  el  primer  efecto,  sino  químico?  Si  de  este  último  modo 
se  afectan  los  nervios,  es  porque  también  tienen  elementos  susceptibles 
de  combinarse  con  los  venenos;  pero  las  consecuencias  de  esa  combina- 
ción no  serán  efectos  puros  de  sensibilidad,  sino  de  alteración  fisiológica 
y orgánica  como  en  los  demás  tejidos. 

Hay  más,  y esto  es  lo  importante  en  esta  cuestión;  desde  el  momento 
que  está  probado  que  los  venenos  insolubles  no  son  absorbidos,  si  no  son 
solubles;  que  si  no  están  disueltos,  no  obran  químicamente,  y que  la  ac- 


— 288  - 

cion  que  desplegan  es  de  naturaleza  química  ó molecular , la  disputa  de 
los  autores  pierde  su  importancia  , y ni  los  unos  ni  los  otros  la  sientan 
como  es  debido. 

En  el  estado  actual  de  la  ciencia,  podemos  establecer  que  los  venenos, 
para  obrar  localmente,  no  necesitan  la  absorción ; pero  que,  sin  ella, 
no  pueden  obrar  directamente  sobre  la  sangre  ni  sobre  órganos  dis- 
tantes del  punto  donde  se  ingieren. 

Podemos  establecer  igualmente  que  tampoco  la  necesitan  para  produ- 
cir efectos  fisiológicos , no  solo  en  el  punto  donde  se  aplican , sino  tam- 
bién en  puntos  distantes,  basiando  las  alteraciones  químicas  locales  y los 
efectos  fisiológicos  que  estas  causan  en  el  lugar  de  su  ingestión , para 
que  se  manifiesten  otros  de  este  último  orden  en  otras  partes. 

No  solamente  puede  suceder  esto,  cuando  los  venenos  son  cáusticos  ú 
obran  como  tales,  sino  también  cuando  son  de  los  coagulantes  y no  su- 
fren los  coágulos  la  acción  disolvente  de  los  álcalis,  cloruros  y ácidos  de 
la  economía.  Verificada  la  acción  molecular,  que  es  siempre  local,  á no 
ser  que  el  veneno  sea  soluble  y no  tenga  acción  sobre  los  elementos  de 
los  tejidos,  con  los  cuales  se  ponen  en  contacto,  hay  ó puede  haber  en 
estas  alteraciones  orgánicas,  trastornos  fisiológicos;  los  elementos  orgáni- 
cos, los  principios  inmediatos , ios  tejidos  y ios  órganos,  han  perdido  sus 
condiciones  normales  y no  se  prestan  á ejercer  la  función  que  les  in- 
cumbe, y como  de  esto  depende  la  regularidad  de  otros,  de  aquí  la  nía 
nifestacion  de  fenómenos  fisiológicos,  que  son  otros  tantos  síntomas  de  la 
dolencia  tóxica. 

Las  inflamaciones  violentas,  que  muchos  venenos  provocan  en  la  parte 
donde  se  ingieren , son  producto  de  su  acción  local , y no  se  deben 
á un  roce  mecánico , ni  á una  destrucción , sino  á la  combinación  de  las 
sustancias  toxicas  con  los  elementos  de  los  tejidos,  con  los  cuales  se  han 
puesto  en  esfera  de  actividad.  Lo  que  de  estas  inflamaciones  puede  se- 
guirse, tanto  en  el  mismo  sitio,  como  en  órganos  distantes,  está  al  al- 
cance de  todos  los  que  conocen  las  leyes  de  la  economía  humana. 

Si  hay  venenos  que  se  conducen  de  esta  suerte;  si  los  hay  que  provo- 
can tan  solo  síntomas  locales,  por  las  razones  expuestas,  háylos  que, 
como  no  se  neutralicen  luego  , van  siendo  absorbidos ; ora  porque  lo  son 
de  suyo,  y quedando  los  tejidos  permeables,  siquiera  se  hayan  combi- 
nado con  el  veneno , las  disoluciones  del  sobrante  pasan  al  torrente  de  la 
circulación ; ora  porque  los  álcalis,  ó cloruros,  ó ácidos  que  se  ponen  en 
contacto  con  los  insolubles,  ó el  compuesto  insoluble  que  se  ha  formado, 
los  van  disolviendo,  y facilitan  así  su  absorción. 

Pasados  así  al  torrente  circulatorio,  desplegan  su  acción  sobre  los  ele- 
mentos de  la  sangre , iguales  á los  que  tiene  el  tejido  que  ya  lian  afec- 
tado ; otro  tanto  hacen  con  los  de  los  órganos  á donde  la  circulación  los 
conduce ; de  aquí  los  efectos,  primero  químicos,  y luego  fisiológicos  ge- 
nerales; de  aquí  una  intoxicación  mas  prolunda,  y,  por  punto  general, 
mas  rápida  en  la  producción  de  la  muerte. 

Podemos  dejar  igualmente  consignado,  que  los  venenos  no  coagulan- 
tes, aquellos  que  no  forman  compuestos  insolubies  ó plásticos  con  los 
elementos  de  los  órganos , con  los  que  se  ponen  en  contacto,  siquiera 
pasen  rápidamente  al  torrente  circulatorio,  no  dejan  por  eso  de  producir 
acción  local,  de  verificar  combinaciones  con  los  elementos  de  esos  órga- 
nos; por  lo  tanto,  los  alteran,  y después  de  los  efectos  químicos,  debe 
de  haberlos  forzosamente  fisiológicos,  ya  tan  solo  locales,  ya  generales, 


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independientemente  de  los  que  produce  la  parle  del  veneno  que  pasa  ab- 
sorbida ai  torrente  de  la  circulación. 

Ahora , si  se  trata  de  venenos , cuya  acción  es  mas  bien  apoderarse 
del  oxígeno  respirado,  é impedir  la  hemalosis,  claro  está  que  la  |local 
debe  de  ser  y puede  ser  casi  de  ningún  efecto;  y si  le  tienej,  no  se  ¡rela- 
ciona con  la  intoxicación.  Los  anestésicos,  por  ejemplo,  podrán  pro- 
ducir efectos  químicos  sobre  la  parte,  y,  á consecuencia  de  estos,  otros 
fisiológicos. 

Así,  segun  los  experimentos  de  M.  Serres,  el  éter  líquido  afecta  los 
nervios  de  tal  manera , que  les  hace  perder  de  un  modo  permanente  la 
sensibilidad , igualmente  que  el  movimiento.  Los  órganos  y músculos, 
por  donde  se  esparce  el  nervio  así  afectado,  quedan  insensibles,  y pier- 
den su  contractilidad  (>).  Sin  embargo,  la  eterización,  siquiera"  tenga 
por  efecto  la  suspensión  de  la  sensibilidad  y contractilidad,  no  es  perma- 
nente ni  directa;  es  una  consecuencia  de  la  falta  de  hematosis.  El  éter  se 
apodera  del  oxígeno  del  aire , y la  sangre  no  se  hace  arterial ; es  decir, 
que  la  suspensión  de  aquellas  dos  facultades  es  como  la  que  se  efectúa  en 
toda  asfixia,  un  resultado  de  la  suspensión  ó cesación  de  las  funciones 
del  cerebro,  al  cual  ya  no  estimula  debidamente  la  sangre,  no  suficien- 
temente oxigenada. 

Respecto,  pues,  de  esta  clase  de  venenos,  y de  todos  los  que  produ- 
cen la  intoxicación , por  impedir  la  oxigenación  de  la  sangre  ó la  hema- 
tosis , es  evidente  que  la  acción  local , cuando  se  aplican  líquidos  ó ga- 
seosos, viene  á reducirse  á inflamar,  producir  vesicación,  cauterizar  la 
parte,  y que,  por  lo  tanto,  para  intoxicar  es  necesaria  la  absorción.  Sin 
ella  no  hay  intoxicación  posible. 

Hé  aquí  por  qué  los  experimentos  hechos  con  el  ácido  cianhídrico , ve- 
nenos americanos  y otros  que  obran  del  mismo  modo  ú otro  análogo , no 
han  producido  efectos  tóxicos,  mientras  se  han  verificado  ligaduras,  que 
hayan  podido  impedir  el  paso  de  los  venenos  al  torrente  circulatorio ; la 
acción  local  es  nula  ó de  otra  especie,  mientras  que  la  ejercida  sobre  la 
sangre  detiene  la  hematosis  y los  efectos  son  rápidos. 

Los  venenos  que  obran  á manera  de  fermentos,  que  provocan  descom- 
posiciones y metamórfosis  en  la  masa  de  la  sangre,  como  los  de  los  ani- 
males ponzoñosos,  no  ejercen  acción  local,  si  se  deponen  en  tejidos  sanos 
é íntegros,  donde  no  haya  ninguna  solución  de  continuidad,  porque  no 
tienen  bastante  acción  para  provocar  esas  descomposiciones  en  la  piel  ó 
las  mucosas.  Mas  en  cuanto  hay,  en  estas,  soluciones  de  continuidad  , en 
cuanto  el  veneno  puede  obrar  sobre  la  sangre,  la  acción  se  desplega  pri- 
mero sobre  ios  tejidos  mordidos,  donde  aparecen  luego  los  efectos,  y en 
seguida  en  la  masa  de  la  sangre  y órganos  distantes. 

Y nótese  que,  en  semejantes  intoxicaciones,  el  fenómeno  se  produce,  es 
verdad  , porque  en  rigor  pasa  el  veneno  á la  sangre ; es  absorbido ; pero 
acto  continuo  de  estar  en  contacto  con  este  humor,  se  descompone,  pro- 
vocando la  descomposición  del  mismo , descomposición  que  se  propaga  á 
todo  el  cuerpo , y se  manifiesta  en  órganos  distantes  de  aquel  donde  con 
la  mordedura  se  depuso  el  veneno  del  animal  que  mordió. 

Otro  tanto  podemos  decir  de  los  virus.  El  efecto  es  local  antes  que  todo; 
mas  rápido  y activo,  si  hay  solución  de  continuidad  que  si  no  la  hay.  El 
virus  rabífico , hemos  dicho  y lo  repetimos , que  es  inofensivo  si  se  aplica 

(•)  C.  V.  des  S.  d«  l'Acud.  de i se.  15  Ue  febrero  Ue  1847, 

TOXlCOLOeiA. — 19 


— 290  — 

á la  piel  y mucosas  sanas,  en  tanto  que  produce  sus  terribles  efectos,  en 
cuanto  haya  la  menor  erosión.  Mas  aun  en  estos  casos,  en  el  lugar  de  la 
ingestión  es  donde  empiezan  á manifestarse  los  efectos ; mas  tarde  se  pre- 
sentarán generales  y en  otros  órganos, -á  consecuencia  de  las  alteraciones 
provocadas  por  el  material  ponzoñoso,  el  cual,  para  producirlas,  no  ha 
necesitado  recorrer,  absorbido,  toda  la  economía.  Cuando  esas  altera- 
ciones generales  se  manifiestan,  ya  no  existe  el  humor  virulento  que  las 
hace  desenvolver;  ya  se  metamorfoseó  y alteró  el  virus,  entrando  ó no 
en  combinación  con  los  elementos  de  los  tejidos  y la  sangre. 

Una  cosa  análoga  sucede  con  el  virus  venéreo , varioloso  y demás.  Ya 
hemos  visto  en  el  Tralado  de  Medicina  legal , que  el  virus  venéreo  puede 
permanecer  junto  á un  tejido  sano  sin  afectarle , y que  lo  hace  indefecti- 
blemente habiendo  solución  de  continuidad.  Los  efectos  son  primero  lo- 
cales, y luego  se  van  haciendo  generales,  á medida  que  se  efectúa  lo 
que  los  patólogos  llaman  absorción  del  virus , mientras  que  la  tal  absorción 
no  es  otra  cosa  que  el  contacto  del  material  fermentativo  con  la  sangre,  en 
la  cual  produce  metamórfosis  y descomposiciones  propias  de  su  acción 
excitadora. 

Por  último , las  sustancias  alimenticias  averiadas,  para  producir  efectos 
generales,  tanto  químicos  como  fisiológicos,  necesitan  ponerse  en  con- 
tacto con  la  sangre;  pasar,  de  consiguiente,  al  torrente  de  la  circulación 
los  materiales  que  la  putrefacción  desenvuelve.  Los  efectos  locales  son 
poco  conocidos. 

Resulta , por  lo  tanto  , de  las  reflexiones  que  acabamos  de  hacer  : 

1. °  Que,  en  tesis  general,  los  venenos  no  necesitan,  para  obrar,  que 
sean  absorbidos.  Los  mas  de  ellos  obran  localmente;  y de  las  alteracio- 
nes locales  que  provocan  , resultan  efectos  fisiológicos  locales  y generales 
que  pueden  constituir  una  intoxicación  tan  grave  como  la  primera. 

2. *  Que  los  solubles  ó disueltos  , además  de  su  acción  local  con  todas 
sus  consecuencias,  la  ejercen  general,  siempre  por  lo  común  mas  pro- 
funda y mas  funesta  por  medio  de  su  absorción , pasando  á la  masa  de 
la  sangre;  ya  para  combinarse  con  los  elementos  de  la  misma  y de  órga- 
nos distantes;  ya  para  apoderarse  del  oxígeno  respirado  é impedir  la 
hematosis  ; ya  para  provocar  descomposiciones  en  dicho  humor  y los  te- 
jidos de  ciertos  órganos,  á consecuencia  de  una  acción  fermentativa. 

Es  decir,  pues,  en  suma,  que  no  se  puede  afirmar  de  un  modo  abso- 
luto, que  la  absorción  es  necesaria  para  que  haya  intoxicación,  puesto 
que,  aun  cuando  esa  sea  la  regla  general , hay  casos  en  los  que  la  into- 
xicación se  presenta,  sin  que  el  veneno  pase  á la  masa  de  la  sangre. 

No  hemos  hablado  en  esté  párrafo  de  acciones  catalíticas  ó de  puro 
contacto,  porque  hemos  de  ver  si  existen  ó no  tales  acciones,  y en  su 
lugar  tratarémos  de  ello.  Mas  si  resultase  que,  en  efecto,  hay  sustancias 
que  obran  de  esa  manera  , provocando  estados  eléctricos  capaces  de  mo- 
dificar las  funciones,  entonces  habría  aun  mas  excepciones  á la  regla 
general. 

9 IV.  — Cómo  debe  concebirse  la  acción  de  los  venenos  sobre  el  sistema  nervioso. 

Cuanto  llevamos  hasta  aquí  expuesto,  es  un  argumento  práctico  y ra- 
cional en  contra  de  la  acción  de  los  venenos  sobre  el  sistema  nervioso. 
Cuanto  más  se  estudian  los  hechos,  mas  en  evidencia  se  pone  esta  ver- 
dad. Y nosotros  queremos  aquí  dejar  bien  consignado  que  , siquiera  de- 


— $91  - 

fendamos  la  acción  local  de  los  venenos , en  ningún  modo  pensamos  que 
esta  acción  se  ejerza  sobre  los  nervios  esparcidos  por  la  parte  donde  el 
veneno  se  aplica,  y que  los  efectos  propios  de  su  intoxicación  resulten  de 
la  impresión  sensual  recibida  por  esos  nervios.  JNo:  lo  que  hemos  soste- 
nido y sostenemos,  al  abogar  por  la  acción  local,  es  que  esta  se  ejerce 
sobre  los  elementos  del  tejido  ó de  los  humores  que  le  bañan  y constitu- 
yen , siendo  esta  acción , como  lo  hemos  defendido  en  el  párrafo  ante- 
rior, química  ó molecular.  Si  nos  apartamos,  por  lo  tanto,  de  los  que 
afirman  la  necesidad  de  la  absorción  para  todos  los  casos,  más  nos  sepa- 
ramos todavía  de  los  que,  para  todos  los  casos,  también  apelan  á una 
acción  sobre  los  nervios. 

Esta  opinión , siquiera  la  hayan  profesado  hombres  notables  en  otros 
tiempos,  siquiera  sea  la  que  profesan  algunos  modernos,  entre  ellos 
Flourensy  llernard,  al  menos  respecto  de  algunas  sustancias,  no  tiene 
en  su  apoyo  ningún  hecho  experimental  bien  apreciado,  al  paso  que  los 
hay  evidentísimos  que  deponen  contra  ella.  Los  de  Eduardo  Robín  han 
resuelto  la  cuestión. 

Yo  no  diré  que  los  nervios  no  se  afecten  en  las  intoxicaciones  y en  to- 
dos los  casos  de  contacto , sea  el  cuerpo  sólido , líquido  ó gaseoso.  Los 
cuerpos  exteriores  afectan  el  tacto,  y donde  quiera  que  haya  nervios  de 
sensibilidad  general,  se  ejerce  ese  sentido.  La  impresión  mecánica  ó física 
de  esos  cuerpos  es  sentida  por  las  celdillas  de  los  nervios  procedentes  de 
los  cordones  posteriores  de  la  médula  espinal;  y según  cual  sea  la  sensa- 
ción , puede  provocar  otros  fenómenos  fisiológicos , como  los  provoca  toda 
sensación  de  placer  ó de  dolor. 

Si  la  acción  química  del  veneno  no  les  altera  la  textura;  si  no  les  mo- 
difica sus  condiciones  fisiológicas,  no  solo  podrán  sentir  el  contacto  de 
esos  agentes,  sino  el  del  calor,  electricidad,  humedad,  sequedad,  res- 
treñimiento  , etc. , que  provoquen , puesto  que  ellos  son  los  órganos  des- 
tinados, por  la  sensibilidad  de  que  gozan  , a darnos  cuenta  de  todas  esas 
y otras  análogas  nnpiesiones ; el  tacto  interno  ó general,  por  el  que  sen- 
timos todo  eso  en  las  alecciones  comunes  de  ios  órganos,  se  ejerce  tam- 
bién en  las  intoxicaciones , como  no  apague  ó destruya  la  sensibilidad  el 
agente  venenoso. 

"Alas  todos  esos  efectos  son  fisiológicos,  son  debidos  á la  incomprensible 
facultad  que  tienen  las  celdillas  de  los  nervios  de  la  sensibilidad  de  reci- 
bir la  impresión  de  lodo  agente  exterior,  y comunicarla  á los  órganos 
cerebrales  de  las  peiccpcioiies ; de  consiguiente,  nada  tienen  que  ver 
con  la  acción  tóxica  ; son  síntomas  de  una  intoxicación  que  pueden  ca- 
racterizarla bajo  este  punto  de  vista;  pero  no  son  efectos  químicos  ni  ex- 
clusivos de  la  intoxicación ; no  se  debe  á ellos  la  manifestación  de  estos 
estados  morbosos  especiales.  La  vida  no  se  compromete  por  las  sensacio- 
nes que  los  venenos  produzcan  por  su  contacto  con  los  nervios  ó tejidos 
que  los  tienen , ni  por  cierto  desarrollo  de  calor,  electricidad , etc. ; la 
vida  se  suspende,  y pierde,  por  la  imposibilidad  de  ejercer  sus  funcio- 
nes la  sangre  , ó ciertos  órganos , cuya  constitución  química  ha  alterado 
la  presencia  del  veneno,  puesto  que  con  ella  se  han  alterado  las  condi- 
ciones fisiológicas  que  ha  establecido  el  código  de  la  organización  para 
vivir  y estar  sano. 

Aunque  con  lo  que  acabo  de  exponerá  grandes  rasgos,  respecto  de  la 
acción  sobre  los  nervios,  se  puede  ver  muy  claramente  que  no  es  esa  ac- 
ción la  que  determina  las  intoxicaciones;  considero  conveniente , para 


— C92  — 

aclarar  más  este  punto,  detenerme  un  poco  en  la  disposición  del  sistema 
nervioso  cérebro  espinal , y las  funciones  relativas  á sus  celdillas  peri- 
féricas y centrales,  y sus  fibras  conductrices. 

Se  habla  mucho  de  la  acción  de  los  venenos  sobre  el  sistema  nervioso; 
pero  ninguno  de  los  que  hablan  de  ella  se  toma  la  pena  de  estudiar,  de 
analizar,  de  explicar  lo  que  sucede,  lo  que  es  por  lo  menos  probable  que 
suceda  con  esa  acción,  voy,  pues,  á entrar  en  algunas  consideraciones 
sobre  este  importante  asunto , tan  lleno  de  misterios. 

Sabido  es  que  en  la  periferia  del  cuerpo , piel  y visceras,  el  sistema 
nervioso  destinado  á la  sensibilidad  general,. ó táctil,  se  extiende  de  un 
modo  plexi  forme , esparciéndose  las  últimas  fibras  nerviosas  al  infinito, 
hasta  terminar  en  celdillas.  Estas  son  las  que  reciben  las  impresiones  de 
los  cuerpos  exteriores,  capaces  de  afectar  el  sentido  del  tacto  ; disposi- 
ción análoga  á la  que  tienen  los  nervios  destinados  á recibir  las  impre- 
siones ópticas,  acústicas,  olfativas  y gustativas. 

Aunque  pertenecen  al  sentido  del  tacto,  un  estudio  mas  analítico  per- 
mite distinguir  celdillas  para  el  verdadero  tacto  , ó destinadas  á recibir 
las  impresiones  táctiles;  otras  para  las  impresiones  doloríferas;  otras 
para  las  impresiones  viscerales,  y otras  para  las  impresiones  genitales. 

Esas  celdillas  están  dotadas  de  la  propiedad  de  recibir  esas  impresio- 
nes , y transmitirlas,  por  medio  de  las  fibras  nerviosas,  á los  centros  de 
sustancia  gris  que  hay  junto  á la  médula  , y á los  centros  cerebrales. 

Esas  impresiones,  unas  son  inconscientes,  porque  no  pasan  de  esos 
centros  espinales , donde  hay  ¡un  poder  de  reflejar  el  influjo  sobre  las 
fibras  destinadas  á la  motilidad,  y producir  movimientos  relacionados 
con  esas  impresiones;  otras  son  conscientes,  porque,  por  medio  de  fibras 
que  se  remontan , en  sentido  convergente , hácia  los  centros  cerebrales, 
llegan  á los  tálamos  ópticos,  y de  allí  se  comunican  , por  medio  de  fibras 
de  sustancia  blanca,  á las  celdillas  de  las  circunvoluciones  cerebrales, 
donde  existe  un  automatismo  espontáneo,  con  poder  de  reflejar  sobre 
los  centros  del  movimiento,  cerebelo  y cuerpos  estriados,  y de  allí  en- 
viar el  influjo  motor  voluntario  á las  ramificaciones  de  los  cordones  an- 
teriores de  la  médula  destinados  al  movimiento. 

Como  para  mi  objeto  basta  esta  idea  general,  no  desciendo  á mas  por- 
menores acerca  de  esa  disposición  de  las  celdillas  periféricas  y las  cen- 
trales, enlazadas  por  un  sistema  de  fibras  ascendientes  y descendientes. 

Ahora  bien ; todo  agente  que  obre  sobre  el  sistema  nervioso  sensitivo, 
ha  de  empezar  por  las  celdillas  periféricas,  sean  conscientes , sean  incons- 
cientes las  impresiones , así  como  todo  reflujo  reflejo  consciente  ó incons- 
ciente sobre  el  sistema  nervioso  destinado  ai  movimiento,  ha  de  venir  de 
los  centros  espinales  ó cerebrales. 

Así  como  la  luz  , el  aire,  los  cuerpos  olorosos  y los  sápidos,  impresio- 
nan respectivamente  las  celdillas  periféricas  de  los  nervios  óptico,  acús- 
tico, olfativo  y gustativo;  la  humedad,  el  agua,  el  frió,  el  calor,  la 
electricidad  y el  contacto  de  todo  cuerpo,  impresiona  las  celdillas  perifé- 
ricas de  la  piel  y de  los  órganos  subcutáneos  y viscerales. 

Los  venenos  puestos  en  contacto  con  la  piel  y esos  órganos , como 
agentes  físicos,  afectan  las  celdillas  periféricas  destinadas  á las  impresio- 
nes táctiles,  doloríferas,  viscerales  y genitales;  es  todo  lo  que  pueden 
hacer,  como  agentes  provocadores  de  esas  formas  de  sensibilidad  gene- 
ral ó propia  del  tacto. 

Sobre  los  nervios  destinados  al  movimiento  no  pueden  obrar ; estos  no 


- m - 

reciben  impulso  en  sus  extremos  exteriores;  les  viene  de  los  centros  ner- 
viosos , y le  derraman  por  los  músculos  ú órganos  por  donde  se  distri- 
buyen; así  como  el  impulso  de  las  celdillas  sensibles  periféricas  y su 
emisión  á lo  largo  de  las  fibras  nerviosas  es  centrípeto,  el  de  las  centra- 
les, espinales  y cerebrales,  y su  emisión  á lo  largo  de  las  fibras  de  los 
cordones  anteriores,  es  centrífugo. 

Provocadas  esas  impresiones  inconscientes  y conscientes,  puede  haber 
reflejos  de  influjo  nervioso , que  den  lugar  á movimientos  mas  ó menos 
desordenados,  y concebimos  que  una  impresión  muy  viva  de  esa  sensibi- 
lidad dé  lugar  á dolores  y convulsiones  de  diferentes  formas,  y otras  per- 
turbaciones funcionales. 

Hé  aquí  cómo  los  venenos , á fuer  de  agentes  capaces  de  afectar  las  cel- 
dillas periféricas  de  esa  sensibilidad , pueden  producir  efectos  fisiológicos 
locales  y generales,  y muy  rápidos. 

Como  agentes  físicos , si  solo  afectan  físicamente  por  su  contacto,  tem- 
peratura, humedad,  etc.,  no  pueden  producir,  ó no  producen,  por  lo 
común,  perturbación  funcional  alguna,  ni  provocan  manifestaciones  sin- 
tomáticas y tóxicas;  como  no  los  producen  los  agentes  físicos  que  impre- 
sionan las  celdillas  periféricas  de  la  retina,  del  nervio  auditivo,  olfativo 
y gustativo ; es  lo  que  sucede  siempre  que  el  cuerpo  impresionante  es 
inerte , bajo  el  punto  de  vista  químico. 

Una  gran  cantidad  de  agente , todo  lo  que  puede  hacer  es  impresionar 
demasiado  las  celdillas  y volverlas  temporalmente  insensibles  ; esto  es.  lo 
que  vemos  en  la  retina , cuando  es  muy  fuerte  la  luz ; en  el  nervio  audi- 
tivo, cuando  es  muy  intenso  el  sonido,  etc. ; y así  como  eso  puede  dar 
lugar  á que  sobrevengan  irritaciones  locales  y perturbaciones  funcionales 
en  el  sentido,  cuyas  celdillas  periféricas  se  han  impresionado  fuerte- 
mente , y fenómenos  de  reacción  en  los  centros , á donde  han  emitido  in- 
flujo nervioso  sobreexcitado  , con  ó sin  efectos  simpáticos , sobre  estos  ó 
aquellos  aparatos;  otro  tanto  puede  suceder,  respecto  de  las  celdillas  ner- 
viosas periféricas  de  la  piel , órganos  subcutáneos  y visceras. 

Si  el  veneno  es  de  superficie  áspera  ó escabrosa  en  sus  átomos  ó grupos 
de  ellos  , su  contacto  podrá  producir  mayor  impresión,  como  la  producirá 
si  tiene  muy  baja  ó alta  temperatura,  si  desenvuelve  mas  ó menos  electri- 
cidad , y esa  mayor  impresión  podrá  dar  lugar  á fenómenos  fisiológicos 
de  órden  flogístico  ó neurálgico  local , y á reacciones  de  los  centros  ner- 
viosos, con  perturbaciones  funcionales.  Nadie  ignora  que  la  bebida  del 
agua  fria  puede  producir  un  cólico  gravísimo,  y hasta  mortal. 

Vista  la  cantidad  , por  lo  común  exigua,  aunque  tóxica  , con  que  se  dan 
ó toman  las  sustancias  venenosas , si  estas  no  tuvieran  mas  acción  que  la 
física,  la  del  contacto,  todo  lo  mas  que  podrían  hacer  es  acusarnos  su 
presencia  en  el  punto,  cuyas  celdillas  nerviosas  periféricas  afectaran, 
tanto  mas  cuanto  que  su  temperatura  no  es  exagerada. 

Síguese , pues , de  estas  reflexiones  , que  los  venenos  no  obran  sobre 
las  celdillas  nerviosas  periféricas,  con  las  que  se  ponen  en  contacto,  como 
agentes  físicos  de  ese  sentido,  cuando , después  de  su  ingestión , observa- 
mos manifestaciones  tóxicas. 

¿Qué  acción  será , pues , la  que  despleguen  sobre  esas  celdillas? 

Hablar  de  una  acción  vital , es  no  decir  nada.  La  acción  vital  de  todo 
agente  impresionante  de  un  nervio  sensible , es  hacerle  desplegar  la  pro- 
piedad que  tienen  sus  celdillas  periféricas  de  recibir  esa  impresión,  y co- 
municarla por  medio  de  su  fibra  correspondiente  á los  centros  espinales 


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v cerebrales  Fuera  de  ese  fenómeno,  propio  de  la  sensibilidad  , no  pro- 
duce otra  cósa,  y este  fenómeno  no  hace  salir  al  nervio  de  su  esfera 
fisiológica,  sino  en  los  casos  indicados;  no  produce  una  intoxicación. 
Pnalnnierá  otra  cosa  que  se  diga  , será  arbitraria,  hipotética  , inconcebi- 
ble y de  todo  punto  indemostrable. 

Veamos,  pues,  si  la  acción  química  podrá  darnos  alguna  luz  que 
acabe  de  probar  que  no  solo  es  inconcebible,  hipotética,  arbitraria  é in- 
demostrable la  que  se  llama  acción  vital , sino  innecesaria  para  concebir 
el  fenómeno  tóxico. 

Las  celdillas  nerviosas  periféricas  , lo  mismo  que  las  centrales  cére- 
bro-espinales,  no  som  tienen  la  propiedad  de  sentir  las  impresiones  de 
sus  agentes  respcclivos;  las  periféricas,  además  de  sentir  esas  impresio- 
nes y de  emitirlas  por  medio  de  sus  filetes  conductores  á las  centrales , y 
estas  la  de  elaborarlas,  convertirlas  en  ideas,  juicios  y sentimientos , y 
de  reflejar  su  influjo  sobre  los  centros  de  los  movimientos  , y estos  la  de 
derramarle  por  el  aparato  locomotor,  y donde  quiera  que  haya  distribu- 
ción de  nervios  de  movimiento;  tienen  la  de  todas  las  celdillas  de  la  or- 
ganización; participan  de  los  fenómenos  generales  de  la  nutrición  que 
caracteriza  su  vida.  Como  ellas,  toman  del  medio  que  las  rodea  los  ele- 
mentos de  su  reparación  incesante;  como  ellas,  absorben  y exhalan; 
como  ellas,  sustraen  del  plasma,  exudado  de  los  capilares  ambientes, 
los  elementos  de  su  actividad  específica;  como  ellas,  en  íin,  recorren 
todas  las  fases  de  evolución  é involución  sucesivas;  todas  tienen  su  en- 
voltorio, su  contenido  y su  núcleo,  con  variaciones,  según  sean  sus  fun- 
ciones. Es  decir,  en  suma,  que,  ademáá  de  su  propiedad  funcional  psí- 
quica y antes  que  esta,  tienen  las  propiedades  orgánicas  ; y para  desempe- 
ñar aquella  necesitan  de  estas,  habiendo  entre  unas  y otras  relaciones 
tan  íntimas  que , afectándose  las  orgánicas , se  perturban  las  psíquicas 
ó anímicas. 

Ahora  bien;  si  sobre  las  celdillas  nerviosas  periféricas  de  los  nervios 
sensibles  se  aplica  una  sustancia  venenosa  dotada  de  virtud  química,  ca- 
paz de  combinarse  con  los  principios  inmediatos  que  concurren  á la  for- 
mación de  los  elementos  histológicos  de  esas  celdillas,  y á cuya  organi- 
zación deben  su  vida  y sus  propiedades  ; ¿ qué  ha  de  resultar  ? Esos 
venenos,  en  primer  lugar,  alteran  ese  plasma,  esa  sangre,  ese  medio, 
del  cual  las  celdillas  sustraen  los  elementos  de  su  nutrición  y reparación; 
las  combinaciones  que  forman  con  los  principios  inmediatos  de  la  san- 
gre, alteran  sus  elementos  histológicos,  le  dan  otras  propiedades,  ya  no 
son  las  fisiológicas  que  necesita  para  prestarse  al  movimiento  molecular 
de  asimilación  y desasimilacion  ; las  celdillas  nerviosas,  por  lo  tanto,  ya 
no  han  de  hallar  en  ella  lo  que  les  hace  falta  para  nutrirse  , para  reparar 
sus  pérdidas;  su  organización  se  ha  de  resentir;  ya  no  han  de  poder 
funcionar.  Hé  aquí  un  efecto  local  forzoso  de  la  acción  del  veneno ; la 
alteración  química  de  la  sangre  que  rodea  las  celdillas  nerviosas  periféri- 
cas del  sitio,  donde  el  veneno  ha  sido  aplicado,  piel,  mucosa,  serosa,  etc. 

En  segundo  lugar,  ese  veneno  no  ataca  solo  los  principios  inmediatos 
de  la  sangre.  Siendo  los  mismos  los  que  tienen  los  tejidos,  los  que  cons- 
tituyen los  elementos  histológicos  de  las  celdillas  nerviosas  , de  que  se 
compone  su  envoltorio,  su  contenido  y su  núcleo;  los  ataca  igualmente, 
y desde  ese  momento,  esas  celdillas  han  de  sufrir  perturbaciones  mas  ó 
menos  trascendentales  en  sus  funciones,  y hasta  en  su  organización,  se- 
gún los  casos. 


- m - 

Si  en  esas  combinaciones,  se  desenvuelve  calórico  capaz  de  afectar  la 
sensibilidad  de  las  celdillas,  habrá,  tras  ese  efecto  físico,  debido  á uno 
químico,  el  fisiológico  local,  como  sensación  de  ardor,  comezón,  ó dolor; 
y tal  puede  ser  la  emisión  de  esas  impresiones  y su  viveza,  que  provoque 
reacciones  de  esta  ó aquella  índole  en  los  centros. 

Si  se  ataca  incompletamente  las  celdillas,  podrá  haber  un  efecto  aná- 
logo al  traumático;  las  doloríferas  acusarán  el  dolor  local,  y según  su 
intensidad  , podrá  haber  mas  ó menos  efectos  generales  y simpáticos. 

Si  quedan  completamente  desorganizadas,  por  destrucción,  como  con 
los  cáusticos  y con  los  metálicos,  que  disuelven  los  tejidos,  ó por  combi- 
nación con  principios  minerales  que  las  constituyen  órgano  ó tejido,  mi- 
tad orgánico  y mitad  inorgánico,  ya  no  habrá  función  ; los  fenómenos  de 
sensibilidad  quedarán  anulados;  los  centros  espinales  y cerebrales  ya  no 
recibirán  emisión  alguna  de  esas  impresiones  locales/Así  sucede  en  los 
casos  de  gangrena  ó esfacelo. 

Acabaremos  de  comprender  la  variedad  de  efectos,  que  pueden  resultar 
de  esa  acción  local  ó de  contacto,  recordando  que  la  alteración  de  función 
de  la  celdilla  puede  presentar  diferentes  formas  , reconociendo  por  causa 
la  destrucción  material  mas  ó menos  considerable  ó completa  del  sustralum 
de  esa  actividad  psíquica,  la  de  la  celdilla  igual  que  la  de  la  fibra  con- 
ductriz;  la  parálisis  de  su  facultad  de  impresionarse  y de  emitir,  ó una 
perturbación  en  el  modo  de  recibir  esa  impresión,  ya  con  exaltación  ó hi- 
perestesia , ya  con  depresión  ó anestesia  , etc. 

En  todos  estos  casos  se  ve  patentemente  que  los  efectos  fisiológicos, 
como  lo  hemos  establecido,  son  posteriores  á los  efectos  químicos  y físi- 
cos , puesto  que  aquellos  no  se  presentan  sino  á consecuehcia  de  estos;  y 
que  para  producir  unos  y otros  localmente,  no  hace  falta  la  absorción, 
como  tampoco  hace  falta  para  explicarnos  las  fisiológicas  generales,  re- 
sultantes del  modo  como  las  celdillas  periféricas  afectadas  trasmiten  á 
los  centros  espinales  y cerebrales  las  impresiones  recibidas  por  la  acción 
física  y química  del  veneno. 

Pues  bien  ; todo  el  efecto  que,  bajo  ese  punto  de  vista , pueden  hacer  los 
venenos  sobre  los  nervios  de  la  periferia,  esto  es,  sobre  las  celdillas  de 
la  sensibilidad  , por  considerable  que  sea , no  es  aplicable  á la  manifesta- 
ción del  cuadro  sintomático  que  aquellos  producen,  y sobre  todo  á los 
trastornos  profundos  de  la  salud , y á la  muerte. 

En  algunos  casos  pudiera  decirse  que  el  dolor  vivo  producido  local- 
mente por  el  veneno,  excita  de  tal  suerte  los  centros  nerviosos  , que  pro- 
duce, no  solo  grandes  perturbaciones  en  los  órganos  cerebrales  , sino  en 
otros  aparatos  ó funciones  , y al  fin  la  muerte.  Sabemos  que  una  quema- 
dura de  segundo  grado  extensa  produce  la  muerte,  no  por  el  estrago 
local,  sino  por  las  reacciones  generales  que  provoca,  á causa  de  la 
grande  esfera  del  dolor : sobreexcitada  la  sensibilidad  de  la  piel,  los  cen- 
tros cerebrales  toman  parte , y de  ahí  la  muerte  del  sugeto. 

En  ciertas  heridas  la  lesión  parcial  de  un  nervio  provoca  convulsiones 
que  cesan,  en  cuanto  se  acaba  de  cortar  ese  nervio.  Algunas  , en  especial 
las  heridas  por  armas  de  fuego,  provocan  el  tétanos.  En  ciertos  países  es 
esto  muy  frecuente.  Dígalo  el  pasmo,  tan  frecuente  en  Cuba,  á consecuen- 
cia de  las  heridas 

Si . pues , hay  venenos  que  exciten  de  esa  suerte  la  sensibilidad  de  las 
celdillas  nerviosas  periféricas;  si , en  el  modo  de  atacarlas  químicamente, 
la  impresión  fisiológica  que  reciben  es  trasmitida  al  sensorio,  y da  lugar 


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á reacciones  de  los  centros  cerebrales  sobre  el  aparato  locomotor,  y á 
Derturbaciones  funcionales  de  este  aparato,  y otros , como  el  respiratorio 
v el  circulatorio;  bien  se  comprenderá  una  intoxicación  local  con  resul- 
tados generales,  sin  necesidad  de  absorción. 

Mas  ¿qué  venenos  son  los  que  eso  hagan?  Los  partidarios  de  la  acción 
de  los  venenos  sobre  los  nervios,  no  se  refieren  á los  cáusticos  é inflamato- 
rios; se  refieren  á algunos  narcóticos  y narcótico-ácres,  ó nervioso-infla- 
matórios,  porque  son  los  que  determinan  la  manifestación  de  mas  sínto- 
mas nerviosos.  ¿Pero  cómo  demuestran  que  así  obren?  ¿Qué  experimen- 
tos han  hecho  que  prueben  que  esas  manifestaciones  sintomáticas  se  de- 
ban á la  acción  del  veneno  sobre  las  celdillas  periféricas? 

En  primer  lugar,  esos  que  así  opinan  no  explican  ese  fenómeno  ni  por 
acción  física  ni  por  acción  química , sino  por  acción  vital ; la  física  ya  he- 
mos visto  que  no  alcanza  para  producir  esos  efectos ; la  química  no  se 
limita  á obrar  sobre  los  principios  inmediatos  de  las  celdillas  afectadas, 
sino  sobre  la  sangre  que  las  rodea;  la  vital,  hemos  dicho,  y nadie  nos  pro- 
bará lo  contrario,  que  es  una  suposición  gratuita , y una  cosa  inconcebi- 
ble, que  nada  explica,  ni  aclara  nada. 

No  pudiendo  hacer  experimentos  que  aislen  la  acción  del  veneno  des- 
plegada sobre  la  sangre , no  ha  de  ser  posible  distinguir  los  efectos  debi- 
dos á la  lesión  de  las  celdillas,  de  las  debidas  á la  lesión  de  la  sangre  que 
las  rodea. 

En  segundo  lugar,  llevamos  dicho  que  los  experimentos  demuestran 
que,  sin  nervios,  sin  afectarlos,  se  manifiesta  la  intoxicación.  Sobre  que 
las  plantas  se  intoxican  y no  tienen  nervios , aplicados  directamente  los 
venenos  sobre  los  nervios  y sus  centros,  no  hay  síntomas  tóxicos , ni  con 
las  sustancias  venenosas  narcóticas  y narcótico-ácres , que  son  las  que 
provocan  mas  síntomas  nerviosos,  mientras  que  aplicados  á la  sangre  no 
tardan  en  manifestarse,  y de  una  manera  terrible. 

De  todas  estas  reflexiones  resulta,  por  lo  tanto,  que  las  intoxicaciones 
no  se  deben  á la  acción  local  sobre  las  celdillas  nerviosas  de  la  sensibili- 
dad, siquiera  las  afecten  los  venenos,  al  desplegar  reacciones  químicas 
sobre  los  principios  inmediatos  de  esas  celdillas , de  un  modo  bastante 
intenso  para  provocar  reacciones  generales ; los  trastornos  profundos  de 
la  salud  y la  muerte  no  dependen  de  esa  acción  ; dependen  de  las  alte- 
raciones que  provocan  en  la  sangre , de  las  perturbaciones  que  determi- 
nan en  el  movimiento  molecular  de  ese  humor  y de  los  tejidos. 

Algunos  opinan  que  la  acción  tóxica,  grave  y mortal  sobre  los  nervios, 
no  se  ejerce  en  las  celdillas  periféricas,  sino  en  los  centros  nerviosos. 
Esta  opinión  implica  forzosamente  la  absorción.  Para  que  lleguen  á esos 
centros  los  venenos  ingeridos  en  alguna  vía  mucosa,  ó aplicados  á la  piel, 
ó una  solución  de  continuidad,  es  necesario  que  pasen  á la  masa  de  la 
sangre,  y circulando  con  ella,  lleguen  , ya  á los  centros  espinales,  yaá 
los  cerebrales. 

Mas,  aun  prescindiendo  deque,  atendida  la  acción  química  inevitable 
de  los  venenos  sobre  los  principios  inmediatos  de  la  sangre , es  imposible 
que  circulen  con  ella,  sin  alterarla  y sin  dar  lugar  por  lo  tanto  á todo 
linaje  de  perturbaciones  funcionales ; "aun  prescindiendo  del  resultado  ne- 
gativo de  los  experimentos  hechos  con  la  aplicación  directa  del  veneno 
*jesos  centr°s ; tenemos  que  aducir  las  mismas  razones  que  hemos 
aducido  , al  estudiar  la  acción  de  los  tósigos  sobre  las  celdillas  periféri- 
cas. La  acción  física  de  los  átomos  venenosos  sobre  las  celdillas  de  sus- 


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tancia  gris  de  los  tálamos  ópticos  y de  los  cuerpos  estriados , centros 
aquellos  de  la  sensibilidad , y estos  del  movimiento,  no  puede  producir 
ningún  resultado.  La  acción  química  se  ha  de  reducir  á atacar  los  prin- 
cipios inmediatos,  que  constituyen  los  histológicos  de  esas  ceMillas,  des- 
truyéndolas total  ó parcialmente , ó deprimiendo  su  actividad  y automa- 
tismo, ó exaltándole  , ó perturbándole  en  su  modo  de  ejercerse , é influir 
sobre  sus  dependencias.  Haciendo  esto,  se  conciben  los  cuadros  sintomá- 
ticos , no  solo  propios  del  sistema  nervioso  cerebral , sino  de  las  afeccio- 
nes de  los  aparatos  respiratorio,  circulatorio,  etc. 

Mas,  suponiendo  que  así  se  verifique  el  modo  de  obrar  de  los  venenos 
sobre  el  sistema  nervioso,  siempre  resulta  primero,  que  es  necesaria  la 
absorción;  segundo,  que  el  fenómeno  es  químico ; que  á consecuencia  de 
una  acción  química  que  altera  ó perturba , ó destruye  las  celdillas  cen- 
trales del  sistema  nervioso,  sobrevienen  las  perturbaciones  funcionales 
que  les  son  propias. 

Nosotros  no  tenemos  ninguna  dificultad  en  explicar  de  esa  suerte  la 
acción  de  algunos  tósigos.  Así  creemos  que  pueden  obrar  circulando  con 
la  sangre , y llegando  por  los  capilares  del  sistema  sanguíneo  á las  cel- 
dillas de  los  centros  nerviosos.  La  acción  de  la  estricnina , por  ejemplo, 
sobre  los  centros  de  la  sensibilidad,  sobre  los  tálamos  ópticos,  los  exci- 
tará tan  vivamente,  que  provoquen  el  reflejo  de  este  impulso  sobre  los 
centros  del  movimiento  muscular,  y den  lugar  á que , no  solo  haya  con- 
vulsiones tetánicas,  sino  inflamación  de  esos  centros  de  la  motilidad,  por 
el  exceso  de  corrientes  eléctricas  que  hácia  ellos  provoque.  No  se  ol- 
vide que  ese  veneno  y los  de  ese  grupo  no  apagan  la  sensibilidad;  al  con- 
trario, la  avivan;  un  ruido  precipita  el  acceso,  acelera  esa  especie  de 
descarga  eléctrica  que  se  efectúa  por  cortos  intérvalos,  durante  esa  ter- 
rible y ejecutiva  intoxicación. 

El  alcohol,  después  de  una  exaltación  de  todas  las  facultades  psíqui- 
cas , produce  un  aplanamiento,  un  narcotismo ; apaga  la  inteligencia , el 
instinto  y el  sentimiento , la  sensibilidad  y el  movimiento  ; la  embria- 
guez se  termina  por  un  coma  profundo.  Pues  bien  ; sabemos  que  el  alco- 
hol coagula  el  fluido  de  los  tubos  de  las  fibras  nerviosas.  Si  llega  absor- 
bido á ellas  alguna  cantidad  no  descompuesta , v coagula  ese  fluido, 
¿no  han  de  perder  esas  fibras  la  facultad  de  conducir  todo  influjo  ner- 
vioso, siquiera  le  conserven  los  centros  impulsivos? 

Lo  que  digo  de  esos  ejemplos , puede  aplicarse  á otros  muchos. 

Pero  no  se  olvide  ahora , que  la  aplicación  directa  de  los  venenos  sobre 
los  centros  nerviosos,  no  da  resultados,  mientras  que  los  da,  aplicados  á 
la  sangre.  No  se  olvide  que  esta  no  deja  circular , sin  alterarse  , los  ele- 
mentos venenosos.  Esto  nos  autoriza  para  opinar  que,  para  que  obren  so- 
bre los  centros  cerebrales  y espinales  los  venenos,  les  han  ae  llegar  por 
medio  del  movimiento  sanguíneo , por  medio  del  movimiento  molecular, 
á que  está  destinado.  Los  cambios  que  la  sangre  experimenta;  las  condi- 
ciones anormales  con  que  llega  á los  centros  nerviosos;  las  diferencias 
forzosas  que  ha  de  haber  en  el  acto  de  apropiarse  las  celdillas  nerviosas 
de  esos  centros  los  elementos  de  la  sangre  envenenada;  bastan  y sobran 
para  comprender  las  perturbaciones  funcionales  que  sobrevienen,  des- 
pués de  la  ingestión  de  los  venenos,  y sin  excluir  que  muchas  de  ellas 
se  deban  á la  presencia  de  los  elementos  venenosos  en  esos  centros , nada 
se  opone,  al  contrario , los  hechos  nos  obligan  á opinar  así,  á que  baste 
la  alteración  de  las  condiciones  de  la  sangre , del  plasma  que  rodea  esas 


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celdillas  y del  cual  toman  sus  elementos  de  nutrición  averiados , para 
aue  sientan  perturbadas  en  sus  funciones,  de  este  ó aquel  modo,  y den 
lucar  no  solo  á los  cuadros  sin  tom  i ticos  característicos  de  estos  ó aque- 
llos venenos,  sino  A la  muerte  del  sugeto. 

las  celdillas  nerviosas  de  sustancia  gris  cerebral  y medular,  lo  mis- 
mo que  las  periféricas,  deben  sus  propiedades  psíquicas,  la  facultad  de 
ser substratum  material  de  las  funciones  anímicas,  á los  elementos  que 
toman  de  la  sangre  y al  modo  como  estos  se  organizan,  al  ser  asimilados 
en  esas  celdillas;  de  consiguiente,  si  estas  no  pueden  tomar  esos  elemen- 
tos de  la  sangre,  del  plasma  que  las  rodea,  porque  el  veneno  le  ha  alte- 
rado; si  le  toman  principios  no  asimilables,  que  se  combinen  con  los 
inmediatos  de  su  envoltorio,  contenido  y núcleo,  les  han  de  alterar  su 
función  , y esta  alteración,  según  como  sea,  se  manifestará  por  exalta- 
ción de  sensibilidad  ó por  depresión  <5  aberración  de  eila,  por  análogas 
formas  en  la  motilidad,  inteligencia  y sentimiento;  de  aquí  las  parálisis, 
las  convulsiones,  los  delirios,  etc. 

Aplicados  los  venenos  directamente,  no  ha  de  poderse  verificar  el  mo- 
vimiento molecular  del  propio  modo  que,  llegándoles  por  medio  de  la 
sangre;  y eso  acaso  explique  porqué,  con  aquella  aplicación,  no  hay 
resultados,  y por  qué  los  hay,  por  medio  de  una  intoxicación  sanguínea, 

Resulta,  pues  , de  todas  estas  consideraciones,  que  en  último"  resul- 
tado la  acción  de  los  venenos  sobre  el  sistema  nervioso  es  igual  ó aná- 
loga á la  ejercida  sobre  cualquier  otro  sistema,  lo  mismo  que  sobre  los 
principios  de  la  sangre , y que,  si,  para  negar  la  acción  química  de  los  ve- 
nenos se  nos  sale  diciendo  que  los  hay  que  obran  sobre  los  nervios  peri- 
féricos, ó centrales,  guiándose  per  los  fenómenos  nerviosos  que  determi- 
nan , y que  por  lo  mismo  la  acción  no  es  química  sino  dinámica,  no  nos 
dicen  mas  que  una  vaciedad,  es  una  frase  destituida  de  ideas,  que  re- 
presenten hechos  diferentes  de  los  que  anunciamos,  al  afirmar  que  es 
química  la  acción  tóxica. 

Así  como  los  venenos  alteran  ó inutilizan  la  sangre  para  la  asimilación; 
así  alteran  la  constitución  íntima  de  los  tejidos  de  los  órganos  y en  su 
consecuencia  sus  funciones  , y así  alteran  lá  de  las  celdillas  nerviosas  pe- 
riféricas y centrales  , lo  mismo  que  la  de  las  fibras  conductrices , y como 
consecuencia  forzosa  de  ello,  las  funciones  que  les  están  encomendadas. 

La  vida  del  sistema  nervioso  es  análoga  á la  del  mucoso , seroso , ce- 
lular, muscular,  óseo,  etc.;  los  principios  histológicos  ó anatómicos  de 
cada  uno  pueden  variar;  los  principios  inmediatos  son  iguales  ó análogos 
siempre  diferentemente  combinados;  los  venenos  que  los  encuentren  en 
esas  combinaciones  los  pueden  atacar  del  propio  modo;  lo  mismo  ata- 
cará , por  ejemplo,  el  arsénico , la  fibrina , la  albúmina  de  la  sangre  , que 
la  de  la  sustancia  muscular,  mucosa,  serosa  , cerebral,  medular,  nervio- 
sa, etc. , y si  eso  se  llama  vital , tan  vital  es  la  acción  del  ácido  arsenioso 
como  la  del  veneno  que  mas  nervioso  se  considere. 

Podrá  haber  diferencias  en  la  acción  química;  en  unas  será  combina- 
ción directa  , en  otras  catalítica,  en  otras  sobre  unos  principios  inmedia- 
tos, en  otras  sobre  otros;  mas,  en  medio  de  esa  diversidad  de  acciones 
químicas , el  carácter,  la  naturaleza  de  la  acción  siempre  será  del  mismo 
género  ó especie. 

Concluyamos  , pues , diciendo  que  , siquiera  los  venenos  afecten  local- 
mente,  ya  las  celdillas  nerviosas  periféricas,  ya  las  centrales.  las  afec- 
tan como  los  demás  tejidos  , perturbando  las  funciones  respectivas,  y que 


— *99  — 

tanto  la  profundidad  del  trastorno  de  la  salud  como  la  muerto. 
siempre  de  las  perturbaciones  que  determina  en  el  movl™e"l°  T‘eC“ 
lar  sanguíneo  y de  los  tejidos , á consecuencia  de  lo  cual  no  pueden  ya 
desempeñar  las  funciones  que  les  están  encomendadas,  y,  siquiera  se 
suspenda  ó cese  la  respiración , la  circulación  y la  inervación  misma,  de- 
biéndose inmediatamente  la  muerte  á la  cesación  de  estas  funciones , el 
origen  radical  de  esa  cesación  está  en  las  perturbaciones  del  movimiento 
molecular  de  los  tejidos  y la  sangre  intoxicada. 

La  doctrina  que  hemos  esiablecido  en  los  párrafos  de  este  artículo,  es 
la  consecuencia  lógica  de  la  que  ha  servido  de  base  para  definir  el  ve- 
neno, de  la  que  hemcs  consignado,  al  hablar  de  la  absorción  , del  modo 
de  efectuarse  esta , de  la  acción  de  los  venenos  y del  modo  como  la  ejer- 
cen, ó sea  de  la  parte  orgánica  que  afectan,  igualmente  que  la  de  los 
efectos  que  producen.  Todos  esos  puntos  importantes  de  doctrina  toxi- 
cológica  , relativos  á la  fisiología  de  la  intoxicación,  conducen  lógica- 
mente á sentar  que  los  venenos  obran , primero  sobre  la  parte  en  que  se 
aplican  , si  no  todos,  su  mayor  parte;  que  pueden,  por  lo  tanto,  algu- 
nos de  ellos  producir  intoxicaciones  con  solo  su  acción  local,  y que  los 
absorbidos  afectan  la  masa  de  la  sangre  , ya  combinándose  con  sus  ele- 
mentos, ya  provocando  en  ella  descomposiciones,  ya  ejerciendo  ac'os  ca- 
talíticos, ya  apoderándose  del  oxígeno,  dando  lugar  á la  afección  de 
órganos  distantes  de  aquel  en  donde  se  ingirió  el  veneno  y á fenómenos 
generales,  tanto  químicos  como  fisiológicos,  sin  que  jamás  pueda  expli- 
carse ninguna  intoxicación  por  una  acción  directa  sobre  los  nervios  y las 
sensaciones  que  en  ellos  se  producen , y en  el  caso  de  que  así  suceda,  es 
porque,  dotados  estos  órganos  de  principios  combinables  ó alterables  por 
la  acción  química  del  veneno  , sus  condiciones  fisiológicas  pasan  á ser 
otras , no  pueden  llenar  las  funciones  que  les  competen  , y si  esta  altera- 
ción es  esencial  para  la  vida,  esta  se  extingue,  como  se  extingue  siem- 
pre que  alguno  de  los  órganos  encargados  de  funciones  esenciales  deja 
de  ejercerlas. 

Mas  si  todo  lo  que  hasta  aquí  llevamos  dicho  no  bastase  para  ilustrar  . 
este  punto  importantísimo , sin  duda  quedará  completamente  satisfecha 
esta  parte,  pasando  á ver  de  cuántos  modos  obran  ios  venenos.  Esto  aca- 
bará de  demostrar  la  verdad  de  todos  los  asertos  que  hemos  consignado 
en  este  artículo. 


§ VI. —Do  los  diferentes  modos  de  obrar  de  los  venenos. 

Á.quí  se  nos  presenta  una  cuestión  importantísima,  ora  se  trate  de  los 
efectos  químicos , ora  de  los  fisiológicos  que  se  efectúan  en  toda  intoxi- 
cación. Se  trata  de  sabor  si  no  hay  mas  que  un  modo  de  obrar  de  los  ve- 
nenos ; si  todas  las  intoxicaciones  se  verifican  por  la  misma  causa  en  el 
tondo,  ó bien  si  hay  varios  modos  de  obrar  de  esas  sustancias  mortífe- 
ras , si  respecto  de  sus  efectos  químicos  y fisiológicos  han  de  distribuirse 

diversos68*  COm°  no  se  (íu^era  confundir  hechos  que  son  esencialmente 

La  mayoría  de  los  toxicólogos  no  está  por  la  acción  única:  podrán  di- 
vidirse los  que  ppinan  por  varios  modos  de  obrar  de  los  venenos,  en  que 
los  unos  admiten  más,  otros  menos;  pero  todos  están  de  acuerdo4 en 

t- l™a,r  ^ ia-v  mas.de  uno.  No  falta,  sin  embargo,  quien  sostiene  que 
todos  los  venenos  obran  al  fin  y al  cabo  del  propio  modo;  que  no  hay 


— 300  — 

mas  que  una  acción  tóxica  , que’  una  clase  de  intoxicación , y como  con- 
secuencia lógica  de  esta  doctrina , mas  que  una  clase  de  venenos. 

Al  dar  una  rápida  ojeada  á la  historia  científica  de  la  intoxicación , he- 
mos visto  que  los  árabes,  y en  especial  Avicena,  estaban  por  la  acción 
única , por  lo  menos  de  los  venenos  minerales , y que  Gastaldy  agitó  ya 
esta  cuestión  , tratando  de  saber  si  hay  diferencias  esenciales  entre  todos 
los  venenos,  y un  remedio  apropiado  para  todos  ellos. 

En  nuestros  tiempos,  los  italianos,  afectos  á la  dicotomía  de  Brown,  se 
han  aproximado  mucho  á la  unidad  de  acción  , no  admitiendo , como  los 
árabes  y mas  tarde  Mercurial,  mas  que  dos  clases;  solo  que  en  vez  de 
llamarlos , como  estos,  cálidos  y fríos , los  han  designado  con  los  nombres 
de  hipo  ó hiper esténicos,  ó lo  que  es  lo  mismo , excitantes  y sedativos. 

Eduardo  Robin  , que  nosotros  sepamos , es  el  único  que  se  ha  lanzado 
con  mas  resolución  á sostener  que  todos  los  venenos  obran  de  un  mismo 
modo,  á saber,  impidiendo  la  hematosis. 

En  cuanto  á los  que  están  por  la  variedad  de  acciones  tóxicas  desde  los 
antiguos  , y los  italianos  de  la  escuela  de  Rasori,  que  no  admiten  mas  que 
dos  modos  de  obrar,  á los  que  siguen  la  clasificación  de  Orfila  y á Mialhe, 
hay  no  pocas  disidencias,  puesto  que  es  diverso  el  modo  de  obrar  de  los 
venenos;  lo  cual  los  ha  conducido  á establecer  mas  ó menos  clases  de  los 
mismos,  y de  consiguiente  mas  ó menos  clases  de  intoxicación. 

Cumple,  pues,  á nuestro  propósito  que  agitemos  esta  cuestión  como  es 
debido , tanto  para  dar  á conocer  el  estado  actual  de  la  ciencia  sobre  este 
punto , como  para  ver  cuál  es  la  opinión  que  cuenta  con  mas  pruebas  y 
mas  fundamento  sólido  para  apoyarla. 

Empecemos  por  examinar  la  doctrina  de  los  que  opinan  que  no  hay 
mas  que  un  modo  de  obrar  de  los  venenos,  ó lo  que  es  lo  mismo , la  de 
Eduardo  Robin,  que  es  el  que  mas  terminantemente  la  sostiene. 

Cuando  fueron  conocidos  en  Europa  los  ensayos  de  Jackson  y Morthon, 
profesores  americanos , sobre  los  efectos  del  éter  y su  benéfico  influjo 
para  disminuir  el  dolor  en  las  operaciones  quirúrgicas,  Eduardo  Robin 
mandó  una  nota  á la  Academia  de  ciencias  de  París  (28  de  marzo  de  1847). 
En  ella  sostenía  que  el  éter  ó su  inhalación  producía  la  insensibilidad  y 
demás  fenómenos , oponiéndose  á la  transformación  de  la  sangre  negra 
en  sangre  roja.  Esta  nota , publicada  en  un  opúsculo  que  dió  á luz  con 
otras  sobre  los  anestésicos  y su  manera  de  obrar , desenvuelve  su  pensa- 
miento, y sobre  exponer  cómo  se  verifica  la  asfixia  producida  por  el  éter, 
y el  modo  cómo  este  agente  se  apodera  del  oxígeno  del  aire  inspirado, 
combate  la  doctrina  de  la  acción  sobre  el  sistema  nervioso,  ya  ejercida  en 
las  extremidades  de  los  nervios  , ya  en  los  centros  nerviosos , á los  cuales 
llega  absorbido , sirviéndole  la  sangre  de  vehículo.  Los  experimentos  de 
Amussaty  de  Flourens,  los  de  Serres  y los  suyos,  hechos  antiguos  y mo- 
dernos, le  sirven  de  apoyo  para  sostener  sus  opiniones. 

La  rapidez  de  la  muerte  de  los  animales  de  sangre  caliente  y de  los 
que  mas  respiran  , y la  mayor  acción  que  ejercen  los  éteres  mas  volátiles 
y que  mas  oxígeno  consumen , son  otras  tantas  pruebas  prácticas  de  la 
manera  de  ver  de  ese  autor ; todo  le  conduce  á admitir  que  la  eterización 
produce  los  efectos  tan  conocidos , impidiendo  la  hematosis , asfixiando 
por  lo  tanto  (‘). 

Descubierto  el  cloroformo,  el  mismo  autor  remitió  otra  nota  á la  men- 

(')  Moie  d'action  des  auesthesiques  par  inspiralion ; ¡t,,  Opúsculo,  1 852 , pág.  3 y s¡g« 


— 301  — 

clonada  Academia  (21  de  enero  de  1850)  con  este  epígrafe:  « Que  sean  ó 
na  quemados  en  la  sangre , los  anestésicos  por  inspiración  la  protegen  con 
energía  contra  la  combustión  lenta,  contra  la  hematosis  ; por  eso  contri- 
buyen poderosamente  á producir  los  fenómenos  de  la  anestesia.» 

Robin  ya  no  se  limita  en  esta  nota  á la  acción  del  éter ; ya  la  extiende 
al  cloroformo  y otros  cuerpos;  ya  se  eleva  á una  generalización  cada  vez 
mas  terminante. 

La  importancia  de  las  ideas  de  Robin,  y los  progresos  que  pueden  ha- 
cer en  la  ciencia  que  nos  ocupa,  me  parecen  dignos  de  que  dé  á conocer 
aquí  la  opinión  de  este  autor,  recomendable  por  su  sagacidad  experi- 
mental y su  notable  fuerza  de  raciocinio  sintético.  Veamos  cómo  llega  á 
formular  su  opinión  cada  vez  mas  decidida  y mas  generalizada. 

Según  sus  investigaciones,  las  sustancias  que  preservan  de  la  putrefac- 
ción las  materias  animales  muertas , obran  poniéndolas  al  abrigo  de  la 
combustión  lenta  que  se  verifica  á las  temperaturas  ordinarias  por  el 
oxígeno  húmedo.  Partiendo  de  aquí , pensó  que  cuando  esas  sustancias 
antipútridas  después  de  la  muerte  penetren  á dosis  suficientes  en  la  cir- 
culación , durante  Ja  vida , deben  de  oponerse  á la  combustión  lenta  de 
los  elementos  protéicos  de  la  sangre,  y de  consiguiente , han  de  causar  la 
muerte  por  asfixia. 

Queriendo'saber  qué  fenómenos  fisiológicos  precederían  á la  muerte 
por  asfixia  y se  producirían  á las  dósis  suficientes  para  determinarla,  es- 
tudió la  influencia  ejercida  en  diversos  animales  por  una  disminución  de 
oxigenación  gradualmente  conducida  hasta  la  supresión  completa.  Con 
esto  vió  lo  que  ya  se  sabia,  que  no  solo  es  esencial  á la  vida  y su  activi- 
dad en  todos  los  animales  la  combustión  de  la  sangre , sirio  que  en  todos 
ellos  la  cantidad  de  vida  está  en  proporción  de  la  cantidad  de  combus- 
tión que  se  opera  en  ellos  f1). 

De  todo  eso  concluyó , que  si  los  agentes  que  después  de  la  muerte 
protegen  las  materias  animales  contra  la  acción  del  oxígeno  húmedo, 
ejercen  la  misma  protección , cuando  penetran  en  dósis  suficiente  en  la 
circulación  , durante  la  vida,  han  de  disminuir  en  este  caso  la  cantidad 
de  ,esta , ó la  sensibilidad  y contractilidad , ai  propio  tiempo  que  la  de  la 
combustión;  de  suerte  que,  según  la  dósis,  serán  sedativos,  hipoesté- 
nicos,  anestésicos,  capaces  , en  fin,  de  causar  la  muerte  por  asfixia. 

Aceptada  esta  manera  de  ver,  seria  un  principio  de  una  especie  de 
revolución  en  terapéutica  y toxicología.  Es,  pues,  importante  saber  si  los 
numerosos  hechos  de  que  está  en  posesión  la  ciencia  contradicen  ó apo- 
yan esta  opinión.  Robin  asegura  que,  según  sus  investigaciones,  los  he- 
chos que  han  demostrado  los  mas  hábiles  observadores  confirman  la  in- 
dicada teoría.  Los  conservadores  de  las  materias  animales  muertas,  cuyo 
modo  de  obrar  sobre  la  economía  viva  ha  sido  estudiado  suficientemente, 
obran  en  altas  dósis  como  venenos,  haciendo  morir  por  asfixia,  y á dósis 
mas  débiles  como  sedativos  é hipoesténicos. 

Despees  de  estas  investigaciones , que  constituyen  el  objeto  de  las  pri- 
meras notas  publicadas  en  la  Revista  científica  y en  el  Diario  de  química 
médica , Robin  tomó,  como  dice  él  mismo,  la  recíproca  del  principio  de 
su  punto  de  partida. 

Considerando  por  un  lado  que,  en  la  producción  de  los  fenómenos 

í1)  El  misino  autor  lia  publicado  una  Memoria  sobre  la  relación  que  hay  entre  la  activi- 
dad de  la  vida  y la  de  la  combustión  lenta  notada  por  la  respiración  en  los  animales.—  Re- 
vitta  científica,  t.  XXXVI,  p.  97. 


— 302  — 

anestésicos , el  éter  sulfúrico  y el  cloroformo  presentan  todos  los  efectos 
que  se  hubieran  verificado  por  una  disminución  de  combustión  en  los 
elementos  protéicos  de  la  sangre , llevada  hasta  el  punto  de  producir  un 
principio  de  asfixia  ; considerando  por  otro  que  los  conocimientos  adqui- 
ridos con  un  largo  trabajo  sobre  los  antipútridos  le  conducían  á mirar  el 
éter  y el  cloroformo  como  opuestos  á la  combustión  lenta  de  las  materias 
animales  por  el  oxígeno  húmedo,  se  creía  con  fundamento  obligado  á 
opinar  que,  pasando  en  suficiente  dósis  á la  circulación,  debian  oponerse 
á la  combustión  lenta  de  la  sangre,  á su  conversión  completa  en  arterial, 
y que  sus  efectos  anestésicos  proceden,  ya  que  no  en  totalidad,  al  menos 
en  su  mayor  parte  , de  esta  causa. 

Era,  de  consiguiente,  necesario  recurrir  á la  experimentación  para 
ver  si  en  efecto  el  éter  y el  cloroformo  se  oponen  á la  acción  del  oxígeno 
húmedo  sobre  las  materias  animales,  si  la  acción  es  enérgica,  si  se  ejerce 
á dósis  débiles,  y hasta  por  el  intermedio  de  una  gran  proporción  de  agua. 

tí  izo  con  este-  objeto  experimentos,  y vió  que  precisamente  tal  es  la 
acción  de  dichos  agentes  sobre  las  materias  animales.  Después  de  la 
muerte,  las  protegen  poderosamente  contra  la  putrefacción  y contra  la 
combustión  por  el  oxígeno  húmedo.  La  acción  se  ejerce,  ora  con  el  éter 
sulfúrico  y el  cloroformo,  al  estado  de  líquidos  puros,  ora  en  el  de  vapor 
y en  cantidades  considerables  de  agua,  en  la  que’ se  esparce  el  vapor, 
siquiera  no  se  disuelva  en  ella  sino  en  una  proporción  muy  pequeña. 

La  conservación  de  dichas  materias,  ya  en  el  éter. y cloroformo  al  es- 
tado líquido  puro,  ya  en  el  vapor  mezclado  con  el  aire , ya,  en  fin , en  el 
agua  que  contenga  este  vapor,  dura  mas  de  cuatro  meses. 

Robín,  con  el  fin  de  que  no  se  creyese  que  la  cantidad  de  dichos  agen- 
tes, durante  la  vida,  es  insuficiente  para  producir  efectos  de  esa  natura- 
leza, hizo  experimentos  que  demostraron  lo  contrario  : se  puede  hacer 
inspirar  el  éter  y el  cloroformo  en  gran  proporción  , con  lo  cual  los  ani- 
males, después  de  la  muerte,  se  conservan  de  una  manera  notable;  esto 
es,  son  protegidos  por  largo  tiempo  de  la  acción  del  oxígeno  húmedo. 

Queda,  de  consiguiente,  probado,  que  después  de  la  muerte,  fuera  por 
lo  tanto , de  toda  influencia  nerviosa , y hasta  á dósis  extremadamente 
débiles,  que  el  éter  sulfúrico  y el  cloroformo  paralizan  la  acción  del  oxí- 
geno húmedo  sobre  la  sangre,  y en  general  sobre  las  materias  animales, 
y empleados  á dósis  suficientes  durante  la  vida,  ejercen  la  misma  acción 

{irotectora  sobre  los  fenómenos  de  combustión  , puesto  que,  si  sobreviene 
a muerte,  se  conservan  los  cadáveres  por  mas  ó menos  tiempo. 

Como  una  disminución  considerable  de  la  oxigenación  de  Ja  sangre  es 
capaz  de  causar  la  pérdida  de  la  sensibilidad  y contractilidad,  lo  que 
constituye  esencialmente  la  anestesia;  como  en  la  hipótesis  que  supone 
que  el  éter  y el  cloroformo,  tomados  al  interior,  ejercen  una  acción  sobre 
el  sistema  nervioso,  esta  acción  no  podría  efectuarse  sino  por  el  inter- 
medio de  la  sangre , y cuando  este  ílúido  se  hubiese  modificado  ya  de 
suerte  que  produjese  fenómenos  análogos  á los  que  se  observan;  parecióle 
racional  á Robin  admitir  que  la  disminución  de  la  oxigenación  resultante, 
por  un  lado,  de  la  protección  que  dichos  agentes,  transportados  á Ja  cir- 
culación, ejercen  contra  los  fenómenos  químicos  que  produciría  en  ella 
el  oxigeno  disuelto  en  la  sangre,  y por  otro , de  la  ¡Denetracion  en  menor 
cantidad  de  aire  necesitado  por  la  inhalación  de  sus  vapores,  contribuye 
poderosamente  á producir  los  fenómenos  de  la  anestesia,  si  ya  no  son  la 
única  causa  de  esos  fenómenos. 


- 303  - 

En  cuanto  á saber  si  el  éter  y el  cloroformo  ejercen  directamente  sobre 
los  nervios  una  acción  especial  que  concurra  á la  producción  de  los  fe- 
nómenos anestésicos,  lo  hace  objeto  de  una  nota  particular,  que  remitió 
mas  tarde , y que  también  inserta  en  el  opúsculo  citado.  Mas , de  paso 
afirma  que,  aun  cuando  hubiere  alguna  acción  directa  sobre  el  sistema 
nervioso,  según  los  hechos  averiguados,  aquella  no  podrá  ser  jamás  otra 
cosa  que  una  parálisis  momentánea,  la  que,  en  concurso  con  la  acción 
directa  del  anestésico  sobre  la  sangre,  contribuye  á la  asfixia.  Así  es  que 
la  asfixia  es  siempre  la  que  se  debe  considerar,  tanto  para  producir  la 
anestesia,  como  cuando  se  quiera  hacer  cesar  esos  fenómenos. 

Por  último  , en  esta  nota  añade  Robin  , que,  según  sus  experimentos, 
el  licor  de  los  holandeses , el  éter  acético , el  aceite  de  Nafta , el  sulfuro 
de  carbono,  el  ácido  cianhídrico,  se  oponen  á la  putrefacción  , á la  com- 
bustión lenta  de  las  materias  animales  por  el  oxígeno  húmedo;  de  consi- 
guiente, admite  como  una  consecuencia  lógica  de  estos  hechos,  que  el 
modo  de  obrar  de  dichos  agentes  sobre  la  economía  viva  es  análogo  al 
del  éter  y del  cloroformo.  Igual  consecuencia  deduce  de  las  propiedades 
de  la  creosota  y del  alcanfor. 

Su  opinión,  por  lo  tanto,  se  eleva  ya  mas  allá  de  los  anestésicos,  ya  la 
extiende  á otros  muchos  cuerpos  que  son  también  venenosos;  todos  obran 
del  mismo  modo. 

A esta  nota  se  siguen  los  experimentos  hechos  en  varios  animales, 
como  peces,  pájaros,  etc. , y algunos  casos  acontecidos  en  personas  y pu- 
blicados por  los  periódicos,  entre  los  cuales  figura  el  de  la  célebre 
Mad.  Lafarge,  cuya  muerte,  así  como  los  accidentes  nerviosos  que  expe- 
rimentaba antes,  atribuye  Robín  al  uso  del  café,  del  éter,  y otras  sustan- 
cias análogas  f1). 

En  la  tercera  nota  presentada  á la  Academia  de  ciencias  el  9 de  oc- 
tubre de  1850  , ya  se  declara  mas  terminantemente,  como  puede  verse 
por  esta  proposición  con  que  encabeza  su  escrito. 

«Los  anestésicos  por  inspiración,  y en  general  todos  los  agentes  que 
preservan  de  combustión  lenta  por  el  oxígeno  húmedo  las  materias  ani- 
males muertas , son  venenos,  tanto  para  los  animales,  como  para  los  ve- 
getales, y no  la  producen  por  una  acción  directa  sobre  el  sistema  ner- 
vioso, ni  sobre  el  corazón,  ni  porque  coagulen  la  albúmina,  sino  porque 
se  oponen  durante  la  vida  y después  de  la  muerte  á la  combustión  lenta 
por  el  oxígeno  húmedo.» 

Después  de  recordar  en  resúmen  lo  expuesto  en  las  notas  anteriores, 
da  como  resultado  de  los  experimentos  y observaciones  de  la  ciencia  y 
de  los  que  le  son  propios : 

1 .°  Que  no  hoy  un  solo  agente  capaz  de  proteger  enérgicamente  las  materias 
animales  contra  la  combustión  lenta  por  el  oxigeno  húmedo , gue  no  sea  veneno, 
cuando  se  introduce  en  cantidad  suficiente  en  la  circulación  durante  la  vida. 

2°  Que  los  fenómenos  realizados  bajo  la  influencia  de  tales  agentes 
durante  la  vida,  ya  en  un  mismo  animai,  ya  en  animales  de  diversas  cla- 
ses, y los  caractéres  que  se  observan  después  de  la  muerte,  son  esencial- 
mente los  que  se  producirían  , si  el  modo  de  acción  indicado  se  hubiese 
ejercido  realmente. 

(')  Véase  el  opúsculo  cilado.  Robin  termina  sus  experimentos  diciendo  que  los  anestési- 
cos pueden  emplearse  para  conservar  por  largo  tiempo  el  pescado,  la  volatería  y la  carne; 
que  esta  es  lierna  , y que  si  saben  demasiado  á éter  o cloroformo,  se  les  puede  quitar  ese 
sabor,  i (.‘emplazándole  con  otros  anestésicos  6 con  mezclas  conservadoras. 


— 304  — 

3 • Que  además,  los  venenos  mas  activos  son  precisamente  aquellos 
agentes  que  protegen  mejor  contra  la  combustión  lenta  las  materias  ani- 
males muertas.  ...  , , v 

Hecho  esto,  pasa  ya  á probar  que  los  venenos  indicados  no  obran  sobre 

el  sistema  nervioso. 

Sabia  Robin  que  la  acción  tóxica  de  un  gran  número  de  esos  agentes 
preservadores  de  la  combustión  lenta  en  presencia  del  oxígeno  húmedo 
(ácido  cianhídrico,  los  éteres,  el  cloroformo,  el  alcanfor , el  licor  de  los 
holandeses,  labenzina,  los  arsenicales,  etc.),  se  atribuye  á una  influen- 
cia directa  sobre  el  sistema  nervioso,  pero  que  no  se  les  conoce  sobre 
este  sistema  ninguna  acción  de  naturaleza  capaz  de  producir  el  conjunto 
de  fenómenos  observados  en  los  animales;  es  por  lo  tanto  una  aserción 
enteramente  gratuita,  y podia  creerse  suficientemente  demostrado  que  el 
modo  de  obrar  justiticado  por  la  química  para  decirlo  así,  como  inevi- 
table, está  en  relación  perfecta  con  los  fenómenos  que  se  observan,  du- 
rante la  vida  y después  de  la  muerte. 

En  la  nota  de  que  hablamos  ya  no  se  contenta  con  eso;  pasa , á propó- 
sito, á probar  que  no  hay  acción  directa  sobre  el  sistema  nervioso;  y con 
el  objeto  de  que  la  refutación  pueda  aplicarse  á todos  los  casos , va  á de- 
mostrar que,  hasta  no  habiendo  tal  sistema , los  agentes  que  preservan  de 
combustión  lenta  las  materias  animales  muertas,  se  oponen  durante  la 
vida  al  ejercicio  de  una  función  capaz,  por  su  interrupción  , de  causar  la 
muerte  á todos  los  séres  organizados. 

Rara  alcanzar  esta  prueba  ha  estudiado  la  acción  que  ejercen  sobre  los 
vegetales  los  preservadores  de  la  combustión  lenta. 

En  ellos  no  hay,  no  puede  haber  influencia  general  del  sistema  ner- 
vioso. Si , contra  lo  que  Robin  admite  , se  explica  la  muerte  de  los  ani- 
males producida  por  ios  venenos  indicados , á causa  de  una  acción  directa 
sobre  el  sistema  nervioso , no  puede  hacerse  otro  tanto  respecto  de  los 
vegetales,  puesto  que  no  hay  tal  influencia;  no  son,  pues,  por  eila  tósi- 
gos. La  explicación  es  igual  para  unos  y otros,  desde  luego  que  se  admite 
la  teoría  de  Robin ; esto  es , que  son  venenos , porque  determinan  la 
muerte  por  detención  de  la  respiración. 

Como,  según  las  investigaciones  del  autor,  los  agentes  que  protegen 
las  materias  animales  muertas  contra  la  combustión  lenta  por  el  oxígeno 
húmedo , ejercen , en  general , la  misma  protección  sobre  los  vegetales,  y 
los  conservan ; como  las  materias  azoadas  de  la  sangre  de  los  animales  se 
encuentran  en  la  savia , que  es  la  sangre  de  los  vegetales ; como,  por  otro 
lado,  según  ciertos  hechos  poco  conocidos,  es  verdad,  sin  embargo,  del 
dominio  de  la  ciencia , el  oxígeno  no  solo  es  el  sostén  de  la  vida  de  ios 
animales,  sino  también  de  la  de  los  vegetales  (l),  los  agentes  que  preser- 
van de  combustión  lenta  por  el  oxígeno  húmedo  las  materias  organizadas 
muertas,  han  de  ser  venenos  para  los  vegetales,  como  lo  son  para  los 
animales,  si  realmente  ejercen  sobre  la  vida  la  misma  acción  protectora 
que  después  de  la  muerte. 

Bajo  este  punto  de  vista,  ha  recogido  los  materiales  esparcidos  que 
acerca  de  esta  cuestión  posee  la  ciencia.  Donde  ha  encontrado  vacios,  los 
ha  llenado  con  experimentos  propios , en  especial  relativamente  á las 
nuevas  sustancias,  en  las  cuales  ha  reconocido  la  doble  propiedad  de 

P)  El  mismo  autor  ha  escrito  memorias  sobre  la  acción  dei  oxítieno  en  la  respiración  y 
Vida  de  los  vegetales.  Paris,  . 


conservar,  á pesar  de  la  presencia  del  oxígeno  húmedo , las  materias  ani- 
males y vegetales  muertas , y de  ser  venenos  para  los  animales  vivos.  Con 
esto  ha  visto  lo  que  ya  habia  deducido  de  antemano;  es  decir,  lo  que  de- 
bia  suceder  forzosamente , siguiendo  su  teoría. 

El  ácido  cianhídrico,  los  éteres,  el  cloroformo,  el  alcanfor,  todos  los 
anestésicos  volátiles , las  combinaciones  convenientemente  solubles  de  los 
metales  propiamente  dichos,  todos  los  agentes,  en  una  palabra,  que, 
conservando  las  materias  vegetales  y animales  en  presencia  del  oxígeno 
húmedo,  las  protegen,  después  de  la  muerte,  contra  la  combustión  lenta 
que  ese  gas  opera , se  conducen  como  si  ejerciesen  la  misma  protección 
en  todos  los  séres  organizados  vivos , exceptuándose  lo  mas  algunos  ve- 
getales de  las  últimas  clases;  se  hacen  venenos , tanto  para  los  vegetales, 
como  para  los  animales. 

Conforme  lo  que  debe  suceder,  si  obran  sobre  la  respiración , cuanto 
más  elevada  es  la  temperatura,  más  rápida  es  también  la  acción  tóxica 
producida  sobre  los  animales  de  sangre  fria,  y sobre  los  vegetales.  Tal 
es  el  resultado  que  se  obtiene,  por  ejemplo,  con  los  compuestos  metáli- 
cos solubles;  aunque  no  esparciendo  vapores,  no  pueden,  por  la  eleva- 
ción de  temperatura,  hallar  en  sí  mismos  un  aumento  de  fuerza  aumen- 
tando la  proporción  activa. 

Puede  darse,  pues,  como  un  hecho  adquirido,  que  la  acción  tóxica 
ejercida  por  los  agentes  que  preservan  de  combustión  lenta  las  materias 
organizadas  muertas , no  solo  se  verifica  en  los  séres  organizados  que 
tienen  sistema  nervioso , sino  también  en  todos  los  organizados  que  ne- 
cesitan para  su  vida  de  la  combustión  lenta  efectuada  por  el  oxígeno  hú- 
medo ; en  todos  ellos  es  tanto  mas  activa , cuanto  mas  indispensable  les 
es  la  respiración. 

Robín  no  niega  á los  agentes  que , á pesar  de  la  presencia  del  oxígeno 
húmedo,  se  oponen  á la  combustión  lenta  de  las  materias  vegetales  y 
animales , la  propiedad  ó posibilidad  de  ejercer  alguna  acción  sobre  los 
nervios.  No  puede  negarse  tal  acción,  cuando  se  ven  esos  agentes  opo- 
nerse después  de  la  muerte  á la  alteración  de  la  materia  nerviosa,  lo 
mismo  que  á la  de  cualquier  otra  organizada.  Su  ánimo  es  decir  tan  solo 
que  no  se  conoce  bien  semejante  acción , ó su  influencia  sobre  la  vida ; 
que  la  acción  sobre  los  fluidos  es  primitiva;  que  la  necesidad  de  respiración 
la  manifiesta  como  suficiente  por  sí  sola  para  determinar  la  muerte  de  to- 
dos los  séres  organizados;  que,  en  fin,  la  experiencia  prueba  que,  si  la 
acción  sobre  el  sistema  nervioso  puede  á veces  ayudar  su  intervención, 
no  es  necesaria  para  matar  al  sér,  puesto  que  la  muerte  sobreviene  en 
todos  los  organizados , tengan  ó no  sistema  nervioso. 

A todas  estas  razones,  añade  Robín,  que,  estudiando  bajo  el  punto  de 
vista  químico  las  propiedades  de  los  medicamentos  , las  de  los  anestési- 
cos y de  los  venenos , ha  encontrado  , en  mas  de  mil  casos , que  ejercen 
sobre  la  sangre  una  acción  de  tal  naturaleza,  que  explica  los  efectos  te- 
rapéuticos , ios  fisiológicos  y los  tóxicos  que  producen.  El  conjunto  de  sus 
investigaciones  le  conduce  á este  resultado. 

En  general , ningún  anestésico  , ningún  veneno  ejerce  por  si  mismo  ac- 
ción alguna  sobre  el  sistema  nervioso ; la  acción  se  ejerce  siempre  sobre 
la  sangre , y este  flúido , modificado , es  el  que  modifica  luego  la  nerviosa. 

Como  se  ve , esto  es  lo  contrario  de  lo  que  se  habia  pensado.  Hasta 
aquí ; los  autores  mas  distinguidos  han  admitido  generalmente  que  los 
agentes,  cuya  acción  se  considera  como  ejercida  sobre  el  sistema  ner- 

TOJ&.ICOLOÜ1A.' — 20 


— 306  - 

vioso  desplegan  esta  acción  por  si  mismos  y directamente  sobre  la  sustancia 
nerviosa  • va  sea  que  solo  se  afecten  las  extremidades  de  los  nervios  antes 
de  pasar  a1'  torrente  circulatorio,  ya  que , pasando  á este  trasportados  por 
la  sanare,  vayan  á modificar  por  si  mismos  directamente  ¡os  centros  nerviosos. 

Así  piensa  la  generalidad  de  autores  de  toxieología  y terapéutica,  y 
en  particular  los  que  han  escrito  sobre  los  anestésicos.  Respecto  de  estos, 
uno  de  los  sabios  mas  ilustres,  y justamente  estimado,  M.  Flourens,  se 
expresa  así:  «Hay,  pues,  una  relación  real,  una  analogía  notable  entre 
la  eterización  y la  asiixia ; mas  en  la  asfixia  ordinaria  el  sistema  nervioso 
pierde  sus  fuerzas  bajo  la  acción  de  la  sangre  negra  ó privada  de  oxí- 
geno; y en  la  eterización , el  sistema  nervioso  pierde  sus  fuerzas  bajo  la 
acción  directa  del  agente  singular  que  la  determina. 

Resuelto  este  punto,  pasa  Robín  á refutar  la  teoría  que  explica  la  ac- 
ción de  los  venenos  arsenicales,  mercuriales,  etc. , por  la  particular  que 
ejercen  sobre  el  corazón,  la  que,  junto  con  la  ejercida  sobre  el  sistema 
nervioso,  determina  la  muerte.  Yiendo  que  dichos  venenos  matan  á todos 
los  animales  destituidos  de  corazón,  y los  vegetales  que  no  tienen  tal  en- 
traña, es  claro  que  semejante  teoría  había  de  seguir  la  misma  suerte  que 
la  del  sistema  nervioso.  La  acción  sobre  el  corazón  no  puede  ser  mas  que 
secundaria. 

Por  último,  llega  su  turno  á la  teoría  de  la  coagulación  de  la  albú- 
mina. Esta  coagulación,  considerada  á la  vez  como  causa  del  poder  con- 
servador y tóxico  de  ciertos  agentes,  de  la  creosota,  por  ejemplo,  no 
tiene,  para  Robín , mas  que  las  anteriores  teorías,  el  carácter  que  seria 
esencial  para  explicar  la  muerte  de  todos  los  animales , y la  de  todos  los 
vegetales. 

El  hecho  de  la  coagulación  de  la  albúmina  por  una  sustancia  no  puede 
explicar  su  poder  conservador,  cuando  la  misma  albúmina  coagulada  se 
pudre  perfectamente. 

Este  hecho  no  puede  explicar  el  poder  tóxico  de  las  sustancias  que  no 
se  introducen  directamente  en  la  circulación  , que  entran  en  ella  , en  ge- 
neral , cuando  se  disuelve  el  coágulo,  ni  por  qué,  al  sobrevenir  la  muerte, 
es  por  lo  común  notable  la  albúmina  ó la  sangre , no  por  su  coagulación, 
sino  por  una  fluidez  anormal.  Por  lo  tanto,  semejante  causa  solo  puede 
ser  secundaria. 

Refutadas  las  demás  teorías,  resume  Robín  la  suya,  diciendo:  Que 
los  agentes  que  conservan  las  materias  vegetales  y animales,  á pesar  de 
estar  en  contacto  con  el  oxígeno  húmedo,  esto  es!  protectores  contra  la 
combustión  lenta  por  este  gas,  no  son  venenos  tan  solo  cuando  coagulan 
la  albúmina,  no  envenenan  tan  solo  los  animales  que  tienen  corazón  y 
sistema  nervioso.  Que  semejantes  preservadores  de  la  combustión  lenta!  c 

sean  ó no  capaces  de  coagular  la  albúmina,  que  la  coagulación  se  efec- 
túe durante  su  influencia  en  la  economía  viva,  que  ejerzan  esta  influen- 
cia en  los  séres  organizados,  teniendo  ó no  corazón  , dolados  ó no  de  sis- 
tema nervioso  , son  venenos  para  todos  los  animales,  para  todos  los  ve- 
getales, salvo,  lo  mas,  entre  estos  últimos,  algunos  de  las  últimas 
clases. 

Tal  es,  por  ejemplo , lo  que  pasa  con  los  éteres,  el  cloroformo,  los  hi- 
drocarburos líquidos,  los  diversos  anestésicos,  el  ácido  cianhídrico,  los 
compuestos  metálicos  convenientemente  solubles,  arsenicales,  mercuria- 
les, compuestos  de  zinc,  estaño,  cobre,  plata,  oro,  etc.  ' 

La  acción  tóxica  es  genera! ; necesita,  por  lo  tanto,  una  causa  general  4 


— 307  — 

también.  Una  sola , según  Robín , llena  esta  condición ; y esjla  que  indica 
la  propiedad  común  á todos  los  agentes , de  ser  preservadores  de  la  com- 
bustión lenta  de  las  materias  organizadas  por  el  oxígeno  húmedo;  ejer- 
ciendo esté  poder  durante  Ja  vida  lo  mismo  que  después  de  la  muerte,  en 
los  vegetales  como  en  los  animales,  entorpece  ó interrumpe  completa- 
mente una  función  esencial  á la  vida  de  los  vegetales  y animales , la  res- 
piración de  oxígeno  húmedo ; de  consiguiente , son  por  ello , según  la  dó- 
sis , medicamentos  sedativos  en  los  animales , venenos  asfixiantes  en  to- 
dos los  séres  organizados. 

En  las  demás  notas  el  autor  se  ocupa  en  el  éter  bromhídrico,  y de- 
signa mas  anestésicos  como  consecuencia  de  la  teoría , refuta  la  opinión 
de  los  que  creen  que  los  anestésicos  obran  ejerciendo  una  presión  ga- 
seosa sobre  los  centros  nerviosos , y trata  de  otros  puntos,  algunos  de 
los  cuales  completan  su  teoría,  al  paso  que  otros  tienen  un  interés  mas 
subalterno  y extraño  á la  cuestión , por  todo  lo  cual  dejo  de  extractarlos. 

Tal  es  la  doctrina  de  Eduardo  Romn , de  cuyas  notas  he  tomado  cuanto 
me  ha  parecido  conducente  para  dar  á conocer  sus  opiniones , tan  opues- 
tas á lo  que  generalmente  se  ha  consignado  en  las  obras  de  los  autores, 
y se  profesa  en  toxicología  y terapéutica. 

Ahora  bien  : ¿ va  fundado  Robín , sosteniendo  que  no  hay  mas  que  un 
modo  de  obrar  de  los  venenos,  que  todos  obran  del  propio  modo,  pro- 
duciendo la  asfixia,  apoderándose  del  oxígeno  del  aire  respirado,  pro- 
piedad debida  á la  que  tienen  de  proteger  contra  la  acción  comburente 
de  ese  gas  las  materias  organizadas , tanto  animales  como  vegetales?  ¿Ha 
demostrado  Robin  ser  eso  cierto  respecto  de  todos  los  venenos , como 
parece  indudable  respecto  de  los  anesiésicos  propiamente  tales? 

Ué  aquí  la  cuestión  que  debemos  debatir. 

Por  lo  que  llevo  expuesto  en  los  párrafos  anteriores , ya  puede  pre- 
verse ó deducirse  que,  si  me  hallo  de  acuerdo  con  Robin  en  muchos 
puntos,  no  lo  estoy  respecto  de  otros.  Nos  hallamos  de  acuerdo  en  no 
admitir  que  los  venenos  obran  primitivamente  sobre  el  sistema  nervioso; 
lo  estamos  también  en  cuanto  á que  no  obran  sobre  el  corazón ; es  decir, 
que  esto  sea  la  causa  de  la  muerte  ó trastornos  que  producen,  y que  tam- 
poco todos  los  venenos  matan  porque  coagulen  la  albúmina. 

Creo  que  pueden  aceptarse  las  ideas  de  este  autor  respecto  del  éter, 
del  cloroformo  y de  los  demás  anestésicos , considerando  que  su  modo 
de  obrar  consiste , en  efecto , en  producir  la  asfixia  impidiendo  la  herna- 
tosis , puesto  que  las  pruebas  y razones  en  que  se  funda  son  verdadera- 
mente lógicas,  y por  demás  concluyentes. 

Sobre  este  punto  acepto  en  un  todo  su  manera  de  ver,  y creo  que  cuan- 
tos conozcan  sus  ideas  üan  de  darle  su  asentimiento,  como  no  tengan  he- 
chos y razones  abonados  para  probarle  que  anda  errado. 

De  tal  manera  convengo  con  Robín  respecto  de  que  los  anestésicos  no 
obran  sobre  el  sistema  nervioso , sino  produciendo  la  asfixia,  que  mucho 
antes  de  conocer  las  doctrinas  de  este  químico  acerca  de  los  anestésicos, 
opinaba  yo  de  esa  manera. 

Ya  llevo  dicho  en  otra  parte,  que  en  1848,  cuando  se  acababa  de  des- 
cubrir el  cloroformo  como  medio  de  disminuir  ó abolir  el  dolor  en  las 
operaciones  cruentas,  publiqué,  en  el  periódico  titulado  La  Verdad,  unos 
cuantos  artículos  sobre  el  modo  de  obrar  el  cloroformo,  y allí  me  de- 
claré contra  su  acción  sobre  los  nervios  y la  sangre,  sosteniendo  que  lo 
que  producía  era  una  asfixia.  Voy  á copiar  aquí  algunos  párrafos  de  los 


artículos  á que  aludo,  puesto  que  ellos  serán  una  prueba  práctica  de  lo 

que  acabo  de  indicar-  ... 

«Se  ha  preguntado  si  el  cloroíormo  obra  primitivamente  sobre  el  sis- 
tema nervioso,  ó si  obra  sobre  la  sangre.  Muchos  fisiólogos  habrá  que 
opinen  del  primer  modo.  Llamar  anestésico  al  cloroformo,  es  decir,  que 
apaga  la  sensibilidad ; y decir  que  apaga  la  sensibilidad  , es  afirmar  que 
obra  sobre  el  sistema  nervioso. 

Otros  habrá  que  consideren  al  percloruro  de  fórmilo  con  acción  direcla 


sobre  la  sangre , y que , á consecuencia  de  las  alteraciones  causadas  por 
dicha  acción  en  este  líquido,  sobreviene  la  anestesia. 

Por  último  , no  faltará  tal  vez  quien  diga  y sostenga  que  el  cloroformo 
no  es  agente  fisiológico  ni  químico ; que  es  simplemente  un  cuerpo  inca- 
paz de  reemplazar  el  oxígeno  del  aire , y que , por  lo  tanto , lo  que  pro- 
duce son  fenómenos  de  asfixia ; es  decir,  que  obra  como  un  agente 
físico. 


La  primera  de  estas  opiniones  es  la  mas  oscura , porque  apela , para 
explicar  la  pérdida  de  la  sensibilidad  externa , á una  causa  de  órden  vir- 
tual, inmaterial,  incomprensible.  Decir  que  obra  sobre  el  sistema  ner- 
vioso , no  es  aclarar  ninguna  idea.  Es  valerse  de  una  frase  formada  en 
las  escuelas,  meramente  convencional,  y á la  que  nos  hemos  habituado, 
sin  pararnos  en  filosofar  sobre  su  sentido , ó lo  que  expresa  para  anun- 
ciar un  hecho  que  todos  vemos , pero  cuya  verdadera  causa , cuyo  meca- 
nismo fisiológico  no  sabemos  de  qué  modo  se  efectúa.  ¿Quién  sabe,  en 
efecto,  cómo  obran  las  sustancias  que  apagan  la  sensibilidad?  ¿Quién  se 
ha  formado  una  idea  clara  y cabal  del  modo  de  obrar  del  opio  y demás 
narcóticos?  ¿Qué  hacen  para  apagar  la  sensibilidad?  La  apagan,  es,  todo 
lo  que  podemos  decir.  Todos  representamos,  llegando  á este  punto,  él 
papel  del  personaje  de  Moliere  : el  opio  hace  dormir , porque  tiene  virtud 
dormitiva. 


La  opinión  que  supone  en  el  cloroformo  acción  sobre  la  sangre , no  es 
•tan  incomprensible  como  la  primera,  pero  está  menos  fundada.  Hasta  las 
apariencias  de  fundamento  , que  tanto  favorecen  á la  primera , le  faltan. 
Puesto  que  hay  suspensión  de  la  sensibilidad , que  hay  anestesia , visos 
tiene  de  verdad  considerar  anestésico  al  cloroformo.  ¿Mas  dónde  están 
hasta  las  apariencias  de  que  ese  cloroformo  ejerza  acción  sobre  la  san- 
gre? Esta  acción  , á ser  primitiva,  debería  manifestarse  por  algunas  al- 
teraciones en  dicho  líquido.  La  constitución  química  de  la  sangre  debería 
sufrir  modificaciones  mas  ó menos  notables ; estas  modificaciones  debe- 
rían ocasionar  y producir  forzosamente  mudanzas  en  las  propiedades  físi- 
cas y fisiológicas  de  aquella , y á consecuencia  de  estas  mudanzas  debe- 
rían verse  trastornos  graves,  á los  que  no  alejaría  , por  cierto,  con  tanta 
facilidad  y tan  felizmente  el  simple  restablecimiento  de  la  respiración  de 
un  aire  puro  ó debidamente  oxigenado. 

_ Hasta  ahora  , las  únicas  alteraciones  que  algunos  observadores  han 
visto,  se  reducen  á mudanzas  de  color  en  la  sangre  arterial,  siendo  pa- 
recida á la  venosa,  y una  disminución  en  el  poder  estimulante  del  líquido 
que  ya  pasó  del  ventrículo  derecho  del  corazón  á la  aurícula  izquierda 
del  mismo.  Mas  semejantes  alteraciones  pueden  presentarse  muy  bien 
tan  solo  con  que  no  se  verifique  la  hematosis  como  de  ordinario.  N o oxi- 
genándose la  sangre  , como  lo  hace  en  estado  normal , ó respirando  el 
aire  atmosférico  común , hay  poca  diferencia  de  color  entre  la  sangre 
arterial  y la  venosa  , y aquella  no  tiene  desde  entonces  tanta  energía  de 


- ad  - 
acción , no  riega  los  órganos  que  de  ella  viven  con  las  cualidades  fisioló- 
gicas debidas. 

Pero  demos  por  supuesto  que  el  cloroformo  ejerce  acción  sobre  la  san- 
gre , y que  esta  acción  es  química.  Acto  continuo  concebirémos  la  natu- 
raleza de  esa  acción.  .Entrará  el  percloruro  de  fórmilo  en  combinación 
con  ciertos  principios  de  la  sangre,  y aunque  no  avancemos  tanto,  que 
tengamos  sobre  el  particular  una  teoría  acabada  y exacta , al  fin  podré- 
mos  afirmar  que  serán  fuerzas  químicas , de  órden  material , las  causas 
directas  de  esas  combinaciones  y las  indirectas  de  los  males  que  produz- 
can. Pero  como  hasta  ahora,  repito,  nada  de  eso  se  ha  probado  O),  re- 
sulta lo  que  he  dicho  sobre  ser  esa  opinión  mas  clara  y comprensible 
que  la  primera,  pero  menos  fundada. 

La  tercera  y última  opinión  es  mas  clara  todavía  que  la  segunda;  con 
ella  la  acción  del  cloroformo  se  explicaría  de  un  modo  puramente  físico, 
mecánico.  Fié  aquí  su  teoría  : 

El  cloroformo  no  tiene  acción  fisiológica  sobre  los  nervios,  ni  acción 
química  sobre  la  sangre.  El  cloroformo  es  un  líquido  que  , volatilizado, 
obra  en  las  vías  aéreas  como  un  gas  impropio  para  la  respiración.  Espar- 
ciéndose por  la  laringe , tráquea  y vasos  bronquiales  unido  al  aire  , le 
defrauda  parte  de  la  columna  inspirada , y con  esto  impide  que  la  hema- 
tosisse  haga  como  lo  exige  habilualmenteel  organismo.  La  sangre,  menos 
oxigenada,  pierde  parte  de  su  acción  vivificante;  hay  algunos  órganos, 
son  los  más,  que  por  poco  tiempo  transigen  con  esa  sangre,  aunque  me- 
nos arterializada,  porque  no  necesitan  tanta  vida,  tanta  fuerza  de  excita- 
ción para  funcionar,  y siguen  viviendo  sin  alteración  notable.  Otros  órga- 
nos hay,  empero,  que  no  pueden  resignarse  con  esa  disminución  de  estí- 
mulo, como  diría  Brownó  Broussais;  entre  ellos  está  en  primer  término  el 
cerebro,  en  segundo  lugar  el  corazón,  y en  tercero  los  pulmones.  La  pri- 
mera queja,  la  primera  protesta  que  levanta  el  cerebro  contra  esa  falta  de 
oxigenación  es  abdicar  su  presidencia , su  dirección  en  las  funciones  del 
organismo ; cesar  en  su  intervención , cerrar  la  puerta  á las  impresiones 
exteriores  y permitir  que  se  mutile  el  cuerpo  sin  la  menor  manifestación 
de  sufrimiento.  El  corazón  imita  luego  este  ejemplo  terrible  y detiene  sus 
latidos;  los  pulmones  suspenden  también  su  acción,  y como  siga  el  cloro- 
formo invadiendo  las  vías  aéreas,  suspensos  aquellos  tres  centros  de  la 
vida , aquellos  tres  grandes  funcionarios , todos  los  órganos  se  niegan  á 
aceptar  la  sangre  que  no  es  legítima,  y por  poco  que  este  estado,  suma- 
mente crítico,  dure,  la  muerte,  con  toda  su  cohorte  de  fuerzas  destructo- 
ras, se  apodera  del  organismo.  ¿Y  qué  revelan  todos  esos  fenómenos?  La 
asfixia ; la  asfixia  pura  y franca.  La  inspección  cadavérica  no  encuentra 
tampoco  otra  cosa  que  vestigios  de  asfixia.  El  cloroformo  , pues  , según 
esta  teoría,  no  ha  hecho  masque  modificar,  que  oponerse  á la  hematosis, 
para  lo  cual  le  ha  bastado  no  poder  reemplazar  al  oxígeno  del  aire. 

En  otro  artículo , donde  yo  combatía  la  teoría  de  la  acción  sobre  el 
sistema  nervioso  decía : 

«Recordemos  en  comprobación  de  estas  ideas,  que  cuantas  causas  asfi- 
xian á un  sugeto  producen  gran  parte  de  los  fenómenos  que  desenvuelve 
el  cloroformo,  como  mas  detenidamente  lo  verémos  al  hacer  la  análisis 
de  la  última  teoría  que  en  el  primer  artículo  indicamos , y entre  estos 


0)  No  olvide  el  lector  que  esto  se  escribió  en  1848,  poco  tiempo  después  de  haberse  des- 
cubierto el  cloroformo. 


— 310  — 

fenómenos  figuran  en  primer  término  la  pérdida  del  movimiento  y de  la 

sensibilidad.»  ~ . 

Mas  abajo,  en  fin , anadia  . 

«Es  probable  que,  estudiando  el  verdadero  modo  de  obrar  del  cloro- 
formo, se  descubran  otres  anestésicos,  ó por  mejor  decir  que  se  prevean, 
se  indiquen  a priori , así  como,  conocidas  las  propiedades  químicas  de 
ciertos  contravenenos,  se  ha  podido  considerar  como  tales  todos  los  cuer- 
pos de  igual  naturaleza  , aun  antes  de  probarlos,  confirmando  luego  estas 
previsiones  la  experiencia.» 

Resulta,  pues,  de  este  pequeño  extracto  de  mis  artículos  que , sin  te- 
ner conocimiento  de  la  teoría  de  Robín , ya  opinaba  yo  que  la  acción  del 
éter  y del  cloroformo,  en  especial  de  este  y de  los  demás  anestésicos  que 
se  fuesen  descubriendo,  se  ejercia  produciendo  la  asfixia,  y no  afectando 
el  sistema  nervioso,  ni  alterando  la  sangre.  Robín  remitió  su  nota  en  1847 
sobre  el  éter,  y en  ella  se  limitaba  á decir,  que  asfixia , que  obra  sobre 
la  hematosis.  Hasta  1850  no  extendió  su  pensamiento,  con  motivo  del 
cloroformo,  y yo  no  he  visto  sus  escritos  sobre  la  materia  hasta  hace 
poco,  que  tuvo  la  amabilidad  de  mandármelos. 

Yo  no  concluí  dichos  artículos,  porque  el  periódico  cesó:  había  com- 
batido las  teorías  de  la  acción  sobre  el  sistema  nervioso  y sobre  la  san- 
gre, é iba  á entrar  á demostrar  la  verdad  de  la  última,  ó sea  de  la  acción 
asfixiante. 

Sin  embargo,  no  trato  con  esto  de  quitar  á Robin  la  prioridad  del  pen- 
samiento; tanto  mas  , cuanto  que  hay  notable  diferencia  entre  lo  que  yo 
á la  sazón  pensaba  y lo  que  dedujo  luego  Robin , estudiando  el  cloro- 
formo. Yo  me  inclinaba  á que  la  asfixia  se  producía  de  un  modo  físico, 
por  una  sustitución  de  un  gas  no  respirable  al  aire  atmosférico,  mientras 
que  Robin  sostiene  que  es  por  apoderarse  los  anestésicos  del  Oxígeno  hú- 
medo respirado,  y que  esto  es  propiedad  de  todos  los  cuerpos  que  se  opo- 
nen á la  combustión  lenta  por  dicho  gas.  Si  yo  tuviera  ahora  que  prose- 
guir mis  artículos , no  solo  modificaría  muchas  cosas  de  las  que  publi- 
qué en  1848,  falto  de  datos,  sino  que  también  me  expresaría  de  otro 
modo  respecto  de  la  asfixia  producida  por  los  anestésicos,  como  ya  lo 
vengo  haciendo  hace  años  en  la  clase  (l). (*) 


(*)  Robin  se  queja  , al  final  de  su  Opúsculo,  de  una  reclamación  de  M.  Joannel  que  tra- 
taba de  disputarle  la  primada  de  opinión  sobre  el  modo  de  obrar  del  cloroformo  y ios  de- 
más anestésicos.  Con  este  mótivo  dice  : «Ningún  trabajo  está  al  abrigo  de  tales  reclama- 
ciones; son  una  de  las  numerosas  dificultades  de  que  está  sembrada  la  carrera  científica, 
independiente , y por  su  inserción  en  las  actas,  en  la  forma  empleada,  la  Academia  , en 
lugar  de  alentar  á los  hombres  de  ciencia , como  debería  tener  el  honor  de  hacerlo,  lleva- 
ría , al  contrario,  el  desaliento  en  su  espíritu.»  Esta  clase  de  quejas  no  es  común  en  Es- 
paña ; donde  no  se  hace  el  menor  caso  de  las  ideas  originales  de  sus  escritores;  al  contra- 
rio, por  lo  mismo  que  lo  son  , suelen  desdeñarlas  nuestros  sabios;  para  aceptarlas  y darles 
importancia,  es  necesario  que  vengan  del  extranjero.  Alguna  que  otra  notabilidad  añeja,  de 
reputación  , Dios  sabe  cómo  adquirida,  tiene  el  privilegio  de  que  vea  campaneadas  algu- 
nas de  sus  nadas;  los  demás  es  ocioso  que  nos  esforcemos  en  llevar  algo  nuevo  al  edificio 
general  de  la  ciencia,  es  una  voao  clamantis  in  deserto.  Ni  los  periódicos  se  loman  la  molestia 
de  hablar  de  ello,  ni  las  corporaciones  científicas  se  dignan  tomarlo  en  consideración  , ni  es 
ese  el  medio  de  pertenecer  a corporaciones  sabias.  En  España  se  es  mas  sabio  y digno  de  mu- 
chos altos  puestos  académicos  no  escribiendo  nada,  que  consagrando  toda  la  vida  al  tra- 
bajo y al  estudio.  Quejas  como  las  de  Robin  , en  nuestra  buena  España , harían  reir  á 
nuestros  consejeros  de  instrucción  pública  y de  sanidad  , y ó muchísimos  académicos  de 
toda  clase.  Afortunadamente,  el  público  y la  juventud  estudiosa  empiezan  ya  á causarse 
de  notabilidades  estériles , de  zánganos  uniformados , y busca  la  ciencia  y la  instrucción 
donde  las  encuentra ; y si  no  da  cruces  ni  distinciones  aristocráticas,  estima  y alienta  á los 
hombres  laboriosos,  y les  da  muestras  de  aprecio  que  valen  mucho  más  y dan  mas  honra. 


- 311  - 

Dejando  ya  este  punto  con  visos  de  digresión  , sigamos  la  cuestión  de 

ld  N^sok)3 la  encuentro  fundada  en  su  modo  de  ver,  respecto  de  los  anes- 
tésicos. Creo  que  esa  teoría  puede  sostenerse,  extendiéndola  á todos  1 . 
cuerpos  gaseosos , en  especial  de  los  mas  volátiles.  Ya  que  no  asfixien 
apoderándose  del  oxígeno  respirado,  por  ser  contrarios  á la  combustión 
lenta  lo  hacen  reemplazándole,  asfixiando  de  una  manera  risica,  como 
puede  hacerlo  cualquier  líquido,  y aun  más  todavía,  puesto  que  es  mas 
profunda  la  introducción  del  asfixiante ; los  líquidos  no  pasan  , para  asíi- 
xiar,  de  las  primeras  ramas  bronquiales ; al  paso  que  los  gases  van , no 
solo  hasta  la  última  celdilla  pulmonal,  sino  que  pasan  al  torrente  circu- 
latorio; y es  bien  sabido  que  la  física  nos  enseña  que  cuando  una  sustan- 
cia gaseosa  ó que  esparce  vapores  se  halla  en  un  líquido,  se  opone  inas  ó 
menos  á la  penetración  de  otros  gases  capaces  de  introducirse  en  él , sin 
contraer  combinación  química. 

Bien  sabido  es  que  el  vapor  del  agua  echa  los  gases  interpuestos  en 
este  líquido,  ó no  los  deja  penetrar  en  él.  El  hidrógeno  y el  aire  , según 
los  experimentos  de  Magnus  , echan  el  ácido  carbónico  de  la  sangre.  El 
ácido  carbónico  inyectado  en  las  venas  y disuelto  en  la  sangre , impide 
por  algún  tiempo  á este  líquido,  en  el  sistema  capilar  del  pulmón  , que 
tome  el  color  propio  de  la  sangre  arterial,  ó lo  que  es  lo  mismo,  el  paso 
del  oxígeno  del  aire. 

Los  líquidos  y sólidos  muy  volátiles  pueden  entrar  en  la  teoría  de  Ro- 
bín por  las  mismas  razones { se  igualan  á los  gaseosos;  el  alcanfor,  la 
creosota,  el  ácido  cianhídrico,  la  conicina,  etc.,  pueden  muy  bien  into- 
xicar respirados  ó introducidos  de  otro  modo,  impidiendo  la  hematosis. 

De  las  interesantes  investigaciones  hechas  por  M.  Leblanch  sobre  el 
aire  encerrado,  se  desprende  el  hecho,  muy  importante  en  toxieología, 
que  el  gas  óxido  de  carbono  es  mas  venenoso  que  el  ácido  carbónico. 
Esparcido  solo  al  aire  en  la  proporción  de  1 por  Í00,  constituye  una  at- 
mósfera casi  inmediatamente  mortal  para  los  animales  de  sangre  ca- 
liente, lo  cual  no  produce  el  ácido  carbónico,  puesto  que  este  necesita 
para  volver  venenosa  una  atmósfera  de  4 á 5 por  100.  Por  eso  el  carbón 
mal  encendido  es  tan  venenoso,  mucho  mas  que  el  ascua  completa.  La 
razón  está  en  que  en  el  primer  caso  se  produce  mas  óxido  de  carbono 
que  ácido  carbónico. 

lié  aquí  un  hecho  importante  que  robustece  la  teoría  de  Robín.  El 
óxido  de  carbono  es  oxigenable  todavía  , mientras  que  el  ácido  carbó- 
nico^ ya  no  lo  es.  El  óxido,  pues , introducido  en  el  torrente  circulatorio, 
r ene  inuuhzar  nías  oxígeno  respirado,  para  oxidarse  más;  debe  impedir 
mas  la  hematosis:  el  ácido  carbónico  la  impide,  no  permitiendo  la  en- 
rada at  aire  atmosférico;  el  óxido  de  carbono,  tomando  el  oxígeno  del 
Jue  ,se  respira.  Este  hecho  es  análogo  á lo  que  pasa  con  ciertos  anes- 
irt  mac’ ./°S-mas  volátiles,  los  que  toman  mas  cantidad  de  oxígeno,  son 

's<-¡  ,in  ióxlcos  ’ Parque  son  los  que  mas  impiden  la  hematosis. 
todavía  nnS^Sté/1CDS; • clÍerPos  Sase°s°s  ó volátiles,  pasamos  á otros, 
gar  míe  1-r  ?°\m  üera  í5e  camino-  Romos  consignado  en  su  lu- 

? ri.qrí?ni «^nico,  en  especial  los  acetólos,  tarláratos 


MmVn  «prlativo  atemperante , no  llega  á ser  intoxicación , depende  de 
la  cantidad ; si  tanta  fuese , podría  llegar  á intoxicar  como  los  anestési- 
cos en  especial  si  se  añadiese  la  rapidez  del  paso  de  esas  sales  á la  masa 
de  la  sangre. 

Liebig  dice  que  muchos  ácidos  minerales  ó sales  de  ácido  mineral 
pueden'hacer  otro  tanto ; y si  no  lo  hacen,  es  porque  solo  pueden  en- 
trar en  poca  cantidad , puesto  que  las  disoluciones  concentradas  no  son 

absorbidas. 

Si  en  vez  de  examinar  la  doctrina  de  Robín,  por  medio  de  la  acción 
química  conocida  de  ciertos  venenos , la  examinamos  bajo  el  punto  de 
vista  de  los  efectos  fisiológicos  y de  la  autopsia  ó del  estado  en  que  se 
presenta  la  sangre  y los  órganos  de  la  respiración  y circulación,  tampoco 
la  hallarémos  infundada. 

Los  narcóticos,  por  ejemplo,  producen  una  especie  de  asfixia;  entre 
esta  y el  narcotismo  hay  muchos  puntos  de  contacto.  La  circulación  se 
embaraza,  los  pulmones  se  congestionan  , hay  pérdida  de  sensibilidad  y 
movimiento;  la  sangre  es  negra,  los  pulmones  y el  sistema  venoso,  en 
general , están  llenos  de  sangre  ; todo  eso  está  recordando  por  lo  menos 
la  asfixia;  es  á lo  que  más  se  parece. 

Los  estrícneos  se  hacen  notar  principalmente  por  la  asfixia  que  produ- 
cen; los  movimientos  convulsivos  tetánicos  constituyen  un  efecto  se- 
cundario. Orilla  ha  hecho  vivir  mas  tiempo  á los  animales  intoxicados 
por  la  estricnina  , sosteniéndoles  artificialmente  la  respiración.  ¿Detendrá 
la  estricnina  y los  alcalóideos  análogos  la  oxidación  ae  la  sangre , como 
el  ácido  cianhídrico  la  del  óxido  de  yodo,  por  lo  cual  cree  Mialhe  que 
dicho  ácido  se  hace  venenoso  al  modo  de  los  anestésicos?  Hasta  ahora  no 
conocemos  ninguna  explicación  de  la  acción  tóxica  de  esas  sustancias 
que  satisfaga  más. 

Robin  no  se  contenta  con  explicar  la  intoxicación  por  una  asfixia  ó 
falta  de  hematosis,  respecto  de  los  anestésicos ; extiende  su  teoría  á todos 
los  cuerpos  que,  impidiendo  la  combustión  lenta  por  el  oxígeno  húmedo, 
preservan  las  materias  organizadas , tanto  animales  como  vegetales, 
muertas;  por  lo  tanto,  son  para  él  venenos  y obran  del  modo  indicado 
todos  los  que  detienen  la  putrefacción  ó no  ía  dejan  desenvolver,  por  lo 
menos  tan  pronto  como  lo  haría  , quedando  dichas  materias  expuestas  al 
oxígeno  del  aire,  en  especial  cuando  es  húmedo.  Se  apoya  en  experi- 
mentos , y mientras  no  se  le  niegue  la  realidad  ó la  significación  de  es- 
tos , su  teoría  siempre  tendrá  ese  apoyo  experimental , que  es  el  mejor 
de  los  apoyos  científicos. 

Sin  embargo,  respecto  de  muchos  venenos,  ya  que  no  de  clases  ente- 
ras , empezamos  á tener  nuestras  dudas,  tanto  fijándonos  en  el  modo  de 
obrar,  ó sea  en  los  efectos  químicos , como  remitiéndonos  á los  fenóme- 
nos fisiológicos,  dignos  de  ser  tomados  en  consideración,  cuando  se 
trata  de  .apreciar  si  hay  un  solo  modo  de  obrar  en  el  fondo,  ó si  hay  va- 
rios modos  de  obrar  de  los  venenos. 

Para  que  la  teoría  de  Robin  sea  absoluta , y con  ella  se  proclame  gue 
no  hay  mas  que  un  modo  de  intoxicar,  impedir  la  hematosis , asfixiar, 
no  solo  es  necesario  probar,  respecto  de  todos  los  venenos,  que  en 
efecto  detienen  la  combustión  lenta,  tanto  en  el  vivo  como  en  el  muerto, 
tanto  fuera  como  dentro  de  la  economía,  sino  también  que  todos  los  cua- 
dros sintomáticos  son  los  propios  de  la  asfixia  , y que  no  hay  mas  que 
una  terapéutica  para  combatirlos. 


- 313  - 

Pues  bien,  nosotros  tenemos  dudas  sobre  lo  uno  y sobre  lo  otro. 
Convenimos  en  que  muchos  venenos  minerales  ó sales  metálicas  po- 
drán ejercer  esa  acción  contraria  á la  hematosis,  así  como  la  ejercen 
contra  la  combustión  lenta,  respecto  de  las  sustancias  organizadas  muer- 
tas , preservándolas  de  la  putrefacción.  Los  arsenicales  y mercuriales, 

Sor  ejemplo  , pueden  producir  y producen  ese  efecto.  Pero  se  nos  ocurren 
ificultades  que  necesitan  explicación.  ¿Todos  los  cuerpos  que  impiden 
la  combustión  lenta , que  retardan  la  putrefacción , lo  hacen  porque  se 
combinan  con  el  oxígeno,  y de  consiguiente  protegen  á las  materias  muer- 
tas de  la  combustión  lenta?  No  por  cierto , según  lo  que  dicen  otros  prác- 
ticos y se  deduce  lógicamente  de  la  acción  química  de  ciertas  sustancias. 

Hay  casos  en  los  que  la  putrefacción  no  se  presenta,  porque  los  com- 
puestos que  se  forman  con  el  contacto  de  esas  sustancias  ya  no  son  oxi- 
genabas; el  oxígeno  no  ejerce  sobre  ellas  su  acción,  y de  consiguiente 
se  conservan  , no  porque  las  sustancias  sean  protectoras  en  el  sentido  de 
apoderarse  ellas  del  oxígeno,  sino  porque  han  quitado  á los  elementos  de 
las  materias  organizadas  muertas  la  propiedad  de  combinarse  con  aquel 
gas.  Tales  son  , por  ejemplo  , los  compuestos  que  resultan  de  la  acción 
de  los  arsenicales  , mercuriales,  cloruros,  sales  de  alúmina,  sodio,  clo- 
ro , etc. , etc. , que  sirven  para  los  embalsamamientos. 

Siendo  esto  así,  lo  que  pasa  con  las  sustancias  muertas  pasará  con  las 
vivas.  Los  venenos  que , aplicados  á los  tejidos  é introducidos  en  la  masa 
de  la  sangre , contraen  combinaciones  con  los  elementos  proteicos  de 
los  mismos , si  impiden  la  hematosis , la  acción  del  oxígeno  respirado 
sobre  ellos , no  la  impiden  porque  se  apoderen  de  este  oxígeno , sino 
porque  hacen  perder  á esos  elementos  la  propiedad  de  combinarse  con 
dicho  gas  y de  prestarse  álas  continuas  mutaciones  que,  durante  la  vida, 
se  efectúan. 

Yo  no  dudo  que  el  oxígeno  respirado  desempeña  el  principal  papel  en 
los  fenómenos  vitales , tanto  de  los  animales  como  de  las  plantas.  Bajo 
este  punto  de  vista  estoy  de  acuerdo  con  Robín.  Faltando  dicho  gas,  fal- 
tando la  respiración,  todo  falta;  ora  sea  porque  hay  ausencia  de  oxígeno, 
ora  porque  además  hay  falta  de  calor  y de  electricidad.  Es  muy  posible 
que  en  último  resultado  sobrevenga  la  muerte,  por  mudanzas  profundas 
en  estas  tres  cosas , á consecuencia  de  no  verificarse  la  oxigenación  ó la 
hematosis  de  la  manera  normal  ó fisiológica;  ya  sea  que  haya  cuerpos 
que  se  apoderen  del  oxígeno  respirado , ya  que  le  vuelvan  inerte  sobre 
los  elementos  protéicos  ú otros  de  la  sangre  y los  tejidos  no  oxigenables, 
desde  que  están  combinados  con  los  venenos. 

Mas  creemos  que  hay  una  gran  diferencia  , primero  en  el  modo  de 
obrar  de  los  agentes,  y segundo  en  el  resultado  ó manifestación  de  los 
fenómenos  fisiológicos , siempre  relacionada  con  los  químicos. 

Mientras  no  pruebe  Robin  que  las  sales  de  plomo,  plata,  cobre, 
mercurio,  zinc,  bismuto,  etc.  , no  contraen  combinaciones  con  los  prin- 
cipios proteicos  de  los  tejidos  y la  sangre;  que  estas  combinaciones  no 
alteran  las  condiciones  fisiológicas  de  esos  elementos,  y que  de  esto  no 
han  de  seguirse  forzosamente'graves  dificultades  para  la  vida;  siempre 
resultará  que  , además  de  la  acción  directa  sobre  el  oxígeno  para  apode- 
rarse de  él  é impedir  la  hematosis,  hay  y puede  haber,  antes  de  aquella, 
otra  de  naturaleza  química  también,  que  consiste  en  la  que  desplegan 
los  venenos  de  cierta  clase  sobre  los  elementos  orgánicos , á consecuen- 
cia de  la  cual  podrá  dejar  de  haber  hematosis. 


— 314  — 

Aun  cuando  le  concedamos  que,  á consecuencia  de  la  alteración  su- 
frida por  dichos  elementos,  á causa  de  su  combinación  con  las  sustancias 
venenosas,  no  se  verifique  la  hematosis,  ya  no  será  porque  los  venenos 
se  combinen  con  el  oxígeno,  sino  porque  las  nuevas  combinaciones  no  se 
prestan  á la  acción  de  este  gas , como  de  ordinario  , ni  son  posibles  las 
asimilaciones  y desasimilaciones  que  de  continuo  se  verifican  al  estado 
normal,  bajo  la  influencia  de  la  vida. 

Si  nosotros  opináramos  como  Cárlos  Robín  y Verdeil  y otros  acerca  de 
la  hematosis , todavía  tendríamos  mas  objeciones  que  hacer  á la  teoría 
que  analizamos. 

Los  autores  citados  no  admiten  la  combustión  lenta  por  el  oxígeno  en 
el  acto  de  la  respiración ; creen  que  este  gas  es  absorbido  principalmente 
por  los  glóbulos  de  la  sangre,  colorándolos  , siéndolo  poco  por  el  suero 
y su  fibrina , y que  el  ácido  carbónico  no  procede  de  una  combustión  de 
carbono  por  el  oxígeno  respirado  ; según  ellos,  el  ácido  carbónico  , des- 
alojado de  la  sangre  por  el  oxígeno  por  endósmosis  y exhalado  por  la 
respiración,  procede  de  los  bicarbonatos  que  ceden  , á la  acción  del  ácido 
pnéumico  ó de  los  pulmones,  su  exceso  de  ácido,  y que  tanto  este  como 
el  libre  que  existe  en  la  sangre,  viene  de  los  alimentos , de  los  cuales  se 
desprende  en  sus  descomposiciones  í1).  Si  esto  fuese  así,  la  teoría  de 
Eduardo  Robín  seria  mas  difícil  de  sostener. 

Sin  embargo  , como  no  participamos  completamente  de  la  opinión  de 
Robín  (Cárlos) , Yerdeil  y demás  que  como  ellos  discurren , no  haremos 
esta  clase  de  objeción.  La  hematosis  está  explicada  de  muchos  modos  por 
los  autores;  mas  la  de  los  que  acabo  de  indicar  no  está  fuera  de  la  crí- 
tica. Las  razones  en  que  se  apoyan  son  : 1/  que  de  las  materias  orgáni- 
cas se  desprende  ácido  carbónico  sin  la  concurrencia  del  oxígeno ; 2.* 
que  este  gas  es  disuelto  por  los  glóbulos  combinándose  con  la  íiematina. 
Todo  esto  puede  ser  y aceptamos  que  sea , pero  de  ello  no  se  deduce  que 
el  oxígeno  no  queme  carbono  para  producir  ácido  carbónico , durante  la 
hematosis,  ya  en  el  pulmón,  ya  en  los  órganos.  Todo  lo  que  eso  puede 
probar  es,  que  no  todo  el  ácido  carbónico  que  se  halla  y desprende  del 
cuerpo  vivo  procede  de  una  combustión  lenta  efectuada  durante  la  respi- 
ración, sino  también  de  la  descomposición  de  los  bicarbonatos  y de  las 
materias  alimenticias.  Así  pierde  su  valor  la  objeción  contra  la  combus- 
tión lenta,  que  se  funda  en  la  desproporción  de  ácido  carbónico  formado 
y el  oxígeno  consumido. 

Robín  y Yerdeil  sientan  que  se  consume  oxígeno  , que  los  glóbulos  no 
absorben  mas  que  la  cantidad  que  pueden  disolver,  que  le  toman  donde 
lo  encuentran  y que  se  combina  con  la  hematina.  ¿Pues  si  se  consume, 
si  se  combina  , qué  se  hace  de  él?  ¿Qué  productos  forma?  Los  principios 
inmediatos  no  son  su  resultado , porque  ya  entran  formados  en  la  econo- 
mía; el  animal  los  modifica  y destruye;  el  carbono  y el  hidrógeno,  por 
lo  tanto,  han  de  ser  quemados;  de  lo  cual  ha  de  resultar  forzosamente 
ácido  carbónico  y agua. 

En  mas  consideraciones  podríamos  entrar;  pero  basta  esta  indicación 
para  dar  á entender  que  la  opinión  de  Verdeil  y consortes  no  es  tan  só- 
lida como  se  deduce  de  sus  rotundas  afirmaciones.  Por  lo  tanto,  Robín 


1*1  de  fíhimit  anatomique  et  pUysiologique  nórmale  el  pathologique , ondee  principes  t'm- 
meduites  anormaux  et  morbides  qui  constituent  le  corps  de  l'homtne  et  des  mammiferes.  i-  *1* 
págma  86  y siguien  tes. 


- 31K — 

(Eduardo)  puede  sostener  la  combustión  lenta  por  el  oxígeno  del  carbono 
de  la  sangre  y de  los  órganos,  y nosotros  admitirla  , como  lo  hemos  he- 
cho , sin  que  por  eso  pretendamos  que  todo  el  ácido  corbónico  proceda 
de  esa  combustión. 

Si,  respecto  de  la  hematosis,  no  estamos  con  Cárlos  Robín  y Verdeil, 
y por  lo  tanto  no  nos  apoyamos  en  su  opinión  para  oponernos  á la  doc- 
trina absoluta  de  Eduardo  Robín  , estamos  de  acuerdo  con  aquellos , en 
que  no  hay  en  la  economía  un  modo  único  y absoluto  de  fenómenos  que 
caracterizan  la  formación  de  los  principios  inmediatos , como  lo  seria  la 
combustión,  por  ejemplo,  etc.  Lejos  de  haber  en  la  asimilación  y desasi- 
milacion , dicen  Robin  y Verdeil,  un  órien  único  y absoluto  de  fenómenos 
químicos,  hay  muchos,  los  cuales,  siempre  y naturalmente,  están  en  re- 
lación , ya  con  las  condiciones,  en  las  que  se  pasa  el  acto,  ya  á menudo 
con  la  naturaleza  molecular  de  los  cuerpos  que  están  en  juego.  Por  de 
pronto,  se  presentan  dos  órdenes  de  acciones : 1.®  acciones  químicas  di- 
rectas; 2.°  acciones  químicas  indirectas  (í). 

Hé  aquí  una  verdad  que  levanta  graves  dificultades  para  sostener  un 
modo  único , de  intoxicar,  porque  está  claro;  si  no  hay  uno,  sino  mu- 
chos ó varios  modos  de  efectuarse  los  actos  químicos  vitales  al  estado 
normal , lógico  es  que  tampoco  le  haya  respecto  de  los  actos  químicos 
anormales. 

Si  de  las  consideraciones  hasta  aquí  expuestas  pasamos  á otras  relati- 
vas á los  venenos , todavía  nos  ha  de  parecer  mas  inadmisible  el  modo 
único  de  intoxicar  que  proclama  Eduardo  Robin. 

Los  venenos  cáusticos  y astringentes  que  obran  como  tales,  pueden 
matar  sin  que  directamente  impidan  la  hematosis.  Que  no  se  diga  que  no 
son  venenos , porque  ya  hemos  refutado  esta  especie. 

Las  sustancias  alhnenticias  putrefactas  ó averiadas,  los  virus,  el  pus, 
la  sangre  y los  humores  y tejidos  en  putrefacción,  puestos  en  contacto 
con  la  sangre , intoxican.  Pues  bien  ; todos  estos  agentes , en  vez  de  de- 
tener la  combustión  lenta  de  las  materias  orgánicas  , por  el  oxígeno  hú- 
medo , la  provocan  en  el  vivo  y en  el  muerto.  No  detienen  la  acción  del 
oxígeno,  siguen  absorbiéndole  , y en  lugar  de  producir  fenómenos  favo- 
rables á la  vida , los  producen  mortales.  Si  se  apoderan  del  oxígeno , no 
es  para  detener  la  combustión  lenta,  sino  para  acelerarla.  Solo  se  detiene 
cuando  se  les  opone  un  protector  de  dichas  materias  organizadas,  con- 
trario á la  acción  pulrefaciente  del  oxígeno.  Y puesto  que  obran  de  un 
modo  tan  diametralmenle  opuesto  , ese  modo  de  obrar  no  será  igual. 

No  me  entretengo  en  reseguir  uno  por  uno  los  venenos,  ni  una  por 
una  sus  clases  , para  demostrar  que  no  les  conviene  la  acción  primitiva 
que  da  á todos  los  venenos  Robin,  porque  para  probar  que  la  acción  no 
es  única , que  hay  varios  modos  de  intoxicar,  basta  lo  expuesto. 

Sí.  además  de  la  acción  química  ó de  los  efectos  químicos,  examina- 
mos ahora  la  doctrina  de  Robin  , bajo  el  punto  de  vista  de  los  efectos 
fisiológicos  ó los  cuadros  sintomáticos,  y los  recursos  terapéuticos  que  se 
emplean  para  combatir  las  intoxicaciones,  se  aumentará  el  número  de 
dificultades  para  aceptar  su  teoría  como  absoluta. 

En  efecto,  si  todos  los  venenos  obrasen  como  los  anestésicos,  asfi- 
xiando, impidiendo  la  hematosis  por  apoderarse  del  oxígeno,  los  cua- 
dros sintomáticos  de  toda  intoxicación  serian  los  mismos , y habría  que 


(‘)  Obr.  cit.,  t.  I,  p.  235  y siguientes. 


— 316  — 

emplear  en  todos  ellos  la  misma  medicación.  En  cuanto  á los  contrave- 
nenos habría  diferencia  ; porgue  ya  que  no  cada  veneno  , ciertos  grupos 
de-venenos  tienen  el  suyo.  Sin  embargo  , nada  mas  contrario  á lo  que 
la  experiencia  tiene  acreditado  bajo  este  doble  punto  de  vista.  Ni  son 
iguales  los  cuadros  sintomáticos,  no  precisamente  en  cada  veneno,  sino 
en  cada  clase  de  venenos , ni  se  emplea  con  buen  éxito  contra  todos  la 
misma  medicación.  Si  las  indicaciones  que  se  presentan  no  son  tan  nu- 
merosas como  las  relativas  á la  administración  del  contraveneno , distan 
ciertamente  de  la  unidad. 

Todos  los  anestésicos  producen  la  asfixia  ; el  cuadro  sintomático  es  en 
el  fondo  igual , lo  que  caracteriza  la  anestesia  es  siempre  lo  mismo : pér- 
dida , abolición  temporal  ó duradera  de  las  facultades  psíquicas , con- 
ciencia, sensibilidad,  movimiento.  Podrá  ser. mas  ó menos  rápida  y pro- 
funda en  unos  que  en  otros;  podrá  ser  de  todas  las  facultades  ó solo  de 
algunas,  de  la  sensibilidad  , por  ejemplo;  podrá  haber  al  principio  sín- 
tomas de  excitación  cerebral  debidos  al  acumulo  de  sangre  en  el  cerebro 
que  suele  ser  el  primer  efecto  de  algunos  , como  el  éter  y otros  ; podrá 
haber,  en  fin , efectos  locales  diferentes  y debidos  al  modo  particular  de 
obrar  de  cada  uno  de  esos  agentes,  y presentar  la  sangre  variedad  de 
color,  según  el  anestésico  empleado;  mas  en  suma,  en  último  resultado, 
lo  mas  característico,  lo  patognomónico  de  la  anestesia,  en  todos  se  pre- 
sentará como  resultado  definitivo  de  su  acción  especial  y antihemató- 
sica.  La  asfixia  es  el  estado  morboso  producido  por  esos  agentes , la  as- 
fixia parecida  á la  de  los  agentes  mecánicos  , á la  de  los  gases  no  com- 
binables con  el  oxígeno , que  obran  de  una  manera  mecánica,  física, 
por  desalojamiento  del  oxígeno  contenido  en  la  sangre , y oposición  á.  que 
entre  de  nuevo  en  ella. 

Si  todos  los  venenos  produjesen  este  resultado , habría  razón  para  sen- 
tar que  todos  en  el  fondo  obran  del  propio  modo. 

En  todos  estos  casos  el  empleo  de  los  medios  adecuados  para  restablecer 
la  respiración , ofrece  buenos  recursos  para  salvar  á los  sugetos  en  no 
pocas  ocasiones.  Como  la  anestesia  no  se  lleve  al  extremo  , basta  la  sim- 
ple respiración  libre  para  que  nueva  cantidad  de  oxígeno  respirado  des- 
aloje los  gases  que  mecánicamente  han  desalojado  el  oxígeno.  Un  exceso 
de  ácido  carbónico  que  asfixia , se  corrige  con  otro  de  oxígeno  que  le 
desaloja.  Los  cloroformizados  vuelven  en  sí  después  de  cierto  tiempo  , el 
que  ha  necesitado  el  oxígeno  para  volver  á obrar  sobre  la  sangre ; cor- 
rientes eléctricas  reaniman  la  respiración  suspensa,  etc. , etc. 

Si  todas  las  intoxicaciones  se  curasen  de  este  modo  , habría  de  sobra 
razón  para  admitir  un  modo  único  y absoluto  de  obrar  de  los  venenos. 

No  se  necesita  estar  muy  versado  en  toxicología,  para  saber  que  ni  la 
terapéutica  de  la  intoxicación  es  igual  para  todos  los  casos  , ni  que  en 
todos  ellos  se  forma  el  diagnóstico  en  virtud  de  los  mismos  síntomas  y 
signos.  Cuando  tratemos  de  estas  dos  importantes  partes  de  la  toxicolo- 
gía general , veremos  hasta  qué  punto  vamos  fundados  en  nuestras  re- 
flexiones. Mas  aquí  podemos  establecer,  sin  temor  de  que  luego  tengamos 
que  recoger  prenda  alguna , que  en  los  casos  prácticos  de  intoxicación  ó 
de  envenenamiento , fuera  de  aquellos  en  los  que  hay  realmente  asfixia, 
como  en  los  producidos  por  anestésicos  y otsps  venenos  que  obran  de  un 
modo  análogo , todo  lo  verémos  menos  cuadros  propios  de  este  modo  de 
morir,  y si  hay  lugar  de  examinar  el  cadáver,  tampoco  hallarémos  en  él 
los  vestigios  genuinos  de  la  muerte  por  los  pulmones. 


- 317  - 

Otro  tanto  diré  de  las  indicaciones  que  hay  que  llenar ; puesto  que 
muy  lejos  de  tener  que  emplear  los  medios  propios  para  restablecer  la 
respiración  , en  todo  se  ha  de  pensar  menos  que  en  esto,  puesto  que  la 
respiración  subsiste  hasta  el  último  momento  que  deja  el  veneno  al  in- 
toxicado. Si  la  circulación  experimenta  estorbos,  si  está  mas  acelerada, 
si  á consecuencia  de  esos  trastornos  los  hay  en  la  respiración  , no  cons- 
tituye nada  de  esto  la  asfixia  primitiva  y franca  ó directa  de  los  anestési- 
cos ó gases  que  obran  mecánicamente;  es  el  resultado  del  encadenamiento 
de  las  funciones ; de  esa  dependencia  recíproca  en  que  están  los  órganos 
para  su  fin  común , la  cual  hace  que , así  como  cuando  los  pulmones  no 
funcionan  debidamente , los  demás  órganos  se  resienten  y no  pueden 
funcionar  como  es  debido;  así  sucede  también  que,  no  cumpliendo  los 
demás  las  funciones  que  les  están  encomendadas,  los  pulmones,  á su 
vez , no  pueden  tampoco  funcionar  como  lo  hacen , cuando  todos  los  de- 
más órganos  y el  estado  de  la  sangre  contribuyen  con  sus  actos  y funcio- 
nes propias  á que  la  respiración  se  efectúe  normalmente. 

Si  fuéramos  á examinar  la  agonía  de  todos  los  enfermos  que  sucum- 
ben á la  violencia  de  su  enfermedad , siquiera  nada  tenga  que  ver  con 
una  intoxicación,  serian  acaso  pocos  los  que  no  nos  diesen,  poco  antes  de 
morir,  síntomas  de  asfixia ; la  mayoría  inmensa  muere  asfixiada;  la  respi- 
ración se  hace  cada  vez  mas  difícil , hasta  que  se  apaga  y la  muerte  se 
declara.  Sin  embargo , nadie  dice  que  esos  enfermos  mueren  de  asfixia, 
porque  esta  es  una  consecuencia  del  deplorable  estado  en  que  la  enfer- 
medad ha  puesto  á la  organización  entera,  sólidos  y líquidos,  ó los  mas 
esenciales  de  la  economía. 

Podriamos  extender  mucho  más  estas  reflexiones,  contrarias  á la  teoría 
de  Robín,  á la  que  las  oponemos , como  dificultades  que  se  nos  ocurren, 
y á las  que  el  sabio  autor  citado  acaso  podrá  dar  una  solución  cabal; 
mas  basta  lo  expuesto  para  el  propósito  que  nos  hemos  formado. 

Si  la  vida  consistiese  únicamente  en  la  acción  del  oxígeno  sobre  los 
elementos  de  nuestra  organización , la  doctrina  de  Robín  podría  soste  - 
nerse, pero  modificada ; seria  necesario  establecer  que  unos  venenos  im- 
piden dicha  acción  combinándose  directamente  con  el  oxígeno;  que  otros 
la  impiden  desalojándole  de  la  sangre  ó no  dejándole  entrar;  que  otros, 
en  íin  , combinándose  con  los  elementos  proteicos  ú otros  de  la  sangre  y 
los  tejidos,  los  vuelven  inoxigenables. 

Pero  ya  llevamos  dicho  que  la  vida  se  sostiene,  no  por  una  sola  acción, 
sino  por  muchas;  así  como  no  se  realiza  por  un  solo  órgano,  sino  por  un 
conjunto  de  órganos,  cada  uno  de  los  cuales  concurre  á su  manera  al  fin 
común;  si  falta  la  respiración,  es  verdad,  falla  la  vida;  pero  también 
falta,  si  no  hay  circulación,  si  no  hay  influencia  nerviosa,  si  no  hay  nu- 
trición, si  no  hay  digestión,  etc.,  etc. 

Mas,  que  mueran  animales  y vegetales  faltos  de  oxígeno,  eso  no  basta 
para  probar  que  solo  á él  deben  la  vida.  Los  animales  necesitan  tanto 
como  el  oxígeno,  ázoe,  hidrógeno  y carbono;  los  vegetales,  tanto  el  ácido 
carbónico,  como  el  oxígeno  puro. 

Aunque  la  acción  tóxica  sea  general , y tenga  que  serlo  la  causa , esta 
puede  dejar  de  ser  única.  Esa  generalidad  la  da  la  igualdad  de  circuns- 
tancias. Veneno  hay  que  es  mortal  para  el  hombre  y otros  animales  de 
fisiología  parecida,  y no  lo  es  para  otros  y viceversa. 

A mas  de  que,  siendo  esencial  para  todos  los  animales  y plantas  el  oxí- 
geno , el  quitársele  será  una  causa  general ; mas  ¿no  lo  será  también  qui- 


— 318  — 

tarlps  la  luz  v el  agua,  quitarles  el  alimento?  Hé  aquí,  pues,  otras  tantas 
causas  eneral  es  que  pueden  explicar  la  muerte  de  todos  ellos.  La  gene- 
ralidad de  acción  no  excluye  la  pluralidad  de  agentes  que  la  tengan. 

Creo , pues , que  con  lo  que  llevo  manifestado , queda  suficientemente 
establecido  que,  en  el  estado  actual  de  la  ciencia  , y mientras  no  se  ro- 
bustezca la  opinión  de  Robin  , digna  por  otra  parte  de  atención  profunda 
y capaz  de  aclarar  muchos  misterios  de  la  vida , no  se  puede  creer  que 
tan  solo  haya  un  modo  de  obrar  de  los  venenos,  y que  sea  este  el  opo- 
nerse á la  combustión  lenta  por  el  oxígeno  húmedo  respirado,  ó lo  que 
es  lo  mismo , asfixiar. 

Aceptemos  la  doctrina  de  Robin  para  explicar  la  acción  de  los  anesté- 
sicos y otros  venenos  que  obran  de  un  modo  análogo;  agreguemos á ese 
grupo  todos  los  que  en  electo  impidan  la  hematosis,  unos  directamente,  y 
otros  de  un  modo  indirecto;  pero  reconozcamos  que,  además  de  ese  modo, 
hay  otros  que  ya  hemos  indicado  varias  veces,  ai  tratar  de  otras  cuestio- 
nes, y sobre  los  cuales  volveremos  luego  de  una  manera  mas  directa. 

Puesto  que  hemos  analizado  la  opimon  de  ios  que  están  por  una  ac- 
ción única,  pasemos  á examinar  la  de  los  que  admiten  mas  de  una  acción 
y principiemos  por  la  de  los  antiguos , que  solo  admitían  dos  modos  de 
obrar  de  los  venenos,  conforme  lo  indica  su  división  en  cálidos  y fríos,  ó 
lo  que  viene  á ser  lo  mismo , sobre  la  de  la  escuela  italiana,  que  los  di- 
vide en  hiperesténicos  é hipoesténicos , ó excitantes  y sedativos. 

Este  modo  de  presentar  la  acción  de  los  venenos  adolece  de  un  vicio 
capital,  del  que  no  están  exentas  otras  clasificaciones  del  modo  de  obrar 
de  esas  sustancias,  fundadas  en  la  misma  base. 

Solo  se  refiere  á los  efectos  fisiológicos,  es  decir,  á lo  que  menos  puede 
atribuirse,  á la  verdadera,  directa  é inmediata  acción  de  ios  venenos.  En 
su  lugar  hemos  visto  que  los  efectos  fisiológicos  son  debidos  á otros  fe- 
nómenos provocados  por  la  acción  química  de  las  sustancias  venenosas; 
de  consiguiente,  son  efectos  mediatos,  indirectos,  cuya  causa  ya  no  esta 
en  la  acción  del  veneno,  sino  en  los  cambios  que  este  ha  producido  en 
los  tejidos  de  los  órganos  y en  la  masa  de  la  sangre. 

La  doctrina,  por  lo  tanto,  que  examinamos  tiene  este  defecto  capital, 
que,  prescindiendo  de  la  verdadera  y propia  acción  de  los  venenos,  se 
funda,  no  en  los  efectos  primitivos,  sino  en  los  subsiguientes;  no  en  los 
químicos,  sino  en  los  fisiológicos,  que  son  producto  de  otras  causas  ó fe- 
nómenos, los  cuales  hacen  las  veces  de  tales,  y mas  ó menos  remotamente 
deben  su  existencia  á las  alteraciones  provocadas  por  el  veneno. 

No  refiriéndose,  pues,  mas  que  á los  fenómenos  fisiológicos,  á primera 
vista  puede  parecer  fundada  la  dicotomía  bruniana  ó razoriana , excita- 
ción ó falta  de  ella , porque  parece  que  en  último  resultado  toda  intoxi- 
cación, ó ha  de  exaltar  la  vida,  ó la  ha  de  abatir. 

Mas  por  poco  que  se  reflexione  sobre  ello,  se  verá  que , aun  prescin- 
diendo del  defecto  capital  que  ya  hemos  mencionado,  no  puede  soste- 
nerse esa  doctrina.  Es  la  misma  que  ha  reinado  en  patología  general,  en 
las  enfermedades  comunes  ; es  la  doctrina  de  Brown,  es  la  de  Rasori,  es 
la  de  Broussais ; porque  bien  sabido  es  que  el  primero  y el  último  de  es- 
tos tres  jefes  de  escuela , solo  se  diferenciaban  en  que,  para  el  uno,  la 
mayoría  inmensa  de  las  enfermedades  se  caracterizaba  por  falta  de  estí- 
mulo, al  paso  que,  para  el  otro,  era  todo  lo  contrario,  por  exceso. 

Si  esa  dicotomía  patológica  no  ha  podido  sostenerse  en  la  medicina 
general,  ¿cómo  se  ha  de  sostener  en  la  Toxicoiogía?  ¿Qué  son  las  enfer- 


medades  especiales  producidas  por  los  venenos,  sino  afecciones  que,  bajo 
muchos  puntos  de  vista , siguen  las  mismas  leyes  que  las  afecciones  co- 
munes? Aun  cuando  entre  la  exaltación  y la  disminución  no  pudiese  tener 
cabida  mas  que  la  aberración , quedaría  falseado  ese  sistema  dicotómico. 

Pero  hay  más  sobre  este  punto.  Examinando  con  detención  los  cua- 
dros sintomáticos  que  los  autores  toxicólogos  han  trazado,  según  las  cla- 
ses de  venenos,  se  ve  fácilmente  que  no  se  acomodan  á esa  sencilla  divi- 
sión de  efectos  venenosos , establecida  por  la  dicotomía  italiana. 

La  intoxicación  por  los  cáusticos,  por  ejemplo,  ofrece,  es  verdad , sín- 
tomas de  inflamación  intensa  que  pueden  figurar  como  expresión  de  la 
acción  hiperesténica ; mas  la  frialdad  de  la  piel,  el  pulso  filiforme  y otros 
síntomas  que  acompañan  esas  terribles  intoxicaciones,  ¿pertenecen  debi- 
damente á exceso  de  estímulo? 

Pase  que  la  intoxicación  inflamatoria  sea  contada  entre  las  que  se  de- 
ben á una  acción  hiperesténica,  y que  la  narcótica  se  deba  á los  sedati- 
vos. Mas  ¿y  la  narcótica  acre?  y la  séptica?  ¿No  hay  que  hacerse  violen- 
cia para  acomodar  á esos  dos  lechos  de  Procusto  los  variados  cuadros  de 
síntomas  que  ofrecen  esas  intoxicaciones? 

Luego  veremos  que  los  venenos  comprendidos  entre  los  llamados  nar- 
cóticos y sépticos , de  nada  distan  tanto  como  de  producir  cuadros  gené- 
ricos de  síntomas  iguales.  Orfila  y los  autores  que  le  han  seguido  en  su 
clasificación  se  han  visto  precisados  á subdividir  en  varios  grupos  los  ve- 
nenos de  esas  clases,  y ellos  mismos  han  reconocido  lo  imperfecto  de  la 
calificación  genérica  que  han  dado  á los  narcóticos  ácres  y á los  sépti- 
cos. ¿Y  de  qué  depende  todo  eso  sino  del  diverso  modo  de  obrar  de  las 
sustancias  en  esas  clases  comprendidas , expresado  por  la  diferencia  de 
cuadros  sintomáticos? 

No  me  extiendo  más  sobre  este  punto,  porque  seria  necesario  entrar 
en  pormenores  relativos  á estos  cuadros , y de  consiguiente  , anticipar 
puntos  de  los  que  hemos  de  tratar  en  otra  parte;  mas  véanse  esos  cua- 
dros de  síntomas,  y dígase  si  se  les  puede  acomodar  esos  dos  únicos  mo- 
dos de  obrar,  aumentando  ó disminuyendo  las  fuerzas  de  la  vida. 

Análogas  reflexiones  podemos  hacer  respecto  de  la  terapéutica  ; tam  - 
poco es  dicotómica  en  la  práctica;  hay  que  llenar  mas  indicaciones  de  las 
que  supone  una  acción  hipoesténica  y otra  hiperesténica;  de  consiguiente, 
es  aplicable  á la  dicotomía  terapéutica  italiana , lo  que  hemos  dicho  res- 
pecto de  la  acción  única  asfixiante. 

Galtier,  en  su  Toxicología  general  (pág.  128  y siguientes) , habla  de  la 
acción  de  los  venenos,  y después  de  indicar  que  no  podemos  conocer  la 
causa  de  la  vida,  ni  el  íntimo  modo  de  obrar  de  los  agentes  que  la  afec- 
tan , establece  el  principio  de  que  los  fenómenos  del  cuerpo  vivo  son  de 
naturaleza  química,  física  y dinámica  ó vital,  y que  todo  agente  que  des- 
truya cualquiera  de  esos  órdenes  de  fenómenos  en  mayor  ó menor  nú- 
mero , debe  producir  el  trastorno  de  la  salud  ó la  muerte.  Luego  dice, 
que  según  la  complicación  de  las  organizaciones  animales,  los  fenómenos 
vitales  son  mas  numerosos,  y echa  una  ojeada  rápida  al  mecanismo  de  la 
acción  tóxica  por  órganos  y sistemas,  después  de  lo  cual  reduce  los  órde- 
nes de  fenómenos  á dos,  químico  y vital  (mas  arriba  indicó  tres),  y afirma 
que  hay  tal  dependencia  entre  los  dos , que  el  uno  no  puede  existir  sin 
el  otro  y que  la  acción  íntima  de  los  venenos  debe  ejercerse  tan  pronto 
sobre  el  uno , tan  pronto  sobre  el  otro , ó bien  sobre  los  dos  de  un  modo 
ya  simultáneo,  ya  sucesivo.  ’ 


A proporción  que  sigue  hablando  sobre  este  punto  se  hace  mas  vago, 
v no  es  nosible  formarnos  una  idea  de  su  verdadera  opmion.  Admite  ia 
acción  auímica  de  los  venenos  minerales  sobre  los  principios  inmediatos 
de  la  sangre  y de  nuestros  tejidos  con  los  cuales  forman  compuestos  in- 
solubles; habla  de  la  opinión  de  algunos  químicos  sobre  la  acción  que 
ejercen  algunos  venenos  en  los  glóbulos  de  la  sangre  deformándolos;  y 
aunque  la  afirman,  respecto  del  cloroformo  y ácido  cianhídrico,  Ber- 
nard,  Dumas  y Bonnet,  dice  que  no  es  constante , según  estos  mismos  lo 
indican,  y que  solo  se  refiere  á un  corto  número  de  venenos,  por  lo  cual 
no  pueden  hacerse  deducciones  generales.  En  seguida  se  hace  cargo  de 
la  extremada  rapidez  de  los  efectos  de  ciertos  venenos , lo  cual  mira  como 
impropia  de  una  acción  química;  y puesto  que  la  presión  de  los  nervios, 
la  sensibilidad  y motilidad  de  las  partes  donde  se  distribuyen  , pueden 
suspenderse;  que  el  cloiojormo  y otros  a,7ieslésicos , los  narcóticos,  el  frió, 
producen  el  mismo  efecto;  que  inyectado  en  las  venas  el  opio,  apaga 
al  momento  la  contractilidad  del  corazón,  y que  el  café  la  reanima; 
que  la  estricnina  excita  la  motilidad;  que  el  curare  apaga  ia  sensibilidad, 
la  nicotina  la  irritabilidad  muscular,  efectos  aislados  que  producen  tam- 
bién, según  M.  Elourens,  otras  sustancias  inyectadas  en  las  venas;  no 
está  fuera  de  razón  admitir  que  los  venenos  narcóticos,  anestésicos , tetáni- 
cos, etc.,  intoxican  por  un  efecto  dinámico,  obrando  sobre  el  sistema  ner- 
vioso ó muscular,  y modificando  aisladamente,  ó de  un  modo  simultáneo 
y por  acción  directa  ó refleja,  las  principales  propiedades  que  coBstituyen 
el  dinamismo  vital,  la  sensibilidad,  la  contractilidad,  propiedades  tan  es- 
trechamente encadenadas,  ó mas  bien  los  órganos  que  son  su  sitio. 

No  para  aquí.  Fundado  en  los  experimentos  de  Magendie  y de  Brown- 
Sequard , que  los  ha  repetido , sobre  cómo  sufren  los  animales  un  des- 
censo de  temperatura  de  muchos  grados,  tampoco  está  lejos  de  admitir 
que  el  frió  producido  por  ios  venenos  hipoeslénicos  sea  causa  de  la  muerte, 
puesto  que,  colocando  los  animales  en  una  atmósfera  caliente,  la  muerte, 
se  ha  retardado.  Semejante  opinión  está  sostenida  por  los  experimentos 
de  Dumeril , Dumarquay  y Lecointe , hechos  bajo  el  punto  de  vista  de  la 
acción  que  pueden  ejercer  los  venenos  sobre  el  calor  animal:  siempre  que 
la  temperatura  ha  bajado  al  número  3,  los  animales  han  muerto.  En  se- 
mejantes casos  hallaron  los  experimentadores  un  estado  congestional  del 
gran  simpático,  nervio  considerado  por  dichos  autores  como  el  que  pre- 
side los  fenómenos  de  la  calorificación. 


Este  hecho , sigue  diciendo  Galtier , concuerda  con  lo  que  se  observa 
en  el  hombre,  durante  el  segundo  período  de  la  intoxicación  por  los  ve- 
nenos hipoeslénicos.  Solo  falta  saber  si  este  descenso  de  temperatura  de- 
pende mas  bien  de  una  falta  de  hematosis , que  de  una  acción  química 
ejercida  sóbrela  sangre.  En  los  experimentos  de  Magendie,  Brown-Se- 
quard,  etc.,  los  animales  han  sufrido  un  descenso  de  temperatura  mucho 
mas  considerable.  Si  se  corta  el  gran  simpático  en  el  cuello,  ó el  ganglio 
cervical  superior,  la  temperatura  se  aumenta  en  las  partes  donde  se  dis- 
tribuye aumento  de  calor,  lo  que  Brown-Sequard  atribuye  á la  estagna- 
ción de  la  sangre  en  los  vasos  á consecuencia  de  su  dilatación,  de  su  pa- 
rálisis, en  tanto  que  desciende,  si  se  estimula  el  nervio  superior  (Ber- 
nard).  Por  último,  el  frió,  en  el  período  hipoesténico , podría  también 
explicarse,  porque,  siendo  el  hígado  de  todos  los  órganos  el  que  mas  ve- 
neno recibe,  fabrica  menos  azúcar,  ó porque  es  incompleta  combustión 
de  este  alimento  calorífico.  En  apoyo  de  esta  idea  cita  á Reinoso,  el  cual 


— 321  - 

ha  encontrado  azúcar  en  la  orina,  siempre  que  por  cualquier  causa  se  la 
ha  impedido  ó estorbado  la  respiración , ó que  el  animal  está  bajo  la  in- 
fluencia de  un  veneno ; hecho  confirmado  por  Lecointe  en  los  animales 
envenenados  por  el  nitrato  de  urano. 

T,  como  si  no  bastase  lo  expuesto  para  manifestar  la  vacilación  de  ideas 
de  Galtier,  concluye  expresándose  en  estos  términos : «Esta  excursión  al 
dominio  de  la  fisiología,  sin  la  cual  no  pueden  progresar  las  demás  cien- 
cias médicas,  si  no  nos  aclara  mas  que  incompletamente  la  acción  íntima 
de  los  venenos,  demuestra,  sin  embargo , que  producen  la  muerte  modifi- 
cando los  fenómenos  de  hematosis,  de  inervación  y de  contractilidad , pro- 
piedades talmente  recíprocas  y dependientes,  que  la  una  no  puede  afec- 
tarse sin  la  otra,  lo  cual  explica  la  aparente  diversidad  de  acción  de  los  ve- 
nenos, y la  complexidad  de  sus  efectos. 

Es  decir,  pues,  que,  si  por  un  lado  pudiera  creerse  que  Galtier  admite 
varios  modos  de  obrar  de  los  venenos , unas  veces  dos , otras  tres ; por 
otro,  tiene  por  aparente  su  diversidad,  y de  consiguiente,  no  hay  mas, 
según  él,  que  un  modo  de  obrar  de  esas  sustancias. 

Con  lo  que  llevamos  manifestado  en  párrafos  y artículos  anteriores, 
ya  puede  verse  que  no  podemos  participar  de  la  opinión  de  Galtier  en 
muchos  de  sus  pasajes,  y la  refutación  de  estos  se  desprende  de  aquellos 
mismos,  en  especial  de  lo  expuesto  con  relación  al  modo  como  debe  con- 
cebirse la  acción  de  los  venenos  sobre  el  sistema  nervioso. 

El  defecto  de  mas  bulto,  ó que  á primera  vista  resalta,  de  las  ideas  de 
Galtier,  es  que  involucra  los  efectos  químicos  con  los  fisiológicos,  y tanto 
respecto  de  los  unos  como  de  los  otros , no  tiene  una  idea  fija  ni  exacta 
de  su  naturaleza  y de  su  número. 

Hemos  probado  hasta  la  saciedad  que  el  modo  de  obrar  de  los  venenos 
es  químico,  molecular,  y que  no  tienen  otro;  que  lo  que  se  llama  acción 
dinámica , mejor  fisiológica  ó vital , es  una  consecuencia  mas  ó menos 
mediata  de  las  mudanzas  que  sobrevienen  en  los  líquidos  y sólidos , por 
las  combinaciones  que  contraen  los  venenos  con  los  principios  protéicos 
de  la  economía  ó de  las  que  en  ella  impiden  ó provocan.  De  consiguiente, 
ni  es  lógico  ni  filosófico  dividir  la  acción  de  los  venenos  en  química  y vi- 
tal ó dinámica.  Su  propia  y directa  acción  siempre  es  química,  y cuando 
se  trata  de  averiguar  si  hay  varios  modos  de  obrar , no  se  ha  de  salir  de 
este  terreno , debiendo  versar  esta  cuestión  sobre  los  diversos  modos  que 
presenta  esa  acción  química,  si  es  una  , por  ejemplo,  la  acción,  como  la 
ejercida  sobre  el  oxígeno  respirado,  según  pretende  Robín,  ó si  es  varia, 
es  decir,  si,  además  de  haber  combinación  con  el  oxígeno,  la  hay  con 
otros  principios  inmediatos  de  la  organización  y otros  fenómenos  quími- 
cos diferentes  en  el  fondo  de  la  combustión  lenta  por  dicho  gas. 

Quien  quiera  analizar  los  diversos  modos  de  obrar  de  los  venenos  , y 
comprender  en  esta  análisis  su  acción  inmediata,  que  es  la  química,  y 
su  mediata , que  es  la  fisiológica,  debe  expresarlo  así,  y luego  ver:  1.' 
de  cuántos  modos  se  ejerce  la  acción  química  , si  hay  uno  igual  en  todos 
los  casos  y para  todos  los  venenos , ó si  hay  varios;  2.°  de  cuántos  modos 
se  ejerce  la  fisiológica , ó por  mejor  decir,  de  cuántas  especies  son  los 
efectos  fisiológicos  producidos  por  las  acciones  químicas  de  los  venenos. 
Así  seria  filosófica  la  análisis,  y sobre  poder  emitir  ideas  fijas  y cabales, 
seria  la  expresión  de  los  hechos  presentada  bajo  su  verdadero  punto  de 
vista  , y sin  confusión  de  ninguna  especie. 

Pues  Galtier  todo  lo  ha  hecho  menos  eso.  Si  admite  una  acción  quí- 
T0XIC0L06ÍA.—  21 


— 322  — 

mica  de  los  venenos  minerales,  no  se  cura  de  ver  si  esta  acción  es  igual 
varía  Fuera  de  la  que  reconoce  en  los  minerales,  la  que  consiste  en 
formar  con  los  principios  inmediatos  compuestos  msolublcs,  y la  de  las 
ales  de  ácido  orgánico  que  se  transforman  en  carbonatos,  no  se  siente 
disnuesto  á aceptar  otras ; y siquiera  esta  acción  sea  muy  varia,  resul- 
tando de  ella  efectos  locales  y generales  diferentes,  y efectos  fisiológicos 
muy  diversos,  no  hace  la  menor  alusión  á nada  de  eso,  como  si  no  hu- 
biese mas  que  una  acción  química.  La  acción  de  los  anestésicos  para  él, 
la  del  ácido  cianhídrico,  etc.,  se  ejerce  sobre  el  sistema  nervioso  ; es  di- 
námica y no  química,  fundándola  en  la  rapidez  de  la  intoxicación , como 
si  esa  rapidez  tuviese  algo  que  ver  con  la  naturaleza  de  la  acción  de  una 
sustancia , y como  si  no  se  observase  en  fenómenos  físicos  y químicos. 

Al  hacerse  cargo  de  los  experimentos  de  Magendie  y de  Brown-Se- 
quard  sobre  el  descenso  de  temperatura  , no  la  acaba  de  mirar  como  un 
fenómeno  químico,  puesto  que  la  atribuye  á la  acción  de  los  venenos  hi- 
posténicos  , que  por  lo  mismo  acepta;  y si  dice  que  puede  explicarse  por 
una  falta  de  hematosis,  duda  que  sea  por  una  acción  sobre  la  sangre , lo 
cual  á la  verdad  no  comprendemos.  Si  la  hematosis  no  se  efectúa , no  de- 
pendiendo de  falta  de  movimientos  por  lesión  de  nervios , es  porque  hay 
algo  que  impide  la  acción  del  oxígeno  sobre  la  sangre;  y como  de  su  ab- 
sorción por  los  glóbulos,  suero  y fibrina  de  esta,  igualmente  que  de  otras 
combinaciones  químicas,  depende  el  calor  animal , es  claro  que  no  ha  de 
producirse  este , y no  produciéndose , ha  de  haber  disminución  de  tem- 
peratura , y esto  ha  de  producir  la  cesación  de  otros  fenómenos  que  la 
necesitan  mas  alta  , y al  fin  la  muerte.  Este  descenso,  por  lo  tanto,  es  un 
fenómeno  muy  mediato,  y si  de  él  se  sigue  la  muerte,  con  mas  razón  hay 
que  atribuirlo  á otros  fenómenos  anteriores,  causas  mas  legítimas  de 
ello;  á la  combinación  química,  por  ejemplo,  de  un  cuerpo  venenoso 
con  el  oxígeno,  que  no  le  deja  obrar  sobre  la  sangre,  ó á un  desaloja- 
miento de  dicho  gas  por  otro  que  da  el  mismo  resultado,  ó á una  combi- 
nación de  la  sustancia  venenosa  con  los  principios  plásticos  ú otros  que 
ya  no  se  oxigenan,  etc.,  de  cuyo  fenómeno  químico  se  van  siguiendo  su- 
cesivamente otros  químicos,  locales  y generales,  y fisiológicos , entre  los 
cuales  está  el  frió  ó el  descenso  de  la  temperatura  , el  que  por  cierto  no 
es  exclusivo  de  los  venenos  llamados  hipoesténicos. 

Respecto  de  la  forma  de  los  glóbulos  de  la  sangre,  modificada  por  cier- 
tos venenos  , manifiesta  dudas  Galticr,  y cree  que  solo  lo  efectúan  pocos 
venenos.  Sin  embargo,  los  glóbulos  se  alteran  en  su  forma  , como  en  su 
constitución , siempre  que  no  absorben  oxígeno  ; se  ponen  mas  blandos, 
se  aplanan  , se  achican  , pueden  pasar  por  el  filtro,  y pierden  color ; de 
consiguiente,  los  anestésicos,  todos  los  cuerpos  qne  impiden  que  el  oxí- 
geno sea  absorbido  por  los  glóbulos,  han  de  alterarlos.  Véase  lo  que  di- 
cen Robín  y Verdeil,  y no  quedará  duda  (*). 

Si  admite  la  acción  química  del  veneno  impidiendo  la  formación  de 
azúcar  en  el  hígado,  ó la  menor  combustión  de  este  principio  inmediato, 
es  para  él  un  efecto  secundario  ; la  falta  de  hematosis  explica  el  hecho. 

No  solamente  se  advierte  vaguedad , en  cuanto  á la  acción  química  y á 
los  diversos  modos  con  que  esta  se  ejerce,  de  cuyo  importante  punto  no 
trata  Galtier  como  hubiera  podido,  sino  que  también  se  nota  en  loque 
él  llama  acción  dinámica.  Como  genérica  y antítesis  ó diferencia  de  la 

t1}  Obra  cilada,  t.  II,  j,.  43,  * . 


— 323  — 

química,  debía  presentarla  luego  dividida  en  sus  especies;  porque  to- 
mando la  acción  fisiológica  de  los  venenos , como  expresión  de  los  fenó- 
menos de  esta  especie , que  sobrevienen  á consecuencia  de  la  acción  quí- 
mica, son  en  mayor  número  de  lo  que  designa  Galtier,  y debía  presen- 
tarlos de  una  manera  mas  cabal,  determinada  y categórica. 

Si  con  el  nombre  de  inervación  se  trata  de  expresar  la  influencia  del 
sistema  nervioso,  bien  puede  comprender,  tanto  el  cerebral,  como  el  gan- 
glionar , siquiera  luego  se  subdivida ; pero  extendiendo  siempre  á mayor 
tarea  las  funciones  del  gran  simpático,  puesto  que  sirve  para  algo  mas 
que  para  presidir  la  calorificación , en  la  cual  tal  vez  no  tiene  nada  que 
ver  directamente  ; y además  , tanto  pertenece  á la  inervación  la  sensibi- 
lidad , como  la  contractilidad , y siendo  esto  así,  los  dos  modos  dinámi- 
cos pueden  formar  dos  subdivisiones  de  un  mismo  género. 

Por  todo  lo  dicho,  y algo  mas  que  pudiéramos  añadir,  creo  que  no  de- 
bemos mirar  las  ideas  de  Galtier  sobre  este  punto  como  buenas  bases  para 
una  doctrina  sólida  relativamente  á los  modos  de  obrar  de  los  venenos. 

La  mayor  parte  de  los  autores  de  Toxicología  modernos,  ó por  lo  me- 
nos los  médico-legistas , admiten  igual  que  Oríila , como  lo  verémos  en  su 
lugar,  cuatro  clases  de  venenos:  los  irritantes,  los  narcóticos,  los  narcó- 
tico-ácres  y los  sépticos;  lo  cual  equivale  á decir  que  hay  cuatro  modos 
de  obrar  de  los  venenos , según  los  que  aceptan  esa  clasificación  de  las 
sustancias  venenosas.  Eso  es  lo  mismo  que  afirmar  que  obran  inflamando 
ó narcotizando > ó haciendo  las  dos  cosas  á la  vez,  ó descomponiendo  la  sangre , 
ó dando  lugar  á fenómenos  pútridos . 

Semejante  opinión  sobre  el  modo  de  obrar  de  los  venenos  tiene  los 
mismos  defectos  que  las  que  liemos  analizado  hasta  aquí,  pertenecientes  á 
los  que  admiten  mas  de  uno.  No  se  funda  en  la  acción  química,  en  los 
fenómenos  químicos , primitivos  ó inmediatos , sino  en  los  fenómenos 
fisiológicos , en  los  electos  mediatos  de  la  acción  química  de  los  venenos. 
De  consiguiente,  la  doctrina  que  envuelve  esa  clasificación  adolece  de  los 
mismos  vicios  que  ya  llevamos  indicados , y es  ocioso  repetir  su  refuta- 
ción y recordar  que  el  mismo  Orilla  reconoce  lo  poco  fundado  de  dichas 
clases.  Ninguno  de  ellos  puede  resolver  la  cuestión  que  nos  ocupa, 
puesto  que  no  se  refieren  á fenómenos  inmediatos  de  la  acción  de  los  ve- 
nenos, ó al  modo  de  obrar  directo  ó propio  de  cada  uno  de  estos  ó de 
cada  una  de  las  clases , bajo  cuyo  modo  de  obrar  químico  pueden  esta- 
blecerse. Tampoco,  pues,  debemos  aceptar  esta  doctrina. 

Devergie  , en  su  Tratado  de  Medicina  legal,  habla  de  los  diversos  modos 
de  obrar  de  los  venenos  , y les  da  cinco,  á saber: 

1. °  Acción  local  directa  sobre  el  órgano  á que  se  aplican  , estimu- 
lando, inflamando,  desorganizando  mas  ó menos  profundamente.  La 
muerte  sobreviene  por  una  inflamación  local  que  reacciona  sobre  el  sis- 
tema nervioso  y ciertos  órganos  de  la  economía  , en  virtud  de  las  simpa- 
tías que  pueden  existir.  Los  cáusticos,  astringentes,  ácres,  por  ejemplo, 
son  de  esta  clase. 

2. °  Acción  irritante  local  primero,  y luego^general  ó sobre  otros  órganos 
distantes.  A causa  de  esta  doble  acción  sobreviene  la  muerte,  cuando 
obran  estos  venenos.  El  emético,  el  mercurio,  el  yodo,  el  cromato  de  po- 
tasa, el  manganeso,  el  alcanfor,  las  cantáridas,  el  centeno  atizonado,  etc., 
son  de  este  grupo. 

3. *  Acción  local  irritante , estupefaciente,  sobre  el  sistema  nervioso. 
Los  llamados  narcótico-acres  son  de  esta  clase,  aunque  el  mismo  Dever- 


rnnfíps»  oue  no  hay  toda  la  exaclitud  en  este  modo  de  obrar  respecto 

§e  los  venenos  comprendidos  en  este  grupo. 

í 0 Acción  local  y general  sobre  el  sistema  nervioso,  estupefaciente  y 
alítica.  £0S  narcóticos  son  de  esta  clase. 

P a ' Acción  sobre  los  líquidos  de  la  economía.  El  gas  ácido  sulfhídrico, 
el  sulfuro  amónico,  los  venenos  de  los  animales  ponzoñosos  y las  sustan- 
cias alimenticias  en  putrefacción,  forman  este  grupo. 

Devergie  concluye  diciendo  estas  notables  palabras : « El  modo  de  ac- 
ción de  los  venenos  no  es  tan  sencillo  ó simple  como  estas  divisiones, 
buenas  para  resumir  mas  ó menos  imperfectamente  los  hechos  , pudieran 
darlo  á creer.»  Y en  prueba  de  esta  verdad  cita  varios  ejemplos,  y añade 
que,  según  varios  autores,  hay  otros  modos  de  obrar,  en  especial  sobre 
el  sistema  nervioso,  tanto  general  como  local , y acaba  por  decir  que  no 
da  ninguna  importancia  á dicla  clasificación. 

Cuando  el  mismo  autor  confiesa  los  pocos  fundamentos  de  su  trabajo, 
¿qué  hemos  de  añadir  nosotros?  Esta  franca  confesión  nos  releva  de  la 
tarea  de  refutarle. 


Sin  embargo,  dirémos  que  sus  defectos  principales  son  análogos  á los 
de  las  clasificaciones  anteriormente  examinadas  ; esa  análisis  de  los  di- 
versos modos  de  obrar  de  los  venenos  prescinde  completamente  de  la 
acción  química  , de  la  única  que  tienen  los  venenos,  de  la  que  debería 
analizarse ; se  funda  exclusivamente , y de  una  manera  tan  vaga  como 
incompleta , en  los  efectos  fisiológicos  y mediatos. 

Además  de  todos  los  vicios  que  semejante  clasificación  tiene  por  ese 
motivo,  y de  los  que  ya  le  reconoce  el  propio  Devergie  como  expresión 
imperfecta  de  los  diferentes  fenómenos  fisiológicos  producidos  mediata- 
mente por  los  venenos,  hay  otro  mas  notable  , dependiente  de  ese  olvido 
de  la  acción  química. 

El  quinto  modo  de  obrar  se  determina  por  una  acción  sobre  los  líqui- 
dos, y en  especial  la  sangre , lo  cual  equivale  á decir  que  los  cuatro  ante- 
riores se  caracterizan  por  una  acción  sobre  los  sólidos.  Pues  bien ; este 
es  un  error  profundo,  que  ya  hemos  puesto  en  evidencia  en  los  párrafos 
anteriores.  Ni  todos  los  venenos  sépticos  ejercen  exclusivamente  su  ac- 
ción sobre  los  líquidos  ó la  sangre,  ni  los  demás  obran  exclusivamente 
sobre  los  sólidos. 


Los  efectos  locales  son  siempre  expresión  de  que  el  veneno  obra  sobre 
los  principios  del  tejido  con  el  cual  se  pone  en  contacto  ; los  generales  lo 
son  de  que  obra  sobre  la  sangre  principalmente.  Respecto  de  los  mismos 
locales,  no  solo  obran  sobre  la  trama  del  tejido,  sino  sobre  los  líquidos 
que  le  bañan.  El  alcohol  deja  la  trama  y se  apodera  del  agua ; otro  tanto 
hace  el  cloruro  sódico  y las  sales  alcalinas  cuando  no  obran  como  cáus- 
ticos. El  cloruro  sódico,  los  carbonates  alcalinos , los  ¡ácidos  que  bañan 
los  tejidos,  entran  en  reacción  con  los  venenos;  los  solubles  apenas  obran 
sobre  la  parte , ó por  lo  menos  obran  tanto  sobre  ella  como  sobre  la  san- 
gre, á la  cual  pasan  con  mas  ó menos  rapidez.  No  hay  nada,  pues,  tan 
inexacto  como  esa  pretendida  división  de  venenos , en  unos  que  obran 
sobre  los  líquidos , y otros  sobre  los  sólidos. 

Los  fenómenos  fisiológicos,  sobre  los  cuales  se  fundan  los  cinco  modos 
de  obrar  de  los  venenos , admitidos  por  Devergie , son  fenómenos  media- 
tos que  así  resultan  de  una  alteración  en  la  masa  de  la  sangre  por  la  ac- 
ción química  de  los  venenos,  como  de  una  alteración  de  la  misma  índole 
en  ios  principios  de  los  tejidos. 


- m- 

Hé  aquí  las  consecuencias  inevitables  de  establece*  clasificaciones 
sobre  los  fenómenos  fisiológicos , secundarios  ó mediatos  , prescindiendo 
de  los  primitivos  que  les  han  dado  origen , no  teniendo  en  cuenta  , en 
una  palabra,  la  acción  química  del  veneno,  y la  naturaleza  de  esta  aGcion. 

Nada  mas  contrario  á la  lógica  y á la  buena  fisiología  toxicológica , lo 
mismo  que  á la  patológica  y terapéutica,  que  establecer  clasificaciones  de 
modos  de  obrar  de  los  agentes , ó ir  á buscar  esos  modos  en  efectos  que 
no  son  suyos,  que  no  son  los  inmediatos,  los  verdaderamente  produci- 
dos por  la  acción  directa  de  los  tósigos. 

Estos  defectos  y errores  se  cometen  por  resabio  de  vitalismo,  por  esa 
obstinación  que  se  advierte  en  ciertos  autores  en  sostener  que  el  juego 
molecular  de  la  economía  sigue  otras  reglas  que  el  inorgánico  en  toáo 
y por  todo,  y en  no  querer  concebir  que  los  fenómenos  vitales  están  de 
"tal  manera  unidos  á los  químicos  que , alterándose  estos , se  han  de  alte- 
rar forzosamente  aquellos , puesto  que  las  condiciones  de  la  materia  or- 
• ganizada  y viva  se  modifican  mas  ó menos  profundamente,  siempre  que 
se  introducen  en  ella  cuerpos , que  por  su  acción  química  trastornan  el 
órden  normal  y funcional  de  los  sólidos  y líquidos. 

De  estas  reflexiones  se  sigue  que  tampoco  podemos  aceptar  la  doctrina 
de  Devergie,  ni  de  cuantos  opinan  á poca  diferencia  del  propio  modo. 

Considero  inútil  mentar  aquí  las  opiniones  de  cualquier  otro  autor 
que  , admitiendo  varios  modos  de  obrar  de  los  venenos  , los  funde  en  los 
efectos  fisiológicos,  prescindiendo  de  la  acción  química,  por  cuanto  ten- 
dría que  reproducir  contra  todos  los  propios  argumentos,  por  adolecer 
todos  de  los  mismos  vicios.  Pasemos,  pues,  á otros  que  admiten  mas  de 
un  modo  de  obrar  de  los  venenos  , y que  fundan  su  análisis  en  la  acción 
química. 

Cuando  hemos  hablado  del  modo  de  conducirse  los  agentes  de  toda  es- 
pecie , y en  particular  los  venenos  con  los  sólidos  y líquidos  del  cuerpo 
humano,  hemos  hecho  mención  de  las  ideas  de  Mialhe  y de  la  clasifica- 
ción que  ha  dado  á dichas  sustancias , fundada  en  ese  modo,  ó las  diver- 
sas maneras  con  que  desplegan  su  acción  molecular.  Consecuente  con  su 
doctrina  el  mismo  autor,  siquiera  reconozca  que  el  modo  íntimo  de  obrar 
de  todo  agente  no  deja  de  estar  erizado  de  dificultades , por  ser  comple- 
xos los  fenómenos  químicos  que  le  caracterizan , y difícilmente  accesi- 
bles á nuestros  medios  habituales  de  investigación  , ha  formulado  los 
modos  con  que  ejercen  su  acción  química  todos  los  agentes  medicamento- 
sos y tósigos,  estableciendo  cuatro  principales,  á saber: 

l .°  Los  que  detienen  ó dificultan  la  circulación  de  la  sangre. 

2. °  Los  que  activan  dicha  circulación. 

3. °  Los  que  impiden  las  reacciones  químicas  que  pueden  hacerse  en  la 
sangre. 

4. °  Los  que  producen  en  este  líquido  reacciones  químicas  anormales. 

El  primer  modo  de  obrar  se  verifica  de  dos  maneras  dignas  de  fijar  la 

atención  y de  ser  tenidas  en  cuenta  , porque  separan  como  es  debido 
los  hechos  particulares,  siquiera  estén  comprendidos  en  esa  clase. 

Los  hay  que  detienen  el  curso  de  la  sangre,  porque  coagulan  sus  princi- 
pios protéicos',  les  quitan  , por  lo  tanto,  ía  fluidez  necesaria  para  circu- 
lar por  toda  la  economía , y los  hay  que  tienen  el  mismo  resultado,  por- 
que dan  lugar  á precipitados,  á cuerpos  no  solubles  en  la  sangre,  los 
cuales  se  oponen  mecánicamente  á su  circulación. 

Hé  aquí  como  explana  Mialhe  los  efectos  de  los  venenos  de  esta  clase: 


— 336  — 

Todas  las  sustancias  que  forman  parte  del  grupo  de  los  coagulantes, 

' troducidas  en  la  economía  animal , ocasionan  una  perturbación  mas  ó 
menos  profunda  ó la  muerte  por  una  detención  circulatoria , combinán- 
dose con  los  elementos  protéicos  de  la  sangre  ; pero  no  obran  todas  con 
igual  intensidad ; las  mas  activas  no  son  propiamente  las  que  coagulan 
mas  pronto  y del  modo  mas  completo  el  suero  de  la  sangre , como  el  ácido 
nítrico,  la  creosota,  etc.,  sino  aquellas  que  no  coagulan  la  albúmina, 
sino  cuando  entran  en  proporción  considerable  en  la  circulación  gene- 
ral, tal  como  el  alcohol  y el  principio  activo  de  los  hongos  venenosos. 

Haciéndose  cargo  de  la  opinión  de  Liebig , que  ya  hemos  visto  y refu- 
tado en  otra  parte , sobre  que  los  venenos  inorgánicos  mas  activos  son 
los  que  mas  aptitud  tienen  para  combinarse  con  los  elementos  protéicos 
de  la  economía  viva , formando  con  ellos  compuestos  insolubles,  dice, 
que  cuando  una  sal  tóxica  se  introduce  en  la  economía  y determina  en 
las  funciones  una  perturbación , una  dirección  anormal , como  lo  afirma 
el  célebre  profesor  de  Giessen  , no  es  siempre  porque  esta  sal . en  el  mo- 
mento de  la  absorción  , se  haga  insoluble  combinándose  con  los  órganos, 
puesto  que  muchos  compuestos  salinos  pueden  contraer  combinaciones 
solubles  con  los  elementos  albuminosos  de  la  sangre,  sin  dejar  por  eso  de 
ser  tóxicos ; tales  son  los  cloruros  metálicos  electro-negativos  de  plomo, 
mercurio,  plata,  oro  y platino,  cuando  se  combinan  con  un  cloruro  al- 
calino; sino  porque  la  unión  de  una  sustancia  orgánica  con  otra  inorgá- 
nica paraliza  las  mutaciones  químicas  incesantes  que  aquella  tiene  que 
experimentar  para  que  se  cumpla  el  misterioso  fenómeno  de  la  vida. 

El  mismo  autor,  en  otra  oarte  de  su  obra , trata  con  mas  extensión 
este  importante  punto , relativo  á la  acción  coagulante  de  ciertos  vene- 
nos, de  lo  cual  ya  hemos  tratado  en  su  lugar;  conviene , sin  embargo, 
recordarlo  aquí,  porque  es  muy  oportuno  para  la  cuestión  actual. 

Mialhe  divide  la  clase  de  los  coagulantes  en  dos  sub-clases ; los  de  la 
primera  los  son  mediatos , coagulan  después  de  absorbidos;  tales  son, 
por  ejemplo,  el  alcohol  débil , la  infusión  del  centeno  atizonado  , la  de  la 
sabina  , el  jugo  de  las  ortigas,  y otros ; los  de  la  otra  coagulan  antes  de 
ser  absorbidos  y se  disuelven  á beneficio  de  las  bases  ó de  los  cloruros 
alcalinos.  Tales  son  los  metaloídeos,  ácidos  minerales  y vegetales,  la 
creosota,  el  aceite  de  crotontiglio , y algunos  óxidos  metálicos,  como  los 
de  antimonio , que  son  disueltos  luego  por  las  bases  alcalinas,  y la  mayor 
parte  de  sales  metálicas  que  lo  son  en  los  cloruros. 

La  otra  clase  de  venenos  de  este  primer  grupo  está  formada  por  las  sa- 
les que  no  coagulan,  ni  antes,  ni  después  de  haber  sido  absorbidas,  pero 
que  son  susceptibles  de  descomponerse  bajo  la  acción  de  los  elementos 
inorgánicos  de  la  sangre  con  producción  de  un  compuesto  salino  insolu- 
ble; tales  son  las  sales  de  cal,  de  estronciana  y de  barita.  Todos  estos 
compuestos,  introducidos  en  alta  dósis  en  la  circulación  general,  dan 
lugar  á carbonatas,  sulfatos  y fosfatos  terrosos  insolubles,  cuya  presen- 
cia fortuita  en  la  sangre  produce,  obstruyendo  los  vasos  capilares,  una 
perturbación  circulatoria  suficientemente  notable  para  explicar  su  mal- 
hechora acción. 

Constituyen , según  Mialhe  , los  venenos  comprendidos  en  el  segundo 
modo  de  obrar  todas  las  sustancias  tóxicas  que  obran  sobre  el  suero  de 

Sififa6  Nidificando  la  albúmina  que  contiene  dicho  humor.  En  agosto 
ae  1843  , se  dió  en  la  Academia  de  ciencias  cuenta  de  esta  doctrina  del 
autor,  y un  hábil  experimentalista , M.  Poisseuille,  demostró,  en  efecto, 


- m - 

que  en  los  animales  vivos  el  acetato  de  amoníaco  , los  nitratos  de  potasa 
y amoníaco,  los  yoduro  y bromuro  potásicos  y antimónicos,  compuestos 
que  pertenecen  á la  clase  de  los  fluidificantes , facilitan  la  circulación  ca- 
pilar ; mientras  que  otras  sustancias , tales  como  el  alcohol , el  ácido  sul- 
fúrico y otros  pertenecientes  á los  coagulantes,  la  retardan. 

La  mayor  parte  de  las  sustancias  que  tienen  el  tercer  modo  de  obrar, 
obran  apoderándose  del  oxígeno  contenido  en  la  sangre,  y la  falta  de 
hematosis  ó de  oxigenación  da  lugar  á la  asfixia  y á la  muerte ; así  es 
como  se  conducen  los  aceites  esenciales , el  ácido  sulfhídrico , ó hidró- 
'geno  sulfurado.  Otros  producen  la  muerte  inmediata,  impidiendo  súbita- 
mente la  hematosis  por  un  fenómeno  todavía  mal  apreciado  y que  se  re- 
fiere á la  fuerza  catalítica.  Probablemente,  tal  es  la  acción  del  ácido 
prúsico;  por  lómenos,  nos  permiten  pensar  así  las  investigaciones  de 
M.  Millón,  puesto  que,  en  efecto,  este  químico  ha  hecho  constar  que 
ciertas  materias  orgánicas , sobre  las  cuales  ejerce  el  ácido  yódico  una 
acción  oxidante  de  las  mas  enérgicas,  cesan  inmediatamente  de  ser  accesi- 
bles á la  acción  descomponente  de  ese  compuesto  yódico,  cuando  inter- 
viene en  la  reacción  la  mas  pequeña  proporción  de  ácido  prúsico. 

Por  último , pertenece  á los  que  ejercen  la  acción  del  cuarto  modo , el 
virus  rabífico,  el  veneno  de  la  culebra  de  cascabel,  etc.  No  hay  ninguna 
duda  para  Mialhe  acerca  de  que  estos  virus  obran  sobre  la  economía  á la 
manera  de  los  fermentos;  no  hay  duda  , que  sus  productos  morbosos  se 
conducen  con  los  elementos  orgánicos  de  la  sangre,  como  lo  hace  la  si- 
naptasa  sobre  la  amigdalina , "la  diástasa  sobre  el  almidón,  etc.  Y la 
prueba  que  la  acción  de  los  virus  es  enteramente  análoga  á la  de  los  fer- 
mentos, está  en  que  todos  los  agentes  medicinales  que  anulan  la  acción 
específica  de  los  virus , son  precisamente  los  que  destruyen  mas  fácil- 
mente la  acción  específica  de  los  fermentos;  tales  son  el  calor,  los  ácidos 
fuertes,  los  álcalis  cáusticos.  Acaso  se  objete  que  dos  sustancias  quími- 
cas que,  impidiendo  mas  completamente  el  desarrollo  de  toda  especie  de 
fermentación,  el  tanino  y la  creosota,  no  están  contadas  en  el  número 
délos  anticontagiosos.  Mas  esta  objeción  carece  de  fuerza,  porquede 
seguro  que  el  tanino  y la  creosota  obrarían  infaliblemente  sobre  toaos  los 
géneros  de  virus , como  obran  sobre  toda  especie  de  fermento. 

Tales  son  las  doctrinas  de  Mialhe , las  que  acaba  de  poner  mas  en  re- 
lieve diciendo  que,  en  resúmen,  los  medicamentos  y venenos  obran 
siempre  inmediatamente,  y á menudo,  únicamente  sobre  la  sangre;  solo  se 
produce  su  acción  terapéutica  ó tóxica  imprimiendo  á dicho  líquido  or- 
gánico, á este  vehículo  de  la  vida,  modificaciones  químicas  mas  ó menos 
profundas  (*). 

Las  ideas  de  Mialhe  son  aceptables  en  su  gran  parte , pero  modificán- 
dolas un  tanto , ó por  mejor  decir,  haciendo  que  comprendan  todos  los 
hechos  y de  un  modo  cabal. 

No  sé  necesita  examinar  muy  atentamente  los  diferentes  modos  de 
obrar  que  da  á los  venenos  , para  ver  que  su  idea  principal  es  que  , si- 
quiera cada  grupo  de  venenos  obre  de  diferente  manera,  todos  tienen  de 
común  que  obran  sobre  la  sangre.  En  otros  Varios  pasajes  de  la  misma 
obra  , ya  dice  también  que  solo  es  activo  lo  solubte  y absorbido  (2). 

Es  ocioso  que  volvamos  á descender  á pruebas  y pormenores  para  de- 

(*)  Obr.  cit.,  p.  CCXCVII1  y sig. 

{»)  Obr,  c¡l. , p.  XXII,  CCXLVIII  y otras. 


— 358  — 

t pste  error,  puesto  que  no  solo  le  hemos  demostrado  al  estudiar 

1 modo  de  obrar  de  los  venenos  y sus  diferentes  efectos,  sino  también 
al  refutar  la  propia  doctrina  profesada  por  Órfila  y sus  secuaces. 

Es  una  verdad  notoria  que  los  venenos  disueltos  por  el  agua  ó alguno 
de  los  disolventes  químicos  de  la  economía , pasan  á la  masa  de  la  san 
^re , y allí  desplegan  su  acción  de  diferentes  modos,  tanto  sobre  los  ele- 
mentos de  este  humor,  como  sobre  los  de  los  tejidos  de  los  órganos  á 
donde  la  circulación  -transporta  las  combinaciones  venenosas,  masó 
menos  alteradas  ya  por  el  contacto  con  la  sangre.  Siempre  hemos  reco- 
nocido este  hecho , tan  probado  y evidente , al  cual  se  debe  la  mayo- ' 
ría  inmensa  de  cuadros  sintomáticos  de  toda  intoxicación , en  especial 
en  cuanto  á los  fenómenos  generales  , tanto  químicos  como  fisioló- 
gicos. 

Sin  embargo  , eso  no  quita  la  acción  local  de  los  venenos,  ni  la  pro- 
ducción de  efectos  químicos  y fisiológicos  locales  también,  ni  la  de  los 
generales  que  pueden  seguirse  y se  siguen  á menudo  en  la  mayor  parte, 
por  no  decir  en  todas  las  intoxicaciones. 

Por  lo  tanto  , si  Mialhe  ha  tenido  en  su  idea  suprimir  esta  acción  local, 
siempre  la  primera  en  una  infinidad,  en  la  mayoría  de  los  venenos , hasta 
en  cuanto  al  cuadro  de  síntomas  que  mas  los  caracteriza  y que  produ- 
cen la  muerte,  no  podemos  participar  de  su  opinión.  Le  creemos  en 
el  error,  porque  los  hechos  desmienten  su  teoría. 

Dejando  esto  aparte,  suponiendo  que  no  niega  la  acción  local  y la 
posibilidad  de  las  intoxicaciones , siquiera  no  haya  absorción  del  veneno 
que  las  haya  producido  , todavía  nos  ofrece  la  clasificación  que  ha  hecho, 
algunos  fundamentos  para  la  crítica.  Le  seguiremos  por  partes , anali- 
zando cada  uno  de  los  cuatro  modos  de  obrar  sobre  la  sangre  que  con- 
cede á los  medicamentos  y venenos;  pero  antes  observarémos  que  Mialhe, 
para  los  dos  primeros  modos, 'toma  una  base,  y otra  para  los  dos  últimos. 
Respecto  de  aquellos , se  fija  en  un  fenómeno  fisiológico  debido  á otro 
físico,  que  es  consecuencia  de  otro  químico. 

Detener  la  circulación , hé  aquí  el  fenómeno  fisiológico.  ¿A  qué  se 
debe  ? A que  los  venenos  de  esta  clase  obstruyen  los  capilares , no  dejan 
circular  la  albúmina  coagulada.  Hé  aquí  el  fenómeno  físico.  ¿A  qué  se 
debe  este?  A que  el  veneno,  combinándose,  da  lugar  á compuestos  inso- 
lubles (coágulos,  precipitados).  Hé  aquí  el  fenómeno  químico. 

Resulta  , pues,  que  la  primera  clase  descansa  en  una  base  fisiológica, 
en  un  efecto  mediato,  indirecto  , mecánico,  debido  á uno  químico. 

Otro  tanto  podemos  decir  del  segundo  modo  en  sentido  inverso ; el  fe- 
nómeno químico  da  mas  fluidez.  Hé  aquí  el  físico  : este  facilita  el  curso 
de  la  sangre.  Hé  aquí  el  fisiológico : en  él  descansa  la  clasificación  de  los 
venenos  de  este  modo  de  obrar. 

Para  estos  dos  primeros  modos  , por  lo  tanto , ha  tomado  por  base  un 
hecho  fisiológico. 

Respecto  de  los  otros  dos  modos , la  base  es  química;  impiden  las  reac- 
ciones químicas  que  pueden  formarse  en  la  sangre;  provocan  reaccio-- 
lies  químicas  anormales. 

Para  estos  dos  últimos  modos,  pues  , ha  tomado  otra  base. 

¿Es  metódico  fundar  una  clasificación  en  dos  bases  tan  diferentes?  Es 
lógico  buscar  para  unos  modos  fenómenos  fisiológicos  , indirectos , me- 
diatos , y para  otros  los  químicos , los  inmediatos , los  directos  ? 

Hay  más:  ¿acaso  de  las  combinaciones  químicas  que  los  venenos  del 


- 32$  - 

tercer  modo  impiden  y de  las  que  producen  los  del  cuarto,  no  se  sigue, 
no  puede  seguirse  que  retarden  ó aceleren  la  circulación? 

Los  anestésicos , ciertos  gases  que  impiden  la  reacción  química  del 
oxígeno , son  de  la  tercera  clase ; retardan  la  circulación , son , pues , de 
la  primera. 

Los  arsenicales  no  coagulan,  fluidifican,  y sus  combinaciones  son  anor- 
males ; son , pues , de  la  cuarta  por  esto , y por  aquello , de  la  segunda. 

Hé  aquí  defectos  notables  que  echan  abajo  toda  clasificación  como 
obra  lógica  y metódica. 

Hemos  probado  que  la  buena  clasificación  del  modo  de  obrar  de  los 
venenos  no  debe  tener  mas  base  que  la  acción  química , por  ser  la  pri- 
mitiva, la  directa,  la  inmediata  ; de  consiguiente,  en  aquella  no  debe 
figurar  otra. 

Dejando  ya  estos  dos  defectos  capilares  de  la  clasificación  de  Mialhe, 
examinemos  cada  uno  de  los  modos  que  admite. 

1 .er  modo.— Es  un  hecho  que  hay  venenos  que  tienen  por  resultado 
de  su  acción  química  suscitar  estorbos  á la  circulación,  porque  quitan  á 
la  sangre  su  fluidez , la  tenuidad  que  necesita  para  correr  por  lo-s  capila- 
res; mas,  como  lo  hemos  dicho,  esto  es  mediato,  es  un  hecho  fisiológico, 
una  perturbación  de  función  debida  á un  hecho  físico  que  á su  vez  se 
debe  á otro  químico , y habiendo  venenos  de  las  clases  tercera  y cuarta 
capaces  de  hacer  otro  tanto , la  diferencia  desaparece , el  modo  como 
clase  está  mal  fundado. 

2. *  modo.  — Podemos  hacer  análogas  reflexiones;  está  inmotivado. 

3. er  modo.— En  este  grupo  Mialhe  no  abraza  todos  los  hechos.  Además 
de  impedir  la  hematosis , por  apoderárselos  venenos  del  oxígeno  respi- 
rado, hay  un  hecho  igual , como  fisiológico,  debido  á otras  reacciones 
químicas  y acciones  físicas. 

La  hematosis  se  impide  también  , verificándose  combinaciones  con  los 
venenos  y principios  protéicos  de  la  sangre  y otros , que  ya  no  ceden  á 
la  acción  del  oxígeno;  se  impide  por  último,'  por  una  acción  pura  de  en- 
dósmosis,  física,  por  desalojamiento  de  oxígeno  á la  presencia  de  otro 
gas , ó por  oposición  á que  penetre  aquel  en  el  torrente  circulatorio. 

De  consiguiente  , si  admitimos  venenos  que  obran  impidiendo  la  he- 
matosis por  combinarse  con  el  oxígeno,  y por  una  acción  catalítica  que 
impide  la  oxigenación , debemos  admitir  lo  que  nos  indica  Mialhe,  la 
falta  de  hematosis:  l.°  por  combinaciones  debidas  á la  acción  química  del 
veneno  sobre  ciertos  principios  que  los  vuelven  inoxigenabies  ; y 2.°  por 
desalojamiento  de  oxígeno  ú oposición  á que  entre  en  la  sangre. 

4. °  modo.— En  este  grupo  están  los  que  dan  lugar  á reacciones  quími- 
cas anormales,  y le  forman  los  fermentativos. 

Sí,  es  verdad;  anormales  son  esas  reacciones;  mas,  ¿acaso  no  lo  son 
también  las  de  los  venenos  no  fermentativos , las  de  los  minerales,  vege- 
tales y animales , que  obran  de  otro  modo?  El  carácter  que  les  da  Mialhe 
es  vago , no  clasifica  , no  distingue,  no  establece  las  debidas  diferencias. 
Por  todas  estas  razones  que,  deseosos  de  concluir  este  trabajo  crítico, 
analítico,  no  hacemos  mas  que  apuntar,  no  creemos  que  deba  adoptarse 
la  clasificación  de  Mialhe , tal  como  la  presenta. 

Ahora  bien ; si  cuantas  clasificaciones  hasta  aquí  examinadas  adolecen 
de  notables  defectos  que  las  hacen  inadmisibles  como  buena  doctrina, 
¿cuál  adoptarémos?  ¿Acaso  no  se  pueden  clasificar  los  modos  de  obrar 
de  los  venenos  ? 


— 330  — 

\ esta  pregunta  contestaré,  si  se  conocen  todos  los  modos  Químicos  a* 
obrar  de  las  sustancias  venenosas.  Ya  hemos  visto  que  no  pero  cono™ 
mos  algunos ; pues  consignemos  estos , y atengámonos  á ellos , que  es  lñ 
que  el  estado  actual  de  la  ciencia  nos  permite.  El  tiempo  se  encardará  1 
perfeccionar  este  trabmo.  Mas , al  consignar  los  conocidos  al  claatar 
los,  procedamos  con  üiétodo  y con  lógica.  No  involucremos  hechos  • fiM 

3o°s  ceo"n  otros®  qUe  n°8  SerVlr  de  g“ia'  y n0  ”»*«***£ uZ¡ 

Fiel  á estos  principios  filosóficos,  hé  aquí  lo  que  yo  creo  que  puede 
hoy  día  establecerse  en  punto  á los  modos  de  obrar  d¿  los  venenos  nar- 
tien  o siempre  del  principio  que  ese  modo  es  químico,  que  es  general  y 
local , y que  asi  se  ejerce  sobre  los  líquidos  como  sobre  los  sólidos  ó lo 
que  es  lo  mismo , que  así  se  ejerce  sobre  los  principios  de  la  sangre’como 
sobre  los  de  los  tejidos. 

Los  venenos  obran  químicamente  de  varios  modos : 

1. °  Combinándose  con  los  principios  inmediatos  de  los  tejidos  vía 

sangre.  J J 

2. °  Impidiendo  las  combinaciones  naturales  de  los  principios  inmedia- 
tos de  los  tejidos  y la  sangre  con  el  oxígeno  respirado,  y entre  sí. 

3. °  Provocando  metamorfosis  y fermentaciones. 

Examínense  con  detención  todos  los  hechos  bien  conocidos,  y se  verá 
que  en  todo  caso  de  intoxicación  hay  siempre  uno  de  estos  tres  hechos 
radicales  por  lo  menos. 

Una  combinación  anormal  que  altera  las  condiciones  de  los  principios 
inmediatos,  es  un  hecho  radicalmente  diferente  de  una  negación  de  com- 
binaciones, y uno  y otro  lo  son  de  metamorfosis  y fermentaciones  incom- 
patibles con  los  actos  funcionales  de  la  vida  sana. 

Cada  uno,  pues,  es  una  buena  base  para  tomarlos  como  modos  dife- 
rentes de  obrar  químicamente  las  sustancias  venenosas. 

Establecidos  estos  tres  modos  radicales , hay  que  ver  si  cada  uno  tiene 
subdivisiones;  si  cada  uno  obra  de  un  solo  modo  ó de  varios  modos,  ó 
mejor,  si  el  hecho  clásico  característico  se  realiza  del  mismo  modo  por 
todos  los  venenos  que  dan  lugar  á él  en  último  resultado. 

l.er  modo.  —Las  combinaciones  de  los  venenos  que  obran  de  este  modo, 
pueden  ejercerse: 

1. °  Sobre  los  principios  protéicos  de  los  sólidos  y líquidos. 

2. °  Sobre  el  oxígeno. 

3. °  Sobre  otros  principios  inmediatos. 

Unas  son  insolubles,  otras  solubles.  . . ... 

Las  insoíubles  lo  son  in  loco , en  los  tejidos,  pudiendo  adquirir  solubi- 
lidad reaccionando  sobre  ellos  los  disolventes  de  la  economía,  ó íen,  en 

cuanto  llegan  á la  masa  de  la  sangre.  Mos  primeros  " 

guiantes;  á los  segundos  los  que  precipitan  por  los  álcalis  ó los  ácidos 

naturales  6 de  la  misma  economía.  . nAC:uiM  ias  as;_ 

Combinándose  con  los  principios  protéicos,  hac  p salud, 

milaciones  y desasimilaciones,  en  cuyo  juego  consiste s oxigenación 

Combinándose  con  el  oxígeno,  se  oponen  á la  hematosis  u oxigenación 

dec:SmKLt§l°se  corita"  principios , hacen  una  cosa  análoga  que 

C°2.-°mE-CLo¡  gases  y cuerpos  volátiles  que 

los  cuerpos  de  acción  catalítica  que  se  oponen  á las  comb 


- 331  - 

rales  del  oxígeno  <5  de  los  demás  principios  entre  sí , y á sus  metamórfo- 
sis.  constituyen  dos  grupos  verdaderos  de  esta  clase. 

§.er  modo. — Las  metamórfosis  y fermentaciones  que  provocan  los  vene- 
nos de  este  grupo  son  varias. 

l.°  Por  acción  catalítica,  por  contacto  , sin  tomar  parte  en  la  combi- 
nación. 

• 2.°  Tomando  parte  en  ella. 

Unas  y otras  tal  vez  (no  nos  atrevemos  á afirmarlo  rotundamente,  por- 
que es  lo  menos  conocido)  pueden  hacerlo  : 

1 . °  Reproduciendo  el  agente  tóxico. 

2. °  Sin  reproducirle. 

Los  virus  son  de  la  primera  clase,  los  miasmas,  los  humores  de  los  ani- 
males ponzoñosos  y las  sustancias  putrefactas,  de  la  segunda. 

Hé  aquí,  en  mi  concepto,  el  esbozo  que  en  el  estado  actual  de  la  cien- 
cia puede  hacerse.  Ir  mas  allá  seria  aventurado,  no  conociéndose  el  modo 
de  obrar  químico  de  todos  los  venenos.  Esperemos. 

De  estos  tres  modos  radicales  y primitivos  de  obrar , y de  los  diversos 
modos  como  cada  uno  se  realiza , se  siguen  coágulos,  precipitados,  diso- 
luciones, destrucción  de  tejido,  etc. , y. á consecuencia  de  estos  fenóme- 
nos, otros  fisiológicos , locales  y generales,  que  constituyen  la  facies  espe- 
cial de  cada  intoxicación  , bajo  el  punto  de  vista  sintomático. 

Tal  es  mi  modo  de  ver  en  esta  importante  y espinosa  cuestión.  No  le 
comento,  no  me  extiendo  más,  porque  todo  lo  que  pudiera  decir  no  ven- 
dría á ser  mas  que  una  explanación  de  las  consideraciones  en  que  he  en- 
trado , durante  la  análisis  crítica  de  las  demás  clasificaciones.  Por  lo 
tanto,  doy  por  concluido  este  punto , aunque  no  será,  sin  decir  antes  dos 
palabras  sobre  lo  que  escribe  el  doctor  Ferreira  Macedo  Pinto,  acerca  de 
m>  doctrina.  Aquí  como  en  otras  partes,  el  ilustrado  escritor  portugués 
se  limita  á contrariar  á secas,  sin  dar  razón  ni  prueba  alguna.  Dice  , que 
contra  mi  modo  de  ver,  se  me  pueden  dirigir  las  mismas  objeciones  que 
hago  á Robin  v Mialhe;  que  mi  clasificación  adolece  de  los  mismos  defec- 
tos que  la  de  Orfila  y Devergie ; que  no  demuestro  que  sea  química  la  ac- 
ción primaria  de  los  venenos , y que  tengo  resabios  de  la  vieja  yatroqui- 
mia.  Lo  único  que  apunta  como  razón  , es  que,  así  como  una  impresión 
moral  perturba  la  hematosis,  afectando  antes  los  centros  nerviosos;  así 
pueden  hacerlo  los  venenos.  Por  último,  me  pregunta  por  qué  no  incluyo 
la  acción  vital. 

Cuando  afirmo  ó niego  algo , mi  costumbre  es  dar  razones  y pruebas; 
nunca  pongo  en  la  balanza  del  juicio  el  solo  peso  de  mi  si  ó de  mi  no  per- 
sonal. De  consiguiente,  quien  rae  combata  ó contradiga,  que  haga  otro 
tanto.  Me  considero  dispensado  de  replicar  ó contestar  á quien  se  con- 
tenta con  negar  ó afirmar  á secas  lo  que  yo  afirmo  ó niego  demostrán- 
dolo. Mientras  no  se  destruyan  mis  razones,  pruebas  ó argumentos,  los 
hechos  en  que  me  fundo,  quedan  en  pié,  y no  necesito  reproducirlas  para 
tener  razón. 

Queme  llame  el  señor  Ferreira  vatroquímico , lo  siento;  no  por  mí, 
sino  por  él , que  así  se  deja  llevar  de  la  rutina  que  tiene  por  mejor,  va- 
lerse de  una  frase,  que  descender  al  estudio.  Quien  conoce  la  química 
de  nuestros  dias  y sus  aplicaciones  á la  fisiología,  patología,  terapéutica 
V toxicología,  no  habla  de  resabios  de  yatroquimia  ; eso  solo  lo  dice  quien 
ignora  lo  que  era  aquello  y lo  que  es  eso.  Y como  creo  que  el  señor  Fer- 
reira conoce  lo  uno  y lo  otro,  extraño  y siento  por  él  que  se  valga  del 


— 332  — 

lenguaje  propio  de  los  que  ignoran  lo  que  fue  la  quemiatría  y lo  que  es 
la  anímica  de  nuestros  días  y su  aplicación  á las  ciencias  biológicas. 

La  pregunta  sobre  por  qué  no  admito  una  acción  vital , es  cándida, 
después  de  lo  que  he  dicho  del  vitalismo  y de  las  fuerzas  vitales , y de  las 
pruebas  de  hecho  que  he  dado  sobre  los  efectos , no  solo  primitivos,  sino 
únicos  de  la  acción  química  de  los  venenos.  Preguntar , no  es  combatir 
ni  razonar. 

Una  impresión  moral  puede  muy  bien  perturbar,  no  la  hematosis,  sino 
las  funciones  que  ella  necesita , empezando  por  los  centros  nerviosos , sin 
que  por  eso  sea  lógico  deducir  que  otro  tanto  hagan  los  venenos.  Tan 
ilógico  es  eso,  como  lo  seria  pretender  que  una  bala  que  atraviesa  los  pul- 
mones empieza  á obrar , atacando  los  centros  cerebrales  de  donde  viene 
el  movimiento  respiratorio,  y luego  se  sigue  el  desgarro  del  parénquima, 
la  hemorragia , la  falta  de  respiración  y la  muerte. 'Si  porque  en  ese  caso 
la  acción  es  física  ó traumática,  no  hay  nadie  que  pretenda  tal  absurdo; 
no  sé  por  qué  ha  de  haber  quien  lo  pretenda,  siendo  la  acción  química.. 
Está  probado  hasta  la  última  evidencia,  que  los  mismos  venenos  que  mas 
afectan  el  sistema  nervioso,  son  impotentes  puestos  en  contacto  con  los 
centros  nerviosos;  de  consiguiente,  salimos  con  que  primero  afectan  esos 
centros  que  la  sangre  y los  principios  inmediatos  de  los  tejidos,  es  em- 
peñarse en  cerrar  los  ojos  á la  evidencia  y en  marchar  contra  lo  que  ar- 
roja la  experimentación.  Suponer  por  otra  parte  que  solo  es  vital  la  ac- 
ción del  sistema  nervioso,  que  no  lo  es  en  igual  grado  la  de  una  granula- 
ción, una  celdilla , y la  de  los  elementos  orgánicos  y principios  inmedia- 
tos, es  desconocer  completamente  los  fundamentos  déla  biología.  ¿Cuándo 
dejarán  los  vitalistas  ese  error  craso  en  que  viven , de  que  el  represen- 
tante protótipo  de  la  vida  es  la  celdilla  nerviosa? 


£ VII.— De  las  circunstancias  que  modifican  la  acción  de  los  venenos, 

El  punto  de  que  vamos  á tratar  en  este  párrafo  es  importantísimo  en  la 
práctica,  y debemos  ocuparnos  detenidamente  en  él , para  que  la&  nocio- 
nes hasta  aquí  adquiridas  sobre  la  acción  de  los  venenos,  no  nos  conduz- 
can al  error  ó no  nos  dejen  apreciar  debidamente  ciertos  resultados  prác- 
ticos, que  á primera  vista  han  de  parecer  contrarios  á los  principios  es- 
tablecidos, sino  nos  hacemos  cargo  de  las  modificaciones  que  pueden 
producir  en  la  acción  de  los  venenos  en  general  ciertas  circunstancias. 

La  acción  de  todo  agente  rara  vez,  por  no  decir  ninguna , es  absoluta; 
siempre  necesita  de  ciertas  condiciones  para  que  la  desplegue,  y según 
cuáles  sean  estas , ya  en  naturaleza , ya  en  número  , ya  en  intensidad  de 
influencia,  el  resultado  es  ó puede  ser  muy  diverso. 

Ocasiones  hay  en  la  práctica,  en  las  que  se  da  á ciertos  sugetos  una  ó 
mas  sustancias  venenosas  con  el  objeto  de  atentar  contra  sus  dias , y sin 
embargo , no  muere,  y acaso  ni  se  le  trastorna  la  salud , sin  que  eso  de- 
penda de  la  voluntad  <lel  que  ha  querido  inmolarle. 

En  otros  sucede  todo  lo  contrario.  Se  toman  ó se  dan  ciertas  sustan- 
cias creídas  inofensivas,  que  lo  son  por  lo  común,  y sin  embargo , resul- 
tan intoxicaciones  mas  ó menos  graves , sin  haber  habido  por  parte  de 
nadie  la  menor  intención  de  envenenar. 

Basta  la  simple  indicación  de  la  posibilidad  y hasta  frecuencia  de  esos 
dos  órdenes  de  hechos , para  comprender  la  importancia  teórica  y prác- 
tica del  asunto  que  nos  ocupa.  • 


m - 

Si  no  tuviéramos  en  cuenta  la  influencia  notable  que  pueden  ejercer 
ciertas  circunstancias  para  neutralizar  la  acción  tóxica  de  ciertos  agen- 
tes, ó convertir  en  venenos  sustancias  inofensivas  de  suyo  ó medicinales, 
tan  pronto  podría  un  criminal  eludir  el  justo  castigo  de  sus  delincuentes 
y depravadas  intenciones , llevadas  ya  á la  ejecución  ; tan  pronto  podría 
hallarse  comprometida  una  persona  inocente  é incapaz  de  atentar  contra 
les  dias  de  su  prójimo.  Los  médicos,  sobre  todo,  estarían  mas  expuestos 
á esta  desgracia.  Algunos  que  la  han  sufrido , han  debido  semejantes  sin- 
sabores al  olvido  de  la  influencia  que  pueden  ejercer  ciertas  circunstan- 
cias en  la  acción  de  ciertos  cuerpos. 

Vamos , pues , á tratar  de  este  importante  punto,  haciéndonos  cargo: 

1.*  de  todas  aquellas  circunstancias  á las  que  se  ha  atribuido  mas  ó me- 
nos influencia  en  la  acción  de  los  venenos , medicamentos  y otros  cuer- 
pos; y 2.°  de  hasta  qué  punto  se  ejerce  esa  influencia,  ó lo  que  es  lo 
mismo,  qué  hay  de  verdad  y práctico  en  ello,  y á qué  clase  de  sustancias 
es  mas  aplicable  esa  influencia. 

Las  circunstancias  que  se  hallan  en  este  caso  son  las  siguientes : 

1. *  La  naturaleza  del  veneno. 

2. a  La  cantidad  á que  se  toma. 

3. a  El  estado  en  que  se  da. 

4. a  El  vehículo  con  que  se  administra. 

0. a  Su  asociación  con  otras  sustancias. 

6. *  La  cantidad  de  agua  que  se  ingiera  en  el  acto , ó poco  después. 

7. a  El  lugar  donde  se  aplica. 

8. a  El  tiempo  que  permanece  en  contacto. 

9. a  El  estado  de  la  piel , si  se  aplica  al  exterior. 

10.  El  de  vacuidad  ó plenitud  de  las  vías  digestivas. 

11.  La  facilidad  ó dificultad  de  vomitar. 

12.  El  régimen  que  se  sigue. 

13.  El  estado  de  salud  ó enfermedad. 

14.  El  hábito. 

18.  La  idiosincrasia. 

16.  La  edad. 

17.  La  especie  del  animal. 

18.  El  volumen  del  animal. 

19.  La  sensibilidad. 

20.  El  sueño. 

21.  El  clima. 

Hé  aquí  las  principales  circunstancias  que  merecen  comentarios. 

Examinémoslas  una  por  una,  según  el  órden  indicado. 

1. a  Naturaleza  del  veneno.  — flay  agentes  de  acción  tan  enérgica  que 
casi  es  absoluta ; en  todas  las  circunstancias  casi  producen  lo  mismo,  por- 
que nada  alcanza  á modificársela. 

Los  venenos  cáusticos , por  ejemplo , son  de  esta  espacie.  Hay  pocas 
circunstancias  que  puedan  modificarlos.  Los  de  acción  química  muy 
enérgica  se  hallan  en  igual  caso;  los  que  impiden  la  hematosis,  también 
pueden  figurar  en  esta  línea  , ora  se  combinen  con  el  oxígeno,  ora  con 
grandes  cantidades  de  principios  protéicos , ora  obren  por  acción  catalí- 
tica. Todos  los  gases,  siquiera  no  sean  deletéreos,  y cuerpos  volátiles, 
los  estrícneos,  las  materias  putrefactas,  los  virus,  los  venenos  de  los  ani- 
males ponzoñosos , se  dejan  modificar  por  pocas  circunstancias.  De  suerte 
que  todo  lo  que  vamos  á decir  de  estos,  jamás  podrá  entenderse  de  to- 


Hn*  nnrniip  según  la  naturaleza  del  veneno , en  igualdad  de  las  demás 
rirpníSaneias  ti  para  unos  son  aplicables,  no  lo  serán  para  otros.; 

^ La  cantidad  .—Seria  una  trivialidad  ocuparnos  en  decir  quedos 
pfpctos  de  ios  venenos  están  en  razón  directa  de  la  cantidad  á que  se 
dan  Con  saber  que  la  cantidad  es  lo  que  comunmente  establece  la  di- 
ferencia de  efectos  entre  ciertos  medicamentos  y ciertos  venenos  muchas 
veces,  basta  para  estar  convencido  de  esa  relación  que  existe  entre  los 
mayores  efectos  de  una  sustancia  venenosa  y su  cantidad  mayor.  No  va- 
mos, pues,  á comentar  esta  circunstancia  bajo  este  punto  de  vista.  Las 
modificaciones  debidas  á la  cantidad  del  veneno  en  que  vamos  á ocupar- 
nos, se  refieren  á esas  diferencias  de  acción  que  resultan  dando  cantida- 
des diferentes,  aun  siendo  todas  venenosas.  Él  ácido  arsenioso, á la  dósis 


en  que  ordinariamente  es  veneno,  produce  los  síntomas  que  le  son  pro- 
pios y que  veremos  á su  tiempo ; tomado  sólido , en  polvo  y en  grande 
cantidad,  á veces  no  produce  síntoma  alguno:  pasa  el  sugeto  algunos 
minutos  sin  sentir  nada  mas  que  cierto  desfallecimiento,  y de  repente 
hay  un  estallido , una  congoja  horrible  y espira  con  rapidez.  El  tártaro 
emético  en  poca  cantidad  provoca  el  vómito ; en  mayor  cantidad,  obra 
como  sedativo , contraestimulante  ó diurético.  El  proto-cloruro  de  mer- 
curio, en  grande  cantidad  purga,  en  poca,  sufre. las  transformaciones  que 
hemos  dicho , y puede  pasar  á ser  bicloruro. 

Orfila  dice , que  tomando  tres  sugetos  sublimado  corrosivo  en  cantida- 
des diferentes , hay  cuadros  sintomáticos  diversos. 

En  su  Conspeclus  medicina}  legalis , Sikora  refiere  un  caso  que  pertenece 
en  parte  á este  comentario.  Un  hombre  envenenó  á su  mujer  con  arsé- 
nico : mientras  la  infeliz  estaba  sufriendo  sus  efectos , para  acabar  con 
ella  mas  pronto  , el  desalmado  marido  le  añadió  otra  dosis  en  un  vaso 
de  tisana  que  ella  pidió ; esta  nueva  cantidad  de  veneno  disipó  todos  los 
síntomas , fue  contraveneno  de  la  primera.  De  algunos  hechos  de  esta 
naturaleza  tendría  noticia  Zachías  cuando  proponía  esta  cuestión : an  ve- 
nenum  veneno  resistat , respondiendo  afirmativamente  y suponiendo  que 
hay  antipatías  entre  ciertos  venenos. 

Sin  embargo,  guardémonos  de  creer  en  la  frecuencia  de  semejantes 
hechos.  Lo  común  es  que  nueva  cantidad  de  veneno,  sobre  todo  siendo 
el  mismo,  agrava  la  situación  del  envenenado  y precipita  el  desenlace  de 
la  catástrofe.  Si  otro  le  neutraliza, °se  concibe  cómo  puede  no  envenenar. 

Casos  como  los  de  Sikora  y Zachías  no  pueden  servir  de  guía  : en  pri- 
mer lugar,  porque  no  tienen  el  grado  de  certeza  que  se  necesita ; en  se- 
gundo lugar,  porque  son  excepciones,  y no  depende  la  diferencia  de 
efectos  de  que  la  nueva  cantidad  neutralice  la  acción  de  la  primera, 
como  parece  admitirlo  Zachías. 

Si  un  sugeto  toma  poca  cantidad  de  proto-cloruro  de  mercurio , y em- 
pezando á transformarse  en  sublimado , hay  síntomas  de  intoxicación, 
dando  mas  calomelanos  cesarán,  porque  cesará  la  transformación  en 
deuto-cloruro  por  las  razones  que  en  otro  lugar  hemos  dicho. 

Análoga  explicación  podemos  dar  á cualquier  caso  por  el  estilo.  Si , á 
beneficio  de  algún  agente  reactivo  de  la  economía , ciertas  sustancias  em- 
piezan á obrar,  dando  una  cantidad  mayor  ó nueva,  se  puede  modificar 
la  acción  de  esos  reactivos , y cesar,  de  consiguiente,  la  acción  tóxica. 

Dad  una  cantidad  de  una  sal  metálica  ó de  un  óxido  que  para  intoxi- 
car necesite  ser  disuelto  por  los  ácidos , por  ejemplo  , de  la  economía; 
dada  esa  cantidad,  la  acción  empieza;  aumentándola,  puede  cesar,  porque 


- 335  - 

repartido  el  ácido  de  la  economía  que  transformaba  la  sal  en  otra  solu- 
ble , no  oxida  tanto , no  salifica , cesa  de  formarse  el  compuesto  soluble. 
Así  es  como  se  explica  y comprende  qué  dósis  fuertes  de  ciertas  sales 
metálicas  y otros  cuerpos,  insolubles  en  el  agua,  solubles  en  los  ácidos, 
álcalis  y cloruros  alcalinos , son  inertes ; al  paso  que  son  muy  activas  á 
dósis  mucho  menores. 

Los  casos  del  ácido  arsenioso  están  mal  presentados.  La  diferencia  es 
debida  al  estado  y no  á la  cantidad.  Dése  aisuelto  y no  sucederá  nada  de 
eso.  Dado  sólido , no  obra  todo ; solo  obra  la  porción  que  se  disuelve , y 
casos  puede  haber  que  no  se  disuelva  nada.  Devergie  cita  un  caso  refe- 
rido por  Dupuylren  de  una  jóven,  en  la  cual  se  le  halló  en  el  estómago  un 
pedazo  de  arsénico  enquistado. 

Que  el  tártaro  emético,  según  la  cantidad,  produzca  síntomas  dife- 
rentes, se  explica  perfectamente;  no  es  ningún  misterio,  ni  invalida  la 
regla  general ; á mayor  cantidad,  mas  efectos.  A pequeña  cantidad,  es 
transformado  en  cloruro  de  antimonio  por  el  ácido  clorhídrico  del  estó- 
mago , cuyo  compuesto  obra  sobre  las  paredes  estomacales , las  irrita  y 
las  hace  contraer.  En  mayor  cantidad  el  ácido  clorhídrico  no  es  bastante 
para  convertir  la  sal  antimonial  en  cloruro;  es  absorbida  y formándose 
allí  un  precipitado  insoluble  retarda  la  circulación , tanto  mas , cuanto 
mas  pasa  al  torrente  circulatorio.  Hé  aquí  por  qué  en  alta  dósis  es  anti- 
flogístico ó hipoesténico , porque  hay  menos  oxidación  de  sangre. 

Siempre,  pues,  que  dando  cantidades  diferentes  de  una  sustancia  no 
se  produzcan  resultados  proporcionados  á ellas,  búsquese  la  explicación 
por  otro  lado,  no  porque  falte  la  ley,  á mayor  cantidad,  mayor  efecto,  en 
igualdad  de  las  demás  circunstancias. 

3. a  Estado.—  No  es  indiferente  para  la  acción  de  los  venenos  el  estado 
á que  se  dan.  Los  venenos  gaseosos  son  altamente  ejecutivos  y casi  siem- 
pre mortales ; la  rapidez  con  que  matan  aleja  toda  ocasión  de  oponerles 
sus  contravenenos  y antídotos,  ó la  de  medicar  á los  infelices  envenena- 
dos. Después  de  los  venenos  gaseosos,  los  líquidos  ó los  sólidos  en  diso- 
lución son , en  igualdad  de  circunstancias , los  que  le  siguen  en  mayor 
energía;  per  último,  vienen  los  sólidos  no  disueltos,  y mas  aun  los  inso- 
lubles, pues  son  inabsorbibles.  Con  esto  solo  ya  se  advierte  la  influencia 
que  tiene  el  estado  de  los  venenos  sobre  su  acción.  Pero  hay  más:  tó- 
mese un  mismo  veneno ; el  opio , ó el  arsénico , etc.  El  opio  sólido  obra 
con  menos  rapidez  y actividad  ; el  arsénico  sólido  produce  un  cuadro  de 
síntomas  diferente;  el  alcanfor  sólido  inflama  y quema;  disuelto,  provoca 
el  tétanos.  Por  regla  general  puede  establecerse  que  en  estado  sólido  los 
venenos  son  menos  ejecutivos,  ya  obren  por  absorción,  ya  por  contacto; 
si  por  absorción,  porque  ya  hemos  visto  que  solo  es  absorbido  lo  disuel- 
to; si  por  contacto , porque  la  superficie  de  acción  es  menos  extensa ; de 
suerte  que  si,  dadas  en  estado  sólido  ciertas  sustancias  venenosas,  produ- 
cen gran  resultado , es  porque  para  darlas  en  este  estado  es  preciso  que 
sea  en  grande  cantidad , y esta  suple  las  desventajas  del  estado  ó de  ser 
sólidas.  Con  todo , no  olvidemos  que  para  obrar  es  siempre  necesaria 
la  disolución,  lo  cual  equivale  á decir  que  sólidos  no  obran  como  ve- 
nenos. 

4. a  El  vehículo. — Los  venenos  son  susceptibles  de  combinaciones  quí- 
micas : si  el  vehículo  con  que  se  dan  contiene  principios  que  puedan  com- 
binarse con  ellos , es  evidente  que  su  acción  no  solo  podrá  ser  modifi- 
cada, sino  del  todo  destruida.  Dése  el  tártaro  estibiado  con  un  cocimiento 


336  — 

de  quina,  el  sublimado  corrosivo  con  sulfuro  de  hierro,  y estas  sustancias 
no  serán  ya  venenosas. 

g » ¿sociaáon  con  otras  sustancias.— Esta  circunstancia  se  da  mucho  la 
mano  con  Ja  del  vehículo,  sobre  todo  cuando  este  no  es  inerte. 

En  la  medicina  práctica  es  muy  común  asociar  los  medicamentos,  y se- 
eun  cuales  sean  estos  ó su  actividad  química , pueden  dar  resultados  di- 
ferentes, los  cuales,  en  suma , vienen  á reducirse  á uno  de  los  tres  casos 
siguientes 

1. °  O cada  uno  de  los  medicamentos  ó materias  obra  por  sí , como  si 
no  estuviera  mezclada; 

2. °  O bien  la  una  aumenta  la  actividad  de  la  otra; 

3. °  O por  último,  la  actividad  de  las  unas  se  disminuye  con  la  presen- 
cia de  otras. 

Respecto  del  primer  caso , podemos  decir  que  todos  los  cuerpos  solu- 
bles , medicamentos  ó venenos , en  cuanto  se  ponen  en  esfera  de  activi- 
dad, entran  en  acción  recíproca  y se  truecan  sus  elementos. 

Si  su  ácido  ó su  base , si  sus  elementos  positivos  ó negativos  son  dife- 
rentes en  naturaleza  y en  acción  química  ó fisiológica , podrán  resultar 
efectos  del  segundo  y tercer  caso;;  mas  si  no  son  diferentes , resultan  del 
primero.  Una  mezcla , por  ejemplo , de  sulfato  de  potasa  con  el  de  sosa  y 
el  de  magnesia  á dósis  purgante  ó tóxica  producirá  un  efecto  que  podrá 
tomarse  como  la  suma  de  esas  tres  sales,  porque  cada  una  obrará  como  si 
se  hubiese  administrado  sola.  La  mudanza  de  sus  ácidos  y sus  bases  en 
nada  influye  respecto  de  la  acción  química  fisiológica , por  ser  todas  de 
la  misma  naturaleza  con  mas  ó menos  energía. 

Otro  tanto  podemos  decir  de  los  sulfatos , cloruros  y demás  sales  solu- 
bles de  quinina  y cinconina,  y por  la  misma  razón. 

Otro  tanto , en  fin , dirómos  de  una  mezcla  de  catecú  y de  ratania  en 
•polvo , siempre  en  estos , y otros  análogos  casos;  el  resultado  es  la  suma- 
de  la  acción  de  cada  sustancia ; cada  cual  obra  como  si  estuviera  sola, 
porque  en  nada  le  modifican  las  demás. 

Pero  si  del  trueque  de  elementos  resultan  cuerpos  de  naturaleza  y ac- 
ción diferente , si  se  forman  cuerpos  solubles  é insolubles , entonces  ya 
estamos  en  el  segundo  ó tercer  caso.  La  acción  de  cada  uno  se  modifica 
por  su  asociación. 

Así,  por  ejemplo,  si  se  dan  dos  sales  solubles,  el  cloruro  de  sodio  y el 
deuto-nitrato  de  mercurio,  habrá  formación  de  nitrato  de  sosa  y biclo- 
ruro de  mercurio;  la  acción,  por  lo  tanto,  será  modificada. 

Si  se  dan  calomelanos  y cloruro  amónico  ó ácido  clorhídrico , habrá 
formación  de  sublimado,  etc. 

Otro  tanto  podrá  suceder  si  la  mezcla  es  de  elementos  al  estado  natu- 
ral ó de  gran  fuerza  química. 

Entre  las  sustancias  orgánicas  es  igualmente  común  este  hecho.  Ya 
llevamos  dicho  en  otra  parte  que  la  amigdalina  y la  emulsina , con  un 
ácido , no  dan  lugar  á efecto  alguno  ; mas  solas , y si  no  hay  ácido  en  el 
estómago , ó no  basta  para  neutralizar  toda  la  emulsina  ó sinaptasa , dan 
lugar  al  ácido  cianhídrico  y al  aceite  esencial  de  almendras  amargas,  y 
de  consiguiente,  á venenos  de  terrible  acción. 

La  mirosina  y el  mironato  de  potasa , que  contiene  la  mostaza  negra, 
forman  con  el  agua  el  aceite  esencial  de  mostaza. 

Es  muy  posible  que  esos  no  sean  los  únicos  hechos.  Ha  habido  casos 
de  intoxicación  por  alimentos  recalentados  varias  veces  en  poco  tiempo, 


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sin  que  se  haya  podido  explicar  por  formación  de  cuerpos  venenosos  de- 
bidos á ios  utensilios  de  cocina  ni  á otras  causas.  ¿Se  formarán  con  ellos 
combinaciones  tóxicas  por  un  medio  análogo  al  de  la  amigdalina  y emul- 
sina , mirosina  y mironato  de  potasa  y agua?  No  hay  ningún  fundamento 
sólido  para  volverlo  imposible;  al  contrario,  la  analogía  nos  conduce  á 
sospecharlo.  Por  lo  tanto,  es  posible  que  haya  algunas  intoxicaciones 
hasta  ahora  no  conocidas , y que  se  hallen  entre  los  casos  de  muertes 
rápidas  inexplicables;  lo  cual,  si  es  un  aviso  que  no  debe  despreciarse 
entre  farmacéuticos  y médicos,  para  que  no  mezclen  sustancias  orgáni- 
cas , cuya  mezcla  no  haya  probado  la  experiencia  ser  inofensiva , lo  es 
también  para  que  los  toxicólogos  comprendan  la  naturaleza  del  hecho  en 
los  casos  de  muerte  rápida  inexplicable  por  las  causas  ordinarias  y por 
la  acción  de  venenos  conocidos. 

Respecto  de  los  hechos  del  segundo  caso , es  mas  frecuente.  Hay  mu- 
chas sustancias  que  avivan  la  acción  de  otras,  ya  porque  les  dan  mas  so- 
lubilidad, ya  porque  forman  terceros  mas  enérgicos.  La  magnesia  y el 
ácido  oxálico  son  de  estas  últimas.  Los  ácidos  con  los  óxidos  ó sales  in- 
solubles, son  de  las  primeras.  Otro  tanto  dirémos  de  las  sales,  álcalis  y 
cloruros  de  esta  clase  con  ciertos  cuerpos  insolubles  en  los  ácidos , pero 
solubles  en  los  álcalis. 

Es  muy  común  ver  que  la  resina  de  escamonea,  por  ejemplo,  y el  aceite 
de  almendras  dulces  aumenten  recíprocamente  la  acción  purgante,  y de 
consiguiente  la  acción  tóxica  de  esta  ciase. 

La  acción  purgante  de  las  resinas  y de  los  aceites , se  aumenta  también 
con  la  magnesia  calcinada , cuyo  purgante  se  aviva  al  par  con  aquellos. 

Valismieri  y Bretonneau,  de  Tours,  han  probado  clínicamente  que  aso- 
ciando ciertos  purgantes  á pequeña  dosis  con  los  calomelanos  ó la  jalapa, 
se  obtiene  un  efecto  mayor  que  dándolos  separados  y á mayor  dosis. 

Pues  bien;  en  todos  estos  casos  y otros  análogos,  la  mayor  acción  re- 
sulta probablemente  de  que,  para  obrar,  cada  una  de  esas  sustancias  ne- 
cesita un  disolvente  químico  diferente , y si  el  uno  agota  uno,  hay  otro 
para  el  otro,  y así  los  dos  sufren  la  disolución , y el  efecto  de  conjunto 
es  de  mayor  suma. 

Los  álcalis  intestinales  disuelven  mejor  la  resina  de  escamonea  diluida 
por  el  aceite  de  almendras  dulces  que  sola. 

La  magnesia  calcinada  satura  los  ácidos  del  estómago ; sin  esto  serian 
arrastrados  por  los  aceites  y resinas  , é irian  á saturar  los  álcalis  intesti- 
nales sin  producir  efecto  medicinal , porque  los  álcalis , así  saturados,  no 
podrían  obrar  sobre  los  purgantes  orgánicos. 

Por  último,  necesitando  de  un  disolvente  especial  la  mayor  parte  de 
las  sustancias  purgantes,  siempre  que  se  asocian  dos  ó mas  que  no  sean 
disueltas  por  el  mismo  cuerpo,  cada  una  se  disuelve  por  el  suyo  sin  ago- 
tar la  otra,  y ambas  quedan  mas  activas , la  acción  medicinal  es  llevada 
al  máximo. 

La  jalapa  , por  ejemplo,  se  disuelve  con  la  acción  de  los  álcalis,  los 
calomelanos  con  la  de  los  cloruros  alcalinos.  Si  dais  una  gran  dósis  de 
calomelanos  y se  agota  el  cloruro  alcalino  intestinal , lo  restante  no  di- 
suelto no  hace  efecto.  Otro  tanto  diré  de  la  jalapa ; si  el  álcali  intestinal 
no  alcanza  á disolverla  toda,  lo  que  resta  queda  inerte. 

Pues  dad  dósis  menores  de  cada  uno  asociándolos ; el  cloruro  alcalino 
disuelve  los  calomelanos;  el  álcali , la  jalapa,  todo  queda  disuelto;  no 
resta  nada  por  disolver ; el  efecto,  pues , es  mayor,  siquiera  la  dósis  de 

ÍOX1COLOGIA.—  Zl 


— 838  — 

cada  sustancia  sea  menor  que  la  dada  sola ; hay  una  suma  de  actividades 
nue  si  separadas  no  igualan  ai  de  una  dósis  mayor  de  cada  medicamento, 
lk  igualan  d sobrepujan  reunidas. 

jíJ),,  ultimo,  respecto  de  los  hechos  del  tercer  caso,  podemos  decir  que 
son  tan  frecuentes  como  los  del  segundo,  ó pueden  serlo  mucho  más. 

Es  una  ley  constante  que , de  la  mezcla  de  sustancias  ó de  su  contacto, 
resultan  nuevos  cuerpos  dotados  de  propiedades  diferentes,  y que  de  in- 
solubles pasan  á solubles , y vice-versa.  Lo  es  también  que  muchas  se 
neutralizan  mutuamente. 

Independientemente  de  la  acción  modificadora  que  pueden  ejercer  las 
unas  sobre  las  otras , hay  que  advertir  la  que  pueden  ejercer  sobre  los 
disolventes  de  la  economía. 

A.  veces  dos  sustancias  son  disuellas  en  su  totalidad  por  los  jugos  gás- 
tricos ; así  sucede , por  ejemplo,  con  los  alcaloideos , quinina  y cinconina, 
los  carbonatos  de  cal  y magnesia , óxidos  de  hierro  y zinc  á pequeña  dó- 
sis, etc. 

Otras  solo  se  disuelven  la  una  en  totalidad  y la  otra  en  parte , porque 
la  primera  se  apodera  de  mayor  cantidad  del  disolvente  por  ser  mas  efi- 
caz ; es  lo  que  sucede  con  el  carbonato  de  cal  y de  magnesia ; el  primero 
es  mas  básico  que  el  segundo;  se  combina,  pues,  con  preferencia  con  los 
ácidos;  si  sobra  , entra  el  de  magnesia ; otro  tanto  diremos  de  la  magne- 
sia y sub-nitrato  de  bismuto;  solo  el  de  magnesia  se  disuelve. 

Otras , en  fin  , tan  solo  una  de  las  sustancias  es  atacada,  al  paso  que  la 
otra  no,  ó muy  poco. 

Dad,  por  ejemplo,  una  débil  dósis  de  quinina  ó su  sulfato  con  una 
fuerte  de  magnesia  libre  ó carbonatada ; esta  última  satura  el  ácido  del 
estómago,  le  agota,  no  queda  para  la  quinina,  y esta  es  inerte. 

Lo  propio  sucederia  dando  á la  vez  el  óxido  de  bismuto  á poca  dósis,  y 
á fuerte  la  magnesia  , y en  los  demás  casos  análogos. 

La  asociación , pues,  de  las  sustancias  medicinales  tóxicas  puede  mo- 
dificar considerablemente  su  acción. 

6.*  La  cantidad  de  agua,—  Si  en  el  acto  de  tomar  uno  ó mas  venenos  se 
da  agua,  ó se  loma  poco  después , puede  modificarse  notablemente  la  ac- 
ción de  esas  sustancias ; la  razón  es  óbvia. 

El  agua  disuelve  las  solubles,  y si  les  puede  dar  mas  actividad  disol- 
viéndolas, también  se  la  puede  disminuir  diluyéndolas  mucho.  Podrá 
disminuir  los  efectos  locales  de  las  disoluciones  concentradas  si  causasen 
irritación,  pero  facilitará,  disminuyéndolas,  la  absorción,  y de  consi- 
guiente, aumentará  los  efectos  generales. 

Si,  respecto  de  algunos  venenos,  poco  importa  que  los  diluya  mucho, 
porque  siempre  hay  cantidad  para  intoxicar;  respecto  de  otros  , esto  solo 
bastará  para  neutralizar  su  acción.  Los  ácidos  y álcalis  y no  pocas  sales 
irritantes  se  hallan  en  este  caso ; tanto  los  puede  diluir  el  agua  que  los 
haga  inertes  é insignificantes. 

Cuando  las  sustancias  no  son  solubles  en  el  agua , este  líquido  puede 
modificar  la  acción  de  aquellas  , no  ya  obrando  sobre  ellas , sino  sobre 
los  disolventes  del  tubo  intestinal,  cuya  acción  neutraliza. 

La  acción  de  los  venenos  insolubles  en  el  agua  es  tanto  mayor  cuanto 
mas  disueltos  están  por  otro  disolvente,  y cuanta  mayor  cantidad  disuelta 
se  pone  en  contacto  con  los  tejidos  y es  absorbida. 

Por  lo  tanto,  si  los  venenos  insolubles  para  obrar  necesitan  ser  disuel- 
tos por  los  ácidos  ó los  álcalis , ó cloruros  del  tubo  digestivo , ó de  cual- 


— 339  — 

quíer  otra  parte  de  la  organización , claro  está  que  cuanto  menos  diluidos 
ó debilitados  estén  esos  disolventes , mayor  acción  han  de  desplegar  y mas 
cantidad  de  veneno  han  de  disolver. 

Pues,  si  en  el  acto  de  la  ingestión  del  veneno  toma  el  sugeto  agua,  esta, 
inerte  respecto  del  veneno  insoluble  en  ella , no  le  puede  modificar ; pero 
se  apodera  del  ácido  del  estómago,  del  álcali  de  este  órgano  ó intestinos, 
le  satura , le  diluye , le  debilita , le  vuelve,  ya  que  no  del  todo  ineficaz, 
según  la  cantidad  de  agua  , mucho  mas  débil , y por  lo  tanto,  el  disol- 
vente químico  de  la  economía  no  satura  tanto  al  veneno,  no  le  disuelve, 
y este  se  queda  inerte.  Otro  tanto  hará,  si  se  introduce  por  el  ano  con  los 
álcalis  de  esta  parte  y con  los  cloruros  y carbonatos  alcalinos  de  la  piel, 
si  se  aplica  el  agua  en  ella. 

Tan  funesta  como  es  el  agua,  en  los  casos  en  que  el  veneno  es  soluble 
y se  ha  tomado  sólido  ó en  disolución  concentrada  por  los  efectos  gene- 
rales , como  saludable  en  los  casos  de  los  venenos  insolubles. 

Mialhe  ha  hecho  experimentos  que  confirman  lo  que  acabamos  de  decir 
entre  otros  mil  ejemplos  que  pudiéramos  citar. 

Una  mezcla  de  calomelanos , de  sal  marina , de  sal  amoníaco,  con  8 
gramos  de  agua , ha  dado  24  miligramos  de  sublimado.  Con  10  gramos 
de  dicho  líquido,  ha  dado  19  miligramos  de  bicloruro  de  mercurio;  es 
decir,  una  cuarta  parte  menos;  con  20  gramos,  12  miligramos,  ó lo  que 
es  lo  mismo,  la  mitad. 

¿Cuántas  indigestiones  no  dependen  tan  solo  de  beber  agua  con  exceso, 
ya  mientras  se  come,  ya  poco  después?  El  agua  satura  los  ácidos  del  jugo 
gástrico,  los  debilita;  no  disuelven  los  alimentos,  y estos  se  indigestan. 

Si  los- venenos  insolubles  en  el  agua  lo  son  también  en  los  ácidos,  pero 
no  en  los  álcalis , el  agua  podrá  favorecer  la  acción  de  los  venenos  arras- 
trándolos al  tubo  digestivo,  á los  intestinos ; y si  á su  paso  ha  ido  siendo 
absorbida  , cuando  el  veneno  llega  á los  intestinos  delgados  ó gruesos, 
halla  los  álcalis  y es  disuelto,  y produce  la  intoxicación. 

Es,  pues,  importante  tener  en  cuenta  la  influencia  del  agua,  y ella 
puede  explicar  muchos  fenómenos  tenidos  por  ios  vitalistas  por  misterios 
ó caprichos  de  la  vitalidad. 

7.a  La  parte  á que  se  aplican. — Las  diferencias  que  en  su  modo  de 
obrar  presentan  los  venenos , según  la  parte  en  que  se  aplican  son  nota- 
bles; los  hechos  que  atestiguan  estas  diferencias  y este  carácter  son  nu- 
merosos. Un  gran  número  de  venenos  no  tiene  acción  sobre  la  piel  ni  las 
mucosas  , y la  ejerce  muy  activa  en  el  tejido  celular  y en  la  sangre.  Ya 
hemos  dicho  en  otra  parte  que  el  veneno  de  la  víbora,  introducido  en 
una  llaga  , en  una  herida  , produce , cuando  no  la  muerte  , un  trastorno 
grave,  al  paso  que  como  Meat , Fontana  y otros  lo  han  experimentado, 
puede  ser  introducido  en  el  estómago  por  el  esófago  sin  resultado  deplo- 
rable. El  mismo  animal,  si  se  muerde  involuntariamente,  es  víctima  del 
tósigo  que  elabora,  y vertido  el  humor  en  su  boca,  es  inocente.  Este  he- 
cho es  conocido  desde  la  mas  remota  antigüedad.  Lucano,  en  el  libro  IX 
de  su  Farsaha,  en  el  pasaje  donde  Calón  trata  de  reanimará  sus  solda- 
dos , que  se  niegan  á beber  las  aguas  de  un  lago,  porque  nadaban  en  él 
culebras  venenosas,  le  hace  decir: 

fle  dubxla  miles  luios  haunre  liquores , 
floxia  strpenlum  admisto  sanguine  pestis. 

Aíorsu  virus  abent  el  fatum  denle  minanlur, 

POCULA  MOKTE  CAKENT 


TnínHPt  «secura  otro  tanto  del  virus  rabífico,  y aunque  este  no  se  tome 

^ un  hecho  de  igual  naturaleza  (*). 

P Dícese  que  los  salvajes  tragan,  sin  sentir  malos  efectos,  el  ticunas; 
siendo  así  que  son  mortales  las  heridas  que  abren  las  flechas  de  punta 
envenenada  con  ese  veneno  vegetal  (*).  Este  mismo  veneno,  aplicado  so- 
bre el  trayecto  de  un  nervio,  queda  sin  efecto,  al  paso  que  mata  instan- 
táneamente , puesto  en  contacto  con  la  sangre. 

‘ En  otro  párrafo  he  citado  ya  varios  experimentos  de  Orilla  , hechos  en 
perros,  cuyos  resultados  fueron  diferentes , aplicando  las  mismas  sus- 
tancias y en  igual  cantidad  en  el  tejido  celular  del  muslo  y del  dorso. 

Cotunni  había  notado  que  el  opio,  empleado  en  lavativa  , era  en  igual- 
dad de  circunstancias  mas  activo  que  administrado  por  el  estómago. 
Orfila  ha  observado  lo  mismo. 


Rogerio  dice  que  , administrada  la  digital  purpúrea  en  fricciones , no 
disminuye  las  pulsaciones  del  corazón  (3). 

El  doctor  Wicht  notó  que'  los  purgantes  mezclados  con  el  linimento  vo- 
látil ordinario,  aplicados  en  fricciones  en  la  parte  inferior  de  la  columna 
vertebral , sostenían  el  vientre  libre  en  personas  que  no  habían  sentido 
efecto  alguno  de  la  ingestión  de  esos  mismos  purgantes. 

El  aceite  de  ruda  inflama  la  mucosa  uterina,  y no  hace  efecto  alguno 
en  la  conjuntiva. 

Todos  estos  hechos,  á los  cuales  no  seria  difícil  añadir  otros  muchos, 
demuestran  plenamente  que  el  órgano,  ó la  parte  donde  se  aplican  cier- 
tos venenos  , puede  modificar  su  acción,  no  solo  debilitándola,  sino  hasta 
neutralizándola  del  todo. 


La  doctrina  que  hemos  sentado,  con  respecto  al  modo  de  obrar  de  los 
venenos,  explica  estos  hechos,  inexplicables  en  las  teorías  vitalistas. 

El  veneno  de  la  víbora,  en  una  úlcera  ó herida,  no  es  descompuesto; 
y puesto  en  contacto  con  la  sangre,  mata  ó trastorna  profundamente.  En 
el  estómago,  ó experimenta  la  acción  descomponente  del  organismo,  y, 
destruido  el  material  ponzoñoso,  no  hay  ponzoña,  ó bien  por  su  insolu- 
bilidad , ó poca  difusibilidad , no  es  absorbido. 

Otro  tanto  podemos  decir  del  virus  rabífico,  venéreo  y otros  venenos, 
como  los  de  ios  animales  ponzoñosos , el  ticunas , etc.  Mientras  no  se 
pongan  en  contacto  con  la  sangre , son  inertes  ; tanto  mas,  cuanto  mas 
se  alteren  en  contacto  con  ciertos  elementos  de  la  organización. 

Todo  cuerpo  fermentativo  ó de  acción  catalítica  en  la  sangre , si  no 
llega  á ella  ó sufre  descomposición,  es  inerte;  hé  aquí  por  qué,  si  no  se 
aplica  á las  soluciones  de  continuidad , ó en  puntos  que  le  permitan  paso 
sin  descomponerse , no  hace  nada. 

Lo  del  ácido  arsenioso  y del  opio,  ya  lo  hemos  explicado  en  otra  parte. 
Las  diferencias  de  acción  de  esas  sustancias  y otras,  según  la  parte  á que 
se  aplican , se  explican  por  las  modificaciones  que  les  hacen  sufrir  los 
agentes  locales  que  en  unos  puntos  existen  y en  otros  no,  ó por  lo  menos 
tan  abundantes.  El  opio  y la  morfina  deben  ser  mas  activos  por  eí  ano 
que  por  el  estómago,  porque  allí  hay  álcalis , y dicho  alcaloideo  es  muy 
soluble  en  ellos. 

Con  los  demás  alcaloideos  sucede  al  revés ; los  ácidos  del  estómago  los 
disuelven ; los  álcalis  del  recto  los  precipitan. 


(M  Bibliot.  unto.,  t.  III,  p.  68,  1823 
\ ) Anglada. 

Citado  por  Aoglada. 


- Hi  - 

Igual  teoríá  es  aplicable  á todos  los  demás  venenos  oiie  producen  re- 
sultados diferentes,  según  la  vía  ó el  lugar  donde  se  aplican.  Si  en  unas 
partes  coagulan  y en  otras  no,  ó hallan  en  unas  disolventes  qué  én  otras 
faltan , es  una  consecuencia  necesaria  la  diferencia  de  su  acción , sin  que 
tenga  nada  que  ver  en  ello  la  impresionabilidad  nerviosa  de  la  parte, 
como  pretenden  los  que  no  explican  estos  hechos  por  nuestras  teorías. 

Hay  ciertos  venenos  que,  bajo  el  punto  de  vista  de  la  parte  en  que  se 
aplican  merecen  un  comentario.  Aludo  á los  cáusticos. 

Apliqúese  un  pedazo  de  potasa  en  la  piel ; la  acción  del  veneno  se 
ejercerá  inexorablemente ; mas  como  la  piel  es  un  órgano  que  puede  ser 
mutilado,  destruido  en  varios  puntos  sin  que  el  organismo  se  destruya, 
los  efectos  del  veneno  indicado  no  serán  graves.  Pero  aplicad  menos 
cantidad  todavía  de  este  mismo  veneno  en  el  estómago  ; la  muerte  pro- 
bablemente será  el  resultado  de  esta  aplicación,  en  especial  si  el  cáustico 

Serfora  las  túnicas  gástricas ; la  gastritis , la  peritonitis  , subsiguiente  al 
errame  de  los  materiales  gástricos  y del  mismo  veneno  disuelto  en  el 
saco  perineal , ó los  demás  efectos  debidos  á las  numerosas  simpatías  del 
estómago,  pondrán  término  á la  existencia  del  sugeto.  El  veneno  cáus- 
tico, lo  mismo  ha  obrado  en  la  piel  que  en  el  estómago ; ha  entrado  en 
combinación  con  los  tejidos  por  la  afinidad  que  tiene  con  sus  elementos, 
y los  ha  destruido;  en  el  primer  caso,  la  destrucción  se  ha  efectuado  en 
un  órgano  poco  importante;  en  el  segundo,  en  uno  de  los  mas  esenciales 
del  organismo. 

El  ácido  sulfúrico,  arrojado  á la  cara  de  un  sugeto,  produce  escaras, 
que  son  tenidas  , en  medicina  legal  y en  jurisprudencia  , por  quemadu- 
ras, por  heridas;  nunca  por  envenenamiento.  Devergie  se  hace  cargo  de 
esta  cuestión , y la  resuelve  diciendo  que  estos  atentados  no  deben  te- 
nerse por  intoxicaciones , sino  por  heridas , por  quemaduras.  El  ácido 
sulfúrico  concentrado,  arrojado  á la  cara  de  un  sugeto,  tal  estrago  podrá 
causar,  que  se  desenvuelvan  las  simpatías  de  la  piel,  y perezca.  ¿Mas 
qué  diferencia  siempre  no  ha  de  haber  entre  los  resultados  del  ácido  sul- 
fúrico lanzado  al  exterior,  y los  que  ha  de  tener  su  introducción  en  el 
estómago  ó el  recto  ? En  este  último  caso  tendrémos  los  mismos  efectos, 
ó muy  análogos  á los  producidos  por  la  potasa. 

Lo  que  digo  de  la  potasa  y del  ácido  sulfúrico  es  aplicable  á la  sosa  y 
demás  óxidos  cáusticos , á los  ácidos  concentrados  , al  fósforo , yodo, 
bromo,  nitrato  de  plata , etc.  Todos  ejercen  siempre  su  acción  destruc- 
tora , cualquiera  que  sea  el  órgano  á que  se  apliquen ; pero  la  importan- 
cia de  este  órgano  es  la  que  decide  comunmente  de  los  resultados. 

8/  Tiempo  que  permanece  aplicado  el  veneno. — Si  respecto  de  ciertos  ve- 
nenos esta  circunstancia  no  influye  sobre  su  acción , hay  otros,  respecto 
de  los  cuales  puede  modificarla  mucho.  Los  de  acción  pronta,  casi  ins- 
tantánea, no  son  influidos  por  el  tiempo;  mas  por  punto  general,  los  qúe 
le  necesitan  para  desplegar  su  acción,  causan  mas  ó menos  estrago,  se- 
gún el  que  permanecen  en  contacto  con  los  tejidos  ó la  sangre. 

La  acción  química  de  los  cuerpos  no  se  ejerce  por  igual , bajo  el  punto 
de  vista  del  tiempo.  En  unos  es  instantánea,  en  otros  mas  ó menos  tardía. 

Los  insolubles , los  que  necesitan  de  la  acción  de  un  disolvente  de  la 
economía  , y los  que  coagulan  , solo  desplegan  su  acción  después  de 
cierto  tiempo,  el  que  necesitan  los  disolventes  para  disolverlos. 

En  semejantes  casos,  si  hay  algo  que  los  expela,  antes  que  se  haya 
verificado  la  disolución , quedarán  inertes , y poco  activos  ó de  pocos 


- 344  — 


t a ha  disuelto  poca  cantidad.  Cuanto  menos  tiempo  permanez- 

efectos,  sij?e^nornía  ^ menos  intoxicarán. 

«V»  n ¿e  ios  que  se  disuelven  en  los  álcalis  intestinales , lardarán  en 
roducir  su  efecto  lo  que  tarden  en  llegar  al  extremo  del  tubo  digestivo; 
por  lo  tanto,  si  son  arrojados  antes  por  vómitos  , habrá  tiempo  para  vol- 
verlos inútiles. 

Los  mismos  solubles,  si  se  dan  al  estado  sólido,  tardarán  también  más, 
el  tiempo  que  necesiten  para  la  disolución,  y pueden  ser  antes  arrojados. 

Si  son  de  los  que  aplicados  á soluciones  de  continuidad  provocan  fer- 
mentaciones, y acto  continuo  se  destruye  con  fuego,  cáusticos  ó alteran- 
tes el  movimiento  molecular  fermentativo  , como  los  hay  que  no  lo  ha- 
cen instantáneamente , también  puede  modificarse  su  acción. 


Por  último,  los  cáusticos,  según  el  tiempo  que  permanezcan , pueden 
hacer  mas  ó menos.  Tocad  ligeramente  con  el  nitrato  de  plata  una  mu- 
cosa ó la  superficie  de  una  úlcera , aparece  una  capa  blanquecina  ; fijad 
por  largo  rato  el  cáustico  en  esos  puntos , habrá  una  escara  negra  y pro- 
funda. Aplicad  la  pasta  de  Viena  en  la  piel  un  minuto,  una  rubicundez 
y enrojecimiento  será  todo  lo  que  obtendréis  ; dejadla  cinco  minutos,  ha- 
brá una  escara  de  una  línea  de  grosor;  dejadla  más,  la  muerte  llegará 


hasta  el  hueso. 


9.a  Estado  de  la  piel. — Según  este  tegumento  se  encuentre  , los  vene- 
nos que  á él  se  apliquen  producirán  efectos  diferentes.  Integro,  sin  epi- 
dermis, alterado  ó en  solución  de  continuidad,  soir  los  estados  en  que 
puede  hallarse.  Los  venenos  que  se  le  apliquen , en  cada  uno  no  han  de 
producir  los  mismos  resultados.  La  absorción  es  diferente  , la  acción  quí- 
mica y local  también,  si  no  para  todos,  para  la  inmensa  mayoría.  Los 
habrá  inertes  estando  la  piel  íntegra , y muy  activos  desnuda  ele  epider- 
mis, más  ulcerada;  más  con  solución  de  continuidad. 


Barnizad  con  baba  rabífica , con  ticunas,  con  venenos  de  animales 
ponzoñosos,  un  brazo  ó el  cuerpo  entero,  no  habrá  nada;  la  menor  ex- 
coriación bastará  para  que  la  intoxicación  sea  terrible. 

Otro  tanto  pudiéramos  decir  de  otras  muchas  sustancias  venenosas  que 
necesitan  para  obrar  del  contacto  con  la  sangre ; la  epidermis  se  lo  im- 
pide, y si  no  son  solubles,  si  no  son  absorbidas,  son  inertes. 

No  sucede  así  con  los  solubles , ya  por  sí , ya  por  los  cloruros  y demás 
disolventes  naturales  de  la  piel. 

Además  de  lo  dicho,  la  piel,  estando  íntegra,  puede  hallarse  ruda, 
seca , árida  , sin  perspiracion  , suprimido  el  sudor  ó escaso;  ó al  contra- 
rio, suave,  mádida,  bañada  de  humores,  abierta  de  poros,  traspirando 
bien.  Según  cual  fuere  este  estado,  los  venenos  que  se  le  apliquen  produ- 
cirán efectos  diferentes , podrán  producirlos  con  bastante  variación. 

¿Cuántas  veces  no  se  ha  debido  á ello  el  mal  resultado,  la  ineficacia  de 
ciertos  emplastos , de  la  pomada  estibiada  , de  los  sinapismos , de  la  apli- 
cación en  la  piel  de  ciertas  sustancias  por  el  método  endérmico  y yatra- 
léptico? 

Otro  tanto  dirémos  de  ciertos  saquillos  medicinales  ó amuletos,  cuya 
acción  se  mira  con  indiferencia  generalmente. 

Según  los  estados  del  sugeto,  edad,  sexo,  temperamento,  estación,  etc., 
la  piel  no  está  igualmente  provista  de  sus  humores  naturales,  y siendo 
estos  disolventes  de  ciertas  sustancias , se  concibe  cómo  no  es  indiferente 
el  estado  de  ese  tegumento,  relativamente  á la  acción  de  los  venenos  que 
se  ponen  en  contacto  con  él. 


-313- 

10.  Estado  de v acuidad  ó plenitud  del  estómago.— En  igualdad  de  circuná- 
tancias , el  estómago  vacío  es  mas  á propósito  para  sentir  los  efectos  del 
veneno  que  el  estómago  repleto.  Los  alimentos  contenidos  en  el  estó- 
mago ocupan  espacio,  se  interponen  en  cierto  modo  entre  las  paredes  de 
la  viscera  y el  veneno,  y sobre  poderle  neutralizar  tal  vez  ó diluir,  según 
cuáles  sean  las  sustancias  alimenticias , no  le  permiten  desplegar  toda  su 
acción.  Todo  lo  contrario  sucede  cuando  el  estómago  está  vacío;  el  ve- 
neno está  en  inmediato  contacto  con  la  mucosa  gástrica,  y obre  como  se 

Suiera  el  veneno,  por  contacto  ó por  absorción  , su  acción  es  mas  expe- 
ita  y mas  desembarazada.  De  aquí  es  que,  en  los  envenenamientos  co- 
lectivos, siempre  ofrece  mayor  gravedad  de  síntomas  el  que  ha  comido 
menos  de  los  demás  platos  no  envenenados. 

Además , el  que  tiene  el  estómago  vacío  por  no  haber  comido  hace 
tiempo,  es  abundante  en  ácidos,  y de  consiguiente  se  halla  en  el  caso  de 
disolver  químicamente  más  ciertos  metales,  óxidos  y sales  metálicas  in- 
solubles , y cuerpos  orgánicos  que  se  combinan  fácilmente  con  los  ácidos 
y adquieren  mas  solubilidad.  El  que  se  halle  en  estas  circunstancias, 
siempre  en  igualdad  de  las  demás  , está  mas  expuesto  á intoxicarse  que 
el  que  se  encuentra  en  las  contrarias.  Ciertos  venenos  pueden  tener  en  él 
mas  acción. 

Al  revés,  el  que  ha  comido  mucho  está  mas  expuesto  que  el  que  ha  co- 
mido poco,  si  se  ingieren  sustancias  que  con  los  ácidos  se  destruyen.  Las 
almendras  amargas , la  emulsina  y la  amigdalina,  por  ejemplo,  en  el  que 
tiene  el  estómago  vacío  por  abstinencia,  no  le  producirá  nada,  porque 
la  abundancia  de  ácidos  destruirá  la  emulsina.  En  el  que  ha  comido  mu- 
cho, agotados  los  ácidos  empleados  en  disolver  los  alimentos,  aquellos 
dos  principios  podrán  entrar  en  acción , porque  no  hay  ácidos  que  los 
destruyan ; se  producirá  el  ácido  cianhídrico,  y habrá  intoxicación  que 
en  ayunas  no  habría  habido. 

Lo  que  digo  de  la  vacuidad  y plenitud  del  estómago,  es  aplicable,  res- 
pecto de  ciertos  venenos , al  extremo  inferior  del  tubo  digestivo. 

También  puede  influir  la  cantidad  de  materiales  que  contenga  en  el 
acto  de  ingerir  los  venenos,  ó poco  tiempo  después  de  haber  habido  ex- 
pulsión de  las  heces. 

Una  larga  constipación  puede  dar  lugar  á diferencias  notables. 

11.  La  facilidad  ó dificultad  de  vomitar. — Para  socorrer  á los  envenena- 
dos se  les  facilita  por  regla  general  el  vómito.  Para  poder  observar  los 
efectos  de  los  venenos  en  los  perros,  se  les  ata  el  esófago  con  el  fin  de 
que  no  puedan  vomitar  el  veneno  que  se  les  ha  aplicado.  Los  gatos  son 
difíciles  de  envenenar  por  la  facilidad  con  que  vomitan.  Persona  envene- 
nada que  vomite  acto  continuo,  casi  puede  considerarse  salvada.  Un  su- 
geto  que  vomite  fácilmente,  será,  en  igualdad  de  circunstancias,  mas 
difícil  de  envenenarse  que  aquel  que  con  mucha  dificultad  vomita. 

Hemos  visto  que  el  tiempo  de  permanencia  de  un  veneno  en  una  parte 
influye  notablemente  en  su  acción , si  no  es  de  las  instantáneas.  De  con- 
siguiente , el  vómito,  arrojándolas  antes  que  la  despleguen  , puede  modi- 
ficar los  resultados. 

Cuanto  digo  del  vómito  es  aplicable  á la  expulsión  por  las  vías  intesti- 
nales mediante  los  enemas.  Cuanto  mas  fácilmente  se  echen,  mas  podrá 
modificarse  la  acción  de  un  veneno  ingerido  por  esta  vía  ó que  le  llegue 
por  el  estómago. 

12.  El  régimen.— la.  hemos  visto  la  influencia  que  tienen  la  vacuidad 


— su 


i -t  j 4 i pstdroago  en  la  acción  de  los  venenos.  Pues  no  es  poca  la 
Jp?pSimpn  8 íntimamente  ligado  con  aquella  circunstancia  , tanto  por  la 
mayor  o menor  cantidad  de  alimentos  que  se  tomen  , como  por  la  natura- 

,e2LdanTsalimentos  de  que  se  hace  uso,  abundan  ó escasean  en  el  es- 
tómago é intestinos  los  ácidos , álcalis  y cloruros  alcalinos. 

Las  personas  que  hacen  uso  de  sustancias  alimenticias,  grasas,  sobre 
todo,  tienen  el  jugo  intestinal  neutro,  y hasta  ácido,  al  paso  que  los  que 
usan  de  sustancias  vegetales , y sobre  todo,  herbáceas,  le  tienen  alcalino. 
En  los  animales  herbívoros  es  de  una  alcalinidad  notable. 

Los  que  se  alimentan  de  sustancias  saladas  tienen  cloruro  sódico  y 
ácido  clorhídrico. 

Los  que  comen  frutas  ácidas  y beben  licores,  abundan  en  ácido  acético. 

Los  que  beben  mucha  agua,  tienen  los  humores  muy  declorurados. 

Concíbese,  por  lo  tanto,  cómo  el  régimen  puede  modificar  la  acción  de 
los  venenos  insolubles,  que  necesitan  de  ácidos  ó álcalis  y cloruros  alcali- 
nos para  ser  disueltos,  y los  que  coagulan  ó son  precipitados  por  esos 
agentes. 

Así  como,  por  solo  el  régimen,  muchos  medicamentos  producen  resul- 
tados diferentes  en  las  personas;  así  pueden,  en  ciertos  casos,  ciertos 
venenos  presentarlos  también,  en  igualdad  de  las  demás  circunstancias. 

13.  El  estado  de  salud  ó enfermedad. — Decía  Foderé  : «En  otro  tiempo 
he  ensayado  en  mi  propia  persona  los  medicamentos  mas  heróicos , y 
me  he  convencido  de  que  el  hombre  enfermo  sigue  otras  reglas  que  el 
sano  (*).» 

En  una  obra  de  Barthes  se  lee  que  el  peregil , inocente  de  ordinario 
para  el  hombre  en  estado  de  salud  , se  hace  venenoso  en  ciertas  neuro- 
sis, y notablemente  en  la  epilepsia  (2). 

Hoffman  ha  llamado  la  atención  en  su  disertación  de  medicina  emética  et 
purgante  post  iram  veneno , sobre  los  malos  resultados  que  tienen  , en 
efecto,  después  de  un  rapto  de  cólera  los  purgantes  y los  eméticos  (3). 

El  castóreo  no  tiene  ningún  efecto  sobre  el  hombre  sano. 

Cuando  un  sugeto  está  padeciendo  de  mal  venéreo,  puede  tomar  canti- 
dades de  preparados  mercuriales,  que  no  tomaría  impunemente  estando 
sano.  Así  ha  podido  observar  Swediaur  y otros  prácticos,  cuando  ha  he- 
cho su  efecto  la  medicación  mercurial,  esto  es,  cuando  la  sífilis  está  com- 
batida; los  síntomas  propios  de  los  mercuriales  anuncian  que  ya  está  el 
organismo  libre  del  mal  venéreo,  y que  por  lo  tanto  la  acción  del  mer- 
curio ya  no  tiene  el  correctivo  de  aquel  virus,  ya  se  ejerce  toda  entera  so- 
bre la  economía. 

Lo  propio  podemos  decir  de  la  quinina  y del  opio  y demás  narcóticos. 
Mientras  un  sugeto  está  padeciendo  de  intermitentes,  puede  tomar,  como 

3uien  dice , la  quinina  á puñados;  mientras  está  un  enfermo  atormentado 
e dolor  ó tetánico,  puede  tomar  á puñados  también  el  opio. 

Falopio  cita  la  observación  de  un  criminal,  el  cual  pudo  tomar  impu- 
nemente dos  dracmas  de  opio , poco  antes  de  un  acceso  de  cuartanas ; y 
habiéndolas  tomado  en  otra  ocasión  en  que  gozaba  de  salud , sucumbió 
envenenado  (*). 


1‘)  Medicina  legal. 

0 £'tado  Por  Anglada. 

. Parte  *2,  p.  297. 

(*)  Citado  por  Barthee. 


— 345  — 

Duncan  Stewart,  médico  de  Edimburgo,  daba  el  opio  de  dos  en  dos  gra- 
nos cada  media  hora  á un  enfermo  atacado  de  tétanos ; y en  cuanto  hubo 
cesado  el  estado  convulsivo,  no  pudo  soportar  el  enfermo  dos  granos  al 
dia  ( 1 ).  Manifestáronse  cefalalgia,  vértigos,  orgasmo  cerebral,  etc. 

El  doctor  Fordice  afirma  que  las  dósis  de  arsénico  y cobre  que  él  pro- 
pone para  combatir  las  intermitentes,  causan  á las  personas  sanas  dolo- 
res agudos , y hasta  pueden  causarles  la  muerte  (2). 

Los  médicos  italianos  han  podido  recomendar  el  tártaro  emético  á dó- 
sis altas  para  combatir  la  pulmonía,  á causa  de  esa  especie  de  ley  que 
reina  en  nuestro  organismo.  De  seguro  que  un  hombre  sano  no  soporta- 
ría la  cantidad  de  tártaro  estibiado  que  hacen  tomar  los  partidarios  del 
contraestimulismo  á los  pulmoníacos. 

En  los  Anales  de  la  medicina  práctica  de  Montpellier,  Amoreux  ha  refe- 
rido un  caso  muy  notable  de  dos  señoritas , una  de  las  cuales  era  tísica, 
y la  otra  estaba  gozando  de  la  mejor  salud.  Ilabiéndose  padecido  una 
equivocación  en  la  medicina , le  dieron  á la  enferma  dos  onzas  de  polvos 
de  cantáridas  por  otra  cosa;  repugnábalos  la  jóven  , y su  hermana,  para 
alentarla , tomó  con  el  pulpejo  de  los  dedos  lo  que  con  ellos  puede  to- 
marse , y lo  tragó.  La  enferma , con  las  dos  onzas , no  sintió  mas  que 
ciertos  ardores  en  las  vías  urinarias  , y un  poco  de  caloren  la  garganta: 
la  que  estaba  sana,  pereció  envenenada. 

Plutarco  refiere  que  Flirodes,  rey  de  los  Partos,  hidrópico  á conse- 
cuencia de  una  enfermedad  de  languidez , fué  envenenado  por  su  hijo 
Phraape.  El  rey  se  curó  de  su  enfermedad. 

Cuando  el  ejército  francés  se  retiró  de  San  Juan  de  Acre , las  exigen- 
cias del  momento  fueron  causa  de  que  se  dejaran  abandonados  en  Jaffa 
cincuenta  enfermos  de  la  peste  desahuciados.  De  órden  superior  se  les 
administraron  fuertes  dósis  de  láudano.  La  mayor  parte  de  aquellos  des- 
dichados volvió  á la  vida  por  medio  de  crisis  saludables. 

Me  parece  que  estoy  dispensado  de  acumular  mas  hechos  para  dejar 
bien  sentado  que  realmente  ciertos  venenos  tienen  una  acción  muy  di- 
versa , según  sea  el  estado  del  sugeto,  de  salud  ó de  enfermedad. 

Aunque  reconocemos  la  verdad  práctica  de  estos  hechos,  y otros  que 
pudiéramos  añadir,  no  por  eso  opinamos  como  Foderé,  que  la  economía 
se  rige  por  otras  leyes  en  estado  de  enfermedad , y por  otras  en  el  de  sa- 
lud. Hay  cierta  clase  de  hombres  que,  en  viendo  resultados  diferentes,  se- 
gún los. estados  de  la  organización,  ya  no  saben  pensar  mas  que  en  di- 
versidad de  leyes  vitales  , en  vez  de  inquirir  la  verdadera  causa  de  esas 
diferencias. 

Los  hechos  citados , para  nosotros  no  son  pruebas  prácticas  de  diver- 
sidad de  leyes.  Son  las  mismas  siempre , tanto  en  el  estado  de  salud, 
como  en  el  de  enfermedad,  tanto  en  vida  como  en  la  muerte.  Las  condi- 
ciones materiales  de  la  organización  son  las  que  varían ; son  las  circuns- 
tancias, y esto  basta  y sobra  para  que  los  fenómenos  ya  no  sean  los  mis- 
mos. Precisamente  en  nada  hay  tanto  rigor  ó exigencia  de  igualdad  de 
condiciones  para  la  de  los  productos  ó efectos,  como  en  las  reacciones 
químicas;  y esto  que  se  observa  en  el  laboratorio,  pasa  igualmente  en  la 
economía  humana. 

Todos  los  que  se  dedican  á la  práctica  del  arte  saben  bien  , en  efecto, 


(')  ñev.  méd.,  año  I,  6.*  entrega  , p.  129. 

(a)  AnmUt  de  chimie,  l.  LXV,  p . 817;  1808. 


— 346  — 

ruánto  modifica  ei  estado  morboso  los  efectos  de  todo  agente  qae  ejerce 
su  acción  sobre  nuestra  economía , desde  los  higiénicos  ó meteorológicos 

jioctj  los  tóxicos.  ... 

Generalmente  se  atribuye  á mayor  incitación  nerviosa  ó á modificacio- 
nes en  la  inervación.  El  sistema  nervioso,  dicen , está  mas  ó menos  im- 
presionable, y por  el  lo  explican  lodo,  si  es  que  esa  vaguedad  y esa  su- 
posición gratuita  sea  explicar  algo. 

Yo  no  niego  que  en  el  estado  morboso  se  modifique  la  sensibilidad , ni 
la  motilidad , ni  la  inteligencia , ni  el  sentimiento,  ni  el  instinto,  como  se 
modifican  todas  las  demás  funciones.  Lo  que  niego  es  que  aquellas  modi' 
ficaciones  dependan  de  la  acción  de  las  sustancias  sobre  los  nervios. 
Siempre  es  un  efecto  consecutivo  mediato,  debido  á las  alteraciones  que 
experimentan  los  humores , ó mejor  las  operaciones  moleculares  de  la 
organización.  Esta  es  la  causa  radical  de  tocias  las  demás  alteraciones. 

Aunque  la  química  patológica  no  se  halla  hoy  dia  tan  adelantada , que 
ya  podamos  resolver  toda  clase  de  problemas  y explicar  todos  los  he- 
chos de  esta  índole,  no  está , sin  embargo , tan  atrasada  , que  no  poda- 
mos decir  algo  satisfactorio  respecto  del  punto  que  nos  ocupa. 

Hemos  dejado  dicho  mas  de  una  vez  que  el  jugo  gástrico,  el  intestinal, 
los  álcalis  y cloruros  alcalinos  de  la  economía  desempeñan  gran  papel  en 
la  disolución  de  ciertos  cuerpos  ingeridos  en  la  economía.  Pues  bien; 
fácil  es  concebir  que  los  resultados  no  han  de  ser  iguales  en  estado  fisio- 
lógico y en  el  patológico , por  poco  que  esos  disolventes  se  alteren  , ya 
que  no  en  naturaleza , en  cantidad.  Si  la  enfermedad  los  aumenta  ó dis- 
minuye, claro  está  que  su  acción  química  no  se  ha  de  ejercer  como  an- 
tes, y desde  luego  se  infiere  lógicamente  que  ciertos  alimentos,  medica- 
mentos y venenos  no  han  de  obrar  del  propio  modo. 

Echemos  una  ojeada  rápida  al  jugo  gástrico  , intestinal , y á los  cloru- 
ros , y veamos  qué  es  lo  que  podemos  decir  en  el  estado  actual  de  co- 
nocimientos sobre  este  punto. 

Eljugo  gástrico  se  altera  profundamente  en  una  infinidad  de  enferme- 
dades. En  la  gastritis,  por  ejemplo,  en  la  pirosis,  hipocondría,  diabe- 
tes, afecciones  verminosas , en  la  gota  , etc.,  hay  tal  abundancia  de  áci- 
dos , que  el  jugo  gástrico  llega  á su  máximo  de  acidez.  En  otras  enfer- 
medades es  al  revés;  los  ácidos  estomacales  escasean  , el  jugo  es  neutro 
y hasta  alcalino.  Si  se  recogieran  observaciones  en  este  sentido , si  la  pe- 
reza de  cierta  escuela  no  se  contentase  con  decir:  la  vitalidad  está  alte- 
rada , bien  podrían  determinarse  las  enfermedades  en  que  el  jugo  gás- 
trico es  alcalino,  y en  cuáles  es  neutro  ó ácido. 

Ahora  bien ; desde  el  momento  que  esto  se  consigne  como  un  hecho, 
se  concibe  que  el  enfermo  no  ha  de  recibir  la  acción  de  un  agente  ata- 
cable por  el  jugo  gástrico , como  el  sano , así  como  no  le  ha  de  recibir  un 
enfermo  de  una  clase  como  el  de  otra. 

Dad  á un  enfermo  alimentos , medicamentos  y venenos  que  se  hagan 
activos  ó se  neutralicen  con  ácidos , y el  enfermo  os  presentará  resulta- 
dos diferentes  del  sano.  En  igualdad  de  las  demás  circunstancias , los 
cuerpos  que  necesitan  la  acción  de  los  ácidos  producen  mas  efectos.  Los 
insolubles  , por  ejemplo  , que  se  transforman  en  sales  solubles  á benefi  • 
ció  de  los  ácidos,  serán  en  el  enfermo  mas  activos;  tales  serán  las  sales 
de  magnesia , de  cal , de  hierro , de  zinc , de  bismuto  , de  antimonio,  los 
álcalis  vegetales , etc. 

El  que  tenga  el  jugo  gástrico  alcalino  presentará  todo  lo  contrario, 


- 347  - 

esas  sustancias  serán  en  él  inertes  , y en  cambio  , las  que  adquieran  ma- 
yor actividad  con  los  álcalis  ofrecerán  mas  resultados. 

El  que  tenga  el  jugo  gástrico  normal  se  diferenciará  bajo  este  aspecto 
de  unos  y otros. 

Otro  tanto  podemos  decir  del  jugo  intestinal.  Si  en  vez  de  ser  alcalino, 
como  debe  ser,  se  vuelve  neutro  ó ácido  en  una  enfermedad , los  venenos 
que  obren  á beneficio  de  la  acción  que  les  avive  la  alcalinidad  de  ese  hu- 
mor, no  producirán  efecto.  No  solo  serán  el  opio  y la  morfina,  por  ejem- 
plo, muy  activos  por  el  ano , lo  serán  también  los  alcaloideos  que  preci- 
pitan por  los  álcalis  y son  disueltos  por  los  ácidos. 

Finalmente , respecto  de  los  cloruros  alcalinos  y saies  inorgánicas , tam- 
bién nos  ha  enseñado  la  experiencia  que  hay  notables  cambios  en  ciertas 
enfermedades  , por  no  decir  en  todos. 

Dice  Becquerel  que  la  ley  general  es  una  disminución  en  la  cantidad 
absoluta  de  las  sales  inorgánicas;  pero  que  no  puede  determinar  el  iTú- 
mero  exacto  de  esa  disminución , por  ser  muy  vario ; no  es  posible , en 
efecto , establecer  un  término  medio  que  sirva  para  todos  los  casos, 
puesto  que  se  le  ve  variar  entre  1 , 5 , 7 y hasta  8. 

Mialhe  ha  confirmado  con  experimentos  propios  las  averiguaciones  de 
Becquerel , y se  ha  convencido  de  que  la  proporción  absoluta  de  las  sales 
inorgánicas  en  la  sangre  y en  la  orina , disminuye  siempre  en  las  enfer- 
medades, en  razón  directa  de  la  cantidad  de  las  bebidas  ingeridas. 

Esa  disminución  se  efectúa  de  un  modo  tan  notable  en  ciertas  enfer- 
medades, que  una  simple  gustación  basta  para  reconocerla.  Si  se  cata 
comparativamente  el  suero  de  la  sangre  de  un  enfermo  súbitamente  ata- 
cado de  una  enfermedad  inflamatoria,  y el  de  otro  que  padezca  otra  de 
alguna  duración  sometido  á la  dieta,  se  advierte  que  el  del  primero  se 
parece  al  caldo  muy  salado,  al  paso  que  el  del  segundo,  al  contrario,  es 
notablemente  soso  , como  el  caldo  sin  sal. 

Hoy  dia  ya  no  puede  dudarse  del  importante  papel  que  desempeñan  las 
sales  inorgánicas  en  los  líquidos  de  la  economía.  Robin  y Yerdeil  las  han 
comprendido  entre  los  principios  inmediatos  de  la  misma.  En  su  excelente 
libro  sobre  esos  principios,  los  han  reunido  en  número  de  noventa  y seis, 
y según  indican,  es  probable  que  se  determinen  algunos  más : pues  bien; 
entre  ellos  hay  una  infinidad  de  sales  inorgánicas.  Si  entre  estos  princi- 
pios inmediatos  los  hay  que  vienen  de  fuera,  habiendo  ó no  ya  vivido, 
otros  se  forman  en  la  misma;  unos  salen,  otros  permanecen,  y basta 
este  solo  conocimiento  para  comprender  cuánta  influencia  puede  ejercer 
la  salud  y la  enfermedad , ya  en  la  existencia , ya  en  el  modo  de  ser  de 
muchísimos  principios. 

Los  mismos  autores  han  hecho  un  estudio  de  las  diferencias  que  caben 
según  el  sexo , la  edad  , las  razas , las  especies  de  animales  y los  estados 
anormales , ya  espontáneos , ya  accidentales , y de  ese  estudio  brotan 
claros  rayos  de  luz  para  resolver  muchos  problemas  análogos  á los  que 
nos  ocupan. 

En  su  Tratado  de  química  patológica,  el  doctor  L’heritier  ha  consignado 
observaciones  dignas  de  ser  aquí  mencionadas. 

De  las  investigaciones  que  llevo  hechas,  dice,  por  espacio  de  mas  de 
ocho  años  sobre  la  orina  de  doce  tifóicos  , que  llegaron  al  décimoquinto, 
vigésimo  y trigésimo  dia  del  mal , con  el  objeto  de  apreciar  las  relacio- 
nes de  composición  que  pudiesen  existir  entre  dicho  líquido  y la  sangre 
de  los  enfermos , he  deducido  los  términos  medios  siguientes : 


— 348  - 


Densidad 

Cantidad  de  agua.  . ...  • • 

Cantidad  de  sales  inorgánicas.  . . 


1 025,930 

591 ,775 

9,129 


Esto  es,  4,870  de  estas  últimas , inferior  al  término  medio  admitido 

^°En  los  mismos  enfermos,  la  proporción  de  las  sales  contenidas  en  la 
sangre  estaba  representada  por  8,020  (término  medio  de  24  análisis);  de 
consiguiente , habian  disminuido  de  3,990  debajo  del  término  medio 
adoptado  por  Lecanu  (9,010)  y de  la  mayor  parte  de  experimentadores. 

Nadie  ignora  ya  , después  de  los  importantes  trabajos  de  Liebig , Bi- 
choff  y Yogel , que  á medida  que  un  enfermo  se  agrava,  va  disminu- 
yendo la  cantidad  de  cloruro  de  sodio  en  su  economía , y sobre  todo  su 
paso  á la  orina;  de  suerte  que  , pocos  minutos  antes  de  morir,  la  análi- 
sis ya  no  le  encuentra  en  dicho  líquido ; dato  importante  que  puede  dar- 
nos á conocer  la  proximidad  de  la  muerte  de  un  enfermo.  Cuando  el  es- 
tado sintomático  nos  tenga  en  la  perplegidad  acerca  del  destino  del  en- 
fermo , la  análisis  de  su  orina  puede  sacarnos  de  duda ; pues  si  escasea  ó 
falta  la  sal  en  ella  , la  muerte  está  cercana ; si  aparece  ó aumenta , la 
muerte  tardará  por  lo  menos  todavía  ('). 

De  lodos  estos  hechos  , y otros  que,  por  no  prolongar  demasiado  este 
párrafo,  suprimimos , se  deduce  claro  que , desempeñando  las  sales  in- 
orgánicas un  papel  importante  en  la  economía  , no  han  de  ser  iguales 
los  efectos  de  los  venenos  en  los  sanos  y enfermos,  sufriendo  alteraciones 
dichas  sales. 

Las  observaciones  clínicas  confirman  las  deducciones  químicas.  Un 
hombre  sano  que  tome  un  gramo  de  calomelanos , queda  purgado ; la 
misma  dósis  á un  enfermo  sometido  por  largo  tiempo  á un  régimen  di- 
luenle  , que  disminuye  el  cloruro  de  sodio  , le  quita  esa  propiedad. 

Ya  hemos  visto  el  papel  que  desempeñan  los  carbonatos  alcalinos  como 
disolventes  ó diluentes  de  la  sangre;  de  consiguiente,  su  alteración,  su 
exceso  ó falta  han  de  dar  lugar  á diferencias  notables  en  la  acción  de 
ciertos  venenos. 

Resulta , pues , de  todo  lo  dicho  que , á las  alteraciones  de  los  princi- 
pios inmediatos  , causa  ó efecto  de  las  enfermedades,  es  á lo  que  debe- 
mos atribuir  las  diferencias  de  acción  de  ios  venenos,  y no  á la  de  leyes, 
como  pretende  Foderé , y siempre  que  en  los  casos  prácticos  las  encon- 
tremos , será  necesario  indagar  cuál  sea  la  causa  de  esas  diferencias  , y si 
podemos  explicarla  por  las  que  hemos  indicado  en  esta  parte. 

14.  El  hábito. — De  Mitrídales,  rey  del  Ponto,  se  supone  que  no  podía 
ser  envenenado,  por  haberse  acostumbrado  á la  acción  de  los  venenos. 
Galeno  ha  dado  peso  á esa  tradición  novelesca,  diciendo  en  su  libro  de 
anlidotis , que  Milrídates  á Romaniis  obsessus , bis  epoto  veneno  , cum  morí  non 
posset ; se  ipsum  ense  trajecil.  El  mismo  Galeno  dice  que  en  Atenas  una 
vieja  se  había  familiarizado  de  tal  suerte  con  la  famosa  cicuta , que  to- 
maba impunemente  grandes  cantidades  de  ella. 

Mas  no  necesitamos  , para  probar  el  poder  del  hábito  en  punto  á cier- 
tos venenos,  apelar  á hechos  históricos  con  su  sabor  de  fabulosa  mara- 
villa. Otros  muchos  mas  modernos  podemos  citar,  y no  fundados  en  an- 
tídotos universales , sino  en  el  hábito  ó costumbre  de  tomar  esta  ó aque- 

i JVJ*-  e*  .°PllíC(h'>  publicado  por  mi  amigo  D.  Ramón  Torres  Muñoz  y Luna,  titu- 
lado unnometria.  Lección  pública  dada  en  San  Isidro  el  7 de  julio  de  1858. 


lia  sustancia  venenosa;  el  opio,  por  ejemplo,  ó la  cicuta.  ¿Qué  práctico 
no  ha  visto  la  disminución  de  los  electos  de  dichas  sustancias,  á las  dósis 
ordinarias , en  enfermedades  largas  , como  en  los  cánceres  y dolores  ciá- 
ticos ? Casos  como  los  de  Cárlos  IX , rey  de  Francia , quien , atacado  de 
un  reumatismo  gotoso , tomaba  todos  los  dias  una  dracma  de  ^tracto 
de  acónito , los  encuentra  uno  á cada  paso.  Anglada  dice  haber  oído  del 
prefesor  Delille  que  este  habia  conocido  en  Nueva-York  á un  sugeto , el 
cual  se  habia  acostumbrado  á tomar  el  sublimado  corrosivo  como  exci- 
tante de  las  fuerzas  digestivas , y le  tomaba  impunemente , á la  dosis  de 
una  dracma.  El  mismo  autor  dice  que  los  fabricantes  de  cardenillo  , en 
Montpellier,  no  experimentan,  al  cabo  de  algún  tiempo,  ningún  efecto  del 
manejo  de  esta  sustancia.  Mi  amigo  D.  Francisco  García,  farmacéutico 
distinguido  que  fue  de  esta  corte,  me  dijo  que  habia  vendido  por  real  ór- 
den  cantidades  exorbitantes  de  opio  á una  señora  distinguida , la  que 
tomaba  todos  los  dias  media  onza  de  este  narcótico , por  lo  cual  acudió 
al  rey  para  que  este  le  hiciese  dársele  gratis.  El  mismo  hecho  me  ha 
confirmado  el  ya  difunto  doctor  D.  Bonifacio  Gutiérrez. 

El  tabaco  da  también  todos  los  dias  ejemplos  de  eso.  Casi  no  hay  fuma- 
dor que  no  se  haya  mareado  al  principio ; después  se  fuma  hasta  exagera- 
damente, y tabaco  malo  y colillas,  y no  hace  nada.  Yo  no  he  podido  fumar 
en  mi  juventud.  Cuantas  veces  lo  intentaba  , me  producia  un  trastorno. 
Bastaba  ponerme  un  puro  no  encendido  en  la  boca,  para  marearme  fuer- 
temente. Una  vez , al  romper  con  las  muelas  una  almendra  de  cáscara 
dura , me  saltó  un  pedazo  de  una  muela ; se  me  carió , y un  dia , para 
combatir  el  dolor  que  me  daba,  masqué  un  poco  de  tabaco  ; creí  que  me 
moría.  En  1843  empecé  á fumar  gradualmente.  Iloy  soy  un  fumador  con- 
tinuo; solo  dejo  de  fumar  cuando  explico,  como  ó duermo,  y no  me 
mareo  nunca,  por  malo  que  sea  el  tabaco. 

Hay  más  todavía  : con  respecto  al  hábito  , no  solamente  es  modificada 
la  acción  de  ios  venenos  por  el  de  menos  á más , sino  de  más  á menos. 
Hasta  aquí  hemos  visto  casos  en  los  que  las  dósis  han  ido  aumentando; 
podemos  citar  otros  en  los  que , disminuida  bruscamente  la  fuerte  dósis 
de  sustancia  enérgica  que  el  sugeto  estaba  tomando , se  ha  declarado  la 
intoxicación.  Cuiten  tuvo  ocasión  de  observar  que,  si  las  personas  acos- 
tumbradas á lomar  tabaco  en  cantidad  considerable , la  reducen  de  re- 
pente, se  resienten  de  un  modo  notable.  Entre  otros  casos,  refiere  el  de 
una  señora  que  tomaba  tabaco  á cada  momento  muchos  años  hacia,  y 
habiendo  observado  que  perdía  el  apetito,  cuando  le  usaba  antes  de  co- 
mer, se  resolvió  á no  tomar  mas  que  un  polvo.  Los  efectos  fueron  peo- 
res , hasta  que  no  tomó  nada.  Después  de  la  comida  podia  tomar  la 
cantidad  que  quisiera. 

El  mismo  autor  refiere  otro  caso  de  una  señora  que  tenia  un  cáncer,  y 
hacia  uso  de  los  polvos  de  la  cicuta , llegando  ya  á tomar  60  granos.  Ago- 
tada la  provisión  de  estos  polvos , se  procuró  otros  nuevos;  y como  le 
hubiesen  advertido  que,  al  renovarlos,  disminuyese  la  cantidad  de  su  or- 
dinaria toma,  se  contentó  con  20  granos;  sin  embargo,  estuvo  á pique  de 
morir.  Anglada,  de  quien  tomo  estos  hechos  , se  pregunta  si  estos  acci- 
dentes serian  resultado  de  la  mayor  energía  de  la  cicuta  reciente,  ó bien 
electo  de  lo  que  estamos  diciendo  sobre  el  hábito.  Si  por  regla  gene- 
ral las  plantas  secas  son  menos  activas  que  las  tiernas,  la  frecuencia  de 
los  casos,  en  los  que  la  mudanza  brusca  de  un  hábito,  aunque  sea  de 
más  á menos , ha  producido  malos  efectos , puede  permitir  mirai;  el 


— 380  — 

hecho  de  Cullen  bajo  el  punto  de  vista  en  que  le  hemos  presentado. 

Sin  ánimo  de  invalidar  los  hechos  que  hemos  citado  y otros  que  pu- 
diéramos añadir,  como  diferencias  de  acción  de  los  venenos  debidas  al 
hábito  debemos’  consignar  que  no  puede  entenderse  eso  mas  que  res- 
pecto de  ciertos  venenos. 

F Hay  muchos,  en  efecto,  respecto  de  los  cuales  jamás  se  establece  el 
hábito.  En  cuanto  lleguen  á darse  á la  cantidad  tóxica,  producirán  siem- 
pre su  resultado , tanto  en  ios  sugetos  que  los  tomen  por  la  primera  vez, 
como  los  que  los  hayan  tomado  otras. 

¿sto  sucede  principalmente  con  los  venenos  inorgánicos.  En  efecto, 
los  ejemplos  que  hay,  ó los  casos  prácticos  que  se  citan  , casi  versan  to- 
dos sobre  sustancias  orgánicas. 

Es  difícil  creer  ciertos  los  hechos  de  Delille  y de  Ronqueville  que  ha- 
blan de  sugetos  acostumbrados  á tomar  grandes  cantidades  de  sublimado 
corrosivo  : si  los  hechos  fueran  ciertos , mas  que  por  el  hábito,  deberían 
' explicarse  por  condiciones  diferentes  relativas  á los  principios  inmediatos 
de  esas  economías.  Menos  concebible  es  todavía  lo  que  se  lee  en  el  Boston 
Journal,  publicado  por  el  doctor  Larrue,  catedrático  de  Toxicología en  la 
universidad  de  Ginebra. 

«Un  inglés , de  edad  de  47  años,  de  temperamento  linfático,  constitu- 
ción robusta , de  buena  educación  é inteligencia , residente  hacia  mu- 
chos años  en  el  Canadá,  se  llegó  á figurar  en  1854  que  estaba  tísico.  Ha- 
biendo oido  que  el  arsénico  blanco  era  un  remedio  excelente , compró 
doce  onzas  de  esta  sustancia  y empezó  á tomarla  sin  hacer  caso  de  la 
cantidad  que  ingeria,  hasta  que  al  cabo  de  seis  ú ocho  semanas  hubo 
consumido  todo  el  paquete.  Acostumbraba  á tomarlo  cinco  ó seis  veces 
al  dia,  á razón  de  unos  cinco  á seis  granos  cada  vez , según  cálculos 
aproximados.  Mezclaba  además  el  arsénico  con  tabaco , aspirando  el 
humo  producido  al  fumar.  Este  individuo  tenia  seis  hijos,  todos  sanos, 
el  mayor  de  21  años,  el  menor  de  11.  Babia  leído  todo  cuanto  se  ha  es- 
crito y publicado  sobre  el  arsénico , y declaró  que  los  médicos  ignoran 
por  completo  todo  lo  referente  á este  asunto. 

»En  cuanto  á los  síntomas  constitucionales  que  se  dice  resultan  de  su 
uso,  nunca  los  experimentó  en  el  mas  ligero  grado ; aun  después  de  ha- 
berle empleado  en  algunas  ocasiones  durante  seis  semanas  seguidas.  No 
bebía  agua  después  hasta  haber  dejado  pasar  algún  tiempo  de  tomar  el 
arsénico,  aunque  no  tenia  inconveniente  en  beber  un  vaso  de  vino  ó de 
cerveza.  Siempre  hacia  uso  del  arsénico  blanco  en  sustancia,  y nunca  en 
disolución , sin  padecer  jamás  dolores  de  estómago  ni  de  vientre ; el  cual 
funcionaba  siempre  bien.  Larrue  vió  á ese  sugeto  por  primera  vez  en 
1864,  y últimamente  le  vió  en  1866 , tomar  de  una  vez  de  un  grano  y me- 
dio á cuatro  granos  de  ácido  arsenioso  puro , fumando  además  con  su 
tabaco  otro  grano  de  dicha  sustancia.  Se  le  sometió  á observación  por 
espacio  de  varias  horas,  sin  que  se  notara  el  menor  trastorno  (1).» 

Lo  primero  que  se  nos  ocurre  al  leer  este  caso,  es  que  de  algún  tiempo 
á esta  parte  suelen  venir  de  los  Estados-Unidos  las  noticias  mas  estu- 
pendas. Casos  de  longevidad  fabulosa , de  abstinencia  de  alimentos  por 
meses  enteros,  de  pueblos  que  viven  de  tierra , de  niños  de  catorce  aias 
que  hablan ; lo  de  la  imágen  del  asesino  estampada  en  la  retina  de  la 

( ) Pabellón  médico,  año  <866,  21  de  noviembre,  tomado  del  último  número  del  Boston 
Journal , revúta  americana. 


- 351  - 

víctima  i vino  de  la  California,  etc. , etc.  Hoy  los  Estados-Unidos  son  la 
China  de  antes.  Ahora  viene  ese  caso  del  inglés  tragón  de  arsénico  blanco, 
tan  campante , como  si  se  comiera  terrones  de  azúcar.  Extrañamos  que 
no  se  haya  añadido  para  mas  asombro  que  ese  arsenicóvoro  no  podía  so- 
portar un  grano  de  azúcar  ó de  sal  común. 

Aunque  el  caso  está  publicado  por  un  catedrático  de  Toxicología,  no 
nos  decidirémos  á creer  en  la  realidad  de  ese  hecho.  Viene  de  muy  luen- 
gas tierras , y Dios  sabe  si  será  verdad , que  ese  catedrático  le  haya  pu- 
blicado como  se  dice. 

De  todos  modos  es  un  caso  tan  raro,  que  no  creemos  que  haya  dos 
iguales.  Eso  de  que  los  médicos  ignoran  lo  que  hay  de  verdad  sobre  el 
arsénico  , hará  reir  á cualquiera.  Desgraciadamente  es  uno  de  los  vene- 
nos que  han  hecho  mas  víctimas,  y no  creemos  que  el  doctor  Larrue  imi- 
tara al  inglés  en  comer  arsénico , ni  aun  rociándole  con  vino  de  Jeréz, 
que,  según  los  antiguos  y Rogneta,  parece  ser  el  antídoto  de  la  intoxi- 
cación arsenical. 

Aunque  sea  cierto  ese  hecho,  no  se  puede  explicar  por  el  hábito,  puesto 
que  el  mismo  sugeto  no  empezó  á tomarle  á dosis  medicinales  , sino  tóxi- 
cas y no  le  hizo  nada.  Eso  no  es  lo  común  , nadie  se  acostumbra  á tomar 
arsénico  ni  poco  ni  mucho. 

Los  efectos  del  hábito  se  suelen  ver  en  ciertas  sustancias  orgánicas. 

Lo  de  efectos  funestos  á consecuencia  de  tomar  de  repente  menos  can- 
tidad de  ciertas  sustancias  á que  se  está  acostumbrado , no  es  raro. 

Vése  con  frecuencia  en  la  economía  humana,  y hasta  fuera  de  ella,  que 
los  movimientos  bruscos  producen  efectos  diversos.  Calentado  el  vidrio 
gradualmente,  se  funde;  de  un  modo  breve,  estalla.  Una  corriente  de  aire 
frió  rompe  los  tubos  de  los  quinqués.  Una  refrigeración  súbita  mata  los 
árboles  , y gradual,  no  les  causa  tanto  la  muerte.  En  los  animales  se  ven 
efectos  análogos. 

Dé  aquí  cómo  el  hábito  puede  hacer  tolerables  ciertas  sustancias  toma- 
das por  largo  tiempo  y aumentando  por  grados  la  cantidad.  Esa  enorme 
dósis  de  opio  y de  cicuta  que  algunos  sugetos  toman  , solo  llegan  á to- 
marlas después  de  haberlas  usado  por  largo  tiempo  y haber  empezado 
por  dósis  pequeñas  cada  vez  mas  aumentadas. 

Day  más : sin  disputa  las  condiciones  de  la  economía  se  van  modifi- 
cando en  el  sugeto  que  así  introduce  ese  agente  anormal , y así  se  con- 
cibe cómo  la  organización  que  ha  mudado  de  condiciones  puede  sopor- 
tar lo  que  no  puede  otra  que  no  se  halla  en  igual  caso. 

Si  conociéramos  bien  el  verdadero  modo  de  obrar  de  ciertas  sustancias 
susceptibles  de  ser  tomadas  ó de  hacer  contraer  hábito,  seguramente  ve- 
riamos  confirmado  nuestro  modo  de  ver. 

De  todos  modos , siempre  que  tengamos  en  la  práctica  necesidad  de 
dar  su  debido  valor  á la  circunstancia  que  comentamos , como  capaz  de 
modificar  la  acción  de  los  venenos,  será  preciso  no  hacer  aplicación  ge- 
neral, menos  absoluta  de  esa  posibilidad,  sino  examinar  si  la  sustancia 
que  da  lugar  al  caso  es  de  las  que  la  experiencia  haya  probado  que  son 
susceptibles  de  hábito  y si  el  sugeto  en  cuestión  le  tiene. 

15  La  idiosincrasia. — Aunque  no  son  tan  frecuentes  los  casos  en  que  la 
idiosincrasia  modifique  la  acción  de  los  venenos,  como  el  hábito,  no  deja 
sin  embargo  de  haberlos.  Dagnerre,  médico  de  Plombieres,  trae  una  ob- 
servación curiosa  de  un  hombre  á quien  no  nacían  la  menor  mella  20 
granos  de  tártaro  emético , y no  podia  tragar  algunos  de  azúcar,  sin 


— 362  - 

experimentar  acto  continuo  náuseas,  \ómitos  y dolores  estomacales. 

Alorsasni  refiere  en  su  obra  , sobre  el  sitio  de  las  enfermedades  , que 
un  hombre  de  unos  cincuenta  años  de  edad,  tratado  en  el  hospital  por 
un  delirio  melancólico,  á la  víspera  de  salir,  tomó  media  dracena  de  ex- 
tracto de  eléboro  negro  , como  laxante,  y á pesar  de  ser  la  dósis  que  ha- 
bitualmente se  administra  á los  enfermos , fué  envenenado , presentán- 
dose dolores  atroces,  vómitos  y deyecciones  alvinas. 

Foderé  confiesa  que  tenia  tal  repugnancia  al  atún  que  bastaba,  para  vo- 
mitar y sentirse  malo,  cortar  su  pan  con  un  cuchillo  que  hubiese  cortado 
dicha  sustancia.  Anglada  dice  que  ha  conocido  á un  sugeto  á quien  da- 
ñaban notablemente  las  fresas.  Alas  , ¿para  qué  citar  autores?  ¿Por  ven- 
tura, cada  uno  de  nosotros  no  ha  visto  en  su  práctica,  y fuera  de  ella, 
casos  de  esta  naturaleza?  El  doctor  i).  Bonifacio  Gutiérrez,  en  una  con- 
versación que  tuve  con  él  sobre  el  particular,  me  refirió  varios  casos  de 
enfermos,  quienes  habían  tomado  varias  veces  ciertos  remedios  sin  expe- 
rimentar mas  que  alivio,  y que  un  dia,  sin  aumentar  la  dósis,  perecieron 
intoxicados. 

La  simple  observación  de  lo  que  pasa  con  los  medicamentos  y alimen- 
tos, deja  conocer  cómo  realmente  la  idiosincrasia,  ó sea  la  impresionabi- 
lidad individual , puede  modificar  la  acción  de  ciertos  venenos.  Hay  per- 
sonas que  con  una  cuarta  parte  de  tártaro  estibiado  vomitan;  otras  ni 
con  dos  granos ; este  tiene  de  sobra  para  purgarse  con  media  onza  de 
crémor  de  tártaro  ; aquel  necesita  la  escamonea,  la  coloquíntida  ó el  cro- 
tontiglio  para  tener  una  deyección.  En  cuanto  á los  alimentos,  ¿qué  diver- 
sidad no  hay  de  gustos?  Ello  es  muy  cierto  que  esa  diversidad  está  en 
razón  inversa  de  la  actividad  de  los  agentes;  la  hay  más  en  los  alimentos, 
porque  son  menos  activos ; nótase  bastante  aun  con  respecto  á los  medi- 
camentos que  ya  lo  son  más,  y por  último,  mucho  menos  en  los  vene- 
nos, y en  especial  los  mas  enérgicos. 

Las  diferencias  que  se  atribuyen  á la  idiosincrasia  son  por  el  mismo 
estilo  que  las  que  hemos  visto  procedentes  de  otras  circunstancias  ya  co- 
mentadas. La  razón  reside  en  causas  análogas. 

Los  vita  listas  nos  hablan  de  la  idiosincrasia  de  un  modo  tan  vago  como 
de  todos  los  hechos  que  designan  con  sus  frases  sacramentales  y voces  de 
sentido  hueco.  Aplicada  dicha  voz  á la  toxicología  en  el  sentido  de  la  es- 
cuela vilalista,  nos  ha  de  dejar  en  la  misma  oscuridad,  y los  hechos  men- 
cionados y otros  análogos  no  tienen  explicación  plausible.  Siguiendo 
nuestras  doctrinas , siquiera  en  muchos  casos  no  podamos  todavía  escla- 
recer completamente  el  hecho  respecto  de  otros , todo  el  misterio  des- 
aparece , y el  fenómeno  se  explica  tan  natural  como  claramente. 

Aluchas  veces,  y nosotros  creemos  que  siempre  sucederá  así,  por  ana- 
logía, lo  que  se  llama  idiosincrasias , disposiciones  particulares  de  los  suge- 
tos , no  son  mas  que  diferencias  en  el  estado  de  sus  principios  inmedia- 
tos , ó sus  humores , débanse  á la  causa  que  se  quiera , tal  vez  impene- 
trable para  el  entendimiento  humano , ó inexplicable  en  el  estado  actual 
de  conocimientos.  Pongamos  algunos  ejemplos , y se  verá  mas  palpable 
la  verdad  de  nuestro  aserto. 

Dos  sugetos  toman  una  misma  cantidad  de  calomelanos.  El  uno  es  un 
marino  que  hace  uso  de  sustancias  saladas;  el  otro  es  un  sugeto  que  hace 
uso  de  otras  sustancias,  bebe  mucha  agua  y come  poco.  El  primero  expe- 
rimenta los  efectos  del  sublimado,  el  segundo  apenas  se  purga. 

Explicareis  el  hecho  por  una  idiosincrasia,  por  una  disposición  particular 


— ssa  — 

que  nace  que  el  uno  apenas  se  purgue,  y el  otro  acaso  se  intoxique.  Bé 
aquí  una  multitud  de  palabras  muecas,  Es  amplificar  el  hecho  sin  ex- 
plicarle. Apelad  á la  iniluencia  de  los  cloruros  alcalinos  diferentes  en  can- 
tidad en  el  uno  y el  otro,  y el  hecho  queda  claro. 

Otros  dos  sugetos  toman  un  purgante  orgánico ; al  qno  le  produce 
grandes  deyecciones,  al  otro  nada,  ¡idiosincrasia , disposición  particular I 
Es  que  el  uno  tiene  álcalis  intestinales  abundantes  que  disuelven  esa 
sustancia  orgánica , y el  otro  no. 

Otros  dos  sugetos  toman  una  sal  metálica:  al  uno  no  le  produce  efecto, 
al  otro  casi  le  envenena.  ¡Idiosincrasia!  Ved  si  el  primero  tiene  muchos 
ácidos  que  obren  sobre  esa  sal , y si  escasean  en  el  otro.  Por  eso  que  el 
primero  tiene  menos,  disuelve  poca  sal  metálica,  y esta  queda  inerte; 
todo  lo  contrario  le  sucede  al  segundo. 

Examínese  el  asunto  bajo  ese  punto  de  vista,  y la  cuestión  de  las  idio- 
sincrasias se  resolverá  lácilmente  en  una  infinidad  de  casos.  Véase  lo  que 
llevamos  dicho,  al  hacernos  cargo  de  otras  circunstancias,  en  las  que  hay 
diferencias  en  el  estado  y cantidad  de  los  humores  y principios  inmedia- 
tos de  la  organización,  y se  comprenderá  la  causa  de  las  idiosincrasias  y 
las  diferencias  de  la  acción  de  los  medicamentos  y venenos  que  se  atri- 
buyen á misterios  de  la  vida. 

En  cuanto  á los  diferentes  efectos  que  nos  producen  los  alimentos  y 
otras  cosas,  que  unos  nos  gusten  y otros  nos  repugnen ; que  baste  la  sim- 
ple vista  para  afectarnos,  Ja  simple  idea  para  sutnr  , etc. , sobre  que  en 
muchos  casos  la  explicación  rueda  por  el  mismo  terreno,  y cuanto  mas 
se  estudie  bajo  este  punto  de  vista  la  cuestión,  mas  se  ensanchará  el  ca- 
tálogo de  los  hechos  de  esta  especie,  diré  que  aquí  sucede  lo  que  en  to- 
dos los  demás  ramos  de  la  sensibilidad  y de  la  idea.  En  todo  hay  varia- 
ción en  cada  sugeto,  y estas  diferencias  constituyen  un  órden  de  hechos 
inexplicables ; sus  verdaderas  causas  nos  son  desconocidas;  mas  tenemos 
fundados  motivos  para  creer  que  no  les  es  agena  la  modilieacion  molecu- 
lar de  los  órganos  y de  la  sangre. 

¡Con  qué  placer  no  mira  el  hambriento  la  comida!  ¿Con  qué  repug- 
nancia no  la  ve  el  harto?  ¿El  mismo  sugeto  empezaría  á comer,  después 
que  llega  á los  postres,  con  el  mismo  placer  la  sopa? 

No  acabaría  nunca,  si  quisiese  entrar  en  este  género  de  reflexiones. 
Para  mi  objeto  basta  lo  expuesto.  Quede  consignado  que  la  idiosincrasia 
es  capaz  de  modificar,  respecto  de  ciertas  sustancias,  su  acción;  pero 
comprendámosla  bajo  el  punto  de  vista  que  la  he  presentado , y no  olvi- 
demos esta  doctrina  en  los  casos  particulares,  en  los  que  aquí,  como  en 
todo,  siempre  se  resuelve  mejor  toda  cuestión. 

16.  Edad.— He  dicho  que  los  principios  inmediatos,  el  estado  de  los 
humores  no  es  iguai  en  todas  las  edades,  y que  por  lo  mismo  tampoco  lo 
ha  de  ser  la  impresionabilidad  de  los  sugetos  á la  acción  de  los  agentes 
exteriores  en  ellos. 

Aunque  respecto  de  los  venenos,  cuerpos  por  punto  general  de  acción 
enérgica,  no  hay  grandes  diferencias  bajo  el  punto  de  vista  de  la  edad, 
puede,  sin  embargo,  haberla,  liemos  visto  lo  que  sucede  respecto  del  es- 
tado de  la  piel  y de  los  demás  órganos,  respecto  del  régimen,  etc.  Pues 
todo  esto  ocasiona  diferencias  en  la  edad  respecto  de  la  acción  de  los 
agentes.  Los  niños , por  ejemplo , soportan  mejor  la  acción  del  mercurio 
dulce  ó del  protocloruro  de  mercurio,  que  otros -sugetos  de  edad  mayor, 
¿Y  por  qué?  Porque  tienen  menos  cloruros. 

XOXICOLOGÍA. — 


— 354  — 

t H.Wnrias  relativas  á la  edad  están  íntimamente  relacionadas  con 
,J ¡Otras circunstancias  que  ya  llevamos  comentadas,  y por  lo 

ta  n}2  "¿jfnWefosímol.— Él  diverso  modo  de  obrar  de  los  venenos , se- 
ía  especie  de  animal  á que  se  aplican,  puede  robustecerse  con  un  nú- 
mero considerable  de  hechos;  basta  la  especie  del  animal  para  que  lo  que 
unos  es  veneno  terrible,  sea  en  otros  sabrosísimo  alimento.  Lucrecio 


en 


dijo  perfectamente  (*) : 


Quippe  videre  lieet  pingueteare  scepe  cicuta 
Barbigeras  pecudes , homini  quee  est  acre  venenum. 


La  pequeña  cicuta  ( ethusa  cynaptum,  vulgo  apio  de  perro)  es  un  veneno 
para  el  hombre  y los  pájaros,  y no  lo  es  para  los  demás  animales  (2). 

El  dorónico  ( doronicum ) mata  á los  perros,  y es  un  alimento  para  las 
cabras,  las  alondras  y las  golondrinas  (3). 

El  phellandrium  aquaticum  es  mortal  para  los  caballos,  y no  hace  daño 
alguno  á los  bueyes  (4). 

El  acónito  (aconilum)  es  venenoso  para  los  lobos,  inofensivo  para  los 
caballos  (5). 

Elperegil  y la  pimienta  sirven  para  la  mesa  del  hombre,  son  condi- 
mentos de  sus  platos : las  aves  son  envenenadas  por  el  peregil;  la  pimienta 
da  la  muerte  á los  cerdos  (6). 

Los  estorninos  se  nutren  de  granos  de  cicuta  ( conium  maculatum).  Los 
faisanes,  de  los  de  la  datura  estramonio;  los  cuervos,  de  los  del  lolium; 
los  cerdos  comen  la  raiz  del  beleño,  y sin  embargo,  todos  estos  vegetales 
son  venenosos  para  el  hombre  (7). 

Las  almendras  amargas  matan  las  zorras,  los  gatos  y las  gallináceas  (8). 

El  aloes  hace  perecer  á las  zorras  y perros  (9). 

El  arsénico  obra  en  los  lobos  como  drástico  (10). 

El  eléboro,  violento  purgante  para  el  hombre , engorda  á las  cabras  v 
cornejas  (u). 

El  jugo  de  manioc  mata  á los  caballos,  y los  cerdos  le  beben  impune- 
mente todos  los  dias  en  América  (12). 

El  cloruro  de  potasio  desenvuelve  en  los  gatos , á la  dósis  de  dos  gra- 
nos, accidentes  graves,  al  paso  que  no  causa  daño  alguno  á los  conejos  y 
pichones  (13). 

El  arsénico  no  mata  á los  animales  rumiantes  sino  á grandes  cantida- 
des (u) ; á los  mismos  animales  hace  poco  efecto  el  opio,  la  nuez  vómica, 
la  cicuta,  la  belladona,  etc.  (15). 

El  azufre  es  venenoso  para  los  herbívoros.  Todos  estos  hechos*  y otros 


*)  De  rtr.  nalur. 
a)  Anglada,  Towicologla. 

*)  Plenck,  id. 

*)  Plenck,  id. 

I8)  Virrey,  Farm.,  t.  1,  p.  35. 

8)  Anglada,  loe.  cit. 

7)  Plenck,  loe.  cit. 

*)  Anglada,  id. 

»)  Idem. 

10)  Harmand  de  Mongarny,  citado  por  Anglada. 

Anglada  , loe.  cit. 

\‘2)  Barry,  citado  por  Anglada. 

¡u!  £0UlÍn  de  Ferrusac  de  Encías  médicas,  feb.,  <829,  p.  312. 

Anaíe*  de  Higiene  y Medicina  legal,  t.  XXX,  p.  182. 
t ) Golner,  citado  per  Anglada. 


355  - 

inuchos  que  pudiéramos  añadir,  están  demostrando  con  cuánta  razón  éá 
tomada  como  carácter  diferencial  la  diversa  acción  de  los  venenos , se- 
gún la  especie  de  animal. ' 

Aunque  admitamos  que , en  electo , hay  ciertas  sustancias  de  los  tres 
reinos,  y en  especial  las  orgánicas,  que  para  algunos  animales  son=ino- 
centes  y para  otros  venenosas;  en  primer  lugar , advertirémos  que  acaso 
en  eso  no  hay  toda  la  exactitud  necesaria* para  fundar  en  tales  hechos 
una  doctrina;  y en  segundo  lugar,  se  reducen  las  excepciones  á tan  po- 
cas, que  no  debemos  tomar  la  especie  del  animal  como  circunstancia  ca- 
paz de  modificar  la  acción  de  los  venenos , sino  en  esos  casos  bien  cono- 
cidos, y respecto  de  ciertos  venenos.  Generalizar  esa  influencia,  no  ha- 
cer distinción  de  casos,  nos  llevaría  al  error  y á consecuencias  íunestas. 

La  doctrina  que  hemos  establecido  respecto  al  modo  de  obrar  de  los 
venenos  ó su  acción  química , nos  pone  en  mejor  situación  que  la  de  los 
vitalistas  para  comprender  la  posimlidad  y realidad  de  los  hechos  que 
comentamos;  pues  no  siendo  la  lisiologia  de  todos  los  animales  igual,  ni 
entre  sí,  ni  comparada  con  la  del  hombre;  siendo  en  ellos  diferentes  las 
funciones,  ya  en  número,  ya  en  importancia,  ya  en  el  modo  de  ejercerse; 
siéuüolo  también  los  humores , ya  en  naturaleza , ya  en  cantidad , se  con- 
cibe como  las  mismas  sustancias  pueden , respecto  de  algunas,  no  produ- 
cirles los  mismos  electos. 

Si  una  sustancia,  por  ejemplo,  disoluble  en  los  álcalis,  se  da  á un  ani- 
mal que  los  tenga  abundantes,  le  hará  menos  efecto,  0 ninguno,  que  á 
otro  que  se  halle  al  estado  opuesto  bajo  este  punto  de  vista.  Otro  tanto 
diremos  de  las  que  solo  son  solubles  en  los  ácidos  ó en  los  cloruros  al- 
calinos. Los  animales  en  quienes  escaseen  estos  disolventes,  no  sentirán 
tanto  ios  electos  de  una  sustancia  como  otros  que  abunden  en  aquellos, 

- por  la  sencilla  razón  en  todos  esos  casos  de  que  el  veneno  en  unos  se  di- 
suelve y es  absorbido,  y en  otros  no. 

Por  abundar  los  animales  herbívoros  en  álcalis , el  azufre  y los  prepa- 
rados de  este  cuerpo  mineral  disoluble  les  produce  mayor  estrago  que  en 
los  que  se  alimentan  de  carne. 

Los  animales  rumiantes,  en  general,  por  la  multitud  de  estómagos, 
pueden  dejar  de  resentirse  de  la  acción  de  ciertas  sustancias,  funestas 
para  ios  que  no  lo  son , ó que  no  tienen  mas  que  un  estómago. 

Los  anestésicos  no  hacen  tanto  daño  á los  animales  de  sangre  fría  ó 
que  apenas  respiran,  como  á ios  que  la  tienen  caliente  y respiran  mucho. 

La  lexicología  necesita  de  experimentos  y observaciones  hechas  con 
todo  cuidado  e intención  para  esclarecer  este  importante  punto,  liay  que 
estudiar  la  lisiologia  de  las  especies  animaies , por  lo  menos  de  los  que 
mas  en  relación  estén  con  el  hombre , y examinar , no  solo  el  modo  de 
ejercerse  sus  funciones,  sino  el  estado,  cantidad  y naturaleza  de  sus  hu- 
mores, mejor  dirérnos,  de  sus  principios  inmediatos.  (Jon  datos  nume- 
rosos de  esta  especie  podrán  hacerse  ensayos  con  los  venenos , y averi  • 
guar  á punto  lijo  cuál  sea  la  verdadera  influencia  modificadora  de  la  ac- 
ción tóxica  de  una  sustancia  ejercida  por  la  especie  del  animal. 

Al  hacerse  cargo  Ifobiii  y \erdeii  de  la  ¿¿lerenda  de  los  principios  in- 
mediatos según  las  especies  de  animales,  dicen  estas  terminantes  pa- 
labras : 

aíNo  se  hallan  en  todas  las  especies  de  animales  las  mismas  especies  de 
principios  inmediatos.  Tal  principio  existe  en  una  especie  que  falta  en 
otra  vecina,  y se  encuentra  reemplazado  ó no  por  otro  cuerpo  mas  ó me- 


- 386— 3 

nos  análogo.  Así  es  que  en  la  bilis  del  cerdo  fallan  el  coleato  y el  glico- 
lato  de  sosa , que  existen  en  la  del  buey  . hallándose  esas  sales  reempla- 
zadas en  el  primero  por  el  hiocolato  ó hiocolinato  de  sosa.  En  los  cetá- 
ceos existe  la  foceina  y la  cetina,  principios  que  faltan  en  los  demás  ma- 
míferos. En  Jas  orinas  del  perro  hemos  hallado  una  sal  particular  , cuyo 
ácido  cristalizare  tiene  el  olor  de  la  orina  de  ese  animal ; no  hemos  po- 
dido determinar  su  naturaleza , por  su  exigua  cantidad.  Este  punto  de  la 
historia  general  de  los  principios  inmediatos,  como  el  precedente  (el  de 
las  razas),  no  puede  adquirir  mucha  importancia,  hasta  que  se  pueda 
hacer  la  historia  de  los  de  todos  los  animales , ó vegetales. 

»tos  principios  inmediatos  del  segundo  grupo,  esto  es,  los  cristaliza- 
bles  y de  origen  orgánico,  son  los  que  varían  mas  á menudo  de  especie 
en  los  mamííeros.  Pasando  de  un  grupo  de  animales  á otro,  seria  fácil, 
por  lo  demás,  hacer  constar  diferencias  análogas  en  los  principios  de  ori- 
gen mineral,  y en  los  que  no  son  cristalizares;  lo  mismo  podemos  decir 
de  los  principios  inmediatos  vegetales  (‘j.» 

Ahora  bien ; ejerciéndose  la  acción  química  de  las  sustancias  ingeridas 
en  un  animal  sobre  sus  principios  inmediatos,  claro  está  que  si  hay  dife- 
rencias entre  ellos , los  resultados  de  la  acción  no  han  de  ser  los  mismos. 

. Este  punto,  no  solo  es  importante  para  no  incurrir  en  errores  gra- 
ves , en  ciertos  casos  prácticos,  sino  para  apreciar  el  valor  que  algunos 
dan  á los  efectos  producidos  en  animales  domésticos  é insectos , por  lo 
que  arroja  un  sugeto  envenenado  ó sus  alimentos  sospechosos,  y como 
medio  de  conocer  si  son  venenos;  valor  que  á su  tiempo  examinarémos. 

18.  El  volumen  del  animal.  — Hay  igualmente  varios  hechos  que  atesti- 
guan las  modiíicaciones  que  en  el  modo  de  obrar  de  los  venenos,  ó sea 
en  su  acción  , introduce  el  volumen  del  animal.  En  la  Biblioteca  universal 
se  lee  que  «en  1820  un  propietario  de  un  hermoso  elefante , en  Ginebra, 
no  pudiéndole  dominar,  y temiendo  su  insurrección  sostenida  por  el  or- 
gasmo primaveral , se  vió  precisado  á matarle,  y se  acudió  por  de  pronto 
á los  venenos.  Diéronsele  3 onzas  de  ácido  hidrociánico,  mezcladas  en  10 
de  aguardiente , de  cuya  bebida  era  el  animal  goloso.  No  hubo  ningún 
resultado.  Administráronsele  entonces  3 onzas  de  ácido  arsenioso  con 
azúcar  y miel.  Tampoco  tuvo  el  menor  efecto:  el  animal  parecia  inacce- 
sible á todos  estos  venenos.  Viendo  que  no  se  podía  acabar  con  él  por 
medio  de  venenos , se  le  disparó  un  tiro. » 

Que  este  caso  sirva  para  nuestro  intento,  por  lo  que  toca  al  arsénico, 
no  me  opondré;  luego  citaré  otros  análogos.  Mas  en  cuanto  á lo  del  ácido 
prúsico,  tengo  mis  dudas.  La  terrible  actividad  del  ácido  cianhídrico, 
centuplicada  en  la  cantidad  de  3 onzas  , debía  matar  al  elefante  , á pesar 
de  su  colosal  volumen,  si  no  hubo  mas  agente  modificador  que  este  vo- 
lúmen.  Entre  el  volumen  de  un  perro  robusto,  de  un  mastin , y el  de  un 
elefante,  no  hay  la  proporción  que  entre  unas  cuantas  gotas  y 3 onzas  de 
ácido  hidrociánico.  Si  3 gotas  bastan  para  matar  un  mastin,  3 onzas 
sobran 'para  matar  un  elefante:  en  3 onzas  hay  muchas  mas  veces  3 gra- 
nos que  en  el  volúmen  del  elefante  el  volumen  del  mastin. 

Yo  creo  que  este  hecho  puede  citarse  mejor  como  otro  de  los  ejemplos 
de  modificación  en  la  acción  de  los  venenos  por  la  especie  del  animal, 
cuando  no  por  el  vehículo  con  que  el  ácido  fué  dado.  Pero  he  dicho  que 
aceptaba  el  hecho  por  lo  que  toca  al  arsénico  ó ácido  arsenioso,  por  tener [*) 


[*)  Obra  citada,  l.  1,  p¿  279. 


- 857  - 

otros  análogos.  Eso  sí , en  efecto.  Ya  Gohier,  profesor  de  la  escuela  vete- 
rinaria de  Lyon , se  había  asegurado  de  que  para  matar  á IoS  caballos, 
mulos  y borricos  , se  había  de  aumentar  la  dósis  de  los  venenós.  Él  doc- 
tor Furz,  en  la  Martinica,  hizo  varios  experimentos  en  bueyes , cábállos 
y mulos,  dándoles  el  arsénico,  el  cardenillo  y otros  varios  venenos;  y 
para  conseguir  los  efectos  del  envenenamiento,  hubo  que  aumentar  la 
dósis ; hubo  que  dar  2 ó 3 onzas  de  arsénico.  Estos  hechos  deponen,  mas 
que  á favor  de  la  opinión  que  sienta  como  modificador  de  los  venónos  el 
volumen  del  animal , á favor  de  la  diferencia  de  especie.  Los  de  los  ru- 
miantes no  significan  tan  solo  el  volúmen,  sino  el  mayor  trabajo  digestivo; 
sus  diversos  estómagos  elaboran  demasiado  los  alimentos  para  ser  enve- 
nenados con  facilidad;  esto,  y tal  vez  la  singularidad  de  especie,  contri- 
buye á que,  como  Gohier,  Trabesedo,  Furz  y otros  han  observado,  no  se 
envenene  con  poca  cantidad  de  veneno  á los  rumiantes. 

El  que  el  volumen  modifique  la  acción  de  los  venenos , casi  puede  to- 
marse por  un  fenómeno  físico.  Cuanto  mas  extenso  sea  el  estómago,  me- 
nos puntos  de  contacto  con  el  veneno  hay,  relativamente  hablando ; de 
aquí  la  necesidad  de  porción  mayor  de  sustancia  venenosa  para  que  la 
intoxicación  se  verifique. 

19.  Sensibilidad  del  animal. — Por  lo  que  toca  á la  mayor  sensibilidad, 
no  hay  datos  para  tomarla  como  circunstancia  modificadora.  Para  que 
esto  fuese  cierto,  el  hombre,  que  en  punto  á impresionabilidad  aventaja 
á todos  los  demás  séres  , deberia  sentir  los  efectos  de  todas  las  sustan- 
cias venenosas , al  menos  mas  que  ningún  otro  animal  : y pudiera  de- 
cirse a priori  el  número  de  venenos  de  que  se  resentiría  una  especie, 
según  el  grado  que  ocupare  en  la  escala  zoológica,  en  punto  á impresio- 
nabilidad. Lo  que  hemos  dicho  acerca  de  las  modificaciones  introducidas 
en  la  acción  de  los  venenos  por  la  especie  del  animal , destruye  com- 
pletamente semejantes  ideas.  No  es  la  sensibilidad  de  los  animales  lo  que 
da  razón  de  los  diversos  efectos  de  los  venenos  en  los  mismos. 

20.  El  sueño. — L.  Orfila  comprende  entre  las  circunstancias  capaces  de 
modificar  la  acción  de  los  venenos  el  sueño  ; pero  se  limita  á decir  que 
es  lícito  suponerlo.  Lo  dudo,  y no  hallo  para  ello  ninguna  razón  fisioló- 
gica. Durante  el  sueño  no  se  suspende  el  movimiento  molecular;  lo  único 
que  se  suspende  es  la  conciencia , las  facultades  psíquicas , y aun  no 
del  todo,  como  lo  atestiguan  los  ensueños.  La  respiración  es  mas  lenta,  y 
eso  es  lo  único  que  pudiera  dar  pié  para  decir  que  algunos  venenos  no 
han  de  ser  tan  activos;  mas  la  absorción  por  todas  las  vías  está  expedita; 
la  acción  local  y general  no  ha  de  encontrar  ningún  obstáculo.  No.se  en- 
venenará comiendo  ni  bebiendo,  porque  el  que  duerme  no  come  ni  bebe, 
pero  podrá  ser  envenenado  por  otra  vía. 

21.  Clima.  — Por  lo  que  toca  al  clima,  no  diré  que  no  puedan  ejercer 
cierto  influjo  capaz  de  hacer  notar  algunas  diferencias  en  la  acción  de  los 
venenos.  Recuerdo  que  Alibert  asegura  que  los  lapones  toman  las  prepa- 
raciones arsenicales  sin  que  experimenten  mas  que  la  excitación  ligera 
de  la  contractilidad  muscular  de  sus  intestinos,  sin  alteración  alguna  en 
el  resto  del  organismo  (l);  Recuerdo  también  que  Lineo  dice  que  esos 
pueblos  del  polo  tratan  sus  cólicos  espasmódicos  con  el  aceite  de  nico- 
ciana, terrible  ponzoña  entre  nosotros  (2).  Según  Tschudi , en  Austria 

(*)  Elementos  de  terapéutica,  t.  I,  p.  399,  4.»  edición 
t (*)  Citado  por  Barthez. 


— 358  — 

„ * hav  muchos  aldeanos  que  comen  arsénico  para  estar  rollizos 

y ¿ pgeros  las  montañas.  Por  último,  tengo  presente  lo  que 

JiceVourcroy  sobre  ciertas  sustancias  enérgicas  preconizadas  ñor  Storck 

a ej  tratamiento  de  ciertas  enfermedades,  las  que  en  Francia  no 
producían  los  mismos  efectos  que  en  el  Norte  (*) . La  observación  de 
Fourcrov  podemos  verla  en  España , y en  especial  en  sus  provincias  del 
Mediodía:  Raro  será  el  facultativo  que  hava  ordenado  á sus  enfermos 
medicamentos  enérgicos  á las  dósis  consignadas  en  formularios  extran- 
jeros, sin  sentir  luego  la  necesidad  de  moderarlas.  Esto  prueba  alguna 
diferencia  en  la  irritabilidad  de  la  fibra.  Los  hombres  del  Mediodía  son 
siempre  mas  sensibles  , hablando  en  general.  En  Montpellier  y en  Paris 
tuve  ocasión  de  notar  que  podía  conocerse  á qué  punto  de  Francia  per- 
tenecían los  operados , por  su  modo  de  soportar  la  operación;  los  que 
chillaban  mucho  al  correr  por  sus  carnes  el  bisturí , casi  todos  eran  del 
Mediodía ; los  que  sufrían  en  silencio,  casi  todos  del  Norte. 

A pesar  de  todo  esto,  insisto  en  que  el  clima  no  influye  para  modificar 
la  acción  de  los  venenos;  lo  que  es  veneno  en  España , lo  es  en  Francia, 
Inglaterra  y Rusia;  lo  que  lo  es  en  Europa,  lo  es  en  Asia,  Africa,  etc. 

Con  lo  que  precede  se  ve  claramente  cómo  en  mas  de  un  caso  práctico 
puede  suceder  que  los  efectos  de  un  veneno  ó de  una  sustancia  medica- 
mentosa sean  diversos  de  los  que  de  ordinario  se  presentan  , v bueno  es 
por  lo  tanto  que  estemos  prevenidos  y sepamos  cuáles  son  los  agentes 
modificadores  de  la  acción  de  esas  sustancias.  Y aquí , como  en  otra 
parte,  debo  advertir  que  cuanto  llevo  dicho  sobre  agentes  modificadores 
no  debe  entenderse  de  un  modo  general , sino  con  aplicación  á ciertos 
venenos,  no  á todos,  pues  hasta  ahora  no  se  ha  hecho  un  estudio  has- 
tante  minucioso  y exacto  sobre  esta  materia,  para  que  podamos  establecer 
lo  que  va  dicho  como  comprensivo  de  todos  los  venenos. 

Seria  muy  útil  hacer  los  correspondientes  ensayos  con  todas  las  sus- 
tancias venenosas,  para  saber  hasta  qué  punto  son  susceptibles  de  ser 
modificadas  en  su  acción;  de  esta  suerte  podríamos  afirmar  lo  que  solo 
puede  pasar  hoy,  respecto  de  muchos , como  mera  conjetura. 

ARTÍCULO  VI. 

DE  LA  CLASIFICACION  DE  LOS  VENENOS. 

La  ciencia  posee  ya  muchas  clasificaciones  de  venenos , y cada  clasifi- 
cador ha  partido  de  un  punto  de  vista  diferente.  Esto  revela  desde  luego 
la  dificultad  que  presentará  semejante  empresa.  Orfila  considera  imposi- 
ble una  buena  clasificación , como  haya  de  llevar  las  condiciones  de  esta 
forma  del  método.  Cuando  tan  célebre  autoridad  se  declara  poco  menos 
que  vencida,  ¿quién  ha  de  atreverse  á tentar  siquiera  una- cabal  clasifica- 
ción de  los  venenos? 

Ya  tengo  manifestado  en  otras  partes,  si  no  de  esta  obra,  en  las  de 
otras , que  por  dificultoso  que  sea  el  empeño  de  clasificar  cierto  número 
de  objetos  diversos , no  he  de  abandonar  jamás  esta  tarea.  Para  mí,  cla- 
sificar es  ordenar,  y ordenar  es  vencer  la  mitad  de  las  dificultades  da 
cualquier  materia  de  estudio. 

cioso  es  decir  que  si  una  clasificación  es  perfecta , si  no  deja  vacío 

(*)  irte  de  conocer  y emplear  loe  medicamento i,  t.  I , p.  15. 


- 359  - 

al-uno  si  lo  comprende  todo,  los  esfuerzos  empleados  en  conseguirla 
obtienen  su  galardón , y la  ciencia  gana  en  ello;  mas  porque  no  se  ob- 
tenga esa  perfección,  ¿dejará  de  ser  útil  y meritoria  la  que  se  aproxime 
A ella?  ;Son  tan  malas  las  clasificaciones  conocidas  que  ninguna  de  ellas 
pueda  servirnos  para  el  estudio  de  los  venenos?  ¿Podríamos  facilitar  este 
estudio,  adoptando  alguna  de  ellas?  Echemos  una  ojeada  crítica  á las  que 
hayan  obtenido  mas  boga , y veamos  al  fin  si  podrémos  declararnos  por 
alguna,  la  menos  imperfecta. 

Las  clasificaciones  de  los  venenos  que  conozco,  forman  varias  clases; 
las  unas  tienen  por  base  el  reino  á que  pertenecen  las  sustancias , las 
otras  la  naturaleza,  las  otras  el  estado,  las  otras  el  modo  de  obrar  de  las 
mismas,  y por  último,  algunas  hay  que  reconocen  por  base  á la  vez  todas 
ó gran  parte  de  las  indicadas. 

Plenck  divide  los  venenos  en  venenos  del  reino  animal , vegetal  y mi- 


neral. . . 

Anglada  ha  seguido  una  clasificación  , para  la  cual,  en  cierto  modo, 
ha  reconocido  por  base  el  reino  y el  estado.  Los  venenos,  según  este  autor, 
son  sólidos , líquidos  y gaseosos ; los  sólidos  y líquidos  son  carbonizables  ó 
no  carbonizables ; los  primeros  son  vegetales  y animales;  los  últimos  son 
minerales. 

Devergie,  á pesar  de  adoptar  la  clasificación  de  Orfila,  en  el  estudio 
de  los  venenos  irritantes  en  particular,  Ies  da  una  distribución  que  tiene 
por  base  la  naturaleza ; así  empieza  por  los  cuerpos  simples , luego  trata 
de  los  ácidos,  en  seguida  de  los  álcalis,  y por  último  de  las  sales. 

Nuestros  compatriotas  Valle  y Vidal  han  adoptado  también  su  clasifica- 
ción, un  tanto  extraña  por  cierto.  El  primero  divide  los  venenos  en  corro- 
sivo-ácres,  enemigos  irreconciliables  de  los  nervios ; asfixiantes , químicos  ó pu- 
trefacientes , lentos  y físicos.  Lo  vicioso  de  esta  clasificación  se  advierte  con 
solo  su  lectura.  Aquí  no  hay  base  fija;  tan  pronto  es  el  modo  de  obrar  como 
la  naturaleza  del  veneno.  Hay  además  clases  que  hacen  relación  á otras  no 
comprendidas  en  la  clasificación  y expresiones  impropias  de  la  ciencia. 
Los  corrosivo-ácres  y los  lentos  suponen  que  hay  otros  no  ácres  y rápidos. 
Los  enemigos  irreconciliables  de  los  nervios,  es  un  modo  figurado  de  expre- 
sarse, y por  cierto  de  idea  poco  clara.  Vidal  los  dividió  en  coagulantes  y 
sedativos.  Por  poco  conocimiento  que  se  tenga  del  diverso  modo  de  obrar 
de  los  venenos,  se  comprenderá  fácilmente  la  imperfección  de  la  clasifi- 
cación de  Vidal. 

Foderé  , Guerin,  Giacomini , el  ya  citado  Anglada  y Orfila,  han  clasi- 
ficado los  venenos  fundándose  en  su  modo  de  obrar.  Veamos  sus  clasifi- 
caciones. 


Foderé  ha  establecido  las  seis  clases  siguientes  , refundiendo  en  cierto 
modo  las  clasificaciones  de  otros  autores,  y en  especial  de  Vicat.  Venenos 
sépticos  ó putrcfacientes,  estupefacientes  ó narcóticos , narcótico-ácres  , ácres  ó 
rubefacienles  corrosivos  ó escaróticos,  astringentes.  Esta  distribución  es  re- 
dundante; los  astringentes  reducidos  á los  preparados  de  plomo,  pueden 
colocarse  en  otra  clase  de  venenos  como  verémos  ; los  ácres  y los  escaró- 
ticos no  marcan  mas  que  grados  diversos  de  acción;  así  es  que  Orfila,  en 
su  c asi  icacion , no  ha  hecho  mas  que  reducir  la  de  Foderé  y dar  á las 

Guerin  divide  los  venenos  en  irritantes  y sedativos.  La  primera  clase  se 
subdivide  en  dos  secciones:  \ .'irritantes  por  acción  sóbrelas  extremidades 
ne  vi  osas , 2.  irritantes  por  absorción  y acción  directa  sobre  el  sistema  ner - 


— 360  — 


, ncifalo  La  segunda  clase  no  tiene  división  alguna  ; las  sustancias 
están  colocadas  según  el  reino  á que  pertenecen. 

Giacomini  ha  dividido  los  venenos  en  hiperesténicos  é hipoestérncos ; esto 
es  en  excitantes  y sedativos,  división  que  adolece  del  mismo  sabor  bru  - 
niano  que  la  de  Guerin. 

Anglada , además  de  la  clasificación  de  que  ha  dado  noticia  , indica 
otra  y la  apoya  en  una  série  de  hechos  y razones  dignas  de  atención  , la 
cual  abandona , sin  embargo,  al  tratar  exprofeso  de  la  clasificación  de 
los  venenos.  Según  este  autor,  los  venenos  son  químicos  ó untivitales. 

Orfila,  modificando  la  clasificación  de  Foderé  , ha  dividido  los  vene- 
nos, reconociendo  la  dificultad  de  hacerlo  sin  defectos,  en  irritantes, 
narcóticos , narcótico -ácres  y sépticos.  Nos  harémos  luego  cargó  de  esta  cla- 
sificación. 


Galtier,  aunque  reconoce  que  una  clasificación  fundada  en  los  efectos 
de  los  venenos  y en  su  investigación  seria  la  mejor,  después  de  haber 
dado  una  idea  muy  somera  de  algunas  , las  considera  imperfectas  todas, 
y dado  caso  que  la  de  Orfila  y sus  secuaces  haya  de  adoptarse  , propone 
que  se  le  añada  los  anestésicos  y los  tetánicos , y acaba  por  establecer  una 
que  se  parece  un  poco  á la  de  Ánglada. 
lié  aquí  esta  clasificación  : 

l.°  Venenos  inorgánicos;  2.°  venenos  orgánicos;  3.°  venenos  gaseosos. 
La  primera  clase'  está  dividida  en  cuatro  secciones:  1.a  metaloídeos; 

2. a  ácidos;  3.a  álcalis;  4.a  sales  metálicas. 

La  segunda  tiene  tres  secciones:  1.a  venenos  vegetales;  2.a  animales; 

3. *  materias  alimenticias  alteradas. 


La  tercera  está  dividida  en  dos  partes:  1.a  gases  simples;  2.a  comple- 
xos, y por  sus  efectos  asfixiantes  y tóxicos. 

Mialhe  los  clasifica,  como  hemos  dicho  al  hablar  del  modo  de  obrar 
de  los  venenos,  en  cuatro  clases. 

1. °  Que  detienen  la  circulación  de  la  sangre. 

2. “  Que  aceleran  su  circulación. 

3. °  Que  impiden  las  combinaciones  de  la  sangre. 

4. °  Que  provocan  composiciones  anormales. 

El  doctor  Ferreira  admite  tres  acciones  tóxicas : química  , mecánica  y 
vital , ó dinámica,  y clasifica  los  venenos  dinámicos  de  esta  suerte:  cáus- 
ticos , irritantes , sedantes  , atáxicos  y sépticos. 

M.  A.  Tardieu,  en  su  obra  titulada  Estudio  médico-legal  y clínico  del  en- 
venenamiento ( 1 ),  hace  de  los  venenos  cinco  grupos  : l.°  irritantes  y corro- 
sivos^ 2. # hipostenizantes ; 3.°  estupefacientes;  4, 0 narcóticos;  o.°  neu- 
rosténicos.  Los  venenos  sépticos  son  para  ese  autor  agenos  al  estudio 
médico-legal  del  envenenamiento. 

Es  ocioso  que  mentemos  mas  clasificaciones  de  venenos. 

¿A  cuál  de  las  que  acabo  de  exponer  darémos  nuestro  voto?  No  titu- 
beamos en  decir  que  á ninguna , si  bien  tal  vez  nos  sirvan  algunas  de 
ellas  para  formar  la  nuestra.  ¿Y  cuál  será  la  base  que  escojamos  para  su 
formación?  ¿Será  la  del  reino?  No  por  cierto.  A primera  vista  nada  pa- 
rece mas  sencillo  y regular  que  dividir  ios  venenos , como  hizo  Plonkc, 
en  animales,  vegetales  y minerales  ; los  tres  reinos,  en  efecto,  suminis- 
tran sustancias  venenosas.  Mas  ¿qué  utilidad  reportaría  una  clasificación 
fundada  en  una  base  que  nada  prejuzga,  que  á nada  conduce,  ni  para 


tV  Ohra  citada,  p.  167.  Esta  obra  so  ha  publicado  á Unes  de  1866. 


- 361  - 

el  diagnóstico , ni  para  la  terapéutica , ni  para  la  necroscopia  de  la  into- 
xicación? El  mismo  cuadro  de  síntomas  presenta  el  veneno  vegetal,  que 
el  animal  y mineral;  sea,  por  ejemplo,  el  de  la  víbora  , el  moho  de  una 
fruta  podrida,  el  ácido  sulfhídrico  de  las  letrinas,  los  alimentos  averia- 
dos, etc. ; todos  harán  desarrollar  el  cuadro  de  síntomas  propios  de  la 
intoxicación  séptica,  y,  sin  embargo,  pertenecen  á tres  reinos  diferentes. 
Lo  mismo  puedo  decir  de  la  medicación  y de  las  análisis. 

La  clasificación  que  debemos  adoptar  ha  de  ser  de  tal  suerte,  que 
pueda  con  ella  generalizarse  una  porción  de  conocimientos  relativos  á los 
venenos ; que  diciendo , tal  veneno  es  de  tal  clase,  se  sepa  ya  en  seguida, 
cuando  no  toda  la  historia  del  veneno  , la  mayor  parte  de  ella;  lo  cual  se 
logra  con  una  clasificación  que  reúna  en  ciertos  grupos  todos  los  venenos 
dotados  de  propiedades  comunes;  conocido  el  uno , lo  son  todos,  al  me- 
nos por  lo  tocante  á eso  que  tengan  de  común. 

Hav  más:  no  solo  deseo  una  clasificación  que  me  permita  formar  gru- 
pos de  venenos  semejantes  por  sus  propiedades,  sino  que  esa  semejanza 
ó comunidad  verse  sobre  conocimientos  directamente  relacionados  con 
el  diagnóstico,  con  la  terapéutica  y con  la  química  de  la  intoxicación. 
Ahora  bien;  ¿ puede  lograrse  esto  dividiendo  los  venenos  en  animales, 
vegetales  y minerales,  como  Plenkc,  ó en  orgánicos  é inorgánicos,  como 
Galtier?  Seguramente  que  no  . y es  la  razón  tan  evidente  , que  no  me  he 
de  parar  en  exponerla. 

¿Adoptaremos  como  base  de  nuestra  clasificación  el  estado  del  vene- 
no? Tampoco , por  las  mismas  razones.  Hay  venenos  que  no  por  dife- 
renciarse de  estado , se  diferencian  en  efectos  ; y si  bien  el  estado  sirve 
para  modificar  los  procedimientos  analíticos,  y por  lo  mismo  sea  de  algu- 
na utilidad  apelar  á él,  en  ramos  subalternos  de  la  clasificación,  no  puede 
formar  una  base. 

¿Adoptarémos  la  naturaleza  de  los  venenos,  como  lo  ha  hecho  An- 
glada  y Galtier?  Tampoco ; el  clasificar  los  venenos  en  simples  y com- 
puestos , los  compuestos  en  ácidos  , óxidos , compuestos  en  uro  y sales, 
conduce  á la  mayor  facilidad  de  análisis,  á la  mejor  exposición  de  los 
comprendidos  en  cada  clase  ; pero  nada  dicen  como  generalidad,  por  lo 
que  toca  al  diagnóstico  y á la  terapéutica  , partes  las  mas  esenciales  en 
todo  caso  de  intoxicación.  Hay  cuerpos  simples,  ácidos  , óxidos  y sales 
de  una  acción  , de  unos  efectos  , y otros  de  otros ; la  clasificación , pues, 
pecaría  por  su  base. 

¿Adoptaremos,  por  último,  el  modo  de  obrar  de  los  venenos  ? Veamos 
si  esta  base  puede  reportarnos  ventajas  relativamente  á la  sintomatología, 
ó al  diagnóstico,  al  pronóstico  de  la  intoxicación  , á la  terapéutica  y á la 
química  de  la  misma ; y si  realmente  es  así  , tomémosle  como  verdadero 
fundamento  de  la  clasificación  de  los  venenos. 

El  modo  de  obrar  de  los  venenos,  hablando  aquí  como  lo  entiende  la 
generalidad  de  autores  , esto  es,  con  respecto  á los  efectos  fisiológicos, 
no  es  igual : según  cuáles  ellos  sean,  varía  : por  lo  mismo  permite  la  dis- 
tribución de  los  venenos  en  ciertos  grupos.  El  modo  de  obrar  de  los  ve- 
nenos está  además  íntimamente  relacionado  con  los  síntomas,  con  las 
alteraciones  que  produce  en  el  cuerpo  vivo,  y puesto  que  el  conocimiento 
de  estas  alteraciones  y estos  síntomas  es  de  alta  importancia  en  todo  caso 
práctico  de  intoxicación , concíbese  la  ventaja  de  una  clasificación  que 
permita  formarse  , por  medio  de  una  generalidad  , una  idea  de  la  sinto- 
matología que  á tal  ó cual  veneno  corresponda.  Clasificados  bajo  este 


- 362  — 

de  vista  los  venenos , en  cuanto  se  presente  un  cuadro  sintomático 
J?un malquiera  intoxicación  , podrá  el  médico  decir : se  trata  de  un  veneno 
de  tal  clase.  T si  este  conocimiento  tan  rápidamente  adquirido  conduce 
á otros ; si  él  por  sí  solo  basta  para  disponer  la  terapéutica  conveniente, 
cuando  se  llega  á tiempo , ¿qué  importancia  y utilidad  no  adquiere  seme- 
jante clasificación?  Pues  héaquí  precisamente  lo  que  se  consigue,  adop- 
tando como  base  de  aquella  el  modo  de  obrar  de  los  venenos" 

Si  se  establece,  por  ejemplo,  una  clase  de  venenos  irritantes,  y se 
presenta  el  cuadro  general  de  síntomas  y alteraciones  que  los  venenos 
de  esta  clase  producen,  ¿cuánto  terreno  no  habrá  ganado  desde  el  mo- 
mento en  que  se  observe  en  el  enfermo  dicho  cuadro?  Tía  sido  el  tósigo 
un  irritante;  la  indicación  es  evidente;  ver  ese  cuadro , y apelar  á los 
antiflogísticos  será  todo  uno'.  Se  tratará  de  la  autópsia  ; las  alteraciones 
que  se  encuentren  tendrán  que  ser  las  de  las  flogosis  intensas.  Toda  la 
patología  de  la  intoxicación  queda  ilustrada  con  esa  generalidad  debida 
á la  clasificación  fundada  en  el  modo  de  obrar  del  veneno.  Las  particula- 
ridades se  deducirán  del  propio  modo,  á beneficio  de  las  subdivisiones 
dotadas  del  mismo  espíritu. 

Adoptando  el  modo  de  obrar  de  las  sustancias  venenosas  como  base 
de  su  distribución  , se  satisfacen  mas  necesidades , se  alcanzan  mas  ob- 
jetos y se  ciegan  mas  vacíos.  Acaso  la  química  de  la  intoxicación  , ó sea 
las  operaciones  analíticas,  se  acomodarian  más  á una  clasificación  fun- 
dada en  la  naturaleza , estado  y reino  de  las  sustancias ; mas  en  primer 
lugar,  podemos  adoptar  en  ramificaciones  subalternas  esas  bases ; y en 
segundo  lugar,  no  deja  de  ilustrar  este  terreno  la  que  adoptemos  como 
principal.  Recuérdese  lo  que  ya  llevamos  dicho  en  otros  párrafos,  y como 
todo  esto  está  íntimamente  relacionado  con  el  modo  de  obrar , ya  tal  vez 
pueda  establecerse  por  la  clasificación  alguna  generalidad  que  se  refiera 
á las  análisis  químicas. 

Mas  aun  cuando  esto  así  no  fuese  , bastaría  que  semejante  base  fuese 
ventajosa  con  respecto  al  diagnóstico,  pronóstico  y terapéutica  de  la  in- 
toxicación para  quedar  justificada. 

Pero  al  agitar  esta  importante  cuestión  y al  llegar  á este  punto,  es  ne- 
cesario que  no  ños  olvidemos  de  la  doctrina  que  hemos  consignado  en 
los  artículos  y párrafos  anteriores. 

Hemos  visto  que  el  modo  de  obrar  de  los  venenos  puede  mirarse  bajo 
dos  puntos  de  vista;  ya  con  relación  á sus  efectos  químicos  y primitivos, 
inmediatos  y directos,  ya  con  respecto  á sus  efectos  fisiológicos,  consecu- 
tivos, mediatos  é indirectos. 

El  primer  aspecto  es  el  verdadero  y el  lógico;  el  segundo,  como  lo  he- 
mos probado , es  una  mala. aplicación  de  hechos,  es  una  suposición  que 
adolece  de  graves  inconvenientes. 

Los  venenos  no  tienen  mas  que  una  acción  , la  química  , la  cual  se 
ejerce  de  varios  modos  ; los  efectos  que  le  pertenecen  son  químicos , y 
solo  le  pertenecen  los  inmediatos.  Los  efectos  fisiológicos  son  consecuen- 
cias de  las  alteraciones  que  introduce  en  la  economía  la  acción  química 
de  la  sustancia  venenosa. 

Por  lo  tanto,  cuando  se  trate  de  establecer  una  clasificación  de  vene- 
nos , según  su  modo  de  obrar,  es  preciso  que  nos  entendamos ; porque 
no  es  lo  mismo  hablar  de  ese  modo  de  obrar,  refiriéndonos  á los  efectos 
químicos,  que  remitiéndonos  á los  fisiológicos.  Bajo  un  aspecto  la  clasi- 
ficación es  una , y bajo  el  otro  es  otra. 


' - 363  - 

Si , para  clasificar  los  venenos,  tomamos  por  base  su  acción  química , 6 
lo  que  es  lo  mismo,  sus  efectos  químicos,  las  clases  serán  tantas,  cuan- 
tos sean  los  modos  de  ejercerse  esa  acción  química ; y en  este  caso , de- 
berémos  adontar  ur.a  que  está  calcada  sobre  lo  que  hemos  dicho  al  resu- 
mir la  doctrina  sobre  los  modos  de  obrar  de  las  sustancias  tóxicas. 

Si , al  contrario,  tomamos  por  base  los  efectos  fisiológicos,  ó la  acción 
fisiológica;  si  se  quiere  usar  de  esa  frase,  que  no  nos  parece  exacta, 
entonces  la  clasificación  ó las  clases  de  venenos  serán  tantas,  cuantas 
sean  las  formas  genéricas  ó los  cuadros  sintomáticos  que  ciertos  grupos 
presentan  con  bastantes  rasgos  comunes,  siquiera  los  tengan  especiales, 
para  poder  constituir  una  clase. 

Los  autores  que  han  clasificado  los  venenos  según  su  modo  de  obrar, 
se  han  referido  á la  acción  fisiológica , á los  efectos  fisiológicos,  media- 
tos, indirectos  ó consecutivos.  Conviene  , pues,  que  veamos  establecida 
esa  debida  diferencia ; qué  ventajas  v qué  inconvenientes  tiene  lo  uno 
v lo  otro  para  la  práctica,  y á cuál  de  esos  modos  de  considerar  la  ac- 
ción de  los  venenos  debemos  inclinarnos. 

Re  dicho  que  para  mí,  la  mejor  clasificación  de  los  venenos  es  aquella 
que  enlace  la  fisiología  de  la  intoxicación  con  las  demás  partes  de  la 
misma,  la  que  tome  por  base  caracteres,  cuyo  conocimiento  conduzca  á 
la  formación  del  diagnóstico  y pronóstico , v al  empleo  de  los  medios 
apropiados  para  combatir  el  estado  morboso  producido  por  las  sustancias 
tóxicas,  por  lo  menos,  v mejor  aun  , si  la  necroscopia  , la  química  y la 
filosofía  de  la  intoxicación  hallan  en  ella  también  algo  que  las  facilite. 

Partiendo  de  este  principio , que  me  parece  el  mejor  y el  de  mas  utili- 
dad práctica,  desde  luego  debo  declararme  por  el  modo  de  obrar  de  los 
venenos,  puesto  que  este  modo  tiene  con  todas  las  demás  partes  de  la 
toxicología  tan  íntimas  relaciones. 

Remos  demostrado  que  la  acción  de  los  venenos  es  química,  que  no 
tienen  otra  acción;  bajo  este  punto  de  vista  , todos  son  unos;  no  for- 
man mas  que  una  clase  , todos  son  químicos.  Cuando  Anglada  los  divi- 
dió en  químico. s y anti- vi  tales , pretendiendo  que  solo  los  primeros  tenían 
acción  molecular,  v obraban  sobre  los  sólidos  y líquidos,  al  paso  que  los 
anti-vitales  ejercian  su  acción  sobre  la  vida , siendo  el  sistema  nervioso  el 
medio  por  donde  la  atacaban,  incurrió  en  el  grave  error  de  que  tantos 
participan  y que  tan  evidente  es,  de  no  reconocer  en  los  segundos  una 
acción  tan  química  como  en  los  primeros  , siquiera  no  se  manifieste  con 
destrucciones  objetivas  de  la  trama  anatómica  como  los  cáusticos,  á los 
cuales  tan  solo  llamaba  químicos  el  profesor  de  Montpellier. 

En  la  segunda  edición  de  este  libro,  hemos  participado  de  esas  ideas. 
Aunque  no  estábamos  por  la  falta  de  acción. química  de  los  venenos  vita- 
les, de  acción  sobre  lo  material  de  nuestra  economía,  en  todos  los  casos ; 
solo  por  lo  sensible  v manifiesto  de  esta  acción  en  unos,  y lo  oculto  en 
otros,  nos  decidimos  á profesar  la  opinión  de  que  habia  venenos  con  ac- 
ción química  . v venenos  con  acción  dinámica  ó vital.  Pero  hemos  aban- 
donado ese  modo  de  ver,  tanto  porque  no  descansa  en  sólidos  fundamen- 
tos, como  norque  nos  hemos  convencido  de  que  la  acción  de  los  venenos 
llamados  dinámicos  ó no  cáusticos  es  tan  manifiestamente  química,  como 
la  de  los  que  cauterizan  ó desorganizan  la  trama  de  los  tejidos. 

Si  todos  los  venenos  ejerciesen  su  acción  química  del  propio  modo;  si 
no  hubiese  mas  que  un  modo  de  obrar  de  los  venenos  sobre  los  princi- 
pios inmediatos  ae  nuestros  tejidos  y órganos,  como  lo  pretende  Robín, 


- 364  - 

tampoco  habría  lugar  á clasificarlos;  no  formarían  mas  que  una  clase. 

Mas  hemos  demostrado  que  esa  acción  química  no  es  siempre  igual, 
míe  las  hay  muy  diferentes,  y desde  el  momento  que  existe  esa  diferen- 
cia, que  es  un  hecho  demostrado,  la  clasificación  es  necesaria;  se  pre- 
senta por  sí  misma  , no  es  una  invención  escolástica , es  un  hecho  na- 
tural reconocido  por  la  ciencia. 

Si,  á pesar  de  ser  vario  el  modo  de  ejercer  la  acción  química  los  ve- 
nenos, tanto  sus  efectos  inmediatos  , directos  ó químicos,  como  los  me- 
diatos, indirectos  ó fisiológicos,  fuesen  completamente  ó casi  iguales, 
é iguales  los  medios  terapéuticos  indicados  para  combatirlos,  podría- 
mos prescindir  de  toda  clasificación  , porque  el  establecerla  conduciría 
¡loco  ó nada  á la  menor  utilidad  práctica.  ¿De  qué  serviría  ocuparnos  en 
distinguir  los  modos  de  obrar,  en  tornarlos  por  base  de  una  clasificación, 
si  dado  uno  y otro  caso  práctico  de  intoxicación  ó envenenamiento,  siem- 
pre hubiese  de  haber  el  mismo  cuadro  sintomático , el  mismo  pronós- 
tico, la  misma  anatomía  patológica  y la  misma  medicación? 

La  clasificación,  pues,  como  hecho,  no  solo  consiste  en  los  diversos 
modos  de  obrar  de  ios  venenos , sino  en  sus  diversos  efectos  químicos  y 
fisiológicos,  en  sus  diversas  manifestaciones  objetivas  y en  los  diversos 
medios  de  combatir  esos  efectos.  La  ciencia  cumple  con  su  deber,  reco- 
nociendo esa  diferencia  en  la  naturaleza.  Más  que  una  elucubración  de 
bufete,  que  una  obra  intelectual , es  un  producto  flagrante  de  observa- 
ción y experiencia  práctica. 

Esto  sentado , preguntémonos  si  una  clasificación  de  venenos,  tomando 
por  base  la  acción  química,  ó mejor  los  diversos  modos  de  ejercerla  , no 
solo  será  lógica  sino  útil  para  la  práctica;  si  además  de  expresar  los  he- 
chos propios  de  la  fisiología  de  la  intoxicación  , expresará  también  los  de 
Ja  patología  y terapéutica;  si  se  acomodará  á las  prácticas  de  la  necros- 
copia y de  la  química,  y si  facilitará  las  consideraciones  filosóficas  que 
tanto  se  necesitan  en  los  casos  de  una  intoxicación,  y mas  aun  en  los  de 
un  envenenamiento. 

"Miemos  consignado  en  su  lugar,  que  los  efectos  químicos  están  íntima- 
mente relacionados  con  los  fisiológicos;  que  estos  son  las  manifestacio- 
nes objetivas  de  los  estados  nuevos  y anormales  en  que  colocan  los  só- 
lidos y líquidos , los  tejidos  y dos  órganos , las  alteraciones  atomísticas 
producidas  por  la  acción  química  de  los  venenos  ; hemos  dicho  más,  que 
todas  esas  manifestaciones  sonhechos  de  órden  físico  y químico , paten- 
tes unos,  mas  ocultos  otros,  siquiera  sean  vitales  ó solo  posibles  mien- 
tras dura  la  vida  del  sugeto  ; tanto  porque , en  efecto , se  los  ve  bajo  la 
dependencia  de  las  leyes  físicas  y químicas,  como  porque  la  vida,  la 
existencia  de  la  materia  organizada  es  un  modo  de  ser,  sujeto  al  mismo 
código  , siquiera  las  circunstancias  en  medio  de  las  cuales  se  realiza , y 
las  condiciones  que  necesita,  no  sean  del  todo  conocidas. 

Si  ya  la  experiencia  no  lo  demostrara  , la  lógica  , pues , nos  conduciría 
á sentar  que  ha  de  encontrarse  esa  íntima  relación  entre  los  efectos  quí- 
micos y los  fisiológicos  del  veneno.  Si  hay  diversidad  en  los  fisiológicos, 
es  porque  también  la  hay  en  los  químicos;  si  la  manifestación  sintomá- 
tica no  es  igual , es  porque  tampoco  es  igual  la  alteración  de  las  funcio- 
nes provocadas  por  la  ingestión  del  veneno  ; si  se  necesita  diferente  me- 
dicación , es  porque  el  estado  morboso  que  constituye  cada  veneno  ó cada 
clase  de  venenos,  tampoco  se  ha  efectuado  del  propio  modo,  ni  del  pro- 
pio modo  se  sostiene. 


- 368  — 

Dé  aquí,  pues,  demostrado  cémo  después  de  haber  admitido  varios 
modos  de  ejercer  la  acción  química , de  haber  determinado  y clasificado 
esos  modos,  podemos  todavía  seguir  aceptándolos  como  base  de  una  cla- 
sificación de  venenos , base  sólida  y siempre  amiga  de  lo  que  la  práctica 
nos  presenta. 

Si  examinamos  bajo  estos  puntos  de  vista  las  tres  clases  de  modos  de 
obrar  químicos  que  hemos  admitido,  verémos  que,  en  efecto,  hay  cuadros 
sintomáticos  diversos  en  las  intoxicaciones  producidas  por  los  venenos 
de  esas  clases,  y necesidad  de  emplear  medios  terapéuticos  diferentes 
para  combatirlas. 

Cuando  los  venenos  obran  contrayendo  combinaciones  anormales  é in- 
compatibles con  la  vida  ó la  salud,  hay  unos  síntomas  y una  terapéutica. 

Cuando  obran  impidiendo  las  combinaciones  fisiológicas  de  los  princi- 
pios inmediatos,  hay  otros  síntomas  y otra  terapéutica. 

Cuando  provocan  metamórfosis  y fermentaciones  morbosas,  el  cuadro 
de  síntomas  es  diferente  de  los  anteriores,  y la  medicación  indicada  no 
es  tampoco  igual. 

Luego  si  esto  es  así,  como  lo  es  en  efecto,  podemos  establecer  una  cla- 
sificación de  venenos,  á tenor  de  su  modo  de  obrar  químico  y genérico. 

Hemos  visto  que  cada  modo  de  obrar  genérico  ó de  una  clase  se  sub- 
divide en  varias  subclases;  ó lo  que  es  lo  mismo,  que  si  todos  los  vene- 
nos comprendidos  en  el  primer  modo  de  obrar  tienen  de  común  con- 
traer combinaciones  anormales  é incompatibles  con  la  vida , puestos  en 
contacto  con  los  principios  inmediatos  ó los  elementos  de  los  tejidos  y 
de  la  sangre,  no  todos  forman  combinaciones  iguales,  ni  dan  lugar  á la 
identidad  de  síntomas  ó manifestaciones  fisiológicas , ni  exigen  la  misma 
terapéutica  en  un  todo. 

Los  hay  que  contraen  combinaciones  con  los  principios  protéicos  de 
los  tejidos  y de  la  sangre;  que  los  contraen  tan  solo  con  el  oxígeno  res- 
pirado; que  los  contraen  con  otros  principios  inmediatos;  y como  de  cada 
clase  de  esas  combinaciones  resultan  alteraciones  funcionales  diferentes, 
los  cuadros  de  síntomas  lo  son  también,  y lo  es  también  la  terapéutica. 

Otro  tanto  podemos  decir  de  ios  que  impiden  las  combinaciones  nor- 
males. Siquiera  todos  hagan  esto,  en  último  resultado  no  todos  lo  hacen 
del  propio  modo.  Los  hay  que  desalojan  el  oxígeno;  los  hay  que  provo- 
can catálisis , impiden  la  hcmatosis  ó la  combinación  normal  de  otros 
principios  inmediatos  entre  sí , y á cada  uno  de  esos  modos  de  impedir 
combinaciones  normales,  hay  sus  correspondientes  manifestaciones  sin- 
tomáticas , y debe  haber  sus  medios  terapéuticos  diversos. 

Por  último,  los  del  tercer  modo  de  obrar,  aun  cuando  tengan  de  co- 
mún provocar  metamórfosis  y fermentaciones,  no  todos  lo  hacen  del 
mismo  modo,  ya  no  tomen  parte  en  la  operación  química,  ya  la  tomen; 
ora  formen  simples  descomposiciones  por  movimiento  fermentativo,  sin 
reproducción  del  provocador , ora  reproduciéndole ; de  cuyas  diferencias 
se  siguen  manifestaciones  fisiológicas  diferentes  también , y exigen  trata- 
mientos especiales. 

Luego  es  lógico,  filosófico,  fundado,  posible,  práctico  y de  suma  utili- 
dad , clasificar  los  venenos  á tenor  de  su  modo  de  obrar,  refiriéndonos  á 
su  acción  química  y á los  diversos  modos  de  ejercerse  esta  acción. 

Nadie  lo  ha  hecho,  sin  embargo ; ni  los  mismos  que  no  ven  en  los  ve- 
nenos mas  acción  que  la  acción  química.  Si  Mialhe  ha  bosquejado  una 
clasificación , que  parece  tener  este  intento , ya  hemos  visto  que , en  pri- 


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íner  lugar  no  expresa  bien.la  realidad  de  los  hechos , suponiendo  que 
solo  hay  acción  sobre  ia  sangre,  y en  segundo  lugar,  que  tan  pronto  se 
tunda  en  los  electos  lisiológicos  como  en  los  químicos , en  ios  primitivos 
cómo  en  i os  secundarios , en  los  inmediatos  y directos  como  en  los  indi- 
rectos y mediatos. 

¿Nos  atreveremos  nosotros,  pues,  á romper  la  valla?  ¿A.brirémos  esta 
nueva  senda?  ¿liaremos  esta  innovación?  Así  como  nos  nemos  decidido 
abierta  y denodadamente  á proclamar  la  acción  química  de  ios  venenos; 
así  como  hemos  establecido  una  nueva  clasificación  de  los  modos  de  ejer- 
cerla, romperemos  también  con  todo  lo  hasta  aquí  establecido,  para  sen- 
mr  desde  hoy  mas  una  clasificación  de  venenos  sobre  esa  nueva  base;  so- 
bre los  electos  químicos,  y no  sobre  los  fisiológicos;  ó serémos  tan  in- 
consecuentes, tan  pusilánimes , que,  después  de  habernos  afanado  tanto 
eu  sentar  como  un  hecho  la  acción  química  y en  haberla  deslindado , nos 
detengamos,  retrocedamos,  reco^mos  prendas,  y en  vez  de  enarbolar 
una  bandera  propia,  independiente,  acabemos  por  cobijaruos  debajo  de 
la  de  Orilla  ó de  cualquiera  otra  que  clasifique  los  venenos  por  sus  elec- 
tos lisioiógicos? 

ISo  se  compadece  con  la  independencia  de  nuestro  carácter,  cejar  en 
un  propósito,  tan  solo  porque  ia  idea  sea  nueva , porque  los  demás  no  le 
Hayan  seguido.  JSi  estamos  convencidos  de  la  verdad  de  una  cosa,  no  in- 
clinamos la  voluntad  delante  de  ningún  ídolo ; con  toda  la  irreverencia 
del  iconoclasta  procuramos  derribarle,  sin  temor  alguno  de  que  castigue 
el  sacrilegio  con  los  rayos  de  sus  iras,  siquiera  sea  un  Júpiter  Olímpico. 

itero,  tan  inflexibles  é indomables  como  somos  ante  la  tiranía  de  una 
autoridad  ilegítima,  nadie  nos  gana  en  docilidad  ante  el  poder  legitimo 
ue  ia  razón  y ia  verdad;  m somos  de  los  que  para  abrir  los  ojos  á la  luz 
de  una  antorcha  miran  antes  la  mano  del  que  ia  lleva.  Para  nosotros,  el 
portador  de  ia  luz  nos  es  de  todo  punto  indiferente , ni  le  vemos. 

¿i,  pues,  á pesar  de  lo  que  llevamos  expuesto,  no  se  nos  ha  visto  de- 
cididamente en  la  tercera  edición,  ni  se  nos  ve  en  la  actual  de  nuestro 
Compendio  clasificar  los  venenos,  como  acabamos  de  indicarlo,  no  es  por- 
que no  nos  atrevamos  á separarnos  del  rey  de  ia  Toxicoiogía  y su  corte, 
siquiera  estemos  convencidos  de  las  ventajas  de  nuestro  modo  de  ver;  es 
porque,  desgraciadamente,  el  estado  actual  de  ia  ciencia  no  nos  permite 
todavía,  establecida  ia  clasificación , determinadas  las  clases  y subclases, 
repartir  entre  ellas  de  una  manera  sólida,  experimental  , como  producto 
de  observaciones  y ensayos,  lodos  ios  venenos  conocidos. 

iNuestra  filosofía  no  nos  permite  sentar  jamás  generalidades,  sin  haber 
estudiado  antes  lodos  ios  particulares  necesarios.  Antes  de  sintetizar, 
analizamos : antes  de  ciasilicar , examinamos  todos  los  obelos  que  ha  de 
comprender  ia  clasificación;  para  formar  grupos  genéricos,  vamos  viendo 
en  cada  objeto  lo  que  tiene  de  común  y lo  que  tiene  de  especial , las  se- 
mejanzas y las  diferencias. 

Para  establecer,  pues,  una  clasificación  de  venenos  fundada  en  su 
modo  de  obrar , de  ejercer  su  acción  química , conforme  lo  llevamos  in- 
dicado, y sobre  todo,  para  repartir  entre  esas  clases  y subclases  todos  los 
venenos  conocidos  á tenor  de  su  modo  de  obrar , tenemos  por  absoluta- 
mente indispensable  haberlos  estudiado  todos  bajo  ese  nuevo  punto  de 
vista,  haber  ensayado  de  un  modo  experimental  uno  por  uno,  y haber 
determinado  su  acción  química. 

Üi  todos  ios  venenos  conocidos  de  los  tres  reinos  hubiesen  revelado  á 


los  experimentadores  su  verd  d”“  ““fpecl0°de  muchos,  y fuese  tan  de- 
todos  ellos  se  supiese  lo  que  se  sa^®  re  P aup  va  na(ja  me  detendría, 

mostrable  prácticamente,  ¡oh I estad  g <1  ^clasiüeacion  indicada, 

mero  de  venenos  que  se  caracterizase  por  su  acción  correspondiente 

los  caractéres  comunes  consignados  en  aquellas.  .cloM  ■ nn 

Es  lo  que  haré  probablemente  un  día,  si  los  de  mi  frágil  existencia  no 
se  interrumpen  antes ; es  lo  que  harán  los  toxicólogos  venideros , en 
cuanto  los  progresos  de  la  química  orgánica  se  lo  consientan.  Esta  es  mi 
profecía,  y el  tiempo  dirá  si  ella  es  liviana. 

Atacado  ..el  estéril  vitalismo  en  todos  sus  fuertes  y revellines,  desalo- 
jado sucesivamente  de  sus  posiciones  misteriosas,  que  es  el  único  modo 
de  vencerle,  la  única  estrategia  con  que  se  le  ha  de  aniquilar  para  siem- 
pre, puesto  que  solo  vive  de  lo  inexplicable,  que  se  refugia  siempre  en  las 
tinieblas  ese  buho  de  la  ciencia,  la  clasificación  de  los  venenos  tomará 
por  base  los  efectos  químicos , y serán  distribuidos  los  venenos  á tenor 
de  los  mismos  por  las  clases  y subclases. 

Desgraciadamente,  como  ya  lo  llevo  dicho,  no  está  todavía  conocida  la 
acción  química  de  gran  parte  de  venenos,  en  especial  del  reino  orgáiíico. 
Si  acerca  de  los  inorgánicos  son  ya  muy  pocos  los  que  no  hayan  revelado 
su  modo  de  obrar,  y las  combinaciones  que  forman , tanto  fuera  como 
dentro  de  las  organizaciones  vegetales  y animales;  respecto  de  las  sus- 
tancias procedentes,  de  estos  no  tenemos  todavía  tantos  datos ; la  analo- 
gía, la  conjetura , la  probabilidad , son  tan  solo  todavía  los  medios  filo- 
sóficos que  poseemos  para  darle  cabida  en  la  teoría,  y como  es  de  ver, 
eso  no  alcanza  para  que  quien  se  aprecie  de  hombre  lógico  y filósofo  ba- 
coniano,  quien  tenga  por  guia  la  experiencia,  los  hechos  bien  apreciados 
antes  de  elevarse  á la  generalidad,  á la  síntesis,  á la  fórmula  de  un  prin- 
cipio ó de  una  ley , afirme  lo  mismo  de  lo  cierto  y demostrado , que  de  lo 
conjetural  y solamente  probable. 

\o  podría  establecer  las  tres  clases  de  venenos  con  sus  subclases  en  la 
forma  indicada  , y repartir  entre  ellas  los  venenos  de  acción  química  co- 
nocida; respecto  de  estos  no  hay  dificultad  ya  hoy  dia ; mas  respecto  de 
los  de  acción  química,  no  conocida  aun  de  un  modo  directo  y experimen- 
tal , seria  muy  expuesto ; falto  de  bases  sólidas,  podría  incurrir  en  erro- 
res graves,  y la  distribución  tendría  que  ser  antojadiza,  por  lo  menos 
gratuitamente  hipotética. 

Cuando  la  ciencia  avance,  cuando,  ya  que  no  todos,  la  inmensa  ma- 
yoría de  venenos  se  preste  á este  trabajo,  por  lo  conocido  y demostrado 
de  su  acción,  ya  podrá  emprenderse  esa  tarea,  siquiera  haya  un  rema- 
nente mearla  seáis,  ó que  solo  se  coloque  en  las  clases  y subclases  de  un 
moüo  racional  y bajo  la  condición  de  que  el  porvenir  los  eleve  de  la  ca- 
egmria  de  aspirantes  ó meritorios  á la  de  propietarios. 

seré,en  eso  lodo  lo  franco  que  suelo  ser  en  todo;  creo  que 
hidn  dk.in^puede  hacerse  lo  fiue  acabo  de  indicar,  estableciendo  la  de- 

esperañdo'redudp1!?  veí!,nos  de  a<¡cion  conocida  y no  conocida, 

anarezcan  w , /f080?  los  üllImos  ^dad.a,  hasta  que  des-1 

mi  situación  particular  me  ioht'co^el.tído^ni 


hombres  dotados  de  mas  tiempo,  de  mas  medios  y de  mas  conocimien- 
analíticos  eme  yo,  podrán  emprender  este  importante  Rutilísimo  tra- 
haio  v con  II  harán  Yl*  ciencia  un  gran  servicio.g 
Oue  no  se  extrañe,  pues,  si  en  esta  edición,  al  tratar  de  las  clases  de 
ei  enos  v al  hablar  de  ellos  relativamente  á lo  que  tienen  los  venenos 
de  común,  según  la  ciase  á que  pertenecen,  no  adopte  la  clasificación 
indicada;  temeria  incurrir  en  inexactitudes,  no  solo  respecto  cíe  la  misma 
acción  química,  sino  respecto  de  los  síntomas,  del  pronóstico,  de  la  ana- 
tomía patológica  y de  la  terapéutica. 

Siendo  los  efectos  fisiológicos  mas  conocidos ; facilitando  estos  mas  el 
diagnóstico,  en  especial  para  mayor  número  de  médicos;  disponiendo 
para  el  tratamiento  indicado  de  una  manera  que,  fuera  del  emp.eode  los 
contravenenos , puede  ser  casi  igual  á la  terapéutica  que  indicaria  la 
clasificación  por  los  efectos  químicos ; no  siendo  un  obstáculo  para  apre- 
ciar las  alteraciones  anatómico-patológicas,  por  la  íntima  relación  que 
hay  entre  los  efectos  químicos  y los  fisiológicos , ni  para  las  análisis  quí- 
micas, puesto  que  estas  tienen  sus  reglas  hasta  cierto  punto  independien- 
tes de  toda  clasificación  de  venenos;  y por  último,  pudiendo  la  filosofía  de 
la  intoxicación  resolver  sus  problemas  del  propio  modo , ora  se  clasifi- 
quen los  venenos  por  sus  efectos  fisiológicos,  ora  por  los  químicos,  te- 
niendo en  cuenta  unos  y otros,  deslindándolos  debidamente,  no  confun- 
diendo los  inmediatos  con  los  mediatos,  y dando  á cada  fenómeno  la 
causalidad  que  le  corresponde , á tenor  de  lo  que  llevamos  consignado 
en  la  fisiología  de  la  intoxicación;  no  habrá  graves  inconvenientes  en  que 
por  ahora  sigamos  aceptando  la  clasificación  de  ios  venenos  por  las  al- 
teraciones que  producen  en  las  funciones , ó los  cuadros  sintomáticos, 
que  es  como  si  dijéramos  los  efectos  fisiológicos. 

Aceptemos  , pues , por  todas  las  razones  indicadas , una  clasificación 
fundada  en  el  modo  de  obrar  de  los  venenos , y en  el  sentido  en  que  le 
entienden  los  autores,  es  decir,  refiriéndonos  á ios  efectos  mediatos,  in- 


directos, secundarios,  consecutivos  ó fisiológicos,  no  como  la  mejor,  mas 
cabal , mas  científica , sino  como  la  que,  en  el  estado  actual , y tal  como 
nosotros  podemos  hacerlo,  tiene  menos  inconvenientes  en  la  práctica. 

Resuelta  esta  cuestión,  pasemos  á otra.  Aceptada  la  clasificación  délos 
venenos  por  su  modo  de  obrar  y con  relación  á sus  efectos  fisiológicos, 
¿adoptaremos  la  de  Orilla?  ¿No  habrá  otra  mejor,  siquiera  la  tomemos 
como  base?  ¿No  podremos  hacer  con  ella  lo  que  ese  gran  práctico  hizo 
con  la  de  Foderé , y lo  que  este  con  la  de  otros  autores , y en  especial  con 
la  de  Yicat? 


¿Aceptarémos  la  flamante  y con  pujos  de  rasorismo  de  Tardieu,  la  mas 
reciente  y pretenciosa  de  todas?  Veamos. 

Cuantos  han  seguido  la  clasificación  de  Orilla,  incluso  este  mismo  au- 
tor, han  reconocido  que,  si  respecto  de  ciertas  clases  es  bastante  exacta,  ó 
aproximada,  por  lo  menos,  á la  genuina  expresión  de  los  hechos  patoló- 
gico-tóxicos , respecto  de  otras  sucede  todo  lo  contrario.  Las  dos  últimas 
clases,  la  de  ios  narco tico-ácres  y sépticos,  ofrecen  grupos  de  síntomas 
tan  diversos,  alteraciones  anatómico-patológicas  tan  diferentes,  y exigen 
terapéutica  tan  varia,  que  se  han  visto  precisados  á subdividirlas  en  gru- 
pos y á reconocer  que  el  título  de  la  clase  no  conviene , no  solo  á mu- 
chos, sino  á ninguno. 

La  de  ios  mismos  irritantes  se  subdivide  naturalmente  en  cáusticos  y 
no  cáusticos,  por  razón  de  la  diferente  intoxicación  que  presentan,  tanto 


-r-  aer- 
en lo  qué  concierne  á los  síntomas»  como  á las  alteraciones  de  los  tejidos* 
Galtier , colocándose  en  el  punto  [de  vista  de  estos  autores , ha  hecho 
perfectamente  una  modificación;  ha^propuesto  que  á los  irritantes,  narcó- 
ticos, narcótico-ácres  y sépticos,  se  agreguen  los  anestésicos  y los  tetánicos. 

En  efecto,  si  un  cuadro  de  síntomas,  de  todo  punto  diferente  de  los  de- 
más, es  base  suficiente  para  formar  una  clase  ; si  en  esto  están  fundadas 
las  cuatro  de  Oríila , es  lógico  que  se  reconozcan  las  propuestas  por  Gal- 
tier;  porque  realmente  el  cuadro  de  síntomas  de  los  anestésicos  y el  de 
los  tetánicos  se  diferencian  tanto  entre  sí,  como  cada  uno  de  los  demás. 

Siendo,  pues,  cierto  que  la  clasificación  de  Orfila  no  expresa  toda  la 
verdad;  siendo  cierto  que  los  cuadros  sintomáticos  de  cada  una  de  sus  cla- 
ses no  representan  exactamente  ios  efectos  fisiológicos  de  todos  los  vene- 
nos, en  cada  una  comprendidos,  es  necesario  modificarla,  ora  admi- 
tiendo mas  clases , ora  dividiendo,  las  que  sean  susceptibles  de  ello , en 
subclases. 

Hemos  dicho  que  M.  Tardieu , en  su  nueva  obra  ya  citada , modifica 
la  clasificación  de  Orfila ; y rechazando , como  impropia  del  estudio  del 
envenenamiento  médico-legal  laclase  de  los  sépticos,  forma  cinco  gru- 
pos : l.“  irritantes  y corrosivos;  2.°  hipostenizantes ; 3.°  estupefacientes; 
4."  narcóticos;  5.’  neurosténicos. 

Son  varias  las  razones  que  tenemos  para  no  considerar  esta  innovación 
del  distinguido  catedrático  de  Medicina  legal  de  Paris,  ni  como  un  pro- 
greso , ni  como  un  acierto  en  esta  parte  de  la  Toxicología. 

En  primer  lugar,  siendo  cierta,  y por  todos  reconocida,  la  existencia 
de  una  clase  de  venenos  llamados  sépticos ; siendo  diferente  su  modo  de 
obrar,  ora  bajo  el  punto  de  vista  químico , ó de  los  efectos  primitivos,  in- 
mediatos, directos ; ora  bajo  el  de  los  efectos  fisiológicos , mediatos , indi- 
rectos; siendo  de  todo  punto  diferente  el  cuadro  de  síntomas  presentados 
por  los  que  padecen  una  intoxicación  séptica,  de  los  cuadros  propios  de 
otras  intoxicaciones;  y siendo  diferente  la  anatomía  patológica  que  los 
caracteriza  de  un  modo  singular,  y,  por  último,  exigiendo  esa  intoxica- 
ción una  terapéutica  tan  diversa  de  todas  las  demás;  es  altamente  gratuito, 
destituido  de  toda  razón  científica,  y contrario,  tanto  á la  observación 
clínica,  como  á la  experimentación,  borrar  de  una  plumada,  y sin  justi- 
ficación de  ninguna  especie,  la  clase  de  venenos  sépticos,  del  cuadro 
nosólogo-toxicológico. 

La  'loxicología  no  consiente,  ni  puede  consentir  semejante  mutilación. 
Negar  la  existencia  de  esa  clase  de  venenos , es  como  negar  uno  de  los 
colores  primitivos  ó cardinales  del  espectro  solar;  es  negar  la  existencia 
de  los  gases  desprendidos  de  las  letrinas;  es  negar  la  existencia  de  los 
crótalos  y demás  animales  ponzoñosos;  es  negar  la  de  los  virus;  es  ne- 
gar, en  fin,  la  de  las  sustancias  alimenticias  en  estado  de  putrefacción  y 
eminentemente  venenosas.  Tan  legítima,  experimental  y clínica  es  la  in- 
clusión de  esa  clase  de  venenos  en  el  cuadro  nosológico  de  la  intoxica- 
ción , como  cualquier  otra,  como  la  menos  disputada,  y con  muchísima 
mas  razón  que  los  hipostenizantes,  y los  neurosténicos,  y los  estupefacien- 
tes del  peregrino  cuadro  trazado  por  M.  Tardieu,  con  mas  afan  de  inno- 
var, que  con  acierto  y fundamento. 

¿Por  qué,  pues , excluye  de  ese  cuadro  M.  Tardieu  los  venenos  sépti- 
cos? ¿Porque  no  pertenecen  en  ningún  grado,  como  lo  dice  dogmática- 
mente , á la  historia  médico-legal  del  envenenamiento? 

Si  en  la  introducción  de  nuestro  Compendio  no  hubiésemos  puesto  ya 
TOXICOLOGÍA.  — 24 


370  — 

en  evidencia  los  graves  errores  á que  conduce  á ese  autor  la  falsa  posi- 
ción que  ha  tomado,  imbuido  de  la  idea  equivocada  que  tiene  de  lo  que 
él  llama  estudio  médico-legal  del  envenenamiento , bastaría  ese  solo  rasgo, 
para  dejar  comprender  todas  las  funestas  consecuencias  de  ese  modo  de 
tratar  la  ciencia , tan  contrario  al  raciocinio  y á la  práctica. 

Si  dice  que  no  niega  la  existencia  de  esos  venenos,  pero  que  el  médico 
legista  no  debe  tratar  de  ellos,  el  error  será  tan  profundo,  como  si  ne- 
gara esa  existencia.  El  médico  legista,  en  la  práctica  del  envenenamiento, 
tan  pronto  puede  encontrarse  con  un  caso  debido  á venenos  sépticos, 
como  con  otro  debido  á venenos  de  otra  clase,  y debe , por  lo  mismo,  co- 
nocerlos; deben  estar  comprendidos  en  el  estudio  médico-legal  del  enve- 
nenamiento. 

Poco  importa  que  los  venenos  sépticos  no  sean  , por  lo  común  , instru- 
mento del  crimen  ; pueden  serlo  de  la  codicia , del  suicidio ; pueden  ser 
cuasi-delitos , imprudencias  temerarias;  y,  de  todos  modos,  pueden  dar 
lugar  á actuaciones  periciales  que  hagan  sospechar,  no  solo  una  intoxica- 
ción involuntaria,  sinola  voluntaria  ó el  envenenamiento.  ¿ Y qué  hará 
el  médico  legista  en  esos  casos,  según  las  erradas  doctrinas  de  M.  Tar- 
dieu?  Dirá  : ¿eso  no  me  pertenece;  no  pertenece  en  ningún  grado  á la 
historia  médico-legal  del  envenenamiento?  ¿Dejará,  declinando  así  su 
competencia,  que  el  juez  siga  creyendo  en  un  envenenamiento  ó intoxi- 
cación criminal , no  solo  efectuada  por  un  veneno  séptico , sino  por  otros? 

La  práctica  de  la  Medicina  legal,  en  punto  á envenenamiento,  como 
en  punto  á todos  los  demás  casos  de  esa  Medicina  , así  se  refiere  á los  ca- 
sos positivos,  como  á los  negativos;  á los  casos,  en  que  hay  realmente  el 
hecho  criminal  que  se  sospecha , como  á los  en  que  solo  existen  las  apa- 
riencias; y por  eso  se  llama  al  perito  científico,  para  que  distinga  de  ca- 
sos. ¿Y  cómo  ios  distinguirá , si  se  prescinde  de  ese  estudio,  si  se  borra 
de  una  plumada  toda  una  clase,  y de  las  mas  positivas,  de  venenos? 

Borrar  de  la  Toxicología , ó de  sus  cuadros  nosológicos , los  venenos 
sépticos  , es  mutilarlos  , contra  toda  razón  y fundamento.  Suponer  que  el 
médico  legista  no  debe  conocerlos  y hacer  con  ellos  lo  que  con  las  de- 
más clases,  es  mas  antojadizo  todavía  , por  no  decir  otra  cosa. 

En  segundo  lugar,  si  de  lo  que  suprime  M.  Tardieu,  pasamos  á lo  que 
admite,  no  vemos  en  su  clasificación  mas  que  nombres , no  solo  ya  gasta- 
dos, sino  vagos  y confusos,  respecto  de  la  idea  que  representan. 

Los  irritantes  y corrosivos  no  deben  estar  juntos  ; ni  por  su  modo  de 
obrar  químico,  ni  por  su  cuadro  sintomático,  ni  por  su  anatomía  patoló- 
gica , se  parecen.  La  potasa  cáustica , por  ejemplo  , ó su  disolución  con- 
centrada, es  corrosiva,  no  irritante,  siquiera  irrite  las  partes  vecinas 
que  no  toca,  ó que  toca  rápidamente;  su  propiedad  descollante  y carac- 
terística en  ese  estado  es  corroer , destruir  la  trama  de  los  tejidos , y los 
efectos  son  muy  diversos.  Diluida  su  disolución,  pero  teniendo  todavía 
cierta  intensidad,  irrita,  mejor  diremos,  inflama ; no  corroe;  este  es  su 
modo  de  obrar  fisiológico , y sus  efectos  distan  mucho  de  los  producidos 
por  ese  cuerpo,  cuando  es  cáustico. 

. La  clase  hipostenizantes  es  una  innovación  hipotética , una  denomina- 
ción rasoriana , que  podrá  parecerle  á M.  Tardieu  muy  usada  en  el  dia 
por  los  que  guardan  todavía  resabios  de  la  nosología  bruniana , bru- 
seista , ó á lo  Guerin , Giacomini  y Rasori ; pero  que  es  la  mas  impropia 
para  emplearla  en  una  clasificación  de  fenómenos  morbosos,  ora  natura- 
les , ora  debidos  á venenos.  Todos  los  venenos  son , en  rigor,  hiposteni - 


xantes ; todos  atacan  rápidamente  y deprimen  eso  que  llama  M.  Tardieu 
las  fuerzas  vitales ; todos  alteran  la  sangre , si  pasan  á ella  por  la  absor- 
ción , ó se  ponen  con  ella  en  contacto  directamente.  Hasta  en  las  intoxi- 
caciones mas  excitantes,  al  principio , mas  inflamatorias , hay  un  período 
hiposténico,  de  depresión  vital,  y si  hubiéramos  de  tomas  ese  período 
como  base , para  una  clase  de  venenos , no  habria  mas  que  una  clase. 

¿Qué  ha  de  suceder  en  toda  intoxicación,  en  especial  cuando  un  ve- 
neno pasa  á la  masa  de  la  sangre , sino  presentarse  una  depresión  de  lo 
que  llaman  los  vitalistas  fuerzas  vitales?  Atacado  ese  humor  por  combina- 
ciones que  le  desnaturalizan , por  la  presencia  en  él  de  sustancias  que  le 
impidan  el  juego  normal  de  sus  funciones , la  hematosis  sobre  todo,  y 
tras  ella  la  inervación  , la  acción  nerviosa  de  la  sensibilidad , del  movi- 
miento muscular,  inteligencia  y sentimiento,  la  vida,  en  una  palabra, 
pierde  todos  sus  resortes , después  de  explosiones  más  ó menos  violentas 
y rápidas , y en  todo  el  organismo  se  advierte  más  ó menos  pronto  un 
abatimiento,  una  postración , una  depresión  dinámica , nacida  de  la  nega- 
ción funcional  del  movimiento  molecular,  fié  aquí  el  verdadero  hiposte - 
ni&mo.  ¿Qué  veneno,  pues,  no  es  hipostenizante? 

Y si  se  quiere  dar  ese  nombre  á los  que  lo  hacen  pronto,  ¿por  qué  no 
se  da  á todos  los  que  apagan  de  un  modo  fulminante  la  hematosis? 

No  ; no  es  científico,  ni  práctico;  no  lo  ha  enseñado  nunca  ni  la  ex- 
perimentación ni  la  clínica,  que  haya  una  clase  de  venenos,  que  pueda 
llevar  esa  voz  italiana , propia  de  una  escuela  de  nosología  dicotómica 
que  ya  caducó;  que  ha  tenido  que  desplomarse,  á pesar  de  su  sencillez, 
ante  las  enérgicas  protestas  de  la  teoría  y de  la  práctica.  M.  Tardieu  ha 
sido  juguete  de  una  ilusión , como  los  Giacomini  y consortes ; se  ha  fijado 
en  el  último  periodo  de  ciertas  intoxicaciones,  para  darles  carácter,  y eso 
no  es  buena  clínica ; eso  no  revela  ojeada  comprensiva  de  todo  el  curso 
de  una  intoxicación  y del  verdadero  punto  esencial  de  su  nosología. 

Análogas  reflexiones  tengo  que  hacer  respecto  de  los  estupefacientes , 
voz  evocada  de  la  tumba , para  determinar  el  modo  de  obrar  de  ciertos 
venenos , cuyos  efectos  fisiológicos  á todo  se  parecen  menos  á lo  que  se 
llama  en  semeiótica  estupor.  M.  Tardieu  da  como  resuella  la  acción  de 
esos  venenos  sobre  el  sistema  nervioso;  véase  lo  que  en  su  lugar  hemos 
dicho  sobre  esa  pretendida  acción , y fácil  será  comprender  que  esa  clase 
de  venenos  es  tan  antojadiza , como  las  demás  que  ya  llevo  censuradas. 

La  clase  de  narcóticos,  para  M.  Tardieu  se  reduce  ai  opio , sus  elemen- 
tos y preparados.  Esto  solo  me  releva  de  hacer  comentarios. 

Por  último,  la  clase  de  neuroslénicos  no  parece  sino  que  se  ha  creado, 
para  dar  entrada  á esa  voz  de  moda , cuya  sola  denominación  lleva  con- 
sigo la  falsedad  de  doctrina  toxicológica.  Así  le  corresponde  el  nombre 
de  estupefaciente,  como  el  de  neurosténica,  si  hemos  de  atender  á los 
venenos,  que  como  tales  designa  M.  Tardieu.  El  estupor  es  uno  de  los 
síntomas  mas  característicos  del  envenenado  por  ios  estrícneos  en  los  m- 
térvalos  del  acceso.  La  embriaguez  del  alcohol  no  puede  dar  mas  estupor; 
su  coma  no  es  menos  estúpido  que  el  del  cloroformo,  belladona,  etc. 

Finalmente,  si  de  estas  reflexiones  pasamos  á ver  los  venenos  que  en 
cada  clase  reúne  M.  Tardieu , no  se  comprenderá  cómo  ha  podido  hacer 
esa  distribución , á no  ser  que  haya  descubierto  con  su  estudio  médico- 
legal  y clínico  del  envenenamiento  nuevos  cuadros  sintomáticos  en  los 
venenos  de  que  trata.  No  hemos  visto  una  distribución  mas  desdichada. 

El  nuevo  libro  de  M.  Tardieu  viene  á introducir  en  la  ciencia,  no  un 


- 372  - 

nrn-rréso  . sino  una  perturbación  profunda  que  no  eslá  justificada,  ni  por 
una  doctrina  luminosa  y sólida , ni  por  los  hechos.  Los  casos  clínicos  en 
se  apova  son  las  mas  elocuentes  protestas  contra  la  clasificación  in- 
dicada y contra  las  pretensiones  de  innovación  y perfección  que  han 
alucinado  á M.  Tardieu,  imbuido  de  ideas  equivocadas  sobre  el  estudio 
médico-legal  del  envenenamiento.  Para  hacer  lo  que  ha  hecho,  en  efecto, 
era  una  necesidad  negar  la  existencia  de  la  Toxicología.  Esta  ciencia 
y el  estudio  médico-legal  del  envenenamiento,  tal  como  le  concibe  el 
autor,  están  reñidos. 

Presumimos  que  el  libro  de  M.  Tardieu  ha  de  alucinar  á algunos,  so- 
bre todo  á los  que  no  conocen  profundamente  la  Toxicología , y á los 
amigos  de  la  novedad  y admiradores  del  último  astro  que  aparece  en  el 
horizonte.  Mas  nosotros,  que  tenemos  el  hábito  de  reflexionar  sobre 
todo,  y que  profesamos  sincera  y profundamente  nuestro  credo,  no  nos 
dejaremos  fascinar,  ni  por  el  mérito  indudable  del  autor,  ni  por  las  cosas 
buenas  que  hallemos  en  su  libro. 

Ño  admitimos,  pues,  la  clasificación  de  M.  Tardieu;  la  tenemos  por 
la  mas  errónea  y embrollada  de  cuantas  conocemos. 

No  admitiendo  ninguna  clasificación  de  las  que  hemos  mencionado, 
veamos  si  podrémos  hallar  fundamentos  para  la  nuestra. 

Examinemos  los  hechos. 

Hay  venenos  que  inflaman  hasta  la  gangrena  y el  estácelo , acto  conti- 
nuo, los  tejidos  con  los  cuales  se  ponen  en  contacto;  los  encogen,  los  cor- 
roen , los  reblandecen,  los  cauterizan  ó disuelven,  los  desorganizan 
directamente,  en  fin , tanto  más,  cuanto  más  en  contacto  están  con  ellos. 
Semejante  destrucción  ó alteración  anatómica  da  lugar  á un  cuadro  de 
síntomas  determinados,  entre  los  cuales  descuella  el  dolor  debido  á la 
acción  del  calor  desenvuelto  y á la  lesión  de  las  celdillas  nerviosas , pe- 
riféricas , doloríferas , ó de  la  sensibilidad  general  de  esa  especie , cuyo 
conjunto  solo  se  halla  en  las  intoxicaciones  producidas  por  esos  venenos. 
Son  los  llamados  comunmente  cuerpos  cáusticos  ó escaróticos.  Pues  bien 
podemos  hacer  de  ellos  una  clase  con  ese  nombre,  y no  el  de  químicos, 
que  les  da  Anglada,  puesto  que  químicos  todos  lo  son. 

Estos  mismos  venenos,  disueltos  y mas  diluidos,  si  ya  lo  estaban,  no 
siendo,  empero,  concentradas  las  disoluciones,  y otros  muchos  que  no 
son  cáusticos,  exceptuando  algunos  que,  después  de  haber  formado  coá- 
gulo en  la  parte  donde  se  aplican , este  se  disuelve , con  destrucción  del 
tejido,  en  un  exceso  del  veneno,  desenvuelven  en  los  puntos  sobre  los 
cuales  obran  ese  modo  patológico  llamado  inflamación,  caracterizado  por 
todos  los  síntomas  propios  de  ella  , con  la  especialidad  de  ser  siempre, 
no  solo  intensísima,  sino  con  tendencia  á terminar  por  gangrena  ó muerte 
del  tejido  intoxicado. 

El  conjunto  de  estos  síntomas,  los  signos  que  de  ellos  y de  las  altera- 
ciones anatómicas  brotan  , les  es  particular,  no  se  confunden  con  los  de 
otros;  podemos,  pues,  hacer  de  ellos  otra  clase,  llamándolos,  no  tm- 
tantes,  como  Orilla  y Sus  partidarios,  sino  inflamatorios;  porque  la  voz 
irritación  es  demasiado  vaga , y,  según  los  patólogos  que  la  usan , com- 
prende mas  fenómenos  fisiológicos  que  la  voz  inflamación , la  que  , tanto 
por  esto  corno  por  los  caractéres  de  esta  irritación  particular,  se  acomoda* 
toas  á esos  estados  que  provocan  los  venenos  que  nos  ocupan.  . . 
r i r <?11^  c*ase  venenos  que  deprimen  ó apagan  á la  vez  la  sehsibi- 
1 au,  la  inteligencia,  el  movimiento  voluntario , los  instintos  y sentí- 


- m - 

mientos.  Como  ese  estado  es  llamado  pop  los  autores  uanGOíisipp , pod«r 
mos  dar  el  nombré  de  narcóticos  á los  venenos  que  )e  producen,  y jfor-4 
mar  de  ellos  otra  clase,  puesto  que  ese  aparato  de  síntomas  fís  sufiqíente- 
mente  característico  y diferente  de  todos  los  demás , ya  que  no  en  el 
fondo,  en  la  manera  de  producirse. 

Otras  veces  los  venenos  inflaman , es  verdad  , los  puntos  sobre  los  cua- 
les obran,  y hay  movimiento  febril  general;  pero,  á vueltas  de  estos  sín- 
tomas de  excitación  local  ó general,  orgánica , los  hay  particulares  del 
sistema  nervioso  cerebral,  que  se  anuncian  por  los  síntomas  característi- 
cos de  este  centro,  cuando  está  excitado,  á saber:  delirio,  enagena- 
cion  y convulsiones  generales  ó parciales,  seguidos  de  colapso  y aba- 
timiento ; hay  ataxia.  A veces  se  presentan  estos  antes,  en  lugar  de  las 
convulsiones;  hay  adinamia. 

Puesto  que,  en  esta  intoxicación,  se  ven  síntomas  inflamatorios  comunes 
y síntomas  nerviosos,  delirio,  convulsiones  ó abatimiento  de  fuerza  y de 
sensibilidad,  podemos  llamarlos,  no  narcótico-ácres , como  tan  impropia- 
mente se  denominan,  sino  nervioso -inflamatorios , con  cuya  expresión  com- 
puesta no  queremos  decir  que  sea  la  inflamación  de  los  nervios  , sino  que 
comprendemos  las  dos  formis  ó molos  patológicos  que  determina,  con 
lo  cual  tendremos  justificada  otra  clase,  que  no  puede,  que  no  debe  con- 
fundirse con  las  demás. 

En  otras  ocasiones,  lo  que  descuella  y mata  á los  sugetos  , es  la  asfi- 
xia, la  falta  de  hematosis,  rápida,  ó instantánea,  revelándola,  no  solo 
los  síntomas,  sino  el  estado  en  que  queda  el  cadáver;  pero  al  propio 
tiempo  se  declaran  en  el  sugeto  horribles  envaramientos  del  tronco  y 
extremidades,  convulsiones 'tetánicas  por  accesos,  tan  breves  como  es- 
casos, ó bien  sin  nada  de  esto,  parálisis,  ó una  insensibilidad  profunda 
y resolución  muscular,  ó,  lo  que  es  lo  mismo,  la  anestesia. 

Puesto,  pues,  que  lo  descollante  y lo  que  realmente  mata  á los  intoxi- 
cados es  la  asfixia,  podemos  llamarlos  asfixiantes,  con  tétanos,  parálisis 
ó anestesia,  y formar  con  ellos  otra  clase. 

Por  último,  en  otras  ocasiones,  los  venenos  ingeridos  ó aplicados,  ya 
por  las  vías  gástricas,  ya  respiratorias,  ya  por  las  soluciones  de  conti- 
nuidad, promueven  en  la  sangre  descomposiciones  pútridas,  y en  los  te- 
jidos afecciones  y gangrenas  primitivas  de  la  misma  clase;  por  lo  cual 
podremos  llamar  sépticos  á esos  venenos , y constituir  con  ellos  la  sexta 
y última  clase  radical  de  sustancias  venenosas. 

Tales  son  las  formas-tipos  que,  analizando  los  cuadros  sintomáticos 
producidos  por  los  venenos  hasta  aquí  conocidos  y consignados  por  los 
autores  en  sus  obras,  se  pueden  formular,  teniendo  en  cuenta  los  efectos 
fisiológicos,  ó , si  se  quiere , los  síntomas  de  cada  intoxicación. 

Siquiera  aquí  no  figuren  síntomas  particulares  propios  de  muchos  ve- 
nenos , y siquiera  haya  algunos  que  acaso  no  se  acomoden  completamente 
á ninguno  de  esos  cuadros , ó puedan  pertenecer  á mas  de  uno,  bajo  cier- 
tos aspectos;  sin  embargo,  examínense  á fondo,  y se  verá  que  á alguno 
de  ellos  pertenecen. 

Guardémonos,  con  todo,  de  creer  que  con  esas  denominaciones  pre- 
tendemos expresar  exactamente  la  naturaleza  de  la  intoxicación  y un 
modo  patológico  determinado  y exclusivo,  y menos  que  no  haya  mas  que 
esos  modos  patológico-tóxicos.  No  tal;  no  es  nuestra  intención,  ni  son 
nuestras  convicciones.  Una  de  las  razones  por  la  cual  abandonaríamos  esa 
clasificación  y todas  las  fundadas  en  los  efectos  fisiológicos,  es  la  imposi- 


— 374  — 

bilidad  míe  vemos  de  formular  de  una  manera  cabal  y exacta  todos  los 

cuadros  sintomáticos  de  las  intoxicaciones. 

Mas  buscando  semejanzas  y diferencias  por  ciertos  rasgos  de  mas  bulto 
y que  descuellan  en  esos  estados  patológicos,  siempre  complicados, 
creemos  que  establecer  menos  clases  seria  confundir  intoxicaciones  que 
deben  estar  separadas ; y establecer  más,  seria  pasar  antes  de  tiempo  á 
las  subclases,  hacer  de  rasgos  comunes  de  estas,  clases  no  radicales. 

Resulta,  pues,  que,  según  creemos,  hay,  bajo  el  punto  de  vista  de  los 
efectos  fisiológicos , seis  clases  de  venenos : 

1.a  Cáusticos;  2.a  inflamatorios  ; 3.a  narcóticos  ; 4.a  nervioso-inflamato- 
rios;  5.a  asfixiantes;  0.a  sépticos. 

Ahora  bien;  ya  que  hemos  hallado  estas  clases  trazadas  en  globo  ó á 
grandes  rasgos , reservándonos  hacerlo  con  mas  pormenores  y extensión 
en  la  patología , apresurémonos  á advertir  que  en  cada  clase , si  no  en 
todas,  en  las  más,  es  necesario  consignar  también  subclases,  porque  no 
todos  son  cáusticos,  inflamatorios,  asfixiantes,  etc. , del  mismo  modo  ó 
con  los  mismos  cuadros  sintomáticos.  Hay  en  cada  una  de  esas  clases 
grupos,  que,  si  bien  tienen  de  común  ciertos  caraclóres,  los  de  la 
clase,  tienen  otros  que  los  separan,  comunes  todavía  entre  varios,  aun- 
que ya  en  menor  número,  pero  diferentes  de  otros  venenos  que  se  sepa- 
ran por  carecer  de  ellos.  Consignando  estas  subclases , la  clasificación 
podrá  acercarse  mas  á la  perfección ; podrá  tener  menos  inconvenientes. 

Veamos  también  si , en  efecto , hay  hechos  que  las  justifiquen. 

Al  hablar  de  la  acción  de  los  venenos,  hemos  visto  que  si  los  cáusticos, 
propiamente  tales,  destruyen  directamente  la  trama  de  los  tejidos,  hay 
otros  venenos,  ciertos  astringentes  , por  ejelnplo  , que  obran  como  ellos 
hasta  cierto  punto,  puesto  que  los  disolventes  pueden  destruir  el  coágulo 
formado  por  el  astringente , quedando  íntegro  el  tejido , y que  además 
ciertos  venenos  metálicos  pueden , cuandoc  están  en  exceso , coagular 
primero,  y luego  disolver  este  coágulo  en  el  tejido  con  el  exceso  del  tó- 
sigo, diferenciándose  por  eso  el  cuadro  de  síntomas  inflamatorios  que 
provocan  en  esos  diferentes  casos. 

d?Pues  siendo  eso  así,  se  ve  desde  luego  que  no  todos  los  cáusticos  lo 
son  del  propio  modo;  los  hay  esencialmente  destructores  de  los  tejidos,  as- 
tringentes, y disolventes. 

Si  examinamos  los  inflamatorios,  verómos  también  que  no  inflaman 
todos  del  mismo  modo ; los  unos  desplegan  la  flogosis  en  el  lugar  donde 
se  aplican , y desde  allí  en  la  generalidad  por  simpatía  ó movimiento  fe- 
bril; otros  no  hacen  nada  localmente,  é inflaman,  por  decirlo  así,  la 
sangre  y muchos  órganos  lejanos. 

Otros  inflaman  local  y generalmente  á la  vez;  otros  de  una  manera  es- 
pecial ciertos  y determinados  órganos.  De  suerte  que  podemos  establecer 
también  en  esta  clase  subclases.  Inflamatorias  locales , inflamatorias  gene- 
rales , locales  y generales  á la  vez , y especiales. 

Respecto  de  ios  narcóticos , no  ofrecen  bastantes  diferencias  radicales 
para  formar  de  ellos  subclases. 

Los  nervioso-inflamatorios  pueden  subdividirse  en  unos,  entre  cuyos 
electos  fisiológicos , además  de  la  inflamación  local  ó general , descuellan 
síntomas  cerebrales  de  excitación,  de  ataxia,  y en  otros,  err  los  que  los 
hay  de  aplanamiento , de  insensibilidad  y de  parálisis , adinamia  , ya  á la 
vez,  ya  de  un  modo  sucesivo,  por  períodos. 

Ln  cuanto  á los  asfixiantes , en  los  cuales  en  el  fondo  acaso  podrían  re- 


- 375  - 

fundirse  hasta  los  mismos  narcóticos , ó algunos  de  aquellos  en  estos , se 
nos  presentan  tres  formas  muy  notables.  Los  unos , producen  secunda- 
riamente la  asfixia , porque  avivan  la  impresionabilidad  sensitiva  y causan 
el  tétanos ; los  otros  producen  también  secundariamente  la  asfixia , apa- 
gando la  contractilidad  muscular  voluntaria  é involuntaria,  y con  la  pa- 
rálisis que  provocan  imposibilitan,  como  el  tétanos , los  movimientos  me- 
cánicos de  la  respiración ; y otros , apoderándose  del  oxígeno  respirado, 
mpiden  directamente  la  hematosis,  y atacan  sucesivamente  y de  un  modo 
rápido  todas  las  facultades  psíquicas : esto  es , producen  la  anestesia ; pa- 
labra que  en  rigor  no  expresa  mas  que  la  falta  de  sensibilidad. 

Hay,  pues,  por  lo  menos  tres  clases  de  asfixiantes : los  tetánicos,  los 
paralíticos  y los  anestésicos. 

Finalmente,  los  sépticos,  ya  producen  la  intoxicación  por  las  vías  res- 
piratorias por  medio  de  gases  mezclados  con  miasmas ; ya  por  medio  de 
mordeduras  ó picaduras  de  animales  ponzoñosos,  que  deponen  en  ellas  el 
veneno  por  los  mismos  segregado ; ya  por  medio  de  humores  morbosos 
que  provocan  la  formación  de  los  mismos;  ya,  por  último,  mediante  sus- 
tancias orgánicas  putrefactas. 

Como  clasificación , pues , como  distribución  de  modos  radicales  de 
obrar,  y de  submodos,  lo  que  acabamos  de  indicar  puede  ser  útil  al  es- 
tudio de  la  ciencia,  mas  que  por  la  exactitud  absoluta,  por  el  método 
que  facilita  y la  ojeada  general  que  permite  dar  á cada  clase  y subclase, 
tanto  bajo  el  punto  de  vista  sintomático  y semeiótico,  como  el  tera- 
péutico. 

Como  lo  verémos  en  la  patología  de  la  intoxicación  y en  la  Toxicologia 
particular,  las  dificultades  surgirán,  al  hacer  la  distribución  de  los  vene- 
nos ; al  repartirlos  entre  esas  clases  y subclases ; porque  si , respecto  de 
algunos  ó de  muchos,  su  colocación  se  presenta  por  sí  misma , por  ser 
claro  y terminante  el  cuadro  de  síntomas;  respecto  de  otros,  hay  tal  mez- 
cla de  estos , que  por  un  lado  parece  que  reclaman  una  clase  ó una  sub- 
clase, y por  otro  otras;  ora  sea  que  no  esté  bien  observado  ese  cuadro 
de  síntomas,  ora  que  sea  tan  complexo  su  modo  de  obrar,  que  los  pro- 
voque de  varias  formas. 

Los  autores , sin  embargo  , que  se  han  declarado  por  esa  base  de  clasi- 
ficación, no  han  vacilado , á pesar  de  eso,  designando  cuáles  son  los  ve- 
nenos que  en  este  caso  se  hallan;  lo  cual  es  una  razón  más  para  que, 
siquiera  en  el  estado  actual  de  conocimientos,  no  podamos  , como  lo  lle- 
vamos dicho,  designar  todos  los  venenos  por  su  verdadera  acción  ó modo 
de  obrar  químico , no  por  eso  deberíamos  dejar  de  clasificarlos  por  este 
modo  V no  por  el  fisiológico.  Si  al  fin  y al  cabo , tomando  por  base  los 
síntomas,  hemos  de  dar  con  este  inconveniente,  bien  podríamos  prescin- 
dir de  él , y acabar  de  decidirnos  de  una  vez  por  clasificar  los  venenos, 
fundándonos  en  sus  efectos  químicos. 

Como  resúmen  de  todo  cuanto  llevamos  dicho  en  este  párrafo , vamos 
á establecer  las  dos  siguientes  clasificaciones. 

Los  venenos  pueden  clasificarse  de  dos  modos , ó según  dos  bases. 

I.4  Por  sus  efectos  químicos. 

2.°  Por  sus  efectos  fisiológicos. 

Por  sus  efectos  químicos  se  dividen  en  tres  clases  radicales. 

1/  Los  que  dan  lugar  á combinaciones  anormales  é incompatibles  con 
la  salud  y la  vida. 

2.a  Los  que  impiden  las  combinaciones  normales. 


- 876  — 

3 * Los  que  provocan  metamorfosis  y fermentaciones  contrarias  á la 

vida  ó la  salud.  , ,.  . , . , . 

Cada  una  de  estas  tres  clases  se  divide  en  varias  subclases. 

L?>  primera  en  tres. 

1. *  Las  combinaciones  se  efectúan  con  los  principios  'protéicos  de  los 

tejidos  y la  sangre. 

2. *  Con  el  oxígeno  respirado. 

3. *  Con  otros  principios  inmediatos. 

La  segunda  en  dos. 

1. *  Los  que  impiden  la  hematosis  ú otras  combinaciones  por  acciones 
catalíticas. 

2. a  Los  que  desalojan  el  oxígeno  de  la  sangre. 

Por  último , la  tercera  en  dos. 

íffl.*  Que  provoca  metamórfosis  por  acción  catalítica  ó fermentación  sin 
reproducción  del  excitador. 

2.*  Con  reproducción  del  excitador. 

Las  mismas  subclases  ofrecen  diferencias  por  grupos,  las  que  no  con- 
signaremos aquí , por  no  dar  á este  trabajo  demasiado  sabor  escolástico 
ó galénico. 

Por  sus  efectos  fisiológicos , los  venenos  se  dividen  en  seis  clases : 

1/  Cáusticos. 

2. a  Inflamatorios. 

3. a  Narcóticos. 

4. a  Nervioso-inflamatorios. 

5. a  Asfixiantes. 

6. a  Sépticos. 

Cada  una  de  estas  clases  se  divide  también  en  varias  subclases,  por  lo 
menos  la  mayor  parte. 

La  primera  comprende  : 

1. a  Los  verdaderamente  cáusticos  siempre  destructores. 

2. a  Los  coagulantes  astringentes  que  no  destruyen  la  trama  de  los 
tejidos. 

3. a  Los  que  forman  coágulos  y se  disuelven  con  el  tejido  en  un  exceso 
de  veneno. 

La  segunda  en  cuatro. 

1. a  Inflamatorios  locales. 

2. a  Inflamatorios  generales. 

3. a  Inflamatorios  locales  y generales  á Ja  vez. 

4. a  Inflamatorios  especiales. 

La  tercera  no  tiene  en  realidad  subclases. 

La  cuarta  se  divide  en  dos. 

1. a  Inflamación  local  ó general,  y especial  con  síntomas  nerviosos  de 
excitación  cerebral. 

2. a  Dichas  inflamaciones  con  aplanamiento  é insensibilidad  y parálisis. 
La  quinta  se  divide  en  tres. 

1. a  Asfixiantes  tetánicos. 

2. a  Asfixiantes  paralíticos. 

3. a  Asfixiantes  anestésicos. 

Por  último,  la  sexta  en  cuatro. 

Sépticos  Por  gases  mefíticos  ó miasmáticos, 
o'»  g^Pl>c°s  por  animales  ponzoñosos, 
o.  oepücos  por  humores  virulentos. 


- 377  - 

&'  Sépticos  por  sustancias  orgánicas  putrefactas. 

Tal  es  lo  que  el  estado  actual  de  conocimientos  nos  permite  consignar, 
en  punto  á la  clasificación  de  los  venenos. 

No  perdamos  de  vista:  1.*  que,  si  no  aceptamos  la  primera  base  y no 
nos  acomodamos  á ella  en  esta  obra  , á.  pesar  de  habernos  declarado  por 
la  acción  química  de  los  venenos , es  porque  falta  conocer  experimental- 
mente el  verdadero  modo  de  desplegarla  muchos  de  ellos;  2.*  que  tanto 
una  base,  como  otra,  no  pueden  servir  mas  que  como  buen  medio  de  es- 
tudio general  y particular,  permitiendo  ojeadas  generales  y sintéticas 
que  faciliten  ese  estudio ; 3.°  que  para  nuestra  clasificación  hemos  to- 
mado por  base,  no  solo  los  efectos  fisiológicos  del  veneno,  sino  lo  mas 
descollante,  el  conjunto  de  síntomas  ó de  alteraciones  funcionales  que 
mas  en  relieve  se  ponen  en  cada  clase  y subclase  de  intoxicación , que  es 
lo  mas  lógico  y práctico , en  nuestro  concepto , para  denominarlas  menos 
imperfectamente. 

ARTÍCULO  VII. 

DE  LOS  MEDIOS  MAS  CONDUCENTES  PARA  EL  ESTUDIO  EXPERIMENTAL  DE  TODO 
CUANTO  ATAÑE  A LA  ACCION  DE  LOS  VENENOS. 

Todo  lo  que  hasta  ahora  hemos  dicho,  acerca  de  la  acción  de  los  vene- 
nos, supone  que  se  han  recogido  varias  observaciones  , ya  en  individuos 
de  la  especie  humana,  ya  en  animales  de  otras  especies,  y que  en  estas 
observaciones  se  han  fundado  las  doctrinas.  Esto  solo  indica  ya  cuáles 
han  de  ser  los  medios  mas  apropiados  para  estudiar  esa  acción  de  los  ve- 
nenos: las  observaciones  y experimentos  de  esa  clase. 

Pero,  tratándose  de  analizar  á punto  fijo  el  modo  de  obrar  de  los  vene- 
nos en  la  economía  humana , si  se  conciben  fácilmente  esos  medios , si 
-en  ellos  debe  uno  pensar  inmediatamente  que  lea  cuanto  precede  á este 
párrafo  ; tal  vez,  si  lo  reflexionamos,  no  nos  proporcionarán  las  ventajas 
que  á primera  vista  podíamos  esperar  de  ellos.  Empecemos  por  las  ob- 
servaciones en  los  individuos  de  la  especie  humana. 

Tratándose  de  estos  individuos,  hay  que  renunciar  acto  continuo  á los 
experimentos.  Seria  inmoral  y bárbaro  dar  veneno  á las  personas  y de- 
jarlas espirar  bajo  su  influjo,  para  ir  tomando  nota  de  la  acción  del  ve- 
neno y sus  resultados.  Hasta  seria  repugnante  ensayarlos  en  los  inlelices 
condenados  al  último  suplicio,  como  lo  hizo,  según  lo  refiere  Ambrosio 
Pareo,  Cárlos  IX  con  un  cocinero,  reo  de  muerte,  para  probar  la  eficacia 
de  un  bezoard , cuyas  virtudes  deseaba  saber  aquel  monarca  (1). 

Ensayos  en  el  hombre  vivo,  hechos  de  suerte  que  no  puedan  compro-* 
meter  su  existencia,  siquiera  alteren  su  salud,  pueden  hacerse,  y se  han 
hecho  mas  de  una  vez.  No  han  faltado  personas,  que,  por  amor  á la  cien- 
cia, han  ensayado  sobre  sí  mismas  ciertas  sustancias  como  medicamentos; 
esto  es,  á dósis  medicinales,  y han  deducido  de  los  resultados  lo  que 
ha  de  suceder,  empleándolas  como  venenos;  algunas  hasta  se  han  promo- 
vido intoxicaciones.  Mas  esto  tiene  su  límite,  y no  es  bastante  para  reco- 
ger todos  los  hechos  que  la  ciencia  necesita. 

En  el  hombre  no  es  fácil  ni  prudente  la  experimentación  respecto  de 
muchos  puntos  importantes.  Lo  que  debe  buscarse  en  la  especie  humana 
son  las  observaciones , y las  únicas  que  es  á la  ciencia  lícito  recoger,  re** 


(')  Obras  de  Pareo,  Libro  de  los  venenos,  cap.  XL1 V. 


- 378  - 

lativamente  á la  acción  de  los  venenos  sobre  el  hombre,  son  las  que  su- 
ministran los  casos  de  intoxicación  voluntaria  ó involuntaria , los  casos 
aue  podemos  llamar  clínicos.  Mas , en  primer  lugar,  por  muchos  que  es- 
tos sean , son  pocos  para  las  necesidades  de  la  ciencia,  y no  debemos, 
por  cierto,  desear  que  sean  más;  en  segundo  lugar,  en  semejantes  casos 
no  se  puede  seguir  la  marcha  genuina  de  los  fenómenos  patológicos  pro- 
ducidos por  el  veneno,  por  cuanto  el  sugeto  vomita  espontáneamente  ó 
socorrido,  y se  le  administran  auxilios  que  siempre  modifican  la  acción 
del  tósigo.  De  suerte  que,  si  la  fisiología  de  la  intoxicación  y demás  partes 
de  la  Toxicología  hubiesen  tenido  que  formarse,  con  los  diversos  casos  de 
envenenamiento  que  se  han  recogido , tal  vez  estaría  hoy  dia  cien  veces 
mas  atrasada  de  lo  que  realmente  está. 

No  es  esto  decir  que  sean  perdidos  para  la  ciencia  todos  los  datos  que 
en  tan  lamentables  casos  pueden  recogerse.  Siempre  hay  lugar  á poder 
apreciar  algunos  fenómenos,  como  legítimo  producto  de  la  acción  libre  y 
espontánea  del  veneno;  y á fuerza  de  repetirse  esos  casos,  hoy  se  recoge 
un  dato,  mañana  otro,  y de  esta  suerte  dia  llegará  en  el  que,  con  solo  las 
observaciones  de  envenenamientos  acaecidos  en  individuos  de  la  especie 
humana , podrá  formarse  una  historia  exacta  de  la  intoxicación ; podrá 
saberse  á punto  fijo  cómo  obran  los  venenos  en  el  organismo  humano, 
cuáles  son  sus  resultados  y de  quó  modo  podremos  combatirlos  con  ven- 
taja. Esto  no  quita , sin  embargo , que  en  la  actualidad  no  podamos  con- 
siderar las  intoxicaciones  voluntarias  é involuntarias  como  el  medio 
único , ni  el  mas  á propósito  para  el  estudio  de  la  intoxicación  y de  los 
venenos  ó sustancias  que  la  producen. 

Nos  quedan , pues , los  demás  animales , sobre  los  que  pueden  hacerse 
todo  género  de  ensayos,  sin  que  se  resienta  de  ello  la  moral , ni  faltemos 
á ningún  sentimiento  humanitario , compensando  la  nota  de  cruel  que 
acaso  den  las  almas  sensibles  al  experimentador,  cuyo  gabinete  esté  lleno  . 
de  cadáveres  de  irracionales , la  convicción  de  que , inmolando  estas  víc- 
timas, la  ciencia  avanza,  se  perfecciona  y se  hace  mas  útil  al  hombre. 

Hé  aquí  por  qué  no  podemos  estar  de  acuerdo  con  M.  Tardieu,  repro- 
ductor en  cierto  modo  de  la  opinión  de  M.  Devergie,  la  que , sin  embar- 
go, no  és  tan  absoluta,  cuando  rechaza  los  experimentos  hechos  en  los 
irracionales,  considerándolos  como  una  base  falsa  para  el  estudio  de  la 
Toxicología,  y cuando  quiere  fundar  este  ramo  de  conocimientos  en  la 
exclusiva  observación  clínica. 

Quéjase  dicho  autor  de  que  haya  en  los  autores  un  gran  lujo  de  expe- 
rimentos tu  anima  vili , y del  contraste  que  forma  ese  lujo  con  la  miseria 
ó escasez  de  observaciones  recogidas  en  el  lecho  de  los  enfermos  que  han 
sucumbido  por  el  veneno. 

Consignemos  aquí  algunas  de  las  razones  en  que  apoya  su  modo  de 
ver,  ya  para  poner  mas  tarde  en  evidencia  sus  contradicciones,  ya  para 
comprender  lo  poco  sólido  de  los  fundamentos  en  que  descansa  su  opi- 
nión exagerada. 

«Por  bien  hecho , dice,  y sábiamente  establecido  que  esté  el  ensayo  de 
una  sustancia  venenosa  en  un  animal  vivo , no  puede  salir  de  ahí,  en  lo 
que  atañe  á^  la  historia  médica  del  envenenamiento , mas  que  datos  in- 
completos é insuficientes , propios  para  esclarecer  ciertos  puntos  acce- 
sorios, ó establecer  ciertos  caractéres  generales  , pero  de  todo  punto  in- 
capaces de  resolver  las  cuestiones  rigorosas  y exactas  de  la  actuación  de 
peritos  médico-legales.  Seria  supérfluo  reproducir  aquí  las  objeciones 


- 379  - 

tantas  veces  repetidas  de  las  diferencias  específicas  que  impiden  concluir 
con  certeza  en  lo  que  atañe  á la  rapidez  de  acción  de  tal  <3  cual  veneno, 
sus  dósis , sus  efectos  físicos  y fisiológicos  de  los  animales  y del  hombre. 

«Tampoco  quiero  recordar  las  complicaciones  que  traen  consigo  las 
vivisecciones,  á causa  de  ciertas  operaciones  preliminares,  tales  como  la 
ligadura  del  esófago,  por  ejemplo , destinada á impedir  que  los  animales 
arrojen  por  vómito  lo  ingerido  en  su  estómago,  ni  exhumar  con  este  mo- 
tivo la  discusión  que  hubo,  hace  ya  algunos  años,  en  el  seno  de  la  Aca- 
demia imperial  de  Medicina,  donde,  por  el  solo  hecho  de  los  peligros 
atribuidos  á esa  ligadura , fue  puesta  en  cuestión  toda  la  obra  de  Orfila 
Solo  haré,  sobre  ese  punto  particular,  una  observación,  y es  que,  de- 
jando á un  lado  hasta  las  perturbaciones  que  no  puede  dejar  de  causar 
esa  ligadura  en  muchos  casos,  como  operación  quirúrgica,  oponiendo 
obstáculo 4 la  salida  ó expulsión  mas  ó menos  completa  del  veneno,  mo- 
difica de  una  manera  artificial  las  condiciones  del  envenenamiento ,. y no 
permite  ya  asimilarle  con  el  que  la  Medicina  legal  tiene  la  misión  de  ha- 
cer constar.» 

Por  estas  razones,  el  autor  que  nos  ocupa  rechaza  la  experimentación 
en  los  animales;  y aunque  reconoce  que  la  tarea  es  árdua,  se  quiere  fijar 
exclusivamente  en  los  casos  clínicos,  de  cuya  indigencia  acusa  á los  auto- 
res, y,  sin  embargo,  levanta  su  edificio  sobre  esa  indigencia;  pues  va  á 
recoger  los  que  hay  esparcidos  en  los  libros  y periódicos , y sobre  estos 
cree  establecer  lo  que  él  llama  estudio  médico  legal  del  envenenamiento. 
Siempre  lo  mismo  : acusar  á los  autores  de  olvidos  , de  excesos , de  he- 
chos , de  errores , y venir  á parar  á decir  lo  mismo  que  ellos,  y á va- 
lerse de  sus  hechos  y otros  análogos  que  él  ha  observado,  pero  sin  dar- 
nos, al  fin  y al  cabo  , nada  nuevo  en  los  mas  de  los  casos , por  no  de- 
cir en  ninguno. 

Ya  llevo  dicho  que  los  casos  clínicos  ú observaciones  de  intoxicaciones 
y envenenamientos,  en  individuos  de  la  especie  humana,  pueden  contri- 
buir al  estudio  de  la  Toxicología,  y que  no  han  dejado  de  contribuir. 
Sin  duda  puede  haberse  estudiado  en  ellos  las  diferencias  que  van  entre 
los  alimentos,  medicamentos  y venenos;  la  absorción  de  estos,  con  to- 
das las  cuestiones  á ella  referentes ; la  acción  de  las  sustancias  tóxicas,  y 
los  numerosos  puntos  de  doctrina  que  á ella  se  refieren;  los  cuadros  sin- 
tomáticos, el  diagnóstico,  el  pronóstico  y las  alteraciones  anatómicas;  la 
acción  de  los  contravenenos  y la  eficacia  de  los  planes  curativos;  igual- 
mente que  los  resultados  de  las  análisis  químicas,  tanto  de  lo  procedente 
de  las  personas  intoxicadas , durante  su  vida , como  de  sus  sólidos  y lí- 
quidos , después  de  muertas. 

Mas,  para  tener  algunos  conocimientos  suficientes,  capaces  de  elevar 
ese  ramo  al  rango  de  ciencia  , ¡qué  de  casos  no  se  hubieran  necesitado  ! 
Ninguno  de  ellos,  por  sí  solo,  ha  podido  nunca,  ni  podrá  jamás  , ser  pro- 
pio para  el  estudio,  no  solo  de  cada  una  de  las  partes  de  la  Toxicología, 
sino  de  cada  una  de  las  cuestiones  relativas  á cada  una  de  esas  partes. 

La  necesidad  de  salvar  al  sugeto,  cuando  somos  llamados  á socorrerle,  es 
superior  al  deseo  de  recoger  nociones  toxicológicas ; se  interrumpe  el 
curso  de  la  acción  de  un  veneno,  el  desenvolvimiento  de  sus  síntomas; 
por  lo  menos  se  le  modifica , ó puede  modificar,  y no  es  fácil  trazar  un 
cuadro  fiel  de  intoxicación  determinada.  Hasta  para  saber  la  oportunidad 
de  un  contraveneno,  de  un  plan  curativo,  ¿qué  de  casos  no  se  necesitan? 

En  punto  á síntomas  y cantidades  tóxicrs  tomadas,  son  estériles  los 


- 380  — 

as  esos  Casos  clínicos  , porque  el  envenenamiento  se  sabe,  cuando  el 
sujeto  va  ha  fallecido  y acaso  cuando  lleva  algunos  meses  ó años  de  in- 
humación, sin  haber  tenido  acaso  ningún  testigo  de  su  agonía , ó haber- 
los tenido  interesados  en  callar  ó desfigurar  lo  que  ha  pasado. 

En  Ja  observación  de  esos  casos  sucede  una  cosa  muy  diferente  de  lo 
que  sucede  en  las  enfermedades  comunes.  Sobre  ser  estas  mucho  mas  nu- 
merosas, hav  lugar  de  observarlas  en  todos  los  períodos,  en  todo  su 
curso,  y podemos,  en  fuerza  de  millares,  por  no  decir  millones  de  he- 
chos, formular  la  historia  cabal  de  cada  una,  bajo  todos  sus  aspectos.  Eso 
no  sucede  jamás  respecto  de  las  intoxicaciones  y envenenamientos.  Apenas 
si  de  cada  diez  casos  se  aprovecha  un  dato , ya  relativo  á la  fisiología , ya 
relativo  á la  patología,  va  á la  terapéutica  , etc. , de  la  intoxicación.  Y de 
esos  datos  sueltos,  dados  uno  por  un  caso,  otro  por  otro,  á la  larga  se 
obtiene  algún  conocimiento  científico , que  pueda  servir  de  base  para  la 
ciencia  especial  que  nos  ocupa. 

Esto  es  lo  que  ha  pasado,  desde  los  tiempos  mas  remotos.  Casos  de  en- 
venenamiento involuntario  y voluntario  los  ha  habido  en  todos  tiempos, 
desde  la  mas  remota  antigüedad , y en  ciertas  épocas  han  sido  frecuentí- 
simos. Véase  lo  que  liemos  dicho  en  la  historia  del  aspecto  social  del  en- 
venenamiento. ¿Cuántos  no  pudieron  ser  observados?  Y,  sin  embargo, 
¿qué  provecho  ha  sacado  la  ciencia  de  ellos?  ¿Cuándo  ha  llegado  la  To- 
xicología  al  estado  floreciente  en  que  hoy  se  encuentra?  ¿Cuándo  ha  po- 
dido resolver  tantos  y tantos  problemas  relativos  á los  venenos  aplicados 
al  cuerpo  humano,  como  hoy  se  resuelven?  Cuando  se  ha  aplicado  al  es- 
udio  de  los  venenos  el  método  experimental ; cuando  se  ha  añadido  al 
método  lento  é incompleto  de  la  clínica  la  experimentación  en  los  anima- 
les de  fisiología  parecida  á la  humana.  La  inmarcesible  gloria  de  Orfila 
será  siempre  el  haber  emprendido  el  estudio  de  la  Toxicología  por  la 
vía  experimental  en  los  irracionales.  Desde  entonces  data  el  inmenso 
vuelo  de  la  ciencia.  Compárese  lo  que  era  esta  antes  de  Orfila , y lo  que 
ha  sido  después,  y véase  si  la  experimentación  no  es  infinitamente  mas 
eficaz  para  el  progreso  de  la  Toxicología , que  la  clínica  de  la  misma. 

Buena  es  la  observación  de  los  casos  clínicos ; la  consideramos  muy 
útil  y conveniente , y nadie  la  desdeña  , ni  el  mismo  Orfila , gran  propa- 
gador, ya  que  no  inventor  de  la  experimentación  en  animales , la  recha- 
zaba ; antes  muy  al  contrario , consignó  en  su  obra  todos  los  casos  clíni- 
cos que  pudo,  comparando  lo  que  presentaban  estos  con  loque  le  daban 
sus  experimentos  en  los  irracionales , como  con  mucho  acierto  y exacti- 
tud lo  expresaron  M.  Trousseau  y M.  Velpeau,  al  contestar  á M.  Devergie, 
en  la  discusión  habida  en  la  Academia  de  Medicina  de  París,  en  1858, 
sobre  la  ligadura  del  esófago.  Con  dicha  observación  podemos  y debemos 
recoger,  aunque  en  distintas  ocasiones,  muchos  datos  importantes,  y 
estos  sirven  para  comprobar  los  de  la  experimentación ; así  como  estos 
sirven  para  poder  apreciar  mejor  aquellos  y hacernos  fijar  mas  la  aten- 
ción en  ellos  de  lo  que  lo  hicieron  acaso  los  toxicólogos  de  otros  tiempos. 

Mas  eso  no  es  razón  para  que  la  consideremos  como  medio  exclusivo , 
ni  el  único  sólido  para  estudiar,  ni  la  misma  sintomatología , como  lo 
quiere  Devergie,  que  solo  la  cree  asequible  en  el  lecho  del  enfermo,  ni 
como  lo  pretende  M.  Tardieu,  secuaz  en  este  punto  todavía  mas  exage- 
ra  v<Pie  aquel  antiguo  rival  de  Orfila. 

Y a la  verdad,  es  extraño  que  M.  Tardieu  se  atenga,  para  el  estudio 
de  ios  hechos  toxicológicos , como  única  base  sólida  , á la  observación  clí- 


— 381  - 

nica , rechazando  la  experimentación  in  anima  vili  como  vía  falsa , y apele 
precisamente  á la  experimentación  fisiológica,  esto  es,  á los  animales, 
como  el  mejor  criterio  para  resolver  una  cuestión  de  envenenamiento, 
siendo  esa  experimentación  una  rehabilitación  de  un  proceder  juzgado 
por  la  ciencia,  como  altamente  erróneo,  y contra  el  cual  se  habia  levan- 
tado Devergie,  como  üríila , y cuantos  han  tratado  de  esa  materia , desde 
que  se  hizo  aplicación  de  la  química  á la  Toxicología.  Todo  lo  que  alega 
M.  Tardieu  contra  la  experimentación  en  los  animales,  como  medio  de 
estudio  de  los  hechos  toxicológicos , es  aplicable , como  lo  verémos  en  su 
lugar,  á la  experimentación  fisiológica. 

A buen  seguro  que,  si  se  hubiera  hecho  lo  que  M.  Tardieu  pretende, 
no  se  hallaría  la  ciencia  en  el  estado  en  que  se  encuentra.  El  mismo  l)e- 
vergie,  coopinanle  de  M.  Tardieu  en  este  punto,  dice  que,  recogiendo 
todos  los  hechos  en  el  hombre  desde  Erasislrato,  no  le  hubiera  bastado 
á Orilla  toda  su  carrera  para  constituir  la  sintomatología  toxicológica  í1). 
Lejos  de  haberla  desviado  la  experimemacion  en  irracionales,  de  la 
senda  verdadera , la  ha  colocado  en  ella , y por  ella  la  conduce  con  nota- 
bilísimo provecho.  Ya  hemos  probado  en  otra  parte,  que  ese  estu- 
dioso autor  está  en  un  error  grave  sobre  el  modo  con  que  concibe  esa 
ciencia  y las  ideas  falsas  que  tiene  acerca  de  ella  y los  venenos , y por  lo 
mismo  ese  desvío,  esa  salida  de  quicio,  que  supone,  no  puede  servirle  de 
fundamento  para  abandonar  la  experimentación  en  animales,  y refu- 
giarse exclusivamente  ó los  casos  clínicos,  que  al  fin  y ai  cabo  son  los 
mismos  que  no  han  descuidado  los  autores , que  ios  buscará  donde  estos 
los  han  consignado,  y que  si  algunos  le  son  personales,  por  muchos  que 
sean , serán  pocos,  y no  le  habrán  ofrecido  gran  campo  de  observación 
completa  y capaz  de  dar  solución  á todos  los  problemas.  Esperemos  la 
obra  que  nos  anuncia  , y lo  hemos  de  ver  comprobado  todavía  mas  de  lo 
que  lo  indicamos  (2). 

En  los  casos  clínicos  no  cabe  mas  que  observación ; no  cabe  experi- 
mentación ; hemos  de  sujetarnos  á los  que  nos  da  la  naturaleza  y lo  in- 
completo de  los  dalos  de  cada  caso;  al  paso  que  la  experimentación  con- 
sulta á la  naturaleza  sobre  todo  aquello  que  puede  conducir  al  esclare- 
cimiento de  un  hecho  y á la  resolución  de  un  problema : la  experimenta- 
ción en  todo  ilustra  mucho  mas  que  la  simple  observación;  porque  es  mas 
vasto  el  campo;  los  hechos  se  pueden  ver  bajo  muchos  mas  aspectos.  Así 
han  progresado  todas  las  ciencias  experimentales.  El  físico  y el  químico 
no  se  han  contentado  con  observar  los  fenómenos  que  les  da  la  natura- 
leza ; la  han  obligado  á dar  otros , á revelar  sus  secretos , y así  han  des- 
cubierto las  leyes  de  esos  fenómenos. 

Sin  perjuicio  de  hacernos  cargo , en  su  lugar,  de  lo  que  diceM.  Tar- 
dieu, ya  sobre  las  diferencias  fisiológicas  de  las  especies  animales  y la 

(J)  Discusión  sobre  la  ligadura  del  esófago,  Academia  do  medicina,  sesión  del  3 de 
agosLu  de  18aS,  Gaceta  medica  de  este  año,  p.  503. 

(-)  A la  sazón  en  que  escribíamos  eslo,  no  habia  publicado  aun  M.  Tardieu  su  nuevo 
libro,  titulado  Estudio  médico  legal  y clínico  del  envenenamiento.  En  el  momento  de  dar  á la 
prensa  este  articulo  de  nuestro  Coupemuo,  lia  visto  ya  la  luz  pública  dicha  obra,  y con 
su  lectura  liemos  podido  confirmarnos  en  lo  mismo.  No  tenemos  nada  que  rectificar;  ni 
sobre  este  punto,  ni  sobre  otros.  Véanse  los  casos  clínicos  que  trae  relativos  al  arsénico, 
por  ejemplo,  uno  de  los  venenos  que  con  mas  frecuencia  han  dado  lugar  á envenena- 
mientos. bon  en  numero  de  30  , y solo  hay  en  ellos  siete  que  pertenecen  al  autor  ; los  de- 
más son  tomados  de  otros.  Orüla,  acusado  de  indiyente  en  casos  clínicos  y lujoso  en  experi- 
mentos por  M Tardieu,  trae  mas  de  35  observaciones,  además  de  muchos  experimentos 
propios  y ágenos  Como  este  ejemplo  podríamos  citar  otros  muchos. 


- m - 

ítfbil  lóeica  de  Ja  aplicación  de  lo  que  pasa  en  estos  al  hombre , ya  sobre 
lY ligadura  del  esófago,  y otros  puntos;  consignemos  aquí  que  los  casos 
clínicos  esto  es,  las  intoxicaciones  y envenenamientos  observados  en  los 
individuos  de  la  especie  humana  , y los  experimentos  permitidos  y exen- 
tos de  peligros  hechos  en  los  mismos , son  útiles  para  aprender  y hacer 
adelantar  la  ciencia  ; pero  que  no  bastan  por  sí  solos ; que  es  necesario 
asociarles  la  experimentación  en  animales,  ora  de  fisiología  igual  ó aná- 
loga á la  del  hombre  , ora  de  fisiología  bastante  diferente. 

Veamos  ahora  cómo  debemos  apreciar  esos  experimentos , qué  Valor 
deberémos  darles,  y cómo  tendrán  que  ejecutarse  para  proporcionar  da- 
tos útiles  y exactos  á la  ciencia  y contribuir  á sus  progresos;  pero  diga- 
mos antes  cuatro  palabras  sobre  el  sentimentalismo  cuákero  que,  en  estos 
últimos  tiempos,  se  ha  levantado  contra  las  vivisecciones  y experimentos 
en  los  irracionales. 

Los  animales  van  elevándose  casi  al  rango  de  las  personas , en  punto  á 
la  compasión  de  que  son  objeto.  Hay  sociedades  protectoras  de  los  ani- 
males. Los  cuákeros  figuran  como  los  zoófilos  mas  ardientes.  Nadie  ig- 
nora la  chistosa  entrevista  de  un  cuákero  inglés  con  Magendie , gran 
sacrificador  de  los  animales,  en  el  mismo  laboratorio  de  este , reprendién- 
dole aquel  ágriamente  la  carnicería  que  hacia  de  perros,  aves,  conejos, 
pichones,  ranas , etc. , para  sus  experimentos. 

Sin  duda  que  es  una  barbaridad  atormentar  y hacer  sufrir  á las  bes- 
tias sin  más  ni  más,  y que  la  compasión  del  hombre  se  excita,  no  solo 
viendo  que  se  hace  sufrir  y se  atropella  á uno  de  sus  prójimos,  sino  tam- 
bién cuando  la  víctima  es  un  caballo,  un  perro,  un  gato  ó cualquier 
otro  animal.  Mas  si  esa  zooíilía  se  extiende  á los  animales  inmolados  en 
bien  de  la  humanidad , que  se  empiece  por  suprimir  las  corridas  de  to- 
ros , las  riñas  de  los  gallos , la  caza , y que  se  cierren  los  mataderos, 
donde  se  inmolan  ios  inocentes  bueyes  y vacas,  las  ovejas  y carneros, 
los  cerdos,  y que  se  proscriba  la  venta  de  las  aves  en  los  mercados,  y la 
pesca  en  los  mares  y rios,  etc.,  etc. , porque  todo  eso  es  un  gran  sa- 
crificio de  irracionales,  un  atentado  monstruoso  y bárbaro  contra  la  vida 
de  esos  seres  inocentes. 

Nadie  nos  ha  de  ganar  en  no  tener  crueldad,  ni  en  repugnarnos  el  tor- 
mento que  se  hace  sufrir  á muchos  animales,  y suscribiríamos  de  buena 
gana  á la  abolición  de  ciertas  prácticas  y costumbres  que  hace  verter  la 
sangre  de  animales  útiles.  No  hemos  sacrificado  nunca  ninguno,  á pesar 
de  que  nuestra  cátedra  puede  exigirlo,  y lo  exigiría,  si  ya  no  fuese  su- 
péríluo , estando  tan  demostrados  los  hechos  de  que  hablamos  en  ella; 
porque  no  podemos  ver  sin  sufrimiento  profundo  la  muerte  cruenta  de  un 
caballo,  toro,  perro,  galo  ó lo  que  sea  ( 1 ).  Mas  no  por  eso  creemos  censu- 
rable, ni  podemos  desear  la  abolición  de  los  experimentos , ó que  en  bien 
de  la  humanidad,  para  la  cual  son  los  progresos  de  la  ciencia,  se  inmo- 
len irracionales , destinados  á esos  experimentos ; y es  para  nosotros  un 
ridículo  alarde  de  sentimentalismo  el  declamar  contra  esa  práctica,  que 
con  tanta  frecuencia  han  seguido  Magendie,  Oríila,  Fiourens  y otros 


(')  En  1842,  siendo  yo  diputado  ó Cortes,  nn  amigo  mió,  que  vivía  conmigo,  me  re- 
gató diez  ó doce  pares  do  pichones,  á cuya  cria  era  muy  aficionado,  porque  tenia  que 
marcharse.  A los  pocos  dias  también  tuve  que  salir  de  Madrid;  no  pude  resolverme  á 
matar  esos  pobres  animales  para  comerlos,  y los  regaló  ó mi  vez  a una  familia  vecina.  Es 
muy  raro  el  animal  que  sale  en  mi  parca  mesa  muerto  en  mi  casa ; por  lo  común  se  com* 
pran  muertos  ya  en  la  polleria. 


- m - 

muchos , estando  tal  vez  esos  zoófilos  sentados  á la  mesa,  donde  exhalan 
su  perfume  pavos  y capones  asados , trufados  ó en  galantina , pescados 
ricos  y suculentos  guisados  de  ternera,  perdices,  faisanes,  [oigras  y 
otros  bocados  de  cardenal , dignos  de  Lúculo,  para  irse  luego  á una  fun- 
ción de  toros  ó de  gallos , á la  caza  ó á la  pesca.  ¡ Y quién  sabe,  si  los  que 
vierten  esas  lágrimas  de  cocodrilo  ante  un  animal  sacrificado  para  un 
experimento  fisiológico  ó toxicológico , contemplan , no  solo  con  indife- 
rencia, sino  acaso  con  placer,  la  esclavitud  del  negro  y otras  esclavitudes 
de  los  blancos , contra  las  cuales  no  les  queda  calor,  después  de  haberle 
agotado  en  defensa  de  los  perros,  gatos,  conejos,  ranas  y sabandijas! 

Pero  dejemos  ya  eso , y veamos  el  uso  de  animales  para  estudiar  la 
ciencia  de  los  venenos,  bajo  el  punto  de  vista  de  la  significación  de  los 
resultados  y su  aplicación  al  hombre. 

Esos  experimentos  que  podemos  hacer  en  los  animales , y que  lodos 
los  dias  se  están  haciendo,  en  efecto,  ¿pueden  en  realidad  servir  para 
darnos  una  idea  exacta  de  la  acción  de  los  venenos  sobre  nuestra  econo- 
mía? Si  nos  guiamos  por  las  obras  y los  experimentos  de  Magendie  , Ber- 
nard,  Orfila  y otros,  no  pondrémos  en  el  particular  duda  alguna.  Si  oímos 
á Anglada , á Giacomini,  á Rognetta,  á Devergie  y á Tardieu,  habrá  que 
desconfiar  mucho  de  las  aplicaciones  de  lo  observado  en  los  irracionales 
al  hombre;  habrá  que  limitar  mucho  estas  aplicaciones. 

No  podemos  dudar  que,  del  hombre  á muchos  animales,  van  muchas 
diferencias  en  sensibilidad  y en  organización,  y esto  solo  nos  conduce  ya 
á reducir  el  número  de  animales  que  pueden  servir  para  los  ensayos.  Los 
toxicólogos  han  escogido  el  perro,  como  animal  de  fisiología  mas  apro- 
ximada á la  del  hombre;  los  perros  son,  en  efecto , las  víctimas,  á costa 
de  cuya  vida  se  enriquece  de  datos  la  lexicología. 

Pero  los  mismos  perros  se  diferencian  del  hombre  bajo  una  porción  de 
aspectos  : basta  uno  para  la  cuestión  actual.  El  perro  soporta  la  acción 
de  ciertas  sustancias  que  no  soporta  el  hombre.  Es  confesión  del  mismo 
Orfila : un  perro  no  perece  aunque  tome  100  granos  de  morfina,  mien- 
tras que  una  cuarta  parle  de  grano  sumerge  al  hombre  en  el  estupor.  De- 
guise , Dupuy  y Laurent  lo  han  experimentado;  el  perro,  por  otra  parte, 
según  Orfila  , es  mucho  mas  sensible  que  el  hombre  á la  nuez  vómica. 
Lo  propio  pudiéramos  decir  de  otras  muchas  sustancias. 

Es  decir,  que,  siendo  cierto , como  lo  es  y lo  hemos  visto,  que  la  ac- 
ción de  ciertos  venenos  es  modificada  por  la  especie  del  animal , puede 
suceder  muy  bien  que,  ciertos  fenómenos  desarrollados  en  el  perro  con 
tal  sustancia , no  se  presenten  en  el  hombre , y vice-versa.  Concluir,  por 
lo  tanto , de  un  modo  absoluto  y general  de  lo  que  en  los  perros  pasa, 
seria  vicioso , así  como  lo  seria  también  no  querer  hacer  aplicación  nin- 
guna de  lo  observado  en  los  perros  al  hombre. 

La  opinión  de  Anglada,  sobre  guardar  un  término  medio;  la  de  Dever- 
gie, que  se  limita  á considerar  útiles  los  ensayos  hechos  en  los  perros, 
con  el  objeto  de  estudiar  la  acción  de  los  venenos,  viene  á ser  en  suma 
la  del  mismo  Orfila;  pues  que,  al  recomendar  este  práctico  los  experi- 
mentos en  los  perros  para  estudiar  la  acción  de  los  venenos,  no  ha  pre- 
tendido establecer  que  todos  los  fenómenos  observados  en  dichos  anima- 
les se  hayan  de  presentar  en  el  hombre , ni  que  sean  las  mismas  dósis, 
ni  que  no  haya  diferencias  con  respecto  á los  efectos  nulos  ó mas  pro- 
nunciados de  ciertas  sustancias  venenosas.  Si  para  que  se  produzcan  los 
efectos  de  un  veneno  se  necesitan  dósis  mas  ó menos  fuertes,  no  puede 


— m — 

por  esto  afirmarse  que  los  efectos  no  sean  en  cierto  modo  los  mismos.  La 
fisiología  del  perro  es  muy  parecida  á la  del  hombre , y lanlu  por  lo  que 
toca  á síntomas,  como  por  lo  concerniente  á alteraciones  orgánicas,  po- 
cos y pocas  hay  que  no  se  observen  en  el  hombre  y en  los  perros. 

Podemos,  pues,  dejar  aquí  consignado  que  los  animales  , y en  espe- 
cial los  perros , son  muy  conducentes  para  apreciar  la  acción  de  los  vene- 
nos, ensayándolos  en  ellos  con  las  debidas  precauciones,  y haciendo  luego 
aplicación  de  lo  que  en  ellos  pasa  al  hombre , con  la  restricción  debida. 
Mientras  nos  limitemos  á fijar  la  acción  de  un  veneno,  y sus  resultados 
en  la  economía  humana,  por  lo  que  pasa  en  la  canina , sujeta  á la  acción 
de  aquel , sin  descender  á lijar  las  dosis  ó las  que  lo  son  para  el  hombre, 
estaremos  en  el  buen  terreno  y sacaremos  de  su  aplicación  toda  la  luz 
deseable.  Otro  tanto  diré  de  todos  los  demás  puntos  relativos  á la  absor- 
ción , síntomas , pronóstico,  anatomía  patológica,  contravenenos,  planes 
curativos , y análisis  químicas ; siquiera  la  aplicación  de  muchos  de  esos 
hechos  observados  en  los  perros  y otros  animales , pueda  hacerse  al 
hombre,  en  muchos  casos  sin  diferencia ; en  otros  la  hay,  y considerable, 
y es  necesario  tenerla  en  cuenta  para  no  incurrir  en  errores  graves. 

Pero  aquí  es  preciso  hacerse  cargo  de  una  circunstancia  que , poco 
apreciada,  pudiera  ser  muy  trascendental.  Los  efectos  de  los  venenos  se 
anuncian  por  síntomas  y por  alteraciones  orgánicas  , ai  menos  algunos 
de  ellos  , y en  los  perros  sometidos  á los  ensayos,  pueden  presentarse 
algunos,  que  nada  tienen  que  ver  con  la  acción  de  los  venenos.  Digo  esto, 
porque,  en  algunos  experimentos,  se  hacen  lesiones  traumáticas  álos  ani- 
males para  ingerirles  los  venenos,  y hay  que  tener  en  cuenta  esas  lesio- 
nes y sus  efectos.  Dejando  á un  lado  otras  lesiones , voy  á lijarme  en  las 
que  se  practican  en  ios  perros. 

Como  los  perros  vomitan  fácilmente  las  sustancias  venenosas,  para  ob- 
servar toda  la  marcha  de  su  acción , se  ata  el  esófago  del  animal.  Orfüa 
no  solo  le  alaba,  sino  que  le  hacia  una  abertura  , por  donde  introducia 
luego  el  veneno  que  trataba  de  ensayar ; así  evitaba  las  dificultades  que 
se  encuentran , cuando  se  quiere  introducir  los  venenos  por  la  boca. 

Bien  se  concibe  que  la  ligadura  y la  lesión  del  esófago  han  de  influir 
en  la  economía  del  perro , y que  algunos  síntomas  serán  consecuencia  de 
la  ligadura  y de  la  herida,  y no  efectos  del  veneno.  Mas  no  era  Orilla  un 
experimentador  tan  ligero  y poco  avisado;  no  desconocía  tanto  la  im- 
portancia del  esófago , que,  para  poder  ser  lógico  en  sus  conclusiones,  no 
tratara,  antes  de  todo,  de  resolver  esta  cuestión,  y de  consignar  cuáles 
son  los  síntomas  debidos  al  veneno , y cuáles  á la  ligadura  y herida  del 
esófago  mas  ó menos  tiempo  sostenida. 

Gracias  al  genio  experimentador  de  nuestro  sabio  compatriota , sabía- 
mos ya  á qué  atenernos , en  punto  á síntomas  y alteraciones  producidas 
por  la  ligadura  y lesión  de  dicho  órgano.  Orlila  había  practicado  varias 
veces  la  ligadura  del  esófago  en  perros,  delante  de  un  público  numeroso 
y de  muchos  miembros  de  Ja  Academia , y á pesar  de  haber  llevado  los 
animalitos  la  ligadura  por  espacio  de  veinte  y cuatro  á treinta  y seis  ho- 
ras , no  habían  experimentado  mas  que  un  ligero  abatimiento  y un  poco 
de  calentura;  quitada  la  ligadura,  los  perros  bebían,  comían,  y estaban 
perfectamente  restablecidos.  La  herida  de  los  tegumentos  quedaba  cicatri- 
zada al  cabo  de  diez , doce  ó quince  dias  sin  necesidad  de  cuidarla.  Ln 
su  Tratado  de  Toxico  logia  general  trae  doce  experimentes  más  hechos  en 
perros  de  mediana  estatura , en  los  cuales  la  ligadura  se  hizo  después 


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haber  practicado  una  abertura  en  el  esófago  : á los  unos  los  dejó  morir 
con  su  esófago  atado , á los  otros  los  estranguló,  á los  dos  dias  ae  llevar 
la  ligadura.  De  todos  estos  experimentos  deduce  : 

1. °  Que  la  ligadura  no  causa  durante  los  tres  primeros  dias  mas  que 
un  ligero  movimiento  febril  y un  poco  de  abatimiento  , incapaces  de  ma- 
tar á los  animales  en  tan  poco  tiempo. 

2. *  Que,  si  se  mata  á los  animales  en  este  tiempo,  no  se  encuentra 
ninguna  lesión  orgánica. 

3. °  Que  si  se  les  deja  vivir  y morir  naturalmente  , ó sea  de  hambre  y 
sed,  la  calentura  va  aumentando  hasta  el  momento  de  la  muerte;  á ve- 
ces se  manifiestan  en  este  intérvalo  vértigos  y náuseas  y algunos  movi- 
mientos convulsivos;  lo  mas  común  mueren  los  animales  en  el  mayor  es- 
tado de  insensibilidad  , sin  haber  dado  síntoma  alguno  de  los  indicados. 
Hecha  la  autópsia  en  ellos,  se  ha  encontrado  la  mucosa  intestinal  algo 
teñida  , úlceras  junto  al  píloro,  manchas  negruzcas  en  varios  puntos  de 
los  intestinos. 

Ateniéndonos,  por  lo  tanto,  á los  escritos  de  Orfila,  todo  lo  que  De- 
vergie  , Giacomini , Anglada  y otros  autores  habían  dicho  contra  la  liga- 
dura y abertura  del  esófago  quedaba  sin  fundamento.  Sabíamos  que,  en 
los  primeros  dias  de  la  operación  , no  hay  mas  que  un  ligero  abatimiento 
y un  poco  de  eretismo  febril;  nada  de  convulsiones,  vómitos  ni  deyec- 
ciones; nada  de  sufrimientos  crueles,  nada  de  alteraciones  orgánicas; 
de  lo  cual  es  lógico  concluir  que , si  todo  esto  se  presenta  á las  pocas 
horas  de  ingerido  un  veneno,  ó al  primero  y segundo  dia,  es  debido  á 
la  acción  de  la  sustancia  ingerida.  Solo  en  los  casos,  en  que  el  veneno 
tardase  en  matar  al  animal  diez  ó doce  dias,  podrian  ofrecerse  dudas; 
mas  puesto  que,  estrangulado  este,  á las  cuarenta  y ocho  horas  nada  ofre- 
ce , semejantes  dudas  no  pueden  existir  con  fundamento.  Las  mismas 
alteraciones  que  se  presentan  en  el  estómago  é intestinos,  son  mas  bien 
debidas  al  hambre  y á la  sed,  ó por  mejor  decir,  á la  acción  del  jugo 
gástrico  , que  á la  herida  y ligadura  del  esófago;  este  no  es  mas  que  la 
causa  ocasional  de  aquellos. 

Es  ocioso  advertir  que  cuando  así  nos  expresamos  , por  lo  que  toca  á 
dicha  operación , se  entiende  de  la  que  se  ha  practicado  con  toda  regla; 
de  la  que  no  ha  lastimado  filete  nervioso  alguno  , y que  ha  sido  practi- 
cada con  rapidez,  en  un  minuto  y medio,  que  es  el  tiempo  que  empleaba 
ordinariamente  Orfila  y que  empleará  cualquiera  que  tenga  en  eso  la  de- 
bida maestría. 

No  solo  se  defiende  Orfila  de  los  ataques  que  le  han  dirigido  sobre  su 
método  de  experimentar,  sino  que  prueba  que  no  pueden  hacerse  obser- 
vaciones toxicológicas  en  perros  sin  apelar  á la  esofagotomía.  Fúndase: 
l.°  en  que  es  preciso  que  permanezcan  las  sustancias  venenosas  en  el 
estómago,  para  saber  toda  su  acción,  y que,  solo  ligando  el  estómago, 
puede  corregirse  esto  , por  la  facilidad  con  que  son  arrojadas  por  vómito, 
en  cuyo  caso  los  efectos  son  casi  nulos;  2.°  en  que  solo  así  pueden  co- 
nocerse las  alteraciones  orgánicas  que  los  venenos  producen  ; 3.°  en  que 
solo  así  puede  saberse  hasta  qué  punto  una  sustancia  es  contraveneno  de 
otra ; 4.°  por  último,  en  que  solo  así  se  puede  sacar  algún  partido  de  la 
introducción  de  las  sustancias  arrojadas  por  un  sugeto  envenenado,  que 
suelen  darse  á los  perros  para  ver  si  los  envenenan. 

Es  decir  que  , fundándose  Orfila  siempre  en  que  hay  necesidad  de  que 
permanezca  el  veneno  en  el  estómago  todo  el  tiempo  que  el  desarrollo 
toxicología.— 25 


— m — 

<11  aivion  reclama,  para  poder  observar  la  marcha  de  esta  acción, 
«firma  nn*  solo  ligando  el  esófago,  puede  conseguirse  esta  circunstancia. 
Fn  cnanto  á la  abertura  del  esófago,  tiene  por  objeto  evitar  los  inconve- 
nientes que  acompañan  á la  introducción  de  las  sustancias  por  la  boca, 
n animal  nuede  repugnarlas,  y en  su  resistencia  pueden  ser  introduci- 
das  por  la  glotis  y asfixiarle. 

Lo  que  acabamos  de  consignar  era  en  1806  la  doctrina  general  acep- 
tada por  todos  los  toxicólogos,  salvas  algunas  excepciones. 

En  1856,  Bouiey  y Reynal  se  levantaron  contra  esa  práctica;  funda- 
dos en  experimentos,  manifestaron  que  la  ligadura  del  esófago,  y tal  como 
Ja  practicaba  Orfila , no  están  inofensiva  como  este  io  daba  á enten- 
der; que  causa  mas  ó menos  pionto  la  muerte  de  los  perros,  produciendo 
graves  accidentes,  capaces  de  confundirse  con  los  síntomas  atribuidos 
por  Orfila  á los  venenos. 

Apenas  se  comunicó  á la  Academia  de  Medicina  de  Paris  esto , que 
fué  un  verdadero  acontecimiento  en  la  ciencia  (29  julio  de  1856),  cau- 
sando general  asombro,  se  nombró  una  comisión  para  que  diese  su  dic- 
támen  sobre  ese  grave  asunto.  Fueron  nombrados  para  ella  los  señores 
Begin,  Bouiey,  Jobert,  Larrey,  Regnault  y Trousseau. 

A los  dos  años , la  comisión  presentó  su  trabajo , después  de  haber 
practicado  varios  experimentos  relativos  al  objeto , y en  la  sesión  del  20 
de  julio  de  1858,  M.  Trousseau,  como  ponente  , leyó  el  dictámen,  en  e! 
cual  manifestó  que  no  solo  liabia  tenido  á la  vista  la  nota  de  los  señores 
Bouiey  y Reynal,  sino  también  otras  comunicaciones  que  le  remitieron 
L.  Orfila  (sobrino),  Follin , Collin  y Szumowski. 

La  grande  importancia  de  esta  cuestión,  la  notable  y trascendental 
oposición  que  hay  entre  la  opinión  de  Bouiey  y Reynal,  y la  de  Orfila;  la 
circunstancia  de  que  los  muchos  y repetidos  experimentos  de  que  está 
llena  la  grande  obra  de  este  toxicólogo,  y en  los  que  funda  sus  doctrinas 
y aseveraciones,  ya  respecto  de  la  acción  de  los  venenos  y contravenenos, 
ya  sobre  los  síntomas  y demás,  fueron  hechos  en  su  gran  parte  con  la 
ligadura  del  esófago  y su  incisión,  y el  empeño  de  M.  Devergie  primero, 
y después  de  M.  fardieu,  en  que,  visto  lo  afirmado  por  dichos  autores, 
de  la  nota  sobre  la  ligadura  del  esófago,  en  los  experimentos  toxicológi- 
cos,  el  dictámen  de  la  comisión  y la  discusión  que  luego  hubo  acerca  de 
este  asunto,  la  obra  de  Orfila  cae  por  su  base  y hay  que  rehacerla;  nos 
hacen  considerar  como,  si  no  necesario,  útilísimo  para  los  lectores  de 
nuestro  Compendio,  insertar  íntegro  el  dictámen  de  la  comisión,  y des- 
pués de  dar  una  idea  de  la  discusión  subsiguiente,  hacer  algunas  refle- 
xiones sobre  este  grave  punto.  Hé  aquí  el  dictámen  íntegro  : 

«Los  trabajos  de  la  comisión  , de  los  que  M.  Trousseau  es  el  ponente, 
se  han  efectuado  con  motivo  de  una  nota  sobre  la  ligadura  del  esófago, 
presentada  á la  Academia  el  29  de  julio  de  1856  por  los  señores  Bouiey 
y Reynal , y otros  escritos  que  los  señores  Orfila,  sobrino,  Follin  , Collin 
y Szumowski,  de  San  Petersburgo,  le  han  dirigido  sobre  el  mismo 
asunto. 

»La  nota  de  M.  Bouiey  y Reynal  tenia  por  objeto  demostrar,  contra 
la  opinión  sostenida  por  Orfila  , que  la  ligadura  del  esófago  está  lejos  de 
la  completa  inocuidad  que  este  eminente  autor  le  ha  atribuido;  que  muy 
al  contrario,  ofrece  generalmente  consecuencias  muy  graves;  que,  siendo 
casi  necesariamente  mortal , cuando  el  lazo  constrictor  permanece  siem- 
pre en  dicho  órgano , puede  bastar  para  causar  la  muerte  en  poco  tiempo-, 


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que  produce  este  resultado  tanto  mas  pronto , cuanto  que  las  sustancias 
ingeridas  en  el  canal  digestivo  solicitan  el  vómito  de  un  modo  mas  po- 
deroso, ó que  los  animales,  en  los  que  se  hace  el  experimento , son  mas 
irritables  ó mas  susceptibles  de  hacer  esfuerzos  para  vomitar;  que,  en 
fin  , en  la  mayoría  de  los  casos , va  seguida  casi  inmediatamente  de  sín- 
tomas graves , que  pueden  burlar  la  perspicacia  de  los  observadores. 

»Aquí  se  presentaban  dos  cuestiones  principales,  cuya  solución  debían 
buscar  los  comisionados;  una  de  hecho;  otra  de  interpretación.  Para  resol- 
verlas han  practicado  en  Val-de-Graee  una  série  de  experimentos  en  perros. 

»La  cuestión  de  hecho  es  la  siguiente  : ¿Va  la  ligadura  del  esófago  se- 
guida de  desórdenes  funcionales  muy  manifiestos , de  los  cuales  hay  que 
hacerse  cargo  en  la  apreciación  de  los  fenómenos  que  se  presentan, 
cuando  se  estudia  el  efecto  de  las  sustancias  ingeridas  en  el  estómago  de 
los  animales,  cuyo  esófago  se  ha  ligado? 

«La  comisión  ha  reconocido , que  en  los  perros , cuyo  esófago  se  liga 
simplemente,  se  observan,  durante  la  operación,  signos  de  un  dolor  muy 
vivo , é inmediatamente  después  agitación,  inquietud,  luego  esfuerzos  de 
vómitos,  y expulsión  de  una  gran  cantidad  de  mucosidades espumosas. 

«A  estos  síntomas  sucede  un  período  de  calma  relativa , durante  el 
cual  los  animales  están  evidentemente  bajo  el  influjo  de  un  sufrimiento 
bastante  grande.  Estos  accidentes  han  sido  observados  por  Bouley,  L.  Or- 
illa, Follin,  Sedillot,  Collin,  Szumowski  y Jobert. 

»La  aplicación  de  un  lazo  constrictor  sobre  el  esófago  va  por  lo  tanto 
seguida  de  un  número  asaz  constante  de  síntomas  especiales,  que  ofrecen 
un  carácter  bastante  grave  para  tenerlo  en  cuenta  en  los  estudios  toxico- 
lógicos. 

))E1  efecto  ulterior  de  la  ligadura  debe  ser  estudiado  bajo  dos  condicio- 
nes, según  que  se  la  deje  permanente,  ó según  que  se  quite  á una  época 
mas  ó menos  cercana  del  momento  en  que  se  haya  aplicado. 

«A.  Efectos  de  la  ligadura  permanente  del  esófago. — Resulta  de  los  efec- 
tos recogidos  en  los  documentos  sometidos  al  exámen  de  la  comisión,  y 
de  los  que  esta  ha  observado  en  Val-de-Grace , que  la  ligadura  perma- 
nente del  esófago  concluye  por  acarrear  la  muerte  en  la  mayoría  de  los 
casos.  Solo  tres  animales,  sobre  veinte  y cinco,  han  sobrevivido,  lo  cual 
da  una  mortalidad  de  88  por  100. 

»En  esos  experimentos,  la  duración  de  la  vida  ha  oscilado  entre  menos 
de  dos  horas  y más  de  seis  dias ; mas  la  mayor  parte  de  los  animales  ha 
muerto  del  tercero  al  sexto  dia. 

«Resulta  de  estos  hechos  que  deben  concebirse  dudas  sobre  las  propie- 
dades tóxicas  supuestas  de  las  sustancias  ensayadas  como  tales,  cuando 
la  muerte  no  sobreviene  , después  de  la  ingestión  de  aquellas  , mas  que 
desde  el  segundo  al  sexto  dia  después  de  la  operación , porque  entonces 
es  difícil  discernir  qué  es  lo  que  ha  causado  la  muerte.  ¿Es  la  ligadura? 
¿Es  la  sustancia  administrada? 

«Los  síntomas  que  se  manifiestan,  á consecuencia  de  la  constricción  per- 
manente del  esófago  , son  en  general  los  de  una  postración  extrema  ; los 
animales  están  abatidos,  permanecen  casi  constantemente  echados  é in- 
sensibles álas  excitaciones  exteriores.  Hay,  respecto  de  eso,  un  acuerdo 
bastante  perfecto  entre  los  experimentadores. 

«Es  menester  tener  en  gran  cuenta  , en  los  experimentos  toxicológicos, 
ese  estado  sintomático,  que  se  manifiesta  casi  constantemente,  para  refe- 
rirle á su  verdadera  causa. 


— 388  — 

«Citando  los  animales  sucumben  tres  « cuatro  días  después  de  la  liga- 
dura nermanente  del  esdfago,  se  encuentran  casi  constantemente  vastos 
focos  paralemos  en  el  cuello,  extendidos  * 


veees , y abscesos  m^siási- 
/.Ac^ifnr'lps^'ones  han  sido  designadas  por  todos  los  autores  de  los  escri- 

SI  oue  la  comisión  ha  examinado. 

«Pero,  además,  los  señores  Bouley  y Reynal  han  anunciado  que  á me 
nudo  se  encontraba  el  hígado  en  un  estado  turgescente,  y la  mucosa  del 
estómago  y del  intestino  delgado  con  una  fuerte  congestión.  Estas  lesio- 
nes pueden,  en  efecto,  sobrevenir , y aun  cuando  acaso  no  sean  tan  fre- 
cuentes, como  lo  han  afirmado  los  señores  Bouley  y Reynal,  son  un  he- 
cho muy  importante. 

»B.  Efectos  de  la  ligadura  temporal  del  esófago.  — De  los  experimentos 
hechos  por  la  comisión  y de  los  referidos  por  los  señores  Bouley  y Rey- 
nal,  Orilla  sobrino,  Follín,  Collin  y Szumowski,  resulta  que,  sobre  treinta 
y un  perros , en  los  cuales  la  ligadura  no  ha  permanecido  en  el  esófago 
mas  que  por  espacio  de  cuarenta  y ocho  horas  , solo  ha  muerto  uno  , lo 
cual  aa  una  mortalidad  de  3 por  100. 

»Es  por  lo  tanto  la  permanencia  del  lazo  conslrictor  en  el  esófago  lo 

3ue  vuelve  esa  operación  peligrosa , puesto  que  es  mortal  en  las  nueve 
écimas  de  veces,  cuando  el  lazo  permanece  siempre. 

»Que  no  se  vaya  á creer,  por  otra  parte,  de  una  manera  absoluta  que 
pueda  quedar  impunemente  la  ligadura  en  el  esófago  por  espacio  de  cua- 
renta y ocho  horas,  puesto  que  su  efecto,  en  menos  de  treinta,  ha  sido 
mortal  para  siete  perros. 

oAhora  bien ; ¿ los  accidentes  mortales  que  sobrevienen  en  los  per- 
ros, cuyo  esófago  se  ha  ligado,  después  de  la  ingestión  en  el  estómago 
de  sustancias  con  las  que  alguno  se  propone  experimentar,  no  pue- 
den ser  la  consecuencia  de  la  acción  combinada  de  la  ligadura  misma 
y de  los  esfuerzos  para  vomitar,  necesariamente  incesantes,  determi- 
nados por  esas  sustancias,  aun  cuando  no  estén  doladas  de  propiedades 
tóxicas? 

»Eso  no  puede  ser  objeto  de  dudas  en  las  circunstancias  siguientes 
(experimentos  de  Bouley  y de  Reynal) : Dos  perros  á los  que  se  ligó  el  esó- 
fago, murieron;  el  uno  en  treinta  horas,  el  otro  en  treinta  y una,  después 
de  haber  tomado  el  primero  4 granos,  el  segundo  10  de  sal  común.  Pues 
bien;  la  sal  común  no  es  un  veneno  ó esa  dósis  para  un  perro,  y la  prueba 
está  en  que  otro  ha  tomado  40  granos  y no  se  ha  muerto,  no  habiendo 
tenido  la  ligadura  mas  que  dos  horas.  De  ahí  la  consecuencia  rigurosa 

3ue  los  dos  perros  han  muerto,  no  por  la  sal  común,  sino  por  la  ligadura 
el  esófago. 

»Otro tanto  puede  decirse  de  cuatro  experimentos  de  M.  Bouley,  en 
los  que  se  administraron  2 decilitros  de  agua  tibia  á los  perros  antes  de  la 
operación : esos  perros  murieron  entre  veinte  y cuatro  á cuarenta  horas 
después  de  la  ligadura  del  esófago , y después  de  haber  hecho  esfuerzos 
considerables  para  vomitar. 

«También  han  pasado  las  cosas  de  un  modo  análogo  en  los  experi- 
mentos comparativos  hechos  por  M.  Bouley  con  el  nitro  y el  sulfato  de 
zinc,  y por  la  comisión , con  las  mismas  sales  y con  el  subnitrato  de  bis- 
muto. Uno  de  los  experimentos  practicados  por  la  comisión , en  el  que 
había  sido  comprendido  en  la  ligadura  un  nervio  recurrente,  lleva  con- 
sigo además  esta  grave  enseñanza,  que,  á pesar  de  todas  las  precaucio- 
nes, una  circunstancia  extraña  puede  intervenir  en  los  experimentos  te- 


sicológicos;  de  lo  cual  se  sigue  que , si  no  se  tiene  cuidado , puede  haber 
una  causa  muy  grave  de  errores  en  las  conclusiones. 

»La  importancia  de  esos  resultados  experimentales  es  tanto  mayor, 
cuanto  que  el  mismo  Orfila , el  gran  maestro  de  la  toxicología , se  na  de- 
jado llevar  de  ciertos  errores  por  haber  desconocido  el  papel  considera- 
ble que  desempeña  la  ligadura  del  esófago. 

»Mas,  si  hemos  puesto  en  evidencia  algunos  lunares  de  la  grande  obra 
de  Orfila,  no  por  eso  se  ha  de  pensar  que  se  haya  hecho  con  un  objeto 
exclusivamente  crítico,  sino  con  el  íin  de  hacer  aprovechar  á los  experi- 
mentadores venideros  esa  enseñanza,  puesto  que  verán  faltas  escapadas  á 
un  autor  eminente , siendo  privilegio  de  los  hombres  superiores,  que  los 
propios  errores  que  cometen  pueden  servir  de  lecciones  útiles  á todos 
aquellos  que  marchan  por  la  vía  que  ellos  abrieron. 

«Los  demás  documentos  sometidos  al  exámen  de  la  comisión  no  su- 
ministran datos  bastante  terminantes  para  el  esclarecimiento  de  la  cues- 
tión que  se  discute.  M.  Szumowski,  proponiéndose  contrariar  los  experi- 
mentos de  los  señores  Bouley  y Reynal,  ha  errado  en  no  repetirlos  exac- 
tamente y en  seguirlos  en  otra  vía  que  difiere  esencialmente ; de  suerte 
que  no  son  comparables  los  resultados  de  los  unos  y los  otros. 

»Verificados  los  hechos,  resta  la  cuestión  de  su  interpretación. 

»¿Qué  es  lo  que  causa  la  muerte  á consecuencia  de  la  ligadura  perma- 
nente del  esófago?  Importa  aquí  distinguir  los  casos,  según  que  la  muerte 
llegue  poco  tiempo  después  de  la  operación  , ó al  cabo  de  otro  bastante 
largo. 

«Cuando  la  muerte  llega  tarde,  esto  es,  pasa  mas  allá  de  treinta  ó cua- 
renta horas,  la  autópsia  da  á conocer  casi  constantemente  la  existencia, 
en  el  lugar  de  la  operación,  de  un  foco  purulento,  producido,  sea  direc- 
tamente por  la  acción  traumática,  sea  por  la  afusión  en  la  herida  de  ma- 
terias putrescibles  , escapadas  del  esófago , cuya  continuidad  está  inter- 
rumpida de  un  modo  mas  ó menos  completo,  bajo  la  influencia  de  una 
presión.  En  esos  casos,  la  causa  de  la  muerte  reside  evidentemente  en  la 
alteración  de  los  nervios  vagos,  de  sus  recurrentes,  y de  los  cordones 
simpáticos  del  cuello , que  están  bañados  por  el  pus  é inflamados  en  una 
vasta  extensión. 


»En  los  casos  en  que  la  muerte  se  presenta  mas  pronto,  hay  todavía  lu- 
gar á distinguir,  según  que  llegue  en  muy  poco  tiempo,  ó según  que 
tarde  doce  ó veinte  horas.  En  el  primer  caso,  puede  atribuirse  racional- 
mente la  muerte  á uno  ú otro  de  los  nervios  que  acompañan  al  esófago, 
durante  ó después  de  las  maniobras  operatorias.  Se  sabe,  en  efecto,  que 
basta  que  esté  apretado  uno  de  los  nervios  vagos,  rozado  ó estirado,  para 
que  sobrevenga  la  asfixia.  Con  mayor  razón  debe  suceder  así , cuando 
uno  de  esos  nervios  queda  comprendido  en  la  ligadura.  La  lesión  de  uno 
de  los  recurrentes  puede  producir  fenómenos  análogos. 

«Esta  conclusión , por  sisóla,  bastaría  para  probar  que  es  necesario 
dar  , en  los  experimentos  toxicológicos,  una  importancia  muy  diferente 
de  la  que  se  ha  dado  hasta  ahora  á la  ligadura  del  esófago ; puesto  que 
jamás  se  está  absolutamente  seguro  de  dejar  los  nervios  vecinos  del  esó- 
lago  al  abrigo  de  toda  lesión,  cuando  se  va  en  busca  de  este  órgano. 

»S»in  embargo,  la  lesión  de  los  nervios  no  da  cuenta  cabal  de  todos  los 
fenómenos  graves,  consecutivos  á la  ligadura  ; puesto  que  la  observación 
demuestra  que,  en  un  gran  número  de  casos,  desde  que  se  quita  la  liga- 
duia  del  esófago,  cesan  todos  los  accidentes.  Los  señores  Follín , L.  Orfila 


- 390  - 

„ niftnsan  que  las  mucosidades  acumuladas  en  la  faringe,  y difícilmente 
1-adas,  tienen  una  parte  considerable  en  la  producción  de  los  fenó- 
e*pnos  que  se  manifiestan , después  de  la  ligadura.  Según  dichos  señores, 
esas  mucosidades  las  que  dan  lugar  á los  esfuerzos  del  vómito ; ellas 
son  las  que,  introduciéndose  en  la  laringe,  la  tráquea  y los  bronquios, 
determinan  los  accidentes  de  sofocación  y|causan  la  muerte  por  asfixia. 

»M.  Follín  concluye  de  sus  experimentos,  que  la  manifestación  de  los 
accidentes  consecutivos  á la  ligadura  es  proporcionalmente  á las  dificul- 
tades de  la  respiración  producidas  por  la  presencia  de  las  mucosidades 
faríngeas;  y que  cuando  las  mucosidades  no  pueden  ser  expulsadas  li- 
bremente, la  muerte  es  pronta.  Por  el  contrario,  cuando,  sea  por  el  hecho 
de  la  laxitud  de  la  constricción  esofágica  , sea  á consecuencia  de  la  pren- 
sión del  esófago  encima  de  la  ligadura,  las  mucosidades  faríngeas  pue- 
den ser  deglutidas  y escaparse  de  la  faringe;  los  síntomas  de  sofocación 
y regurgitación  son  nulos,  y la  operación  mucho  menos  peligrosa. 

«Pero,  si  la  introducción  de  esas  materias  en  la  laringe  se  efectúa, 
solo  puede  suceder  erí  las  primeras  horas  consecutivas  á la  operación. 
Mas  tarde,  en  efecto,  su  secreción  disminuye  notablemente.  Si  en  esas 
primeras  horas  se  introducen  esas  materias  en  gran  cantidad  para  pro- 
ducir la  muerte,  ¿cómo  es  que  quitando  la  ligadura  basta  esto  para  pre- 
venir esa  terminación  y para  que  los  animales  recobren  su  salud,  á pesar 
de  esas  alteraciones  pulmonales  que  se  dice  haber  observado  en  las  pri- 
meras horas  del  experimento,  y que  se  creen  suficientes  para  determinar 
la  asfixia? 

«No  puede  negarse,  en  verdad,  que  la  presencia,  en  la  laringe,  de  las 
mucosidades  viscosas  que  hace  afluir  á ella  la  ligadura  del  esófago  , no 
tenga  su  parte  de  influencia  en  la  manifestación  ele  los  fenómenos  que  si- 
guen la  operación;  mas,  los  accidentes  mortales  no  proceden  exclusiva- 
mente de  la  alteración  que  pueda  encontrarse  en  los  pulmones,  y esta  altera- 
ción, cuando  existe,  lo  cual  no  es  un  hecho  constante , no  resulta  exclusi- 
vamente de  la  introducción  délas  mucosidades  faríngeas  en  los  bronquios. 

«En  cuanto  á la  opinión  de  M.  Bouley,  el  ponente  se  limita  á recor- 
darla en  estos  términos.  Según  Bouley , la  ligadura  del  esófago  es  una 
operación  dolorosa  que  determina  desórdenes  en  toda  la  economía , por 
las  relaciones  sinérgicas  establecidas  entre  el  conducto  esofágico  y los 
demás  órganos  digestivos.  En  virtud  de  esas  estrechas  relaciones  , que  se 
explican  anatómicamente  por  las  asas  nerviosas,  procediendo  del  neumo- 
gástrico y del  trisplánico,  entre  los  cuales  está  colocado  el  esófago , la 
ligadura  de  este  conducto  se  hace  una  causa  siempre  predisponente , y 
á menudo  hasta  inmediatamente  determinante  de  esfuerzos  para  vomitar; 
esfuerzos,  que  son  tanto  mas  prontos  en  manifestarse  , y tanto  mas  enér- 
gicos, cuanto  menos  vacío  esté  el  estómago,  en  el  momento  de  la  cons- 
tricción del  esófago,  y que  son  tanto  mas  prontos , mas  enérgicos  y mas 
prolongados,  cuanto  mas  dotado  esté  lo  que  contenga,  de  propiedades 
eméticas. » 

Añade  el  ponente,  que  «es  cierto  que  los  síntomas  que  se  presentan,  des- 
pués de  la  ligadura,  son  tanto  mas  acusados,  cuanto  más  enérgico  sea 
el  modo  como  se  ha  constreñido  el  esófago,  y cuanto  más  se  haya  alte— 
♦ «*>  «te  corrida  su  estructura.  En  eso  está  sin  ninguna  duda  la  razón  de 
• la  diferencia  de  resultados  que  obtienen  los  diferentes  experimentadores 
que  practican  dicha  operación.  Eso  es  lo  que  han  demostrado  á la  vez  los 
experimentos  de  M.  Follín  y los  de  M.  Colliu.» 


- 391  - 


\I  Trousseau  concluye  su  dictámen  con  las  siguientes  conclusiones  : 
«1.*  La  aplicación  de  un  lazo  constrictor  en  el  tubo  esofágico  va  se- 
guida de  una  manera  asaz  constante  de  síntomas  especiales,  que,  cual- 
quiera que  sea  su  causa , tienen  un  carácter  bastante  grave , para  que  se 
haga  cargo  de  ellos  el  que  se  da  á estudios  toxicológicos. 

Esos  síntomas  son  tanto  más  acusados,  cuanto  más  apretada  esta 
la  ligadui  a;  tanto  menos,  cuanto  más  floja. 

»3.a  La  constricción  permanente  del  esófago  es  mortal  en  ias  nueve  dé- 


cimas partes  de  los  casos. 

»4.a  Habiendo  sido  el  máximo  de  duración  de  la  vida  seis  dias  en  los 
animales  sometidos  á los  experimentos  que  han  servido  de  base  á este 
dictámen,  resulta  esta  consecuencia,  que  deben  concebirse  dudas  sobre 
las  propiedades  supuestas  tóxicas  de  las  sustancias  que  se  experimentan, 
sosteniendo  el  estómago  ligado,  cuando  no  llega  la  muerte,  después  de  la 
ingestión  de  dichas  sustancias,  sino  al  segundo,  tercero,  cuarto,  quinto 
ó sexto  dia  que  sigue  á la  operación , y con  mas  razón  todavía  si  ese 
tiempo  va  mas  allá  ae  los  seis  dias. 

»5.a  Los  síntomas  característicos  de  la  ligadura  permanente  del  esófago 
son  los  de  un  abatimiento  profundo,  luego  que  pasan  las  primeras  veinte 
y cuatro  horas. 

»6.a  Las  lesiones  consecutivas  á la  constricción  permanente  del  esófago 
consisten  generalmente  en  la  inflamación  de  los  nervios  que  acompañan 
al  esófago;  inflamación  con  ó sin  foco  purulento  en  la  región  donde  se 
ha  ejercido  la  acción  traumática , de  donde  esta  consecuencia  rigurosa, 
que  todo  experimento  toxicológico , en  el  cual  se  presente  esa  complica- 
ción , debe  sei  anulada  como  legítimamente  sospechosa  , atendida  la  im- 
potencia en  que  nos  hallamos  de  discernir  si,  en  tales  casos,  los  acciden- 
tes mortales  resultan  de  las  sustancias  ensayadas , ó de  la  inflamación  de 
los  nervios  del  cuello. 

»7.a  La  ligadura  temporal  del  esófago  no  debe  de  ser  mortal  mas  que 
tres  veces  por  ciento , según  los  datos  estadísticos  presentados  en  este 
dictámen. 

«8.a  Por  regla  general,  esos  efectos  son  tanto  menos  graves , cuanto 
menos  prolongado  es  el  tiempo  de  aplicación  del  lazo ; de  lo  cual  se  sigue 
que,  para  simplificar  en  lo  posible  los  experimentos  de  to ideología , es 
necesario  dejar  el  lazo  constrictor  aplicado  el  menos  tiempo  posible  en 
el  esófago,  teniendo  cuidado  de  no  apretarlo  mas  que  hasta  cierto  grado, 
bastante  para  impedir  la  salida  de  las  materias  ingeridas , y sin  interesar 
las  paredes  de  dicho  órgano.  La  duración  de  la  aplicación  del  lazo  no 
debe  pasar  de  seis  horas,  época  en  la  que  las  sustancias  ingeridas,  ó ya 
no  están  en  el  estómago  , ó ya  han  producido  todo  el  efecto  que  pueden 
determinar. 

»9.a  La  ligadura  prolongada  y fuertemente  apretada  del  esófago  puede, 
por  los  desórdenes  que  provoca  y por  los  accidentes  mortales  que  acar- 
rea, dar  lugar  á que  se  suponga  la  existencia  de  propiedades  tóxicas  en 
sustancias  inofensivas. 


»10.a  Pudiendo  ser  mortal  por  excepción  la  ligadura  del  esófago  hasta 
en  las  primeras  horas  que  se  siguen  á la  aplicación  , se  debe  siempre  te- 
ner presente  esa  eventualidad  en  los  experimentos  toxicológicos,  y asegu- 
rarse , por  un  exámen  atento  de  los  nervios  del  cuello  y de  los  órganos 
respiratorios,  si  ha  sobrevenido  alguna  lesión  capaz  de  complicar  los  fe- 
nómenos; luego,  como  en  definitiva  todas  las  causas  de  muerte  despue* 


- 392  — 

i l>aHnra  no  son  conocidas  , no  deberá  formularse  ninguna  conclu- 
de  la  nP“"u a¿(j0j  repitiendo  los  experimentos  con  las  precauciones  que 
f^ah’ande  indicarse,  y sobre  todo  sin  practicar  la  ligadura,  como  lo  ha- 
O rfila  v como  recomienda  hacerla  (4.a  edición,  pág.  20),  se  hayan 
obtenido  resultados  constantemente  idénticos.)) 

«La  última  conclusión  de  este  dictámen  es  que  los  señores  Bouley  y 
Hevnal  han  tenido  una  buena  inspiración  , fijando  de  nuevo  la  atención 
délos  experimentadores  en  la  ligadura  del  esófago,  Operación  con  fre- 
cuencia indispensable  en  los  experimentos  toxicológicos;  pero  cuya  ino- 
cuidad se  había  exagerado  infundadamente. 

» FToy  dia  no  puede  afirmarse  que  esa  operación  no  tenga  sus  peligros; 
pero  será  posible  reducirlos  á menor  esfera  para  el  porvenir,  observando 
las  reglas  que  acabamos  de  formular,  después  del  atento  estudio  de  los 
hechos. 

»A  los  señores  Bouley  y Bevnal  pertenece  el  mérito  de  haber  introdu- 
cido ese  perfeccionamiento  en  la  Toxicología  experimental.  La  Academia 
debe  también  dar  gracias  á los  señores  Colün  , Follín  , L.  Orfila  y Szu- 
mowski , por  las  interesantes  comunicaciones  que  le  han  dirigido,  en  las 
que  hemos  hallado  documentos  muy  útiles  para  la  redacción  de  este  es- 
crito. Así,  proponemos,  señores,  que  se  les  den  las  gracias  (*) . » 

Tal  es  el  dictámen  dado  por  M.  Trousseau  , en  nombre  de  sus  compa- 
ñeros de  comisión , sobre  la  ligadura  del  esófago  y la  nota  de  los  señores 
Bouley  y Bevnal. 

La  discusión  que  se  promovió,  desde  la  sesión  inmediata,  no  fué  muy 
empeñada,  y duró  poco.  Solo  dedicaron  los  académicos  tres  sesiones  á 
ella;  y fuera  de  los  señores  Bouley  y Devergie , oposicionistas,  los  de- 
más no  hablaron  mucho  ; pero  lo  hicieron  en  sentido  favorable  á la  prác- 
tica del  difunto  doctor  Orfila. 

Ln  la  sesión  del  2 de  julio  de  18S8,  M.  Bouley  tomó  la  palabra  para 
sostener  que  el  hecho  de  los  peligros  de  la  operación  quedaba  estable- 
cido; que  no  habia  recargado  el  cuadro,  como  lo  suponia  M.  Trousseau; 
que  su  objeto  no  era,  siquiera  hubiese  descubierto  algunas  manchas  en 
el  sol  Orfila,  que  se  empañara  su  brillo,  y que  si  falta  alguna  piedra  en 
el  monumento  que  levantó , como  maestro , no  por  eso  se  sigue  que  haya 
de  reconstruirse  todo  el  edificio.  Solo  será  necesario  recusar  algunos  ex- 
perimentos que  tienen  por  báse  la  ligadura  del  esófago.  En  cuanto  á la 
gravedad  de  los  síntomas , cita  algunos  experimentos  de  L.  Orfila,  so- 
brino , que  los  confirman , y atribuye  la  defensa  que  este  hace  de  su  tio, 
al  laudable  amor  de  familia.  Dice  luego  que  Orfila  no  preferia  la  ligadura 
é incisión  del  esófago  ; que  esta  agrava  la  operación  ; que  los  experimen- 
tos de  Szumowski  no  son  como  los  de  Bouley,  y no  pueden  conducir  á 
las  mismas  conclusiones;  que  los  accidentes  del  aparato  digestivo  y del 
hígado  , siquiera  no  sean  constantes , como  se  lo  dice  L.  Orfila,  bastá  que 
se  presenten  diez  veces  por  ciento  para  tenerlos  en  cuenta;  que  Orfila  no 
los  menciona,  loque  prueba  que  no  los  vió;  que  los  esfuerzos  del  vó- 
mito son  accidentes  graves;  que  algunos  perros  mueren  sin  presentar 
mucosidades  en  la  laringe,  tráquea  y bronquios;  duda  de  lo  que  ha  ob- 
servado M.  Collin  , y concluye  diciendo  que  le  importa  poco  la  interpre- 
tación de  las  causas  de  la  muerte  , con  tal  que  conste  el  hecho,  y que  se 

UtH^?s  tojn#ilo  este  dictámen  de  la  Gaceta  médica  de  París,  año  1858,  folios  473,  474 
y • a misma  tomamos  lo  que  dirómos  de  la  discusión. 


- 393  - 

reconozca  el  error  de  Orfila , cuando  afirmaba , que  si  la  análisis  química 
no  descubre  el  veneno , basta  ver  los  síntomas  presentados  en  ciertos  ex- 
perimentos, en  los  que  se  habia  hecho  aplicación  de  la  ligadura;  lo  cual 
tiene  por  un  error  grave,  y que  es  necesario  combatir. 

M.  Trousseau  replica  é insiste  en  que  M.  Bouley  ha  exagerado  los  pe- 
ligros, porque  estos  no  son  iguales,  según  el  grado  de  constricción  del 
lazo ; vuelve  por  la  veracidad  de  M.  Collin , diciendo  que  la  comisión  afir- 
ma lo  mismo  que  este ; dice  que  la  larga  experiencia  de  Oríila  le  haria 
evitar  los  peligros  que  ve  M.  Bouley,  y que  por  lo  mismo  sus  experimen- 
tos conservan  un  gran  valor,  y que  es  de  lamentar  que  no  haya  sido  mas 
explícito  en  dar  á conocer  las  precauciones  que  tomaba. 

M.  Cloquet  salió  á la  defensa  de  Orfila,  diciendo  que  le  habia  visto 
operar,  y que  habia  operado  centenares  de  veces  con  él ; que  no  apre- 
taba mucho  la  ligadura  ; que  incindia  el  esófago,  introduciendo  en  él  un 
catéter,  y que  nunca  observaron  los  graves  accidentes  de  que  habla 
M.  Bouley. 

Una  ligera  rectificación  de  M.  Bouley,  diciendo  que  hubiera  deseado 
ver  al  lado  de  la  estadística  presentada  por  M.  Trousseau  , otra  , para  de- 
terminar la  gravedad  de  la  ligadura,  según  que  el  estómago  estuviese 
vacío,  ó que  contuviese  alguna  sustancia,  y que  ignoraba  que  Oríila  in- 
cindiese  el  esófago  , puesto  que  no  lo  dice  en  parte  alguna , cerró  esa  se- 
sión sin  mas  debate. 

En  la  del  3 de  agosto  fuá  M.  Devergie  quien  hizo  el  gasto.  Este  antiguo 
rival  de  Oríila,  que  ya  se  habia  declarado,  muchos  años  atrás,  contraía 
ligadura  del  esófago,  y hasta  contra  los  experimentos  en  los  anima- 
les, con  aplicaciones  al  hombre,  aprovechó  esta  ocasión  para  atacar 
el  monumento  levantado  por  Orfila,  concibiendo  la  esperanza  de  verle 
desplomado  por  su  base.  Mas,  siquiera  fuese  ese  su  objeto  y su  espe- 
ranza, no  lo  consiguió,  por  mas  habilidad  que  desplegara.  Desde  su> 
primeras  palabras  ya  expresa  su  deseo,  \a  presume  que  la  obra  de  Oríila 
debe  rehacerse , proposición  muy  diferente  de  la  de  M.  Bouley,  que, 
corno  lo  hemos  visto , se  creyó  en  el  caso  de  hacer  esa  salvedad. 

Hace  cargos  á la  comisión,  porque,  en  lugar  de  conclusiones,  no  ha 
hecho  mas  que  inducciones;  porque  en  lugar  de  dar  reglas  para  el  por- 
venir, no  ha  examinado  lo  pasado,  para  anularle.  Cree  que  en  un  caso 
práctico  de  envenenamiento,  si  se  hace  un  experimento  con  la  ligadura, 
el  defensor  del  acusndo  tendrá  base  para  invalidar  las  conclusiones.  Echa 
una  ojeada  atrás,  sin  dejar  de  rendir  su  homenaje  á Oríila,  con  el  fin  de 
ver  si  se  ha  de  abandonar  la  vía  experimental  que  este  abrió  , ó si  se  ha 
de  seguir  en  ella.  Recuerda  lo  que  decia  en  1830  sobre  la  experimenta- 
ción en  los  animales , que  él  combate,  y sobre  la  ligadura  , la  réplica  que 
le  hizo  Oríila.  Habla  del  estado  de  la  Toxicología  antes  de  este  gran  toxi- 
cólogo , desde  Pringle,  en  1800;  leda  como  creador  ó fundador  de  la 
química  de  la  intoxicación ; reconoce  la  importancia  de  esta,  pero  no  la 
tiene  por  superior  á la  parte  médica;  ateniéndose  á lo  que  dice  el  Código 
penal  sobre  el  veneno,  formula  cuatro  cuestiones,  á las  que  debe  con- 
testar el  médico  legista,  á saber:  1.' los  síntomas  de  cada  veneno; 
2.a  las  alteraciones  anatómico  patológicas;  3.a  la  dósis  á que  lo  es;  y 
4.a  sus  antídotos. 

Bespecto  de  la  primera , dice  que  Orfila,  en  toda  su  larga  carrera,  no 
hubiera  tenido  tiempo  para  estudiar  la  sintomatología  toxicológica  en  los 
casos  clínicos  habidos  desde  Erasistrato  á nosotros , y que  prefirió  la  vía 


— 394  - 

„nprimentalen  los  perros,  citándole  pasajes  en  los  que  Orilla  manifiesta 
e es  nuja  Ja  diferencia  entre  el  perro  y el  hombre.  Recuerda  y condena 
la  práctica  empírica  y errónea  que  habia  de  arrojar  á los  perros  lo  que 
vomitaban  los  envenenados,  y aplaude  que  Orilla  se  levantase  contra  esa 
práctica,  y le  sustituyese  la  química  ; pero  se  declara  contra  los  experi- 
mentos en  los  perros,  y afirma  que  los  síntomas  de  las  intoxicaciones  de- 
ben estudiarse  en  el  lecho  de  los  enfermos.  Este  es  el  primer  error  que 
cree  ver  en  la  obra  de  Orfila. 

" Respecto  de  la  ligadura  del  esófago , dice  que  este  experimentador  no 
tomaba  precauciones  para  evitar  los  males  que  le  atribuye  Rouley,  por  más 
que  diga  Cloquet.  Apela  al  testimonio  de  Moreau,  y explica  cómo  operaba 
Orfila  , dando  á entender  que  lo  hacia  de  un  modo  bastante  rudo  y muy 
diferente  de  lo  que  recomienda  la  comisión , y extraña  que  M.  Trousseau 
diga  que  no  son  conocidas  todas  las  causas  de  muerte  de  los  perros. 

Pregunta  en  seguida  cuáles  son  los  frutos  que  se  han  obtenido  de  to- 
dos esos  experimentos,  respecto  de  la  sintomatología  del  envenenamiento. 
Recuerda  que,  por  confesión  de  Orfila,  después  de  treinta  y dos  años,  no 
se  sabe  á punto  fijo  cuáles  son  los  síntomas  de  la  intoxicación  arsenical, 
al  paso  que  un  soío  caso  clínico  de  envenenamiento,  en  1849,  bastó  para 
demostrar  claramente  que  el  primer  efecto  es  local , y el  segundo  gene- 
ral; que  obra  de  un  modo,  cuando  concentrado  y cáustico,  y de  otro, 
cuando  diluido. 

Recuerda  la  lucha  entre  Orfila  y Rognetta  sobre  la  secreción  de  la  orina 
en  el  envenenamiento  por  el  arsénico ; afirma  que  ambos  estaban  en 
el  error,  y que  á él  le  bastó  un  solo  caso  clínico  observado  en  el  hospi- 
tal de  San  Luis  para  saber  que  solo  hay  retención  de  orina.  De  esos  he- 
chos deduce  lo  poco  que  podemos  fiar  en  los  experimentos  hechos  en  los 
perros,  y en  especial  ligándoles  el  esófago. 

Confiesa  que  esos  experimentos  han  sido  útiles  respecto  de  las  altera- 
ciones anatómico-patológicas  del  tubo  digestivo  y otros  órganos ; califica 
de  dudosa  esa  experimentación  en  punto  á la  dosis  de  los  venenos , y cita 
tres  ó cuatro  venenos ; el  ácido  cianhídrico , el  fósforo , el  cloruro  de 
bario  y el  acetato  de  morfina , cuyos  efectos  no  son  iguales  en  el  hombre 
y en  el  perro,  y otros  animales. 

En  cuanto  á los  contravenenos , cita  también  tres  ó cuatro  ejemplos 
que  supone  erróneos , y de  ello  deduce , que  la  experimentaciones  tan 
nula  para  ellos  como  para  los  demás.  M.  Devergie  concluye  revolviendo 
contra  el  dictámen  de  la  comisión,  diciéndole  que  no  ha  sacado  ninguna 
conclusión  verdadera ; que  se  ha  limitado  á algunas  inducciones  muy 
mitigadas,  muy  dudosas  para  lo  pasado  y favorables  al  porvenir; 
cuando  debia  reconocerse  francamente  lo  que  es  bueno  y lo  que  es  malo. 
Redarguye  á la  comisión,  porque  esta  reconoce  peligros,  y dice  que  se 
evitarán  siguiendo  esas  reglas ; que  , á pesar  de  estas , la  misma  no  pudo 
impedir  el  ligar  un  nervio,  y quiere  que  él  se  sujete  á aceptar  conclusio- 
nes mitigadas,  y después  de  esta  especie  de  contradicción  y conflicto  en 
que  cree  haber  puesto  á la  comisión  , á la  que  acusa  en  cierto  modo  de 
transigente  con  los  errores  de  Orfila , después  de  afirmar  que  todos  co- 
nocerán el  objeto  de  la  comisión  y que  desde  entonces  nadie  aceptará  ya 
esa  práctica  de  la  ligadura  del  esófago , formula  lo  que  él  hubiera  dicho 
en  estos  términos : 

«Orfila  ha  sacado  de  los  experimentos  en  los  animales  con  la  liga- 
dura del  esófago  toda  la  enseñanza  que  se  podia  alcanzar. 


- 395  - 

»Esa  enseñanza  ha  podido  ser  engañosa , respecto  de  esa  categoría  de 
venenos,  cuya  acción  no  se  acusa  con  limpieza,  y podrá  serlo  todavía,  si 
se  persiste  en  el  empleo  del  mismo  medio  , á pesar  de  las  precauciones 
que  se  toman. 

»Hay  lugar,  por  lo  tanto,  á buscar  un  medio  que  se  oponga  al  vómito 
de  los  perros,  que  no  sea  la  ligadura  del  esófago. 

»Hay  una  vía  en  la  que  debemos  empeñarnos  para  completar  el  estu- 
dio de  los  venenos  en  lo  concerniente  á la  sintomatología  y las  dósis  á 
que  dan  la  muerte,  y esa  vía  es  la  observación  en  el  hombre.» 

A este  discurso  contestó  M.  Trousseau,  empezando  por  rechazar  con 
energía  la  injusta  acusación  que  les  habia  dirigido  M.  Devergie  sobre 
haber  callado  la  verdad , por  consideraciones  amistosas  al  doctor  Orfila. 
Sobre  habérsela  dicho  siempre  , algunos  de  la  comisión  no  eran  amigos 
suyos,  y estos  no  hubieran  suscrito  á la  parcialidad  de  M.  Trousseau. 

Responde  luego  de  un  modo  concluyente  sobre  lo  de  las  precauciones  y 
reglas  con  que  debe  practicarse  la  ligadura , y atirma  que  no  hay  peligros 
en  ella  de  ese  modo  practicada  , como  lo  prueba  que  ae  cien  perros  ope- 
rados solo  mueren  tres. 

Se  aprovecha  de  la  concesión  hecha  por  M.  Devergie  sobre  los  inmen- 
sos servicios  prestados  por  M.  Orfila  en  la  parte  química  de  la  intoxica- 
ción. Dice  que,  en  efecto  , hay  diferencia  entre  los  síntomas  del  perro  y 
del  hombre  en  muchos  casos;  pero  que  Orfila  no  los  confundió,  y que  en 
su  obra  se  ve  siempre , al  lado  de  los  experimentos , observaciones  en  el 
hombre , buscando  analogías. 

Reconoce  que  alguna  vez  Orfila  las  forzaba;  y que  ha  atribuido  á algu- 
nas sustancias  efectos  que  no  les  pertenecen ; pero  esos  errores  de  su  obra 
hubieran  acabado  de  desaparecer  de  ella,  si  hubiera  vivido,  como  lo 
hacia  en  cada  una  de  sus  nuevas  ediciones. 

En  cuanto  á las  dósis , conviene  en  que  Orfila  no  solo  deja  de  tener  á 
veces  en  cuenta  el  volumen  , sino  otras  condiciones  capaces  de  modificar 
la  acción  de  los  venenos  : sobre  la  acción  local  afirma  que  es  completa  la 
instrucción  que  esos  han  dado , y que  respecto  de  los  venenos  que  obran 
sobre  el  sistema  nervioso,  incurrió  en  algún  error;  pero  repite  que  Or- 
fila , en  punto  á sintomatología,  se  referia  siempre  mas  á lo  que  se  ob- 
serva en  el  hombre. 

Por  último,  concluye  M.  Trousseau  diciendo,  que  la  comisión  no  debía 
ni  defender  ni  atacar  al  doctor  Orfila  ; que  no  era  esta  su  misión,  y que 
si  ha  entrado  en  ese  terreno,  lo  debe  á M.  Devergie  que  la  ha  llevado  á 
él;  que  solo  debe  tener  en  cuenta  los  hechos  subsiguientes  á la  ligadura 
del  esófago;  y que  esto  es  lo  que  ha  hecho,  dando  á cada  cosa  lo  que 
es  suyo:  ha  reconocido  que  puede  haber  accidentes;  que  estos  pueden 
confundirse  con  síntomas  tóxicos,  y ha  trazado  las  reglas  con  que  pueden 
evitarse  esos  graves  inconvenientes , y que  , aun  cuando  reconoce  que  el 
mejor  criterio\seria  la  observación  en  el  hombre  , no  por  eso  se  ha  de  re- 
chazar la  experimentación  en  el  perro,  como  medio  legítimo  de  prueba. 

M.  Devergie  insistió  sobre  la  inutilidad  de  las  reglas  expuestas  por  la 
comisión,  leyendo  un  párrafo  del  dictámen  en  que  esta  confiesa  que,  por 
muchas  precauciones  que  se  tomen , es  posible  ligar  un  nervio ; y el  doc- 
tor Trousseau  contesta  que  es  verdad;  pero  que  solo  le  sucedió  una  vez, 
lo  cual  prueba  que  las  precauciones  pueden  tener  un  resultado  favorable 
y evitar  ese  mismo  accidente. 

En  la  sesión  del  10  de  agosto  de  1858  se  siguió  y concluyó  esta  discu- 


— 390  - 

sion  M.  Bouley  insistió  en  que , cuando  se  practica  la  ligadura  del  esó- 
fago, habiendo  alguna  sustancia  en  el  estómago  , siquiera  sea  inofensiva, 
los  perros  mueren  ; en  veinte  y dos  casos  solo  uno  vivió  ; que  si , segnn 
la  comisión , la  ligadura  floja  y por  poco  tiempo  solo  da  una  mortalidad 
de  3 por  100 , sin  nada  en  el  estómago  ; él  prueba  que  cuando  hay  algo, 
esa  mortalidad  es  de  95  por  100.  La  duración  media  de  la  vida,  con 
ligadura  y estómago  vacío , es  de  ochenta  y cuatro  horas , y de  veinte 
y nueve,  cuando  contiene  algo.  En  apoyo  de  sus  ideas  cita  á M.  Briquet, 
y sus  experimentos  hechos  con  el  sulfato  de  quinina  ; todos  los  perros  se 
íe  morían , hasta  que , por  consejo  de  Orfila,  en  lugar  de  ligar  el  esófago, 
les  introdujo  una  sonda. 

El  doctor  Bouillaud  dijo  que  no  veia  clara  la  cuestión ; que  observando 
las  terribles  operaciones  que  sufren  los  perros , le  parecía  extraño  que  se 
siguieran  los  graves  accidentes  de  que  se  hablaba,  en  punto  á la  ligadu- 
ra , y que  creía  que  deberían  atribuirse  á otra  cosa , puesto  que  unas  ve- 
ces los  hay,  y otras  no,  y que  no  le  parecía  suficiente  la  diferencia  del 
tiempo  para  explicar  la  de  esos  resultados. 

Recuerda  que , cuando  Magendie  inventó  la  ligadura  del  esófago , en 
sus  experimentos  sobre  el  emético  , nadie  habló  de  esa  pretendida  gra- 
vedad de  la  operación. 

Pregunta  á M.  Bouley  cómo  explica  la  muerte  de  los  perros  que  solo 
tienen  agua  en  el  estómago  ; si  no  han  hecho  siempre  esfuerzos  para  vo- 
mitar, los  cuales  considera  como  graves  el  orador,  y concluye  diciendo 
que  no  ve  necesaria  la  ligadura  del  esófago,  y que  él,  en  varios  experi- 
mentos sobre  el  emético,  se  ha  contentado  con  ligar  el  cuello  del  perro, 
y que  si  permanecía  la  ligadura,  dos  ó tres  décimas  de  emético  bastaban 
para  matarlos,  y que  vivían,  si  se  les  soltaba  la  ligadura. 

El  doctor  Velpeau  dijo  también  que  tenia  dudas  sobre  varios  puntos 
de  los  que  se  habían  tocado.  Manifestó  que  había  asistido  á cierto  nú- 
mero de  experimentos  hechos  por  Orfila,  y siempre  vió  que  los  perros  no 
daban  señales  de  grande  incomodidad ; que  la  operación  se  hacia  muy 
fácilmente,  y que  recordaba  haber  visto  vivos  los  perros  al  dia  siguiente 
ó á los  dos  dias,  por  lo  cual  no  puede  explicarse  cómo  hoy  dia  tiene 
tanta  gravedad  la  ligadura  del  esófago. 

No  se  explica  cómo  M.  Trousseau  halle  una  mortalidad  de  3 por  100, 
y M.  Bouley  de  95  por  100,  y añade  que  debía  haberse  explicado  esa  di- 
ferencia. 

Sigue  diciendo  que , sin  duda , no  se  han  practicado  los  recientes  expe- 
rimentos como  los  hacia  Orfila , y repite  que  en  estos  sucedía  rara  vez 
que  se  muriese  el  perro.  Con  frecuencia  solo  se  apretaba  moderada- 
mente la  ligadura,  y no  se  le  dejaba  por  largo  tiempo,  cuando  se  ensaya- 
ban venenos  de  acción  rápida.  Añade  que  es  evidente  para  él,  como  para 
todos,  que  Orfila  no  pudo  engañar  voluntariamente;  ya  que  en  parte 
alguna  no  habla  de  esos  peligros,  es  necesario  creer  que  no  los'  observó. 
La  comisión  no  ha  dicho  en  qué  consisten  las  diferencias  entre  los  resul- 
tados de  antes  y los  de  ahora. 

Mas,  aun  admitiendo  que  la  ligadura  acarree  accidentes  , no  cree  que 
puedan  simular  los  que  provoca  el  veneno.  Cada  sustancia  tóxica  tiene 
sus  síntomas  particulares,  por  lo  menos  en  el  hombre  ; de  consiguiente, 
siempre  será  fácil  distinguir  las  que  son  propias  de  la  ligadura,  y sacar 
consecuencias  útiles  de  los  experimentos  que  tanto  se  incriminan. 

Asombróse  de  que  M.  Bouley  diga  que  hay  tantas  horas  de  diferencia 


- 397  - 

en  la  duración  de  la  vida  del  perro , segun  tenga  ó no  vacío  el  estómago, 
y le  pregunta  si  no  tiene  siempre  este  animal  algo  en  él , y se  declara 
sorprendido  Je  oir  que  se  diga  de  Orfila,  que  quiso  sustituir  la  experi- 
mentación en  el  perro  á la  observación  en  el  hombre  , cuando  precisa- 
mente, tanto  en  sus  obras  como  en  su  enseñanza , se  levantaba  con  ener- 
gía contra  un  proceder  tan  poco  racional,  teniendo  siempre  cuidado  de 
unir  el  ejemplo  al  precepto,  y concluye  repitiendo,  que  nadie  ha  explicado 
la  diferencia  que  hay  entre  los  experimentos  de  Orilla  y los  de  los  experi- 
mentadores modernos. 

M.  Bouley  replica  que  él  no  sabe  por  qué  los  accidentes  son  mas  gra- 
ves , cuando  el  estómago  contiene  algo,  que  cuando  está  vacío  ; pero  que 
los  hechos  lo  prueban.  Sobre  si  Orfila  hacia  la  ligadura  sin  esos  acciden- 
tes , opone  á los  testimonios  de  Cloquet  y Velpeau , los  de  Moreau  y De- 
vergie , que  dicen  que  los  vieron,  y cita  el  caso  en  que  Orilla  se  equivocó, 
creyendo  arsenical  el  subnitrato  de  bismuto ; añade  que  la  comisión  re- 
conoce que  Orilla  incurrió  en  errores,  y establece  reglas  para  evitarlos, 
y á la  pregunta  de  M.  Bouillaud , si  siempre  hay  vómitos  hecha  la  liga- 
dura , aunque  sea  inerte  la  sustancia  ingerida , replica  que  ya  tiene  di- 
cho lo  que  atañe  á este  punto  , en  su  nota  remitida  á la  Academia. 

Los  señores  Bouillaud,  Cloquet , Bouley  y Devergie,  hicieron  rectifi- 
caciones en  las  que  ya  nada  dijeron  nuevo.  Solo  Cloquet  recordó  tres 
séries  de  operaciones  hechas  por  Orfila,  una  con  ingestión  de  veneno  y 
sin  ligadura,  otra  con  ligadura  y veneno  , y otra  con  ligadura  y sin  ve- 
neno , y que  solo  en  esta  última  no  hubo  accidentes. 

Todas  las  conclusiones  de  la  comisión  fueron  adoptadas  por  la  Academia 
excepto  la  última  , que  fué  modificada  por  Devergie  en  estos  términos. 

«Podiendo  la  ligadura  del  esófago  ser  mortal , hasta  en  las  primeras 
horas  que  siguen  á su  aplicación,  se  debe  siempre  tener  presente  esa 
eventualidad  en  los  experimentos  toxicológicos,  y asegurarse,  por  medio 
de  un  examen  atento  , de  los  nervios  del  cuello  y de  los  órganos  respi- 
ratorios, si  no  ha  sobrevenido  alguna  lesión  capaz  de  complicar  los  fe- 
nómenos, y,  como  en  definitiva,  todas  las  causas  de  muerte,  después 
de  la  ligadura,  no  son  conocidas  , no  se  debe  formular  una  conclusión 
sino  en  tanto  que , repitiendo  los  experimentos  con  las  precauciones  que 
acaban  de  indicarse , y sobre  todo  sin  practicar  la  ligadura  del  esófago 
como  lo  hacia  Orfila,  y como  recomienda  que  se  haga  (cuarta  edición, 
página  20),  se  hayan  obtenido  resultados  constantemente  idénticos.)) 

Es  decir,  que  es  la  conclusión  misma  de  la  comisión , menos  el  por  ex- 
cepción , que  aquella  ponía  al  principio,  diciendo:  pudiendo  ser  mortal  por 
excepción  , etc. ; lo  de  lo  indispensable  que  es  la  ligadura  en  los  experi- 
mentos toxicológicos  y la  exageración  de  sus  peligros. 

Ahora  bien;  ¿qué  resulta  de  la  nota  de  M.  Bouley,  del  dictámen  de 
la  comisión  y de  los  debates  de  la  Academia  de  Medicina  sobre  la  liga- 
dura del  esófago?  ¿Es  como  suponía  Devergie,  que  la  obra  del  eminente 
toxicólogo  Orfila  debe  rehacerse?  ¿Es  corno  lo  afirma  M.  Tardieu,  que 
toda  la  obra  de  Orfila  estuvo  puesta  en  cuestión  en  esos  debates?  No,  se> 
guramente.  El  mismo  Bouley  ,se  apresuran  decir  que  nada  está  mas  lejos 
de  su  propósito , y la  comisión  lo  dice  terminantemente  ; solo  se  trata  de 
algunas  manchas  de  ese  sol , dice  el  primero;  no  vamos  mas  que  á seña- 
lar algunos  errores,  dicen  los  otros.  La  obra  de  Orfila  queda  en  pié, 
como  el  gran  monumento  del  siglo.  Los  experimentos  en  que  se  funda 
no  han  perdido  nada  de  su  fuerza,  siquiera  se  le  hayan  escapado  al  gran- 


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de  experimentador  algunos  deslices,  de  los  que  nadie,  ni  el  mas  privile- 
giado ingenio,  se  ve  tibie. 

* Todo  lo  que  lia  resultado  de  la  nota  de  Bouley  y demás  hechos  subsi- 
guientes es  que  la  ligadura  del  esófago,  según  como  se  ejecuta  y el 
tiempo  que  el  lazo  permanece,  va  seguida  de  accidentes  graves,  y hasta 
déla  muerte,  lo  cual  no  está  en  oposición  con  lo  que  dijo  Orfila/La  co- 
misión confirma  en  parte  lo  que  afirma  Bouley,  y en  parle  lo  que  asegura 
Orfiia,  distinguiendo  las  condiciones  de  la  operación,  ya  en  punto  al 
tiempo  de  aplicación  del  lazo , ya  en  punto  á estar  mas  ó menos  apretado. 

La  primera  reflexión  que  ocurrirá  á cualquiera  es  esa  grave  diferencia 
que  no  acertaban  á explicarse  Bouillaud  y Velpeau,  entre  las  ligaduras 
de  Orfiia  y las  de  Bouley  y modernos  experimentadores.  El  ejemplo  de 
Orfiia,  que  ha  dado  la  ley  á todos  por  espacio  de  un  tercio  de  siglo,  ha 
sido  seguido  en  todas  partes,  y solo  en  1850  se  levantan  hechos  contra- 
rios: la  ligadura  se  vuelve  peligrosa.  Nosotros  participamos  de  la  estra- 
ñeza de  esos  dos  célebres  prácticos.  Aquí  falta  algo.  Resultados  tan  opues- 
tos han  de  reconocer  una  causa,  que  no  se  ha  puesto  en  claro,  ó en 
relieve,  ni  por  la  comisión,  ni  por  nadie. 

Orfiia,  como  decia  con  tanto  acierto  M.  Velpeau,  no  ha  podido  enga- 
ñar voluntariamente  á la  Francia,  á la  Europa,  al  mundo,  afirmando 
con  tanta  seguridad  que  la  ligadura  del  esófago  de  los  perros  no  va 
acompañada  de  tan  graves  accidentes.  Para  engañar,  debia  empezar  en- 
gañándose él  á sí  mismo;  ¿y  es  eso  posible?  ¿Era  tan  poco  experimenta- 
dor que  no  observase  esos  terribles  accidentes,  señalados  por  Bouley? 
¿Son  esos  accidentes  tan  difíciles  de  observar  que  se  escaparan  , no  soto 
al  ojo  penetrante  del  sagaz  Orfiia , sino  al  de  los  Cloquet , Velpeau  y de- 
más? ¿Y  no  han  visto  centenares  de  espectadores  en  la  cátedra  perros 
en  los  que  hacia  Orfiia  sus  experimentos?  ¿No  los  han  visto  en  las  Lec- 
ciones dadas  en  1858  por  Luis  Orfiia , que  presentó  perros  con  esófago 
ligado,  sin  que  nadie  viera  en  ellos  lo  que  Bouley  , operando  Luis  Orfiia 
como  se  lo  enseñó  su  tio , como  se  lo  vió  hacer,  según  lo  dice  él  mismo? 

Forzosamente  ha  de  haber  algo  que  no  se  dice  y que  distingue  el  modo 
de  practicar  de  Orfiia  y el  modo  de  operar  de  otros. 

Nosotros  comprendemos  que  Orfiia  tal  vez  no  creyó  oportuno  expo- 
ner detalladamente  las  precauciones  que  tomaba.  Es  bastante  común  no 
ver,  en  las  obras,  detalles  y pormenores,  que  los  prácticos  miran  como 
minuciosidades  indignas  de  un  escrito , y tal  vez  son  las  que  deciden  del 
buen  éxito  de  una  operación.  La  idea  tan  general  de  que  no  es  lo  mismo 
lo  que  se  lee  en  una  obra,  que  lo  que  se  ve  en  la  práctica , no  depende 
muchas  veces  sino  de  esas  omisiones  que  se  cometen,  creyéndolas  minu- 
ciosidades supérfluas. 

Mi  amigo  el  doctor  Saura , compatriota  del  grande  experimentador,  y 
muy  relacionado  con  él,  le  vió  operar  infinidad  de  veces,  y era,  según 
mi  amigo , tal  la  práctica  que  tenia  en  esa  ligadura  Orfiia , que  mas  de 
una  vez  llegaba,  al  anochecer,  al  laboratorio,  y á oscuras  cogia  á los  per 
ros  y les  hacia  la  ligadura,  dejándolos  hasta  el  dia  siguiente  para  obser- 
var ios  resultados  del  experimento. 

Pero  dejemos  eso,  y veamos  esos  graves  accidentes  que  se  suponen  ca- 
paces de  confundirse  con  ios  cuadros  sintomáticos  producidos  por  las  sus- 
tancias venenosas,  por  lo  cual  hay  quien  se  cree  con  derecho  á dudar  de 
las  afirmaciones  de  Orfiia , en  punto  á síntomas , anatomía  patológica, 
contravenenos  y dósis  tóxicas  de  esas  sustancias. 


- 309  - 

Curante  el  tiempo  en  que  los  perros  viven  con  la  ligadura,  se  nos  ha- 
bla de  señales  de  dolor  muy  vivo,  agitación,  inquietud,  esfuerzos  para 
vomitar  y expulsión  de  mucosidades;  después  sobreviene  calma,  abati- 
miento profundo;  el  animal  está  constantemente  echado,  é indiferente  á 
las  excitaciones  exteriores.  Si  no  se  le  quita  más  la  ligadura,  muere  al 
cabo  de  mas  ó menos  dias ; algunas  veces  se  muere  pronto.  En  el  cuello 
se  le  encuentra  supuración , focos  purulentos ; á veces  ingestión  en  el 
estómago  y el  hígado  turgente.  La  muerte  se  atribuye  á la  asfixia  por 
falta  de  influjo  nervioso,  por  estar  lisiados  los  nervios  del  cuello;  ó bien 
á las  mucosidades  que  se  introducen  en  las  vías  respiratorias. 

Ahora  bien ; ¿qué  hay  en  todo  eso  de  nuevo?  ¿Qué  es  lo  que  de  todo 
eso  pasó  desapercibido  de  Orilla?  Compárese  ese  cuadro  sintomático  con 
lo  que  hemos  dicho  en  las  páginas  384  y 385  , tomado  de  la  obra  de  ese 
toxicólogo , y fácil  será  notar  que,  fuera  de  lo  de  los  focos  purulentos, 
todo  lo  demás  ya  lo  dejó  consignado.  Y si  no  habla  de  los  focos  purulen- 
tos , en  primer  lugar  puede  ser  porque  eso  solo  se  observa  después  de 
algunos  dias,  en  los  que  ya  los  perros  no  eran  objeto  de  estudio,  puesto 
que  los  efectos  del  veneno,  ó los  puntos  estudiados  ya  se  habían  obtenido 
en  dias  y horas  anteriores,  y ya  abandonaría  vivos  ó muertos á esos  ani- 
males; y acaso  más  , porque,  como  consecuencias  de  la  acción  traumá- 
tica, notorias  para  todos,  ya  contaría  con  que  nadie  los  había  de  con- 
fundir con  lo  producido  por  los  venenos  ensayados.  De  suerte  que  lo 
que  Ortila  abandonó  á la  inteligencia  de  sus  lectores,  se  le  carga  como 
error  ó falta  de  observación  de  lo  que  acontece  en  esos  casos. 

No  hay,  pues  , una  gran  diferencia , mejor  dirémos  ninguna,  entre  los 
efectos  de  la  ligadura  en  otros  tiempos  y en  tiempos  posteriores,  ni  lugar 
á creer  que  Orilla  no  los  observó,  ni  á que  supusiera  que  esa  operación 
no  afecta  en  nada  al  perro.  Siquiera  se  le  encuentre  á Orilla  alguna 
frase  que  parece  significarlo,  tomándola  aislada,  bien  se  ve,  relacionán- 
dola con  lo  que  afirma  en  otras  partes,  y sobre  todo  con  lo  consignado 
claramente  por  él,  al  hablar  directamente  de  los  síntomas  propios  de  la 
ligadura  del  esófago,  que  lo  que  Orfiia  quiso  decir,  y dijo,  es  que  no 
eran  un  óbice  para  experimentar  de  esa  suerte  en  el  perro,  y que  era 
fácil  discernir,  como  lo  es,  en  efecto,  qué  síntomas  son  los  pertenecien- 
tes al  veneno  ; qué  síntomas  son  los  producidos  por  la  ligadura. 

Cuando  M.  Doulev  y la  comisión  indican  ese  conflicto,  exageran  las 
dificultades  ; no  las  prueban  por  lo  menos.  M.  Velpeau  indicó  una  idea, 
sobre  la  cual  vamos  á insistir , porque  es  de  gran  trascendencia.  « Los 
síntomas  do  la  ligadura , dijo  el  sabio  cirujano  do  la  Charité,  no  pueden 
confundirse  con  los  tóxicos,  puesto  que  cada  sustancia  provoca  los  su- 
yos.» Hé  aquí  lo  que  debía  tener  presente  la  comisión.  El  cuadro  sínto- 
ma ico  propio  de  la  ligadura,  sea  cual  fuere,  mas  ó menos  sombrío, 
siempre  es  el  mismo,  con  ligeras  variaciones;  es,  pues,- perfectamente 
conocido;  todo  otro  cuadro  que  se  presente  no  le  ha  de  pertenecer,  y 
será  forzoso  atribuirlo  á la  acción  de  los  venenos.  Cada  uno  de  estos, 
como  lo  decia  perfectamente  Velpeau  , tiene  el  suyo  característico ; ¿cómo 
ha  de  ser  posible,  por  lo  tanto,  la  confusión?  Fuéralo,  si  la  ligadura  pro- 
dujese tantos  cuadros  de  síntomas,  como  pueden  producir  todos  los  vene- 
nos; pero  no  produciendo  jamás  tales  cuadros,  reduciéndose  siempre  al 
dolor,  inquietud,  abatimiento  , indiferencia,  etc. , ¿quién  ha  de  confun- 
dir esos  síntomas,  que  son  los  generales  dé  toda  lesión  traumática,  con 
los  tan  característicos  de  los  venenos  cáusticos,  inflamatorios,  narcóticos, 


— 400  — 

nervioso-inflamatorios , asfixiantes  , ya  anestésicos,  ya  paralíticos,  ya  te- 
tánicos v los  sépticos  de  toda  especie  ? Ya  se  necesitaría  no  haber  visto  ja- 
rais ni  en  el  hombre,  ni  en  los  animales,  ni  en  los  mismos  libros,  los 


cuadros  gráficos  y característicos  de  síntomas  propios  de  cada  una  de  esas 
«i-spo  de  venenos,  para  afirmar  que  no  pueden  distinguirse  de  los  que 
son  propios  de  la  ligadura  del  esófago. 

Y si  á oso  añadimos  que,  por  rápidamente  que  mate  al  perro  la  liga- 
dura de  dicho  órgano , mas  pronto  desplega  el  tósigo  su  terrible  acción, 
puesto  que  en  la  inmensa  mayoría  de  venenos  no  tarda,  no  diré  dias* 
sino  ni  horas,  en  desplegarla  y en  hacer  víctima  al  animal,  en  el  que  sé 
ensayan  , ¿qué  significa,  qué  puede  significar,  todo  lo  que  diga  Bouley, 
Reynal  y la  misma  comisión  acerca  de  los  síntomas  de  la  ligadura  y la 
posibilidad  de  que  mate  pronto? 

En  punto  á síntomas,  no  cabe,  ni  puede  caber  confusión.  Oríllase 
reiria  á carcajada  de  esos  temores,  si  se  levantara  de  la  tumba. 

Si  se  dice  que , muriendo  el  animal  por  la  ligadura,  no  se  sabe  á qué 
se  debe  la  muerte,  si  á aquella  ó al  veneno,  responderémos  también  que, 
quien  eso  afirma,  echa  en  olvido  una  porción  de  cosas,  que  jamás  des- 
cuida quien  de  lógico  se  precia.  ¿Pues  qué,  no  dirá,  en  la  mayor  parte  de 
los  casos,  la  autópsia  del  perro  de  qué  ha  muerto?  ¿Será  el  mismo  cuadro 
de  alieraciones  anatómico- patológicas  el  que  presente  el  animal , si  muere 
de  la  ligadura  temprano  ó tarde , que  si  muere  de  este  ó aquel  veneno? 
¿No  se  atreverá  un  perito  á determinar  de  qué  ha  muerto  un  hombre, 
haciéndole  la  autópsia,  si  la  causa  de  su  muerte  deja  vestigios?  Pues 
¿por  qué  no  ha  de  hacer  lo  mismo  respecto  de  los  perros?  La  anatomía 
patológica  de  la  muerte , por  una  acción  traumática , por  la  ligadura  del 
esófago  , es  conocida  ; ya  lo  sabemos ; tampoco  no  es  mas  que  una ; la  de 
cada  clase  de  venenos  es  diferente , no  solo  entre  sí,  sino  de  la  que  á la 
ligadura  pertenece.  O el  veneno  deja  vestigios  anatómico-patológicos  ó 
no.  Si  los  deja,  ¿son  ó no  son  iguales  ó idénticos  á los  que  deja  la 
muerte  por  la  ligadura  esofágica?  Si  son  iguales,  no  los  distinguirémos 
por  eso  solo,  pero  nos  quedarán  otros  recursos:  en  primer  lugar,  los 
síntomas,  que  ya  hemos  visto  que  son  muy  diferentes;  en  segundo  lugar, 
las  análisis  químicas,  que  nos  descubrirán  el  veneno.  ¿Qué  hacemos, 
cuando  el  cadáver  es  de  un  hombre?  Si  no  son  idénticos,  si  hay  diferen- 
cia , ya  tenemos  la  distinción  asegurada. 

Si  el  veneno  no  afecta  visiblemente  los  tejidos ; si  la  autópsia  no  revela 
nada,  también  tenemos  segura  esa  diferencia,  puesto  que  la  muerte  por 
ligadura  deja  vestigios  anatómico-patológicos  visibles.  ¡Y  se  dice  que  no 
se  puede  discernir  á qué  se  debe  la  muerte!  Juzgando  en  detall , fijándose 
en  un  solo  dato,  puede  que  alguna  vez  no  sea  fácil;  mas  apelando,  como 
se  debe,  al  conjunto  de  datos,  á todos  los  que  se  relacionan  con  el  he- 
cho, ¿cómo  no  se  ha  de  distinguir  ? Eso  seria  decir  que  tampoco  es  posible 
distinguir  de  qué  muere  un  hombre,  y eso  demasiado  sabe  Bouley,  y 
Devergie , y Trousseau , y toda  la  comisión , que  es  posible , y no  solo 
posible,  sino  práctico. 

Los  que , creyendo  posible  la  confusión , tanto  respecto  de  los  síntomas, 
como  de  la  muerte,  entre  la  acción  de  la  ligadura  del  esófago  y la  del 
veneno,  deducen  que  , ya  que  no  toda  la  obra  de  Orfila,  parte  debe  ser 
revisada , para  rectificar  los  errores  que  se  le  hayan  deslizado  respecto  de 
los  síntomas , anatomía  patológica , contravenenos  y dósis  tóxicas  de  las 
sustancias  ensayadas : ya  quenan  desoído  la  voz  de  la  lógica , ya  que  no 


- 40i  «- 

han  seguido  el  criterio  que  todos  reconocen,  como  indispensable  y seguro 
para  determinar  si  un  cuadro  sintomático  es  una  enfermedad  común  ó 
una  intoxicación , y á qué  se  debe  la  muerte  de  un  sugeto,  que  se  sospe- 
cha estar  envenenado,  debían  haber  señalado  esos  errores  de  Orfíla,  de- 
terminar claramente  en  qué  consisten , dónde  están  los  lunares  de  ese  sol, 
debidos  á lo  que  le  suponen  que  ignoraba  en  punto  á la  ligadura  del 
esófago  y sus  consecuencias. 

¿Han  probado  que  la  historia  que  hace  Orfila  de  cada  veneno  no  sea 
exacta?  ¿Han  probado  que  no  sean  exactos  los  cuadros  sintomáticos  que 
designa  á cada  uno;  que  no  lo  sean  los  cambios  de  tejidos  y humores 
por  ellos  provocados;  que  no  sean  contravenenos  los  que  como  tales  ha 
señalado  Üríila ; que  no  sean  venenosas  las  dósis  que  él  ha  designado? 
Los  demás  toxicólogos  que  hayan  experimentado , ya  por  el  estómago, 
practicando  ó no  la  ligadura,  ya  por  otras  vías,  ¿han  tenido  que  enmendar 
la  plana  al  gran  toxicólogo?  ¿Han  podido  hacer  una  obra  donde  haya 
otros  cuadros  de  síntomas  de  alteraciones  anatómico-patológicas,  etc.,  etc., 
mas  exactos  que  los  que  ha  consignado  el  antiguo  decano  de  la  Escuela 
de  París?  No  sabemos  que  haya  nada  de  eso,  ni  que  nada  de  eso  haya 
probado,  ni  Bouley  y Reynal , ni  Devergie,  ni  la  comisión , ni  nadie.  De- 
vergie,  en  su  Medicina  legal  * hace  la  historia  de  cada  veneno,  á poca  di- 
ferencia , como  Orlila.  Otro  tanto  podemos  decir  de  Briand  y Chaudé , de 
Galtier,  de  Casper  y de  cuantos  hablan  de  los  síntomas  y anatomía  pa- 
tológica de  cada  sustancia  venenosa,  de  su  cantidad  tóxica  y de  los  con- 
travenenos. 

Designar  tal  cual  error  de  Orfila,  no  conduce  al  resultado  que  niego. 
Orfila  no  tenia  el  don  extrahumano  de  acertar  en  todo.  Es  muy  posible 
encontrarle  varios  errores,  sin  que  por  eso  se  pueda  decir  que  su  obra, 
fundada  en  experimentos  por  medio  de  la  ligadura  del  esófago,  deba  ser 
rehecha  ó revisada,  como  pretenden  Devergie  y Tardieu ; porque  no  sa- 
bemos si  lo  que  atribuyó  á los  venenos  fue  debido  á la  ligadura.  La  con- 
secuencia es  altamente  ilógica,  por  no  decir  sofística. 

Devergie  es  víctima  de  sus  preocupaciones , cuando  cita  los  ejemplos 
del  arsénico.  Para  saber  que  esta  sustancia  es  susceptible  de  varios  cua- 
dros sintomáticos,  como  otros  muchos,  según  las  condiciones  en  que  se 
dé,  son  mejores  los  perros  que  los  casos  clínicos,  y por  ventajas  que  es- 
tos lleven  á aquellos,  siempre  probarán  más  muchos  experimentos,  que 
un  solo  caso  clínico,  mientras  los  síntomas  no  sean  exclusivos  de  una 
causa  absoluta.  Todo  buen  observador  no  generaliza  por  un  particular. 
Un  solo  caso  clínico  no  ha  servido  nunca  mas  que  á los  hombres  poco 
lógicos  para  concluir  con  una  generalidad.  Un  solo  caso  clínico  no  de- 
cide de  Ja  verdadera  causa  de  una  retención  de  orina,  como  lo  supone  De- 
vergie. Son  varias  las  causas  capaces  de  producir  este  fenómeno,  y no 
porque,  en  un  caso  de  intoxicación  por  el  arsénico  le  vea,  está  autorizado 
para  afirmar  que  es  un  síntoma  de  esa  intoxicación.  Cuando  vea  muchos 
casos  y siempre  le  encuentre  asociado  á otros,  entonces  afirmará  que  es 
propio  de  la  intoxicación  arsenical.  M.  Devergie,  en  su  ataque  á Orfila, 
se  puso  en  contradicción  con  los  sabios  preceptos  lógicos  que  en  su  Me- 
dicina legal  recomienda  para  juzgar  bien  de  los  hechos  observados.  No  sa- 
bemos que  diga  en  parte  alguna  que  un  solo  caso  clínico  permita  resolver 
una  cuestión  mejor  que  cien  experimentos  en  perros.  Es  un  error  craso 
que  no  supo  ver  el  doctor  Devergie  cegado  por  su  añeja  rivalidad  con  Orilla. 

Como  el  averiguar  si  los  perros  mueren  por  hambre  ó por  asfixia,  por 

TOXICOLOGÍá. — 26 


, i.o  nervioso,  ó por  mucosi  dades  introducidas  en  las  vías  res- 

S lriL  si  So0  los  nerv,os  inflamados  los  que  causan  los’ focos  puru- 
f d los  tejidos  magullados  por  el  lazo,  ó las  materias  putrescibles 
míp  Vflíen  del  esófago;  si  la  estrangulación  del  esófago  ha  de  producir  lo 
mip  nroduce  toda  estrangulación  de  tejidos,  esto  es,  la  gangrena,  y otros 
^ otros  puntos  que  toca  ó calla  la  comisión,  no  van  directamente  á lo 
aue  importa  resolver  en  la  cuestión  de  la  ligadura  del  esófago,  como  buen 
medio  de  experimentación  en  los  ensayos  toxicológicos ; me  creo  dispensa- 
do de  extenderme  sobre  esos  puntos,  y de  sujetar  á severa  crítica  algunas 
ideas  que  nos  parecen  peregrinas,  y por  lo  mismo,  concluyo  diciendo 
que  la  ligadura  del  esófago , tal  como  la  practicaba  Orfila  , á pesar  de  lo 
que  dice  la  comisión,  ó como  esta  la  recomienda,  puesto  que  en  el  fondo 
es  lo  mismo,  en  punto  á la  lógica  de  las  conclusiones  experimentales,  es 
otro  de  los  medios  que  tiene  el  toxicólogo  para  estudiar  los  venenos  y su 
acción  sobre  los  perros,  para  hacer  luego  las  debidas  aplicaciones  á.la 
especie  humana;  quedando  nulo  ó sin  valor  alguno  todo  cuanto  han  dicho 
los  Giacomini,  los  Devergie,  los  Rognetta,  los  Bouley  y Reynal  sobre  las 
falsas  consecuencias  de  lo  que  se  afirma,  fundado  en  experimentos  en 
los  perros , cuyo  esófago  se  haya  ligado. 

Puesto,  pues,  que  nos  declaramos  por  los  experimentos  hechos  en  los 
animales,  y en  especial  en  los  perros,  para  estudiar  la  acción  de  los  ve- 
nenos, inclusa  la  práctica  de  la  esofagotomía  y otras  operaciones,  diga- 
mos cuatro  palabras,  acerca  del  modo  de  proceder  á semejantes  experi- 
mentos, como  medio  de  estudio. 

Los  experimentos  hechos  en  los  perros  y otros  animales  de  fisiología 
parecida  á la  del  hombre,  pueden  y deben  hacerse  de  varios  modos , y 
deponiendo  las  sustancias  venenosas  en  diferentes  partes  del  animal.  Lo 
que  hemos  dicho  en  su  lugar,  acerca  de  las  diversas  vías,  por  donde  pue- 
den introducirse  los  venenos,  y del  modo  como  se  efectúa  la  absorción  de 
estos  y su  acción , ya  deja  comprender  que  no  es  solo  el  estómago  el 
punto  de  ensayo  para  hacer  investigaciones  relativas  á todo  lo  que  atañe 
á la  acción  de  esos  agentes. 

En  efecto,  los  experimentos  se  hacen  ingiriendo  el  veneno  en  el  estó- 
mago, en  los  intestinos  delgados  ó gruesos,  en  el  recto,  en  la  vagina,  en 
la  uretra,  en  la  conjuntiva,  en  la  nariz,  en  la  boca,  en  las  vías  pulmonales, 
en  las  soluciones  de  continuidad , ó tejido  celular,  en  las  cavidades  sero- 
sas, en  las  venas,  en  las  arterias,  en  los  músculos,  en  los  nervios,  en  el 
cuello,  en  la  piel  íntegra  ó desnuda  de  epidermis ; es  decir , en  toda  clase 
de  tejidos  y en  todas  partes.  Así  lo  exigen  los  numerosos  y variados  pro- 
blemas que  comprende , no  solo  la  fisiología  de  la  intoxicación , sino  las 
demás  partes  de  la  misma. 

- Veamos , pues , como  se  procede , según  la  vía , el  tejido  ó el  órgano 
que  se  escoja  para  los  experimentos. 

l.°  Estómago.— Cuando  se  practican  ensayos  por  esta  via,  se  escoge  un 
perro  de  mediana  estatura , y se  le  introduce  una  dósis  regular , ni  poca, 
ni  mucha,  pero  siempre  tóxica  ó por  grados  en  diferentes  ensayos,  en  el 
estómago  por  la  boca. 

Como  para  eso  se  necesita  que  el  animal  trague  las  sustancias,  hay  que 
apelar  á varios  medios. 

Puede  mezclarse  la  sustancia  con  materias  alimenticias  de  las  que  sea 
el  animal  ávido,  que  es  como  lo  hace  el  sobrino  de  Orfila,  Millón , Lave- 
ran,  üumeril,  Dumarquay,  Lecointe,  etc. 


- 403  — 

>•  Puede  meterse  dentro  del  asa  intestinal  de  otfo  animal , y atado  por 
los  cabos,  dárselo  al  perro  para  que  se  lo  coma. 

Puede  dársele  también  en  bolas,  morcillas,  ó bien  en  bebidas. 

Si  el  animal  no  lo  quiere , si  se  resiste  á tragarlo,  no  se  procede  bien 
obligándole  á ello  y metiéndoselo  á la  fuerza  por  la  boca , porque  no 
quiere  tragar,  y con  los  esfuerzos  que  hace  puede  asfixiarse,  en  especial 
si  las  materias  son  líquidas ; puede  entrar  en  cólera,  morder,  etc. 

Lo  mejor , cuando  el  animal  no  quiere  tragar , es  valerse  de  una  sonda 
esofágica,  y por  medio  de  ella  introducirle  las  sustancias  del  ensayo.  Para 
los  cáusticos  y materias  que  ya  obrarían  en  la  boca , faringe  y esófago, 
la  sonda  es  indispensable. 

Aun  con  la  sonda  hay  inconvenientes , si  se  escoge  la  boca  del  perro 
para  la  introducción  de  las  sustancias  en  el  estómago.  En  primer  lugar, 
también  hay  que  sujetar  al  animal  y violentarle  para  meterle  ese  instru- 
mento; y en  segundo  lugar,  suele  vomitar  en  el  acto  las  materias,  sea 
que  el  instinto  ó la  repugnancia  se  las  haga  expulsar , sea  que  haya  en 
esos  animales  fácil  propensión  al  vómito. 

Para  obviar  uno  y otro  inconveniente,  Orilla  ha  ideado  la  abertura  del 
esófago  por  donde  se  introducen  las  materias,  ya  con  sonda,  ya  con  je- 
ringa con  mas  facilidad , y sin  que  el  perro  se  oponga  á ello , tanto  mas, 
cuanto  que  para  ello  se  le  ata  el  hocico  y las  patas,  y se  le  sujeta  así  fá- 
cilmente como  se  quiere. 

Quedaría  todavía  el  vómito , y como  el  hocico  está  atado . las  materias 
arrojadas  no  podrían  salir,  refluirían  á las  fáuces  y esófago,  y se  introdu- 
cirían por  la  laringe  del  animal , asfixiándole.  Ese  inconveniente  se  cor- 
rige practicando  una  ligadura  debajo  de  la  incisión  hecha  en  el  esófago. 

Hé  aquí  como  practica  esa  operación  Luis  Orfila  imitando  el  procedi- 
miento de  su  lio : 

1. °  Se  introduce  una  sonda  uretral  de  goma  elástica  por  la  nariz  del 
perro  en  el  esófago. 

2. °  Se  hace  una  incisión  larga  de  unos  6 á 7 centímetros  en  la  línea 
media  del  cuello,  penetrando  hasta  en  los  músculos. 

B.°  Se  aparta  con  los  dedos  las  fibras  musculares  , aprovechando  la 
tráquea-arteria  como  punto  de  guia,  hasta  que  se  sienta  la  sonda  que  baja 
por  el  esófago. 

4. °  Sepárase  el  esófago  ligeramente  y en  pequeña  extensión  de  los  ór- 
ganos vecinos. 

5. *  Se  coge  el  esófago  con  una  aguja  curva  de  Descbamps,  se  tira  de 
él  hácia  fuera  y se  le  quila  la  sonda. 

6. °  Se  practica  con  las  tijeras  un  corte  en  el  esófago,  por  donde  se  in- 
troduce la  sustancia  que  se  quiere  ensayar.  Si  es  liquida,  se  introduce 
por  medio  de  una  sonda , jeringa  ó embudo*  Si  sólida,  se  hace  pedacitos 
y se  empujan  con  la  sonda. 

7. °  Después  de  haber  examinado  Wen,  si  no  se  ha  cogido  con  ese  ór- 
gano algún  vaso  ó nervio,  y en  caso  afirmativo  y después  de  haberlo  se- 
parado , se  pasa  un  hilo  por  debajo  del  corte , se  hace  un  doble  nudo 
apretando  ligeramente , puesto  que  no  hay  necesidad  de  apretar  mucho, 
no  teniendo  mas  objeto  que  el  impedir  la  salida  de  las  materias,  si  acaso 
son  vomitadas. 

8. °  Por  último,  se  cortan  los  hilos,  dejando  una  porción  para  soltar  la 
ligadura  fácilmente  mas  tarde,  teniéndola  por  espacio  de  treinta  horas. 

Este  es  el  modo  de  operar  que  la  comisión  de  la  Academia  dice  que  no 


- 401  - 

. l Hando  á entender  que  solo  debe  atarse  al  esófago  de 

«JwmdTftoio  y que  se  tenga  poco  tiempo  la  ligadura  aplicada  á dicho 
í ^on^  ioi  rilas  establecidas  por  dicha  comisión  pueden  seguirse: 
S^eSta  lo  que  hemos  dicho  al  discutir  e¿e  punto.  & 
m , ensayos  en  el  estómago  pueden  hacerse  también  abriendo  directa- 
mente un  paso  en  esta  viscera.  Los  perros  la  sufren  bastante  bien.  En 
este  caso,  ía  incisión  se  hace  en  los  tegumentos  del  abdómen,  en  la  re- 
gión gástrica,  se  busca  dicha  entraña  y en  ella  se  depone  el  veneno. 
b 2.° intestinos.— Cuando  se  hacen  los  ensayos  en  los  intestinos,  se  prac- 
tica "la  abertura  en  el  abdómen,  como  lo  acabamos  de  indicar  respecto 
del  estómago,  y con  una  sonda  que  busca  el  píloro  se  pasa  á los  intesti- 
nos delgados.  Aquí  ya  no  hay  que  temer  la  expulsión  por  vómito.  Sin 
embargo,  si  se  presentase  como  síntoma  y por  un  movimiento  antiperis- 
táltico, pasando  los  materiales  al  estómago,  pudiese  temerse  esa  expul- 
sión, una  ligadura  junto  al  córdias  en  el  esófago  impediria  este  resultado 
contrario  al  experimento. 

3.°  Recto. — Cuando  se  ensaya  por  el  recto,  se  limpia  antes  esta  vía  por 
medio  de  lavativas,  y en  seguida  se  introduce  la  sustancia  que  se  ensaya 
del  mismo  modo  ú otro  equivalente. 

Puede  suceder  que  haya  también  una  expulsión  demasiado  pronta,  la 
que  inutilizaría  el  experimento,  en  cuyo  caso  se  tapona  el  conducto. 

4. 9 La  vagina. — Cuanto  acabamos  de  decir  del  recto  es  aplicable  á esa 
vía  de  la  misma  índole,  puesto  que  la  tapiza  una  mucosa.  la  hemos  visto 
que  ella  sirvió  en  Copenhague  para  resolver  una  cuestión  de  envenena- 
miento por  esta  vía , cometida  por  un  sugeto,  que  así  se  habia  deshecho 
de  tres  mujeres,  como  el  antiguo  Caipurneum.  Las  yeguas  ó borricas  que 
sirvieron  para  el  experimento',  fueron  intoxicadas  por  la  vulva  ó la  va- 
gina. El  taponamiento  puede  servir  también  para  contener  las  sustancias. 

5.'  La  uretra.—  No  es  esta  vía  la  mas  á propósito  para  hacer  ensayos; 
así  es  que  apenas  se  hacen  por  ella,  no  porque  no  puedan  dar  resultados; 
ya  hemos  visto  que  Segalas  y otros  han  hecho  por  la  uretra  experimen- 
tos con  el  objeto  de  averiguar  su  grado  de  absorción;  sino  poique,  tapi- 
zándola una  mucosa  , todo  cuanto  acerca  de  este  tejido  se  quiere  saber, 
se  sabe  por  otros  conductos.  Por  lo  demás,  ocioso  es  decir  que  por  medio 
de  inyecciones  se  puede  hacer  el  ensayo. 

ti.°  Conjuntiva. — Esta  membrana  mucosa  se  escoge  para  ensayar  la  ac- 
ción de  ciertos  venenos  ejecutivos , como  el  ácido  cianhídrico,  Ja  coni- 
cina,  etc.  Cuando  pocas  gotas  bastan  para  producir  efectos,  se  escoge  esta 
vía  con  preferencia  á otras. 

7. "  Mucosa  nasal  y bucal. — Otro  tanto  podemos  decir  de  estas  mucosas. 
En  ellas  se  hacen  ensayos  con  gotas  de  sustancias  muy  activas. 

8. v  Vías  respiratorias  ó pulmonales.— Sirven  principalmente  para  ensa- 
yar los  venenos  gaseosos,  los  anestésicos  y sustancias  volátiles;  hacién- 
dolas respirar  á los  animales. 

Los  autores  han  disputado  mucho  sobre  los  medios  de  ensayo  emplea- 
dos para  distinguir  los  gases  meramente  asfixiantes  de  los  deletéreos,  y 
han  declarado  algunos  de  aquellos  como  insuficientes  para  resolver  este 
importante  punto. 

Los  medios  , por  largo  tiempo  , para  esta  clase  de  ensayos,  han  con- 
sistido, ya  en  vaciar  los  pulmones  con  una  fuerte  aspiración,  é inspirar 
acto  continuo  el  gas,  ya  en  colocar  al  animal  dentro  de  una  campana, 
ya  dirigiendo  el  aire  espirado  á un  balón  ^gasómetro , etc. 


- 403  — 

Todos  estos  medios  han  sido  juzgados  como  viciosos  é incapaces  de 
deslindar  qué  gases  son  asfixiantes,  qué  deletéreos. 

Nysten  ideó  para  salir  del  paso  inyectar  los  gases  en  las  venas.  Se  le 
han  dirigido  objeciones  explicando  por  efectos  físicos  las  diferencias  que 
así  quiso  establecer  Nysten. 

Ultimamente,  Regnault  ha  ideado  un  aparato,  el  que  consiste  en  una 
campana,  dentro  de  la  cual  está  el  animal  con  alimentos.  Por  un  lado 
le  llega  oxígeno  que  reemplaza  el  que  consume  respirando,  y por  otro 
hay  un  poco  de  potasa  cáustica  en  una  probeta , la  que  absorbe  el  ácido 
carbónico  respirado  por  el  animal.  Así  el  gas  que  se  introduce  , si  mata, 
no  es  por  asfixia  , dicen  , puesto  que  el  animal  puede  respirar  oxígeno; 
es  por  una  acción  deletérea  , y así  se  pueden  distinguir  los  gases  pura- 
mente asfixiantes  de  los  venenosos. 

El  afan  de  distinguir  los  gases  puramente  asfixiantes  de  los  deletéreos, 
acaso  no  tiene  la  importancia  que  se  le  ha  dado,  ó por  lo  menos  no  se 
ha  tratado  de  resolver  la  cuestión  como  se  debe  y de  un  modo  mas  termi- 
nante. El  oxígeno  del  aire  respirado  puede  ser  impedido  en  su  entrada  , ó 
expulsado  de  la  sangre  por  otros  gases,  ora  se  introduzca  por  las  vías  res- 
piratorias , ora  se  inyecte  en  las  venas , ora  se  aplique  á otras  partes,  con 
tal  que  pase  al  torrente  circulatorio.  Esta  acción  física  pueden  tenerla 
todos,  con  tal  que  haya  bastante  cantidad  para  ello;  ya  se  combinen,  ya 
no  se  combinen  con  el  oxígeno  , é impidan  así  la  hematosis,  ó bien  con 
los  principios  que  esta  ha  de  oxigenar. 

Las  doctrinas  de  Robín  sobre  los  anestésicos  pueden  , en  mi  concepto, 
resolver  mejor  esta  cuestión,  que  todo  cuanto  han  dicho  los  demás  auto- 
res y todos  sus  aparatos.  * 

Hay  gases  y líquidos  que  impidenjla  hematosis  y asfixian,  ya  por  apode- 
rarse del  oxígeno,  ya  por  volver  inoxigenables  los  principios  que  este 
gas  oxigena  durante  la  vida  , ya  por  una  acción  catalítica  que  da  los  mis- 
mos resultados.  Estudios  hechos  en  este  sentido,  fuera  de  las  vías  pulmo- 
nales  y de  la  sangre , conducen  siempre  mejor  á saber  si  los  gases  son 
puramente  asfixiantes  ó deletéreos  , que  no  practicando  ensayos  por  las 
vías  respiratorias  de  este  ó aquel  modo  ejecutados. 

Galtier  habla  de  ensayos  hechos  por  las  vías  pulmonales  con  sustan- 
cias muy  activas,  líquidas  ó sólidas,  como  la  nicotina,  conicina,  estricnina 
y otros  álcalis  vegetales , el  ácido  cianhídrico , curare  y venenos  de  los 
animales  ponzoñosos  , y añade  que,  según  Magendie  y Rernard,  la  mu- 
cosa pulmonal  absorbe  mas  que  la  traqueal , por  ser  mas  vascular  y mas 
provista  de  epitelio  pavimentoso. 

Como  esas  sustancias  no  obren  por  la  parte  volátil  que  tengan  , y á ella 
se  refieran  los  ensayos,  habrá  que  introducir  en  tas  vías  pulmonales  dichas 
sustancias  líquidas,  que  sólidas  será  algo  difícil , y en  uno  y otro  caso,  an- 
tes que  ver  la  acción  de  los  venenos,  la  asfixia  habrá  acabado  con  el  animal. 

9.®  Solucione. $ de  continuidad  ó tejido  celular. — Las  soluciones  de  conti- 
nuidad pueden  ser  y son  á menudo  vías  de  ensayo.  Mas  no  olvidemos  lo 
que  hemos  dicho  en  su  lugar,  respecto  al  modo  de  apreciar  estos  expe- 
rimentos y la  significación  que  se  les  da.  Para  llegar  al  tejido  celular,  es 
necesario  hacer' soluciones  de  continuidad  , hay  que  cortar  vasos,  y por 
lo  tanto  es  casi  inevitable  el  poner  en  contacto  las  sustancias  con  la  san- 
gre, y las  deducciones  no  son  iguales.  Tal  vez  lo  que  se  atribuye  á la 
absorción  por  el  tejido  celular,  es  acción  directa  sobre  la  sangre,  pa- 
sando el  veneno  á ella  por  los  vasos  interesados. 


— 406  - 

10  Cavidades  membr ano-serosas.— Otro  tanto  podemos  decir  de  la  in- 
t¡*  de  los  venenos  en  las  cavidades  serosas.  Después  de  haberlas 
abierto  es  necesario  poner  gran  cuidado  en  que  el  veneno  no  esté  en 
contacto  con  los  tejidos  cortados ; así , los  efectos  de  su  acción  , deducidos 
de  los  que  ejerce  sobre  las  serosas , serán  mas  lógicos. 

11.  Inyección  en  las  venas.  — Esta  vía  está  muy  usada,  y como  en 
efecto  no  hay  veneno  que  no  desplegue  su  acción  en  la  sangre  , es  un 
buen  medio  de  hacer  ensayos,  tanto  para  saber  las  propiedades  tóxicas 
del  veneno,  como  la  cantidad  á que  lo  es. 

Mas  como  la  sangre  no  tolera  nada  que  no  esté  descompuesto  y asimi- 
lado , se  concibe  que , sea  lo  que  fuere  lo  que  se  introduzca  de  ese  modo 
brusco  en  las  venas,  ha  de  producir  trastornos  graves  y hasta  la  muerte, 
no  solo  con  sustancias  realmente  venenosas,  sino  con  otras  que  no  lo  son. 

Casos  puede  haber  que  con  tales  ensayos  se  crean  que  las  sustancias 
no  son  venenos.  Así  Nysten  ha  probado  que  ciertos  gases  venenosos  res- 
pirados dejan  de  serlo  introducidos  por  las  venas.  Si  dejan  de  serlo  de 
este  modo , es  porque  son  desalojados  por  el  oxígeno  y expulsados  por 
la  respiración,  mientras  que  respirados  ellos,  expulsan  el  oxígeno  por 
su  mayor  cantidad.  Si  se  combinan  con  él  y combaten  la  hematosis  , de 
todos  modos  lo  serán,  y si  se  introducen  en  gran  cantidad  matan  tam- 
bién, porque  expulsan  el  oxígeno  ó impiden  la  circulación.  Véaselo  que 
sucede  con  la  introducción  de  cierta  cantidad  de  aire  por  las  venas  en 
ciertos  sugetos  operados , que  se  han  quedado  en  las  manos  del  operador, 
como  muertos  por  el  rayo. 

Galtier  dice  que  muchas  sales  de  bismuto,  plomo  y estaño,  son  venenos, 
inyectadas  en  poca  cantidad  , al  paso  que  por  la  vía  gástrica , en  canti- 
dad mayor,  dejan  de  serlo.  Es  claro , lo  son  inyectadas  en  las  venas  en 
poca  y mucha  cantidad,  porque  no_son  compatibles  con  la  sangre  por 
las  combinaciones  que  contraen,  si  se  disuelven,  y por  el  obstáculo  que 
oponen,  si  permanecen  insolubles , á la  circulación.  Si  por  la  vía  gás- 
trica en  cantidad  mayor  no  hacen  nada,  es  porque  los  ácidos  que  les 
han  de  dar  solubilidad,  por  su  pequeña  cantidad  no  alcanzan  á dársela; 
que  se  den  en  menor  cantidad , ó haya  mas  ácidos  gástricos  , y serán 
igualmente  venenosas. 

Este  medio  de  hacer  ensayos  es  vicioso , porque  en  nada  se  parece  á 
las  circunstancias  que  acompañan  las  intoxicaciones  naturales  y los  enve- 
nenamientos, fuera  de  los  casos  en  que  hay  solución  de  continuidad, 
como  cuando  se  hiere  con  armas  envenenadas  ó muerden  animales  pon- 
zoñosos. 

12.  Inyección  por  las  arterias.— Medio  poco  usado  que  tiene  los  defec- 
tos ya  indicados  al  hablar  de  las  venas.  Se  practica  abriendo  el  vaso,  con 
el  objeto  de  saber  qué  efectos  produce  un  veneno  en  órganos  determina- 
dos, para  lo  cual  se  escoge  el  vaso  que  los  riega. 

13.  Músculos,  cerebro,  nervios,  tendones.  — liaras  veces  se  escogen  esos 
órganos  para  hacer  ensayos , como  no  sea  para  resolver  algún  problema 
particular,  como,  por  ejemplo , para  saber  qué  acción  ejercen  sobre  ellos 
ciertas  sustancias , si  absorben  poco  ó mucho,  etc. 

14.  Piel.*— Otro  tanto  dirémos  de  la  piel,  tanto  íntegra  como  desnuda 
de  epidermis,  abrasada,  etc.  Siempre  es  con  determinado  objeto  que  se 
apela  á ella. 

Excusado  es  decir  que  todos  esos  medios  de  ensayo  no  solo  pueden 
servir  para  estudiar  la  acción  de  los  venenos , sino  la  de  los  contravene- 


- 407  - 

nos  y medicaciones , como  todos  los  hechos  relativos  á la  intoxicación. 

Como  complemento  de  todo  cuanto  va  dicho  podría  añadir  los  ensayos 
empíricos  ó vulgares  que  algunos  practican , dando  á comer  á los  perros 
y otros  animales , sustancias  envenenadas , y observar  lo  que  pasa  en 
ellos.  Como  medio  de  ensayo  en  animales  es  bueno ; ya  hemos  visto  que, 
en  lugar  de  ligarlos  el  esófago , se  puede  darles  alimentos  envenenados, 
morcillas , etc.  Como  ensayos  para  observar  las  intoxicaciones  indirec- 
tas , nada  mas  conducente.  Envenenar  una  gallina , un  conejo , etc. , con 
sustancias  animales,  vegetales  ó minerales , ó carnes  podridas , y ver  qué 
es  lo  que  pasa  en  un  perro  que  come  esos  animales  ó carnes , conduce, 
con  las  restricciones  debidas , á saber  qué  es  lo  que  le  puede  suceder  al 
hombre , que  coma  esos  alimentos  envenenados  ó averiados. 

Mas  si  se  emplea  esa  práctica,  como  prueba  fehaciente  de  un  caso  prác- 
tico de  envenenamiento  , y por  lo  que  pasa  en  el  perro  y otros  animales 
que  comen  lo  que  arroja  un  sugeto  que  se  supone  envenenado,  ya  es 
otra  cosa;  en  tales  casos  semejante  práctica  , antes  muy  puesta  en  uso, 
y luego  desacreditada  por  su  empirismo  y los  graves  errores  á que  puede 
dar  lugar,  no  podemos  aceptarla  como  buena.  Ya  volverémos  á ese  punto, 
cuando  tratemos  de  la  química  de  la  intoxicación  y de  la  filosofía  de  la 
miáfca , con  relación  á esos  ensayos,  puesto  que  se  trata  de  rehabilitar, 
aunque  de  otro  modo,  esa  clase  de  pruebas,  y que  se  pretende  darles 
mas  valor  que  á los  ensayos  químicos. 

Con  esto  hemos  concluido  cuanto  nos  habíamos  propuesto  tratar  en  la 
fisiología  de  la  intoxicación  , y por  lo  tanto  vamos  á ocuparnos  ya  en  la 
segunda  parte  de  la  misma  , ó sea  en  la  patología. 

RESUMEN  DE  LA  FISIOLOGIA  DE  LA  INTOXICACION. 

Por  fisiología  de  la  intoxicación  se  entiende  aquella  parte  de  la  Toxico- 
logía  general , que  trata  de  la  acción  de  los  venenos  sobre  la  economía 
viva,  y de  todas  las  cuestiones  fisiológicas  relativas  á esa  acción. 

Los  puntos  principales  que  abraza  son  : 

1. °  Qué  es  veneno. 

2. °  Los  caracteres  que  diferencian  el  veneno  del  alimento  y medica- 
mento , miasma  y virus. 

3. °  Qué  es  la  intoxicación  y el  envenenaniento  y sus  formas,  y dis- 
tinciones. 

4. °  A qué  cantidad  se  hacen  venenosas  las  sustancias  capaces  de 
ello.  - 

5. °  En  cuantos  estados  pueden  darse  los  venenos. 

6. *  Por  cuantas  vías  pueden  introducirse. 

7. ”  Absorción  de  los  venenos;  hechos  que  la  prueban. 

8. ®  Qué  relación  hay  entre  la  absorción  , la  solubilidad  y difusibilidad 
de  los  venenos. 

9. "  Diferencias  en  la  rapidez  de  la  absorción,  según  las  vías. 

10.  Influencia  de  los  nervios  en  la  absorción  de  los  venenos. 

11.  Organos  por  donde  pasan  los  venenos  absorbidos. 

12.  Organos  á donde  van  á parar. 

13.  Acumulación  y eliminación  de  las  sustancias  medicinales  absorbi- 
das que  pueden  ser  venenos. 

14.  Tiempo  que  tardan  en  ser  eliminadas  las  sustancias  medicinales  y 
venenosas  absorbidas . 


- 408  - 


15  Formación  de  venenos  en ,1a  economía,  debidos  ¿combinaciones 

sustancias  inofensivas. 

Ifi  Cómo  son  absorbidos  los  venenos. 

17  Acción  de  los  venenos;  cómo  obran  , puestos  en  contacto  con  nues- 
tros sólidos , líquidos  y gases. 

18.  Efectos  que  producen  los  venenos  sobre  nuestros  sólidos,  líquidos 


^ 19.  Relación  entre  la  acción  de  los  venenos  y su  absorción. 

20. '  Cómo  debe  concebirse  la  acción  de  los"  venenos  sobre  el  sistema 
riervioso. 

21.  Diferentes  modos  de  obrar  de  los  venenos. 

22.  Circunstancias  que  modifican  la  acción  ó los  efectos  de  los  ve- 
nenos. 

23.  Clasificación  de  los  mismos. 

24.  Medios  mas  conducentes  para  el  estudio  experimental  de  todo 
cuanto  atañe  á ellos. 


No  puede  dejarse  de  definir  el  veneno ; por  cuanto  en  un  caso  pericial 
no  podrían  los  peritos  determinar  si  lo  es,  ó no  la  sustancia  , que  haya 
trastornado  la  salud  ó producido  la  muerte.  • 

Nuestro  Código  penal  no  le  define  , y hace  bien ; tampoco  dice  lo  que 
es  envenenamiento,  ni  debe  decirlo. 

Hay  muchas  definiciones  del  veneno , dadas  por  los  autores  Oríila , An- 
glada,  Devergie,  etc.  El  veneno  puede  definirse  de  dos  maneras  : una 
empírica , otra  científica. 

Empíricamente , puede  decirse  que  es  veneno  , toda  sustancia  que,  apli- 
cada al  interior  ó exterior  del  cuerpo  vivo,  es,  á la  dósis  en  que  se  em- 
plee, habitualmente  capaz  de  quitar  la  vida,  ó de  alterar  la  salud,  sin 
obrar  mecánicamente,  y sin  reproducirse. 

Científica , ó racionalmente , es  veneno,  toda  sustancia  que,  puesta  en 
contacto  con  los  sólidos , líquidos  ó gases  del  cuerpo  vivo , es  capaz  de 
determinar,  por  su  propia  naturaleza  , y bajo  ciertas  condiciones  , fenó- 
menos químicos  y fisiológicos,  anormales  é incompatibles  con  la  salud  y 
la  vida  (art.  I*  § I). 

El  veneno  se  diferencia  radicalmente  del  alimento  y del  medicamento, 
y especialmente  del  miasma  y del  virus. 

Estudiando  esas  diferencias  bajo  el  punto  de  vista  de  la  definición  cien- 
tífica del  vepeno,  resaltan  con  mas  exactitud  y claridad. 

La  sangre  es  un  humor  destinado  á proporcionar  á todos  los  tejidos,  ó 
sus  celdillas,  los  principios  inmediatos  que  necesitan  para  su  constitución, 
reparación , conservación  y funciones , por  medio  de  un  continuo  moi  i- 
raiento  molecular  de  composición  y descomposición. 

Este  movimiento  molecular  se  resume  en  catálisis  combinante  é isomé- 
rica, como  el  asimilador,  y en  catálisis  por  desdoblamiento,  como  el  des- 
asimilador. 

La  sangre  es  un  cuerpo  líquido  compuesto  y complexísimo , cuyos  fac- 
tores tienen  entre  sí  poca  afinidad,  y su  conjunto  poca  fuerza  química  do- 
minante ; cualquier  agente  la  modifica. 

. agente  de  acción  química , no  asimilable,  ó incapaz  de  propor- 
cionar á la  sangre  los  principios  inmediatos  que  necesita  para  proporcio- 
narlos á las  celdillas  de  los  tejidos  y órganos,  es  contrario  á sus  condi- 
ciones fisiológicas , y vice-versa. 


- 409  - 

Los  cuerpos  simples,  y de  composición  binaria  ó ternaria  del  reino  mi- 
neral , se  hallan  entre  los  primeros;  los  complexos  y del  reino  vegetal  y 
animal  están  entre  los  segundos.  Entre  aquellos  están  los  venenos;  entre 
estos , los  alimentos. 

Ni  en  la  sangre  ni  en  la  organización  hay  cuerpos  simples  al  estado 
libre.  El  oxígeno , el  ázoe  y el  hidrógeno  están  disueltos  en  los  humores. 

Aunque  la  análisis  encuentra  en  el  cuerpo  humano  noventa  y seis  prin- 
cipios inmediatos,  no  concurren  á formarlos  todos  los  cuerpos  simples 
conocidos. 

Entre  los  metaloídeos  están  el  oxígeno,  el  hidrógeno,  el  azufre,  el 
flúor,  el  cloro,  el  ázoe , el  fósforo,  el  carbono  y el  silicio. 

Entre  los  metales,  el  potasio,  el  sodio,  el  cálcio , el  magnesio  y el 
hierro. 

Accidentalmente , el  plomo,  el  cobre , el  arsénico , el  manganeso  y al- 
gún otro. 

Todos  entran  formando  parte  de  combinaciones  orgánicas,  minerales  ó 
salinas;  por  esto,  y su  escasa  cantidad,  pueden  entrar  y permanecer  en 
la  economía , sosteniendo  el  movimiento  de  la  vida  por  ese  cambio  de 
materias. 

Ningún  cuerpo  simple,  ni  ácido  , ni  álcali,  ni  óxido,  puede  ser  ali- 
mento; solo  algunas  sales  pueden  ser  y son  elementos  alimenticios. 

Todo  alimento  completo  debe  tener  elementos  albuminoídeos,  adipó- 
genos , ó féculas , grasas  y sales. 

El  oxígeno  no  es  un  alimento,  siquiera  complete  en  el  acto  de  la  hema- 
tosis  la  obra  de  la  digestión,  oxidando  mas  los  principios  inmediatos  que 
entran  en  la  sangre;  es  un  veneno,  cuya  acción  continua  acaba  por  des- 
truir la  albúmina,  cambiándola  en  materias  reductibles  á cola,  los  ele- 
mentos plásticos  en  creatina,  ácido  úrico,  urea  y ácido  carbónico. 

Los  principios  alimenticios  que  la  digestión  elabora  y lleva  á la  sangre, 
son  el  contraveneno  del  oxígeno;  sin  ellos,  el  cuerpo  moriría  quemado  y 
destruido  por  el  oxígeno.  * 

El  veneno,  pues,  se  diferencia  del  alimento , en  que  el  veneno  no  solo 
no  puede  dar  principios  asimilables  á la  sangre,  sino  que  determina  en 
ella,  por  su  propia  naturaleza  , fenómenos  químicos  y fisiológicos  anor- 
males é incompatibles  con  la  vida  y la  salud. 

El  alimento  es  toda  sustancia  que  contiene  los  elementos  reparadores  de 
la  sangre,  y da  lugar  á fenómenos  químicos  y fisiológicos  necesarios  á la 
vida  y la  salud. 

Aunque  la  cantidad  , el  estado  del  sugeto  y otras  circunstancias  pueden 
hacer  que  una  sustancia  tóxica  pueda  emplearse  como  medicamento,  hay 
entre  esta  y el  veneno  diferencia  radical. 

El  veneno  es  una  sustancia  que  determina  por  su  propia  naturaleza,  con 
las  condiciones  que  le  permiten  desplegar  su  acción  tóxica,  fenómenos 
químicos  y fisiológicos  anormales  é incompatibles  con  la  vida  y la  salud, 

El  medicamento  es  una  sustancia  indicada  por  un  estado  morboso  capaz 
de  modificarle  y destruirle,  determinando  también  , por  su  propia  natu- 
raleza , y las  condiciones  en  que  se  da , fenómenos  químicos  y fisiológicos 
favorables  á la  vida  y salud  del  sugeto  que  le  toma. 

Las  circunstancias  en  que  se  da  un  veneno,  no  cambian  su  naturaleza 
ni  su  acción  ; esta  es  la  misma  siempre;  solo  modifican  sus  efectos. 

Ni  la  cantidad , ni  el  estado  morboso,  ni  nada,  muda  la  naturaleza,  la 
acción  ó el  modo  de  obrar  de  u«^|^pl^icia;  si  no  es  venenosa  de  suyo. 


— 410  — 

• a le  darán  propiedades  tóxicas;  si  las  tiene  , jamás  se  las  quitarán; 
solo  modificarán  sus  resultados;  porque  los  venenos,  como  todos  los 
asentes  no  tienen  acción  absoluta  ; siempre  es  condicional. 

Un  cuerpo  que , en  una  cantidad  , obra  matando , en  otra  dando  la  sa- 
lud, y en  otra  no  haciendo  nada,  desplega  siempre  una  acción  idéntica; 
pero  las  condiciones  en  medio  de  las  cuales  la  desplega,  no  siendo  igua- 
les , modifican  lo^  efectos. 

El  cloroformo,  por  ejemplo , que  no  haga  nada  respirado  en  un  am- 
biente libre;  que  cure  él  tétanos,  respirado  en  mas  cantidad;  que  mate  en 
una  grande  inhalación ; siempre  obra  apoderándose  del  oxígeno : esta  ac- 
ción , debida  á su  naturaleea , es  invariable ; mas  como  en  cada  uno  de 
esos  casos  no  consume  tanto  oxígeno,  en  uno  no  hay  falta  de  hematosis, 
en  otro  la  templa , en  otro  la  impide. 

Hay  sustancias  venenosas  que  jamás  son  medicamentos.  Las  ponzoñas, 
los  hongos,  el  hidrógeno  arsenicado  , etc. , se  hallan  en  este  caso. 

El  veneno  es  un  agente  natural  ó artificial  que,  dado  á una  persona 
como  en  las  condiciones  ordinarias  de  toda  sustancia  que  se  toma  como 
alimento,  ó sola,  como  cosmético  , trastorna  la  salud,  ó mata. 

El  medicamento  es  un  agente  artificial,  que  reclama,  para  serlo,  un  es- 
tado morboso;  una  indicación  terapéutica,  empírica  ó científica,  y una 
elaboración  farmacológica  adecuada. 

Las  condiciones  que  se  dan  al  veneno  en  su  definición , son  diferentes 
de  las  que  se  dan  en  la  del  medicamento ; y habiendo  radicales  diferen- 
cias entre  esas  condiciones,  las  hay  entre  el  veneno  y el  medicamento. 

Una  sustancia  que  reúna  las  condiciones  expresadas  en  la  definición 
del  veneno , jamás  será  ni  podrá  ser  medicamento , y vice-versa. 

Los  miasmas  son  materia  orgánica  putrefacta , extremadamente  divi- 
dida, que  volitean  y pueden  ser  introducidos  por  las  vías  respiratorias,  ó 
ponerse  en  contacto  con  la  sangre  por  medio  de  soluciones  de  conti- 
nuidad. s 

Son  una  especie  de  venenos,  porque  determinan  fenómenos  químicos  y 
fisiológicos  anormales  é incompatibles  con  la  vida  y la  salud. 

Los  virus  son  humores  elaborados  en  ciertas  organizaciones  enfermas, 
capaces  de  provocar  en  las  sanas,  poniéndose  en  contacto  con  la  sangre  ó 
los  tejidos , enfermedades  iguales  y humores  de  igual  naturaleza. 

Son  también  una  especie  de  venenos  , porque  determinan  fenómenos 
químicos  y fisiológicos  contrarios  á la  salud  y capaces  de  producir  la 
muerte  (art.  I ,§  II). 

Las  enfermedades  agudísimas , y por  lo  común  mortales  que  provocan 
los  venenos,  se  llaman  indistintamente  intoxicaciones  ó envenenamientos ; 
pero  conviene  darles  un  sentido  diferente. 

En  esas  enfermedades  especiales  puede  no  haber  mas  que  el  hecho , ó 
este  y la  intención  de  su  autor. 

Conviene  llamar  intoxicación  la  enfermedad  ó muerte  producida  por  uno 
ó mas  venenos ; y envenenamiento , el  empleo  de  uno  ó mas  venenos  con  el 
intento  de  dañar  ó matar  á una  ó mas  personas. 

Con  la  voz  intoxicación  no  se  expresa  mas  que  el  hecho;  con  la  voz  en- 
venenamiento se  expresa  el  hecho  y la  intención. 

Las  mismas  diferencias  hay  entre  intoxicar  y envenenar. 

Como  hecho  moral , la  intoxicación  es  involuntaria  ó voluntarte.  En  la 
primera  no  hay  mas  que  el  hecho;  es  una  mera  intoxicación;  en  la  se- 
gunda, hay  el  hecho  y el  autor : es  un  envenenamiento. 


- 411  — 

La  intoxicación  voluntaria , ó envenenamiento , puede  ser  un  suicidio  ó 
un  homicidio  por  intoxicación. 

Como  hecho  físico,  es  simple,  compuesta  ó complexa.  Simple,  cuando ^es 
producida  por  un  solo  veneno  dado  puro ; compuesta , cuando  es  producida 
por  dos  ó mas  venenos,  sin  mezcla  con  otras  sustancias;  complexa,  cuando 
es  efecto  de  uno  ó mas  venenos  mezclados  con  sustancias  que  no  lo  son. 
La  simple  también  puede  ser  complexa.  . 

Es  directa,  cuando  el  sugeto  toma  el  veneno  solo,  ó con  bebidas  ó ali- 
mentos; indirecta,  cuando  come  animales,  ó alimentos  procedentes  de  ani- 
males envenenados. 

Natural , cuando  se  efectúa  por  combinación , en  el  estómago  ú otras 
partes,  de  sustancias  que,  separadas,  son  inofensivas,  ó por  acúmulo 
de  sustancias  medicinales ; no  natural , en  los  demás  casos. 

Por  razón  del  reino  del  veneno,  es  mineral,  vegetal  ó animal. 

La  mineral  es  ácida,  alcalina,  salina,  arsenical,  mercurial,  cúprica,  etc. 

La  vegetal,  alcaloidea,  ciánica,  ópica , etc. 

La  animal , por  mordedura  de  animales  ponzoñosos , carnes  putrefac- 
tas , etc. 

Por  razón  de  las  clases  y especies,  es  cáustica , inflamatoria , narcótica, 
nervioso-inflamatoria , asfixiante,  anestésica,  tetánica,  séptica,  ponzo- 
ñosa, virulenta,  miasmática,  etc. 

Respecto  del  número  de  intoxicados,  es  individual  ó colectiva ; aquella, 
cuando  solo  hav  un  sugeto  intoxicado;  esta,  cuando  lo  son  varios  á 
la  vez. 

Con  relación  á la  rapidez , es  aguda  , lenta  y consecutiva.  La  primera 
dura  pocas  horas;  la  segunda,  algunos  dias;  la  tercera,  cuando  causa  la 
muerte  por  los  estragos  anatómicos  que  produce. 

Por  el  modo  ó cantidad  con  que  se  administra , se  llama  monodósica  6 
polidósica ; la  primera,  cuando  con  una  sola  dósis  trastorna  profunda-, 
mente  la  salud,  ó mata;  la  segunda  , cuando  lo  hace  con  varias  dósis  in- 
capaces cada  una  de  por  sí  de  matar. 

Por  razón  de  la  entidad , es  leve , grave  ó mortal. 

La  mayor  parte  de  esas  denominaciones.es  aplicable  al  envenenamiento 
(art.  I,  § III). 

Las  sustancias  venenosas  no  lo  son  de  un  modo  absoluto  , respecto  á la 
cantidad.  A más  átomos , más  acción  , en  igualdad  de  las  demás  circuns- 
tancias. 

No  todas  lo  son  á una  misma  cantidad,  por  lo  mismo  que  no  es  igual 
su  energía;  pero  es  fácil  establecer  una  regla  general  para  determinar  á 
qué  cantidad  son  venenosas  las  sustancias  que  figuran  como  venenos. 

Si  es  de  las  que  se  usan  como  medicamentos,  la  cantidad  superior  á la 
medicinal , debe  ser  tenida  por  cantidad  tóxica. 

Cuanto  más  enérgica  sea  una  sustancia  como  veneno,  ó medicamento, 
menor  cantidad  se  necesita  de  aumento  para  ser  considerada  como  tóxica. 

La  cantidad  , en  estos  casos , como  en  todos,  debe  referirse  á la  que  se 
ha  tomado  de  una  vez ; no  á la  que  se  ha  recetado  para  varias  veces,  ni  á 
la  que  descubren  las  análisis  químicas. 

Si  la  sustancia  no  se  usa  como  medicamento,  la  única  guía  es  la  que 
enseña  la  experimentación  de  cada  una. 

Si  tampoco  se  ha  experimentado , podrá  servir  la  analogía  ; pero  nunca 
será  una  base  sólida  para  afirmar  nada,  mientras  no  se  experimente 
(art.  II,  §1). 


- 412  - 

Los  venenos  pueden  darse  6 introducirse  en  el  cuerpo  vivo  en  cuatro 
estados  : sólido  , líquido  , gaseoso  y miasmático. 

Por  estado  miasmático,  se  entiende  el  etluvial,  los  efluvios,  exhalacio- 
nes ó emanaciones  minerales,  vegetales  y animales.  Tales  son  las  emana- 
ciones saturninas,  mercuriales,  arsenicales,  zíncicas;  las  de  las  flores, 
frutas  y ciertos  vegetales  ; las  de  sustancias  orgánicas  putrefactas,  etc. 

El  estado  influye  en  los  efectos  del  veneno  ; son  mas  activos  los  gaseo- 
sos y miasmáticos  que  los  solubles;  y estos , que  los  sólidos , en  igualdad 
de  las  demás  circunstancias. 

El  estado  de  los  venenos  varía  luego  que  se  ponen  en  contacto  con 
nuestros  sólidos,  líquidos  y gases  (art.  II,  § II). 

Los  venenos  pueden  introducirse  en  el  cuerpo  humano  por  tres  vías , á 
saber  : piel,  con  epidermis  ó sin  ella,  sana  ó enferma;  aberturas  natura- 
les, y soluciones  de  continuidad. 

Son  pruebas  de  hecho  de  la  introducción  por  la  piel , los  numerosos 
casos  prácticos  referidos  por  los  autores,  de  intoxicaciones  producidas 
por  la  aplicación  á la  piel , de  sustancias  tóxicas,  en  friegas,  lociones, 
unturas,  pomadas,  cataplasmas,  etc.  (art.  III,  §1). 

Son  pruebas  prácticas  de  la  introducción  por  las  aberturas  naturales 
los  numerosos  casos  prácticos  consignados  en  las  obras,  relativos  á into- 
xicaciones producidas  por  la  ingestión  de  sustancias  venenosas,  sólidas, 
líquidas  y gases  por  las  vías  digestivas,  boca  y ano,  las  respiratorias, 
las  génito-urinarias  y membranas  conjuntivas.  Las  mas  frecuentes  son 
por  las  vías  digestivas  superiores  (art.  III,  § II). 

Son  pruebas  prácticas  de  la  introducción  por  las  soluciones  de  conti- 
nuidad , los  casos  de  intoxicación  debidos  á las  mordeduras  y picaduras 
de  animales  ponzoñosos,  á flechas  envenenadas  y lesiones  con  armas  mo- 
jadas ó untadas  de  sustancias  venenosas  (art.  IIÍ , § III). 

Los  venenos  son  absorbidos  con  ciertas  condiciones,  que  veremos  luego. 
Son  pruebas  de  hecho  de  esa  absorción  los  numerosos  casos  de  que 
hablan  los  autores,  en  los  que  han  hallado  los  venenos  ó sus  principios 
en  tejidos  ú órganos  distantes  de  los  puntos  donde  los  aplicaron,  en  la 
sangre  y otros  humores,  como  orina,  saliva,  leche  v materias  excremen- 
ticias (art.  IV,  § I). 

Puede  establecerse  como  regla  general , que  hay  relación  entre  la  ab- 
sorción de  los  venenos  y su  solubilidad  y difusibilidad. 

Los  venenos  solubles;  y más  los  difusibles,  si  no  pierden  su  solubili- 
dad, al  ponerse  en  contacto  con  los  sólidos  y líquidos  de  la  economía, 
son  siempre  absorbidos. 

Los  que  por  de  pronto  forman , donde  son  aplicados , compuestos  in- 
solubles, adquieren  mas  tarde  solubilidad,  á beneficio  de  los  ácidos  ó de 
los  carbonatos  y cloruros  alcalinos  de  la  economía. 

Algunos  venenos  insolubles  adquieren  solubilidad  , al  entrar  en  com- 
binación con  los  cuerpos  que  encuentran,  en  el  punto  donde  se  aplican. 

Los  cuerpos,  de  suyo  insolubles  y que  no  adquieren  solubilidad  en  el 
punto  donde  se  aplican  , no  son  absorbidos. 

Aunque  se  haya  encontrado  partículas  de  carbón  lejos  del  sitio  donde 
fué  depuesto,  no  prueba  eso  su  absorción;  han  pasado  mecánicamente, 
como  se  trasladan  las  agujas , desde  el  estómago  á la  piel.  Respecto  de 
otros  cuerpos  insolubles,  como  féculas  y cinábrio,  en  primer  lugar,  otros 
experimentadores  no  han  podido  observarlo , y luego  puede  explicarse 
respecto  del  cinábrio  por  descomposición  y reducción  del  mercurio. 


- 413  - 

Hay  venenos  solubles,' que  no  siendo  difusibles,  no  pueden  ser  absor- 
bidos ; así  les  sucede  á los  humores  ponzoñosos,  que  no  son  absorbidos 
por  las  mucosas  ni  la  piel. 

Las  disoluciones  concentradas  tampoco  son  absorbidas  (art.  IY,  § »)• 

La  absorción  no  es  igualmente  rápida  por  todas  las  vías. 

La  piel  con  epidermis  no  absorbe  tanto  como  sin  ella;  desprovista  de 
ella  y ulcerada  absorbe  más.  Según  los  sitios , hay  también  diferencia; 
donde  es  mas  gruesa  la  epidermis  absorbe  menos. 

En  las  aberturas  naturales  se  observa  diferencia  también;  no  todas 
las  mucosas  dan  paso  igual  á los  venenos,  la  pulmonal  da  fácil  paso  á los 
gaseosos;  la  conjuntiva  le  da  á ciertas  sustancias  con  rapidez  fulgurante, 
como  al  ácido  cianhídrico. 

La  mucosa  gástrica  no  absorbe  tanto  como  la  intestinal. 

El  tejido  celular  es  muy  absorbente;  sónlo  igualmente  las  serosas. 

Para  tener  una  idea  exacta  de  la  rapidez  de  a*bsorcion  según  las  vías, 
no  solo  hay  que  atender  á la  textura  anatómica  de  los  tejidos,  sino  á los 
principios  que  hay  en  ellos  capaces  de  combinarse  con  los  venenos  y la 
clase  de  combinación  que  se  forma. 

Si  hay  combinación,  y esta  es  insoluble,  la  absorción  es  mas  tardía. 
El  ácido  arsenioso  , por  ejemplo , es  absorbido  casi  por  igual  en  unos 
puntos  que  en  otros;  el  sublimado  corrosivo,  más  en  los  muslos  y puntos 
de  gran  circulación,  que  en  el  dorso  ó puntos  de  circulación  escasa.  Es 
que  el  primero  no  forma  combinaciones  insolubles  y el  segundo  sí,  y ne- 
cesita la  acción  de  los  cloruros  alcalinos,  mas  abundantes  donde  hay  mas 
circulación. 

En  igualdad  de  esas  circunstancias , absorben  más  los  tejidos  por  este 
órden : paredes  vasculares,  tejido  celular,  serosas,  mucosas,  piel  desnuda 
de  epidermis,  ó ulcerada  y en  última  escala,  músculos,  nervios,  sustan- 
cia cerebral,  tendones,  aponeurosis  y huesos  (art.  IV,  § 111). 

Los  nervios  no  tienen  ninguna  influencia  directa  en  la  absorción. 

La  absorción  no  es  una  función , es  un  acto  físico  de  endósmosis,  pro- 
pio de  todos  los  tejidos. 

Los  nervios  cerebro-espinales  están  destinados  á las  funciones  de  re- 
lación ; los  ganglionales  á los  de  nutrición  ; la  absorción  no  tiene  nada 
que  ver  con  ellos. 

Los  experimentos  han  probado  que  los  nervios  no  influyen  en  la  ab- 
sorción de  los  venenos. 

La  lesión  de  algunos  nervios,  modificando  las  funciones  de  algunos 
órganos,  puede  hacer  que  estos  no  segreguen  sus  humores,  y esto  dar  lu- 
gar á que  ciertas  sustancias  intoxiquen.  La  amigdalina  y emulsina  , por 
ejemplo,  dan  lugar  á la  formación  de  ácido  prúsico,  si  se  corta  el  neumo- 
gástrico. 

Eso  solo  prueba  que  influye  en  la  formación  de  ese  jugo,  y que,  fal- 
tando ácido  que  descomponga  la  emulsión,  hay  intoxicación,  pero  no 
que  impida  la  absorción;  la  misma  intoxicación  que  resulta  lo  demues- 
tra. Si  no  se  absorbiera  el  ácido  prúsico  formado,  no  habría  intoxica- 
ción (art.  IV,  § IV). 

, Los  venenos  absorbidos  pasan  por  todos  los  órganos , porque  en  todos 
puede  efectuarse  la  endósmosis.  No  solo  son  las  venas  y los  linfáticos  los 
que  absorben,  lo  hacen  también  las  arterias,  las  mucosas,  las  serosas,  etc., 
como  lo  hemos  visto  ya. 

Todos  los  tejidos  se  embeben  de  las  disoluciones  y dan  paso  á los  ve- 


— dÜ  — 

nenos  á menos  que  formen  combinaciones  insolubles , que  sean  concen- 
tráis las  disoluciones,  ó que  no  sean  difusibles,  ó no  tengan  el  grado  de 
difusibilidad  conveniente  (art.  IV,  § Y). 

Los  venenos  absorbidos  pueden  ir  á parar  á todos  los  órganos  de  la 
economía;  en  todos  se  han  encontrado. 

Mas  hay  ciertos  órganos  que,  ora  por  su  textura  anatómica  y circula- 
ción mas  lenta,  ora  por  los  principios  constitutivos  que  en  ellos  hallan, 
detienen  por  mas  tiempo  los  venenos. 

Hay  por  lo  tanto  estagnación  de  venenos  físico-orgánica  y químico-orgánica. 
En  el  hígado , bazo  y sistema  de  la  vena  porta , se  verifica  principal- 
mente la  primera ; la  segunda , en  los  puntos  donde  se  formen  combina- 
ciones insolubles  ó plásticas  y precipitados. 

Fuera  de  eso  , no  puede  afirmarse  que  haya  órganos  predilectos  para  la 
estagnación  ó paradero  de  los  venenos  absorbidos ; pero  sí  órganos  y 
humores  donde  se  encuentran  más  los  venenos  absorbidos  ó sus  princi- 
pios, el  hígado,  el  bazo,  los  pulmones,  los  músculos,  el  estómago,  los  in- 
testinos, la  médula,  etc.;  la  orina,  la  sangre,  la  linfa,  la  leche,  la  saliva, 
el  sudor  y las  heces. 

En  último  resultado , los  órganos  á donde  van  á parar  los  venenos,  á 
medida  que  los  expele  la  economía,  son  los  de  las  vías  eliminatorias ; las 
renales,  las  digestivas,  las  respiratorias  y las  cutáneas.  Los  riñones  se 
llevan  la  preferencia  (art.  IV,  § VI). 

Hay  muchas  sustancias  tóxicas,  que,  en  cantidades  fraccionadas,  se 
administran  como  medicamentos  y á veces  por  largo  tiempo. 

Por  lo  mismo  que  no  son  propias  para  la  reparación  de  las  pérdidas 
que  sufre  la  economía , esta  las  va  expeliendo  por  las  vías  eliminatorias 
en  mas  ó menos  tiempo. 

La  organización  viva  expele  el  agua,  urea,  ácido  carbónico,  sales  y de- 
más cuerpos  que  ya  no  sirven  para  la  nutrición;  con  mas  razón  debe  ha- 
cerlo, respecto  de  los  que  entran  sin  ser  asimilables. 

Cuando  esa  eliminación  no  se  efectúa,  la  salud  se  trastorna  y la  vida 
se  compromete. 

Si  las  sustancias  medicinales  no  fuesen  expelidas,  á medida  que  se  to- 
man, podrían  acumularse  y producir  intoxicaciones. 

Es  frecuentísimo  el  uso  de  sustancias  medicinales  enérgicas  por  largo 
tiempo,  y raro  el  caso  de  intoxicación  por  acúmulo  de  esas  sustancias, 
lo  cual  prueba  que  la  ley  es  no  acumularse,  que  son  expelidas. 

Hay  además  pruebas  directas  de  esa  eliminación.  Orilla,  üupasquier, 
Laveran  y otros  lo  han  probado  con  experimentos  en  perros.  Las  sus- 
tancias se  han  hallado  en  la  orina  y humores  excrementicios,  y no  en  los 
órganos,  después  de  algunos  dias. 

El  acumulo  es  un  fenómeno  excepcional  y no  puede  hacerse  en  parte 
alguna  sin  grave  peligro  de  la  vida. 

Siquiera  se  fijen  en  ios  tejidos,  formando  combinaciones,  estas  tienen 
un  término  y un  límite,  no  traspasando  el  cual,  no  hay  peligro;  mas,  si 
de  repente  esas  combinaciones  son  atacadas  por  los  ácidos  y cloruros  de 
la  economía , pasan  al  torrente  circulatorio  esas  sustancias  medicinales 
acumuladas  y producen  una  intoxicación.  Se  han  visto  casos  de  esos,  en- 
tre otras  sustancias,  con  las  sales  de  quinina,  jnercurio,  etc. 

No  deben  confundirse  esas  intoxicaciones  con  las  que  resultan  de  fal- 
tas é imprudencias  en  la  administración  de  sustancias  medicinales  enér- 
gicas (art.  1Y,  § Vil). 


- 418  - 

No  es  posible  determinar  á punto  fijo  el  tiempo  que  tardan  en  ser  eli- 
minadas las  sustancias  venenosas  empleadas  como  medicamentos , ni  los 
venenos. 

Por  punto  general , esa  eliminación  es  pronta;  pero  puede  prolongarse 
por  mas  ó menos  tiempo,  fijándose  las  sustancias  en  los  tejidos. 

Hay  sustancias  que  son  expelidas  con  mas  rapidez  que  otras;  las  sales 
de  base  alcalina  y los  gases  se  hallan  en  este  caso ; las  que  no  forman 
combinaciones  insolubles  son  también  rápidamente  eliminadas;  las  que 
forman  compuestos  insolubles  tardan  más. 

Los  experimentos  hechos  respecto  de  algunas  sustancias,  permiten  de- 
terminar el  tiempo  de  su  eliminación;  sin  embargo  no  puede  tomarse  por 
regla  tija. 

Al.  Chatin  ha  pretendido  establecer  una  regla  que  no  es  cierta.  Dice 
que  la  prontitud  de  la  eliminación  de  una  sustancia  está  en  razón  inversa 
de  la  facultad  del  animal  de  resistir  al  veneno. 

En  primer  lugar,  esto  no  puede  aplicarse  á todos  los  venenos,  porque 
solo  hizo  ensayos  con  el  ácido  arsenioso. 

En  segundo  lugar,  no  hay  tal  resistencia,  aun  tomándola  como  lo  ex- 
plica L.  Oríila , por  lo  que  larda  un  animal  en  morir.  Esto  depende  de 
varias  circunstancias. 

No  pudiéndose  lijar  una  regla  general,  no  hay  masque  atenerse  á lo 
que  la  experimentación  y observación  enseñan  respecto  de  cada  veneno 
(art.1V,  § VIII). 

La  administración  de  sustancias  medicinales,  aunque  se  haga  según 
las  reglas  farmacológicas,  puede,  en  algunos  casos,  dar  lugar  á la  forma- 
ción natural  de  sustancias  tóxicas. 

Así  como  por  las  incompatibilidades  de  las  sustancias  medicinales  pue- 
den estas  neutralizarse ; así  también  pueden  formarse  combinaciones  ve- 
nenosas. 

Así  como  algunas  sustancias  mas  ó menos  enérgicas  pueden  quedar 
neutralizadas  en  el  estómago  por  el  jugo  gástrico , los  ácidos  del  mismo 
y el  agua  que  contenga;  así  también  otras  pueden  adquirir  mas  energía 
tóxica  por  cambiar  de  naturaleza  química. 

Afortunadamente  esto  es  raro:  son  pocas  las  sustancias  medicinales  que 
se  hallan  en  este  caso  , y desgraciadamente  son  pocas  también  las  que  se 
hallan  en  el  primero. 

Las  proto-sales  de  mercurio  en  el  estómago  y otras  partes,  á la  presen- 
cia del  agua  y de  un  cloruro  alcalino,  pueden  transformarse  en  deuto- 
sales , si  se  dan  en  cantidad  exigua. 

Cuando  hay  en  alguna  cantidad  ciertas  proto-sales,  empiezan  por  trans- 
formarse en  proto-cloruro  su  mayor  parte , y alguna  porción  en  subli- 
mado corrosivo. 

El  mercurio  metálico  es  capaz  de  sufrir  iguales  transformaciones. 

La  emulsina  y amigdalina  contenidas  en  las  almendras , no  solo  amar- 
gas , sino  dulces,  en  el  estómago,  pueden  dar  lugar  á la  formación  de 
ácido  cianhídrico,  si  falta  el  jugo  gástrico,  ó si,  por  ser  muchas  las  almen- 
dras comidas,  escasea  dicho  jugo. 

El  aceite  esencial  de  almendras  amargas,  si  no  se  descompusiera,  solo 
obraría  como  sustancia  irritante  ; en  el  estómago,  intestinos  y otras  par- 
les, se  descompone  y forma  ácido  prúsico,  sustancia  terriblemente  ve- 
nenosa. 

El  fósforo  puede  transformarse  en  hidrógeno  perfosforado,  y de  sustan- 


— 416  — 

cía  cáustica  pasa  á ser  de  otra  clase , introducido  con  esa  transformación 
en  la  masa  de  la  sangre. 

£1  azufre,  en  pequeñas  cantidades,  puede  combinarse  con  la  base  de 
los  cloruros  alcalinos  de  la  economía,  y envenenar.  Por  eso  los  animales 
herbívoros,  abundantes  en  cloruros  alcalinos,  se  envenenan  con  el  azu- 
fre. En  el  hombre,  por  el  ano,  puede  ser  mas  maléfico. 

La  estagnación  de  ciertas  sales  metálicas  de  la  quinina  y otros  alca- 
loides , disuelta  de  repente  por  un  cambio  de  ácidos  ó cloruros  en  la  or- 
ganización , puede  dar  lugar  á la  formación  natural  de  venenos. 

Es  probable  que  haya  otras  sustancias  que  determinen  hechos  análo- 
gos; pero  en  el  estado  actual  solo  se  conocen  las  indicadas  v algunas 
otras  (art.  IV,  § IX).  J s 

Es  una  ley  que,  toda  sustancia  orgánica,  aunque  lo  sea  tóxica,  haya 
de  ser  descompuesta  para  ser  absorbida,  y si  esto  no  sucede , hay  graves 
trastornos  en  la  economía , ó sobreviene  la  muerte. 

La  absorción  de  los  venenos  no  se  efectúa,  sin  que  se  alteren  en  su 
constitución  química,  en  el  acto  que  se  ponen  en  contacto  con  los  tejidos 
y humores  de  las  vías  por  donde  entran  , ó en  la  sangre,  poco  tiempo 
después  de  estar  en  ella. 

Todas  las  especies  de  absorción  del  cuerpo  humano  demuestran  estas 
dos  verdades. 

En  las  absorciones  fisiológicas  se  ve  claramente  todos  los  dias.  Todos 
los  humores  llamados  antes  excremento-recrementicios , desde  la  saliva 
hasta  la  bilis  ó moco  intestinal , combinándose  con  los  principios  alimen- 
ticios, alteran  su  constitución  química,  y pasan  descompuestos  á la  masa 
de  la  sangre. 

No  es  cierto  que  se  haya  encontrado  en  la  sangre  bilis,  ni  otro  humor; 
solo  pasan  los  principios  colorantes  ú otros. 

Otro  tanto  les  sucede  á los  principios  alimenticios. 

La  digestión  se  resume  en  una  disolución  ó difusión  de  las  materias 
digeridas  para  volverlas  mas  absorbibles,  y para  esto  hay  que  transfor- 
marlas en  otros  cuerpos. 

Las  féculas  se  cambian  en  dextrina  primero,  luego  en  glucosa  al  con- 
tacto con  la  saliva , el  humor  pancreático  y el  moco  intestinal ; parte  se 
cambia , en  los  intestinos , en  ácido  láctico  y butírico. 

Llegado  el  azúcar  á la  sangre,  es  quemado  por  el  oxígeno;  y el  que 
no  se  torna  en  grasa,  pasa  á ser  agua  y ácido  carbónico. 

Los  principios  albuminoídeos , carnes,  quesos,  huevos,  etc. , se  trans- 
forman en  el  estómago,  atacados  por  la  pepsina,  en  albuminosa,  mas 
soluble  y difusa  que  la  albúmina  ; llegada  al  torrente  circulatorio  se  oxida 
más,  forma  fibrina,  y luego,  en  cada  tejido,  otros  principios,  muscu-  ( 

lina,  nervina,  osteina,  etc. 

Las  sustancias  crasas  son  emulsionadas  por  el  jugo  pancreático  y la 
bilis;  solo  así  les  dan  paso  los  vasos  quilíferos,  y en  la  sangre  son  ataca- 
das por  el  oxígeno , que  les  transforma  en  otros  principios. 

A las  sales  alimenticias  las  sucede  lo  propio. 

Desde  el  momento  de  su  entrada  hasta  el  de  su  salida , todas  las  mate- 
rias alimenticias  sufren  una  série  incesante  de  transformaciones , al  prin- 
cipio , cada  vez  mas  complicadas , luego  cada  vez  mas  sencillas  y acer- 
cadas al  reino  mineral. 

Todo  lo  que  se  depone  junto  al  sistema  capilar  se  somete  á la  misma 
ley.  Lo  depuesto  desaparece,  si  es  absorbible,  y ya  no  se  halla  ni  cerca  4 


— 117  - 

ni  fejos  tal  como  se  depuso ; si  era  simple , se  halla  compuesto ; si  com- 
puesto , descompuesto  ó cambiado. 

La  absorción  patológica  ofrece  el  mismo  fenómeno.  La  resolución  de  los 
tumores,  erisipelas , inflamaciones,  equimosis,  extravasaciones , etc. , se 
hace  á beneficio  de  una  absorción , con  descomposición  prévia  de  lo  ab- 
sorbido. 

La  sangre  rechaza  todo  humor  íntegro;  si  pasa  á ella  sin  descomposi- 
ción , sobreviene  la  muerte  ó grandes  trastornos. 

Háse  dicho  que  se  ha  visto  pus  en  la  sangre ; sobre  no  haberlo  probado 
claramente,  fuera  de  las  flebitis,  la  muerte  rápida  ha  sido  la  conse- 
cuencia. 

Ni  las  metástasis , ni  la  retropulsion  del  pus  de  Jas  úlceras  prueban  la 
absorción  íntegra  de  los  humores ; es  un  absurdo  su  paso  por  el  torrente 
circulatorio  y su  acumulo  en  partes  distantes.  Estos  acúmulos  y los  abs- 
cesos lejanos  se  deben  á la  flogosis  que  se  desarrolla  en  otros  sidos. 

La  absorción  farmacológica  obedece  á la  misma  ley.  Todos  los  medica- 
mentos, que  tienen  algo  de  alimenticios,  experimentan  lo  que  hemos  di- 
cho de  los  alimentos. 

Todos  los  demás,  si  son  orgánicos,  son  por  lo  común  insolubles , como 
polvos  , jugos,  extractos,  hojas,  etc. ; sus  principios  activos  son  los  que 
pasan  absorbidos  á la  masa  de  la  sangre , y para  eso  necesitan  ser  ela- 
borados en  el  estómago,  ó punto  donde  se  ingieren  ó aplican. 

Los  principios  orgánicos  que  obran  como  elementos  pasan  íntegros; 
pero  acto  continuo  sufren  alteración;  los  ácidos  se  combinan  con  las  ba- 
ses de  la  economía  ó se  descomponen ; los  alcalóides  se  combinan  con 
los  ácidos. 

Lo  que  pasa  con  los  orgánicos  sucede  con  los  inorgánicos ; todos  se  al- 
teran, porque  contraen  combinaciones  con  los  principios  inmediatos  de 
los  tejidos  y de  la  sangre , ó aire  respirado. 

La  absorción  tóxica  presenta  los  mismos  resultados,  y confirma  las  leyes 
que  hemos  establecido.  Ningún  veneno  orgánico  animal  pasa  íntegro  á 
la  sangre ; jamás  se  encuentra  en  ella,  ni  la  ponzoña  de  los  animales  ve- 
nenosos, ni  los  virus,  ni  los  miasmas,  ni  los  alimentos  putrefactos,  ni 
las  cantáridas,  etc. 

Otro  tanto  sucede  con  los  venenos  vegetales,  ticunas  ó curare,  opio, 
polvos,  resinas,  jugos,  aceites,  cocimientos  , tisanas,  etc.  Lo  único  que 
se  encuentra , y no  al  estado  libre,  son  sus  principios  activos,  los  que  se 
conducen  en  sus  combinaciones  como  cuerpos  simples.  Muchos  de  ellos 
ni  eso  hacen;  se  descomponen  también,  y no  se  encuentra  rastro  de  ellos. 

Los  ácidos  orgánicos  se  combinan  con  las  bases,  y se  transforman  luego 
en  agua  y ácido  carbónico. 

Los  alcalóides  se  combinan  con  los  ácidos  del  estómago , que  les  dan 
mas  solubilidad  y difusión  mayor;  nunca  se  hallan  puros  en  parte  alguna. 

Las  sustancias  neutras  se  descomponen  igualmente. 

Los  venenos,  mitad  orgánicos  y mitad  inorgánicos,  no  se  conducen  de 
otro  modo.  Si  el  ácido  es  orgánico,  toma  otra  base  y se  descompone  luego, 
como  cuando  es  absorbido  puro;  si  la  base  es  alcaloidea,  toma  otro  ácido. 

Los  venenos  inorgánicos  hacen  lo  mismo  que  los  orgánicos,  siquiera 
tengan  una  composición  mas  fija.  Lo  que  hacen  fuera  de  la  economía  , si 
se  ponen  en  esfera  de  actividad , hacen  en  ella.  Bajo  ese  punto  de  vista 
no  hay  diferencia.  El  cuerpo  humano  es  como  una  pila,  que  descom- 
pone todo  lo  que  en  él  entra. 

TOXICOLOGÍA.  — £7 


— 118  - 

Ta  llevamos  dicho  que  no  hay  en  él  ningún  cuerpo  simple  al  estado 
libre  Todos  entran  en  seguida  en  combinación.  La  mayor  parte  no  son 
solubles  flan  de  entrar  en  combinaciones  para  ser  absorbidos.  Los  me- 
taloides se  cambian  en  oxácidos  ó hidrácidos,  ó se  combinan  con  las  ba- 
ses alcalinas ; los  metales  se  oxidan  y combinan  con  los  ácidos,  y se  fijan 
en  Jos  tejidos  combinados  con  los  principios  proteicos.  Además  forman 
combinaciones  con  los  principios  protéicos  de  los  tejidos  ó de  la  sangre. 

En  igual  caso  están  los  binarios,  básicos,  ácidos  y compuestos  en 
uro;  no  permanecen  libres,  se  combinan. 

Los  básicos  alcalinos , sólidos  ó en  disoluciones  concentradas,  se  hi- 
dratan , se  combinan  con  los  ácidos  crasos  de  los  tejidos , destruyendo 
estos ; sus  disoluciones  concentradas,  pero  no  cáusticas,  no  son  absorbi- 
das, y si  hallan  ácidos,  se  combinan  con  ellos.  El  amoníaco  gaseoso  res- 
pirado pasa  á sal , en  cuanto  llega  á la  sangre. 

Los  demás  óxidos  se  combinan  con  los  ácidos,  y adquieren  ó no  solu- 
bilidad ; si  la  adquieren , son  absorbidos. 

Los  ácidos  concentrados  desorganizan;  los  diluidos  se  combinan  con 
las  bases  y el  oxígeno  respirado. 

Las  sales  sufren  la  ley  de  flerthollet ; se  cambian  su  ácido  y su  base, 
si  no  en  el  estómago  ó periferia  del  cuerpo , en  la  sangre. 

Lo  que  dice  Liebig  de  ciertas  sales  alcalinas,  que  pasan  por  el  cuerpo 
sin  descomposición , no  es  exacto.  La  ley  de  flerthollet  se  cumple,  solo 
que , siendo  igual  la  base  y el  ácido , no  se  ve  sensiblemente. 

Las  sales  de  óxido  no  alcalino,  ni  de  tierra  alcalina,  á saber:  de  hierro, 
plomo,  plata,  antimonio,  zinc,  etc. , no  solo  pierden  su  ácido,  sino  su 
oxígeno,  y se  fija  el  metal  en  los  tejidos  y principios  protéicos  de  la  san- 
gre y los  tejidos. 

Aunque  haya  cuerpos  que,  como  dice  Lhemann,  son  absorbidos  sin 
descomposición , en  cuanto  pasan  á la  masa  de  la  sangre  son  descom- 
puestos (art.  IV,  § X). 

El  estudio  de  la  acción  de  los  venenos  es  importante  en  alto  grado,  no 
solo  para  el  toxicólogo,  sino  para  el  fisiólogo,  el  higienista,  patólogo  y 
terapéutico. 

La  acción  de  los  venenos  es  uno  de  los  conocimientos , no  solo  mas  ín- 
timamente ligados  con  la  doctrina  toxicológica  y sus  aplicaciones,  sino 
mas  necesarios  al  toxicólogo  y al  médico  forense. 

Sin  tener  una  nocion  cabal  de  la  acción  de  los  venenos,  es  imposible 
resolver  bien  muchos  problemas  toxicológicos. 

Un  ejemplo  bastará : si  un  juez  pregunta  si  el  sublimado  corrosivo  y 
el  ácido  arsenioso  pueden  ser  absorbidos,  introducidos  en  un  sugeto 
después  de  muerto,  ¿qué  contestará,  si  no  sabe  el  médico  íorense  la  ac- 
ción de  esos  venenos? 

Aunque  este  punl¿)  parezca  teórico,  es  altamente  práctico.  Las  teorías, 
fundadas  en  los  hechos  , son  tanta  parte  de  la  ciencia  como  estos. 

Los  hechos  sin  significación  no  constituyen  ciencia  ; las  teorías  les 
dan  esa  significación.  Lo  que  importa  es  que  esta  sea  lógica  y cabal. 

Los  autores  no  están  contestes  en  determinar  la  naturaleza  de  la  acción 
de  los  venenos.  La  escuela  vitalista  la  cree  vital,  de  un  órden  diferente 
de  la  física  y de  la  química , y lejos  de  creer  que  los  venenos  obran  sobre 
la  Parte  roa  tena  l de  la  organización,  afirman  que  obran  sobre  las  fuer- 
zas especiales  de  la  vida. 

ay  otra  escuela  que  considera  la  acción  de  los  venenos  de  órden  lí 


— 419  — 

síco  y químico , y que  lo  que  atacan  es  la  parte  material  de  la  organiza- 
ción , de  lo4cuaí  se  siguen  los  trastornos  funcionales. 

Es  un  abuso  de  palabras,  por  no  decir  otra  cosa  , llamar  espiritualista 
á la  primera , y materialista  á la  segunda. 

Afirmar  que  la  vida  se  realiza  por  medio  de  fuerzas  especiales , que  no 
son  las  físicas  y químicas , no  es  afirmar  el  espíritu , como  no  se  diga 
que  este  constituye  esencialmente  esas  fuerzas. 

Afirmar  que  la  vida  se  realiza  por  medio  de  las  fuerzas  generales  de  la 
naturaleza , y el  incesante  cambio  de  materias  que  se  efectúa , al  influjo 
de  aquellas  , no  es  negar  el  alma. 

El  toxicólogo  deja  á los  teólogos  y filósofos  esa  cuestión  del  alma,  y 
no  se  ocupa  mas  que  en  los  fenómenos  del  cuerpo  provocados  por  vene- 
nos materiales. 

Si  la  toxicología  ha  de  ser  una  ciencia  positiva , no  puede  seguir  la 
concepción  de  la  escuela  vitalista , que  es  metafísica. 

La  suposición  de  una  fuerza,  diterente  de  las  físicas  y químicas,  que 
preside  los  fenómenos  de  la  organización  y de  la  vida,  es  hipotética, 
gratuita,  indemostrable,  estéril  é innecesaria  para  darse  razón  de  los 
fenómenos  biológicos. 

La  biología  no  ha  hecho  .ningún  progreso  con  semejante  suposición. 

La  base  mas  sólida  que  tiene  el  vitalismo  es  negativa ; se  funda  en  lo 
que  es  hoy  dia  inexplicable  por  las  teorías  tísicas  y químicas;  de  esa  no 
explicación  parte  la  consecuencia  afirmativa  de  otras  fuerzas. 

Sobre  ser  ilógica  la  consecuencia,  es  ridicula;  porque  con  esa  suposi- 
ción no  se  explica  lo  inexplicable  por  las  teorías  físicas  y químicas.  Donde 
estas  concluyen  de  ver  la  relación  de  causa  á efecto , el  vitalismo  no  viene 
á derramar  ni  un  rayo  de  su  pretendida  explendidez  (art.  V,  § 1,  A). 

La  escuela  que  aplica  á la  biología  la  física  y la  química  es  mas  útil  á 
los  progresos  de  la  ciencia,  y á las  aplicaciones  prácticas  de  la  toxicología. 

En  el  estado  actual  de  la  ciencia  se  explica  todo  lo  que  ese  estado 
consiente  de  un  modo  demostiable;  lo  que  resta  inexplicable  todavía, 
no  se  explica  por  las  teorías  vitalistas. 

¿Si  aun  apelando  al  sistema  nervioso,  que,  imbuidos  de  un  error  craso, 
consideran  los  vitalistas  como  el  gran  tipo  representante  de  la  vida,  se 
saca  fruto  alguno , como  no  se  acuda  á la  tísica  y la  química  (art.  Y,  B). 

La  escuela  vitalista  dirige  á su  adversaria  ciertas  objeciones  que  no 
tienen  ninguna  fuerza. 

1. °  Que  en  otros  tiempos  se  ha  hecho  inútilmente  aplicación  de  la 
física  y de  la  química  á la  biología. 

2. °  Que  la  tísica  y la  química  no  explican  los  fenómenos  psicológicos. 

3. °  Que  no  dan  la  última  razón  de  los  mismos  orgánicos. 

4. °  Que  los  pulmones  so  son  un  fogon. 

o.°  Que  el  estómago  no  es  una  retorta. 

6. °  Que  la  física  y la  química  no  hacen  sangre,  ni  quilo,  ni  ningún 
btro  humor,  ni  celdillas,  ni  libras  , ni  membranas,  etc. 

7. °  Que  hay  antagonismo  entre  las  leyes  tísicas  y químicas  y las  vitales. 

8. °  hiendo  impotente  la  física  y la  química  para  todo  eso,  no  puede 
servir  de  base  para  una  doctrina , puesto  que  toda  doctrina  debe  partir  de 
un  hecho  general  que  contenga  y encierre  todos  los  hechos  particulares. 

La  primera  objeción  se  contesta  fácilmente  , diciendo  que  muchas  con- 
quistas de  esa  aplicación  de  la  física  y la  alquimia  han  quedado  como  he- 
chos inconcusos  en  la  ciencia  y como  verdades  adquiridas , y además 


n0  hav  punto  de  comparación  entre  la  alquimia  y la  química  moderna, 
ohiecion  revela  ignorancia  de  lo  que  era  la  alquimia  y lo  que  es 
la  oulmica  aclual  y sus  aplicaciones  i la  Ulogia 

I*  io-unda  es  impertinente  de  sobra.  Los  fenómenos  psicológicos  no 
f'  enS explicación , como  no  la  tienen  todos  los  nerviosos  por  ninguna 
¡poría  El  vitalismo  no  solo  no  los  explica,  sino  que  los  embrolla.  Lo 
aue  el  estudio  del  sistema  nervioso  cérebro-espinai  no  aclara,  no  lo 
aclara  nada.  Los  psicólogos  abstractos  dan  compasión  , al  oirlos  hablar  de 
las  funciones  anímicas. 

Tampoco  explican  la  física  y la  química  muchos  hechos  de  esta  natu- 
raleza , sin  que  por  eso  dejen  de  obedecer  á las  leyes  tísicas  y químicas, 
ni  nadie  sueña  en  buscarles  otras. 


Sobre  que  las  teorías  físicas  y químicas  tampoco  explican  la  última 
razón  de  los  fenómenos  orgánicos,  hay  que  contestar  una  cosa  análoga  á 
la  contestación  anterior.  El  vitalismo  no  tiene  derecho  á esas  exigencias, 
cuando  no  explica,  no  solo  más,  sino  ni  tanto. 

Mas  de  dos  mil  años  de  vitalismo  no  han  revelado  nada  ; pocos  años  de 
física  y química  han  puesto  en  claro  muchos  misterios  de  la  vida. 

El  estudio  de  los  principios  inmediatos  y de  la  anatomía  química  ar- 
roja cada  dia  mas  luz  sobre  los  fenómenos  biológicos. 

La  última  razón  de  los  fenómenos  no  la  da  nadie;  basta  que  se  con- 
signen como  hechos  ciertos. 

"En  buen  hora  que  los  pulmones  no  sean  un  fogon ; pero  las  leyes  de 
la  combustión  que  en  este  se  realizan  , son  las  mismas  que  se  realizan  en 


la  hematosis. 


Estudios  como  los  de  la  Estática  química , de  Dumas  y Boussingault, 
establecen  diferencias  entre  el  animal  y el  vegetal  mas  radicales,  cientí- 
ficas y provechosas , que  las  fisiológicas,  sin  aplicación  de  las  ciencias 
físicas  y químicas.  Por  ellos  se  ve  que  el  vegetal , aparato  de  reducción, 
tiene  mas  fuerza  que  el  animal,  aparato  de  combustión,  para  convertir  la 
materia  mineral  en  orgánica. 

Los  vegetales,  mas  cercanos  á los  minerales  que  los  animales,  debe- 
rían tener  menos  fuerza  vital,  y sin  embargo  aquellos  organizan  la  ma- 
teria y estos  la  desorganizan.  Todo  eso  viene  de  una  combustión  ince- 
sante á que  da  lugar  la  respiración , la  acción  de  los  pulmones. 

El  estómago  no  es  una  retorta  de  barro  , vidrio,  etc. , pero  lo  es  de 
membranas;  en  primer  lugar,  tiene  su  estructura,  su  panza  y sus  tubulu- 
ras ; y en  segundo  lugar  se  efectúan  dentro  de  él  fenómenos  análogos  á 
los  que  se  realizan  dentro  de  una  retorta  mineral. 

La  digestión , desde  la  masticación  hasta  la  salida  de  las  heces,  es  una 
continua  operación  química , porque  es  un  continuo  cambio  molecular. 

Las  materias  alimenticias  hallan  en  ese  aparato  digestivo,  factores  reac- 
tivos que  las  transforman , y puntos  por  donde  salen , cuando  elaborados 
los  productos  y sus  restos  inservibles. 

Ni  mas  ni  menos  sucede  en  una  retorta  colocada  en  su  aparato.  \ 

Las  digestiones  artificiales  ya  no  son  un  misterio  para  nadie. 

Sobre  que  la  física  y la  química  no  hacen  sangre , ni  quilo,  ni  celdi-  i 

Has , etc. , hay  que  decir  que  es  un  grave  error  ; la  física  y la  química  \ 

son  las  que  lo  hacen ; sin  ellas  no  se  haria,  na  habría  vida ; la  física  y 
la  química  viviente  es  la  que  hace  la  sangre  y todo  lo  demás. 

El  químico  es  el  que  no  sabe  hacerlo  , porque  todavía  no  conoce  tocios 
ios  secretos.  J 


- m - 

A.  medida  que  la  ciencia  avanza,  ei  químico  elabora  sustancias  orgáni- 
cas, que  antes  no  sabia  elaborar;  productos  que  solo  se  creían  posibles 
por  la  naturaleza. 

Si,  porque,  para  obtener  productos  orgánicos,  se  vale  de  sustancias 
orgánicas , se  le  ha  de  negar  ese  poder,  también  habrá  que  negársele  para 
preparar  cuerpos  inorgánicos,  porque  sin  estos  no  puede  preparar  nada; 
el  químico  no  crea  la  materia. 

_ Esa  razón  de  la  no  posibilidad  de  hacer  una  cosa,  no  arguye  diferen- 
cia de  naturaleza  en  la  causa  que  la  produce  naturalmente. 

Tampoco  pueden  hacer  los  animales  lo  que  hacen  los  vegetales;  estos 
producen  sustancias  azoadas,  neutras,  grasas,  féculas,  azúcares,  go- 
mas, combinando  directamente  la  materia  inorgánica;  y los  animales 
no  pueden  producir  de  ese  modo  tales  sustancias,  y las  destruyen,  vuel- 
ven al  reino  mineral  las  sustancias  ingeridas. 

Tampoco  hace  el  físico  nubes,  granizo,  tempestades,  terremotos,  etc., 
sin  que  por  eso  nadie  sueñe  en  decir  que  esos  fenómenos  no  son  físicos  y 
que  no  se  deben  á agentes  físicos. 

Nada  mas  inexacto  que  suponer  antagonismo  entre  las  leyes  y agentes 
físicos  y cfuímicos  y la  vida. 

La  vida  no  se  sostiene  sino  á beneficio  de  su  armonía  con  la  natura- 
leza , soh  aire , agua , tierra  , alimentos , etc. 

La  higiene  no  consiste  en  otra  cosa  que  en  dar  preceptos  para  armoni- 
zarse el  hombre  con  los  agentes  naturales;  en  esa  armonía  está  la  garan- 
tía de  su  salud. 

Nunca  ha  contrariado  la  vida  las  leyes  de  la  gravedad , de  la  luz  , del 
calórico , etc. 

Los  órganos  de  nuestros  sentidos  están  dispuestos  según  las  reglas  de 
la  física  : el  ojo  es  un  aparato  óptico ; nuestro  aparato  locomotor  está 
arreglado  á las  leyes  de  la  mecánica,  dinámica  y estática;  el  aparato  cir- 
culatorio, á las  de  la  hidráulica  ; el  digestivo  y respiratorio,  á la  de  la 
química. 

Si,  después  de  la  muerte,  se  verifican  otros  fenómenos,  no  por  eso  hay 
diferencia  en  los  agentes  que  obran  ; la  diferencia  está  en  las  circuns- 
tancias. 

El  oxígeno,  que  antes  daba  vida,  combinándose  con  las  materias,  es 
el  que  acelera  y efectúa  la  putrefacción;  él  ataca  del  propio  modo  las 
materias , pero  las  encuentra  en  otro  estado  y condiciones  , y los  resulta- 
dos son  diferentes. 

El  estudio  de  los  principios  inmediatos  de  la  economía  conduce  á co- 
nocer sus  propiedadas  de  órden  matemático,  físico,  organoléptico  , quí- 
mico y orgánico,  y á ver  en  todo  el  cumplimiento  de  las  leyes  físicas  y 
químicas  en  el  organismo  , y una  armonía  completa  entre  ellos  y los  de 
la  organización  y la  vida. 

Sobre  que  la  física  y la  química  no  pueden  servir  de  base  para  una 
doctrina  , porque  no  pueden  dar  una  verdad  general  que  las  encierre 
todas,  diremos  que  eso  no  pasa  de  ser  una  idea  de  moda,  que  recuerda 
las  pretensiones  de  los  filósofos  alemanes,  que  andan  tras  de  la  idea  sin- 
tética y verdad  madre,  como  los  antiguos  alquimistas  tras  la  piedra 
filosofal. 

Las  teorías  y sistemas  a prióricos  han  sido  siempre  infecundos. 

Dejando  á un  lado  todas  esas  especulaciones  metafísicas,  que  nunca  han 
producido  nada  de  provecho , podemos  establecer  que  mas  se  acerca  á la 


— m — 

unidad  de  concepción  el  que  simplifica  la  causalidad  , que  no  el  que  la 

mUPtíesÍb?én ; explicar  ó tratar  de  explicar  todos  los  fenómenos  de  la  na- 
turaleza por  una  sola  causa  , ó menor  número  de  causas , es  una  concep- 
ción mas  unitaria,  mas  sintética,  que  explicarlas  por  muchas  causas  de 
diferente  naturaleza. 

Nosotros  creemos  que  los  fenómenos  de  la  vida  se  deben  á las  mismas 
causas  que  los  de  la  gran  naturaleza;  de  consiguiente  vamos  mas  dere- 
cho á esa  idea  madre;  de  la  cual  han  de  nacer  todas  las  demás. 

Los  estudios  minuciosos  que  hemos  hecho  sobre  la  vida , nos  han  dado 
esa  convicción : l.°  lo  que  no  se  explica  por  la  física  y la  química  , no  se 
explica  por  nada  en  biología ; 2.°  la  vida  es  un  modo  de  ser  de  la  ma- 
teria, debido  á la  acción  de  las  fuerzas  físicas.y  químicas  modificadas  por 
ciertas  circunstancias , unas  conocidas,  y desconocidas  otras. 

Si  admito  fuerzas  es  por  acomodarme  al  lenguaje  general ; yo  tengo  la 
materia  por  activa,  y opino  que  la  vida  es  otra  propiedad  de  la  materia; 
la  materia  tiene  la  propiedad  de  vivir,  como  tiene  la  de  ser  extensa, 
grave,  etc.  (art.  Y,  § I,  G). 

Los  venenos,  á fuer  de  agentes  materiales,  no  pueden  obrar  mas  que 
sobre  la  parte  material  del  cuerpo  humano. 

Es  un  absurdo  suponer  que  la  materia  obra  sobre  una  fuerza , y más, 
según  las  teorías  de  los  que  tienen  por  inerte  la  materia. 

Una  fuerza  , si  las  hay  , no  es  material , es  incorpórea  , no  tiene  exten- 
sión, ni  color,  ni  propiedad  alguna  sensible.  ¿Cómo  ha  de  obrar  un  ve- 
neno sobre  ella? 

Las  fuerzas  no  existen  separadas  de  la  materia ; es  la  gran  conquista 
del  siglo  esta  verdad. 

La  acción  de  todo  agente  se  efectúa  siempre  entre  materia  y materia; 
siempre  es  efecto  de  un  contacto  material. 

Los  átomos  de  los  venenos  obran  sobre  los  átomos  de  nuestros  princi- 
pios inmediatos.  La  acción  es  , pues , atomística , ó lo  que  es  lo  mismo 
química. 

Para  que  se  desplegue  la  acción  atomística , el  veneno  debe  estar  di- 
suelto , ó reducido  á estado  gaseoso. 

Todos  los  agentes , lo  mismo  meteorológicos  que  alimenticios  , morbo- 
sos , medicinales,  para  producir  efectos  químicos,  han  de  obrar  molecu- 
larmente. 

Los  venenos  puestos  en  contacto  con  nuestros  sólidos,  líquidos  y ga- 
ses, hasta  que  están  al  estado  de  disolución  ó gaseoso,  no  desplegan  su 
actividad , porque  solo  en  ese  estado  pueden  combinarse  con  los  elemen- 
tos orgánicos  de  la  sangre  y los  tejidos.  ... 

Por  eso  no  pueden  ser  tenidos  por  venenos  ni  el  vidrio  molido , ni  el 
hollín  de  las  chimeneas  , ni  otros  cuerpos  por  el  estilo  : su  acción  no  es 
molecular  ó atomística , es  física  , mecánica,  traumática. 

Los  llamados  cáusticos  se  combinan  con  ciertos  principios  de  la  trama 
de  los  tejidos  y la  desorganizan , unos  formando  coágulos  , otros  disol- 
viéndola. 

. Eos  ácidos  minerales  fuertes  concentrados  , los  cloruros  de  antimonio, 
zinc  y mercurio , el  nitrato  de  plata  y otros , son  de  los  que  coagulan ; 

los  álcalis  cáusticos,  el  ácido  arsenioso,  fosfórico  y otros  son  de  los  se- 
gundos. 

Unos  y ptros  son  mas  ó menos  coagulantes  ó disolventes. 


- 423  - 

Los  compuestos  coagulados  que  los  venenos  de  ese  primer  grupo  for- 
man, adquieren  solubilidad  por  medio  de  los  carbonatos  y cloruros  alca- 
linos de  la  economía , y así  pueden  pasar  á la  masa  de  la  sangre,  y con- 
trayendo allí  nuevas  combinaciones , producen , además  de  esa  desorga- 
nización local , efectos  generales. 

Otro  tanto  hacen  los  que  disuelven  la  trama  de  los  tejidos,  con  los  cua- 
les se  ponen  en  contacto. 

Algunos  autores  no  consideran  como  venenos  esas  sustancias  que  des- 
organizan; mas,  puesto  que  lo  hacen  por  medio  de  combinaciones  quí- 
micas , son  realmente  venenos ; siquiera  á veces  maten  mas  por  la  des- 
trucción del  órgano,  estómago,  intestinos  , etc.,  que  por  su  paso  á la 
masa  de  la  sangre. 

Hay  algunos  cuerpos  llamados  astringentes,  que  forman  también  coá- 
gulos, pero  no  destruyen  la  trama  de  los  tejidos  como  los  cáusticos;  si 
con  un  reactivo  se  puede  disolverlos,  el  tejido  vuelve  á quedar  íntegro. 

Ciertas  sales  de  potasa,  como  los  yoduro,  cianuro,  sulfocianuro,  los 
nitratos , cloratos  y silicatos  fluidifican  en  alto  grado  la  sangre. 

Aunque  crevóramos,  como  Liebig,  que  no  se  descomponen  , bastaría 
la  acción  catalítica  que  desplegan , para  hacer  constar  que  su  acción  es 
química.  La  catálisis  es  acción  química,  como  la  combinación  directa. 

Las  disoluciones  alcalinas  y demás  sales  no  cáusticas,  pero  bastante 
concentradas , no  son  absorbidas ; pero  atraen  el  agua  de  la  sangre  y te- 
jidos, y los  encogen  , secan ; de  aquí  los  fenómenos  flogísticos  y purgan- 
tes que  producen;  de  aquí  también  el  conservar  los  tejidos  que  desecan 
absorbiéndoles  el  agua. 

El  alcohol  concentrado  obra  de  un  modo  análogo. 

Las  sales  alcalinas , cuyo  ácido  es  orgánico,  diluidas,  penetran  en  la 
sangre  y pierden  su  ácido  , que  atacado  por  el  oxígeno  déla  economía,  se 
transforma  en  agua  y ácido  carbónico ; de  aquí  el  efecto  antiflogístico  de 
esas  sales  y el  asfixiante,  si  están  en  mucha  cantidad;  se  apoderan  del 
oxígeno  respirado  é impiden  la  hematosis. 

En  prueba  de  que  esas  sales  desplegan  una  acción  química,  que  no  de- 
pende de  la  vida,  podemos  advertir  que  lo  propio  hacen  cuando  muerto 
el  sugeto;  se  apoderan  del  agua  de  los  tejidos  en  unos  casos,  y los  con- 
servan , desecándolos  ; en  otros , impiden  la  putrefacción , apoderándose 
del  oxígeno,  para  transformar  el  ácido  orgánico  en  agua  y ácido  carbónico. 

Las  sales  de  base  no  alcalina,  hierro,  plomo,  cobre,  bismuto,  mercu- 
rio , plata , etc.,  forman  también  combinaciones  con  los  principios  plásti- 
cos ó proteicos  de  los  tejidos , soltando  el  agua  de  su  disolución , al  revés 
de  las  sales  alcalinas  concentradas , que  la  absorben. 

Para  esas  combinaciones  no  necesitan  que  esos  elementos  protéicos 
vivan;  vivos  ó muertos  , forman  con  ellos  combinaciones. 

Esos  compuestos,  mitad  orgánicos,  mitad  inorgánicos,  adquieren  so- 
lubilidad por  medio  de  los  cloruros  alcalinos,  y así  pasan  á la  masa  de 
la  sangre  y determinan  combinaciones  en  ella  y efectos  generales. 

Los  elementos  orgánicos  alterados  por  esas  combinaciones , pierden 
sus  propiedades  fisiológicas;  de  aquí  los  trastornos  funcionales  que  ca- 
racterizan la  intoxicación. 

Estudiada  detenidamente  la  acción  que  desplegan  los  venenos  inorgá- 
nicos. siempre  se  ve  que  es  de  naturaleza  química. 

Todo  eso  está  en  armonía  con  lo  que  hemos  visto , al  hablar  del  modo 
cómo  son  absorbidos  los  venenos  inorgánicos. 


- 424  - 


, lurateza  de  la  acción  de  los  venenos  orgánicos  no  es  tan 
Aunque  ia  ^ de  Jos  inorganiCos  , podemos  opinar  que  es  también 
conocida  « es  molecular;  á medida  que  se  va  conociendo,  siempre 
naturaleza. 

SC  Varias  sustancias  orgánicas  obran  también,  coagulando , por  ejemplo, 
el  tanino,  el  alcohol , la  creosota,  el  aceite  de  crotontiglio , el  centeno 
atizonado,  la  sabina,  etc. 

El  ácido  prúsico  suspende  la  hematosis  c 


sangre. 

Millón  observó  que  una  gota  de  ácido  cianhídrico  suspende  la  acción 
oxigenante  del  ácido  yódico  en  las  sustancias  orgánicas.  Esto  ha  revelado 
la  naturaleza  del  ácido  prúsico  en  la  sangre. 

Muchas  bases  orgánicas  ó alcaloideas  obran  de  un  modo  análogo , y es 
de  esperar  que  en  lo  sucesivo  se  confirme  esa  analogía. 

Los  alcaloideos  precipitan  por  los  carbonatos  alcalinos , excepto  la 
morfina.  En  la  masa  de  la  sangre  los  hay ; y cuando  penetran  combina- 
dos con  ácidos , sufren  esa  acción  química  ejercida  por  los  carbonatos. 

Los  alcaloideos,  dados  por  el  estómago,  se  combinan  con  sus  ácidos,  y 
adquieren  solubilidad  ; dados  por  el  ano  , ó por  la  piel , la  pierden,  por- 
que son  precipitados;  la  morfina,  que  no  precipita,  lo  mismo  obra  por 
la  piel  y por  el  ano,  que  por  el  estómago. 

Los  alcaloideos  se  combinan  con  los  principios  constitutivos  de  la  san- 
gre y los  tejidos. 

Los  cuerpos  gaseosos  y ávidos  de  oxígeno  se  apoderan  de  este  para  oxi- 
darse más , cuando  son  respirados,  ó introducidos  en  el  torrente  circula- 
torio , y producen  la  anestesia  y la  asfixia. 

Esos  cuerpos,  lo  mismo  obran  en  el  vivo,  que  en  el  cadáver;  en  el 
vivo,  impiden  la  hematosis;  en  el  cadáver,  la  putrefacción;  porque  en 
uno  y otro  caso  se  apoderan  del  oxígeno;  su  acción  química  es  evidente. 

Aunque  no  sepamos,  en  el  estado  actual,  la  verdadera  acción  química 
de  muchos  venenos  orgánicos , viendo  que  no  son  absorbidos , y que  no 
desplegan  su  acción,  sino  cuando  han  sido  descompuestos,  bien  podré- 
naos  afirmar,  por  analogía  al  menos,  que  es  también  química  su  acción, 
puesto  que  hay  movimiento  molecular,  y que  los  progresos  incesantes  de 
la  ciencia  todos  los  dias  van  revelando  la  de  algunos,  antes  desconocidos. 

Ningún  descubrimiento  nuevo  contraría  la  acción  química  de  las  sus- 
tancias orgánicas. 

Hay  otros  venenos,  como  las  sustancias  alimenticias  putrefactas,  las 
ponzoñas  ó humores  de  los  animales  venenosos , los  miasmas  y los  virus, 
cuya  acción  química  es  indudable , siquiera  no  sepamos  á punto  fijo  los 
pormenores  de  ella. 

Las  carnes  putrefactas , y en  especial  las  morcillas  crudas , producen  un 
movimiento  molecular  séptico  , debido  á principios  que  hasta  ahora  no 
se  han  podido  reconocer. 

El  alcohol,  el  agua  hirviendo , los  descompone;  y viendo  que  no  se  en- 
cuentra vestigio  de  esas  sustancias  en  la  sangre , ni  otros  humores  de  los 
intoxicados  de  esa  suerte,  no  puede  dudarse  de  su  descomposición,  y, 
P°rlo  de  su  movimiento  molecular. 

Tal  vez  algunos  de  esos  casos  han  sido  producidos  por  la  presencia  de 
los  trichinos ; y si  ha  sido  así , no  deben  tomarse  por  intoxicaciones ; los 
parásitos  no  son  venenos. 

Es  probable  que  los  humores  ponzoñosos  obren  sobre  la  sangre,  pro- 


- m - 

moviendo  en  ella  descomposiciones  pútridas , á la  manera  de  fermentos. 

En  igual  caso  deben  considerarse  los  miasmas,  puesto  que  son  materia 
en  movimiento  molecular. 

Por  último,  los  virus  deben  considerarse,  á modo  de  fermentos  sépti- 
cos que  metamorfosean  los  tejidos , dando  lugar  á la  producción  de  un 
agente  idéntico , fenómeno  análogo  al  que  se  observa , metamorfoseando 
el  azúcar  y el  gluten  con  espuma  de  cerveza , en  cuyo  caso  , así  como  el 
azúcar  solo  no  da  mas  que  alcohol  y ácido  carbónico,  añadiendo  glú- 
teo, se  forma  espuma  de  cerveza  enteramente  igual  á la  que  han  provo- 
cado las  metamórfosis. 

El  alcohol,  los  ácidos,  las  sales  mercuriales,  el  cloro,  yodo,  bromo  y 
otros  cuerpos,  descomponen  los  virus  y les  hacen  perder  su  acción;  lo 
cual  acaba  de  comprobar  que  esa  acción  es  química. 

De  ese  exámen  sobre  todas  las  especies  de  venenos,  y de  lo  que  hemos 
dejado  establecido  sobre  su  absorción  y cómo  son  absorbidos,  se  des- 
prende. 

1. °  Que  los  venenos  no  ejercen  ninguna  acción  sobre  las  fuerzas  de  la 
economía,  sean  de  la  naturaleza  que  fueren. 

2. “  Que  ejercen  su  acción  sobre  la  parte  material  de  los  sólidos , líqui- 
dos y gases , con  los  que  se  ponen  en  contacto,  combinándose  con  sus  ele- 
mentos, y dando  lugar  á nuevas  combinaciones. 

3. °  Que  en  ese  movimiento  molecular  se  combinan  , como  con  los  mis- 
mos elementos  y sustancias  , fuera  de  la  organización  , y en  vida  como  en 
muerte  (art.  Y,  § II). 

Los  hechos  que  preceden  prueban  que  los  efectos  primitivos  de  los  ve- 
nenos son  químicos;  son  combinaciones  efectuadas  con  los  principios  in- 
mediatos del  tejido  donde  se  aplican  , de  la  sangre  ó tejidos  á donde  van 
á parar,  á consecuencia  de  los  cuales,  alterándose  las  condiciones  fisioló- 
gicas de  esos  tejidos  y la  sangre,  sobrevienen  los  trastornos  funcionales 
que  constituyen  toda  intoxicación. 

Es  un  error  craso  y contrario  á la  experiencia,  suponer  que  primero 
obran  sobre  las  fuerzas  de  la  vida , y luego  sobre  la  parte  material  del 
organismo. 

Lo  que  dice  C.  Bernard , cuando  examina  las  teorías  físicas , químicas 
y dinámicas , con  que  se  ha  explicado  y explica  la  acción  de  los  venenos, 
no  tiene  fundamento  experimental.  Ño  destruye  los  experimentos  de 
Poiseuille  sobre  las  leyes  de  la  endósmosis,  ni  los  de  Liebig  y Yolber, 
relativos  á la  acción  química,  ni  demuestra  que  los  venenos  obran  sobre 
el  sistema  nervioso. 

A.1  combinarse  los  venenos  con  los  principios  inmediatos  de  los  tejidos 
y la  sangre  , les  alteran  sus  propiedades  fisiológicas ; este  es  su  efecto  in- 
mediato, propio  y único. 

Los  trastornos  funcionales  que  se  siguen  á este  efecto,  son  debidos  al 
estado  diferente  y anormal,  en  que  han  quedado  la  sangre  y los  órganos, 
después  de  la  combinación  del  veneno  con  los  principios  inmediatos  de 
aquellos. 

Este  efecto  es  secundario , mediato ; ya  no  tiene  nada  que  ver  con  la 
acción  directa  del  veneno. 

Todo  agente  no  tiene  mas  que  un  efecto:  el  inmediato  y directo  de  su 
acción ; los  demás  efectos  que  se  siguen  son  el  resultado  del  producida 
por  el  veneno,  que  se  constituye  causa  del  efecto  que  sigue. 

Un  lazo  que  estrangule , no  hace  mas  que  apretar  los  órganos  del  cue- 


— 426  — 


lio  • este  es  su  efecto  inmediato  .propio  y único.  La  constricción  es  causa 
de  oue  no  pase  el  aire ; la  falta  de  aire  es  causa  de  la  suspensión  de  la 
hernatosis;  esta  suspensión  lo  es  de  la  asfixia  , etc. , etc.  El  lazo  no  tiene 

II  CUl  _ * « /-I  r<  AnAf'  ApAní  Ao  . A 1 if/\  ni  ! _ . i 


nada  que  ver  con  todos  esos  efectos ; el  suyo , el  único  , es  apretar  los  ór- 
ganos del  cuello.  . 

El  cloroformo,  aspirado  en  gran  cantidad,  'se  apodera  del  oxígeno, 
combinándose  con  él;  este  es  su  efecto  inmediato,  directo  y único;  la 
falta  de  aire  produce  la  anestesia,  la  asfixia,  la  muerte,  cómo  cuando 
falta  por  la  constricción  del  cuello  por  un  lazo. 

Todos  los  demás  efectos  son  secundarios,  mediatos,  extraños  á la  ac- 
ción del  cloroformo  y del  lazo  ; cada  uno  es  causa  y efecto  á la  vez;  efecto 
del  que  le  precede , causa  del  que  le  sigue. 

Si  Giacomini , Liebig,  Mialhe  y otros^se  hubiesen  fijado  en  esta  verdad, 
ni  dirían  los  primeros  que  los  cáusticos  tienen  acción  química  y dinámi- 
ca, ó que  no  son  venenos;  ni  el  último,  que  los  franceses  han  puesto 
clara  la  acción  química , y los  italianos  la  dinámica  de  las  sustancias 
tóxicas. 

Ni  unos  ni  otros  han  estado  exactos,  diciendo  que  los  venenos  tengan 
mas  de  un  efecto. 

Todo  agente,  sea  de  la  naturaleza  que  fuere,  no  tiene  mas  que  una 
acción  y un  efecto  que  le  sea  propio. 

La  doctrina  de  los  efectos  primitivos  y secundarios  es  oriunda  de  Ga- 
leno , y es  errónea.  Solo  puede  aceptarse  como  una  figura  retórica. 

Cada  veneno  no  tiene  mas  que  una  acción  : la  suya,  la  que  le  es  pro- 
pia; y mas  que  un  efecto:  el  directo,  el  inmediato,  el  suyo. 

El  primer  efecto,  producido  por  el  veneno  , es  causa  de  otro,  y este  de 
otro,  y así  sucesivamente,  hasta  que  se  llega  al  fin  de  la  cadena  ó enlace 
de  fenómenos  fisiológicos. 

Atribuir  esos  efectos  consecutivos  al  veneno , es  suprimir  la  sucesión 
de  fenómenos , efecto  del  que  los  precede,  y causa  del  que  los  sigue. 

Es  una  verdad  que,  producido  el  efecto  propio  del  veneno,  que  es  el 
cambio  de  estado  y condiciones  de  los  tejidos  y la  sangre , se  sigue  una 
porción  de  efectos  fisiológicos,  debidos  al  engranaje  de  los  órganos  y 
funciones. 

Mas  esto  depende  de  la  relación  en  que  están  los  órganos  y funciones 
en  la  economía  viva  : los  unos  necesitan  á los  otros;  y si  unos  se  pertur- 
ban, se  perturban  más  ó menos  los  demás. 

Pero  esto  no  es  ya  el  efecto  inmediato  del  veneno ; verificada  su  com- 
binación, ya  concluyó  de  obrar;  todo  lo  que  sobreviene  ya  no  es  suyo. 

Es  mas  exacto,  mas  lógico  y mas  científico  : 1.®  establecer  que  los  ve- 
nenos no  tienen  mas  que  una  acción , la  suya ; y que  un  efecto , la  alte- 
ración de  los  principios  con  los  cuales  se  combinan ; y como  consecuen- 
cia de  esta  alteración  sobrevienen  varios  efectos  fisiológicos  ; 2.#  afirmar 
que  en  toda  intoxicación  hay  dos  órdenes  de  electos : uno  químico , debido 
á la  acción  directa,  inmediata  y única  ó propia  del  veneno  , y otro  de- 
bido al  estado  en  que  esa  acción  deja  á los  tejidos  y la  sangre,  que  llama- 
rémos  fisiológico , porque  acaece  en  el  vivo. 

Consiguientes  á estas  ideas,  formularémos  nuestra  opinión  de  esta 
manera  : 

L*  Los  venenos , puestos  en  contacto  con  los  elementos  de  los  sólidos, 
líquidos  y gases  del  sér  vivo,  obran  química  ó molecularmente  sobre 
esos  elementos. 


— 487  - ! 

2. '  Esta  acción  es,  en  lo  esencial,  igual,  tanto  en  vida  como  en  muerte; 
para  desplegarla  no  necesitan  mas  que  su  fuerza  q uímica , la  aptitud  á 
responder  á ella  de  los  elementos  con  los  cuales  se  combinan , y las  con- 
diciones que  exigen  las  leyes  de  la  acción  molecular. 

3. °  En  toda  intoxicación  hay  dos  órdenes  de  efectos  provocados  por  el 
veneno:  el  primero  se  compone  de  los  que  directamente  produce  este: 
son  los  químico s;  el  segundo,  de  los  que  se  suceden  más  ó menos  media- 
tamente, á consecuencia  de  las  alteraciones  que  la  sustancia  venenosa 
determina  : son  los  fisiológicos. 

i."  Los  efectos  químicos  se  realizan  tanto  en  el  vivo  como  en  el  muer- 
to; los  fisiológicos  solo  en  el  vivo. 

5. °  Los  efectos  químicos  son  los  primeros ; los  fisiológicos  los  segundos. 

6. °  Tanto  los  efectos  químicos,  como  los  fisiológicos,  son,  ó pueden 
ser.  locales  y generales. 

7. °  Siempre  que  el  veneno  limite  su  acción  química  ai  punto  donde  se 
ingiere  , los  efectos  químicos  serán  locales ; mas  si  es  absorbido  y pasa  al 
torrente  de  la  circulación,  afectando  los  principios  inmediatos  de  la  san- 
gre ó de  los  órganos,  y provoca  alteraciones  en  la  mayor  parte  de  los  ór- 
ganos y humores  , esos  efectos  serán  generales. 

8. °  Si  los  efectos  que , durante  la  vida  , se  siguen  á la  acción  química 
de  ese  veneno,  se  limitan  á la  parte  donde  ha  efectuado  su  combinación, 
serán  locales ; si  se  manifiestan  en  órganos  diferentes,  ya  por  las  íntimas 
relaciones  en  que  los  órganos  están  , ya  por  alteraciones  subsiguientes  de 
la  sangre,  etc.,  serán  generales  (art.  Y,  § III). 

Los  autores  no  están  conformes  respecto  de  la  relación  que  hay  entre 
la  acción  de  los  venenos  y su  absorción ; unos  opinan  que  esta  es  necesa- 
ria para  que  aquellos  obren;  otros  opinan  que  obran,  desde  el  sitio  en 
que  se  aplican;  otros  que  antes  obran  sobre  el  sistema  nervioso. 

Para  saber  lo  que  hay  de  positivo  sobre  esa  importante  cuestión  , con- 
viene examinar  las  bases  en  que  se  apoyan  los  unos  y los  otros. 

La  escuela  de  Orfila  y sus  secuaces  están  por  la  absorción;  la  de  An- 
glada,  ó los  vitalistas,  por  la  acción  local  sobre  el  sistema  nervioso,  te- 
niéndola por  dinámica. 

Las  bases  en  que  se  fundan  los  primeros , son  las  siguientes  : 

1. a  Muchos  venenos,  aplicados  al  exterior  ó interior  del  cuerpo  vivo, 
desenvuelven  los  efectos  de  su  acción  en  órganos  distantes  del  punto  en 
que  se  aplicaron. 

2. a  Las  ventosas,  la  succión  y los  cáusticos,  aplicados  al  punto  enve- 
nenado luego  de  ingerido  el  veneno , impiden  el  desarrollo  cíe  la  intoxi- 
cación. 

3. a  Interceptando  el  curso  de  la  sangre  por  medio  de  ligaduras  que 
aíslen  el  punto  envenenado,  de  lo  restante  de  la  economía,  la  intoxica- 
ción no  se  produce,  ó se  detiene. 

4 a Entre  el  tiempo  que  tarda  un  veneno  en  obrar  sobre  la  vida  y la 
rapidez  de  la  circulación  , hay  una  relación  estrecha.  Los  venenos  llegan 
á los  órganos  que  afectan  consuma  rapidez  por  medio  de  la  sangre. 

5.a  Todo  lo  que  favorece  la  absorción , favorece  la  acción  de  los  vene- 
nos; por  ejemplo,  las  evacuaciones  sanguíneas  , la  disolución  del  veneno, 
los  tejidos  abundantes  de  venas  y vasos  linfáticos. 

fi.a  Nada  mas  común  que  encontrar  vestigios  de  las  sustancias  vene- 
nosas, ya  en  el  producto  de  las  secreciones,  ya  en  la  sangre  , ya  en  cier- 
tos órganos  distantes. 


- 428  — 

7 * Solo  ejerce  acción  lo  soluble  f porque  solo  lo  soluble  es  absor- 

Ensayos  directos  sobre  los  nervios  no  producen  intoxicación;  al 
pasó  que  la  producen  hechos  sobre  la  sangre. 

9/  La  intoxicación  no  se  manifiesta  hasta  que  llega  al  sistema  capilar 
arterial. 

La  primera  base  no  es  concluyente , porque  una  acción  local , no  solo 
de  un  veneno,  sino  de  otros  agentes,  puede  desenvolver  esa  clase  de  efec- 
tos. Las  quemaduras,  los  focos  verminosos,  lesiones  traumáticas  parciales 
de  nervios,  producen  fenómenos  en  otros  órganos.  liemos  probado  la  ac- 
ción local  química  y fisiológica  de  los  venenos,  y la  posibilidad  de  efectos 
generales  de  esta  última  clase,  provocados  por  la  acción  local. 

La  segunda , si  no  se  hablara  de  suspensión  de  efectos , parecería  pro- 
bar algo ; mas  si  la  intoxicación  se  suspende  con  la  ventosa , esta  ya  no 
puede  retirar  de  la  sangre  el  veneno  que  ya  está  en  ella,  puesto  que  em- 
pezó la  intoxicación. 

Los  cáusticos  destruyen  el  veneno  , y eso  no  prueba  nada. 

La  tercera  base  ofrece  las  mismas  dudas:  si  la  ligadura  no  deja  into 
xicar,  puede  probar  que  impide  el  paso  del  veneno;  pero  si  suspende  la 
intoxicación,  ¿qué  prueba?  ¿Puede  la  ligadura  retirar  de  la  sangre  el  ve- 
neno que  ya  pasó  á ella? 

Aquí  sucederá  otra  cosa  que  no  se  explica  sino  por  el  modo  de  obrar 
de  los  venenos  ensayados.  Poca  cantidad  no  produce  una  intoxicación 
duradera ; el  ácido  prúsico  suspende  la  hematosis ; así  es  que , después 
de  repetir  el  ensayo,  muere  el  animal,  es  que  ya  entró  cantidad  suficiente 
para  matarle. 

La  cuarta  base  no  prueba  nada ; confunde  la  rapidez  de  acción  con  la 
de  la  absorción  , lo  cual  es  un  error , y las  condiciones  del  experimento 
no  son  las  de  las  intoxicaciones. 

La  quinta  base  si  se  entendiera  como  lo  da  á suponer  Magendie,  con- 
duciría á creer  que  los  pletóricos  no  serian  envenenados  tan  fácilmente 
como  los  no  pletóricos:  esto  no  puede  sostenerse.  Si  la  plétora  artificial 
no  admite  la  absorción , es  porque  faltan  las  leyes  de  la  endósmosis  y las 
de  la  absorción  de  ciertas  sustancias,  en  punto  á su  solubilidad. 

La  sexta  base  prueba  que  los  venenos  son  absorbidos,  pero  no  que  ne- 
cesitan la  absorción  para  obrar.  Hemos  probado  la  acción  local  de  los  ve- 
nenos, combinándose  con  los  principios  del  tejido  á que  se  aplican. 
t^Es  cierto  que  solo  ejerce  acción  lo  soluble,  tanto  in  loco  como  en  pun- 
tos distantes;  pero  eso  no  prueba  que  para  obrar  donde  se  deponen,  hayan 
de  ser  absorbidos;  allí  disueltos  entran  en  combinación  con  los  principios 
del  tejido,  y pueden  intoxicar , siquiera  no  vayan  mas  lejos,  desplegando 
ya  en  el  sitio,  ya  lejos,  fenómenos  fisiológicos  graves  ó mortales. 

La  base  octava  es  concluyente ; pero  no  alcanza  á invalidar  la  acción 
local  de  muchos  venenos,  la  que  no  solo  afecta  las  celdillas  orgánicas, 
sino  las  nerviosas,  como  todas,  y hasta  pueden  provocar  fenómenos  pro- 
pios de  la  facultad  de  los  nervios  locales  lisiados. 

Los  experimentos  de  Cláudio  Bernard  no  prueban  que  solo  haya  into- 
xicación cuando  el  veneno  pasa  al  sistema  capilar  arterial ; prueban  que 
en  muchos  casos  se  necesita  la  absorción , pero  no  destruyen  los  hechos 
con  que  se  demuestra  la  acción  local  de  los  venenos  (art.  Y,  § IV,  A.). 

Las  bases  en  que  se  apoya  Anglada  y los  vitalistas,  son  las  que  sigaen: 
1.  La  prontitud  con  que  ciertos  venenos  obran. 


- 449  - 

4.*  La  manifestación  de  ciertos  afectos  simpáticos,  en  los  casos  en  que 
el  veneno  es  inmediatamente  arrojado. 

3. *  La  diversidad  de  efectos  ó de  síntomas , según  cual  sea  la  vía  por 
donde  es  introducido  el  veneno. 

4. *  La  diferencia  de  acción  entre  algunos  venenos  compuestos  y algu- 
nos de  sus  principios. 

5. *  La  energía  de  muchos  venenos  insolubles. 

6. *  La  desproporción  entre  la  cantidad  de  veneno  absorbido  y la  reac- 
ción del  organismo. 

7. *  La  posibilidad  de  provocar  reacciones  simpáticas  por  medio  de 
una  aplicación  local  en  los  casos  de  síncope  y asíixia. 

Los  casos  en  que  se  apoya  la  primera  base  son  excepcionales;  no  impi- 
den que  la  acción  se  desplegue  sobre  la  sangre ; no  todos  los  venenos  tienen 
causa  rápida,  y la  rapidez  de  acción  no  es  exclusiva  de  los  agentes  lla- 
mados dinámicos.  La  luz  y la  electricidad  son  rapidísimas  en  sus  efectos. 

La  segunda  base  se  funda  en  hechos  mal  apreciados:  que  la  cicuta  pro- 
duzca mal  estar,  vómitos,  etc. , y arrojada  del  estómago  cese  todo,  no 
prueba  nada;  un  material  indigesto  hace  otro  tanto,  sin  ser  tósigo. 

La  diversidad  de  efectos,  según  las  vías,  ya  hemos  visto  á qué  se  debe; 
la  textura  del  tejido  y las  combinaciones  que  se  efectúan  en  el  sitio  don- 
de se  aplican  los  venenos,  explican  esas  diferencias. 

La  diferencia  de  efectos,  según  se  den  los  venenos  íntegros  ó sus  prin- 
cipios, depende  de  la  preparación  que  sufren  , antes  de  ser  absorbidos,  y 
de  circunstancias  accidentales  que  les  dan  ó no  solubilidad;  además,  la 
diferencia  no  está  mas  que  en  ciertos  síntomas  accidentales. 

.Si  hay  venenos  insolubles  que  desplegan  energía,  es  porque  se  hacen 
solubles,  combinándose  con  ciertos  principios  de  la  economía  atacada. 

La  desproporción  entre  la  cantidad  del  veneno  y sus  efectos  es  apa- 
rente; la  ley  de  los  equivalentes  explica  el  fenómeno  en  unos  casos,  y en 
otros  la  acción  fermentativa  ó catalítica. 

Las  simpatías  por  contacto  no  prueban  sino  que  los  nervios  del  sentido 
del  tacto  dan  cuenta  de  las  impresiones:  algunos  venenos  pueden  afectar- 
las; pero  no  consiste  en  eso  la  intoxicación  (art.  Y,  § IV,  B). 

Para  resolver  la  cuestión  relativa  á la  relación  que  hay  entre  la  ab- 
sorción de  los  venenos  y su  acción,  no  deben  buscarse  hechos  aislados  ni 
particulares  mal  explicados  ó difíciles  de  explicar. 

Ni  la  escuela  de  Orfila , ni  la  de  Anglada,  tratan , como  es  debido,  esa 
cuestión.  Aunque  unos  y otros  tengan  razón  en  ciertos  hechos  que  citan, 
no  bastan  para  probar  lo  absoluto  que  pretenden. 

La  acción  molecular  de  los  venenos  se  ejerce  donde  quiera  que  en- 
cuentren principios,  con  los  cuales  pueden  combinarse. 

Hemos  probado  su  acción  local  y general,  bajo  el  punto  de  vista  quí- 
mico , lo  mismo  que  bajo  el  punto  de  vista  fisiológico. 

Esta  verdad  demostrada  vuelve  ociosa  la  disputa  de  las  dos  escuelas 
en  los  términos  que  la  agitan  y el  objeto  que  se  proponen.’ 

Recordando  cómo  se  conducen  todas  las  sustancias  venenosas;  lo  que 
sucede  en  el  acto  de  su  absorción;  á qué  se  debe  esta  en  muchos  casos; 
las  combinaciones  á que  da  lugar  su  contacto  con  los  principios  inmedia- 
tos, y los  efectos  fisiológicos  locales  y generales  que  de  esas  combinacio- 
nes pueden  seguirse,  podemos  formular  una  doctrina  cabal  para  resolver 
esa  cuestión  de  relación  entre  la  acción  y la  absorción  do  los  venenos  de 
la  manera  siguiente: 


— 430  — 

1 * En  tesis  general,  los  venenos  no  necesitan  para  obrar  que  sean  ab- 
sorbidos* los  mas  de  ellos  obran  localmente,  y de  las  alteraciones  locales 
aue  provocan  resultan  efectos  fisiológicos  locales  y generales,  que  pueden 
constituir  una  intoxicación  tan  grave,  como  la  que  más  lo  sea. 

2.®  Los  venenos  solubles  ó disuellos,  además  de  su  acción  local  con 
todas  sus  consecuencias  , la  ejercen  general , siempre  por  lo  común  mas 
profunda  y mas  imiesta , por  medio  de  la  absorción , pasando  á la  masa 
de  la  sangre,  ya  para  combinarse  con  los  principios  protéicos  de  la  misma 
y de  órganos  distantes,  ya  para  apoderarse  del  oxígeno  respirado  ó impe- 
dir la  bematosis , ya  para  provocar  descomposiciones  en  dicho  humor  y 
los  tejidos  de  ciertos  órganos,  á consecuencia  de  una  acción  fermentativa. 

3 ° No  se  puede,  pues,  afirmar  de  un  modo  absoluto,  que  la  absorción 
sea  necesaria  para  que  haya  intoxicación;  puesto  que  , aun  cuando  sea 
esa  la  regla  general,  hay  casos  en  los  que  la  intoxicación  se  presenta,  sin 
que  el  veneno  pase  á la  masa  de  la  sangre  (art.  V,  § IV,  C). 

Quede  consignado  que , aun  cuando  estamos  por  la  acción  local  de 
los  venenos,  en  muchos  casos ; no  entendemos  que  obren  sobre  las  ex- 
tremidades de  los  nervios  del  sitio  donde  el  veneno  se  aplica , ni  que  sea 
su  acción  dinámica , si  es  que  esta  palabra  significa  algo. 

Lo  que  queremos  decires,  que  desplegan  su  acción  quimica  sóbrelos 
elementos  que  encuentran  en  ese  sitio,  dando  lugar  mediatamente  á efec- 
tos tisiológicos  locales,  y pudiéndolos  dar  generales  de  más  ó menos  cuan- 
tía ó trascendencia. 

Negamos  que  primero  se  afecte  el  sistema  nervioso,  y luego  vengan 
los  fenómenos  moleculares. 

Los  nervios,  en  su  expansión  periférica,  son  susceptibles  de  quedar 
afectados  por  el  contacto  del  veneno , como  todos  los  demás  tejidos. 

Esta  acción,  ya  puede  ser  atacando  el  veneno  los  elementos  constituti- 
vos de  las  celdillas  nerviosas  periféricas , y desorganizándolas  mas  ó me- 
nos, ó alterándoles  su  movimiento  molecular,  como  á las  celdillas  de  los 
demás  tejidos,  ya  afectando  su  sensibilidad,  y determinando  por  el  modo 
como  las  afectan,  fenómenos  de  reacción  de  los  centros  nerviosos  de  dife- 
rente índole. 

En  la  inmensa  mayoría  de  los  casos,  por  no  decir  en  todos,  la  grave- 
dad de  la  intoxicación  no  depende  de  la  acción  sobre  la  sensibilidad  es- 
pecial de  esas  celdillas  nerviosas , sino  sobre  las  alteraciones  que  deter- 
mina el  veneno  en  el  movimiento  molecular  del  tejido  lisiado  y de  la 
sangre,  y de  ios  fenómenos  fisiológicos  que  esa  alteración  provoca. 

Los  nervios  de  la  sensibilidad  general  ó del  tacto  externo  é interno 
terminan  en  la  periferia  de  la  piel,  órganos  subcutáneos  y cavidades, 
como  todos  los  nervios  de  los  demás  sentidos,  por  medio  de  celdillas  do- 
tadas de  la  facultad  de  recibir  las  impresiones  exteriores  propias  de  esa 
sensibilidad,  y transmitirlas  á los  centros  espinales  y cerebrales  por  me- 
dio de  las  libras  procedentes  de  ios  cordones  posteriores  de  la  médula  y 
las  de  la  sustancia  blanca  del  cerebro. 

Las  hay  para  las  impresiones  propiamente  táctiles,  para  las  dolorífe- 
ras,  viscerales  y genitales.  . 

Toda  impresión  ha  de  empezar  por  afectar  esas  celdillas  periféricas,  asi 
como  toda  reacción  de  movimiento  muscular  ó de  influencia  íuncional  cons- 
ciente ó inconsciente  ha  de  venir  de  las  centrales  de  la  espina  ó del  cerebro. 

Los  venenos , como  agentes  físicos , por  acción  de  contacto , tempera- 
tura, etc.,  no  pueden  hacer  mas  que  excitar  esa  sensibilidad.. 


- 431  - 

Tan  viva  puede  ser  la  excitación,  que  dé  lugar  á reacciones  de  los  cen- 
tros sobre  el  aparato  locomotor  y algunos  aparatos  de  la  vida  orgánica, 
produciendo  mas  ó menos  trastornos  funcionales. 

Por  lo  común  no  sucede  nada  de  eso. 

No  hay  que  hablar  de  acción  vital  ó dinámica,  porque  esto  está  vacío 
de  sentido , ni  tiene  explicación  ninguna  demostrable. 

Como  agentes  químicos,  los  venenos  atacan  la  textura  de  las  celdillas 
periféricas,  y tanto  si  las  desorganizan,  como  cambian  su  estado  por 
combinaciones  con  sus  principios  constitutivos,  modilican  sus  funciones, 
ó las  imposibilitan  para  trasmitir  las  impresiones  que  les  son  propias,  ó 
les  avivan  esa  facultad,  ó les  causan  aberraciones. 

Es  todo  lo  que  pueden  hacer  los  venenos  sobre  las  celdillas  periféricas 
del  sistema  nervioso. 

Las  celdillas  nerviosas,  tanto  periféricas  como  centrales,  además  de  la 
propiedad  de  sentir  las  impresiones  y trasmitirlas,  tienen  las  propiedades 
de  toda  celdilla  orgánica,  se  nutren  de  la  sangre;  de  ella  toman  los  ele- 
mentos que  necesitan,  y á estos  y el  modo  como  en  ellas  se  fijan , se  de- 
ben sus  propiedades  anímicas. 

Si  la  sangre  es  alterada  químicamente,  han  de  sufrir  alteraciones  en  su 
constitución,  y de  consiguiente  en  sus  funciones. 

Hé  aquí  cómo  puede  explicarse  la  acción  de  los  venenos  que  circulan 
con  la  sangre  y llegan  á las  celdillas  centrales. 

Hé  aquí  por  qué  ciertos  venenos  no  producen  efectos,  aplicados  di- 
rectamente sobre  los  nervios  y sus  centros,  y los  producen  introducidos 
en  la  sangre. 

De  todos  modos,  resulta  que  la  acción  de  los  venenos  sobre  el  sistema 
nervioso,  de  que  tanto  habla  la  escuela  vitalista,  no  se  diferencia  de  la 
que  desplegan  sobre  las  celdillas  de  los  demás  sistemas  y tejidos. 

Las  diferencias  están  en  las  de  las  funciones  que  desempeñan  y que  se 
alteran,  perturban,  exaltan  ó deprimen,  según  las  modificaciones  que  les 
imprime  el  movimiento  molecular  causado  por  el  contacto  de  los  elemen- 
tos tóxicos. 

Siempre,  por  lo  tanto , resulta  : l.°  que  la  acción  de  los  venenos  es  fí- 
sica y química ; 42.“  que  es  anterior  á los  trastornos  funcionales;  3.°  que  lo 
grave  de  la  intoxicación  depende,  por  punto  general,  de  las  alteraciones 
que  experimenta  la  sangre  y de  la  imposibilidad  de  ejercerse  las  funciones 
esenciales  á la  vida,  á consecuencia  de  esa  alteración  (art.  Y,  § Y). 

Tampoco  están  de  acuerdo  los  autores  sobre  los  varios  modos  de  obrar 
de  los  venenos ; ya  los  tengan  por  químicos , ya  por  fisiológicos. 

La  generalidad  está  por  mas  de  un  modo  de  obrar. 

Eduardo  Robin  opina  que  lodos  los  venenos  obran  del  mismo  modo: 
apoderándose  del  oxígeno  respirado,  é impidiendo  la  combustión  lenta  y 
la  hematosis,  durante  la  vida;  la  putrefacción,  después  de  la  muerte. 

Todas  las  sustancias  capaces  de  impedir  la  putrefacción,  son  por  eso 
venenos;  porque  también  impiden  la  hematosis. 

Respecto  de  muchos  venenos,  en  especial  los  anestésicos  y otros  que 
obran  de  un  modo  análogo,  tiene  razón  Robín. 

Mas , sobre  que  hay  venenos  que  no  solo  no  impiden  la  putrefacción, 
sino  que  la  deierminan , como  los  sépticos,  que  no  se  combinan  con  el 
oxígeno , sino  con  otros  principios;  no  es  admisible  esa  absoluta , porque 
ni  todos  los  cuadros  sintomáticos  son  los  de  la  asfixia,  ni  todas  las  intoxi- 
caciones se  combaten  por  los  medios  con  que  la  asfixia  se  remedia. 


— 432  — 

Los  antiguos  no  admitían  mas  que  dos  modos  de  obrar  de  los  venenos. 
La  escuela  italiana  moderna  hace  lo  mismo.  No  ve  mas  que  astenia  ó hi- 

dicotomía  es  contraria  á la  que  enseña  la  observación  y la  expe- 
riencia. Además,  se  funda  en  los  efectos  fisiológicos,  y no  en  los  quí- 
micos. 

Galtier  admite  tres  modos  de  obrar  . químico,  físico  y dinámico,  ó vi- 
tal; mas  la  coníusion  de  ideas  que  se  le  nota,  las  contradicciones  é incon- 
secuencias en  que  incurre , no  permite  aceptar  su  manera  de  ver  en  este 
punto. 

Orfila , Devergie  y otros  autores  admiten  cuatro  ó cinco  modos  de 
obrar  : unos  fisiológicos,  y otros  químicos;  este  modo  solo  le  dan  á los 
sépticos,  incurriendo  en  el  grave  error  de  creer  que  solo  estos  obran  quí- 
micamente. 

Mialhe  les  da  cuatro  modos  de  obrar  : 

1. °  Los  que  detienen  ó dificultan  la  circulación  de  la  sangre. 

2. a  Los  que  activan  dicha  circulación. 

3. °  Los  que  impiden  las  reacciones  químicas  que  pueden  hacerse  en  la 
sangre. 

4. “  Los  que  producen  en  este  líquido  reacciones  químicas  anormales. 
Esta  clasificación  de  modos  de  obrar  de  los  venenos  adolece  de  un  de- 
fecto grave;  confunde  los  efectos  primitivos,  con  los  secundarios;  los 
químicos,  con  los  fisiológicos;  y hasta  atribuye  á efectos  físicos  lo  que 
es  consecuencia  de  los  químicos. 

Para  clasificar  bien  los  diferentes  modos  de  obrar  de  los  venenos,  hay 
que  fijarse  primero  en  una  base.  O se  toman  sus  efectos  primitivos,  los 
químicos,  ó los  fisiológicos.  Involucrarlos,  ni  es  lógico,  ni  científico. 

Puesto  que  hemos  probado  que  la  acción  de  los  venenos  es  química, 
esta  es  la  base  que  debe  tomarse  para  el  estudio  de  sus  diferentes  modos 
de  obrar. 

La  acción  propia  , siempre  es  química ; los  efectos  propios,  inmediatos, 
primitivos  ó únicos  del  veneno,  siempre  son  químicos. 

Lo  que  hay  que  ver,  si , siendo  siempre  químico  el  modo  de  obrar,  no 
hay  mas  que  uno , como  opina  Kobin , ó mas  de  uno, 

Consecuentes  con  nuestra  doctrina , y con  lo  que  arroja  un  estudio  de- 
tenido de  esta  materia  , podemos  establecer  lo  siguiente  : 

Los  venenos  obran  químicamente  de  varios  modos; 

1. a  Combinándose  con  los  principios  inmediatos  de  los  tejidos  y la 
sangre. 

2. °  impidiendo  las  combinaciones  naturales  de  los  principios  inmedia- 
tos de  los  tejidos  y la  sangre  con  el  oxígeno  respirado,  y entre  sí. 

3. °  Provocando  metamórfosis  y fermentaciones. 

Examínense  con  detención  todos  los  hechos  bien  conocidos,  y se  verá 
que , en  todo  caso  de  intoxicación , hay  siempre  uno  de  estos  tres  hechos 
radicales  por  lo  menos. 

Una  combinación  anormal  que  altera  las  condiciones  de  los  principios 
inmediatos,  es  un  hecho  radicalmente  diferente  de  una  negación  de  com- 
binaciones, y uno  y otro  lo  son  de  metamórfosis  y fermentaciones  incom- 
patibles con  los  actos  funcionales  de  la  vida  sana. 

Cada  uno,  pues,  es  una  buena  base  para  tomarlos  como  modos  dife— 
-ntes  de  obrar  químicamente  las  sustancias  venenosas, 
establecidos  estos  tres  modos  radicales , hay  que  ver  si  cada  uno  tiene 


- 133  - 

subdivisiones , si  cada  uno  obra  de  un  solo  modí>  5 «te  carite  modos,,  ó, 
mejor,  si  el  hecho  clásico  característico  se  realiza  del  mismo  modo  por 
todos  los  venenos,  que  dan  lugar  á él  en  último  resultado. 

l.er  «iodo.— -Las  combinaciones  de  los  venenos  que  obran  de  este  modo, 
pueden  ejercerse : 

1. °  Sobre  los  principios  protéicos  de  los  sólidos  y líquidos. 

2. *  Sobre  el  oxígeno. 

3. *  Sobre  otros  principios  inmediatos. 

Unas  son  insolubles,  otras  solubles. 

Las  insolubles  lo  son  in  loco,  en  los  tejidos,  pudiendo  adquirir  solubi- 
lidad, reaccionando  sobre  ellos  los  disolventes  de  la  economía,  ó bien  en 
cuanto  llegan  á la  masa  de  la  sangre.  A los  primeros  pertenecen  los  coa- 
gulantes ; á los  segundos , los  que  precipitan  por  los  álcalis  ó los  ácidos 
naturales. 

Combinándose  con  los  principios  protéicos,  hacen  imposibles  las  asi- 
milaciones y desasimilaciones , en  cuyo  juego  consiste  la  vida  ó la  salud. 

Combinándose  con  el  oxígeno,  se  oponen  á la  hematosis  ú oxigenación 
de  los  principios  inmediatos  que  la  exigen. 

Combinándose  con  los  demás  principios,  hacen  una  cosa  análoga  que 
con  los  protéicos. 

2. °  modo.  — Los  gases  y cuerpos  volátiles  que  desalojan  el  oxígeno,  y 
los  cuerpos  de  acción  catalítica  que  se  oponen  á las  combinaciones  natu- 
rales del  oxígeno  ó de  los  demás  principios  entre  sí , y á sus  metamórfo- 
sis , constituyen  dos  grupos  verdaderos  de  esta  clase. 

3. er  modo.  — Las  metamórfosis  y fermentaciones  que  provocan  los  ve- 
nenos de  este  grupo , son  varias. 

1. *  Por  acción  catalítica,  por  contacto,  sin  tomar  parte  en  la  combi- 
nación. 

2. °  Tomando  parte  en  ella. 

Unas  y otras  tal  vez  (no  nos  atrevemos  á afirmarlo  rotundamente , por- 
que es  lo  menos  conocido)  pueden  hacerlo  : 

1. °  Reproduciendo  el  agente  tóxico. 

2. °  Sin  reproducirle. 

Los  virus  son  de  la  primera  clase;  los  miasmas,  los  humores  de  los 
animales  ponzoñosos  y las  sustancias  putrefactas,  de- la  segunda. 

Dé  aquí  el  esbozo  que  en  el  estado  actual  de  la  ciencia  puede  hacerse. 
Ir  mas  allá  , seria  aventurado,  no  conociéndose  el  modo  de  obrar  químico 
de  todos  los  venenos. 

De  estos  tres  modos  radicales  y primitivos  de  obrar,  y de  los  diversos 
modos  como  cada  uno  se  realiza  , se  siguen  coágulos,  precipitados,  diso- 
luciones, destrucción  de  tejido  , etc.,  y á consecuencia  de  estos  fenóme- 
nos, otros  fisiológicos,  locales  y generales,  que  constituyen  la  facies  espe- 
cial de  cada  intoxicación,  bajo  el  punto  de  vista  sintomático  (art.  Y,  § M). 

La  acción  de  los  venenos  no  es  absoluta;  siempre  necesita  de  ciertas 
condiciones  para  que  se  desplegue;  y según  cuales  sean  estas  condicio- 
nes, los  efectos  son  diferentes. 

Para  apreciar  debidamente  los  hechos  prácticos  de  intoxicación  ó en- 
venenamiento, hay  que  tener  en  cuenta  las  circunstancias  que  son  capa- 
ces de  modificar  la  acción  de  los  venenos  ó sus  efectos,  cuando  los  sugc- 
tos  los  toman. 

Los  autores  hablan  de  las  circunstancias  siguientes,  como  capaces  de 
influir  en  los  efectos  ó acción  de  los  venenos. 

TOXJCOLOGU. — 28 


— 434  — 


1/  La  naturaleza  del  veneno. 

2. *  La  cantidad  á que  se  toma. 

3. *  El  estado  en  que  se  da. 

4 * El  vehículo  con  que  se  administra. 

8 * Su  asociación  con  otras  sustancias. 

6 * La  cantidad  de  agua  que  se  ingiere  en  el  acto,  ó poco  después. 
7.*  £1  lugar  donde  se  aplica. 

8/  El  tiempo  que  permanece  en  contacto. 

9. *  El  estado  de  la  piel , si  se  aplica  al  exterior. 

10.  El  de  vacuidad  ó plenitud  ae  las  vías  digestivas. 

11.  La  facilidad  ó dificultad  de  vomitar. 

12.  El  régimen  que  se  sigue. 

13.  El  estado  de  salud  ó enfermedad. 

14.  El  hábito. 

15.  La  idiosincrasia. 

16.  La  edad. 

17.  La  especie  del  animal. 

18.  El  volúmen  del  animal. 

19.  La  sensibilidad. 

20.  El  sueño. 

21.  El  clima. 


Hé  aquí  las  principales  circunstanc’as  que  merecen  comentarios. 

Examinémoslas  una  por  una , segu  el  órden  indicado. 

Hay  venenos  que  por  su  naturaleza  se  dejan  influir  poco ; los  cáusticos, 
ciertos  gases , el  ácido  prúsico,  ciertos  alcalóides,  se  hallan  en  este  caso; 
igual  que  los  virus  y venenos  de  los  animales  ponzoñosos. 

La  cantidad  entra  por  mucho.  Por  lo  mismo  que  la  acción  es  atomís- 
tica, á mayor  número  de  átomos,  más  acción  , en  igualdad  de  las  demás 
condiciones. 


A veces  la  cantidad  influye  poco , si  basta  á desplegar  una  fermenta- 
ción ; por  ejemplo,  las  ponzoñas  y los  virus. 

Hay  casos  en  que  mayor  cantidad  es  menos  venenosa ; así  sucede  con 
los  calomelanos,  por  ejemplo. 

Los  hay  que  en  una  cantidad  dan  lugar  á unos  efectos,  y en  mayor,  á otros. 

El  estado  no  es  indiferente,  puesto  que  la  acción  es  molecular;  los  ga- 
seosos son , en  igualdad  de  las  demás  circunstancias , mas  activos  que  los 
líquidos  ó disueltos , y estos  mas  que  los  sólidos.  Al  estado  sólido  son 
poco  ó nada  activos;  la  parte  que  obra  será  liquefiando. 

Si  el  vehículo  con  que  se  administran  contrae  con  ellos  combinaciones 
que  los  neutralicen,  dejan  de  ser  venenos.  En  otros  casos,  según  sea  el 
vehículo  con  que  se  dé  una  sustancia,  puede  adquirir  una  acción  dañina. 

La  asociación  de  una  sustancia  á otra  puede  serle  indiferente,  aumen- 
tarle la  acción  , disminuirla  y neutralizarla. 

Si  las  sustancias  asociadas  se  cambian  sus  principios , formando  nue- 
vas combinaciones , según  cuales  sean  las  propiedades  de  estas , habrá 
diferentes  efectos. 


Como  cada  sustancia  que  necesita  de  ciertos  agentes  de  la  economía 
para  obrar,  no  se  disuelve  en  los  mismos,  si  se  agota  uno  para^  unas, 
quedan  para  otras  otros ; así , su  asociación  da  una  suma  de  mayor  activi- 
dad , porque  todas  quedan  disueltas  y activas. 

La  cantidad  de  agua  con  que  se  den , ó que  contenga  el  estómago,  unas 
veces  aumentan  su  actividad , otras  podrá  disminuirla. 


- m - 

Sí  son  solubles , la  aumentará  disolviéndolos ; sí  no  lo  son , sí  han  de 
adquirir  solubilidad  por  medio  de  los  ácidos  ó álcalis  de  la  economía , el 
agua  debilitará  estos,  y disolverán  menos  las  sustancias  venenosas. 

" Los  ácidos  y álcalis  que  obran  como  cáusticos  ó irritantes,  se  diluyen 
con  el  agua  y pierden  su  acción. 

El  lugar  donde  se  aplican  puede  influir,  ya  por  su  textura  anatómica, 
ya  por  los  principios  que  haya  en  él ; según  el  modo  como  con  los  venenos 
se  combinen  , facilitan  ó dificultan  su  absorción  , ó neutralizan  sus  efectos. 

La  importancia  del  órgano  atacado  y sus  relaciones  funcionales  pue- 
den influir  notablemente;  los  cáusticos,  en  la  piel,  por  ejemplo,  no  sue- 
len tener  graves  consecuencias , ni  se  tienen  por  intoxicaciones;  en  los 
órganos  interiores  matan. 

El  tiempo  influye  también  ; si  hay  venenos  de  acción  instantánea  , los 
hay  que  necesitan  tiempo  para  desplegar  su  acción  y sus  efectos.  Un  gas 
obra  al  instante;  un  cáustico  que  apenas  queda  un  segundo  en  contacto 
con  un  tejido , produce  efectos  muy  diferentes  del  que  permanece.  Por 
punto  general , cuanto  menos  dura  el  contacto,  menor  es  el  efecto. 

El  estado  de  la  piel,  cuando  se  aplican  á ella,  influye  bastante;  con 
epidermis,  en  general,  son  menos  activos  que  sin  ella;  seca,  árida,  cons- 
treñida , no  da  tan  fácil  paso  como  cuando  está  madorosa,  caliente  y flá- 
cida.  Según  el  grueso  de  la  epidermis  y la  mayor  circulación  que  haya 
en  la  parte,  es  diferente  la  acción  local  y la  absorción. 

Siempre  suele  ser  menor  el  efecto  cuando  el  estómago  está  lleno  de 
alimentos  ó de  agua,  que  vacio.  En  los  envenenamientos  colectivos,  el  que 
come  mucho  de  los  platos  no  envenenados , sufre  menos  que  el  que 
come  poco  de  estos  ; siquiera  no  coma  mucho  del  que  tiene  veneno. 

El  que  vomita  fácilmente,  en  muchos  casos  no  se  intoxica  tanto  como  el 
que  no  puede  vomitar;  así  da  menos  tiempo  al  veneno  para  desplegar  su 
acción  , puesto  que  le  arroja. 

El  régimen  que  se  sigue,  ó alimentos  y bebidas  de  que  se  haga  uso, 
pueden  neutralizar  ó avivar  la  acción  de  ciertos  venenos;  hay  lugar  á for- 
mación de  mas  ácidos  y cloruros,  y estos  disolventes  pueden  obrar  mas 
sobre  ciertos  venenos. 

En  estado  de  enfermedad  se  pueden  tomar  ciertas  sustancias  que  daña- 
rían en  estado  de  salud. 

Hay  muchos  casos  prácticos  de  sugetos  que,  estando  enfermos,  han 
tomado  cantidades  por  lo  común  venenosas  , de  ciertas  sustancias,  y no 
solo  no  han  muerto , sino  que  se  han  curado  de  su  dolencia. 

Sabido  es  y frecuente,  que  los  que  padecen  fuertes  dolores,  calenturas, 
venéreo  , etc. , toman  sustancias  medicinales  á cantidades  que  no  sopor- 
tarían estando  sanos. 

Las  enfermedades  dan  lugar  á modificaciones  en  los  principios  inme- 
diatos , en  el  movimiento  molecular  de  asimilación  y desasimilacion ; au- 
mentan, disminuyen  ó alteran  la  formación  de  los  humores  gástricos,  in- 
testinales , bilis,  moco,  etc. , los  ácidos  y cloruros  alcalinos,  de  lo  cual 
resulta  que  las  combinaciones  con  los  venenos  no  se  efectúan  del  propio 
modo  ó no  llegan  á realizarse. 

Becquerel , Alialhe,  Kobin  y Yerdeil , Liebig  , Bichoff,  Yogel  y otros 
han  demostrado  que  en  ciertas  enfermedades  hay  notable  cambio  de  prin- 
cipios inmediatos  , diferente  movimiento  molecular,  y eso  da  lugar  á que 
los  venenos  puedan  sufrir  modificaciones  en  sus  efectos,  según  esté  sano 
ó enfermo  el  sugeto  , y según  la  enfermedad  que  padezca. 


- 486  - 


Fl  h Abito  Darece  míe  también  puede  influir.  Se  citan  casos  raros  de 

s aue  han  tomado  habitual  mente  grandes  cantidades  de  opio  , ci- 
“Sh??o  v otras  sustancias.  En  la  práctica  se  ve  todos  los  dias. 

Por  io  común  son  sustancias  orgánicas. 

Cítanse  algunos  casos  relativos  al  sublimado  corrosivo  y arsénico  que 
arecen  sospechosos.  En  la  baja  Austria,  en  Styria,  hay  aldeanos  que  le 
comen  para  subir  mas  ligeros  las  montañas,  y las  mujeres  para  estar 
mas  frescas  y rollizas;  pero  muchos  se  envenenan. 

A veces  un  cambio  brusco  en  el  uso  de  una  sustancia  habituada  dismi- 
nuyendo la  cantidad,  hace  tanto  daño,  como  si  bruscamente  se  au- 
mentase. 


La  idiosincrasia  figura  como  circunstacia  capaz  de  modificar  la  acción 
de  los  venenos. 

Hay  bastantes  casos  prácticos  de  sugetos  que  toman  impunemente 
grandes  cantidades  de  sustancias  venenosas,  enérgicas,  sublimado,  tár- 
taro emético  , arsénico , y no  les  hace  nada , al  paso  que  los  intoxica  el 
azúcar. 

Algunos  casos  que  se  citan  como  efectos  del  hábito , si  son  ciertos , sin 
duda  son  mas  bien  ejemplos  de  idiosincrasia. 

Es  muy  común  que  sustancias  generalmente  inofensivas  causen  daño 
á ciertas  personas. 

Respecto  de  los  purgantes  se  ve  lodos  los  dias : hay  sugetos  que  con 
nada  tienen  abundantes  evacuaciones  , y otros  que  apenas'  pueden  tener- 
las con  los  drásticos. 

Eso  depende  también  del  jugo  molecular  de  esos  sugetos , del  estado 
de  sus  principios  inmediatos  y humores , y el  modo  como  en  ellos  se 
forman. 

La  edad  no  ofrece  casos  notables  de  diferencia  , y si  los  hay,  depende 
también  de  lo  mismo  que  hemos  indicado,  respecto  de  la  enfermedad  y 
la  idiosincrasia. 

En  cuanto  á la  especie  del  animal , hay  bastantes  venenos  que  dañan 
al  hombre  y varios  animales,  y otros  las  comen  ó toman  impunemente. 

El  peregil  y las  almendras  amargas  matan  á las  gallináceas. 

La  cicuta  solo  daña  al  hombre  y á los  pájaros;  el  acónito  es  inofensivo 
para  los  caballos ; los  cerdos  comen  la  raíz  del  beleño ; los  rumiantes 
apenas  se  resienten  del  arsénico  , opio  , nuez  vómica  , cicuta  , etc. , etc. 

Este  fenómeno  tiene  íntima  relación  con  las  diferencias  de  principios 
inmediatos  en  los  animales,  según  su  especie. 

El  volúmen  del  animal  ofrece  pocos  casos  de  diferencias ; sin  embar- 
go, se  concibe  que  consistiendo  el  daño  en  la  cantidad  de  principios  in- 
mediatos que  el  veneno  altera  , sea  mas  fácil  llegar  al  exceso  en  un  ani- 
mal de  poco  tamaño,  que  en  uno  de  tamaño  mayor. 

Cítase  el  caso  de  un  elefante  que  no  pudo  ser  envenenado  con  gran- 
des cantidades  de  ácido  prúsico  y arsénico.  Tal  vez  es  caso  de  especie 
de  animal. 

La  sensibilidad  del  animal  ó del  sugeto  no  puede  tomarse  como  cir- 
cunstancia muy  modificadora ; podrán  sentir  mas  ó menos  dolor  y dar 
lugar  á mas  vivas  reacciones , producidas  por  aquel;  pero  en  cuanto  á 
los  efectos  químicos  del  tósigo,  no  ha  de  haber  por  eso  diferencia. 

El  sueño  tampoco  influye  en  nada;  el  movimiento  molecular  es  acaso 
m™activo-  No  hay  hechos  que  demuestren  diferencias. 

El  clima,  así  como  influye  en  las  dósis  medicinales,  pudiendo  seí  th&- 


- 437  - 

yores  en  los  países  del  Norte  que  en  los  del  Mediodía , acaso  también 
influya  en  los  efectos  de  los  venenos ; sin  embargo  no  hay  hechos  que  lo 
prueben. 

Es  necesario  advertir  que  todo  cuanto  llevamos  dicho , sobre  las  cir- 
cunstancias que  modifican  la  acción  de  los  venenos  ó sus  efectos,  no  debe 
entenderse  de  un  modo  general;  lo  que  se  observa  en  unos,  no  se  ob- 
serva en  otros , y los  hay  que  se  dejan  influir  más  por  ciertas  circuns- 
tancias. 

Fuera  de  algunas  de  estas,  que  casi  hacen  lo  propio  con  todos,  hay 
que  entenderlo  tan  solo  de  un  modo  particular. 

Para  generalizar  esas  influencias,  deberían  hacerse  mas  observaciones  y 
experimentos  con  todos  los  venenos  y cada  uno , en  todas  las  circunstan- 
cias (art.  Y,  § VII). 

Puesto  que  los  venenos  no  tienen  la  misma  acción  , ni  producen  los 
mismos  efectos  químicos , ni  dan  lugar  á los  mismos  fenómenos  fisioló- 
gicos, son  susceptibles  de  ser  clasificados. 

Los  autores  tampoco  están  de  acuerdo  sobre  la  clasificación  de  los  ve- 
nenos. Hay  muchas  v ninguna  cabal;  todas  son  defectuosas,  lo  cual  de- 
pende de  que  no  se  tiene  un  conocimiento  exacto  del  verdadero  modo  de 
obrar  de  todos  los  venenos  conocidos. 

La  mas  generalmente  seguida  ha  sido  hasta  ahora  la  de  Orfila  en  ve- 
nenos irritantes , narcóticos , narcótico-acres  y sépticos. 

Esta  clasificación  descansa  en  los  efectos  fisiológicos.  La  mayor  parte 
de  las  clasificaciones  parte  del  mismo  punto  de  vista,  y hay  algunos 
que  no  tienen  base  fija.  La  de  los  diferentes  modos  de  obrar  ies  sirve 
para  clasificarlos. 

Los  venenos  pueden  clasificarse  de  dos  modos ; ya  por  los  efectos  quí- 
micos , ya  por  los  efectos  fisiológicos. 

En  ef  estado  actual  de  la  ciencia  y respecto  de  las  ventajas  de  la  prác- 
tica , por  ahora  tal  vez  sea  preferible  clasificarlas  por  sus  efectos  fisio- 
lógicos. 

La  ventaja  actualmente  está  en  que  esa  base  se  relaciona  con  los  cua- 
dros sintomáticos  ó el  diagnóstico  , pronóstico  , alteraciones  anatómicas  y 
terapéutica  de  la  intoxicación. 

Sin  embargo , á medida  que  se  conozca  mejor  el  modo  químico  de 
obrar  de  cada  clase  de  venenos  y los  efectos  fisiológicos  que  provocan, 
será  mas  fácil  y mas  científico  clasificarlos  por  los  efectos  químicos. 

No  debe  adoptarse  para  la  clasificación  de  los  venenos,  ni  el  reino  á 
que  pertenecen,  ni  el  estado,  ni  la  naturaleza  química;  porque  , perte- 
neciendo á varios  reinos,  estados  y naturalezas,  los  hay  que  provocan  in- 
toxicaciones iguales,  y otros,  que  siendo  del  mismo  reino,  estado  y na- 
turaleza, las  determinan  diferentes. 

No  solo  hay  dificultad  en  clasificar  los  venenos  por  su  acción  química, 
ó por  los  efectos  fisiológicos  que  determinan , sino  en  la  colocación  de 
los  conocidos  en  cada  cíase ; los  hay  que  tienen  derecho  á ser  colocados 
en  mas  de  una. 

Ateniéndonos  á lo  dicho , al  estado  actual  de  la  ciencia  y no  aspirando 
á la  perfección  sino  á un  medio  de  agrupamiento  que  facilite  el  estudio 
de  la  toxicología,  tanto  general  como  particular,  vamos  á exponer  cómo 
pueden  clasificarse  los  venenos,  primero,  según  sus  efectos  químicos,  y 
segundo,  según  los  fisiológicos. 

Por  sus  efectos  químicos , se  dividen  en  tres  clases  radicales  : 


- 438  — 

1. *  Los  que  dan  lugar  á combinaciones  anormales  é incompatibles  con 

la  salud  y la  vida. 

2. '  Los  que  impiden  las  combinaciones  normales. 

3/  Los  que  provocan  metamórfosis  y fermentaciones  contrarias  á la 
vida  ó la  salud. 

Cada  una  de  estas  tres  clases  se  divide,  en  varias  subclases. 

La  primera  en  tres  : 

1/  Las  combinaciones  se  efectúan  con  los  principios  protéicos  de  los 
tejidos  y la  sangre. 

2. *  Con  el  oxígeno  respirado. 

3. ’  Con  otros  principios  inmediatos. 

La  segunda  en  dos : 

1. a  Los  que  impiden  la  hematosis  ú otras  combinaciones  por  acciones 
catalíticas. 

2. a  Los  que  desalojan  el  oxígeno  de  la  sangre. 

Por  último , la  tercera  en  dos  : 

1. a  Que  provoca  metamórfosis  por  acción  catalítica  ó fermentación  sin 
reproducción  del  excitador. 

2. a  Con  reproducción  del  excitador. 

Las  mismas  subclases  ofrecen  diferencias  por  grupos , las  que  no  con- 
signarémos  aquí , por  no  dar  á este  trabajo  demasiado  sabor  escolástico 
ó galénico. 

Por  sus  efectos  fisiológicos,  los  venenos  se  dividen  en  seis  clases: 

1. a  Cáusticos. 

2. a  Inflamatorios. 

3. a  Narcóticos. 

4. a  Nervioso-inflamatorios. 

B.a  Asfixiantes. 

6.a  Sépticos. 

Cada  una  de  estas  clases  se  divide  también  en  varias  subclases , por  lo 
menos  la  mayor  parte. 

La  primera  comprende  : 

1 .a  Los  verdaderamente  cáusticos , siempre  destructores. 

2. a  Los  coagulantes  astringentes  que  no  destruyen  la  trama  de  los 
tejidos. 

3. a  Los  que  forman  coágulos  y se  disuelven,  con  el  tejido  en  un  exceso 
de  veneno. 

La  segunda  en  cuatro  : 

1. a  Inflamatorios  locales. 

2. a  Inflamatorios  generales. 

3. a  Inflamatorios  locales  y generales  á la  vez. 

4. a  Inflamatorios  especiales. 

La  tercera  no  tiene,  en  realidad,  subclases. 

La  cuarta  se  divide  en  dos.  _ . 

1. a  Inflamación  local  ó general,  y especial  con  síntomas  nerviosos  de 

excitación  cerebral : ataxia.  . ......  , 

2. a  Dichas  inflamaciones,  con  aplanamiento  é insensibilidad,  y parálisi 

üdinamia. 

La^  quinta  se  divide  en  tres  : 

1.a  Asfixiantes  tetánicos. 

Asfixiantes  paralíticos. 

3.  Asfixiantes  anestésicos. 


- 439  - 

Por  último , la  sexta  en  cuatro : 

1. *  Sépticos  por  gases  mefíticos  ó miasmáticos. 

2. a  Sépticos  por  animales  ponzoñosos. 

3. a  Sépticos  por  humores  virulentos. 

4. a  Sépticos  por  sustancias  orgánicas  putrefactas. 

No  perdamos  de  vista  : l.°  que,  si  no  aceptamos  la  primera  base,  y no 
nos  acomodamos  á ella  en  esta  obra,  á pesar  de  habernos  declarado  por 
la  acción  química  de  los  venenos,  es  porque  falta  conocer  experimental- 
mente el  verdadero  modo  de  desplegarla  muchos  venenos;  y 2.°  que 
tanto  una  base  como  otra , no  pueden  servir  mas  que  como  buen  medio 
de  estudio  general  y particular,  permitiendo  ojeadas  generales  y sintéti- 
cas que  faciliten  ese  estudio  (art.  VI). 

Para  el  estudio  de  la  acción  de  los  venenos,  lo  mismo  que  para  otros 
conocimientos  relativos  á los  mismos , y á la  intoxicación  , la  ciencia  tiene 
las  observaciones  ó casos  prácticos,  y los  experimentos,  en  los  irracio- 
nales. 

Hasta  tiempos  muy  modernos,  los  casos  clínicos  han  sido  casi  exclusi- 
vamente los  que  han  suministrado  datos  á la  ciencia  toxico'ógica. 

Los  árabes  hicieron  algunos  experimentos;  y desde  que  la  experimen- 
tación se  introdujo  en  las  ciencias  físicas,  naturales  y biológicas,  se  ha 
buscado  en  ella  mayor  luz  para  resolver  los  problemas  toxicológicos. 

Desde  este  siglo  data  en  grande  escala  la  experimentación.  Orilla  ha 
sido  su  gran  propagador,  ya  que  no  el  creador  de  ella. 

Los  casos  clínicos  no  bastan  por  sí  solos  para  hacer  progresar  la  cien- 
cia. Más  ha  progresado  en  lo  que  llevamos  de  siglo,  con  la  experimenta- 
ción y aplicación  de  las  ciencias  físicas  y químicas,  que  en  los  anteriores 
siglos,  por  medio  de  las  observaciones  y doctrinas  escolásticas  y metafísicas. 

En  los  casos  clínicos,  el  principal  interés  está  en  salvar  á los  sugetos 
comprometidos  por  un  veneno , y no  se  puede  observar  bien  la  marcha 
de  una  intoxicación. 

Solo  escogiendo  un  dalo  en  este  caso , y otro  en  otro , es  como , á la 
larga,  se  llega  á lomar  algún  conocimiento.  Así,  se  necesitan  muchos 
años,  por  no  decir  siglos,  para  dar  un  paso. 

No  es  posible , moralmente  hablando , hacer  experimentos  en  el  hom- 
bre , fuera  de  algunos  casos,  y respecto  de  ciertos  fenómenos,  que  no 
comprometen  su  existencia. 

Es  inmoral  hacer  lo  que  se  ha  hecho  en  otros  tiempos , ensayando  ve- 
nenos y antídotos  en  condenados  á muerte. 

No  pudiendo  hacer  experimentos  en  el  hombre  , y no  siendo  suficiente 
la  observación  de  los  casos  clínicos,  que  seria  lo  mejor,  hay  que  experi- 
mentar en  los  animales  de  fisiología  mas  ó menos  parecida  á la  humana. 

La  experimentación  en  los  animales  tiene  sus  adversarios  : háylos  que, 
como  los  cuákeros,  exageran  el  sentimentalismo,  y se  oponen  á que  se 
sacrifique  los  perros , conejos,  aves,  etc.,  para  hacer  experimentos  en 
beneficio  de  la  especie  humana. 

Los  cuákeros,  y las  sociedades  protectoras  de  animales,  no  tratan  con 
igual  celo  de  acabar  con  la  caza  , la  pesca,  los  mataderos,  sacrificio  de 
aves  domésticas  y ciertos  espectáculos  públicos , en  los  que  son  sacrifica- 
dos los  toros  , los  caballos , los  perros  y los  gallos. 

¿i  Hay  otros  que  combaten  la  experimentación  in  anima  vili,  porque  creen 

aue  no  pueden  hacerse  aplicaciones  cabales  al  hombre,  en  razón  de  las 
iferencias  de  especie  ú organización. 


- 440  — 

Fse  inconveniente  es  exagerado ; primero,  porque  bajo  muchos  puntos 
de  vista  no  hay  grandes  diferencias,  y segundo,  porque  uniendo  la  expe- 
rimentación-para llenar  vacíos  que  dejan  los  casos  clínicos ; estos  sirven 
á sú  vez  de  regulador,  en  punto  á las  aplicaciones. 

Los  datos  que  se  obtienen  por  medio  de  la  experimentación,  no  se 
aplican  absolutamente  al  hombre , sino  por  analogía  y aproximación  en 
todo  lo  que  la  especie  presenta  de  diferencias. 

Los  perros  son  los  animales  mas  generalmente  escogidos  para  hacer 

experimentos. 

Como  casi  en  todos  los  casos  se  necesita  hacer  operaciones  cruentas, 
hay  que  atender  á ellas  y los  síntomas  que  les  son  propios  para  no  con- 
fundirlos con  los  de  los  venenos. 

Los  experimentos  pueden  hacerse  deponiendo  los  venenos  y contravene- 
nos y remedios  en  diferentes  partes  del  cuerpo  del  animal ; por  lo  mismo 
que  hemos  visto  que  hay  diferentes  vías,  por  donde  pueden  introducirse. 

Cuando  se  hacen  ensayos  por  el  estómago,  ora  se  introducen  las  mate- 
rias por  la  boca  y el  esófago , ora  se  practica  una  abertura  en  el  abdó- 
men  en  busca  de  dicha  viscera,  así  como  cuando  se  ensaya  por  la  vía  in- 
testinal superior. 

Como  los  perros  vomitan  fácilmente,  se  les  ata  el  esófago  para  que  no 
arrojen  lo  ingerido,  y como  muy  á menudo  no  quieren  comer  los  alimen 
tos  envenenados  que  se  les  dan,  se  acostumbra  á introducirlos  por  el  esó- 
fago, abriéndole  y ligándole  luego  por  medio  de  una  incisión  que  se  les 
hace  en  el  cuello. 

Oríila  ha  sido,  si  no  el  inventor,  porque  ya  lo  hacia  Magendie,  el  gran 
propagador  de  la  ligadura  del  esófago  de  los  perros , en  los  que  hacia 
sus  experimentos. 

La  mayor  parte  de  los  que  ha  consignado  en  su  Toxicología  general , se 
han  hecho  mediante  esa  ligadura. 

Giacomini,  Anglada,  Devergie  y otros  se  declararon  años  atrás  contra 
esa  operación,  suponiendo  que  podía  producir  síntomas  capaces  de  con- 
fundirse con  los  de  las  intoxicaciones. 

Orilla  había  experimentado  no  aplicando  mas  que  la  ligadura  , para 
estudiar  los  síntomas  de  esta  lesión,  y una  vez  establecidos,  pudo  distin- 
guir siempre  los  que  correspondían  á los  venenos. 

En  1856,  Bouley  y Reynal  presentaron  una  nota  á la  Academia  de  Pa- 
rís, sentando  que  la  ligadura  del  esófago  es  peligrosa  y que  conduce  á la 
confusión  de  sus  síntomas  en  los  de  los  venenos. 

Una  comisión  de  la  Academia,  en  1858,  dió  su  dictámen  y reconoció  en 
parte  lo  afirmado  por  Bouley  y Reynal ; pero  sin  dar  por  nulo  lo  consig- 
nado en  la  obra  de  Orilla  como  algunos  pretenden , ni  rechazar  la  liga- 
dura del  esófago , estableciendo  reglas  para  hacerla  provechosa , entre 
ellas  el  apretarla  poco  y tenerla  poco  tiempo  aplicada. 

Hubo  algún  debate;  pero  la  Academia  votó  el  dictámen  con  alguna  mo- 
dificación. 

No  hay  que  atribuir  á la  ligadura  del  esófago,  ni  los  peligros  que  se  su- 
ponen y exageran,  ni  la  confusión  de  efectos. 

Orilla  observó  todo  lo  que  dice  Bouley  y Reynal  y la  comisión  de  la 
Academia;  los  experimentos  han  sido  públicos  y vistos  por  otros  prácti- 
cos, y jamás  ha  sucedido  lo  que  aquellos  han  supuesto. 

La  gran  práctica  de  Orfila  evitaba  todos  los  peligros,  y al  fin  y al  cabo 
lo  que  recomienda  la  Academia  es  lo  que  hacia  Orfila. 


- 441  — 

La  ligadura  se  practica  haciendo  una  incisión  en  la  parte  céntrica  del 
cuello  del  perro  en  busca  del  esófago,  se  aísla  de  vasos,  nervios  y demás 
tejidos,  lo  cual  se  facilita , introduciendo  por  las  fosas  nasales  una  sonda 
que  levante  en  su  pico  inferior  al  esófago : se  toma  con  la  aguja  de  Desr 
champs;  se  abre  con  unas  tijeras;  se  echa  por  medio  de  un  embudo  la 
sustancia  que  se  ensaya , si  es  líquida  , ó se  mete  á pedacitos  y empuja 
hácia  abajo  con  una  sonda,  si  es  sólida;  se  pasa  un  hilo  por  debajo  de  la 
abertura  y se  liga  suavemente,  dejándola  por  espacio  de  treinta  horas, 
tiempo  sobrado  para  observar  la  acción  del  veneno  y contraveneno.  El 
animal  se  cura  por  lo  común.  En  ese  tiempo  no  presenta  síntomas  capa- 
ces de  confundirse  con  los  causados  por  el  veneno. 

Si  se  ensaya  sin  ligadura , se  da  á comer  á los  perros  el  veneno  con 
morcilla  ú otros  alimentos. 

Si  se  quiere  aolicar  el  veneno  directamente  al  estómago , se  hace  una 
incisión  en  el  abdómen,  como  cuando  se  hacen  fístulas  artificiales  gástri- 
cas ó hepáticas.  Otro  tanto  puede  hacerse,  cuando  se  ensaya  en  alguno  de 
los  intestinos,  peritoneo  , etc. 

En  todas  las  demás  vías  se  depone  el  veneno,  contraveneno  ó lo  que  sea. 

Las  vías  respiratorias  se  escogen  para  el  ensayo  de  los  gases.  Los  lí- 
quidos y bebidas  no  son  á propósito  por  esas  vías. 

Las  conjuntivas  se  escogen  para  el  ácido  prúsico,  nicotina  y otros  vene- 
nos de  acción  rápida. 

Las  venas  y demás  vasos  sirven  para  ensayos  directos  sobre  la  sangre. 

Sean  cuales  fueren  las  vías  escogidas  para  el  ensayo  ó experimentación 
y el  objeto  que  el  experimentador  se  lleve,  es  necesario  tener  en  cuenta 
ios  principios  que  hemos  establecido  en  este  capítulo , mientras  no  haya 
hechos  que  nos  obliguen  á modificarlos  (art.  VII). 

CAPITULO  II. 

PATOLOGÍA  DE  LA  INTOXICACION. 


De  las  parles  que  la  patología  de  la  intoxicación  comprende. 

He  dejado  establecido  que  por  Patología  de  la  intoxicación  entiendo 
aquella  parte  de  la  Toxicología  general , que  trata  de  la  etiología  tóxica, 
del  diagnóstico  , pronóstico  y anatomía  patológica , relativas  á las  perso- 
nas intoxicadas. 

No  comprendo,  en  la  patología  de  la  intoxicación,  mas  que  la  etiología 
tóxica,  el  diagnóstico,  pronóstico  y anatomía  patológica,  porque  las  de- 
más partes  de  la  patología  no  vienen  aquí  al  caso. 

La  misma  etiología,  por  ejemplo,  no  debería  figurar  en  esta  parte,  por- 
que las  causas  de  las  enfermedades  especiales,  llamadas  intoxicaciones, 
son  los  venenos,  y el  estudio  de  estas  causas  como  tales  es  ocioso  , ya 
porque,  porelmero  hecho  de  ser  intoxicaciones  las  enfermedades  en  que 
se  ocupa  el  toxicólogo,  sabemos  que  esas  causas  son  los  venenos,  ya 
porque  la  fisiología  de  la  intoxicación  basta  y sobra  para  ello. 

En  la  patología  general  y en  las  particulares  comunes,  la  etiología  es 
un  estudio  necesario,  porque  hay  que  investigar  las  diferentes  causas  que 
pueden  producir  el  mal,  ya  directas  ó inmediatas,  ya  mediatas  é indirec- 
tas; ó de  otro  modo,  ya  predisponentes,  ya  determinantes,  ya  prójimas, 
con  el  objeto  de  que,  dado  un  mal , podamos  saber  á qué  causas  es  debido, 


- 442  - 

Fn  la  Datología  de  !a  intoxicación  ya  partimos  de  este  dato,  que  es  uno 
d mas  venenos  la  causa  del  estado  morboso  , y si  por  el  diagnóstico  ge- 
neral como  lo  vamos  á ver  luego , se  viene  en  conocimiento  de  que  se 
trata  de  una  intoxicación  y no  de  una  enfermedad  común ; si  por  el  diag- 
nóstico genérico  conocemos  que  se  trata  de  tal  clase  de  venenos,  y por  el 
diagnóstico  particular  deducimos  el  veneno  causante  de  la  intoxicación, 
la  parte  etiológica  ya  está  resuelta ; el  diagnóstico  nos  dice  que  es  un  ve- 
neno la  causa  del  mal. 

¿Qué  ha  hecho  Gal lier  cuando  en  su  Toxicología  general  ha  compren- 
dido la  etiología  de  la  intoxicación?  lia  tratado  de  los  procedimientos  ó 
de  las  operaciones  analíticas,  para  descubrir,  no  la  causa  del  mal,  sino 
el  veneno  y su  naturaleza.  Es  decir,  se  ha  ocupado  en  la  parte  analítico- 
química  de  la  intoxicación. 

Los  autores  dicen  que  la  etiología  es  aquella  parte  de  la  patología  que 
se  ocupa  en  investigar  las  causas  de  las  enfermedades.  Pues  bien  ; tratar 
de  las  análisis  químicas  relativas  é.  los  venenos , no  es  investigar  las  cau- 
sas de  la  intoxicación ; es  determinar  la  existencia  de  un  veneno  donde 
se  busca , y los  caracteres  de  este  veneno  para  distinguirle  de  otro  y de 
todo  otro  cuerpo  inofensivo.  Es  probar  por  este  medio  la  realidad  de  la 
causa , ó lo  que  es  lo  mismo,  la  naturaleza  del  mal ; es  proporcionar  un 
órden  de  datos  para  formar  el  diagnóstico. 

La  análisis  química  , que  es  á lo  que  conduce  lo  que  llama  Galtier  etio- 
logía toxicológica , no  tiene  por  objeto  determinar  ni  investigar  las  causas 
de  la  intoxicación , sino  la  existencia  de  cuerpos  y sus  caracteres  distinti- 
vos , sean  cuales  fueren  luego  las  aplicaciones  que  se  hagan  de  esas  in- 
vestigaciones á esta  ó aquella  ciencia. 

Toda  investigación  que  tenga  por  objeto  determinar  la  causalidad  de 
una  afección  tóxica , no  forma  por  sí  sola  la  etiología  de  estas  afeccio- 
nes; esa  etiología  se  extiende  á mas  datos,  á todo  lo  que  conduce  á de- 
terminar la  causa.  Pues  bien ; para  determinar  esta  causa  , no  solo  sirve 
la  prueba  de  la  existencia  de  un  veneno , descubierto  por  sus  caractéres 
con  las  operaciones  analítico-químicas ; es  necesario , como  lo  verdmos  á 
su  tiempo , el  estudio  de  los  síntomas  y el  de  las  alteraciones  anatómico- 
patológicas.  Así  que , tanta  razón  habría  para  llamar  etiología  toxicoló- 
gica á las  investigaciones  de  esos  datos,  como  á los  datos  adquiridos  por 
la  análisis  química. 

La  etiología  verdadera  de  la  intoxicación,  como  de  todas  las  demás  en- 
fermedades , como  de  todos  los  fenómenos , es  la  filosofía ; esía  es  la  que 
busca  la  razón , el  por  qué  de  esos  fenómenos ; la  que  investiga  la  causa- 
lidad, aquella  á que  se  debe  realmente  la  producción  de  estos  fenómenos, 
de  esa  enfermedad,  deesa  intoxicación;  y esa  parte  filosófica  mas  bien 
se  llama  semeiótica  ,ó  semeiología ; mejor  aun  filosofía. 

HSTodo  lo  que  puede  decirse  de  la  etiología  de  la  intoxicación  se  reduce 
á estas  palabras : Las  causas  de  las  intoxicaciones  son  los  venenos.  Ellos 
son  los  únicos  que  las  producen  ; por  eso  se  llaman  intoxicaciones.  Esta 
palabra  determina  las  causas;  por  sí  sola  constituye  la  etiología.  Por  eso 
nos  limitarémos,  en  cada  intoxicación  genérica,  á indicar  los  venenos  que 
la  preservan.  A eso  se  reducirá  la  parle  etiológica. 

El  estudio  sobre  las  propiedades  de  esas  causas  y su  modo  de  obrar 
f°.rma  la  fisiología  de  la  intoxicación , que  ya  llevamos  expuesta.  El  estu- 
dio de  los  medios  de  descubrir  la  existencia  de  estas  causas  constituye 
la  química  de  la  intoxicación,  de  la  cual  hablaremos  en  su  lugar* 


- íiá  - 

El  estudio  que  nos  conduce  á apreciar  el  valor  de  los  caracteres  quí- 
micos de  los  venenos,  demostrados  por  las  análisis,  es  una  parte  de  la 
semeiótica,  mejor  aun,  de  la  filosofía  de  la  intoxicación,  de  la  cual  tam- 
bién tratarémos  á su  tiempo. 

Tampoco  hemos  comprendido  en  la  patología  de  la  intoxicación,  como 
lo  acabamos  de  indicar,  la  semeiótica ; porque,  si  bien  esta  parte  de  la 
patología  se  ocupa  en  los  síntomas  y signos  para  la  formación  del  diag- 
nóstico y pronóstico,  y bajo  este  punto  de  vista  parece  que  debería  for- 
mar parte  del  capítulo  actual  , es  una  parte  que  comprende  mas  que  los 
solos  síntomas  y signos,  ó por  mejor  decir,  estos  últimos,  no  solo  se  for- 
man en  virtud  de  los  datos  objetivos  que  dan  los  síntomas , sino  también 
de  los  que  dan  las  alteraciones  de  los  sólidos  y líquidos,  y los  resultados 
de  las  análisis  químicas,  igualmente  que  de  todas  las  demás  circunstan- 
cias del  sugeto,  puesto  que  los  signos,  no  solo  son  diagnósticos  ó actuales, 
sino  también  anamnésticos  ó pasados,  y pronósticos  ó futuros. 

La  semeiótica  es  la  filosofía,  porque  la  constituyen  los  juicios  sobre 
los  particulares,  el  trabajo  intelectual  de  las  facultades,  comparación  y 
causalidad , y para  ser  cabal  y completa , es  necesario  poseer  todos  los 
datos  relativos  á la  intoxicación.  Y como  quiera  que,  aun  estudiada  toda 
la  patología  de  esta,  no  hay  todos  los  datos  semeióticos,  cumple  tratar  de 
esto  en  una  parte  que  venga  á ser  el  resúmen  general , esto  es  , en  la 
filosofía  de  la  intoxicación 

Resulta,  pues,  que,  aun  cuando,  al  hablar  de  la  patología  de  la  intoxi- 
cación, no  nos  ocupemos  mas  que  en  el  diagnóstico,  pronóstico  y anato- 
mía patológica,  no  por  eso  descuidamos  lo  que  puede  tener  de  eliológico 
el  estudio  analítico  de  los  venenos,  ni  la  parte  semeiótica,  puesto  que  he- 
mos dado  á la  intoxicación  una  parte  química  y otra  filosófica. 

Por  lo  mismo  que  les  damos  mas  importancia  que  los  que  las  confun- 
den ó comprenden  en  la  patología,  hemos  formado  de  ellos  dos  parles  de 
la  Toxicología  general,  tanto,  ya  que  no  más  importantes  que  las  otras. 

Respecto  de  la  terapéutica,  que  es  otra  de  las  partes  que  comprende  la 
patología  general,  no  hacemos  como  Ferreira  Macedo  Pinto;  no  la  com- 
prendemos aquí ; formamos  una  parte  de  la  Toxicología  general  diferente, 
porque  no  miramos  la  patología  de  la  intoxicación  del  mismo  modo  que 
aquella  , y por  eso  no  le  damos  sus  mismas  partes;  no  vemos  ninguna  ra- 
zón para  proceder  de  otra  manera. 

Esto  sentado,  vamos  á tratar  sucesivamente  del  diagnóstico,  pronós- 
tico y anatomía  patológica  de  la  intoxicación,  guardando,  para  cada 
clase  de  intoxicaciones , indicar  los  principales  venenos  que  los  provo- 
can , como  sus  causas. 


ARTÍCULO  PRIMERO. 

DEL  DIAGNÓSTICO  DE  LA  INTOXICACION. 

Siendo  el  diagnóstico  la  parte  de  la  medicina  que  tiene  por  objeto  la 
distinción  de  las  enfermedades,  ó el  conocimiento  de  los  síntomas  y sig- 
nos patognomónicos  que  son  propios  á cada  una  de  ellas,  bien  podemos 
llamar  diagnóstico  de  la  intoxicación  al  estudio  de  los  síntomas  caracte- 
rísticos de  esta  enfermedad  especial , y diferenciales  de  los  propios  de  las 
enfermedades  ordinarias. 

Hemos  establecido  clases  de  venenos;  y al  establecer  su  clasificación, 
fundados  en  los  efectos  fisiológicos,  hemos  dicho  que  la  base  por  nosotros 


— 444  — 

adoptada  conducía  al  diagnóstico , ó sea  al  conocimiento  del  cuadro  sin- 1 
tomático  que  es  propio  de  esta  ó aquella  clase  de  venenos,  y por  lo  mismo 
la  hemos  considerado,  bajo  este  punto  de  vista,  como  muy  útil.  Y,  en 
efecto,  es  así.  Los  venenos  no  desarrollan  en  todos  los  sugetos  los  mis- 
mos síntomas;  cada  clase  tiene  los  suyos;  y si  nosotros  llegamos  á dibu- 
jar bien  los  cuadros  respectivos  á cada  una'de  estas  clases, '¿quién  dudará 
de  las  ventajas  de  semejante  tarea?  ¿Con  qué  rapidez  no  podrá  socor- 
rerse, si  se  llega  á tiempo,  á un  intoxicado,  cuando  tengamos  medios  de 
formar  el  diagnóstico  de  su  intoxicación  , á la  vista  de  esos  cuadros  gene- 
rales, en  virtud  de  los  cuales,  tal  vez  con  una  sola  ojeada,  conozcamos, 
cuando  no  precisamente  el  veneno,  la  clase  á que  pertenece?  Y estando 
este  conocimiento  íntimamente  enlazado  con  la  terapéutica , ¿quién  no  ve 
que  la  resolución  de  un  problema  envuelve  la  del  otro? 

Apresurémonos,  pues,  á bosquejar  esos  cuadros  sintomáticos  que  cada 
clase  de  venenos  desenvuelve , pero  no  sin  hacerlos  preceder  de  ciertas 
consideraciones  generales.  Antes  que  el  ánimo  del  médico  se  fije  en  la 
idea  de  un  envenenamiento  ó intoxicación  de  esta  ó aquella  clase,  es  in- 
dispensable que  primero  crea  en  la  existencia  de  una  intoxicación,  cual- 
quiera que  ella  sea ; dada  la  realidad  de  este  hecho , entonces  viene  cali- 
ficarle; determinar  su  carácter.  Esto  es  decir  que,  antes  de  exponer  el 
diagnóstico  diferencial  de  cada  intoxicación  , debemos  establecer  el  del 
envenenamiento  ó intoxicación  en  general,  ó,  lo  que  es  lo  mismo,  el 
diagnóstico  diferencial  de  la  intoxicación  y de  la  enfermedad  común  que 
se  le  asemeje.  Después  de  este  cuadro  general , será  procedente  pasar  á 
otros  menos  generales ; quiero  decir,  que,  después  de  exponer  el  con- 
junto de  síntomas , en  virtud  de  los  cuales  puede  diagnosticarse  que  un 
sugeto  está  envenenado , pasarémos  á exponer  el  conjunto  de  síntomas 
por  los  cuales  podrá  diagnosticarse  que  lo  está  por  un  veneno  de  esta  ó 
aquella  clase;  así  como  formado  este  segundo  diagnóstico,  ya  nos  ocu- 
parémos  en  el  particular,  en  el  que  determine  qué  veneno  es  el  que  ha 
producido  la  intoxicación  del  caso. 

, De  lo  que  acabamos  de  decir,  se  infiere  lógicamente  que  hay  tres  cla- 
ses de  diagnóstico  en  todo  caso  de  intoxicación  ; que  siempre  que  somos 
llamados  para  calificar  de  tal  un  estado  morboso , haya  ó no  terminado 
por  la  muerte,  formamos  sucesivamente  tres  juicios;  los  cuales,  por  la 
rapidez  con  que  se  suceden , parece  que  no  constituyen  mas  que  uno. 

Organizado  el  entendimiento  humano  para  apreciar  los  particulares  y 
los  generales,  los  hechos  y sus  relaciones,  las  diferencias  y semejanzas, 
siempre  forma  esos  tres  órdenes  de  juicios  : el  absoluto , el  genérico  y el 
particular;  ora  empiece  por  este,  ora  por  el  primero , en  esas  operacio- 
nes intelectuales. 

¿Se  da  un  caso  de  intoxicación?  Se  distingue  de  toda  otra  enfermedad 
común.  Hé  aquí  el  diagnóstico  absoluto,  el  juicio  mas  general;  porque 
aquí  no  se  trata  de  saber,  no  solo  si  este  ó aquel  veneno  es  el  que  la  ha 
producido , sino  ni  la  clase  á que  pertenece  el  verdadero  causante  de  ese 
estado  morboso  especial ; solo  se  trata  de  decidir  que  no  es  una  dolencia 
común  , que  es  un  mal  producido  por  un  veneno. 

Establecido  esto , se  pasa  á la  distinción  de  intoxicaciones  ó de  clases 
de  venenos ; es  el  diagnóstico  genérico,  con  el  cual  todavía  no  se  designa 
el  veneno , el  particular,  sino  la  clase. 

Por  último,  establecida  esta,  se  pasa  á determinar  £\  veneno,  causa 
de  la  intoxicación.  Es  el  diagnóstico  particular. 


- 445  - 

Puede  el  en len dimiento,  según  la  organización  de  cada  cual > 4 las  cir- 
cunstancias del  caso , proceder  de  ,un  modo  inverso. 

Datos  descollantes  particularizan  el  caso , y se  forma  el  diagnóstico 
particular ; se  despierta  la  idea  de  la  clase,  y se  forma  el  genérico , de- 
terminándole, y se  acaba  por  calificarle  de  intoxicación;  el  diagnóstico 
es  absoluto. 

Prescindiendo  de  si  en  la  práctica  se  procede  de  un  modo  analítico  ó 
sintético , de  lo  particular  á lo  general , ó de  lo  general  á lo  particular, 
nosotros  procederémos  aquí  de  un  modo  sintético , marchando  de  lo  ge- 
neral á lo  particular.  • 

Resumiendo  lo  expuesto,  digamos  que,  en  todo  caso  de  intoxicación, 
se  forman  tres  clases  de  diagnóstico : 

1. a  Absoluto  , el  mas  abstracto  ó general. 

2. a  Genérico,  ó de  clase. 

3. a  Particular. 

El  absoluto  es  el  que  solo  tiene  por  objeto  diferenciar  una  intoxicación 
de  cualquier  otra  enfermedad  común,  sin  determinar  cuál  sea  aquella. 

El  genérico  es  el  que  tiene  por  objeto  diferenciar  una  clase  de  intoxica- 
ción de  otra , sin  determinar  el  veneno  que  la  haya  producido. 

El  particular  es  el  que  tiene  por  objeto  determinar  el  veneno  que  ha 
producido  la  intoxicación  del  caso. 

Los  dos  primeros  pertenecen  á la  Toxicología  general;  el  tercero  á la 
particular. 

Veamos,  pues,  los  dos  primeros,  por  su  órden. 


§ I.  — Del  diagnóstico  absoluto  de  la  intoxicación. 

Siempre  que  hay  intoxicación , esta  se  manifiesta  por  cierto  número  de 
síntomas,  los  que  pueden  variar,  según  cual  sea  la  clase  del  veneno,  y 
este  mismo;  pero  rara  vez  deja  de  presentar  cierto  tipo  , cierta  fisonomía, 
que  revela,  ó por  lo  menos  da  á sospechar  desde  luego  la  naturaleza  de 
los  hechos. 

Por  lo  mismo  que  ese  cuadro  sintomático  varía,  según  las  clases  de 
venenos,  y según  cada  uno  de  estos,  independientemente  de  la  variación 
que  se  debe  á las  circunstancias  de  cada  caso,  no  procede,  al  determinar 
esa  fisonomía  especial  de  la  intoxicación , de  un  modo  absoluto  ó gene- 
ral, describir  este  ni  aquel  cuadro  de  síntomas,  porque,  ó hay  que  tra- 
zarlos todos,  es  decir,  todos  los  que  corresponden  á cada  clase,  ó el  cua- 
dro ha  de  ser  defectuoso. 

L.  Orfila,  en  sus  lecciones,  ha  querido  trazar  el  diagnóstico  de  la  into- 
xicación en  general ; y,  aun  cuando  llena  una  página  enumerando  los 
síntomas  principales  y de  menos  importancia  de  cada  clase,  bajo  ese 
punto  de  vista  es  incompleto;  y es  lo  que  ha  de  suceder  forzosamente , so 
pena  de  dibujar  con  fatigoso  pincel  todos,  absolutamente  todos,  los  ras- 
gos de  las  intoxicaciones  posibles. 

No : la  verdadera  generalidad  en  que  ha  de  fundarse  el  diagnóstico 
absoluto,  no  consiste  en  trazar  un  cuadro,  donde  entran  todos  los  sínto- 
mas relativos  á cada  clase  de  intoxicación ; eso  es  una  totalidad  de  parti- 
culares, y no  una  generalidad.  Esta  debe  buscarse  en  un  carácter  común 
á todas  las  intoxicaciones , sean  de  la  clase  que  fueren  , y ese  carácter  no 
ha  de  ser,  como  lo  cree  Ferreira  Macedo  Pinto , un  cuadro  sintomático, 
porque  esto  es  imposible;  ni  yo  he  pretendido  darle,  como  la  fisonomía 


— Ha  - 

de  la  intoxicación  ansoluta , según  equivocadamente  lo  cree  ese  distin- 
guido portugués. 

M.  Tardieu  habla  también  del  diagnóstico  general  del  envenenamiento, 
y,  si  no  traza  tan  fotográficamente  los  síntomas  de  todas  las  intoxicacio- 
nes, como  L.  Orfila,  dibuja  una  marcha  artificial  de  la  intoxicación,  y, 
por  lo  mismo , un  cuadro  breve  , pero  inexacto , de  la  misma.  Hé  aquí 
que  dice  : 

«Considerado  en  el  conjunto  de  sus  manifestaciones,  el  envenena- 
miento se  caracteriza  : primero , por  una  perturbación  de  las  funciones 
digestivas , la  que  es  á menudo  la  primera  consecuencia  de  la  ingestión 
de  una  sustancia  dañosa  ; luego,  por  una  lesión  masó  menos  profunda  de 
la  respiración  y circulación ; y,  por  último , por  el  desórden , ya  primi- 
tivo, ya  secundario,  del  sistema  nervioso  l1).» 

Este  cuadro,  no  solo  no  es  común  á todas  las  intoxicaciones,  sino  que 
no  pertenece  á ninguna.  No  conocemos  ninguna  intoxicación  que  siga 
esa  marcha. 

Un  anestésico,  por  ejemplo,  empieza  por  suspender  la  hematosis,y 
así  mata.  La  mordedura  de  la  víbora  empieza  por  alterar  la  sangre  desde 
el  punto  de  la  mordedura;  la  morfina,  la  estricnina,  hasta  dadas  por  la 
boca , esófago  y estómago , no  alteran  en  nada  el  tubo  digestivo.  Lo  que 
digo  de  estos , lo  puedo  decir  de  un  número  considerable  de  venenos. 

Los  cáusticos,  los  inflamatorios,  no  perturban  las  funciones  digesti- 
vas ; destruyen  los  tejidos  del  esófago  y estómago ; y si  afectan  la  respi- 
ración ó la  circulación , es  como  una  consecuencia  general  de  todo  caso 
morboso,  en  el  que  hay  ciertos  óganos  ó funciones  rnorlalmente  atacados. 
La  relación  simpática  funcional  es  la  que  da  lugar  á ello;  no  la  marcha 
de  la  intoxicación.  En  cuanto  al  sistema  nervioso,  fuera  de  la  sensibili- 
dad fuertemente  excitada,  sobre  todo  en  la  intoxicación  cáustica,  no  hay 
nada  más;  ni  convulsiones , ni  parálisis.  La  inteligencia  se  queda  íntegra 
hasta  el  último  momento  de  la  vida. 

Y luego,  ¿qué  es  eso  de  afección  , ya  primitiva,  ya  secundaria  del  sis- 
tema nervioso?  Si  es  primitiva , no  empieza  la  intoxicación  por  las  vías 
digestivas,  y luego  por  la  circulación  y respiración. 

Ese  error  seria  demasiado  craso  para  una  persona  tan  entendida  como 
M.  Tardieu  ; por  lo  mismo,  suponemos  que,  aunque  lo  dice  terminante- 
mente , no  ha  querido  decir  eso.  Sin  duda  su  idea  ha  sido  que  unas  veces 
la  intoxicación  se  manifiesta  por  desórdenes  de  las  funciones  digestivas  ó 
del  tubo  digestivo;  oirás,  por  alteraciones  en  la  respiración  y circulación, 
y otras,  por  lesiones  primitivas  ó secundarias  del  sistema  nervioso. 

Concebido  así  el  hecho,  es  mas  verdadero ; pero  no  es  tampoco  el  diag- 
nóstico absoluto  de  la  intoxicación  , ni  la  diferencia  entre  esta  y las  en- 
fermedades comunes.  Una  saburra  gástrica  seria  igual  al  primer  caso;  una 
pleuresía  ó pericarditis  al  segundo;  el  histérico,  una  apoplejía,  una  ve- 
sania al  frercero. 

Incurre  además  M.  Tardieu  en  otro  error  grave,  del  cual  no  están 
exentos,  ni  L.  Orfila  , ni  Ferreira  Macedo  Pinto.  En  su  empeño  de  tratar 
las  cuestiones  loxicológicas  bajo  el  punto  de  vista  médico-legal,  confunde 
el  diagnóstico  de  la  intoxicación  con  el  juicio  del  perito  en  un  caso  prác- 
tico de  envenenamiento. 

El  v erdadero  diagnóstico  de  la  intoxicación  no  debe  fundarse  mas  que 


l*)  Obra  cil. 


p.  401. 


- 447  — 

en  los  síntomas  y el  carácter  diferencial  que  estos  presentan,  común,  ge- 
nérico ó particular,  respecto  de  las  enfermedades  ordinarias. 

El  juicio  del  médico  forense , para  calificar  una  enfermedad  de  intoxi- 
cación , además  de  los  síntomas,  necesita  de  la  autópsia  y de  las  análisis 
químicas.  Estas  tres  bases  del  diagnóstico  médico-legal  de  la  intoxicación 
ó envenenamiento  no  pertenecen  al  diagnóstico  de  la  intoxicación,  la  úl- 
tima ni  á su  patología.  Cuando  se  forma  el  diagnóstico  no  se  tiene  cono- 
cimiento de  lo  que  presentará  el  cadáver. 

Bé  aquí  por  qué  L.  Orfila  y Ferreira  participan  del  error  de  M.  Tar- 
dieu  y le  expresan  mas  claramente , porque  este  no  habla  en  verdad  de 
alteraciones  anatómico-patológicas,  ni  análisis  qnímicas,  al  trazar  el  cua- 
dro general  de  las  perturbaciones  que  los  venenos  provocan.  Los  otros 
sí;  añaden  á los  síntomas  la  autópsia  y las  análisis,  ó la  presencia  del  ve- 
neno , como  si  bastara  ver  sustancias  vomitadas  ó cámaras , para  saber 
que  tienen  algo  venenoso. 

Una  cosa  es  el  diagnóstico  de  la  intoxicación , otra  el  juicio  médico- 
legal  de  ella.  Aquel  debe  fundarse  exclusivamente  en  los  síntomas  y su 
carácter  diferencial,  y este  juicio  médico-legal  en  los  síntomas,  autópsia 
y análisis  químicas. 

Aquí  se  trata  del  diagnóstico  de  la  intoxicación,  que  es  una  de  las  ba- 
ses del  juicio  médico-legal.  Cuando  hablemos  de  las  alteraciones  analómico- 
patológicas , veremos  las  que  corresponden  á la  intoxicación ; cuando  se 
trate  de  ia  química  de  esta , veremos  los  caractéres  químicos  que  le  perte- 
necen, y cuando  al  fin  nos  ocupemos  en  la  filosofía  de  la  intoxicación , ha- 
blaremos del  diagnóstico  médico-legal,  ó lo  que  es  lo  mismo,  del  juicio 
que  se  forme  el  médico  forense  en  un  caso  práctico , para  distinguir  su 
envenenamiento  voluntario  ó involuntario  de  una  enfermedad  común. 

Aquí  tratamos  de  Toxicologia  y no  de  Medicina  legal;  hablamos  del  diag- 
nóstico de  la  intoxicación,  como  médicos  que  estudian  esta  enfermedad 
especial,  no  como  médicos  forenses  que  actúan  pericialmente  en  un  caso 
práctico;  hacemos  lo  que  se  hace  en  Cirugía,  cuando  se  trata  de  una  he- 
rida , cuyo  diagnóstico  se  formula  á tenor  de  sus  caractéres,  como  solu- 
ción de  continuidad  de  las  partes  blandas  con  efusión  de  sangre  produ- 
cida por  una  arma,  excluyendo  como  impropio  del  cirujano  todo  lo  rela- 
tivo á las  circunstancias  del  hecho , que  conduzcan  á determinar  si  es 
obra  de  mano  propia  ó agena,  de  un  agresor  ó varios,  etc. , etc.,  todo  lo 
cual  atiende  el  médico  forense  para  formar  su  juicio  en  un  caso  práctico 
de  esa  naturaleza. 

Consecuentes  con  esta  doctrina,  no  vamos  á exponer  en  este  párrafo,  ni 
un  cuadro  de  síntomas  que  comprenda  los  de  todas  las  intoxicaciones, 
ni  los  síntomas  propios  de  esta  ó aquella  intoxicación,  sino  el  tipo,  el  ca- 
rácter común  que  ofrece  el  conjunto  de  fenómenos  provocados  por  un 
veneno  , sea  el  que  fuere  ese  conjunto. 

Fíjese  bien  la  atención  en  esta  idea,  que  encierra  la  verdadera  genera- 
lidad contenida  en  las  palabras  diagnóstico  absoluto.  Poner  esta  cuestión, 
es  como  si  se  nos  preguntara:  ¿por-qué  signos  se  reconoce  que  un  sugeto 
está  envenenado  , prescindiendo  que  lo  esté  por  un  veneno  de  tal  ó cual 
clase,  y más  aun  por  tal  ó cual  sustancia  venenosa? 

Bajo  este  concepto,  hé  aquí  la  respuesta. 

Bay  lugar  á pensar , ó por  lo  menos  á sospechar  que  un  sugeto  está 
intoxicado,  cuando  en  lo  mas  florido  de  su  salud,  ó en  un  estado  conocido  de 
la  misma,  se  ve  de  repente , y sin  causa  morbosa  común  notable , ó conocida , 


— 418  — 

invadido  de  malestar,  de  dolores  atroces  en  el  vientre  y otros  puntos; 
abultamiento  del  abdómen  ; vómitos  de  materias  diversas,  extrañas , ne- 
gruzcas ó sanguinolentas,  ó deyecciones  análogas;  movimientos  convul- 
sivos ó parálisis,  ó bien  vértigos,  delirio,  estupor,  aplanamiento,  etc.; 
en  una  palabra , cuando  su  salud  se  ve  de  repente  trastornada  en  lo  mas 
hondo,  agravándose  rápidamente  ese  estado,  y presentándose  la  muerte 
por  lo  común  en  pocas  horas  ó menos  tiempo. 

f Los  síntomas  de  una  intoxicación  en  general  son  esos.  Esto  no  quiere 
decir  que  los  presente  todos  y siempre  un  sugeto  envenenado.  En  primer 
lugar,  porque  ya  hemos  advertido  que  íbamos  á exponer  mas  bien  el  tipo, 
el  carácter  del  cuadro,  que  los  síntomas  especiales;  aquí  hay  algo  de  to- 
das las  intoxicaciones.  En  segundo  lugar,  porque  ya  verémos  á su  tiempo 
que,  en  punto  á síntomas,  los  cuadros  presentados  por  los  autores  no  son 
los  que  ofrece  cada  envenenamiento  de  por  sí ; estos  cuadros  suelen  ser 
expresión  de  los  síntomas  que  pueden  presentar  varias  personas  víctimas 
de  un  veneno. 

Sin  embargo,  si  por  lo  que  toca  á este  ó aquel  síntoma,  tenemos  nece- 
sidad de  advertir  que  puede  presentarse  ó dejar  de  presentarse,  según 
los  casos,  no  sucede  así  con  esa  fisonomía  que  en  el  cuadro  reina:  lo  que 
le  caracteriza , lo  que  es  el  verdadero  signo  para  el  diagnóstico  absoluto 
de  la  intoxicación,  es  ese  tránsito  brusco,  violento  é inmotivado  de  la 
salud  á la  enfermedad;  esa  súbita  revolución  de  las  funciones,  ese  des- 
órden,  esa  destrucción  que  termina  á las  pocas  horas  con  la  muerte,  ó 
que  deja  una  existencia  empobrecida  y miserable,  sin  una  causa  morbosa 
común,  conocida  ó presunta. 

Symptorriala , sine  causa  advenentia , venenum  assumptum  indicanl,  decía 
Cardan , cuyo  aforismo  resume  la  regla  que  acabamos  de  indicar.  Solo 
añadiriamos  para  que  fuese  exacto  sine  causa  nota  advenentia. 

La  forma  variará  según  la  clase  del  veneno  y el  veneno  mismo , pero 
el  fondo  será  idéntico.  Siempre  que  tengamos  ese  dato,  ese  gran  signo 
diferencial,  se  diferencia  una  intoxicación  de  toda  otra  enfermedad;  el 
diagnóstico  es  absoluto. 

Lo  que  venimos  diciendo  acerca  del  diagnóstico  absoluto,  se  refiere  á 
la  intoxicación  aguda.  Mas  la  intoxicación  puede  ser  lenta  y consecutiva, 
y el  modo  de  formar  el  diagnóstico  en  ciertos  casos , ó por  mejór  decir, 
los  datos  no  son  los  mismos. 

En  la  intoxicación  lenta,  en  la  polidósica,  por  ejemplo,  faltará  ese  trán- 
sito brusco  que  caracteriza  la  aguda,  la  monodósica,  lo  cual  aumentará 
las  dificultades  del  diagnóstico  por  la  mayor  facilidad  de  confusión  con 
enfermedades  comunes. 

Sin  embargo,  ya  que  no  haya  lo  brusco , lo  rápido,  el  exabrupto  de  la 
aparición,  habrá  la  falta  de  causa  natural,  y esto  solo  podrá  llamar  la 
atención  del  profesor,  y hacer  que  descubra,  en  esas  apariencias  de  un 
mal  común , una  intoxicación  producida  por  dósis  repetidas  de  veneno 
que  van  acabando  por  grados  al  sugeto. 

En  cuanto  á la  consecutiva,  bastará  la  clase  de  síntomas  que  la  acom- 
pañan y el  conmemorativo  para  venir  en  conocimiento  de  que  se  trata  de 
un  mal  debido  á la  acción  de  un  tósigo , que  no  puede  acabar  con  el  su- 
geto, pero  que  ha  comprometido  fuertemente  su  salud,  por  el  mal  estado 
en  que  dejó  los  órganos  lisiados. 


- 410- 

S II.— Del  diagnóstico  genérico  de  le  intoxicación. 

Formado  el  diagnóstico  absoluto ; determinado  que  la  enfermedad  no 
es  común  , sino  una  intoxicación , se  procede  á diferenciarla  de  las  de- 
más intoxicaciones  posibles.  Se  buscan  las  diferencias  genéricas  ó de 
clase,  para  decidir  á cuál  pertenece  el  estado  morboso  que  juzgamos. 

Habiendo  admitido  seis  clases  de  venenos,  fundándolas  en  los  efectos 
fisiológicos,  desde  luego  debemos  establecer  que  hay  también  seis  clases 
de  intoxicaciones,  á saber: 

1/  Intoxicación  por  los  venenos  cáusticos. 

2/  Intoxicación  por  los  venenos  inflamatorios. 

3. a  Intoxicación  por  los  venenos  narcóticos. 

4. *  Intoxicación  por  los  venenos  nervioso-inflamatorios. 

5. *  Intoxicación  por  los  venenos  asfixiantes. 

6. a  Intoxicación  por  los  venenos  sépticos. 

Gomo  medio  de  locución  mas  breve,  podemos  decir:  intoxicación  cáus- 
tica, inflamatoria  , narcótica , nervioso-inflamaloria , asfixiante  y séptica. 

Puesto  que,  además  de  las  clases,  hemos  admitido  subclases  de  vene- 
nos, es  lógico  también  que  admitamos  subclases  de  intoxicaciones,  de- 
signándolas de  un  modo  análogo. 

Intoxicación  cáustica,  destructora,  astringente,  disolvente. 

Intoxicación  inflamatoria,  local,  general,  local  y general  á la  vez,  es- 
pecial. 

INTOXICACION  NARCÓTICA 

Intoxicación  neuvioso-inflamatoria  , con  síntomas  cerebrales  de  excita- 
ción ó atóxicos,  con  insensibilidad  y aplanamiento  ó adinámicos. 

Intoxicación  asfixiante,  tetánica,  paralitica,  anestésica. 

Intoxicación  séptica,  por  gases  mefíticos,  por  animales  ponzoñosos , por 
humores  virulentos , por  sustancias  orgánicas  putrefactas. 

Si  el  diagnóstico  absoluto  las  comprende  todas,  si  á todas  las  distingue 
de  las  enfermedades  comunes,  el  genérico  no  se  refiere  mas  que  á una 
clase  ó subclase  para  diferenciarlas  entre  sí.  Y por  lo  mismo  que  las  cla- 
ses se  dividen  en  subclases , claro  está  que  el  diagnóstico  genérico  puede 
ser  mas  ó menos  general,  es  decir,  puede  abrazar  mas  ó menos  semejan- 
zas y diferencias;  más  cuando  versa  sobre  una  clase  , que  cuando  recae 
sobre  una  subclase.  De  suerte,  que  lo  que  hemos  dicho  en  cuanto  á la 
marcha  del  entendimiento  en  la  formación  de  los  juicios  diagnósticos, 
respecto  del  genérico,  debe  entenderse  en  el  sentido  de  que  no  es  única  su 
forma,  como  la  del  absoluto  y el  particular;  según  sea  la  división  de  cada 
clase  y hasta  de  la  subclase , así  será  mas  ó menos  general  el  diagnóstico. 

En  la  Toxicología  general  no  nos  ocuparemos  más  que  en  las  intoxi- 
caciones, por  clases  y subclases,  guardando  para  la  particular  las  par- 
ticulares. 

Añadiré  que,  al  trazar  el  cuadro  sintomático  de  cada  intoxicación  , no 
haré  mas  que  las  debidas  indicaciones,  cuando  se  trate  de  subclases  poco 
determinadas,  ó cuyas  diferencias  no  sean  de  entidad. 

Pasemos,  pues,  á tratar  de  cada  intoxicación  genérica. 

A.  Diagnóstico  de  la  intoxicación  cáustica. 

Cuando  los  autores  describen  el  cuadro  de  los  síntomas  propios  de  la 
intoxicación  , por  los  venenos  irritantes,  comprenden  en  él  los  pertene- 
toxicoloüía.  — 29 


íHti  — 


, , A\ne  MncnVos  porque  ellos  no  eslableceil  esas  diferencias.  Más 
entiles  i los fSe  séniarse  que  el  cuadro-tipo  de  los  síntomas  produ- 
ducidos  por  los  irri (antes,  ó por  lo  menos,  su  mayor  parte,  está  sacado  de 

,0VeSrC¿U,Sefnecesario  no  confundir  síntomas  con  síntomas.  Que 
l «venenos  cáusticos  los  hacen  desenvolver  muy  parecidos,  idénticos  á 
ln  de  los  irritantes  , es  una  verdad  inconcusa,  que  se  deja  por  otra  parte 
concebir  muy  fácilmente.  El  veneno  cáustico  , por  lo  general , tiene  re- 
sultados de  dos  especies , ó dos  formas  de  su  acción  , según  la  intensidad 
de  esta:  una  corrosiva  , destructora , que  es  la  que  ejerce  en  la  plenitud 
de  su  actividad  ; otra , inflamatoria  , mas  ó menos  intensa  y extensa , que 
es  la  que  hace  desplegar  en  las  cercanías  del  punto  donde  produce  la  ex- 
citación , encogimiento , reblandecimiento  ó escara ; puesto  que  en  el 
vivo  no  se  verifica  jamás  ninguno  de  estos  efectos  destructores , sin  infla- 
marse los  alrededores  de  la  parte  destruida  por  la  acción  del  cáustico. 

Otro  tanto  puede  suceder  según  el  tiempo  que  esté  el  cáustico  en  con- 
tacto, ó la  dilución  que  sufra  ; puede  limitarse  á inflamar  mas  ó menos 
intensamente. 


De  esto  se  sigue  lógicamente  que  los  síntomas  propios  de  la  intoxica- 
ción por  los  venenos  cáustico?,  dejando  por  ahora  las  diferencias  que 
pueden  presentar,  según  la  subclase  á que  pertenezcan , deben  ser  ex- 
puestos en  dos  formas  separadas.  Tanto  mas  cuanto  que  tienen  cierta  su- 
cesión , y puede  muy  bien  el  facultativo  ser  llamado  en  uno  y no  en  otro 
de  los  casos. 


Hay  síntomas  propios  de  la  acción  corrosiva  y de  la  inflamatoria. 

Los  primeros  son  escozor  vivo  en  la  parte  que  el  veneno  toca , calor 
intenso,  dolor  fuerte,  cauterización,  exceso  ó perforación,  flogosis,  hin- 
chazón, encogimientos,  escaras,  manchas  negras  ó amarillas  en  los  la- 
bios, lengua,  paladar  y fáuces  atacadas  por  el  cáustico,  con  deglución 
difícil  é imposible. 

Los  segundos  son , inflamación  de  las  partes  circunvecinas  de  las  ata- 
cadas por  el  veneno,  mas  ó menos  extensa  é intensa,  y los  síntomas  pro- 
pios de  la  inflamación  del  órgano  afectado.  Igual  cuadro  hay  en  los  pun- 
tos que  el  veneno  no  destruye  por  estar  poco  tiempo  en  contacto,  ó no 
ejercer  su  acción  cáustica  debilitada  por  algo. 

Si  el  veneno  cáustico  llega  al  estómago , además  de  los  estragos  que 
produce  en  los  labios,  boca,  fáuces,  y comunmente  en  la  laringe,  dando 
lugar  á la  asfixia,  y á la  necesidad  de  practicar  la  traqueo tomía , y por 
último , á lo  largo  del  esófago , se  presentan  dolores  atroces  en  el  epigas- 
trio, que  solo  se  calman  cuando  la  cauterización  es  completa,  porque 
destruye  los  nervios,  y no  hay,  por  lo  tanto  , sensibilidad  en  la  parte, 
vómitos  alimenticios,  biliosos,  mucosos,  al  principio,  mas  luego  negruz- 
cos y amarillos,  sanguinolentos,  con  pedazos  de  mucosa  , como  seudo- 
membranas , materias  de  naturaleza  ácida  ó aspecto  jabonoso , acaso 
simples  conatos  al  vómito. , pero  horrorosos , sin  poder  salir  los  materia- 
les por  coartación,  ó el  mal  estado  de  las  vías  digestivas  superiores.  Si 
se  ha  introducido  por  el  recto  ó alcanza  las  vías  digestivas  inferiores,  hay 
deyecciones  análogas  á los  vómitos  , y en  uno  y otro  caso  , síntomas  in- 
tensísimos de  gastritis,  de  gastro  enteritis,  y como  suele  haber  perfora- 
ciones de  las  túnicas  gástricas  ó intestinales  , síntomas  igualmente  inten- 
sos de  peritonitis  con  grande  hinchazón  del  abdómen  y una  sensibilidad 
exagerada  en  toda  su  extensión. 


- m - 

Los  enfermos  se  revuelcan  por  el  suelo  entregados  á la  desesperación 
mayor. 

El  pulso  es  pequeño  y concentrado,  el  sudor  frió,  la  piel  crispada,  la 
cara  horriblemente  descompuesta,  la  inteligencia  íntegra  hasta  el  último 
momento  de  existencia.  El  infeliz  envenenado , presa  de  tormentos  hor- 
rorosos, pide  vanamente  socorro,  y es  testigo  de  su  suplicio,  mientras 
haya  un  nervio  que  le  comunique  las  impresiones  y un  átomo  de  vida 
que  se  las  consienta. 

Tal  es  el  cuadro  general  de  síntomas  que  presentan  los  intoxicados 
por  los  venenos  cáusticos , verdaderamente  tales  ; cuadros  que  al  ocupar- 
nos particularmente  de  estos  venenos  especificarémos  más,  según  sean, 
ácidos,  alcalinos  ó salinos,  y según  cual  sea  cada  uno  de  estos  en  la 
toxicología  especial. 

Etiología  de  esta  intoxicación  cáustica. — Los  venenos  cáusticos  que  en  pri- 
mera línea  figuran  como  causas  de  esta  intoxicación  son,  la  potasa , la 
sosa  , la  barita,  la  cal,  sólidas  ó en  disoluciones  concentradas,  el  amo- 
níaco líquido, los  ácidos  sulfúrico,  nítrico  , clorhídrico  concentrados,  el 
nitrato  de  plata,  de  mercurio,  cloruro  antimónico,  de  zinc,  etc.,  la 
creosota , el  fósforo  y algunos  otros. 

Muchas  sales  metálicas  de  acción  astringente  pueden  dar  lugar  á un 
cuadro  de  síntomas  análogos,  menos  los  propios  de  la  destrucción  de  los 
tejidos,  y otras  que,  en  gran  cantidad,  disuelven  los  coágulos  que  for- 
man en  aquellos,  no  solo  dan  los  propios  de  esta  destrucción  material  y la 
violenta  inflamación  local  que  producen , sino  los  generales  debidos  á la 
absorción. 

Como  unas  y otras  se  hacen  mas  notables  por  sus  síntomas  correspon- 
dientes á la  intoxicación  inflamatoria , no  dirémos  nada  mas  de  ellas  en 
esta  parte. 


B.  Diagnóstico  de  la  intoxicación  inflamatoria. 

La  calificación  de  estos  venenos  ya  indica  la  índoie  de  los  síntomas  que 
caracterizan  esta  intoxicación ; son  , en  efecto , de  la  misma  forma  que 
los  de  las  flogosis  comunes  del  tubo  digestivo,  sistema  circulatorio  y 
nervioso  , siempre  por  punto  general  mas  intensas  y de  terminación  mas 
funesta  por  lo  mismo. 

Los  que  atañen  al  tubo  digestivo  , hé  aquí  cómo  suelen  presentarse: 
sabor  metálico,  amargo,  estíptico,  ó azucarado,  sequedad,  ardor  y 
constricción  en  la  boca,  lengua,  esófago,  estómago  c intestinos;  sed 
inextinguible,  dolores  en  toda  la  extensión  del  canal  intestinal,  ó desde 
el  esófago  hasla  los  intestinos,  y principalmente  en  el  estómago,  náuseas, 
vómitos  dolorosos,  tenaces,  primero  de  las  materias  contenidas  en  dicha 
entraña  , luego  biliosas  y hasla  pueden  ser  algo  sanguinolentas,  deyec- 
ciones parecidas,  con  tenesmo  ó sin  él , meteorismo,  hinchazón  ab- 
dominal. 

Por  lo  que  concierne  á los  órganos  circulatorios , pulso  pequeño , cer- 
rado, frecuente,  á menudo  imperceptible,  respiración  embarazosa , ace- 
lerada, hipo,  calor  intenso  ó frío  glacial,  según  la  altura  de  la  intoxi- 
cación ó sus  períodos,  desfallecimientos,  deliquios,  asma,  asfixia  al  fin 
con  amoratamiento  de  piel  y uñas , como  en  los  casos  de  cólera. 

Por  lo  que  mira  , en  fin  , al  sistema  nervioso , se  notan  depravaciones 
de  las  facultades  intelectuales  , descomposición  súbita  de  la  fisonomía, 


— m — 


, ..  . w-  i.  vista  risas  sardónicas,  convulsiones  y contorsiones  horrí- 
péraíüB  Oj  i ^ fi^erzas  5 fajla  de  dominio  sobre  ellas,  adinamia  al  íin, 
“ !es  »,  violento  de  la  inflamación,  los  intoxicados  caen , no  pueden 

tenerse  en  pió  y 9Penas  dan  señales  de  vida; 

En  medio  de  ese  trastorno  general , en  el  que  reina  el  carácter  infla- 
matorio , y del  cual  parece  participar  la  economía  entera , se  suele  notar 
la  de  ciertos  órganos  y aparatos,  según  cual  sea  el  veneno  que  haya  pro- 
vocado ese  trastorno,  siendo  , ya  los  órganos  génilo  - urinarios , ya  el  co- 
razón, ya  los  pulmones,  ya  la  laringe , ya  las  glándulas  salivales  , ya  el 
cerebro,  etc.  , bien  que  estos  relieves  son  ya  mas  bien  caractéres  parti- 
culares de  determinados  venenos  que  de  la  clase  en  general. 

Unas  veces  estos  síntomas  de  inflamación  son  locales,  en  especial  en  la 
vía  por  donde  se  han  introducido,  boca  ó ano;  otras  mas  bien  generales, 
ya  debidos  á la  reacción  ó al  juego  simpático  de  la  afección  local,  ya  á 
la  absorción  de  las  sustancias  tóxicas;  otras  lo  uno  y lo  otro  á la  vez, 
según  sean  también  los  venenos  inflamatorios  ingeridos. 

Cuando  tratemos  de  ellos  en  particular,  ya  descenderemos  á todos  esos 
pormenores,  acerca  de  los  cuales  en  este  cuadro  genérico  no  podemos 
decir  nada  más , como  no  nos  salgamos  del  círculo  sintético  ó general 
en  que  por  ahora  debemos  encerrarnos. 

En  esta  intoxicación  hay  que  advertir  una  circunstancia , que , si  bien 
en  rigor  no  falla  en  ninguna , en  ella  , sin  embargo , tal  vez  es  mas  nota- 
ble por  la  especie  de  antítesis  que  presenta.  Puede  decirse  que  tiene  dos 
períodos,  de  los  cuales  debemos  hablar,  porque  hay  autores  que,  olvi- 
dando que  esas  dos  formas  sintomáticas  no  son  mas  que  la  expresión  de 
diferentes  grados  del  mal,  las  califican  de  diferente  modo  y hasta  las  to- 
man como  base  para  clasificar  los  venenos  ó tener  por  diferente  su  ac- 
ción. Ya  hemos  visto  que  así  discurre  Tardieu,  respecto  de  los  hiposteni- 
zantes  de  su  clasificación. 


En  el  primero,  la  flogosis  se  presenta  con  su  verdadero  carácter  de 
exaltación  de  funciones  orgánicas  y cerebrales.  La  reacción  febril  ofrece 
todos  sus  caractéres  de  excitación  , de  exageración,  de  fuerza,  al  paso 
que  en  el  segundo  período  sucede  todo  lo  contrario;  hay  una  depresión 
vital , porque  el  movimiento  molecular  característico  de  la  vida  y fun- 
damento radical  de  ella  y de  todas  sus  manifestaciones  está  profunda- 
mente atacado,  ya  en  los  tejidos,  ya  en  la  sangre,  y ni  esta  ni  aquellos 
pueden  seguir  dando  lugar  á los  fenómenos  propios  déla  inflamación,  que 
en  las  flogosis  ordinarias  siguen  su  curso  hasta  la  gangrena,  la  supura- 
ción , la  induración  ó el  reblandecimiento ; las  funciones  parece  que  es- 
tán impedidas , como  en  efecto  lo  están ; así  es  que  hay  un  pulso  misera- 
ble, irregular  , intermitente,  un  frió  intenso , glacial , particularmente 
en  las  extremidades;  la  piel  toma  ese  aspecto  tan  característico  de  la  de 
la  gallina,  la  cara  hipocrática,  la  voz  apagada,  calambres,  espasmo, 
insensibilidad,  orinas  suprimidas , sudor  frió,  viscoso,  respiración  anhe- 
lante, hipocianosis  y muerte  en  estado  como  asfítico. 

Mas,  fácil  es  comprender  que  este  segundo  período , expresión  del 
triunfo  del  mal,  de  la  imposibilidad  en  que  ha  colocado  el  veneno  á la 
economía  de  ejercer  sus  funciones,  va  perdiendo  el  carácter  propio  de 
los  venenos  de.  esta  clase,  para  confundirse  con  las  terminaciones  de 
tpda  intoxicación;  porque  es  mas  bien  la  fisonomía  de  la  agonía  de  to- 
dos , que  la  de  los  efectos  fisiológicos  mas  inmediatos  de  la  acción  de 
la  sustancia  venenosa.  9 


* 


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Hé  aquí  por  qué  considero  que  no  debe  figurar  como  cuadro  diagnós- 
tico particular  ese  segundo  período , bastando  saber  que  á eso  se  viene  á 
parar,  si  el  veneno  inmola  la  víctima,  siendo  mas  ó menos  rápida  la  tran- 
sición, según  la  cantidad  activa  del  mismo,  y por  qué  juzgo  que  van 
mal  fundados  los  toxicólogos  italianos  y con  ellos  Tardieu , que  toman 
ese  período  para  establecer  la  clase  de  los  venenos  hipostenizantcs ; porto 
cual , así  como  los  demás  toxicólogos  tienen  por  irritantes  inflamatorios 
ó hiperesténicos  los  venenos  de  esta  clase,  fijándose  en  el  primer  período 
de  síntomas  que  producen , los  rasorianos  los  consideran  hiposténicos, 
porque  se  fijan  en  el  segundo.  Los  primeros  van  mas  fundados , y más  lo 
estará  todo  toxicólogo  que  no  tenga  esos  dos  períodos  por  otra  cosa  que 
por  dos  grados  de  una  intoxicación  inflamatoria  , y que  mire  como  mas 
característico  el  primero  que  el  segundo  por  las  razones  indicadas. 

Etiología  de  la  intoxicación  inflamatoria.  — Los  venenos  comprendidos  en 
esta  clase  son  el  fósforo  disuelto,  yodo,  bromo,  cloro,  arsénico  y sus 
preparados ; los  álcalis  y ácidos  no  concentrados,  no  cáusticos  , la  mayor 
parte  de  las  sales  metálicas,  algunos  gases,  como  el  cloro,  amoníaco, 
ácido  nitroso,  hidrógeno  arsenicado,  etc. , ciertos  ácidos  vegetales,  como 
el  oxálico,  acético,  tartárico,  etc. ; una  multitud  de  sustancias  vegetales 
ácres , vesicantes,  drásticas,  eméticas,  afrodisíacas,  como  la  creosota, 
el  aceite  de  crotontiglio,  la  resina  de  jalapa,  la  gomagutla,  el  euforbio,  la 
brionia,  el  ranúnculo,  el  torvisco,  el  arum  caladium  , etc.,  y algunos  ani- 
males, como  las  cantáridas,  ciertas  almejas , algunos  peces  y crustáceos. 

C.  Diagnóstico  de  la  intoxicación  narcótica. 

Tratándose  en  esta  intoxicación , como  en  las  anteriores,  de  un  cuadro 
sintomático  que  reúna  en  un  solo  grupo  los  efectos  del  modo  de  obrar 
de  todos  los  venenos  narcóticos,  hé  aquí  los  que  debemos  considerar 
como  propios  de  la  intoxicación  por  esta  clase  de  venenos. 

Los  narcóticos  no  inflaman  órgano  alguno,  comunmente  al  menos ; los 
síntomas  son  nerviosos,  y reina  en  todos  ellos,  como  dándoles  carácter, 
la  postración,  el  aplanamiento.  Así  se  ven  en  los  envenenados  por  nar- 
cóticos cierto  aspecto  estúpido;  hay  pesadez  de  cabeza,  somnolencia, 
vértigos,  una  especie  de  embriaguez,  sopor  ó estado  apoplético,  delirio 
furioso  ó alegre,  dolores  ligeros  al  principio,  luego  insoportables  , gritos 
plañideros,  movimientos,  convulsiones  parciales  ó generales,  debilidad 
y parálisis  de  los  miembros,  en  especial  inferiores,  estado  natural  , dila- 
tación ó contracción  de  la  pupila , sensibilidad  de  todos  los  sentidos  em- 
botada , náuseas , á veces  vómitos  y picazón  en  la  piel  ; pulso  fuerte, 
lleno,  frecuente,  ó raro;  respiración  natural  ó un  poco  acelerada  , difi- 
cultad de  orinar,  ó derrame  de  la  orina. 

Este  cuadro  de  síntomas  es  el  que  se  desenvuelve,  cuando  los  narcóti- 
cos obran  introducidos  en  el  estómago.  Pero  no  hay  grande  diferencia 
entre  este  y los  que  se  presentan,  cuando  obran  los  narcóticos  por  otras 
vías,  en  igualdad  de  circunstancias.  Las  diferencias  son  pocas  y acci- 
dentales. 

Etiología  de  la  intoxicación  narcótica.  — Los  venenos  que  causan  esta  in- 
toxicación son  principalmente  los  siguientes  : el  opio  y algunos  principios 
inmediatos  alcaloideos  que  contiene,  como  la  morfina,  narcotina  , codei- 
na,  paramorfina  ó tebaina  , meconina  , narceina  , seudo-morfina , y las 
sales  de  estos  alcaloideos , el  láudano  líquido  , el  beleño , la  lechuga  vi- 


i 


— m — 


i íom'nj»  el  tejo , el  ácido  cianhídrico , el  cianuro  de  potasio  , el 
rosa,  la  so  • lmJenc[ras  amargas,  su  aceite  volátil  ó esencial  , la 

SgKni  la  anilina,  el  haba  del  Calaban,  etc. 

D.  Diagnóstico  de  la  intoxicación  nervioso  inflamatoria. 


Si  hemos  de  guiarnos  por  los  cuadros  sintomáticos  de  los  venenos  com- 
prendidos por  los  autores  en  su  clase  titulada  narcótico-acres , nada  mas 
difícil  que  trazar  uno  general  que  los  comprenda  á todos. 

Orfila  ha  hecho  de  ellos  varios  grupos  por  esta  misma  razón,  y solo 
respecto  de  los  dos  primeros  ha  trazado  á grandes  rasgos  los  síntomas 
que  los  caracterizan  ; respecto  de  los  otros,  no  ha  hecho  mas  que  agru- 
parlos ; V al  hablar  de  cada  uno,  ha  expuesto  los  síntomas  que  le  son 
propios.  Sin  embargo,  tratándose  en  este  párrafo  del  diagnóstico  general, 
siquiera  reconozcamos  que  cada  veneno  de  los  llamados  por  los  autores 
narcótico-ácres  tiene  sus  síntomas  especiales  y su  fisonomía  diagnóstica 
particular ; hay  entre  todos  cierta  semejanza , ciertos  rasgos  comunes, 
que  justifican  su  inclusión  en  esta  clase. 

Separando  el  grupo  segundo  de  Orfila,  que  es  el  de  los  estrícneos,  y 
colocado  por  nosotros  entre  los  asfixiantes  tetánicos  y paralíticos,  igual- 
mente que  el  de  los  anestésicos , se  ve  que  reina  en  los  cuadros  sintomá- 
ticos una  fisonomía  inflamatoria  mezclada  con  la  nerviosa , ya  con  sín- 
tomas de  excitación,  ya  con  los  de  colapso,  aplanamiento  y coma. 
Estos  rasgos  comunes  son  los  que  los  enlazan  , los  que  los  hacen  colocar 
en  esta  clase,  y por  lo  tanto,  los  que  permiten  que  demos  de  su  diag- 
nóstico una  idea  general. 

Podemos  decir,  pues,  que  la  intoxicación  nervioso-inflamatoria  se  ca- 
racteriza por  los  síntomas  siguientes  : 

Agitación;  gritos  agudos;  delirio  mas  ó menos  alegre;  movimientos 
.convulsivos  del  rostro,  mandíbulas  y miembros;  pupilas  dilatadas  ó con- 
traídas, ó en  el  estado  natural;  pulso  fuerte,  frecuente  , irregular ; dolo- 
res mas  ó menos  agudos  en  el  epigastrio  y en  diversas  parles  del  abdó- 
men ; náuseas , vómitos  tenaces , deyecciones  alvinas.  Este  es  el  estado 
atáxico.  En  otros  casos,  en  lugar  de  una  grande  agitación,  se  nota  una 
especie  de  embriaguez,  un  grande  abatimiento,  insensibilidad,  temblor 
general  é insomnio.  Este  es  el  estado  adinámico. 

Como  es  de  ver  de  lo  expuesto,  en  dicho  cuadro  van  comprendidas  las 
dos  subclases  de  la  clase  cuarta. 

Etiología  de  la  intoxicación  nervioso-inflamatoria.  — Los  venenos  que  Or- 
fila comprende  en  este  grupo , y á los  cuales,  en  efecto , corresponde  más, 
son:  la  scilla  ó cebolla  albarrana,  la  enanta  crocata,  el  acónito,  la  aconiti 
na,  el  eléboro  blanco  , la  veratrina  y cebadillina , el  cólchico , la  colchici- 
na,  la  belladona,  la  atropina,  la  datura,  la  daturina,  la  nicotina,  el  ta- 
baco, su  aceite  empireumático , el  extracto  de  nicociana,  las  diversas 
especies  de  cicuta,  la  conicina  , el  laurel-rosa,  la  anagálida,  la  aristolo- 
quia,  la  ruda,  el  ledum  palustre,  el  marum  verum  y otras  plantas,  y el 
cianuro  de  yodo. 

Orfila  traza  el  cuadro  del  segundo  grupo  de  venenos  narcótico-ácres, 

3 ue  corresponde  á los  asfixiantes  tetánicos;  por  lo  tanto,  no  hablarémos 
e él  aquí. 

kl-a  en  se8u^a  en  un  grupo,  del  upas  antiar,  del  cólculo  de  Levante, 
a picroxotina,  del  alcanfor,  como  si  no  los  considerase  iguales  á los 


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del  grupo  segundo  en  cuanto  á síntomas;  pero  los  trata  por  igual  cuando 
habla  de  la  medicación;  de  suerte  que,  tanto  por  esto  como  por  otros  ras- 
gos sintomáticos  bastante  parecidos,  tal  vez  podrían  seguir  formando 
parte  de  dicho  grupo,  pues  la  diferencia  mas  notable  es,  que  las  convul- 
siones no  son  tetánicas,  sino  clónicas,  y que  mas  parece  atacado  el  cere- 
bro que  la  médula.  . 

Siguen  luego  los  hongos  venenosos  y los  líquidos  espirituosos,  con  los 
cuales  van  los  anestésicos;  tras  estos  el  centeno  atizonado  y la  cizaña  ó el 
joyo,  concluyendo  con  algunas  plantas  olorosas. 

Verdad  es  que,  estudiados  en  detall  cada  uno  de  esos  grupos,  y mas 
aun  cada  uno  de  los  venenos  que  contienen,  ofrecen  diferencias;  mas  en 
la  totalidad  de  esos  cuadros  particulares  es  fácil  notar  lo  que  ya  llevo  di- 
cho , síntomas  inflamatorios  por  un  lado,  y por  otro  síntomas  nerviosos, 
por  lo  cual  corresponden  á la  clase. 

No  siendo  cáusticos , ni  inflamatorios,  ni  narcóticos , ni  asfixiantes , ni 
sépticos  francos,  no  pueden  corresponder  á ninguna  clase  mas  que  á los 
nervioso-inflamatorios. 

Si  hay  algunos  que  vesican,  que  cauterizan,  que  obran  como  cáusticos, 
es  una  acción  puramente  local ; la  intoxicación  que  producen  se  debe  prin- 
cipalmente á su  absorción,  á su  acción  sobre  la  sangre  y otros  órganos,  una 
vez  absorbidos  ; si  hay  algunos  que  narcotizan,  es  ya  secundariamente; 
otro  tanto  diremos  de  ios  que  producen  la  gangrena  por  la  parálisis  de  la 
circulación  ; por  último,  si  entre  los  hongos  los  hay  sépticos,  colocando 
estos  entre  los  de  la  sexta  clase,  los  demás  quedan  bien  en  la  clase  cuarta. 

Creo , pues,  que  podemos  dar  como  cuadro  general  de  los  venenos  de 
esta  clase  el  expuesto,  guardando  para  la  Toxicología  particular  las  dife- 
rencias, tanto  de  los  grupos,  como  de  cada  uno  de  los  venenos. 

E.  Diagnóstico  de  la  intoxicación  asfixiante. 

Este  diagnóstico  es  el  de  la  asfixia;  cuyos  síntomas  no  describimos  por 
lo  sabidos.  Véase  lo  que  hemos  expuesto  en  el  Tratado  de  Medicina  legal. 

Sin  embargo,  hay  que  advertir  que,  siquiera  mueran  por  asfixia  los  in- 
toxicados por  los  venenos  de  esta  clase,  ni  presentan  el  verdadero  cuadro 
de  la  asfixia  franca  producida  por  un  lazo  estrangulador , el  agua  ó un 
cuerpo  sofocante , ni  se  efectúa  del  propio  modo  en  todos  los  casos  de  la 
intoxicación,  según  los  venenos;  por  eso  la  hemos  dividido  en  tres  espe- 
cies ó subclases. 

En  la  intoxicación  asfixiante  tetánica,  los  venenos  sobrexcitan  los  ner- 
vios sensibles , y avivando  primero  esa  sensibilidad  ó de  los  cordones 
posteriores  de  la  médu'a,  para  quitarle  al  fin  su  impulso,  se  refleja  su  exci- 
tación sobre  los  centros  del  movimiento  voluntario  y provoca  en  ellos 
desórdenes,  y la  tiesura  tetánica,  la  cual  produce  en  los  músculos  de  la 
respiración  la  misma  inmovilidad  que  en  los  demás;  esa  función  se  sus- 
pende y el  sugeto  muere  por  ello. 

En  la  intoxicación  asfixiante  paralítica , los  nervios  sensibles  quedan 
intactos , y son  atacados  los  motores , cuyo  impulso  se  extingue  y sobre- 
viene la  parálisis  del  tórax , de  los  pulmones  y la  del  corazón  , á conse- 
cuencia de  lo  cual  se  declara  la  asfixia.  En  otros  casos  no  son  los  nervios 
motores,  sino  la  contractilidad  muscular,  la  fibra  muscular,  la  atacada, 
y no  hay  tampoco  movimientos;  hay  igualmente  parálisis  , y por  lo  tanto 
asfixia,  y hasta  parálisis  del  corazón. 


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la  intoxicación  asfixiante  anestésica  , el  oxígeno  respi- 
Por  último , en  el  ven€no ; falta  directamente  la  hematosis , y la 
rado  es  consumí  sedante>  empezando  por  apagar  la  sensibilidad, 

sangre  ai  tersa  .4  fia  todas  las  funciones  anímicas,  como  la  asfixia 

lueg?ne  azo  agua  <5  cuerpo  sofocante. 

p0F  decir  ' pues,  que  en  todas  esas  subclases  de  intoxicación  hay  asfi- 
■a  míe  es  SU  carácter  común  ; solo  que,  en  los  dos  primeros,  es  por  ce- 
Xacion  primitiva  de  los  fenómenos  mecánicos  de  la  respiración,  ora  por- 
nue  los  músculos  se  ponen  tetánicos,  ora  porque  se  paralizan  los  nervios 
motores,  ora  porque  los  músculos  pierden  esa  contractilidad;  y en  la 
tercera,  la  asfixia  se  efectúa  por  cesación  primitiva  de  los  fenómenos  quí- 
micos de  la  respiración. 

Explicado  el  mecanismo,  si  es  lícito  hablar  de  esta  suerte,  de  cada  una 
deesas  tres  asfixias,  ó subclases  de  intoxicación  asfixiante,  veamos  el 
cuadro  de  síntomas  que  á cada  una  pertenece. 

1.°  Intoxicación  asfixiante  tetánica. 

Los  síntomas  de  esta  intoxicación  son  de  los  mas  característicos,  fié 
aquí  su  cuadro  común  : 

Malestar  general;  agitación,  contracción  brusca  de  todos  los  múscu- 
los del  cuerpo,  durante  la  cual  se  endereza  el  espinazo.  Esta  contracción 
dura  poco  , la  sigue  una  calma  notable;  á esta  calma,  un  nuevo  acceso 
mas  prolongado  que  el  primero,  durante  el  cual  se  acelera  la  respiración; 
de  repente  cesa  todo;  la  respiración  es  lenta,  y el  sugeto  tiene  el  aspecto 
de  un  asombrado;  á poco  de  esto  estalla  otra  contracción  general  y nuevo 
enderezamiento  del  espinazo;  los  perros  le  levantan  arrimando  las  patas 
delanteras  á las  traseras,  sumamente  tiesas;  la  cabeza  se  echa  hácia 
atrás.  La  respiración  es  acelerada;  las  extremidades  posteriores  se  ponen 
tiesas  é inmóviles;  el  pecho  y la  cabeza  se  levantan;  cae  el  animal  de  ho- 
cico, luego  de  lado , y á esta  altura  es  el  tétanos  completo , el  tórax  está 
inmóvil , la  respiración  suspensa.  Las  personas  dan  saltos  con  el  cuerpo 
en  la  cama,  como  por  un  resorte;  en  vano  quieren  volverse  de  lado,  é in- 
clinan los  piés  hácia  dentro.  El  color  violado  de  la  lengua  y las  encías 
anuncian  la  asfixia,  la  que  dura  poco,  uno  ó dos  minutos,  durante  los 
cuales  los  órganos  de  los  sentidos  y el  cerebro  continúan  ejerciendo  sus 
funciones,  á menos  que  la  asfixia  llegue  al  mayor  grado,  en  cuyo  caso 
empieza  á debilitarse  la  acción  de  dichos  órganos.  El  acceso  acaba  con  la 
desaparición  súbita  del  tétanos  y el  restablecimiento  gradual  de  la  respi- 
ración. Luego  viene  otro  ataque;  las  contracciones  ya  son  mas  violentas, 
los  sacudimientos  convulsivos  mas  fuertes  y semejantes  á los  que  pro- 
mueve una  corriente  galvánica  dirigida  á la  médula  espinal  de  un  ani- 
mal recien  muerto.  La  inteligencia  se  pierde ; hay  asfixia  y convulsiones 
de  los  músculos  de  la  cara.  Al  fin  del  tercer  acceso,  por  lo  común,  ó del 
cuarto  y quinto,  mas  raro,  sobreviene  la  muerte,  á los  siete  ú ocho  mi- 
nutos de  la  manifestación  de  los  primeros  accidentes,  á veces  mas  tarde. 
Uno  de  los  síntomas  mas  notables  de  esta  intoxicación  es  una  irritabili- 
dad tal,  que  el  simple  contacto , un  leve  ruido , pone  envarado  y tetánico 
al  sugeto. 

de  la  intoxicación  asfixiante  tetánica.  — Los  venenos  que  produ- 
^toxicación  son  los  siguientes : la  estricnina , la  brucina,  la  nuez 
gun  otro6  halla  ^an  Anació,  el  upas  tieuté,  la  falsa  anguslura  y al- 


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4.*  Diagnóstico  de  la  Intoxicación  asfixiante  paralitica. 

Esta  especie  de  intoxicación  asfixiante  Se  reconoce  por  una  parálisis 
que  se  presenta  con  suma  rapidez  en  todos  los  órganos  del  aparato  loco- 
motor, igualmente  que  en  la  parte  muscular  de  la  vida  orgánica  , si  bien 
al  principio  no  deja  de  notarse  en  esta  cierto  temblor  ó movimiento  des- 
ordenado. No  hay  dolores,  ni  agitación,  ni  convulsiones ; el  sugeto  se  va 
quedando  inmóvil,  no  se  sostiene;  tras  la  parálisis  de  los  miembros  viene 
la  de  los  músculos  torácicos,  diafragma  , y por  último,  el  corazón,  sínto- 
mas de  asfixia  , á veces  exoflalmía , gran  dilatación  de  la  pupila  y al  fin 
una  muerte  tranquila. 

Todo  anuncia  en  esta  forma  de  intoxicación  una  lesión  profunda  en  los 
centros  nerviosos  del  movimiento  voluntario  é involuntario,  quedando  in- 
tacta la  sensibilidad  y la  inteligencia;  la  respiración  y la  circulación  ce- 
san por  falta  de  movimiento;  es  una  asfixia  que  empieza  por  cesación  de 
los  fenómenos  mecánicos  de  la  respiración. 

Si  la  cantidad  del  veneno  es  considerable , hay  una  especie  de  side- 
ración en  lo  que  sobreviene;  la  muerte  es  rapidísima.  A veces  la  muerte 
es  aparente,  y el  animal  ó el  sugeto  vuelve  á la  vida ; esto  sucede  cuando 
la  dósis  no  es  tan  fuerte. 

En  otras  ocasiones  no  parece  que  sea  el  sistema  nervioso  destinado  al 
movimiento  el  afectado,  sino  el  de  la  sensibilidad  , y en  otras  ocasiones, 
la  contractilidad  muscular ; los  músculos  se  niegan  á obedecer  las  excita- 
ciones de  los  centros  nerviosos  del  movimiento. 

Etiología  de  la  intoxicación  asfixiante  paralítica. — Los  venenos  que  deter 
minan  esta  intoxicación  terrible,  son:  el  curare,  ticunas  ó worora , pues 
todos  estos  y otros  nombres  lleva  este  veneno  americano,  la  curarina, 
las  sales  del  nuevo  metal  talio  , la  digital , la  digitalina  , el  eléboro  negro, 
la  antiaris  toxicaría , el  tanguino  do  Madagascar , el  onage  ó inea , y el 
sulfocianuro  de  potasio.  Estos  últimos  atacan  mas  la  irritabilidad  muscu- 
lar, al  paso  que  los  primeros  los  nervios  motores. 

3.°  Diagnóstico  de  la  intoxicación  asfixiante  anestésica. 

Esta  intoxicación  se  caracteriza  por  los  síntomas  siguientes  : 

Si  los  gases  anestésicos  se  aplican  en  gran  cantidad  , de  modo  que  ex- 
pulsen pronto  todo  el  oxígeno  del  aire  respirado,  ó impidan  su  nueva 
entrada,  ó del  todo  la  henaatosis,  la  muerte  es  rápida,  y apenas  hay  sín- 
tomas, como  en  todos  los  casos  de  asfixia  momentánea.  Apenas  puede 
notarse  cierta  excitación  cerebral,  y agitación  exterior,  y hay  insensibili- 
dad profunda,  resolución  muscular,  pérdida  de  todas  las  facultades  inte- 
lectuales, al  propio  tiempo  que  se  declara  una  perturbación  en  los  latidos 
cardíacos,  y la  respiración  se  suspende  inmediatamente. 

Si  el  veneno  anestésico  deja  algún  tiempo,  se  observan  por  lo  común 
tres  períodos,  como  en  la  embriaguez  producida  por  las  bebidas  alcohó-? 
licas  ó espirituosas. 

En  el  primero,  que  es  el  mas  breve,  hay  malestar,  agitación,  fatiga 
pulmonal , tos,  irritación  de  las  vías  respiratorias,  sabor  picante  ó dulce 
en  las  fauces,  lengua,  velo  del  paladar  y faringe,  ganas  de  vomitar, 
y saliveo. 

En  el  segundo,  encendimiento  de  rostro,  inyección  de  las  conjuntivas, 
lagrimeo , cefalalgia , vértigos , delirio  ó una  especie  de  ensueños  .de 


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ideaá  varias  , según  la  edad , sexo  y condiciones  de  los  sugetos , gritos, 
atolondramiento',  ya  llanto , ya  risa  sardónica , acaso  convulsiones  y á 
veces  tetánicas , palabras  entrecortadas  que  espiran  en  los  labios  ; en  una 
palabra,  un  conjunto  de  síntomas  muy  parecido  á este  período  de  la  em- 
briaguez alcohólica. 

Por  último,  á este  estado  de  excitación  sigue  el  de  colapso  ; hay  pér- 
dida de  la  sensibilidad  cada  vez  mas  profunda,  resolución  muscular,  ren- 
versamiento  del  globo  ocular  y de  la  lengua , aplanamiento  completo, 
falta  de  conciencia;  la  respiración,  al  principio  acelerada,  se  va  haciendo 
cada  vez  mas  lenta,  latidos  del  corazón  precipitados,  pulso  análogo  que 
va  desapareciendo , palidez , facciones  sin  expresión , y al  fin  la  muerte. 
Esta  dista  siempre  pocos  minutos  de  la  cesación  de  la  respiración  y de 
los  latidos  cardíacos.  Algunos  autores  creen  que  el  renversamiento  de 
los  globos  oculares  indica  su  proximidad. 

Si  la  cantidad  del  anestésico  no  ha  sido  excesiva,  ni  prolongada  su 
aplicación,  y el  sugeto  vuelve  á respirar  aire  bueno,  los  síntomas  del 
tercer  período  desaparecen  gradualmente  ; vuelven  los  del  segundo  en 
mayor  ó menor  escala  , y finalmente  los  del  tercero,  quedando  un  mal- 
estar general  mas  ó menos  prolongado  : el  sugeto  no  recuerda  nada  de 
lo  que  le  ha  sucedido. 

Es  de  advertir  que  en  estos  cuadros  debe  verse  la  expresión  de  lo  que 
se  ha  observado  en  muchos,  pues  en  cuanto  á no  pocos  síntomas  del  pri- 
mero y segundo  período,  que  podemos  llamar  accidentales  , se  nota  bas- 
tante variación  , según  los  sugetos.  No  sucede  así  respecto  de  los  del  ter- 
cero; de  suerte  que  lo  verdaderamente  patognomónico  de  la  intoxicación 
asfixiante  anestésica  consiste  en  los  síntomas  de  asfixia  por  un  lado,  y 
por  otro,  en  la  pérdida  de  la  sensibilidad , movimiento  é inteligencia. 

Es  necesario  advertir  también  que  semejante  cuadro  de  síntomas  se 
presenta  por  igual  en  el  fondo,  siquiera  ios  anestésicos  se  introduzcan 
por  otras  vías,  aunque  con  las  diferencias  consiguientes  á esta  modifica- 
ción por  el  lugar  á que  se  apliquen , lo  cual  hace  creer  á los  que  no  ad- 
miten la  teoría  de  llobin , por  nosotros  aceptada  respecto  de  esos  vene- 
nos, que  los  anestésicos  no  obran  impidiendo  la  hematosis,  sino  sobre 
los  lóbulos  cerebrales,  protuberancia  anular  y demás  centros  nerviosos, 
á consecuencia  de  lo  que  se  suspende  la  respiración  , como  si , introduci- 
dos por  otras  vías  los  gases  anestésicos  en  la  masa  de  la  sangre,  no  hicie- 
sen lo  mismo  que  por  las  vías  pulmonales  ; esto  es  apoderarse  del  oxí- 
geno é impedir  la  sanguificacion. 

Etiología  de  la  intoxicación  asfixiante  anestésica.  — Los  venenos  que  pro- 
ducen la  intoxicación  anestésica  son : el  éter,  el  cloroformo,  el  amileno, 
el  licor  de  los  holandeses,  el  aceite  de  nafta,  el  sulfuro  de  carbono  , el 
cianógeno , el  óxido  de  carbono , ácido  carbónico , sulfhídrico , sulfhi- 
drato  amónico  puros , y todos  los  gases  y sustancias  volátiles  que  no  solo 
expulsan  el  oxígeno  respirado,  sino  que  impiden  la  hematosis,  ya  combi- 
nándose con  él,  ya  volviendo  ciertos  principios  inmediatos  inoxigenables. 

F.  Diagnóstico  de  la  intoxicación  séptica. 

La  intoxicación  séptica  se  caracteriza  siempre  por  la  tendencia  gan- 
grenosa y pútrida  que  tiene  en  todos  los  ca^os  la  alteración  provocada 
por  los  venenos  de  esta  clase.  La  sangre  se  descompone  , fermentando  y 
metamorfoseándose  de  una  manera  anormal , dando  lugar  á descomposi- 


- 459  - 

ciones  de  carácter  pútrido  durante  la  vida  , y á una  rapidez  de  putrefac- 
ción del  cadáver  de  los  intoxicados. 

Mas,  á vueltas  de  este  carácter  común , qué  es  el  mas  general  y el  pro- 
pio de  la  clase  , hay  los  cuadros  propios  de  cada  subclase  ; y como  son 
bastante  diferentes , harémos  con  ellos  una  cosa  análoga  á lo  que  hemos 
hecho  respecto  de  los  asfixiantes.  Vamos  á trazar  el  cuadro  subgenérico 
de  cada  una. 


<.°  Diagnóstico  de  la  intoxicación  séptica  por  gases  mefíticos. 

Los  gases  se  hacen  mefíticos  por  los  miasmas  ó partículas  de  materias 
orgánicas  putrefactas  extremadamente  divididas  que  se  exhalan  de  aque- 
llos; por  eso  son  sépticos,  porque,  sin  esos  miasmas,  no  serian  mas  que 
asfixiantes,  anestésicos  ó inflamatorios. 

Según  cual  sea  la  cantidad  y el  tiempo  empleado , el  cuadro  varia.  Si 
es  mucha,  la  muerte  es  rápida,  y por  lo  común  no  hay  síntomas.  Mas 
por  poco  que  el  sugeto  viva , hé  aquí  lo  que  suele  presentar  la  intoxica- 
ción que  nos  ocupa : 

Malestar,  ganas  de  vomitar,  movimientos  convulsivos  de  todo  el  cuer- 
po , y principalmente  del  pecho  y mandíbulas;  piel  fria,  respiración  lenta, 
pero  irregular,  con  entorpecimiento  de  pecho. 

Siendo  menor  la  cantidad  de  gas,  ó por  mas  tiempo  respirada,  se 
pierde  el  conocimiento,  la  sensibilidad,  y el  movimiento  falta;  frialdad 

funeral,  labios  y cara  amoratados,  ojos  cerrados,  sin  brillo,  pupilas  di- 
atadas é inmóviles,  espuma  sanguinolenta  que  se  escapa  por  la  boca, 
pulso  pequeño  y frecuente,  latidos  del  corazón  desordenados,  tumul- 
tuosos ; respiración  corta,  difícil , convulsiva;  relajación  muscular.  A ve- 
ces agitación  mas  ó menos  viva. 

Por  último  , hay  á veces  violentas  contracciones  musculares  de  poca 
duración  ; á las  que  reemplazan  convulsiones  y corvaduras  del  tronco 
hácia  atrás;  hay  dolores  agudos,  y los  sugetos  lanzan  mugidos  ó gemi- 
dos profundos. 

Durante  la  vida  , pues,  lo  que  mas  descuella  en  la  acción  de  esos  ve- 
nenos es  mas  bien  la  asfixia  y la  forma  á veces  tetánica , á veces  anesté- 
sica ; solo  en  el  cadáver  se  nota  su  carácter  séptico  por  la  rapidez  con 
que  se  pudre.  Como  la  intoxicación  suele  ser  rápida,  no  hay  por  lo  co- 
mún ocasión  de  observar  síntomas  sépticos. 

Etiología  de  la  intoxicación  séptica  por  gases  mefíticos.  — Los  venenos  que 
producen  esta  intoxicación  son  : el  ácido  sulfhídrico,  el  sulfhidrato  amó- 
nico , el  el  sesqui-carbonato  amónico  y el  ácido  carbónico  que  se  des- 
prende de  los  lugares  comunes,  pozos  de  aguas  inmundas,  cloacas  y 
tumbas,  ó lugares  donde  esté  enterrado  uno  ó mas  cadáveres.  Los  mias- 
mas de  las  sustancias  orgánicas  putrefactas  de  que  se  impregnan  dichos 
gases,  los  vuelven  sépticos. 

2 0 Diagnóstico  de  la  intoxicación  séptica  por  los  animales  venenosos. 

Esta  intoxicación  presenta  siempre  como  síntoma  patognomónico  la  mor- 
dedura ó picadura  del  animal  en  una  ó mas  partes,  según  las  veces  que 
este  ha  herido;  la  parte  lisiada  traumáticamente  se  hincha,  se  pone  do- 
lorosa , inflamada  , lívida,  negruzca  ó amarilla  , y da  sangre  alterada  y 
humor  sanioso,  según  los  casos;  la  tumefacción  , el  dolor  y las  mudan- 
zas de  color  ganan  todo  el  miembro  á mas  ó menos  distancia ; el  dolor  se 


- 460 

hace  sentir  en  las  l egiones  glandulares  correspondientes  y en  otros  órga- 
nos; la  coloración  amarilla  ó ictérica  á veces  gana  toda  la  piel  del 
cuerpo. 

Además  de  estos  síntomas  , hay  otros  mas  generales  ; hay  dificultad  de 
respirar,  pulso  pequeño,  frecuente,  irregular,  concentrado;  sudores 
trios  v abundantes,  vómitos  biliosos  , convulsivos  , deyecciones  , pertur- 
bación de  la  vista  y de  las  facultades  intelectuales,  alteración  del  rostro, 
convulsiones,  y al  fin  la  muerte. 

Etiología  de  la  intoxicación  por  animales  ponzoñosos.  — Los  animales  que 
producen  esta  intoxicación  son  principalmente  los  crótalos,  víboras,  las 
culebras  de  cascabel , las  nayas,  el  sapo,  el  escorpión,  la  tarántula  , la 
araña  de  las  cuevas,  la  avispa  , la  abeja  , ciertos  moscardones,  etc. 

3.°  Diagnóstico  de  la  intoxicación  séptica  por  humores  virulentos. 

Lo  mas  característico  de  esta  intoxicación,  que,  ora  se  provoca  con  la 
mordedura  de  los  animales  ó sugetos  que  la  padecen  , ora  con  la  deposi- 
ción de  los  humores  virulentos,  consiste  en  inocularse  en  la  parte  lisiada 
ó con  la  que  se  ponen  en  contacto,  y provocar  en  ella  un  movimiento 
molecular  fermentativo  que  da  lugar,  no  solo  á la  formación  en  la  misma 
de  vejigas,  úlceras  ó diversas  formas  morbosas,  según  los  agentes,  á 
cuya  aparición  local  se  siguen  otras  en  órganos  mas  ó menos  distantes  y 
con  diferentes  síntomas,  causando  al  fin  la  muerte  , mas  ó menos  rápida, 
según  los  casos,  sino  á la  formación  de  un  humor  de  igual  naturaleza 
que  el  que  ha  provocado  la  intoxicación. 

Estas  intoxicaciones  son  tenidas  por  enfermedades  comunes,  y no  figu- 
ran en  las  obras  de  toxicología , sin  duda  porque  los  virus  no  son  instru- 
mentos del  crimen,  y no  intoxican,  al  menos  algunos  de  ellos,  con  la 
rapidez  de  los  demás  venenos.  Mas  ni  lo  uno  ni  lo  otro  basta  para  no  te- 
nerlos por  venenos,  y por  intoxicaciones  los  estados  que  provocan,  si- 
quiera no  se  trate  de  ellos  en  toxicología.  Una  cosa  igual  sucede  respecto 
ae  la  intoxicación  séptica  por  los  animales  ponzoñosos,  pues  tampoco  son 
instrumentos  del  crimen , ni  suelen  matar  algunos  de  ellos , y sin  embar- 
go , no  hay  tratado  de  toxicología  que  en  ellos  no  se  ocupe. 

Etiología  de  la  intoxicación  séptica  por  humores  virulentos.  —Los  venenos 
que  producen  esta  intoxicación  son  los  llamados  virus;  el  rabífico,  el 
muermoso,  el  venéreo  , el  varioloso , etc. 

4.®  Diagnóstico  de  la  intoxicación  séptica  por  los  alimentos  y sustancias  orgánicas  en 

putrefacción. 

Como  cuadro  general  de  los  síntomas  desenvueltos  después  de  haber 
comido  sustancias  alimenticias  con  principios  de  putrefacción  , en  espe- 
cial las  morcillas  ó embutidos , podemos  consignar  lo  siguiente : 

Dolor  vivo  y quemante  en  la  región  epigástrica  á las  veinte  horas  de 
haber  comido , vómitos  de  materias  sanguinolentas , apetito  conservado, 
sed , deglución  difícil ; las  bebidas  caen  en  el  estómago  como  en  un  vaso 
inerte , los  alimentos  sólidos  no  pasan  del  esófago;  constipación  tenaz  ó 
materias  excretadas  muy  duras,  como  térrcas,  la  bilis  no  las  tiñe,  se- 
creciones suspensas;  aunque  la  orina  es  abundante,  es  difícil  expelerla, 
á veces  hay  diarrea,  respiración  embarazosa , no  hay  latidos  de  corazón, 
síncopes  frecuentes , pulso  mas  débil  que  en  el  estado  normal , venas  dei 
cuello  dilatadas  y salientes,  ojos  fijos,  párpados  Inmóviles,  pupilas  ai- 


- 461  - 

Jaladas  é inmóviles  á la  acción  de  la  luz , vista  doble , las  facultades  inte- 
lectuales se  conservan  íntegras,  en  algunos  casos  el  carácter  es  irascible, 
y hasta  el  delirio  furioso ; hidrofobia  y vértigos  ; tegumentos  poco  sensi- 
bles , palmas  de  las  manos  y plantas  de  los  piés  duras  y como  coriáceas, 
piel  fria  y seca. 

Del  tercero  al  octavo  dia  sobreviene  la  muerte , poniéndose  el  sugeto 
demacradísimo , los  testículos  se  atrofian , la  respiración  es  cada  vez  mas 
difícil,  la  voz  se  pierde,  el  pulso  cesa,  y después  de  ligeros  movimien- 
tos convulsivos , el  sugeto  espira  , teniendo  la  conciencia  de  todo  lo  que 
le  está  pasando. 

Si  no  muere,  la  convalecencia  es  larga,  hay  exfoliación  de  las  muco- 
sas y síncopes  frecuentes. 

Si  las  sustancias  putrefactas  se  inoculan  con  cortes  de  instrumentos 
mojados  ó impregnados  de  ellas,  la  herida  se  encona,  se  hace  saniosa, 
gangrenosa,  hay  tumefacción,  coloraciones  diversas,  dolor  en  la  parte 
y en  el  miembro  correspondiente  , y van  apareciendo  los  síntomas  de  las 
afecciones  lifóicasó  pútridas  parecidas  á los  de  las  demás  infecciones. 

Etiología  de  la  intoxicación  séptica  por  sustancias  putrefactas.  — Los  venenos 
que  dan  lugar  á esta  intoxicación  son  las  morcillas  y embutidos  con  prin- 
cipios de  putrefacción  ; las  carnes,  leches  pasadas,  podridas,  el  pan  en- 
mohecido, las  frutas  averiadas,  algunos  hongos,  la  sangre,  pus  y otros 
órganos  y humores  putrefactos,  etc. 


Tal  es  la  exposición  general  que  podemos  hacer  de  los  cuadros  sinto- 
máticos correspondientes  á todas  las  intoxicaciones,  ó lo  que  es  lo  mis- 
mo, al  diagnóstico  absoluto  y genérico  mas  ó menos  general  de  todos 
los  casos  morbosos  provocados  por  los  venenos  de  todas  clases. 

No  podemos  descender  á mas  pormenores,  porque  todo  lo  que  dijése- 
mos mas  allá  de  lo  expuesto  seria  ya  propio  de  la  toxicología  particular. 
Cuando  estemos  en  ella,  especificaremos  más  los  cuadros,  y serémos, 
por  lo  tanto  , mas  exactos  y terminantes. 

No  concluiremos  , sin  advertir  que , en  los  cuadros  que  acabamos  de 
trazar,  es  necesario  no  ver  la  expresión  absoluta  de  lo  que  cada  clase  de 
venenos  produce;  porque  si  bien  es  cierto  que  esos  conjuntos  de  síntomas 
pertenecen  realmente  á la  clase  ó subclase  correspondiente  ó respectiva, 
también  lo  es  que  no  todos  los  síntomas  de  cada  una  se  han  observado  en 
todos  los  intoxicados,  sino  en  diferentes  , y de  lo  advertido  en  ellos  se 
ha  formado  el  cuadro  común  de  efectos  posibles  de  la  clase. 

Las  muchas  causas  que  influyen  en  el  modo  de  obrar  de  los  venenos  y 
en  los  resultados  de  su  acción  , hacen  que  cada  sugeto  ofrezca , si  cabe, 
un  cuadro  particular  de  síntomas,  el  cual,  sin  que  por  eso  deje  de  tener 
su  fisonomía  general , tal  vez  se  singulariza  por  la  presencia  de  tal  ó cual 
síntoma , ó por  la  falta  de  este  ó aquel  otro. 

Orfila,  que  es  ciertamente  un  gran  voto  en  la  materia  , dice  estas  ter- 
minantes palabras,  luego.de  haber  bosquejado  el  cuadro  de  síntomas  de 
los  venenos  irritantes. 

«Es  menester  considerar  la  descripción  que  precede  como  el  resúmen 
de  lo  que  se  ha  visto  en  los  numerosos  envenenamientos  por  los  irritan- 
tes, y no  como  la  expresión  de  lo  que  se  observa  en  cada  caso  par- 
ticular.» 

En  otra  parte  de  su  mismo  tratado  discurre  mas  extensamente  sobre  lo 


— 462 


mismo  ven  igual  sentido  con  aplicación  á todas  las  intoxicaciones. 
r,ianrfo  nos  ocupemos  en  la  filosofía  de  la  intoxicación  y analicemos  el 
valor  significativo  de  los  sínlomas,  desarrollarémos  más  esta  impor- 

^Por íln'rno , debemos  consignar  aquí  igualmente  que  es  aplicable  á 
cada  intoxicación  genérica  y sub-genérica , lo  que  hemos  dicho  respecto 
al  diagnóstico  absoluto  en  cuanto  á la  forma  de  intoxicación.  Hemos  to. 
mado  por  tipo  la  aguda.  La  lenta  no  presenta  ni  tantos  ni  tan  señalados 
síntomas.  Con  mas  razón  podemos  decirlo  de  la  consecutiva , y respecto 
de  algunas  ciases  no  la  hay. 


ARTÍCULO  11. 

DEL  PRONÓSTICO  DE  LA  INTOXICACION. 

No  siempre  que  hay  intoxicación  ó envenenamiento  ha  muerto  el  su- 
geto,  cuando  llega  el  facultativo;  á menudo  encuentra  este  al  envenenado 
con  vida  todavía , y en  disposición , tal  vez  , de  recibir  los  recursos  del 
arte , cuando  no  para  salvarle , para  que  muera  con  menos  tormentos 
ó retardar  la  muerte.  En  todos  estos  casos,  además  del  diagnóstico,  hay 
que  formar  el  pronóstico  de  la  intoxicación;  y puesto  que  las  intoxicacio- 
nes no  son  iguales,  puesto  que  ofrecen  diferencias  relativas,  no  solo  á las 
diversas  clases  de  venenos  , sino  á las  varias  circunstancias  que  pueden 
modificar  su  acción ; se  hace  indispensable  que  vayamos  estudiando  tam- 
bién los  diferentes  pronósticos  que  pueden  formarse  según  los  casos.  Po- 
demos repetir  lo  que  ya  llevamos  dicho,  al  empezar  el  artículo  anterior 
respecto  del  diagnóstico.  Hay  el  pronóstico  absoluto,  el  genérico  y el 
particular,  y los  formamos  del  propio  modo.  Conviene,  pues,  que  siga- 
mos una  distribución , ó método  igual  al  que  hemos  seguido  en  el  estudio 
del  diagnóstico.  Hablemos  primero  del  pronóstico  de  la  intoxicación  en 
general  ó absoluto,  luego  del  de  cada  clase  de  venenos  ó genérico,  de- 
jando para  la  toxicología  particular  el  relativo  á cada  veneno. 

§ I. — Del  pronóstico  absoluto  ó general  de  la  intoxicación. 

El  pronóstico  de  toda  intoxicación  es  siempre  grave,  porque  el  agente 
que  la  provoca  es  enérgico,  de  acción  rápida  y profunda,  y,  ó no  tiene 
ocasión  de  obrar,  ó por  poca  que  se  le  deje,  los  trastornos  que  causa 
son  siempre  de  muchísima  trascendencia.  Venena , nisi  oxidant , decía  Za- 
chías,  reliquunt  semper  insignem  aliquam  moxam  el  morbos  diuturnos  (*). 

Si  la  intoxicación  es  aguda  , la  gravedad  del  pronóstico  es  todavía  ma- 
yor por  la  rapidez  del  estrago.  El  infeliz  envenenado  toma  una  dósis 
fuerte  de  veneno,  este  ha  desplegado  todo  el  lleno  de  su  acción , y es 
muy  difícil  dominarla.  Cuando  la  intoxicación  es  lenta,  puesto  que  es 
producida  con  la  reiteración  de  dósis  de  veneno,  cada  una  de  por  sí  insu- 
ficiente para  causar  la  muerte,  el  pronóstico  es  infinitamente  menos  grave, 
porque  por  lo  común  basta  impedir  que  esas  dósis  se  reiteren,  para  que 
la  intoxicación  desaparezca. 

No  sucede  otro  tanto  con  la  intoxicación  consecutiva:  el  pronóstico  en 
estos  casos  depende  de  la  lesión  que  el  veneno  produjo,  y tal  puede  ser, 


t‘)  Obra  ciud» , Consil.  XIII. 


- m - 

en  efecto,  que  se  columbre  la  sombra  tétrica  de  la  muerte,  cuando  no 
cerca,  en  lontananza.  Es  decir,  en  suma,  que  el  pronóstico  de  la  intoxi- 
cación es  gravísimo  en  la  intoxicación  aguda ; éslo  también , aunque  me- 
nos, en  la  consecutiva,  y en  la  lenta,  aunque  grave,  puede  ser  conso- 
lador en  la  mayor  parte  de  los  casos. 

Pero  no  debemos  limitarnos  á esta  consideración  tan  general,  para  es- 
tablecer el  pronóstico  de  la  intoxicación.  Son  tantas  y tantas  las  circuns- 
tancias, á que  ha  de  atenerse  el  facultativo,  para  pronosticar  en  estos  ca- 
sos lamentables,  que  si  nos  contentáramos  con  esto,  seria  lo  mismo  que 
si  no  hubiésemos  dicho  nada. 

Para  formar  un  pronóstico  exacto  y digno  del  médico  en  todo  caso  de 
intoxicación,  es  menester  atender  á los  puntos  siguientes: 

1. *  A lo  que  atañe  al  veneno. 

2. °  A las  circunstancias  del  que  le  ha  tomado. 

3. #  A la  época  en  que  es  llamado  el  facultativo. 

1. °  A lo  que  atañe  el  veneno.  — Bajo  este  título  abrazo  todo  lo  que  al  ve- 
neno se  refiere  ; no  solo  comprendo  su  naturaleza,  esto  es  , si  es  simple 
ó ácido,  ó álcali,  ú óxido,  ó sal;  soluble  ó no  soluble;  su  estado,  su  reino 
y su  carácter  fisiológico,  esto  es,  cáustico,  inllamatorio,  narcótico,  ner- 
vioso-inflamatorio,  asfixiante  ó séptico,  sino  si  es  enérgico  ó pálido  en  su 
acción  ; si  se  ha  dado  en  poca  ó mucha  cantidad ; con  este  ó aquel  vehí- 
culo; por  esta  ó aquella  vía,  si  tiene  ó no  contraveneno,  etc.  Todo  esto 
ejerce  su  influencia  en  la  formación  del  pronóstico.  Es  grave  el  pronós- 
tico bajo  este  punto  de  vista,  en  igualdad  de  las  demás  circunstancias, 
cuando  de  todas  estas  condiciones  resulta  mayor  energía  de  acción,  mas 
rapidez,  mas  necesidad  en  la  misma.  Es  menos  grave  el  pronóstico, 
cuando  de  todas  esas  condiciones  resulte  todo  lo  contrario.  Me  es  impo- 
sible fijar  mas  pormenores  en  este  párrafo  : en  los  siguientes  lo  haré. 

2, °  A las  circunstancias  del  que  ha  tomado  el  veneno. — liemos  visto  que 
hay  varias  circunstancias  personales , capaces  de  modificar  la  acción  ve- 
nenosa y los  resultados  de  la  misma.  De  consiguiente,  es  imposible  for- 
mar un  buen  pronóstico  de  la  intoxicación  , sin  fijarnos  en  esas  circuns- 
tancias. La  edad , el  sexo,  el  temperamento,  la  idiosincrasia , el  hábito, 
todos  los  elementos,  en  una  palabra,  de  la  constitución,  deben  ser  aten- 
didos para  pronosticar  bien  ó mal.  El  estado  de  plenitud  ó vacuidad  del 
estómago  del  envenenado;  si  comió  mucho  ó poco;  su  facilidad  ó dificul- 
tad de  vomitar;  la  moral  de  la  víctima  ó sea  su  ánimo,  su  presencia  de 
espíritu  ó su  temor;  y por  último,  la  naturaleza  del  acto  que  le  ha  cons- 
tituido en  tan  deplorable  situación.  Es  grave  , en  igualdao  de  las  demás 
circunstancias,  la  intoxicación  en  los  niños  y en  los  jóvenes;  menos  en 
los  viejos,  cuya  sensibilidad  está  casi  embotada  ; más  en  las  mujeres  que 
en  los  hombres;  más  en  unos  temperamentos  que  en  otros,  según  sea  el 
veneno;  mas  ó menos  en  ciertas  disposiciones  individuales  dependientes 
de  la  idiosincrasia;  más  cuando  el  habito  no  puede  templar  la  energía  de 
acción  ; más  cuando  el  estómago  estaba  vacío,  cuando  ha  permanecido  el 
veneno  mucho  tiempo  en  el  estómago  y es  casi  imposible  el  vómito;  más 
si  el  sugeto  está  aterrado  á la  vista  de  la  muerte  que  ha  clavado  en  él 
sus  garras;  más  si , en  fin  , el  envenenado  es  un  suicida  que  ha  resuelto, 
movido  de  desesperación  , acabar  con  su  existencia  ; ó una  víctima  infe- 
liz de  un  asesino  tan  aleve  como  villano,  que  le  haya  dado  una  bebida  ó 
algún  plato  emponzoñado.  En  estos  casos,  la  cantidad  del  veneno  es 
siempre  considerable,  y ia  energía  del  mismo  garantida.  Tanto  el  suicida 


— 464  - 

aJ  nspsino  no  quieren  dar  el  golpe  en  vago.  Así  las  intoxicaciones 
Preconocen  por  móvil  el  suicidio  ó el  asesinato  suelen  ser  siempre  mu- 
que reco  ves]  „ue  |as  involuntarias  ó debidas  á algún  error. 

C q la  época  en  que  es  llamado  el  facultativo.— Es  evidente  que  , cual- 
quiera que  sea  la  intoxicación , hasta  la  menos  mortífera  , adquiere  su 
pronóstico  gravedad  á proporción  de  lo  que  se  larda  en  llamar  al  facul- 
tativo, ó lo  que  es  lo  mismo,  en  oponer  á la  acción  mediata  ó inmediata 
del  veneno  sus  correspondientes  contravenenos  y antídotos.  Si,  luego 
después  de  ingerida  ó aplicada  la  sustancia  venenosa,  es  el  envenenado 
socorrido,  en  igualdad  de  circunstancias , puede  muy  bien  neutralizarse 
la  acción  del  veneno  y ser  la  víctima  salvada.  Cuando  se  acude  pronto, 
se  puede  conjurar  el  estrago,  obrando  directamente  tal  vez,  ó por  lo  me- 
nos en  muchos  casos,  sobre  el  veneno  mismo.  Logrando  esto,  casi  siem- 
pre, por  no  decir  siempre,  puede  salvarse  el  envenenado.  Mas  tarde  ya, 
aun  cuando  el  veneno  tenga  contraveneno,  no  es  ocasión  de  emplearle; 
hay  que  dirigirse,  en  la  medicación  , contra  los  fenómenos  patológicos , y 
estos,  tal  vez,  no  cedan  á la  medicación  que  se  les  oponga. 

Sin  embargo,  esa  tardanza  tiene  un  límite.  Así  como  se  hace  muy 
grave,  mortal  tal  vez  el  pronóstico,  cuando  es  llamado  el  facultativo,  una 
vez  desplegados  los  síntomas  de  la  intoxicación , una  vez  desenvueltos  los 
fenómenos  patológicos  que  la  caracterizan , acaso  aun  después  de  todo 
esto  sea  posible  pronosticar  de  un  modo,  reservado  sí , pero  susceptible 
de  algunas  esperanzas.  Cuanto  mas  tarda  en  morir  un  envenenado,  mas 
probabilidades  hay  de  poder  salvarle.  Si  después  del  primer  ímpetu  el 
sugeto  resiste , y aunque  gravemente  enfermo,  pasa  mas  allá  de  los  dias  ú 
horas  en  que  suelen  morir  los  intoxicados  por  el  veneno  que  tomó,  bien 
se  puede  ser  menos  fatal,  menos  lúgubre  en  el  pronóstico.  Pero  no  nos 
dejemos  alucinar  por  engañosas  apariencias;  hay  á veces  una  cesación 
casi  repentina  de  síntomas  graves,  lamas  completa  calma  reina  en  el 
envenenado,  y se  diría  que  ya  está  fuera  de  peligro:  todo  esto  es  falaz; 
es  la  traición  de  la  gangrena  de  los  órganos  principales,  es  el  principio 
de  la  resolución  de  fuerzas  que  luego  sobreviene,  y si  no,  notad  la  pe- 
quenez, la  miseria  del  pulso,  su  irregularidad  , su  temblor,  ved  como  al 
mismo  tiempo  que  desaparece , se  presenta  el  hipo  y los  demás  signos  de 
una  muerte  cercana. 

A esto  puede  reducirse  el  pronóstico  general  de  la  intoxicación. 

§ II.—  Del  pronóstico  genérico  de  la  intoxicación. 

A.  Pronóstico  de  la  intoxicación  cáustica. 


La  intoxicación  por  los  venenos  cáusticos,  ó es  muy  ligera,  ó muy 
grave.  Si  no  afectan  mas  que  la  piel  ú otro  órgano  poco  importante,  ni 
intoxicación  llega  á haber;  todo  lo  contrario  sucede , si'es  un  órgano 
interno  y de  los  esenciales  Yi  la  vida  el  punto  de  introducción  ó aplica- 
ción. Análogas  diferencias  pueden  presentarse,  según  el  estado  de  con- 
centración del  veneno.  Muy  concentrado,  hay  destrucciones  forzosas , y 
la  extensión  de  estas  decide  de  los  resultados. 

Una  intoxicación  cáustica , consumada  con  la  firme  voluntad  de  suici- 
darse , es  siempre  gravísima  , por  no  decir  mortal.  Por  poco  que  se  tarde 
en  socorrer  al  sugeto,  la  desorganización  del  tubo  digestivo  es  completa 
en  su  parte  superior,  y las  perforaciones  que  se  efectúan  causan  la  muerte 
en  pocas  horas. 


- ¿66  - 

Aun  cuando  se  salve  , por  de  pronto  resta  la  intoxicación  consecutiva, 
que  en  estos  casos  es  la  mas  grave.  Reunidas  todas  las  condiciones  mas 
favorables,  todavía  queda  un  pronóstico  triste,  porque  transcurrirán  mu- 
chos meses  de  martirio  y sufrimiento,  y solo  podrá  salvarse  el  envene- 
nado, resignándose  á seguir  con  vigor  y con  constancia  el  plan  dietético 
que  en  su  lugar  trazarémos. 

B.  Pronóstico  de  la  intoxicación  inflamatoria. 

Hemos  dicho  que  los  venenos  inflamatorios  causan  inflamaciones  en  los 
órganos  mas  ó menos  esenciales  de  la  vida.  Todos  sabemos  qué  pronós- 
tico hay  que  formar  de  semejantes  fenómenos  patológicos.  La  gangrena 
amenaza  siempre.  Pero  las  inflamaciones  causadas  por  los  venenos  suelen 
ser  á veces  de  índole  diferente  de  las  causadas  por  otros  agentes  morbo- 
sos. Una  inflamación  ordinaria  no  se  desenvuelve  sino  en  una  constitu- 
ción dispuesta  á ella ; la  inflamación  tóxica  se  desarrolla  en  toda  suerte 
de  constitución  , mas  ó menos,  es  cierto  ; pero  siempre  se  desarrolla;  de 
aquí  es  que  por  regla  general  siempre  debe  ser  el  pronóstico  mas  reser- 
vado. Una  inflamación  en  una  constitución  robusta  puede  ser  atacada  por 
un  plan  antiflogístico  enérgico;  la  constitución  lo  permite;  en  otra  dete- 
riorada ya  ó empobrecida  , la  aparición  de  una  flogosis  es  fatal.  Bien  es 
verdad , que  jamás  se  presentará  en  semejante  constitución  una  flogosis 
violenta;  sin  embargo,  la  que  se  ofrezca,  tendrá  todos  los  inconvenientes 
que  acabo  de  mencionar. 

Entre  los  mismos  venenos  inflamatorios  los  hay  cuyas  intoxicaciones  se 
hacen  mas  graves.  Los  gaseosos,  por  ejemplo,  y es  á consecuencia  , de- 
jando aparte  las  demás  circunstancias,  de  la  rapidez  de  su  acción.  Las  de 
los  minerales  suelen  serlo  menos  que  las  de  los  vegetales,  porque  se 
prestan  más  á la  acción  de  los  contravenenos  por  su  naturaleza  química. 

C.  Pronóstico  de  la  intoxicación  narcótica. 

Algunos  venenos  narcóticos  tienen  antídotos  ; y tanto  por  esto , como 
por  no  desenvolver  principalmente  en  el  organismo  mas  que  síntomas  de 
inervación , ó asfixia,  aun  cuando  estén  en  el  lleno  de  su  actividad  mor- 
tífera , pueden  ser  contrariados  por  un  antídoto  eficaz  y por  los  recursos 
medicinales.  El  pronóstico  de  esta  intoxicación  se  hace  grave  por  las  de- 
más circunstancias  que  en  general  aumentan  el  peligro ; mas  por  la  natu- 
raleza de  la  acción  tóxica  de  los  narcóticos,  tal  vez  por  lo  mismo  que  des- 
plegan una  influencia  catalítica  antihematósica,  son  los  que  mejor  pue- 
den ser  combatidos  por  algo  que  sobre  esta  misma  catálisis  se  dirija  en 
un  sentido  contrario.  Así  veremos  que  con  un  cocimiento  de  café  se  disi- 
pan á veces  de  un  modo  admirable  los  síntomas  del  narcotismo.  Sin  eni- 
baigo,  la  dificultad  mayor  que  siempre  se  encuentra  en  reanimar  la  vida 
apagada  que  en  moderarla  con  evacuaciones  sanguíneas  y otros  medios 
debilitantes,  hace  que  se  mire  también  la  intoxicación  por  los  narcóticos, 
aun  bajo  este  punto  de  vista,  como  muy  grave,  y en  algunas  de  ellas 
mortal  por  lo  rápido  de  su  acción. 

D.  Pronóstico  de  la  intoxicación  nervioso-inflamatoria. 

De  lo  que  hemos  dicho  con  respecto  al  pronóstico  de  la  inflamatoria  y 
narcótica  , se  colige  ya  lo  que  podrém  os  consignar  por  lo  concerniente  á 
toxicologu.— 30 


¡.  nervioso-inflamatoria.  Terribles  venenos  hay  en  esta  clase , cuya  ac- 
Ln  tan  rápida  como  ejecutiva,  deja  á veces  poco  que  esperar  6 prome- 
£r  Salidos  la  mayor  parte,  por  no  decir  todos,  del  reino  vegetal,  ó no 
¡^‘n  contravenenos , ó no  se  conocen  sus  antídotos.  Por  otra  parte,  la 
doble  acción  que  ejercen,  llena  de  dificultades  la  medicación  que  se  les 
ha  de  oponer ; la  flogosis  que  provocan  exige  medios  antiflogísticos  • 

11  nmm  I oi  vr/vc  • loe  nnr\  vn  leí  ai 


el 


aplanamiento,  revulsivos;  las  convulsiones,  antiespasmódicos;  y cuánto 
se  perjudican  entre  sí  estos  tres  órdenes  de  medicamentos;  cuánto  los 
repugna  el  organismo  á la  vez , basta  pensar  en  ello  para  comprenderlo 
perfectamente.  En  términos,  que  bien  podemos  establecer  que  la  intoxi- 
cación por  los  venenos  nervioso-inflamatorios  es  de  pronóstico  gravísimo. 


E.  Pronóstico  de  la  intoxicación  asfixiante . 

Según  cuál  sea  la  subclase  de  los  venenos  que  producen  esta  intoxica- 
ción, varía  el  pronóstico  de  la  misma;  sin  embargo,  en  las  tres  es  terri- 
ble por  lo  ejecutiva,  por  el  poco  tiempo  que  da  para  socorrer  á los  into- 
xicados. 

Ya  que  no  por  la  violencia  del  veneno , por  la  prontitud  con  que  se 
muere,  luego  que  se  suspende  definitivamente  la  respiración  y los  latidos 
cardíacos;  por  poco  que  se  tarde  en  socorrer  al  intoxicado,  todo  es  inútil. 

Aunque  no  sean  anestésicos  ejercen  una  acción  tan  enérgica,  tan  rá- 
pida y tan  superior  á todo  recurso , que  casi  siempre  es  mortal  la  into- 
xicación. 

1 ° Pronóstico  de  la  intoxicación  asfixiante  tetánica. 

Es  terrible,  porque  obra  á los  pocos  minutos  de  ingeridos  los  venenos, 
y mata  con  rapidez  como  no  sean  socorridos  los  intoxicados,  y aun  cuando 
lo  sean  , aun  cuando  pueda  sostenerse  artificialmente  la  respiración , hay 
pocos  recursos  para  combatir  la  acción  tóxica ; lo  mas  que  se  logra  es 
retardar  la  muerte. 

Sin  embargo,  si  se  nos  llama  algún  tiempo  después  de  envenenado  el 
sugeto  y no  ha  muerto  todavía,  esto  solo  puede  inspirar  alguna  esperanza 
de  salvarle. 

2.°  Pronóstico  de  la  intoxicación  asfixiante  paralítica. 

Igualmente  rápida  esta  intoxicación  que  la  anterior  y más  todavía , se- 
gún los  venenos  que  la  producen  , dejan  poco  tiempo  de  vida  á los  suge- 
tos ; esto  y la  imposibilidad  en  que  nos  hallamos  de  combatir  la  acción 
fulminante  de  esos  tósigos , hará  desesperados  los  casos,  por  poco  consi- 
derable que  sea  la  cantidad  tomada.  Sosteniendo  la  respiración  en  los  ca- 
sos en  que  el  veneno  no  se  haya  tomado  en  gran  cantidad,  todavía  puede 
esperarse  algo. 

3.°  Pronóstico  de  la  intoxicación  asfixiante  anestésica. 

Es  vario  según  los  casos.  Guando  se  ha  respirado  el  anestésico  en  gran 
cantidad  y por  algún  tiempo , por  lo  común  la  muerte  es  rápida  y supe- 
rior á todo  recurso.  Mas  si  ha  sucedido  lo  contrario,  siquiera  haya  insen- 
sibilidad profunda  y aplanamiento  completo,  todavía  se  le  puede  salvar. 

Todos  saben  lo  que  sucede  á los  cloroformizados;  vuelven  en  sí  es- 
pontáneamente , en  cuanto  el  aire  que  respiran  puede  arrojar  el  cloro- 
formo y volver  á seguir  la  hematosis. 


- 467  - 

Según  ios  grados,  pues,  de  anestesia,  así  se  podrá  pronosticar.  Si  ya  ha 
habiao  suspensión  de  respiración,  y sobre  todo  de  latidos  cardíacos,  y ha 
transcurrido  mas  de  seis  minutos , ya  no  hay  esperanzas  de  salvación. 
Mientras  respire  y lata  el  corazón,  hay  esperanzas. 

F.  Pronóstico  de  la  intoxicación  séptica . 

I.°  Por  gases. 

Hemos  visto  que  los  venenos  sépticos  gaseosos  matan  casi  de  repente. 
Cuando  dejan  de  matar  en  el  acto,  acaso,  según  las  circunstancias,  puede 
salvarse  el  sugeto.  El  ácido  sulfhídrico  tiene  su  contraveneno  en  el  cloro. 
Sacado  el  sugeto  de  la  atmósfera  que  le  emponzoñe,  puede  ser  vuelto  á la 
vida  con  la  atinada  aplicación  de  los  recursos  que  en  su  tiempo  verémos. 

2. °  Por  animales  ponzoñosos. 

Cuando  la  intoxicación  procede  de  la  picadura  de  un  animal  ponzo- 
ñoso , es  de  pronóstico  grave  ó ligero , según  la  clase  del  animal , el  su- 
geto mordido  y la  tardanza  en  ser  socorrido.  La  cauterización  de  la  parte 
mordida  suele  conjurar  el  estrago.  Los  niños  y las  mujeres  suelen  expe- 
rimentar mas  daño  á consecuencia  de  la  mordedura  de  la  víbora  y del  ás- 
pid ó escorpión;  la  avispa,  tarántula  y arañas,  es  raro  que  acaben  con 
el  sugeto,  por  poco  que  se  le. asista  debidamente.  Las  serpientes  de  otros 
países,  las  de  sonaja,  por  ejemplo,  son  mas  terribles;  sus  mordeduras 
dejan  , por  lo  común  , pocas  esperanzas.  Sin  embargo  , como  tienen  antí- 
dotos, ó puede  ser  el  veneno  atacado  tópicamente,  la  gravedad  del  pro- 
nóstico dependerá  principalmente  de  las  circunstancias  en  que  el  sugeto 
se  encuentre,  mas  bien  que  de  la  acción  fisiológica  del  veneno. 

3. °  Por  humores  virulentos. 

En  cuanto  á los  intoxicados  por  humores  virulentos,  en  algunos  es  ter- 
rible el  pronóstico , porque  no  se  sabe  cómo  impedir  el  desarrollo  del 
mal.  Siquiera  se  acuda  pronto  á neutralizar  con  cáusticos  la  parte  lisiada, 
no  hay  seguridad  de  que  la  intoxicación  no  se  presente.  Así  sucede  con 
el  virus  rabífico  y el  muermo.  Respecto  de  los  demás , si  se  acude  á 
tiempo,  la  cauterización  los  destruye;  y de  no,  hay  específicos  que  com- 
baten victoriosamente  la  intoxicación  por  aquellos  producida. 

4.°  Por  sustancias  putrefactas. 

Si  la  intoxicación  es  por  las  sustancias  alimenticias  averiadas,  deja  por 
lo  común  pocas  esperanzas;  los  sugetos  son  víctimas  casi  siempre  , por  no 
decir  siempre,  con  mas  ó menos  rapidez.  Los  que  se  salvan,  tardan  mu- 
cho en  recobrar  completamente  la  salud. 

Si  la  intoxicación  se  produce  por  inoculación  de  materias  orgánicas 
podridas,  no  es  favorable  el  pronóstico,  pues  por  lo  común  mueren  los 
sugetos  de  resultas  de  la  descomposición  que  la  sangre  experimenta. 

ARTÍCULO  III. 

DE  LA  ANATOMIA  PATOLÓGICA  DE  LA  INTOXICACION. 

No  es  menos  importante  que  el  conocimiento  del  diagnóstico  y pronós- 
tico la  anatomía  patológica  de  la  intoxicación.  Las  alteraciones  que  los 


— 468  - 

i ,-n  dn  p I organismo,  completan  el  diagnóstico:  bien  puede 
venenos  produc  • - ' ue  se  practica  la  autópsia,  todo  facultativo  dis- 

asegurarse qu  a^rraar  de  un  modo  absoluto  el  carácter  de  la  intoxi- 
creto  se  gw  -a¡  si  je  forma  como  perito  en  un  caso  práctico.  ÍNo  es 
CatC1°í5ecir  aue  no  puedan  formarse  diagnósticos  bastante  exactos,  sin  prac- 
f>ar  la  autópsia.  Esto  seria  un  error  grosero,  tanto  mas,  cuanto  que  to- 
dos los  dias  se  hacen  diagnósticos  acertados  de  enfermedades  difíciles 
en  personas  que  luego  se  curan  de  sus  males.  Lo  que  yo  quiero  decir  es, 
(iue  en  Jas  intoxicaciones,  generalmente  hablando,  no  debe  ni  puede  el 
médico,  y menos  aun  el  módico  forense,  pronunciarse  de  un  modo  ter- 
minante por  tal  ó cual  intoxicación  , hasta  tanto  que,  además  de  los  sín- 
tomas , no  se  haya  enterado  del  estado  de  los  órganos  por  medio  de  la 
autópsia;  y aun  con  esto  le  falta  otro  requisito,  como  mas  tarde  veremos. 

Conviene,  pues,  que  demos  á conocer  el  estado  anatómico  en  el  cual 
quedan  los  órganos  cuando  la  intoxicación  ha  terminado  por  la  muerte. 
Por  la  misma  razón  que  el  modo  de  obrar  de  los  venenos  es  vario,  y por 
¡o  que  ya  llevamos  dicho  al  tratar  de  los  caractéres  de  cada  clase , hay 
necesidad  de  que  examinemos  por  partes  este  punto , como  lo  hemos  he- 
cho en  los  artículos  anteriores. 


g I.— De  la  anatomía  patológica  absoluta  de  la  intoxicación. 

Aquí  no  cabe,  en  rigor,  la  generalidad  que  hemos  dedicado  al  diagnós- 
tico y al  pronóstico;  no  hay,  propiamente  hablando,  un  cuadro  de  altera- 
ciones generales  ó comunes,  porque,  según  la  clase  de  venenos  que  pro- 
ducen las  intoxicaciones,  ó no  hay  alteración  alguna,  ó son  diversas.  Lo 
mas  que  podremos  decir  es,  que , según  cuales  sean  los  venenos , los  ór- 
ganos se  encuentran  sensiblemente  en  estado  natural,  ó bien  alterados  en 
su  color,  volumen,  consistencia  é integridad,  presentando  flogosis,  inyec- 
ciones, arborizaciones,  livideces,  manchas,  úlceras,  escaras,  perforacio- 
nes, gangrena,  encogimientos,  reblandecimientos,  induraciones,  dege- 
neraciones grasientas  ó esleatosis,  derrames,  viscosidad  ó fluidez  de  la 
sangre , color  de  la  misma  rutilante , negro  ó verdoso , etc.  Bien  se  com- 
prende que  un  bosquejo  de  esta  suerte,  tomado  así  tan  generalmente,  y 
abrazando  todos  los  casos,  no  es  lo  que  basta  ó conduce  al  perfecto  cono- 
cimiento de  la  anatomía  patológica  de  la  intoxicación.  Es  menester,  pues, 
que  veamos  sucesivamente  qué  clase  de  alteraciones  presenta  la  intoxica- 
ción, según  la  clase  á que  pertenezca  el  veneno. 


g II.— De  la  anatomía  patológica  genérica  de  la  intoxicación. 

A.  Anatomía  patológica  de  la  intoxicación  cáustica. 

La  acción  que  los  cáusticos  ejercen  destruye  mas  ó menos  los  teji- 
dos, y deja  por  vestigios  de  la  misma  manchasr  negras,  cenicientas  ó ama- 
rillas en  la  cara,  labios  y conducto  digestivo;  escaras,  encogimientos,  le- 
vantamiento de  la  mucosa,  perforaciones,  inyecciones  intensas  en  las  in- 
mediaciones de  las  escaras,  reblandecimientos  y reducciones  á papilla  de 
algunas  partes.  Todos  estos  estragos  se  encuentran  mas  notablemente  en 
la  boca,  faringe  y esófago,  que  en  el  mismo  estómago,  porque  como  la 
acción  es  instantánea  por  contacto,  á proporción  que  pasan  por  dichos  • 
conductos  los  venenos  cáusticos,  ya  los  destruyen.  Ocioso  es  decir  que 
si  se  introducen  por  otras  vías,  en  estas  se  hallan  dichas  alteraciones. 


- 469  - 

B.  Analomia  patológica  de  la  intoxicación  inflamatoria. 

Los  autores  describen  estas  alteraciones,  tomando  por  tipo  los  resulta- 
dos de  la  acción  de  los  venenos  cáusticos  : nosotros  no  podremos  seguir- 
los en  esta  tarea,  porque  para  nosotros,  aunque  tienen  sus  punios  de  con- 
tacto los  inflamatorios  con  los  cáusticos , no  son  los  mismos.  Separemos, 
pues,  las  alteraciones  que  son  propias  de  los  venenos  cáusticos,  y fijémo- 
nos tan  solamente  en  las  que  corresponden  á los  inflamatorios.  Son  las 
siguientes : 

La  piel  en  algunos  casos  se  presenta  teñida  y hasta  negruzca. 

La  mucosa  que  tapiza  el  canal  digestivo,  desde  los  labios  hasta  el  ano 
muchas  veces,  por  lo  común  hasta  el  duodeno , se  presenta  inflamada  ó 
con  señales  de  que  lo  ha  estado ; su  color  es  vivo , de  fuego  ó de  cereza, 
ó rojo  negruzco.  Cuando  el  color  es  mas  intenso,  participa  de  la  infla- 
mación la  túnica  muscular  y serosa.  ílay  además  una  infinidad  de  man- 
chas negras,  como  escaras  y zonas  longitudinales,  de  un  rojo  oscuro,  de- 
pendientes de  la  extravasación  de  la  sangre  entre  las  túnicas  y el  corion 
de  la  mucosa.  A veces  hay  pequeñas  perforaciones  que  se  advierten  mi- 
rando las  membranas  al  través.  La  mucosa,  según  la  intensidad  de  la  in- 
flamación ó la  naturaleza  del  caso , está  engrosada  ó reblandecida  como 
papilla.  Muy  á menudo  es  la  mucosa  del  estómago  la  mas  alterada;  sin 
embargo,  no  deja  de  estarlo  con  frecuencia  la  de  la  boca,  y sobre  todo  la 
del  esófago  y faringe. 

Además  de  estas  alteraciones  , en  el  tubo  digestivo  se  encuentran  , se- 
gún el  veneno,  los  pulmones  inflamados,  de  color  rojo  violeta;  su  tejido 
está  compacto , denso,  menos  crepitante  que  de  ordinario,  y contiene 
bastante  cantidad  de  sangre,  cuando  no  de  serosidad  sanguinolenta. 

Los  ventrículos  y aurículas  del  corazón  suelen  estar  mas  ó menos  dis- 
tendidos por  la  sangre,  diversamente  colorada,  según  la  época  á que  se 
abre  el  cadáver.  Muchas  veces  la  sangre  está  coagulada  ya  á las  dos  ho- 
ras de  la  muerte,  casi  constantemente  á las  quince  ó diez  y ocho.  Orilla 
garantiza  la  exactitud  de  este  hecho  patológico  contra  la  opinión  de  va- 
rios autores , quienes  opinan  que  la  sangre  está  fluida , en  especial  si  es 
vegetal  el  veneno.  La  membrana  que  reviste  los  ventrículos  y las  aurícu- 
las", las  columnas  carnosas  y los  pelotones  de  gordura  contenidos  en  di- 
chas cavidades , presenta,  según  los  casos,  vestigios  de  inflamaciones, 
escaras,  v hasta  úlceras. 

La  mucosa  de  la  vejiga  urinaria  suele  también  estar  inflamada. 

El  cerebro  y las  meninges  no  presentan  á menudo  trazas  de  flogosis; 
con  todo,  no  es  raro  advertir  cierta  ingurgitación  de  los  vasos  que  ser- 
pentean por  la  superficie  externa  de  esos  órganos. 

Una  de  las  alteraciones  recientemente  observadas  en  ciertas  intoxica- 
ciones inflamatorias  y en  especial  por  la  fosfórica,  es  la  degeneración  gra- 
sienta  ó esteatosis  total  ó parcial  del  hígado,  riñones,  corazón  y músculos 
fie  la  vida  animal , igualmente  que  del  epitelio  de  las  glándulas  del  estó- 
mago, al  paso  que  no  se  observa  en  los  demás  órganos. 

Él  hígado,  ligeramente  aumentado  de  volumen,  presenta  un  color 
blanco  amarillento,  opaco,  y examinado  al  microscopio  su  tejido,  se  ven 
'a  mayor  parte  de  sus  celdillas  destruidas  ó atrofiadas,  observándose  una 
nasa  granulosa  y golas  de  grasa  abundantes.  Las  celdillas  epiteliales  de 
los  túbulos  de  los  riñones  ofrecen  una  alteración  análoga ; están  también 
desteñidas  y reemplazadas  por  granulaciones  adiposas.  Las  libras  rnuseu- 


- 470  - 

. ban  perdido  su  forma  estriada,  y en  todos  los  puntos 

lares  del  cora  adyierte  aglomeración  de  granulaciones  en  el  interior  del 
del  órgano  múscllios  dei  ojo  y miembros  no  presentan  tanta  degene- 
miolema  tambien  la  sufren.  Cuando  hablemos  de  la  intoxicación  fos- 
fóC1  Ten  particular,  descenderémos  á mas  pormenores  sobre  esa  notable 
Generación  grasienta ; así  como  cuando  estudiemos  los  resultados  pro- 
ios  de  cada  veneno  en  particular,  veremos  en  qué  casos  están  mas  infla- 
mados unos  órganos  que  otros,  cuándo  lo  está  solo  el  tubo  digestivo,  y 
cuándo  este  tubo  y los  pulmones,  ó la  vejiga,  ó el  corazón  , ó el  cerebro 
y sus  membranas. 

C.  Anatomía  patológica  de  la  intoxicación  narcótica. 

No  son  pocos  los  autores  que  dan  á la  intoxicación  por  los  venenos  nar- 
cóticos ciertos  caracteres  relativos  á las  alteraciones  anatómicas,  muy  dis- 
tantes de  ser  exactos.  Por  de  pronto,  cuanto  se  haya  dicho  sobre  señales 
de  flogosis  en  el  tubo  digestivo , no  es  cierto ; Orfila  no  las  ha  visto  ja- 
más; los  síntomas  tampoco  son  propios  de  ella:  si  alguna  vez  se  ha  po- 
dido encontrar  vestigios  de  flogosis,  tal  vez  han  sido  debidos  á la  inges- 
tión de  sustancias  irritantes  para  hacer  vomitar  ú oponerse  á los  efectos 
del  tósigo. 

También  suponen  algunos  que  la  sangre  es  líquida.  Orfila  la  ha  en- 
contrado coagulada.  Todo  lo  que  se  ha  dicho  sobre  podrirse  mas  pronto 
los  cadáveres  envenenados  por  los  narcóticos , de  manchas  lívidas  produ- 
cidas por  la  mayor  fluidez  de  la  sangre,  está  igualmente  destituido  de 
fundamento.  Estos  cadáveres  ofrecen  los  fenómenos  de  la  putrefacción  ó 
cadavéricos,  como  los  demás,  rápidos  ó lentos,  según  las  circunstancias 
generales  que  influyen  en  el  desarrollo  ó marcha  de  esos  fenómenos.  Las 
manchas  lívidas , ó son  hechos  cadavéricos , ó producidas  por  la  asfixia 
que  acompaña  á esta  intoxicación. 

Los  ojos  entreabiertos , la  pupila  contraida  ó cerrada,  los  gases  en  el 
estómago  é intestinos,  son  alteraciones  insignificantes,  porque  se  encuen- 
tran también  en  otras  intoxicaciones.  En  cuanto  á la  pupila  , tan  pronto 
está  natural,  como  contraida,  como  dilatada.  Esto  depende  del  estado  en 
que  encontró  la  muerte  el  iris. 

En  general , puede  afirmarse  que  la  intoxicación  por  los  venenos  nar- 
cóticos no  ofrece  alteración  anatómica  ninguna.  Nada  en  el  canal  diges- 
tivo, nada  en  el  corazón  , nada  en  la  vejiga  urinaria  y demás  visceras  ab- 
dominales. El  estómago  é intestinos  están  mas  ó menos  distendidos  por 
gases,  fenómeno  común,  como  hemos  dicho,  de  otras  intoxicaciones.  La 
sangre  del  corazón  está  coagulada.  Si  se  aplican  los  narcóticos  al  exte- 
rior, en  una  úlcera , en  el  dérmis,  hay  una  ligera  irritación,  mas  bien 
producida  á fuer  de  cuerpo  extraño,  que  otra  cosa. 

Muy  á menudo , sin  embargo,  los  pulmones  presentan  alguna  señal  de 
congestión ; se  infartan  de  sangre ; se  ponen  lívidos , duros  y menos  cre- 
pitantes; diríase  que  han  sido  sitio  de  una  inflamación,  ó mas  bien  que 
han  estado  paralizados.  Nótese,  en  efecto,  que  en  la  sintomatología  de  los 
venenos  narcóticos  no  hay  síntomas  de  inflamación  ó congestión  pulmo- 
nal.  La  respiración  no  es  acelerada ; pero  como  los  narcóticos  apagan  la 
inervación,  falta  esta  á los  pulmones,  y esto  solo  puede  explicar  cómo, 
aun  cuando  no  se  afecte  la  respiración , en  los  últimos  momentos  de  la 
viaa  a\  estancación  de  sangre  en  los  pulmones : por  esto  están  en  la  in- 


- 471  - 

toxicación  narcótica  ingurgitados,  sin  que  haya  perdido  el  tejido  su  elas- 
ticidad, su  crepitación  y su  consistencia. 

También  á veces  se  encuentran  ingurgitaciones  en  los  vasos  venosos 
del  cerebro  y sus  membranas,  tal  vez  dependientes  de  esa  misma  estanca- 
ción de  la  sangre  en  los  pulmones,  ó de  alguna  flogosis  que  se  desen- 
vuelve durante  el  narcotismo. 

De  todas  estas  reflexiones  se  deduce  claramente,  que  muchas  veces,  en 
la  intoxicación  per  los  venenos  narcóticos , no  se  encontrará  alteración 
anatómica  ninguna ; y que  , dado  caso  que  las  haya , residirán  estas  en 
los  pulmones  , en  el  encéfalo  ó sus  membranas. 

D.  Anatomía  patológica  de  la  intoxicación  nerv ¿oso-inflamatoria. 

Relativamente  á las  alteraciones  anatómicas  que  se  encuentran  en  la 
intoxicación  por  los  venenos  nervioso-inflamalorios , debemos  hacer  dis- 
tinción de  casos.  Hemos  dicho  que  hay  venenos  colocados  entre  los  ner- 
vioso-inflama torios  por  los  autores  , sin  que  nada  tengan  de  irritante,  y 
otros  que  nada  tienen  de  narcótico;  por  lo  tanto  las  alteraciones  anató- 
micas que  unos  y otros  produzcan  deberán  ser  diferentes.  Yo  creo  que 
podremos  expresar  estas  diferencias  atendiendo  los  grupos  de  alteracio- 
nes que  pueden  presentarse.  Guando  el  veneno  que  ha  producido  la  in- 
toxicación reúne,  en  efecto,  la  acción  narcótica  á la  irritante,  se  encon- 
trarán en  el  cadáver  alteraciones  propias  de  la  flogosis  en  el  tubo  diges- 
tivo, análogas  á las  que  hemos  descrito;  bajo  este  aspecto,  entre  los  in- 
flamatorios vegetales  y los  nervioso-inflamatorios,  casi  todos  del  reino 
vegetal , hay  mucha  analogía  ; los  hay  que  hasta  causan  algunas  ulcera- 
ciones en  el  canal  digestivo.  El  cerebro , los  pulmones  y la  sangre  se 
presentan  alterados,  como  lo  hemos  visto  en  los  narcóticos.  Estos  son  los 
del  primer  grupo  que  hemos  indicado  al  tratar  de  los  síntomas. 

Como  en  los  síntomas  y en  el  pronóstico  , los  demás  venenos  nervioso- 
inflamatorios  ofrecen  dificultades  en  las  alteraciones  anatómicas  para  ser 
exactos  y claros  en  lo  que  acerca  de  ellas  fijemos  ; la  falta  reside  en  que 
esa  misma  clase  no  está  bien  determinada  por  los  autores  como  lo  hemos 
visto. 

Guardemos , pues , para  cuando  tratemos  de  esos  venenos  en  particu- 
lar, descender  á mas  pormenores  relativamente  á las  alteraciones  de  só- 
lidos y líquidos  que  producen. 

E.  Anatomía  patológica  de  la  intoxicación  asfixiante. 

Como,  fuera  de  los  vestigios  de  asfixia,  hay  bastante  diferencia  , según 
sean  tetánicos,  paralíticos  ó anestésicos,  contentémonos  con  decir  que  el 
cuadro  general  de  alteraciones  anatómico-patológicas  de  esta, clase  se  re- 
duce á los  propios  de  la  asfixia  , á saber  : manchas  lívidas  al  exterior , tal 
vez  espuma  en  los  labios,  lengua  saliente,  encogida  entre  las  arcadas 
dentarias,  invección  en  la  base  de  la  lengua,  mucosa  laríngea,  traqueal  y 
bronquial  de  color  tanto  mas  subido  cuanto  mas  se  avanza  hácia  las  pe- 
queñas ramificaciones , pulmones  ingurgitados  de  sangre  negra  ó de  color 
subido  según  los  venenos;  cavidades  derechas  del  corazón  , venas  cavas, 
sistema  venoso  capilar,  órganos  muy  vasculares,  como  el  hígado  y bazo, 
llenos  de’sangre,  vacías  las  izquierdas  y sistema  arterial,  etc. 

Adviértase,  sin  embargo,  que  para  que  se  observen  estos  vestigios, 


— 47*  — 

..  menester  <me  el  ataque  no  haya  sido  rudo  , que  se  haya  dado  tiempo 
f lfecnnomta  para  el  juego  funcional  que  esos  vestigios  exigen ; que  haya 
¡fin  al  so  lenta,  en  fin,  la  cesación  de  la  hematosis.  Si  es  rápida,  como 
fulguran  te , apenas  hay  ninguno  de  esos  vestigios , no  hay  tiempo  para 

vueltas  de  esos  vestigios  de  la  pura  asfixia , hay  otros  que  son  bas- 
tante diferentes , según  sea  el  veneno  asfixiante,  tetánico,  paralítico  ó 
anestésico.  Veamos,  pues,  los  cuadros  de  las  dos  subclases  que  esta 
clase  comprende: 


l.°  Anatomía  patológica  de  la  intoxicación  por  los  asfixiantes  tetánicos. 

Además  de  los  vestigios  propios  de  la  asfixia , ofrecen  los  intoxicados 
por  los  venenos  de  esta  clase  lesiones  en  el  encéfalo  y la  médula  sobre 
iodo,  la  que  se  presenta  inyectada  y á veces  reblandecida.  En  el  tubo  di- 
gestivo y en  otros  órganos  no  hay  señal  alguna  de  flogosis. 


2.°  Anatomía  patológica  de  la  intoxicación  asfixiante  paralítica 

En  esta  intoxicación , ora  en  los  casos  en  que  hay  parálisis  de  los  ner- 
vios motores , ora  en  los  que  hay  destrucción  de  la  instabilidad  muscu- 
lar, no  se  ve  vestigio  alguno  anatómico-patológico  ; esos  órganos  se  pre- 
sentan al  estado  normal.  Solo  habrá  ó podrá  haber,  por  lo  tanto,  algunos 
vestigios  de  la  asfixia,  á la  que  sucumbe  el  sugeto. 

3.°  Anatomía  patológica  de  la  intoxicación  por  los  asfixiantas  anestésicos. 

Aunque  puede  variar  según  los  anestésicos  y vía  por  donde  se  intro- 
ducen, podemos  dar  como  cuadro  general  el  siguiente,  tomado  de  lo 
que  produce  el  éter  y el  cloroformo  , que  son  los  principales. 

Los  vestigios  de  la  asfixia  son  notables,  cuando  la  muerte  se  produce 
pronto  , bajo  el  influjo  de  gran  cantidad  del  anestésico  , y es  largo  tiem- 
po aplicado.  En  los  casos  de  anestesia  quirúrgica  que  ha  producido  la 
muerte,  se  ha  encontrado  : 

Palidez  de  la  cara  y general  de  la  piel ; dilatación  de  las  pupilas;  ren- 
versamiento  de  la  lengua  y abatimiento  de  la  epiglotis;  pulmones  con- 
gestionados con  mucha  sangre  de  color  rosado  ó rojo  oscuro;  cortados 
tienen  un  color  rojo  vivo  inflamatorio  ; á veces  ingurgitación  lobular  que 
hace  desaparecer  la  crepitación ; no  es  raro  algún  desgarro  como  en  las 
apoplejías  pulmonales,  equimosis  subpleurales  ó manchas  rojizas  forma 
das  por  infiltración  de  sangre  de  la  pleura  que  tapiza  la  cisura  de  los  ló- 
bulos izquierdos ; enfisema  pulmonal  que  aumenta  el  volúmen  de  los  ló 
bulos , á veces  le  hay  subpleural ; no  es  raro  que  haya  rotura  de  algu- 
nas celdillas ; inyección  de  la  mucosa  de  las  vías  respiratorias , en  espe- 
cial en  los  bronquios,  alguna  espuma  en  ellos;  las  cavidades  derechas 
del  corazorf  están  llenas  de  sangre  líquida  de  un  color  vivo  ú oscuro  con 
algunos  coágulos  fibrinosos;  las  izquierdas  tienen  menos  y con  los  mis- 
mos caractéres  físicos ; las  venas  y las  principales  arterias  la  contienen 
igualmente;  sin  embargo,  con  diferencia,  abundando  en  las  primeras 
como  en  la  asfixia.  El  parénquima  cerebral  muy  reblandecido,  de  con- 
sistencia aceitosa,  poco  inyectado;  ventrículos  casi  vacíos;  pia-madre 
con  congestión;  nada  en  los  centros  nerviosos;  el  hígadomuy  lleno  de 
sangre  con  color  oscuro.  Los  líquidos  y sólidos  despiden  el  olor  del 
anestésico , el  cad&ver  tarda  en  pudrirse. 


•< 


« 


- 473  - 

F.  Anatomía  patológica  de  la  intoxicación  pof  los  venenos  sépticos. 

i Gas«s  mefíticos. 

Las  alteraciones  anatómicas  que  en  la  intoxicación  por  los  venenos 
sépticos  gaseosos  se  encuentran  , se  reducen  ó que  la  sangre  es  negra  y 
líquida;  los  músculos  están  reblandecidos  y son  negruzcos,  y hay  vesti- 
gios de  asfixia  y en  ciertos  casos  inflamación  de  las  vías  aéreas. 

2.°  Animales  ponzoñosos. 

Las  que  presentan  los  envenenados  por  algún  animal  ponzoñoso  se  en- 
cuentran en  la  parle  mordida  y en  órganos  distantes.  Los  de  la  parte  mor- 
dida consisten  en  hinchazón,  endurecimiento  y lividez,  destrucción  del 
tejido  celular;  de  la  herida  fluye  un  humor  sanguinolento  y negruzco; 
las  que  se  ven  en  otras  partes  ó en  otros  órganos  son  : manchas  gangre- 
nosas, flictenas , abscesos , alteración  de  la  sangre  , á lo  largo  del  miem- 
bro mordido , inflamación  y gangrena  del  estómago  , derrames  serosos 
en  el  cerebro  y médula. 

3."  Virus. 

Pasaremos  por  alto  los  vestigios  que  dejan  los  virus , tanto  por  la  va- 
riedad que  cada  uno  presenta  , como  porque  no  han  de  formar  el  objeto 
de  nuestro  estudio. 

4.°  Sustancias  putrefactas. 

Por  último , las  alteraciones  que  ocasionan  las  sustancias  alimenticias 
putrefactas,  consisten  en  lo  siguiente:  músculos  contraidos , tiesos,  vien- 
tre tenso  y abultado , vestigios  de  inflamación  en  la  faringe  y esófago, 
manchas  inflamatorias  gangrenosas , anchas  como  la  mano,  en  el  estó- 
mago y cercanías  del  cárdias;  á veces  la  mucosa  se  desprende  fácilmente. 
Los  intestinos  se  presentan  inflamados  igualmente  en  diversos  puntos,  y 
en  algunos  gangrenados.  El  hígado  está  penetrado  de  sangre  , aunque  no 
siempre,  pues  no  es  raro  verle  sano;  en  una  palabra , hay  señales  de  in- 
flamación gangrenosa  en  muchos  órganos. 

En  los  que  sucumben  después  de  una  inoculación  de  materias  putre- 
factas , se  hallan  los  vestigios  de  inflamaciones  gangrenosas  y abscesos 
en  los  pulmones , hígado  , etc. 


Lo  que  hemos  dicho  de  los  síntomas  es  aplicable  á las  alteraciones  ana- 
tómicas. También  debemos  mirarlas  como  la  expresión  de  lo  que  se  ha 
recogido  en  varios  sugetos,  y no  como  la  necesaria  colección  de  lo  que 
cada  uno  presenta. 

A esto  es  lo  que  podemos  reducir  esta  ojeada  general  sobre  la  patolo- 
gía de  la  intoxicación ; en  la  toxicología  particular  descenderémos  á mas 
pormenores  , tanto  sobre  la  anatomía  patológica  , como  sobre  los  demás 
puntos  que  en  este  capítulo  hemos  comprendido. 

RESUMEN  DE  LA  PATOLOGIA  DE  LA  INTOXICACION. 

Se  entiende  por  patología  de  la  intoxicación  aquella  parte  de  la  Toxi- 
cologia  general,  que  trata  de  la  etiología,  diagnóstico,  pronóstico,  y 
anatomía  patológica , relativos  á las  personas  envenenadas. 


— 474  — 

La  patología  de  la  intoxicación  no  debe  considerarse  como  la  patolo- 
gía general;  así  no  lia  de  comprender  todas  las  partes  que  esta  comprende. 
® La  misma  etiología  queda  reducida  á la  simple  designación  de  los  ve- 
nenos, que  son  causa  de  cada  clase  de  intoxicación. 

El  diagnóstico  de  la  intoxicación  es  el  estudio  de  los  síntomas  caracte- 
rísticos de  esta  enfermedad  especial  y diferenciales  de  los  propios  de  las 
enfermedades  ordinarias. 

En  todo  caso  de  intoxicación  se  forman  naturalmente  tres  diagnósti- 
cos: uno  absoluto , otro  genérico  ó clásico,  y otro  particular. 

El  diagnóstico  absoluto , el  mas  abstracto  ó general , es  el  que  solo  tiene 
por  objeto  diferenciar,  distinguir  una  intoxicación  de  cualquier  otra  en- 
fermedad común  , sin  determinar  cuál  sea  aquella. 

El  genérico , es  el  que  tiene  por  objeto  diferenciar  una  clase  ó subclase 
de  intoxicación  de  otra,  sin  determinar  el  veneno  que  la  haya  producido. 

El  particular  es  el  que  tiene  por  objeto  distinguir  el  veneno  que  ha 
producido  la  intoxicación  del  caso. 

Los  dos  primeros  pertenecen  á la  Toxicología  general ; el  último  á la 
particular. 

Siempre  que  hay  intoxicación  , esta  se  manifiesta  por  cierto  número  de 
síntomas , los  que  pueden  variar,  según  cual  sea  la  clase  de  veneno  y este 
mismo;  pero  rara  vez  deja  de  presentar  cierto  tipo,  cierta  fisonomía,  que 
revela  , ó por  lo  menos  da  lugar  á sospechar  desde  luego  la  naturaleza 
de  los  hechos. 

El  carácter  común , ó la  fisonomía  de  la  enfermedad  tóxica  , no  debe 
buscarse  en  un  cuadro  de  síntomas  dados,  porque  no  hay  ninguno  que 
pertenezca  á todas  las  intoxicaciones. 

Tampoco  debe  formarse  el  diagnóstico  absoluto  , lo  mismo  que  los  de- 
más, con  otros  datos  que  no  sean  síntomas  ó caractéres  peculiares  de  los 
mismos. 

El  diagnóstico  de  la  intoxicación  no  es  lo  mismo  que  el  juicio  que  se 
forma  el  médico-forense  en  un  caso  práctico  de  envenenamiento. 

El  primero  solo  se  funda  en  los  síntomas ; el  segundo  en  estos , la  au- 
lópsia  y las  análisis  químicas. 

Hay  lugar  á sospechar  ó pensar  que  un  sugeto  está  intoxicado,  cuando 
en  lo  mas  florido  de  su  salud,  ó en  un  estado  conocido  de  la  misma,  se  ve 
de  repente  y sin  causa  morbosa  común  notable  ó conocida  , invadido  de 
malestar,  de  dolores  atroces  en  el  tubo  digestivo  ú otras  partes,  abulta  - 
miento  del  abdómen , vómitos  de  materias  diversas , extrañas , negruz- 
cas ó sanguinolentas,  y deyecciones  análogas,  ó movimientos  convulsi- 
vos, ó parálisis,  ó bien  vértigos,  delirio,  estupor,  aplanamiento,  asfixia, 
síncope,  etc.;  en  una  palabra,  cuando  se  le  presentan  repentinamente 
grandes  trastornos  funcionales  de  esta  ó aquella  índole , que  se  agravan 
rápidamente  y le  producen  la  muerte  en  horas , por  no  decir  cuartos  de 
hora  ó minutos. 

No  todos  los  intoxicados  presentan  todos  esos  trastornos , porque  va- 
rían según  las  clases  de  venenos  y estos. 

El  carácter  cpmun  gráfico  y característico  de  la  intoxicación  es  ese 
tránsito  brusco,  violento  é inmotivado  de  la  salud  á la  enfermedad ; esa 
súbita  revolución  de  las  funciones , ese  desórden , esa  destrucción  que 
termina  generalmente  en  pocas  horas  con  la  muerte , sin  que  se  vea  nin- 
guna causa  morbosa  conocida  ó presunta  que  lo  explique.  , 

Lo  que  se  acaba  de  indicar  es  mas  propio  de  la  intoxicación  age  da 


— 475  — 

pronta.  En  la  lenta  y consecutiva  forma  también  el  carácter  común  la 
presentación  de  síntomas,  y su  marcha  sin  una  causa  natural  á qué  refe- 
rirlos (art.  I.  § l). 

Hay  seis  clases  de  intoxicaciones , y algunas  de  ellas  divididas  en  sub- 
clases. 

Son  la  intoxicación  cáustica , la  inflamatoria,  la  narcótica,  la  nervioso-in- 
flamatoria,  la  asfixiante  y la  séptica. 

Cada  una  de  estas,  excepto  la  narcótica  , tiene  subclases , que  son  las 
siguientes  : 

La  cáustica  se  subdivide  en  destructora , astringente  y disolvente. 

La  inflamatoria,  en  local,  general , local  y general  á la  vez,  especial  de  cier- 
tos aparatos. 

La  narcótica  no  ofrece  diferencias  bastantes. 

La  nervioso-inflamatoria  se  subdivide  en  atóxica , ó con  síntomas  ner- 
viosos de  exaltación , y en  adinámica  6 con  síntomas  nerviosos  de  aplana- 
miento. 

La  asfixiante  se  divide  en  tetánica , paralítica  y anestésica. 

La  séptica,  en  fin  , se  subdivide  en  la  provocada  por  gases  mefíticos,  por 
humores  de  animales  ponzoñosos,  por  virus,  y por  sustancias  alimenticias  ú 
otras  putrefactas. 

Cada  una  de  esas  clases  y subclases  tiene  su  diagnóstico  diferencial, 
genérico  <art.  i,  §U). 

La  intoxicación  cáustica  se  caracteriza  por  estragos  materiales  en  los 
labios,  lengua  , fáuces,  esófago  y estómago,  de  color  negruzco,  blanque- 
cino ó amarillento,  impidiendo  á veces  la  respiración  por  ellas ; ardor 
quemante  y dolor  otras  en  todas  esas  partes,  que  solo  se  calman  cuando 
el  cáustico  cauteriza  los  nervios;  vómitos  alimenticios  mucosos,  biliosos 
al  principio,  luego  negruzcos,  amarillentos,  sanguinolentos  con  pedazos 
de  mucosa , de  aspecto  jabonoso  ó reacción  ácida  ó alcalina , ó conatos 
horrorosos  al  vómito;  deyecciones  de  igual  naturaleza , síntomas  intensí- 
simos de  gastritis,  gastro-enteritis  é inflamación  violentísima  del  perito- 
neo, grande  hinchazón  abdominal;  movimientos  desordenados,  no  con- 
vulsivos; pulso  pequeño  y concentrado,  sudor  frió,  piel  crispada,  cara 
descompuesta,  é inteligencia  íntegra  hasta  el  último  momento. 

Los  síntomas  provocados  por  los  astringentes  no  son  los  mismos  que 
acabamos  de  indicar,  puesto  que  no  hay  destrucción  de  la  trama  de  los 
tejidos:  los  de  los  disolventes  pueden  producir  algunos  análogos  á los 
de  los  cáusticos  destructores. 

Los  venenos  que  provocan  esa  intoxicación  son  la  potasa,  sosa,  barita, 
cal,  sólidas,  y sus  disoluciones  concentradas,  la  de  los  ácidos,  minera- 
les fuertes,  sulfúrico,  nítrico,  clorhídrico,  los  cloruros  de  antimonio, 
zinc;  los  nitratos  de  mercurio,  plata;  la  creosota,  el  fósforo  y otros 
(artículo  1,  § II,  A). 

La  intoxicación  inflamatoria  se  caracteriza  por  sabor  estíptico,  metá- 
lico, amargo,  sequedad , ardor,  constricción  en  la  boca  y fáuces , sed 
inextinguible,  dolores  en  toda  la  extensión  del  tubo  digestivo,  ó del  esó- 
fago á los  intestinos,  náuseas,  vómitos  dolorosos,  tenaces,  primero  de 
lo  contenido  en  el  estómago,  luego  biliosos,  y pueden  ser  algo  sangui- 
nolentos; deyecciones  parecidas,  con  tenesmo  ó sin  éi;  timpanitis;  pulso 
pequeño,  cerrado,  frecuente,  imperceptible;  respiración  embarazosa, 
acelerada,  hipo;  calor  intenso  ó frió  glacial,  según  el  período  de  la  in- 
toxicación; desfallecimiento,  asma,  amoratamiento  de  la  piel,  trastorno 


- 476  — 

i nr p1  pctual  alteraciones  en  la  sensibilidad  , risa  sardónica  , convulsiones 
v contorsiones  horribles  , al  fin , adinamia  y asfixia. 

^ Según  los  venenos,  hay  síntomas  de  inflamación  en  ciertos  aparatos, 
genito  urinario,  corazón,  pulmones,  faringe,  glándulas  salivales,  cere- 

s’i,  en  vez  de  tomarlos  por  la  boca,  se  introducen  por  otra  vía,  allí  se 
presentan  síntomas  de  flogosis  local. 

Los  venenos  causantes  de  esta  intoxicación  son  el  fósforo,  yodo, 
bromo,  arsénico  y sus  preparados;  los  álcalis  y ácidos  no  cáusticos , pero 
en  disolución  todavía  concentrada ; la  mayor  parte  de  las  sales  metálicas; 
algunos  gases,  como  el  cloro,  amoníaco,  ácido  nitroso,  hidrógeno  arse- 
nicado;  ciertos  ácidos  vegetales,  como  el  oxálico,  el  acético;  muchas 
sustancias  vegetales  acres,  vesicantes  , eméticas,  drásticas,  las  cantári- 
das , almejas , y algunos  peces  y crustáceos  (art.  I.  § II,  B). 

La  intoxicación  narcótica  se  distingue  por  postración  y aplanamiento 
de  la  sensibilidad,  inteligencia,  sentimiento  y movimiento,  parálisis  de 
las  extremidades  inferiores,  empezando  por  pesadez  de  cabeza,  soño- 
lencia , estupidez , como  de  beodo  ó apoplético,  vértigos , delirio  furioso 
ó alegre , dolores  ligeros  al  principio,  luego  fuertes  y profundos , gemi- 
dos, convulsiones,  parciales  ó generales,  náuseas,  conatos  al  vómito, 
picazón  de  la  piel;  pulso  fuerte  , lleno,  frecuente  ó raro;  respiración 
natural  ó acelerada ; retención  de  orina  ó derrame  de  ella. 

Los  venenos  qug  determinan  esta  intoxicación  son  el  opio  y sus  princi- 
pios y preparados,  el  láudano,  el  beleño,  la  lechuga  virosa,  la  solanina, 
el  ácido  cianhídrico,  el  cianuro  de  potasio,  laurel-cerezo,  aceite  esen- 
cial de  almendras  amargas,  la  nitro-glicerina , la  anilina,  etc.  (art.  I, 
§ C). 

La  intoxicación  nervioso -inflamatoria  ofrece  varios  cuadros,  según  los 
grupos  de  venenos  que  la  determinan.  La  de  la  mayor  parte  se  caracte- 
riza por  agitación  , gritos  agudos,  delirio,  movimientos  convulsivos  del 
rostro,  mandíbulas  y músculos;  pulso  fuerte,  frecuente,  irregular;  do- 
lores agudos  en  el  epigastrio  y diferentes  partes  del  abdómen  ; náuseas, 
vómitos  tenaces  y deyecciones  alvinas.  Es  la  forma  atáxica  ó de  excitación. 

Otras  veces , en  lugar  de  agitación , hay  una  especie  de  embriaguez 
con  estupidez  ó abatimiento;  insensibilidad,  temblor  general  é insom- 
nio; es  la  forma  adinámica. 

Además  de  estas  dos  formas,  hay  otras  de  conjunto  sintomático  vario, 
pero  en  el  que  siempre  se  advierte,  á vueltas  de  síntomas  flogísticos,  otros 
nerviosos,  mas  parecidos  á la  asfixiante  tetánica  , pero  presentando  con- 
vulsiones clónicas,  y otros  que  producen  localmente  vesicación , etc. 

Por  la  diversidad  de  cuadros,  no  es  fácil  trazar  con  exactitud  alguno 
que  les  sea  común  ; hay  que  particularizarlos , lo  cual  harémos  en  la  se- 
gunda parte. 

Los  venenos  que  provocan  las  dos  primeras  formas , son  la  escila , la 
enanta  crocata,  el  acónito,  la  aconitina,  el  eléboro  blanco,  la  veratrina, 
cebadillina,  cólchico,  colchicina,  belladona,  atropina,  datura,  datu- 
rina , tabaco,  nicotina , el  aceite  empireumático  y el  extracto  de  nico- 
ciana, las  cicutas,  la  conicina  y otras. 

Las  demás  formas  son  provocadas  por  el  upas  antiar,  cólculo  de  Le- 
vante , la  picroxotina,  los  licores  alcohólicos,  el  licor  de  ajenjos,  el  cen- 
teno atizonado,  el  joyo  temulento,  ciertos  hongos  y otros  (art.  I,  § II  • U)- 
La  intoxicación  asfixiante  se  caracteriza  por  los  fenómenos  de  asfixia 


-*nm 

producida  en  unos  casos  por  cesación  primitiva  de  los  fenómenos  mecá- 
nicos, y en  otros  por  cesación  primitiva  de  los  fenómenos  químicos  de  la 
respiración:  á la  primera  pertenecen  la  tetánica  y paralítica;  á la  se- 
gunda, la  anestésica. 

La  asfixiante  tetánica  se  distingue  por  una  contracción  rígida  de  todo  el 
cuerpo,  con  enderezamiento  del  espinazo  é inclinación  de  la  cabeza  hácia 
atrás;  dificultad  de  hablar,  deglutir  y respirar,  síntomas  de  asfixia,  con 
integridad  de  inteligencia ; al  principio  cesa  el  acceso,  y se  repite  con 
mas  intensidad  ; el  sugeto  da  saltos  en  la  cuma,  como  movido  por  un  re- 
sorte; estos  accesos  se  repiten  cuatro  ó cinco  veces,  cada  vez  con  mas 
violencia,  hasta  que  en  uno  de  ellos  muere  como  de  repente.  En  los  úl- 
timos ya  pierde  el  conocimiento.  En  los  intervalos  se  queda  como  asom- 
brado, y respira  mejor.  La  sensibilidad  está  tan  exaltada , que  basta  un 
ligero  ruido  ó voz  fuerte  para  precipitar  el  acceso.  Si  el  sugeto  se  salva, 
sufre  por  largo  tiempo  tiesura  muscular. 

Los  venenos  que  determinan  esta  intoxicación  , son  la  estricnina , la 
nuez  vómica  , el  haba  de  san  Ignacio,  el  upas  tieuté , la  falsa  angustura, 
y algún  otro. 

La  intoxicación  asfixiante  paralítica  se  caracteriza  por  una  resolución 
muscular  ó inmovilidad  general , aunque  rápida , primero  de  los  miem 
bros,  luego  del  cuerpo,  del  tórax , pulmones  y corazón;  y el  sugeto 
muere  paralizado,  á veces  de  un  modo  fulminante,  sin  dolores , gritos  ni 
convulsiones  de  ninguna  especie.  Si  no  es  mucha  la  cantidad,  recobra 
su  movilidad  y su  salud. 

Los  venenos  causantes  de  esta  forma  son  el  curare,  la  curanina,  las 
sales  de  talio,  la  digital,  la  digitalina  , el  eléboro  negro,  el  onaje  ó inea, 
y el  sulfocianuro  de  potasio  y otros. 

La  intoxicación  anestésica  presenta  diferente  aspecto,  según  sea  la  can- 
tidad: si  es  mucha  á la  vez,  apenas  hay  síntomas;  la  muerte  es  rápida, 
porque  la  asfixia  es  instantánea.  Tras  cierta  contracción  cerebral  y agita- 
ción exterior,  todo  cesa,  se  perturban  los  latidos  del  corazón,  y el  su- 
geto espira. 

Si  el  anestésico  no  es  tan  abundante  y obra  por  algún  tiempo , hay  por 
lo  común  tres  períodos  como  en  la  embriaguez. 

1. *  Es  leve,  malestar,  agitación,  fatiga  pulmonal,  tos,  irritación  de  las 
vías  respiratorias,  sabor  dulce,  náuseas,  saliveo. 

2. °  Encendimiento  del  rostro,  inyección  de  las  conjuntivas,  lagrimeo, 
cefalalgia,  vértigos,  delirio  ó ensueños  con  ideas  varias  y alucinaciones, 
á veces  llanto  ó risa  sardónica,  convulsión  tetánica  acaso,  palabras  entre- 
cortadas. 

3. °  Pérdida  de  todas  las  facultades  anímicas,  colapso,  renversamiento 
del  globo  ocular  y de  la  lengua , respiración  cada  vez  mas  lenta,  latidos 
del  corazón  precipitados,  luego  débiles,  el  pulso  desaparece  y el  sugeto 
muere. 

Si  el  anestésico  no  es  bastante  para  matar,  el  intoxicado  vuelve  en  sí 
pasando  por  los  mismos  períodos  al  revés;  del  tercero  al  segundo,  y de 
este  al  primero. 

Los  venenos  que  provocan  esta  intoxicación,  son:  el  éter,  el  cloro- 
formo, el  amileno,  el  licor  de  los  holandeses,  el  aceite  de  nafta  , el  sul- 
furo de  carbono,  el  cianógeno,  el  óxido  de  carbono,  etc.  (art.  I,  § II,  E). 

La  intoxicación  séptica  se  distingue  por  la  tendencia  gangrenosa  y la 
descomposición  humoral  que  reina  en  el  cuadro  de  los  síntomas. 


— 478  — 


La  Dor  los  gases  mefíticos  de  las  letrinas  y lugares  inmundos , si  estos 
son  en  frran  cantidad,  asfixian  y matan  casi  de  repente. 

Si  el  sugeto  vive  algún  tiempo,  hay  náuseas,  convulsiones  del  pecho  y 
mandíbula,  piel  fria,  respiración  lenta,  pulso  irregular. 

Si  la  cantidad  es  menor,  ó se  respira  por  largo  tiempo,  hay  los  sínto- 
mas de  la  asfixia,  y además  tumultos  en  la  circulación,  dificultad  en  los 
movimientos  respiratorios  y movimientos  convulsivos,  que  reemplazan  á 
contracciones  musculares  violentas  de  poca  duración. 

jLos  venenos  de  esta  clase  son  el  ácido  sulfhídrico  y sulfhidrato  amó- 
nico, el  sesqu icarbonato  y ácido  carbónico,  mezclados  con  los  miasmas 
que  se  desprenden  de  los  lugares  inmundos. 

La  intoxicación  por  los  animales  ponzoñosos  se  caracteriza  por  la  morde- 
dura ó picadura  en  esta  ó aquella  parte  exterior  del  cuerpo  del  sugeto, 
la  que  está  hinchada , dolorosa,  de  aspecto  negruzco  amarillento,  con 
humor  sanioso,  cambios  de  color  é hinchazón  en  la  piel  de  las  inmedia- 
ciones, ó todo  el  cuerpo  , y síntomas  generales,  raspiracion  difícil,  pulso 
pequeño,  irregular,  náuseas , vómitos , deyecciones,  perturbación  intelec- 
tual, convulsiones  y muerte. 

Los  animales  que  pueden  causar  esa  intoxicación  son  los  crótalos,  cu- 
lebra de  sonaja,  las  nayas,  la  víbora,  el  sapo,  el  alacran,  la  tarántula, 
araña  de  las  cuevas,  la  abeja,  etc. 

La  intoxicación  séptica  por  humores  virulentos  se  caracteriza  por  el  cua- 
dro de  síntomas  propios  de  la  sífilis,  de  la  viruela,  rabia,  muermo,  etc. 

El  contacto  con  los  humores  procedentes  de  un  sugeto  que  padezca 
esas  enfermedades,  es  el  causante  de  esa  intoxicación.  ' 

Por  último,  la  que  provocan  las  sustancias  alimenticias  putrefactas  ó el 
contacto  de  materias  podridas  con  la  sangre,  se  reconoce  por  dolores  vi- 
vos y punzantes  en  el  epigastrio,  náuseas,  vómitos,  á veces  sanguinolen- 
tos, sed,  deglución  difícil,  los  líquidos  caen  por  su  peso  en  el  estómago, 
los  sólidos  no  pasan ; constipación  tenaz  ó excrementos  duros , tórreos, 
secreciones  suspensas,  retención  de  orina,  disnea,  síncopes,  venas  dilata- 
das, ojos  salientes  fijos,  párpados  inmóviles,  inteligencia  íntegra,  otras 
veces  delirio,  vértigos,  hidrofobia,  insensibilidad,  piel fria  y árida,  muerte 
á los  tres  ó cuatro  días,  con  alguna  convulsión  y demacración  del  sugeto. 

Si  se  restablece  tarda  mucho  tiempo. 

Las  sustancias  que  causan  esta  intoxicación  son  morcillas  mal  prepa- 
radas y otros  alimentos  averiados  (art.  I,  § 11,  F). 

El  pronóstico  de  la  intoxicación  es  también  absoluto , genérico  y par- 
ticular. 


El  pronóstico  absoluto  de  la  intoxicación  es  gravísimo  siempre  y muy 
á menudo  mortal,  principalmente  siendo  aguda;  en  la  lenta  no  lo  es  tanto; 
en  la  consecutiva  lo  es  por  los  estragos  materiales  que  deja. 

Para  la  formación  del  pronóstico  absoluto  hay  que  atender  á tres  cosas 
principales  : 1."  á lo  que  atañe  el  veneno;  2.°  á las  circunstancias  del  que 
le  ha  tomado;  3."  el  tiempo  en  que  es  llamado  el  facultativo. 

Según  cuál  sea  la  naturaleza  del  veneno , su  energía , su  estado , su 
cantidad,  su  solubilidad  y demás  propiepades  físicas,  su  facilidad  de  ab- 
sorción, la  vía  por  donde  entran,  etc. , etc.,  el  pronóstico  será  mas  ó 


menos  grave. 

Según  las  circunstancias  en  que  se  halle  el  sugeto , mas  ó menos  capa- 
ces de  modificar  la  acción  del  tósigo,  varia  también  el  pronóstico. 

Entre  esas  circunstancias  influye  mucho  si  el  caso  es  un  accidente,  un 


- 47  (P— 

homicidio  ó un  suicidio;  en  estos  dos  últimos  casos  es  mas  gráve;  poique 
por  lo  común  toman  gran  cantidad  de  veneno. 

Según  la  época  en  que  es  llamado  el  facultativo  varia  el  pronóstico.  Si 
llega  tarde  , hay  menos  esperanzas;  si  llega  pronto,  se  puede  conjurar 
la  intoxicación.  Sin  embargo,  si  va  muy  tarde,  y el  sugeto  no  ha  muerto, 
siendo  una  intoxicación  de  suyo  rápida,  hay  esperanzas  (art.  II,  § I). 

El  pronóstico  genérico  tiene  las  mismas  subdivisiones  que  el  diag- 
nóstico. 

El  de  la  intoxicación  cáustica  es  terrible,  casi  siempre  mortal , por  el 
destrozo  material  que  producen  los  venenos  cáusticos;  aunque  no  maten 
por  de  pronto,  lo  hacen  á la  larga,  por  el  estado  en  que  dejan  las  vías  di- 
gestivas (art.  II,  § II,  A). 

El  pronóstico  de  la  intoxicación  inflamatoria , aunque  siempre  grave  y 
muy  á menudo  mortal , no  lo  es  tanto  como  el  de  la  cáustica.  Hay  mas 
medios  de  combatirla  y no  destroza  directamente  los  tejidos  (art.  II, 

§ U,  B). 

El  de  la  intoxicación  narcótica,  según  los  casos ; llegando  á tiempo , no 
tiene  tanta  gravedad,  hay  buenos  antídotos  contra  ellos  (art.  II,  § II,  C). 

El  de  la  nervioso-inflamatoria  es  mas  grave  que  el  de  la  narcótica , por 
la  contrariedad  de  síntomas,  lo  ejecutivos  que  suelen  ser,  y los  pocos  re- 
cursos que  tiene  el  arte,  por  ser  la  clase  menos  conocida  (art.  II,  § II,  D). 

El  pronóstico  de  la  intoxicación  asfixiante  es  terrible  y mortal  por  lo 
común,  por  lo  rápido  de  la  acción  de  sus  causantes. 

El  de  la  tetánica,  por  poco  que  se  tarde,  y si  se  ha  dado  en  alguna  can- 
tidad, no  tiene  remedio. 

En  igual  caso  ó peor  está  la  paralitica. 

En  cuanto  á la  anestésica,  la  muerte  es  casi  instantánea,  si  la  cantidad 
del  veneno  es  mucha  y obra  á la  vez  ; en  el  caso  contrario,  puede  sal- 
varse el  sugeto,  á veces  se  salva  sin  hacer  nada  (art.  II,  § II,  E). 

La  intoxicación  séptica  es  casi  siempre  mortal.  La  por  los  gases  mefíti- 
cos, por  la  rapidez  con  que  obran;  la  de  las  de  mordeduras  ó picaduras  de 
animales , varía  según  sean  estos.  Es  mortal  las  de  la  culebra  de  casca- 
bel; las  de  la  víbora  no  tanto;  si  no  muerde  mas  que  una  vez,  no  hay  mu- 
cho veneno,  y el  sugeto  es  adulto,  y se  acude  pronto  á neutralizar  el  ve- 
neno, no  suele  producir  la  muerte.  Tampoco  suele  ser  mortal  la  de  los 
demás  animales,  sapo,  alacran,  araña,  tarántula,  etc. 

La  de  los  virus  varía  según  ellos.  El  muermo  es  terrible.  Los  otros  se 
curan  por  lo  común. 

La  debida  á las  sustancias  alimenticias  putrefactas  no  suele  tener  cura- 
ción (art.  II,  § II,  f). 

La  anatomía  patológica  de  la  intoxicación  no  puede  generalizarse  como 
el  diagnóstico  y pronóstico  (art.  III,  § 1). 

En  la  intoxicación  cáustica  hay  mancnas  cenicientas,  negruzcas  ó ama- 
rillas en  los  labios , lengua , paladar , fáuces , esófago  y estómago,  si  se 
toma  por  esa  vía,  y si  por  el  ano,  en  el  recto  é intestinos  gruesos,  esca- 
ras, encogimientos,  levantamiento  de  la  mucosa,  perforaciones,  desgar- 
ros , inyecciones  é inflamación  intensa  hasta  la  gangrena  y estácelo  en 
partes  vecinas;  reblandecimientos  ó reducción  á papilla  de  ciertas  par- 
tes (art.  III,  § II,  A). 

En  la  inflamatoria,  en  algunos  casos,  piel  teñida  y hasta  negruzca;  ves- 
tigios de  flogosis  intensa  en  los  sitios  donde  se  ha  aplicado  el  veneno;  en 
el  tubo  digestivo,  todo  lo  mas  agudo  y enérgico  de  la  gastritis  y gastro- 


-*Í80  — 

u 

pntpritis  ■ manchas  negras  ó rojizas,  zonas  longitudinales  de  un  rojo  os- 
niro  extravasación  sanguínea ; pequeñas  pertoraciones  que  se  ven  mi- 
rando al  través  las  membranas ; mucosa  engrosada  ó reblandecida  en  el 
estómago,  esófago  ó faringe.  . 

' £n  Yertos  casos  hay  inflamación  en  los  pulmones  ó en  el  corazón,  ó en 
el  aparato  génito-urinario,  ó en  el  cerebro  y sus  membranas,  ó la  médula. 

Según  los  venenos,  en  especial  las  preparaciones  fosfóricas,  hay  dege- 
neración grasicnta  ó estealosis  en  el  hígado,  corazón,  riñones  y músculos; 
suele  haberla  en  el  epitelio  de  las  glándulas  del  estómago ; raras  veces, 
por  no  decir  ninguna,  se  observa  en  los  demás  órganos  (art.  III,  § II,  B). 

En  la  intoxicación  narcótica  suelen  estar  los  órganos  ilesos  sensible- 
mente ; un  poco  de  congestión  en  los  pulmones  y cerebro  es  todo  lo  que 
en  ciertos  casos  se  nota  (art.  III,  § II,  C). 

En  la  intoxicación  nervioso-inflamalona  suelen  encontrarse  vestigios  de 
inflamación  intensa  y sus  consecuencias,  ya  en  el  punto  de  aplicación  del 


veneno,  ya  en  otras  parles. 

Hespeclo  de  esas  alteraciones,  reina  la  misma  vaguedad  que  respecto 
dei  diagnóstico,  por  la  dificultad  de  agruparlos. 

Bajo  ningún  aspecto  se  puede  hablar  generalmente  con  exactitud  de 
esa  ciase  de  venenos  (art.  III,  § II,  D). 

En  la  intoxicación  asfixiante,  la  anatomía  patológica  varía  según  las 
subclases.  En  la  tetánica,  no  hay  por  lo  común  alteraciones  materiales;  el 
cerebro  y la  médula  algunas  veces  ofrecen  señales  de  viva  flogosis ; hay 
además  los  vestigios  propios  de  la  asfixia. 

En  la  paralitica , fuera  de  estos , y poco  pronunciados , tampoco  se  ob- 
serva nada  visible;  los  órganos  se  encuentran  en  estado  normal. 

En  la  anestésica  hay  los  vestigios  de  la  asfixia  por  sofocación;  los  pul- 
mones congestionados  tienen  la  sangre  de  color  rosado  ú oscuro , y si  se 
corlan,  le  presentan  vivo;  á veces  ingurgitación  lobular  sin  crepitación, 
desgarros  como  en  la  apoplejía,  y enfisema  pulmonal  ó subpleural,  es- 
puma en  los  bronquios,  sangre  líquida  y de  color  vivo  en  las  cavidades 
derechas  del  corazón;  parénquima  cerebral  reblandecido , pía  mater  con- 
gestionada , hígado  igualmente , centros  nerviosos  intactos , putrefacción 
tardía  (art.  111,  § II,  E). 

Por  último,  en  la  séptica  se  presentan  también  diferencias,  según  los 
causantes  de  ella. 


En  la  producida  por  los  gases , hay  vestigios  de  asfixia , y además  san- 
gre negra  y líquida , músculos  reblandecidos  y negruzcos,  señales  de  in- 
flamación de  las  vías  aéreas. 


En  las  intoxicaciones  por  mordedura  de  animal  ponzoñoso , se  ve  en  la 
parte  mordida  la  lesión  , hinchada , endurecida , lívida , con  un  humor 
sanguinolento  y negruzco  que  fluye  de  ella,  destrucción  del  tejido  celu- 
lar, manchas  gangrenosas  en  otras  partes,  flictenas,  abscesos,  alteración 
de  la  sangre  á lo  largo  del  miembro  mordido , inflamación  y gangrena 
del  estómago , derrames  serosos  en  el  cerebro  y médula. 

En  los  casos  de  intoxicación  por  sustancias  putrefactas  se  nota  múscu- 
los contraidos  , tiesos,  vientre  terso  y abultado , vestigios  de  inflamación 
en  la  faringe  y esófago  , manchas  inflamatorias  y gangrenosas  anchas 
en  el  estómago  y vecindad  del  cárdias , á veces  mucosa  desprendida. 
Igual  estado  en  los.  intestinos,  vestigios  de  inflamación  gangrenosa  y abs- 
cesos en  varios  órganos  (art.  III,  § U,  F). 


- m - 

CAPITULO  III. 

TERAPÉUTICA  DE  LA  INTOXICACION. 

Entiendo  por  terapéutica  de  la  intoxicación  aquella  parte  de  la  toxicolo- 
gía  general,  que  trata  de  los  medios  opuestos  por  el  arte  á la  acción  de  los 
venenos  en  la  economía  , y sus  efectos,  ó bien  la  que  trata  de  los  con- 
travenenos , antídotos  y medicaciones  indicadas  en  los  casos  de  intoxi- 
cación y envenenamiento. 

Comprendiendo  en  esta  parte  la  profilaxis , esto  es,  los  medios  de  pre- 
caver las  intoxicaciones,  acaso  debería  entrar  la  indicación  de  esta  mate- 
ria en  la  definición  segunda,  para  ser  esta  mas  cabal.  En  este  caso  debe- 
ría añadirse  las  palabras  precauciones  ó medios  preventivos  á las  demás  que 
expresan  las  materias  que  la  terapéutica  de  la  intoxicación  abraza. 

Tal  vez  fuera  mejor  hacer  de  la  profiláctica  una  parte  de  la  toxicología 
general,  á lo  que  tiene  tanto  derecho  como  todas  las  demás.  Pero  no 
hallando  ninguna  razón  sólida  para  no  considerarla  como  cierto  aspecto 
de  la  terapéutica , cuyo  objeto  viene  á ser  en  el  fondo  el  mismo,  no  me 
ha  parecido  conveniente  separarlas,  y la  incluyo  en  este  capítulo  como 
parte  de  la  terapéutica,  teniéndola  por  esta  misma  , pero  bajo  el  aspecto 
profiláctico. 

Esta  parte  de  la  toxicología  da  á la  ciencia  un  carácter  curativo , que 
ensancha  su  perímetro,  y la  hace  salir  del  reducido  terreno  de  la  medi- 
cina legal  ó forense.  La  misma  puede  servir  de  desengaño  á los  que 
creen  que  la  Toxicología  no  consiste  mas  que  en  trabajos  químico  analí- 
ticos, para  descubrir  las  sustancias  venenosas  , en  los  casos  judiciales,  ó 
en  los  envenenamientos,  á lo  cual  son  conducidos,  al  ver  que  el  afan, 
caso  exclusivo  de  los  toxicólogos , es  ocuparse  en  la  perfección  de  las 
análisis  químicas. 

La  terapéutica  de  la  intoxicación  es  tanto  ó mas  importante  que  la  quí- 
mica de  la  misma,  y merece  de  los  que  cultivan  la  ciencia  tanto  ó mas 
cuidado,  observaciones  y experimentos,  que  la  necesidad  de  proporcio- 
nar á los  tribunales  y á los  jueces  medios  de  descubrir,  por  medio  de  los 
reactivos , la  presencia  del  veneno  en  las  sustancias  procedentes  ó no  de 
un  sugeto  intoxicado. 

Y por  lo  mismo  que  la  terapéutica  es  tan  importante  y que  tan  íntima 
relación  contrae  con  las  demás  partes  de  la  toxicología , y en  especial  la 
fisiología  , hemos  dado  á esta  y á las  demás  la  extensión  é importancia 
que  se  ha  visto  y se  verá. 

Los  casos  de  intoxicación  no  son  siempre  criminales,  como  lo  hemos 
indicado  en  la  Introducción  de  este  Compendio  ; los  hay,  sin  duda , mas 
frecuentes  debidos  á un  accidente  involuntario , y no  todas  las  personas 
asi  intoxicadas  mueren , antes  que  el  arte  mida  sus  fuerzas  con  las  del 
veneno,  para  arrancarle  las  víctimas. 

Esta  circunstancia  de  cuantía  hace  que  la  terapéutica  de  la  intoxica- 
ción tome  cada  dia  mas  vuelo , y que  ya  se  vayan  ocupando  en  ella  los 
autores , con  tanto  ahinco  é interés,  como  en  la  misma  química. 

Y no  es  precisamente  respecto  de  los  medios  que  podemos  oponer  á 
la  acción  de  los  venenos,  una  vez  ya  desplegada  en  un  sugeto  ó inge- 
rida en  él  la  sustancia  venenosa;  sino  también  respecto  de  los  medios 
profilácticos,  de  los  que  tengan  por  objeto , no  curar,  sino  precaver  la 
intoxicación.  El  melius  est  precaveré  quam  curare  ha  entrado  ya  en  la  toxi- 

TGXICOLOG1A.—  31 


— áS£  — 

colegía , y ia  terapéutica  profiláctica  va  tomando  tanto  interés  como  ia 

mSXTos.  pues,  por  nuestra  parte  á esta  laudabilísima  tarea.  Al 
VaV  p la  terapéutica  de  la  intoxicación  , no  solo  comprenderemos  en 
Pila  los  contravenenos,  los  antídotos  y los  planes  curativos  ó medicado- 
nps  sino  también  los  medios  que  pueden  y deberían  adoptarse  para  pre- 
caver los  casos  accidentales  y disminuir  por  lo  menos  la  frecuencia  de 
los  que  provoca  el  crimen  y el  suicidio. 

Dividamos,  pues,  la  terapéutica  de  la  intoxicación  en  dos  partes:  la 
primera  comprenderá  la  profilaxis,  ó profiláctica ; la  segunda  la  curación, 

ó curativa. 

PARTE  PRIMERA. 

De  la  profiláctica  de  la  intoxicación. 

Entendemos  por  profiláctica  de  la  intoxicación  la  que  se  ocupa  en  los 
medios  de  precaver  las  intoxicaciones  accidentales  ó involuntarias,  y dis- 
minuir la  frecuencia  de  las  voluntarias  ó delincuentes. 

He  dicho  que  algunos  autores  se  han  ocupado  en  este  importante  asun- 
to, y es  así  á la  verdad.  No  lo  hallareis  en  las  obras  de  Toxicología  y 
Medicina  legal,  ni  aun  en  las  mas  modernas.  Galtier  ha  dedicado  un 
párrafo  á este  importante  asunto,  tocándole  con  suma  ligereza.  Oróla  no 
habla  de  ello.  Entre  los  pocos  puntos  de  Toxicología  general  con  que  em- 
pieza y acaba  su  tratado  , no  se  ve  mas  que  el  rellejo  del  incesante  alan 
que  le  preocupó  siempre , la  investigación  del  veneno  por  medio  de  las 
análisis;  la  parte  experimental  relativa  á la  acción  y ála  análisis  química. 
Fcrreira  Macedo  Pinto  guarda  idéntico  silencio. 

En  los  tomos  X y XIV  délos  Anales  de  Higiene  pública  y de  Medicina  legal, 
hay  dos  artículos  que  tienen  por  objeto  el  asunto  que  nos  ocupa. 

Consiste  el  primero  en  un  dictámen  dado  por  Pelletier  al  Prefecto  de 
Paris  (9  de  febrero  de  1833),  acerca  de  una  memoria  escrita  por  M.  B., 
con  el  objeto  de  prevenir  las  intoxicaciones  accidentales  y voluntarias. 
Este  dictámen  es  contrario  á ios  medios  propuestos  en  la  memoria , por 
insuficientes  y acaso  perjudiciales,  aumentando  el  mal  que  se  trataba  de 
disminuir ; si  bien  aplaude , como  no  podia  menos , el  laudable  intento 
del  autor  (*). 

El  otro  escrito  es  una  memoria  de  Chevalier  y J.  Boys  de  Loury,  la 
cual  consiste  en  ensayos  sobre  los  medios  que  pueden  usarse  para  ha- 
cer menos  frecuente  el  crimen  del  envenenamiento.  Esta  memoria  es  cu- 
riosa , pero  dista  de  haber  resuelto  la  cuestión ; no  alcanza  todo  su 
importante  objeto  (2). 

Las  dificultades  de  este  asunto  no  consisten  principalmente  en  conocer 
las  circunstancias , bajo  cuyo  influjo  se  efectúan  las  intoxicaciones  y los 
envenenamientos,  ni  en  indicar  los  medios  conducentes  para  evitarlos  ó 
hacerlos  menos  frecuentes ; sino  en  la  imposibilidad  de  poner  muchos  en 
práctica  , y en  la  de  contener  la  codicia  de  los  unos,  la  desidia  de  los 
otros , la  ignorancia  de  los  más  y las  aviesas  pasiones  de  no  pocos.  El 
conjunto  de  estas  circunstancias  hará  siempre  de  difícil  aplicación  cuanto 
se  invente  y medite  para  impedir  que  lleguen  á las  manos  de  loscrimi- 


- m - 

nales  las  sustancias  venenosas , y que  otras  causas  hagan  víctimas  invo- 
luntarias. 

Sin  embargo , en  tan  trascendental  asunto , con  tal  que  se  logre  dis- 
minuir los  casos  de  una  y otra  especie , ya  será  un  bien  inmenso  para  la 
humanidad , y esto  basta  para  que , á fuer  de  toxicólogos  y amigos  de 
aquella  , digamos  aquí  lo  que  se  ha  escogitado  con  tal  objeto,  y lo  que 
pudiera  hacerse. 

Y puesto  que  las  intoxicaciones  que  se  trata  de  prevenir  son  de  dos 
especies,  voluntarias  é involuntarias  , tratemos  de  ellas  bajo  este  punto 
de  vista,  por  separado  ó de  un  modo  sucesivo,  empezando  por  las  invo- 
luntarias. 

ARTÍCULO  PRIMERO. 

DE  LOS  MEDIOS  DE  PREVENIR  LAS  INTOXICACIONES  INVOLUNTARIAS  Ó 

ACCIDENTALES. 

Para  proceder  con  algún  órden  'en  esta  materia , veamos  las  circuns- 
tancias, en  que  suelen  sobrevenir  las  intoxicaciones  accidentales. 

Los  casos  ó circunstancias  capaces  de  dar  la  muerte  ó comprometer 
fuertemente  la  salud , ingiriéndose  una  sustancia  tóxica  en  la  economía, 
sin  quererlo  ni  la  víctima,  ni  nadie,  son  tan  numerosas,  que  acaso  no 
sean  susceptibles  de  un  resúmen  cabal  y exacto.  Sin  embargo,  creo  que 
pueden  reducirse  á las  siguientes , ó serán  por  lo  menos  las  mas  fre- 
cuentes : 

1. °  Desprendimiento  súbito  y en  gran  cantidad  de  gases  mefíticos  de 
los  lugares  comunes,  pozos  inmundos,  alcantarillas,  tumbas,  etc. 

2. °  Idem  de  gases  en  las  fábricas  de  productos  químicos,  de  hornos  ó 
lugares  de  combustión  , de  fermentación  , etc. 

3. °  Efluvios  ó emanaciones  de  flores  y frutos  en  los  dormitorios. 

4. °  Emanaciones  de  las  cestas  y banastas  donde  se  trae  y vende  el 
pescado. 

5. °  Las  de  la  esencia  de  trementina  ó aguarras,  empleada  en  la  pintura 
de  las  piezas , si  se  duerme  en  ellas , estando  las  puertas  cerradas. 

6. "  Respiración  de  aire  cargado  de  emanaciones  metálicas. 

7. °  Uso  de  bebidas  conservadas  en  vasos  ó utensilios  de  cobre,  plomo 
y otros  metales  dañinos,  por  los  compuestos  á que  pueden  dar  lugar,  di- 
solviéndose estos  en  los  caldos. 

8. °  Uso  de  plantas  nocivas  que  se  toman  por  alimentos  ó condimentos, 
mezclándolas  con  otras  sustancias  alimenticias. 

9. *  Uso  de  sustancias  alimenticias  averiadas  con  principios  de  putre- 
facción , enmohecidas  ó falsificadas,  con  sustancias  dañosas,  por  la  codicia 
de  los  vendedores. 

10.  Uso  de  frutas  verdes  ó podridas. 

11.  Uso  de  carnes  procedentes  de  animales  envenenados  ó en- 
fermos. 

12.  Comida  de  ciertos  guisos  recalentados  varias  veces  en  poco  tiempo. 

13.  Dulces  pintados  con  sustancias  colorantes  nocivas , ó de  masas  de 
almendra  alteradas , y uso  de  papeles  colorados  para  envolverlos. 

14.  Empleo  de  medicamentos  alterados  por  la  nociva  mezcla  de  los  in- 
gredientes ó factores  de  una  receta,  ó por  descuidos,  ya  en  el  modo  de 
tomarlos  por  parte  de  los  enfermos  y los  que  los  cuidan , ya  por  parte 
del  autor  de  la  receta , ó del  farmacéutico. 


- m - 

ÍJ5  Mezcla  de  sustancias  inocentes  cuando  separadas,  ó exceso  de  las 

qUÍ6n°Effipleoede^coasméticos  que  pueden  dar  lugar  á absorciones  fu- 

nestas.j^scuidos  en  el  destino  de  ciertas  sustancias  envenenadas  para 
malar  los  ratones. 

18  Descuidos  en  el  uso  del  trigo  encalado. 

19.  Errores  relativos  á polvos  minerales. 

20.  Venta  de  cerillas  fosfóricas. 

21.  Juguetes  de  niños,  serpientes  de  Faraón. 
i'i.  Mordeduras  de  animales  rabiosos. 

lió  aquí  una  porción  de  circunstancias,  que  dan  á menudo  lugar  á in- 
toxicaciones involuntarias,  y aun  no  estamos  seguros  de  haberlas  incluido 
todas;  si  bien  , sean  de  la  naturaleza  que  fueren  , siempre  se  resumirán 
en  uno  de  estos  cinco  puntos. 

1."  Por  una  respiración  viciada. 

“2.°  Por  bebida  ó comida  alterada  ó equivocada. 

B.*  Por  una  medicación  errada. 

4. "  Por  aplicaciones  cosméticas. 

5. *  Por  lesiones  ó mordeduras  ponzoñosas. 

Indicado  el  mal,  ya  está  indicada  la  precaución  que  exige  para  no  ser 
víctima  de  él. 

La  higiene  pública  se  ocupa  en  todos  estos  hechos , y los  medios  de 
prevenirlos.  Seria  entrar  en  el  terreno  de  esta  ciencia  y dar  á nuestro 
libro  una  extensión  que  no  puede  tener,  descender,  en  cuanto  á medidas 
privadas  y públicas  ó de  gobierno,  á pormenores  relativos  á cada  uno  de 
Jos  puntos  que  hemos  indicado  , como  ocasionados  á producir  una  into- 
xicación mas  ó menos  terrible. 

Hágase  aplicación  de  lo  que  la  higiene  pública  y privada  enseña  so- 
bre cada  uno  de  ellos,  y estará  indicada  la  profilaxis  particular  y guber- 
nativa de  esas  intoxicaciones. 

La  mayor  parte  de  las  medidas  que  hay  que  tomar  pertenecen  al  go- 
bierno y á sus  delegados  en  los  diversos  ramos  de  la  administración  ; y 
no  solo  deben  consistir  esas  medidas  en  vigilancia  sobre  los  expendedores 
de  artículos  de  consumos , fabricación  de  ciertos  productos  y ciertos  ra- 
mos de  limpieza , en  disposiciones  prohibitivas  y penales  , sino  en  me- 
dios que  destruyan  la  ignorancia  de  las  gentes  , á la  que  se  deben  no 
pocos  males  de  la  especie  que  nos  ocupa. 

A.  un  gobierno  ilustrado  toca  examinar  detenidamente  cada  una  de 
estas  circunstancias,  y escogitar  los  medios  de  disminuir  sus  estragos; 
ya  haciendo  modificar  las  prácticas  viciosas  de  algunas  industrias  y ra- 
mos públicos;  ya  persiguiendo  la  incuria  délos  vendedores  de  caldos; 
ya  castigando  severamente  la  codicia  de  los  que  alteran  los  artículos  co- 
mestibles; ya  procurando  esparcir  conocimientos  fáciles  sobre  ciertas 
plantas  y polvos  que  tan  á menudo  se  confunden  con  los  sativos  y medi- 
cinales ; ya  procurando , por  medio  de  bandos  , no  solo  prohibitivos  y 
penales , sino  instructivos , prevenir  las  catástrofes  que  principalmente  se 
deben  á la  ignorancia  del  vulgo. 

Dejando,  pues , al  gobierno  y á los  libros  que  tratan  de  la  higiene  pú- 
blica y privada  el  cuidado  de  establecer  las  reglas  necesarias  y oportunas 
para  disminuir,  en  lo  posible,  las  intoxicaciones  involuntarias;  vamos  á 
decir  cuatro  palabras  sobre  cada  uno  de  los  casos  que  acabamos  deapun- 


- 48??  - 

tar  como  causantes  de  esas  intoxicaciones,  para  que  se  acabe  de  com- 
prender la  importancia  de  este  asunto. 

1. °  Desprendimiento  de  gases  mefíticos  de  los  lugares  inmundos.—  Hemos 
visto  que  son  otros  de  los  causantes  de  la  intoxicación  séptica.  Respira- 
dos en  gran  cantidad  ó de  un  modo  súbito , dan  con  frecuencia  lugar  á la 
muerte.  En  Madrid,  cuando  había  pozos  inmundos,  era  frecuente  esta  in- 
toxicación , cayendo  ó bajando  á ellos  los  poceros  , antes  de  estar  desin- 
fectados. El  descuido  suele  ser  funesto  en  esos  casos , y raros  son  los  su- 
getos  que  se  salvan.  Los  poceros  no  deben  bajar  á los  pozos  hasta  que 
no  estén  desinfectados,  y que  respire  en  ellos  libremente  un  perrito  ó un 
gato,  y aun  así  es  bueno  que  aquellos  hagan  uso  del  agua  de  cloro , ver- 
tida alrededor.  Lo  que  hemos  dicho  al  hablar  de  la  aesinfeccion  de  las 
tumbas  en  las  exhumaciones,  es  aplicable  á esos  casos  (‘j. 

2. °  Desprendimiento  de  gases  en  las  fábricas  de  productos  químicos,  ele. — 
Es  también  frecuente  en  ellas  la  intoxicación , cuando  estallan  los  apara- 
tos y se  escapan  súbitamente  gases  tóxicos.  Nunca  habrá  bastante  cui- 
dado en  evitar  esos  lances,  procurando  que  los  aparatos  y utensilios  se 
hallen  en  buen  estado,  y que  las  operaciones  se  hagan  como  el  arte  reco- 
mienda. La  vigilancia  debe  ser  mayor,  siempre  que  se  prepare  algún 
cuerpo  fácil  de  inflamarse , detonar , etc.  Recuerden  lo  que  le  sucedió  al 
desdichado  Geelen  y á tantos  otros. 

Las  intoxicaciones  por  el  tufo  del  carbón  son  también  frecuentísimas. 
Cuando  el  tufo  de  un  brasero  mal  encendido,  ó el  humo  de  una  chimenea 
se  esparce  por  un  aposento , asfixian  é intoxican , siquiera  no  esté  com- 
pletamente cerrado.  En  habiendo  un  1 por  100  de  óxido  de  carbono , ó 
un  5 por  100  de  ácido  carbónico,  ya  se  hace  un  ambiente  venenoso. 

Es  igualmente  peligroso  y ocasión  de  intoxicaciones  por  el  ácido  car- 
bónico , estar  algún  tiempo  ó dormir  donde  haya  lagares  con  mosto  en 
fermentación  , y donde  quiera  que  fermente  alguna  cosa. 

3. °  Efluvios  de  flores  y frutas  en  los  dormitorios. — Aunque  ya  se  va  gene- 
ralizando la  convicción  de  que  las  flores  dañan , si  permanecen  de  noche 
en  un  dormitorio,  todavía  son  muchos  los  que  ignoran  hasta  qué  punto  son 
dañosas  sus  emanaciones,  igualmente  que  el  olor  de  ciertas  frutas , como 
de  albaricoques , manzanas,  membrillos , naranjas  y otras.  Son  ya  muchos 
los  casos  en  los  que  varios  sugetos  han  sufrido  una  intoxicación  parecida 
á la  anestésica,  por  haber  dormido  en  un  ambiente  lleno  de  esos  olores  y 
emanaciones. 

M.  Chevalier  ha  publicado,  en  los  Anales  de  Higiene  y Medicina  legal, 
2.a  série,  tomo  XXIII,  pág.  293  y siguientes,  varios  hechos  que  dejan 
fuera  de  duda  esa  verdad , confirmando  lo  que  ya  consignaron  en  su  Dic- 
cionario de  materia  médica  y terapéutica,  Merat  y de  Lens. 

Un  oficial,  de  guarnición  en  Nilianah,  en  1843,  murió  asfixiado  por  las 
emanaciones  del  laurel-rosa,  con  cuyas  ramas  se  hizo  una  alcoba.  Lebario 
ya  había  dado  á conocer  una  catástrofe  igual , dejando  las  flores  de  ese 
arbusto  en  el  dormitorio. 

El  doctor  Larue  de  Barry  refirió  un  caso  acaecido,  en  setiembre  de  1844, 
en  su  propia  persona.  Había  en  la  chimenea  de  un  dormitorio  un  ramito 
de  flores  de  jazmín,  y después  de  algunas  horas  de  estar  durmiendo, 
despertó  con  una  pesadilla  espantosa,  bañado  en  sudor,  con  viva  cefalal- 
gia, dolores  en  las  articulaciones  y miembros  inferiores  y malestar  gene- (*) 


(*)  Tratado  de  Medicina  legal , t,  II,  póg.  523. 


— m — 

ral  Se  levantó,  echó  las  flores,  abrió  las  ventanas  y no  se  restableció  del 

todo  hasta  dos  dias  después.  . 

Una  señora  se  hizo  llenar  de  flores  una  gran  jardinera  que  tema  en  su 
gabinete- cerró  las  puertas  délas  ventanas  para  echar  su  siesta  después  de 
haber  almorzado;  se  durmió , y viendo  su  criada  que  el  sueño  de  su  se- 
ñora se  prolongaba  demasiado,  la  llamó  y la  encontró  asfixiada.  La  ven- 
tilación de  la  pieza  y otros  cuidados  la  volvieron  en  sí. 

La  esposa  de  un  rico  comerciante  de  Rúan  se  intoxicó  también  con 
varios  ramilletes  de  flores,  que  puso  en  su  dormitorio.  Restablecida,  le 
quedaron  dolores  nerviosos  por  largo  tiempo. 

Otra  señora  de  Lyon  se  durmió  en  un  cuarto,  por  cuyo  suelo  acababa 
de  tender  varias  cajas  de  albaricoques  destinados  á hacer  con  ellos  confi- 
tura. Al  dia  siguiente  su  hijo  fué  á verla  y llamó  á su  cuarto , y viendo 
que  no  le  contestaba,  echó  abajo  la  puerta,  encontrando  á su  madre  casi 
muerta.  El  olor  de  los  albaricoques  la  habia  asfixiado. 

Un  dependiente  de  una  tienda  de  comestibles  se  echó  á dormir  en  un 
cuarto  lleno  de  naranjas  y se  asfixió  también;  su  amo  que  le  buscaba  por 
toda  la  casa,  creyendo  que  no  habia  vuelto  de  una  fiesta  á donde  le  habia 
dejado  ir,  le  encontró  en  dicha  pieza  tendido  sin  conocimiento.  Una  san- 
gría y otros  cuidados  le  volvieron  á la  vida. 

Por  último , una  señorita  compró  muchos  membrillos  y los  puso  en  su 
dormitorio;  al  cabo  de  algunas  horas  de  estar  durmiendo , quedó  intoxi- 
cada, y si  no  hubiesen  entrado  á socorrerla,  se  hubiera  muerto. 

Las  manzanas,  las  camuesas  pueden  hacer  otro  tanto;  su  olor  de  cloro- 
formo ya  indica  que  algo  de  común  tiene  con  él. 

Es,  por  lo  tanto,  una  grande  indiscreción  tener  en  su  dormitorio  flores 
ó frutas  olorosas,  y estar  mucho  tiempo  junto  á ellas,  en  un  lugar  poco 
ventilado.  Esas  emanaciones,  ó bien  se  apoderan  del  oxígeno  como  un 
anestésico,  ó bien  desalojan  el  aire  que  se  respira. 

4.°  Emanaciones  de  cestos  y banastas  de  pescado.  — No  es  un  secreto  para 
nadie  que  las  emanaciones  pútridas  son  dañosas;  mas  hay  ocasiones  en  las 
que  no  se  sospechan.  Así  aconteció,  según  Deville,  en  dos  casas  de  París, 
donde  estaban  amontonadas  muchas  cestas,  en  las  que  se  habia  vendido 
pescado,  arrojando  un  olor  ágrio  particular  que  infestaba  las  habitaciones, 
dando  lugar  á quejas  de  los  vecinos.  De  unos  noventa  y dos  habitantes  en 
esa  casa  murieron  en  poco  tiempo  muchos,  en  especial  niños.  Sucumbie- 
ron la  mayor  parte  á enteritis  crónicas.  Esa  mortandad  llegó  á llamar  la 
atención  de  la  autoridad , y se  vió  cuál  era  la  causa : las  emanaciones  de 
las  cestas  de  pescado. 

Con  motivo  de  ese  hecho,  M.  Chevalier  recuerda  que,  en  1844,  ya  llamó 
también  la  atención  de  la  autoridad  el  mal  olor  de  las  cestas  de  pescado 
en  la  pescadería,  levantándose  contra  él  todos  los  vecinos,  dando  eso  lu- 
gar á que  se  procediera  á la  limpieza  de  estas  cestas  por  medio  de  gran- 
des lavaduras  con  agua  sola  primero,  luego  con  agua  salada  y con  otra 
que  tenia  1 por  100  de  cloruro  de  calcio. 

Esas  cestas  están,  después  de  algún  tiempo  de  servicio,  pringosas,  lle- 
nas de  una  materia  negruzca  que  despide  el  olor  de  pescado  podrido. 
Con  cuatro  horas  de  maceracion  de  las  cestas  en  agua  común,  esa  mate- 
ria se  reblandece  y se  puede  quitar  fácilmente;  pero  las  cestas  no  quedan 
desinfectadas , hasta  que  se  han  lavado  bien  y cepillado  con  agua  clo- 
rurada varias  veces. 

No  hay  mas  que  pasar  por  los  mercados,  ó casas,  donde  se  vende  pes- 


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cado , para  sentir  ese  olor  nauseabundo  de  la  pringue  que  deja  en  las 
cestas,  las  cuales  rara  vez  se  lavan  como  debiera  (*). 

5. °  Emanaciones  de  la  trementina  ó cuartos  recien  pintados. — Por  mucho 
tiempo  se  ha  creido  que  los  dormitorios  recien  pintados  al  óleo,  charo- 
lados, etc.,  son  dañosos,  porque  con  la  evaporación  del  aguarras  ó aceite 
de  trementina  que  suele  emplearse  en  esos  casos,  se  exhala  el  plomo 
del  albayalde  al  estado  miasmático,  causando  trastornos  graves,  y pu- 
diendo  intoxicar  hasta  mortalmente  á los  que  duermen  en  esas  piezas, 
teniendo  cerradas  las  puertas  de  ventanas  ó balcones  y las  de  entrada. 

Experimentos  y estudios  hechos  con  mas  cuidado,  y dados  á luz  por 
los  Chevreul,  Tardieu , Chevalier,  Mialhe,  Marchal  de  Calvi  y Lecraire, 
han  puesto  fuera  de  duda  que  el  plomo  no  se  volatiliza  en  esos  casos,  y 
que  la  intoxicación  se  debe  á los  vapores  del  aceite  esencial  de  tremen- 
tina ó al  aguarras  empleada  en  la  pintura  de  puertas  y paredes  de  las  ha- 
bitaciones (2). 

Las  personas  que  duermen  en  piezas  recien  pintadas  de  esa  suerte, 
estando  todo  cerrado,  ó con  poca  ventilación , sufren  cefalalgia,  vértigos; 
se  caen  por  una  gran  debilidad  muscular ; hay  grande  ansiedad , desfa- 
llecimientos, una  especie  de  embriaguez  á veces,  sudores  abundantes; 
orina  de  olor  de  violetas,  y en  los  casos  mas  graves , cólicos  violentos, 
estado  álgido  ó ciánico , sudor  frió  y postración  profunda. 

Todo  eso  puede  evitarse  : primero  no  haciendo  uso  del  aguarras  para  la 
pintura  de  puertas;  y segundo,  no  durmiendo  en  las  piezas  recien  pinta- 
das, hasta  que  estén  perfectamente  secas. 

6. °  Respiración  de  aire  cargado  de  emanaciones  metálicas.—  Nadie  ignora  lo 
que  sucede  en  las  minas  de  azogue  y plomo  y las  graves  enfermedades 
que  padecen  los  que  trabajan  en  ellas.  Es  que  en  esas  minas  hay  emana- 
ciones mercuriales  y saturninas;  el  mercurio  y e!  plomo  se  escapan  al  es- 
tado miasmático. 

Otro  tanto  sucede  en  muchas  industrias  en  que  se  trabaja  ciertos  me- 
tales ó se  hace  uso  de  ellos ; el  polvillo  da  lugar  á menudo  á intoxicacio- 
nes. El  plomo,  el  cobre,  el  mercurio,  el  mismo  zinc  en  deflagración,  etc., 
provocan  en  los  operarios  de  ciertas  industrias  accidentes  graves , que 
llaman  ya  la  atención  de  los  autores. 

El  arsénico  es  sabido  que,  entrando  en  la  formación  de  colores  verdes, 
con  los  que  se  estampa  el  papel  que  luego  adorna  nuestros  aposentos, 
también  en  ciertas  piezas  bajas  húmedas  da  lugar  á accidentes,  porque 
se  evapora , y el  que  respira  por  largo  tiempo  ese  ambiente , se  intoxica. 
En  Alemania  se  ha  prohibido  el  uso  de  esos  papeles  para  empapelar  ha- 
bitaciones. 

M.  Gmelin,  en  Alemania,  habla  de  varios  casos,  en  los  que  enfermaron 
gravemente  varias  personas  por  respirar  el  aire  de  ciertas  piezas  tapiza- 
das con  papeles  verdes  que  tenían  arsénico.  El  olor  nauseabundo  que  se 
siente  en  ellas,  ya  puede  advertir  el  peligro.  . 

Los  papeles  verdes  que  contengan  arsenito  de  cobre  no  deberían  em- 
plearse en  lugares  húmedos,  ni  deberia  permanecerse  en  ellos  por  mucho 
tiempo,  y menos  dormirse  en  esos  sitios. 

7.*  Bebidas  ó caldos  conservados  en  vasos  de  cobre,  plomo,  etc. — Es  antiquí- 
sima la  nocion  de  que  se  hacen  dañosos  los  utensilios  de  cobre  y plomo 


(*)  Anales  de  Higiene  y Medicina  legal,  t.  XVI,  pág.  822. 

(»)  anafe*  de  H.  P.  y M.  L.}  t.  XVI,  pág.  443  y siguiente*. 


W1W,.  a contener  bebidas.  Ya  llevamos  dicho,  en  la  historia  del 
para  con^ei  v en  ,QS  ,ibros  de  Moisés  se  habla  de  la  prohibición 

envenena  osfi(Je  > sin  duda  por  el  cardenillo  que  se  forma  v las  in- 
vitaciones á que  este  veneno  daría  lugar.  Igualmente  hemos’ hablado 
del  conocimiento  que  tenia  Vitrubio  de  lo  dañosas  que  podían  ser  las  ca- 
ñerías de  plomo. 

Las  vasijas  de  cobre  no  estañadas,  ó mal  estañadas,  son  causa  frecuente 
de  cólicos  é intoxicaciones.  En  las  fondas,  cafés,  botillerías , taber- 
nas, etc.,  hay  mucho  descuido  en  la  limpieza  de  las  vasijas,  y el  cardenillo 
que’ se  forma  en  ellas,  disolviéndose  en  los  caldos,  vino /aceite , vina- 
gre, etc.,  intoxica  las  bebidas,  y estas  á los  que  las  consumen. 

En  los  Anales  de  Higiene  pública  y Medicina  legal  hay  varios  artículos  que 
tienen  por  objeto  poner  en  evidencia  los  riesgos  que  se  corren,  valiéndose 
de  vasijas  y utensilios  de  dichos  metales  para  los  usos  de  cocina  y otros 
domésticos. 


M.  A.  Chevalier,  redactor  infatigable  de  dichos  Anales,  publicó  en  los 
tomos  L de  la  1.a  serie  y I de  la  segunda , un  escrito  interesantísimo  so- 
bre los  peligros  del  uso  de  las  vasijas  de  plomo.  En  él  demuestra  que  el 
agua  se  vuelve  dañosa  en  las  vasijas  y conductos  de  ese  metal,  apoyando 
su  aserción  en  un  sin  número  de  hechos  y experimentos,  y en  los  cólicos 
saturninos  sufridos  en  muchas  ciudades  , donde  se  bebe  el  agua  que  corre 
por  cañerías  de  plomo  ó se  guarda  en  reservorios  de  este  metal. 

Otro  tanto  demuestra  respecto  de  las  aguas  salinas  y gaseosas,  y con 
mas  razón,  puesto  que  si  el  agua  común  por  el  ácido  carbónico  y suífatos 
ataca  el  plomo  de  las  cañerías  y vasijas , con  mas  razón  han  de  hacerlo 
las  aguas  salinas  y gaseosas. 

Otro  tanto  demuestra  de  los  vinos,  de  la  sidra,  á los  cuales  fueron  de- 


bidos los  numerosos  accidentes  observados  en  el  público  de  Paris,  en  1851 
y 1852  , y que  motivaron  los  estudios  de  M.  Chevalier  sobre  las  vasijas 
do  plomo  ; de  las  aguas  destiladas,  de  la  cerveza,  de  los  vinagres  y jugos 
vegetales,  ácidos,  líquidos  clarificados , el  tabaco  y la  sal  común  guarda- 
dos en  vasijas  de  esa  materia. 

De  esta  importante  memoria,  fundada  en  hechos  de  cólicos  ó intoxica- 
ciones y análisis  químicas  de  las  sustancias  indicadas,  en  las  que  se  ha 
reconocido  el  plomo,  después  de  haber  circulado  por  cañerías  de  este  me- 
tal, ó permanecido  en  contacto  con  vasijas,  ó elaboradas  en  utensilios  del 
mismo,  demuestra  hasta  la  última  evidencia  que  deben  proscribirse  esas 
cañerías,  esas  vasijas  y esos  utensilios  respecto  de  todos  los  líquidos,  cal- 
dos , ó sustancias  alimenticias  de  que  hagan  uso  las  personas,  porque 
resultan  accidentes  graves  y verdaderas  intoxicaciones  involuntarias,  có- 
licos saturninos  y parálisis,  que  se  atribuyen  á otras  causas,  cuando  en 
realidad  no  se  deben  mas  que  á la  presencia  del  plomo  , siquiera  no  esté 
en  gran  cantidad,  pues,  como  dice  Rasori,  ios  casos  mas  notables  de  ac- 
cidentes causados  por  el  plomo,  son  en  general  aquellos^  en  los  que  este 
metal  penetra  en  la  economía  en  pequeña  cantidad  á la  vez , pero  de  un 
modo  continuo. 


ha  continuación  del  uso  de  sustancias  que,  por  el  contacto  con  cañerías, 
utensilios  ó vasijas  de  plomo,  se  llevan  parte  de  este  metal -hasta  que  daña, 
son  intoxicaciones  polidósicas. 

• n?1ST»o  Chevalier,  en  otro  tomo  de  dichos  Anales , tomo  XIX , 2.a  sé- 
¿ ' P y siguientes,  habla  de  los  daños  que  pueden  causar  y cau- 

uao  las  vasijas  de  vidriado  ó barnizadas  y trae  algunos  casos 


- 489  — 

de  intoxicación  producida  por  el  plomo,  ó preparados  de  este  metal,  que 
entran  en  la  composición  del  barniz  de  que  se  valen  muchos  fabricantes 
de  las  vasijas  de  barro  vidriado.  Esta  industria  antiquísima  está  muy 
atrasada,  y convendría  que  no  se  permitiera  vidriar  ó barnizar  las  vasijas, 
si  no  constase  antes  que  en  el  barniz  no  entra  , ni  plomo , ni  cobre,  ni 
otro  metal  dañino. 

Habiéndose  suscitado  dudas  sobre  si  es  dañoso  el  zinc,  que  se  emplea 
en  los  tejados,  cuyas  aguas  van  á parar  á algibes,  y que  sirven  para  re- 
servónos de  aguas,  como  en  la  marina , en  los  buques,  y otros  utensilios 
para  guardar  caldos  ó sustancias  alimenticias  sólidas,  M.  Fonsagrives 
ha  hecho  un  trabajo  importante  sobre  este  asunto,  cuyo  resúmen  creo 
conveniente  indicar  en  este  párrafo. 

El  uso  del  zinc  para  vasijas  de  uso  domestico  no  es  muy  antiguo.  A 
mediados  del  siglo  xvm  se  empezó  á usar,  á propuesta  del  doctor  Morlo- 
nin.  Hoy  dia  es  considerable  el  uso  que  se  hace  de  ese  metal , por  su  ba- 
ratura y la  facilidad  con  que  se  trabaja.  Mas  como  haya  sustancias  que 
atacan  el  zinc  y puede  dar  lugar  á accidentes  mas  ó menos  graves , con- 
viene averiguar  lo  que  hay  sobre  este  punto,  acerca  del  cual  no  están 
las  opiniones  todas  de  acuerdo.  Los  primeros  informes  dados  en  la  Aca- 
demia de  Medicina  de  París , en  1742,  y en  el  Instituto  de  Guylon-Mor- 
veau , en  1812 , no  fueron  favorables  al  uso  de  los  utensilios  de  zinc. 
Los  trabajos  de  Blandet , las  investigaciones  de  Landouzy  y Maumené, 
los  escritos  de  Boutigni  de  Evreux  han  dado  al  zinc  una  reputación  fu- 
nesta. Mas  según  Fonsagrives , los  peligros  se  reducen,  y son  incontesta- 
bles, al  contacto  con  el  zinc  de  sustancias  que  le  atacan  y disuelven, 
como  el  ácido  sulfúrico,  acético,  cítrico,  málico,  ó sustancias  que  los 
contengan  , puesto  que  esos  ácidos , unidos  á dicho  metal , forman  sales 
peligrosas. 

No  sucede  lo  propio  con  el  óxido  de  zinc  y su  carbonato,  que  es  todo 
lo  que  puede  formarse  con  el  agua  potable , resultando  de  aquí  que  para 
esta,  como  para  todo  lo  que  no  da  lugar  á la  formación  de  sales  de  zinc, 
los  vasos  de  este  metal  no  tienen  peligro  alguno.  En  la  marina  se  hace 
uso,  sin  peligro,  de  las  cajas  de  hierro  chapeadas  de  zinc,  con  gran 
ventaja  , habiendo  desaparecido  los  graves  inconvenientes  que  tenían  los 
buques  en  sus  viajes,  para  llevar  agua  potable  y sana. 

8. “  Uso  de  plantas  nocivas  tomadas  como  ensaladas , etc.  — Cuando  los  que 
cogen  ciertas  plantas  capaces  de  confundirse  con  las  sativas  no  las  cono- 
cen bien  , pueden  dar  lugar  á intoxicaciones  graves.  Mas  de  una  vez  se 
han  confundido  las  hojas  de  cicuta  con  plantas  de  ensalada  ó condi- 
mento. Pero  lo  que  con  mas  frecuencia  sucede  es  tomar  hongos  veneno- 
sos por  setas  buenas.  Es  muy  común  intoxicarse  familias  enteras  por 
comer  hongos  venenosos.  ¡Cuán  ventajoso  no  fuera  generalizar  el  cono- 
cimiento de  esas  plantas,  para  evitar  esas  terribles  equivocaciones!  El 
opúsculo  de  Emilio  Boudier  debería  ser  conocido  de  toaos.  En  las  obras 
que  mas  son  leídas  del  pueblo,  en  los  almanaques,  etc.,  deberían  inser- 
tarse  instrucciones  de  este  género,  para  instruir  á las  gentes  é impedir 
que  hicieran  uso  de  plantas  nocivas  , creyéndolas  buenas  para  comer. 

9. °  Alimentos  averiados,  podridos.  — Jamás  será  bastante  el  cuidado  de 
la  administración  para  impedir  que  se  vendan  alimentos  averiados  ó que 
han  empezado  á sufrir  la  putrefacción,  puesto  que  son  venenos  de  los 
mas  terribles , contra  cuyos  efectos  tiene  el  arte  pocos  recursos.  El  pes- 
cado, los  escabeches  averiados,  las  carnes,  los  embutidos  con  principio 


— 490  — 

i.  nUtre facción , se  hallan  en  este  caso.  Muy  á menudo,  la  codicia  los 
vende  á las  gentes  pobres,  ó á los  fondistas  y casas  que  dan  de  comer  al 
núblico;  y siquiera  los  cocineros  disfracen  esos  alimentos  condimentán- 
dolos de  suerte  que  engañen  el  paladar  y el  olfato,  no  dejan  por  eso  de 
producir  accidentes  graves,  y has  ¡a  intoxicaciones  intensas. 

Tisot,  en  su  Aviso  al  pueblo,  habla  de  ocho  personas  que  comieron  pes- 
cado podrido,  y cinco  de  ellas  murieron. 

En  la  Gaceta  de  los  hospitales  de  1842,  se  leia  un  caso  notable  de  into- 
xicación por  medio  de  carne  averiada. 

Olivier  de  Angers  ha  publicado  varios  artículos  sobre  este  importante 
punto,  dando  á conocer  casos  lamentables  de  intoxicación,  provocados 
por  alimentos  podridos  ó con  principios  de  putrefacción  (l).  Refiere  pri- 
mero algunos  debidos  á embutidos  y jamones  ahumados;  luego  varios 
casos  de  pasteles  hechos  con  jamón  y de  comidas  ó guisos  recalentados, 
y por  último  habla  de  los  alimentos  de  cerdo,  y en  especial  del  que  llama 
queso  de  cerdo  ó de  Italia. 

Algunos  de  esos  casos  se  refieren  á comidas  recalentadas,  de  las  que 
hablaremos  luego,  y los  demás  á carnes  de  cerdo,  sobre  cuyo  agente  ó 
principio  venenoso  no  han  estado  de  acuerdo  los  autores,  creyéndose  al 
fin  que  se  debe  á un  ácido  craso  que  se  desenvuelve , llamado  por  Sala- 
din,  oxi-acético. 

Tal  vez  muchos  de  esos  casos,  que  en  Alemania  son  muy  numerosos 
y frecuentes  , puesto  que  Kerner  ha  recogido  135  desde  1793  á 1822  , y 
el  doctor  Weis  29 , todos  en  el  solo  reino  de  Wurlemberg,  pertenecen  á 
los  que,  en  estos  últimos  tiempos,  se  ha  descubierto  deberse  á los  triqui- 
nos , de  los  cuales  hablaremos  también  mas  larde. 

De  todos  modos , débanse  á la  causa  que  se  quiera  los  accidentes  , ello 
es  cierto  que  hay  peligro  en  comer  carnes  de  cerdo  poco  ahumadas, 
salchichas  ó embutidos  poco  cargados  de  especias , y otros  alimentos  ave- 
riados y enmohecidos. 

El  doctor  Dehne  ha  publicado  recientemente  otros  casos  de  intoxicacio- 
nes debidas  también  á carnes  de  buey,  caldos  agrios,  manteca  ó grasa 
rancia  y pasteles  ó asados  de  liebre.  El  primero  pertenece  á los  casos  de 
comidas  recalentadas  , y el  último  caso  es  también  un  hecho  debido  á los 
triquinos.  Es  esto  mas  probable  que  el  haber  muerto  irritada  la  liebre, 
como  lo  piensa  el  doctor  Dehne.  Los  toros,  en  nuestras  plazas  , no  mue- 
ren muy  calmosos  que  digamos,  y sin  embargo,  la  carne  de  toro  se  come 
impunemente.  Ya  veremos  que  la  triquinosis  afecta  también  á los  co- 
nejos y liebres  (2). 

El  pan  , las  patatas  y otros  alimentos  enmohecidos  llenos  de  criptóga- 
mos,  deben  contarse  también  entre  las  sustancias  averiadas  capaces  de 
causar  accidentes  graves. 

Ocioso  es  decir  que  á veces  no  es  la  putrefacción  la  que  vuelve  dañi- 
nas ciertas  sustancias,  sino  su  fabricación,  la  mezcla  con  ellas  de  otras 
dañosas,  con  que  se  disfraza  la  mala  calidad  de  los  alimentos  y bebidas. 
La  leche,  el  chocolate,  el  vino,  el  pan , etc.,  sufren  á menudo  alteracio- 
nes capaces  de  determinar  accidentes  funestos  , por  la  infame  codicia  de 
los  vendedores  de  esos  artículos , los  cuales , á trueque  de  aumentar  su 

guíeme”0***  ***  H^iene  pública  y Medicina  legal,  1.a  sério,  t.  LXXXVI11 , páginas  *07  y SÍ* 
(J)  Analei  de  Higiene  pública , 2.a  série,  t.  XVII , páginas  453  y siguientes. 


— 491  — 

riqueza . no  titubean  en  inmolar  á su  sórdida  codicia  al  público,  y hasta 
á sus  propios  parroquianos. 

10.  Uso  de  frutas  verdes  ó podridas. — En  caso  análogo  están  las  frutas 
verdes  y podridas  que  se  venden  por  las  calles  y mercados.  Las  gentes  po- 
bres, ya  de  suyo  mal  alimentadas  y con  disposición  á padecer,  compran 
esos  deshechos , y luego  sufren  graves  indigestiones,  cólicos  y verdade- 
ras intoxicaciones,  en  no  pocos  casos. 

11.  Uso  de  carnes  procedentes  de  animales  envenenados  ó enfermos. — Aquí 
tenemos  que  hacernos  cargo  de  hechos  de  diferente  naturaleza;  unos  de- 
bidos á verdaderas  intoxicaciones,  como  son  los  que  provienen  de  ani- 
males envenenados  y enfermos  de  afecciones  virulentas,  y otros  que  no 
son  intoxicaciones,  y proceden  de  animales  atacados  de  triquinosis.  Ha- 
blemos sucesivamente  de  esas  dos  especies  de  hechos,  empezando  por 
las  intoxicaciones  producidas  por  el  uso  de  carnes  procedentes  de  anima- 
les^muertos  envenenados  ó enfermos  de  afecciones  virulentas. 

Si  hay  ocasiones,  en  las  que  el  uso  de  semejantes  alimentos  no  tiene 
consecuencias  funestas , en  otras  las  tiene  ó puede  tener  muy  graves, 
y es  necesario  hacerlo  saber  á las  gentes,  y que  entienda  la  administra- 
ción cuáles  son  las  unas  y cuáles  la's  otras. 

Los  casos  y observaciones , de  que  está  la  ciencia  en  posesión , de- 
muestran que  el  uso  de  carnes  procedentes  de  animales  envenenados  y 
enfermos  de  ciertos  males  virulentos,  ha  sido  fatal  para  las  personas  que 
las  han  comido,  sucediendo  lo  propio  á ciertos  animales. 

La  leche  de  una  cabra  que  había  bebido  caldo  cúprico,  la  carne  y san- 
gre de  un  cerdo  que  había  comido  trigo  encalado,  produjeron  accidentes 
graves.  Otro  tanto  podemos  decir  de  varios  pescados  y anguilas  envene- 
nadas con  la  coca  del  Levante,  y de  anguilas  pescadas  ó cogidas  en 
aguas  cenagosas,  donde  se  alimentan  probablemente  de  animales  muertos 
y podridos.  Unas  perdices,  encontradas  muertas  en  el  campo,  después 
de  haber  comido  trigo  encalado  con  arsénico,  aunque  los  que  las  usaron 
tiraron  el  tubo  digestivo  de  esas  aves,  produjeron  intoxicación. 

El  célebre  médico  legista  inglés  M.  Taylor  ha  publicado,  en  el  Times 
(1862) , dos  casos  de  dos  señoras  intoxicadas,  por  haber  comido  porción  de 
una  perdiz  del  Canadá.  En  esas  perdices,  una  de  las  cuales  también  in- 
toxicó un  gato  que  comió  un  poco  de  ella,  no  había  vestigio  alguno  de 
putrefacción.  No  dice  el  autor  citado  á qué  se  debe  el  envenenamiento  ó 
intoxicación , cuyo  carácter  predominante  fué  una  gran  postración  de 
fuerzas,  insensibilidad,  pulso  pequeño,  constricción  en  la  garganta,  etc. 

Muchos  gatos  que  se  han  comido  ratones  envenenados  con  arsénico, 
han  perecido  igualmente  envenenados  por  este  metaloídeo.  Perros  que 
han  comido  hígado  y bazo  de  carneros  sometidos  á la  acción  del  arsé- 
nico, y muertos  a los  seis  dias,  han  perecido  intoxicados,  al  paso  que 
algunas  personas  pudieron  comer  impunemente  la  carne  de  otros  , des- 
pués de  treinta  y ocho  dias  de  haber  tomado  arsénico  aquellos  animales. 
Sin  embargo,  los  animales  muertos  con  flechas  envenenadas  con  el  cu- 
rare no  causan  daños;  los  indios  y americanos  los  comen  de  este  modo, 
y solo  tienen  la  precaución  de  quitar  la  parte  herida. 

Respecto  de  los  animales  enfermos , todos  los  dias  se  ve  comer  impu- 
nemente su  carne,  no  solo  cuando  mueren  de  enfermedades  comunes, 
sino  hasta  de  otras  contagiosas. 

Los  carnívoros  y omnívoros  pueden  comer  sin  consecuencias  graves  la 
carne  y ios  líquidos  segregados  de  animales  muertos  de  rabia  , muermo, 


- 492  — 

carbunclos,  pústula  maligna,  tifus.  Los  herbívoros  parece  cfue  no  pue- 
den comerla  sin  morir. 

Los  perros,  las  gallinas  y los  cerdos  han  podido  comer  dicha  carne 
cruda,  sin  experimentar  nada  desagradable. 

Galiier  dice  que  , en  San  Germán  , trescientos  caballos  muertos  de 
muermo  sirvieron  de  alimento  para  los  pobres.  Lo  propio  sucedió  en  W- 
fort  y en  Alsacia  con  animales  muertos  de  tifus.  Renault  cree  que  la  coc- 
ción” modifica  los  virus.  El  mismo  dice  que  los  cerdos  y gallinas  comen 
impunemente  las  carnes  de  los  animales  muertos  de  muermo,  carbunclo, 
rabia,  etc.,  y que  el  hombre  puede  comer  de  esos  cerdos  y esas  aves  sin 
cuidado.  El  mismo  asegura  que  se  pueden  comer  las  carnes  v beber  la 
leche  de  animales  muertos  de  enfermedades  contagiosas.  Galtier  dice  que 
flammon  refiere  hechos  en  contra. 

El  doctor  Duchesne  ha  publicado,  en  los  Anales  de  Higiene  j)úhlica  y Me- 
dicina legal  (tomo  XI , 2.a  serie,  pág.  03  y siguientes),  un  artículo  sobre 
la  insalubridad  de  las  aves  y cerdos  nutridos  con  carnes  de  animales 
muertos  de  enfermedades  contagiosas,  donde,  además  de  recordar  por 
vía  de  resúmen  las  opiniones  de  Renault,  director  de  la  escuela  de  Vete- 
rinaria de  Altor t , sobre  la  impunidad  con  que  las  aves  y los  cerdos  co- 
men de  dichas  carnes  , y la  inocuidad  que  hay  para  el  hombre  de  comer 
de  esas  aves  y esos  cerdos , y hasta  de  las  carnes  de  aquellos , habla  de 
varios  ensayos  hechos  en  sí  mismo  y otras  personas,  con  huevos  y aves 
tomadas  de  un  establecimiento,  en  el  que  se  nutrían  gallinas , patos  y 
pavos,  con  los  restos  de  los  mataderos,  de  animales  sanos  y enfermos  , y 
en  estado  de  putrefacción  , si  bien  antes  de  darlos  á los  animales  los  co- 
cían , sin  haber  notado  otra  cosa  que  alguna  rapidez  en  podrirse  las  pollas 
y los  patos , mayor  flacidez  de  carnes  de  estos , y un  sabor  fuerte  y algo 
repugnante;  pero  nada  de  intoxicación  ni  accidentes  desagradables”;  solo 
opina  que  el  uso  prolongado  de  aves  y cerdos  alimentados  con  carnes  pu- 
trefactas podría  producir  algún  daño. 

Todo  eso  viene  en  confirmación  de  lo  que  llevo  dicho.  Con  las  transfor- 
maciones que  por  un  lado  hace  sufrir  á las  materias  la  digestión  de  los 
animales,  que  se  alimentan  de  sustancias  putrefactas  , y por  otro  la  que 
les  da  la  cocción  ó la  ebullición ; se  concibe  cómo  el  hombre  digiere  esos 
alimentos  sin  experimentar  accidente  alguno. 

Esta  importante  cuestión  , que  puede  hacer  citar  hechos  contrarios  y 
favorables  á entrambas  opiniones , se  resuelve , á mi  modo  de  ver , de 
una  manera  fácil  y con  casos  que  confirman  mi  teoría. 

Yo  considero  peligroso  y altamente  expuesto  comer  la  carne  de  los 
animales  envenenados,  siempre  que  lo  hayan  sido  por  venenos  minerales 
ú orgánicos  que  no  se  destruyan  en  la  organización  del  animal  por  ellos 
envenenados.  Hé  aquí  por  qué  hay  tantos  hechos  de  intoxicaciones  de  esta 
especie  , por  haber  comido  carne  de  animales  envenenados  por  el  arsé- 
nico. Este  veneno  no  se  destruye,  y por  lo  tanto,  cuando  el  sugeto  ó el 
animal  come  carne  que  le  contenga , es  como  si  les  diesen  alimentos  en- 
venenados. Otro  tanto  les  sucederá  siempre  que  el  veneno  sea  metálico, 
mineral  y hasta  orgánico , si  no  sufre  descomposición , al  pasar  por  la 
economía  del  primer  animal  que  mata. 

. Si  el  veneno  es  orgánico  y se  descompone  ó destruye  al  ser  introdu- 
cido en  una  organización  , otra  puede  comer  impunemente  los  restos  de 
la  primera  , porque  el  tósigo  ya  no  existe. 

utro  tanto  ha  de  poder  suceder,  si  la  cocción  altera  los  venenos ; mu- 


chos  de  ellos,  en  efecto,  pueden  ser  destruidos  por  este  medio,  y por  ío 
tanto,  nada  tiene  de  extraño  que  no  intoxiquen  las  sustancias  alimenti- 
cias procedentes  de  animales  muertos  envenenados. 

Lo  que  digo  de  estos  es  aplicable  á los  muertos  por  enfermedad.  Siem- 
pre que  esta  no  dé  á los  órganos  un  humor  virulento  eficaz,  ó que  los 
trabajos  culinarios  y digestivos  le  alteren,  dado  caso  que  exista  en  los 
alimentos  ó carnes  del  animal  muerto,  no  producirá  ningún  daño;  las 
funciones  digestivas  le  reducirán  á sustancias  asimilables,  y no  habrá  in- 
toxicación. Véase  lo  que  llevo  dicho  en  la  fisiología  de  la  intoxicación  res- 
pecto del  modo  de  obrar  de  los  venenos , de  su  absorción  y de  las  circuns- 
tancias que  modifican  la  acción  tóxica , y se  comprenderá  fácilmente  mi 
doctrina. 

En  suma , pues  , aunque  siempre  sea  bueno  evitar  la  comida  de  sustan- 
cias procedentes  de  animales  envenenados  y enfermos  ó muertos  de  en- 
fermedad, en  especial  virulenta , podemos  establecer  que  ese  cuidado  no 
debe  abandonarse  en  todos  los  casos,  en  los  que  el  veneno  sea  mineral  ú 
orgánico,  de  los  que  no  se  destruyen,  al  pasar  á la  masa  de  la  sangre  de 
la  primera  organización  que  inmolan. 

Respecto  de  los  casos  no  menos  numerosos  de  personas,  que  se  sienten 
profundamente  trastornadas  en  su  salud , y que  muy  comunmente  mue- 
ren sin  remedio,  después  de  haber  comido  jamón  , morcillas  ó carnes  de 
cerdos  enfermos  ó atectados  de  triquinosis  , aunque  no  sean  verdaderas 
intoxicaciones,  se  parecen  tanto  á estas  , que  no  debemos  dejar  de  decir 
cuatro  palabras  sobre  ese  género  de  muerte. 

De  indicado  antes  , y aquí  lo  repito , que  los  cerdos  y demás  animales 
atacados  de  triquinosis , no  deben  ser  considerados  como  presas  de  un 
veneno,  ni  venenosas  sus  carnes,  y su  sangre;  porque  esa  enfermedad 
se  debe  á la  existencia  de  animales  parásitos , de  ia  irichina  spiralis, 
análoga  á las  ascárides  lumbricóides ; y así  como  estas  no  son  venenos, 
tampoco  se  han  de  tener  por  tal  los  triquinos. 

Antes  del  descubrimiento  de  esos  helmintos  microscópicos,  los  acci- 
dentes y muertes  que  producian  se  tomaban  como  afecciones  tifóicas  ó 
reumáticas,  ó bien  como  intoxicaciones  debidas  á un  principio  de  putre- 
facción de  los  embutidos  ó morcillas  y de  los  jamones  poco  ahumados, 
mal  preparados,  ó poco  cargados  de  especias.  Ya  hemos  dicho  mas  arriba 
que  los  autores  no  se  habían  puesto  de  acuerdo,  acerca  del  verdadero 
principio  venenoso,  que,  á su  creer,  se  desplegaba  en  esos  alimentos; 
unos  le  tenian  por  alcalino , otros  por  ácido,  y no  pocos  iban  en  busca  de 
criptógamos , de  hongos  microscópicos , para  explicarse  los  accidentes  y 
la  muerte  de  las  personas  que  hacían  uso  alimenticio  de  esas  sustancias 
así  averiadas. 

No  diré  que  todos  los  casos  de  esa  especie  se  deban  á la  presencia  de 
los  triquinos;  mas  comparando  el  cuadro  sintomático  de  esos  casos  con 
los  que  luego  se  han  observado,  aescubierta  ya  la  triquinosis,  hay  gran 
fundamento  para  opinar,  que , por  lo  menos,  muchos  de  esos  casos  teni- 
dos antes  no  solo  por  tifus  y afecciones  reumáticas,  sino  por  intoxica- 
ciones sépticas,  no  fueran  nada  de  eso,  sino  casos  de  triquinosis. 

Doy  dia  no  puede  dudarse  que  la  triquina  spiralis  es  á menudo  causa 
de  esos  accidentes  y muertes,  ya  individuales,  ya  colectivos,  causados 
principalmente  por  la  carne  de  cerdo , sin  que  por  eso  dejen  de  causarlos 
la  de  buey,  vaca,  carnero,  conejos  y aves.  Desde  el  descubrimiento  de 
Redi  y Malpigio , de  los  excelentes  trabajos  de  Goese , y de  las  observa- 


— 494  — 

.nnps  sobre  todo  de  Hilloik  , Raget  Owen  , Van-tíeneden , Kuchenmeis- 
f • I euekart  y otros,  por  los  cuales  es  ya  generalmente  conocido  el  císti- 
co que  produce  esa  especie  de  lepra  del  cerdo  y que  le  vuelve  tan  pe- 
fvroso  para  el  hombre,  en  el  cual  no  solo  es  causa  común  de  la  ténia 
conforme  opina  A.  Delpech,  y lo  funda  de  un  modo  sólido  en  hechos 
elocuentísimos,  sino  la  invasión  de  larvas  y parásitos  que  se  derraman 
por  todo  su  cuerpo ; muchos  de  los  casos  tenidos  antes  por  intoxicaciones, 
han  dejado  de  serlo,  y se  explican  perfectamente  por  la  introducción  en 
el  cuerpo  humano  de  esos  animales  parásitos  microscópicos. 

Sin  embargo,  siquiera  no  sean  intoxicaciones  los  accidentes  y muertes 
á veces  rápidas  que  producen  los  triquinos,  puesto  que  no  son  agentes 
que  se  combinan  con  los  principios  inmediatos  de  la  economía,  ni  obran 
químicamente,  como  los  venenos;  dejando  para  la  filosofía  de  la  intoxica- 
ción hablar  de  ellos  mas  extensamente,  diremos  aquí  que  la  causa  ó cir- 
cunstancia principal  y mas  originaria  de  esos  accidentes,  es  hacer  uso  de 
la  carne  ó alimentos  de  cerdo , vaca,  etc. , al  estado  crudo;  por  eso  los 
jamones  y ciertos  embutidos  no  cocidos , el  queso  de  Italia  y otros  ali- 
mentos por  el  estilo  son  los  que  determinan  esos  accidentes.  Delpech  ob- 
serva con  mucho  acierto  que  la  tenia,  que  se  considera  como  un  desen- 
volvimiento ulterior  de  la  triquina  spiralis,  es  mas  común  en  las  gentes 
que  hacen  uso  de  la  carne  cruda  como  en  Ábisinia,  por  ejemplo  , y en- 
tre los  matarifes,  que  suelen  ponerse  entre  los  labios  el  cuchillo  ensan- 
grentado, en  tanto  que  cortan  la  carne  de  cerdo. 

El  humo  de  las  chimeneas  y el  frió  no  siempre  matan  esos  parásitos. 
Es  mucho  mas  segura  la  cocción,  la  ebullición;  la  temperatura  elevada 
los  mata  , y entonces  se  puede  comer  impunemente  la  carne  de  cerdo, 
el  jamón  , los  embutidos  ó lo  que  sea , siquiera  tenga  triquinos. 

Al  simple  aspecto  ya  puede  conocerse  á veces  la  carne  que  está  afec- 
tada de  ese  mal;  es  mas  pálida,  se  ven  en  ella  puntas  blanquecinas  , y 
no  tiene  el  sabor  que  la  carne  sana. 

Impidiendo  la  venta  de  animales  atacados  de  triquinosis,  no  comien- 
do su  carne  desde  luego  que  su  aspecto  infunde  sospechas , y sobre  todo, 
no  comiéndola  cruda  , sino  después  de  haberla  hecho  sufrir  la  cocción  , ó 
la  acción  del  fuego , se  evitarán  esos  accidentes  y muertes  tan  parecidas 
á las  intoxicaciones. 

12.  Comida  de  ciertos  guisos  ó platos  recalentados.  He  dicho  , refirién- 
dome á varios  casos  publicados  por  Olivier  de  Angers , que  las  comidas, 
recalentadas  varias  veces  , han  producido  accidentes  graves  y verdaderas 
intoxicaciones  , en  los  que,  por  mas  que  se  hayan  examinado  las  vasijas 
donde  estaba  la  comida , y analizado  químicamente  por  peritos  hábiles 
y á tiempo  esas  sustancias,  no  se  ha  podido  descubrir  ningún  vestigio 
de  veneno  conocido. 

Créese  que  la  grasa  experimenta  una  modificación  ó metamórfosis  con 
esos  enfriamientos  y calefacciones  alternadas , y que  á un  nuevo  com- 
puesto tóxico  se  debe  los  malos  resultados  que  tiene  ese  recalentamieuto. 

Aunque  no  sepamos  á qué  causa  debe  atribuirse , el  hecho  es  que  pro- 
ducen esas  comidas  recalentadas  esas  intoxicaciones  involuntarias  , y por 
lo  tanto  conviene  evitar  esos  recalen taraien tos , para  no  dar  lugar  á esos 
accidentes. 

d .^U^ces  pwtados. — Papeles  de  color.  — Sabido  es  que  hay  fabricantes 
p U ces  cIue  pintan  algunos  de  estos  de  verde , amarillo  y otros  colo- 
con  sustancias  minerales  venenosas;  el  cardenillo  para  el  verde  claro, 


- m — 

el  arsénico  de  cobre  para  el  verde  de  papagayo,  el  cromato  de  plomo,  etc., 
son  sustancias  que  causan  ó pueden  causar  accidentes  graves  y verdade- 
ras intoxicaciones  en  las  personas  que  se  coman  dulces  pintados  con  esos 
compuestos  tóxicos.  Está  prohibido  y debe  estarlo  el  hacer  uso  de  tales 
cuerpos,  para  dar  color  á los  dulces.  No  son  pocos  los  casos  de  grave 
enfermedad  y hasta  de  muerte,  producidos  por  ellos.  Yo  he  actuado  en 
uno,  en  el  que  enfermaron  seis  ó siete  personas  de  una  familia,  y una  de 
ellas  murió , de  resultas  de  haber  comido  una  culebra  de  mazapan  con 
florecidas  pintadas  de  verde  , que  tenian  cardenillo. 

Siempre  son  sospechosos  los  dulces  pintados,  y lo  mejor  es  no  co- 
merlos. 

A veces  no  se  hacen  venenosos  los  dulces  por  los  colores , sino  por  los 
papeles  pintados  con  que  se  los  envuelve.  El  color  de  esos  papeles  ó las 
materias  empleadas  en  la  fábrica  para  pintarlos , puede  causar  los  mis- 
mos daños,  como  los  causan  siempre  que  se  envuelve  con  ellos  choco- 
late, carnes,  manteca  , ó cualquier  otra  cosa  capaz  de  atacarlo,  ó de  ser 
atacada  por  ellos.  Esos  papeles  son  casi  todos  verdes,  amarillos  ó de  co- 
lor de  naranja  , algunos  de  carmín  ; pocos  azules.  Los  verdes  son  los  mas 
peligrosos , porque  se  forman  casi  siempre  de  ácido  arsenioso  y óxido  de 
cobre.  Los  papeles  verdes  de  Schweinturt,  de  Scheele,  de  Viena,  inglés, 
de  Erunswich , de  Ereme,  etc. , contienen  esas  sustancias  eminentemente 
venenosas. 

Otros  hay  que  tienen  añil  y protóxido  de  plomo , ó añil  azul  de  Prusia 
y goma-gutta;  otros  cromato  de  plomo  , bióxido,  y goma-gutta. 

Concíbese  lo  que  ha  de  suceder,  cuando  esa  clase  de  papeles  colorea- 
dos con  sustancias  tóxicas  se  ponen  en  contacto  con  los  dulces,  el  cho- 
colate, la  manteca,  las  carnes,  las  salchichas,  las  pastas,  el  queso, 
el  pescado,  y otros  comestibles. 

tíay  á veces  dulces  llenos  de  almíbar  con  licor  que  se  rompen  y mojan 
el  papel  verde  ó amarillo  con  que  están  envueltos , y los  golosos , y en 
especial  los  niños,  no  solo  se  comen  el  dulce,  sino  que  chupan  ó mascan 
el  papel  manchado  de  licor,  y con  esto  se  tragan  partículas  cúprico-arse- 
nicalesó  de  plomo,  resultando  luego  intoxicaciones  mas  ó menos  graves. 

Chevalier  y Duchesne  hacen  mención  de  varios  casos,  mas  ó menos 
graves  de  esas  intoxicaciones,  y se  levantan  con  sobrada  razón  contra  el 
uso  de  esos  papeles,  no  solo  para  envolver  dulces,  sino  cualquier  otra  sus- 
tancia alimenticia,  blanda  , húmeda  y que  pueda  dar  lugar  á empaparse, 
ó entrar  en  combinación  con  los  elementos  venenosos  de  esos  papeles. 

En  Alemania  hay  prohibición  severa  no  solo  de  que  los  fabricantes  de 
dulces  pinten  con  colores  venenosos  los  dulces  y que  los  envuelvan  con 
papeles  coloreados  de  verde  arsenífero,  de  preparados  de  plomo,  etc., 
sino  toda  clase  de  papeles  para  envolver  otros  comestibles  y hasta  para 
adornar  las  paredes  de  los  aposentos  y pintar  con  colores  arseníferos  y 
cúpricos  telas  para  cortinas  y sacos. 

En  Francia,  aunque  la  prohibición  no  es  tan  severa  , también  hay  va- 
rias circulares  de  los  prefectos,  prohibiendo  la  fabricación  de  dulces  pin- 
tados con  sustancias  venenosas , y la  envoltura  de  sustancias  alimenticias 
con  papeles  coloreados  con  aquellas. 

En  España , siquiera  se  haya  prohibido , no  vemos  que  los  confiteros 
se  allanen  á ello ; allí  se  ven  multitud  de  dulces  pintados  y envueltos  en 
papeles  de  color,  gran  parte  de  los  cuales  vienen  del  extranjero,  y por  lo 
mismo  pueden  ser  mas  frecuentes  los  casos  en  que  esos  dulces  y esos  pa- 


— i 96  — 

peles  determinen  accidentes  mas  ó menos  lamentables.  Mientras  no  se 
ponga  coto  á esos  abusos,  y no  se  prohíba  terminantemente  la  venta  de 
esos'  dulces  y papeles,  tendrémos  que  deplorar  no  pocas  de  esas  intoxi- 
caciones. . , , . . 

Son  igualmente  peligrosas  las  capas  de  cnsocalco,  imitando  el  oro  y la 

plata  para  cubrir  piezas,  imitando  las  de  moneda  , puesto  cjue  se  com- 
ponen  de  cobre  y zinc,  y los  dulces  que  tienen  fulminante.  Todo  eso  de- 
bería desterrarse  de  las  confitei  ías , y de  no  hacerlo  así , mas  de  una  fa- 
milia tendrá  el  desconsuelo  de  llorar  la  grave  enfermedad,  ya  que  no  la 
muerte  de  alguno  de  sus  niños,  y hasta  de  los  mayores,  por  haber  co- 
mido de  esos  dulces  y chupado  esos  papeles ; así  como,  si  no  se  destierran 
los  papeles  pintados  de  las  tiendas,  donde  se  envuelven  con  ellos  sustan- 
cias alimenticios  blandas,  húmedas,  higrométricas,  ó que  pueden  ser  ata- 
cadas, habrá  mas  de  un  caso  de  intoxicación  mas  ó menos  grave. 

Algunos  niños  enferman  también  á consecuencia  de  chupar  ó mascar 
las  tarjetas  y papeles  que  tienen  una  capa  de  albayalde.  Ténganlo  en- 
tendido los  que  vean  hacer  eso  á los  niños  é impidan  que  lo  hagan. 

14.  Empico  de  medicamentos  alterados  por  la  nociva  mezcla  de  los  factores 
de  tina  receta , por  descuidos,  etc.  — Los  medicamentos  pueden  también 
dar  lugar  á intoxicaciones  por  ciertos  errores  cometidos  , ya  por  los  que 
los  recetan  , ya  por  los  farmacéuticos  que  los  despachan  , ya  por  los  que 
asisten  á los  enfermos , ya  por  último  , por  estos  mismos. 

Dejemos  á un  lado  los  errores  que  puede  cometer  un  profesor  igno- 
rante ó distraido,  recetando  una  cosa  por  otra,  poniendo  cantidades  de 
sustancias  enérgicas  mas  allá  de  lo  debido;  mezclando  sustancias  incom- 
patibles ó capaces  de  combinarse  y formar  un  tercero  deletéreo,  etc.,  etc. 

Es  ocioso  que  digamos  cómo  se  han  de  corregir  esos  errores  y evitar  los 
males  que  pueden  producir.  Los  ignorantes  no  deberían  visitar  enfer- 
mos ni  manejar  medicamentos  heroicos;  los  distraídos  no  sirven  para  mé- 
dicos, ó por  lo  menos  que  apelen  al  visum  et  auditum;  que  lean  la  fór- 
mula al  acabar  de  escribirla  , antes  de  entregarla  á los  interesados  y que 
la  lean  en  alta  ó á media  voz  para  que  el  oido  corrija  las  distracciones 
tan  frecuentes  de  la  vista. 

En  otras  ocasiones  el  error  ó el  descuido  depende  de  los  que  despachan 
los  medicamentos,  ora  porque  no  entienden  bien  la  mala  letra  de  las  re- 
cetas, ora  porque  están  distraídos  los  aprendices  ó mancebos,  ora  por- 
que son  mujeres  los  que  los  despachan , como  sucede  en  ciertas  oficinas, 
en  especial  de  los  pueblos. 

En  otros  casos  son  los  que  asisten  á los  enfermos,  los  cuales  equivocan 
la  aplicación  de  lo  dispuesto  por  el  médico,  dando  tal  vez  al  interior  lo 
que  es  para  el  exterior,  y vice-versa;  administrando  de  una  vez  lo  que 
está  destinado  para  varias  á ciertos  intérvalos,  ó no  meneando  las  vasijas 
cada  vez  que  han  de  darle  una  loma , si  contiene  sustancias  insolubles 
que  con  el  reposo  se  van  al  fondo,  y hay  que  agitar  el  licor,  para  que 
sea  igual  cada  dosis  , en  la  cantidad  de  lo  suspenso  en  el  líquido. 

Por  último,  los  mismos  enfermos  dan  lugar  á veces  á intoxicaciones, 
tan  pronto  porque  cometen  lo  mismo  que  hemqp  dicho  de  los  asistentes, 
tan  pronto  porque  se  medicinan  ellos  á sí  mismos , tomando  cosas  con 
trarias  á su  estado  morboso,  etc.  • . * 

Respecto  de  las  equivocaciones  de  lo  que  se  ha  de  tomar  al  mterio 
al  exterior,  el  autor  de  la  memoria  de  que  hemos  hablado  al  principio 
este  artículo  propone  medios  para  evitar  esos  errores;  Galtier  los  prop  < 


— 4$T  — 

también  * y en  tos  Anales  de  Higiene  pública  y Medicina  legal  * t*  V,  2.*  stíríe , 
página  207  y siguientes,  se  habla  de  las  medidas  tomadas  por  el  ministro 
de  Agricultura,  de  Comercio  y Obras  públicas  de  f rancia,  para  evitar  las 
intoxicaciones  cometidas  por  los  indicados  descuidos. 

El  autor  de  la  Memoria  propone  que  todos  los  que  vendan  sustancias 
venenosas  las  tengan  en  vasos  de  forma  y color  particular , y las  viertan 
al  venderlas  en  frascos  análogos. 

El  ministro  francés , habiendo  consultado  á los  Consejos  de  sanidad  , y 
viendo  que  no  basta  que  se  ponga  en  los  vasos  y frascos  de  las  medicinas 
despachadas  un  letrero  diciendo  para  uso  externo  ó interno,  y apoyándose 
en  diferentes  decretos  y leyes  sobre  la  venta  de  las  sustancias  venenosas 
desde  1789  á 1850,  á imitación  de  lo  que  se  practica  en  otros  países, 
mandó  que  se  adoptase  un  signo  convencional,  inteligible  para  toda  clase 
de  personas,  siquiera  no  supiesen  leer,  y que  llamase  la  atención  bastante 
para  no  confundir  jamás  una  sustancia  heróica  con  otra  , y lo  que  se  ha 
de  aplicar  al  exterior  con  lo  que  ha  de  usarse  al  interior. 

El  color  rojo  de  naranja  fue  el  escogido  por  el  ministro  para  el  rótulo 
de  los  frascos,  en  cuyo  centro  había  de  escribirse  para  uso  externo ; los  de- 
más habían  de  llevarle  de  papel  blanco,  con  impresión  de  tinta  negra,  y 
sin  perjuicio  de  todos  los  demás  requisitos  de  esta  clase  de  muestras. 

Esta  medida  solo  alcanza  á los  farmacéuticos;  los  droguistas  no  tienen 
nada  de  eso. 

Lassaigne  proponía  que  se  pusiese  en  papel  de  color  negro  á las  sus- 
tancias venenosas,  que  sirven  para  matar  chinches,  como  indicio  de  que 
pueden  dar  la  muerte. 

Sin  embargo,  aunque  estas  ó análogas  medidas  no  dejan  de  ser  útiles, 
porque , siendo  constante  su  uso,  al  íin  y al  cabo  el  público,  por  el  solo 
color  de  la  muestra  del  frasco,  ya  conocería  que  aquello  no  se  toma  al  in- 
terior, así  como  por  la  forma  y color  de  las  botellas,  botes  y cajas,  ya 
sabrían  los  de  las  boticas  que  lo  contenido  es  venenoso;  no  solo  no  bastan 
para  evitar  todos  los  casos,  sino  que  además  tienen  el  inconveniente  que 
las  personas  mal  intencionadas  aprenden  con  eso  que  allí  tienen  sustan- 
cias dañinas  de  que  echar  mano , y hacer  mal  uso , ya  contra  sí  propios, 
ya  contra  los  demás. 

En  esta  razón  se  apoya  Lepelletier  para  no  considerar  suficientes  y 
aceptables  los  medios  propuestos  por  el  autor  de  la  Memoria. 

buenos  son  estos  medios  ú otros  análogos;  mas  yo  creo  que  los  mejo- 
res serán  siempre  los  que  recomiende  el  profesor,  según  las  personas  que 
estén  encargadas  de  asistir  á los  enfermos,  no  perdonando  medio  alguno 
de  darles  á entender  cómo  han  de  hacer  uso  de  los  remedios  que  receta. 

15.  Mezcla  de  sustancias  inocentes  cuando  separadas  ó escasas  de  tas  que  en 
poca  cantidad  no  dañan. — liemos  visto  en  la  fisiología  de  la  iti toxicación 
cómo  pueden  resultar  intoxicaciones  por  la  mezcla  ele  ciertas  sustancias  me- 
dicinales que,  tomadas  aisladamente,  no  dañan.  En  Mahon  es  creencia  ge- 
neral que  si  tras  los  higos  chumbos  se  bebe  aguardiente,  el  sugeto  muere 
como  intoxicado.  Algunas  personas  sufren  cólicos  violentos,  si  después 
de  haberse  bebido  un  vaso  de  leche,  comen  naranjas  ú otras  cosas  acidas. 

El  exceso  de  las  almendras  amargas , de  manzanas  y otras  frutas  pue- 
den igualmente  producir  accidentes  muy  parecidos  á una  intoxicación. 

16.  Empleo  de  cosméticos.  — Chevalier,  en  los  Anales  de  Higiene  (*),  y Tar- 

■ *j  Tomo  XIII,  *.a  sórie,  paí-.  89  y 342  y si^numles. 

TOXICO  LOO)  ti. — 32 


— ' m — 

AifiU  pn  su  Diccionario  de  Higiene  pública  (’),  han  añadido  en  sus  reflexio- 
nólo nue  han  dicho  ya  muchos  autores  sobre  los  funestos  efectos  de  los 

IHJ»  iv  uu  KlanmiPlPS  rftlnrptfts  ^Pntífrinnc  orruo.  ^1 


ó>smé  ticos  afeites,  blanquetes,  coloretes,  dentífricos , aguas  de  olor, 
nastas  pomadas,  depilatorios,  licores  para  teñir  el  pelo,  para  remediar 
f¡  ‘i  aliento,  etc. , etc.  La  flaqueza  humana  en  las  mujeres  y hombres, 
aue  no  saben  resignarse  con  los  ultrajes  de  la  edad,  ha  dado  lugar  á la 
invención  de  ese  sin  fin  de  cosméticos  que  el  charlatanismo  pregona  por 
todas  parles,  y con  los  cuales  se  enriquece,  explotando  la  necia  credulidad 
de  los  que  están  dominados  por  esa  flaqueza. 

Las  mujeres  públicas,  los  cómicos  y toda  clase  de  artistas  teatrales  ha- 
cen igualmente  grande  uso  de  cosméticos,  sobre  todo  de  blanquetes,  co- 
loretes y afeites  con  que  se  aderezan  el  semblante. 

El  uso  prolongado  de  esos  cosméticos  es  otra  de  las  causas  frecuentes 
de  intoxicaciones  involuntarias^  porque  muchos  de  ellos,  como  los  afei- 
tes de  los  cómicos,  mozas  públicas  y mujeres  que  se  pintan  y aderezan 
para  parecer  mas  blancas,  mas  finas  de  cutis  y mas  jóvenes  de  lo  que  son, 
lo  mismo  que  los  depilatorios  y las  aguas  para  teñir  el  pelo,  suelen  con- 
tener preparados  de  plomo,  bismuto,  mercurio  y arsénico,  los  cuales  son 
absorbidos  por  la  piel  y determinan  accidentes  graves,  cólicos  saturni- 
nos, parálisis  de  igual  naturaleza,  fenómenos  nerviosos  gravísimos,  é in- 
toxicaciones hidrargíricas  y arsenicales;  además  de  envejecer  mas  pronto 
á los  infelices  que  hacen  uso  de  esos  cosméticos , echándoles  á perder  la 
piel  que  se  pone  pálida,  sucia,  negra,  árida,  etc.,  cae  el  pelo,  los  dientes, 
y pierde  la  fisonomía  la  expresión  natural. 

El  albayalde,  que  entra  en  los  afeites  para  blanquear  la  piel ; el  ciná- 
brio,  que  suple  por  el  fraude  la  cochinilla;  los  preparados  de  bismuto,  que 
también  sirven  para  blanquear;  el  nitrato  de  plata,  que  forma  la  base  de 
los  licores  para  teñir  el  pelo  ; el  rejalgar , el  sulfuro  de  arsénico  y la  cal, 
que  forman  el  rusma  de  los  árabes  para  quitar  el  pelo,  etc.,  etc.,  son  sus- 
tancias altamente  venenosas,  que,  absorbidas  por  la  piel,  van  á causar 
graves  trastornos  funcionales.  Chevalier  refiere  varios  casos  notables  de 
esas  intoxicaciones. 

Una  severa  vigilancia  por  parte  de  la  administración  sobre  los  expen- 
dedores de  esos  cosméticos , y un  conocimiento  mas  generalizado  de  los 
peligros  que  traen  consigo , pudieran  disminuir  el  número  de  esos  casos 
deplorables. 

Los  perfumistas  no  tienen  cortapisa  en  la  venta  de  cosméticos ; se  les 
deja  expenderlos  con  toda  libertad,  y la  salubridad  pública  se  resiente 
gravemente  de  eso.  ¡ Cuántos  padecimientos  no  se  deben  á ellos! 

Yo  he  visto  un  caso  de  sospechosa  intoxicación  por  el  aceite  esencial  de 
almendras  amargas  tomado  por  una  señorita,  como  cosmético,  para  cor- 
regirse el  mal  olor  del  aliento.  Como  se  le  dijese  que  procedía  del  estó- 
mago este  defecto , es  probable  que  la  infeliz  se  tragó  cierta  cantidad  de 
aceite  esencial  de  almendras  amargas  que  se  le  había  recomendado  como 
enjuague,  parte  del  cual  se  le  encontró  en  el  estómago  al  practicarle 
la  autópsia.  Pues  ese  aceite,  como  otras  muchas  sustancias  mas  deleté- 
reas todavía , se  venden  por  todas  partes  como  cosméticos. 

17 . Descuidos  respecto  de  ciertas  sustancias  empleadas  para  matar  ratones, 
moscas,  chinches. — Es  también  muy  frecuente  que  se  envenene  queso  para 
matar  ratones  y á veces  no  se  tiene  cuidado  en  guardarle,  y se  le  comen (*) 


(*)  Tomo  I,  pág.  428  y siguientes. 


ios  niños  ú otras  personas,  intoxicándose  mortalmeníe.  No  son  raros  ío¿ 
casos  análogos  á los  que  se  refiere  de  un  mesonero , que,  por  descuido, 
sirvió  á unos  huéspedes  un  pedazo  de  queso  rayado  para  echarle  en  un 
plato  de  macarrones,  que  había  polvoreado  con  arsénico  para  matar  las 
ratas,  lo  cual  confesó  cuando  vió  pasado  el  peligro. 

Tampoco  están  exentos  de  peligros  los  polvos  arsenicales  para  matar 
moscas  y los  que  se  emplean  para  acabar  con  las  chinches. 

M.  Lassaigne  ha  llamado  la  atención  sobre  un  licor  compuesto  de  su- 
blimado corrosivo,  alcohol  y ácido  clorhídico  que  se  expende  para  matar 
chinches,  y dice  con  sobrada  razón,  que  así  puede  servir  ese  licor,  ven- 
dido sin  obstáculo,  para  que  una  mano  criminal  atente  contra  alguna 
persona,  como  para  que,  por  algún  descuido  ó equivocación,  se  intoxi- 
quen , sin.  quererlo , algunos  individuos  en  especial  ios  niños. 

Otro  tanto  puede  suceder  con  un  polvo  que  se  expende  con  igualob- 
jeto,  en  el  cual  entra  la  coloquíntida  y cualquier  otra  composición 
análoga. 

18.  Descuidos  sobre  el  trigo  encalado.—  Con  el  objeto  de  que  los  pájaros 
no  se  coman  el  trigo  luego  de  sembrado , algunos  labradores  tienen  la 
mala  costumbre  de  encalarle  con  una  disolución  arsenical.  Si  ese  trigo 
se  siembra  , eso  no  tiene  malas  consecuencias;  los  pájaros  que  se  le  co- 
men perecen.  Mas,  en  primer  lugar,  el  que  se  coma  esos  pájaros,  podrá 
envenenarse;  y en  segundo  lugar,  á veces  ha  sucedido  que  el  trigo  arse- 
nicado  se  ha  vendido  y se  ha  hecho  harina  de  él  y amasado  luego  para 
hacer  pan,  intoxicándose  los  desdichados  quede  han  comido. 

Esa  práctica  debiera  prohibirse  severamente. 

19.  Errores  relativos  á polvos  creídos  inertes  ó medicinales. — En  mas  de 
una  ocasión  se  guardan  polvos  venenosos  destinados  á matar  ratones  ú 
otros  bichos;  pasan  días  ó años,  y otros  los  equivocan  con  sal  ó otras  co- 
sas, y de  ahí  intoxicaciones  terribles.  No  hace  muchos  años,  que  en  Ca- 
rabanchel , murió  un  sugelo  que  se  equivocó , lomando  polvos  de  ácido 
arsenioso  por  magnesia.  Estaban  guardados  en  un  armario  para  matar 
ciertos  bichos  dañosos  á los  bueyes , y una  criada  ios  cogió  creyendo  ser 
magnesia,  por  la  cual  le  mandó  su  amo  á dicho  armario ; los  echó  en  un 
vaso  de  agua  que  este  infeliz  se  bebió  para  purgarse,  y pereció  intoxicado 
horriblemente. 

20.  Venta  de  cerillas  fosfóricas. — La  invención  de  las  cerillas  fosfóricas 
ha  proporcionado  indudablemente  grandes  beneficios  á la  sociedad  mo- 
derna; pero  también  ha  sido  causa  de  terribles  incendios  y ha  favorecido 
los  suicidios  y envenenamientos  por  medio  del  veneno. 

No  es  fácil  que  haya  intoxicaciones  involuntarias  con  las  cerillas  fosfó- 
ricas, porque  , ora  se  den  sus  cabezas  en  bebidas,  ora  con  alimentos,  el 
sabor  y olor  aliáceo  que  echan,  y su  presencia  accesible  á la  vista  y el 
tacto  lingual,  los  revelan.  Aun  cuando  se  cayera  en  un  puchero  ó cazuela 
una  caja  de  cerillas,  seria  fácil  advertirlo. 

No  es  tan  fácil  advertirlo  si  son  pocas ; bien  que  en  este  caso  tampoco 
dan  gran  resultado.  Algunos  creen  que  una  ó dos  cerillas  bastan  para  en- 
venenar. Hemos  actuado  en  muchos  casos  que  se  creyeron  de  intención 
dañada,  por  haberse  encontrado  una  ó dos  cerillas  en  un  guisado.  En  uno 
de  esos  casos , un  mozo  de  una  tahona  arrojó  seis  ó siete  cerillas  fosfóri- 
cas de  las  mas  gruesas  en  una  grande  olla,  donde  coda  el  puchero  ó ran- 
cho para  muchas  personas  del  establecimiento.  El  caso  no  tuvo  conse- 
cuencia, porque  no  llegaron  á comer  el  rancho,  y probablemente,  aunque 


— ¿00  — 


le  hubieran  comido,  no  hubieran  sido  graves  los  accidentes  , por  ¡a  es 

casa  cantidad  de  fósforos  . . . . 

No  se  crea  por  eso  que  no  haya  intoxicaciones  involuntarias  determi- 
nadas por  las  cerillas  fosfóricas;  ahí  están  , entre  otros,  para  demostrar 
e j‘os  hay,  los  casos  que  refiere  M.  Tardieu  , en  su  buen  informe  dado 
al  Consejo  "de  Salud  pública  sobre  las  cerillas  fosfóricas,  y publicado  en 
los  Anales  de  Medicina  legal  (*).  Una  mujer  y dos  hijos  suyos  se  intoxicaron 
con  alimentos  mezclados  por  descuido  con  cerillas  fosfóricas  colocadas 
en  la  cesta  de  la  compra:  un  niño  se  intoxicó  chupando  las  cabezas  de 
cierto  número  de  esas  cerillas  : una  pobre  mujer  fué  víctima  de  un  des- 


cuido, comiendo  ciertas  legumbres  cocidas  en  un  puchero,  en  el  fondo 
del  cual  habia  una  caja  de  fósforos. 


Creo  , por  lo  tanto,  que  seria  una  buena  medida  sanitaria,  prohibir  la 
fabricación  de  cerillas  fosfóricas  con  fósforo  blanco,  obligando  á ios  fa- 
bricantes á que  se  sirvan  del  fósforo  rojo  ó amorfo,  descubierto  por 
Schroter,  Busy  y Yrv,  que,  ni  facilita  tanto  los  incendios,  ni  abre  tanto 
la  puerta  al  envenenamiento  y á la  intoxicación;  puesto  que  ni  se  inflama 
tan  fácilmente,  ni  tiene  ya  propiedades  venenosas.  La  inocuidad  del  fós- 
foro rojo  ó amorfo  está  reconocida,  y por  lo  tanto  , en  su  aplicación  á 
esa  industria  tan  esparcida  hoy  dia  está  el  remedio  á los  males  frecuen- 
tísimos, que  produce  el  fósforo  blanco  ú ordinario. 

Permitiendo  la  falsificación  y venta  de  las  cerillas  fosfóricas  con  fós- 


foro blanco,  es  imposible  evitar  los  suicidios  y hasta  homicidios  por  me- 
dio de  ellas,  y las  intoxicaciones  involuntarias  debidas  á descuidos  facilí- 
simos. Son  un  veneno  que  está  al  alcance  de  todos;  por  eso  son  tan  fre- 
cuentes los  casos  de  esa  especie  que  hay  en  España  sobre  todo,  pues  for- 
man en  la  estadística  de  la  muerte  violenta  por  veneno  un  número  con- 
siderable debido  á los  fósforos. 


21.  Juguetes  de  niños.— Serpientes  de  Faraón.—  Lo  que  hemos  dicho  de  los 
dulces  pintados  y de  los  papeles  de  color  con  que  se  envuelven  esos  \ 
otros  comestibles,  es  aplicable  á los  juguetes  para  los  niños.  También 
suelen  pintarse  con  colores  minerales  venenosos,  y los  niños.se  los  llevan 
á la  boca , no  solo  en  los  casos  en  que  de  suyo  han  de  ponerse  en  con- 
tacto con  los  labios  y la  lengua,  como  las  trompetas,  flautines,  etc.,  sino 
hasta  en  los  que  no  tienen  esa  aplicación , puesto  que  los  niños  se  llevan 
á la  boca  casi  todos  los  objetos  de  sus  juegos,  ó tienen  las  manos  mojadas 
y se  meten  los  dedos  en  dicha  cavidad  ó abertura,  después  de  habérselos 
manchado  con  los  colores  de  esos  juguetes  fáciles  por  lo  común  de  des- 
prenderse. 

No  son  escasos  los  hechos  deplorables  de  esa  especie,  y hacen  desear 
que  la  industria  relativa  á esos  artefactos  abandone  el  uso  de  colores 
hechos  con  sustancias  venenosas. 

El  laborioso  Chevalier,  á quien  no  se  pierde  nunca  de  vista,  siempre  que 
se  trata  de  asuntos  higiénicos  , cuyo  descuido  puede  dar  lugar  á intoxica- 
ciones, se  ha  ocupado  también  en  las  que  proceden  de  los  juguetes  de  los 
niños,  reconociendo  los  graves  inconvenientes  que  tienen  muchos  de  es- 
|°s.  y los  terribles  peligros  de  que  van  acompañados,  cuando  la  industria 
os  pinta  eon  colores  minerales  venenosos,  siendo  casi  siempre  el  verde 
pKnUC°  CjPr*C0  ó verde  de  Scheele , el  cromato  de  plomo,  el  albayalde, 
uro  de  mercurio  y la  goma-gútia.  Fufidado  en  los  deplorables  casos 


(V  lo,“o  vi, 


pá($.  S $ üiguieutéíi 


- 501 

de  intoxicación  á que  han  dado  lugar  esos  juguetes , propone  lo  misrpp 
que  ya  se  ha  conseguido  respecto  de  los  dulces  pintados  , y en  parte  res- 
pecto de  los  papeles  de  estos,  destinados  á envolturas  de  esos  dulces  y 
otras  sustancias  alimenticias  , y reclama  que  se  sustituyan  Jos  colores  mi- 
nerales por  los  vegetales,  ó por  mezclas  de  sustancias  inorgánicas  que  no 
sean  venenosas , como  el  sulfuro  de  zinc , el  carbonato  de  cal , los  ocres, 
el  azul  de  Prtisia  y goma  laca , etc. 

Las  cajas  de  colores  para  pintar,  á las  que  son  tan  aficionados  los  mu- 
chachos , contienen  por  lo  común  pastillas  arsenicales,  cúpricas,  mercu- 
riales , plúmbicas  y goma  gutta;  es  decir,  verdaderos  venenos,  y los 
muchachos  moian  el  pincel  con  la  saliva , ó le  limpian  con  los  labios  y la 
lengua , cuando  han  dado  pinceladas  con  un  color,  y luego  quieren  hacer 
uso  de  otro,  con  lo  cual  ponen  en  contacto  con  superficies  absorbentes  las 
partículas  de  esos  colores  venenosos,  y se  pueden  intoxicar,  y no  es  raro 
que  se  intoxiquen. 

Hay  varios  juguetes  que  sirven  para  hacer  comiditas  ; las  niñas  los  lle- 
nan de  agua , ponen  pan  en  ellos,  y luego  beben  y comen,  y el  color  de 
los  juguetes,  por  lo  común  fácil  de  desprenderse,  por  ser  soluble  en  el 
agua,  se  les  pega  á la  boca  ó á los  dedos,  ó va  unido  al  pan  y disuelto 
en  el  agua,  y de  aquí  los  accidentes. 

Muchas  niñas  se  ponen  en  la  boca  las  manos,  ó la  cabeza  de  las  mu- 
ñecas, coloreadas  á veces  con  cinabrio,  ó cubiertas  de  albayalde  que  se 
reblandece,  y las  pobrecilas  absorben  esos  compuestos  venenosos. 

Si  se  quiere  que  no  haya  que  deplorar  mas  ó menos  graves  acciden- 
tes por  esa  causa  comunísima  , y por  punto  general  mirada  con  indife- 
rencia, y tanto  mas  terrible  cuanto  que  la  mayoría  inmensa  de  esos  ju- 
guetes viene  del  extranjero,  estando  libres  de  responsabilidad  los  fabri- 
cantes; no  hay  masque,  ó prohibir  la  venta  de  esos  juguetes,  como  no 
conste  que  están  pintados  con  colores  inocentes  , ó que  por  lo  menos  es- 
tén barnizados  de  modo  que  sean  mas  permanentes  esos  colores,  y no  se 
disuelvan  en  el  agua , ni  en  la  saliva. 

En  estos  últimos  tiempos  se  han  aumentado  los  peligros , en  punto  á los 
juguetes  de  los  niños  , con  los  fulminantes,  y sobre  todo  con  las  serpien- 
tes de  Faraón.  Estas  han  dado  ya  lugar  á terribles  intoxicaciones  , no  solo 
en  niños,  sino  en  adultos.  El  doctor  Reter  asistió  á un  jóven  de  diez  y 
nueve  años,  que  tomando  por  una  pastilla  de  malvavisco  un  pedazo  de 
la  pasta  cilindrica  llamada  serpiente  de  Faraón,  se  la  comió;  y aunque 
acto  continuo  la  arrojó,  notando  su  sabor  desagradable  , no  dejó  de  sen- 
tir algunos  síntomas  de  la  intoxicación  hidrargírico-ciánica. 

Las  serpientes  de  Faraón  son  unos  cilindros  de  medio  centímetro  ó más 
de  grosor,  que  se  cortan  de  una  pulgada  de  longitud  , compuestas  de 
goma  , nitrato  de  potasa  y sulfocianuro  de  mercurio  ; colocadas  en 
una  mesa,  plato,  etc.,  en  sentido  vertical,  se  prende  fuego  en  un  ex- 
tremo; la  masa  arde,  hinchándose  y prolongándose,  en  ondulaciones 
que  imitan  los  movimientos  de  la  culebra  ; y tanto  por  esto  como  por  el 
color  que  toma  la  masa  , parece,  en  efecto,  un  reptil  de  esa  clase  » lle- 
gando á adquirir  á veces,  si  no  se  rompe , la  longitud  de  medio  metro  ó 
más , y el  grosor  del  meñique  ó del  índice. 

Concíbese  el  peligro  que  lleva  consigo  esa  pasta , primero,  si  equivo- 
cándola , como  es  fácil  y ha  sucedido , con  pastillas  de  dulce,  se  las  come 
un  niño  ó un  goloso  ; el  sulfocianuro  de  mercurio  epe  contiene,  es  un 
veneno  terrible.  Y segundo,  estando  los  chicos  alrededor  de  la  serpiente 


- Farann  mientras  está  ardiendo  el  pequeño  cilindro  y se  va  formando 
h¿v  exhalación  de  gases  venenosos ; el  mercurio  y el  cianógeno, 
.e  ¡Snarcidos,  pueden  causar  graves  accidentes,  y hasta  la  muerte. 

Fn  varias  naciones  se  ha  prohibido,  y con  razón,  la  venta  de  esos  ju- 
tes  v entre  nosotros  es  necesaria  la  misma  prohibición  , como  nó  se 
auiera  exponer  á los  niños  y muchachos  especialmente  á intoxicaciones 
involuntarias  que  pueden  ser  gravísimas. 

22.  Mordeduras  de  animales  rabiosos. — Hé  aquí  otra  ocasión  de  intoxi- 
caciones involuntarias  de  terribles  consecuencias.  Aunque  la  rabia  en  los 
perros  no  es  tan  frecuenie  como  muchos  creen , y es  un  error  suponer 
que  todo  perro  que  muerde  está  rabioso,  no  deja  desgraciadamente  de 
ser  cierto  que  todos  los  años  hay  casos  de  hidrofobia  , y que  son  muy  nu- 
merosos, en  especial  en  la  primavera  y el  verano,  y acaso  mas  en  aquella. 

En  estos  últimos  años  se  ha  escrito  mucho  sobre  la  rabia  v los  medios 


de  conjurar  esos  estragos ; y como  el  arte  tiene  pocos  recursos  para  com- 
batir los  efectos  de  la  mordedura  emponzoñada  por  el  virus  lísico,  la 
profilaxis  adquiere  la  mayor  importancia,  y la  administración  es  la  que 
debe  suplir  esa  falta  de  medios  curativos  con  enérgicas,  inflexibles  y acer- 
tadas disposiciones,  conducentes  á disminuir  ese  mal  que  tantas  vícti- 
mas inmola  todos  los  años. 


Es  verdad  que  se  publican  bandos  anuales  al  llegar  la  estación  de  los 
calores;  pero,  en  primer  lugar,  son  tardíos,  y en  segundo  lugar,  nadie 
se  cuida  de  cumplirlos,  ni  hacerlos  observar. 

Si  se  exigiera  la  responsabilidad,  no  solo  civil,  sino  criminal,  á los  due- 
ños de  los  perros  que  se  volvieran  rabiosos  y mordieran  á mas  ó menos 
personas;  si  se  exigiera  una  contribución  á todo  el  que  tuviera  perro,  y 
si  hubiese  mas  rigor  en  hacer  cumplir  los  bandos,  tal  vez  se  disminuiría 
el  número  de  esas  intoxicaciones. 


La  profilaxis  de  la  rabia , toda  administrativa  , es  una  necesidad  social 
que  debería  llamar  profundamente  la  atención  de  las  autoridades  civiles. 

A lo  dicho  reduciré  los  breves  comentarios  que  he  creído  oportuno  ha- 
cer respecto  de  esas  numerosas  causas  de  intoxicaciones  involuntarias, 
con  el  objeto  de  facilitar  su  disminución  por  lo  menos.  Vése  por  lo  indi- 
cado respecto  de  cada  una  de  ellas  : 1.°  que  á quien  incumbe  principal- 
mente tomar  las  corespondientes  medidas  es  á la  autoridad  civil,  encar- 
gada de  la  salubridad  pública ; 2.°  que  el  Consejo  de  Sanidad  debe  ocu- 
parse gravemente  en  ese  asunto,  valiendo  tanto  ó mas  la  pena  que  consa- 
grarse á las  medidas,  mas  bien  ridiculas  y perjudiciales  que  provechosas, 
respecto  de  los  males  epidémicos  que  se  tienen  por  importables. 

Las  víctimas  que  inmolan  esas  diferentes  causas  que  hemos  apuntado 
y comentado  ligeramente , no  alarman  tanto  como  las  que  sucumben,  du- 
rante una  epidemia  en  poco  tiempo;  pero  no  por  eso  dejan  de  ser  nume- 
rosas y de  merecer  la  atención  de  un  gobierno  filantrópico. 


ARTÍCULO  II. 

DE  LA  TERAPÉUTICA  PROFILÁCTICA  PARA  IMPEDIR  Ó HACE»  MENOS 
FRECUENTES  LOS  ENVENENAMIENTOS. 

He  dicho  que  Chevalier  y Boys  de  Loury  habían  escrito  sobre  los  me- 
dios de  impedir  ó disminuir  la  frecuencia  de  los  envenenamientos , y en 
efecto,  para  resolver  esta  cuestión , creyeron  que  debían  estudiar  bajo  el 
punto  de  vista  estadístico  ciertos  datos, 


- 503  - 

Voy  á dar  una  idea  de  esta  memoria;  será  el  medio  mejor  de  poner  de 
manifiesto  hasta  dónde  llega  la  eficacia  de  esos  medios. 

Los  datos  que  consideran  dignos  de  ser  estudiados,  son  los  siguientes: 

1. °  El  número  de  acusados  del  delito  de  envenenamiento  en  un  tiempo 
dado. 

2. °  Las  sustancias  mas  de  ordinario  empleadas  para  cometerle, 

3. ®  La  manera  de  procurárselas. 

4. “  Las  causas  determinantes  del  crimen. 

5. ®  El  modo  de  administrar  los  venenos. 

t¡.°  La  relación  en  número  de  hombres  y mujeres  envenenadoras. 

Respecto  del  primer  dato,  tomaron  un  estado  de  los  envenenamientos 
ocurridos  desdé  1825  hasta  1831 ; eran  273  acusados , y hubo  102  delin- 
cuentes. 

En  cuanto  al  segundo,  sirviéndoles  de  guia  ó base  la  Gaceta  de  los  Tri- 
bunales , vieron  las  sustancias  empleadas  Sel  tenor  siguiente  : 

Acido  arsenioso,  54  casos ; cardenillo,  7 ; polvos  de  cantáridas,  5;  per- 
cloruro  de  mercurio,  5 ; nuez  vómica  , 4 ; polvos  de  matar  moscas  (arsé- 
nico), 3 ; ácido  nítrico,  2;  una  el  sulfuro  de  arsénico,  el  emético,  el  opio, 
el  acetato  de  plomo,  el  albayalde  , el  ácido  sulfúrico,  el  sulfato  de  zinc, 
el  ungüento  mercurial , y 5 casos  de  venenos  no  designados.  Total  de  ca- 
sos, 93;  15  sustancias  conocidas  y 5 no  designadas. 

En  cuanto  al  modo  de  procurárselas  los  envenenadores , no  pudieron 
consignar  nada,  por  falta  de  noticias;  solo  en  varios  casos  las  habían  pe- 
dido para  matar  animales  dañinos , ó bien  podían  disponer  fácilmente 
de  ellas , por  emplearlas  en  su  industria. 

Relativamente  á las  causas  determinantes  del  crimen  , hallaron  las  de 
83;  ignorando  las  de  los  restantes.  Estas  causas  fueron:  En  82  casos,  el 
interés;  en  24,  el  libertinaje;  en  15,  la  venganza ; en  10,  la  envidia  ó los 
celos,  y en  6 , la  locura. 

Respecto  del  modo  ó forma  en  que  se  empleó  el  veneno,  hé  aquí  el 
resultado  estadístico. 

El  veneno  fué  dado  con  la  sopa  34  veces;  con  leche,  8;  con  harina,  7; 
con  vino,  7 ; con  pan,  8 ; en  un  pastel , 5;  con  chocolate,  4 ; con  medi- 
camentos, 4 ; echado  directamente  en  la  boca  , 2 ; con  café  , 2;  con  ci 
dra  , l;  con  una  ave,  otro.  En  13  casos  no  lo  pudieron  averiguar. 

Por  último,  en  cuanto  á la  relación  entre  hombres  y mujeres , vieron 
60  de  aquellos  y 33  de  estas. 

Hasta  aquí  la  memoria  de  Chevalier  y Bovs  de  Loury  no  conduce  á 
nada  de  provecho,  ni  deducen  de  esos  datos  consecuencia  ó aplicación 
alguna , como  medio  de  impedir  el  crimen,  y á la  verdad,  alguno  de  los 
puntos  sobre  que  hicieron  semejante  estudio,  en  nada  puede  servir  para 
tal  objeto,  ¿A  qué  puede  conducir  la  relación  entre  hombres  y mujeres, 
el  número  de  delincuentes  y las  causas  que  los  hayan  impulsado  al  cri- 
men , como  dato  para  establecer  medios  conducentes  á disminuirle  . Mas 
se  relaciona  con  eso  el  modo  de  procurarse  las  sustancias  , de  darlas,  y 
cuáles  son  las  mas  frecuentemente  empleadas. 

Mas  datos  y mejores  aplicaciones  dedujeron  de  cosas  que  no  figuran 
entre  las  apuntadas;  por  ejemplo,  el  sabor  y el  color  de  las  sustancias, 
los  que,  comunicándose  á los  alimentos  y bebidas,  advirtieron  á las 
personas  á quienes  se  trataba  de  envenenar,  y así  escaparon  de  la  muerte. 
Los  7 casos  prácticos  que  citan  confirman  su  observación,  de  lo  cual 
deducen  , en  efecto , buenos  medios , y son  los  únicos  que  indican, 


— 504  — 

disminuir  por  lo  menos  los  casos  de  ese  abominable  crimen. 
P Puesto  que  el  color  y el  sabor  de  ciertos  venenos  han  impedido  que  se 
midiese  envenenará  ciertas  personas , y viendo  cuáles  son  los  venenos 
con  mas  frecuencia  se  emplean  , han  propuesto,  siguiendo  la  idea  de 
otros  autores,  asociar  á ciertas  sustancias  venenosas,  que  tienen  usos  me- 
dicinales ó industriales,  otras  que  les  dan  color  y olor,  v que  no  íes  alte 
ran  sus  propiedades.  Con  este  sencillo  medio  ya  no  podrían  engañar 
como  ahora,  que  por  no  tener  olor  ni  sabor  no  son  advertidas,  cuando 
se  ingieren  ; pues  el  mal  sabor  y el  color  que  se  les  prestaría,  las  pondría 
acto  continuo  de  maniñeslo. 

Según  Brard,  Cadot  de  Gassincourt  foé  el  primero  á quien  ocurrió  la 
idea  de  dar  color  y sabor  á las  sustancias  venenosas  , incoloras  é insípi- 
das, por  medio  de  una  mezcla  con  otras  que  no  las  alteren,  y obligar  á 
los  que  las  fabriquen  para  diversos  usos  á que  las  vendan  de  esa  suerte. 

Mas  tarde,  Brard  hizo  nuevos  ensayos  sobre  el  mismo  asunto,  comu- 
nicándolos á Saint  Cricg,  á la  sazón  ministro  de  Comercio  y Agricultura. 
Este  lo  comunicó  al  Consejo,  el  cual  reconoció  que  los  medios  propuestos 
por  M.  Brard  podían  impedir  las  intoxicaciones  accidentales,  pero  no  las 
criminales. 

El  procedimiento  de  M.  Brard  consistía  en  mezclar  con  el  ácido  arse- 
nioso el  azul  de  Prusia  , en  la  proporción  de  un  10  de  este  prusiato  de 
hierro  por  100  de  ácido  arsenioso.  Se  objetó  que  seria  fácil  separar  el 
prusiato  por  medio  de  una  disolución  y una  filtración,  y evaporando; 
mas  lo  es  ver  que  todo  eso  solo  pueden  ejecutarlo  personas  entendidas  en 
química,  las  demás  no  sabrán  hacerlo. 

En  1828,  la  Academia  de  Medicina  de  París,  sección  de  farmacia, 
tuvo  que  entender  sobre  un  caso  de  envenenamiento  por  el  óxido  de  ar- 
sénico, y sobre  la  idea  emitida  por  otro  médico  de  teñir  dicho  preparado 
venenoso  para  darle  á conocer  cuando  se  mezcla  con  los  alimentos;  al- 
gunos académicos  fueron  de  parecer  que  era  necesario  aumentar  los  me- 
dios de  vigilancia  relativos  á la  venta  de  las  sustancias  venenosas , en  es- 
pecial cuando  se  emplean  para  encalar  el  trigo.  Otros  pensaron  que  seria 
ventajoso  colorar  el  ácido  arsenioso.  Mas  nada  se  adoptó. 

En  1834  , M.  Brard  volvió  á insistir  en  sus  ideas , haciendo  responsa- 
bles á los  gobiernos  de  los  envenenamientos  por  ciertos  venenos  . puesto 
que  la  coloración  artificial  es  un  medio  bueno  para  impedirlos,  obligando 
á los  que  los  fabrican,  á darles  color  y sabor  que  los  revelen. 

En  efecto,  este  es  el  mejor,  mas  útil  ó mas  práctico  resultado  de  la 
memoria  de  Chevalier  y Boys  de  Loury;  puesto  que  la  industria  se  sirve 
de  muchas  sustancias  venenosas  , y eso  facilita  que  pasen  á manos  de 
gente  criminal , es  un  buen  medio  para  prevenir  los  envenenamientos, 
dar  color  y sabor  pronunciados , y que  no  se  pierdan  en  su  mezcla  con 
los  alimentos  y bebidas,  á los  venenos  que  puros  no  los  tengan,  y hacer 
que  esa  mezcla  no  los  altere,  ya  para  los  usos  industriales,  ya  para  los 
medicinales. 

Obligando  á todo  fabricante  de  esos  productos  á fabricarlos  así,  y cas- 
tigando á los  que  contraviniesen  , ya  no  seria  posible  envenenar  á nadie 
con  ellos , siquiera  se  los  procurasen  de  este  ó aquel  modo  las  personas 
mai  intencionadas. 

np^akrá°  es  que  hace  jnuy  difícil  impedir  que  lleguen  á pianos  de  esas 
P/^anas  *as  sustancias  venenosas;  hasta  se  las  procuran  algunas  con  una 
-vw  , y yendo  con  ella  á varias  oficinas  farmacéuticas,  cop  lo  cual  re* 


- 508  - 

cogen  una  cantidad  ya  tóxica,  empleándola  contra  sí,  ó contra  otros. 
Bueno  seria , por  lo  mismo , que  los  farmacéuticos  no  volvieran  la  receta, 
como  lo  hacen  algunos,  contentándose  con  sellarla. 

La  cuestión  promovida  por  Chevalier  y Bovs  , sobre  de  qué  manera  po- 
dría darse  color  y sabor  á ciertos  venenos  insípidos  é incoloros,  para  no 
alterarlos  y no  hacerlos  inútiles  en  cuanto  á su  empleo  en  la  indus- 
tria , etc. , nos  parece , en  primer  lugar,  de  no  grandes  dificultades,  y en 
segundo  lugar,  de  poca  monta,  cuando  se  trata  del  ácido  arsenioso  como 
medio  de  encalar  el  trigo  , de  envenenar  á los  ratones  y las  moscas.  No 
hay  ninguna  necesidad  de  encalar  trigo  con  ácido  arsenioso , debería 
prohibirse;  no  la  hay  tampoco  de  matar  á los  ratones  con  ese  veneno; 
harina  y yeso  seco,  en  polvo  fino,  basta  v sobra  para  hacerlos  reventar 
con  la  masa  sólida  y dura  que  luego  resulta  , en  cuanto  la  humedad  ó el 
agua  del  animal  desbrava  el  yeso  y le  amasa. 

fin  suma  , respecto  de  los  medios  propuestos  por  Chevalier  y Boys  de 
Loury  para  impedir  los  envenenamientos,  podemos  decir  que,  fuera  de  la 
cuioracion  y sabor  de  las  sustancias  inodoras  é insípidas,  no  han  pro- 
puesto nada  de  provecho,  y aun  eso  se  reduce  á poca  cosa. 

Bien  es  verdad  que  el  ácido  arsenioso  es  una  de  las  sustancias  con  mas 
frecuencia  empleadas  para  atentar  contra  la  existencia  de  Jas  personas,  y 
con  eso  se  puede  lograr  ya  una  gran  disminución  de  ese  género  de  aten- 
tados. Mas  también  lo  es  que , asi  como  se -disfraza  el  color  y olor  de 
otros  venenos  mezclándolos  con  alimentos  y bebidas  abonadas  para  ello, 
así  se  podrá  disfrazar  el  artificio  dado  á los  preparados  arsenicales. 

Aquí,  como  en  lodo,  la  policía  sanitaria,  la  vigilancia  del  gobierno  en 
la  venta  de  las  drogas,  y la  mejora  moral , sobre  todo,  será  siempre  lo 
que  mas  logre  disminuir  esos  crímenes , lo  mismo  que  los  demás  ó los 
perpetrados  de  otra  especie. 

El  envenenamiento , como  hecho  moral , reconoce  otras  causas  mas 
profundas,  y estas  no  se  destruyen  ni  disminuyen,  tiñendo  y dando  sabor 
á los  venenos. 

En  la  Introducción  de  este  Compendio  hemos  hablado  de  las  precau- 
ciones que  tomaban  los  príncipes  y magnates,  y otros,  á su  ejemplo , en 
el  siglo  de  Cisalpino  para  no  ser  envenenados,  ya  echando  en  los  platos 
piedras  preciosas  para  ver  si  perdían  su  brillo,  ya  sirviéndose  de  platos 
de  electro  , ya  haciendo  comer  y beber  á la  servidumbre,  á los  médicos 
y demás  allegados , lo  que  habían  de  comer  esos  magnates. 

Semejantes  prácticas  ni  son  propias  de  nuestros  tiempos , ni  pueden 
tener  cabida  en  una  obra  de  la  índole  de  la  nuestra  , como  medidas  pro- 
filácticas, no  digo  aceptables,  pero  ni  sérias  siquiera. 

La  medida  mas  profiláctica  y eficaz,  en  cuanto  á las  intoxicaciones  in- 
voluntarias , ya  la  hemos  indicado:  una  buena  administración  ilustrada 
por  la  higiene  pública  en  los  términos  expuestos  ; en  cuanto  á los  enve- 
nenamientos, además  de  la  higiene  pública  y la  vigilancia  sanitaria  , 
otras  medidas  que  conduzcan  á la  mejora  material  intelectual  y moral 
del  pueblo. 

A esto  reducirémos  la  parte  profiláctica  de  la  terapéutica  de  la  intoxi» 
cacion,  y puesto  que  hemos  dicho  todo  lo  que  nos  hemos  propuesto  y 
hemos  creído  conveniente  , vninos  á la  parte  curativa  de  la  misma. 


- 506  — 


SEGUNDA  PARTE. 

De  la  terapéutica  curativa  de  la  intoxicación . 

Entendemos  por  terapéutica  curativa  de  la  intoxicación  aquella  que 
tiene  por  objeto  combatir  la  acción  de  los  venenos  ya  aplicados , ó sus 
efectos. 

Aquí  ya  no  tratamos  de  precaver,  de  prevenir  las  intoxicaciones;  ya 
las  consideramos  realizadas ; ya  nos  ponemos  en  el  caso  de  ser  llamados 
para  socorrer  á una  ó mas  personas  intoxicadas,  ora  lo  hayan  sido  de 
una  manera  accidental,  ora  de  un  modo  intencionado  para  atentar  contra 
sus  dias. 

Los  medios  que  tiene  el  arte  para  hacer  frente  á los  estragos  de  los  ve- 
nenos son , como  lo  llevamos  indicado  en  la  definición  de  la  terapéutica 
déla  intoxicación , los  contravenenos,  los  antídotos  y los  planes  curati- 
vos, ó sea  las  medicaciones  Los  primeros  son  notoriamente  medios  quími- 
cos; los  segundos  obran  sin  duda  químicamente,  como  todo  agente  ma- 
terial , pero  acaso  su  acción  química  no  es  tan  conocida , lo  es  mas  la 
fisiológica,  y por  lo  mismo  los  llamaremos  fisiológicos ; y por  último,  hay 
los  planes  curativos,  que  son  los  medios  racionales , debidos  á las  teorías 
científicas  reinantes  acerca  de  la  naturaleza  de  las  afecciones  ó estados 
patológicos,  y las  indicaciones  que  la  experiencia  nos  ha  enseñado  que 
hay  que  llenar,  según  los  casos. 

Vamos,  pues,  á tratar  de  cada  uno  de  estos  medios,  y empecemos 
por  los  contravenenos. 

ARTICULO  PRIMERO. 

DE  LOS  CONTRAVENENOS. 

Ha  habido  varios  autores  ó profesores  que,  al  ejemplo  de  Portal,  no 
han  creidoen  la  realidad  de  la  existencia  de  los  contravenenos.  Los  que 
mas  concesiones  han  hecho,  han  dicho  que  bien  podian  encontrarse  al- 
gunos cuerpos  que  destruyesen  la  energía  mortífera  de  los  venenos  en 
los  perros,  pero  no  podía  esperarse  lo  mismo  en  el  cuerpo  del  hombre. 

Esta  cuestión  no  es  durable  , es  de  mero  hecho,  y por  lo  tanto  , nada 
valen  las  travesuras  del  ingenio , ni  los  efugios  de  la  incredulidad.  Orfila 
ha  repetido  muchos  experimentos  que  no  dejan  duda  alguna  sobre  la  ma- 
teria , y aunque  estos  experimentos  hayan  sido  practicados  sobre  anima- 
les, nada  puede  esta  circunstancia  contra  la  significación  y variedad  de 
los  experimentos. 

Ya  hemos  dicho  en  otra  parte  que  la  fisiología  del  perro  es  muy  pare- 
cida á la  del  hombre ; hay  en  aquel  animal'  la  misma  disposición , los 
mismos  caracteres , las  mismas  propiedades  de  sistema  absorbente  que 
los  de  este  último  ; y cuando  un  sabio , que  ha  hecho  á millares  los  ex- 
perimentos, asegura,  confiado  en  que  no  le  dejarán  faltar  á la  verdad, 
que  no  hay  diferencias  entre  los  perros  y los  hombres , por  lo  que  toca  á 
los  resultados  de  la  acción  de  ciertos  venenos,  bien  será  preciso  que  nos 
sintamos  inclinados  á admitir  con  él  la  existencia  de  los  contravenenos 
en  el  hombre , tanto  mas , cuanto  que  no  es  tan  solo  su  autoridad  la  base 
trav^estra  conv^cc^on  ’ si™  Ia  naturaleza  misma  del  hecho  que  el  con- 
pinnooen0fSaP0ne*  Este  hecho  es  enteramente  químico,  y las  combina- 
s químicas  se  efectúan  donde  quiera  que  se  encuentren  las  sustan- 


- 507*  - 

cias , ya  en  un  vaso , ya  en  un  órgano , con  tal  que  allí  presidan  las  leyes 
y las  circunstancias  necesarias  á su  acción. 

Los  mismos  que  niegan  la  existencia  de  los  contravenenos,  no  titubean 
en  recomendar  el  cocimiento  de  quina  contra  el  sublimado  corrosivo , la 
magnesia  calcinada  contra  los  ácidos,  etc. 

Dejemos,  pues,  en  su  lugar  á los  impugnadores  de  un  hecho  á todas 
luces  evidente;  establezcamos  que  hay  contravenenos,  y no  pocos,  y es- 
tudiémoslos. Veamos,  en  primer  lugar,  lo  que  debemos  entender  por 
contraveneno;  en  seguida  las  condiciones  que  debe  reunir  una  sustancia 
para  ser  considerada  como  tal  ó contraria  á la  acción  de  las  venenosas; 
y por  último , cuáles  son  los  contravenenos  conocidos. 


§ I.— G.u¿  se  entiende  por  contraveneno. 

Entenderemos  por  tal  loda  sustancia  que  sea  capaz  de  neutralizar  la  ac- 
ción de  un  veneno  combinándose  químicamente  con  él. 

Hay  una  porción  de  sustancias  ó cuerpos,  ya  simples,  ya  compuestos, 
ya  de  un  reino , ya  de  otro , que  entran  en  combinación  química  con 
otros,  desde  el  momento  que  sus  moléculas  respectivas  se  encuentran  en 
circunstancias  propias  para  el  desarrollo  de  su  acción.  Después  de  estas 
combinaciones  químicas,  los  cuerpos  que  han  entrado  en  ellas  han  per- 
dido , ó por  lo  menos  modificado  mucho  sus  propiedades  anteriores,  ad- 
quiriéndolas va  mas  nocivas,  ya  menos  destructoras.  Esto  ha  debido  de 
sugerir  desde  luego  la  idea  de  oponer  á la  acción  de  los  venenos  la  de 
todas  las  sustancias  capaces  de  entrar  con  aquellas  en  combinación  ; la 
química,  pues,  puede  decirse  que  ha  fundado  la  doctrina  de  los  contra- 
venenos. 

El  químico  ha  visto  que  el  ácido  sulfúrico  , encontrándose  con  una  di- 
solución de  potasa , ha  formado  una  sal  de  virtudes  infinitamente  menos 
dañosas  que  las  de  ese  ácido  y ese  álcali  separados;  esta  combinación, 
que  se  ejerce  en  la  copa  del  químico , se  ha  dicho  este  , se  operará  tam- 
bién en  el  estómago,  en  el  cuerpo  humano.  La  experiencia  y la  teoría  han 
estado  de  acuerdo  sobre  el  particular,  y el  arte  ha  tenido  contravenenos. 

En  estas  sencillas  reflexiones  está  contenida  la  definición  del  contra- 
veneno. 

En  las  mismas  reflexiones  queda  también  justificada  la  calificación  de 
medios  químicos  que  hemos  dado  á estas  sustancias.  Vemos , en  efecto, 
que  loda  su  acción , toda  su  eficacia,  todo  su  poder  neutralizado!’  es 
esencialmente  químico. 

§ II.— De  las  condiciones  que  debe  tener  toda  sustan  cia  para  ser  considerada  cono 

contraveneno. 

Sustancias  capaces  de  combinarse  con  otras,  y neutralizar  en  parte  ó 
completamente  su  acción,  hay  muchas;  pero  para  que  esta  facultad  de 
combinarse  las  constituya  contravenenos , es  necesario  que  reúnan  cier- 
tas condiciones,  sin  las  cuales  es  lo  mismo  que  si  no  se  combinasen.  Es- 
tas condiciones  son  las  siguientes: 

1.*  Que  el  contraveneno  no  sea  veneno. 

Que  se  combine  con  el  veneno  en  todo  estado  y á la  temperatura 
del  cuerpo  humano. 

3. "  Que  éntre  acto  continuo  en  combinación. 

4. *  Que  no  forme  un  tercero  deletéreo. 


— 508  — 

5. *  Que  no  haya  de  darse  en  cantidad  que  sea  imposible  ó dañe  al 
sugeto. 

6. *  Que  se  aplique  en  tiempo  oportuno. 

Comentemos,  para  mayor  claridad,  cada  una  de  estas  condiciones, 
como  lo  leñemos  de  costumbre  en  nuestro  método  de  exposición. 

1-*  Q»fí  no  sea  veneno.  — Esta  condición  necesita  mas  que  cualquiera 
otra  su  comentario.  Dar  un  veneno  contra  otro  veneno  no  parece  á pri- 
mera vista  procedente  ó racional,  A no  ser  que  en  terapéutica  toxicoló- 
gica  pueda  aplicarse  aquel  refrán  vulgar,  « Un  clavo  saca  otro  clavo»  , ó 
aquel  adagio  antiguo:  aQuod  si  falo,  volunt , bina  venena  juvant ,»  ó la 
máxima  de  Zachías,  en  fin,  « Venenorum  ínter  se  qucedam  antipalhia  est  qua 
se  mutuo  cxpellunt  ac  vincunt  (f).» 

Tomada  en  este  sentido  la  condición,  tiene  una  explicación  natural  y 
fundada  en  las  leyes  químicas;  dos  sustancias  venenosas,  estando  aisla- 
das, combinándose  pueden  dejar  de  serlo  ; un  ácido  y un  álcali  concen- 
trados son  dos  venenos  ; el  uno,  sin  embargo,  neutraliza  al  otro. 

Cuando  se  dice  que  una  sustancia  , para  ser  contraveneno  , no  sea  ve- 
neno ella  misma  , quiere  decirse  que  no  sea  tal  su  acción  , que,  á pesar 
de  poder  entrar  en  combinación  con  otra  y neutralizarse,  pueda  por  sí 
sola  malar.  El  cloro,  por  ejemplo,  y el  amoníaco  son  dos  venenos  ga- 
seosos, y el  uno  es  contraveneno  deíofro,  porque  entran  en  combinación 
Y se  neutralizan  ; mas  su  empleo  es  peligroso , porque  el  contraveneno 
puede  matar  tan  rápidamente  como  el  veneno.  En  química  hay  infinitos 
cuerpos  de  acción  sobre  los  venenos  ; todos  los  venenos  reaccionan  entre 
sí ; mas  para  explotar  esta  reacción  en  favor  del  intoxicado,  hay  que  pro- 
ceder con  muchísima  prudencia.  Las  mas  de  estas  reacciones  no  sirven, 
ya  por  razón  de  que  el  contraveneno  mata  también  , ya  porque  resulta 
un  tercero  igualmente  ó mucho  mas  deletéreo. 

Sin  embargo , si  el  veneno  que  se  da  conli’a  otro  puede  administrarse 
de  tal  suerte  que  primero  obre  sobre  el  veneno  tomado  que  sobre  el  su- 
geto,  no  por  esto  dejará  de  ser  considerada  justamente  como  contrave- 
neno tal  sustancia.  El  modo  y la  cantidad  bastan,  como  hemos  visto, 
para  convertir  un  veneno  en  medicamento;  más  para  convertirle  en  con- 
traveneno. 

2/  Que  se  combine  con  el  veneno  en  todo  estado  y á la  temperatura  del 
cuerpo  humano.—  Si  el  contraveneno  que  administramos  contra  un  veneno 
determinado  , no  entra  con  él  en  combinación  sino  en  estado  líquido  6 
gaseoso  y á temperaturas  elevadas  , superiores  á la  que  es  habitual  á la 
economía , de  nada  sirve  el  tal  contraveneno,  cuando  el  veneno,  cuya 
acción  morbífica  hay  que  combatir,  se  ha  tomado  en  estado  sólido.  Es 
indispensable  que  la  afinidad  química  que  tenga  con  él  sea  tanta , que 
en  todo  estado,  en  toda  temperatura  , esta  afinidad  se  ejerza  y se  efectúe 
la  combinación  neutralizadora.  Es  igualmente  necesario  que  esa  combi- 
nación se  verifique , ya  esté  puro  el  veneno  en  el  estómago , ya  esté  mez- 
clado con  bebidas  , alimentos  ó el  jugo  gástrico  , porque  de  lo  contrario 
la  mayor  parte  de  las  veces  será  inútil. 

3.*  Que  entre  acto  continuo  en  combinación. — Los  resultados  que  se  espe- 
ran de  todo  contraveneno  han  de  ser  prontos,  instantáneos,  para  ser 
fructuosos  ; porgue  la  intoxicación  es  un  hecho  rápido  que  acaba  en  poco 
tiempo  con  los  infelices  intoxicados.  Si  el  contraveneno  que  damos  ne- 

l')  °br»  citada,  quasst.  X. 


- 500  - ! 

cesíta  para  desarrollar  su  acción  química  cierto  tiempo , cuando  empiece 
á desarrollarse,  tal  vez  ya  será  cadáver  el  sugeto.  Contraveno  que  no  obre 
acto  continuo,  en  cuanto  se  ponga  en  contacto  con  el  veneno,  no  lo  es. 

4/  Que  no  forme  un  tercero  deletéreo.  — Navier  habia  propuesto  los  sul- 
furos  alcalinos  como  contravenenos  del  ácido  arsenioso ; de  su  combina- 
ción resultaban  cuerpos  mas  venenosos  todavía,  bien  se  concibe  el  triste 
beneficio  que  reportaría  un  intoxicado , administrándole  una  sustancia 
que  no  fuese  veneno,  que  se  combinase  con  el  veneno  en  todo  estado  á la 
temperatura  del  cuerpo  humano  , y acto  continuo,  pero  formando  un  ter- 
cero mas  ponzoñoso  que  la  sustancia  á cuya  acción  mortífera  estuviese 
sucumbiendo.  La  magnesia  no  es  contraveneno  del  ácido  oxálico,  porque 
resulta  un  oxalato  de  magnesia  mas  venenoso  todavía.  Otro  tanto  pode- 
mos decir  de  todo  ácido  para  combatir  los  sulfuros  alcalinos  y los  hipo- 
cloritos  de  potasa  ó sosa ; desprenderían  cloro  ó ácido  sullhídrico,  y po- 
drían intoxicar  con  estos  gases  introducidos , al  escaparse  , por  la  glotis 
en  las  vías  respiratorias. 

fi.*  Que  no  haya  de  darse  en  cantidad  que  sea  imposible  ó dañe  al  sugeto.— 
Elay  entre  ciertos  venenos  y otras  sustancias  que  modifican  ó neutralizan 
su  acción,  cierta  afinidad ; pero  para  neutralizar  la  energía  de  un  átomo 
de  veneno  se  necesita  tai  vez  una  dracma  ó más  de  contraveneno.  Ke- 
sulta  que,  si  el  veneno  ha  sido  dado  en  muchísima  cantidad,  será  tanta 
la  que  del  contraveneno  se  necesite,  qne  se  hará  imposible,  ya  por  no 
soportarla  el  estómago , ya  tal  vez  porque,  en  cantidad  crecida,  seria  da- 
ñosa para  el  sugeto.  Ué  aquí  por  qué  , para  neutralizar  los  ácidos , no  se 
da  la  potasa  ni  la  sosa,  sino  la  magnesia;  aquellas  sustancias  mucho  mas 
propias  para  reaccionar  sobre  los  ácidos,  no  son  buenas  para  combatir 
su  acción  venenosa,  porque  con  poca  cantidad  serian  venenos  terribles: 
la  magnesia  puede  ser  dada  sin  temor  en  cantidad  muy  considerable. 
Los  ácidos  son  muy  á propósito  para  entrar  en  combinación  con  los  ál- 
calis; mas  ni  el  sulfúrico,  ni  el  nítrico,  ni  el  hidroelórico,  pueden  consi- 
derarse como  contravenenos  ; el  acético  y diluido,  el  vinagre  con  agua  es 
el  verdadero  contraveneno  de  los  álcalis.  ¿De  qué  servirá  que  la  albú- 
mina sea  contraveneno  del  sublimado  corrosivo  en  ciertos  casos,  necesi- 
tándose para  neutralizar  cuatro  granos  de  sublimado  corrosivo  diez  ó 
doce  claras  de  huevo?  ¿Cuántas  claras  habría  que  dar  al  desdichado  que 
hubiese  Lomado  dos  ó tres  dracmas? 

6.*  Que  se  aplique  en  tiempo  oportuno.-  Es  evidente.  Hay  un  tiempo  muy 
precioso,  pero  muy  corto,  en  que  la  aplicación  del  contraveneno  puede 
conjurar  sus  estragos.  Nunca  es  mas  cierto  el  ocassio  prceceps  de  Hipócra- 
tes; en  el  momento  mismo  en  que  se  tome  el  veneno  es  cuando  el  con- 
traveneno deberá  aplicarse,  tanto  mas,  cuanto  más  rápida  sea  su  acción. 
Sin  duda  la  especie  de  incredulidad  que  algunos  autores  manifiestan 
con  respecto  á los  contravenenos  en  el  hombre,  es  debida  á esta  impor- 
tantísima circunstancia,  de  la  que  no  se  ha  hecho  cargo  el  mismo  Orüla, 
al  contestar  á sus  antagonistas.  Este  excelente  experimentador  debia  de 
extrañar  que  no  se  creyera  en  un  hecho  tan  evidente  para  él , como  es  la 
acción  de  los  contravenenos,  al  paso  que  sus  adversarios  extrañarán  cómo 
un  hombre  de  inteligencia  tan  clara  no  se  hacia  cargo  de  que  no  pasa  lo 
mismo  en  los  sugetos  envenenados.  Esta  disidencia  es  muy  natural.  Or- 
fila  aplicaba  los  contravenenos  luego  de  dados  á los  perros  los  venenos; 
los  aplicaba  siempre  en  tiempo  oportuno,  al  paso  que  rara  vez  se  llega  á 
tiempo  para  administrar  á los  envenenados  el  correspondiente  contra- 


veneno 

siempre 


— 510  — 

Así,  nada  tiene  de  extraño  que  en  ios  unos  haya  resultados 
’ i,,..  aIcíis  ifln  solo  en  ciertos  nasos. 


iueioi 

cantidad  de  — > — ;“7’'r  utnoi ikj  ici 

mía  profundamente,  y mas  si  se  adopta  la  teoiía  de  la  acción  de  los  ve- 
nenos por  absorción?  ¿De  qué  el  uso  de  la  quina,  cuando  el  tártaro  esti- 
bado ha  inflamado  ya  el  estómago  y pulmones? 

t¿ta  multitud  de  condiciones  \ lo  difícil  que  es  reunir  algunas  de  ellas, 
no  solamente  reduce  el  número  délos  contravenenos,  sino  que  explica 
perfectamente  como  han  podido  negar  algunos  su  existencia.  No  por  esto, 
sin  embargo , hemos  de  dejar  de  consignarlas  como  necesarias,  solo  con 
ellas  tomará  su  lugar  entre  el  catálogo  de  contravenenos  cualquier  sus- 
tancia. 

§ III.— De  los  contravenenos  conocidos. 


Desde  que  se  han  conocido  venenos,  se  han  buscado  con  alan  contra- 
venenos, antídotos  ó triacas,  y no  son  por  cierto  pocas  ias  sustancias  que 
han  estado  mas  ó menos  en  boga  como  tales.  Los  polvos  de  cristal , la 
tierra  de  Lemmos,  ios  ojos  de  cangrejo,  el  polvo  del  coral,  las  perlas  pre- 
paradas, la  creta,  Ja  ieche,  el  agua  azucarada  , el  carbón  en  polvo , i a sal 
culinar,  el  aceite,  el  álcali  volátil  y una  infinidad  de  plantas  han  sido 
contravenenos  ó antídotos  preconizados  como  ios  mas  conducentes  para 
destruir  la  acción  de  los  venenos.  Ocioso  es  decir  que  hasta  los  tiempos 
modernos,  hasta  que  la  química  ha  podido  dar  razón  de  las  acciones  que 
todas  esas  sustancias  ejercen  sobre  los  venenos,  se  administraron  de  un 
mudo  empírico,  y fundado  mas  bien  en  vulgares  tradiciones,  que  en  filo- 
sóficos experimentos.  Una  vez  enseñoreada  la  química  de  la  ciencia,  no 
han  desaparecido  los  contravenenos;  muy  al  contrario,  se  han  preconi- 
zado otros,  pero  con  mas  fundamento  que  aquellos;  ei  experimento  ha 
podido  manifestar  su  propiedad  alexifármaca , ó por  mejor  decir,  su  afi- 
nidad química  y su  combinación  ueuiralizadora.  Conocida  la  acción  re- 
cíproca de  unos  cuerpos  con  otros,  han  podido  establecerse  desde  luego, 
y casi  a prion,  cuáies  debian  ser  contravenenos  de  otros;  y en  cuanto  se 
supo  que  la  solubilidad  de  ias  sustancias  activaba  su  acción,  no  solo  quí- 
mica, sino  fisiológica , ya  se  creyó  que  volver  insoluble  una  sustancia  es 
en  cierto  modo  neutralizaría. 

En  el  estado  actual  de  la  ciencia  , enriquecida  todos  los  dias  con  nue- 
vos experimentos,  podemos  formar  ya  un  catálogo  respetable  de  contra- 
venenos verdaderamente  tales;  y si  bien  es  cierto  que  el  estudio  exacto 
de  esta  parte  no  puede  hacerse  sirio  examinando  cada  veneno  de  por  sí, 
ó sea  en  la  lexicología  especial , con  todo , estoy  convencido  de  que  me 
será  muy  posible  presentar  en  un  cuadro  general  todos  los  contravenenos 
conocidos.  Para  la  designación  de  esas  sustancias  de  un  modo  general, 
no  nos  es  posible  adoptar  la  división  de  venenos  adecuados  á nuestra 
clasiíicacion.  Esta  se  fundó  en  el  modo  de  obrar  de  los  venenos ; esto  es 
una  acción  fisiológica,  y los  contravenenos  tienen  una  acción  química. 
Es,  pues,  indispensable  que  tomemos  esto  por  base  en  la  actualidad  ó 
en  este  párrafo. 

Se  reconocen  como  contravenenos  de  los  venenos  ácidos,  la  magnesia 
calcinada  desleída  en  agua  ó en  aceite , el  agua  de  jabón  y el  jabón  medi- 
cinal , es  decir,  sustancias  alcalinas. 


- Sil  - 

Son  á su  vez  contravenenos  de  los  venenos  alcalinos,  los  ácidos  dilui- 
dos, y en  especial  el  vinagre,  el  agua  de  limón  y de  naranja. 

Son  contravenenos  de  los  venenos  metálicos  en  general,  la  albúmina,  la 
leche,  el  gluten , el  jabón  blando,  el  tanino,  el  cocimiento  de  nuez  de 
agallas,  las  aguas  de  los  pozos,  ó sea  los  sulfatos  de  sosa,  potasa , mag- 
nesia, las  aguas  de  Setlitz  , Empson  y de  Egra,  agua  de  sal  y sulfurosa. 
El  sulfuro  de  hierro  hidratado  se  recomienda  como  contraveneno  general 
délas  sales  metálicas.  Mialne,  Sandras  y Bouchardat  le  conceden  una 
eficacia  notable,  por  la  sencilla  razón  de  que  los  vuelve  insolubles. 

Algunos  de  los  venenos  ácidos  y alcalinos  serán  mejor  combatidos  con 
otras  sustancias  que  con  la  magnesia  y que  con  ácidos  : tal  vez  con  estos 
el  peligro  seria  mayor,  á causa  de  producirse  un  tercero  deletéreo;  por 
ejemplo , el  ácido  oxálico  no  puede  ser  combatido  con  magnesia , porque 
forma  un  oxalato  de  magnesia  soluble  , mas  deletéreo , si  cabe , que  el 
mismo  ácido.  El  agua  de  javela , veneno  alcalino , no  puede  ser  atacada 
por  los  ácidos,  porque  se  desprendería  cloro,  y el  sugeto  podria  perecer 
bajo  la  acción  de  este  veneno  gaseoso.  Mas  todos  estos  pormenores  no 
pertenecen  á esta  parte  de  la  Toxicología.  Cuando  tratemos  de  cada  ve- 
neno en  particular,  ya  veremos  entonces  las  modificaciones  de  que  sean 
susceptibles  nuestras  generalidades. 

Lo  propio  podemos  decir  de  algunos  venenos  metálicos  salinos;  ade- 
más de  esos  contravenenos  generales  que  acabamos  de  indicar  , los  hay 
que  tienen  algunos  particulares;  por  ejemplo,  el  arsénico  y sus  prepara- 
dos tienen  el  peróxido  de  hierro  hidratado  y el  carbón;  los  preparados 
de  plata  , la  sai  común  ; el  yodo,  el  almidón , etc. , etc.  Aun  sin  salimos 
de  ese  número  de  contravenenos,  deberémos  advertir  que  no  es  igual  la 
eficacia  de  los  mismos  en  todas  las  intoxicaciones  : no  todos  estos  contra- 
venenos son  de  igual  eficacia  para  esos  diferentes  metales  y sus  diversas 
sales.  La  leche  y el  tanino  son  preferibles  para  las  sales  de  zinc  y 
este  metal.  En  segundo  lugar  viene  el  bicarbonato  de  sosa.  El  tanino  y 
el  cocimiento  de  agallas  ocupan  el  primer  puesto  para  oponerse  á la  ac- 
ción del  antimonio , emético  y otras  saies  solubles  del  mismo.  Las  aguas 
minerales  sulfurosas  entran  después.  El  estaño  y sus  cloruros  se  comba- 
ten bien  por  la  leche  y el  tanino ; á falta  de  estos , por  el  cocimiento  de 
agallas,  ó por  el  bicarbonato  de  sosa.  El  plomo  , sus  acetatos,  sal  de  sa- 
turno, extracto  de  saturno,  etc.,  son  ventajosamente  combatidos : l.° por 
los  sulfatos  de  sosa  y potasa,  y por  el  tanino;  2.°  por  las  aguas  de  Setliz, 
Empson , Egra  ; por  el  agua  albuminosa,  leche  y gluten.  El  doctor  Gui- 
bourt  propone  las  llores  de  azufre.  El  cobre  y sus  sales  tienen  por  princi- 
pal contraveneno  el  azúcar,  agua  albuminosa  y el  glúten  mezclado  con  el 
jabón  blando;  luego  sigue  la  leche,  el  tanino  y el  cocimiento  de  agallas. 
El  mercurio  y sus  compuestos  son  combatidos  ventajosamente,  en  pri- 
mer lugar  por  sulfuro  de  hierro  hidratado,  el  agua  albuminosa  ó la  yema 
de  huevo;  en  segundo,  por  el  glúten  combinado  con  el  jabón  blando;  y 
en  tercero  , por  los  cocimientos  de  quina,  nuez  de  agallas  y la  leche.  El 
doctor  Thomson  de  Baltimore  ha  combatido  con  ventaja  esa  intoxicación 
con  bolos  de  hojas  delgadas  de  oro,  añadiendo  polvo  de  hierro  reducido 
por  el  hidrógeno. 

El  agua  albuminosa,  en  fin,  sirve  para  combatir  el  cloro  y los  cloru- 
ros alcalinos,  y el  almidón  para  neutralizar  los  efectos  del  yodo. 

Hasta  aquí  hemos  hablado  de  los  contravenenos  de  los  venenos  inorgá- 
nicos, líquidos  y sólidos ; los  gaseosos , ó al  menos  algunos  de  ellos , tie— 


- 51*  — 


también  sus  contravenenos;  ei  doro  !o  es  del  ácido  sulfhídrico 
cianhídrico",  cianógeno  y del  amoniaco,  y este  del  cloro;  mas  casi 
nuede  asegurarse  que  los  venenos  gaseosos  no  tienen  contraveneno,  y 
no  precisamente  porque  no  haya  cuerpos  capaces  de  entrar  con  ellos  en 
combinación , sino  porque  es  tan  rápido  su  modo  de  obrar  ó su  ac- 
ción que  no  hay  tiempo  para  oponerles  nada , ni  contraveneno,  ni  antí- 
doto' m tal  vez  remedio. 

Los  venenos  orgánicos,  vegetales  y animales , tienen  mas  bien  antídotos 
que  contravenenos.  Luego  explicaremos  las  diferencias  que  entre  las  dos 
palabras  caben.  Podemos,  sin  embargo,  establecer  que  el  yoduro  yodado 
de  potasio  y el  carbón  son  dicaces  medios  para  neutralizar  la  acción 
química  de  esas  sustancias  venenosas. 

Una  disolución  del  yoduro  yodado  de  potasio  sirve  para  combatir  ó 
neutralizar  los  álcalis  vegetales,  y demás  principios  activos  análogos,  con 
los  cuales  forma  dobles  yoduros  insolubles. 


El  carbón  no  solo  destruye  ia  acción  del  ácido  arsenioso,  según  Ber- 
trand,  y la  de  la  mayor  parle  de  sales  minerales , porque  tiene  la  pro- 
piedad de  absorberlas  y retenerlas,  sino  que  hace  otro  tanto  con  los  ve- 
nenos orgánicos,  vegetales  y animales,  obrando  sin  duda  del  propio 
modo. 


Según  M.  Garrot,  el  carbón  absorbe  los  principios  activos  de  las  sus- 
tancias vegetales  v animales,  dejándolas  inertes. 

Quince  gramos  de  carbón  neutralizan  5 centigramos  de  estricnina,  mor- 
íina  y otros  alcaloides.  Un  gramo  hace  otro  tanto  con  30  centigramos  de 
nuez  vómica. 


Dicho  autor  emplea  el  carbón  animal  purificado  por  el  ácido  clorhí- 
drico al  color  rojo. 

Según  floward  JRand  de  Filadelfia,  con  20  gramos  de  carbón  se  neu- 
tralizan los  efectos  de  59  centigramos  de  extracto  de  belladona,  de  75  de 
digital  y de  15  gotas  de  ácido  cianhídrico.  Obtiene  el  carbón  calcinando 
sangre  con  la  potasa,  lava  el  producto  y le  seca  luego. 

Üspril  ha  hecho  constar  que  con  el  método  de  desalojamiento , el  car 
bon  absorbe  todos  los  venenos  metálicos  de  ia  cuarta  sección  de  metales, 
las  sales  de  barita,  etc. 


Los  hongos  tienen  su  contraveneno  á veces  en  la  sal  común,  el  opio  y 
los  alcaloideos ; además  del  carbón , pueden  también  ser  neutralizados 
por  el  tanino,  el  cocimiento  de  nuez  de  agallas , y según  Rian-der-Hoff, 
con  los  cuerpos  crasos. 

A esto  podemos  reducir  el  catálogo  de  los  contravenenos  bien  conoci- 
dos hoy  día  como  verdaderamente  tales;  es  decir,  como  cuerpos  suscep- 
tibles de  combinarse  químicamente  con  los  venenos,  bajo  las  condiciones 
que  hemos  establecido  en  el  párrafo  anterior. 

Mas  adviértase  una  cosa  notable  en  punto  á contravenenos,  que  puede 
conducir  á que  cada  uno  los  invente  y los  descubra.  Neutralizar  un  ve- 
neno es  formar  con  él  otro  cuerpo  de  ninguna  acción  ó de  acción  mas 
pálida;  pues  bien,  eso  se  consigue,  volviéndole  insoluble,  es  decir,  trans- 
formándole en  un  cuerpo  insoluble,  puesto  que  los  cuerpos  insolu- 
bles no  pueden  ser  absorbidos,  ni  desplegan  acción  local.  Así  el  yoduro 
de  potasio  es  contraveneno  de  los  alcaloideos,  porque  torma  con  ellos 
compuestos  insolubles;  por  la  misma  razón  lo  es  de  casi  todas  las  sales 
metálicas  v ácido  arsenioso,  el  sulfuro  de  hierro  hidratado;  por  la  misma 

el  carbón  lo  es  de  las  sustancias  orgánicas,  pues  reteniéndolas,  absor 


- m - 

(riéndolas,  ni  pasan  á la  masa  de  la  sangre,  ni  obran  (ocalmente;  por  ía 
mismo , el  almidón  lo  es  de  todos  los  yoduros ; la  sal  común  de  los  com- 
puestos de  plata,  plomo  y prolosales  de  mercurio;  por  la  misma,  en  fin, 
obran  todos  los  demás  contravenenos,  todos  vuelven  insolubles  las  sus- 
tancias, ó las  amenguan  retardándoles  la  acción. 

ARTÍCULO  II. 

DE  LOS  ANTÍDOTOS. 

No  son  pocos  los  autores  que  no  establecen  ninguna  diferencia  entre 
el  antídoto  y el  contraveneno ; para  ellos  la  denominación  es  sinónima, 
representa  un  mismo  hecho.  Plenk  , Orfila,  Devergie,  etc.,  son  de  está 
clase.  Hay  otros,  sin  embargo,  y entre  ellos  está  Anglada,  que  reclaman 
una  diferencia  de  significación  para  la  voz  contraveneno,  y otra  para  la 
voz  antídoto.  Las  razones  en  que  se  funda  Anglada  para  dar  acepción  di- 
ferente á estas  dos  palabras  no  son  ligeras;  ellas  expresan  dos  hechos 
muy  diferentes,  y puesto  que  en  realidad  los  hechos  no  son  idénticos, 
deben  ser  expresados  por  palabras,  cuya  idea  no  lo  sea  tampoco.  Expli- 
quemos lo  que  vamos  á entender  por  antídoto,  y así  comprenderémos 
con  facilidad  con  cuánta  razón  no  pueden  tomarse  por  sinónimas  dichas 
palabras.  Visto  lo  que  sea  antídoto,  dirémos  algo  sobre  los  antídotos  co- 
nocidos. 


§ I.—  Qué  debe  entenderse  por  antidoto. 

Anglada  decía:  «El  antídoto  no  obra  sobre  el  veneno,  sino  contra  sus 
efectos,  ó sea  contra  el  envenenamiento,  diferenciándose  de  Jos  remedios 
en  que  su  acción  es  específica  ; esto  es , empírica.»  Estas  ideas  están  com- 
pletamente de  acuerdo  con  las  de  Barthez,  el  cual  decia:  «Las  alteraciones 
específicas  que  los  venenos  causan  en  el  sistema  de  las  fuerzas , pueden 
ser  destruidas  con  antídotos  que  no  atacan  ó no  descomponen  estos  vene- 
nos, obrando  solamente  sobre  dicho  sistema  de  un  modo  perturbador 
indeterminado  (’).» 

Anglada  y Barthez  comprendían  los  hechos  de  esta  especie  á tenor  de 
sus  doctrinas  vitalislas.  Para  ellos , el  contraveneno  obra  sobre  el  ve- 
neno , y el  antídoto  sobre  las  fuerzas  atacadas  por  aquel.  Yo  admito  los 
antídotos  como  diferentes  de  los  contravenenos,  pero  con  otra  signifi- 
cación mas  de  acuerdo  con  la  doctrina  establecida  en  este  libro. 

Cuando  se  administra  á un  sugeto  intoxicado  cualquiera  de  las  sus- 
tancias que  hemos  indicado  como  verdaderos  contravenenos,  estas  sus- 
tancias ejercen  su  afinidad  sobre  la  venenosa;  entran  en  combinación  con 
ella,  y por  lo  mismo  la  neutralizan;  el  ácido  es  un  verdadero  contrave- 
neno del  álcali , y vice- versa;  su  acción  química  es  clara.  Mas  las  sustan- 
cias que  vamos  á indicar  como  verdaderos  antídotos,  ejercen  acción  quí- 
mica, como  todas,  sobre  los  venenos;  pero  no  siempre  es  evidente,  no 
se  conoce  cuál  sea  esta  acción;  no  se  sabe  bien  qué  acción  química 
ejerce  el  éter  y el  cafe,  antídoto  délos  hongos;  el  calé,  antídoto  del 
opio;  el  guaco,  antídoto  del  veneno  de  la  víbora;  el  aceite  de  tremen- 
tina , antídoto  del  ácido  hidrociánico,  etc.,  etc.  Los  cuerpos  que  entran 
en  combinación  química  con  ciertos  venenos  que  tienen  antídoto,  no (*) 


(*)  Nnuv-  elém.  de  tu  teten,  del  hom.,  t í I , p 217. 
TOX1COLOUIA.  — 33 


, íi.iiíHí'wirarnente  con  respecto  á ellos;  por  ejemplo,  acabo  de  decir 
jpian  aiitido  ^ áci(j0  hidrociánico  el  aceite  de  trementina,  y sin  em- 

15®  ni  ii  amoníaco,  ni  la  potasa  ¡o  son,  al  paso  que  son  muy  propios 
t ns  forma  ríe  en  una  sal  comparativamente  mucho  menos  activa, 
Para  írantidoios  obran,  cuando  va  no  está  el  veneno  en  el  estómago,  ó 
■ ° lo' va  se  han  manifestado  sus  efectos  ó la  intoxicación.  El  ácido^acé- 
el  vinagre , cuando  obra  sobre  el  opio  químicamente , le  vuelve 
mas  activo,  porque  le  descompone,  apoderándose  de  la  morfina,  ó for- 
mando un  acetato,  una  sal  mucho  mas  activa  que  el  opio.  Pues  ese  vina- 
gre es  un  antídoto  del  opio , dado , cuando  ya  se  ha  presentado  el  narco- 
tismo, cuando  ya  no  queda  en  el  estómago  nada  de  la  sustancia  narcó- 
tica, sea  que  haya  sido  arrojada  por  vómitos,  sea  que  haya  sido  absor- 
bida, cuando  por  lo  mismo  no  puede  obrar  sobre  el  veneno.  Por  eso 
Barthez,  y con  él  Anglada,  dicen  que  hay  sustancias,  cuya  acción,  para 
neutralizar  los  malos  efectos  de  los  venenos,  no  se  ejerce  sobre  estos  sino 
sobre  el  organismo.  El  mismo  Otila  , que  se  opone  á la  existencia  de  los 
antídotos,  poque  no  obran  químicamente,  trae  en  su  obra  varias  sustan- 
cias que  combaten  victoriosamente  la  intoxicación,  y que,  sin  embargo, 
no  obran  químicamente  sobré  el  veneno  in  loco ; por  lo  menos , no  se  ex- 
plicará claramente  de  qué  naturaleza  es  esa  acción  química , ni  qué  ter- 
cero resulta  , como  puede  hacerse  con  todos  los  contravenenos. 

En  semejantes  casos  no  falta  la  acción  química  , pero  se  ejerce  sobre 


el  veneno  ó los  compuestos  que  forma,  ya  introducido  en  la  masa  de  la 
sangre  ó combinado  con  los  elementos  de  los  tejidos  ; y como  estos  efec- 
tos químicos  han  producido  electos  fisiológicos,  que  desaparecen  ó se  cor- 
rigen , cuando  el  antídoto  obra  sobre  esas  combinaciones,  parece  que 
obra  sobre  la  economía,  modificando  su  estado. 


No  siendo  un  hecho  idéntico  la  acción  sobre  el  veneno  mismo,  y la 
acción  sobre  la  economía  , es  evidente  , que  por  poco  exactos  que  quera- 
mos ser,  no  debemos  confundir  esas  acciones  expresándolas  con  palabras 
de  sinónimo  sentido.  La  diferencia  es  demasiada  para  cometer  semejante 
confusión  sin  inconvenientes,  pero  guardémonos  de  expresarlas  con  teo- 
rías no  admisibles.  La  acción  siempre  es  química , siempre  se  ejerce  por 
el  contraveneno  y el  antídoto  sobre  el  veneno,  con  la  diferencia  que  el 
contraveneno  la  ejerce  sobre  el  veneno  antes  de  obrar,  y el  antídoto  so- 
bre el  compuesto  que  ha  formado  el  veneno  local , ó en  la  sangre  y órga- 
nos distantes  del  de  la  ingestión. 

Así , pues,  debemos  admitir  la  existencia  de  contravenenos  y de  antí- 
dotos , como  dos  medios  terapéuticos  contra  la  intoxicación  . realmente 
distintos  y diferentes,  y entender,  de  consiguiente,  por  antídoto  «toda 
sustancia  que  neutraliza  rápidamente  los  efectos  de  un  veneno,  obrando 
sobre  las  combinaciones  anormales  que  el  veneno  ha  producido,  ó des- 
truyendo los  efectos  químicos  y lisiológicos  de  su  acción , ai  paso  que  el 
contraveneno  es  un  medio  que  obra  sobre  el  veneno.»  El  contraveneno 
obra  químicamente , y su  acción  es  conocida ; el  antídoto  de  un  modo 
químico  también , pero  desconocido ; el  contraveneno  ejerce  su  acción 
mientras  está  el  veneno  libre;  el  antídoto,  después  que  este  ha  obrado. 
El  contraveneno  lo  mismo  obra  en  el  cuerpo  del  envenenado  que  fuera 
de  él , in  viiro,  por  ejemplo ; el  antídoto  solo  obra  en  el  cuerpo  (le  la  víc- 
ln?a » en  cuanto  á los  efectos  fisiológicos. 

tnrtaUan(*0- estas  diferencias  son  reales  y positivas,  ¿qué  significa 
oposición  á semejante  doctrina?  ürfila  se  empeña  en  que  no  ha  de 


- oí5  — 

llevar  eí  nombre  de  contraveneno  mas  que  lo  que  obre  químicamente  so- 
bre las  sustancias  venenosas.  Convenidos  ; estamos  de  acuerdo  con  este 
sabio  toxicólogo.  Mas  no  porque  los  antídotos  no  obren  químicamente 
sobre  el  veneno  antes  de  obrar,  han  de  dejar  de  ser  antídotos,  han  de  ser 
colocados  entre  los  medicamentos.  La  reflexión  que  hace  Orfila  no  tiene 
aplicación  á los  antídotos , tales  como  los  concibió  Barthez , como  los  ad- 
mitió Anglada , y menos  como  los  aceptamos  nosotros.  ¿No  es  ridículo, 
viene  á decir  aquel  autor,  sentar  que  las  sanguijuelas  son  el  contrave- 
neno délas  sustancias  corrosivas,  porque,  aplicadas  al  abdómen,  hacen 
desaparecer  la  inflamación  sobrevenida,  á consecuencia  de  la  ingestión 
de  un  veneno  corrosivo?  Seguramente  seria  ridículo  semejante  razona- 
miento ; por  eso  no  llamaremos  contraveneno  del  ácido  arsenioso  á las 
corrientes  de  electricidad,  como  lo  ha  hecho  un  autor  español,  ni  á las 
afecciones  de  agua  fria,  contraveneno  de  los  narcóticos.  Nosotros  no 
llamamos  contraveneno  á las  sanguijuelas  ni  demás  medios  terapéuticos 
racionales  que  modifican  los  efectos  fisiológicos  sin  acción  alguna  sobre 
el  veneno,  ni  antes  de  obrar  ni  después  de  haber  obrado ; ni  antídotos 
siquiera  los  llamamos,  aun  no  haciendo  sinónimas  las  voces  de  antídoto 
y contraveneno.  Nosotros  no  tenemos  por  contravenenos , sí  por  antído- 
tos , á esas  sustancias  que  obran  de  un  modo  rápido  en  el  acto  mismo  de 
ser  aplicadas  ó poco  tiempo  después  que  obran  de  un  modo  específico, 
con  explicación  y teoría , ó sin  ella ; esas  sustancias  que  Orfila , Dever- 
gie  y demás  colocan  entre  los  contravenenos , á pesar  de  no  admitir 
como  tales  sino  los  que  obran  químicamente  , á saber : el  cocimiento  de 
café,  el  éter,  el  vinagre,  etc.  Estos  ya  son  medicamentos,  se  nos  dirá; 
estos  son  remedios,  los  cuales  no  por  no.  tener  lugar  su  acción  en  nues- 
tras teorías  ; no  por  no  ser  explicado  su  modo  de  obrar,  dejan  de  ser* 
remedios:  serán  empíricos  , específicos,  enhorabuena;  pero  serán  medi- 
camentos. Empeñarnos  en  combatir  estas  últimas  razones  , seria  ya  dis- 
putar sobre  los  nombres;  de  consiguiente  , nos  bastará  dejar  aquí  con- 
signado que  son  antídotos  para  nosotros  esos  remedios , si  tales  se  los 
quiere  llamar,  cuyo  empleo  es  empírico  y cuya  acción  es  rápida  y eficaz, 
como  suele  serlo  la  de  los  contravenenos. 

En  suma  , hé  aquí  cómo  distinguimos  los  contravenenos,  los  antídotos 
y los  medicamentos  antitóxicos. 

El  contraveneno  obra  sobre  el  veneno  ingerido ; pero  antes  que  este 
obre. 

El  antídoto  sobre  el  veneno  ó los  compuestos  que  forma  después  de 
haber  obrado. 

El  medicamento  sobre  el  estado  de  la  economía , afectada  por  el  ve- 
neno. 

Los  dos  primeros  obran  químicamente  sobre  el  veneno  ó sus  produc- 
tos ; el  medicamento  sobre  él  estado  fisiológico.  . 

Convenidos  en  lo  que  entendemos  por  antídoto,  veamos  qué  condicio- 
nes ha  de  tener  una  sustancia  para  serlo,  cuántos  se  conocen , y si  nos 
será  posible  decir  algo  de  ellos  en  general. 

g II.—  De  las  condiciones  que  ha  de  tener  una  sustancia  para  ser  considerada 

como  antidoto. 

Estas  condiciones  se  deducen  de  la  misma  definición  y comentarios  que 
hemos  hecho  acerca  de  los  antídotos,  lina  sustancia,  para  ser  justamente 


— olO  — 

vwaria  como  antídoto,  debe  combatir  directamente  el  resultado  de 
toaeSon  del  veneno ; debe  modificar  el  organismo  de  un  modo  rápido, 
hadendo  desaparecer  todos  los  síntomas,  ó por  lo  menos  la  mayor  parte, 
nroDios  de  la  intoxicación  , atacando  las  combinaciones  anormales  que 
ha  producido  el  veneno,  ó destruyendo  la  acción  química  que  ha  desple- 
gado ó sigue  desplegando. 

Cuando  con  las  sangrías  y sanguijuelas  se  combate  la  inflamación  pro- 
vocada por  un  veneno  inflamatorio,  se  obra  quitando  fuerzas  al  orga- 
nismo, quitando  vida,  para  decirlo  así,  y esto  necesita  su  tiempo,  su 
curso;  el  enfermo  tarda  dias  en  restablecerse:  cuando  se  da  el  coci- 
miento de  café  contra  el  narcotismo,  este  desaparece  pronto,  y el  envene- 
nado recobra  su  salud , sin  que  su  organismo  haya  perdido  nada.  Esas 
mudanzas  rápidas  en  lo  virtual , en  las  fuerzas  que  animan  la  organiza- 
ción y presiden  sus  funciones  fisiológicas  y patológicas , son  lo  que  da 
carácter  á la  acción  de  los  antídotos,  mirándolos  bajo  el  aspecto  de  los 
efectos  fisiológicos.  Bajo  el  de  los  químicos , se  les  da  el  obrar  sobre  las 
combinaciones  formadas  por  el  veneno  ó la  acción  química  que  ha  tras- 
tornado los  normales. 


g III.— De  los  antídotos  conocidos. 


Al  tratar  de  exponer  un  cuadro  de  contravenenos,  nos  ha  sido  fácil 
generalizar,  porque  dábamos  con  cuerpos  de  leyes  generales , que  lo 
mismo  se  conducen  con  un  cuerpo  que  con  otro,  con  tal  que  las  circuns- 
tancias , en  medio  de  las  cuales  se  desenvuelve  su  acción  , se  lo  consien- 
tan. Sabiendo  que  un  ácido  es  contraveneno  de  un  álcali,  y el  por  qué, 
puede  decirse,  a priori,  que  lo  será  de  todos  los  demás  álcalis,  y que 
liarán  otro  tanto  todos  los  ácidos.  No  nos  será  dado  decir  lo  propio  de 
los  antídotos.  Respecto  de  muchos,  su  acción  es  para  nosotros  empírica, 
específica ; y todo  lo  que  es  específico  no  puede  generalizarse;  la  especi- 
ficidad es  lo  contrario  de  la  generalidad.  Sin  temor  de  incurrir  en  error 
alguno,  podemos  afirmar  que  lo  que  es  antídoto  de  un  veneno  no  lo  será 
de  otro.  Si  así  fuese , acaso  se  descubriría  algo  sobre  su  modo  de  obrar; 
acaso  se  explicaría  siempre. 

Para  dar  á conocer,  por  lo  tanto,  los  antídotos  que  posee  la  ciencia  ó 
que  combaten  las  intoxicaciones , hay  que  hacer  un  catálogo  de  ellos  y 
nombrar  en  la  lista  que  de  los  mismos  se  haga  el  veneno  de  que  son  an- 
tídotos. Así , por  ejemplo,  podrémos  decir  que  es  antídoto  de  las  cantá- 
ridas, el  alcanfor;  del  opio,  el  café  y el  vinagre ; de  los  hongos,  el  éter; 
del  cobre  ó cardenillo,  el  azúcar  ; de  un  gran  número  de  venenos  vege- 
tales, como  de  la  nuez  vómica,  de  la  manzana  venenosa  de  América  (hi- 
pomane  mancinella ) del  rhus  toxicodendrum  , de  la  cicuta  virosa,  la 
fevillea  cordifolia;  del  veneno  de  las  víboras  ó culebras  venenosas,  el 
guaco,  ele.,  etc.  El  carácter  de  las  nociones  de  esta  primera  parte  de  la 
toxicología  no  nos  consiente  prolongar  esta  lista,  puesto  que,  como  se 
ve,  no  es  una  generalidad  lo  que  podemos  consignar  aquí,  sino  particu- 
laridades. 

Sin  embargo,  estudiando  los  antídotos  bajo  un  punto  de  vista  químico, 
ya  que  no  en  el  estado  actual , mas  tarde  creemos  que  también  será  po- 
sible  establecer  algunos  con  cierta  generalidad , y acaso  mayor  que  la  ae 
flo-na0^1^76116?108,  Si»  por  ejemplo,  decimos , los  ácidos,  el  vinagre , e 
g naranja  ó limón , son  contravenenos  de  los  álcalis ; la  magnesi  y 


- 517  - 

el  jabón  lo  son  de  los  ácidos;  la  albúmina,  el  sulfuro  de  hierro,  de  las 
sustancias  metálicas;  el  yoduro  yodado  de  potasio,  el  carbón  délos  alca- 
loideos y sustancias  metálicas  vegetales  y animales  por  neutralizarlas  ó 
volverlas  insolubles;  también  podríamos  decir  las  sales  alcalinas  son  an- 
tídoto de  los  venenos  coagulantes  de  la  sangre ; el  tanino,  el  centeno,  el 
ácido  sulfúrico,  antídotos  de  los  diluentes,  etc.,  porque  tales  agentes 
obran  sobre  las  combinaciones  formadas  por  los  venenos,  produciendo 
un  efecto  químico  opuesto. 

El  cloruro  de  sodio  es  un  buen  antídoto  contra  los  preparados  mercu- 
riales , porque  disuelve  el  coágulo  que  forman  ; supóngase  que  se  ha 
aplicado  al  exterior  en  una  úlcera  ó solución  de  continuidad  ; el  coágulo 
formado  será  disuelto  por  los  cloruros  alcalinos  de  la  economía,  y pasará 
á la  masa  de  la  sangre ; pues  lociones  de  agua  salada  sobre  la  parte  irán 
disolviendo  el  coágulo,  y se  le  llevarán  , con  lo  cual  se  impedirá  la  ab- 
sorción del  cloruro  doble  , ó del  hidrargirato. 

El  ácido  sulfúrico  se  apodera  del  plomo  en  las  intoxicaciones  por  este 
metal , por  lo  que  es  un  medio  profiláctico  para  los  que  tienen  que  traba- 
jar en  las  minas  de  este  metal  ó en  fábricas  que  se  maneje. 

Que  hay  muchos  cuerpos  de  acción  química  manifiesta  sobre  las  com- 
posiciones anormales  á que  ha  dado  lugar  la  ingestión  de  un  veneno,  ca- 
paces de  apoderarse  del  cuerpo  tóxico,  y librando  así  á los  tejidos  de 
ellos,  es  evidente.  Pero  desgraciadamente,  eso  no  es  siempre  fácil,  ni 
posible;  porque  la  delicadeza  de  los  tejidos  y humores  no  permite  esas 
operaciones,  siquiera  puedan  efectuarse  á la  temperatura  del  cuerpo 
humano.  Hé  aquí  por  qué  el  catálogo  de  los  antídotos  no  puede  ser  tan 
considerable  como  el  délos  contravenenos  , ni  podemos  establecerle  como 
lo  hemos  hecho  respecto  de  estos. 

Añadamos  á todo  esto  que,  no  siendo  conocida  todavía  la  acción  quí- 
mica de  todos  los  venenos,  tampoco  podemos  oponerles  antídotos  ade- 
cuados. La  intervención  de  la  vida,  la  presencia  de  los  sólidos  y líquidos 
vivos  modifican  la  acción  química  de  las  sustancias  y los  modos  de  ha- 
cerlas reaccionar  las  unas  sobre  las  otras,  y todo  eso  basta  para  com  - 
prender cómo  hay  mas  contravenenos  que  antídotos,  cómo  los  venenos 
orgánicos  tienen  acaso  mas  antídotos  que  contravenenos , y por  qué  no 
podemos  todavía  establecer  acerca  de  los  antídotos  ojeadas  generales. 

ARTÍCULO  III. 

DE  LAS  MEDICACIONES. 

ílasta  aquí  hemos  hablado  de  medios  terapéuticos  que  no  son  en  rea- 
lidad medicamentos,  á menos  que  tomemos  esta  palabra  bajo  la  acep- 
ción mas  lata.  Con  el  contraveneno  nos  dirigimos  á neutralizar  la  acción 
química  ó fisiológica  del  veneno  , por  medio  de  una  combinación  , y esto 
en  realidad  no  es  curar ; es  en  cierto  modo  precaver,  es  destruir  el  agente 
morboso  antes  que  desplegue  , ó mientras  está  desplegando  su  actividad. 
Con  el  antídoto  nos  aproximamos  más  al  medicamento ; va  nos  dirigi- 
mos á modificar  el  organismo , ó los  efectos  fisiológicos , siquiera  no  se- 
pamos cuál  es  su  acción  química  , ni  cómo  ataca  el  veneno  que  ya  ha 
obrado;  obramos  así,  porque  la  experiencia  nos  ha  enseñado  que, 
obrando  de  esta  manera , se  saca  partido  de  la  administración  de  los  an- 


- ;>1  N — 

r _i  medica  mentó  , con  un  pian  racional,  vamos  derechos  y 
Üd  ít0Sivflinente  contra  la  enfermedad;  la  hemos  calificado,  conocemos, 
excmsivai  conocep  su  naturaleza  , y la  combatimos  con  los  remedios  que 
° Ci  e,ras  teorías  nos  presentan  como  los  mas  apropiados.  Esto  es  la  ve r- 
Sera  medicación  , esto  es  lo  que  constituye  la  ciencia.  Un  profano 
¡Miaiauiera , sabiendo  el  veneno  que  ha  tomado  un  sugeto , le  puede  cu- 
rar dándole  el  contraveneno  , dándole  el  antídoto ; el  modo  de  darlo  le 
aprende  un  enfermero,  un  mozo  de  hospital,  un  sugeto  cualquiera  de 
Una  familia.  La  medicación  no  la  comprende  mas  que  el  médico , mas 
que  el  hombre  del  arte  , que  sabe  hacer  diagnósticos , que  sabe  apreciar 
el  valor  de  los  síntomas  y convertir  en  signos  estos  fenómenos  patoló- 
gicos. 

Estas  consideraciones  bastarían  , á falta  de  otras,  para  justificar  la  dis- 
tribución que  hemos  dado  á los  puntos  relativos  á la  terapéutica  de  la 
intoxicación.  Hemos  creído  melódico  é importante  para  la  práctica  tra- 
tar aparte  de  cada  uno  de  estos  medios  ó recursos  terapéuticos  , y puesto 
que  ya  hemos  visto  lo  que  hay  sobre  contravenenos  y sobre  antídotos, 
veamos  lo  que  podemos  consignar  en  esta  parte  de  nuestro  Compendio  so- 
bre medicaciones.  Ocupémonos  primero  en  la  medicación  que  reclama 
toda  intoxicación  en  general ; en  seguida  en  la  que  exigen  las  intoxica- 
ciones particulares.  De  esta  suerte  comprenderémos  toda  la  terapéutica 
de  la  intoxicación. 

§ I.— De  las  indicaciones  que  hay  que  llenar  en  la  intoxicación  en  general. 

Acabamos  de  indicar  que  la  verdadera  medicación,  el  trabajo  terapéu- 
tico que  mas  atañe  y caracteriza  al  hombre  del  arte,  es  el  empleo  de  las 
sustancias  medicinales,  que  son  capaces  de  modificar  el  organismo  ata- 
cado por  un  veneno. 

Mas  no  vaya  á creerse  que  esta  indicación  , hecha  con  el  fin  de  justifi- 
car nuestro  método  de  estudio  , sea  tomada  por  nosotros  con  tan  pueril 
rigor,  que  excluyamos  de  la  medicación  el  empleo  de  los  contravenenos  y 
antídotos.  Muy  al  contrario , una  vez  entendidos  acerca  de  esos  recursos 
terapéuticos,  los  mas  eficaces  tal  vez,  vamos  ahora  á incluirlos  en  la  me- 
dicación , puesto  que  ellos,  como  los  medicamentos  ó medios  racionales, 
forman  parte  de  la  terapéutica  toxicológica  , y no  la  menor  por  cierto. 

Bajo  el  nombre  de  medicación  de  la  intoxicación  en  general,  abrazare- 
mos todo  lo  de  que  puede  .echar  mano  el  facultativo  para  salvar  á los  in- 
toxicados, sea  contraveneno , sea  antídoto , sea  medicamento,  sean  me- 
ras maniobras  ó aplicación  de  medios , que  no  encuentran  cabida  en  nin- 
guna clase  de  esos  recursos.  La  terapéutica  de  la  intoxicación  en  este 
terreno  es  la  aplicación  de  todo  lo  que  puede  contribuir  á la  destrucción 
del  veneno  ó neutralización  de  sus  efectos. 

Puesta  la  cuestión  en  estos  términos,  el  modo  de  resolverla  es  tratar 
de  las  indicaciones  que  hay  que  cumplir  en  todo  caso  de  intoxicación  ó 
envenenamiento.  Estas  indicaciones  son  cuatro : 

Dar  el  contraveneno. 

Expulsar  el  veneno,  facilitando  el  vómito,  dando  lavativas , etc. 
f \ Administrar  el  antídoto. 

• Establecer  la  medicación  conveniente  ó el  plan  curativo. 


- 519  - 


A.  Primera  indicación , 

Dar  el  contravenenó. 

Es  lo  primero  , en  efecto,  que  hay  que  hacer,  cuando  se  llega  á 
tiempo ; porque  si  conseguimos  por  medio  de  él  destruir  en  el  acto  el 
veneno , el  sugeto  está  salvado.  Hemos  visto  que  la  segunda  indicación  es 
facilitar  el  vómito ; pues  véase  cuán  ventajoso  y cuán  oportuno  es  apre- 
surarse en  dar  el  contraveneno  primero  que  todo;  facilitando  el  vómito, 
es  expulsado  á la  vez  el  veneno  y contraveneno , ó sea  el  tercero  que  se 
forma  con  la  administración  de  este  último. 

Mas  para  dar  el  contraveneno,  se  necesita  que  se  llegue  verdadera- 
mente á tiempo.  Ya  vimos , al  tratar  de  las  condiciones  que  debía  te- 
ner toda  sustancia  para  ser  contraveneno , que  ha  de  aplicarse  en  tiempo 
oportuno  , sin  lo  cual  de  nada  sirven  todas  las  demás  circunstancias. 
Supóngase  que  el  veneno  ha  hecho  su  efecto  , y que  es  arrojado  por 
los  vómitos  que  provoca  ó absorbido  : ¿de  qué  servirá  el  contraveneno? 
En  vez  de  producir  un  bien  , no  haríamos  mas  que  aumentar  la  gravedad 
del  caso , y en  especial  si  el  contraveneno  fuese  ya  de  suyo  alguna  sus- 
tancia enérgica. 

Desgraciadamente  esto  sucede  muy  á menudo,  como  ya  dijimos  al 
tratar  del  pronóstico  de  la  intoxicación  : cuando  el  facultativo  llega,  ya 
pasó  la  brevísima  ocasión  de  emplear  tan  excelente  recurso  terapéutico, 
y solo  en  determinadas  circunstancias  podrémos  apelar  á él , á pesar  de 
presentarse  los  síntomas  de  la  intoxicación.  Recordemos  aquí  nuestros 
principios  sodre  el  modo  como  los  venenos  obran  ; no  fué  solamente  para 
la  teoría , si  sostuvimos  que  obran  los  venenos  también  por  contacto; 
fué  por  la  aplicación  que  aquellos  principios  tienen  en  la  práctica.  He- 
mos visto  que  hay  venenos  no  solubles,  que  es  como  si  dijéramos  no  ab- 
sorbióles , los  cuales  podrán  permanecer  en  el  estómago , y desde  allí 
afectar  el  organismo.  Hé  aquí  justificada  la  administración  del  contrave- 
neno, á pesar  de  haberse  desenvuelto  la  intoxicación.  Dése,  por  ejemplo, 
sublimado  corrosivo  ó ácido  arsenioso  sólido.  Estos  venenos  hacen  su 
efecto  ; el  facultativo  es  llamado  para  socorrer  al  que  le  tomó ; cree  en 
la  acción  de  los  venenos  por  absorción,  ya  no  le  sirve  ni  el  contraveneno 
ni  el  vómito ; el  veneno  ha  sido  absorbido;  de  lo  contrario  no  habría 
obrado  todavía.  Yice-versa  ; el  facultativo  cree  en  la  acción  de  los  vene- 
nos por  contacto , y dice  : el  veneno  todavía  puede  estar  en  el  estómago; 
echa  mano  del  contraveneno,  provoca,  facilita  el  vómito;  si  hay  intoxi- 
cación, la  combate  después  con  antídotos,  si  los  tiene,  ó si  no  con  el 
plan  curativo  correspondiente. 

Es  ocioso  advertir  que  no  en  todos  los  casos  se  llena  esta  primera  in- 
dicación. Esto  supondría  que  todos  los  venenos  tienen  su  contraveneno : 
podrá  ser  que  le  tengan  todos;  rnas  no  de  todos  es  conocido,  y,  por  lo 
tanto , no  serán  pocos  los  casos  en  que  esa  indicación  tendrá  que  supri- 
mirse , ó,  por  mejor  decir,  no  existirá. 

En  cuanto  al  modo  de  dar  el  contraveneno  y su  dósis , no  nos  es 
posible  establecerlo  por  vía  de  generalidad.  Lo  único  que  podemos  decir 
es  que,  no  siendo  muy  enérgica  la  sustancia  dada  como  contraveneno, 
os  preciso  no  escasearla  , y que  si  no  se  puede  dar,  contando  con  los  mo- 
vimientos de  deglución  del  sugeto , se  introduzca  por  medio  de  la  sonda 
esofágica,  de  la'que  hablaréinos  luego. 


- m — 

Sin  embargo , deseoso  de  facilitar  en  esta  primera  parte  de  la  Toxico- 
logia  todo  lo  que  pueda  reducirse  á breves  reglas,  me  haré  cargo  de 
ciertos  contravenenos,  bajo  el  punto  de  vista  de  la  dósis  ó cantidad  á que 
pueden  administrarse. 

Contra  los  álcalis,  — el  ácido  sulfúrico  diluido  á modo  de  limonada , el 
agua  de  vinagre  y la  de  naranja  ó limón  en  vasos  ó medios  vasos,  repi- 
tiendo la  dósis  con  frecuencia. 

Contra  los  ácidos,  — la  magnesia,  á la  dósis  de  uno  ó dos  gramos  di- 
luida en  cada  vaso  de  bebida,  ó en  algunas  cucharadas  de  aceite;  el  ja- 
bón , de  veinte  á treinta  gramos  en  uno  ó dos  litros  de  agua , disolvién- 
dole al  fuego  ó en  agua  caliente. 

Contra  las  sales  metálicas,  la  albúmina  ó las  claras  de  huevo  en  nú- 
mero de  cuatro  á ocho  desleídas  en  uno  ó dos  litros  de  agua  colada.  Con 
las  yemas  puede  hacerse  io  mismo. 

Contra  las  mismas  sales  ú óxidos  metálicos,  — el  sulfuro  de  hierro  hidra- 
tado, de  uno  á cuatro  gramos  en  líquidos  mucilaginosos,  por  vasos  ó 
medios  vasos.  Las  limaduras  de  hierro  ó zinc,  reducidas  por  el  hidró- 
geno, pueden  darse  de  un  modo  análogo  contra  los  preparados  de  cobre 
y mercurio. 

Contra  los  diluentes,  e!  antimonio  y sustancias  orgánicas,  como  el  opio  y 
los  hongos,— el  tanino  y los  astringentes  á la  dósis  de  uno  á dos  gramos 
por  vaso  de  agua  , el  cocimiento  de  nuez  de  agallas  de  8 á 18  gramos,  en 
800  gramos  de  agua. 

Contra  ios  alcaloideos  y otras  sustancias  orgánicas  de  principios  extrac- 
tivos venenosos,  — el  yoduro  de  potasio  yodado:  de  yodo,  420  centigra- 
mos; de  yoduro  de  potasio , 40  , y 800  gramos  de  agua. 

Contra  los  gases , — el  cloro,  esparciéndole  en  la  atmósfera  que  respire 
el  envenenado,  ó en  agua  clorada,  empapando  paños  ó echando  un  poco 
en  pedacitos  de  azúcar,  que  se  deslíen  en  la  boca.  Bardet  recomienda  el 
cloro  líquido  ó agua  clorada  á la  proporción  de  5 gramos  disueltos  en 
250  de  agua , contra  la  nuez  vómica.  El  carbón  tiene  dósis  diferentes, 
según  las  materias. 

Repetimos  lo  que  ya  llevamos  dicho.  Como  no  es  posible  establecer 
una  regla  general;  como  cada  contraveneno  exige  cantidades  diferentes, 
hay  que  guardar  esta  tarea  para  cuando  nos  ocupemos  en  la  Toxicología 
particular. 

Añadamos  que  esas  dósis  de  que  hablan  los  autores  se  proporcionan  á 
determinadas  cantidades  de  veneno,  y estas,  en  los  casos  prácticos,  va- 
rían al  infinito,  y,  por  lo  tanto  , respecto  á cantidad  de  contraveneno,  no 
hay  mas  regla  que  la  de  la  medicinal  y la  intensidad  de  los  síntomas, 
igualmente  que  los  efectos  que  el  contraveneno  vaya  produciendo. 

B.  Segunda  indicación. 

Expulsar  el  veneno  facilitando  el  vómito,  dando  lavativas , etc. 

La  expulsión  del  veneno  es  lo  mas  urgente,  si  hay  tiempo  y es  caso  de 
apelar  á ella;  administrado  el  contraveneno,  hecha  la  combinación  con 
la  sustancia  venenosa,  formado  el  tercero  resultante  de  esa  combinación, 
nada  mejor  puede  hacerse  que  echarlo  todo  fuera  facilitando  el  vómito, 
si  e veneno  fué  introducido  por  la  boca;  ó por  lavativas,  si  entró  por  el 
ano,  o es  de  aquellos  que  siguen  desenvolviendo  su  acción  hasta  después 


- m - 

de  haber  llegado  á los  intestinos  gruesos.  Agua  tibia  en  abundancia  * y 
en  su  defecto  fria,  leche,  tal  vez  aceite,  facilitan  el  vómito.  Si  este  se 
presenta  naturalmente  á consecuencia  de  la  acción  del  veneno,  hay  que 
favorecerle  con  los  medios  expresados. 

Mas  si  hay  casos  en  los  que  el  mismo  veneno  se  constituye  medio  ex- 
pulsivo con  los  vómitos  que  causa,  hay  otros  en  los  que  no  sucede  así.  El 
envenenado  no  experimenta  mas  que  náuseas,  conatos  de  vómito  impo- 
tentes, procedentes  de  un  espasmo  ó de  una  irritación  violenta  del  estó- 
mago. Las  bebidas  gomosas,  mucilaginosas,  ó sea  emolientes,  calman 
estos  accidentes , y el  vómito  se  hace  desde  luego  fácih 

Otras  veces  sucede  que  el  vómito  es  dificultoso,  ya  porque  el  venenó 
no  lo  provoque , ya  porque  e!  sugeto  no  sea  de  los  que  vomitan  fácil- 
mente, ya  por  otras  causas;  en  estos  casos,  el  facultativo  debe  procu- 
rarle con  los  medios  que  la  terapéutica  suministra  para  ello.  Si  la  intro- 
ducción de  los  dedos  del  mismo  enfermo,  ó las  barbas  de  una  pluma  en 
la  faringe  no  consiguen  hacer  entrar  en  contracciones  al  estómago,  puede 
apelarse  á la  administración  de  los  eméticos.  La  ipecacuana,  el  tartarato 
anUvmviado  de  potasa  ó el  sulfato  de  zinc , son  los  eméticos  de  que  eeharé- 
mos  mano,  según  los  casos.  Si  hay  necesidad  de  mucha  rapidez  en  la 
acción,  que  es  en  la  mayoría  de  los  casos,  el  sulfato  de  zinc  debe  tener 
la  preferencia  : hace  vomitar  acto  continuo  (*) ; el  tártaro  emético  le  si- 
gue en  rapidez  de  acción.  Mas  si  hay  mucha  irritación  en  el  estómago,  la 
ipecacuana  deberá  ser  la  preferida.  Dándole  á la  dósis  de  Vi  granos, 
que  se  reparten  en  tres  paquetes,  y mezclándola  con  un  poco  de  miel  ó 
cualquiera  otra  sustancia  idónea  que  se  encuentre  á la  mano,  se  adminis- 
tran estas  tres  tomas  á poca  distancia  la  una  de  la  otra , hasta  obtener  el 
resultado  apetecido.  Abundantes  bebidas  de  agua  tibia  favorecerán  la  ac- 
ción de  la  ipecacuana. 

El  tártaro  emético  es  lento  en  su  acción , y en  todo  caso  de  envenena- 
miento ó intoxicación  hay  que  aprovechar  el  tiempo  : un  segundo  es  pre- 
cioso. Otro  inconveniente  tiene  el  tártaro  estibiado,  y de  cuantía,  en  la 
terapéutica  foxicoMgica  ; su  tendencia  á hacer  pasar  los  materiales  á los 
intestinos  es  notoria  ; y como  la  indicación  es  expulsar  pronto  el  veneno, 
se  conciben  las  desventajas  de  un  evacuante  que  facilite,  en  vez  de  esta 
expulsión , el  paso  de  las  sustancias  venenosas  al  tubo  intestinal.  En  caso, 
pues,  do  darle,  que  no  sea  en  poca  dósis,  pues  ese  efecto  purgante  so 
presenta  más  cuanto  menor  sea  la  cantidad  á que  se  dé. 

El  sulfato  de  zinc  se  da  á la  dósis  de  8 á Vi  granos,  en  4 onzas  de 
agua  destilada.  También  podrá  darse  el  de  cobre  , bien  que  es  mucho 
mas  peligroso. 

Sea  cual  fuere  el  emético  empleado , hay  que  facilitar  el  vómito  con 
abundancia  de  agua  tibia , la  cual  se  seguirá  dando  hasta  que  se  pueda 
creer  prudentemente  que  ya  queda  expulsado  todo  el  veneno,  á no  ser 
que  fatigue  el  estómago,  ó aumente,  por  la  distensión  á que  le  obliga 
el  líquido,  la  cardialgía.  En  semejantes  casos,  las  aguas  gomosas  ó 
mucilaginosas  , y la  leche  en  menor  cantidad  , deberán  ser  las  prefe- 
ridas. 

También  es  preciso  tener  en  cuenta  que,  si  hay  casos  en  los  que  dar 
mucha  agua  es  bueno , porque  debilita  los  disolventes  de  la  economía, 
en  otros  puede  activar  la  intoxicación  , porque  facilita  la  disolución  do 


(')  l'Vank,  Toa>icoto<iia , p.  14. 


- mi  — 

jas  sustancias.  En  los  casos  de  ingestión  de  venenos  sólidos  solubles  * el 
aeua  mas  daña  que  aprovecha,  como  no  se  expulse  el  veneno  pronto. 
En  los  de  sustancias  msolubles  que  han  de  disolverse  con  los  disolventes 
de  la  economía , es  ventajosa. 

Esto  es  lo  que , generalmente  hablando  , debe  practicarse  para  facilitar 
e]  vómito  en  los  casos  de  intoxicación.  Desgraciadamente  no  son  todas 
tan  sencillas  como  de  esta  simple  exposición  pudiera  deducirse.  Muchas 
veces  acontece  que,  aun  cuando  haya  la  indicación  del  vómito,  no  es 
este  fácil , A causa  de  no  poder  ser  aplicables  dichos  medios.  Ciertos  ve- 
nenos producen  afecciones  espasmódicas , causan  el  trismus,  y las  man- 
díbulas están  tan  apretadas , que  no  hay  posibilidad  humana  para  abrir- 
las y facilitar  la  introducción  de  las  bebidas  y eméticos.  Tal  vez  hay  tam- 
bién espasmos  ó parálisis  en  los  músculos  de  la  faringe,  y que  contribu- 
yen ó ejecutan  la  deglución.  En  uno  y otro  caso  se  hace  forzoso  acudir 
al  empleo  de  la  sonda  esofágica  ó aparato  de  Boerhave , perfeccionada 
por  Dupuytren  y Renault,  y cuyo  invento  se  disputan  la  Francia  y la 
Inglaterra.  Describamos  este  aparato,  y luego  expondrémos  su  apli- 
cación. 

Es  una  jeringa  de  bastante  capacidad , como  las  ordinarias  de  lava- 
tiva , á cuyo  pico  se  adapta  una  cánula  ó sonda  de  goma  elástica  hueca, 
de  6 decímetros  de  largo  y unos  2 centímetros  de  diámetro  en  su  en- 
trada ó boca , que  coja  bien  el  pico  de  la  jeringa.  Este  diámetro  dismi- 
nuye hasta  que  no  tiene  mas  que  6 milímetros,  sin  comprender  el  grueso 
de  la  pared , que  tiene  siempre  2 milímetros.  El  otro  extremo  es  bas- 
tante delgado,  para  facilitar  su  introducción , aunque  romo,  para  que  no 
lastime  los  órganos.  Practícanse  á diferente  altura  dos  aberturas  latera- 
les; pero  la  inferior  siempre  debe  estar  en  el  extremo  de  la  sonda.  Tal 
es  el  aparato : una  jeringa  y una  sonda  de  goma  elástica.  Vamos  á 
su  uso. 

Se  tiene  agua  tibia  preparada,  se  toma  la  sonda  , y untada  de  aceite, 
se  introduce  por  las  fosas  nasales,  inclinando  la  cabeza  del  envenenado 
hacia  atrás  y arriba,  para  que  el  ángulo  que  hace  el  conducto  de  las  fo- 
sas nasales  con  la  faringe,  se  enderece  y facilite  el  paso  de  la  sonda.  Co- 
locada esta , para  lo  cual  hay  á veces  que  vencer  cierta  resistencia  espas- 
módica  del  esófago,  se  llena  de  agua  la  jeringa,  y se  adapta  su  pico  á la 
abertura  de  la  sonda  , impidiendo  suavemente  el  émbolo ; al  cabo  de  un 
rato,  dos  ó tres  minutos,  por  ejemplo,  se  retira  el  émbolo,  así  se  forma 
un  vacío,  hay  una  acción  aspirante  que  vuelve  á llenar  la  jeringa  con  el 
líquido  que  se  había  introducido  en  el  estómago,  y á beneficio  de  esta 
aspiración  se  lleva  el  médico  las  sustancias  contenidas  en  esta  viscera, 
efectuándose  la  expulsión  del  veneno  ó sustancias  venenosas  sin  vómito. 
Luego  se  retira  la  jeringa , dejando  la  sonda  en  posición  ; se  arroja  el 
líquido  contenido  en  aquellas,  y se  vuelve  á 'llenar  de  agua  tibia  para  re- 
petir la  operación  dos , tres , cuatro  ó mas  veces  , hasta  que  se  considere 
cumplido  el  objeto,  en  cuyo  caso  se  retira  la  sonda. 

Compréndese  cómo  de  esta  suerte  es  fácil  llevarse  los  materiales  con- 
tenidos en  el  estómago  como  si  fuesen  arrojados  por  el  vómito;  mas  no 
en  todo  estado : para  esto  es  menester  que  la  sustancia  venenosa  sea  lí- 
quida ó disuelta ; en  estado  sólido  no  es  posible  expulsarla  por  medio  de 
este  aparato ; los  polvos  son  los  únicos  que  pueden  salir  llevados  por  el 
agua.  Mas  aun  en  tales  casos  se  saca  su  partido  ; al  menos  se  lleva  uno 
lo  que  haya  disuelto. 


— 523  - 

Los  resultados  de  este  aparato,  cuando  se  sabe  manejar,  son  altamente 
satisfactorios.  A.  Cooper,  en  1824,  practicó  esta  operación  varias  veces 
en  sí  mismo  y delante  de  muchos  médicos  y cirujanos  de  Londres.  Tra- 
gaba una  disolución  de  regaliz,  y la  sacaba  luego  en  su  totalidad.  Tiene, 
sin  embargo,  grandes  inconvenientes  el  aparato,  cuando  hay  sustancias 
alimenticias  en  el  estómago,  puesto  que,  siendo  sólidas  ó blandas,  no 
se  prestan  á la  aspiración  por  la  sonda  de  reducido  diámetro;  la  obs- 
truven  , y no  puede  verificarse  la  expulsión  de  material  alguno. 

Ocioso  es  decir  que,  así  como  sirve  para  introducir  el  agua  tibia,  con 
el  objeto  de  expulsar  el  veneno,  puede  servir  este  aparato  para  dar  el 
contraveneno  y los  medicamentos.  Si  hay  ocasión  de  dar  el  contraveneno, 
se  administra  en  estado  líquido  por  la  sonda  en  la  cantidad  correspon- 
diente; se  deja  un  rato  para  que  éntre  el  veneno  y contraveneno  en  ac- 
ción , y luego  se  introduce  el  agua  tibia  en  los  términos  antedichos  para 
extraerlos  á los  dos  á la  vez. 

Mas  ocioso  es  decir  todavía  que  dicho  aparato  solo  es  de  oportuna 
aplicación,  cuando  el  veneno  puede  ser  expulsado : si  ya  ha  sido  arrojado 
por  vómitos  provocados  por  él  mismo,  ó ya  ha  pasado  á las  segundas  vías 
y ó los  intestinos  gruesos  , hay  que  apelar  á otros  medios. 

El  doctor  Brige  reemplaza  la  sonda  por  un  tubo  largo,  y la  jeringa 
por  una  vejiga  llena  de  agua  ; para  vaciar  el  estómago,  baja  el  tubo,  el 
cual  funciona  á la  manera  do  un  sifón. 

Lafargue,  en  1837,  propuso  reemplazar  el  aparato  de  los  ingleses,  ó 
Boherave,  con  una  especie  de  pipeta.  Gay,  hallando  que,  tanto  e'sta  como 
aquel , tienen  inconvenientes  , se  sirve  de  una  especie  de  sifón  flexible, 
compuesto  de  una  sonda  gástrica,  á la  que  se  adapta  un  tubo,  de  la 
misma  longitud , de  vidrio,  fijo  á dos  sondas  con  algunas  vueltas  de  un 
cordonete  plano.  Un  tubo  flexible  de  goma  elástica,  abierto  por  los  dos 
extremos , una  sonda  esofágica  , de  longitud  doble  , 16  centímetros  , po- 
dría reemplazar  los  tubos.  Se  introduce  el  cabo  estomacal , se  eleva  el 
otro  á la  altura  de  la  nariz,  se  echa  el  líquido  por  medio  de  un  embudo. 
Cuando  el  tubo  esté  lleno,  se  le  deprime  con  el  dedo,  se  baja  hasta  el 
nivel  del  ombligo,  y hallándose  así  cargada  la  sonda  , funciona  como  un 
sifón  , y las  materias  del  estómago  salen  ; se  levanta  de  nuevo  para  car- 
garle, v así  sucesivamente.  Pocos  minutos  bastan  para  poner  en  activi- 
dad este  aparato. 

En  otras  ocasiones  no  se  facilita  el  vómito,  porque  el  estado  de  los  ór- 
ganos no  lo  consiente.  En  la  intoxicación  por  los  venenos  cáusticos,  por 
ejemplo,  el  vómito  seria  altamente  perjudicial;  el  estrago  que  en  el  estó- 
mago, esófago  y faringe  producen  , no  haria  mas  que  aumentarse  con  los 
esfuerzos  y contracciones  de  los  músculos.  Desgarros  del  esófago  y estó- 
mago, seguidos  de  una  peritonitis  mortal  ; hé  aquí  lo  que  se  obtendría. 
El  emplo  del  aparato  de  Boerhave,  ó indicado /por  él,  podrá  servir  en 
estos  casos  para  introducir  el  contraveneno  acto  continuo,  llevarse  la  sal 
neutra  resultante,  sin  lastimar  ni  el  estómago  ni  el  esófago,  tanto  mas, 
cnanto  que  en  estos  casos  no  hay  trismus,  y se  puede  introducir  la  sonda 
por  la  boca  , pero  con  mucho  cuidado,  para  no  desgarrar  con  su  pico  los 
puntos  que  el  veneno  cáustico  hubiese  cauterizado  ó reblandecido. 

La  indicación  , sin  dejar  de  ser  evacuante  , no  lo  será  tal  vez  por  vó- 
mitos. Conoceráse,  en  efecto,  que  en  vez  del  vómito  hay  que  provocar  la 
expulsión  por  cámaras,  cuando  se  vean  deyecciones  diarréicas  mas  ó me- 
nos copiosas,  cólicos  mas  ó menos  vivos,  como  en  los  casos  de  intoxi- 


- m - 

eacioii  por  los  hongos,  y demás  síntomas  que  manifiesten  estar  ya  el 
veneno  en  los  intestinos  gruesos.  En  semejantes  casos,  están  fuertemente 
contraindicados  los  vómitos  , y muy  indicados  los  purgantes , los  laxan- 
tes, mejor  diremos,  dados  en  lavativa  con  la  misma  abundancia  y pre- 
cauciones que  hemos  recomendado  para  los  eméticos.  Los  líquidos  oleo- 
sos y mucilaginosos,  la  solución  del  maná,  de  tamarindos  y otros  reme- 
dios análogos,  son  conducentes  para  el  caso. 

IYo  solo  sirven  para  expulsar  con  su  salida  las  sustancias  venenosas, 
sino  también  para  calmil*  la  irritación  de  la  mucosa  intestinal,  y hacer 
las  veces  de  una  túnica  protectora. 

Considero  excusado  advertir  que,  si  el  veneno  se  ha  introducido  por  la 
vulva  ú otro  conducto,  por  el  mismo  se  ha  de  tentar  la  expulsión  con 
medios  análogos  á los  expuestos  y aplicables  á la  parte. 

Si  se  ha  aplicado  el  veneno  á la  piel  íntegra,  ó en  una  solución  de  con- 
tinuidad, el  modo  de  expulsarle  mas  conducente  es  destruirle  ó impedir 
su  absorción  , igualmente  que  su  acción  local , y si  ha  formado  ya  coá- 
gulo, ver  de  qué  modo  se  destruye  ó disuelve,  impidiendo  que  pase  la 
sustancia  venenosa  á la  masa  de  la  sangre. 

Si  se  trata  de  mordeduras  ó picaduras  de  animales  ponzoñosos,  la  des- 
trucción por  el  fuego  ó los  cáusticos  es  el  medio  mejor.  La  bomba  de 
Barry,  las  ventosas  secas  ó escarificadas,  sirven  también  para  evitar  la 
absorción.  Lociones  de  agua  sobre  la  parte,  ó de  disoluciones  de  agentes 
capaces  de  disolver  los  coágulos,  serán  también  buenos  medios  para  ex- 
pulsar el  veneno  aplicado  al  exterior. 

Si  se  tratara  de  las  vías  pulmonales,  por  las  cuales  se  hubiese  introdu- 
cido el  veneno , el  mejor  medio  de  expulsarle  seria  hacer  respirar  buen 
aire,  insuflarle,  favorecer  la  respiración,  puesto  que  de  esta  suerte  el  aire 
expulsa  el  gas  respirado  y contribuye  no  poco  al  restablecimiento  del 
sugeto. 


C.  Tercera  indicación. 

Administrar  el  antídoto. 

Cuando  el  facultativo  ha  dado,  si  hay  lugar,  el  contraveneno  y ha  fa- 
cilitado el  vómito  por  las  cámaras  para  la  expulsión  del  veneno  y contra- 
veneno juntos , tal  vez  , según  á la  hora  en  que  llegó,  tenga  todavía  que 
combatir  algunos  síntomas  de  la  intoxicación  que  ya  se  habían  presen- 
tado. Las  cosas  pueden  presentarse  de  otro  modo : cuando  el  facultativo 
ve  al  enfermo  por  primera  vez,  ya  no  es  caso  de  dar  contraveneno,  ni  de 
facilitar  el  vómito;  pasó  este  primer  tiempo  ; ya  no  hay  que  pensar  mas 
que  en  combatir  la  intoxicación.  En  uno  y otro  caso  se  presenta  la  indi- 
cación tercera , que  es  la  administración  del  antídoto , si  el  veneno  que 
produjo  la  intoxicación  le  tiene. 

Si  la  boca  y el  esófago  están  expeditos,  por  estas  vías  se  introduce  la 
sustancia  que  obra  contra  los  efectos  del  veneno , y después  de  haber 
obrado  sobre  el  organismo.  Si  no  lo  están , podemos  apelar  al  aparato 
poco  hace  descrito;  ó bien  introducir  el  antídoto  por  el  ano.  Por  lo 
mismo  que  el  antídoto  obra  sobre  las  combinaciones  anormales  verifica- 
das en  la  sangre  y otros  órganos  para  modificar  el  organismo  afectado 
por  el  veneno,  lo  mismo  se  conseguirá,  generalmente  hablando,  por  una 
vía  que  por  otra,  y según  los  casos,  mas  por  el  ano  que  por  la  boca.  LI 


— — 

cocimiento  del  café , antídoto  del  opio , mejores  efectos  produce  por  ía 
abertura  inferior  del  tubo  digestivo  que  por  la  superior. 

Esta  indicación  en  muchos  casos  no  existe,  ya  sea  que  no  se  conoce 
antídoto  alguno  contra  la  intoxicación  que  se  ha  de  combatir , ya  que  la 
naturaleza  de  esta  ios  haga  inútiles,  por  no  decir  imposibles. 

D.  Cuarta  indicación. 

Establecer  la  medicación  conveniente  ó un  plan  curativo. 

Ora  sea  que  se  haya  administrado  el  contraveneno , y junto  con  el  ve- 
neno haya  sido  expulsado,  permaneciendo  los  síntomas  mas  ó menos 
alarmantes ; ora  que  nada  de  esto  se  haya  hecho,  ya  por  haber  llegado 
tarde,  ya  por  no  conocerse  contraveneno  alguno,  ya  por  no  ser  aplicable 
la  expulsión  del  veneno;  ora,  en  fin,  se  hayan  ó no  administrado  antído- 
tos , el  caso  es  tal , que  el  facultative  tiene  á la  vista  cierto  número  de 
síntomas  de  intoxicación , los  cuales  debe  combatir  por  los  medios  ra- 
cionales que  el  arte  suministra.  En  semejante  caso,  el  médico  acomoda  al 
diagnóstico  que  forme  su  plan  , y dispone  los  medios  curativos  que  le 
parecen  mas  apropiados  para  atacar  el  estado  patológico  desenvuelto  por 
la  acción  de  la  ponzoña. 

Puesto  que  hemos  visto  intoxicaciones  con  síntomas  de  inflamación 
local  y general , con  síntomas  de  aplanamiento  y postración  de  fuerzas, 
con  síntomas  de  irritación  nerviosa  y de  putridez  o disolución  de  humo- 
res, ele. ; es  evidente  que  el  plan  curativo  tan  pronto  será  el  aconsejado 
por  la  terapéutica  contra  las  afecciones  flogísticas  ó inflamatorias , tan 
pronto  contra  el  narcotismo ; aquí  habrá  que  combatir  un  estado  notable- 
mente espasmódico;  allá  una  alteración  profunda  de  la  sangre  con  todas  sus 
formidables  consecuencias.  El  conocimiento  que  tenemos  de  las  vías  por 
donde  se  expulsan  los  venenos,  sirve  para  administrar  sustancias  que 
favorezcan  las  funciones  de  estas  vías;  así  los  sudoríficos,  los  diuréticos, 
los  laxantes  y purgantes,  son  por  punto  general  buenos  para  facilitar  la 
expulsión  del  veneno  y las  combinaciones  anormales  que  ha  producido, 
á proporción  que  se  desprenda  de  ellas  la  economía.  Especificar  cada 
una  de  estas  medicaciones,  seria  colocar  en  este  párrafo  lo  que  pertenece 
á otros,  donde  desaparece  la  generalidad  que  este  debe  tener.  No  pu- 
diendo,  pues,  extendernos  más  sobre  el  particular,  ni  descender  á por- 
menores de  otros  párrafos,  pasemos  á estos. 


g II. — De  las  indicaciones  que  hay  que  llenar,  según  la  clase  y subclase  de  la 

intoxicación. 

A.  De  las  indicaciones  que  hay  que  llenar  en  la  intoxicación  por  los 

venenos  cáusticos. 

Los  venenos  cáusticos  son  : ácidos  concentrados,  álcalis  fuertes,  ó sa- 
les ácidas  ó alcalinas,  tal  vez  algún  cuerpo  simple.  Esto  solo  basta  para 
dar  á comprender  que  la  primera  de  las  indicaciones,  esto  es,  la  admi- 
nistración del  contraveneno,  es  la  que  mas  debe  llenarse  en  esta  clase  de 
intoxicaciones.  Estos  venenos  son  los  que  tienen  mas  contravenenos.  La 
magnesia  contra  los  ácidos,  los  ácidos  diluidos  contra  los  álcalis , el  agua 
fria  en  abundancia  que  diluya  bien*  la  sustancia  cáustica  y la  debilite;  he 
aquí  lo  que  no  debe  escasearse  por  ningún  título. 


— 6'26  — 

ADiicado  el  contraveneno  correspondiente,  según  ios  casos,  no  hay  que 
nensar  en  provocar  el  vómito.  En  la  mayoría  de  los  casos  el  vómito  seria 
mortal  Como  los  venenos  cáusticos  desorganizan  , y cuando  no  , reblan- 
decen ios  tejidos,  podría  suceder  muy  bien  que,  con  ios  esfuerzos  y con- 
tracción del  vómito,  se  desgarrase  el  esófago  y estómago:  estos  desgar- 
ros sobre  ser  ya  casi  siempre  mortales  por  sí,  lo  serian  indefectiblemente 
por  el  paso  que  facilitarían  hácia  di  saco  peritoneai  á las  sustancias  con- 
tenidas en  la  viscera  desgarrada.  La  aplicación  de  la  jeringa  es  en  estos 
casos  de  absoluta  necesidad  para  facilitar  la  explusion  de  los  materiales 
venenosos,  cuando  se  hallan  disueltos  ó en  estado  líquido,  y luego  des- 
pués de  neutralizados  con  su  correspondiente  contraveneno. 

Los  venenos  cáusticos  no  tienen  antídoto,  como  no  sean  ios  astringen- 
tes y coagulantes;  podemos,  por  lo  tanto,  en  estas  intoxicaciones  pres- 
cindir de  la  indicación  tercera. 

Vamos  á la  cuarta , ó sea  la  medicación.  Como  el  estrago  producido 
por  los  cáusticos  puede  ser  vario , varia  debe  ser  también  la  medicación, 
nien  que  en  el  fondo  siempre  es  la  misma.  O el  veneno  cáustico  ha  des- 
organizado, ó no.  Si  los  síntomas  no  anuncian  lo  primero;  si  solo  son  de 
una  ílogosis  mas  ó menos  intensa  del  bajo  vientre  , epigastrio , esófago  ó 
faringe,  las  sangrías  generales  y locales  están  fuertemente  indicadas, 
igualmente  que  la  dieta  absoluta,  las  bebidas  mucilaginosas  y las  lavati- 
vas emolientes. 

Relativamente  á la  medicación  antiflogística,  ósea  el  modo  de  em- 
plearla, están  en  desacuerdo  üríila  y Devergie.  Este  recomienda  mas 
bien  las  evacuaciones  sanguíneas  locales  que  las  generales , y cree  fun- 
darse en  su  práctica  en  los  hospitales,  y por  lo  que  toca  á las  generales, 
encarga  que  no  haya  en  ellas  precipitación;  que  se  guarden  para  cuando 
se  presente  la  reacción  general , puesto  que  si  se  practican  las  sangrías 
antes  que  sobrevenga  aquella,  el  organismo  pierde  sus  fuerzas.  Oríiia 
combate  una  y otra  opinión;  á la  práctica  de  Devergie  sobre  las  sangrías 
generales,  opone  la  de  otros  autores  y la  de  todos  los  siglos;  y en  cuanto 
al  tiempo  oportuno  de  su  aplicación,  dice,  que  siendo  inmediata  la  infla- 
mación producida  por  el  veneno  cáustico,  inmediatamente  debe  hacerse 
la  evacuación  sanguínea. 

Como  es  de  ver,  esta  cuestión  , toda  práctica,  es  importantísima.  Nos- 
otros creemos  mantenernos  en  el  buen  terreno  recomendando  las  sangrías 
generales  y locales  en  la  mayoría  de  los  casos,  subordinando  siempre 
este  método  á las  circunstancias  individuales  y á la  intensidad  de  la  in- 
toxicación. Es  evidente  que  los  venenos  cáusticos  inflaman  intensamente 
órganos,  cuyas  simpatías  provocan  en  el  momento  reacciones  generales; 
la  intoxicación  es  una  enfermedad  agudísima , la  que  recorre  todos  sus 
períodos  con  espantosa  rapidez. 

Estas  consideraciones  bastan  para  apreciar  debidamente  los  dos  pun- 
tos sobre  los  que  difieren  Orfila  y Devergie.  Pero  es  preciso  no  perder  de 
vista  que  las  ílogosis  provocadas  por  venenos  cáusticos  no  son  como  las  flo- 
gosis ordinarias : estas  se  desarrollan  en  medio  de  una  multitud  de  circuns- 
tancias propias  de  tal  afección,  al  paso  que  aquellas  se  presentan  tan  solo 
por  la  energía  de  la  causa  ó del  agente  que  las  produce.  Una  inflamación 
ordinaria  se  desenvuelve,  en  efecto,  en  determinada  constitución,  en  de- 
terminado temperamento,  idiosincrasia,  estación,  etc. , etc. ; se  han  reunido 
una  porción  de  circunstancias  favorables  á la  inflamación  de  este  ó aquel 

igano,  y se  presenta  tal  vez  á la  menor  excitación  de  un  agente  cualquie- 


— 527  — 

fa.  La  inflamación  que  provoca  el  veneno  cáustico,  nace  exclusivamente 
de  la  acción  de  este,  y se  desenvuelve  en  medio  tal  vez  de  circunstancias 
contrarias  á la  misma  ; tal  vez  la  constitución  es  pobre,  el  temperamento 
flegmático  ó nervioso,  etc.  Ahora  bien;  esta  consideración , de  gran  valía 
en  el  asunto,  es  la  que  puede  decidir  en  favor  ó en  contra  de  las  evacuacio- 
nes sanguíneas  generales.  Son  útiles  en  una  intoxicación  por  los  venenos 
cáusticos , pero  no  tanto  ni  en  tanta  copia  como  en  una  flogosis  desarro- 
llada por  sus  causas  ordinarias,  ya  porque  la  causa  es  enteramente  local, 
ya  porque  no  es  el  conjunto  de  circunstancias  favorables  á la  flogosis  lo 
que  la  na  provocado.  Si  á esto  añadís  que  el  sugeto  envenenado  presenta 
circunstancias  personales  que  no  predisponen , que  contrarían  mas  bien 
la  disposición  á las  afecciones  flogísticas,  ¿cuánta  razón  no  asistirá  á De- 
vergie  para  dar  la  preferencia  á las  evacuaciones  sanguíneas  locales?  Al 
contrario , supóngase  que  el  sugeto  intoxicado  es  pletórico , dispuesto  á 
la  flogosis : ¿quién  no  ve  que  los  hechos  estarán  á favor  de  Orfila? 

Las  opiniones  encontradas  de  estos  dos  entendidos  autores  se  concilla- 
rán fácilmente  no  perdiendo  de  vista  estas  consideraciones.  Un  hombre 
sano  soportará  menos  las  evacuaciones  sanguíneas,  que  otro  atacado  de 
una  inflamación  intensa.  El  intoxicado  por  un  veneno  cáustico,  guarda, 
en  mi  concepto , un  término  medio ; no  las  soporta  tanto  como  el  que  su- 
fre una  inflamación  ordinaria,  pero  las  soporta  mas  que  el  hombre  sano. 
El  que  sufre  una  gastritis  intensa  por  la  acción  de  un  veneno  cáustico, 
puede  considerarse  en  cierto  modo , en  punto  á las  evacuaciones  sanguí- 
neas , como  el  pulmoníaco  ó el  gastrítico  que  ya  lleva  dos  ó tres  san- 
grías. 

El  otro  punto  en  que  discrepan  Orfila  y Devergie  es  sobre  el  tiempo 
en  que  las  sangrías  generales  deben  aplicarse.  En  esto  creo  que  hay  mas 
bien  mala  inteligencia,  que  verdadera  diferencia  de  opinión.  Devergie, 
cuando  recomienda  que  no  se  precipite  el  facultativo  en  sangrar  al  enve- 
nenado, tiene  presente  una  verdad  altamente  práctica.  Si,  á pesar  de  la 
evacuación  sanguínea,  se  presenta  una  reacción,  no  tiene  duda  que  los 
medios  de  que  puede  echarse  mano  están  mas  reducidos;  es  como  cansar 
ó destruir  la  gente  antes  de  dar  la  batalla.  Las  heridas  también  provocan 
una  reacción  general , y también  aconsejan  los  autores  que  esta  reacción 
se  presente  para  practicar  una  ó mas  sangrías.  Y es  claro ; la  reacción 
general  no  es  absolutamente  necesaria  en  todos  los  casos;  puede  muy 
bien  no  presentarse.  ¿Para  qué,  pues,  derramar  sangre?  Siempre  hay 
tiempo  paradlo;  al  paso  que,  si  antes  de  pedirlo  la  economía,  ya  se 
vierte  sangre,  cuando  por  la  reacción  se  necesite  volverla  á verter,  quizá 
no  lo  soporte  tanto  el  organismo. 

Examinando  detenidamente  la  cuestión  entre  Devergie  y Orfila , yo  no 
veo  mas  diferencia  sino  en  el  tiempo  que  la  reacción  general  aparece. 
Según  Orfila,  es  inmediata;  por  esto  quiere  acto  continuo  la  sangría  ge- 
neral y local,  el  modo  cómo  de  la  primera  habla  Devergie,  parece  que 
retarda  la  reacción  algún  tanto.  Mas,  siendo  muchas  veces  dependiente 
de  varias  circunstancias  esta  mayor  ó menor  rapidez,  bien  se  comprende 
que  esta  cuestión  , bajo  este  punto  de  vista , tiene  su  pro  y su  contra.  Yo 
creo  que  la  sangría  general  está  indicada  en  cuanto  se  noten  amagos  de 
la  reacción  general,  preséntese  cuando  quiera. 

Las  sanguijuelas  no  tienen  lugar  fijo:  donde  quiera  que  exista  un  do- 
lor flogístico , allí  estarán  bien  aplicadas ; en  el  epigastrio , que  será  lo 
mas  común,  en  la  región  umbilical , en  las  ilíacas,  en  el  cuello,  etc. 


- m — 

Fs  ocioso  aue  especifique  cómo  se  darán  las  bebidas  emolientes,  las  la- 
vativas los  fomentos , etc.  Llénese  al  paciente  de  líquido , y se  hará  un 

an  bien  Acaso  alguna  pocion  narcótica  suave  sea  útil  después  de  la 
medicación  que  llevo  expuesta;  y si  tanta  fortuna  tiene  el  enfermo  que 
escape  del  primer  ímpetu,  toda  la  medicación  consistirá  en  el  régimen. 
Alimentación  tenuísima,  líquida  primero , y mas  bien  por  el  ano  que  por 
la  boca;  luego  por  esta  vía,  y hasta  tanto  que  no  quede  vestigio  del  es- 
trado producido  por  el  veneno  en  las  vías  digestivas,  no  se  le  ha  de  con- 
sentir el  alimento  sólido,  en  especial  con  condimentos. 

Cuando  la  intoxicación  por  los  venenos  cáusticos  no  se  limita  á una  in- 
flamación mas  ó menos  intensa  del  tubo  digestivo,  sino  que  hay  altera- 
ciones de  tejidos,  cauterizaciones,  reblandecimientos,  escaras  gangreno- 
sas, perforaciones,  etc. , la  medicación  en  tales  casos  no  varía  sino  en  la 
forma;  mayor  necesidad  de  la  misma,  con  menos  esperanzas  de  su  efica- 
cia: las  flogosis  son  mas  intensas  y mas  extensas;  la  peritonitis  suele 
acompañar  á la  gastritis,  y por  lo  común  apenas  hay  tiempo  de  socorrer 
al  envenenado. 

Cuanto  acabo  de  decir  respecto  de  todas  las  medicaciones,  se  entiende 
para  los  casos  de  intoxicación  aguda. 

Cuando  la  intoxicación  es  lenta,  la  mayor  parle,  por  no  decir  todas  las 
reglas  terapéuticas  indicadas,  pueden  aplicarse  también,  teniendo  en 
cuenta  la  intensidad  de  la  afección  , que  siempre  será  mucho  menos,  y el 
mayor  tiempo  que  da  para  apelar  á los  recursos  del  arte. 

Los  antídotos , tales  como  nosotros  los  entendemos , pueden  aquí  pro- 
ducir buenos  efectos,  porque,  siendo  poca  la  cantidad  del  veneno,  pue- 
den facilitar  su  expulsión,  aunque  estén  introducidos  en  la  economía. 

Cuando  la  intoxicación  sea  consecutiva,  la  que  casi  se  refiere  continua- 
mente á 1 as  intoxicaciones  cáusticas,  una  vez  salvado  el  sugeto  del  pri- 
mer golpe,  casi  se  reducen  las  indicaciones  que  hay  que  Henar , al  régi- 
men dietético  adecuado  al  estado  mas  ó menos  profundamente  herido  en 
que  le  dejó  el  veneno. 

Como  ya  seria  necesario,  para  decir  algo  más,  descender  á pormeno- 
res particulares,  lo  dejarémos  para  cuando  tratemos  de  la  Toxicología 
especial. 

B.  De  las  indicaciones  que  hay  que  llenar  en  la  intoxicación  por  los 

venenos  inflamatorios. 

Las  indicaciones  que  hay  que  llenar,  en  intoxicaciones  de  esta  clase, 
v arían  según  cuál  sea  el  veneno  inflamatorio  que  las  haya  provocado. 
Hay  venenos  inflamatorios  que  no  tienen  contraveneno  conocido : hé  aquí 
una  indicación  que  no  existe  en  estos  casos.  Los  venenos  inflamatorios 
minerales  tienen  en  general  contraveneno;  y por  lo  tanto , cuando  la  into- 
xicación sea  producida  por  alguno  de  ellos,  habrá  que  llenar  esta  indi- 
cación. Los  vegetales  tienen  mas  bien  antídoto. 

La  expulsión  del  veneno  por  vómito  está  indicada  en  estas  intoxicaeio- 
nes , y por  lo  común  no  habrá  necesidad  de  aplicar  la  sonda  con  la  je- 
ringa. Es  de  advertir,  sin  embargo,  que  habiendo  una  irritación  inflama- 
toria en  la  mucosa  del  canal  digestivo,  desde  la  boca , al  menos,  hasta  el 
duodeno , debe  respetarse  este  estado , y si  hay  que  apelar  á un  vomitivo 
8 í^tar  vómito , debe  ser  mas  bien  la  ipecacuana  que  el  tártaro 

miado , y menos  aun  que  el  sulfato  de  zinc  ó el  de  cobre.  En  seme- 


- Ba- 
jantes casos  convendrá  también  la  administración;  de  las  bebidas  mueíla- 
ginosas,  y en  poca  cantidad  la  leche  tibia,  porque  la  gastritis- que  se  des- 
envuelve no  consiente  la  dilatación  del  estómago,  sin  experimentar  el  en- 
lerrno. mas  agudeza  en  sus  dolores.  Tal  vez  alguna  pocion  ligeramente 
laudanizada  vence  ciertos  espasmos  debidos  á la  irritación  flogística,  y 
que  imposibilita  el  vómito. 

Generalmente  hablando,  son  pocos  los  antídotos  que  habrá  que  admi- 
nistrar en  semejantes  intoxicaciones ; los  únicos  que  los  tengan  tal  vez 
serán  los  venenos  vegetales  y animales. 

Por  lo  que  toca  á la  medicación , está  indicada  la  antiflogística  local  y * 
general:  sanguijuelas  en  el  epigastrio,  en  el  cuello,  en  el  perineo  ó en 
diversas  partes  del  abdómen  ; sangrías  generales,  embrocaciones  aceito- 
sas, fomentos  y cataplasmas  emolientes,  baños  tibios  prolongados,  dieta 
absoluta,  bebidas  muciiaginosas,  ó agua  de  goma  á pasto. 

A veces  este  plan  antiflogístico  no  alcanza  á moderar  los  dolores  del 
canal  digestivo , en  especial  epigástricos , ó bien  hay  ciertos  movimientos 
espasmódicos  convulsivos.  Si  el  facultativo  advierte  que  no  hay  propor- 
ción entre  el  estado  inflamatorio  y esta  exaltación  de  la  sensibilidad , no 
cediendo  á los  antiflogísticos  el  dolor , acaso  cederá  á alguna  aplicación 
calmante,  cuando  no  interior,  exterior,  por  ejemplo,  una  bebida  lau- 
danizada ó anti-espasmódica , ó fomentos  con  cocimientos  de  cabezas  de 
adormideras , de  hojas  de  beleño,  etc. 

Las  bebidas  frías  y hasta  la  aplicación  de  la  nieve  sostenida  en  la  re- 
gión epigástrica,  no  dejan  de  ser  altamente  útiles  á veces.  La  grande 
cantidad  de  calórico  que  roban,  templa  la  flogosis,  disminuye  la  sensibi- 
lidad , porque  el  frió  es  estupefaciente  ó sedativo , y obrando  en  cierto 
modo , como  un  astringente , se  opone  á los  progresos  de  la  congestión 
sanguínea  y á los  movimientos  fluxionarios. 

Cuanto  acabo  de  decir , se  entiende  generalmente  por  el  período  ver- 
daderamente hiperesténico. 

Mas  si  el  intoxicado  se  halla  en  el  segundo  período,  ó el  hipoestónico, 
claro  está  que  en  vez  de  emplear  el  pian  debilitante,  nos  veremos  en  el 
caso  de  estimular  prudencialmente  al  enfermo,  puesto  que  están  abati- 
das sus  fuerzas  por  la  violencia  del  mal. 

C.  De  las  indicaciones  que  hay  que  llenar  en  la  intoxicación  por  los 

venenos  narcóticos. 

Con  las  nociones  que  ya  tenemos  de  estos  venenos , se  preve , desde 
luego  , que  habrá  poco  que  hacer  por  lo  tocante  á contravenenos.  Vene- 
nos acres,  todos  del  reino  vegetal , mas  bien  tienen  antídotos.  Así  rara 
vez  se  nos  ofrecerá  ocasión  de  satisfacer  la  primera  de  las  indicaciones 
que  hemos  visto  en  la  medicación  general  de  la  intoxicación. 

Con  todo,  no  dejaremos  de  administrar  el  yoduro  de  potasio,  el  car- 
bón animal , el  cocimiento  de  nuez  de  agallas,  como  contraveneno  del 
opio  y sus  preparados,  puesto  que  los  transforman  en  una  sustancia  me- 
nos activa  que  se  precipita  ó que  ios  absorbe.  . 

En  cuanto  á la  segunda  indicación , el  vómito  ó la  expulsión  del  ve- 
neno por  vómitos  es  la  que  mejor  y con  menos  inconvenientes  se  llena. 
No  hay  obstáculo  que  impida  la  introducción  de  las  sustancias  ó del  agua 
por  la  boca;  aun  cuando  hubiese  parálisis  de  los  músculos  deglutidores, 
seria  fácil  la  aplicación  de  la  jeringa  y la  sonda.  En  esta  intoxicación  es 
TOX1COLOGÍA. — 34 


cuando  se  reporta  de  etia  mas  ventajas.  No  hay  flogosis  en  el  tubo  d¡«  * 
tivo,  ni  eu  las  f'áuces,  y por  lo  tanto,  puede  aplicarse  el  sulfato  de  n\^ 
hasta  el  de  cobre,  para  facilitar  ei  vómito,  dado  caso  que  otros  medio’ 
mas  suaves  no  le  provocasen  abundante.  Es  la  intoxicación  en  que  esta 
indicación  se  presenta  con  mas  urgencia  y oportunidad.  Ei  vómito  en  lo.- 
envenenamientos  por  los  narcóticos  es  io  primero  que  hay  que  procurar  v 
no  importa  que  nos  valgamos , corno  ya  he  dicho,  del  emf  tico  mascad/ 
gico.  El  tártaro  estibiado,  á la  dosis  de  5 ó o granos ; el  sulfato  de  zinc  á 
la  de  Ib  ó 20;  el  de  cobre,  á la  de  3 ó i ; el  vómito  con  estas  sustancias 
puede  facilitarse  con  abundancia  de  bebida  , sin  que  sea  ni  mucosa  n' 
mucilaginosa , ni  leche;  agua  tibia  y basta  tria  puede  darse  poraue  en 
el  estómago  no  hay  síntoma  alguno  de  la  menor  irritación  inflamatoria 
Orilla  dice  que  se  debe  ser  parco  en  la  administración  del  líquido  ñor 
que  se  aumenta  la  disolución  del  veneno.  Las  ideas  de  este  autor  sobre  Ja 
acción  de  los  venenos  por  absorción  , tal  vez  le  conducen  á hacer  esta 
advertencia.  Sobre  que  el  opio  no  es  soluble  en  el  agua,  en  especial  fria- 
con  abundancia  de  líquido,  el  vómito  es  mas  seguro, ’y  las  ventajas  de 
este  compensan  aquellos  inconvenientes.  Escusado  es  decir  que  puede 
hacer  otro  tanto  por  el  ano,  si  por  este  conducto  hubiese  sido  introducida 
la  sustancia. 


Si  ya  no  es  caso  de  facilitar  el  vómito  ni  las  cámaras  por  haberse  pre- 
sentado el  narcotismo  y no  existir  nada  en  el  estómago , hay  que  llenar 
la  tercera  indicación,  ó sea  la  de  los  antídotos.  Los  narcóticos  tienen  va- 
rios: el  café  y el  vinagre  lo  son  de  los  opiados;  el  cocimiento  del  café  es 
mas  eficaz  que  la  infusión ; por  el  ano  produce  mas  efecto  que  por  la 
boca.  El  amoníaco,  el  aceite  de  trementina  son,  entre  otros,  antídotos  del 
ácido  hidrociánico. 


Por  último,  hay  que  llenar  la  cuarta  indicación  ó sea  la  relativa  al  plan 
curativo.  Este  plan  es  bastante  rico  en  medios  curativos , si  compren- 
demos en  él  la  administración  de  los  antídotos,  que  es  lo  que  vamos  á 
hacer. 


La  medicación  indicada  contra  la  intoxicación  por  los  venenos  narcó- 
ticos, consiste  en  lo  siguiente  : 

Si  el  sugeto  es  robusto  y pletórico , se  practica  una  sangría  en  la  yu- 
gular, la  que  se  repetirá,  según  las  circunstancias.  Orilla  dice  que  no 
habrá  inconveniente  en  repetirla,  con  tal  que  la  pérdida  de  la  sangre  no 
se  haga  en  tiempo  que  el  veneno  pueda  ser  absorbido  todavía , puesto 
que  esta  absorción  aumenta  á proporción  que  la  sangre  fluye.  Nosotros, 
que  hemos  sostenido  la  acción  de  los  venenos  por  contacto  y por  absor- 
ción , no  debemos  temer  semejante  resultado.  Recordemos  que  hemos 
citado  casos  en  los  que  la  pérdida  de  la  sangre  ha  sido  un  obstáculo  al 
envenenamiento.  Los  mismos  experimentos  de  Oriila  sobre  perros  , á los 
cuales  ha  sangrado,  sometiéndoles  antes  y después  á la  acción  del  opio, 
confirman  nuestro  modo  de  pensar.  Orilla  afirma  que  la  sangría  no 
agrava  el  estado  del  animal , y algunos  de  los  animales  en  los  que  experi 
mentó  se  sintieron  notablemente  aliviados.  Como  quiera  que  sea,  la  sa  “ 
gría  se  recomienda  cuando  se  presentan  síntomas  de  congestión 
ó pulmonal , y se  evitarán  ios  inconvenientes  que  indica  Oríi/a,  prac 
dola  después  de  haber  expulsado  las  sustancias  opiadas  contenidas 
estómago  ; en  este  caso  ya  no  puede  temerse  la  absorción. 

Cuando  se  crea  que  ya  no  está  en  el  estómago  la  sustancia  narcouw, 
se  administra  al  intoxicado  agua  acidulada  con  vinagre,  limón  o aciuv 


Cítrico , alternada  con  una  fuerte  infusión  ó cocimiento  de  café.  De  diez 
en  diez  minutos  se  le  van  dando  estas  bebidas  en  pequeña  cantidad.  Antes 
de  la  expulsión  del  veneno  narcótico,  los  ácidos  podrían  ser  dañosos, 
poique  descomponen  el  opio,  extrayendo  la  morfina  y demás  alcalóides 
del  mismo,  y le  hacen  , por  lo  tamo,  mas  activo. 

Empléase  igualmente  de  doce  en  doce  horas  íavativas  alcanforadas;  se 
calentará  la  cama  donde  se  acueste  el  envenenado , y se  le  frotarán  ru- 
damente los  brazos  y las  piernas,  la.l  vez  será  necesario  estimularle  con 
sinapismos.  Hay  que  hacerle  mover,  si  puede,  con  el  objeto  de  combatir 
por  este  medio  la  tendencia  al  colapso  y soñolencia. 

Las  alusiones  de  agua  fria  lian  producido  á veces  buenos  resultados. 

Acontece  á veces  que  la  respiración  por  falta  de  influencia  nerviosa  se 
suspende  o pone  sumamente  dificultosa,  en  términos  que  amenaza  una 
asfixia.  En  estos  casos  la  respiración  artificial  es  útilísima.  Según  se  lee 
en  un  periódico  de  Química  médica  del  año  1838  (p.  110)  , produjo  la 
respiración  artificial  excelentes  resultados  en  un  caso  de  envenenamiento 
por  una  dósis  cíe  opio  muy  tuerte  : el  pulso  estaba  casi  apagado,  el  cora- 
zón no  latia  , y la  respiración  era  casi  nula.  El  doctor  Deter  aplicó  el  apa- 
rato galvano-cléctrico , poniendo  el  polo  zinc  en  la  lengua,  y el  polo  co- 
bre en  el  xifoides,  con  io  cual  restableció  la  respiración.  Según  Christis- 
son , han  empleado  la  respiración  artificial  con  buen  éxito  los  doctores 
YVateley,  Warse  , Smitii  y Waíson. 

Si,  en  atención  al  mucho  tiempo  que  hubiese  trascurrido  desde  la  toma 
del  veneno,  se  creyese  que  ya  se  encuentra  en  los  intestinos  gruesos,  de- 
berán darse  lavativas  de  líquidos  análogos  á ios  que  se  introducen  por 
la  boca,  y con  los  mismos  cuidados.  Es  una  regla  general  que  debe 
adoptarse,  siempre  que  el  envenenamiento  tiene  ya  muchas  horas  de 
lecha. 

Tales  son  los  diversos  medios  de  que  puede  echarse  mano  en  la  intoxi- 
cación por  las  sustancias  narcóticas;  ellos  constituyen  la  medicación  que 
en  tales  casos  está  indicada.  Orilla  ia  tiene  por  la  mas  eficaz , y el  voto 
de  este  sabio  autor  es  respetable  en  la  materia,  puesto  que  le  funda  en 
muchos  experimentos  que  á propósito  lia  practicado. 

0,  De  las  indicaciones  que  hay  que  llenar  en  la  intoxicación  por  los  venenos 

nervioso ‘inflamatorios. 

Hemos  indicado  que  ios  venenos  nervioso-inflamatorios  son  casi  todos 
vegetales,  y estos  tienen  mas  bien  antídotos  que  contravenenos;  esto 
solo  basta  para  darnos  á comprender  que  en  las  intoxicaciones  por  esos 
venenos  acaso  no  se  nos  presentará  jamás  ocasión  de  llenar  la  primera 
de  las  cuatro  indicaciones  que  eu  general  se  o trocen  , como  no  apelemos 
al  yoduro  de  potasio  yodado  y ai  carbón.  Si  el  veneno  que  ha  producido 
la  intoxicación  tiene  contravenenos,  se  administrarán,  conforme  lo  lle- 
vamos dicho,  io  primero.  Si  no  le  tiene,  pasarémos  acto  continuo  á sa- 
tisfacer ia  segunda  indicación  , ó sea  el  vómito.  Aunque  con  motivo  de  la 
flogosis  que  se  desenvuelve  por  io  que  tienen  de  inflamatorio,  al  menos 
algunos  de  estos  venenos,  hay  que  respetar  el  estado  del  tubo  digestivo; 
no  por  esto  hemos  de  abandonar  la  idea  de  la  evacuación;  cuanto  mas 
pronta,  mejor;  2 ó 3 granos  defatártaro  estibiado,  unidos  á unos  18  gra- 
nos de  ipecacuana,  disueltos  en  poca  cantidad  de  agua  , bastan  por  lo 
común,  favoreciendo  el  vómito  por  los  medios  generales  ya  expuestos. 


— — 

Si  ha  transcurrido  algún  tiempo,  en  términos  que  podamos  sospechar 
uue  va  han  pasado  las  sustancias  venenosas  á los  intestinos  gruesos , po- 
drá darse  al  paciente  un  entelo- catártico  compuesto  de  3 ó 4 granos  de 
emético  v una  onza  ú onza  y media  de  sal  de  Glaubero , ó sea  sulfato  de 
sosa  Deben  , igualmente  , darse  lavativas  purgantes. 

Si  el  facultativo  ha  empleado  ya  todos  estos  medios  que  tienden  á la 
evacuación  de  las  sustancias  venenosas  por  arriba  ó por  abajo  , entonces 
le  quedan  otras  indicaciones  que  llenar.  La  primera  es  la  administración 
del  antídoto  que  tenga  el  veneno.  Si  no  hay  antídoto , se  pasa  á la  medi- 
cación. 

Tal  vez  hay  congestión  cerebral,  y en  este  caso  no  deberá  vacilarse 
en  practicar  una  sangría  en  la  yugular ; es  el  vaso  que  en  estas  intoxica- 
ciones, lo  mismo  que  en  las  por  venenos  narcóticos,  debe  preferirse. 
Según  el  temperamento,  constitución  del  sugeto  é intensidad  de  la  con- 
gestión, deberá  repetírsela  sangría.  Jamás  daña,  y muy  á menudo  es 
útilísima.  Aun  cuando  no  se  haya  logrado  la  evacuación  de  los  mate- 
riales venenosos,  debe  aplicarse  la  sangría  habiendo  congestión  ce- 
rebral. 

Evacuados  los  materiales , y sangrado  el  sugeto,  debe  echarse  mano 
cíelas  aguas  aciduladas.  El  agua  avinagrada  muy  tenue,  administrada 
inmediatamente  después  de  expulsado  el  veneno , produce  laudables  re- 
sultados. Debe  evitarse  el  darla  concentrada,  porque  en  este  caso  au- 
menta la  inflamación  del  tubo  digestivo,  si  ya  el  mismo  no  la  provoca. 
Mas  tarde,  cuando  la  flogosis  se  ha  desenvuelto  bajo  el  influjo  de  la  ac- 
ción del  tósigo,  las  aguas  aciduladas  no  sientan  ya  tan  bien  , en  especial 
la  de  vinagre.  Antes  de  la  expulsión  de  los  materiales , están  contrain- 
dicados los  ácidos,  porque,  por  regla  general,  disuelven  los  principios 
activos  de  las  sustancias  venenosas,  y,  por  lo  tanto,  agravan  la  acción 
de  estas  sustancias,  ya  extendiendo  la  superficie  de  acción  tóxica,  ya  fa- 
cilitando la  absorción. 

Ya  dominados  los  síntomas  nerviosos , no  hay  que  perder  de  vista  la 
inflamación ; ella  es  rápida  en  su  desarrollo,  y es  preciso  reemplazar  las 
bebidas  acídulas  con  otras  mucilaginosas  ó emolientes ; infusiones  y co- 
cimientos suaves,  á saber : flores  de  malvas,  violetas  y agua  de  goma,  etc. 
En  cuanto  se  ponga  en  relieve  alguna  flogosis  local , una  aplicación , no 
escasa , de  sanguijuelas  en  la  parte , suele  ser  de  utilidad. 

E.  De  las  indicaciones  que  hay  que  llenar  en  la  intoxicación  por  los  venenos 

asfixiantes. 

Esta  clase  de  venenos  comprende  tres  subclases,  como  lo  hemos  visto, 
y la  terapéutica  no  es  enteramente  igual  para  todas.  Lo  es  en  cuanto 
á los  medios  de  sostener  ó restablecer  la  respiración ; pero  no  en  cuanto 
á combatir  el  tétanos,  la  parálisis  y la  anestesia.  Dividamos,  pues,  las 
indicaciones  según  sea  la  subclase. 

Indicaciones  en  la  intoxicación  asfixiante  tetánica. 

i nOS  “fcdios  propios  para  sostener  la  respiración , los  revulsivos  contra 
la  Jl^>os*s  de  la  médula  , los  calmantes  del  sistema  nervioso  ó antiespas- 
modicqs,  y los  eméticos  con  algún  antídoto,  hé  aquí  lo  que. figura  en  Ja 
terapéutica  recomendada  por  los  autores  para . combatir!  esta.intQpeaoJOn* 


- 833  - 

Los  eméticos  recomendados  por  Orfila  pueden  emplearse  al  principio 
y no  perdiendo  tiempo  en  el  empleo  de  los  medios  anteriores.  El  carbón 
es  también  útil ; ya  hemos  dicho  que  15  gramos  neutralizan  8 centigra- 
mos de  estricnina. 

Los  cuerpos  grasos  y el  tanino  son  igualmente  útiles  como  contra- 
venenos. 

Orfila  insiste  mucho  en  que  la  respiración  es  á lo  que  hay  que  atender 
más:  de  veinte  perros  envenenados  con  estrícneos,  ha  salvado  catorce, 
sosteniéndoles  la  respiración  por  medio  de  la  insuflación  por  tres  y cua- 
tro horas  seguidas.  Si  el  trismus  no  permite  introducir  la  sonda  en  la 
glotis ; si  el  tirar  la  lengua  hácia  fuera  no  basta , y si  los  músculos  de  la 
glotis  están  espasmodizados , de  suerte  que  no  permitan  la  entrada  del 
aire , la  traqueotomía  está  indicada , facilitando  por  la  abertura  de  este 
conducto  la  respiración. 

Viendo  que  la  médula  ofrece  vestigios  de  congestión , cuando  se  prac- 
tica la  autópsia,  se  cree  que  haya  estado  inflamatorio,  y,  por  lo  tanto,  se 
recomienda  ventosas  escarificadas  á lo  largo  del  espinazo , y en  especial 
en  Ja  parte  superior. 

El  agua  etérea  , el  aceite  de  trementina , se  indican  como  propios  para 
combatir  el  espasmo  de  los  músculos,  tanto  torácicos  como  de  las  extre- 
midades; y como  de  la  anestesia  producida  por  el  cloroformo  se  obtienen 
buenos  resultados  contra  el  tétanos,  se  propone  también  la  cloroformi- 
zación gradual  é intermitentemente  empleada  para  combatir  el  estado  te- 
tánico que  caracteriza  esta  intoxicación.  Es  menester,  sin  embargo , te- 
ner cuidado  en  la  acción  de  ese  asfixiante,  porque  precisamente  hemos 
visto  que  uno  de  los  cuidados  mas  capitales  es  sostener  la  respiración. 
Tal  vez  se  producirá  mejor  efecto  con  la  administración  del  cloroformo 
en  bebida,  según  las  prescripciones  modernas,  empleadas  en  los  casos 
de  dolores  y afectos  espasmódicos. 

Algunos  proponen  el  curare  como  contrario  á las  contracciones  muscu- 
lares; y estando  en  esos  casos  sumamente  sobreexcitada  la  sensibilidad, 
acaso  el  opio  produciría  buenos  efectos. 


Indicaciones  en  la  intoxicación  asfixiante  paralitica. 

Fuera  de  las  sales  de  talio  y del  sulfocianuro  de  potasio  , son  vegetales 
los  venenos  que  determinan  esta  intoxicación  , y,  por  lo  tanto  , tenemos 
que  decir  de  ella,  en  punto  á los  medios  de  combatirla,  lo  que  hemos 
dicho  de  otras  análogas. 

Es  á veces  tan  rápido  el  efecto,  que  no  da  lugar  á la  aplicación  de  re- 
curso alguno.  Es  una  sideración  en  ciertos  casos,  y en  especial  si  se  trata 
de  heridas  hechas  con  el  curare  y la  curarina. 

Cuando  se  trata  de  los  demás , dados  por  la  bocaú  otras  vías , que  no 
sean  soluciones  de  continuidad  , ya  no  es  tán  rápida  la  manifestación  de 
sus  efectos  , y puede  dar  tiempo  á la  aplicación  de  los  contravenenos  in- 
dicados entre  los  alcaloideos;  el  sulfuro  de  hierro  , el  carbón  , los  cuer- 
pos crasos,  etc.  La  provocación  del  vómito  puede  hacerse  con  sustancias 
enérgicas , como  en  la  intoxicación  narcótica , puesto  que  no  hay  aparato 
fiogístico , y que  algunos  de  los  venenos  de  esta  clasé  son  poco  activos 
por  las  vías  gástricas. 

Aquí  podemos  considerar  como  antídotos , tanto  de  los  que  apagan  la 
contractilidad  muscular,  como  la  acción  de  los  centros  nerviosos  de  la 


— 534  — 

motilidad  , las  sustancias  que  excitan  el  movimiento  y la  contractilidad 
de  los  músculos.  La  electricidad , como  en  ios  casos  de  narcotismo , y 

acaso  la  estricnina.  , 

Y como  la  asfixia  es  lo  que  resulta  oe  la  parálisis  de  los  nervios  v 
músculos,  debemos  á toda  costa  sostener  artificialmente  la  respiración, 
puesto  que  así  seda  lugar  á combatir  aquellos  dos  efectos;  tanto  mas 
cuanto  que,  si  no  es  mucha  la  cantidad  del  tósigo  tomada  ó ingerida,  la 
muerte  es  aparente,  y el  sugeto  puede  volver  naturalmente  en  sí. 

Si  el  veneno  se  aplica  al  exterior  en  alguna  solución  de  continuidad, 
como  sucede  con  las  flechas  envenenadas,  por  venenos  de  esa  clase , la 
bomba  de  Barry,  las  ventosas  y ios  cáusticos , en  especial  el  bromo , son 
también  de  utilidad.  La  ligadura  en  ia  parte  superior  está  igualmente  re- 
comendada. 


Indicaciones  en  la  intoxicación  asfixiante  anestésica. 


En  esta  intoxicación  , lo  principal  es  el  sosten  y restablecimiento  de  ln 
respiración ; arrojar  cuanto  antes  el  gas  que  se  ha  introducido  en  las 
vías  aéreas  y la  masa  de  ia  sangre,  y nada  mas  á propósito  que  el  aire 
fresco  y puro.  Exposición,  por  lo  tanto,  del  sugeto  á un  ambiente  de 
buenas  condiciones  atmosféricas,  posición  horizontal,  inclinación  de  la 
cabeza  si  hay  síncope,  insuflación  de  boca  á boca,  ó por  medio  de  la  son- 
da , introduciendo  aire,  oxígeno  ó algún  gas  estimulante  de  las  mucosas 
externas;  fricciones  en  la  piel  con  vinagre,  aspersiones  frías  ó muy  calien- 
tes, irritantes,  basta  cáusticos,  aplicados  á la  piel  en  la  región  del  cora- 
zón; cauterización  faríngea  con  el  amoníaco;  estimulantes  internos,  como 
vinos  aromáticos,  ca fié , si  el  sugelo  puede  tragarle,  ó bien  con  la  sonda 
esofágica.  Si  la  lengua  está  retraída  y obstruye  las  fauces,  se  tira  ha- 
cia afuera , con  lo  cual  se  hace  levantar  la  cpiglotis  y hay  mas  acceso 
al  aire. 

Cuando  los  medios  ordinarios  de  sostener  ó de  restablecer  la  respira- 
ción que  se  emplean  en  los  casos  de  asfixia  común  no  bastan  , además  de 
la  insuflación,  de  los  movimientos  artificiales  del  tórax,  de  los  produci- 
dos en  sus  paredes,  de  los  sacudimientos  y de  las  friegas,  se  apela  á la 
aplicación  de  los  aparatos  eléctricos. 

La  electrización  ó faradizacion  puede  ser  útil,  y lo  lia  sido  mas  de  una 
vez;  reaniman  los  latidos  del  corazón  y ¡a  sensibilidad. 

Para  avivar  la  sensibilidad  , se  pasan  por  la  periferia  del  cuerpo,  y en 
especial  por  las  partes  mas  sensibles,  las  esponjas  de  los  dos  conducto- 
res. Mas  si  la  respiración  ha  cesado,  se  aplica  uno  de  los  polos  á la  mu- 
cosa nasal  ó bucal,  y el  otro  al  apéndice  xifóides. 

M.  Duchenne , de  Bolonia , con  su  aparato  de  inducción  faradiza  los 
nervios  frénicos  á su  paso  por  el  cuello.  Así  provocó  la  respiración  en 
dos  caballos  recien  muertos,  y en‘  una  mujer  asfixiada  por  el  carbón. 
L’Heritier  salvó  á una  jóven  asfixiada  por  oí  carbón  , aplicando  un  polo 
á la  faringe  y el  otro  al  recto ; en  catorce  minutos  se  restableció  la  res- 
piración (*). 

Mialhe  y Jobert  de  Lamballe  tienen  fé  en  la  faradizacion  con  el  aparato 
p "ttchenne,  Legendre  ó Lenbours.  Se  implantan  dos  agujas  finas,  una 
11  ios  músculos  de  la  nuca , y otra  en  la  región  lumbar  ó diafragmática, 


(*)  Gaítier 


- 535  — . 

y se  ponen  en  comunicación.  Las  descargas  eléctricas  se  hacen  de  diez  á 
veinte  segundos.  Mas  si  el  enfermo  ha  cesado  completamente  de  respirar, 
y ha  pasado  mucho  tiempo , siquiera  haya  contracciones , de  nada  sirven. 
Aunque  viva,  por  lo  común  se  limitan  á°  causar  dolores  al  enfermo  , pero 
no  le  curan  siempre. 

F . De  las  indicaciones  que  hay  que  llenar  en  la  intoxicación  por  los  venenos 

sépticos . 

En  cuantos  párrafos  hemos  tratado  de  los  venenos  sépticos  hemos  te- 
nido que  hacer  de  ellos  cuatro  grupos  , puesto  que  hay  los  gaseosos , los 
líquidos , ó sea  los  de  los  animales  ponzoñosos , y los  virus  y los  sólidos, 
ó sea  los  alimentos  averiados  y corrompidos.  En  el  actual  también  nos 
veremos  Obligados  á exponer  : primero,  lo  que  hay  que  hacer  para  com- 
batir la  intoxicación  séptica  por  los  gases;  luego,  la  por  los  animales 
ponzoñosos;  en  seguida,  la  por  los  virus;  y,  por  último,  la  por  los  ali- 
mentos corrompidos. 


1.*  Porgase». 

Cuando  seamos  llamados  para  asistir  á los  envenenados  por  el  ácido 
sulfhídrico  <5  gases  de  las  cloacas  y letrinas,  procederemos  de  esta  suerte: 
se  aparta  del  iugar  infecto  al  paciente , enteramente  desnudo,  y se  le  ex- 
pone al  aire  libre,  aunque  haga  frió;  se  le  echa  de  espalda,  con  la  ca- 
beza y pecho  algo  elevados,  con  el  fin  de  facilitar  la  respiración  ; en  se- 
guida se  le  arroja  agua  fria  avinagrada  á todo  el  cuerpo,  principalmente 
cara  y pecho ; sé  le  hacen  friegas  con  un  cepillo  de  cerda  fuerte , ó con 
lienzos  empapados  de  agua  y vinagre,  de  aguardiente  alcanforado,  agua 
de  Colonia  ó cualquier  otro  líquido  espirituoso.  En  una  palabra , se  po- 
nen en  práctica  todos  los  medios  propios  para  combatir  la  asfixia.  Mas 
como  no  existe  en  estos  casos  mera  asfixia,  sino  intoxicación,  hay  que 
apelar  á otros  recursos.  Debe  ser  dado  acto  continuo  el  contraveneno.  El 
cloro,  siendo  el  ácido  sulfhídrico,  sulfuro  amónico,  cianhídrico,  cianó- 
geno,  el  que  haya  intoxicado  a!  paciente,  es  uno  de  los  mas  poderosos. 
Mejor  que  aplicar  un  frasquito  de  agua  de  cloro  á la  nariz  , se  empapa  de 
esta  agua  un  lienzo  , un  pañuelo,  una  esponja,  y se  acerca  al  intoxicado. 
A veces  basta  que  haya  cloro  en  la  atmósfera.  El  cloruro  de  cálcio  es 
igualmente  útil.  La  aplicación  del  cloro  puro,  y hasta  del  agua  de  cloro 
ó del  pañuelo  empapado  de  ella  á la  nariz  por  mas  de  cinco  minutos, 
puede  dañar  al  paciente. 

Sucede  muy  á menudo  que  los  intoxicados  en  un  lugar  común  ó 
cloaca,  tragan,  aunque  poca,  agua  sucia  é inmunda  de  dichos  lugares; 
en  estos  casos  hay  que  provocar  inmediatamente  el  vómito  , dando  al  pa- 
ciente un  vaso  de  aceite  ó dos  granos  de  tártaro  estibiado  con  un  escrú- 
pulo ó algo  mas  de  ipecacuana.  , ' 

En  tales  casos  no  hay  antídoto,  y por  lo  tanto,  dejando  esta  indica- 
ción se  pasa  á satisfacer  la  cuarta,  conforme  los  síntomas  lo  exigen.  Si 
con  lo  que  llevamos  expuesto  no  hay  mejoría,  y advierte  el  facultativo 
latidos  del  corazón  desordenados  y tumultuosos,  se  practica  una  sangría 
de  brazo , dejando  fluir  la  sangre  conforme  lo  permita  la  constitución  del 
sugeto.  Si  el  efecto  fuere  favorable,  habrá  un  motivo  más  para  que  des- 
pués de  algún  tiempo , se  repita  la  evacuación  sanguínea. 


— 536  - 

I desórdenes  nerviosos,  los  espasmos  y convulsiones  que  aparezcan, 
se  calman  con ’ baños  frios  y algunas  cucharadas  de  una  pocion  anties- 
Dasmódica  Sacado  del  baño  , eí  paciente  se  acuesta  en  una  cama  calen- 
tada y se  le  hacen  friegas  á lo  largo  del  espinazo. 

Si’  A pesar  de  todo,  subsistiere  la  pérdida  de  conocimiento, movimiento 
v sensibilidad  , no  se  descuidarán  ni  los  sinapismos,  ni  las  cantáridas. 

2.°  Por  animales  ponzoñosos. 

Cuando  la  intoxicación  no  está  producida  por  ninguno  de  los  gases 
mefíticos , sino  por  el  veneno  de  animales  ponzoñosos , se  procede  de 
otra  suerte.  No  se  conocen  mas  contra  vene  .108  de  los  venenos  animales 
que  los  cáusticos,  y aun  pueden  pasar,  mas  bien  que  por  tales,  por  me- 
dios de  curación  La  expulsión , la  destrucción  del  veneno  es  lo  primero 
que  debe  procurarse.  Con  este  fin  se  practica  una  ligadura  ligeramente 
apretada,  en  la  parte  mas  inmediata  y superior  del  punto  mordido:  un 
pañuelo  seria  mejor  que  un  bramante  ó cualquiera  otro  lazo  poco  volu- 
minoso. La  lividez  y la  gangrena  suelen  aumentarse  con  la  ligadura  he- 
cha con  un  hilo.  Se  deja  fluir  ¡a  sangre  comprimiendo  suavemente  la  he- 
rida, y hasta  puede  favorecerse  esta  salida  humedeciendo  la  herida  con 
agua  tibia,  ó aplicándola  un  lienzo  empapado  de  ella. 

Inmediatamente  después  de  haber  practicado  la  ligadura,  se  aplica  en 
el  punto  mordido  la  ventosa  de  Barrv  , y es  expelida  la  ponzoña  depuesta 
en  la  herida.  La  succión  también  es  útil  y nada  peligrosa  á no  ser  que 
exista  en  la  boca  del  que  la  haga  alguna  úlcera ; hecho  que  ya  consignó 
Celso  cuando  dijo:  file  ne  intereat  ante  debebit  altendere  nc  quod  in  gengivis , 
palatove * aliave  parte  oris  alcus  habeat. 

Si  cuando  el  facultativo  ve  por  primera  vez  al  enfermo,  le  encuentra 
ya  en  un  estado  grave,  que  haya  mucha  hinchazón , dolores  vivos,  etc., 
no  se  practicará  la  ligadura;  menos  se  practicarán  incisiones,  ni  escari- 
ficaciones en  la  parte  tumefacía.  La  indicación  mas  urgente  es  cauterizar 
con  cáusticos  ó con  el  hierro  ardiente  la  herida  envenenada. 

Los  medios  de  que  puede  echarse  mano  para  conseguir  la  destrucción 
del  veneno  son  : el  hierro  hecho  ascua,  la  piedra  infernal,  la  potasa  cáus- 
tica, la  manteca  de  antimonio,  el  ácido  sulfúrico  concentrado , el  cáustico 
amoniacal  de  Goindret,  la  lejía  de  los  jaboneros , la  cal  viva  y el  jabón , el 
moxa  , el  aceite  hirviendo  y el  bromo. 

El  hierro  y la  manteca  de  antimonio  son  los  preferibles;  cuanto  mas 
blanco  sea  el  hierro  ardiente,  menos  dolor  causa;  debe  tener  una  super- 
ficie mayor  que  la  de  la  herida.  La  manteca  se  aplica  varias  veces  con 
un  pincelito  de  hilas,  luego  se  pone  un  laponcito  de  lo  mismo  encima 
de  la  llaga,  mas  hilas  encima  del  tapón  y un  vendaje.  La  piedra  infernal 
y la  potasa  se  emplean  pulverizándolas  y aplicando  ios  polvos  en  la  mor- 
dedura, la  que  se  cubre  de  hilas  y su  vendaje.  A las  seis  horas  se  levanta 
el  aparato.  El  ácido  sulfúrico  se  aplica  como  la  manteca  de  antimonio. 

Calentando  en  un  frasco  de  abertura  ancha  media  onza  de  sebo  y otro 
tanto  de  aceite  común  ó de  almendras  dulces,  añadiendo  á la  mezcla  una 
onza  de  álcali  volátil , y reuniéndolo  todo  hasta  que  só  ponga  sólido , $e 
anít6  e .c.áust*co  amoniacal  de  Goindret ; se  pone  en  un  lienzo  un  poco  y se 
v tarai  a mor(*edura  dejándola  un  cuarto  de  hora.  Con  el  jabón  blando 
Gninrtmt^i > se  hace  una  masa  que  se  emplea,  como  la  pomada  de 
• La  lejía  de  los  jaboneros  se  usa  empapando  en  ella  hilas;  cada 


- 53.7  - 

cuatro  horas  hay  que  hacer  nueva  aplicación.  Todos  saben  cómo  se 
aplica  el  rao  xa  ; y si  es  el  aceite  hirviendo  el  que  se  emplee  á falta  de 
otra  cosa  , es  preciso  cuidar  mucho  que  la  cauterización  no  se  extienda  k 
puntos  sanos.  Si  la  mordedura  no  es  cosa  mayor,  bastan  unas  gotas  de 
álcali  volátil  en  ella  y algunas  fricciones  del  mismo  en  las  cercanías. 

El  bromo , según  ios  experimentos  de  Rey n oso , es  un  cáustico  exce 
lente,  y acaso  mas  eficaz  que  otros. 

Acontece  á menudo  que  la  cauterización , praciíquese  con  lo  que  se 
quiera,  no  produce  todos  los  resultados  apetecidos,  ó no  calma  los  acci- 
dentes , ya  porque  se  llegue  tarde , ya  porque  el  i eneno  es  activísimo. 
Si,  agrandada  la  herida  con  la  sección  crucial  y nueva  aplicación  de  cáus- 
tico, no  se  consigue  notable  mejoría,  hay  que  apelar  á la  administración 
del  antídoto,  si  le  hay.  Contra  el  veneno  de  la  víbora  y demás  culebras 
ponzoñosas,  en  América  tienen  en  gran  estima  como  antídoto  el  guaco , y 
si  hemos  de  creer  las  noticias  quede  este  vegetal  nos  dan  Humbold,  Bom- 
plant  y Bargas,  basta  frotarse  con  las  hojas  del  guaco,  6 inocularse  su 
jugo,  para  no  ser  mordido  de  las  serpientes,  ó no  tener  resultado  su 
mordedura . 

Entre  nosotros  no  se  conoce  ningún  antídoto  verdadero  del  veneno 
de  la  víbora.  Un  médico  catalan  , el  señor  Storch  y Sigués,  recorriendo 
las  montañas  de  Cataluña,  ha  visto  curar,  casi  instantáneamente,  las 
mordeduras  de  víbora,  aplicando  sobre  ellas  un  trozo  de  asta  de  ciervo 
de  5 á G líneas,  cortad  transversalmente  con  una  sierra  fina,  para 
que  no  se  destruya  la.  sustancia  interior,  y con  un  cerco  de  alambre 
para  darle  consistencia  al  carbonizarla.  Al  aplicar  esta  sustancia  animal, 
que  llaman  en  el  país  piedra  escorzonera  , se  pega  fuertemente  en  el 
puesto  de  la  mordedura,  y se  va  saturando  de  humor.  Cuando  está  im- 
pregnada de  este,  se  despega  fácilmente  y se  sumerge  en  leche , que 
toma  un  tinte  azul ; se  limpia  después  con  agua  , se  seca  á la  lumbre  ó a) 
sol,  y queda  apta  para  nueva  aplicación.  El  señor  Storch  cree  que  su  vir- 
tud no  consiste  en  la  sustancia  carbonosa  que  la  forma , sino  en  su  es- 
tructura particular,  pues  se  compone  de  muchos  vasos  capilares  y rectos, 
y no  desconfía  que  pueda  dar  buenos  resultados  aplicada  á las  mordedu- 
ras de  animales  hidrofóbicos , á las  de  la  tarántula,  á las  pústulas  ma- 
lignas , etc.  U).  Ya  hemos  visto  que  el  carbón  es  contraveneno  de  las 
sustancias  orgánicas. 

Cuando  la  expulsión  del  veneno  por  medio  de  la  ventosa  ó de  la  suc- 
ción , ni  la  destrucción  por  medio  del  fuego  ó de  los  cáusticos  y demás, 
no  alcanza  á modificar  los  efectos  de  la  ponzoña , hay  que  apelar  >á  la 
medicación.  El  tratamiento  es  exterior  é interior.  Al  exterior  se  aplican 
en  las  cercanías  del  punto  mordido , ventosas , y se  hacen  embrocacio- 
nes de  álcali  volátil  con  aceite  en  doble  cantidad.  Si  los  accidentes  se 
moderan , se  quita  el  cáustico  de  la  herida , y reemplazado  por  aceite  co- 
mún , se  siguen  las  frotaciones  volátiles.  Cuando  ya  no  hay  peligro  aU 
guno  , la  herida  se  cura  como  las  simples. 

Al  interior,  todo  el  objeto  del  médico  debe  ser  facilitar  la  transpiración, 
una  abundante  diaforesis.  Así  es  que  mientras  se  están  aplicando  á esta 
llaga  y al  exterior  los  medios  ya  expuestos,  se  administra  al  enfermo  un 
vaso  de  agua  de  flores  de  saúco  ó de  naranja  , vertiendo  en  ellas  algunas 
gotas  de  álcali  volátil ; bebida  que  se  irá  repitiendo  cada  dos  horas.  Tara 


(')  Iberia  medico,  mirn.  34,  aftol. 


~~  538 

ñoco  estaria  fuera  de  lugar  alguna  copa  de  Jerez  ó de  Málaga;  quizá  me- 
jor de  ron , como  lo  practican  algunos  italianos.  El  enfermo  debe  estar 
acostado  en  una  cama  caliente. 

Hav  á veces  vómitos  biliosos:  el  vómito  puedo  útil  en  estos  casos; 
hay » sin  embargo,  que  notar  que  el  ^tó  sitio  de  inflamación  in~ 

tensa , en  términos  que  suele  nab  r .-í  manchas  gangrenosas.  Si  ame- 
naza la  gangrena,  habrá  que  recurrir  á la  administración  de  la  quina 
con  el  amoníaco  y la  flor  de  manzanilla, 

3.°  Por  los  virus. 

Siguiendo,  respecto  de  esta  intoxicación , lo  que  hemos  hecho  relati- 
vamente á la  misma , bajo  los  otros  puntos  de  estudio , omitiremos  la  te- 
rapéutica que  les  conviene , puesto  que  forma  parte  de  los  estudios  mé- 
dicos y quirúrgicos  ordinarios  ó generales.  Todos  saben  cómo  se  comba- 
ten la  sífilis,  las  viruelas,  la  rabia,  el  muermo,  el  carbunclo,  etc.  La 
de  la  rabia  puede  ser  tratada  como  la  producida  por  animales  ponzoñosos. 

s 

4.°  Por  sustancias  putrefactas. 

Cuando  la  intoxicación  séptica  depende  de  alimentos  averiados,  no  hay 
que  pensar  en  dar  contraveneno  ..porque  es  punto  todavía  muy  atrasado 
en  la  ciencia , y no  sabemos  qué  contravenenos  oponer  á esas  sustan- 
cias; tal  vez  el  carbón  pueda  producir  buenos  resultados  como  absor- 
bente de  los  principios  venenosos  orgánicos.  La  expulsión  de  los  mate- 
riales por  el  vómito  ó las  lavativas , es  lo  primero  que  hay  que  hacer. 
Tampoco  podemos  entretenernos  en  buscar  antídotos  por  la  razón  indi- 
cada. En  cuanto  á la  medicación  , podemos  establecer  que  debe  ser  sin- 
tomática. Los  síntomas  flogísticos  del  tubo  digestivo,  con  el  aplanamiento 
del  sistema  nervioso , los  vestigios  de  lo  primero  que  en  los  cadáveres  se 
encuentra,  parece  que  legitimarían  los  medios  antiflogísticos  por  un  lado, 
los  revulsivos  por  otro.  Creo  que,  indicando  que  en  tales  casos  el  trata- 
miento debe  semejarse  al  que  se  aconseja  contra  las  afecciones  tifóicas, 
me  aproximo  á lo  que  realmente  debe  hacerse. 


ARTICULO  IV. 


DE  I.AS  MODIFICACIONES  QUE  HAN  DE  INTRODUCIRSE  EN  LA  TERAPÉUTICA 
DE  LA  INTOXICACION  , SEGUN  LOS  CASOS. 


Después  de  habernos  ocupado,  bajo  todos  los  aspectos  correspondien- 
tes á las  diversas  clases  de  venenos , en  los  medios  de  que  puede,  echar 
mano  el  facultativo  para  combatir  toda  suerte  de  intoxicación , cúmple- 
nos ahora  hacernos  cargo  de  ciertas  circunstancias , que  pueden  introdu- 
cir alguna  modificación' en  los  preceptos  generales  hasta  aquí  expuestos. 
Así  completarémos  esta  parte  de  la  toxicología , no  la  menos  importante 

ciertamente. 


A cuutro  puntos  principales  podemos  reducir  estas 
m cadoras  de  las  reglas  terapéuticas  generales. 

TL  Al  estado  del  veneno, 
z.  A la  vía  de  su  aplicación. 


circunstancias 


- 539  - 

3. *  Al  tiempo  que  es  llamado  el  facultativo. 

4. a  A la  naturaleza  del  hecho. 

En  el  decurso  de  los  artículos  anteriores  hemos  tenido  ya  especial 
cuidado  de  ir  advirtiendo  los  casos  y las  causas  en  los  que  , y por  las 
que  deberia  ser  modificado,  lo  que  establecíamos  como  precepto  general. 
Mas,  va  porque  en  un  artículo  aparte  resalta  más,  va  porque  no  hemos 
hecho  aplicación  de  las  reglas  generales  mas  que  á la  intoxicación  inde- 
terminada, conviene  que  no  salgamos  todavía  de  la  terapéutica  de  la  in- 
toxicación sin  decir  algo  sobre  este  punto  de  práctica  importante. 

1. °  Estado  del  veneno.  — ¿Qué  hay  que  modificar  en  punto  á las  cuatro 
indicaciones,  según  sea  el  veneno  sólido,  líquido,  gaseoso  ó miasmático? 
Los  venenos  tomados  en  estado  sólido  no  deben  ser  extraídos  por  la 
bomba , deben  ser  arrojados  por  vómito,  á no  ser  que  antes  se  disuel- 
van. lo  cual  puede  tener  sus  inconvenientes,  como  los  tienen  todos  los 
solubles.  Los  líquidos  son  los  que  más  se  prestan,  ya  á la  acción  de  los 
contravenenos , ya  á la  expulsión  por  medio  de  las  bombas.  Los  gaseo- 
sos casi  no  dan  tiempo  de  aplicar  medio  terapéutico  alguno;  muchos  no 
tienen  contraveneno;  de  consiguiente,  esta  indicación  no  existe;  tam- 
poco hay  que  pensar  en  expulsarlos  con  vómito;  los  más,  por  no  decir 
todos,  no  tienen  antídoto ; no  resta,  pues,  mas  que  la  medicación , y 
esta  á veces  llega  tarde  por  lo  ejecutivos  que  son.  Creo  puede  decirse 
otro  lauto  de  los  venenos  miasmáticos. 

2. a  Vía  de  su  aplicación . — En  los  artículos  anteriores  nos  hemos  refe- 
rido principalmente  á las  intoxicaciones  efectuadas  por  medio  de  la  in- 
troducción del  veneno  por  la  boca  , por  ser  lo  mas  común.  Mas  recorde- 
mos que  hemos  señalado  varias  vías  á la  introducción  de  los  venenos,  y 
hay  preceptos  terapéuticos  que  reclaman  procedimientos  diferentes,  se- 
gún sean  esas  vías. 

Supongamos  que  en  vez  de  la  boca  se  hubiese  escogido  el  ano  para 
introducir  el  veneno.  Las  indicaciones  generales  pueden  cumplirse  de  un 
modo  análogo;  las  lavativas  reemplazan  las  bebidas  ó degluciones;  con 
ellas  se  introducen  en  el  recto  los  contravenenos  y los  líquidos  condu- 
centes para  la  expulsión  de  los  materiales  venenosos.  Por  la  misma  vía 
puede  aplicarse  !a  jeringa  aspirante  de  Boerhave.  En  vez  de  provocar  el 
vómito,  hay  que  cohibirle,  si  se  presenta ; el  movimiento  antipcrisláltico, 
de  que  es  síntoma  , ó que  pudiera  hacer  desenvolver  , seria  un  incidente 
desagradable;  por  lo  tanto,  hay  que  administrar  algún  calmante  ó anti- 
emético. Todo  el  cuidado  del  médico  debe  ser  favorecer  las  evacuacio- 
nes interiores,  y no  mas  qne  estas  evacuaciones.  El  antídoto,  si  le  hay, 
y los  medicamentos  se  introducen  igualmente  por  el  recto:  mas,  puesto 
que,  tanto  los  medicamentos  como  los  antídotos,  obran  sobre  el  orga- 
nismo , ó los  compuestos  anormales  de  la  sangre  y varios  órganos,  no  es 
indispensable  que  sean  introducidos  por  el  ano,  y aun  muchas  veces 
será  preferible  por  la  boca.  • 

Si  en  vez  del  ano  es  la  vejiga  urinaria , las  fosas  nasales  ó las  orejas, 
la  vía  escogida  para  la  introducción  del  veneno,  lo  cual  acontece  á me- 
nudo á consecuencia  de  errores  en  la  aplicación  de  ciertos  remedios 
enérgicos,  se  aplicarán  á estas  mismas  vías  los  contravenenos;  en  ellas 
se  harán  las  inyecciones  correspondientes  para  la  expulsión  de  los  ma- 
teriales. El  antídoto  y la  medicación  se  aplicarán  como  queda  dicho. 

La  piel  hemos  consignado  que  es  también  una  vía  de  aplicación  de 
venenos,  y no  hemos  referido  pocos  casos  de  intoxicaciones  por  ella. 


- 540  — 

Veamos  , pues , cómo  se  satisfacen  las  indicaciones  generales  en  estos 
casos. 

No  es  ocasión  de  emplear  contravenenos  contra  los  venenos  que  obran 
ó se  introducen  por  la  piel,  á no  ser  que  sean  depuestos  en  una  herida; 
tampoco  lo  es  de  promover  el  vómito  ó expulsar  por  arriba  ó por  abajo  la 
sustancia  venenosa.  Si  hay  contravenenos  que  oponer,  son  los  cáusticos, 
que  cauterizan  la  herida,  úlcera  ó mordedura:  si  hay  algún  medio  de 
expulsión;  es  la  ventosa,  la  bomba  de  Barry,  ó la  succión  tan  practicada 
en  los  antiguos  tiempos  entre  los  Psilos  y losMarsos.  Lo  que  hemos  dicho 
de  la  cauterización  y succión  aplicada  á los  venenos  sépticos  ó animales , 
es  en  cierto  modo  aplicable  á las  intoxicaciones  por  la  piel , tanto  mas! 
cuanto  que  los  sépticos  ó algunos  irritantes  con  que  se  envenenan  las  ar- 
mas son  los  únicos  que  envenenan  por  la  superficie  cutánea. 

Sin  embargo,  como  se  ha  probado  que,  siquiera  se  aplique  un  veneno 
á la  piel  ú otra  parte  periférica , la  absorción  le  conduce  en  parte  al  es- 
tómago como  diminado,  tal  vez  no  estará  fuera  de  propósito,  no  solo 
facilitar  el  vómito , ó si  se  presenta  dar  por  esa  vía  también  el  contra- 
veneno. 

Aunque  por  regla  general  no  debe  promoverse  el  vómito  en  estos  ca- 
sos, puesto  que  se  cree  que  el  veneno  no  se  encuentra  en  el  estómago, 
hay  algunos  en  que  no  deja  de  estar  el  vómito  indicado , y por  lo  que 
acabamos  de  indicar  comprendemos  la  razón.  A veces  se  declara  una 
intoxicación  á consecuencia  de  manejar  ciertas  preparaciones  mercuria- 
les ó arsenicales.  M.  J.  Cloquet  sufrió  una,  según  lo  hemos  referido,  y 
habiéndose  presentado  vómitos  de  una  materia  viscosa  espesa  , después 
de  haber  tomado  agua  azucarada  en  abundancia , se  alivió  considerable- 
mente. Para  muchos , en  estos  casos  el  vómito  no  tiene  por  objeto  la  ex- 
pulsión del  veneno,  sino  de  los  materiales  que  por  efecto  de  la  misma 
intoxicación  se  acumulan  en  dicha  viscera;  con  todo,  es  muy  posible 
que  expulse  también  veneno.  En  cuanto  al  antídoto  y la  medicación , no 
tenemos  que  establecer  diferencia  alguna,  puesto  que  con  ellos  nos  diri- 
gimos á los  efectos  fisiológicos  ó secundarios. 

3.*  El  tiempo  á que  es  llamado  el  facultativo.—  Poco  pienso  decir  sobre 
las  modificaciones  que  esta  circunstancia  introduce  en  las  reglas  genera- 
les establecidas.  Bien  se  concibe  que,  si  el  facultativo  llega  mucho  tiempo 
después  de  haberse  efectuado  la  intoxicación , acaso  no  pueda  ya  llenar 
mas  que  la  indicación  cuarta , ó sea  combatir  con  medicamentos  los  sín- 
tomas de  esa  intoxicación.  No  siempre  se  avisa  inmediatamente  después 
de  haber  tomado  el  veneno,  y aun  cuando  se  avise , no  siempre  está  el 
facultativo  á la  mano.  Hace  tiempo  fui  llamado  á deshora  de  la  noche 
para  visitar  á una  señorita  interesante  , la  que,  según  se  m&  dijo,  había 
tomado  una  fuerte  cantidad  de  pedacitos  de  esos  fósforos  que  se  venden 
para  encender  el  cigarro,  con  la  idea  de  suicidarse ; no  se  sentía  ningún 
síntoma  , no  habia  en  ella  ninguna  alteración ; le  administré  dos  granos 
de  emético,  y lo  arrojó  todo  ; tres  ó cuatro  dias  después  lo  pasó  algo  in- 
dispuesta , eructó  mucho,  pero  no  tuvo  mas  resultado. 

En  otra  ocasión  lo  fui  para  otra  señora  que,  según  noticias  , habia  to- 
mado una  fuerte  dósis  de  centeno  atizonado  para  abortar ; tenia  ya  sínto- 
mas de  gangrena  en  las  extremidades , y una  inflamación  mortal  éú  la 
matriz.  Estaba  agonizando,  y todo  fué  inútil. 

M uno  recibe  el  aviso  cuando  el  veneno  ha  desplegado  sú  acción , y 
esta  es  rápida  y ejecutiva,  por'poco  que  tarde , ya  no  hay  <Jue  pensar  e 


- 541  - 

dar  contra  venenos , porque  ya  no  existe  aquel  ep  el  estómago;  los  vómi- 
tos que  el  mismo  provoca  quizá  le  han  arrojado,  ó ya  ha  sido  absorbido  ó 
ha  pasado  á los  intestinos  gruesos,  y ha  sido  arrojado  por  cámaras.  Tam- 
poco hay  que  pensar  en,  facilitar  el  vómito  y en  la  expulsión  del  veneno. 
Ya  no  es  caso  de  antídotos,  por  estar  los  síntomas  de  la  intoxicación 
completamente  desarrollados,  con  alteraciones  de  tejido  tal  vez.  No 
queda , por  lo  tanto,  mas  recurso  que  la  medicación,  y muchas  veces  ni 
estp,  como  uno  aspire  á aplicarla  con  próspero  resultado. 

En  punto  á las  modificaciones  que  en  los  preceptos  terapéuticos  gene- 
rales hay  que  introducir,  nadie  mas  á propósito  que  el  mismo  médico 
que  asista  al  caso.  El  mismo  verá , en  efecto,  de  qué  medios  le  es  posible 
echar  mano,  según  el  momento  que  se  le  llame. 

4.*  La  naturaleza  del  caso.  — Al  tratar  las  reglas  generales,  hemos 
prescindido  de  la  naturaleza  de  la  intoxicación ; no  la  hemos  considerado 
mas  que  una  y en  globo,  sin  fijarnos  en  las  varias  especies  de  intoxica- 
ción que  pueda  haber,  no  ya  según  el  veneno  que  la  produzca , sino  se- 
gún la  mano  ¿jue  la  haya  dirigido.  Es  bien  sabido  que  la  intoxicación, 
bajo  este  último  punto  de  vista,  puede  ser  de  cuatro  especies. 

1.*  Puede  ser  criminal,  un  asesinato,  el  verdadero  envenenamiento. 

2/  Puede  ser  un  descuido,  una  falta  de  higiene  en  los  utensilios  de 
ciertos  caldos  ó comestibles. 

3. a  Puede  ser  umsuicidio. 

4. *  Por  último,  puede  ser  un  error,  un  quid  pro  quo,  una  imprudencia, 
un  accidente. 

La  conducta  del  facultativo  no  es  igual  en  todos  estos  casos.  Aunque 
tenga  que  valerse  de  los  mismos  medios  terapéuticos,  en  el  fondo,  para 
combatir  la  intoxicación , tiene  que  observar  reglas  diversas  en  cada  uno 
de  los  casos. 

Supongamos  que  un  infeliz  es  víctima  de  un  asesinato  por  medio  de  un 
veneno : él  no  sabe  cómo  se  le  han  dado,  ni  cuándo  ; se  ve  herido  sin 
haber  visto  la  mano  aleve  que  le  hirió ; no  puede  por  lo  tanto  decir  qué 
veneno  ha  tomado,  ni  cuánta  cantidad ; por  lo  común  es  mucha;  porque 
el  asesino  no  ha  querido  errar  el  golpe;  la  víctima  está  aterrada,  á la 
presencia  de  la  muerte  que  le  está  amenazando.  Estas  solas  consideracio- 
nes bastan  para  dar  ya  á conocer  las  diferencias  en  el  modo  de  condu- 
cirse el  facultativo.  El  tiempo  que  se  tarda  en  averiguar  á punto  fijo  qué 
veneno  fue  el  que  se  tomó,  no  deja  administrar  acto  continuo  lo  conve- 
niente ; lo  exorbitante  de  la  dósis  hace  tal  vez  imposible  ó infructuosa  la 
acción  del  contraveneno,  aunque  el  veneno  se  conozca  y le  tenga;  el  ter- 
ror, de  que  está  el  paciente  poseido,  no  entra  por  poco  en  las  dificultades 
de  la  curación. 

Mas , ¿ y qué  dirémos  de  la  inseguridad  en  que  está  el  facultativo  por 
lo  que  toca  á los  que  rodean  al  envenenado?  Junto  á la  víctima  está  tal 
vez  el  asesino,  el  cual,  viendo  que  acaso  se  le  escapa  ya  aquella,  aguarda 
la  primera  ocasión  para  redoblar  la  dósis ; las  mismas  aguas  que  el  mé- 
dico ordene  podrá  que  sirvan  de  vehículo  para  la  nueva  tentativa.  El  mé- 
dico, en  estos  casos,  no  debe  separarse  del  enfermo;  debe  hacerse  servir 
por  personas  de  su  confianza , y sobre  todo  debe  obrar  con  suma  discre- 
ción y cautela. 

Morgagni  refiere  un  caso,  que  es  una  excelente  lección  para  los  médi- 
cos legistas,  ó que  asistan  á los  emponzoñados  por  la  mano  del  crimen. 
Llamado  para  asistir  á un.  enfermo,  ya  casi  convaleciente  , supo  que  de 


repente  se  íe  hahia»  declarado  vómitos  penosos  y obstinados.  Mientras 
iba  á verle,  se  informó  por  reodíe  del  criado  que  había  ido  por  éi,  sobre 
si  su  amo  había  cometido  algún  exceso  en  la  comida.  El  criado  le  con- 
¡es ió  qUe  había  tomado  un  poco  do  caldo,  con  unos  polvos  que  le  echó 
cierto  mi  goto , por  encargo  del  médico.  Morgagni  no  había  ordenado  se- 
mojanics  polvos , y empezó  á entrar  cu  sospechas.  I.a  naturaleza  del  caso 
v las  circunstancias  del  sugelo,  que  se  hizo  sospechoso,  fueron  para  Moi- 
¿íigni  una  luz  que  le  ilummó  i o suficiente  para  no  dejar  traslucir  que 
había  conocido  ci  envenenamiento.  Animó  ai  paciento;  atribuyólos  acci- 
dentes á una  crisis  saludable;  prescribió  leche  en  abundancia;  en  una 
palabra,  obró  contra  el  enyenenaiiiienio,  pero  rio  dijo  que  le  hubiese. 
Así  arrancó  á la  víciirna  de  las  garras  de  la  muerte,  y alejó  de  sí  el  pu- 
ñal de  la  vengan??. , asestado  tal  vez  sobre  la  cabeza  por  el  personaje 
poderoso  y malvado,  que  había  echado  el  veneno  en  el  caldo  del  en- 
fermo. 

Cuando  ia  intoxicación  es  debida  á los  descuidos,  harto  frecuentes,  de 


los  que  venden  varios  articules  de  consumo,  es  fácil  que  larde  el  faculta- 
tivo en  saber  á pumo  lijo  también  cuál  puede  ser  la  sustancia  , venenosa 
ó averiada  , que  haya  ciado  lugar  al  desarrollo  de  la  intoxicación.  Por  lo 
común , los  causantes  de  este  incidente  funesto  guardan  silencio  y bor- 
ran todos  ios  vestigios  de  su  punible  negligencia  , con  el  - fin  de  declinar 
toda  suerte  de  responsabilidad,  dado  caso  que  el  tribunal  se  la  exija, 
todo  lo  cual  obliga  ai  médico  á encerrarse  en  los  medios  generales,  á 
perder  tal  vez  un  tiempo  precioso  para  el  enfermo.  En  todos  estos  casos, 
la  abundancia  de  agua  libia  ó tria,  de  la  leche,  y,  según  cuáles  sean,  el 
emético  y demás  vómitos  deben  ser  puestos  en  juego  como  socorros  apli- 
cables á todos  (os  casos;  y como  los  síntomas  revelan  ya  por  sí  solos  á 
qué  clase  de  veneno  pertenece  el  que  ha  promovido  lodo'el  trastorno,  ya 
que  no  el  veneno  mismo,  por  aquellos  debe  guiarse  el  facultativo  en  la 
aplicación  de  ios  recursos  del  arte. 

Cuando  el  caso  es  un  suicidio,  es  fácil  que  tampoco  sepa  el  facultativo 
cuál  ha  sido  el  veneno  tomado,  ni  Ja  cantidad,  y que  el  enfermo  no  se 
preste  á los  diversos  medios  de  que  puede  disponer  el  arte  para  arran- 
carle de  los  brazos  de  la  muerte.  El  que  está  resuelto  ó morir,  mira  la 
revelación  de  lo  que  lia  hecho  y los  medios  que  pueden  emplearse,  corno 
medidas  contrarias  á su  intento;  se  encierra  en  el  misterio,  en  el  silencio 
y la  negativa  de  un  modo  obstinado,  y habrá  que  dejarle  morir  con  todo 
el  horror  de  sus  padecimientos,  si  uno  se  empeña  en  socorrerle  para  sal- 
varle. En  semejantes  casos  es  preciso  apoderarnos  de  su  confianza,  dán- 
dole á entender  que  ya  no  es  para  salvarle  lo  que  con  respecto  á éi  se 
haga,  por  estar  fuera  de  los  recursos  del  arte;  que  no  se  trata  sino  de 
acompañarle  al  sepulcro,  suavizando  sus  padecimientos,  haciendo  mas 
soportable  su  agonía.  Si  llega  á persuadirse  que,  en  efecto,  de  esto  se 
trata,  se  deja  conducir  con  docilidad,  y hasta  revela  el  veneno  y la  por- 
ción que  de  él  ha  tomado.  El  médico  obra  entonces  engañando,  para  su 
bien,  al  paciente,  y combatiendo  al  mismo  tiempo  su  intoxicación. 

La  sagacidad  y prudencia  del  facultativo  jamás  son  bastantes  en  tales 
casos.  Tal  suicida  hay  que  finge  querer  ser  curado,  y pregunta  con  inte— 
rés  si  está  fuera  de  socorro,  si  basta  el  veneno  que  tomó.  Es  fácil  que  el 
medico  crea  darle  un  consuelo  y animar  su  moral  diciéndole  que  no,  que 
fn  azSa  va(^°  *’  y en  un  momento  de  descuido,  el  rabioso  suicida  redobla 
i a sis , y se  mata  con  mas  rapidez  y seguridad. 


- m - 

Así  como  en  los  casos  de  asesinato  raras  veces  encontrarémos  intoxi- 
caciones hechas  con  venenos  cáusticos  ó de  los  que  tienen  sabor  acerbo, 
y por  lo  tanto,  en  las  investigaciones  que  haya  que  hacer  para  escoger  el' 
contraveneno  y los  remedios  existe  mayor  dificultad ; en  las  intoxicacio- 
nes de  los  suicidas  es  muy  común  ver  desde  luego  los  estragos  de  los  ve- 
nenos cáusticos.  La  fuerte  voluntad  que  los  conduce  á quitarse  la  vida, 
es  superior  al  acerbísimo  sabor,  al  dolor  mismo,  por  agudo  que  sea,  y 
contrasta,  á la  verdad,  la  horrible  agonía  que  pasan  con  su  firmeza  y 
voluntad  de  morir.  M.  Tartra  recogió  56  observaciones  de  envenena- 
mientos por  el  ácido  nítrico.  Hubo  31  casos  en  los  que  la  intoxicación 
fué  accidental , 24  por  suicidio ; un  solo  caso  hubo  criminal  ó de  asesi- 
nato, y eso  fué  porque  la  víctima  estaba  embriagada.  Chevalier  cita  2 
casos  : uno  de  una  mujer  ebria,  y otro  de  un  niño,  en  cuya  boca  echa- 
ron los  criminales  el  cáustico. 

Si  el  suicida,  cara  á cara  con  la  muerte,  ó distraído  de  su  idea  fija  y 
homicida  con  la  violencia  de  los  dolores,  se  arrepiente  de  su  bárbara 
resolución  y desea  volver  á la  vida  desde  el  fondo  de  la  huesa  donde  se 
precipitó,  el  facultativo  podrá  obrar  como  en  el  caso  de  un  envenena- 
miento, ó sea  de  una  intoxicación  ejecutada  por  la  mano  del  crimen;  el 
mismo  paciente  le  dirigirá  en  la  investigación  de  muchos  datos  que  han 
de  regular  la  terapéutica. 

Por  último,  los  casos  en  que  mas  luz  tendrá  el  medico  para  hacer  in- 
vestigaciones , serán  sin  duda  aquellos  en  los  que  la  intoxicación  es  de- 
bida á un  accidente , á un  error.  En  primer  lugar,  según  qué  veneno 
sea,  la  cantidad  tomada  será  muy  poca;  supóngase  que  sea  un  veneno 
cáustico,  ó cualquiera  otro  de  los  inertemente  sápidos;  apenas  toque  el 
labio  del  paciente,  lo  tirará  movido,  cuando  no  de  la  idea  de  que  aquello 
es  un  veneno,  por  el  dolor  ó repugnancia  que  le  cause.  Como  el  veneno 
no  sea  cáustico  y líquido,  el  estrago  acaso  sea  nulo.  Un  sugeto  de  mi 
país,  aficionado  á los  licores,  cree  serlo  el  líquido  de  una  botellita  que 
encuentra  entre  otras;  la  coge,  bebe,  y apenas  tiene  la  primera  boca- 
nada en  la  boca  , tira  la  bocanada  y la  botella , pidiendo  agua , que  se 
abrasa.  Era  lejía  de  jaboneros.  Una  inflamación  intensa  de  la  lengua  y 
la  boca  fué  todo  el  resultado.  Lo  propio  acontece  en  gran  parte  de  esos 
casos;  de  aquí  es  que  la  terapéutica  se  reduce  en  ellos  comunmente  á 
poca  cosa.  Sin  embargo,  esto  no  quita  que  algunos  de  semejantes  casos 
no  estén  á veces  rodeados  de  misterio  y oscuridad  como  los  criminales, 
y que  no  solamente  haya  necesidad  de  apelar  á todos  los  recursos  de  la 
ciencia  , sino  que  puede  suceder  muy  bien  que  sean  todos  estos  recursos 
infructuosos. 

Como  quiera  que  sea , creo  que  con  las  consideraciones  generales  que 
acabo  de  exponer,  hay  bastante  para  llamar  la  atención  del  médico  so- 
bre las  modificaciones  que  es  preciso  introducir  en  las  reglas  generales, 
según  sean  los  casos,  y advertirle  cuál  debe  ser  su  conducta  terapéutica 
y moral,  según  las  mismas.  La  terapéutica  de  la  intoxicación  exigia, 
para  quedar  completa  , bajo  su  punto  de  vista  general , estas  reflexiones 
que  no  he  hecho  mas  que  desflorar,  pero  que,  en  mi  concepto,  bastau 
para  el  objeto. 


RESUMEN  DE  LA  TERAPEUTICA  DE  LA  INTOXICACION 

La  terapéutica  de  la  intoxicación  es  aqneiia  parte  de  la  lexicología  ge- 
neral, que  trata  de  los  medios  opuestos  por  el  arte  á la  acción  délos  ve- 
nenos en  la  economía  y sus  efectos,  ó bien  la  que  trata  de  la  profilaxis 
de  Ja  intoxicación,  de  los  contravenenos,  antídotos  y medicaciones  indi- 
cadas en  los  casos  de  la  misma. 

La  profilaxis  de  la  intoxicación  pudiera  ser  una  parte  de  la  Toxicolo- 
qía  general.  Aquí  la  comprendemos  como  una  de  la  terapéutica. 
c La  terapéutica  de  la  intoxicación  puede  por  lo  tanto  dividirse  en  profi- 
láctico, y curativa . 

La  profiláctica  tiene  por  objeto  prevenir  las  intoxicaciones  y envenena- 
mientos; y la  curativo , combatir  el  estado  morboso  producido  por  uno  ó 
nías  venenos. 

La  profiláctica  de  la  intoxicación  tiene  dos  aspectos:  uno  en  el  que  se 
trata  de  impedir  ó precaver  las  intoxicaciones  involuntarias  ó accidenta- 
les, indicando  los  casos  en  que  puede  haberlas  y los  medios  de  evitarlas; 
el  otro  se  refiere  á los  envenenamientos  , trazando  también  los  medios  de 
prevenirlos,  ó por  lo  menos  disminuirlos  (cap.  III,  parte  1.a). 

Los  casos  en  que  suele  haber  intoxicaciones  involuntarias,  son  por 
desgracia  bastante  numerosos.  Entre  ellos  podemos  indicar: 

1. °  El  desprendimiento  súbito,  y en  gran  cantidad,  de  gases  mefíticos 
de  los  lugares  inmundos  y de  las  tumbas. 

2. °  El  de  los  gases  en  las  fábricas  de  productos  químicos,  de  hornos  ó 
lugares  de  combustión,  fermentación,  etc. 

3. ®  Los  efluvios  ó emanaciones  de  las  flores  y ias  frutasen  los  dormi- 
torios. 

4. °  Las  emanaciones  de  las  cestas  y banastas,  en  las  que  se  traslada  y 
vende  el  pescado. 

5. °  Las  de  la  esencia  de  trementina  empleada  en  la  pintura  de  las 
puertas  y paredes  de  los  dormitorios,  si  se  duerme  en  ellos,  siendo  re- 
ciente la  pinlui  a. 

6. °  La  respiración  de  aire  cargado  de  emanaciones  metálicas  y el  ma- 
nejo ó contacto  con  ciertas  sustancias  minerales,  vegetales  y animales  en 
ciertas  industrias. 

7. °  El  uso  de  bebidas  ó sustancias  blandas  conservadas  en  vasos  ó uten- 
silios de  cobre , plomo  ú otros  metales. 

8. "  El  uso  de  los  hongos  ú otras  plantas  nocivas,  que  se  toman  por  ali- 
mentos ó condimentos,  mezclándolos  con  las  sustancias  alimenticias. 

9. °  El  de  sustancias  alimenticias  averiadas  con  principios  de  putrefac- 
ción, como  hervidas  ó falsificadas  con  sustancias  dañosas. 

10.  El  uso  de  frutas  verdes  ó podridas. 

11.  El  de  carnes  procedentes  de  animales  envenenados  ó enfermos. 

12.  La  comida  de  ciertos  guisos  ó platos  recalentados  varias  veces. 

13.  Dulces  pintados  con  minerales  venenosos  y papeles  de  color  con 
que  se  envuelven  aquellos  y otros  comestibles,  como  chocolate,  mante- 
cas, carne,  pastas,  morcillas,  pescado,  etc. 

14.  Empleo  de  medicamentos  alterados  ó administración  de  los  bue- 
nos, errónea,  etc. 

15.  Mezcla  de  sustancias  inocentes,  cuando  separadas,  y dañosas, 
cuando  unidas. 


- m - 

16.  Empleo  de  cosméticos  sólidos  ó líquidos,  que  puedeh  dar  lugar  á ía 

aborción  de  principios  minerales  venenosos.  • ; 

17.  Descuidos  en  el  destino  de  sustancias  venenosas  ó envenenadas 
para  matar  ratones,  moscas,  chinches,  etc. 

18.  Descuidos  en  el  uso  del  trigo  encalado  con  disoluciones  tóxicas. 

19.  Errores  relativos  á ciertos  polvos  minerales. 

20.  Venta  de  cerillas  fosfóricas  hechas  con  fósforo  blanco  ú ordi- 
nario. 

21*  Juguetes  de  niños,  pintados  con  sustancias  minerales  venenosas,, 
como  arsenialo  de  cobre,  albáyalde,  cromato  de  plomo,  cinábrio,  goma- 
gutta,  etc.,  y las  serpientes  de  Faraón. 

22.  Mordeduras  de  animales  rabiosos. 

Al  Gobierno  y á las  Juntas  de  Sanidad  corresponde  tomar  las  medidas 
oportunas  y eíicaces  para  evitar  las  intoxicaciones  involuntarias  que  puede 
haber  en  todos  los  casos  referidos.  La  higiene  pública  es  la  que  puede 
impedir  esas  ocasiones  de  intoxicación  (cap.  111,  parte  1.a,  art.  1). 

Las  intoxicaciones  voluntarias  ó envenenamientos  pueden  disminuirse: 

1.'  vigilando  más  el  gobierno  y prohibiendo  severamente  la  venta  de  mu- 
chísimas sustancias  venenosas  que  se  expenden,  ya  con  objetos  industria- 
les, ya  con  otros  objetos,  como  no  vayan  esas  ventas  garantidas  ó asegu- 
radas, respecto  del  destino  que  han  de  tener  dichas  sustancias;  y 2.’  mo- 
ralizando ó favoreciendo  el  desarrollo  económico,  moral  é intelectual  del 
pueblo  (cap.  111,  parte  1.a,  art.  II). 

La  terapéutica  curativa  comprende  el  estudio  de  los  contravenenos , an- 
tídotos y medicaciones,  indicadas  contra  ios  venenos  y sus  efectos. 

Se  entiende  por  contraveneno  toda  sustancia  capaz  de  neutralizar  la 
acción  de  un  veneno,  combinándose  con  él  (cap.  III,  parte  2.‘,  artí- 
culo I , § l). 

Para  ser  contraveneno  una  sustancia,  ha  de  reunir  las  condiciones  si- 
guientes : 

1. °  Que  lio  sea  veneno. 

2. °  Que  se  combine  con  el  veneno  en  todo  estado  y á la  temperatura 
del  cuerpo  humano. 

3. °  Que  éntre  acto  continuo  en  combinación  con  el  veneno. 

4. °  Que  no  forme  un  tercero  deletéreo. 

5. °  Que  no  haya  de  darse  en  cantidad  exorbitante. 

6. ‘  Que  se  aplique  á tiempo  oportuno  (cap.  III,  parte  2.*,  art.  1,  § II). 

La  química  ha  desterrado  muchos  contravenenos  ineficaces  y ha  hecho 

aplicar  otros  de  acción  reconocida. 

Son  contravenenos  de  los  álcalis  los  ácidos  diluidos;  el  vinagre,  el  jugo 
de  naranja  y de  limón. 

No  debe  atacarse  con  estos,  los  su  lluros  y cloruros  alcalinos,  porque 
darian  lugar  al  desprendimiento  de  cloro  y ácido  sulfhídrico  que  po- 
drían envenenar,  escapándose  por  el  esófago,  é introduciéndose  por  la 
glotis. 

Son  contravenenos  de  los  ácidos,  la  magnesia  calcinada  con  aceite,  el 
agua  de  jabón  , el  agua  en  abundancia.  El  ácido  oxálico  no  debe  comba- 
tirse con  magnesia,  porque  forma  un  oxalato  mas  venenoso  todavía.  El ' 
agua  de  cal  es  preferible. 

Son  contravenenos  de  las  sales  metálicas  en  general,  el  sulfuro  de 
hierro  y el  carbón,  el  tanino,  el  cocimiento  de  nuez  de  agallas,  el  glúten, 
el  agua  de  jabón  blando , la  albúmina  y la  leche. 

10X1C0L06ÍA,— 85 


— 516  ~ 

Totla  sustancia  que,  combinándose  con  la  sal  venenosa,  se  Combine  con 
«us  orincinios  y forme  compuestos  insolubles,  es  un  buen  contraveneno. 

, oimirlon  lo  es  de  los  yoduros , la  sal  común  de  los  compuestos  de 
plata,  plomo  y prolosalcs  de  mercurio. 

r Son  contravenenos  de  los  gases  deletéreos,  los  que  se  combinen  con 
ellos  neutralizándolos;  pero  no  deben  darse  puros,  sino  esparcidos  por  el 
aire  ó empapando  en  sus  disoluciones  acuosas  terrones  de  azúcar,  que 
se  ponen  en  la  boca  del  intoxicado. 

Sun  contravenenos  de  los  alcaióides,  el  yoduro  yodurado  de  potasio, 
el  carbón  en  polvo  y los  cuerpos  grasos.  Sónío  igualmente  el  tanino,  la  tin- 
tura de  nuez  de  agallas  y iodo  lo  que  los  precipita  de  sus  disoluciones. 

Los  cáusticos,  y entre  ellos  el  bromo,  son  contravenenos  de  los  humo- 
res ponzoñosos,  aplicándolos  pronto  á las  mordeduras  y picaduras  (capí- 
tulo III,  parte  2.a,  art.  I,  § III). 

Se  entiende  por  antidoto  toda  sustancia  que,  aplicada  al  sugeto  envene- 
nado por  la  misma  vía  ú otra  en  que  se  ingirió  el  veneno,  modifica  rápi- 
damente el  estado  en  que  este  pone  la  economía , volviéndola  al  estado 
normal. 

Aunque  la  acción  de  los  antídotos  sea  química,  en  el  estado  actual  de 
la  ciencia  no  conocemos  de  qué  modo  se  ejerce. 

El  antídoto  se  diferencia  del  contraveneno,  en  que  este  obra  combinán- 
dose con  el  veneno;  aquel  modificando  el  estado  del  organismo.  El  pri- 
mero neutraliza  el  veneno  é impide  la  intoxicación  ; el  segundo  modifica 
el  modo  sintomático  y combate  los  efectos  fisiológicos  del  tósigo  (capí- 
tulo III,  parte  2.*,  art.  11,  § I). 

Para  ser  antídoto  una  sustancia,  debe  modificar  rápidamente  el  estado 
morboso  producido  por  un  veneno,  sea  cual  fuere  la  vía  por  donde  se 
introduzca  mientras  pueda  obrar  por  ella  (ibid. , § II). 

Hay  pocos  antídotos  conocidos,  y por  lo  mismo  que  su  modo  de  obrar 
es  específico  , no  es  posible  generalizarlos. 

Se  tienen  por  antídotos:  el  café,  de  los  narcóticos  y alcohólicos;  el  éter  y 
el  café,  de  los  hongos  venenosos ; el  guaco,  de  los  crótalos  ó sus  morde- 
duras , etc.  (ibid.,  § III) . 

Las  medicaciones  ó planes  curativos  son  los  que  indican  los  cuadros  sin- 
tomáticos, ó sea  los  fenómenos  fisiológicos  producidos  por  los  venenos  y 
están  relacionados  con  las  teorías  médicas,  en  virtud  de  las  cuales  se  es- 
tablece la  terapéutica  propia  para  cada  caso  morboso,  según  su  índole  y 
naturaleza  (cap.  III,  parte  2.*,  art.  III). 

Las  indicaciones  generales  que  hay  que  llenar  en  todo  caso  de  intoxica- 
ción, son  cuatro : 

1.*  Dar  el  contraveneno. 

í.*  Expulsar  el  veneno. 

3. *  Administrar  el  antídoto. 

4. °  Establecer  la  medicación  conveniente  (ibid.,  § I). 

Para  llenar  la  primera  indicación  se  necesita  : 

1. ®  Llegar  á tiempo. 

2. ^  Que  el  veneno  tenga  contraveneno. 

3. ®  Que  se  aplique  por  la  misma  vía  por  donde  se  haya  ingerido  el 
veneno. 

Sifno  se  puede  dar  el  contraveneno  por  la  boca,  por  estar  trismático 

¡.i#*?10’  ó p<ír  no  deglución,  se  introduce  por  medio  de  una  sonda 
psotágica  por  las  fosas  nasales  (ibid.,  A). 


- 641  - 

La  segunda  indicación  se  satisface,  ya  por  medio  deí  vómito,  ya  por 
purgantes  y lavativas,  ya  por  inyecciones,  ya  por  cáusticos,  según  la  vía 
por  donde  se  haya  ingerido  el  veneno. 

Siempre  que  se  haya  tomado  por  la  boca  y se  juzgue  que  pueda  estar 
todavía  el  veneno  ó parte  de  él  en  el  estómago,  se  promueve  el  vómito 
por  todos  los  medios  posibles:  titilación,  dedos  en  Jas  fáuces,  agua  ca- 
liente , aceite,  eméticos  de  acción  rápida  y hasta  el  óxido  de  zinc  y sul- 
fato de  cobre,  si  no  hay  grande  inflamación. 

Si  el  veneno  ya  ha  pasado  á los  intestinos  ó es  de  los  que  en  ellos  des- 
plegan su  acción , será  mejor  dar  los  purgantes,  laxantes  y lavativas.  Es- 
tas deben  emplearse  si  se  ha  dado  por  el  ano. 

En  la  vulva  ú otros  puntos  hay  que  emplear  inyecciones.  En  las 
soluciones  de  continuidad  se  aplican  los  cáusticos  ó la  bomba  de 
llarry. 

Si  no  es  posible  el  vómito  por  haber  trismus , se  introduce  la  sonda 
esofágica  y se  aspira  con  el  émbolo  ó jeringa  lo  contenido  en  el  es- 
tómago. 

No  hay  que  pensar  en  la  expulsión  del  veneno,  cuando  ya  se  juzgue  que 
ha  sido  absorbido  (ibid. , B). 

El  antídoto  no  debe  darse  sino  cuando  la  intoxicación  se  ha  desple- 
gado. La  vía  de  su  introducción  es  indiferente,  aunque  suele  ser  la  boca 
ó el  ano. 

No  hay  que  pensar  en  esta  indicación,  si  el  veneno  no  tiene  antídoto 
conocido  (ibid. , C). 

La  cuarta  indicación  se  llena , estableciendo  el  plan  curativo  que  exige 
la  clase  de  intoxicación  á la  que  pertenece  el  veneno  (ibid.,  E). 

La  intoxicación  por  los  venenos  cáusticos  se  combate  neutralizando  lo 
que  puede  restar  del  veneno  con  agua  diluyéndolos  con  el  contraveneno., 
agua  y vinagre,  si  es  alcalino;  magnesia  ó agua  de  jabón  , si  es  ácido, 
calmando  los  vómitos  para  no  aumentar  las  alteraciones  materiales  que 
produce  el  cáustico , con  emolientes  y bebidas  ligeramente  laudani- 
zadas. 


La  medicación  es  antiflogística  general  y local , según  los  casos  y la 
organización  de  las  personas.  Están  indicadas  las  cataplasmas  emolientes 
y las  sanguijuelas  en  los  puntos  que  mas  inflamación  acusen,  y las  san- 
grías generales,  por  poco  que  amenace  la  reacción. 

Si  el  sugeto  se  salva  de  la  primera  acción  del  tósigo,  hay  que  alimen- 
tarle en  lo  sucesivo  con  sumo  cuidado.  Tal  vez  habrá  que  "darle  sustan- 
cias alimenticias  disueltas  y absorbibles  por  los  intestinos,  y si  sobre- 
vive, habrá  que  irle  dando  gradualmente  alimentos  que  sean  compati- 
bles con  el  estado  de  las  fáuces,  esófago  y estómago  (cap.  III,  art.  III, 


§n,A.).  . J 

La  intoxicación  inflamatoria  se  combate  dando  también  el  contrave- 
neno, facilitando  la  expulsión  del  veneno  y contraveneno;  rara  vez  hay 
ocasión  de  dar  antídotos,  y la  medicación  es  también  antiflogística  local 
y general. 

Los  vómitos  promovidos  por  el  veneno  se  favorecen  al  principio,  y si 
hay  solo  conatos  al  vómito,  se  facilita  con  bebidas  laudanizadas  y emo- 
lientes en  poca  cantidad;  si  hay  que  dar  vomitivos,  no  han  de  ser  de  los 
mas  irritantes.  El  dolor  se  calma  , asociando  los  emolientes,  los  sedantes 


en  bebidas , fomentos  y cataplasmas , y no  dejan  de  producir  su  buen 
efecto  las  bebidas  frias  y el  frió  ó la  nieve  en  el  epigastrio. 


oíS  — 

Sí  se  llega  ai  período  híperesténico,  hay  que  reanimar  las  fuerzas 

^í!a  intoxicación  narcótica  se  combate  administrando,  si  se  llega  á tiem- 
no  el  carbón,  el  yoduro  yodurado  de  potasio , cuerpos  grasos  ó el  tá- 
nico como  contraveneno  cíe  los  alcaloides;  facilitando  el  vómito  con  los 
eméticos  mas  enérgicos,  óxido  de  zinc  ó sulfates  de  cobre,  pocos  gra- 
nos, dando  lavativas  de  cocimiento  de  catey  bebidas  dolo  mismo,  y 
aguas  aciduladas,  enemas  alcanforados,  y estimulando  la  economía  coíi 
fnegas.  sinapismos  en  las  extremidades  ó fricciones  de  agua  tria,  y 
aplicando  la  electricidad.  Según  los  casos,  alguna  sangre  en  la  yu- 
gular. 

Las  bebidas  áridas  no  deben  darse  ai  principio , ó mientras  se  crea 
que  el  veneno  está  en  el  estómago,  sino  cuando  se  presuma  que  ya  ha 
sido  absorbido  ó expulsado  lo  que  restare  en  dicha  viscera  (ibid,  C). 

La  intoxicación  nervioso-injlamatoria  exige  , si  hay  oportunidad,  el  em- 
pleo del  carbón,  del  yoduro  yodurado  de  potasio , como  contraveneno; 
la  pronta  expulsión  por  medio*  de  vómitos  ó laxantes  y lavativas,  la  apli- 
cación de  los  antídotos,  si  el  veneno  los  tiene,  como  el  éter  y el  café 
en  las  producidas  por  los  hongos;  y la  combinación  atinada  de  re- 
medios antiflogísticos,  locales  ó generales,  antiespasmódicos  y cal- 
mantes. 

Las  aguas  acídulas  no  deben  aplicarse  sino  cuando  ya  se  hayan  expul- 
sado las  materias  del  canal  intestinal,  porque  podrían  facilitar  la  disolu- 
ción de  los  alcalóides,  á que  debe  en  su  mayor  parte  su  acción  esa 
clase  de  venenos  (ibid,  i)). 

La  intoxicación  asfixiante  se  combate  siempre  favoreciendo  la  respira- 
ción , ya  desembarazando  las  vías  respiratorias  de  los  gases , ya  soste- 
niendo artificia Imen te  dicha  función  , ya  aplicando  la  electricidad. 

Además  de  estos  auxilios  generales,  en  lodo  caso  de  esa  clase  hay  que 
apelar  á otros  medios , según  sea  la  especie  ó género  de  intoxicación  as- 
fixiante. 

La  tetánica  se  ha  de  combatir  inmediatamente  con  los  contravenenos 
de  los  alcalóides : carbón  en  polvo,  yoduro  yodurado  de  potasio,  ácido 
tánico  ó cuerpos  grasos , y con  la  rápida  expulsión  do  las  materias. 

El  cloroformo , cuidadosamente  aplicado,  puede  moderar  el  tétanos, 
no  solo  haciéndole  aspirar,  sino  aplicándole  en  bebidas,  según  las  pres- 
cripciones modernas  empleadas  para  combatir  dolores  y fenómenos  es- 
pasmódicos. 

También  se  indican  para  combatir  los  espasmos,  cuando  ya  no  está  el 
alcaloideo  en  el  estómago,  el  éter  y el  aceite  de  trementina. 

Si  es  la  asfixiante  paralitica , además  de  sostener  la  respiración  artifi- 
cialmente , y de  dar  los  contravenenos  indicados,  y expulsar  las  mate- 
rias, puede  emplearse  con  cuidado  la  electricidad  y la  estricnina.  Si  se 
aplica  el  veneno  al  exterior,  se  echa,  mano  de  los  cáusticos  en  la  parte 
donde  se  aplique  ó haya  la  solución  de  continuidad. 

Por  último , la  anestésica  se  combate  arrojando  los  gases  que  invaden 
■?,s  ^as  respiratorias,  haciendo  respirar  al  sugeto  aire  fresco  y puro, 
andole  una  posición  que  le  facilite  respirar,  restablecer  la  respiración, 
sostenerla  artificialmente ; excitar  al  intoxicado  con  friegas  avinagra- 
^H^Pismos , afusiones  de  agua  fria,  electricidad  y bebidas  aromá- 
esofá’glca  (\b‘cf)UE(Íe  tra^ar^e  > ó B0  introduciéndosele  con  la  sonda 


— M9  — 

La  intoxicación  séptica  se  trata  según  cual  sea  ella. 

Cuando  la  producen  los  gases  mefíticos,  se  aparta  al  sugeto  del  lugar 
de  donde  se  desprenden  , se  le  expone  al  aire  libre  y se  le  tiende  boca 
arriba,  en  plano  inclinado,  con  ia  cabeza  mas  levantada.  Afusiones  de 
agua  fria  y avinagrada  á todo  el  cuerpo;  friegas  con  aguardiente  alcan- 
forado, agua  de  Colonia  ó cualquier  otro  líquido  espirituoso,  y se  apli- 
can todos  los  medios  propios  para  combatir  la  asfixia , inclusos  los  re- 
vulsivos. 

Para  neutralizar  el  gas,  se  le  hace  respirar  cloro,  mezclado  con  el  aire, 
6 disuelto  en  agua,  se  le  echan  gotas  en  la  boca. 

Si  ha  tragado  materiales  inmundos,  se  le  da  un  emético  y se  lim- 
pian las  vías  respiratorias  y esofágicas. 

Si  hay  latidos  desordenados  de  corazón,  se  practica  una  sangría,  como 
lo  permita  el  sugeto,  y se  combaten  los  desórdenes  nerviosos  con  cal- 
mantes y antiespasmócíicos. 

Cuando  la  intoxicación  séptica  se  debe  á la  mordedura  ó picadura  de  un 
animal  ponzoñoso,  se  aplica  una  ligadura,  un  pañuelo  ó venda  encima 
de  ella  , si  es  en  los  miembros;  y tanto  en  estos  casos,  como  cuando  está 
la  solución  de  continuidad  en  el  cuerpo  ó tronco,  cara  ó cabeza,  se  aplica 
á ella  un  cáustico  ó el  fuego  con  la  mayor  rapidez  posible. 

La  succión , la  bomba  de  Barry,  la  ventosa  y la  lavadura  con  agua,  vi- 
nagre, pueden  producir  buenos  efectos;  pero  lo  mas  seguro  es  el  fuego 
ó el  cáustico. 

De  entre  los  cáusticos,  los  líquidos  son  mejores;  disoluciones  concen- 
tradas de  potasa  ó sosa,  nitrato  de  plata , bromo,  ó la  cal,  pasta  de  Viena, 
manteca  de  antimonio. 

Esta  y el  hierro  candente  son  los  preferidos., 

La  manteca  de  antimonio  se  aplica  con  hilas  empapadas,  renovándolas 
á menudo. 

Para  mejor  éxito,  se  agranda  la  herida  con  una  incisión  crucial , y se 
aplica  el  cáustico  ó el  fuego. 

ííav  quien  aplica  el  asta  de  ciervo  calcinada  , ó piedra  escorzonera. 

Si , á pesar  de  esto , se  desplega  la  intoxicación  , ó se  llega  cuando  ya 
está  desenvuelta,  se  administra  el  antídoto,  si  le  hay;  por  ejemplo,  el 
guaco;  y si  no,  se  combate  el  estado  general , facilitando  la  transpiración 
y la  orina  por  medio  de  sudoríficos  enérgicos  y diuréticos , y bebidas 
aromáticas;  alcohólicos  y antisépticos,  en  especial  si  aumenta  la-  gan- 
grena. 

A veces  hay  necesidad  de  facilitar  el  vómico. 

La  intoxicación  séptica  producida  por  los  virus  se  combate  como  se  en- 
seña en  las  obras  de  medicina  y cirugía  : la  por  la  rabia  puede  ser  tra- 
tada como  la  de  los  animales  ponzoñosos. 

Por  último,  la  producida  por  las  sustancias  alimenticias  averiadas  6 
materias  animales  putrefactas , se  ataca  dando  polvos  de  carbón  como  con- 
traveneno, facilitando  la  expulsión  por  la  boca  ó el  ano,  y comba- 
tiendo el  estado  morboso  de  una  manera  sintomática;  el  aparato  flogís- 
tico,  con  antiflogísticos;  el  nervioso,  con  calmantes  y antiespasmódicos; 
el  séptico,  con  antipútridos,  facilitando  la  transpiración  y la  diuresis 
(ibid. , F). 

No  en  todos  los  casos  de  intoxicación  se  procede  siempre  del  mismo 
modo;  hay  circunstancias  que  obligan  á modificar  las  indicaciones  ¡te- 
ñe rales.  . ® ■ 


Las  principales  circunstancias  que  modifican  dichas  intoxicaciones,  son: 

1. "  El  estado  del  veneno. 

2. "  La  vía  de  su  aplicación. 

3. *  El  tiempo  en  que  es  llamado  el  facultativo. . 

4. ’  La  naturaleza  del  caso. 

Respecto  del  estado , diremos  que  los  sólidos  y los  gases  no  se  extraen 
con  la  bomba  y sonda  esofágica.  Rara  expeler  los  sólidos,  en  polvo  ó á 
pedacitos,  no  debe  emplearse  el  agua,  que  puede  disolverlos;  es  mejor 
la  leche  ú otro  líquido  poco  disolvente.  Los  gases  no  se  expelen  con  vó- 
mitos. 

Respecto  de  la  vía,  hay  que  emplear  los  contravenenos  por  la  misma 
donde  se  haya  aplicado  el  veneno.  Otro  tanto  debe  hacerse  respecto  de 
la  expulsión.  Solo  en  los  casos  en  que , dado  por  la  boca , haya  pasado  á 
los  intestinos,  ó tenga  mas  acción  en  ellos,  se  expulsará  también  por 
medio  de  purgantes  y lavativas. 

Cuando  se  introduzcan  por  la  piel  ú otras  vías  que  no  sea  la  boca  , no 
hay  que  provocar  el  vómito  para  expelerlos,  ni  aplicar  contravenenos, 
como  no  sea  contra  las  mordeduras  ó soluciones  de  continuidad. 

En  cuanto  al  tiempo  en  que  es  llamado  el  facultativo,  hay  que  modificar 
las  indicaciones,  por  cuanto  unas  veces  habrá  lugar  de  llenarlas  todas,  y 
otras  solo  algunas  de  ellas.  Si  se  llega  tarde,  ya  no  hay  que  pensar  en 
contravenenos,  ni  vómitos  ó expulsión  del  veneno,  sino  en  aplicar  el  an- 
tídoto, si  le  hay,  y la  medicación  correspondiente. 

La  medicación  variará  también,  según  esté  el  intoxicado  al  principio  ó 
al  fin  en  estado  de  excitación  ó abatimiento  subsiguiente  á los  progresos 
de  la  intoxicación. 

Por  último,  en  cnanto  á la  naturaleza  del  caso,  hay  que  atender  : 

1. *  A si  es  un  verdadero  envenenamiento. 

2. #  A si  es  una  intoxicación  involuntaria  debida  á descuidos  higiéni- 
cos en  las  tiendas  de  comestibles. 

3. a  A si  es  un  suicidio. 


4.a  A si  es  un  error  cometido  por  el  sugeto  mismo  ó sus  deudos. 

La  conducta  del  facultativo  no  es  igual  en  todos  esos  casos. 

En  el  primero,  la  víctima  no  sabe  lo  que  ha  tomado,  ni  cuándo,  ni 
cuánto.  Por  lo  común  es  mucho,  porque  el  agresor  quiere  asegurar  el 
golpe,  y suelen  ser  venenos  que  no  se  revelan  por  sus  propiedades  físi- 
cas , al  tomarlos. 


La  víctima  está  aterrada  y dice  todo  cuanto  puede  ilustrar  el  caso,  pero 
suele  no  saber  nada  en  punto  á la  naturaleza  y cantidad  del  veneno. . 

Como  en  estos  casos  el  agresor  suele  ser  de  la  familia,  el  facultativo 
debe  proceder  con  mucha  cautela  , y observar  astutamente  quién  sea  ese 
agresor,  para  no  fiarse  de  él , en  la  administración  de  los  remedios. 

Es  bueno  que  en  estos  casos  el  profesor  le  dé  todo  por  sí  mismo,  ó por 
personas  que  le  merezcan  confianza. 

Si  la  intoxicación  se  debe  á sustancias  envenenadas  en  las  tiendas  de 
comestibles,  fondas,  cafés,  etc.,  el  sugeto  puede  también  ignorarlo  y 
faltar  datos  al  profesor,  por  lo  cual  es  necesario  examinar  los  hechos 
detenidamente,  y fijarse  bien  en  el  cuadro  sintomático  para  la  aplicación 
de  los  remedios. 

Si  es  un  suicidio,  en  unos  casos  el  suicida,  espantado  y arrepentido, 
dice  lo  que  ha  tomado , cómo  y cuánto  , y pondrá  al  profesor  en  el  caso 
de  obrar  con  mas  acierto. 


- m — 

En  otras  ocasiones  insiste  en  querer  morir,  y no  dice  nada  de  lo  que 
ha  pasado,  ó desorienta  al  profesor. 

En  estos  casos  es  preciso  valerse  de  astucia,  y adquirir  la  confianza  del 
suicida,  engañándole  y haciéndole  creer  que  ya  no  tiene  remedio,  y que 
solo  se  le  medica  para  hacerle  sufrir  menos. 

Es  necesario  vigilarle , para  impedir  que  vuelva  á tomar  nueva  dósis, 
viendo  que  en  lugar  de  morir  mejora  con  la  medicación  ó auxilios  que 
se  le  prestan. 

En  los  casos  de  descuidos  , por  lo  común  la  cantidad  tomada  es  poca, 
los  sugetos  no  quieren  morir,  revelan  al  profesor  todo  lo  que  ha  pasado, 
y le  ponen  en  la  vía  de  acertar  mas  en  lo  que  disponga.  La  cantidad  to- 
mada no  suele  ser  considerable  en  muchas  ocasiones. 

En  esos  casos , el  recuerdo  de  lo  que  hemos  dicho  en  la  profiláctica  de 
la  intoxicación  podrá  servir,  tanto  para  la  formación  del  diagnóstico  y 
pronóstico , como  para  aplicar  los  remedios  oportunos  y mas  ó menos  efi- 
caces ( cap.  III , parte  2/,  art.  IV ). 

CAPITULO  IV. 

NECROSCOPIA  DE  I.A  INTOXICACION. 

Entiéndese  por  necroscopia  de  la  intoxicación  aquella  parte  de  la  toxico- 
logia  general  que  trata  de  las  inhumaciones  , exhumaciones  y autópsias 
de  los  cadáveres,  que  se  cree  ó sospecha  estar  intoxicados. 

La  inhumación,  exhumación  y autópsias  de  un  sugeto  que  ha  sucum- 
bido , ó se  sospecha  por  lo  menos , bajo  el  influjo  de  una  sustancia  vene- 
nosa, ofrecen  circunstancias  comunes  á todas  las  inhumaciones,  exhuma- 
ciones y autópsias,  y circunstancias  especiales,  solo  propias  de  los  casos 
de  intoxicación  ó envenenamiento.  Fácilmente  se  comprenderá  que  no  es 
este  el  lugar  á propósito  para  ocuparnos  en  la  exposición  de  las  prime- 
ras. En  mi  Tratado  de  Medicina  y Cirugía  legal  me  he  ocupado  extensa- 
mente en  la  exposición  de  las  reglas  relativas  á la  necroscopia  en  general 
y en  particular ; y puesto  que  he  dedicado  un  compendio  aparte  á los  en- 
venenamientos, ó sea  á la  Toxicología , falta  en  aquel  tratado  la  exposi- 
ción de  las  particularidades  relativas  á la  necroscopia  de  la  intoxicación. 
Por  lo  mismo,  en  este  Compendio,  y en  este  capítulo,  voy  á exponer,  no 
ya  las  generalidades  de  la  necroscopia,  ó sea  de  las  inhumaciones , ex- 
humaciones y autópsias  que  en  dicha  obra  llevo  expuestas,  sino  lo  que  en 
tales  actos  sé  practica  en  especial,  por  no  decir  de  exclusivo,  de  las  in- 
toxicaciones. 

§ I.  — De  Ia«  precaucione*  que  hay  que  tomar  en  la  inhumación  de  los  cadáveres 

envenenados. 

Cuando  se  presenta  un  caso  de  envenenamiento,  cierto  ó presunto, 
hay  que  tomar  las  siguientes  precauciones  en  punto  al  entierro  del  ca 
dáver  : 

1. *  No  se  entierra  el  cadáver  sin  hacerle  la  autópsia  y someter  á las 
análisis  químicas  parte  de  sus  sólidos  y líquidos. 

2. *  Dado  caso  que  se  entierro,  sin  hacerle  la  autópsia  y sin  someter 
parte  de  sus  sólidos  y líquidos  á las  análisis  químicas,  se  examina  escru- 
pulosamente todas  las  aberturas  naturales  del  difunto,  para  ver  si  se  ha 


- 552  — 

depuesto  en  ellas  alguna  sustancia  venenosa  , los  vestidos  que  lleva  y la 
caja  en  que  le  encierren. 

3/  Tanto  si  se  ha  practicado  la  autopsia , como  si  no,  debe  el  cadáver 
ser  sepultado  en  un  local  particular  y seguro,  poco  favorable  á la  putre- 
facción, y donde  no  se  embeba  de  líquidos  que  tengan  en  suspensión 
sustancias  venenosas. 

Digamos  cuatro  palabras  acerca  de  cada  una  de  estas  precauciones  im- 
portantes, para  acabar  de  demostrar  su  trascendencia. 

t.*  Enterrar  un  cadáver  envenenado,  ó que  se  sospeche  estarlo,  sin 
practicar  antee  la  autopsia,  ni  analizar  ninguno  de  sus  sólidos  y líqui- 
dos, es  privarse  de  dos  órdenes  do  datos  esencia lísimos  para  resolver 
toda  cuestión  de  envenenamiento.  Comeleríase  una  falta  muy  grave  en 
estos  casos;  la  sepultura,  sin  precederle  el  exámen  exterior  ó interior  del 
cadáver  y sin  averiguar  por  medio  de  las  operaciones  analíticas  si  hay- 
veneno,  seria  tan  pronto  favorable  al  crimen  , como  funesta  para  la  ino- 
cencia. Por  evidente  que  fuese  ese  crimen  ó esa  inocencia  , la  inhuma- 
ción sepultaría  con  los  restos  de  la  víctima  las  pruebas  de  lo  uno  ó de 
lo  otro. 

2/  Si  por  acaso,  merced  á varias  circunstancias,  se  entierra  el  cadá- 
ver sin  practicarle  la  autópsia,  es  indispensable  examinar  si  en  el  ano, 
si  en  la  boca,  si  en  las  fosas  nasales,  si  en  la  vulva,  en  fin,  una  mano 
criminal  ha  depuesto  alguna  sustancia  venenosa,  que  mas  tarde  pueda  dal- 
las apariencias  de  un  envenenamiento  ;í  una  muerte  natura!.  May  que 
examinar  también  los  vestidos  que  el  sugeío  lleva,  porque  acaso  los  ha 
yan  teñido  de  ciertos  colores  minerales,  en  cuya  composición  pueden  en- 
trar sustancias  venenosas  ó que  tengan  los  elementos  de  otras  que  lo  son. 
Igualmente  hay  que  examinar  la  clase  de  ataúd  en  que  se  coloque  el  ca- 
dáver, para  ver  si  de  él  puede  proceder  algo  que  sea  sospechoso.  La  pu- 
trefacción ha  de  dar  lugar  á varias  reacciones,  y como  el  cadáver,  igual- 
mente que  los  vestidos  y la  caja,  han  de  sufrir  descomposiciones,  no  es 
imposible  que  un  cadáver  no  envenenado,  según  cuáles  aquellos  fuesen, 
ofreciese,  sometido  al  cabo  de  algún  tiempo  á la  análisis,  ciertas  sustan- 
cias que  podrían  pasar  por  venenos. 

3.*  Ora  se  haya  practicado  la  autópsia , ora  se  lleve  al  campo-santo  el 
cadáver  sin  mas  exámen  que  el  del  exterior,  es  necesario  sepultarle  en 
un  local  donde  se  le  halle  fácilmente  y sin  exposición  ninguna  al  error  de 
persona , siempre  que  el  tribunal  disponga  su  exhumación.  ¿De  qué  ser- 
viría ordenar  esta,  después  de  algún  tiempo  de  sepultado  el  cadáver  en 
una  huesa  común  , confundido  con  otros  varios?  Nada  mas  fácil  que  con- 
fundir la  identidad  del  sugeto.  En  uno  de  los  casos  prácticos  en  que  ac- 
tuamos analizando  los  restos  de  un  sugeto,  este  había  sido  enterrado,  á 
pesar  de  ser  de  buena  posición , en  el  hoyo  común , y hubo  que  sacar 
mas  de  cien  cadáveres  que  tenia  ya  encima,  para  dar  con  él,  al  ex- 
humarle. En  una  huesa  particular  esto  no  es  posible  , pues  siempre 
consta  dónde  se  le  dejó.  No  es  esto  solo,  porque  esta  circunstancia  no 
debe  descuidarse  jamás  en  todo  caso  de  inhumación  judiciaria.  Esta  par- 
ticularidad de  lugar  es  además  indispensable  para  la  seguridad  del  cadá- 
ver ; el  tribunal  debe  hacer  de  manera  que  no  se  verifique  una  exhuma 
cion  profanadora  ó fraudulenta  para  deponer  en  alguna  abertura  del  ca- 

aver  una  sustancia  venenosa,  ó para  llevarse  aquel  y arrebatarle  así  de 
del  deL°S  just^c^a»  con  e*  de  que  no  sea  posible  la  averiguación 


- 553  - 

Ha>  más : no  solo  deberia  haber  en  todos  los  cementerios  una  tumba 
particular  para  que  se  guardasen  en  ella  los  cadáveres  de  ios  envenena- 
dos, sino  para  impedir  de  esta  manera  que  la  putrefacción  se  declarase 
demasiado  pronto,  para  le  cual  deberia  darse  á este  local  las  condiciones 
que  son  contrarias  á la  rápida  descomposición  del  cuerpo.  La  putrefac- 
ción borra  los  vestigios  de  muchas  intoxicaciones;  por  lo  tanto,  todo  lo 
que  se  haga  con  la  idea  ó fin  de  impedir  ó disminuir  al  menos  estos  in- 
convenientes, es  perfeccionar  esta  pa’*te  de  la  toxicología.  •*. 

No  solo  borra  la  putrefacción  vestigios  de  la  intoxicación,  sino  que 
con  los  gases  que  se  desprenden , hay  reacciones , y si  ellas  se  ejercen 
sobre  sustancias  hechas,  con  las  nuevas  composiciones  , cuerpos  veneno- 
sos, hay  luego  mayores  dificultades  para  el  resultado  lógico  de  las  análisis. 

Por  último,  es  indispensable  tomar  precauciones  relativas  ai  local 
donde  se  sepulte  el  cadáver  del  envenenado,  por  lo  que  toca  á los  terre- 
nos de  que  se  componga. 

El  suelo,  en  especial,  según  los  terrenos  que  le  constituyen,  puede 
contener  ciertas  sustancias  minerales,  compuestos  a r sen  leales,  si  cabe, 
y filtrando  con  las  aguas  de  las  lluvias , puede  empaparse  de  aquellas  el 
cadáver  por  imbibición , y luego,  si  el  cadáver  se  analiza  , se  encontra- 
rán aumentadas  las  dificultades  del  caso.  El  célebre  proceso  de  madama 
Lalárgp,  acusada  de  haber  dado  la  muerte  á su  marido  con  varias  tomas 
de  arsénico,  nos  ofrece  un  caso  de  esta  naturaleza.  Otila  declaró  que  el 
cadáver  de  M.  Lafaige,  exhumado,  había  dado  arsénico  por  medio  de 
las  análisis.  Raspad  combatió  sus  aserciones,  fundándose  en  que,  si  hay 
en  el  terreno  arsénico,  y este  terreno  no  es  arcilloso,  pueden  infiltrarse 
las  aguas  que  tengan  en  disolución  sales  arsenicales,  y el  cadáver  sepul- 
tado en  este  terreno  embeberse  de  ellas.  Como  el  arsénico  es  sensible  eu 
pequeñísima  cantidad  á las  reacciones  químicas,  y como  se  usa  de  él,  ya 
para  encalar  los  trigos,  ya  en  las  artes  y diversos  objetos  de  pintura  y 
vidriado,  nada  mas  fácil  que  con  los  restos  ó trozos  inservibles  de  papel, 
madera  pintada  de  verde  y pedazos  de  cacharros,  que  se  arrojan  como 
escombros  y estiércol  en  los  campos,  se  formen,  con  la  disolución  que 
luego  promueva  el  agua  délas  lluvias,  sales  arsenicales,  y estas,  no 
solo  pasen  á los  tejidos  del  cadáver  por  imbibición,  sino  por  combinación 
directa,  como  á su  tiempo  verémos,  al  tratar,  en  la  filosofía  de  la  intoxi- 
cación, este  punto  ex -profeso.  Rasta  lo  dicho  aquí  para  dar  á conocer  la 
importancia  de  la  inhumación  de  los  cadáveres,  envenenados , en  parajes 
donde  no  puede  haber  semejantes  imbibiciones. 


§ II. — De  las  precauciones  que  hay  que  tomar  en  las  exhumaciones  de  los  cadáveres 

envenenados. 

Acontece  á veces  que  , cuando  el  tribunal  tiene  noticia  ó sospechas  do 
un  envenenamiento,  ya  eatá  sepultado  el  cadáver  de  la  víctima , y como, 
según  hemos  indicado  y demostraremos  en  su  lugar,  para  probar  un  cri- 
men de  esta  naturaleza,  hay  necesidad  déla  autopsia  y de  la  análisis, 
manda  el  juez  que  se  exhume  el  cadáver  del  sugeto  envenenado,  cual- 
quiera que  sea  la  fecha  de  la  inhumación  , y se  someta  á la  autópsia  y á 
la  análisis  lo  que  de  él  se  encuentre.  Además  de  las  reglas  generales  que 
hay  que  seguir  como  exhumación,  tiene  el  facultativo  que  seguir  otras 
particulares,  lasque  se  refieren  principalmente  á no  tomar  un  cadáver 
por  oti'O,  y no  solo  llevarse  á este  y su  caja  si  la  tiene , sino  procurarse 


- 554  - 

parir  dn  todo  aquello,  cuya  composición  química  pueda  arrojar  alguna  luz 
á la  cuestión.  No  basta  llevarse  el  cadáver  íntegro  ó mutilado,  conser- 
vado ó putrefacto;  hay  que  llevarse  también  , si  está  en  una  tumba  par- 
ticular, lo  que  hay  en  el  fondo  de  la  caja  y en  el  suelo  y paredes , ras- 
pando toda  mancha  ó producción  salina;  y si  está  enterrado  el  ataúd  ó 
el  cadáver  en  el  suelo,  hay  que  examinar  bien  los  terrenos  de  que  este 
suelo  se  compone;  si  es  arcilloso,  arenoso,  vegetal,  etc.,  etc.,  y llevarse 
un  poco  de  la  tierra  de  la  huesa  para  someterla  á las  análisis.  De  esta 
suerte  está  uno  abastecido  de  todos  los  datos  necesarios . y cualquiera 
conclusión  que  saque,  cimentada  en  los  hechos  que  se  procure , será 
siempre  mas  lógica  y acomodada  á los  intereses  de  la  justicia. 

£ III.  — De  las  precauciones  que  hay  que  tomar  en  las  autopsias  de  los  cadáveres 

envenenados. 

Las  precauciones  especiales  que  las  autópsias  de  los  cadáveres  envene- 
nados exigen  , además  de  las  reglas  generales  aplicadas  á toda  clase  de 
autópsias , se  refieren  : 

1. *  A los  preparativos. 

2. *  A lo  que  rodea  al  cadáver. 

3/  A sus  vestidos. 

4. *  Al  exterior  del  cuerpo. 

5. *  Al  interior. 

fi.’  Al  modo  de  preparar  para  las  análisis  los  sólidos  y líquidos  extraí- 
dos del  cadáver  y hallados  junto  á él. 

1/  Los  preparativos  se  reducen  , además  de  los  instrumentos  y utensi- 
lios necesarios  en  toda  autópsia  (*),  á un  frasco  de  alcohol,  agua  desti- 
lada , diversos  vasos  y vasijas  de  cristal  de  varios  tamaños  para  contener 
y guardar  los  líquidos  y sólidos  que  se  destinen  á las  análisis;  jofainas  y 
platos  de  porcelana  ó que  lio  tengan  barnices  fáciles  de  descomposición; 
bramante,  papel.  lacre,  lentes  aumentativos,  etc. 

2."  Por  lo  que  toca  á lo  que  rodea  al  cadáver,  hay  que  echar  una 
ojeada  al  sitio  en  que  se  encuentra ; si  hay  manchas  en  el  suelo  ó en  la 
cama;  si  hay  materias  vomitadas  ó arrojadas  por  el  ano;  si  hay  vasos, 
botellas  ó frascos , papeles  con  polvos , plantas , etc. ; todo  aquello, 
en  una  palabra , que  pueda  dar  alguna  luz  sobre  el  hecho  de  la  in- 
toxicación y su  naturaleza , mayormente  cuando  se  va  á proceder  á la 
autópsia  sin  ningún  antecedente  relativo  á los  síntomas  y causa  de  la 
muerte.  Lo  arrojado  por  las  vías  gástricas  y excrementicias  es  de  sumo  in- 
terés , puesto  que  pueden  contener  esas  materias  los  vestigios  del  veneno. 

El  facultativo  recoge  los  utensilios  que  contengan  algo  sospechoso,  las 
ropas  manchadas , los  materiales  del  suelo  ó muebles  que  también  lo 
estén , lo  cual  se  obtiene  fácilmente  con  esponjas  nuevas  y bien  lavadas  y 
agua  destilada  ; las  esponjas  se  estrujan  luego  en  vasijas. 

Si  los  deudos  no  le  presentan  todo  lo  que  el  envenenado  haya  arrojado, 
debe  pedirlo  para  colocarlo  en  vasos  particulares,  que  se  rotulan  y sellan 
por  el  tribunal.  Una  investigación  minuciosa  en  el  cuarto  del  envene- 
nado, hecha  con  la  idea  de  recoger  y apoderarse,  para  la  análisis,  de  todo 
que  pueda  suministrar  datos,  raras  veces  deja  de  reportar  sus  utilida- 
des. Mucha  tendrá  que  ser  la  astucia  y precaución  del  asesino  para  n 
ejar  mas  huellas  de  su  crimen  que  el  cuerpo  de  la  victima.  La  falta 

l ) Véase  el  Tratado  dt  Hodierna  Itgal,  1. 11 , cap.  III , Autópii», 


- m - 

materiales  arrojados  por  las  vías  naturales  , es  en  la  inmensidad  de  casos 
un  indicio  del  crimen  , puesto  que  por  lo  común  en  los  envenenamientos 
ó intoxicaciones  hay  vómitos  y diarreas  ; y es  fácil  que  no  se  encuentren 
esos  materiales,  cuando,  temeroso  el  criminal  de  que  en  ellos  descubran 
las  análisis  el  veneno,  los  tira  bajo  cualquier  pretexto,  si  ya  no  se  atreve 
á negar  que  haya  habido  semejantes  evacuaciones. 

3. ’  Los  vestidos  del  cadáver  deben  ser  examinados  con  detención.  Los 
puntos  que  estén  manchados  de  sangre,  de  materias  vomitadas,  de  he- 
ces ú orina , ó de  los  líquidos  venenosos,  deben  ser  guardados  en  vasos 
particulares  , para  someterlos  á la  análisis. 

4. °  Relativamente  al  exterior  del  cadáver,  hay  que  examinar  también 
atentamente  todas  sus  aberturas,  para  cerciorarse  si  hay  en  ellas  de- 
puesta alguna  sustancia  por  la  mano  de  algún  sugeto  mal  intencionado, 
que  tratase  de  dar  á una  muerte  pqr  enfermedad  las  apariencias  de  un 
envenenamiento,  bajo  la  idea  infame  de  acusar  á su  enemigo  de  envene- 
nador. Cuantas  manchas  ofrezca  el  cadáver  en  el  rostro,  pecho,  manos  y 
demás  parles,  deben  ser  lavadas  con  agua  destilada,  y recogido  todo  en 
vasos  separados. 

Según  las  noticias  que  del  envenenamiento  se  hayan  adquirido,  se 
fijará  notablemente  la  atención  en  la  boca , ó en  el  ano,  en  la  vulva,  ó en 
la  piel;  en  una  palabra,  en  la  vía  por  donde  se  sospeche  ó sepa  que  se 
ha  escogido  para  la  introducción  del  veneno. 

5. "  La  abertura  del  cadáver  se  hará,  como  en  todos  los  casos,  con  el 
mismo  método  y órden  establecido  como  regla  general , sin  mas  diferen- 
cia que  tomar  para  las  análisis  pedazos  de  pulmón,  de  hígado,  de  bazo, 
de  músculos , tal  vez  de  médula  y cerebro , el  sistema^  digestivo  con 
sus  líquidos,  la  vejiga  urinaria  con  su  humor  y porcioncitas  de  esos  ór- 
ganos y materias  para  el  microscopio. 

Aunque  es  raro  que  se  analice  todo  el  cadáver,  sin  embargo,  en  algu- 
nos casos  puede  haber  necesidad  de  elle» . El  médico  legista  examina  con 
muchísimo  cuidado  las  alteraciones  de  los  órganos  y tejidos,  igualmente 
que  las  de  los  humores,  con  el  fin  de  poder  averiguar  por  ellas  los  efec- 
tos del  venero;  ve  si  hay  relación  entre  lo  que  sabe  de  los  síntomas  y de 
la  naturaleza  del  veneno  y aquellas  alteraciones;  jamás  es  tan  necesario 
dar  á ios  hechos  cadavéricos  su  verdadero  valor.  Las  consecuencias  del 
error,  de  la  prevención  ó de  la  ligereza  serian  funestas.  Por  lo  que  he- 
mos dicho  en  la  parte  fisiológica  y patológica  de  este  Compendio,  sabe  el 
médico  legista  á qué  órganos  van  á parar  los  venenos,  y la  anatomía  pa- 
tológica que  les  corresponde,  ó sea  en  cuál  se  manifiestan  más  sus  efec- 
tos. Estos  órganos,  pues,  deben  ser  observados  con  suma  detención, 
y parte  de  ellos  con  su  contenido  separado,  para  someterle  á las  análisis. 

Como  la  mayor  parte  de  los  venenos  se  toman  por  la  abertura  superior 
del  tubo  digestivo,  este  es  el  que  debe  merecer  la  preferencia  en  las  in- 
vestigaciones. Desde  la  boca  hasta  el  ano,  nada  debe  dejarse  de  examinar 
con  una  inspección  prolija.  La  boca  , la  faringe,  se  examinan  al  abrir  el 
cuello;  el  esófago  al  abrir  el  pecho;  ó bien  puede  corlarse  á la  altura  de 
la  laringe  , disecarse  y llevárselo  con  el  estómago  ; lo  restante  abriendo 
el  abdótnen. 

Practicada  la  abertura  de  la  cavidad  abdominal , deben  hacerse  varias 
ligaduras  dobles.  Una,  por  ejemplo,  en  el  remate  del  esófago  junto  á los 
pilares  del  diafragma,  otra  junto  al  píloro ; otra  en  la  unión  del  íleon 
con  el  ciego,  v otra , en  fin  , en  la  extremidad  del  recto.  Estas  ligaduras, 


— 556  — 

todas  dobles,  y con  pulgada  y media  de  distancia,  facilitan  el  corte  sin 
que  se  derramen , ni  confundan  las  materias,  y cada  órgano  es  separado 
con  su  contenido  propio. 

Hechas  las  ligaduras,  se  cortan  con  las  tijeras  dichos  órganos,  v se 
pasa  ó su  examen  interior,  colocándolos  en  una  jofaina  ó plato  de  porce- 
lana. Se  abren  sucesivamente  con  las  tijeras , v tomada  nota  de  lo  que 
contienen,  de  su  cantidad,  color,  alteraciones  anatómico-patologicas,  etc. i 
se  lavan  con  agua  destilada,  y se  miran  á la  luz  difusa,  á la  oscuridad,’ 
y luego  al  trasluz,  para  observar  si  hay  perforaciones,  inyecciones,  ar- 
borizaron es  , etc. 

Entre  los  pliegues  de  la  mucosa , entre  el  mismo  espesor  del  moco  ó 
de  los  materiales  que  habitualmente  contiene  el  canal  digestivo,  se  ocul- 
tan á veces  pedacitos  de  veneno  dados  en  polvo  ó á pedacitos ; y el  en- 
cuentro de  esas  porciones  sólidas  de  la  sustancia  venenosa  da  siempre 
mas  certeza , por  no  decir  evidencia , A la  intoxicación.  Si  no  basta  la 
simple  vista  , un  lente , el  microscopio  mismo  muchas  veces  aumentará 
la  esfera  de  la  visión.  Todo  pedacito  ó porción  de  veneno  sólido  que  se 
encuentre , debe  ser  guardado  en  vaso  aparte  para  poderle  presentar 
como  cuerpo  de  delito. 

6.*  Lavado  y examinado  el  estómago,  se  corta  á pedacitos  de  una  pul- 
gada , y se  ponen  en  un  vaso,  en  el  cual  se  echa  agua  destilada ; en  otro 
van  los  líquidos  ó materiales  que  contenga , junto  con  el  agua  destilada 
que  se  los  llevó  lavando  la  viscera.  Si  ya  está  algo  adelantada  la  pu- 
trefacción, ó antes  de  analizar  esos  materiales,  ha  de  trascurrir  algún 
tiempo,  se  echa  un  poco  de  alcohol  en  los  vasos  donde  se  guardan.  Algu- 
nos creen  que  tiene  su  inconveniente  el  alcohol , porque^puede  disolver 
ciertos  venenos,  en  especial  los  alcaloideos;  mas  esto  no  es  un  grande 
obstáculo,  puesto  que  analizando  ese  alcohol  ó el  líquido,  concentrándole 
antes,  se  descubre  el  veneno.  Menos  inconveniente  tiene  esta  práctica, 
que  dejar  desenvolver  la  putrefacción.  Si  no  ha  de  trascurrir  mucho 
tiempo,  desde  que  se  practica  la  autópsia  hasta  las  análisis  químicas, 
podrá  prescindirse  de  echar  alcohol  en  las  vasijas. 

La  falta  de  esta  precaución  hacia  , en  la  mayoría  inmensa  de  los  casos 
en  que  por  espacio  de  cinco  años  hemos  actuado  como  peritos  quími- 
cos , que  llegasen  las  sustancias  remitidas  en  un  estado  de  putrefacción 
completa,  con  un  hedor  insoportable  y hasta  peligroso,  y acaso  en  algu- 
nas de  esas  ocasiones  los  resultados  negativos  pudieron  reconocer  por 
causa,  tratándose  de  sustancias  orgánicas  y hasta  de  algunas  inorgánicas, 
la  influencia  de  ese  estado  avanzadísimo  de  putrefacción  en  que  se  halla- 
ban las  materias  destinadas  á las  análisis. 

Entre  los  que  se  oponen  á esa  adición  del  alcohol  está  M.  Tardieu, 
quien  insiste  en  dar,  como  regla  absoluta , el  abstenerse  de  añadir  á los 
órganos  apartados  para  las  análisis  ni  alcohol,  ni  otro  líquido  conserva- 
dor; no  solamente  es  esto  para  dicho  autor  inútil , sino  perjudicial.  Dice 
que  el  aspecto  y la  consistencia  de  los  tejidos  son  modificados,  y ya  n° 
pueden  ser  apreciados  por  los  peritos  que  intervien  a en  ulteriores  ope- 
raciones, y además  la  composición  desconocida  , y á veces  la  impureza 
de  los  líquidos  empleados  crean  , para  la  análisis  , complicaciones  en  ex- 
tremo desagradables  í1). 

Sobre  encontrar  aquí,  como  en  otras  partes,  á M.  Tardieu  en  contra- 
ib  Obracit.,  p.  60. 

\ 

V. 


dicción  entre  sus  preceptos  y sus  obras ; sobre  verle  en  casos  prácticos 
emplear  el  alcohol  para  que  se  retarde  la  putrefacción  (J) , debemos  de- 
cirle que  las  razones  que  da,  para  oponerse  á esa  práctica,  no  son  de 
peso.  En  primer  lugar,  cuando  los  órganos  se  retiran  del  cadáver  para 
colocarlos  en  frascos,  ya  los  peritos  los  han  examinado  y hecho  constar 
el  estado  en  que  los  encontraron.  Los  demás  peritos  que  los  hayan  de 
ver  serán  los  químicos,  si  ya  no  son  los  mismos  que  ejecutan  la  autóp- 
sia,  y ios  químicos  no  tienen  por  objeto  reconocer  el  estado  de  esos  ór- 
ganos, sino  analizarlos  para  ver  si  contienen  ó no  alguna  sustancia  ve- 
nenosa. El  alcohol  no  será  un  obstáculo  para  ello,  y por  mas  que  altere 
la  consistencia  y el  color  de  esos  órganos,  más  los  altera  la  putrefacción.' 

En  segundo  lugar,  eso  de  la  composición  desconocida  del  alcohol  ó de 
otro  líquido  conservador  y de  su  impureza , es  cándido  hasta  dejarlo  de 
sobra.  Los  peritos  no  emplearán  un  líquido  cuya  composición  no  conoz- 
can. El  alcohol  ya  se  sabe  de  qué  se  compone,  y hay  medios  fáciles  de 
averiguar  su  pureza,  y claro  está  que  el  perito  que  le  emplea  , para  im- 
pedir la  putrefacción  , le  emplea  puro. 

Cuando  M.  Tardieu  contesta  á los  que  le  hacen  objeciones  á los  ex- 
tractos alcohólicos  para  la  experimentación  fisiológica , afirma  que  el  al- 
cohol no  altera  en  nada  las  sustancias.  No  tiene,  pues,  ninguna  fuerza 
lo  que  dice  M.  Tardieu  sobre  ese  particular. 

Lo  que  acabo  de  recomendar  por  lo  locante  al  estómago , es  de  entera 
aplicación  á los  intestinos  delgados,  gruesos,  vejiga  urinaria  y demás 
órganos  y líquidos  que  se  destinan  á las  análisis.  Todos  se  inspeccionan 
con  la  misma  atención , todos  son  lavados  con  agua  destilada , todos  cor- 
tados á pedacitos , todos  guardados  cada  uno  en  su  vaso  particular. 

No  estamos  por  la  nueva  práctica  que  trata  de  introducir  SI.  Tardieu, 
destinando  solo  dos  grandes  frascos  para  colocar , en  uno  el  estómago  é 
intestinos  juntos  con  los  materiales  que  contengan,  y en  otro  todos  los 
demás  órganos.  Kara  vez  dejará  eso  de  tener  graves  inconvenientes,  como 
lo  veremos  mas  por  extenso,  al  hablar  de  la  liiosoíía  de  la  intoxicación,  y 
como  podemos  comprenderlo  desde  luego  , puesto  que  no  es  indiferente 
que  el  veneno  que  se  encuentre  proceda  de  un  órgano  ó de  otro.  Si  en 
ciertos  casos  lo  misino  da  que  venga  de  unos  que  de  otros  órganos, 
puesto  que  en  lodos  se  halia;  en  otros  casos,  lo  importante  de  ia  cues- 
tión está  en  determinar  el  órgano  donde  se  encuentra  el  veneno,  ya  de 
un  modo  absoluto,  ya  de  un  modo  relativo.  En  los  casos,  por  ejemplo, 
de  sospechas  de  imbibición  después  de  ia  muerte,  la  práctica  de  M.  Tar- 
dieu imposibilitaría  resolver  el  problema.  La  importancia  que  da  dicho 
autor,  recomendándola  con  gran  fuerza,  como  operación  capital,  á esa  se- 
paración de  órganos  en  dos  vasos,  lo  cual  destruye  luego,  á las  pocas 
páginas,  confundiéndolo  todo  deplorablemente,  se  la  damos  nosotros  con 
mas  fundamento  á la  separación  de  cada  órgano,  como  regla  general , y 
la  recomendarnos  con  igual  fuerza , pero  con  mas  consecuencia , por 
cuanto  en  ningún  caso  destruiremos  esa  regla  para  mezclar  órganos  y 
materias  en  un  solo  vaso, (*) 

(*)  Obra  oit.,  p.  69".  En  e!  caso  de  ía  muerte  de  la  viuda  de  Pauw,  envenenada  por 
el  médico  Imme.  pata  C:>ulv  de  Lapomineivue,  M.  Tardieu  y Roussin  empicaron  el  alcohol 
para  detener  la  putrefacción  que  empezaba  ü manifestarse  en  las  visceras,  hígado,  bazo, 
pulmones,  corazón,  etc.,  contenidos  en  uno  de  los  frascos  : lié  aquí  las  propias  palabras 
de  dicho  autor  : «Rociamos  esa  pulpa  con  alcohol  de  90  grados,  muy  puro,  con  el  objeto  de 
detener  la  ftrmtntacivn , que  ya  había  empezado,  y do  oponernos  á toda  alteración  ulterioV. 


668  — 


A lodos  los  frascos  que  contengan  órganos  y malcrías  putrefacíbíes 
se  les  añade  también  un  poco  de  alcohol  para  retardar  al  menos  la  putre- 
facción , <Iue  Puccte  aumentar  las  dificultades  de  la  análisis  química,  por 
poco  tiempo  que  haya  de  transcurrir,  desde  que  se  practica  la  autópsia 
hasta  que  se  someten  á esas  análisis.  1 

iás  de  todo  punto  indispensable  que  no  se  coloquen  esas  materias  en 
pucheros  ó vasijas  de  vidriado,  como  lo  hemos  visto  muchas  veces.  Du- 
rante los  cinco  años  en  que  hemos  actuado,  hemos  recibido  las  materias 
en  pucheros,  vasijas  de  barro  y basta  jarras  y macetas  mal  tapadas' y 
en  condiciones  tales  , que  dan  una  triste  idea  del  modo  como  se  hace  este 
servicio  en  el  país,  no  teniendo  de  ello  la  culpa  en  general  los  profeso- 
res, sino  los  juzgados  que  no  les  abonan  los  gastos  de  los  frascos,  ni  de- 
más materias  necesarias. 

Los  frascos  deben  ser  de  vidrio,  de  boca  ancha,  y estar  tapados  con 
tapones  de  lo  mismo,  ó por  lo  menos,  de  corcho  puro  y limpio;  lacrán- 
dolos luego,  precintándolos  y sellándolos  el  tribunal,  con  el  fin  de  que 
una  mano  malévola  no  los  extraiga,  sustituya  por  otros,  ó eche  sustan- 
cias venenosas , que  no  procedan  del  cadáver. 

Sin  eso  no  hay  ni  puede  haber  seguridad  de  que  no  se  cometan  frau- 
des, encaminados,  tan  pronto  á favorecer  á los  culpables,  tan  pronto  á 
comprometer  á los  inocentes. 

En  cada  frasco  se  implanta  ó pega  un  papel  ó rótulo,  indicando  las  ma- 
terias que  contiene,  y si  hay  mas  de  uno , se  les  pone  la  numeración  cor- 
respondiente , es  decir,  l.°,  2.*,  3.*,  etc. 

Preparados  así  los  frascos  se  colocan  en  cajas  de  madera , no  en  cestos 
ú otras  cosas  análogas ; y se  llenan  aquellas  de  serrín,  virutas,  paja  ó 
papeles,  para  que  ios  frascos  no  choquen  entre  sí,  no  se  rompan  y vier- 
tan las  materias  ; clavada  la  tapa  , se  cubren  los  ángulos  con  papel 
pegado  á la  madera,  se  precintan,  lacran  y sellan  con  el  sello  del 
juzgado,  y se  escribe  encima  lo  que  contienen  , y de  qué  juzgado  pro- 
ceden , remitiéndolo  luego  conforme  lo  previene  el  art.  22  dei  Regla- 
mento de  médicos  forenses , á ios  peritos  químicos , por  medio  de  perso- 
nas de  confianza  y por  conducto  del  Regente  de  la  Audiencia  del  dis- 
trito. 

Los  peritos  químicos  no  deben  recibir  esas  cajas  ó frascos  que  les  re- 
mitan las  autoridades,  si  no  les  llegan  con  todas  esas  formalidades  de  la 
ley  y de  la  ciencia ; cuando  hablemos  de  la  química  de  la  intoxicación, 
ya  volverémos  á tratar  de  este  asunto,  pero  aquí  nos  cumple  recomen- 
dar á los  profesores  encargados  de  las  autopsias , y á los  jueces  que  las 
ordenan  y presiden  , que  no  descuiden  ninguno  de  los  pormenores  ex- 
puestos, pues  que  son  de  sama  trascendencia  los  descuidos  y abusos  que 
se  pueden  cometer,  procediendo  de  otra  manera. 

La  experiencia  nos  hace  hablar  de  esta  suerte.  El  descuido  que  hemos 
advertido  por  espacio  de  algunos  años,  en  el  modo  de  preparar  las  mate- 
rias que  se  han  de  analizar,  y el  modo  de  remitirlos  á los  peritos  quími- 
cos, ha  podido  comprometer  gravemente  los  intereses  de  la  administra- 
ción de  justicia  y volver  menos  eficaces  las  análisis  de  la  ciencia. 

BESUMEN  DE  LA  NECROSCOPIA/  DE  LA  INTOXICACION. 

Se  entiende  por  necroscopia  de  la  intoxicación , aquella  parte  de  la 
loxicología  general,  que  trata  de  las  inhumaciones,  exhumaciones  y au' 


— m - 

tópsias , de  los  sugetos  que  mueren  envenenados  ó con  sospechas  de  es- 
tarlo. 

Lo  que  la  necroscopia  de  la  intoxicación  trata  , relativo  á las  inhumacio- 
nes, exhumaciones  y autópsias  de  los  cadáveres  envenenados,  no  son  las 
reglas  generales  de  esas  operaciones  expuestas  en  el  Tratado  de  Medicina 
legal,  dándolas  por  supuestos  , pues  que  deben  practicarse;  se  limita  á 
tratar  de  las  reglas  especiales  que  hay  que  practicar  en  ellos  en  los  casos 
de  envenenamiento  verdadero  ó sospechado. 

En  la  inhumación  de  los  cadáveres,  cuando  hay  sospechas  ó certeza  de 
un  envenenamiento , se  han  de  tomar  las  siguientes  precauciones  : 

1. *  No  se  entierra  el  cadáver  sin  practicar  la  autópsia. 

2. *  Dado  caso  que  se  entierre  sin  autópsia  , deben  examinarse  sus  ves- 
tidos , su  exterior  y sus  aberturas  naturales,  anotando  todo  lo  que  ofrez- 
can digno  de  ello. 

3. °  Tanto  si  se  practica  la  autópsia,  como  en  el  caso  contrario,  debe 
ser  inhumado  en  un  lugar  aparte , que  no  permita  confundirle  con  otros 
cadáveres,  que  no  favorezca  la  putrefacción , y no  pueda  dar  lugar  á la 
imbibición  del  cadáver  de  sustancias  minerales  sospechosas. 

Si  no  se  practica  la  autópsia,  fulla  un  órden  de  datos  indispensable  para 
resolver  el  caso  puesto  en  cuestión ; no  se  sabrá  qué  alteraciones  anató- 
mico-potológicas  produjo  el  veneno,  y en  ^ ^uyoría  de  los  casos  no 
será  posible  atirmar,  ni  negar  el  envenenamiento. 

Si  por  cualquier  causa  que  fuere  se  inhumase  el  cadáver,  sin  practi- 
carle la  autópsia  , al  menos  es  de  un  grande  interés  apreciar  sus  vestidos, 
su  color,  las  manchas  que  tengan , su  naturaleza , el  exterior  del  cadá- 
ver, donde  puede  haber  vestigios  de  la  intoxicación,  y las  aberturas  natu- 
rales , tanto  para  hacer  constar  su  estado , como  si  hay  en  ellas  vestigios 
de  materias  sospechosas  por  ellas  introducidas. 

En  uno  y otro  caso  debe  inhumarse,  no  en  el  hoyo  común,  sino  en  se- 
pultura ó lugar  aislado , expuesto  al  Norte , en  tierra  seca  y si  puede 
ser  arenosa,  y libre  de  restos  de  maderas,  vidriado,  papeles  pintados, 
basura,  etc.  (cap.  i V,  § 1). 

Al  exhumar  un  cadáver  de  un  sugeto  que  se  sospeche  haber  sido  en- 
venenado, no  solo  hay  que  tener  cuidado  en  que  sea  el  que  se  busca,  y 
en  llevarse  la  caja  y los  restos  u sino  porción  de  tierra  de  la  que  le  rodee 
y de  algunos  puntos  distantes , para  someterla  á las  análisis  químicas,  lo 
mismo  que  esos  restos  (cap.  IV,  § II j. 

Las  precauciones  que  hay  que  tomar  en  las  autópsias  de  los  sugetos 
envenenados,  se  refieren: 

1. *  A los  preparativos. 

2. ü  A lo  que  rodea  el  cadáver. 

3. '  A sus  vestidos. 

4. ”  Al  exterior  del  cuerpo. 

5. '  Al  interior. 

6. °  Al  modo  de  preparar  para  las  análisis  los  materiales  que  se  extraen 
del  cadáver,  sólidos  y líquidos. 

Los  preparativos  consisten  , además  de  la  caja  de  autópsias,  en  un 
frasco  de  alcohol , agua  destilada,  vasos  de  cristal  ó vidrio,  vasijas  de  lo 
mismo  de  tamaños  diferentes;  jofainas,  platos  ó cápsulas  de  porcelana; 
bramante,  papel,  lacre,  lentes  de  aumento;  cajas  de  madera,  serrín, 
virutas,  etc. 

Respecto  de  lo  que  rodea  el  cadáver,  hay  que  llevarse  si  hay  botes, 


— SCO  — 

boieíJas.  vasos,  pucheros,  papeles  que  contengan  restos  de  lo  que  ha 
tomado,  medicinas,  etc. ; el  material  de  las  manchas  del  suelo,  cama,  etc 
debidos á los  vómitos,  excrementos  del  sillico,  y cuanto  pueda  tener  re- 
lación con  el  case. 

Los  vesiidos  deben  ser  recogidos,  si  hay  manchas,  y estas  cortadas  para 

someterlas  a las  análisis. 

Ln  el  exterior  debe  examinarse  el  estado  de  la  piel , las  aberturas  na- 
turales para  ver  cómo  están,  cuál  ha  sido  la  vía  de  introducción,  si  hav 
en  ellas  restos  de  lo  ingerido  , si  se  ha  introducido  después  de  muerto  el 
sugeto , etc. 

La  abertura  del  cadáver  se  practicará  como  recomendamos  en  Medi- 
cina legal,  examinando  detenidamente  los  conductos  por  donde  se  in- 
girió ó pudo  ingerirse  el  veneno,  donde  tal  vez  habrá  restos  de  el,  si  se 
dió  al  estado  sólido. 

Se  notan  todas  las  alteraciones  anatómico-patológicas  que  deja  el  ve- 
neno en  los  óiganos  y tejidos. 

Las  vías  digestivas  exigen  un  exámen  muy  minucioso  en  la  mayoría 
de  los  casos. 

En  la  cavidad  abdominal  se  practican  dobles  ligaduras  en  el  cárdias, 
pfloro,  división  de  los  intestinos  delgados  y gruesos. 

Luego  de  separadas  e£|Ir porciones  por  sus  dobles  ligaduras,  se  abren 
los  conductos  en  un  vaso  abarte  y se  examina  el  contenido , y en  seguida 
se  lavan  con  agua  destilada  las  paredes  de  cada  porción , y se  miran  á la 
luz  y á oscuras,  al  trasluz,  y se  nota  si  hay  perforaciones,  erosiones, 
equimosis,  arborizaciones,  etc. 

Los  pliegues  de  la  mucosa  reclaman  atención  particular,  porque  en 
ellos  hay  fragmentos  del  veneno , polvos , etc. 

Cuando  está  todo  examinado,  se  toman  porciones  de  pulmones,  hí- 
gado, bazo,  la  vejiga  urinaria,  el  tubo  digestivo,  y cada  órgano  ó por- 
ción se  coloca  en  frasco  aparte  con  su  propio  contenido ; echando  agua 
destilada  ó alcohol , si  hay  que  trasladarlos  lejos , ó se  ha  de  tardar  en 
analizarlos. 

No  hay  ningún  inconveniente  en  echar  en  cada  frasco  cierta  can- 
tidad de  alcohol,  que  esté  puro,  con  el  objeto  de  impedir  la  putre- 
facción. 

Por  mas  que  ese  vehículo  ponga  un  poco  duros  los  tejidos  y los  destiña 
ó vuelva  pálidos,  esas  alteraciones  son  insignificantes,  comparadas  con 
las  que  la  putrefacción  provoca. 

Aunque  el  alcohol  se  apodere  de  ciertos  principios  orgánicos , eso  no 
es  ningún  inconveniente  grave , porque  también  se  somete  á las  análisis 
y se  encuentran  esos  principios. 

Los  frascos  deben  de  ser  de  vidrio , de  boca  ancha  y suficiente  capa- 
cidad ; no  deben  emplearse  pucheros  ni  otras  vasijas  de  barro  y menos 
con  barniz. 

Cada  frasco  se  lapa,  lacra,  precinta  y sella  con  el  sello  del  juzgado; 
y además  se  les  pone  un  rótulo  que  diga  lo  que  contiene , y se  numera  si 
hay  mas  de  uno.  • 

jPor  último,  los  frascos  se  colocan  en  una  caja  de  madera  con  serrín, 
Virutas,  paja  ó papel  para  que  no  se  rompan  , y se  cubren  los  bordes  con 
papel  que  se  lacra  y sella,  y se  pone  lo  que  contiene. 

Estos  materiales  se  remiten  á los  peritos  químicos  por  conducto  del 
Kegenie  de  la  Audiencia  del  distrito  (cap.  IV,  § III). 


CAPÍTULO  Y. 

QUÍMICA  DE  LA^INTOXIC  ACION. 

Llamo  química  de  la  intoxicación  á aquella  parte  de  la  Toxicqlogfa  ge- 
neral, que  trata  de  las  materias  que  han  de  ser  analizadas  en  los  casos  de 
envenenamiento ; de  los  instrumentos , utensilios  y aparatos  necesarios 
para  esas  análisis;  de  los  reactivos  y caractéres  químicos  de  los. venenos, 
y de  las  diferentes  marchas  que  hay  que  seguir  en  las  operacidnes  ana- 
líticas. * * 

En  efecto,  lodo  lo  que  incluyo  en  esta  definición  constituye  la  química 
de  la  Toxicología.  Mas,  siquiera  con  esa  definición  ya  dé  una  idea  bas- 
tante clara  de  todo  lo  que  vamos  á exponer  en  esta  parte  de  la  Toxicolo- 
gía general,  voy  á indicar  mas  ámpliamente  los  puntos  de  que  me  pro- 
pongo tratar  sucesivamente  en  ella , como  indispensables  para  desempe- 
ñar debidamente  la  análisis  química  de  las  materias  sospechosas,  en  todo 
caso  práctico  de  envenenamiento , ó sospechas  de  él. 

Me  haré  cargo : primero,  de  las  sustancias  que  han  de  ser,  ó pueden  ser 
analizadas  y de  su  diferente  procedencia;  segundo,  de  lo  que  deben  hacer 
los  peritos,  al  recibirlas,  para  que  las  analicen  por  disposición  judicial; 
tercero,  de  cémo  debe  establecerse  el  laboratorio  químico-toxioológico, 
tanto  en  lo  que  se  refiere  á su  construcción  arquitectónica,  como  al  per- 
sonal que  debe  haber  en  él;  cuarto,  de  los  instrumentos,  utensilios  y apa- 
ratos de  que  debe  estar  provisto , necesarios  ó mas  indispensables  para 
las  análisis  químico-toxicológicas,  distribuidos  á tenor  de  las  operaciones 
mecánicas,  físicas  y químicas  para  las  cuales  sirvan ; quinto,  de  los  reac- 
tivos empleados  en  las  análisis , á cuyo  estudio  precederá,  por  conside- 
rarlo conveniente , la  exposición  breve  y compendiosa  de  unas  cuantas 
nociones  generales  de  la  química siguiendo  á esta  exposición  é indica- 
ción de  los  reactivos,  tanto  por  la  vía  seca  como  por  la  vía  húmeda,  las 
reglas  indispensables  para  su  manejo  y el  modo  de  asegurarnos  de  su 
pureza;  sexto,  délos  caractéres  químicos  ó sustancias  que  se  estudian  mas 
comunmente  en  Análisis  química  cualitativa , ya  al  soplete,  ya  por  la  vía 
húmeda;  séptimo,  de  las  operaciones  analítico-químico-toxicológicas  que 
deben  practicarse , ya  cuando  no  se  tiene  noticia  alguna  del  veneno , ya 
cuando  hay  algunos  antecedentes  de  él  que  le  determinen ; de  los  casos 
diferentes  en  que  pueden  encontrarse  lm>  peritos  , respecto  de  las  condi- 
ciones con  que  se  les  entreguen  las  sustancias  que  hubieren  de  analizar; 
de  lo  que  han  de  practicar  con  los  objetos  remitidos  por  los  juzgados  an- 
tes de  empezar  la  análisis;  de  la  marcha  metódica  que  hay  que  seguir, 
cuando  el  veneno  esté  puro  ó sin  mezcla,  sólido,  líquido  ó gaseoso;  de 
las  operaciones  prévias,  métodos  ó procederes,  inventados  para  eliminar 
los  venenos  de  las  sustancias  que  los  impurifican,  cuando  están  mezclados 
con  sustancias  alimenticias  ó combinadas  con  los  principios  de  los  órga- 
nos y humores  del  sugeto  envenenado ; de  cuáles  métodos  ó procederes 
debemos  valernos  con  preferencia,  como  mas  conducentes  al  objeto;  de 
qué  reactivos  podemos  esperar  mas  resultado  para  cuando  estén  eli- 
minadas las  sustancias  venenosas,  en  especial  orgánicas,  y de  qué  modo 
se  dosan  los  principios  constitutivos  de  una  sustancia  en  las  análisis  cuan- 
titativas; octavo , de  la  aplicación  del  microscopio  á los  casos  de  intoxica- 
ción, como  medio  auxiliar  unas  veces,  y supletorio  en  otras  de  las  aná- 

TOXICOLOUÍA.— 3tí 


— Bfi£  — 

lisis  químicas;  noveno,  de  la  espectrometría  en  Toxicología  y lo  que 
podemos  esperar  de  ella  en  el  estado  actual ; décimo,  en  fin , de  la  nueva 
práctica  llamada  experimentación  fisiológica  , ó sea  rehabilitación  de  la  an- 
ticua ya  desacreditada  , que  consistía  en  dar  á los  animales,  como  prueba 
de  la  existencia  del  veneno , sustancias  procedentes  del  sugeto  envene- 
nado , ó que  se  presume  estarlo. 

Tales  son  los  importantes  puntos  que  voy  á comprender  en  la  química 
de  la  intoxicación,  con  el  fin  de  que  los  médicos  forenses  tengan  la  de- 
bida aptitud  para  desempeñar  esa  clase  de  actuaciones,  como  la  tienen 
para  las  demás,  correspondientes  á la  medicina  legal. 

ARTÍCULO  PRIMERO. 

DE  LAS  SUSTANCIAS  QUE  HAN  DE  ANALIZARSE  EN  LOS  CASOS  DE  INTOXICACION 

Ó ENVENENAMIENTO. 

Las  materias  ó sustancias , que  se  ofrecen  en  los  casos  prácticos  de  in- 
toxicación ó envenenamiento  para  ser  analizadas,  no  son  todas  déla 
misma  clase , y conviene  que  hagamos  su  debida  distinción ; por  cuanto, 
según  de  qué  clase  sean  esas  sustancias , los  procedimientos  analíticos 
varian. 

La  división  mas  natural  y conducente  á nuestro  propósito  es  la  si- 
guiente: 

1. a  Sustancias  ó materias  que  no  proceden  del  sugeto  intoxicado. 

2. *  Sustancias  ó materias  que  proceden  del  sugeto  intoxicado  , arroja- 
das por  vómitos  ó cámaras,  ó manchadas  por  estas. 

3. °  Organos  y líquidos  propios  del  sugeto  intoxicado. 

Digamos  cuatro  palabras  acerca  de  cada  clase  de  esas  sustancias  por 
vía  de  aclaración  ó comentario. 

§ I. — De  las  sustancias  que  han  de  analizarse,  en  un  case  de  intoxicación,  no  procedentes 

del  sugeto  envenenado. 

No  siempre  que  se  intenta  un  envenenamiento,  se  consume;  varias  cau- 
sas, varias  circunstancias  imprevistas  burlan  los  cálculos  del  asesino,  y su 
crimen  ó atentado  llega  á oidos  del  tribunal,  antes  que  se  haya  llevado  á 
efecto.  En  estos  casos  el  veneno,  ya  sea  solo,  ya  mezclado  con  otras  sus- 
tancias, forma  la  materia  de  ese  primer  grupo.  Un  vaso  de  agua  donde 
se  haya  disuelto  el  ácido  arsenioso;  una  botella  de  vino  donde  se  haya 
puesto  un  veneno  que  no  altere  ni  su  color  ni  su  sabor;  el  pan , el  queso, 
un  guisado,  el  caldo,  una  pocion  medicinal  envenenados,  todas  son  sus- 
tancias de  la  primera  clase,  esto  es,  que  no  proceden  del  sugeto  enve- 
nenado. 

Seránlo  también  ciertos  cosméticos , ciertos  ungüentos , ciertos  polvos 
vendidos  por  los  curanderos  como  secretos,  la  tierra  de  los  cementerios 
ó de  los  puntos  donde  haya  sido  sepultada  una  persona,  acerca  de  la  cual 
haya  habido  sospechas  de  envenenamiento.  En  ninguno  de  estos  casos 
proceden  esas  materias  del  sugeto  envenenado. 

Pero  no  se  crea  que  siempre  que  se  nos  las  presenta,  forzosamente  no 
se  haya  consumado  el  crimen.  También,  después  de  cometido  este  puede 
el  tribunal  encontrar,  al  propio  tiempo  que  la  víctima  , los  vestigios  del 
veneno,  ó alguna  de  esas  sustancias  indicadas  que  le  contenga, ‘sin  que 
por  esto  pierdan  el  carácter  que  nos  las  hace  referir  al  primer  grupo. 


— 663  - 


| II.— De  las  sustancias  que  han  de  analizarse,  en  un  caso  de  intoxicados,  procedentes 

* del  sugeto  envenenado. 

Por  lo  común , cuando  el  delito  ya  se  ha  ejecutado  ó ha  tenido  por  lo 
menos  un  principio  de  ejecución , ya  no  se  encuentran  esas  sustancias 
con  que  se  ha  provocado ; los  criminales  tienen  buen  cuidado  de  hacerlas 
desaparecer.  En  semejantes  casos  el  médico  legista  recibe  del  tribunal 
mas  bien  sustancias  de  las  que  hemos  colocado  en  la  segunda  clase , pro- 
cedentes del  sugeto  envenenado,  á saber : materias  vomitadas,  excremen  - 
tos,  orina,  ropas  manchadas,  etc.  Todas  estas  materias  proceden  del  en- 
venenado , y nunca , como  en  aquellos  casos  en  que  este  se  libre  de  la 
muerte,  es  tan  importante  recogerlas;  puesto  que  hay  toda  la  probabili- 
dad de  encontrar  en  ellas,  por  medio  de  las  análisis,  el  agente  venenoso. 

Es  ocioso  decir  que  en  todos  aquellos  casos,  en  los  que  se  salva  el  en- 
fermo, no  recoge  el  médico-legista  mas  materias  para  las  análisis  que  las 
indicadas ; de  aquí  la  gran  necesidad  de  no  desperdiciar  nada  de  lo  ar- 
rojado por  las  vías  digestivas  y urinarias,  y la  de  no  dejar  en  abandono, 
como  cosa  inútil , toda  mancha  de  líquidos  ó humores  que  hayan  salido 
del  cuerpo  de  la  víctima.  Esta  necesidad  es  tanto  mayor  cuanto  menos 
vestigios  se  encuentran  del  veneno  aislado,  ó solo,  como  resto  del  que  la 
víctima  tomó. 

£ III.— De  los  órganos  y líquidos  del  sugeto  envenenado  que  se  someten  á las  análisis. 

Cuando  el  veneno  ha  obrado  consumando  el  crimen;  cuando  el  sugeto 
envenenado  ha  dejado  de  existir,  el  médico-legista  tiene  á su  disposición 
para  las  análisis,  no  solo,  tal  vez,  el  veneno  ó la  sustancia  envenenada, 
no  solo  lo  arrojado  por  las  vías  digestivas  y urinarias,  sino  también  todo 
el  cadáver  de  la  víctima,  ó por  mejor  decir,  parte  de  algunos  de  sus  ór- 
ganos y líquidos. 

Hemos  visto  anteriormente  que  los  venenos  son  absorbidos  y que  van 
á parar  á ciertos  órganos  y á ciertos  líquidos  excrementicios;  hemos  visto 
también,  al  tratar  de  la  necroscopia,  la  necesidad  que  tenemos  de  reco- 
ger todos  estos  líquidos  y órganos  para  someterlos  á la  análisis,  puesto 
que  en  ellos  reside  el  veneno  que  causa  la  muerte.  Pues  con  lo  que  á la 
sazón  dijimos,  se  comprende  cómo  han  de  ser  lan  solo  ciertos  sólidos  y 
tan  solo  ciertos  líquidos  los  que  hayan  de  ser  analizados.  Pedazos  de  hí- 
gado, de  bazo,  de  pulmones,  de  músculos,  de  médula,  la  vejiga,  el  estó- 
mago ó los  intestinos  son  los  que  comunmente  se  someten  á las  análisis, 
sin  que  por  esto  se  entienda  que  alguna  vez  no  pueda  ser  necesario  so- 
meter á ella  todo  el  cadáver.  Orilla  lo  ha  practicado  varias  veces. 

En  cuanto  á los  líquidos,  la  sangre  por  ser  el  torrente  á donde  todo  va 
á parar,  y la  orina  por  ser  los  riñones  órganos  de  eliminación,  son  los 
que  comunmente,  por  no  decir  siempre,  se  analizan  con  resultados.  Otro 
ta.ri.t0  P0 demos  decir  de  los  líquidos  y mucosidades  contenidas  en  la  ca- 
vidad del  estómago  é intestinos.  La  hiel , el  quilo  del  canal  torácico  , la 

m a,  aunque  no  es  imposible  que  contenga  algunos  vestigios  de  estos 
venenos,  por  lo  que  hemos  visto  al  tratar  de  su  absorción,  no  son  los  que 
mas  datos  han  de  proporcionar  en  las  análisis. 


ARTÍCULO  i í. 


D8  LO  QUE  DEBEN  HACE»  LOS  PE  MIOS  QUÍMICOS,  AL  RECiUiU  LAS  SUS I ANCiAt> 

DESTINADAS  Á LAS  ANÁLISIS. 

La  materia  de  este  artículo  está  completamente  descuidada  en  las  obras 
de  los  autores.  Ninguna  , que  yo  sepa , habla  de  ella  , y es,  sin  embaí  go. 
en  mi  concepto,  de  una  importancia  suma  para  el  buen  servicio  pericia!, 
en  los  casos  de  envenenamiento  ó sospechas  de  él.  . 

No  solo  creo  que  se  debe  tratar  de  ese  punto  en  las  obras  de  loxicolo- 
gía , sino  que  lo  considero  digno  de  que  figure  en  una  circula!  del  Minis- 
terio de  Gracia  y Justicia  , como  otra  de  las  disposiciones  que  le  incum- 
ben , para  que  el  servicio  medico  forense  , relativo  a esta  clase  de  actua- 
ciones, se  preste  con  la  debida  formalidad  y garantía. 

En  nuestro  proyecto  de  organización  de  los  médicos  forenses  hemos 
consignado  algunas  disposiciones  reglamentarias,  que  versan  sobre  la  con- 
ducta que  deben  guardar  los  peritos  químicos,  al  recibir  las  materias  que 
se  les  remiten  para  ser  analizadas. 

Este  proyecto  comprende , como  es  de  ver,  las  actuaciones  químico- 
periciales  , lo  mismo  que  las  médico-quirúrgicas. 

En  las  juntas  de  distrito  y en  la  central  ó superior  hay  laboratorios 
químico-toxicológicos  destinados  á analizar  las  materias  sospechosas  , en 
todos  los  casos  que  lo  juzguen  oportuno  y conveniente  los  juzgados  y tri- 
bunales , y allí  está  trazado  cómo  y de  qué  manera  deben  estos  remitir 
dichas  materias  á los  laboratorios  del  ramo  , y cómo  deben  ser  recibidas 
en  estos. 

Prescindiendo  de  lo  que  hemos  consignado  en  ese  proyecto  de  organi- 
zación de  los  médicos  forenses  , puesto  que  no  está  vigente,  siquiera  de 
vez  en  cuando  veamos  que  el  Gobierno  toma  algunas  de  las  disposiciones 
de  dicho  proyecto , y las  ordena  en  sus  circulares,  vamos  á exponer  lo 
que,  con  arreglo  al  estado  actual  de  cosas,  debe  practicarse  por  los  peri- 
tos químicos. 

Hemos  visto  que  el  artículo  22  del  Reglamento  publicado  en  13  de 
mayo  de  1862,  previene  que,  «cuando  se  remitan  á los  peritos,  designados 
en  los  artículos  19  y 21,  materias  destinadas  á las  análisis  químicas,  se 
haga  por  conducto  del  Regente  de  la  Audiencia  del  distrito  correspon- 
diente í1)». 

Lo  primero,  pues,  que  cumple  á los  peritos  químicos,  es  no  hacerse 
cargo  de  objeto  alguno  destinado  á la  análisis  química,  que  no  les  llegue 
con  esta  formalidad  reglamentaria. 

Recibidos  en  el  laboratorio  químico-toxicológico,  no  en  la  casa  ó domi- 
cilio de  los  peritos,  á donde  suelen  llevar  los  objetos  analizandos  los  al- 
guaciles ó dependientes  de  los  juzgados  y de  la  audiencia , los  peritos  ó el 
director  del  laboratorio  entregará  un  recibo,  donde  se  consignen  los  ob- 
jetos que  se  le  entreguen , expresando  el  número , forma  y exterior  de 
esos  objetos , y en  cuanto  al  contenido , refiriéndose  á lo  que  le  digan  en 


n?,n<^°  escr'h¡.endo  estas  lineas,  he  visto  en  el  Diario  de  Avisos  un  párrafo  en  el  que 
iudieialpQ  rfa  or<^en .se  encargado  al  farmacéutico  D.  Juan  Sicilia  las  análisis 
*Íeban  Praclicarse  en  el  territorio  de  la  Audiencia  de  Madrid,  y que  al  efecto 
drid  iS?®  UQ  magnifico  laboratorio  en  el  paseo  del  Obelisco,  i Otario  de  Avisos  de  Ma- 
uria,  16  de  diciembre  de  i 666 , pág.  4 , colunuia  5.a) 


- m - 

el  oficio  de  remisión,  puesto  que  no  le  consta  realmente  lo  que  contienen 
las  cajas  ó frascos  que  se  le  remiten. 

En  el  laboratorio  químico-toxicológico , del  cual  hablarémos  luego, 
debe  haber  una  ó mas  piezas  destinadas  á la  oficina  de  redacción  de  los 
documentos,  y en  ella  habrá  un  armario  destinado  á guardar,  con  llave, 
ciertos  objetos  remitidos,  mientras  no  se  proceda  á su  análisis,  ó no  les 
llegue  el  turno , si  hay  muchos. 

En  esta  oficina  debe  haber  varios  libros,  en  folio,  rayados.  Uno  de 
registro  de  entradas  y salidas , donde  se  debe  anotar  lo  siguiente  : 

1. °  La  entrada , dia , mes  y año. 

2. °  El  número  de  cada  caso  : l.°,  2.°,  etc. 

3. #  La  procedencia ; esto  es,  de  qué  juzgado  ó gobierno  de  provincia,  ó 
autoridad  donde  radica  el  caso. 

í*  El  conducto  por  donde  llega. 

5. °  Los  documentos  judiciales  ó administrativos  que  acompañen  al  oficio 
de  remisión. 

6. *  Los  objetos  remitidos , cuáles  y cuántos , y en  qué  forma. 

7. *  Los  resultados  de  las  análisis  químicas. 

8. °  Los  honorarios  devengados  por  estas. 

9. °  La  salida,  dia,  mes  y año  del  documento  pericial. 

10.  Los  documentos  que  se  devuelven  y los  que  quedan  en  la  oficina. 

11.  Las  materias  que  se  devuelven  y ías  que  no. 

El  segundo  libro  está  destinado  á que  se  copien  en  él , por  su  órden, 
los  documentos  periciales  remitidos  á las  autoridades  judiciales  y admi- 
nistrativas , que  hayan  pedido  la  actuación  judicial. 

Habrá,  además,  cartones  con  sus  cintas  para  contener,  por  años  ó 
medios  años,  según  el  número  de  casos,  los  documentos  judiciales  remi- 
tidos, las  copias  de  los  recibos  y los  borradores  de  los  documentos,  cuya 
copia  se  haya  remitido  á los  juzgados  ó demás  autoridades. 

Cada  caso  formará  un  expediente , con  su  carpeta  de  medio  pliego  de 
papel  doblado,  en  cuya  portada  se  escribirá  el  número  del  caso,  el  juz- 
gado á que  pertenezca , el  dia  y mes  de  entrada , el  de  salida , y al  fin 
el  año. 

Todos  los  expedientes  de  un  año , ó de  medio  año , si  fueran  muchos, 
se  atarán  entre  dos  cartones;  se  pondrá,  en  un  papel,  en  el  lomo,  el  año, 
y se  colocarán  en  un  armario-estante  á propósito. 

Con  estas  sencillas  disposiciones,  habrá  órden,  regularidad  en  ese 
servicio;  y siempre  que  haya  necesidad  de  hacer  constar  cualquier  hecho 
relativo  á cada  caso  , ó de  reproducir  el  documento  por  extravío  del  li- 
brado, no  habrá  mas  que  acudir  á los  libros  y cartones  de  expedientes. 

Esta  es  la  práctica  que  hemos  seguido  en  el  laboratorio  químico  toxi- 
cológico  déla  facultad  de  Medicina,  de  la  Universidad  central,  desde  el 
año  de  1 8 58  al  de  1803,  durante  los  cuales  hemos  preslado  el  servicio 
médico  pericial  relativo  á las  análisis  químicas,  á todos  los  juzgados, 
audiencias,  gobiernos  civiles  y demás  que  nos  pidieron,  durante  ese 
tiempo,  actuaciones  periciales  de  esa  especie;  y esta  es  la  práctica  que 
opinamos  debe  seguirse  en  esta  clase  de  tareas,  mas  graves  y trascen- 
deniales  de  lo  que  á primera  vista  parece. 

El  libro  de  registro  debe  contener  todo  lo  que  hemos  indicado,  en  una 
especie  de  cuadro  sinóptico,  que  comprenda  las  dos  hojas,  escribiendo 
arriba,  en  casillas  separadas,  y por  su  órden  ; la  entrada , el  número,  la 
procedencia,  etc. ; y debajo,  entre  las  líneas  correspondientes , lo  que  per- 


r,66  - 


tpnp7ra  á cada  membrete ; así , de  una  ojeada  se  tiene  todo  á la  vista. 

Vo  creo  necesario  descender  á mas  pormenores,  ni  entrar  en  comen- 
tarios sobre  lo  que  acabo  de  exponer,  como  relativo  á la  oficina  de  redac- 
ción y á lo  que  deben  hacer  los  peritos,  al  recibir  los  objetos  destinados 

á las  análisis  químicas. 


a n'rímTT  n tu 


CÓMO  DEBE  ESTABLECERSE  EL  LABORATORIO  QUIM1CO-TOXICOLÓGICO. 

Para  practicar  debidamente  las  análisis  químico-periciales,  sean  cua- 
les fueren  los  casos  que  las  hagan  necesarias,  es  indispensable  tener  á la 
disposición  de  los  peritos  un  laboratorio  construido  ad  hoc , y provisto  de 
todas  las  piezas , instrumentos,  vasijas  y aparatos,  igualmente  que  de- 
todos  los  reactivos  necesarios  para  las  análisis  de  esa  especie. 

En  nuestro  proyecto  de  organización  de  los  médicos  forenses  hay  tam- 
bién sus  disposiciones  relativas  á este  importante  objeto,  y en  el  art.  19 
del  Reglamento  de  1862  se  previene  que  los  farmacéuticos  , á quienes  se 
encargue  esas  actuaciones,  tengan  establecido  su  laboratorio,  y esté  pro 
visto  de  todo  lo  necesario  para  ellas. 

Muchos  farmacéuticos  se  lian  negado  á prestar  ese  servicio,  fundados 
en  que  no  tenian  laboratorio  á propósito,  y que  estaban  faltos  de  lo  ne- 
cesario para  desempeñarle  debidamente.  Tienen  razón;  siquiera  no  se 
conciba  una  oficina  farmacéutica  sin  laboratorio , no  es  esta  á propósito 
para  e!  caso,  y le  faltan  muchas  cosas  para  analizar  cabalmente  lo  que 
los  juzgados  pueden  remitirles.  Y si  añadiesen  á esto  que  les  falta  otra 
cosa  , que  es  la  mas  esencial , á saber,  los  conocimientos  científicos  espe- 
ciales , todavía  contestarían  con  mas  razón  y fundamento. 

Si  bien  es  verdad  que,  tanto  para  muchos  casos  de  Medicina  legal,  como 
para  no  pocos  de  Toxicología  práctica , bastan  una  lámpara  de  alcohol, 
con  su  trípode  ó sosten  de  hierro  para  las  cápsulas  de  porcelana;  algu- 
nas de  estas  de  vario  tamaño;  telas  metálicas;  una  hornilla  evaporatoria 
y crisoles,  triángulos  de  hierro,  tenacillas;  algunas  retortas,  alargade- 
ras de  vidrio,  balones,  copas,  tubos  y una  caja  de  reactivos,  junto  con 
una  mesa  cualquiera  para  operar;  también  es  cierto  que  en  otros  casos  se 
necesita  algo  más  , y que  un  servicio  tan  importante , como  es  el  pericial 
relativo  á las  análisis  de  materias  procedentes  de  personas  víctimas  de 
algún  atendado  ó envenenadas,  no  debe  hacerse,  teniendo  tan  solo  á su 
disposición  lo  estrictamente  indispensable  para  los  casos  mas  sencillos. 

Semejante  servicio , reclamado  á la  ciencia  como  capaz  de  auxiliaren 
muchos  casos  á la  administración  de  justicia,  exige  que  se  destine  á él 
uno  ó mas  laboratorios , construidos  conforme  la  ciencia  lo  demanda  , y 
provistos  de  todos  los  utensilios , instrumentos  y aparatos  que  permitan 
practicar  las  operaciones,  tanto  sencillas  como  complicadas,  y que  no 
íalte  nada  de  cuanto  pueda  necesitarse , sea  cual  fuere  el  caso  práctico 
que  venga  á reclamar  los  auxilios  de  la  ciencia. 

En  buen  hora  que , siendo  raros  los  casos  que  en  semejante  servicio, 
haya  necesidad  de  análisis  cuantitativa , no  se  tenga  en  el  laboratorio 
quimico-toxicológico  gran  provisión  de  lo  que  esta  análisis  exige  , dando, 
en  cuanto  a los  enseres,  la  preferencia  á todo  lo  correspondiente  á la 
anansis  cualitativa;  sin  embargo,  tampoco  debe  faltar  en  ese  laboratorio 
por  10  menos  lo  indispensable  para  analizar  las  proporciones  elementales 


- f>67  — 

de  un  cuerpo  sometido  ó las  operaciones  analí tico-químicas  periciales. 

Partiendo,  pues,  de  este  principio,  vamos  é exponer  : l.°  cómo  debe 
construirse  el  laboratorio  químico-toxicológico;  y 2.°  qué  personal  debe 
haber  en  él. 

g I.  — Del  laboratorio  quimico-toxicologico. 

Al  proponernos  exponer  cómo  debe  construirse  un  laboratorio  químico- 
toxicológico  , nos  llevamos  por  objeto  proponerle  como  modelo , como  le 
exigen  las  necesidades  de  la  ciencia,  sin  perjuicio  de  que  pueda  hacerse 
en  mas  ó menos  escala  , según  los  fondos  de  que  se  disponga  para  ello. 

Debe  escogerse  para  construir  el  laboratorio  químico-toxicológico  un 
local  espacioso , que  reciba  mucha  luz , que  no  sea  húmedo , y esté  bien 
ventilado ; es  decir,  que,  siquiera  tenga  puertas  y ventanas  que  puedan 
cerrarse  en  ciertos  casos  para  evitar  corrientes  de  aire  capaces  de  con- 
trariar las  operaciones;  en  otras  puedan  abrirse  y facilitar  el  curso  del 
aire , para  que  se  lleve  pronta  y completamente  los  vapores  y emanacio- 
nes que  se  desprenden  , en  especial  durante  las  carbonizaciones  y forma- 
ción de  ciertos  gases  perniciosos , al  efectuarse  las  reacciones  químicas 
en  los  vasos  abiertos. 

Debe  tener  varias  piezas.  Por  ejemplo  : 

l.°  Una  en  forma  de  paralelógramo , destinada  á la  parte  principal 
del  laboratorio. 

En  la  pared  exterior  debe  estar  la  puerta  de  entrada  en  un  extremo, 
y en  lo  restante , dos  ó tres  ventanas , con  sus  vidrieras  inmóviles  en  la 
parte  inferior,  y en  la  superior  deben  tener  un  medio  punto,  movible  por 
medio  de  cuerdas  y poleas,  para  facilitar  la  ventilación,  cuando  convenga. 

En  cada  una  de  estas  ventanas  habrá  su  cortina  de  persiana  , movible, 
para  templar  la  luz , cuando  no  se  necesite  tanta. 

A lo  largo  de  esta  pared , y al  interior,  habrá  una  mesa  de  pino  ó mos- 
trador corrido , desde  el  marco  de  la  puerta  hasta  el  otro  extremo , pro- 
visto de  cajones  para  colocar  varios  objetos  en  ellos. 

En  los  extremos  puede  haber  dos  ó tres  cajones , unos  encima  de  otros; 
en  el  centro  solo  debe  haber  una  fila  de  cajones , dejando , desde  ellos 
hasta  el  suelo,  bastante  espacio;  el  suelo  debe  estar  formado  de  una  ta- 
rima, destinada  á colocar  en  ella  varios  objetos,  como  jofainas,  trípode 
para  filtro,  abrazaderas,  hornillos,  cubos,  piés  de  madera,  cuñas  para 
montar  aparatos,  etc. , etc. 

Entre  los  espacios  que  medien  de  ventana  á ventana , habrá  unos  es- 
tantes abiertos , estando  el  mas  alto  al  alcance  de  la  mano  del  operador, 
destinados  á contener  por  su  órden  los  frascos  de  los  reactivos. 

En  esta  mesa  no  debe  colocarse  habitualmente,  ó cuando  no  se  trabaja, 
nada,  como  no  sea  algunos  utensilios  mas  usuales,  como  las  lámparas 
de  alcohol , los  trípodes  de  hierro  con  sus  telas  metálicas  , las  botellas  de 
chorro  con  agua  destilada , los  estantitos  de  los  tubos  de  ensayo  y otros 
por  el  estilo. 

En  el  centro  de  esta  mesa  debe  haber  un  tubo  mechero  para  gas  , con 
su  tornillo,  que  le  llegue  por  medio  un  conducto  en  comunicación  con  el 
que  alumbre  el  edificio,  donde  se  construya  el  laboratorio. 

En  la  pared  del  fondo,  opuesta  á la  que  acabamos  de  describir,  no 
debe  haber  ventana  alguna.  Está  destinada  al  hogar,  que  debe  tener 
unos  8 decímetros  de  altura  y 7 de  profundidad , con  algunos  metros  de 
largo  , ó los  que  tenga  la  pared. 


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Pn  nno  de  sus  extremos  se  destina  un  espacio  de  algunos  decímetros 
Aladrado»  para  un  baño  de  arena,  cerrado  con  vidrieras,  siendo  movi- 
ble la  anterior,  que  suba  y baje  impulsándola , y se  quede  donde  uno 
auiera,  por  medio  de  contrapesos  sostenidos  por  cuerdas,  las  cuales  se 
ocultan  en  una  pieza  encima  de  este  baño  y al  lado  de  la  campana  de  la 
chimenea.  En  el  fondo  de  este  espacio  hay  dos  estantes  para  coloca r 
copas,  balones,  cápsulas,  crisoles,  etc. 

Al  otro  extremo  del  hogar  debe  haber,  ó una  pequeña  fragua  con  su 
fuelle  de  doble  corriente,  ó bien  un  horno  para  altas  temperaturas,  que 
puede  servir  para  copelaciones  ó análisis  de  monedas  y minerales. 

Entre  estas  dos  piezas,  el  baño  de  arena  y el  horno  ó fragua,  habrá 
dos,  tres  ó cuatro  hornillos,  con  sus  tapaderas  de  hierro , teniendo  cada 
uno  su  tubo  de  chimenea,  con  llave,  y de  fuerte  tiro,  para  que  la  com- 
bustión sea  rápida  y viva.  La  llave  de  cada  tubo  estará  en  el  tondo  de  la 
pared,  á poco  mas  de  medio  metro  de  altura  del  hogar.  El  cenicero  de 
cada  hornillo  tendrá  una  puertecita  de  hierro  con  ventanilla  movible. 

En  los  espacios  intermedios,  ganchos  para  colgar,  tenacillas,  trián- 
gulos , diafragmas  y otras  piezas  de  hierro  necesarias  para  sostener  en 
los  hornillos  las  cápsulas  de  porcelana  y demás  vasijas  correspondientes. 

También  pueden  colocarse  encima  del  hogar  algunas  hornillas  evapo- 
ratorias  ó de  reverbero  portátiles,  V ciertos  aparatos  funcionando. 

Debajo  del  macizo  del  hogar  y de  sus  hornillos  habrá  varios  huecos, 
con  sus  puertas  de  hierro,  para  guardar  el  carbón,  la  leña , etc. 

Encima  del  hogar  se  construirá  la  campana  de  la  chimenea,  ancha, 
espaciosa  y bastante  alta , permitiendo  el  paso  de  un  hombre  por  debajo 
de  ella  y encima  del  hogar.  Su  ala  exterior  debe  estar  al  menos  al  nivel 
del  borde  externo  del  hogar. 

La  chimenea  debe  ser  estrecha , para  que  favorezca  el  tiro  , y lo  mas 
alta  posible. 

En  la  parte  exterior  de  la  campana  de  la  chimenea  es  bueno  hacer 
pintar  todos  los  cuerpos  simples  conocidos , por  el  órden  con  que  se  con- 
ducen en  la  pila,  en  punto  á su  electricidad  positiva  ó negativa,  y po- 
niendo al  lado  de  cada  uno  su  fórmula  y su  equivalente  ó peso  atomís- 
tico, tomando  por  unidad  el  hidrógeno.  Así  se  tienen  fácilmente  á la  vista 
para  los  casos  de  análisis  cuantitativas. 

En  uno  de  esos  hornillos  puede  colocarse  el  alambique  para  el  agua 
destilada,  si  no  hay  otro  local  destinado  á esta  operación  tan  necesaria 
en  un  laboratorio  químico. 

En  una  de  las  paredes  de  los  lados  del  laboratorio  habrá  un  encerado 
con  su  esponja  y barras  de  yeso,  para  trazar  en  él  las  fórmulas  y demás 
que  se  necesite.  En  ella  se  colgarán  los  cedazos  y otros  utensilios  que 
lo  consientan.  Encima  del. espacio  que  corresponda  á la  mesa  de  pino 
colocada  al  interior  de  la  pared  exterior,  se  colocará  un  aparador  con  to- 
aos ios  utensilios  destinados  á la  disgregación  mecánica,  como  martillo, 
limas , tijeras  , escofina,  serrucho,  tenazas,  etc. 

En  este  mismo  lado  debe  haber  una  fuente , con  su  pila  de  mármol , y 
agua  común  abundante,  y una  puerla  que  conduzca  al  lugar  común  , el 
cual  no  debe  estar  lejos  del  laboratorio , ya  para  las  necesidades  de  los 
l®P?rarios»  ya  para  verter  ciertas  aguas  y reactivos  después  de  las  aná- 

• lado  febe  haber  un  grande  armario  con  sus  estantes;  los  supe- 

riores con  puertas  vidrieras , los  inferiores  con  puertas  sin  ellas. 


Dentro  de  ese  armario  se  colocan  los  frascos  que  contengan  cantidades 
dé  sustancias  reactivas , sólidas  y líquidas,  de  repuesto  , copas,  embu- 
dos probetas,  vasos  de  diferentes  formas,  balones,  cápsulas,  morte- 
rosetc. , etc. , que  hayan  de  ser  puestos  mas  en  uso,  al  practicar  las 

^Encima  de  este  armario  se  coloca  por  órden  algunos  crisoles  de  barro 

de  diferente  tamaño.  ' . . , . „ . . , . 

En  medio  del  espacio  de  esta  pieza  habrá  otra  mesa  también  de  pino 
con  cajones  en  ambos  lados,  destinada  á contener  objetos,  ó á trabajar  en 
ella , cuando  se  ofrezca. 

En  uno  de  sus  extremos  se  fija  en  el  borde  un  tornillo  de  hierro,  para 

contener  los  objetos  que  hayan  de  limarse , etc. 

En  el  otro  extremo,  junto  á la  mesa  están  las  cubetas  hidroneumática  é 
hidrargírica,  y la  mesa  con  la  lámpara  de  esmaltar  y su  fuelle  y soplete. 

En  cada  uno  de  los  cajones  de  las  mesas,  colgará  del  asa  de  hierro  un 
paño  de  manos  limpio. 

2. *  Además  de  la  pieza  de  que  acabamos  de  hablar,  habrá,  como  lo 
hemos  indicado , otra  contigua  para  el  común. 

3. °  Un  patio  ó jardín  delante  de  la  pared  anterior , donde  puedan 
destaparse  los  frascos  que  contengan  sustancias  putrefactas , y colocarse 
los  desinfectantes  al  aire  libre. 

i.°  También  debe  haber  otra  pieza  destinada  al  almacén,  donde  se 
guarden  la  provisión  y repuesto  de  todos  los  utensilios  de  barro , vidrio 
y porcelana , para  echar  mano  de  ellos  á medida  que  se  vayan  consu- 
miendo. Estarán  puestos  en  estantes  de  madera  anchos  y suficientes  para 
tenerlos  en  ellos  ordenados.  En  este  almacén  se  guardarán  los  objetos 
que  se  reciban  para  ser  analizados  y que  exijan  ese  sitio. 

5.°  Por  último,  habrá  otra  pieza  destinada  á la  redacción  de  ios  docu- 
mentos, donde  estarán  los  estantes  para  los  libros  de  registro  y copia  de 
documentos,  los  cartones  con  los  expedientes;  dos  mesas  de  despacho, 
una  para  el  director  ó peritos,  otra  para  un  escribiente ; una  mesa  con 
cajones  delante  de  Ja  ventana  ó ventanas  que  den  luz  á esa  pieza  y donde 
se  colocarán  las  balanzas  químicas,  la  máquina  neumática,  el  microsco- 
pio y demás  instrumentos  que  pudiesen  ser  atacados  por  los  gases  des- 
prendidos en  el  laboratorio. 

La  construcción  y disposición  que  acabamos  de  exponer,  como  propia 
para  un  laboratorio  químico  toxicológico , son  iguales  á los  que  tiene  el 
de  Ja  facultad  de  Medicina  de  la  Universidad  central  y puesto  á nuestro 
cargo  desde  1858,  excepto  algunos  particulares,  y además  tiene  junio  á 
a pieza  de  redacción  ó gabinete  del  profesor  otras  dos  piezas,  una  para 
e escritorio  del  escribiente,  y otra,  que  es  el  gabinete  toxicológico,  donde 

' e.n  un  “*oo  l°s  armarios-escaparates  para  la  colección  de  veneno  > y 

"tV0S  ’ °j’(:*ena^o  según  las  explicaciones  dadas  en  la  cátedra,  con 
nnp^l08)611  a Part.e  inferior  para  guardar  varios  objetos  , v al  otro  lado, 
marios  h > ran  patio  de  la  Facultad  , entre  dos  ventanas  . otros  dos  ar- 
Hav  adorná!  a 10  Punt0  Para  varios  frascos  con  sustancias  y utensilios, 

Fl  rntin  .J!?  lTl?sas  con  sus  cajones  para  ciertos  trabajos. 
árholfU  v nía nto 0r_Pe  se  entra  en  el  laboratorio,  es  bastante  ancho  , con 
junto  al  almario?  V?°do  d«  Íaidi« - una  fuente , y en  uno  de  los  lados, 

querrá  ,a  ^3^^'  “ ChÍmCnea  ^ el 

U mío,  junto  á este  jardín  está  la  cátedra  de  Medicina  legal  y Toxi - 


- 570  - 

colooía  donde  en  el  fondo  hay  otro  hogar  con  varios  hornillos,  la  chi- 
menea,’ todo  cerrado  con  vidrieras  movibles,  y á sus  lados  dos  armarios- 
estantes  que  guardan  instrumentos,  utensilios  y aparatos  propios  de  la 
asignatura,  destinados  á la  enseñanza,  por  lo  cual  están  á la  vista  de  los 
discípulos,  como  igualmente  en  los  muros  del  mismo  local  cinco  cua- 
dros sinópticos  de  las  bases  y ácidos,  ó sea  de  las  sales  inorgánicas  y 
orgánicas  con  los  caractéres  de  sus  grupos,  divisiones,  géneros  y espe- 
cies; cuadros  que,  estando  todos  los  dias  á la  vista  de  los  alumnos,  los  fa- 
miliarizan con  este  conocimiento  tan  útil  para  aprender  las  análisis  quí- 
micas, cuando  se  trata  de  la  química  de  la  intoxicación.  Con  este  objeto 
los  formamos  y dispusimos  que  se  pintaran  en  los  muros  de  la  cátedra. 


§ II.— Del  personal  del  laboratorio  químico-toxicológico. 

El  laboratorio  químico-toxicológico  debe  estar  á cargo  de  un  director, 
doctor  en  medicina , que  haya , no  solo  estudiado  las  asignaturas  que 
constituyen  la  Facultad  de  medicina,  sino  que  haya  cultivado  la  Medi- 
cina legal  y la  Toxicología.  En  su  lugar  hemos  dado  las  irrefragables  ra- 
zones para"  que  sea  médico  y no  farmacéutico  el  director  del  laboratorio 
químico-toxicológico,  puesto  que  su  objeto  es  practicar  en  él  las  diferen- 
tes operaciones  que  reclama  el  servicio  pericial,  tanto  relativo  á la  Medi- 
cina legal  como  á la  Toxicología , ciencias  que  los  farmacéuticos  no  es- 
tudian, que  solo  estudian  los  médicos. 

Por  eso  no  podemos  menos  que  extrañar  toda  disposición,  por  la  que 
se  confie  á un  farmacéutico  un  laboratorio  químico-toxicológico  para 
practicar  las  análisis  químico-periciales,  relativas  á casos  judiciales,  para 
los  que  no  tiene  título  legal , y siquiera  posea  conocimientos  químicos, 
carece,  ó es  probable  que  carezca,  de  los  conocimientos  médicos,  nece- 
sarios para  formar  juicios  sólidos  sobre  los  hechos  que  le  consulten. 

Además  del  director,  debe  haber  otro  doctor  en  medicina,  igualmente 
versado  en  estudios  médico-legales  y toxicológicos , que  trabaje  con  el 
director  en  los  casos  prácticos;  puesto  que  la  ley  y la  práctica  de  los  tri- 
bunales exigen  que  sean  dos  por  lo  menos  los  peritos;  por  eso  extrañamos 
también  lo  consignado  en  el  artículo  17  del  Reglamento  de  médicos  fo- 
renses, que,  contra  la  ley,  confia  á un  solo  perito  químico  los  graves  y 
complicados  casos  de  análisis  químico-periciales. 

Devergie  da  á entender,  en  un  trabajo  reciente,  del  que  hemos  hecho 
mención  en  la  introducción  de  este  Compbndio  (*)  , que  es  indebida  la 
práctica,  que,  de  algún  tiempo  á esta  parle,  se  está  siguiendo  en  Francia, 
de  no  llamar  mas  que  á un  perito  químico , cuando  hasta  ahora  , ni  Or- 
nla,  ni  Devergie,  ni  nadie  había  sido  solo  en  esas  delicadas  y trascen- 
dentales actuaciones. 

. E.n.naeíJtro  Pai?  se  imita  (en  la  esfera  gubernativa  , no  en  la  práctica 
a Práctica  n4eva  del  vecino  imperio,  porque  tenemos  la  fatali- 
dad de  estar  siempre  dispuestos:  primero,  á imitar  al  extranjero,  sin  ha- 
cer caso  de  lo  que  cos  pertenezca,  siquiera  sea  mejor,  negándonos  á nos- 
otros mismos  la  originalidad,  y segundo,  á imitar  lo  peor  que  de  fuera  nos 

Un  solo  perito , ni  es  legal  , ni  conviene  á la  buena  administración  de 
justicia,  ni  es  lo  que  la  ciencia  tiene  establecido.  Por  lo  menos  deben  ser 


(')  Véase  la  pág.  49. 


í - 571  - 

dos;  el  juicio  científico  siempre  va  mas  garantido  con  dos  peritos  que  con 
uno,  bajo  todos  los  puntos  de  vista  que  se  mire  esa  importante  y trascen- 
dental tarea.  . 

Un  laboratorio  químico-toxicológico  reclama  por  lo  menos  dos  peritos 
médicos  versados  en  la  ciencia  médico-legal  y en  Toxicología;  un  direc- 
tor y un  colaborador. 

Debe  haber  además  un  ayudante , doctor  también  en  Medicina ,'  que, 
como  aquellos,  haya  dado  pruebas  de  sus  conocimientos  especiales  para 
preparar  con  el  director  y colaborador  lo  necesario  y asociar  su  juicio 
científico,  si  á mano  viene,  en  los  documentos  médico-legales,  ya  relati- 
vos á Medicina  legal,  ya  relativos  á la  Toxicología,  ó por  lo  menos  á sus- 
tituirlos en  sus  ausencias  y enfermedades. 

Debe  haber  igualmente  un  escribiente  para  que  lleve  los  libros  de  re- 
gistro y demás,  ponga  en  limpio  los  dictámenes  redactados  por  el  direc- 
tor y colaborador,  ó los  peritos,  tanto  en  el  libro  destinado  á esto , como 
en  los  documentos  que  hayan  de  remitirse  á los  juzgados,  audiencias  y 
demás  autoridades,  teniendo  á su  cuidado  la  mesa  y estantes  donde  se 
guardan  los  libros,  cartones  y expedientes. 

Siempre  será  preferible  que  ese  escribiente  sea  por  lo  menos , ya  que 
no  bachiller  en  Medicina,  un  estudiante  de  esta  Facultad  , puesto  que  por 
un  lado  entenderá  lo  que  copia,  y por  otro  puede  ser  útil,  como  subayu- 
dante en  algunas  preparaciones , sirviéndole  de  estudio  práctico  loque 
presenciare  y ayudare  á ejecutar. 

Por  último , debe  haber  un  mozo  de  laboratorio  encargado  de  la  lim- 
pieza de  todas  las  piezas  del  mismo,  de  la  parte  mecánica  de  muchas  ope- 
raciones y de  los  recados  y demás  que  disponga  el  director  y colaborador, 
ayudante  y escribiente , en  lo  que  á cada  uno  de  estos  corresponda. 

Partidarios  de  la  libertad  de  profesión , no  tendríamos  ningún  incon- 
veniente en  que  profesores  particulares  montasen  un  laboratorio,  en  los 
términos  que  acabamos  de  exponer,  tanto  en  lo  relativo  al  edificio,  como 
en  lo  concerniente  al  personal,  y que  á ellos  acudiesen  los  juzgados,  au- 
diencias y demás  que  necesitaran  actuaciones  periciales  sobre  casos  de 
medicina  legal  y envenenamiento , retribuyéndoles  su  trabajo,  á tenor,  no 
de  tarifas  ni  aranceles,  contrarios  á la  ley  y á la  justicia  y á los  principios 
económicos  que  han  hecho  abolir  las  tasas;  sino  con  arreglo  á los  hono- 
rarios que  los  peritos  estimasen,  como  lo  previenen  todas  las  leyes  del  país. 

Pero,  á vueltas  de  esa  libertad,  acerca  de  la  cual  no  hallamos  ningún 
inconveniente  grave;  creemos  que  el  Gobierno  debería  establecer  un  la- 
boratorio químico-toxicológico  en  los  términos  indicados,  destinado  á 
desempeñarse  en  él  las  actuaciones  periciales,  que  necesitase  la  adminis- 
tración de  justicia  para  el  mejor  acierto  en  sus  fallos,  dejando  libres  á 
los  juzgados  de  acudir  á ese  laboratorio  ó á cualquier  otro , sostenido 
por  profesores  ó empresas  particulares. 

El  establecimiento  por  cuenta  del  Gobierno  no  tendría  mas  objeto  que 
asegurar  ese  servicio;  que  no  sucediera  lo  que  de  algun  tiempo  á esta 
parte  sucede,  que  no  hay  quien  desempeñe  ese  servicio  con  grave  detri- 
menio  é incalculables  perjuicios  de  la  administración  de  justicia.  Así  no 
anua  necesidad  de  reales  órdenes,  que  sobre  ponerse  en  desacuerdo 
con  la  ley  y con  la  ciencia,  no  alcanzan  ni  pueden  alcanzar  lo  que  de  esta 
Pu® . a promí. ¡terse  el  que  reclama  esos  auxilios. 

m hay  siquiera,  como  obstáculo  para  loque  proponemos,  la  obligada 
razón  con  que  en  este  desdichado  país  se  sale , siempre  que  se  trata  de 


— 672  — 

esta  clase  de  negocios,  esto  es,  los  apuros  del  erario , ó la  cuestión  eco- 
nómica. . , 

En  nuestro  proyecto  de  organización  de  los  médicos  forenses , propo- 
níamos el  establecimiento  de  un  laboratorio  químico  en  cada  Junta  de 
distrito  y uno  para  la  Junta  superior. 

Hoy,  que  tenemos  mas  experiencia  sobre  ese  servicio;  que  en  los  cinco 
años  que  le  hemos'  prestado  y en  los  tres  que  le  habían  desempeñado 
los  señores  Baeza  y lisera , hemos  aprendido  prácticamente  que  al  año 
hay  sobre  unos  40  casos  prácticos , en  toda  la  Península  y sus  islas  adya- 
centes, que  dan  lugar  á esas  actuaciones;  creemos  que,  con  un  solo  labo- 
ratorio sostenido  por  el  Estado,  bastaría. 

Y si  este,  á imitación  de  lo  que  se  ha  dispuesto  en  Portugal  y de  lo  que 
se  hace  en  Alemania,  confiase  á los  catedráticos  de  Medicina  legal  y To- 
xicología,  los  mas  idóneos  para  el  servicio,  las  actuaciones  químico-pe- 
riciales, hasta  resultaria  llenado  este  servicio  completamente  para  todo 
el  país  con  extremada  baratura. 

El  laboratorio  químico-toxicológico  de  la  Escuela  de  Medicina  de  la 
Universidad  central,  construido  y montado  debidamente  y con  todos  los 
requisitos  necesarios,  podría  destinarse,  además  de  la  enseñanza,  á ese 
servicio;  los  dos  catedráticos  de  Medicina  lega!  y Toxicología  serian  los 
peritos;  tendrían  su  ayudante,  su  escribiente  y su  mozo,  y con  80000  rea- 
les que  el  Ministerio  de  Gracia  y Justicia  destinase  á dicho  servicio  , ha- 
bría lo  suficiente  para  el  material  y el  personal  del  establecimiento.  Con 
esa  cantidad  insignificante  para  un  Gobierno,  podrían  costearse  los  reac- 
tivos, las  vasijas,  el  carbón,  etc.,  etc. , y satisfacerse,  como  es  justo , los 
honorarios  de  los  peritos  y el  sueldo  deí  ayudante,  del  escribiente  y del 
mozo,  y el  servicio  se  prestaría  para  todos  los  juzgados  de  España  é islas 
adyacentes. 

¿Qué  servicio  se  presta  en  el  país  mas  importante  y trascendental  que 
ese  para  la  administración  de  justicia?  ¿Y  qué  servicio  se  presta  con 
tanta  sencillez  y economía? 

Y,  sin  embargo , eso  no  se  hace,  eso  no  se  considera  aceptable,  y en 
cambio  se  elige  , en  desacuerdo  con  la  ley,  á un  farmacéutico  para  que 
desempeñe  ese  servicio?  Excusamos  los  comentarios. 

ARTICULO  IV. 

DE  LOS  INSTRUMENTOS,  UTENSILIOS  T APARATOS  QUE  DEBE  HABER  EN  UN  LABORA- 
TORIO QUIMICO-TOXICOLÓGICO,  DESTINADOS  Á LAS  ANÁLISIS  QUÍMICAS. 

Los  autores  de  Medicina  legal  y Toxicología  suelen  hablar  de  los  ins- 
trumentos , utensilios  y aparatos  propios  de  un  laboratorio  toxicológico, 
distribuyéndolos  por  razón  de  la  materia  de  que  se  forman  , vidrio , por- 
celana, metal , etc. 

En  otras  ediciones  los  hemos  seguido  en  esa  tarea  , y hasta  en  la  últi- 
ma continuamos  haciéndolo , á pesar  de  haber  indicado  que  hay  otro 
método  de  tratar  de  ese  asunto  mas  metódico , menos  árido , y sobre  todo 
mas  útil  y provechoso  para  la  enseñanza  y práctica  de  las  operaciones 
analítico-químicas  de  todo  género. 

Distribuir  todos  esos  enseres  y estudiarlos  solamente  por  razón  de  su 
materia,  conduce  á poca  cosa,  no  completa  la  enseñanza  de  ese  impor- 
tante conocimiento.  En  buen  hora  que  se  diga  de  qué  materia  se  compo- 


* — Hit  — 

'úen  esos  instrumentos,  utensilios  y aparatos,  y se  dé  una  descripción  su- 
cinta de  cada  uno , cuando  se  considere  oportuno , si  bien  siempre  es 
mejor  que  se  vean  y examinen  en  la  cátedra  y el  laboratorio ; pero  si  se 
estudian  con  respecto  á las  operaciones , á que  cada  uno  está  destinado, 
de  un  modo,  ya  exclusivo,  ya  común  á otros , siempre  se  ha  de  conseguir 
mas  ventaja,  puesto  que,  por  lo  mismo  que  se  relaciona  el  instrumento, 
utensilio  ó aparato  con  las  operaciones  para  que  sirve,  no  solo  se  fijan 
mas  en  la  memoria,  sino  que  se  aprende  algo  de  más  provecho. 

Vamos,  pues,  á emprender  ese  nuevo  método  de  estudio,  tratando  de 
los  instrumentos , utensilios  y aparatos , que  debe  haber  en  un  laborato- 
rio, distribuidos , no  por  razón  de  la  materia  de  que  se  forman,  sino  con 
relación  á las  operaciones  para  las  cuales  sirven  ó se  emplean. 

Las  operaciones  que  nos  van  á servir  de  guía  para  el  estudio  de  los 
instrumentos,  utensilios  y aparatos,  propios  de  un  laboratorio  químico 
toxicológico , pueden  dividirse  en  : 

1. *  Unas  para  la  análisis  química  cualitativa,  esto  es,  para  la  que  solo 
tiene  por  objeto  determinar  la  presencia  de  una  sustancia  por  medio  de 
sus  caractéres  químicos  ó reacciones,  ó lo  que  es  lo  mismo  , los  elemen- 
tos de  que  se  compone  una  sustancia. 

2. *  Otras  para  la  análisis  cuantitativa , esto  es,  para  la  que  tiene  por 
objeto  determinar  las  proporciones  relativas  de  todos  los  principios  cons- 
tituyentes que  forman  parte  de  una  sustancia  dada. 

3. ®  Otras  que  son  comunes  á entrambas. 

Como  la  análisis  cualitativa  es  la  que,  en  la  inmensa  mayoría  de  los  ca- 
sos de  envenenamiento,  por  no  decir  en  todos,  es  la  única  que  se  em- 
plea, nos  ocuparemos  principalmente  en  lo  relativo  á esta,  sin  perjuicio 
de  indicar  lo  concerniente  á la  cuantitativa,  y á lo  que  les  sea  común. 

§ I.— De  los  instrumentos,  utensilios  y aparatos  empleados  en  la  análisis  cualitativa. 

Para  practicar  la  análisis  cualitativa  , ó hacer  reaccionar  unos  cuerpos 
sobre  otros,  con  el  objeto  de  que  revelen  sus  caractéres  químicos  ó se 
obtengan  en  sustancia , son  necesarias  ciertas  preparaciones  ú operacio- 
nes, ya  mecánicas , ya  físicas,  ya  químicas,  por  medio  de  las  cuales  y los 
instrumentos,  utensilios  y aparatos  con  que  se  ejecutan,  se  ponen  las  sus- 
tancias analizadas  en  esfera  de  actividad  con  sus  reactivos,  y se  efectúan 
las  operaciones  analítico-químicas  destinadas  á revelar  esas  sustancias. 

Podemos  reducir,  pues,  para  el  estudio  en  que  vamos  á entrar,  esas 
operaciones  en  unas  que  son  mecánicas,  otras  física y otras  químicas . 

Las  mecánicas  son  las  siguientes  : 

1. °  La  disgregación  mecánica  de  los  sólidos. 

2. °  La  separación  de  las  partes  mayores  de  las  menores,  de  un  só- 
lido ó de  dos  ó mas  sólidos  en  polvo  mezclados. 

3. °  La  separación  de  un  sólido  de  un  líquido,  de  lo  disuelto,  de  lo  di- 
soluble , ó de  líquidos  de  densidad  diferente. 

Entre  las  físicas  comprenderemos  : 

l'o  Va  disolución,  evaporación,  cristalización. 

*•,  aplicación  del  calórico. 

3. ^  La  aplicación  de  la  luz. 

4. *  La  aplicacion  de  la  electricidad. 

5. °  El  establecimiento  de  corrientes  de  gases  y recogimiento  de  los 
mismos. 


— 674  — 

6 ' La  apreciación  dei  peso , densidad  , temperatura , presión  atmos- 
férica, humedad  y dimensión. 

Por  último,  podemos  comprender  entre  las  químicas. 

1.“  La  precipitación. 

t.°  La  oxidación. 

3/  La  tostadura. 

4. °  La  reducción. 

5. *  La  desagregación  con  fundentes. 

6. *  La  calcinación. 

7. *  La  carbonización. 

8. °  La  incineración.  . 

Dada  esta  idea  general  de  las  operaciones  mecánicas , risicas  y quími- 
cas necesarias  para  la  realización  de  los  fenómenos  químicos , propios  de 
la  análisis  cualitativa,  veamos  los  instrumentos,  utensilios  y aparatos 
mas  indispensables  para  cada  uno  de  esos  grupos. 

I. — Operaciones  mecánicas. 

A..  Disgregación  mecánica  de  los  sólidos . 

La  disgregación  mecánica  de  los  sólidos  comprende  la  percusión , la  tri- 
turación , la  porfirizacion , el  aplastamiento  ó reducción  á láminas,  la  lima- 
dura y el  corte. 

En  todas  estas  operaciones  reducimos  un  sólido  á fragmentos , á par- 
tes mas  ó menos  pequeñas , á polvos , láminas  ó pedacitos. 

Sirve  para  la  percusión  el  mar  Hilo , el  yunque  , y los  almireces  ó morteros 
de  hierro , cobre  , mármol , pórfido , porcelana,  bizcocho,  vidrio  ó ágata. 
Cada  uno  de  estos  tiene  su  mano  de  la  propia  materia. 

Para  la  trituración , sirven  más  los  morteros  con  su  mano.  El  de  hierro 
Y cobre  y el  de  ágata  sirven  para  los  sólidos  mas  duros;  el  último  para 
los  que  están  en  poca  cantidad.  El  de  pórfido  se  emplea  para  la  porfiriza- 
ron, esto  es,  para  la  reducción  á polvo  mas  fino. 

El  aplastamiento  se  hace  con  el  martillo , cuando  los  cuerpos  ó metales 
son  blandos,  que  no  se  dejan  reducir  á polvo  con  la  percusión  ni  la  t;i- 
turacion.  Aplastados,  hechos  láminas,  se  cortan  á pedacitos  con  tijeras 
fuertes. 

La  limadura  exige  escofinas , limas  de  diferente  tamaño , unas  mas  finas 
que  otras  y de  varias  formas,  planas,  plano-convexas,  cilindricas,  trian- 
gulares , terminadas  en  punta  , provistas  de  su  mango,  y perforadores  de 
tapones. 

Los  cuerpos  fuertemente  quebradizos  ó terrosos,  se  reducen  á polvo  en 
los  morteros  de  porcelana,  bizcocho  ó vidrio. 

Las  materias  orgánicas , como  alimentos , órganos  del  cadáver,  etc.,  se 
cortan  con  tijeras  ó el  cuchillo. 

Además  de  esos  instrumentos  , debe  haber  otros  para  otras  operaciones 
mecánicas,  que  ocurren  en  el  laboratorio,  como  destapar  cajas,  clavar- 
las , serrar,  apretar  tapones  de  corcho , etc. , para  lo  cual  se  necesitan 
tenazas,  barrenas,  alicates,  punzones,  serrucho,  tirabuzón,  espátulas  de 
hierro , clavos , y una  máquina  ó palanca  para  los  tapones  de  corcho. 

Todos  esos  instrumentos  ó herramientas,  excepto  los  morteros  y la 
máquina  para  los  tapones,  se  colocan  en  el  aparador,  de  que  hemos  ha- 
blado en  el  anterior  artículo. 


- 57#  - 

f " * 

6.  Separación  de  partículas  ó cuerpos  en  polvo  meiclados. 

Cuatro  son  las  operaciones  en  que  esto  se  hace  : la  imantación,  el  apar- 
tamiento, el  tamizaje  y la  levigacion. 

Sirve  para  lo  primero  un  imán  ó barrita  de  hierro  imantada , con  la  que 
se  separan  las  partículas  de  metales  que  son  atraidos  por  el  imán. 

Para  el  apartamiento  sirven  las  pinzas  ordinarias,  las  con  puntas  de  pla- 
tino, las  de  relojero,  y en  su  defecto  la  punta  de  un  cortaplumas,  un  cu- 
chillo , tijeras , etc. 

Para  el  tamizaje  ó cernimiento  se  usan  tamices  de  seda  y metálicos , de 
diferente  tamaño , con  los  que  se  ciernen  los  polvos. 

Por  último,  sirven  para  la  levigacion,  las  cápsulas  ó lebrillos,  6 cualquier 
otro  vaso , y la  espátula  con  las  que  se  revuelven  los  polvos  insolubles, 
echando  agua  donde  se  deslian  ó suspendan  las  partículas  mas  ténues, 
en  tanto  que  las  mas  gruesas  ó pesadas  se  van  al  fondo;  separada  esta 
agua  se  deja  en  reposo  y el  polvo  se  precipita  , el  agua  se  separa , y se 
obtiene  un  polvo  fino , tanto  mas  cuanto  mas  veces  se  repite  esta  ope- 
ración con  el  polvo  que  se  va  obteniendo. 

C.  Separación  de  sólidos  y líquidos , ó de  líquidos  de  diferente  densidad . 

A este  grupo  pertenecen  la  decantación  y la  filtración. 

La  decanlacton  consiste  en  separar  un  líquido  de  un  sólido , polvo  ó 
precipitado , lo  disuelto  de  lo  no  disuelto  , ó un  líquido  de  otro  mas  pe- 
sado, ya  inclinando  el  vaso  donde  están  , ya  sorbiendo  el  líquido,  ó de- 
jando fluir  la  capa  inferior  ó el  que  mas  pesa. 

Para  eso  se  necesitan  copas,  probetas , vasos  de  boca  ancha,  cápsulas,  va- 
rillas de  vidrio , pipetas,  sifones  y embudos,  con  llave  ó espita. 

Cuando  se  decanta,  inclinando  la  copa  , probeta,  ó el  vaso  que  sea, 
se  aplica  al  borde  una  varilla  de  vidrio , mojada  en  agua  destilada,  y el 
líquido  se  desliza  á lo  largo  de  ella , y se  recoge  en  una  copa.  Si  el 
polvo  es  pesado,  se  separan  así  perfectamente  los  sólidos  de  los  líquidos. 
Si  apenas  se  inclina  el  vaso,  ya  se  marcha  el  polvo  ó precipitado,  ó si  el 
sólido  forma  capas , no  se  decanta  bien  de  ese  modo. 

Las  pipetas,  instrumentos  de  vidrio,  que  son  tubos  estrechos  en  su  ma- 
yor parte,  con  una  expansión  globular  ó cilindrica  en  otra  , y terminadas 
en  punta,  sirven  para  separar  los  líquidos,  pues  sorbiendo  por  un  ex- 
tremo, sube  la  capa  del  líquido  donde  se  sumeige  el  pico  de  la  pipeta. 
Llena  la  expansión  lobular  ó cilindrica  , y quitándola , se  sopla  y depone 
aquel  en  una  copa. 

Los  sifones , tubos  de  vidrio  encorvados,  teniendo  algunos  otros  que  se 
abren  en  uno  de  sus  lados , sirven  también  para  separar  líquidos  que  su- 
ben por  el  extremo  del  sifón  sumergido  en  ellos. 

l‘or  último,  los  embudos  con  llave,  ó espita,  que  son  de  cristal  for- 
mando conos  prolongados , sirven  para  separar  un  líquido  mas  pesado 
que  otro , que  está  encima  por  su  menor  peso  específico ; puesto  en  un 
trípode  de  madera , ó sostenidos  por  la  abrazadera  de  los  aparatos  desti- 
nados a sostener  embudos  para  la  filtración , se  abre  la  llave  que  está 
junto  al  pico  del  embudo  y se  deja  fluir  el  líquido  hasta  que  ya  va  á salir 
la  zona  superior,  en  cuyo  momento  se  da  media  vuelta  á la  espita  , y se 
intercepta  el  paso.  El  líquido  se  recibe  en  una  copa  de  vidrio. 


— {>70  — 

La  filtración  consiste  en  separar  un  líquido  de  un  cuerpo  no  disuelto,  aí 
través  del  papel  ó de  una  tela  que  puede  ser  de  lienzo , lana  ó filtro 

Sirven  para  esta  operación,  además  del  papel  y lelas  mencionadas  , los 
embudos  de  vidrio  de  varios  tamaños,  trípodes  de  madera , pies  con  abrazade- 
ras, de  lo  mismo , y copas  ó vasos  de  boca  ancha  de  vidrio , ó botellas  que 
reciben  el  líquido  filtrado,  y si  la  filtración  es  en  grande,  un  banquillo 
de  madera  con  agujeros  para  los  embudos. 

El  papel  debe  ser  sin  cola,  el  llamado  Josef , ó el  de  Barzelius , y ba 
de  filtrar  bien  , pronto  v sin  enturbiar  el  líquido. 

El  filtro  que  se  hace  con  el  papel  es  liso  ó con  dobleces  ó pliegues,  se- 
gún los  casos. 

Para  lo  primero,  se  corta  con  las  tijeras  un  pedazo  en  cuadro  del  ta- 
maño apropiado  al  del  embudo  que  se  emplee  ; se  plega  exactamente  dos 
veces,  como  quien  hace  una  pajarita  para  niños,  con  lo  cual  resultan  cua- 
tro cuadrados  mas  chicos.  En  seguida  se  redondean  los  bordes  sueltos 
con  las  tijeras,  de  modo  que  formen  un  cuarto  de  círculo,  y separando 
uno  de  los  pliegues  ó una  de  las  cuatro  hojas  de  las  demás  que  se  que- 
dan unidas,  se  obtiene  una  cavidad  lisa  en  forma  de  cono  regular  de 
60  grados , que  es  la  inclinación  de  los  embudos. 

¡Si  el  embudo  no  tuviera  esta  inclinación,  seria  necesario  hacer  un 
doblez  en  el  cono  para  que  corresponda  á la  inclinación  que  el  embudo 
tenga.  El  ángulo  de  este  debe  ser  unos  dos  tercios  del  ángulo  del  filtro 
cerrado. 

Este  filtro  sirve  para  los  casos,  en  los  que  hay  interés  en  conservar  lo 
que  resta  en  él , con  el  objeto  de  sacarlo,  pesarlo  y analizarlo. 

Si  el  filtro  ha  de  ser  con  dobleces  ó pliegues,  se  toma  también  un  pe- 
dazo de  papel  en  cuadro  de  tamaño  proporcionado  al  embudo,  y se  plega 
igualmente  dos  veces.  En  seguida  se  desplega  una  vez,  y colocado  tras 
versalmente  el  rectángulo  que  resulta , encima  de  una  mesa , se  hace  un 
triángulo,  primero  del  cuadrado  ó mitad  del  rectángulo  derecho,  doblán- 
dole hácia  dentro,  exactamente  por  el  centro;  luego  se  hace  lo  mismo 
con  el  cuadrado  izquierdo.  Así  quedan  cuatro  triángulos  iguales,  dos 
unidos  , que  están  debajo,  y dos  sueltos  por  su  borde  interno,  que  están 
encima. 

Hecho  esto,  se  levanta  el  triángulo  derecho  por  su  punta  ó ángulo  libre 
y se  plega  hácia  dentro,  dividiéndole  exactamente,  de  modo  que  su  borde 
libre  caiga  sobre  la  línea  ó doblez  que  divide  los  dos  triángulos  de  este 
lado.  Se  plega  lo  doblado  hácia  dentro,  y dividido  así  el  espacio  del 
triángulo  derecho  inferior,  se  vuelve  á plegar  hácia  dentro  también  lo 
doblado,  con  lo  cual  se  alcanza  el  borde  interno  del  triángulo  izquierdo. 

En  seguida  se  hace  lo  propio  con  el  triángulo  izquierdo,  levantándole 
por  su  ángulo  libre;  y hechos  sucesivamente  los  tres  dobleces  hácia  den- 
tro, se  plegan  los  dos  lados  hácia  dentro  también,  como  las  dos  mitades 
de  un  libro. 

Hechos  estos  dobleces  en  la  misma  dirección  , apretando  bien  cada  uno 
para  que  queden  bien  marcadas  las  líneas  de  los  pliegues;  se  desplega 
todo  hasta  dejar  otra  vez  el  papel  con  solo  el  primer  doblez , ó en  forma 
de  rectángulo,  y se  notan  siete  rayas  ó lineas  que  parten  de  un  centro 
los  que  marcan  los  pliegues  hechos  todos  en  una  misma  dirección , sa- 
liente hácia  atrás,  y ocho  ángulos  iguales. 

Así  desdoblado,  se  va  dividiendo  el  espacio  de  cada  uno  de  esos  ángu- 
los, plegándolos  hácia  fuera,  exactamente  por  el  centro ; se  empieza  por 


- 677  — 

eí  primero  del  lado  derecho,  y se  sigue  plegando  hácía  afuera  el  espacio 
de  todos  íos  ángulos,  y hácia  dentro  los  dobleces  anteriores,  como  quien 
forma  un  abani#o. 

Cuando  está  ft>do  plegado,  se  da  con  las  tijeras  un  corte  que  redondee 
los  bordes  angulosos  al  nivel  de  los  mas  bajos  , y se  desdobla  el  filtro  ó 
papel , que  resulta  formado  alternativamente  de  ángulos  entrantes  y sa- 
lientes, excepto  en  dos  puntos,  uno  en  frente  de  otro,  que  forman  pla- 
nos; se  plega  cada  uno  hácia  dentro,  y así  resultan  diez  y siete  ángu- 
los entrantes,  intercalados  con  otros  diez  y siete  salientes,  y un  filtro  de 
una  figura,  no  solo  regular,  sino  perfecta  y fácilmente  adaptable  aí 
embudo. 

Este  filtro  sirve  para  los  casos  en  los  que  no  hay  interés  en  conservar 
lo  que  resta  en  él. 

Uno  y otro  filtro,  una  vez  hechos,  se  colocan  en  el  embudo,  mojándo- 
los con  un  chorrito  de  agua  destilada,  soplando  por  uno  de  los  dos  tubos 
de  la  redoma  de  chorro  ó lavatoria.  El  embudo,  con  su  filtro,  se  co- 
loca en  un  trípode  de  madera,  haciendo  que  el  pico  se  sumerja  en  la 
atmósfera  de  una  copa  ú otro  vaso  destinado  á recibir  el  líquido  filtrado. 
En  ciertos  casos  conviene  que  el  pico  del  embudo  se  apoye  en  la  pared 
del  vaso,  y el  líquido  filtrado  se  deslice  á lo  largo  de  ella.  En  el  filtro  se 
echa  luego  la  sustancia  que  se  ha  de  filtrar. 

Este  es  el  modo  mas  común  de  filtrar  en  el  laboratorio  químico  toxico- 
lógico.  Rara  vez  ocurrirá  valernos  del  lienzo,  ó conos  de  lana  ó fieltro. 
En  estos  casos,  estos  fieltros  suplen  los  del  papel. 

II. — Operaciones  físicas, 

A..  Disolución  , evaporación , cristalización,' 

La  disolución  consiste  en  hacer  pasar  un  cuerpo  sólido  á líquido.  Es 
sencilla  ó física  , cuando  el  líquido  que  disuelve  el  sólido  no  hace  mas  que 
vencer  su  fuerza  de  cohesión  ó agregación,  sin  alterarle  su  constitución 
química  ó naturaleza.  Es  química , cuando  para  disolverle  le  ataca  , entra 
en  combinación  con  alguno  de  sus  principios  ó todos  , y da  lugar  á nue- 
vos compuestos  solubles. 

El  agua , el  alcohol  y el  éter,  etc.,  son  disolventes  sencillos  ó físicos, 
para  gran  parte  de  los  sólidos  inorgánicos  y orgánicos  la  primera  , y casi 
siempre  orgánicos  los  segundos;  los  ácidos  son  disolventes  químicos. 

Sirven  para  las  disoluciones , lo  mismo  físicas  que  químicas , las  copas 
de  vidrio,  las  varillas  de  lo  mismo,  los  vasos  de  boca  ancha,  las  probetas, 
los  balones,  los  frascos  ó matraces  de  una  sola  tubulura,  las  cápsulas  de 
porcelana,  etc.  Los  mismos  morteros  ó almireces,  después  de  triturado 
el  sólido  en  ellos,  echando  agua,  sirven  para  disolverle,  revolviendo  el 
todo  con  la  mano  de  almirez,  que  facilita  la  disolución, 

Las  copas  son  vasos  cónicos  con  su  pié;  asi  se  disuelve  mejor  el  sólido 
en  ellas  , puesto  que  la  varilla  que  agita  el  líquido  y el  polvo,  encuentra 
a este  mas  rtcogido,  y además  se  observa  mejor  ei  resultado  de  las  reac- 
ciones que  en  ella  se  verifican , y para  las  cuales  sirven  principalmente. 
Son  grandes,  medianas  y pequeñas.  Las  medianas  deben  estar  en  mayor 
número,  y de  todas  debe  haber  muchas  en  el  laboratorio,  y más  aun  en 
el  almacén  de  repuesto.  Conviene  que  tengan  en  su  borde  una  depresión 
en  forma  de  canal,  para  facilitar  la  versión  del  líquido. 

TOXIGOUGÍA. — 37 


- 5?S  - 

£as  varilla*  de  vidrio  son  macizas,  del  grueso  de  una  pluma  de  escri- 
bir mas  ó menos  largas,  por  lo  común  de  unas  ocho  pulgadas  , con  ios 
extremos  redondeados  á la  lámpara  de  esmaltar.  Sirven  para  agitar  los 
líquidos  y el  polvo  que  disuelven ; los  cuerpos  que  han  de  reaccionar  los 
unos  sobre  los  otros,  y también  para  decantar  los  líquidos,  como  ya  lo 
hemos  indicado,  aplicándolas  al  borde  de  la  copa  ó vaso  que  ios  contiene. 

Los  vasos  de  boca  ancha  se  parecen  á los  comunes  ó de  mesa,  solo  que 
no  tienen  el  fondo  tan  grueso,  sus  paredes  son  rectas,  y hay  en  el  borde 
una  depresión  igual  á la  de  las  copas.  Los  hay  también  de  diferente  ta- 
maño, y sirven'  tanto  para  disolver  como  para  contener  lo  disuelto  y 

otros  usos.  . . 

Las  probetas  son  vasos  cilindricos  de  vidrio  con  su  pié  circuiar,  ae 
diferente  diámetro  y altura.  Algunas  están  graduadas  y aloradas.  Sirven 
mas  bien  para  contener  los  líquidos.  Las  graduadas  y aforadas  tienen 
mas  uso  en  la  análisis  cuantitativa. 

Los  balones  son  una  especie  de  botellas  ó redomas , con  cuello  largo  y 
cuerpo  esférico ; algunos  tienen  la  parte  inferior  achatada , como  las  bo  • 
tellas  ordinarias,  y se  sostienen  por  sí  mismos,  ai  paso  que  los  otros  ne- 
cesitan algún  utensilio  para  sostenerlos,  como  rodetes  de  paja,  trípo- 
des , etc.  Los  que  tienen  el  cuello  sin  rodete  son  mejores.  Sirven  para 
calentar  en  ellos  las  sustancias  que  así  se  disuelven  mejor,  ó que  han 
de  entrar  en  reacciones.  Por  lo  común  se  calientan  á la  llama  de  la  lám- 
para de  alcohol  sencilla. 

Los  frascos  ó matraces  de  una  sola  tubulura  son  en  general  cilindri- 
cos , de  paredes  rectas , con  su  tapón  esmerilado ; los  hay  de  diferentes 
tamaños  , y sirven  para  contener  las  sustancias  disueltas  y los  reactivos. 
Los  mayores , de  tubulura  mas  ancha , sirven  para  guardar  los  cuerpos 
sólidos.  Estas  vasijas  deben  abundar  en  un  laboratorio  y en  su  almacén. 

De  las  cápsulas  de  porcelana  hablarémos  luego. 

Para  tapar  las  copas,  vasos  de  boca  ancha,  probetas  y cápsulas,  sir- 
ven los  obturadores,  discos  ó cuadrados  de  vidrio,  de  diferentes  tamaños, 
con  los  que  se  impide  que  caigan  en  las  vasijas  polvo  y otras  cosas. 

Para  la  evaporación  de  las  disoluciones  en  frió,  con  la  que  se  separan 
las  sustancias  volátiles  de  las  que  no  lo  son,  se  necesitan  vasijas  an- 
chas; las  evaporaderas,  los  platos  y cápsulas  de  porcelana  sirven  para 
esto  como  sirve  toda  vasija  ancha  con  bordes  que  faciliten  acceso  al  aire, 
y la  evaporación  del  agua. 

También  se  evapora  á la  temperatura  ordinaria,  en  el  vacío,  y para  es- 
tos casos  sirve  la  máiquina  neumática,  la  que  no  describimos  por  ser  de- 
masiado conocida.  Se  coloca  la  cápsula  que  contiene  el  líquido  que  se  ha 
de  evaporar  debajo  de  la  campana  de  la  máquina,  y se  hace  el  vacío, 
lambien  se  emplea  un  aparato  que  verémos  mas  tarde,  al  que  se  añade 
un  cuerpo  de  bomba. 

Para  la  cristalización  que  se  quiera  obtener,  después  de  disuelta  una 
sustancia , sirven  las  mismas  vasijas  evaporadoras:  á medida  que  el  agua 
se  evapora , las  moléculas  del  cuerpo  disuelto  se  van  uniendo  en  formas 
geométricas,  y cuando  se  ha  evaporado  ei  agua  permanecen  los  cristales 
en  los  vasos  de  ancha  superficie. 

Si  el  cuerpo  que  se  ha  de  disolver  necesita  de  temperaturas  elevadas, 
á los  instrumentos  indicados  hay  que  añadir  otros , propios  para  la  apli- 
cación del  calórico,  de  los  que  vamos  á hablar. 


B.  Aplicación  del  calórico. 

Los  instrumentos,  utensilios  y aparatos  para  la  aplicación  del  calórico 
son  varios , conforme  sean  las  temperaturas  que  se  necesitan , y las  ope- 
raciones que  hayan  de  practicarse.  Pueden  por  lo  mismo  dividirse  en 
varios  erupos,  para  su  mas  cabal  estudio;  por  ejemplo: 

1. °  Unos  que  sirven  para  contener  el  combustible , que,  ardiendo,  da 
calor. 

2. °  Otros  que  son  calentados  por  los  anteriores , y sirven  para  propor- 
cionar á otros  temperaturas  determinadas. 

3/  Otros  que  contienen  las  sustancias  que  se  han  de  calentar  á mas 
ó menos  temperatura , se^  n los  casos. 

4.®  Otros  que  sirven  para  varias  operaciones,  relacionadas  de 
un  modo  ú otro  con  la  aplicación  el  calórico. 

Ocupémonos  sucesivamente , y por  el  órden  indicado,  en  el  estudio  de 
los  enseres  relativos  á cada  uno  de  esos  grupos. 


Grupo  4.° — Instrumentos , utensilios  y aparatos  que  sirven  para  contener  el  combustible 

que,  ardiendo,  da  calor. 

Los  combustibles  de  que  se  hace  uso  en  un  laboratorio  químico  toxi- 
co lógico,  son  el  alcohol , el  aceite  común , el  gas  del  alumbrado , y el  carbón 
vegetal.  La  leña  se  emplea  muy  poco.  Tampoco  tiene  mucho  uso  el  cook  ó 
carbón  mineral. 

Para  contener  el  alcohol  que  ha  de  arder  y dar  calor,  sirven  las  lám- 
paras de  este  nombre,  sencillas  y de  doble  corriente  ; para  el  aceite,  la 
lámpara  de  esmaltar  y la  para  el  soplete  ; para  el  gas , los  tubos  y lámpara 
especiales , y para  el  carbón  , los  hornillos  del  hogar , las  hornillas  portátiles, 
la  fragua  y el  horno  de  copelación. 

Los  grados  de  calor  que  pueden  darse  con  esos  diferentes  combusti- 
bles y diferentes  aparatos  üb  combustión  varían  , desde  algunos  del  cen- 
tígrado hasta  los  pirométricos , y según  sean  esos , las  operaciones  toman 
nombres  diferentes,  simple  calefacción,  ebullición,  fusión,  volatilización,  eva- 
poración , destilación , sublimación,  concentración,  desecación,  calcinación,  etc. 

Para  todas  esas  operaciones  pueden  servir  las  lámparas  de  alcohol  sen- 
cillas, y más  las  de  doble  corriente,  no  operando  con  gran  cantidad  de 
materia,  ni  siendo  estas  sustancias  de  alta  temperatura  de  fusión. 

Las  lámparas  de  alcohol  sencillas  tienen  varias  formas.  La  mas  común 
consiste  en  un  vaso  de  vidrio  ó cristal,  ancho  como  ios  de  beber,  bajo  de 
unas  dos  pulgadas,  cerrado,  teniendo  en  el  centro  de  su  parte  superior 
una  abertura  para  el  mechero  y la  torcida , y un  tapón  de  cristal  que  la 
tapa  exactamente  cuando  no  arde,  para  que^no  se  escape  el  alcohol , que 
debe  tener  de  30  grados  á 3o,  puesto  que  mas  hidratado  da  humo,  y me- 
nos da  poco  calor. 

Uay  otras  en  forma  de  jarrón  sin  asa,  con  otra  tubulura  ai  lado  de  la 
del  mechero , con  su  tapón  esmerilado  , para  echar  por  ella  el  alcohol  y 
llenar  la  lámpara. 

1 amblen  las  hay  de  latón  con  un  mango,  que  permite  llevarla  el  ope- 
rador y sostenerla  aplicada  á vasos , sostenidos  por  trípodes  ú otras  pie- 
zas, tubos  de  cristal , etc. 

Las  lámparas  de  doble  corriente  son  también  varias.  Hay  la  de  Berze- 
lius,  que  es  la  mas  usada , la  de  nivel  contante,  \ la  lámpara  fragua  de 


dS0  — 


íj  ¡i»  (|ue  sí,  ven  mas  particularmente  para  la  análisis  cuantitativa. 

La  lámpara  de  alcohol  de  doble  corriente , de  Berzelius , es  un  aparato  del 

tenor  siguiente : „ .... 

Un  pié  de  inadera  sólido  en  forma  cuadrilátera;  de  uno  de  sus  extre- 
mos se  levanta  perpendicular  y verticalmcnte  un  eje  ó vástago  de  meta!, 
que  tiene  : l.°  una  caja  ue  latón  ó reservorio  para  contener  el  alcohol, 
con  su  tubulura  para  echarle,  y su  tapadera;  por  medio  de  uu  tornillo  se 
sube  v baja  á voluntad  del  operador;  2.°  una  pieza  de  hierro  con  un 
man4  tci ruinado  en  un  anillo  que  sirve  para  sostener  cápsulas,  criso- 
les etc.  ■ también  sube  v baja  por  medio  de  otro  tornillo. 

El  reservorio  comunica  por  medio  de  un  tubo  con  el  mechero  y tor- 
cida de  la  lámpara ; el  mechero  es  una  cajila  circular  ó un  tubo  ancho  de 
metal  con  nn  agujero  en  la  parto  inferior:  este  tubo  sube  y baja  también 
por  medio  de  una  muesca  y rodeada  de  una  chimenea  ó pantalla  cilin- 
drica que  se  quita  y pone,  quedando  colgada  del  lado  del  mechero  por 


su  ñor 
coloca 


CUiUUw  Cli  t/1  ouo i*.. ii  wvi  oí  jom  vu^ouiu  pui  u luui  h m oo^un  ivo  ououo. 

Esta  lámpara  puede  dar  mayor  temperatura  que  la  sencilla , y entre 
otros  usos,  tiene  este. 


Las  lámparas  de  aceite,  poco  usadas,  no  necesitan  descripción;  respecto 
de  la  de  esmaltar  hablaremos  de  ella,  ai  tratar  de  la  operación  especial  á 
que  está  destinada. 

Las  lámparas  de  gas  también  son  varias. 


Puede  servir  como  tal  un  tubo  ó cilindro  hueco  de  latón,  cerrado  por 
uno  de  sus  extremos;  el  superior  adaptado  por  el  inferior  á un  pié  que 
tiene  á un  lado  una  tubulura  y está  lijo  en  el  borde  del  mostrador  del 
laboratorio.  El  cilindro  tiene  en  su  parle  superior  un  círculo  de  agújen- 
los por  donde  se  escapa  el  gas  cuando  arde.  A la  tubulura  del  pié  se 
adapta  un  tubo  de  guta-percha  que  conduce  el  gas,  y con  llave  para 
franquearle  ó quitarle  el  paso. 

Otro  aparato  hay  que  da  todavía  mas  calor. 

Es  el  aparato  de  Wiesntgg.  Consiste  en  un  pié  con  su  tubulura,  al 
lado,  llave  y tubo  de  guta-percha  conductor  del  gas,  y un  tubo  vertical 
adaptado  á ese  pié , que  termina  por  un  solo  agujero  en  el  centro,  y tiene 
vanos  en  su  parte  inferior.  Si  no  se  quiere  tanta  liama,  ó bien  se  quiere 
repartirla  en  mas  ancha  superficie,  se  adapta  al  extremo  una  pieza  como 
un  tapón  en  cono , que  tiene  un  agujerito  central  y cuatro  en  su  circun- 
ferencia, los  cuales  dan  una  llama  múltiple.  En  el  centro  del  tubo  hay 
adaptada  una  pantalla  sujeta  por  un  tornillo,  en  la  que  se  coloca  un 
manguito  tapado  por  una  tela  metálica,  destinada  á sostenerla  cápsula 
que  se  quiere  calentar  á menos  temperatura,  ó sin  recibir  directamente  la 
llama  del  gas. 

Cuando  arde  el  gas  en  este  aparato,  se  efectúa  un  movimiento  de  aspi- 
ración por  los  agujemos  que  tiene  en  su  parte  inferior  el  tubo;  el  aire  se 
mezcla  con  el  gas,  y arde  este  sin  peligro. 

Por  último,  hay  la  lámpara  de  gas  del  doctor  Normandy , muy  usada  en 
Inglaterra.  Consiste  en  un  cilindro  de  latón,  rodeado  de  únatela  metá- 
lica, que  por  su  parte  inferior,  cerca  de  la  tubulura  por  donde  llega  el 
gas  al  tubo  da  acceso  ai  aire  exterior.  El  extremo  superior  está  cerrado 
por  un  diafragma  de  tela  metálica,  encima  de  la  cual  se  adapta  una  co- 
bertera en  cono  aplanado,  agujereada  en  su  centro. 

interiormente  se  adapta  al  tubo  un  pico  de  soplete  que  comunica  con 


* — 581  - 

el  fuelle  de  la  lámpara  de  esmaltar,  atraviesa  el  diafragma  y va  á abrirse 
al  nivel  de  la  abertura  de  la  cobertera.  La  corriente  de  aire  frió  que  se 
establece  sin  interrupción,  al  través  de  la  tela  metálica  que  rodea  al  cilin- 
dro, refresca  el  aparato  y se  puede  manejar  del  propio  modo  que  cuando 
no  funciona. 

El  pico  del  soplete  sirve  para  dar  mas  fuerza  á la  llama.  Cerca  del  pié 
del  cilindro  está  la  tubulura  por  donde  entra  el  gas,  donde  hay  una  llave 
para  facilitarle  ó interrumpirle  el  paso. 

Los  hornillos  del  hogar  se  componen  de  fogon  donde  se  pone  el  com- 
bustible, de  parrillas  que  le  sostienen  y de  cenicero  que  recoge  la  ce- 
niza resultante  de  la  combustión  del  carbón.  El  fogon  comunica  con  el 
cañón  de  la  chimenea,  atravesando  el  hogar;  la  chimenea  ó su  cañón  tiene 
una  llave,  con  la  que  se  cierra  ó abre  la  corriente  del  tiro  ó del  aire.  En 
el  macizo  del  hogar  está  la  abertura  del  cenicero  con  un  ventanillo  que, 
abierto,  facilita  la  corriente  del  aire. 

En  esos  hornillos  se  calientan  en  altas  temperaturas,  las  cápsulas  de 
porcelana,  los  crisoles  de  porcelana  ó de  barro  de  ílesse  ó de  Zamora. 
En  ellos  se  hacen  las  carbonizaciones. 

Las  hornillas  portátiles  son  de  barro  cocido,  unas  evaporatorias , otras 
con  reverbero.  Las  primeras  son  de  una  sola  pieza,  teniendo  su  foco  ó fo- 
gon y su  cenicero  divididos  por  las  parrillas.  Son  cilindricas,  ó bien  có- 
nicas; estas  tienen  en  su  parte  superior  escotaduras  por  donde  puedan 
escaparse  los  productos  de  la  combustión.  Hay  en  ellas  dos  pequeñas 
aberturas  ó puertas  con  su  tapón  del  mismo  barro,  una  para  el  cenicero, 
y otra  para  el  foco  ó fogon  encima  de  las  parrillas.  A los  lados  tienen  sus 
asas,  y las  hay  que  tienen  mango.  Aros  de  hierro,  arriba  y abajo,  les  aca- 
ban de  dar  mas  solidez. 

Estas  hornillas , de  las  cuales  debe  haber  algunas  en  el  laboratorio  y 
de  diferentes  tamaños,  sirven  para  altas  temperaturas,  para  calentar  cáp- 
sulas de  porcelana,  retortas  de  lo  mismo  ó de  barro  de  Zamora,  crisoles  de 
porcelana,  barro  y platino  para  cuando  se  hayan  de  efectuar  ebullicio- 
nes , fusiones , carbonizaciones  é incineraciones. 

Sirven  igualmente  para  calentar  baños  de  mana , de  cloruro  cálcico 
ó sódico,  de  arena,  estufas,  y para  los  aparatos  con  que  se  evaporan,  des- 
tilan, subliman,  etc.,  las  sustancias  analizadas. 

Las  hornillas  de  reverbero  se  componen  de  tres  piezas:  la  primera  es  lo 
mismo  que  la  hornilla  evaporatoria : la  segunda  es  el  espacio  del  fogon 
donde  está  la  retorta,  cuyo  cuello  sale  por  una  escotadura  que  aquella 
tiene  en  su  borde,  y se  llama  laboratorio,  y la  tercera  es  una  especie  de 
tapadera,  y se  llama  cúpula  ó reverbero. 

Estas  hornillas , que  pueden  ser  cilindricas  ó paralelógramas , sirven 
para  mayores  temperaturas  , regularmente  calientan  retortas  ; pero  tam- 
bién sirven  para  calentar  tubos  de  porcelana  que  las  atraviesan  por  el 
laboratorio,  teniendo  escotaduras  el  borde  de  este  y el  reverbero,  que 
jumos,  forman  los  agujeros  por  donde  pasa  el  tubo 

La  fragua  no  necesita  ser  descrita  , pues  harto  es  sabido  que  consiste 
en  un  gran  fuelle  que  comunica,  por  medio  de  un  tubo  de  hierro,  al  hor- 
nillo ó fogon,  alimentando  la  combustión  del  carbmi  á alto  grado. 

El  horno  para  copelar  ó fundir  metales,  dejarémos  de  describirle  por 
ser  de  poco  uso  en  las  análisis  en  que  nos  ocupamos. 

Una  y otro  sirven  para  dar  grandes  temperaturas  á lo  que  se  calienta. 

Todos  estos  instrumentos  y aparatos  sirven,  como  se  deja  comprender, 


— m - 

por  lo  que  de  ellos  acabamos  de  decir,  para  contener  los  combustibles  y 
dar  mas  ó menos  calor. 


Ghupo  2.° — instrumentos  y aparates  que,  calentados , dan  d oíros  temperaturas 

determinadas. 


Los  instrumentos  y aparatos  que  sirven  para  ser  calentados  y dar  á 
otros  temperaturas  determinadas  á voluntad  del  operador,  son  los  baños 
de  maría  , de  cloruro  de  sodio  ó de  calcio  , de  aceite , de  arena  ; las  estufas 
de  Gay  Lussac,  de  Darcet,  las  lelas  metálicas , las  láminas  de  palastro  y las 
pantallas;  los  cuales  se  calientan  por  medio  de  las  lámparas  de  alcohol 
sencillas  ó de  doble  corriente , ó por  medio  de  los  hornillos  del  bogai , ó 
las  hornillas  portátiles. 

Se  hace  uso  de  dichos  instrumentos  ó aparatos,  cuando  se  quiere  dar 
á las  sustancias  que  se  someten  á la  acción  del  fuego,  para  analizarlas, 
una  temperatura  conocida,  y cuando  conviene  que  no  pase  de  ella.  Los 
instrumentos  ó aparatos  que  contienen  las  sustancias  sometidas  á la  aná- 
lisis, se  calientan  por  medio  de  los  de  este  segundo  grupo,  colocándolos 
en  estos;  así  no  reciben  directamente  la  acción  dei  combustible  y no  al- 
canzan mas  temperatura  que  la  que  tienen  los  intermedios. 

El  baño  de  maña  consiste  en  un  perol  ó caldero  de  hierro  ó cobre,  que 
se  llena  de  agua  y se  coloca  en  una  hornilla  evaporatoria.  El  agua  que  se 
calienta  no  puede  pasar  de  100  grados;  pero  no  solo  no  se  le  da  esa  tem- 
peratura, sino  que,  como  baño  de  maría,  se  procura  que  no  llegue  á ella. 

May  piezas  de  cobre,  destinadas  á baños  de  maría  mas  chicos,  queso 
pueden  calentar,  ya  en  la  lámpara  de  Berzelius  y otras  de  doble  cor- 
riente , ya  á la  llama  de  las  sencillas.  Las  mismas  cápsulas  de  porcelana 
y las  cazuelas  pueden  servir  para  baño  de  maría. 

Baño  de  cloruro  de  sodio  ó de  calcio. — Es  el  mismo  de  maría,  solo  que 
para  que  tenga  mas  temperatura,  se  echa  en  el  agua,  cuando  está  ya  ca- 
liente, un  puñado  de  sal  común  ó de  cloruro  cálcico. 

El  baño  de  aceite  no  se  diferencia  del  de  maría  , sino  porque , en  lugar 
de  agua,  se  pone  aceite,  cuya  capacidad  para  el  calórico  es  mayor  que  ia 
de  aquella;  así  se  obtiene  mayor  temperatura.  Para  esto  sirve. 

El  baño  de  arena  consiste  en  un  vaso  ó vasija  que  contiene  cierta  canti- 
dad de  arena,  la  que  puede  tener  temperaturas  mas  ó menos  elevadas,  se- 
gún que  se  caliente  mas  ó menos. 

Toda  operación  que  exija  un  baño  de  arena , ya  puede  hacerse  en  el 
que  tiene  el  hogar  del  laboratorio,  que  es  mucho  mayor  que  los  portáti- 
les, ya  en  estos. 

El  baño  de  arena  del  hogar  es  una  caja  de  hierro  llena  de  arena  , cer- 
rada, como  hemos  dicho  en  otra  parte,  con  puertas  vidrieras,  una  de  ellas 
movible;  tiene  su  hornillo  particular  para  calentarse  y está  en  uno  de  los 
extremos  del  hogar. 

Las  portátiles  consisten  en  vasijas  de  barro  como  cazuelas  , que  se  lle- 
nan de  arena  y se  colocan  encima  de  las  hornillas  evaporatorias , donde 
se  calientan  hasta  el  grado  que  se  quiera  ó necesite.  Este  grado  le  seña- 
lan, como  en  todos  los  baños,  los  termómetros. 

El  baño  de  maría  con  perol  ó caldero  sirve  principalmente  para  calentar 
retortas  de  vidrio.  El  mismo  uso  tiene  el  de  cloruro  sódico  v cálcico  v el 
de  aceite.  J ’ • 


Cuando  ese  baño  se  aplica  con  vasijas 
cápsulas  de  porcelana  ó vidrios  de  reloj. 


mas  chicas , se  calientan  en  él 


— 583  — 

En  el  de  arena  se  calientan  cápsulas,  balones,  vidrios  de  reloj , retor- 
tss  etc 

Todos  ellos  pueden  formar  parte  de  aparatos  mas  ó menos  complicados 
que  irémos  viendo  en  lo  sucesivo , á medida  que  nos  ocupemos  en  los 
» instrumentos  y aparatos  de  otros  grupos , y las  operaciones  á que  se  des- 
tinan con  preferencia. 

Las  estufas  sirven  para  calentar  cuerpos  al  vapor,  ó por  medio  del  aire 
calentado.  La  de  Gay-Lussac  consiste  en  una  caja  de  cobre  de  doble 
fondo  en  cinco  de  sus  seis  caras  ó superficies.  La  cavidad  no  tiene  co- 
municación con  el  doble  fondo , y presenta  una  abertura  con  su  puerta 
que  le  cierra.  Esta  puerta  ó ventanillo  tiene  dos  agujeros , uno  en  el  án- 
gulo inferior  lateral,  y otro  junto  al  superior  sujeto  á la  visagra. 

En  la  cara  ó superficie  superior  hay  dos  aberturas,  provista  cada  una 
de  su  tubulura.  La  una  comunica  con  el  fondo  doble , la  otra  atraviesa 
este  fondo,  sin  comunicar  con  él,  y se  abre  en  la  cavidad  de  la  estufa  po- 
niéndola en  comunicación  con  el  aire  exterior. 

El  fondo  doble  se  llena  en  sus  tres  cuartas  partes  de  aceite  ó agua,  se- 
gún se  quiera  mas  ó menos  temperatura , metiendo  esos  líquidos  por  la 
tubulura  que  comunica  con  aquel.  En  este  se  introduce  un  termómetro, 
que  marca  los  grados  de  calor ; atravesando  un  tapón  de  corcho  que  no 
cierra  del  todo  la  abertura. 

En  la  cavidad  de  la  estufa  se  coloca  el  cuerpo  que  se  quiere  calentar, 
solo  ó puesto  en  una  cápsula , vidrio  de  reloj , etc. , ya  para  secarle  , ya 
para  evaporarle  mas  ó menos,  ó á sequedad. 

La  estufa  se  calienta  colocándola  encima  de  una  hornilla  evaporatoria, 
con  lumbre.  La  de  Darcet.  se  calienta  por  medio  de  una  lámpara. 

Las  telas  metálicas  son  tejidos  que  se  interponen  entre  la  llama  de  la 
lámpara  y el  instrumento  que  se  calienta.  Encima  se  colocan  estos. 

Igual  uso  tienen  las  láminas  de  palastro. 

Las  'pantallas  sirven  también  para  moderar  el  calor. 


Grupo  3 Instrumentos  y aparatos  que  sirven  para  contener  las  sustancias  que  se  han 

de  calentar. 

Estos  instrumentos  son  cápsulas  de  porcelana  de  diferentes  tamaños,  al- 
guna de  platino , vidrios  de  reloj , tubos  de  ensayo  cerrados  por  un  ex- 
tremo; balones , retortas  de  nidrio  , de  barro  de  Zamora  , de  porcelana  , glo- 
bos 6 recipientes , tubos  de  vidrio  ó porcelana , crisoles  de  barro  de  Ilesse 
ó de  Zamora,  porcelana,  platino  y plata,  v cualquier  otro  vaso  por  el 
estilo. 

La  mayor  parte  de  esos  instrumentos  no  necesitan  descripción:  lo  rae* 
jor  es  verlos  una  ó mas  veces  en  e!  laboratorio , y no  se  desconocen  más. 
Debe  haber  en  este  muchos  de  estos,  tanto  para  el  uso,  como  de  repuesto 
en  el  almacén  por  la  facilidad  con  que  se  rompen. 

Las  cápsulas  de  porcelana  deben  ser  muchas,  desde  el  tamaño  de  3 
centímetros  hasta  55  de  diámetro.  No  son  mejores  las  mas  gruesas;  las 
mas  delgadas  suelen  resistir  más. 

Estas  cápsulas  son  muy  usadas  para  las  ebulliciones,  disoluciones,  co- 
cimientos de  sustancias  sospechosas , evaporaciones,  desecaciones,  y car- 
bonizaciones , siempre  que  no  hava  interés  en  recoger  lo  que  se  evapora 
ó volatiliza. 

Como  pueden  resistir  fuertes  temperaturas , no  solo  se  calientan  á la 


— 58  - 

llama  di1  la  lámpara  de  alcohol  sencilla  y de  doble  corriente , sino  en 
los  hornillos,  en  especial  si  son  de  tamaño  mayor,  y se  opera  sobre  ma- 
yor cantidad  de  sustancias.  Las  medianas  ó pequeñas  se  suelen  calentar 
á la  llama  de  las  lámparas  de  alcohol , en  especial  las  sencillas. 

Las  cápsulas  de  platino  sirven  para  resistir  las  temperaturas  mas 

fuertes. 

Los  vidrios  de  reloj  destinados  á calentar  sustancias  en  pequeña  canti- 
dad para  sus  disoluciones  y reacciones  en  ciertos  casos,  se  colocan,  ó en 
los  baños  de  maría  y arena,  ó encima  de  telas  metálicas  sostenidas  poi 
un  trípode  á la  llama  de  la  lámpara  de  alcohol  sencilla.  Debe  haber  en 
el  laboratorio  dos  ó tres  docenas. 

Los  tubos  de  ensayo  deben  estar  en  número  de  veinte  ó veinte  y cuatro 
en  un  bastidor  ó estante  portátil , en  dos  filas , unos  mas  largos  que  otros, 
esto  es:  unos,  cinco  pulgadas  de  largo  y unas  ocho  líneas  de  ancho,  y 
otros  . de  mas  altura.  Los  de  la  fila  superior  son  los  mas  cortos.  Están 
cerrados  á la  lámpara  de  esmaltar  por  un  extremo,  por  el  otro  están 
abiertos  y conviene  que  tengan  en  su  borde  una  ligera  depresión  que 
facilite  la  versión  del  líquido. 

Estos  tubos , con  los  cuales  se  ensayan  las  sustancias  tratadas  con  los 
reactivos,  para  lo  cual  sirven  principalmente,  se  calientan  a veces  por 
el  extremo  cerrado  á la  llama  de  la  lámpara  de  alcohol ; ya  para  facilitar 
la  disolución  y las  reacciones,  ya  para  carbonizar  las  sustancias  que  se 
ensayan  , como  cuando  se  investiga  si  es  ó no  orgánica. 

Los  balones,  de  que  hemos  hablado  ya,  sirven  también  para  calentar  sus  - 
tancias que  se  disuelven  á temperaturas  elevadas  y se  calientan  , ya  á la 
llama  de  la  lámpara  de  alcohol  sencilla , sostenidos  por  el  trípode , ó al- 
guna abrazadera,  ó mangos  con  rodete  fijo  en  un  pié  vertical , ó en  los 
baños,  en  especial  el  de  arena. 

Las  retortas  son  vasijas,  que  tienen  uti  cuerpo  llamado  panza  y su  cue- 
llo. El  cuerpo  se  parece  á una  calabaza  prolongada  , que  se  va  adelga- 
zando cerca  del  cuello : este  se  encorva  de  modo  que  por  arriba  forma 
una  línea  recta  y por  debajo  un  ángulo  obtuso;  para  que  lo  evaporado 
que  sale  hácia  el  cuello , no  vuelva  á la  panza  ó vientre  de  la  retorta. 

Las  hay  de  vidrio,  de  barro  de  Zamora  y de  porcelana. 

Las  de  vidrio,  algunas  de  las  cuales  tienen  una  tubulura  con  su  tape, 
en  la  parte  superior  ó corvadura,  encima  de  la  panza  por  donde  se  me- 
ten las  sustancias  y el  agua  que  se  ha  de  calentar,  sirven  principalmente 
para  calentar  líquidos  y sólidos  reducidos  á pedazos  y mezclados  con 
agua,  cuando  hay  interés  en  recoger  lo  volátil,  que  puede  desprenderse. 
En  los  casos  de  envenenamiento  es  muy  frecuente  usar  esas  retortas  para 
la  ebullición,  evaporación  ó volatilización  de  ácidos  y álcalis  susceptibles 
de  ello,  y los  aparatos  destilatorios. 

Estas  retortas  para  esos  casos  se  sumergen  por  su  panza  en  el  baño 
de  maría. 

Las  de  barro  y porcelana  no  tienen  tubulura  , suele  ser  su  panza  mas 
ancha  ; por  lo  demás  su  corvadura  tiene  las  mismas  condiciones. 

Unas  y otras  sirven  para  destilar  y sublimar  cuerpos  sólidos;  los  que 
enfriados  se  fijan  en  la  bóveda  cerca  del  cuello  , donde  cristalizan. 

Los  globos  ó recipientes  son  de  vidrio,  y se  componen  de  un  cuerpo  es- 
férico , con  una  tubulura  y un  cuello  largo  que  se  ensancha  á propor- 
ción que  se  aleja  del  globo.  Por  el  cuello  se  adaptan  al  de  las  retortas. 
Es  otra  de  las  piezas  de  un  aparato  de  destilación  y volatilización  de  las 


— 5*5  - 

sustancias  coménitlite*eri  aquellos.  Condensadlos  esos  cuerpos  volatiliza- 
dos y el  agua  eü  vapór,  con  la  aplicación  de  una  esponja  <5  lienzos  em- 
papados (te  agHa  fría , que  se  pone  encima  del  recipiente , ó con  un 
chorro  de  esta  continuo , se  recoge  el  líquido  que  resulta  en  el  globo  de 
este.  En  la  tabulara  se  adapta,  por  medio  de  un  tapón  de  corcho  aguje 
reado,  un  tubo  encorvado,  que  va  ¡i  parar  á una  copa  llena  de  agua. 

La  hornilla  , el  baño  de  maría , la  retorta,  el  recipiente,  el  tubo  en- 
corvado y la  copa  con  (las  piezas  que  la  sostienen , forman  uno  de  los 
aparatos  de  destilación  mas  usados  en  las  análisis  químico-toxicológicas. 

Los  tubos  de  vidrio  y más  los  de  porcelana , sirven  para  calentar  cuerpos 
con  sus  reactivos  ó descomponer  gases  que  los  atraviesan , al  despren- 
derse; se  calientan  en  las  hornillas  de  reverbero. 

Los  crisoles  son  vasos  de  barro  ó arcilla  cocida  refractaria , de  porce- 
lana, plata  ó platino , de  forma  cónica;  los  de  barro  de  Hesse  ó de  Za- 
mora terminan  en  punta.  Los  de  porcelana , platino  y plata  tienen  el 
fondo  plano.  Todos  tienen  su  tapadera  de  la  misma  materia  respectiva, 
en  la  que  hay  en  la  parte  superior  un  pequeño  boton  , para  cogerlas  me- 
jor. Son  mejores  los  que  no  tienen  ese  boton,  cuya  utilidad  es  escasa, 
siendo  cóncavas  y de  borde  saliente , puesto  que  al  propio  tiempo  que 
sirven  de  tape,  pueden  servir  para  cápsulas. 

Los  crisoles  de  barro  sirven  para  fuertes  temperaturas  y cantidades 
mayores  de  sustancias  sólidas  que  han  de  reaccionar.  Para  colocarlos  en 
las  ascuas  de  los  hornillos,  hay  una  pieza  de  barro  también  cilindrica 
donde  encajan , y asi  se  sostienen  , sin  que  se  ladeen  y viertan  lo  que 
contengan  al  consumirse  el  carbón , y están  levantados  sobre  las  ascuas, 
recibiendo  mas  calor. 

Los  hay  que  se  cubren  de  una  parte  de  carbón  pulverizado.  En  toxi- 
cología  no  sirven. 

El  crisol  de  platino  sirve  para  ciertas  sustancias  que  exigen  gran  tem- 
peratura ; el  de  plata  solo  sirve  para  ciertos  cuerpos  y se  derrite  fácil- 
mente ; los  de  porcelana  suplen  al  de  platino , cuando  las  sustancias  con- 
tenidas pueden  atacar  este. 

Grupo  4.®— Instrumentos,  utensilios  y aparatos  fiara  varias  operaciones  re  tan  vas  « la 

aplicación  del  calor, 

Comprendemos  en  este  grupo  : 

J.“  La  lámpara  de  esmaltar  con  su  fuelle. 

El  soplete  y sus  accesorios. 

3 * Las  pantallas  y chimeneas. 

4. ”  Los  trípodes  y demás  pies  ó apoyos  para  sostener  piezas. 

5. °  Las  alargaderas  y tubos. 

b ° Eos  triángulos,  diafragmas,  tenazas,  badilas. 

7."  El  alambique  y demás  aparatos  de  destilación. 

< ” Lámpara  ¡e  esmaltar. 

Esta  lámpara  hemos  indicado  que  tiene  aceite  por  combustible.  Es  de 
hoja  de  lata  y se  parece  por  su  forma  á la  caja  de  una  bandurria,  con 
tres  pies,  y ;escansa  en  una  caja  de  la  misma  forma,  cuyos  bordes  tie- 
nen una  pulgada  de  alto,  y se  alzan  sobre  tres  pies  de  igual  altura. 

La  lámpara  tiene  una  tapadera  dividida  en  dos  partes;  la  posterior,  un 
poco  mayor,  está  fija,  y presenta  una  abertura  con  su  tapadera  movible; 


— 586  - 

U nntpríor  está  articulada  y se  levanta  para  colocar  la  torcida  en  el  me- 
‘upr0  Tiene  delante  de  su  punta  roma  una  escotadura  para  dar  paso  á 
la  torcida  cuando  se  tapa  la  1¡1  repara.  El  mechero  es  una  hoja  de  lata  do- 
blada de  atrás  adelante  , que  luego  se  dobla  hácia  los  lados  encorvada  en 
medio  círculo  v tiene  varios  agujeros  en  ambos  lados.  Esta  hoja  esta  (le 
canto  y soldada  á una  lámina  que  está  torcida  como  una  S poco  pro- 
nunciada, la  que  se  mete  en  otra  pieza  soldada  al  fondo  do  la  caja. 

Esta  lámpara  se  coloca  con  su  caja  encima  de  una  tabla  á modo  de 
mesa , sostenida  por  una  caja  cilindrica  que  encierra  un  fuelle  doble, 
con  un  tubo  entre  los  dos,  por  donde  sale  el  aire  cuando  se  da  movi- 
miento á los  fuelles.  El  superior  tiene  un  alambre  en  espiral  ó hélice 
que  hace  las  veces  de  resorte,  y que , haciendo  bajar  el  fuelle  superior 
cuando  no  se  sopla,  sostiene  la  corriente  del  aire  que  va  expeliendo. 

La  caja  cilindrica  tiene  en  uno  de  sus  lados , en  la  parte  inferior  , una 
abertura  por  donde  sale  una  cadenita  atada  al  fuelle  inferior  por  arriba, 
y por  abajo  á una  tabla  de  madera  ó pedal , sobre  el  que  se  aplica  el  pié 
para  dar  aire  al  fuelle. 

Dav  otros  aparatos  con  un  solo  fuelle  , cuyo  mecanismo  en  el  fondo 
viene  á ser  igual,  respecto  á pronorcionar  la  corriente  de  aire. 
f El  aire  sale  por  un  tubo  vertical  que  se  abre  en  el  centro  del  borde  an- 
terior de  la  mesa,  y á este  tubo  se  adapta  el  soplete  movible,  esto  es , que 
puede  estar  vertical,  ó mas  ó menos  oblicuo.  Dando  con  el  pié  movimiento 
al  fuelle,  sale  por  el  soplete  ó tubo  afilado  una  corriente  de  aire  que  se 
hace  continuo,  aunque  no  se  dé  con  el  pié  encima  del  pedal  mas  que 
de  cuando  en  cuando. 


Se  enciende  la  lámpara , y se  procura  que  la  llama  caliente  lo  mas  que 
sea  posible,  para  lo  cual  hay  que  saber  prepararla.  La  torcida  debe  salir 
unos  dos  centímetros;  se  divide  profundamente  de  delante  atrás  (la  lám- 
para ya  suele  tener  una  lámina  vertical  que  la  parte  en  dos  mitades  igua- 
les); v cuando  está  bien  encendida,  se  dirige  la  punta  del  soplete  á esa 
especie  de  ranura  que  forma  la  llama  de  la  torcida , haciendo  que  diste 
de  ella  un  centímetro  la  punta  del  soplete. 

Dispuesto  así  el  aparato , y sentado  junto  á la  mesa  el  operador,  reúne 
con  la  punta  de  un  cuchillo  6 cualquier  otro  utensilio  de  hierro  las  dos 
partes  de  la  torcida , con  el  fin  de  que  la  llama  forme  un  dardo  poco  res- 
plandeciente y extendido  que  permita  calentar  un  tubo  de  vidrio  en 
grande  extensión.  Si  el  dardo  ha  de  ser  agudo,  conviene  acercar  más  la 
lámpara  al  soplete,  y hacer  que  salga  menos  la  torcida.  Teniendo  cui- 
dado de  no  soplar  muy  fuerte , y que  la  llama  sea  delgada  y aguda , el 
vidrio  se  calienta  y reblandece  en  un  punto  dado , sin  ennegrecerse. 

Este  aparato,  así  dispuesto,  sirve  para  preparar  los  tubos  de  vidrio  y 
las  varillas;  estas  para  redondear  sus  extremos,  y aquellos  para  doblar- 
los , cortarlos , aguzarlos,  ensancharlos  en  forma  de  bola,  etc. 

Para  calentar  un  tubo , sea  lo  que  fuere  lo  que  se  quiera  hacer  con  él, 
se  coloca  primero  á cierta  distancia  de  la  llama  , pero  en  la  dirección  de 
esta , y,  á medida  que  se  calienta , se  va  acercando  más  v dándole  vuel- 
tas, hasta  que  se  pone  candente  y se  reblandece.  Sin  estás  precauciones, 
se  rompe  ó raja.  Tampoco  debe  separarse  bruscamente  cuando  está  con- 
seguido lo  que  en  él  se  haga ; también  hay  que  irle  alejando  gradual- 
mente , hasta  que  esté  frió.  J * 

Si  se  quiere  encorvar  un  tubo  del  grosor  que  suelen  tener  los  que  sir- 
ven para  poner  en  comunicación  los  frascos  de  un  aparato  por  donde  ha 


de  correr  un  gas , se  calienta  el  punto  del  tubo  donde  haya  de  practi- 
carse la  corvadura,  en  una  extensión  de  dos  á tres  centímetros , primero 
por  la  parte  en  la  que  ha  de  estar  la  concavidad  de  la  corvadura  , y 
cuando  está  en  parte  reblandecida , se  calienta  la  que  ha  de  tener  la  con- 
vexidad en  mas  extensión,  pero  menos  tiempo.  Cuando  están  suficien- 
temente reblandecidas  ambas  partes , se  retira  de  la  llama  el  tubo  y se 
encorva. 

Si  no  se  consigue  la  corvadura  que  se  desea  por  enfriarse  el  tubo  , se 
repite  la  operación  en  la  misma  parte  ya  encorvada,  ó un  poco  al  lado, 
cuando  no  haya  de  ser  brusca  la  corvadura;  y si  sale  demasiado  apla- 
nada la  convexidad  , ó forma  la  concavidad  im  pliegue,  se  reblandece 
de  nuevo,  después  de  haber  lapado  un  extremo  con  un  poco  de  cera  , y 
se  sopla,  para  regularizar  las  paredes  de  ese  punto. 

Estas  corvaduras  en  los  tubos  de  poco  calibre  también  pueden  hacerse 
á la  llama  de  la  lámpara  de  alcohol,  aunque  se  larda  mas  tiempo.  Esta  es 
preferible  cuando  no  se  tiene  práctica  en  el  manejo  de  la  lámpara  de  es- 
maltar. 

Si  los  tubos  son  muy  anchos,  es  mas  difícil  lograr  una  buena  corva- 
dura , sobre  todo  en  Ü.  Con  todo , puede  conseguirse  de  dos  maneras : 
colocando  el  tubo  lleno  de  arena  entre  el  carbón  de  una  hornilla , en- 


cendiéndolepoeo  á poco  , y cuando  esté  candente , encorvarle  con  suavi- 
dad ; ó bien  calentarle  á la  llama  de  la  lámpara  de  esmaltar,  ancha  y po- 
derosa, después  de  haber  tapado  con  un  corcho  uno  de  los  extremos  del 
tubo.  Cuando  está  el  punto  candente,  se  aprietan  los  extremos  hácia  el 
centro,  con  lo  cual  el  vidrio  reblandecido  se  recoge;  y cuando  está  bien 
fundido  ó blando,  se  saca  rápidamente  el  tubo  de  la  llama,  y se  estira 
un  poco  y dobla  á la  vez,  en  tanto  que  se  sopla  por  el  extremo  abierto, 
para  dar  á la  porción  estirada  el  volumen  que  tiene  el  tubo, 

Cuando  se  quiere  aguzar  un  tubo  ó hacerle  terminar  en  punta  y cspi- 
larmente,  se  empieza  por  calentar  v reblandecer  e!  centro  de  un  tubo 


largo  por  el  punto  que  se  quiere  estirar,  adelgazar  y aguzar,  dándole 
continuamente  vueltas.  Así  que  está  reblandecido,  se  va  estirando  suave- 
mente fuera  déla  llama,  seoarando  ó alejando  las  manos,  sin  soltarle 


tina  de  la  otra.  Se  da  una  ligera  tracción 


lo  aue  se  consigue  un 


punto  mas  estrecho , y luego  se  estira  hasta  aguzarle  capi  lamiente.  Se 
aparta  de  la  llama  con  precaución , y ya  frió , so  rompe  ñor  el  punto  mas 
delgado,  haciéndole  una  ravita  con  una  lima  triangular  á la  punta  de 
di  manto , para  que  sea  mas  regular  la  fractura. 

Un  proceder  análogo  puede  seguirse  para  adelgazar  porciones  de  tubo; 
solo  que  en  estos  casos  no  se  estira  tanto,  ni  se  dan  tracciones.  Cuando 
estirando  se  obtiene el  grueso  que  se  desea,  se  aparta  de  la  llama  y se 
deja  enfriar  gradualmente. 

Si  se  trata  de  cerrar  uno  de  los  extremos  del  tubo  de  pequeño  diáme- 
tru,  basta  reblandecerle  á la  punta  de  la  llama;  los  bordes  se  acercan,  y 
separándole  de  la  llama,  se  acaban  de  unir  con  la  punta  ú hoja  de  un  cu- 
chillo. Si  no  queda  regular,  se  vuelve  á reblandecer;  y cuando  está  blan- 
do, se  sopla  un  poco,  con  lo  cual  se  redondea  ei  extremo,  y regulariza. 

Dado  caso  que  el  tubo  tenga  cierta  anchura,  como  exceda  de  medio 
centímetro,  se  reblandecen  sus  bordes  , se  inclinan  hácia  dentro  con  una 
varilla  de  vidrio , soldándola  ácl,  v se  activa  un  poco.  Luego  se  pre- 
senta de  nuevo  el  tubo  á la  llama,  se  estira  ligeramente , y se  separa  la 
parlo  adelgazada.  El  extremo  del  tubo  queda  cerrado,  pero  irregular,  v 


— 588  — 

tiene  mucho  grueso.  Se  vuelve  á calentar  y reblandecer,  y se  sopla  hasta 
aue  se  redondee  el  extremo  cerrado. 

4 Para  hacer  en  el  borde  de  un  tubo  una  depresión  en  forma  de  canal,  se 
aplica  una  varilla  de  hierro  en  el  punto  del  borde  reblandecido  donde  se 
quiera  hacer  la  depresión. 

Si  se  quiere  ensanchar  la  abertura  del  tubo  como  un  embudo  , o el  ex- 
tremo de  una  trompetilla,  se  le  mete  , cuando  está  candente  y blando, 
una  pieza  cónica,  y se  da  vueltas;  ó bien  con  una  varita  de  hierro  se 
comprime  hácia  fuera  , mientras  que  se  le  va  dando  vueltas  con  la  mano 
izquierda.  La  pieza  cónica  puede  ser  un  pedazo  de  carbón  poco  com- 
bustible. 

Si  un  tubo  se  rompe  por  el  extremo  abierto,  y se  quiere  regularizar  sus 
bordes,  basta  calentarlos  y reblandecerlos:  con  unas  tijeras  se  regularizan. 

Los  tubos  han  de  tener  á veces  una  expansión  globular,  ó una  bola;  y 
para  formarla,  se  tapa  un  extremo  con  un  poco  de  cera,  se  calienta  luego 
la  parte  que  se  quiere  ensanchar  en  forma  de  bola,  dándole  vueltas  como 
siempre;  y cuando  está  reblandecido,  se  aprieta  hácia  él  los  dos  extre- 
mos, con  el  fin  de  recoger  vidrio.  En  seguida  se  sopla  por  el  extremo 
abierto , sacando  el  tubo  de  la  llama;  se  vuelve  á calentar  y soplar  una  y 
mas  veces,  hasta  que  la  bola  quede  como  se  quiera.  A.sí  que  se  va  en- 
friando, hay  que  soplar  más. 

Si  la  bola  ha  de  ser  algo  grande , es  mejor  formarla  primero,  y soldar 
á sus  extremos  tubos.  Para  esto  se  toma  un  tubo  ancho,  se  calienta  y 
reblandece  por  un  lado,  luego  por  otro  del  que  se  ha  de  ensanchar,  y 
se  estira  hasta  que  tengan  ambos  extremos  bastante  longitud.  Luego  se 
calienta  la  parte  ancha,  se  recoge  cuando  está  candente  v blanda  ; y ta- 
pando un  extremo  del  tubo  adelgazado,  y soplando  por  el  otro,  se  forma 
la  bola,  repitiendo  la  operación  hasta  que  esté  regular,  ó bien  esférica. 
En  seguida  se  soldán  los  tubos  á los  extremos. 

Si  la  bola  ha  de  estar  al  extremo  de  un  tubo , se  cierra  primero  este 
extremo,  como  lo  hemos  dicho  en  su  lugar,  y luego  se  sopla  y va  ensan- 
chando hasta  que  la  bola  se  forme. 

Se  puede  dar  al  extremo  de  un  tubo  la  forma  de  embudo  , para  lo  cual 
se  le  sóida  otro  tubo  mayor;  luego  se  corta  (i  la  distancia  correspon- 
diente, y,  por  último,  se  regulariza  para  convertirle  en  embudo.  Con  la 
varilla  de  hierro  aplicada  oblicuamente  á los  bordes  del  tubo  mayor,  se 
ensancha  también  en  esa  forma. 

Igualmente  puede  hacerse  formando  primero  una  bola  y luego  soplar 
hasta  que  esta  estalle  por  el  extremo  opuesto;  se  reblandece  de  nuevo,  y 
se  regularizan  sus  bordes. 

Para  soldar  los  tubos  debe  preferirse  la  llama  estrecha  no  siendo  ellos 
de  gran  diámetro. 

Los  tubos  pueden  ser  soldados  por  sus  extremos , ó el  uno  al  otro, 
perpendicularmente. 

f JEn  el  primer  caso , si  son  de  igual  diámetro  y espesor,  se  reblandecen 
por  el  extremo  que  han  de  soldarse,  aplicándolos  juntos  á la  llama  - y 
cuando  están  reblandecidos , se  unen , apretándolos  un  poco  Se  tapa  un 
extremo  del  uno,  y volviendo  á reblandecer  el  punto  de  soldadura  , se 
6opla  para  regularizar  las  paredes  de  ese  punto. 

Cuando  no  tienen  el  mismo  diámetro  , se  estira  el  mayor,  y se  corta  la 
parte  adelgazada  á la  distancia  conveniente. 

Para  soldar  un  tubo  con  la  pared  de  otro,  ó perpendicularmente  á él, 


- J|v*  - ggfl  _ 

sé  palíenla  el  mayor,  6 el  que  ha  de  ser  penetrado  en  el  punto  de  la  sol- 
dadura, hasta  reblandecerle  en  el  espacio  menor  posible,  y habiéndole 
antes  tapado  por  un  extremo,  se  sopla  para  que  sobresalga  el  punto  re- 
blandecido, sacándole  de  la  llama. 

También  se  puede  obtener  esta  prominencia , aplicando  al  punto  re- 
blandecido el  extremo  de  una  varilla  de  vidrio  caliente  y tirar  hácia  fuera 
bruscamente ; con  esto  queda  un  tubo  lateral. 

Se  calienta  de  nuevo  esa  prominencia , ó ese  tubo , se  sopla  fuerte- 
mente , con  lo  que  se  forma  una  bola  delgada,  y se  quita  esta;  así  queda 
una  abertura,  y luego  se  aplica  á ella,  en  caliente  y reblandecido,  el  ex- 
tremo del  tubo  que  se  le  ha  de  soldar,  hallándose  en  igual  estado.  Fuera 
de  la  llama , se  sopla  suavemente  para  regularizar  las  paredes  de  la  sol- 
dadura. 

Es  una  regla  general  para  toda  soldadura,  reblandecer  los  puntos  que 
se  han  de  soldar,  y unirlos  cuando  están  blandos.  En  seguida , sin  darles 
vueltas,  se  calienta  por  un  lado  solo,  y,  reblandecido,  se  sopla  suave- 
mente ; luego  se  hace  lo  propio  con  el  otro  lado ; por  último , se  calienta 
todo  soldado  ya,  se  vuelve  á reblandecer  y se  regularizan  las  paredes  de 
la  soldadura , estirando  un  poco. 

Los  tubos  que  hayan  de  soldarse  deben  tener  un  color  igual ; si  son  de 
composición  diferente  ; la  soldadura  se  rompe  al  enfriarse. 

Los  tubos  y varillas  frías  se  cortan , rayando  el  punto  por  donde  se  han 
de  cortar,  ya  con  una  lima  triangular,  ya  con  el  corte  de  una  navaja  de 
buen  temple.  Yo  me  valgo  de  la  punta  de  diamante ; ato  un  hilo  en  el 
punto,  hago  una  raya  circular  siguiendo  el  hilo,  y rompo  el  tubo  ó la 
varilla  con  un  golpe  seco,  doblando  y apretando  á la  vez , y el  tubo  ó la 
varilla  se  corta  perfectamente,  sin  raya  ni  esquirla. 

Esto  es  mucho  mas  sencillo  que  la  aplicación  de  barritas  de  carbón 
compuesto  de  goma  arábiga,  tragacanto,  disuelios  en  agua;  estoraque, 
calamita,  benjuí,  disueltos  en  alcohol,  y carbón  vegetal,  cuya  punta, 
encendida,  se  aplica  al  tubo  para  cortarle.  Bueno  es,  sin  embargo,  tener 
en  el  laboratorio  esas  barritas. 

Aunque  el  arte  de  elaborar  el  vidrio  á la  llama  de  la  lámpara  de  es- 
maltar se  extiende  á más  que  lo  expuesto  , creo  que  basta  para  las  prin- 
cipales necesidades  que  puede  haber  en  el  laboratorio  químico-toxicoló- 
gico.  Un  buen  repuesto  de  toda  clase  de  tubos  sencillos , dobles , solda- 
dos con  expansiones  globulares,  encorvados,  aguzados,  etc.,  evita  esas 
operaciones.  Con  todo,  teniendo  algunos  mazos  de  tubos  y varillas,  con 
lo  dicho  se  puede  obtener  lo  que  haga  falta,  perentoriamente. 

2.°  Soplete  y sus  accesorios. 

Este  instrumento  es  de  poco  tamaño  , y ordinariamente  de  latón;  se 
compone  de  tres  partes  : 1.*  un  tubo , por  cuyo  interior  pasa  el  aire,  so- 
plando con  la  boca;  2.“  un  pequeño  depósito,  por  el  cual  entra  rozando 
el  tubo,  y con  él  se  recoge  el  agua,  que,  á fuerza  de  soplar,  se  fija  en 
la  pared  interna  de  ese  depósito  , condensándose  el  aliento  del  que  so 
pie;  o.  otro  tubo  mas  pequeño  aplicado  también  al  depósito,  formando 
con  él  un  ángulo  recio.  En  su  extremidad  libre  hay  un  agujero  muy  pe- 
queño , que,  cuando  no  funciona  este  instrumento,  se  tapa  con  una  piece- 
cita  de  latón.  Estas  tres  piezas  se  ajustan  de  tal  suerte,  que  el  aire  no 
pueda  introducirse  entre  ellas. 


— 590  — 

Para  entrar  en  acción  el  soplete , necesita  de  varios  accesorios.  En  pri- 
mer lugar,  una  lámpara  de  aceite.  Engestroni  y Bergam  empleaban  una 
vela  ó dos.  La  lámpara  de  alcohol  también  puede  servir,  pero  da  poco  calor. 

La  lámpara  de  aceite  para  el  soplete  es  de  hoja  de  latón  , barnizada  al 
exterior;  tiene  una  forma  ligeramente  cónica  , y cuatro  pulgadas  y media 
de  ancho.  En  su  extremo  posterior,  de  una  pulgada  de  diámetro,  tiene 
un  mango,  por  medio  del  cual  se  puede  sostener  con  un  apoyo  ó ama- 
zadera  de  latón.  En  su  extremo  mas  angosto  tiene  una  abertura  re- 
donda de  nueve  líneas , circuida  por  un  anillo  de  tres , y lleva  en  su  in- 
terior la  matriz  de  una  rosca;  por  esa  abertura  se  echa  el  aceite.  A la 
misma  se  adapta  un  pequeño  pico , donde  se  introduce  la  torcida.  Una 
tapadera  de  latón , para  cuando  no  funciona  ese  soplete , completa  el 
aparato. 

El  cuerpo,  sobre  el  cual  ha  de  obrar  el  soplete  ó la  llama  que  este  im- 
pulsa , debe  estar  sostenido  por  algo.  Un  pedazo  de  carbón  bien  quemado 
sirve  perfectamente.  Si  no  está  bien  quemado,  estalla.  El  carbón  de 
pino  es  el  preferible ; los  demás,  ó chispean  , ó dan  mucha  ceniza  ferru- 
ginosa. Debe  estar  cortado  en  paraleiipípedos  y perpendicularmenie  u 
las  capas  de  la  madera  de  que  procede.  En  cilindros,  con  un  hoyito,  to- 
davía es  mejor. 

A veces  el  carbón  no  sirve  para  ciertas  reducciones  que  el  operador  se 
propone  obtener;  en  estos  casos  el  cuerpo  sometido  á la  acción  del  so- 
plete se  sostiene  con  una  cucharita  de  platino , ó sea  con  una  hoja  ó hilo 
del  mismo  metal. 

El  uso  del  soplete  exige,  además,  otros  utensilios  : pinzas  con  punta  de 
platino,  copelitas  de  fosfato  de  cal,  tubos  de  ensayo,  de  vidrio , unos  cer- 
rados por  un  extremo,  otros  abiertos  por  los  dos;  matracitos  6 tubos 
con  expansión  globular  en  un  extremo;  el  mortero  de  ágata  , un  martillo 
de  acero  con  su  yunque , para  partir  los  minerales , y averiguar  la  con- 
sistencia de  los  botones  y perlas  que  se  forman,  una  barra  imantada  y 
una  lente  de  aumento,  cuando  no  el  microscopio;  por  último,  ios  reacti- 
vos de  que  hablaremos  en  su  lugar. 

El  soplete  sirve  para  analizar  minerales  por  la  vía  seca. 

Para  emplearle,  se  destapa  la  punta,  quitándole  la  piececiía  que  res- 
guarda la  abertura,  y encendida  la  lámpara  de  aceite,  se  sopla  por  la 
abertura  del  tubo  cónico  sosteniéndole;  con  la  mano  derecha  se  dirige  la 
punta  del  tubo  capilar  ó la  llama  de  la  lámpara  sin  tocarla,  y con  la  mano 
izquierda  se  sostiene  el  carbón  , ó el  cuchillo,  cuchara,  ó hilo  de  platino 
que  contiene  el  cuerpo  que  se  analiza.  Con  esto,  la  llama,  de  vertical 
pasa  á horizontal,  dirigiendo  el  dardo  al  cuerpo  que  se  ensaya. 

Para  soplar  se  respira  por  la  nariz  y se  impulsa  el  aire  espirado  con  el 
movimiento  de  los  carrillos  y no  con  el  aliento  que  sale  de  los  pulmo- 
nes ; así  la  corriente  puede  ser,  como  ha  de  ser,  continua,  y puede  durar 
basta  diez  minutos. 

El  soplete  exige  mucha  práctica  para  saber  soplar.  Tiene  el  inconve- 
niente de  que  • se  llena  á menudo  el  depósito  de  agua , procedente  del 
aliento  condensado;  hay  que  limpiarle  de  continuo,  y el  operador  está 
muy  cerca  de  los  vapores  no  siempre  inocentes,  que  se  desprenden  del 
cuerpo  analizado.  . 

Yo  he  ideado  la  aplicación  del  soplete  de  un  modo , que  facilita  ex- 
traordinariamente su  uso,  siquiera  no  se  tenga  hábito  de  su  manejo. 

Me  valgo  de  la  mesa  destinada  para  la  lámpara  de  esmaltar;  quito  su 


— m — 

tubo-soplete  y le  adapto  un  tubo  de  cristal,  ajustándole  á la  abertura  por 
medio  de  un  tapón  de  corcho  agujereado.  Este  tubo  es  recto  y largo  de 
medio  metro.  Su  extremo  superior  tiene  otro  tapón  agujereado,  al  cual  se 
adapta  el  tubo  cónico  del  soplete.  En  lugar  del  tapón  puede  ser  una  pieza 
á propósito. 

La  lámpara  se  coloca  en  un  pié  de  madera  cilindrico  á la  altura  del 
pico  del  soplete , y dando  de  cuando  en  cuando  con  el  pié  al  pedal  ó 
pieza  de  madera  que  mueve  el  fuelle , se  establece  una  corriente  de  aire 
por  el  soplete,  continua  y de  la  duración  que  se  quiera. 

El  operador  sostiene  con  la  mano  el  carbón  ó la  cuchara  de  platino, 
aplicada  á la  llama  de  la  lámpara,  y la  operación  se  ejecuta  tan  bien  ó 
mejor  que  soplando  al  soplete  con  los  carrillos. 

Para  eso  no  se  necesita  ninguna  práctica , y hasta  puede  alejarse  por 
algún  rato  el  operador  del  aparato,  puesto  que  la  corriente  no  cesa,  con 
tai  que  se  dé  con  el  pié  sobre  el  pedal  de  vez  en  cuando. 

Para  eso , el  carbón  ha  de  estar  sostenido  por  un  apoyo  que  arranca 
del  mismo  pié  cilindrico  que  sostiene  la  lámpara. 

Recomiendo  á los  prácticos  esta  modiíicacion  del  uso  del  soplete , por- 
que creo  que  lleva  al  otro  muchas  ventajas. 

3,°  Pantallas,  chimeneas. 

Ya  hemos  dicho  que  á veces  hay  que  moderar  el  calor  por  medio  de 
pantallas  que  se  interponen  entre  la  llama  y el  cuerpo  que  se  calienta. 
En  otras  ocasiones  conviene  avivar  ese  calor,  y por  medio  de  pantallas  ci- 
lindricas ó chimeneas  se  consigue.  Así  sucede  con  la  lámpara  de  Berze- 
líus  y otras. 

Los  hornillos  y hornillas  alcanzan  también  mas  temperatura,  ó se  en- 
ciende mas  pronto  el  carbón  en  ellas  por  medio  de  una  chimenea  de  pa- 
lastro mas  ó menos  elevada,  según  la  intensidad  de  calor  que  se  necesite. 
Estas  chimeneas  consisten  en  un  tubo  que  interiormente  se  ensancha 
como  un  embudo  y tiene  un  mango  que  facilita  su  traslación. 

4.°  Trípodes,  pies,  cuñas,  apoyos,  rodetes  de  paja , etc. 

Para  sostener  los  instrumentos  ó vasijas  que  tienen  los  cuerpos  que  se 
han  de  calentar,  se  emplean  trípodes  de  hierro , en  los  cuales  se  colocan 
cápsulas,  vidrios  de  rtiloj,  etc. 

Hay  otros  apoyos  que  tienen  abrazaderas  ó rodetes  de  hierro  ó latón, 
en  los  cuales  se  colocan  también  las  cápsulas,  crisoles,  etc. 

Los  apoyos  son  á veces  cilindros  do  madera  macizos  de  un  pié,  ó más  ó 
menos;  algunos  tienen  cóncavo  el  extremo  superior,  para  que  se  apoyen 
mejor  los  balones  ó recipientes ; sirven  igualmente  para  lo  mismo  y pro- 
porcionan la  altura  de  las  piezas,  las  cuñas  ó cuadrados  de  madera  oc 
una  pulgada  de  grueso  y cinco  ó seis  de  anchura,  ios  que  se  sobreponen 
hasta  que  una  pieza  esté  al  nivel  que  debe  estar. 

Los  rodetes  de  paja  sirven  para  sostener  las  cápsulas,  cuando  se  sacan 
de  la  lumbre  y los  balones  de  cuerpo  completamente  esférico. 

5.°  Alargaderas,  tubos. 

Las  alargaderas  son  vasijas  de  vidrio  recto  ó con  expansión , que  se 
adaptan  al  cuello  de  las  retortas  y al  de  los  recipientes,  para  ponerlos  en 


comunicación  con  ciertos  aparatos.  Para  lo  misino  sirven  los  tubos , ya 
rectos,  terminados  en  embudo,  ó sin  él,  ya  encorvados,  ya  con  expansio- 
nes globulares,  poniendo  en  comunicación  los  frascos  con  dos  ó mas  lu- 
buluras  y los  recipientes , siempre  que  se  desprende  algún  gas  y corre 
por  el  interior  de  los  aparatos. 

6.°  Triángulos,  diafragmas,  tenacillas,  badilas,  palas  o cogedores,  espátulas 

de  hierro  ó platino. 

Para  sostener  las  cápsulas,  ya  en  el  trípode  de  hierro , ya  en  las  hor- 
nillas ú otras  partes,  st  son  menores  que  el  diámetro  de  esos  instrumen- 
tos, sirven  los  triángulos  de  hierro  de  diferentes  tamaños  y combinándolos, 
poniendo  primero  los  mayores  y luego  los  menores,  se  llega  á poder  sos- 
tener una  cápsula  chica. 

También  pueden  formarse  triángulos  con  alambre  recocido  y retorcido 
para  sostener  cápsulas  pequeñas  ó vidrios  de  reloj , igualmente  que  con 
los  tubos  de  pipa  , materia  refractaria,  y capaz  de  sostener  alias  tempera- 
turas, sin  fundirse  ni  romperse.  Se  aguzan  ios  extremos  en  bases  ú obli- 
cuamente, y así  se  adaptan  perfectamente  los  extremos,  y con  alambre 
se  fijan. 

Los  diafragmas  de  hierro  son  discos  agujereados  por  el  centro ; los  hay 
de  diferentes  tamaños  y tienen  el  mismo  uso  que  los  triángulos. 

Las  tenazas  mas  ó menos  largas  y gruesas , sirven  para  coger  las  bra- 
sas, las  cápsulas  calientes,  ios  crisoles,  triángulos  y demás,  cuando  se 
sacan  de  la  lumbre. 

El  badil  y cogedor  sirven  para  llevar  brasas  de  un  lado  á otro , coger  el 
carbón,  etc. 

Las  espátulas  de  hierro,  para  revolver  las  ascuas,  y la  de  platino  para 
menear  ó agitar  los  minerales  derretidos  dentro  de  los  crisoles  ó las  cáp 
sulas. 


?.°  El  alambique  y aparatos  de  destilación. 

El  grande  uso  que  se  hace  del  agua  destilada  en  un  laboratorio  quí- 
mico-toxicológico  exige  la  presencia  y uso  de  un  alambique. 

Es  un  aparato  de  cobre  estañado,  que  consta  de  varias  piezas  y acce- 
sorios. 

Hay  una  llamada  cucúrbita , la  que  es  una  especie  de  caldera,  donde  se 
echa  el  agua  común  que  se  ha  de  destilar.  A ella  se  adapta  otra  pieza 
llamada  capitel , que  tapa  la  cucúrbita,  prolongándose  por  un  lado  en 
forma  de  tubo  cónico,  encorvado  por  su  extremo  libre,  el  cual  se  adapta 
á otra  pieza  llamada  serpentín.  Este  es  un  tubo  de  estaño  ó zinc  encor- 
vado en  hélice  y colocado  en  una  caja  cilindrica  de  latón  ó cobre,  la  que 
se  llena  de  agua  fría , destinada  á condensar  el  agua  en  vapor  que  pasa 
por  el  tubo  serpentín,  para  lo  cual  debe  renovarse  constantemente,  por- 
que se  calienta,  y calentada,  no  condensaría  dicho  vapor.  Esta  caja,  ó 
el  agua  que  contiene,  es  el  verdadero  refrigerante , otra  pieza  del  alam- 
bique, y no  el  serpentín , al  que  dan  algunos  ese  nombre;  pues  este  solo 
sirve  para  conducir  el  vapor  del  agua  que  se  escapa  de  la  cucúrbita  por 
el  cuello  del  capitel,  y lo  que  refrigera  es  el  agua  tria  de  la  caja  donde  se 
enrosca  el  serpentín. 

La  caja  se  comunica,  por  la  parte  inferior,  con  un  tubo  de  estaño  ó zinc 
que  le  lleva  el  agua  fría , la  cual  toma  un  tubo  por  el  extremo  opuesto 


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de  una  fuente,  á la  altura  del  alambique , por  medio  de  un  embudo  , y en 
el  borde  de  la  caja  hay  otro  tubo,  por  el  que  se  escapa  el  agua  caliente  en 
igual  cantidad  que  la  que  entra,  y por  este  tubo  se  recoge  en  un  vaso, 
pudiéndole  utilizar  para  alimentar  Ja  cucúrbita,  ó se  pierde. 

Por  último,  el  serpentín  se  abre  por  la  parte  inferior  de  la  caja,  donde 
hay  una  espita,  y por  ella  sale  el  agua  destilada,  la  que  se  recoge  en  una 
dama  juana,  castaña  ensogada,  ó cualquier  otro  vaso  idóneo. 

Además  del  alambique,  aparato  únicamente  destinado  á procurarse 
agua  destilada , si  bien  puede  servir  también  para  destilar  aguas  de  olor 
y hasta  para  destilar  alcohol ; pues  las  fábricas  de  aguardiente  no  se  va- 
len, en  el  fondo,  de  otra  suerte  de  aparatos;  hay  otros  destinados  á separar 
con  la  aplicación  del  calórico,  las  sustancias  volátiles  de  las  fijas,  siempre 
que  hay  interés  en  recoger  los  gases  ó vapores,  que  se  desprenden  volati- 
lizados. Todos  son  verdaderos  alambiques,  puesto  que  constan  de  sus  pie- 
zas esenciales,  á saber:  l.°  una  donde  se  calienta  el  líquido  que  ha  de 
reducirse  á vapor;  2.°  otra  que  refrigera  y condensa  los  vapores;  B.°  otra 
que  recoge  el  líquido  resultante  de  la  condensación  de  aquellos. 

Así  como  el  alambique  presta  gran  servicio  en  un  laboratorio  químico- 
toxicológico,  para  procurarse  agua  destilada  tan  necesaria  casi  en  todas 
las  operaciones;  los  demás  aparatos  de  destilación  los  prestan  también, 
porque  son  igualmente  frecuentísimas  las  operaciones  que  en  dicho  labo- 
ratorio se  practican , para  destilar  en  pequeño  los  líquidos  volátiles  que 
hay  que  separar  de  las  sustancias  fijas. 

El  aparato  mas  sencillo  y mas  común  para  esa  suerte  de  operaciones, 
consiste  en  una  hornilla  evaporatoria  con  su  lumbre,  un  baño  de  maria,  una 
retorta  de  vidrio , una  alargadera , un  recipiente  de  cuello  corto  y un  tubo,  ya 
recto,  ya  encorvado,  que  va  á parar  á una  copa  llena  de  agua. 

La  alargadera  sirve,  ya  de  refrigerante,  y lo  es  más,  si  se  cubre  con 
una  esponja  ó trapo  mojado  de  agua  fría. 

Puede  suprimirse  la  alargadera  y colocar  un  recipiente  de  cuello  largo 
en  un  vaso  ó jofaina  que  contenga  agua  y nieve. 

También  puede  disponerse,  que  sobre  la  asponja  ó lienzo  que  cubre 
el  globo  del  recipiente,  colocado  en  una  fuente,  caiga  de  continuo  un 
chorro  de  agua  fria  desde  un  frasco  con  espita  lleno  de  ella , y colocado 
sobre  un  trípode  á la  altura  conveniente. 

Si  se  han  de  destilar  líquidos  volátiles  á diferentes  temperaturas,  hay 
que  colocar  la  retorta  en  un  baño  de  maría  primero  , y luego  en  el  de 
cloruro  sódico  ó cálcico.  Se  va  aumentando  la  temperatura  del  baño,  y 
así  se  volatilizan  primero  los  cuerpos  mas  volátiles,  luego  los  demás.  En 
estos  casos  se  muda  cada  vez  el  recipiente  para  recoger  los  cuerpos  se- 
parados. 

En  cuanto  á lo  demás  del  aparato  , no  hay  diferencia  del  anterior. 

Si  el  cuerpo  que  se  ha  de  volatilizar  en  "esos  aparatos  es  muy  volátil, 
hay  que  valerse  de  otro  mas  á propósito  para  ello.  El  cuello  de  la  retorta 
ó del  balón,  si  se  emplea  este,  se  adapta  al  refrigerante  de  Fresenius,  el 
cual  es  un  tubo  de  vidrio  encorvado  por  sus  dos  extremos,  que  atraviesa 
un  manguito  de  madera , cerrado  por  sus  extremidades  con  tapones  de 
corcho  atravesados  por  el  tubo  de  vidrio.  El  manguito  tiene  comunica- 
ción con  dos  tubos  de  vidrio;  uno  en  su  parte  inferior,  que  termina  por 
su  extremo  libre  en  embudo  , destinado  á recibir  el  chorro  de  agua  fria 
que  mana  de  un  frasco  con  espita  colocado  á la  altura  conveniente ; otro, 
en  la  parte  superior,  que  se  encorva  en  su  arranque  y va  á parar  á un  le- 


m - 

brillo  de  vidriado  que  recoge  el  agua.  Esta  llena  eí  manguito  y enfria  ei 
vapor  que  pasa  por  el  tubo  ae  vidrio  que  le  atraviesa. 

El  jubo  ae  víario,  por  su  extremo  encorvado  interior  ó libre , se  intro- 
duce en  un  frasco,  hasta  que  llegue  cerca  de  su  fondo,  donde  hay  un  poco 


de  agua  destilada.  . , 

Por  último , hay  otro  aparato  para  destilar  las  cantidades  pequeñas  de 
la  sustancia  que  se  haya  de  ensayar.  En  lugar  de  retorta  ó balón , se 
toma  un  tubo  encorvado  por  el  extremo  interior , el  que  tiene  al  lado  y 
superiormente  soldado  otro  tubo  mas  chico;  su  abertura  superior  se  cierra 
con  un  tapón  atravesado  por  un  termómetro  de  cristal  que  señala  la  tem 
peratura.  En  ese  tubo  se  pone  el  líquido  que  se  ha  de  destilar. 

El  tubo  se  coloca  en  un  baño  de  arena  calentado  por  medio  de  la  llama 
de  la  lámpara  de  alcohol.  El  baño  de  arena  con  el  tubo  descansa  sobre 
un  trípode  de  hierro,  debajo  del  cual  se  coloca  la  lámpara. 

Al  tubo  lateral  del  que  está  en  el  baño  de  arena,  se  adapta , por  medio 
de  corcho,  otro  de  vidrio  que  atraviesa  otro  de  cobre,  largo,  sostenido 
oblicuamente  por  un  pié  de  madera  alto,  que  tiene  una  abrazadera  con 
tornillo  y sale  por  el  extremo  inferior  de  este  encorvándose,  introdu- 
ciéndose en  un  frasco  hasta  su  fondo.  Este  está  sostenido  por  dos  ó mas 


cuñas  cilindricas. 


El  tubo  de  cobre  que  hace  las  veces  de  manguito  como  el  refrigerante 
de  Fresenius , tiene  soldados  dos  tubitos  de  vidrio  : uno  en  la  parte  supe- 
rior, muy  largo,  que  se  encorva  en  su  arranque  y va  á parar  á un  le- 
brillo; otro  en  la  parte  inferior  del  tubo  quc„cae  perpendicular  en  el  fondo 
de  un  vaso  de  boca  ancha  lleno  de  agua  fria  y sostenido  por  cuñas.  Dis- 
puesto así  el  aparato , se  calienta  el  tubo  colocado  en  el  baño  de  arena, 
encendiendo  la  lámpara , y se  sorbe  por  el  tubo  largo  del  manguito , con 
lo  cual  el  tubo  corto  y vertical  del  mismo  hace  las  veces  de  un  sifón  , y 
el  agua  sale  sin  interrupción  por  él,  y pasando  por  el  manguito,  refri- 
gera el  tubo  de  cristal  que  le  atraviesa  y condensa  el  cuerpo  volátil  que 
va  á parar  al  frasco.  El  agua  sale  por  eí  tubo  encorvado  largo  del  man- 
guito. 


C.  Aplicación  de  la  luz. 


Comprendemos  bajo  este  título  la  aplicación  de  las  lentes  de  aumento, 
los  microscopios  y los  aparatos  para  la  espectrometría  ó especlómetros. 


1."  Lentes  de  aumento. 

Las  lentes  de  aumento  sirven  para  ayudar  la  vista  natural  en  los  casos 
en  que  no  se  necesite  aumentar  mucho  el  diámetro  de  los  pequeños  ob- 
jetos para  verlos  bien  ó mejor;  con  ellas,  por  ejemplo,  se  distinguen  los 
puntos  brillantes  que  se  notan  en  la  cápsula  de  porcelana,  donde  se  haya 
hecho  una  carbonización,  y se  conoce  si  son  laminillas  del  carbón  ó glo- 
bulillos metálicos  de  mercurio,  plomo,  etc. 

Debe  haberlas  queaumenten  de  tres,  ó cuatro,  ú ocho,  ó diez  diámetros. 


2. 8 Microscopios. 

Hay  microscopios  sencillos  y compuestos.  Los  microscopios  sencillos  vie- 
nen á ser  una  lente  de  aumento  biconvexa,  de  corto  foco,  montada  de 
modo  que  pueda  manejarse,  ó ser  sostenida  por  un  pié  con  brazo  articu- 


un  dado  voiúmen , es  mas  atraído  por  la  fuerza  de  gravedad , y por  lo 
mismo  pesa  más ; luego  todos  los  cuerpos  que  en  un  dado  volumen  ten- 
san muy  separados  los  átomos,  deben  pesar  menos  , y vice-versa.  Para 
evaluar  el  peso  específico  de  los  cuerpos,  se  comparan  con  el  aire  y con 
el  agua.  Son  mas  pesados  que  el  aire,  entre  los  cuerpos  simples  gaseosos 
el  oxígeno  y el  cloro  ; menos,  el  hidrógeno  y el  ázoe.  Los  cuerpos  sim- 
ples líquidos  y sólidos  todos  pesan  mas  que  el  agua , menos,  el  potasio  y 

Pueden  formarse  varios  grupos  respecto  al  peso  específico,  relaciona- 
dos con  el  punto  de  fusión. 

I. 0  Menos  que  el  agua.  —2.°  Mas  que  el  agua  de  1 á ó.—  3.  Mas  que 
el  agua  de  3 á 5. — 4.“  Mas  que  el  agua  de  3 á 10.— 5.  Mas  que  el  agua 
de  10  á 13.— -6.°  Mas  que  el  agua  de  15  á 17  , 21;  relacionadas  con  las 
temperaturas  que  va  vimos. 

8. “  Propiedades  ''ópticas.  —Tienen  brillo  los  cuerpos , cuando  son  muy 
compactos  y la  superficie  es  bruñida  ó lisa:  son  opacos  los  cuerpos  que 
tienen  mucha  fuerza  de  agregación,  y de  consiguiente  , pocos  espacios 
intersticiales  que  no  se  corresponden  : luego  deben  ser  opacos  los  cuer- 
pos en  masa  aglomerada , los  esponjosos  y terrosos ; y transparentes , los 
cuerpos  gaseosos,  líquidos  y los  cristalizados,  con  grandes  espacios  in- 
tersticiales que  se  correspondan , y poca  fuerza  de  agregación. 

El  color  de  los  cuerpos  lo  hemos  expuesto  ya  al  tratar  de  la  acción  de 
la  luz,  influyendo  en  su  color  el  estado  y los  cuerpos  intermedios , como 
el  agua  y el  aire. 

9. *  Conductibilidad  para  el  ¡lúido  eléctrico. — Los  que  son  buenos  con- 
ductores para  el  calórico , lo  son  igualmente  para  la  electricidad , y vice- 
versa. 

10.  Polaridad  magnética.— Son  magnéticos  los  cuerpos  simples  siguien- 
tes : hierro , cobalto  y níquel , y algunos  óxidos  de  los  mismos. 

II.  Olor.— El  olor  está  relacionado  con  la  volatilización  de  los  cuer- 
pos , siendo  olorosos  los  volátiles  á la  temperatura  ordinaria : hay  ciertos 
metales  que  por  la  frotación  desarrollan  olor. 

12.  Sabor.—  Está  relacionado  con  la  solubilidad  de  los  cuerpos;  insolu- 
bles , insípidos ; solubles , sápidos. 

Aquí  doy  fin  á esos  estudios  preliminares , relativos  á las  sustancias 
inorgánicas.  Cuando  hablemos  de  los  caractéres  químicos  de  las  sustan- 
cias orgánicas,  alcalóides  y ácidos  que  figuran  en  los  estudios  de  análisis 
química, -y  que  pertenecen  igualmente  á las  toxicológicas,  por  dar  algunas 
cíe  ellas  lugar  á casos  prácticos  de  envenenamiento,  haré  una  cosa  aná- 
loga, bien  que  en  menos  escala,  respecto  de  los  alcalóides  y los  ácidos 
orgánicos. 

Siento  no  poder  hacer  con  todas  las  sustancias  orgánicas  lo  mismo  que 
con  las  inorgánicas ; no  tengo  trabajos  sobre  ello , y aun  cuando  no  des- 
conozco que  habia  de  ser  mas  difícil , abrigo  la  esperanza  de  que  algo  se 
a c?nseSu^r».  aplicando  á las  sustancias  orgánicas  el  mismo  mé- 
todo. JNi  mis  ocupaciones,  ni  lo  poco  que  alienta  el  país  en  que  vivo  á 
os  nombres  consagrados  á estas  tareas,  me  han  permitido  emprender 
ese  trabajo , Sin  emnargo , no  dejaré  de  consignar , respecto  de  las  sus- 
vancias orgánicas  venenosas , sometidas  al  estudio  analítico , todo  lo  que 
td  mülspensable  bajo  el  punto  de  vista  toxicológico. 


- toü  - 

lado  á propósito,  ó bien  dos,  plano-convexas,  vueltas  en  igual  sentido,  con 
la  cara  convexa  hácia  el  objeto,  y tan  cerca  la  una  de  la  otra  que  la  una 
aumenta  la  imágen  que  la  otra  forma.  Estas  llevan  el  nombre  de  doblete. 

Un  cilindro  de  cristal,  cuyos  extremos  son  biconvexos  ó plano-conve- 
xos , más  ó menos , según  se  quieran  de  más  ó menos  aumento , escolado 
por  el  centro  como  un  reloj  de  arena,  que.se  ennegrece  para  que  sirva 
de  diafragma  y no  deje  pasar  mas  que  los  rayos  del  centro,  protegido 
por  otro  cilindro  hueco  de  latón  ó cobre,  con  un  mango,  constituye  un 
buen  microscopio  simple  ó lente,  bastante  bueno  para  varios  casos. 
Puede  haberlos  de  diferente  fuerza,  de  2 á 5 diámetros  de  aumento,  de 
5 á 8 , y dé  10  á 12.  Los  que  dan  el  aumento  de  5 á 8 bastan. 

A.  veces  conviene  tener  las  manos  libres;  y en  estos  casos  la  lente  se 
sostiene  con  el  porta-lentes , el  cual  consiste  en  un  pié  cuadrilátero  de 
latón  , de  cuyos  bordes  opuestos  se  elevan  dos  apoyos , uno  recto,  y otro 
algo  corvo.  Un  tallo  articulado  y desmontable  sube  y baja  por  medio  de 
un  anillo,  por  el  apoyo  recto ; ese  tallo  está  sostenido  por  el  apoyo  curvo. 
El  tallo  tiene  en  su  extremo~unas  pinzas  que  se  cierran  por  medio  de 
una  corredera ; estas  pinzas  deben  poderse  abrir  bastante , puesto  que 
están  destinadas  á sostener  con  su  mango  la  lente,  cuando  se  quiere  tener 
las  manos  libres ; también  pueden  sostener  anillos. 

El  doblete  se  acerca  más  á los  microscopios  compuestos,  tanto  por  su 
montura , como  por  su  disposición  óptica. 

La  montura  consiste  en  un  pié  de  base  circular  de  latón  casi  plano, 
que  dé  fijeza  y solidez  al  instrumento;  sobre  él  se  levanta  el  tambor  ó 
caja  cilindrica  con  una  abertura  cuadrilátera  delante , que  da  paso  á la 
luz,  la  que  es  reflejada  por  un  espejo  movible,  que  hay  dentro  y en  la 
parte  inferior  del  tambor. 

Cubre  el  tambor  una  placa  de  bronce  ó latón  ennegrecido,  llamada 
platina,  que  está  fija  y tiene  una  abertura  circular  en  el  centro,  para  que 
dé  paso  á la  luz  reflejada  por  el  espejo.  En  los  lados  hay  un  agujero, 
donde  se  fija  un  caballete  que  sirve  para  sujetar  los  objetos  que  se  ponen 
encima  de  la  platina,  llácia  atrás,  esta  presenta  una  oreja,  prolongada 
hácia  abajo  por  un  tubo  prismático  de  cuatro  caras,  en  cuyo  interior  se 
mueve  una  columnita  cuadrada  vertical , por  medio  de  un  piñón  que 
tiene  abajo  el  tubo  primitivo. 

La  columnita  tiene  una  rama  horizontal,  cilindrica  y hueca,  donde 
se  mete  rozando  suavemente  otro  cilindro  que  termina  por  un  anillo,  el 
cual  está  aplomo  del  agujero  central  de  la  platina.  Esta  es  la  parte  me- 
cánica , ó la  montura  del  doblete. 

La  parte  óptica  ó el  doblete  mismo,  se  compone , como  lo  hemos  indi- 
cado, de  dos  lentes  plano-convexas,  dispuestas  del  mismo  modo,  la  con- 
vexidad hácia  arriba,  ó mirando  ai  ojo  del  observador,  la  cara  plana  hácia 
abajo,  ó mirando  al  objeto  observado.  La  de  arriba  es  mas  estrecha,  la 
mas  ancha  es  la  de  abajo. 

La  montura  de  esas  lentes  ó del  doblete  se  compone  de  tres  piezas: 
cilindro  pequeñito  hueco,  abierto  por  arriba  y por  abajo,  un  poco 
cónico,  que  entra  rozando  en  el  anillo  del  aparato  anteriormente  des- 
crito, ó bien  se  atornilla  con  él.  En  la  abertura  inferior  está  la  lente  mas 
ancha;  2.  una  pieza  ensanchada  por  arriba  y ennegrecida  por  la  parte 
exterior , la  que  lleva  la  otra  lente  mas  chica  , superior  ú ocular;  8/  un 
diafragma  circular  debajo  de  esta  lente,  ó lo  que  es  lo  mismo,  colocado 
entre  las  dos  lentes. 


— oO(>  — ' 

La  seeundfa  pieza  se  atornilla  con  la  primera,  ó el  tubo,  ó cilindro 
hueco,  por  su  parte  superior,  y el  diafragma  ó tercera  pieza  se  atorraba 
con  la  segunda  por  su  parte  inferior.  El  todo  del  doblete  se  coloca  en  ei 
anillo  del  aparato  destinado  á sostenerle. 

También  puede  sostenerse  con  el  porta-lentes  que  antes  hemos  des- 
crito, colocándole  en  un  anillo  sostenido  por  las  pinzas. 

Los  microscopios  compuestos  son  varios , y se  diferencian  según  los  lu- 
bricantes de  quienes  proceden  ; sin  embargo,  la  diferencia  más  está  en 
la  parte  mecánica  que  en  la  óptica,  porque  esta  es  fundamental , y poi 
lo  mismo  no  es  susceptible  de  tantas  variaciones  como  la  mecánica , y 
esto  aun  en  punto  al  mayor  ó menor  aumento  de  los  diámetros.  De  la 
parle  óptica  depende  el  buen  resultado  del  microscopio ; la  parte  mecá- 
nica influye  de  un  modo  secundario  en  la  solidez,  en  la  elegancia  de 
las  formas,  en  el  volumen,  y en  la  mayor  facilidad  del  manejo  de  sus 
piezas. 

Además  de  los  microscopios  sencillos  hay  los  compuestos  de  Amici,  de 
Chevalier,  de  Oberaueser  y de  Nachet;  los  de  este  último  son  hoy  dia  los 
que  privan. 

Los  mismos  microscopios  de  Nachet  no  son , en  la  parte  mecánica, 
iguales.  Hay  tres  gran  modelo,  mediano  modelo,  varios  pequeño  modelo  para 
disección  y observación,  renversado,  para  los  estudios  químicos,  de  bolsillo , 
binocular , de  dos  y tres  cuerpos  O).  Las  mayores  diferencias  están  en  la 
forma , en  la  estructura  mecánica,  y en  los  accesorios. 

No  entra  en  mi  propósito  dar  una  descripción  de  cada  uno  de  esos  mi- 
croscopios, ni  hablar  de  su  teoría.  Nada  ae  eso  hace  falta  en  esta  parte 
de  mi  libro,  en  la  que  solo  me  llevo  por  objeto  dar  una  idea  general  de 
los  instrumentos,  utensilios  y aparatos,  que  debe  haber  en  un  laboratorio 
químico  toxicológico , bien  montado  ó dispuesto , y que  puedan  llenar 
ó satisfacer  las  necesidades  de  la  práctica , y algunas  nociones , las  mas 
necesarias  para  su  montura,  manejo  ó aplicación,  en  especial  las  que 
considero  mas  indispensables  ú oportunas. 

Yoy,  pues,  á describir  ligeramente  el  microscopio  de  Nachet , gran  mo- 
delo ordinario,  como  tipo,  sin  perjuicio  de  indicar  en  qué  se  diferencian 
de  los  otros,  gran  modelo  del  mismo,  y del  de  Oberaueser,  y de  indicar 
algo  del  destinado  á los  estudios  químicos.  En  cuanto  á la  teoría  del 
microscopio,  haré  lo  mismo  que  respecto  de  las  lentes  y microscopios 
sencillos;  no  me  ocuparé  en  ella,  suponiendo  que  mis  discípulos  ó las 
personas  que  hayan  de  hacer  uso  de  este  libro,  la  conocen  por  sus  estu- 
dios físicos. 

El  microscopio  de  Nachet,  gran  modelo  ordinario,  se  compone,  como 
todos,  de  dos  partes,  una  mecánica,  otra  óptica. 

La  parle  mecánica  consiste  en  estas  piezas  principales:  pié  ó base , tam- 
bor, espejo  reflector , diafragma , platina , caballetes  , columna  y tubo  para  el 
sosten  del  cuerpo  de)  microscopio. 

El  pié  es  de  base  circular,  de  latón  hueco,  pero  lleno  de  plomo  fundido 
para  dar  sólido  sosten  á todo  el  aparato.  Tiene  unos  10  centímetros  de  ’ 
anchura , y 2 de  grueso.  Debajo  hay  una  rodela  de  cuero  ó paño  oue  le 
da  mas  fijeza.  1 ’ ^ 

Sobre  ese  pié  se  levanta  el  tambor,  caja  cilindrica  hueca,  de  6 á 7 cen- 
tímetros de  altura.  En  la  parle  anterior  hay  una  abertura  cuadrilátera, 

0)  VóaBe  el  catalogo  de  los  instrumentos  de  Micrografia  de  Nachet  é hijo. 


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análoga  á la  del  tambor  del  microscopio  sencillo  ó doblete , que  ya  hemos 
descrito.  En  la  parte  posterior  hay  otra  abertura,  por  la  que  sale  la  pieza 
de  que  luego  bablarémos. 

El  espejo  es  redondo,  plano-cóncavo,  cuya  inclinación  varía , según  la 
voluntad  del  observador  y el  modo  como  quiera  que  dé  la  luz  que  el  es- 
pejo refleje  sobre  el  objeto  observado.  Está  montado  sobre  dos  tornillos, 
cuyo  piñón,  que  sale  luera  de  la  caja  por  su  lado,  le  da  movimiento.  La 
cara  plana  del  espejo  sirve  para  los  aumentos  pequeños;  la  cóncava,  para 
los  mayores.  Del  manejo  de  esta  pieza  depende  mucho  el  exámen  micros- 
cópico, porque,  según  como  da  la  luz,  los  efectos  son  diferentes.  Por  regla 
general , no  debe  ser  mucha ; la  directa  del  sol  no  sirve ; la  que  da  un 
cielo  cubierto  de  nubes  claras  es  la  mejor. 

Dentro  del  tambor  y cerca  de  su  platina  ó tapa,  hay  un  pequeño  tubo 
destinado  á recibir  diafragmas  de  diferente  abertura ; sube  y baja  por 
medio  de  un  mango  que  sale  por  la  abertura  posterior  del  tambor,  y de 
la  que  hemos  hablado  mas  arriba ; así,  el  diafragma  que  se  coloca  en  ese 
tubo,  subiendo  y bajando  á voluntad , se  acerca  al  objeto  observado  ó se 
aleja  de  él.  Esos  diafragmas,  que  vienen  á ser  como  dedales  de  fondo 
plano  agujereado,  sirven  principalmente  para  el  uso  de  la  luz  artificial. 

El  tambor  está  cerrado  por  arriba  por  un  disco  ó placa  de  vidrio  negro 
sin  pulir,  encajada  en  otra  de  latón , ambas  agujereadas  circularmente 
por  el  centro,  para  dar  paso  á la  luz  que  refleja  el  espejo.  El  plano  de 
ese  disco,  y en  especial  la  parte  que  corresponde  á su  abertura  circular, 
se  llama  el  campo  del  microscopio,  y el  disco  la  platina. 

En  los  lados  de  la  platina  hay  dos  agujeros , en  los  que  se  atornillan 
dos  tiras  ó palanquitas  de  latón,  destinadas  á sujetar  el  porta-objetos , ó 
los  vidrios  que  contiene  el  objeto  observado,  y colocados  en  el  campo 
del  microscopio;  se  llaman  caballetes. 

La  circunferencia  de  la  platina  tiene  en  su  parte  posterior  una  porción 
curva , saliente  en  sentido  horizontal  como  ella , llamada  oreja , sobre  la 
que,  por  medio  de  tres  tornillos,  está  fija  una  columna  de  latón  ó bronce  de 
algunos  cenlímetros  de  altura,  la  que  está  oculta  por  un  tubo  del  mismo 
metal , que  se  mueve  sobre  ella.  Este  tubo  presenta  hácia  delante  una 
rama  horizontal  gruesa  , que  se  avanza  hasta  la  línea  en  que  está  el  agu- 
jero central  de  la  platina , y termina  por  un  anillo  tubular,  en  el  cual  se 
encaja  ó entra  rozando  suavemente  el  cuerpo  del  microscopio,  que  es 
pieza  de  quita  y pon , y constituye  la  parte  óptica  del  aparato. 

La  columna  de  bronce  está  atravesada  en  toda  su  longitud  por  un  tor- 
nillo micrométrico  de  acero,  que  se  mete  en  una  tuerca  ó matriz  de 
rosca , colocada  en  la  parte  superior  del  tubo,  que  cubre  la  columna. 
Dicho  tornillo  está  oculto,  pero  se  mueve  por  medio  de  un  piñón  que 
hay  en  la  parte  inferior  de  la  columna,  cerca  y debajo  de  la  oreja  de  la 
platina,  donde  está  fija.  Cada  vuelta  de  ese  tornillo  hace  subir  ó bajar, 
según  se  vuelva  de  derecha  á izquierda  ó de  izquierda  á derecha  con  mu 
cha  lentitud,  el  tubo  que  cubre  la  columna,  y con  él  la  rama  que  sale  de 
el,  su  anillo  y el  cuerpo  del  microscopio  que  sostiene. 

Un  resorte  elástico  colocado  en  el  tubo  vuelve  uniformes  los  movi- 
mientos determinados  por  el  tornillo,  y facilita  los  de  ascensión  por  la 
presión  que  ejerce  continuamente  de  abajo  arriba. 

La  parte  óptica  de  este  aparato  se  compone  de  un  tubo  de  metal , latón 
ó cobre , de  unos  10  ó 12  centímetros  de  largo  y unos  2 y medio  de  an 
cho,  abierto  por  sus  dos  extremos  , y lleva  el  nombre  de  cuerpo  del  mi- 


- 598  - 

croseopio ; á esos  extremos  se  adaptan  dos  piezas,  llamada  la  una  el  ocu- 
lar v la  otra  el  objetivo.  , , . 

Él  ocular  es  un  tubo  cilindrico  de  unos  3 centímetros  de  largo,  de 
latón,  el  cual  entra  exactamente  en  la  abertura  superior  del  cuerpo  uel 
microscopio,  sin  roce,  de  modo  que  se  ponga  y quite  fácil  mente  sin 
mover  el  aparato.  En  su  parte  superior  tiene  un  reborde  que , descan- 
sando sobre  el  borde  del  cuerpo,  no  le  deja  bajar  mas. 

Esta  pieza  se  llama  el  ocular,  porque  á ella  se  aplica  el  ojo  del  obsei  - 

vador  para  mirar. 

El  ocular  se  compone  de  dos  lentes  sencillas  plano-convexas,  mas  o 
menos  separadas  la  una  de  la  otra;  la  cara  convexa  mira  hacia  abajo.  La 
superior,  mas  cercana  al  ojo  del  que  mira,  se  llama  vidrio  ocula) , o su- 
perior, ó del  ojo,  ó lente  del  ocular.  La  inferior  lleva  el  nombre  de  vidrio 
de  campo,  porque  es  la  que  ensancha  el  campo  de  visión. 

Cada  una  de  esas  lentes  tiene  su  montura  particular,  formada  por  un 
anillo  de  latón  ennegrecido.  La  del  vidrio  de  campo  se  puede  destornillar 
para  limpiarla ; otro  tanto  puede  hacerse  con  la  del  vidrio  ocular;  esta 
montura  es  mas  ancha , para  que  forme  el  reborde  de  que  hemos  hablado 
arriba. 

El  objetivo  es  un  cono  que  se  atornilla  con  el  extremo  inferior  del 
cuerpo  del  microscopio.  A veces,  ese  cono  se  atornilla  con  dicho  ex- 
tremo, y con  aquel  el  objetivo.  Se  llama  objetivo,  porque  es  el  que  está 
cerca  del  objeto  observado. 

El  objetivo  se  compone  de  una  sola  lente  para  los  aumentos  pequeños, 
y de  dos  ó tres,  casi  en  el  foco  la  una  de  la  otra,  para  los  aumentos  ma- 
yores. 

Cada  lente  del  objetivo  es  acromática  , esto  es , no  deja  descomponer 
la  luz  como  el  prisma,  y para  esto  está  formada  de  dos  vidrios  diferen- 
tes, pegados  con  trementina  seca.  El  uno  es  de  flint-glass,  plano-cóncavo, 
el  otro  de  crown-glass , biconvexo,  medio  hundido  en  la  concavidad  del 
otro.  Así  resulta  una  lente  plano-convexa  cuya  cara  plana  mira  hácia  el 
objeto. 

Cuando  hay  mas  de  una  lente,  cada  una  tiene  su  montura  particular, 
atornillada  con  la  otra;  así  hay  conos  en  igual  número  de  lentes. 

El  interior  del  ocular  y del  objetivo  está  cubierto  de  terciopelo  negro 
ó pintado  de  este  color,  para  que  absorba  la  luz  de  los  lados. 

Para  colocar  el  cuerpo  del  microscopio  en  el  anillo  tubular  de  la  parte 
mecánica,  ó rama  del  tubo  que  cubre  la  columna  destinada  á sostenerle 
y moverle,  se  empieza  por  atornillar  en  la  parte  inferior  del  tubo , cuerpo 
del  microscopio , el  cono  objetivo  que  se  necesita.  Se  encaja  en  dicho 
anillo  dicho  cuerpo , y en  seguida  se  pone  en  el  extremo  superior  el 
ocular  correspondiente. 

Los  oculares  suelen  ser  tres,  que  llevan  el  núm.  1,2,  8;  los  objeti- 
vos, seis,  0,  1,  2,  3,  5 y 7.  Unos  y otros  pueden  ser  ocho;  pero  el  6 y 
el  8 no  son  necesarios.  ‘ 

Tal  es  el  microscopio  de  Nachet , gran  modelo  ordinario , según  lo  des- 
criben algunos  autores,  pero  no  según  el  dibujo  del  catálogo  de  dicho 
íabncante,  pues  el  cuerpo  del  microscopio  tiene  algo  más  tanto  en  la 
parte  mecánica  como  en  la  óptica;  en  aquella  hay  un  tornillo  para  los 
movimientos  rápidos  de  ascensión  y descenso  del  cuerpo  del  microscopio, 

y en  este  hay  aparato  para  el  micrómetro  ocular  v tornillo  de  llama- 
miento. 


— 599  — 

En  nuestro  laboratorio  tenemos  un  microscopio,  gran  modelo  de  IVa- 
chet,  que  se  diferencia  bastante  del  que  acabo  de  describir,  respecto  de 
las  dos  partes  mecánica  y óptica. 

En  primer  lugar  no  tiene  tambor  ni  base  circular.  Su  base  de  cobre 
macizo  es  prolongada  de  atrás  adelante , mas  ancha  anteriormente  , con 
dos  orejas  á los  lados  , y termina  por  delante  con  dos  ramas  separadas 
por  una  ancha  escotadura. 

Sobre  las  orejas  laterales  se  levantan  dos  columnas  del  mismo  metal, 
con  las  que  se  articula  un  eje  horizontal  con  movimiento  de  delante  atrás 
y vice-versa , y que  sirve  de  apoyo  ó estribo  á todas  las  demás  piezas  del 
instrumento. 

De  ese  eje,  ó de  una  pieza  que  de  él  baja  hasta  casi  al  fondo  de  la 
base,  pende  el  espejo  redondo  plano-cóncavo,  articulado  por  los  bordes 
con  los  extremos  de  un  sosten  semilunar,  gue  en  uno  de  ellos  tiene  un 
tornillo  ó piñón  con  el  que  se  dan  movimientos  completos  al  espejo  en 
sentido  ántero-posterior. 

El  brazo  semilunar  que  sostiene  el  espejo,  está  articulado  con  otra 
pieza  articulada  á su  vez  con  una  plancha  fija,  y estas  articulaciones  per- 
miten dar  al  espejo  inclinaciones  oblicuas  y subirle  ó bajarle  á mas  ó 
menos  altura,  dfe  suerte  que  se  le  pueda  dar  toda  clase  de  movi- 
mientos. 

Encima  de  estas  piezas  encaja  otra  que  tiene  un  tubo  pequeño , desti- 
nado á sostener  los  diafragmas  para  la  luz  artificial,  al  que  se  da  movi- 
miento por  una  palanca  ó mango  de  acero , que  sale  á uno  de  los  lados, 
delante  de  la  columna  derecha.  En  la  parte  anterior  de  este  tubo  y de- 
bajo de  él , encaja , por  medio  de  dos  piececitas  cortadas  en  bisel , un 
diafragma  circular  con  cuatro  aberturas  en  su  disco , una  grande , otra 
mediana  , otra  mas  pequeña  y otra  mas  chica.  Este  diafragma  da  vueltas 
horizontales  con  el  dedo  aplicado  á su  borde , para  acomodar  uno  de  sus 
agujeros  con  el  del  tubo. 

Los  caballetes  de  la  platina  se  mueven  hácia  fuera  y hácia  dentro,  y 
divididos  en  dos  mitades  articuladas,  se  levanta  la  anterior  por  medio 
de  una  palanquita  que  parte  de  la  articulación , oprimiendo  un  resorte 
que,  soltando  la  palanca,  hace  caer  y aprieta  el  caballete. 

La  columna  que  se  levanta  sobre  la  oreja  de  la  platina , no  tiene  mas 
que  un  tornillo  en  la  parte  superior,  que  da  al  cuerpo  del  microscopio 
movimientos  muy  lentos. 

Los  rápidos  hay  que  darlos  con  la  mano , subiendo  ó bajando  el  cuerpo 
del  microscopio,  y luego  se  completa  el  punto  con  el  tornillo. 

En  cuanto  al  cuerpo  del  microscopio , tiene  en  la  parte  superior  su  apa- 
rato para  la  introducción  del  micrómetro  ocular,  y un  tornillo  de  llama- 
miento. Los  oculares  presentan  igualmente  una  abertura  entre  sus  dos 
vidrios,  el  ocular  y el  de  campo  , para  el  paso  del  micrómetro. 

Por  último,  el  eje  movible  en  que  descansan  todas  las  piezas  del  apa- 
rato , permite  que  se  dé  una  posición  oblicua  mayor  ó menor  al  ins- 
trumento. 

El  microscopio  de  Oberaueser , que  también  tenemos  en  el  laborato- 
rio , es  mucho  mas  sencillo  en  su  parte  mecánica.  Consiste  en  un  pié  cir- 
cular, su  tambor,  con  su  abertura  cuadrilátera , su  espejo  y su  tornillo 
que  sale  al  lado  y que  solo  le  da  movimientos  circulares  de  atrás  ade- 
lante y vice-versa ; su  diafragma  circular  con  varios  agujeros  que  se 
mueve  con  los  dedos  aplicados  al  borde , y su  columna  con  el  tubo  que  la 


- 600  - 

/>nhr'P  rama  v anillo , moviéndose  con  dos  tornillos,  uno  lateral  en  la 
parte  inferior  que  le  da  grandes  movimientos , y otro  en  el  extremo  su- 

nerior  que  se  los  da  mas  lentos.  , , 

^ Esta  forma,  y el  poder  de  sus  oculares  y objetivos,  que  no  pasan  de  tres- 
cientos á cuatrocientos  diámetros,  la  diferencia  de  los  de  Nachet  que. 
sobre  tener  otra  estructura  y mas  accesorios  , puede,  aumentar  hasta 

ochocientos  diámetros.  . 

El  microscopio  de  Nachet  para  los  estudios  químicos,  que  lleva  el  nom- 
bre de  renversado , tiene,  en  electo,  una  construcción  algo  al  revés  de 
los  descritos.  No  hay  tambor ; de  la  base  arranca  hacia  arriba  un  pie  que 
sostiene  la  platina,  y de  ese  pié  parte  hácia  arriba  también  verticalmente 
un  vástago  ó espiga  con  dos  abrazaderas  : una  inferior,  que  sostiene  un 
diafragma,  y otra  superior,  para  el  espejo  redondo;  movible  en  su  mon- 
tura. La  platina  está  dorada  para  que  no  la  alteren  los  reactivos  que  pue- 
dan caer  en  ella.  . 

El  cuerpo  del  microscopio  tiene  una  posición  oblicua,  y se  fija  encima 
de  la  base  del  aparato  por  el  objetivo  ó extremo  que  le  llevan  en  una 
pieza,  cuya  disposición  óptica  permite  que  se  reflejen  los  rayos  enviados 
por  el  espejo  que  está  arriba , y que  atraviesan  el  diafragma,  el  pona- 
objetos  colocado  en  el  campo,  el  agujero  de  la  platina  y el  objetivo  colo- 
cado verticalmente  debajo.  Correderas  de  cajón  permiten  que  se  muden 
los  objetivos  sin  alterar  en  nada  el  aparato;  las  reacciones  químicas  que 
se  efectúan  encima  de  la  platina  no  dañan  la  parte  óptica  del  instrumento. 

Además  de  los  instrumentos  que  hemos  descrito,  ó de  su  parte  mecá- 
nica y óptica,  se  necesitan  varios  accesorios  más  ó menos,  según  la  dis- 
posición del  aparato  y las  operaciones  á que  se  aplique  el  microscopio. 

Hemos  hablado  ya  de  los  oculares  y objetivos,  cuya  colección  compleia 
son  diez  piezas  de  cada  clase,  si  bien  bastan  fres  de  las  primeras  y seis 
(le  las  segundas.  Los  de  número  bajo  aumentan  menos  que  los  de  número 
alto. 

Cárlos  Robín  da  el  siguiente  cuadro,  que  indica  el  poder  aumentador 
de  los  objetivos : 


Núm.  0=  46 

— 1=400 

— 2=198 


Núm.  3=256 

— 4=341 

- 5=400 


Núm.  6—545 

— 7—688 

— 8=800 


Según  el  ocular  que  se  emplee , con  cada  objetivo  se  puede  obtener 
mayor  aumento.  Cuanto  mas  corto  es  el  ocular,  más  engrandece;  pero 
cuanto  mas  engrandece,  hace  perder  mas  luz.  El  aumento  debido  á los 
oculares,  hace  perder  mas  luz  y da  menos  limpieza  á los  bordes  de  los 
objetos  que  los  objetivos. 

Si  el  ocular  pasa  de  los  de  aumento  medio,  mejor  es  aumentar  el  diá- 
metro de  los  objetos  con  objetivos  mas  fuertes  y vidrios  mas  delgados. 

1 or  lo  tanto,  los  objetivos  de  número  mas  alto  sirven  para  los  obje- 
tos mas  pequeños.  J 

Cuanto  menor  es  la  abertura  inferior  del  cono  del  objetivo  , más  au- 
menta, si  bien  da  menos  luz. 

Las  placas  ó láminas  de  vidrio  deben  ser  de  vidrio  bueno  claro  sin 
alientes,  ni  impurezas , ni  rayas , y muy  planas.  Las  unas  son 
largas  de  cuatro  á cinco  centímetros,  anchas  de  dos  á tres  y del  grosor 
de  un  milímetro.  Sirven  para  llevar  el  objeto  observado  al  campo  del  mi- 
croscopio; por  eso  se  llaman  porta-objetos.  Hay  que  tener  tres  ó cuatro 


— 601  — 

docenas  dé  ellas.  Las  hay  que  tienen  un  hoyito  oval  en  el  centro;  sirven 

para  contener  líquidos.  ......  , . 

Hay  otras  cuadradas , de  un  centímetro  y medio  de  lado  y mas  delga- 
das Con  ellas  se  cubre  el  objeto  puesto  en  el  porta-objetos. 

Estas  laminillas  deben  ser  de  tres  especies,  en  punto  á grosor;  las 
mas  delgadas  sirven  páralos  aumentos  mayores ; otras  menos  delgadas, 
para  los  aumentos  medios ; y las  mas  gruesas  de  medio  milímetro  ó algo 
más , para  los  objetivos  débiles. 

Las  mas  delgadas  suelen  ser  discos  de  mica. 

Cada  clase  debe  estar  guardada  en  su  cajita  , la  que  debe  tener  el  nú- 
mero de  los  objetivos  para  que  sirven.  Las  de  mica  suelen  estar  en  un 
estuchito  de  marfil. 

Si  se  ha  mirado  el  objeto  con  objetivo  de  poco  aumento , no  se  quita  la 
laminilla  que  se  ha  puesto,  se  pone  otra  delgada  encima. 

Antes  de  emplearlas  hay  que  examinarlas  solas,  sin  objeto,  en  el  cam- 
po del  microscopio,  para  ver  si  tienen  .rayas,  puntos  rojizos,  debidos  á 
restos  del  esmeril  ú óxido  de  hierro  , con  que.  se  han  pulido,  y otras  fal- 
tas que  podrían  confundirse  con  lo  que  es  propio  del  objeto  (jue  se 
observa. 

Estos  vidrios  y láminas  deben  estar,  durante  los  inténtalos  de  las  ob- 
servaciones, en  cápsulas  cubiertas  y llenas  de  agua  alcoholizada.  Con  la 
misma  se  lavan  cuando  han  servido  ó están  súcios. 

Los  micrómetros  son  piezas  destinadas  á determinar , empleadas  juntas, 
el  poder  ampliante  del  microscopio  ; separadas , una  medida  fija  con  la 
que  se  comparan  las  dimensiones  de  los  objetos  y .su  volumen  absoluto. 
Son  dos  , uno  ocular , otro  objetivo.  El  ocular  solo  sirve  para  apreciar  el 
volumen  absoluto  de  los  objetos  ; el  objetivo  da  la  medida  fija  para  las 
comparaciones. 

El  ocular  está  formado  de  una  placa  de  vidrio  que  tiene  un  centímetro 
ó medio  dividido  en  ciento  ó cincuenta  partes,  esto  es,  en  décimas  de 
milímetro.  Otros  tienen  el  vidrio  cuadrado  y medido,  engastado  en  su 
placa  de  metal  con  mango. 

El  objetivo  está  formado  de  otra  laminita  de  vidrio  con  centímetros  de 
milímetro.  Los  hay  que  tienen  un  milímetro  dividido  en  quinientas  par- 
tes. Es  circular  y engastado  en  una  pieza  de  metal. 

El  ocular  se  introduce  en  el  aparato  que  tiene  para  ello  el  cuerpo 
del  microscopio  en  su  parte  superior  y en  la  abertura  del  tubo  ocular 
entre  sus  dos  lentes.  El  objetivo  se  coloca  debajo  del  cono  ó tubo  obje- 
tivo del  cuerpo  del  microscopio. 

Como  piezas  accesorias  hay  además  la  cámara  clara , el  compresor,  el 
polarizador , el  geniómetro,  para  medir  los  ángulos  de  los  cristales;  la 
lente  montada  en  un  vástago  articulado  y sostenida  por  un  pié,  desti- 
nada á iluminar  por  encima  del  campo  del  microscopio  los  cuerpos  opa- 
cos; pinzas,  agujas,  cuchillo,  tijeras,  cubeta,  con  fondo  de  corcho,  ó co- 
la , etc.,  según  cuales  sean  las  operaciones  á que  se  aplica  el  microscopio, 

El  microscopio  es  de  bastante  utilidad  en  un  laboratorio  químico  toxi- 
cológico,  donde,  además  de  los  servicios  que  presta  en  los  casos  de  Medi- 
cina lega.,  que  exigen  el  reconocimiento  de  los  humores  normales  y pa- 
tológicos, sangre,  esperma,  pus,  etc. , puede  prestarlos  también  en  los 
casos  de  envenenamiento  , tanto  respecto  de  las  sustancias  inorgánicas, 
como  de  las  orgánicas,  materias,  como  féculas,  ú órganos,  ó restos  de 
estos , de  los  vegetales , ele. , etc. 


- ÚOS  - 

El  empleo  del  microscopio , además  de  mucha  limpieza  y cogerle  por 
la  base  siempre  que  se  ha  de  trasladar , sacar  ó meter  de  su  caja  , para 
no  doblar  ninguna  pieza,  exige  algunas  reglas  acerca  de  las  cuales  ya  he- 
mos ido  diciendo  algo  , dejando  las  demás,  igualmente  que  otras  cosas, 
para  los  que  deseen  amaestrarse  en  el  manejo  de  este  instrumento,  re- 
comendándoles el  estudio  de  las  obras  de  Mandl , Donné,  Robín  , Du- 
jardin  , Quekett,  etc. ; puesto  que  aquí  no  debemos  entrar  en  mas  por- 
menores, que  , sobre  alejarnos  algún  tanto  de  nuestro  objeto  , darían  á 
esta  parle  una  extensión  que  no  debe  tener. 

3.° — Aparatos  para  ¡a  espectrometría  ó espectómelros. 

La  espectrometría  es  un  nuevo  medio  de  análisis  química,  que  se  ob- 
tiene con  los  espectros  lumínicos  dados  por  ciertos  cuerpos  inflamables. 
Está  fundado  en  los  principios  físicos  relativos  al  espectro  solar  ó divi- 
sión del  rayo  luminoso , al  través  de  un  prisma  en  siete  colores,  y en  la 
llama  de  color  particular  que  dan  muchas  sustancias , en  especial  los  ál- 
calis y tierras  alcalinas  expuestas  al  dardo  del  soplete.  Mas  así  como,  por 
un  lado,  en  el  espectro  solar  común  y de  mucho  tiempo  conocido,  ios 
colores  no  se  presentan  puros  ó bien  separados,  formando  el  arco  iris 
con  graduaciones  de  matices,  y por  otro,  cuando  los  álcalis  y tierras  al- 
calinas están  mezcladas , el  color  de  su  llama  respectiva  se  confunde, 
examinadas  al  soplete;  en  los  aparatos  inventados  para  la  espectrometría 
se  consigue  dar  separación  completa  de  esos  rayos  y colores,  y el  cuerpo 
se  revela  por  el  número  y posición  de  los  rayos  á que  cada  uno  da  lugar. 

Como  este  nuevo  medio  de  análisis  todavía  se  halla,  por  decirlo  asi,  en 
su  infancia,  y aunque  se  esperan  de  él  grandes  aplicaciones , la  toxicolo- 
gía  no  le  debe  aun  grandes  resultados , nos  limitarémos  á dar  una  idea 
muy  somera  de  él  y de  los  aparatos  hasta  aquí  ideados  para  llevarle 
á cabo. 

Nadie  ignora  que  los  siete  rayos  del  espectro  solar,  dados  por  un  pris- 
ma, sobre  el  cual  cae  un  rayo  ele  luz  por  medio  de  una  hendidura  en  un 
lugar  oscuro,  no  están  netamente  separados.  Una  hendidura  extremada- 
mente pequeña  daría  esos  colores  puros;  pero  eso  no  podría  lograrse 
sino  disminuyendo  considerablemente  la  intensidad  de  la  imagen.  Pues 
bien  : esa  separación  se  consigue  colocando,  inmediatamente  después  del 

grisma,  una  lente  acromática  de  largo  foco,  á una  distancia  de  la  hendi- 
da por  donde  éntre  el  rayo  de  luz , al  menos  igual  al  doble  de  la  dis- 
tancia focal.  Así,  con  una  hendidura  de  un  milímetro  se  obtiene  un  es- 
pectro, en  el  que  los  colores  elementales  apenas  se  sobreponen. 

Ese  espectro,  obtenido  con  esas  condiciones,  presenta,  paralelas  á la 
hendidura , líneas  oscuras  llamadas  rayas  de  Fraunhofer.  Esas  rayas  se 
deben  á la  ausencia  de  ciertos  colores  elementales  en  la  luz  solar,  y es- 
tán ín egularmente  distribuidas  en  la  extensión  del  espectro;  pero  ocu- 
pando cada  una  un  lugar  fijo  y determinado , sirve  de  señal  invariable 
hraunhofer  ha  escogido  entre  esas  rayas  de  diferentes  colores  las  que 
se  distinguen  mejor  y son  mas  fáciles  de  advertir,  y las  ha  señalado  corno 
representantes  las  letras:  A,  B,  C,  D,  E,  F,  GyH,  marchando  desde 
el  rojo  al  violado. 

Las  rayas  de  segundo  órden  llevan  letras  minúsculas. 

El  paso  de  un  hacecillo  luminoso , al  través  de  medios  colorados,  diá- 
fanos, sólidos  ó líquidos,  tan  solo  debilita  ciertos  colores  del  espectro; 


— 603  — 

pero  no  altera  en  nada  la  disposición  de  las  rayas.  Mas  si  el  medio  es 
gaseoso,  como  los  vapores  de  yodo,  el  gas  ácido  hiponítrico,  etc. , son 
completamente  absorbidos  ciertos  colores  elementales , y aparecen  en  el 
espectro  muchas  rayas  nuevas , cuyo  número  y posición  varían  , según  la 
naturaleza  del  gas  que  se  interpone. 

Los  espectros  no  son  los  mismos,  según  sean  los  manantiales  de  luz. 
La  de  la  luna  y los  planetas  da  los  mismos  rayos  oscuros  que  los  del  es- 
pectro solar.  La  de  las  estrellas  es  diferente;  los  rayos  no  son  en  igual 
número , ni  tienen  la  misma  disposición. 

Con  las  luces  artificiales  hay  todavía  mas  diferencias.  Los  espectros  de 
los  cuerpos  incandescentes  (platino,  cal,  etc.)  son  enteramente  conti- 
nuos. Los  de  las  llamas  no  presentan  los  rayos  finos  del  espectro  solar,  y 
dan  bandas  oscuras  mal  definidas  y rayas  brillantes. 

La  luz  eléctrica  ofrece  con  mas  intensidad  este  último  fenómeno.  Esos 
rayos  brillantes  se  deben  á una  sustancia  volatilizada.  Si  se  coloca  un 
metal  entre  los  carbones  que  sirven  de  electrodos , se  obtienen  rayos  bri- 
llantes nuevos , cuyo  color  y disposición  varían  en  diferentes  metales; 
pero  se  reproducen  siempre  con  rigorosa  identidad  para  cada  metal. 

Para  producir  y observar  esos  espectros  se  han  ideado  varios  aparatos. 
El  primitivo  de  Kirchhof  y Bunsen  , el  de  Steinheil  y el  de  Duboscq. 

No  es  fácil  describir  exactamente  estos  aparatos,  no  teniéndolos  á la 
vista,  ni  acompañando  con  láminas  ó figuras  la  descripción;  daré,  pues, 
tan  solo  una  idea  de  ellos. 

Aparato  de  Kirchhof  y Bunsen.  — Es  una  caja  mas  ancha  por  detrás  que 
por  delante,  ennegrecida  interiormente,  que  descansa  sobre  tres  piés. 
Una  de  sus  paredes  verticales  tiene  un  anteojito , cuyo  vidrio  ocular  está 
reemplazado  por  un  disco  de  latón  con  una  hendidura  vertical  colocada 
en  el  foco  del  vidrio  objetivo. 

En  el  centro  del  aparato , y en  frente  del  anteojo , hay  un  prisma  de 
un  ángulo  de  60  grados,  hueco  y lleno  de  sulfuro  de  carbono,  con  lo 
que  tiene  gran  poder  dispersivo , sostenido  por  un  disco  movible  en 
torno  de  un  eje  vertical,  que  se  termina  por  debajo  de  la  caja  con  un  es- 
pejo. Una  palanqueta  fija  en  el  eje  que  sostiene  el  disco,  le  da  movimien- 
tos de  rotación. 

Delante  del  espejo  se  dispone  un  anteojo  que  sirve  para  leer  Ja  imágen 
reflejada  en  una  escala  horizontal  puesta  á poca  distancia. 

En  la  otra  pared  lateral  de  la  caja  hay  otro  anteojo  provisto  de  un  hilo 
vertical  y dispuesto  de  suerte  que  reciba  los  rayos  emergentes  del  pris- 
ma. Su  aumento  es  débil,  y sirve  para  mirar  las  diferentes  parles  del  es- 
pectro , para  lo  cual , haciendo  girar  el  disco  en  que  está  el  prisma  con 
la  palanqueta , se  les  pone  sucesivamente  sobre  el  hilo  vertical  que  tiene 
este  anteojo. 

Delante  de  la  hendidura  del  primer  anteojo  se  coloca  el  quemador  ó 
tubo  de  gas  de  Bunsen  , uno  de  los  aparatos  que  hemos  descrito  en  la  pá- 
gina 680,  porque  da  una  llama  muy  caliente  y no  muy  iluminante,  y sal- 
gan mas  brillantes  los  rayos  dei  espectro.  La  llama  debe  estar  al  nivel  del 
eje  de  esa  hendidura.  Un  pié  con  su  apoyo  ó eje  vertical  que  sostiene  un 
hilo  de  platino,  en  cuyo  extremo  está  el  cuerpo  que  se  examina,  colo 
cado  cerca  de  la  llama,  teniendo  dentro  de  ella  ese  cuerpo,  completa  el 
aparato. 

Como  con  este  aparato  así  dispuesto  no  se  conseguía  del  todo  exacta  la 
determinación  de  las  posiciones  relativas  de  las  rayas,  se  modificó,  prac- 


- 604  - 

ticando  en  la  pared  posterior  y mayor  de  la  caja  una  abertura  con  un 
obturador,  que  corre  por  una  ranura  para  tapar  ó destapar  el  agujero. 
Delante  de  esa  abertura,  á la  distancia  de  tres  á cuatro  metros,  se  co- 
loca una  regla  dividida  é iluminada  por  la  llama  de  una  vela. 

Cuando  la  raya  brillante  se  ha  conducido  por  la  rotación  del  disco  y el 
prisma  al  hilo  ó retícula  del  anteojo  por  donde  se  mira,  se  destapa  la 
abertura  de  la  pared  posterior,  haciendo  correr  hácia  fuera  el  obturador; 
y así , por  la  reflexión  , sobre  la  superficie  de  emergencia  del  prisma  se 
ve  la  imágen  de  la  regla,  y se  determina  fácilmente  la  división,  con  la  que 

coincide  la  raya  que  se  observa.  _ . . , 

La  imágen  de  la  regia  se  obtiene  limpia,  haciendo  subir  o tirando  con- 
venientemente el  ocular  del  anteojo  que  sirve  para  mirar,  y acercando  el 
objetivo  del  primero  á la  hendidura  en  la  misma  relación , á proporción 
de  lo  que  se  haya  alargado  el  ocular  del  otro. 

Aparato  de  Steinkeil.  — Se  considera  preferible  al  anterior,  y consiste 
en  un  pié  que  lleva  un  disco,  en  el  queso  fija  un  prisma  de  flint-glass,  y 
tres  tubos  de  anteojo  movibles  alrededor  del  prisma  , y colocados  á igual 
distancia  el  uno  del  otro. 

Uno  de  esos  tubos,  en  el  extremo  cerca  del  prisma,  tiene  una  lente 
destinada  á volver  paralelos  los  rayos  emitidos  por  la  luz  que  se  va  á es- 
tudiar; en  el  extremo  opuesto  lleva  un  diafragma  con  una  hendidura  mó- 
vil , que  reduce  los  rayos  á una  dimensión  conveniente.  Esta  hendidura 
está  libre  en  su  mitad;  la  otra  mitad  está  cubierta  por  un  pequeño  pris- 
ma de  vidrio,  que  envía  al  del  disco  rayos  procedentes  de  otra  hendi- 
dura lateral. 

Otro  tubo  sirve  para  mirar  sobre  el  prisma  dos  espectros , uno  encima 
del  otro,  y comparar  la  posición  relativa  de  sus  rayos. 

El  otro,  en  fin,  tiene  cerca  del  prisma  también  una  lente,  y al  otro 
extremo  una  escala  micrométrica  colocada  en  el  foco  de  la  lente  , é ilu- 
minada por  una  luz  exterior.  La  imágen  de  la  escala  reflejada  por  la  cara 
de  emergencia  del  prisma  se  ve  en  el  segundo  tubo.  Ese  micrómetro  es 
una  fotografía  reducida  casi  á la  décimaquinla  parte  de  una  escala  divi- 
dida en  milímetros;  las  líneas  de  división  que  se  destacan  negras  de  un 
fondo  blanco,  se  presentan  blancas  en  fondo  negro  en  la  fotografía. 

Tanto  el  prisma,  como  los  tubos,  se  ponen  al  abrigo  de  la  luz  exterior 
por  medio  de  un  tambor  de  cobre  ennegrecido  por  dentro , ó con  una 
pantalla  de  paño  negro. 

Aparato  de  Duboscq.  — Por  último,  se  ha  construido  otro  que  se  tiene 
por  el  mejor  y mas  cómodo  para  el  observador.  Es  un  instrumento  que 
tiene  un  pié  ó una  base  circular,  sobre  la  cual  se  levanta  como  una  co- 
lumna con  su  zócalo.  Esta  columna  tiene  en  un  lado,  en  su  extremo  su- 
perior, un  cilindro  horizontal.  La  abertura  de  este  cilindro  lleva  la  hen- 
didura en  una  disposición  parecida  á la  del  aparato  de  Steinheil , y un 
prisma  de  hipotenusa  de  un  ángulo  de  48  grados,  y tiene  por  objeto  en- 
viar verticalmente  de  arriba  abajo  los  rayos  luminosos  que  entren  por  la 
hendidura.  A los  dos  tercios  inferiores , la  columna  lleva  una  lente  acro- 
mática colocada  de  modo  que  la  hendidura  este  á su  foco  principal  pone 
para  la  luz  los  rayos  que  descienden , y obra  como  objetivo  de  anteojo 
respecto  de  los  rayos  descompuestos. 

En  la  parte  inferior  hay  un  prisma  de  un  ángulo  de  30  grados,  cuva 
cara  inferior  es  plateada;  da  vueltas  alrededor  de  un  eje  horizontal  por 
medio  de  un  boton  que  sale  al  lado  de  la  columna , en  su  zócalo.  El  rayo 


_ -M#  _ 

que  entra  por  la  hendidura  se  refleja  verticalmente  de  arriba  abajo,  atra- 
viesa la  lente  acromática , cae  sobre  el  prisma  inferior,  le  atraviesa  re- 
fractándose, se  refleja  siguiendo  el  mismo  camino,  y sube  desviado  en 
su  emergencia.  ' 

Este  rayo  se  observa , por  medio  de  un  ocular  negativo,  con  dos  lentes 
y un  diafragma  entre  ellos  , ó con  retícula , y que  se  coloca  en  el  extremo 
superior  de  la  columna. 

La  montura  del  ocular  está  dispuesta  de  suerte  que  pueda  recibir  un 
manguito  provisto  de  un  prisma , por  medio  del  cual  se  puede  observar 
el  espectro,  mirando  horizontalmente;  un  tornillo  con  un  piñón  permite 
poner  las  imágenes  exactamente  en  el  foco. 

Por  último,  cerca  del  zócalo  de  la  columna,  y debajo  de  la  lente  acro- 
mática , hay  otro  cilindro , al  lado  opuesto  del  superior,  por  donde  entra 
la  luz,  en  el  que  está  una  lente,  acromática  también , y en  el  foco  de  la 
lente  una  escala  micrométrica  iluminada  por  una  luz  exterior;  la  imágen 
de  esta  escala  es  recibida  por  un  espejo  inclinado  de  45  grados,  y refle- 
jada de  abajo  á arriba , proyectándose,  sobre  todo,  la  extensión  del  es- 
pectro. 

Excusado  es  decir  que  el  objeto  observado  y el  quemador  de  Bunsen 
se  colocan  en  estos  dos  espectómetros , como  en  el  primero  : delante  del 
tubo  ó cilindro  que  tiene  la  hendidura. 

D.  Aplicación  de  la  electricidad. 

Aunque  la  aplicación  de  la  electricidad  no  es  muy  frecuente  en  las  aná- 
lisis químico-toxicológicas ; sin  embargo,  es  necesario  que  haya  junto  al 
laboratorio  una  pieza  donde  estén  los  Instrumentos  que  la  desenvuelvan. 
Ya  veremos,  al  hablar  de  los  diferentes  procederes  para  obtener  ciertos 
cuerpos,  que  no  dejan  de  hacer  uso  respecto  de  algunos  de  la  electri- 
cidad galvánica,  ó de  corriente  continua. 

Las  máquinas  eléctricas , la  botella  de  Leyden,  el  eudiómetro , las  pilas 
de  Yolta,  de  artesa  de  Wualaston  y de  Bunsen,  lo  mismo  que  la  de 
Smithson  , son  las  que  deben  tenerse  preparadas  para  los  casos  en  que 
hagan  falta. 

Esta  última  no  es  mas  que  una  lámina  de  cobre  . alrededor  de  la  cual 
está  arrollada  en  hélice  otra  de  oro. 

Como  son  muy  conocidas  en  física,  dejo  de  describir  cada  una  deesas 
máquinas  ó pilas.  Las  primeras  sirven  para  dar  chispas  ó descargas  eléc- 
tricas; las  otras  para  corrientes  galvánicas. 

E.  Establecimiento  de  corrientes  de  gases,  y recogimiento  de  los  mismos. 

Es  muy  frecuente  en  el  laboratorio  químico-toxicológico  la  necesidad 
de  establecer  corrientes  de  gases , ya  para  recogerlos , ya  para  hacer  las 
reacciones  sobre  ciertas  sustancias. 

El  ácido  sulfhídrico , el  carbónico,  el  cloro,  el  hidrógeno,  etc.,  son 
los  que  principalmente  exigen  ese  establecimiento  de  corrientes. 

Hay,  además,  ciertas  análisis  especiales  que  demandan  igualmente 
aparatos  análogos , como  la  de  los  preparados  arsenicales  y antimoniales 
del  fósforo,  del  ácido  hipocloroso,  etc. , etc. 

Para  esos  aparatos  y corrientes  se  necesitan  , además,  de  los  instrumen- 
tos quedan  calor  directa  ó indirectamente , retortas  ó balones,  alargaderas, 


— 60tí  — 

tubos  encorvados , rectos , terminados  en  embudo  ó no  , ó frascos 
rnnuna  dos  ó tres  tabularas  , como  los  de  Woit,  con  bolas , tubos  de  guta- 
wrcha  tapones  de  corcho  y una  masa  ó mastique  formado  con  harina  de  li- 
naza y de  trigo,  para  impedir  que  los  gases  se  escapen  por  las  tubuluras 

ó los  poros  de  los  tapones  de  corcho.  . t , 

Por  remiel  general , siempre  cjuc  se  lia  de  establecer  una  comenle  de 
algún  gas  que  no  se  desprenda  de  las  sustancias  analizadas , en  cuyo  caso 
se  dispone  un  aparato  de  destilácion  en  la  forma  que  hemos  expuesto  en 
su  lugar;  se  compone  el  aparato  de  un  irasco  geueiadoi  del  gas,  con 
dos  tubuluras,  donde  se  introducen  los  cuerpos  que,  leaccionando,  lian 
de  dar  el  cuerpo  gaseoso  que  se  prepara,  ó cuya  corriente  se  establece, 
si  pueden  hacerlo  á la  temperatura  ordinaria.  En  una  tubulura  se  coloca 
un  tubo  recto,  cuyo  extremo  superior  termina  en  embudo , y cuyo  paso 
inferior  alcanza  el  fondo  del  frasco;  por  él  se  echa  el  cuerpo  líquido  que 
hace  desplegar  la  reacción  y desprender  el  gas.  La  otra  tubulura  sirve 
para  un  tubo  encorvado  que  comunica  con  otro  frasco  de  dos  ó tres  tubu- 
luras, según  los  casos.  Éste  frasco  suele  tener  un  poco  de  agua,  que 
sirve  para  lavar  el  gas.  El  tubo  que  se  introduce  por  la  primera  tubulura 
llega  al  fondo  del  frasco ; el  de  la  otra  ilota  en  la  atmósfera  y va  á comu- 
nicar con  otro  frasco  casi  lleno  de  agua  destilada , que  es  la  que  ha  de 
recoger  el  gas , disolviéndole  en  dicha  agua.  La  segunda  tubulura  de  este 
frasco  lleva  un  tubo  recto  de  escape. 

Los  tubos  se  adaptan  á las  tubuluras  por  medio  de  tapones  de  corcho 
que  atraviesan , para  lo  cual  se  agujerean,  como  lo  hemos  dicho  al  ha- 
blar de  los  instrumentos  mecánicos,  con  una  varilla  de  hierro  candente 
y limas  cilindricas;  y con  el  fin  de  que  el  gas  no  se  escape  por  ellas,  se 
cubre  la  tubulura  con  una  masa,  ni  muy  espesa,  ni  muy  blanda,  hecha 
en  una  cápsula  de  porcelana  con  harina  de  linaza  y harina  de  trigo. 

Si  los  tubos  encorvados  no  lo  están  en  dos  partes,  se  unen  por  medio 
de  pedazos  de  tubo  de  gutapercha,  que  se  atan. 

Así  se  puede  desprender  el  cloro,  el  ácido  sulfhídrico  . el  carbónico  y 
cualquier  otro. 

El  aparato  viene  á ser  siempre  el  mismo.  Solo  se  diferencian  las  sus- 
tancias metidas  en  el  primer  frasco  ó generador,  según  el  gas  que  se  ha 
de  obtener. 

. tielos  aparatos  especiales,  como  el  de  Marhs,  Boissonot,  Mirscher- 
lich,  etc. , para  las  manchas  de  arsénico  y antimonio,  para  corrientes  de 
cloro,  el  fósforo,  ácido  nítrico,  etc. , hablarémosen  la  Toxicología  particu- 
lar, al  tratar  de  cada  una  de  esas  sustancias,  ó al  ocuparnos  en  los  proce- 
- deres  para  destruir  las  materias  orgánicas. 

Hasta  aquí  hemos  hablado  del  establecimiento  de  corrientes  de  gases- 
digamos  ahora  cuatro  palabras  sobre  el  recogimiento  de  gases,  para  so- 
meterlos á las  análisis.  r 

Si  se  produce  el  gas  en  el  laboratorio,  ya  hemos  visto  que  se  recoge  en 
recipientes,  balones  ó frascos.  Lleno  un  frasco,  se  separa  del  aparato 
se  tapa  bien , y se  tiene  lleno  del  gas  que  se  ha  de  ensayar. 

Si  se  trae  de  fuera  dentro  de  frascos  , sea  preparado  en  otro  labora- 
torio sea  recogido  en  un  manantial  de  aguas  minerales  gaseosas  el  re- 
sultado viene  á ser  el  mismo.  D ' 

Los  instrumentos , utensilios  y apáralos  necesarios  para  recoger  el 
gas  y analizarle  <5  apreciar  su  volumen  y densidad  , son , además  de  los 
frascos  que  le  contienen . lámparo»  de  vidrio,  tubos,  bobetas,  y las  cubetos 


— 60?  — 4 

hidroneumática  é hidrargiro-neumática , y los  gasómetros  ó reserrorios  de 
gases.  Las  relativas  al  aprecio  del  volumen  y densidad , los  verémos  mas 
tarde. 

Las  campanas,  tubos  y probetas  sirven  para  recoger  el  gas,  que,  esca- 
pándose del  frasco  que  le  contiene,  destapado  y metido  en  la  cubeta , en 
burbujas , al  través  del  agua  ó del  mercurio  que  las  llena  y de  alguno  de 
cuyos  líquidos  están  aquellas  llenas,  va  á reunirse  en  la  parte  superior, 
haciendo  bajar  el  líquido  que  las  llena  hasta  que  ocupe  el  espacio  que  el 
líquido  ocupaba,  hecho  lo  cual  se  retira  el  tubo,  probeta  ó campana, 
para  analizar  el  gas,  conforme  verémos  en  su  lugar. 

Hay  campanas  que  tienen  en  su  parte  superior  una  abertura , á la  que 
se  adapta  una  espita  de  latón  , con  un  mastique  particular,  k ella  se 
adapta  un  pequeño  cuerpo  de  bomba  que  hace  salir  el  mercurio,  te- 
niendo cuidado  de  que  no  alcance  el  metal;  y si  queda  un  poco  de  aire, 
se  introduce  un  poco  del  gas  que  se  vaá  recoger  en  la  campana,  el  cual 
expulsa  el  aire,  haciendo  obrar  varias  veces  la  bomba. 

La  cubeta  hidroneumática  es  una  caja  de  madera  forrada  de  plomo  é 
zinc , de  cerca  un  metro  de  largo,  medio  de  ancho  y alto,  llena  de  agua, 
con  una  espita  en  la  parte  inferior  que  la  da  solidez,  cuando  se  quiera  ó 
se  renueva.  Está  tapada , para  evitar  el  polvo,  y se  abre  cuando  se  usa 
de  ella.  En  su  parte  superior  tiene  una  tablilla  horizontal  que  ocupa  un 
tercio,  con  tres  agujeros  pequeños  cerca  de  su  borde  libre  y tres  escota- 
duras, encima  de  los  cuales  se  colocan  los  tubos,  probetas  y campanas 
que  han  de  recibir  el  gas  desprendido  de  los  frascos  que  le  contienen, 
los  que  se  introducen  en  el  agua  y se  destapan  debajo  de  los  agujeros  ó 
escotaduras,  para  que  escapándose  sus  burbujas  en  línea  recta  y ascen- 
diente, vayan  á ganar  la  parte  superior  de  dichos  vasos,  desalojando  el 
agua.  La  caja  descansa  sobre  un  banquillo  con  sus  pies. 

Esta  cubeta  sirve  para  recoger  los  gases  que  no  se  alteran  en  contacto 
con  el  agua. 

<v 

La  cubeta  hidrargiro-neumática  se  llama  así,  porque  en  lugar  de  agua 
tiene  mercurio;  puede  tener  varia  construcción  ; la  mejor  es  la  francesa, 
y consiste  en  una  caja  de  mármol  ó piedra  calcárea , que  contiene  ciento 
veinte  libras  de  mercurio,  para  poder  recogerse  en  ella  en  campanas  de 
diez  á veinte  y cinco  pulgadas  cúbicas  de  capacidad.  Tiene  quince  pul- 
gadas de  largo,  sobre  once  de  ancha  y mas  de  un  pié  de  alto , y sus  pa- 
redes unas  diez  y seis  lineas  de  grueso. 

k una  pulgada  y media  debajo  de  su  borde  superior,  presenta  en  cada 
lado  una  ranura  angosta  y poco  profunda  , de  fondo  liso,  destinada  á re- 
cibir el  tubo  de  desprendimiento,  de  suerte  que  los  tubos,  probetas  y 
campanas  se  sostengan  sin  tocar  al  tubo  ó apoyarse  en  él.  En  el  centro, 
entre  las  dos  ranuras,  hay,  en  un  extremo  de  la  caja,  un  agujero  ancho 
de  nueve  líneas,  y profundo  de  seis  pulgadas,  destinado  á recibir  los 
tubos  y probetas  llenos  de  gas,  cuando  se  quiere  medir  su  volumen  y 
densidad. 

brente  de  este  agujero,  el  borde  de  la  caja  presenta  un  espacio  con  so- 
lución de  continuidad  á la  altura  del  fondo,  donde  están  ahuecadas  las 
ranuras,  y reemplazada  la  piedra  ó mármol , que  en  ese  espacio  taita, 
por  un  pedazo  de  cristal  transparente,  unido  por  medio  de  su  mastique. 
Con  esto  no  se  desborda  el  mercurio,  v permite  ver  á qué  nivel  sube, 
cuando  se  meten  en  el  agujero  mencionado  los  tubos  y probetas  graduados. 

El  centro  de  la  caja  es  hueco,  pero  su  fondo  no  es  igual;  es  mas  hondo 


— 608  — 

nnrnn  extremo  que  por  otro;  forma  un  plano  curvo  inclinado,  siendo 
menos  hondo  en  la  parte  cercana  al  agujero.  El  fondo  mayor  es  de  cinco 
mi  liadas  y es  redondeado.  Así  se  pueden  introducir  en  él  los  frascos  y 
probetas  que  contienen  gases , y de  los  cuales  han  de  pasar  á los  tubos, 

probetas  y campanas  que  los  recogen. 

El  mercurio  llena  ese  íondo  y el  de  las  ranuras,  y hay  que  taparle 
cuando  la  cubeta  no  funciona,  porque  se  llenaría  de  polvo. 

Esta  cubeta  descansa,  sujeta  por  medio  de  tres  láminas  de  hierro,  en- 
cima de  una  mesa  de  madera  con  bordes,  donde  se  recoge  el  mercurio 
que  se  desborde  al  operar.  Es  bueno  que  tenga  una  llave , por  donde  se 
haga  salir  el  mercurio  desbordado,  y se  recoge.  La  mesa  se  eleva  sobre 
cuatro  pies  de  madera  muy  altos. 

También  hay  que  tener  una  cuchara  de  hierro  y un  vaso  para  sacar 
mercurio,  si  al  meter  los  frascos  en  él  puede  desbordarse. 

Esta  cubeta  sirve  para  cuando  los  gases  que  se  han  de  recoger  en  ella 
se  descomponen  en  contacto  del  agua,  así  como  no  sirve  para  aquellos 
en  los  que  se  alteran  en  contacto  con  el  mercurio. 

Los  gasómetros  ó reservónos  de  gases  son  vasos  cerrados  de  diferentes 
formas',  que  sirven  para  recibir  y contener  los  gases. 


F.  Apreciación  del  peso,  densidad,  temperatura , presión  atmosférica , 

humedad  y dimensión. 

Además  de  las  operaciones  mecánicas  y físicas  que  llevo  expuestas  y 
de  los  instrumentos,  utensilios  y aparatos  que  reclama  cada  uno  ó cada 
clase  ; hay  todavía  otros,  destinados  á apreciar  otros  fenómenos,  como 
son  el  peso,  las  densidades  de  ciertos  líquidos,  la  temperatura  , presión 
atmosférica,  la  humedad  y dimensión. 

1.®  Peso.  — Para  apreciar  el  peso  hay  el  pesillo,  las  balanzas  ordinarias  y 
las  balanzas  químicas  ó de  precisión. 

El  pesillo  es  para  ias  monedas  y cuerpos  chicos. 

Las  balanzas  ordinarias  deben  poder  pesar  desde  500  gramos  hasta  dos 
ó un  decigramo : una  balanza-báscula,  con  platillos  de  latón  y peana 
montada  en  madera , bastan  para  ello.  En  un  estuche  están  por  su  órdmi 
las  pesas  de  diferente  graduación  , y además  debe  acompañarla  su  frasco 
con  perdigones  ó mostacilla. 

Las  balanzas  químicas  son  mas  delicadas;  sirven  para  apreciar  pesos 
ínfimos,  ó desde  100  gramos  hasta  un  miligramo,  paralo  cual  tienen 
sus  pesas  apropiadas.  Las  pesas  de  gramos  y sus  múltiples  deben  ser  de 
latón , pero  sus  submúltiples  han  de  ser  de  platino,  guardados  en  cajas 
herméticamente  cerradas  y divididas  en  compartimentos  forrados  de 
paño  ó terciopelo,  para  que  no  se  rocen  ni  alteren.  Las  mas  pequeñas 
exigen  unas  pinzas  que  deben  estar  en  la  misma  caja. 

Las  balanzas  químicas  deben  estar  guardadas  en  ese  aparato,  para 
preservarlas  del  polvo,  y lejos  del  laboratorio,  donde  no  alcancen  los 
cuerpos  volatilizados,  que podrian  alterarlas,  oxidándolas.  Algunos  reco- 
miendan que  esos  escaparates  tengan  la  pared  anterior  dividida  en  tres 
secciones  verticales ; la  central  siempre  cerrada,  y las  dos  laterales  movi- 
bles como  puertas. 

Las  paredes  del  escaparate  deben  estar  á bastante  distancia  de  la  ba- 
lanza, y dentro  de  aquel  hay  que  poner  una  copa  con  un  cuerpo  dese- 
cante que  absorba  la  humedad;  cal  viva,  por  ejemplo. 


? - 669  — 

El  escaparate  debe  descansar  sobre  piés  con  tornillos,  para  que  esté 
perfectamente  nivelado  ú horizontal.  Para  saber  si  lo  está , sirve  un  nivel 
á propósito. 

La  perfección  de  estas  balanzas  depende  de  su  exactitud  y sensibilidad. 
Son  exactas,  cuando  el  centro  de  gravedad  de  su  fiel  está  debajo  de  su 
punto  de  suspensión,  y cuando  los  puntos  de  suspensión  de  los  platillos 
están  en  el  mismo  plano  que  el  fiel.  El  fiel  debe  ser  bastante  fuerte,  para 
no  doblarse  al  peso  máximo  que  se  ponga  en  los  platillos , y sus  brazos 
deben  tener  exactamente  la  misma  longitud  y grosor.  Son  sencillas , 
cuando  el  roce  del  fiel  sobre  el  plano  que  le  sostiene  es  el  menor  posible; 
cuando  el  fiel  es  muy  ligero  y su  centro  de  gravedad  no  se  aleja  mucho 
del  punto  de  suspensión. 

Una  balanza  que  acuse  limpiamente  un  miligramo  cuando  está  cargada 
de  100  gramos  en  cada  platillo,  debe  ser  considerada  como  buena. 

Estas  balanzas  sirven  para  las  análisis  químicas  cuantitativas,  en  las 
que  hay  que  apreciar  submúltiples  del  gramo. 

2.°  Densidades. — Para  apreciar  las  densidades  de  los  líquidos,  hay  di- 
ferentes instrumentos  que  llevan  nombres  especiales , según  los  líquidos 
cuya  densidad  se  quiere  apreciar;  se  llaman  areómetros , pesa-licores,  pesa- 
sales  , pesa-ácidos , pesa-alcoholes  6 alcoholímetros , pesa-leches , pesa-vinagres, 
pesa-orinas,  etc. 

Todos  esos  instrumentos  vienen  á tener  la  misma  forma,  y descansan 
en  los  mismos  principios  físicos.  Se  componen  de  una  varilla  de  vidrio 
ó vástago  graduado,  soldado  á una  bola  llena  de  aire,  debajo  de  la  cual 
hay  otra  mas  chica,  lastrada  con  mercurio  ó plomo.  Este  instrumento 
flota  en  el  líquido,  y sumergiéndose  más  ó menos,  al  nivel  del  líquido, 
revela,  á una  dada  temperatura,  cuál  es  su  densidad. 

El  principio  en  que  se  fundan  es  el  tan  sabido , desde  los  tiempos  de 
Archímedes,  que  un  cuerpo  sumergido  en  un  líquido  pierde  su  peso,  lo 
que  pesa  el  volumen  del  líquido  desalojado. 

Los  areómetros , según  sean  de  Kichter,  de  Baumé  y de  Cartier,  tie- 
nen diferente  división  en  los  grados.  Los  de  Richter  son  tres  para  dife- 
rentes densidades,  y los  acompaña  un  termómetro.  El  de  Baumé  y Car- 
tier sirven  para  los  líquidos  menos  pesados  que  el  agua. 

El  alcoholímetro  de  Gay-Lussac  sirve  para  medir  los  alcoholes  y las 
cantidades  de  agua  que  contienen.  Su  escala  graduada  está  dividida  en 
100  partes.  0 representa  el  agua  pura,  y 100,  el  alcohol  completamente 
puro,  ó anhidro;  los  grados  intermedios  marcan,  á 15  grados  de  tempe- 
ratura , la  cantidad  de  agua  que  tiene  el  alcohol. 

Los  areómetros,  con  cuyo  nombre  genérico  se  comprenden  todos  los 
pesa-licores , se  emplean  sumergiéndolos  en  el  licor  que  se  eusaya , el 
cual  debe  estar  contenido  en  una  probeta.  Hay  que  tenerlos  muy  lim- 
pios, sobre  todo  de  la  pringue  que  se  queda  en  ellos  manejándolos.  Antes 
de  sumergirlos  conviene  mojarlos,  pasándolos  por  los  labios  y la  lengua. 

Cuando  se  sumergen,  se  abandonan  primero  á su  propio  peso,  luego 
se  empujan  hácia  abajo  suavemente , con  lo  que  se  moja  una  parte  de  ja 
varilla.  En  seguida  se  sacude  ligeramente  el  vaso  ó la  probeta , y se  deja 
después  que  el  instrumento  se  queda  en  reposo,  observando  el  grado  en 
que  se  queda  el  líquido.  Hecho  esto,  se  levanta  un  poco  el  areómetro, 
se  da  otra  sacudida  ligera  á la  probeta,  y se  le  abandona.  Cuando  queda 
en  equilibrio,  se  ve  si  el  grado  es  el  mismo.  Los  dos  resultados  determi- 
nan la  densidad  del  líquido. 

TOXICOLOGÍ A . — 39 


— 610  — 

i'nmn  pl  líauído  se  levanta  alrededor  de  la  varilla,  formando  una 

jrtfy  atender  á ia  base  de  -es,a  para  ,apreciar f 

mmto  del  nivel  á que  se  levanta  el  líquido;  pues  la  curva  depende  de  la 
afinidad  del  líquido  por  la  pared  del  instrumento  , no  de  la  densidad  del 

,ÍCEs' también  indispensable  tener  en  cuenta  la  temperatura  del  licor  me- 

dl30iCr^e7^  el  de  Reaumur  y el  de  Fare- 

nheit , como  mas  frecuentes,  y los  pirómetros,  destinados  a señalar  las 

gT-d7VSK!-Sirven  para  medir  las  presiones  atmosféricas. 

B>  aigrómdro. — Sirve  para  medir  la  cantidad  de  agua  en  vapor  que 

6.°  Medidas  de  extensión  son  la  vara  dividida  en  pulgadas  y lineas,  ó 
el  metro  y sus  divisiones. 

Excuso  describir  todos  esos  instrumentos  por  lo  muy  conocidos  que 
son,  para  cualquiera  que  haya  estudiado  física. 

En  un  laboratorio  conviene  que  haya  un  cuadro  sinóptico  de  todas  las 
pesas  y medidas  por  el  sistema  métrico  decimal. 

III.— Operaciones  químicas. 


Precipitación.—  Uno  de  los  fenómenos  mas  frecuentes  en  las  operacio 
nes  analítico-químicas  es  la  formación  de  cuerpos  insolubles , ó conse- 
cuencia de  la  reacción  química  ejercida  entre  dos  ó mas  sustancias  pues- 
tas en  esfera  de  actividad.  Los  cuerpos  insolubles  se  van  al  fondo  del 
vaso,  que  contiene  las  disoluciones  en  las  que  eso  se  efectúa.  Eso  se  llama 
precipitar,  y precipitación  ese  fenómeno. 

Los  instrumentos  necesarios  para  esa  operación  química  son  principal- 
mente las  copas  de  mediano  tamaño.  Si  las  cantidades  son  pequeñas, 
sirven  las  mas  chicas  ó los  tubos  de  ensayo ; así  como  cuando  son  en 
gran  cantidad , sirven  las  copas  grandes,  los  vasos  de  boca  ancha , las 
probetas  ó los  balones. 

Las  varillas  de  vidrio  se  emplean  para  agitar  los  líquidos  que  reaccio- 
nan y ver  si  enturbian,  etc. 


Oxidación. — La  oxidación  consiste  en  hacer  que  el  oxígeno  se  combine 
con  un  cuerpo,  ó que  este  adquiera  mas  cantidad  de  aquel. 

Esta  oxidación  puede  hacerse  por  la  vía  húmeda  ó por  la  vía  seca ; esto 
es,  empleando  líquidos  á la  temperatura  ordinaria  ó elevada,  ó bien^pli- 
cando  tan  solo  el  calor  á ciertos  cuerpos  que  se  hayan  de  oxidar. 

La  oxidación  por  la  vía  húmeda  se  obtiene  por  medio  del  ácido  nítrico 
mas  O menos  concentrado,  por  el  clorhídrico , por  el  agua  régia  v el 
i meJa1e!?  y óxidos  metálicos  atacados  por  el  ácido  nítrico  ó 

clorhídrico  solos  ó unidos  , se  oxidan  primero  y luego  forman  sales  solu- 
bles con  lo  restante  de  ácido  que  no  se  descompone,  cediendo  su  oxígeno 
al  metal , y asi  quedan  disueltos  y aptos  para  entrar  en  otras  reacciones 
químicas  necesarias  para  su  análisis. 

Por  lo  lanío,  los  instrumentos  necesarios  para  eso,  son  las  cáDsuias  de 
porcelana  principalmente  ; y si  hay  que  aumentar  la  temperatura  se«-un 

Lmumde£del  77°  q7  S°  7%  d°  °XÍdfr-  se  Tos TparaK 

Arríenle  o líf  d?n  Ca'°r  ' '-ámpara  de  alcoho1  brilla  <5  de  doble 
corriente,  ó la  hornilla  y accesorios. 


- 611  - 

Coa  una  corriente  de  cloro  se  oxidan  más  los  cuerpos  que  ya  lo  están, 
en  cuyo  caso  hace  falta  un  aparato  de  esta  especie. 

La  oxidación  por  la  vía  seca  se  obtiene  calentando  los  metales  ú otros 
cuerpos  simples , cuando  de  este  modo  tomen  el  oxígeno  del  aire  y se 
oxidan.  También  se  oxidan  más  ciertos  óxidos. 

En  otras  ocasiones  hay  que  añadir  otro  cuerpo  , ya  sea  una  lámina  de 
platino , ya  nitrato  de  potasa  ó el  clorato , si  bien  este  da  algunas  veces 
explosiones  violentas. 

Para  oxidar  los  cuerpos  hay  que  reducirlos  á polvo , y luego  se  calien- 
tan suavemente  al  principio,  y se  aumenta  la  temperatura,  cuando  ya  no 
se  desprende  vapor  alguno.  El  polvo  debe  removerse  de  continuo  con  una 
espátula  ó hilo  grueso  de  platino. 

Los  instrumentos  donde  esto  se  hace  son  crisoles  particulares,  de  barro, 
ó de  porcelana , ó platino , colocados  ya  en  las  hornillas  con  reverbero. 
También  puede  hacerse  en  una  lámpara  de  alcohol  de  doble  corriente, 
en  la  de  Berzelius  por  ejemplo,  teniendo  inclinado  el  crisol. 

Tostadura. —En  otras  ocasiones  se  tuestan  los  cuerpos  para  desoxidar- 
los , ó para  echar  de  ellos  principios  volátiles , ácido  carbónico , azufre, 
arsénico , etc.  Los  crisoles  de  platino  no  deben  emplearse  cuando  los 
cuerpos  que  se  tuestan  son  sulfuros,  arseniuros  ó metales  muy  reduc- 
tibles.  Los  instrumentos  son  los  mismos  que  para  la  oxidación  por  la  vía 
seca. 

Si  en  esta  operación  se  funde  la  sustancia , se  llama  escarificación  ó co- 
pelación. 

Reducción.— Es  una  desoxidación,  puesto  que  con  ella  se  quita  el  oxí- 
geno á un  cuerpo  oxidado,  ó parte  de  él. 

También  se  verifica,  ó por  la  via  húmeda , ó por  la  via  seca. 

Los  medios  mas  frecuentes  para  reducir  un  cuerpo  por  la  vía  húmeda, 
son  la  introducción  de  una  lámina  de  zinc  en  la  disolución  de  ciertas  sa- 
les, en  especial  de  hierro,  adicionadas  de  un  poco  de  ácido  sulfúrico,  la 
de  un  metal  mas  oxidable  en  esas  disoluciones  y el  empleo  de  ciertos  reac- 
tivos , hiposulfito  de  sosa,  ácido  sulfuroso,  una  corriente  de  hidrógeno 
sulfurado,  etc.,  etc. 

De  consiguiente,  los  instrumentos  y aparatos  necesarios  para  esa  ope- 
ración se  dejan  comprender : copas  ó vasijas  donde  están  las  disoluciones, 
y aparatos  para  corrientes  de  gas , cuando  este  sea  el  reactivo  que  ha  de 
desoxidar  un  cuerpo. 

La  reducción  por  via  seca  se  obtiene  calentando  á mas  ó menos  tempe- 
ratura el  cuerpo,  con  carbón  , ó en  una  atmósfera  de  hidrógeno,  ó con 
fundentes,  ó solo  con  una  gran  temperatura. 

Guando  se  emplea  el  carbón,  ó se  mezcla  este  con  el  cuerpo  con  polvo, 
ó bien  se  reduce  por  cementación.  Para  el  primer  caso  se  necesita  un  crisol 
de  barro  refractario;  para  el  segundo,  un  crisol  hecho  con  carbón  de  re- 
tortas. Este  último  modo  da  un  producto  mejor.  Del  otro  modo  siempre 
tienen  un  poco  de  carbón  combinado  con  ellos. 

La  reducción  por  el  hidrógeno  exige  un  aparato  particular.  Un  frasco 
de  una  tubulura,  por  cuyo  tapón  se  introducen  dos  tubos:  uno  recto,  ter- 
minado superiormente  en  embudo,  y cuyo  extremo  inferior  se  sumerge  en 
el  agua  deí  irasco;  otro  encorvado,  cuyo  extremo  interior  flota  en  la  atmós- 
fera del  frasco;  el  otro  extremo  se  adapta  á un  tubo  muy  ancho  lleno  de 
pedazos  de  cloruro  de  calcio;  en  el  extremo  opuesto  de  este  tubo  se  adapta 
otro  mas  estrecho,  pero  que  tiene  una  bola  y termina  al  aire  libre,  soste- 


mtín  ñor  un  apoyo.  En  el  frasco  se  pone  agua  con  limaduras  de  zinc  y 
árido  sulfúrico  /echado  por  el  embudo  de  su  tubo  recto,  con  lo  que  se 
descompone  el  agua  y se  escapa  el  hidrógeno:  este  se  lava  pasando  por 
el  cloruro  cálcico  del  tubo  ancho,  y cuando  se  considera  que  ya  ha  sido 
expulsado  todo  el  aire  del  frasco,  se  calienta  la  bola  á la  llama  de  una 
lámpara  de  alcohol  colocada  debajo  sobre  cuñas;  en  la  bola  está  el  oxido 
metálico  en  polvo  que  ha  de  desoxidarse.  Cuando  ya  no  sale  por  el  tubo 
abierto  al  aire  libre,  vapor  de  agua,  está  concluida  la  operación  y se  deja 
correr  el  hidrógeno  hasta  que  se  enfria  completamente  el  aparato. 

fíav  otro  aparato  para  esa  reducción,  en  el  que,  además  del  irasco  ge- 
nerador del  hidrógeno,  hay  un  frasco  mas  chico  con  ácido  sulfúrico  con- 
centrado, luego  una  probeta  para  gases,  y un  crisol  de  porcelana  con  su 
tape,  agujereado  en  el  centro  y sostenido  por  el  apoyo  de  la  lámpara  de 
alcohol  de  doble  corriente;  tubos  encorvados  ponen  en  comunicación  to- 
das esas  piezas.  El  ácido  sulfúrico  del  segundo  frasco  sirve  para  secar  el 
hidrógeno  que  pasa;  el  cloruro  cálcico  que  tiene  la  probeta  le  acaba  de 
secar ; el  óxido  metálico  se  pone  en  el  crisol  y le  llega  el  hidrógeno  por 
un  tubo  que  se  introduce  por  el  tape.  Cuando  el  aire  está  expulsado,  se 
enciende  la  lámpara,  y tampoco  se  apaga  hasta  que  no  sale  vapor  de  agua, 
y se  deja  correr  el  hidrógeno  hasta  que  esté  frió  el  crisol. 

Por  último,  en  otros  casos,  necesitándose  mayor  temperatura,  se  hace 
uso  de  un  aparato  análogo  al  anterior,  solo  que,  en  lugar  de  probeta,  hay 
un  tubo  en  U , donde  se  pone  el  cloruro  cálcico,  y en  lugar  de  crisol,  un 
tubo  de  porcelana , en  cuyo  interior  se  pone  una  pieza  abarquillada  con 
el  óxido  metálico,  y este  tubo  se  coloca  en  una  hornilla  de  reverbero,  po- 
niéndole incandescente , cuando  está  expulsado  el  aire  del  frasco  genera- 
dor de  hidrógeno. 

Los  instrumentos  para  los  otros  modos  de  reducción,  ya  sea,  ó por  me- 
dio del  cianuro  potásico,  flujo  negro , ó una  mezcla  de  carbonato  de  sosa 
y carbón , se  reducen  también  á crisoles  y aparatos  de  combustión  apro- 
piados. 

Desagregación.— Hay  ciertos  cuerpos,  que  no  solo  no  se  disuelven  en  el 
agua,  ni  fria  ni  caliente  , sino  que  tampoco  lo  hacen  en  los  ácidos  mas 
enérgicos  y disolventes.  Para  estos  casos  se  emplean  otros  reactivos,  lla- 
mados fundentes,  como  los  carbonatos  alcalinos,  la  barita,  el  óxido  de 
plomo,  el  ácido  fluorhídrico  y el  fluorhidrato  de  amoníaco.  La  operación 
consiste  en  descomponer  al  fuego  esos  cuerpos,  por  medio  de  estos  reac- 
tivos, los  cuales  cambian  sus  principios  con  los  de  los  cuerpos  insolubles, 
y se  forman  cuerpos  que  ya  son  atacables  por  los  ácidos. 

Para  esta  operación  se  necesitan  crisoles  de  barro,  platino  ó plata  y los 
aparatos  de  combustión  correspondientes,  los  cuales  es  ya  ocioso  indicar. 

Calcinación.— Cuando  se  calienta  un  cuerpo  con  el  objeto  de  separar 
de  él  otros  volátiles  con  los  que  está  mezclado,  es  una  operación  física, 
de  la  que  ya  hemos  hablado  en  su  lugar.  Mas  en  otras  ocasiones,  esa  ca- 
lefacción los  descompone,  quedando  la  parte  fija  y mezclándose  el  ele- 
mento volátil. 

i íe. k ca]cinaci°n  química,  tan  pronto  es  separar  el  agua  de 

los  hidratos  ó la  de  las  sales,  tan  pronto  el  ácido  carbónico  de  los  carbo- 
natos, el  azufre,  el  arsénico,  de  los  sulfuros  y arseniuros  etc  Otras  ve- 
Para  volver  ciertos  cuerpos  más  frágiles,  así  como  otras,  para  ha- 
cerlos mas  duros,  como  sucede  con  las  arcillas. 

De  todos  modos,  los  instrumentos  para  esta  operación,  son  por  lo  co- 


— 613  - 

raun  también  crisoles  con  sus  Jopes,  ya  de  barro  refractario , ya  de  porce- 
lana , ya  de  platino  ó plata.  Si  la  sustancia  es  capaz  de  atacar  estos  últi- 
mos, se  acude  á los  de  barro  ó porcelana. 

A veces,  siendo  poca  la  cantidad,  sirven  pecjuenas  cápsulas.  Para  estas 
pueden  servir  las  lámparas  de  alcohol;  mas  por  lo  común,  son  necesarias 
fas  hornillas. 

Carbonización,  incineración.— Estas  operaciones  también  son  químicas 
puesto  que , recayendo  en  sustancias  orgánicas , se  van  separando  todos 
sus  elementos  volátiles  hasta  que  se  quede  solo  el  carbón  6 las  sales  fijas 
de  que  se  componen  las  que  constituyen  las  cenizas.  Además  se  hacen 
con  la  aplicación  del  ácido  sulfúrico,  ó nítrico,  etc. , obrando  más  sobre 
las  sustancias  que  el  fuego. 

Basta  indicar  las  operaciones  para  comprender  los  instrumentos  que 
se  necesitan.  Para  la  carbonización,  las  cápsulas  de  porcelana,  y para  la 
incineración , los  crisoles.  Las  lámparas  de  alcohol  ó las  hornillas  son  los 
aparatos  ó instrumentos  que  dan  el  calor  para  ello. 

g II.— -De  ios  instrumentos,  utensilios  y aparatos  destinados  á las  análisis  cuantitativas. 

lie  dicho,  que  por  ser  poco  empleada  esta  análisis  en  los  casos  prácti- 
cos de  envenenamiento,  me  extendería  poco  sobre  lo  relativo  á ellos.  A lo 
mismo  me  conduce  el  que  la  mayor  parte  de  las  operaciones  son  las  mis- 
mas, y se  emplean  á poca  diferencia  los  mismos  instrumentos  y aparatos. 

Como  en  el  fondo  la  análisis  no  se  diferencia  sino  en  cuanto  á dermi- 
nar  las  cantidades  ó proporciones  relativas  de  los  elementos  que  consti- 
tuyen ese  cuerpo ; se  concibe  que , en  tal  caso , solo  para  las  operaciones 
exigidas  por  ese  objeto  haya  de  haber  diferencias,  en  punto  á los  apara- 
tos ó instrumentos,  y aun  no  siempre. 

Mientras  se  analizan  los  elementos  de  que  consta  un  cuerpo,  la  análi- 
sis es  cualitativa ; de  consiguiente  los  instrumentos , utensilios  y aparatos 
necesarios  son  los  que  hemos  expuesto , como  propios  de  esa  análisis. 
Sabidos  ya  los  elementos,  se  prosigue  la  análisis  para  determinar  su  pro- 
porción relativa,  y entonces  es  cuando  se  presenta  acaso  la  necesidad  de 
alguna  diferencia , ó modificación  en  los  instrumentos  y aparatos. 

Para  convencernos  de  esta  verdad,  bastará  indicar  las  operaciones  que 
la  análisis  química  cuantitativa  exige.  Después  del  estudio  que  llevamos 
hecho,  solo  la  indicación  de  la  operación  pondrá  en  relieve  los  instru- 
mentos y aparatos  necesarios  para  ella. 

Dichas  operaciones  son  también,  ó mecánicas , ó físicas,  ó químicas. 

Entre  las  primeras  figura  la  pulverización , la  porftrizacion , el  tamizaje, 
la  levigacion,  la  decantación , la  filtración  y la  lavadura  de  los  filtros  y pre- 
cipitados. 

Entre  las  físicas  está  el  peso  , medida  de  densidades  y volúmenes  de  líqui- 
dos y gases,  la  disolución,  la  evaporación  y la  desecación. 

Entre  las  químicas  , por  último  , se  encuentran  la  calcinación,  la  precipi- 
tación, el  tratamiento  de  los  precipitados  , la  desagregación  con  fundentes, 
la  dosificación , y la  determinación  del  agua  de  los  cristales. 

Los  instrumentos  , utensilios  y aparatos  para  las  mecánicas  son  los  mis- 
mos ; solo  que,  tratándose  de  cantidades  relativas,  suelen  ser  en  pequeño 
los  obtenidos  , y los  instrumentos  deben  ser  los  mas  adecuados ; como  el 
mortero  de  ágata  para  triturar  y pulverizar , y los  tamices  de  seda  peque- 
ños para  cerner. 


- Olí  - 

T a filtración  exige  filtros  lisos,  como  ya  lo  indicamos  , puesto  que  aquí 
hav  aue  recoger  y examinar  lo  que  resta  en  el  papel  del  filtro,  después 
Seffio  y secarlo  para  apreciar  su  cantidad.  Deben  ser  mas  pequeños 
que  el  embudo  y no  han  de  llegar  al  borde  de  este,  se  han  de  proporcio- 
nar á la  cantidad  de  lo  que  se  filtra;  humectarlos  antes  con  culi  d y 
verter  en  ellos  la  sustancia  á lo  largo  de  una  varilla  ; el  chorro  de  j , “ 

contra  la  pared  del  filtro.  El  pico  del  embudo  debe  apoyarse  en  la  pared 
del  vaso  que  recibe  el  líquido  filtrado;  y si  la  filtración  ha  de  ser  algo 
larga , se  cubre  el  embudo  con  un  obturador , y el  vaso  con  otro  que  tenga 
una  escotadura  para  que  pase  por  ella  el  pico  del  embudo. 

Para  lavar,  tanto  lo  que  resta  en  los  filtros  como  los  precipitados  que 
se  obtienen  por  medio  de  las  reacciones,  se  necesita  la  redoma  de  chorro  ó 
pipetas , ó aparatos  particulares , como  el  frasco  de  lavadura  continua  de 
Gay-Lussac,  y el  de  Berzelius. 

El  agua  para  esas  lavaduras  suele  ser  caliente , pero  puede  ser  tria. 

Las  redomas  de  chorro  no  tienen  siempre  la  misma  construcción.  Hay 
tres , una  con  un  solo  tubo  recto , otras  con  dos  tubos  encorvados , y otra 
con  dos  tubos,  uno  recto  y otro  encorvado.  Esta  además  tiene  un  mango 
que  la  coge  por  su  cuello  y por  su  cuerpo. 

Con  la  primera  llena  de  agua  en  su  mitad,  se  sopla  por  el  tubo,  y luego 
se  renversa , con  lo  cual  sale  el  agua ; pero  no  se  puede  dominar  el  chor- 
ro, y no  es  muy  útil  por  lo  tanto.  Con  la  segunda  se  sopla  por  uno  de  los 
tubos,  cuyo  extremo  flota  en  la  atmósfera  del  frasco,  y el  agua  sale  por 
el  otro , cuyo  extremo  está  sumergido  en  ella.  También  sale  esta  incli- 
nando la  redoma  y haciendo  que  el  agua  éntre  en  el  extremo  flotante  del 
tubo  en  la  atmósfera  del  frasco.  Esta  es  mejor,  porque  se  domina  el  chor- 
ro. La  última  exige  también  que  se  sople , pero  como  el  extremo  exterior 
del  tubo  recto  está  aguzado,  solo  sale  el  agua  gota  á gota  , para  lo  cual  se 
sopla  con  el  otro  tubo  y luego  se  renversa  la  botella.  El  mango  que  lleva 
sirve  para  no  sentir  el  calor  del  agua  caliente  de  que  la  redoma  se  llena. 

En  todos  esos  casos  el  chorrito  se  pasea  por  el  filtro  con  el  fin  de  lavar 
bien  el  precipitado. 

Para  saber  si  está  completamente  lavado  , se  toma  una  gota  del  licor 
filtrado  y se  hace  evaporar  en  una  lámina  de  platino.  Mientras  queda 
algún  residuo  sólido  en  ella,  debe  seguir  la  lavadura.  Cuando,  evapo- 
rada la  gota,  no  queda  nada  en  la  hoja  de  platino,  el  precipitado  está 
completamente  limpio. 

Una  pipeta,  con  el  extremo  superior  de  su  tubo  encorvado  . sirve  tam- 
bién para  lavar.  Se  aspira  el  agua  que  llena  la  bola  de  la  pipeta,  y luego 
se  deja  caer  sobre  el  precipitado  por  el  extremo  aguzado  del  tubo. 

Cuando  la  lavadura  ha  de  durar  algún  tiempo  , como  sucede  en  los 
precipitados  gelatinosos  , se  emplean  los  frascos  de  lavadura  continua. 

El  de  Gay-Lussac  consiste  en  un  frasco  de  dos  tubuluras,  con  agua  en 
sus  tres  cuartas , y bien  cerrado  por  medio  de  dos  tapones  de  corcho, 
atravesado  cada  uno  por  un  tubo  de  vidrio.  Uno  es  recto,  v su  exlrenm 
inferior  sumergido  en  el  líquido,  está  cortado  en  bisel,  para  que  facilite 
el  paso  del  aire.  El  otro  tiene  dos  corvaduras,  con  ramas  iguales  Por  un 
extremo  se  sumerge  en  el  líquido  del  frasco  , un  poco  mal  abajo  que  el 
extremo  del  tubo  recto  ; el  otro  extremo  se  sumerge  en  el  embudo  oue 

enerve6 ?"e  SC  ha  de.lavf  - Este  extremo  es  bueno  que  se 
rr  , l arriba,  asi  no  se  nivela  el  agua  que  lava  con  la  del  filtro. 

. fcl  tubo  encorvado  obra  como  un  sifón , y si  el  agua  que  pasa  por  el 


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filtro  no  cae  del  embudo  con  tanta  rapidez  como  sale  del  tubo  del  sifón, 
se  eleva  y detiene  al  nivel  de  la  punta  del  tubo  recto  del  frasco. 

El  frasco  de  lavadura  continua , de  Berzelius , consiste  en  una  botella 
llena  de  agua,  á cuyo  cuello  se  adaptan,  ó dos  tubos  encorvados,  más  el 
uno  que  el  otro  , ó uno  con  otro  soldado  á su  extremo  y ambos  encorva- 
dos también.  Se  renversa  la  botella  sostenida  por  un  pié  con  su  abraza- 
dera, y se  sumergen  los  tubos  en  el  agua  que  se  echa  al  embudo.  El  aire 
se  introduce  á burbujas  en  la  botella,  y el  agua  sale  en  proporción. 

Respecto  de  las  operaciones  físicas , entre  las  cuales  pudiéramos  contar 
el  lavado  por  medio  de  los  frascos  de  Gay-Lussac  y de  Berzelius,  puesto 
que  funcionan  por  las  leyes  de  la  presión , de  los  líquidos  y de  la  capila- 
ridad  , y con  referencia  al  peso  , he  dicho  ya  que  las  balanzas  ordinarias  y 
de  báscula  no  sirven.  El  pesillo  basta  en  muchas  ocasiones ; pero  para  las 
debidas  apreciaciones  de  pesos  mínimos  son  necesarias  las  balanzas  de 
precisión  , y como  ya  hemos  dicho  acerca  de  estas  lo  mas  indispensable, 
es  ocioso  reproducirlo. 

Para  la  determinación  de  las  densidades  de  los  líquidos , ya  hemos 
visto  que  sirven  los  areómetros  de  Richter,  de  Baumé  y de  Cartier,  y el 
alcohómetro  de  Gay-Lussac.  Mas  como  en  análisis  cuantitativa  la  apre- 
ciación de  densidades  requiere  mas  exactitud  que  la  eme  pueden  dar  los 
areómetros,  se  emplean  otros  instrumentos  para  deducir  bien  y exacta- 
mente el  peso  de  un  líquido,  de  la  pérdida  de  su  volumen.  Para  esto, 
sirven  frascos  graduados  6 aforados,  uno  de  capacidad  de  10  centímetros 
cúbicos,  y otro  de  100.  El  primero  para  cuando  se  tiene  poco  líquido ; el 
segundo  para  las  cantidades  mayores.  El  cuello  del  primero  tiene  de  diá- 
metro 2,8  milímetros,  y el  del  segundo  de  í á 5.  En  su  parte  superior 
está  soldado  otro  tubo  mas  ancho  susceptible  de  cerrarse  al  esmeril.  El 
tapón  no  está  macizo  en  toda  su  extensión ; en  su  parte  superior  está 
hueco  y lleva  seis  hilos  de  platino  de  diferente  grueso,  dos  de  ellos  igua- 
les , y el  volumen  de  cada  uno  es  igual  á la  dilatación  que  el  frasco  sufre 
á 10  grados  de  temperatura;  el  de  otro  iguala  á los  de  5o , dos  á la  de  29, 
y uno  á la  de  1°.  Todos  están  aforados  como  el  frasco. 

El  frasco  se  mete  en  un  baño  de  maría,  yen  aquel  se  introduce 
uno  de  los  hilos  de  platino,  cuyo  grado  marca  su  volumen;  el  agua  que 
sube  mas  allá  de  la  raya  del  frasco  aforado,  se  saca  con  un  papel  de  es- 
traza, y luego  se  pesa  para  saber  la  densidad  del  líquido. 

Para  la  medida  del  volumen  de  los  líquidos  sirven  las  balanzas , las  pi- 
petas y las  cubetas  aforadas  ó graduadas ; para  los  gases  los  tubos  y probe- 
tas graduadas  y aforadas  también.  Las  cubetas  hidroneumálica  é hidrargiro- 
neumática,  ó lo  que  es  lo  mismo,  de  agua  y de  mercurio,  sirven  para  !a 
medida  de  ios  gases,  puesto  que  sumergiendo  el  tubo  ó la  probeta  llena 
de  gas  en  la  cubeta  por  el  extremo  abierto , el  mercurio  ó el  agua  sube, 
ejerciendo  la  presión  debida  á la  atmósfera,  y marca  el  volumen  del  gas 
por  el  nivel  á que  se  quedan  dichos  líquidos. 

Para  llenar  de  gas  un  tubo  ó una  probeta,  se  toma  un  frasco  lleno  de 
aquel,  se  introduce  en  la  cubeta  tapando  con  el  dedo  el  cuello  del  frasco, 
y colocado  debajo  de  la  tablilla  agujereada , donde  está  el  tuno  boca 
abajo , se  quita  el  dedo  que  tapa  el  frasco , y el  gas  sube  al  través  del 
líquido  hácia  la  parte  superior  del  tubo,  desalojando  sucesivamente  el 
agua  ó el  mercurio;  cuando  está  completamente  lleno  de  gas,  se  quila 
de  la  cubeta,  y entonces  se  puede  medir  su  volumen  , sumergiéndole  por 
el  extremo  abierto  verticalmente  en  el  agua  ó el  mercurio. 


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Po«nprto  de  la  disolución  tampoco  tenemos  nada  que  decir  .pues  sirven 
. mismos  instrumentos  y aparatos  que  para  la  análisis  cualitativa. 
l°  Orno  tamo  podemos  decir  respecto  de  la  evaporación  y desecación  ora 
se  haga  al  aire  libre  ó á una  corriente  de  aire , ora  en  el  vacio , en i la  e . 
tufa  óá  fuego  desnudo,  siempre  con  los  mismos  aparatos,  capí 
porcelana,  platino , crisoles,  etc. , y los  aparatos  de  combustión  , 
de  alcohol  ú hornillas.  La  máquina  neumática  para  la  evaporac.oi  } 
cacion  al  vacío  , la  estufa  de  Gay-Lussac.  El  baño  de  arena  del  hogar  o 

los  portátiles , el  de  maría , etc.  , 

Algunas  sustancias  se  desecan  con  papel  de  estraza ; otras  se  colocan 

debajo  de  una  campana  que  se  adapta  por  sus  bordes  á un  disco  de  vi- 
drio sin  pulir ; encima  se  pone  una  cápsula  con  ácido  sulfúrico  concen- 
trado, y sobre  un  triángulo,  que  descansa  en  los  bordes  de  esa  capsula, 
se  pone  la  capsulita  donde  está  el  cuerpo,  ó sustancia  que  se  ha  de 
desecar. 

También  puede  tomarse  un  vaso  de  boca  ancha , en  el  que  se  echa  el 
ácido , se  tapa  con  un  obturador  que  tenga  un  agujero  en  el  centro  y .se 
pone  un  tapón,  del  cual  cuelga,  por  medio  de  hilos,  la  cápsula  que  con- 
tiene el  cuerpo. 

Otras  veces  se  deseca  por  medio  de  una  corriente  de  aire  seco,  para  lo 
cual  se  dispone  el  aparato  siguiente  : 

Un  balón  ó botella  colocada  en  su  apoyo  de  cuñas  con  una  tubulura,  á 
la  que  se  adapta  un  tapón  de  corcho  atravesado  por  dos  tubos,  uno  recto, 
cuyo  extremo  inferior  se  sumerge  en  cierta  cantidad  de  ácido  sulfúrico 
que  el  balón  contiene ; otro  encorvado , cuyo  extremo  interior  flota  en  la 
atmósfera  de  la  botella ; el  exterior  está  unido  por  medio  de  un  pedazo 
de  tubo  de  gutapercha  á otro  tubo  de  vidrio  encorvado , el  cual  se 
ajusta  con  otro  tapón,  que  también  atraviesa  al  primer  brazo  encorvado 
de  otro  tubo,  cuya  porción  horizontal  es  mas  ancha  en  expansión  ovoi- 
dea , donde  se  pone  el  cuerpo  ó sustancia  que  se  ha  de  secar.  En  otra 
rama  ó brazo  de  este  tubo,  mas  estrecha,  pequeña  y encorvada,  se 
adapta  con  otra  porción  de  tubo  de  gutapercha  á otro  tubo  encorvado, 
cuyo  extremo  vertical  se  introduce,  por  medio  de  un  tapón  agujereado, 
en  un  gran  vaso  aspirador  lleno  de  agua.  Este  vaso  tiene,  en  su  parte  su- 
perior, un  tubo  recto  terminado  en  embudo  por  donde  se  echa  el  agua, 
y en  la  inferior  una  espita  ó llave  para  dar  salida  al  líquido. 

Hay  además  un  baño  de  cloruro  cálcico , vaso  que  descansa  en  su  trí- 
pode, y tiene  una  tapadera  con  dos  ranuras  laterales  para  permitir  el 
paso  al  tubo  de  las  ramas  y expansión  ovoidea  que  conlien*  el  cuerpo  que 

alcohol  SeCar’  Debaj0  de  tríPode  se  coloca  la  llama  de  la  lámpara  de 

Así  dispuesto  el  aparato , y después  de  haber  pesado  el  tubo  que  lleva 
la  sustancia  que  se  ha  de  secar,  y apuntado  su  peso  antes  de  contenerle, 
y hecho  lo  propio  después  que  le  contiene,  se  calienta  el  baño,  y 
cuando  entra  en  ebullición , se  abre  la  llave  del  vaso  aspirador:  el  agua 
fluye  y llama  al  aire  exterior,  que  penetra  por  el  tubo  recto  de  la  botella  - 
se  seca  pasando  por  el  ácido  sulfúrico  concentrado  que  esta  tiene  v lue^o 
paLa  P£í  la.  sujlan,cm  contenida  en  el  tubo  sumergido  en  el  bafioV  vio 
de  alsun,  t,emP°  .soca  ese  tubo  y se  vuelve  tí  pesar.  Esto 

oue  va  está  nnvecief  ’ ^ qae  s,lempre  da  el  mismo  Pes0; lo  cual  prueba 
que  ya  esta  completamente  seca  la  sustancia.  y 

ara  secar  en  caliente  y en  el  vacío,  hay  otro  aparato  muy  usado  en  los 


— 617  - 

laboratorios.  Consiste  en  un  vaso  ó baño  de  maría  con  dos  tubuluras: 
por  la  una  se  encaja  con  su  tapa  un  termómetro ; por  la  otra,  un  tubo  cer- 
rado por  su  extremo , que  contiene  la  sustancia  que  se  ha  de  secar.  El 
baño  ae  maría  descansa  en  un  trípode , y debajo  está  la  lámpara  de  al- 
cohol , que  le  da  calor.  El  tubo  comunica  por  medio  de  otro  mas  estre- 
cho y encorvado,  con  una  probeta  estrangulada  por  su  pié,  llena  de  clo- 
ruro cálcico  en  fragmentos.  Esta  probeta  comunica  inferiorraente  con 
una  pequeña  bomba  que  hace  el  vacío  con  su  émbolo  y tiene  dos  llaves, 
una  antes  de  llegar  al  cuerpo  de  bomba.  Esta  tiene  dos  llaves , una  mas 
arriba  que  otra,  cerca  de  su  parte  inferior. 

Cuando  el  termómetro  señala  el  grado  de  temperatura  que  se  propone 
el  operador , se  cierra  la  llave  inferior  del  cuerpo  de  bomba , y se  abren 
la  superior  y la  del  tubo  que  viene  de  la  probeta  : se  hace  el  vacío  reti- 
rando el  émbolo  de  la  bomba , y al  cabo  de  algunos  minutos  se  cierra  la 
llave  del  tubo  y se  abre  la  inferior  del  cuerpo  de  bomba  expulsando  el 
aire  que  contiene  empujando  el  émbolo ; en  seguida  se  abre  la  llave  del 
tubo  de  la  probeta,  y el  aire  exterior  vuelve  al  aparato,  y se  seca  pasando 
por  el  cloruro  cálcico.  Se  repite  la  operación  hasta  que  no  se  advierte 
vapor  en  el  tubo  encorvado  que  une  el  de  la  sustancia  con  la  probeta. 

Réstanos  hablar  de  los  utensilios,  instrumentos  y aparatos  para  las 
operaciones  químicas,  en  la  análisis  cuantitativa. 

La  calcinación  de  los  precipitados  no  exige  instrumento  ninguno  parti- 
cular ; las  diferencias  mas  bien  residen  en  el  modo  de  operar  que  en  las 
vasijas. 

Para  la  precipitación  de  los  cuerpos  tratados  por  sus  reactivos  se  nece- 
sitan vasos  cilindricos,  llamados  de  precipitación ; ó para  precipitados; 
copas  de  diferentes  tamaños,  tubos  de  ensayo,  botellas  ó balones,  y hasta 
cáps^llas , en  especial  cuando  haya  de  precipitar  la  sustancia  en  caliente. 
Se  consideran  como  muy  propias  para  el  caso  las  panzas  de  las  retortas , 
cortadas  por  el  medio  ó cerca  de  su  cuello. 

El  tratamiento  de  los  precipitados  comprende  varios  , como  decantación, 
filtración , lavadura  , desecación , calcinación , y al  fin  el  peso  ; déjase  , por  lo 
tanto,  comprender,  por  lo  que  llevamos  dicho , qué  instrumentos  serán 
necesarios  para  ellas. 

La  desagregación  por  medio  de  los  fundentes  tampoco  presenta  diferen- 
cia alguna  respecto  de  los  aparatos  que  han  de  contener  las  sustancias, 
ni  de  los  que  han  de  dar  la  correspondiente  temperatura.  La  lámpara  de 
Berzelius , las  de  corriente  de  aire  de  nivel  constante,  la  lámpara-fragua  de 
Deville , la  del  gas,  inclusa  la  del  doctor  Normandy,  los  crisoles , los  trian- 
gulos  de  hierro , y de  tubos  de  pipa  , deque  hemos  hablado  en  otra  parte, 
son  los  que  se  emplean  para  fundir  y mudar  la  naturaleza  de  los  cuerpos 
insolubles  por  medio  de  la  acción  de  los  fundentes.  Como  ya  hemos  des~ 
crito  todos  ó casi  todos  esos  aparatos  en  otra  parte  , dejaremos  aquí  de 
Rescribirlos ; alguno  de  ellos  es  demasiado  complicado,  como  la  lámpara  - 
¡ agua  de  Deville  , para  describirla  sin  tenerla  delante  ni  acompañarla 
igura  a la  descripción.  El  combustible  de  esta  lámpara  es  el  aceite  de 
ti  ementina , y sirve  para  mas  altas  temperaturas,  y casi  exclusivamente 
poi i atacai  los  silicatos  por  la  cal  ó el  carbonato  de  barita. 

En  cuanto  á la  dosificación,  consistiendo  principalmente  en  el  empleo 
del  reactivo  nías  á propósito,  para  dar  un  precipitado  que  sea  mas  fácil 
separar  del  líquido  y aislarle  de  toda  sustancia  extraña  para  proceder  á 
su  análisis  cuantitativa,  bien  se  deja  concebir  que  en  punto  á instrumen 


— 018  ■ 


tos  utensilios  y aparatos , han  de  ser  los  mismos  que  hemos  indicado 
como  propios  á cada  una  de  las  operaciones  que  se  practican , tanto  para 
someter  el  cuerpo  á la  precipitación  para  el  dosaje,  como  para  el  estu- 
dio del  precipitado  obtenido. 

La  dosificación  de  algunas  sustancias  exige  aparatos  particulares,  com- 
puestos de  piezas  conocidas , y que  se  combinan  de  diferente  modo,  ue 
tubos  de  diferentes  formas,  con  mas  ó menos  bolas,  etc. , cuya  descrip- 
ción nos  llevaría  muy  lejos,  y no  es  tampoco  propia  de  las  análisis  lexi- 
cológicas, por  lo  cual  la  pasaremos  por  alto. 

La  determinación  del  agua  que  contienen  cirtos  cuerpos  es  una  opera- 
ción muy  frecuente  en  an«lli.sis  cuantitativa,  y se  hace  ó puede  hacer  de 
dos  maneras:  ya  apreciando  el  peso  ó la  pérdida  de  peso  que  sufre  la 
sustancia  calentada  y desecada,  ó bien  examinando  directamente  la  can- 
tidad de  agua  eliminada. 

Cuando  el  dosaje  ó dosificación  del  agua  se  hace  del  primer  modo,  que 
es  el  mas  frecuente  y mas  sencillo,  basta  pesar  el  cuerpo,  antes  de  ca- 
lentarle y secarle,  y volverle  á pesar  después  que  se  ha  desecado;  lo  que 
ha  perdido  en  peso  es  el  agua  que  contenia. 

Para  estos  casos  se  concibe  que  no  ha  de  tener  otras  sustancias  capa- 
ces de  volatilizarse  á la  temperatura  que  se  caliente  y seca,  porque  parte 
del  peso  les  corresponde,  y seria  mala  deducción  atribuirle  todo  al  agua. 

El  calor  rojo  es  el  que  se  emplea  cuando  no  hay  que  temer  volatiliza- 
ción de  estas  materias.  En  otros  casos  se  calienta  á 100  grados  en  la  es- 
tufa de  Gay-Lussac.  Déjanse,  por  lo  tanto,  comprender  los  utensilios, 
instrumentos  y aparatos  necesarios  para  esos  casos : son  los  de  la  cale- 
facción y desecación. 

Mas  cuando  se  quiere  apreciar  directamente  el  agua  que  se  elimina, 
se  necesitan  otros  aparatos , y es  precisamente  en  los  casos  en  que  la 
sustancia  tiene  otros  principios  volátiles,  que,  desecándola  al  fuego,  pue- 
den marcharse. 


El  objeto  del  aparato  para  esa  operación,  es  hacer  que  el  agua  evapo- 
rada se  condense  completamente,  y recogida  pueda  acusar  su  peso  y la 
cantidad  de  ella  que  tenia  el  cuerpo  ensayado. 

El  aparato  consiste  en  un  gasómetro , cuya  llave  está  en  comunicación 
con  un  tubo  encorvado , por  medio  de  un  pedazo  de  tubo  de  gutapercha. 
La  rama  horizontal  de  este  tubo  se  sumerge  en  el  fondo  de  un  frasco  que 
contiene  ácido  sulfúrico  concentrado.  De  este  frasco  sale  otro  tubo  en- 
corvado y que  comunica  con  una  probeta  llena  de  cloruro  cálcico.  Del 
extremo  superior  de  la  probeta  sale  un  tubo  que  se  encorva  y se  adapta 
á otro  mayor  con  expansión  globular,  en  la  que  se  pone  el  cuerpo  cuya 
cantidad  de  agua  ha  de  apreciarse;  esta  expansión  termina  por  otro  tubo 
pequeño,  el  cual,  por  medio  de  un  pedazo  de  tubo  de  gutapercha , se 
comunica  con  otro  que  se  introduce  en  un  tubo  en  U lleno  de  pedazos 
de  piedra-pómez  impregnados  de  ácido  sulfúrico  recien  hervido.  En  la 
parte  superior  de  la  primera  rama  de  este  tubo  en  ü hay  otro  tu  hito  cer- 
rado por  un  extremo , en  el  cual  se  introduce  el  de  comunicación  con  la 
pieza  anterior  ó tubo  que  contiene  el  cuerpo.  El  tubo  en  U está  sostenido 
por  el  vastago  de  un  pié  de  madera  que  sostiene  á su  vez,  primero  la 

cuon,tentor  1®  la  Rancia  y el  tubo  en  ü,  y mas  abajo  la 
ampara  de  alcohol  que  calienta  la  expansión  globular  del  tubo  que  con- 
tiene ei  cuerpo  de  ensayo. 

Montado  el  aparato  en  la  forma  que  acabo  de  exponer,  se  abre  la  llave 


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del  gasómetro  y se  establece  una  corriente  de  aire  lenta , para  que  se 
seque  el  cuerpo  completamente.  Se  calienta  la  bola , encendiendo  la  lám- 
para de  alcohol , que  está  debajo  de  ella ^ y la  mayor  parte  del  agua  des- 
prendida se  condensa  en  el  tubo  pequeño  que  lleva  en  la  parte  superior 
de  su  primera  rama  el  tubo  en  U ; la  demás  es  absorbida  por  la  piedra- 
pómez.  Cuando  se  ha  expulsado  toda  el  agua , se  retira  la  lámpara  ó 
apaga,  y se  deja  enfriar ; pero  continuando  algunos  ratos  el  paso  del 
aire  por  el  cuerpo  de  ensayo. 

Concluida  la  operación  , se  pesa  el  tubo  en  ü,  pesado  antes  de  la  ope- 
ración , y todo  lo  que  pesa  de  más  representa  el  agua  que  contenía  el 
cuerpo  ensayado;  con  lo  cual  se  ve  que  en  rigor  tampoco  es  directa  la 
operación.  Así  como  en  el  primer  caso  se  deduce  por  lo  que  pierde  en 
peso  el  cuerpo  calentado  y desecado , aquí  se  deduce  por  lo  que  aumenta 
en  peso  el  tubo  en  U. 

Hay  otro  modo  de  apreciar  la  cantidad  de  agua  de  un  cuerpo  dado. 
Consiste  en  arrastrar,  por  medio  de  una  corriente  jde  ácido  carbónico,  el 
agua  que  se  desprende  del  cuerpo  calentado. 

El  aparato  para  esta  operación  es  un  tubo  de  vidrio  cerrado  por  un  ex- 
tremo, que  contiene  en  su  tercio,  cerca  del  punto  cerrado,  una  mezcla 
íntima,  hecha  en  un  mortero,  del  cuerpo  ensayado  y carbonato  de  plomo 
seco ; en  este  punto  debe  haber  ya  carbonato  de  plomo  puro  preparado 
para  estos  casos,  esto  es,  calentado  hasta  el  punto  vecino  á su  descom- 
posición. 

A ese  tubo  se  adapta  otro  por  medio  de  un  buen  tapón  secado  á la  es- 
tufa ó baño  de  cloruro  de  cálcio,  pesado  de  antemano.  Se  coloca  el  tubo 
en  las  parrillas,  y se  calienta  primero  la  parte  anterior  del  tubo  que  con- 
tiene la  mezcla , iuego  cerca  del  extremo  cerrado , ó punto  donde  está 
esta;  por  último,  el  extremo  cerrado.  Concluida  la  operación  , se  pesa  el 
tubo  que  contiene  el  cloruro  cálcico , y lo  que  tiene  do  más  es  el  peso 
del  agua. 

§ III.  — De  los  instrumentos,  utensilios  y aparatos  comunes  á las  dos  análisis. 

Después  de  haber  descrito  los  instrumentos,  utensilios  y aparatos  pro 
píos  para  la  análisis  cualitativa , y de  haber  indicado  algunos  de  los  qui- 
se usan  en  la  cuantitativa , creo  ocioso  entretenerme  en  las  que  son  comu- 
nes á entrambas,  pues  fácilmente  se  deja  colegir,  de  lo  dicho,  cuáles  son 
comunes,  cuáles  exclusivas  de  la  una  ó de  la  otra. 

A excepción  de  algunas  vasijas,  tubos,  probetas,  pipetas  aforadas, 
tubos  con  bolas  y de  ciertas  lámparas,  la  principal  diferencia  casi  siern 
pre  está  en  la  combinación  de  los  instrumentos  para  montar  ciertos  apa  - 
ratos particulares,  siempre  mas  complicados  en  las  análisis  cuantitativas 
que  en  las  cualitativas. 

Por  lo  tanto,  creo  que  no  tengo  necesidad  de  descender  á mas  porme- 
nores sobre  este  punto,  y doy  fin  con  él  á la  materia  de  este  articulo,  ad 
vn tiendo  que,  si  respecto  de  algunas  operaciones  he  entrado  en  detalles, 
acerca  del  modo  de  ejecutarlas,  mas  he  tenido  por  objeto  acabar  de  dai 
una  idea  de  los  aparatos  , que  exponer  cómo  han  de  ejecutarse  esas  ope 
raciones,  fuera  de  algunas  que  he  creído  del  caso  darles  mas  extensión  , 
por  su  utilidad  y frecuencia  en  los  trabajos  químico-toxicológicos. 

Que  no  se  extrañe,  pues,  si  respecto  de  muchas  operaciones  y hasta 
de  algunos  aparatos  no  he  dado  mas  que  algunas  indicaciones  ligo- 


— 620  — 

ras  v oor  lo  mismo , imperfectas , puesto  que  el  objeto  de  este  artí- 
culo no  es  enseñar  cómo  se  ejecutan  esas  operaciones , sino  hablar  de 
los  instrumentos,  utensilios  y aparatos  de  un  laboratorio  químico-toxico 
1 ógico,  en  el  cual,  en  punto  á análisis  cuantitativa,  ya  llevo  dicho  que 
hay  poco  que  hacer  respecto  de  los  casos  prácticos  de  envenenamiento  o 
sospechas  de  él.  Cuando  hablemos  de  las  operaciones  propias  de  esos 
casos  ya  seré  mas  explícito , y procuraré  no  descuidar  nada  esencial  de 
lo  que  se  practica. 


ARTÍCULO  Y. 


DE  LOS  REACTIVOS  NECESARIOS  PARA  LAS  ANÁLISIS  QUÍMICAS  TOXICOLÓGICAS. 


El  estudio  de  los  reactivos  es  esencialmente  químico ; desconocer  la 
química , es  estar  imposibilitado  para  estudiar  los  reactivos  y las  reaccio- 
nes que  determinan  , puestos  en  esfera  de  actividad  con  los  venenos. 

Debo  suponer  que  los  que  han  de  utilizarse  de  este  Compendio  están 
suficientemente  instruidos  en  la  química  para  comprender  perfectamente 
cuanto  sobre  reactivos  se  diga;  sin  embargo,  prescindiré  en  cierto 
modo , ó hasta  cierto  punto,  de  esa  suposición  , ateniéndome  á lo  que  la 
experiencia  me  ha  enseñado;  pensaré,  sin  ánimo  de  agraviar  á nadie, 
que  muchos  de  mis  lectores  y discípulos  han  olvidado  no  pocas  de  las 
nociones  químicas  que  aprendieron  al  principio  de  su  carrera , y que  en 
la  actualidad , ó á la  sazón  en  que  emprenden  el  estudio  de  la  Toxicologia , 
no  se  encuentran  bastante  instruidos  en  esta  parte,  para  pasarse  sin  loque 
me  propongo  consignar,  por  via  de  recuerdo  y como  método  expeditivo  y 
complementario  del  de  las  escuelas,  en  el  capítulo  de  mi  obra  destinado 
á la  Química  de  la  intoxicación. 

Fressenius  dice  que  es  mucho  mas  peligroso  saber  á medias  que  ig- 
norarlo todo:  en  análisis  química,  nada  mas  nocivo  que  un  estudio  su- 
perficial. Esto  es  verdad , en  cierto  modo;  sin  embargo,  peor  ha  de  ser 
no  saber  nada,  que  saber  algo ; y si  lo  que  aquí  recordemos  ó exponga- 
mos alcanza  á dar  por  el  método  expeditivo  adoptado , por  lo  menos  las 
nociones  que  mas  falta  hagan  para  entender,  tanto  lo  que  digamos  sobre 
los  reactivos  y las  reacciones  que  determinan , como  sobre  lo' restante  de 
esta  parte  de  la  Toxicologia  general , ni  ha  de  ser  perdida  la  tarea  que 
emprendamos,  ni  ha  de  producir  esos  efectos  peligrosos  de  que  nos  ha- 
bla Fressenius.  & 4 


Yo  sé  por  experiencia  que  el  método  expeditivo  por  raí  empleado  para 
la  enseñanza  de  la  química  inorgánica,  permite  dedicar  unas  cuantas  pá- 
ginas de  este  libro  á la  exposición  de  ciertas  nociones,  que  equivalen  á 
lo  que  se  aprende  en  las  cátedras  de  Química  general,  y hasta  en  la  misma 
de  Análisis  química,  ó que  por  lo  menos  sirven  como  de  un  repaso  que  hace 
sacar  mas  partido  de  la  enseñanza  oficial. 

. Puedo  presentar  casos  prácticos  en  comprobación  de  esta  verdad.  En 
cinco  lecciones,  empleando  otros  tantos  dias,  he  preparado  á algunos 
alumnos  que  estaban  estudiando  para  el  grado  de  doctor  ; habian  asis- 
tido á un  curso  de  análisis  química;  se  hallaban  al  fin  del  curso  v abru- 
mada su  memoria , creían  comprometido  el  éxito  de  su  exámen.  Les 
preparé  por  medio  de  mi  método  expeditivo,  ayudándole  con  la  neumo- 
tecnia,  y obtuvieron,  los  más,  la  nota  de  sobresaliente,  y alguno  la  de 
notablemente  aprovechado , en  los  exámenes.  3 


— 6*f  — 

Áígunos  de  mis  alumnos  que  han  estudiado  para  el  grado  de  doctor, 
me  han  manifestado  mas  de  una  vez  que  más  les  ha  servido  para  salir 
airosos  en  los  exámenes  lo  que  han  aprendido  en  la  Química  de  mi  Toxi- 
cología , que  en  la  cátedra  de  Análisis  química.  No  está  la  razón  de  ello  en 
el  profesor,  de  reconocida  ciencia  y talento  ; está  en  el  método  de  ense- 
ñanza , que  se  dirige  más  á la  memoria  y á los  sentidos  que  al  raciocinio, 
siendo  aquellos  siempre  de  menos  garantía  que  este. 

Si  yo  tuviera  á mi  cargo  esa  cátedra,  no  emplearía  mas  que  un  mes  en 
enseñar  á mis  discípulos  lo  que  se  necesita  para  saber  análisis  química; 
los  meses  restantes  los  dedicaría  á hacerles  practicar  lo  enseñado,  se- 
guro de  que  al  fin  del  curso  habían  de  poder  emprender  perfectamente 
cualquier  análisis  química  cualitativa,  que  es  la  que  mas,  por  no  decir 
única  , que  se  les  enseña  en  ocho  meses  de  curso. 

Si  esto  admira  á los  que  no  conocen  la  química , no  debe  admirar  á 
los  que  Ja  poseen , y tanto  menos  cuanto  mas  fuertes  sean  en  ella , y en 
especial  en  los  principios  científicos  en  que  se  funda  dicha  ciencia. 

En  una  lección  se  aprende  la  nomenclalura  y las  fórmulas. 

En  la  segunda , la  acción  del  calor  sobre  los  cuerpos  simples  y compues- 
tos ; esto  es , el  estado  y otras  propiedades  físicas  debidas  á la  acción  del 
calor  sobre  la  cohesión  de  los  cuerpos. 

En  la  tercera , la  acción  del  agua , ó,  lo  que  es  lo  mismo,  la  solubilidad 
de  todos  los  cuerpos  simples  y compuestos. 

En  la  cuarta , la  acción  de  la  luz , ó sea  los  colores. 

En  la  quinta , la  de  la  electricidad , ó sea  las  leyes  de  las  combinaciones 
de  que  son  susceptibles , y lo  que  pasa  cuando  se  ponen  en  esfera  de  ac- 
tividad. 

Bien  aprendidas  estas  cinco  bases  ó nociones  fundamentales,  en  las  que 
estriba  toda  la  ciencia , no  hay  alumno  medianamente  aplicado  y de  ta- 
lento algo  sintético,  que  no  domine  la  análisis  química. 

En  este  Compendio  , por  lo  tanto,  y como  preparación  para  el  estudio 
de  las  operaciones  analítico-químico-toxicológicas,  puede  caber,  sin  des- 
viarme mucho  de  su  objeto , ni  dar  grande  extensión  á mi  obra , cuatro 
de  esas  lecciones;  solo  suprimiré  la  nomenclatura,  porque  creo  que  es  la 
menos  olvidada. 

Esas  mismas  nociones  pueden  servir  para  comprender  mejor  el  por 
qué  de  los  instrumentos,  utensilios  y aparatos  en  que  nos  hemos  ocupado 
en  el  artículo  anterior,  según  las  operaciones  que  hay  que  practicar,  y 
no  solo  se  aprende  mejor  esta  parte,  siempre  enojosa  por  lo  que  tiene  de 
material  y descriptivo,  sino  que  puede  conducir  ai  invento  y modificación 
de  aparatos,  según  los  casos. 

Para  que  se  acabe  de  comprender  la  verdad  de  lo  que  he  dicho  sobre 
que,  con  el  conocimiento  del  estado,  solubilidad,  color  y fuerza  de  combina- 
ción de  los  cuerpos,  cuya  nomenclatura  se  posee,  se  domina  la  análisis 
química,  basta  un  ejemplo. 

Con  estos  cuatro  datos  se  podrá  siempre  deducir: 

1. °  Si  puestos  dos  ó mas  cuerpos  en  presencia  el  uno  del  otro,  entra- 
rán  en  reacción  (ley  délas  combinaciones),  y qué  cuerpos  se  formarán. 

2.  Sabido  qué  cuerpos  se  forman  , como  se  sabe  su  estado , se  preverá 
si  ha  de  haber  tormacion  de  sólidos,  de  líquidos  ó de  gases;  de  consi- 
guiente, si  ha  de  haber  precipitados,  efervescencia  ó disolución  en  el 
licor. 

3. °  Sabiendo  que  se  forma  algún  sólido,  como  se  conoce  su  solubilidad, 


— m — 

nrpve  si  es  ó no  soluble,  y por  lo  mismo  si  ha  de  haber  ó no  precipi- 
tado pues  los  insolubles  son  los  que  precipitan  ; así  como  se  preve  que 
ha  dé  haber  efervescencia,  si  se  forma  ó desprende  un  gas,  el  cual,  al  es- 
caparse en  burbujas , agita  el  líquido.  . , . , . 

4.a  Sabido  que  ha  de  haber  precipitado,  como  se  sabe  el  color  de  los 

cuerpos,  se  deduce  de  qué  color  es  el  precipitado. 

Héaquí,  pues,  cómo,  sabiendo  bien  esos  datos,  rio  hay  que  fatigar  la 
memoria  con  los  caractéres  químicos;  se  deducen  perfectamente. 

Ejemplo.— Sean  dos  sales.  El  nitrato  de  barita  y el  carbonato  de  sosa. 
Su  nomenclatura  indica  que  son  dos  saies  oxisales,  y que  se  compone  la  pri- 
mera de  ácido  nítrico  ú oxígeno,  5,  y ázoe,  1,  y barita  ú óxido  de  bario, 
oxígeno,  1,  y bario,  1;  la  segunda,  de  ácido  carbónico,  oxígeno,  ü,  carbo- 
no, 1,  y desosa  ú óxido  de  sodio,  oxígeno,  1,  y sodio,  1;  siendo  la  fórmula 
déla  primera  13aO-}-NO:i,  y la  de  la  segunda,  NaO-j-Co2;  ambas  son  sóli- 
das; á la  temperatura  ordinaria  no  entran  en  reacción  ; la  agregación  de 
sus  átomos  homogéneos  es  mayor  que  su  afinidad  ó fuerza  de  combinación. 

Se  disuelven  y se  ponen  en  contacto.  Ya  obran  la  una  sobre  la  otra , y 
se  cambian  mutuamente  los  elementos,  ei  ácido  y la  base.  ¿Qué  cuerpos 
se  forman? 

Por  un  lado.  Nitrato  de  sosa. 

Por  otro.  Carbonato  de  barita. 

Primer  hecho , deducido  por  la  ley  de  las  combinaciones. 

¿Qué  estado  tienen  esos  nuevos  cuerpos?  Sólido. 

Hecho  segundo,  deducido  por  el  estado  que  tienen  todos  los  cuerpos. 

¿Son  solubles  esos  cuerpos  formados?  El  nitrato  sí;  el  carbonato  no. 
Habrá,  pues,  precipitado  de  este  último. 

Hecho  tercero , deducido  por  la  nocion  de  la  solubilidad  de  todos  ios 
cuerpos. 

¿De  qué  color  será  el  precipitado?  Como  todas  las  sales  de  barita  son 
blancas,  excepto  los  cromatos  que  son  amarillos,  tendrá  que  ser  blanco. 

Hecho  cuarto,  deducido  de  la  nocion  del  color  de  los  cuerpos. 

¿Se  redisolverá  este  precipitado?  La  ley  de  las  combinaciones  conduce 
á ello. 

Hé  aquí,  pues,  cómo  sabiendo  el  estado  natural  de  los  cuerpos  , su  so- 
lubilidad,  su  color  y la  ley  de  las  combinaciones,  se  domina  mas  fácilmente  el 
estudio  que  nos  ocupa  (*). 

Esto  sentado , antes  de  estudiar  los  reactivos  y las  reacciones,  y las 
operaciones  analítico-químicas , necesarias  para  los  casos  prácticos  de 
envenenamiento,  voy  á dar  una  ojeada  general  á cada  uno  de  dichos  cua- 
tro datos,  limitándome  á ios  cuerpos  inorgánicos.  En  cuanto  á los  cuerpos 
orgánicos,  haré  una  cosa  análoga,  al  exponer  sus  caractéres  químicos. 

g I.— Nociones  químicas  elementales  para  la  mejor  inteligencia  de  los  reactivos 

y nociones. 

Sigamos,  para  la  exposición  de  esas  nociones,  el  órden  que  hemos  in- 
dicado , empezando  por  el  estudio  del  estado  de  los  cuerpos  ó de  la  ac- 
ción del  calórico  sobre  ellos. 


¿ ^ Va  qTllCa  y m\Laboralor'°  químico  del  medico  práctico  están  es- 

Cn  16  5 facilitando  extraordinariamente  el  estudio  de  la  química;  sin  em- 

d,.ÍSí«  . rn!  n ra  que  hacer  una  nueva  edlC10n  ’ lüda'ía  les  Otra  forma  mas  con- 
ducente a mi  proposito. 


Estado  ó acción  del  calórico  sobre  los  cuerpos  simples  y compuestos. 

i 

Nociones  generales  sobre  el  calórico. 

Los  átomos  de  los  cuerpos  homogéneos  se  unen,  para  formarlos,  en  vir- 
tud de  la  fuerza  de  agregación : esta  fuerza  obra  siempre  que  no  encuentra 
obstáculos  y aun  tiende  á vencer  estos.  El  fuego  ó el  calórico  ejerce  una 
fuerza  expansiva,  que  tiende  á separar  los  átomos,  ó,  lo  que  es  lo  mismo, 
á vencer  la  fuerza  de  agregación ; son  dos  fuerzas  antagonistas , cuyo 
modo  de  equilibrarse  decide  de  la  posición  de  los  átomos. 

Todos  los  cuerpos  están  dotados  de  la  fuerza  de  agregación , aunque 
en  grado  diferente,  así  como  todos  tienen  cierta  cantidad  de  calórico,  di- 
ferente también,  cuya  fuerza  se  equilibra  con  la  de  agregación. 

La  fuerza  de  agregación  está  en  razón  inversa  de  la  distancia  á que  se 
hallan  los  átomos.  Todo  lo  que  favorece  la  aproximación  de  los  átomos 
aumenta  la  fuerza  de  agregación  y vice  versa.  La  fuerza  expansiva  está 
en  razón  directa  de  su  cantidad.  Todo  lo  que  favorece  la  aproximación 
de  los  átomos,  contraría  la  fuerza  expansiva,  y vice-versa. 

La  posición  determinada  que  toman  los  átomos , cuando  se  equilibran 
la  fuerza  de  agregación  y el  calórico,  se  llama  estado. 

El  estado  es  sólido , cuando  la  fuerza  de  agregación  predomina , y los 
átomos  forman  masas  que  no  necesitan , para  permanecer  en  reposo,  mas 
que  una  base.  El  estado  es  líquido , cuando  la  fuerza  de  agregación  está 
vencida  por  el  calórico  en  términos  de  no  quedar  en  reposo  el  cuerpo,  si, 
además  de  la  base,  no  hay  paredes  que  le  sostengan;  sus  átomos  ruedan 
los  unos  sobre  los  otros.  El  estado  es  gaseoso , cuando  la  fuerza  de  agrega- 
ción está  muy  vencida  por  el  calórico,  en  términos  que  los  átomos  no  es- 
tén en  reposo,  si  no  hay  paredes  que  los  guarden  en  todos  sentidos,  ó sea 
en  vasos  cerrados.  Los  cuerpos  sólidos,  pues,  tienen  mucha  cohesión, 
mediana  los  líquidos  y poquísima  los  gaseosos. 

El  calórico  que  se  equilibra  con  la  fuerza  de  agregación  , para  dar  es- 
tado á un  cuerpo,  se  llama  latente,  porque  no  afecta  el  termómetro,  y ter- 
mométrico  el  libre,  porque  afecta  dicho  instrumento.  Aumentando  la  tem- 
peratura, los  sólidos  pasan  á líquidos,  y estos  á gaseosos , y vice-versa; 
disminuyendo  la  fuerza  del  calórico , pasan  de  gaseosos  á líquidos,  y de 
líquidos  á sólidos. 

Son  fusibles  los  cuerpos,  que  por  el  calórico  pasan  de  sólidos  á líquidos; 
volátiles,  los  que  pasan  al  estado  gaseoso ; sublimables,  los  que  del  gaseoso 
pasan  al  sólido,  fijándose  en  la  bóveda  ó paredes  del  vaso  donde  se  vola- 
tilizan ó subliman;  deslilables,  si  del  estado  gaseoso  pasan  condensándose 
á líquidos.  Los  que  , sea  cual  fuere  la  temperatura  alta  que  se  les  dé,  no 
pierden  el  estado  sólido  , son  refractarios  6 infusibles.  Los  que,  por  baja 
que  sea  la  temperatura  y por  considerable  que  sea  la  presión,  no  pierden 
el  estado  gaseoso,  son  incoercibles ; coercibles,  los  que  pueden  pasar  á 
líquidos  ó sólidos. 

El  calórico,  sucesivamente  aumentado,  empieza  por  dilatar  los  cuer- 
pos, poco  los  sólidos,  más  los  líquidos  y mucho  mas  los  gaseosos.  Des- 
pués de  la  dilatación  signe  la  mudanza  de  estado,  si  el  cuerpo  es  suscep- 
tible de  ella.  El  calórico,  sucesivamente  disminuido,  contrae  los  cuerpos 
en  razón  análoga  á la  dilatación  que  produce  sucesivamente  aumentado. 

Al  solidificarse  los  cuerpos,  lo  hacen  unos  cristalizando , los  otros  de 
un  modo  amorfo,  en  masa  compacta  ó en  polvo  : cristalizan  los  que  no  se 


- m - 

reblandecen  antes  de  fundirse:  no  cristalizan  los  que  se  reblandecen  an- 
tes de  fundirse;  se  solidifican  en  masa  compacta.  Los  infusibles  ó fusi- 
bles á temperatura  muy  alta,  se  solidifican  en  polvo;  también  toman  esta 
forma,  si  se  enfrian  de  un  modo  brusco,  los  fusibles  á no  muy  alta  tem- 
peratura, como  el  azufre. 

El  calórico  no  solo  vence  la  fuerza  de  agregación  en  muchos  cuerpos, 
sino  también  la  de  combinación.  No  solo,  pues,  hace  pasar  un  cuerpo  de 
sólido  á líquido  y de  líquido  á gaseoso,  sino  que  los  descompone,  si  son 
mezclas,  combinaciones  ó cópulas,  cuando  no  á una  temperatura,  ó otra, 
va  solos , ya  acompañados  de  otros  cuerpos. 

Las  temperaturas  se  dividen  en  termomélricas  y piromélricas : las  prime- 
ras se  miden  por  los  termómetros;  las  segundas,  con  el  pirómetro. 

El  primer  grado  de  pirómetro  corresponde  á 140,055°  del  centígrado: 
cada  grado  vale  72,022  del  centígrado.  Estas  temperaturas  son  : 

1. °  A menos  de  100°  del  centígrado. 

2. °  A mas  de  100°  y menos  de  200°. 

3. °  A mas  de  200°  y menos  de  500°. 

4. °  A fuego  de  fragua  inferior  á 100°  del  pirómetro. 

5. ®  A fuego  de  fragua  superior  á 100°  de  id. 

6. °  Al  soplete  de  oxígeno  é hidrógeno. 

7. °  A una  descarga  de  batería  eléctrica. 

Entre  el  color  dado  al  cuerpo  por  la  temperatura  elevada  y el  grado  de 
esta  temperatura,  hay,  según  Pouillet  (*) , las  relaciones  siguientes  toma 
das  del  platino : 


Rojo  naciente.  . . . 
Rojo  sombrío.  . . . 
Rojo  cereza  naciente 

Rojo  cereza 

Rojo  cereza  claro.  . . 
Naranja  oscuro. . . . 
Naranja  claro.  . . . 

Blanco 

Blanco  sedoso. . . 
Blanco  luciente.  . . . 


525 

grados. 

Pirómetro  de  aire. 

700 

id.  . 

. . . . id. 

» 

800 

id.  . 

. . . . id. 

» 

900 

id.  . 

. . . . id, 

)) 

. 1,000 

id. 

. . . . id. 

» 

. 1,100 

id.  . 

. . . . id. 

. 1,200 

id.  . 

. . . . id. 

)> 

. 1,300 

id.  . 

. . . . id. 

)) 

. 1,400 

id.  . 

. . . id. 

. 1,500 

id.  . 

. . . . id. 

» 

Acción  del  fuego  sobre  los  cuerpos  simples. 


A la  temperatura  ordinaria,  son  gaseosos  el  hidrógeno , el  ázoe,  el  cloro 
y el  oxigeno;  líquidos,  el  mercurio  y el  bromo;  el  (luor  no  ha  podido  ais- 
larse ; probablemente  es  gaseoso ; todos  los  demás  son  sólidos.  El  cianó- 
geno  (2)  es  gaseoso;  el  amonio  no  se  ha  podido  obtener  separado. 

Los  tres  cuerpos  simples  gaseosos , oxígeno , hidrógeno  y ázoe , son 
incoercibles;  el  cloro,  y más  el  cloro  húmedo,  á una  fuerte  presión  y 
baja  temperatura , pasa  al  estado  líquido.  Los  líquidos , mercurio  y bromo 
se  volatilizan  á la  temperatura  ordinaria  y más  á elevadas.  Se  solidifican 
á temperaturas  bajas:  el  mercurio,  de  39  á 40  grados  bajo  cero*  el 
cromo,  de  20  á 22  bajo  cero.  Los  sólidos  son  infusibles  ó fusibles.  ’ 

Son  infusibles  ó refractarios  : l.°  el  aluminio  y el  cromo  ; 2 0 el  manga- 
neso, hierro,  níquel  y cobalto  puros;  3.°  el  boro,  carbono  v silicio.  Todos 
los  demás  son  fusibles  á diferentes  temperaturas;  á menos  de  100  grados 


(')  Elementos  de  Física  ecoperimenlal . t.  I , p.  277. 

(2)  Estos  cuerpos,  ciauógeno  y amonio , son  compuestos ; 

ran  como  simples,  porque  se  conducen  como  tales. 


pero  los  químicos  los  conside- 


- m — . 

eí potasio  y el  sodio;  á más  de  100  grados , pero  á menos  de  400 , el  ar- 
sénico , azufre  y yodo ; el  arsénico  tiene  el  punto  de  fusión  tan  vecino  al  de 
volatilización , que  pasa  rápidamente  á vapor  (»).  A más  de  400 , pero  á 
menos  de  500  : l.°  el  bario , estroncio  y calcio  ; 4.“  el  zinc , plomo , bismuto, 
cadmio,  antimonio  y estaño.  A fuego  de  fragua,  interior  á 100  grados  pi- 
rométricos,  el  magnesio,  la  plata,  el  cobre  y el  oro.  A fuego  de  fragua, 
superior  á 100  grados  pirométricos  , el  manganeso,  hierro , níquel  y cobalto, 
carburados  ó siliciurados.  Al  soplete , el  platino. 

Los  infusibles  no  se  volatilizan:  los  fusibles  á más  de  100  grados  pi- 
rométricos solo  pueden  volatilizarse  al  soplete , si  este  les  puede  dar  de 
500  á 600  grados  más.  A menos  de  100  grados  pirométricos  se  volatilizan 
á fuego  de  fragua.  Los  demás  se  volatilizan , por  punto  general , á los 
300  grados  mas  allá  del  punto  de  su  fusión  (2). 

El  calórico  altera  todos  los  cuerpos  simples,  haciéndolos  entrar  en 
combinación  con  los  que  se  ponen  en  contacto  con  ellos. 

Acción  del  calórico  sobre  los  óxidos. 

Son  gaseosos  los  de  ázoe , cloro  y carbono.  Líquidos , los  de  hidró- 
geno y amonio.  Todos  los  demás  son  sólidos. 

Los  gaseosos  son  incoercibles , excepto  el  óxido  de  cloro  , que , á los 
18  grados  bajo  cero , pasa  á líquido. 

Los  líquidos  se  volatilizan , si  son  de  hidrógeno , á menos  de  100 , y á 
la  temperatura  ordinaria  en  el  vacío.  El  óxido  de  amonio  se  descompone, 
desprendiéndose  amoníaco.  A cero  se  solidifica  el  óxido  de  hidrógeno,  ó 
sea  el  agua,  en  agujas  con  ángulos  de  60  á 90  grados.  El  amonio , á 40 
grados  bajo  cero,  se  solidifica  en  masa  gelatinosa  ó cristales  de  un  brillo 
sedoso.  No  hay  ningún  óxido  sólido  volátil,  porque  antes  de  volatilizarse 
se  descomponen. 

Los  óxidos  sólidos  son  fusibles  ó infusibles : los  infusibles  se  dividen 
en  unos  que  no  se  funden  ni  se  descomponen ; en  otros  que  no  se  funden, 
porque  se  descomponen  antes  de  alcanzarla  temperatura  de  fusión.  En- 
tre los  infusibles  sin  descomponerse  figura  el  protóxido  de  estaño. 

Los  infusibles  por  descomposición  son  : l.°  los  óxidos  de  plata , plomo, 
mercurio  y oro;  4.°  los  bióxidos  y sesquióxidos,  ó que  tienen  muchos 
átomos  de  oxígeno , pasando  á óxidos  menos  oxidados. 

Son  fusibles  todos  los  demás , en  especial  sodos  los  protóxidos  de  me- 
tal fusible. 

El  grado  de  fusión  de  los  óxidos  es  vario , y siempre  está  relacionado 
con  la  fusión  del  metal,  por  punto  general  á temperatura  inferior. 

Son  infusibles  á todas  temperaturas,  pero  fusibles  al  soplete  de  oxí- 
geno é hidrógeno,  los  óxidos  de  bario,  estroncio,  calcio,  magnesio  y 
aluminio,  ó sea  las  tierras  alcalinas  y metales  terrosos.  Los  óxidos  de 
metales  fusibles  á temperaturas  no  muy  elevadas  son  también  fusibles 
sin  descomposición. 

El  fuego  por  sí  solo  no  altera  , aun  cuando  los  funda,  los  óxidos  alca- 
linos , las  tierras  alcalinas,  los  terrosos  y los  protóxidos  de  los  metales 
positivos;  pero  altera  : l.°  los  de  plata,  mercurio,  plomo  y oro , porque 
los  reduce  al  estado  de  metal,  desprendiendo  oxígeno;  2.  los  muy  oxi- 

(')  Es  ga s todo  cuerpo  que  se  halla  á la  temperatura  ordinaria  en  este  estado;  vapor  es 
todo  cuerpo  que  pasa  á gas  á temperaturas  aumentadas. 

{-)  Advierto  que  solo  comprendo  en  este  estudio  los  cuerpos  simples  mas  usados. 

TOXICOLOGÍA. — 40 


~ m — 

cenados,  porque  los  hace  perder  equivalentes  de  oxígeno;  3.® lossnb» 

óxidos,  porque  los  oxidan  más.  . . . , , 

Puestos  en  contacto  con  otros  cuerpos,  principalmente  el  carbono,  el 
hidrógeno  y los  fundentes,  el  fuego  los  descompone  todos. 


Acción  del  calórico  sobre  los  compuestos  en  uro. 

Son  gaseosos  el  cianógeno , amoníaco  (') ; los  carburos , el  fosfuro  y 
antimoniuro  de  hidrógeno  pueden  ser  sólidos. 

Son  líquidos:  l.°  las  amalgamas  con  exceso  de  mercurio;  2.  el  bi- 
sulfuro  de  amoníaco,  el  sulfuro  de  fósforo;  3.  los  cloruros  y cloridos, 
bromuros  y bromidos , metaloídicos  en  general , y el  fluoruro  de  fósforo, 
azufre  y arsénico. 

Todos  los  demás  son  sólidos. 

Los  gaseosos  se  descomponen  á temperaturas  elevadas ; á temperaturas 
bajas,  el  único  incoercible  es  el  protocarburo  de  hidrógeno.  Se  volatili- 
zan sin  descomposición  los  uros  metaloídicos  siguientes  : los  protocloru- 
ros  de  ázoe,  azufre  y arsénico,  el  sesquicioruro  y percloruro  de  carbono. 
Todos  los  demás  se  descomponen  al  volatilizarse. 

Los  uros  líquidos  se  solidifican  á cero  y mas  bajas  temperaturas.  To- 
das las  ligas  de  metales  fusibles  se  funden  sin  descomponerse , cuando 
no  se  diferencia  mucho  el  punto  de  fusión  de  cada  metal;  si  hay  diferen- 
cia , se  descomponen  ; es  lo  que  sucede  con  las  amalgamas , por  ser  vo- 
látil el  mercurio.  Los  uros  metálico-metaloídicos,  como  no  sean  de  mer- 
curio , se  descomponen  antes  de  volatilizarse.  Los  metaloídicos  se  vola- 
tilizan á temperaturas  poco  elevadas , á menos  de  200 ; á temperaturas 
mayores  se  descomponen. 

El  calórico,  por  sí  solo,  á fuertes  temperaturas,  descompone  casi  todos 
ios  uros,  tanto  mas  cnanto  mas  difiere  el  punto  de  fusión  de  sus  elemen- 
tos. Los  alcalinos  resisten  más.  En  contacto  con  otros  cuerpos , todos  se 
descomponen. 


Acción  dol  calórico  sobro  los  ácidos. 


Son  gaseosos : el  hiposulfuroso,  el  sulfuroso,  el  fosforoso,  el  carbó- 
nico, el  nitroso,  el  cloroso,  los  fluorácidos,  los  clorácidos  y los  hidrá- 
eidos. 

Son  líquidos:  el  sulfúrico,  nítrico,  y los  hidrácidos  hidratados:  el  hi- 
pocloroso,  hipofosforoso ; clorhídrico,  hiponítrico , clorido-nítrico  ; el 
dórico,  hiperclórico  y el  brómico  hidratados;  es  decir,  que  los  de  cloro, 
excepto  el  cloroso,  todos  son  líquidos. 

Los  acabados  en  ico  son  sólidos  por  punto  general , anhidros.  Todos 
los  demás  son  sólidos , incluso  el  sulfúrico  y nítrico  anhidros. 

Entre  los  gaseosos,  el  carbónico  sulfuroso  y clorhídrico  no  sufren  nin- 
guna alteración  por  el  calórico  solo.  Todos  ios  demás  gaseosos  se  des- 
componen á temperaturas  elevadas.  No  hay  ningún  ácido  gaseoso  in- 
coercible . todos  pueden  liquefiarse  y solidificarse  á temperaturas  bajas, 
como  el  carbónico.  Se  volatilizan  sin  descomponerse  á 106  grados  el 
clorhídrico,  á 86  grados  el  nítrico,  y á menos  de  40  grados  el  fluorhí- (*) 


(*)  Estos  cuerpos  figuran  entre  los  cuerpos  simples,  y ei  segundo  entre  ios  óxidos,  pol- 
las razones  indiadas  en  su  lugar ; pero  realmente  son  compuestos  en  uro  : el  cianogeno 
es  un  nxtruro  da  carbono,  y el  amoníaco  un  nitruro  de  hidrógeno. 


— m - 

dríco,  hiponítrico,  hipoclórico,  hipocloroso  y el  sulfúrico.  Eí  sulfúrico  y 
nítrico  se  solidifican  á temperaturas  bajas  y grandes  presiones.  Los  oxá- 
cidos  metálicos  son  en  general  fusibles  al  rojo  ó á 500  grados.  El  anti- 
monioso  es  íusible.  Los  metaloídicos , sólidos , son  fusibles  á menos  de 
100  grados.  El  silícico  solo  es  fusible  al  soplete.  El  arsenioso,  crómico  y 
bórico  se  volatilizan. 

El  fuego  por  sí  solo  descompone  todos  los  ácidos , excepto  el  carbó- 
nico, clorhídrico,  sulfuroso  y silícico.  En  contacto  con  otros  cuerpos,  los 
descompone  todos. 

Acción  del  calórico  sobre  las  sales. 

No  hay  ninguna  sal  gaseosa ; no  está  completamente  demostrado  que 
lo  sean  los  perfluoruros  de  manganeso  y cromo. 

Son  líquidos,  el  subíluoborato  amónico,  el  bicloruro  y sesquicloruro 
de  manganeso,  bicloruro  de  estaño,  nitrato  de  estaño,  y los  percloruros 
de  antimonio  y cromo.  Todas  las  demás  sales  son  sólidas. 

Son  volátiles  las  sales  líquidas  de  antimonio.  A temperaturas  bajas,  las 
sales  líquidas  cristalizan.  Las  sales  sólidas  son  fusibles,  cuando  lo  son  la 
base  y el  ácido,  y cuando  no  hay  mucha  diferencia  en  el  punto  de  fusión 
de  sus  elementos,  y tienen  mucha  fuerza  de  agregación  ó de  combina- 
ción , principalmente  las  de  potasio  y sodio. 

Las  sales  que  tienen  mucha  agua  de  cristalización , experimentan  dos 
fusiones,  la  ácuea  y la  ígnea:  la  primera  es  una  disolución  en  el  agua 
de  cristalización;  la  segunda  es  una  fusión  verdadera.  Las  sales  cristali- 
zadas por  la  vía  húmeda  son  las  únicas  que  presentan  esta  fusión  doble. 
Cuando  las  sales  tienen  poca  agua  de  cristalización , cuando  son  poco  so- 
lubles y se  funden  á mas  de  100  grados , no  ofrecen  la  fusión  áquea  ; en 
este  caso  decrepitan  ó dan  estallidos  y saltan  á pedacitos.  Las  sales  de 
base  y ácido  volátil  se  volatilizan;  tales  son  las  de  mercurio  y antimonio. 
Las  de  base  fija  y ácido  volátil , ó vice-versa , se  descomponen  antes  que 
se  volatilicen.  Las  temperaturas  á que  se  funden  y volatilizan  las  sales, 
son  por  punto  general  inferiores  á los  puntos  de  fusión  y volatilización 
de  sus  elementos  primitivos. 

El  fuego  por  sí  solo  descompone  la  mayor  parte  de  las  sales,  en  espe- 
cial si  tienen  poca  afinidad  sus  elementos;  y si  uno  de  ellos  es  fusible,  ó 
volátil , y otro  fijo,  ó cuando  hay  entre  los  dos  mucha  diferencia , en 
cuanto  al  punto  de  fusión  y volatilización.  No  se  descomponen  las  sales 
alcalinas , las  de  las  tierras  alcalinas,  ni  de  los  óxidos  terrosos,  por 
mucho  que  se  eleve  la  temperatura,  en  especial  si  son  sulfatos,  fosfatos 
y carbonatos.  Las  de  cal  y magnesia  sufren  descomposición  ; el  sulfato 
de  plomo  tampoco  se  descompone ; los  arsenitos  pasan  á arseniatos, 
dando  ácido  arsenioso  y arsénico.  Los  cloratos,  bromatos,  yodatos  y cia- 
dos pasan  á- cloruros,  bromuros,  yoduros  y cianuros;  es  decir,  que  de 
sales  anfidas  pasan  á aloídeas. 

Calentadas  con  carbón  , carbonatos  alcalinos  ó los  fundentes,  se  des- 
componen las  sales,  y á veces  hasta  en  sus  elementos. 

Solubilidad  ó acción  del  agua  sobre  los  cuerpos. 

Nociones  generales  sobre  el  agua. 

El  agua  es  un  compuesto  de  un  equivalente  de  oxígeno  y otro  ó dos 
volúmenes  de  hidrógeno:  es,  pues,  un  verdadero  óxido.  Siendo  líquido 


— ¡m  — 

i»  «pmneratura  ordinaria,  no  puede  faltarle  gran  facilidad  de  combina- 
rían con  una  multitud  de  cuerpos.  Su  calidad  de  óxido  le  hace  suscepti- 
ble de  representar  el  papel  de  base  en  unos  casos,  y en  otros  el  papel  de 
ácido ; cuando  representa  lo  último,  forma  los  hidratos.  El  agua  ejerce 
ana  acción  disgregadora  semejante  á la  del  calórico,  aunque  no  lar.  po- 
derosa; puesta  en  contacto  con  ciertos  cuerpos,  se  limita  á vencer  su 
tuerza  de  cohesión;  otras  veces  los  altera,  descomponiéndose  a su  vez. 
Cuando  el  agua  se  limita  á vencer  la  fuerza  de  agregación,  es  un  simple 
disolvente;  disuelve  los  cuerpos,  separando  sus  átomos  homogéneos. 
Cuando  los  altera,  cuando  entra  en  combinación,  ya  es  un  disolvente 
químico.  El  agua  puede  ser  absorbida  por  los  cuerpos,  ó adherirse  a sus 
átomos,  en  cuyo  caso  es  una  simple  humectación:  los  moja,  los  hu- 
mecta ; este  es  su  primer  efecto. 


Acción  del  agua  sobre  los  cuerpos  simples. 

En  rigor,  no  hay  ningún  cuerpo  simple  soluble;  si  por  solubilidad 
debe  entenderse  la  separación , sin  alteración  química  de  los  átomos  ho- 
mogéneos por  la  fuerza  disgregadora  del  agua.  Los  químicos  , sin  em- 
bargo, tienen  por  solubles  los  metales  alcalinos,  y un  poco  el  manganeso 
y los  cuerpos  simples  gaseosos.  Los  metales  alcalinos,  puestos  en  con- 
tacto con  el  agua,  ja  descomponen  á temperatura  ordinaria,  combinán- 
dose con  su  oxígeno,  pasando  á óxidos  y desprendiendo  hidrógeno,  que, 
siendo  gaseoso,  se  escapa,  produciendo  efervescencia;  los  óxidos  que  re- 
sultan son  sólidos.  Estos  óxidos  se  combinan  con  un  átomo  de  agua  no 
descompuesta,  formando  hidratos;  estos  hidratos  son  sales  sólidas,  cu- 
yos átomos  homogéneos  se  disuelven  en  la  restante  cantidad  de  agua. 

Como  siempre  que  hay  fijación  de  un  gas  ó paso  de  un  cuerpo  gaseoso 
á líquido,  y más  á sólido,  hay  desprendimiento  de  calórico  y aumento 
de  temperatura,  porque  ese  calórico  pasa  á termométrico,  el  agua  se  ca- 
lienta y hierve.  Resulta,  pues,  que  los  metales  alcalinos  no  se  disuelven, 
propiamente  hablando,  sino  que  pasan  , primero  á óxidos , luego  á hi- 
dratos sólidos,  y en  este  estado  son  disuelíos  : lo  que  se  disuelve , pues, 
son  los  hidratos  alcalinos.  En  este  sentido  son  muy  solubles  el  potasio  y 
el  sodio,  menos  los  restantes;  los  metales  terrosos  no  hacen  mas  que  hu- 
mectarse á la  temperatura  ordinaria  : de  100  á 200  grados  descomponen 
el  agua  , como  los  alcalinos;  se  oxidan  desprendiendo  hidrógeno,  y for- 
man hidratos  sólidos  que  no  se  disuelven  en  el  agua ; son , por  lo  mismo, 
insolubles  á todas  las  temperaturas.  Los  metales  siguientes:  hierro,  man- 
ganeso, cobalto,  zinc,  níquel , estaño  y cadmio  son  insolubles,  y no  des- 
componen el  agua  á la  temperatura  ordinaria:  de  bOO  á 700  grados  des- 
componen el  agua , como  los  alcalinos  á la  ordinaria.  Se  oxidan  des- 
prendiendo hidrógeno;  se  hidratan  y no  se  disuelven;  son,  pues , inso- 
lubles. A la  temperatura  ordinaria,  estos  mismos  metales  , añadiendo  un 
ácido,  descomponen  el  agua  , se  oxidan  y forman  sales  con  el  ácido,  so- 
lubles ó insolubles , según  la  regla  que  veremos  al  tratar  de  las  sales. 
Los  demás  metales  no  descomponen  el  agua,  ni  á temperatura  ordina- 
ria , ni  á elevadas,  ni  sola  , ni  con  la  adición  de  un  ácido , no  se  oxidan, 
por  lo  tanto,  ni  se  disuelven  ; solo  se  humectan. 

Resulta  de  todo,  que  solo  son  solubles  en  el  sentido  expuesto  los  meta- 
les alcalinos. 

Los  cuerpos  simples  gaseosos  se  introducen  en  los  poros  del  agua ; son 


— 629  — 

absorbidos  por  ella , mucho  el  oxígeno  y el  cloro,  poco  el  hidrógeno  y 
ázoe  Si  esto  se  llama  solubilidad  , son  solubles  en  el  agua.  A tempera- 
turas elevadas , de  500  grados  á 700  grados  : descomponen  el  agua , el 
carbono,  cloro,  bromo  y yodo,  pasando  al  estado  de  ácidos  y despren- 
diendo hidrógeno.  Pasa  por  muy  poco  soluble  á la  temperatura  ordinaria 
el  bromo;  todos  los  demás  son  insolubles  , y no  descomponen  el  agua  á 
ninguna  temperatura. 

Acción  del  agua  sobre  los  óxidos. 

En  rigor,  tampoco  hay  ningún  óxido  soluble.  El  agua  los  hidrata  todos 
ó los  humecta  simplemente  , y si  son  gaseosos , los  absorbe  mas  ó me- 
nos , según  su  peso  específico.  Los  óxidos  alcalinos , después  de  haberse 
hidratado,  se  disuelven;  en  este  sentido,  pues,  son  solubles.  Las  tierras 
alcalinas  se  hidratan  y se  disuelven  poco;  más  á temperatura  elevada 
que  á la  ordinaria:  son , pues , poco  solubles.  Los  metales  terrosos  y de- 
más óxidos  metálicos  se  hidratan  únicamente ; ninguno  se  disuelve  ni 
descompone  en  el  agua. 

Acción  del  agua  sobre  los  compuestos  en  uro. 

Los  compuestos  en  uro  alcalinos  son  los  únicos  solubles ; todos  los 
demás  son  insolubles  y no  alteran  el  agua.  Puesta  el  agua  en  contacto 
con  los  compuestos  en  uro  alcalinos,  potásico  y sódico,  hay  doble  des- 
composición; el  metal  alcalino  se  oxida  á expensas  del  oxígeno  del  agua, 
se  hidrata  y se  disuelve  el  hidrato;  el  hidrógeno  se  combina  con  el  ele- 
mento negativo  del  compuesto  en  uro,  y se  desprende  con  efervescencia, 
si  es  gaseoso. 

El  amoníaco,  en  contacto  con  el  agua , siendo  gaseoso,  es  absorbido; 
el  agua  es  descompuesta : un  átomo  de  hidrógeno  se  une  á los  tres  que 
tiene  el  amoníaco  y forma  el  amonio,  y el  átomo  de  oxígeno  del  agua, 
que  ha  perdido  su  hidrógeno,  se  combina  con  el  amonio,  formando  el 
óxido  de  amonio  ó amoníaco  líquido. 

Los  compuestos  en  uro  de  los  demás  metales  alcalinos  correspondien- 
tes á las  tierras,  hacen  otro  tanto  que  los  alcalinos  en  menor  escala. 

Todos  los  demás  compuestos  en  uro  metálicos,  metaloídicos  y metá- 
!ico-metaloídicos,  no  descomponen  el  agua  ni  son  solubles  en  ella. 

Los  gaseosos  son  absorbidos  ; por  lo  tanto,  se  disuelven  en  el  agua. 

Acción  del  agua  sobre  los  ácidos. 

Son  insolubles  y no  descomponen  el  agua  todos  los  ácidos  metálicos, 
el  ácido  silícico,  y un  poco  el  bórico. 

Son  solubles  todos  los  ácidos  gaseosos  y todos  los  demás  oxácidos.  Los 
oxácidos  solubles , que  son  sólidos,  forman  con  el  agua  ácidos  hidrata- 
cos’  que  son  sales  análogas  á los  hidratos,  solo  que  aquí  representa  el 
agua  el  papel  de  base. 

son  concentrados  los  ácidos,  cuando  tienen  poca  agua ; diluidos,  cuando 
ienen.mil cha • ^°.s  Auorácidos  y clorácidos  descomponen  el  agua,  por  ser 
sus  pnncipios  ávidos  de  oxígeno,  formando  el  cloro  bórico  y el  cloro  silí- 
cico, por  un  lado,  ácido  dórico  y ácido  silícico,  y por  otro,  ácido  clorhí- 
drico ; el  iluobónco  y el  fluosilícico,  por  un  lado,  ácido  bórico  v silícico 
y por  otro,  ácido  fluorhídrico. 

Los  hidrácidos  son  solubles. 


— -630  — 

Acción  del  agua  sobre  las  sales. 

Son  solubles:  l.°  todas  las  sales  de  base  simple  y muchas  de  base  do- 
ble de  potasa , sosa  y amoníaco,  neutras , básicas  ó acidas  , como  no  sea 
el  ácido  muy  insoluble,  ó no  cristalicen  en  el  acto  de  formarse;  2.  todas 
las  sales  de  ácido  fuerte,  neutras  ó ácidas,  como  los  sulfatos,  nitratos  y 
cloruros  ; advirtiendo  que  son  insolubles  , ó poco  solubles  , los  sulíatos 
de  barita , cal , estronciana  y plomo,  y los  protocloruros  de  plata  plomo 
y mercurio ; 3.a  todas  las  sales  ácidas,  aunque  el  ácido  sea  débil , como 

no  sea  insoluble  el  ácido.  , . , , . . . ,,, 

Son  insolubles  todas  las  sales  neutras  ó básicas  de  oxido  insoluble  y 
ácido  débil  ó insoluble.  Es  decir,  cfue  uncí  snl  es  soluble  ó insoluble  se— 
gurí  lo  son  ó no  sus  elementos ; sal  de  elementos  solubles , soluble ; sal 
de  elementos  insolubles,  insoluble;  sal  en  que  predomina  un  elemento 
soluble,  es  soluble,  y vice-versa. 

Resumen.  — Son  solubles:  l.°  los  metales  alcalinos  y los  metaloídicos 
gaseosos  ; 2.°  los  óxidos  y tierras  alcalinas;  3.°  los  compuestos  en  uro  al- 
calinos; 4.°  los  ácidos  gaseosos,  los  oxácidos  metaloídicos,  excepto  el 
silícico;  o.°  las  sales  de  potasa,  sosa  y amoníaco;  las  sales  de  ácido 
fuerte , excepto  los  sulfatos  y cloruros  dichos ; las  sales  ácidas , si  lo  es 
el  ácido. 

Los  metales  alcalinos  alteran  ó descomponen  el  agua  : á la  temperatura 
ordinaria , desprendiendo  hidrógeno;  los  terrosos  de  100  á 200  grados; 
los  del  cuarto  grupo,  inclusos  el  estaño  y cadmio,  descomponen  el  agua 
de  500  á 700  grados,  ó á la  ordinaria  añadiendo  un  ácido;  de  500  á 
700  grados  la  descomponen  el  carbono,  cloro,  bromo  y yodo ; y los  clor- 
ácidos  v fluorácidos. 

3.°  Color  ó acción  de  la  luz  sobre  los  cuerpos. 

Nociones  generales  sobre  la  luz. 

Los  cuerpos  que  reflejan  la  luz , ya  la  reflejen  casi  toda  , ya  solo  una 
parte  de  ella,  lo  efectúan  de  diferente  modo,  del  que  depende  el  color 
de  cada  cuerpo.  El  color  de  los  cuerpos  es  siempre  resultado  de  la  des- 
composición de  la  luz,  puesto  que  el  reflejo  de  toda  luz  constituye  el  co- 
lor blanco  y el  brillo,  al  paso  que  la  absorción  de  los  rayos  luminosos  da 
por  resultado  la  negación  de  la  luz  ó el  color  negro. 

Un  rayo  solar  tiene  tres  espectros  : uno  lumínico,  otro  termométrico,  y 
otro  químico.  Al  través  de  un  prisma  , cada  uno  de  estos  espectros  se 
divide  en  siete  rayos.  El  lumínico  tiene  siete  colores,  que  son  los  siguien- 
tes: violado,  añil,  azul  (oscuro),  azul  (claro),  verde,  amarillo,  anaran- 
jado y rojo.  El  calórico  termométrico  tiene  7 grados  de  temperatura.  El 
químico  tiene  7 grados  de  fuerza  química  ; en  el  violado  está  el  polo  ne- 
gativo, en  el  rojo  el  positivo.  El  polo  violado,  es  decir,  el  negativo,  des- 
compone cuerpos  que  forma  el  rojo,  y forma  otros  que  descomponen  el  úl- 
timo, ó sea  el  rojo. 

Como  el  espectro  lumínico  es  el  único  qúe  se  ve , es  lógico  sentar  que 
el  color  de  los  cuerpos  le  es  debido.  Los  cuerpos  opacos  descomponen, 
como  el  prisma,  la  luz,  solo  que  no  dejan  ver  mas  que  uno  de  los  colo- 
res del  espectro,  ó una  combinación  de  dos  ó más : este  color  es  el  que 
tienen.  ^ 


— 631  — 

Entre  el  color  y el  modo  como  se  equilibra  el  calórico  y la  fuerza  de 
agregación,  hay  relaciones  íntimas.  Los  cuerpos  que  tienen  mucha 
fuerza  de  agregación  y pocos  poros  ó espacios  intersticiales,  son  opacos; 
es  decir/ no  dan  paso  á la  luz;  y si  están  bruñidos,  tienen  brillo:  es  el 
carácter  de  todos  los  metales.  Los  cuerpos  sólidos  cristalinos,  de  crista- 
les grandes  ó poca  fuerza  de  agregación , son  transparentes , y,  por  loco- 
mun , no  tienen  color.  Los  cuerpos  líquidos,  por  razón  de  tener  muy 
vencida  la  fuerza  de  agregación,  y muchos  espacios  intersticiales,  son, 
por  punto  general,  transparentes  é incoloros.  Los  cuerpos  gaseosos,  sobre 
todo  los  gases,  son  también  en  su  mayor  parte  incoloros. 

El  espectro  químico  altera  muy  pocos  cuerpos  inorgánicos. 

Acción  de  la  luz  sobre  los  cuerpos  simples. 

Son  incoloros  los  gaseosos ; solo  el  cloro  amarillea  un  poco,  sobre  todo 
condensado  ó disuelto  en  el  agua.  Los  líquidos  son  : el  mercurio,  blanco- 
azulado  claro ; el  bromo,  rojo-moreno  de  jacinto.  Los  sólidos  en  polvo 
fino , si  son  metálicos , tienen  el  color  negro , excepto  el  cobre  y el  oro, 
que  son  rojo-morenos.  Si  son  metaloídeos , son  amarillos  el  fósforo  y azu- 
fre; morenos  ú oscuros,  el  yodo,  arsénico,  boro  y silicio.  Cuanto  mas 
fino  es  el  polvo  ú obtenido  por  la  vía  húmeda,  es  mas  pálido  el  color.  El 
carbono  cristalizado  (diamante)  es  incoloro,  transparente,  y descom- 
pone la  luz;  amorfo  el  carbono,  es  negro.  En  masa , son  amarillos  el  co- 
bre y oro;  el  primero  es  mas  rojizo , el  segundo  mas  amarillo.  Todos  los 
demás  metales  son  blancos  ó grises , tirando  á azul. 

Son  blancos  los  metales  alcalinos , los  terrosos,  la  plata  y el  estaño. 
Los  demás  son  blanco-azulados , ó agrisados ; cuando  bruñidos , tienen 
muchísimo  brillo  y un  blanco  mas  claro. 

La  luz  no  altera  mas  que  el  fósforo  y el  carbono;  el  fósforo  se  vuelve 
rojizo,  y el  carbono  se  combina  con  eí  oxígeno. 

Accíoü  de  la  luz  sobre  los  óxidos. 

Los  óxidos  gaseosos  y líquidos  son  incoloros.  Los  óxidos  sólidos  va- 
rían de  color,  no  solo  por  su  naturaleza,  sino  según  estén  anhidros  ó hi- 
dratados. Son  blancos  los  álcalis  , tierras  alcalinas,  la  alúmina,  que  ama- 
rillea un  poco ; la  manganesa  que  anhidra , es  morermsca  ; pj-otóxido  de 
hierro , zinc  , plomo,  bismuto , cadmio,  antimonio  y estaño.  Todos  estos 
óxidos  son  blancos,  sobre  todo  hidratados. 

Tienen  color  : el  óxido  de  cromo  es  gris  verde ; el  de  manganeso, 
anhidro,  gris  verde  ó morenusco;  sesquióxido  de  hierro,  hidratado,  ama- 
rillento; cobalto,  anhidro,  rojizo;  hidratado,  verdoso;  níquel,  anhidro, 
moreno;  hidratado,  verde;  plata,  morenusco  algo  agrisado;  peróxido 
de  plomo,  minio,  rojizo;  protóxido  de  cobre  , anhidro,  rojizo,  hidratado, 
azul;  deutóxidode  cobre,  verde;  platino  y oro,  morenuscos.  Los  óxidos 
metalóidicos  sólidos , morenuscos.  , , 

Por  punto  general,  la  luz  no  altera  los  óxidos;  solo  los  de  fácil  i educ- 
ción pueden  experimentar  la  pérdida  de  su  oxígeno  expuestos  á Ja  acción 
de  una  luz  fuerte  y prolongada.  El  óxido  de  oro  parece  el  único  redu- 
cible. 


63*2  - 


Acción  de  la  luz  sobre  los  compuestos  en  uro. 

i OS  gaseosos  son  incoloros.  Los  líquidos  son  muy  pocos  amarillentos  ó 
roiizos;  los  demás  son  incoloros.  Las  amalgamas  líquidas  son  g£l5>es< 

Los  compuestos  en  uro , sólidos,  tienen  colores  diferentes;  hay  poc 
ligas  rojas  ó amarillas , y son  principalmente  las  de  oro  y cobre;  las  de- 
más son  grises.  Las  amalgamas  sólidas  son  grises , excepto  las  de  potasio, 
sodio  y plata,  que  son  blancas , y las  de  cobre  , que  son  rojas. 

Los  fosfuros  metálicos  casi  todos  son  blancos;  y los  sulfuros  casi  todos 
negros.  Sólidos,  son  rojizos  los  sulfuros  de  potasio  y de  sodio,  y el  de 
amonio;  los  de  los  demás  metales  alcalinos  y terrosos  son  blancos:  di- 

sueltos  son  incoloros.  , , , 

Es  blanco  el  sulfuro  de  zinc , de  color  de  rosa  el  de  manganeso , ama- 
rillos los  de  arsénico , cadmio  v bisulfuro  de  estaño , moreno  de  choco- 
late el  protosulfuro  de  estaño,  rojo  de  sangre  el  de  antimonio.  Todos  los 

demás  son  negros.  , .. 

La  luz  altera  muy  pocos  compuestos  en  uro : el  tnsulfuro  de  hidrogeno 
se  pone  rojo  cuando  sólido ; líquido  se  descompone. 


Acción  de  la  luz  sobre  los  ácidos. 

Los  ácidos  gaseosos , hidrácidos , clorácidos  y íluorácidos  son  incolo- 
ros. Es  rutilante  el  ácido  nitroso ; amarillo-verdoso  el  cloroso. 

Los  ácidos  líquidos  son  incoloros  y transparentes;  solo  el  clorhídrico 
impuro  amarillea  un  poco. 

Son  blancos  los  ácidos  sólidos,  silícico,  arsénico,  arsenioso,  sulfúrico 
y nítrico  anhidros.  El  crómico  es  rojizo. 

La  luz  no  altera  ningún  ácido:  solo  el  nítrico  se  descompone  un  poco 
al  principio. 


Acción  de  la  luz  sobre  las  sales. 

La  mayor  parte  de  las  sales  son  incoloras  ó blancas.  En  este  estado  se 
encuentran  todas  las  de  base  y ácido  incoloro  y blanco.  Son  blancas  ó in  • 
coloras  todas  Jas  sales  de  los  metales  alcalinos;  las  de  los  terrosos,  ex- 
cepto algunas  de  manganeso,  que  tienen  el  color  de  rosa  pálido;  y las 
sales  de  zinc,  plata,  plomo,  mercurio,  bismuto,  cadmio,  antimonio  y 
estaño.  El  yoduro  de  mercurio  amarillea  lo  mismo  que  algunas  sales  de 

estaño.  El  protoyoduro  es  rojo.  Los  cromatos  de  todas  estas  sales  son 
amarillos. 

Tienen  color  las  sales  de  manganeso,  hierro,  níquel , cobalto,  cobre, 
platino , oro  y cromo.  Las  de  manganeso  son  de  color  de  rosa  pálido  ; las 
de  «ierro , si  son  de  protóxido  y están  disueltas  ó cristalizadas,  tienen  co- 
lor verde  esmeralda  ; las  de  sesquióxido  neutras , rojo  amarillo ; cuando 
acidas,  amarillo  rojo-claro;  las  de  níquel,  anhidras,  son  amarillas*  hi- 
dratadas, verdes;  las  de  cobalto,  anhidras,  azules  ó violadas*  hidratadas 
rojo  claro;  las  de  cobre,  anhidras,  azules  ó morenas;  hidratadas  ó di’ 
sueltas  , azules  ó verdes;  las  de  cobre  que  contienen  amoníaco  son  de  un 
hermoso  color  azul ; las  de  protóxido  de  platino , verde  morenusco  ; las  de 
bióxido  amarillas  ó amarillo-rojizas;  las  de  oro,  amarillas;  las  de  pro- 

nnC  pníf0”10’  verd?  esmeralda  i °s  cromatos  son  amarillos , más  ó me- 
nos rojizos,  según  el  predominio  del  acido. 


— 633  — 

La  luz  altera  muy  pocas  sales  , y entre  ellas  las  de  plata  y oro ; les  da 
un  color  oscuro. 


4.°  Ley  de  las  combinaciones , ó acción  de  la  electricidad  sobre  los  cuerpos. 


Nociones  generales  sobre  la  electricidad  como  agente  químico. 


Los  átomos  homogéneos  se  unen  en  virtud  de  la  fuerza  de  cohesión. 
Los  heterogéneos  se  unen  en  virtud  de  la  fuerza  de  afinidad.  Se  ha 
visto  que  todos  los  cuerpos , puestos  á la  acción  de  una  pila , se  dirigen  á 
uno  de  sus  polos,  por  lo  que  son  llamados  negativos  si  van  al  positivo, 
y vice-versa.  Esto  ha  hecho  considerar  á todos  los  cuerpos  dotados  de 
electricidad,  electricidad  que  en  estado  natural  es  neutra;  pero  habiendo 
cualquier  causa  capaz  de  desequilibrarla , se  manifiestan  en  cada  uno  de 
ellos  dos  electricidades  : una  positiva,  y la  otra  negativa.  El  cuerpo  que 
se  encuentra  en  este  desequilibrio  se  dice  que  se  halla  en  estado  polar , por- 
que sus  electricidades  forman  dos  polos : uno  positivo,  y otro  negativo. 

Semejante  estado,  no  solo  le  presentan  los  cuerpos  en  masa,  sino  cada 
uno  de  sus  átomos ; de  modo  que  el  estado  polar  de  un  cuerpo  es  la  suma 
del  estado  polar  de  cada  uno  de  sus  átomos.  Las  electricidades  opuestas 
obran  como  si  se  atrajesen  ; tanto  más,  cuanto  mas  intensa  es  la  fuerza  de 
cada  polo.  Las  electricidades  semejantes  obran  como  si  se  rechazasen  ; 
tanto  más , cuanto  más  igual  es  la  intensidad  de  cada  polo.  Las  electrici- 
dades , no  solo  hacen  esto  respecto  de  sí  mismas , sino  que  arrastran  los 
átomos  de  los  cuerpos  para  este  resultado.  Por  lo  mismo,  pues,  que  los 
átomos  heterogéneos  se  atraen  ó se  rechazan  impulsados  por  las  electri- 
cidades opuestas  ó semejantes , se  cree  que  no  hay  ninguna  fuerza  de 
combinación , sino  que  son  las  electricidades  las  que  forman  las  combi- 
naciones y descomposiciones  de  los  cuerpos.  Fuerza  de  combinación, 
pues,  y electricidad  positiva  ó negativa,  son  sinónimas. 

La  electricidad  obra  en  razón  inversa  de  las  distancias,  y en  directa 
de  la  energía  de  cada  polo,  y de  la  cantidad  de  átomos  de  una  misma 
electricidad ; los  átomos  de  los  cuerpos  heterogéneos  tienen  tanto  ó más 
tendencia  á combinarse , cuanto  mas  diferente  ú opuesta  es  su  electrici- 
dad; por  eso  el  oxígeno  tiene  tanta  fuerza  de  combinación  con  todos  los 
metales,  y tanta  más  cuanto  más  distan  de  él  en  la  lista  ó série  en  que 
están  puestos,  según  su  modo  de  conducirse  en  la  pila. 

, La  teoría  que  explica  las  combinaciones  de  los  cuerpos  por  la  intluen 
cia  de  la  electricidad , se  llama  teoría  electro-química  (!). 

. Las  electricidades  diferentes,  no  solo  unen  un  cuerpo  simple  con  otro 
simple , sino  que  cuando  se  les  acerca  un  tercero  , este  se  une  con  uno  de 
ellos , desalmando  al  otro , dejándole  por  lo  mismo  en  estado  libre  ó na^ 


P)  Elh»ardo  Robín,  químico  francés,  notable  por  su  gran  talento  sintético  y geiierali-- 
z,a  01  > explica  la  acción  química  de  los  cuerpos  de  un  modo  muy  diferente,  sin  e ausi  m 
do  la  electr'CKlad.  Haco  depender  las  combinaciones  de  la  fusibilidad,  estabilidad  y solubi- 
,le  mtK,o  que,  según  dicho  autor,  el  calor,  no  la  electricidad , es  la 


sur  les  compases  bina  iros , specialement  par  voie  seche  ; nouvelle  llióorie  do  la  fusión  gasouse 
el  du  modo  d action  do  la  chaleurdans  la  fusión,  la  volalisation  ot  la  descomposition.— 
I’ropnélés  chimiquoá  fundamentales,  alabililé  , soínbilitó.  Documenta  par  Eduard  Robín. 


Aun  cuando  tengo  en  alta  estima  osla  doctrina  do  Robín,  y croo  que  acabará  por  sor  ge 
lioralmonle  adoptada,  aquí  ho  debido  referirme»  a la  epu  liona  mas  general  aceptación. 


- G34  - 

cíente.  Estas  uniones  se  verifican  siempre  entre  los  átomos  de  elcctrieí 
dades  mas  opuestas.  Cuando  un  cuerpo  compuesto  se  une  con  otro  com- 
puesto, forman  combinación , si  ios  dos  compuestos  tienen  las  condicio- 
nes de  elementos,  ó mejor  si  se  encuentran  todavía  con  predominio  de 
electricidades  opuestas;  en  el  caso  contrario  se  descomponen  mutua- 
mente para  unirse  entre  sí  sus  elementos  de  electricidades  contrarias; 
por  ejemplo:  l.°el  azufre  y el  plomo  se  combinan  y forman  el  sulfuro 
de  plomo,  por  razón  de  ser  dos  cuerpos  de  electricidades  dilercntes  , si 
á este  sulfuro  se  añade  potasio , este  se  une  con  el  azufre  y forma  sulfuro 
de  potasio;  el  plomo  queda  desalojado ; 2.°  si  el  ácido  sulfúiico  se  une 
al  óxido  de  potasio,  se  combina  sin  descomponerse,  como  si  fueran  sim- 
ples, formando  el  sulfato  de  potasa.  El  ácido  sulfúrico  conserva  la  con- 
dición de  elemento  negativo,  porque  predomina  en  él  esta  electricidad, 
y,  por  la  misma  razón , el  óxido  de  potasio  conserva  la  condición  de  ele- 
mento positivo.  Es  decir,  por  último,  que  siempre  que  se  presenten  un 
elemento  ó átomo  simple  ó binario  en  contacto  con  otro  elemento  simple 
ó binario  de  electricidad  opuesta,  podrán  formar  combinación. 

Si  á un  cuerpo  formado  por  un  óxido  y un  ácido  se  añade  otro  óxido, 
el  óxido  del  compuesto  quedará  desalojado  ; si  en  vez  de  óxido  es  ácido, 
quedará  desalojado  el  ácido;  por  ejemplo  : si  al  sulfato  de  hierro  se  añade 
potasa , el  óxido  de  hierro  queda  desalojado ; si  al  arsenito  de  potasa  se 
añade  ácido  sulfúrico , queda  desalojado  el  ácido  arsenioso.  Los  autores 
resumen  esta  ley  diciendo : « qtte  todo  cuerpo  mas  positivo  desaloja  al  me- 
nos positivo;  y lo  mismo  respecto  al  negativo. » Esta  ley  es  falsa , tanto 
en  las  combinaciones  entre  átomos  simples , como  respecto  á los  de  áto- 
mos compuestos. 

Ejemplos. — El  oxígeno  y el  potasio  son  los  dos  cuerpos  mas  opuestos 
en  electricidad;  el  carbono  es  mucho  menos  negativo  que  el  oxígeno,  y, 
sin  embargo,  puesto  en  contacto  con  la  potasa , ai  fuego,  se  combina  con 
el  oxígeno  y reduce  el  potasio.  El  carbono  es  mucho  menos  negativo , y, 
sin  embargo,  con  la  ayuda  del  fuego  reduce  todos  los  óxidos:  luego  no 
es  cierta  la  ley  de  los  autores  que  hemos  expuesto.  El  ácido  carbónico  es 
mucho  menos  negativo  que  el  ácido  sulfúrico,  y,  sin  embargo,  puede, 
en  diferentes  circunstancias,  desalojar  al  ácido  sulfúrico. 

La  verdadera  ley  de  las  combinaciones , que  no  tienen  excepción  nin- 
guna, es  la  siguiente  : «Todo  átomo  simple  polarizado  ó con  electricidad 
«desequilibrada,  tiende  á unirse  con  otro  átomo  polarizado  también  , ó 
»que  él  polariza,  y forma  combinación,  o Otro  tanto  sucede  entre  los  áto- 
mos compuestos.  «Todo  cuerpo  compuesto  polarizado  tiene  tendencia  á 
«unir  cada  uno  de  sus  elementos  simples  ó compuestos  á otros  elemen- 
» tos  que  le  vengan  de  fuera , sean  más  ó menos  positivos , más  ó menos 
» negativos  que  los  suyos , produciendo  doble  descomposición  y dobles 
«combinaciones,  siempre  que  entre  los  átomos  separados  haya  bastante 
«fuerza  de  combinación  , ó bastante  diferencia  de  electricidad  para  com- 
» binarse,  y circunstancias  que  no  contraríen  esta  combinación.» 

Ejemplos.  — Dos  átomos  heterogéneos  unidos,  polarizados,  á la  presen- 
cia de  un  tercero  de  naturaleza  diferente , se  separan , sea  cual  fuere  el 
mayor  ó menor  grado  de  electricidad  del  tercero;  y el  que  tiene  la  elec- 
tricidad mas  opuesta  se  une  con  él.  Si  el  cuerpo*  desalojado  encuentra 
una  cantidad  del  desalojante  que  sobre , se  une  con  ella ; por  ejemplo  : el 
azufre  y el  plomo , combinados  , se  hallan  en  estado  neutro , se  funden  y 
quedan  polarizados ; se  une  potasio , el  azufre  se  combina  con  el  pota- 


- 635  — 

sio,  y el  plome  queda  separado ; pero  hay  una  cantidad  de  potasio  sobran- 
te , se  une  con  el  plomo , y resultan : sulfuro  de  plomo  por  un  lado  , y 
plumburo  de  potasio  por  otro.  Un  óxido  y un  ácido  combinados  , se  ha- 
llan en  estado  neutro ; sulfato  de  hierro,  por  ejemplo,  se  disuelve  y queda 
polarizado ; se  le  añade  entonces  potasa , el  ácido  sulfúrico  se  une  con  la 
potasa  y forma  sulfato  de  potasa ; el  óxido  de  hierro  queda  desalojado.  Si 
en  vez  de  añadir  potasa  sola  se  añadiese  nitrato  de  potasa , la  potasa  del 
nitrato  se  uniría  al  ácido  del  sulfato  de  hierro,  y el  óxido  de  hierro  del 
sulfato  se  uniría  al  ácido  del  nitrato  de  potasa. 

Siempre,  pues,  que  hay  polarización  entre  las  sales,  hay  cruzamiento, 
cambio  mutuo  de  sus  bases  y sus  ácidos , sea  cual  fuere  el  grado  de  elec- 
tricidad de  cada  uno  de  estos  elementos.  Este  doble  cruzamiento , no  solo 
se  verifica  entre  las  sales , sino  entre  una  sal  y un  óxido  ó ácido  hidrata- 
dos, porque  en  uno  y otro  caso  el  agua  representa  un  elemento  análogo, 
ya  á la  base  , ya  al  ácido  de  una  sal. 

Ejemplos.— Guando  al  sulfato  de  hierro  se  añade  potasa  hidratada  , el 
agua  representa  el  papel  del  ácido ; el  doble  cruzamiento  se  verifica  de 
esta  suerte ; el  ácido  sulfúrico  del  sulfato  se  combina  con  la  potasa ; el 
óxido  de  hierro  se  combina  con  un  átomo  de  agua  de  la  potasa  y forma 
el  óxido  de  hierro  hidratado.  El  sulfato  de  potasa,  en  contacto  con  ácido 
nítrico  hidratado , cede  su  potasa  al  ácido  nítrico  y forma  nitrato  de  po- 
tasa , y cede  su  ácido  sulfúrico  al  agua  del  ácido  nítrico,  formando  ácido 
sulfúrico  hidratado.  Para  ver  claro  este  cruzamiento  debe  ponerse  siem- 
pre la  fórmula  de  una  sal  debajo  de  la  otra  sal , ó de  un  óxido,  ó de  un 
ácido  hidratado ; tirar  una  línea  del  óxido  de  la  sal  que  está  arriba  al 
ácido  ó agua  de  la  sal  ó hidrato  que  está  debajo,  y otra  que  cruce  la  pri- 
mera , del  ácido  á la  base. 

Polarizan  los  cuerpos:  l.°  el  fuego;  2."  la  acción  de  un  disolvente;  3.° 
la  acción  de  un  cuerpo  de  electricidad  predominante  ó de  mucha  fuerza 
química  , como  los  ácidos  y álcalis  fuertes;  4.*  la  electricidad. 


Influencia  sobre  la  fuerza  de  combinación. 

Influyen  en  los  resultados  de  las  combinaciones  : l.u  la  fuerza  de  agre- 
gación de  los  cuerpos;  2.°  la  temperatura ; 3.°  el  peso  específico  ; í.°  el 
estado  libre  ó de  combinación  ; 5.°  la  cantidad  de  cada  elemento,  y 6.°  lo 
que  se  llama  la  fuerza  catalítica,  ó sea  la  presencia  de  un  cuerpo  que  hace 
entrar  en  combinación  á otros  dos,  ora  será  tomando  él  parte  en  la  com- 
binación, ora  no  tomándola,  y que  sin  él  no  se  combinaria;  v.  g. , el 
oxígeno  é hidrógeno  no  se  combinan  directamente  á ninguna  tempera- 
tura; absorbidos  por  la  esponja  de  platino  se  combinan;  el  platino,  pues, 
ejerce  la  fuerza  catalítica. 

Completemos  esta  ojeada  con  otra  sobre  las 

Propiedades  físicas  de  los  cuerpos. 

En  la  descripción  de  un  cuerpo  no  deben  entrar  las  propiedades  gene- 
rales de  la  materia , ó lo  que  es  lo  mismo,  la  extensión,  divisibilidad  é 
impenetrabilidad,  porque  todos  los  cuerpos,  siendo  materia,  las  tienen. 

lampoco  deben  figurar  las  propiedades  generales  de  los  cuerpos,  á 
saber  : porosidad  , dilatabilidad  , contractilidad , compresibilidad  y elas- 
ticidad, porque,  absolutamente  hablando,  todos  las  tienen,  debiendo 


- 636  - 

hacerse  mención  de  ellas  solo  en  los  casos  en  que  un  cuerpo  las  tenga 
tan  notables  que  le  impriman  carácter. 

Las  propiedades  físicas  que  deben  figurar  en  la  historia  de  un  cuerpo, 
son  las  que  á continuación  se  expresan  : 

Estado. — Forma.  — Consistencia  con  todas  las  propiedades  que  supone 
ó excluye. — Calórico  específico  , ó capacidad  para  él. — Conductibilidad 
para  el  calórico. — Mudanzas  de  volumen  y estado  bajo  el  influjo  del  ca- 
lórico, sucesivamente  aumentado  ó disminuido. — Peso  específico.  — Pro- 
piedades ópticas ; brillo,  opacidad,  trasparencia  y color. — Conductibili- 
dad para  el  fluido  eléctrico.  — Polaridad  magnética.  — Poder  absorbente 
con  relación  á los  gases.  — Olor.  — Sabor. 

Todas  estas  propiedades  están  íntimamente  relacionadas  con  el  modo 
como  se  equilibra  en  un  cuerpo  la  fuerza  de  agregación  con  la  expan- 
siva del  calórico. 

1.*  Estado. — Ya  le  vimos  al  tratar  de  la  acción  del  calórico. 

2. 4 Forma. — Los  cuerpos  gaseosos  no  tienen  forma  determinada  ; la 
decide  el  vaso  que  los  contiene ; otro  tanto  debe  decirse  de  los  líquidos. 
Los  sólidos  son  cristalinos  ó amorfos ; son  cristalinos  los  solubles  ó fusi- 
bles , sobre  todo  á bajas  temperaturas , si  no  se  reblandecen  antes  de 
fundirse.  Entre  los  cuerpos  simples  son  cristalinos  el  antimonio  , el  es 
taño , el  bismuto,  el  azufre , el  arsénico  y el  carbono  natural  (diamante). 
Todos  los  demás  son  amorfos.  Son  amorfos  también  todos  los  infusibles, 
igualmente  que  los  fusibles,  al  descargo  de  una  batería  eléctrica,  al  so- 
plete, á grandes  temperaturas,  ó á menos,  si  se  reblandecen  antes  de 
fundirse.  Los  fusibles  á temperaturas  no  muy  elevadas  están  en  masa 
aglomerada  ó esponjosa;  los  infusibles  ó los  fusibles  al  soplete  ó á tem- 
peraturas pirométricas  muy  elevadas,  están  en  polvo. 

3.®  Consistencia. — Llaman  los  autores  blando  al  cuerpo  que  se  deja  ra- 
yar, y toman  ciertos  tipos  para  comparar  con  ellos  los  cuerpos  , en  el 
órden  siguiente : 

1.*  Talco.— 2.*  Yeso. —3. ° Espato  de  Islandia.— 4.°  Espato-flúor.  — 5.’ 
Fosfato  de  cal.  — 6.°  El  felzpato.  — 7.°  El  cuarzo  (cristal  de  roca).— 8.°  E! 
topacio.  — 9.°  El  coridon  ó alúmina  cristalizada. — 10.  El  diamante. 

Al  talco  y al  yeso  los  raya  la  uña. 

El  espato  de  Islandia,  el  espato-flúor  y el  fosfato  de  cal,  sesquibásico 
cristalizado , los  raya  una  punta  de  acero. 

El  felzpato , el  cuarzo,  el  topacio  y el  coridon  rayan  el  vidrio. 

El  diamante  raya  todos  los  cuerpos , y no  lo  raya  mas  que  él  mismo; 
por  lo  mismo  es  él  mas  duro. 

Para  tener  una  idea  verdadera  de  la  blandura  y dureza  de  los  cuerpos 
debe  tomarse  por  base  el  modo  cómo  el  calórico  obra  sobre  los  átomos. 
Son  blandos  e n este  sentido  los  cuerpos  , cuando  la  fuerza  de  agregación 
consiente  cierta  movilidad  á los  átomos  para  ceder  á un  impulso  mecá- 
nico , mudando  de  posición  sin  separarse  de  la  masa.  Son  duros , aque- 
llos cuya  fuerza  de  agregación  consiente  poca  movilidad  á los  átomos, 
á la  acción  de  un  impulso  mecánico , separándose  de  la  masa  por  poco 
fuerte  que  sea  el  impulso.  Los  cuerpos  duros  se  dividen  en  compactos  y 
altamente  frágiles , y otros  terrosos.  Distfnguense  los  primeros  de  los  se- 
gundos en  que  hay  mucha  fuerza  de  agregación  , no  solo  entre  los  áto- 
mos, sino  entre  los  grupos  de  átomos,  al  paso  que  los  segundos  tienen 
mucha  fuerza  de  agregación  entre  los  átomos , y poca  entre  los  grupos  de 
átomos. 


- 637  - 

La  blandura  y dureza  suponen  y excluyen  una  porción  de  propieda- 
des; por  lo  mismo  que  un  cuerpo  blando  permite  que  sus  ¿tomos  muden 
de  posición , bajo  un  impulso  mecánico , sin  separarse  de  la  masa,  debe 
ser  rayable , sin  formar  polvo;  debe  ser  tenaz,  dúctil,  flexible,  malea- 
ble, soldable,  cortable,  y no  puede  reducirse  á polvo  con  la  percusión 
y trituración ; para  tomar  la  forma  de  polvo  necesita  ser  limado  ó preci- 
pitado por  una  reacción  química , ó bajarle  la  temperatura  que  le  dé  du- 
reza , ó aumentarle  la  temperatura  si  es  susceptible  de  cristalizar  con  ella 
ó fundirle  y volatilizarle,  enfriándole  bruscamente  con  corrientes  de 
cuerpos  que  no  se  combinen  con  él. 

El  cuerpo  duro , al  contrario,  por  lo  mismo  que  no  consiente  movi- 
miento entre  sus  átomos  , y se  apartan  de  la  masa  por  un  impulso  mecá- 
nico , no  puede  tener  ninguna  de  las  propiedades  que  supone  la  blan- 
dura , y debe  ser  frágil , con  fractura  conchoídea  ó filamentosa , si  está 
en  masa  aglomerada;  granulosa  ó angulosa,  si  está  en  masa  cristalina;  se 
pulveriza  con  la  percusión  y es  elástico  y sonoro. 

La  masa  influye  mucho  en  estas  propiedades ; así , una  gran  masa  de 
hierro  no  es  tan  flexible  como  un  alambre. 

í.°  Calórico  especifico.’— Se  entiende  por  calórico  específico  la  cantidad  de 
calórico  que  se  necesita  para  afectar  un  grado  de  temperatura.  Como  el 
calórico  se  aloja  en  los  espacios  intersticiales  de  los  cuerpos,  y no  se  hace 
termométrico  hasta  que  es  expulsada  la  cantidad  excedente , resulta  que 
cuantos  mas  espacios  intersticiales  tenga  un  cuerpo , mas  cantidad  de  ca- 
lórico debe  retener,  y por  consiguiente,  tardará  mas  en  expulsarle ; luego 
para  afectar  un  grado  del  termómetro,  necesitará  mas  cantidad  , ó lo  que 
es  lo  mismo , tendrá  mas  capacidad  para  el  calórico,  ó mas  calórico  es- 
pecífico. Por  lo  mismo  tendrán  mucha  capacidad  los  gases;  después  de 
estos,  los  líquidos;  después,  entre  los  sólidos,  los  terrosos,  los  esponjo- 
sos, y así  sucesivamente  según  lo  compacto  de  la  masa:  es  decir,  según 
la  mayor  ó menor  separación  de  sus  átomos. 

í>.°  Conductibilidad  para  el  calórico.  — Son  malos  conductores  deí  caló- 
rico los  cuerpos  que  tienen  muchos  espacios  intersticiales , ó muy  separa- 
dos los  átomos , y vice-versa ; por  consiguiente , son  malos  conductores 
los  líquidos,  los  gases,  los  cuerpos  esponjosos,  y buenos  los  de  masa 
compacta. 

6. °  Mudanzas  de  volumen  y estado  bajo  el  influjo  del  calórico,  sucesivamente 
aumentado  ó disminuido.  — El  calórico  dilata  los  sólidos,  líquidos  y gaseo- 
sos de  una  manera  desigual  á cada  grado  de  temperatura. 

Si  los  gaseosos  son  naturalmente  gases,  los  dilata  de  una  manera 
uniforme. 

Todo  el  calórico  que  recibe  un  cuerpo  sólido , se  emplea  en  dilatarle, 
hasta  que  llega  el  punto  de  fusión  , que  le  hace  mudar  de  estado.  Otro 
tanto  sucede  respecto  de  los  líquidos  hasta  el  punto  de  volatilización. 

El  calórico  , sucesivamente  disminuido,  contrae  los  cuerpos  gaseosos, 
líquidos  y sólidos,  y los  contrae  desigualmente  á cada  grado  de  tempera- 
tura, excepto  los  gases,  que  es  de  un  modo  uniforme;  todo  esto  depende 
de  la  tuerza  de  agregación.  El  calórico  dilata  mucho  los  gases,  menos 
los  líquidos  , muy  poco  los  sólidos,  y tanto  menos,  cuanto  mayor  es  su 
fuerza  de  agregación : lo  mismo  puede  decirse  respecto  al  calórico  dis- 
minuido en  cuanto  á la  contracción. 

7. °  Peso  especifico. — Es  la  expresión  de  la  fuerza  de  gravedad  ejercida 
sobre  cada  átomo  del  cuerpo.  Cuantos  mas  átomos  tenga  un  cuerpo  en 


| ti.— De  los  reactivos  mas  usados  en  las  operaciones  analíticas. 

Dáse  el  nombre  de  reactivo  á toda  sustancia  ó cuerpo  que , con  su  ac- 
ción química , revele  la  presencia  de  otro  por  medio  de  algún  fenómeno 
físico  sensible. 

Por  reacción  se  entiende  la  manifestación  de  la  acción  química  de  un 
cuerpo  sobre  otro,  por  medio  de  uno  ó mas  fenómenos  físicos,  accesibles 
á los  sentidos. 

La  presencia  de  un  cuerpo  se  revela,  ó por  su  precipitación , esto  es, 
por  la  formación  de  un  cuerpo  insoluble,  que  se  va  al  fondo  del  vaso’, 
del  color  de  ese  cuerpo  que  precipita,  ó por  un  enturbiamiento  de  licor,  ó 
por  la  formación  de  copos  gelatinosos,  ó de  cristales,  ó por  simple  colo- 
ración del  mismo,  ó por  una  efervescencia , formación  de  burbujas  de  gas 
que  se  escapan  al  través  del  líquido,  ó por  desprendimiento  de  vapores  ó 
gases  de  este  ó aquel  color,  por  el  de  olores,  por  aumento  de  temperatura; 
en  una  palabra,  por  ciertos  fenómenos  físicos,  por  ciertas  mudanzas  sen- 
sibles , manifiestas  y fáciles  de  apreciar  por  el  que  opera.  Siempre  que, 
poniendo  en  acción  dos  ó mas  cuerpos,  veamos  que  acto  continuo,  ó algún 
tiempo  después,  se  presenta  cualquiera  de  esas  mudanzas,  de  esos  fenó- 
menos físicos , decimos  que  hay  reacción , y puede  llamarse  reactivo  el 
cuerpo  que  da  lugar  á esos  fenómenos. 

Los  reactivos  tienen  varios  usos : unos  sirven  para  operar  por  la  vía 
seca ; otros,  para  operar  por  la  via  húmeda.  Ya  llevamos  dicho  que  se  opera 
por  la  via  seca,  cuando  se  emplean  los  cuerpos  al  estado  sólido  y al  fuego 
sin  concurso  de  líquidos,  y por  la  via  húmeda , cuando  se  emplean  líquidos 
que  disuelvan,  ya  á la  temperatura  ordinaria,  ya  á temperaturas  elevadas. 

Los  reactivos  para  operar  por  la  vía  seca , unos  sirven  para  la  desagre- 
gación de  los  cuerpos  insolubles , y son  los  sulfatos  de  las  tierras  alcalinas, 
de  barita , cal , etc. , los  silicatos , los  carbonatos  de  sosa  y potasa  y la  ba- 
rita-, otros  sirven  para  operar  con  el  soplete , y son  el  carbonato  sódico , el 
fosfato  ídem,  el  arsenito  sódico,  el  bórax,  y en  ciertas  circunstancias  el  ácido 
bórico,  el  nitrato  coballoso,  el  óxido  de  cobre,  el  espato- flúor  pulverizado , el 
estaño  en  limaduras,  el  hierro,  el  bisulfato  potásico  y el  ácido  silícico. 

Los  reactivos  por  la  via  húmeda  son  también  varios,  y unos  ejercen  una 
acción  común,  otros  propia  ó particular  de  sustancias  determinadas. 

Son  comunes,  generales  de  los  autores,  los  que  revelan  á la  vez  mas  ó 
menos  número  de  cuerpos  de  esta  ó aquella  clase  ó grupo,  sin  determinar 
particularmente  á ninguno  de  ellos,  por  medio  de  una  reacción  que  les  es 
común. 

Los  particulares  ó propios  son  los  que  determinan  tal  ó cual  cuerpo  por 
medio  de  una  reacción  que  les  es  exclusiva , si  no  de  un  modo  absoluto, 
de  un  modo  relativo  á las  circunstancias  en  que  se  aplica. 

Como  ejemplos  de  reactivos  comunes  ó generales  pueden  citarse  : los  lla- 
mados disolventes  simples , como  el  agua  , el  alcohol , el  éter  y el  sulfuro  de 
carbono ; y los  disolventes  químicos,  como  el  ácido  clorhídrico , el  nítrico,  el 
clorido-nitrico , ó agua  régia , el  ácido  acético  y el  cloruro  amónico ; el  pa- 
pel azul  de  tornasol,  su  tintura,  el  de  Dalia,  que  revelan  los  ácidos;  el  rojo 
de  tornasol,  el  jarabe  de  violetas  que  revelan  los  álcalis;  el  agua,  el  alco- 
hol, el  éter  que  revelan  los  solubles;  el  ácido  sulfhídrico,  el  sulfuro  amónico, 
los  carbonatos  alcalinos  que  descubren  grupos  de  bases  metálicas  ; el  clo- 
ruro bárico,  el  nitrato  de  plata  que  descubren  grupos  de  ácidos  inorgáni- 
cos, etc. , etc. 


_ m — 


N incuno  de  esos  reactivos,  ai  .«velar  ¡a  presencia  de  un  ácido,  de 
álcali,  de  un  cuerpo  soluble,  de  una  base  metálica,  de  un  ácido 
inorgánico , etc.  , determinan  qué  ácido,  qué  álcali , qué  cuerpo  soiubie, 
qué  base  metálica,  ni  qué  ácido  orgánico  es,  como  no  sea  por  otro  fenó- 
meno físico  que  acompaña  al  que  le  constituye  reactivo  común. 

Como  ejemplos  de  reactivos  propios,  pueden  citarse:  una  sal  de  cobre 
para  el  amoniaco,  el  carbonato  amónico  para  la  magnesia , el  sulfato  calcico 
para  la  barita,  estronciana  y cal,  cada  una  de  cuyas  bases  revela  de  dife- 
rente modo;  el  almidón  del  yodo,  el  ácido  nítrico  de  la  morfina,  etc. , ele 

A veces  eí  ser  propio  no  quiere  decir  que  sea  exclusivo;  pero  dadas  cier- 
tas condiciones , es  como  si  lo  fuera  : por  ejemplo  , el  cloruro  platínico  da 
con  la  potasa  y con  el  amoníaco  un  precipitado  amarillo  de  canario;  es, 
pues,  común  á Jas  dos  bases;  pero  si  una  sal  do  potasa  , tratada  antes  con 
este  álcali , no  da  olor  amoniacal,  y luego  de  tratada  con  el  cloruro  platí- 
nico, precipita  en  amarillo  de  canario;  ese  cloruro  es  un  reactivo  propio 
ó particular  de  la  potasa,  porque  la  determina. 

El  sulfato  cálcico , aunque  tiene  de  común  precipitar  las  sales  de  ba- 
rita y estronciana,  se  hace  reactivo  especial  ó propio  de  cada  una  de  esas 
bases  y de  la  cal,  porque  precipita  en  el  acto  las  de  barita;  tarda  en  pre- 
cipitar las  de  estronciana,  y nc  precipita  las  de  cal. 

El  ácido  sulfhídrico  , aunque  es  un  reactivo  común  de  muchas  bases 
metálicas,  se  hace  propio  de  las  sales  férricas,  porque  da  con  ellas  un 
precipitado  blanquecino  que  es  azufre,  lo  cual  no  iiace  con  ningún  otro; 
las  particulariza,  pues;  así  como  particulariza  las  de  antimonio  y las  es- 
tañosas,  porque  el  precipitado  tiene  un  color  que  ningún  otro  precipitado 
por  ese  ácido  tiene. 

Los  reactivos  comunes  io  son  de  mayor  ó menor  número  de  cuerpos; 
así  como  el  papel  azul  de  tornasol  io  es  de  lodos  los  ácidos ; el  rojo , de 
todos  los  álcalis;  el  ácido  sulfhídrico  no  lo  es  de  todas  las  bases  metáli- 
cas , ni  el  cloruro  bárico,  de  todos  los  ácidos  inorgánicos,  ni  el  cálcico, 
de  todos  los  orgánicos. 

La  fuerza  ó intensidad  con  que  los  reactivos  revelan  la  presencia  de 
ciertos  cuerpos  se  llama  valor  del  reactivo,  y no  es  igual,  ni  en  todos  los 
reactivos,  ni  en  uno  mismo,  respecto  de  todos  los  cuerpos,  con  los  cuales 
entra  en  acción. 


bajo  este  punto  de  vista,  los  reactivos  se  llaman  característicos , cuando 
dan  una  reacción  muy  manifiesta , terminante  y señalada ; tal  es , por 
ejemplo,  la  de  una  sal  de  cobre  con  el  amoníaco ; la  del  yodo  con  el  al- 
midón ; la  del  ácido  nítrico  con  la  morfina ; la  del  cianuro  férrico  potásico 
con  las  sales  de  hierro,  etc. , etc. 

Se  llama  sensible  el  reactivo,  cuando  por  poca  cantidad  de  sustancia 
que  haya,  la  revela ; así  sucede  con  el  yodo,  respecto  del  almidón ; el  clo- 
10,  respecto  de  la  plata,  plomo  y mercurio  , del  cianuro  férrico  potásico 
con  el  hierro ; del  cobre  con  el  amoníaco ; el  yoduro  doble  de  mercurio 
y de  potasio,  el  ácido  fosfomolíbdico  con  los  alcalóides,  etc.  etc. 

Se  llama  corroborante  el  reactivo  que  confirma  la  presencia  de  un  cuerpo 
revelado  ya , por  su  propio  reactivo.  Un  nitrato,  por  ejemplo,  se  revela 
por  su  reactivo  propio,  las  limaduras  de  cobre  y el  ácido  sulfúrico  que 
fL„Cei\dar  vapo^  rutilantes.  Se  corrobora  que  lo  es,  echándole  al 
ver  ^u-e  ^flagra,  y echándole  en  una  cápsula  donde  se  funda 

tosdof¿"StanCia  or§áiac1a’  al  oir  flue  detona  ó da  cierto  chasquido.  Es- 
tos aos  fenómenos  son  debidos  á reactivos  corroborantes. 


- 641  - ' 

Los  autores  hablan  de  reactivos  para  las  bases,  y reactivos  para  los  áci- 
dos , y los  van  nombrando  según  la  clase  , y mezclando  los  comunes  con 
los  propios.  No  creo  metódico  ese  estudio  de  ese  modo.  La  simple  indi- 
cación de  los  reactivos,  sin  referencia  á la  marcha  analítica  á grupos,  di- 
visiones, y á tal  género  ó á tal  especie  de  sales,  no  sirve  mas  que  para  fa- 
tigar sin  provecho  la  memoria. 

c Si  respecto  de  los  reactivos  para  el  soplete  y las  desagregaciones  los 
he  seguido , voy  á separarme  de  ellos , respecto  de  los  reactivos,  para  la 
análisis  por  la  vía  húmeda , que  es  la  casi  únicamente  empleada  en  To- 
xicología.  Yoy  á dar  á los  reactivos  empleados  para  esta  análisis,  otra 
distribución , relacionada  con  la  marcha  metódica  que  se  sigue  y que 
luego  expondrémos,  en  la  análisis  química  de  las  sales  inorgánicas  y or- 
gánicas. 

Hemos  de  ver,  en  efecto,  que  la  marcha  analítica  de  los  cuerpos  inor- 
gánicos y orgánicos  se  hace  metódica , y por  lo  mismo  mas  fácil  de  estu- 
diar y ejecutar  en  la  práctica,  distribuyendo,  tanto  las  especies,  como  los 
géneros  de  sales  por  grupos  y divisiones  de  grupos,  teniendo  cada  uno 
de  estos,  cada  división,  cada  especie  y cada  género  sus  caracteres  dis- 
tintivos. De  esta  suerte,  conocido  el  carácter  del  grupo , el  de  división  y 
el  de  la  especie  ó género  de  una  sal,  está  determinada  de  un  modo  defi- 
nitivo; ios  corroborantes  no  hacen  ya  mas  que  confirmar  la  presencia  del 
cuerpo  por  aquellos  revelado. 

Pues  bien;  ¿cuánto  mas  metódico  y mas  provechoso  no  ha  de  ser  estu- 
diar y distribuir  los  reactivos  con  respecto  á esa  distribución  de  sales  por 
grupos,  divisiones,  especies  y géneros?  Asi  ya  se  prepara  el  conocimiento 
de  la  marcha  analítica,  que  luego  hemos  de  exponer,  y se  posee  de  un 
modo  mas  fácil  y provechoso  el  importante  conocimiento  de  los  reactivos 
comunes  y particulares,  ó propios. 

Creo , por  lo  tanto , que  se  consigue  mejor  esa  ojeada  general  á los 
reactivos,  hablando  de  ellos  con  relación  á los  grupos,  divisiones  , espe- 
cies y géneros  de  sales,  tanto  inorgánicas  como  orgánicas. 

Dirémos,  pues,  que  los  reactivos  se  dividen : 

l.°  En  unos  que  sirven  para  determinar  el  grupo. 

42.°  Otros  para  determinar  la  división. 

3. °  Otros  para  determinar  tal  ó cual  especie , ó base. 

4. °  Otros  para  determinar  tal  ó cual  género,  ó ácido. 

Esta  clasificación  es  aplicable,  lo  mismo  que  á las  sales  inorgánicas,  á 
las  orgánicas. 

Son  reactivos  para  determinar  el  grupo , á que  pertenece  una  especie, 
ó base  de  una  sal  inorgánica  : 

1. °  El  ácido  sulfhídrico. 

2. u  El  sulfuro  amónico. 

3. *  Los  carbonatos  alcalinos. 

4 o La  potasa. 

Son  reactivos  para  determinar  et  grupo  á que  pertenece  un  género  ó 
acido  de  una  sal  inorgánica  : 

V»  ni  cloruro  bárico. 
j^1  n\l.ral°  de  plata. 

0.  Las  limaduras  de  cobre  y ácido  sulfúrico. 

Son  reactivos  para  determinar  el  grupo  á que  pertenece  una  especie 
de  sal  orgánica : * 

1 . °  La  potasa. 

TOXICOMKÜA.  — 4l 


— 642  - 


ü«  Los  bicarbonatos  alcalino?. 

Son  reactivos  para  determinar  el  grupo  á que  pertenece  un  género  ae 
sal  orgánica  : 

1. °  El  cloruro  cálcico. 

2. °  El  cloruro  férrico. 

Todos  esos  reactivos  son  comunes , porque  revelan  grupos;  son  vatios 
los  cuerpos  que  tienen  el  carácter  del  grupo  respectivo. 

Son  reactivos  para  determinar  las  divisiones  de  los  grupos,  respecto  de 
las  bases  ó especies  inorgánicas : 

1. °  El  cloruro  platínico. 

2. °  El  carbonato  amónico. 

:j.°  El  sulfuro  amónico. 

4. ü  El  ácido  sulfhídrico. 

5. °  El  ácido  clorhídrico. 

(i.0  El  ácido  nítrico. 

7.°  El  amoníaco. 

Son  reactivos  para  determinar  las  divisiones  de  los  grupos,  respecto 
de  los  ácidos  ó géneros  de  sales  inorgánicas : 

1. °  El  ácido  sulfhídrico. 

2. °  El  ácido  clorhídrico. 

Son  reactivos  para  determinar  las  divisiones  de  los  grupos  de  los  áci- 


dos orgánicos : 

1. °  El  calor. 

2. °  El  alcohol  y el  amoníaco. 

Estos  reactivos  son  todavía  comunes  á varios  cuerpos  de  cada  división. 

Por  último,  son  reactivos  de  las  especies  en  particular,  los  que  las  de- 
terminan exclusivamente  de  un  modo  absoluto  ó relativo  respecto  de 
cada  una,  podiendo  decir  lo  mismo  respecto  de  cada  género.  Nombrar 
esos  reactivos  exigiría  extender  una  lista  de  todas  las  especies  y géneros 
inorgánicos  y orgánicos,  colocando  al  lado  de  cada  uno  su  reactivo  pro 
pió,  y aunque  no  pusiéramos  mas  que  uno,  dejando  los  corroborantes  de 
cada  uno,  resultaria  una  série  de  nombres,  árida  y fatigosa  y refractaria 
á la  memoria. 


Por  lo  niismo,  tanto  por  eso,  como  porque  en  rigor  no  pertenece  la 
particularizacion  de  este  conocimiento  á la  Toxicología  general,  y porque, 
al  exponer  los  caractéres  químicos  de  cada  base  y de  cada  ácido,  tanto 
inorgánicos , como  orgánicos , y la  marcha  analítica  de  unos  y otros , he- 
mos de  indicar  esos  reactivos  particulares;  dejarémos  de  mencionarlos 
aquí,  limitándonos  á los  destinados  á revelar  grupos  y divisiones. 

En  estos  últimos  tiempos  se  han  descubierto  varios  reactivos  comunes 
y propios  de  sustancias  inorgánicas  ú orgánicas.  Ya  hemos  dicho  algo  de 
ello  en  la  Introducción.  Allí  hemos  hecho  mención  del  ácido  fosfomolíb- 
dico , como  reactivo  general  de  los  alcalóides  preconizado  por  Sennes- 
chein,  del  yoduro  doble  de  mercurio  y de  potasio,  dado  todavía  como  me 
jor  para  revelar  esas  bases  alcalinas  por  los  alemanes,  en  especial  Yal- 
ser  y Mayer,  y los  italianos  Cossa  y Carpené ; del  ácido  sulfo-férrico  como 
reactivo  del  ácido  nítrico,  etc.  Cuando  hablemos  de  las  operaciones  ana- 
nlico-químico-toxicológicas,  dirémos  algo  más  sobre  esos  y otros  reac- 
Dada esa  idea  general  de  los  reactivos,  veamos  las  reglas  á que  está 
sometido  su  manejo. 


g III.— Da  las  reglas  generalas  para  el  empleo  de  loa  reactivo*. 

El  empleo  ó manejo  de  los  reactivos,  en  las  operaciones  analítico-auí- 
mico-toxicológicas,  exige  ciertas  condiciones  importantísimas,  sin  las  cua- 
les no  produciría  los  debidos  resultados.  El  conocimiento  de’esas  condi- 
ciones es  tan  esencial , como  el  del  valor  y caractéres  químicos  de  los 
mismos  reactivos.  Por  eso  se  han  establecido  ciertas  reglas , sin  cuya  apli- 
cación ú observancia  no  seria  posible  emprender  ninguna  análisis , con 
esperanza  de  buen  éxito. 

Podemos  reducir  esas  reglas  á las  siguientes: 

1. a  Tener  todos  los  instrumentos,  utensilios  y aparatos  indispensables 
para  las  análisis,  bien  ordenados,  limpios  y exentos  de  todo  principio 
atacable  por  los  reactivos  que  se  emplean. 

2. a  Tener  una  colección  completa  de  reactivos  comunes,  particulares 
y corroborantes,  tanto  para  la  via  seca,  como  para  la  via  húmeda , metódi- 
camente ordenados. 

3. a  Asegurarse  del  buen  estado  y pureza  de  todos  ellos. 

4. a  Empezar  las  análisis  con  ellos  por  tanteos  prévios  , y á tenor  de  la 
marcha  que  se  tenga  por  más  metódica  y más  conducente  á su  objeto. 

5. a  Emplear  para  cada  tanteo  poca  sustancia  de  la  sometida  á la  análi- 
sis , y tanto  menos,  cuanto  menor  sea  la  cantidad  de  que  se  disponga. 

6. a  No  emplear  más  ni  menos  cantidad  de  reactivo  para  cada  ensayo  ó 
tanteo , que  la  debida  y proporcionada  á su  valor. 

7. a  Fijarse  en  pocos  caractéres,  pero  terminantes  y suficientemente 
distintivos. 

8. a  No  dar  valor  mas  que  á las  reacciones  claras  y terminantes. 

9. a  Separar  los  cuerpos  revelados. 

10.  Destruir  las  sustancias  orgánicas  que  impidan  la  claridad  de  las 
reacciones,  ó aislar  de  ellas  la  que  se  busca. 

Tales  son  las  reglas  indispensables  para  que  los  reactivos  se  empleen 
como  es  debido , y con  resultado  provechoso.  Digamos  cuatro  palabras 
acerca  de  cada  una  de  esas  reglas , para  mayor  aclaración. 


Regla  1.a , relativa  á los  instrumentos , etc . . 

Los  reactivos  no  pueden  obrar  sobre  las  sustancias  que  se  hayan  de 
analizar,  sin  ciertos  utensilios,  instrumentos  ó aparatos.  Las  operaciones 
analítico-químicas  , durante  las  cuales  se  hace  uso  de  los  reactivos,  exi- 
gen esos  enseres  , como  lo  hemos  visto,  al  hablar  de  ellos. 

En  muchos  casos  basta  tomar  un  instrumento,  como  un  tubo,  una 
copa , un  vidrio  de  reloj , una  cápsula,  etc.,  para  colocar  en  ellos  la  sus- 
tancia y aplicarla  al  reactivo.  Mas  en  otras  ocasiones,  antes  de  esta  apli- 
cación , hay  que  preparar  la  sustancia,  y para  ello  se  necesita  mas  com- 
plicación de  instrumentos  y aparatos. 

Conviene,  por  lo  tanto,  que  exista  en  el  laboratorio  una  colección  de 
los  utensilios,  instrumentos  y aparatos,  por  lo  menos  de  los  mas  indis- 
pensables, para  echar  mano  de  ellos,  según  los  casos  ó necesidades  del 
momento. 

Cuales  sean  esos  instrumentos,  utensilios  y aparatos,  ya  lo  llevamos 
indicado  en  otro  artículo. 

Todos  ellos  deben  estar  ordenados,  en  su  sitio,  melódicamente  culo 


- m - 

I Y á ¡a  fácil  disposición  del  operador,  en  especial  ios  qiw  mas  á 

menudo  se  usan 

Es  necesario  no  soloque  estén  limpios  de  polvo  y cualquier  otra  cosa 
aue  pueda  ensuciarles,  sino  que  no  los  manche  ó tengan  residuos  de  ma- 
terias de  otros  ensayos.  Las  retortas,  los  frascos  con  lubuluras  , los  tubos 
encorvados  v crisoles  , todas  las  vasijas,  en  fin,  que  tengan  pliegues  y 
recodos,  ó de  paredes  no  lisas,  exigen  más  ese  cuidado  ; porque  es  tacil 
que  resida  en  ellas  algún  resto  de  las  sustancias  que  han  contenido.  Hay 
que  lavarlas  con  agua  fria  V caliente,  y acaso  avivada  con  algún  ácido,  y 
luep-o  con  agua  destilada  para  dejarlas  completamente  limpias,  y según 
las  operaciones,  mejor  será  no  emplearlas  más;  tomar  otras  que  no  hayan 
servido  nunca. 

Además  de  limpiarlas  y secarlas  cada  vez  que  se  concluya  una  opera- 
ción con  ellas,  colocándolas  en  seguida  en  su  sitio  correspondiente,  an- 
tes de  volver  á emplearlas  para  una  nueva  operación  ó ensayo,  hay  que 
asegurarse  de  su  limpieza  y de  que  están  de  todo  punto  exentas  de  ma- 
terias, cuya  presencia  pudieran  acusar  y acusarian  los  reactivos,  dando 
lugar  á errores  de  trascendencia. 

Por  eso , por  punto  general,  no  deben  .emplearse  los  mismos  tubos, 
copas  , etc. , en  una  análisis,  aun  cuando  se  laven  acto  continuo,  como 
no  se  haga  en  agua  destilada  y no  se  sequen  mucho.  Lo  mejor  es  tener 
de  esas  vasijas  en  abundancia  y emplear  para  cada  tanteo  una  que  no 
haya  servido  en  ese  caso. 

Concluidas  las  operaciones,  hay  que  limpiarlo  todo,  secar  los  vidrios, 
bien  lavados,  evitar  que  los  instrumentos  de  hierro  se  oxiden  y que  en 
los  de  latón  ó cobre  se  forme  cardenillo. 

Las  copas,  tubos  y demás  vasijas,  en  las  que  se  haya  ensayado  un 
reactivo,  visto  el  resultado,  deben  apartarse  para  lavarías,  si  no  se  ha 
de  aguardar  cierto  tiempo  , para  observar  otros  efectos. 

Y si  quedan  pendientes  operaciones  para  otro  dia,  ó hay  que  esperar 
algún  tiempo  para  obtener  resultado,  se  tapan  las  vasijas  con  obturado- 
res ó papel  y se  coloca  debajo  de  un  pié  una  notita  que  indique  lo  que 
es , porque  de  lo  contrario  es  fácil  la  confusión , la  equivocación  y la 
pérdida  del  trabajo. 


líegla  2.\  relativa  á la  colección  de  reactivos. 

Ya  hemos  dicho  que,  en  el  laboratorio,  debe  haber  entre  sus  ventanas, 
estantes  con  los  Irascos  que  contienen  los  reactivos,  y además  una  caja 
con  gradas  destinada  á lo  mismo. 

En  una  y otros,  hay  que  tenerlos  ordenados,  y el  mejor  órden  es  dis- 
ponerlos conforme  á la  marcha  metódica  de  las  análisis. 

El  ácido  clorhídrico  y nítrico  que  sirven  para  acidular  las  disoluciones, 
cuando  se  empieza  por  ir  en  busca  de  las  bases ; y el  amoníaco  para  al- 
caltnizar , cuando  se  buscan  los  ácidos.  Luego  los  reactivos  de  grupo,  de 
sus  divisiones  y de  las  especies  y géneros,  sin  necesidad  de  multiplicar- 
los , puesto  que  hay  reactivos  que  así  sirven  para  una  cosa  como  para 
«ira,  según  los  casos  ó el  objeto  que  á la  sazón  se  lleve  el  operador.  No 
HÜ!’  por  ejemPlo>  el  ‘lcjdo  clorhídrico  sirva  para  acidular  un  licor, 
tenpr- vi  *n  PreciPltado  > precipitar  ciertas  disoluciones  , etc. , se  ha  de 
ColoLifn1^^800-8  de  ácido  clorhídrico,  ni  en  los  estantes  ni  en  la  caja, 
en  su  sitio  y vuelto  á él,  cuando  ha  llenado  su  objeto,  se  vuelve 


- MB  — 

á tomar  el  mismo  frasco  para  llenar  otro , cuando  lo  exige  la  marcha  de 

a Lo  auTdigo  del  ácido  clorhídrico  es  aplicable  á muchos , por  no  decir 
á todos  los  demás  reactivos.  Raro  es  el  que  no  tenga  mas  que  un  objeto, 

un  uso  ó una  sola  aplicación.  . , 

Por  lo  tanto,  respecto  del  órden  que  indico , entiéndase  como  se  debe, 
aue  se  vayan  colocando  por  el  órden  de  los  tanteos  , y cuando  se  dé  con 
un  reactivo  que  ya  esté  colocado , se  pasa  á otro;  con  tal  que  estén  todos 
los  que  hagan  falta  y ordenados  como  indico , estará  llenado  el  objeto  de 

su  colocación  metódica.  ...  ..  . , 

Hay  algunos  reactivos  que,  siquiera  trascurra  tiempo,  no  pierden  nin- 
guna de  sus  propiedades;  pero  á su  vez  existen  otros  que,  después  de 
más  órnenos  tiempo,  se  alteran.  Estos  no  sirven,  y hay  que  renovarlos 
cada  vez  que  se  practica  una  análisis , por  poco  que  haya  pasado  el 
tiempo  entre  esta  v la  anterior,  para  la  cual  se  elaboró  ese  reactivo.  Es 
lo  que  sucede  casi  siempre  con  el  ácido  sulfhídrico , y sulfhidrato  amó- 
nico , con  las  sales  ferrosas , etc. 

Además  de  los  reactivos  colocados  en  frascos  que  contienen  la  disolu- 
ción de  aquellos,  hay  que  tener  á disposición  láminas  de  cobre,  de  hier- 
ro , de  zinc , limaduras  de  este , sulfuro  de  hierro  , flujo  negro  en  botes 
de  hoja  de  lata  , papeles  reactivos , almidón , añil , cloro , bromo , tin- 
tura de  yodo,  tintura  de  nuez  de  agallas,  agua  destilada  , alcohol,  éter, 
sulfuro  de  carbono,  etc. 

No  debe  quitarse  del  estante  ó de  la  caja  el  frasco  del  reactivo  que  se 
necesita  sino  en  el  momento  de  hacer  uso  de  él ; se  echa  la  cantidad 
debida  en  la  copa  ó tubo,  ó lo  que  sea,  donde  esté  la  sustancia  ensayada, 
y limpiando  el  tapón  y cuello  se  vuelve  á su  sitio  acto  continuo.  Así 
como  no  se  debe  dejaren  el  sitio,  donde  se  opera,  las  copas  en  que  ya  se 
ha  hecho  un  tanteo , tampoco  debe  quedar  allí  el  frasco  del  reactivo.  Eso 
estorba,  vuelve  embrollado  el  trabajo,  da  lugar  á confusión,  á equivo- 
caciones y pérdida  de  tiempo.  En  el  espacio  de  la  mesa  donde  se  opera, 
no  ha  de  haber  mas  que  la  copa  ó vasija  que  contiene  el  cuerpo  de  en- 
sayo y el  frasco  del  reactivo ; así  que  este  ha  llenado  su  objeto  del  mo- 
mento , se  coloca  en  su  sitio , en  el  estante  ó en  la  caja , esto  es,  de  donde 
se  haya  sacado.  Cuantas  veces  haya  que  emplearle,  se  hace  otro  tanto. 
Esto , sobre  dar  mas  órden  y desembarazo  á la  operación , en  vez  de  gas- 
tar tiempo , le  economiza.  Mas  tiempo  se  pierde  buscando  un  reactivo 
entre  seis  ó siete  frascos  que  estén  encima  de  la  mesa  sin  órden , que  co- 
locándole cada  vez  que  se  hace  uso  de  él  en  su  lugar  y volver  por  él  al 
mismo , cuando  otra  vez  se  necesite. 

Excusado  es  decir  que  el  operador  no  debe  abandonar  á su  memoria 
lo  que  contiene  cada  frasco  , ni  guiarse  por  las  propiedades  físicas  de  lo 
contenido  para  saber  qué  reactivo  es.  Sobre  que  será  fácil  mudarlos  de 
sitio  , no  ha  de  recordar  bien  los  que  ocupen  este  ó aquel , no  todos  tie— 
hrp  m . ^asíante  distintivo.  Es  necesario  que  cada  frasco  lleve  el  nom- 
w/C?CtlV0  ^ me.ÍOÍ!  c°n  palabras  que  con  su  fórmula.  Es  una  ventaja 
I ste  el  nombre  escrito  en  el  cristal  del  frasco  por  medio  del  ácido 
uorniunco.  Los  rótulos  de  papel  se  gastan,  se  manchan  á veces  ó se 
Jorra  la  Unta.  Ln  el  cristal  se  puede  pintar  la  fórmula  y el  nombre. 

buéiese  sostener  el  frasco  con  la  mano  derecha  mientras  se  echa  el  con- 
tenido en  la  copa  ó tubo,  y con  el  índice  el  tapón  junto  al  cuello  medio 
sacado  para  que  permita  el  paso  del  reactivo.  Rueño  es  acostumbrarse  á 


- 646  - 

ActA  na  i-a  los  casos  en  que  hay  que  sostener  con  la  mano  izquierda  la 
rn na  ó el  tubo  , porque  de  lo  contrario  hay  que  quitar  el  tapón  y dejarle 
pncima  de  la  mesa.  Yo  quito  el  tapón  y le  guardo  en  la  mano  izquierda, 
sostenido  por  el  cuarto  y quinto  dedo  de  la  mano  izquierda , lo  cual  no 
me  impide  sostener  con  los  otros  tres  dedos  la  copa  6 el  tubo  que  con- 
tiene el  cuerpo  de  ensayo. 

Siempre  que  se  concluyen  las  operaciones  de  un  día , no  hay  que  des- 
cuidar la  limpieza  del  frasco.  Si  no  se  seca  bien  el  cuello  y el  tapón  nada 
mas  común  que  quedarse  fuertemente  unidos  y no  poder  abrir  el  frasco. 

transcurrido  algún  tiempo.  ,, 

Cuando  esté  secado  se  calienta  un  poco  el  cuello , para  que  se  dilata 
el  vidrio,  se  humedece  con  agua  destilada,  se  dan  ligeros  golpes  en  to- 
dos sentidos  al  tapón,  ó se  atrae  bruscamente  y se  tira  hacia  fuera. 

Regla  3.a,  relativa  á la  pureza  de  los  reactivos . 

Es  una  condición  indispensable  y esencial  el  que  los  reactivos  estén 
puros.  Sin  esta  condición  todo  lo  demás  seria  inútil.  Un  reactivo  que  no 
esté  puro  dará  otras  reacciones  que  las  que  debe  dar,  y tan  pronto  puede 
creerse  que  no  existe  en  el  licor  ensayado  la  sustancia  que  se  busca , tan 
pronto  suponer  que  hay  una  que  no  tiene,  procedente  del  reactivo. 

Antes,  por  lo  tanto,  de  emplear  un  reactivo,  hay  que  asegurarse  de 
su  pureza.  Si  es  de  los  que  se  alteran  con  el  tiempo,  se  renuevan  en  el 
acto , se  preparan  ó se  toman  recien  preparados,  ha  preparación  de  los 
reactivos  exige  el  empleo  de  otros  cuerpos,  y los  hay  que  difícilmente 
abandonan  restos  de  esos  cuerpos  que  los  impurifican.  Por  eso  las  sus- 
tancias del  comercio,  casi  siempre  impuras  , no  pueden  servir  para  reac- 
tivos, como  no  se  despojen  de  sus  impurezas. 

O hav  que  tomar  los  reactivos  de  un  laboratorio  químico  que  los  ga- 
rantice^ y comprobar  si  en  efecto  están  puros,  6 prepararlos  en  el  mismo 
laboratorio , y una  vez  preparados , asegurarse  también  en  varios  ensa- 
yos que  no  arrastraron  consigo  restos  de  las  sustancias  empleadas  para 
su  preparación. 

Por  lo  mismo  que  cada  reactivo  se  prepara  con  sustancias  que  pueden 
no  ser  las  mismas , no  todas  tienen  las  mismas  impurezas  : las  unas  con- 
tienen vestigios  de  unas  sustancias;  otras  las  contienen  de  otras. 

Para  reconocer  esas  impurezas,  antes  de  aplicarlas  al  cuerpo  de  ensayo, 
se  tantea  con  los  reactivos  capaces  de  revelar  los  cuerpos  que  impurifican 
el  reactivo  que  se  lia  de  emplear,  y solo  cuando  se  vea  que  está  puro , se 
empleará  para  la  operación  debida. 

Cómo  se  averigua  esa  impureza  y qué  sustancias  son  las  que  impu- 
rifican cada  reactivo,  no  lo  indicamos  aquí,  porque  la  importancia  de 
esta  regla  nos  hará  dedicar  un  párrafo  exoreso  á la  purificación  de 
tales  cuerpos. 

Durante  los  ensayos  de  las  sustancias  sospechosas  por  medio  de  reacti- 
vos, es  fácil  impurificarlos,  si  no  se  tiene  cuidado  en  ello.  A veces  no  se 
toma  masque  una  gota  por  medio  de  una  varilla  que  se  sumerge  en  el 
trasco,  y se  toca  luego  con  ella  la  sustancia  ensayada.  En  este  caso  se 
áUm  t eií ,0  resta  en  la  varilla>  parte  de  esa  sustancia,  y si  se  vuelve 
sionp  a varilla  en  frasco»  su  contenido  se  impurifica.  En  otras  oca- 
ln  /.„ÜiS5  toíaa  la  misraa  varilla  por  equivocación  y se  mete  en  otro  frasco, 
io  cual  da  lugar  también  á impurificaciones. 


- 647  — 

En  unas  oposiciones  á la  cátedra  de  Medicina  legal  y Toxicología , vi- 
mos á uno  de  los  opositores  que  para  las  reacciones  ó empleo  de  los  reac- 
tivos, no  hacia  uso  mas  que  de  varillas,  echando  por  medio  de  ellas  el 
reactivo  en  las  sustancias  ensayadas , y hasta  poniendo  en  contacto  con 
estas  la  varilla , metiéndola  varias  veces  en  el  frasco;  con  lo  cual  dejó 
impuros  varios  reactivos. 

Para  evitar  esas  impurezas,  lo  mejor  es  echar  un  poco  del  reactivo  en 
una  copa  y en  ella  meter  la  varilla , jamás  en  el  frasco  de  aquel , y con- 
cluida la  operación , se  tira  el  licor  ó reactivo  de  la  copa. 

También  es  indispensable  , ó lavar  la  varilla , si  se  ha  de  introducir  en 
otro  reactivo,  ó emplearla  por  el  otro  extremo  , ó mejor  echar  mano  de' 
una  nueva. 

Regla  4.*,  relativa  á los  tanteos. 

Siempre  que  se  practica  una  análisis  química , hay  que  atender  á si  se 
tiene  ó no  conocimiento  de  la  sustancia  que  se  somete  al  ensayo.  Hay  ca- 
sos en  los  que , ya  sea  por  lo  habitual  que  nos  es  una  sustancia , ya  por 
ciertos  caractéres  físicos , botánicos  ó zoológicos  que  la  distinguen  mas  ó 
menos , tenemos  casi  seguridad  de  lo  que  es , y podemos  afirmarlo  de 
antemano , y cuanto  se  hace  para  asegurarlo  no  es  mas  que  una  corrobo- 
ración de  la  idea  que  hemos  concebido,  al  ver  esa  sustancia.  En  estos  ca- 
sos nos  vamos  directamente  á los  reactivos  que  la  particularizan. 

Hay  otros  casos  en  los  que  a priori  no  podemos  conocerla ; se  puede 
confundir  con  otras  semejantes  en  caractéres  exteriores  y accesibles  á los 
sentidos , y entonces  es  necesario  proceder  por  tanteos  prévios , ya  por 
la  vía  seca , ya  por  la  via  húmeda , para  averiguar  á punto  fijo  de  qué  sus- 
tancia se  trata. 

En  todos  los  casos,  sin  embargo,  como  las  apariencias  ó cualidades 
exteriores  pueden  engañar ; como  puede  haber  mas  de  un  cuerpo  que  se 
presente  de  esa  suerte , es  necesario  para  una  afirmación  ó negación  ro- 
tunda y categórica  , apelar  á la  análisis  química  en  busca  de  caractéres 
químicos  terminantes  y verdaderamente  distintivos. 

Los  tanteos  prévios  sirven  para  marchar  mas  rápidamente  al  uso  de  los 
reactivos  adecuados  que  den  el  resultado  que  se  espera;  con  el  tanteo 
previo  lo  desconocido  se  va  haciendo  conocido,  se  va  reduciendo  el  nú- 
mero de  cuerpos  á que  puede  pertenecer  el  ensayado.  Con  esos  tanteos 
se  ve  si  pertenece  al  reino  inorgánico  ú orgánico , y determinado  esto, 
ya  queda  reducido  á menor  número  posible  de  cuerpos;  luego  si  es  ó no 
soluble  y se  le  reduce  mas  el  campo;  por  último,  si  es  ácido,  alcalino  ó 
neutro,  y queda  todavía  mas  reducido.  Según  cual  sea  esta  última  condi- 
ción , se  sigue  tanteando  con  los  reactivos  de  grupo;  luego  con  los  de  di- 
visión, y al  fin  con  el  que  le  particulariza , y queda  así  metódica  y rápida- 
mente determinado. 

Mientras  no  se  llegue  á los  reactivos,  que  especializan  ó determinan 
un  cuerpo,  no  debe  aventurarse  el  juicio,  ni  se  debe  abandonar  la  opera- 
ción. Hasta  que  dé  esos  reactivos  propios  y característicos  , no  hay  que 
afirmarle.  Con  esta  marcha  de  tanteos , no  hay  cuerpo  conocido  que  no 
se  descubra. 


- m - 


4 


Regla  5/ , relativa  á la  cantidad  de  sustancia. 

la  cantidad  de  sustancia  sometida  á las  análisis  químicas , tan  pronto 
es  considerable , tan  pronto  mediana  , tan  pronto  escasa  ; y lácil  es  com- 
prender que  no  ha  de  ser  igual  la  posición  del  operador,  en  esos  diversos 
casos.  Si  se  supiera  de  antemano  de  qué  sustancia  se  trata,  aunque  hu- 
biese poca  cantidad  de  ella  , bastaria  ; porque  se  marcharía  directamente 

al  empleo  desús  reactivos  característicos. 

Mas , cuando  no  se  tiene  ningún  conocimiento  de  ella , ó se  contunde 
con  otras  muchas,  al  simple  aspecto,  hemos  visto  que  hay  que  proceder 
por  tanteos;  pues  bien  : en  cada  uno  de  ellos  hay  que  emplear  una  por- 
ción de  esa  sustancia  ; si  el  tanteo  primero  no  da  resultado,  hay  que 
echar  mano  de  otra  porción  para  otro  tanteo,  y así  sucesivamente,  hasta 
que  se  dé  con  la  sustancia  que  sea. 

Si  son  muchos  los  tanteos  que  hay  que  practicar,  y hay  poca  sustancia 
de  ensayo  , como  no  se  economice ,"  nos  t'altaria  tal  vez  antes  de  llegar  á 
un  resultado  definitivo.  Si  empleamos  desde  luego  , y en  los  primeros 
tanteos,  mucha  porción  de  ella  , no  podrémos  continuar,  y el  trabajo  será 
inútil. 

Cuando  hay  mucha  cantidad , ó mediana  , queda  siempre  bastante  poi- 
cion  para  ulteriores  ensayos;  no  importa  que  se  empiece  echando  mano 
de  una  porción  regular  ó mas  ó menos  considerable,  conveniente  en  cier 
tos  casos,  porque  así  son  mas  sensibles  los  caractéres  químicos  que  la 
revelan. 

Por  lo  tanto,  siempre  que  haya  poca  cantidad  del  cuerpo  de  ensayo, 
será  necesario,  para  que  dé  lo  suficiente  para  todos  los  tanteos  , empezar 
por  emplear  poquísima  porción  , siempre  proporcionada  á la  cantidad  to 
tal  de  que  se  disponga , dejando  la  suficiente  para  los  ensayos  ulteriores, 
con  el  fin  de  que  podamos  llegar  á lo  último  y definitivo  de  la  operación, 
sin  que  nos  falte  sustancia. 

Esta  es  una  regla  importantísima,  cuya  inobservancia  puede  ser  de 
graves  consecuencias,  pues  se  perdería  en  las  manos  del  operador  la 
prueba  de  un  delito  <5  de  la  inocencia.  Es  muy  posible  que  en  esa  pe- 
queña cantidad  esté  el  vestigio  de  un  veneno  dado  á un  stigelo  ; y si  he 
mos  gastado  antes  de  tiempo  en  tanteos  previos  esa  sustancia , sin  po- 
derla determinar,  por  falta  de  ella , su  naturaleza  por  medio  de  sus  carac- 
téres químicos  propios,  dejamos  la  prueba  pericial  incompleta,  y hace- 
mos imposible  la  averiguación  del  hecho. 


Regla  6.a,  relativa  á la  cantidad  de  reactivo. 

El  empleo  de  los  reactivos , para  que  den  su  resultado  aplicados  á las 
sustancias  de  ensayo,  necesita  de  ciertas  condiciones,  en  las  cuales  es- 
triba el  buen  éxito  de  las  operaciones  analíticas.  Si , en  el  manejo  de  los 
característicos  y sensibles,  muchas  veces  importa  poco  que  se  eche  mas  ó 
menos  cantidad  de  reactivo , ó mas  ó menos  del  licor  que  se  analiza  • en 
otras  todo  el  resultado  depende  de  esa  cantidad,  de  su  falla,  ó de  su  exceso . 

derpaptfacC10Ijes  que  se  Presentan>  echando  una  ó dos  gotas  de  licor,  ó 
de  unavl!  ’ y desaParecen  , ó no  se  presentan  echando  más  , ó echando 
una  ó Dooa<wmt°r  caiaddad  * Por  cuanto  el  precipitado,  que  se  forma  con 
r gotas,  se  redisuelve  en  un  exceso  de  reactivo.  Una  gota  basta 


— 649  - 

para  que  con  agua  de  cal  precipite  en  blanco  el  ácido  arsenioso,  fosfó- 
rico y tartárico;  mas  como  estos  precipitados  son  solubles  en  un  exceso  de 
ácido  ó licor,  el  precipitado  desaparece , en  cuanto  se  echa  mas  cantidad 
del  ácido.  Una  cosa  análoga  sucede  con  la  potasa  y la  morfina , con  el 
carbonato  amónico  y la  magnesia,  etc. , etc. 

Hé  aquí  por  qué  hay  necesidad  de  recomendar  mucho  que  se  guarden 
las  justas  y debidas  proporciones  en  toda  reacción,  no  empleando  mas 
que  la  cantidad  necesaria.  Los  principiantes  pecan  siempre  por  eso;  siem- 
pre vieríen  mas  cantidad  de  reactivo  que  la  debida,  y,  por  lo  tanto,  en 
muchas  ocasiones , en  todas  aquellas  en  que  la  cantidad  de  reactivo  ó 
licor  ó las  proporciones  entre  las  dos  no  sean  indiferentes,  no  obtienen 
ningún  resultado , y de  ahí  deducen  la  no  presencia  del  cuerpo  que  se 
investiga,  lo  cual,  como  se  ve,  es  un  error  grave  que  puede  ser  de  funes- 
tas consecuencias. 

Aunque  para  cada  reactivo , cuya  acción  sobre  determinada  sustancia 
exige  esas  condiciones  rigorosas,  ya  se  advierte  cómo  se  ha  de  echar,  si 
á gotas,' si  en  poca  cantidad,  si  á mayor,  y si  en  exceso;  siempre  podrá 
seguirse , como  regla  general , el  ir  echando  gota  á gota  el  reactivo.  Em- 
pezando por  echar  poca  cantidad  , siempre  hay  tiempo  para  aumentarla, 
hasta  que  se  obtenga  el  resultado  apetecido  ó que  se  espera. 

Como  las  reacciones  químicas  son  atomísticas,  y siguen  la  ley  de  las 
proporciones,  no  es  necesario  operar  en  grandes  cantidades  para  que 
den  su  resultado;  lo  mismo  da,  por  regla  general,  echar  una  onza,  que 
medio  escrúpulo,  ó pocos  granos.  Con  tal  que  haya  bastante  cantidad 
para  que  la  reacción  se  manifieste  limpia  y clara , las  pequeñas  cantida- 
des bastan  , fuera  de  aquellos  casos  en  los  que  se  necesita  echar  el  reac 
tivo  en  exceso;  así  como  en  otras  solo  hay  que  echar  una  ó dos  gotas. 


Itegla  7.\  relativo  á los  caractéres  químicos. 

Para  poder  determinar  una  sustancia,  no  es  necesario  emplear  muchos 
reactivos,  ó todos  aquellos  que  puedan  dar  con  ella  una  reacción.  Los 
cuerpos  casi  reaccionan  recíprocamente  todos  unos  con  otros;  si  la  fuerza 
de  combinación  se  desplega  , al  ponerse  en  esfera  de  actividad,  se  cam- 
bian mutuamente  sus  elementos  constituyentes,  y en  ello  puede  haber 
manifestación  de  fenómenos  físicos  ó reacciones  sensibles.  Entre  esos 
hay  unos  que  les  son  propios,  y otros  comunes  con  otros;  y claro  está 
que  si  prescindimos  de  esta  circunstancia,  inas  bien  nos  ha  de  conducir 
el  empleo  de  todos  esos  reactivos  á la  confusión  que  á la  determinación 
del  cuerpo. 

Si  es  una  verdad  que  cuantos  mas  caractéres  químicos  exclusivos  ó 
propios  tenga  un  cuerpo , más  determinado  queda,  también  lo  es  que 
cuanto  mas  comunes  tenga  , más  dificultad  habrá  para  distinguirle. 

Ue  consiguiente , lo  que  procede  es  que  se  escojan  pocos  reactivos, 
pero  de  reacción  terminante  , característica  y distintiva  del  cuerpo.  Por 
I a Upneral , basta  el  que  determina  el  grupo  á que  pertenece,  el  que 
uCtoi  mina  la  división  de  este  grupo,  si  la  tiene,  y luego  el  que  partícula- 
u,a  bien  la  especie  6 base  , y el  género  ó el  ácido.  Con  estos  tres  reactivos, 
con  los  caractéres  químicos  que  ellos  dan  ai  cuerpo,  queda  este  suficien- 
temente determinado.  Los  corroborantes  que  se  añadan  , por  poco  que 
sean  comunes  con  otros,  no  sirven  masque  para  embrollar.  Son  un  lujo 
de  reacciones  que  raras  veces  es  útil. 


- oso  - 

«i  ñor  eiemplo,  al  ensayar  un  licor  con  el  ácido  sulfhídrico,  empiezo 
nnr  acidularle  con  ácido  clorhídrico,  y precipita  en  blanco  , ya  se  que  se 
o-atá  de  una  sal  de  plata,  plomo  ó mercuriosa.  Si  le  acidulo  luego  con 
ácido  nítrico,  que  no  le  hace  precipitar,  y en  seguida  con  el  ácido  sulf- 
hídrico precipita  en  negro,  tengo  el  carácter  del  grupo,  que  es  precipi- 
tar por  ese  ácido;  el  resultado  que  da  el  ácido  clorhídrico  proporciona 
el  carácter  de  la  división,  segunda  de  ese  grupo ; solo  me  falta  ahora 
particularizar  el  cuerpo;  tomo  amoníaco,  y,  si  se  redisuelve  el  precipitado 
que  dió  el  ácido  clorhídrico,  determino  el  cuerpo,  y digo  : es  piala,  por- 
que el  plomo  y la  sal  mercuriosa  no  se  redisuelven  en  el  amoníaco ; el 
plomo  no  muda  el  color,  y el  precipitado  de  la  sal  mercuriosa  se  pone 
negro.  Con  los  tres  caractéres,  pues,  el  del  grupo,  precipitar  por  el  sulf- 
hídrico, el  de  la  división,  precipitar  por  el  ácido  clorhídrico,  y el  de  la 
especie  redisolverse  el  precipitado,  dado  por  este  ácido,  en  el  amoníaco, 
bastan  para  determinar  la  plata  con  toda  seguridad , puesto  que  no  hay 
ningún  otro  cuerpo  que  dé  ese  resultado. 

El  que  sea  negro  el  precipitado  dado  por  el  ácido  sulfhídrico  , es  un 
carácter  corroborante , pero  no  decisivo;  porque  es  común  con  el  plomo, 
mercurio  , cobre , bismuto , etc.  El  precipitar  en  amarillo  por  un  fosfato, 
en  rojo  de  ladrillo  por  un  arseniato,  en  verde  por  la  potasa , si  es  un  ni- 
trato de  plata  , corrobora  el  hecho  indicado  por  aquellos  tres  reactivos; 
pero  no  se  necesita  apelar  á todas  esas  reacciones,  ni  á otras,  para  tener 
certeza  de  que  el  cuerpo  es  plata. 

Lo  que  digo  de  este  ejemplo  es  aplicable  á todos  los  demás ; por  lo  co- 
mún basta  obtener  el  carácter  del  grupo , de  la  división  y del  género  ó 
especie , para  afirmar  la  existencia  de  un  cuerpo , sin  que  más  ó menos 
reactivos  corroborantes  que  se  añadan , vengan  á dar  mas  realidad  de 
existencia  á ese  cuerpo.  Así,  por  punto  general  no  habrá  que  apelar  á 
estos,  como  no  sea  á alguno  muy  característico,  ó cuando  los  de  grupo, 
división , especie  ó género  no  sean  muy  terminantes.  Fuera  de  esos  ca- 
sos, la  aplicación  de  los  corroborantes  es  un  lujo  de  reacciones  que  mas 
embrolla  que  aclara  el  hecho. 


Regla  8.*,  relativa  á lo  terminante  de  las  reacciones. 


Para  poder  fundar  una  conclusión  lógica  y terminante  en  todo  caso,  es 
necesario  que  las  reacciones  obtenidas  sean  claras,  manifiestas , nada  du- 
dosas. Cuanto  más  características  sean , tanto  mas  claras  han  de  estar. 
m>  han  de  dar  lugar  á vacilación  ni  duda.  Siempre  que  un  reactivo  no 
dé  el  resultado  que  ha  de  dar,  es  que  no  existe  en  el  licor  ensavado  la 
sustancia  que  se  busca,  á menos  que  el  reactivo  no  se  emplee  con  las 
condiciones  consignadas  en  estas  reglas.  Si  estas  se  observan,  v el  cuerpo 
existe,  él  se  revela.  r 

Puede  ser  que  exista  en  poca  cantidad , y entonces  la  manifestación 
no  será  tan  clara  ó manifiesta. 


no  hay  mas  que  entur- 
en la 


Así , sucede  á veces  que  en  lugar  de  precipitar,  no  nay  inas  que 
mamiento,  poraueel  precipitado,  por  ser  escaso,  queda  suspenso 
Dardn300/3  lcor*  Así  también,  en  lugar  de  ser  negro,  no  sea  masque 
eso  lirn*  s ^ menos  oscuro,  por  la  misma  razón.  Pero  si  se  concentra 
Dp  tori’nc1  se.verá  a fin  ese  precipitado  y ese  color, 
cuerno  pn  í0  .»  es  necesari°  apoyar  la  afirmación  de  la  presencia  del 
F Acciones  que  no  den  lugar  á dudas.  Las  que  no  sean  claras 


- 651  — 

y terminantes  no  pueden  servir  de  fundamento  para  una  conclusión  ló- 
gica , tanto  menos  cuanto  mas  sensible  y mas  característico  sea  de  suyo 
el  reactivo. 

Regla  9.a,  relativa  á la  separación  de  cuerpos. 

No  siempre  están  puras  las  sustancias  que  se  someten  á la  acción  de 
los  reactivos;  suelen  estar  mezcladas  con  otras  venenosas  ó inocentes, 
que  no  permiten  obrar  á los  reactivos  del  modo  que  les  compete. 

En  esos  casos  hay  que  ir  separando  unos  cuerpos  de  otros , ya  por 
evaporación , ya  por  volatilización , disolución , precipitación  , etc. ; y así 
separados  unos  cuerpos  de  otros,  los  reactivos  desplegan  sobre  el  que  se 
busca  su  acción  peculiar  y distintiva. 

Si  un  cuerpo  tiene,  por  ejemplo,  cobre  y plomo,  uno  y otro  precipi- 
tarán en  negro  por  el  ácido  sulfhídrico ; pero  con  el  ácido  clorhídrico 
precipita  el  plomo , quedando  el  cobre  disuelto , y separado  el  precipi- 
tado del  licor ; tratando  luego  este  con  amoníaco , habrá  la  coloración 
azul  característica.  El  ácido  sulfúrico  precipitará  el  plomo , y no  el  co- 
bre , etc. , etc. 

Si  son  sustancias  inocentes  , orgánicas  ó lo  que  sean  , mezcladas  con 
el  cuerpo  que  se  busca,  no  se  aplicará  el  reactivo  hasta  que  esté  el 
cuerpo  desembarazado  de  ellas. 

Regla  10,  relativa  á las  sustancias  orgánicas. 

Rara  vez , por  no  decir  ninguna  , tiene  buen  resultado  la  aplicación  de 
un  reactivo,  por  sensible  y enérgico  que  sea,  si  el  cuerpo  á que  se  aplica 
está  mezclado  con  otras  sustancias , y en  especial  orgánicas , y menos 
aun  si  está  combinado  con  ellas.  En  estos  casos  hay  que  destruir  prévia- 
mente  esas  sustancias,  desembarazando  de  ellas  el  cuerpo  que  se  inves- 
tiga, y presentarle  puro  á la  acción  de  los  reactivos. 

La  destrucción  de  esas  sustancias  se  efectúa  de  varios  modos,  en  los 
cuales  nos  ocuparemos  en  su  lugar  detenidamente , por  ser  esta  operación 
una  de  las  mas  importantes,  y que,  en  los  casos  de  intoxicación,  siempre 
que  se  trata  de  mezcla  del  veneno  con  sustancias  orgánicas,  líquidos  ó 
sólidos  del  sugeto  envenenado , es  de  todo  punto  indispensable,  antes  de 
someter  el  veneno  á la  acción  de  los  reactivos,  como  se  quiera  obtener 
un  resultado  claro,  terminante  y decisivo. 

Tales  son  las  reglas  generales  que  hay  que  observar  en  el  manejo  de 
ios  reactivos,  para  que  las  operaciones  se  efectúen  bien  y con  resultado 
provechoso  y eficaz,  y que  pueda  servir  de  base  para  un  juicio  pericial. 

§ IV.  — Del  modo  de  asegurarnos  de  la  pureza  de  los  reactivos. 

He  dicho  al  hablar  de  la  regla  tercera  , que  la  importancia  de  la  misma 
erí\fta^  ’ dedicaría  un  párrafo  exprofeso , y,  en  efecto,  lo  merece. 

No  basta  saber  de  qué  reactivos  se  puede  echar  mano  para  disolver 
simple  ó químicamente  una  sustancia;  para  separar  ó caracterizar  cierto 
grupo  de  cuerpos  ; para  descubrir  bases  ó ácidos ; para  disgregar  cuer- 
pos con  la  ayuda  del  calor,  ó reducirlos  con  el  soplete.  El  químico,  el  to- 
xicólogo,  necesita  también  averiguar  de  antemano,  como  hemos  dicho, 
la  pureza  de  todos  esos  reactivos , y saber  cuáles  son  los  cuerpos  que 
pueden  alterarlos.  Ilay  que  ensayarlos,  antes  de  tratar  con  ellos  los  ve- 


- 653  — 

uno  de  por  sí , al  menos  de  los  mas  comunmente  usados , algüna  mayor 
noticia,  siquiera  para  aquellos  que  están  acostumbrados  á hacer  mas  uso 
de  la  memoria  que  del  raciocinio,  y si  no  se  les  dan  los  hechos  determi- 
nados , no  saben  deducirlos. 

En  este  estudio  no  seguiré  estrictamente  el  orden  que  he  establecido 
en  punto  á la  división  de  reactivos.  Como  lo  que  vamos  á decir  de  cada 
uno  de  los  reactivos,  en  punto  al  modo  de  reconocer  su  pureza  y para  qué 
sirven  no  depende  de  su  clasificación , no  he  creído  necesario  adaptar  á 
ella  este  estudio.  Por  otra  parte , como  he  dejado  de  nombrar  los  reacti- 
vos particulares  de  las  especies  y géneros,  esto  suplirá  en  parte  esta 
falta. 

REACTIVOS  POR  LA  VÍA  SECA. 

■ Reactivos  necesarios  para  el  soplete. 

Carbonato  sódico  no  hidratado.  — Debe  ser  muy  puro,  y estar  exento,  so- 
bre todo,  de  sulfato  sódico.  Se  emplea  en  muy  poca  cantidad,  para  redu- 
cir los  óxidos  metálicos,  ya  se  obre  sobre  estos,  ya  sobre  sus  sales.  Tam- 
bién puede  emplearse  la  sosa,  calentando  con  ella  los  óxidos  para  ver  si 
se  funden  juntos,  con  lo  cual  se  distinguen  unos  óxidos  de  otros. 

Fosfato  amónico  sódico.—  Contiene  á menudo  esta  sal  cloruro  sódico; 
esto  poco  le  hace  en  algunos  casos , mas  en  otros  es  indispensable  que 
sea  puro.  Se  conoce  que  hay  dicho  cloruro,  añadiendo  á la  disolución 
ácido  nítrico  ó nitrato  de  plata.  Tampoco  debe  tener  fosfato  sódico  en  ex- 
ceso. Se  asegura  uno  de  ello  haciéndola  fundir  á la  llama  del  soplete ; si 
hay  exceso  de  fosfato  sódico,  el  boton  no  está  limpio  al  enfriarse ; en  el 
caso  contrario,  es  perfectamente  transparente,  y sin  color.  Sirve  para  di- 
solver casi  todas  las  sustancias  por  medio  de  la  fusión.  Solo  algunas, 
aunque  pocas , que  tienen  propiedades  acidas , se  resisten.  Guando  se  ca- 
lienta , pierde  su  agua  y su  amoníaco,  y solo  obra  por  el  ácido  fosfórico 
libre  que  le  resta. 

Bórax  ó atincar. — Su  disolución  acuosa,  á la  que  se  añade  un  poco  de 
ácido  nítrico,  no  debe  enturbiarse  ni  por  el  nitrato  argéntico,  ni  por  el 
cloruro  bárico;  fundido,  no  debe  dar  un  globulillo  gris  negruzco,  lo  cual 
hace  cuando  contiene  algún  vestigio  de  sustancia  orgánica.  Sirve  para 
fundir  ó disolver  todas  las  sustancias  oxidadas,  ya  obren  como  bases,  ya 
como  ácidas. 

Además  de  estos  reactivos,  se  emplean  otros,  como  el  ácido  bórico, 
para  descubrir  con  óxido  de  hierro  el  ácido  fosfórico ; el  nitrato  cobáltico, 
para  descubrir  la  magnesia  y la  alúmina  ; el  nitrato  nicótico,  para  distin- 
guir la  sosa  de  la  potasa ; el  óxido  de  cobre  , para  descubrir  el  cloro,  el 
bromo  y el  yodo  ; el  espalo-flúor  pulverizado,  para  descubrir  los  sulfatos 
bárico,  estronciánico  y cálcico;  el  estaño,  para  reducir  grados  inferiores 
de  oxidación  á otros  menos  oxidados  ó al  estado  metálico ; el  hierro,  para 
el  ácido  fosfórico;  el  bisulfato  potásico,  para  descubrir  el  ácido  bórico  y 
los  boratos  , y el  ácido  silícico,  por  fin  , para  descubrir  el  ácido  sulfúrico 
y sustancias  que  están  dotadas  de  azufre.  Su  grado  de  pureza  se  verá,  so- 
metiéndolos á los  reactivos  para  revelar  los  cuerpos  que  pueden  impu- 
rificarlos- 


- m - 

* 

REACTIVOS  POR  LA  VÍA  HÚMEDA. 


Disolventes  simples. 

Aaua  destilada.— Se  conoce  que  está  pura,  cuando  evaporada,  no  deja 
ningún  residuo,  ni  muda  el  color  de  los  papeles,  reactivos  ni  se  entur- 
bia ni  produce  reacciones  con  el  nitrato  de  plata,  cloiuro  de  bario,  oxa- 
lato  de  amoníaco,  ni  agua  de  cal ; lo  cual  quiere  decir  que  no  es  ácida, 
ni  alcalina,  ni  tiene  cloro,  ni  sulfatos,  ni  cal,  ni  acido  carbónico.  Tiene 
jior  uso  disolver  y conocer,  á veces,  ciertos  cuerpos  solo  por  la  diso- 

UCA¡cóhol.-  Debo  volatilizarse  en  su  totalidad  calentado,  no  deja  olor  al- 
guno cmpi reumático , cuando  se  frota  uno  las  manos  con  él,  ni  altera  el 
papel  de  tornasol.  Se  emplea  para  disolver  ciertas  sustancias  y conocer 
otras  que  no  son  solubles  en  él;  para  precipitar  cuerpos  insolubles,  pre- 
parar éteres  y reducir  ciertos  cuerpos  unidos  á un  ácido  libre. 

Eter.—  Debe  estar  exento  de  alcohol , del  cual  no  está  libre  el  del  co- 
mercio, si  bien  esto  no  es  un  gran  defecto  en  muchos  casos.  También  á 
veces  tiene  algo  de  agua  , y esto  es  peor.  Para  obtenerle  puro  se  agita  el 
éter  del  comercio  muchas  veces  con  agua  , que  se  la  lleva  el  alcohol;  de- 
jándole descansar,  ocupa  la  parte  superior  del  vaso,  y de  ella  se  retira 
con  una  pipeta  ó sifón,  aspirando  para  que  suba  , y así  se  decante  y ob- 
tenga puro.  Se  le  somete  luego  á fragmentos  de  cloruro  de  calcio,  y luego 
se  rectifica  al  baño  de  maría,  cuidando  que  el  agua  del  baño  no  llegue  á 
los  100  grados.  La  temperatura  de  36  grados  basta. 

El  éter  puro  no  debe  ser  ácido;  el  papel  azul  de  tornasol  no  ha  de 
mudar  su  color  en  él. 

Tampoco  debe  ponerse  opalino,  cuando  se  le  agita  con  agua.  Esto 
prueba  que  tiene  sulfato  neutro  de  etylo.  Por  último,  tampoco  debe  de- 
jar olor  empireumático,  cuando  se  evapora  un  poco  de  él  en  la  mano. 

El  éter  sirve  poco  para  las  análisis  de  los  cuerpos  inorgánicos;  fuera 
de  aislar  el  bromo,  casi  nunca  se  emplea.  En  cambio  sirve  bastante  para 
disolver  las  sustancias  orgánicas,  las  materias  grasas,  las  resinas,  alcan- 
for, etc.  Los  alcalóides  son  casi  todos  solubles  en  el  éter  sulfúrico,  y en 
el  acético  todavía  más. 

Sulfuro  de  carbono.  — En  el  comercio,  este  cuerpo  está  bastante  puro. 
Sirve  para  disolver  el  azufre,  el  fósforo  y el  yodó,  para  el  cual  se  emplea 
muy  comunmente. 


Disolventes  químicos. 


Acido  hidroclórico.  — No  debe  tener  color,  ni  dejar  residuo,  evaporado, 
litrviendo  con  una  disolución  de  añil , no  debe  desteñirle.  No  debe  alte- 
rarse  ó precipitar  diluido  con  agua  por  el  cloruro  de  bario  (tendria  ácido 
n*  Por  e^-  ^c*do  nítnco  (ácido  sulfuroso);  no  ha  de  alterar  el 
sulfnídnco;  neutralizado  por  el  amoníaco  y acidulado  con  un  poco  de 
ácido  acético,  no  debe  enturbiarse  siquiera  por  el  cianuro-ferroso-potá- 
sico.  Sirve  perfectamente  para  disolver  en  especial  los  óxidos  y peróxi- 
do , c4ales  raucia  en  cloruros,  y pone  cloro  en  libertad,  especial- 
mente  con  los  últimos;  para  desprender  el  ácido  insoluble  ó gaseoso  de 

sol  Vh|S  Sa  es ; disuelve  sin  descomPosicion  aparente  las  sales  del  ácido 
Dle  y no  gaseoso,  y sirve  en  particular  para  descubrir  y separar  los 


- 6SS  - 

óxidos  argéntico,  mercurioso  y plúmbico,  igualmente  que  para  descu- 
brir el  amoníaco,  con  el  cual  forma  al  aire  vapores  blancos  de  cloruro 

amónico.  . . ... 

Acido  nítrico.—  El  puro  no  tiene  color  ni  deja  residuo  alguno  evaporán- 
dose ; no  enturbia  los  nitratos  de  plata  y barita,  y para  esto  hay  que  di- 
luirle mucho  en  agua ; de  lo  contrario,  no  los  disuelve.  Es  el  disolvente 
de  los  metales , de  los  óxidos , de  los  sulfuros  y sales  oxidadas ; trans- 
forma los  metales  á expensas  de  una  parte  de  su  oxígeno,  y estos  óxidos 
se  combinan  con  el  ácido  que  resta  formando  nitratos.  Disuelve  las  sales 
de  ácido  no  volátil.  También  sirve  para  descomponer  los  yoduros. 

Acido  cloro-nítrico.—  Los  dos  ácidos  hidroclórico  y nítrico  unidos  se 
descomponen  ; se  desprende  cloro  y se  forma  ácido  hiponítrico  y agua. 
Saturado  el  líquido  de  cloro,  cesa  la  descomposición , para  volver  á em- 
pezar en  cuanto  se  evapore  cloro  por  medio  del  calor,  ó introduciendo  un 
cuerpo  que  absorba  cloro.  Es  uno  de  los  oxidantes  y disolventes  mas 
enérgicos.  Disuelve  perfectamente  todos  los  metales  que  forman  cuerpos 
solubles  con  el  cloro.  El  oro  y el  platino  se  disuelven  en  este  reactivo. 

Acido  acético.— El  puro  no  deja,  evaporado,  residuo  alguno;  el  ácido 
sulfhídrico  no  le  hace  precipitar.  Las  disoluciones  de  plata  y barita  no 
deben  enturbiarle  siquiera,  cuando  diluido  en  agua,  masque  se  haya  he- 
cho hervir  con  ácido  nítrico.  Hirviendo  con  la  disolución  de  añil  no  debe 
alterarla.  Con  este  ácido  se  acidulan  ciertos  líquidos,  cuando  hay  que  evi- 
tar la  presencia  de  ácidos  minerales.  Sirve  además  para  distinguir  ciertos 
cuerpos,  puesto  que  los  hay  solubles  en  él  é insolubles. 

Cloruro  amónico.—  Con  la  evaporación  deja  una  disolución  de  esta  sal 
en  la  plancha  de  platino,  un  residuo  que  se  volatiliza  en  su  totalidad,  si 
la  calefacción  continúa.  A mas  de  ser  completamente  neutra,  el  sulfuro 
de  amonio  no  debe  alterarla.  Sirve  para  mantener  disueltos  algunos  óxi- 
dos, como  el  de  magnesia  y el  manganeso,  y algunas  sales,  como  el  tar- 
trato  cálcico,  en  presencia  de  ciertos  óxidos  ó sales  que  precipitan  por  ei 
amoníaco  ú otro  reactivo  en  igualdad  de  circunstancias.  Sirve  también 
para  distinguir  unos  de  otros  muchos  precipitados  de  caractéres  físicos 
parecidos;  para  separar  de  su  disolución  en  la  potasa  muchos  cuerpos  in- 
solubles en  el  amoníaco  y hacer  precipitar  de  sus  disoluciones  el  platino 
en  estado  de  cloruro-platino-amónico. 

Reactivos  que  se  emplean  para  separar  6 caracterizar  grupos  de  cuerpos. 

Papeles.  Azul  de  tornasol. — Tiras  ó pliegos  de  papel  sin  color,  teñidos  de 
una  disolución  de  tornasol  del  comercio  constituyen  este  papel.  Cual- 
quiera se  le  puede  preparar  muy  fácilmente;  se  hace  digerir  una  parte  de 
girasol  en  seis  de  agua  y se  divide  en  dos  la  disolución  azul  intensa  que 
se  obtiene.  Con  una  varilla  de  vidrio  humedecida  de  ácido  sulfúrico  de- 
bilitado, se  agita  fuertemente  la  disolución  hasta  saturarla;  se  repite  la 
operación,  y cuando  se  enrojece  el  líquido,  se  mezcla  la  otra  mitad,  se 
vacia  en  una  evaporadera  y en  ella  se  sumerge  el  papel  blanco,  el  cual 
se  seca  luego.  La  tintura,  ni  debe  ser  demasiado  intensa,  ni  muy  diluida. 
Este  papel  sirve  para  reconocer  si  un  líquido  es  ácido;  pues,  sumergién- 
dole en  este,  se  vuelve  rojo.  Hay  ciertas  sales  metálicas  neutras,  que  ha- 
cen otro  tanto,  sin  embargo. 

Papel  rojo  de  tornasol .-  Este  papel  se  prepara  del  propio  modo ; se  su- 
merge en  la  tintura  de  tornasol,  enrojecida  por  medio  de  una  varilla  mo- 


— 056  — 


jada  de  ácido  sulfúrico  débil,  con  (pie  se  agila  ía  tintura  hasta  ano  vo 
roja.  Este  papel  sirve  para  reconocer  los  álcalis  libres,  las  tierras  v E 
alcalinas  y muchas  sales  solubles  de  ácido  débil.  El  papel  recobra Vi 
lor  azul  de  la  tintura  que  el  ácido  enrojeció.  °' 

Papel  de  dalia.— Tomando  algunos  pétalos  de  esta  hermosa  flor  purnú- 
rea,  se  hierven  en  agua  ó digieren  en  alcohol  y dan  una  disolución  pare- 
cida á la  del  tornasol.  Se  empapan  de  ella  tiras  de  papel  y se  obtiene  un 
hermoso  azul  violado.  Si  acaso  tira  demasiado  al  rojo,  se  le  azula  con  un 
poco  de  amoníaco  que  se  echa  en  la  tintura.  Los  ácidos  le  tiñen  de  rojo 
y los  álcalis  de  verde;  por  lo  tanto,  el  papel  de  dalia  por  sí  solo  sustituye 
los  papeles  azul  y rojo  de  tornasol,  igualmente  que  las  tinturas  de  torna 
sol  y el  jarabe  de  violeta,  de  que  hablarémos  luego.  Las  disoluciones  al- 
calinas muy  concentradas  le  coloran  de  amarillo.' 

Papel  de  cúrcuma.— Machácase  una  parte  de  raiz  de  cúrcuma  en  seis  de 
alcohol  debilitado , se  digiere  en  caliente  y se  obtiene  una  tintura  ama- 
rilla. En  ella  se  sumergen  tiras  de  papel  sin  cola , y cuando  secas,  son 
de  un  amarillo  hermoso.  Los  álcalis  tiñen  de  rojo  este  papel : de  consi- 
guiente, es  también  un  buen  reactivo  para  descubrirlos. 

Todos  estos  papeles  deben  cortarse  en  tirillas , ser  conservados  en  ca  - 
jas cerradas , mejor  en  frascos  herméticamente  cerrados  y privados  del 
contacto  de  la  luz. 

Tinturas  alcohólica  y acuosa  de  tornasol.— Tienen  los  mismos  usos  y reac- 
ciones que  los  papeles;  pero  estos  son  mas  ventajosos  por  lo  mas  fácil- 
mente que  se  manejan  y conservan. 

Jarabe  de  violetas.  — Usos  análogos  á los  del  papel  de  dalia;  los  álcalis 
le  enverdecen. 


Acido  sulfúrico.— Cuando  es  puro  no  altera  el  color  de  una  disolución 
de  añil,  con  la  cual  hierva.  Echado  al  agua,  en  cuyo  seno  hay  zinc  puro, 
deja  desprender  hidrógeno.  La  grande  afinidad  que  tiene  el  ácido  sulfú- 
rico con  las  bases,  le  hace  excelente  para  desalojar  á todos  los  demás  áci- 
dos. También  sirve  para  descomponer  los  yoduros,  poniendo  en  libertad 
el  yodo,  que  oxida  pasando  al  estado  de  ácido  sulfuroso,  puesto  que  em- 
plea para  oxidar  el  yodo  parte  de  su  oxígeno.  Descompone  todos  los 
cuerpos  que  no  pueden  existir  sin  agua,  porque  se  apodera  de  ella.  Sirve 
para  preparar  muchos  gases,  como  el  hidrógeno,  el  hidrógeno  sulfurado, 
y dilatándole,  para  descubrir  las  sales  de  barita,  estronciana  y plomo. 

Acido  sulfhídrico.— Debe  sersu  disolución  límpida,  no  ennegrecer  cuando 
se  le  añade  amoníaco , y formar  un  abundante  precipitado  de  azufre  con 
el  cloruro  férrico.  Es  un  excelente  reactivo  para  los  óxidos  metálicos,  los 
cuales  le  descomponen  en  agua  formada  por  el  hidrógeno  del  ácido  y el 
oxígeno  del  óxido,  y en  azufre  que  se  desprende,  el  cual,  quedando  libre 
del  hidrógeno,  con  el  que  formaba  el  ácido,  se  combina  con  el  metal  que 
queda  libre  á su  vez , perdiendo  el  oxígeno  y se  forma  un  sulfuro.  Los 
sulfuros  , no  siendo  alcalinos,  son  insolubles,  y por  lo  tanto,  se  precipi- 
tan de  un  modo  manifiesto.  Su  color  es  negro  ú oscuro  casi  siempre , y 
el  de  los  que  tienen  color  diferente  es  tan  característico,  que  por  él  soto 

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- 687  — - 

alteración  no  le  desvirtúa ; pero  si  se  le  añade  un  ácido , depone  azufre. 
Debe  ser  límpido,  volátil  y no  da  residuo  con  la  calefacción.  Las  sales  de 
magnesia  no  deben  precipitar  con  él.  Los  usos  del  sulfhidrato  son  mas  ex- 
tensos todavía  que  los  del  ácido  sulfhídrico.  Para  obrar  sobre  ciertas  di- 
soluciones ú óxidos  metálicos,  el  ácido  necesita  de  ciertas  circunstancias 
ó condiciones.  Hemos  dicho  que  con  el  ácido  sulfhídrico  se  forman  sul- 
furos, cuya  precipitación  constituye  el  carácter  de  la  reacción.  Pues  estos 
sulfuros , unos  son  solubles  en  los  ácidos  y no  en  los  álcalis : los  prime- 
ros, disolviéndose  en  el  sulfhídrico,  no  presentan  reacción  aparente; 
los  segundos , sí ; pues  con  el  sulfhidrato  amónico  se  consigue  precipi- 
tarlos; porque  los  sulfuros  se  hacen  insolubles  en  él,  los  unos  por  el 
ácido,  los  otros  por  el  álcali.  Digeriendo  en  él  ciertos  sulfuros , los  di- 
suelve , conteniendo  un  exceso  de  azufre.  También  sirve  para  precipitar 
la  alúmina  y el  óxido  crómico,  y disolver  los  cuerpos  que  solo  lo  hacen  á 
la  presencia  de  un  ácido  libre. 

Sulfuro  potásico.— Sustituye  al  sulfhidrato  amónico. 

Potasa. —Debe  ser  incolora.  Sobresaturada  con  el  ácido  nítrico  sin  des- 
prender mas  que  unas  cuantas  burbujas  de  ácido  carbónico,  no  debe  su 
disolución  precipitar  por  el  cloruro  de  bario , ni  por  el  nitrato  de  plata; 
tampoco  debe  dejar  residuo  de  ácido  silícico;  cuando,  evaporada  hasta  se- 
quedad, se  trate  lo  que  resta  en  agua,  debe  disolverse  esto  que  resta.  Ca- 
lentada con  un  peso  igual  de  una  disolución  de  amoníaco  no  debe  entur- 
biarse. Como  tiene  una  grande  afinidad  por  los  ácidos , sirve  admirable- 
mente para  descomponer  la  mayor  parte  de  las  sales,  cuya  base  precipita, 
si  es  insoluble  en  el  agua. 

Algunos  de  los  óxidos  que  precipita  se  disuelven  en  un  exceso  de  po- 
tasa, otros  no;  por  lo  tanto,  sirve  para  distinguir  los  unos  de  los  otros; 
así  se  distinguen  con  ella  los  óxidos  alumínico,  crómico  y plúmbico,  que 
se  vuelven  á disolver,  de  los  de  hierro  y bismuto,  por  ejemplo,  que  no  se 
disuelven.  Sirve  igualmente  para  disolver  algunas  sales  y sulfuros  ó ais- 
larlos , acusando  así  su  presencia.  Siendo  el  amoníaco  desalojado  y des- 
prendido de  todas  sus  combinaciones  por  la  potasa , es  inútil  decir  que 
es  un  excelente  reactivo  para  el  mismo. 

Carbonato  potásico. — Debe  ser  de  un  blanco  perfecto.  Sobresaturada  su 
disolución  con  el  ácido  nítrico,  no  debe  enturbiar  el  cloruro  bórico,  ni  el 
nitrato  de  plata.  Tampoco  debe  dejar  residuo  insoluble  de  ácido  silícico 
cuando  es  evaporado  hasta  sequedad  ; se  trata  con  agua  la  materia  que 
abandona.  Sirve  para  precipitar  todas  las  bases  en  estado  de  carbonato  ó 
de  óxido , excepto  los  álcalis,  y como  estos  precipitados  tienen  colores 
particulares,  por  ellos  se  reconocen  los  metales.  Igualmente  sirve  para 
descomponer  por  medio  de  la  ebullición,  una  serie  de  sales  insolubles  de 
base  térrea  ó alcalina,  en  especial  las  que  tienen  ácido  orgánico;  el  ácido 
carbónico  se  combina  con  la  base  y el  ácido  de  ia  sal  descompuesta  con 
la  potasa.  También  sirve  para  saturar  ácidos  libres,  cuyas  sales  potásicas 
nos  queremos  procurar.  Precipita  el  platino  de  su  disolución  en  el  ácido 
clorhídrico. 

Amoniaco. — Puro  es  incoloro,  no  enturbia  la  cal,  ni  deja  residuo,  eva- 
porado. Sobresaturado  con  ácido  nítrico,  no  enturbia  las  disoluciones  de 
barita  y plata,  ni  toma  color  con  el  ácido  sulfhídrico.  Es  uno  de  los  reac- 
tivos mas  usados ; sirve  para  saturar  los  líquidos  ácidos , precipitar  mu- 
chos óxidos  metálicos  y tórreos,  y separarlos  unos  de  otros  , puesto  que 
unos  son  solubles  en  él,  otros  insolubles  en  un  exceso  del  mismo.  Los  co- 
TOXICOCOGÍá, — 42 


nenos  y ver  si  contienen  cuerpos  que  no  han  de  contener.  Muy  á me- 
nudo se  encuentran  con  cierta  porción  de  algunos  de  los  cuerpos  que  han 
servido  para  prepararlos.  Es  preciso,  pues , estudiar  los  reactivos  bajo 
este  punto  de  vista. 

Podemos  establecer  que  las  sustancias  que  mas  á menudo  impurifican 
los  reactivos,  son:  el  ácido  carbónico,  el  clorhídrico,  el  cloro  y los  cloruros, 
el  cobre,  el  hierro,  el  plomo,  el  arsénico,  la  cal,  la  magnesia  y los  sulfalos . 

El  ácido  carbónico  impurifica  el  agua  destilada. 

Pueden  estarlo  por  el  ácido  hidroclórico,  por  el  cloro  o algún  cloruro-, 
el  ácido  nítrico,  el  carbón  animal,  el  agua  destilada  , el  arseniato,  el  subcar- 
bonato v nitrato  de  potasa. 

Pueden  estarlo  por  el  cobre : el  amoniaco,  el  nitrato  de  ¡Hato  y el  subcar- 
bonato de  plomo. 

Pueden  estarlo  por  el  hierro:  el  agua  de  barita,  el  acetato  de  plomo,  ei 
amoniaco,  el  arseniato  de  potasa  , la  cal , el  carbonato  potásico , el  cloruro  es- 
tánnico,  el  mercúrico,  el  subcarbonato  amónico,  el  subacetato  plúmbico,  el  sul  - 
fato aluminico,  y el  magnésico. 

Pueden  estarlo  por  el  plomo:  el  ácido  oxálico  y el  sulfúrico. 

Pueden  estarlo  por  el  arsénico : el  fósforo,  el  ácido  sulfúrico,  el  cobre,  e! 
estaño,  el  nitrato  de  potasa,  la  potasa,  el  zinc. 

Pueden  estarlo  por  la  cal:  el  agua  destilada,  el  carbonato  potásico,  el 
cloro  y agua  clorosa,  la  potasa,  el  alcohol , el  subcarbonato  amónico,  el  sul- 
fato aluminico. 

Pueden  estarlo  por  la  magnesia:  el  ácido  carbónico  y el  agua  de  barita. 

Pueden,  finalmente,  estarlo  por  los  sulfatos:  el  ácido  sulfhídrico,  el 
agua  destilada  , el  amoníaco,  el  cloro,  el  nitrato  argéntico,  y la  potasa  al  al- 
cohol. 

¿ Cómo  se  conoce  que  cada  una  de  estas  sustancias  contiene  alguno  de 
esos  cuerpos  que  alteran  su  pureza?  Por  medio  de  sus  reactivos  , genera- 
les ó especiales.  Se  conoce,  en  efecto  : 

Que  el  agua  destilada  tiene  ácido  carbónico ; por  el  agua  de  cal , que  la 
precipita  en  blanco. 

Que  contiene  el  reactivo  ácido  hidroclórico  , cloro  ó un  cloruro  ; por  me- 
dio del  nitrato  de  plata,  que  los  precipita  en  blanco. 

Que  el  reactivo  contiene  cobre;  por  medio  del  amoníaco,  que  le  preci- 
pita en  azul  ó le  da  esta  coloración. 

Que  contiene  hierro  ; por  medio  del  ferrocianuro  de  potasio,  que  le  preci- 
pita en  azul. 

Que  contiene  plomo ; por  medio  del  ácido  sulfhídrico,  que  le  precipita  en 
negro. 

Que  contiene  arsénico ; por  medio  del  aparato  de  Marhs  y las  manchas 
de  color  de  chocolate  que  luego  se  recogen. 

Que  contiene  cal;  por  medio  del  oxalato  amónico,  que  la  precipita  en 
blanco. 

Que  contiene  magnesia;  por  medio  del  fosfato  sódico,  que  la  precipita  en 
blanco. 

A pesar  de  que  estas  generalidades  pueden  servir  perfectamente  para 
conocer  la  pureza  de  los  reactivos,  y que  hasta  podriamos  prescindir  de 
eiias,  porque  el  que  sabe  bien  la  química , sabe  las  reacciones  de  que  es 
í e un  cuerP°’  y Por  lo  mismo  conoce  cuando  da  otras,  no  solo 
nnrifi™  lmPuro’  sino  también  cuál  ó cuáles  son  los  cuerpos  que  le  im- 
puimcan;  sin  embargo,  considero  de  alguna  utilidad  dar  acerca  de  cada 


lores  de  los  precipitados  son  particulares,  y por  lo  tanto , son  de  mucha 
utilidad.  Los  óxidos  que  mas  se  precipitan  son  los  de  las  sales  neuuas* 
la  sal  amoniacal  que  se  forma  en  las  Acidas,  impide  la  precipitación  ’ 

Caibonato  amomeo.  Calentado , debe  volatilizarse  sin  dejar  resto.  So- 

hatffivdl0  C|°?  HCld0  nílr\co’  no  debe  Precipitar  por  las  disoluciones  de 
banta  y de  plata,  ni  enturbiarse  siquiera,  echándole  ácido  sulfhídrico 
I recipita  la  mayor  parte  de  los  óxidos  metálicos  y de  las  tierras,  y mas 
con  la  ebullición.  En  un  exceso  se  disuelven  algunos.  Tampoco  precipitan 
los  óxidos  de  las  sales  ácidas.  Sirve  perfectamente  para  precipitar  la  ba- 
rita , la  estronciana  y la  cal,  y las  separa  de  la  magnesia.  A esta  ñola 
precipita  sino  cuando  no  contiene  el  líquido  sal  alguna  amoniacal. 

Cloruro  bárico. — El  puro  no  ataca  los  colores  vegetales,  ni  toma  color; 
mucho  menos  precipita  con  el  ácido  sulfhídrico  y sulfhidrato.  Su  diso- 
lución clara  no  deja,  evaporada,  residuo  alguno;  el  ácido  sulfúrico  preci- 
pita sus  partes  tijas.  Puesto  que  con  varios  ácidos  forma  sales  solubles  é 
insolubles,  sirve  el  cloruro  para  distinguir  unas  de  otras  y es  de  los  mas 
usados,  en  especial  para  descubrir  el  ácido  sulfúrico. 

Nitrato  bárico. — Sobre  tener  los  mismos  caractéres  que  el  cloruro , en 
cuanto  á pureza,  no  debe  precipitar  por  el  nitrato  de  plata.  Tiene  los  mis- 
mos usos  que  el  cloruro  y le  sustituye  cuando  haya  de  evitarse  la  pre- 
sencia del  cloro  en  la  reacción. 

Nitrato  argéntico.— Está  la  piedra  infernal  pura,  cuando  disuelta  y tra- 
tada en  el  ácido  clorhídrico  diluido,  se  precipitan  sus  partes  fijas  en  su 
totalidad  , de  suerte  que  , evaporada  una  gota  en  un  vidrio  de  reloj , no 
deje  la  menor  huella,  ni  la  precipite,  ni  colore  el  ácido  sulfhídrico.  Usos 
análogos  á los  del  cloruro  de  bario.  Los  precipitados  notables  que  forma 
con  muchos  ácidos,  le  hacen  su  reactivo  especial. 

Cloruro  cálcico. — Su  disolución  debe  ser  perfectamente  neutra;  mezclada 
con  la  cal  cáustica  ó hidratada  no  debe  desprender  vapores  amoniacales; 
el  sulfhidrato  amónico  no  debe  hacerle  precipitar  ni  teñir  siquiera.  Tiene 
usos  muy  análogos  á los  de  barita.  Sirve  para  distinguir  los  ácidos  orgá- 
nicos, puesto  que,  unos  son  solubles  en  él,  otros  no. 

Cloruro  férrico.— No  debe  contener  exceso  de  ácido.  Con  una  varilla  de 
vidrio,  mojada  de  amoníaco,  se  toca  su  disolución,  y se  íorma  un  precipi- 
tado, que  con  la  agitación  no  se  disuelve.  El  cianuro  férrico-polásico  no 
le  tiñe  de  azul.  Se  emplea  para  el  exámen  ulterior  de  los  ácidos  que  no 
precipitan  por  el  cloruro  cálcico. 


Reactivos  para  reconocer  ó separar  las  bases. 

Sulfato  potásico.— No  debe  enrojecer  el  papel  de  tornasol , ni  precipitai 
por  el  sulfhidrato  amónico , ni  por  el  hidrato  potásico , ni  por  el 
lato , ni  debe  fundirse  en  las  ascuas.  Precipita  la  estronciana  y a ñama 
de  su  disolución  acuosa  y la  concentrada  de  cal.  Sustituye  al  ácidc » sulti - 
rico  diluido  en  muchos  casos,  para  distinguir  la  cal  de  la  barita i , poi 
ejemplo.  Sirve  igualmente  para  descubrir  la  tonna,  la  una , el  óxido  ce 

r°AntimoníflíC°Se  potasa.  -Sirve  para  reconocer  la  sosa,  por  cuanto  el  acido 

antimónico  forma  con  ella  una  sal  muy  poco  solub  e.  contener 

Cromato  potásico  «afro,- No  debe  fundirse  en  as  as  cuas , : ni  centone 

sulfato  potásico.  Sirve  principalmente  paia  descubtn  e p * 
pone  casi  todas  las  sales  metálicas  solubles. 


- 669  - 

Fosfato  sódico.— Calentada  la  disolución,  no  debe  enturbiarse  por  el 
amoníaco ; con  las  sales  de  barita  y plata  debe  formar  precipitados,  que 
se  disuelven  totalmente  en  el  ácido  nítrico  diluido.  Las  tierras  alcalinas 
y los  óxidos  metálicos  precipitan  con  el  fosfato  sódico  por  doble  descom- 
posición. Sirve  para  descubrir  la  magnesia  en  los  líquidos  de  los  cuales  se 
haya  separado  la  estronciana,  la  cal  y la  barita,  añadiendo  el  amoníaco 
que  precipita  la  magnesia. 

Snccinato  amónico. —Debe  ser  neutro.  El  ácido  con  que  se  hace  debe  ser 
blanco,  no  tener  olor  empireum ático:  debe  disolverse  completamente  en 
el  alcohol  y volatilizarse  en  una  hoja  de  platino;  tratado  por  la  potasa,  no 
debe  desprender  olor  amoniacal.  Estando  puro  el  ácido,  lo  está  la  sal. 
Sirve  para  distinguir  la  barita  de  la  estronciana  y de  la  cal , y separar  pe- 
queñas cantidades  de  varios  óxidos,  en  especial  el  manganeso  del  férrico. 

Sulfato  alumínico. — No  debe  teñirse  de  azul  con  el  ferrocianuro , no  dar 
precipitado  blanco  con  el  oxalato  amónico.  Sirve  para  descubrir  la  po- 
tasa y el  amoníaco.  No  es  muy  útil. 

Cloruro  de  platino.  — Debe  emplearse  en  estado  de  disolución  acuosa 
concentrada.  También  sirve  la  alcohólica.  Sirve  para  descubrir  la  potasa 
y amoníaco. 

Cloruro  de  oro.  — Sirve  para  reconocer  el  óxido  ferroso  y estannoso, 
lo  mismo  que  algunos  ácidos  que  separan  el  metal. 

Cloruro  de  estaño.  — Debe  disolverse  completamente  en  una  pequeña 
cantidad  de  agua  y un  grande  exceso  de  sulfhidrato  amónico.  Sirve  para 
descubrir  el  óxido  y el  cloruro  áurico. 

Cianuro  ferroso  de  potasio.  — No  debe  precipitar  por  una  sal  de  barita, 
y sus  cristales  han  de  ser  de  un  amarillo  citrino  y solubles  en  el  alcohol. 
Sirve  para  descubrir  muchos  óxidos  metálicos,  particularmente  el  férrico 
y el  de  cobre. 

Cianuro  férrico  potásico.  — En  estado  de  disolución,  sirve  para  recono- 
cer el  óxido  ferroso,  cuando  en  una  disolución  se  encuentra  al  mismo 
tiempo  óxido  férrico.  Mas,  tanto  el  ferroso,  como  el  férrico  de  estos  cia- 
nuros, son  reactivos  algo  falaces,  cuando  son  ácidas  las  disoluciones  me- 
tálicas. 

Oxalato  amónico. — Estando  puro  el  ácido  oxálico,  se  obtiene  el  oxa- 
lato amónico  puro  también,  añadiendo  al  ácido  amoníaco  puro  en  exceso. 
No  debe  precipitar  por  una  sal  de  barita;  debe  volatilizarse  completa- 
mente, descomponerse  en  parle,  no  ennegrecerse  antes  de  volatilizarse, 
ni  humedecerse  al  aire.  Sirve  para  descubrir  la  cal  y sus  sales  solubles 
en  el  agua  ; también  precipita  muchos  óxidos  metálicos. 

Acido  oxálico.  — Lo  mismo  que  el  oxalato,  que  le  es  preferible. 

Acido  tartárico.  — Debe  disolverse  en  totalidad  en  el  alcohol;  si  con- 
tiene cal  deja  residuo  cuando,  carbonizado  en  la  hoja  de  platino,  se 
quema  el  carbón  con  el  soplete;  tampoco  debe  precipitar  por  una  sal  de 
barita,  ni,  saturado  por  el  amoníaco  , precipitar  por  el  ácido  sulfhídrico 
y el  sulfhidrato.  Sirve,  en  disolución  concentrada,  para  descubrir  la  po- 
tasa y distinguirla  de  la  sosa,  litina  y amoníaco.  Se  enmohece  pronto. 

Acido  silícico  fluorhídrico.  — Haciendo  pasar  gas  fluorsilícico  por  el  agua, 
se  obtiene  dicho  ácido.  Sirve  para  distinguir  la  barita  de  la  estronciana 
y de  la  cal.  Ningún  otro  puede  reemplazarle. 

Infusión  de  nuez  de  agallas.  — Sirve  para  reconocer  cantidades  peque- 
ñas de  óxido  férrico  en  las  disoluciones,  y también  para  descubrir  otros 
óxidos  metálicos,  notablemente  el  titánico  y el  tantálico. 


— 660  — 


fieactivos  para  descubrir  los  ácidos. 

Cloruro  cálcico.—  Ya  hemos  hablado  de  él  entre  los  generales  ; sirve, 
aunque  poco , para  descubrir  el  ácido  fosfórico. 

Acetato  plúmbico.  — Su  disolución  no  debe  ponerse  azul,  sobresaturada 
de  amoníaco;  tampoco  debe  dar  precipitado  de  oxalato  cálcico  el  licor 
filtrado  de  una  disolución  tratada  con  ácido  sulfhídrico  y sobresaturado 
de  aquella  base.  Se  emplea  en  algunos  casos  para  descubrir  el  ácido  fos- 
fórico ; es  raro  que  se  emplee  en  su  vez  el  subacetato. 

Nitrato  plúmbico  —Se  sustituye  á veces  con  el  acetato. 

Nitrato  mer curioso.  — Esta  disolución  puede  contener  ácido  mercúrico 
y óxido  mercurioso  á un  tiempo;  en  este  caso  no  precipita  todo  el  mer- 
curio en  estado  de  cloruro  mercurioso ; añadiéndole  un  exceso  de  diso- 
lución de  cloruro  sódico , puede  descubrirse  en  el  licor  filtrado  óxido 
mercúrico.  Cuando  la  sal  es  neutra  , se  obtiene  un  polvo  blanco,  que  es 
cloruro  mercurioso,  desmenuzándole  en  seco  con  un  exceso  de  cloruro 
sódico  y añadiendo  agua  ; al  contrario  , si  es  básico  se  obtiene  un  polvo 
verde.  Sirve  para  precipitar  muchos  ácidos,  en  especial  orgánicos,  y 
para  reconocer  el  oro,  el  platino  y algunos  otros  metales. 

Cloruro  mercúrico. — Debe  volatilizarse  en  totalidad  y sin  dejar  residuo 
cuando  se  calienta,  ser  completamente  soluble  en  el  agua,  alcohol  y 
éter.  Su  disolución  sirve  para  reconocer  los  ácidos  fosforoso  é hipofosfo- 
roso , cuando  están  mezclados  con  el  fosfórico  y fosfatos. 

Cloruro  férrico.  — Hemos  tratado  ya  de  él  entre  los  reactivos  generales. 
Es  un  buen  reactivo  para  descubrir  el  ácido  acético  y el  fórmico. 

Subsilicato  potásico.  — Se  emplea  para  descubrir  el  ácido  fosfórico  en  el 
fosfato  alumínico. 

Cobre.  — El  puro  sirve  para  descubrir  en  limaduras  el  ácido  nítrico. 
Oro.  — El  batido  sirve  para  descubrir  también  el  ácido  nítrico , el  ni- 
troso y el  clorhídrico. 

Añil.  — Su  disolución  en  ácido  sulfuroso  concentrado  sirve  para  descu- 
brir el  ácido  nítrico. 

Sobreóxido  de  manganeso.  — Sirve  para  descubrir  el  ácido  clorhídrico. 

La  naturaleza  y límites  de  este  Compendio  no  me  permiten  entrar  en 
mas  pormenores;  tanto  menos,  cuanto  que  basta  lo  expuesto  para  mi  ob- 
jeto y utilidad  de  mis  alumnos. 

ARTÍCULO  VI. 

DE  LOS  CARACTERES  FISICOS  T QUIMICOS  DE  LOS  VENENOS. 

Así  como  he  creído  conducente,  para  sacar  mas  partido  de  esta  obra, 
exponer  algunas  nociones  generales  de  química  , antes  de  hablar  de  los 
reactivos,  reglas  para  manejarlos  y modo  de  asegurarnos  de  su  pureza; 
así  también  respecto  de  las  operaciones  analílico-químico-loxicológicas, 
que  hay  que  emprender  en  un  caso  práctico  de  envenenamiento,  creo 
muy  conveniente  consignar  antes  al  menos  un  resúmen  de  lo  mas  prin- 
cipal, que  , en  punto  á los  caractéres  físicos  y químicos  de  los  venenos, 
se  estudia  en  la  asignatura  de  Análisis  química . 

Los  alumnos  que  estudian  para  el  grado  de  doctor,  ó aquellos  que  ha- 
yan estudiado  análisis  química,  no  necesitarán  esta  parte,  porque  en  esa 
asignatura  aprenderán  loque  aquí  digamos;  pero,  en  primer  lugar,  an- 


— 661  - 

tes  de  llegar  á los  estudios  del  doctorado,  han  de  aprender  Toxicología; 
y además , lo  que  expóngateos  en  éste  artículo  les  servirá  de  preparación 
para  esos  estudios  especiales,  y cort  ellos  podrán  ampliar  ésíé  réSútoen; 
y en  segundo  lugar,  los  qüé  tío  hayan  estudiado  análisis  química,  y los 
que  se  matriculen  para  las  asignaturas  del  doctorado,  podrán  utilizarse 
de  nuestro  resümen  relativo  á los  caracteres  físicos  y químicos  necesa- 
rios para  proceder  á la  distinción  de  los  álcalis  y otras  bases,  de  lós  áci- 
dos y de  los  cuerpos  neutros , ó de  las  sales  que  pueden  serles  presenta- 
das en  un  caso  práctico  de  intoxicación;  yá  al  estado  puro,  ya  mezcladas 
con  otras  sustancias,  procedentes  ó no  del  sugetó  envenenado. 

Al  exponer  esos  caractéres , cótaprendéré  todos  los  cuerpos  que  for- 
men el  objeto  dél  químico  analista,  sean  ó no  venenosos,  y me  limitaré, 
por  lo  mismo,  á los  que  la  química  puede  descubrir  en  el  estado  actual, 
por  medio  de  la  marcna  metódica  establecida  para  esos  casos,  y las  ope- 
raciones que  luego  explicaré , como  mas  propias  para  los  casos  de  enve- 
nenamiento ó actuación  pericial. 

Las  sustancias  venenosas  que  no  están  comprendidas  en  los  grupos  que 
voy  á exponer,  no  se  prestan  á las  análisis  metódicas  que  tíos  van  á ser- 
vir de  guía,  y las  guardarémos  para  la  Toxicología  particular.  Todás 
ellas  son  del  reino  orgánico,  y fuera  de  íá  marcha  analítica,  dicotóniica, 
y de  los  cuadros  generales  de  caractéres  distribuidos  por  grupos  y divisio- 
nes , todo  lo  demás  de  las  operaciones  les  será  aplicable , en  lo  qué  se 
sepa  hoy  dia  de  ellos , bajo  el  punto  de  vista  químico. 

Voy,  pues,  á exponer  primero  los  caractéres  físicos  y químicos  que 
presentan  ciertos  cuerpos  analizados  al  soplete  , y luego  los  que  revelen 
por  la  vía  húmeda  en  general. 

§ I.  — De  los  caracteres  químicos  de  los  venenos  examinados  al  soplete. 

Para  los  ensayos  prévios  al  soplete  se  necesitan  ciertos  utensilios,  cier- 
tos reactivos  y ciertas  operaciones ; y aunque  ya  hemos  hablado  algo  de 
eso , conviene  que  aquí  lo  reproduzcamos. 

Los  utensilios  son  : l.°el  mismo  soplete;  2.*  una  lámpara  de  aceite,  aun- 
que puede  servir  la  de  alcohol  y una  vela;  pero  es  preferible  aquella,  por- 
que es  mas  intensa  la  llama;  3.°  un  pedazo  de  carbón  preparado,  ó mejor 
cilindros  de  carbón  con  hoyitos , donde  se  coloca  la  sustancia  que  debe 
ser  analizada;  4.'  una  pinzas  con  punta  de  platino  ; 5.*  un  hilo  de  pla- 
tino encorvado  á modo  de  gancho  ó anillo;  6.*  una  cucharita  ó lámina 
de  lo  mismo ; 7.*  copelitas  de  fosfato  de  cal ; 8.*  tubos  de  ensayo  , de  vi- 
drio, unos  cerrados  por  un  extremo,  y otros  abiertos  por  los  dos;  9.*  ma- 
tracitos  ó tubos  con  expansión  globular  en  un  extremo;  10.®  un  morte- 
rito  de  ágata ; 11.°  un  martillo  de  acero  con  su  yunque  para  partir  los 
minerales  y averiguar  la  consistencia  de  los  botones  y perlas;  12.®  una 
barra  imantada  ; 13.*  un  lente  de  aumento. 

Los  reactivos  para  el  soplete  son  : el  carbonato  sódico , el  nitrato  co- 
baltoso , el  bórax  ó biboralo  sódico,  y la  sal  de  fósforo  ó fosfato  de  sosa 
amónico. 

Operaciones.  — 1.#  Se  toma  un  poco  de  sustancia  y se  reduce  á polvo, 
si  no  lo  está  ya ; se  pone  un  poco  en  un  tubo  de  vidrio  cerrado  por  un 
extremo,  y se  somete,  en  posición  inclinada , á la  acción  de  la  llama, 
como  cuando  se  trata  de  averiguar  si  es  sustancia  orgánica  ó inorgánica. 
Damos  por  sabido  lo  que  sucede  cuando  es  lo  uno  ó lo  otro.  Cuando  no 


- 602  - 

da  masque  vapores  acuosos,  es  un  hidrato.  Cuando  da  sublimado  blan- 
co, es  una  combinación  mercurial,  arsenical , y tal  vez  antimonial ; á 
veces  el  sublimado  es  amarillo,  como  en  el  sulfuro  de  arsénico;  cuando 
da  sublimado  metálico , sobre  todo  si  se  ha  mezclado  con  carbonato  de 
sosa,  es  una  combinación  arsenical  ó mercúrica.  Si  da  vapores  rutilan- 
tes, en  especial  calcinada  con  bisulfato  potásico,  es  un  nitrato.  Si  al  tos- 
tarla en  un  tubo  abierto  por  ios  extremos  da  olor  sulfuroso,  es  un  sul- 
furo; si  el  olor  es  aliáceo,  es  un  preparado  arsenical;  si  el  olor  es  amó 
nico , es  un  preparado  amoniacal. 

2.°  Se  calienta  la  sustancia  sola,  sin  reactivo,  en  el  carbón  ó en  un 
tubo , una  cucharita  ó lámina  de  platino , ó bien  se  calienta  ó se  somete 
á la  llama  con  carbón  mezclado  con  carbonato  sódico , ó en  el  hilo  de 
platino  con  sal  de  fósforo,  bórax  ó carbonato  sódico,  ó nitrato  de  co- 
balto. 

Es  decir,  pues , que  las  reacciones  se  reducen  á hacer  ensayos  en  los 
tubos  de  vidrio , en  el  carbón , en  el  hilo  de  platino,  en  las  cucharitas  ó 
láminas  de  platino,  con  la  sustancia  sola  ó en  los  mismos  utensilios,  mez- 
clada con  carbonato  sódico , con  bórax , con  sal  de  fósforo , con  nitrato 
de  cobalto  ó con  bisulfuro  potásico. 

Si  cuando  calentamos  sola  una  sustancia  en  el  carbón  se  funde  y entra 
en  los  poros  de  este,  puede  ser  una  sal  de  base  de  metal  alcalino",  ó al- 
guna de  metal  terroso ; puede  ser  algún  silicato  ó una  sal  de  plomo , es- 
taño, antimonio  , cadmio,  zinc  y bismuto. 

¿No  se  funde  ni  muda  de  aspecto?  Puede  ser  una  tierra  alcalina  ó sus 
sales,  algún  álcali  terroso  ó sus  sales,  el  ácido  silícico  ó un  silicato. 

¿Se  vuelve  de  color  mas  oscuro  sin  fundirse?  Puede  ser  un  óxido  ó una 
sal  metálica,  principalmente  de  zinc,  que  amarillea  ; óxido  de  estaño  y 
ácido  antimónico,  que  se  ponen  amarillos;  óxido  de  platino  y óxido  de 
bismuto , que  se  vuelven  morenos. 

¿Se  volatiliza  parcial  ó totalmente?  Es  una  combinación  de  amoníaco, 
de  mercurio  ó de  arsénico,  si  hay  olor  de  ajos ; ó un  sulfuro , si  hay  olor 
de  azufre. 

¿Da  granos  metálicos , con  capa  ó sin  ella?  ¿Los  da  sin  capa,  y son 
brillantes  y blandos?  Es  una  combinación  de  estaño,  plata,  cobalto  y oro. 

¿Da  polvo  gris  infusible?  Es  una  combinación  de  níquel,  cobalto,  hierro 
y platino. 

¿Da  granos  metálicos,  con  capa  , quebradizos  y blancos?  Es  un  prepa- 
rado antimonial ; ¿granos  blandos  y amarillos?  es  de  plomo;  ¿rojo-mo- 
renos y quebradizos?  es  de  bismuto. 

Si  produce  deflagración,  es  un  nitrato,  un  clorato,  un  bromato  ó un 
yodato. 

Si  calentando  la  sustancia  sola  en  un  hilo  de  platino  da  á la  llama  ex- 
terior un  color  violado , es  potasa;  si  es  amarillo,  es  sosa;  este  último 
color  puede  verse,  aun  cuando  la  potasa  y la  sosa  estén  mezcladas.  Si  el 
color  es  verde,  puede  ser  un  borato.  Si  humedeciéndola  antes  con  ácido 
clorhídrico,  la  llama  se  tiñe  ligeramente  de  verde-amarillo,  es  una  sal 
de  barita;  si  el  color  es  rojo-púrpura,  es  una  sal  de  estronciana;  si  es 
rojo-amarillento,  una  sal  de  cal;  si  azul  verdoso,  una  sal  de  cobre. 

Si  calentando  la  sustancia  en  el  carbón  con  sosa , da  granos  metálicos 
con  capa  ó sin  ella,  son  las  combinaciones  que  hemos  visto  que  dan  en  el 
carbón  solo. 

Si  dan  capa  sin  granos  metálicos , y es  blanca , es  un  preparado  de 


- 663  — 

zinc;  si  rojo-moreno,  de  cadmio;  si  da  olor  de  ajo,  es  una  combinación 
arsenical ; si  da  una  masa  hepática , que , humedecida , ennegrece  la 
plata , y con  ácido  clorhídrico  desprende  olor  de  huevos  podridos,  es  un 
sulfato  ó un  sulfuro. ; 

Si  calentada  en  la  lámina  de  platino  con  carbonato  sódico,  da  á la  llama 
exterior  un  producto  verde  azulado , es  una  sal  de  manganeso. 

Si  calentados  con  nitrato  de  cobalto  da  una  coloración  azul , es  alú- 
mina ; si  rosácea , magnesia . 

Fundidas  con  sal  de  fósforo  ó con  bórax  en  el  hilo  de  platino , dan 
perlas , cuyos  colores  pueden  ser  los  siguientes  : 

1. °  Incoloro. 

2. °  Verde. 

3. °  Azul. 

4. "  Amatista. 

5. °  Rojo,  ó rojo  moreno. 

6. °  Amarillo. 

7. °  Gris. 

La  dan  incolora:  los  álcalis  terrosos,  las  tierras  y el  antimonio,  tanto 
con  el  bórax , como  con  la  sal  de  fósforo ; la  magnesia  con  la  sal  de  fós- 
foro , á la  llama  interior ; la  sílice  nada  sin  disolverse  en  la  perla ; con  el 
bórax  la  dan  incolora  también  el  bismuto  y estaño. 

La  dan  verde  : el  cromo , el  cobre  á la  llama  exterior,  y el  hierro  á la 
interior. 

La  dan  azul : las  de  cobre. 

La  dan  amatista  : el  manganeso  á la  llama  exterior,  desapareciendo  el 
color  al  fuego  de  reducción. 

La  dan  rojo-morena : el  níquel , el  hierro  á la  llama  exterior,  y con  bó- 
rax solo  el  cobre  á la  llama  interior,  sobre  todo  si  se  añade  un  poco  de 
estaño. 

La  dan  amarilla : con  la  sal  de  fósforo , el  bismuto  y la  plata ; con  el  bo- 
rax , el  plomo. 

La  dan  gris : á la  llama  interior,  y con  la  sal  de  fósforo , el  bismuto , el 
plomo  y la  plata. 

Todos  estos  ensayos  no  son  mas  que  prévios ; no  dan  mas  que  proba- 
bilidades de  la  existencia  de  una  sustancia , debiendo,  para  mayor  segu- 
ridad , apelar  á la  análisis  por  la  vía  húmeda. 

Para  .dirigir  las  operaciones  al  soplete  es  necesario  conocer  las  partes 
esenciales  de  la  llama. 

En  la  llama  se  consideran  cuatro  partes  : la  base , de  color  azul , for- 
mada principalmente  por  el  óxido  de  carbono ; un  cono  oscuro  que  está 
en  el  centro,  formado  por  un  vapor,  que  no  arde;  otro  cono  brillante  que 
rodea  al  oscuro,  y donde  la  combustión  es  incompleta  , teniendo  grande 
cantidad  de  carbono , y lleva  el  nombre  de  llama  de  reducción , porque  en 
ella  se  reducen  los  óxidos  , perdiendo  su  oxígeno , que  se  combina  con  el 
carbono  en  la  llama ; por  último , otro  cono  de  llama  pálida  y apenas 
perceptible,  que  es  la  mas  exterior,  donde  la  combustión  es  completa, 
y lleva  por  nombre  llama  de  oxidación , porque  oxida  los  metales. 

1 ara  emplear  el  soplete  se  destapa  la  punta  del  tubo  capilar,  se  sopla 
por  la  abertura  del  tubo  cónico , sosteniéndole  con  la  mano  derecha : se 
dirige  la  punta  del  tubo  capilar  á la  llama  de  la  lámpara  sin  tocarla , y 
con  la  izquierda  se  sostiene  el  carbón  ó el  utensilio  de  platino,  donde  está 
la  sustancia  que  se  ensaya.  Con  esto,  la  llama  de  vertical  pasa  á horizon- 


— 664  - 

tal  Hiridendo  su  dardo  al  cuerpo  que  se  analiza.  Para  soplar  se  respira 
nnr  la  nariz  y se  impulsa  el  aire  espirado  con  el  movimiento  de  los  car- 
rillos, y no  con  el  aliento  que  sale  de  los  pulmones;  así  la  corriente  es 
continua  y puede  durar  hasta  diez  minutos. 

Si  no  se  tiene  hábito  en  el  manejo  del  soplete , puede  emplearse  este 
del  modo  que  hemos  expuesto  en  la  pág.  591 , según  mi  modo  de  em- 
plearle. También  se  usa  con  un  aparato  que  dé  una  corriente  de  vapor. 
Los  dentistas  y plateros  se  sirven  de  él  con  gran  ventaja. 

La  cantidad  que  se  emplea  en  cada  ensayo  es  como  un  cañamón  o un 
grano  de  trigo;  cuando  la  sustancia  se  emplea  mezclada  con  reactivos,  se 
reducen  estos  á polvo,  se  humedece  el  hilo  de  platino  y se  mete  en  el 
polvo,  luego  se  funde,  y humedeciéndole , se  mete  en  el  polvo  de  la  sus- 
tancia. , . 

Preparado  de  esta  manera,  se  somete  ya  ála  acción  de  la  llama. 


g II.— De  los  caracteres  físicos  y químicos  de  los  venenos  analizados  por  la  vía  húmeda 

en  general. 

Como  para  analizar  los  cuerpos  siempre  se  buscan  reacciones , que  se 
refieren  por  punto  general  á sus  elementos  simples  ó binarios,  puede  ha- 
cerse un  estudio  completo  de  análisis  química,  no  ocupándose  mas  que 
en  el  modo  de  revelar  las  sales  por  su  base  y por  su  ácido , que  es,  como 
si  dijéramos,  por  su  especie  y por  su  género.  Las  reglas  que  se  establezcan 
para  revelar  esas  bases  ó especies  y esos  ácidos  ó géneros,  sirven  igual- 
mente para  revelar  los  compuestos  ó acabados  en  uro,  y los  simples. 

Las  sales  tienen  dos  elementos;  uno  positivo , que  es  la  base  ó el  metal 
solo  ú oxidado,  y otro  negativo,  que  es  el  ácido  ó un  halógeno,  es  decir,  un 
metaloídeo  capaz  de  formar  sales  con  un  metal,  como  el  cloro,  yodo, 
bromo,  cianégeno. 

Cada  elemento  tiene  sus  caracteres;  hay.  pues,  que  estudiarlos  por  se- 
parado. Empecemos  por  las  bases,  que  forman  la  especie , luego  verémos 
los  ácidos,  que  constituyen  el  género. 

Primero  hablaremos  de  las  inorgánicas , en  seguida  de  las  orgánicas  por 
su  base  6 por  su  ácido. 

También  supondrémos  que  son  sulubles ; luego  verémos  las  insolubles. 


ESTUDIO  DE  LAS  SALES  INORGÁNICAS  SOLUBLES,  CON  RESPECTO  Á SU  E8PECIE  ó base. 

Reactivos  generales  para  la  análisis  délas  bases  inorgánicas 

Para  analizar  una  sal,  se  disuelve  cierta  cantidad  de  ella,  reduciéndola 
á polvo,  si  ya  no  lo  está,  en  agua  fria  o caliente;  empleando  en  seguida 
sucesivamente , según  los  resultados  que  nos  dé  , los  siguientes  reactivos 
generales: 

1.  Acido  clorhídrico,  con  objeto  de  acidular  la  disolución,  si  es  neu- 
tra ó alcalina,  lo  cual  se  conoce  por  medio  de  los  papeles  de  tornasol, 
azul  y rojo,  que  no  se  alteran  si  es  neutra,  y que  vuelve  azul  el  rojo , si 
es  alcalina.  Si  hay  reacción  sensible  ó precipitado  con  este  ácido,  y con- 

n™e,Sue  ?°  Ie  haya , se  emplea  en  su  lugar,  tomando  otra  porción  del 
ílc?r.  disueito,  elnürico.  F 

o . su^bídrico. 
d.  Sulfuro  amónico. 


- m - 

4.°  Carbonatas  alcalinos. 

8/  Potasa. 

Grupos  eri  que  se  dividen  las  sales  indrgfiriicas  por  su  base. 

ios  autores  no  están  acordes , ni  en  punto  á la  formación  de  grupos, 
ni  en  su  numeración.  Hay  más ; á veces  les  sirve  para  formar  grupo  lo 
que  en  otra  parte  solo  les  sirve  para  formar  división.  Precipitar  el  estado 
de  óxido  le  sirve  á Fresenius  para  formar  el  tercer  grupo  de  bases  inor- 
gánicas, y precipitar  azufre  solo,  le  sirve  para  división  en  los  del  5.* , etc. 

Esto  tiene  poca  importancia.  Lo  esencial  es  que  la  distribución  y mé- 
todo adoptado  sean  claros,  sencillos  y verdaderamente  distintivos.  Él  mé- 
todo que  mejor  llegue  al  objeto,  aquel  es  el  preferible. 

Yo  entiendo  por  grupo  el  número  de  cuerpos  que  se  revelan  con  un  dado 
reactivo , sea  cual  fuere  su  resultado  ó modo  de  revelarse;  y por  división, 
el  número  de  cuerpos  de  un  mismo  grupo  que  se  revelan  por  un  carácter 
que  les  es  común  y los  diferencia  de  otros  del  mismo  grupo. 

Esto  sentado,  hé  aquí  cómo  distribuyo  los  grupos  y divisiones  dé  los 
cuerpos  que  vamos  á estudiar. 

Las  bases  inorgánicas  ó minerales,  respecto  del  modo  como  se  condu- 
cen con  los  reactivos  generales,  se  dividen  en  cuatro  grupos. 

Forman  el  l.er  grupo:  Potasa,  sosa  y amoníaco. 

Forman  el  2.*  grupo:  Barita,  estronciana,  cal  y magnesia. 

Forman  el  3.er  grupo:  Alúmina,  cromo,  manganeso,  protóxido  de  hierro, 

cobalto,  níquel  y zinc.  Fresenius  divide  este 
grupo  en  dos,  dando  al  l.°  que  es  3.°  la  alúmina 
y el  cromo,  y al  otro  que  es  4.°  los  demás. 
Forman  el  4.°  guipo:  Sesquióxido  de  hierro,  plata,  plomo,  protóxido  y 

sesquióxido  de  mercurio;  bismuto,  cobre,  cad- 
mio, oro,  platino  , antimonio,  protóxido  y ses- 
quióxido de  estaño.  Fresenius  divide  este  grupo 
en  dos:  en  el  l.°,  que  es  5.*,  entra  hasta  el  cad- 
mio, y en  el  otro,  que  es  6.®,  los  restantes. 


Bases  minerales  que  precipitan  por  los  reactivos  genérales. 

t-°  El  ácido  clorhídrico  precipita  tres  especies  de  sales  del  4.'  grupo 
ó 5.a  de  Fresenius,  y son  las  de  plata,  plomo  y protóxido  de  mercurio  ó 
mercuriosas. 

2. °  El  ácido  sulfhídrico  precipita  todo  el  4.a  grupo,  ó 5.°  y 6.a  de  Frese- 
nius^  porque  forma  sulfuros  insolubles  en  los  ácidos. 

3. ”  El  sulfhidralo  amónico  precipita  todas  las  sales  del  tercer  grupo,  3,a 
y 4.  de  Fresenius,  porque  forma  sulfuros  ú óxidos  insolubles  en  los  áci^ 
dos  y álcalis. 

4.  Los  carbonatos  alcalinos  potásico  y sódico  precipitan  las  sales  del  2. 
grupo  tarado  carbonatos  insolubles. 

o.  La  potasa  y el  cloruro  platínico  revelan  las  sales  del  primer  grupo. 

Lacia  uno  de  estos  grupos  tiene  caractéres  comunes  á todas  las  especies 
que  comprende  y diferentes  de  las  demás,  así  como  cada  especie  tiene- 
sus  caractéres  particulares. 


- 066  - 


Divisiones  de  ios  grupos  de  las  sales  inorgánicas. 

Alalinos  de  estos  grupos  ofrecen  divisiones,  por  razón  de  la  diferencia 
que  presentan,  en  punto  á caracteres  comunes  á varias  especies  del  mismo 

g'Xri«ro  y segundo  grupo,  según  los  autores,  no  tienen  ninguna  división. 
aunque  pueden  ienerlas.  En  el  primero,  el  amoniaco  forma  una,  y otra 
la  potasa  V la  sosa.  En  el  segundo,  forman  la  una  la  barita,  la  estron- 

ciaua  v la  cal  v la  otra,  la  magnesia.  , 

El  tercer  ampo  ofrece  dos  divisiones  que  constituyen  dos  grupos  en  tre- 
senius  Pertenecen  á la  primera  división  las  sales  de  alumina  y cromo; 
pertenecen  á la  segunda  las  sales  de  manganeso , protóxido  de  hierro, 

cobalto,  níquel  y zinc.  . , „ . 

El  cuarto  grupo  presenta  cinco  divisiones:  forman  la  primera  las  sales  de 
sesquidxido  de  hierro;  la  segunda,  las  de  plata,  plomo  y las  mercuriosas; 
la  tercera,  las  de  sesquióxido  de  mercurio  ó mercúricas,  las  de  cobre, 
bismuto  y cadmio;  la  cuarta,  las  de  oro  y platino ; y por  último,  la  quin- 
ta, las  de  antimonio,  protóxido  y sesquióxido  de  estaño. 

Caractéres  físicos  y químicos  de  los  grupos  y sus  divisiones. 

Caractéres  del  primer  grupo. — 1.®  Todas  estas  sales  son  solubles;  2.°  son 
blancas,  ó bien  incoloras,  excepto  los  cromatos  que  son  amarillos;  3.°  no 
precipitan  por  el  ácido  clorhídrico;  4.°  tampoco  precipitan  por  el  ácido 
sulfhídrico,  ni  por  el  sulfhidrato  amónico,  ni  por  los  carbonatos  alcali- 
nos; 5.°  con  la  potasa  se  revelan  las  de  amoníaco,  por  medio  del  olor 
amoniacal  que  se  desprende;  con  el  cloruro  platínico  las  de  potasa,  por 
el  precipitado  amarillo  que  dan,  y las  de  sosa,  porque  con  el  cloruro 
platínico  no  precipitan. 

Primera  división  de  este  grupo.— 1.°  Caractéres  generales  del  grupo;  2.° 
no  dar  olor  amoniacal  con  la  potasa. 

Segunda  división.—!.0  Caractéres  generales  del  grupo;  2.°  dar  olor  amo- 
niacal con  la  potasa. 

Caractéres  del  segundo  grupo. — 1.°  Son  solubles , cuando  el  ácido  es 
fuerte,  excepto  los  sulfatos  de  barita,  estronciana  y cal;  poco  solubles, 
cuando  el  ácido  es  débil;  2.°  todas  son  blancas,  excepto  los  cromatos, 
que  son  amarillos ; 3.°  no  precipitan  por  el  ácido  clorhídrico,  ni  por  el 
sulfhídrico,  ni  por  el  sulfhidrato  amónico;  4.°  precipitan  todas  en  blanco, 
al  estado  de  carbonatos,  por  los  carbonatos  potásico  y sódico. 

Primera  división  de  este  grupo.—!.0  Caractéres  del  grupo;  2.°  precipitar 
por  el  carbonato  amónico  sin  redisolverse  en  un  exceso  de  reactivo. 

Segunda  división. — 1.°  Caractéres  del  grupo;  2.°  se  redisuelve  el  preci- 
pitado que  los  hace  dar  el  carbonato  amónico. 

. . trocieres  del  tercer  grupo.  — !.0  Son  solubles  cuando  el  ácido  es  fuerte, 
e msolubles  íu  es  débil;  2.°  tienen  varios  colores;  3.°  no  precipitan  por 
el  ácido  clorhídrico,  ni  por  el  sulfhídrico;  4.°  precipitan  por  el  sulfhi- 
drato  amónico;  las  dos  primeras  en  estado  de  óxido , y las  restantes  en 

.°  pS « uro*  ^e.c°l°r  rosa,  el  manganeso,  blanco  el  zinc,  y negro  las 
nemas.  Este  grupo  tiene  dos  divisiones. 

nrec^S grupo.-!.0  Caractéres  generales  del  grupo;  2.° 
mar  sulfuros  es  a^°  dxido , porque  por  la  vía  húmeda  no  pueden  for- 


- 667  - 

Segunda  división.-  l.°  Caractéres  generales  del  grupo;  2.°  precipitar  en 
estado  de  sulfuro  de  color  de  rosa  las  de  manganeso , blanco  las  de  zinc, 

y negro  las  demás.  . . . , . , . 

Caractéres  del  cuarto  grupo. — 1.  Son  solubles  si  el  ácido  es  fuerte,  ex- 
cepto el  sulfato  de  plomo  que  es  insoluble , el  de  bismuto  y antimonio 
que  se  descomponen  en  el  agua,  y los  protocloruros,  bromuros  y yodu- 
ros de  plata,  plomo  y mercurio;  2.°  tienen  color  variado;  3.°  no  precipi- 
tan por  el  ácido  clorhídrico , excepto  las  de  plata , plomo  y mercuriosas; 
í.°  precipitan  por  el  ácido  sulfhídrico;  las  de  sesquióxido  de  hierro  en 
estado  de  azufre;  las  demás  en  estado  de  sulfuro  ; amarillo  las  de  cadmio 
y estánnicas;  rojo  de  sangre  las  antimónicas;  morenusco  las  estannosas; 
primero  amarillo,  luego  blanco,  y por  último,  negro  las  mercúricas.  To- 
das las  demás  en  negro.  Este  grupo  tiene  cinco  divisiones. 

Primera  división  de  este  grupo.— 1.°  Caractéres  generales  del  grupo;  2.° 
el  precipitado  es  azufre,  pasando  la  sal  de  férrica  á ferrosa. 

Segunda  división.— 1.°  Caractéres  generales  del  grupo;  2.°  precipitan 
por  el  ácido  clorhídrico  al  estado  de  cloruro,  insoluble  en  los  ácidos  clor- 
hídrico y nítrico  diluidos. 

Tercera  división.— 1.°  Caractéres  generales  del  grupo;  2.°  sus  sulfuros 
son  insolubles  en  los  ácidos  extendidos  nítrico  y clorhídrico;  3.°  son  in- 
solubles en  los  sulfuros  alcalinos. 

Cuarta  división.— 1.°  Caractéres  generales  del  grupo;  2.°  sus  sulfuros 
son  insolubles  en  el  ácido  clorhídrico  y nítrico;  3.°  forman  sales  dobles 
con  los  sulfuros  alcalinos;  de  consiguiente,  no  precipitan  por  el  sulfhi- 
drato-amónico  ó se  disuelve  el  precipitado. 

Quinta  división. — 1.°  Caractéres  generales  del  grupo;  2.°  sus  sulfuros 
son  solubles  en  los  ácidos  nítrico  y clorhídrico;  3.°  no  precipitan  por  el 
sulfhidrato  amónico  ó se  redisuelve  el  precipitado. 

Es  decir,  por  último,  que  las  sales  de  la  2.a  y 3.a  división,  que  forman 
el  5.°  grupo  de  Fresenius,  dan  sulfuros  insolubles  en  los  ácidos  y los  ál- 
calis, mientras  que  las  de  la  4.a  división  los  dan  insolubles  en  los  ácidos, 
y solubles  en  los  álcalis,  y los  de  la  5.a  los  dan  solubles,  tanto  en  los 
ácidos  como  en  los  álcalis. 


Caractéres  físicos  y químicos  de  cada  especie  de  sal  inorgánica. 

Sales  de  potasa.— 1.°  Se  reconocen  por  los  caractéres  del  primer  grupo; 
2/'  por  los  de  la  primera  división;  3.°  el  ácido  tartárico  da  un  precipitado 
cristalino  en  las  sales  neutras  ó alcalinas  y nada  en  las  ácidas;  4.°  el  clo- 
ruro platínico  da  un  precipitado  amarillo;  S.°  al  soplete,  la  potasa  da 
una  llama  violada;  la  menor  presencia  de  sosa  impide  esta  coloración;  6.° 
una  disolución  de  potasa  y una  pequeña  cantidad  de  agua,  á la  que  se 
añade  alcohol,  sise  calienta  y se  inflama , da  una  llama  violada. 

Sales  de  sosa.— 1.°  Caractéres  generales  del  primer  grupo;  2.°  caracté- 
res déla  primera  división;  3.°  no  precipitan  por  el  ácido  tartárico,  cuando 
as  disoluciones  son  débiles;  4.°  no  precipitan  por  el  cloruro  platínico; 
o."  calentando  sosa  en  un  hilo  de  platino  al  soplete,  da  una  llama  ama- 
rillenta, tenga  ó no  potasa;  0.°  disuelta  como  la  potasa  y añadiendo  al- 
cohol, da  llama  amarilla. 

Sales  de  amoniaco. — i.°  Caractéres  del  primer  grupo;  2.°  caractéres  de 
la  segunda  división ; 3.°  se  volatilizan  sin  descomponerse,  ó bien  descom 
poniéndose,  según  cuales  sean;  4.°  precipitan  por  el  cloruro  platínico  en 


- 668  - 

amarillo  mas  claro  que  la  potasa;  5.°  el  hidrato  de  cal  mezclado  en  polvo 
ron  una  sal  amónica  y algunas  gotas  de  agua  , ó disuelto  en  lejía  de  po- 
tasa cáustica , y calentando  esta  mezcla , hace  desprender  amoniaco , ca- 
racterizándose por  el  olor  que  le  es  propio ; 6.°  si  mientras  se  desprende 
el  amoníaco  se  aproxima  una  varilla  con  una  gota  de  ácido  clorhídrico, 
nítrico  ó acético,  se  forman  nubecillas  blancas;  7.°  si  á estos  vapores  se 
aplica  un  papel  de  tornasol,  enrojecido  por  un  ácido,  recobra  el  color 

azul.  , _ , 

Sales  de  barita.-!.0  Caracteres  del  segundo  grupo;  8.°  caracteres  de 
la  primera  división;  8.°  precipitan  por  el  carbonato  amónico  en  blanco;  4.° 
precipitan  por  el  ácido  sulfúrico  en  blanco;  6.°  el  sulfato  de  cal  las  pie- 
cipita  inmediatamente  en  blanco,  y el  precipitado  es  insoluble  en  los  áci- 
dos y álcalis;  6.°  el  fluorhidrato  silícico  da  un  precipitado  de  fluorhidrato 
bárico  incoloro  y cristalino;  7.°  calentada  con  alcohol  una  sal  de  barita, 
é inflamándola , da  una  llama  de  un  color  amarillento;  8.°  el  ácido  oxá- 
lico, en  las  sales  de  barita  concentradas,  da  un  precipitado  soluble  en 
los  ácidos  y que  no  aumenta  con  la  adición  de  amoníaco. 

Sales  de  estronciana.—l.0  Caractéres  del  segundo  grupo  ; 2.°  caracté- 
resdela  primera  división;  3.°  el  carbonato  amónico  las  precipita  en  blanco; 
4.°  el  ácido  sulfúrico  las  precipita,  y el  precipitado  es  soluble  en  los  áci- 
dos; 5.°  el  sulfato  de  cal  no  las  precipita  inmediatamente;  6.°  el  fluorhi- 
drato silícico  no  las  precipita;  7.°  el  ácido  oxálico,  en  las  sales  débiles  de 
estronciana,  produce  un  precipitado  soluble  en  los  ácidos,  y que  aumenta 
añadiendo  amoníaco. 

Sales  de  cal. — 1.°  Caractéres  del  segundo  grupo;  2.°  caractéres  déla 
primera  división;  3.°  precipitan  por  el  carbonato  amónico  en  blanco;  4.° 
precipitan  por  el  ácido  sulfúrico  en  blanco,  y el  precipitado  es  soluble  en 
los  ácidos;  5.°  no  precipitan  por  el  sulfato  de  cal ; 6.°  no  precipitan  por 
el  fluorhidrato  silícico;  7.°  el  ácido  oxálico  , en  las  sales  débiles  de  cal, 
produce  un  precipitado  soluble  en  los  ácidos,  que  aumenta  con  la  adi- 
ción de  amoníaco;  8.°  calentada  una  sal  de  cal  con  alcohol  acuoso,  da 
una  llama  amarillo-rojiza. 

Sales  de  magnesia. — l.°  Caractéres  generales  del  segundo  grupo;  2.° 
caractéres  de  la  segunda  división;  3.°  no  precipitan  por  el  carbonato  amó- 
nico, y caso  de  verificarlo , se  redisuelve  inmediatamente  , formando  una 
sal  magnésico-amoníaca , 4.°  el  amoníaco  precipita  las  sales  de  magne- 
sia, y el  precipitado  se  redisuelve,  por  la  razón  indicada,  en  un  exceso 
de  precipitante;  5.°  el  fosfato  sódico  las  precipita,  si  no  son  muy  exten- 
didas, más  en  caliente  que  en  frió,  y si,  antes  de  echar  el  fosfato  sódico, 
se  pone  amoníaco  ó carbonato  amónico  , se  forma  , hasta  en  las  muy  ex- 
tendidas, un  precipitado  cristalino  de  fosfato  bárico-amónico-magnésico; 
6.  el  oxalato  amónico  las  precipita  , no  precipitándolas  el  ácido  oxálico 
libre;  7.°  no  precipitan  por  el  ácido  sulfúrico,  ni  por  el  fluorhidrato  silí- 
cico ; 8.°  mezclada  una  sal  de  magnesia  con  una  disolución  de  cobalto,  y 
calentando  la  mezcla  sobre  el  carbón  al  soplete , toma  un  color  de  rosa 
pálido. 


Sales  de  alumina. — 1.°  Caractéres  del  tercer  grupo;  2.°  caractéres  de 
/T  PHÍn^era  división  » 3.°  la  potasa  las  precipita  en  blanco,  en  estado  de 
oxido  de  alúmina,  soluble  en  un  exceso  de  potasa;  4.°  el  cloruro  amónico 
HifJo6  • á Prec'Pltar  de  esta  disolución  ; 5.°  el  amoníaco  obra  á poca 
Hnn  nn^Y01110  la  Potasa i 6-° al  soplete  el  nitrato  cobaltoso  y la  alúmina 

dan  un  color  azul  celeste  oscuro.  J 


— 669  — : 

$ ala  de  cromo.— i.°  Caracteres  generales  del  tercer  grupo ; 2.c  carac- 
teres de  la  primera  división ; 3.°  la  potasa  les  hace  dar  un  precipitado 
verde  azuladlo  de  hidrato  brómico,  soluble  en  un  exceso  de  reactivo,  to- 
mando la  disolución  un  color  verde;  4.°  el  amoníaco  produce  el  mismo 
precipitado,  soluble  en  un  exceso  del  mismo,  tomando  un  color  de  lila; 
5.°  calentadas  al  soplete  con  sal  de  fósforo,  dan  color  verde  esmeralda. 

Sales  de  manganeso.— 1.a  Caractéres  generales  del  tercer  grupo;  2.a  ca- 
racteres ¿e  la  segunda  división  ; 3.°  suelen  tener  estas  sales  un  color  de 
rosa  pálido;  4,°  el  sulfhidrato  amónico  las  precipita  en  estado  de  sulfuro 
de  color  de  rosa;  soluble  en  los  ácidos  nítrico  y clorhídrico;  B.°  al  so- 
plete con  sosa  dan  un  color  verde  , enfriadas  color  azul  verdoso,  6.°  con 
bórax  y sal  de  fósforo,  color  violado  rojo,  al  soplete , mientras  la  perla 
está  caliente,  y rojo  amatista,  cuando  está  fria. 

Sales  de  prolóxido  de  hierro. — 1.a  Caractéres  generales  del  tercer 
grupo;  2.°  caractéres  de  la  segunda  división;  3.°  son  de  color  verdoso; 
4.°  el  sulfhidrato  amónico  las  precipita  en  negro,  y el  precipitado  es  solu- 
ble en  los  ácidos  clorhídrico  y nítrico;  5/  la  potasa  y el  amoníaco  las 
precipitan  en  blanco  en  el  primer  momento ; este  color  pasa  á verde  su- 
cio, y por  último  á rojo-moreno ; 6.°  el  ciano-ferrito-potásico  las  preci- 
pita en  blanco  azulado;  7.°  el  ciano  ferrato-potásico  las  precipita  en  co- 
lor azul , siendo  insoluble  el  precipitado  en  ácido  clorhídrico  ; si  la  diso- 
lución está  demasiado  extendida , solo  da  coloración  azul ; 8/  el  sulfo- 
cianuro  potásico  no  da  reacción  ninguna. 

Sales  de  cobalto.—  1.a  Caractéres  generales  del  tercer  grupo ; 2.°  carac- 
téres de  la  segunda  división;  3.°  anhidras  suelen  ser  verdes,  hidratadas, 
de  color  rojo  oscuro ; 4.°  el  sulfhidrato  amónico  las  precipita  en  negro,  y 
el  precipitado  es  poco  soluble  en  el  ácido  clorhídrico  y nítrico  separa- 
dos, muy  soluble  en  el  clorido-nítrico ; 5.*  la  potasa  y el  amoníaco  las 
precipitan  en  verde;  6.*  con  bórax  y al  soplete,  las  sales  de  cobalto  dan 
un  vidrio  azul. 

Sales  de  níquel.— 1.°  Caractéres  generales  del  tercer  grupo;  2.°  carac- 
téres de  la  segunda  división;  3.°  sus  sales  anhidras  son  amarillas,  hi- 
dratadas verdes ; 4.°  el  sulfhidrato  amónico  las  precipita  en  negro,  y el 
precipitado  es  soluble  en  el  ácido  clorhídrico;  5.°  la  potasa  y el  amo- 
níaco las  precipitan  en  verde  claro  ; 6.°  con  bórax  y sal  de  fósforo,  al 
soplete , dan  una  llama  amarillo-oscura , que  un  poco  de  nitrato  de  po- 
tasa hace  pasar  á azul. 

Sales  de  zinc. — 1.°  Caractéres  generales  del  tercer  grupo ; 8.°  caracté- 
res de  la  segunda  división;  3.°  son  incoloras;  4.°  el  sulfhidrato  amónico 
las  precipita  en  blanco,  y el  precipitado  es  soluble  en  los  ácidos;  5.°  la 
potasa  y el  amoníaco  las  precipitan  en  blanco  gelatinoso , siendo  el  pre- 
cipitado soluble  en  un  exceso  de  reactivo;  6.°  el  ácido  sulfhídrico  preci- 
pita el  zinc  de  esta  disolución  en  estado  de  sulfuro. 

Sales  de  sesquióxido  de  hierro. — 1.°  Caractéres  generales  del  cuarto 
grupo  ; 2.°  caractéres  de  la  primera  división ; 3.°  son  amarillo-rojizas; 
4. o la  potasa  y el  amoníaco  las  precipitan  en  un  rojo  moreno  voluminoso, 
o.  el  precipitado  dado  por  la  potasa  y el  amoníaco  es  insoluble  en  un 
exceso  de  precipitante;  6.°  el  ciano-ferrilo  potásico  da,  hasta  en  las  di- 
soluciones muy  extendidas,  un  precipitado  azul,  insoluble  en  el  ácido 
clorhídrico;  7.°  el  ciano-ferrato-potásico  da  un  color  azul  mas  oscuro; 
8.°  el  sulfo-cianuro-potásico  da  un  color  rojo  de  sangre. 

Sales  de  plata.—  l.°  Caractéres  generales  del  cuarto  grupo  ; 2.°  carao- 


- 670  — 

téres  de  la  segunda  división  ; 3.®  son  incoloras  y se  alteran  á la  luz , to- 
mando un  color  negro;  4.®  la  potasa  y amoníaco  las  precipitan  en  un 
polvo  moreno  claro,  soluble  en  amoníaco  ; 5.°  el  precipitado  que  dan  es- 
tas sales  con  el  ácido  clorhídrico,  se  rcdisueive  en  el  amoníaco  ; 6.u  al 
soplete,  con  sosa,  dan  granos  metálicos  blancos,  sin  capa  ninguna, 
brillantes  v maleables. 

Sales  de  plomo.— 1.°  Caractéres  generales  del  cuarto  grupo  ; 2.°  carac- 
téres  de  la  segunda  división;  3.°  son  incoloras ; 4.°  la  potasa  y el  amo- 
níaco las  precipitan  en  blanco,  insoluble  en  el  amoníaco;  5.°  el  precipi- 
tado dado  por  el  ácido  clorhídrico  no  se  redisuelve  en  el  amoníaco  ; G.° 
el  ácido  sulfúrico  y los  sulfatos  las  precipitan  en  blanco,  tardando  por  lo 
común  á verificarse  estg  precipitado,  que  es  insoluble  en  los  ácidos  dilui- 
dos; 7.®  el  cromato  potásico  da  un  precipitado  amarillo,  soluble  en  la 
potasa  cáustica,  y poco  en  el  ácido  nítrico  diluido;  8.®  el  carbonato  po- 
tásico las  precipita  en  blanco,  siendo  el  precipitado  insoluble  en  un  ex- 
ceso de  reactivo. 

Sales  de  prolóxido  de  mercurio  ó mercuriosas. — 1.®  Caractéres  generales 
del  cuarto  grupo;  2.®  caractéres  de  la  segunda  división;  3.°  la  mayor 
parte  son  incoloras;  4.°  la  potasa  y amoníaco  les  hacen  dar  un  precipi- 
tado negro,  insoluble  en  un  exceso  de  reactivo  ; tí.®  el  cloruro  estannoso 
produce  un  precipitado  gris  de  mercurio,  que  se  reúne  fácilmente  en 
globulilos  si  se  sacude,  ó bien  calentándolo  ó haciendo  hervir  con  ácido 
clorhídrico  ; 6.®  el  precipitado  dado  por  el  ácido  clorhídrico,  con  la  adi- 
ción del  amoníaco,  se  vuelve  negro,  pues  pasa  á óxido  de  mercurio;  7.° 
echando  una  gota  de  una  solución  neutra  ó débilmente  ácida  de  una  sai 
mercuriosa  en  una  lámina  de  cobre , lavándola  poco  tiempo  después  y 
frotando  la  mancha  que  se  produce  con  lana  ó papel , toma  un  brillo  ar- 
gentino ; si  se  calienta,  el  brillo  desaparece  por  volatilizarse  el  mercu- 
rio ; 8.®  calentándose  una  mezcla  de  sal  mercuriosa  y sosa  , en  un  tubo 
al  soplete  , se  reduce  el  mercurio. 

Sales  de  sesquióxido  de  mercurio  ó mercúricas.  — 1.®  Caractéres  generales 
del  cuarto  grupo;  2.®  caractéres  de  la  tercera  división ; 3.®  casi  todas  son 
incoloras;  4.®  el  precipitado  dado  por  el  ácido  sulfhídrico  en  pequeña 
cantidad  es  blanco,  en  mayor  cantidad  pasa  rápidamente  á amarillo,  des- 
pués á^rojo  moreno,  y por  último  á negro ; 5.®  la  potasa  les  hace  dar,  en 
pequeña  cantidad,  un  precipitado  moreno  rojo;  en  exceso,  el  color  es 
amarillo;  6.®  el  amoníaco  las  precipita  en  blanco,  haciéndolas  pasar  al 
estado  de  protocloruro,  en  los  cloruros  mercúricos;  7.®  el  cloruro  estan- 
noso , en  pequeña  cantidad , hace  pasar  las  sales  mercúricas  al  estado 
de  protocloruro  de  color  blanco;  8.®  da  los  mismos  reactivos  que  las 
sales  de  protóxido,  con  la  lámina  de  cobre  y con  sosa  sometidas  al  so- 
plete. 

Sales  de  cobre. — 1.°  Caractéres  generales  del  cuarto  grupo;  2.®  carac- 
teres de  la  tercera  división  ; 3.°  cuando  anhidras  son  incoloras  , hidrata- 
das azules  ó verdes;  4.°  la  potasa  les  hace  dar  un  precipitado  azul  claro, 
que  pasa  á negro  en  un  exceso  de  potasa  y con  el  tiempo ; 5.°  otro  tanto 
hace  el  carbonato  potásico;  6.°  el  amoníaco  en  poca  cantidad  les  hace 
ar  un  precipitado  azul,  soluble  en  un  exceso  de  reactivo,  pero  con 
uerte  coloración;  7.°  el  ciano-ferrito-potásico  produce,  hasta  en  las 
¿ ? uci08n^s  extendidas , un  precipitado  moreno  rojo,  insoluble  en  los 

«ni  ¿a  una  ^ara^n*ta  de  acero,  sumergida  en  una  disolución  de  una 
sai  ae  cobre , se  cubre  de  una  capa  de  este  metal. 


— 671  — 

Sales  de  bismuto. — l.°  Caractéres  generales  del  cuarto  grupo ; 2.°  ca- 
ractéres  de  la  tercera  división ; 3.°  son  incoloras;  4.°  la  potasa  y el  amo- 
níaco las  precipitan  en  blanco;  8.°  el  cromato  potásico  las  precipita  en 
amarillo,  siendo  el  precipitado  soluble  en  el  ácido  nítrico  é insoluble  en 
la  potasa ; 6.°  estas  sales  se  descomponen  en  un  exceso  de  agua ; 7.°  ca- 
lentadas con  sosa  al  soplete,  dan  granos  metálicos  quebradizos,  cubrién- 
dose el  carbon  .de  una  capa  amarilla. 

Sales  de  cadmio.— 1.°  Caractéres  del  cuarto  grupo ; 2.°  caractéres  de  la 
tercera  división  ; 3.°  son  incoloras;  4.°  el  ácido  sulfhídrico  las  precipita 
en  amarillo;  5.°  la  potasa  y el  amoníaco  las  precipitan  en  blanco,  solu- 
ble en  un  exceso  de  amoníaco;  6.°  los  carbonatos  potásico  y amónico 
verifican  lo  mismo,  pero  el  precipitado  es  insoluble  en  un  exceso  de  re- 
activo; 7.°  calentadas  con  sosa  al  soplete  sobre  el  carbón,  aparece  una 
capa  rojiza. 

Sales' de  oro.—  l.°  Caractéres  generales  del  cuarto  grupo;  2.°  caracté- 
res de  la  cuarta  división;  3.°  las  sales  aloídeas  son  amarillas;  4.°  la  po- 
tasa y el  amoníaco  les  hacen  dar  un  precipitado  rojizo  de  óxido  de 
oro,  si  es  la  potasa  , y de  aurato  amónico,  si  es  el  amoníaco;  8.°  el  clo- 
ruro estánnico,  mezclado  con  cloruro  estannoso,  forma  un  precipitado 
violado  ó de  púrpura  , llamado  púrpura  de  Cassius , insoluble  en  el  ácido 
clorhídrico;  C.°  las  sales  ferrosas  reducen  el  oro  de  sus  disoluciones,  en 
forma  de  polvo  moreno  excesivamente  ténue. 

Sales  de  platino.—  l.°  Caractéres  generales  del  cuarto  grupo;  2.°  ca- 
ractéres de  la  cuarta  división;  3.°  son  de  color  rojo  moreno;  4.°  la  potasa 
y el  amoníaco  producen  un  precipitado  amarillo-canario,  cristalino,  in- 
soluble en  un  exceso  de  reactivo;  S.°  el  cloruro  estannoso  no  las  preci- 
pita , pero  da  á las  disoluciones  un  color  moreno  oscuro. 

Sales  de  antimonio. — 1.°  Caractéres  generales  del  cuarto  grupo  ; 2.°  ca 
ractéres  de  la  quinta  división;  3.°  son  blancas;  4.°  el  ácido  sulfhídrico 
las  precipita  en  color  rojo  anaranjado;  8.°  la  potasa  y el  amoníaco,  lo 
mismo  que  sus  carbonatos,  precipitan  en  blanco  en  masa  voluminosa, 
insoluble  en  el  amoníaco;  6.°  el  zinc  metálico  separa  de  todas  las  sales 
antimónicas  neutras,  antimonio  metálico  en  forma  de  polvo  negro  ; 7.° 
en  el  aparato  de  Marhs  forma  el  hidrógeno  antimoniado,  capaz  de  dar 
anillos  y manchas  sin  brillo,  de  color  apizarrado,  de  bordes  netos  y difí- 
cilmente volatilizables,  é insolubles  en  el  agua  fría  y caliente;  8.°  calen- 
tando al  soplete  con  sosa  y cianuro  potásico,  en  el  carbón , da  globulillos 
metálicos  cristalinos. 

Sales  deprotóxido  de  estaño. — 1.°  Caractéres  generales  del  cuarto  grupo; 
2.°  caractéres  generales  de  la  quinta  división;  3.°  son  incoloras;  4."  la 
potasa , el  amoníaco  y los  carbonatos  las  precipitan  en  blanco  volumi- 
noso, insolubíe  únicamente  en  un  exceso  de  potasa;  8.°  el  ácido  sulfhí- 
drico da  un  precipitado  moreno  ; 6.°  el  cloruro  de  oro  produce  en  las 
sales  eslannosas,  y principalmente  si  son  cloruros,  la  púrpura  de  Casias; 
7."  una  sal  mercúrica  precipita  en  blanco  las  sales  estannosas. 

Sales  de  sesquióxido  de  estaño,  — i. 0 Caractéres  generales  del  cuarto 
grupo ; 2.ü  caractéres  de  la  quinta  división;  3.°  son  incoloras  ; 4.  el 
ácido  sulfhídrico  precipita  en  amarillo,  precipitado  poco  soluble  en  m 
amoníaco;  5.°  la  potasa,  el  amoníaco  y sus  carbonatos  forman  un  preci- 
pitado blanco,  soluble  solo  en  la  potasa;  6.°  el  zinc  metálico  precipita  de 
las  sales  neutras  estaño  en  forma  de  escamas  grises  ó de  masa  espon- 
osa  ; 1."  al  soplete  , las  sales  estánnicas  , lo  mismo  exactamente  que  las 


- 672  - 


dctnnnosas  con  sosa  y bórax,  ó con  una  mezcla  en  partes  iguales  de 
sosa  y cianuro  potásico,  dan  un  grano  metálico  cubierto  de  una  capa. 


estudio  de  las  sales  inorgánicas  solubles  con  respecto  á su  GÉNERO 

Ó SU  ÁCIDO. 


Reactivos  generales  para  la  análisis  de  los  géneros  inorgánicos. 

Para  analizar  un  género  salino  se  emplean  los  siguientes  reactivos  ge- 

1. "  El  amoniaco,  con  objeto  de  alcalinizar  o neutralizar. 

2. ü  El  cloruro  bárico. 

3.,J  El  nilrato  de  plata. 

Grupos  en  que  se  dividen  las  sales  inorgánicas  solubles,  por  su  ácido. 

Respecto  al  modo  cómo  se  conducen  con  estos  reactivos  las  sales  mi- 
nerales, se  dividen  en  tres  grupos. 

Forman  el  primer  grupo:  Eos  arsenitos,  arseniatos,  cromatos,  sulfatos,  fos- 
fatos, boratos,  fluoruros,  carbonatos  y sili- 
catos. 

Forman  el  segundo  grupo:  Los  cloruros  , bromuros,  yoduros,  cianuros  y 

sulfuros. 

Forman  el  tercer  grupo:  Los  nitratos  y los  cloratos. 


Acidos  que  precipitan  por  los  reactivos  generales 


El  cloruro  bárico  precipita  los  de  primer  grupo,  todos  en  blanco,  ex- 
cepto los  cromatos  que  son  amarillos. 

El  nitrato  de  plata  precipita  los  del  segundo  grupo,  todos  en  blanco  ó co- 
lor amarillento. 

Ni  uno  ni  otro  de  estos  reactivos  precipitan  los  del  tercer  grupo. 


bivisiones  de  los  grupos. 

El  primero  de  estos  grupos  tiene  cuatro  divisiones : comprende  la  pri- 
mera los  arsenitos,  arseniatos  y cromatos  ; la  segunda,  los  sulfatos;  la  ter- 
cera, los  fosfatos,  boratos  y fluorhidratos;  la  cuarta,  los  carbonatos  y sili- 
catos. 

Los  otros  grupos  no  tienen  ninguna  división. 


Caractéres  físicos  y químicos  de  los  grupos  y sus  divisiones. 

Cada  uno  de  estos  grupos  y cada  una  de  estas  divisiones  se  distingue 
por  ciertos  caractéres  que  les  son  propios. 

Caractéres  del  primer  grupo.—  l.°  Precipitan  en  blanco  por  el  cloruro 
bárico,  excepto  los  cromatos  que  son  amarillos;  2.°  se  redisuelve  el  pre- 
cipitado en  los  ácidos  nítrico  y clorhídrico,  excepto  los  sulfatos  • 3 0 for- 
man sales  neutras  insolubles  con  los  óxidos  insolubles. 

Los  caractéres  de  cada  división  de  este  grupo  son  los  siguientes: 
pi  Tratados  con  el  ácido  sulfhídrico,  se  descompone 

mnml  0ímaD(^0  un  su  con  l°s  arseni tos  y arseniatos  , y óxido  de 
n ^os  cromatos ; 2.  la  sal  barítica  que  forman  con  el  cloruro 


- 673  — 

bárico,  se  redisuelve  , sin  descomponerse  sensiblemente  , en  los  ácidos 
nítrico  y clorhídrico,  porque  el  ácido  desalojado  es  soluble. 

Segunda,  división.— l.°  El  ácido  sulfhídrico  no  descompone  el  ácido; 
2.°  el  precipitado  que  dan  con  el  cloruro  bárico  no  se  redisuelve  en  los 
ácidos  nítrico  y clorhídrico. 

Tercera  división.— 1.°  No  se  descompone  el  ácido  por  el  sulfhídrico- 
2.°  el  precipitado  que  dan  con  el  cloruro  bárico  se  redisuelve  en  los  áci- 
dos nítrico  y clorhídrico,  sin  descomponerse  sensiblemente  , porque  el 
ácido  desalojado  es  soluble. 

Cuarta  división.—  l.°  El  ácido  sulfhídrico  no  descompone  el  ácido;  2.° 
el  precipitado  que  dan  con  el  cloruro  bárico  se  redisuelve  en  el  ácido 
nítrico  y clorhídrico,  con  descomposición  sensible  de  la  sal , porque  el 
ácido  desalojado  por  aquellos  es  gaseoso  en  los  carbonatos,  é insoluble  en 
los  silicatos;  por  lo  mismo,  hay  efervescencia  y desprendimiento  de  gas 
en  los  primeros , y precipitado  gelatinoso  en  los  segundos. 

Caractéres  del  segundo  grupo.— 1.°  No  precipitan  por  el  cloruro  bárico, 
por  formarse  sales  báricas  solubles ; 2.°  precipitan  en  blanco  ó blanco 
amarillento  por  el  nitrato  de  plata,  porque  se  forman  sales  aloídeas  de 
plata  insolubles  ó sulfuros  en  los  sulfhidratos ; 3.°  el  precipitado  que  les 
hace  dar  el  nitrato  de  plata,  se  redisuelve  en  el  amoníaco,  siendo  insolu- 
ble en  el  ácido  nítrico  diluido ; 4.°  se  descomponen  á la  presencia  de  los 
óxidos  metálicos , formando  sales  aloídeas  y agua. 

Caractéres  del  tercer  grupo.— 1.°  No  precipitan  por  el  cloruro  bárico, 
porque  forman  sales  baríticas  solubles  ; 2.°  no  precipitan  per  el  nitrato 
de  plata,  porque  ó no  hay  reacción,  como  en  los  nitratos,  ó se  forman  sa- 
les de  plata  solubles,  como  en  los  cloratos  ; 3.°  porque , echados  en  las 
ascuas,  deflagran  ; 4.°  fundidos  con  una  sustancia  orgánica  , detonan. 

Caractére»  de  cada  género  salino  inorgánico. 

Arsenitos.  — 1.°  Caractéres  generales  del  primer  grupo;  2.°  caractéres 
de  la  primera  división ; 3.°  precipitan  en  amarillo  por  el  ácido  sulfhí- 
drico , al  momento  y á la  temperatura  ordinaria;  4.°  precipitan  en  ama- 
rillo por  el  nitrato  de  plata ; 5.°  reducido  el  sulfuro  en  un  tubo  con  sosa 
y cianuro  potásico , da  arsénico.  La  proporción  de  la  mezcla  con  el  ar- 
senito  para  la  reducción , es : tres  partes  de  sosa  y una  de  cianuro  po- 
tásico: de  esta  mezcla  doce  partes  para  una  de  arsenito;  C.°  en  el  aparato 
de  Alarhs  dan  manchas  y anillos  arsenicales. 

Arseniatos.  — 1.°  Caractéres  generales  del  primer  grupo;  2.°  caractéres 
de  la  primera  división;  3.°  el  ácido  sulfhídrico  los  precipita  en  amarillo 
de  sus  disoluciones  concentradas , ó en  caliente  , ó con  un  poco  de  amo- 
níaco; 4.°  el  nitrato  de  plata  precipita  en  rojo  de  teja  ; o.°  y 6.°  las  mis- 
mas reacciones  que  los  arsenitos. 

Cromatos.  — 1.°  Caractéres  generales  del  primer  grupo;  2.°  caractéres 
de  la  primera  división ; 3.°  son  amarillos  los  cromatos,  y rojos  los  bicro- 
matos; 4.°  el  precipitado  que  dan  con  el  ácido  sulfhídrico  es  óxido  de  crom 
y por  lo  mismo  de  color  verdoso;  5.°  redisuelto  el  precipitado  en.  ““ J 1 T 
do  , la  disolución  que  se  forma  toma  un  color  verde;  6.  el  ni  i 
plata  les  hace  dar  un  color  de  carmin  ; 7.®  el  cloruro  blanco  les  nace  dar 
un  precipitado  amarillo.  0 , , 

Su If atos. — l.°  Caractéres  generales  del  primer  grupo;  2.  caractéies  de 
la  segunda  división;  3.°  calcinando  el  precipitado  que  dan  con  el  cloruro 
Toxicon  gía. — 43 


— 674  — 

b&ricn  en  un  crisol , potasa  y carbón , pasa  al  estado  de  sulfuro  de  pota- 
dnv  óxido  de  carbono;  tomado  el  residuo  con  agua  caliente,  filtrado  y 
tratado  con  ácido  clorhídrico,  hay  desprendimiento  de  ácido  sulfhídrico 
que  huele  á huevos  podridos,  y ennegrece  un  papel  empapado  de  una 
disolución  de  una  sal  de  plomo. 

Fosfatos.— l.°  Caracteres  generales  del  primer  grupo ; 2.°  caracteres  de 
la  tercera  división ; 3.°  una  disolución  de  sulfato  de  cal , precipita  en 
blanco  soluble  en  los  ácidos;  4.°  el  sulfato  magnésico  precipita  los  fos- 
fatos en  blanco  , si  la  disolución  es  concentrada  ó está  caliente  , y si  se 
añade  carbonato  amónico  ó amoniaco  libre,  hasta  en  las  extendidas,  da 
un  precipitado  blanco  cristalino,  de  fosfato  amónico  magnésico;  5.°  el 
nitrato  de  plata  los  precipita  en  amarillo. 

Boratos.— 1.*  Caractéres generales  del  primer  grupo;  2.°  caracteres  de 
la  tercera  división  ; 3.°  el  ácido  sulfúrico  ó clorhídrico  precipita  las  diso- 
luciones concentradas  y preparadas  en  caliente,  al  enfriarse,  en  esca- 
mas cristalinas  y brillantes  de  ácido  bórico;  4.°  echando  alcohol  en  ácido 
bórico  ó en  un  borato,  después  de  haber  añadido  ácido  sulfúrico  y pren- 
diéndole fuego,  la  llama  del  alcohol  se  tiñe  de  un  color  verde  amarillo, 
sobre  todo  removiendo  la  mezcla. 

Fluorhidratos. — 1.°  Caractéres  generales  del  primer  grupo;  2.°  carac- 
téres de  la  tercera  división;  3.°  el  cloruro  cálcico  les  hace  dar  un  preci- 
pitado gelatinoso  trasparente , que  se  vuelve  mas  sensible  con  un  poco 
de  amoníaco  ; 4.°  mezclado  un  fluoruro  en  polvo  lino  con  vidrio  ó arena 
pulverizada , puesto  en  un  tubo  de  ensayo  y echando  ácido  sulfúrico 
concentrado,  se  forma  una  nube  blanca  espesa ; 5.°  el  ácido  sulfúrico 
añadido  á los  fluoruros,  les  da  la  propiedad  de  corroer  el  cristal. 

Carbonates.  — i. ° Caractéres  del  primer  grupo;  2.°  caractéres  de  la 
cuarta  división;  3.°  el  agua  de  cal  ó de  barita  los  precipita  en  blanco;  4.° 
estos  precipitados  se  redisuelven , con  efervescencia  en  los  ácidos;  5.°  los 
ácidos  descomponen  los  carbonatos  con  efervescencia  y desprendimiento 
de  gas  picante. 

Silicatos.—  l.°  Caractéres  generales  del  primer  grupo;  2.°  caractéres 
de  la  cuarta  división;  3.°  los  ácidos  descomponen  los  silicatos  dando  un 
precipitado  en  copos  gelatinosos;  4.°  fa  sosa  disuelve  perfectamente  al 
soplete  los  silicatos,  formando  un  vidrio  incoloro;  5.°  la  sal  de  fósforo  ai 
soplete  no  disuelve  los  silicatos : el  ácido  silícico  nada  insoluble  en  medio 
de  la  sal  de  fósforo  disuelta. 

Cloruros.— 1.°  Caractéres  generales  del  segundo  grupo;  2.°  el  precipi- 
tado que  dan  con  el  nitrato  de  plata  es  insoluble  en  el  ácido  nítrico,  muy 
soluble  en  el  amoníaco,  y se  funde  sin  descomponerse:  3.°  el  nitrato 
mercunoso  y el  nitrato  plúmbico  los  hacen  precipitar  en  blanco,  al  estado 
de  cloruro  mercunoso  y plúmbico ; 4.°  calentados  con  bióxido  de  man- 
ganeso y ácido  sulfúrico  , dan  cloro,  que  se  reconoce  por  su  color  ama- 
rillento y olor  característico;  5.°  molidos  con  cromato  potásico,  puestos 
en  una  retorta  bitubulada,  echando  ácido  sulfúrico  concentrado,  y ca- 
lentando suavemente,  se  desprende  un  gas  rojo  oscuro  de  bicromato- 
cloro-crómico. 

Caractéres  del  segundo  grupo;  2.°  el  precipitado  que 
vfmarn!1  e m r?  ° de  P ala  es  blanco  amarillento , que  á la  luz  se  vuelve 
dos  Pn  ^nso^ble  en  el  ácido  nítrico,  y poco  en  el  amoníaco ; 3.°  los  áci- 
Por  lo  m¡!!!C1J-e  nítrico,  en  caliente,  y el  dórico,  desalojan  el  bromo; 
h ^ mismo  unen  de  rojo  anaranjado  oscuro  el  líquido , y si  se  obra 


— m — 

sobre  un  bromuro  sólido,  se  desprenden  gases  rojos;  í.°  el  éter  destiñe 
estas  coloraciones;  otro  tanto  hace  la  potasa;  5.°  calentados  con  peróxido 
de  manganeso  y ácido  sulfúrico , dan  vapores  amarillento-rojizos  • 6.°  con 
la  fécula  húmeda,  ó una  disolución  de  almidón , con  ácido  sulfúrico  que 
desaloje  el  bromo , se  tiñen  de  rojo. 

Yoduros. — 1.*  Caractéres  generales  del  segundo  grupo;  2.°  el  precipi- 
tado que  dan  con  el  nitrato  de  plata  es  blanco  amarillento,  y á la  luz  pasa 
á negro ; es  muy  poco  soluble  en  el  amoníaco;  3.°  el  ácido  nítrico,  el 
dórico  y el  agua  de  cloro  desalojan  el  yodo , que  se  reconoce  por  su  co- 
lor rojo  oscuro,  y porque,  calentado,  da  vapores  violados;  4.°  el  ácido 
sulfúrico  y bióxido  de  manganeso  desprenden,  calentados  con  un  yo- 
duro , vapores  violados ; 5.°  desprendido  el  yodo  de  los  yoduros  por  un 
ácido,  da  un  color  azul  violado  al  almidón;  6.*  triturados  con  cromato 
potásico  y ácido  sulfúrico , dan , en  las  mismas  circunstancias  que  los 
bromuros,  vapores  de  yodo. 

Cianuros.  — 1.°  Caractéres  generales  del  segundo  grupo  ; 2.°  el  preci- 
pitado que  dan  con  el  nitrato  de  plata,  es  blanco  y poco  soluble  en  el 
amoníaco;  3.°  el  sulfato  ferroso  forma  con  los  cianuros  alcalinos,  el  cia- 
no-ferrito-potásico , haciendo  pasar  el  sulfato  ferroso  á férrico ; 4.°  los 
cianuros  se  descomponen  al  fuego  pasando  á carbonatos. 

Sulfuros. — 1.°  Caractéres  del  segundo  grupo;  2.°  e)  precipitado  quedan 
con  el  nitrato  de  plata,  es  negro,  de  sulfuro  de  plata;  3.°  con  el  acetato 
de  plomo  precipitan  en  negro,  formando  sulfuro  de  plomo  ; 4.°  un  ácido 
cualquiera , nítrico  ó clorhídrico , produce  efervescencia  y desprendi- 
miento de  gas  sulfhídrico  con  olor  de  huevos  podridos;  5.°  calentados 
los  sulfuros  al  soplete,  arde  el  azufre  con  llama  azul , y hay  olor  de  ácido 
sulfuroso. 

Nitratos. — 1.°  Caractéres  generales  del  tercer  grupo  ; 2.°  las  limaduras 
de  cobre  y ácido  sulfúrico  descomponen  los  nitratos  en  sus  disoluciones 
concentradas  ó en  polvo  disuelto  en  un  poco  de  agua  , desprendiendo  con 
efervescencia  vapores  rutilantes  de  ácido  nitroso , y dejando  un  color 
verde  de  nitrato  de  cobre , debido  al  ácido  nítrico  desalojado  por  el  sul- 
fúrico; 3.°  echando  en  una  disolución  de  nitrato  un  poco  de  ácido  sulfú- 
rico y un  poco  de  sulfato  de  añil , y haciéndolo  hervir,  el  color  azul  des- 
aparece. 

Cloratos. — 1.°  Caractéres  del  tercer  grupo;  2.°  hacen  con  el  sulfato  de 
añil  lo  mismo  que  los  nitratos ; 3.°  el  ácido  sulfúrico  concentrado  des- 
prende de  los  cloratos  ácido  dórico  y cloroso;  4.°  disolviendo  los  clora- 
tos en  ácido  sulfúrico  diluido , le  tiñen  do  amarillo  vivo ; 5.°  echados  al 
fuego  pasan  á cloruros  , y se  reconocen  como  estos. 

ESTUDIO  DK  LOS  ALCALOIDEOS  O SALES  DE  BASE  ORGÁNICA. 

Alcaloideos  mas  conocidos,  nombres,  fórmula  y composición. 

Los  alcaloideos  que  con  mas  frecuencia  se  encuentran  en  la  práctica,  \ 
cuyos  caractéres  son  mas  conocidos,  son  los  siguientes; 


— 676  — 


4 


Nomina, 

’ Fórmula. 

V 

Morfina.  . . • 

. . Mo 

V 

Nnrcolina..  . . 

...  Na 

V 

Quinina 

. . . 0» 

V 

Cinconina.  . . 

. . . Ci 

V 

Estricnina.  . . 

...  tít 

V 

Brucinn.  . . . 

. . Br 

V 

Veratrina.  . . 

. . . Ve 

V 

Nicotina.  . . . 

. . . Ni 

V 

Conicina  . . . 

Co 

Composición. 

G:i5H20NO 

C4CH2!,NO'‘ 

C40H24N204 

C10H2<N202 

C«II»N*04 

Cv"H2iN20' 

C H N O }en  Prol,orciones,nc‘ertas 
H3N-f-II4C‘° 

H3N-}-H'2G,c 


Los  autores  de  análisis  química  , no  comprenden  entre  los  alcaloideos 
la  nicotina  y la  conicina , y en  cambio,  incluyen  la  salicina  que  no  lo^es. 
Aquí,  pues,  nos  separamos  de  ellos;  no  incluyendo  la  salicina  y aña- 
diendo los  dos  últimos  alcaloideos  eminentemente  venenosos  , que  en  es- 
tos últimos  tiempos  han  sido  muy  estudiados,  por  haber  dado  lugar  á 
envenenamientos  ruidosos. 

Aunque  la  digilalina  en  estos  últimos  años  ha  tomado  grande  im- 
portancia , no  la  comprenderemos  aquí:  primero,  morque  no  es  un  alca- 
íóide;  y segundo,  porque  hablarémos  de  ella  en  la  Toxicología  particular. 

Algunos  autores  toxicólogos,  en  especial  Briand  y Galtier,  hablan  de 
otros  alcaloideos,  dignos  por  cierto  de  estudio;  pero  que  no  he  creído 
deber  incluir  en  el  catálogo  que  precede  , por  no  acomodarse  todavía  á la 
marcha  analítica  de  los  mencionados. 

Galtier  habla  de  la  codeina,  solanina,  atropina,  daturina,  hiosciami- 
na , colchicina  , digitalina  , deífina,  emetina,  conicina,  anilina,  petinina, 
picolina , benzina , ethylamina  , graciolina , cantaridina  y amilamina. 
Briand  habla  de  la  githagina  y de  algunos  de  los  que  comprende  Galtier. 

Aunque  no  Comprendamos  todas  las  sustancias  alcaloideas  en  el  estu- 
dio analítico  que  aquí  nos  proponemos  hacer,  vamos  á hablar  de  todas 
ellas  de  un  modo  general,  bajo  el  punto  de  vista  de  sus  propiedades  físi- 
cas y químicas. 


Caracléres  físicos  y químicos  generales  de  los  alcaloideos. 

Caractéres  físicos. 

Estado. — Son  gaseosos  la  ethylamina  ó elhylaque  y la  methylamina  ó 
methylaque ; líquidos,  la  nicotina , conicina  , anilina,  petinina,  picolina, 
benzina  y amilamina.  Todos  los  demás  son  sólidos. 

Forma.— Los  gaseosos  y líquidos  no  tienen  ninguna ; los  sólidos  la  tie- 
W í10^?  S1guiente.  En  prismas , la  morfina,  narcotina,  codeina  , so- 
rla * brí?ina.»  estricnina,  cinconina:  en  agujas  sedosas , la  atropina,’ 
nvnnrfo? ’i  “^““úna  , colchicina.  En  escamas  nacaradas,  la  digitalina: 
/ » a aconitina,  veratrina,  delfina,  emetina  y quinina. 


t 


- 77  — 

A menos  de  100°  se  funden  la  solanina , atropina , hiosciamina , datu- 
riña,  vera  trina,  aconitina,  brucina , quinina  y emeána.  A m$6  de  100°, 
la  narcotina , digitalina , codeina morfina , cinconina  y delfii#. ' 

La  brucina,  veratrina , solanina  y narcotina  se  cuajan  al  enfriarse. 

La  nicotina , conicina  y los  demás  alcaloideos  líquidos , la  difíitaÜna  y 
cinconina,  se  volatilizan  en  totalidad;  la  daturina , atropina  é hioscia- 
mina,  en  parte  ,*  los  demás  son  fijos  é infusibles.  > * 

Color  blanco  ó incoloros,  ligeramente  amarilla  la  conicina. 

Sabor  amargo,  la  morfina , codeina , brucina ; estricnina,  quinina  y cin- 
conina ; amargo,  y mas  ó menos  acre , todos  los  demás;  alg.uno  cáustico, 
como  la  nicotina  y conicina. 

Olor. —La  nicotina,  de  tabaco  quemado ; la  conicina,  de  cicuta  ó de  ra- 
tón ; la  hiosciamina , fuerte  y aturdidor ; la  veratrina  y la  digitalina  pro- 
vocan el  estornudo;  la  anelina , petilina , picolina , benzina  , ethylamina 
y amilamina,  fuerte  parecido  al  amoniacal.  Los  demás  son  inodoros. 

Solubilidad.  — Insolubles  ó muy  poco  solubles  en  el  agua,  la  conicina, 
la  nicotina,  la  hiosciamina  y algún  otro  solubles.  Todos  son  solubles  en 
el  alcohol , mas  ó menos  concentrado.  En  cuanto  al  éter  sulfúrico , son  so- 
lubles la  codeina,  la  narcotina,  la  atropina  , la  daturina,  la  hiosciamina, 
la  nicotina , la  conicina , la  quinina , la  veratrina , la  aconitina  y la  colchi- 
cina.  Son  insolubles  ó poco  solubles  las  demás;  en  el  éter  acético  son 
solubles  todos. 

Caractéres  químicos. 

Se  componen  de  oxígeno , hidrógeno , carbono  y ázoe  los  más ; algu- 
nos no  tienen  oxígeno , como  la  nicotina  y conicina  y algunos  otros. 

Tienen  reacción  alcalina,  forman  sales  con  los  ácidos,  y dobles  sales 
con  los  cloruros  áurico , platínico  y mercúrico.  Los  álcalis  minerales , sus 
carbonatos,  el  tanino  y el  biyoduro  potásico  , los  precipitan  de  sus  diso- 
luciones. 

El  ácido  nítrico  no  altera  el  color  de  la  codeina  , aconitina , cinconina, 
quinina  y daturina ; á los  demás  se  le  altera. 

En  frió  tiñe  de  rojo  la  morfina,  veratrina  y brucina;  en  caliente,  la 
nicotina  y conicina.  Tiñe  de  amarillo  la  digitalina , solanina  y emetina; 
de  verde  amarillento , la  estricnina ; de  rojo  anaranjado,  la  atropina ; de  vio- 
lado azulenco,  la  colchicina. 

El  ácido  sulfúrico  tiñe  en  amarillo , luego  en  rojo  , añadiéndole  ácido  ní- 
trico, la  narcotina;  en  rojo  vinoso,  la  nicotina  ; en  moreno  verdoso,  lue- 
go en  rojo,  y calentando,  la  conicina;  en  rojo  oscuro,  la  digitalina  y vera- 
trina;  en  rojo  moreno,  la  colchicina;  en  rojo  violado,  la  aconitina;  en  rojo 
anaranjado,  la  solanina. 

El  deido  clorhídrioo  tiñe  de  violeta  la  nicotina ; en  rojo  de  púrpura , la 
conicina  ; en  verde , la  digitalina. 

H El  cloruro  de  oro  precipita  de  su  disolución , en  amarillo  azul  ó violado, 
la  morfina;  en  amarillo  rojizo  , la  conicina  y nicotina;  en  amarillo  , la  es- 
tricnina, atropina,  hiosciamina  y aconitina;  por  último,  en  blanco,  Ja 
daturina. 

No  digo  nada  mas  en  globo  sobre  los  alcaloideos  indicados,  guardando 
para  la  Toxicología  particular  lo  que  sea  digno  de  notar  relativamente  á 
cada  uno  de  ellos,  y para  mas  tarde,  en  este  mismo  artículo,  lo  que  se 
sabe  hoy  dia,  respecto  de  ciertos  reactivos  recien  descubiertos,  para  re- 
velar alcaloideos  de  un  modo  mas  característico  y sencillo,  como  el 


— 678  — 

fosfomolíbdico , el  yoduro  doble  de  mercurio  y de  potasio , etc. 
Allí  rectificaré  algunos  hechos  que  no  están  conformes  con  recientes  ex- 

^Despues  de  estas  nociones  generales  voy  á circunscribirme  á los  que 
he  consignado  en  el  catálogo  primero , formando  grupos  iguales  , á poca 
diferencia , á los  de  los  autores  de  Análisis  química ; y para  facilitar  su 
estudio,  repetiré  ya  solo , con  referencia  á ellos , sus  propiedades  físicas  y 
químicas. 


Caractéres  físicos  y químicos  generales  de  los  alcaloideos  mas  estudiados. 

La  nicotina  y conicina  están  formadas  de  hidrógeno,  carbono  y ázoe, 
ó , lo  que  es  lo  mismo , de  un  equivalente  de  amoníaco  y otro  de  hidró- 
geno carbonado  ; todos  los  demás  alcaloideos  están  formados  de  carbono, 
hidrógeno,  ázoe  y oxígeno,  en  proporciones  diferentes;  tienen  gran 
cantidad  de  carbono  é hidrógeno  , poco  oxígeno  y menos  ázoe. 

Son  líquidos  y volátiles  * la  nicotina  y la  conicina ; los  demás  son  só- 
lidos á la  temperatura  ordinaria  , y fusibles  á diferentes  temperaturas ; la 
veratrina  se  reblandece,  como  la  cera,  antes  de  fundirse.  A.  temperatu- 
ras mas  elevadas  se  descomponen  , pudiendo  dar  ácido  carbónico,  agua, 
amoníaco  y carbón. 

Todos  son  blancos  ó incoloros ; la  nicotina  amarillea ; todos  los  sólidos 
cristalizan,  y,  según  el  modo  de  obtenerse,  pueden  presentarse  en 
polvo.  La  veratrina  está  en  masa  amarillenta,  traslúcida  despues*de 
fundida  y enfriada. 

Son  insolubles  ó poco  solubles  en  el  agua  fría  y caliente  , solubles  en 
el  alcohol,  más  en  caliente  que  en  frió;  insolubles  en  el  éter,  excepto  la 
narcotina,  quinina  y veratrina,  que  se  disuelven  un  poco  en  él. 

Todos  tienen  sabor  amargo,  y son  inodoros,  excepto  la  nicotina  , que 
huele  á tabaco  , y la  conicina  á Vaton. 

Todos  son  solubles  en  los  ácidos,  formando  con  ellos  sales  solubles 
en  el  agua  y alcohol.  Las  sales  de  alcaloideo  , insolubles  en  el  éter,  son 
también  insolubles  en  este  disolvente. 

Las  sales  de  alcaloideo  son  cristalizables ; las  más  de  veratrina  están 
en  masa  gomosa. 

Jodas  estas  sales  son  blancas. 

Todos  los  alcaloideos,  ó sus  sales,  precipitan  en  blanco  por  los  álcalis 
y carbonatos  alcalinos,  cuando  sus  disoluciones  son  neutras.  El  tanino  v 
el  biyoduro  de  potasio  las  precipitan  también. 

Además  de  estos  caractéres , comunes  á todos  los  alcaloideos,  tienen 
otros  químicos , que  solo  les  son  comunes  en  determinados  grupos. 


Reactivos  generales  para  revelar  alcaloideos. 

Estos  reactivos  son  : 

1.*  La  potasa. 

25.°  El  amoníaco. 

3."  Los  carbonatos  alcalinos. 

4-*  Los  ácidos  nítrico  , sulfúrico  y yódico  concentrados. 
0<  Los  cloruros  férrico , áurico  y mercúrico. 


- 679 


Grupos  en  que  se  dividen  las  sales  de  base  alcaloidea. 

Respecto  del  modo  como  se  conducen  las  sales  de  base  alcaloidea  con 
los  reactivos  generales,  en  especial  la  potasa  y los  carbonato^,  se  dividen 
en  cuatro  grupos : 

Forman  el  primevo , la  morfina. 

El  segundo , la  narcotina,  quinina  y cinconina. 

El  tercero , la  estricnina,  brucina  , veratrina. 

El  cuarto , la  nicotina  y conicina. 

* Puesto  que  todos  precipitan  por  la  potasa , mejor  seria  y mas  lógico 
no  formar  mas  que  un  grupo  , y los  que  se  llaman  grupos  ser  divisiones. 

Reacciones  que  dan  las  bases  alcaloideas  por  los  reactivos  generales. 

1. a  La  potasa  las  precipita  todas  en  blanco  , pero  solo  se  redisuelve  el 
precipitado  con  un  exceso  de  reactivo,  en  las  de  morfina. 

2. °  Los  bicarbonatos  alcalinos  precipitan  en  blanco  las  bases  del  pri- 
mero y segundo  grupo , sin  redisolver  con  un  exceso  el  precipitado  , sea 
ó no  acida  la  disolución. 

3. a  Los  bicarbonatos  alcalinos  de  base  fija , esto  es,  los  potásico  y só- 
dico no  precipitan  las  bases  del  tercer  grupo , si  la  disolución  es  ácida. 

4. a  Son  líquidos,  oleosos  y volátiles  sus  alcalóides,  y precipitan  así 
por  la  potasa,  sin  redisolucion. 


Caractéras  de  los  grupos  de  alcaloides. 

Caractéres  del  primer  grupo. —l.°  El  precipitado  que  les  hace  dar  la 
potasa  se  redisuelve  con  un  exceso  de  reactivo ; 2.°  dan  precipitado  blanco 
con  los  carbonatos  potásico  y sódico , si  es  neutra  la  disolución ; 3.°  dan 
reacciones  con  el  ácido  nítrico , el  cloruro  férrico  neutro , el  ácido  yó- 
dico , la  disolución  de  almidón  y el  cloruro  áurico. 

Caractéres  del  segando  grupo.  — 1.°  El  precipitado  que  dan  con  la  potasa 
no  se  redisuelve  en  un  exceso  de  reactivo;  2.°  sus  sales  neutras  y ácidas 
precipitan  por  los  bicarbonatos  alcalinos,  sin  rédisolverse  el  precipitado, 
en  un  exceso  de  reactivo;  3.°  dan  reacciones  con  el  ácido  nítrico  y sulfú- 
rico concentrados ; 4.°  el  precipitado  que  dan  con  el  amoníaco  revela  su 
naturaleza  con  el  éter. 

Caractéres  del  tercer  grupo.  — 1.°  El  precipitado  que  dan  con  la  potasa 
no  se  redisuelve  en  un  exceso  de  reactivo;  2.°  los  bicarbonatos  alcalinos 
solo  precipitan  las  disoluciones  neutras;  las  ácidas  no  son  precipitadas, 
bastando  añadir  un  ácido  cualquiera  á las  primeras  para  que  el  precipi- 
tado se  redisuelva ; 3.°  dan  reacciones  con  el  sulfocianuro  potásico,  el 
cloruro  mercurioso  y el  ácido  sulfúrico. 

Caractéres  de  los  alcaloideos  en  particular. 

Morfina.— 1.°  Caractéres  de  alcaloideo;  2.°  los  del  primer  grupo;  3."  el 
acido  nítrico  tiñe  primero  de  amarillo  y luego  de  rojo  azafran  las  diso- 
luciones de  estas  sales;  si  son  muy  diluidas,"  solo  las'  tiñe  calentándolas; 
4.°  el  cloruro  férrico  tiñe  las  disoluciones  de  morfina  de  color  azul , si 
son  neutras;  cuando  ácidas,  las  deja  incoloras;  si  á las  primeras  se 
añade  un  ácido,  les  quita  el  color;  5.°  el  ácido  yódico  se  descompone  en 


- 680  - 


untarlo  de  las  sales  de  morfina;  si  son  ácidas  y concentradas,  precipi- 
tan en  nolvo  moreno  rojo;  si  son  alcalinas,  solo  les  da  el  color  amarillo 
moreno ; 6.°  añadiendo  á esta  disolución , con  el  ácido  yodico , una  de 
almidón,  hay  coloración  lívido-azulada ; 7.°  el  clorido  áimco  hace  dar  á 
estas  sales  un  precipitado  moreno  rojizo  coposo,  soluble  en  un  exceso 
de  alcaloideo  y en  el  ácido  clorhídrico;  la  disolución  tiene  un  color 
verde;  si  son  diluidas,  solo  las  tiñe  de  amarillo,  pero  acaban  al  fin  poi 
precipitar  en  oro  metálico,  ó en  polvo  amarillo  moreno. 

Narcotina.- 1.°  Caracteres  de  alcaloideo;  2/'  los  del  grupo  segundo: 
3.°  el  ácido  nítrico  no  las  lino  cu  trio,  pero  calen Uindolfts  tonia,  un  coloi 
amarillo ; í.°  el  ácido  sulfúrico  concentrado  lus  tino  do  aniaiillo;  calen- 
lando  , da  color  moreno;  si  se  añade  un  poco  de  ácido  nítrico,  la  coloia- 
cion  es  rojo  de  sangre  subido  ; si  se  añade  en  exceso,  desaparece  la  co- 
loración; 5.°  hervida  una  sal  de  morfina  con  acido  sulfúrico  diluido  y 
bióxido  de  manganeso , no  precipita  por  el  amoníaco , porque  el  alca- 
loideo se  descompone  ; 6.°  el  precipitado  que  da  con  el  amoníaco  se  re- 
disuelve en  el  éter,  y calentando  la  redisolucion  en  un  tubo  de  cristal, 
reaparece  el  precipitado. 

Quinina.  — 1.°  Caracteres  de  alcaloideo;  2.°  los  del  grupo  segundo; 
3.°  el  ácido  nítrico  no  tiñe  las  disoluciones  en  frió;  en  caliente  les  da  un 
color  amarillo ; 4.°  el  ácido  sulfúrico  no  las  tiñe  en  frió ; en  caliente  les 


da  primero  color  amarillo,  y luego  moreno,  tardando  bastante  en  veri- 
ficarse esta  reacción;  5.°  si  á esta  disolución  se  añade  un  poco  de  ácido 
nítrico,  toma  la  disolución  un  color  amarillo  muy  clavo;  0."  el  precipi- 
tado que  les  hace  dar  el  amoníaco  se  redisuelve  en  el  éter,  y calentada 
la  redisolucion , no  reaparece  el  precipitado. 

Cinconina.  — 1.°  Caractéres  de  alcaloideo;  2.°  los  del  grupo  segundo; 
3.°  el  ácido  nítrico  concentrado  las  tiñe  de  amarillo,  cuando  las  disolu- 


ciones se  calientan;  4.°  el  ácido  sulfúrico  concentrado  no  las  tiñe  en 
frío;  en  caliente  Ies  da  color,  primero  moreno,  y luego  negro  ; con  la 
añadidura  de  un  poco  de  ácido  nítrico  caliente,  pasan  á amarillo,  rojo- 
moreno,  moreno  oscuro,  y,  por  último,  á negro;  5.n  el  precipitado  que 
les  hace  dar  el  amoníaco  no  se  redisuelve  en  el  éter;  C.°  calentando  la 
cinconina  con  precaución , primero  se  funde,  luego  se  elevan  vapores 
blancos  que  se  adhieren  á los  cuerpos  frios  en  forma  de  agujas,  despren- 
diendo un  olor  aromático  especial. 

Estricnina.  — l.°  Caractéres  de  alcaloideo;  2.°  los  del  tercer  grupo; 
3.  el  sulfocianuro  patásico  hace  dar  á las  disoluciones  de  estricnina  un 
precipitado  blanco  cristalino,  poco  soluble  en  un  exceso  de  reactivo, 
el  que,  visto  al  microscopio,  presenta  anchas  láminas;  4.°  el  cloruro 
mercunoso  les  hace  dar  un  precipitado  blanco,  en  forma  de  agujas  estre- 
lladas; calentando  el  precipitado  , desaparece  , para  volverse  á presentar 
cuando  se  enfria ; 5.°  el  ácido  sulfúrico  la  disuelve  en  frió,  sin  colorarla  ; 
en  caliente  toma  un  color  verde  aceituna. 

Brucina.  — 1.°  Caractéres  de  alcaloideo;  2.°  los  del  tercer  grupo; 
: tratada  la  brucina  con  ácido  nítrico  concentrado , se  obtiene  una  solu- 
ción de  color  rojo  vivo , luego  rojo  anaranjado , que  pasa  á amarillo  si  se 
wnenta;  echando  á esta  disolución  cloruro  estannoso  ó sulfúrico  amó- 
la dí’c,SUi  tlnte.Pasa  £ violado  intenso  ; 4.°  el  ácido  sulfúrico  concentrado 
Drerinitin6,  tlñ(^n(^0^a  de  color  rosa;  5.°  el  sulfocianuro  potásico  da  un 

ürecimtadA  ®nJ¡ranos  cristalinos;  6.“  el  cloruro  mercúrico  hace  dar  un 
precipitado  análogo  al  precedente. 


— 681  - 

Ver  alvina.  — 1.°  Caractéres  de  alcaloideo;  2.°  los  del  tercer  grupo; 
3.°  el  ácido  nítrico  concentrado  le  hace  formar  masas  de  aspecto  resi- 
noso , que  se  disuelven  lentamente , tiñéndole  de  un  color  rojijo  amari- 
llento claro;  4.°  el  ácido  sulfúrico  le  hace  tomar  el  mismo  aspecto;  pri- 
mero de  color  amarillo  claro,  luego  mas  oscuro,  después  amarillo  rojizo, 
rojo  sangre , rojo  carmesí , y,  por  último , violado ; 5,°  el  sulfocianuro 
potásico  precipita  la  veratrina  en  copos  de  aspecto  gelatinoso. 

Nicotina.— 1.°  Caractéres  de  alcaloideo;  2.°  los  del  cuarto  grupo;  3,°  lí- 
quida, oleaginosa,  transparente,  incolora,  olor  de  tabaco;  4.°  se  vola- 
tiliza á 250  grados , y huele  fuertemente  á tabaco  ; 5. 0 el  ácido  sulfúrico 
la  tiñe  de  rojo-vinoso  en  frió;  calentando,  se  enturbia  y adquiere  el  de 
las  heces  del  vino;  hirviendo,  se  ennegrece  y desprende  ácido  sulfuroso; 
6.°  el  ácido  clorhídrico  frió  le  hace  dar  vapores  blancos,  como  el  amo- 
níaco; calentando,  tiñe  la  mezcla  en  color  de  violeta,  tanto  más  oscuro, 
cuanto  más  se  prolonga  la  ebullición ; 7.°  el  ácido  nítrico,  en  ligero  calor, 
le  da  un  color  amarillo  anaranjado;  hay  vapores  blancos  de  ácido  nítrico, 
vejigas  de  ácido  hiponítrico;  si  se  calienta  más,  se  pone  amarillo;  y con 
la  ebullición  le  adquiere  rojo ; al  fin  se  pone  negro. 

Conicina.— 1.°  Caractéres  del  alcaloideo;  2.°  los  del  cuarto  grupo;  3.°  el 
ácido  sulfúrico  puro  y concentrado  no  la  altera  en  frió ; calentando  ad- 
quiere un  color  moreno-verdoso ; luego  rojo  de  sangre,  y,  por  último, 
negro ; 4.°  el  ácido  clorhídrico  le  hace  dar  vapores  blancos , como  con  el 
amoníaco,  y calentando  Ies  da  un  color  de  violeta;  5.°  el  ácido  nítrico  le 
comunica  un  color  de  topacio , que  no  cambia  inmediatamente  por  el  ca- 
lor; 6.°  el  ácido  tánico  le  precipita  en  blanco;  7.°  algunas  reacciones 
iguales  á las  del  amoníaco, 

ESTUDIO  DE  LOS  ÁCIDOS  ORGÁNICOS. 

Ácidos  usados,  sus  nombres  , fórmula  y composición. 

Los  ácidos  orgánicos  en  cuya  análisis  se  ocupan  los  autores , son  los 
siguientes : 


Nombres. 

Acido  oxálico. .... 
tartárico.  . . . 

— racémico. . . . 

— cítrico.  .... 

— máíico 

— succinico..  . . 

— benzoico.  . . 

acético 

— fórmico 


Fórmula. 

Composición 

A 

0 

C 2 0* 

A 

T 

G*  H3Os 

A 

R 

C‘  H2Qb 

A 

Ci 

C‘  HaO 

A 

M 

C1  HW 

A 

s 

CJ  H2Os 

A 

Bzo 

CUHK(>¿ 

A 

A 

C*  II;iOJ 

A 

Fo 

CJ  H 

Caractéres  físicos  y químicos  generales  de  los  ácidos  orgánicos. 

Todos  los  ácidos  orgánicos  indicados  se  componen  de  carbono , hidró- 
geno y oxígeno,  en  proporciones  diferentes.  El  oxálico  es  el  único  bina- 
rio, pues  no  tiene  hidrógeno:  Todos  son  sólidos  á la  temperatura  ordina- 
ria; el  fuego  funde  á unos  descomponiéndolos,  y otros  los  volatiliza  sin 
descomposición. 

Todos  son  solubles  en  el  agua  y en  el  alcohol. 

Todos  son  blancos,  cristalinos  y de  sabor  ágrio. 

Todos  pueden  combinarse  con  ciertas  bases  , en  especial  las  alcalinas, 
formando  sales  blancas  y cristalinas , solubles  si  las  bases  lo  son,  é ínso- 
lubles,  ó muy  poco,  en  el  caso  contrario. 

Al  fuego , íos  géneros  salinos  orgánicos  se  descomponen  y transforman 
en  carbonatos , sobre  todo  si  las  sales  son  alcalinas. 


Reactivos  generales  do  tos  ácidos  orgánicos. 

Estos  reactivos  son  : 

1. °  El  cloruro  cálcico. 

2. °  El  cloruro  férrico. 


Grupos  en  que  se  dividen  las  sales  de  ácido  orgánico. 

Los  ácidos  orgánicos  forman,  por  sus  caractéres  químicos,  dos  grupos  : 
Forman  el  primer  grupo  : El  ácido  oxálico , tartárico  , racémico , cítrico  y 

málico. 

Forman  el  segundo  grupo  : El  ácido  succínico,  benzóico,  acético  y fórmico. 

Caractéres  de  los  grupos  y sus  divisiones. 

Caractéres  del  primer  grupo.  — í.°  Al  fuego  se  funden  y volatilizan  des- 
componiéndose, pasando  al  estado  de  óxido  y ácido  carbónico;  solo  el 
oxálico  se  volatiliza,  sin  sufrir  mas  que  una  descomposición  parcial; 
2.°  precipitan  en  blanco  por  el  cloruro  cálcico  á la  temperatura  ordina- 
ria , ó calentándolos  solos,  ó con  la  añadidura  de  otros  reactivos , como 
el  amoníaco  y el  alcohol ; 3.°  dan  reacción  con  el  agua  de  cal  y el  sul- 
fato de  cal;  4.°  no  dejan  precipitar  los  óxidos  férrico,  manganésico  y 
alumínico. 

Este  grupo  tiene  dos  divisiones : corresponden  á la  primera  los  oxalatos, 
tartaratos  y racematos ; á la  segunda  , los  citratos  y malatos. 

Caractéres  de  la  primera  división  del  primer  grupo.  — 1.°  Los  del  grupo; 
2.°  precipitan  por  el  cloruro  cálcico,  solo  y á la  temperatura  ordinaria. 

Caractéres  de  la  segunda  división  del  primer  grupo.  — 1.°  Los  del  grupo ; 
2.°  precipitan  por  el  cloruro  cálcico , calentándolos  y añadiendo  amo- 
níaco ó alcohol. 

Caractéres  del  segundo  grupo.  ~\.°  Al  fuego  se  volatilizan  sin  descom- 
ponerse; al  rojo  pasan  á carbonatos;  2.°  no  precipitan  por  el  cloruro 
cálcico  ni  por  otras  sales  de  cal ; 3.°  precipitan  por  el  cloruro  férrico  á la 
temperatura  ordinaria  y á la  elevada ; 4.°  dan  reacciones  con  el  acetato  de 
plomo,  el  alcohol , el  cloruro  bárico  y el  amoníaco. 

#ac  hfrUP°  tiene  ^°s  divisiones : corresponden  á la  primera  los  succiüa- 
tos  y Benzoatos;  á la  segunda  los  acetatos  y formiatos. 


— 683  — 

Caractére s de  la  primera  división  del  segundo  grupo.  — l.°  Los  del  grupo; 
2.°  precipitan  por  el  cloruro  férrico , á la  temperatura  ordinaria,  en  rojo- 
moreno. 

Caractéres  de  la  segunda  división  del  segundo  grupo.  — 1.°  Los  del  grupo; 

2. °  precipitan  en  rojo-moreno  á temperaturas  elevadas ; á la  ordinaria 
solo  dan  coloración  rojiza. 

Caractéres  de  cada  género  salino  orgánico. 

Oxalatos.  — 1.°  Caractéres  de  ácido  orgánico;  2.°  caractéres  del  pri- 
mer grupo;  3.°  los  de  la  primera  división  del  primer  grupo;  4.°  se  vola- 
tilizan al  fuego  sin  descomponerse,  ni  dejar  residuo  carbonoso  ; 5.°  preci- 
pitan por  el  cloruro  bárico , y el  precipitado  es  soluble  en  el  ácido  nítrico 
y clorhídrico;  6.°  el  precipitado  que  les  hace  dar  la  cal  y el  sulfato  de 
cal , no  se  redisuelve  en  un  exceso  de  ácido , ni  aun  en  el  acético;  7.°  ca- 
lentados con  ácido  sulfúrico  concentrado,  pierden  su  agua  y se  descom- 
ponen , desprendiendo , con  notable  efervescencia , óxido  y ácido  car- 
bónico. 

Tartaratos.  — 1.°  Caractéres  de  ácido  orgánico;  2.°  los  del  primer 
grupo;  3.°  los  de  la  primera  división  del  primer  grupo,  4.°  calentados, 
echan  olor  de  azúcar  quemada;  5.°  las  sales  de  potasa,  sobre  todo  los 
acetatos  y sulfatos , precipitan  con  el  ácido  tartárico  en  forma  cristalina; 
6.°  el  precipitado  que  Ies  hace  dar  la  cal  se  redisuelve  en  un  exceso  de 
ácido  tartárico  y en  el  amoníaco;  7.°  el  que  les  hace  dar  el  sulfato  de 
cal  tarda  un  poco  en  presentarse,  y 8.°  calentados  con  ácido  sulfúrico 
concentrado,  se  vuelven  negros,  y se  desprende  ácido  sulfuroso  y óxido 
de  carbono. 

Racematos. — Sus  caractéres  distintivos  son  en  un  todo  iguales  á los  de 
los  tartaratos;  solo  se  diferencian  aquellos  de  estos  en  que  el  amoníaco 
no  disuelve  el  precipitado  que  les  hace  dar  el  cloruro  cálcico , y este 
precipitado  es  blanco  resplandeciente. 

Citratos.  — 1.°  Caractéres  de  ácido  orgánico;  2.°  los  del  primer  grupo; 

3. °  los  de  la  segunda  división  del  primer  grupo;  4.°  no  precipitan  con  el 
cloruro  cálcico  el  ácido  cítrico  libre  á la  temperatura  ordinaria,  pero  sí 
saturado  por  la  potasa  y la  sosa , redisolviéndose  en  un  exceso  de  reac- 
tivo; el  cloruro  amónico  hirviendo  los  hace  precipitar;  5.°  echando  amo- 
níaco hirviendo  dan  precipitado  con  el  cloruro  cálcico,  sin  necesidad  de 
la  potasa  ó la  sosa  ; 6.°  el  agua  de  cal  en  exceso  los  precipita  en  caliente, 
redisolviéndose  cuando  se  enfria;  7.°  el  acetato  de  plomo  los  precipita  en 
blanco, .poco  soluble  en  el  amoníaco;  8.°  calentados  los  citratos  con 
ácido  sulfúrico  concentrado,  se  desprende  óxido  de  carbono  y ácido  car- 
bónico sin  ennegrecerse  el  sulfúrico ; si  se  sigue  calentando , este  se  des- 
prende. 

Malatos.  — 1.°  Caractéres  de  ácido  orgánico  ; 2.°  los  del  primer  grupo; 
3-°  los  de  la  segunda  división  del  primer  grupo;  4.°  precipitan  con  el 
cloruro  cálcico,  calentando  y añadiendo  alcohol ; h.°  el  agua  de  cal  no 
los  precipita  de  ningún  modo;  6.°  el  acetato  de  plomo  los  precipita  en 
forma  caseosa,  que  se  transforma  en  agujas  nacaradas , las  que  se  fun- 
den en  el  agua  á 100  grados,  en  forma  de  resina ; 7.°  calentando  un  ma- 
lalo  con  ácido  sulfúrico  concentrado , la  mezcla  se  ennegrece  y se  des- 
prende ácido  sulfuroso. 

Succinatos.  — 1.°  Caractéres  de  ácido  orgánico;  2.°  los  del  grupo; 


— 684  - 

3 0 los  de  la  primera  división  del  segundo  grupo ; 4.°  el  acetato  plúmbico 
los  precipita , siendo  soluble  el  precipitado  en  un  exceso  de  reactivo  y de 
ácido  succínico ; 5.°  el  cloruro  férrico  les  hace  dar  un  precipitado  moreno 
rojizo  á la  temperatura  ordinaria;  este  precipitado  es  soluble  en  los  áci- 
dos; el  amoníaco  descompone  este  precipitado,  haciéndole  pasará  suc- 
cinato  férrico  muy  básico;  G.°  mezclado  un  succinato  con  alcohol,  clo- 
ruro bárico  y amoníaco  , precipita  en  blanco  , cuyo  precipitado  es  succi- 
nato barítico. 

Benzoatos.— 1.°  Caractéres  de  ácido  orgánico;  2.°  los  del  segundo 
grupo;  3.°  los  de  la  primera  división;  4.°  el  cloruro  férrico  los  precipita 
á la  temperatura  ordinaria , y el  precipitado  es  mas  claro  que  en  los  suc- 
cinatos;  el  amoníaco  descompone  este  precipitado;  5.°  el  acetato  plúm- 
bico no  precipita  el  ácido  benzóico  ni  el  benzoato  amónico ; pero  preci- 
pita en  copos  blancos  los  benzoatos  de  base  alcalina  fija,  potasa  y sosa; 
6.°  mezclado  con  alcohol,  cloruro  bárico  y amoníaco,  no  precipita, 
como  hemos  visto  en  los  succinatos. 

Acetatos.  — 1.°  Caractéres  de  ácido  orgánico;  2.°  los  del  segundo  gru- 
po; 3.°  los  de  la  segunda  división  del  segundo  grupo;  4.°  con  el  clo- 
ruro férrico , saturado  el  ácido  con  amoníaco  ó potasa , toma  un  color 
moreno-rojo  claro;  calentados  con  ácido  sulfúrico  diluido,  se  desprende 
ácido  acético,  que  se  reconoce  por  su  olor  característico;  5.°  el  nitrato 
rnercurioso  los  precipita  en  blanco  en  forma  de  escamas  cristalinas; 
6.°  el  nitrato  de  plata  precipita  los  acetatos  neutros  en  blanco  cristalino. 

Formiatos.  — 1.°  Caractéres  de  ácido  orgánico;  2.°  los  del  segundo 
grupo;  3.°  los  de  la  segunda  división  del  mismo  grupo;  4.°  el  cloruro 
férrico  se  conduce  con  ellos  como  en  los  acetatos  ;'5.°  el  nitrato  mercu 
rioso  los  precipita  en  blanco , que  pasado  algún  tiempo  se  vuelve  gris, 
separándose  mercurio  metálico;  si  se  calienta  el  precipitado,  se  produce 
este  fenómeno  al  momento ; 6.°  el  nitrato  de  plata  precipita  los  formiatos 
alcalinos  y concentrados  en  blanco,  y forma  cristalina,  que  se  oscurece 
rápidamente,  separándose  plata;  7.°  calentados  con  ácido  sulfúrico  los 
formiatos,  si  es  concentrado  el  ácido,  se  descompone  sin  ennegrecerse, 
en  agua , que  se  queda , y en  ácido  carbónico , que  se  desprende  con 
efervescencia. 

Tenemos,  pues,  todos  los  venenos  ó cuerpos  que  constituyen  el  estu- 
dio de  la  Análisis  química , determinados  por  sus  caractéres  físicos  y quí- 
micos, sea  cual  fuere  el  reino  á que  pertenezcan ; ora  sean  bases  ó espe- 
cies , ora  sean  ácidos  ó géneros. 

Con  este  conocimiento  podemos  ya  pasar  á tratar  de  las  operaciones 
analítico-químico-toxicológicas  á que  hay  que  proceder  en  los  casos  prác  - 
ticos de  intoxicación  ó envenenamiento. 


ARTÍCULO  VII. 

PE  LAS  OPERACIONES  ANALÍTICO-QUÍMICO-TOXICOLÓGIGAS  QUE  HAY  QUE  PRACTICAR  ' 
EN  LOS  DIVERSOS  CASOS  DE  INTOXICACION  Ó ENVENENAMIENTO. 

Las  materias  sometidas  á las  análisis  químicas  en  los  casos  diversos  de 
intoxicación , no  son  siempre  las  mismas.  Unas  son  sólidas  , otras  líqui- 
Pudiéndose  ofrecer  algunas  gaseosas,  en  especial  de  las  que  no pro- 
ir™1  J® l sugeto  envenenado;  unas  están  solas,  otras  mezcladas  con 
otros  solidos  ó líquidos  con  humores  ó productos  del  cuerpo  humano,  ó 


— 685  — 

bien  contenidas  en  los  órganos  del  mismo.  Por  último,  en  muchas  into- 
xicaciones, en  especial  en  los  envenenamientos,  es  frecuente  no  saber, 
de  un  modo  fijo  ai  menos , qué  veneno  ha  sido  el  que  se  ha  tomado. 

Pues  todas  estas  consideraciones  tienen  peso  é importancia  en  este  ar- 
tículo, consagrado  á las  análisis  químico  toxicológicas  , por  cuanto  cada 
una  de  esas  circunstancias  introduce  modificaciones  en  la  marcha  que 
hay  que  seguir,  para  hallar  ó descubrir  el  veneno.  De  aquí  la  necesidad 
de  que , teniendo  en  cuenta  todas  estas  consideraciones , como  otros  tan- 
tos ejemplos  de  casos  prácticos  que  pueden  ocurrir,  establezcamos  cierto 
órden , en  el  modo  de  exponer  la  marcha  de  las  operaciones  analíticas, 
tratando  particularmente  de  cada  uno  de  esos  casos , y de  las  reglas  que 
á la  sazón  hay  que  adoptar  ó seguir. 

Me  propongo,  pues , tratar  : l.°  de  lo  que  deben  hacer  los  peritos  con 
los  objetos  destinados  á las  análisis,  antes  de  emprenderlas;  2.°  de  la 
marcha  que  hay  que  seguir  en  las  operaciones  analíticas,  cuando  no  se 
conoce  de  antemano  el  veneno  que  ha  producido  la  intoxicación;  3.°  de 
la  que  hay  que  seguir,  cuando  es  conocido  ese  veneno;  4.°  de  la  análisis 
cuantitativa. 

La  primera  marcha  será  modificada  , según  que  el  veneno  ó sustancia 
venenosa  no  esté,  ó esté  mezclada  con  otras.  Suponiendo  que  no  está 
mezclada , empezaré  exponiendo  la  marcha  que  hay  que  seguir  para  ana- 
lizar el  veneno  cuando  sea  sólido,  cuando  líquido  y cuando  gaseoso.  Su- 
poniendo en  seguida  que  el  veneno  está  mezclado  con  otras  sustancias, 
diré  cómo  se  procede,  cuando  la  mezcla  es  enteramente  liquida , cuando 
en  parte  líquida  y en  parte  sólida , cuando  enteramente  sólida , cuando 
gaseosa,  cuando  sean  los  órganos  ó sólidos  del  cadáver  los  que  hayan 
de  ser  analizados , cuándo , por  último , los  líquidos  del  mismo.  De  esta 
suerte  se  comprenden  todos  los  casos  prácticos  posibles , y por  lo  mismo 
habrémos  dado  todas  las  reglas  necesarias  para  proceder  á la  análisis  en 
cualquiera  intoxicación.  Esto  sentado,  entremos  en  materia. 


§ I.— De  lo  que  deben  hacer  los  peritos  con  los  objetos  destinados  á las  análisis 

antes  de  emprenderlas. 


En  el  art.  11  de  este  capítulo  hemos  expuesto  qué  es  lo  que  deben  ha- 
cer los  peritos  encargados  de  un  laboratorio  químico  toxicológico, 
cuando  reciben  de  un  juez,  ó cualquier  otra  autoridad,  uno  ó mas  objetos 
destinados  á las  análisis  químico-toxicológico  periciales. 

Ahora  nos  cumple  decir  cuatro  palabras  sobre  lo  que  han  de  hacer 
dichos  peritos , cuando  ya  pasan  á examinar  previamente  esos  objetos, 
antes  de  emprender  la  marcha  analítica  correspondiente. 

Conviene  consignar  en  el  documento,  que,  concluidas  las  operaciones, 
se  ha  de  redactar,  para  remitirle  al  juez,  ó al  que  ha  encargado  la  ac- 
tuación pericial,  no  solo  la  exposición  de  las  operaciones  ejecutadas, 
sus  resultados  y el  juicio  de  los  peritos’,  como  lo  previene  el  art.  20  del 
Ueglamento  de  los  médicos  forenses,  y como  lo  hemos  practicado  siem- 
pre, sino  también  todo  lo  que  hemos  dicho  que  ha  dé  constaren  el  libro 
de  registro,  y todo  lo  que  conduzca  á determinarla  identidad  de  los  ob- 
jetos remitidos. 

Deben  , pues,  los  peritos,  cuando  van  á procederá  la  análisis  quí- 
mico-toxicológica  de  uno  ó mas  objetos  que  tienen  en  su  laboratorio, 
guardado  en  los  términos  indicados  en  su  lugar,  tomar  un  pliego  de  pa 


< 


— G86  - 

i v más  si  este  no  basta  , y dejando  un  márgen  de  unas  dos  pulga- 
V.  ’ encabezar  en  fólio  la  nota  , borrador  ó minuta  del  documento,  del 
modo  siguiente: 

Si  se  les  pide  un  informe  ó una  consulta  , empezará  de  este  modo  : 

«Los  abajo  firmados,  Doctores  en  Medicina,  Catedráticos  de  Medicina 
legal  y Toxicología  (si  lo  son),  de  la  Facultad  de  Medicina  de (ó  Di- 
rector el  uno  del  laboratorio  químico  toxicológico  de etc.,  y el  otro 

(lo  que  sea)  (’),  hemos  recibido  del  Juez  de  primera  instancia  de un 

atento  oficio  acompañado  (ó  no)  de  un  testimonio  (ó  un  exhorto,  lo  que 

sea)  del  de  igual  clase  de (si  el  Juez  del  distrito  le  ha  recibido  de 

otro),  y un  cajón  (ó  lo  que  sea),  con  el  objeto  de  (y  aquí  la  cuestión  que 
propone  el  Juez).» 

Si  es  una  declaración  lo  que  el  juez  pide,  se  encabezará  el  documento, 
poniendo:  « Dijeron  que , el  dia del  mes  eje.....  y año recibie- 

ron , etc. » 

Escrito  esto,  seguirán  poniendo,  si  tienen  guardados  varios  casos: 

«Este  caso  quedó  registrado  en  el  libro  de  entradas  con  el  número 

(el  que  le  pertenezca)  para  cuando  le  llegase  el  turno,  que  se  sigue  rigu- 
rosamente en  este  laboratorio  ; y llegado  este  turno,  se  pasó  al  reconoci- 
miento de  los  documentos  y los  objetos  remitidos.» 

Si  no  tienen  guardado  ningún  caso,  se  dirá  que  queda  registrado  en  el 
libro  de  entradas  con  el  número  que  le  corresponda,  y que  acto  conti- 
nuo se  pasó  al  reconocimiento  de  los  documentos  y objetos. 

Se  consignan  luego  los  documentos  que  sean,  los  folios  de  que  consten 
todos,  y lo  que  contienen , por  su  orden  numérico. 

Consignados  los  documentos,  se  escribe:  «De  la  lectura  de  todos  es 

tos  documentos  resulta  lo  siguiente (y  aquí  se  exponen  los  hechos  en 

ellos  descritos,  si  los  hay,  extractando  ó copiando  la  declaración  de  los  fa- 
cultativos que  hayan  asistido  al  envenenado,  y la  de  los  que  hayan  practi- 
cado la  autópsia,  y lo  demás  que  crean  conveniente  y conducente  al  caso). 

Si  no  hay  ninguno  de  esos  documentos , si  no  viene  mas  que  el  oficio 
ó un  simple  exhorto,  se  dice  que : «no  habiendo  documentos  que  exami- 
nar, se  pasó  al  reconocimiento  de  los  objetos;  mas  si  lo  hay,  después  de 
expuesto  Jo  que  contiene  y los  hechos  declarados  por  otros  peritos,  se 
sigue  poniendo : «Examinados  los  documentos  susodichos',  pasamos  al 
reconocimiento  de  los  objetos.» 

Escrita  de  esta  suerte  la  minuta  hasta  aquí , los  peritos  pasan  á recono- 
cer los  objetos  que  se  les  han  remitido.  Si  es  un  cajón,  por  ejemplo,  antes 
de  abrirle,  consignan  en  la  minuta  de  qué  madera  es,  qué  anchura,  altura 
y fondo  tiene , midiéndole  con  la  medida  de  acero,  ú otra  cosa , que  esté 
dividida  en  centímetros  y medios  centímetros;  si  está  forrado  ó no,  man- 
chado ó limpio,  precintado,  si  tiene  pegados  papeles , si  hay  señales  de 
haber  sido  abierto,  si  trae  rótulo,  qué  dice,  si  está  sellado  con  tinta  ó so- 
bre lacre,  cuántos  sellos  tiene , si  son  ó no  legibles,  qué  dicen  , en  una 
palabra,  todo  lo  que  se  vea  en  el  exterior  y que  pueda  determinar  ó iden- 
tificar el  cajón,  con  el  fin  de  que,  al  recibir  el  documento,  el  juez  pueda 
tener  la  certeza  de  que  lo  analizado  es  lo  que  él  ha  remitido.  Sin  estas 
minuciosidades , poaria  no  conocer  si  en  efecto  es  lo  que  él  remitió,  y no 


nidoE«íCRSa10  eS  decir  que.»  “ 86  9'&ue  la  Práctica  actual , á tenor  de  lo  que  tiene  consig- 
farmaoínU^  anQenl°  de  “¿d  icos  forenses,  el  documento,  ó no  tendrá  mas  peritos  que  el 

encabeza  r&n’  P.esla,a  JunU)  con  los  médicos  forenses  del  juzgado,  y estos  serán  los  que 
encabeza  rán  el  documento  en  los  términos  que  indico,  * 


- 687  - 

podrían  deshacerse  equivocaciones  fáciles , mayormente  cuando  són  mu- 
chos los  casos  de  esta  especie  en  un  laboratorio. 

A medida  que  se  observa  cada  uno  de  esos  pormenores , se  consigna 
en  la  minuta  por  el  escribiente  ; no  debe  abandonarse  nada  á la  memo- 
ria ; sobre  ser  el  escribirlo  acto  continuo  mas  económico  de  tiempo,  es 
mas  exacto. 

Concluido  el  exámen  exterior,  se  destapa  la  caja  ó cajón  con  todo  el 
cuidado  posible , para  no  romper  nada  de  lo  contenido,  y se  consigna  lo 
que  ofrece  el  interior,  si  viene  lleno  de  paja,  de  serrín  , de  papeles  en 
tiras,  limpias  ó manchadas,  etc.,  y qué  objetos  contiene,  cómo  están  co- 
locados , y sacados  estos  del  cajón , si  son  frascos , si  pucheros , si  otras 
vasijas;  de  qué  medida  son;  si  están  bien  ó mal  tapados,  con  qué,  si 
están  lacrados  y sellados  , qué  sello  es  , si  están  enteros  ó rotos , si  están 
llenos  , y lo  qué  contienen,  si  ocupa  los  dos  tercios,  la  mitad  ó un  ter- 
cio ó menos ; si  es  todo  sólido  ó todo  líquido,  ó en  parte  líquido  y en 
parte  sólido;  si  está  en  estado  fresco,  ó de  putrefacción  mas  ó menos 
avanzada;  si  hay  rótulo  que  diga  lo  que  contiene  cada  uno  ; si  el  rótulo 
está  ó no  bien  conservado,  si  están  numerados  ; en  una  palabra,  también 
hay  que  consignar  todo  lo  que  determine  ó identifique  esos  objetos,  viendo 
si  hay  correspondencia  entre  lo  que  se  halle  y lo  que  esté  consignado  en 
el  oficio  ó exhorto  del  juez , si  acaso  realmente  lo  está. 

Si  no  hay  ninguno  roto  ni  destapado,  si  no  se  ha  vertido  nada  que 
haya  podido  manchar  el  serrín  , la  paja , los  papeles  ó lo  que  sea,  ni  el 
cajón , se  retiran  estos , y se  ponen  los  frascos  en  el  mostrador  ó la  mesa 
del  laboratorio ; y si  hay  mas  de  un  frasco,  ó vasija  ú objeto,  y no  están 
numerados  , se  numeran  y disponen  para  las  análisis , empezando  por  el 
número  primero. 

Se  abstendrán  los  peritos  de  practicar  lo  que  recomiendan  M.  Tardien 
y Roussin,  esto  es,  de  partir  cada  uno  de  esos  objetos  en  dos  mitades, 
primera  y segunda,  y mezclar  todas  las  mitades  primeras  en  un  frasco, 
y todas  las  segundas  en  otro.  Esta  práctica  es  á todas  luces  inconveniente 
y notoriamente  contraria  á las  buenas  reglas  de  toda  actuación  pericial. 
Ya  hemos  indicado  en  otra  parte  los  inconvenientes  que  eso  tiene , y mas 
tarde. volverémos  á hablar  de  ello. 

Si  las  operaciones  han  de  durar  mas  de  un  dia , se  guardan  los  demás 
frascos  ó vasijas  para  cuando  les  llegue  el  turno. 

Se  empieza  por  el  frasco  número  í.°  que  se  pesa ; luego  se  destapa  , y 
se  procede  como  dirémos  luego,  según  sea  sólido,  líquido  ó gaseoso,  ó se 
presente  mezclado  y sea  la  mezcla  líquida,  en  parte  sólida  y en  parte 
líquida  , ó del  todo  sólida. 

Cuando  esté  consignado  en  la  minuta,  á medida  que  se  va  observando, 
todo  lo  que  acabamos  de  indicar,  se  va  consignando  lo  que  se  hace  ope- 
rando, qué  operaciones  se  ejecutan  , qué  reactivos  se  emplean  , y el  re- 
sultado que  van  dando,  por  el  órden  con  que  se  practican. 

Concluidas  todas  las  operaciones  respecto  del  frasco  número  l.°,  si  hay 
más , se  pasa  á hacer  otro  tanto  con  los  que  restan , por  su  órden. 

Si  la  cantidad  de  materias  lo  consiente,  debe  procurarse  que  quede 
siempre  en  cada  frasco  parte  de  ellas  , para  ponerlas  á la  disposición  del 
juez,  por  si  acaso  tiene  á bien,  en  lo  sucesivo,  hacer  practicar  por  otros 
peritos  nueva  análisis. 

Terminado  todo,  entonces  los  peritos,  examinando  los  hechos  consig- 
nados en  las  minutas , y rectificando  cualquiera  inexactitud  que  se  hu- 


— 688  — 

. lW  deslizado,  al  consignarlos  el  escribiente,  forman  su  juicio,  y según 
la  naturaleza  del  documento  y la  cuestión  propuesta , formulan  su  dictá- 
men  á tenor  de  lo  que  expondremos  en  la  Filosofía  de  la  intoxicación  ('). 

Esta  minuta  será  copiada  dos  veces;  una  para  remitirla  al  juez,  otra 
para  trasladarla  al  libro  correspondiente. 

La  minuta  debe  constar,  como  hemos  dicho,  en  el  expediente  res- 
pectivo. , , , 

Excusado  es  decir  que,  si  en  lugar  de  un  cajón  es  una  cesta,  ó cual- 
quier otra  cosa  por  el  estilo,  ó frascos,  botellas  ú otras  vasijas  sueltas , se 
hace  de  ellas  exteriormente  una  descripción  análoga. 

Siempre,  antes  de  destaparlas  ó sacar  lo  que  contengan  para  some- 
terlo á las  operaciones  analíticas,  hay  que  describir  minuciosa  y exacta- 
mente todas  sus  condiciones  físicas  exteriores,  para  determinar  la  iden- 
tidad de  los  objetos  remitidos. 

Con  este  exámen  prévio  ó preparación , y sobre  todo  con  la  lectura  de 
los  documentos , á veces  ya  se  puede  presumir  de  qué  sustancia  vene- 
nosa se  trata , así  como  en  otros  casos,  nada  se  puede  colegir.  De  todos 
modos  , el  perito  ne  debe  contentarse  con  las  noticias  que  adquiere,  ni 
anticipar  su  juicio.  Por  eso  vamos  á ver  cómo  debe  proceder,  cuando  no 
conoce  el  veneno,  y cómo  cuando  le  conoce  de  antemano. 

g II.—  De  la  marcha  que  hay  que  seguir,  cuando  no  se  conoce  el  veneno. 

En  casi  todos , por  no  decir  en  todos  los  casos  de  envenenamiento, 
nadie,  ni  la  misma  víctima  conoce  cuál  ha  sido  el  veneno  escogido  por  el 
asesino  aleve,  que  esta  villanía  cometió.  Como  no  sea  por  los  síntomas  é 
inspección  cadavérica , no  hay  medio  de  averiguar  este  importantísimo 
punto,  y si  registrando  bien  el  aposento  de  la  catástrofe , no  se  encuen- 
tra vestigio  alguno  material  de  la  sustancia  venenosa , cuando  llega  la 
hora  de  las  análisis,  anda  el  médico-legista  perdido,  y lo  masque  en  su 
ayuda  viene  es  el  aprecio  que  puede  hacer  de  dos  órdenes  de  datos : los 
síntomas  y las  alteraciones  ó el  estado  del  cadáver.  Estos  dos  órdenes  de 
datos  le  indican  la  clase  del  veneno,  acaso  el  veneno  mismo,  pero  rara  vez 
con  tal  certeza,  como  pudiese  hacerlo  el  encuentro  de  la  sustancia  misma 
ó una  revelación  exacta  de  ella.  Yo  debo  suponer  aquí  que,  ora  sea  que 
realmente  falten  los  datos  para  entrar  siquiera  en  sospechas , ora  que  estas 
no  basten  para  fijar  a priori  el  veneno  que  produjo  la  intoxicación  y operar 
en  seguida  en  busca  suya , el  médico-legista  ó químico  no  tiene  noticia 
alguna  ; se  le  da  un  cadáver,  ó bien  ciertas  sustancias , ya  mezcladas,  ya 
puras , y él  debe  pasar  á su  reconocimiento  por  medio  de  las  operaciones, 
que  la  química  ha  establecido  para  estos  casos.  Hé  aquí  cómo  deberá 
proceder. 

No  pudiéndose  dirigir  á determinado  veneno,  porque  no  sabe  cuál  es, 
se  encuentra  como  si  tuviese  á su  presencia  todos  los  venenos  conocidos; 
puede  ser  cualquiera  de  ellos;  de  aquí  la  necesidad  de  seguir  una  mar- 
cha de  tanteo,  de  tentativa  ó exploración,  para  ir  descubriendo  terreno  ó 
encontrar  el  hilo  de  Ariadna  en  semejante  laberinto.  Como  no  es  fácil 
que  á la  primera  tentativa , que  al  primer  paso  ya  encuentre  ese  hilo; 
como  es  muy  posible,  y á menudo  así  sucede  , que  someta  á sus  procedi- 

en  os  analíticos  bastante  porción  de  las  materias  analizables,  sin  re- 

i')  Véanse  los  documentos  toxicológicos , al  fin  de  esta  obra. 


— 689  - 

saltado  positivo,  es  indispensable  que  para  cada  tanteo  no  tome  masque 
una  pequeña  cantidad.  Nunca  es  tan  necesario  no  desperdiciar  los  mate- 
riales, como  en  semejantes  ocasiones.  Si  para  un  tanteo  se  emplea  toda  la 
materia,  ó gran  parte  de  ella,  no  teniendo  resultado  ese  tanteo,  ya  no  hay 
lugar  para  otros.  Se  observará , pues , esta  primera  regla  , que  es  general 
y aplicable  á todo  caso,  tanto  que  se  conozca  el  veneno,  como  que  no ; em- 
pleando siempre  la  menor  cantidad  posible , con  el  fin  de  que , no  obte- 
niendo efecto  alguno  con  ciertos  reactivos,  podamos  ver  si  le  obtendrémos 
con  otros.  Si  las  materias  son  abundantes , podrémos  emplear  para  cada 
tanteo  preparatorio  algunas  onzas,  si  son  órganos  del  cadáver,  y menos 
si  escasean.  Ya  hemos  dicho  que  los  mismos  resultados  se  obtienen  ope- 
rando en  mucha  cantidad  que  en  poca , por  lo  que  toca  al  valor  de  los 
reactivos , con  tal  que  estos  estén  proporcionados  con  los  cuerpos  sobre 
los  cuales  obran. 

Pero  no  se  crea  que , al  recomendar  esta  marcha  de  tanteo,  pretendo 
continuar  las  reglas  que  estableció  Orfila  en  la  primera  edición  de  su 
Toxicologia , y que  otros  toxicólogos  han  adoptado  después,  procediendo 
por  lo  que  se  llama  la  vía  dicotómica , de  la  que  se  sirven  los  naturalistas 
con  tan  buen  éxito ; esto  es , empezar  por  ver  si  la  sustancia  es  soluble  ó 
insoluble ; si  lo  primero,  ver  si  precipita  ó no  por  este  reactivo,  luego 
por  otro,  etc.,  como  recomienda  todavía  Devergie.  Este  método,  abso- 
luto ó general , es  vicioso,  como  lo  había  reconocido  el  mismo  Orfila , y 
le  habia  abandonado  ya  de  todo  punto , por  varias  razones  á cual  más 
sólidas. 

1/  Porque  para  proceder  de  esta  suerte,  los  venenos  deben  presen- 
tarse al  perito  en  es*.. do  de  pureza,  y en  semejante  estado  no  se  le  pre- 
sentan por  lo  común  , ya  porque  es  raro  que  así  se  encuentren  en  el  co- 
mercio, ya  porque  de  ordinario  están  mezclados  con  alimentos,  bebidas, 
ú otras  materias  vomitadas. 

2.a  Porque  por  la  vía  dicotómica  hay  que  formar  un  cuadro  que,  com- 
prenda todos  los  venenos,  sólidos,  líquidos  y gaseosos,  é irlos  some- 
tiendo á la  acción  de  los  reactivos  , lo  cual  tiene  una  infinidad  de  incon- 
venientes; en  primer  lugar,  debería  abarcarlos  todos  sin  falta , y esto  no 
es  posible , porque  muchos  hay  que  no  se  someten  á la  acción  de  los 
reactivos;  en  segundo  lugar,  aun  cuando  todos  estuvieran,  para  analizar 
un  veneno,  habría  siempre  que  recorrerlos  todos,  ó por  lo  menos  podría- 
mos exponernos  á que  fuese  el  último  el  que  hubiese  promovido  la  into- 
xicación, y ni  con  una  arroba  de  sustancia,  para  decirlo  así,  habría 
bastante  para  ir  haciendo  tanteos  dicotómicos. 

8. 11  El  método  dicotómico  hace  necesaria  Ja  inclusión  en  el  cuadro  de 
todas  las  sustancias  que  no  son  venenosas,  pero  que  son  ó no  solubles; 
que  precipitan  ó no  por  este  ó aquel  reactivo  , etc.  ; de  suerte  que  para 
venir  en  conocimiento  de  un  veneno,  tendríamos  que  apelar  á los  reacti- 
vos y operaciones  propias  para  analizar  la  naturaleza  entera.  Seria  un 

Y es  tan  exacta  esta  última  idea  , que  nunca,  según  confesión  de  Or- 
illa, nunca  se  ha  puesto  en  práctica  el  método  dicotómico.  Yo  he  estado 
encargado , dice  este  autor,  de  una  infinidad  de  ensayos  judiciales  por 
espacio  de  treinta  años,  con  Yauquelin  , Barruel , Gay-Lussac  , Lepelle- 
tier,  Lhevalier,  etc. , y nunca,  ni  una  sola  vez,  lo  aseguro  , nos  hemos 
servido  de  él : otro  tanto  se  ha  hecho  con  los  demás  en  los  cuales  no  he 
lomado  parle. 

toxicologia. — 44 


- 690  - 

('na  de  las  razones  que  ha  tenido  Orfila  para  abandonar  este  método, 
á mas  de  las  que  llevamos  indicadas , ha  sido  la  convicción  de  que  rara 
vez , por  no  decir  ninguna  , se  presenta  un  caso  práctico,  en  el  cual  no  se 
tenga  alguna  noticia  del  veneno.  Muy  á menudo,  dice,  los  mismos  ma- 
gistrados nos  dan  datos  preciosos  en  este  sentido.  Si  no  es  un  envenena- 
miento, si  ha  sido  un  error,  un  accidente,  los  mismos  deudos  ó la  víc- 
tima dicen  lo  que  ha  tomado.  Cuando  no,  hay  los  síntomas,  hay  la  au- 
topsia que  revela  la  clase  de  veneno  y el  veneno  mismo.  Además  se  sabe 
que  generalmente  son  pocos  los  venenos  empleados  para  envenenar,  y 
con  este  objeto  cita  un  estado  formado  por  Chevalier  y Bois  de  Loury, 
los  cuales  en  un  período  de  siete  años  (del  15  de  noviembre  de  1828  al 
10  de  octubre  de  1832),  recogieron  ochenta  y tres  casos  de  envenena- 
miento (*). 

Estamos  de  acuerdo  con  Orfila,  por  lo  que  toca  á las  razones  contra  la 
vía  dicotómica,  en  el  sentido  que  dicho  autor  la  siguió  y propone  todavía 
Devergie.  Convenimos  en  que  muchas  veces  se  recogen  datos  bastante 
significativos  é ilustradores,  relativamente  á la  naturaleza  del  veneno  que 
produjo  la  intoxicación,  en  cuyos  casos  podemos  empezar  los  tanteos  por 
los  reactivos  del  veneno  que  se  sospecha.  Sin  embargo,  todo  eso  no 
quita  que  puedan  darse  en  la  práctica  algunos  casos,  en  los  cuales  no  se 
llegue  á saber  absolutamente  nada,  ó lo  que  se  sabe  es  tan  poco  determi- 
nado , que  antes  sirve  de  confusión  que  de  guía.  El  médico-legista  pro- 
cedería mal,  si  en  tales  casos  se  dejase  llevar  de  prevenciones  ó de  datos 
incompletos , y se  lanzase  de  repente  á la  averiguación  inmediata  del  ve- 
neno que  se  sospecha.  Es  indispensable  el  tanteo  que  poco  hace  he  reco- 
mendado; tanteo  no  tan  vago,  prolijo  y sumamente  expuesto  á error 
como  el  de  la  vía  dicotómica  propuesto  en  las  obras  de  los  autores;  pero 
que  empleado  á su  tiempo  y caso,  puede  reportarnos  la  misma  utilidad 
que  á los  naturalistas.  No  consiste  siempre  la  bondad  de  las  cosas  en  sí 
mismas , sino  en  el  uso  que  de  ellas  se  haga  , en  la  oportunidad  de  su 
aplicación. 

La  marcha  de  tanteo  á que  yo  me  refiero , es  con  respecto  á los  diver- 
sos casos  en  que  pueda  encontrarse  el  médico-legista.  Especifiquemos  es- 
tos casos ; empecemos  por  clasificarlos , y el  método  dicotómico  tendrá 
su  utilidad.  En  vez  de  empezar  por  su  aplicación  diciendo  el  veneno  es 
soluble  ó no  es  soluble , etc. , sin  establecer  antes  la  distinción  de  los 
diversos  casos  prácticos,  empecemos  nosotros  por  distinguir  estos,  y di- 
gamos que  los  casos  en  que  puede  ser  llamado  el  facultativo  para  proce- 
der á la  análisis  son  los  siguientes : 
l'o  ^ veneno  no  está  mezclado  con  otras  sustancias , y es  sólido, 
yo  íví0  est^  mezclad°  con  otras  sustancias , y es  líquido. 

¡ o v eSt^  mezc^a^°  con  otras  sustancias,  y es  gaseoso. 

4.  Está  mezclado  con  otras  sustancias,  y la  mezcla  es  enteramente  lí- 
quida. 

5. °  La  mezcla  es  en  parte  líquida  y en  parte  sólida. 

6. °  Es  enteramente  sólida. 

7. °  Está  el  veneno  contenido  en  los  sólidos  del  cuerpo  humano  ó del 
cadáver. 

8. °  Está  contenido  en  los  líquidos  del  sugeto. 

No  incluyo  los  casos  de  mezclas  de  gases  entre  sí  ó de  gases  con  sóli- 

l ) Véase  la  p.  503  ¡Je  este  lomo,  donde  liemos  expuesto  este  estado. 


— 691  - - 

dos  ó líquidos  por  ser  esos  casos  raros , en  especial  ios  dos  últimos ; y 
en  cuanto  á las  mezclas  enteramente  gaseosas,  hablaré  de  ellas  de  paso,  ai 
tratar  de  los  gases , ó del  tercer  caso. 

Hecha  esta  clasificación  de  casos  que  pueden  ser  prácticos,  la  que, 
con  tal  que  no  haya  mas  que  uno  de  cada  clase,  queda  justificada,  el 
campo  del  perito  es  mas  reducido.  Sus  procedimientos  se  van  particula- 
rizando, y aun  cuando  eche  mano  de  la  vía  dicotómica,  no  será  para 
divagar,  sino  para  dejarse  caer  pronto  en  el  veneno  que  haya  provocado 
la  intoxicación. 

Este  método , que  hemos  establecido  los  primeros , que  hemos  visto  con 
gusto  adoptado  en  Portugal  ,por  Ferreira  Macedo  Pinto  , aunque  no  dice 
de  quién  le  ha  tomado,  es  el  que  hemos  seguido  siempre  y con  excelen- 
tes resultados  en  la  práctica.  Vamos,  pues,  á exponerle  por  partes. 

PRIMER  CASO. 

Marcha  que  hay  que  seguir  para  analizar  un  veneno  desconocido,  que  no  está 
mezclado  con  otras  sustancias  y es  sólido. 

Dos  partes  comprende  la  marcha  de  la  análisis  en  este  primer  caso: 
1.a  ver  si  la  sustancia  es  orgánica  ó no.  En  cualquier  caso  de  los  dos,  se 
examina  si  es  soluble  ó no  lo  es , y luego  de  averiguado  esto , se  pasa  á 
determinar  si  es  ácida , alcalina  ó neutra.  2.°  emplear  los  reactivos  de 
grupo,  división  especie  y género. 

leamos,  pues,  cómo  se  procede  para  averiguar  lo  que  comprenden 
los  primeros  tanteos,  y luego  eómo  se  marcha  en  el  empleo  de  los  reac- 
tivos, determinada  que- sea  la  sustancia  en  punto  al  reino,  solubilidad  y 
naturaleza  química. 

i.°  Ver  si  el  veneno  es  ó no  orgánico , y en  uno  y otro  caso , si  es  ó no  soluble , ácido, 

alcalino  ó neutro. 

Lo  primero  que  hay  que  hacer  en  semejantes  casos,  y bien  pudiéra- 
mos decir  casi  en  todos,  es  examinar  las  propiedades  físicas,  zoológicas 
ó botánicas  del  veneno.  Si  por  ellas  no  podemos  reconocerle ; si  no  tan 
solo  no  podemos  fijar  el  veneno  que  sea,  sino  ni  aun  el  reino  á que  per- 
tenece, es  menester  averiguar  acto  continuo  este  importantísimo  dato, 
porque  desde  luego  que  esté  determinado  el  reino  , ya  no  hay  que  em- 
plear los  tanteos  propios  de  otro ; el  campo  se  va  reduciendo.  Se  exa- 
mina , pues  , si  es  orgánico  ó inorgánico. 

Muchos  son  los  medios  de  que  pudiera  echarse  mano ; pero  hay  uno 
muy  sencillo  y que  debe  recomendarse  á los  que  principian  á dedicarse 
á esta  clase  de  maniobras.  Se  toma , si  el  veneno  está  en  polvo  ó en  masa, 
un  poquito;  esto  es,  lo  que  se  lleva  uno  con  la  punta  de  un  cuchillo  romo, 
si  está  en  polvo,  ó uno  ó dos  granos,  si  sólido;  se  mete  este  poquito  en 
un  tubo  de  vidrio  claro,  soldado  por  uno  de  sus  extremos,  de  unas  dos 
pulgadas  de  longitud  y unas  dos  ó tres  líneas  de  diámetro.  Se  calienta 
este  tubo  por  el  extremo  cerrado  á la  llama  de  la  lámpara  de  alcohol, 
no  teniéndole  ni  perpendicular , ni  horizontal , sino  oblicuo  ó ligeramente 
¿Inclinado,  y meneándole  para  evitar  que  se  rompa,  se  observa  lo  que 
pasa  en  el  interior  de  este  tubo. 

¿El  veneno  es  orgánico,  animal  ó vegetal?  La  acción  del  fuego  le  co- 


- m — 

lora  en  negro,  si  el  aire  no  le  alcanza  : al  propio  tiempo  se  forma,  si  no 
siempre,  en  la  mayoría  de  los  casos,  aceite  y agua  empireumáticos, 
productos  ordinarios  de  la  destilación  de  toda  sustancia  orgánica.  Son 
pocas  las  sustancias  con  las  que  no  se  efectúe.  Si  las  sustancias  son  volá- 
tiles, pueden  reducirse  á vapor  sin  carbonizarse. 

Se  acabará  de  conocer  que  el  veneno  ó la  sustancia  es  orgánica , si  da 
señales  de  contener  nitrógeno  ó ázoe,  para  lo  cual,  mientras  se  calienta 
el  tubo,  se  coloca  en  el  extremo  abierto  del  mismo  un  pedacito  de  papel 
de  tornasol  enrojecido  ó bien  de  dalia , humedeciéndole  antes  con  agua 
destilada.  La  descomposición  de  la  sustancia  orgánica  hace  desprender 
el  nitrógeno , se  forma  con  su  hidrógeno  amoníaco,  y esta  base  vuelve  el 
color  azul  al  papel  de  tornasol,  ó enverdece  el  de  dalia.  Si  hay  mucho 
nitrógeno,  basta  acercar  á la  abertura  del  tubo  una  varilla  con  una  gota 
de  ácido  hidroclórico , para  que  se  forme  una  nubecilla  blanca  de  hidro- 
clorato  amónico. 

A veces  puede  quedar  alguna  duda , porque  hay  ciertas  sustancias  in- 
orgánicas que  también  se  ponen  negras  con  la  acción  del  calor,  ya  porque 
contengan  accidentalmente  alguna  sustancia  orgánica,  ya  por  otras  ra- 
zones; mas  si  ensayando,  como  contra-prueba,  un  pedacito  de  una  sus- 
tancia orgánica  conocida , no  alcanzamos  á ver  las  diferencias  que  caben 
entre  la  carbonización  de  esta  y la  de  la  inorgánica  en  cuestión,  basta 
hacer  fundir  un  poco  de  nitrato  de  potasa  en  un  crisol  pequeño  de  porce- 
lana, y en  cuanto  esté  derretida  la  sal , echar  en  ella  un  poco  de  la  sus- 
tancia que  se  analiza.  Si  hay  detonación , como  sucede  casi  con  todas  las 
sustancias  orgánicas , es  orgánica  la  ensayada.  El  azufre  , los  sulfuros 
metálicos,  algunos  metales  y metaloídeos  detonan  también,  pero  no  re- 
unen  esta  detonación  y el  color  negro  á la  acción  del  fuego. 

Es  decir,  pues,  que,  para  ser  orgánica,  debe  ennegrecerse  ó carbo 
nizarse  , y detonar  en  los  términos  indicados ; la  reunión  de  estos  carac- 
téres  distingue  la  sustancia  orgánica  de  la  que  no  lo  es. 

De  todos  estos  ensayos,  el  perito  concluye  con  toda  lógica  que  la  sus- 
tancia es  orgánica. 

¿No  sucede  nada  de  lo  que  acabamos  de  decir?  Es  lógica  también  la 
deducción  deque  la  sustancia  no  pertenece  ni  al  reino  animal,  ni  al 
vegetal. 

¿ Es  la  sustancia  orgánica  ? 

Supongamos  que  la  sustancia  es  orgánica.  Ya  podemos  prescindir  de 
todo  lo  que  se  retiere  exclusivamente  á los  inorgánicos.  Siendo  orgánica, 
ha  de  ser  animal  ó vegetal , y por  lo  mismo  que  para  conocer  que  perte- 
nece á uno  de  estos  reinos  hemos  tenido  necesidad  de  someterla  á la  ac- 
ción del  fuego , no  será  ni  el  animal  ni  la  planta  entera , ni  ninguna  de 
sus  partes , será  un  producto  de  aquellos.  Hay,  pues,  que  reconocer  cuál 
sea  este  producto. 

La  química  orgánica  no  está  tan  adelantada  como  la  inorgánica,  y por 
lo  mismo  no  es  siempre  fácil  determinar  qué  sustancia  orgánica  es  la  que 
tenemos  entre  manos.  Sin  embargo,  en  el  grado  de  seguridad  que  la  cien- 
cia nos  permite , podremos  fijar  algo,  reducido  á las  siguientes  reglas : 

1/  Ver  si  es  soluble.  — En  el  caso  en  cuestión  , no  tenemos  que  ocupar- 
nos en  sustancia  orgánica  líquida  alguna ; se  trata  de  un  sólido : sustan^ 
cia  orgánica  sólida *que  no  hemos  podido  reconocer  por  sus  propiedades 
físicas , zoológicas  5 botánicas,  ha  de  ser  algún  principio  inmediato  de 


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caráctéres  comunes  con  otros  cuerpos.  Para  reducirle  á menor  Círculo, 
podemos  tentar  su  solubilidad  en  el  agua,  primero  del  tiempo , luego  ca- 
liente ó hirviendo ; si  no  es  soluble  de  ningún  modo  en  ella,  se  ve  si  lo 
es  en  el  alcohol  ó en  el  éter.  Como  disolventes  sencillos,  son  los  más  á 
propósito  para  poder  facilitar  el  conocimiento  de  la  sustancia. 

Será  soluble  en  su  totalidad  ó en  parte,  ó insoluble.  Para  averiguarlo, 
se  toma  como  medio  escrúpulo  ó un  poco  más;  se  desmenuza  y revuelve 
en  el  agua  con  la  varilla.  Si  desaparece  el  cuerpo,  quedando  el  agua  lim  • 
pia,  es  soluble;  si  no  desaparece  del  todo,  es  soluble  en  parte;  si  perma- 
nece todo,  hasta  calentándole,  no  es  soluble  en  el  agua.  Se  conoce  que 
un  cuerpo  es  soluble  en  parte , filtrando  un  poco  del  agua  con  que  se  ha 
procurado  disolverle , y se  evaporan  algunas  gotas  con  precaución  en 
una  hoja  de  platino  á lá  lámpara  de  espíritu  de  vino.  Si  queda  un  resi- 
duo abundante , la  sustancia  es  soluble  en  parte ; si  no  queda  nada , 
no  lo  es. 

Si  la  sustancia  no  es  soluble  en  el  agua , se  ve  si  lo  es  en  el  alcohol  ó 
en  el  éter.  El  resultado  de  estos  tanteos  ya  va  revelando  algo , ya  va  re- 
duciendo el  número  de  cuerpos  posible. 

2.*  Ver  si  es  ácida,  alcalina  ó neutra.  — Supongamos  que  es  soluble, 
cuando  no  en  el  agua  en  el  alcohol  , será  fácil  averiguar  si  es  ácida  , al- 
calina ó neutra,  por  medio  de  un  reactivo  general , de  esos  que  sirven 
para  caracterizar  ó separar  grupos  de  cuerpos.  Este  reactivo  será  el  papel 
de  tornasol  azul  y rojo , ó el  de  dalia.  ¿Se  enrojece  el  azul  ó el  de  dalia? 
es  ácido : ¿el  rojo”  se  pone  azul , y verde  el  de  dalia?  es  álcali ; ¿no  hace  lo 
uno  ni  lo  otro?  es  neutro.  Cualquiera  que  sea  el  resultado,  tenemos  el 
grupo  de  cuerpos,  entre  los  cuales  está  el  que  buscamos.  Si  es  ácido, 
siendo  sólido  , será  el  oxálico  , el  cítrico , el  tartárico,  etc.  El  reactivo 
particular  de  cada  uno  de  estos  ácidos  los  dará  á conocer.  Y como,  aun 
cuando  fueran  muchos  los  ácidos  de  esta  especie,  los  venenos  ó los  que 
como  venenos  se  emplean  son  poquísimos , es  fácil  dar  luego  con  el  oxá- 
lico , por  ejemplo , empezando  el  tanteo  por  su  reactivo  especial , el  agua 
de  cal , la  que  le  precipita  , siendo  insoluble  el  precipitado  en  un  exceso 
de  licor.  Una  vez  determinado  que  es  ácido , se  emprende  la  marcha 
propia  para  revelar  los  ácidos,  y se  dá  con  el  que  sea. 

Si  es  alcalina  la  sustancia , podrá  ser  alguno  de  los  principios  inmedia- 
tos alcaloideos,  como  la  morfina,  narcotina , quinina,  cinconina,  bru- 
cina , estricnina,  veratrina,  conicina,  nicotina,  etc.  Cada  una  de  estas 
sustancias  tiene  su  reactivo  especial , y por  medio  de  este  se  viene  en 
descubrimiento  de  cuál  sea  el  alcaloideo.  Determinada  la  alcalinidad , se 
procede  al  empleo  de  los  reactivos  propios  para  descubrir  los  álcalis  or- 
gánicos , y se  determina  el  que  sea. 

En  el  supuesto  de  que  no  sea  ni  ácida  ni  alcalina  la  sustancia  orgá- 
nica, debe  ser  neutra.  Sustancias  orgánicas,  neutras,  sólidas,  como 
principios  inmediatos , acaso  no  sean  venenosas ; de  modo  que  por  esto 
solo  ya  casi  podremos  venir  en  conocimiento  de  que  el  objetó  de  nues- 
tras investigaciones  no  es  veneno.  Será  tal  vez  una  goma  , azúcar , almi- 
dón, resina,  etc.  Extractos,  jugos  ú otros  productos  por  el  estilo,  po- 
drían todavía  darnos  algún  trabajo  hasta  descubrir  lo  que  fuesen. 

Dado  caso  de  que  la  sustancia  no  fuese  soluble  en  el  agua  fría  ni  ca- 
liente, ni  en  el  alcohol , ni  en  el  éter,  lo  que  seria  raro  , esta  misma  cir- 
cunstancia podría  conducirnos  á su  reconocimiento.  El  ensayo  mismo, 
hecho  con  el  objeto  de  averiguar  si  es  orgánica  ó no  , puede  servir  para 


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particularizarla,  puesto  que  si  no  hay  desprendimiento  de  nitrógeno,  re- 
conocemos que  no  es  azoada , que  no  tiene  este  principio  en  su  compo- 
sición , y por  lo  tanto  ya  está  mas  reducido  el  número  de  las  sustancias 
posibles. 

¿Es  la  sustancia  inorgánica? 

Hasta  aquí  nos  hemos  referido  á sustancias  orgánicas.  Veamos  ahora 
cómo  deberemos  proceder,  cuando,  hecho  el  tanteo  con  el  tubo  á la  llama 
de  la  lámpara  de  alcohol , el  resultado  es  en  favor  de  una  sustancia  in  - 
orgánica ; es  decir,  cuando  no  se  carboniza  ó ennegrece  , ni  da  olor  em- 
pireumático,  ni  detona  en  el  nitrato  de  potasa  fundido.  Este  tanteo  sirve 
por  de  pronto  para  ver  si  se  forma  agua  ó se  desprenden  sustancias  vo- 
látiles. El  agua  que  se  forma  se  condensa  y reúne  en  forma  de  gotitas  en 
la  parte  fria  del  tubo.  Con  una  tira  de  papel  de  tornasol  azul  y rojo  se 
ve  si  esta  agm  es  ácida  ó alcalina;  si  es  alcalina,  suele  ser  debido  á la 
presencia  del  amoníaco , á no  ser  que  algún  poquito  de  la  misma  sus- 
tancia haya  sido  llevada  hasta  el  papel.  La  acción  de  la  llama  volatiliza 
las  sales  de  amoníaco,  muy  pocas  de  las  cuales  no  son  descompuestas, 
y en  cuyo  caso  muy  á menudo  se  forma  un  sublimado  blanco  en  las  pa- 
redes menos  calientes  del  tubo.  También  se  volatilizan  las  sales  de  mer- 
curio , descomponiéndose  las  más , y deponiéndose  en  las  paredes  mer- 
curio metálico  reducido,  y como  el  mercurio  otros  metales,  sulfuros, 
seleniuros,  óxidos  y ácidos."  De  modo  que,  observando  bien  lo  que  acon- 
tece en  el  interior  del  tubo,  en  este  primer  tanteo  no  es  difícil,  cuando 
no  determinar  la  sustancia , aproximamos  á ella. 

Como  en  el  caso  de  ser  orgánica,  hay  que  seguir,  luego  de  resuelto 
que  es  mineral , las  siguientes  reglas: 

1. *  Ver  si  es  soluble .—  Visto  por  medio  del  tubo  lo  que  da  de  sí  la  sus- 
tancia, si  todavía  no  podemos  fijar  cuál  sea,  se  apela  á otro  tanteo  gene- 
ral; esto  es  , á la  solución.  Se  ve,  en  efecto , si  es  ó no  soluble , proce- 
diendo como  ya  llevamos  indicado. 

2. '  Ver  si  es  ácida,  alcalina  ó neutra. — Si  es  soluble  , se  introduce  en  la 
solución  el  papel  de  tornasol  azul  ó rojo,  y se  ve  si  es  la  sustancia  ácida. 
alcalina  ó neutra.  Es  ácida;  aunque  haya  muchos  ácidos,  los  que  mas 
á menudo  se  emplean  son  pocos.  Además,  se  trata  de  ácidos  sólidos:  re- 
corremos fácilmente  todos  los  ácidos  venenosos  que  tienen  este  estado, 
y apelamos  á su  reactivo  especial  para  descubrirlos;  el  cloruro  bárico 
precipita  unos,  otros  no;  el  nitrato  de  plata  precipita  los  que  no  ha  pre- 
cipitado el  cloruro  bárico ; el  no  precipitar  y el  color  diferente  de  los 
precipitados  caracteriza  dichos  ácidos.  Las  limaduras  de  cobre  revelan 
los  ácidos  que  no  precipitan  por  el  cloruro  bárico  ni  por  el  nitrato  de 
plata,  y unos  dan  vapores  de  ácido  nítrico , otros  no ; esto  los  diferencia 
y acaban  de  particularizarse  con  los  reactivos  propios  ó especiales. 

Pero  no  precisamente  porque  el  papel  de  tornasol  acuse  una  sustancia 
ácida  ha  de  ser  un  ácido;  puede  ser  un  ácido ; puede  ser  una  sal  ácida. 
Sin  embargo , limitados  en  este  terreno , fácil  nos  será  reconocer , tanto 
el  ácido,  como  la  base  de  esta  sal,  por  medio  de  esos  reactivos  generales 
que  separan  grupos , como  el  ácido  sulfhídrico , el  sulfuro  amónico  , el 
cloruro  bárico,  el  nitrato  de  plata,  etc. 

La  solución  no  es  ácida,  sino  alcalina.  Sustancia  sólida  alcalina,  ¿cuál 
podrá  ser  que  no  reconozcamos  fácilmente  por  sus  propiedades  físicas? 
rero  hemos  supuesto  que  por  ellas  no  puede  reconocerse.  Es  sólida,  sa- 


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bemos  cuáles  son  los  venenos  alcalinos  sólidos , y empezamos  los  tanteos 
por  los  reactivos  especiales  que  los  revelan. 

Lo  que  hemos  dicho  de  la  sustancia  ácida  es  aplicable  á la  alcalina; 
también  puede  ser  una  sal  alcalina  la  que  vuelva  el  color  azul  al  papel  de 
tornasol. 

Por  último , la  soluciompuede  ser  neutra , lo  cual  conocerémos  por  la 
ninguna  mudanza  del  papel , tanto  azul  como  rojo , que  en  ella  se  su- 
merja. 

2."  Emplear  los  reactivos  de  grupo , división,  especie  y género. 

Lo  que  acabamos  de  indicar  que  debe  hacerse , desde  luego  que  en  los 
primeros  tanteos  se  ha  visto  que  la  sustancia  ó veneno  sometido  al  en- 
sayo es  ó no  orgánico,  en  uno  y otro  caso  soluble,  ó insoluble,  y en  am- 
bos casos  también  ácido , alcalino  ó neutro , reclama  una  marcha  metó- 
dica que  nos  conduzca  pronto  y seguramente  á la  determinación  del  ve- 
neno que  analicemos.  Esto  es  lo  que  nos  cumple  hacer  en  esta  parte  se- 
gunda , no  bastando  lo  que  hemos  indicado  en  el  final  de  la  primera. 

No  se  crea,  sin  embargo , que  vamos  á emprender  una  marcha  analí- 
tica ; primero,  para  los  ácidos ; segundo,  para  los  álcalis  , y tercero,  para 
los  cuerpos  neutros.  Ya  llevo  dicho , al  hablar  de  los  caractéres  físicos  y 

Suímicos  de  los  venenos,  que  el  estudio  de  las  sales  equivale  al  que  pu- 
iera  hacerse  de  sus  elementos,  por  separado;  lo  que  se  diga  de  ellos  es 
aplicable  á los  cuerpos  simples  y á los  binarios,  óxidos  y ácidos , igual- 
mente que  á los  compuestos  ó acabados  en  uro. 

Las  sales,  conforme  lo  hemos  dicho  también , tienen  dos  elementos , la 
base  y el  ácido , ó por  mejor  decir , el  elemento  positivo  y el  negativo  , ha- 
biéndolos que  tienen  por  base  un  metal  y por  ácido  un  metaloídeo,  haló- 
geno ó engendrador  de  sales. 

Analizando,  pues,  los  cuerpos  neutros  ó mejor  las  sales,  por  su  base  y 
por  su  ácido,  viene  á ser  lo  mismo  que  si  analizáramos  los  ácidos  y los  ál- 
calis; puesto  que  entre  las  bases,  tanto  inorgánicas  como  orgánicas,  los 
hallaremos. 

Limitémonos  á la  marcha  analítica  de  las  sales  por  su  base  y por  su 
ácido , y empezaremos  por  las  inorgánicas;  luego  veremos  las  orgánicas. 

Marcha  para  la  análisis  de  los  cuerpos  inorgánicos. 

Método  para  descubrir  la  especie  ó la  base  inorgánica. 

Hemos  dicho  crue  los  reactivos  generales  de  las  bases  son  : 
l.°  El  ácido  clorhídrico  para  acidificar  el  licor  ('),  cuando  es  neutro  ó 
alcalino. 

2.°  El  nítrico , para  lo  mismo,  cuando  el  licor  precipita  con  el  clorhí- 
drico. 

3.”  El  sulfhídrico. 

4.°  El  sulfuro  amónico. 

5.°  Los  carbonatos  alcalinos. 

6.  La  potasa. 

Se  empieza  acidulando  el  licor  con  un  poco  de  ácido  clorhídrico, 

¿Hay  precipitado  blanco  lechoso? 


(‘)  So  llama  licor  la  disolución  del  veneno  ó cuerpo  que  se  analiza. 


- 696  - 


-Es  una  sal  de  plata,  plomo  ó mercuriosa  , y para  distinguirlas,  se  hace 
lo  que  dirémos  mas  abajo.  Se  toma  otra  copa  con  otra  porción  del  licor, 
v se  acidula  con  ácido  nítrico  que  no  da  precipitado  y se  pasa  adelante, 
como  cuando  con  el  ácido  clorhídrico  no  precipita  el  licor. 

¿No  hay  precipitado  con  el  ácido  clorhídrico? 

Se  echa  en  la  misma  copa  ácido  sulfhídrico  en  exceso. 

¿No  hay  precipitado?  No  es  ninguna  de  las  bases  ú óxidos  contenidos 
en  el  cuarto  grupo. 

Se  echa  en  la  misma  copa  amoníaco , ó bien  se  toma  otra  porción  de 
la  disolución  primitiva  acidulada,  y se  trata  con  sulfuro  amónico. 

¿Tampoco  hay  precipitado?  No  es  ninguna  del  tercero  y cuarto  grupo. 

Se  echa  en  otra  porción  de  la  disolución  no  acidulada , cloruro  amó- 
nico y carbonato  amónico,  con  amoníaco  cáustico  ó carbonato  potásico 
solo. 

¿No  hay  precipitado?  No  es  ninguna  del  segundo  grupo.  Solo  quedan, 
pues,  las  del  primero. 

Se  echa  una  disolución  de  potasa  en  otra  porción  de  la  disolución  de 
la  sal. 

¿No  hay  reacción  sensible?  Potasa  ó sosa . 

Se  echa  en  otra  porción  cloruro  platínico  concentrando  aquella  sí  está 
diluida. 

¿TTav  precipitado  amarillo  de  canario?  Potasa. 

¿No  le  hay?  Sosa. 

¿Hay  reacción  con  la  potasa  y consiste  en  efervescencia  ó desprendí 
miento  de  olor  amoniacal?  Amoniaco . 

¿Hay  precipitado  blanco  con  el  carbonato  potásico?  Barita , eslronciana , 

. cal  ó magnesia.  El  precipitado  es  un  carbonato  de  una  de  estas  bases. 

Se  distinguen  de  la  manera  siguiente: 

¿Con  el  carbonato  amónico  no  hay  precipitado,  ó si  le  hay  se  redisuelve 
en  un  exceso  de  reactivo?  Magnesia . 

¿Con  el  carbonato  amónico  hay  precipitado  que  no  se  redisuelve?  Cual- 
quiera de  las  otras  tres. 

Se  distinguen  por  medio  del  sulfato  cálcico. 

¿Precipita  con  este  en  el  acto?  Barita.  Es  el  precipitado  un  sulfato  de 
esta  base. 

¿Precipita,  pero  tarda?  Eslronciana.  Idem. 

¿No  precipita  nunca?  Gal. 

¿Hay  precipitado  con  el  sulfúrico  amónico?  Aluminio,  cromo,  manganeso, 
protóxido  de  hierro , cobalto , níquel  y zinc. 

¿El  precipitado  es  blanco?  Aluminio  ó zinc. 

Se  distinguen  con  una  disolución  de  potasa  y iuego  ácido  sulfhí*» 


¿Hay  precipitado  blanco?  Zinc,  y es  un  sulfuro  el  precipitado. 

¿No  le  hay?  Aluminio,  y es  un  óxido  el  precipitado,  que  da  el  sulfuro 
amónico. 


El  precipitado  es  verde  azulado?  Cromo,  y es  un  óxido. 

¿Hs  de  color  de  rosa?  Manganeso,  sulfuro. 

¿Es  negro?  Hierro,  cobalto  ó níquel,  idem. 

primitivoÍStÍngUÍrI°S  Se  6Cha  Una  porcion  de  Potasa  cáustica  en  el  licor 

roioamnSSpit?do  (ie  co4or  verde  sucio'  'I116  Pas»  rápidamente  al  aire  al 
rojo  moreno?  Hierre  procedente  de  una  sal  terrosa,  óxido. 


- 697  — 

¿El  precipitado  es  azul  celeste  que  se  ensucia  y vuelve  violado  hir- 
viendo? Cobalto , óxido. 

¿El  precipitado  es  verde  claro , sin  mudar  al  contacto  del  aire?  Níquel, 
óxido. 

¿Hay  precipitado  con  el  ácido  sulfhídrico? 

¿Este  precipitado  es  blanco?  Es  una  sal  férrica,  el  precipitado  es  azufre. 

¿Es  amarillo?  Cadpiio,  arsénico  ó una  sal  estánnica. 

Se  distinguen  echando  en  el  licor  del  precipitado  amoníaco  en  exceso. 

¿No  desaparece?  Cadmio.  Este  precipitado  , como  todos  los  demás,  es 
un  sulfuro. 

¿Desaparece?  Es  alguno  de  los  otros  dos. 

Para  distinguirlos,  se  echa  amoníaco  á una  porción  del  licor  primitivo. 

¿Hay  precipitado  blanco?  Estaño , óxido. 

¿No  le  hay?  Arsénico. 

¿El  precipitado  dado  por  el  ácido  sulfhídrico,  es  rojo  anaranjado?  An- 
timonio, sulfuro. 

¿El  precipitado  es  moreno?  Estaño  procedente  de  una  sal  estannosa, 
sulfuro. 

¿El  precipitado  es  negro?  Es  cobre , mercurio  procedente  de  una  sal  mer- 
cúrica, bismuto , oro  ó platino.  Las  sales  de  plomo , plata  y las  mercuriosas , 
también  precipitan  en  negro  con  el  ácido  sulfhídrico;  mas  como  precipi- 
tan con  el  ácido  clorhídrico  en  blanco , para  observar  la  reacción  con  el 
ácido  sulfhídrico,  hay  que  acidular  el  licor  con  ácido  nítrico,  que  no  las 
precipita. 

Para  distinguir  esos  sulfuros  negros  que  se  forman  con  el  ácido  sulf- 
hídrico, se  procede  del  modo  siguiente : 

Se  echa  á una  porción  amoníaco  en  exceso.  ¿Hay  precipitado  azul  so- 
luble en  un  exceso  del  mismo  reactivo?  Cobre , óxido  ó sal  doble. 

Se  evapora  una  porción  de  la  solución  primitiva  en  un  crisólito  de 
porcelana  hasta  que  esté  casi  seca;  se  echa  este  residuo  en  un  tubo  de 
ensayo,  mitad  lleno  de  agua,  y se  agita;  si  el  líquido  se  enturbia,  es 
bismuto , óxido. 

Se  trata  una  porción  con  potasa.  ¿Hay  precipitado  amarillo?  Una  sal 
mercúrica , bióxido.  Además,  el  precipitado  que  le  hace  dar  el  ácido  sulf- 
hídrico no  es  inmediatamente  negro;  primero  es  blanco,  luego  amarillo, 
en  seguida  anaranjado,  y al  fin  negro,  y todo  eso  con  rapidez,  sulfuro. 

Se  echa  cloruro  potásico  en  otra  porción.  ¿Hay  precipitado  amarillo  ? 
Platino,  sal  doble. 

Por  último,  se  añade  á una  porción  de  la  disolución  primitiva  sulfato 
ferroso.  ¿Hay  precipitado  de  un  polvo  negro  muy  fino?  Oro. 

■ ¿Hay  precipitado  blanco  con  el  ácido  clorhídrico  al  acidular  el  licor? 
Una  sal  de  plata , plomo  ó mercuriosa , que  separada  da  cloruro. 

Se  echa  amoníaco  en  exceso  en  la  misma  copa. 

¿JNó  se  redisuelve  el  precipitado  ni  muda  de  color?  Plomo. 

¿Ao  se  redisuelve  y se  vuelve  negro?  Una  sal  mercuriosa. 

¿Se  redisuelve  completamente?  Plata . 

Averiguada  la  base  de  la  sal,  ó,  lo  que  es  lo  mismo,  la  especie,  se  pasa, 
con  otras  porciones  á la  averiguación  del  ácido,  ó sea  del  género. 


- 608  - 


Método  para  descubrir  el  género  ó el  ácido  inorgánico, 


Los  reactivos  generales  de  los  ácidos  son  : 

1. °  El  amoníaco  para  alcalinizar  el  licor. 

2. °  El  cloruro  bárico. 

3. °  El  nitrato  de  plata. 

Investigando  las  bases,  ya  se  descubren  los  carbonatos,  los  sulfhidra- 
los,  los  cromatos,  los  arsenitos  y los  arseniatos. 

Los  carbonatos,  porque,  al  acidular  con  el  ácido  clorhídrico  el  licor, 
hay  efervescencia  y desprendimiento  de  un  gas  picante  ; es  el  ácido  car- 
bónico desalojado  por  el  clorhídrico. 

Al  echar  el  ácido  indicado , si  es  un  sulfuro  , hay  efervescencia  tam- 
bién, y desprendimiento  de  un  gas  fétido  de  olor  de  huevos  podridos,  que 
es  el  sulfhídrico  desalojado  por  el  licor  acidulante. 

Con  los  cromatos,  al  echar  el  ácido  sulfhídrico,  la  disolución  toma  un 
color  amarillo  rojo , debido  al  ácido  crómico  desalojado , y hay  un  sedi- 
mento ó precipitado  de  azufre. 

Los  arseniatos  y arsenitos  se  reconocen , al  examinar  la  sal  por  su 
base , cuando  se  tratan  con  el  ácido  sulfhídrico , pues  precipitan  en  ama- 
rillo  , al  estado  de  sulfuro  de  arsénico. 

Se  distinguen  luego  los  arseniatos  de  los  arsenitos , porque  con  el  ni- 
trato de  plata  los  arseniatos  dan  un  precipitado  rojo  de  teja  , al  paso  que 
los  arsenitos  le  dan  amarillo  con  el  mismo  reactivo. 

Si  al  examinar  el  licor  primitivo,  respecto  de  los  demás , inclusos  los 
arseniatos,  arsenitos,  carbonatos,  sulfhidratos  y cromatos,  se  encuentra 
ácido,  se  alcaliniza  ó neutraliza  con  amoníaco,  y en  seguida  se  trata  con 
el  cloruro  bárico. 

¿Hay  precipitado  con  el  cloruro  bárico?  Es  un  arseniato , arsenito,  cro- 
mato, carbonato , sulfato,  borato,  fosfato j silicato  ó fluorhidrato. 

¿El  precipitado  es  amarillo,  y con  el  ácido  clorhídrico,  al  examinar 
la  base,  se  tiñe  de  rojo  la  disolución  y da  precipitado  blanquecino  de 
azufre?  Un  cromato. 

¿Es  blanco?  Es  cualquiera  de  los  demás. 

Con  el  nitrato  de  plata  y el  ácido  sulfhídrico  ya  se  han  distinguido  los 
arsenitos  y arseniatos. 

Con  el  ácido  clorhídrico  ya  se  han  revelado  los  cromatos  y carbonatos. 
"^¿El  precipitado  es  blanco  y no  se  redisuelve  en  el  ácido  clorhídrico? 
Un  sulfato. 

¿El  precipitado  es  blanco,  y con  el  nitrato  de  plata  hay  precipitado 
amarillo,  sin  haberle  habido  con  el  ácido  sulfhídrico,  al  examinar  la  base? 
Un  fosfato. 

¿El  precipitado  es  blanco,  y echando  ácido  sulfúrico  en  un  poco  del 
cuerpo  sólido  ó del  residuo  de  la  disolución  evaporada,  y un  poco  de  al- 
cohol, é inflamándole  da  una  llama  verde?  Un  borato. 

¿El  precipitado  es  blanco  y gelatinoso  transparente  , mas  sensible  con 
un  poco  de  amoníaco?  Un  fluorhidrato. 

¿El  precipitado  es  blanco,  y los  ácidos  hacen  dar  á la  disolución  pri- 
mitiva un  precipitado  en  copos  gelatinosos?  Un  silicato. 

Si  no  hay  precipitado  con  el  cloruro  bárico , no  es  ningún  género  de 
sal  de  las  contenidas  en  el  primer  grupo. 

Se  echa  en  otra  porción  nitrato  de  plata. 


- 699  — 

Si  hay  precipitado  con  el  nitrato  de  plata  , es  un  cloruro  > bromuro , yo- 
duro , sulfuro  ó cianuro. 

¿El  precipitado  es  negro?  Un  sulfuro ; el  precipitado  es  sulfuro  de  plata. 

¿El  precipitado  es  blanco  lechoso  muy  soluble  en  el  amoníaco?  Un 
cloruro. 

¿Es  lechoso  y poco  soluble  en  el  amoníaco  en  exceso?  Un  cianuro. 

¿Es  blanco  amarillento  ó insoluble  en  el  amoníaco  en  exceso?  Un 
yoduro. 

¿Es  blanco  amarillento , soluble  en  el  amoníaco?  Un  bromuro. 

Si  tampoco  hay  precipitado  con  el  nitrato  de  plata  , no  es  ninguno  de 
los  del  segundo  grupo;  es  un  nitrato  ó un  clorato. 

Se  toma  otra  porción , se  echan  en  ella  limaduras  de  cobre , y luego 
ácido  sulfúrico. 

¿Hay  efervescencia,  desprendimiento  de  vapores  rutilantes  y forma- 
ción de  una  sal  verde  de  cobre?  Un  nitrato. 

¿No  hay  nada  de  eso?  Un  clorato. 


Regla  general. 

Estos  ensayos  sirven  para  designar  el  cuerpo  y separarle , no  solo  de 
los  grupos , sino  de  cada  uno  de  los  contenidos  en  él. 

En  cuanto  se  ha  revelado  ó particularizado  el  cuerpo  simple , óxido  en 
uro,  ácido  ó sal,  ya  por  su  base,  ya  por  su  ácido , se  pasa  en  seguida  á 
las  reacciones  corroborantes,  consignadas  en  su  lugar  correspondiente, 
cuando  hemos  tratado  de  los  caracteres  propios  de  cada  grupo,  división, 
especie  y género. 

De  esta  manera  se  tiene  seguridad  del  cuerpo  analizado. 


Método  para  descubrir  las  sales  insolubles. 

Hasta  aquí  hemos  partido  del  supuesto  que  la  sal  sometida  á la  análi- 
sis es  soluble;  pero  podemos  dar  con  otra  que  no  lo  sea;  ya  hemos  visto 
que  hay  no  pocas  insolubles.  Veamos,  pues,  cómo  nos  gobernarémos  en 
este  caso. 

En  muchas  ocasiones,  cuando  la  sal  es  muy  soluble,  nada  mas  fácil 
que  asegurarnos  de  su  solubilidad;  el  cuerpo  desaparece  pronto,  pierde 
su  estado  sólido,  y basta  revolver  el  agua  con  una  varilla  para  que  en  la 
apariencia  no  haya  mas  que  el  mismo' líquido  donde  hemos  disuelto  la 
sal  sólida.  Estos  fenómenos,  y el  mucho  residuo  que  deja  el  líquido  eva- 
porado hasta  sequedad,  revelan  la  gran  solubilidad  de  la  sal. 

Pero  cuando  la  sal  es  poco  soluble,  no  solo  tarda  en  desaparecer  su 
estado  sólido,  sino  que,  evaporado  el  líquido  que  ha  disucllo  parte  de 
aquella,  da  muy  poco  residuo. 

Otras  veces  no  vemos  que  desaparezca  sensiblemente  el  sólido  , y eva- 
porado el  líquido,  no  da  residuo  alguno.  En  semejante  caso  el  cuerpo  es 
insola  ble  ó muy  poco  soluble. 

Antes  de  proceder  á ninguna  análisis,  que  no  daría  resultado,  en  este 
último  caso  se  harán  los  siguientes  tanteos  : 

Se  ve  si  hay  reacción  con  el  papel  de  tornasol  azul  y rojo  , sumergién- 
dole en  el  líquido,  donde  hayamos  procurado  disolver  el  sólido,  que  apa- 
rentemente no  ha  desaparecido. 

Viendo  que  no  hay  reacción ; que  el  papel  no  se  enrojece , si  es  azul; 


- 700  - 

ni  se  vuelve  azul,  si  es  rojo,  se  toma  cloruro  bárico  y se  echa  á gotas. 

Si  tampoco  hay  reacción , se  toma  carbonato  potásico  y se  hace  otro 
tanto.  No  habiendo  reacción,  es  ocioso  echar  mano  de  los  reactivos  pro- 
pios para  la  base  y para  el  ácido;  porque , siquiera  se  haya  disuelto  algo, 
es  tan  poco , que  será  inútil  analizar  el  cuerpo  para  hallarle. 

Hechas  estas  operaciones,  podemos  estar  en  la  inteligencia  que  la  sal 
no  es  soluble,  ó poquísimamente  soluble,  lo  que  viene  á dar  lo  mismo. 
Para  analizarla  con  éxito,  es  necesario,  por  lo  tanto  , disolverla  con  un 
disolvente  químico,  puesto  que  el  agua,  ni  Cria  ni  caliente,  no  alcanza. 

Esta  sola  circunstancia  ya  nos  pone  en  el  caso  de  separar  la  sal  en 
cuestión  de  todas  las  solubles.  Ya  podemos  asegurar  que  no  es  ninguna 
sal  de  potasa,  sosa  ni  amoníaco,  porque  todas  son  solubles ; que  no  es 
ninguna  sal  de  ácido  fuerte,  esto  es  ; nitratos  , sulfatos  y cloruros,  por- 
que" en  su  mayoría  son  solubles;  que  no  es  ninguna  sal  ácida  de  ácido 
soluble,  porque  también  se  disuelven ; que  ha  de  ser,  en  fin,  una  sal  de 
base  y ácido  insoluble  ó poco  fuerte , neutra  ó ácida  y de  ácido  inso~ 
luble. 

Si  es  algún  sulfato  insoluble,  debe  ser  el  de  barita,  estronciana , cal  y 
plomo;  y si  es  un  cloruro,  ha  de  serlo  de  plata , plomo  y protocloruro  de. 
mercurio , 

ílav  también  algunos  cianuros  insolubles. 

Sin  embargo,  por  lo  mismo  que  son  bastantes  las  sales  insolubles  en 
el  agua,  siquiera  desde  luego  podamos  asegurar  que  no  es  ninguna  de 
las  solubles,  para  determinar  cuál  sea  la  que  tenemos  entre  manos,  hay 
que  proceder  á su  disolución. 

Los  disolventes  químicos  son  : el  ácido  clorhídrico,  el  nítrico  y el  clorido- 
nítrico  ó agua  régia,  que  es  el  mas  poderoso. 

Si  no  se  disuelve  la  sal  á la  temperatura  ordinaria  , se  hace  hervir. 

Si  la  sal  se  disuelve  con  este  procedimiento  , la  tenemos  convertida  en 
un  cloruro  ó nitrato  soluble;  el  ácido  que  formaba  la  combinación  inso- 
luble con  el  metal  ó la  base , ha  sido  desalojado,  y el  ácido  clorhídrico  ó 
nítrico  disolvente  se  ha  combinado  con  aquella,  constituyendo  la  nueva 
sal  soluble. 

Si  el  ácido  desalojado  es  gaseoso,  se  marcha  con  efervescencia,  y el 
licor  que  resta  tiene  menos  impureza. 

Si  es  insoluble,  se  precipita. 

Si  es  soluble,  permanece  disuelto,  separado  de  la  nueva  combinación; 
pero  mezclado  con  ella , lo  cual  puede  dar  lugar  á errores . si  no  se  fija 
la  atención  en  esto. 

Los  gaseosos  que  hacen  efervescencia  y se  desprenden,  revelándose  con 
su  olor,  ya  hemos  visto  cuáles  son  y de*qué  manera  se  reconocen,  es 
ocioso  volver  á ello. 

Los  insolubles  que  se  precipitan  se  reducen  al  silícico  y bórico,  puesto 
que  solo  ellos  son  insolubles,  y aun  más  el  primero,  no  tratándose, 
como  no  tratamos  aquí,  de  sales  de  ácido  metálico;  en  cuyo  caso  tam- 
bién habría  precipitado  al  desalojarlos.  liemos  visto  igualmente  cómo  se 
reconocen. 

Nos  restan,  pues,  las  sales,  cuyo  ácido  desalojado  es  soluble. 

se  revela  por  su  color,  como  en  los  cromatos,  también  se  reconoce 
con  la  simple  disolución  ; y si  tampoco  hav  esta  particularidad  , es  nece- 
sario pasar  ya  adelante. 

leñemos,  pues,  una  nueva  sal  obtenida  con  la  acción  del  ácido  disol- 


— 701  — 

vente , en  frió  ó hirviendo,  un  cloruro  ó un  nitrato,  y además  un  ácido 
libre.  El  licor,  pues , debe  ser  ácido ; el  papel  azul  de  tornasol  lo  ha  de 
revelar,  enrojeciéndose. 

Hay,  por  lo  mismo,  que  neutralizar  ese  ácido,  para  que  los  reactivos 
de  Ja  base  y del  ácido  den  su  efecto  respectivo  sin  confusión. 

El  amoníaco  es  á propósito  para  saturar  el  ácido ; forma  una  sal  amo- 
niacal soluble,  y,  por  lo  mismo,  los  reactivos  pasan  á obrar  sobre  la 
otra,  cuya  base  ó cuyo  ácido  desalojados  pueden  dar  combinaciones  in- 
solubles,  ó,  lo  que  es  lo  mismo,  si  no  forman  sales  dobles  con  él. 

Es  necesario  tener  cuidado  al  echar  el  amoníaco  para  neutralizar  el 
ácido , porque , mientras  haya  de  este , el  álcali  no  obrará  sino  sobre  él ; 
en  cuanto  esté  todo  saturado,  esa  base  dirigirá  su  acción  sobre  la  de  la 
sal , y dará  precipitados,  sobre  todo  si  no  son  solubles  en  ese  reactivo,  ó, 
lo  que  es  lo  mismo , si  no  forman  sales  dobles  con  él. 

Las  tierras  alcalinas , por  ejemplo , combinadas  con  ácido  fosfórico, 
arsénico,  arsenioso,  sulfúrico  ó fluorhídrico,  ú otros  que  les  den  insolu- 
bilidad, no  precipitarán,  neutralizando  el  ácido  desalojado,  mientras  el 
amoníaco  no  esté  en  exceso  y se  emplee  en  saturar  el  ácido  libre  que  ha 
afectado  el  papel  azul  de  tornasol ; mas  en  cuanto  está  el  ácido  saturado 
todo,  el  amoníaco  desaloja  las  tierras  alcalinas,  y estas  se  precipitan  por 
su  poca  solubilidad ; solo  la  magnesia  se  redisuelve,  porque  es  soluble  en 
el  amoníaco ; forma  con  él  sal  doble. 

Otro  tanto  puede  suceder  respecto  de  las  demás  bases  que  forman  con 
los  ácidos  indicados  sales  solubles.  Como  la  potasa , el  amoníaco  los  des- 
aloja ; por  lo  tanto , habrá  precipitados  con  un  exceso  de  amoníaco  al  es- 
tado de  óxido. 

Conviene,  por  lo  mismo,  ir  echando  el  reactivo  poco  á poco,  hasta  que 
esté  neutro  el  licor ; el  papel  azul  de  tornasol  lo  indicará. 

Neutralizado  el  ácido,  se  procede  como  si  la  sal  fuese  soluble:  pri- 
mero, en  busca  de  la  base;  luego,  en  busca  del  ácido;  es  decir,  que 
para  la  base  se  va  echando  sucesivamente  mano  del  ácido  sulfhídrico, 
sulfuro  amónico  y carbonatas  alcalinos,  y para  el  ácido,  del  cloruro 
bárico  y del  nitrato  de  piala , y de  los  reactivos  particulares  en  caso  de 
resultado  negativo,  como  sucederá  con  las  sales  insolubles  de  cobre  que 
no  sean  cloratos , porque  siempre  son  solubles. 

Cuando  el  licor  está  neutralizado , al  buscar  la  base  y al  llegar  al  uso 
del  sulfuro  amónico , no  hay  precipitado  blanco , sino  cuando  se  da  con 
una  sal  de  alúmina  ó de  zinc.  Mas  si  hay  ácido  libre,  hay  precipitados 
blancos  también  con  las  tierras  alcalinas;  si  son  sal  es  insolubles,  son  fos- 
fatos ó fluoruros. 

En  semejante  caso  hay  que  proceder  á su  distinción  , tomando  una  pe- 
queña porción  de  la  disolución  clorhídrica  ó nítrica , y echando  en  ella 
ácido  tartárico,  y luego  amoníaco  en  exceso. 

Si  el  precipitado  que  se  forma  se  disuelve  en  un  exceso  de  precipi- 
tante, podemos  asegurar  que  no  se  trata  de  tierras  alcalinas;  es  debido, 
ó á la  alúmina,  ó al  zinc ; y para  distinguirlos,  se  practica  lo  que  ya  lle- 
vamos dicho  en  su  lugar  para  diferenciar  estas  dos  bases  que  tienen  un 
Precipitado  de  color  igual  con  el  sulfuro  amónico;  es  decir,  se  tratan  con 
jotasa  luego  el  ácido  sulfhídrico  y cloruro  amónico;  si  hay  precipitado 
flanco , es  de  zinc. 

Si  el  precipitado  no  se  disuelve  en  un  exceso  de  reactivo,  es  un  fos- 
fato. También  puede  ser  un  oxalato;  pero  como  este  género  pertenece  á 


— 702  — 

las  sales  de  ácido  orgánico,  no  deberíamos  ocuparnos  en  él.  Sin  embaí- 
go , siendo  poco  lo  que  hay  que  decir,  lo  indicarémos. 

Los  fosfatos  insolubles  se  revelan  de  la  manera  siguiente  : 

Viendo  que  no  se  redisuelve  el  precipitado  en  un  exceso  de  sulfuro 
amónico  ó amoníaco,  se  satura  con  la  potasa  la  mayor  parte  del  ácido 
existente  en  una  porción  de  la  solución  primitiva;  luego  se  echa  acetato 
de  potasa,  en  seguida  cloruro  cálcico  y algunas  gotas  de  ácido  acético, 
si  aquel  le  hace  dar  precipitado. 

Si  no  se  redisuelve,  es  un  oxalalo. 

Si  se  redisuelve,  es  un  fosfato. 

Si,  á pesar  de  haber  intentado  la  disolución  de  la  sal  insoiuble  por 
medio  de  los  disolventes  químicos , no  pudiéramos  lograrla , se  procede 
del  modo  que  dirémos  luego,  y que  casi  puede  llamarse  por  la  vía  seca 

En  semejante  caso,  la  sal  será  un  sulfato  barilico , estróncico,  cálcico  ó 
plúmbico , un  cloruro  de  plata , de  plomo  ó percloruro  de  mercurio , un  sulfure 
mercúrico  ó mercurioso,  algún  ferrocianuro  ó algún  sulfuro  metálico : el  ácido 
silícico,  el  azufre  y el  carbón  ó carbono  se  hallan  en  igual  caso,  bien  que 
en  rigor  podrémos  prescindir  de  estos,  porque  aquí  tratamos  de  sales  y 
no  de  compuestos  en  uro,  ni  cuerpos  simples. 

Por  último , podrían  encontrarse  también  algunos  arseniaios  ácidos,, 
que  por  lo  raros  dejarémos. 

Este  conocimiento  nos  sirve  para  sospechar  el  grupo  de  cuerpos  á que 
puede  pertenecer  el  que  tenemos  entre  manos,  insoluble  en  el  agua  y en 
los  ácidos;  sin  embargo,  eso  no  basta  para  particularizarle. 

En  semejante  caso,  lo  primero  que  se  hace  es  ver  el  color  del  cuerpo  ó 
su  residuo,  después  de  haber  intentado  su  disolución. 

¿Es  blanco?  Debe  ser  un  sulfato  baritico , estróncico,  cálcico , plúmbico ; un 
cloruro  de  plata , plomo  ó mercurio. 

¿Es  de  color  rojo  ó amarillo,  etc.?  Será  el  sulfuro  mercúrico , el  de  arsé- 
nico, etc.  Véase  el  color  de  esos  compuestos.- 

Eso  reduce  el  número  de  cuerpos  posible ; pero  no  basta  tampoco  para 
determinar  el  que  tenemos  á la  vista,  puesto  que  este  carácter  es  común 
á otros. 

Se  toma , pues , un  poco , y se  calienta  en  la  cucharita  de  hierro , ha- 
ciendo llegar  á ella  la  llama  del  soplete. 

Si  fuese  un  cuerpo  simple,  como  el  azufre,  se  percibirla  el  olor  del 
ácido  sulfuroso,  sin  dejar  residuo;  si  se  volatilizase,  podria  ser  un  cloruro 
mercurioso. 

Sea  como  fuere , si  hay  residuo , se  echa  sobre  él  sulfuro  amónico , y 
una  de  dos,  ó queda  blanco,  ó se  ennegrece. 

Si  lo  primero,  no  hay  combinación  metálica  alguna;  por  lo  tanto , no 
es  ninguna  de  las  sales  que  nos  ocupan. 

Si  lo  segundo , alguna  de  las  sales  metálicas  dichas. 

Cuando  se  vuelvWSrgro , 'hay  certeza  de  que  existe  algún  cloruro  de 
mercurio,  plata  ó plomo,  ó un  sulfato  plúmbico.  También  pueden  hallarse 
los  de  color  blanco  antes  de  este  ensayo. 

Se  mezcla  en  seguida  un  poco  de  la  sustancia  con  otro  poco  de  sosa, 
y se  calienta  á la  llama  interior  del  soplete.  Si  se  obtiene  un  grano  me- 
tálico que , oxidado  á la  llama  exterior , se  rodea  de  una  capa  amarilla, 
la  sal  es  de  piorno. 

Los  sobre-sulfatos  y sobre-arseniatos , hervidos  fuertemente  con  el  ácido 
sulfúrico  concentrado , se  descomponen  y se  hacen  solubles;  logrando 


— 703  — 

eso , ya  pueden  seguirse  los  métodos  establecidos  para  los  cuerpos  sus- 
ceptibles de  disolución  en  el  agua  ó en  los  ácidos. 

El  cloruro  de  plata  se  distingue  de  los  sulíatos  en  que  amarillea  , pu~ 
diendo  á veces  oírecer  un  color  gris  negruzco.  Reducido  á polvo , se  en- 
negrece con  el  sulfuro  amónico,  al  paso  que  los  sulfatos  alcalinos  no. 

El  sulfato  de  plomo  se  ennegrece  también  con  el  sulfuro  amónico;  pero  si 
no  basta  el  color,  que  es  blanco,  basta  lo  que  hemos  dicho  para  descu- 
brir el  plomo,  ó bien  calentar  ligeramente  la  sal  en  un  tubo  de  ensayo  á 
la  lámpara  de  alcohol. 

¿Se  funde?  Es  el  cloruro  de  piala. 

¿No  se  funde?  Es  el  sulfato  de  plomo. 

Los  sulfatos  de  las  tierras  alcalinas  se  distinguen , aunque  con  alguna 
dificultad;  se  reducen  á polvo  y se  hacen  hervir  en  agua,  se  filtra  luego 
y se  divide  el  licor  en  dos  partes. 

La  uñase  trata  con  una  disolución  de  cloruro,  y la  otra  con  clorato 
amónico. 

Si  se  ha  disuelto  el  cuerpo,  y con  el  cloruro  bárico  da  un  precipitado 
blanco  insoluble  en  los  ácidos,  es  el  sulfato  de  cal. 

Si  nada  se  ha  disuelto , se  toma  la  misma  ú otra  porción  de  sal , y se 
hace  hervir  con  carbonato  potásico  ó sódico ; se  filtra , cuando  enfriado, 
se  satura  con  ácido  clorhídrico,  y diluido  en  agua  el  licor,  se  trata  con 
cloruro  bárico. 

¿Hay  precipitado  blanco?  Es  un  sulfato  bárico  ó estronciánico. 

Echado  el  ácido  clorhídrico  en  la  disolución  con  el  carbonato  después 
de  la  ebullición,  separado  el  residuo  filtrando,  evaporado  lo  filtrado 
hasta  sequedad,  y añadiéndole  alcohol  y prendiéndole  fuego,  ¿arde  con 
una  llama  de  color  de  carmin?  Es  el  estronciánico . 

¿No  arde  así?  El  bárico . 

Luego  que  les  ha  revelado  el  reactivo  especial,  se  pasa  al  empleo  de 
los  corroborantes,  como  en  las  sales  solubles. 

Marcha  para  la  análisis  de  los  cuerpos  orgánicos. 

Las  análisis  químicas  avanzan  cada  dia  y abrazan  una  infinidad  de  sus- 
tancias orgánicas;  mas  aquí  no  podemos  hacernos  cargo  de  todas;  solo 
nos  ocuparémos  en  algunas  bases  alcalinas  y en  algunos  ácidos,  los  mas 
comunes,  dejando  para  la  Toxicología  particular  el  hablar  de  los  demás. 

Empecemos , pues , por  exponer  la  marcha  que  hay  que  seguir  para 
descubrirlas  bases  orgánicas  ó ios  alcaloideos,  y luego  pasaremos  á la 
correspondiente  á los  ácidos. 


Método  para  descubrir  las  bases  orgánicas. 

Los  reactivos  generales  que  se  emplean  para  esta  análisis,  son  : - 
l.°  La  potasa. 

r’o  bicarbonatos  alcalinos. 
d.J  Acido  nítrico. 

4. °  Acido  sulfúrico. 

5. °  Acido  clorhídrico. 

0.°  Amoníaco. 

7.°  El  éter. 

Suponemos  que  está  la  sal  de  base  orgánica  disimila,  y en  un  poco  d< 


— 704  - 

esta  disolución  echamos  gota  á gota  una  solución  extendida  de  potasa 
cáustica,  hasta  que  el  licor  se  quede  débilmente  alcalino,  lo  cual  nos  re- 
velará el  papel  rojo  de  tornasol  tiñéndose  de  púrpura  claro. 

¿No  hay  precipitado?  Ausencia  segura  de  todo  alcaloideo. 

¿Hay  precipitado?  Se  sigue  echando  el  álcali  hasta  que  el  licor  sea  fuer- 
temente alcalino.  El  papel  rojo  de  tornasol  lo  indicará  volviéndose  com- 
pletamente azul. 

¿El  precipitado  desaparece?  Morfina. 

¿No  desaparece?  Cualquiera  de  los  demás  grupos. 

En  otra  porción  de  la  disolución  primitiva  se  echan  dos  ó tres  gotas  de 
ácido  clorhídrico,  luego  una  solución  saturada  de  bicarbonato  sódico, 
hasta  que  la  reacción  ácida  desaparezca.  Se  frota  fuertemente  con  una 
varilla  de  vidrio  las  paredes  de  la  copa  sumergidas  en  el  líquido  , y se 
deja  reposar  media  hora. 

¿Hay  precipitado?  Narcotina  , quinina  ó cinconina . 

Se  echa  en  un  poco  de  la  disolución  primitiva  amoníaco  en  exceso, 
luego  mucho  éter,  con  el  que  se  sacude  el  todo. 

¿nay  precipitado  y se  redisuelve?  Marcelina  ó quinina. 

Para  distinguirlas , se  coloca  el  tubo  de  ensayo  en  el  agua  caliente  para 
desprender  el  éter,  cuidando  que  permanezca  el  amoníaco  en  exceso  en 
la  disolución. 

¿No  se  forma  precipitado?  Quinina. 

¿Se  forma?  Narcotina. 

¿No  se  redisuelve  el  precipitado  que  se  forma  en  ei  éter?  Cinconina . 

¿No  hay  precipitado  con  el  bicarbonato  sódico?  Estricnina , brucina  , ve 
ralrina  , nicotina  ó conicina. 

Se  toma  un  poco  de  la  sustancia  sólida  que  se  analiza , ó de  la  que  se 
obtiene  evaporando  hasta  sequedad  , se  pone  en  un  vidrio  de  reloj  y se 
echa  un  poco  de  ácido  sulfúrico  concentrado. 

¿Se  obtiene  una  solución  incolora , la  que  calentada  toma  una  débil 
tinta  verde  aceituna?  Estricnina. 

¿La  solución  es  rosada  , y añadiendo  ácido  nítrico  toma  un  color  rojo 
vivo?  Brucina. 

¿La  solución  es  amarilla,  pasando  insensiblemente  al  rojo  amarillento, 
al  rojo  de  sangre,  y por  último  al  carmesí?  Veratrina. 

¿La  solución  es  rojo-vinosa,  y calentando  se  enturbia,  lomando  el  color 
de  heces  de  vino,  é hirviendo  se  ennegrece  y desprende  ácido  sulfuroso? 
Nicotina. 

¿La  solución  no  se  altera , y calentada  adquiere  un  color  moreno  ver- 
doso, luego  rojo  de  sangre,  y por  último  negro?  Conicina. 

Método  para  descubrir  los  ácidos  orgánicos. 

Los  reactivos  generales  para  descubrir  los  ácidos  orgánicos,  son : 

1. °  El  amoníaco. 

2. °  El  cloruro  cálcico. 

3. °  El  cloruro  férrico. 

4. °  El  alcohol  y el  éter. 

Disuelto  el  ácido  ó la  sal  de  ácido  orgánico,  se  le  añade  amoníaco  hasta 
que  sea  débilmente  alcalina , luego  cloruro  cálcico.  Si  la  disolución  es 
neutra,  como  sucede  siendo  sal,  se  le  pone  cloruro  amónico,  antes  de 
echar  el  cálcico. 


- 705  — 

¿Hay  precipitado  con  el  cloruro  bárico  al  principio  del  ensayo,  sacu- 
diendo ó no  la  mezcla?  Acido  oxálico,  tartárico  ó racémico. 

Se  distinguen,  vertiendo  en  nueva  cantidad  de  la  disolución  agua  dé  cal 
en  exceso,  con  lo  cual  se  forma  un  precipitado.  Sobre  este  se  echa  una 
solución  de  cloruro  amónico. 

¿No  desaparece?  Acido  oxálico. 

¿Desaparece  el  precipitado?  Acido  tartárico  ó racémico. 

¿El  precipitado  que  da  con  el  cloruro  bárico  se  redisuelve  en  el  amo- 
níaco? Acido  tartárico. 

¿Es  blanco,  resplandeciente  ese  precipitado,  y no  redisuelve  en  el 
amoníaco?  Acido  racémico. 

¿No  hay  precipitado  con  el  cloruro  cálcico,  aun  cuando  se  sacuda  la 
mezcla  y se  la  deje  luego  descansar  por  algunos  minutos?  Acido  cítrico, 
málico , benzoico,  snccinico , acético  ó fórmico. 

Se  hace  hervir  el  licor,  se  tiene  en  ebullición  algún  tiempo,  y se  añade 
de  nuevo,  humeando  todavía,  un  poco  de  amoníaco. 

¿Se  enturbia  y da  precipitado?  Acido  cítrico. 

¿No  se  enturbia?  Se  añade  alcohol?  Precipita?  Acido  málico. 
¿Permanece  límpido  con  alcohol  y el  éter?  Se  toma  una  porción  de  la 
solución  primitiva,  se  neutraliza  exactamente,  si  no  es  neutra,  con  amo- 
níaco ó ácido  clorhídrico,  luego  se  añade  cloruro  férrico. 

¿Se  forma  un  voluminoso  precipitado  moreno  de  canela  ó amarillo  su- 
cio? Acido  benzoico  ó succinico. 

Se  distinguen  lavando  el  precipitado,  calentándole  con  amoníaco,  se 
liltra,  se  concentra  y se  divide  en  dos  porciones.  Se  añade  á la  una  un 
poco  de  ácido  clorhídrico ; á la  otra  alcohol  y cloruro  bárico. 

¿Con  la  primera  hay  precipitado?  Acido  benzoico. 

¿Le  hay  con  la  segunda?  /leído  succinico. 

¿En  vez  de  dar  precipitado  con  el  cloruro  fórmico , solo  hay  coloración 
rojo-oscura  bastante  intensa,  y haciéndole  hervir  por  algún  tiempo,  se 
separa  un  precipitado  moreno  rojo  claro?  Acido  acético  6 fórmico. 

Se  distingue  calentando  con  ácido  sulfúrico  y alcohol  una  porción  de 
la  sal  sólida,  ó un  residuo  de  la  misma  evaporada  hasta  sequedad;  después 
de  haberla  neutralizado  con  potasa,  si  era  ácida,  ¿da  olor  de  vinagre? 
Acido  acético. 

¿No  da  tal  olor?  Acido  fórmico . 

Regla  general. 

Lo  que  hemos  dicho  de  las  sales  de  bases  y ácidos  inorgánicos,  es  apli- 
cable á las  que  los  tengan  orgánicos.  Una  vez  revelados  por  los  reactivos 
especiales,  se  pasa  á los  corroborantes  consignados  en  su  lugar. 

SEGUNDO  CASO. 

Marcha  que  hay  que  seguir  para  analizar  una  sustancia  sospechosa,  que  no  esta 

mezclada  con  otras  y es  liquida. 

La  primera  regla  es  la  general : ver  si  por  sus  propiedades  tísicas , bo- 
tánicas ó zoológicas  podemos  reconocer  la  sustancia.  Dado^caso  que  no, 
averiguar  si  es  orgánica  ó inorgánica.  Nada  tenemos  que  añadir  á lo  di- 
cho sobre  esta  averiguación,  bies  orgánica,  vamos  á ver  cómo  se  condu- 


- 706  - 

/.o  ,A„  íns  ñápeles  alcalinos,  si  es  ácida,  alcalina  ó neutra.  Como  conoce- 
mos todas  esas  sustancias,  será  fácil  descubrirlas  por  medio  de  sus  reac- 
tivos particulares.  _ . . 

Si  ía  sustancia  líquida  es  inorgánica , será  para  nosotros  lo  mismo  que 

una  sustancia  sólida  soluble  ó una  disolución,  y por  lo  tanto,  nuestros 
procederes  serán  enteramente  iguales  á los  que  hemos  supuesto  por  lo 
que  toca  á las  sustancias  sólidas  solubles,  desde  que  las  hemos  expuesto 
disueltas ; no  tenemos  ni  una  palabra  más  que  añadir , todo  les  es  apli- 
cable. 

TERCER  CASO. 

Marcha  que  hay  que  seguir  para  analizar  una  sustancia  sospechosa,  que  no  está 

mezclada  con  otras  y es  gaseosa. 

Antes  de  exponer  la  marcha  analítica  relativa  á los  venenos  gaseosos, 
hagamos  una  cosa  análoga  á lo  que  hemos  hecho  respecto  de  los  sólidos: 
presentemos  todos  los  gases  y sus  fórmulas,  sus  caracteres  físicos  y quí- 
micos, los  grupos  en  que  se  dividen,  y luego  dirémos  cómo  se  analizan. 


Gases  y sus  fórmulas. 


Los  cuerpos  gaseosos,  que  pueden  presentarse  mas  comunmente  á ia 
análisis,  son  los  siguientes: 


Acido  sulfhídrico,  SH. 

— selenhídrico , Se2H. 

— telurhídrico , Tc2H. 

— cianógeno,  Cy=C2N. 

— monohidrato  de  melhileno,  (C2H30=ó 

bien  C2H2HO). 

— clorhídrico,  HCh. 

~ bromhídrico,  BrCI. 

— yodhídrico,  IH. 

— carbónico , CO2. 

— sulfuroso , SO2. 


Acido  cloro-oxicarbónico,  C02C1 

— hipocloroso,  CIO2. 

— cloroso,  Cl203. 

— hipoclórico,  CIO4. 

Cloro,  Cl. 

Amoníaco,  H3N. 

Cloruro  de  cianógeno,  CyCl. 
Fluoruro  de  silicio,  SiF. 
Fluoruro  de  boro  , BoF. 

Cloruro  de  boro  , BoCl. 


Hidrógeno,  H. 

— fosforado,  PhH. 

— arsenicado,  AsH3. 

— protocarbonado,  HC. 

— bicarbonado,  HC2. 
Oxido  de  carbono,  CO. 
Methileno,  C2H2. 


Fluorhidrato  de  melhileno,  C2H2F1. 
Clorhidrato  de  methileno,  C2H-'Ct. 
Oxigeno,  O. 

Azoe,  N. 

Protóxido  de  ázoe,  NO. 

Deutóxido  de  ázoe,  NO2. 


Caracléres  físicos  y químicos  de  los  gases. 

Algunos  de  estos  gases  tienen  color,  otros  son  incoloros;  unos  tienen 
olor,  otros  carecen  de  él;  unos  humean  al  aire,  otros  no;  unos  se  com- 

hinan  con  la  potasa,  otros  no;  unos,  por  último,  se  inflaman,  otros  no 
se  inflaman. 

La  potasa , pues , y el  oxigeno  son  sus  reactivos  generales. 


Grupos  y secciones  de  los  gases. 

solucfon  íuf  ^a,ses  Picados,  por  el  modo  como  se  conducen  con  una  di- 
n ae  P°tasa  > pueden  dividirse  en  dos  grupos.  Unos  son  absorhibles 


- 7(tf  - 

por  ía  potasa , esto  es,  son  capaces  de  combinarse  con  ella,  forman  do 
sales  potásicas  solubles;  otros  no  son  absorbióles  por  la  potasa.  ‘ * 

Forman  el  primer  grupo : desde  el  sulfhídrico  hasta  el  cloruro  de  horo 
in  clusivG. 

Forman  el  segundo  todos  los  restantes , desde  el  hidrógeno  hasta  el 
deutóxido  de  ázoe. 

Formados  ya  los  dos  grupos,  puede  cada  uno  subdividirse  en  dos  sec- 
ciones , á saber : Unos  son  inflamables  ó capaces  de  combinarse  con  el 
oxígeno  á temperaturas  elevadas ; otros  no  son  imflamables. 

Los  inflamables  del  primer  grupo  son  los  cinco  primeros ; los  restantes 
del  mismo  grupo  no  lo  son.  v 

Los  inflamables  del  segundo  grupo  son  desde  el  hidrógeno  al  clorhidrato 
de  methileno ; los  demás  no  son  inflamables. 

Caractóres  de  cada  uno  de  I09  gases. 

Acido  sulfhídrico. — 1.°  Caractéres  del  primer  grupo  ; 2.°  caractóres  de 
la  primera  división  del  mismo ; 3.°  su  olor  es  de  huevos  podridos ; 4.°  tra- 
tada la  disolución  de  potasa,  que  le  ha  absorbido  ya,  con  ácido  clorhí- 
drico, se  desprende  el  sulfhídrico  con  su  olor  característico ; 5.°  absor- 
bido por  el  agua  , precipita  las  sales  del  cuarto  grupo. 

Acido  selenhidrico.  — 1.°  Caractéres  del  primer  grupo;  2.°  caractéres  de 
la  primera  división  del  mismo;  3.°  su  olor  es  de  rábanos  podridos;  4.°  tra- 
tado con  un  óxido  metálico , se  descompone  , dando  seleniuro  y agua. 

Acido  telurhidrico.  — 1.°  Caractéres  del  primer  grupo;  2.°  caractéres  de 
la  primera  división  del  mismo;  3.°  con  un  óxido  metálico  da  telururo  y 
agua;  4.°  tratado  con  cloro,  se  separa  un  polvo  rojo  de  teluro  metálico. 

Cianógeno.  — 1.°  Caractéres  del  primer  grupo;  2.°  los  de  la  primera 
división  del  mismo  grupo;  3.°  tiene  un  olor  fuerte  y particular,  irrita 
vivamente  los  ojos  y arde  con  llama  purpurina ; 4.°  después  de  esta  com- 
bustión precipita  el  agua  de  cal , porque  se  ha  convertido  en  ácido  car- 
bónico. 

Monohidralo  de  methileno.  — 1.°  Caractéres  del  primer  grupo;  2.°  los  de 
la  primera  división  del  primer  grupo;  3.°  tiene  un  olor  etéreo  particular. 

Acido  clorhídrico.  — 1 .ü  Caractéres  del  primer  grupo;  2.°  caractéres  de 
la  segunda  división  del  mismo ; 3.°  precipita  por  el  cloruro  bárico  de  la 
disolución  potásica  en  que  ha  sido  absorbido;  4.°  absorbido  por  el  agua, 
precipita  en  blanco  por  el  nitrato  de  plata;  o.°  tiene  color  amarillento  y 
olor  característico  ; t>.°  humea  al  aire  libre. 

Acido  bromhidrico.  — 1.°  Caractéres  del  primer  grupo;  2.°  los  de  la  se- 
gunda división  del  mismo;  3.°  absorbido  por  la  potasa,  da  los  caracté- 
res de  los  bromuros;  4.°  humea  al  aire  libre. 

Acido  yodhidrico.  — 1.°  Caractéres  del  primer  grupo;  2.°  los  de  la  se- 
gunda división  del  mismo;  3.°  con  la  potasa  da  los  caracteres  de  yoduro; 
4.°  humea  al  aire. 

Acido  carbónico.  — 1.°  Caractéres  del  primer  grupo;  2.°  los  de  la  se- 
gunda división  del  mismo;  3.°  absorbido  por  la  potasa,  da,  con  la  adi- 
ción de  un  ácido,  efervescencia,  despidiéndose  un  olor  picante,  4.  ab- 
sorbido por  el  agua  precipita  el  agua  de  cal. 

Acido  sulfuroso. — 1.°  Caractéres  del  primer  grupo;  2.°  los  de  la  se- 
gunda división  del  mismo;  3.°  tiene  un  olor  de  azufre  muy  fuerte;  4.°  hu- 
mea al  aire. 


— 1 08  - 

Cloro-oxicarbónico.  — 1.°  Caractéres  del  primer  grupo;  2.°  los  dé  la 
segunda  división  ; 3.°  se  descompone  en  contacto  del  agua;  4.  su  color 

es  rojizo  y su  olor  picante.  . . . , , 

Acido  hipocloroso.  — 1.°  Caractéres  del  primer  grupo  ; 2.  los  de  la  se- 
gunda división  ; 3.°  da  las  reacciones  del  agua  de  javela;  4.  su  color  es 

amarillento , y su  olor  de  cloro.  , , , 

Acido  cloroso.  - 1.°  Caractéres  del  primer  grupo ; 2.°  los  de  la  segunda 
división  del  mismo;  3.°  da  la  reacción  del  clorito  de  potasa,  4.  su  olor 

es  de  cloro.  . _ n , , , 

Acido  hipoclórico.  — l.°  Caractéres  del  primer  grupo  ; 2.  los  de  la  se- 
gunda división  del  primer  grupo;  3.°  da  las  reacciones  del  hipoclorito  de 
potasa;  4.°  su  color  es  rojizo.  .... 

Cloro.  — 1.°  Caractéres  del  primer  grupo;  2.°  los  de  la  segunda  divi- 
sión del  mismo  grupo ; 3.°  da  las  reacciones  del  cloruro  potásico ; 4 .°  su 
color  amarillento,  y olor  característico. 

Amoníaco.  — 1.°  Caractéres  del  primer  grupo ; 2.°  los  de  la  segunda 
división  del  mismo  grupo;  3.°  su  olor  es  sui  generis ; 4.°  absorbido  por 
el  agua  precipita  en  azul  una  sal  de  cobre,  y en  blanco  el  bicloruro  de 
mercurio. 

Cloruro  de  cianógeno.  — 1.°  Caractéres  del  primer  grupo;  2.°  los  de  la 
segunda  división  del  mismo  grupo;  3.°  da  las  reacciones  del  cloro; 
4.°  su  olor  es  picante;  8.°  da  las  reacciones  de]  cianato  de  potasa. 

Fluoruro  de  silicio.  — 1.°  Caractéres  del  primer  grupo;  2.°  los  de  la  se- 
gunda división  del  mismo;  3.°  humea  al  aire;  4.°  absorbido  por  el  agua 
se  descompone,  dando  un  precipitado  de  ácido  silícico  gelatinoso. 

Fluoruro  de  boro.  — 1.°  Caractéres  del  primer  grupo;  2.°  los  de  la  se- 
gunda división  del  mismo  grupo;  3.°  humea  al  aire;  4.°  ennegrece  y 
carboniza  el  papel. 

Cloruro  de  boro.  — 1.°  Caractéres  del  primer  grupo;  2.°  los  de  la  se- 
gunda división  del  mismo;  3.°  humea  al  aire;  4.°  da  las  reacciones  de  los 
cloruros;  5.°  evaporada  la  disolución  en  el  agua  hasta  sequedad,  tratado 
el  residuo  con  alcohol , y prendiéndole  fuego , arde  con  llama  verde. 

Hidrógeno.  — 1.°  Caractéres  del  segundo  grupo  ; 2.°  los  de  la  primera 
división  del  mismo  ; 3.°  es  inodoro  cuando  es  puro  , olor  aliáceo  cuando 
es  impuro;  4.°  poco  soluble  en  el  agua;  5.°  arde  con  poca  luz;  6.°  se  une 
al  oxígeno  por  la  influencia  de  la  espon  ja  de  platino  formando  agua. 

Hidrógeno  fosforado.— 1.°  Caractéres  del  segundo  grupo;  2.°  los  de  la 
primera  división  del  mismo;  3.°  olor  fuertemente  aliáceo;  4.°  arde  con 
llama  viva  y resplandeciente  dando  vapores  espesos;  8.°  precipita  en 
moreno  negruzco  por  las  sales  de  plomo  y plata. 

Hidrógeno  arsenicado.~l.°  Caractéres  del  segundo  grupo;  2.°  los  de 
la  primera  división  del  mismo;  3.° su  olor  es  nauseabundo;  cuando  arde, 
es  aliáceo;  da  llama  amarillo- lívida  con  deposición  arsenical. 

Hidrógeno  proto-carbonado.  — l.0  Caractéres  del  segundo  grupo;  2.°  los 
de  la  primera  división  del  mismo ; 3.°  arde  con  llama  azulada  que  alum 
bra  muy  poco. 

Hidrógeno  bicarbonado. — 1.°  Caractéres  del  segundo  grupo;  2.°  los  de 
la  segunda  división  del  mismo;  3.°  arde  con  llama  blanca  muy  resplan- 
deciente; 4.°  forma  con  el  cloro  un  líquido  aceitoso;  exige  para  arder 

a V5Ce?  su  v°lúmen  de  oxígeno  y da  dos  de  ácido  carbónico. 
uxtdo  de  carbono. — 1.°  Caracteres  del  segundo  grupo;  2.°  los  de  la  pri- 
mera división  del  mismo;  3.°  arde  con  llama  azul,  transformándose 


- 709  — 

en  ácido  carbónico , el  que , absorbido  por  el  agua , precipita  la  cal. 

Mcthüeno , fluorhidrato  y clorhidrato  de  id.— -Se  reconocen  por  los  mismos 
caracteres  que  los  fluoruros , cloruros  y carburos» 

Oxigeno.-  4.°  Caracteres  del  segundo  grupo  ; 2.°  los  de  la  segunda 
división  del  mismo ; 3.°  es  inodoro;  4.°  aviva  una  pajuela  apagada;  S.° 
bajo  la  influencia  de  una  corriente  eléctrica  ó del  platino  dividido , se 
une  á dos  volúmenes  de  hidrógeno , y vuelve  rutilante  el  bióxido  de 
ázoe , transformándole  en  ácido  hiponítrico. 

Azoe.  — 1.°  Caracteres  del  segundo  grupo  ; 2.°  los  de  la  segunda  divi- 
sión del  mismo ; 3.°  incoloro ; 4.°  inodoro ; 5.°  apaga  los  cuerpos  en 
combustión. 

Protóxldo  de  ázoe.  — 1.°  Caracteres  del  segundo  grupo ; 2.°  los  de  la  se- 
gunda división  del  mismo;  3.°  reanima  la  combustión  como  el  oxígeno, 
pero  con  menos  vivacidad;  4.°  se  descompone  al  rojo  con  sulfuro  de  ba- 
rio , dejando  un  residuo  de  ázoe  igual  al  volumen  del  gas. 

Deutóxido  de  ázoe.  — 1.°  Caracteres  del  segundo  grupo;  2.°  los  de  la 
segunda  división  del  mismo;  3.°  se  pone  amarillo  anaranjado  puesto  en 
contacto  con  el  oxígeno ; es  absorbido  por  las  sales  de  protóxido  de  hier- 
ro, dándole  un  color  moreno ; 5.°  es  descompuesto  al  rojo  con  sulfuro  de 
bario,  dando  un  residuo  igual  á la  mitad  del  gas. 

Marcha  que  hay  que  seguir  para  analizar  los  gases. 

Instrumentos  para  reconocer  los  gases. 

Para  distinguir  los  gases  unos  de  otros , se  necesita  una  cubeta  hidro- 
neumática  y otra  hidrargiro-neumática  , con  sus  correspondientes  vasos, 
campanas  y tubos.  La  cubeta  hidro-neumática  no  puede  servir  para  exa- 
minar el  cloro-oxicarbónico , el  cloruro  de  boro , el  fluoruro  bórico , el 
fluoruro  silícico  y el  cianógeno,  porque  se  descomponen  en  contacto  del 
agua.  La  hidrargiro-neumática  no  puede  servir  para  el  ácido  cloroso,  hi- 
pocloroso  y el  clorhídrico , porque  se  descomponen.  Todos  los  demás  pa- 
san al  través  del  agua  y del  mercurio  sin  descomponerse  ; puede , por  lo 
tanto  , servirse  el  químico  de  cualquiera  de  las  dos. 

Modo  de  reconocer  los  gases. 

Si  la  sustancia  sospechosa  que  se  nos  presenta  para  la  análisis  es  ga- 
seosa, y no  la  reconocemos  por  sus  propiedades  físicas , habrá  que  apelar 
á ciertos  tanteos.  Hay  que  introducir  un  poco  del  gas  en  un  tuno  de  vi- 
drio de  los  de  ensayo  ó de  un  diámetro  algo  menor , que  pueda  taparle 
el  operador  con  el  pulpejo  del  dedo,  en  el  acto  de  agitar  la  disolución  que 
se  introduzca.  Para  que  en  el  momento  de  poner  en  este  tubo  un  poco  de 
la  sustancia  gaseosa  no  se  mezcle  con  ella  el  aire  atmosférico,  hay  que 
poner  el  frasco  ó vaso  que  le  contenga  dentro  del  mercurio  ó del  agua; 
es  decir,  en  el  líquido  donde  no  sea  el  gas  soluble.  De  este  líquido  se  hace 
pasar  á las  probetas  ó tubos  de  vidrio  pequeñas  cantidades  del  gas  que 
se  ha  de  analizar , para  lo  cual  basta  inclinar  un  poco  la  campana  ó vaso 
que  le  contenga , y colocar  la  probeta  llena  de  agua  ó mercurio  en  el 
punto  donde  suben  las  burbujas  del  gas. 

Se  echa  cierta  cantidad  de  potasa  en  el  tubo  lleno  ya  del  gas , y se  sa- 
cude para  ver  si  es  ó no  absorbible ; debe  cuidarse  de  tapar  perfecta- 


- 710  — 

monte  la  extremidad  abierta  del  tubo.  En  seguida  se  trata  la  disolución  con 
los  reactivos  de  los  ácidos,  puesto  que  tenemos  una  sal  de  potasa,  cuyo 
ácido  es  uno  de  los  gases.  Si  hay  reacción  , es  absorbible  por  la  potasa  ; 
¡i  no  la  hay,  no  es  absorbible.  Con  esto  sabemos  á qué  grupo  pertenece, 
y vamos  á ver  á qué  división  de  cada  grupo  corresponde. 

Se  toma  otro  tubo  lleno  de  gas,  no  se  mete  en  él  potasa  y se  le  arrima 
una  cerilla  encendida : si  se  inflama,  pertenece  á la  primera  sección  del 
grupo  de  absorbibles  ó no  absorbibles  por  la  potasa;  si  no  se  inflama, 
corresponde  á la  segunda  sección  de  uno  de  dichos  grupos. 

Supongamos  que  el  gas  que  tenemos  entre  manos  es  de  los  que  son 
absorbidos  por  la  potasa.  Los  unos  son  solubles  en  grande  cantidad  en 
un  poco  de  agua;  los  otros  muy  poco  solubles.  Son  de  los  primeros:  el 
clorhídrico,  bromhídrico  , yodhídrico , flúor- silícico  , cianhídrico  y amoníaco. 
Son  de  los  segundos  el  ácido  carbónico  , el  sulfuroso,  el  cloro , el  cianógeno, 
el  sulfhídrico , el  selenhidrico  y el  flúor-bórico  telurkidrico. 

Se  distinguen  luego  los  siete  primeros  por  sus  reactivos  especiales, 
obrando  estos  sobre' la  disolución.  Algunos  de  ellos  se  revelan  por  sus 
propiedades  físicas. 

Los  siete  últimos  son  fáciles  también  de  reconocer ; hay  tres  que  no 
arden  en  contacto  con  el  aire  atmosférico ; son  el  carbónico  , el  sulfuroso, 
y el  cloro ; los  otros  cuatro  arden  inflamados  al  aire.  Su  olor  particular 
los  revela  á todos  : solo  el  carbónico  es  inodoro,  pero  se  descubre  con  el 
agua  de  cal,  dando  un  precipitado  blanco  soluble  con  efervescencia  casi 
con  todos  los  ácidos  solubles. 

Supongamos  , al  contrario,  que  el  gas  es  de  los  que  no  son  absorbidos. 
Hay  que  reconocerlos  por  ciertas  propiedades  especiales  que  los  carac- 
terizan. 

Unos  arden  aproximándoles  un  cuerpo  en  ignición;  otros  no,  lo  cual  ya 
los  distingue  en  dos  secciones.  Veamos  primero  íos que  arden  dando  una  11a- 
ma  azulada  ó azul  débil.  Son:  el  hidrógeno,  el  carburo  tetrahídrico  y el  óxido 
de  carbono;  luego  los  que  la  dan  brillante,  el  carburo  hídrico  ; blanca,  el 
hidrógeno  fosforado;  lívida,  el  arseniuro  Irihidrico  y el  hidrógeno  anlimoniado . 

¿Arde  con  llama  azul,  es  inodoro  y no  produce  precipitado  negro  con 
el  nitrato  argéntico?  Es  el  hidrógeno. 

¿Arde  con  llama  azul  débil  y no  le  absorbe  el  potasio  calentado  con  él 
en  mercurio?  Es  el  carburo  lelrahídrico.  ¿Le  absorbe  el  potasio?  Es  el 
óxido  de  carbono. 

¿Arde  con  llama  brillante?  Es  el  carburo  dihídrico. 

¿Arde  dando  humo  blanco,  de  olor  desagradable  y que  ennegrece  el 
papel  de  tornasol?  Es  el  hidrógeno  fosforado. 

¿Arde  con  llama  lívida  y deja  un  sedimento  moreno-negruzco  en  la 
probeta  puesta  al  revés;  es  absorbido  por  el  nitrato  de  plata  y precipita 
en  negro,  y deja  anillos  de  color  oscuro  ó de  chocolate  en  un  punto  ca- 
lentado de  un  tubo  angosto  por  donde  le  hace  pasar?  Es  el  arseniuro  tri- 
hídrico  ó el  hidrógeno  anlimoniado.  Es  el  primero,  si  el  anillo  se  disuelve 
en  el  ácido  nítrico;  es  el  segundo,  si  se  disuelve  solo  en  el  clorido-ní- 
trico  ó agua  régia. 

¿No  arde , pero  activa  la  combustión?  es  el  oxígeno  ó el  óxido  nítrico. 

¿»e  forman  vapores  rutilantes  con  óxido  nítrico?  El  oxiqeno. 

¿Wo  se  forman  esos  vapores?  El  óxido  nitroso. 

tilantes Oxido  níír' t0  ^ C0ntaCt0  COn  a*re  alraosf(!rico  da  vapores  ru- 


- 711  - 

¿No  arde  ni  activa  la  combustión  ; es  inodoro,  y no  da  resultados  con 
ninguno  de  los  reactivos?  El  nitrógeno  ó ázoe. 

Algunos  de  estos  gases , cuando  se  les  prende  fuego , detonan  fuerte- 
mente , y puede  haber  sus  peligros  , en  especial  con  el  carburo  hídrico. 

Excusado  es  advertir  aue  aquí , como  en  la  análisis  de  las  sales  ó cuer- 
pos sólidos  y líquidos,  luego  de  reconocido  el  gas  por  un  carácter,  se 
pasa  á los  corroborantes  para  acabarnos  de  asegurar  cuál  sea. 

Hemos  advertido  que  no  trataríamos  aparte  de  la  mezcla  de  los  gases 
entre  sí , ni  con  líquidos  ni  con  sólidos , diciendo , al  tratar  del  tercer 
caso , cuatro  palabras  sobre  estas  mezclas ; vamos  , pues  , á hacerlo. 

En  cuanto  á las  mezclas  de  gases  con  sólidos  ó líquidos , claro  es  de 
ver  que  estos  los  absorben , y para  separarlos  basta  calentar  y recogerlos 
en  vasos  cerrados , ó bien  tomarlos  con  sus  disolventes  líquidos , si  son 
sólidas , y en  seguida  obrar  como  si  estuviesen  solos. 

Respecto  de  la  mezcla  de  los  gases  entre  sí,  se  separan  fácilmente, 
porque  podrán  ser  los  unos  absorbibles  por  la  potasa,  y otros  no;  los 
unos  inflamables,  los  otros  no  inflamables;  lo  cual  ya  basta  para  aislar 
los  unos  de  los  otros. 

Si  los  gases  mezclados  tuviesen  por  igual  estos  dos  caractéres , las  reac- 
ciones respectivas  los  irán  revelando  cada  uno  de  por  sí , y por  lo  mismo 
los  separarán , y el  caso  será  como  si  fueran  puros. 

Como  estos  casos  no  son  frecuentes , basta  lo  dicho  respecto  de  los 
gases. 

CUABTO  CASO. 

Marcha  que  hay  que  seguir  para  analizar  una  sustancia  sospechosa,  que  está 
mezclada  con  otras , y la  mezcla  es  enteramente  liquida . 

Cuando  se  nos  presenta  un  veneno  mezclado  con  otras  sustancias, 
siendo  la  mezcla  enteramente  líquida,  se  examinan  atentamente  sus  pro- 
piedades físicas,  color,  olor,  etc. , y se  ve  si  es  orgánica,  ó inorgánica,  ó 
una  mezcla  de  sustancias  pertenecientes  á los  dos  reinos.  La  liquidez 
puede  ser  natura!,  por  serlo  á la  temperatura  ordinaria  los  cuerpos  ó sus- 
tancias mezcladas,  ó bien  pueden  haberse  disuelto  en  el  agua  ó el  líquido 
de  la  mezcla. 

Si  la  simple  vista  no  basta , se  hace  uso  de  una  lente , y ya  se  ve  con 
toda  luz,  ya  á una  luz  difusa,  ya  se  examinan  á la  oscuridad. 

Muchas  veces  será  fácil  conocer  la  mezcla,  ó por  lo  menos  el  vehículo 
líquido  con  el  cual  se  ha  mezclado  el  veneno;  vino,  leche,  café,  té, 
caldo,  tisanas  ó cualquiera  de  las  bebidas  comunes,  acaso  también  líqui- 
dos medicinales. 

En  semejantes  casos , el  uso  frecuente  que  hacemos  de  esos  líquidos 
nos  pondrá  en  el  conocimiento  de  su  naturaleza. 

Lo  esencial  aquí  es  conocer  el  veneno  que  se  ha  mezclado  con  ellos. 

Si  hay  algunos  venenos  que  no  alteran  el  color,  el  olor,  el  sabor  y la 
consistencia  de  los  líquidos  ó bebidas  con  la$, cuales  se  mezclan ; en  otros 
casos,  los  más,  por  no  decir  en  todos,  no  sucede  así:  sus  propiedades 
físicas  se  alteran  , á consecuencia  de  las  reacciones  ejercidas  por  la  sus- 
tancia venenosa  sobre  los  principios  de  esos  líquidos. 

Así,  por  ejemplo,  los  metaloídeos  fósforo , cloro,  yodo  y bromo  tiñen 
las  materias  orgánicas  líquidas,  ó destruyen  los  colores  vegetales  en 
tanto  que  se  acidifican. 


- 715 


» 

Fl  vodo  vuelve  azules  las  materias  feculentas. 

Los  ácidos  enrojecen  los  colores  azules-,  violados,  verdes;  coagulan 
los  líquidos  albuminosos,  caseosos, 'v  tiñen  de  amarillo  las  materias  or- 
gánicas, ó bien  en  negro ; el  ácido  nítrico , por  ejemplo,  hace  lo  primero, 
v lo  segundo,  los  sulfúrico,  clorhídrico,  fosfórico  y acético.  El  oxálico  los 

^Lo^venenos  alcalinos  enverdecen  los  colores  vegetales , y vuelven  in- 
coagulables los  líquidos  albuminosos , caseosos  y fibrinosos. 

Las  sales  alcalinas  neutras  tienen  poca  acción  sobre  las  materias  or~ 

^En^ambio , las  preparaciones  arsenicales,  mercuriales,  cúpricas,  an- 
timoniales, plúmbicas,  estánnicas,  bismúticas,  férricas,  zíncicas,  áuri- 
cas,  argénticas,  etc. , forman  con  los  líquidos  indicados  , lo  mismo  que 
conlos  principios  plásticos  de  los  tejidos,  compuestos  insolubles  ó coá- 


gulos. 

El  agua  descompone  muchas  sales  metálicas , transformándolas  en  su  fo- 
sales insolubles  ó sales  ácidas  solubles , como  los  proto-cloruros  de  es- 
taño, de  antimonio,  las  sales  de  bismuto,  los  nitratos  y sullátos  de  mer- 
curio. Otras  son  descompuestas  y precipitadas  por  las  sales  que  el  agua- 
contiene  en  disolución,  cuando  no  es  destilada;  así  sucede  con  las  de  ba- 


rita , plomo , plata  , etc. 

Por  otra  parte  , los  líquidos  orgánicos  ácidos  saturan  los  venenos  alca- 
linos ; desalojan  el  gas  de  las  sales  venenosas  que  le  contienen , como  los 
hipocloritos , su  1 furos  y polisulfuros , haciendo  desprender  el  cloro  en 
aquellos,  y el  ácido  sulfhídrico  en  estos. 

A su  vez , los  líquidos  orgánicos  alcalinos  saturan  los  ácidos  y descom- 
ponen las  sales  formadas  por  óxidos  insolubles. 

El  amoníaco  y el  ácido  sulfhídrico  , que  naturalmente  se  engendran  en 
las  sustancias  putrefactas , pueden  también  reaccionar  sobre  ciertos  ve- 
nenos, y alterarlos,  el  amoníaco  á la  manera  de  los  álcalis,  y el  ácido 
sulfhídrico,  transformándolos  en  sulfuros  insolubles. 

De  estas  simples  y generales  indicaciones  se  desprende  cuántos  cambios 
pueden  presentar  las  mezclas  líquidas  envenenadas,  que  nos  pondrán  al 
corriente  de  este  hecho ; unas  veces  podrán  disfrazar  el  color,  el  olor  y el 
sabor  de  los  venenos , no  alterando , por  lo  mismo  el  de  las  sustancias 
alimenticias ; otras  veces,  al  contrario,  les  darán  sabor  amargo,  ácre, 
metálico,  azucarado,  oleoso,  ele.,  todo  lo  cual  sirve  por  lo  menos  para 
pensar  acto  continuo  que  la  mezcla  es  sospechosa. 

Sin  embargo,  todo  eso  no  pasa  de  ser  indicio  vago , que  raras  veces, 
por  no  decir  ninguna,  bastará  para  resolver  el  problema.  La  análisis  se 
hace  indispensable. 

Aquí , como  en  los  casos  anteriores  , si  no  pudiéramos  conocer  á sim- 
ple vista  á qué  reino  pertenece  la  mezcla , se  procederá  del  propio  modo 
que  lo  llevamos  expuesto  en  el  primer  caso  y el  segundo. 

Reconocido  que  la  mezcla  es  inorgánica  ú orgánica , ó las  dos  cosas  á 
la  vez,  se  pasa  á averiguar  si  es  neutra , ácida  ó alcalina  , empleando  los 
mismos  medios  ya  expuestos,  y pasando  en  seguida  á la  aplicación  de 
los  reactivos , según  lo  que  dé  este  ensayo. 

Sin  embargo , cuando  se  trata  de  mezclas  líquidas , como  casi  siempre, 
por  no  decir  siempre , son  alimenticias , ó están  cargadas  de  sustancias 

anfpriír  té  r Pr.esencia  de  estas  altera  las  reacciones,  y no  nos  las  deja 
1 an  íácilinente,  como  en  los  casos  que  ya  llevamos  supuestos. 


- 713  - 

Mientras  la  mezcla  de  un  veneno  sea  con  otra  sustancia  mineral  inerte 
ó venenosa  también , no  habrá  grandes  dificultades  para  descubrirla , y 
es  tan  sencillo,  que  ni  nos  ocuparemos  en  ello. 

¿Qué  importa,  en  efecto,  que  en  vez  de  una  sustancia  venenosa  haya 
dos  ó tres,  ó que  cada  una  esté  mezclada  con  un  líquido  mineral?  Todo 
cuanto  hemos  dicho  al  tratar  del  modo  de  descubrir  una  sustancia  vene- 
nosa , sólida  ó liquida  sola , es  aplicable  á los  casos  en  que  hay  dos  ó 
más;  los  reactivos  propios  las  van  aislando  y revelando.  Analizar  mez- 
clas de  venenos,  es  analizar  mas  de  un  veneno,  pero  siempre  siguiendo 
las  mismas  reglas. 

Cuando  los  líquidos , con  los  cuales  esté  mezclado  el  veneno,  líquido 
también  ó disuelto,  son  orgánicos,  ya  es  otra  cosa;  porque  estas  sustan- 
cias disfrazan  la  acción  de  los  reactivos  , y por  lo  mismo  hay  que  obrar 
sobre  ellos,  para  desembarazar  el  veneno  y ponerle  mas  libre  y en  esfera 
de  actividad  con  los  reactivos. 

Las  sustancias  orgánicas  colorantes  constituyen  uno  de  esos  obstáculos 
ó estorbos;  por  lo  mismo,  los  autores  han  discurrido  varios  medios  para 
desembarazarse  de  ellas. 

Lo  primero  que  les  ha  ocurrido  cón  este  objeto  ha  sido  el  empleo  del 
carbón  en  polvo,  como  sustancia  muy  á propósito,  en  efecto,  para  rete- 
ner el  color,  filtrando  y dejar  el  líquido  filtrado  incoloro;  se  coloca  en 
un  embudo  encima  de  un  poco  de  algodón  en  rama  , y se  echa  en  él  el 
licor  para  filtrarle  una  ó mas  veces,  hasta  que  pierda  el  color.  Harto  es 
sabido  que  bajo  este  punto  de  vista  el  carbón  animal  es  muy  usado  para 
clarificar  el  vinagre , el  azúcar  y otras  cosas. 

Si  el  carbón  vegetal  ó animal,  que  para  el  caso  da  lo  mismo,  no  ab- 
sorbiese mas  que  las  sustancias  colorantes,  seria,  en  efecto,  un  medio 
muy  abonado  para  destruir  las  mezclas,  donde  hemos  de  buscar  la  pre- 
sencia de  un  veneno.  Mas  el  carbón  tiene  la  propiedad  de  absorber  tam- 
bién muchas  sustancias  venenosas ; y si  no  tuviéramos  en  cuenta  esta 
circunstancia,  podríamos  incurrir  en  errores  graves,  si  viendo  que,  en 
lo  filtrado,  los  reactivos  no  descubren  el  veneno,  dijéramos  que  la  mez- 
cla no  estaba  envenenada  , no  le  contenia. 

En  el  estado  actual  de  la  ciencia  , y después  de  ios  bellos  trabajos  he- 
chos sobre  este  particular  por  Wasington,  Hopff,  Wepper  y Chcvalier, 
ningún  médico  legista  se  atreverá  á concluir  que  un  líquido  no  contiene 
veneno,  si,  después  de  destefiido  por  el  carbón,  no  descubre  en  el  líquido 
filtrado  la  presencia  del  tósigo.  Solo  podría  estar  autorizado  para  afir- 
marlo, examinando  á su  vez  el  carbón  empleado  para  desteñir,  y en  él 
no  hallase  tampoco  la  sustancia  venenosa. 

La  importancia  de  este  punto  me  hace  creer  de  utilidad  consignar 
aquí  los  siguientes  datos  sobre  la  propiedad  que  tiene  el  carbón  , no  solo 
de  retener  las  sustancias  colorantes,  sino  también  las  venenosas.  Es  la 
copia  literal  de  una  nota  que  mi  amigo  el  señor  D.  Magin  Bonet , cate- 
¡ático  de  química  del  Instituto  industrial  de  esta  córte,  tuvo  la  bondad 
ue  proporcionarme. 

El  carbón,  no  solo  separa  las  materias  colorantes  disueilas  en  el  agua, 
sino  ñu?  senara  igualmente  de  esta  la  cal  y las  sales  calizas , como  ya  lo 
reconoció  1 ayen.  Graham,  de  otra  parte,  ha  notado  á su  vez  la  acción  del 
carnon  sobre  el  yodo  disuelto  en  el  yoduro  potásico  en  estado  de  yoduro 
yodurado,  sobre  las  subsales  de  plomo  solubles,  sobre  los  óxidos  metá-» 
heos  disueltos  en  el  amoníaco  y en  la  potasa. 


- 71  í - 


Hé  aquí  los  hechos  mas  notables,  así  bajo  el  aspecto  teórico,  como  de 
la  práctica. 

£1  carbón  vegetal  fija  las  sales  de  plomo,  el  acetato  y el  nitrato,  sobre 
todo,  ora  estén  disueltas  en  el  agua , ora  en  alcohol , vino  ó vinagre. 

Esta  fijación , que  ya  se  verifica  en  frió,  es  mucho  mas  rápida  por  la 
acción  del  calor. 

Se  necesita  mas  del  carbón  vegetal  que  del  animal  para  esta  sustrac- 
ción. Efectivamente.  Para  quitar  en  frió  50  centigramos  de  acetato  de 
plomo  disueltos  en  100  gramos  de  agua,  bastan  5 gramos  de  carbón  ve- 
getal y cinco  dias  de  contacto; 

Para  quitar  á 100  gramos  de  agua  destilada  50  centigramos  de  nitrato 
de  plomo,  seis  dias  de  contacto  y 10  gramos  de  carbón  vegetal; 

Para  quitar  en  frió  á 100  gramos  de  agua  1 gramo  de  acetato  de  plomo, 
1 gramo  de  carbón  animal  no  lavado  y cuarenta  y ocho  horas  de  con- 
tacto ; 

Para  quitar  en  frió  á 100  gramos  de  agua  50  centigramos  de  nitrato  de 
plomo,  2 gramos  50  centigramos  de  negro  animal  sin  lavar  y cuarenta 
y ocho  horas  de  contacto  ; 

Para  quitar  en  frió  á 32  gramos  de  alcohol  50  centigramos  de  acetato 
de  plomo,  1 gramo  de  carbón  sin  lavar  y veinte  y cuatro  horas  de  con- 
tacto ; 

Para  quitar  en  frió  á 50  gramos  de  vinagre  50  centigramos  de  acetato 
de  plomo,  1 gramo  de  carbón  y veinte  y cuatro  horas  de  contacto ; 

Los  ensayos  hechos  con  los  ácidos  nítrico  y clorhídrico  han  demos- 
trado que  el  carbón  no  les  quita  el  plomo  que  tienen  disuelto; 

Los  ensayos  hechos  con  el  negro  animal  lavado  y purificado  del  fos- 
fato y del  carbonato  de  cal , han  demostrado  que  eran  menester  1 gramo 
del  negro  en  cuestión  y veinte  y cuatro  horas  de  contacto,  para  quitar  á 
100  gramos  de  agua  50  centigramos  de  acetato  de  plomo; 

Dos  gramos  y 50  del  mismo  carbón  y cuarenta  y ocho  horas  de  con- 
tacto, para  quitar  á 100  gramos  de  agua  50  centigramos  de  nitrato  de 
plomo ; 

Un  gramo  de  carbón  y veinte  y cuatro  horas  de  contacto,  para  quitar  á 
50  gramos  de  vinagre  50  centigramos  de  acetato  de  plomo ; 

Un  gramo  de  carbón  lavado  y veinte  y cuatro  horas  de  contacto,  para 
quitar  á 50  gramos  de  vinagre  50  centigramos  de  acetato  de  plomo ; 

Dos  gramos  de  carbón  y cuarenta  y ocho  horas  de  contado,  para  de- 
colorar 150  gramos  de  vino  tinto  que  contenga  50  centigramos  de  acetato 
de  plomo  y quitarle  esta  sal ; 

Resulta  de  los  experimentos  hechos  con  el  auxilio  del  calor,  que  se  ne- 
cesitan : 


Un  gramo  de  carbon  sin  lavar  y dos  minutos  de  ebullición  para  quitar 
á 100  gramos  de  agua  50  centigramos  de  acetato  de  plomo  ; 

Dos  gramos  60  centigramos  de  carbón  y dos  minutos  de  ebullición 
para  quitar  á 100  gramos  de  agua  50  centigramos  de  nitrato  de  plomo; 

Un  gramo  de  carbón  sin  lavar  y cinco  minutos  de  ebullición , para 
quitar  á 50  gramos  de  vinagre  50  centigramos  de  acetato  de  plomo ; 

Dos  gramos  de  carbón  sin  lavar  y cinco  minutos  de  ebullición  para  de- 
de pk^  gramos  de  vino  tinto  y quitarle  50  centigramos  de  acetato 

Los  ensayos  hechos  con  el  carbón  lavado  han  demostrado  que  este 
cuerpo  quita , como  el  que  no  lo  ha  sido,  las  sales  de  plomo  al  agua,  al 


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vinagre  y al  vino , bastando  para  ello  algunos  minutos  de  ebullición. 

Examinando  el  agua  en  cuyo  seno  el  carbón  lavado  reaccionó  sobre  el 
acetato  y el  nitrato  de  plomo,  se  reconoce  que  esta  agua  contiene  ácidos 
acético  o nítrico  libres. 

Además,  si  en  una  retorta  se  pone:  l.°  acetato  de  plomo,  agua  y car- 
bón lavado’,  y se  hace  hervir,  con  el  agua  que  se  destila  se  marcha  ácido 
acético;  2.°  nitrato  de  plomo,  carbón  lavado  y agua  , y se  destila , en  el 
producto  se  encuentra  el  ácido  nítrico.  De  otra  parte,  en  el  líquido  de  la 
retorta  se  encuentra  en  el  primer  caso  ácido  acético,  y nítrico  en  el  segun- 
do , ambos  en  estado  de  libertad. 

De  lo  dicho  se  desprende  que  el  carbón  , además  de  las  materias  colo- 
rantes , fija  al  mismo  tiempo  los  óxidos  metálicos,  ora  estén  directamente 
disueltos  en  los  líquidos,  ora  á beneficio  de  un  ácido  en  estado  salino, 
formándose  con  ellos  y el  carbón  compuestos  insolubles,  y quedando  el 
ácido  en  libertad. 

El  extracto  de  hombrecillo,  de  genciana , el  áloes , la  nuez  vómica , la 
morfina,  el  sulfato  de  quinina,  se  fijan  del  todo  sobre  el  carbón,  emplea- 
dos en  la  proporción  necesaria,  y los  líquidos  que  estén  saturados  de  di- 
chos principios  pueden  perder  todo  su  amargor. 

La  mayor  parte  de  las  sales  metálicas  pueden  á su  vez  ser  descom- 
puestas por  el  carbón,  como  se  ha  dicho  mas  arriba  del  acetato  y del 
nitrato  de  plomo.  En  este  caso  se  encuentran,  entre  otras,  los  sulfatos 
de  cobre,  zinc,  de  protóxido  de  hierro,  de  cromo;  el  nitrato  mercúrico, 
el  emético;  el  sublimado  corrosivo;  el  acetato  férrico;  los  nitratos  de 
níquel,  cobaltoso,  argéntico  y mercurioso. 

Es  muy  posible  que  esta  propiedad  del  carbón  sirva  en  lo  sucesivo 
como  de  base  para  un  nuevo  método  de  descubrir  y revelar  las  sustan- 
cias venenosas  contenidas  en  los  líquidos  orgánicos. 

Algunos  autores  , viendo  que  el  carbón , no  solo  se  lleva  las  sustancias 
colorantes , sino  también  las  venenosas,  han  propuesto  servirse  del  cloro, 
el  cual  destiñe  bastante  bien,  aunque  no  tanto  como  el  carbón;  hacen 
pasar  una  corriente  de  cloro  lavado  al  través  del  licor,  hasta  que  se 
quede  descolorido,  y luego  se  calienta  para  echar  el  cloro  que  pueda 
quedar  en  él.  Este  medio  tiene  el  grave  inconveniente  de  precipitar  y 
descomponer  algunos  venenos,  como  los  yoduros,  las  sales  de  plata, 
plomo  y protosales  de  mercurio. 

Otros,  viendo  los  inconvenientes  del  carbón  y del  cloro,  prefieren  eva- 
porar los  licores  hasta  sequedad,  y carbonizar  el  resto. 

Podemos , pues , abstenernos  de  quitar  el  color  á los  líquidos , tanto 
mas,  cuanto  que,  antes  de  obrar  sobre  ellos  con  los  reactivos,  tenemos 
que  practicar  otras  operaciones , después  de  las  cuales,  ya  no  hay  ese  obs- 
táculo, porque  las  sustancias  orgánicas  coloradas  y sin  color  ya  han  des- 
aparecido, y por  lo  mismo  no  nos  impiden  ver  las  reacciones. 

¡ !^anoos  ’ pues  , nuestra  exposición  sobre  la  marcha  que  hay  que  se- 
la  m'ezclahquñl  ana^Za  Una  sustanc^a  venenosa  que  está  mezclada,  siendo 

rd'Phnv  CaS(?  se  encuentre  el  líquido,  ácido  ó alcalino,  si  en  la  mez- 
Lí!S  iias  orgánicas,  se  trata  con  alcohol  puro  y concentrado, 
en™  coagula  una  gran  parte  de  la  sustancia  orgánica.  Hecho  esto,  se 
‘ 'P  por  medio  del  filtro  de  pliegues.  El  líquido  filtrado  se 

;c  ■ en  una  retorta  de  vidrio,  colocada  en  un"  baño  de  maría , el  que  á 
su  vez  descansa  en  una  hornilla.  Al  cuello  de  la  retorta  se  adapta  un  re- 


- 716  — 

cipiente,  enfriándole  de  continuo  con  una  esponja  empanada  de  agua 
fría , y haciendo  que  esté  en  comunicación  con  una  probeta  llena"  de 
agua  ó de  mercurio,  y se  hace  destilar  hasta  que  se  quede  el  material  de 
la  retorta  enteramente  desecado.  La  temperatura  debe  ser  de  60  á 80 
grados,  luego  se  echa  en  el  baño  cloruro  de  sodio. 

El  recipiente  debe  mudarse  á cada  elevación  de  temperatura,  para  re- 
coger los  productos  volátiles  de  un  modo  desigual. 

Si  hay  ácidos  ó álcalis  volátiles,  van  á condensarse  en  el  recipiente;  las 
sustancias  fijas  se  quedan  en  la  retorta.  En  este  caso  tendrémos  ya  tan 
solo  que  reconocer  cuál  es  el  ácido,  ó cuál  el  álcali  que  se  ha  volatili- 
zado, buscándole  en  el  recipiente  ; cuál  el  que  ha  quedado  fijo,  buscán- 
dole en  la  retorta.  Los  reactivos  de  los  ácidos  y álcalis  nos  dirán  cuál  de 
ellos  sea.  En  cuanto  lleguemos  á este  punto,  tiene  completa  aplicación  lo 
que  llevamos  expuesto,  relativamente  á los  casos  en  que  la  sustancia  está 
sola  y es  líquida  , ácida  ó alcalina.  Los  coágulos,  obtenidos  por  medio 
del  alcohol  y la  desecación  , se  tratan  como  dirémos  en  el  sexto  caso. 

Cuando  las  sustancias  líquidas  sean  neutras,  se  harán  hervir,  de  treinta 
á cuarenta  minutos,  en  una  cápsula  de  porcelana  colocada  en  una  horni- 
lla evaporatoria  sostenida  por  un  triángulo  de  hierro,  diluyéndolas  en  un 
poco  de  agua , si  están  demasiado  espesas.  El  calor  coagula  en  parte  las 
sustancias  orgánicas  ; se  filtra  y se  separa  este  coágulo  obtenido  por  el 
calor ; se  concentra  en  una  cápsula  de  porcelana  el  líquido  filtrado  eva- 
porando, y cuando  ya  está  bastante  concentrado,  é tenga  la  consistencia  de 
jarabe , se  enfria  y se  trata  con  el  alcohol  de  44  grados  , el  cual  da  lugar 
á que  se  forme  un  sedimento  de  materia  orgánica  , en  tanto  que  se  debi- 
lita , y tal  vez  contiene  en  disolución  los  principios  inmediatos  de  la  sus- 
tancia venenosa  orgánica  y la  inorgánica.  Con  el  filtro  se  separa  también 
este  coágulo,  y se  guarda  con  el  obtenido  por  el  vapor. 

El  licor  filtrado  se  diluye  en  agua  y se  divide  en  dos  partes : la  una 
debe  ser  tratada  con  el  subacetato  de  plomo,  propio  para  descubrir  los 
principios  vegetales  alcaloideos,  y la  otra  con  el  ácido  sulfhídrico,  acidu- 
lando antes  el  licor  con  unas  gotas  de  hidroclórico,  con  el  objeto  de  reve- 
lar los  óxidos  metálicos  que  pudiese  contener  la  mezcla. 

Según  que  sea  el  subacetato  ó el  ácido  sulfhídrico  el  que  dé  la  reac- 
ción , se  abandonan  ya  todos  los  tanteos  relativos  á venenos  orgánicos  é 
inorgánicos.  Si  el  veneno  es  orgánico,  algún  alcaloideo  ó ácido  vegetal, 
el  subacetato  de  plomo  es  descompuesto ; tal  vez  el  ácido  acético  se  com- 
bina con  un  alcaloideo  formando  un  acetato ; tal  vez  es  desalojado  por 
otro  ácido  mas  enérgico.  De  todos  modos,  habrá  que  someter  luego,  si  no 
es  el  plomo  el  precipitado,  lo  resultante  á una  corriente  de  ácido  sulfhí- 
drico que  precipite  y separe  el  metal  de  la  sustancia  orgánica , la  que 
será , por  último,  reconocida  por  los  reactivos  especiales. 

Si  se  obtuviesen  resultados  con  el  ácido  sulfhídrico,  entonces  habría 
que  tratar  con  él  todo  el  licor  ó líquido  obtenido,  y puesto  que  dicho 
reactivo,  según  hemos  visto  mas  adelante , precipita  ciertos  óxidos  en 
determinado  color,  y hay  luego  otros  reactivos  que  van  distinguiendo  los 
precipitados , estarémos  ya  muy  cerca  de  poder  fijar  cuál  sea  ía  sustancia 
venenosa  que  se  halla  contenida  en  el  líquido. 

Hemos  visto  que  el  ácido  sulfhídrico  es  impotente  para  revelar  ciertas 
bases , en  cuyo  caso  le  sustituirá  el  sulfhidrato  amónico,  y por  último,  el 
carbonato  de  potasa  y este  álcali. 

Los  diversos  coágulos  obtenidos,  tanto  por  medio  del  calor  como  por 


— 717  - 

medio  del  alcohol  concentrado,  se  traían  como  diremos  luego  en  el  sexto 
caso. 

El  método  que  acabo  de  exponer  no  es  seguido  por  todos,  en  especial 
tratándose  de  las  sustancias  orgánicas , y sobre  todo  alcaloideas.  Los  au- 
tores se  dividen  en  el  modo  de  proceder  á esas  análisis , particularmente 
desde  que  tienen  ya  el  licor  preparado  para  someterle  á la  acción  de  los 
reactivos  generales  y especiales. 

Como  en  la  exposición  que  cada  uno  hace  de  su  método  involucran  los 
casos  de  sustancias  líquidas  y sólidas,  materias  extrañas  al  sugeto,  líqui- 
dos procedentes  del  tubo  digestivo  y órganos  del  mismo,  aplazaré  el  ha- 
blar de  esos  métodos  para  cuando  lleguemos  al  séptimo  caso ; lo  que  allí 
digamos  será  aplicable  á los  casos  cuarto , quinto  y sexto . Quiero  decir,  que 
podrá  procederse  para  estos , ó como  lo  acabo  de  exponer  para  el  cuarto, 
y k)  expondré  para  el  quinto  y sexto,  ó bien  como  lo  haré  en  el  séptimo,  refi- 
riéndome al  proceder  de  otros  autores. 

QUINTO  CASO. 

Marcha  que  hay  que  seguir  para  analizar  una  sustancia  que  está  mezclada  con 
otras , y la  mezcla  está  en  parte  liquida  y en  parte  sólida. 

La  primera  operación  que  hay  que  hacer  en  este  caso,  después  de  ha- 
ber examinado  las  propiedades  físicas  de  la  mezcla , y haber  sido  este 
examen  insuficiente,  consiste  en  separar  la  parte  líquida  de  la  sólida,  ya 
sea  decantando  el  licor,  ya  filtrando. 

Separada  la  parte  sólida  de  la  líquida,  se  empieza  por  examinar  esta, 
y se  procede  como  acabamos  de  indicarlo  en  el  caso  cuarto;  esto  es,  se 
hace  lo  mismo  que  si  la  sustancia  fuese  enteramente  líquida;  líquida  en- 
teramente es,  en  efecto,  puesto  que  con  la  decantación,  ó filtración,  la 
hemos  separado  de  la  sólida.  No  tengo,  por  lo  tanto,  nada  que  añadir. 

En  cuanto  á la  parte  sólida,  después  de  examinada  atentamente,  y si 
no  bastan  los  sentidos  naturales , se  echa  mano  del  microscopio , con  el 
fin  de  ver  si  se  encuentra  algún  veneno  en  sustancia , se  guarda  para  tra- 
tarla como  dirémos  en  el  caso  que  sigue. 

SEXTO  CASO. 

Marcha  que  hay  que  seguir  para  analizar  una  sustancia  sospechosa  que  está 
mezclada  con  otras,  y la  mezcla  es  enteramente  sólida. 

En  estos  casos,  si  el  examen  físico  no  alcanza  á revelar  la  naturaleza 
del  veneno,  determinado  quesea  orgánico  ó no,  ó todo  á la  vez,  hav 
que  echar  mano  de  la  mezcla  sólida,  cortarla  á pedacitos,  tomarla  con 
agua  destilada  y ensayar  luego  los  papeles  en  esa  agua;  y si  resulta  ácida, 
alcalina  ó neutra , se  somete  á la  acción  del  fuego  dentro  de  una  retorta, 
á cuyo  cuello  se  adapta  un  recipiente,  en  los  mismos  términos  indicados 
en  el  caso  cuarto.  Se  calienta  y hace  hervir  por  espacio  de  una  hora.  En 
el  recipiente  se  recogen,  condensadas,  las  materias  que  se  volatilizan  , y 
se  determinan  como  llevamos  indicado.  Lo  que  queda  fijo  en  la  retorta 
es  en  parte  líquido  y en  parte  sólido;  se  decanta  ó filtra  , y así  se  sepa- 
ran esas  dos  partes  de  diverso  estado.  La  parte  líquida , después  de  en- 
friada, se  trata  con  alcohol  de  44  grados;  se  vuelve  á filtrar,  guardando 


el  coágulo,  y el  licor  alcohólico  se  divide  en  dos  porciones  , como  lo  lí« 
vamos  dicho  en  el  caso  cuarto,  para  someterlas  también  á los  indican™, 
reactivos.  uos 

La  parte  sólida,  después  de  hacerla  hervir. con  mas  agua,  se  trata  con 
el  alcohol  concentrado  por  espacio  de  un  cuarto  de  hora;  así  se  disuel- 
ven los  principios  vegetales  que  puede  contener  esa  parte.  Luego  se  so- 
mete  por  espacio  de  una  ó dos  horas  á la  acción  del  ácido  hidroclórico 
debilitado,  pero  puro  , con  el  cual  se  atacan  varios  óxidos  metálicos  que 
pueden  contraer  combinaciones  con  dichos  principios,  transformándolos 
en  cloruros  solubles. 

Lo  mismo  que  esta  parte  sólida  son  tratados  los  coágulos  obtenidos  por 
el  calor  y el  alcohol  en  el  cuarto  y quinto  caso,  del  mismo  modo  la  parte 
sólida  de  la  mezcla  de  este  último. 

Puede  acontecer  que , á pesar  do  todas  estas  operaciones,  no  se  ob- 
tenga , ni  en  los  líquidos  ni  en  los  sólidos,  la  sustancia  venenosa.  En  este 
caso  hay  que  partir  los  coágulos  ó partes  sólidas  en  dos  porciones  : la  una 
se  trata  por  una  corriente  de  cloro  gaseoso , con  lo  cual  se  descubre  al- 
guna preparación  arsenical,  y la  otra  se  carboniza  con  varios  reactivos 
ó de  diferente  manera ; ó , por  último , se  incinera  el  carbón,  con  lo  que 
se  da  fin  á esta  clase  de  operaciones , puesto  que,  si  con  ellas  nada  se  ha 
obtenido  , es  ya  ocioso  intentar  nada  más. 

En  cuanto  al  modo  de  procederá  la  carbonización  ó incineración,  lo  ex- 
pondré en  el  séptimo  caso,  siendo  aplicable , no  solo  al  sexto , sino  á to- 
dos aquellos  en  los  que  se  trate  de  partes  sólidas  que  se  obtienen  en  los 
anteriores  con  las  coagulaciones  y filtraciones. 

Si  las  materias  sólidas  fuesen  tierra  tomada  de  un  cementerio  ó cual- 


quiera otra  parte , como  sucede  en  los  casos  de  exhumación  de  un  cadá- 
ver, cuyos  restos  se  han  de  examinar  químicamente  para  determinar  el 
origen  de  la  sustancia  sospechosa ; se  procederá , á poca  diferencia  , del 
propio  modo.  Sin  embargo,  para  mayor  claridad,  expondremos  breve- 
mente las  tres  operaciones  que  hay  que  emprender. 

1/  Se  hace  macerar  la  tierra  por  espacio  de  treinta  á cuarenta  horas 
en  suficiente  cantidad  de  agua;  se  filtra,  se  reducen  los  licores  y las  aguas 
con  que  se  lavan  los  residuos  sólidos  á un  pequeño  volumen , y se  ensa- 
yan los  reactivos  generales,  ó bien  los  propios  del  veneno  que  ya  se  haya 
descubierto  con  otros  tanteos. 

Si  es  negativo  el  resultado,  se  evapora  hasta  sequedad,  se  carboniza 
el  residuo  con  ácido  sulfúrico , se  trata  el  carbón  con  agua  acidulada  , y 
se  somete  al  aparato  de  Marhs , ó á los  reactivos. 

Puede  incinerarse  el  carbón  sulfúrico,  y tratarse  las  cenizas  con  acido 


nítrico  cuando  se  trate  de  metales  fijos. 

2/  Se  hace  hervir,  si  no  hay  resultado,  ó,  para  mayor  abundamiento, 
la  tierra  así  tratada,  con  suficiente  cantidad  de  agua  destilada,  por  espa- 
cio de  seis  á ocho  horas , teniendo  cuidado  de  renovar  el  agua  á medida 
que  va  menguando ; se  filtra , se  concentra  el  decocto  y se  somete  á las 

mismas  reacciones  que  lo  macerado.  , 

3.*  Si  tampoco  se  obtiene  nada,  ó,  para  complemento  de  prueba,  se 
trata  la  tierra  ó el  residuo  que  ha  servido  para  las  dos  operaciones  ane- 
riores  con  agua  fuertemente  acidulada  con  ácido  nítrico , clorhidn 
clorido-nítnco , ó el  sulfúrico,  hasta  que  no  haya  efervescencia,  se 
hace  hervir,  sosteniendo  constantemente  ácidos  los  licores;  se  _ 
lava  el  residuo  con  agua  destilada , se  concentran  los  licor 


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para  echar  el  exceso  de  ácido  , se  vuelven  á tomar  con  agua , y,  al  fin,  se 
ensayan  con  los  reactivos. 

Gomo  el  residuo  contiene  de  ordinario  sustancias  orgánicas , es  nece- 
sario carbonizar  préviamente , como  lo  dirémos  en  su  lugar.  Si  se  tratase 
de  ácido  arsenioso,  y se  hubiese  empleado  los  tres  ácidos  indicados , se- 
ria necesario  saturar  antes  los  licores  con  potasa , y echar  estos  ácidos 
con  el  sulfúrico. 

El  carbón  sulfúrico  puede  incinerarse  en  los  términos  que  expondré- 
mos.  Otro  tanto  podemos  decir  de  la  tierra  hervida  en  este  ácido , si  se 
trata  de  metales  fijos. 

Si  hay  materias  crasas  que  se  opongan  á que  los  ácidos  disuelvan  el 
veneno,  se  pueden  tratar  las  tierras  antes  con  potasa. 

SÉPTIMO  CASO. 

Marcha  que  hay  que  seguir  para  analizar  una  sustancia 
mezclada  con  las  sustancias  sólidas  procedentes  del  sugeto  intoxicado , ó contenidas 

en  sus  órganos. 

Fácil  es  comprender  que , después  de  haber  expuesto  cómo  se  procede 
para  analizar  una  sustancia  venenosa  mezclada  con  otras  sustancias  or- 
gánicas, ya  sea  la  mezcla  enteramente  líquida,  ya  en  parte  líquida  y en 
parte  sólida,  ya  enteramente  sólida;  podríamos  dar  por  concluida  esta 
tarea,  puesto  que  todo  es  aplicable  á las  mezclas  de  los  venenos  con  los 
sólidos  y líquidos  procedentes  del  sugeto  intoxicado.  En  el  fondo  todo 
es  igual , sea  cual  fuere  la  procedencia  de  las  sustancias  con  las  cuales 
esté  mezclado  el  veneno.  La  marcha  analítica  es  la  misma , los  aparatos  y 
utensilios  los  mismos,  los  mismos  los  reactivos  y los  mismos  los  resulta- 
dos, salvas  las  diferencias  anexas  á la  naturaleza  de  las  procedencias  y 
al  mayor  ó menor  tiempo  que  debe  emplearse  en  ciertas  operaciones,  ó 
la  mayor  ó menor  complicación  de  las  investigaciones,  según  que  el  ve- 
neno esté  mas  ó menos  fuertemente  unido  á las  sustancias  de  la  mezcla. 

Sin  embargo , he  querido  hablar  aparte  de  las  análisis  de  los  sólidos  y 
líquidos  procedentes  del  sugeto  intoxicado,  ya  como  una  ampliación  ven- 
tajosa de  lo  expuesto  en  los  casos  cuarto , quinto  y sexto,  ya  como  casos 
mas  frecuentes  y mas  prácticos  en  los  de  envenenamiento ; pues  casi  siem- 
pre hay  que  operar  sobre  mezclas  del  veneno  ó sus  combinaciones  con 
ios  sólidos  y líquidos  procedentes  del  sugeto  que  ha  sido  víctima  de  un 
tósigo. 

Hé  aquí  por  qué  me  he  contentado  con  dar  una  idea  general  de  los 
procedimientos  para  los  casos  cuarto,  quinto  y sexto,  reservándome  para 
el  actual  tratar  del  mismo  asunto  con  mas  extensión  de  datos,  y hacién- 
dome cargo  de  los  diversos  procederes  de  los  autores,  y por  qué  he  guar- 
dado igualmente  para  aquí  el  exponer  de  qué  modo  se  carbonizan  los 
residuos  sólidos  de  los  casos  anteriores  y las  materias  sólidas  de  los  mis- 
mos , y,  por  último,  de  qué  modo  se  incineran  los  carbones  obtenidos, 
cuando  con  las  anteriores  operaciones  no  se  ha  podido  obtener  vestigio 
alguno  del  veneno. 

Esto  sentado , veamos  cómo  se  procede  en  las  análisis  de  los  sólidos 
procedentes  del  sugeto  envenenado ; luego  hablarémos  de  las  análisis  re- 
lativas á los  líquidos. 

Las  materias  sólidas,  procedentes  del  sugeto  intoxicado  , pueden  ser, 


- lio  — 

casj  siempre  , ó las  arrojadas  por  vómitos  y cámaras  , ó Jas  conteni- 
das en  su  estómago  é intestinos , ó,  por  último , los  mismos  órganos. 

En  las  materias  procedentes  de  los  vómitos  y cámaras , y las  conteni- 
das en  el  estómago  é intestinos,  el  veneno  puede  hallarse  al  estado  só- 
lido, en  masa  ó en  polvo  simplemente  mezclado;  ó bien  líquido  ó di- 
suelto en  los  líquidos  de  aquellas,  ó combinado  con  sus  principios.  En 
los  órganos  que  le  hayan  absorbido , ó en  donde  hayan  ido  á parar,  pa- 
sados al  torrente  circulatorio , se  hallará , ó combinado  con  sus  princi- 
pios plásticos , ó bien  simplemente  contenido  en  ellos  y mas  ó menos  alte- 
rado , ó diferente  del  estado  en  el  que  fue  ingerido. 

Esa  diversidad  de  circunstancias  en  que  puede  hallarse  el  veneno,  res- 
pecto del  caso  actual , hace  que  sean  diversas  también  las  operaciones 
prévias.  Yeámoslas. 

Doy  por  supuesto  que  se  han  examinado,  pues  es  la  regla  mas  general, 
al  exterior,  ó sea  sus  propiedades  físicas,  aspecto,  color,  consistencia, 
olor,  acaso  sabor,  y esos  caractéres  que  dan  por  lo  menos  una  idea  bas- 
tante clara  de  su  naturaleza  ; esto  es,  respecto  de  las  materias  arrojadas 
por  vómitos  y cámaras,  y las  contenidas  en  el  estómago  ó intestinos,  si 
son  materias  alimenticias , mucosas,  biliosas,  sanguinolentas,  heces,  y 
paso  á indicar  qué  es  lo  que  se  hace  con  ellas. 

Se  examina  con  cuidado,  ya  á simple  vista,  ya  con  una  lente  de  au- 
mento á toda  luz,  á luz  difusa,  tal  vez  á oscuras,  como  en  los  casos  de 
fosforescencia,  ó al  microscopio,  esas  materias,  extendiéndolas,  si  es  po- 
sible, por  capas,  para  ver  si  hay  pcdacitos  de  alguna  sustancia  extraña, 
ó polvos  blancos  ó del  color  que  sea,  hojas,  raíces,  granos,  restos  de 
insectos,  etc.,  en  cuyo  casóse  van  separando  con  unas  pinzas  ó un  naipe, 
y colocando  en  cápsulas.  Acaso  se  apartarán  mejor,  lavando  las  materias 
con  agua  destilada. 

Si  las  materias  están  en  masa,  se  deslien  en  suficiente  cantidad  de 
agua,  siempre  destilada,  «orno  si  se  hiciese  una  papilla  clara,  y sepa- 
rando las  partes  mayores  y mas  consistentes,  se  deja  reposar  por  algunos 
instantes;  luego  se  decanta,  en  tanto  que  están  todavía  las  materias  or- 
gánicas en  suspensión  en  el  líquido.  El  poso  que  queda  se  deslie  de 
nuevo  en  otra  cantidad  de  agua,  y se  decanta  también.  Así  se  lavan  los 
residuos. 

Estas  lavaduras  se  hacen  dos  ó tres  veces,  y para  ello  se  emplean  va- 
sos cónicos.  Con  esto  se  logra , si  eí  veneno  es  mineral,  que  se  recoja  en 
forma  de  sedimento  en  el  fondo  del  vaso , porque  por  lo  común  las  sus- 
tancias minerales  son  mas  pesadas  que  las  orgánicas. 

Conseguida  la  separación,  ya  por  medio  del  filtro,  ya  decantando,  y 
desprovistos  de  sustancias  orgánicas  los  sedimentos , se  tratan  como  los 
venenos  sólidos , cuando  no  están  mezclados  con  otras  sustancias ; esto 
es , como  en  el  primer  caso. 

Claro  está  que  de  esta  suerte  solo  se  obtienen  los  cuerpos  insolubles  ó 
poco  solubles ; los  solubles  en  el  agua , si  ya  no  estaban  disueltos , se  di- 
solverán en  la  que  echemos  para  diluir,  como  no  existan  en  gran  can- 
tidad. ° 

Los  disueltos  se  obtendrán  filtrando  una  y mas  veces,  en  cuyo  caso  nos 
hallarémos  como  en  el  segundo;  esto  es,  cuando  las  sustancias  están  so- 
las y son  líquidas. 

Con  igual  cuidado  hay  que  examinar  los  vasos , frascos , botellas,  etc., 
e aonde  hayamos  sacado  las  sustancias , si  estaban  en  ellos  contenidas; 


- 721  — 

hay  que  lavarlos  con  agua;  y si  tienen  anfractuosidades,  relieves,  hoque- 
dades,  en  fin , donde  pueda  quedar  algo  que  no  nos  llevemos  con  el  agua, 
se  rompen , para  analizarlo  todo. 

Si  con  estas  primeras  operaciones  obtenemos  el  veneno  en  su  debida 
pureza,  después  de  haber  visto  si  es  orgánico  ó no,  si  es  ó no  soluble, 
dado  caso  que  no  se  haya  disuelto,  y de  ver  si  es  ácido,  alcalino  ó neu- 
tro , se  somete  á la  acción  de  los  reactivos  generales  y especiales , con- 
forme lo  hemos  expuesto  en  el  primer  caso. 

Si  no  se  ha  podido  separar  el  veneno  conforme  lo  hemos  supuesto ; si 
se  ha  disuelto , ó aun  cuando  le  hayamos  obtenido  de  aquella  suerte , se 
opera  sobre  las  demás  sustancias,  se  las  deja  macerar  en  el  agua  de  las 
lavaduras  durante  cierto  tiempo,  ó bien  se  las  hace  hervir  por  un  cuarto 
de  hora , ó media  hora , en  una  retorta , con  su  recipiente  rodeado  de 
agua  fresca  y demás  piezas  de  un  aparato  de  destilación , con  el  objeto 
de  recoger  los  venenos  volátiles  que  puedan  existir;  se  filtra  en  seguida 
que  se  ha  enfriado  , retirado  del  luego  este  cocimiento. 

Ad  recipiente  habrán  ido  á parar  los  cuerpos  volátiles;  los  fijos  queda- 
rán en  la  retorta.  Se  ensayan  los  primeros  con  el  papel  azul  y rojo  de 
tornasol  y el  jarabe  de  violetas , y conforme  sea  la  reacción,  así  se  tratan. 

Sucede  á veces  que  ni  lo  contenido  en  el  recipiente , ni  el  licor  de  la 
retorta,  está  bastante  concentrado  para  revelar  su  naturaleza  á los  reac- 
tivos. De  aquí  la  necesidad  de  concentrar  el  cocimiento  hasta  la  consis- 
tencia de  jarabe,  en  una  retorta  con  su  balón  rodeado  de  paños  mojados 
con  agua  fresca;  luego  se  continúa  la  destilación  en  un  baño  de  aceite  ó 
de  cloruro  de  calcio,  hasta  sequedad;  así  se  obtiene  bastante  cantidad 
de  veneno,  sin  llegar  á destruir  las  sustancias  orgánicas. 

Hecho  esto,  se  somete  de  nuevo  el  licor  del  recipiente  á la  acción  de 
los  reactivos. 

En  cuanto  á lo  contenido  en  la  retorta , se  toma  con  éter  ó alcohol  el 
residuo  de  la  retorta , si  había  dado  el  licor  la  reacción  ácida , y con  al- 
cohol de  36  grados  que  precipite  la  materia  orgánica,  si  ladió  alcalina  ó 
neutra  : se  filtra  y se  evapora. 

En  todos  los  casos  puede  hacerse  lo  mismo ; tratar  en  frió  con  alcohol 
las  materias  diluidas,  y filtrar;  tratar  lo  filtrado  con  alcohol  de  44  gra- 
dos en  caliente,  y volver  á filtrar,  y luego  someter  lo  filtrado  á la  acción 
de  los  reactivos. 

Estos  procedimientos , que  vienen  á ser  iguales  á los  ya  expuestos  en 
el  primer  caso  , tienen  el  inconveniente  de  no  dejar  completamente  des- 
provistos de  sustancias  orgánicas  ios  licores  que  se  han  de  someter  á la 
acción  de  los  reactivos,  complicando  las  operaciones,  y exigiendo  por 
parte  del  operador  gran  práctica  en  ellos.  Luego  veremos  cómo  pueden 
simplificarse. 

Cuando  los  venenos  están  contenidos  en  los  órganos  del  sugeto  intoxi- 
cado , no  solo  es  mas  difícil  separarlos  de  ellos,  sino  aislarlos  de  sustan- 
cias orgánicas,  lo  cual  ha  hecho  discurrir  varios  procederes  á diferentes 
autores.  Vamos  á dar  una  idea  de  estos  procederes  y á indicar  los  prefe- 
ribles, dividiendo  este  importante  estudio  en  dos  partes.  Hablemos  pri- 
mero de  los  casos  en  que  el  veneno  sea  inorgánico;  luego  pasarémos  á 
los  en  que  sea  orgánico. 


rOXHIOl.OGlA.— 


PARTE  PRIMERA. 

Procederes  para  aislar  el  veneno  inorgánico. 

Para  extraer  el  veneno  de  los  órganos,  con  los  cuales  está  combinado, 
ó donde  esté  íntimamente  contenido  , se  ha  ideado  : 

1. °  Destruir  las  materias  orgánicas , haciendo  hervir  el  lodo  con  ácido 
clorhídrico  puro  y el  cobre,  ó con  cloro,  ó con  agua  régia,  y al  galva- 
nismo , ó con  ácido  clorhídrico  y clorato  de  potasa. 

2. °  Carbonizar  las  materias  con  ácido  nítrico,  ó con  ácido  nítrico  y 
clorato  de  potasa,  ó con  ácido  sulfúrico,  ó con  ácido  sulfúrico  y cloruro 
de  sodio. 

3. °  Incinerar  las  materias  con  nitrato  de  potasa,  ó con  nitrato  de  cal, 
ó simplemente  con  la  acción  del  fuego,  al  contacto  del  aire. 

Expongamos  sucesivamente  todos  estos  medios,  empezando  por  los  que 
tienen  por  objeto  destruir  las  sustancias  orgánicas  , á la  temperatura  or- 
dinaria ó elevada. 

4.°  Destrucción  de  las  sustancias  orgánicas  con  agentes  químicos. 

liemos  indicado  cuatro  medios  de  lograr  este  resultado ; veámoslos, 
pues,  uno  por  uno. 

A.  Acido  clorhídrico.  — Es  el  proceder  de  Reinsch,  y se  funda  en  que  di- 
cho ácido  puro  se  lleva  los  venenos  de  las  materias  orgánicas,  y en  que 
el  cobre  precipita,  á una  ligera  temperatura,  muchos  metales  de  sus  di- 
soluciones. 

Se  hace  hervir  por  espacio  de  media  hora  las  materias  sospechosas, 
después  de  desleídas , ó maceradas  con  .suficiente  cantidad  de  agua  aci- 
dulada por  una  1/151  de  ácido  clorhídrico  puro,  cuidando  que  el  líquido 
esté  siempre  ácido;  luego  se  filtra  al  través  de  un  filtro  antes  humede- 
cido ; se  lava  el  residuo  con  agua  avivada  con  el  mismo  ácido , y en  el 
licor  caliente  todavía,  y convenientemente  concentrado  se  sumergen  por 
espacio  de  media  hora  pequeñas  láminas  ó hilos  de  cobre  en  espiral  bien 
pulidos.  El  metal  de  la  sustancia  venenosa  se  depone  encima  del  cobre 
con  color  diferente,  según  sea.  La  reacción  es  limpia  y muy  sensible;  á 
1/50000  y hasta  1/200000  con  el  arsénico,  á 1/1000  con  la  plata,  á 
1/50000  con  el  mercurio,  á 1/500  con  el  bismuto,  á 1/1000  con  el  es- 
taño y el  plomo  , etc. 

Aunque  el  color  de  la  capa  depuesta  ya  dé  á conocer  el  metal ; sin  em- 
bargo, las  láminas  de  cobre  se  lavan  y tratan  con  éter,  si  las  cubre  al- 
guna materia  crasa , se  desecan  á un  calor  suave,  y luego  se  someten  á 
las  debidas  reacciones  para  separar  el  metal  obtenido , ya  disolviendo  las 
capas  con  un  ácido , ya  calentando  las  láminas  dentro  de  un  tubo  de  vi- 
drio* Si  es  arsénico  y mercurio,  estos  se  fijan  en  las  paredes  del  tubo 
volatilizándose.  Christisson  calienta  las  materias  hasta  su  disolución, 
con  lo  cual  hace  mas  eficaz  el  proceder  de  Reinsch.  Briand  dice  que  la 
pila  de  Smithson  es  mas  poderosa  para  descubrir  el  mercurio,  cuando 
está  en  poca  cantidad.  Al  hablar  particularmente  del  mercurio,  verémos 
como  se  emplea  esa  pila. 

El  cloro.—  Es  el  proceder  de  Jaquelain.  Las  materias  no  tienen  ne- 
M *aa¡  de  Preparación  prévia,  cuando  son  líquidas,  blandas  ó en  papilla, 
s son  duras  ó tienen  mas  consistencia , como  cuando  son  los  ór- 


— Í2 3 - 

gánosdel  sugeto  intoxicado,  se  hacen  pedacitos,  se  malaxan  , ó trituran 

en  un  mortero  con  arena  limpia,  pura,  ó con  vidrio  molido,  como  lo 

propone  Jaquelain.  Devergie  los  calienta  con  ácido  clorhídrico , y Orfila 

lo  hacia  con  agua  régia.  . _ 

Sea  cual  fuere  el  medio , luego  que  están  divididas , se  deslien  en  me- 
dio litro  de  agua  destilada  por  100  gramos  de  materia , se  hace  pasar  una 
corriente  de  cloro  lavado,  hasta  que  no  se  formen  mas  capas  blancas  al- 
rededor de  las  burbujas  de  cloro , ó que  las  materias  tomen  un  aspecto 
blanquecino.  Luego  se  tapa  el  frasco  que  contiene  las  materias;  se  deja 
digerir  por  espacio  de  doce  á veinte  y cuatro  horas  , se  filtra , se  concen- 
tra el  licor  y se  somete  á la  acción  de  los  reactivos  generales  y espe- 
cíales. 

El  aparato  de  Boissenot  puede  servir  para  esta  operación.  Consiste  en 
un  Irasco  de  unos  tres  litros,  con  espita,  lleno  de  ácido  clorhídrico,  el 
cual  se  coloca  en  un  apoyo  encima  de  una  botella  de  8 á 9 litros , tapada 
con  un  tapón  de  dos  agujeros : el  uno  da  entrada  á un  tubo  recto  termi- 
nado por  arriba  en  embudo , y destinado  á recibir  el  ácido  del  primer 
frasco ; por  el  otro  extremo  alcanza  cerca  del  fondo  de  la  botella.  Esta 
contiene  dos  kilogramos  de  una  papilla  hecha  con  hipoclorito  de  cal , al 
que  doscompone  el  ácido  desprendiendo  cloro.  El  otro  agujero  tiene  un 
tubo  doblemente  encorvado;  por  un  extremo  metido  en  la  botella  cerca 
del  cuello  , recibe  el  gas  que  se  desprende  por  el  otro  introducido  en  un 
frasco  casi  hasta  su  fondo  y le  da  salida.  Este  frasco  contiene  las  mate- 
rias sospechosas , que  han  de  recibir  la  acción  del  cloro. 

Si  las  materias  son  muy  duras,  como  sucede  á veces  con  productos  de 
putrefacción,  gordura  cadavérica,  etc.,  habrá  que  proceder  de  otro  modo. 

C.  Agua  régia  y galvanismo.— Proceder  de  Gaultier  de  Claubry  y Briand. 
Se  calientan  á menos  de  60  á 80  grados  las  materias  ya  divididas  en  un 
balón  con  ácido  clorhídrico  humeante,  y se  añade  poco  á poco  ácido  ní- 
trico. Todas  las  materias  se  destruyen  así,  excepto  las  grasas,  y el  lí- 
quido se  queda  transparente.  Las  grasas  se  condensan  enfriando  en  la 
superficie.  Se  lavan  varias  veces,  haciéndolas  fundir  en  agua  destilada. 

En  los  líquidos  filtrados,  reunidos  y concentrados  suficientemente  , se 
sumergen  dos  láminas  de  platino  que  comunican  con  los  dos  polos  de 
una  pila  de  corriente  constante , la  de  Bunsen , por  ejemplo  ; ó bien  una 
lámina  de  zinc  al  polo  negativo,  y otra  de  platino  al  positivo  para  tener 
una  acción  mas  rápida. 

Después  de  cierto  tiempo,  que  no  va  mas  allá  de  ocho  á diez  horas,  la 
lámina  de  platino  se  cubre  de  una  capa  formada  por  el  metal  ó los  meta- 
les de  la  disolución.  Se  lava  la  lámina,  se  seca , y se  trata  con  ácido  ní- 
trico ; se  evapora  hasta  sequedad  el  nitrato  que  resulta , se  toma  con 
agua  y se  ensaya  con  los  reactivos. 

D.  Acido  clorhídrico  y clorato  de  potasa.— Es  el  proceder  de  Millón.  Se 

eslíe  una  dada  cantidad  de  materias  en  el  agua  destilada , extendida  con 
dnsT»  SU  Peso  clorhídrico  puro  humeante  en  un  balón  de 

,™s>al  cual.se  adapta  un  tapón  de  vidrio  con  dos  agujeros,  uno 
la r<rnv  ablerto  en  ambos  extremos  de  55  á 60  centímetros  de 

H Podarla!10  de  pncho  - ei  otro  corto  sumergido  en  una  probeta  con  agua 
v a,  Q uJ  T calieata  cerca  de  la  ebullición  por  espacio  de  cuatro  horas, 
y se  agua  ae  cuando  en  cuando.  Las  materias  se  disuelven  y toman  un 
color  moreno  oscuro.  J 

Se  hace  hervir  dos  6 tres  minutos,  luego  se  introduce  por  el  tubo  recto 


— ni  — 

ñor  porciones  de  16  á 18  gramos  de  clorato  de  potasa  por  100  de  mate- 
ria cuidando  de  removerlo  de  continuo.  Se  desprenden  gases  dorados, 
y el  líquido  se  pone  claro,  amarillento,  sobrenadando  materias  carbono- 
sas y resinosas.  , . . . , 

Se  enfria,  se  filtra,  se  mezclan  los  líquidos  con  las  aguas  de  lavadura  del 
residuo  del  filtro  y el  líquido  condensado  de  la  probeta  , y se  hace  pasar 
por  ellas  durante  una  hora  una  corriente  de  ácido  sulfhídrico,  y se  preci- 
pita un  sulfuro  ; se  echa  todo  sobre  ei  filtro,  se  lava  el  sulturo  con  agua 
destilada  ; se  hace  hervir  con  un  poco  de  ácido  clorhídrico  humeante  en 
un  baloncito,  se  añaden  fragmentos  de  clorato  de  potasa  para  acabar  de 
destruir  la  materia  orgánica.  Añádase  al  terminar  la  reacción  agua  desti- 
lada ; caliéntese  para  arrojar  el  cloro  ; hecho  esto,  se  filtra  y se  somete  lo 
filtrado  á la  acción  de  los  reactivos. 

En  estos  últimos  tiempos  Millón  ha  dado  á conocer  otro  proceder  para 
destruir  Jas  materias  orgánicas.  Consiste  en  dividir  la  materia  vegetal , ó 
animal  en  fragmentos  pequeños  que  permitan  ser  introducidos  fácilmente 
en  una  retorta  de  cristal  tubulada,  en  la  que  se  echa  ácido  sulfúrico  puro 
y concentrado,  que  no  debe  llenar  mas  que  el  tercio  próximamente  déla 
capacidad  de  la  retorta , y su  peso  debe  ser,  cuando  menos,  cuádruple 
del  de  la  materia  bruta  no  desecada. 

Se  calienta  suavemente  hasta  que  se  haya  disgregado  ó disuelto  la  ma- 
teria en  el  ácido  sulfúrico ; luego  se  hace  caer  por  la  tubulura  de  la  re- 
torta , por  medio  de  un  embudo  largo,  ácido  nítrico , que  se  va  aña- 
diendo poco  á poco,  casi  gola  á gota  , y se  va  elevándola  temperatura. 

El  objeto  de  este  primer  tiempo  de  la  operación  es  destruir  los  cloru- 
ros incorporados  á la  materia  orgánica;  dura  media  hora  próximamente; 
pasada  esta  , se  saca  la  mezcla  de  la  retorta  y se  pone  en  una  cápsula  de 
platino,  la  que  se  calienta  progresivamente  hasta  que  se  ha  conseguido 
una  evaporación  rápida  del  licor  sulfúrico ; el  cual  pierde  muy  pronto  su 
primer  aspecto  negruzco  y toma  un  color  variable  amarillo,  naranja,  ó rojo. 

A cada  adición  de  ácido  nítrico  se  nota  una  decoloración  apreciable; 
mas  con  la  acción  del  calor  el  líquido  sulfúrico  adquiere  con  rapidez  un 
matiz  mas  oscuro.  Se  continúa  adicionando  ácido  nítrico  , mientras  el  lí- 
quido se  colora,  y se  obtiene  por  fin,  luego  que  se  ha  destruido  ó expul- 
sado completamente  la  materia  orgánica,  una  simple  disolución  de  las  sus- 
tancias minerales  normales  y otras , en  un  exceso  de  ácido  sulfúrico,  que 
se  acaba  de  expulsar  por  el  calor. 

El  residuo  puramente  salino  es  blanco,  exento  completamente  de  car- 
bón , y su  análisis  queda  reducida  á las  condiciones  mas  sencillas  de  la 
análisis  mineral. 

Graduando  con  cuidado  la  acción  del  fuego  al  fin  de  la  operación,  no 
solo  el  arsénico  y el  mercurio  se  encuentran  en  el  residuo,  sino  todos  los 
demás  metales. 

En  rigor  una  retorla  de  vidrio  puede  bastar  para  la  evaporación , y en 
este  caso  es  fácil  condensar  en  un  balón  los  productos  de  la  reacción , evi- 
tando que  se  esparzan  por  el  aire.  No  obstante,  la  destrucción  orgánica 
es  mas  rápida  , y sobre  todo  se  verifica  mejoren  la  cápsula  de  platino. 

Eos  carbonatas , los  cloruros,  los  bromuros  y yoduros,  lo  mismo  que 

i d,e  ácicJo  0r^nÍG0  contenidas  en  las  m'aterias  destruidas,  son 
reempiaaadas  en  el  residuo  por  sulfatas  ( 1 ), 

[')  Joum.  de  phurrn.  el  de  chim,  ls<>4. 


— 72?)  — 

El  objeto  de  cada  uno  de  estos  medios  es  destruir  las  materias  orgáni- 
cas para  obtener  licores  lo  mas  puros  que  sea  posible , y someter  lo  fil- 
trado á la  acción  de  los  reactivos. 

Muchas  veces  se  consigue  este  objeto ; mas  en  algunos  casos  no  basta, 
ó no  se  obtienen  resultados  completamente  satisfactorios. 

Por  eso  los  toxicólogos  no  emplean  comunmente  dichos  medios,  prefi 
riendo  pasar  acto  continuo  á la  carbonización  de  las  sustancias. 

Sin  embargo,  no  dejan  de  ser  útiles  las  operaciones  hasta  aquí  expues- 
tas , en  especial  el  método  de  Reinsch , que  es  muy  sencillo  y eficaz  , v 
da  buenos  resultados  en  muchos  casos,  ya  que  no  en  todos.  De  tal  ma- 
nera quedan  desprovistos  de  veneno  los  materiales  líquidos  , que  en  los 
casos  de  intoxicación  por  el  arsénico,  el  aparato  de  Marhs , tan  sensible 
comoes,  no  ha  podido  revelar  vestigio  alguno.  Todo  el  veneno  se  había 
depuesto  en  las  láminas  ó espiral  de  cobre.  El  último,  de  Millón  tam- 
bién, conduce  ventajosamente  al  objeto. 

Y dado  caso  que  no  se  quisiese  confiar  á estos  procederes  toda  la  reso 
lucion  del  problema , podría  operarse  de  ese  modo  con  parte  de  las  ma- 
terias, y con  otra  parte,  acudiendo  á la  carbonización. 

Como  quiera  que  sea,  puesto  que  ya  hemos  dicho  cómo  se  procede, 
cuando  solo  se  quiere  destruir  las  sustancias  orgánicas  por  medio  de 
agentes  químicos  , pasemos  á los  medios  de  carbonizar  esas  sustancias, 

2.®  Carbonización. 

Remos  indicado  que  puede  hacerse  de  varios  modos.  Rabiemos,  pues, 
de  cada  uno  de  ellos,  por  el  mismo  órden. 

A.  Con  el  ácido  mineo.-— Tanto  en  los  casos  en  que  se  emplea  este  ácido, 
como  en  los  que  se  emplean  otros,  las  materias  pueden  carbonizarse , ya 
directamente,  ya  de  una  manera  indirecta.  Cuando  lo  primero,  se  hace 
evaporar  los  líquidos  hasta  sequedad  , y los  blandos  se  desecan  ; en  se- 
guida se  someten  á la  acción  del  ácido.  En  el  segundo,  se  hacen  hervir 
antes  en  agua  acidulada  con  ácido  clorhídrico,  acético  ó nítrico  ; luego 
se  evapora  hasta  sequedad  , v hecho  esto  se  carboniza. 

Ora  se  haga  de  un  modo  directo,  ora  indirecto,  se  procede  del  modo 
siguiente : 

Calentado  el  ácido  nítrico  de  41  grados  ó de  60  á 80  grados  en  una 
cápsula  de  porcelana,  se  toma  un  peso  igual  de  las  materias  evaporada > 
hasta  sequedad  ó desecadas,  y se  echa  en  aquel  á pequeñas  porciones. 
La  materia  se  disuelve,  se  mezcla  , se  tiñe  de  amarillo,  amarillo  rojizo, 
se  pone  viscosa,  luego  aparecen  aquí  y allá  puntos  carbonosos  , y la  car- 
bonización se  opera  con  incandescencia  mas  ó menos  viva  , desprendi- 
miento de  vapores  espesos,  quedando  al  fin  un  carbón  ligero  y es- 
ponjoso. 

Como,  durante  esta  operación,  alguna  parte  de  las  materias  es  pro- 
yectada fuera  de  la  cápsula,  lo  cual  es  una  pérdida  que  puede  perjudi- 
car al  buen  éxito,  es  menester  que  la  cápsula  sea  grande,  y remover  la 
mezcla  de  continuo  con  una  varilla  de  vidrio.  Además  debe  inclinarse  la 
cápsula  para  carbonizar  las  porciones  adherentes  á las  paredes  del  vaso; 
se  recoge  el  carbón  en  el  centro,  se  pica  con  una  mano  de  porcelana  en 
la  misma  cápsula,  colocada  en  un  rodete  de  paja,  se  humecta  con  agua  ré 
gia,  y luego  se  hace  secar.  En  seguida  se  tritura  de  nuevo,  se  hace  hervir 
por  espacio  de  veinte  á veinte  y cinco  minutos  en  agua  destilada,  simple  ó 


- 726  - 

acidulada  con  un  ácido  cualquiera  ; se  filtra , se  echa  el  exceso  de  ácido, 
CP  tr.ma  con  agua , y se  ensaya  el  licor  con  los  reactivos. 

Filhol , en  una  tésis  en  1848 , propuso  añadir  de  15  á 20  gotas  de 
ácido  sulfúrico  por  100  gramos  de  ácido  nítrico  para  impedir  la  defla- 
gración y proyección  de  parte  de  materias ; Orfila  lo  ensayó  así , y dió 
los  mas  ventajosos  resultados. 

El  cuadro  siguiente  puede  servir  de  guia  para  saber  las  proporciones 
del  ácido  y las  materias  desecadas. 


Materias.  -‘leído  nítrico. 


Sangre 

. . 90 

gramos.  . . 

áOO 

gramos 

Cerebro,  cerebelo 

. . 180 

id 

í 1 00 

id. 

Corazón.  ...... 

. . 51 

id.  . . . 

150 

id. 

Hígado 

. . 360 

id.  . . . 

1 060 

id. 

Bazo 

. . 40 

id.  . . . 

100 

id. 

Estómago,  intestinos.  . . . 

. . 90 

id.  . . . 

270 

id. 

Riñones 

. . fio 

id.  . . . 

180 

id. 

Carne  muscular 

. . 660 

id. 

2060 

id. 

11.  Acido  nítrico  y clorato  de  potasa. — Se  opera  del  mismo  modo  yen 
las  mismas  proporciones  que  con  el  ácido  nítrico  solo;  no  hay  mas  dife- 
rencia sino  que  se  añade  de  1/10  á 1/15  de  clorato  de  potasa  de  la  canti- 
dad de  materias. 

La  deflagración  es  tan  considerable  á veces,  es  tal  la  incandescencia, 
y la  proyección  de  las  materias  tan  abundante,  que  si  no  se  tiene  cui- 
dado de  menear  continuamente  para  facilitar  el  desprendimiento  de  los 
gases  que  resultan  de  la  reacción  del  oxígeno,  del  ácido  y del  clorato 
sobre  las  materias,  se  puede  echar  á perder  la  operación.  Luego  se  trata 
el  carbón  del  propio  modo  que  en  el  anterior  proceder.  Si  se  deja  en- 
friar la  cápsula , el  carbón  atrae  la  humedad  y se  le  separa  mejor  de  las 
paredes  para  llevarle  al  centro. 

C.  Acido  sulfúrico.—  Proceder  de  Flandin  y Danger.  Estos  prácticos  no 
evaporan  hasta  sequedad  el  líquido,  sino  hasta  consistencia  blanda  , ha- 
ciéndose mejor  así  la  carbonización;  en  cuanto  á las  partes  sólidas  las 
cortan  á pedacitos.  Ponen  estas  materias  en  una  cápsula  de  porcelana 
con  1/3  de  ácido  sulfúrico  de  la  cantidad  de  materias  empleadas.  Calien- 
tan progresivamente  y menean  la  mezcla  de  continuo  con  una  varilla  de 
vidrio.  La  materia  se  disuelve;  la  mezcla  se  ennegrece,  se  espesa,  se  hin- 
cha, y al  fin  se  carboniza  con  desprendimiento  de  vapores  acuosos  y sul- 
furosos. 

En  tanto  que  esto  se  efectúa , el  operador,  con  la  varilla  , desprende  el 
carbón  de  las  paredes  del  vaso,  se  lleva  al  centro,  sin  dejar  de  revolver 
la  mezcla,  hasta  que  se  acabe  la  carbonización.  En  seguida  se  quita  la 
cápsula  de  la  lumbre  con  unas  tenacillas  , se  coloca  encima  de  un  ro- 
dete de  paja,  y se  deja  enfriar  ; luego  se  mira  con  una  lente  ai  sol,  para 
ver  si  se  distinguen  glóbulos  metálicos,  y en  seguida  se  pulveriza  en  la 
misma  cápsula  con  una  mano  de  porcelana;  se  humecta  con  ácido  nítrico 
ó agua  regia  , para  transformar  en  ácido  sulfúrico  el  ácido  sulfuroso,  y 
destruir  en  lo  posible  la  materia  orgánica  con  la  completa  transformación 
del  oxígeno  é hidrógeno  en  agua;  se  vuelve  la  cápsula  al  fuego,  se  deseca 
ae  nuevo  el  carbón , se  vuelve  á sacar  como  antes  , y se  vuelve  á tritu- 
árid’  seiecí?  c?ntidad  suficiente  de  agua  destilada  simple  ó acidulada  con 
fría  °vC«of  í? rico  6 nítrico » y se  vuelve  á calentar ; luego  se  saca , se  en- 
1 * nUra ; se  concentra  el  licor,  y se  analiza  con  los  reactivos. 


- 727  - 

En  los  casos  en  que  se  sospecha  que  el  veneno  pueda  ser  volátil,  como 
cuando  es  arsénico  6 mercurio,  se  debe  operar  en  vaso  cerrado. 

Berard  de  Jtfontpellier  disuelve  las  materias  en  el  ácido,  y luego  las 
mete , por  medio  de  un  tubo  largo,  en  una  retorta  de  vidrio,  á la  que 
adapta  un  recipiente  constantemente  enfriado ; la  mitad  de  la  pieza  está 
cubierta  de  lúten  ó barro,  y aplica  el  calor  con  cuidado.  Luego  calienta 
la  retorta  hasta  el  rojo  oscuro,  para  completar  la  carbonización ; rompe  la 
parte  de  la  retorta  cubierta  con  el  lúten , y opera  sobre  el  carbón  dentro 
de  la  misma  retorta , como  los  demás  en  las  cápsulas.  Con  esto  obtiene 
un  licor  límpido,  puro,  no  espumoso,  siquiera  le  introduzca  en  el  aparato 
de  Marhs,  con  la  particularidad  que,  aun  cuando  sea  arsenical  el  veneno, 
no  hay  vestigio  de  él  en  el  recipiente,  como  producto  de  la  destilación  (*). 

Acido  sulfúrico  y cloruro  de  sodio.  — Schneider  introduce  las  materias 
sospechosas  mezcladas  con  una  parte  igual  de  cloruro  de  sodio  en  una 
retorta  bitubulada,  á la  que  se  adapta  un  recipiente  tubulado  y un  frasco, 
mitad  lleno  de  agua;  Echa  en  la  retorta  ácido  sulfúrico  concentrado,  deja 
reaccionar,  al  principio  en  frió,  y luego  calienta  ligeramente.  El  ácido 
clorhídrico  que  se  forma  convierte  el  ácido  arsenioso,  cuando  este  es  el 
veneno,  en  cloruro  de  arsénico,  que  se  condensa  en  el  balón ; la  otra  se 
va  al  frasco  con  el  gas  clorhídrico.  Luego  trata  los  productos  destilados, 
reunidos , con  el  ácido  sulfhídrico,  y los  mete  en  el  aparato  de  Marhs. 

De  todos  estos  procederes,  el  mejor,  mas  sencillo  y mas  seguro,  es  el 
de  Flandin  y Danger,  ó el  del  ácido  sulfúrico ; ó el  del  nítrico  con  la  adi- 
ción del  sulfúrico.  El  de  Schneider  solo  sirve  para  los  preparados  arse- 
nicales  , y aun  no  dan  todo  el  resultado  apetecible;  el  del  ácido  nítrico  y 
clorato  de  potasa  no  puede  servir  para  todos  los  venenos , y es  muy  difí- 
cil, por  no  decir  imposible,  evitar  la  deflagración  y proyección  de  la 
sustancia , y el  residuo  contiene  mucho  carbonato  de  potasa , cloruro  po- 
tásico, lo  cual  exige  mucho  ácido  para  disolver  el  veneno.  El  del  ácido 
nítrico,  como  no  se  añada  al  sulfúrico,  también  deflagra  y proyecta  sus- 
tancias; de  consiguiente , expone  á pérdidas  y á malograr  la  operación; 
inconvenientes  deque  está  completamente  libre  el  proceder  de  Handin  y 
Danger.  No  vacilamos , pues , en  recomendarle  con  preferencia  á todos 
los  demás , siempre  que  se  trate  de  carbonizar  toda  sustancia  envene- 
nada ó sospechosa,  tanto  por  lo  dicho,  como  porque  es  aplicable  á las  sus- 
tancias orgánicas  mas  diversas  , y ya  que  no  á todos  los  venenos  , á mu- 
chos más  que  los  otros , y á los  que  con  mas  frecuencia  se  encuentran  en 
la  práctica. 

3.°  Incineración. 

Otros  prácticos  no  se  contentan  con  carbonizar  las  materias  sospecho- 
sas ó sometidas  á las  análisis ; las  reducen  á cenizas.  Como  también  se 
incineran  de  diferentes  modos,  vamos  á hablar  sucesivamente  de  cada  uno. 

A.  Con  el  nitrato  de  potasa. — Proceder  de  Rapp  , modificado  por  7 ne- 
nard  , Orfila  , Chevalier,  Fordos  , Gelis  , etc.  Fundándose  Rapp  en  que  el 
oxígeno  del  ácido  hade  quemar  los  elementos  de  la  materia  orgánica,  en 
tanto  que  la  base  ha  de  fijar  los  venenos  volátiles  , iba  echando  las  ma- 
terias, préviamente  desecadas,  en  el  nitro  en  fusión , dentro  de  un  ma- 
traz. Mas  la  incineración  es  lenta,  incompleta,  por  lo  cual  otros  la  han 
abandonado  ó modificado. 


(*)  Galtier,  obracit.,  p.  6i. 


— m — 

Thenard,  por  ejemplo,  disolvia  las  materias  en  el  ácido  nítrico,  evapo- 
raba hasta  sequedad , y luego  procedía  como  Rapp. 

Orfila  disolvia  el  nitrato  en  las  materias  líquidas , evaporaba  hasta  se- 
quedad ; las  blandas  ó sólidas,  como  los  órganos,  las  molla  húmedas 
aun  , con  potasa  pura,  el  doble  de  su  peso  de  nitro,  y 500  á 700  gramos 
de  agua  destilada,  calentando  hasta  la  disolución,  y luego  evaporaba 

hasta  sequedad.  . , _ , 

Fordos  y Gelis  hacen  hervir  las  materias  en  el  agua,  añadiendo  poco  a 
poco  potasa  al  alcohol  de  10  á lo  por  100  de  materias  blandas,  hasta  que 
están  disueltas;  saturan  el  cocimiento  de  ácido  nítrico  extendido,  el  cual 
precipita  mucha  materia  animal ; filtran  y evaporan  hasta  sequedad.  Con 
esto  se  evita  ó dismi nu ve  la  deflagración. 

Preparadas  así  las  materias  , que  es  en  lo  que  mas  se  diferencian  los 
autores  indicados,  creyendo  cada  uno  que  mezcla  mas  íntimamente  el 
nitro  con  ellas,  y se  hace  la  incineración  mas  rápida,  mas  completa  , y 
con  menos  proyección  de  materia;  se  echa  de  uno  á dos  gramos  por  por- 
ciones en  un  crisol  de  ílesse  nuevo  ó de  porcelana  , calentado  antes  al 
rojo  oscuro  ó sombrío,  esperando  cada  vez  á que  cada  porción  se  inci- 
nere. La  deflagración  es  vivísima  , se  desprende  mucho  gas  , vapores  ni- 
trosos, acuosos,  etc.,  y por  último,  queda  en  el  crisol  una  materia  sa- 
lina compuesta  de  nitrato,  hiponitrato,  carbonato  de  potasa,  sales  de  la 
materia  orgánica  y del  metal  venenoso. 

Cuando  está  todavía  en  fusión,  se  vierte  en  una  cápsula  de  porcelana, 
préviamente  calentada  ; se  lava  bien  el  crisol  con  agua  caliente  , se  re- 
unen  los  productos  , y se  deslie  en  cantidad  suficiente  de  agua. 

Según  los  venenos  que  sean  , se  trata  ese  producto  de  diferente  modo. 
Si  sospechamos , por  ejemplo,  que  sea  arsénico  ó algún  preparado  ar- 
senical , se  tratan  primero  en  frió,  luego  en  caliente  con  ácido  sulfú- 
rico, el  cual  desaloja  el  carbónico,  nítrico  é hiponítrico  que  se  opondrían 
al  del  hidrógeno  en  el  aparato  de  Marhs ; luego  se  concentran  los  licores 
y se  echan  en  el  aparato,  ó someten  á la  acción  de  los  reactivos. 

Cuando  son  otros  venenos,  se  tratan  ios  productos  salinos  con  ácido 
nítrico,  que  los  disuelve , se  saturan  con  potasa  y se  precipitan  con  una 
corriente  de  ácido  sulfhídrico,  el  que  convierte  el  veneno  en  sulfuro;  el 
ácido  clorhídrico  le  hace  pasar  á cloruro  ; luego  se  filtra  y se  concentra 
lo  filtrado,  se  filtra  de  nuevo,  y se  somete  á la  acción  de  los  reactivos. 

B.  Con  el  nitrato  de  cal. — Proceder  de  Devergie.  Desécanse  las  materias 
á un  calor  moderado,  y se  pesan.  Se  deslien  en  seguida  en  un  poco  de 
agua  , se  hace  hervir,  se  añade  por  porciones  fragmentos  de  potasa  al 
alcohol,  hasta  que  estén  disueltas,  y se  mezcla  un  peso  de  nitrato  de 
cal,  igual  al  de  las  materias,  y 1/4  de  cal  viva. 

Hasta  que  todo  esté  hecho  una  masa  pulverulenta  ó grumosa,  se  menea 
de  continuo.  En  seguida  se  eleva  la  temperatura  y se  pone  la  materia 
morena , y si  se  coloca  encima  ó á los  lados  un  carbón  encendido,  se 
inflama,  comunicándose  la  combustión  de  capa  en  capa;  así  se  obtiene 
un  producto  calcáreo  mezclado  con  fragmentos  de  carbón.  Deslíese  con 
un  poco  de  agua , y se  añade , á un  calor  suave,  ácido  clorhídrico,  gota  á 
gota , hasta  que  no  haya  mas  efervescencia  ; se  extiende  la  mezcla  en 
agua  destilada,  se  filtra  para  separar  el  carbón,  y se  someten  los  licores 

ln«°  0r0S- ó de  ?oior  ámi)ar  al  aparato  de  Marhs,  si  es  arsénico,  ó á 
o reactivos,  si  es  cualquier  otro  veneno. 

• ncweracion  simple.— Después  de  babcr  desepado  las  materias  sóli- 


- 729  — 

das,  ó evaporado  hasta  sequedad  los  líquidos,  se  echan  por  porciones 
en  un  crisol  de  Hesse  ó de  porcelana , al  aire  libre , teniéndole  de  ante* 
mano  calentado,  y hasta  que  se  carbonizan,  se  menean  con  una  varilla 
de  cuando  en  cuando.  Hecho  esto,  se  calienta  el  crisol  al  rojo,  hasta  que 
el  producto  se  incinere. 

No  siempre  se  llega  á este  resultado,  como  no  se  laven  muchas  veces  las 
materias  calcinadas  ó reducidas  á carbón , y según  cuales  sean  las  mate- 
rias, las  grasas,  por  ejemplo,  y fosforadas,  como  el  cerebro,  es  insufi- 
ciente lavarlas  , y es  necesario  humectar  el  carbón  con  ácido  nítrico  mas 
de  una  vez , para  que  sea  la  incineración  completa. 

Las  cenizas  tienen  color  diferente , según  el  veneno,  y á veces  se  ha- 
llan laminillas  ó partículas  de  metal , que  lavando  se  separan.  También 
puede  hallarse  el  metal  al  estado  de  óxido  ó de  cal:  unas  y otras  se  di~ 
suelven  en  el  ácido  nítrico  ó agua  regia  calentando;  se  evapora  hasta  se- 
quedad para  echar  el  exceso  de  ácido,  se  disuelve  el  nitrato  ó el  cloruro 
en  agua  destilada , se  filtra  y se  ensaya. 

Tales  son  los  medios  de  incinerar,  los  cuales,  á la  verdad , no  sirven 
de  gran  cosa.  Siquiera  Tordos  y Gelis  prefieran  el  proceder  de  Rapp, 
modificado  por  ellos,  á la  carbonización  por  el  ácido  sulfúrico,  en  espe- 
cial cuando  se  trata  de  arsenicales , es  una  operación  que  requiere  mu- 
cha práctica;  hay  que  emplear  muchos  y abundantes  reactivos,  y no  es 
posible  separar  completamente  el  veneno  del  sulfato  de  potasa. 

El  proceder  de  Devergie , aunque  este  y Gaultier  de  Claubry  le  prefie- 
ren al  del  nitrato  de  potasa  , porque  con  la  cal  se  dividen  mejor  las  mate- 
rias y no  deflagran,  útil  en  los  casos  de  materias  putrefactas  y de  ve- 
nenos arsenicales , tiene  también  sus  inconvenientes , en  especial  como 
proceder  aplicable  á todos  los  venenos.  Por  último , el  de  la  simple  inci- 
neración solo  puede  aplicarse  á pocas  sustancias  minerales,  de  metal  fá- 
cilmente reducible , como  oro , plata  , plomo , etc. 

Oe  la  exposición  que  precede  resulta  que,  según  los  casos , así  son  las 
operaciones;  y que  cuando  no  se  obtiene  resultado,  examinando  exterior- 
mente  las  sustancias  sospechosas,  separando  con  las  pinzas,  carta  , etc., 
los  pedacitos,  decantando,  separando  los  líquidos  de  los  sólidos,  filtrando 
aquellos,  desliendo  unos  y otros  en  agua  destilada,  coagulando  con  al- 
cohol y el  calor  concentrado , volviendo  á tomar  con  agua , y haciendo 
hervir  por  espacio  de  media  hora  las- sustancias  desleídas  y tratadas  luego 
con  alcohol ; v,  por  último  , filtradas  para  poner  el  licor  en  estado  de  en*» 
sajarle  con  los  reactivos,  como  lo  llevamos  indicado  en  el  caso  cuarto  y 
al  principio  de  este ; se  pasa  á destruir  las  sustancias  orgánicas  por  cl^pro- 
ceder  de  Reinsch , ó el  ácido  clorhídrico  y el  galvanismo,  ó el  de  Gaul- 
tier  de  Claubry  y Briand , que  son  los  preferibles,  ya  sea  sometiendo  a 
este  proceder  todas  las  sustancias,  ya  solo  parte  de  ellas,  para  someter 
a.  otra  á los  tanteos  de  la  carbonización. 

yue  si  tampoco  así  se  obtiene  resultado,  ó se  destina  parte  á ello,  s 
carbonizan  por  el  proceder  de  Flandin  y Danger,  ó sea  con  el  ácido  sut- 
tunco,  ó el  nítrico,  por  ser  los  que  mejores  resultados  dan  , tanto  si  se  <- 
de  cometer  el  licor  á los  reactivos  , como  al  aparato  de  Marhs,  el  que  i 
se  emplea  sino  en  los  casos  de  arsénico  v antimonio,  ó por  lo  menos  so  o 
en  ellos  da  buenos  efectos  de  ensayo. 

Las  incineraciones  raras  veces  producen  lo  que  se  desea,  y siempre  es. 
preferible  la  carbonización  en  los  términos  indicados. 

Cuando  se  trate  de  los  órganos  extraídos  del  sugeto  envenenado,  siete. 


- 730  - 

pre  ,nas  duros  ó compactos  que  las  demás  materias,  siquiera  sean  sóli- 
das, puesto  que  se  reducen  á pedacitos,  y que  malaxándolos  se  acaba  de 
vencer  su  cohesión  natural , no  ha  de  haber  gran  diferencia  en  las  ope- 
raciones, ya  se  trate  de  simples  cocimientos,  con  ebullición  ó sin  ella,  ya 
de  destrucción  por  medio  del  ácido  clorhídrico  ó demás  agentes  quími- 
cos, ya  de  la  carbonización  é incineración  , puesto  que , en  último  resul- 
tado, todo  viene  á ser  lo  mismo. 

Acaso  los  cocimientos  y ebulliciones  necesitarán  mas  tiempo , por  la 
sencilla  razón  de  que , habiendo  sido  absorbidos  los  venenos  durante  la 
vida , han  penetrado  más  en  los  parénquimas , en  la  íntima  textura  de 
los  tejidos;  y para  deshacer  las  combinaciones  en  que  han  entrado,  para 
desprenderlos  de  los  principios  plásticos  con  los  cuales  están  unidos , es 
preciso  hacer  obrar  por  mas  tiempo  el  agua  destilada  , sola  ó avivada  con 
un  ácido,  con  la  cual  se  hace  hervir.  Por  eso  se  necesita  mucho  mas 
tiempo  para  llevarnos  ciertos  metales  que  naturalmente  existen  en  los  te- 
jidos , como  por  ejemplo  : el  plomo,  hierro  y cobre , que  raras  veces  fal- 
tan , por  no  decir  nunca,  en  los  tejidos  del  tubo  digestivo.  La  diferencia 
del  tiempo  con  que  nos  las  llevamos,  igualmente  que  la  cantidad,  sirven, 
como  lo  verdinos  en  su  lugar,  para  distinguir  si  esos  metales,  lo  mismo 
que  otros  cuerpos , proceden  de  los  alimentos,  existen  naturalmente,  ó 
han  sido  ingeridos  en  una  intoxicación. 

Cuanto  hemos  dicho,  pues,  de  las  materias  procedentes  de  los  vómi- 
tos, deyecciones,  contenidas  en  el  estómago  é intestinos,  ó de  las  no 
procedentes  del  sugeto.  con  las  cuales  puede  estar  mezclado  el  veneno, 
es  enteramente  aplicable  á los  sólidos  del  mismo,  á los  órganos  que, 
durante  la  autopsia , se  han  apartado  para  someterlos  á las  análisis  quí- 
micas. 

Respecto  de  las  heces,  raras  veces  analizadas,  hay  que  tratarlas  pri- 
mero con  ácido  clorhídrico  para  separar  las  materias  salinas , y luego 
proceder  con  las  gelatinosas  y grasientas,  como  con  las  partes  blandas. 

Otro  tanto  dirémos  de  esos  coágulos  y restos  de  sustancias  sólidas  que 
en  los  casos  cuarto , quinto  y sexto  hemos  dejado  para  la  acción  de  los 
agentes  químicos,  con  el  objeto  de  destruir  las  sustancias  orgánicas  y 
carbonizar.  Con  ellos  se  hace  lo  propio  que  hemos  expuesto  en  el  caso 
actual  para  las  procedentes  del  sugeto. 

Agotadas  todas  las  operaciones  respecto  de  los  líquidos  filtrados , los 
productos  sólidos  que  se  obtienen , y respecto  de  cuyo  destino  hemos 
ido  aplazando  la  cuestión  para  el  sexto  caso , así  como  en  este  nos  hemos 
referido  al  séptimo , se  someten  á las  operaciones  que  hemos  expuesto  en 
cuanto  á la  destrucción  de  las  materias  orgánicas  por  agentes  químicos, 
y á la  carbonización,  para  someter,  por  último,  el  licor  que  luego  re- 
sulta, como  los  líquidos  filtrados,  á la  acción  de  los  reactivos  generales 
y especiales , y,  según  los  casos , al  aparato  de  Marhs. 

INada  tenemos,  por  lo  tanto,  ya  que  decir,  en  cuanto  á la  marcha  que 
hay  que  seguir  para  analizar  sustancias  procedentes  del  sugeto  intoxicado, 
materias  sueltas  ú órganos,  cuando  los  venenos  sean  inorgánicos,  ó 
cuando  nos  proponemos  ver  si , en  efecto , pertenece  á este  reino  el  que 
haya  producido  la  intoxicación.  Pasemos,  de  consiguiente  , ahora  á ver 
qué  es  lo  que  hay  que  hacer  cuando  el  veneno  ingerido  en  nuestra  eco- 
nomía es  orgánico. 


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PARTE  SEGUNDA. 

Procederes  para  aislar  el  veneno  orgánico . 

Aquí  también  se  nos  ofrecen  desde  luego  disidencias  entre  los  escrito- 
res, ó los  prácticos;  tampoco  es  uno  solo  el  modo  de  proceder;  también 
hay  varios,  si  bien  no  todos  gozan  de  la  misma  aceptación  ; porque,  en 
efecto,  no  dan  todos  tan  ventajosos  resultados  como  algunos  de  ellos, 
por  lo  mismo  mas  generalmente  seguidos.  Hagamos  lo  que  hemos  hecho 
respecto  de  los  procederes  para  los  venenos  inorgánicos.  Expongámoslos 
todos,  y luego  dirémos  cuál  sea  el  preferible,  y el  por  qué  de  esta  prefe- 
rencia. 

l.°  Método  de  Christisson , Lassaigne , Orfila,  Devcrgie,  Chevalier , etc.— 
Ora  sea  que  haya  antecedentes  bastantes  para  sospechar  que  el  veneno, 
en  cuya  busca  vamos,  es  orgánico;  ora  que,  faltos  de  todo  dato,  hayamos 
destinado  una  parte  de  las  materias  sospechosas  á la  análisis  de  los  ve- 
nenos vegetales  ó animales ; después  de  haberlas  examinado  exterior- 
mente  en  los  propios  términos  que  tantas  veces  hemos  dicho , como  ha- 
brá sustancias  volátiles,  sustancias  fijas  solubles,  mas  ó menos  ó nada 
solubles  en  el  agua,  solubles  en  los  ácidos  débiles,  alcohol  y éter;  se 
desleirán  también  en  suficiente  cantidad  de  agua  destilada , formando 
una  papilla  clara,  para  meterlas,  con  un  embudo,  en  una  retorta  bitu— 
bulada , unida  á un  balón  ó recipiente  siempre  enfriado  con  un  chorro 
de  agua  fresca,  terminando  el  aparato  la  probeta  llena  de  agua. 

Destílanse  al  principio  al  baño  de  maría,  esto  es,  colocando  la  retorta 
en  un  vaso  que  contenga  agua,  el  cual  es  el  que  debe  recibir  inmediata- 
mente la  acción  del  fuego  puesto  en  la  hornilla  , sin  reverbero.  La  tempe- 
ratura debe  ser  de  60  á 80  grados.  Luego  se  pone  en  un  baño  de  aceite 
ó saturado  de  cloruro  de  sodio , hasta  que  se  seque  el  cocimiento. 

Cada  vez  que  se  aumenta  la  temperatura , ó que  se  muda  de  baño,  hay 
que  mudar  también  el  recipiente  para  recoger  los  productos  volátiles 
que  se  hayan  reunido  en  él,  como  ácido  cianhídrico,  alcoholes,  éteres, 
agentes  anestésicos,  aceites  esenciales,  principios  virosos , etc.  Los  prin- 
cipios fijos,  como  las  resinas,  gomo-resinas,  materias  grasas,  alcaloi- 
deas , etc. , permanecen  en  la  retorta. 

El  residuo  de  la  retorta  se  hace  macerar  á la  temperatura  de  35  a 40 
grados  durante  media  hora  , ya  en  el  alcohol  concentrado,  solo  ó acidu- 
lado con  el  ácido  acético  ó clorhídrico,  ya  en  agua  avivada  con  uno  de 
estos  mismos.  Luego  se  deja  enfriar,  se  decanta  y se  trata  el  residuo  só- 
lido con  nueva  cantidad  de  uno  de  los  mismos  vehículos  indicados;  se 
filtra,  se  evapora  lo  filtrado  hasta  sequedad;  el  residuo  de  la  filtración 
se  toma  con  agua  acidulada  , la  que  disuelve  los  alcaloideos,  por  ejem- 
plo, ú otros  pincipios  solubles  en  ese  líquido  , al  paso  que  deja  las  gra- 
sas, resinas  y gomo-resinas  que  el  alcohol , su  disolvente,  pudiese  arras- 
trar consigo.  Se  filtra,  se  evapora  hasta  consistencia  de  jarabe  , y se  trata 
lo  filtrado  con  una  disolución  de  potasa,  sosa,  amoníaco,  cal,  magne- 
sia , ó los  carbonatos  alcalinos.  E!  amoníaco  se  echa  gota  á gota , hasta 
que  no  se  forme  precipitado,  el  cual  se  disuelve  en  el  alcohol;  y cuantió 
es  alcaloideo  el  veneno,  filtrando  y evaporando  luego  lentamente,  el  al- 
caloideo permanece. 

Aquí  los  autores  aconsejan  varios  modos  para  separar  el  veneno,  en 


especial  cuando  sospechan  que  es  alcaloideo.  Christisson,  por  ejemplo, 
propone  el  empleo  del  subacetato  de  plomo , al  paso  que  Devergie  reco- 
mienda el  nitrato  de  plata. 

Uno  v otro,  luego  de  aplicado  este  reactivo,  separan  el  precipitado 
filtrando,  y lo  filtrado  se  somete  á una  corriente  de  Acido  sulfhídrico  para 
descomponer  y precipitar  el  exceso  de  subacetalo  de  plomo  ó de  nitrato 
de  plata  ; se  filtra  de  nuevo  , se  concentran  los  licores,  y luego  se  toma 
una  de  las  indicadas  bases  alcalinas  para  precipitar  el  alcaloideo,  disol- 
verle en  alcohol  V evaporar  lentamente  la  disolución. 

En  cuanto  A las  materias  grasas , resinosas,  óleo-resinosas  y demis  in- 
solubles en  el  agua  acidulada , se  tratan  con  alcohol  ó con  éter,  según 
sean  ó se  presuma  ser,  ó por  porciones  separadas  para  comprenderlas  to- 
das, y se  evaporan  las  líquidas. 

En  unos  y otros  casos  hay  que  evaporar  con  sumo  cuidado,  en  un  ca- 
lor suave  y al  baño  maría,  al  vapor,  y mejor  al  vacío,  encima  de  una 
cápsula  de  Acido  sulfúrico , con  el  fin  de  no  descomponer  los  venenos  or- 
gánicos, A los  cuales  altera  pronto  el  calórico. 

Aislado  el  alcaloideo,  se  trata  con  los  reactivos  propios  de  estos 
cuerpos. 

2.°  Método  de  Siass. —Este  método,  célebre  desde  el  envenenamiento 
cometido  por  el  conde  de  liocarmé  en  su  cuñado  Fougnies  , en  Bélgica, 
por  medio  de  la  nicotina,  y desde  entonces  proclamado  como  el  mejor  y 
mas  eficaz  para  el  descubrimiento  de  las  sustancias  orgánicas,  y en  espe- 
cial de  los  alcaloideos , se  compone  de  dos  parles : la  primera  tiene  por 
objeto  aislar  el  alcaloideo  de  las  demás  sustancias  con  que  está  mezclado; 
la  segunda,  corroborar  la  existencia  de  ese  alcalóide  indicado  por  la  pri- 
mera, y acabar  de  separarle  para  su  revelación. 

Para  conseguir  el  objeto  de  la  primera  parte , se  practican  sucesiva- 
mente las  siguientes  operaciones : 

1. *  Apoderarse  del  alcaloideo  que  está  mezclado  con  otras  sustancias 
(órganos,  alimentos,  etc.)  por  medio  del  alcohol  concentrado. 

2. '  Atacar  ese  alcaloideo  por  medio  del  ácido  tartárico  , mejor  que  el 
oxálico,  formando  con  él  una  sal  soluble. 

3. *  Desalojar  de  esa  disolución  el  alcaloideo  por  medio  del  bicarbo- 
nato de  potasa  ó sosa  puro  y pulverizado , que  se  le  lleva  el  ácido  tartá- 
rico, sin  darle  el  carbónico  que  se  marcha. 

4. *  Decantar  el  éter  y llevarse  el  alcaloideo  con  el  que  le  disuelve. 

5. *  Evaporar  el  éter,  quedando  el  alcaloideo  por  residuo. 

Como  hay  alcaloideos  líquidos  y volátiles,  y sólidos  y fijos,  según  cual 
sea  el  residuo  de  la  primera  parte  del  método  de  Slass , se  procede  á la  se- 
gunda, la  que  se  reduce,  si  el  residuo  es  líquido  y volátil,  á tratar  el  todo, 
tal  como  queda  en  la  tercera  operación  de  la  primera  parte,  con  una  di- 
solución de  potasa  y el  éter  decantado  con  agua  acidulada  con  ácido  sul- 
fúrico, y si  es  fijo,  á emplear  de  otro  modo  dichos  reactivos,  poniendo  ya 
en  disposición  al  alcaloideo  á ser  reconocido  por  sus  reactivos  caracte- 
rísticos. 


^ Dada  esta  idea  general  de  las  partes  de  que  se  compone  el  método  de 
Stass,  de  las  operaciones  sucesivas  de  cada  una  y de  su  objeto  particu- 
lar, descendamos  á los  pormenores  de  su  ejecución. 

4-*  parte.  Operación  l.1— -Se  toma  una  porción  regular,  si  la  cantidad 
jo  permite , de  las  sustancias  sospechosas  (estómago  . intestinos , hígado, 
»azo , etc. , cortados  á pedacitos,  materias  blandas,  etc.),  y se  somete 


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varías  veces,  en  frío,  á la  acción  de  una  cantidad  de  alcohol  concentrado, 
doble  del  peso  de  aquellas.  Revueltas  en  este  licor,  se  toman  con  un 
lienzo  nuevo , y dentro  de  él  se  exprimen  , retorciendo  ei  lienzo  en  una 
cápsula  que  recibe  el  alcohol.  Cuando  se  crea  que  este  líquido  ha  podido 
apoderarse  del  alcaloideo , contenido  en  esas  sustancias  , disolviéndole, 
se  pasa  á la  segunda  operación. 

Operación  2.a— Se  toma  un  balón  ó matraz  de  cuerpo  esférico  y cuello 
corto;  se  echan  en  él  los  licores  alcohólicos  procedentes  del  lienzo,  donde 
se  han  exprimido  las  sustancias , de  medio  á 2 gramos  de  ácido  tartárico 
cristalizado,  mejor  que  no  de  oxálico,  según  sea  mas  ó menos  la  cantidad 
de  materia  ensayada ; se  coloca  el  balón  en  un  baño  de  maría , y se  ca- 
lienta á una  temperatura  de  70  á 75  grados,  hasta  que  el  líquido  adquiera 
consistencia  de  jarabe. 

Llegado  á este  punto,  se  saca  del  baño,  se  coloca  encima  de  un  rodete 
de  paja  y se  deja  enfriar.  Ya  frió,  se  filtra  echándole  en  un  filtro  de  plie- 
gues de  papel  Rerzelius.  Agolado  el  licor  del  filtro,  se  lava  con  alcohol 
concentrado  y se  recoge  este  nuevo  líquido  en  la  misma  copa  que  el  pri- 
mero, si  su  capacidad  lo  consiente , y concluido  esto,  se  evaporan  los  lí- 
quidos filtrados  y reunidos,  ya  al  vacío  dentro  de  la  máquina  neumática, 
ya  á una  corriente  de  aire,  á*  una  temperatura  que  no  pase  de  35  grados. 

Regularmente  con  esa  evaporación  se  presentan  materias  grasas  y cuer- 
pos insolubles,  de  los  cuales  hay  que  deshacerse  , para  lo  que  se  echa  lo 
evaporado  otra  vez  en  otro  filtro,  mojándolo  antes  con  agua  destilada; 
filtrado  ya,  se  vuelve  á evaporar  hasta  casi  sequedad  en  el  vacío , ó den- 
tro de  una  campana  que  contenga  una  cápsula  de  ácido  sulfúrico  con- 
centrado, ó á una  corriente  de  aire  como  antes;  se  trata  el  residuo  evapo- 
rado ó condensado  con  alcohol  anhidro  y en  frió  varias  veces  ; se  filtra 
otra  vez,  y otra  vez  se  evapora  en  los  términos  indicados. 

Operación  3.’— El  residuo  evaporado  se  disuelve  en  la  menor  cantidad 
de  agua  destilada  posible  y se  echa  lo  disuelto  en  un  frasco , probeta  ó 
vaso  de  boca  ancha , de  35  centímetros  cúbicos  de  capacidad , y se  va 
echando  en  él  poco  á poco  bicarbonato  potásico  ó sódico  puro  y bien  pul- 
verizado , hasta  que  no  haya  efervescencia  , lo  cual  prueba,  que  todo  ei 
ácido  tartárico  ha  abandonado  el  alcaloideo  , combinándose  con  la  base 
del  carbonato ; el  ácido  carbónico  se  ha  marchado  , produciendo  la  efer- 
vescencia, y el  alcaloideo  ha  quedado  libre. 

Operación  4.a — Se  echa  en  dicho  vaso , en  el  estado  que  le  deja  la  ope- 
ración tercera,  dos  ó tres  volúmenes  de  éter  sulfúrico  y se  agita  ei  todo, 
con  ei  fin  de  que  el  éter  se  apodere  bien  del  alcaloideo  y le  disuelva; 
luego  se  deja  reposar;  el  éter  busca  la  parle  superior  por  su  menor  peso 
específico,  y se  lleva  consigo  el  alcaloideo. 

Operación  o. '—Cuando  el  éter  queda  tranquilo,  se  decanta,  y repitiendo 
con  nueva  cantidad  de  éter  esta  operación,  al  fin  se  decanta  un  poco  en 
una  cápsula  pequeña  de  porcelana  y se  deja  evaporar  espontáneamente. 
Evaporado  el  éter,  el  alcaloideo  permanece  en  la  cápsula,  quedando  ter- 
minada la  primera  parte  del  método  de  Stass. 

2.a  parte, — El  alcaloideo , según  hemos  dicho,  puede  ser  líquido  ó só- 
lido. Si  lo  primero,  se  ven  en  la  cápsula,  donde  se  ha  evaporado  el  éter, 
estrías  circulares  aceitosas,  ó un  anillo  en  pequeñas  séries,  que  van  ga- 
nando el  fondo  del  vaso.  Ai  solo  calor  de  la  mano  se  volatiliza  un  tanto 
y desprende  un  olor  masó  menos  desagradable,  picante,  sofocante, 
igual  al  del  alcaloideo,  con  mezcla  de  un  olor  propio  de  materia  animal. 


Si  es  fijo,  queda  un  residuo  sólido  ó un  producto  líquido,  incoloro , le- 
choso, que  tiene  en  suspensión  el  alcaloideo  con  olor  desagradable  de 
materia  animal.  Ambos  vuelven  el  color  azul  al  papel  de  tornasol.  Sin 
embargo , cuando  el  alcaloideo  es  sólido , puede  no  dejar  residuo  con  lo 

hecho.  . 

Cuando  ese  residuo  es  liquido  oleoso,  formando  estrías  circulares,  como 
en  los  casos  en  que  es  nicotina  ó conicina,  luego  de  obtenidos  los  resulta- 
dos de  la  parte  primera,  se  procede  del  modo  siguiente: 

1. *  Se  añade  el  producto  que  resta  en  el  frasco  de  boca  ancha,  después  de 
la  cuarta  operación  de  la  primera  parte  de  este  método , de  1 á 2 centíme- 
tros cúbicosde  una  disolución  concentrada  de  potasa  ó sosa  cáusticas  (al- 
gunos autores  indican  que  se  añada  ya  este  cuerpo,  al  practicar  la  cuarta 
operación  de  la  primera  parte ; pero”  Gaultier  de  Claubry  y otros  lo  tie- 
nen entonces  por  inconveniente)  y se  agita  el  todo.  Cuando  queda  en  re- 
poso, se  decanta  el  éter  en  un  frasco-probeta,  y se  agita  el  residuo  por 
medio  de  este  vehículo;  esto  es,  se  repite  dos  ó tres  veces  la  misma  ope- 
ración, y se  reúnen  los  licores. 

2. a  A”  los  licores  reunidos  se  añade  1 ó 2 centímetros  cúbicos  de  agua 
acidulada  por  una  quinta  parte  de  su  peso  de  ácido  sulfúrico,  se  agita,  se 
deja  reposar. 

3. a  Se  añade  á los  licores  tratados  con  el  ácido  sulfúrico  una  disolu- 
ción concentrada  de  potasa  y sosa. 

4 . *  Se  toma  con  éter  el  todo,  se  agita,  repitiendo  la  operación  dos  ó 
tres  veces  y se  decanta  el  éter  cada  vez. 

5. *  Decantados  los  licores,  se  dejan  evaporar  espontáneamente,  y 
para  separar  el  amoníaco,  que  se  forma  en  estas  operaciones,  se  expone 
por  algún  tiempo  el  vaso  en  el  vacío  encima  del  ácido  sulfúrico.  El  alca- 
loideo se  presenta  en  el  fondo  de  la  cápsula,  á modo  de  una  gota  aceitosa 
y se  puede  pasar  á reconocerla  por  sus  reactivos  mas  característicos. 

Cuando  el  alcaloideo  tratado  en  la  primera  parte  del  método  de  Stass, 
es  sólido  y lijo  , se  procede  como  sigue  : 

1. °  Si  no  hay  residuo  con  la  evaporación  del  éter,  se  añade  al  licor 
preparado  en  la  operación  cuarta  de  la  parte  primera , una  disolución  de 
potasa  ó sosa  cáusticas,  como  en  el  caso  anterior. 

2. °  Evaporado  luego  el  éter,  deja  alrededor  de  la  cápsula  un  residuo 
sólido  ó en  los  términos  arriba  indicados.  Se  le  añaden  algunas  gotas  de 
agua  acidulada  por  la  quinta  parte  de  ácido  sulfúrico,  poniéndolas  en 
contacto  con  todos  los  puntos  de  la  cápsula,  que  tal  vez  no  los  mojan  por 
la  presencia  de  materias  crasas. 

3. °  Se  decanta  lo  disuelto  y límpido,  ó filtra;  se  lava  el  residuo  con  al- 
gunas gotas  del  agua  acidulada,  y se  hace  evaporar  debajo  de  una  cam- 
pana, teniendo  encima  una  cápsula  de  ácido  sulfúrico  concentrado. 

4. °  Se  añade  al  residuo  una  solución  muy  concentrada  de  carbonato 
de  potasa  puro. 

5. °  Se  toma  todo  con  alcohol  absoluto,  se  decanta  y evapora  , y el  al 
caloídeo  se  presenta  aislado  al  estado  cristalino  y dispuesto  á revelarse 
por  sus  reactivos  propios. 

Este  método,  al  que  dió  lugar  la  investigación  de  la  nicotina,  Stass  lo 
aplicó  luego  á otros  alcaloideos,  conicina,  morfina,  codeina,  narcotina, 
estricnina,  brucina , veratrina,  colchicina  , emetina,  solanina,  atropina, 
mosciamina , acomtina , delfina , anilina  y petinina . que  es  como  si  di- 
jéramos casi  á todos  los  que  mas  figuran  en  los  estudios  químicos , y al  fin 


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acabará  por  dominarlos  todos siendo  todos  los  conocidos  capaces  de  for- 
mar sales  solubles  con  los  ácidos  en  el  agua  y alcohol , en  cuyo  estado 
son  atacables  por  las  bases  alcalinas  minerales , quedando  desalojados, 
apoderándose  de  ellos  luego  el  éter  que  acaba  de  aislarlos  y evaporándose, 
se  concibe  cómo  el  método  de  Stass  puede  ser  general.  Solo  podría  haber 
dificultades  en  los  casos  en  que  los  alcaloideos  no  fueran  solubles  en  el 
éter  hídrico,  como  ya  lo  observó  Lefort  y Reveill.  Sin  embargo,  Virg  ob- 
tuvo la  estricnina,  y Petit  asegura  con  hechos , que  la  morfina  se  obtiene 
también,  á pesar  de  su  insolubilidad,  en  dicho  éter.  Otro  tanto  afirma 
Valser;  pues  si  bien  conviene  con  Lefort  y Reveill , que  el  éter  hídrico  no 
disuelve  la  morfina,  dice  que,  sustituyendo  á dicho  éter  el  acético,  este 
disuelve  todos  los  alcaloideos.  Por  lo  tanto , el  método  de  Stass  adquiere 
toda  su  fuerza  y valor,  como  general. 

Como  lo  hemos  visto,  Stass  rechaza  para  esas  investigaciones  el  empleo 
del  subacetato  de  plomo , que  tan  importante  papel  desempeña  en  el  mé- 
todo de  Christisson  , Orilla,  etc. , igualmente  que  el  del  carbón  animal, 
ávido,  como  lo  hemos  consignado  en  su  lugar,  de  bases  alcaloideas. 

Para  Stass,  el  acetato  básico  de  plomo  no  precipita , ni  aun  en  exceso, 
todas  las  sustancias  orgánicas  que  se  quiere  y se  necesita  separar;  y el  áci- 
do sulfhídrico  , cuya  corriente  va  seguida  del  empleo  de  la  sal  de  plomo 
para  precipitar  el  exceso  de  este , se  combina  con  muchas  sustancias  or- 
gánicas , las  vuelve  alterables  y susceptibles  de  tomar  color  rápidamente 
al  aire,  y al  propio  tiempo  que  exhalan  un  olor  muy  infecto,  la  sal  plúm- 
bica empleada  para  la  precipitación  , introduce  plomo  en  los  productos  é 
impide  reconocer  el  que  puedan  tener. 

Modificación  del  método  de  Stass  por  el  doctor  Yañez.—A.  pesar  de  estas  re- 
flexiones, mi  amigo  el  ilustrado  doctor  D.  Teodoro  Yañez  comunicó  ver- 
balmente en  la  sesión  del  Congreso  médico  español , celebrado  en  1804 
en  Madrid,  una  modificación  que  ha  introducido  en  el  método  en  cues- 
tión , versando  precisamente  en  el  empleo  del  subcetato  de  plomo  y una 
corriente  de  ácido  sulfhídrico,  rechazados  por  Stass  y ios  que  siguen  la 
práctica  de  este  químico  belga.  ílé  aquí  como  procede  dicho  doctor,  se- 
gún lo  que  se  lee  en  el  libro  titulado  /leías  de  las  sesiones  de  dicho  Con- 
greso, pág.  142. 

Practicada  la  segunda  operación  de  la  primera  parte,  trata  las  mate- 
rias por  medio  del  acetato  de  plomo;  filtra  por  papel  Rerzelius,  para  sepa- 
rar el  precipitado  que  se  forma,  y somete  el  líquido  filtrado  donde  queda 
el  alcaloideo,  al  estado  de  sal  en  disolución,  á una  corriente  de  ácido  sulf- 
hídrico para  eliminar,  ai  estado  desulfuro  insolitble,  el  exceso  de  sal  plúm 
bica  disuelta  en  el  líquido , y que  pudiera  complicar  el  resultado  de  la 
operación.  Sostiene  esa  corriente  por  espacio  de  una  hora;  cree  tener  la 
seguridad  de  que  se  ha  precipitado  todo  el  plomo;  se  deja  posar  el  sulfu- 
ro, se  filtra,  se  lava  el  residuo  con  agua  destilada  avivada  con  unas  go 
tas  de  acido  acético;  se  reúnen  los  líquidos,  y en  ellos  se  encuentra  en 
estado  de  pureza  el  alcaloideo  combinado  con  los  ácidos  orgánicos. 

Para  obtenerle,  se  evapora  al  baño  de  mana,  con  lo  que  al  propio 
tiempo  que  se  reduce  el  vehículo,  se  acaba  de  marchar  el  ácido  sulfhí- 
drico que  puede  quedar  en  él.  Puede  seguirse  hasta  sequedad  esa  eva- 
poración, ó hasta  que  se  halle  eti  estado  de  cristalizar,  siendo  excusado 
decir  que  el  residuo  será  la  sal  alcaloidea,  la  que  podrá  ser  ensayada 
con  los  reactivos  propios  de  estas  sales. 

Si  se  quiere  obtener  al  estado  puro,  ó de  alcaloideo  cristalizado,  si  es 


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susceptible  de  ello,  y si  no  al  amono,  bastará  precipitar  la  sal  alcaloi- 
dea disuelta  por  un  álcali  mineral ; tratar  el  precipitado  por  alcohol  en 
ebullición,  y dejarle  evaporar  lentamente  para  que  cristalice , si  es  cris- 
talizable,  y entonces  se  puede  pasar  á reconocer  qué  alcaloideo  es. 

Las  razones  principales  que  ha  tenido  mi  buen  amigo,  para  la  modifi- 
cación propuesta,  se  fundan  principalmente  en  la  sencillez  del  proceder 
y en  la  no  solubilidad  de  ciertos  alcaloideos;  mas,  sobre  no  ser  la  sen- 
cillez mucho  mayor  que  la  del  método  de  Stass,  es  una  ventaja  que  ex- 
pone á los  defectos  ya  indicados  de  la  presencia  del  plomo  y del  ácido 
sulhídrico,  reconocidos  ya  como  inconvenientes,  antes  que  por  Stass, 
por  Devergie,  que  en  lugar  de  ta  sal  plúmbica  emplea  el  nitrato  de  plata; 
y respecto  de  ios  alcaloideos  insolubles,  sabiendo  que  el  éter  acético,  en 
especial  con  alcohol , disuelve  todos  los  alcaloideos,  no  hay  que  temer 
que  el  método  belga  no  dé  un  resultado  satisfactorio. 

De  todos  modos,  respecto  de  ese  método,  tal  como  le  emplean  todos  ó 
modificado,  hay  un  momento  en  el  que  el  alcaloideo  se  ha  de  someter  á 
sus  reactivos  de  grupo , división  y especie. 

Si  resultase  mas  de  un  alcaloideo,  su  diferente  solubilidad  en  el  éter 
y sus  reactivos , al  estado  de  sal , los  distinguirían , pues  que  no  dan  to- 
dos los  mismos  resultados. 

3.°  Proceder  de  Flamlin.— Este  práctico  mezcla  las  malerias  sospecho- 
sas con  el  1 por  100  de  su  peso  de  cal  anhidra;  deseca  la  mezcla  á jOO 
grados  con  el  objeto  de  coagular  las  materias  proléicas,  alúmina,  fibri- 
na, etc. , y descomponer  las  materias  colorantes,  las  pulveriza,  las  agita 
varias  veces  con  alcohol  absoluto  é hirviente  y filtra  después  de  haber 
enfriado. 

Los  licores  no  tienen  color  ó muy  poco,  y solo  contienen  ya  el  alca- 
loideo y las  materias  crasas  y resinosas.  Los  hace  evaporar  lentamente; 
trata  el  residuo  con  el  éter,  el  cual  disuelve  las  materias  crasas,  y deja 
el  alcaloideo,  si  no  es  soluble  en  este  líquido,  como  sucede  con  la  mor- 
fina, brucina  y estricnina,  las  cuales  se  separan  por  decantación. 

Si  el  alcaloideo  es  soluble  en  el  éter,  se  toma  el  residuo  alcohólico  ó el 
etéreo  con  un  disolvente  especial  de  las  bases  orgánicas;  el  ácido  acético, 
por  ejemplo  , á 10  grados,  y se  precipita  la  base  del  acetato  con  un  poco 
de  amoníaco.  £1  alcaloideo  disuelto  en  el  alcohol  hirviendo,  cristaliza,  ó 
se  depone  por  la  evaporación  espontánea  de  este  líquido. 

í.°  Método  de  Rabourdin.  — Este  práctico  propone  el  empleo  del  cloro- 
formo y el  del  carbón  para  la  análisis  de  los  alcaloideos. 

Respecto  del  cloroformo , le  mezcla  con  los  extractos  coagulados  y fil- 
trados con  cuatro  gramos  de  potasa  cáustica  y treinta  de  cloroformo  por 
litro  de  jugo  ó extracto,  y agita  el  todo  por  espacio  de  un  minuto.  El  clo- 
roformo se  carga  así  del  alcaloideo  y de  materia  colorante , deponién- 
dose en  el  fondo  del  vaso  al  cabo  de  una  hora.  Se  decanta  el  líquido  que 
sobrenada  ; se  lava  el  cloroformo  con  agua  destilada  hasta  que  se  quede 
límpido.  Se  destila  al  baño  maría  en  una  retorta  bitubulada  ; se  toma 
el  residuo  con  agua  acidulada  con  el  ácido  sulfúrico  que  disuelve  el  alca- 
loideo, si  es  soluble  en  él,  y deja  las  malerias;  se  filtra,  se  añade  un 
ligero  exceso  de  carbonato  de  potasa , se  trata  el  precipitado  con  alcohol. 
La  solución  da  por  evaporación  espontánea  el  alcaloideo  sólido  con 
cristales. 

Respecto  del  carbón  se  purifica  con  ácido  clorhídrico.  Se  precipita  el 
alcaloideo  con  subacetato  de  plomo , se  filtra  y se  agita  con  carbón , y se 


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deja  descansar.  El  licor  se  destifie,  pierde  su  sabor  amargo,  se  lava  el 
carbón ; se  seca  á la  estufa , se  trata  luego  con  alcohol  hirviente , se  eva- 
pora este  al  baño  maría  , y enfriando , depone  una  materia  pulveru- 
lenta , que  disuelve  el  alcohol,  dando  por  evaporación  espontánea  el  al- 
caloideo. 

5. °  Método  de  Plocter.  — Emplea  también  este  práctico  el  cloroformo 
casi  en  los  mismos  términos  que 'Rabourdin , pero  tan  solo  le  ha  aplicado 
á la  cantaridina.  Trató  30  gramos  de  cantáridas,  por  espacio  de  cuarenta 
y ocho  horas  , en  el  aparato  de  desalojamiento,  con  00  gramos  de  clo- 
roformo , desalojando  á este  en  seguida  con  alcohol  á 0,885,  y ha- 
ciendo evaporar.  La  cantaridina  se  obtiene  mezclada  con  gpasa.  Esta  es 
absorbida  con  papel  Joseph  ; se  disuelve  la  cantaridina  con  cloroformo 
mezclado  con  alcohol,  y evaporando  luego,  se  depone  el  principio  in- 
mediato puro  y cristalizado. 

6. °  Método  de  Morin , Dublanc , Henry , Alian,  etc. — Estos  autores  ó prác- 
ticos agitan  las  materias  sospechosas  que  pueden  contener  alcaloideos,  en 
especial  la  morfina,  daturina,  digitalina , etc.,  con  agua  aguzada  con 
ácido  acético;  se  evapora  á sequedad  ; tratan  el  residuo  con  alcohol  hir- 
viente de  36  grados ; filtran  y precipitan  los  licores  alcaloideos  con  el 
tanino  ó una  maceracion  de  nuez  de  agallas.  El  tanato  del  alcaloideo 
que  se  forma,  queda  disuelto,  y se  deponen  las  demás  materias  orgánicas; 
se  filtran ; se  extienden  los  licores  con  un  poco  de  agua,  y se  tratan  con 
una  disolución  de  gelatina , la  cual  forma  con  el  tanino  ó ácido  tánico  un 
tanato  insoluble ; el  alcaloideo  desalojado  queda  disuelto , se  filtra  ó de- 
canta , y se  obtiene  por  evaporación. 

7. °  Proceder  de  V.  Uslar  y de  J.  Erdmann.  — Fundados  estos  químicos: 
l.°  en  que  las  bases  vegetales  libres  son  solubles  en  el  alcohol  amílico, 
sobre  todo  en  caliente;  2.°  en  que  el  agua  pura,  ó mejor  aun  , alcalini- 
zada,  aunque  sea  en  gran  cantidad,  no  se  apodera  de  esas  bases  así  di- 
sueltas;  y 3.°  en  que  las  separa  completamente,  cuando  se  acidula  de  an- 
temano con  ácido  clorhídrico,  por  ser  los  cloruros  orgánicos  que  se  for- 
man poco  solubles  en  el  alcohol  amílico,  han  ideado  el  proceder  si- 
guiente : 

Se  toma  cierta  cantidad  de  la  materia  sospechosa  y se  reduce  á papilla 
con  agua  acidulada  con  ácido  clorhídrico;  luego  se  deja  en  digestión  du- 
rante dos  horas  á una  temperatura  de  60°  á 80°  c.  Se  cuela  al  través  de 
un  lienzo  ó estameña  mojada;  se  trata  el  residuo  con  agua  caliente,  igual- 
mente acidulada , y después  de  haber  reunido  los  líquidos,  se  añade 
amoníaco  en  ligero  exceso;  se  concentra  á fuego  desnudo,  y luego  se 
concluye  de  evaporar  hasta  sequedad,  en  un  baño  de  maría.  El  residuo 
se  trata  con  alcohol  amílico  caliente , y se  filtran  las  soluciones  por  papel 
humedecido  con  este  mismo  líquido. 

El  producto  de  esta  filtración  contiene  por  lo  común  materias  crasas  ó 
colorantes,  que  se  eliminan  agitando  vivamente  el  líquido  en  agua  casi 
hirviendo,  á la  que  se  ha  añadido  un  poco  de  ácido  clorhídrico:  el  alcohol 
amílico  cede  entonces  el  alcalóide,  mientras  que  retiene  la  mayor  parte 
de  las  sustancias  grasas  ó colorantes,  pudiendo  separarse  por  medio  de 
una  pipeta  de  gutta-percha  ; agitando  enseguida  el  líquido  acuoso  y ca- 
liente con  una  porción  de  alcohol  amílico,  se  consigue,  sin  gran  trabajo, 
separar  todas  las  materias  extrañas , de  modo  que  se  obtiene  un  líquido 
incoloro,  en  el  que  existe  la  base  orgánica  en  estado  de  cloruro. 

Se  concentra  un  poco  por  evaporación  , se  adiciona  amoníaco  en  ligero 

TOTTímOGÍA. — M 


- 738  - 

exceso,  y se  añade  en  seguida  alcohol  amílico  hirviendo , el  cual  después 
de  haber  agitado  fuertemente,  se  apodera  del  alcalóide. 

Obtenido  este  le  traían  con  reactivos  especiales  de  los  que  hablarémos 

luego. 

8-°  Proceder  de  Sonnenschein.  — Este  químico  descubrió  que  el  ácido 
fosfo-molíbdico  es  un  reactivo , que  precipita  también  casi  todas  las  bases 
orgánicas,  en  especial  las  azoadas;  así  la  nicotina  no  precipita;  tampoco 
lo  nace  la  digitalina,  que  ya  llevamos  dicho  no  ser  alcalóide,  y en  cambio 
precipita  varias  materias  colorantes.  A la  presencia  del  amoníaco,  ese 
ácido  precipita  un  alcaloideo  por  poca  cantidad  que  exista  de  él  ó de 
una  sal  alcaloidea,  y el  precipitado  es  poco  soluble  no  solo  en  el  agua, 
sino  ni  en  el  alcohol , éter  y ácidos  minerales  diluidos.  El  ácido  nítrico 
concentrado  é hirviendo  y los  acético  y oxálico  en  ebullición  disuelven 
un  tanto  esos  precipitados.  El  cítrico  y el  tartárico  hacen  otro  tanto,  solo 
que  con  estos  reactivos  se  reduce  en  el  acto  el  ácido  fosfo-molíbdico.  En 
cambio  los  hidratos , fosfatos,  carbonatos  y boratos  alcalinos  disuelven 
fácilmente  los  referidos  precipitados,  desalojando  el  alcaloideo;  otro  tanto 
sucede  con  las  tierras  alcalinas  y óxidos  de  plata  y plomo , y si  el  con- 
tacto dura  algún  tiempo,  se  separa  el  alcaloideo  y se  forma  un  fosfo 
molibdato  metálico. 

El  ácido  fosfo-molíbdico  es  altamente  sensible;  un  diezmillonésimo  de 
grano  de  estricnina  se  revela  con  un  grano  de  ácido  fosfo-molíbdico; 
da  todavía  un  precipitado  notable;  de  suerte  que  es  muy  bueno  para  do 
sar  los  alcalóides. 

Para  descubrir  uno  de  estos  en  una  materia  sospechosa,  cuando  se  ob- 
tiene un  líquido  procedente  de  ella,  se  acidula  este  con  ácido  clorhí- 
drico, se  evapora  hasta  consistencia  de  jarabe;  se  íiltra,  y en  seguida 
se  trata  con  ácido  fosfo-molíbdico  lo  filtrado.  El  precipitado  que  resulta 
se  lava  con  agua  que  contenga  una  pequeña  porción  de  los  ácidos  nítrico 
y fosfo-molíbdico. 

Preparado  de  esta  suerte  el  precipitado , se  introduce  en  un  balón  con 
barita  cáustica,  comunicando  el  cuello  de  aquel  con  un  tubo  conductor, 
y este  con  otro  de  Liebig,  que  contenga  ácido  clorhídrico,  y este  con 
un  recipiente  sometido  á un  calor  suave.  Si  la  base  alcalina  es  volátil,  se 
recoge  en  el  recipiente;  y si  es  fija,  se  hace  pasar  por  el  residuo  una  cor- 
riente de  ácido  carbónico,  y en  seguida  se  trata  con  alcohol  concentrado, 
que  disuelve  el  alcaloideo , obteniéndole  de  este  modo  casi  puro. 

Schulze  ha  presentado  un  reactivo  para  los  alcalóides  precipitándolos 
en  blanco  excepto  la  brucina,  á la  que  da  un  color  hermoso  rosado,  que 
puede  también  utilizar.  Echando  gota  á gota  en  el  percloruro  de  antimo- 
nio una  disolución  acuosa  de  ácido  fosfórico,  se  obtiene  ese  rectivo. 

9.°  Proceder  de  Graham  ó diálisis.  — No  se  reducen  á lo  hasta  aquí  ex- 
puesto los  medios  propuestos  para  aislar  las  sustancias  venenosas  orgá- 
nicas, de  las  que  impiden  la  acción  de  los  reactivos,  sin  apelar  á la  des- 
trucción de  estas  últimas;  tenemos  todavía  otro  proceder,  que  en  estos 
últimos  tiempos  ha  hecho  mucho  ruido , ideado  por  Grahain  , profesor  de 
Londres,  el  cual  ha  dado  un  nombre,  que  ha  tenido  fortuna,  á lo  que 
Uutrochet,  muy  versado  en  la  observación  de  esa  clase  de  fenómenos 

exP5r*DQení0S » llamaba  osmosis,  endósmosis  y exósmosis.  Graham  ha 
diulitis  al  proce(*er’  en  ^ vamos  á ocuparnos  con  alguna  extensión, 

Este  proceder,  ó la  diálisis,  no  viene  á ser  otra  cosa  que  un  modo  de 


— 739  — 

aislar  sustancias  venenosas,  por  medio  de  su  paso,  al  través  de  una  mem- 
brana colocada  entre  dos  líquidos.  * 

Sabido  es,  desde  hace  tiempo,  que  dos  líquidp§  de  naturaleza  diferen- 
te, separados  por  una  membrana  orgánica,  presentan  el  notable  fenó- 
meno siguiente:  en  la  mayoría  de  los  casos,  uno  de  esos  cuerpos  tiende  á 
penetrar  en  el  otro  para  mezclarse  con  él , sin  que  este  haga  otro  tanto. 
Éste  era  el  fenómeno  llamado  antes  osmosis.  Si  el  paso  se  efectuaba  de 
fuera  á dentro  tomaba  el  nombre  de  endósmosis,  y si  se  efectuaba  de  den- 
tro á fuera  exósmosis.  íloy  eso  se  llama , como  lo  hemos  dicho,  diálisis. 

Graham  ha  hecho  estudios  particulares  sobre  esos  fenómenos,  que, 
aplicados  á las  análisis  químicas  toxicológicas , han  dado  hasta  cierto 
punto  satisfactorios  resultados.  Las  sustancias  solubles  en  el  agua,  con 
respecto  á esa  forma  de  ensayo,  se  han  dividido  en  dos  clases  : coloideas 
y cristaloideas.  Estas  atraviesan  fácilmente  la  membrana,  al  paso  que  las 
otras  lo  hacen  con  dificultad  mayor  ó menor;  de  lo  cual  se  sigue  que  por 
este  medio  se  pueden  separar  de  un  líquido  en  que  esten  mezcladas. 

La  albúmina,  la  gelatina,  la  goma,  las  grasas  y otras  sustancias  orgá- 
nicas análogas  son  coloideas , no  pasan  ó tardan  mucho  en  pasar,  mientras 
que  las  que  son  cristalizables,  como  muchas  sales  minerales , ácidos  y ál- 
calis orgánicos , se  difunden  fácilmente  en  el  agua , que  se  halla  al  otro 
lado  de  la  membrana. 

Si,  por  ejemplo,  hay  ácido  arsenioso, morfina,  estricnina,  etc.,  mezcla- 
dos con  la  sangre,  leche,  suero,  etc.,  puestos  en  el  aparato  correspon- 
diente con  la  membrana  que  separa  esos  humores  del  agua;  el  ácido 
arsenioso,  la  estricnina,  etc.,  se  difunden,  pasan  al  través  de  esa  mem- 
brana al  otro  lado;  el  agua,  que  antes  no  contenía  nada  de  eso,  da  se- 
ñales de  contenerlo,  en  tanto  que  ni  la  sangre  , ni  la  leche,  ni  el  suero,  ó 
sea  la  albúmina,  ni  otra  sustancia  coloidea  atraviesa  la  membrana,  con 
lo  que  se  consigue  la  separación  de  dichos  principios  venenosos,  los  cua- 
les pueden  acto  continuo  ser  sometidos  á la  acción  de  los  reactivos. 

El  proceder,  pues,  no  puede  ser  mas  sencillo;  así  fuera  tan  eficaz  y 
general.  Si  siempre  diese  tal  resultado,  tendríamos,  por  lo  menos  respecto 
de  las  sustancias  cristaloideas,  un  medio  segurísimo  de  aislar  esas  sus- 
tancias en  las  análisis  químicas , muy  superior  á los  anteriormente  ex- 
puestos» 

Veamos,  pues,  cómo  se  procede  en  estos  casos  y qué  aparato  se  nece- 
sita para  ello.  Luego  dirémos  lo  que  en  el  estado  actual  podemos  esperar 
del  proceder  de  Graham , ó de  la  diálisis. 

El  aparato  consiste  en  un  manguito  de  vidrio  ó gutapercha,  en  una 
de  cuyas  extremidades  se  fija,  por  medio  de  un  hilo  ó bramante,  una  lá- 
mina de  pergamino  artificial  ó vegelal.  Este  pergamino,  llamado  dializa- 
dor,  no  es  otra  cosa  que  una  hoja  de  papel  tratado  con  ácido  sulfúrico  y 
que  le  da  una  consistencia  parecida  á una  membrana  animal. 

En  el  interior  del  manguito  se  introduce  la  sustancia  que  se  ensaya 
al  estado  de  papilla  ciara  ó líquida,  y hecho  esto,  se  mete  por  el  extremo 
donde  esta  atado  el  pergamino  en  un  vaso  que  contenga  un  poco  de  agua 
destilada.  Este  vaso  se  fiama  recipiente. 

Al  cabo  de  algunas  horas , se  examina  el  agua , y en  ella  se  encuen- 
tra ya  una  gran  parte  de  la  sustancia  tóxica  cristalóide,  que  contenga 
la  papilla  ó liquido  interior,  exenta  de  cantidades  sensibles  de  sustancias 
orgánicas.  Si  se  prolongase  por  mas  tiempo  la  operación,  ya  irian  pa- 
sando las  coloideas,  y otra  vez  la  tóxica  estaría  impura. 


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para  examinar  el  agua , se  evapora  hasta  sequedad  á la  cuarta  parte, 
ó la  mitad,  según  los  casos,  y luego  se  trata  con  los  reactivos  correspon- 
dientes. Si  se  'ha  reducido  á sequedad  algún  alcaloideo,  hay  que  tomarle 
con  alcohol  de  95  grados,  y luego  someterle  á las  debidas  reacciones. 

Si  á pesar  de  este  ensayo,  la  análisis  del  agua  exterior  no  acusa  la 
presencia  de  cuerpo  alguno  tóxico,  se  considera  como  una  prueba  de 
que  no  existe,  en  especial  si  es  crislaióide , y aunque  sea  coloide,  si  pasa 
mucho  tiempo  y tampoco  se  revela. 

En  cada  ensayo,  sobre  tener  muy  limpio  el  manguito,  hay  que  mudar 

el  pergamino. 

Este  sencillo  aparato,  y las  leyes  físicas  en  que  descansa  . pueden  dar 
mejores  resudados  , estudiando  las  leyes  de  la  absorción  y difusión  , y ei 
influjo  que  la  adición  de  ciertas  sustancias,  temperatura,  etc.,  pueden 
ejercer  en  el  paso  de  las  sustancias,  desde  el  interior  del  manguito,  ai 
agua  exterior,  al  través  de  la  membrana  ó pergamino  artificial.  Ya  el  mis- 
mo Graham  observó  que  ei  ácido  clorhídrico  facilita  la  difusión  de  mu- 
chas sustancias  poco  dializables  de  suyo. 

En  lugar  del  papel  apergaminado,  y atado  al  manguito  , puede  servir 
un  vaso  de  porcelana  tosca,  igual  al  que  sirve  para  las  pilas  de  Bun- 
sen  ; puesto  que  funciona  muy  bien  y presta  mas  espacio  que  el  papel 
del  manguito.  Tiene  sin  embargo  un  inconveniente  atendible:  como  se 
lia  de  mudar  de  dializador  en  cada  ensayo,  resultaría  un  tanto  caro  el 
uso  de  los  vasos  de  porcelana.  Guignet  ha  propuesto  el  barro  de  pipas 
poco  cocido.  Las  alcarrazas  ó botellas  de  barro  pueden  suplir. 

El  uso  del  papel  es  lo  mas  económico ; puesto  que  sobre  no  ser  caro, 
el  mismo  operador  se  lo  puede  preparar  de  esta  manera. 

Se  toman  pliegos  de  papel  sin  cola,  como  el  que  sirvo  para  filtros,  y se 
sumergen  en  una  mezcla  enfriada  de  300  partes  de  agua  y de  100 6 de 
ácido  sulfúrico  concentrado , hasta  que  se  queden  traslúcidos  ó traspa- 
rentes. El  tiempo  de  inmersión  no  debe  durar  mas  que  de  algunos  según 
dos  á minutos,  según  la  temperatura  y el  grado  de  espesor  que  tenga  la 
hoja  del  papel. 

Se  retira  y lava  puesto  varias  veces  en  aguas  sucesivas,  por  úliimo  en 
el  agua  ligeramente  amoniacal,  que  satura  los  últimos  restos  del  ácido  sul- 
fúrico. Se  hace  secar  definitivamente  entre  dos  pliegos  de  papel  Joseph  y 
se  somete  á la  prensa. 

Con  ese  contacto  por  pocos  momentos  con  el  ácido  sulfúrico,  el  papel 
toma  una  textura  diferente  , sin  que  por  eso  cambie  su  composición  ele- 
mental , se  hace  mas  resistente  y semeja  al  pergamino. 

Por  la  facilidad  con  que  se  halla  ese  papel  en  el  comercio,  no  vale  la 
pena  de  elaborarle. 

Expuesto  lo  que  es  la  diálisis  v cómo  se  opera  para  separar,  por  el  pro- 
ceder de  Graham  , las  sustancias  tóxicas  de  las  que  las  impurifican,  di- 
gamos algo  acerca  de  la  eficacia  de  este  proceder. 

A la  diálisis  le  ha  sucedido  lo  que  al  método  de  Stass  y otros  procede- 
res que  hemos  visto.  Ha  tenido  y tiene  sus  partidarios  entusiastas  y sus 
adversarios,  ó por  lo  menos  sus  Aristarcos  mas  severos,  que  no  se  dejan 
funT'^  ^0r  eí.  . en  resultado  en  ciertos  casos,  ni  creen  ver  en  este  nn 
níSnft?me?to  salido  para  generalizar  su  aplicación  y volver  inútiles  ó su 
perttuos  ios  demás  medios. 

dpr  spi^In^í'08.’  ó poco  entusiastas,  le  achacan  el  defecto  de  no  po- 
® nerai,  de  no  dar  siempre  resultados,  de  no  poderlos  dar  en 


- 741  - 

muchas  ocasiones , fundándose  en  los  propios  principios  de  la  diálisis. 

Por  de  pronto,  la  sustancia  ha  de  ser  cristalizare,  cristalóide,  para  qué 
pase  pronto;  si  es  colóide,  tarda  , -y  tardando,  ya  entran  también  las  de- 
más sustancias  orgánicas  en  el  agua.  Si  el  veneno  en  cuestión , por  lo 
tanto,  es  de  los  colóides,  ya  tenemos  inutilizado  el  proceder. 

Para  que  obtengamos  resultados,  es  necesario  que  exista  alguna  canti- 
dad de  veneno  en  las  materias  que  analizamos , y en  este  caso  no  hace 
falta;  los  demás  medios  sirven  perfectamente. 

Si  la  sustancia  venenosa  ha  contraido  combinaciones  con  los  princi- 
pios inmediatos  de  los  arrojados  por  vómitos,  ó con  los  de  los  tejidos  v 
órganos,  la  sangre,  leche,  etc. ; tampoco  ha  de  producir  efectos,  puesfo 

3ue  no  se  han  de  destruir  esas  combinaciones  insolubles , ni  se  han  de 
isolver,  y por  lo  mismo,  no  han  de  pasar  al  agua,  al  través  del  dializador. 
Esto  es  lo* que  ha  de  suceder  en  una  infinidad  de  intoxicaciones  por  las 
sales  metálicas  y otras  muchas. 

Todos  los  venenos  que , en  el  acto  del  ensayo,  se  hallen  al  estado  de 
combinación  insoluble,  ó poco  soluble,  no  podrán  dar  resultado. 

Siquiera  los  experimentos  se  hagan  con  ciertas  sustancias,  las  circuns- 
tancias son  ficticias , no  son  las  que  acompañan  los  casos  de  envenena- 
miento , y por  eso  no  están  en  armonía  esos  experimentos  y los  efectos 
obtenidos  por  algunos  peritos  químicos  en  los  casos  judiciales. 

A estas  y otras  consideraciones  análogas  se  reducen  las  objeciones  di- 
rigidas contra  el  proceder  de  Graham , á pesar  de  lo  que  alegan  sus  en- 
tusiastas partidarios,  los  Grandeau,  los  Cossa,  los  Lefort,  los  Reveill  y 
demás  que  han  hecho  ensayos , no  solo  con  las  sustancias  cristalóides 
inorgánicas  y orgánicas,  sino  con  las  colóides. 

Grandeau  ha  publicado  varios  experimentos  de  la  aplicación  de  la  diá- 
lisis á los  alcalóides  venenosos,  inclusa  la  digitalina,  que  no  lo  es;  comu- 
nicando sus  resultados  á la  Academia  de  ciencias  de  París,  con  la  parti- 
cularidad de  que  no  ha  ensayado  solo  en  las  sustancias  libres,  sino  mez- 
cladas con  las  que  suelen  presentar  los  casos  prácticos  de  envenenamiento . 

En  el  primer  experimento  operó  con  la  digitalina  pura,  y el  resultado 
fué  completo.  En  el  segundo,  con  la  orina  normal  y fresca,  con  la  que 
mezcló  la  digitalina.  En  45  centímetros  cúbicos  de  aquella  puso  2 de  una 
disolución  dé  6,50  de  esta  y 100  de  agua.  Hubo  vestigios  de  digitalina. 
En  el  tercero  mezcló  separadamente  morfina,  brucina  y digitalina  con  ma- 
terias animales , estómago  é intestinos  de  un  perro  algunas  horas  des- 
pués de  muerto,  y siempre  hubo  resultados  (*) . 

M.  Lefort  ha  hecho  también  experimentos  sobre  la  digitalina  (2) , y el 
doctor  Casares  ha  publicado  igualmente  algunos  que  le- pertenecen  (3), 
respecto  del  cardenillo,  estricnina,  extracto  de  opio  y ácido  arsenioso. 
Los  primeros  hechos  que  refiere  el  doctor  Casares,  son  experimentos;  el 
último  es  un  caso  práctico  pericial,  y al  referirlos,  alude  á otros  muchos 
que  le  han  dado  análogos  resultados,  por  lo  cual  cree  que  la  diálisis  es 
preferible  al  método  de  Stass,  que  tiene  por  enojoso. 

No  es  necesario  que  acumulemos,  ni  experimentos,  ni  casos  prácticos, 
para  dar  á la  diálisis  lo  que  de  derecho  le  corresponde  y para  compren- 
der que  algunos  de  los  inconvenientes , que  ciertos  autores  le  encuen- 
tran , no  son  de  peso. 

(')  Hoperl.  de  pharm.—Joum.  de  chim  méd. , lS()í. 

('•*)  Journ.  de  pharm.  et  de  chim..  < 864. 

(®)  Restaurador  [arinacdulico,  1864. 


- • 742  — 

rmrp  los  escritos  modernos  sobre  este  importante  punto  que  nos  pare- 
pp  «en eral  mas  aceptables,  creemos  que  puede  contarse  la  Memoria 
presentada  por  M.  Reveill  á la  Academia  de  ciencias  de  París,  cuyas  con- 
clusiones son  las  siguientes : • . t ...... 

1 * La  diálisis,  es  decir,  la  separación  de  las  sustancias  cnstaloideas  de 
las  coloideas , por  medio  de  una  membrana  ó vasos  porosos,  puede  apli- 
carse con  ventaja,  en  algunos  casos,  á la  investigación  de  los  venenos  y á 
su  separación  de  las  materias  orgánicas. 

2/  La  presencia  de  materias  grasas  es  un  obstáculo  para  conseguir 
esa  operación,  y tanto  mavor  cuanto  mas  consideiable  sea  su  cantidad 
v mas  emulsionadas  se  encuentren. 

‘ 3.*  La  separación  es  tanto  mas  rápida,  cuanto  mayor  sea  la  diferencia 
de  temperatura  que  existe  entre  los  dos  líquidos,  el  del  dializador  y el 
del  recipiente,  aunque  no  tarda  en  establecerse  el  equilibrio. 

La  presencia  de  sustancias  albuminosas  es  un  obstáculo  mucho  mas 
poderoso,  cuando  se  trata  de  venenos  que  puedan  formar  con  ellas  com- 
binaciones insolubles;  tales  son  las  sales  de  cobre,  mercurio,  hierro, 
plomo,  estaño , etc.  Es  preciso  en  estos  casos,  y cuando  la  diálisis  haya 
dado  resultados  negativos,  elevar  la  temperatura  del  líquido  hasta  la 
ebullición,  añadiéndole  un  ácido,  el  nítrico  por  ejemplo,  ó el  clorhídrico; 
separar  el  coágulo,  dividirle,  hacerle  hervir  con  agua  acidulada  por  el 
mismo  ácido,  recoger  los  líquidos,  reunirlos  y someterlos  á la  acción  del 
dializador. 

5. a  La  presencia  de  sustancias  albuminosas  no  es  tan  perjudicial  con 
las  materias  no  capaces  de  combinarse  con  ellas;  tales  son  los  álcalis  or- 
gánicos , los  ácidos  arsenioso  y arsénico,  los  arsenilos,  los  arseniatos  y 
los  cianuros  alcalinos,  etc.  No  obstante,  la  diálisis  se  efectúa  mejor  y 
con  mayor  rapidez,  cuando  se  hace  la  separación  prévia  por  el  agua  aci- 
dulada y la  ebullición;  es  preciso  en  todos  los  casos  operar  sobre  los  re- 
siduos coagulados. 

6. a  Sean  las  que  fueren  las  precauciones  que  se  adopten,  la  separación 
de  las  materias  tóxicas  cristaloídeas  no  es  nunca  bastante  absoluta,  para 

3ue  se  pueda  obrar  directamente  sobre  e!  producto  dializado  por  medio 
e los  reactivos  comunes. 

7.*  La  separación  de  los  álcalis  orgánicos  disueltos  con  los  líquidos  de 
origen  animal,  leche,  orina,  sangre,  caldo,  bilis,  etc. , se  verifica  con 
lentitud  y de  un  modo  especial  para  cada  uno  de  ellos.  A veces  se  pro- 
longa la  diálisis  durante  cinco  á diez  dias;  se  puede  acelerar  cambiando 
el  agua  del  vaso  interior  y la  membrana  del  septum  ó diafragma  cada 
veinte  y cuatro  horas. 

?•*  comprobarse  la  presencia  de  los  álcalis  orgánicos  en  el  lí- 

quido dializado,  por  medio  del  yoduro  doble  de  mercurio  y de  potasio, 
y cuando  se  trate  de  un  líquido  incoloro , se  puede  operar-  directa- 
mente sobre  el  precipitado,  para  caracterizar  el  alcalóide  que  le  cons- 
tituye. 1 

9.*  Ciertos  álcalis  orgánicos,  como  la  atropina,  aconitina,  daturina, 
solamna,  veratrina , y entre  los  cuerpos  neutros  la  digitalina , no  pueden 
caracterizarse  suficientemente  por  medios  químicos,  y para  poder  afirmar 
su  presencia  en  las  materias  sospechosas  ante  la  justicia,  es  absojuta- 
meAte  Preciso  recurrir  á la  experimentación  fisiológica. 
en*,:.,3  nnsma  experimentación  será  indispensable  en  todos  los  casos 
1 ios  alcalóides  mejor  caracterizados,  como  la  morfina,  la  estric- 


- 743  - 

? nina  , la  brucina,  etc.,  hayan  sido  aislados  impuros  y mezclados  con  ma- 

terias extrañas,  que  modifican  ó disfrazan  las  reacciones  (4). 

Fuera  de  las  dos  últimas  conclusiones  de  M.  Reveill,  las  demás  pueden 
considerarse  como  muy  de  acuerdo  con  lo  que  arrojan  los  estudios  he- 
chos, hasta  el  día,  por  medio  de  la  diálisis.  M.  Reveiíl  va  mas  lejos  de  lo 
que  le  da  la  experiencia,  cuando  de  la  ineficacia  del  proceder  de  Graham 
ó de  los  demás  medios  químicos , respecto  á caracterizar  ciertos  alcalói- 
des,  deduce  la  necesidad  de  la  experimentación  fisiológica.  Lo  uno  no  tiene 
nada  que  ver  con  lo  otro.  Idónea  ó no  la  diálisis  para  aislar  alcaloideos 
mas  ó menos  puros  ó completamente,  no  por  eso  se  sigue  que  sea  indis - 
f pensable  ni  absolutamente  necesario,  acudir  á dicha  experimentación.  Otros 

medios  tiene  el  arte  mas  sólidos,  mas  garantidos  y mas  apoyados  en 
la  experiencia  para  suplir,  el  proceder  de  Graham  , como  lo  hemos  visto, 
en  la  que  se  pueden  fundar  conclusiones  mucho  mas  lógicas  y científicas 
que  el  á que  quiere  que  apelemos  M.  Reveill , sin  advertir  que  lo  que 
propone  es  un  medio  mucho  mas  impotente  y falaz  que  el  que  desecha 
para  ciertos  casos,  como  esperamos  demostrarlo  en  su  lugar  (2). 

Tales  son  los  diversos  procederes  adoptados  por  varios  prácticos  hasta 
el  dia,  con  el  objeto  de  aislar  las  sustancias  venenosas  orgánicas,  de  aque- 
llas con  las  que  están  mezcladas  simplemente , ó mas  ó menos  íntima- 
mente combinadas. 

Guardando  para  luego  y en  un  párrafo  aparte , formar  de  todos  ellos 
un  juicio  crítico  mas  detenido,  con  el  fin  de  sacar  en  limpio  qué  es  lo  que 
debemos  hacer,  en  un  caso  práctico,  bien  podemos  decir  aquí,  que  lo  pri- 
mero que  salta  á la  vista,  al  exponer  todos  esos  medios,  es  que  casi  todos 
ellos,  por  no  decir  todos,  se  limitan  al  aislamiento  de  los  alcaloideos  y 
aun  no  de  todos  estos.  Así  Flandin  se  limita  á la  investigación  de  la  mor- 
fina, estricnina  y brucina;  Rabourdin  á la  atropina,  quinina,  cinconina, 
con  el  cloroformo,  y con  el  carbón  á la  digitalina , silicina , escilitina , ari- 
ciña,  colocintina,  estricnina,  hiosciamina,  nicotina,  morfina,  narcotina, 
quinina.  Plocter  se  ha  referido  tan  solo  á la  cantaridina.  Morin  y consor- 
tes á la  morfina,  daturina  , digitalina  y otros.  Stass , aunque  considera  su 
método  como  general,  y como  tal  le  tienen  los  que  le  han  adoptado  , ha 
ensayado  principalmente  con  algunos  alcaloideos. 

No  hemos  visto  nada  relativo  á los  ácidos  ni  á otros  venenos,  que  no 
son  ni  ácidos  ni  alcalinos.  El  que  con  mas  visos  de  generalidad  se  presenta 
es  el  de  Ghristisson,  Orfila,  Devergie,  etc-,  ó sea  el  primero,  el  cual  viene 
á ser  casi  igual  al  expuesto  para  las  sustancias  inorgánicas;  hasta  que  con 
el  subacetato  de  plomo  se  trate  de  saber  de  qué  reino  es  el  veneno. 

De  suerte  que , si  hemos  de  guiarnos  por  lo  que  cada  uno  de  esos  mé- 
* todos  comprende,  podremos  tenerlos  como  mas  ó menos  ventajosos  para 

analizar  venenos  orgánicos  alcaloideos. 

Sin  embargo  , como  el  extraer  una  sustancia  consiste  siempre  en  ais- 
larla de  las  demás,  tratándola  con  agentes  ó reactivos  que  se  apoderen 
de  ella,  ya  disolviéndola  y apartándola  de  las  insolubles,  va  precipitán- 
dola y separándola  así  de  las  solubles,  claro  está  que  esos  mismos  proce- 
. deres  modificados , respecto  de  los  reactivos,  pueden  conducir  al  descu- 
brimiento de  todos  los  demás  venenos. 

Hé  aquí  por  qué  los  autores  consideran  al  de  Stass  como  el  mas  venta* 

(')  Qar.et.  hebd.—fíull.  de  Therap.  1861. 

t (*)  No  hablamos  aquí  de  un  método  llamado  general,  propuesto  por  Tardieu  y Roussin, 

por  las  razones  que  verémos  luego. 


— 744  - 

oso  no  solo  para  la  extracción  ó descubrimiento  de  los  alcaloideos,  sino 
también  para  todos  los  demás  venenos  orgánicos. 

Al  primero  se  le  achaca  que  no  da  los  productos  bastante  puros,  y que 
el  empleo  del  subacetato  de  plomo  complica  el  caso  con  la  introducción 
de  esa  sustancia  extraña.  Los  de  los  demás  se  limitan  á determinados 
venenos;  si  pudiesen  generalizarse,  serian  mas  aceptables,  en  especial  la 
diálisis  y el  proceder  de  Rabourdin  con  el  carbón.  Ya  hemos  dicho  en 
otra  parte  que  el  carbón  es  contraveneno  de  todos  los  venenos  orgánicos 
por  su  facilidad  de  absorberlos.  A.  la  misma  propiedad  debe  el  ser  un 
gran  reactivo  para  descubrirlos.  Los  absorbe;  y apoderándose  de  ellos 
por  medio  de  un  disolvente , serán  fácilmente  obtenidos.  Si  en  todos  los 
casos  diesen  buen  resultado,  le  consideraríamos  preferible  al  mismo  de 
Stass,  puesto  que  es  mucho  mas  sencillo. 

Como  quiera  que  sea,  cuando  se  trate  de  investigaciones  hechas  en  las 
materias  procedentes  del  sugeto  intoxicado  ó de  sus  órganos,  relativa- 
mente á venenos  orgánicos,  si  después  délos  ensayos  que  acabamos  de  in- 
dicar, no  podemos  obtener  resultado  alguno,  no  hay  que  pensar  en  la  des- 
trucción de  las  materias  orgánicas  por  los  diversos  medios  antes  descri- 
tos, ni  en  carbonizaciones  ó incineraciones  de  este  ó aquel  modo  ejecuta- 
das, porque  los  venenos  orgánicos  se  destruirían  por  igual.  Eso  puede 
hacerse  respecto  de  los  inorgánicos  ó minerales , oorque  los  indicados  y 
hasta  los  ácidos  no  se  destruyen  en  esas  altas  temperaturas;  mas  no  en 
los  orgánicos,  cuya  combinación  se  destruye,  en  cuanto  el  calor  llega  á 
ciertas  temperaturas  elevadas. 

Si  el  resultado  es  negativo  , no  hay  mas  que  atenernos  á él  y sacar  de 
ello  la  consecuencia  contraria  ó no  á la  realidad  del  envenenamiento, 
según  lo  que  dirémos  en  la  Filosofía  de  la  intoxicación , al  hablar  del  valor 
lógico  de  las  análisis  químicas. 


OCTAVO  CASO. 

Marcha  que  hay  que  seguir  para  analizar  los  líquidos  del  sugeto  intoxicado, 

Cuanto  acabamos  de  decir  de  las  sustancias  vomitadas , arrojadas  por 
cámaras  blandas  alimenticias  y órganos  del  sugeto  envenenado,  es  apli- 
cable á sus  líquidos,  sangre , orina,  leche,  etc.;  en  tales  términos  que 
ha  de  parecer  una  ociosidad  ó redundancia  hablar  de  estos  aparte,  como 
si  las  operaciones  fuesen  otras. 

Para  prevenir  toda  reflexión  hecha  en  este  sentido,  me  apresuro  á ma- 
nifestar que  ya  no  voy  á exponer  aquí  métodos  ni  procederes  para  anali- 
zar los  líquidos  procedentes  del  sugeto  intoxicado;  porque,  en  efecto, 
todo  cuanto  llevamos  dicho  en  el  caso  anterior  y en  el  de  las  mezclas  en- 
teramente líquidas , es  completamente  aplicable  á las  materias  líquidas 
procedentes  de  la  persona  viva  ó muerta,  á la  que  se  sospeche  haber  sido 
dado  un  veneno  orgánico  ó mineral. 

Lo  que  mas  principalmente  me  ocupará  ahora , es  lo  que  puede  espe- 
rarse de  esos  líquidos  sometidos  á las  análisis  , dando  por  expuesto  todo 
lo  que  hay  que  hacer  para  analizarlos,  puesto  que  he  dicho  y repito,  que 
es  análogo  á lo  que  se  hace  con  otras  materias  blandas  y sólidas, 
orín  ill\uidos  ,P«eden  ser  arrojados  por  vómitos  ó cámaras,  sangre, 
jji™’  leche,  saliva,  bilis.  En  cuanto  á los  primeros , ya  van  cómpren- 
os en  los  casos  anteriores.  La  leche,  la  saliva  y la  bilis,  solo  en  casos 


- 745  — 

excepcionales  se  analizan,  porque  nuestros  estudios  sobre  la  absorción 
ya  nos  han  puesto  en  el  caso  de  comprender  que  pocos  vestigios  ppdran 
tener  del  veneno. 

Creo  poder  decir  otro  tanto  de  la  sangre.  Raras  veces  es  objeto  de  aná- 
lisis , como  no  se  trate  de  venenos  volátiles  que  pasan  á su  torrente  en 
los  casos  de  intoxicación  asfixiante  anestésica.  En  el  cadáver  hay  poca 
sangre , y si  se  coagula , ya  entra  en  el  caso  de  los  sólidos  , á lo  menos 
por  lo  que  atañe  á su  coágulo.  En  el  vivo,  solo  en  los  casos  de  sangrías 
se  procede  ó puede  proceder  á analizar  la  sangre.  Algunos  se  han  san- 
grado con  este  objeto. 

La  orina  es  la  que  mas  se  analiza  , ya  porque  se  puede  obtenei*  por  lo 
común  bastante  cantidad,  tanto  en  el  vivo  como  en  el  cadáver;  ya  porque 
los  riñones  son  una  vía  por  donde  se  expulsan  naturalmente  casi  todos 
los  venenos,  y de  consiguiente,  en  ese  humor  excrementicio  se  han  de 
hallar  los  vestigios  de  las  sustancias  venenosas,  en  especial  si  la  expul- 
sión se  hace  no  mucho  tiempo  después  de  la  ingestión  del  veneno. 

Sea,  sin  embargo,  lo  que  fuere,  repetimos  que,  respecto  de  los  líqui- 
dos del  cuerpo  humano,-  se  procede  del  propio  modo  que  con  los  sólidos, 
menos  las  operaciones  que  tienen  por  objeto  destruir  la  cohesión  de  los 
órganos;  aquí  no  la  hay:  la  sustancia  es  líquida  naturalmente  , ya  está 
disueíta ; se  diluye  á lo  más  en  agua  destilada , acidulada  ó no,  y se 
mete  en  la  retorta  como  las  demás  sustancias,  puestas  ya  al  estado 
líquido  ó de  papilla.  Todo  lo  demás  es  igual , y por  lo  tanto  podemos 
dar  por  terminado  cuanto  tengamos  que  decir  sobre  operaciones  analíti- 
cas de  los  líquidos  ó la  marcha  que  hay  que  seguir  para  analizarlos. 

Hemos  concluido,  por  lo  tanto,  todo" lo  relativo  á las  análisis  químicas 
cualitativas,  en  los  casos  en  que  el  veneno  nos  es  desconocido. 

§ III,— Déla  marcha  que  hay  que  seguir,  cuando  se  conoce  el  veneno. 

Una  infinidad  de  dificultades  , algunas  de  ellas  invencibles , que  sue- 
len presentarse  en  los  casos  de  intoxicación  , cuyo  agente  ó veneno  no  es 
conocido,  desaparece  en  el  caso  en  cuestión.  Esos  diversos  tanteos  que, 
cuando  no  es  conocido  el  veneno,  hay  que  hacer  para  ir  separando  gru- 
pos de  cuerpos,  no  tienen  aquí  aplicación  ninguna.  Ya  por  sus  propieda- 
des físicas  , botánicas  ó zoológicas , ya  por  las  noticias  fidedignas  que  se 
han  recibido,  conocemos  el  veneno  y le  designamos , y acto  continuo, 
para  asegurarnos  de  que  realmente  es  el  que  nombramos  , se  echa  mano 
de  sus  reactivos  característicos.  El  médico  forense,  instruido  en  química, 
instruido  en  toxicología , conoce  perfectamente  los  caracteres  físicos  y 
químicos  de  cada  veneno,  y por  lo  tanto,  el  problema  que  tiene  que  re- 
solver es  sencillísimo.  Decir,  esta  sustancia  es  tal  veneno,  es  decir  los  pro- 
cederes, las  reacciones  que  deben  acto  continuo  procurarse.  Además  de 
las  propiedades  tísicas,  se  hace  constar  su  reino,  si  es  orgánico  ó no  lo 
su  solubilidad  ó insolubilidad  en  estos  ó aquellos  disolventes;  si  es 
acido,  aicalino  ó neutro;  si  precipita  con  este  ó aquel  reactivo;  y como 
todo  esto  es  lo  que  constituye  la  historia  de  cada  veneno  de  por  si,  es 
lógica  ia  consecuencia  que  se  deduce  de  todos  esos  caracléres  para  de- 
terminar el  veneno. 

Es  ocioso  que  nos  extendamos  más  sobre  el  particular,  por  cuanto  ya 
llevarnos  dicho  en  el  párrafo  anterior  todo  lo  que  debe  hacerse  para  re- 
velar los  venenos,  tanto  si  están  puros,  y son  sólidos,  líquidos,  gaseo- 


- 7Í6  ~ 

so*  como  sí  están  mezclados  con  otras  sustancias,  siendo  la  mezcla  lí- 
cuida,  en  parte  sólida,  y en  parte  líquida  ó enteramente  sólida. 

1 Puedo,  de  consiguiente,  considerar  como  concluidos  todos  los  precep- 
tos generales  que  debe  conocer  el  médico-forense  para  analizar  las  sus- 
tancias venenosas,  en  cualquier  estado  y condición  que  se  le  ofrezcan. 
Cuando  tratemos  de  los  venenos  de  un  modo  especial,  tendremos  ocasión 
de  ver  que  cuanto  llevo  dicho  es  lo  que  se  hace  en  semejantes  casos , y si 
alguna  particularidad  hay  en  la  análisis  de  ciertos  venenos , si  se  nece- 
sita algún  aparato  especial , si  hay  algún  método  ó proceder,  en  fin , que 
merezca  la  preferencia,  allí  y no  aquí  será  ocasión  de  ocuparnos  en  ellos. 
No  queriéndonos  mover  de  nuestro  círculo  de  generalidades,  de  conoci- 
mientos aplicables  á todos  los  casos,  hemos  debido  ceñirnos  á lo  que  va 
expuesto. 

g IV.— ¿Cuál  de  los  procederes  para  separar  los  venenos  inorgánicos  y orgánicos,  de  las  sus- 
tancias con  que  están  mezclados,  es  preferible  en  un  caso  práctico  de  envenenamiento  ? 


fiemos  expuesto  todos  los  procederes  hoy  dia  conocidos  y mas  gene- 
ralmente empleados,  para  poder  probar  pericialmente  la  existencia  de 
un  veneno,  y en  los  ocho  casos  que  hemos  supuesto  como  posibles,  y que 
en  efecto  son  todos,  á uno  de  los  cuales  ha  de  pertenecer,  cualquiera 
que  se  presente  en  la  práctica,  hemos  podido  advertir  que  las  dificulta- 
des no  empiezan  realmente,  sino  desde  el  momento  en  que  el  veneno  está 
mezclado  con  otras  sustancias  inorgánicas  , ú orgánicas. 

Los  venenos  puros , al  estado  sólido,  líquido  ó gaseoso  , en  especial 
los  inorgánicos  se  prestan  perfectamente  á las  análisis  químicas ; y nada 
mas  fácil,  cuando  se  tiene  un  poco  de  hábito  en  ello,  que  determinar 
metódica,  rápida  y exactamente,  no  solo  á qué  grupo  y á qué  división  de 
este  pertenece,  sino  de  qué  especie  ó de  qué  género  sea  el  ensayado. 

Aun  siendo  orgánicos,  en  ese  estado  de  pureza,  especialmente  si  son 
los  principios  inmediatos  de  las  plantas.,  tampoco  son  grandes  las  difi- 
cultades que  hay  que  vencer. 

Las  dificultades  empiezan  cuando  el  veneno  se  nos  presenta  mezclado 
con  otras  sustancias,  alimenticias,  ó procedentes  de  vómitos  y cámaras, 
y mas  aun  cuando  se  trata  de  analizar  las  visceras  y los  humores  de  los 
sugetos  que  han  perecido  intoxicados,  ó que  se  sospecha  que  han  sucum- 
bido de  esta  suerte. 

Aunque  esas  dificultades  pueden  empezar  desde  el  cuarto  caso,  no  he- 
mos querido  tratar  del  modo  de  vencerlas,  hasta  que  hemos  hablado  del 
séptimo , en  que  se  resume  todo  el  interés  de  la  cuestión. 

Dividida  esta  en  dos  partes,  una  relativa  á los  venenos  inorgánicos,  y 
otra  relativa  á los  orgánicos;  tampoco  hemos  visto  dificultades  de  cuan- 
tía , respecto  de  la  primera  parte. 

. Verdad  es  que  no  todós  los  autores  proceden  del  propio  modo  para 
aislar  el  veneno  inorgánico  de  las  sustancias  orgánicas  con  que  está  mez- 
clado, y que  cada  uno  recomienda  el  suyo,  como  el  mejor,  no  dejando  de 
tener  sus  apasionados. 

Pero,  como  ya  lo  hemos  indicado,  después  de  haber  expuesto  los  di- 
ferentes medios  de  destruir  las  sustancias  orgánicas,  y aislar  con  esta  des- 
trucción el  veneno  mineral , hay  uno  que  se  lleva  la  preferencia,  y por 
poco  que  se  haya  actuado  en  esta  clase  de  casos  prácticos,  no  ha  de 
a er  nadie  que  no  se  fije  en  la  carbonización,  como  preferente  á los  pro- 


- 747  - 

cederes  de  Reinsch , Jacquelin , Gaultier  de  Claubry  y Millón  antiguo  y 
moderno,  y á la  incineración,  que,  á decir  verdad,  raras  veces,  por  no 
decir  ninguna,  conduce  á nada,  ni  nadie  acude  á ella. 

Por  buenos , practicables , y sencillos  que  sean  los  procederes  de 
Reinsch  sobre  todo,  y el  último  de  Millón,  es  mucho  mas  sencilla  y eficaz 
la  carbonización , siempre  que  se  trate  de  cuerpos  que  no  se  volatilicen 
al  efectuarla,  y que  de  esa  suerte  no  se  escapen  y se  pierdan. 

Nosotros  le  hemos  dado  siempre  la  preferencia,  en  los  numerosos  casos 
prácticos  en  que  tuvimos  que  actuar,  durante  los  cinco  años  que  servimos 
á los  jueces  de  primera  instancia  y demás  autoridades,  como  peritos 
químico-toxicológicos. 

Pero  no  basta  declarar  como  preferible  la  carbonización , puesto  que 
también  hemos  visto  que  no  están  de  acuerdo  los  autores  en  llevarla  á 
cabo,  ó en  destruir  de  esta  manera  las  sustancias  orgánicas.  Es  necesario 
decidirse  por  un  proceder,  y este,  en  nuestro  concepto,  es  el  de  Flandin, 
esto  es,  con  el  ácido  sulfúrico  concentrado. 

Sin  dejar  de  reconocer  que  el  proceder  de  Filhol  da  excelentes  resul- 
tados, bien  podemos  asegurar  que  el  de  Flandin  es  mas  eficaz  y mas 
sencillo.  También  es  el  que  hemos  preferido  siempre  en  todas  nuestras 
actuaciones,  sin  que  ni  una  sola  vez  haya  dejado  de  darnos  cuanto  puede 
dar  esa  operación  químico-toxicológica. 

Tanta  es  la  fé,  hija  de  la  experiencia  que  tenemos  en  ella,  y tanto  nos 
prometemos  llegar  con  ella  rápidamente  al  objeto , que  en  nuestro  labo- 
ratorio nos  sirve  como  de  método  expeditivo.  Cuando  tenemos  un  caso  , ó 
se  nos  presentan  sustancias  á la  análisis  y están  mezcladas  con  otras; 
practicadas  las  primeras  operaciones  para  "enterarnos  de  lo  que  sea  esa 
mezcla,  y luego  que  á simple  vista,  ó con  la  lente,  y lomándola  con  agua 
destilada  un  poco,  ya  nos  hemos  cerciorado  de  si  hay  algnn  ácido,  álcali, 
ó es  neutra,-  etc.,  etc.;  antes  de  someter  cierla  cantidad  al  aparato  desti- 
latorio dentro  de  la  retorta,  con  su  recipiente,  etc. , siguiendo  la  marcha 
que  hemos  establecido  desde  el  cuarto  caso ; tomamos  cierta  porción  de 
las  materias  sospechosas  proporcionada  á la  cantidad  mas  ó menos  abun- 
dante de  que  podemos  disponer,  y colocándola  en  una  cápsula  de  porce- 
lana de  mediano  tamaño  á pedacitos,  si  es  sólida , algo  concentrada,  si  es 
líquida,  le  echamos  la  correspondiente  cantidad  de  ácido  sulfúrico  con- 
centrado , y después  de  un  rato  de  digestión,  durante  el  cual  las  materias 
se  van  oscureciendo , sometemos  la  cápsula  al  fuego  de  la  hornilla  y 
carbonizamos,  practicando  cuanto  hemos  dicho,  al  hablar  del  proceder 
de  Flandin  y de  Danger. 

Si  el  veneno  en  cuestión  es  mineral,  él  parece,  y desde  luego  nos  ahor- 
ramos una  série  de  ensayos  ó tanteos  por  la  otra  vía  de  la  destilación  y 
ebulliciones  y concentraciones  con  alcohol  y filtraciones,  etc.,  etc. 

Obtenido  un  licor  límpido,  si  la  carbonización  se  ha  hecho  en  debida 
reglarse  presta  á la  marcha  metódica  de  los  reactivos  de  los  cuerpos  in- 
orgánicos , bases  y ácidos , y no  tardamos  en  reconocer  el  que  sea  , in- 
cluso cuando  hay  que  echar  mano  del  aparato  de  Marhs. 

Solo  en  los  casos  de  éxito  negativo,  en  los  que  así  puede  ser  que 
no  exista  veneno  en  las  materias  ensayadas,  como  que  sea  volátil  u or- 
gánico, pasamos  á poner  en  práctica  lo  que  hemos  expuesto  en  los  casos 
cuarto,  quinto,  sexto  y séptimo;  esto  es,  á colocar  en  la  retorta  ó aparato 
destilatorio  cierta  cantidad  para  recoger  lo  volátil  en  los  recipientes,  y 
operar  en  seguida  sobre  lo  restante  en  la  retorta,  etc.,  etc. 


— 748  — 

Aconsejamos,  pues,  á los  que  hayan  de  utilizarse  de  este  libro,  á que 
ha^an  lo  propio.  Es  un  proceder  expeditivo,  empezar  por  donde  general- 
mente se  acaba;  pues  siendo  mucho  mas  frecuentes  los  envenenamientos 
por  sustancias  minerales,  en  especial  por  el  ácido  arsenioso  y el  subli- 
mado corrosivo ; con  menos  trabajo  y no  sin  menos  seguridad  se  llega 
pronto  al  resultado  de  un  modo  definitivo. 

Esto  no  quita  que  para  mayor  abundancia  , para  tener  todos  los  datos 
y hasta  asegurarse , si,  además  de  un  veneno  mineral , hay  otro  volátil  ú 
orgánico,  se  procede  luego  á las  demás  operaciones  que  hemos  expuesto 
en  su  lugar,  antes  de  llegar  á la  destrucción  de  las  materias  con  las  cua- 
les esté  mezclado  el  veneno. 

Cuando  la  carbonización  no  da  resultado  alguno,  casi  podemos  asegu- 
rar que  no  se  trata  de  venenos  inorgánicos,  aunque  pueda  haber  algunos 
que  se  volatilicen : si  bien,  en  punto  á los  preparados  de  arsénico  y mer- 
curio, tampoco  hay  que  temer  que  se  escapen;  jamás  hemos  dejado  de 
reconocer  la  existencia  de  esos  cuerpos,  cuando  los  han  contenido  las 
materias  analizadas.  En  la  mayor  parte  de  los  casos  encontramos  subli- 
mado corrosivo,  y en  algunos  en  abundancia;  el  carbón  estaba  lleno  de 
globulillos  metálicos  fáciles  de  reconocer  á simple  vista,  y mejor  con  una 
lente,  á la  luz  directa  del  sol.  En  otros  fue  el  arsénico,  que  en  el  apa- 
rato de  Mariis  nos  dió  abundantes  manchas,  y con  el  ácido  sulfhídrico 
notables  cantidades  de  sulfuro , siempre  que  abundaba  ese  veneno  en 
¡as  materias.  Y nada  tiene  de  extraño,  puesto  que  ya  llevamos  dicho  que 
Berard  de  Montpellier,  que  operaba  en  aparato  cerrado , no  podía  descu- 
brir en  el  recipiente  el  menor  vestigio  de  arsénico,  lo  cual  acaba  de  pro- 
bar que  no  se  volatiliza  ni  pierde  nada,  siquiera  se  opere  en  vaso  abierto. 

Las  dificultades,  como  lo  hemos  dicho  mas  de  una  vez,  se  presentan 
en  los  casos  de  venenos  orgánicos,  mezclados  ó combinados  con  los  teji- 
dos y humores  del  cuerpo  humano , y no  porque  escaseen  los  medios 
propuestos  para  la  separación  del  veneno : dificultades,  primero  para  ob- 
tener el  veneno  puro,  completamente  exento  de  otras  sustancias  orgáni- 
cas, y luego  para  obtenerle  en  cantidad  suficiente  que  permita  varios 
tanteos , no  siendo  tampoco  escasas  ni  las  menores , las  que  ofrecen  los 
caractéres  químicos , dados  por  los  reactivos  de  los  alcaloideos. 

El  proceder  de  Orfila,  Christhisson,  Devergie,  Lassaigne,  Chevalier,  etc., 
es  bueno  para  descubrir  los  ácidos  orgánicos  y las  bases  alcalinas  del  mis- 
mo reino,  y en  no  pocas  ocasiones  se  consigue  resultado  satisfactorio;  pero 
raro  es  el  caso  en  que,  después  de  la  destilación  , ebulliciones  en  vasos 
cerrados  y abiertos,  tratamientos  por  el  alcohol,  concentraciones  y filtra- 
ciones , se  obtenga  un  licor  límpido  incoloro,  que  no  ponga  obstáculo  á la 
claridad  de  las  reacciones.  Siempre  se  presenta  blanquecino  ó de  un  co- 
lor amarillo  oscuro  ó pardusco,  en  especial  si  las  materias  han  entrado 
en  putrefacción;  teniendo,  como  lo  hemos  dicho,  sus  inconvenientes  el 
desteñirle  ó aclararle  por  medio  del  carbón  vegetal  ó animal , ya  poco 
empleado  por  nadie  ea  tales  casos. 

Respecto  de  los  procederes  de  Flandin,  de  Rabourdin , de  Plocter,  de 
Monn  y otros,  de  Uslar  y Erdmann,  y de  Sonnenschein  , siquiera  exami- 
nado cada  uno  , se  advierta  su  sencillez  y parezcan  muy  conducentes  al 
° feK’  ora  sea  porque  solo  den  buen  resultado  respecto  de  ciertos  al- 
caloideos, ora  que  en  efecto  la  práctica  no  corresponda  á los  que  sus  au- 
tores respectivos  aseguran,  ello  es  que  no  tienen  general  aceptación, 
i^opudiendo  hablar  por  experiencia  personal,  respecto  de  la  eficacia 


- 749  - 

respectiva  de  todos  esos  procederes,  aplicados  á todos  los  alcaloideos 
venenosos  y no  venenosos,  porque  no  nos  sobra  el  tiempo  para  dedicarle 
á esa  dase  de  ocupaciones,  ni  en  los  cinco  años  de  actuaciones  periciales 
hemos  podido  alcanzar  esa  experiencia,  porque  no  era  ocasión,  ni  de 
perder  tiempo,  ni  materias  en  ensayos  que  podrían  ser  infructuosos,  sino 
de  emplear  el  proceder  que  gozara  de  aceptación  mas  general;  hay  que 
respetar  esta  en  la  teoría,  como  la  respetamos  en  la  práctica,  y así  como 
en  la  nuestra  no  hicimos  uso  casi  nunca  mas  que  del  antiguo  proceder 
de  Christhisson  y de  Orilla,  y el  de  Stass;  en  este  momento,  al  hacer  el 
juicio  crítico  de  todos  los  procederes  encaminados  á depurar  los  venenos, 
á separarlos  de  las  sustancias  con  las  que  están  mezclados,  para  some- 
terlos á sus  correspondientes  reactivos , tenemos  que  recomendar  como 
mejores  los  que  acabamos  de  indicar,  y el  de  Graham  ó la  diálisis. 

Así  como  hemos  preferido  el  de  Flandin  y Danger , para  la  separación 
de  las  sustancias  venenosas  minerales , carbonizando  las  materias  con  el 
ácido  sulfúrico,  por  constarnos  ser  el  mejor,  fundados  en  la  experiencia 
ajena  y propia;  así  también  comprendernos  que  el  de  esos  autores,  res- 
pecto de  las  sustancias  venenosas  orgánicas,  no  sea  generalmente  acep- 
tado. Sobre  ser  bastante  complicado  el  modo  como  emplean  el  éter  para 
disolver  las  sustancias  crasas,  bien  deja  concebir  que  no  ha  de  ser  este 
el  medio  mas  conducente  para  separar  de  ellas  el  alcaloideo  que  se  di- 
suelva en  ese  vehículo.  Así  es  que  en  los  casos  de  esa  disolución  tienen 
que  valerse  de  nuevas  operaciones  y del  ácido  acético,  y aun  así,  no  hay 
toda  la  garantía  debida. 

El  de  Rabourdin , respecto  del  empleo  del  cloroformo , podrá  dar  sus 
resultados,  en  cuanto  á los  alcaloideos  que  este  vehículo  disuelva  ; mas  el 
cloroformo  no  es  tenido  por  disolvente  de  todos  los  alcaloides , y desde 
luego  ya  tenemos  el  proceder  invalidado  como  general,  y no  sabiendo 
de  antemano  cuando  se  opera,  si  el  alcaloideo  que  tenemos  entre  manos 
es  ó no  de  los  solubles  en  el  cloroformo,  nos  exponemos  á perder  materia 
sospechosa  y tiempo. 

Respecto  del  empleo  del  carbón,  hemos  dicho,  al  consignar  su  propie- 
dad de  retener,  no  solo  las  materias  colorantes,  sino  los  metales  y los  al- 
caloideos, que  acaso  un  día  sirva  como  de  buen  medio  para  las  análi- 
sis. Su  eficacia  como  contraveneno  de  Jos  álcalis  orgánicos  conduce  á lo 
mismo.  Sin  embargo,  aunque  pueda  seducirnos  la  sencillez  del  proceder 
de  Rabourdin  por  el  carbón  , algo  debe  de  imponernos  el  ver  que  no  se 
sigue  esa  práctica  por  los  hombres  mas  versados  en  esas  actuaciones. 

El  método  de  Ploctcr  viene  á ser  el  de  Rabourdin  por  el  cloroformo,  y 
sobre  que  le  son  aplicables  las  mismas  reflexiones  que  hemos  hecho, 
solo  le  empleó  para  obtener  la  cantaridina.  ¿Obtendríamos  el  mismo  re- 
sultado con  lodos?  Seguramente  que  no,  cuando  tampoco  es  adoptado. 

El  método  de  Morin  , Dublanch  , etc. , se  encuentra  en  el  mismo  caso 
que  otros  que  hemos  examinado,  y si  el  ácido  acético  es  capaz  de  for- 
mar sales  con  los  alcaloideos,  en  lo  que  descansa  principalmente  el  pro- 
ceder de  Morin;  también  es  cierto  que  no  es  general  la  práctica  de  M.  Las 
saigne,  que  en  el  método  de  Stass  se  valia  del  ácido  acético,  en  lugar  del 
tártrico  ú oxálico.  Gaultier  de  Claubry  advierte  que  no  debe  echarse 
mano  del  ácido  acético  en  el  método  de  Stass.  Luego,  el  tanino  no  es  te- 
nido por  un  reactivo  general  de  todos  los  alcaloideos,  puesto  que  ha  ha- 
bido necesidad  de  buscar  otros  que  lo  fueran;  no  hubiera  pensado  Son- 
non  schein  en  su  ácido  fosfo-molíbdico,  ni  Cossa  y Carpené  en  el  yoduro 


_ 750  - 

doble  de  mercurio  y de  potasio.  Otro  tanto  diremos  del  poder  de  la  gela- 
tina para  separar  el  tanino  de  su  combinación  con  el  alcaloideo. 

¡Cuando  hay  tanto  alan  de  separar  los  alcaloideos  de  sustancias  orgáni- 
cas, se  va  á echar  en  una  operación  gelatina!  ¿Estamos  seguros  que  el 
ácido  tánico  se  la  llevará  toda? 

El  olvido  en  que  yace  entre  los  prácticos  ese  método,  basta  para  no 
tenerle  en  grande  estima. 

Aunque  el  proceder  de  lisiar  y Erdmann  con  su  alcohol  amílico  (ex- 
traído de  las  patatas)  diese  los  resultados  que  esos  autores  aseguran,  ni 
es  generalmente  adoptado,  ni  le  aplican  ellos  mismos  mas  que  á unos 
cuantos  alcaloideos  con  determinados  reactivos. 

En  cuanto  al  de  Sonnenschein,  ya  hemos  visto  que  Cossa  y Carpené 
le  niegan  lo  que  atribuye  al  ácido  fosfo-molíbdico ; alegan  las  dificultades 
de  la  preparación  de  este  ácido,  y las  notables  equivocaciones  á que  puede 
dar  lugar,  y como  ese  proceder  está  fundado  en  el  empleo  de  ese  ácido, 
fácil  es  concebir  que  tampoco  debe  inspirarnos  gran  confianza. 

Solo  nos  quedan,  pues,  el  método  de  Stass  y la  diálisis,  ó el  de  Graham. 

Aunque  uno  y otro  son  generalmente  adoptados,  y todos  los  autores  los 
recomiendan,  no  tienen,  sin  embargo,  una  aceptación  universal.  Tam- 
bién son  acusados  como  lo  hemos  visto , de  que  su  aplicación  no  es  de 
igual  efecto  en  todos  los  casos;  que  no  llenan  todas  las  necesidades: 
que  no  siempre  se  alcanza  la  separación  del  alcaloideo  en  toda  su  pu- 
reza, y respecto  de  la  diálisis,  hasta  hay  quien  le  achaca  que  en  muchos 
casos 'no  sirve,  no  solo  porque  da  paso  el  dializador  á algo  mas  que  ai 
veneno,  sino  que,  en  no  pocas  ocasiones,  no  pasa  nada,  en  especial  si  el 
veneno  ha  contraido  combinaciones  con  los  principios  inmediatos  de  las 
materias  sometidas  al  ensayo , como  no  haya  algún  agente  que  las  des- 
truya y ponga  al  alcaloideo  ó su  sal  soluble  en  libertad. 

Ya  hemos  visto  también  que  un  distinguido  profesor  español  ha  intro- 
ducido una  modificación  en  el  método  de  Stass,  haciendo  una  combina- 
ción con  parle  de  este  y parte  del  de  Chrislhisson  y de  Oríila. 

Sin  embargo,  no  puede  negarse  que,  tanto  el  método  de  Stass,  como  el 
proceder  de  Graham,  son  los  que  debemos  preferir  en  la  práctica,  por  ser 
los  que  mas  condiciones  llenan. 

La  sencillez  de  la  diálisis  la  hace  preferible  á todo,  y es  probable  que 
estudiando  todos  los  medios  de  facilitar  la  exósmosis,  se  ha  de  acabar 
por  no  usar  otro.  Utilísimo  para  todos  los  casos,  en  los  que  el  veneno  está 
libre  , disuelto  y es  difusible , se  lo  hará  también , si  en  lugar  de  colocar 
en  el  manguito  ó vaso  de  barro  las  materias  sospechosas  sin  ninguna 
preparación,  se  escogita  una,  que  en  todo  caso  deje  el  alcaloideo  en  es- 
tado de  difusibilidad,  lo  cual  no  ha  de  ser  imposible,  ni  difícil.  Recorde- 
mos lo  que  ha  dicho  Reveill  sobre  tratarlos  con  ácido  nítrico  ó clorhí- 
drico, como  medio  de  apoderarse  del  cuerpo  que  está  combinado  con  las 
materias. 

El  método  de  Stass  descansa  en  principios  sólidos  y verdaderos.  La 
complicación  de  que  se  le  acusa  no  es  gran  cosa , y con  un  poco  de  prác- 
tica se  ejecutan  fácilmente  las  cinco  operaciones  de  que  consta  su  primera 
parte,  ni  son  tampoco  cosa  mayor  las  que  se  practican,  luego  que  la  pri- 
mera acusa  la  presencia  de  un  alcaloideo  aceitoso,  líquido  y volátil,  ó lijo. 
dpn^e-Ct°  ^ ^ue  ^rico  ó sulfúrico  no  disuelve  todos  los  alcaloí- 

aun  en  las  condiciones  en  que  así  lo  cree  Stass  , queda  destruido 
ese  inconveniente,  que  limita  la  eficacia  del  método  á los  alcaloideos  soiu- 


— 751  — 

bles  en  dicho  éter,  sustituyéndole,  como  lo  ha  propuesto  Valser,  el  éter 
acético,  que  los  disuelve  todos  perfectamente,  estando  purificado,  habién- 
dole puesto,  por  espacio  de  algunas  horas,  en  contacto  con  cloruro  cálcico, 
en  polvo  y calcinado,  y de  haberle  destilado  al  baño  maría , no  reco- 
giendo mas  que  el  producto  que  pasa  entre  75  y 80  grados.  Es  menos 
volátil  que  el  éter  hídrico,  y por  lo  tanto  es  necesario  evaporar  con  pre- 
caución, al  baño  maría,  la  disolución  del  alcaloide  en  este  éter,  si  aquel 
es  volátil. 

Vencida  esta  dificultad , el  método  de  Stass  llena  todos  los  requisitos, 
por  lo  menos  de  un  modo  relativo;  siquiera  pueda  dejar  algo  que  de- 
sear, deja  infinitamente  menos  que  todos  los  demás. 

Nosotros  le  hemos  seguido  siempre  en  nuestro  laboratorio,  además  del 
de  Christhisson,  que  no  ha  dejado  de  darnos  resultados  algunas  veces;  y 
si  bien  es  verdad  que  nunca  nos  ha  dado  resultado  positivo,  no  ha  sido 
por  su  ineficacia  , sino  porque  en  las  materias  no  habia  alcaloideos ; es- 
tando este  resultado  en  armonía  con  los  datos  que  veiamos  en  los  docu- 
mentos judiciales  remitidos  por  el  juzgado,  relativos  á los  síntomas  pre- 
sentados por  el  sugeto,  y á los  obtenidos  en  la  autopsia  por  los  peritos 
que  examinaron  el  cadáver. 

Hemos  dicho  alguna  vez  que  , en  los  casos  prácticos  de  envenena- 
miento en  que  actuamos,  los  más  fueron  puras  sospechas,  y los  positi- 
vos casi  siempre  provocados  por  venenos  minerales.  En  otros,  como  en 
dos  producidos  por  el  ácido  hidrociánico,  no  fué  necesario  apelar  al  mé- 
todo de  Stass;  el  de  Christhisson  fué  suficiente  , y en  uno  de  ellos  bastó 
una  pipeta  para  separar  de  los  líquidos  del  estómago  cierta  cantidad  de 
aceite  esencial  de  almendras  amargas. 

De  consiguiente,  podemos  tener  la  seguridad  de  que  el  resultado  ne- 
gativo no  fué  debido  á la  ineficacia  del  método,  sino  á la  ausencia  de  al 
ealoídeos.  Este  envenenamiento,  en  España,  no  es  muy  frecuente,  si  lo 
hemos  de  deducir  por  lo  que  nosotros  hemos  visto,  durante  nuestro  servi- 
cio pericial.  Un  solo  caso  vimos  en  1844  , época  en  que  no  se  conocía  el 
método  de  Stass,  y por  el  de  Christhisson  y Orfila  pudimos  comprobar 
la  existencia  déla  morfina  en  los  restos  mortales  de  la  llamada  María 
Bonamot. 

Asi,  pues,  como  hemos  recomendado  para  los  casos  de  venenos  mine- 
rales la  carbonización  por  medio  del  ácido  sulfúrico,  proceder  de  Flaudin 
y üanger,  recomendamos,  para  ios  de  venenos  orgánicos,  y en  especial 
alcaloideos , el  de  Stass. 

Respecto  de  la  modificación  intioducida  por  nuestro  amigo,  ayudante 
y colaborador,  el  doctor  Yañez,  aunque  no  se  la  hemos  visto  practicar 
nunca,  durante  los  cinco  años  que  ha  actuado  con  nosotros  en  nuestro 
laboratorio,  respecto  de  los  casos  prácticos  judiciales  que  se  nos  confia- 
ron , practicando  siempre  dicho  método  conforme  lo  propone  Stass,  sin 
duda  por  no  haber  ideado  todavía  dicha  modificación  , ó no  tener  sufi- 
cientes datos  para  darla  á conocer ; no  hallamos  otro  inconveniente  que 
el  atribuido  ai  proceder  de  Christhisson:  la  falta  de  acción  general  del 
subacetato  de  plomo  sobre  los  alcaloideos  , y la  presencia  del  acido  sulf- 
hídrico, capaz  de  atacar  ciertas  sustancias  orgánicas. 

Respecto  del  subacetato  de  plomo,  no  vernos  una  gran  razón  en  lo  que 
dice  Stass,  sobre  que  la  presencia  del  plomo  puede  hacer  dudar  de  la 
existencia  de  este  metal,  procedente  de  un  envenenamiento.  Aquí  no  se 
trata  de  esta  clase  de  envenenamientos;  se  trata  de  los  producidos  por 


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snstancía  orgánica  , por  un  akuiüídeo;  de  consiguiente,  esa  duda  no 

'de  ocurrir.  La  existencia  del  plomo  como  causante  de  la  intoxicación, 
no  ha  de  ser  difícil  determinarla  ; por  lo  tanto,  la  introducción  del 
plomo  en  el  licor  por  medio  del  subacetato,  no  es  cosa  que  aumente  difi- 
cultades. Por  este  lado  no  vemos  inconvenientes  en  la  modificación  pro- 
puesta por  el  doctor  Yañez. 

Más  los  vemos  en  la  del  ácido  sulfhídrico,  y sobre  lodo  en  que  ei  sub- 
acetato de  plomo  no  se  considera  un  reactivo  tan  general  que  pueda  ata- 
car todos  los  alcaloideos.  Si  el  ácido  acético  de  la  sal  plúmbica  puede 
hacer  eso,  ¿á  qué  el  afan  de  Sonnenschein  por  su  ácido  fosfo-molíhdico? 
á qué  el  de  Cossa  y Carpené  por  su  yoduro  doble  de  mercurio  y de  po- 
tasio? Cuando  se  tiene  un  reactivo  general  para  la  separación  de  ciertos 
cuerpos,  nadie  busca  otros. 

Como  quiera  que  sea , no  consideramos  la  modificación  de  nuestro 
amigo  fuera  de  propósito,  y podemos  adoptarla,  siquiera  por  lo  que  sim- 
plifica el  método  de  Stass. 

La  aceptación  del  método  do  Christhisson  y del  de  Stass  no  nos  hace 
excluir  el  de  Graham  ó la  diálisis ; muy  al  contrario,  creemos  que  es 
igualmente  aceptable , en  especial  para  todos  los  casos,  en  los  que  los  ve- 
nenos se  hallan  en  las  materias  sospechosas , en  disolución  . ó al  estado 
libre;  esto  es,  no  formando  combinaciones  plásticas  é insolubles  con  ios 
principios  inmediatos  de  esas  materias  ; y aun  en  estos  casos  la  considero 
útil , como  se  haga  sufrir  antes  á esas  materias  una  preparación , que  dé 
solubilidad  á esas  combinaciones. 

Cuando  se  trate  de  sustancias  inorgánicas,  no  es  tan  necesaria  ia  diá- 
lisis, puesto  que  tenemos  medios  abonados  para  podernos  procurar  esas 
sustancias  del  modo  mas  puro,  y sean  cuaies  fueren  las  combinaciones 
que  el  veneno  mineral  haya  podido  contraer.  Pero  como  es  mas  sencilla, 
aunque  no  mas  pronta  la  diálisis,  puede  empezarse  por  ella,  y ver  si,  eri 
el  líquido  del  recipiente,  se  obtiene  mas  ó menos  cantidad  de  ese  mineral. 

Siempre  que  el  veneno  inorgánico  esté  disuelto,  pasará  al  través  del 
dializador.  Alas  si  fuese  de  los  que  contraen  combinaciones  plásticas,  en- 
tonces podremos  someter  antes  las  materias  sospechosas  á la  acción  del 
ácido  nítrico  ó clorhídrico,  ó de  los  cloruros  alcalinos  , que  dan  solubili- 
dad á esos  compuestos  plásticos;  y después  de  algunas  horas  de  inges- 
tión con  esos  ácidos  ó cloruros,  ó bien  algún  tiempo  de  ebullición  con 
ellos,  filtrar  y someter  lo  filtrado  á la  diálisis. 

Este  proceder  tiene  siempre  la  ventaja  de  que  , si  no  da  resultado,  las 
mismas  materias  pueden  ser  carbonizadas;  y si  hav  veneno  mineral,  él 
parecerá. 

Es,  pues,  siempre  útil,  el  ensayo  con  el  dializador,  aun  cuando  se  vaya 
en  busca  de  sustancias  inorgánicas. 

Mas  útil  todavía  le  vemos  para  las  orgánicas.  Los  ácidos  orgánicos, 
si  no  han  sido  destruidos , podrán  revelarse ; puesto  que  todos  son  cris- 
talóides  y difusibles ; en  las  materias  arrojadas  por  vómitos  y en  el  estó- 
mago es  posible  hallarlos.  Con  la  sangre , con  la  orina  y con  las  visce- 
ras; es  decir,  con  materias  á donde  haya  tenido  que  llegar  por  absor- 
ción, ya  no  hay  que  esperarlos  en  el  licor  del  recipiente.  Ño  es  culpa  del 
dializador;  es  que  la  respiración  del  sugeto  los  destruyó ; se  torna  agua 
y acido  carbónico ; por  lo  tanto,  es  imposible  descubrirlos. 

úi^H«ialCialóide- ’ en  §eneral>  podrán  ser  perfectamente  separados  con  la 
uiansis.  Los  cristalizables,  los  solubles,  pasarán,  y más  todavía  al  es- 


- 753  - 

tado  de  sal , porque  son  mas  solubles ; en  este  estado»  hasta  pasarán  los 
que  no  cristalicen , porque  al  estado  de  sal  son  cristalizables. 

Los  alcaloides  no  contraen  combinaciones  con  lps  principios  proteicos 
de  la  sangre  y los  tejidos ; no  se  conducen  como  las  sales  metálicas  ó sus 
bases ; por  lo  tanto,  no  yernos  ninguna  razón  que  no  dejé  esperar  buen 
resultado  de  Ja  diálisis. 

Mas  si  llegaran  á formar  esas  combinaciones  que  les  negaran  la  sufi- 
ciente solubilidad  y fusibilidad  para  la  exósmosis , ó el  paso  del  interior 
del  manguito  al  recipiente,  bastará  tratar  las  materias  con  un  ácido,  clor- 
hídrico. ó tartárico,  para  apoderarse  del  alcaloideo,  formar  con  él  una  sal 
soluble  y disuelta , que  tendrá  todas  las  condiciones  para  pasar  al  través 
del  dializadór,  filtrando  antes  las  materias  tratadas  con  dicho  ácido,  ya 
á simple  maceracion  , ya  aumentando  un  tanto  la  temperatura. 

Queda,  por  lo  tanto,  establecido  que  el  método  de  Stass  y el  proceder 
de  Graham  ó la  diálisis , pueden  considerarse  como  los  mejores , como 
los  menos  erizados  de  dificultades  é inconvenientes  , y como  los  que  más 
nos  pueden  colocar  en  situación  de  determinar  á qué  alcaloideo  se  debe 
un  envenenamiento. 

Pero  aquí  hay  que  advertir  lo  que  ya  llevamos  dicho  en  otra  parte. 
Con  estos  métodos  ó procederes , lo  mismo  que  con  todos , solo  tenemos 
aislado  el  cuerpo:  falta  ahora  que  se  determine ; para  lo  cual  habrá  que 
tener  presente , no  solo  lo  que  hemos  dicho , al  hablar  de  los  alcaloideos 
en  el  artículo  VI , pág  679  y siguientes , sino  lo  que  vamos  á decir  en  el 
párrafo  inmediato. 

No  concluiré  este  punto  sin  justificar,  porque  no  he  creído  del  caso  in- 
cluir entre  los  diferentes  procederes  para  descubrir  sustancias  inorgáni- 
cas ni  orgánicas,  el  que  M.  Tardieu  ó M.  Roussin,  su  colaborador  quí- 
mico , da  en  su  obra  Estudio  médico-legal  y clínico  del  envenenamiento , pági- 
nas 77  y 78,  llamado  Método  general.  No  le  he  incluido,  porque  ni  es  gene- 
ral , ni  es  método,  ni  sirve  para  el  caso. 

No  es  general,  porque  solo  le  aplica  á unos  cuantos  venenos  minerales 
y á media  docena  de  orgánicos , bajo  el  fútil  pretexto  de  que  son  los  mas 
frecuentes. 

No  es  método,  porque  su  modo  de  empezar  es  la  negación  de  todo 
método,  proponiendo  hacer  de  las  materias  destinadas  á la  análisis  una 
cosa  á todas  luces  contraria  á lo  que  exige  la  naturaleza  delicada  de  esa 
clase  de  actuaciones. 

Establece  que  se  dividan  las  materias  que  hay  que  analizar , y que 
pueden  estar  en  varios  frascos  (pues  no  todos  los  peritos  adoptarán  lo 
que  recomienda  M.  Tardieu  , que  solo  se  pongan  en  dos,  al  practicarse 
la  autópsia)  en  dos  mitades  designadas  con  el  núm.  1 y el  núm.  2,  y 
siquiera  haya  mas  de  dos  frascos,  conteniendo  cada  uno  órganos  diferen- 
tes ó materias  diversas,  propone  que  todas  las  mitades  núm.  1 se  pon- 
gan en  un  vaso,  y en  otro  todas  las  mitades  núm.  2;  con  lo  cual  se  con- 
tunden lastimosamente  las  materias,  cuya  separación  es  tan  importante 
en  muchos  casos,  por  no  decir  en  todos,  y se  inutiliza  el  cuidado  que 
recomiendan  los  autores  mas  entendidos  en  esas  prácticas,  en  recoger  los 
órganos  líquidos  y materias  del  cadáver,  en  punto  á no  mezclar  unos 
con  otros ; recomendación  que  el  mismo  Tardieu  hace  en  otra  parte  de 
su  libro  , con  un  tono  tan  terminante  y decisivo , que  indica  bien  la  im- 
portancia  que  da  á esa  separación. 

Después  de  encargar  que  se  metan  en  un  frasco  grande  el  estómago 

TOXICOLA  CÍA. — 48 


— 1U  -• 

ron  todos  los  intestinos  y lo  que  contienen , y en  otro  frasco  los  demás 
órganos,  hígado,  corazón  , pulmones,  etc. , dice  en  la  pág.  B9  : 
aCa  separación  del  tubo  digestivo  y de  las  demás  visceras  abdominales  y 
torácicas  es  capital,  no  lo  repetiré  bastante.  Es  esto  una  condición  esencial 
que  simplifica  y facilita  singularmente  la  tarea  del  químico  perito .» 

Pues  á pesar  de  esto,  tan  claro,  tan  terminante,  tan  explícito,  cuya 
objeto  será  sin  duda  indicar  los  inconvenientes  que  tienen  la  mezcla  y la 
confusión  ; en  la  pág.  7o  establece  que  esas  materias  se  mezclen  y con- 
fundan por  mitades' en  dos  vasos.  Si  al  fin  ese  químico,  cuya  tarea  se 
simplifica  y facilita  con  la  separación  hecha  por  el  que  practica  la  autóp- 
sia,  ha  de  empezar  por  mezclar  la  mitad  del  todo  en  un  vaso , y la  otra 
mitad  en  otro  ; ¿á  qué  esa  terminante  recomendación  que  nunca  repetirá 
bastante  M.  Tardieu , de  separar  el  tubo  digestivo  de  las  demás  visceras? 

Esas  dos  mitades  se  destinan  : una  á la  análisis  de  venenos  inorgánicos, 
otra  á la  de  los  orgánicos. 

Esto  solo  basta  para  hacernos  considerar  el  proceder  de  M.  Roussin, 
patrocinado  por  M.  Tardieu,  como  inaceptable. 

Luego  el  método  para  las  sustancias  inorgánicas  consiste  en  hacer 
aplicación  del  aparato  de  Mitscherlich  para  la  investigación  del  fósforo, 
combinado  con  un  aparato  de  carbonización  por  el  proceder  de  Flandin, 
aunque  no  en  vaso  abierto , sino  en  una  retorta  , como  Berard  de  Mont- 
pellier;  operación  complicada,  porque  hay  que  sacar  luego  las  materias  y 
colocarlas  en  otra  parte. 

Respecto  de  las  sustancias  orgánicas , hay  también  otra  combinación 
con  el  método  de  Stass , de  tan  reducidas  aplicaciones  como  el  anterior. 

Por  último , ni  uno  ni  otro  proceder  sirven  para  aislar  venenos  de  las 
demás  sustancias,  porque  lo  que  tienen  de  eso  , se  debe,  respecto  de  los 
venenos  inorgánicos,  á la  carbonización  por  el  proceder  de  Flandin  , y 
respecto  do  los  orgánicos , al  método  de  Stass. 

No  les  vemos,  por  lo  tanto,  ninguna  ventaja  ni  utilidad,  y tanto  por 
esto,  como  por  los  inconvenientes  de  mezclar  las  materias,  sea  cual  fuere 
*su  procedencia,  no  hemos  colocado  ese  proceder  entre  los  que  hemos 
descrito.  Lo  único  que  presenta  capaz  de  dar  algún  resultado , se  debe 
á otros  métodos  ó procederes , y eso  lo  podemos  obtener  mejor  y mas 
sencillo  y aplicable  á mayor  número  de  cuerpos,  tanto  orgánicos  como 
inorgánicos,  echando  mano  de  esos  procederes  en  los  términos  en  su  lu- 
gar expuestos.  Nosotros  también  creemos,  como  M.  Tardieu,  que,  bajo 
todos  los  aspectos,  vale  más,  en  la  mayor  parle  de  los  casos,  recurrir  á 
medios  de. análisis  y de  investigación  ya  adoptados  y reconocidos  como 
buenos,  que  no  exponerse  á comprometer  el  resultado  de  una  actuación 
pericial  con  el  empleo  de  un  método  demasiado  personal  ó particular  (*) . 

S V. — ¿Cuáles  son  los  reactivos  mas  propios  para  revelar  los  alcaloideos  aislados  de  las 
materias  sospechosas , en  los  casos  prácticos  de  envenenamiento  ? 

Cuando  hemos  hablado  de  los  reactivos  en  general,  hemos  incluido 
también  los  propios  para  el  descubrimiento  de  los  alcaloideos  y la  mar- 
cha metódica  que  en  análisis  química  está  comunmente  establecida  para 
revelarlos.  Pero  al  mismo  tiempo  hemos  indicado  que  en  estos  últimos 
años  se  habían  descubierto  otros  reactivos,  considerados  como  mas  efica- 
ces, mas  característicos  y mas  sensibles. 

1‘)  Obr.  cit.,  p.  63. 


- w - 

AI  hablar  de  los  caractéres  físicos  y químicos  de  los  venenos,  también 
al  llegar  á los  alcaloides,  hemos  dicho  algo  en  general  de  todos  ellos, 
ó la  mayor, parte,  y luego,  respecto  de  los  caractéres  químicos  de  grupo, 
división , especie  y corroborantes , y de  la  marcha  metódica  de  su  aná- 
lisis, nos  hemos  limitado  á lo  que  hasta  aquí  se  habia  estudiado  en  las 
obras  de  análisis  química  cualitativa. 

Mas  como  el  descubrimiento  de  algunos  reactivos  importantes  ha  dado 
á los  ensayos,  sobre  todo  toxieológico-judiciales , otro  sesgo;  es  indis- 
pensable que  formemos  de  este  importante  punto  un  párrafo  exprofeso 
y digamos,  en  él,  cuál  es  el  estado  de  la  ciencia  actual , acerca  de  los  me- 
dios con  que  cuenta  para  asegurarse  de  la  presencia  de  uno  ó mas  vene- 
nos alcaloideos  en  las  materias  sospechosas. 

Ya  que  no  lo  hemos  hecho  en  el  arl.  VI , por  no  introducir  alteracio- 
nes en  la  práctica  mas  general,  mas  común  , y hasta  aquí  mas  autori- 
zada , hagámoslo  en  el  Vil,  al  que  pertenece  el  párrafo  en  cuestión , como 
complemento  , no  solo  de  los  estudios  hechos  respecto  de  los  caractéres 
químicos  de  los  alcaloideos,  sino  de  los  procederes  expuestos  para  ais- 
larlos y someterlos  á la  acción  de  sus  correspondientes  reactivos. 

Hemos  visto,  en  efecto,  que  tanto  las  operaciones  y procederes  para  aislar 
un  veneno  inorgánico,  como  las  que  tienen  por  objeto  separar  uno  orgá- 
nico, no  bastan  para  determinarle  : podrán  ya  revelar  algunas  de  sus  pro- 
piedades físicas  y hasta  químicas;  pero  la  tarea  del  perito  no  concluye 
aquí.  Todas  esas  operaciones  no  son  mas , en  último  resultado , que  me- 
dios para  aislar  la  sustancia  que  se  busca , y colocarnos,  desde  el  cuarto 
caso,  en  las  condiciones  del  primero  ó del  segundo. 

Hecho  esto,  luego  que  está  aislado  el  cuerpo,  hay  que  someterle  á la 
acción  de  los  reactivos  mas  conducentes  para  revelar  el  cuerpo  que  sea. 
Y aquí  entra  desde  luego  el  interés  de  la  cuestión,  que  en  este  párrafo  nos 
proponemos.  JÜe  la  eficacia  de  los  reactivos  empleados,  de  los  caractéres 
químicos  del  veneno , con  tanta  pena  y laboriosidad  aislado , depende 
todo  el  éxito  del  ensayo  ó de  la  prueba  pericial. 

Aquí  nos  encontramos,  si  no  siempre,  muy  á menudo,  en  el  caso  de  te- 
ner poca  sustancia  de  qué  disponer,  para  hacer  con  ella  muchos  tanteos. 

Los  venenos  orgánicos  , ora  se  den  los  alcaloideos  puros , ora  los  ve- 
getales que  les  deben  su  virtud  maléfica , son  muy  enérgicos  de  suyo: 
poca  cantidad  basta  para  producir  efectos  terribles,  y si  añadimos  á eso 
que  esa  cantidad  se  esparce  por  la  economía,  que  tal  vez  se  pierde  parte 
con  lo  arrojado  por  vómitos  y cámaras,  fácilmente  comprenderemos  cómo 
el  perito,  que  haya  de  analizar  cierta  porción  de  sustancias  procedentes 
dei  sugeto  envenenado,  ó de  sus  propios  sólidos  y líquidos,  no  ha  de  po- 
der esperar  que  recoja  gran  cantidad  de  materia  venenosa. 

Son  contados,  en  electo , ios  casos  de  esa  especie,  en  los  que  la  sus- 
tancia tóxica  abunde  y en  que  esa  abundancia  allane  las  dificultades 
de  la  prueba.  Cualquier  proceder  es  bueno;  el  mas  antiguo,  el  de  Orfila, 
Chevalier,  Christhisson  , etc.,  llena  perfectamente  el  objeto. 

Mas  comunmente  no  sucede  así , y hay  que  apelar  á procederes,  que  al- 
cancen á proporcionar  hasta  las  cantidades  exiguas. 

Los  procederes  ó métodos  que  mas  se  recomiendan  para  procurarnos 
ias  sustancias  venenosas  orgánicas , en  especial  las  alcaloideas  , no  solo 
por  su  elicacia  para  proporcionárnoslas , sino  para  aislarlas  mas  com- 
pletamente de  toda  otra  sustancia  orgánica  que  dificulte  las  reacciones, 
desgraciadamente  siempre  nos  las  presentan  aisladas  en  poca  cantidad. 


— 756  — 

Con  el  método  de  Stass , un  anillo , en  estrías  espírales  , una  gota , un 
poco  de  polvo  en  una  capsulita  , es  todo  lo  que  nos  procuramos.  Otro 
tanto  sucede  con  la  diálisis.  Evaporada  el  agua  del  recipiente , suele  ser 
escaso  el  residuo  sobre  el  cual  debemos  luego  ensayar  los  reactivos.  No 
es  mas  considerable  la  cantidad  que  se  obtiene  con  los  demás  procede- 
res , si  es  que  se  obtenga  tan  bien  como  con  esos. 

Es  decir,  en  suma,  que  la  condición  mas  común,  en  esos  casos,  es 
que  tengamos  que  operar  por  medio  de  los  reactivos  con  escasa  canti- 
dad de  alcaloideo. 

Ahora  bien;  aquí  entra  de  lleno  lo  que  hemos  dicho,  al  exponer  las 
reglas  para  el  manejo  de  los  reactivos.  En  la  quinta  hemos  indicado  los 
graves  inconvenientes  que  tiene  la  escasez  de  sustancia  de  ensayo , si 
han  de  ser  muchos  los  tanteos,  antes  de  dar  con  el  cuerpo  que  sea  el  en- 
sayado, y la  absoluta  necesidad  de  emplear  muy  poca  en  cada  tanteo, 
para  no  quedarnos  sin  ella,  antes  de  llegar  á la  prueba  definitiva.  En  la 
séptima  hemos  establecido  que  prefiramos  al  lujo  de  reactivos  y reaccio- 
nes, las  mas  terminantes  y categóricas,  prefiriendo  pocas  de  estas,  á 
muchas  de  las  que  no  particularizan  un  cuerpo. 

En  ninguna  ocasión  hay  que  tener  mas  presentes  esas  reglas  que  en  el 
caso  que  nos  ocupa.  Todas  son  importantes;  pero  esas  dos  mas  que 
ninguna.  No  es  lo  mismo  ensayar  un  alcaloideo  que  tenemos  en  abun- 
dancia en  un  frasco  al  estado  libre,  puro,  ó de  sal,  pura  también, 
que  analizarle  aislado  por  el  método  de  Stass,  por  la  diálisis,  ó de 
cualquier  otro  modo , de  las  sustancias  procedentes  de  un  sugeto  into- 
xicado. 

flé  aquí  por  qué  se  ha  dejado  sentir  de  un  modo  tan  vehemente  la  ne- 
cesidad de  buscar  para  los  alcaloideos,  en  los  casos  de  envenenamiento, 
reactivos  mas  eficaces , mas  generales  , mas  característicos  y mas  sensi- 
bles, que  la  potasa,  amoníaco , bicarbonatos  alcalinos,  ácido  sulfúrico, 
nítrico , y clorhídrico , los  cuales  son  los  que  principalmente  figuran  en 
los  estudios  y marchas  de  la  análisis  química  cualitativa. 

Esta  necesidad  ha  conducido  á un  estudio  mas  detenido  de  los  reacti- 
vos, de  los  alcaloideos,  y eso  ha  rectificado  al  propio  tiempo  errores  que 
podían  cometerse  con  algunos. 

Entre  otros  ejemplos  que  pudiéramos  citar,  se  presenta  uno  notable, 
revelado  en  1864  por  Curzen,  farmacéutico  de  Guadalupe.  En  un  caso 
práctico  judicial  andaba  buscando  un  veneno  de  los  llamados  narcótico- 
acres  en  los  órganos  del  cadáver  de  la  víctima.  Sospechó  que  se  trataba 
de  la  datura  slramonium , y guiado  por  lo  que  había  visto  en  la  Sinopsis 
general  de  los  alcaloides , de  Márquez , echó  mano  de  una  mezcla  de  ácido 
sulfúrico  concentrado  y bicromato  de  potasa,  para  revelar  la  daturina, 
que,  según  Márquez,  le  había  de  dar  una  coloración  verde  , tirando  al 
verde  azulado.  Obtuvo  esta  coloración  ; y como  por  otra  parte  los  pájaros 
morian , comiendo  materias  procedentes  del  cadáver , creyó  que  había 
dado  con  el  mencionado  veneno. 

Por  cuanto  no  le  ocurrió  hacer  ensayos  comparativos,  antes  de  dar  su 
dictámen  , y obtuvo  la  misma  coloración  con  otras  varias  sustancias , á 
saber : el  producto  amarillo  limón,  oleo-resinoso,  extracto  de  las  semillas 
® la  datura  stramonium ; el  producto  amarillo  naranja  oleo-resinoso  del 
ti  «n!™ .n?mmosuM , la  bilis , después  de  haberla  tratado  préviamente  por 
OAlnnnfet  J el  é,ter  * la  nicotina  > Ia  solanina  , la  escilina , el  extracto  de 
uquimiüa,  el  alcoholado  de  asafétida , el  de  castóreo,  etc.,  y constan- 


— 787  — 

temente  obtuvo  el  color  verde  tirando  á azulado , que  Márquez  daba  como 
reacción  propia  de  la  daturina. 

¡Finalmente , operó  sobre  el  alcohol  que  con  tenia  el  resto  de  las  visce- 
ras ; y viendo  igual  el  resultado,  se  decidió  á ensayar  el  alcohol  abso- 
luto, el  de  90  grados , y los  éteres  de  que  se  habia  servido , como  disol- 
ventes, en  el  curso  de  la  análisis , y siempre  obtuvo  la  misma  coloración. 

Añade  más  M.  Curzen : que  en  toda  la  colonia  no  pudo  hallar  un  al- 
cohol , ni  un  éter  que  no  le  diese  la  coloración  verde  azulada  (t). 

Al  exponer  los  varios  procederes  para  aislar  alcaloideos , hemos  ha- 
blado del  de  Sonnenschein , cuyo  práctico  es  uno  de  los  que  han  descu- 
bierto nuevos  reactivos  para  los  alcaloideos.  A ese  práctico  le  pertenece 
el  ácido  fosfo-molibdico,  Según  él , los  alcaloideos  , en  especial  los  azoa- 
dos, precipitan  con  ese  reactivo,  y de  un  modo  muy  sensible.  Ya  hemos 
dicho  que  un  grano  de  ese  reactivo  precipita  muy  notablemente  un  diez- 
millonésimo  de  grano  de  estricnina. 

Sin  embargo,  el  método  ó proceder  de  Sonnenschein , fundado  en  la 
eficacia  y sensibilidad  del  ácido  fosfo-molibdico,  no  se  tiene  por  seguro. 

Los  prácticos  italianos  , A.  Cossa  y A.  Carpené,  en  un  escrito  recien 
publicado  (1864),  después  de  indicar  la  insuficiencia  de  los  reactivos  or- 
dinariamente empleados  para  descubrir  la  presencia  de  los  alcaloideos 
venenosos  en  las  materias  sospechosas,  en  los  casos  judiciales  de  enve- 
nenamiento , se  declaran  contra  las  pretensiones  de  Sonnenschein , di- 
ciendo que  su  reactivo  tiene  muchos  inconvenientes  que  le  hacen  de 
mala  aplicación.  Sobre  lo  difícil  y complicado  de  su  preparación , da  lu- 
gar, con  otras  sustancias , á precipitados  que  pueden  confundirse  hasta 
cierto  punto  con  los  de  los  alcalóides.  Hay  además  que , para  que  reac- 
cione con  algunas  sustancias  venenosas , es  preciso  que  estas  se  hallen 
muy  concentradas , lo  cual  es  raro  que  se  consiga  en  los  casos  prácticos 
de  envenenamiento,  en  los  que,  como  lo  llevamos  dicho,  es  siempre  es- 
casa la  cantidad  de  tósigo. 

Fundados  en  los  trabajos  ó experimentos  de  Winckler,  Pantor,  Nessler, 
Grove,  y los  mas  recientes  de  Yalser  y Mayer,  los  italianos  Cossa  y Car- 
pené  proclaman  como  mas  conducente  el  yoduro  doble  de  mercurio  y po- 
tasio , llamado  por  algunos  también  yodhidrargirato  potásico , el  mismo 
que  ya  hemos  visto  indicado  en  la  conclusión  octava  por  Reveill,  para 
los  ensayos  dialíticos. 

Los  mismos  Cossa  y Carpené  han  obtenido  resultados  algo  diferentes 
de  los  que  habían  alcanzado  Yalser  y Mayer.  Yamos  á dar  aquí  una  idea 
de  esos  resultados. 

Los  alcalóides  ensayados  por  Cossa  y Carpené  son  : la  morfina,  la  co- 
deina , la  narcotina , ía  atropina  , la  estricnina  , la  brucina , la  veratrina. 

El  reactivo  con  que  los  ensayaron  fué  el  yoduro  doble  de  mercurio  y 
potasio,  preparado  del  modo  siguiente:  En  un  decilitro  de  agua  desti- 
lada disolvieron  330  centigramos  de  yoduro  potásico,  y 459  de  yoduro 
rojo  de  mercurio. 

Dispuesto  así  el  reactivo,  disolvieron  la  estricnina  en  ácido  clorhí- 
drico, y todas  las  demás  en  ácido  acético  ; es  decir,  que  prepararon  con 
la  primera  un  hidroclorato  ó cloruro  de  estricnina , y con  las  demás  un 
acetato  de  la  base  respectiva. 

Tomando  10  centímetros  cúbicos  de  cada  una  de  dichas  disoluciones 


í1)  Jour.  de  chhn.  méd,  el  loa.,  1864. 


- 758  — 

salinas  los  fueron  tratando  con  5 centímetros  cúbicos  del  reactivo  indi- 
cado y el  resultado  fué  el  que  sigue : . . 

Con  la  morfina  dió  un  precipitado  blanco,  sucio,  gelatinoso,  semitrans- 
parente, como  el  de  la  sílice  hidratada,  obtenida  vertiendo  ácido  clorhí- 
drico en  una  solución  de  silicato  alcalino. 

Con  la  codeina , un  precipitado  abundante  amarillo  de  canario- 

Con  la  narcotina,  blanco  lechoso. 

Con  la  atropina  , amarillo. 

Con  la  estricnina  , coposo  blanco. 

Con  la  brucina , blanco  sucio. 

Con  la  veratrina , bianco. 

Estos  precipitados  son  yodhidrargiratos  insolubles  de  la  base  alcaloi- 
dea respectiva;  su  ácido  disolvente  se  combina  con  el  potasio,  formando 
acetatos  de  potasa  con  todas  , excepto  con  la  estricnina , que  forma  un 
cloruro;  todas  solubles. 

A las  veinte  y cuatro  horas  de  haberse  producido  dichos  precipitados, 
no  conservaban  todos  su  respectivo  color.  Los  de  morfina  , narcotina  y 
brucina,  se  volvieron  ligeramente  amarillos. 

Es  decir,  en  resúmen , que  el  yoduro  doble  de  mercurio  y potasio  pre- 
cipita las  siete  bases  indicadas , cinco  en  blanco  y dos  en  amarillo,  dis- 
tinguiéndose los  de  precipitado  blanco  entre  sí  en  que  es  : 

Gelatinoso  en  la  morfina ; 

Lechoso  en  la  narcotina ; 

Coposo  en  la  estricnina; 

Sucio  en  la  brucina ; 

Simplemente  blanco  en  la  veratrina. 

Los  de  precipitado  amarillo  se  distinguen  entre  sí  en  que  es: 

Amarillo  de  canario  el  de  la  codeina ; 

Simplemente  amarillo  el  de  la  atropina. 

Examinados  al  microscopio  á 500  diámetros  esos  precipitados , unos 
presentaron  cristales,  otros  no.  Los  presentaron  : la  morfina , en  agujas 
delgadas,  largas,  flexibles  y ligeramente  amarillentas,  en  medio  de  una 
masa  amorfa  y semitransparente. 

La  atropina  , mamelonados  y amarillentos  , parecidos  en  forma  y di- 
mensiones á los  cristales  de  oxalato  cálcico  de  ios  cálculos  naturales. 

La  estricnina  , aciculares  , incoloros  y muy  pequeños. 

Se  presentaron  al  estado  amorfo: 

La  codeina  y narcotina  , en  granulaciones  amarillentas. 

La  brucina , en  granulaciones  delgadas  y transparentes. 

De  la  veratrina  no  dicen  nada  , según  el  periódico  de  donde  tornamos 
estos  datos  í1). 

En  seguida  se  examinó  cómo  se  conducen  dichos  precipitados  con  el 
agua  destilada  , el  alcohol  y el  éter. 

En  el  agua  fría,  solo  es  un  poco  soluble  el  de  codeina;  todos  los  de- 
más son  insolubles.  En  el  agua  hirviendo,  solo  es  insoluble  la  estricnina; 
todas  las  demás  se  disuelven. 

En  el  alcohol  se  disuelven  todos  en  frió,  excepto  la  estricnina , sin  que 
influya  en  ello  en  nada  el  ácido  con  que  se  disuelvan , antes  de  pasar  al 
estado  de  yodhidrargirato. 

Otro  tanto  sucede  con  el  éter. 


( ) Pabellón  médico , 1863.  — Revista  farmacéutica , 1864. 


— 759  - 

En  punto  á la  sensibilidad  del  yoduro  doble  de  mercurio  y potasio  so- 
bre dichas  bases , hé  aquí  lo  que  dicen  los  citados  químicos.  Ese  reac- 
tivo puede  revelar  de 


Estricnina i/80000  Veratrina 1/10000 

Brucina 1/50000  Atropina 1/8000 

Narcotina V34000  Morfina 1/5000 

Codeina 1/227000 


Importantes  son  sin  duda  estos  resultados,  mas  no  creemos  que  se 
haya  dado  un  gran  paso  respecto  á la  mayor  seguridad,  en  punto  á la  pre- 
sencia de  alcaloideos  en  los  casos  prácticos , mas  allá  de  lo  sabido.  En 
primer  lugar,  porque  los  caractéres  químicos  no  son  mas  distintivos  en 
general  que  los  que  ya  les  conocíamos ; y en  segundo  lugar,  porque  no 
versan  esos  trabajos  precisamente  mas  que  sobre  alcaloideos  de  los  mas 
conocidos  y fáciles  de  revelar.  Fuera  de  la  atropina  y codeina , todos  figu- 
ran en  los  estudios  de  análisis  química  hace  tiempo,  y aun  faltan  la  nico- 
tina y conicina,  y los  reactivos  empleados  para  revelarlos  dan  bastante 
buen  resultado.  La  mayor  sensibilidad  es  acaso  la  principal  ventaja  de 
ese  reactivo  (*). 

Valser,  según  dice  Gaultier  de  Claubry,  en  una  tesis  titulada  Ensayo 
sobre  la  investigación  de  los  caractéres  distintivos  y dosificación  de  los  alcaloides 
orgánicos  naturales  (2),  ha  dado  también  un  cuadro  donde  figuran  once 
alcalóides , la  mayor  parte  de  los  cuales  son  igualmente  ya  muy  conoci- 
dos y determinados  por  caractéres  químicos  suficientes  para  distinguirlos. 

En  vez  de  copiar  ese  cuadro,  como  lo  hace  Gaultier  de  Claubry,  en  la. 
obra  citada  , vamos  á distribuir  los  alcaloideos  que  contiene,  de  un  modo 
análogo  á lo  que  hemos  hecho  en  el  capítulo  VI,  al  hablar  de  los  carac- 
téres químicos  de  todos  los  venenos. 

Forman  tres  grupos:  al  primero  pertenecen  la  conicina  y la  nicotina. 

Al  segundo,  la  morfina,  la  brucina,  la  veratrina  , la  deífina  , la  narco- 
tina  y la  codeina. 

Al  tercero,  la  solanina,  la  atropina  y la  aconitina. 

El  carácter  del  primer  grupo  consiste  en  ser  líquidos , volátiles  y olo- 
rosos. 

El  del  segundo,  en  ser  sólidos  y fijos  , y en  teñirse  de  vario  color  por 
el  ácido  nítrico. 

El  del  tercero,  en  ser  sólidos  y fijos,  y no  teñirse  por  el  ácido  nítrico,  al 
menos  de  rojo,  amarillo  ni  verde. 

El  primero  no  tiene  ninguna  división , y las  dos  bases  que  contiene  se 
distinguen  de  este  modo : 

Conicina.— 1.°  El  cloruro  de  oro  la  tiñe  de  color  de  violeta;  2.°  el 
cloruro  bárico  no  da  reacción  con  ella. 

Nicotina. — 1.°  El  cloruro  de  oro  la  tiñe  en  moreno;  2.°  el  cloruro  bá- 
rico le  da  un  color  de  grosella. 

El  segundo  grupo  tiene  tres  divisiones. 

Pertenecen  á la  primera  la  morfina  y la  brucina,  y es  su  carácter  te- 
ñirse de  rojo  con  el  ácido  nítrico. 

Pertenecen  á la  segunda  la  veratrina,  la  delfina  v la  narcotina,  y es  su 
carácter  teñirse  en  rojo  de  ladrillo  en  frió,  ó de  carmín  en  caliente,  por 
dicho  ácido. 


(•)  Pabellón  medico.  1864.  — Revista  médica,  1865. 

(2)  hf anual  de  Medicina  legal  de  Briand  y Cha  «dé. — Chimie  legal , p.  643- 


- 760  - 

Pertenece  á la  tercera  la  codeina , y es  su  carácter  teñirse  por  el  ácido 

nítrico  en  verde.  ....  . -¡ 

El  tercero , en  rigor,  no  tiene  ninguna  división  , por  Jo  menos  clara;  el 

cuadro  ofrece  alguna  confusión. 

Se  distingue  cada  base  de  las  de  su  misma  división  de  esta  suerte  : 

Morfina.  — Se  Uñe:  l.°  en  violeta  por  el  ácido  sulfúrico,  extendido  y en 
caliente;  2.°  en  azul,  por  el  cloruro  férrico. 

Brucina. — 1.°  Se  tiñe  en  azul  por  el  ácido  sulfúrico  en  caliente;  2.  no 

se  tiñe  por  el  cloruro  férrico. 

Verairina. — Se  colora  espontáneamente  en  violeta  por  el  ácido  sulfú- 
rico monohidratado  en  frió. 

Delfina. — Hace  lo  mismo. 

Narcotina. — No  se  colora  por  dicho  ácido  en  violeta  en  frió,  pero  sí  en 
caliente. 

Codeina.  — Queda  distinguida,  por  ser  la  única  que  se  tiñe  en  verde  por 
el  ácido  nítrico. 

Solanina. — Se  colora  en  violeta  por  el  ácido  sulfúrico,  extendido,  en  ca- 
liente. 

Atropina.— l.°  Se  colora  y no  se  colora  en  violeta,  por  el  ácido  sulfúrico 
en  caliente;  2.°  no  da  coloración  azul  verdosa  con  la  potasa  en  caliente. 

Aconitina. — Bace  lo  mismo  que  la  atropina. 

Yése  , de  consiguiente  , que  Valser  nos  proporciona  por  un  lado  nue- 
vos ca rae téres  químicos  de  alcaloides,  ya  distinguidos  en  análisis  química; 
por  otro,  los  de  otros  alcaloides  que  en  aquella  no  se  comprenden. 

Sin  embargo,  como  faltan  en  ese  cuadro  algunos  alcalóides  muy  im- 
portantes , no  creo  que  pueda  sustituir  al  que  hemos  aceptado  como  dis- 
tribución metódica  para  proceder  á la  marcha  analítica,  por  tanteos,  en 
un  caso  práctico. 

Hay  además  que  observar  que  la  veratrina  y la  delfina  tienen  carácter 
especial  común;  no  se  distinguen  la  una  de  la  otra  , y que  lo  propio  su- 
cede respecto  de  la  solanina,  atropina  y aconitina,  y que  nos  hallamos 
con  que  estas  dos  últimas  pueden  y no  pueden  teñirse  de  violeta  con  el 
ácido  sulfúrico  en  caliente. 

Erdmann,  como  ya  lo  llevo  indicado  mas  arriba,  se  vale  de  dos  reacti- 
vos para  la  determinación  de  los  alcaloideos,  después  que  los  ha  separado 
de  otras  sustancias  con  su  proceder. 

Esos  reactivos  son : l.°  un  líquido,  al  que  designa  con  la  letra  A,  com- 
puesto de  20  gramos  de  ácido  sulfúrico  puro  concentrado  y de  diez  gotas 
de  agua  acidulada  con  ácido  nítrico  en  esta  proporción:  100  gotas  de 
agua  y 6 de  ácido,  cuya  densidad  es  de  1,25;  2.°  el  ácido  sulfúrico  puro 
y concentrado  en  presencia  de  un  fragmento  sin  mezcla  de  polvo  de  per- 
óxido de  manganeso,  al  que  designa  con  la  letra  B. 

Los  alcalóides  en  que  ha  hecho  los  ensayos  son:  morfina,  narcotina, 
estricnina,  brucina  y veratrina. 

Hé  aquí  los  caractéres: 

Morfina.  —Tratado  con  A,  rojo  violado.  Si  se  añade  agua,  rojo  violeta 
intenso,  en  especial  agitando.  Con  B,  rojo  oscuro  súcio ; añadiendo  agua, 
amarillo  súcio  ; añadiendo  amoníaco , disolución  oscura , después  preci- 
pitado. 

Nur colina. — Con  A , rojo  de  cáscara  de  cebolla;  añadiendo  agua,  lo 
mismo.  Con  B,  rojizo;  añadiendo  agua,  Ídem.  Con  amoníaco,  precipitado 

oscuro  instantáneo. 


- 761  — 

Estricnina.— Con  A,  nada;  añadiendo  agua,  idem.  Con  B,  rojo  violeta, 
luego  rojo  de  cáscara  de  cebolla  intenso.  Con  agua,  púrpura  violeta.  Con 
amoníaco,  amarillo  ó amarillo  verdoso. 

Brucina.—  Con  A,  primero  rojo,  después  amarillo;  añadiendo  agua, 
amarillo.  Con  B,  rojizo,  después  amarillo  claro  ; añadiendo  agua , ama- 
rillo de  oro.  Con  amoníaco,  amarillento. 

Ver  atrina.— Con  A,  amarillo,  después  rojo  de  teja;  añadiendo  agua, 
rojo,  después  rojo  cereza.  Con  B,  rojo  cereza  súcio;  añadiendo  agua  , os- 
curo amarillento;  añadiendo  amoníaco  precipitado  oscuro  verdoso. 

Aun  suponiendo  que  los  caractéres  señalados  por  Erdmann  sean  exac- 
tos, que  no  se  confundan  con  otros,  siempre  resulta  que  solo  comprende 
cinco  alcalóides , y siquiera  sean  de  los  mas  importantes , no  basta  eso 
para  llenar  las  necesidades  de  la  ciencia. 

Síguese , por  lo  tanto , de  esta  ojeada  rápida  que  acabamos  de  echar  á 
lo  que  en  estos  últimos  tiempos  se  ha  hecho  y publicado  en  punto  á 
nuevos  reactivos  de  los  alcaloideos  y medios  de  revelarlos  y distinguirlos, 
que  no  tenemos  todavía  un  cuadro  que  los  coloque  á todos , distribuidos 
por  grupos  con  sus  divisiones,  dando  sólidos  caractéres  bien  terminan 
tes  y seguros,  tanto  de  grupo  y división  como  de  especie;  con  mas  ó me- 
nos corroborantes,  de  un  modo  análogo  al  que  de  tanto  tiempo  acá  se  está 
haciendo  en  análisis  química,  respecto  de  los  que  hemos  reunido  en  la 
pág.  676,  donde  ya  hemos  añadido  la  conicina  y nicotina  , que  los  autores 
de  análisis  química  no  comprenden. 

M.  Gerard , en  su  Compendio  de  análisis  química  cualitativa  (4) , no  com- 
prende mas  que  dos  líquidos  aceitosos  y volátiles,  la  amilina  y la  nico- 
tina : de  la  nicotina  no  habla  ; y seis  fijos,  morfina,  narcotina,  estricnina, 
brucina,  quinina  y cinconina.  Procede  así,  porque  cree  que  esos  son  los 
mas  importantes.  Luego  los  estudia  uno  por  uno  con  lujo  de  reacciones 
que  no  conducen  fácilmente  á una  marcha  analítica  metódica,  aplicable 
á los  casos  de  envenenamiento. 

En  otro  pasaje  de  la  misma  obra  (2)  habla  de  la  investigación  de  los  al- 
caloideos en  casos  de  envenenamiento  y se  reduce  á exponer  el  método 
de  Stass , y en  cuanto  al  empleo  de  los  reactivos  para  reconocer  el  alca- 
lóide  obtenido,  remite  sus  lectores  á las  páginas,  donde  ha  dado  todas  las 
reacciones  de  cada  base  alcalina  orgánica. 

Añádamos  á todo  esto , que  nos  hace  deplorar  todavía  más  este  estado 
de  la  ciencia,  en  punto  á la  marcha  metódica,  relativa  á los  alcaloideos, 
que  C.  Bernard  ba  estudiado  seis  alcalóides  del  opio,  haciendo  experi- 
mentos, no  solo  en  perros  , sino  en  gatos  , ratas,  conejos  de  Indias,  ra- 
nas, etc.  Esos  alcaloideos , considerados  como  los  mas  activos  del  opio, 
son  la  morfina , la  narceina  , la  codeina , la  narcotina  , la  papaverina  y la 
tebaina.  De  estos,  solo  tres  son  soporíferos,  y son,  la  morfina,  la  narceina 
y la  codeina,  siéndolo  de  diferente  modo.  Los  demás  no  son  soporíferos, 
pero  son  tóxicos,  y el  que  lo  es  más  es  la  tebaina. 

Dejando  para  su  lugar,  en  la  Toxicología  particular,  hacernos  cargo  mas 
pot  extenso  de  esos  importantes  estudios  de  Bernard,  vengamos  al  ob- 
jeto, para  el  cual  los  he  mencionado.  Desde  luego  se  ve  la  importancia 
de  esos  alcaloideos  para  el  toxicólogo.  Hoy  ó mañana  pueden  sorprender 
a los  médicos  forenses  casos  prácticos  de  envenenamiento,  debidos  á ab 


(‘)  Obra  citada,  pág.  293  y siguientes. 
[2)  Ibid.,  587  y siguientes. 


- rM  — 

n )s  de  esos  alcaloides  del  opio  tan  venenosos,  y sucederles  lo  que  su- 
cedió  con  la  nicotina , cuando  el  caso  del  conde  de  Bocarmé,  y lo  que  con 
la  digitalina  en  el  de  Couty  de  la  Pommerais.  Los  autores,  ni  de  aná- 
lisis química , ni  de  toxicología,  no  se  ocupan  en  una  marcha  metódica 
para  determinar  pronto  y seguro,  con  pocos  caractóres  químicos,  esos  al- 
caloideos. ¿De  qué  ha  de  servirles  el  que , ora  por  el  método  de  Stass, 
ora  por  la  diálisis,  se  obtenga  una  escasa  cantidad  de  alcaloideo,  si  luego, 
para  determinarle,  no  tienen  bien  y metódicamente  establecidos  los  ca- 
ractéres  químicos  de  grupo,  de  división  y de  especie? 

Si  se  tratara  de  casos,  en  los  que  tuviéramos  á nuestra  disposición  can- 
tidades considerables  de  un  alcaloideo,  fácil  seria  rectificar  el  error  que 
hayan  podido  cometer  los  que  han  trazado  la  marcha  analítica  de  los  al- 
caíóides  mas  conocidos : ir  haciendo  ensayos  cotí  los  reactivos  nuevos; 
recoger  todos  los  datos  posibles,  y de  su  conjunto  colegir  con  seguridad 
la  existencia  del  cuerpo  ensayado.  En  tales  casos,  seríamenos  de  deplorar 
la  falta  de  un  sistema  general  ó de  una  marcha  por  grupos,  divisiones  y 
especies,  que  comprendiera  todos  los  alcaloides  tenidos  por  venenos. 

Mas  lo  repito;  desgraciadamente  en  la  práctica  del  envenenamiento 
nos  encontrarnos  primero  con  bastante  dificultad  para  obtener  el  alcaloi- 
deo, sea  cual  fuere  , en  un  estado  de  bastante  pureza  , para  que  se  vean 
claras  esas  coloraciones  de  suyo  ya  poco  características,  ó mas  que  me- 
dianamente dudosas,  para  que  no  recordemos  el  nimium  ne  crede  colorí ; y 
luego  lo  que  se  obtiene  siempre  es  en  pequeña  cantidad , habiendo  para 
pocos  tanteos , y si  estos  no  dan  pronto  con  el  cuerpo  que  sea , nada  mas 
fácil  que  encontrarnos  en  el  triste  caso  de  no  haber  concluido  con  todo 
el  ensayo,  y haberse  agotado  la  sustancia  á tanta  costa  aislada,  sin  poder 
afirmar  ni  negar  nada  rotundamente,  ó con  aquella  seguridad  que  exige 
una  actuación  pericial  de  esa  naturaleza. 

Sin  duda  cuando  hasta  aquí,  que  sepamos,  no  ha  habido  un  químico  ó 
toxicólogo,.  que  haya  reunido  todos  los  alcalóides  venenosos , formando 
grupos  y divisiones,  y estableciendo  el  carácter  de  cada  grupo  y de  cada 
división,  y al  fin  el  de  cada  especie  de  un  modo  claro,  terminante,  carac- 
terístico y lo  mas  sensible  que  se  pueda,  en  cuya  reunión  se  tenga  un 
fundamento  suficientemente  lógico  para  afirmar  la  presencia  de  un  alca- 
lóide  dado;  no  será  eso  posible  en  el  estado  actual  de  la  ciencia;  y cuando 
prácticos  tan  aventajados  en  ella  no  lo  han  hecho,  ¿cómo  nos  hemos  de  atre- 
verlo á hacer  nosotros  que  tanto  distamos  de  colocarnos  entre  aquellos? 

No  me  ha  sido  posible  ver  el  cuadro  sinóptico  general  de  los  alcaloi- 
des de  Márquez,  ni  lo  he  visto  mentado  en  parte  alguna  entre  los  quími- 
cos que  tratan  de  este  asunto,  ni  para  refutarle,  ni  para  seguirle , ni  para 
modificarle.  Solo  he  visto  que,  aun  queriendo  seguirle,  respecto  de  lo 
que  dice  Márquez  acerca  de  la  daturina , Curzen  se  engañó , y vino  á 
comprender  los  errores  de  dicho  cuadro. 

De  buen  grado  aspiraríamos  á la  gloria  de  formar  un  trabajo  de  esa 
especie.  Hace  algún  tiempo  que  dedicamos  á este  importante  punto  algu- 
nos de  nuestros  escasos  ocios;  recogemos  todos  los  datos  que  vamos 
viendo  en  las  obras,  periódicos  del  ramo , de  química  y de  farmacia,  y si 
algún  dia  creemos  factible  esa  distribución , la  someterémos  al  juicio  de 
los  entendidos  en  la  materia.  Sentimos  no  poderlo  hacer  en  esta  edición; 
pero  en  su  defecto  indicarémos  cómo  debería,  en  nuestro  concepto,  lle- 
varse á efecto  esa  empresa. 

Hay  que  reunir  todos  ios  alcaloideos  venenosos.  Hay  que  hacer  ensa- 


- 763  - 

yos  con  el  reactivo  ó reactivos  que  mas  sencillos  y característicos  sean. 
Ver  los  que  revelan  unos  y los  que  revelan  otros , y formar  así  grupos. 
Ver  en  seguida  con  qué  otro  reactivo  se  pueden  establecer  entre  los  de 
un  mismo  grupo,  divisiones,  y por  último,  cuál  sea  el  que  individualice 
bien  cada  especie.  Si  eso  se  lograse  con  los  tres  caractéres , el  de  grupo, 
el  de  división  y el  de  la  especie , el  cuerpo  estaría  definitivamente  deter- 
minado, sin  necesidad  de  mas  corroborantes  ni  de  lujo  de  reacciones, 
siempre  mas  propias  para  embrollar  que  para  otra  cosa,  y en  los  casos  en 
que  hay  escasez  de  sustancia  de  ensayo,  del  todo  ociosas,  por  no  decir 
perjudiciales. 

Los  estudios  que  hemos  visto  hechos  hasta  aquí,  se  limitan  á cierto  nú- 
mero de  alcaloideos,  y aun  suponiendo  que,  respecto  de  ellos,  pueda  ha- 
cerse lo  que  indico  y como  he  procurado  hacerlo  del  cuadro  de  Valser, 
eso  no  basta  , porque  no  están  incluidos  todos. 

Detenerse  en  cierto  número  de  alcaloideos  por  ser  los  mas  importan- 
tes ó frecuentes,  no  está  fundado.  La  experiencia  , como  lo  he  dicho,  nos 
ha  demostrado  desgraciadamente  que,  cuando  menos  se  piensa  en  ello, 
se  encuentran  los  peritos  sorprendidos  con  un  veneno  nuevo;  mejor  diré, 
por  primera  vez  empleado  por  una  mano  tan  criminal  como  docta  ó en- 
tendida, y la  ciencia  tiene  que  improvisar  en  esos  casos  sus  procederes, 
los  que,  por  buenos  que  sean,  no  tienen  la  sanción  de  la  experiencia,  ni 
descansan  sus  afirmaciones  en  un  número  suficiente  de  hechos,  para  esta- 
blecer un  juicio  seguro,  ni  un  criterio  regulador. 

Mejor  es  que  la  ciencia  esté  prevenida,  que  sepa  á qué  atenerse  en  las 
contingencias  de  lo  futnro,  que  lo  tenga  todo  preparado  en  lo  posible, 
para  que  si  les  ocurre  á los  nuevos  condes  de  Bocarmé,  á los  nuevos 
Couty  de  la  Pommerais,  echar  mano  de  alcaloideos,  hasta  la  sazón  en- 
cerrados en  los  laboratorios  de  química  y en  los  gabinetes  especiales, 
como  curiosidades  de  la  ciencia,  para  atentar  contra  los  dias  de  alguna 
víctima , no  cuenten  con  la  perturbación  que  introduce  en  las  prácticas 
analítico-periciales,  la  inesperada  aparición  de  ese  nuevo  instrumento 
del  crimen,  ni  con  la  ignorancia  de  los  caractéres  físicos  y químicos  del 
nuevo  tósigo,  ni  con  la  impotencia  de  (os  procederes  para  aislarle  de  las 
materias  envenenadas. 

No  desconozco  lo  difícil  de  la  empresa.  No  olvido  que  los  alcaloideos 
conocidos  son  numerosos.  Solo  en  el  Curso  de  química  general  da  Pelouze 
v Fremy  cuenta  ochenta  y seis  alcaloideos  naturales,  pertenecientes  dos 
á las  berberídeas  ; cuatro  á las  colchic.iceas;  tres  á las  fumariáceas;  tres 
á las  umbelíferas;  catorce  á las  papaveráceas;  cinco  á las  Reganum ; tres 
á las  renunculáceas  ; doce  á las  rubiáceas;  ocho  á las  soláneas;  seis  á Jas 
estríeneas;  uno  á las  violáceas,  y veinte  y cinco  á varias  otras  familias. 
Tamnoco  olvido  que  además  de  estos  hay  otros  muchos  artificiales  deriva- 
dos de  la  economía  animal  (9)  derivados  de  la  mostaza;  producidos  por  el 
sul t hidrato  amónico  sobre  los  hidrocarbu  ros  nitrogenados ; producidos  por 
la  destilación  del  acetato  de  potasa  y del  ácido  arsenioso,  por  la  destilación 
de  las  materias  animales  y vegetales;  derivados  del  sulfociauuro  de  amo- 
níaco, de  la  acción  de  la  potasa  sobre  las  materias  orgánicas,  y de  la  del 
amoníaco  sobre  la  esencia  de  almenaras  amargas;  siendo  todos  en  nú- 
mero de  sesenta  los  que,  unidos  á los  ochenta  y seis,  forman  el  respetable 
número  de  ciento  cuarenta  y seis  alcaloideos,  á los  cuales  habrá  tal  vez 
que  añadir  algunos  recien  descubiertos,  como  la  aconilina , nuevo  alca- 
lóide  del  acónito  napelo , la  cloridina , etc. 


— 764  — 

Sin  embargo,  deslindados  los  venenosos  de  los  que  no  lo  son,  los  na- 
turales de  los  artificiales , creo  posible  la  formación  de  cuadros  sinópti- 
cos con  marcha  dicotómica  , análoga  á la  que  hemos  trazado  en  el  artí- 
culo Vi,  y si  algo  lamentamos,  al  sentirnos  penetrados  de  esa  convicción, 
no  es  tan  solo  que  no  tengamos  los  conocimientos  necesarios  para  llevar 
á la  debida  perfección  ese  trahajo , sino  que  nos  falte  tiempo  y medios 
materiales  para  emprenderle  con  toda  la  fé  y entusiasmo  que  nos  inspira 
la  idea  de  la  posibilidad  de  ese  proyecto,  y el  paso  agigantado  que  haría- 
mos dar  á la  ciencia  toxicológica  en  esta  parte» 

De  todos  modos , ya  que  eso  no  sea , ya  que  tengamos  que  someternos 
fatalmente  á lo  que  hoy  dia  dé  el  estado  de  la  ciencia , luego  que  por  el 
método  de  Stass,  ó por  el  proceder  de  Graham  , ó la  diálisis , ó por  el  de 
cualquier  otro  de  los  que  hemos  mencionado  , se  haya  obtenido  puro  el 
alcaloideo,  y sea  ocasión  de  pasar  á determinarle;  la  regla  mejor  será 
tratarle  con  él  reactivo  que  mejor  y mayor  número  de  alcaloideos  revele, 
lo  cual  podrá  considerarse  como  carácter  de  grupo;  en  seguida  emplear 
el  reactivo  que  provoque  otra  reacción  diferencial , pero  todavía  común 
entre  los  contenidos  en  ese  número , que  será  el  carácter  de  división ; y 
por  último,  echar  mano  de  otro  que  individualice  el  alcaloideo,  que  solo 
dé  tal  ó cual  reacción  con  él,  ya  que  no  de  un  modo  absoluto,  con 
ciertas  condiciones,  siendo  este  carácter  el  de  la  especie. 

Con  la  reunión  de  estos  tres  caractéres  bien  terminantes,  bien  defini- 
dos, bien  diferenciales,  habrá  bastante  para  determinar  el  cuerpo  alca- 
lóide , como  lo  hay  para  determinar  los  demás  cuerpos. 

En  punto  á corroborantes,  solo  deberá  hacerse  uso  de  ellos  : l.°  cuan- 
do los  caractéres  de  grupo , división  y especie  no  dejen  una  seguridad 
completa  de  la  naturaleza  del  cuerpo;  2.°  cuando  abunde  la  materia  de 
ensayo  del  alcaloideo  en  términos  que,  verificadas  las  reacciones  con  los 
reactivos  de  grupo,  división  y especie,  reste  todavía  alguna  cantidad 
para  ulteriores  tanteos. 

Excusado  es  decir  que  esos  corroborantes  deben  ser  siempre  los  mas 
característicos,  después  de  los  de  grupo , división  y especie,  y cuanto 
menos  comunes  sean  con  otros  alcaloideos  , mejor. 

Hay  más;  para  la  distinción  entre  los  que  ofrezcan  caractéres  comunes 
ó poco  diferenciales  con  los  reactivos,  creo  muy  conducente  atender  á 
sus  caractéres  físicos  apreciados  ya  á simple  vista , ya  por  medio  del  mi- 
croscopio, como  lo  hicieron  Cossa  y Carpené. 

Gomo,  según  lo  veréraos  en  su  lugar,  toda  la  fuerza  lógica  del  juicio 
pericial  no  ha  de  estribar  en  la  presencia  del  veneno  ó sus  caractéres  fí- 
sicos y químicos,  puesto  que  hemos  de  asociar  este  órden  de  datos  y su 
significación  á la  de  los  síntomas  presentados  por  el  sugeto  envenenado, 
y á ios  de  los  resultados  de  la  autópsia  practicada  en  los  restos  mortales 
del  mismo;  no  hay  tanta  necesidad  de  acumular  caractéres  químicos 
para  individualizar  un  cuerpo,  ni  de  dejar  esta  parte  de  la  actuación  pe- 
ricial, sin  el  menor  punto  de  duda. 

A.sí  como  la  significación  no  terminante  de  los  síntomas  se  corrobora 
con  la  de  los  resultados  autópsicos  y vice-versa,  y entrambas  significa- 
ciones se  robustecen  con  los  resultados  de  la  análisis  química ; así  tam- 
bién estos , siquiera  por  sí  solos  no  den  completa  seguridad , adquieren 
mas  certeza  puestos  en  concordancia  con  los  síntomas  y autópsia.  Volve- 
remos sobre  este  importante  punto  en  la  Filosofía  de  la  intoxicación. 


— 765  — 


g VI.—  De  la  análisis  cuantitativa  da  los  venenos. 

He  dicho  mas  de  una  vez , y lo  repito,  que  , en  los  casos  prácticos  de 
envenenamiento,  es  raro  que  tenga  aplicación  la  análisis  química  cuanti- 
tativa. En  la  Filosofía  de  la  intoxicación  tratarémos  del  valor  que  tiene  en 
esos  casos  la  cantidad  del  veneno  obtenida  por  las  análisis,  y probaremos 
que  raras  veces , por  no  decir  ninguna , tiene  importancia  la  cantidad, 
residiendo  siempre  la  prueba  en  las  calidades , verdadero  objeto  de  las  in- 
vestigaciones periciales,  y verdadera  base  lógica,  para  afirmar  un  envene- 
namiento, según  las  reglas  y condiciones  que  allí  expondrémos. 

Siquiera  alguna  vez  sea  conducente  y oportuno  averiguar  á punto  fijo 
la  cantidad  de  veneno  que  se  obtiene , ya  puro,  ya  en  combinación  con 
alguno  de  los  elementos  del  reactivo  empleado  para  revelarle  , con  el  ob- 
jeto de  tomarlo  como  base  de  algún  cálculo  ó comparación  con  la  que  el 
sugeto  pudo  tomar,  ó con  la  que  naturalmente  exista  en  el  cuerpo,  ó con 
la  que  haya  tomado  como  medicamento ; tampoco,  en  rigor,  puede  lla- 
marse á eso  análisis  cuantitativa ; eso  no  es  mas  que  pesar  el  cuerpo  ó la 
cantidad  obtenida ; no  es  averiguar  las  proporciones  en  que  están  los  ele- 
mentos constituyentes  del  veneno. 

Supóngase  que  se  obtiene  una  cantidad  de  fósforo  en  polvo  ó fragmen- 
tos. ¿Qué  análisis  cuantitativa  cabe  aquí,  siquiera  pesemos  ese  cuerpo  y 
nos  dé  la  cantidad  de  2 , í ó más  granos? 

Sea  la  morfina  la  cantidad  de  veneno  que  aislemos , y pesándola , nos 
dé  2 granos.  ¿Es  esto  analizarla  cuantitativamente?  La  verdadera  análi- 
sis cuantitativa  seria  ver  las  proporciones , en  que  están  en  ella  el  oxí- 
geno, el  hidrógeno,  el  ázoe  y el  carbono.  Y como  ya  las  sabemos , funda- 
dos en  la  ley  de  los  equivalentes  ó teoría  atomística,  ¿á  qué  perder  tiempo 
en  semejante  operación?  ¿Qué  problema  resolveríamos  con  ella?  ¿Qué 
relación  pudiera  tener  esa  análisis  con  el  caso  práctico  para  saber  si 
hubo  ó no  envenenamiento? 

Se  me  dirá  tal  vez  que  en  estos  casos  tengo  razón  ; pero  que  no  sucede 
lo  propio  cuando  se  obtiene  el  veneno  por  medio  de  un  reactivo,  un  fos- 
fato, por  ejemplo,  en  los  casos  de  intoxicación  por  el  fósforo ; un  sulfuro 
de  arsénico,  en  los  por  el  ácido  arsenioso. 

Cuando  de  las  materias  sospechosas  se  aisla  un  fosfato,  por  medio  de 
las  operaciones  analítico-químico-toxicológicas;  cuando  con  el  ácido  sulf- 
hídrico se  obtiene  de  un  licor  procedente  de  una  carbonización  de  cier- 
tos órganos  un  precipitado  de  sulfuro  de  arsénico ; si  luego  de  aislados, 
lavados,  desecados,  etc.,  esos  cuerpos,  se  pesan  , no  solo  es  el  fósforo, 
ni  el  arsénico  lo  que  se  pesa,  sino  el  compuesto,  del  cual  es  parte  cons- 
tituyente á la  sazón  , y para  saber  su  cantidad,  es  necesario,  después  de 
haber  pesado  los  precipitados , analizar  cuantitativamente  los  elementos 
de  estos,  y determinar  cuánto  fósforo,  cuánto  arsénico  hay  en  ellos. 

No  sé  si  se  referirá  á esos  casos  el  ilustrado  autor  portugués  Ferreira 
Macedo  Pinto,  cuando  se  declara  contra  mi  modo  de  ver  en  esta  cues- 
tión (l);  pero  me  lo  presumo,  por  lo  que  él  hace  y dice  en  ios  puntos 
donde  trata  de  la  análisis  cuantitativa  de  los  venenos.  Mas  sobre  extra- 
ñar que  no  opine  como  yo  en  unas  páginas,  y en  otras  diga  que  en  toxi- 
cología  no  es  necesario  determinar  el  peso  relativo  de  cada  elemento  de 


(')  Obra  citada,  p.  á4t>. 


— 766  — 

materia  sospechosa  í1),  repetiré  que,  ni  aun  en  esos  casos,  veo  necesidad 
alguna  de  análisis  cuantitativa  del  veneno. 

Supóngase  que  tenemos  un  licor  resultante  de  operaciones  prévias  he- 
chas en  los  órganos  de  un  sugeto,  que  se  cree  envenenado  por  el  fósforo, 
y que  este  se  halla  en  uno  de  sus  estados  posibles,  el  de  ácido  fosfórico 
en  ese  licor.  Tratado  con  el  cloruro  bárico,  da  un  precipitado  blanco  de 
fosfato  de  barita;  filtrado,  lavado,  desecado,  se  pesa,  y obtenemos,  por 
ejemplo,  6 granos  de  precipitado. 

Para  saber  en  qué  cantidad  está  el  fósforo  en  ese  peso,  no  necesito 
hacer  nada  más.  La  ley  de  los  equivalentes  y el  conocimiento  que  tene- 
mos de  los  elementos  simples  y compuestos  de  esa  sal  barítica,  de  ese 
fosfato  de  barita , me  dice  la  cantidad  de  fósforo.  Sabemos  que  el  ácido 
fosfórico  es  un  compuesto  de  cinco  equivalentes  de  oxígeno  y uno  de 
fósforo  ; y empleando  el  oxígeno  en  sus  combinaciones , 8 parles  de  su 
sustancia  y el  fósforo  32  , sé  que  en  el  ácido  fosfórico  hay  40  partes  de 
oxígeno  y 32  de  fósforo. 

Como,  por  otra  parte,  sabemos  que  el  ácido  fosfórico,  cuando  se  com- 
bina con  la  barita,  emplea  un  equivalente  de  su  composición,  nos  consta, 
por  lo  tanto,  que  en  cada  átomo  de  fosfato  de  barita  hay  la  cantidad  de 
fósforo  que  lleva  en  cada  átomo  el  ácido  fosfórico ; así  como  sabemos  la 
cantidad  de  oxígeno  y de  bario  que  tiene  la  barita , y lo  que  lleva  esta,  al 
combinarse  con  el  ácido  fosfórico  y cualquier  otro  ácido. 

Lo  que  digo  del  fosfato  de  barita,  puedo  decirlo  del  sulfuro  de  arsé- 
nico, lo  mismo  que  de  todas  las  demás  composiciones  conocidas. 

Enhorabuena,  se  me  replicará,  esto  es  cierto;  pero  es  en  abstracto; 
aplicado  á los  casos  prácticos,  en  que  se  obtiene  cierta  cantidad  de  un 
compuesto,  hay  que  hacer  un  cálculo,  y por  la  reyla  de  tres  venir  en  co- 
nocimiento de  la  cantidad  de  la  sustancia  en  cuestión  que  hay  en  la  can- 
tidad de  ese  compuesto.  Si  se  han  obtenido  6 granos  de  fosfato,  ó 6 de 
sulfuro  de  arsénico,  hay  que  determinar  cuánto  fósforo  se  halla  en  esos  6 
granos  de  fosfato,  cuánto  arsénico  en  esos  6 granos  de  sulfuro. 

Convenidos;  pero  ¿á  qué  conduce  ese  cálculo?  ¿Para  qué  sirve  en  una 
cuestión  de  envenenamiento?  ¿Para  determinar  ia  cantidad  de  veneno 
que  ha  tomado  un  sugeto?  A su  debido  tiempo  verémos  que  no;  que 
hay  varias  circunstancias  mas  que  suficientes  para  volver  vano  y erróneo 
ese  cálculo.  ¿Sirve  para  saber  si  la  cantidad  tomada  fué  tóxica?  Tam- 
poco, como  también  lo  probaremos  en  su  lugar,  y con  razones  análogas 
á las  que  vuelven  ilusorio  el  primer  cálculo.  Tenemos  datos  mas  lógicos, 
para  saber  la  fuerza  tóxica  de  una  sustancia  ingerida  en  la  economía 
humana. 

¿Será  para  comparar  la  cantidad  obtenida  de  las  materias  sospechosas 
con  la  que  se  obtiene  naturalmente  de  los  órganos?  Para  eso  no  hace 
falta  determinar  la  cantidad  de  fósforo  ni  de  arsénico;  basta  ver  la  dife- 
rencia que  va  en  la  cantidad  de  fosfato  y de  sulfuro.  Claro  está  que  si 
hay  poco  fósforo  ó poco  ácido  fosfórico,  habrá  poco  fosfato;  si  hay  poco 
arsénico,  habrá  poco  sulfuro  del  mismo.  Cuando  se  analiza  un  órgano  que 
naturalmente  tenga  fósforo  ó arsénico,  y dé,  no  como  debe  dar,  escasa 
cantidad  de  fosfato  ó sulfuro,  sino  cantidad  notable,  no  se  necesita  más 
para  deducir  que  no  procede  la  sustancia  de  la  que  naturalmente  con- 
tiene el  órgano. 


»*)  Obra  Citada , p.  318. 


Otro  tanto  podemos  decir  de  los  casos  en  que  la  sustancia  obtenida 
proceda  de  una  medicación  , si  no  se  ha  dado  en  cantidad  considerable. 

En  ninguno  de  esos  casos  hace  falta  determinar  la  cantidad  precisa  y 
proporcional  de  fósforo  y arsénico ; basta  ver  la  cantidad  de  sus  com- 
puestos obtenida. 

Menos  aplicable  es  todavía  la  operación  de  análisis  proporcional , si  se 
relaciona  la  cantidad  obtenida  con  la  cantidad  de  materia  ensayada.  Para 
poder  fundar  cálculos  exactos  matemáticos  en  esa  relación ; para  saber, 
por  ejemplo,  si  cuatro  onzas  de  hígado,  pulmón  y bazo  han  dado  seis 
granos  de  fosfato  de  barita,  ó seis  de  sulfuro  de  arsénico,  cuánto  fósforo, 
cuánto  arsénico  contendrán  cien  partes  de  los  mismos  órganos,  es  nece- 
sario contar  con  que  el  veneno  está  esparcido  por  igual  en  todos  los  ór- 
ganos, y eslo  ya  sabemos  que  no  sucede.  Hay  órganos  donde  se  encuen- 
tra más,  otros  donde  se  encuentra  menos  ó nada.  En  el  mismo  estómago 
no  está  el  veneno  repartido  por  igual  en  todos  sus  tejidos. 

Proporcionar  el  peso  de  aquellos  y la  cantidad  del  veneno,  es  un  error 
grave.  Esos  cálculos  pueden  hacerse  en  un  agua  mineral,  por  ejemplo, 
en  una  disolución,  en  un  compuesto,  cuyas  partes,  desde  las  mayores  á 
las  menores,  tienen  igualmente  repartidos  los  principios  que  contengan; 
pero  con  los  órganos  de  un  sugeto  envenenado,  no ; nos  expondríamos  á 
los  errores  mas  crasos. 

A mas  de  que,  ¿y  qué  saco  yo  con  saber  que  en  cien  partes  de  materia 
analizada  habrá  tanto  ó cuanto  del  veneno?  Lo  que  en  tal  caso  importa 
es  determinar  en  esos  seis  granos  de  fosfato  de  barita  ó de  sulfuro  de  ar- 
sénico , cuánto  fósforo,  cuánto  arsénico  hay. 

Justificado,  pues,  estaría  que  en  esta  edición  hiciera  yo  lo  mismo  que 
en  las  anteriores,  no  ocuparme  absolutamente  en  tal  análisis,  puesto  que 
tengo  la  convicción  de  que  jamás  ha  de  emplearse  en  los  casos  de  enve- 
nenamiento para  resolver  lógicamente  ninguna  de  sus  cuestiones. 

Sin  embargo,  puesto  que  he  descrito  los  instrumentos  necesarios  para 
esas  análisis , y que  he  hablado  de  las  operaciones  mecánicas,  físicas  y 
químicas,  relativas  á ellas,  voy  á decir  cuatro  palabras  sobre  el  modo 
de  practicar  una  análisis  cuantitativa,  ó io  que  es  lo  mismo,  sobre  el 
modo  de  calcular  ó deducir  matemáticamente  la  cantidad  proporcional 
de  una  sustancia  venenosa. 

Paso  por  alto  los  venenos  gaseosos  , porque  ni  á la  análisis  cualitativa 
dan  lugar  esos  venenos.  Si  se  nos  presentara  un  frasco  de  un  gas  vene- 
noso , con  el  que  se  hubiese  intentado  envenenar  á alguno , lo  cual  es 
raro  que  suceda,  y acaso  no  ha  sucedido  nunca  , bastaría  medirle  por  su 
volumen  con  los  instrumentos  de  que  hemos  hablado  en  su  lugar,  ó com- 
binarle con  otro  cuerpo  que  permitiera  pesar  el  producto  de  esa  com- 
binación. 

Otro  tanto  dirémos  de  los  líquidos.  La  dosificación  de  los  cuerpos  se 
hace  siempre  mejor  por  medio  del  peso  que  por  volúmenes,  y para  pe- 
sarlos exactamente,  se  procura  precipitarlos  con  el  reactivo  que  sea  mas 
á propósito  para  ello.  Los  autores  de  análisis  química  ya  indican  cómo  se 
dosa  mejor  cada  cuerpo  l1). 

Yoy  á reducirme,  pues , á los  casos  en  ios  que  por  medio  de  un  reac- 
tivo se  ha  obtenido  un  precipitado  que  lavado  y desecado , se  pese , y sa- 
bido el  peso  del  compuesto,  se  quiera  saber  ó "determinar  la  cantidad  en 


•,*J  Vtftsu  cualquier  tr.itauo  de  uiiuiisia  ijuimica  cuantiluiiva. 


- 768  — 

aue  está  en  ese  compuesto  el  veneno  que  se  busca , ora  con  respecto  á la 
cantidad  de  materia  sospechosa,  de  la  que  se  ha  extraído  , ora  con  res- 
pecto á la  del  precipitado. 

Supongamos  que  de  8 onzas  de  materias,  hígado,  bazo,  etc.,  carbo- 
nizadas, se  obtiene  un  licor,  que  , tratado  con  el  ácido  sulfhídrico,  da 
un  precipitado  de  sulfuro  de  arsénico , que,  filtrándole , lavándole  y de- 
secándole , pesa  6 granos,  y que  se  quiera  determinar  cuánto  arsénico 
hay  en  esa  cantidad  de  sulfuro. 

Por  las  tablas  de  números  proporcionales  ó equivalentes,  sabemos  que 
el  arsénico  emplea  en  sus  combinación  75  partes  de  su  sustancia,  y el 
azufre  16.  La  suma  de  esas  dos  cantidades  es  91.  Con  este  dato  pode- 
mos deducir  la  cantidad  de  arsénico  de  dos  maneras. 

1.a  Podemos  poner  el  problema  del  modo  siguiente: 

Primera  proporción.-  Si  8 onzas  de  materia  analizada  han  dado  6 gra- 
nos de  sulfuro  de  arsénico,  ¿cuánto  darían  100  onzas  de  la  misma  materia? 

Para  resolver  este  problema  se  ponen  como  términos:  l.°  la  cantidad 
de  materia  sospechosa  empleada  ó sea  8 onzas;  2.°  la  del  producto  obte- 
nido por  medio  de  las  análisis  químicas,  ó sea  6 granos  de  sulfuro;  3° 
el  número  100  y se  dice  : 

Ocho  es  á seis  como  ciento  es  a x. 

8 : 6 : : 100  : x (*). 

Para  saber  qué  cantidad  será  x,  se  empieza  por  multiplicar  el  segundo 
término  por  el  tercero  ; esto  es  0 por  100  : el  producto  será  600. 

En  seguida  se  divide  ese  producto  por  el  primer  término  ó sea  por  8. 

600  j 8 

40  75 

O 

La  fórmula  con  que  se  expresan  esas  operaciones  y su  resultado  es  la 
siguiente : 

6x100  , „ 

x = • — - — = 7o  granos  de  sulfuro. 

O 

En  100  onzas,  pues,  de  materia  analizada,  habría  75  granos  de  sul- 
furo de  arsénico. 

Averiguada  esta  primera  proporción  se  pasa  á la 

Segunda  proporción.  — Si  91  de  sulfuro  de  arsénico  contienen  75  de  este 
metaloídeo , ¿ cuánto  arsénico  contendrán  75  granos  de  sulfuro  del  mismo  ? 

Para  resolver  este  segundo  problema  se  ponen  como  términos:  l.°  la 
suma  de  equivalentes  del  sulfuro  de  arsénico  , ó sea  91 ; 2.°  el  número 
proporcional  ó equivalente  del  arsénico,  ó sea  75;  3.°  el  de  los  granos 
de  sulfuro  de  arsénico  que  ha  dado  la  primera  proporción , ó sea  75,  y 
se  dice: 

91  es  á 75  como  75  es  á x. 

91  : 75  : : 75  : x 

# 

Para  saber  qué  cantidad  será  x , se  empieza  también  multiplicando  el 
segundo  término  por  el  tercero,  esto  es,  75  por  75,  y da  como  pro- 
ducto 5625.  J 

l')  Queme  permiten  los  versados  en  las  matemáticas  las  minuciosidades  en  que  voy 
a entrar  ; porque  dese  o ser  claro  hasta  para  los  que  las  tengan  un  tanto  olvidadas. 


- 769  - 

En  seguida  se  divide  este  producto  por  el  primer  término,  <5  sea 
por  91. 

5625  | 91 

165  61,8 

740 

12 

La  fórmula  de  estas  operaciones  y su  resultado  es : 

75x75  . 

x — — — — =61,8  de  arsénico, 
y i 

Cien  onzas,  pues,  de  materia  analizada  contendrían  61  granos  y 8 dé- 
cimas de  grano  de  arsénico. 

Por  exactas  que  sean  siempre  esas  proporciones,  resulta  que  no  nos  dicen 
qué  cantidad  de  arsénico  hay  en  seis  granos  de  sulfuro ; solo  sabemos  la 
cantidad  que  habría  de  este  en  100  onzas  de  materia  analizada  y la  de  ar- 
sénico que  contendrían  las  mismas,  y ese  conocimiento  no  nos  sirve  para 
nada  en  una  cuestión  pericial , en  la  que  se  trata  de  saber  si  un  sugeto 
ha  sido  envenenado.  Veamos,  pues,  si  procediendo  de  otro  modo,  po- 
dremos saber  la  cantidad  de  arsénico  que  hay  en  seis  granos  de  sulfuro 
de  ese  metaloídeo , y por  ahí  deducir  algo  que  nos  dé  una  idea  de  la 
cantidad  que  pudo  tomar  el  sugeto. 

. 2.a  Para  resolver  el  problema,  esto  es,  para  saber  cuánto  arsénico  hay 

en  6 granos  de  sulfuro  del  mismo , se  hace  lo  siguiente : 

Se  ponen  como  términos  : l.°  la  suma  de  equivalentes  del  arsénico  y 
del  azufre  , ó sea  91 ; 2.°  el  número  proporcional  ó equivalente  del  ar- 
sénico , ó sea  75 ; 3.°  la  unidad  del  peso  ó cantidad  obtenida,  ó sea  1 gra- 
no, y se  dice : 

91  es  á 75  como  1 es  á x. 

91  : 75  : : 1 : x. 

Para  saber  cuánto  será  x,  se  empieza  multiplicando  el  segundo  tér- 
mino por  el  tercero ; esto  es,  7o  por  1,  que  da  75. 

En  seguida  se  divide  7o  por  el  primer  término,  6 sea  91 , para  Jo  cual, 
siendo  el  dividendo  75,  menor  que  el  divisor  91,  se  añade  un  cero  á 
aquel  750,  y luego  se  pone  otro  cero  á la  izquierda  del  cociente  ó re- 
sultado de  la  división,  con  lo  que  se  advierte  que  son  decimales  ; por 
ejemplo: 

750  | 91 

220  0,824 

380 

16 

Estas  operaciones  se  expresan  con  esta  fórmula : 

75  X 1 

x=  ' j = 0,824  de  arsénico. 

En  cada  grano  de  sulfuro  de  arsénico  , por  lo  tanto,  hay  824  milési- 
mas de  grano  de  arsénico.  Multiplicada  esa  cantidad  por  6 


0,824 

6 


TOX1COI.OG1A.  — 49 


4,944 


- 770  - 

da  4 éranos  y 944  milésimas  de  grano  de  arsénico.  Seis  granos,  pues, 
de  sulfuro  de  arsénico  contienen  4 granos  y 944  milésimas  de  grano  de 
arsénico,  siendo  lo  restante  hasta  los  6 granos,  azufre. 

Este  modo  de  calcular  es  mas  sencillo , va  mas  directamente  al  ob- 
jeto y tiene  la  ventaja  de  no  relacionar  la  cantidad  de  veneno  obtenida 
con  la  cantidad  de  materia  sospechosa  empleada  , lo  cual , por  las  razo- 
nes que  hemos  expuesto  , y las  que  en  su  lugar  ampliaremos,  sobre  no 
conducir  á nada  de  provecho , expone  á graves  errores , bajo  el  punto  de 
vista  toxicológico. 

Si , en  lugar  de  un  binario , tuviéramos  un  ternario  ó una  oxisal , las 
operaciones , en  el  fondo,  serian  las  mismas. 

Supongamos  que,  de  las  8 onzas  de  materia  analizada  ó sometida  á una 
ebullición,  hubiésemos  obtenido  un  licor,  del  cual  precipitara  el  cloruro 
bárico  el  ácido  fosfórico,  formando  un  fosfato  de  barita,  que  pesara  6 
granos,  y quisiéramos  saber  cuánto  fósforo  hay.  Aquí  se  presentan  tam- 
bién los  dos  modos  de  averiguarlo  : 

l.°  Empezaríamos  por  buscar  la  suma  de  equivalentes  del  ácido  y de 
la  base.  El  ácido  fosfórico  se  compone  de  3 2 de  fósforo  y 40  de  oxi- 
geno, porque  hay  5 equivalentes  de  este,  y siendo  8 cada  equivalente, 
son  40.  La  barita  se  compone  de  08  de  bario  y 8 de  oxígeno;  total , 148. 

Establecido  este  primer  dato  se  pasa  á la 

Primera,  proporción.  — Si  8 onzas  de  molería  empleada  dan  6 granos  de 
fosfato  de  barita , ¿ cuántos  darán  100  onzas  de  la  misma  material 

Para  resolver  este  problema  se  ponen  como  términos  : l.°  la  cantidad 
de  materia  empleada,  8 onzas;  2.u  la  del  producto  obtenido  por  las  aná- 
lisis químicas,  ó sea  ó ; 3.°  el  número  100 , y se  dice  : 

8 es  á 6 como  100  es  á x, 

8 : 6 : : 100  : *. 

Se  multiplica  6 por  100,  que  da  600. 

Se  divide  600  por  8,  que  da  75. 

x — f*'*' 1 _ 7J*  granos  (je  f0sfat0  de  ba  rjta. 

O 


En  100  onzas  de  materia  empleada  habria  75  granos  de  fosfato  de 
barita. 

Averiguada  esta  proporción  se  pasa  á la 

Segunda  proporción.  — Si  148  de  fosfato  contienen  72  de  ácido  fosfórico 
(32  de  fósforo,  40  de  oxígeno),  75  granos  de  fosfato,  ¿ cuánto  ácido  con- 
tendrán? 

Se  ponen  como  términos  : l.°  la  suma  de  equivalentes  del  fosfato,  148; 
2.°  la  suma  de  equivalentes  del  ácido,  72;  3.°  la  cantidad  de  fosfato 
dada  por  la  primera  proporción , 75 , y se  dice  : 

148  es  á 72  como  75  es  á x, 

148  : 72  ::  75  : x. 

Se  multiplica  72  por  75,  que  da  5400. 

Se  divide  5400  por  148 , que  da  36,486. 


72X75 

148 


= 50,185  ácido  fosfórico. 


— 11 1 - 

Cien  onzas  de  materia  empleada  contendrían  86  granos  y 486  milési- 
mas de  grano  de  ácido  fosfórico. 

Averiguada  esta  segunda  proporción  se  pasa  á la 

Tercera  proporción. — Si  148  de  fosfato  de  barita  contienen  32  de  fós- 
foro, 75  granos  de  fosfato,  ¿ cuánto  fósforo  tendrán ? 

Se  ponen  como  términos  : l.°  la  suma  de  equivalentes  del  fosfato,  148; 
2.°  el  equivalente  del  fósforo,  82;  3.°  el  número  de  granos  de  fosfató 
que  da  la  primera  proporción  , y se  dice  : 

148  es  á 32  como  76  es  á x, 

148  : 32  ::  75  : x. 

Se  multiplica  32  por  75 , y da  2400. 

Se  divide  2400  por  148,  y da  16,216. 

32  75 

x = — — - = 16,216  de  fósforo. 

148 

Habría,  pues , en  100  onzas  de  materia,  16  granos  y 216  milésimas  de 
grano  de  fósforo. 

En  lugar  de  buscar  esas  proporciones,  que  tampoco  conducen  á nada, 
que  no  nos  dicen  cuánto  fósforo  hay  en  los  6 granos  de  fosfato  obtenido, 
podemos  proceder  de  otro  modo. 

2.°  En  6 granos  de  fosfatq  de  barita,  icuánto  fósforo  hayt 

Los  términos  de  este  problema  son  : l.°  la  suma  de  equivalentes  del 
fosfato,  148;  2.°  el  equivalente  del  fósforo,  32;  3.°  la  unidad  del  peso 
obtenido , 1 grano,  y se  dice : 

148  es  á 32  como  1 es  á x, 

148  : 32  : : 1 : x. 

Se  multiplica  32  por  1 , que  da  32. 

Se  divide  32  por  148,  añadiendo  un  cero  al  dividendo,  por  ser  menor 
que  el  divisor,  p.  ei. , 320,  y luego  un  cero  á la  izquierda  del  cociente, 
y da  0,2162. 

32  V 1 

x = ~~  = 0,2162  de  fósforo. 

En  cada  grano,  pues,  del  fosfato  hay  2162  diezmilésimas  de  grano  de 
fósforo.  Multiplicada  esa  cantidad  por  6 , da  1,2972;  esto  es,  1 grano  y 
2972  diezmilésimas  de  grano  de  fósforo.  Esto  es  lo  que  contienen,  por  lo 
tanto,  los  6 granos  de  fosfato  de  barita  obtenidos. 

Esta  última  operación  , mucho  mas  sencilla  y mas  breve  , sobre  per- 
mitirnos determinar  la  cantidad  de  veneno  que  hay  en  la  del  precipitado 
obtenido,  lo  mismo  si  es  lina  sal , que  un  binario , puede  servirnos  para 
saber  si  es  mucha  ó poca  la  cantidad  de  veneno  ingerida  en  el  cuerpo 
del  sugeto,  y deducir  de  ella  lo  que  expondrémos  en  la  Filosofía  de  la 
intoxicación , al  examinar  ei  valor  absoluto  y relativo  de  los  resultados 
de  las  análisis  químicas. 

Esos  ejemplos  bastan  para  saber  lo  que  hay  que  hacer  en  esa  clase  de 
análisis  llamadas  directas.  En  cuanto  á las  indirectas , todavía  menos  apli- 
cables á los  casos  de  envenenamiento,  no  nos  ocuparémos  siquiera  en 
ellas.  Estas  análisis  versan  sobre  mezclas  de  cuerpos,  cuyo  peso  se 
busca  por  junto,  y luego  se  dosa  por  separado  la  cantidad  que  corres- 
pondo á cada  uno,  sirviendo  siempre  de  guía  la  ley  de  los  equivalen- 


— m — 

tes  C).  Si  es , por  ejemplo  , un  sulfato  de  potasa  y sosa , se  ve  Ja  cantidad 
total  de  ácido  sulfúrico,  y luego  la  que  corresponde  á cada  una  de  esas 
bases. 

En  análisis  loxicológica  eso  no  sucede  ni  debe  suceder;  porque  preci- 
samente una  de  sus  reglas  es  la  separación  de  las  sustancias  venenosas 
que  están  mezcladas;  los  reactivos  las  determinan  y separan,  precipi 
lando  unas  y no  precipitando  otras;  la  potasa  , por  ejemp  o , precipitaría 
por  el  cloruro  platínico,  y la  sosa  no,  con  lo  cual  quedarían  separadas. 
Así,  pues,  en  los  casos  prácticos  de  análisis  loxicológica  jamás  nos  he- 
mos de  ver  en  la  precisión  de  apelar  á una  análisis  indirecta. 

ARTÍCULO  VIH. 

DE  LA  APLICACION  DEL  MICKOSCOPIO  Á LAS  ANÁLISIS  QUÍMICAS. 

En  el  Tratado  de  medicina  legal  hemos  visto  que  el  microscopio  presta 
grandes  servicios  en  mas  de  una  cuestión.  Siempre  que  se  trate  de  man 
chas  de  humores,  de  grasa,  de  meconio,  de  reconocimiento  de  pelo,  etc., 
no  se  consideraría  completa  la  prueba,  ó no  podría  resolverse  la  cuestión, 
sin  la  debida  aplicación  del  microscopio.  Ya  no  estamos  en  los  tiempos 
en  que,  ó el  poco  uso  de  ese  instrumento  entre  los  médicos,  ó sus  pocos 
adelantos,  ó el  aplomo  con  que  debe  procederse  en  los  casos  de  medicina 
legal,  rechazaban  los  servicios  de  ese  poderoso  auxiliar  de  las  ciencias 
médicas.  Iloy  un  perito  médico  forense  que  no  sepa  manejar  el  micros- 
copio, es  un  perito  incompleto. 

Pues  en  igual  caso  se  halla  ya  el  microscopio  respecto  de  la  lexicolo- 
gía. Si  ha  sido  permitido  no  tenerle  en  grande  estima  por  algún  tiempo, 
considerándole  impotente  para  resolver  ciertas  cuestiones  prácticas  d^ 
envenenamiento,  esperándolo  todo  de  los  reactivos  y las  reacciones  quí- 
micas; hoy  ya  la  química  de  la  intoxicación  le  recibe  como  un  poderoso 
auxiliar  para  muchos  casos,  y á veces  viene  á suplir  lo  que  las  análisis 
químicas,  sin  él,  no  podrían  alcanzar. 

No  hay  una  toxicologia  microscópica,  ó una  micrografia  loxicológica,  como 
algunos  podrían  creer.  Rajo  este  punto  de  vista  opinamos  como  Cárlos 
Robin  respecto  de  la  anatomía  microscópica.  Así  como  no  hay  en  rigor  se- 
mejante anatomía,  puesto  que  lo  que  hay  es  el  estudio  de  los  tejidos  y 
de  sus  elementos  histológicos  por  medio  del  microscopio,  con  el  cual  se 
alcanza  á ver  lo  que  no  se  ve  á simple  vista;  así  tampoco  no  hay  una  loxi- 
cología  microscópica , sino  la  aplicación  del  microscopio  al  estudio  de  los 
venenos;  el  empleo  de  un  medio  mas  poderoso,  en  ciertos  casos,  para 
poder  apreciar  ciertos  caractéres  físicos,  químicos  y orgánicos  de  los  ve- 
nenos, que  no  podrían  apreciarse,  en  ciertos  casos",  sin  la  aplicación  del 
microscopio. 

Bajo  este  punto  de  vista,  pues,  vamos  á tratar  de  esa  aplicación  en  este 
artículo,  considerando  el  uso  del  microscopio  ccmo  un  auxiliar  de  la  quí- 
mica, para  determinar  en  ciertos  casos  no  solo  la  existencia  de  un  veneno 
en  las  materias  sospechosas,  sino  qué  veneno  sea. 

Hace  ya  tiempo  que  los  químicos  ó toxicólogos  acuden  al  microscopio, 
en  ciertos  casos , como  acude  el  naturalista , el  anatómico , el  fisiólogo  y 

(‘)  Véase  lu  tabla  <le  los  equivalentes  en  cualquier  obra  de  Aválisis  química.  Hemos  dicho 
que  eu  Ja  campaua  de  la  chimenea  del  labaratorio  es  bueno  que  haya  esa  tabla. 


- 773  - 

el  patólogo , no  para  fundarlo  todo  en  él,  sino  para  alcanzar  con  él  co- 
nocimientos que  de  otra  suerte  seria  imposible. 

Ya  hemos  visto  que  Cossa  y Carpené , no  contentos  con  averiguar  las 
reacciones  de  ciertos  alcaloideos,  tratados  con  el  yoduro  doble  de  mercu- 
rio y de  potasio , han  sometido  luego  los  precipitados  producidos  por 
ese  reactivo  al  campo  del  microscopio,  apreciando  así  la  forma  crista- 
lina ó amorfa  especial  de  cada  uno  de  los  yodhidrargiratos  que  se 
forman , y asociando  de  este  modo  nuevos  datos  fehacientes  de  la  exis- 
tencia del  alcaloideo  á los  obtenidos  por  medio  de  las  . reacciones  quí- 
micas. 

Hé  aquí  uno  de  los  hechos  que  demuestran  la  utilidad  del  instrumento 
que  nos  ocupa  en  una  prueba  pericial.  Lo  que  Cossa  y Carpené  han  he- 
cho, respecto  de  los  precipitados  producidos  por  el  yoduro  doble  de  mer- 
curio y de  potasio  con  los  alcaloideos,  en  los  que  hicieron  sus  experi- 
mentos, es  aplicable  á todos  ; y siempre  que  los  caracteres  químicos  no 
sean  del  todo  definitivos,  ó qué  puedan  ofrecer  alguna  duda,  el  micros- 
copio podrá  tal  vez  en  mas  de  un  caso  disiparla , asociando  á los  caracte- 
res químicos  los  físicos  que  permita  distinguir. 

Ya  llevamos  indicado  en  otra  parte  que  una  de  las  mayores  y mas  fre- 
cuentes dificultades  para  determinar  la  presencia  de  un  alcaloideo,  aun 
después  de  vencidas  las  que  nacen  de  su  aislamiento  de  las  demás  sus- 
tancias orgánicas,  cuya  presencia  no  deja  ver  claras  las  reacciones , es 
la  escasa  cantidad  de  alcaloideo  que  se  obtiene,  ora  se  proceda  por  el 
método  de  Stass,  ora  por  el  de  Graham  ó la  diálisis.  Como  no  basta  un 
tanteo , como  hay  que  hacer  varios,  para  tener  suficiente  copia  de  datos 
en  qué  fundar  una  conclusión  lógica ; es  muy  difícil  poder  practicarlos 
en  algún  número  con  la  exigua  cantidad  de  alcaloideo  obtenida. 

Pues  bien ; en  estos  casos  el  microscopio  nos  puede  servir  de  grande 
utilidad,  porque  no  solo  podemos  examinar  en  él  los  precipitados  obte- 
nidos para  apreciar  su  forma  física,  amorfa  ó cristalina , sino  ejecutar  en 
el  mismo  campo  del  microscopio  las  reacciones.  Guando  sea  tan  escasa 
la  cantidad  que  apenas  nos  consienta  hacer  ensayos  sobre  su  solubilidad 
en  el  agua , alcohol , éter  y otros  disolventes,  y su  modo  de  conducirse 
con  reactivos  de  grupo,  de  división  y de  especie,  y alguno  que  otro  corro- 
borante, para  todo  lo  cual,  por  poca  cantidad  qué  se  emplee,  se  gasta  al- 
guna, y acaso  sea  necesaria  toda  solo  para  los  primeros  tanteos,  si  ha  de 
ser  la  sola  vista  natural  la  que  se  haya  de  hacer  cargo  de  lo  que  pasa; 
el  microscopio  puede  servirnos  perfectamente,  puesto  que  en  su  campo, 
en  el  mismo  porta-objetos  se  puede  colocar  una  cantidad  mínima  de  al- 
caloideo, tomada  del  residuo  que  nos  dé  la  evaporación  del  éter,  por 
medio  del  método  de  Stass,  ó del  agua  por  el  de  Graham  ; y allí  tratarla 
en  una  gota  de  agua,  alcohol,  éter  ó cualquiera  otro  disolvente,  y en 
seguida  por  sus  reactivos  especiales;  para  todo  lo  cual  habrá  cantidad 
suficiente,  puesto  que  para  cada  uno  de  esos  tanteos  bastan  fracciones 
mínimas  de  gramo.  . 

A.demás  de  esos  casos,  en  los  que  por  ser  pequeñísimas  las  cantidades 
de  veneno  obtenidas,  no  es  posible  hacer  con  ellas  todos  los  tanteos  de- 
bidos y suficientes  para  una  conclusión  lógica,  ó se  adquieren  resultados 
dudosos ; hay  otros  en  que  la  química  se  rinde ; ora  sea  porque  todavía 
no  se  ha  descubierto  el  principio  activo  de  ciertas  plantas  venenosas,  ó 
no  sabemos  cómo  separarlas  de  las  materias  del  cuerpo  humano  entre  las 
que  se  pierde;  y en  vano  se  someten  esas  materias  á las  operaciones  que 


774  — 


en  su  lugar  hemos  expuesto  , ya  para  aislarlas,  ya  para  reconocerlas  por 

medio  de  reactivos.  _ , 

En  estos  casos  el  microscopio  nos  viene  en  ayuda,  sometiendo  a su 
campo  porcioncitas  de  materias  arrojadas  por  vómito  ó por  cámaras; 
puesto  que  en  ellas  suele  haber  restos  de  los  tejidos  de  esas  plantas  , que 
han  resistido  á la  acción  destructora  de  los  agentes  digestivos , y en  el 
campo  del  microscopio  revelan  su  estructura  especial  y la  planta  á que 


pertenecen. 

Uno  de  los  méritos  indudables  del  interesante  opúsculo  de  M.  Emilio 
Boudier,  sobre  los  hongos,  no  es  tanto  sus  esfuerzos  en  determinar  el 
principio  venenoso  de  esas  plantas,  como  el  hecho  que  ha  averiguado  re- 
lativamente á los  caracteres  anatómicos  de  los  hongos.  Según  este  sagaz 
observador,  los  tejidos  de  esa  planta  resisten  á la  cocción  y á la  digestión; 
no  alteran  su  naturaleza  hasta  el  punto  de  ser  desconocidos ; los  esporos, 
sobre  todo,  presentan  una  resistencia  singular,  de  tal  suerte  que  des- 
pués de  cocidos  y digeridos  los  hongos , se  ofrecen  casi  del  propio  modo 
que  al  estado  crudo  y fresco.  Casi  otro  tanto  sucede  con  el  tejido  del  pe- 
dúnculo y del  sombrerillo  , del  hvmenio  , de  los  báculos , de  los  esterig- 
matas,  de  las  células  cilindricas,  etc.,  etc. 

Pues  bien  ; todos  esos  tejidos  escapados  á la  destrucción  disolvente  de 
los  jugos  gástricos  y de  la  cocción,  se  encuentran  como  restos  de  los  hon- 
gos entre  los  materiales  estercoráceos  de  la  persona  intoxicada , ó en  el 
tubo  digestivo,  y acaso  en  las  materias  que  vomita,  y mientras  la  análi- 
sis química  se  fatiga  en  vano,  para  revelar  el  principio  inmediato  tóxico 
á que  se  debe  la  intoxicación,  y para  descubrir  algo  de  él  en  las  mate- 
rias procedentes  de  la  víctima,  én  sus  visceras  ó humores;  el  microsco- 
pio descubre  , y sin  necesidad  de  grandes  aumentos  , esos  esporos  , esos 
tejidos  del  pedúnculo  y sombrerillo,  del  hymenio,  de  los  bácidos  , este- 
rigmatas,  celdillas  cilindricas,  etc.,  con  las  diferencias  que  presentan, 
según  sean  de  estos  ó aquellos  hongos . sativos  ó venenosos. 

Lo  que  ha  hecho  M.  Boudier  con  los  hongos  es  aplicable  á otras  plan- 
tas, cuyo  principio  activo  no  es  conocido,  ó no  se  puede  aislar  ni  carac- 
terizar suficientemente,  por  medio  de  las  operaciones  analítico-químicas 
y por  medio  de  los  reactivos. 

Es,  pues,  de  esperar  que  el  microscopio  sea  cada  dia  mas  empleado 
en  el  exámen  de  las  materias  sospechosas , y que  lleguemos  á tener  en  él 
un  auxiliar  poderoso,  como  medio  de  prueba  complementaria,  unas  veces 
de  las  análisis  químicas,  y supletoria  en  otras  ocasiones  de  las  mismas. 

En  la  Introducción  de  este  Compendio  hemos  indicado , como  uno  de 
los  progresos  de  la  Toxicología  mas  modernos,  una  obra  publicada  en 
Maguncia  (1864)  por  A.  Helwig  con  este  título:  El  microscopio  en  Toxi- 
cología. Contribuciones  al  diagnóstico  microscópico  y microguímico  de  los 
principales  venenos  metálicos  y vegetales , para  el  uso  de  los  peritos  médico - 
legistas  y farmacéuticos. 

No  hemos  visto  la  obra  escrita  en  aleman  y no  sabemos  que  haya  sido 
traducida  al  francés.  Solo  tenemos  noticia  de  ella  por  el  juicio  escrito  que 
ha  publicado  el  doctor  C.  Strohl , profesor  agregado  en  la  facultad  de 
Medicina  de  Estrasburgo,  en  los  Anales  de  Higiene  pública  y Medicina  legal, 
tomo  XXlll , segunda  serie,  pág.  468,  v tomo  XXV,  pág.  466  y si- 
guientes. * ^ * 

El  solo  título  de  la  obra  ya  indica  el  objeto  de  su  autor , y que  es  el 
mismo  que  hemos  dicho  que  podemos  y debemos  esperar  de  la  aplica- 


- 77S  - 

cion  del  microscopio  á la  lexicología.  El  doctor  Belwig  ha  hecho  ya 
un  estudio  ad  hoc  metódicamente , si  bien  no  comprende  ni  todos  los 
metales  ó venenos  minerales  , ni  todos  los  orgánicos  ó alcaloideos.  El 
autor  ha  empezado  sus  estudios  por  estos , comprendiendo  los  siguien- 
tes : la  morfina,  la  estricnina,  la  brucina,  la  veratrina  , la  atropina,  la 
aconitina,  la  solanina,  la  digitalina,  la  conicina , y la  nicotina , y sus 
principales  sales  y los  venenos  metálicos  de  mas  uso. 

^ Sentimos  no  tener  á la  vista  dicha  obra,  porque  podríamos  ser  mas 
explícitos  y exactos  en  el  modo  de  proceder  de  dicho  autor.  Sin  em- 
bargo, dirémos  lo  que  deja  entrever  el  entendido  crítico  de  quien  to- 
mamos estas  noticias. 

El  aumento  de  diámetro  empleado  para  esos  ensayos  es  ordinaria- 
mente de  80 , sin  perjuicio  de  aumentarle  ó disminuirle  según  los  casos. 
Así  las  imágenes  aparecen  con  limpieza  y exactitud. 

La  temperatura  es  la  de  la  pieza  donde  se  trabaja , y para  cada  ensayo 
hay  que  mudar  los  vidrios  de  los  porta-objetos. 

Las  cantidades  son  verdaderamente  microscópicas.  Ordinariamente, 
cuando  se  experimenta,  teniendo  á su  disposición  el  veneno  mineral  ó al- 
caloideo, al  estado  puro , es  una  disolución  de  un  grano  de  veneno  y 
ciento  de  agua  desti  ada.  De  esta  disolución  se  toma  una  gota , la  que  se 
coloca  en  el  porta-objetos , y sobre  ella  se  opera  con  los  reactivos. 

En  ocasiones  todavía  hay  que  disminuir  la  cantidad  : en  vez  de  una 
centésima  parte  de  veneno , hay  que  poner  media  centésima  parte  ; es 
decir,  disolver , ó medio  grano  del  veneno  en  cien  partes  de  agua , ó un 
grano  en  doscientas  gotas.  Con  la  estricnina  , por  ejemplo,  hay  que  pro- 
ceder así.  El  autor  ha  ido  estudiando  los  límites  de  la  disolución  á que 
puede  llegar  cada  sustancia,  permitiendo  distinguir  todavía  las  reaccio- 
nes limpias  y características.  La  coloración  que  da  el  ácido  nítrico  con 
la  morfina  y la  brucina,  permite  reconocerlos  á un  diezmilésimo  de 
grano , y un  seismilésimo  de  grano  de  nitrato  de  estricnina  ha  podido 
dar  todavía  por  evaporación  cristales  característicos. 

En  los  casos  prácticos  no  siempre  ha  de  ser  posible  ó fácil  apreciar 
exactamente  el  peso  de  la  sustancia  venenosa  que  se  obtenga  por  el  mé- 
todo de  Stass  con  la  evaporación  del  éter , y por  el  proceder  de  Graham 
con  la  del  agua  del  recipiente.  Por  lo  tanto,  si  no  es  posible  ó fácil  pe- 
sar esa  cantidad  para  disolver  un  grano  en  cien  golas  de  agua  destilada, 
ó medio  en  cincuenta,  se  tomará  un  poquito,  como  un  granito  de  arena, 
y se  disolverá  en  una  ó dos  gotas  de  ese  vehículo. 

Mas,  antes  de  examinar  la  solubilidad  del  veneno  en  el  agua  . alcohol 
acuoso,  alcohol  amílico,  y el  benzol,  habrá  que  enterarse  previamente 
de  su  forma.  Ya  la  naturaleza  del  residuo  obtenido  por  el  método  de 
Stass  ó de  la  diálisis,  nos  pondrá  en  el  caso  de  conocer  de  qué  alcaloideo 
se  trata,  porque  se  presentará  al  estado  líquido  y oleaginoso,  ó al  estado 
sólido  y fijo.  En  este  último  caso,  la  pequeña  porción  puesta  en  el  porta- 
- objetos,  y colocada  en  el  campo  del  microscopio,  nos  presentará  su 
forma  cristalina  ó amorfa  , y tanto  los  cristales  y su  figura , como  las 
granulaciones  ó masa  amorfa , nos  revelarán  los  caracteres  especiales  del 
veneno  que  sea. 

Tal  vez  sea  necesario  combinar  con  la  luz  reflejada  por  el  espejo  del 
microscopio  la  de  la  lente  accesoria  y articulada , destinada  á iluminar 
por  arriba  los  cuerpos  opacos  ó amorfos. 

Examinada  la  forma  cristalina  de  esta  suerte , se  ensaya  su  solubili- 


— 776  - 

dad  en  el  agua,  en  el  alcohol  acuoso  ó amílico.,  y luego  de  disuelto  en 
una  ó dos  gotas  de  este  vehículo , se  trata  con  los  reactivos  , empleándo- 
los también  por  gotas  de  sus  disoluciones. 

Los  ensayos  del  autor  no  se  reducen  á esto  solo.  Emplea  también  la 
vía  seca.  En  una  pequeña  excavación  semi-esférica , labrada  en  una  lá  - 
mina de  platino , depone  una  pequeñísima  cantidad  de  la  sustancia  en 
polvo  , y cubriéndola  con  el  vidrio  del  porta-objetos,  la  calienta  , con 
precaución  suma,  á la  llama  de  la  lámpara  de  alcohol  hasta  que  se 
funde  , con  lo  cual  el  veneno , si  es  susceptible  de  ello  , se  volatiliza  y 
condensa  en  la  cara  inferior  del  vidrio  del  porta-objetos,  y allí  se  exa- 
mina sublimado , sea  ó no  tratado  con  reactivos. 

Por  último , el  doctor  Hehvig  ensaya  también  la  polarización  de  la  luz 
ó como  dan  los  rayos  de  la  luz  polarizada  los  venenos. 

Tanto  los  resultados  de  las  sublimaciones,  como  de  las  reacciones 
químicas,  pueden  conservarse  en  los  cristales  del  porta-objetos  para 
hacer  constar  en  todo  tiempo  lo  que  se  ha  obtenido , lo  cual  es  otra  de 
las  ventajas  de  la  aplicación  del  microscopio  á esa  clase  de  ensayos. 

La  obra  de  M.  Hehvig  se  compone  de  diez  hojas  de  texto  grandes,  en  8.*, 
y de  64  figuras  fotografiadas , y en  ellas  están  consignados  los  resultados 
obtenidos  con  los  metales  y alcaloideos  ensayados  por  dicho  autor. 

No  podemos  menos  de  reconocer  que  es  un  gran  paso  hacia  el  progreso 
y que  la  nueva  vía  abierta  por  Hehvig,  como  método  particular,  ha  de 
ir  siendo  perfeccionada  y dar  aun  á la  ciencia  y á la  práctica  , productos 
mas  provechosos. 

No  sabemos  de  qué  microscopio  se  sirve  dicho  autor  , si  del  común , ó 
del  renversado  para  ensayos  químicos  de  Nachet.  De  lodos  modos,  hay 
que  tener  sumo  cuidado  en  el  empleo  de  los  reactivos  para  no  echar  á 
perder  el  microscopio : el  reactivo  debe  tomarse  con  una  varilla , y 
echar  la  gota  entre  las  dos  piezas  del  porta-objetos ; pasa  por  capilari- 
dad  , y va  á obrar  sobre  el  cuerpo  colocado  entre  esas  dos  piezas. 

Tampoco  vemos  establecida  una  marcha  metódica,  análoga  á laque 
hemos  expuesto  respecto  de  la  aplicación  de  los  reactivos  en  análisis 
química  y en  las  operaciones  químico-toxicológicas,  para  el  pronto  y 
exacto  descubrimiento  del  veneno.  Seria  muy  ¿el  caso  formar  también 
un  cuadro  sinóptico  de  todos  los  alcaloideos,  que  es  donde  hace  mas 
falta  la  aplicación  del  microscopio , porque  los  venenos  minerales  se  re- 
velan ya  bastante  bien  en  todos  los  casos , con  los  medios  que  actual- 
mente posee  la  ciencia , exponiendo  las  reacciones  características  y las 
formas  de  sus  cristales  para  evitar  en  lo  posible  la  pérdida  de  tiempo  y 
de  sustancia  en  tanteos,  cuando  no  se  sabe  de  qué  sustancia  se  trata. 

Nosotros  no  hacemos  un  cargo  al  doctor  Hehvig,  porque  no  ha  tratado 
de  qué  modo  debe  procederse  en  los  casos  en  que  no  se  sabe  qué  ve- 
neno ha  provocado  un  envenenamiento , para  irle  aislando  y prepararle 
hasta  el  punto  de  someterle  al  microscopio,  como  en  cierto  modo  se  lo 
exige  el  doctor  Strohl.  Eso  no  es  cuenta  del  microscopio.  En  cuanto  á 
separar  la  sustancia  y prepararla  para  examinarla  con  ese  instrumento, 
debe  hacerse  lo  mismo  que  para  tratarla  con  los  reactivos  sin  el  auxilio 
de  ese  aparato.  El  químico,  es  decir,  el  perito , emplea  los  medios  que 
hemos  propuesto  para  separar  el  veneno  mineral , ó el  alcaloideo,  de  las 
demás  sustancias  con  las  que  está  mezclado,  y ora  sea  un  mineral  obtenido 
por  la  diálisis , ora  un  alcaloideo  obtenido  por  este  ó por  el  método  de 
otass,  queda  dispuesto  para  los  ensayos  microscópicos,  lo  mismo  que 


- m - 

para  los  químicos  ordinarios.  De  suerte  que  al  preparar  la  sustancia 
para  las  operaciones  microscópicas , aislándolas  de  las  que  las  impurifi- 
can, no  puede  considerarse  como  parte  de  estas  operaciones:  el  micró- 
grafo  confia  al  químico  esa  preparación ; de  consiguiente , el  perito  em- 
pieza, como  químico,  separando  la  sustancia  venenosa,  por  medio  del 
método  de  Stass,  ó de  la  diálisis,  y luego  la  somete  al  microscopio. 

Aunque  la  ciencia,  en  punto  á venenos  minerales , puede  pasarse  sin 
el  microscopio  , puesto  que  ya  tiene  medios  suficientes  para  hacer  cons- 
tar la  existencia  de  los  venenos  de  ese  reino ; sin  embargo , no  están  de 
más  los  auxilios  que , aun  en  esos  casos , puede  proporcionar  el  micros- 
copio , como  corroborante , siempre  que  pueda  haber  dudas , y sobre 
todo  en  aquellos , en  los  que , por  estas  ú otras  causas , el  perito  químico 
obtenga  escasísima  cantidad  de  sustancia  para  sus  análisis. 

Supóngase  un  caso  en  el  que  no  se  tenga  resto  alguno  del  envenenado 
ó apenas  si  se  puede  obtener  el  menor  vestigio  de  la  sustancia  que  tomó; 
pero  que  en  un  papel,  en  un  frasco,  en  un  vaso,  se  halla  todavía  una 
mínima  cantidad  de  la  sustancia  venenosa  que  haya  tomado  el  sugelo. 
Esa  exigua  cantidad  será  inútil  para  el  químico ; el  micrógrafo  tendrá 
tal  vez  con  ella  bastante  para  determinar  su  naturaleza. 

Bajo  ese  punto  de  vista  tienen  todavía  interés  los  ensayos  hechos  por 
Oelwig  con  los  minerales,  ácido  arsenioso,  sublimado  corrosivo,  tár- 
taro estibiado,  acetato  neutro  de  plomo,  cloruro  de  -estaño,  nitrato  de 
plata , sulfato  y acetato  de  cobre. 

Los  caractéres  principales  que  el  autor  busca  en  esas  sustancias,  mas 
bien  pertenecen  á sus  propiedades  físicas  que  á las  químicas.  Su  forma 
cristalina  , su  solubilidad,  su  volatilidad,  su  reducción  , es  lo  que  prin- 
cipalmente estudia,  echando  mano  de  muy  pocas  reacciones  químicas. 

Creemos  que  con  lo  que  acabamos  de  exponer  hay  lo  suficiente  para 
dar  una  idea  de  la  utilidad  del  microscopio  en  Toxicología;  de  los  ca- 
sos en  que  puede  sernos  sumamente  provechoso,  y del  modo  como  debe- 
remos aplicarle  al  auxilio  de  las  operaciones  químicas,  en  los  casos  prác- 
ticos de  intoxicación  ó envenenamiento. 

Respecto  del  modo  como  dcbcrémos  proceder  en  los  casos  de  intoxi- 
cación por  venenos  vegetales,  en  los  que  no  se  trata  de  buscar  un  prin- 
cipio químico,  sino  los  vestigios  orgánicos  de  los  tejidos  de,  la  planta, 
como  esporos,  células , vesículas , fibras,  vasos  espirales,  tráqueas  , los 
íascículos  fibro-vascuiares , las  estomatas  de  las  hojas,  los  granos  de  te- 
cula,  etc. , no  habrá  otra  cosa  que  hacer  mas  que  lo  que  se  practica  en 
los  casos  de  exámen  microscópico  de  la  sangre  , pus  , esperma,  etc.  J o- 
mar  coa  agua  destilada  un  poco  de  la  materia,  y colocar  una  ó dos  gotas 
en  el  porta-objetos,  y en  él  aparecerán,  si  los  hay,  los  elementos  orgáni 
eos  de  la  planta  , que  ha  resistido  la  cocción  y digestión , y están  mez 
ciados  con  las  sustancias  estercoráceas  , materias  alimenticias  ó jugos  re 
cogidos  del  estómago  é intestinos,  y comparar  lo  que  se  vea  con  las  la 
minas  de  los  atlas  donde  estén  dibujados  esos  elementos  anatómicos. 

ARTÍCULO  IX. 

l)h  LA  APLICACION  DE  LA  ESPECTROMETRÍA  A LAS  ANÁLISIS  QUÍMICAS. 

Al  hablar  do  los  instrumentos,  utensilios  y aparatos  necesarios  para 
las  análisis  químico- lexicológicas  hemos  incluido,  como  auxiliares  de 


- 778  - 

química  , la  aplicación  de  la  luz,  por  medio  de  lentes,  microscopios  y es- 
pectrómetros. De  las  lentes  y microscopios  ya  hemos  visto  el  partido  que 
podemos  sacar. 

Respecto  de  la  espectrometría  y ensayos  espectrométricos  hablarémos 
muy  poco , ó , por  mejor  decir,  nada , porque  en  la  práctica  jamás  se  pre- 
sentará un  caso  en  el  que,  apurados  los  demás  recursos,  nos  saque  de 
apuros  la  espectrometría  en  el  estado  actual  de  la  ciencia. 

Todavía  no  conocemos  ningún  caso  práctico  en  el  que  se  haya  hecho 
aplicación  de  ese  modernísimo  medio  de  análisis. 

Respecto  de  las  sustancias  venenosas  orgánicas,  acerca  de  las  cuales 
tenemos  mas  necesidad  de  medios  exploradores , la  espectrometría  es  in- 
útil. Hasta  ahora  los  conocimientos  que  tenemos  de  los  rayos  presentados 
por  los  cuerpos  en  el  aparato  espectrométrico  versan  sobre  ciertos  cuer- 

E os  minerales,  y en  especial  el  potasio,  sodio,  litio,  estroncio,  calcio, 
ario  , celio  y rubidio. 

Pues  bien ; en  las  intoxicaciones  producidas  por  esos  metales  ó sus  óxi- 
dos y sales,  no  nos  hace  falta  el  espectrómetro , ni  la  espectrometría , para 
determinar  la  presencia  de  esos  venenos  en  las  materias  procedentes  de 
un  sugeto  intoxicado. 

Por  lo  tanto , mientras  la  espectrometría  no  adelante  más  y no  des- 
cienda  á aplicaciones  que  suplan  á lo  que  hasta  aquí  poseemos  para  des- 
cubrir un  veneno  inorgánico  ú orgánico , nos  contentaremos  con  haber 
dado  una  idea  de  ese  nuevo  modo  de  investigación  de  ciertos  cuerpos 
minerales,  y de  indicar  que,  en  el  estado  actual  de  la  ciencia,  la  Toxico- 
logia  todavía  no  puede  prometerse  de  esa  invención  resultado  alguno. 

Pasaremos,  pues,  por  alto,  tanto  los  rayos  que  presentan  los  cuerpos 
simples  indicados,  como  el  modo  con  que  se  conducen  los  cloruros,  yo- 
duros, bromuros,  carbonatos , etc.,  y el  modo  de  ensayarlos  bajo  ese 
aspecto^). 


ARTÍCULO  X. 

DE  LA  EXPERIMENTACION  FISIOLÓGICA  COMO  MEDIO  AUXILIAR  DE  LAS  ANÁLISIS 

QUÍMICAS. 

En  atención  á que,  en  algunos  casos  de  envenenamiento  por  ciertas 
sustancias  orgánicas,  las  análisis  químicas  parece  que  no  pueden  resol- 
ver la  cuestión;  hace  algunos  años  que  se  ha  tratado  de  restablecer  la 
práctica  antigua  de  dar  á los  animales  las  materias  procedentes  de  la 
persona  intoxicada,  y observar  qué  es  lo  que  esas  materias  producen  en 
ellos. 

M.  Tardieu  y Roussin  parece  que  son,  en  Francia,  los  que  han  tra- 
tado de  introducir  ese  antiguo  modo  de  ensayar  las  materias  sospechosas, 
haciéndole  sufrir  una  modificación , con  la  cual  le  presentan  como  nuevo. 

En  este  artículo  no  nos  proponemos  mas  que  dar  á conocer  el  modo 
de  prácticar  la  experimentación  fisiológica  , guardando  para  la  Filosofía  de 
la  intoxicación  examinar  el  valor  lógico  de  esa  práctica , tanto  respecto  de 
los  principios  en  que  descansa,  como  respecto  de  sus  resultados  y el  modo 
de  apreciarlos. 

Según  M.  Tardieu,  á quien  tomarémos  principalmente  por  guía  en 

Ujf!uieran  lener  a'R,ina  ‘dea  mas  tala  de  la  espectrometría  pueden  verla,  entre 
i un  del  tomo  de  Análisis  química  de  Gerhart  y Chausei. 


- 779  — 

este  punto , la  experimentación  fisiológica  consiste  en  practicar  ciertos  en- 
sayos en  los  animales,  principalmente  perros,  conejos  y ranas,  con  las 
materias  procedentes  de  una  persona  envenenada , y observar  la  seme- 
janza de  los  síntomas  desenvueltos  en  esos  animales , con  los  que  haya 
presentado  la  persona  víctima  de  un  tósigo. 

Según  otros,  en  especial  los  ingleses  Fagge  y Steventon , no  es  preci- 
samente lo  que  se  busca  la  semejanza  de  síntomas  presentados  por  el  ani- 
mal , en  el  que  se  ensayan  las  materias  sospechosas,  con  los  que  presenta 
el  sugelo  enfermo  ó muerto  de  que  procedan;  sino  los  efectos  especiales 
y particulares  que  cada  sustancia  venenosa  provoca  exclusivamente  en 
un  animal , tomado  como  reactivo,  sean  ó no  semejantes  con  los  que  se 
hayan  observado  en  un  individuo  muerto  por  un  veneno. 

Así  como  se  busca , por  ejemplo , con  el  ácido  níirico , puesto  en  con- 
tacto con  la  morfina , qué  coloración  toma  esta , y se  tiene  esta  colora- 
ción por  un  carácter  químico  de  ese  alcalóide  tratado  con  ese  reactivo,  y 
si  le  es  exclusivo,  se  considera  como  una  prueba  de  la  existencia  de  la 
morfina  en  las  materias  ensayadas;  así  también  se  busca  con  la  rana, 
poniendo  en  contacto  con  su  sangre  un  veneno,  qué  efectos,  qué  sínto- 
mas le  produce , y estos  efectos  se  tienen  como  prueba  de  la  existencia 
de  ese  veneno,  tanto  más,  cuanto  más  característicos  y exclusivos  sean. 

Emplear  un  animal  es,  pues,  emplear  un  reactivo,  no  químico,  sino 
fisiológico. 

Las  ranas  se  consideran  como  más  conducentes  al  objeto , como  me- 
dios mas  útiles  y preciosos  para  el  ensayo  y comprobación , por  la  faci- 
lidad con  que  eí  operador  se  las  procura,  por  su  pequeño  volumen , su 
docilidad  y la  inocuidad  de  sus  movimientos , su  sensibilidad  extrema  á 
los  diversos  agentes,  y la  facultad  que  se  tiene  de  poder,  sin  determinar 
inmediatamente  la  muerte,  practicar  en  ella  vivisecciones  y descubrir 
órganos  internos.  Sin  embargo,  son  indispensables  los  experimentos  en 
los  perros  para  conducir  á observaciones  comparativas , únicas  que  pue- 
den permitirnos  aproximaciones  fundadas  respecto  de  los  fenómenos  de 
envenenamiento  en  el  hombre,  y autorizar  conclusiones  positivas. 

Hay  varios  procederes  para  hacer  reaccionar  la  sustancia  sospechosa 
sobre  esos  animales.  Desliendo  un  tanto  de  esa  sustancia  en  un  poco  de 
agua , puede  darse  directamente  á los  conejos  ó perros,  abriéndoles  las 
mandíbulas,  comprimiendo  ligeramente  su  nariz,  y echando  el  líquido  en 
la  cavidad  bucal.  Si  se  teme  que  el  animal  lo  arroje  vomitando,  y que  se 
pierda  así  la  cantidad  de  materia,  á veces  mínima,  de  que  se  dispone, 
vale  mas  recurrir,  desde  el  principio,  á la  inyección  subdérmica.  Para  esto 
se  practica  en  la  parte  interna  de  los  muslos  de  esos  animales  una  ó dos 
pequeñas  incisiones,  de  algunos  centímetros  de  longitud  , y que  dividan 
completamente  los  tegumentos.  Con  el  dedo  ó un  cuerpo  inofensivo,  el 
mango  del  escalpelo,  por  ejemplo,  se  practica  una  decolacion  mas  ó 
menos  extensa  de  la  piel , de  modo  que  forme  una  bolsita , la  que  se  llena 
de  la  materia  sospechosa  reducida  al  menor  volumen , bajo  la  forma  de 
extracto  ó de  líquido  muy  concentrado.  En  seguida  se  practican  algunos 
puntos  de  sutura , y se  cierra  así  la  herida. 

\o  debe  practicarse  la  ligadura  del  esófago , va  porque  no  es  inofen- 
siva, ya  porque,  pudiendo'  ser  disputada  su  influencia  en  los  efectos, 
complicaría  la  cuestión  y podría  viciar  sus  resultados. 

En  ciertos  casos  pueden  abandonarse  simplemente  las  ranas  al  agua, 
donde  se  deslia,  en  el  momento  de  la  experimentación  , la  sustancia  sos- 


— 780  — 


pechosa.  En  otras  ocasiones  se  acude  al  método  subcutáneo  - en 
en  fin,  muy  especiales,  se  ponen  en  descubierto  órganos  internos  r' 
el  corazón  , si  hay  interés  en  examinarle,  durante  el  curso  de  los 
rimentos.  ' AI'e“ 

Todos  esos  experimentos  pueden  variarse  al  infinito,  subordinándolos 
al  objeto  que  el  experimentador  se  propone. 

M.  Tardieu  no  expone,  en  las  páginas  de  donde  le  hemos  tomado  lo 
que  precede,  cómo  se  hacen  los  extractos  de  las  materias  sospechosas 
que  hay  que  introducir,  ya  en  la  bolsita  subcutánea,  ya  en  otras  partes 
Pero  en  la  segunda  parte  de  su  libro,  al  tratar  particularmente  de  los 
venenos,  así  que  llega  á la  digitalina,  ¡ colocada  por  él  entre  los  venenos 
hiposlenizantes , al  lado  del  arsénico,  del  fósforo,  de  las  sales  de  cobre, 
de  mercurio,  del  emético,  del  nitrato  de  potasa  y del  oxalato  potásico! 
expone  de  qué  manera  se  hacen  dichos  extractos,  y es  la  siguiente  : 

. «Se  cortan  á pedacitos  los  órganos  (las  materias  blandas  no  lo  nece- 
sitan) y se  echan  en  un  balón  de  vidrio  , que  contiene  alcohol  muy  puro 
de  05  grados  centesimales.  Se  coloca  el  balón  en  un  baño  de  m aria  que 
tenga  30  grados  de  temperatura,  y se  agita  fuertemente  toda  la  masa  para 
favorecer  la  disolución  del  veneno.  Al  cabo  de  veinte  y cuatro  horas  de 
digestión,  toda  la  papilla  contenida  en  el  matraz  se  echa  en  un  filtro  de 
papel  Berzelius,  y se  rocía  hasta  apurar  la  materia  con  afusiones  su- 
cesivas de  alcohol  de  95  grados.  Se  reúnen  luego  todos  los  licores  alco- 
hólicos en  un  mismo  vaso , se  filtran  de  nuevo , se  dejan  deponer  algunas 
materias  insolubles  y se  procede  á la  evaporación  moderada  en  baño  de 
maría,  que  solo  tenga  agua  tibia.  Reducidos  á la  consistencia  de  ex- 
tracto blando  ya  está  dispuesta  la  sustancia  para  los  ensayos  fisioló- 


gicos. » 

Si  el  ensayador  lo  cree  oportuno,  puede  disolverse  el  extracto  en  nueva 
cantidad  de  alcohol  de  95  grados,  filtrar  y evaporar  de  nuevo,  y luego 
ensayarle  (!). 

Para  que  se  vea,  dice  M.  Tardieu  , cuál  es  la  sensibilidad  de  ese  mé- 
todo, bastan  los  ejemplos  siguientes : 

Los  órganos  de  un  perro  envenenado  con  15  centigramos  de  estricnina, 
tratados  por  el  alcohol  de  95  grados , han  dado  un  extracto,  cuya  cuarta 
parte  redisuelta  en  250  gramos  de  agua  destilada  , ligeramente  acidulada 
con  acido  acético,  ha  bastado  para  hacer  morir  en  el  espacio  de  tres  cuar- 
tos de  hora,  una  rana  que  se  abandonó  libremente  á esa  agua.  Diez  y 
ocho  sacudidas  tetánicas  presentó  antes  de  morir.  Ningún  otro  veneno 

vegetal  produce  esas  sacudidas  y una  muerte  tan  rápida. 

Un  perro  fue  envenenado  con  dos  gramos  de  extracto  de  belladona,  in- 
yectados debajo  de  la  piel.  Sus  órganos  internos,  hígado,  pulmones,  co- 
razón y toda  su  sangre  que  se  pudo  recoger,  tratados  por  el  alcohol  ab- 
soluto, dieron  después  de  una  lenta  evaporación  un  extracto  siruposo, 
que  bastó  para  dilatar  muy  anchamente  la  pupila  de  un  perro,  sobre  el 
CUB.1  SC  3pllCÓ» 

Algunas  gotas  de  una  solución  de  un  centésimo  de  digitalina  , hacen 
caer  en  veinte  minutos,  los  latidos  del  corazón  de  una  rana  de  4 <•  • 

la  autópsia , el  ventrículo  está  evidente  y constantemente  contraído,  ai 
paso  que  la  aurícula  está  sumamente  hinchada. 

Estos  experimen los,  añade  M.  Tardieu,  ademas  de  la  ven  j 9 


í')  Obra  citada  , p.  668, 


í' 

- 781  — 

sentan  de  caracterizar  tal  ó cual  sustancia  vegetal , dan,  cuando  el  animal 
sucumbe , la  prueba  mas  perentoria  que  se  puede  desear  de  la  presencia  de 
un  veneno  en  las  materias  examinadas. 

Aun  en  los  casos  en  los  que  los  fenómenos  que  preceden  y acompañan 
esa  muerte,  permanezcan  oscuros  y sin  significación  exacta,  bajo  el  punto 
de  vista  de  la  determinación  de  la  naturaleza  misma  del  veneno , no  por 
eso  deja  de  constar  en  ese  caso , y eso  es  lo  principal  que  deben  tener 
en  cuenta  la  justicia  y el  perito,  que  los  órganos  analizados  encierran  una 
sustancia  extraña  al  organismo  y capaz  de  dar  la  muerte. 

Por  último,  concluye  el  autor  recomendando  que,  para  mayor  seguri- 
dad en  ciertos  casos,  es  bueno  practicar  otra  experimentación  con  la 
sustancia  venenosa  igual  á la  que  se  sospecha  estar  contenida  en  las  ma- 
terias que  dan  ese  resultado. 

Así,  la  experimentación  fisiológica  puede  ser,  en  el  concepto  de 
M.  Tardieu,  lo  que  ha  sido  ya  mas  de  una  vez,  un  gran  medio  de  prueba 
de  la  existencia  del  envenenamiento  (*). 

Hasta  aquí  M.  Tardieu.  Veamos  ahora  á algún  otro  partidario  de  ese 
nuevo  método  de  investigación  toxicológica  pericial. 

Los  señores  Fagge  y Sleventon,  conforme  lo  hemos  indicado  mas  de 
una  vez,  han  publicado  también  sus  ensayos  fisiológicos  con  venenos  or 
gánicos,  y en  especial  la  digitalina,  y su  modo  de  comprender  este  mé- 
todo le  enlaza  mas  todavía  con  la  química  de  la  intoxicación  , puesto  que 
para  ellos  el  animal,  la  rana,  por  ejemplo,  está  tomado  puramente  como 
un  reactivo.  En  vez  de  ir  á descubrir  los  alcaloides  por  medio  de  reacti- 
vos químicos,  minerales  ó vegetales;  van  á buscarlos  por  medio  de  reacti- 
vos animales;  de  lo  que  sienta  la  rana  ú otro  animal,  en  contacto  con  los 
venenos,  deducen  la  existencia  de  estos,  como  se  deduce  de  un  precipi- 
tado, de  una  coloración,  etc. 

Esos  experimentadores  ingleses  no  se  han  propuesto  el  problema  en 
los  términos  que  implica  la  experimentación  fisiológica  tal  como  la  en- 
tiende M.  Tardieu  , que  le  funda  en  la  semejanza  sintomatologica  entre 
el  hombre  y el  perro,  el  conejo  ó la  rana;  ellos  no  se  han  dicho:  «Dudo  un 
veneno  que  ejerce  tal  acción  sobre  el  hombre  , reconocer  la  presencia  de  ese  ve- 
neno por  una  acción  análoga  producida  en  los  animales  sometidos  al  experi- 
mento.)) Para  los  señoresFagge  y Sleventon,  el  animal,  la  rana,  sobre  todo, 
tipo  de  animal  reactivo,  no  debe  ser  tomada  como  punto  de  comparación; 
el  problema  se  le  ponen  ellos  de  otro  modo  : a Dado  un  veneno , determinar 
qué  síntomas  desenvuelve  en  el  animal  reactivo.  » Esta  es  para  ellos  la  cues- 
tión: determinar  clara  y netamente  qué  efectos  manifiesta,  por  ejemplo, 
una  rana,  á la  que  se  aplica  una  sustancia  venenosa,  sean  ó no  iguales  6 
parecidos  á los  que  esa  misma  sustancia  provoca  en  el  hombre.  Conoci- 
dos perfectamente  los  efectos  de  cada  veneno  en  la  rana  ú otro  animal,  y 
visto  que  ninguna  otra  sustancia  los  produce,  se  tendrá  un  criterio,  una 
prueba  de  la  existencia  de  un  veneno  en  los  órganos  ó materias  proce- 
dentes de  un  sugeto  envenenado,  si  poniendo  esas  materias  enteras  ó ex- 
tractadas en  contacto  con  el  animal  reactivo,  este  manifiesta  los  efectos 
propios  de  esa  sustancia. 

El  problema,  por  lo  tanto,  está  puesto  de  otro  modo,  y así  como  se  de- 
termina la  presencia  de  un  veneno  por  medio  de  ciertos  reactivos  espe- 
ciales que  le  hacen  dar  reacciones  exclusivas  con  las  que  se  individualiza 


(’)  Obra  cit.,  pág.  US  y i i 4. 


— 782  - 

y distingue  de  los  demás;  así  por  medio  de  una  rana,  reactivo  que  da  con 
un  veneno  ciertos  síntomas  especiales  y característicos,  que  no  da  con 
otra  sustancia  alguna,  se  determinará  ese  veneno. 

Desgraciadamente  los  experimentadores  citados  están  muy  lejos  de 
haber  obtenido  este  desiderátum.  No  han  podido  coa  sus  ensayos  estable- 
cer un  cuadro  de  grupos  sintomáticos,  pertenecientes  á diferentes  vene- 
nos , y reconocer  estos  con  aquellos , sirviéndose  de  la  rana  como  de 
reactivo. 

Según  Gailard,  de  quien  tomarnos  las  noticias  sobre  los  experimentos 
# de  Fagge  y Steventon,  cuyo  escrito  no  hemos  visto,  no  solo  no  han  po- 
dido establecer  esos  grupos  característicos,  como  establecen  los  químicos 
los  de  los  reactivos,  sino  que  se  han  encontrado  con  que  varias  sustancias 
producen  lo  mismo.  En  la  rana,  no  solo  produce  sacudimientos  tetánicos 
la  estricnina,  gomo  lo  asegura  rotundamente  Al.  Tardieu  ; también  los 
producen  la  morfina,  lo  cual  ya  había  observado  Gailard,  y publicado  en 
un  artículo  sobre  el  envenenamiento  por  la  estricnina  en  el  tomo  XXIV, 
2.“  serie  , de  los  Anales  de  Higiene  pública  y Medicina  legal,  pág.  160  ; tam- 
bién las  provocan  otras  sustancias  ya  derivadas  del  opio,  el  curare,  la 
veratrina  y la  teina,  ó sea  el  aceite  esencial  extraido  del  té;  si  bien  hay 
algunas  diferencias  entre  esos  movimientos  tetánicos,  ya  en  el  tiempo  de 
aparición , ya  en  el  modo  de  quedarse  el  animal , tendido  , de  espalda  ó 
de  vientre,  con  rigidez  ó resolución  muscular,  etc. 

Uay  más;  esos  experimentadores  ensayaron  el  extracto  alcohólico  de 
las  visceras,  y sobre  todo,  el  estómago  ó las  materias  vomitadas,  sin  ve- 
neno en  la  rana,  y vieron  con  gran  sorpresa  que  los  resultados  eran  igua- 
les; que  también  producían  efectos  tóxicos,  constantes  en  todos  sus  expe- 
rimentos; pero  añaden,  que  respecto  de  la  digitalina,  había  diferencia 
en  esos  efectos;  así  como  no  la  había  con  la  lobelia  longuiílora , la  enan- 
tina,  el  veratrum  álbum  y la  estafisagria.  Estas  sustancias,  igualmente  que 
los  extractos  alcohólicos  de  los  animales  no  envenenados , ejercen  su  in- 
fluencia sobre  la  circulación  de  la  rana  y le  causan  la  muerte,  deteniendo 
los  latidos  de  su  corazón  de  otro  modo  que  los  venenos  cardíacos,  digita- 
Jina,  algunas  especies  de  eléboros  y la  scila.  Pero  todos  los  venenos  car- 
díacos producen  los  mismos  síntomas,  cuyo  cuadro  es  el  siguiente: 

«Lo  mas  característico  es  la  irregularidad  de  los  movimientos  del  co- 
razón, seguida  pronto  de  su  cesación  completa.  El  ventrículo  queda  con- 
traído, rígido  y completamente  pálido,  cuando  cesa  de  latir;  sin  embargo, 
no  está  disminuida  la  pujanza  muscular  del  animal  y persiste  tanto  tiempo 
como  en  las  ranas,  en  las  que  se  detiene  la  circulación  por  otra  causa, 
la  ligadura  del  corazón  por  ejemplo.  La  irregularidad  de  los  movimien- 
tos del  corazón  que  precede  á su  detención , presenta  caracteres  especia- 
les. El  ritmo  se  allera  poco,  y el  número  de  ios  latidos  no  se  disminuye 
necesariamente  como  se  ha  supuesto.  A veces,  sin  embargo,  el  ventrí- 
culo no  da  mas  que  una  pulsación  para  cada  dos  de  las  aurículas;  el  nú- 
mero de  sus  contracciones  en  estos  casos  disminuye  por  mitad.  Es  mas 
frecuente  que  la  irregularidad  consista  en  que  una  ó muchas  porciones 
del  ventrículo,  en  especial  su  punta,  se  contraigan,  se  pongan  pálidas  y 
rígidas,  en  tanto  que  el  resto  del  órgano  continúa  á dilatarse  regular- 
mente. Cuando  las  porciones  dilatables  son  muy  pequeñas,  el  ventrículo 
reviste  un  aspecto  particular,  presentando  en  su  superficie  una  especie  de 
bolsitas  rojas  y salientes. 

Esos  síntomas  se  han  presentado  invariablemente  en  todas  las  ranas,  a 


— 783  - 

las  que  se  ha  aplicado  debajo  de  la  piel  d<5sis  dy  digitalina  equivalentes 
á m cenMmo  íe  grano,  á ddsis  mas  débil  á meáu,  eentésmo  de  grano, 
el  veneno  ya  no  tiene  acción;  á dásis  mayor  no  tiene  otro  efecto  que  ma- 
yor rapidez;  esto  es,  se  disminuye  el  intérvalo  que  transcurre,  desde  la 
inéestmn  del  veneno  hasta  el  momento  en  que  cesa  definitivamente  de 
S el  corazón  intérvalo  que  jamás  ha  sido  menor  de  seis  á siete  minu- 
tos Los  mismos  efectos  se  kan  producido,  y de  la  misma  manera,  cuando,  en 
luaar  de  la  dieitalina  pura , se  ha  echado  mano  de  las  materias  vomita- 
das  ó de  visceras  de  perros  envenenados  por  esa  sustancia. 

Una  circunstancia  notable  no  queremos  dejar  de  mencionar,  y es  que 
si  la  digitalina  pura  manifiesta  su  acción  mas  pronto  que  mezclada  con 
los  extractos  animales,  en  cambio  con  menos  cantidad  de  materia  sospe- 
chosa se  producen  efectos  que  la  reclaman  mayor  de  los  extractos. 

M.  Gallard  concluye  la  análisis  que  hace  del  escrito  de  los  señores 
Fagge  y Stevenlon,  diciendo  que  desvanecen  ingeniosamente  las  objecio- 
nes dirigidas  contra  la  experimentación  fisiológica,  fundados  en  que  ellos 
consideran  el  animal  como  un  reactivo,  y que  por  lo  tanto,  no  tienen  en 
cuenta  mas  que  lo  que  produce  en  él  cada  veneno  í1). 

Por  lo  demás , siquiera  M.  Tardieu  y Roussin  y sus  secuaces  se  dife  - 
rencien  , en  cuanto  al  modo  de  comprender  la  experimentación  fisiológica, 
no  hay  diferencia  alguna  en  el  modo  de  practicar  las  operaciones.  Unos  y 
otros,  ó bien  aplican  las  materias  sospechosas  desleídas  en  agua,  ó les  ha- 
cen sufrir  una  modificación,  extrayendo  con  el  alcohol  el  principio  tóxico 
que  tengan,  ingi  riéndole , luego  que  está  así  preparado,  en  los  animales. 

Consecuentes  con  lo  que  hemos  indicado  al  principio  de  este  artículo, 
no  dirémos  nada  aquí  sobre  el  valor  lógico  de  este  procedimiento;  vol- 
verémos  á este  importante  asunto  en  la  Filosofía  de  la  intoxicación. 

RESUMEN  DE  LA  QUIMICA  DE  LA  INTOXICACION. 

Se  entiende  por  química  de  la  intoxicación  aquella  parte  de  la  Toxico- 
logía  general,  que  trata  de  las  sustancias  que  han  de  ser  analizadas , de 
los  instrumentos,  utensilios  y aparatos;  de  los  reactivos  necesarios  para 
las  análisis,  y de  las  operaciones  analítico- químicas  que  hay  que  praeti- 

Las  sustancias  que  se  someten  á las  análisis  químico-toxicológicas  son: 
unas  no  procedentes  del  sugeto  envenenado;  otras,  que  proceden  de  él,  y 
oirás,  que  son  órganos  ó líquidos  del  mismo. 

bon  de  las  primeras,  los  mismos  venenos  en  fragmentos,  polvos  ó lí- 
quidos, alimentos  ó bebidas  envenenadas,  tierras  del  cementerio,  etc. 

Son  de  las  segundas , lo  que  el  sugeto  arroja  por  vómitos,  cámaras, 
prendas  de  vestir  manchadas  de  lo  mismo,  etc. 

np«4°ot  . i lerceras>  estómago,  los  intestinos,  el  hígado,  los  pulmo- 
t ,a  sangre,  la  orina,  los  líquidos  contenidos  en  aquellos,  etc. 
I,  §§1,  H y 111).  4 4 

rl a<0S mi1!!108  químicos  no  deben  recibir  las  sustancias  para  ser  analiza- 
j-  110  les  lleguen  por  conducto  del  regente  de  la  Audiencia  del 

d nlív?.,  íPeCtlV°  (a,rL  22  del  Reglamento  del  13  de  mayo  de  1805). 

^ iecibo.  de  lo  que  se  les  entregue,  refiriéndose  á lo  que 
diga  el  oficio  de  remisión.  1 


í')  Anales  Je  Ui’jten,;  j.ublv a y Mediana  U,Jut.  u>mo  XXV,  -i.'1  ser 


HJ,  piiy,  S l'j  y ílylUUHles. 


— 784  — 

En  la  pieza  ú oficina  destinada  á la  redacción  de  los  documentos  junto 
al  laboratorio  químico-toxicológico,  tendrán  un  libro  de  registro,  donde 
anoten  la  entrada,  dia,  mes  y año,  el  número  del  caso , la  procedencia, 
el  conducto  por  donde  les  llega , los  documentos  judiciales  que  acompa- 
ñen los  objetos,  estos,  los  resultados  de  las  análisis,  los  honorarios,  la 
salida , los  documentos  que  se  devuelven  y los  que  restan. 

En  otro  libro  se  copiarán  las  minutas  de  los  documentos. 

Las  minutas  de  las  declaraciones,  consultas,  etc.,  y los  documentos 
.oficiales,  se  guardarán  en  expedientes  entre  cartones  numerados  por  años 
(art.  II). 

Para  practicar  debidamente  las  análisis  químicas , ha  de  haber  un  la- 
boratorio químico-toxicológico,  construido  al  efecto. 

Debe  tener  varias  piezas  destinadas  á sus  diversos  objetos:  una  para  el 
hogar  con  sus  hornillas,  carbonera  y chimenea,  con  horno  ó fragua  y 
baño  de  arena  á los  lados;  mostrador  junto  á las  ventanas,  estantes  para 
reactivos,  mesa  en  el  medio  , fuente  y armarios  para  colocar  instrumen- 
tos, utensilios  y aparatos.  Otra  para  guardar  los  instrumentos  y aparatos 
que  podrian  alterarse  con  los  vapores  de  las  operaciones , las  materias 
remitidas  para  las  análisis  y los  libros  y expedientes.  Otra  para  alma- 
cén , un  patio , etc.  (art.  111,  § I). 

El  personal  del  laboratorio  químico-toxicológico  consiste  en  un  di- 
rector, otro  perito,  un  ayudante,  un  escribiente  y un  mozo. 

El  director  y el  otro  perito  practican  las  análisis  con  el  ayudante  y 
redactan  las  minutas  de  los  documentos  periciales;  el  escribiente  cuida 
de  los  libros  y pone  en  limpio  los  documentos ; el  mozo  se  encarga  de  lo 
mecánico  y va  á los  recados  (art.  III,  § II). 

Un  laboratorio  químico-toxicológico  debe  estar  provisto  de  todos  los 
instrumentos,  utensilios  y aparatos  necesarios  para  las  análisis  quími- 
cas, principalmente  para  la  cualitativa,  ó sea  la  destinada  á investigar 
los  elementos  de  que  se  compone  una  sustancia , ó los  caractéres  quí- 
micos de  un  veneno. 

Los  instrumentos,  utensilios  y aparatos  para  la  análisis  química  cuan- 
titativa se  distribuyen  á tenor  de  las  operaciones  para  que  se  necesi- 
tan. Estas  operaciones,  unas  son  'mecánicas,  otras  físicas,  y otras  quí- 
micas. 

Las  operaciones  mecánicas  son  : 

1. °  La  disgregación  mecánica  de  los  sólidos, 

2. °  La  separación  de  las  partes  mayores  de  las  menores  de  un  sólido 
en  polvo , ó de  dos  ó mas  sólidos  en  polvo  mezclados. 

3. °  La  separación  de  un  sólido  de  un  líquido,  lo  disuelto  de  lo  insolu- 
ble ó de  líquidos  de  densidad  diferente. 

Las  físicas  son : 

1. °  La  disolución,  evaporación  y cristalización. 

2. °  La  aplicación  del  calórico. 

3. °  La  aplicación  de  la  luz. 

4. °  La  aplicación  de  la  electricidad. 

ü.°  El  establecimiento  de  corrientes  de  gases  y recogimiento  de  los 
mismos.  . 

6.°  La  apreciación  del  peso,  densidad,  temperatura,  presión  atmosfé- 
rica, humedad  y disolución. 

Las  operaciones  químicas  son : , 

4.°  Precipitación ; 2.°  oxidación;  3.°  tostadura;  4.°  reducción;  o.  des- 


- 785  - 

agregación  con  fundentes ; 6.°  calcinación ; 7.°  carbonización ; 8.°  inci- 
neración (art.  IV).  ~ ; 

La  disgregación  mecánica  comprende  la  percusión,  la  trituración,  la 
porfirizaron  , el  aplastamiento  ó reducción  á láminas , la  limadura  y el 
corte. 

Para  esas  diferentes  operaciones  sirven  el  martillo , los  morteros , sus 
manos  de  cobre,  hierro,  pórfido,  porcelana,  vidrio,  ágata,  escofinas, 
limas  de  diferentes  tamaños  y formas,  tijeras  y cuchillos. 

Además  para  clavar  y desclavar  las  cajas  y otras  cosas  mecánicas,  sir- 
ven las  tenazas,  alicates,  barrenas,  punzones,  serrucho,  sierra,  espá- 
tulas , clavos , etc. 

Todas  se  colocan  en  un  aparador  (art.  IV,  § I,  I-A). 

La  separación  de  cuerpos  en  polvo  tiene  cuatro  operaciones:  imanta- 
lacion,  apartamiento , tamizaje  y levigacion. 

Sirve  para  la  primera  un  imán  ó barra  imantada;  para  la  segunda,  las 
pinzas;  para  la  tercera,  los  tamices  de  seda  ó metálicos  de  diferente  tama- 
ño; para  la  levigacion,  cápsulas  de  porcelana,  vasos  cónicos  de  vidria- 
do, etc.  (art.  IY,  § I,  1-B). 

La  separación  de  sólidos  y líquidos  ó de  estos  diferentemente  densos, 
se  hace  por  decantación  ó filtración. 

Sirven  para  la  decantación  copas  de  vidrio,  varillas,  inclinando  el  vaso 
y dejando  correr  el  líquido  á lo  largo  de  ellos  ; las  pipetas  y los  sifones, 
sorbiendo  por  un  extremo  y metidos  por  el  otro  en  el  líquido. 

Sirven  igualmente  para  líquidos  de  diferente  densidad  los  embudos 
con  espita  en  su  cuello,  trípodes  para  sostenerlos  v copas  que  recojan 
lo  decantado. 

Sirven  para  la  filtración  , la  que  consiste  en  hacer  pasar  un  líquido  al 
través  del  papel  sin  cola,  los  embudos  de  vidrio  que  tengan  un  ángulo 
de  60  grados,  grandes  ó chicos , los  trípodes  ó apoyos  de  madera  con 
abrazaderas  movibles  y provistos  de  tornillos,  y papeles  de  filtro  y copas 
que  reciban  lo  filtrado. 

Los  filtros  son  lisos  ó en  pliegues:  los  primeros  sirven  para  cuando 
haya  que  examinar  lo  que  queda  en  el  filtro;  los  segundos,  para  cuando 
no  haya  interés  en  examinarlo. 

Hay  que  saber  cortar  esos  filtros  (art.  IY,  § I,  1-C.) 

La  disolución  es  cuando  un  cuerpo  sólido  pasa  á líquido  con  la  acción 
del  agua  ú otro  líquido  disolvente  ; es  sencilla,  cuando  el  cuerpo  no  muda 
de  naturaleza;  química , cuando  se  altera  su  composición. 

Sirven  para  disolver  eu  uno  y otro  caso:  copas,  cápsulas,  vasos  de 
boca  ancha,  tubos  de  ensayo,  balones,  frascos,  etc.,  varillas  de  vidrio 
con  que  se  agita.  Para  tapar  las  copas  y cápsulas,  obturadores;  para 
guardar  lo  disuelto  , probetas. 

Para  evaporar  y cristalizar  se  emplean  vasijas  ó vasos  de  boca  ancha, 
evaporadores  ó platitos  de  porcelana  á propósito.  Se  evapora  en  frió,  ó á 
la  temperatura  ordinaria,  en  el  vacio,  y para  estos  casos  se  emplea  la  má- 
quina neumática  ó algún  aparato,  al  que  se  añade  un  cuerpo  de  bomba. 
En  otras  ocasiones  se  calienta  el  cuerpo  para  evaporarle,  y entonces  á di- 
chos instrumentos  se  añaden  los  que  sirven  para  aplicar  el  calor  (art.  IY, 
§ I,  H-A). 

Para  la  aplicación  del  calórico  se  emplean  instrumentos,  utensilios  y 
aparatos  varios,  conforme  sean  las  temperaturas  que  se  necesitan  y las 
operaciones  que  hayan  de  practicarse. 

TOXJCOLOGIA.  — 50 


— 786  ~ 

Bajo  ese  punto  de  vista  se  dividen  en  varios  grupos,  que  son  los  si- 

g mentemos  sjrVen  para  contener  el  combustible,  que,  ardiendo,  da 

calor. 

2. °  Otros  que  son  calentados  por  los  anteriores,  y sirven  para  propor- 
cionar á otros  temperaturas  determinadas. 

3. °  Otros  que  contienen  las  sustancias  que  se  han  de  calentar  á mas  ó 
menos  temperatura  , según  los  casos. 

4. °  Otros  que  sirven  para  otras  varias  operaciones  relacionadas  de  un 
modo  ú otro  con  la  aplicación  del  calórico. 

Los  combustibles  de  que  se  hace  uso  son  el  alcohol , el  aceite  común  , el 
gas  del  alumbrado,  el  aceite  esencial  de  trementina  y el  carbón ; la  lefia  y 
el  carbón  de  piedra  ó el  cok  se  usan  poco. 

Para  contener  el  alcohol  sirven  las  lámparas  sencillas  y de  doble  cor- 
riente como  la  de  Berzelius.  Para  el  aceite  común  la  lámpara  de  esmaltar, 
y la  para  el  soplete.  Para  el  gas  y el  aceite  de  trementina , tubos  y apa- 
ratos especiales.  Para  el  carbón,  los  hornillos  del  hogar,  las  hornillas 
portátiles,  evaporatorias  y de  reverbero,  la  fragua  y el  horno  de  fundi- 
ción ó copelación. 

Los  grados  de  calor  que  pueden  darse  con  esos  combustibles,  y los 
instrumentos  ó aparatos  que  los  contienen  varían  desde  los  grados  termo 
métricos  á los  pirométricos. 

Las  operaciones  toman  nombres  diferentes;  simple  calefacción,  ebullición, 
fusión  , volatilización , evaporación , destilación,  sublimación,  concentración  y 
desecación. 

Para  todas  esas  operaciones,  según  los  casos,  sirven  ó pueden  servir 
las  lámparas  de  alcohol  sencillas,  y más  las  de  doble  corriente,  si  no  hay 
mucha  cantidad  de  materia , ni  siendo  esta  de  alta  temperatura  de  fusión. 

Las  lámparas  de  aceite  sirven  , la  una  para  trabajar  las  varillas  y tubos 
de  vidrio,  doblarlos,  aguzarlos,  ensancharlos  en  forma  de  bolas,  sol- 
darlos, etc. ; la  otra  para  el  soplete. 

Las  lámparas  de  gas  son  varias:  entre  estas  está  el  aparato  de  Wies- 
negg,  y la  lámpara  del  doctor  Normandy. 

El  aceite  de  trementina  sirve  para  la  lámpara-frágua  de  Deville  (ibid., 
JI-B,  grupo  l.°). 

Los  instrumentos  y aparatos  que  sirven  para  ser  calentados  y propor- 
cionar temperaturas  determinadas  son  los  baños  de  maría , de  cloruro  só- 
dico y cálcico,  de  aceite  , de  arena  , las  estufas  de  Gay-Lussac  y de  Dar- 
cat , las  telas  metálicas,  las  pantallas,  las  láminas  de  platino. 

Se  hace  uso  de  ellas,  cuando  se  ha  de  calentar  á determinadas  tempe 
raturas  y conviene  que  no  se  pase  de  ellas  (ibid.,  II-B,  2.°  grupo). 

Los  instrumentos  y aparatos  que  sirven  para  contener  los  cuerpos  que 
se  han  de  calentar,  son  cápsulas  de  porcelana  de  varios  tamaños,  de  pla- 
tino, vidrios  de  reloj,  tubos  de  ensayo  cerrados  por  un  extremo,  balo- 
nes, retortas  de  vidrio,  de  barro  de  Zamora , de  porcelana,  globos  ó re- 
cipientes , tubos  de  vidrio  ó porcelana,  crisoles  de  barro' de  Zamora, 
de  Hesse,  de  platino,  plata,  etc. 

Tanto  la  forma  como  la  materia  de  esos  instrumentos  los  hace  mas 
propios  para  unas  operaciones  que  para  otras:  si  la  temperatura  ha  de 
ser  mucha , sirven  los  de  porcelana,  barro  ó platino. 

El  crisol  de  plata  solo  sirve  para  ciertos  cuerpos,  y no  á gran  tempera- 
tura, porque  se  derrite  (ibid. , Il-B,  grupo  3.°). 


— 787  - 

Los  instrumeútos , utensilios  y aparatos  que  sirven  para  varías  Opera- 
ciones en  los  que  se  aplica  el  calórico,  son.  La  lámpara  de  esmaltar  y su 
fuelle,  el  soplete  y sus  accesorios,  las  pantallas  y chimeneas,  los  trípodes 
y demás  apoyos  con  abrazaderas  ó sin  ellas , las  alargaderas  y tubos  rec- 
tos, encorvados,  con  bolas,  etc. , los  triángulos,  diafragmas,  tenacillas, 
badilas,  el  alambique  y demás  aparatos  de  destilación. 

La  lámpara  de  esmaltar  hemos  dicho  que  sirve  para  trabajar  los  tubos 
de  vidrio.  Está  encima  de  una  mesa,  debajo  de  la  cual  hay  un  fuelle  que 
mueve  el  operador  con  el  pié , mientras  aplica  el  tubo  al  lado  de  la  llama 
de  la  lámpara. 

El  sóplele  sirve  para  ensayos  por  la  vía  seca.  Con  este  instrumento  se 
ensayan  cuerpos  minerales,  se  sopla  con  los  carrillos,  no  con  el  aliento. 
Se  puede  emplear  un  aparato  que  dé  una  corriente  de  agua  en  vapor,  ó el 
fuelle  de  la  lámpara  de  esmaltar,  aplicándole  un  tubo  recto  y el  extremo 
de  este  al  soplete.  Es  el  medio  mas  fácil  y mas  sencillo  de  emplearle. 

Son  accesorios  del  soplete  la  lámpara  de  aceite,  tubos,  láminas  y cu- 
charas de  platino , pinzas , carbón  de  encina  preparado , martillo , mor- 
tero de  ágata , etc. 

Las  pantallas  y chimeneas  sirven,  ya  para  moderar  el  calor,  ya  para  avi- 
varle é impedir  que  el  aire  agite  la  llama  de  las  lámparas. 

Los  trípodes  y demás  apoyos,  las  cuñas,  rodetes  de  paja,  etc.,  sirven 
para  sostener  otras  piezas,  cápsulas,  balones , etc. 

Las  alargaderas  y los  tubos  sirven  para  los  aparatos  de  destilación , en- 
lazando las  retortas  con  los  recipientes  ó unos  frascos  con  otros. 

Los  triángulos  y diafragmas  de  hierro  se  emplean  para  sostener  las  cáp- 
sulas ó retortas  en  los  hornillos. 

Las  tenacillas  y badilas  se  usan  para  trasladar  cápsulas  ó crisoles  ca- 
lentados y carbón  encendido. 

El  alambique  sirve  para  destilar  el  agua;  sus  piezas  principales  son  la 
cucúrbita  ó caldera  donde  se  calienta  el  agua,  el  capitel  por  donde  va  el 
vapor  al  serpentín , tubo  encorvado  en  hélice,  al  que  se  adapta  el  capitel 
y por  donde  corre  el  vapor,  condensándose  al  contacto  del  agua  fria,  que 
le  rodea  en  una  caja  llamada  refrigerante.  El  agua  sola  pasa  al  extremo 
inferior  del  serpentín  y se  recoge  en  botellas.  Un  chorro  continuo  de 
agua  fria  reemplaza  la  que  sale  de  la  caja  (ibid. , 1I-B,  4.°  grupo). 

Los  instrumentos  y aparatos  para  la  aplicación  de  la  luz  son  las  lentes 
de  aumento , los  microscopios  y los  espectrómetros.  Los  microscopios  mas 
usados  son  los  de  Oberaueser  y de  Nachel:  este  aumenta  mas  que  aquel. 

Todo  microscopio  se  compone  de  una  parte  mecánica  y otra  óptica; 
las  diferencias  de  forma  y estructura  varían  principalmente  sobre  la 
primera. 

La  mecánica  contiene  su  pié  ó tambor  en  un  espejo  plano-cóncavo, 
circular  y movible;  diafragmas  que  giran  horizontalmente,  la  tapa  ó pla- 
tina, que  es  el  campo  del  microscopio,  con  un  agujero  en  el  centro  donde 
se  ponen  los  vidrios,  entre  los  cuales  está  el  objeto  observado  : estos  vi- 
drios se  llaman  porta-objetos.  Por  último,  tiene  una  columna  con  una  rama 
horizontal  y un  anillo  que  sostiene  el  cuerpo  del  microscopio,  que  es  la 
parte  óptica,  y le  sube  y baja  por  medio  de  tornillos. 

El  cuerpo  del  microscopio,  ó parte  óptica,  es  un  tubo  abierto  por  sus 
extremos:  en  el  superior  se  pone  el  ocular,  tubo  pequeño  con  dos  lentes 
de  aumento;  en  el  inferior  otro  que  se  enrosca  y tiene  tres  lentes  acro- 
máticas; es  el  objetivo.  Así  oculares  y objetivos  tienen  diferente  fuerza  de 


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aumento ; los  oculares  llevan  los  números  1,  2 y 3;  los  objetivos,  0,  1,  ‘2, 
3 & ^ y *7# 

’Los  aparatos  espectrométricos  son  tres:  el  primitivo  de  Kirchof  y Bun- 
sen , el  de  Steinheil  y el  de  Duboscq.  Este  es  el  que  llena  mas  su  objeto 


(ibid. , 1I-C).  ' . . . . 

Los  que  sirven  para  la  aplicación  de  la  electricidad  son  las  maquinas 
eléctricas,  la  botella  de  Leyden , la  pila  de  Wolta,  la  de  artesa,  la  de 
Wolaston  y la  de  Bunsen  , etc.  (ibid.,  II  D) . 

Los  que  sirven  para  la  apreciación  del  peso  son  las  balanzas  ordinarias, 
de  báscula , el  pesillo  y las  balanzas  de  precisión ; para  la  densidad  los 
areómetros  ó pesa-licores,  que  llevan  hoy  nombres  diferentes,  según 
sirven  para  apreciarla  densidad  del  alcohol , leche , vinagre,  ácidos,  etc. 

Hay  los  areómetros  de  Richter,  de  Baumé,  de  Caríier,  y el  alcoholí- 
metro de  Gay-Lussac. 

Los  termómetros  sirven  para  apreciar  las  temperaturas:  hay  el  de  Rcau- 
mur,  Farenheit,  centígrado  ; los  pirómetros  marcan  los  mayores  grados; 
para  la  presión  atmosférica  hay  los  barómetros;  para  la  humedad,  los  hi~ 
grómelros , y para  la  extensión , las  medidas  vara  y metro,  con  sus  divi- 
siones (ibid.,  II-F). 

La  precipitación  consiste  en  dar  lugar  por  medio  de  una  reacción  á que 
se  forme  uno  ó mas  cuerpos  insolubles , que  se  van  al  fondo  del  vaso,  ó 
enturbian  el  licor. 


Sirven  para  esta  operación,  principalmente  , las  copas  y tubos  de  en- 
sayo. Las  copas  deben  ser  medianas.  Las  varillas  se  emplean  para  agitar 
el  contenido,  antes  ó después  de  precipitar. 

La  oxidación  consiste  en  hacer  que  el  oxígeno  ataque  un  cuerpo,  ó se  le 
añada  mas  equivalentes  de  aquel. 

Puede  hacerse  por  la  vía  húmeda  ó por  la  vía  seca;  esto  es,  empleando 
líquidos  á la  temperatura  ordinaria  ó elevada,  y sin  emplear  líquidos, 
pero  elevando  la  temperatura. 

Sirven  para  lo  primero,  que  suele  hacerse  empleando  ácidos,  las  cáp- 
sulas de  porcelana , ó los  crisoles,  y para  lo  segundo,  los  crisoles  de  barro, 
porcelana  ó platino,  colocados  en  las  hornillas , ó lámparas  de  alcohol 
de  doble  corriente  , y aparatos  de  gas. 

La  tostadura  consiste  en  calentar  cuerpos  para  evaporar  el  agua  ú otros 
principios  volátiles  que  tengan.  Los  instrumentos  vienen  á ser  los  mismos 
que  para  la  oxidación. 

La  reducción  consiste  en  quitar  á un  óxido  su  oxígeno,  ó disminuirle  la 
cantidad  del  que  tiene. 

También  la  hay  por  la  vía  húmeda  y por  la  seca.  Sirven  para  lo  pri- 
mero láminas  de  zinc  que  se  introducen  en  el  líquido,  y aparatos  para 
comente  de  hidrógeno,  copas,  probetas,  etc.  Para  lo  segundo,  crisoles 
de  barro,  ó de  carbón  de  retortas,  y aparatos  de  combustión , que  suelen 
ser  hornillas. 


Los  aparatos  de  reducción  por  la  vía  seca  son  varios. 

La  desagregación  con  fundentes  consiste  en  hacer  obrar  por  medio  del 
fuego  un  cuerpo  insoluble  con  ciertos  reactivos  que  le  atacan,  y dan  lugar 
á la  formación  de  cuerpos  ya  solubles,  por  lo  menos  en  los  ácidos.  Los 
crisoles  y retortas  sirven  principalmente  para  eso,  ayudados  por  los 
aparatos  de  combustión. 

Otro  tanto  puede  decirse  de  la  calcinación  , carbonización  é incinera- 
ción (ibid.,  III). 


- 789  - 

Los  instrumentos,  utensilios  y aparatos  para  la  análisis  cuantitativa  ó 
la  que  investiga  las  proporciones  en  que  están  los  elementos  de  un  com- 
puesto, son  en  general  los  mismos  que  los  propios  para  la  análisis  cuali- 
tativa. Algunos  de  los  que  hemos  indicado  sirven  mas  particularmente 
para  la  cuantitativa. 

Las  operaciones  vienen  á ser  también  las  mismas,  en  especial  entre  las 
mecánicas  y las  físicas.  Entre  las  químicas,  además  de  las  indicadas  en 
la  página  574,  hay  el  tratamiento  de  los  precipitados , la  dosificación  y la 
determinación  del  agua  de  los  cristales  ú otros  cuerpos. 

El  mortero  de  ágata  se  usa  para  triturar ; los  tamices  de  seda  chicos, 
para  cerner ; los  filtros  lisos  sirven  más  para  las  análisis  cuantitativas. 

Para  lavar  los  precipitados  hay  la  redoma  de  chorro,  el  frasco  de  la- 
vadura continua  de  Gay-Lussac , y el  de  Berzelius. 

Para  apreciar  el  peso  se  emplean  las  balanzas  químicas , pudiendo  en 
ciertos  casos  servir  el  pesillo.  Las  densidades  de  los  líquidos  se  aprecian 
con  los  areómetros  , y mejor  en  análisis  cuantitativa , con  aparatos  parti- 
culares que  hay  para  ello.  Los  tubos,  las  probetas  y cubetas  graduadas  y 
aforadas , sirven  para  esas  operaciones. 

Para  apreciar  el  volumen  de  los  gases , además  de  los  tubos  ó vasijas 
graduadas  , sirven  las  cubetas  hidr o -neumática  é hidrargiro-neumática. 

La  evaporación  y desecación  en  análisis  cuantitativa  , además  de  los 
instrumentos  y aparatos  iguales  á los  de  la  cualitativa  , exigen  aparatos 
particulares  para  evaporar  ó desecar  por  medio  de  corrientes  de  aire  seco. 
Alguno  de  estos  tiene  un  cuerpo  de  bomba  para  hacer  el  vacío. 

Las  diferencias  que  hay  entre  las  operaciones  químicas  de  la  análisis 
cualitativa  y cuantitativa , mas  bien  versan  sobre  el  modo  de  emplear  los 
reactivos  y disponer  los  instrumentos  que  sobre  estos. 

La  dosificación  de  muchos  cuerpos  exige  aparatos  particulares.  Otro  tanto 
puede  decirse  de  la  determinación  del  agua  de  cristalización  (ibid. , § II). 

Los  instrumentos,  utensilios  y aparatos  comunes  á la  análisis  química 
cualitativa  y cuantitativa,  son  los  que  hemos  indicado,  al  hablar  de  cada 
una  de  ellas  (ibid.,  § III). 

Para  el  buen  estudio  de  los  reactivos  empleados  en  las  análisis  quími- 
cas, es  indispensable  poseer  conocimientos  de- química  general,  por  lo 
menos  los  mas  comunes. 

Conociendo  la  nomenclatura;  el  estado  de  los  cuerpos  ó la  acción  del 
calórico  sobre  ellos;  la  solubilidad  de  los  mismos  ó la  acción  del  agua; 
el  color  que  tienen  ó la  acción  de  la  luz,  y su  fuerza  de  combinación  con 
los  rayos  que  la  rigen  ó la  influencia  de  la  electricidad  , se  puede  com- 
prender fácilmente  la  acción  de  los  reactivos,  y las  operaciones  analítico- 
químicas  (»)  (art.  Y,  § I). 

Dáse  el  nombre  de  reactivo  á todo  cuerpo  que  con  su  acción  química 
revela  la  presencia  de  otro,  por  medio  de  algún  fenómeno  físico  sensible. 

Por  reacción  se  entiende  la  manifestación  de  la  acción  química  de  un 
cuerpo  sobre  otro,  por  medio  de  uno  ó mas  fenómenos  físicos  , accesibles 
á los  sentidos. 

Son  reacciones  un  precipitado,  una  coloración  , una  efervescencia  , un  en- 
turbiamiento, etc. 

Los  hay  para  la  vía  seca  y para  la  vía  húmeda  : lo  son  de  la  primera 

(»)  No  resumo  lo  relativo  á este  párrafo,  porque  ya  es  un  resúmen  que  es  conveniente 
aprender  entero. 


- 790 


los  sulfatas  de  barita , cal , estronciana  y magnesia  ; los  silicatos  , l0s  car- 
bonatas de  sosa  y potasa  , etc.,  y los  para  el  soplete,  como  ácido  bórico 
nitrato  cobáltico,  el  óxido  de  cobre , etc. 

Los  por  la  vía  húmeda  son  , unos  comunes  á varios  cuerpos  ; otros  pro- 
pios de  este  ó aquel  cuerpo.  Los  primeros  revelan  mas  ó menos  cuerpos 
de  un  grupo  ó división;  los  segundos  determinan  cuál  es  el  cuerpo  de  ese 
grupo  ó de  esa  división. 

Son  comunes  los  disolventes  simples , ó que  solo  reúnen  la  cohesión  de  un 
cuerpo,  como  el  agua  , el  alcohol , el  éter,  el  cloroformo,  la  glicerina  , el 
sulfuro  de  carbono;  los  disolventes  químicos  que  atacan  la  naturaleza  del 
cuerpo,  como  el  ácido  nítrico,  clorhídrico,  agua  régia,  cloruro  amónico; 
los  papeles  azul  y rojo,  de  tornasol,  de  dália;  el  jarabe  de  violetas,  el 
ácido  sulfhídrico,  el  sulfuro  amónico,  los  carbonatas  alcalinos,  la  potasa, 
el  cloruro  bárico,  nitrato  de  plata  , el  cloruro  cálcico,  el  férrico,  etc. 

Son  reactivos  propios , por  ejemplo,  una  sal  de  cobre  del  amoníaco,  el 
carbonato  amónico  de  la  magnesia , el  almidón  del  yodo,  etc. 

El  ser  propio  no  quiere  decir  exclusivo;  á veces  un  reactivo  se  hace 
propio,  respecto  de  ciertas  circunstancias  que  siguen  ó preceden.  El  clo- 
ruro platínico  revela  la  potasa , cuando  esta  no  ha  hecho  desprender  olor 
amoniacal  al  cuerpo  ensayado. 

La  fuerza  de  un  reactivo  se  llama  su  valor. 

Es  característico  un  reactivo  cuando  el  fenómeno  físico  que  determina 
es  muy  terminante  y notable;  como  el  del  almidón  respecto  del  yodo,  del 
amoníaco  sobre  una  sal  de  cobre , etc. 

Es  sensible  cuando  revela  un  cuerpo,  aunque  esté  en  poca  cantidad, 
como  los  citados. 

Se  llama  corroborante  cuando  confirma  la  presencia  de  un  cuerpo  re- 
velado ya  por  su  propio  reactivo. 

Los  reactivos  se  dividen: 

1. °  En  unos  que  revelan  grupos. 

2. °  En  otros  que  revelan  divisiones. 

3. °  En  otros  que  revelan  tal  ó cual  especie  ó base. 

4. °  En  otros  que  revelan  tal  ó cual  género  ó ácido. 

Esta  clasificación  es  aplicable  á los  reactivos  de  las  sales  inorgánicas  y 
orgánicas. 

Los  reactivos  que  determinan  el  grupo  á que  pertenece  una  especie  ó 
base  de  sal  inorgánica  , son  : l.°  el  ácido  sulfhídrico  ; 2.°  el  sulfuro  amó- 
nico ; 3.°  los  carbonatas  alcalinos;  4.°  la  potasa. 

Los  que  determinan  el  délos  géneros,  ó ácidos  inorgánicos  son:  l.° 
el  cloruro  bárico;  2.°  el  nitrato  de  plata;  3.°  las  limaduras  de  cobre. 

Los  que  determinan  el  de  las  especies  orgánicas , son:  l.°  la  potasa; 
2.°  los  bicarbonatos  alcalinos. 

Por  último,  los  que  determinan  el  de  los  géneros  orgánicos,  son  : l.° 
el  cloruro  cálcico;  2.°  el  cloruro  férrico. 

Todos  esos  son  comunes , respecto  de  las  especies  ó géneros  de  cada 
grupo. 

Los  reactivos  que  determinan  las  divisiones  de  cada  grupo,  respecto 
de  las  bases  inorgánicas  , son : el  cloruro  platínico,  el  carbonato  amó- 
nico ; el  silfuro  amónico,  por  el  precipitado  que  hace  dar;  el  ácido  sulf- 
hídrico, por  lo  mismo ; el  ácido  clorhídrico,  el  nítrico,  el  amoníaco. 

Respecto  de  los  ácidos  inorgánicos,  lo  son  el  ácido  sulfhídrico  y el 
clorhídrico. 


- 791  - 

Respecto  de  los  orgánicos , lo  son  el  calor,  el  alcohol  y el  amoníaco. 

Lo  son,  finalmente  , propios  de  cada  base  y de  cada  ácido,  los  que  los 
deíerminan  individualmente  (art.  Y,  § II). 

Para  el  manejo  de  los  reactivos  hay  que  observar  las  reglas  siguientes: 

1. *  Tener  una  colección  de  instrumentos , utensilios  y aparatos  indis- 
pensables, ordenados  y limpios. 

2. a  Tener  otra  de  los  reactivos  comunes  de  grupos , divisiones  y parti- 
culares para  ambas  vías. 

3. a  Asegurarse  de  la  pureza  de  los  reactivos. 

4. a  Empezar  la  análisis  con  ellos  por  tanteos  prévios,  siguiendo  una 
marcha  metódica. 

5. a  Emplear  para  cada  tanteo  poca  sustancia  de  la  sometida  á la  aná- 
lisis, y tanta  menos  cuanto  menor  sea  la  cantidad  de  que  se  disponga. 

6. a  No  emplear  más  ni  menos  cantidad  de  reactivo  que  la  debida  y 
proporcionada  á su  valor. 

7. a  Fijarse  en  pocos  earactéres  químicos  , pero  terminantes  y suficien- 
temente distintivos. 

8. a  No  dar  valor  mas  que  á las  reacciones  claras  y terminantes. 

9. a  Separar  los  cuerpos  revelados. 

10.  Destruir  las  sustancias  orgánicas  que  impidan  la  claridad  de  las 
reacciones , ó aislar  de  ellas  la  que  se  busca  (art.  Y,  § III). 

Para  asegurarse  de  la  pureza  de  los  reactivos;  hay  que  ensayarlos 
antes  de  tratar  con  ellos  el  veneno,  y ver  si  contienen  cuerpos  que  no  han 
de  contener. 

Las  sustancias  que  mas  comunmente  impurifican  los  reactivos,  son  el 
ácido  carbónico,  el  clorhídrico,  el  cloro,  los  cloruros,  el  cobre,  el  hierro, 
el  plomo,  el  arsénico,  la  cal , la  magnesia  y el  ácido  sulfúrico  ó los  sul- 
fatos. 

Como  lo  mismo  esos  cuerpos  que  otros  se  revelan  por  sus  earactéres 
químicos , aplicándoles  sus  correspondientes  reactivos  ; para  saber  si  im- 
purifican á estos  , se  emplean  los  mismos  medios  que  , si  se  trata  de  bus- 
car cualquier  sustancia. 

Para  saber,  por  ejemplo,  si  el  agua  tiene  ácido  carbónico,  basta  tra- 
tarla con  agua  de  cal  ó cloruro  bárico,  que  la  harán  dar,  si  le  tiene,  un 
precipitado  blanco. 

Para  saber  si  tiene  algún  cloruro,  se  tratará  con  nitrato  de  plata , que 
la  precipitará  en  blanco. 

Los  mismos  reactivos  de  grupo,  división  , especie  y género  sirven  para 
revelar  las  impurezas  de  los  reactivos  (art.  Y,  § IY). 

Los  venenos  tienen  sus  earactéres  físicos  y químicos,  por  los  cuales  se 
revelan  tratados  por  sus  correspondientes  reactivos. 

El  conocimiento  de  esos  earactéres  es  indispensable  al  químico  toxi- 
cólogo. 

El  estudio  de  esos  earactéres  y el  método  y marcha  para  descubrirlos 
por  medio  de  los  reactivos,  ya  por  la  vía  seca,  ya  por  la  vía  húmeda, 
constituye  lo  que  se  llama  análisis  química  cualitativa. 

El  soplete  es  el  que  se  emplea  para  analizar  por  la  vía  seca  las  sus- 
tancias , ó determina  sus  earactéres  químicos. 

Aplicando  un  poco  del  cuerpo  de  ensayo  en  polvo,  depuesto-en  un 
pedazo  de  carbón  , ó en  la  cuchara  de  platino,  á la  llama  de  la  lámpara 
de  aceite  , impulsada  por  el  soplete,  se  volatiliza,  se  funde,  forma  per- 
las de  este  ó aquel  color,  etc. , y así  va  revelando  sus  earactéres. 


— m - 

Rs  raro  el  uso  del  soplete  en  las  análisis  químico-to sicológicas.  Es  mas 
común  practicarlas  por  la  vía  húmeda  (art.  VI,  § 1). 

El  estudio  de  los  caractéres  físicos  y químicos  de  los  venenos,  bajo 
cierto  método  y marcha  de  investigación , no  se  hace  primero  con  cuer- 
pos simples,  luego  con  óxidos  , ácidos,  compuestos  en  uro  y sales.  Basta 
estudiar  las  sales  inorgánicas  y orgánicas  per  su  base , óxido  ó especie, 
v por  su  ácido  ó género  , puesto  que  al  fin  las  reacciones  que  los  reve- 
lan se  ejercen  sobre  los  elementos  de  esas  sales  y hasta  sobre  los  de  esos 
elementos  , cuando  son  binarios. 

El  estudio , pues ; de  las  sales  por  su  base  y por  su  ácido  , equivale  al 
de  todas  las  clases  de  cuerpos  simples  y compuestos. 

Los  autores  no  están  unánimes  en  el  número  de  grupos  y divisiones  de 
las  bases  y los  ácidos , ni  dan  todos  el  núm.  1,2,  etc.  , á los  mismos 
grupos.  Esto  no  tiene  importancia  esencial.  Lo  que  .importa  es  que  la 
distribución  y método  adoptados  sean  sencillos,  claros  y distintivos. 

Las  bases,  lo  mismo  que  los  ácidos  de  las  sales  inorgánicas  y orgáni- 
cas, se  reparten  en  cierto  número  de  grupos,  y estos  tienen  ó no  mas  ó 
menos  divisiones.  Luego  cada  base  y cada  ácido  tiene  su  reactivo  propio 
y sus  corroborantes. 

Se  entiende  por  grupo , el  número  de  cuerpos  que  se  revela  por  un 
dado  reactivo  , con  un  carácter  que  les  es  común. 

Se  entiendo  por  división  un  número  de  cuerpos  de  un  mismo  grupo, 
que,  además  de  tener  el  carácter  común  del  grupo , tienen  otro  que  solo 
corresponde  á cierto  número  de  los  incluidos  en  él. 

Para  determinar  un  cuerpo,  basta , en  rigor,  descubrir  en  él  tres  ca- 
ractéres : el  del  grupo , el  de  la  división  y el  de  especie  ó género. 

Las  bases  inorgánicas  estudiadas  en  análisis  química  son  27,  distribui- 
das en  cuatro  grupos : 

Forman  el  primero , las  sales  de  potasa,  sosa  y amoníaco. 

El  segundo , las  de  barita  , estronciana  , cal  y magnesia. 

El  tercero , las  de  alúmina , cromo,  manganeso,  ferrosas  de  cobalto, 
de  níquel  y zinc. 

El  cuarto,  las  férricas,  las  de  plata,  plomo,  mercuriosas,  mercúricas, 
de  bismuto,  cobre,  cadmio,  oro,  platino,  antimonio,  estañosas  v es- 
tánnicas. 

El  reactivo  que  da  carácter  al  primer  grupo,  porque  las  revela  , que 
haga  dar  ó no  olor  amoniacal , es  la  potasa;  con  todas  las  demás  no  se 
revelan;  la  negación  de  resultado  visible  es  también  un  carácter. 

El  reactivo  que  da  carácter  al  segundo  grupo,  es  un  carbonato  alcalino ; 
los  precipita  en  general  en  blanco. 

El  que  le  da  á los  del  tercero,  es  el  sulfuro  amónico  , que  los  precipita, 
formando  óxidos  ó sulfuros  de  color  diferente. 

El  que  le  da  á los  del  cuarto , es  el  ácido  sulfhídrico  , que  los  preci- 
pita al  estado  de  sulfuro , de  color  diferente , en  general  negro;  las  sales 
férricas  precipitan  azufre,  pasando  á ferrosas. 

El  primer  grupo  tiene  dos  divisiones  : el  carácter  de  la  primera  es  no 
dar  olor  amoniacal  con  la  potasa:  comprende  la  potasa  y la  sosa.  El  de 

la  segunda  es  dar  olor  amoniacal  con  la  potasa ; solo  la  forma  el  amo- 
niaco. 

El  segundo  grupo  tiene  dos  divisiones ; el  carácter  de  la  primera  es  no 
redisolverse  el  precipitado  por  el  carbonato  alcalino,  siquiera  sea  el  amó- 
nico; comprende  la  barita , la  estronciana  y la  cal ; el  de  la  segunda  es 


- 793  - 

redisolverse  en  un  exceso  del  carbonato  amónico  ; le  forma  la  magnesia. 

El  tercer  grupo  tiene  igualmente  dos  divisiones;  el  carácler  de  la  pri- 
mera es  precipitar  al  estado  de  óxido ; la  constituyen  la  alúmina  y el 
cromo ; el  de  la  segunda , es  precipitar  al  estado  de  sulfuro ; la  forman 
el  manganeso , las  sales  ferrosas  de  cobalto,  níquel  y zinc. 

El  cuarto  grupo  tiene  cinco  divisiones:  el  carácter  de  la  primera  es 
precipitar  az'ufre;  son  las  sales  férricas  pasando  á ferrosas  ; el  de  la  se- 
gunda, precipitar  en  blanco  al  estado  de  cloruro  insoluble  en  los  ácidos, 
por  el  ácido  clorhídrico ; la  forman  los  de  plata , plomo  y mercuriosas; 
el  de  la  tercera  es  ser  insoluble  el  sulfuro  precipitado  en  los  ácidos  ex- 
tendidos y los  álcalis ; comprende  las  mercúricas  de  bismuto , cobre  y 
cadmio ; el  de  la  cuarta  es  ser  los  sulfuros  precipitados  insolubles  en 
los  ácidos  extendidos,  y solubles  en  los  álcalis,  y son  los  de  oro  y pla- 
tino; por  último,  el  de  la  quinta  es  ser  los  sulfuros  precipitados  solu- 
bles en  los  ácidos  y álcalis,  y son  las  de  antimonio,  estañosas  y estánnicas. 

El  carácter  de  cada  especie  es  como  sigue : 

Potasa.— Precipita  en  amarillo  de  canario  por  el  cloruro  de  platino. 

Sosa.— No  precipita  por  dicho  cloruro. 

Amoniaco. — Da  color  azul  con  una  sal  de  cobre. 

Barita. — Precipita  en  el  acto  en  blanco  con  el  sulfato  cálcico. 

Eslronciana.  — Tarda  un  poco  en  precipitar  por  dicho  sulfato. 

Cal.  — No  precipita  por  el  sulfato  cálcico. 

Magnesia.— Con  el  sulfato  de  sosa  y amoníaco  da  un  precipitado  cris- 
talino de  fosfato  básico  amónico  magnésico. 

Alúmina.  — El  precipitado  que  da  con  el  sulfuro  amónico  es  blanco.  La 
potasa  la  disuelve,  y el  ácido  sulfhídrico  no  precipita  esta  disolución. 

Cromo. — El  precipitado  que  da  con  el  sulfuro  amónico  es  verde 
azulado. 

Manganeso.  — Precipita  con  el  sulfuro  amónico  de  color  de  rosa  seca. 

Ferrosas.  — La  potasa  las  precipita  en  blanco , luego  verde  súcio  , por 
último,  rojo  moreno. 

Cohollo.  — La  potasa  las  precipita  en  verde. 

Níquel.  — La  potasa  las  precipita  en  verde  azulado. 

Zinc.  — El  precipitado  que  dan  con  el  sulfuro  amónico  es  blanco  ; la 
potasa  las  disuelve  y el  ácido  sulfhídrico  las  precipita  de  esa  disolución. 

Fénicas.  — El  precipitado  que  les  hace  dar  el  ácido  sulfhídrico  es 
blanquecino,  formado  de  azufre.  El  sulfo-cianuro  de  potasio  les  da  color 
rojo  de  sangre. 

Piala.  — El  precipitado  que  dan  con  el  ácido  clorhídrico  se  redisuelve 
en  el  amoníaco. 

Plomo.  — El  precipitado  que  dan  con  el  ácido  clorhídrico,  no  se  redi- 
suelve ni  muda  el  color  con  el  amoníaco. 

Mercuriosas.  — El  precipitado  que  dan  con  el  ácido  clorhídrico  se  vuel- 
ve negro  con  el  amoníaco. 

Mercúricas.  — Precipitan  por  el  ácido  sulfhídrico,  primero  en  blanco, 
luego  amarillo  , luego  rojo  , luego  negro;  la  potasa  las  precipita  en  ama- 
rillo. 

Bismuto.  -Se  descompone  en  un  exceso  de  agua. 

Cobre,  loman  color  azul  intenso  con  amoníaco;  una  lámina  do- 
acero  se  cubre  de  cobre  dentro  de  su  disolución. 

Cadmio.  — El  precipitado  que  dan  con  el  ácido  sulfhídrico  es  amari- 
llo , y no  se  redisuelve  con  el  amoníaco. 


- l'JÍ  — 

qi0'  _ El  cloruro  estánnico  con  el  estañoso  las  precipta  de  color  de 
púrpura;  es  la  púrpura  de  Casius. 

F Platino.— Precipitan  en  amarillo  de  canario  con  el  amoníaco  y la  potasa. 

Antimonio.  - El  precipitado  que  dan  con  el  ácido  sulfhídrico  es  rojo  de 
naranja. 

Estañosas. — El  precipitado  con  el  sulfhídrico  es  de  color  moreno. 

Estánnicas.  — Es  de  color  amarillo  que  se  disuelve  en  el  amoníaco. 

Los  ácidos  ó géneros  inorgánicos  estudiados  en  análisis  química , son 
diez  y seis,  distribuidos  en  tres  grupos.  Forman  el  primero  los  arseni- 
tos , arseniatos,  cromatos,  sulfatos,  fosfatos,  boratos,  fluoruros,  carbo- 
natas y silicatos. 

El  segundo,  los  cloruros,  bromuros,  yoduros,  cianuros  y sulfuros. 

El  tercero , los  nitratos  y cloratos. 

El  reactivo  que  da  carácter  á los  géneros  del  primer  grupo  es  el  cío- 
curo  bárico,  precipitándolos  todos  en  blanco,  menos  los  cromatos,  que 
lo  hacen  en  amarillo,  y todos  al  estado  desales  de  barita. 

£1  que  da  carácter  á*  los  del  segundo , es  el  nitrato  de  plata  , que  los 
precipita  en  blanco  ó blanco  amarillento,  al  estado  de  sales  de  plata,  y 
no  precipitan  por  el  cloruro  bárico. 

El  que  da  carácter  á los  del  tercer  grupo  es  no  precipitar  por  dichos 
reactivos,  y revelarse  por  medio  de  las  limaduras  de  cobre  y el  ácido  sul- 
fúrico , dando  ó no  vapores  rutilantes. 

El  primer  grupo  tiene  cuatro  divisiones;  es  carácter  de  la  primera,  des- 
componerse el  ácido  tratado  con  el  ácido  sulfhídrico,  formando  sulfuro 
con  los  arsenitos  y arseniatos , y óxido  con  los  cromatos,  géneros  que 
pertenecen  á ella;  es  carácter  de  la  segunda  no  descomponerse  con  el  ácido 
sulfhídrico  y no  redisoíverse  el  precipitado  que  da  con  el  cloruro  bárico 
en  los  ácidos;  la  forman  solo  los  sulfatos;  es  carácter  de  la  tercera,  no 
descomponerse  el  ácido  con  el  ácido  sulfhídrico , y no  descomponerse 
sensiblemente  el  precipitado  que  dan  con  el  cloruro  bárico  al  redisol- 
verse con  los  ácidos ; pertenecen  á ella  los  fosfatos , boratos  y fluorhidra- 
tos;  por  último,  es  carácter  de  la  cuarta,  no  descomponerse  el  ácido 
con  el  ácido  sulfhídrico , y descomponerse  sensiblemente  el  precipitado 
producido  por  el  cloruro  bárico,  al  redisolverse  con  los  ácidos:  com- 
prende los  carbonatas  y silicatos. 

Los  demás  grupos  no  tienen  divisiones. 

El  carácter  de  cada  género  es  como  sigue  : 

Arsenitos.  — Precipitan  en  amarillo  por  el  nitrato  de  plata,  y dan  man- 
chas y anillos  de  arsénico  con  el  aparato  de  Marhs. 

Arseniatos.  — Precipitan  en  rojo  de  teja  con  el  nitrato  de  plata , y dan 
manchas  y anillos  de  arsénico  con  el  aparto  de  Marhs. 

Cromatos.  — El  precipitado  que  dan  con  el  ácido  sulfhídrico  es  verdoso, 
con  un  ácido  se  pone  verde,  y el  nitrato  de  plata  los  precipita  de  color 
de  carmín. 

Sulfatos. — El  carácter  de  la  división  los  particulariza. 

Fosfatos.—  El  ácido  sulfhídrico  no  descompone  el  ácido,  y el  nitrato  de 
plata  los  precipita  en  amarillo. 

Boratos.  — Con  alcohol  y ácido  sulfúrico , si  se  les  arrima  una  cerilla 
encendida,  arden  con  una  llama  verde  amarilla. 

Fluorhidratos.  — El  precipitado  que  dan  con  el  cloruro  bárico  es  gela- 
tinoso; con  ácido  sulfúrico  corroen  el  cristal. 

Carbonalos — Tratados  con  un  ácido  producen  efervescencia. 


- 798  - 

Silicatos.  — Los  ácidos  las  descomponen  dando  precipitado  en  copos. 

Cloruros.  — Calentados  con  bióxido  de  manganeso  y ácido  sulfúrico, 
dan  cloro. 

Bromuros.  — Los  ácidos  desalojan  bromo  de  color  rojo  oscuro  ; calen- 
tados con^bióxido  de  manganeso  y ácido  sulfúrico  dan  vapores  rojos. 

Yoduros.—  Los  ácidos  desalojan  el  yodo,  y si  se  echa  almidón  desleído, 
se  tiñe  de  azul  violado;  con  bióxido  de  manganeso  y ácido  sulfúrico  dan 
vapores  violados. 

Cianuros.  — Echados  al  fuego  se  transforman  en  carbonatos. 

Sul furos. — Tratados  con  un  ácido  dan  olor  de  huevos  podridos,  debido 
al  ácido  sulfhídrico  que  se  desprende. 

Nitratos.  — Tratados  con  limaduras  de  cobre  y ácido  sulfúrico  dan  va- 
pores rutilantes  de  ácido  nítrico. 

Cloratos.  —Echados  al  fuego  se  transforman  en  cloruros  , no  dan  va- 
pores rutilantes  con  las  limaduras  de  cobre  y ácido  sulfúrico. 

Las  bases  alcalinas  orgánicas  mas  estudiadas  en  análisis  química  son 
nueve , distribuidas  en  tres  grupos. 

Forman  el  primero  la  morfina. 

El  segundo , la  narcotina,  quinina  y cinconina. 

El  tercero,  la  estricnina,  brucina  , veratrina. 

El  cuarto , la  nicotina  y conicina. 

Es  carácter  del  primer  grupo  precipitar  por  la  potasa  y redisolverse  el 
precipitado  en  un  exceso  de  reactivo. 

Lo  es  del  segundo:  l.°  precipitar  sin  redisolverse  el  precipitado  en 
ella;  2.°  sean  ó no  neutras,  precipitar  por  los  bicarbonatos  alcalinos  sin 
redisolucion  del  precipitado. 

Lo  es  del  tercero , si  son  ácidas,  no  precipitar  por  los  bicarbonatos  al- 
calinos fijos. 

Lo  es  del  cuarto,  ser  líquidos,  oleaginosos  y volátiles  sus  alcaloideos, 
y precipitar  así  por  la  potasa  sin  redisolucion. 

Estos  grupos  no  tienen  divisiones. 

El  carácter  especial  de  cada  alcalóide  es  como  sigue  : 

Morfina.—  El  del  grupo  y teñirse  primero  de  amarillo,  luego  de  azu- 
fran y sangre  con  el  ácido  nítrico. 

Narcotina.  — Precipita  en  blanco  por  el  amoníaco  soluble  en  el  éter,  y 
calentándole,  reaparece  el  precipitado. 

Quinina.  — Precipita  como  la  anterior;  pero  calentando  no  reaparece 
el  precipitado. 

Cinconina.  — Precipita  como  la  anterior;  pero  no  es  soluble  el  precipi- 
tado en  el  éter. 

Estricnina.  — El  ácido  sulfúrico  la  disuelve  en  frió  sin  teñirla ; en  ca- 
liente le  da  un  color  verde  de  aceituna. 

Brucina.  — El  ácido  sulfúrico  concentrado  la  tiñe  de  color  de  rosa. 

Veratrina. — El  ácido  sulfúrico  le  da  sucesivamente  color  amarillo, 
claro,  oscuro,  rojizo,  rojo  de  sangre,  carmín  , violado. 

Nicotina.  — El  álcali  huele  á tabaco ; el  ácido  sulfúrico  tiñe  sus  sales  en 
rojo  vinoso  en  frió;  calentado  da  heces  de  vino. 

Conicina.'  El  álcali  oleaginoso  huele  á ratón;  el  ácido  sulfúrico  no  la 
altera  en  trio;  calentando  leda  sucesivamente  color  moreno  verdoso,  rojo 
de  sangre , negro. 

Las  sales  de  ácido  orgánico  ó los  géneros  orgánicos  son  nueve  , distri  - 
buidos en  dos  grupos. 


796  — 


Pertenecen  al  primero  los  oxalatos,  tar  tara  tos  , racematos,  citratos  y 


mala  tos. 

Forman  el  segundo  los  succmatos , benzoatos  , acetatos  y tormiatos. 

Es  carácter  del  primer  grupo,  precipitar  en  blanco  por  el  cloruro 

CálCICO. 

Lo  es  del  segundo , no  precipitar  por  dicho  cloruro  y sí  por  el  térrico. 
Cada  uno  de  esos  grupos  tiene  dos  divisiones. 

Es  carácter  de  la  primera  del  primero  precipitar  por  el  cloruro  cál- 
cico  á la  temperatura  ordinaria,  y comprende  los  oxalatos,  tartaratos  y 


racematos.  . 

Lo  es  de  la  segunda  del  primero  no  precipitar  en  trio  por  dicho  cloruro, 
y sí  en  caliente,  y con  amoníaco  ó alcohol;  son  los  citratos  y malatos. 

Lo  es  de  la  primera  del  segundo  precipitar  en  frió  por  el  cloruro  fér- 
rico ; son  los  succinatos  y benzoatos. 

Lo  es  de  la  segunda  del  segundo  , tomar  color  de  canela  en  frió  por  el 
cloruro  férrico  y precipitar  de  igual  color  en  caliente  ; son  los  acetatos  y 
formiatos. 

El  carácter  de  cada  género  orgánico  es  como  sigue  : 

Oxalatos.  — Precipitan  por  el  agua  de  cal  y sulfato  calcico,  sin  redi- 
solverse por  un  exceso  de  reactivo. 

Tartaratos.  — Huelen  á caramelo  calentados,  y el  precipitado  que  les 
hace  dar  una  sal  cálcica,  se  redisuelve  en  un  exceso  de  ácido  tartárico  y 
amoníaco. 

Racematos.  —El  amoníaco  no  redisuelve  el  precipitado  que  les  hace 
dar  una  sal  cálcica. 

Citratos.  — El  agua  de  cal  los  precipita  en  caliente  y en  exceso;  en- 
friándose se  redisuelve  el  precipitado. 

Malatos.  — El  agua  de  cal  no  los  precipita  ni  en  frió  ni  en  caliente. 

Succinatos.  — El  acetato  plúmbico  los  precipita , redisolviéndose  el  pre- 
cipitado en  un  exceso  de  reactivo  y de  ácido  succínico. 

Benzoatos  — El  acetato  plúmbico  no  precipita  los  de  amoníaco,  y en 
copos  los  de  base  alcalina  fija. 

Acetatos.  — Tratados  con  un  ácido  dan  olor  de  vinagre. 

Formiatos.  — No  dan  olor  de  vinagre  tratados  con  un  ácido  (art.  VI, 

§11). 

Las  sustancias  que  se  someten  á las  análisis  químico-toxicológicas 
pueden  hallarse  en  diferentes  condiciones , que  exigen  operaciones  ana- 
líticas diferentes. 

Para  estas  operaciones  hay  que  establecer  cierta  marcha  metódica,  que 
facilite  el  descubrimiento  del  veneno  en  las  materias  sospechosas. 

Antes  de  proceder  á la  análisis  de  cualquier  materia,  en  un  caso  prác- 
tico, los  peritos  deben  examinar  física  y exteriormente  los  objetos  des- 
tinados á esa  análisis. 

Encabezarán  la  minuta  en  un  pliego  de  papel , según  sea  declaración 
ó informe , poniendo  en  el  preámbulo  su  nombre  y apellido , títulos  y lo 
que  sean  como  peritos,  el  juez  que  les  manda  actuar,  la  cuestión  que 
les  proponga,  los  documentos  que  les  remita  y los  objetos. 

Consignarán  además  el  número  del  caso  registrado  en  el  libro  de  en- 
tradas, expondrán  los  documentos,  si  los  hay,  de  que  constan,  y los 
hechos  en  ellos  declarados. 

Luego  pasarán  á reconocer  los  objetos,  si  es  un  cajón  , cesta  ó bote- 
llas, frascos  ó vasijas  sueltas,  y le  describirán  minuciosamente  al  ex  te- 


- 797  — 

* 

ríor,  ante»  <Je  abrirle;  luego,  por  dentro,  k>  que  contengan,  cómo  vie- 
nen los  frascos , etc. , etc. , haciendo  constar  todas  las  particularidades 
que  conduzcan  á la  identidad  de  los  objetos  remitidos. 

Todo  lo  que  noten  y observen  se  irá  escribiendo  en  la  minuta,  á me- 
dida que  lo  vean ; no  debe  abandonarse  nada  á la  memoria. 

Si  hay  mas  de  un  frasco  ó vasija  se  numerarán , y se  empezará  la  aná- 
lisis por  la  primera , y sucesivamente  se  hará  lo  propio  con  las  demás, 
procurando  dejar,  si  la  cantidad  lo  permite,  parte  para  ponerla  otra  vez 
á disposición  del  juez. 

A medida  que  se  vaya  operando , se  consignará  en  la  minuta  lo  que  se 
hace  y el  resultado  que  se  obtenga. 

Concluido  todo  se  rectificará,  con  la  lectura,  si  hubo  omisiones,  y los 
peritos  acabarán  el  documento  según  las  reglas  establecidas. 

Esta  minuta  será  copiada  para  remitirla  al  juez,  y en  el  libro  corres- 
pondiente, y luego  se  guardará  en  su  expediente  respectivo  (art.  VII,  § 1). 

El  perito  puede  hallarse  en  el  caso  de  no  tener  noticia  ni  antecedente 
alguno  del  veneno , ó vice-versa. 

En  la  primera  suposición  las  materias  se  hallarán  en  alguno  de  los  ocho 
casos  siguientes  : 

1. °  El  veneno  no  está  mezclado  con  otras  sustancias  y es  sólido. 

2. °  No  está  mezclado  y es  líquido. 

3. °  No  está  mezclado  y es  gaseoso. 

4. °  Está  mezclado,  y la  mezcla  es  enteramente  líquida. 

5. °  Está  mezclado,  y la  mezcla  es  en  parte  líquida  y en  parte  sólida. 

6. °  Está  mezclado  , y la  mezcla  es  enteramente  sólida. 

7. °  Está  contenido  en  los  órganos  del  sugeto  envenenado. 

8. °  Está  contenido  en  sus  líquidos  ó materias  procedentes  de  él. 

En  el  primer  caso,  como  en  todos,  debe  verse  á qué  reino  pertenece. 
Si  por  sus  caractéres  minerales,  botánicos  ó zoológicos  no  se  distingue  á 
simple  vista  con  una  lente  ó al  microscopio,  se  pasa  á ensayarle  quími- 
camente. 

El  ensayo  químico  tiene  dos  partes. 

En  la  primera  se  examina  si  es  orgánica  ó inorgánica  la  sustancia ; en 
uno  y otro  caso,  si  es  soluble  ó insoluble,  y en  ambos  casos,  si  es  ácida, 
alcalina  ó neutra. 

En  la  segunda  se  procede  metódicamente  al  empleo  de  los  reactivos  de 
grupo,  división,  especie  y género. 

Para  determinar  si  es  inorgánica  ú orgánica  se  toma  una  porción, 
como  un  grano  de  trigo,  haciéndola  polvo,  si  ya  no  e.^tá  en  esta  forma; 
se  mete  en  un  tubo  de  ensayo,  cerrado  por  un  extremo  , y se  calienta, 
meneándole,  por  ese  extremo  á la  llama  de  la  lámpara  de  alcohol. 

Si  se  ennegrece  ó carboniza  es  orgánica ; y si  metiendo  un  papel  rojo 
de  tornasol  en  el  tubo  recobra  el  color  azul , la  sustancia  es  azoada. 

Se  acaba  de  comprobar  que  es  orgánica,  echando  otro  poquito  en  una 
cápsula,  donde  se  haya  fundido  nitrato  de  potasa,  si  detona  ó da  un 
chasquido. 

Estos  dos  caractéres  reunidos  demuestran  que  la  sustancia  es  orgánica. 

Si  se  ennegrece  y no  detona,  ó detona  y uo  se  ennegrece,  ó no  hace 
ni  lo  uno  ni  lo  otro,  es  inorgánica. 

Si  hay  parte  carbonizada  y parte  sin  carbonizar,  será  una  sal  de  base 
orgánica  y ácido  inorgánico,  ó vice-versa. 

Para  determinar  si  es  soluble,  se  echa  un  poco  de  polvo  en  una  copa 


— 798  — 

v agua  destilada,  y se  agita  con  una  varilla.  Si  pierde  completamente  eí 
estado  sólido,  quedando  eí  líquido  transparente,  es  soluble.  Si* no  se 
pierde  dicho  estado , ó el  líquido  se  enturbia , no  es  soluble. 
v Para  saber  si  es  poco  soluble , se  aparta  un  poco  del  líquido , se  eva- 
pora en  una  cápsula  de  porcelana  ó vidrio  de  reloj  hasta  sequedad;  si 
queda  polvo,  es  algo  soluble;  si  no  queda  nada,  es  insoluble. 

Si  no  se  disuelve  en  agua  fria,  se  calienta  esta , y se  ve  si  sucede  lo  que 
hemos  dicho. 

Si  es  orgánica  é insoluble  en  el  agua , se  ve  si  lo  es  en  el  alcohol  y en 
el  éter.  Otro  tanto  debe  hacerse  aunque  sea  soluble  en  el  agua. 

Para  determinar  si  es  ácida , alcalina  o neutra  , se  mete  en  la  disolu- 
ción un  papel  azul  de  tornasol ; si  se  enrojece,  es  ácida;  si  no  muda  el 
color,  se  introduce  otra  tira  de  papel  rojo  de  tornasol ; si  este  recobra  el 
color  azul,  es  alcalina . Si  tampoco  muda  el  color,  es  neutra  (art.  Vil , pri- 
mera parte). 

Determinado  el  reino,  la  solubilidad  y la  naturaleza  química  , se  pro- 
cede al  empleo  metódico  de  los  reactivos;  si  es  ácido  inorgánico,  de  estos 
ácidos;  si  orgánico,  los  orgánicos,  etc. 

Lo  que  digamos  de  las  sales  neutras  es  aplicable  á las  ácidas  y bases, 
tanto  inorgánicas  como  orgánicas. 

Guando  se  analiza  una  sal  neutra  inorgánica,  se  empieza  averiguando 
su  base  ó especie. 

Se  acidula  el  licor  con  un  poco  de  ácido  clorhídrico.  Si  precipita  en 
blanco  , ya  queda  reducida  la  cuestión  á solo  tres  cuerpos , plata , plomo 
ó protóxido  ae  mercurio. 

Se  toma  otra  parte  de  la  disolución  y se  trata  con  un  poco  de  ácido 
nítrico. 

Luego  con  el  ácido  sulfhídrico;  si  no  hay  resultado,  se  trata  con  el  sul- 
furo amónico ; si  tampoco , con  el  carbonato  amónico  ó potásico ; si  tam- 
poco , con  la  potasa. 

En  cuanto  haya  resultado  con  alguno  de  esos  reactivos  de  grupo,  se 
busca  el  carácter  de  las  divisiones , si  el  grupo  las  tiene,  y luego  que 
esta  se  haya  revelado  se  aplica  el  reactivo  que  da  carácter  de  la  especie. 
Determinado  este  se  corrobora  con  otros  reactivos,  aunque  no  hay  nece- 
sidad, para  caracterizar  definitivamente  el  cuerpo. 

Averiguada  la  base  ó la  especie  se  pasa  á hacer  lo  propio  con  el  ácido 
ó el  género.  Se  neutraliza  con  amoníaco,  si  la  sal  es  ácida.  Luego  se 
trata  con  el  cloruro  bárico ; si  no  hay  resultado,  se  trata  otra  porción  con 
el  nitrato  de  plata ; si  tampoco , se  echa  en  otra  porción  limaduras  de 
cobre  y un  poco  de  ácido  sulfúrico. 

En  cuanto  haya  reacción  con  el  reactivo  de  grupo,  se  pasa  á ver  el  de 
las  divisiones , si  las  tiene ; y así  que  aparece  reacción , se  echa  mano  del 
reactivo  del  género  y algún  corroborante , si  se  quiere. 

Cuando  la  sal  sea  inorgánica  insoluble , se  disuelve  en  los  ácidos  ní- 
trico, clorhídrico  ó agua  régia  en  frió,  ó en  caliente,  y una  vez  disuella, 
se  trata  como  las  solubles. 

Si  tampoco  se  disuelve,  se  hace  calcinar  ó fundir  en  un  crisol , con  los 
reactivos , por  la  vía  seca  ; luego  se  toma  el  residuo  con  agua  caliente  y 
se  trata  como  las  solubles. 

Cuando  la  sal  tiene  base  orgánica  se  trata  con  la  potasa ; luego  con  los 
bicarbonatos. 

•Visto  el  resultado,  se  ve  el  carácter  de  la  especie  y se  corrobora. 


- w- 

Sí  la  sal  tiene  ácido  orgánico , se  trata  primero  con  el  cloruro  cálcico; 
si  no  da  reacción  en  frió,  se  calienta  y añade  alcohol  ó amoníaco  Si  tam- 
poco hay  reacción , se  trata  con  cloruro  férrico , primero  en  frió  y luego 

en  caliente.  . . . . . , ' 

Determinada  la  división,  se  pasa  á los  reactivos  de  cada  género,  y se 

corrobora , si  se  quiere. 

En  el  segundo  caso , esto  es , cuando  el  liquido  es  materia , se  examina 
también  su  reino , solubilidad  y naturaleza , si  no  basta  á simple  vista  y 
al  microscopio , del  propio  modo  que  hemos  visto  en  el  caso  anterior. 

Determinado  todo  eso,  se  procede  de  la  misma  manera,  como  desde  que 
se  ha  disuelto  el  sólido. 

En  el  tercer  caso , la  materia  es  gaseosa , se  ve  su  color  y si  tiene  olor. 

Los  gases  se  dividen  en  dos  grupos  : unos  son  absorbibles  por  la  po- 
tasa ; otros  no. 

Cada  uno  de  estos  grupos  tiene  dos  divisiones:  unos  se  inflaman; 
otros  no. 

Los  absorbibles  por  la  potasa  é inflamables  son  : el  ácido  sulfhídrico  , el 
selenhídrico , telurhídrico , cianógeno  y monohidrato  de  metileno. 

Los  absorbibles  por  la  potasa  y no  inflamables  son  : el  ácido  clorhídrico, 
bromhídrico,  yodhídrico,  carbónico,  sulfuroso,  cloro-oxicarbónico,  hi- 
pocloroso,  cloroso,  hipoclórico,  cloro,  amoníaco,  fluoruro  de  silicio,  Ídem 
de  boro  y cloruro  de  boro. 

Los  no  absorbibles  por  la  potasa  é inflamables  son  : el  hidrógeno,  hidró- 
geno fosforado,  idem  arsenicado,  idem  protocarbonado , bicarbonado, 
óxido  de  carbono,  metileno,  fluorhidrato  de  metileno,  clorhidrato  de  me- 
tileno. 

Los  no  absorbibles  y no  inflamables  son : el  oxígeno  , ázoe  , protóxido  de 
ázoe  y deulóxido  de  ázoe. 

Para  analizar  los  gases , se  necesita  la  cubeta  hidro-neumática  y la  Di 
drargiro-neumática,  frascos,  campana  y tubos  de  ensayo. 

La  hidro-neumática  no  puede  servir  para  los  gases  cloro-oxicarbónico, 
cloruro  de  boro,  fluoruro  bárico,  silícico  y cianógeno,  porque  se  descom- 
ponen al  contacto  del  agua. 

La  hidrargiro-neumática  no  puede  servir  para  el  ácido  cloroso,  hipo- 
cloroso  y clorhídrico,  porque  se  descomponen  al  contacto  en  el  mercurio. 

Para  todos  los  demás  sirven  igualmente  entrambas,  y la  hidro-rieumá- 
tica  para  los  que  descompone  el  mercurio ; la  hidrargiro-neumática  para 
los  que  descompone  el  agua. 

Para  analizar  un  gas,  se  destapa  el  frasco  que  le  contiene  dentro  de 
la  cubeta,  y se  recibe  en  un  tubo  puesto  boca  abajo  en  el  agujero  de  la  ta- 
bla de  aquella,  encima  de  la  boca  del  frasco  destapado.  Cuando  está 
lleno  de  gas,  se  retira  y se  echa  una  disolución  de  potasa  en  el  tubo,  se 
agita  tapándole  con  el  dedo  y después  se  ve  si  se  inflama,  acercándole 
una  cerilla  fosfórica  encendida;  si  se  inflama,  no  es  absorbible  por  la  po- 
tasa; si  no  se  inflama,  puede  ser  de  los  absorbibles  ó de  los  no  inflamables. 

Se  torna  otro  tubo  lleno  de  gas  sin  potasa  y se  enciende ; si  se  inflama, 
es  absorbible  ó no  por  la  potasa  é inflamable. 

i ara  saber  si  no  es  inflamable  ni  absorbible  por  la  potasa,  hay  que 
tratar  esta  disolución  con  los  reactivos  de  los  ácidos.  ¿Ilay  reacción?  es 
absorbible;  ¿no  la  hay?  no  lo  es.  En  este  último  caso  hay  que  reconocer 
el  gas  por  sus  propiedades  físicas  y otras  reacciones. 

Cuarto  caso  Si  el  veneno  está  mezclado  y la  mezcla  es  líquida  , des- 


— 800  - 

pues  de  examinado  su  reino  y solubilidad,  y sí  es  ácido,  alcalino,  6 neu- 
tro, se  ve  si  el  veneno  ha  alterado  el  color  natural  da  las  materias  con 
que  está  mezclado. 

Las  alteraciones  del  color  natural  de  las  sustancias  orgánicas  ya  revela 
la  existencia  de  algún  ácido,  álcali,  compuesto  salino  ó cuerpo  simple, 
como  yodo,  bromo,  cloro,  etc. 

Los  productos  de  la  putrefacción,  amoníaco,  ácido  sulfhídrico,  acé- 
tico, etc.,  también  los  alteran. 

Esto  no  basta  para  resolver;  hay  que  analizar  esas  materias. 

Como  el  color  de  las  mezclas  no  deja  bien  claras  las  reacciones , se  ha 
intentado  desteñirlas  con  carbón  animal. 

No  debe  emplearse  este  medio , porque  el  carbón , no  solo  retiene  las 
sustancias  colorantes,  sino  los  venenos,  tanto  orgánicos  como  metálicos. 
Si  se  apela  á él  para  desteñir  un  líquido,  y lo  que  se  filtra  no  da  resul- 
tado, hay  que  analizar  ese  carbón , haciéndole  hervir  en  ácido  clorhí- 
drico ó acético,  tiltrar  y someter  lo  filtrado  á los  reactivos. 

Si  la  reacción  del  líquido  es  ácida  ó alcalina,  se  trata  con  alcohol  con- 
centrado, se  filtra,  y lo  filtrado  se  mete  en  una  retorta  de  vidrio  tubu- 
lada ; se  coloca  esta  en  un  baño  maría  puesto  en  una  hornilla  evapo- 
ratoria;  al  cuello  de  la  retorta  se  adapta  una  alargadera  ó el  cuello  de  un 
recipiente , enfriado  por  un  chorro  de  agua , ó una  esponja  empapada  de 
agua  tria  á menudo , y puesto  en  comunicación  por  medio  de  un  tubo 
encorvado  con  un  frasco  que  contenga  un  poco  de  agua  destilada. 

Se  calienta  primero  á la  temperatura  de  OU  á 70  grados;  luego  se  echa 
cloruro  de  sodio  en  el  baño  maría,  y se  calienta  hasta  que  se  quede  seco. 
Pero  antes  se  ha  mudado  de  recipiente. 

Concluida  esta  destilación,  se  saca  lo  condensado  en  el  recipiente  y se  ve 
si  es  ácido  alcalino  ó neutro,  y se  trata  con  los  reactivos  según  lo  que  sea. 

El  residuo  de  la  retorta , lo  mismo  que  los  coágulos  obtenidos  por  fil- 
tración, se  guardan  para  hacer  con  ellos  lo  que  dirémos  en  el  sexto  caso. 

Si  la  sustancia  es  neutra , se  hace  hervir  de  treinta  á cuarenta  minutos 
en  una  cápsula  de  porcelana  colocada  en  una  hornilla  evaporatoria , y 
sostenida  por  un  triángulo  de  hierro , diluyéndola  antes  en  un  poco  de 
agua  si  está  demasiado  espesa. 

Luego  se  filtra;  se  evapora  lo  filtrado  hasta  consistencia  de  jarabe;  se 
trata  con  alcohol  de  44  grados.  Se  vuelve  á filtrar,  y luego  se  divide  en 
dos  porciones  lo  filtrado;  la  una  para  ensayar  si  el  veneno  es  inorgánico, 
otra  para  ver  si  es  orgánico. 

La  primera  se  somete  sucesivamente  por  pequeñas  porciones  á la  ac- 
ción de  los  reactivos  de  las  bases  inorgánicas,  acidulando  el  licor  antes 
con  un  poco  de  ácido  clorhídrico ; la  otra , se  trata  con  subacetato  de 
plomo  y se  somete  á una  corriente  de  ácido  sulfhídrico , se  filtra , y se 
trata  lo  filtrado  con  los  reactivos  de  las  bases  orgánicas. 

Si  no  diere  resultado  ni  una  ni  otra  parte,  habrá  que  apelar  á lo  que 
dirémos  en  el  séptimo  caso. 

Quinto  caso.—  Cuando  la  sustancia  es  en  parte  líquida  y en  parte  sólida, 
después  de  examinarla  físicamente  para  determinar  qué  especie  de  sus- 
tancia sea , se  separa  lo  líquido  de  lo  sólido , decantando  ó filtrando  con 
los  instrumentos , utensilios  y aparatos  expuestos  en  su  lugar  para  esas 
operaciones. 

Nista  la  parte  líquida  si  es  ácida , alcalina  ó neutra,  se  procede  con 
ella  como  queda  dicho  en  el  caso  cuarto. 


Lá  páfté  Sólida  se  tratá  éotnó  ío  diréthos  en  el  sexto. 

Sexto  cdsd.— Ctfando  la  mezcla  es  enteramente  sólida,  si  su  exámén  fí- 
sico no  alcanza  á revelar  lo  que  eS , se  procede  como  cuando  es  sófidá  y 
pura,  y determinado  el  reino,  se  corta  á pedacitos,  se  toma  con  aguá  deá- 
tilada  y se  ensayan  en  ella  los  papeles. 

Se  dispone  el  aparato  de  destilación , que  hemos  descrito  en  el  caso 
cuarto , y se  introduce  en  la  retorta  un  poco  de  la  mezcla  sólida  con 
agua  destilada  que  se  le  ha  añadido ; se  calienta  y hace  hervir  por  espa- 
cio de  una  hora. 

Concluida  la  operación , se  examina  lo  condensado  en  los  recipientes, 
según  sea,  ácido,  alcalino  ó neutro,  con  sus  reactivos,  y en  seguida  lo 
que  resta  en  la  retorta.  Se  aparta , filtrando  ó decantando  lo  líquido  de 
lo  sólido. 

La  parte  líquida  se  trata  como  en  el  caso  cuarto , cuando  es  neutra. 

La  parte  sólida  se  hace  hervir  con  nueva  agua  en  una  cápsula,  por  es- 
pacio de  una  ó dos  horas;  se  filtra,  se  trata  luego  con  alcohol  concen- 
trado por  espacio  de  un  cuarto  de  hora , y se  filtra  por  último  con  ácido 
clorhídrico  por  espacio  de  dos  horas  y se  vuelve  á filtrar. 

Reúnense  los  líquidos  filtrados  y se  someten  divididos  en  dos  partes  á 
la  acción  de  los  reactivos  de  los  cuerpos  inorgánicos  la  una,  y la  otra  á la 
de  los  orgánicos. 

Del  propio  modo  se  tratan  los  coágulos  obtenidos  por  el  calor  y alco- 
hol, y la  parte  sólida  que  queda  en  la  retorta  en  el  cuarto  y quinto  caso. 

No  obteniendo  resultado , se  hace  lo  que  dirémos  en  el  séptimo. 

Cuando  la  mezcla  sólida  sea  tierra  de  cementerios,  por  ejemplo,  se  toma 
cierta  porción  con  agua ; se  deja  macerar  por  espacio  de  treinta  ó cua- 
renta horas ; se  filtra , se  concentra  el  licor  y se  trata , dividido  en  dos 
partes,  con  los  reactivos  para  las  sales  inorgánicas  y orgánicas. 

No  habiendo  resultado,  se  trata  con  agua  hirviendo  por  espacio  de  al- 
gunas horas ; se  filtra  y se  concentra  lo  filtrado,  y se  hace  lo  propio  que 
antes. 

Si  tampoco  da  resultado,  se  toma  la  tierra  con  ácido  nítrico  ó agua  re- 
gia; se  hace  hervir,  luego  se  filtra  y se  procede  como  hemos  dicho. 

Las  sustancias  orgánicas  podrán  tomarse  con  alcohol,  ó tratarse  como 
dirémos  en  el  séptimo  caso. 

Séptimo  caso.  — Examínanse  los  órganos  para  observar  si  á simple  vista 
se  notan  vestigios  de  veneno  en  ellos,  y si  le  guardan  todavía  al  estado 
sólido  ó líquido;  si  están  frescos  ó putrefactos;  si  hay  reacción  ácida,  al- 
calina ó neutra  en  los  líquidos  que  contengan  ó en  que  estén. 

flay  que  verlos  á toda  luz  y á oscuras  con  una  lente  de  aumento,  ó con 
solo  la  vista.  Tal  vez  en  el  microscopio  se  vea  alguna  porción  del  polvo  ó 
vestigios  sólidos  ó líquidos  que  tengan. 

Dado  que  con  este  examen  se  pudiese  separar  el  veneno  al  estado  sóli- 
do, de  polvo  ó líquido,  se  examinará  como  en  el  primero  y segundo  caso. 

Cuando  hay  partes  líquidas , se  decantan  y examinan  como  en  el  se- 
gundo caso. 

Las  sólidas,  echadas  por  vómito  ó cámaras,  ó los  órganos,  se  toman 
con  agua  destilada,  cortando  los  últimos  á pedacitos,  ó malaxándolos,  y 
se  pueden  tratar  de  varios  modos. 

Rara  saber  si  hay  venenos  volátiles  , podemos  someter  una  porción  al 
aparato  destilatorio,  descrito  en  el  cuarto  caso,  y obrar  luego  sobre  lo 
condensado  en  los  recipientes. 

TOXiCOLUGU.—  51 


- 802  - 

Como  en  este  caso,  lo  mismo  que  en  todos  los  que  el  veneno  está  mez- 
clado con  sustancias  orgánicas,  estas  suelen  ser  un  obstáculo  para  las 
reacciones,  conviene  antes  de  emplear  los  reactivos,  aislar  de  esas  sus- 
tancias el  veneno. 

Hay  varios  procederes  para  ello  ; unos , propios  para  aislar  el  veneno 
inorgánico , y otros  el  orgánico. 

Para  aislar  el  veneno  inorgánico,  se  conocen  los  medios  siguientes: 

1. °  Destruir  las  materias  orgánicas,  haciéndolas  hervir  con  ácido  clor- 
hídrico , agua  régia , clorato  de  potasa  con,  ó sin  galvanismo,  ó ácido  sul- 
fúrico. 

2. °  Carbonizar  las  materias  orgánicas. 

3. °  Incinerarlas. 

Para  lo  primero,  hay  los  siguientes  procederes : 

1. °  El  de  Reinsch  consiste  en  hacer  hervir  las  materias  con  agua  acidu- 
lada en  ácido  clorhídrico;  filtrar  y meter  en  lo  filtrado  una  lámina  de  co- 
bre, donde  se  fija  el  metal  venenoso.  Se  lava  la  lámina  con  éter,  y se 
trata  con  un  ácido  y este  con  los  reactivos. 

2. °  El  de  Briand,  ó empleo  de  la  pila  de  Smithson  para  ciertos  meta- 
les, en  especial  el  mercurio. 

3. °  El  de  Jacquelin.  Se  tratan  las  materias  blandas,  y si  son  duras  se 
malaxan  con  una  corriente  de  cloro.  Cuando  están  disueltas  y toman  un 
color  blanco,  se  filtra  y se  trata  lo  filtrado  con  los  reactivos  de  las  sales 
inorgánicas. 

4. °  El  de  Gaultier  de  Claubry  y Briand.  Se  tratan  las  materias  con 
agua  régia  y se  someten  á la  corriente  de  una  pila  de  Bunsen.  En  la  lá- 
mina de  platino  se  dispone  el  metal  y se  toma  como  en  el  proceder  de 
Reinsch. 

5. °  Los  procederes  de  Millón:  el  primero  se  hace  con  ácido  clorhídrico 
y clorato  de  potasa ; el  segundo  se  hace  primero  con  ácido  sulfúrico  y 
luego  con  el  nítrico. 

La  carbonización  se  efectúa  de  varios  modos. 

1. °  Con  ácido  nítrico,  con  el  cual  se  calientan  las  materias  en  una 
cápsula. 

2. °  Con  ácido  nítrico  y sulfúrico;  proceder  de  Filhos. 

3. °  Con  ácido  nítrico  y clorato  de  potasa. 

4. °  Con  ácido  sulfúrico  ; proceder  de  Ldandin  y Uanger. 

5. °  Con  ácido  sulfúrico  y cloruro  desodio. 

La  incineración  se  puede  hacer  de  tres  maneras. 

1. °  Con  nitrato  de  potasa  en  un  crisol;  proceder  de  Rapp. 

2. °  Con  nitrato  de  cal;  proceder  de  Devergie. 

3. °  Con  solo  el  fuego. 

En  todos  estos  casos,  destruidas  las  materias  orgánicas,  filtrados  los  li- 
cores, se  someten  metódicamente  á la  acción  de  los  reactivos  de  grupo, 
división,  especie  y género  de  las  sales  inorgánicas  y al  aparato  de  Marhs 
para  determinar  el  veneno  que  sea. 

Si  se  trata  de  aislar  una  sustancia  orgánica  venenosa  de  las  que  la  im- 
purifican ó con  las  que  está  mezclada  ó combinada , hay  también  varios 
procederes. 

l.°  El  de  Christhisson , Orilla,  Devergie  , etc.,  es  el  que  hemos  visto 
al  hablar  del  caso  cuarto,  el  aparato  de  destilación,  y luego  tratar  las  ma- 
terias con  subacetato  de  plomo , una  corriente  de  ácido  sulfhídrico  y los 
reactivos  de  las  sales  orgánicas, 


— — 

2. °  El  método  de  Stass,  con  el  que  se  aísla  el  veneno  por  medio  del 
alcohol,  luego  se  trata  este  con  ácido  tartárico;  se  filtra  y evapora,  y di- 
suelve lo  evaporado  varias  veces  con  alcohol  concentrado;  por  último,  se 
trata  con  bicarbonato  potásico,  se  toma  con  éter,  se  decanta  y evapora 
este,  y queda  el  alcaloideo  aislado. 

3. °  El  proceder  de  Flandin,  por  medio  de  cal,  alcohol,  éter  y ácido 
acético. 

4. °  Él  de  Rabourdin , por  medio  del  cloroformo  ó del  carbón. 

fi*.°  El  de  Plocter,  por  medio  del  cloroformo. 

6. °  El  deMorin,  Dublanc,  etc.,  por  medio  del  alcohol,  taninoy  gelatina. 

7. °  De  Uslar  y Erdmann,  por  medio  del  alcohol  amílico. 

5. °  De  Sonnenschein,  por  medio  del  alcohol,  ácido  carbónico  y el  ácido 
fosío-molíbdico. 

9.°  El  de  Graham  ó la  diálisis. ' 

Aisladas  las  materias  venenosas  orgánicas , se  tratan  con  los  reactivos 
mas  propios  para  caracterizarlas. 

Oclavo  caso.— Los  líquidos  y materias  claras  procedentes  del  sugeto  en- 
venenado se  tratan  como  los  sólidos  procedentes  del  mismo  , y con  los 
mismos  procederes  indicados  en  el  caso  séptimo  (art.  Vil,  § II). 

Cuando  se  tienen  antecedentes  del  veneno,  no  se  hacen  tantos  tanteos: 
si  está  puro,  se  ensayan  acto  continuo  sus  reactivos  de  grupo,  división, 
especie  ó género  y sus  corroborantes,  y si  está  mezclado,  se  practica  lo 
que  hemos  dicho  en  los  casos  4.°,  B.°,  6.°,  7.°  y 8.°  para  aislarle,  y en 
cuanto  lo  esté,  se  le  aplican  sus  reactivos  característicos  (art.  Vil,  § III). 

Los  diferentes  procederes  que  hemos  indicado  para  aislar  el  veneno 
inorgánico  y orgánico  de  las  sustancias  orgánicas  con  las  que  está  mez- 
clado y combinado  , no  son  igualmente  eficaces  para  obtener  buen  éxito 
en  las  operaciones  analítico-químico-toxicológicas. 

Respecto  del  aislamiento  del  veneno  inorgánico,  lo  preferente  es  la  car- 
bonización. 

El  proceder  de  Flandin  y Danger,  ó sea  por  medio  del  ácido  sulfúrico, 
es  el  mejor;  el  que  da  mas  satisfactorios  resultados.  Se  practica  del  modo 
siguiente : 

Se  toma  cierta  cantidad  de  las  materias,  si  líquidas,  después  de  con- 
centradas; si  blandas,  sin  hacerlas  nada;  si  duras,  se  cortan  á pedaci- 
tos:  se  ponen  en  una  cápsula  de  porcelana  de  mediano  tamaño,  se  echa 
un  tercio  de  su  peso  de  ácido  sulfúrico  concentrado,  y después  de  un  li- 
gero rato  de  digestión , se  coloca  la  cápsula  en  una  hornilla , se  ca- 
lienta progresivamente , meneando  la  mezcla  de  continuo  con  una  varilla 
de  vidrio. 

La  materia  se  disuelve , ennegrece , espesa  é hincha , dando  vapores, 
que  no  debe  respirar  el  operador,  y al  fin  se  carboniza. 

Mientras  esto  se  efectúa,  el  operador  no  cesa  de  revolver  con  la  vari- 
lla, llevando  siempre  al  centro  de  la  cápsula  el  carbón  ó la  materia  que 
se  carboniza. 

Cuando  está  carbonizada,  se  saca  la  cápsula  con  unas  tenacillas  de 
hierro;  se  deja  enfriar  encima  de  un  rodete  de  paja;  se  mira  al  sol  con 
una  lente , y en  seguida  se  tritura  el  carbón  en  la  misma  cápsula  con  la 
mano  de  almirez  de  porcelana  ó cristal,  se  humecta  con  unas  gotas  de 
ácido  nítrico  y clorhídrico  ó agua  regia;  y se  vuelve  á la  lumbre  la  cáp- 
sula. Cuando  está  seco,  otra  vez  se  saca,  se  enfria,  se  tritura  un  poco  ae 
nuevo  en  un  mortero  de  cristal  y se  echa  alguna  cantidad  de  agua  desti- 


- m - 


lada  • se  revuelve,  y vaciado  en  ja  cápsula,  se  calienta  de  nuevo  un  rato, 
]U(í£rt)  se  saca,  se  enfria , se  filtra,  y el  licor  filtrado,  que  es  límpido , se 
ensaya  metódicamente  con  los  reactivos  de  las  sales  inorgánicas,  incluso 
el  aparato  de  Marhs,  montado  como  diremos  en  la  lexicología  particu- 
lar, al  hablar  del  arsénico  y sus  preparados. 

Eu  todos  los  casos  de  mezclas  con  sustancias  orgánicas,  desde  el  cuarto 
caso,  podemos  empezar  por  medio  de  esta  carbonización  como  medio  ex- 
peditivo. 

Si  el  veneno  es  inorgánico,  parece.  No  dando  resultado  se  pasa  á ver 
si  es  orgánico. 

Para  aislar  las  sustancias  venenosas  orgánicas,  los  procederes  ó méto- 
dos preferibles  son  el  método  de  Stass  y la  diálisis. 

El  método  de  Stass  consiste  en  lo  siguiente. 

1.*  operación.— Se  toma  cierta  cantidad  de  las  materias  líquidas,  ó blan- 
das, ó sólidas  cortadas  á pedacitos,  y se  tratan  con  doble  de  su  peso 
de  alcohol  concentrado  en  frió;  se  decanta  ó filtra  el  alcohol  al  través  cíe 


un  lienzo  nuevo,  y se  exprime  este  tres  ó cuatro  veces. 

2. '  operación.— Se  reúnen  los  licores  alcohólicos  y se  introducen  en  un 
balón  de  vidrio  con  ácido  tartárico  cristalizado  , de  medio  gramo  á dos; 
se  calienta  el  balón  al  baño  de  maría  á una  temperatura  de  70  á 75  gra- 
dos , hasta  consistencia  de  jarabe. 

Se  saca  el  residuo  ya  frío  y se  echa  en  un  filtro  de  pliegues , papel 
Üerzelius,  recogiéndole  en  una  copa.  Se  lava  el  filtro  con  alcohol  con- 
centrado, y se  evapora  el  líquido  resultante  á una  corriente  de  aire  y 
temperatura  que  no  pase  de  35  grados  ó al  vacío.  Se  vuelve  á tomar  con 
el  alcohol,  y filtra  y evapora  de  nuevo  dos  ó tres  veces. 

3. "  operación.  — Evaporado  al  fin  hasta  casi  sequedad,  se  disuelve  en 
poca  agua  que  se  ecua  en  un  vaso  de  boca  ancha,  añadiendo  poco  á poco 
hasta  que  no  haya  efervescencia  bicarbonato  sódico  ó potásico  en  polvo. 

4. *  operación.  — Se  echan  dos  ó tres  volúmenes  de  éter  en  dicho  vaso 
y se  agita  varias  veces,  luego  se  deja  reposar.  Se  decanta  un  poco  de  éter 
en  una  cápsula  y se  evapora  á una  corriente  de  aire. 

El  alcaloideo,  si  es  líquido  y oleaginoso,  se  depone  en  la  cápsula  á 
modo  de  anillos  que  van  ganando  el  íondo. 

Si  es  sólido,  se  depone  á modo  de  un  polvo  blanco  ó líquido  lechoso, 
ó bien  no  se  depone  nada. 

En  el  primer  caso  se  añade  al  producto  que  resta  en  el  frasco  uno  ó 
dos  centímetros  cúbicos  de  una  disolución  concentrada  de  potasa  cáus- 
tica y se  agita.  Cuando  está  en  reposo,  se  decanta  el  éter  en  un  irasco- 
probeta,  y se  apura  el  residuo  con  este  vehículo. 

A los  licores  reunidos  se  añade  uno  ó dos  centímetros  cúbicos  de  agua 
acidulada  por  una  quinta  parte  de  ácido  sulfúrico;  se  agita  y se  deja 


reposar. 

Se  añade  una  disolución  concentrada  de  potasa  ó sosa.  Se  toma  el  todo 
con  éter,  se  agita  varias  veces  y se  decanta  el  éter. 

Decantado  el  éter.,  se  deja  evaporar,  y para  separar  el  amoníaco  que 
se  forma , se  pone  el  resto  en  el  vacío  por  algún  tiempo,  encima  de  una 
cápsula  que  contiene  ácido  sulfúrico. 

El  alcaloideo  se  presenta  en  el  fondo  de  la  cápsula  y se  ensaya  con  sus 
reacijvos. 

segundo  caso,  es  decir,  cuando  es  fijo  y no  se  presenta  en  la; 

psuia  decantado  el  éter,  se  añade  al  residuo  del  frasco  una  disolución 


— «05  - 

concentrada  dé  potasa,  cofnd  en  el  caso  anterior,  y sé  décaWtft  el  éter, 
dejándole  evaporar  como  se  ha  dicho.  Sé  añade  al  residuo  qüé  deja  al- 
gunas gotas  dé  a¿iiá  áctdúrácfá  éh  ácido  átílfúrico , paá9hdó'laá  pttt  toda 
la  cápsula  • sé  dééáritá  lo'  4 líe  sé1  disuelve , áé  filtra , sé  lava1  eí  filtro  cOh 
agua  acidulada,  y ké  Hacé  evápofar  teniendo  encima  úna  cápáüla  Con 
ácido  sulfúrico,  debajo  dé  uná  campana’. 

Se  añade  al  residuo  úna  solución  concentrada  de  potasa  púra,  sé  toma 
el  todo  con  alcohol  absoluto,  se  decanta  y evapora,  y el  alcaloideo  fijó 
se  presenta  y se  somete  á los  reáclivos. 

Como  hay  alcaloideos  qúe  no  son  solubles  én  el  éter  sulfúrico,  es  pre- 
ferible emplear  eí  acético,  qué  los  disuelve  todos. 

La  diálisis , ó proceder  de  Graham , es  tan  eficaz  y mas  sencillo  qué  el 
método  de  Stass.  Consiste  én  hacer  pasar  al  través  de  ún  pergamino  ar- 
tificial (papel  tratado  con  ácido  sulfúrico)  las  sustancias  venenosas  cris- 
talizables  llamadas  cristaloides ; las  que  no  pasan  ó tardaú  en  pasar  son 
coloides.  El  aparato  se  compone  de  uú  ihanguito  ó tubo  de  guita-percha 
abierto  por  sus  extremos ; á uno  de  ellos  se  ata  el  pergamino  y se  coloca 
el  manguito  en  un  plato  que  contiene  agua  destilada.  El  papel  se  llama 
dializador ; el  vaso  que  contiene  el  agua,  recipiente.  _ 

Dentro  del  manguito  se  ponen  las  máterias  desleídas  én  agua  destilada 
ó avivada  con  algún  ácido.  Al  cabo  de  áígunas  horas  el  venéno  ó sustan- 
cia cristaloídea  ha  pasado  al  agua  del  recipiente.  Si  siguiera  por  mas 
tiempo,  pasarian  también  las  coloideas. 

Se  quita  el  manguito,  se  evapora  el  agua  y queda  el  alcaloideo  ó el 
veneno,  y se  ensaya  con  los^reactivos. 

Preparando  antes  las  materias  de  modo  que  el  veneno  se  desprenda 
de  su  mezcla  ó combinación  con  las  sustancias  orgánicas,  será  mas' eficaz 
la  separación. 

El  ácido  nítrico  ó chorhídrico  hirviendo  con  las  materias  por  algún 
tiempo  es  muy  conducente  para  prepararlas,  en  ios  casos  en  que  el  ve- 
neno haya  contraído  combinaciones.  Se  filtrán,  y lo  filtrado  se  introduce 
en  el  dializador. 

Este  proceder  es  igualmente  útil  para  aislar  sustancias  inorgánicas  y 
orgánicas ; pero  mas  para  estas , porque  no  contraen  combinaciones  con 
los  principios  protéicos  do  los  tejidos  y la  sangre  , como  los  venenos  me- 
tálicos en  general  (art.  VII,  § IV). 

Respecto  de  la  aplicación  de  los  reactivos  á los  alcaloideos  aislados  por 
el  método  de  Stass,  ó el  de  Graham  ó cualquier  otro,  los  autores  moder- 
nos han  ensayado  algunos  nuevos  considerados  como  mas  eficaces  y ca- 
racterísticos para  determinar  los  alcaloideos. 

Sonnenschein  ha  proclamado  el  ácido  fosfo-molíbdico , y Gossa  y Car- 
pené,  como  los  alemanes,  el  yoduro  doble  de  mercurio  y de  potasio.  Otros 
han  ideado  otros.  Mas  ninguno  los  ha  generalizado,  limitándose  á deter- 
minado número  de  alcaloideos. 

Sería  un  bien  que  se  distribuyesen  por  grupos,  divisiones  y especies, 
y se  fijasen  reactivos  seguros  de  cada  grupo,  división  y especie,  como  se 
na  venido  haciendo  hasta  aquí  en  análisis  química. 

Los  nuevos  caracteres  químicos  pueden  agregarse  á los  antiguos,  y de 
su  conjunto  sacar  deducciones  mas  seguras,  en  especial  asociándoles  da- 
tos químicos  á los  síntomas  y autópsia  (art.  VII,  § V). 

La  análisis  cuantitativa  rara  vez  , por  no  decir  nunca  , tiene  aplicación 
en  los  casos  prácticos  de  envenenamiento. 


- 806  - 

El  verdadero  objeto  de  las  análisis  químicas  en  esos  casos  es  investi- 
gar las  cualidades  , no  la  cantidad  del  veneno. 

* Siquiera  sea  oportuno  y conveniente  alguna  vez  determinar  la  cantidad 
del  veneno  que  se  encuentra  en  las  materias  sospechosas,  basta  pesarla, 
si  es  simple  ó elemental,  y por  la  ley  de  los  equivalentes  indicar  la  can- 
tidad que  ha  de  haber  del  veneno  en  un  compuesto. 

Para  distinguir  el  que  se  obtiene  del  que  naturalmente  exista  en  el 
cuerpo  ó se  haya  dado  á dósis  medicinal , basta  el  peso  del  compuesto 
obtenido ; su  desproporción  resolverá  el  caso. 

A su  tiempo  verémos  que  la  cantidad  obtenida  no  puede  servir  de  base 
para  deducir  la  que  ha  tomado  el  sugeto  , ni  si  fue  tóxica. 

Sin  embargo,  para  completar  este  Compendio,  dirémos  cómo  se  dosan 
las  sustancias  y se  deduce  la  cantidad  en  que  está  un  compuesto  en  las 
materias. 

Los  gaseosos  se  miden  por  volúmenes,  con  las  probetas  ó tubos  afora- 
dos ; ytanto  los  gases  como  los  líquidos , es  mejor  combinarlos  con  algún 
reactivo  que  los  haga  precipitar  y permita  pesarlos. 

Cada  veneno  tiene  su  reactivo  preferible  para  hacerle  precipitar  y pe- 
sar luego  el  precipitado. 

La  determinación  de  la  cantidad  se  hace  de  dos  maneras , y siempre 
por  la  regla  de  tres  ó de  proporción. 

Según  el  primer  modo,  se  busca  la  proporción  entre  la  cantidad  de 
materias  que  se  analizan  y lo  que  den  del  compuesto  en  que  está  el  ve- 
neno, y lo  que  darian  100  partes.  Se  ponen,  por  lo  tanto,  tres  términos 
conocidos  y uno  desconocido. 

Supongamos  que  8 onzas  de  materias  han  dado  6 granos  de  sulfuro  de 
arsénico;  ¿cuánto  darian  100  onzas? 

Para  resolver  este  problema  se  empieza  por  ver  el  número  proporcio- 
nal ó equivalente  del  arsénico , que  es  75  , v el  del  azufre , que  es  16  ; to- 
tal, 91. 

En  seguida  se  ponen  como  términos  : l.°  las  8 onzas;  2.°  los  6 granos 
de  sulfuro;  3.°  100 , y x ; y se  dice  : 

8 es  á 6 como  100  es  á x. 

Se  multiplica  el  segundo  término  por  el  tercero,  6 por  100,  que  da 
600,  y se  divide  este  producto  por  el  primer  término,  ó sea  8 , que  dan 
por  cociente  75.  Esta  es  la  cantidad  de  sulfuro  de  arsénico  que  liabria 
en  100  onzas. 

Hallada  esta  proporción  se  pasa  á otra. 

Si  91  de  sulfuro  de  arsénico  contienen  75  de  este  metaloídeo,  ¿cuánto 
arsénico  contendrán  75  granos  de  sulfuro? 

Se  ponen  los  términos  siguientes : l.°,  91;  2.°,  75;  3.°,  75,  y x;  y 
se  dice  : 

91  : á 75  : : 75  : x. 

Se  hace  la  misma  operación,  multiplicando  75  por  75  y dividiendo  el 
producto  por  91,  y el  cociente  es  61,8  ; en  100  onzas  de  materia  habría 
61  g ranos  de  arsénico  y 8 décimos. 

Estas  proporciones,  en  Toxicología,  no  conducen  á nada,  ó al  error. 

Según  el  otro  modo , es  más  sencillo , y va  mas  al  objeto  : ¿Cuánto  ar- 
sénico hay  en  6 granos  de  sulfuro? 

ponen  como  términos  ; l.°  el  total  de  equivalentes  del  sulfuro,  91; 


- 807  - 

2.°  el  equivalente  del  arsénico,  75;  3.°  la  unidad  del  peso  hallado,  1 
grano,  y x;  y se  dice;  f 

91  : 75  : : 1 . a. 

75  + 1 A ' 
x—— gj — =0,824  arsénico. 

Cada  grano  contiene  824  milésimas  de  arsénico;  multiplicado  por  6,  da 
4 granos  y 945  milésimas  : esto  es  lo  que  contienen  6 granos  de  sulfuro. 

Si , en  lugar  de  ser  un  binario , fuese  una  oxisal , un  fosfato  de  barita! 
por  ejemplo , y se  buscase  el  fósforo , se  haría  lo  mismo. 

Del  primer  modo  habría  que  buscar  tres  proporciones , después  de  haber 
sumado  los  equivalentes  del  fosfato.  La  primera,  para  hallar  ia  cantidad 
de  fosfato  que  habría  en  100  onzas;  la  segunda,  para  hallar  la  del  ácido 
fosfórico , y la  tercera , para  hallar  el  fósforo , por  ejemplo. 

Primera  proporción.  8:6;:  100  : x. 

tí  x too 

x=  — - — = 75  fosfato  de  barita. 

O 

Segunda  proporción  í1).  148  : 72  ; ; 75  : x. 

72  X 75 

x~ — tjs — = 36,486  ácido  fosfórico. 

14o 

Tercera  proporción.  148  ; 32  ; ; 75  : x. 

72  v 75 

* = —¿+-  = 16,226  fósforo. 

148 

Es  decir,  que  en  100  onzas  de  materia  habría  75  de  fosfato  de  barita, 
36  granos  y 486  milésimas  de  ácido  fosfórico,  y 16  granos  226  milésimas 
de  fósforo.  * 

Del  otro  modo  será  también  mas  sencillo  y mas  conducente  al  objeto. 

148  : 32  ::  1 : ®. 

32  X 1 

x — — fíp  = 0,2162  fósforo. 

148 

En  1 grano  de  fosfato  hay  2162  diezrailésimas  de  grano  de  fósforo; 
multiplicado  por  6,  hay  , en  los  6 granos  de  fosfato , 1 grano  y 297 2 diez- 
milésimas  de  grano  de  fósforo  (art.  Vil'#,  § VI). 

El  microscopio  es  un  auxiliar  poderoso  de  las  análisis  químicas;  puesto 
que  contribuye  en  no  pocas  ocasiones,  no  solo  á hacer  apreciar  ciertos 
caractéres  físicos  de  los  venenos , sino  los  mismos  químicos. 

No  hay  una  toxicología  microscópica;  pero  el  microscopio  es  un  medio 
de  estudiar  los  caractéres  físicos,  químicos  y orgánicos  de  los  venenos  en 
no  pocas  ocasiones. 

Con  él  pueden  apreciarse  las  formas  cristalinas  ó amorfas  de  ciertos  ve- 
nenos y precipitados. 

A.  veces  hay  poquísima  cantidad  de  materia,  ya  en  los  restos  de  la  que 
se  ha  empleado  para  envenenar,  ya  de  la  que  se  aisla  por  el  método  de 
Stass  ó la  diálisis ; las  operaciones  químicas  no  pueden  practicarse  con 

(')  Los  equivalentes  del  fosfato  de  barita  son  148,  resultantes : de  32  de  fosforo,  >Ü  de 
cinco  equivalentes  de  oxigeno,  68  de  bario  y 8 de  oxígeno. 


- 808  - 

, a cantidad;  pues  el  microscopio  puede  facilitar  la  apreciación 
¡Tesas cantidades  pequeñísimas , tanto  en  lo  físico  , como  en  lo  químico. 

En  otros  casos  la  química  es  impotente;  porque  no  se  ha  descubierto 
e¡  principio  activo  de  ciertos  vegetales  venenosos , ó no  se  puede  aislar 
de  las  materias  procedentes  del  sugeto  envenenado. 

Mas,  resistiéndose  ciertos  tejidos  y órganos  de  esos  vegetales  á la  coc- 
ción y digestión , se  pueden  encontrar  vestigios,  esporos,  celdillas,  etc., 
entre  los  alimentos  vomitados,  los  excrementos,  ó en  el  estómago  é intes- 
tinos, y revelarse  por  medio  del  microscopio. 

No  es  necesario  aumentar  mucho  los  diámetros  para  poder  apreciar 
ordinariamente  los  objetos. 

No  hay  necesidad  de  aumentar  la  temperatura. 

Puede  operarse  por  la  vía  húmeda  y seca. 

Primero  se  aprecian  las  propiedades  físicas,  la  forma ; luego  la  solubi  - 
lidad en  el  agua,  alcohol,  éter,  etc.;  por  fin  las  reacciones. 

Helwig  ha  metodizado  este  estudio , y es  probable  que  en  lo  sucesivo 
se  perfeccione. 

Cuando  se  examinan  materias  estcrcoráceas , vomiladas  ó contenidas 
en  el  estómago  é intestinos , en  busca  de  restos  de  órganos  vegetales, 
procedentes  de  plantas  venenosas , se  toma  una  pequeña  porción  , des- 
liéndola en  agua  ú otro  vehículo  mas  apropiado,  y se  coloca  en  el  porta- 
objetos, para  examinarla  de  un  modo  análogo  á las  manchas  de  sangre, 
esperma  , materia  cerebral , etc. 

El  conocimiento  que  tenga  el  observador  de  la  estructura  de  esos  teji- 
dos y su  comparación  con  las  láminas  que  los  representan,  podrán  acla- 
rar ía  cuestión  en  casos,  en  los  que  los  demás  medios  no  hayan  podido 
probar  la  existencia  del  veneno  (art.  VIII). 

En  el  estado  actual  de  la  ciencia , la  toxicología  práctica  no  puede  to- 
davía reportar  ninguna  utilidad  de  la  espectrometría.  Para  la  investiga- 
ción de  las  sustancias  orgánicas,  es  de  todo  punto  inútil  (art.  IX). 

Para  los  casos  de  envenenamiento  por  sustancias  orgánicas , por  alca- 
loideos , que  la  química  no  alcanza  á revelar  por  medio  de  sus  opera- 
ciones; algunos  han  creído  que  podria  suplir  lo  que  se  llama  la  experi- 
mentación fisiológica ; es  decir,  dar  ó ingerir  en  los  animales  parte  de  las 
materias  procedentes  del  sugeto  envenenado. 

Estos  experimentos,  que  son  la  rehabilitación  de  una  práctica  antigua 
y desacreditada  , rechazada  por  todos  , desde  que  se  aplicó  á la  toxicolo- 
gía la  análisis  química  , se  hacen  con  perros  , conejos  y ranas. 

Ya  se  deslien  las  materias  en  agua  y se  dan  á dichos  animales , ya  se 
les  depone  cierta  cantidad  debajo  de  la  piel. 

Las  ranas  son  abandonadas  á veces  en  agua , donde  se  deslien  esas 
materias. 

Lo  mas  común,  y según  los  partidarios  de  este  proceder,  es  tomar  esas 
materias  y calentarlas  suavemente  hasta  la  consistencia  de  extracto,  en 
un  balón  con  95  grados,  ai  baño  maría ; filtrar,  volver  á tomar  con  al- 
cohol, y luego  deponer  debajo  de  la  piel  de  los  animales,  cierta  canti- 
dad de  esos  extractos  alcohólicos. 

Si  el  animal  presenta  síntomas  iguales  á los  que  presentó  el  sugeto  en- 
venenado ó se  muere,  deducen  que  las  materias  tomadas  con  alcohol  con- 
tienen veneno. 

Otros  no  emplean  la  experimentación  fisiológica  con  el  objeto  de  bus- 

r comparación  entre  lo  presentado  por  los  animales  á quienes  se  aplica 


— 809  - 

el  extracto  alcohólico,  y las  personas  envenenadas,  sino  los-sjjatonias  que 
cada  sustaupia  es  capaz;  de  provocar ; de  esa  suerte  es  la  rana , que  se 
toma  como  animal  reactivo,  tengan  ó no  semejanza  esos  efectos  con  los 
que  presenta  la  persona  intoxicada. 

Esta  práctica  no  tiene  todavía  la  sanción  de  la  experiencia  , y está  ex- 
puesta á terribles  errores,  como  lo  veremos,  al  hablar  de  la  Filosofía  de  la 
intoxicación  (art.  X). 


CAPITULO  VI. 

FILOSOFÍA  DE  LA  INTOXICACION. 

Entiendo  por  filosofía  de  la  intoxicación  aquella  parte  de  la  Toxicología 
general , que  trata  de  averiguar  á punto  fijo  cuál  es  el  valor  lógico  de 
los  datos , en  que  se  funda  la  afirmación  ó negación  de  un  envenena- 
miento; qué  relación  existe  entre  unos  y otros,  y cuál  es  la  verdadera 
causa  de  esos  datos. 

Esta  sola  definición  , bien  meditada , da  á conocer  que  hemos  llegado 
á una*  de  las  partes  mas  interesantes , por  no  decir  la  que  lo  es  más  para 
el  médico  forense.  De  poco  servirían,  en  efecto,  las  demás  partes  de  la 
toxicología  ; de  poco  serviría  estar  amaestrado  en  cada  una  de  ellas  á 
igual  nivel , si  al  perito  le  faltase  lo  que  va  á ocuparnos.  Le  faltarla  el 
lazo  común  que  las  hace  converger  hácia  su  objeto;  el  estudio  de  las  re- 
laciones íntimas , que  ha  de  tener  presentes  el  perito  en  el  momento 
grave  de  juzgar,  si  la  enfermedad,  que  hace  sucumbir  á un  sugeto  en  bre- 
ves horas,  ó le  compromete  gravemente  la  salud  , es  una  enfermedad  co- 
mún , ó el  resultado  funesto  de  un  envenenamiento. 

En  el  decurso  de  este  Compendio  ya  hemos  procurado  dar  á cada  he- 
cho estudiado  en  cada  una  de  las  partes , en  que  le  hemos  dividido , la 
verdadera  acepción  de  esos  hechos,  su  significación  genuina;  hemos 
apurado  las  cuestiones,  pareciendo  tal  vez  á algunos  minuciosos,  y acaso 
algo  extraviados  de  nuestro  objeto ; hemos  hecho  todo  lo  posible  para 
establecer  premisas  , sólidas  y experimentales,  con  el  fin  de  fundar  mas 
tarde  en  ellas  juicios  seguros , y hemos  , en  fin  , aquilatado  las  doctri- 
nas emanadas  de  los  hechos  positivos,  con  la  esperanza  y el  designio  de 
encontrar  en  ellas  un  criterio  tan  claro,  como  firme,  para  poder  distinguir 
cuándo  hay  intoxicación  ó envenenamiento,  cuándo  una  enfermedad  co- 
mún, que  produciendo  alarma  y avivando  las  sospechas  por  sus  aparien- 
cias engañosas  , pone  en  juego  á la  justicia  y la  ciencia  con  el  mismo  in- 
terés que  los  efectos  del  crimen. 

La  filosofía  de  la  intoxicación  es  la  que  concentra  todos  los  conoci- 
mientos de  la  Toxicología  general , y los  vuelve  aplicables  á la  práctica; 
la  que  relaciona  la  toxicología  con  la*  medicina  legal ; la  que  hace  del  to- 
xicólogo  un  perito  idóneo,  para  auxiliar  á los  jueces  y tribunales  en  esos 
terribles  dramas  , en  que  la  muerte  se  ha  perpetrado  en  las  sombras  del 
misterio,  y en  los  que  el  crimen  tan  solo  deja  huellas,  cuyo  descubrimiento 
exige  el  concurso  de  diferentes  órdenes  de  datos,  cada  uno  de  los  cuales, 
para  arrojar  toda  su  luz,  por  resplandeciente  que  sea,  necesita  verse  re- 
flejado en  la  misma  dirección  por  los  demás. 

En  las  partes  anteriores  de  la  Toxicología  general , hemos  estudiado 
esos  diferentes  órdenes  de  datos  en  sí , sin  relación  con  los  de  otra  natu- 
raleza ; en  la  fisiología  de  la  intoxicación,  los  cuerpos  que  son  venenosos. 


- 810  - 

su  cantidad  tóxica,  su  estado,  sus  vías  de  introducción  en  la  economía, 
su  absorción  y modo  de  efectuarse,  su  acción  y modo  de  desplegarla,  las 
codificaciones  que  puede  sufrir,  y los  medios  de  averiguar  todos  los  he- 
chos ó esos  puntos  relativos.  En  la  patología  hemos  aprendido  los  cuadros 
sintomáticos  que  desplegan  los  venenos,  según  la  clase  y subclase  á que 
pertenecen,  la  gravedad  de  su  lesión,  y las  alteraciones  que  algunos 
dejan  en  los  sólidos  y líquidos  de  la  víctima.  En  la  terapéutica  hemos 
investigado  los  casos , en  que  puede  haber  intoxicación , sin  crimen , y 
cómo  podemos  conjurar  el  daño  en  no  pocas  ocasiones ; en  la.  necrosco- 
pia hemos  expuesto  cómo  nos  hemos  de  procurar  los  datos  relativos  á la 
anatomía  patológica  , característica  de  esas  enfermedades,  por  lo  común 
mortales,  y las  sustancias  destinadas  á las  análisis;  en  la  química  de  la 
intoxicación  hemos  hablado  de  las  diferentes  operaciones  que  hay  que 
practicar  para  descubrir  el  veneno  en  sustancia  , ó sus  caracteres  en  las 
materias  procedentes  del  sugeío  intoxicado,  y con  todo  eso  hemos  adqui- 
rido el  caudal  de  hechos  necesarios  para  distinguir  una  intoxicación  de 
una  enfermedad  común. 

Mas  estos  hechos  no  están  enlazados  todavía ; no  están  puestos  unos 
en  frente  de  otros  , para  colocarlos  en  una  misma  dirección , no  están 
reunidos  en  forma  de  criterio,  para  juzgar  un  caso  práctico  de  medicina 
legal,  que  verse  sobre  lesiones  causadas  por  venenos. 

Este  es  el  objeto  de  la  filosofía  de  la  intoxicación.  Reunir  esos  hechos, 
ver  cuántos  órdenes  de  datos  nos  suministran  para  juzgar,  para  formar 
un  criterio  en  los  casos  prácticos  de  envenenamiento,  es  la  tarea  que  va- 
mos á emprender  en  esta  última  parte  de  la  Toxicología  general. 

Por  poco  que  se  reflexione  sobre  esta  materia , se  verá  que  para  poder 
afirmar  una  intoxicación  ó envenenamiento  se  necesitan  tres  órdenes  de 
datos , á saber : 

1. °  Los  síntomas  que  ha  presentado  el  sugeto  intoxicado  ; signos  clí- 
nicos ó biológicos. 

2. °  Los  resultados  de  la  autópsia  de  un  cadáver,  si  ha  muerto;  signos 
autópsicos  ó tannatológicos. 

3. °  Los  resultados  de  las  análisis  químicas  de  las  sustancias  proce-- 
dentes  de  ese  sugeto,  ó signos  químicos. 

Esos  tres  órdenes  de  datos  son  los  que  brotan  desde  luego  como  nece- 
sarios para  que  el  perito,  llamado  á juzgar  un  caso  práctico,  afirme  la 
existencia  de  un  envenenamiento  : de  loque  de  todos  ellos  resulte  . fun- 
dido en  el  crisol  de  una  sana  lógica  , se  deben  deducir  las  conclusiones 
en  pro  ó en  contra  de  la  realidad  de  ese  hecho. 

A primera  vista , á nadie  le  ocurrirá  duda  alguna  acerca  de  lo  sábia  y 
discreta  que  es  esa  regla  general , de  lo  fundado  que  está  ese  criterio. 
Con  él  tiene  el  médico-legista  todos  los  datos  ó elementos  necesarios  para 
la  cabal  formación  de  un  juicio  pericial  y de  la  mayor  ó menor  abundan- 
cia de  los  datos  de  cada  órden,  y de  su  mayor  ó menor  armonía  ó correla- 
ción dependerá  la  mayor  ó menor  seguridad  con  que  afirme  ó niegue 
la  realidad  del  caso. 

Sin  embargo,  tenemos  gran  necesidad  de  estudiar  detenidamente  ese 
criterio  , esa  regla  , por  dos  razones  á cual  mas  importantes. 

En  primer  lugar,  según  como  fuese  interpretada  esa  regla , según 
como  se  aplicara  por  los  peritos , en  la  práctica  , podría  conducirlos  muy 
fácilmente  á ciertos  extremos  viciosos,  susceptibles  de  producir  tanto 
daño,  de  oscurecer  tanto  la  verdad  de  los  hechos,  de  comprometer,  en 


- 811  - 

fin  . tan  gravemente  los  intereses  de  la  justicia  . corno  el  mismo  olvido, 
omisión  ó trasgresion  de  cualquiera  de  los  tres  órdenes  de  datos , en  que 
se  funda  ese  criterio. 

Es  absolutamente  preciso  , si  queremos  sacar  partido  ventajoso  de  las 
demás  partes  que  ya  llevamos  estudiadas , acrisolar  el  valor  de  esos  tres 
órdenes  de  datos , estableciendo  cómo  y de  qué  manera  deben  contri- 
buir á las  conclusiones  periciales  los  síntomas  de  una  intoxicación,  las 
alteraciones  encontradas  en  el  cadáver  del  que  se  presume  estar  envene- 
nado, y los  resultados  que  dap  las  análisis  químicas  practicadas  en  las 
materias  procedentes  de  ese  sugeto.  Es  menester  que  averigüemos  si  en 
todos  los  casos  será  absolutamente  indispensable  exigir  el  conocimiento 
y realidad  de  lodos  esos  órdenes  de  datos  para  afirmar  ó negar  un  enve- 
nenamiento, ó si  pueden  darse  varios  casos  de  verdadera  intoxicación, 
sin  que  sea  necesario  , para  concluir  con  fundamento,  la  presencia  , ya 
de  uno , ya  de  otro  de  esos  datos. 

Hoy  tal  facultativo  que  , poseído  de  esa  regla  general,  cuyos  elemen- 
tos complexos  no  se  ha  detenido  en  analizar,  y cuyas  aplicaciones  prác- 
ticas tan  diversas  no  le  han  ocupado  nunca,  no  se  declarará  por  un  en- 
venenamiento, aunque  haya  de  él  evidencia,  solo  porque  le  falta  un  or- 
den de  datos,  ó solo  porque  alguno  de  los  órdenes  no  está  completo.  Para 
que  ese  perito  afirme  la  intoxicación,  será  preciso  que  el  intoxicado 
muera , puesto  que  si  vive , si  se  salva  , no  se  le  podrá  hacer  la  autópsia, 
y faltarán  los  datos  de  esta;  y bien  se  deja  concebir  que  semejante  modo 
de  razonar  puede  ser  vicioso  ; tan  vicioso  como  el  de  aquel  qne  conclu- 
yese siempre  en  pro  , ó en  contra  de  la  realidad  de  un  envenenamiento, 
en  virtud  de  unos  cuantos  datos  de  cada  órden  poco  relacionados  entre 
sí , ó de  los  de  un  órden  solamente. 

Una  regla  tan  general,  teniendo  que  ser  aplicada  á diversos  casos,  es 
forzosamente  susceptible  de  excepciones  , mejor  diré,  de  modificaciones 
en  su  uso  y aplicación.  La  variedad  de  circunstancias  de  cada  caso  no 
le  deja  ser  absoluta  ; la  vuelve  forzosamente  condicional,  y por  lo  tanto 
cumple  al  perito  filósofo  estudiar  bajo  todos  sus  aspectos  esa  regla,  ana- 
lizarla, relacionarla  con  todas  las  condiciones  posibles  en  la  práctica, 
para  su  cabal  aplicación , según  les  casos. 

En  segundo  lugar,  tenemos  que  estudiar  detenidamente  esta  regla  para 
saber  si  el  perito,  cuando  sea  llamado  á emitir  ese  juicio  científico  en 
los  casos  de  esa  naturaleza  , tiene  bastante  con  esos  tres  órdenes  de  da- 
tos de  que  se  compone  su  criterio,  ó si  hay  que  agregarle  algún  otro  de- 
bido á la  experiencia  y á los  progresos  de  la  ciencia ; si  se  han  presen- 
tado nuevos  hechos  que  hayan  demostrado  lo  incompleto  de  la  regla  an- 
tigua y la  necesidad  de  ampliarla,  de  vigorizarla  con  algún  otro  ele- 
mento de  convicción , ya  que  no  en  todos  los  casos,  en  alguno  de  parti- 
culares circunstancias. 

Sabido  es  que , de  poco  tiempo  á esta  parte , algunos  médico-legistas, 
en  Francia  yen  Inglaterra,  han  pretendido  que  en  ciertas  ocasiones  es 
necesario  añadir  á los  síntomas,  autópsia  y análisis  químicas,  lo  que 
ellos  llaman  la  experimentación  fisiológica;  esto  es,  el  ensayo  de  las  mate- 
rias procedentes  del  sugeto  envenenado  inyectadas  en  los  animales,  ya 
como  comprobación  de  lo  que  aquellos  datos  arrojan  , ya  como  medio  su- 
pletorio de  lo  que  aquellos  no  alcanzan  á demostrar. 

Hay,  por  lo  tanto , necesidad  de  que  nos  ocupemos  en  examinar  ese 
elemento  nuevo  de  convicción ; hay  que  ver  si  es  una  nueva  práctica , ó 


— 812  — 

una  práctica  añeja  desacreditada,  rechazada  por  la  ciencia,  no  solo 
como  indigna  de  esta , sino  como  ocasionada  á errores  tan  crasos  como 
funestos ; es  indispensable  que  analicemos  primero  si  hay  necesidad  de 
ese  elemento,  ya  que  no  en  todos  los  casos,  en  alguno  , y luego  su  valor 
lógico,  su  significación  genuina  y hasta  qué  punto  hemos  de  poder  fun- 
dar en  ese  nuevo  elemento  la  convicción  que  no  nos  dan  los  demás, 
tiempo  hace  considerados  como  suficientes  para  afirmar  ó negar  un 
envenenamiento. 

Nunca  mas  necesaria  esta  tarea  crítica  que  ahora,  que  acaba  de  nacer 
esa  nueva  práctica;  que  acaba  de  ingertarse  en  el  árbol  de  la  ciencia  ese 
escudete  del  empirismo  vulgar,  tenido  hasta  aquí  como  una  criptógama, 
como  un  parásito  pegado  al  tronco  de  ese  árbol,  y tan  acertadamente 
arrancado  de  él  por  la  inteligente  mano  de  Orfila,  y que  se  ha  colocado 
como  propagador  de  esa  práctica  y al  frente  de  ella , el  actual  catedrá- 
tico de  Medicina  legal  de  la  escuela  de  Paris,  y generalmente  reputado 
como  uno  de  los  médico-legistas  mas  distinguidos  de  la  Francia. 

Las  altas  posiciones  de  la  ciencia  siempre  tienen  atmósfera  , y en  ella 
viven  una  multitud  de  partidarios,  y si  por  desgracia  se  exhala  de  esas 
posiciones  el  error,  no  tarda  en  convertirse  en  epidemia. 

Yoy,  pues,  en  esta  última  parte  de  la  Toxicología  á examinar  dete- 
nidamente : 

1. °  El  valor  lógico  de  los  signos  clínicos , biológicos,  ó los  síntomas 
presentados  por  un  sugeto,  que  se  sospecha  estar,  ó está  realmente  enve- 
nenado. 

2. °  El  valor  lógico  de  los  signos  autópsicos,  tannatológicos,  ó de  los  re- 
sultados que  dé  la  inspección  cadavérica  de  los  restos  mortales  de  ese 
sugeto. 

3. °  El  valor  lógico  de  los  signos  químicos,  ó de  los  resultados  de  las 
análisis  químicas  de  sus  sólidos  y líquidos  y demás  sustancias  proce- 
dentes de  la  persona,  que  se  cree  haber  muerto  envenenada. 

i.®  El  valor  lógico  del  conjunto  de  esos  datos,  ya  en  los  envenena- 
mientos individuales  , ya  en  los  colectivos,  y el  de  la  prueba  moral. 

5.°  Por  último,  el  valor  lógico  de  la  experimentación  fisiológica. 

En  cada  uno  de  esos  exámenes,  considerando  cada  elemento  de  con- 
vicción en  sí , y en  relación  con  los  demás , se  irán  presentando  cues- 
tiones importantísimas , las  que  iremos  resolviendo  á proporción  que  la 
principal  las  suscitare. 

ARTÍCULO  PRIMERO. 

DEL  VALOR  DE  LOS  SÍNTOMAS  EN  LOS  CASOS  DE  INTOXICACION. 

Para  poder  justipreciar  el  valor  de  los  síntomas,  en  los  casos  de  intoxi- 
cación , nada  me  parece  tan  á propósito  como  tratar  esta  materia  bajo  di- 
ferentes puntos  de  vista. 

Primeramente,  por  ejemplo  , hay  que  ver  si  el  cuadro  de  síntomas, 
que  los  autores  nos  presentan  en  sus  obras,  es  el  que  realmente  se  ofrece 
en  los  casos  prácticos  de  esta  ó aquella  intoxicación. 

En  seguida  hay  que  echar  una  ojeada  á las  enfermedades  de  síntomas 
parecidos  á los  que  desarrollan  los  venenos , las  que  por  lo  mismo  pue- 
den confundirse  con  las  alteraciones  propias  de  estos. 

Hecho  esto , deberemos  Ajar  el  verdadero  valor  de  los  síntomas;  lo 


- 813  - 

q«e  ellas  significan  aislado»,  lo  que  en  relación  con  la  autopsia  y las 
análisis  química». 

Por  último,  será  preciso  determinar  si  hay  casos , en  los  que,  no  te-» 
niendp  ninguna  noticia  de  los  síntomas,  pueden  fijarse  los  que  ha  debido 
haber,  ó se  puede  prescindir  de  ellos,  sin  que  por  esto  sean  menos  ló- 
gicas las  conclusiones. 

fi  I._ Cómo  deben  apreciarse  los  cuadros  sintomáticos  de  la  intoxicación  general  ó 

3 ' especial , descritos  por  los  autores. 

Cuando  hemos  tratado  de  la  sintomatología  de  la  intoxicación , y he- 
mos descrito  su  cuadro  general  y los  cuadros  especiales  de  las  diversas 
intoxicaciones,  conocidas , hemos  advertido  que  no  deberían  mirarse 
como  la  expresión  de  lo  que  cada  sugeto  envenenado  presenta,  sino 
como  colección  de  los  síntomas  recogidos  por  la  experiencia  de  entre 
todos  los  que  han  sido  víctimas  de  un  veneno. 

Y,  en  efecto,  esto  es  así.  Si  el  médico-legista,  para  formar  su  juicio  en 
punto  á síntomas  en  un  caso  particular  de  su  práctica  , estuviese  inves- 
tigando si  se  han  presentado  en  el  enfermo  ó envenenado  lodos  los  sínto- 
mas, que  los  autores  de  toxicología  han  consignado  en  sus  descripciones 
sintomatológicas,  de  seguro  que  jamás  concluiría  diciendo  que  ha  habido 
envenenamiento.  Puede  asegurarse,  sin  temor  de  errar,  que,  por  lo  to- 
cante al  cuadro  total  de  síntomas,  un  envenenado  no  se  parece  á otro. 
Y no  es  tan  solo  la  práctica , la  experiencia,  la  que  nos  pone  en  conoci- 
miento de  esta  verdad:  la  misma  teoría  nos  conduce  á ella.  Un  envene- 
namiento , una  intoxicación,  es  el  resultado  de  un  agente , cuya  acción 
ha  debido  ejercerse  en  medio  de  una  multitud  de  circunstancias,  mu- 
chas veces  harto  influyentes  para  modificar  esa  acción  ó su  modo  de 
ejercerla.  Siendo  los  síntomas  expresión  de  estas  modificaciones,  se  con- 
cibe cómo  deben  ser  varios,  ó diferentes,  en  distintos  sugetos. 

Orflla  ha  tratado  este  punto  en  su  Toxicología  general,  y después  de 
probar  que  los  síntomas  no  bastan  para  poder  afirmar  que  ha  habido 
envenenamiento,  contra  aquellos  que  los  consideran  como  suficiente 
prueba  ; después  de  combatir  la  opinión  de  otros  que  niegan  á los  sínto- 
mas toda  significación  , que  no  los  tienen  en  cuenta  para  nada,  se  le- 
vanta, por  último,  contra  otra  clase  de  lógicos,  que  andan  buscando  el 
complemento  del  cuadro  sintomático,  para  juzgar  que  una  persona  ha 
sido  envenenada.  «¡No  daré  por  concluido , dice  , este  punto  , sm  repren- 
der severamente  á todos  aquellos,  que,  llamados  por  el  tribunal  para 
apreciar  el  valor  de  los  síntomas  presentados  por  las  víctimas  de  un  en- 
venenamiento, se  apoyan  , para  negar  que  le  ha  habido  , en  que  los  en- 
fermos no  han  ofrecido  lodos  los  síntomas  descritos  por  los  autores,  re- 
lativamente á la  intoxicación  que  es  objeto  del  proceso.  ¿Podrá  creerse 
que  un  caso  de  esta  especie,  en  el  cual  el  mismo  acusado  confesaba  el 
crimen,  uno  de  nuestros  comprofesores  argumentaba  contra  mí,  diciendo 
que  el  enfermo  no  había  piesentado  mas  que  algunos  de  los  síntomas 
del  envenenamiento  por  el  arsénico  consignados  en  mis  obras?  ha  obje- 
ción no  tenia  nada  de  grave,  y por  lo  tanto  no  podía  encontrar  acogida 
en  el  tribunal, 

«Cuando  los  autores  describen  de  un  modo  general,  continúa  diciendo 
el  mismo  autor,  lodos  los  síntomas  que  se  han  observado  hasta  aquí  en 
los  diversos  enfermos  envenenados  con  una  misma  sustancia,  no  preten- 


— 814  — 

, . ningún  modo  que  deba  encontrarse  forzosamente  el  conjunto  de  io- 

tr s esos  síntomas  en  cada  caso:  dando  un  resumen  desús  observaciones, 
aui eren  dar  á conocer  la  totalidad  de  los  accidentes  que  se  han  obser- 
vado; pero  es  evidente  que  jamás  han  pretendido  decir  que  todos  esos  ac- 
cidentes hayan  de  encontrarse  en  todos  los  sugetos;  al  contrario,  se  con- 
cibe que  haya  con  respecto  á esto  infinitas  variedades,  según  la  dósis  del 
veneno,  la  edad,  la  constitución  , el  estado  de  la  salud  de  la  persona  en- 
venenada , la  duración  de  la  enfermedad,  los  medios  empleados  para 
combatirla,  etc.  O).» 

k propósito  hemos  copiado  las  palabras  de  este  autor,  autoridad  res- 
petable en  la  materia,  porque  nosotros  también  en  nuestra  práctica  he- 
mos sufrido  ataques  por  el  estilo,  dados  por  uno  de  nuestros  comprofe- 
sores y por  uno  de  los  abogados  de  cierta  nombradla,  apoyándose  en- 
trambos en  Oí-fila , ó en  sus  cuadros  sintomáticos.  Era  un  caso  de  enve- 
nenamiento por  el  opio  ó alguno  de  sus  preparados,  y uno  de  los  argu- 
mentos que  se  nos  oponían,  era  que  faltaban  ciertos  síntomas  de  la  into- 
xicación narcótica.  Que  el  abogado-deíensor  se  valiese  de  este  argumento 
para  ejercer  su  oficio,  se  concibe;  pero  que  este  argumento  fuese  de  un 
profesor,  uno  lo  ve  con  pena. 

Quede,  pues,  consignado,  que  loo  cuadros  sintomáticos,  tanto  general 
como  especiales  de  los  autores , no  se  refieren  á lo  que  todos  los  sugetos 
envenenados  presentan,  sino  á lo  que  de  entre  todos  se  ha  recogido  hasta 
aquí,  y que  por  lo  tanto,  aun  cuando  en  un  caso  particular  de  intoxica- 
ción no  observemos  todos  los  síntomas  que  los  autores  describen  en  sus 
obras,  podemos  dar  á los  que  recojamos  su  correspondiente  valor ; el  va- 
lor que  luego  veremos  debe  darse  a los  síntomas,  sean  pocos,  sean  mu- 
chos. Por  supuesto  que  cuantos  mas  de  los  síntomas  descritos  por  los  au- 
tores haya,  mayor  fuerza  tendrán;  pero  esto  no  quita  que  tengan  su  sig- 
nificación los  que  hubiese , aunque  sean  pocos , y que  sea  lógica  la  con- 
clusión en  favor  del  envenenamiento,  cuando  este  se  deduce  uniendo  di- 
chos síntomas  á los  demás  órdenes  de  datos. 


II. — De  las  enfermedades  de  síntomas  parecidos  á los  que  desarrollan  los  venenos, 
cuáles  son  y como  se  distinguen. 

Este  punto  es  importantísimo.  Toda  confusión  de  una  enfermedad  na- 
tural de  invasión  brusca  con  un  envenenamiento  puede  dar  lugar  á com- 
promisos y á las  mayores  injusticias.  De  aquí  la  necesidad  de  que  en  esta 
parte,  destinada  á acrisolar  la  verdad  de  los  hechos,  nos  ocupemos  en  ver 
si  hay  realmente  algunas  enfermedades  que  pueden  hacer  equivocar  el 
diagnóstico , en  especificar  cuáles  sean , y en  decir  algo  acerca  de  lo  que 
pueda  diferenciarlas  de  una  intoxicación." 

M.  lardieu,  en  su  Estudio  médico- legal  y clínico  del  envenenamiento,  como 
ya  lo  hemos  indicado  en  la  Introducción  de  este  Compendio,  también  con- 
sidera esta  parte  de  la  Toxicología,  atrasada,  incompleta  ó apenas  tra- 
tada por  los  autores  mas  clásicos. 

Según  dicho  autor,  los  libros  de  patología  y hasta  las  colecciones  de 
observaciones  clínicas  , apenas  si  indican  alguna  vez  los  casos  morbosos 
que  pueden  simular  un  envenenamiento.  Es  incompleto  é insuficiente 
todo  lo  que  en  ellos  puede  hallar  un  médico,  para  que  le  pueda  servir  de 
guia,  en  un  caso  práctico  que  se  haga  judicial.  En  cambio,  añade,  que  en 

(*)  Obra  citada,  t.  U,  pág.  69*. 


- 810  - 

los  tratados  dogmáticos  de  Medicina  legal  y Toxicología,  se  siente  uno 
tentado  á extrañar  que  se  hable  de  ciertas  enfermedades  espontáneas 
como  capaces  de  confundirlas  con  una  intoxicación,  cuando  ni  para  el 
menos  habituado  á ver  males,  no  pueden  ofrecer  la  menor  duda. 

Después  de  considerar  todo  eso  muy  natural , y atribuirlo  á los  dife- 
rentes objetos  de  estudio  de  esos  libros  ó sus  autores,  dice  que  es  nece- 
sario en  cierto  modo  romper  con  los  hábitos  de  observación  clínica,  y no 
admitir  mas  que  dos  clases  de  hechos  capaces  de  confundirse  con  un 
envenenamiento : una  de  los  que  ofrecen  una  lesión  material , manifiesta, 
á la  que  se  pueda  atribuir  la  muerte , y otra  que  comprende  los  casos  de 
muerte,  cuya  causa  es  dudosa. 

El  mismo  califica  de  grosera  ó poco  científica  esa  clasificación,  si  bien 
la  tiene  por  muy  práctica,  y luego  de  haberla  indicado,  arremete  contra 
ürfila  y contra  Devergie;  les  cita  algún  pasaje  de  su  obra  respectiva,  re- 
lativo á esta  cuestión,  y juzga  que  la  han  mirado  bajo  un  punto  de  vista 
mezquino  ó estrecho. 

Para  que  veamos  mas  claramente  á qué  se  reducen  esas  pretensiones 
del  doctor  Tardieu , que  aquí,  como  en  otras  partes,  se  presenta  aspi- 
rando á dar  á esta  parte  de  la  ciencia  un  giro  nuevo  y mas  fructuoso,  sin 
que  en  realidad,  bien  examinado  lo  que  dice,  haya  absolutamente  nada 
de  ello;  copiémosle  los  pasajes  en  que  habla  de  dichos  autores,  con  algo 
de  lo  que  añade,  á guisa  de  censor,  y luego  veremos  lo  que  ha  hecho; 
qué  nuevas  luces  nos  ha  traido  sobre  este  punto  de  diagnóstico  dife- 
rencial. 

«Para  darme  mejor  á comprender,  dice,  no  será  tal  vez  inútil  demos- 
trar en  qué  sentido  , á mi  parecer  demasiado  estrecho , ha  sido  entendida  y 
tratada  la  cuestión  por  los  principales  toxicólogos.  Orilla  se  limita  á la 
indicación  siguiente:  Las  enfermedades  espontáneas,  que  se  pudieran 
confundir  con  el  envenenamiento  agudo,  reconocen  por  causa  una  lesión 
del  canal  digestivo,  de  los  pulmones,  del  corazón,  del  cerebro,  de  la  mé- 
dula espinal  y de  las  demás  partes  del  sistema  nervioso;  muchas  de  esas 
afecciones  presentan  sin  embargo  en  su.  invasión,  en  su  marcha,  caracte- 
res propios  que  las  dan  á conocer  fácilmente.  Por  lo  mismo  no  hablaré 
mas  que  délas  que  sea  menos  fácil  distinguir  del  envenenamiento;  tales 
son,  la  irritación  de  las  vías  gástricas,  que  da  lugar  á las  perforaciones 
llamadas  espontáneas,  el  cólera  morbo , esporádico  y asiático,  la  gastritis 
aguda,  el  ileo  nervioso,  el  sintomático  de  una  estrangulación  interna,  la 
hernia  estrangulada,  la  peritonitis , la  hematémesis,  etc.  Además  menciona  la 
aracnitis,  la  liebre  atóxica  y ciertas  afecciones  nerviosas. 

»M.  Devergie  declara,  que  en  muchos  casos  será  imposible  distinguir 
ia  enfermedad  de  un  crimen,  y cita,  como  ejemplo,  el  cólera  epidémico  y 
esporádico,  la  estrangulación  intestinal , las  perforaciones  espontáneas , el  íleo, 
la  melena , la  gastro-enlcrilis  con  aracnitis,  la  peritonitis,  etc. 

»Sin  detenernos  en  advertir  lo  que  esa  enumeración  tiene  de  incompleta 
y lo  que  puede  tener  de  discordante  esa  terminología  con  las  doctrinas  moder- 
nas, me  limitaré  á hacer  notar  lo  que  en  las  cuestiones  médico-legales  , y 
esto  no  se  apiiea  exclusivamente  á los  casos  de  envenenamiento , no  se 
trata  de  formar  un  diagnóstico  clínico  , para  el  cual , con  harta  frecuencia, 
faltan  los  principales  elementos,  sino  de  resolver  en  cada  caso  particular 
un  problema  especial  con  la  ayuda  de  las  solas  pruebas  materiales  que 
pueden  hacer  constar  una  lesión  orgánica,  ó el  descubrimiento  de  un 
veneno,  extraído  en  naturaleza  y puesto  á los  ojos  de  los  jueces. 


— 816  - 

iDeiemos,  pues,  á un  lado  esas  distinciones  escolásticas,  necesariamente 
falsas  en  su  generalidad  entre  la  aracnitis,  la  gastro-enteritis,  la  hematé- 
mesis  y los  efectos  de  los  diferentes  venenos,  y busquemos  en  el  exámen 
de  los  hechos  la  causa  aparente,  ú oculta  de  la  enfermedad,  ó de  la  muerte, 
dando  á conocer  algunos  ejemplos  nuevos  de  la  posibilidad  de  contundir 
ciertas  enfermedades  naturales  con  los  envenenamientos,  que  puedan  ser- 
vir á precisar  las  condiciones  en  las  que  se  encuentra  colocado  el  médi- 
co-legista, en  qué  sentido  debe  dirigir  sus  investigaciones  y á qué  térmi- 
nos la  debe  circunscribir  (J) .» 

Después  de  haberse  expresado  asi , M.  Tardieu  expone  algunos  casos 
prácticos  divididos  en  los  dos  grupos  indicados ; uno  de  aquellos  en  los 
que  la  causa  material  de  la  muerte  es  evidente  y es  admisible  la  sospe- 
cha de  envenenamiento;  otro  de  los  que,  siendo  dudosa  la  causa  de  la 
muerte,  no  puede  juzgarse  la  sospecha  de  envenenamiento  sino  por  la 
análisis  química. 

En  el  primer  grupo  comprende  los  casos  siguientes : 

Ileo j estrangulación  intestinal , fiebre  tifoidea  , rupturas  viscerales  , roturas 
del  tubo  digestivo,  perforaciones  espontáneas,  peritonitis,  tumores  sanguíneos  de 
la  pequeña  pelvis , congestión  y hemorragia  cerebrales , meningitis , hidrocéfalo, 
enfermedades  del  corazón  y de  tos  pulmones. 

En  el  segundo  grupo  comprende  los  que  siguen  : 

Cólera , enteritis,  gastro-enlcriiis , hemorragia  intestinal,  indigestión,  y un 
caso  que  no  dice  el  autor  qué  enfermedad  fué. 

Ahora  bien  : ¿qué  resulta  de  todo  eso?  ¿Qué  dice  M.  Tardieu  mas  de 
lo  que  dicen  Orilla,  Devergie  y todos  los  autores  de  Medicina  legal? 
¿Qué  novedad  ha  traído  á la  ciencia,  ni  en  punto  á enfermedades  capa- 
ces de  confundirse  con  un  envenenamiento,  ni  en  punto  á reglas  para  la 
formación  de  un  diagnóstico  diferencial?  ¿Dónde  está  la  estrechez  y mez- 
quindad del  modo  de  tratar  la  cuestión  üríiía  y Devergie,  y dónde  la 
grandeza  ó amplitud  en  el  modo  de  tratarla  M.  Tardieu? 

¿Y  en  punto  á la  terminología  discordante  con  las  doctrinas  modernas 
de  que  los  acusa  que  hay?  ¿INo  se  vale  M.  Tardieu  de  las  mismas  denomi- 
naciones para  expresar  los  casos  morbosos  que  expone?  ¿Y  dónde  están 
las  distinciones  escolásticas  que  quiere  que  dejemos  á un  lado?  ¿Quién  ha 
bia  de  ellas?  Y si  está  tentado  á extrañar  que  Orilla  y Devergie  hablen 
de  hernias  estranguladas,  de  íleos  , de  cólera  ú otras  enfermedades  fáci- 
les de  conocer  desde  luego , ¿por  qué  hace  él  otro  tanto?  ¿Por  qué  ha- 
bla de  fiebre  tifoidea , de  la  apoplejía , del  hidrocéfalo , de  enfermedades  del 
corazón,  además  de  hablar  de  las  mismas  enfermedades  que  le  admiran 
en  otras  obras? 

Lo  repelimos : M.  Tardieu  no  ha  dado  á esta  cuestión  ningún  giro 
nuevo.  Ha  referido  unos  cuantos  casos  más,  que  no  son  nuevos;  que  es- 
tán indicados  en  las  obras  de  los  autores;  que  no  los  tratan  por  dema- 
siado fáciles  de  conocer  : así  lo  advierte  Orilla;  así  lo  da  á entender  De- 
vergie y los  demás ; así  lo  hemos  hecho  nosotros. 

Porque  se  le  antoje  á un  juez  , alarmado,  como  el  vulgo,  por  el  ru- 
mor público  , promovido  á veces,  y con  frecuencia,  por  antecedentes  de 
malas  inteligencias  domésticas , sospechar  que  es  un  envenenamiento  la 
eclampsia,  por  ejemplo,  de  una  reeien  parida,  las  convulsiones  de  la 
dentición  de  un  niño,  la  muerte  por  la  ruptura  de  un  aneurisma,  y otras 


1‘)  Obra  cit. , -¿3  y siguientes. 


- 811  - 

por  el  estilo , ¿hemos  de  creer  que  los  autores  han  tratado  de  esta  cues- 
tión de  un  modo  mezquino , porque  no  han  comprendido  esos  nuevos  casos 
de  posibilidad  de  confusión? 

Todo  lo  que  ha  hecho  M.  Tardieu,  es  publicar  algunos  casos  que  co- 
nocía, y en  los  que  ha  sido  perito,  pero  que  no  tienen  ninguna  novedad, 
y clasificarlos  de  un  modo  que  no  necesitamos  calificar,  porque  él  le  ha 
calificado.  Esa  clasificación  estaba  ya  hecha ; nadie  ignora  que  hay  casos 
en  que  la  causa  de  la  muerte  rápida  es  fácilmente  conocida , en  cuanto 
el  caso  es  objeto  del  juicio  de  la  ciencia  , por  solos  los  síntomas , ó estos 
y la  autópsia  , y casos  en  los  que  esta  no  basta , hay  que  añadir  la  aná- 
lisis química. 

Eso  es  lo  que  se  hace ; esa  es  la  práctica  de  todos  los  que  conocen  la 
ciencia  toxicológica  y la  Medicina  legal ; de  modo  que  ni  bajo  ese  punto 
de  vista  práctico  nos  ha  traído  nada  nuevo  M.  Tardieu. 

Al  verle  aparecer  acusando  á los  autores  de  mezquinos  y estrechos,  y 
anunciando  casos  nuevos , creíamos  ver  mas  ancha  estera  de  conocimien- 
tos , y algunas  reglas,  ó generales  ó particulares,  para  evitar  las  confu- 
siones. Nada  de  eso:  los  casos  que  refiere  son  simples  relatos,  algunos 
de  ellos  apenas  apuntados,  y faltos  todos  de  comentarios  diferenciales. 

El  último  del  cual  nos  dice  que  brotarán  esas  reglas,  es  un  informe 
bastante  bien  razonado  para  probar  que  cierta  señora  no  murió  envene- 
nada ; pero  lo  único  doctrinal  que  hay  en  ese  informe , es  que  no  se 
puede  afirmar  un  envenenamiento  por  los  síntomas  solos ; que  es  nece- 
saria la  autópsia  y la  análisis  química , lo  cual  no  es , en  rigor,  propio 
del  punto  que  nos  ocupa  , puesto  que  se  trata  del  diagnóstico  diferencial 
entre  el  envenenamiento,  ó las  intoxicaciones,  y ciertas  enfermedades  de 
aparato  sintomático  parecido  á aquellas. 

En  ese  mismo  informe  se  advierte  una  cosa  muy  singular : M.  Tardieu 
no  determina  qué  enfermedad  natural  fué  la  que  padeció  la  señora  Lamy, 
empezando,  en  su  concepto,  por  una  indigestión  de  carne  de  cerdo  y 
guisantes , y durando  diez  y ocho  dias. 

Si  el  jurado  no  se  convenció,  como  lo  indica,  con  la  lectura  del  in- 
forme , probablemente  no  dejaría  de  influir  el  ver  que , después  de  ha- 
blar tanto  M.  Tardieu,  no  decia  cuál  era  la  enfermedad  natural  de  que 
había  muerto  dicha  señora.  ¿Seria  un  caso  de  triquinosis?  Lo  creemos 
muy  probable,  aunque  es  muy  pobre  la  descripción  de  los  síntomas. 

Dejando  á un  lado  todas  esas  consideraciones,  que  al  fin  no  vienen  á 
probarnos  otra  cosa  que  lo  que,  en  mas  de  una  ocasión,  liemos  ya  visto  y 
volverémos  á ver  en  mas  de  dos,  nos  haremos  cargo  de  una  idea  que  in- 
dica , y que  nos  parece  sumamente  errónea , ó mal  expresada,  liemos 
visto  que  quiere  que  rompamos  con  los  hábitos  de  observación  clínica,  y 
que  no  se  trata  en  la  cuestión  que  nos  ocupa  de  formación  de  diagnós- 
tico clínico,  para  el  cual  faltan  con  frecuencia  los  principales  elementos. 

Confesamos  francamente  que  no  entendemos  qué  es  lo  que  quiere 
M.  lardieu  decir  con  eso.  De  ningún  modo  podemos  creer  que  pretenda 
que  , para  distinguir  una  enfermedad  de  invasión  brusca  y aparato  sinto- 
mático parecido  al  de  alguna  intoxicación,  no  apelemos,  por  lo  menos 
como  uno  de  los  órdenes  de  datos,  á la  ciencia  del  diagnóstico,  á lo  que 
la  observación  clínica  nos  haya  enseñado,  en  punto  al  cuadro  sintomático 
de  esas  enfermedades , cuyos  modos  de  invasión  no  son  desconocidos  en 
las  clínicas,  ni  en  las  patologías  correspondientes.  Lo  que  la  observa- 
ción clínica  nos  enseña  en  punto  á los  síntomas  característicos  de  tal  ó 
toxjcologÍa. — 52 


- m - 

mal  enfermedad,  su  etiología  y su  anatomía  patológica,  será  siempre  un 
elemento  indispensable  para  el  médico  legista,  que  en  un  caso  particular 
tenga  que  resolver  un  problema  de  esa  especie. 

Si  los  datos  propios  de  ese  elemento  le  faltan  , y no  los  puede  indagar, 
¿dónde  buscará  esas  pruebas  materiales  de  que  habla  M.  fardieu?  Ya  se 
lo  dirémos  nosotros , que  sin  necesidad  de  romper  con  los  hábitos  de  ob- 
servación clínica , ni  formarnos  idea  de  un  diagnóstico  de  otro  modo  que 
como  se  forma  el  clínico,  tenemos  reglas  mejores  que  las  que  ese  autor 
ha  consignado  en  su  Estudio  médico  legal  y clínico  del  envenenamiento ; para 
saber  á qué  debemos  atenernos,  cuando  nos  faltan  datos  relativos  á los 
síntomas , lo  mismo  que  á los  demás  órdenes  de  datos  necesarios  para  un 
juicio  pericial,  muy  diferente  de  un  diagnóstico,  sobre  un  caso  de  enfer- 
medad natural  que  se  tome  por  un  envenenamiento , fuera  del  círculo  de 
la  ciencia. 

Dejemos,  pues,  á M.  Tardieu  para  otras  ocasiones,  en  las  que  puede 
sernos  mas  útil  su  saber  y doctrina,  y prosigamos,  sin  modificación,  la 
marcha  que  hace  años  tenemos  trazada  para  resolver  esa  clase  de  pro- 
blemas. 

Toda  enfermedad  de  invasión  brusca , y que  acaba  prontamente  con 
la  existencia  de  un  sugeto  que  estaba  gozando  de  completa  salud,  ó que 
se  encontraba  en  un  estado  conocido  de  la  misma,  mas  ó menos  que- 
brantada, es  susceptible  de  confundirse , á primera  vista,  con  una  into- 
xicación , mayormente  cuando  no  se  da  pronto  con  la  causa  de  esa  en- 
fermedad y de  esa  muerte. 

Hemos  visto,  al  hablar  del  diagnóstico  absoluto  de  la  intoxicación, 
que  precisamente  ese  es  su  rasgo  mas  gráfico  y característico , la  inva- 
sión brusca,  alarmante,  gravísima,  y la  pronta  terminación  por  la 
muerte  sin  causa  conocida.  Nada  tiene,  pues,  de  extraño  que  la  primera 
idea  que  ocurra  , cuando  se  presente  una  enfermedad  que  se  conduzca  en 
su  invasión  y curso  de  esa  suerte , sea  la  de  un  envenenamiento  , no  solo 
respecto  á los  profanos  en  la  ciencia,  sino  á los  mismos  facultativos. 

Y si  á las  circunstancias  de  esa  invasión  se  añaden  las  sociales  de  la 
persona  enferma;  si  el  vecindario  ó las  relaciones  amistosas  saben  que 
no  reinaba  en  la  familia  la  armonía;  que  ha  habido  disturbios  domésticos 
frecuentes,  escenas  lamentables,  extravíos  conyugales  ú otras  cosas  por 
destilo,  la  sospecha  del  vulgo  toma  un  incremento  veloz,  la  justicia 
participa  de  ella  , los  rumores  se  multiplican  , y de  tal  modo  se  crea,  en 
ocasiones,  atmósfera,  que  hasta  los  profesores  del  arte  de  curar,  llama- 
dos al  socorro  del  enfermo,  se  sienten  como  dominados  por  esa  preven- 
ción funesta,  que  mas  de  una  vez  ha  sumergido  á inocentes  en  el  fondo 
de  una  mazmorra,,  si  ya  no  los  ha  llevado  al  cadalso. 

En  muchos  casos,  basta  que  la  ciencia,  sosegada  , reflexiva,  desnuda 
de  toda  prevención , y sorda  á las  hablillas  con  que  se  oscurece  el  hecho, 
se  haga  cargo  de  él , para  adquirir  muy  pronto  la  convicción  mas  clara  y 
terminante  de  que  la  enfermedad  y la  muerte  por  ella  producida  es  co- 
mún y natural ; ya  que  no  lo  digan  los  síntomas  y las  causas  que  la  in- 
vestigación facultativa  descubre,  lo  dice  á las  pocas  horas  el  escalpelo. 
Raras  veces  la  inspección  cadavérica,  hecha  por  peritos  entendidos  que 
no  se  dejen  fascinar  por  las  hablillas  del  vulgo,  de  personas  ignorantes 
prevenidas  ó malévolas,  deja  de  presentar  con  toda  la  luz  de  la  evidencia 
la  causa  de  la  muerte. 

Mas  en  otras  ocasiones,  los  síntomas  por  sí  solos  no  bastan  para  dis- 


— fii0  - 

fíngüír  él  caso ; la  misma  autópsia  no  arroja  bastante  luz  para  el  juez , <5 
acaso  le  aviva  las  sospechas , en  especial  si  los  facultativos  que  la  practi- 
can no  están  amaestrados  en  esta  clase  de  actuaciones  y se  les  escapa 
alguna  frase  indiscreta  y vacilante,  y entonces  hay  que  apelar  á otro 
órden  de  datos,  á las  análisis  químicas. 

Sin  embargo ; siquiera  convengamos  en  que  puedan  darse  ocasiones, 
en  las  que  sea  necesario  apelar  á todos  los  órdenes  de  datos , para  distin- 
guir la  enfermedad  de  la  intoxicación ; cumple  que  averigüemos  aquí  si 
es  ó no  posible  que,  sin  salimos  de  la  sintomatología , determinemos  que 
no  es  una  intoxicación  el  caso,  sino  una  enfermedad  natural. 

Recordemos  que,  además  del  diagnóstico  absoluto,  hemos  formado  los 
de  clase,  y que  además  de  estos,  hay  el  particular  de  cada  veneno.  Pues 
bien  ; trazados  los  diagnósticos  de  la  intoxicación  cáustica , inflamatoria, 
narcótica,  nervioso-inflamatoria,  asíixiante  y séptica;  teniendo  presentes 
los  cuadros  sintomáticos  característicos  de  cada  una , ya  podemos  com- 
prender que,  para  un  profesor  entendido  en  la  patología  de  la  intoxica- 
ción , no  han  de  ser  muchas  las  enfermedades  naturales  capaces  de  con- 
fundirse con  un  envenenamiento ; y así  como  desde  luego  puede  afir- 
marse que  ciertas  intoxicaciones  excluyen  la  posibilidad  de  la  confusión 
para  el  hombre  de  la  ciencia  entendido  en  la  materia ; así  también  se 
preve  que  algunas  han  de  ser  casi  siempre  las  que  estén  enjuego  en  los 
momentos  de  alarma  y de  sospecha. 

¿Quién,  sin  salirse  del  círculo  sintomático,  ha  de  dudar  jamás , á la 
vista  de  una  enfermedad  natural,  sobre  si  es  una  intoxicación  cáustica , y 
viee-versa  ? Aquí  no  cabe  la  confusión.  No  hay  ninguna  enfermedad  que 
se  les  parezca. 

Otro  tanto  podemos  decir  de  no  pocas  formas  de  la  intoxicación  sép- 
tica. La  misma  intoxicación,  asfixiante  en  sus  tres  formas,  tetánica, 
paralítica  y anestésica,  tiene  cuadros  tan  característicos,  que  ningún 
profesor  inteligente  en  toxicología  y en  las  enfermedades  del  sistema 
nervioso,  será  capaz  de  confundir  una  de  estas  con  una  forma  de  esa  in- 
toxicación. El  tétanos  no  es  ni  de  cien  leguas  la  intoxicación  por  los  ve- 
nenos asfixiantes  tetánicos;  el  síncope  no  es  la  intoxicación  asfixiante 
paralítica.  La  anestesia  no  tiene  en  patología  ninguna  forma  natural  que 
la  semeje. 

Las  únicas  intoxicaciones  que  mas  pueden  confundirse  con  enferme- 
dades naturales,  son  la  inflamatoria  ; después,  y aunque  es  mucho  me- 
nos, la  nerviosa-intlamaloria , y por  último,  y menos  aun  la  narcótica. 

tíúsquese  en  los  cuadros  nosológicos , en  los  libros  escritos  sobre  el 
diagnóstico,  formas  sintomáticas  parecidas  á las  toxicológicas , y se  verá 
con  cuanta  razón  sostenemos  que  esa  confusión  no  es  fácil  para  un  mé- 
dico entendido. 

Las  afecciones  {logísticas  y nerviosas  del  tubo  digestivo,  agudas  sobre 
todo,  y las  crónicas  que  puedan  dar  lugar  á exacerbaciones  bruscas  ó á 
perloraciones  del  estomago  é intestinos,  son  las  que  mas  semejanza  tie- 
nen con  la  intoxicación  inflamatoria  y nervioso-inflamatoria. 

Las  invaginaciones  , lo  mismo  que  ciertos  cólicos  , se  hallan  en  igual 
caso.  Las  indigestiones  pueden  dar  lugar,  no  solo  á una  súbita  ó brusca 
aparición  de  vómitos,  dolores,  despeños  y otros  síntomas  de  aparato  to- 
xieoforme  alarmante,  sino  hasta  á la  muerte.  Las  bebidas  frías  la  produ- 
cen á veces  en  pocas  horas , con  todas  las  apariencias  de  una  intoxica- 
ción por  venenos  inflamatorios. 


- 820  — 

Respecto  de  la  intoxicación  nervioso-inflamaíoria , ya  no  es  tan  fácil 
aue  Ja  semejen  las  enfermedades,  ni  del  tubo  digestivo,  ni  de  los  centros 
nerviosos.  Esa  mezcla , de  índole  flcgística  y de  carácter  neurálgico,  no 
la  presenta  mas  que  la  intoxicación  de  esa  clase:  y respecto  del  narco- 
tismo, ¿qué  afección,  ni  flogística  ni  neurótica,  del  encéfalo  la  imita. 
¿Quién  ha  de  tomar  por  tal  una  congestión  cerebral  , ni  un  accidente 
apoplético? 

Que  las  personas  extrañas  á la  ciencia  tomen  por  envenenamientos  esas 
y otras  enfermedades  de  invasión  brusca,  curso  rápido  y terminación 
terrible;  que  hagan  otro  tanto  facultativos  poco  versados  en  el  estudio  de 
las  intoxicaciones,  y algo  olvidados  de  ciertas  enfermedades  no  comun- 
mente presentadas  en  su  práctica,  no  es  una  razón  para  afirmar  que  hay 
semejanza  de  cuadros  sintomáticos  entre  esas  enfermedades  y las  intoxi- 
caciones, y de  consiguiente  posible  confusión,  hasta  el  punto  de  ser  difí- 
cil é imposible  el  diagnóstico  diferencial,  y necesario  apelar  á la  aulóp- 
sia  , ya  que  no  á la  análisis  química  , para  diferenciar  de  casos. 

Contar  entre  las  enfermedades  capaces  de  confundirse  con  una  intoxi- 
cación todas  las  que  alarman  al  vulgo,  á las  familias,  y dan  lugar  á que 
los  jueces  entiendan  en  esos  casos,  llamando  á peritos  para  que  emitan 
su  juicio,  como  en  cierto  modo  lo  ha  hecho  M.  Tardieu , es  suponer  en 
la  ciencia  la  misma  ignorancia , la  misma  falta  de  criterio  que  hay  en  los 
círculos  trazados  fuera  de  ella.  No  porque  la  práctica  de  la  medicina 
legal  nos  presente  casos  de  esa  especie  hemos  de  tener  esas  enfermeda- 
des por  hechos  nuevos , de  posible  confusión  con  un  envenenamiento,  y re 
gistrarlas  en  el  número  de  enfermedades  de  diagnóstico  semejante  al  de 
esta  ó aquella  intoxicación. 

No  olvidemos;  primero,  que  el  vulgo,  que  los  profanos,  que  los  hom- 
bres del  foro,  se  fundan  casi  siempre  en  antecedentes  de  familia  ó condi- 
ciones sociales  que  engendran  las  sospechas , cuando  un  sugeto  muere 
en  pocas  horas,  con  síntomas  alarmantes;  segundo,  que  si  como  diag- 
nóstico absoluto  puede  haber  á veces  alguna  apariencia  engañosa,  alguna 
semejanza  por  lo  brusco  c inmotivado,  al  parecer,  de  la  invasión,  rapi- 
dez del  curso  y terminación  desgraciada ; en  la  práctica  siempre  hay 
un  hecho  particular,  concreto  que,  si  es  intoxicación,  no  solo  pertenece 
á una  de  las  clases  de  ella , sino  á la  propia  de  tal  ó cual  veneno  deter- 
minado, y por  lo  mismo  la  confusión  es  mas  difícil , bajo  el  punto  cientí- 
fico mirada ; y tercero  y último , que  la  ciencia  no  ha  de  considerar  como 
imperfecciones  suyas,  como  impotencia  de  sus  fuerzas,  los  errores  de 
los  que  no  aciertan  á representarla  como  es  debido. 

Orfila,  Devergie  y los  que  los  han  seguido  en  ello,  han  hecho  perfec- 
tamente en  no  incluir  en  el  catálogo  de  enfermedades  de  diagnóstico,  ca- 
paz de  ser  confundido  con  intoxicaciones  , siquiera  sean  susceptibles  de 
invasión  brusca  y curso  rápido  y mortal , muchas  afecciones  de  los  cen- 
tros nerviosos,  de  los  pulmones  , del  corazón,  y hasta  de  las  visceras  ab- 
dominales. Lejos  de  reducir  esta  cuestión  á límites  estrechos , como  tan 
sin  fundamento  lo  cree  1V1.  Tardieu,  que  en  fuerza  de  quererla  dilatar,  la 
saca  de  su  quicio,  todavía  han  hablado  de  dolencias  que,  como  dice 
M.  Tardieu,  ni  un  profesor  adocenado  podrá  jamás  confundir  con  un  en- 
venenamiento. 

En  cambio,  M.  Tardieu  , que  ha  creido  abrazar  mas  casos  de  posible 
C°n  USH°n  ’ hablándonos  de  la  fiebre  tifoidea,  de  tumores  hidáticos  del  hí- 
gado, de  tumores  sanguíneos  de  la  pequeña  pélvis,  de  hidroeéfalo,  de  he - 


- 821  - 

morragia  intestinal,  y de  enfermedades  del  corazón,  no  menciona  las  bebi- 
das frías,  ni  el  tétanos,  que  tanto  se  ha  alegado  como  igual  al  envenena- 
miento por  la  estricnina,  ni  la  triquinosis,  á pesar  de  ser  la  enfermedad 
que  mas  puntos  de  contacto  tiene  con  la  intoxicación  séptica,  y que  ni  la 
autópsia  ni  las  análisis  químicas  alcanzan  á distinguirla  completamente 
algunas  veces,  siendo  necesario  apelar  al  microscopio,  que  revela,  entre 
las  fibras  musculares  ó las  materias  arrojadas  por  cámaras , ese  parásito, 
infinitamente  pequeño,  que  mata  muy  de  otro  modo  que  los  venenos, 
siendo  tanto  mas  de  extrañar  ese  olvido,  cuanto  que  al  reproducir  en  su 
libro  ese  laborioso  escritor  lo  que  años  atrás  había  publicado  en  los 
Anales  de  Higiene  y Medicina  legal  sobre  este  punto  , ya  pudo  ver  las  nu- 
merosas memorias  que  sobre  esa  enfermedad  hace  poco  descubierta  se 

han  escrito.  . . 

No  supongamos , pues , á la  ciencia  imperfecciones  que  no  tiene  ; im- 
potencias que  afortunadamente  no  existen , ni  la  hagamos  responsable 
ni  cómplice  de  los  yerros  de  los  profesores , de  los  falsos  y apasionados 
juicios  del  vulgo,  ni  de  las  lamentables  equivocaciones  de  facultativos 
ligeros,  ó poco  versados  en  la  patología  de  la  intoxicación,  y algo  olvida- 
dos de  la  común. 

Para  el  acierto,  para  evitar  la  confusión,  la  ciencia  tiene  dos  garan- 
tías, sin  salirse  del  terreno  sintomatológico;  primera,  la  ciencia  del  diag- 
nóstico, el  conocimiento  de  los  cuadros  sintomáticos  de  cada  enfermedad 
natural,  y segunda,  la  de  los  cuadros  sintomáticos  de  cada  clase  de  in- 
toxicación , y de  cada  veneno  en  particular. 

Hé  aquí  dos  bases  que,  bien  establecidas,  raras  veces  permitirán  la  con- 
fusión; quien  conozca  por  un  lado  el  cuadro  de  síntomas  característicos, 
patognomónicos  de  la  enfermedad  natural  que  un  sugeto  presente  con 
aparato  toxicoforme,  y quien  conozca  el  cuadro  de  síntomas  característi- 
cos y patognomónicos  de  cada  intoxicación  , no  confundirá  jamás  un  es 
tado  con  otro,  no  tomará  por  una  intoxicación  una  enfermedad  natural, 
ni  una  enfermedad  natural  por  una  intoxicación  , sin  salirse  del  terreno 
sintomatológico,  sin  necesidad  de  apelar  á la  autópsia  , ni  á la  análisis 
química , ni  al  microscopio,  en  la  mayoría  inmensa  de  los  casos. 

Esto  sentado,  veamos  no  tanto  las  enfermedades  que  pueden  confun- 
dirse con  la  intoxicación,  como  las  que  con  mas  frecuencia  dan  lugar  á 
actuaciones  periciales  por  levantar  sospechas  de  envenenamiento , y de 
qué  modo  las  podrá  distinguir  el  perito,  sin  salirse  del  diagnóstico,  por  lo 
menos  en  las  mas  de  ellas. 

Esas  enfermedades  son  las  producidas  por  las  bebidas  frías , indigestio- 
nes, cólera  esporádico  y asiático ; cólicos  de  ciertas  especies,  perforaciones 
espontáneas  del  estómago  é intestinos ; estrangulaciones  intestinales , gastri- 
tis agudas  con  ó sin  complicación  de  afecciones  del  encéfalo,  gastro-ente- 
ritis,  peritonitis,  hematemesis , melena,  tétanos , epilepsia , lombrices,  focos  ver- 
minosos , triquinosis  y exantemas  retropulsos. 

No  incluyo  en  este  catálogo,  como  M.  Tardieu , las  borracheras,  que 
producen  muertes  rápidas  y hasta  repentinas,  porque  son  verdaderas  in- 
toxicaciones; los  licores  alcohólicos  son  venenosos  en  determinadas  cir- 
cunstancias. 

Eso  no  quiere  suponer  que,  en  la  práctica  de  la  medicina  legal,  no  se 
trate  de  emitir  un  juicio  diferencial  de  otras  enfermedades  , las  que  por 
el  modo  como  se  hayan  presentado,  y acaso  más  por  las  condiciones  so- 
ciales del  sugeto,  que  da  lugar  á un  procedimiento  de  oficio,  y en  su  con- 


- m — 

secuencia  á una  actuación  pericial , se  sospeche  ser  producidas  por  uno 
<5  mas  venenos. 

Todas  esas  enfermedades  tienen  su  diagnóstico  respectivo  conocido; 
la  observación  clínica  ha  dado  colores  gráficos  al  pintor  nosológico  para 
dibujarlas  con  exactitud,  y á esa  observación  deberá  acudir  el  perito, 
siquiera  opine  lo  contrario  M.  Tardieu,  para  formar  su  criterio  y dis- 
tinguirlas de  cualquier  clase  de  intoxicación,  para  cuyos  cuadros  le 
dará  la  toxicología  también  su  contingente,  ora  tomado  de  la  clínica  ú 
observación  en 'el  hombre,  ora  de  la  experimentación  en  los  irracio- 
nales. 

No  hay  ninguna  necesidad  de  dividir  esas  enfermedades  ni  otras  en 
los  dos  grupos  triviales,  groseros  ó anticientíficos , como  los  llama  M.  Tar- 
dieu , siquiera  no  sea  en  todas  tan  evidente  la  causa  de  la  muerte  del  su- 
geto,  por  mas  que  Briand  y Chaudé  crean  lo  contrario , adheridos  á lo 
que  ha  hecho  M.  Tardieu  sobre  ese  punto. 

Lo  que  en  este  párrafo  no  alcance  á diferenciar  de  casos , lo  suplirá 
loque  diremos  en  otros  del  mismo,  y lo  que  expondremos,  al  hablar  de 
la  anatomía  patológica  y de  las  análisis  químicas. 

Estudiemos  dichas  enfermedades  por  el  mismo  orden  con  que  las  aca- 
bamos de  indicar. 

Muerte  por  bebidas  frias.  — Nada  mas  frecuente  en  el  verano  que  morir 
casi  repentinamente  algunas  personas  , las  que,  estando  sofocadas  de  ca- 
lor, beben  helados,  toman  sorbetes  ó agua  de  nieve.  Si  las  hay  que  mue- 
ren como  atacadas  del  cólera,  otras  de  pulmonías  ú otros  maies,  no  son 
pocas  las  que  padecen  cólicos  parecidos  á los  envenenamientos. 

En  Paris  y en  Rúan  hubo  varios  casos  de  esta  especie , dando  lugar  á 
creer  que  muchas  personas  habían  sido  envenenadas  en  los  cafés.  Se  hizo 
la  análisis  de  las  bebidas  y se  examinaron  los  utensilios;  mas  ni  en  nada 
de  eso,  ni  en  los  cadáveres  se  halló  el  menor  vestigio  de  veneno. 

En  Nueva-York  son  frecuentísimos  esos  casos.  En  1825  hubo  mas  de 
cuatrocientos,  durante  los  primeros  quince  dias  de  julio.  Según  Rama- 
cini,  caian  en  síncope  mortal  los  sugetos,  después  de  haber  tomado  una 
bebida  helada  ó fria. 

En  1818  se  observó,  estando  el  calor  á 34  grados,  que  muchos  de  ios 
que  bebían  agua  fria  se  veian  atacados  de  dolores  de  estómago,  malestar, 
desfallecimiento,  vértigos,  impedimento  notable  en  la  respiración  y apo- 
plejía, teniendo  el  conjunto  de  estos  síntomas  alguna  semejanza  con  los 
producidos  por  los  venenos  inflamatorios. 

En  la  Habana  es  muy  común  verse  atacados  de  trismus,  bebiendo  sin 
cuidado  el  agua  fria. 

Cítase  el  caso  de  un  encuadernador  de  Edimburgo,  el  cual  se  levantó 
á las  seis  de  la  mañana  para  encender  lumbre,  bebióse  un  gran  vaso  de 
agua  fria  y se  metió  otra  vez  en  cama.  Inmediatamente  le  acometieron 
dolores  violentos  de  estómago,  vivísima  ansiedad,  vómitos  que  nada  pudo 
contener,  y á las  seis  horas  sucumbió. 

No  se  necesitan  sorbetes , ni  helados , ni  agua  de  nieve  para  producir 
esos  terribles  efectos.  Guerard  ha  observado  que  esos  accidentes  sobre- 
vienen con  mas  frecuencia  cuando  la  temperatura  del  agua  tiene  de  11 
á 12  grados , si  se  toma  de  un  solo  golpe.  Los  caballos  por  lo  mismo  es- 
tán mas  sujetos  ó ellos  que  los  perros , porque  beben  estos  á sorbos , al 
Pap°  Tue  aquellos  tragan  de  una  vez  gran  cantidad  de  agua. 

Ls  de  notar  que,  después  de  una  disputa,  de  un  grande  acaloramiento, 


- 853  - 

óansaneio,  etc.,  el  agua  fría  suele  producir  los  mismos  accidentes.  Gal- 
tier  refiere  un  caso  de  estos.  _ 

El  conocimiento  de  la  posibilidad  de  estos  hechos,  el  cuadro  de  sínto- 
mas que  los  caracterizan,  la  falta  de  los  síntomas  propios  á las  intoxica- 
ciones mas  bruscas,  bastan  para  distinguir  el  hecho,  y de  no,  la  falta  de 
resultado  de  las  análisis  químicas,  igualmente  que  de  la  autópsia , nos 
pondrán  en  el  caso  de  advertir  la  verdadera  causa  de  la  muerte. 

Indigestiones. — Los  alimentos  se  indigestan  á veces  de  tal  suerte  , que 
causan  la  muerte  en  poco  tiempo.  En  algunos  casos  hay  un  rapto  de  có- 
lera, un  susto,  cansancio  extremado,  enfriamiento,  ú otras  cosas,  por  el 
estilo,  después  de  haber  comido,  y la  digestión  se  altera,  produciendo 
accidentes  mas  ó menos  terribles. 

Todos  sabemos  lo  comunes  que  son  las  indigestiones  ordinarias , debi- 
das á esas  causas  ú otras  de  igual  índole , lo  cual  nos  da  á comprender 
cómo  en  ciertas  ocasiones  puede  ser  el  hecho  mas  grave , hasta  produ- 
cir la  muerte  en  pocas  horas. 

La  cantidad  y calidad  de  los  alimentos  no  contribuye  poco  á las  in- 
digestiones. Sin  llegar  á ser  venenosas  las  sustancias  ingeridas,  por  su 
excesiva  cantidad,  ó por  el  estado  del  sugeto,  pueden  matar  y matan  en 
efecto  alguna  vez , como  si  fueran  tóxicas , dando  al  caso  todas  las  apa- 
riencias de  una  intoxicación. 

Cítanse  casos  de  niños  muertos  poco  tiempo  después  de  haber  comido 
tortas,  sin  que  ni  en  estas,  ni  en  el  cadáver  de  aquellos  hallase  la  análi- 
sis química  nada  sospechoso.  Tardieu  refiere  además  otro  igual  de  un 
sugeto  de  sesenta  años , el  cual  sucumbió  poco  tiempo  después  de  haber 
comido  unas  tortas.  Diarrea,  vómitos,  dolores,  etc.,  todos  los  síntomas 
mas  propios  de  un  envenenamiento  presentó  ese  desdichado.  La  autópsia 
descubrió  en  el  estómago  una  inflamación  reciente  y viva  : la  mucosa  es- 
taba negra , infiltrada  de  sangre,  reblandecida,  áspera  hacia  el  píloro, 
manchas  equimóticas  en  los  intestinos  delgados,  vestigios  de  derrame  an- 
tiguo en  el  hemisferio  izquierdo  del  cerebro  con  abundante  serosidad  en 
la  aracnoídea. 

En  otra  ocasión,  habiendo  muerto  después  de  haber  comido  un  sugeto 
que  estaba  sano , se  dió  lugar  á un  proceso , solo  por  lo  rápido  de  su 
muerte  y llevarse  mal  con  su  mujer.  Se  sospechó  que  habia  muerto  en- 
venenado. La  autópsia  demostró  que  tenia  el  estómago  distendido  por  los 
alimentos,  los  cuales  consistían  en  jamón  , saladillo  y berzas;  el  diafrag- 
ma estaba  echado  hácia  los  pulmones;  hallóse  un  polvo  blanco  que,  to- 
mado al  principio  por  ácido  arsenioso,  se  vió  que  era  magnesia,  de  la 
cual  hacia  uso  el  sugeto. 

Cítase  también  el  caso  de  un  niño  que  se  atracó  de  manzanas  y murió. 
El  estómago  estaba  repleto  y distendido  por  esa  fruta. 

Basta  también  el  saber  que  las  indigestiones  pueden  matar,  no  solo  por 
la  mala  calidad  de  los  alimentos,  sino  por  su  cantidad  y por  el  estado  de 
los  sugetos,  su  repugnancia  á determinadas  sustancias  alimenticias,  pa- 
siones, idiosincrasias,  etc.,  el  conjunto  de  síntomas  y el  estado  del  estó- 
mago unidos  á los  resultados  negativos  de  la  autópsia,  para  no  contun- 
dir jamás  esas  clases  de  muerte  con  un  envenenamiento  ó intoxicación. 

La  análisis  química  no  es  necesaria  en  todos  estos  casos,  y aun  cuando 
se  emplee,  tal  vez  no  se  saldrá  de  dudas , porque  es  fácil  que  sean  sínto- 
mas de  las  intoxicaciones  producidas  por  los  venenos  sépticos , y en  espe- 
cial de  las  sustancias  alimenticias  averiadas,  y bien  sabido  es  que  en  tales 


— 824  - 

ocasiones  la  análisis  química  suele  servir  de  poco  recurso ; mas  partido 
se  saca  del  microscopio. 

Los  autores  citan  casos  de  tortas  que  han  dado  la  muerte  por  indiges- 
tión; también  hablan  de  embutidos  que  han  producido  lo  mismo.  La  aná- 
liáis’ nada  descubre  en  ellos  de  sospechoso.  No  olvidemos  que  los  platos 
recalentados  han  causado  intoxicaciones,  y la  análisis  no  ha  podido  des- 
cubrir nada.  En  punto  á tortas,  pasteles,  embutidos  y otros  alimentos 
desde  algún  tiempo  preparados,  no  sabemos  todavía  qué  cambios,  qué 
metamórfosis  pueden  sobrevenir,  capaces  de  dar  la  muerte  con  los  com- 
puestos que  se  les  unen,  los  cuales,  luego  que  han  sido  ingeridos  en  el 
estómago,  se  destruyen  tal  vez,  y así  no  los  encuentran  los  reactivos. 

En  muchas  de  las  ocasiones  sin  duda  hay  algo  mas  que  indigestión. 
Son  verdaderas  intoxicaciones  por  alimentos  averiados,  ó bien,  como  ya 
hemos  indicado  en  otras  partes,  casos  de  triquinosis,  que  han  pasado  des- 
apercibidos,  por  no  haber  llamado  todavía  la  atención  de  los  prácti- 
cos esa  terrible  enfermedad , debida  al  uso  de  carnes  de  cerdo  atacado 
de  esta. 

En  cuanto  á frutas  que  tengan  algún  principio  venenoso,  la  cantidad 
puede  influir  mucho  para  producir  una  intoxicación.  Así  como  muchas 
almendras  amargas  envenenan  por  su  ácido  cianhídrico,  así  también  mu- 
chas manzanas  pueden  ser  dañosas  por  su  ácido  málico.  En  todos  esos 
casos  no  tiene  nada  de  extraño  que  el  cuadro  sintomático  semeje  una  in- 
toxicación ; no  solo  le  semeja  , lo  es;  la  intoxicación  los  reclama. 

Cólera-morbo. — Los  autores  han  convenido  en  distinguirle  en  asiático  y 
esporádico;  sigámoslos  en  esta  división , tal  vez  no  la  mas  lógica,  ni  la 
mas  fundada. 

Cólera  asiálico.  — lié  aquí  en  extracto  los  principales  síntomas  que  va 
presentando  el  atacado  de  este  cólera : debilidad  brusca  y rápida  con  vér- 
tigos; zumbido  y murmullo  de  oidos;  enturbiamiento  de  la  vista;  sudo- 
res abundantes;  palidez  singular;  dolores  abdominales  y lumbares  atro- 
ces; vómitos  y deyecciones  alvinas  con  lentitud  del  pulso;  malestar 
súbito;  mayores  evacuaciones  alvinas,  primero  de  materias  fecales,  luego 
de  una  sustancia  blanquecina  sumamente  líquida,  mezclada  con  grumos 
ó cuajarones  parecidos  á un  cocimiento  de  arroz  ó suero  mal  clarificado; 
calambres  dolorosos  y principalmente  en  las  pantorrillas;  separación  es- 
pasmódica  é incurvacion  de  los  dedos  de  manos  y piés;  tiesura  y salida 
de  los  tendones;  abatimiento  del  pulso;  frialdad  del  cuerpo;  alteración 
profunda  de  las  facciones ; sed  devoradora ; supresión  de  la  orina ; color 
violáceo  de  la  piel,  extendiéndose  á modo  de  manchas  marmóreas  de  las 
extremidades  á la  superficie  de  aquella;  enflaquecimiento  rápido;  círculo 
lívido  en  los  ojos;  lengua  y aliento  fríos;  turgescencia  plúmbea  del  ros- 
tro ; sudores  fríos  y glutinosos ; respiración  á cada  momento  mas  dificul- 
tosa; el  pulso  desaparece;  ya  no  se  perciben  los  latidos  de  las  arterias, 
y el  enfermo  espira  después  de  una  corla  agonía  , conservando  hasta  el 
último  momento  la  integridad  de  sus  facultades  intelectuales.  Todo  esto 
acontece  en  un  período  variable,  que  puede  durar  de  una  á dos  horas  ó 
algunos  dias,  según  la  intensidad  ó violencia  del  mal. 

Cólera  esporádico. — Es  igual  al  asiático,  solo  que  suele  ser  menos  in- 
tenso y no  va  acompañado  del  carácter  epidémico  que  aquel  tiene.  Em- 
pieza j>or  vómitos,  siguen  las  evacuaciones  alvinas,  las  cuales,  en  vez  de 
desteñirse  á proporción  que  se  aumentan,  van  subiendo  de  color,  tomán- 
0 o negruzco  con  algunas  estrías  de  sangre  y materias  glutinosas ; hay 


- m — 

menos  lipotimias;  mucha  sed;  calor  y dolor  en  el  abdómen ; pulso  pe- 
queño, cerrado  y frecuente;  piel  de  temperatura  mas  baja,  pero  no  del 
todo  fría,  y cubierta  de  sudor;  á veces  hay  sacudimientos  convulsivos, 
con  cierta  rigidez  ó estado  tetánico ; el  enfermo  no  quiere  beber,  y arroja 
cuanto  toma  por  vómitos  ó regurgitación.  No  hay  calentura. 

Estos  dos  cuadros,  á loque  puede  reducirse  lo  mas  notable  y caracte- 
rístico de  ambos  cóleras,  nos  permiten  distinguir  perfectamente  de  casos. 
Guando  no  bastase  el  carácter  epidémico  que  acompaña  al  primero  , ó el 
temperamento  del  sugeto,  que  entra  por  mucho  en  el  segundo  , bastaría 
la  sucesión  de  los  síntomas  y algunos  de  ellos  para  poder  establecer  el 
correspondiente  diagnóstico. 

El  cólera  no  puede  confundirse  con  una  intoxicación  por  venenos  nar- 
cóticos ni  sépticos.  La  por  venenos  inflamatorios , la  por  los  cáusticos , la 
por  nervioso-inflamatorios  y asfixiantes  tetánicos  son  las  que  ofrecen  un 
aparato  de  síntomas  mas  fácil  de  confundir  con  una  invasión  del  cólera 
asiático.  El  tubo  digestivo  es  el  que  se  presenta  mas  afectado  en  esta  en- 
fermedad, y el  tubo  digestivo  es  el  que  mas  lastimado  queda  con  la  in- 
gestión de  un  veneno  cáustico  é inflamatorio. 

Los  calambres  y contracciones  tetánicas  podrían  confundirse  con  el 
télanos  producido  por  los  de  ciertos  asfixiantes.  Sin  embargo,  todavía  li- 
mitándonos á estas  tres  intoxicaciones,  nos  será  muy  posible  distinguir  un 
estado  de  otro.  En  la  intoxicación  por  los  venenos  inflamatorios,  los  vó- 
mitos se  presentan  lo  primero;  mas  tarde,  las  evacuaciones  alvinas;  en  el 
cólera  todo  casi  á un  tiempo.  En  aquella  no  hay  color  violáceo,  ni  plúm- 
beo, ni  esa  frialdad  de  aliento,  lengua  y nariz  que  al  principio  ya  ofre- 
cen los  coléricos,  y las  deyecciones  jamás  presentan  ese  aspecto  de  coci- 
miento de  arroz.  El  sabor  amargo  ó metálico  de  los  envenenados  por  ve- 
nenos inflamatorios,  la  sequedad,  ardor  y constricción  de  la  garganta  no 
existen  en  los  coléricos;  los  síntomas  producidos  por  esos  venenos  son 
casi  siempre  los  de  una  gastritis  intensísima;  los  del  cólera  son  otra  cosa 
que  una  gastritis. 

Si  la  intoxicación  ha  sido  por  los  venenos  cáusticos,  no  se  confundirá 
jamás  con  el  cólera  asiático.  En  este  no  hay  las  manchas  negras  ó ama- 
rillas que  el  cáustico  produce,  ni  las  cauterizaciones  de  las  fáuces,  ni  los 
vómitos  negruzcos  y sanguinolentos  con  pedazos  de  mucosa,  síntomas 
tan  característicos  de  las  sustancias  cáusticas. 

Por  último,  la  única  analogía  que  entre  el  cólera  asiático  ó esporádico 
y la  intoxicación  asfixiante  tetánica  pudiera  encontrarse,  seria  por  lo  to- 
cante. á los  calambres  y tiesura  de  los  tendones;  mas,  sobre  que  no  hay 
en  el  cólera  envaramiento  del  sistema  muscular ; que  el  cerebro  se  con- 
serva sano,  íntegro  en  sus  funciones  intelectuales,  distan  mucho  las  con- 
vulsiones y estado  de  los  músculos  de  las  contracciones  y convulsiones 
tetánicas  de  los  atacados  por  un  csirir/nus,  por  ejemplo.  Esa  exquisita  irri- 
tabilidad que  los  hace  entrar  en  un  acceso  de  convulsiones  al  menor 
nudo,  al  menor  contacto,  no  se  encuentra  en  el  colérico,  ni  se  ve  en  él 
tampoco  ese  aspecto  de  asombro  y estupor  que  los  intoxicados  por  un  as- 
hxiante  tetánico  presentan.  Compárese  bien  el  cuadro  sintomático  del  có- 
lera, sus  períodos,  la  sucesión  de  los  síntomas,  los  que  le  son  patogno- 
mónteos , con  los  de  las  únicas  intoxicaciones  que  pueden  ofrecer  mayor 
copia  de  síntomas  análogos,  y se  verá  la  notable  diferencia  que  cabe  en- 
tre unos  y otros  estados  patológicos.  Ni  aun  durante  una  epidemia  de  có 
lera  asiático  seria  fácil  confundirlos. 


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Añadamos  á todo  lo  dicho  otras  consideraciones  relativas  á la  conste- 
lación epidémica , á la  estación,  al  temperamento  del  .sugeto,  á los  exce- 
sos que  haya  podido  cometer,  á todo,  en  fin,  lo  que  ilustre  un  diagnós- 
tico, y acabarémos  de  convencernos  de  la  facilidad  con  que  puede  distin- 
guirse de  casos. 

Cólicos.—  No  creo  necesario  advertir  que  no  voy  á tratar  de  todas  las 
afecciones  que  llevan  el  nombre  de  cólico,  y menos  si  hubiese  de  ate- 
nerme á las  numerosas  especies  de  cólicos  idiopáticos,  que  incluye  Cu- 
fien en  su  nosografía,  y los  sintomáticos  del  mismo;  no  porque  no  pue- 
dan atacar  súbitamente  á ciertos  individuos  y dar  lugar  á que  se  sospe- 
che en  ciertas  circunstancias,  que  estén  envenenados.  Los  cólicos  espas- 
módicos,  los  flalulentos,  los  biliosos,  los  por  enfriamiento  y otros  mu- 
chos que  hoy  dia  llevan  nombres  particulares,  como  los  producidos  por 
la  nefritis,  los  cálculos  biliares,  la  amenorrea  , el  histérico  , las  gastralgia 
y enteralgia,  etc.,  etc.,  tienen  su  diagnóstico  demasiado  conocido  por  lo 
comunes  que  son,  para  que  yo  me  entretenga  en  trazar  el  cuadro  sinto- 
mático de  cada  uno,  y sus  diferencias  respectivas  de  esta  ó aquella  into- 
xicación, con  la  cual  pudieran  confundirse.  Podrá  haber  al  primer  ím- 
petu posibilidad  de  confusión , respecto  del  diagnóstico  absoluto ; res- 
pecto del  carácter  general  que  hemos  dado  á la  intoxicación  en  abstracto, 
pero  jamás  respecto  de  la  intoxicación  de  ciase.  Cualquier  facultativo 
medianamente  instruido  en  patología  general  y especial  y en  toxicología, 
distinguiría  fácilmente , cuándo  es  uno  de  esos  cólicos  la  enfermedad, 
cuándo  una  intoxicación  de  aparato  sintomático  parecida. 

Yoy , pues , á limitarme  á solo  dos  cólicos  dignos  de  que  hablemos  de 
ellos  en  este  párrafo.  Son,  en  efecto,  dos  los  cólicos  cuya  brusca  invasión 
va  acompañada  de  síntomas  algo  parecidos  á los  de  los  venenos,  espe- 
cialmente inflamatorios.  El  ileo  ó cólico  miserere  y el  ileo  sintomático.  Yeá- 
moslos.  La  invasión  del  miserere  es  súbita;  cuatro  ó cinco  horas  después 
de  una  comida  se  desencadena  esta  enfermedad  con  violencia , causando 
al  enfermo  dolores  abdominales  agudísimos  alrededor  del  ombligo  nota- 
blemente y en  el  trayecto  del  colon ; los  enfermos  se  encorvan  hácia  ade- 
lante ó se  revuelven  en  todos  sentidos , y solo  sienten  alivio  en  los  mo- 
mentos en  que  no  solo  remiten  los  dolores,  sino  que  cesan  del  todo.  No 
hay  deyecciones  alvinas,  sino  constipación,  y los  vómitos  son  de  sustan- 
cias estercoráceas.  Ninguno  de  estos  síntomas  es  capaz  de  ser  confundido 
con  los  de  un  envenenamiento.  Los  vómitos  causados  por  los  venenos  in- 
flamatorios son  de  las  materias  contenidas  en  el  estómago  , jamás  de  ex- 
crementos; los  dolores  son  fijos,  en  el  epigastrio  especialmente,  y van 
siempre  en  aumento ; hay  deyecciones  alvinas  mas  ó menos  abundantes. 
El  íleo,  en  fin , es  una  enfermedad  de  naturaleza  nerviosa;  la  intoxicación 
por  los  irritantes,  inflamatoria.  La  distinción  por  lo  tanto  es  fácil,  tanto 
mas , cuanto  que  el  temperamento  y constitución  del  sugeto  contribuyen 
y no  poco  á la  formación  acertada  del  diagnóstico. 

El  ileo  sintomático  depende  de  varias  causas : de  una  oclusión  intestinal 
producida  por  una  estrangulación  interna , por  un  cuerpo  extraño , ó por 
un  tumor  en  las  cercanías  del  punto  donde  se  presenta.  Ataca  lenta  ó 
bruscamente,  y se  manifiesta  por  los  siguientes  síntomas:  constipación 
tenaz,  vómitos  de  materias  fecales,  dolor  en  un  punto  dado  del  abdómen, 
bastante  limitado ; suele  haber  un  tumor  fácil  de  apreciar  y que  tal  vez 
ya  existia,  pero  indolente ; la  tos , el  estornudo  y cualquier  otro  esfuerzo 
aumentan  el  dolor  de  este  punto , en  especial  si  "hay  estrangulación , hay 


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sentimiento  de  constricción  en  la  parte,  donde  en  el  momento  del  ataque 
se  ha  sentido  tal  vez  un  chasquido  ó como  un  desgarro  , como  una  cosa 
que  pesa. 

Ningún  facultativo  podrá,  por  lo  tanto,  confundir  un  íleo,  sea  esencial, 
sea  sintomático  con  una  intoxicación  por  venenos  inflamatorios,  única 
con  la  cual  puede  tener  analogía.  Los  vómitos  de  la  intoxicación  no  son 
estercoráceos;  el  dolor  del  abdómen  es  continuo  y mas  bien  en  el  epigas- 
trio que  en  otra  parte ; hay  deyecciones  alvinas  ; no  hay  tumor  en  punto 
determinado,  y no  se  conocen  antecedentes  relativos  á malas  digestiones, 
á dolores  semejantes  padecidos  en  otras  ocasiones  por  el  enfermo  , como 
sucede  en  el  íleo , cuya  aparición  va  siempre  precedida  de  muchos  sín- 
tomas propios  de  una  coartación  intestinal,  de  una  estrangulación  fre- 
cuente, ó de  un  tumor  que  se  va  desarrollando  y va  comprimiendo  los  in- 
testinos. 

Perforaciones  espontáneas.— Una  de  las  enfermedades  que  mas  pueden 
confundirse  con  una  intoxicación , es  sin  duda  la  que  da  lugar  á las  per- 
foraciones espontáneas.  Llaman  los  autores  perforación  espontánea  á la  so- 
lución de  continuidad  que  sobreviene  en  un  órgano  hueco,  sin  la  acción 
de  una  causa  externa.  El  estómago  y los  intestinos  suelen  ser  los  órganos 
que  mas  comunmente  se  perforan  de  esta  suerte.  La  acción  corrosiva  de 
los  ácidos  que  naturalmente  se  forman  en  el  tubo  digestivo;  cierto  modo 
patológico  que  funde  los  tejidos,  tal  vez  un  cáncer,  una  ulceración  , etc., 
dan  lugar  á estas  notables  y harto  frecuentes  perforaciones.  En  toda  edad 
pueden  presentarse  , pero  la  de  cuarenta  á sesenta  años  es  la  mas  común. 
Estas  perforaciones  se  notan  mas  á menudo  en  la  pequeña  curvadura  del 
estómago  y en  las  cercanías  del  hígado  ó del  bazo.  Es  fácil  que  sean  con- 
fundidas con  un  envenenamiento,  cuando  sobrevienen  á un  sugeto  que 
estaba  gozando  de  buena  salud;  que  digería  toda  clase  de  alimentos,  y de 
repente,  después  de  haber  comido  ó cenado,  tal  vez  después  de  haber 
tomado  alguna  bebida  helada , se  siente  invadido  de  horribles  dolores 
que  ninguna  causa  explica,  los  cuales  están  fijos  en  un  punto  del  abdó- 
men, correspondiente  por  lo  común  á los  que  hemos  indicado.  Lo  agudo 
de  los  dolores  provoca  á veces  convulsiones  ; la  cara  se  pone  crispada  y 
se  desencaja  , la  nariz  se  adelgaza,  los  ojos  se  hunden,  y la  piel  toma  el 
color  pálido  de  tierra.  A veces  hay  náuseas,  ganas  de  vomitar  ó vómitos, 
la  piel  está  fria,  cubierta  de  sudor,  pulso  pequeño  y filiforme.  No  hay 
deyecciones;  el  vientre  se  pone  al  poco  tiempo  duro  y tan  doloroso  á la 
menor  presión,  que  el  enfermo  no  la  puede  soportar;  hay  calor  urente 
con  escozor,  y los  músculos  abdominales  presentan  toda  la  rigidez  de 
una  peritonitis  agudísima.  Es  realmente  una  peritonitis  lo  que  causa  to- 
dos estos  desórdenes,  porque,  perforado  el  estómago  ó los  intestinos,  han 
pasado  al  saco  peritoneal  las  sustancias  contenidas  en  dichos  órganos  y 
han  inflamado  intensamente  el  peritoneo.  A veces  también  desenvuelve 
síntomas  de  una  pleuresía  intensa.  Es  cuando  la  perforación  avanza  ha- 
cia el  diafragma  y este  participa  de  ella.  Afectada  la  pleura  con  la  salida 
de  las  materias  corrosivas  del  estómago,  se  inflama  violentamente. 

Así  como  hay  sugetos,  á quienes  sobreviene,  sin  precursor  alguno,  ese 
terrible  estado  de  cosas,  los  hay  también  en  quienes  no  se  presenta  tan 
bruscamente;  hay  ciertos  antecedentes  que  anuncian  algún  desorden  or- 
gánico en  las  vías  digestivas,  tales  son  aquellos  que  al  fin  tienen  una 
perforación  espontánea  á consecuencia  de  úlceras  ó escirros. 

A pesar  de  todo,  puede  sentarse  que  con  algún  cuidado  no  será  difíci 


— m - 

establecer  la  verdadera  distinción  entre  un  envenenamiento  y una  norf^ 
ración  espontánea . Si  esta  ha  sido  precedida  de  disturbios  en  la  §¿2“ 
non,  dolores  abdominales,  etc.,  esto  solo  bastará  para  distinguir  ril 
casos.  Si  la  perforación  se  ha  presentado  de  repente,  tambien^podrpl 
mos  diferenciarla  de  la  intoxicación,  porque  no  hay  los  vómitos  caracíe, 
i isticos  de  esta,  ni  los  demás  síntomas  del  tubo  digestivo , propios  de 
los  venenos  inflamatorios.  Esos  mismos  síntomas  de  peritonitis  ó de  nb‘u 
resía  nos  indicarán  que  no  puede  haber  sino  una  perforación  del  estó- 
mago ó intestinos,  y si  bien  en  la  intoxicación  por  venenos  cáusticos  hav 
perforaciones , son  los  síntomas  de  esta  intoxicación  tan  característicos 
y diferentes  de  los  que  acabamos  de  exponer,  que  bien  se  comprende  la 
facilidad  con  que  el  médico-legista  podrá  diferenciar  de  enfermedades. 
Y aun  cuando  por  los  síntomas  pudiese  llegar  á padecer  alguna  equivo- 
cación ó concebir  alguna  duda,  bastaría  el  exámen  del  cadáver,  corno 
diremos  en  su  lugar,  para  tener  una  evidencia  de  que  es  una  perforación 
espontánea  y no  una  intoxicación. 

Una  hernia  estrangulada. — Nada  mas  á propósito  para  simular  una  in- 
toxicación que  esta  enfermedad  , si  uno  tan  solo  se  fija  en  la  invasión 
brusca  en  medio  de  la  mas  perfecta  salud,  en  las  náuseas,  vómitos  de 
mucosidades  y materias  alimenticias  ai  principio,  luego  bilis,  luego  ma- 
terias estercoróceas , en  los  dolores  abdominales , en  el  frió  de  las  extre- 
midades, alteración  del  rostro,  pequenez  del  pulso,  etc.,  etc.  Mas 
quién  confundirá  una  hernia  estrangulada  con  una  intoxicación , en 
cuanto  reconozca  las  ingles,  el  ombligo  y demás  puntos  donde  se  puede 
presentar  una  hernia?  ¿No  bastará  la  presencia  del  tumor  y sus  caracte- 
res propios  para  distinguir  de  casos?  Para  que  haya  siquiera  dudas,  es 
indispensable  que  la  estrangulación  sea  interior,  sea  una  invaginación , por 
ejemplo  , un  volvidas.  Aun  en  estos  casos  la  naturaleza  de  los  vómitos,  la 
sensación  de  cerramiento  que  el  enfermo  percibe  en  un  dado  punto  del 
abdomen  , nunca  correspondiente  al  epigastrio  , y la  constipación  tenaz, 
son  datos  mas  que  suficientes  para  reconocer  la  estrangulación  ; la  au- 
sencia de  los  síntomas  propios  de  la  intoxicación  por  los  venenos  infla- 
matorios y cáusticos,  única  con  la  cual  pudiera  confundirse,  es  tam- 
bién bastante  para  distinguir  de  ella  la  enfermedad. 

Gastritis  agudísima  con  aracnilis.  Castro -enteritis.  — ílé  aquí  enfermeda- 
des muy  capaces  de  simular  una  intoxicación  por  venenos  inflamatorios 
ó nervioso-inflamatorios , y muy  difícil,  en  muchos  casos,  de  diferenciar 
el  diagnóstico  por  solo  la  apreciación  de  los  síntomas.  El  estado  pato- 
lógico que  esos  venenos  desenvuelven,  es  la  gastritis  ó la  gastro-euteri- 
tis  con  todo  su  acompañamiento  de  síntomas  característicos  y mas  gra- 
ves, de  consiguiente,  siendo  los  efectos  los  mismos,  ¿cómo  establecer 
entre  los  de  un  veneno  y los  de  otra  causa  morbosa  una  diferencia  cabal. 
El  único  medio  que  hay  de  distinguir  de  casos,  consiste  mas  bien,  en  la 
averiguación  de  las  causas  que  hayan  podido  dar  lugar  á la  gastritis  o 
gastro -enteritis,  que  en  el  aparato  sintomático.  Saber  si  el  sugeto  ha  to- 
mado una  bebida  fría  estando  en  sudor;  si  poco  tiempo  después  de  la  co- 
mida  ha  sufrido  un  arrebato  de  cólera  ; si  le  ha  retrocedido  algún  exan- 
tema, la  gota , etc. , tal  vez  la  naturaleza  de  los  vómitos  ó de  las 
terias  vomitadas  , ácidas  ó alcalinas,  verdes  o nejp^zC?Sj  • nos  ¿ sos- 
bor  metálico  que  el  sugeto  sienta  , etc. , etc. , podrán  ín 
pechar  que  es  un  envenenamiento  y no  una  gastritis,  ó por  me  o, 
que  la  inflamación  del  tubo  digestivo  ó parte  de  él  no  P 


- m - 

uná  causa  ordinaria,  sino  por  una  sustancia  venenosa.  En  tésis  general, 
mas  bien  debemos  sentar  que  este  problema  no  se  resuelve  por  la  sola 
inspección  de  los  síntomas.  Podrá  que  en  algunos  casos,  en  virtud  de 
aquellos , pueda  aventurarse  algo  de  fijo ; mas  en  su  mayoría  habrá  que 
atenerse , no  solo  á la  inspección  cadavérica  , si  el  enfermo  sucumbe, 
sino  á las  análisis  de  lo  arrojado  por  las  vías  gástricas  cuando  menos. 

Peritonitis.  — La  peritonitis  tiene  síntomas  demasiado  característicos 
para  poderla  confundir  con  un  envenenamiento.  La  contracción  de  los 
músculos,  la  sensibilidad  tan  exagerada  de  todo  el  abdómen,-los  saltos 
de  tendones , etc. , no  se  confunden  con  intoxicación  alguna.  La  única 
que  desarrolla  estos  síntomas  es  la  por  venenos  cáusticos , los  que , des- 
organizando el  estómago , le  reblandecen  y perforan  , y afectan  el  peri- 
toneo en  toda  la  posible  intensidad.  Mas  en  semejantes  casos , la  presen- 
cia de  los  estragos  producidos  por  el  veneno  ácido  ó alcalino  en  todo  el 
trayecto  que  ha  recorrido , basta  y sobra  para  afirmar  que  la  peritonitis 
es  debida  á la  acción  destructora  del  veneno.  Ausentes  las  manchas  ne- 
gruzcas ó amarillas;  ausentes  las  cauterizaciones,  el  levantamiento  de 
la  mucosa,  los  reblandecimientos,  los  encogimientos,  etc. ; los  sínto- 
mas de  la  peritonitis,  ó son  de  una  perforación  espontánea,  ó de  la  en- 
fermedad desenvuelta  por  sus  causas  comunes. 

fíematémesis , melena.  — Seria  un  error  algo  grosero  confundir  una  he- 
matémesis  con  un  envenenamiento.  La  sangre  que  en  el  primer  caso  se 
arroja  por  vómitos  es  negra , pero  pura  ; es  decir,  no  sale  por  vómito 
mas  que  sangre.  En  los  casos  de  intoxicación  los  vómitos  de  sangre  son 
raros,  y jamás  sale  pura;  siempre  es  á modo  de  estrías  mezcladas  con 
alimentos  ó mucosidades.  Hay  más:  los  vómitos  sanguinolentos  en  los 
casos  de  intoxicación  se  observan  en  aquellos  en  que  el  veneno  es  cáus- 
tico ó desorganizador,  y entonces  hay  síntomas  que  jamás  presenta  la 
hematémesis,  ni  la  melena;  los  hemos  indicado  tantas  veces,  que  seria 
ya  pesado  reproducirlos.  Añádase  á esto,  que  el  color  de  la  sangre  en 
la  melena  es  negro,  en  la  intoxicación  rojo;  en  aquella  no  hay  síntomas 
de  flogosis  en  el  tubo  digestivo  ; en  este  sí  y muy  intensos. 

Tétanos. — Cuando  hay  un  envenenamiento  por  la  estricnina  ó cual- 
quier otro  veneno  que  obre  como  ella,  algunos  creen  que  es  un  ataque 
de  tétanos  idiopático  ó espontáneo,  y la  defensa  del  acusado  no  deja  de 
apelar  á ese  medio  para  explicar  el  cuadro  sintomático  que  el  envene- 
nado ofrece.  Tardieu,  Lorain,  y Roussin  hablan  de  un  caso  de  envene- 
namiento por  la  estricnina,  en  el  que  el  defensor  del  acusado  acudió,  en- 
tre otras,  á esa  suposición,  pretendiendo  que  la  víctima  Pegard  habia 
tenido  un  tétanos.  Otro  tanto  sucedió  en  el  célebre  caso  de  envenena- 
miento por  la  estricnina  del  desdichado  Cok , en  Inglaterra , causado 
por  el  famoso  médico  Palmer.  También  hubo  quien  quiso  explicar  la 
muerte  de  aquel  infeliz  por  un  tétanos  no  traumático. 

Tanto  por  esto,  como  porque,  en  efecto , no  deja  de  haber  alguna  se- 
mejanza entre  los  sintomas,  la  rigidez  muscular  del  tétanos  y la  del  en- 
venenamiento por  la  estricnina , conviene  que  digamos  cuatro  palabras, 
acerca  de  dicha  enfermedad  y los  medios  de  distinguirla  de  esa  especie 
de  intoxicación  asfixiante. 

L1  tétanos,  como  todos  saben,  puede  ser  traumático,  sintomático,  ó 
idiopático , ó espontáneo.  Cuando  es  traumática  la  lesión  , ya  es  un  indicio 
de  que  no  se  debe  á la  acción  de  un  veneno.  La  naturaleza  de  la  herida, 
el  estado  de  los  tejidos,  y sobre  todo  de  los  nervios  en  ella,  y las  cir- 


- 830  — 

cunstancias  de  clima  ó estación , son  datos  significativos  que  no  dejan 
dudar  de  que  el  tétanos  se  debe  á esa  lesión  traumática.  Es  posible  que 
se  envenene  á un  herido  para  hacer  mas  creíble  el  tétanos  traumático- 
mas  no  es  común  , y un  exámen  detenido  de  la  lesión  puede  en  esos  ca- 
sos poner  de  manifiesto  que  no  puede  haber  producido  ese  terrible  mal. 

Guando  es  sintomático  de  alguna  afección  de  los  centros  nerviosos  ó 
simpático  de  algún  foco  verminoso,  podrá  presentar  dudas  acerca  de  su 
causa  ordinaria  , pero  no  sobre  si  lo  ha  sido  un  veneno  , porque  el  diag- 
nóstico diferencial  es  el  que  nos  sirve  de  guía,  tanto  en  esos  casos  como 
cuando  es  espontáneo  ó idiopático. 

El  espontáneo , en  primer  lugar,  es  raro  en  nuestros  climas , y en  se- 
gundo lugar,  suele  ser  anunciado  por  pródromos  que  pueden  variar  en 
la  forma.  Alguna  vez  se  ha  declarado  sin  esos  precursores ; mas  eso  es 
muy  raro  , y casi  privativo  del  traumático.  Unas  veces  solo  se  reduce  al 
trismus ; otras  á los  músculos  posteriores  del  tronco,  produciendo  el 
opislótonos ; oirás  á los  anteriores,  emproslótonos ; otros  á las  de  un  lado, 
pleurostótonos ; otros  á todo  el  cuerpo  á la  vez , tétanos  recio  de  Trnka. 

Regularmente  empieza  por  ponerse  rígidos  los  músculos  maseteros  y 
crotaíites,  apareciendo  el  trismus,  y de  ahí  se  va  extendiendo  á los  mús- 
culos de  la  cara  y cuello;  y luego  á"  los  del  tronco , y así  sucesivamente; 
y no  es  raro  ver  libres  los  músculos  de  la  respiración  y de  los  ojos.  El 
trismus  solo  es  mas  frecuente , sigue  en  frecuencia  el  opistótonos  ai  em- 
prostótonos,  etc. 

Sea  cual  fuere  de  esas  formas,  es  una  afección  continua  que  tiene  re- 
misiones, pero  jamás  se  relajan  del  todo  los  músculos  envarados,  yen 
ningún  período  altera  las  funciones  intelectuales.  Puede  haber  dificultad 
de  respirar;  la  hay  con  frecuencia  , pero  ya  llevo  dicho  que  los  múscu- 
los torácicos  y el  diafragma  pueden  estar  ilesos.  Los  accesos  suelen  tam- 
bién ser  breves  y producidos  por  impresiones  vivas  y rudas. 

Aunque  alguna  vez  ha  causado  la  muerte  en  pocas  horas  y hasta  en 
minutos,  eso  es  raro  y solo  se  observa  en  el  traumático;  por  lo  común 
tarda  diasen  hacer  sucumbir  al  enfermo,  es  raro  que  sea  antes  de  los 
tres  dias  de  ia  invasión. 

Bastan  estos  caractéres  trazados  á grandes  rasgos  para  dar  al  tétanos 
su  fisonomía  especial  y distinguirle  de  la  intoxicación  asfixiante  tetánica, 
ó producida  por  la  estricnina  y demás  venenos  análogos. 

Esta  intoxicación  es  de  las  mas  breves ; á los  pocos  minutos  ya  estalla 
sin  prodromo  alguno,  sin  grados  sucesivos  de  torpeza,  rigidez  y dificultad 
en  la  extensión  ó flexión  de  estos  ni  aquellos  músculos , en  el  mejor  es- 
tado de  salud  si  cabe  , ó en  un  estado  conocido  de  la  misma  y que  nada 
de  eso  anuncia.  A pocos  ratos  de  malestar,  inquietud,  el  ataque  es 
general,  todos- los  músculos  posteriores  del  tronco  se  ponen  rígidos,  hay 
opistótonos,  ia  cabeza  hácia  atrás  y el  trismus  viene  lo  último ; los  miem- 
bros sufren  sacudidas  antes  de  envararse , el  envenenado  salta  en  la 
cama  y no  puede  mudar  de  posición.  El  acceso  dura  pocos  minutos,  y 
luego  hay  relajación  y calma  completa  , los  accesos  se  repiten  con  rapi- 
dez, con  intérvalos  de  relajación;  cada  vez  son  mas  violentos;  hay  color 
violáceo  de  la  cara  y de  la  piel,  asfixia,  pérdida  de  facultades  intelec- 
tuales , extremada  sensibilidad  en  los  intérvalos,  que  á la  menor  excita- 
ción aceleran  el  nuevo  acceso,  y á los  cuatro  ó cinco  de  estos  sucumbe  el 
envenenado , lo  mas  tarde  á la  hora  y media  ó á las  dos  horas. 

Be  consiguiente , el  tétanos  se  distingue  de  la  intoxicación  debida  a ia 


- 831  - 

estricnina  por  su  modo  de  invadir,  por  su  curso,  por  la  forma  de  las 
contracciones  espasmódicas  y por  la  rapidez  en  la  terminación. 

Raras  veces  habrá , por  lo  tanto , necesidad  de  apelar  á la  autópsia  y 
menos  á las  análisis  químicas  para  establecer  la  debida  distinción,  entre 
el  tétanos  espontáneo  y el  envenenamiento  por  la  estricnina. 

Epilepsia.  — Esta  enfermedád  no  puede  dar  lugar  á confusiones,  sino 
cuando  el  sugeto  muere  en  un  acceso  epiléptico.  Si  no  muere  en  él,  sa- 
bido es  que  por  punto  general  el  epiléptico  se  restablece  y se  queda 
como  si  nada  padeciera ; nada  de  lo  cual  ofrece  el  envenenado  por  la 
estricnina,  ú otro  veneno  análogo,  aun  cuando  no  sucumba. 

Si  espira  en  uno  de  esos  terribles  accesos,  puede  suceder  que,  en  cier- 
tas circunstancias,  se  crea  envenenado  al  sugeto.  Mas  los  antecedentes 
del  mismo , si  los  recogen  los  peritos , ya  los  pondrán  en  el  caso  de  dis- 
tinguir una  afección  de  otra , y si  no  han  podido  ver  los  síntomas , bas- 
tará practicar  la  aulópsia  en  muchos  casos,  para  ver  que  ha  sucumbido 
el  sugeto  á un  ataque  de  epilepsia.  Si  esto  no  bastase,  como  puede  suce- 
der , pues  no  siempre  se  hallan  lesiones  que  expliquen  esa  afección  , las 
análisis  químicas  dirimirían  la  contienda. 

Por  lo  demás,  entre  los  síntomas  del  ataque  epiléptico  y los  del  enve- 
nenamiento por  la  estricnina  no  hay  punto  ae  comparación  ; no  hay  en- 
varamiento , ni  accesos , alternando  con  intervalos  de  relajación ; el  ac- 
ceso epiléptico  no  es  mas  que  uno;  empieza,  sigue  y acaba,  y la  inteli- 
gencia está  suspensa  desde  el  principio.  No  es  por  lo  tanto  posible  la 
confusión. 

Lombrices,  focos  verminosos.  — Todos  sabemos  los  numerosos  desórde- 
nes que  las  lombrices  ó los  focos  verminosos  pueden  causar  y causan  á 
menudo.  Es  muy  natural  que  también  sean  tomados  estos  síntomas  por 
un  envenenamiento.  Anglada  refiere  un  caso  de  un  panadero  de  San 
Pons  , muerto  rápidamente.  Sospechóse  del  caso ; el  tribunal  mandó  la 
autópsia;  no  se  encontró  nuda  en  el  estómago  é intestinos  , á excepción 
de  una  ligerísima  cantidad  de  una  materia  amarilla  en  el  recto ; estaba 
vacío  todo  el  tubo.  En  el  íleon  se  encontraron  cinco  lombrices,  y se 
creyó  que  ellas  habían  causado  la  muerte , á falta  de  toda  otra  expli- 
cación. 

Mahon  dice  que  un  soldado  muy  sano  murió  súbitamente  después  de 
haber  bebido.  Se  abrió  el  cadáver,  y en  el  duodeno  se  encontró  cierto 
número  de  lombrices  que  habían  picado  el  intestino  y el  píloro  en  va- 
rios puntos,  y una  de  ellas  había  introducido  súbitamente  la  cabeza  en- 
tre la  túnica  muscular  y la  mucosa  (1). 

En  la  Revista  médica  del  año  1825,  tomo  III,  pág.  404  , se  lee  un  caso 
de  la  muerte  de  un  joven  , causada  por  una  lombriz  que  atravesó  el  con- 
ducto colídoco  y fué  á pasar  al  cístico,  causando  dolores  y convulsiones 
que  nada  pudo  calmar. 

Si  los  síntomas  propios  de  las  intoxicaciones  que  mas  se  semejen  con 
los  producidos  por  los  focos  verminosos  ó las  lombrices , no  alcanzan  á 
diferenciarlos  estados  patológicos,  la  autópsia  los  pondrá , en  la  ma- 
yor parte  de  los  casos,  en  claro,  como  los  que  acabamos  de  indicar,  y de 
no  ser  así , siempre  nos  quedaría  el  recurso  de  apelar  á las  análisis 
químicas. 

Triquinosis.  — lie  dicho  que,  antes  de  descubrirse  la  enfermedad  pro- 


^ , ftjvllti.  InU  . I.  i i,  j><  3 1 i j , 


— 832  — 

ducida  por  los  triquinos,  se  tenia  por  una  intoxicación  la  comida  de 
ciertas  sustancias , embutidos , jamón  y demás  alimentos  procedentes  del 
cerdo.  Se  creia  que  habian  entrado  en  putrefacción , y que  producían, 
por  lo  tanto,  una  intoxicación  séptica,  perdiéndose  los  autores  en  con- 
jeturas acerca  del  principio  venenoso  desarrollado  en  estos  casos.  No 
negaré  que  en  muchos  de  estos  habrá  sido  una  intoxicación  de  esa  clase; 
pero  también  tengo  la  convicción  que  mas  de  una  vez  se  habrá  tomado 
por  tal  los  casos  de  triquinos ; modo  de  ver  que,  según  he  leído  en  una 
memoria  de  A.  Dclpeix,  es  el  mismo  á que  se  inclina  Yirchow. 

Es,  pues,  conveniente  que  coloquemos  esta  enfermedad  entre  las  que 
presentan  un  diagnóstico  parecido  al  de  Ja  intoxicación  , puesto  que  es  la 
que  mas  derecho'  tiene  para  ello;  que  la  estudiemos  debida  y extensa- 
mente, y que  veamos  si  su  cuadro  sintomático  tiene  rasgos  gráficos  y 
verdaderamente  diferenciales,  que  no  nos  permitan  confundirla  con  esta 
ó aquella  clase  de  intoxicación  , ó envenenamiento. 

Que  la  triquinosis  no  es  una  intoxicación , como  erradamente  lo  cree 
A.  Dclpeix  en  la  excelente  memoria  sobre  la  triquinosis,  leída  en  la  Acá- 
demia  imperial  de  París  en  1800,  no  necesito  grandes  esfuerzos  para  de- 
jarlo demostrado  hasta  la  última  evidencia. 

La  intoxicación  es  una  enfermedad  accidental  producida  por  un  ve- 
neno ; pues  bien  : los  triquinos  no  son  venenos  ; no  son  elementos  quími- 
cos que  se  combinen  con  los  principios  inmediatos,  ó promuevan  entre 
ellos,  por  su  fuerza  catalítica,  metamorfosis  incompatibles  con  las  con- 
diciones íisiológicas  de  la  sangre  y los  tejidos,  que  es  lo  que  caracteriza 
el  veneno. 

Las  carnes  del  cerdo  infestadas  de  triquinos  tampoco  obran  por  alte- 
raciones químicas  que  hayan  sufrido;  obran  por  los  triquinos  que  contie- 
nen ; de  aquí  es  que  tan  dañinas  y mortales  como  son  , cuando  crudas , ó 
sometidas  á poca  temperatura,  son  del  todo  inofensivas  sometidas  por 
mas  de  media  hora  á la  ebullición , que  mata  esos  parásitos. 

Seria  tan  ridículo  y falto  de  fundamento  tener  por  venenos  los  triqui- 
nos, como  tener  por  veneno  los  demás  entozoarios,  los  ascárides  lombri- 
cóides,  las  lombrices  y las  ténias.  El  tamaño  de  esos  parásitos,  de  esos 
séres  helmínticos  ó hematóides , no  es  una  razón  para  considerar  los 
grandes,  medianos  y pequeños  visibles  á simple  pupila,  como  cuerpos 
extraños  mas  ó menos  contrarios  á la  salud  , y venenosos  los  microscó- 
picos. La  diferencia  de  tamaño  no  arguye  acción  tóxica. 

No  siendo , por  lo  tanto , los  animales  parásitos , los  helmínticos,  y con 
ellos  los  triquinas  , venenos,  la  enfermedad  y la  muerte  que  producen  no 
es  una  intoxicación:  es  una  enfermedad  común.  Pero  esa  enfermedad  se 
desarrolla  á consecuencia  de  la  ingestión  de  materias  alimenticias  infes- 
tadas de  esos  parásitos  ; la  acción  de  estos  es  á menudo  rápida,  brusca, 
y en  muchos  casos  mortal.  Su  aparato  sintomático  toxicoforme  es  suma- 
mente parecido  al  principio  á una  intoxicación  , mucho  más  tal  vez  que 
cualquier  otra  , que  la  que  más;  debemos,  pues,  tratar  de  ella  en  este 
párrafo  de  diagnósticos  diferenciales;  y si  no  es  extraño  que  no  lo  hagan 
Orfila,  ni  Devergie,  ni  otros  autores , cuyas  obras  datan  de  años  anterio- 
res á 1860  , ni  que  no  lo  hayamos  hecho  nosotros  en  las  ediciones  ante- 
riores de  este  Compeinoio  , no  deja  de  serlo  que  nada  se  diga  de  ello  en  la 
última  edición  de  Briand  y de  Chaudé  (1803) , la  Toxicologia  de  Ferreiro 
Macedo  Pinto  (1860),  y sobre  todo  en  el  Estudio  médico  legal  y clínico  del 
envenenamiento , de  M.  Tardieu,  que  se  han  publicado  después  de  haber 


- 833  — 

llamado  ya  la  atención  general  los  numerosos  casos  de  enfermedades 
y muertes  individuales  ytcolectivas  por  los  triquinos. 

La  triquinosis  probablemente  es  una  enfermedad  tan  antigua  como  la 
primera,  solo  que,  á semejanza  de  otras  muchas,  no  ha  sido  conocida 
como  tal  hasta  nuestros  dias.  Antes  que  llilton  (1833)  llamase  la  atención 
el  primero,  en  la  Sociedad  médico-quirúrgica  de  Lóndres,  sobre  la  varie- 
dad de  cisticercos,  que  él  creía  ver  en  los  corpúsculos  ovales,  que  daban 
cierto  aspecto  particular  á los  músculos  de  un  anciano  muerto  en  el  hos- 
pital de  Guy ; antes  que  dos  años  mas  larde  Paget  presentase  á Owen  al- 
gunos fragmentos  de  músculos  alterados , que  lijaron  su  atención , y que 
e*te  micrógrafo  descubriese  el  nuevo  entozoario , denominándole  trichina 
spiralis,  nombre  que  le  ha  quedado  definitivamente;  antes  sobre  todo 
que  Zenker  descubriese  en  una  jóven  muerta  en  el  hospital  de  Dresde 
(1860),  servicio  de  Walter,  una  cantidad  inmensa  de  triquinos , conside- 
rados como  la  causa  de  la  enfermedad  y muerte  de  esa  jóven ; esa  enfer- 
medad se  tomaba,  ya  por  un  reumatismo,  ya  por  una  tifoidea,  ya  por 
casos  de  cólera , ya , en  fin  , por  una  intoxicación  producida  por  sustan- 
cias alimenticias  procedentes  del  cerdo , poco  ahumadas,  poco  saladas  ó 
poco  cocidas , y con  un  principio  de  putrefacción , buscándole , aunque 
inútilmente , la  química  el  elemento  tóxico  á que  se  debia  la  intoxicación 
séptica  por  esas  sustancias  producida. 

Desde  1860,  en  cuyo  mes  de  enero  aconteció  el  caso  del  hospital  de 
Dresde,  tanto  los  experimentos  de  Yirchow  sobre  varios  animales,  como 
numerosos  hechos  observados  en  el  hombre , ya  en  individuos  aislados, 
ya  en  familias  enteras,  aldeas  y ciudades  , á modo  de  una  epidemia,  han 
venido  á confirmar  de  una  manera  indudable  la  existencia  de  esa  terri- 
ble enfermedad.  Los  veinte  y cuatro  casos  de  triquinosis  humana  que  ya 
se  habían  recogido  de  1836  á 1840 , se  vieron  muy  pronto  robustecidos 
en  significación  por  una  multitud  de  casos  iguales  y mejor  observados 
que  de  todas  partes  brotaban  en  las  naciones  del  Norte,  vivamente  alar- 
madas con  la  aparición  de  ese  nuevo  azote. 

Merced  á las  observaciones  de  Owen , Wood , Farre  y Herrisson , los 
estudios  sobre  el  nuevo  entozoario,  su  anatomía,  su  fisiología,  su  modo 
de  desenvolverse,  sus  emigraciones  y otros  puntos  no  menos  interesantes 
hechos  por  los  Britowe,  liainey,  Yirchow,  Zencker,  Leuckart,  Yan  Be- 
neden , Kuchenmeister,  Fuchs,  Pagenstecher  y otros,  yá  las  alarmas 
de  la  Alemania,  donde,  al  parecer,  es  mucho  mas  frecuente  ese  padeci- 
miento singular,  en  especial  en  los  distritos  prusianos  de  Magdeburgo  y 
Merseburgo,  en  Brunswich  y Sajorna,  siguiendo,  aunque  en  menor  es- 
cala, Inglaterra,  Dinamarca,  Austria  y lfaviera,  alarmas  producidas 
por  la  frecuencia  de  invasiones,  muchas  veces  con  cierto  aire  de  epide- 
mias, algunas  de  ellas  respetables,  como  las  de  Hesttsoedt  y Hedersleben; 
la  enfermedad  en  cuestión , aunque  recien  conocida , lo  está  ya  tanto, 
ora  en  su  etiología , ora  en  su  sintomatología , que  quien  esté  un  poco  al 
corriente  de  los  numerosos  escritos  que  ya  contamos  sobre  ella,  no  ha 
de  confundirla  nunca,  ni  con  reumatismos,  ni  con  tifoideas,  ni  con  in- 
toxicaciones de  ninguna  clase,  inclusa  la  séptica,  por  alimentos  averia- 
dos, siquiera  sean  carnes  de  cerdo,  ó embutidos  verdaderamente  putre- 
factos. 

Vamos,  pues , á dar  algunas  nociones  lo  mas  breve  posible  : primero, 
de  la  causa  de  esa  enfermedad,  ó sea  de  la  trichina  spiralis ; y segundo, 
del  cuadro  sintomatológico  de  la  dolencia  que  produce. 

TOXICOLUGIA. — 53 


1 o Nociones  sobre  la  trichina  spiralis.—  Considero,  no  solo  curioso,  con- 
veniente y oportuno,  sino  necesario,  como  elemento  de  diagnóstico,  rtar 
á conocer  ese  nuevo  entozoario;  de  qué  modo  se  produce  y propaga;  de 
dónde  viene,  y de  qué  suerte  pasa  á infestar  el  cuerpo  humano.  La  de- 
mostración de  su  existencia,  ya  en  las  materias  arrojadas  por  el  enfermo, 
ya  en  sus  intestinos,  ya  en  sus  músculos,  es  otro  de  los  datos,  y de  los 
mas  fehacientes,  para  afirmar  la  triquinosis,  y distinguirla  de  un  envene- 
namiento lento  ó agudo , con  cuyas  dos  formas  se  ha  podido  y se  puede 
volver  á confundir. 

La  trichina  spiralis  está  colocada , por  casi  la  totalidad  de  observado- 
res, en  el  grupo  de  los  hematóides , á los  que  se  acerca  por  su  organiza- 
ción. Forma  un  género  nuevo,  y una  sola  especie. 

Para  desenvolverse,  necesita  pasar  de  un  animal  á otro.  Estudiémosla 
en  sus  dos  estados,  de  quiste  en  el  tejido  muscular,  y libre  en  el  estómago. 

l.°  Estado  de  quiste  de  la  trichina  spiralis.  — Nacida  en  un  animal,  se 
aloja  en  sus  músculos,  al  estado  de  larva,  sin  sexo,  ó estéril.  Ocupa  ia 
fibra  estriada  de  todos  los  músculos,  excepto  el  corazón.  Paugersteeher 
no  la  ha  visto  nunca  en  él , ni  al  estado  de  larva  , ni  de  quiste.  Yirchow, 
que  había  creído  verla  en  dicha  viscera , ha  concluido  por  confesar  que 
se  habia  equivocado. 

Alojada  en  los  músculos , se  forma  un  quiste  con  dos  hojas- : una  inte- 
rior, mas  ó menos  regular,  ovoidea  , procedente  de  las  granulaciones  dei 
músculo  alterado  con  la  presencia  del  triquino;  otra  exterior,  constituida 
por  el  mismo  sarcolema , va  mas  allá  que  la  interior  por  los  extremos, 
entre  las  fibras  musculares  persistentes.  Estos  quistes  tienen  3o  centési- 
mas de  milímetro  de  largo  y 2o  de  ancho.  En  la  cavidad  de  ese  quiste 
se  encuentra,  por  lo  común,  una  triquina,  á veces  dos,  y mas  raro  tres. 
El  parásito  tiene  de  á 8 décimos  de  milímetro  de  longitud  , y un  milí- 
metro en  su  mayor  desarrollo.  Sus  dos  extremos  constituyen  la  boca  ó 
cabeza  y el  ano;  aquella  es  afilada,  y este  obtuso.  El  tubo  digestivo  va 
de  la  boca  al  ano;  el  esófago  es  largo,  se  abre  en  una  porción  hinchada, 
que  es  el  estómago , luego  sigue  el  intestino.  La  boca  no  tiene  ningún 
órgano  que  sirva  para  asirse  en  alguna  parte.  No  se  le  han  descubierto 
vasos;  los  glóbulos  sanguíneos  penetran  en  su  tejido  conjuntivo.  El  sis 
tema  nervioso  está  constituido  por  un  centro  ganglionar,  detrás  de  la 
boca , delante  del  esófago,  del  cual  salen  filetes  nerviosos.  Fibras  con- 
tráctiles recorren  la  región  inferior  de  su  cuerpo.  En  este  estado  no  hay 
órganos  genitales  desenvueltos.  No  se  pueden  distinguir  los  machos  de 
las  hembras. 

La  triquina  se  ve  arrollada  como  la  cuerda  de  un  reloj , y no  ejecuta 
otros  movimientos  que  el  de  ensanchar  ó apretar  sus  espirales. 

Los  músculos  infestados  de  esos  quistes  presentan  una  multitud  de 
cuerpecillos  ovoideos,  blanquecinos,  que  á veces  contrastan  con  el  color 
rojo  de  aquellos , tanto  mas  cuanto  menos  pálidos  son.  Eso  fué  lo  que 
llamó  la  atención  de  Hildon  y de  Paget,  y que  dió  lugar  al  descubri- 
miento de  la  trichina  spiralis,  por  Owen. 

A veinte  aumentos  de  diámetro,  se  ve  en  el  microscopio  el  entozoario 
como  un  cabello  arrollado.  A doscientos  diámetros,  aparece  como  una 
lombriz,  algo  mayor  que  las  de  mediano  tamaño. 

Los  músculos  que  contienen  mas  triquinosenese  estado  de  quiste,  según 
^agenstecher  y otros,  son;  el  diafragma , los  psoas,  los  intercostales,  Jos 
mas  vecinos  del  tubo  digestivo,  los  de  la  laringe , lengua , de  los  ojos,  de 


. — 835  — 

la  mandíbula  y de  la  nuca.  Bien  puede  asegurarse  que , siquiera  baya 
músculos  que  los  tienen  en  mayor  número,  ninguno  se  escapa  de  ellos. 
Así  lo  da  á comprender  un  cuadro  trazado  por  Muller,  por  el  cual  se  ve 
que  solo  dejó  de  hallarlos  en  el  corazón  y en  las  fibras  musculares  del , 
estómago. 

Parece  que  se  acumulan  cerca  de  las  inserciones  tendinosas  de  los 
músculos.  En  una  masa  de  carne  muscular  del  peso  de  22  gramos,  se 
han  encontrado  970  de  esos  entozoarios,  lo  cual  representa  aproximada- 
mente 733,000  por  cada  kilógramo  de  masa  muscular.  El  tejido  muscu- 
lar, de  todos  modos,  es,  no  solo  el  sitio  predilecto  de  los  triquinos,  sino 
el  exclusivo.  No  se  fijan  en  otro.  Los  casos  que  se  citan  del  tejido  celu- 
lar son  excepcionales. 

Esos  quistes  no  permanecen  siempre  del  propio  modo  que  los  acabo 
de  describir.  Al  cabo  de  cierto  tiempo,  que  no  es  fijo,  ni  puede  determi- 
narse categóricamente , sus  paredes  se  infiltran  de  sales  calcáreas ; y 
cuando  esta  infiltración  es  considerable,  el  quiste  se  presenta  en  el 
campo  del  microscopio  como  un  cuerpo  negruzco,  y al  fin  ya  no  se  ve  al 
parásito.  Según  Bristowe  y Raines  son  susceptibles  de  sufrir  la  transfor- 
mación cretácea.  Virchow  dice  que  no;  que  se  infiltran  de  grasa.  Los 
quistes  así  alterados,  á la  luz  refleja,  son  de  un  blanco  agrisado.  El  ácido 
acético  y el  clorhídrico  disuelven  las  sales  calcáreas , y las  paredes  del 
quiste  recobran  su  transparencia. 

No  se  sabe  de  positivo  el  tiempo  que  tardan  los  quistes  triquinosos  en 
transformarse  en  sales  calcáreas  ó grasa.  Virchow  cree  que  sucede  eso 
después  de  muchos  meses;  empiezan  por  los  polos  opuestos,  y acaban 
por  invadir  el  centro. 

Tampoco  se  puede  fijar  el  tiempo  que  viven  después  de  efectuada  la 
transformación  cretácea  de  las  paredes  del  quiste.  Lo  que  sí  es  cierto  es 
que  pueden  vivir  por  espacio  de  muchos  años.  Delpeix  dice  que  los  vió 
vivos  en  un  cadáver,  en  el  hospital  de  la  Caridad  de  Berlín  , después  de 
seis  años,  según  lo  calculó  Virchow,  por  el  estado  cretáceo  de  la  cáp- 
sula de  los  quistes. 

Wagner  extirpó  un  cáncer  epitelial , en  1866,  en  el  labio  inferior  de 
un  sugeto  de  unos  cincuenta  años,  y le  encontró  triquinos  en  el  músculo 
orbicular,  y en  el  mismo  tejido  degenerado,  precisamente  en  los  puntos 
en  que  este  había  reemplazado  el  músculo.  Ese  hombre  había  sufrido 
diez  años  atrás  un  ataque  de  triquinosis  , que  se  tomó  por  una  fiebre 
tifoidea.  Pero  en  este  caso,  los  triquinos  estaban  muertos  y penetrados 
de  sales  calcáreas. 

Tungel  refiere  que  en  el  hospital  general  de  Hamburgo  murió  enaje- 
nado un  sugeto  en  1865,  que  en  1851  fue  infestado  de  triquinos  con  otras 
varias  personas  de  Hamburgo,  algunas  de  las  cuales  murieron.  Pues  en 
el  cadáver  de  ese  loco  se  encontraron  los  músculos  atestados  de  triquinos 
vivos  , con  los  cuales  Tungel  y Schrades  infestaron  varios  animales. 

Middeldorpff  los  encontró  vivos  también  en  el  pectoral  de  una  mujer, 
al  amputarla  un  pecho  canceroso.  Hacia  veinte  y cuatro  años  que  había 
sido  atacada  de  triquinosis. 

Las  personas  que  tienen  en  sus  masas  musculares  mas  ó menos  quistes 
triquinosos,  después  de  la  invasión  del  mal , durante  cuyo  curso  sufren 
mas  ó menos,  llegando  á sobrevivir  á él,  pueden  vivir  muchos  años  sin 
la  menor  molestia.  Otro  tanto  les  sucede  á los  animales  triquinados.  Así 
es  que  es  muy  difícil  conocer  si  lo  están  ó no,  por  el  estado  de  su  salud; 


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solo  al  principio  algunos  se  ponen  tristes,  se  demacran,  tienen  diarreas, 
dificultades  de  movimientos,  en  especial  en  las  extremidades  posteriores. 
Mas  después  de  algún  tiempo,  no  se  conoce  nada , y en  muchos  ni  por 
el  simple  aspecto  de  sus  carnes  ; siquiera  algunos  supongan  que  son  mas 
pálidas  y se  vea  en  ellas  los  corpúsculos  de  los  quistes,  como  los  notaron 
Hilton  y Paget , lo  cual  dió  lugar  al  descubrimiento  de  ese  parásito  mi- 
croscópico. 

flav  animales  que  parecen  ser  mas  propensos  á hospedar  la  trichina  spi- 
ralis.  Entre  esos  figuran  los  ratones,  las  tatas,  el  gato,  la  raposa  , el 
erizo,  el  veso,  el  tejón  y el  cerdo.  Esos  animales  suelen  tener  natura!- 
menté  en  sus’masas  musculares  abundancia  de  triquinos.  Tal  vez  los  ga- 
tos los  tienen  por  comerse  los  ratones.  La  misma  causa  , probablemenle, 
los  hace  desenvolver  en  otros  animales  salvajes , que  se  los  comen  tam- 
bién. El  cerdo,  en  el  cual  se  observan  tan  á menudo,  se  cree  que  lo* 
debe  á comerse  los  ratones  muertos  y vivos,  y los  excrementos  del  hom- 
bre ó de  los  animales  triquinados.  El  cerdo  es  el  que  los  propaga  al  hom- 
bre , que  se  alimenta  de  su  carne,  en  especial  si  la  come  cruda. 

Artiücialmente,  se  ha  podido  propagar  también  la  triquinosis  á los  co- 
nejos, á las  cabras,  ovejas,  burros  y vacas.  Fuchs  y Pagenstecher  parece 
que  no  han  podido  desenvolverla  en  las  aves  , ni  en  los  reptiles,  ni  en  las 
ranas. 

2.°  Estado  libre  de  los  triquinos.  — Cuando  un  animal  se  come  la  carne 
de  otro  que  está  triquinado,  entonces  la  trichina  spiralis  entra  en  su  se- 
gundo período  de  desarrollo.  Luego  que  la  carne  triquinada  liega  al  es- 
tómago de  ese  animal , el  jugo  gástrico  disuelve  las  paredes  de  los  quis- 
tes, y el  entozoario  se  queda  libre  y pasa  al  duodeno,  donde  toma  un 
incremento  rápido  y diferente,  según  el  sexo.  Los  machos  parece  que  no 
son  tan  numerosos  como  las  hembras  ; aquellos  alcanzan  una  longitud  de 
un  milímetro  y 60  centésimas  de  milímetro,  y estas  2 milímetros  y 60  cen- 
tésimas, y hasta  o milímetros.  Por  lo  tanto,  ya  es  fácil  percibirlos  en  un 
líquido  transparente  á simple  vista,  bajo  la  forma  de  hilillos  blancos  que 
nadan  en  el  liquido.  La  proporción  relativa  de  machos  y hembras  varía; 
lo  mas  generalmente  admitido  es  que  para  cada  macho  hay  de  seis  á diez 
hembras. 

A los  tres  dias  de  llegar  al  intestino,  es  completo  el  desarropo;  los  ór- 
ganos genitales  de  uno  y otro  sexo  se  han  desenvuelto,  y se  ayuntan  para 
procrear.  Dos  cuerpos  ovoideos  colocados  á la  extremidad  caudal , for- 
mando punta  en  la  parte  libre , entre  los  cuales  sobresale  el  espíeulo  en 
el  momento  de  la  cópula  , forman  los  órganos  genitales  exteriores  del 
macho;  los  interiores  son  corpúsculos  seminíferos,  bastante  engrosados 
para  ser  bien  distinguidos.  La  hembra  tiene  su  útero  y su  ovario : la 
vulva  se  abre  entre  las  cuatro  quintas  posteriores  y el  anterior  del 
cuerpo.  Los  huevos  son  mas  notables;  cuando  están  maduros,  lo  cual 
suele  efectuarse  á los  cuatro  dias  , pasan  al  útero  ; allí  se  abren  , y á los 
siete  dias  de  la  disolución  de  los  quistes,  salen  los  embriones,  escapán- 
dose de  la  madre , y acto  continuo  perforan  las  paredes  intestinales  , las 
penetran  con  rapidez  en  busca  de  las  masas  musculares , á donde  van  á 
alojarse,  para  formar  los  quistes,  de  que  hemos  hablado  anteriormente. 
Es  muy  poco  el  tiempo  que  permanecen  en  el  intestino. 

Para  ver  los  triquinos  procedentes  de  los  quistes  completamente  des- 
envueltos , basta  aplicar  á un  cristal , puesto  encima  de  un  pajpel  negro, 
cierta  extensión  de  la  membrana  intestinal , después  de  rasparla  un  poco 


- 831  - 

para  desprenderlos  junto  con  el  moco,  con  el  que  se  adhieren  aJ;  porta- 
objetos v pueden  verse  con  una  lente,  y mejor  en  el  microscopio. 

La  Drocreacion  dura  algunos  dias,  y es  abundante.  Virchow  dice  que 
cada  fembra  da  200  embriones;  Gerlach  los  evalúa  á 400,  y Léuckart 
á 1000  Este  último  número  es  el  verdadero,  según  la  generalidad  de  ob- 
servadores v se  efectúa  de  un  modo  sucesivo.  Las  hembras  van  echando 
embriones  por  tandas.  Seis  semanas  después  de  estarlos  echando,  todavía 
se  pueden  ver  de  500  á 600  embriones  ó huevos  en  el  ovario  ó útero  de 

cada  hembra.  , , 

Esta  procreación  dura,  según  algunos  , tres  ; según  otros  , de  siete  á 

ocho  semanas.  Los  machos  desaparecen  los  primeros,  en  cuanto  se  con- 
cluye la  procreación;  son  expulsados  con  las  heces;  las  hembras  perma- 
necen mas  tiempo  en  el  intestino  ; sin  embargo,  no  es  raro  qué  desde  los 
primeros  dias  salgan  algunos  también  con  los  excrementos,  llenos  de 
huevos  y embriones. 

Llevo  dicho  que  los  embriones  se  escapan  de  la  madre  á los  seis  ó siete 
dias  de  haber  quedado  libres  en  el  intestino  los  triquinos  procedentes  de 
las  carnes  triquinadas , comidas  y digeridas.  Esos  embriones , al  nacer, 
tienen  de  8 á 12  centésimas  de  milímetro,  perforan  las  paredes  intesti- 
nales , y penetran  en  gran  número  el  peritoneo,  las  pleuras  , el  pericar- 
dio, donde  se  los  encuentra  fácilmente,  y de  capa  en  capa  van  pasando 
hasta  llegar  á las  masas  musculares , acumulándose  , como  lo  hemos 
dicho  ya  , cerca  de  las  inserciones  tendinosas  y aponeuróticas,  y cerca 
de  la  piel  en  aquellos  que  están  inmediatos  á ella. 

La  fibra  muscular,  que  hospeda  esos  parásitos , se  atrofia  ; sus  estrías 
desaparecen.  En  el  punto  donde  se  establece  el  entozoario,  el  sarcolema 
se  espesa  á consecuencia  de  la  irritación  traumática  ; los  corpúsculos 
musculares  intersticiales  se  hacen  mayores,  y sus  núcleos  se  multiplican. 
Alrededor  se  forma  un  tejido  mas  denso,  mas  compacto,  que  por  algún 
tiempo  puede  distinguirse  del  sarcolema.  Fiedler,  según  Yirchow,  Leuc- 
kart,  Zencker  y Wagner,  afirman  que  las  fibras  vecinas  se  alteran  tam- 
bién ; Pagenstecher  lo  niega. 

Es  ocioso  que  diga  ya  nada  mas  de  esos  embriones , puesto  que  he 
empezado  la  descripción  de  la  trichina  spiralis  por  ellos  como  primer  pe- 
ríodo de  su  desenvolvimiento.  Una  vez  llegados  á la  fibra  muscular, 
donde  se  alojan  y donde  se  enquistarán  un  dia  mas  ó menos  lejano,  se 
arrollan  sobre  sí  mismos  progresivamente,  hasta  que  quedan  encerrados 
en  las  dos  hojas  del  quiste. 

2.°  Síníomns  de  la  triquinosis. — Expuesto  todo  lo  mas  preciso  y relativo 
á la  causa  de  la  triquinosis , ó sea  la  trichina  spiralis , veamos  ya  los  sín- 
tomas de  la  enfermedad  que  produce  en  el  hombre,  en  virtud  de  los  cua- 
les hemos  de  formar  el  diagnóstico  diferencial , para  cuyo  objeto  habla- 
mos de  ella.  1 J 

Desde  la  observación  del  primer  caso  de  triquinosis  hecha  por  Zencker, 
en  un  hospital  de  Dresde  , conforme  lo  hemos  dicho,  data  el  verdadero 
conocimiento  de  ese  mal,  y desde  entonces  son  ya  tantos  los  casos  obser- 

\aaos  , que  podemos  dar  de  esa  enfermedad  una  descripción  tan  exacta 
como  completa. 

La  aparición  de  los  síntomas  de  la  triquinosis  guarda  cierta  relación 
con  el  desarrollo  y emigración  de  los  parásitos,  de  que  está  infectado  el 
alimento  comido  por  el  enfermo;  así  como  el  número  é intensidad  de 
esos  síntomas  están  relacionados  con  la  mayor  ó menor  cantidad  de  tri- 


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/minos  aue  tenga  la  sustancia  alimenticia , y la  mayor  ó menor  cantidad 
aue  de  ella  haya  comido  el  sugeto.  Hay  por  lo  mismo,  como  en  otras  do- 
lencias debidas  á otras  causas , casos  leves  y casos  graves , y casos  que 
guardan  un  término  medio. 

® Es  muy  común  que  las  primeras  horas  que  siguen  á la  ingestión  de  la 
carne  de  cerdo,  jamón,  embutidos,  salchichas  ú otros  alimentos  del 
mismo,  no  cocidos  y triquinados,  no  se  presente  ningún  síntoma,  k ve- 
ces hasta  transcurren  algunos  dias  en  igual  estado , en  especial  si  se  ha 
comido  poco  de  esos  alimentos , ó están  poco  cargados  de  triquinos.  Sin 
embargo,  algunos  sugetos  sienten  algún  disturbio  en  las  funciones  di- 
gestivas, y sobre  todo'anorexia. 

Se  comprende  que  así  sea,  puesto  que,  según  lo  hemos  visto  , tardan 
algunos  dias  á nacer  los  embriones,  que  son  los  principales  agentes  de 
la  afección.  En  cuanto  empiezan  estos  á nacer , se  declaran  los  primeros 
síntomas. 

En  los  casos  leves,  se  presentan  entonces  dolores  moderados  en  la  re- 
gión duodenal,  signos  de  un  empacho  gástrico,  cierta  aversión  á los  ali- 
mentos, constipación,  una  capa  saburrosa  mas  ó menos  pronunciada  en 
la  lengua,  laxitud,  y á veces  escalofríos. 

Como  los  casos  leves  no  son  los  que  dan  lugar  á sospechas  de  envene- 
namiento, para  no  incurrir  en  repeticiones , nos  fijaremos  en  los  casos 
graves,  y de  lo  que  de  ellos  digamos,  se  deducirá  lo  que  han  de  presen- 
tar en  ese  curso  los  leves  y medianos. 

Cuando  el  sugeto  come  alguna  cantidad  de  materias  inquinadas,  v es- 
tas lo  están  mucho , á las  pocas  horas  de  haber  comido  ya  se  siente  inva- 
dido del  mal  que  podremos  dividir  en  cuatro  períodos;  el  primero,  de 
irritación  g astro-intestinal ; el  segundo , de  edema  é irritación  muscular  ; el 
tercero,  lifóico , y el  cuarto,  declinación. 

Primer  período.  —Este  período  corresponde  á la  disolución  de  los  quis- 
tes, libertad  de  los  entozoarios  y-  su  desenvolvimiento  en  el  intestino  duo- 
deno. Se  declara  una  diarrea , á veces  intensísima , viscosa , y de  color 
verdoso  en  ocasiones,  cólicos  violentos  y vómitos  de  materias  contenidas 
en  el  estómago.  En  las  materias  arrojadas  por  arriba  y por  abajo , es  po- 
sible hallar,  en  especial  después  de  algunos  dias,  algunos  triquinos.  Son 
tan  intensos  los  síntomas  de  irritación  intestinal  en  ciertos  casos , que  fá- 
cilmente se  tomarían  por  un  ataque  colérico;  así  ha  sucedido  varias  ve- 
ces, y sobre  todo,  en  la  epidemia  de  Hedersleben.  Siguen  á esos  síntomas 
anorexia  profunda,  náuseas,  eructos,  dolores  gastro-abdominales , frió 
seguido  de  calor,  embotamiento  de  sentidos,  pesadez  de  cabeza,  vérti- 
gos, todo  lo  cual  persiste  durante  ese  período,  que  suele  ser  de  una 
semana. 

Segundo  período. — Corresponde  al  desenvolvimiento  de  los  embriones 
y á su  emigración  hácia  las  masas  musculares.  Precede  á todos  los  sín- 
tomas de  este  período  una  gran  laxitud , suma  debilidad  general;  se  pre- 
senta luego , después  de  una  sensación  de  tensión  y tiesura , edema  en  la 
cara  , síntoma  patognomónico  de  esta  afección , que  ni  en  los  casos  leves 
falta,  si  bien  tarda  mas  en  presentarse  y desaparece  luego ; en  los  graves 
aparece  ya  al  séptimo  ú octavo  dia  y es  considerable;  la  presencia  de  los 
embriones  en  los  músculos  de  la  cara  pone  tumefacto  el  tejido  celular; 
inflamación  de  las  fibras  musculares  y del  miolema ; derrame  seroso  al- 
buminoso en  el  tejido  celular,  flacidez  de  los  párpados,  en  especial  en 
los  sugetos  linfáticos;  los  ojos  se  ponen  mas  ó menos  hiperemiados , se 


- sao  - 

llenan  de  lágrimas,  y son  dolorosos  sus  movimientos.  Los  vasos  de  la  re- 
tina se  presentan  sinuosos  y repletos  de  sangre ; hay  fotofobia , midrfasis 
y perturbaciones  en  la  acomodación  del  ojo. 

Hay,  además,  enronquecimiento  de  la  voz,  debido  al  edema  del  tejida' 
celular  de  las  regiones  aríteno-epiglóticas  y de  la  glotis.  Síntomas  del 
edema  de  las  meninges  y vértigos ; la  piel  se  cubre  de  sudores  profusos, 
continuos,  áridos  y de  un  olor  desagradable,  á veces  se  limitan,  durante 
cierto  tiempo,  á esta  ó aquella  parte  del  cuerpo;  erupciones  miliares  ve- 
siculares suelen  seguirse  á esos  sudores.  Los  síntomas  gástricos  siguen 
generalmente  como  al  principio ; á veces  hay  constipación ; el  abdómen 
se  hincha,  se  pone  timpanítico  y es  muy  sensible  á la  presión. 

La  fiebre,  poco  notable  en  el  primer  período,  se  aumenta  en  el  segundo; 
el  pulso  acusa  de  ochenta  á ciento  veinte  pulsaciones  por  minuto;  ía  tem- 
peratura del  cuerpo  alcanza  38  grados  centígrados  y hay  de  treinta  á 
treinta  y seis  inspiraciones  por  minuto.  El  sueño  es  nulo  ó pesado,  en  los 
niños  hay  somnolencia.  La  inteligencia,  por  lo  común,  queda  intacta  en 
ese  período. 

Decláranse  dolores  intensos  en  los  músculos  del  tronco  y de  los  miem- 
bros ; primero  se  sienten  en  las  partes  vecinas  á aquel , luego  en  las  mas 
lejanas.  No  permiten  á los  enfermos  ejecutar  ningún  movimiento  volun- 
tario , se  quejan  vivamente  cuando  los  mudan  de  sitio  en  la  cama , y solo 
pueden  conservar  el  decúbito  dorsal.  Los  músculos  se  presentan  como  du- 
ros y tendidos;  la  presión  produce  en  ellos  dolores  intolerables;  todos  los 
músculos  del  cuerpo  participan  de  igual  estado ; la  lengua  está  dolorosa 
y tumefacta;  ejecuta  con  dificultad  los  movimientos  de  deglución  y la 
pronunciación  de  la  palabra.  La  faringe  se  halla  en  igual  caso,  la  respi- 
ración es  difícil  por  la  dificultad  y el  dolor  de  los  músculos  destinados  á 
ella;  hay  disnea  que  compromete  al  enfermo;  el  diafragma  sobre  todo, 
uno  de  los  músculos  mas  atacados,  da  lugar  al  hipo  y estornudos  frecuen- 
tes. Por  último , se  presenta  una  contractura  notable  en  los  miembros, 
que  predomina  en  los  músculos  flexores , y en  los  maseteros  produce  un 
trismus  mas  ó menos  intenso. 

Todos  los  síntomas  de  este  segundo  período  se  deben  á la  invasión  de 
los  embriones  en  las  masas  musculares  y á la  irritación  traumática  que 
produce  en  ellos  la  presencia  y picadura  de  los  entozoarios. 

Este  período  suele  durar  dos  semanas. 

Tercer  período,  tifóico. — Corresponde  á la  formación  do  los  quistes.  Alte- 
radas las  masas  musculares,  generalizada  la  irritación  traumática,  produ- 
cido en  muchas  partes  el  edema,  imposibilitadas  las  principales  funcio- 
nes, perturbada  la  circulación,  la  sangre  se  altera  y sobreviene  una  reac- 
ción de  carácter  pútrido  ó tifóico.  La  fiebre  aumenta  notablemente;  el 
pulso  sube  de  ciento  veinte  á ciento  cuarenta  y cuatro  pulsaciones  por 
minuto;  la  temperatura  es  de  39  á 41  grados.  La  lengua  se  pone  seca , el 
vientre  timpanítico  cada  vez  más;  la  diarrea  persiste,  ó vuelve  si  había 
cesado;  el  coma  ó el  delirio  se  apoderan  del  enfermo.  La  expulsión  de  la 
orina  y las  deyecciones  se  hacen  involuntarias , se  forman  escaras  en  el 
sacro  y los  trocánteres;  la  anhelación  es  extrema,  y la  vida  está  amena- 
zada por  la  imposibilidad  de  los  movimientos  respiratorios.  Accidentes 
graves  suelen  presentarse  en  ese  estado,  que  aceleran  la  muerte  del  en- 
fermo. A veces , desde  el  principio  del  cuarto  septenario  , se  presentan 
gravísimos  síntomas  neumónicos,  catarro  bronquial  ó pleuresía.  Un  do- 
lor vivo,  de  ordinario,  en  el  lado  izquierdo  del  pulmón,  acusa  la  pulmonía; 


— 840  - 

, , CUarenta  á cincuenta  inspiraciones  difíciles  por  minuto  , poca  tos 

sDectoracion,  en  su  mayor  parte,  de  sangre  negruzca.  La  auscultación 
J un  sonido  macizo  mas  ó menos  extenso  en  la  base  del  pecho  y se  per- 
cibe el  ruido  bronquial  y exteriores  húmedos.  La  fiebre  entonces  llega  á 
su  mas  alto  grado,  y el  enfermo  muere.  Otras  veces  espira  á consecuen- 
cia de  focos  purulentos  que  se  forman  en  el  pulmón , ó por  diarreas  coli- 
cuativas que  se  pronuncian  con  intensidad. 

Tal  es  la  marcha  de  la  triquinosis  cuando  es  grave  y se  termina  por 
la  muerte. 

Cuando  el  sugeto  atacado  de  triquinosis  llega  á resistir  el  mal,  ó el  caso 
no  es  tan  grave,  hay  lo  que  algunos  llaman  el  cuarto  periodo , que  en  ri- 
gor no  lo  es,  porque  ya  es  la  desaparición  del  mismo;  á la  declinación 
corresponde  al  aislamiento  de  los  entozoarios  en  su  quiste.  En  estos  ca- 
sos, á las  cinco  semanas  de  la  invasión , empiezan  á remitir  los  síntomas; 
el  pulso  y la  respiración  se  modifican  disminuyendo  las  pulsaciones  y 
aspiraciones.  La  transpiración  es  mucho  menor,  la  orina  recobra  su  emi- 
sión natural , es  ácida  y no  contiene  albúmina;  la  lengua  se  pone  húme- 
da, la  sed  es  menos  intensa,  la  diarrea  va  cesando  y los  dolores  muscu- 
lares se  moderan  cada  vez  más. 

La  debilidad  general  continúa  y las  funciones  digestivas  son  todavía 
algo  torpes;  apenas  hay  apetito;  ei  edema  de  la  cara  desaparece  comple- 
tamente, pero  se  presenta  otro  anémico  en  los  maléolos  al  principio  y que 
luego  va  subiendo  hasta  la  región  umbilical ; no  es  raro  que  gane  todo  el 
cuerno. 

A la  sexta  semana  la  mejoría  es  mas  notable ; el  apetito  se  dispierta  y 
se  hace  vivo,  sin  que  sufra  el  enfermo  por  exceso  de  comidas;  el  sueño 
es  sostenido  y tranquilo;  el  aspecto  del  enfermo , lisonjero ; la  piel  sufre 
escamacion,  y el  pelo  suele  caer  en  abundancia.  Los  músculos  parecen 
atrofiados  ó llenos  de  grasa  y hay  cierta  tendencia  á la  obesidad. 

Al  fin  se  restablece  el  enfermo,  y aunque  quede  lleno  su  cuerpo  de  tri- 
quinos  enquistados,  ya  no  sufre  mas  por  ellos  y puede  vivir  largos  años 
con  tales  parásitos  en  las  masas  musculares.  Encerrados  en  sus  quistes, 
ya  no  hacen  nada. 

En  los  casos  ligeros , después  de  los  primeros  síntomas , se  suele  pre- 
sentar el  edema  de  la  cara  á los  catorce  dias  , y no  persiste  mucho;  hay 
algunos  dolores  en  los  músculos,  alguna  manifestación  de  los  demás  sín- 
tomas del  segundo  período,  pero  jamás  los  del  tercero , y los  del  cuarto 
se  presentan  mucho  mas  pronto. 

Diagnóstico  diferencial. — La  triquinosis,  como  lo  acabamos  de  ver  , pre- 
senta ciertos  síntomas  y cierta  marcha , que  no  puede  confundirse  por 
quien  la  conozca , ni  con  el  reumatismo,  ni  con  el  tifus , ni  con  el  có- 
lera, ni  con  una  intoxicación.  Dejemos  á un  lado  el  modo  de  diferen- 
ciarla de  aquellas  enfermedades,  y limitémonos  al  diagnóstico  diferencial 
del  envenenamiento. 

Hay  ciertas  clases  de  intoxicación  que  desde  luego  es  de  todo  punto 
imposible  confundirlas  con  la  triquinosis.  La  cáustica , por  ejemplo , no 
tiene  nada  de  común  con  ella,  siquiera  haya  dolores  abdominales  y diar- 
reas; sobre  que  en  la  intoxicación  cáustica  se  declaran  acto  continuo  de 
ingerido  el  veneno , hay  las  manchas  cenicientas , negruzcas  ó amarillas 
en  los  labios,  lengua , fáuces,  y los  vómitos  son  tan  característicos,  que 
con  nada  pueden  confundirse.  El  sugeto  muere  en  pocas  horas;  y dado 
que  resista  á ese  primer  ímpetu  de  la  intoxicación  cáustica , el  curso  del 


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mal  es  muy  diferente  del  de  la  triquinosis,  siquiera  sea  la  mas  grave. 

Otro  tanto  dirémos  de  la  intoxicación  inflamatoria , rápida  , mortal,  en 
pocas  horas  ó dias ; apenas  tiene  tiempo  de  semejarse  al  primer  período 
de  la  triquinosis;  los  demás  períodos  de  esta  en  nada  se  parecen  al  de  la 
intoxicación  inflamatoria. 

La  narcótica  solo  tiene  de  parecido  el  coma  y el  delirio , y la  postra- 
ción del  tercer  período  ; mas  los  narcóticos  obran  mucho  antes,  y hay  en 
la  intoxicación  que  producen  ausencia  completa  de  la  mayor  parte  de  los 
síntomas  propios  y patognomónicos  de  aquella. 

La  nervioso-infíamatoria  se  halla,  á poca  diferencia  , en  igual  caso;  y 
respecto  de  la  asfixiante,  sea  tetánica,  sea  paralítica,  sea  anestésica,  no 
tiene  nada,  absolutamente  nada  de  común,  ni  en  el  tiempo  de  aparición 
de  ios  síntomas,  ni  en  la  duración  del  mal,  ni  en  la  naturaleza  de  aque- 
llos. Es  ocioso  entretenernos  en  ello. 

Solo  resta , por  lo  tanto , la  intoxicación  séptica ; y aun  en  este  terreno 
tenemos  que  dejar  desde  luego  á un  lado  la  por  gase^  de  los  lugares  in- 
mundos , la  por  mordeduras  de  animales  ponzoñosos  y la  por  los  virus. 
Lo  súbito  de  los  efectos  de  la  primera ; la  presencia  de  la  picadura  y 
mordedura  con  sus  peculiares  caractéres  locales  de  la  segunda , y las  for- 
mas morbosas  específicas  de  la  tercera  vuelven  del  todo  imposible,  para 
cualquier  profesor  medianamente  entendido  á la  vez  en  patología  común  y 
toxicológica , la  confusión. 

La  intoxicación  séptica  por  sustancias  alimenticias  averiadas,  y sobre 
todo  por  carnes  de  cerdo  ó embutidos  con  principios  de  putrefacción  , es 
la  única  que  podrá  confundirse  con  la  triquinosis.  Ya  llevamos  dicho 
mas  de  una  vez  que,  en  otros  dias,  se  tomaba  por  tal  intoxicación  la  en- 
fermedad producida  por  carnes  de  cerdo  triquinadas,  atribuyéndolo  á un 
principio  tóxico,  llamado  en  Alemania  schinkcngift  ó wurstgift. 

. Veamos,  pues,  cómo  distinguirémos  esas  dos  afecciones. 

La  triquinosis  se  caracteriza  : 

1*°  Por  una  invasión,  en  general  tardía,  después  de  comer  carne  de 
cerdo  cruda,  mal  cocida,  ó de  salchichas  en  igual  estado ; queso  de  Ita- 
lia ó cualquier  otro  comestible  que  tenga  carne  ó sustancia  muscular  del 
cerdo;  jamás  por  comer  morcillas  hechas  con  sangre,  seso  y riñon  , ú 
otros  órganos  de  dicho  animal. 

2. n  El  conjunto  de  síntomas  de  la  triquinosis  es  : perturbaciones  intes- 
tinales variables  durante  una  semana,  seguidas  á los  siete  dias  de  un 
edema  ó tumefacción  de  la  cara,  sin  albuminuria,  edema  de  la  glotis  y 
laringe  y enronquecimiento,  dolores  musculares  violentos  en  todo  el  cuer- 
po, sin  inflamaciones  articulares,  dificultad  de  la  respiración  que  dura  dos 
semanas , y síntomas  dioicos,  á las  cuatro  semanas  de  la  invasión,  con 
complicaciones  neumónicas  que  hacen  sucumbir  en  esa  época  al  enfermo. 

3. °  En  los  materiales  arrojados  por  cámaras  y vómito  es  posible  distin- 
guir a simple  vista,  y más  con  una  lente  y en  el  microscopio,  la  trichinu 
spiralis  . por  lo  menos  en  el  segundo  septenario. 

4.  Si  á los  ocho  ó diez  dias  de  la  invasión  se  hace  una  ligera  Opera- 
ción poco  dolorosa  con  el  harpon  de  Aliddeldorff,  de  Weber,  Reihc  ó 
Knchenmeister,  ó mejor  con  el  sacabocados  histológico  de  Duchenne,  de 
Bolonia , sacando  de  un  músculo  del  enfermo  una  porción  pequeñísima 
de  fibra,  y se  somete  al  microscopio,  se  descubre  la  triquina. 

Si  la  enfermedad  se  debe  á una  intoxicación  por  sustancias  alimenti- 
cias averiadas  y de  cerdo  , se  caracteriza  : 


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j o porque  se  presenta  á pocas  horas  de  distancia  de  haber  comido 
esas  materias,  de  doce  á veinte  y cuatro,  raras  veces  mas  tarde,  y con 
mas  frecuencia  siendo  morcillas  hechas  con  sangre,  seso,  poco  ahuma- 
das, con  pocas  especias,  y sin  que  tengan  nada  de  carne  muscular,  única 
que  aloja  los  triquinos. 

2. °  Los  síntomas  característicos  de  esa  intoxicación  son  : palidez,  aba- 
timiento, vértigos,  debilidad  de  la  vista,  dilatación  de  la  pupila,  entu- 
mecimiento de  los  miembros , gastralgia , sequedad  de  la  boca  y de  la 
faringe,  disfagia,  sensación  de  quemadura  en  la  faringe  y el  estómago, 
náuseas,  vómitos,  cólicos,  meteorismo,  disuria,  disminución  de  los  la- 
tidos del  corazón  , pequenez  del  pulso  , angustia  precordial , sequedad  y 
color  ictérico  de  la  piel,  enfriamiento  de  las  extremidades  y edema  ané- 
mico , y muerte  por  lo  común  en  los  primeros  siete  dias , y á veces  antes. 

3. °  En  las  materias  arrojadas  por  el  enfermo  no  se  distingue,  ni  á 
simple  vista,  ni  con  lentes,  ni  con  el  microscopio,  los  triquinos. 

4. °  Si  con  el  harpon  ó el  sacabocados  que  saque  un  poco  de  libra  mus- 
cular del  intoxicado , no  se  distingue  en  el  microscopio  el  entozoario. 

Resulta  , por  lo  tanto  , que  hay  notable  diferencia  entre  la  triquinosis 
y la  intoxicación  séptica  por  sustancias  alimenticias  averiadas , siquiera 
sean  de  cerdo. 

Si  á esto  añadimos  que  es  mas  común  ver  resultados  diferentes  en  va- 
rios sugetos  que  coman  carnes  triqui nadas,  no  solo  en  razón  de  comer 
mas  ó menos,  sino  de  la  edad,  sexo  é idiosincrasia,  que  en  los  que  co- 
man morcillas  con  principio  de  putrefacción,  acabaremos  de  tener  ma- 
yor abundamiento  de  pruebas. 

Los  triquinos,  aunque  muy  vivaces  y resistentes , en  términos  que 
fuera  de  la  benzina , del  cloruro  de  sodio  ó sal  común , y alguna  otra 
sustancia,  todo  lo  resisten;  que  los  mas  violentos  purgantes  con  que  se 
ataca  el  mal  no  los  destruyen;  hemos  visto  que  no  atacan  las  aves  ni  los 
reptiles;  lo  cual  prueba  que  su  jugo  gástrico  ó no  disuelve  los  quistes,  ó 
mala  los  entozoarios. 

Eso  da  á comprender  cómo  ciertos  sugetos , en  igualdad  de  las  demás 
circunstancias , sufren  menos.  Los  niños , en  general , no  padecen  la 
triquinosis  de  un  modo  tan  grave.  Las  mujeres,  mas  que  los  adultos.  Y 
en  ciertos  casos  en  que  toda  una  familia  ó muchas  personas  han  comido 
carnes  inquinadas,  se  ha  visto  que  mientras  unos  han  sucumbido,  otros 
solo  han  tenido  ataques  leves. 

En  Sajonia,  en  1860,  de  56  atacados  solo  murieron  6;  en  ílettstcedt, 
de  58  murieron  27;  en  Hedersleben , de  327  murieron  82. 

Atiendan,  por  lo  tanto,  los  peritos  á todas  esas  circunstancias  v dife- 
rencias, y no  confundirán  jamás  la  triquinosis  con  un  envenenamiento. 

Exantemas  retropulsos.  — Morgagny  refiere  el  caso  de  un  sugeto  muerto 
casi  súbitamente  después  de  violentas  cardialgias  ; los  médicos  que  le  hi- 
cieron la  autópsia  le  encontraron  la  cara  interna  del  estómago  de  tal 
suerte  inflamada , que  sospecharon  la  existencia  de  un  envenenamiento. 
Esta  sospecha  se  desvaneció,  cuando  supieron  que  ese  sugeto  había  su- 
frido la  retropulsion  de  un  exantema. 

Lo  propio  acontece  á veces  con  las  metástasis  gotosas,  reumáticas,  her- 
péticas , etc. , las  cuales , fijándose  bruscamente  en  el  estómago , produ- 
cen accidentes  análogos  á los  de  la  intoxicación.  El  estómago,  como  los 
pulmones,  es  muy  susceptible  de  un  movimiento  , de  un  raptus  fluxiona- 
no’  como  le  llama  Anglada,  con  el  cual  se  presentan  un  sin  número  de 


843  - 

síntomas  muy  parecidos  á los  de  un  envenenamiento.  Sin  embargo , es- 
tos casos  no  podrán  inducir  en  error  mas  que  al  facultativo  que  no  se 
informe  del  estado  en  que  el  enfermo  se  encontraba  antes  de  esa  brusca 
invasión. 

Un  exantema , la  gota  , los  herpes,  etc. , son  enfermedades  bien  cono- 
cidas; y desde  el  momento  en  que  se  averigua  que  el  sugeto  atacado  es- 
taba padeciendo  alguna  de  dichas  enfermedades,  motivos  habrá  para 
fijar  la  atención  en  esta  notable  circunstancia , y ver  si  realmente  ella  es 
la  que  ha  producido  el  trastorno. 

Otras  varias  enfermedades  puede  haber  cuya  aparición  repentina 
ofrezca  un  conjunto  de  circunstancias  capaces  de  hacerlas  confundir  á 
primera  vista  con  una  intoxicación  : la  inflamación  de  las  membranas 
del  cerebro , la  calentura  atáxica,  ciertas  afecciones  nerviosas,  algunas 
asfixias,  etc. , etc.  ; mas  bastará  el  conocimiento  perfecto  de  su  corres- 
pondiente diagnóstico , y el  debido  cuidado  en  la  aparición  , no  tan  solo 
de  los  síntomas,  sino  de  las  circunstancias  individuales,  de  las  causas 
que  hayan  podido  obrar,  de  la  estación , de  la  constitución  morbo- 
sa , etc. , etc. , para  que  nos  evitemos  el  incurrir  en  errores  tan  graves 
como  trascendentales. 

En  resúmen,  hemos  visto  que  hay  enfermedades  cuyo  cuadro  sinto- 
mático es  mas  ó menos  parecido  al  de  las  intoxicaciones ; que  las  por  los 
venenos  inflamatorios,  nervioso-inflamatorios , asfixiantes  tetánicos  y 
cáusticos , son  las  únicas  que  mas  fácilmente  pueden  confundirse  con 
ciertas  afecciones  naturales;  pero  también  hemos  podido  convencernos 
de  que,  excepto  en  algunos  casos,  sobran  en  los  más  los  datos  para  es- 
tablecer diferencias  palpables  entre  el  envenenamiento  y la  enfermedad, 
entre  los  fenómenos  naturales  y el  crimen. 

Que  no  tenga,  pues,  mucha  fuerza  para  invalidar  las  conclusiones  esa 
idea  general  de  que  las  intoxicaciones  pueden  ser  simuladas  por  enfer- 
medades agudas  ele  invasión  brusca;  sabemos  á qué  atenernos  en  punto 
á esto;  y,  por  lo  tanto,  no  ha  de  bastar  esa  objeción  que  muchos  tienen 
siempre  en  la  boca,  cuando  se  trata  de  pronunciarse  por  un  envenena- 
miento á la  vista  de  los  síntomas,  para  que  retrocedamos  en  la  convic- 
ción que  hayamos  empezado  á formarnos  á causa  de  los  mismos. 

Siempre  que  se  ofrezca  un  caso  de  intoxicación,  veamos  cuál  de  las 
enfermedades  indicadas  puede  simularle,  y vice-versa;  siempre  que  se 
presente  cualquiera  de  esas  enfermedades,  qué  intoxicación  ofrece  sínto- 
mas análogos,  llecho  esto,  ver  la  diferencia  de  síntomas  característicos; 
ver  si  faltan  los  de  la  intoxicación;  si  los  de  la  enfermedad;  examinar 
bien  la  constitución  del  sugeto ; investigar  su  conmemorativo ; luego  la 
estación , etc. ; y sea  cual  fuere  el  resultado  de  todas  estas  investigacio- 
nes, en  los  casos  de  duda  aplazar  el  fallo  y el  dictamen  para  cuando  la 
autópsiay  las  análisis  químicas  nos  permitan  completarle. 

8 ti!.  — Del  valor  de  los  síntomas  aislados  y en  relación  con  los  resultados  de  la  autopsia 

y de  las  análisis  químicas. 

Después  de  haber  manifestado  que  en  los  casos  particulares  de  intoxi- 
cación es  vicioso  exigir  todos  los  síntomas  descritos  por  los  autores; 
después  de  haber  indicado  las  enfermedades  de  invasión  brusca  que  pue- 
den confundirse  con  una  intoxicación,  es  procedente  examinar  el  verda- 
dero valor  de  los  síntomas,  ya  sea  tomados  aisladamente,  ya  sea  en 


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relación  con  los  resultados  de  la  autópsia  y de  las  análisis  químicas. 

por  lo  mismo  que  el  cuadro  de  síntomas  es  variable,  según  los  casos* 
por  influir  en  los  efectos  del  veneno  un  sin  número  de  circunstancias,  es 
natural  y lógico  que  ellos  por  sí  solos  no  puedan  tener,  en  general,  mas 
que  una  significación  relativa;  una  significación  parcial.  Todo  lo  que 
esté  sujeto  á variaciones  , todo  lo  que  se  deje  influir  por  circunstancias 
que  son  variables,  es  variable  también  , y jamás  lo  que  es  variable  puede 
aspirará  significar  tanto  y en  tantos  casos  como  lo  que  es  permanente, 
como  lo  que  se  ofrece  siempre  y con  su  propia  fisonomía , sean  cuales 
fueren  los  agentes  que  puedan  encontrarse  ejerciendo  su  acción  sobre 
esto  mismo/ Ciertos  síntomas  que  en  un  sugeto  se  presentan,  pueden  de- 
jar de  presentarse  en  otro;  y puesto  que  su  ausencia  no  basta  para  inva- 
lidar una  conclusión,  es  evidente  que  su  presencia  tampoco  puede  signi- 
ficar de  una  manera  absoluta  la  realidad  del  envenenamiento. 

El  priapismo  suele  ser  producido  por  las  cantáridas;  pues  Sauvages  le 
vio  en  un  caso  de  intoxicación  por  el  arsénico.  Mareh  vio  el  tialismo  pro- 
ducido en  un  perro  por  el  opio.  Los  narcóticos  á veces  no  causan  sino 
síntomas  de  grande  exaltación  é insomnio. 

Hay  más  / hemos  visto  que  hay  enfermedades  de  síntomas  parecidos  á 
los  de  una  intoxicación ; y si  bien  es  cierto  que  con  la  debida  aprecia- 
ción del  diagnóstico  correspondiente  pueden  distinguirse  los  mas  de  los 
casos,  no  lo  es  menos  que  en  algunos  no  están  los  verdaderos  medios 
diferenciales  en  los  mismos  síntomas,  sino  en  los  demás  órdenes  de  da- 
tos. Esto  hace  que  los  síntomas  por  sí  solos  no  puedan  tener  tanta  signi- 
ficación como  relacionados  con  los  demás  medios  ó elementos  de  convic- 
ción ó lógica.  Significan  el  envenenamiento;  pero  también  pueden  sig- 
nificar una  enfermedad  espontánea;  tanto  mas  cuanto  mas  difícil  sea 
distinguir  los  síntomas  de  esta  de  'os  de  aquel.  Síntomas  que  pueden 
significar  estados  patológicos  diversos,  no  son  tenidos  en  patología  por 
patognomónicos  ó característicos ; mucho  menos  podrán  serlo  en  toxi- 
cología , donde  la  lógica  , si  cabe,  es  todavía  mas  rigorosa , y donde  las 
conclusiones  son  siempre  mas  trascendentales,  no  para  el  enfermo  ó en- 
venenado, sino  para  aquellos  contra  quienes  se  levanta  la  acusación  del 
delito.  Así  es  que,  en  muchos  casos,  para  decidir  de  la  verdadera  acep- 
ción que  debe  darse  á los  síntomas  observados,  hay  que  atenderá  lo  que 
la  autópsia  ha  suministrado  y á lo  que  han  dado  las  análisis.  Lo  que  de 
esta  relación,  de  esta  confrontación  resulta,  es  lo  que  da  un  carácter 
mas  categórico  y terminante  á los  síntomas. 

Luego  es  lógico  concluir  que  ellos  por  sí,  en  general , no  tienen  mas 
que  un  valor  parcial , incompleto , relativo.  Quien  por  los  síntomas  solos, 
sean  pocos , sean  muchos , juzga , generalmente  hablando  , no  procede 
lógicamente;  falla  á las  reglas  de  la  buena  deducción  ; se  expone  á co- 
meter errores  crasos,  y da  lugar  á que  el  tribunal,  que  por  él  se  guie, 
cometa  las  injusticias  mas  terribles.  Los  síntomas  son  elementos  de  con- 
vicción muy  preciosos,  pero  unidos  á otros;  solos,  muchas  veces  no 
pueden  hacer  mas  que  dar  lugar  á sospechas  ó indicios,  ó probabilidad. 

Casos  sin  embargo  pueden  presentarse , en  los  que  los  síntomas  por  sí 
solos  dan  tanta  seguridad  para  afirmar  una  intoxicación,  que  no  necesi- 
tan de  otro  dato  para  ello.  Los  síntomas,  por  ejemplo,  de  la  intoxicación 
cáustica  se  hallan  en  este  caso.  ¿Quién  ha  de  tener  la  menor  duda  que 
un  sugeto  está  intoxicado  por  un  veneno  cáustico  al  verle  las  manchas, 
coloración,  escaras,  encogimientos  de  la  mucosa  de  los  labios,  lengua, 


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paladar  y fáuces ; al  advertir  la  naturaleza  de  sus  vómitos  y cámaras , y 
otros  síntomas  no  menos  característicos  que  estos?  ¿Qué  enfermedad  hay 
que  presente  eso?  qué  otra  intoxicación  es  capaz  de  presentarlo?  Ese 
cuadro  es  exclusivo,  y por  lo  mismo,  su  significación  es  absoluta. 

Un  cuadro  de  síntomas  y ciertos  síntomas,  son  tanto  mas  significativos 
cuanto  menos  casos  hay  en  los  que  puedan  presentarse.  Si  solo  se  ofrece 
ese  cuadro  á ese  síntoma  en  un  caso  de  intoxicación , si  no  hay  ninguna 
enfermedad  conocida,  ningún  otro  caso  capaz  de  presentarle,  no  se  nece- 
sita en  buena  lógica  mas  prueba  que  la  presencia  de  ese  cuadro  sintomá- 
tico ó de  ese  síntoma,  para  afirmar  la  intoxicación. 

Así  como  cuando  un  efecto  que  no  reconoce  mas  que  una  causa  posi- 
ble, basta  para  determinar  esa  causa  la  presencia  de  ese  efecío;  así  basta 
un  síntoma  ó un  cuadro  de  síntomas  que  solo  reconoce  por  causa  posible 
determinada  intoxicación,  para  afirmar  esta. 

Querer  igualar  estos  casos  á los  de  síntomas  comunes  á otras  enferme- 
dades, á los  de  síntomas  de  significación  no  exclusiva,  es  faltar  á las  re- 
glas de  la  lógica  y no  comprender  cuál  es  la  razón  que  por  punto  general 
nos  hace  buscar  para  esos  casos  de  síntomas , susceptibles  de  ser  produ- 
cidos por  causas  diferentes,  la  asociación  de  otros  datos  que  le  den  el  ex- 
clusivismo ó la  determinación  particular  y propia  que  no  le  pueden  dar 
los  síntomas  por  sí  solos. 

Lo  que  hemos  dicho  de  la  intoxicación  cáustica , es  aplicable  á algunas 
otras  de  síntomas  igualmente  característicos;  si  bien  esa  intoxicación  es 
el  tipo  de  las  de  esa  especie  de  casos. 

Pero  así  como,  cuando  cierto  cuadro  sintomático  no  tiene  explicación 
por  otra  causa  posible  que  por  una  dada  intoxicación,  ó por  la  acción  de 
un  dado  veneno , hay  que  atribuirle  á este ; así  también,  siempre  que  ese 
cuadro  sea  posible  en  otros  casos  de  enfermedad  natural,  será  una  falta 
gravísima  de  lógica  querer  afirmar  la  intoxicación  por  esos  solos  sínto- 
mas, siquiera  sean  muy  significativos.  Aquí  es  de  absoluta  necesidad  la 
comprobación  por  medio  de  la  autopsia,  y si  esta  no  basta , por  medio  de 
las  análisis. 

Si  los  síntomas  en  general , apreciados  en  sí,  ó aislados,  no  pueden  au- 
torizarnos para  afirmar  una  intoxicación,  fuera  de  los  casos  que  acabo 
de  indicar,  muy  de  otra  suerte  deben  considerarse,  cuando  se  miran  con 
relación  á los  resultados  de  la  autópsia  y de  las  análisis.  Si  el  cuadro  sin- 
tomático es  el  propio  de  la  intoxicación  inflamatoria,  narcótica,  etc.,  y el 
conjunto  de  datos  suministrados  por  la  autópsia  corresponde  perfecta- 
mente al  de  los  síntomas,  la  significación  de  estos  sube  de  punto:  ya 
puede  fundarse  en  ellos  una  conclusión  mucho  mas  terminante  que  antes 
de  haber  inspeccionado  el  cadáver.  Si  antes  significaban  como  uno,  ya 
significan  como  cuatro  por  ejemplo. 

Si  esta  misma  concordancia  entre  los  síntomas  y los  resultados  de  la 
autópsia  se  encuentra  entre  estos  dos  órdenes  de  datos  y las  análisis  quí- 
micas, la  significación  de  los  síntomas  llega  á su  colmo,  entonces  se  pre- 
sentan con  todo  su  valor,  y ya  no  es  posible  confundirlos  con  los  de  nin- 
guna otra  enfermedad,  por  mas  que  sean  los  de  una  gastritis  intensa  ó 
cualquiera  de  las  demás  enfermedades , cuyo  diagnóstico  no  es  tan  tácil 
diferenciar  de  la  intoxicación. 

La  dificultad  de  esta  diferencia  desaparece  con  la  autópsia,  y mucho 
mas  con  las  análisis  químicas,  porque  con  estas  se  revelan  caractéres  y 
circunstancias  de  conjunto  que  no  acompañan  jamás  á las  enfermedades 


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espontáneas,  y por  lo  mismo,  si  con  la  sola  inspección  de  los  síntomas 
no  nos  es  posible  fijar  la  naturaleza  de  la  afección  de  que  son  fisonomía, 
con  la  del  cadáver  y las  análisis  de  sus  sólidos  y líquidos  podremos  tener 
una  seguridad  completa,  no  solo  de  la  intoxicación , sino  de  su  clase. 

La  concordancia  entre  los  síntomas,  la  autopsia  y las  análisis  dan  cer- 
teza, por  no  decir  evidencia,  de  la  intoxicación.  Los  síntomas  entonces 
adquieren  todo  el  lleno  de  su  valor ; su  significación  es  radiante  ; su  ca- 
rácter, raras  veces  absoluto,  no  admite  duda  alguna. 

Esa  misma  concordancia  realza  el  valor  de  los  síntomas,  aun  en  los 
casos  en  que  estos  síntomas  son  pocos  y poco  pronunciados,  en  términos 
que  mas  confianza  debe  tenerse  para  juzgar  de  la  realidad  de  la  intoxica- 
ción , cuando  hay  pocos  síntomas,  pero  en  completa  armonía  con  los  re- 
sultados de  la  inspección  cadavérica  y las  análisis  químicas,  que  en  un 
catálogo  muy  rico,  muy  abundante  de  síntomas,  pero  poco  relacionados 
con  lo  que  el  bisturí  y los  aparatos  analíticos  hayan  suministrado. 

En  resúmen  , pues,  establecemos  que  el  valor  de  los  síntomas  es  en 
general  siempre  relativo;  que* por  si  solos,  por  punto  general,  no  dan 
certeza , y que  dan  tanta  mas  fuerza  á la  prueba  , cuanto  en  mayor  nú- 
mero se  encuentran  en  el  sugeto,  y cuanto  mas  en  armonía  están  con  las 
alteraciones  anatómicas  y los  resultados  de  las  análisis. 


IV.— De  los  casos  en  que,  cuan  do  no  se  tiene  noticia  alguna  de  ios  siniomas,  pueden  fijarse 
los  que  ha  habido  , y en  cuáles  son  necesarios  para  juzgar  que  ha  habido  intoxicación. 


En  muchos  casos  de  envenenamiento,  la  víctima  sucumbe,  y el  médico 
forense  que  es  llamado  para  ilustrar  al  tribunal  no  sabe  qué  síntomas 
presentó  el  sugeto  envenenado.  El  juez  no  se  los  puede  proporcionar 
tampoco,  porque  los  deudos,  ejecutores  ó cómplices  del  crimen  no  han 
revelado  nada,  y en  vez  de  referir  lo  que  presentó  el  difunto  en  su  ago- 
nía , tal  vez  para  disfrazar  mejor  su  atentado,  fingen  que  no  hubo  vómi- 
tos ó que  los  hubo;  acaso  presentan  materias  que  el  envenenado  no  ar- 
rojó; en  una  palabra,  siendo  criminales,  practican  todo  lo  que  su  diabó- 
lica imaginación  puede  sugerirles  para  desorientar  al  tribunal  y hasta  á 
los  mismos  facultativos. 

También  puede  suceder  que  los  deudos,  extraños  al  atentado,  entre  su 
alarma  y su  incapacidad  para  apreciar  los  síntomas,  no  hayan  podido 
retener  sino  los  de  mas  bulto,  y rusulte  que,  aun  cuando  el  facultativo 
les  dirija  preguntas  con  cierta  reserva  , no  puedan  satisfacer  su  deseo.  En 
todos  estos  casos  es  fácil  que  no  tengamos  dato  alguno  del  primer  órden, 
ningún  síntoma,  ó muy  pocos. 

¿Cómo  nos  conduciremos?  ¿Cuál  será  nuestra  lógica  en  las  conclusio- 
nes? ¿Dejarémos  por  esto  de  afirmar  ó negar  que  haya  habido  envenena- 
miento, por  mas  que  obtengamos  gran  copia  de  datos  por  medio  de  la 
autópsia  y de  las  análisis? 

Si  hubiésemos  de  seguir  la  conducta  de  aquellos  facultativos  que  no 
se  creen  autorizados  para  juzgar,  no  solo  cuando  falta  este  órden  de  da- 
tos, sino  con  tal  que  no  vean  alguno  de  los  síntomas  consignados  en  los 
cuadros  de  los  autores,  es  evidente  que  en  semejantes  casos  no  podríamos 
pretender  la  resolución  del  problema.  Mas,  así  como  hemos  reprobado  la 
conducta  de  los  que  exigen  todos  los  síntomas  descritos  por  los  autores 
en  los  casos  de  intoxicación;  así  también  reprobaremos  la  de  los  que  se 
declaren  impotentes  para  juzgar,  cuando  han  llegado  después  de  la 


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muerte  de  la  víctima  y no  se  enteran  de  los  síntomas  que  presentó  antes 
de  morir  por  un  conducto  fidedigno  ó propio  para  el  efecto. 

Para  poder  asegurar  que  ha  habido  tales  ó cuales  síntomas  en  una  in- 
toxicación , no  es  necesario  que  nosotros  ú otros  inteligentes  los  hayan 
presenciado.  Siendo  los  síntomas  íenómenos  que  expresan  el  estado  de 
nuestros  órganos  y sus  líquidos,  alterados  por  agentes  morbosos  ó accio- 
nes patológicas  de  los  mismos , es  evidente  que  si  estas  acciones  se  han 
desplegado , si  sus  agentes  han  ejercido  su  acción , han  debido  presen- 
tarse forzosamente  sus  efectos;  pues  sus  efectos  son  los  síntomas.  Ño 
acaece,  rigorosamente  hablando,  ninguna  intoxicación  sin  síntomas,  si 
los  tiene,  ya  perezca  la  víctima  en  la  soledad , ya  rodeada  de  sus  verdu- 
gos, ya  á la  presencia  de  los  médicos  que  tratan  de  salvarla.  No  tendre- 
mos la  seguridad  de  que  se  hayan  presentado  estos  ó aquellos  síntomas, 
los  que  no  son  de  necesaria  ó absoluta  presencia ; pero  sí  la  tendremos 
de  que  se  habrán  presentado  los  que  caracterizan  una  intoxicación  de- 
terminada , y el  mismo  caso  nos  dirá  cuáles  hayan  sido  estos. 

Supongamos  que  un  sugeto  ha  muerto  por  un  veneno  cáustico.  ¿Qué  im- 
porta que  haya  muerto  sin  testigos?  ¿Quién  no  dirá  que  sufrió  horrible- 
mente, que  tuvo  sed,  que  se  revolcó  por  el  suelo,  que  tuvo  la  cara  desen- 
cajada, la  piel  fria,  bañada  de  sudor,  el  pulso  pequeño  y concentrado,  la 
inteligencia  íntegra  hasta  el  último  trance  de  su  vida,  etc.?  Si  todo  esto, 
es  de  absoluta  necesidad ; si  no  podía  menos  de  ser  así,  si  son  resultados 
forzosos  de  la  acción  de  un  veneno  cáustico,  ¿quién  no  dirá  otro  tanto, 
por  lo  que  le  corresponde , de  una  intoxicación  por  un  veneno  inflama- 
torio, narcótico,  nervioso-inflamatorio , etc.?  Si  el  simple  aspecto  del 
cádaver  no  lo  revela,  ¿cómo  no  será  lógico  deducirlo  de  la  autópsia  y 
de  las  análisis?  La  flogosis  del  tubo  digestivo  no  va  sino  acompañada 
de  calor,  de  sequedad , de  sed  ; si  el  veneno  es  mineral,  hubo  siu  duda 
sabor  metálico;  si  vegetal,  amargo;  el  estado  de  la  boca  nos  dirá  si 
hubo  vómitos,  y poco  importará  que  hayan  lavado  el  cadáver;  la  vacui- 
dad de  su  sistema  digestivo,  junto  con  su  inflamación , nos  garantizarán 
de  que  los  hubo. 

No  es  esto  decir  que  la  autópsia  y las  análisis  deban  autorizarnos  siem- 
pre para  formar  un  cuadro  completo  de  los  síntomas  que  debieron  pre- 
sentarse; mas  cuando  las  alteraciones  que  la  inspección  cadavérica  re- 
vela sean  bien  apreciadas  y se  les  dé  su  debido  valor;  cuando  las  análi- 
sis recaigan  sobre  sustancias  que  solo  en  vida  hayan  podido  ser  introdu- 
cidas en  la  constitución  del  envenenado , razón  y poderosa  habrá  para 
sentar  que  ha  habido,  si  no  todos,  los  principales  síntomas  de  la  into- 
xicación , aunque  nadie  los  haya  presenciado.  Esos  síntomas,  como  llevo 
dicho,  son  fenómenos  necesarios  los  mas  de  ellos;  no  puede  darse  la 
acción  de  una  sustancia,  ni  la  alteración  patológica  de  un  órgano,  sin 
que  se  presenten  esas  señales  con  que  acusa  el  organismo  sus  sufri- 
mientos. 

Pero  dejemos  ya  este  punto;  supongamos  que  no  se  han  podido  reco 
ger  noticias  fidedignas  ó bastantes  por  lo  tocante  á los  síntomas;  ¿nos  pri- 
varemos en  todos  los  casos  de  la  posibilidad,  de  la  facultad  de  formar 
nuestro  dictamen  en  pro  del  envenenamiento  por  falta  de  los  síntomas? 
procederá  bien  quien  por  esta  falta  se  abstenga  de  juzgar?  En  algunos 
casos,  sí  por  cierto  ; en  otros,  tal  vez  no. 

En  las  intoxicaciones  de  síntomas  numerosos  y muy  pronunciados,  de 
esos  .síntomas  que  jamás  fallan  , ellos  son  de  absoluta  necesidad  , al  me- 


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nos  para  afirmar  de  un  modo  terminante.  No  hay  intoxicación  por  ve- 
nenos cáusticos  sin  síntomas;  tampoco  la  hay  sin  ellos  por  los  vene- 
nos inflamatorios , líquidos  ó sólidos , por  los  narcóticos  , los  nervioso- 
inflamatorios,  los  asfixiantes  y los  sépticos  sólidos  ó líquidos.  Pero  en 
cambio  de  todo  esto , relativamente  hablando,  puede  no  haber  síntomas 
en  los  envenenamientos  por  los  venenos  gaseosos,  tanto  inflamatorios 
como  sépticos , en  especial  si  el  sugelo  se  ha  sumergido  en  una  atmós- 
fera muy  cargada  de  esos  gases.  No  hay  síntomas  á veces  con  ciertos  ve- 
nenos, como  el  arsénico,  puesto  que  muere  la  persona  en  una  especie  de 
síncope  ó lipotimia  tan  angustiosa  como  rápida. 

Una  grande  cantidad  de  veneno  muchas  veces  acaba  con  el  sugeto  casi 
instantáneamente.  ¿Cómo  exigir  síntomas  en  semejantes  casos  si  no  los 
hay?  No  porque  no  se  hayan  observado,  no  porque  la  víctima  haya  espi- 
rado abandonada  de  lodos , ó porque  callen  acerca  de  su  agonía  los  per- 
petradores del  crimen  ó sus  cómplices:  es  porque  la  naturaleza  de  la  in- 
toxicación no  los  ha  dejado  desenvolver;  es  porque  realmente  no  los  ha 
habido,  y sin  embargo  la  intoxicación  es  positiva,  y puede  el  facultativo 
declararla,  aunque  le  falten  síntomas  que  detallaré  alegar  como  otra  de 
las  pruebas. 

La  falta  de  síntomas  será  un  obstáculo  para  afirmar  una  intoxicación, 
cuando  esta  sea  de  las  que  los  tiene  muy  notables;  cuando  los  haya  po- 
dido apreciar  un  facultativo  ó más  inteligentes  en  la  materia,  asistiendo 
al  intoxicado  desde  que  se  puso  malo,  hasta  que  murió,  y cuando  aque- 
llos declaren  lealmente  que  no  los  observaron,  que  nada  vieron  en  el  en- 
fermo que  fuese  propio  de  esa  intoxicación. 

Supóngase  que  se  trate  de  un  envenenamiento  por  la  estricnina , cuyo 
cuadro  sintomático,  como  lo  hemos  visto,  es  muy  gráfico,  notable  y 
constante;  que  uno  ó más  facultativos  han  visitado  al  enfermo,  desde  el 
principio  hasta  el  fin  de  su  dolencia,  y afirman  que  no  han  visto  en  él  ese 
cuadro  sintomático. 

En  este  caso,  y todos  los  demás  de  condiciones  análogas , constando 
que  esos  facultativos  inteligentes  son,  como  deben  ser,  leales  en  su  de- 
claración, la  falta  de  síntomas  es  un  impedimento  fuerte  para  afirmar  la 
intoxicación,  no  puede  de  ningún  modo  asegurarse  , siquiera  las  análisis 
químicas  descubran  estricnina  en  los  órganos  de  ese  sugeto,  puesto  que 
puede  tener  otro  origen  la  presencia  de  esa  sustancia  en  esos  órganos , y 
siquiera  la  autópsia  presentase  algunos  hechos  que  hicieran  sospecharlo. 
Los  síntomas  no  podrían  faltar  en  esa  intoxicación,  hubo  tiempo  de  ob- 
servarlos, personas  inteligentes  los  pudieron  ver  y no  los  vieron,  son  de 
tal  naturaleza  que  ningún  profesor  los  puede  desconocer , los  descubri- 
ría, siquiera  no  supiese  su  significación,  y puesto  que  afirman  que  no  los 
vieron , esto  no  se  explica  de  otro  modo  sino  porque  no  hubo  tal  intoxi- 
cación. 

Ahora  si  no  hubo  quien  los  viese,  si  no  hubo  facultativos  que  los  ob- 
servaran; entonces  la  falta  de  ese  dato  siempre  quita  fuerza  á la  prueba, 
jamás  la  dejará  en  plena ; pero  puede  suponerse  que  los  hubo , si  la  au- 
tópsia y las  análisis  químicas  están  de  acuerdo  en  punto  á caiactéres  pro- 
pios de  ese  envenenamiento. 

De  todas  estas  consideraciones  se  deduce  lógicamente  que  la  falta  de 
datos  referentes  á los  síntomas  será , por  lo  general , una  circunstancia 
que  nos  impedirá  declararnos  de  un  modo  terminante  en  pro  de  la  into- 
xicación, que  en  ciertos  casos  la  falta  de  estos  síntomas,  bien  averiguado 


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que  realmente  faltaron,  nos  obligará  á guardar  mucha  reserva,  á no  afir- 
mar el  hecho ; pero  que  en  otros  ella  no  será  un  óbice  para  l^s  conclu- 
siones en  el  primer  sentido , tanto  mas , cuanto  mas  sea  la  intoxicación 
de  aquellas  que  naturalmente  presenten  pocos  síntomas  ó ninguno,  por 
lo  rápido  de  la  muerte  ó por  lo  directamente  que  ataca  el  veneno  el  prin- 
cipio de  la  vida. 

Resulta  también  que,  aun  cuando  se  carezca  de  noticias  relativas  á los 
síntomas,  á causa  de  no  haber  presenciado  la  agonía  del  envenenado 
ningún  facultativo , ó porque  los  deudos  cómplices  en  el  delito  guarden 
silencio , ó , en  fin , porque  la  víctima  ha  muerto  en  la  soledad , no  por 
esto  dejaremos  de  poder  sentar  los  síntomas  que  han  debido  presentarse 
y concluir  de  ellos  , como  si  los  hubiésemos  visto,  conforme  lo  que  arro- 
jen la  autópsia  y las  análisis. 

ARTÍCULO  II. 

DEL  VALOR  DE  LOS  RESULTADOS  DE  LA  AUTÓPSIA  EN  LOS  CASOS 

DE  INTOXICACION. 

Para  analizar  el  valor  de  los  resultados  que  suministra  la  autópsia  y 
apreciar  debidamente  su  significación  en  todos  los  casos,  tendrémos  tam- 
bién necesidad  de  examinarlos  bajo  los  mismos  puntos  de  vista  que  los 
síntomas.  También  será  necesario  que  examinemos,  primeramente:  si 
los  cuadros  de  alteraciones  orgánicas  que  los  autores  nos  describen,  como 
propios  de  la  intoxicación , son  la  expresión  fiel  de  lo  que  cada  envene- 
nado presenta,  ó lo  que  se  ha  recogido  de  muchos  envenenados;  luego 
si  hay  algunas  enfermedades  de  anatomía  patológica  parecida  á la  de  la 
intoxicación,  con  la  cual  puedan  confundirse ; en  seguida  cuál  sea  el  va- 
lor de  esas  alteraciones  orgánicas  tomadas  aisladamente  ó en  relación 
con  los  síntomas  y las  análisis  químicas;  y por  último,  en  qué  casos  de- 
ben encontrarse  forzosamente  esas  alteraciones  para  declararse  en  pro  de 
la  intoxicación,  y en  qué  casos  su  falta  no  es  un  obstáculo  para  las  con- 
clusiones. Son,  como  es  de  ver,  las  mismas  cuestiones  que  hemos  diluci- 
dado relativamente  á los  síntomas.  Agitémoslas  por  partes. 

8 I.  — Cómo  deben  apreciarse  los  cuadros  de  alteraciones  anatómicas  que  los  autores 
describen,  teniéndolos  por  propios  de  la  intoxicación. 

Cuando  tratamos  de  la  anatomía  patológica  de  la  intoxicación,  tuvimos 
ocasión  de  advertir  que  no  debían  lomarse  las  alteraciones  anatómicas 
producidas  por  los  venenos , ya  inmediata,  ya  mediatamente , con  tanto 
rigor,  que  cada  cadáver  de  un  envenenado  debiese  presentarlas  todas. 
También  hay,  en  efecto,  una  porción  de  circunstancias  capaces  de  intro- 
ducir modificaciones,  con  las  que  se  alteran  los  cuadros  que  los  autores 
nos  trazan  en  sus  libros.  En  punto  á venenos  cáusticos,  cuya  acción  es 
mas  dominadora,  menos  influida,  mas  necesaria,  hay  la  cantidad,  la 
concentración,  el  encuentro  de  líquidos  ó agua  en  el  estómago,  etc.,  etc., 
todo  lo  cual  alcanza  á dar  otro  giro  á los  resultados;  y entre  las  simples 
manchas  y las  perforaciones  hay  una  porción  de  grados  intermedios  que 
son  debidos  á contingencias,  á causas  accidentales.  Los  venenos  inflama- 
torios de  acción  menos  enérgica,  en  punto  á alteraciones  anatómicas,  es- 
tán todavía  mas  sujetos  á variaciones,  porque  los  efectos  que  en  los  órga- 
nos producen,  son  mas  bien  obra  de  los  estados  patológicos  que  el  vene- 

TOX1COL'  OIA.  — ;>4 


— 8Sú  — 

no  desarrolla , que  obra  de  la  inflamación ; y como  esta  es  susceptible  de 
tantas  formas  y grados,  es  fácil  comprender  que  es  muy  posible  la  diver- 
sidad en  los  cuadros  de  la  anatomía  patológica  relativos  á casos  de  esta 
ó aquella  intoxicación. 

Si  en  las  alteraciones  orgánicas,  resultados  de  la  inflamación  intensa, 
hay  mas  variedad  que  los  que  son  inmediato  producto  de  las  sustancias 
cáusticas,  por  razón  de  prestarse  mas  aquel  modo  patológico  ó las  diver- 
sas influencias  que  puedan  imprimirle  giro,  más  la  debe  haber  por  cierto 
cu  aquellas  que  sean  producto  de  otros  estados  patológicos , cuya  natura- 
leza es  menos  tija  ó constante.  Así  es  que  la  anatomía  patológica  de  la 
intoxicación  por  los  venenos  narcóticos  se  encuentra,  en  primer  lugar, 
muy  pobre  de  datos ; en  segundo  lugar,  tan  varia  en  esos  mismos  pocos 
datos,  que  no  será  una  exageración  decir  que  un  envenenado  no  se  pa- 
rece ó otro.  Tan  pronto  no  hay  alteración  alguna  en  el  estómago,  pul- 
món y cerebro;  tan  pronto  se  encuentran  en  la  primera  viscera  señales 
de  flogosis  y de  congestión  en  las  otras  dos ; y tan  muerto  por  una  sus- 
tancia narcótica  es  el  que  no  presenta  nada , como  el  que  ofrece  vesti- 
gios de  esa  congestión  ó de  esa  flógosis.  En  esa  misma  intoxicación  la 
falta  de  alteraciones  anatómicas  es  tan  significativa,  como  la  presencia  de 
ellas  en  la  intoxicación  por  los  venenos  cáusticos. 

En  la  intoxicación  por  los  venenos  asfixiantes  tetánicos,  tan  pronto  hay 
alteraciones,  tan  pronto  no  las  hay,  dependiendo,  no  solo  de  la  clase  de 
esos  venenos,  sino  de  las  circunstancias  del  mismo  envenenamiento.  En 
la  de  los  paralíticos  no  hay  nada. 

Por  último,  los  sépticos  gaseosos  apenas  dejan  á veces  huellas  de  su 
acción,  al  paso  que  otras  veces  las  estampan  en  la  sangre;  las  de  los  ani- 
males ponzoñosos  son  variables,  y las  de  las  sustancias  alimenticias  alte- 
radas, por  lo  mismo  que  atacan  dando  á la  intoxicación  cierto  viso  de 
afección  tifóica,  suelen  también  modificar  los  resultados  bajo  el  influjo  de 
cien  circunstancias  diversas. 

De  suerte  que  si  no  hay  tanta  diversidad  en  los  cuadros  anatómico- 
patológicos,  como  en  los  sintomáticos,  poco  falta;  hay,  empero,  la  su 
ficientepara  afirmar  lo  que  de  los  síntomas  hemos  dicho;  que  los  cua- 
dros de  ios  autores  son  la  expresión  de  los  que  en  distintos  cadáveres 
de  personas  envenenadas  se  ha  observado,  y no  la  descripción  exacta  y 
fiel  de  lo  que  cada  cadáver  ha  presentado  ó debe  presentar. 

Sentado  este  hecho,  que  es  importantísimo  dejar  bien  consignado,  puede 
ya  preverse  cuán  poco  lógica  seria  la  razón  del  que  se  abstuviese  de 
afirmar  ó de  juzgar  sobre  un  caso  de  intoxicación,  porque  no  encontrase 
en  el  cadáver  todas  las  alteraciones  de  que  hablan  en  sus  obras  los  au- 
tores. Con  tal  que  el  cadáver  ofrezca  algunos  de  los  caractéres , algunas 
de  las  alteraciones  características,  ó el  estado  que  comunmente  se  pre- 
sente en  determinadas  intoxicaciones , poco  importa  que  falte  este  ó aquel 
dato  , esta  ó aquella  alteración,  mayormente  si , apreciando  los  porme- 
nores del  caso , puede  uno  explicar  las  modificaciones  que  se  encuentran 
en  el  cuadro  anatómico-patológico. 

§ II.— De  las  enfermedades  cuya  anatomía  patológica  es  parecida  á la  de  la  intoxicación 

y de  los  medios  que  hay  para  distinguirlas. 

En  el  artículo  anterior  hemos  visto  que  hay  varias  enfermedades* 
cuya  sintomatología  tiene  mucha  analogía  con  la  de  ciertas  wloxic 


— Sol  — 

fies.  Algunas  de  las  mismas  tienen  también  alteraciones  orgánicas  capa- 
ces de  confundirse  con  las  del  envenenamiento , al  paso  que  otras  pre- 
cisamente por  la  anatomía  patológica  se  diferencian.  Si  por  sus  síntomas 
pudiésemos  confundir  con  una  intoxicación  la  muerte  por  bebidas  frías, 
las  indigestiones , los  cólicos  , los  íleos , la  melena , la  hernia  estrangu- 
lada, los  focos  verminosos  y las  perforaciones  espontáneas  , la  autopsia 
estableceria  luego  y del  modo  mas  evidente , una  diferencia  notable.  La 
anatomía  patológica  de  la  mayor  parte  de  esas  enfermedades  es  de  todo 
punto  diversa  de  la  de  las  intoxicaciones  por  los  venenos  inflamatorios  y 
cáusticos , las  únicas  con  las  cuales  pudieran  dichas  enfermedades  confun- 
dirse. En  ninguna  de  las  susodichas  hay  vestigios  de  inflamación  ; solo 
en  la  hernia  estrangulada,  los  vólvulos  y las  perforaciones  espontáneas 
los  hay  que  pudieran  confundirse  con  las  alteraciones  anatómicas  que  si- 
guen á una  intoxicación  por  dichas  sustancias.  Mas  por  lo  que  atañe  á 
la  hinchazón  , coloración , inflamación  intensa  y gangrena  de  la  hernia 
estrangulada,  y las  invaginaciones,  su  misma  forma  , el  saco  hemiario 
que  se  encuentra , son  datos  mas  que  suficientes  para  distinguir  de  ca- 
sos. Por  lo  concerniente  á las  perforaciones  espontáneas  hay  también 
ciertos  caracteres  que  , bien  apreciados,  no  dejarán  equivocarnos. 

Las  perforaciones  espontáneas  se  distinguen  de  las  producidas  por  los 
venenos  cáusticos  por  los  caractéres  siguientes : 

1. °  Las  perforaciones  espontáneas  son  á veces  efecto  de  cánceres  , es- 
cirros, ó úlceras  en  el  estómago.  En  tales  casos  ya  habrá  podido  preceder 
un  sin  número  de  padecimientos  anejos  á semejantes  estados,  á no  ser 
que  hayan  sido  tales  que  puedan  haber  pasado  completamente  desaper- 
cibidos. En  el  famoso  museo  de  Dupuytren , en  Paris , hay  un  frasco 
donde  se  guarda  el  estómago  cancerado  de  un  sugeto  que  vivió  largo 
tiempo  con  su  cáncer,  sin  alteración  ninguna  en  su  organismo  ni  en  sus 
funciones  digestivas.  Todas  estas  particularidades  están  consignadas  en 
el  rótulo  del  frasco.  Yo  lo  he  visto,  y cualquiera  que  vaya  á Paris  puede 
hacer  otro  tanto.  Sin  embargo,  esto  no  es  lo  común  ; y por  lo  mismo  el 
exámen  de  los  antecedentes  hace  diferenciar  de  casos.  Aunque  se  repi- 
tiese ese  raro  fenómeno,  la  alteración  orgánica  del  estómago  en  las  cer- 
canías de  la  perforación  seria  mas  que  suficiente  para  distinguir  la  es- 
pontánea de  la  producida  por  un  veneno  cáustico. 

2. °  La  perforación  espontánea  no  va  acompañada  de  lesión  ni  altera- 
ción alguna  en  sus  cercanías.  Todos  los  órganos  se  presentan  en  estado 
normal,  ó al  menos  sin  participar  absolutamente  en  nada  del  estrago. 
Todo  lo  contrario,  se  nota  en  las  que  un  cáustico  produce;  las  inmedia- 
ciones de  la  perforación  están  cuando  menos  reblandecidas , cauteriza- 
das, gangrenosas  ó atacadas  de  la  flógosis. 

3. u  La  forma  de  las  perforaciones  espontáneas  suele  ser  circular;  la 
de  los  cáusticos  irregular  del  todo  ; los  bordes  de  aquellas  son  adelgaza- 
dos, como  si  las  membranas  se  hubiesen  ido  gastando  sucesivamente. 
Los  de  las  producidas  por  los  venenos  cáusticos  tienen  el  grueso  natural 
ó tal  vez  aumentado  por  el  encogimiento  del  tejido  y hasta  calloso.  Ei 
color  de  las  primeras  es  el  normal  de  la  mucosa ; el  de  las  segundas  ya 
es  negro,  si  es  el  ácido  sulfúrico  ; ya  es  amarillo , si  es  el  nítrico  , etc. 
Las  espontáneas  á veces  son  pequeñas , como  picaduras  de  alfiler  y mu- 
chas ; otras  veces  no  hay  mas  que  una , pero  de  considerable  diámetro. 

4. °  Las  perforaciones  espontáneas  no  provocan  simpatías  ni  reacciones 
generales , y no  causan  mas  dolores  que  los  de  la  peritonitis  intensa  pro- 


— 852  — 

vocada  por  los  materiales  que  dejan  escapar;  al  paso  que  las  producidas 
por  los  cáusticos  van  precedidas  de  ardor,  escozor  y dolores  agudos 
causados  por  el  tejido  que  se  destruye  y seguidos  por  los  dolores  de  la 
peritonitis,  provocando  siempre  reacciones  en  los  órganos  íntimamente 
enlazados  con  el  estómago. 

Con  semejantes  caracteres  diferenciales , debidos  en  gran  parte  á la 
observación  de  Chaussier,  no  es  fácil  que  confundamos  un  estado  con 
otro.  Estas  diferencias  son  tanto  mas  dignas  de  confianza,  cuanto  que 
son  ya  muchos  los  casos  observados  de  perforaciones  espontáneas.  A pri 
mera  vista  pudiera  uno  dudar  de  su  existencia  y sentirse,  por  lo  mismo, 
inclinado  á tomarlas  por  los  efectos  de  algún  veneno  cáustico:  mas  que 
no  quede  á nadie  la  menor  duda.  Los  hechos  observados  y consignados 
en  las  obras  de  los  autores , son  ya  demasiados  para  no  considerarlos 
bajo  el  punto  de  vista  con  que  los  presentamos.  Los  Bonnet,  los  lloí'f- 
mann  , los  Wanderwel,  los  Boerhaave , los  Cirillo,  los  Chaussier,  con- 
firman con  su  práctica  y sus  escritos  la  frecuente  existencia  de  semejan- 
tes perforaciones  con  los  caractéres  que  llevamos  indicados.  Las  diser- 
taciones de  Moran , de  Gerard  y de  Laisne , discípulos  de  Chaussier,  que 
también  han  tratado  esta  materia ; las  efemérides  de  los  curiosos  de  la 
naturaleza;  las  efemérides  de  Alemania,  son  fuentes  donde  pueden  be- 
berse conocimientos  claros  y exactos  de  esas  enfermedades  espontáneas, 
cuya  anatomía  patológica  se  diferencia  de  un  modo  tan  terminante  de  las 
que  los  cáusticos  producen.  Anglada,  en  su  toxicología  general,  se  hace 
cargo  de  algunos  casos  que  consideramos  útil  reproducir,  para  que  se 
vea  cuán  fundados  hemos  ido  en  lo  que  acabamos  de  exponer. 

Un  jóven  de  30  años,  alto,  flaco,  pálido,  pero  dotado  de  buena  salud, 
después  de  haber  comido  por  la  mañana  algunas  onzas  de  pan  y bebido 
un  poco  de  agua  y vino,  se  vió  repentinamente  asaltado  de  un  dolor 
atroz  de  estómago,  que  le  obligó  á encorvarse  hasta  el  suelo,  apretán- 
dose fuertemente  el  vientre  con  sus  brazos.  Todos  los  remedios  emplea- 
dos fueron  inútiles ; á las  doce  horas  ya  habia  muerto.  Se  practicó  la 
autopsia,  y se  encontraron  las  bebidas  en  el  vaso  peritoneal , lo  cual  ya 
dió  indicios  de  alguna  perforación  ó rasgadura.  En  efecto,  poco  se  tardó 
en  descubrir  hácia  la  pequeña  curvadura  del  estómago  , á una  pulgada 
del  píloro,  un  agujero  de  línea  y media  de  diámetro,  redondo,  como  si 
se  hubiera  hecho  con  el  saca-bocados.  Lo  restante  de  las  demás  visceras 
y del  mismo  estómago  se  encontraba  como  en  estado  natural  í1). 

El  profesor  Lallemand  remitió  al  mismo  Anglada  un  estómago  perfo- 
rado de  uno  de  sus  enfermos  que  acababa  de  morir  en  medio  de  inespe- 
rados accidentes,  con  el  fin  de  que  viese  si  entre  las  materias  que  toda- 
vía contenia  dicha  viscera  se  encontraría  algo  que  pudiese  dar  razón  del 
desórden  orgánico  y de  una  muerte  tan  pronta.  Las  investigaciones  ana- 
líticas no  dieron  nada.  Era  un  ejemplo  de  perforación  espontánea.  El  en- 
fermo habia  estado  por  algún  tiempo  en  el  hospital  de  San  Eloy  de  Mont- 
pellier,  y encontrándose  ya  en  plena  convalecencia , en  vísperas  de  reci- 
bir el  alta,  habia  pasado  el  anochecer  paseándose  en  el  patio,  habia  su- 
bido á las  salas  sin  sentir  nada,  se  acostó  muy  tranquilo,  cuando  de 
repente  empezó  á sentir  dolores  terribles  de  estómago  que  nada  pudo 
calmar,  en  medio  de  los  cuales  murió,  á las  pocas  horas.  Abrióse  el  cadá- 
ver, y todos  se  sorprendieron  ai  descubrir  una  perforación  de  estómago, 


(‘)  Observ.  de  Gerard , referida  por  Laisné;  citado  por  Anclada , p.  300,  ob.  cit. 


— 853  — 

de  tal  suerte  ancha,  que  pasaba  por  ella  fácilmente  todo  el  puño  (4). 

Otro  enfermo , que  presentaba  algunos  síntomas  de  gastritis  crónica, 
había  sufrido  la  amputación  del  muslo , por  un  tumor  blanco  que  llevaba 
en  la  articulación  tibio-femoral.  La  operación  fué  seguida  de  una  calen- 
tura continua  con  exacerbaciones  anómalas , acompañándose  á veces  de 
delirio.  No  se  reveló  ningún  dolor  en  el  estómago,  la  presión  del  epi- 
gastrio no  acusaba  nada  de  particular,  y el  enfermo  sucumbió  á los  ocho 
dias.  flecha  la  autópsia , fué  grande  el  asombro , viendo  el  estómago  re- 
ducido á su  pared  posterior,  la  anterior  se  había  destruido  completa- 
mente por  una  erosión  espontánea , la  cual , á pesar  de  la  rapidez  y ex- 
tensión de  sus  estragos , no  se  manifestó  por  ninguna  clase  de  sensación 
dolorosa  (2). 

Chaussier  vió  en  tres  meses  cinco  casos  de  perforación  de  estómago 
espontánea,  y todos  en  mujeres  recien  paridas,  en  las  cuales  parece  que 
se  manifiesta  con  preferencia.  Pero  no  siempre  se  presentan  en  el  estó- 
mago; el  esófago  y los  intestinos  son  á menudo  sitio  de  estos  desór- 
denes!3). 

M.  Tartra  refiere  el  caso  de  una  mujer  bien  constituida , la  cual  expe- 
rimentó de  repente  vómitos  con  todos  los  síntomas  de  una  afección  grave 
del  estómago , y murió  á los  diez  dias.  Abierto  el  cadáver,  se  encontró  el 
peritoneo  y toda  la  masa  intestinal  sumamente  inflamada ; había  habido 
exudación  de  una  grande  cantidad  de  albúmina  coagulable  , la  cual  esta- 
blecía entre  los  órganos  adherencias.  Muchas  porciones  de  los  intestinos 
estaban  como  disueltas  y convertidas  en  una  especie  de  putrílago.  El  íleo 
tenia  un  agujero  de  cuatro  líneas  de  diámetro , por  el  cual  se  habían 
derramado  las  materias  fecales  en  el  hipogastrio.  El  estómago  no  tenia 
mas  que  algunas  manchas  negras;  el  esófago  algunos  vestigios  de  infla- 
mación. Todo  anunciaba  que  la  enfermedad  principal  había  comenzado 
por  el  tubo  digestivo , debilitándose  á proporción  que  se  alejaba  de  su 
origen.  Nada,  por  otra  parte,  pudo  autorizar  una  sospecha  de  envene- 
namiento. Todas  las  probabilidades  estaban  á favor  de  una  perforación 
espontánea,  á consecuencia  de  una  enteritis  ó de  una  peritonitis  (4). 

Estos  hechos,  y algunos  otros  que  pudiéramos  añadir,  confirman  lo 
que  hemos  dicho,  y ponen  al  facultativo  en  el  caso  de  ser  sumamente 
cauto  en  ciertos  casos , por  lo  que  mira  á declarar  la  existencia  de  un 
envenenamiento , hasta  que  haya  podido  apreciar  todos  los  caractéres  di- 
ferenciales ; afortunadamente  hemos  visto  que  por  lo  concerniente  á las 
perforaciones  espontáneas  hay  caractéres  tan  diversos  y especiales,  que 
(a  equivocación  no  es  posible  en  un  perito  instruido. 

La  anatomía  patológica  de  la  gastritis,  gastro-enteritis  y de  la  peri- 
tonitis naturales  tiene  muchísimos  puntos  de  contacto  con  la  de  estas 
mismas  enfermedades  producidas  por  los  venenos,  de. suerte  que,  para 
distinguir  de  casos  , será  casi  siempre  pobre  recurso  apelar  á los  vesti- 
gios propios  de  esas  lesiones.  Sin  embargo , por  intensa  que  sea  la  flogo- 
sis producida  por  los  agentes  morbosos  ordinarios;  por  muchos  que  sean 
los  estragos  orgánicos  que  su  terminación  funesta  haya  causado  , si  la 
intoxicación  ha  sido  por  venenos  cáusticos  , siempre  será  fácil  diferen- 
ciar esos  estragos;  los  de  la  gastritis  , gastro-enteritis  y peritonitis  , que 

( 1 ' Ansiada  , loe.  cit. 

(J)  The  ti*  de  Massonts  sobre  la  inflamación  , citado  por  Anclada. 

(3)  Laisné. 

(*)  Tartra , citado  por  Anglada. 


— 854  — 

terminan  por  gangrena , jamás  son  los  de  los  venenos  cáusticos ; las  cau- 
terizaciones, escaras,  corrosiones,  encogimientos  y manchas  que  los 
cáusticos  producen,  son  característicos  de  los  mismos. 

Donde  es  mas  fácil  la  confusión , es  en  las  intoxicaciones  por  venenos 
inflamatorios,  porque,  como  en  las  inflamaciones  ordinarias,  en  estos 
casos  los  desórdenes  orgánicos , las  alteraciones  de  tejido  son  también 
efecto  de  modos  patológicos,  de  las  funciones  vitales  puestas  en  acción  pa- 
tológica ó morbosa.  La  diferencia  está  en  el  agente  morbífico ; pero  no 
en  sus  efectos , ó sea  las  inflamaciones  que  unos  y otros  provocan , las 
cuales , aunque  no  sean  idénticas  en  naturaleza , aunque  no  se  desarro- 
llen en  igualdad  de  impulso  y de  circunstancias,  aunque  se  presten  de 
diverso  modo  á la  acción  de  los  agentes  terapéuticos ; sin  embargo , tie- 
nen por  su  anatomía  patológica  tanto  aire  de  fisonomía  , que  es  delicado, 
por  solo  las  alteraciones  orgánicas,  pronunciarse,  ya  en  favor  de  la  into- 
xicación, ya  á favor  de  una  flogosis  ordinaria  ó natural. 

lié  aquí  la  necesidad  de  apelar  á algunos  datos  mas  que  á la  sola  au~ 
tópsia  para  poder  dar  declaraciones  con  acierto. 

La  intoxicación  por  venenos  nervioso-inflamatorios  se  asemeja,  bajo 
ese  punto  de  vista,  á lo  que  acabo  de  mentar,  en  especial  las  que  flogo- 
sean  las  partes  con  las  que  se  ponen  en  contacto.  Si  por  lo  que  tienen  de 
neuróticos,  ó por  la  posibilidad  que  hay  en  algunos  de  producir  alteracio- 
nes anatómico-patológicas  en  los  centros  cerebrales  ó espinales,  pueden 
distinguirse  un  tanto  de  las  dolencias  ¡logísticas  del  tubo  digestivo  y pe- 
ritoneo, por  lo  que  tienen  de  inflamatorio  son  también  susceptibles  de 
confusión  con  estas  dolencias , tanto  mas  cuanto  que  no  es  raro  ver  á 
estas  complicadas  con  afecciones  cerebrales  simpáticas,  por  lo  menos, 
las  que  no,  por  ser  simpáticas,  dejan  de  poder  presentar  vestigios  de  in- 
flamación ó de  congestiones  sanguíneas. 

En  la  intoxicación  narcótica,  lo  mismo  que  en  la  asfixiante,  paralítica, 
y hasta  en  la  tetánica,  hemos  visto  que  no  hay  alteraciones  anatómico- 
patológicas  , verdaderamente  tales ; los  órganos  digestivos  y abdominales 
se  hallan  al  estado  normal ; en  los  centros  nerviosos , en  la"  masa  encefá- 
lica , los  vasos  y membranas,  no  se  encuentra  nada  característico,  termi- 
nante ni  exclusivo.  Los  vestigios  de  una  asfixia  y alguno  de  inflamación 
en  la  médula , es  lo  único  que  no  es  raro  encontrar. 

Si,  pues,  se  duda  que  haya  habido  una  enfermedad  común,  y se  con- 
funde con  una  producida  por  un  narcótico  ó un  asfixiante;  no  teniendo 
ni  esa  enfermedad  ni  esas  intoxicaciones  anatomía  patológica  peculiar, 
por  esta  no  ha  de  ser  posible  distinguirlas.  Mas  si  la  enfermedad  común 
tuviese  esa  anatomía  particular,  la  negación  de  vestigios  de  ella  en  di- 
chas intoxicaciones , podría  servir  de  punto  de  diferencia.  La  negación 
de  alteraciones,  cuando  es  característica,  cuando  es  lo  propio  de  una 
intoxicación  , es  tan  terminante  como  los  caractéres  positivos. 

Entre  las  enfermedades  capaces  de  confundirse  por  sus  síntomas  con 
ciertas  intoxicaciones,  hemos  colocado  la  triquinosis  : pues  bien;  tam- 
bién nos  cumple  decir  dos  palabras  acerca  de  la  anatomía  patológica  de 
esta  enfermedad  , para  diferenciarla , bajo  este  aspecto,  de  aquellas  into- 
xicaciones con  las  que  pueda  confundirse. 

En  el  primer  período,  hay  en  la  mucosa  del  tubo  digestivo  de  los  ata- 
cados de  triquinosis , una  rubicundez  mas  ó menos  viva  , una  exudación 
seudo-membranosa  y una  hiperemia  de  intensidad  varia  del  tejido  celu- 
lar subperitoneal.  Esto  es , por  lo  menos,  lo  que  han  ofrecido  los  anima' 


- 855  - 

Ies  en  quienes  se  han  hecho  experimentos , matándolos  á los  siete  dias; 
los  individuos  de  la  especie  humana , por  lo  común , no  mueren  en  ese 
período,  y por  lo  mismo  no  es  tan  conocido  el  estado  de  sus  órganos  en  él. 

Cuando  mueren  en  el  período  tifóico,  se  encuentran  infartos  limitados, 
de  forma  cónica,  cuyo  vértice  se  dirige  á la  base  del  pulmón ; las  ramas 
de  la  arteria  pulmonal  se  hallan  llenas  de  coágulos,  lo  cual  ha  hecho 
pensar  á Rupprecht  el  origen  embólico  de  esta  dolencia;  hay  focos  de  su- 
puración en  las  mismas  visceras , alteraciones  en  el  tubo  digestivo  y cere- 
bro, análogas  á las  de  la  fiebre  tifoidea  ; los  músculos  están  como  atrofia- 
dos y llenos  de  parásitos,  visibles  al  microscopio. 

Aunque,  pues,  por  las  demás  alteraciones  pudieran  confundirse  con 
otras  intoxicaciones,  inclusa  la  por  sustancias  alimenticias  averiadas, 
cuya  anatomía  patológica  se  distingue  por  el  aspecto  gangrenoso  del  tubo 
digestivo,  y los  focos  purulentos  de  las  visceras  parenquimatosas ; bas- 
taría el  resultado  de  la  inspecion  de  las  masas  musculares , por  medio 
del  microscopio. 

De  todo  lo  que  precede  se  deduce  lógicamente  que  , si  bien  es  cierto 
que  hay  varias  enfermedades  susceptibles  de  ser  confundidas  con  una  in- 
toxicación por  sus  síntomas ; no  lo  son  por  su  anatomía  patológica , y 
que  si  hay  algunas  de  las  mismas , cuyas  alteraciones  orgánicas  ó de  te- 
jido son  análogas  ó parecidas  á las  que  ciertos  envenenamientos  produ- 
cen , hay  entre  aquellas  y estas  alteraciones  suficientes  caractéres  dife- 
renciales para  poder  distinguir  unas  de  otras , sin  exponerse  á error 
grave  alguno. 


§ III.— Del  valor  de  los  resultados  de  la  autopsia  tomados  aisladamente  y en  relación  con 

los  síntomas  y análisis. 


Las  mismas  doctrinas  que  hemos  sostenido  con  respectó  á los  sínto- 
mas , tenemos  que  sostener  por  lo  que  atañe  á la  autópsia.  Generalmente 
hablando,  la  anatomía  patológica  no  bastará  por  sí  sola  para  formar  un 
juicio,  ni  favorable  ni  contrario  á la  intoxicación,  en  especial  en  aquellos 
casos  en  los  que  es  posible  confundirla  con  la  de  ciertas  enfermedades, 
ó por  mejor  decir,  en  los  que  no  es  fácil  distinguirla  de  la  de  estas. 

En  efecto ; desde  el  momento  en  que  resulta  probado  que  hay  ciertas 
enfermedades,  cuya  terminación  por  la  muerte  ha  dejado  mas  ó menos 
vestigios  de  las  mismas  en  los  sólidos  y líquidos  del  cadáver,  capaces  de 
ser  tenidos  por  los  que  deja  el  veneno  cuando  causa  también  la  pérdida 
del  sugeto,  no  pueden  esas  alteraciones  significar,  ni  la  enfermedad,  ni 
la  intoxicación , de  un  modo  absoluto  ó necesario,  tanto  menos  cuanto 
mas  puntos  tengan  de  semejanza  ó analogía.  Es  evidente  que  la  autópsia 
sirve  de  un  modo  notable  para  confirmar  é disipar  las  sospechas  que  los 
síntomas  y demás  datos  puedan  haber  inspirado  por  la  concordancia  ó 
discordancia  con  que  esos  datos  se  encuentran  con  la  alteración  de  los 
órganos ; por  esto  está  la  autópsia  incluida , y con  muchísima  razón  y ló- 
gica , entre  los  datos  necesarios  para  declarar  que  ha  habido  ó no  into- 
xicación. 

Mas  esa  utilidad  , esa  importancia  no  puede  ser  nunca  absoluta ; la  au- 
tópsia por  sí  sola  no  puede  ser  elemento  de  convicción  mas  que  en  algu- 
nos casos;  por  ejemplo,  en  la  intoxicación  por  venenos  cáusticos,  por  ser 
las  alteraciones  que  los  cáusticos  producen  tan  sumamente  característi- 
cas, que  nada  las  produce  sino  ellos.  Fuera  de  estos  casos  tan  marcados, 


- 856  — 

el  valor  de  los  resultados  de  la  autópsia  siempre  es  mayor  que  mirados 
aisladamente , puestos  en  relación  con  los  síntomas  y las  análisis  quími- 
cas. En  sí  mismas , las  alteraciones  de  tejido  son  de  significación  muy 
varía,  vaga  ó determinada  , conforme  sea  su  semejanza  con  las  alteracio- 
nes que  otras  enfermedades  presentan.  ¿Es  mucha  esta  semejanza?  ¿Sig- 
nifican muy  poco  esas  alteraciones  en  un  sentido  determinado?  ¿La  se- 
mejanza es  poca?  ¿ Hay  caracteres  diferenciales?  Entonces,  si  no  llegan 
ádar  certeza  por  sí  solas  las  alteraciones  de  tejido,  dan  probabilidad. 
Quien  tome  estas  consideraciones  por  guia  , de  seguro  que  colocará  su 
criterio  y su  convicción  en  el  centro  de  la  lógica. 

La  significación  de  la  anatomía  patológica  sube  de  punto,  cuando  se  en- 
laza con  la  de  los  síntomas  y los  resultados  de  las  operaciones  analíticas. 
¿Esa  anatomía  es  la  propia  de  la  intoxicación  por  los  inflamatorios , y el 
cuadro  de  síntomas  que  se  ha  recogido  le  pertenece  también?  La  luz  con 
que  cada  órden  de  datos  ardia,  recibe  mas  resplandor;  ilagra,  si  es  lícito 
valernos  de  esta  palabra  é imágen  , como  un  cuerpo  en  combustión,  al 
cual  se  arrojó  otro  eminentemente  inflamable  ; porque  la  autópsia  revela 
el  verdadero  carácter  de  los  síntomas , así  como  los  síntomas  revelan  el 
verdadero  sello  de  la  autópsia.  Hagamos  más ; asociemos  esa  armonía, 
esa  concordancia  que  reina  entre  los  síntomas  y la  autópsia  á los  resulta- 
dos obtenidos  por  las  análisis;  estas  nos  dan  un  veneno  irritante,  el  su- 
blimado corrosivo,  el  amoníaco,  las  cantáridas,  etc.;  la  luz  que  irradia 
ese  grupo  de  datos  asociados  es  esplendida ; la  evidencia  del  hecho  res- 
plandece como  un  sol.  La  convicción  no  puede  ser  mas  profunda , ni 
tener  mas  fundamentos. 

A.1  contrario;  suponed  que  la  convicción  había  empezado  á echar  raí- 
ces en  un  sentido  determinado,  en  virtud  del  aparato  sintomático.  Se 
había  creído,  por  ejemplo,  en  una  intoxicación  por  el  bicloruro  de  mer- 
curio; se  abre  el  cadáver,  y no  se  encuentra  nada , ni  en  el  estómago,  ni 
en  el  corazón ; al  contrario,  se  encuentran  vestigios  de  otra  enfermedad 
cualquiera ; de  síntomas  parecidos  á los  que  la  intoxicación  por  el  subli- 
mado desarrolla;  las  raíces  de  la  convicción  incipiente  se  van  haciendo 
superficiales  ó mudan  de  dirección;  la  luz  de  los  primeros  datos  se  amor- 
tigua en  un  sentido,  al  paso  que  se  aviva  en  otro  ; se  procede  á la  análi- 
sis, y los  mejores  procedimientos,  el  cuidado  mas  exquisito,  la  mayor 
habilidad  en  las  operaciones , lo  mas  sensible  de  los  reactivos,  no  alcan- 
zan á descubrir  ni  un  átomo  de  preparado  mercurial,  ni  en  las  materias 
vomitadas  , ni  en  los  sólidos  , ni  en  los  líquidos  del  cuerpo  creído  enve- 
nenado; la  convicción  se  arraiga  en  un  sentido  del  todo  opuesto;  la  luz 
del  grupo  de  datos  arde  brillantemente  , pero  de  otro  modo,  con  otro 
color. 

Es  tan  clara,  tan  racional  esta  filosofía,  que  el  recalcarla  demasiado  es 
debilitarla.  Concluyamos,  pues,  diciendo  que  el  valor  de  los  resultados 
de  la  autópsia  es  relativo ; que  por  sí  solos , por  punto  general , no  dan 
certeza  ; que  unidos  con  los  demás  la  dan  casi  siempre,  esforzando  tanto 
mas  la  prueba,  cuanto  mas  en  armonía  están  con  los  síntomas  y los  re- 
sultados de  las  análisis  químicas.  Todo  cuanto  dijimos  sobre  los  sínto- 
mas, bajo  este  punto  de  vista,  es  aplicable  á los  resultados  de  la  autóp- 
sia, puesto  que  la  apreciación  de  su  valor  debe  hacerse  según  la  misma 
filosofía , según  la  misma  lógica.  Desde  el  momento  en  que  establecemos 
que  en  el  conjunto  de  los  tres  órdenes  de  datos  es  lo  que  debe  formar  la 
base  del  juicio;  que  toda  convicción  necesita , para  ser  sólida,  la  combi- 


- 857  - 

nación  de  esos  tres  elementos,  lo  mismo  debe  ser  fijar  el  valor  absoluto 
y relativo  de  un  elemento  que  el  del  otro. 

§ IV.— De  los  casos  en  que  pueden  fijarse  las  alteraciones  de  tejido  que  ha  debido  haber 
á consecuencia  de  una  intoxicación,  aunque  no  se  tenga  noticia  de  ellas;  en  cuáles  son  nece- 
sarias , y en  cuáles  se  puede  prescindir  de  ellas  para  dar  un  dictámen  terminante. 

No  siempre  se  obtienen  , en  los  casos  de  intoxicación , los  datos  rela- 
tivos al  segundo  órden;  no  todos  los  intoxicados  ameren  ; muchos  se  sal- 
van , ya  con  los  recursos  del  arte , ya  porque  el  veneno  no  hace  mas  que 
trastornarles  profundamente  la  salud;  y en  esos  casos  no  hay  que  pensar 
en  la  autópsia,  sin  que  por  eso  deje  de  ser  el  caso  una  intoxicación,  ó en- 
venenamiento demostrable.  Aunque  muera  el  envenenado,  tal  vez  la  au- 
tópsia no  se  ha  practicado,  ni  antes  de  la  inhumación,  ni  después  de  ella, 
y por  lo  mismo  se  carece  de  toda  noticia  relativa  á las  alteraciones  de 
tejido  que  la  intoxicación  produjo.  Semejante  carencia  de  esta  clase  de 
noticias  se  tiene  en  muchos  casos  de  intoxicación  criminal,  cuando  la 
justicia  no  descubre  el  crimen  sino  después  de  mucho  tiempo  de  perpe- 
trado ; cuando  se  exhuman  cadáveres  de  envenenados  á los  tres , cuatro 
ó mas  años  de  inhumación ; cuando  la  putrefacción  ha  borrado  ya  los 
vestigios  de  las  alteraciones  patológicas ; cuando,  en  una  palabra  , la 
anatómía  cadavérica  ha  reemplazado  la  normal  y la  patológica. 

En  todos  estos  casos,  según  sean  las  noticias  recogidas  de  los  síntomas 
y los  resultados  que  la  análisis  química  dé,  será  posible  , y muy  posible, 
suponer,  ó adivinar  diremos  mejor,  las  alteraciones  de  tejido  que  hubie- 
ron de  presentarse  á causa  de  la  intoxicación.  La  lógica  que  en  estos  ca- 
sos nos  guia  es  la  misma , y tan  fundada  como  la  que  nos  ha  guiado  para 
calcular  los  síntomas  que  debieron  presentarse.  Como  estos,  las  altera- 
ciones de  tejido  también  son  efectos  necesarios  de  la  acción  de  ciertos 
agentes  , de  acciones  , ya  químicas , ya  patológicas , y el  organismo  no 
había  de  resistirse  á presentar  los  resultados  ordinarios  de  la  acción  de 
esos  agentes. 

¿Qué  importa  que  no  hayamos  visto  el  cadáver  del  envenenado  por  un 
veneno  cáustico?  Si  las  noticias  de  su  agonía  prueban  que  hubo  los  sínto- 
mas propios  de  esta  intoxicación;  si  analizando  lo  que  el  envenenado  ar- 
rojó, ó sus  restos  después  de  mucho  tiempo,  la  análisis  da  ese  veneno,  sin 
poderle  atribuir  otro  origen  ó procedimiento  que  el  crimen,  ¿quién  negará 
á la  aseveración  de  las  alteraciones  de  tejido  que  ese  veneno  produjo,  la 
circunstancia  de  bien  fundada  y lógica?  Hay  de  este  hecho,  no  presen- 
ciado casi , tanta  certeza  como  si  se  tuviera  á la  vista. 

Ocioso  es  decir,  sin  embargo,  como  lo  hemos  advertido  por  lo  tocante 
á los  síntomas , que  en  muchos  casos , si  es  posible  , si  es  lógico  de- 
terminar el  conjunto  de  alteraciones  que  debían  presentarse  , en  otros  es 
mas  difícil , y seria  menos  lógico  fijar  esas  alteraciones,  debiéndonos 
contentar,  en  tales  circunstancias,  con  decir  el  cuadro  general  de  altera- 
ciones propias  de  tal  intoxicación  , puesto  que  la  no  presencia  del  caso 
le  convierte  , por  lo  tocante  á la  autópsia  , de  particular , en  general. 

Mas  supongamos  que  no  nos  hallamos  en  ninguno  de  esos  casos,  que 
tenemos  el  cadáver  y que  le  practicamos  la  autópsia.  Al  abrir  este  cadá- 
ver, prevenidos  por  los  síntomas  de  la  intoxicación , á cuya  violencia  su- 
cumbió la  víctima , nos  inclinamos  á creer  en  la  existencia  de  un  enve- 
nenamiento por  un  veneno  inflamatorio;  y sin  embargo,  no  hay  en  el 
estómago  vestigios  de  flogosis  alguna ; pero  encontramos  pedacitos  de 


- 858  - 

arsénico ; las  análisis  de  los  sólidos  y líquidos  nos  le  dan  también.  ¿De 
jarémos  por  esto  de  tener  los  datos  necesarios  para  formar  nuestra 
convicción  de  que  realmente  ha  habido  envenenamiento?  No  por  cierto. 
Precisamente  el  arsénico  es  uno  de  esos  venenos  que,  sujetos  á variacio- 
nes en  sus  resultados,  tienen  diversos  cuadros,  tanto  sintomáticos  como 
anatómico-patológicos,  y todos  muy  propios,  muy  suyos.  No  andan  es- 
casos en  los  autores  los  ejemplos  de  esta  especie.  Morgagni,  Etmulero, 
Chaussier,  Orfila  , Anglada,  etc.,  han  puesto  fuera  de  duda  esta  verdad 
con  los  hechos  que  han  referido. 

Etmulero  refiere  el  caso  de  un  jóven  envenenado  por  el  arsénico  : en 
su  cadáver  fue  de  todo  punto  imposible  descubrir  los  mas  ligeros  vesti- 
gios de  inflamación,  ni  ae  erosión  en  la  primeras  vías,  á pesar  de  que  se 
encontró  el  veneno  en  el  estómago. 

Chaussier  ha  visto  un  hombre  robusto , de  mediana  edad , el  cual  pe- 
reció después  de  haber  tomado  gruesos  fragmentos  de  ácido  arsenioso. 
No  experimentó  mas  que  unos  cuantos  síncopes , y abierto  su  cadáver, 
no  se  encontró  señal  alguna  de  flogosis  ni  erosión  en  su  canal  diges- 
tivo (*). 

Missa,  en  18 24  , comunicó  á Orfila  el  hecho  siguiente:  un  sugeto  de 
unos  cuarenta  y cinco  años  de  edad  , dominado  por  el  delirio  de  una  pa- 
sión violenta,  se  bebió  en  un  vaso  de  agua  tres  dracmas  de  ácido  arse- 
nioso. Hasta  el  medio  dia  no  se  manifestaron  algunos  desórdenes,  á pesar 
de  que  el  veneno  habia  sido  tomado  á las  ocho  de  la  mañana:  hubo  ca- 
lambres dolorosos,  calor  abrasador,  sed  ardiente,  rostro  alterado,  cris- 
pado, pulso  pequeño , etc.  A las  cinco  de  la  tarde  pereció  el  enfermo, 
habiendo  adquirido  los  síntomas  la  mas  espantosa  intensidad.  Abrióse  el 
cadáver,  y todas  las  visceras  abdominales  se  encontraban  en  su  estado 
natural : la  mas  minuciosa  investigación  no  pudo  descubrir  en  la  mucosa 
gastro  intestinal  ningún  vestigio  de  inflamación,  de  rubicundez,  ni  alte- 
ración de  estructura,  y sin  embargo,  se  pudo  recoger  todavía  grandes 
porciones  de  ácido  arsenioso  en  sustancia  (2). 

Leclerch  ha  visto  perforado  el  estómago  por  el  bicloruro  de  mercurio, 
veneno  que  por  lo  común  se  limita  á inflamar  esta  viscera. 

Tartra  refiere  un  caso  en  que  el  ácido  nítrico  produjo  una  coartación 
del  diámetro  de  una  pluma  de  escribir  en  el  intestino.  En  el  mismo  se  lee 
que  el  arsénico  ha  arrugado  el  estómago,  enrojecido  sus  paredes  y redu- 
cido mucho  su  cavidad. 

Keidius,  Sprengel,  Morgagni  y otros  han  visto  casos,  en  los  que  ha  ha- 
bido análoga  diversidad  en  las  alteraciones  de  tejido , producidas  por  los 
venenos  narcóticos , nervioso-inflamatorios,  etc. 

Los  hechos  que  acabo  de  apuntar  demuestran  que  es  posible  darse 
casos , en  los  que  la  anatomía  patológica  no  corresponda  á la  naturaleza 
de  los  síntomas  presentados  por  el  sugeto,  cuya  autópsia  se  está  haciendo 
ó ha  hecho , ni  á la  naturaleza  ó clase  de  veneno  que  se  le  encuentra. 
En  tales  casos  creemos  que  no  por  eso  se  ha  de  negar  la  intoxicación; 
que  no  es  un  obstáculo  para  ello  la  falta  de  ese  órden  de  datos  ó de  las 
alteraciones  anatómico-patológicas ; y hé  aquí  las  razones  en  que  nos 
fundamos. 

No  es  raro  que,  después  de  la  muerte,  practicada  sobre  todo  la  au- 


Morga^ni;  obra  citada  tomo 
Utado  por  Orfila 


— 859  — 


tópsia  después  de  veinte  y cuatro  horas,  ó mas  de  ella,  deje  de  haber 
vestigios  de  flogosis  en  los  tejidos  no  declives ; que  los  tejidos  están  p - 
lidos  y hasta  como  exangües.  Ya  en  mi  Tratado  de  Medicina  legal  he  tocado 
ese  punto  importantísimo,  al  hablar  de  las  inhumaciones  ó de  los  vestigios 
relativos  al  modo  de  morir,  y al  modo  de  diferenciar  los  fenómenos  pa- 
tológicos de  los  cadavéricos;  y aquí  conviene  que  lo  recuerde. 

Recobrado,  después  de  la  muerte  , todo  el  imperio  de  las  leyes  físicas 
sobre  el  cuerpo  humano ; modificadas  las  circunstancias , á cuyo  influjo 
esas  leyes  daban  otros  resultados,  los  líquidos  obedecen  las  de  la  pesa- 
dez, va  no  contrariada  por  las  condiciones  de  la  vida,  y por  lo  mismo  la 
sangre  acumulada  en  un  órgano,  á consecuencia  de  la  flogosis  ó conges- 
tión flogística , puede  desaparecer  de  las  partes  superiores,  ó no  decli- 
ves , v dejarlas  pálidas , para  irse  á reunir  ó colegirse  con  las  inferiores, 
con  lo  cual  aquellas  pueden  presentarse  con  el  aspecto  normal.  La  flogo- 
sis ó congestión , en  tales  casos , no  debe  deducirse  del  estado  en  que  se 
hallan  las  partes  culminantes  ó superiores , sino  de  la  mayor  cantidad 
de  sangre  que  se  encuentra  en  las  declives. 

Este  fenómeno  cadavérico , como  se  concibe , ha  de  ser  tanto  mas  fá- 
cil y notable,  cuanto  menos  intensa,  profunda,  íntima  y prolongada  haya 
sido  la  hiperemia,  la  invección,  el  acúmulo  de  sangre  en  un  tejido  ; su 
curso,  buscando  el  centro  de  gravedad , después  de  la  muerte  ha  de  ser 
mas  expedito  que  en  las  condiciones  opuestas. 

Sentado  esto,  pasemos  á otra  consideración  muy  relacionada  con  esos 
hechos. 

Los  venenos  inflamatorios , al  desplegar  su  acción  química  sobre  los 
elementos  de  los  tejidos , con  los  cuales  se  ponen  en  contacto , no  desen- 
vuelven esos  efectos  fisiológicos,  que  se  hacen  síntomas,  durante  la  vida 
del  sugeto,  y luego  alteraciones  anatómico-patológicas  permanentes,  des- 
pués de  la  muerte,  sino  después  de  ejercer  esa  acción  química;  después 
de  producir  los  efectos  químicos,  y si  los  hay  que  formen  coágulos  ó 
compuestos  insolubles  con  los  elementos  protéicos  de  los  tejidos  intesti- 
nales , los  hay  también  que  no  hacen  nada  de  eso , siendo  fácilmente  ab- 
sorbibles  por  lo  mismo. 

Según  cual  sea  su  modo  de  obrar,  la  acción  flogística  local  será  mas  ó 
menos  intensa  , é independientemente  de  esas  diferencias,  necesitará  mas 
ó menos  tiempo  para  desplegarse  ; no  será  instantánea  como  efecto  fisio- 
lógico; el  estímulo  llama  el  aflujo,  y este  necesita  un  tiempo  mas  ó menos 
rápido:  loque  los  patólogos  llaman  reacción  no  se  presenta  en  el  acto;  va 
viniendo  á medida  que  el  tiempo  trascurre. 

Si  el  sugeto  no  muere  pronto,  las  condiciones  de  la  vida  hacen  que  esa 
reacción  se  efectúe  con  todas  sus  consecuencias:  á la  irritación  sucede  la 
inflamación  cada  vez  mas  intensa,  la  sangre  acude,  los  tejidos  se  ponen 
tumefactos,  inyectados,  etc.,  etc.,  y si  la  vida  sigue,  podrá  haber  el  re- 

b andecmuento  ó endurecimiento,  la  supuración,  las  exudaciones,  la  gan- 
grena , etc.,  etc.  1 


? as  Sl  eI  sugeto  muere  pronto,  no  hay  tiempo  para  la  presentación  de 
enómenos  patológicos  que  le  necesitan;  la  reacción  no  puede 
. .as  sus  rases,  la  inflamación  apenas  puede  iniciarse  ; porque  la 
v nol'r,  iViei.lei^  ,P°ner  Ormino  á la  evolución  sucesiva  de  sus  fenómenos 
c ?s  ’ t e lü  cual  se i sigue  que,  siquiera  se  hava  aplicado  á un  tejido 
n-orip  ma  Uaa  sustanc.ia  irritante  inflamatoria  , siquiera  esta  haya  desple- 
g i su  acción  química,  y en  su  consecuencia  se  haya  constituido  en 


- 860  - 

estímulo  para  un  aflujo,  para  un  llamamiento  de  sangre  hacia  ese  punto 
y provocar  en  él  un  movimiento  flogístico,  si  la  muerte  ha  sobrevenido* 
antes  que  ese  movimiento  haya  recorrido  todas  sus  fases ; natural  y 
gico  es  que  el  tejido,  después  de  la  muerte,  no  presente  los  caracteres 
propios  de  la  anatomía  patológica  de  la  inflamación , como  es  lógico  y 
natural  que  tampoco  haya  presentado  todos  los  síntomas  de  la  misma. 

Una  flógosis  natural  debida  á las  causas  comunes,  desplega  sucesiva- 
mente todos  los  síntomas  que  le  son  propios  , y si  hace  sucumbir  al  su- 
geto,  deja  en  los  tejidos  todas  sus  huellas;  porque,  como  es  ella  la  causa 
de  la  muerte,  ha  dado  tiempo  para  recorrer  todas  sus  fases,  y estampar, 
tanto  en  el  cuadro  sintomático,  como  en  los  tejidos  que  mortifica,  su 
sello  propio. 

Una  flógosis  tóxica  no  siempre  produce  lo  mismo;  si  es  ella  la  que 
mala,  sí;  lo  producirá  sin  duda  bajo  esle  punto  de  vista,  será  igual  ó 
análoga  á la  flógosis  natural. 

Mas  si  el  veneno  no  mata  por  la  inflamación  que  produzca  en  el  estó- 
mago é intestinos;  si  mata  por  su  paso  á la  masa  de  la  sangre,  imposibi- 
litándole sus  funciones,  y esto  se  verifica  en  pocos  momentos  y antes  que 
la  flogosis  local  haya  tenido  tiempo  de  recorrer  sus  períodos,  ¿quién  ha 
de  admirarse  que  luego  los  tejidos  no  presenten  los  caractéres  propios  de 
la  anatomía  patológica  de  la  inflamación? 

¿Qué  sucede  en  una  herida?  ¿Muere  el  sugeto  en  el  acto  ó poco  tiempo 
después?  No  hay  tiempo  para  que  venga  la  reacción  y se  efectúen  en  la 
solución  de  continuidad  los  fenómenos  propios  de  la  inflamación  trau- 
mática. ¿Vive  el  herido  algunos  dias?  Entonces  se  van  presentando  esos 
fenómenos.  Pues  otro  tanto  sucede  en  las  inflamaciones  tóxicas. 

Ahora  bien;  el  arsénico  es  uno  de  los  cuerpos  que  mas  pueden  producir 
ese  fenómeno.  A su  acción  local  se  deben  los  síntomas  de  irritación  é in- 
flamación que  produce  los  dolores,  los  vómitos,  los  despeños;  pero  es 
fácilmente  absorbido,  y mientras  la  acción  local  de  la  porción  que  se 
combina  con  los  elementos  plásticos  de  la  mucosa,  se  constituye  estí- 
mulo y llamador  de  un  aflujo  sanguíneo  hácia  ese  tejido ; mientras  viene 
la  reacción  y se  apercibe  la  flógosis  á desplegar  sus  períodos ; otra  por- 
ción ha  pasado  á la  masa  de  la  sangre;  le  ha  quitado  sus  propiedades 
fisiológicas;  la  hematosis  y las  demás  funciones  quedan  mortalmente  he- 
ridas; la  vida  no  se  puede  sostener;  el  sugeto  muere,  y la  muerte  suspende 
todo  movimiento  funcional,  y como  quiera  que  la  evolución  flogística  pro- 
vocada localmente  por  el  veneno  es  funcional  también,  aunque  patoló- 
gica, ha  tenido  que  suspenderse;  el  tejido  pues  no  puede  presentar  mas 
en  tal  caso  que  un  principio  de  aflujo , y tal  vez  ni  esto. 

Si  luego  trascurren  horas  después  de  la  muerte,  y la  sangre  va  bus- 
cando los  puntos  declives,  esa  poca  hiperemia,  esa  poca  congestión  que 
empezaba  á formarse , acaba  de  desaparecer  por  lo  que  hemos  dicho  an- 
tes, y el  punto  que  empezó  á flogosearse  se  presenta  pálido,  sin  inyección 
ni  nada  que  se  le  parezca. 

Hé  aquí  una  explicación  natural  de  esos  hechos  que  parecen  tan  ex- 
cepcionales, tan  contrarios  á las  ideas  recibidas.  Excepcionales  lo  son, 
en  efecto  ; por  lo  común  las  cosas  no  pasan  como  las  han  observado  los 
autores  citados,  en  especial  cuando  el  arsénico  no  mata  rápidamente. 
Cuanto  mas  tarda  en  matar,  mas  pronunciados  son  los  síntomas  flogísti- 
cos , y mas  notorios  los  vestigios  de  inflamación  en  los  tejidos , lo  cual 
está  conforme  con  nuestra  teoría. 


- 861  — 

los  autores  se  han  fijado  poco  en  esa  consideración;  han  confundido 
lastimosamente  la  marcha  de  las  inflamaciones  naturales  con  la  de  las 
tóxicas,  sin  hacerse  cargo  que  estas  no  siempre  matan  al  envenenado; 
que  quien  le  causa  la  muerte  es  el  veneno  introducido  en  la  masa  de  la 
sangre,  acabando  con  la  vida,  antes  que  las  inflamaciones  tóxicas  hayan 
podido  recorrer  todos  sus  períodos;  mientras  que  las  naturales  los  re- 
corren todos  hácia  la  resolución,  cuando  el  sugeto  se  salva,  y hácia  la 
gangrena  ú otras  terminaciones  análogas,  cuando  el  sugeto  sucumbe  á la 
intensidad  de  esos  efectos. 

Ese  es  el  error  grave  de  la  escuela  italiana , que  ha  inventado  la  clase 
de  venenos  hipostenizantes , incluyendo  en  ellos  los  inflamatorios;  ese  es 
el  error  grave  de  M.  Tardieu  , que  tiene  por  tales  el  arsénico,  las  sales 
de  mercurio , plomo,  etc. , porque  no  ve  en  ciertos  casos  todos  los  sín- 
tomas pertenecientes  á las  evoluciones  de  una  inflamación  natural , ni  to- 
das las  alteraciones  anatómicas  de  la  misma  en  un  caso  de  intoxicación 
en  el  cual,  por  la  rapidez  con  que  el  veneno  mata,  y por  la  imposibilidad 
en  que  coloca  á la  economía,  la  sangre  y los  tejidos,  de  seguir  todos  los 
períodos  de  una  flógosis,  les  niega  el  carácter  inflamatorio. 

En  todos  esos  casos,  por  lo  tanto,  la  falta  de  alteraciones  anatómico  - 
patológicas  propias  de  las  inflamaciones  ordinarias,  tan  diferentes  de  las 
tóxicas  , no  ha  de  ser  un  obstáculo  para  afirmar  la  intoxicación. 

Por  último,  es  menester  tener  presente  que  la  anatomía  patológica  de 
la  intoxicación  no  consiste  siempre  en  presentar  alteraciones  visibles  de 
los  tejidos,  á la  manera  de  la  mayor  parte  de  agentes  comunes. 

Siendo  la  acción  de  los  venenos  química  ó atomística,  se  concibe  cómo 
pueden  alterar  la  textura  anatómica  de  los  tejidos,  sin  afectar  esa  altera- 
ción los  sentidos  del  perito,  por  lo  menos  á simple  vista.  Mas  si  se  apela 
al  microscopio,  si  se  examinan  en  él  esos  tejidos,  raro  ha  de  ser  el  caso 
en  el  que  no  se  observe  esa  alteración. 

Hasta  aquí  los  peritos  habian  creído  que , en  los  casos  de  envenena- 
miento, las  huellas  del  veneno  en  los  órganos  y tejidos  habian  de  ser  in- 
yecciones, hiperemias,  engrosamientos,  escaras,  reblandecimientos,  ul- 
ceraciones, perforaciones,  etc.,  porque  creían  que  su  modo  de  alterar 
las  condiciones  anatómicas  de  un  órgano  ó un  tejido  era  igual  á la  de  los 
demás  agentes , y en  especial  los  traumáticos.  Mas  desde  la  aplicación 
del  microscopio  á la  anatomía  y patología,  y á la  misma  toxicología, 
desde  el  estudio  de  la  estequiología,  de  ios  elementos  anatómicos  é histo- 
lógicos de  los  tejidos  en  el  campo  de  ese  instrumento , la  anatomía  pato- 
lógica ha  ensanchado  sus  dominios , y mas  allá  de  donde  se  detiene  la 
vista  natural,  hay  todavía  alteraciones  anatómicas  que  poder  observar,  al 
través  de  los  oculares  y objetivos  del  microscopio. 

No  debemos,  pues,  detenernos  en  la  superficie  de  ios  órganos  y teji- 
dos; hay  que  profundizar  más;  no  debemos  limitarnos  á mirar  la  cara 
interna  del  estómago  é intestinos ; es  necesario  ver  la  íntima  textura  de 
esos  y otros  órganos,  y de  la  sangre  misma,  porque  la  acción  atomís- 
tica, la  acción  química  del  veneno  ha  ido  á atacar  los  elementos  histoló- 
gicos, los  principios  inmediatos  de  estos,  y,  por  lo  tanto,  pueden  presen- 
tar alteraciones  notables  y altamente  características,  ya  que  no  á simple 
vista , auxiliándonos  con  las  lentes  microscópicas. 

Los  glóbulos  de  la  sangre,  las  fibras  musculares,  los  canalículos  ner- 
viosos, la  extructura  de  las  glándulas,  las  celdillas  de  los  epitelios,  etc., 
pueden  sufrir  modificaciones  profundas,  á consecuencia  de  ¡a  acción  de 


jas  sustancias  venenosas  que  se  derraman  absorbidas  por  toda  la  organi- 
zación, contrayendo  combinaciones  con  los  principios  inmediatos  de  la 
sangre  y los  tejidos. 

Véase  lo  que  la  ciencia  ha  conseguido  ya  por  esa  vía,  respecto  de  la  ac- 
ción del  fósforo  ó de  los  preparados  fosfóricos.  La  esteatosis , la  degene- 
ración grasienta  de  ciertos  tejidos  es  una  conquista  moderna  que  puede 
considerarse  como  la  precursora  de  otras,  y que  ha  de  confirmar  más  y 
más  que  la  anatomía  patológica  propia  de  los  venenos  no  debe  mirarse 
exclusivamente  como  la  de  las  enfermedades  comunes. 

No  es,  pues,  un  obstáculo  para  afirmar  la  intoxicación  en  ciertos  ca- 
sos la  falta  superficial  de  alteraciones  anatómicas,  siempre  que  podamos 
explicarla  por  alguna  de  las  razones  que  acabo  de  exponer. 

Tampoco  lo  ha  de  ser,  cuando  sea  propio  de  la  intoxicación  particular 
del  caso  no  tener  anatomía  patológica  visible. 

Hemos  consignado  que  hay,  en  efecto , intoxicaciones  en  las  que  los 
órganos,  tanto  digestivos  ó abdominales  como  de  otras  cavidades , se  en- 
cuentran al  estado  normal.  La  narcótica , la  asfixiante  tetánica  y paralí- 
tica se  hallan  en  este  caso.  Pues  bien  : en  estas  ocasiones  , la  falta  de  al- 
teraciones anatómicas,  lejos  de  ser  un  obstáculo  para  afirmar  la  intoxi- 
cación , es  un  argumento  de  hecho  mas  á favor  de  ella ; porque  precisa- 
mente es  su  carácter  no  presentar  nada.  Aquí  esta  negación  equivale  á 
una  presentación  de  alteraciones.  Ella  se  armoniza  perfectamente  con  los 
demás  datos;  y si  además  del  hecho  nos  remontamos  á su  explicación, 
comprenderémos  que  así  debe  ser,  porque  los  alcaloideos  que  producen 
esas  intoxicaciones  obran  sobre  la  sangre  modificando  sus  propiedades, 
y lógico  es  que  no  alteren  visiblemente  los  tejidos  del  tubo  digestivo, 
como  los  elementos  químicos  que  se  combinan  con  su  albúmina  y fibri- 
na , y les  irritan  las  celdillas  nerviosas  periféricas. 

Mas  si  el  caso  en  cuestión  pertenece  á una  intoxicación  que  tenga  ana- 
tomía patológica  muy  notable  y caracterizada , y el  cadáver  def  sugeto 
ha  sido  inspeccionado  á su  debido  tiempo  , antes  que  la  putrefacción  mas 
ó menos  avanzada  haya  podido  alterar  el  estado  de  los  órganos  producido 
por  el  veneno,  y han  practicado  la  autópsia  profesores 'inteligentes , de 
esos  que  no  confunden  los  fenómenos  cadavéricos  con  los  patológicos  , ya 
naturales,  ya  tóxicos;  y á pesar  de  todo  eso,  tales  profesores  declaran 
lealmente  que  no  han  vistoseniejant.es  alteraciones,  que  los  órganos  se 
hallaban  ai  estado  normal  ó con  vestigios  propios  de  esta  ó aquella  enfer- 
medad común ; entonces  esa  falta  de  anatomía  patológica;  la  falta  de 
este  órden  de  datos  es  un  impedimento  invencible  para  afirmar  la  intoxi- 
cación, siquiera  haya  habido  síntomas  propios  de  ella,  y las  análisis  quí- 
micas acusen  la  presencia  del  veneno.  Ese  órden  de  dalos  no  puede  fal- 
tar en  tales  casos  si  la  intoxicación  existe ; y puesto  que  faltan , no  se 
puede,  en  buena  lógica,  afirmar  el  envenenamiento,  y habrá  que  buscar 
otra  explicación  á esos  síntomas  y á la  presencia  del  veneno. 

Por  lo  tanto,  resulta  de  cuanto  va  dicho,  que  habrá  intoxicaciones  en 
las  cuales,  aun  cuando  no  tengamos  noticias  de  los  resultados  de  la  au- 
tópsia ó de  las  alteraciones  de  tejido  que  el  veneno  produjo,  podrémos 
establecer  que  las  hubo,  por  ejemplo,  en  las  intoxicaciones  por  los  ve- 
nenos cáusticos;  que  en  otros  casos  de  efectos  mas  variables  podrémos 
conjeturar  que  se  presentaría  el  cuadro  general  de  alteraciones  propias 
de  esta  ó aquella  intoxicación , y con  tanta  mas  probabilidad , cuanto 
menos  vario  sea  en  su  modo  de  obrar  y sus  resultados  el  veneno  que 


- m - 

haya  causado  la  intoxicación ; que  en  otros  podrá  explicarse  la  falta  por 
el  modo  de  obrar  del  veneno,  que  no  habrá  dado  tiempo  para  la  presen- 
tación de  las  alteraciones;  que  en  otros  es  propio  de  la  intoxicación  no 
presentar  alteraciones  anatómico-patológicas , siendo  esto  tan  caracterís- 
tico, como  en  otros  casos  su  presencia ; y que,  en  fin,  será  un  obstáculo 
absoluto  para  afirmar  la  intoxicación , la  falta  de  esos  caractéres  ó datos 
anatómicos,  si  la  intoxicación  los  tiene,  si  se  ha  practicado  la  autópsia 
á su  debido  tiempo  por  profesores  inteligentes , y estos  afirman  lealmente 
que  no  han  observado  tales  alteraciones. 

ARTÍCULO  111. 

DEL  VALOR  DE  LOS  RESULTADOS  OBTENIDOS  CON  LAS  ANÁLISIS  QUÍMICAS  EN  LOS 

CASOS  DE  INTOXICACION. 

El  valor  de  los  resultados  que  las  análisis  químicas  nos  suministran 
debe  apreciarse,  adoptando  el  mismo  método,  ó marcha  que  venimos  si- 
guiendo respecto  de  los  síntomas  y autópsia,  si  bien  modificando  un  tanto 
los  dos  primeros  puntos. 

Así  como,  respecto  de  los  síntomas  y resultados  de  la  autópsia,  el  pri- 
mer punto  se  ha  reducido  á establecer  que  no  debemos  buscar  en  un  caso 
de  intoxicación  , absolutamente  todos  los  que  figuran  en  las  obras  de  los 
autores,  sino  los  indispensables,  esenciales  y suficientes,  y el  segundo  á 
indicar  las  enfermedades  de  aparato  sintomático  capaz  de  contundirse  al 
primer  ímpetu  con  un  envenenamiento;  respecto  de  los  resultados  analí- 
tico-químicos  debemos,  como  primer  punto,  no  solo  fijarnos  en  los  carac- 
téres químicos  que  constituyen  la  significación  de  esos  resultados,  su  re- 
presentación actual , su  número  y condiciones,  sino  tratar  importantes 
cuestiones  á ellos  anejas , como  determinar  si  basta  hacer  constar  esos 
caractéres  químicos , ó si  es  necesaria  la  obtención  del  veneno  en  sustan- 
cia, y si  la  cantidad  obtenida  puede  ser  la  representante  de  la  que  ha  to 
mado  el  sugeto,  ó si  por  ella  puede  deducirse  que  ha  tomado  la  que  es 
capaz  de  producir  la  intoxicación,  y en  cuanto  al  segundo  punto,  si  ade- 
más de  la  intoxicación , ó de  una  mano  criminal , hay  otros  orígenes  ó 
procedencias  del  veneno,  que  expliquen  naturalmente  la  presencia  de  este 
en  las  materias  analizadas! 

fin  cuanto  á los  otros  dos  puntos,  no  hay  diferencia  alguna;  también 
estudiarémos  el  valor  que  tienen  los  resultados  químicos,  mirados  en  sí, 
y con  relación  á los  síntomas  y autópsia , y en  qué  casos  son  necesarios 
esos  resultados,  y en  cuáles  puede  prescindirse  de  ellos , sin  que  por  eso 
dejen  de  ser  lógicas  las  consecuencias  á favor  del  envenenamiento. 

De  este  modo  estudiarémos  el  valor  lógico  de  los  resultados  analítico- 
químicos  con  igual  fruto  que  el  de  los  dos  órdenes  de  datos  anteriores. 


S t*  Del  modo  como  debemos  considerar  los  signos  representativos  de  la  existencia 
del  veneno,  obtenidos  por  medio  de  las  análisis  químicas. 

Considero  esta  cuestión  como  de  las  mas  importantes  de  la  filosotía  to- 
xicológica,  por  cuanto  es  la  base  de  todas  las  reflexiones  que  tenemos 
que  hacer  sobre  las  análisis  químicas,  como  otra  de  las  pruebas  pericia- 
les de  un  envenenamiento.  Una  idea  clara  sobre  todos  los  puntos,  de  que 
en  este  párrafo  vamos  á tratar,  nos  ha  de  ahorrar  disputas  sofísticas  en 


— 864  - 

ja  práctica,  y ha  de  disipar  errores  graves  y trascendentales  que  se  des- 
lizan con  la  mayor  facilidad , embrollando  las  cuestiones  de  un  modo  la- 
mentable. 

Yo  he  visto  ya  en  mi  práctica , y muy  al  principio  de  ella , los  efectos 
de  la  falta  de  filosofía,  relativa  á los  signos  representativos  de  la  pre- 
sencia del  veneno  en  las  materias  procedentes  de  un  sugeto  envenenado, 
sometidas  á las  análisis  químicas;  he  presenciado  discusiones  acaloradas 
sobre  si  habia  ó no  de  haberse  encontrado  el  veneno  en  sustancia  para 
poder  afirmar  que  habia  envenenamiento,  si  habia  de  haber  dado  la  aná- 
lisis este  ó aquel  efecto,  etc.,  y en  todas  esas  discusiones  no  veia  mas  que 
un  completo  olvido  de  la  verdadera  significación  que  debe  darse  á los 
hechos  químicos,  en  esa  clase  de  actuaciones  periciales. 

Por  eso  he  modificado  ese  primer  punto,  no  contentándome  con  pre- 
sentarle tan  sencillamente  como  en  los  párrafos  destinados  á los  sínto- 
mas y autópsia ; no  basta , en  efecto,  establecer  si  hemos  de  buscar  todas 
las  reacciones  de  que  es  susceptible  un  veneno , ó si  son  suficientes  los 
que  le  caracterizan. 

Sin  que  deje  de  ser  importante  este  punto  de  doctrina,  no  agitado  por 
los  autores,  hay  otros,  sin  salimos  de  ese  párrafo,  de  tanto  ó mayor  inte- 
rés y que  es  necesario  agitar,  antes  de  pasar  á estudiar  el  valor  lógico  de 
los  resultados  analítico-químicos  bajo  los  demás  aspectos. 

Para  comprenderlos  todos  metódicamente  y agitarlos  más  ó menos, 
según  su  importancia  respectiva,  voy  á formularlos  de  la  manera  si- 
guiente : 

1. °  ¿Qué  debe  entenderse  por  caractéres  químicos? 

2. °  ¿Deberemos,  en  un  caso  práctico,  apurar  todas  las  reacciones  quí- 
micas de  que  sea  susceptible  una  sustancia,  ó bastarán  las  que  la  deter- 
minen? 

3. °  Los  caractéres  químicos  señalados  como  especiales  y distintivos  de 
un  veneno,  en  el  estado  actual  de  la  ciencia , ¿son  una  base  sólida  para 
afirmar  la  existencia  de  ese  veneno? 

4. °  Para  afirmar  la  presencia  de  un  veneno,  ¿bastan  los  caractéres  quí- 
micos ó reacciones  con  que  se  determina,  ó es  necesario  obtenerle  en 
sustancia? 

6.°  La  cantidad  de  veneno  obtenida  por  las  análisis  químicas  ¿puede 
servir  de  guia  para  determinar  la  que  tomó  el  sugeto  envenenado  y si  esta 
fué  á dósis  tóxica? 

Hé  aquí  los  importantes  puntos  que  debemos  ventilar  en  este  párrafo, 
antes  de  pasar  á estudiar  los  resultados  de  las  análisis  químicas,  bajo  los 
demás  aspectos.  Así,  todo  lo  que  en  estos  digamos , tendrá  una  significa- 
ción fija ; sabremos  á qué  aludimos,  cuando  hablemos  del  valor  lógico  de 
dichos  resultados. 

Veamos,  pues , por  partes  y por  el  mismo  orden  que  acabamos  de  indi- 
carlo, qué  es  lo  que  podemos  establecer,  como  mas  fundado,  respecto 
de  cada  una  de  esas  cuestiones. 

Cuestión  1.a — ¿Qué  debemos  entender  por  caractéres  químicos  de  los  venenos ? — 
Cuando  hemos  tratado  de  los  reactivos,  hemos  hablado  ya  de  sus  carac- 
téres; hemos  dicho  que  se  manifiestan  sus  reacciones,  tan  pronto  por 
precipitados  de  este  ó aquel  color,  tan  pronto  por  enturbiamientos;  ya 
con  simples  coloraciones,  ya  con  efervescencia,  desprendimiento  de  va- 
pores ; esto  es , con  una  porción  de  fenómenos  físicos,  que  manifiestan 
mudanzas  introducidas  por  la  acción  química  de  un  cuerpo  sobre  otro. 


- 868  - 

Pues  esas  reacciones,  esas  mudanzas,  constituyen  los  caracteres  quími- 
cos de  los  venenos ; por  ellas  venimos  en  conocimiento  de  la  sustancia 
venenosa;  por  ellas  la  distinguimos  de  todas  las  demás,  en  términos  que 
bien  podemos  entender  por  caractéres  químicos  de  un  veneno , todos  aquellos 
fenómenos  sensibles  que  sobrevienen  en  él,  bajo  la  acción  química  de  uno 
ó mas  cuerpos  que  sobre  él  obren. 

Es  un  carácter  químico  del  ácido  carbónico  precipitar  en  blanco  por  el 
agua  de  cal ; es  un  carácter  químico  del  acetato  de  plomo  precipitar  en 
negro  por  el  ácido  sulfhídrico ; es  un  carácter  químico  de  una  sal  de  co- 
bre la  coloración  azul  que  da , tratada  con  el  amoníaco ; es  un  carácter 
químico  del  amoníaco  no  enturbiar  las  disoluciones  de  barita ; es  un  ca- 
rácter químico  del  ácido  nítrico  hacer  efervescencia  con  las  limaduras 
de  cobre  y dar  vapores  rutilantes  ó de  un  color  rojo  anaranjado;  es  un 
carácter  químico  de  un  acetato  dar  olor  de  vinagre  tratado  con  un  ácido 
mas  fuerte;  lo  es  del  ácido  sulfúrico  aumentar  la  temperatura  del  agua 
que  le  diluye , etc.  Cada  uno  de  estos  caractéres  es  bien  diferente  por 
cierto,  y cada  uno  tiene  su  significación  tan  abonada  como  cualquiera  de 
las  demás;  tanto  significa  un  precipitado,  como  una  coloración,  como 
una  efervescencia  , como  un  olor,  siempre  que  este  olor,  esta  efervescen- 
cia y esta  coloración  singularice  el  cuerpo , no  se  encuentre  en  ciertas 
circunstancias  mas  que  en  él. 

Todos  esos  fenómenos  físicos,  accesibles  á los  sentidos,  se  deben  á la 
reacción  química  ejercida  entre  dos,  ó mas  cuerpos,  puestos  en  esfera  de 
actividad  recíproca  y en  las  condiciones  necesarias  para  que  la  desple- 
guen. Se  deben,  pues,  á su  naturaleza,  á su  constitución  particular,  á los 
principios  elementales  de  que  se  componen , á la  materia  ó sustancia  que 
los  constituye  , esto  es  á su  esencia.  Son  por  lo  tanto  esas  reacciones,  y 
los  fenómenos  físicos,  á que  dan  lugar  y por  los  cuales  se  revelan,  verda- 
deros signos  representativos  de  la  existencia  de  esos  cuerpos.  Donde 
quiera  que  se  vean  esos  fenómenos,  allí  está  el  cuerpo. 

No  olvidemos  esta  verdad.  Es  la  base  fundamental  de  la  significación 
lógica  de  las  análisis  químicas. 

Cuestión  2.a — ¿Deberemos,  en  un  caso  práctico,  apurar  (odas  las  reacciones 
químicas  de  que  sea  susceptible  una  sustancia,  ó bastarán  las  que  la  determinen'.' 
—Dicen  los  autores , que  cuantos  mas  caractéres  químicos  tenga  una  sus- 
tancia venenosa,  tanto  mas  fácil  será  reconocerla.  Sin  embargo,  hay  que 
explicar  esta  proposición.  Si  ese  mayor  número  de  caractéres  químicos  es 
de  los  que  la  distinguen  de  los  demás  venenos,  nada  mas  cierto;  cinco  ó 
seis  caractéres  exclusivos  dan  tal  fisonomía  á un  cuerpo,  que  se  tiene  evi- 
dencia de  él.  Mas  si  esa  multitud  de  caractéres  químicos  que  posee  un 
veneno  , la  tiene  también  en  igualdad  de  circunstancias  con  otros  cuer- 
pos, ó bien  otros  cuerpos  los  ofrecen  igualmente,  semejante  copia  de  ca- 
ractéres, en  vez  de  distinguirle  le  confundirá  con  otros,  tanto  mas  cuanto 
mas  de  ellos  tenga. 

El  sublimado  corrosivo,  por  ejemplo,  tiene  muchos  caractéres  quí- 
micos; es  soluble,  enrojece  la  tintura  de  tornasol,  frotada  una  plancha 
de  cobre  con  él,  ó echando  una  gota  de  una  disolución  de  bicloruro, 
la  plancha  se  cubre  de  una  capa  metálica  argentina;  calentado  con 
flujo  negro  da  mercurio  metálico;  una  gota  de  una  disolución  concen- 
trada produce  una  mancha  en  una  plancha  de  cobre ; el  nitrato  de  plata 
la  precipita  en  blanco  soluble  en  amoníaco ; el  cianuro  férrico  de  po- 
tasio, el  protocloruro  de  estaño  y el  amoníaco,  también  la  precipitan 

To  SICOLOGÍA. — 55 


— 866  — 

en  blanco;  en  blanco,  amarillo,  rojo  y al  fin  negro,  el  sulfhídrico  y los 
«ulfuros  alcalinos ; en  rojo  de  ladrillo,  el  agua  de  cal  y el  carbonato  de 
potasa;  en  amarillo,  la  potasa.  Hé  aquí  una  infinidad  de  caractéres  quí- 
micos r’pues  bien;  los  más,  antes  sirven  para  confusión  que  para  otra 
cosa,  porque  también  los  ofrecen  otros  cuerpos;  vale  mas  la  reacción  que 
se  obtiene  con  el  flujo  negro  y en  la  plancha  de  cobre  y el  ácido  sulfhí- 
drico que  todas  las  demás,  puesto  que  dichas  reacciones  le  dan  caracté- 
res que  no  es  posible  confundir  con  ningún  otro;  pues  si  el  mercurio 
metálico  también  se  obtiene  con  las  protosales  de  mercurio,  unido  este 
carácter  ai  del  ácido  sulfhídrico,  que  es  propio  del  bicloruro,  se  hace  ex- 
clusivo. 

De  estas  reflexiones  se  deduce  una  doctrina  muy  parecida  á la  que  te- 
nemos adoptada  para  justipreciar  los  tres  órdenes  de  datos  necesarios  en 
toda  declaración  de  envenenamiento,  á saber  : que  si  hay  algunos  carac 
téres  químicos,  los  cuales  por  sí  solos  dan  certeza  de  la  existencia  de  una 
sustancia,  hay  otros  muchos  que  no  singularizan,  que  no  caracterizan 
un  veneno,  sino  en  cuanto  revelan  su  existencia  en  determinadas  circuns- 
tancias ; precipitar  en  negro , por  ejemplo  , el  bicloruro  de  mercurio  bajo 
la  acción  del  ácido  sulfhídrico,  no  es  carácter  químico  diferencial  mas 
que  con  respecto  á ciertos  cuerpos  que  no  dan  con  este  reactivo  seme- 
jante precipitado;  el  enrojecer  el  papel  de  tornasol  no  es  tampoco  carác- 
ter diferencial,  sino  de  los  demás  preparados  mercuriales  que  no  tengan 
esta  propiedad  ácida;  mas,  tanto  el  precipitar  en  negro,  pasando  antes  por 
otros  colores,  como  enrojecer  el  papel  azul  de  tornasol , que  tomado  ais 
ladamente  significará  poco,  unidos  á dar  mercurio  metálico  con  el  flujo 
negro,  ó calentando  la  plancha  de  cobre,  con  la  cual  se  haya  frotado  el 
bicloruro  de  mercurio , tienen  una  significación  exclusiva ; solo  el  biclo- 
ruro es  el  que  presenta  ese  conjunto  de  caractéres. 

La  misma  doctrina  que  hemos  sostenido , respecto  de  los  síntomas  y 
datos  autópsicos,  debemos  sostener,  respecto  de  los  caractéres  químicos. 
Así  como  hemos  dicho  que  no  hay  que  buscar  en  un  caso  dado  y parti- 
cular todos  los  síntomas  que  consignan  los  autores  en  un  cuadro  relativo 
á este  ó aquel  veneno,  ni  todas  las  alteraciones  anatómico-patológicas 
que  le  corresponden , bastando  que  haya  los  esenciales , los  mas  carac- 
terísticos; así  tampoco  tenemos  que  reunir  todos  los  caractéres  quími- 
cos de  un  veneno,  bastando  los  que  le  individualicen. 

Ya  llevamos  dicho  , al  comentar  la  regla  séptima,  relativa  al  manejo 
de  los  reactivos,  y al  hacer  el  juicio  crítico  de  los  que  se  consideran  como 
mas  eficaces  para  revelar  los  alcaloideos , que  no  debemos  apurar  las 
reacciones  químicas  de  un  veneno;  que  el  lujo  de  reacciones  es  mas  per- 
judicial que  útil,  y que  para  asegurar  la  existencia  de  un  cuerpo  no  hace 
falta  mas  que  cierto  número  de  reacciones,  las  que  le  individualicen  por 
ser  solo  propias  de  él,  ya  que  no  en  absoluto,  de  un  modo  relativo. 

Pues  esta  misma  doctrina  debemos  sostener  aquí.  Desde  el  momento 
que  un  cuerpo  está  caracterizado,  suficientemente  distinguido  de  lodos 
los  demás , todo  lo  que  se  haga,  después  de  e^o,  sobra ; no  hace  falta  para 
una  conclusión  lógica. 

Si  empleando,  en  las  condiciones  debidas , un  reactivo  que  caracteriza 
el  grupo  á que  pertenece  el  cuerpo,  ese  grupo  se  revela  ; si  luego  em- 
pleamos el  que  revela  la  división , ó nos  fijamos  en  el  carácter  que  la  de- 
termina, y si,  por  último,  apelamos  al  que  separa  un  cuerpo  délos  demás 
de  la  división ; ese  cuerpo  queda  completamente  determinado ; los  cor- 


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roborantes  darán  mas  fuerza  en  verdad  a!  hecho;  pero  no  por  eso  será 
menos  cierto  que  ese  cuerpo  existe;  sin  esos  corroborantes,  quedará  pro- 
bada su  existencia. 

Si  yo  veo  que,  tratada  una  disolución  de  nitrato  de  plata,  por  ejemplo, 
con  ácido  clorhídrico , precipita  en  blanco ; si  tomo  otra  porción  de  la 
misma  y la  trato  con  ácido  nítrico  para  acidularla  , y no  precipitando,  la 
trato  con  ácido  sulfhídrico  y precipita  en  negro ; ya  puedo  afirmar  con 
toda  seguridad  que  ese  cuerpo  pertenece  al  cuarto  grupo , que  no  es 
ninguno  del  primero,  segundo,  ni  tercero. 

Puedo  además  asegurar,  visto  el  precipitado  por  el  ácido  clorhídrico, 
que  ese  cuerpo  pertenece  á la  segunda  división  de  las  cinco  que  tiene  el 
grupo;  que  ha  de  ser  forzosamente  plata,  plomo  ó una  sal  mercuriosa, 
puesto  que  son  las  únicas  de  todas  las  comprendidas  en  los  cuatro  gru- 
pos, que  precipitan  por  el  ácido  clorhídrico;  y para  determinar  á punto 
fijo  cuál  de  los  tres  es,  no  necesito  mas  que  tratar  ese  precipitado  con 
amoníaco , y ver  si  se  redisuelve  ; en  cuyo  caso , ya  no  debo  vacilar  en 
afirmar  que  es  plata,  puesto  que  el  plomo  no  se  redisuelve,  quedándose 
blanco,  del  mismo  modo  que  antes  de  tratarle  con  amoníaco,  y que  la 
sal  mercuriosa  sobre  no  redisolverse , vuelve  negro  el  precipitado. 

¿Para  qué  necesito  apelar  á mas  reacciones?  ¿ Hay  algún  cuerpo  que 
reúna  esos  caractéres?  No.  Pues  si  no  le  hay,  la  presencia  de  esos  ca- 
racteres basta  para  afirmar  la  existencia  de  la  plata  en  el  primer  caso; 
del  plomo  en  el  segundo,  y de  la  sal  mercuriosa  en  el  tercero.  Los  corro- 
borantes, si  son  comunes  á otros  cuerpos,  mas  sirven  para  embrollar 
que  para  aclarar  la  cuestión.  Solo  siendo  exclusivos,  es  como  podrán  aña- 
dir fuerza  á la  prueba. 

Sin  embargo,  eso  no  quiere  decir  que  los  reactivos  corroborantes  no 
tengan  su  utilidad ; la  tienen,  y en  ciertos  casos  acaban  de  asegurar  la  base 
en  que  nos  fundamos  para  afirmar  la  existencia  de  un  veneno.  Si  esos 
corroborantes  no  son  comunes  á otras  sustancias,  la  individualizan  más, 
dan  mas  extensión  á la  prueba  , vuelven  menos  posible  la  confusión  con 
otro  cuerpo , y hasta  hacen  menos  válido  el  argumento  sofístico,  fundado 
en  las  contingencias  del  porvenir,  ó de  nuevos  descubrimientos  que  in- 
validen la  fuerza  lógica  dada  á los  caractéres  químicos;  puesto  que  na  de 
ser  tanto  mas  difícil  hallar  un  cuerpo  que  reúna  los  caractéres  químicos 
de  otro , cuantos  mas  sean  estos. 

No  rechazo,  pues  , ni  debemos  rechazar  los  corroborantes  por  inúti- 
les; no  es  este  mi  pensamiento;  solo  quiero  decir  que  no  hacen  falta  para 
afirmar  una  intoxicación  , desde  el  momento  que  tenemos  reunidos  bas- 
tantes caractéres  químicos  para  determinar  un  cuerpo. 

En  los  casos  dudosos  , cuando  los  caractéres  químicos  conocidos  para 
revelar  una  sustancia  no  sean  muy  terminantes;  los  caractéres  que  cor- 
roboren un  cuerpo , son  de  mas  utilidad  , y no  solo  debemos  apelar  en 
esos  casos  á la  química,  sino  á sus  auxiliares;  los  caractéres  físicos  de- 
ben ser  añadidos  á la  prueba;  el  microscopio  debe  servirnos  de  compro- 
bación, si  él  puede  ensanchar  el  cuadro  de  datos;  con  él  verémos  por- 
menores en  las  formas  cristalinas  ó amorfas  de  los  precipitados  que  aca- 
barán de  darnos  seguridad  ; con  él  acaso  suplamos  la  falta  de  datos  quí- 
micos suficientes,  ó podamos  apreciarlos  en  cantidades  de  sustancias  mas 
escasas. 

Con  eso  acabaremos  de  destruir  el  razonamiento  sofístico  de  aquellos 
que  no  quieren  dar  valor  significativo  terminante  á los  caractéres  quími- 


- m - 

> 

eos,  diciendo  que  podrán  descubrirse  nuevos  cuerpos  que  los  tengan. 
/Tendrán  también  los  microscópicos? 

De  todos  modos  es  necesario  que  los  caracteres  químicos  no  sean  du- 
dosos, que  sean  terminantes,  y que  no  nos  paguemos  de  aproximaciones, 
dándoles  el  mismo  valor.  Ello  es  verdad  que,  influyendo  á veces  la  canti- 
dad en  los  caracteres , podrémos  tomar  como  precipitado  un  enturbia- 
miento; y como  color  negro,  por  ejemplo,  el  oscuro  que  toma  un  licor. 
El  no  formar  poso  en  el  primer  caso  , y el  color  pardo  en  el  segundo, 
dependen  de  la  poca  cantidad  de  sustancia  que  hay  ; si  en  esos  casos  se 
concentra  el  licor;  si  se  evapora  el  agua  ó el  disolvente  que  sea,  se  verá 
cómo  el  precipitado  aparece  y cómo  aparece  el  color  negro,  á medida 
que  los  átomos  del  cuerpo  se  vayan  acercando. 

Sin  embargo,  guardémonos,  en  esos  casos,  de  afirmar  con  tanta  segu- 
ridad , como  cuando  los  precipitados  son  abundantes  y las  coloraciones 
decididas.  En  esos  casos  será  cuando  neccsitarémos  mas  el  auxilio  de  los 
co' roborantes , no  solo  químicos,  sino  físicos  y microscópicos. 

Cuestión  3.a — Los  caractéres  químicos  señalados  como  especiales  y distintivos 
de  un  veneno  en  el  estado  actual  de  la  ciencia  ¿ son  una  base  sólida  para  afirmar  la 
existencia  de  ese  veneno ? — Hay  ciertos  profesores  que,  cuando  se  les  pre- 
senta como  comprobación  de  la  existencia  de  un  veneno,  en  una  sustancia 
analizada,  tal  ó cual  carácter  químico  particular,  rechazan  esta  prueba 
diciendo,  que  no  sabemos  si  mañana  se  descubrirá  otro  cuerpo  que  nos 
dé  también  esta  reacción,  k algunos  de  nuestros  comprofesores  les  hemos 
oido  decir  muy  seriamente  esto , con  motivo  de  la  reacción  dada  sobre  la 
morfina  por  el  ácido  nítrico.  Si  esta  lógica  valiera,  iríamos  á parar  á un 
pirronismo  absoluto.  Las  análisis  químicas  serian  de  todo  punto  infruc- 
tuosas; el  descubrimiento  de  un  cuerpo  por  medio  de  ellas  no  seria  posi- 
ble, porque,  á pesar  de  que  ciertas  reacciones  particulares  le  revelasen, 
siempre  podríamos  decir,  no  es  cierto  que  tal  cuerpo  exista,  porque  le 
descubran  ciertas  reacciones,  pues  no  sabemos  si  pertenecen  estas  reac- 
ciones á otros  cuerpos,  que  no  se  han  descubierto  todavía.  La  misma  ló- 
gica podria  conducirnos  á negar  lodo  diagnóstico  fundado  en  síntomas 
patognomónicos , toda  herida  mortal  de  necesidad  y á afirmar  que  el 
hombre  puede  vivir  quinientos  años,  porque,  en  efecto,  nadie  puede  ase- 
gurar que  un  síntoma  patognomónico  de  una  enfermedad  conocida  no 
lo  sea  de  otra  que  todavía  no  se  ha  manifestado ; que  la  herida  del  cora- 
zón sea  en  alguno  compatible  con  la  vida,  y que  así  como  han  vivido 
sugetos  á los  ciento  ocho  ó más  años,  vivan  á los  ciento  quince,  ciento 
treinta  ó doscientos. 

Lástima  da  perder  tiempo  en  rebatir  esta  manera  de  raciocinar  tan  so- 
fística ; nadie  que  trate  la  ciencia  con  alguna  formalidad  puede  apelar  á 
semejantes  argumentos , solo  propios  de  un  alumno  que  se  ejercite  en  la 
gimnástica  dialéctica. 

Pero  aun  haciendo  á los  que  tan  puerilmente  discurran  todas  las  con- 
cesiones que  quieran  en  este  sentido,  puede  darse  lo  que  pretenden. 
Convengamos  en  que,  por  lo  tocante  á caractéres  químicos  de  las  sustan- 
cias orgánicas  (en  punto  á inorgánicas  tal  vez  no  hay  tanto  que  descu- 
brir) , los  ulteriores  descubrimientos  nos  revelen  reacciones,  que  ahora 
pasan  por  exclusivas  de  ciertos  cuerpos;  ¿habrá  el  conjunto  de  circuns- 
tancias necesario  para  poder  confundir  los  dos  cuerpos?  Caracterizando 

cf®,rP°  una  unidad  complexa  de  propiedades , ¿dónde  está  la  posi- 
Ditiaaa  de  que  esa  unidad  sea  idéntica  entre  dos  cuerpos?  Esta  posiiwli- 


- 869  — 

dad  no  será  un  absurdo;  la  imaginación  la  puede  crear;  pero  la  natura- 
leza no  está  siempre  para  realizar  todas  las  combinaciones  de  nuestra 
fantasía  , hasta  las  que  nada  tienen  de  absurdo. 

Si  los  dos  cuerpos  se  semejan  en  estado,  no  se  semejarán  en  solubili- 
dad, ó fusión  , ó electricidad ; el  uno  será  ácido,  el  otro  no ; el  uno  pre- 
cipitará con  esto , el  otro  no ; su  acccion  , su  modo  de  obrar  en  la  econo- 
mía no  será  igual ; en  una  palabra , en  el  cuadro  complejo  de  caraetéres, 
siempre  existirá  alguno  que  los  diferencie,  que  los  distinga.  La  natura- 
leza no  tiene  sus  seres  en  tal  confusión  que  el  estudio  al  fin  no  encuen- 
tre sus  diferencias. 

Yo  negaré  siempre  que  en  lo  sucesivo  se  llegue  á descubrir  un  cuerpo, 
cuyos  caraetéres  físicos,  químicos  y fisiológicos  formen  una  unidad  com- 
pleja, de  todo  punto  idéntica  á la  de  otros,  en  términos  que  no  puedan 
distinguirse , y lo  negaré  fundado  en  la  misma  razón  con  que  negaré  que, 
sacando  á la  ventura  un  monton  de  letras  una  cada  vez , se  llegue  á for- 
mar la  Eneida  de  Virgilio.  Fundado  en  esa  lógica  sofística  diré:  lo  mismo 
puede  salir  una  a que  otra  letra,  luego  una  r que  otra  cualquiera , luego 
una  m , en  seguida  otra  a , ó una  v , etc.;  así  irá  saliendo  el  Arma  virúm- 
que  cano , etc.  ¿Puede  negar  alguien  que,  teniendo  que  salir  una  letra  ú 
otra , dé  la  casualidad  que  salgan  por  el  órden  con  que  está  escrita  la 
Eneida?  De  seguro  que  no.  ¿Saldrá  la  Eneida  de  esta  suerte?  Mas  seguro 
que  no  todavía. 

Mientras  la  ciencia  no  demuestre  que  tal  ó cual  carácter  químico  le 
• tiene  otro  cuerpo , es  exclusivo  del  que  le  presente , y puede  formarse 
con  él  un  juicio  lógico ; porque  si  mañana  se  descubre  otro  cuerpo  que 
presente  ese  carácter,  bastantes  otros  caraetéres  tendrá,  cuando  no  quí- 
micos , físicos  y fisiológicos  que  le  distingan,  y en  virtud  de  los  cuales, 
por  lo  tanto , no  se  invalide  el  juicio,  que,  á consecuencia  de  tal  carácter, 
se  haya  formado,  con  tanta  mas  razón,  cuanto  que  no  solo  se  juzga, 
fundándose  en  el  conjunto  de  los  caraetéres  químicos  de  un  veneno,  sino 
en  la  concordancia  de  estos  caraetéres  con  los  síntomas  y resultados  de 
la  autópsia. 

No  quiero  concluir  esta  importante  cuestión  sin  presentar  un  ejemplo 
práctico  de  esa  clase  de  objeciones  dirigidas  á la  significación  de  los  ca- 
ractéres  químicos  especiales , tomado  de  los  que  pueden  considerarse 
como  los  banderizos  de  esa  doctrina  eminentemente  sofística.  Aludo  al 
célebre  químico  Raspad  y Worbe  : estos  profesores  consideran  falsa  la 
consecuencia  que  se  saca  sobre  envenenamiento,  cuando  se  funda  en  las 
reacciones  dadas  por  varios  reactivos.  Copiemos  literalmente  algunos  pa- 
sajes de  estos  autores  para  expresar  mas  fielmente  sus  ideas. 

En  el  famoso  debate  sobre  el  envenenamiento  de  M.  Lafarge,  contra 
la  opinión  de  Orfila,  que  afirmaba  ese  envenenamiento,  Raspad  decía  lo 
que  sigue. 

«Yo  me  declaro  en  contra  de  esas  pretensiones  químicas.  Ni  uno  de 
esos  tres  reactivos  (los  que  se  emplean  para  reconocer  las  manchas  y 
anillo  arsenicales  dados  por  el  aparato  de  Marhs),  puesto  que  no  hay  tan 
solo  uno  que  sea  considerado,  no  diré  por  mí , sino  por  los  químicos  que 
hacen  autoridad,  como  capaz  de  ofrecer  una  garantía  suficiente. 

nEl  aspecto  y brillo  metálico.  — Leed  los  autores,  y os  dirán  que  este 
aspecto  es  variable  en  el  arsénico,  y que  este  metal  puede  existir  sin  bri- 
llo. Todos  os  dirán  que  hay  mas  de  una  sustancia  que , puesta  en' capas 
delgadas,  puede  dar  irisaciones,  tomar  un  aspecto  metálico  y reproducir 


— 87  O — 

de  un  modo  mas  ó menos  intenso  los  fenómenos  de  los  anillos  colorados. 
Lo  que  es  variable,  lo  que  conviene  á tantos  casos  á la  vez,  no  puede  ser 
el  signo  de  una  sola  cosa. 

))La  volatilización  de  estas  manchas  en  la  llama  del  soplete. — ¿Cuántas  sus- 
tancias de  un  aspecto  metálico  se  volatilizan  del  mismo  modo  y con  igual 
medio? 

oLa  disolución  en  el  ácido  nítrico. — ¿Cuál  es  la  sustancia  que  este  líquido 
no  disuelve?  Se  cuentan  las  que  se  hallan  en  este  caso. 

oEl  color  amarillo  que  el  residuo  adquiere  con  la  evaporación . — Toda  sus- 
tancia de  origen  animal,  amarillea,  cuando  se  trata  con  el  ácico  nítrico. 

oPor  último,  el  color  rojo  del  ladrillo  , con  el  nitrato  de  plata.  — Carácter 
invocado  como  prueba  de  la  presencia  del  ácido  arsenioso  , hecho  arsé- 
nico con  la  añadidura  del  ácido  nítrico.  Mas  ¿no  se  sabe,  por  ventura, 
que  hay  alcaloideos  que  se  enrojecen  del  propio  modo  por  el  ácido  ni 
trico  solo,  y luego  con  el  nitrato  de  plata?  Y , en  fin  , ¿qué  es  una  rcae 
cion  de  coloración , cuando  se  piensa  que  tantas  sustancias  orgánicas  c 
inorgánicas  se  hallan  en  el  caso  de  dar  aisladamente  las  mismas  reaccio- 
nes de  coloración  propias  del  arsénico?  Los  químicos  están  unánimes  en 
este  punto.  No  citaré  á Orilla  para  oponerle  á sí  mismo  ; citaré  á Rose  y 
Berzelius.  Uno  de  ellos  dice : «Cuando  por  órden  de  la  autoridad  supe- 
rior se  practican  análisis  cualitativas  de  sustancias  orgánicas  que  han 
sido  envenenadas  por  el  ácido  arsenioso,  debe  darse  menos  importancia 
á los  fenómenos  que  los  reactivos  producen  en  las  disoluciones,  y que 
parecen  deber  indicar  en  ellas  la  presencia  de  este  ácido  , tanto  mas, 
cuanto  que  muchos  de  estos  fenómenos  pueden  á menudo  ser  producidos 
por  las  materias  orgánicas  solas  í1).»  ¿Y  quién  se  atreveria  á aventurar 
que  las  materias  orgánicas  no  sean  capaces  de  sublimarse  al  través  del 
aparato  de  Marhs?  Luego,  después  de  haber  obtenido  manchas  en  este 
aparato , no  estáis  en  el  derecho  de  deciros  de  una  manera  mas  segura 
que  con  el  antiguo  método  solo,  que  el  líquido  que  os  las  ha  dado  contu- 
viese evidentemente  arsénico.  Luego  con  la  invención  del  aparato  de 
Marhs,  la  química  legal  no  ha  hecho  mas  que  adquirir  una  petición  de 
principio  (2).» 

En  otro  pasaje  se  expresa  en  estos  términos : 

«Orilla  ha  sostenido  que  los  reactivos  son  buenos;  pero  que  el  aparato 
de  Marhs  es  mejor.  Yo  sostengo,  al  contrario,  que  no  hay  un  solo  reac- 
tivo que  no  le  contradiga  otro,  y que  no  dé  un  carácter  muy  á menudo 
ofrecido  por  otras  muchas  sustancias.  Tomemos  , por  ejemplo , el  deuto- 
sulfato  de  cobre.  Háse  dicho  hace  tiempo,  que,  para  descubrir  cantida- 
des mínimas  de  arsénico  disuelto,  basta  ensayar  el  líquido  en  una  diso- 
lución de  deuto-sulfato  de  cobre,  y hacerle  precipitar  con  la  potasa  cáus- 
tica líquida  para  obtener  el  verde  de  Scheele,  característico  del  arsenito 
de  cobre.  Hoy  dia  no  se  conoce  sino  el  jugo  del  café  no  tostado,  que  con 
el  sulfato  de  cobre  y la  potasa  dé  un  verde  análogo  al  arsenito  de  cobre, 
puro  por  lo  tocante  á la  coloración.  Mas  ¿no  está  permitido  creer  que 
estudios  subsiguientes  nos  podrán  dar  otras  sustancias  de  este  género? 
Yoy  á citar  otra  sustancia  que  no  se  encuentra  en  las  obras  de  Orfila , ni 
en  ninguna  otra  parte  que  yo  sepa,  la  que,  sin  ningún  vestigio  de  arsé- 
nico, da  con  la  potasa  un  precipitado  verde  análogo  al  verde  de  Scheele.  In- 


¡ü  Rose,  Traite  d'analite  chimiqtte , t.  I,  pág.  '279 . 

I J Ub.  cit.  y Gacttte  itt  hópitauco,  31  diciembre,  1839. 


— 871  - 

trodúzcase  sobre  una  décima  parte  de  sulfato  de  hierro  líquido,  y pasando 
ya  al  estado  de  tritosulfato  en  nueve  décimas  partes  de  deuto-sulfato  de 
cobre , el  color  azul  pálido  de  esta  última  solución  no  quedará  alterado. 
Mas  desde  que  echeis  en  ella  una  solución  de  potasa  cáustica , se  formará 
un  doble  precipitado,  en  el  cual  el  amarillo  rojo  del  óxido  de  hierro,  mez- 
clándose con  el  azul  del  óxido  de  cobre , os  dará  un  verde  tan  hermoso 
como  el  verde  de  Scheele , y se  podrán  hacer  variar  sus  tintas  como  se 
quiera,  variando  préviamente  las  proporciones  respectivas  del  sulfato  de 
hierro  y del  sulfato  de  cobre.  Esto  es  muy  sencillo,  y hé  aquí  uno  de  los 
reactivos  inutilizado.  No  tendrá  olor  aliáceo,  yo  se  ío  añadiré,  y no  con 
jugo  de  ajo  (seria  una  receta  demasiado  culinar) , añadiendo  un  poco  de 
fósforo  ó fosfato  amoniacal.  Hay  más : supongamos  una  mezcla  de  fos- 
fato amoniacal  (sal  tan  abundante  en  los  tejidos  animales),  y para  no 
complicarlo  demasiado,  de  un  aceite  esencial  de  color.  Esta  mezcla  vo- 
látil , pasando  por  el  centro  de  la  llama  del  hidrógeno , se  colorará  más, 
y si  se  recoge  en  un  plato  de  porcelana , podrán  obtenerse  manchas  que 
tendrán  el  aspecto  metálico  dado  por  el  ácido  fosfórico  á toda  sustancia 
medio  carbonizada.  Esto  por  lo  que  toca  á la  mancha. 

»Esta  mancha  será  volátil,  no  lo  negareis,  á la  llama  del  hidrógeno. 

»Será  soluble  en  el  ácido  nítrico , el  cual  dará  color  amarillo  al  resi- 
duo. El  fosfato  precipitará  el  nitrato  de  plata  en  amarillo,  si  está  puro , y 
en  rojo  de  ladrillo,  gracias  á la  acción  que  tiene  el  ácido  nítrico  sobre 
ciertas  sustancias  orgánicas;  no  se  necesita  mas  para  presentar  análogas 
reacciones  á las  que  ofrece  la  mancha  de  arsénico  tratada  del  propio 
modon  (*). 

¿Qué  opondrémos  á estos  razonamientos  de  Raspail , contra  la  signifi- 
cación de  los  reactivos?  ¿Qué  se  deduce  de  todos  ellos?  Tres  son  los  prin- 
cipales argumentos  de  ese  célebre  químico , en  los  que  puede  resumirse 
su  raciocinio  ó su  discurso  : 

1. °  Que  los  caractéres  químicos  de  una  sustancia  pueden  encontrarse 
y se  encuentran  en  otra. 

2. °  Que  así  como  posteriormente  se  han  descubierto  sustancias  que 
dan  reacciones  iguales  á otras  que  se  creían  exclusivas,  podrán  descu- 
brirse otras  que  hagan  otro  tanto. 

3. °  Que  las  manchas  de  fosfato  ofrecen  reacciones  de  todo  punto  igua- 
les á las  del  arsénico. 

Contestaré  al  primer  argumento,  que,  si  los  venenos  tienen  caractéres 
químicos  que  se  encuentran  en  otras  sustancias,  tomados  aisladadamente, 
no  es  cierto  que  los  ofrezcan  estas  sustancias  todos , ó en  conjunto  y del 
mismo  modo.  Una  sustancia  tendrá  uno,  dos  ó tres;  otra,  uno  ó dos,  etc. 
Ya  hemos  dicho  que  la  unidad  complexa  formada  por  los  caractéres  fí- 
sicos, químicos  y fisiológicos  de  un  veneno , no  se  encuentra  de  un  modo 
idéntico  en  otro,  y que,  si  bajo  muchos  puntos  de  vista  puede  ser  con- 
fundido un  cuerpo  con  otro,  bajo  otros  no  es  posible  semejante  confusión. 
¿Qué  importará,  por  ejemplo  , por  no  salimos  del  mismo  ejemplo  citado 
por  Raspail,  que  el  jugo  del  café  no  tostado  dé,  con  el  sulfato  de  cobre  y 
la  potasa , el  color  verde  de  Scheele,  si  no  da  con  el  nitrato  de  plata  el 
precipitado  que  el  ácido  arsenioso?  ¿Qué  importará  que  el  jugo  de  la  ce- 
bolla y los  fosfatos  den  el  precipitado  con  el  nitrato  de  plata , si  no  dan 

(*)  No  he  traducido  de  estos  pasajes  mas  que  lo  que  se  refiere  á la  cuestión,  supri- 
miendo las  interrupciones  de  Orilla  y las  réplicas  de  Raspail,  mas  bien  personales  que 
científicas. 


— 872  — 

1 rolor  verde,  y si  le  dan  , no  dan  los  demás  caractéres  del  ácido  arse- 
nioso? Para  destruir  el  valor  que  tiene  la  unidad  de  los  caracteres  quí- 
micos , no  hay  que  presentar  cuerpos  diversos  que  vayan  dando  una  <5 
mas  reacciones  del  veneno;  es  preciso  presentar  otra  sustancia  no  vene- 
nosa que  ofrezca  de  un  modo  idéntico  esa  unidad  de  caractéres.  Esto  es 
lo  que  no  ha  podido  hacer  Haspail,  á pesar  del  hecho  que  forma  el  ter- 
cer argumento  , y que  luego  analizaremos. 

Si , para  atacar  el  valor  de  los  caractéres  químicos  de  un  veneno , los 
vamos  aislando  y presentando  cuerpos  diversos , que  tengan  uno  ó mas 
de  esos  caracteres,  es  evidente  que  jamás  tendremos  seguridad  para  juz- 
gar. Pero  como  no  es  porcada  carácter  químico  aislado  que  se  juzga,  sino 
por  su  conjunto,  fácil  es  notar  desde  luego  lo  vicioso  de  este  modo  de 
discurrir.  Con  semejante  lógica  no  seria  posible  sacar  jamás  consecuencia 
alguna ; iríamos  á parar  á un  excopticismo  tan  sofístico  y ridículo  como 
el  de  Jos  Protágoras , Zenones  y Eutidemos.  ¿Qué  médico,  con  semejante 
lógica,  podría  jamás  formar  el  diagnóstico  de  la  enfermedad  mas  clara? 

Suponed  que  el  enfermo  tiene  una  gastritis.  Con  la  lógica  de  Raspad, 
yo  digo  : este  enfermo  tiene  sed ; pero  la  sed  se  siente  en  otras  muchas 
enfermedades;  basta  estar  cansado  para  tenerla.  Dolor  de  cabeza  : en  la 
jaqueca  le  hay ; háyle  en  otras  enfermedades.  Dolor  del  epigastrio  : en  la 
peritonitis , en  un  dolor  reumático , etc. ; podrá  acusarse  este  dolor  en  un 
simple  empacho  gástrico ; puede  haberle  en  una  gastralgia , etc.  La  calen  - 
tura es  síntoma  de  una  infinidad  de  enfermedades.  Punta  y bordes  de  la 
lengua  encarnados , centro  blanco ; esto  se  puede  encontrar  en  una  per- 
sona sana  que  no  haya  comido  de  algún  tiempo,  etc. , etc.  Luego  los  sín- 
tomas de  la  gastritis  son  falaces;  no  es  posible  diagnosticar  esta  enfer- 
medad. Los  médicos  no  pueden  asegurar  que  haya  gastritis. 

Lo  ridículo  de  semejante  razonamiento  es  tan  evidente,  que  no  hay 
necesidad  de  esforzarnos  para  que  este  sea  el  modo  de  ver  de  todos  los 
que  tengan  uso  de  razón.  Pues  esta  es  la  lógica  de  Raspad,  analizando 
cada  uno  de  los  caractéres  químicos  y encontrando  cuerpos  diversos  que 
los  tienen.  La  consecuencia  lógica  que  se  saca  de  una  unidad  complexa, 
no  puede  ser  invalidada  combatiendo  esa  unidad  desmenuzada.  Los  ca- 
ractéres químicos  de  un  veneno  significan  por  su  conjunto , no  por  cada 
uno  de  ellos  : presente  Raspad  y sus  coopinantes  otro  ú otros  conjuntos 
idénticos,  y entonces  serán  lógicas  sus  objeciones. 

El  segundo  argumento  ya  le  llevamos  combatido  también  : tratar  de 
combatir  el  valor  de  unos  datos  conocidos  por  otros  que  han  de  cono- 
cerse, siendo  problemático  que  lleguen  á conocerse,  no  habiendo  nin- 
guna razón  mas  que  la  eventualidad,  que  la  posibilidad  para  asegurar 
que  se  conozcan , es  lanzarse  al  campo  infinito  de  lo  vago  y lo  incierto; 
es  despojarse  de  la  facultad  de  razonar;  es  destruir  todos  los  cimientos 
de  la  lógica.  A mas  de  que,  como  ya  lo  hemos  advertido,  podrá  ser  que 
se  descubra  una  sustancia  que  ofrezca  algunos  caractéres  exclusivos,  en 
la  actualidad , de  otra ; pero  no  se  presentará  jamás  ninguna  que  tenga 
la  unidad  de  caractéres  físicos , químicos  y fisiológicos  idéntica ; esto  se- 
ria absurdo.  Dos  cuerpos  que  se  semejan  en  todo , que  en  nada  se  dife- 
rencian, que  son  idénticos,  no  son  dos  cuerpos  ; son  uno;  son  el  mismo. 

Por  último,  e'l  tercer  argumento  de  Raspail  no  es  menos  sofístico  que 
los  anteriores  : lo  único  que  prueba  es  que  las  manchas  de  arsénico  ana- 
lizadas , como  lo  hacen  los  autores , dan  resultados  análogos  á los  de  esa 
mezcla  de  fosfato  amoniacal  y un  aceite  esencial  colorado.  Mas  esa  me z- 


- 873  - 

cía , si  reúne  cuatro  ó cinco  caracteres  de  las  manchas  arsenicales , no 
reúne  todos  los  demás  del  arsénico.  Por  ventura , cuando  se  examinan 
las  manchas , ¿se  empieza  á recoger  datos  ó caractéres  propios  de  un  pre- 
parado arsenical?  ¿Podrá  ésa  mezcla  de  Raspail  presentarnos  toáoslos 
antecedentes,  todos  los  resultados  ya  obtenidos  antes  de  apelar  al  aparato 
de  Marhs?  Supongamos  que,  en  punto  á caractéres  químicos,  obtuvié- 
semos los  mismos  resultados ; ¿los  obtendríamos  idénticos  en  punto  á ca- 
ractéres físicos  y en  punto  á caractéres  fisiológicos?  De  seguro  que  no. 
Pues  ¿cómo  podrá  invalidar  cualquiera  consecuencia  lógica  que  se  de- 
duzca, no  de  uno  ni  pocos  datos,  sino  de  su  conjunto,  la  reunión  de 
unos  cuantos  caractéres?  ¿De  qué  sirven  todas  esas  objeciones  , desde  el 
momento  en  que  uno  establece  que  el  envenenamiento  no  se  juzga  por 
solo  los  resultados  de  la  análisis,  sino  por  la  concordancia  de  estas  con 
los  síntomas  y lo  dado  por  la  autópsia?  ¿Qué  le  importará  al  médico-le- 
gista que  se  le  presenten  cien  sustancias,  venenosas  ó no,  capaces  de  dar, 
con  los  mismos  reactivos  que  revelan  el  arsénico,  el  antimonio,  el  co- 
bre , etc. , los  mismos  resultados  químicos,  si  los  que  ha  obtenido  como 
propios  de  cualquiera  de  esos  metales  y sus  compuestos  están  en  perfecta 
armonía  con  lo  que  la  autópsia  demostró  y lo  que  indicaron  los  síntomas? 
Toda  la  erudición  del  químico  mas  hábil  se  estrellaría  contra  la  signifi- 
cación de  esta  concordancia.  El  médico-legista  le  diría  : bueno ; después 
de  haberme  probado  que  esa  otra  sustancia  tiene  todos  los  caractéres 
químicos  del  veneno  que  yo  sospecho  haber  causado  la  muerte , prué- 
bame que  tiene  todos  los  caracteres  físicos,  y,  si  á tanto  alcanzas,  que 
tiene  todos  los  fisiológicos , que  tiene  un  modo  de  obrar  igual , que  pro- 
duce los  síntomas  que  yo  he  observado,  que  promueve  en  los  órganos 
las  alteraciones  que  encontré  : así  será  concluyente  tu  lógica;  solo  de  ese 
modo  podrás  invalidar  mis  conclusiones.  ¿Qué  le  hubiera  respondido 
M.  Raspail  áOrfilaen  el  debate  del  proceso  de  Dijon,  si,  cuando  le  citó  el 
íosfato  amoniacal  unido  á un  aceite  colorado  , dando  las  reacciones  de  la 
mancha  arsenical,  le  hubiese  exigido  la  reunión  de  todos  ios  caractéres? 
Sin  duda  la  explosión  de  aplausos  que  Raspail  se  conquistó  con  su  oratoria 
y artificio  dialéctico,  hubiera  estado  de  parte  del  sabio  á quien  combatía. 

M.  Worbe  raciocina  á poca  diferencia  como  M.  Raspail,  mejor  dire- 
mos, peor.  «Las  declaraciones,  dice,  fundadas  en  la  análisis  química  de 
los  infinitamente  pequeños  obtienen  poca  consideración  delante  del  tri- 
bunal , y si  los  jueces  lo  rechazan  con  tanta  razón , en  definitiva,  los  pe- 
ritos no  deben  darle  tanta  importancia,  el  médico  debe  garantirse  de 
toda  ilusión  científica.  Si  para  descubrir  la  materia  procedente  de  un  cri- 
men no  se  recoge  mas  que  algunas  partículas  ; si  á la  simple  vista  no 
podéis  distinguirla  absoluta  ó exclusivamente  de  toda  otra;  si  no  la  en- 
contráis con  reactivos,  desconfiad  de  la  ciencia  y de  vosotros  mismos; 
temblad , antes  de  pronunciaros  que  ha  habido  envenenamiento,  porque 
habéis  sido  afectados  de  tal  olor,  porque  tal  metal  habrá  sufrido  tal  alte- 
ración en  su  superficie  ó habréis  obtenido  tal  precipitado;  estos  experi- 
mentos no  conducen  necesariamente  á la  verdad,  y sobre  todo  á la  ver- 
dad legal.  Así  es  que  se  ha  demostrado  en  Inglaterra  que  las  cebollas 
digeridas  ó machacadas,  tratadas  por  el  ácido  hidrosulfúnco,  dan  un  pre- 
cipitado amarillo  de  oro,  semejante  al  que  da  el  óxido  de  arsénico  con  e! 
mismo  reactivo  (*). 


(')  Citado  por  Orfiia. 


Orfila  contesta  á M.  Worbe,  diciéndole  que  de  esta  opinión  no  puede 
participar  ningun  hombre  ilustrado : basta  conocer  los  mas  setfcillos  ele- 
mentos de  la  química  para  saber  que  no  hay  necesidad  de  obrar  sobre 
cantidades  considerables  de  una  sustancia  para  reconocerla , y que,  por 
ejemplo,  se  hace  constar  tan  bien  la  presencia  del  ácido  arsenioso, 
cuando  se  experimenta  sobre  un  miligramo,  como  cuando  se  obra  so- 
bre 500  gramos.  La  proposición  de  M.  Worbe,  relativa  á la  infidelidad 
de  los  reactivos,  puede  traducirse  en  estos  términos  : Guardaos  de  decir 
que  habéis  obrado  sobre  tal  sustancia,  porque  habéis  reconocido  las  propiedades 
de  esta  sustancia.  Así  la  disolución  del  ácido  arsenioso  es  el  solo  y único 
líquido  que  precipita  en  blanco  por  el  agua  de  cal,  en  amarillo  por  el  ni- 
trato de  plata  , en  verde  por  el  sulfato  de  cobre  amoniacal , y en  amari- 
llo por  el  ácido  sulfhídrico,  precipitado  que  se  disuelve  en  amoníaco, 
¡Qué  importa  todo  esto!  Cuando  se  os  presente  semejante  disolución,  no 
digáis  que  es  el  ácido  arsenioso,  porque  no  le  habéis  podido  reconocer  á 
simple  vista.  ¡ Extraño  modo  de  raciocinar ! El  experimento  relativo  á las 
cebollas  digeridas,  puesto,  por  ejemplo,  para  apoyar  esta  herejía  toxico- 
lógica  , no  da  los  resultados  indicados  por  M.  Worbe  í1). 

Hasta  aquí  Orfila.  Nosotros  afiadirémos  contra  M.  Worbe  todo  lo  que 
llevamos  dicho  relativamente  á M.  Raspad  y á cuantos  opinan  de  un  modo 
parecido  á estos  autores. 

Resulta,  pues,  de  todo  lo  dicho,  que  buscando  la  significación,  el  va- 
lor lógico  para  formar  las  conclusiones  en  el  conjunto  de  los  caractéres 
químicos,  no  en  cada  uno  de  ellos,  ó en  pocos  aislados,  y asociando 
luego  este  valor  al  de  los  síntomas  y resultados  de  la  autopsia  , no  tiene 
ningun  valor  esa  objeción , fundada  en  las  contingencias  de  lo  futuro. 
Mientras  en  el  estado  actual  de  la  ciencia  no  se  conozca  ningun  cuerpo 
que  tenga  el  conjunto  de  caractéres  químicos , por  los  cuales  otro  se  dis- 
tingue , debemos  ver  en  estos  los  signos  representativos  de  su  existencia, 
y no  fundándonos  exclusivamente  en  ellos  para  afirmar  el  envenena- 
miento, poco  nos  ha  de  importar  que  hoy  ó mañana  se  descubra  un 
cuerpo  que  tenga  esos  caractéres;  mientras  no  tenga  los  físicos  y fisioló- 
gicos; mientras  no  ofrezca  identidad  en  todo  lo  que  de  ese  cuerpo  se- 
pamos. 

Cuestión  cuarta.  -¿Para  afirmar  la  presencia  de  un  veneno,  bastan  los  carac- 
téres químicos  ó reacciones  con  que  se  determina , ó es  necesario  obtenerle  en 
sustancial — Decía  Devergie  : «Hay  en  Medicina  legal  un  principio  que  no 
sufre  excepción  , y es  que  siempre  que  se  haga  constar  la  presencia  de  un 
veneno  metálico,  es  necesario  extraer  el  metal , como  prueba  irrecusable  de 
l?atura^eza  de  los  precipitados  que  se  hayan  obtenido  (2).)> 

Morgagny  decía  que,  sin  dejar  de  apreciar  los  indicios  que  los  sínto- 
mas y las  lesiones  orgánicas  suministran , no  será  el  envenenamiento 
cierto,  hasta  tanto  que  se  encuentre  el  veneno  en  sustancia  (3). 

Plenck  es  todavía  mas  exagerado.  No  solo  declara  como  insuficiente  la 
aparición  brusca  de  los  fenómenos  morbosos,  una  muerte  pronta,  se- 
guida muy  de  cerca  de  la  putrefacción , el  meteorismo  del  vientre  , man-- 
chas  lívidas , separación  ó absorción  de  la  túnica  mucosa  del  estómago, 
sino  también  la  existencia  de  materiales  sospechosos  en  el  estómago,  y 
los  accidentes  que  sobrevengan  á los  animales  que  coman  estas  sustan- 

(b  Obra  citada. 

/»;  «.rt‘  Cobhe.  Diccionario  de  Medicina  x i Cirugia  prácticas, 

(3)  Obra  citada,  t.  IX,  p.  368. 


- 878  - 

cías  ; todo  esto  no  es  nada , son  signos  insuficientes  para  formar  la  con- 
vicción , como  no  se  encuentre  el  veneno  en  el  estómago  (j). 

Orfila,  de  acuerdo  con  muchos  toxicólogos  modernos,  dice  también: 
«El  médico  no  puede  afirmar  que  un  sugetó,  en  el  cual  se  hayan  obser- 
vado síntomas  de  lesiones  de  tejido,  semejantes  á los  que  producen  las 
sustancias  venenosas , ha  sido  envenenado,  si  no  se  llega  á demostrar  la 
existencia  del  veneno. 

En  algún  caso  de  envenenamiento  que  hemos  tenido  en  nuestra  prác- 
tica, nos  hemos  encontrado  frente  á frente  con  esta  doctrina,  y en  la 
cuestión  relativa  al  envenenamiento  de  la  María  Bonamot,  hubo  un  pro- 
fesor que  alegó,  como  prueba  de  no  haber  habido  intoxicación,  la  falta 
del  veneno  en  sustancia , obtenido  por  las  análisis.  Otro  tanto  dijeron 
algunos  catedráticos  de  la  facultad  , cuando  discutieron  el  mismo  caso,  y 
otro  tanto  estampó  en  su  documento  médico-legal,  referente  al  mismo, 
la  Academia  de  Castilla.  En  los  periódicos  políticos  también  recordamos 
haber  leido  un  dictámen  de  la  Academia  de  Barcelona,  diciendo  con  poca 
diferencia  lo  mismo  en  otro  caso  de  presunto  envenenamiento. 

Cuanto  mas  generalizada  esté  esa  doctrina,  cuanto  mas  autoridades  la 
apoyen,  tanto  mas  debemos  empeñarnos  en  combatirla  por  sus  funestas 
consecuencias.  En  estas  citas  que  hemos  hecho  de  Morgagny,  de  Plenck 
y de  Orfila,  síntesis,  para  decirlo  así,  de  esa  doctrina,  de  la  opinión  que 
vamos  á combatir,  hay  un  error  gravísimo  que  se  advierte  en  el  momento 
mismo  que  uno  se  fija  en  ese  tono  general  y absoluto  con  que  está  con- 
signada , y en  la  razón  en  que  se  apoya  esa  exigencia  de  la  presentación 
del  veneno  en  sustancia. 

Mas  de  veinte  años  han  trascurrido,  desde  que  empezamos  á demostrar 
los  errores  y funestas  consecuencias  de  esa  doctrina.  Estaba  reciente  el 
hecho  de  que  hemos  hablado,  y veiamos  demasiado  esparcido  el  error, 
para  no  levantarnos  contra  él  con  todas  nuestras  fuerzas.  Hoy  ya  no  le 
notamos  tan  en  boga ; hoy  ya  no  se  atreverían  nuestros  académicos  á 
sostener  la  exagerada  y errónea  doctrina  de  los  Plenck  y los  Morgagny, 
ni  las  de  los  mismos  Devergie.  La  constante  oposición  que,  desde  una  cá- 
tedra de  la  escuela  de  Medicina  de  la  Universidad  central  de  España,  y 
desde  el  libro  que  le  sirve  de  texto,  se  ha  hecho  á las  exigencias  del  ve- 
neno en  sustancia,  como  prueba  en  los  casos  de  envenenamiento,  ha  mo- 
dificado en  la  Península  la  opinión,  y ni  nuestros  médicos  forenses  ni 
nuestros  tribunales  aguardan  para  afirmar  una  intoxicación  que  los  peri- 
tos químicos  les  presenten  una  cantidad  de  veneno  en  sustancia,  si  están 
bien  demostrados  y son  terminantes  los  caractéres  químicos  obtenidos 
por  medio  de  los  reactivos. 

No  solo  hemos  tenido  la  satisfacción  de  ver  cada  dia  mas  abandonada 
entre  nosotros  esa  doctrina,  sino  que  en  los  autores  modernos  de  Toxico- 
logia  ya  no  se  sostiene  la  exageración  de  Plenck  , Morgagny , Devergie 
y otros.  Ni  Galtier,  ni  Fabre , en  Francia,  ni  Ferreira  Macedo  Pinto  en 
Portugal,  ni  Lazzaretti  en  Italia  , ni  Casper  en  Alemania , han  estampado 
ya  en  su  obra  respectiva  que  sea  necesaria  la  presencia  del  veneno  en 
sustancia  para  dar  como  buena  prueba  y positivo  el  resultado  de  las  aná- 
lisis químicas. 

M.  Tardieu  , en  su  Estudio  médico-legal  del  envenenamiento , se  levanta 
también  contra  esa  doctrina ; pero  lo  hace  de  un  modo  que  nos  obliga  á (*) 


(*)  Obra  citada. 


llamar  sobre  ello  la  atención  , puesto  que,  además  de  ciertas  apreciacio- 
nes erróneas,  sigue  aquí,  como  en  otras  partes,  la  costumbre  de  presen- 
tarse á guisa  del  primero  en  esa  tarea , y como  si  hasta  que  ese  profesor 
ha  levantado  la  voz,  en  ninguna  parte  se  hubiese  dijado  oir  en  ese 
sentido. 

Para  que  se  vea  que  no  exageramos , y cuánta  es  la  exactitud  de  nues- 
tro aserto,  vamos  á trascribir  la  introducción  del  párrafo  en  que  trata  de 
esta  cuestión : Cuál  es  la  sustancia  venenosa  que  ha  producido  la  enfermedad  y 
la  muerte  (*). 

a Parece  que,  si  el  envenenamiento  se  hubiese  establecido  de  hecho  de 
un  modo  formal  y positivo  por  el  camino  manifiesto  de  los  tres  órdenes 
de  pruebas  que  acabo  de  exponer,  y cuyo  valor  me  he  esforzado  en  ha- 
cer resaltar,  seria  por  lo  menos  supérfluo  preguntarse  cuál  es  Ja  sustancia 
venenosa  que  ha  producido  la  enfermedad  ó la  muerte ; lo  mismo  que  en 
un  asesinato,  á consecuencia  de  golpes  dados  á la  cabeza,  en  el  que  se 
encuentra  el  cráneo  roto,  puede  parecer  bastante  indiferente,  ó por  lo  me- 
nos de  una  importancia  secundaria , determinar  con  absoluta  certeza  con 
qué  arma  se  han  hecho  las  heridas.  Bien  mirado,  no  hay  entre  los  dos 
casos  la  menor  diferencia.  Hasta  observo  que , respecto  del  último,  la 
determinación  propia  del  arma  puede  tener  el  interés  de  designar  en 
cierto  modo  al  matador,  y de  señalar  su  pista , al  paso  que  ha  de  ser  raro 
que  suceda  lo  propio  respecto  del  veneno.  Sin  embargo,  se  ha  imagi- 
nado ( tan  artificial  y opuesta  á la  sana  práctica  ha  sido  esa  construcción  que 
se  ha  llamado  toxicología ) una  doctrina  aparte  para  el  envenenamiento. 
Por  el  mas  extraño  abuso  de  lenguaje  de  los  criminalistas,  se  ha  preten- 
dido erigir  en  cuerpo  de  delito,  no  ya  el  cadáver  sangriento,  el  cráneo 
roto  de  la  víctima,  sino  el  arma  de  que  se  ha  servido  el  asesino.  Ya  no  es 
el  envenenamiento  lo  que  se  ha  buscado,  y ha  sido  necesario  caracterizar  y 
probar,  sino  que  ha  sido  menester  aislar  y mostrar  el  veneno. 

»Esta  doctrina,  tan  especiosa  desgraciadamente  como  falsa  , habia  de 
hallar  aceptación  y hacer  fortuna  en  la  opinión  pública,,  porque  está  ma- 
ravillosamente apropiada  á las  tendencias  naturales  de  todos  aquellos 
que  no  sabiendo,  no  pueden  juzgar  con  su  espíritu , y no  se  dejarán  so- 
bradamente á menudo  convencer  mas  que  por  el  testimonio  de  los  senti- 
dos. Pero  esa  doctrina  no  debiera  haber  hallado  nunca  favor  entre  los 
hombres  de  ciencia ; y si  sobrevive  todavía , yo  espero  que  ya  no  será 
por  mucho  tiempo.  Es  un  deber  del  médico  y del  químico,  á'  quienes  la 
justicia  llama  al  honor  de  ilustrarla,  perseguirla  por  todas  partes  con 
energía  y resolución.  Ya  en  un  proceso  criminal  reciente , el  mas  grave 
é importante  bajo  el  punto  de  vista  de  la  ciencia  médico-legal  que  se  ha 
presentado  de  veinte  años  á esta  parte  , se  ha  visto  la  doctrina  del  cuerpo 
del  delito  en  materia  de  envenenamiento , combatida  por  nosotros  delante 
de  la  Audiencia,  y condenada  por  el  buen  sentido  y el  veredicto  esclare- 
cido del  jurado.  Sin  embargo,  no  está  hecho  todavía  todo;  no  lo  disi- 
mulemos, y ensayemos , estrechando  mas  los  hechos,  dar  mejor  á com- 
prender en  qué  está  la  práctica  de  la  medicina  legal  interesada  en  refor- 
mar sobre  este  punto  la  opinión  y las  erradas  vías  seguidas  aun  hasta 
por  los  autores  de  libros  estimados.» 

Dicho  esto , sigue  M.  Tardieu  combatiendo  con  ligeras  razones  la  exa- 
gerada exigencia  del  veneno  en  sustancia  para  dar  como  positivo  el  re- 

(')  Obra  citada  , pág.  119  y «iguientos. 


- 8 V - 

sultado  de  las  análisis  químieas , y este  resultado  como  prueba  del  enve- 
nenamiento , acabando  por  hacer  una  declaración  un  tanto  contradicto- 
ria, puesto  que  dice  que  no  combate  de  ningún  modo , ni  la  necesidad,  ni 
la  utilidad  que  hay  en  determinar,  en  cuanto  sea  posible , el  género  y es- 
pecie del  veneno.  Esta  investigación  entra  en  los  principios  y práctica 
constante  de  la  Medicina  legal , la  que  debe , siempre  que  pueda , dar  á co- 
nocer á la  justicia  el  instrumento  del  crimen  (1). 

Basta  la  simple  lectura  de  esas  cuatro  líneas , tomadas  del  libro  de 
M.  Tardieu,  para  ver  comprobado  lo  que  hemos  dicho. 

La  cuestión  con  que  las  encabeza  está  propuesta  de  un  modo  y re- 
suelta de  otro;  para  discutirla  debería  decirse  de  qué  modo  se  reconoce 
que  es  tal  sustancia , y no  otra  la  que  ha  producido  la  enfermedad  y la 
muerte;  y no  es  eso  ló  que  discute  M.  Tardieu;  está  fuera  de  esa  cues- 
tión ; no  dice  una  palabra  sobre  ella ; y lo  que  va  á discutir  es  si  se  ha  de 
presentar  ó no  en  las  análisis  químicas  el  veneno  en  sustancia. 

Por  medio  del  cuadro  sintomático  propio  de  un  veneno,  en  el  cual  hay 
los  síntomas  de  su  clase  y los  particulares;  por  medio  del  cuadro  de  al- 
teraciones anatómicas  que  le  determinan , y por  medio  de  los  caractéres 
químicos  que  le  individualizan,  al  practicar  las  análisis  químicas  que  de 
las  materias  sospechosas  se  hacen ; es  como  se  decide  cuál  es  la  sustancia 
venenosa  que  ha  producido  la  enfermedad  y la  muerte  de  un  sugeto.  Tar- 
dieu no  trata  de  esa  suerte  esa  cuestión ; se  limita  á discutir  si  es  ó no 
siempre  necesaria  la  presencia  material  del  veneno , lo  cual  es  otra 
cuestión  muy  diferente. 

Además  de  esto , le  vemos  volver  á su  error  capital  sobre  lo  artificial  de 
la  Toxicologia , y achacar  á este  supuesto  artificio  la  errada  doctrina  del 
veneno  en  sustancia ; le  parece  supérfluo  que  se  pregunte  cuál  es  el  ve- 
neno que  ha  producido  un  envenenamiento  dudo  , cuando  se  ha  establecido 
de  hecho  ese  envenenamiento  por  medio  de  sus  tres  órdenes  de  datos; 
sin  advertir  que , para  que  cada  órden  de  dalos  signifique  ese  hecho,  no 
hay  que  contentarse  con  el  diagnóstico  absoluto,  ni  de  clase,  sino  ha- 
cer el  particular;  que  otro  tanto  sucede  con  el  cuadro  de  alteraciones 
anatómicas;  y que  respecto  de  las  análisis  químicas,  siempre  se  va  á 
parai-,  después  de  revelar  el  grupo  y la  división,  á determinar  el  género 
ó especie  del  veneno;  es  decir,  á individualizarle,  sin  lo  cual  no  hay 
análisis  acabada ; de  modo  que  demostrar  en  un  caso  práctico  que  hay 
envenenamiento , es  determinar  qué  envenenamiento  es  y qué  veneno  le 
ha  producido. 

Los  peritos , tanto  si  se  lo  pregunta  el  tribunal , como  si  no  les  hace  tai 
pregunta,  vistos  ios  síntomas,  vistos  los  dalos  autópsicos,  y vistos  los 
resultados  de  las  análisis  químicas,  dicen , no  solo  que  hay  veneno , sino 
tal  veneno;  y por  eso  que  todos  esos  datos  acusan  un  veneno,  afirman  el 
envenenamiento,  y no  en  general,  no  en  abstracto , ni  de  clase,  sino  el 
particular  del  caso,  porque  en  la  práctica  siempre  hay  un  envenena- 
miento determinado  particular,  y este  no  puede  afirmarse  sin  determinar 
el  veneno  que  le  ha  producido. 

De  consiguiente,  no  solo  no  es  superfino  determinar  ese  veneno,  sino 
necesario  ; lo  que  supone  M.  Tardieu  es  un  absurdo;  no  es  posible  esta- 
blecer que  hay  envenenamiento  por  medio  de  los  tres  órdenes  de  datos, 
sin  que  , al  observarlos,  no  se  destaque  el  veneno  que  le  ha  producido. 

p , Loe.  cit. , p.  M'i 


- 878  — 

íj»s  igualmente  , un  error  craso  suponer  que,  en  un  caso  de  heridas,  sea 
indiferente  ó de  importancia  secundaria  determinar  el  arma  con  que  se 
han  hecho.  En  Medicina  legal  se  diagnostican  pericialmente  las  lesiones 
por  sus  caracteres , relacionados  íntimamente  con  el  arma  que  las  pro- 
duce. No  es  lo  mismo  una  herida  por  arma  cortante  que  por  arma  con- 
tundente, dislacerante  ó perforante,' blanca  ó de  fuego.  Sobradamente 
sabe  M.  Tardieu  la  importancia  que  tiene  el  arma  que  se  encuentra  en 
un  sugeto,  puesta  en  relación  con  los  caractéres  de  la  herida  de  que  se 
le  acusa  como  autor.  No  parece  sino  que  M.  Tardieu  no  ha  actuado 
nunca  en  casos  prácticos  de  heridas , cuando  considera  la  cuestión  del 
arma  de  ese  modo. 

Así,  la  comparación  que  hace  con  esas  lesiones  y la  del  envenena- 
miento , lejos  de  probar  lo  que  pretende , es  contraproducente.  Así  como 
en  las  lesiones  traumáticas  es  importante  determinar  el  arma  por  infini- 
tas razones,  que  aquí  no  especificamos  por  lo  evidentes,  así  también  tiene 
grande  importancia  en  los  envenenamientos  la  determinación  de  su  arma, 
de  su  causa,  del  veneno. 

Si  la  naturaleza  del  arma  puede  conducir  á veces  al  descubrimiento 
del  asesino,  la  determinación  del  veneno  puede  hacer  otro  tanto.  La  ni- 
cotina no  fué  lo  que  menos  condujo  al  descubrimiento  del  conde  de  Bo- 
carmé  como  asesino  de  su  cuñado.  La  digitalina  no  fué  lo  que  menos  fa- 
cilitó averiguar  que  Couty  de  Lapommerais  fué  el  asesino  de  la  viuda 
Pauw.  Las  píldoras  de  estricnina  que  Palmer  hacia  tomar  ai  desdichado 
Cook,  facilitaron  el  descubrimiento  del  crimen.  Y en  el  envenenamiento 
de  Augusto  Ballet,  por  el  doctor  Castaing,  ¿no  tuvo  gran  parte,  como 
medio  de  descubrir  al  criminal , el  acetato  de  morfina?  En  los  casos  de 
suicidio  , la  naturaleza  del  veneno,  relacionado  con  los  medios  de  procu- 
rársele , arrojan  mucha  luz , por  la  relación  que  hay  entre  esos  medios  y 
las  condiciones , oficio  ó profesión  del  sugeto. 

La  verdad  resplandeciente  de  estas  reflexiones  es  la  que  arranca  á 
M.  Tardieu,  después  de  haber  estampado  esas  erróneas  frases,  la  pro- 
testa de  que  no  combate  la  necesidad  ni  utilidad  de  determinar  el  género  y 
especie  del  veneno,  y bien  podía  añadir  el  individuo,  puesto  que  reco- 
noce que  su  investigación  entra  en  los  principios  y práctica  constante  de  la  Me- 
dicina legal , la  que  debe,  siempre  que  pueda,  dar  á conocer  á la  justicia  el 
instrumento  del  crimen. 

Si  ai  fin  tiene  que  hacer  esta  confesión  tan  contradictoria , ¿á  qué  em- 
peñarse en  suponer  erradamente  que  se  ha  imaginado  una  doctrina  aparte 
para  el  envenenamiento?  ¿A  qué  extrañar  que,  así  como  se  habla  de 
cuerpo  de  delito  en  las  lesiones  traumáticas,  se  haga  otro  tanto  en  las 
lesiones  tóxicas?  ¿A  qué  suponer  también,  no  siendo  exacto,  que  no  se 
busque  el  envenenamiento , sin  caracterizarle  ni  probarle , sino  aislar  y mos- 
trar el  veneno ? Para  probar  el  envenenamiento,  para  caracterizarlo,  se 
busca  el  veneno ; se  aisla  para  someterle  á la  acción  de  los  reactivos. 

¿Y  qué  hace  M.  Tardieu  en  los  casos  prácticos  en  los  que  es  perito 
sino  determinar  el  veneno?  En  lo  sucesivo  hemos  de  ver  á ese  autor  en 
abierta  contradicción  con  lo  que  aquí  dice,  pues  le  verémos  en  las  conclu- 
siones de  sus  dictámenes  fijarse  con  ahinco  en  eso  que  aquí  considera 
supér/luo,  en  designar  el  veneno  (!). (*) 

(*)  Véase  lo  quedirémos  en  el  articulo  IV  de  este  capitulo,  al  tratar  de  Jos  casos  prácti- 
cos en  los  que  ha  actuado  M.  Tardieu,  y ha  aplicado  la  experimentación  fisiológica  para 
determinar  el  teneno. 


— 879  — 

La  doctrina  especiosa  que  se  dispone  á combatir,  y que  combate  luego, 
no  consiste  en  nada  de  lo  que  acabamos  de  refutarle;  nada  de  eso  es 
exacto,  ni  viene  al  caso.  Los  partidarios  del  cuerpo  del  delito  podrían  me  • 
jorar  su  causa,  apoderándose  de  esos  deslices  de  M.  Tardieu,  y á la  som- 
bra de  su  fácil  y victoriosa  refutación , dar  por  sólidamente  fundada  su 
exigencia  de  la  presentación  del  veneno  en  sustancia.  Esa  manera  de 
combatir  es  comprometer  una  buena  causa. 

Nosotros  somos  también  adversarios  de  esa  exigencia : mucho  antes 
que  pensara  en  ello  M.  Tardieu,  la  hemos  combatido  también  con  energía 
y resolución ; hemos  encanecido  combatiéndola , lo  cual  podrá  conven- 
cerle de  que  no  ha  levantado  él  esa  bandera  en  ese  caso  célebre  á que 
alude ; y que  si  en  Francia  todavía  tiene  ese  profesor,  y sus  secuaces,  que 
trabajar,  lo  cual  dudamos,  porque  otros,  entre  ellos  Orilla , han  comba- 
tido antes  que  M.  Tardieu  esa  doctrina;  aquende  los  Pirineos  ya  tenemos 
ganada  la  batalla ; gracias  á veinte  años  de  propaganda  entre  nuestros 
discípulos,  que,  esparcidos  por  la  Península-,  y destinados  á esclarecer 
á la  justicia  en  los  juzgados  y tribunales,  afirman  la  intoxicación  sin  exi- 
gir siempre  la  presentación  del  veneno  en  sustancia,  dando  tanta  fé  como 
á esta  á sus  caractéres  químicos.  V sin  embargo  de  ser  adversarios  de  la 
doctrina  de  los  Plenck  y de  los  Morgagny,  no  tenemos  por  artificial  la 
Toxicología;  la  creemos  una  verdadera  ciencia,  diferente  de  la  Medicina 
legal ; no  miramos  como  supérfluo  que  se  determine  el  veneno  que  haya 
causado  un  envenenamiento;  ni  consideramos,  por  último,  como  impro- 
pia de  nuestra  incumbencia , aplicar  á la  Medicina  legal  esa  filosofía  to- 
xicológica  para  la  determinación  del  instrumento  del  crimen,  en  las  le- 
siones tóxicas,  con  mas  razón  aun  que  en  las  lesiones  traumáticas. 

La  verdadera  cuestión  , lo  esencial  y trascendental  de  ella,  no  está  en 
que  se  determine  el  veneno  causante  de  un  envenenamiento  en  todo 
caso  práctico ; sobre  eso  no  cabe  ni  puede  caber  disputa;  solo  puede  po- 
nerlo en  duda  quien  parte  de  premisas  tan  erróneas  como  M.  Tardieu; 
quien  tiene  de  la  Toxicología  y de  sus  relaciones  con  la  Medicina  legal 
tan  extraviadas  ideas;  lo  que  hay  que  discutir  es  lo  que  nosotros  veni- 
mos discutiendo  por  espacio  de  cuatro  lustros;  lo  que  al  fin  toca  ligera- 
mente el  distinguido  catedrático  de  Medicina  legal  de  París;  esto  es,  si 
ese  cuerpo  de  delito  que  tanto  le  repugna,  si  la  prueba  química  ha  de  con- 
sistir siempre  en  presentar  el  veneno  en  sustancia;  ó basta  en  todo  caso,  y 
en  todo  caso  es  necesario  demostrarle  por  sus  reacciones  características. 

Esta  es  la  verdadera  cuestión  , la  cuestión  séria  y de  importancia  que 
debemos  aquí  tratar.  Entremos,  pues,  de  lleno  en  ella. 

Tres  son  las  formas  de  la  opinión  que  vamos  á combatir,  conforme  he- 
mos podido  verlo  en  las  citas  que  hemos  hecho  de  Plenck , Morgagny  y 
Devergie.  La  mas  exagerada  de  todas  es  la  del  primero. 

Según  Plenck,  nada  basta  para  afirmar  el  envenenamiento,  como  no  se 
halle  el  veneno  en  el  estómago. 

Fácil  es  comprender  que  ese  modo  de  ver  pudo  tener  cabida  en  los 
tiempos  de  ese  profesor  químico  de  Viena.  Sabiendo  que  los  venenos 
pueden  tener  otras  vías  de  introducción  que  el  esófago  para  ir  á parar  al 
estómago ; que  siquiera  se  den  por  esa  vía  pueden  ser  absorbidos  y no 
hallarse  en  él  vestigio  alguno,  ¿qué  significa  esa  pretensión  ? 

Pero  supongámosla  de  igual  índole  que  la  de  Morgagny.  La  afirmación  - 
de  este  autor  es  mas  absoluta , sea  la  parte  que  fuere  donde  se  busque  y 
harte  el  veneno , ha  de  obtenerse  en  sustancia  para  probar  el  envenena- 


- 880  - 

miento  Sea  cual  fuere  la  naturaleza  y reino  del  veneno,  solo  hace  prueba 
obtenido  en  sustancia.  La  doctrina  no  puede  ser  mas  radical.  Devergie 
solo  limita  la  exigencia  á los  venenos  metálicos. 

Para  refutar  el  modo  de  ver  de  los  Plenck  , los  Morgagny,  y de  cuan- 
tos participan  de  sus  ideas  , basta  considerar,  como  lo  verémos  al  tratar 
del  cuarto  punto  de  este  artículo  , ó sea  de  los  casos  en  que  las  análisis 
químicas  son  indispensables,  y aquellos  en  los  que  podemos  prescindir  de 
ellas,  ó no  es  un  óbice  su  falta  para  afirmar  un  envenenamiento  , que  en 
muchas  ocasiones  hay  que  abandonar  completamente  toda  idea  de  aná- 
lisis química  , porque  ya  sabemos  de  antemano  que  ha  de  ser  negativo 
su  resultado. 

En  todos  esos  casos  no  solo  no  hay  que  esperar  el  veneno  en  sustan- 
cia, sino  ni  reacción  de  ningún  género,  ningún  carácter  químico  por  el 
cual  vengamos  en  conocimiento  de  la  presencia  del  veneno.  Y sin  em- 
bargo, en  su  lugar  probarémos  que,  por  la  falta  de  ese  órden  de  datos,  no 
estamos  desautorizados  para  afirmar  la  intoxicación  ó el  envenenamiento. 

En  muchas  intoxicaciones  sépticas,  por  no  decir  en  todas,  la  química 
no  solo  no  puede  dar  veneno  en  sustancia , sino  ni  carácter  químico  al- 
guno que  revele  el  veneno. 

En  no  pocas  intoxicaciones  producidas  por  venenos  vegetales,  de  esos, 
cuya  virtud  tóxica  no  se  sabe  todavía  á qué  principio  inmediato  se  debe, 
nos  hallamos  en  el  mismo  caso ; la  química  ni  puede  proporcionar  la 
sustancia  del  veneno,  ni  revelar  sus  caractéres.  Hoy  tenemos  que  apelar 
al  microscopio  para  que  nos  dé  vestigios  de  la  planta  venenosa , ó de  sus 
órganos  escapados  á la  acción  digestiva ; esa  es  la  sustancia  que  podemos 
obtener. 

En  otros  casos , siquiera  se  conozca  el  alcaloideo , á que  deban  las 
plantas  venenosas  su  virtud  tóxica,  ora  sea  por  la  dificultad  de  obtenerle 
puro,  cuando  ha  sido  ingerido  en  el  cuerpo  humano,  ora  por  la  exigua 
cantidad  que  se  ha  esparcido  por  toda  la  economía , que  es  lo  que  casi 
siempre  sucede , siendo  sustancias  muy  venenosas  y enérgicas  en  poquí- 
sima dosis;  tampoco  es  posible  no  solo  alcanzarle  en  sustancia,  sino  ni 
revelarle  por  medio  de  los  reactivos  mas  característicos  y sensibles. 

En  el  estado  actual  de  la  ciencia,  decía  Orilla  en  1843,  es  imposi- 
ble reconocer  un  número  considerable  de  venenos , aun  colocándonos  en 
las  circunstancias  mas  favorables.  Cuando  el  envenenamiento  se  efectúa 
con  los  extractos  de  beleño,  belladona,  datura,  estramonio,  digital 
purpúrea,  graciola,  etc.,  jamás  se  llegarán  á descubrir  y distinguir  es- 
tos extractos,  aun  cuando  se  hayan  dado  en  gran  cantidad  y existan 
en  las  materias  vomitadas , en  los  excrementos  y en  los  líquidos  conteni- 
dos en  el  canal  digestivo.  Otros  muchos  venenos  vegetales,  que  parece 
podrían  ser  reconocidos,  porque  es  posible  extraer  de  ellos  un  principio 
inmediato  , alcalino  ó no  , que  los  caracteriza  en  cierto  modo,  no  lo  se- 
rán sino  muy  difícilmente,  esto  si  se  llega  á descubrirlos;  porque  se  en- 
cuentran en  pequeñísima  proporción  y no  es  cosa  fácil  el  aislamiento  de 
una  cantidad  tan  tenue  de  ese  principio  inmediato,  en  medio  de  los  líqui- 
dos orgánicos  fuertemente  teñidos.  Citaré , por  ejemplo , la  brionia , la 
escila , el  solano , la  cicuta , el  tabaco , los  mismos  stricnus , el  eléboro 
blanco , etc.  (*). 

Desde  1843  se  ha  adelantado  algo  respecto  á la  investigación  de  los 


Obra  citada,  t.  II,  p.  727. 


- 881  — 

alcaloideos.  Mas  á pesar  de  los  diferentes  procederes  que  se  han  ideado 
para  ello  y los  varios  reactivos  que  se  han  tentado  para  aislar  y revelar 
álcalis  orgánicos;  á pesar  de  los  indudables  y grandes  adelantos  de  la  To- 
xicología  moderna ; á pesar  de  los  triunfos  del  método  de  Stass , y de  la 
diálisis , todavía  se  escapan  de  la  análisis  química  los  mas  de  los  princi- 
pios alcaloideos,  á que  deben  su  virtud  tóxica  no  pocos  vegetales. 

Todavía  hay  algunos  otros  casos , en  los  que  la  química  puede  muy 
bien  no  dar  resultado  alguno ; pero  como  son  comunes  á los  envenena- 
mientos provocados  por  venenos  minerales,  los  guardamos  para  luego. 

Pues  bien,  en  todos  esos  casos,  como  lo  hemos  indicado,  y como  lo 
probarémos  en  su  lugar,  no  por  eso  hay  razón  para  negar  la  intoxica- 
ción, si  los  síntomas  y la  autópsia  la  demuestran  debidamente.  No  solo  no 
hace  falta  la  sustancia,  sino  ni  los  caractéres  químicos  de  la  misma. 

Ya  hemos  visto,  al  hablar  de  los  síntomas,  que  los  hay  de  significación 
absoluta,  que  por  sí  solos  bastan  para  afirmar  la  intoxicación,  por  mas 
que  lo  nieguen  algunos  autores  que,  lejos  de  analizar  las  circunstancias 
de  todos  los  casos,  hablan  en  general,  confundiendo  loque  tiene  signifi- 
cación absoluta  con  lo  que  solo  la  tiene  relativa.  Otro  tanto  podemos  de- 
cir de  ciertas  alteraciones  anatómico-patológicas.  Y si  ambos  órdenes  de 
datos  con  esa  significación  terminante  se  reúnen  , ¿qué  significaría  la  exi- 
gencia de  Plenck , qué  la  de  Morgagny , qué  la  del  mismo  Devergie? 

Pues , si  á pesar  de  no  haber  análisis  química,  ya  podemos  afirmar  el 
envenenamiento,  ¿cuánto  mas  no  le  afirmaremos,  si  á la  significación 
de  los  síntomas  y de  las  alteraciones  anatómico-patológicas  añadimos  la 
revelación  de  algunos  caractéres  químicos  suficientes  para  determinar 
un  veneno?  ¿Qué  falta  nos  ha  de  hacer  ese  veneno  en  sustancia? 

En  muchos  casos  de  intoxicación  producida  por  plantas  venenosas,  sus 
extractos  ó alcaloideos,  el  arte  moderno  ya  consigue  descubrir  estos  úl- 
timos, aislándolos  de  las  sustancias  orgánicas  con  los  que  están  mez- 
clados , y sometiéndolos  á la  acción  de  los  reactivos.  Con  el  método  de 
Stass,  ó con  la  diálisis , se  obtienen  en  sustancia  ; pero  en  primer  lugar  es 
una  cantidad  mínima  por  lo  común  ; en  segundo  lugar,  siquiera  por  al- 
gunos caractéres  físicos , se  dé  á conocer  el  veneno , ó deje  sospechar 
que  lo  es,  nadie  se  da  por  satisfecho,  y para  asegurarse  se  apela  á los 
reactivos , tanto  para  comprobar  que  es  un  alcalóide  , como  para  deter- 
minar cuál  sea.  Véase  lo  que  se  hace  con  el  método  de  Stass.  Obtenida 
la  gota  oleosa  de  la  nicotina  ó conicina ; obtenido  el  polvo  blanco  de  los 
demás  alcaloideos  , se  prosigue  la  operación , y no  se  decide  nada , hasta 
que  los  reactivos  determinan  el  alcaloideo  que  es  el  obtenido.  ¿De  qué 
sirve  haberle  obtenido  en  sustancia? 

Esa  cantidad  que  así  se  obtiene  no  da  resultado  definitivo.  Fuera  de 
cuando  es  volátil,  cuyo  aspecto  oleoso,  y cuyo  olor  casi  permite  afirmar 
cuál  de  los  dos  es,  nicotina  ó conicina  , el  solo  aspecto  del  polvo  que 
resulta , evaporado  el  éter  por  el  método  de  Stass , ó el  líquido  del  reci- 
piente por  el  de  (íraham , no  basta  para  determinar  el  alcaloideo,  por 
cuanto  casi  todos  tienen  el  mismo  carácter  físico  exterior.  El  microsco- 
pio puede  distinguirlos  por  su  forma  cristalina  ó amorfa;  pero  cabiendo 
todavía  con  esto  la  confusión , hay  que  apelar  á sus  caracteres  químicos, 
para  determinar  definitivamente  el  alcalóide  ¿No  es  eso  una  prueba  evi- 
dente de  que  los  caractéres  químicos  y no  el  veneno  en  sustancia,  son  lo 
esencial  de  la  prueba  química;  que  ella  y no  la  sustancia  son  las  que  dan 
fé  de  la  existencia  del  veneno? 

TOX I COI.OG  í A . — 56 


— m — 

El  método  de  Christhisson  , Orfila  , Devergie,  etc. , á veces  basta  para 
revelar  el  veneno  orgánico , y en  este  caso  no  se  obtiene  en  sustancia 
como  con  el  método  de  Stass  y la  diálisis ; solo  se  reconoce  su  presencia 
por  medio  de  los  reactivos,  ó de  los  caractéres  químicos  del  veneno  con- 
tenido en  el  licor  tratado  por  el  subacetato  de  plomo  y la  corriente  del 
ácido  sulfhídrico.  Si  ese  método  no  se  considera  tan  eficaz  como  el  de 
Stass  y el  de  Graham,  no  es  porque  no  se  obtenga  el  veneno  en  sustan- 
cia , sino  porque  no  es  tan  poderoso  para  aislar  de  las  materias  orgáni- 
cas el  veneno  de  un  modo  tan  puro,  que  permita  revelarle  por  medio 
de  los  reactivos.  Mas  cuando  abunda , el  método  sirve  y los  caractéres 
químicos  son  los  que  dan  fe  de  la  presencia  del  veneno. 

En  todos  esos  diferentes  casos  que  acabo  de  indicar,  siempre  que  los 
síntomas  y la  autópsia  suministran  datos  suficientes  para  ello , la  intoxi- 
cación se  afirma,  sin  que  la  base  lógica,  en  que  se  apoya  semejante  afir- 
mación , sea  la  presentación  del  veneno  en  sustancia.  En  unos,  porque 
ni  es  posible  la  aplicación  de  las  análisis  químicas , en  cuya  circunstan- 
cia , no  solo  no  hay  la  sustancia  del  veneno , sino  ni  revelación  de  sus  ca- 
ractéres químicos  : en  otros,  porque  aun  cuando  se  obtenga  líquido  ó 
sólido  , y aislado  de  las  sustancias  orgánicas  con  que  estaba  mezclado  ó 
combinado , lo  que  decide  la  cuestión  es  la  obtención  de  los  caractéres 
químicos,  el  resultado  de  la  acción  de  los  reactivos.  La  doctrina  de 
Plenck.  y de  Morgagny,  por  lo  tanto,  respecto  de  esos  casos,  no  tiene 
fuerza  ninguna,  ni  es  la  que  priva  entre  los  prácticos. 

Veamos  si  sucede  otro  tanto  respecto  de  los  venenos  inorgánicos,  ó lo 
que  es  lo  mismo,  respecto  de  la  opinión  de  Devergie,  la  que  por  el  mero 
hecho  de  limitarse  á los  metálicos  , deja  implícitamente  concedido  que, 
respecto  de  los  orgánicos  , no  hay  que  exigir  como  prueba  la  presencia 
del  veneno  en  sustancia. 

Lo  primero  que  le  ocurrirá  á cualquiera  es  que  minerales  son  los  cáus- 
ticos alcalinos,  los  ácidos  sulfúrico,  nítrico  y clorhídrico  concentrados, 
el  nitrato  de  plata,  él  cloruro  de  antimonio,  etc.,  etc. , y bien  sabido  es 
que  tanto  los  síntomas  como  la  anatomía  patológica  de  esas  intoxica- 
ciones cáusticas,  son  tan  patentes,  significan  de  un  modo  tan  evidente 
el  envenenamiento,  que  no  se  necesita  nada  mas  para  afirmarle. 

_ Fuera  de  esos  casos  hay  otros  en  los  que  por  haberse  tirado  las  mate- 
rias arrojadas  por  vómitos  ó cámaras , y por  analizar  los  órganos  del  ca- 
dáver, después  de  muchos  dias  del  envenenamiento , habiendo  vivido  el 
sugeto  bastante  para  eliminar  el  veneno , es  posible  que  la  mas  hábil  y 
detenida  análisis  no  pueda  descubrir  el  menor  átomo  de  él , siquiera  sea 
metálico  ó mineral.  Y con  todo,  si  los  síntomas  y la  autópsia  están  de 
acuerdo  y acusan  el  envenenamiento,  la  buena  íógica,  como  lo  vere- 
mos , afirma  ese  envenenamiento , á pesar  de  no  haber,  no  solo  veneno 
en  sustancia,  sino  ni  caractéres  químicos  que  le  revelen  por  medio  de  los 
reactivos. 

Orfila  decía  y decía  bien : no  es  posible  aislar  en  muchos  casos  el  po- 
tasio , el  sodio  y el  bario  para  presentarlos  en  sustancia  como  prueba  del 
envenenamiento,  por  un  preparado  de  potasa,  sosa  ó barita,  ó los  com- 
puestos de  aquellos  metales , y sin  embargo  son  venenos  metálicos , y 
esas  intoxicaciones  se  afirman ; son  precisamente  las  que  mas  pueden 
afirmarse,  sin  atenerse  mas  que  á los  síntomas  ó á los  datos  anatómicos, 
y con  mas  razón  á la  reunión  de  esos  dos  órdenes  de  datos;  y si  se  apela 
a la  química,  ya  es  mas  bien  como  corroborante,  que  como  medio  nece- 


— m - 

sario  de  completar  la  prueba ; y nadie  piensa  en  aislar  el  metal  potasio, 
sodio,  bario,  ni  la  potasa,  sosa  y barita,  ni  en  recoger  algunas  gotas 
siquiera  de  ácido  sulfúrico,  nítrico  ni  clorhídrico,  ni  en  obtener  la  plata, 
el  antimonio,  etc.  Todo  lo  que  se  hace  es  aplicar  los  reactivos  propios 
de  cada  cuerpo,  aplicar  el  papel  azul  de  tornasol  á las  materias  atacadas 
por  ácidos , el  rojo  á los  atacados  por  álcalis,  etc. , etc. 

Oé  aquí  otra  práctica  generalmente  seguida  en  la  que  se  prescinde 
por  completo,  á pesar  de  ser  minerales  los  venenos,  de  presentarlos  en 
sustancia,  considerándose  los  peritos  suficientemente  autorizados  para 
afirmar  el  envenenamiento,  con  obtener  la  manifestación  del  veneno  por 
medio  de  sus  reacciones  características. 

En  todos  los  casos  de  envenenamiento  provocado  por  un  veneno  mi- 
neral, el  arte  química  tiene  hoy  dia  medios  seguros  de  revelar  el  ve- 
neno ; como  no  se  desperdicien  las  materias,  se  analicen  los  órganos  y lí- 
quidos del  cadáver  á su  debido  tiempo  recogidos , y no  solo  al  estado 
fresco,  sino  á un  grado  mas  ó menos  avanzado  de  putrefacción  de  las 
materias.  Si  esta  última  circunstancia  puede  volver  inútiles  las  análisis 
químicas,  cuando  el  veneno  es  orgánico,  no  sucede  así  cuando  es  inorgá- 
nico , y cuando  hay  alcaloideos , con  frecuencia  tampoco.  La  análisis 
química  descubre  el  veneno.  Es  una  necesidad  , como  lo  veremos,  asociar 
á los  síntomas  y autópsia,  los  resultados  analítico-químicos.  Pero  ¿qué 
se  hace  en  esos  casos?  ¿Cuál  es  la  jurisprudencia  práctica?  ¿Se  aísla  el 
veneno  para  presentarle  en  sustancia?  Siquiera  se  obtenga  alguna  canti- 
dad de  él , ¿basta  eso  para  afirmar  su  presencia  ? ¿No  se  apela  á las  reac- 
ciones , á los  caracteres  químicos?  ¿Qué  químico  se  contenta  con  obtener 
el  arsénico  en  manchas  ó anillos  , el  cobre  en  capas  sobre  una  lámina  de 
acero  , el  mercurio  en  capas  sobre  una  lámina  de  cobre,  el  antimonio  en 
manchas  y anillos  como  el  arsénico  , el  plomo  en  globulillos,  etc. , etc.? 
No  hay  un  solo  perito  que  no  funde  su  convicción  más  en  el  conjunto 
de  reacciones  que  na  obtenido,  que  en  la  presentación  de  ese  veneno,  cu- 
yos caracteres  físicos  rara  vez , por  no  decir  ninguna , bastan  para  de- 
terminarle con  toda  seguridad. 

Esas  mismas  manchas  y anillos  arsenicales  y antimoniales  que  se  ob- 
tienen con  el  aparato  de  Marhs,  se  sujetan  luego  á los  reactivos,  no  solo 
para  diferenciar  las  de  arsénico  de  las  de  antimonio,  sino  para  determi- 
nar el  metal.  Ese  cobre,  ese  mercurio  que  se  obtiene  en  capas;  ese  plo- 
mo que  se  aisla  en  globulillos,  ¿no  se  loman  luego  con  un  disolvente  quí- 
mico, para  someterlos  á los  reactivos  característicos,  para  asegurar  que  la 
sustancia  obtenida  es  cobre,  mercurio  ó plomo?  ¿No  se  hace  otro  tanto 
con  todos  ios  demás  metales?  ¿No  quiere  el  mismo  Devergie,  como  lo 
veremos,  que,  si  una  aguja  suspendida  en  una  disolución  de  un  prepa- 
rado de  cobre  se  cubre  de  este  metal , según  el  proceder  de  lloutigny  de 
Evreux , para  afirmar  ese  cobre , se  someta  á sus  reactivos  característi- 
cos? ¿ A.  qué  viene  , pues,  ese  precepto,  ese  principio  sin  excepción  de 
presentar  el  metal  en  esos  casos  para  afirmar  el  envenenamiento? 

La  práctica  general,  el  criterio  común  es  juzgar,  hasta  en  esos  casos 
en  que  el  veneno  es  presentable  en  sustancia,  por  los  caracteres  químicos 
que  le  acusan ; con  lo  cual  se  presentan  en  relieve  dos  hechos  de  impor- 
tancia, en  especial  el  segundo,  y son  : primero;  que  no  es  tan  general  ya 
esa  falsa  doctrina  que  combatirnos,  como  lo  supone  Tardieu,  como  lo  da 
á entender  en  el  párrafo  que  le  hemos  copiado,  cuando  viene  á suponer 
que  en  ese  proceso  célebre  á que  alude,  se  levantó  contra  ella  el  primero; 


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no  considerándola  lodavía  derribada  : y segundo;  que  en  la  práctica  nadie 
signe  ese  precepto  de  Devergie , ni  el  mismo  que  le  formula;  nadie  hace 
descansar  la  convicción  en  la  presencia  del  veneno  en  sustancia,  sino  en 
los  caracteres  químicos  del  mismo  revelados  por  sus  reactivos;  aun  en 
los  casos  de  envenenamiento  por  sustancias  minerales , y obtenidos  en 
abundancia. 

Y no  puede  menos  de  ser  así.  Los  caracteres  químicos  son  tan  feha- 
cientes de  la  presencia  de  un  veneno , como  el  veneno  mismo  y mucho 
más.  Ya  hemos  dicho  en  la  cuestión  primera  que  el  carácter  químico  es 
un  fenómeno  físico  sensible , producido  por  determinada  reacción  quí- 
mica entre  dos  sustancias  puestas  en  esfera  de  actividad  recíproca,  cuya 
acción  se  manifiesta  por  medio  de  ese  fenómeno;  y como  esa  acción  se 
debe  á la  naturaleza  de  esos  cuerpos , á los  principios  que  los  constitu- 
yen , á su  materia  particular,  á su  esencia;  nada  mas  lógico  que  inferir 
de  la  manifestación  de  esos  fenómenos  la  existencia  def  cuerpo  que  los 
produce,  en  el  sitio  donde  los  produce. 

Esta  es  la  razón  filosófica  de  la  significación  que  se  da  á los  caracteres 
químicos , como  signos  representativos  de  la  presencia  de  un  veneno , y 
como  esa  manifestación  está  mas  relacionada  con  la  naturaleza,  con  la 
constitución,  con  la  materia,  con  la  esencia  del  cuerpo,  que  su  aspecto 
exterior  ó su  color  y su  forma;  de  aquí  que  los  caracteres  químicos  sean 
mas  fehacientes , mas  demostrativos  de  la  existencia  del  veneno , que  su 
misma  presentación  en  sustancia.  Aquellos  no  necesitan  esta  para  dar- 
prueba;  esta  los  necesita  á ellos  para  serlo. 

Siempre  que  hay  manifestación  de  reacciones,  el  veneno  está  allí  en 
sustancia ; puesto  que  sin  ella  no  habría  esas  manifestaciones  ; los  carac- 
téres  son  propios  de  la  materia  ; sin  ella  no  los  hay ; dadas  ciertas  cir- 
cunstancias, desplega  su  acción,  y esta  se  manifiesta  por  fenómenos  sen- 
sibles; de  consiguiente  si  existen  esos  fenómenos,  es  porque  existe  esa 
materia ; el  veneno  está  allí  en  sustancia ; no  le  vemos  directamente, 
porque  á la  sazón  no  tiene  medios  de  herir  nuestros  sentidos  de  un  modo 
que  le  revele;  el  reactivo  se  los  da. 

El  ácido  arsenioso  existe , por  ejemplo,  en  el  licor  que  se  obtiene,  des- 
pués de  la  carbonización  de  las  materias  envenenadas  por  él.  No  se  ve; 
no  se  puede  afirmar  que  esté  allí ; porque  el  licor  tiene  el  aspecto  de 
agua  pura;  y sin  embargo  allí  está  en  sustancia,  en  materia,  disuelto, 
incoloro,  inodoro,  inaccesible  á los  sentidos.  El  ácido  sulfhídrico  le  hace 
precipitar  en  amarillo , dando  el  sulfuro  de  arsénico , cuerpo  visible  por 
su  estado  y por  su  color.  Pues  este  carácter  químico  del  ácido  arsenioso 
le  revela  en  sustancia , porque  revela  su  materia , en  ese  sulfuro  está ; si 
le  descompongo,  obtendré  el  arsénico,  elemento  esencial  del  ácido  ar- 
senioso. 

Lo  que  digo  de  ese  ejemplo  es  aplicable  á todos  los  venenos  y á todas 
las  reacciones. 

Yo  pregunto  á los  que  exigen  el  veneno  en  sustancia,  ¿por  qué  solo 
con  esta  condición  se  consideran  autorizados  para  creer  en  el  envene- 
namiento? Dirán , porque  de  esta  suerte  tienen  á la  visla  un  cuerpo. 
¿Y  cómo  reconocen  ese  cuerpo?  ¿Basta  la  simple  vista?  No;  hay  que  exa- 
minar , además  de  sus  propiedades  físicas , las  químicas,  para  asegurar 
que  es  tal  ó cual.  ¿Y  cómo  se  persuaden  que  le  competen  estas  ó aque- 
llas propiedades  químicas?  Por  medio  de  los  caractéres  que  le  distin- 
guen. ¿Y  cómo  se  aprecian  estos  caractéres?  Por  medio  de  los  reactivos . 


a 


- 886  - 

;Y  qué  son  estos  caractéres?  Ya  lo  hemos  dicho:  precipitados  de  este  ó 
aouel  color  coloraciones,  efervescencias,  desprendimientos  de  olores,  de 
eases  enturbiamientos,  etc.,  etc.  Pues , si  en  último  resultado,  para  re- 
conocer que  esa  sustancia  que  se  os  presenta  es  el  veneno  tal  ó cual , te- 
neis  que  apelar  á los  reactivos  que  revelan  sus  caractéres  químicos,  ¿por 
ué  los  recusáis,  antes  de  presentaros  esa  sustancia  aislada  de  los  líqui- 
dos donde  está  contenida?  ¿Cuál  es  esa  lógica  que  hace  buenos  unos  en- 
sayos tan  pronto,  tan  pronto  los  hace  erróneos? 

Para  tener  seguridad,  certeza,  evidencia  de  que  un  cuerpo  dado  exis- 
te no  es  menester  que  le  tengamos  en  sustancia ; basta  que  se  revele 
por  las  propiedades  que  le  son  características.  Conocemos  los  cuerpos 
por  sus  propiedades  físicas  y químicas;  ellas  los  diferencian  los  unos  de 
los  otrosf  El  color  y olor  son  propiedades  de  los  cuerpos  bastante  dife- 
renciales , porque  ese  olor  y ese  color  son  resultados  de  ciertas  combina- 
ciones íntimas  de  los  cuerpos  entre  sí.  En  cantidades  considerables  no 
se  ofrece  duda  acerca  de  su  existencia.  Mas  si  existen  en  cantidades  exi- 
guas , ya  no  se  nos  revelan  por  sus  solas  propiedades  físicas , la  vista  no 
los  alcanza:  tampoco  el  microscopio;  pero  todavía  existen  en  bastante 
cantidad  para  darse  á conocer  por  medio  de  sus  correspondientes  reac- 
tivos. La  química  es  entonces  la  que  nos  revela  la  existencia  de  esos  cuer- 
pos , porque  los  cuerpos  obran  puestos  en  contacto  y en  circunstancias 
en  que  sus  afinidades  químicas  entren  en  juego,  aunque  sus  cantidades 
sean  sumamente  reducidas.  Un  átomo  de  un  cuerpo  puesto  en  contacto 
con  otro  átomo , entra  en  combinación , y si  de  esta  resulta  alguna  mu- 
danza sensible,  en  estado,  en  color,  en  olor,  en  temperatura,  etc.,  etc., 
entonces  por  estas  mudanzas  apreciarémos  la  existencia  de  ese  cuerpo 
que  no  vemos,  ni  tocamos  por  su  mucha  exigüidad.  Las  fuerzas  físicas  ó 
mecánicas  no  alcanzan  para  revelarle;  alcanzan  las  químicas,  puesto  que 
estas  obran  en  cantidades  pequeñísimas.  La  evidencia  ó la  certeza  de  ese 
cuerpo  es  igual  ó análoga  á la  que  tenemos  de  una  ciudad  que  no  hemos 
visto,  pero  de  cuya  realidad  tenemos  pruebas. 

Ahora  bien  : si  los  químicos  se  consideran  autorizados  para  concluir 
de  los  resultados  obtenidos  con  las  operaciones  analíticas,  ó la  acción  de 
los  reactivos , sobre  la  existencia  de  cada  uno  de  los  cuerpos  de  la  na- 
turaleza; si  no  se  satisfacen  para  afirmar  que  un  cuerpo  es  tal,  con  verle, 
cuando  sus  propiedades  físicas , botánicas  ó zoológicas  no  bastan  para 
ello;  si  acuden  acto  continuo  á los  reativos  para  descubrirle  sus  caracté- 
res químicos,  ¿qué  significa  exigir  el  veneno  en  sustancia  para  poder 
concluir,  para  poder  afirmar  que  ha  habido  envenenamiento?  Aquí  exi- 
gís, para  decidiros,  el  veneno  en  cuerpo,  en  sustancia,  aislado;  allá  le 
mezcláis  con  otras  sustancias  y hacéis  obrar  sobre  él  otro  cuerpo  que  con 
el  se  combine  para  tener  certeza  de  que  es  él.  Esto  es  una  petición  de 
principio ; una  solemne  contradicción. 

Suponed  que  en  los  licores  resultantes  de  la  análisis  de  los  materiales 
contenidos  en  las  vias  digestivas,  de  los  sólidos  ó líquidos  del  cuerpo  hu- 
mano, se  encuentran  con  los  reactivos  correspondientes  los  caractéres 
químicos  de  una  sal  de  antimonio , de  plomo , de  cobre,  una  preparación 
arsenical , etc.  Vosotros , los  de  esa  lógica  pirrónica , no  creeis  en  esta 
existencia  de  ninguna  de  esas  sustancias  venenosas , porque  no  hay  mas 
que  las  reacciones,  porque  no  se  os  presenta  el  veneno  en  sustancia.  El 

perito  reduce  algún  óxido , algún  sulfuro , etc.,  y os  da  el  metal,  ó la 
base,  ó el  ácido,  ó el  alcaloideo  venenoso. 


• Concluiréis  con  esto  solo?  ¿Os  bastará  que  os  dé  ese  metal,  esa  base, 

P e alcaloideo?  De  seguro  que  no.  Entonces  procederéis  . porque  así  de- 
béis hacerlo , A reconocer  si  este  es  el  cuerpo  que  se  os  dice  , ó vosotros 
creeis.  ¿Y  cómo  lo  haréis  para  reconocerle?  Le  sujetaréis  á los  reactivos, 
á la  acción  del  agua,  del  fuego,  etc.  ¿Y  para  qué?  no  ya  para  tenerle  en 
sustancia  , pues  en  sustancia  le  teníais ; sino  para  apreciar  sus  acciden- 
tes, sus  propiedades  ; no  ya  para  aislarle  , sino  para  volverle  á mezclar, 
á combinar  con  otros  cuerpos.  Entonces  y solo  entonces  diréis  que  es  tal 
ó cual  veneno.  Pues  si  á esto  teneis  que  apelar;  si  los  accidentes,  si  las 
propiedades  del  cuerpo  son  las  que  os  autorizan  , no  la  sustancia,  no  lo 
tísico,  para  establecer  que  es  tal  ó cual  cuerpo,  ¿de  qué  sirve  vuestra 
regla  exagerada?  ¿Qué  significa?  Es  una  ridiculez.  Vosotros  pedís  el  ve- 
neno aislado  como  una  condición  indispensable , como  la  base  de  toda 
vuestra  convicción,  y luego  que  se  os  da  ese  cuerpo  aislado , no  os  basta 
para  juzgar;  para  reconocerle  teneis  que  apelar  A lo  que  poco  hace  re- 
cusabais. 

Raspad,  á quien  hemos  citado  ya  como  contrario  A nuestro  modo  de 
ver  en  la  cuestión  tercera,  nos  ofrece  un  pasaje  que  está,  bajo  el  punto 
de  vista  en  cuestión  , de  acuerdo  con  nuestras  ideas.  Apreciando  el  valor 
de  las  reacciones  dadas  por  el  aparato  de  Marhs , dice  á Orfila  y A los 
químicos  que  se  valen  de  dicho  aparato  para  reconocer  la  verdadera  na- 
turaleza del  anillo  metálico  y manchas  que  se  forman  en  los  platos  de 
porcelana ; que  el  aparato  de  Marhs  en  química  legal  es  una  inconcebible 
petición  de  principio.  lié  aquí  cómo  discurre. 

«El  estudio  mas  profundizado  de  las  reacciones  usadas  hasta  el  dia  en 
la  investigación  de  un  envenenamiento  por  el  arsénico,  había  conducido 
á poner  en  duda  la  certeza  y significación  de  casi  todos  los  reactivos. 
Hubo  un  tiempo  en  el  que  se  decidía  de  la  presencia  del  arsénico  por  la 
reacción  del  sulfato  de  cobre  y de  la  potasa;  mas  tarde  se  reconoció  que 
el  jugo  del  café  no  tostado  daba  con  el  sulfato  y la  potasa  la  misma  reac- 
ción.. Se  echaron  luego  sobre  el  nitrato  de  plata;  mas  se  reconoció  que 
los  fosfatos  y el  jugo  de  la  cebolla  reaccionaban  con  el  nitrato  argéntico 
del  mismo  modo  que  lo  hace  el  ácido  arsenioso.  Apenas  se  publicó  la 
descripción  del  aparato  de  Marhs,  se  dijo  : hé  aquí  un  aparato  que  por 
sí  solo  va  á resolver  el  problema.  Abajo  los  reactivos  hasta  aquí  emplea- 
dos. De  todos  puede  sospecharse  que  han  engañado  al  tribunal.  Si  con 
el  aparato  de  Marhs  obtenemos  una  sola  mancha,  esta  mancha  equival- 
drá á cien  reacciones  y suplirá  su  ausencia.  Sin  embargo,  es  menester 
no  creer  que  todo  está  demostrado,  una  vez  obtenida  esta  mancha.  Cuan- 
do al  fin  han  conseguido  esta  revelación,  se  detienen  vacilando,  y se 
preguntan  : ¿Será  realmente  esta  mancha  arsénico?  ¿No  podría  ser  anti- 
monio? Y luego,  para  decidir  de  la  naturaleza  de  estas  manchas,  ¿sabéis 
á qué  recurren?  A la  contra-prueba  de  los  reactivos  tan  desdeñados,  re- 
chazados con  tan  poco  reconocimiento,  considerados  como  falaces,  in- 
exactos, indecisos  é incompletos.  ¿Concebís  ahora  la  ingeniosa  marcha 
de  esta  petición  de  principio?  Nuestros  reactivos  no  pueden  darnos  nin- 
guna indicación  positiva  sobre  cantidades  ponderables;  recurramos  al 
aparato  de  Marhs  que  nos  dará  manchas  apreciables  en  superficie  y no 
en  profundidad ; visibles,  pero  no  ponderables.  Se  obtienen  manchas  in- 
falibles ; pero  de  repente  se  ponen  sobre  sí  y se  someten  estas  manchas 
á los/eactivos.  Esto  es,  sobre  los  infinitamente  pequeños,  estos  reactivos 
van  á adquirir  un  poder  de  indicación  que  no  pueden  presentar  sobre  los 


- S87  - 

4 

infinitamente  grandes.  En  grande,  en  mucha  cantidad  engañan;  en  pe» 
queño  son  irrecusables.  Su  testimonio  crece  en  razón  inversa  de  las  ma- 
sas. Esto  es  química  legal  homeopática.  Y estos  reactivos  no  son  nume- 
rosos; no  son  mas  que  tres , y no  los  mas  estimados  en  análisis  cualitati- 
vas; al  contrario,  son  de  los  menos  empleadas.  Pero  estos  tres  reactivos 
deciden  de  lo  que  no  han  podido  decidir  veinte  reacciones  antes  del 
aparato  í1).» 

Este  razonamiento  de  Raspail , algún  tanto  epigramático , es  lógico , v 
los  partidarios  del  veneno  en  sustancia  no  son  los  mas  á propósito  para 
rebatirle.  Yo  me  complazco  en  citar  al  mismo  Raspail,  porque  en  esta 
misma  cuestión,  bajo  otros  aspectos,  opina  de  un  modo  diametralmente 
opuesto.  Yo  siempre  prefiero,  cuando  lo  puedo,  buscar  los  argumentos 
que  son  favorables  á mi  modo  de  ver  en  los  razonamientos  y citas  de  mis 
antagonistas.  Todo  lo  que  decía  Raspail  á Orfila  sobre  el  aparato  de 
Marhs , lo  digo  yo  á los  que  exigen  , para  decidir  del  envenenamiento, 
el  veneno  en  sustancia.  Ya  teneis  el  veneno , ya  creeis  haber  resuelto  el 
problema  ; mas  de  repente  os  asalta  la  duda  sobre  si  realmente  es  ó no 
tal  ó cual  veneno  la  sustancia  que  se  os  da  aislada ; y para  aseguraros 
acudís  á esos  reactivos  que  poco  hace  desdeñabais,  que  poco  hace  pros- 
cribíais como  falaces , como  incompletos,  como  equívocos  al  menos. 
Pues,  como  dice  Raspail,  cometéis  una  inconcebible  petición  de  principio. 

De  todas  las  consideraciones  en  que  hemos  entrado , resulta  lógica- 
mente que  es  insostenible,  no  solo  la  doctrina  de  Plenck  y de  Morgagny, 
sino  la  del  mismo  Devergie ; que  su  principio  no  solo  tiene  excepciones, 
sino  que  no  lo  es;  que  nadie  le  tiene  ya  por  tal,  ni  la  práctica,  que 
tanto  en  los  casos  de  envenenamiento  por  sustancias  orgánicas,  como  in- 
orgánicas , aun  en  aquellos  casos  en  que  son  practicables  las  análisis 
químicas,  y estas  dan  resultado,  no  se  busca  la  significación  lógica  de 
estos  en  la  obtención  del  veneno  en  sustancia  , sino  en  la  revelación  del 
veneno  por  medio  de  sus  caracteres  químicos  diferenciales. 

Estos  serán,  por  lo  tanto,  en  toda  ocasión  los  que  deberemos  tomar 
por  base , por  elemento  de  convicción  y hecho  de  prueba , para  afirmar 
que  las  análisis  químicas  han  dado  su  resultado  positivo,  y en  este  sen- 
tido la  tomarémos  como  otro  de  los  órdenes  de  datos  necesarios  en  cier- 
tos casos  para  afirmar  el  envenenamiento. 

A esto  se  refiere  la  regla  general  de  que  para  afirmar  el  envenena- 
miento se  necesitan  tres  órdenes  de  datos,  síntomas,  aulópsia  y análisis 
químicas ; respecto  á estas , se  quiere  decir  que  con  ellas  se  obtenga  los 
caractéres  químicos  de  los  venenos.  Orfila,  á quien  hemos  citado  des- 
pués de  Plenck , Morgagny  y Devergie , así  lo  entiende , por  mas  que  al- 
gunos hayan  pensado  lo  contrario.  Sobre  inferirse  claramente  de  lo  que 
luego  verémos  de  él , en  punto  á la  cantidad  del  veneno  obtenida  por  las 
análisis,  que  no  es  partidario  de  la  presentación  del  veneno  en  sustancia, 
‘e  deduce  claramente  de  las  palabras  que  le  hemos  copiado;  exige  que 
se  demuestre  la  existencia  del  veneno;  no  que  se  presente  en  sustancia ; los 
caractéres  químicos  demuestran  esa  existencia,  yeso  es  lo  que  quiere  de- 
cir y dice  Orfila , si  bien  su  regla , por  otra  parte , como  lo  hemos  visto, 
no  puede  tomarse  en  el  rigor  absoluto.  Los  experimentos  químicos  rigo- 
rosos que  exige , se  refieren  á las  reacciones , y nada  mas  que  á las  reac- 
ciones. 


(')  Obra  cit.,  t.  I,  pag.  475  y 76. 


— 888  - 

* 

Cuestión  5.’  — ¿La  cantidad  de  veneno  obtenida  por  las  análisis  químicas, 
mede  servir  de  guia  para  determinar  la  que  tomó  el  sugeto  envenenado  , y si 
Vcsta  fué  á dosis  tóxicas?  — Antes  de  emitir  nuestro  juicio  sobre  la  cuestión 
que  acabamos  de  formular,  creemos  muy  del  caso  oir  la  respetable  opi- 
nión de  Orfila  , por  dos  razones:  primera  , para  que  se  acabe  de  ver  cuán 
distante  está  el  difunto  decano  de  la  escuela  de  París  de  exigir,  como  lo 
han  creido  algunos,  el  veneno  en  sustancia  para  afirmar  el  envenena 
miento,  ni  de  negar  una  intoxicación  , porque  no  se  obtengan  resultados 
químicos;  y segunda,  porque,  siquiera  no  ventile  la  cuestión  actual  como 
se  debe  ventilar,  nos  preparará  el  terreno  para  hacerlo. 

Las  cuestiones  que  Orfila  trata  y dilucida  con  relación  á la  cuestión  de 
cantidad  y lo  que  esta  significa,  son  estas  (J): 

¿Es  necesario,  para  establecer  que  el  envenenamiento  se  ha  efectuado, 
recoger  una  cantidad  determinada  de  sustancia  venenosa,  ó bien  basta 
para  esto  cualquiera  proporción?  Esta  cuestión  va  subdividida  en  las  dos 
siguientes : 

1. a  En  ciertos  casos  de  envenenamiento  por  sustancias  minerales  sus- 
ceptibles de  ser  descubiertas  por  los  reactivos,  ¿puede  encontrarse  el 
perito  en  la  imposibilidad  de  descubrir  el  mas  ligero  átomo  de  esas  sus 
tancias? 

2. a  En  muchos  casos  de  envenenamiento,  ¿no  puede  el  perito,  por  mas 
que  haga,  sacar  de  las  sustancias  sospechosas  tan  solamente  proporcio 
nes  excesivamente  mínimas  de  veneno? 

Tales  son  las  cuestiones  que  sienta  el  antiguo  decano  de  la  Escuela 
médica  de  París;  hé  aquí  cómo  las  resuelve : 

« Hay  entre  los  venenos  un  buen  número  que  son  absorbidos;  de  suerte 
que  las  investigacioues  químicas,  propias  para  descubrirlos,  deben  ha- 
cerse al  propio  tiempo,  tanto  sobre  las  materias  arrojadas,  como  sobre 
los  órganos  digestivos  y visceras  mas  ó menos  lejanas.  Voy  á suponer 
que  se  trata  de  una  de  esas  sustancias  venenosas , y colocarme  así  en  la 
hipótesis  mas  desfavorable  para  establecer  la  exactitud  de  mi  proposición. 
Admitamos,  por  lo  concerniente  al  canal  digestivo  y las  materias  de  las 
evacuaciones,  que  estas  no  hayan  sido  recogidas,  ó que  se  hayan  hecho 
desaparecer;  y que  á consecuencia  de  vómitos  frecuentes  y cámaras  rei- 
teradas por  espacio  de  algunos  dias,  el  estómago  y los  intestinos  se  ha- 
yan desembarazado  completamente  del  veneno  que  contenían. 

» Evidentemente  el  perito  no  descubrirá  la  menor  huella  de  sustancia 
venenosa,  aunque  haya  habido  envenenamiento.  ¿Se  trata  de  la  porción 
del  veneno  que  ha  sido  absorbida?  La  experiencia  demuestra  que,  si  la 
intoxicación  data  de  algunos  dias,  puede  acontecer  que  no  se  descubra 
por  sí  un  átomo  del  veneno  en  las  visceras,  donde  hubiera  sido  fácil  de- 
mostrar la  presencia  algún  tiempo  antes.  Que  se  envenene  á muchos  per- 
ros, aplicando  en  su  tejido  celular  subcutáneo  de  la  parte  interna  de  uno 
de  los  muslos  10  centigramos  de  ácido  arsenioso  ó de  tártaro  estibiado 
en  polvo  fino,  abandónese  alguno  de  ellos  á sí  mismo , y después  de  su 
muerte,  la  que  se  efectuará  ai  cabo  de  treinta  ó cuarenta  horas,  somé- 
tanse sus  visceras  á las  operaciones  químicas  propias  para  descubrir  es- 
tos venenos , y no  se  tardará  en  sacar  de  las  visceras  cantidades  notables 
de  arsénico  ó antimonio. 

»Que  otros  animales  envenenados  del  mismo  modo  sean,  al  contrario, 

t‘)  Obra  cit.  .t.U,  p 731  y siguientes. 


- 889  — 

sometidos  á la  acción  de  una  medicación  diurética  abundante;  si  se  con- 
sigue que  orinen  mucho  por  espacio  de  tres  ó cuatro  dias , estos  animales 
no  mueren;  y si  se  matan  sobre  el  noveno  ó décimo  dia  del  envenena- 
miento , podrá  asegurarse  el  observador  que  no  hay  ya  en  las  visceras  el 
mas  ligero  vestigio  de  arsénico  ó de  antimonio , mientras  que  la  orina  re- 
cogida" durante  esos  dias  los  proporcionará  en  considerables  cantidades. 
Yo  he  repetido  estos  experimentos  delante  de  un  público  numeroso  que 
asistía  á mis  lecciones,  dadas  en  octubre  y noviembre  de  1840,  en  pre- 
sencia de  una  comisión  nombrada  por  la  Academia  real  de  Medicina. 
¿Es  posible  justificar  mejor  la  proposición  que  nos  ocupa?  Aquí  vemos 
animales  que  habían  sido  evidentemente  envenenados , y que , sin  em- 
bargo, no  dan  ni  un  átomo  de  arsénico  ni  de  antimonio  al  cabo  de  algu- 
nos dias.  Puede,  pues,  acontecer  que  un  sugeto  haya  tomado  cierta  do- 
sis de  una  sustancia  venenosa , insuficiente  para  hacerle  perecer  en  algu- 
nas horas;  que  haya  experimentado  por  espacio  de  ocho,  diez  , doce  ó 
quince  dias  síntomas  de  envenenamiento , y que  durante  este  tiempo  e! 
tósigo  haya  sido  enteramente  expulsado  por  los  vómitos  y cámaras , por 
la  vía  de  la  orina,  y tal  vez  por  otros  emunctorios , y que  en  el  momento 
en  que  sobrevenga  la  muerte , sea  á causa  del  envenenamiento , sea  por 
otra  causa , no  se  encuentre  ya  en  las  visceras  la  porción  del  veneno  que 
se  hubiera  encontrado  en  ellas  indefectiblemente,  si  se  hubiese  destruido 
acto  continuo  la  vida. 

»Guardaráse , por  lo  tanto,  el  perito  de  concluir  que  la  intoxicación 
no  se  ha  efectuado  por  solo  lo  razón  que  no  ha  podido  descubrir  la  sustancia 
venenosa,  y deberá  ser  tanto  mas  circunspecto  con  respecto  á esto,  cuanto 
que  el  mal  éxito  de  estas  investigaciones,  independientemente  de  la  causa 
que  yo  señalo,  puede  muy  bien  depender  de  la  mala  dirección  dada  á las 
operaciones,  ó de  que  no  se  habrán  puesto  en  práctica  los  procedimien- 
tos mas  apropiados  para  descubrir  los  venenos,  ó bien  de  que  el  enve- 
nenamiento habrá  sido  producido  por  una  de  esas  numerosas  materias 
que  se  escapan  todavía  en  la  actualidad  de  nuestras  investigaciones.  Si  es 
cierto  que  se  puede  llegar,  por  medio  de  análisis  delicadas,  á descubrir 
en  el  canal  digestivo,  en  las  cámaras  ó materias  vomitadas,  proporcio- 
nes notables  de  estricnina,  de  brucina,  de  morfina,  de  ácido  cianhí- 
drico, etc. , es  también  sabido  cuán  difícil  es  demostrar  la  presencia  de  pe- 
queñas proporciones  de  estos  diferentes  cuerpos , notablemente  cuando  se  trata 
de  buscarlos  en  la  sangre  ó en  los  órganos  á donde  kan  ido  á parar  por  ab~- 
sorcion. 

» Es  conocida  la  impotencia  del  arte  por  lo  concerniente  á la  análisis 
de  un  sinnúmero  de  venenos  vegetales  activos,  tales  como  la  datura 
slramonium,  el  beleño , el  acónito,  la  cicuta,  la  digitab,  etc.,  aun  cuando  los 
jugos  ó extractos  de  estas  plantas  estén  mezclados  en  grande  proporción 
con  los  líquidos  del  estómago  ó de  los  intestinos,  ó con  las  materias  de 
las  evacuaciones.  En  todos  los  casos  de  envenenamiento  presunto,  en  los 
cuales  la  investigación  de  la  sustancia  venenosa  haya  sido  sin  resultado, 
el  perito,  antes  de  decidiré,  deberá  examinar  atentamente  todas  las  cir- 
cunstancias que  han  precedido,  acompañado  y seguido  á la  enfermedad; 
la  naturaleza  y la  marcha  de  esta  le  permitirán  , en  ciertos  casos , tener  sospe- 
chas , y hasta  establecer  probabilidades  acerca  de  la  existencia  de  un  envenena- 
miento ; en  otras  se  limitará  á declarar  que  no  es  imposible  que  el  enfermo  haya 
muerto  envenenado;  ai  paso  queá  veces  podrá  afirmar  que  la  muerte  reco- 
noce olea  causa  que  la  intoxicación.» 


- $90  - 

Veamos , antes  de  hacer  alguna  reflexión  sobre  esta  larga  cita , cómo 
resuelve  Orfila  la  segunda  parte  de  la  cuestión. 

«Puesto  que  acabo  de  establecer  que  hay  circunstancias  en  las  cuales 
no  se  encuentra  un  átomo  de  sustancia  venenosa,  á posar  de  ser  incon- 
testable el  envenenamiento,  se  admitirá  sin  dificultad  que  hay  casos  en 
los  que  el  perito  mas  hábil  no  descubrirá  mas  que  ciertos  vestigios.  En 
efecto , si  la  muerte  , en  vez  de  efectuarse  á los  diez , doce  ó quince  dias 
después  del  envenenamiento,  cuando  ya  ha  sido  expulsado  todo  el  ve- 
neno, sobreviniese  hácia  el  cuarto  ó quinto  día,  podría  no  descubrirse 
mas  que  una  mínima  proporción  del  tósigo  no  eliminado  todavía , y se 
engañará  extrañamente  el  que  estableciera  que  el  sugeto  no  ha  sido  en- 
venenado , porque  no  se  hubiese  obtenido  mas  que  algunos  átomos  del 
veneno.  Por  otra  parle,  yo  preguntaré  á las  personas  que  se  sintiesen 
tentadas  á sostener  una  Opinión  contraria  : ¿qué  entienden  por  cierta  can- 
tidad de  veneno , y cuál  es  la  cantidad  cabal  que  será  necesario  extraer 
para  afirmar  que  ha  habido  envenenamiento?  ¿Será  1.2,  3 ó i miligra- 
mos? ¿Será  1 , ó 2 gramos?  ¿Será  menester,  según  que  los  venenos  sean 
mas  ó menos  activos,  que  esta  proporción  sea  doble  ó triple?  ¿Sabemos 
nosotros  cuál  es  la  cantidad  de  cada  sustancia  venenosa  necesaria  para 
envenenar,  y podemos  en  algún  caso  recoger  la  totalidad  de  la  que  se  en- 
cuentre en  las  diversas  partes  de  un  cadáver  en  el  moraenío  de  la  muerte? 
Al  contrario;  ¿no  sabemos  que  los  medios  empleados  por  los  hombres 
mas  hábiles  no  son  tales  que  no  se  pierda  necesariamente  una  porción 
del  veneno,  aun  cuando  se  obre  sobre  todas  las  partes  del  cadáver,  lo 
cual  es  impracticable?  ¿ Qué  vaguedad  y qué  confusión  no  se  introduciría  en 
la  ciencia,  si  semejantes  ideas  encontrasen  apoyo ? Todos  los  culpables  esca- 
pariañ  á la  acción  de  la  justicia , con  grave  detrimento  del  órden  social. 
No  es  esto  solo;  por  mucho  cuidado  que  ponga  la  autoridad  en  escoger 
los  peritos,  debemos  reconocer  que  no  todos  son  igualmente  aptos  para 
emprender  operaciones,  muy  á menudo  delicadas,  y es  fácil  ver  que  en 
ciertos  casos , á consecuencia  de  operaciones  mal  concebidas,  ó peor  eje- 
cutadas, no  se  encontrará  mas  que  una  pequeña  proporción  de  sustancia 
venenosa  en  uno  ó muchos  órganos,  al  paso  que  hubiese  dado  más 
puesta  en  manos  mas  hábiles.  Estas  diversas  consideraciones  me  permi- 
ten concluir  diciendo:  Que  seria  absurdo  exigir  que  se  debe  haber  obtenido 
una  cantidad  bastante  notable  de  materia  venenosa  para  asegurar  la  existencia 
de  un  envenenamiento. 

» Jamás  . pues , me  levantaré  con  bastante  fuerza  contra  uno  de  los 
asertos  vertidos  por  M.  Devergie  en  la  página  S76  del  tomo  III  de  ?u  Me- 
dicina legal,  tercera  edición.  Con  motivo  de  un  medio  propuesto  por 
M.  Bouligny  para  descubrir  algunos  átomos  de  una  sal  de  cobre,  cuando 
los  reactivos  ordinarios  no  pudieren  revelarla , medio  que  no  es  nuevo, 
y que  consiste  en  suspender,  por  medio  de  un  cabello , la  mitad  de  una 
aguja  fina  en  medio  del  líquido  previamente  acidulado,  M.  Devergie 
dice  : Que  será  menester,  para  estar  en  derecho  de  declarar  que  ha  ha- 
bido envenenamiento , poder  descubrir  la  presencia  del  veneno  por  me- 
dio de  los  reactivos  indicados  (lámina  de  hierro , cianuro  de  potasio) , y 
no  concluir  cuando  el  solo  medio  de  Boutigny  haya  dado  á conocer  la 
existencia  del  cobre.  El  principio  que  quisiera  consagrar  nuestro  cofrade 
no  ha  de  ser  admitido  de  nadie  seguramente,  después  de  los  hechos  que 
preceden  y de  las  reflexiones  que  los  acompañan.  iCómo!  ¿Se  tendría 
a Pretension  de  dar  á creer  que  porque  un  licor  sospechoso , que  co 


- 891  - 

tiene  una  sal  de  cobre  en  disolución , no  contiene  bastante  para  que  la 
descubran  los  reactivos  ordinariamente  empleados , no  puede  proceder 
de  una  preparación  cúprica  que  haya  servido  para  el  envenenamiento? 
¿Con  que  no  se  concibe  que  á consecuencia  de  vómitos  reiterados,  etc., 
no  puede  quedar  ya  de  ese  licor  ó preparación  mas  que  algunos  átomos? 
Es  como  si  se  dijera  : el  ácido  sulfhídrico  no  descubre  el  ácido  arsenioso 
en  un  líquido  acerca  del  cual  se  sospecha , ya  porque  el  veneno  esté  en 
poca  cantidad,  ya  porque  le  retiene  alguna  sustancia  orgánica,  pues  el 
líquido  no  puede  provenir  de  un  envenenamiento , aunque  por  medio  del 
aparato  de  Marhs , agente  mucho  mas  sensible  que  el  ácido  sulfhídrico, 
se  obtuviesen  muchas  manchas  evidentemente  arsenicales , y hasta  un 
anillo  de  arsénico  metálico!  Hé  aquí  á qué  consecuencias  erróneas  con- 
duce la  falta  de  apreciar,  en  su  justo  valor,  la  cuestión  de  la  cantidad, 
que  forma  el  objeto  de  este  artículo  i1).» 

He  querido  copiar  literalmente  todo  este  largo  trozo  de  Orfila , por- 
que , como  llevo  dicho,  es  autoridad  respetable  en  la  materia , y en  ella 
se  han  fundado  algunos  para  exigir  el  veneno  en  sustancia,  ó una  canti- 
dad de  este  veneno  para  poder  decir  que  ha  habido  envenenamiento. 

Que  Orfila  no  tiene  semejante  opinión  , no  hay  mas  que  fijarse  en  esa 
cita.  Respecto  al  lema  de  la  cuestión  que  nos  ocupa  , ya  he  dicho  que  ese 
autor  no  le  agita  como  es  debido;  pero  con  las  reflexiones  que  hace,  de- 
masiado deja  entrever  que  no  estaba  por  considerar  la  cantidad  de  ve- 
neno obtenida  por  las  análisis  como  capaz,  en  ningún  caso,  de  representar 
de  modo  alguno  la  cantidad  tomada  por  el  sugeto  envenenado,  ni  de  ser- 
vir de  guia  segura  para  determinar  si  esa  cantidad  filé  tóxica. 

Estas  reflexiones  tan  de  acuerdo  con  las  que  hemos  consignado  en  pá- 
ginas anteriores  y con  las  que  consignaremos  en  otro  lugar  con  aplica- 
ción á otros  puntos,  no  han  de  permitir  que  nadie  pretenda  con  funda- 
mento que  en  ningún  caso  pueda  ser  la  cantidad  de  veneno  obtenida  por 
medio  de  las  análisis  químicas,  la  expresión  de  la  ingerida  en  la  orga- 
nización del  sugeto  envenenado.  Solo  en  el  caso  de  no  haberse  perdido 
nada  de  las  materias  arrojadas  por  vómitos  y por  cámaras,  y de  someter 
con  ellas  todo  el  cadáver  á las  operaciones  destinadas  á aislar  la  sustan- 
cia venenosa,  podría  representar  la  cantidad  aislada,  la  ingerida.  Pero 
eso  no  se  hace  nunca,  ni  hay  ninguna  necesidad  de  que  se  haga. 

No  hemos  visto  nunca,  ni  en  las  obras  de  los  autores,  ni  en  los  Anules 
de  Higiene  y Medicina  legal , ni  en  otra  parte , un  caso  práctico , en  el  que 
se  haya  resuelto  la  cuestión  del  envenenamiento  de  ese  modo.  En  mu- 
chos de  los  dados  á luz,  hemos  visto  afirmado  el  envenenamiento,  y uj 
los  jueces  han  exigido  tal  declaración , ni  los  peritos  la  han  dado.  Siem- 
pre hemos  visto  que  las  análisis  químicas  se  han  reducido  á dar  pruebas 
de  la  presencia  del  veneno  por  medio  de  sus  caractéres  químicos,  unas 
veces  con  bastante  cantidad  de  materia  obtenida  en  reacciones,  otras  ve- 
ces con  poca ; á nadie  le  ha  ocurrido  buscar  en  esa  cantidad  la  expresión 
de  la  ingerida  en  el  sugeto. 

Esa  cuestión,  por  lo  tanto , bajo  ese  punto  de  vista,  no  es  práctica. 
Corno  dice  perfectamente  Orfila,  considerable  porción  del  veneno  se 
pierde,  arrojado  por  vómitos  y por  cámaras  que  no  siempre  se  recogen, 
otra  se  esparce  absorbida  por  ios  órganos,  gran  parte  de  los  cuales  no  se 
somete  á las  análisis;  es  por  lo  tanto  una  cantidad  en  cierto  modo  per- 


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elida  de  la  que  nadie  se  cuida,  porque  todos  tienen  la  íntima  convicción 
de  que  á nada  conduce  empeñarse  en  recoger  toda  la  cantidad  de  venina 
tomado  por  la  víctima.  no 

Las  análisis  químicas  no  han  tenido  nunca  semejante  objeto.  Asi  como 
en  los  síntomas  se  ha  buscado  un  cuadro  de  perturbaciones  funcionales 
características  de  la  intoxicación,  diferentes  del  que -corresponde  á la  en 
fermedad  común  , propio  de  esta  ó aquella  clase  de  venenos  y de  esta  6 
aquella  sustancia  venenosa;  asi  como  en  las  alteraciones  anatómico-pato- 
lógicas ofrecidas  por  la  autópsia  se  ha  buscado  igualmente  la  expresión 
de  una  dolencia  especial;  asi  en  las  análisis  quíinicas  se  buscan  los  sig- 
nos representativos  de  un  agente,  que  no  es  de  los  morbosos  comunes, 
para  que  este  órden  de  datos  dé  tanta  fe  de  la  existencia  de  un  veneno,’ 
como  los  síntomas  y como  la  autópsia ; la  cualidad  es  lo  que  se  busca  , no 
la  cantidad;  con  tal  que  se  encuentren  las  cualidades  del  veneno,  la  canti- 
dad importa  poco;  las  cualidades  revelan  todo  el  veneno;  que  no  lo  revele 
todo,  por  lo  tanto,  la  cantidad , no  es  un  inconveniente  grave  ni  leve". 

No  creo  que  sea  necesario  insistir  mas  en  este  punto,  para  dejar  demos  - 
trado que  jamás  debe  buscar  el  perito,  en  la  cantidad  de  veneno  obte- 
nida, la  expresión  de  la  cantidad  ingerida  del  mismo. 

Mas  ya  que  no  se  busque  esa  expresión  ¿podrá  servir  la  cantidad  ob- 
tenida de  guia  para  calcular  la  tomada , y poder  afirmar  si  ha  sido  la  in- 
gerida mucha  ó poca?  No  tiene  ninguna  duda,  que  si  por  medio  de  las 
análisis  químicas  se  obtiene  gran  cantidad  de  sustancia  venenosa,  parece 
lógico  inferir  que  tomaria  mucha  el  sugeto.  Pero  no  porque  se  obtenga 
poca  se  ha  de  deducir  que  también  fué  poca  la  que  tomó.  Aquí  entran  de 
lleno  todas  las  consideraciones  que  hemos  visto  en  las  citas  de  Orfila. 
Siendo  varias  las  causas  que , á pesar  de  ser  considerable  la  cantidad  de 
veneno  tomada,  las  análisis  químicas  aíslan  y revelan  poca,  se  concibe. á 
qué  errores  tan  graves  no  pudiéramos  ser  inducidos,  si  prescindiendo  de 
esas  causas  y circunstancias,  infiriéramos  de  esa  escasa  cantidad  aislada, 
la  escasez  de  la  ingerida. 

Para  presumir  si  fué  poca  ó mucha  esta  cantidad  , no  hace  falta  fijar- 
nos en  lo  que  se  obtiene  por  medio  de  las  operaciones  analítico -químicas; 
los  síntomas  lo  revelan  tanto  ó mas  que  la  análisis ; la  gravedad  y la  in- 
tensidad de  la  intoxicación  están  acusando  la  cantidad  de  veneno,  porque 
aquellas  están  en  razón  directa  de  esta,  sea  enérgico,  sea  poco  activo  ese 
veneno,  la  intensidad  respectiva  de  la  intoxicación  que  provoca  está  di- 
ciendo la  cantidad  que  ha  entrado  en  acción.  Otro  tanto  sucede  respecto 
de  las  alteraciones  anatómico-patológicas,  si  las  determina;  de  consiguien- 
te, siquiera  la  cantidad  obtenida  por  medio  de  las  análisis  químicas  no  sea 
considerable , no  por  eso  dejarémos  de  conocer  que  no  fué  escasa  la  to- 
mada por  el  sugeto , si  los  sintomas  y la  autópsia  revelan  que  fué  consi- 
derable. . , 

Si  los  que  suscitan  esas  cuestiones  no  perdieran  nunca  de  vista  que  ei 
envenenamiento  no  se  afirma  tan  solo  por  los  resultados  de  las  análisis, 
no  darían  esa  importancia  á la  cantidad  del  veneno  que  las  análisis  ob- 

^Desde  el  momento  que  conste  haber  presentado  el  sugeto , antes  de 
morir,  un  cuadro  de  síntomas  propio  de  esta  ó aquella  intoxicación , ae 
este  ó aquel  veneno,  por  medio  del  cual  se  ha  formado  el  diagnostico  u 
ferencial;  desde  el  momento  que  la  autópsia  ha  revelado  lasjV¿^ 
anatómico-patológicas  que  corresponden  á esa  intoxicación,  airerei 


— 893  — 

dose  de  la  que  es  propia  de  las  enfermedades  comunes ; si  las  análisis 
químicas  descubren  en  las  materias  procedentes  del  sugeto  yen  sus  órga- 
nos y líquidos  la  existencia  del  veneno,  ¿qué  necesidad  hay  de  fijarse  en 
la  cantidad  de  este  para  afirmar  que  fué  tóxica  la  que  el  sugeto  tomó? 

¿No  hemos  probado  que  puede  afirmarse  el  envenenamiento,  siquiera 
no  se  obtenga  el  veneno  en  sustancia , bastando  para  ello  los  caractéres 
químicos  que  le  distinguen  manifestados  por  sus  especiales  reactivos? 

Pues  aquí  no  se  tiene  ninguna  cantidad  del  veneno ; aquí  no  se  tienen 
mas  que  sus  cualidades;  y sin  embargo,  se  afirma,  y se  afirma  lógica- 
mente el  envenenamiento,  y claro  está  que  si  se  afirma  este,  se  afirma  la 
dósis  tóxica  de  la  sustancia  tornada;  porque  si  no  hubiese  sido  tóxica,  no 
hubiera  habido,  ni  síntomas,  ni  alteraciones  anatómicas,  ni  muerte  del 
sugeto,  ni  envenenamiento  en  fin. 

Procurad  que  los  síntomas  estén  bien  determinados  y definidos;  que 
la  anatomía  patológica  del  caso  esté  debidamente  apreciada , y averiguad 
si  el  veneno , cuya  presencia  acusan  los  reactivos , puede  tener  otro  ori- 
gen. Si  no  le  halláis  ninguno  probable , fuera  de  una  administración  in- 
tencionada y criminal,  ¿qué  necesidad  teneis  de  andaros  con  las  balanzas 
pesando  la  cantidad  del  veneno  obtenida,  para  saber  que  la  administrada 
tué  tóxica? 

Suponed  que  los  médicos  que  han  asistido  al  envenenado  le  han  visto 
el  cuadro  tan  significativo  de  la  intoxicación  asfixiante  tetánica  por  la 
estricnina;  que  examinado  su  cadáver  se  le  han  hallado  los  vestigios  que 
ese  veneno  deja  en  ciertos  órganos,  y que  luego  las  análisis  químicas  acu- 
sen vestigios  de  ese  alcalóide  , terminantes,  bien  característicos , siquiera 
sea  en  cantidad  mínima,  como  casi  acontece  siempre.  ¿Necesitareis  fija- 
ros en  la  cantidad  para  tener  todos  los  elementos  necesarios  de  convic- 
ción, y afirmar  que  el  sugeto  ha  muerto  envenenado  por  la  estricnina? 

Suponed  que  el  caso  está  producido  por  un  preparado  de  cobre  , plo- 
mo, ó arsénico,  y que  sucede  lo  propio.  ¿Vacilareis  en  afirmar  la  intoxi- 
cación por  esos  minerales  , siquiera  las  análisis  os  den  escasa  cantidad  de 
los  mismos? 

Diréis  que  esas  sustancias  pueden  haberse  tomado  como  medicamentos 
algún  tiempo,  mayor  ó menor,  anLes  de  morir  el  sugeto;  ó que  esas  sus  - 
tandas,  en  especial  las  últimas,  pueden  ser  de  las  que  existen  natural- 
mente en  el  cuerpo,  y si  es  poca  la  cantidad  que  las  análisis  acusan , no 
sabremos  si  se  debe  á un  plan  curativo  ó á la  porción  natural  que  tiene 
la  economía. 

Esa  argumentación  , si  no  es  sofística,  es  cándida  hasta  dejarlo  de  so- 
bra, y revela  el  olvido  de  las  reglas  de  que  se  compone  el  criterio  para 
el  juicio  diferencial  de  la  enfermedad  común  y del  envenenamiento, 

Si  ese  veneno  acusado  por  las  análisis  químicas  en  pequeña  cantidad 
procediese  de  una  administración  farmacológica,  en  primer  lugar,  según 
la  data  de  su  administración  , ya  no  seria  posible  tal  procedimiento, 
puesto  que  hemos  visto  que  los  medicamentos  se  eliminan  de  la  economía 
con  el  tiempo,  que  es  breve  en  muchos  casos;  y en  segundo  lugar,  como 
medicamento,  esa  sustancia  no  hubiera  provocado  los  síntomas  de  la 
intoxicación  , no  hubiera  alterado  los  tejidos , no  hubiera  producido  la 
muerte.  El  argumento  mas  rotundo  é irrefragable  de  que  no  tiene  ese 
origen  es  el  cadáver  del  sugeto,  su  muerte  con  síntomas  y con  anatomía 
patológica,  propias  de  un  envenenamiento. 

Si  consta  que  no  ha  lomado  nunca  estricnina  como  medicamento,  ¿qué 


— 894  — 

fia  de  suponer  la  presencia  de  ese  alcalóide  en  las  materias  procedentes 
del  sugeto,  sea  poca  ó sea  mucha,  sino  un  envenenamiento?  En  el  cuerpo 
humano  no  existe  ni  se  forma  naturalmente  la  estricnina. 

Si  hace  tiempo  que  se  le  administró  para  combatirle  alguna  dolencia  v 
ya  ha  podido  ser  eliminada,  ¿qué  puede  significar  también? 

Si  se  han  visto  los  síntomas  y autópsia  característicos  de  la  acción  de 
ese  veneno,  ¿qué  puede  significar  sino  un  efugio,  una  argucia  curial, 
agarrarse  á que  tomó  esa  sustancia  como  remedio,  meses  ó días  antes? 

Otro  tanto  dirémos  del  cobre,  plomo  y arsénico.  Existen  naturalmente 
en  ciertos  órganos,  introduciéndose  en  ellos  por  medio  de  los  alimentos; 
enhorabuena';  pero  introducidos  de  ese  modo,  ¿producen  intoxicación? 
¿Son  capaces  de  provocar  síntomas  de  esta,  ni  de  alterar  los  tejidos  en 
sentido  tóxico?  Pues  si  consta  que  hay  síntomas  de  envenenamiento  por 
el  cobre,  por  el  plomo  ó por  el  arsénico;  si  consta  que  los  tejidos  están 
alterados,  como  los  alteran  esos  metales  ó sus  preparados,  y para  mayor 
abundamiento  la  análisis  acusa  sus  vestigios  materiales,  ¿qué  falta  hace 
aquí  la  cantidad  para  afirmar  el  envenenamiento  ? ¿A  quién  le  ocurrirá, 
si  ve  que  las  análisis  dan  poca  cantidad,  y más  si  hay  razones  que  la  ex- 
pliquen , que  esa  cantidad  exigua  pueda  ser  la  de  los  metales  natural- 
mente combinados  con  los  principios  inmediatos  de  la  economía?  Eso 
solo  podrá  ocurrir  á un  abogado,  resuelto  á lodo  trance  á defender  ai 
reo,  ó al  médico  que  no  tenga  otra  regla  para  su  criterio  que  las  análisis 
químicas. 

Si , en  efecto,  para  afirmar  una  intoxicación,  no  tuviéramos  mas  regia 
que  los  resultados  analítico-químieos , cuando  estos  nos  dieran  ligerísi- 
mos  vestigios  de  ciertas  sustancias,  podríamos  y deberíamos  vacilar  y 
sospechar  que  acaso  pertenecieran  á cuerpos  que  naturalmente  exis- 
ten ó se  forman  en  la  economía,  ó á medicamentos  mas  ó menos  tiempo 
antes  administrados  al  sugeto.  Pero  fundándonos,  como  lo  hemos  indi- 
cado y lo  iremos  viendo,  en  el  concurso  de  tres  órdenes  de  datos,  y tanto 
más  , cuanto  menos  terminante  sea  cada  uno  de  ellos;  esa  argumentación 
es  pueril,  no  tiene  fuerza  ninguna,  y como  ella  es  la  base  de  la  doctrina 
que  combatimos,  resulta  que  esa  doctrina  es  tan  pueril,  tan  débil  y tan 
falsa  como  esa  argumentación. 

Orfila,  por  lo  tanto,  estaba  muy  en  su  lugar,  interpretaba  muy  peí  feo 
tamenle  la  verdadera  significación  de  las  análisis  químicas , cuando  se  le- 
vantaba contra  esa  importancia,  que  algunos  han  querido  dar  á la  canti- 
dad del  veneno  obtenido  por  las  análisis  químicas  en  un  caso  de  envene- 
namiento. Como  hombre  de  gran  sentido  práctico ; como  hombre  de 
grande  experiencia  en  la  materia;  como  hombre  de  inteligencia  clara  y 
de  intuición  segura,  jamás  se  olvidó , al  tratar  de  esa  cuestión , de  las  ne- 
cesarias relaciones  que  hay  siempre  que  tener  presentes  éntrelas  análisis 
químicas  y los  síntomas  y autópsia.  Seguro  de  que  apelando , como  se 
debe  , á esas  relaciones , jamás  había  de  producir  ningún  daño  á la  ver- 
dad y exactitud  de  los  hechos,  la  apreciación  de  las  cualidades  en  primer 
término , prescindiendo  de  cantidades ; no  vaciló  en  sostener  con  todas 
sus  fuerzas  que  la  cantidad  de  veneno  obtenido  por  las  análisis  químicas, 
es  lo  último  en  que  deben  lijarse  los  peritos. 

M.  Tardieu,  entre  las  escasas  cuestiones  que  debate  en  la  primera  parte 
de  su  libro,  acusa á Orfila  de  exagerado,  de  demasiado  absoluto  en  esta 
parte.  Heconoce  con  Orfila  que  hay  ocasiones,  en  las  que  es  imposible  de- 
terminar de  un  modo  cierto  cuál  ha  sido  la  dósis  de  veneno  tomada  por  a 


- 895  — 

víctima,  y hasta  si  la  que  se  extrae  de  los  órganos  es  bastante  para  intoxi- 
car; que  es  posible  la  eliminación  de  la  mayor  parte  y hasta  la  totalidad  del 
veneno  ingerido;  que  hay  una  pérdida  inevitable  de  sustancia  venenosa  en 
las  operaciones  destinadas  á revelar  su  presencia ; que  no  hay  obligación 
de  someter  todo  el  cuerpo  á las  análisis,  bastando  hacerlo  respecto  de 
ciertos  órganos  ó porción  de  ellos;  y que  son  vanos  los  cálculos  para  de- 
ducir de  las  cantidades  obtenidas  en  las  investigaciones  periciales  la  can- 
tidad total  contenida  en  el  cuerpo. 

Pero  al  propio  tiempo  que  suscribe  á estas  verdades,  base  principal  de 
3a  argumentación  de  Orfila , dice  que  no  conducen  á la  opinión  absoluta 
que  este  sostiene ; que  si  esas  razones  son  válidas  respecto  de  la  mayo- 
ría de  los  casos,  los  hay  para  los  que  no  tienen  fuerza,  siendo  en  estos 
útil  y conveniente  la  cuestión  de  cantidad. 

Para  ello  se  apoya  en  el  mismo  Orfila,  le  cita  algunos  pasajes  de  su 
argumentación  , y de  ellos  deduce  que  por  lo  menos  hay  tres  casos  en  los 
que  es  bueno  y conveniente  buscar  la  significación  de  la  cantidad  de  ve- 
neno obtenida  por  las  análisis.  Esos  tres  casos  son:  l.°  Cuando  la  aná- 
lisis obtiene  una  gran  cantidad  de  veneno , puesto  que  así  puedo  afir- 
marse que  la  dósis  ingerida  fué  bastante  para  dar  la  muerte;  2.°  cuando 
se  ha  dado  la  sustancia  como  medicamento  ; porque  si  procede  de  él , la 
cantidad  obtenida  es  siempre  escasa,  y si  resulta  no  escasa,  sino  abun- 
dante, la  cantidad  resuelve  la  cuestión;  y 3.°  cuando  existe  el  veneno 
naturalmente  en  el  cuerpo,  en  cuyo  caso  también  la  análisis  química  aísla 
muy  poca  cantidad  , y probará  que  el  veneno  no  tiene  este  origen , si  la 
análisis  da  más  ó da  alguna  cantidad  notable. 

En  mi  concepto  Tardieu  no  expresa  exactamente  la  opinión  de  Orfila. 
Si  extractándole  tan  solo  algunos  párrafos,  parece  que  es  lógica  la  con- 
clusión de  que  hace  tres  concesiones,  que  considera  conveniente  en  esos 
casos  fijarse  en  la  cantidad ; desaparece  la  lógica  y el  fundamento  de  esa 
consecuencia , teniendo  presente  otros  pasajes  del  mismo  escrito. 

Tardieu  calla  lo  que  dice  Orfila  sobre  los  síntomas  y autopsia,  como 
medios  de  resolver  la  cuestión  también  en  esos  casos.  Está  claro  que  si 
se  obtiene  mucha  cantidad  puede  afirmarse  que  la  ingerida  fué  tóxica; 
que  no  puede  proceder  de  una  administración  terapéutica,  ni  de  la  exis- 
tencia natural  del  veneno  en  la  economía. 

Mas  téngase  en  cuenta  que,  para  que  en  el  primer  caso  esa  cantidad 
considerable  sea  razón  bastante  para  afirmar  que  fué  tóxica  la  que  el  su- 
geto  tomó , ha  de  constar  que  no  se  le  introdujo  después  de  muerto;  que 
no  se  mezcló  furtivamente  en  las  materias  analizadas;  que  no  procede  de 
otro  origen  posible,  en  fin,  y eso  consta,  eso  puede  constar,  no  solo  pro 
bando  que  no  pudo  haber  tales  orígenes,  sino  con  la  intensidad  de  los 
síntomas  y de  las  alteraciones  anatómico- patológicas,  en  armonía  con 
esa  cantidad.  Esos  dos  órdenes  de  datos,  no  solo  son  indispensables,  sino 
que  tal  vez  son  los  mejores  y mas  significativos  para  afirmar  que  fué  tó- 
xica la  cantidad  que  tomó  el  sugeto. 

En  los  otros  dos  casos  sucede  lo  propio:  no  solo  se  demuestra  que  la 
cantidad  notable  que  hallan  las  análisis  no  procede  de  una  medicación 
ni  de  la  existencia  natural  en  el  cuerpo;  puesto  que  las  análisis  en  estos 
casos  dan  poca  cantidad,  sino  porque  ni  en  uno  ni  en  otro  de  estos  hay 
síntomas  de  intoxicación  , ni  anatomía  patológica  propios  de  ella. 

El  verdadero  punto  de  la  dificultad  de  la  cuestión  de  cantidad  no  está 
en  esos  casos , ni  para  probar  el  valor  de  las  análisis  cr:  ellos  se  esfuerza 


- 896  - 

Orfila.  Está  en  esos  otros,  en  los  cuales  la  cantidad  obtenida  es  exigua 
fraccionada , decimal  tal  vez ; porque  algunos  quieren  negar  la  significa- 
ción á los  resultados  de  las  análisis,  fundados  en  que  en  esa  cantidad 
exigua,  no  hay  diferencia  con  la  que  pueden  dar  los  vestigios  de  una 
medicación  ó de  una  existencia  natural , y no  se  puede  afirmar  por  ella 
si  fué  tóxica  la  cantidad  ingerida. 

Contra  esas  pretensiones  se  levanta  Orfila  y hace  bien;  porque,  no 
siendo  la  análisis  química  la  única  guia , ya  que  la  cantidad  del  veneno 
pueda  dar  lugar  á dudas,  los  peritos  saben  á qué  atenerse,  apelando  á las 
cualidades  del  veneno , á los  síntomas  y á la  autopsia , con  cuya  apelación 
se  presentan  en  seguida  diferencias  enormes  que  no  se  destacaban,  fi- 
jándose solamente  en  la  cantidad  obtenida.  Jamás  hay  enfermedad  y 
muerte  debida  á la  atinada  administración  de  una  sustancia  dada  como 
medicamento,  siquiera  figure  entre  los  tóxicos;  jamás  las  hay  debidas  á 
la  cantidad  infinitesimal  que  de  un  veneno  exista  naturalmente  en  el 
cuerpo ; jamás  hay  presencia  de  cualidades  de  un  veneno  en  las  materias 
procedentes  de  un  sugeto,  y en  sus  órganos  y líquidos,  cuando  ni  le  ha 
tomado  como  medicamento,  ni  existe  naturalmente  en  el  cuerpo,  ni  consta 
que  proceda  de  otro  origen. 

Quien  tome  ese  criterio  por  guía,  no  tiene  necesidad  de  fijarse  en  can- 
tidades, y es  impertinente  toda  cuestión  que  tienda  á darles  importancia. 

Resumamos,  pues,  diciendo  que  la  cantidad  de  veneno  obtenida  pol- 
las análisis  químicas,  jamás  representa  la  ingerida;  que  no  puede  servir 
por  sí  sola  de  guía  para  afirmar  si  fué  tóxica  la  que  el  sugeto  tornó;  que 
si  es  mucha  y está  en  armonía  con  los  síntomas  y la  autopsia,  da  dere- 
cho para  afirmar  que  fué  tóxica  la  cantidad  tomada,  y que  no  procede  ni 
de  una  medicación  ni  de  una  existencia  natural,  y que  siquiera  sea  poca, 
mínima , no  es  un  obstáculo  para  afirmar  que  fué  tóxica  la  cantidad  to- 
mada , cuando  los  síntomas  y la  autópsia  lo  demuestran.  Las  cualidades 
del  veneno  significan  siempre  más  y con  mas  lógica  que  la  cantidad ; aque- 
llas revelan  siempre  el  veneno,  y como  las  análisis  químicas  en  Toxicolo- 
gía  no  tienen  mas  que  este  objeto , las  cualidades  son  lo  que  hay  que  bus- 
car principalmente. 


§ II. — De  las  diferentes  procedencias  que  pueden  tener  las  sustancias  venenosas  obtenidas 
por  medio  de  los  reactivos  y operaciones  analíticas. 


No  siempre  que  las  análisis  químicas  encuentran  en  el  cuerpo  humano 
alguna  sustancia  venenosa,  revela  esta  un  envenenamiento  : según  las 
circunstancias  y los  casos  puede  el  veneno  tener  un  origen  muy  diverso. 
En  el  decurso  de  este  Compendio  hemos  tenido  ocasión  de  advertir  que, 
en  ciertos  casos , sustancias  inocentes  pueden  sufrir  en  el  estómago  com- 
binaciones químicas  y transformarse  en  venenos.  Recordemos  lo  que  he- 
mos dicho  sobre  el  mercurio  y las  sales  mercuriosas,  la  amigdalina  y 
emulsina,  etc.  Hemos  visto  también  que  espontáneamente  se  forman,  en 
ciertos  casos  raros,  venenos  muy  enérgicos  en  el  cuerpo  humano,  siendo 
uno  de  ellos  bien  conocido:  el  ácido  clorhídrico.  Lo  ácre  y maléfico  de 
ciertos  humores  nos  da  márgen  á creer  que  tienen  algunos  principios  or- 
gánicos corrosivos  , que  es  como  si  dijéramos  venenosos. 

Sin  embargo,  forzoso  es  reconocer  que,  por  lo  tocante  al  hombre 
vivo,  las  intoxicaciones  reconocen  casi  siempre  por  causa  la  introducción 
de  un  veneno  en  la  economía  , ya  por  la  mano  del  crimen  ó de  la  misma 


- 807  ~ 

Víctima,  ya  por  accidentes,  y por  lo  mismo  el  veneno  que  las  análisis 
químicas  encuentran  en  los  sólidos  y líquidos  del  cadáver  envenenado  no 
es  de  dudoso  origen. 

Bueno  será  que  uno  no  se  deje  fascinar  por  los  primeros  resultados  ú 
observaciones , en  especial  cuando  se  trata  de  esos  venenos  que  pueden 
producirse,  para  decirlo  así,  espontáneamente  en  la  economía,  bajo  el 
influjo  de  la  química  viviente ; pero  no  seria  filosófico  pretender  invali- 
dar, como  algunos  lo  han  intentado , la  significación  de  los  resultados 
obtenidos  con  las  análisis  por  esos  casos  excepcionales  que,  con  respecto 
á unos  poquísimos  venenos,  se  han  observado.  Hay  una  infinidad  de  ve- 
nenos , de  los  cuales  no  se  ha  visto  hasta  ahora  ninguna  producción  es- 
pontánea en  la  constitución  humana,  y,  por  lo  tanto , si  las  análisis  nos 
ios  dan , y no  se  prueba  otro  origen,  lógica  será  la  consecuencia  de  que 
proceden  de  una  intoxicación  voluntaria  ó involuntaria,  tanto  más,  cuanto 
más  relacionados  estén  estos  resultados  con  los  síntomas  y resultados  de 
la  autópsia. 

Ocasión  es  de  notar  aquí  también  que  naturalmente  existen  en  el 
cuerpo  humano  sustancias  venenosas.  Independientemente  de  los  ácidos 
que  hay  contenidos,  y que  pueden  formarse  en  ciertos  estados  patológi- 
cos, en  el  estómago  y tubo  digestivo , hay  una  porción  de  órganos  que 
naturalmente  contienen  sustancias  venenosas  reveladas  por  la  análisis.  El 
estómago  é intestinos  tienen  plomo,  cobre  y hierro,  procedentes  de  los 
alimentos.  En  la  pág.  137  ya  hemos  dicho  que  pueden  hallarse  metales 
en  varios  órganos.  El  cerebro  y la  médula  contienen  fósforo;  los  huesos 
fósforo  y arsénico.  Cuerbe  y Orfila  han  demostrado  este  último  veneno 
en  aquellos  órganos;  los  preparados  de  fósforo  no  van  casi  nunca  sin  su 
porción  de  arsénico.  Con  los  alimentos  entran  varias  sustancias  que  figu- 
ran entre  los  venenos,  sulfatos,  carbonatos,  cloruros,  ácidos  acético, 
oxálico,  tartárico,  nítrico,  etc.  Mas  aun  cuando  no  pueda  dudarse  de 
estos  hechos , fácil  es  establecer  la  diferencia  que  va  de  origen  á origen 
del  veneno  en  los  diversos  casos  prácticos.  El  órgano  de  donde  se  extrae 
el  veneno  y su  cantidad  pueden  distinguir  su  origen.  ¿Qué  importa,  por 
ejemplo  , que  el  arsénico  esté  naturalmente  contenido  en  los  huesos?  ¿En 
qué  podrá  destruir  este  hecho  los  resultados  de  la  análisis  verificada  en 
los  materiales  contenidos  en  el  estómago,  en  esta  viscera,  el  hígado,  los 
músculos,  etc.?  No  existiendo  naturalmente  dicha  sustancia  venenosa  en 
estos  órganos , es  lógico  concluir,  si  las  análisis  la  revelan  en  ellos , que 
se  introdujo  arsénico  en  el  sugeto,  cuyos  sólidos  y líquidos  se  analiza- 
ron , y si  acaso  le  falta  fuerza  á la  conclusión , no  dependerá  de  que  haya 
arsénico  en  los  huesos  , sino  de  que  los  resultados  de  las  análisis  quími- 
cas por  sí  solos  no  constituyen  prueba. 

Otro  tanto  podemos  decir  del  cobre  y del  plomo.  La  cantidad  que  na- 
turalmente tienen  los  órganos  nombrados  es  muy  reducida;  las  análisis 
químicas,  en  los  casos  de  intoxicación  por  preparados  de  dichos  meta- 
les, siempre  encuentran  mucha  más,  y esta  cantidad,  esta  mayor  por- 
ción de  sustancia  es,  en  la  mayoría  de  los  casos,  mas  que  suficiente 
para  distinguir  el  origen  del  plomo  ó del  cobre,  que  los  reactivos  reve- 
lan. Y aun  cuando  esa  cantidad  fuese  poca,  como  no  solamente  se  en- 
contraría en  el  estómago  é intestinos,  sino  tal  vez  en  lo  vomitado  y las 
heces,  en  el  hígado  y vejiga;  bien  sé  comprende  si  habría  facilidad  de 
reconocer  el  verdadero  origen  del  veneno.  Por  último,  aunque  los  re- 
sultados de  las  análisis  nos  dieran  una  cantidad  inferior  de  plomo  ó co- 

TUXlCol.OGIA.—  y” 


— 898  - 

bre  igual  á la  que  habitualmente  contienen  el  estómago  é intestinos,  no 
seria  posible  la  contusión ; porque , poniendo  en  relación  este  resultado 
con  los  síntomas  y autópsia  , tendríamos  sobrados  datos  para  saber  á qué 
atenernos,  en  punto  á señalar  á dichos  metales  su  verdadera  procedencia. 

No  son , pues,  ni  los  venenos  que  pueden  formarse  espontáneamente 
en  la  economía,  ni  ciertos  metales  venenosos  naturalmente  existentes  en 
ella,  los  que  deben  llamarnos  aquí  mas  la  atención  como  orígenes  posibles 
de  una  sustancia  venenosa  que  la  análisis  química  encuentre;  hay  otros 
orígenes  que  merecen  una  atención  particular;  tales  son,  por  ejemplo, 
una  medicación  por  mas  ó menos  tiempo  sostenida,  un  embalsamamiento,  los 
vestidos,  la  introducción  en  el  cadáver  por  medio  de  una  mano  criminal, 
la  mezcla  fraudulenta  con  las  materias  destinadas  á las  análisis,  y la  im- 
bibición de  los  líquidos  del  terreno  en  que  esté  sepultado  el  cadáver,  fié 
aquí  varios  orígenes  posibles  de  una  sustancia  venenosa  , hallada  por  las 
análisis,  que  merezca  algún  estudio  para  no  confundirlos  con  el  origen 
debido  á un  envenenamiento.  Tratemos,  pues,  de  ellos  sucesivamente  y 
por  el  orden  con  que  los  acabamos  de  indicar. 

Medicación.  — La  administración  de  medicamentos  heróicos  ó de  sus- 
tancias que  á mayor  cantidad  pueden  ser  venenosas,  es  otra  de  las  pro- 
cedencias de  los  venenos,  que  las  análisis  son  capaces  de  descubrir,  y 
cumple  al  médico  forense  lógico  que  se  haga  cargo  de  esta  circunstan- 
cia, si  no  quiere  incurrir  en  graves  y trascendentales  errores. 

Hay  enfermos  que  toman  por  mas  ó menos  tiempo  preparados  mercu- 
riales, arsenicales,  antimónicos,  quinina,  opio,  morfina,  cicuta,  etc. 
Dadas  á dósis  medicinales  ciertas  sustancias,  son  expelidas  mas  ó menos 
tarde  de  la  economía  por  diferentes  emunctorios,  y principalmente  por 
las  vías  renales ; en  la  orina,  pues,  es  posible  hallarlos  por  medio  de  las 
análisis. 

Según  cuando  muere  el  sugeto,  es  posible  hallar  también  dichas  sus- 
tancias, ya  en  la  sangre,  ya  en  varios  órganos,  ya  en  el  estómago  y de- 
más partes  del  tubo  digestivo , solas  ó mezcladas  con  otras. 

Hemos  dicho  en  su  lugar,  al  hablar  de  la  acumulación  de  las  sustan- 
cias, que  después  de  haber  tomado  por  largo  tiempo  preparados  de 
quinina,  puede  haber  intoxicación,  si  de  repente,  antes  de  ser  expul- 
sado el  alcaloideo,  hay  una  mudanza  en  los  humores,  de  suerte  que 
pueden  sufrir  disolución  los  preparados  formados  en  la  sangre.  Otro 
tanto  puede  suceder  respecto  de  los  preparados  mercuriales,  si  mudando 
de  régimen  se  viene  á aumentar  la  cantidad  de  cloruros  alcalinos,  capa- 
ces de  disolver  los  coágulos  formados  por  el  mercurio. 

En  todos  estos  casos  y otros  análogos,  ¿qué  podrá  significar  que  las 
análisis  encuentren  vestigios  de  una  sustancia  venenosa?  ¿Cuán  equivo- 
cado no  andaría  el  profesor  que  , solo  por  eso,  concluyese  diciendo  que 
ha  habido  intoxicación  , y más  aun  envenenamiento? 

Si  un  sugeto  muere  después  de  haber  tomado  un  medicamento  he- 
róico  , ó que  contenga  una  sustancia  venenosa , á mayor  dosis,  y anali- 
zando luego  lo  que  haya  arrojado  por  vómitos,  si  los  ha  habido  , ó por 
cámaras,  ó con  la  orina,  ó bien  lo  contenido  en  su  estómago  é intestinos, 
se  descubren  vestigios  de  una  sustancia  tóxica  , ¿cómo  podrá  eso  signifi- 
car una  intoxicación  ó un  envenenamiento?  ¿Puede  suceder  otra  cosa  que 
hallar  la  análisis  en  sustancias , existiendo , en  especial  si  es  de  las  mas 
sensibles  á los  reactivos?  Si  se  acaba  de  ingerir , si  se  ha  ingerido  como 
medicamento,  nada  tiene  de  extraño  que  la  análisis  química  le  encuentre. 


- m - 

Si  es  un  error,  sí  se  cómele  sofisma,  negando  la  intoxicación  ó envene- 
namiento , porque  el  sugeto  haya  tomado  mas  ó menos  tiempo  antes  del 
hecho,  que  da  lugar  á procedimientos,  una  sustancia  medicinal,  á pesar 
de  la  mayor  cantidad  que  la  análisis  descubre,  de  los  síntomas  de  into- 
xicación observados , y de  los  vestigios  anatómico-patológicos  correspon- 
dientes; también  lo  es,  y no  menos  funesto,  fundar  una  opinión  favorable 
á la  intoxicación,  solo  porque  la  análisis  descubra  vestigios  de  una  sus- 
tancia que  se  ha  tomado  como  medicamento,  siquiera  falten  los  síntomas 
tóxicos , y siquiera  la  inspección  del  cadáver  no  concuerde  con  esa  idea. 

A pesar  de  la  evidencia  de  esta  verdad,  es  bastante  común  en  la  prác- 
tica encontrar  profesores  que  se  olvidan  de  esas  reglas  de  filosofía  ó de 
lógica. 

Nosotros  conocemos  casos  prácticos  de  una  y otra  especie.  En  un  en- 
venenamiento por  un  preparado  de  opio, 'se  trató  de  invalidar  las  conse- 
cuencias legítimas  que  se  dedujeron  de  los  síntomas,  autópsia  y análisis 
química , porque  la  víctima  había  tomado  algunos  dias  antes  una  ligera 
fusión  opiada. 

En  otro  caso  fuimos  peritos,  nombrados  por  la  audiencia  de  Castilla, 
para  resolver  una  cuestión  en  sí  sencilla , pero  hecha  grave  por  la  mala 
dirección  dada  desde  el  principio  al  negocio , relativa  á la  muerte  de  un 
niño  de  poco  mas  de  dos  años,  acaecida  casi  inmediatamente  después  de 
haber  tomado  una  cucharada  medicinal  de  un  preparado  de  cicuta. 

Ni  los  síntomas,  ni  la  autópsia  habían  presentado  el  cuadro  propio  de 
la  intoxicación  por  esa  sustancia;  la  análisis  química  la  halló  en  el  estó- 
mago é intestinos,  es  decir,  descubrió  vestigios  de  la  conicina,  y olvi- 
dando los  peritos  las  buenas  reglas  de  lógica  que  aquí  estamos  encare- 
ciendo, se  expresaron  en  su  dictámen  en  tales  términos,  que  el  tribunal 
creyó  que  habia  habido  intoxicación  por  la  cicuta.  Solo  apelando  á la  ló- 
gica que  recomendamos , y esclareciendo  los  hechos,  pudimos  volver  el 
caso  á su  sencillez,  probando  que  no  habia  habido  tal  intoxicación,  y que 
las  análisis  no  probaban  nada  , conocida  la  procedencia  de  la  sustancia 
revelada  por  las  análisis,  y visto  que  ni  los  síntomas,  ni  la  autópsia  esta- 
ban de  acuerdo  con  semejante  intoxicación. 

Conviene,  pues,  tener  presente,  que  uno  de  los  orígenes  de  las  sustan- 
cias venenosas  descubiertas  por  las  análisis  en  las  materias  procedentes 
de  un  sugeto  ó en  el  mismo,  son  los  medicamentos,  y que  no  basta  des- 
cubrirlos en  estos  casos,  sino  ver  si  á los  resultados  de  las  prácticas  ana- 
líticas corresponden  los  síntomas  y los  datos  de  la  autópsia. 

En  el  vivo  no  es  posible  que  se  introduzcan  ó mezclen  con  sus  sólidos 
y líquidos  sustancias  venenosas,  mas  que  por  medio  de  uno  de  los  modos 
que  acabamos  de  indicar,  ó formándose  espontáneamente  por  medio  de 
ciertas  combinaciones  accidentales,  ó con  los  alimentos,  ó con  los  medi- 
camentos, pero  sin  producir  intoxicación,  ni  nada  que  se  le  parezca.  Vea- 
mos ahora  en  el  cadáver. 

En  el  cadáver  puede  encontrarse  una  porción  mas  ó menos  considera- 
ble de  veneno,  sin  que  haya  habido  intoxicación:  ya  hemos  indicado  en 
qué  casos  , y vamos  á estudiarlos. 

Embalsamamiento. — Es  sabido  que  muchos  cadáveres  son  embalsamados, 
y entre  los  diversos  métodos  que  hay  para  ello  , se  hallan  algunos , para 
ios  cuales  se  emplean  sustancias  venenosas.  El  ácido  arsenioso  y el  subli- 
mado corrosivo  son  por  algunos  usados  para  embalsamar  , puesto  que  la 
combinación  de  esos  minerales  con  los  principios  protéicos  de  los  tejidos 


— 000  - 

les  vuelven  imputrescibles.  Concíbase  á qué  graves  errores  no  podría- 
mos ser  inducidos,  si  descuidáramos  averiguar  esas  circunstancias  en  un 
caso  práctico,  en  el  que  la  análisis  de  los  órganos  y líquidos  del  embalsa- 
mado nos  diera  vestigios  de  esos  venenos  ú otros  usados  también  para 
embalsamar.  Informes  sobre  ese  hecho  nos  sacarán  de  apuro  y nos  pon- 
drán en  el  caso  de  atribuir  á su  verdadera  causa  la  presencia  del  veneno. 

En  uno  de  nuestros  casos  prácticos,  además  de  una  gran  cantidad  de 
aceite  esencial  de  almendras  amargas,  hallada  en  el  estómago  del  cadá- 
ver, encontramos  notable  cantidad  de  ácido  arsenioso  y sublimado  corro- 
sivo ; mas  fácil  fuó  darnos  cuenta  de  este  hecho,  que  no  estaba  en  armo- 
nía, ni  con  los  síntomas  presentados  por  el  sugeto  en  su  agonía,  ni  con 
los  resultados  do  la  autopsia;  al  constarnos  por  los  documentos  y decla- 
raciones de  los  embalsamadores,  que  había  sido  embalsamada  ¡apersona, 
y que  aquellos,  entre  otras  cosas,  se  habían  servido  del  ácido  arsenioso 
y del  bicloruro  de  mercurio. 

Vestidos. — Aunque  por  punto  general  los  vestidos  con  que  se  entierran 
los  cadáveres  no  tienen  sustancias  sospechosas,  no  está  fuera  de  lo  posi- 
ble que  algunos  las  contengan.  Si  la  mortaja  no  es  un  hábito  de  fraile  ó 
monja , que  tan  en  boga  están  entre  nosotros , hasta  el  punto  de  haber 
dado  lugar  á que  un  viajero  francés  dijera  que  en  España  no  se  mueren 
mas  que  frailes  y monjas;  en  algunos  casos  se  viste  el  cadáver  con  (rajé 
seglar,  y entre  las  prendas  de  ese  vestuario  puede  haber  alguna  de  co- 
lor, y que  esta  tenga  principios  metálicos  venenosos. 

Véase  la  prohibición  que  se  ha  hecho  en  Alemania  de  ciertas  telas  que 
contienen  arsénico  y otros  preparados,  capaces  de  intoxicar  á las  perso 
ñas  que  las  llevan. 

Aunque  comprendamos  que  eso  ha  de  ser  raro , queremos  sin  embargo 
advertir  á los  peritos,  que  cuando  estudien  el  origen  de  una  sustancia  ve- 
nenosa encontrada  por  las  análisis  químicas,  no  descuiden  informarse  en 
lo  posible,  de  la  mortaja  del  difunto,  de  los  vestidos  con  que  sé  le  se- 
pultó. Por  lo  menos  eso  les  servirá  para  saber  que  ese  origen  no  será 
aceptable  en  el  caso,  y para  desbaratar  la  artificiosa  argumentación  de  un 
abogado,  ó de  un  químico  como  Raspad,  que  de  todo  se  agarran  para 
salvar  á su  defendido,  y que  por  todos  los  orígenes  posibles  pretenden 
explicar  la  presencia  de  un  veneno  en  las  materias  analizadas,  menos  por 
un  envenenamiento. 

Introducción  de  un  veneno  en  el  cadáver. —Si  alguna  persona  mal  intencio- 
nada, con  el  objeto  de  hacer  levantar  sospechas  del  crimen  de  envenena- 
miento contra  otra,  á quien  desease  perder,  se  aprovechase  de  una  oca- 
sión favorable  á sus  designios  infernales,  é introdujese  una  sustancia  ve- 
nenosa en  un  cadáver,  en  la  mayor  parle  de  los  casos  no  habría  de  enga- 
ñar á los  peritos  que , al  practicar  el  reconocimiento  exterior  ó interior 
del  cadáver,  cumplieran  con  lo  que  deben. 

Las  vías  de  introducción  pueden  ser  varias;  todas  las  aberturas  natura- 
les pueden  servir  para  ello.  Nariz,  boca,  tubo  digestivo  ó esófago  y estó- 
mago, por  aquella;  ano  é intestinos  gruesos  por  este;  vulva,  vagina,  ure- 
tra , orejas  y conjuntivas.  También  podría  hacerse  alguna  solución  de 
continuidad  y por  ella  introducir  el  veneno. 

Esos  casos  son  raros,  por  lo  menos  no  se  ven  en  los  autores  de  Toxi- 
cología.  Orfila  habla  de  un  caso  de  esa  especie  acaecido  en  Estokolmo. 
Nosotros  en  nuestra  práctica  hemos  visto  un  caso,  respecto  del  cual  se 
pudo  sospechar  esa  introducción  fraudulenta. 


- 901  - 

Para  llevar  á cabo  una  farsa  diabólica  de  esa  especie  con  algún  éxito, 
capaz  de  engañar  á los  peritos , se  necesita  cierta  astucia  y habilidad , y 
además  conocimientos  especiales.  Sin  embargo,  es  posible.  Hay  gentes 
para  todo.  No  olvidemos  lo  que  hizo  el  conde  de  Bocarmé  para  poder  en- 
venenar hábilmente  á su  cuñado,  y comprenderómos  de  lo  que  es  capaz 
un  criminal,  que  proyecta  un  crimen,  con  la  idea  de  quedar  á salvo  y bor- 
rar en  lo  posible  las  huellas  de  su  atentado. 

La  introducción  fraudulenta  de  un  veneno  por  cualquiera  de  las  vías 
indicadas,  se  puede  hacer,  ó poco  tiempo  después  de  muerto  el  sugeto,  ó 
después  de  algunas  horas.  Los  resultados  podrán  no  ser  completamente 
iguales. 

Supongamos  que  una  mano  criminal  depone  cierta  cantidad  de  veneno 
en  alguna  abertura  natural  del  cadáver,  luego  que  acabe  de  morir.  Si  es 
tan  torpe  que  eche  mano  de  una  sustancia  sólida  en  fragmentos  ó en 
polvo,  fácilmente  se  concibe  que  la  farsa  ha  de  ser  prontamente  descu- 
bierta. Ese  cuerpo  allí  estará,  á poca  diferencia,  tal  como  se  puso,  sea 
cual  fuere  la  vía  escogida  natural  ó artificial.  A expensas  de  la  poca  can- 
tidad de  agua  de  los  tejidos,  si  es  ese  cuerpo  soluble , alguna  parte  podrá 
disolverse  y penetrar  las  paredes  ó capas  vecinas;  pero  no  irá  muy  lejos 
la  imbibición,  faltando  la  circulación  de  la  sangre;  y obedeciéndo  la  ley 
de  la  gravedad  el  líquido,  que  haya  disuelto  parte  de  ese  cuerpo,  se  irá 
mas  bien  hácia  las  regiones  declives,  y eso  contando  con  que  ese  cuerpo 
no  sea  de  los  que,  puestos  en  contacto  con  los  principios  inmediatos  de  los 
tejidos,  no  forme  con  ellos  compuestos  plásticos  ó insolubles;  en  cuyo  caso 
irá  todavía  menos  lejos,  porque,  no  circulando  la  sangre , no  se  renovará 
la  cantidad  de  cloruros  alcalinos,  que  dan  solubilidad  al  compuesto  y se 
le  llevan. 

Luego , si  se  reconoce  el  punto  donde  está , siquiera  con  la  disolución 
de  parte  de  ese  cuerpo  haya  desplegado  su  acción  química  sobre  los 
principios  plásticos  de  los  tejidos;  esa  acción  no  tendrá  consecuencias 
fisiológicas.  No  habrá  en  los  tejidos  ninguna  alteración  patológica,  puesto 
que  falta  la  vida. 

Aplicado  inmediatamente  después  de  muerto  el  sugeto , acaso  podria 
haber  algún  efecto,  sucediendo  una  cosa  análoga  á lo  que  pasa  con  las 
heridas  hechas  luego  que  el  sugeto  acaba  de  espirar.  Los  cáusticos  po- 
drían tal  vez  dar  lugar  á alguna  rubefacción , á una  escara  carbonosa; 
los  inflamatorios  á alguna  inyección  vascular;  mas  por  poco  que  hubiese 
transcurrido  desde  la  muerte,  si  este  hubiese  alcanzado  la  pequeña  circu- 
lación , ó los  vasos  capilares,  como  los  gruesos  vasos,  ni  eso  seria  ya  posible. 

Sin  embargo,  aun  suponiendo  que  en  los  primeros  momentos  de  la 
muerte,  los  cáusticos,  los  inflamatorios  y hasta  los  nervioso-inflamato- 
rios  puedan  dar  lugar  á la  presentación  de  algún  fenómeno  patológico, 
este  es  pálido,  apenas  pronunciado,  no  está  en  relación  con  la  grande 
intensidad  de  acción  ílogística  de  esas  sustancias. 

\iendo,  pues,  que  el  veneno  está  á poca  diferencia  en  el  sitio  tal  como 
le  pusieron  ; que  siquiera  se  haya  disuelto  algo,  lo  disuelto  no  se  ha  ale- 
jado mucho  de  la  parte,  y si  forma  compuestos  plásticos  con  los  princi- 
pios  inmediatos  de  los  tejidos , menos ; que  no  hay  señales  de  fenóme- 
nos patológicos  y que  las  análisis  químicas  no  encuentran  vestigios  de 
ese  veneno  en  partes  lejanas , en  los  demás  órganos  de  Ja  economía,  bien 
podremos  afirmar  rotundamente  que  ese  veneno  se  introdujo  después  de 
muerto  el  sugeto. 


— 90*2  - 

Durante  la  vida  ese  cuerpo , siquiera  estuviese  al  estado  sólido , se 
hubiera  disuel lo,  en  gran  parte,  por  lo  menos,  ya  que  no  lodo;  siendo 
soluble  hubiera  contraido  combinaciones  con  los  principios  inmediatos  de 
los  tejidos,  con  los  cuales  hubiera  estado  en  contacto  , y si  esas  combi- 
naciones hubieran  sido  solubles  , hubieran  pasado  al  torrente  de  la  cir- 
culación , y con  la  sangre  hubieran  recorrido  toda  la  economía;  inva- 
dido todos  los  órganos,  en  especial  el  hígado,  el  bazo,  los  pulmones. 
Si  las  combinaciones  hubiesen  sido  plásticas,  insolubles,  hubiesen  adqui- 
rido solubilidad  con  los  cloruros  alcalinos  de  la  economía , que  por  ca- 
pas los  hubieran  ido  disolviendo  y arrastrando  el  veneno  hácia  la  san- 
gre, sucediendo  lo  propio  que  con*  los.  solubles:  vivo  el  sugeto  esos  efec- 
tos químicos  hubieran  provocado  los  fisiológicos,  los  tejidos  se  hubieran 
inflamado,  según  la  naturaleza  del  veneno,  y sobre  haber  presentado  el 
sugeto  los  síntomas  propios  de  la  acción  de  ese  veneno,  muerto  ya,  la 
autopsia  demostraría  las  alteraciones  anatómicas  correspondientes,  y las 
análisis  químicas  revelarían  el  veneno,  no  solo  en  la  parte  donde  se  de- 
puso, sino  en  todos  los  demás  órganos,  y la  sangre , la  orina  , etc. 

Si  el  veneno  se  aplicare  al  estado  líquido  ó disuelto,  podrá  penetrar 
mas  órnenos  lejos  del  sitio  donde  se  ingiera,  introducirse  mas  ó menos 
en  el  conducto  por  donde  se  inyecte.  Mas  ese  líquido  hará  lo  mismo  que 
hemos  dicho  del  sólido,  luego  que  este  se  disuelva.  Si  no  forma  combina- 
ciones plásticas,  será  absorbido;  penetrará  por  imbibición  las  capas  ve- 
cinas , más  hácia  las  partes  declives  que  hácia  las  superiores , y no  irá 
muy  lejos , en  especial  en  poco  tiempo,  porque  le  falta  la  circulación  de 
la  sangre  para  derramarse  pronto  por  toda  la  organización.  Si  forma 
combinaciones  plásticas  , pasará  menos  todavía;  porque  solo  podrán  di- 
solver pequeña  porción  de  ellos  los  cloruros  alcalinos  del  sitio ; y como 
faltando  la  circulación,  no  se  han  de  renovar  estos  para  disolver  nuevas 
capas  del  compuesto  plástico,  el  radio  de  su  imbibición  será  muy  corto. 

Añadamos  que  en  todo  el  trayecto  del  conducto  por  donde  se  haya  in- 
troducido el  líquido  con  jeringa,  sonda  ó de  otro  modo,  no  ha  de  presen- 
tarse tampoco  fenómeno  alguno  fisiológico,  ninguna  alteración  de  tejido 
patológica,  y sobre  no  presentar  síntomas  el  sugeto,  correspondientes  á 
esa  sustancia,  ni  alteraciones  anatómico-patológicas  adecuadas , la  aná- 
lisis no  hallará  vestigios  de  ese  veneno  en  los  puntos  distantes. 

Siquiera  fuesen  cáusticos,  solo  se  encontrarían  sus  efectos  químicos, 
los  que  producen  lo  mismo  durante  la  vida  que  después  de  la  muerte ; 
los  tejidos  tendrían  aspecto  jabonoso  soluble,  negruzco,  ceniciento,  ó 
amarillo  ; pero  jamás  la  escara  que  ofrece  el  vivo  ni  las  flogosis  inmedia- 
tas, ni  naaa  de  lo  que  necesita  vida  para  presentarse. 

Colocado  el  veneno sea  cual  fuere  su  estado  y naturaleza , en  una 
vía  del  cadáver,  allí  se  encuentra  casi  todo , muy  poco  en  las  cercanías. 
Introducido  durante  la  vida , apenas  se  halla  veneno  en  la  parte  donde 
se  aplicó;  fuera  de  la  porción  que  se  haya  combinado  con  el  tejido,  y no 
haya  sido  disuelta  y arrastrada  al  torrente  circulatorio.  En  el  primer  caso 
los  órganos  parenquimatosos  muy  vasculares,  el  hígado,  el  bazo,  los 
pulmones , no  tienen  nada  de  veneno ; en  el  segundo  contienen  mucho 
mas  que  la  parte  por  donde  se  introdujo,  porque  allí  las  llevó  la  circula- 
ción, durante  la  agonía  del  sugeto. 

En  un  caso  práctico , en  el  cual  fuimos  peritos , se  pudo  sospechar 
esa  introducción  furtiva  del  veneno  en  el  cadáver ; mientras  que  halla' 
mos  notable  cantidad  de  veneno  en  el  estómago  é intestinos,  en  el  hi- 


- 903  — 

gado  , bazo  y pulmones,  no  pudimos  descubrirle;  solo  en  estos  hubo  li- 
geros vestigios;  lo  cual  pudo  atribuirse  á la  imbibición  que  puede  efec- 
tuarse desde  el  esófago  al  través  de  sus  paredes  hácia  el  pecho.  Esta  cir- 
cunstancia y la  falta  de  síntomas  propios  igualmente  que  la  de  los  sig- 
nos autópsicos,  pudo  dar  grandes  fundamentos  á la  sospecha  de  que  el 
veneno  se  había  introducido  en  el  cadáver. 

Es  ocioso  hablar  de  introducción  de  venenos  gaseosos  que  probable- 
mente no  se  ocurrirá  á nadie  , y si  se  ocurriere  seria  aplicable  gran  parte 
de  las  reflexiones  que  llevamos  hechas , y si  fueran  polvos  vegetales, 
hojas , extractos  ó cualquier  otra  cosa  por  el  estilo  , excusado  es  decir 
que,  además  de  lo  que  hemos  indicado,  respecto  de  los  sólidos,  habría 
la  facilidad  de  ver  al  natural  esas  materias,  las  que  ni  aun  introducidas  en 
el  estómago  presentarían  vestigios  de  digestión  ó elaboración  por  parte 
de  los  órganos  de  la  economía  muerta. 

Si,  en  lugar  de  introducir  esas  sustancias,  poco  tiempo  después  de  ha- 
ber muerto  el  sugelo , se  introdujesen  algunas  horas  después,  todavía 
había  de  ser  mas  fácil  la  distinción,  puesto  que  aquí  ni  la  mas  remota 
semejanza  puede  ya  haber  de  efectos  ^patológicos  ó fisiológicos,  y trans- 
curriendo menos  tiempo  desde  esa  introducción  fraudulenta  á'la  hora 
en  que  se  practique  la  autópsia,  también  han  de  ser  menos  pronuncia- 
dos los  fenómenos  de  imbibición todavía  ha  de  ser  mas  corto  el  radio 
de  la  extensión  del  veneno. 

Concíbese  en  todos  esos  casos  la  grande,  la  inmensa  importancia  que 
tiene  no  confundir  los  órganos  ni  materias  del  sugeto  que  se  supone  en- 
venenado. Si  en  todos  los  casos  es  reprobable  en  alto  grado,  no  solo  la 
práctica  de  M.  Roussin,  que  quiere  que  se  hagan  de  todos  los  órganos 
destinados  á las  análisis  dos  mitades  1.*  y 2.a , colocando  todas  las  mita- 
des primeras  en  un  vaso,  y en  otro  todas  las  mitades  segundas,  para 
analizar  juntas  aquellas  en  busca  de  venenos  inorgánicos,  y juntas  estas 
en  busca  de  venenos  orgánicos;  sino  la  de  M.  Tardieu  , que  solo  destina 
dos  vasos , uno  para  todo  el  tubo  digestivo  con  sus  materias,  y otro  para 
todos  los  demás  órganos : en  los  casos  en  cuestión  seria  una  práctica  fu- 
nesta, contraria  á todas  las  reglas  necroscópicas  de  la  intoxicación  y la 
mas  á propósito  para  favorecer  las  miras  criminales  del  que  hubiese  in- 
troducido veneno  en  un  cadáver,  para  dar  lugar  á procedimientos  de 
oficio  por  envenenamiento  contra  algún  inocente. 

Si  se  confundieran  los  órganos,  como  lo  propone  Roussin,  y hasta 
como  lo  indica  Tardieu,  que  prohija  el  vicioso  proceder  de  ese  larma- 
céutico  ó químico;  y analizados  dieran  vestigios  de  veneno,  como  los 
darían  indudablemente,  ¿seria  posible  resolver  esa  cuestión  por  las  aná- 
lisis químicas?  ¿Podria  distinguirse  si  el  veneno  fué  introducido  durante 
la  vida  ó después  de  muerto?  ¿Se  sabría  de  qué  órganos  procede  ese 
veneno?  ¿Podria  afirmarse  hasta  donde  llegó  la  imbibición?  De  seguro 
que  no.  ¡Qué  mas  querrían  los  criminales  de  esa  especie  que  ver  gene- 
ralizada la  tunesta  práctica  de  Roussin! 

En  esos  casos  mas  que  en  otros,  es  de  absoluta  necesidad  separar  los 
órganos  en  la  autópsia  , sin  colocar  en  el  mismo  frasco  mas  que  un  ór- 
gano y su  contenido  y analizarlos  separadamente  también  , para  ver  y 
asegurar  donde  se  halla  el  veneno.  Así , si  se  encuentra  por  ejemplo  en 
el  recto  y no  en  los  demás  órganos,  en  la  boca  , en  la  vulva,  en  el  es- 
tómago , etc. , y no  en  otras  partes’;  hay  fundado  y sólido  motivo  para 
afirmar  que  ese  veneno  no  se  introdujo  durante  la  vida,  y la  vía  por 


— 904  - 

donde  se  introdujo  ; porque  si  se  hubiese  introducido  vivo  el  sugeto  , se 
hallaría  en  todas  partes  , en  unas  mas  que  en  otras,  pero  en  todas,  y 
acaso  el  sitio  de  introducción  seria  el  que  menos  tuviese. 

Esta  circunstancia , de  suyo  tan  significativa  , adquiriría  todo  el  es- 
plendor de  la  evidencia  con  la  negación  de  síntomas  y la  de  alteraciones 
anatómico-patológicas ; se  la  daría  á su  vez  á estas , y si  acaso  hubiera 
dejado  alguna  duda  en  el  ánimo  de  los  facultativos,  que  hubiesen  visto 
al  enfermo  en  su  agonía  y á los  que  hubiesen  practicado  la  autópsia, 
el  resultado  de  las  análisis  químicas,  en  el  sentido  que  acabo  de  indicar, 
disiparía  todas  las  dudas. 

Todo  lo  que  acabamos  de  decir  lleva  implícita  la  suposición  de  que 
el  cadáver  sea  examinado  al  estado  fresco  , antes  de  la  inhumación  , ó 
después  de  ella  á poco  de  haberla  efectuado.  Mas  si  el  cadáver  se  exhu- 
ma , cuando  ya  la  putrefacción  está  avanzada , ó cuando  está  reducido  á 
esqueleto,  se  concibe  que  una  introducción  fraudulenta  de  veneno  en  el 
cadáver,  no  habrá  de  ser  tan  fácilmente  descubierta.  Faltará  para  la  dis- 
tinción el  órden  de  datos  relativos  á las  alteraciones  anatómico-patológi- 
cas y hasta  los  relativos  á la  localización  del  veneno.  Los  líquidos  que 
bañan  el  cadáver  en  cierto  período  de  su  descomposición  pueden  fácil- 
mente trasladar  el  veneno  de  unos  puntos  á otros. 

En  un  caso  práctico  verificado  en  los  restos  mortales  de  una  mujer  ex- 
humada mas  de  un  mes  después  de  su  muerte,  y cuyo  ataúd  estaba  lleno 
de  un  líquido  procedente  de  la  descomposición  del  cuerpo,  encontramos 
vestigios  indudables  de  sublimado  corrosivo  en  todas  partes,  inclusa  la 
mortaja  empapada  de  ese  líquido.  Los  síntomas  y la  autópsia  estaban  en 
armonía  con  la  presencia  de  ese  veneno. 

Con  mas  razón  seria  difícil  distinguir  si  el  veneno  se  introdujo  después 
déla  muerte,  si  el  cadáver  estuviese  reducido  á esqueleto  y polvo.  Los 
venenos  minerales  estarían  allí  del  propio  modo  que  si  se  hubiesen  dado 
durante  la  vida.  Algunos  de  los  orgánicos  pueden  existir  también;  los 
alcaloideos  resisten  mucho  la  putrefacción.  En  estos  casos  seria  muy  di- 
fícil, por  no  decir  imposible  , determinar  si  hubo  ó no  envenenamiento. 
Si  se  tuviese  conocimiento  de  los  síntomas  presentados  por  el  sugeto,  y 
estos  no  estuviesen  en  armonía  con  la  intoxicación  correspondiente  al 
veneno  que  se  encontrara,  podría  sospecharse  la  introducción  fraudu- 
lenta , si  no  tuviese  explicación  el  origen  de  esa  sustancia.  Con  mas  ra- 
zón si  se  hubiese  practicado  la  autópsia  y si  no  se  hubiese  visto  en  aber- 
tura natural  ó artificial  alguna  , vestigio  de  veneno  ni  alteraciones  anató- 
mico-patológicas propias  de  su  acción. 

Mezcla  del  veneno  con  los  materiales  destinados  á la  análisis.  — Puede  su- 
ceder que , en  lugar  de  introducir  en  el  cadáver  el  veneno , se  eche  en 
los  órganos  líquidos  y materias  apartadas  para  la  análisis.  Esto  por  un 
lado  parece  mas  fácil  de  llevar  á cabo,  y por  otro  mas  difícil.  Es  mas  fácil, 
porque  la  persona  malévola,  que  en  esos  casos  casi  siempre  suele  ser  al- 
guno de  la  familia  ó muy  allegado  á ella , puede  presenciar  la  autópsia 
y aprovechar  un  momento  de  descuido  por  parte  de  los  que  la  practican, 
y echar  en  las  materias  ya  apartadas  este  ó aquel  veneno , ó bien  en  las 
materias  que  arrojó  el  sugeto  por  vómitos,  cámara  ú orina. 

Es  mas  difícil , porque  esas  materias  se  meten  en  frascos  que  se  tapan, 
lacran  y sellan,  primero  por  los  peritos  , y luego  por  el  tribunal. 

Si  se  han  llenado  todas  estas  formalidades  ya  no  es  posible  que  una 
mano  criminal  eche  en  el  interior  de  los  frascos  un  veneno.  Ya  seria 


— 905  - 

preciso  contar  con  la  complicidad  de  los  actuantes  judiciales  y peritos. 

Mas , si  no  sé  llenan  todas  las  formalidades  que  hemos  indicado  en  su 
lugar,  nada  mas  fácil  que  una  mano  malévola  eche  en  las  materias  apar- 
tadas para  la  análisis  un  veneno,  cuya  presencia  llenará  luego  de  confu- 
sión á los  peritos,  y acaso  pueda  servir  de  aparente  comprobación  para 
determinar  el  carácter  dudoso  de  los  síntomas  y la  autópsia , y se  dé  lu- 
gar á la  suposición  de  un  crimen  que  no  existe , por  lo  menos  como  en- 
venenamiento , y que  acaso  recaiga  sobre  un  inocente  la  terrible  acusa- 
ción de  ese  crimen  y su  castigo. 

Tal  como  hemos  visto  preparar  muchas  materias,  y en  el  estado  en 
que  nos  han  llegado  muchos  objetos,  durante  nuestro  servicio  pericial, 
concebimos  fácilmente  la  posibilidad  de  esos  fraudes,  y en  mas  de  un 
caso  hemos  tenido  ocasión  de  notar  que  el  veneno  que  sé  encontró  podia 
muy  bien  no  proceder  de  un  envenenamiento , sino  de  un  crimen  de  otra 
naturaleza. 

En  algunas  ocasiones  el  exámen  de  las  materias  podrá  ponernos  en  el 
caso  de  sospechar  que  se  les  ha  añadido  el  veneno,  después  de  extraídas 
del  cadáver.  La  naturaleza  de  ese  veneno,  su  acción  inmediata  sobre  las 
sustancias  orgánicas,  su  estado , etc. , etc. , podrá  servirnos  de  guía.  En 
un  frasco  que  contuviese  pedazos  de  hígado  , de  pulmón  , de  corazón  , de 
bazo,  con  líquidos  ó sin  ellos  , la  presencia  del  ácido  arsenioso  en  polvo, 
del  bicloruro-  de  mercurio  ó de  un  alcaloideo , revelaría  desde  luego  que 
se  ha  echado  esa  sustancia  después  de  separados  aquellos  del  cadáver. 
Otro  tanto  diriamos,  si  la  hallásemos  al  exterior  del  estómago  é intesti- 
nos. Otro  tanto  diriamos  si  los  viéramos  teñidos  al  exterior  del  color  que 
les  dan  los  ácidos  sulfúrico,  nítrico,  clorhídrico  y otros  cáusticos.  Otro 
tanto,  en  íin , si , analizado  el  líquido  en  que  estuviesen , diese  mucha 
cantidad  de  veneno,  y analizados  aparte  los  órganos  no  diesen  nada,  ó 
diesen  poco  ; en  especial  las  porciones  mas  interiores. 

Todo  eso  anunciaría  la  exterioridad  del  veneno;  circunstancia  del 
todo  opuesta  á lo  que  deberian  presentar  esos  órganos , en  el  caso  que  se 
les  hubiese  introducido  el  veneno  durante  la  vida. 

De  todos  modos,  dado  que  se  presentase  un  caso  de  esa  especie , y que 
sin  advertir  nada  al  exterior,  sometidas  las  materias  á la  análisis,  diesen 
las  reacciones  del  veneno,  y estas  no  estuviesen  de  acuerdo  ni  con  los 
síntomas,  ni  con  la  autópsia,  habría  que  sospechar  la  probabilidad  do 
una  mezcla  del  veneno  con  las  materias  guardadas  para  la  análisis,  y ha- 
bría que  averiguar  si  hubo  algún  descuido,  alguna  omisión,  alguna  oca 
sion  propicia  para  que  una  mano  criminal  hubiese  echado  en  esas  mate- 
rias el  veneno;  y solo  cuando  quedase  plenamente  probado  que  nada 
de  eso  hubo,  ni  pudo  haber,  podría  abandonarse  la  explicación  de  la 
presencia  del  veneno  hallado  por  las  análisis,  dándole  por  origen  esc 
fraude. 

Veamos  ahora  cómo  distinguiremos  la  existencia  de  un  veneno  en  un 
cadáver,  debida  á la  imbibición  efectuada  en  el  sitio  donde  esté  se- 
pultado. 

Imbibición  de  los  líquidos  de  un  terreno.  — Lo  que  hemos  dicho  de  la  im- 
bibición do  un  sólido  aplicado  á un  cadáver,  cuando  la  humedad  de  este 
le  disuelve,  y de  los  líquidos  aplicados  á cualquier  vía  del  mismo,  es 
aplicable  á los  que  procedan  de  un  terreno,  donde  esté  sepulto  ese  cadá- 
ver. Tanto  para  comprobación  de  lo  que  hemos  dicho  en  los  dos  puntos 
anteriores,  como  de  lo  que  nos  proponemos  decir  en  el  actual,  demos 


- 006  — 

antes  cuenta  de  ciertos  hechos  experimentales  que  debemos  á Orfüa  y 
üevergie.  Luego  haremos  las  correspondientes  reflexiones. 

Orfila  ha  hecho  varios  experimentos  con  el  objeto  de  ver  hasta  qué 
punto  se  efectúa  la  imbibición  de  ciertas  disoluciones  venenosas  introdu- 
cidas en  el  estómago , recto  y piel  de  varios  animales  muertos  y cadáve- 
res humanos.  De  sus  experimentos  resulta  : 

1. °  Que  las  sales  de  cobre,  disueltas  en  el  agua'é  inyectadas  en  el  es- 
tómago ó en  el  recto  de  cadáveres  humanos,  ó de  perros,  penetran  por 
imbibición  : primero,  en  los  órganos  mas  cercanos  á la  porción  del  ca- 
nal digestivo , donde  fueron  aplicados ; y luego  avanzan  , ya  hácia  el  in- 
terior de  estos  órganos , ya  al  través  de  otras  visceras  mas  lejanas ; pero 
que  su  marcha  es 'bastante  lenta  para  que,  al  cabo  de  ocho  ó diez  dias, 
aun  cuando  el  estómago  contenga  bastante  cantidad  todavía  de  la  diso- 
lución cúprica,  la  parte  céntrica  del  hígado,  por  ejemplo,  y con  ma- 
yor razón  el  cerebro,  los  músculos  de  las  piernas,  etc. , no  hayan  reci- 
bido todavía  ni  un  átomo. 

2. °  Que  todo  conduce  á creer  que  jamás  llegarán  á las  partes  mas  leja- 
nas del  punto,  en  que  hayan  sido  aplicadas  dichas  disoluciones,  al  menos 
en  bastante  cantidad  para  poder  ser  descubiertas,  si  la  dosis  inyectada 
en  el  canal  digestivo  fuere  débil. 

3. °  Que,  sin  embargo,  seria  posible  que  la  marcha  de  los  líquidos  ve- 
nenosos, al  través  de  los  tejidos  muertos,  fuese  mucho  mas  lenta  y que 
acabase  por  detenerse  completamente  á cierta  distancia  del  canal  diges- 
tivo, si  estos  líquidos  son  de  naturaleza  tal,  que,  como  las  sales  de  co- 
bre , formen  con  las  sustancias  de  nuestros  órganos  un  compuesto  poco 
soluble,  ó insoluble. 

4. °  Que , en  todo  caso , esta  descomposición  no  se  efectuaría  acto  con- 
tinuo con  respecto  á toda  la  porción  del  líquido  venenoso , puesto  que  al 
cabo  de  diez , doce  ó quince  dias  ha  podido  Orfila  disolver  en  el  agua 
fria,  y en  unas  cuantas  horas,  una  parte  de  las  sales  de  cobre  que  se 
encontraban  en  los  órganos,  parte  de  las  cuales  había  llegado  á ellos  por 
imbibición. 

5. °  Que  la  piel  parece  que  no  se  deja  atravesar  tan  fácilmente  por  los 
líquidos  venenosos,  puesto  que  al  cabo  de  diez  dias  la  superficie  interna 
de  este  tejido,  revestido  de  su  epidermis,  no  estaba  azulada,  á pesar  de 
que  el  antebrazo  y la  mano  ^hubiesen  estado  sumergidos  en  una  disolu- 
ción de  acetato  de  cobre,  y que  en  otras  circunstancias,  habiendo  sido 
levantada  la  epidermis  al  cabo  de  seis  dias , el  solutum  en  cuestión  no 
había  penetrado  mas  allá  de  8 milímetros  en  el  grueso  de  las  carnes  , ni 
aun  después  de  diez  y seis  dias  de  sumersión. 

6. ”  Que  es,  por  lo  mismo,  difícil  admitir  que  un  cadáver,  cuya  piel 
esté  intacta , permita  fácilmente  paso  á un  líquido  venenoso  que  podría 
encontrarse  accidentalmente  en  la  tierra  donde  se  inhumase  ese  cadáver, 
porque  el  líquido,  absorbido  en  gran  cantidad  por  la  tierra,  seria  poco 
abundante,  ó lo  mas  solo  capaz  de  mojar  esta  débilmente;  que  en  todo 
caso,  el  tejido  celular  subcutáneo,  y menos  aun  los  músculos  y las  vis- 
ceras , no  contienen  una  pequeña  porción  de  este  líquido  venenoso , sino 
al  cabo  de  mucho  tiempo , dado  caso  que  lleguen  á tenerle  nunca;  que 
si  diariamente  se  regase,  y por  mucho  tiempo,  con  un  líquido  envene- 
nado la  tierra  que  cubre  el  cadáver,  dejando  este  como  metido  en  un 
baño  venenoso,  podrían  obtenerse  resultados  diferentes;  mas  esta  espe- 
cie de  imbibición  no  se  presentará  jamás  en  Medicina  legal , sin  que  se 


- 907  — 

tonga  conocimiento  Je  eilo ; y entonces  seria  absurdo  fijar  en  el  hecho  la 
menor  importancia  í1). 

\ Lo  que  acaba  de  verse , por  lo  que  atañe  á las  disoluciones  de  acetato 
de  cobre , es  aplicable  á las  sales  de  antimonio,  preparaciones  arsenicales 
y otras  sustancias  venenosas.  Siendo  solubles,  la  imbibición  se  efectúa 
en  los  términos  indicados ; cuando  las  sustancias  no  son  solubles , se  en- 
cuentran en  los  puntos  donde  son  aplicadas.  Las  sólidas,  aunque  solu- 
bles, siempre  tardan  mas  en  ser  embebidas  que  las  líquidas.  Las  que  for- 
man compuestos  plásticos  con  los  principios  protéicos , se  hacen  insolu- 
bles; y como  no  hay  circulación  , no  pueden  ser  disueltos  por  los  cloru- 
ros alcalinos,  sino  en  las  inmediaciones. 

Ahora  bien : cuanto  hemos  dicho  en  los  números  anteriores  sobre  el 
modo  de  conducirse  los  venenos  aplicados  al  cadáver,  queda  confirmado 
con  los  experimentos  de  Orfila.  No  tenemos  necesidad  de  volver  á ello. 
Apliquémoslo , por  lo  tanto  , á los  casos  en  que  el  cadáver  haya  sido  en- 
terrado, y se  sospeche  que  proceda  del  terreno  el  veneno  que  le  encuen- 
tran las  análisis  químicas. 

Si  el  cadáver  ha  sido  sepultado  en  el  suelo,  y se  analizan  después  de 
mucho  tiempo  de  inhumarle  sus  despojos,  puede  acontecer  también  que 
estas  análisis  den  vestigios  de  venenos,  en  especial  minerales,  sin  que 
haya  habido  intoxicación.  Los  terrenos  pueden  contener,  naturalmente, 
óxidos  ó sales  venenosas ; disolverse  estas  con  las  aguas  pluviales,  filtrar 
al  través  de  la  arena  ó tierra  vegetal , y embeberse  de  estas  disoluciones 
ei  cadáver.  Al  menos  esta  es  la  opinión  de  algunos. 

Orfila  ha  tratado  este  punto  en  su  Toxicologia  general , como  hemos 
visto ; y una  célebre  contienda  que  tuvo  con  M.  Raspail , con  motivo  del 
envenenamiento  por  el  arsénico,  al  que  sucumbió  M.  Lafarge  , le  ha  dado 
mas  importancia.  Vale  la  pena,  en  efecto,  que  le  agitemos,  no  tanto  por 
los  errores  en  que  nos  puede  hacer  incurrir  esa  imbibición  sumamente 
limitada  ó excepcional,  como  por  la  fuerza  lógica  que  algunos  creen  po- 
der dar  á esta  especie  de  objeción  contra  los  resultados  obtenidos  por 
medio  de  las  análisis  químicas. 

Consultado  Orfila  en  el  proceso  de  madama  Lafarge  sobre  si  había  sido 
envenenado  el  marido  de  esta  señora  por  el  arsénico,  respondió  afirmati- 
vamente. M.  Raspail , nombrado  por  parte  de  la  interesada  , sostuvo  ante 
el  tribunal,  en  los  debates  que  en  Francia  se  permite  tener  á ios  peritos, 
todo  lo  contrario.  Hé  aquí  un  extracto  de  su  discurso  : 

«M.  Orfila  pretende  que  es  solo  la  mano  de  los  dos  acusados  lasque  ha 
podido  introducir  el  veneno  durante  la  vida  de  la  víctima.  ¿Cómo  lo 
sabe?  Jamás  ha  visto  á los  dos  acusados,  sino  hasta  ahora,  en  la  Audien- 
cia , y hace  once  meses  (fue  sucedió  ei  caso.  Nos  asegura  que  es  así , por- 
que el  arsénico  que  ha  encontrado  no  ha  podido  proceder  de  otra  vía. 
Fues  yo  voy  á citar  mil  vías  diferentes  por  las  cuales,  luego  después,  ó 
despues.de  mucho  tiempo  de  la  inhumación,  ese  arsénico  ha  podido  intd- 
tiarse  en  los  tejidos  del  cadáver.  El  arsénico  encontrado  por  M.  Orfila, 
seis  meses  después  de  la  muerte  del  sugeto,  j no  puede  haber  sido  de- 
puesto por  la  casualidad,  que  es  infinita  en  sus  combinaciones!  Papeles 
piulados  y tirados  en  la  huesa;  restos  vio  enmaderamientos  pintados  de 
verde;  restos  del  tamaño  de  una  cabeza  de  alfiler  bastan  para  cubrir  cien 
platos  semejantes  á esos  con  manchas  arsenicales ; el  cadáver,  después 


(’ i Toaiiuiluyia  ijvnrrat  ,1.  i , p.  30  ¡ 40. 


- 008  — 

de  Ja  exhumación  , ha  podido  estar  echado  en  mesas  pintadas  de  verde- 
ha  sido  transportado  con  un  tone] , del  cual  ningún  químico  , ni  antes  ni 
después,  ha  hecho  análisis.  Los  reactivos  empleados  por  M.  Orilla  han 

podido  ser  impuros,  y lo  que  hay  de  mas  impuro  en  el  mundo , etc 

¡Y  á la  presencia  de  todas  esas  fuentes  del  arsénico , no  se  aceptaría  sino 
la  mas  odiosa! 

» Acabáis  de  combatirme,  señor,  con  experimentos  hechos  en  dos  ca- 
dáveres tomados  en  cementerios  diferentes.  Estos  dos  cadáveres  no  os 
han  dado  una  sola  huella  de  arsénico,  aun  cuando  la  tierra  de  ambos  ce- 
menterios es  arsenical ; de  lo  cual  concluís  que  el  arsénico  que  se  en- 
cuentre en  cualquier  cadáver  no  podrá  proceder  del  terreno,  aunque  este 
le  contenga  , donde  habrá  sido  enterrado.  El  señor  Orfila  hubiera  podido 
hacer  veinte,  cien  experimentos  de  ese  género  sobre  otros  tantos  cadáve- 
res exhumados  en  lugares  diferentes,  y su  conclusión  no  seria  menos 
aventurada.  Semejante  conclusión  es  falsa,  como  me  reste  citar  un  caso 
que  no  ha  previsto.  ¿Quién  no  sabe  que  en  la  misma  circunscripción  geo- 
lógica, el  terreno  movedizo  puede  mudar  de  estructura  y de  composición 
á cada  instante?  ¿Que  dos  cadáveres,  inhumados  el  uno  al  lado  del  otro, 
no  pueden  ser  considerados  como  si  lo  estuvieran  bajo  este  punto  de  vista 
en  un  mismo  terreno?  Tomáis  un  puñado  de  tierra,  y la  encontráis  arse- 
nical. Analizáis  un  poco  del  cadáver,  y nos  decís  que  no  habéis  encon- 
trado en  él  arsénico.  Os  creo  por  vuestra  palabra ; mas  antes  de  concluir 
que  el  arsénico  de  esa  tierra  jamás  podrá  infiltrarse  en  los  tejidos  del 
cadáver,  ¿sabéis  lo  que  deberíais  haber  empezado  por  hacer?  Deberíais 
haber  estudiado  la  estructura  geológica  del  suelo.  Pero  ni  habéis  pensado 
en  ello. 

Orfila.  — ¿Qué  importancia  hubiera  tenido  semejante  estudio  en  la 
cuestión  que  nos  ocupa? 

Raspail.  — ¿Qué  importancia?  ¿Y  vos  me  lo  preguntáis?  Preguntadlo  á 
todos  los  geólogos , á todos  los  agrónomos  que  nos  escuchan.  ¿'Cómo?  El 
agrónomo , antes  de  confiar  la  semilla  á la  tierra , se  ocupa  en  estudiar  la 
estructura  geológica  y la  composición  química  del  terreno;  establece  an- 
tes las  proporciones  de  los  elementos  terrosos  de  su  fertilidad , y se  guar- 
daría muy  bien  de  confiar  trigo  á un  terreno  que  no  tuviese  mas  que  las 
calidades  con  las  que  se  contenta  el  centeno.  Y vosotros,  químicos,  peri- 
tos delante  de  la  ley,  vosotros  vais  á confiar  al  suelo  un  experimento  del 
cual  depende  la  muerte  ó la  vida  de  un  acusado , y creeis  tener  derecho 
de  dispensaros  una  precaución  tan  vulgar.  Os  excuso , señor,  puesto  que 
no  conocéis,  según  habéis  dicho,  su  importancia. 

Orfila.  — Citad  casos. 

Raspail.  — Os  obedezco,  y no  tomaré  mas  que  el  caso  mas  sencillo,  el 
menos  recusable.  Yo  supongo  dos  terrenos  : uno  arenoso  , otro  arcilloso. 
Que  se  inhume  un  cadáver  en  cada  uno  de  ellos , y que  se  rieguen  los 
dos  con  una  disolución  en  igual  cantidad  de  ácido  arsenioso  ó cualquier 
otra  combinación  arsenical  soluble.  En  el  terreno  arenoso,  el  arsénico  pa- 
sará como  al  través  de  una  criba  en  derechura  al  cadáver,  aun  cuando 
le  hubiesen  sepultado  á treinta  piés  debajo  del  suelo.  En  el  terreno  arci- 
lloso, el  arsénico  no  alcanzará  á tres  pulgadas  de  profundidad ; y,  por  lo 
tanto , el  cadáver,  aun  cuando  no  tuviese  mas  que  un  pié  de  tierra  en- 
cima , será  preservado  del  arsénico , por  mas  que  allí  se  esté  siglos  ente- 
ros.  ¿Concebís  ahora  la  importancia  de  lo  que  falta  á vuestros  experi- 
mentos? Habéis  estudiado  los  dos  cadáveres  de  Bicetre  según  vuestro 


- 909  - 

método.  ¡ Experimento  nulo ! conclusión  falsa  ! Habéis  inhumado  un  hí- 
gado en  un  terreno  que  habéis  regado  con  una  disolución  de  ácido  arse- 
nioso. ¡Experimento  nulo!  conclusión  falsa!  Habéis  señalado  la  presen- 
cia del  arsénico  en  el  cementerio  de  Bicetre , y su  ausencia  completa  en 
la  tierra  del  jardín  de  la  Escuela  de  Medicina.  Es  un  error,  un  error  ' 
hasta  que  se  pruebe  lo  contrario;  un  error  procedente  de  que  la  tierra  de 
Bicetre  es  un  terreno  de  aluvión , mezcla  de  arena , calizo  y marga  , y la 
del  jardín  de  la  Escuela  de  Medicina  , si  es  el  de  la  observación , des- 
cansa casi  inmediatamente  en  arcilla  pura  que  pasa  por  las  márgenes 
del  Sena. 

»A  mas  de  que,  ¿son  acaso  semejantes  procedimientos  los  que  os  ha- 
cen lisonjear  de  que  podéis  imitar  los  de  la  naturaleza?  Con  esa  agua  fria 
y caliente  que  nosotros  echamos  con  nuestro  débil  brazo  en  el  suelo, 
¿pretendemos  remedar  el  poder  subterráneo  de  las  fuerzas  químicas? 
¿Quién  de  nosotros  tiene  la  menor  idea  de  la  marcha  tan  variada  y tan 
activa  de  la  fosilización  y de  la  putrefacción?  ¡De  la  fosilización!  Hay 
ciertos  tejidos  que  tienen  un  derecho  de  elección  por  ciertas  bases;  pa- 
rece  que  las  atraen  para  asimilárselas  é identificarse,  por  decirlo  así,  con 
ellas.  Los  animales  blandos , ocultos  en  la  tierra , no  se  han  combinado 
sino  con  la  sílice;  se  han  hecho  enteramente  silizosos ; el  animal  se  ha 
convertido  en  un  pedernal  que  vemos  en  la  forma,  la  coloración  y la  es- 
tructura de  todos  sus  órganos.  Otras  veces  no  ha  absorbido  mas  que  el 
sulfuro  de  hierro ; otras  mas  que  el  carbonato  de  cal , etc. , etc.  Pues 
bien:  yo  os  daré  los  mismos  animales;  ensayad  con  vuestros  recursos 
de  laboratorio,  y ved  si  me  los  dais  petrificados. 

»Y  la  putrefacción  ¿quién  la  ha  estudiado;  quién  ha  podido  descri- 
birla? No  hay  un  solo  químico  que  en  la  actualidad  se  halle  en  estado 
de  decirnos  lo  que  acontece  en  ese  laboratorio  de  muerte , en  esta  resur- 
rección de  gases  bajo  nueva  forma;  ni  un  solo  químico,  'lodos  ignora- 
mos el  número  y la  naturaleza  de  las  emanaciones  que  se  desprenden. 

¡ Hasta  ignoramos  cuál  sea  ese  gas  que  hiere  de  muerte,  como  el  rayo,  al 
sepulturero  sacrilego  que  se  atreve  á profanar  ese  santuario  impenetra- 
ble, antes  de  haber  evocado  el  inexorable  espíritu  que  reina  en  el  inte- 
rior de  esos  lugares!  ¿Y  con  un  poco  de  agua  fria  ó caliente,  con  un 
poco  de  ácido  sulfúrico  solamente  habéis  creído  llegar  á daros  cuerna  de 
ese  poder  creador  que  por  la  vía  de  las  corrientes  eléctricas  dinámicas 
llama  los  elementos  lejanos  y los  acerca  , ó desasocia  los  elementos  de  las 
combinaciones  y los  aleja?  Y luego,  porque  el  arsénico  no  haya  querido 
disolverse  en  vuestras  copas,  ¿aseguraréis  que  se  ha  negado  con  la  mis- 
ma obstinación  á esas  emanaciones  de  hidrógeno,  sulfurado,  fosforado, 
carbonado,  y otras  cien  combinaciones  de  hidrógeno;  de  todas  esas  sales 
amoniacales  que  van  á condensarse  en  líquidos,  disolver  lo  que  encuen- 
tran , y volver  á caer  por  medio  de  infiltraciones  pluviales  sobre  el  cadá- 
ver que  los  habia  desprendido  en  gases  y vapores?  ») 

Así  se  explicó  Raspad  contra  la  opinión  de  Orfila  en  un  caso  práctico 
de  envenenamiento  por  el  arsénico,  en  el  cual  habia  sido  exhumado  el 
cadáver  y someiido  á las  análisis.  lie  copiado  todo  este  pasaje , porque 
en  él  se  resumen  las  objeciones  de  los  que  tratan  de  quitar  todo  valor  á 
las  operaciones  analíticas  por  razón  de  los  diversos  orígenes  que  pueden 
tener  los  venenos,  sin  que  ninguno  de  ellos  sea  el  crimen. 

Basta  la  lectura  detenida  y desapasionada  de  este  discurso,  que  los 
redactores  del  Diccionario  de  los  diccionarios  califican , tal  vez  injustamen- 


- 910  — 

de  obra  maestra  de  ciencia  y de  lógica  , para  conocer  que  hay  en  M 
mas  elocuencia  y travesura  dialéctica  , que  verdadera  lógica  ; mas  gene 
ralidades  aplicables  á ciertos  casos,  que  proposiciones  competentes  ai 
caso  discutido. 

Convenimos  con  Itaspail , que  el  arsénico  puede  estar  contenido  na- 
turalmente en  el  suelo ; ó bien  que  despojos,  que  restos  de  papeles  ó en- 
sambladuras arrojados  en  los  campos,  por  razón  de  su  pintura,  en  la 
cual  entra  algún  preparado  arsenical,  un  arsenito,  hayan  podido  dar  á la 
tierra  cantidad  considerable  de  este  preparado,  para  que  con  el  aparato 
de  Marhs  se  ennegrezcan  cien  platos  de  porcelana. 

Convenimos  también  en  que  las  aguas  pluviales  pueden  disolver  esas 
sales  arsenicales  y que  filtran  bien  por  terrenos  arenosos  ó porosos,  si 
vale  esta  palabra  , y filtran  mal  ó de  ningún  modo  por  los  arcillosos  ó 
cualquier  otro  que  no  dé  paso  á las  aguas. 

Convenimos  en  que  la  descomposición  del  cuerpo  orgánico,  humano 
sobre  todo,  da  lugar  á un  sin  número  de  combinaciones,  debidas  á des- 
prendimientos de  gases  que  luego  se  condensan , liquefian  y disuelven 
sales,  óxidos  ó cuerpos  simples,  y que  en  estas  composiciones  entren 
ciertos  elementos  que  las  hacen  venenosas,  sin  proceder  de  una  into- 
xicación. 

Convenimos  en  que  la  naturaleza  tiene  recursos  superiores  á ios  de) 
hombre,  en  especial  en  química  orgánica,  y que  la  putrefacción  está  to- 
davía rodeada  de  misterios. 

Sin  embargo,  todas  estas  verdades  son  generales  y muy  vagas;  mu- 
chos casos  prácticos  ofrecerán  , tal  vez,  un  sin  número  de  circunstancias, 
á las  cuales  ninguna  aplicación  tendrán  esas  verdades.  No  siempre  será 
el  arsénico  el  veneno  empleado;  no  siempre  habrá  esos  papeles  verdes, 
ni  esos  restos  de  maderas  pintadas;  no  siempre  serán  arenosos,  ni  arci- 
llosos los  terrenos;  y aun  cuando  la  naturaleza  tenga  poderes  superiores 
á los  del  hombre,  en  punto  á formar  cuerpos,  sabido  es  que  el  hombre, 
á costa  de  sus  afanes,  ha  conseguido  arrebatarle  una  infinidad  de  sus  se- 
cretos, y que  en  química  inorgánica  ha  logrado  imitarle  con  perfección, 
componiendo  y descomponiendo  cuerpos,  los  mismos  que  esa  naturaleza 
va  formando. 

Donde  se  estrella  el  hombre  es  en  la  formación  de  los  orgánicos , solo 
atributo  de  la  vida,  y sin  embargo  , hasta  ha  podido  ya  formar  algunas 
combinaciones  de  cuerpos  inorgánicos  con  algunos  organizados. 

Pero  si  es  muy  cierto  que  la  naturaleza  le  lleva  ventaja,  no  hay  que 
sacar  consecuencias  tan  generalmente  contrarias  al  poder  del  hombre, 
por  lo  que  toca  á las  análisis  practicadas  en  los  cadáveres,  aunque  ha- 
yan pasado  por  las  transformaciones  de  la  putrefacción , siempre  que  los 
venenos  encontrados  tengan  uno  ó mas  elementos  inorgánicos,  puesto 
que  el  estudio  actual  de  la  química  nos  permite  saber  la  historia  de  cada 
cuerjpo  mineral  simple  ó compuesto,  y que  á proporción  que  se  avanza 
en  el  estudio  de  la  química  orgánica,  se  va  viendo  que  no  solo  se  com- 
ponen siempre  todos  los  cuerpos  orgánicos  de  dos  ó más  de  ios  siguien- 
tes simples  oxígeno,  hidrógeno,  carbono  y ázoe,  elementos  no 'orgá- 
nicos y que  entran  en  la  formación  de  los  compuestos  minerales,  sino 
que  los  mismos  cuerpos  compuestos,  los  principios  complexos  é in media- 
tos se  conducen  en  sus  combinaciones  como  se  conducen  los  minerales. 
Ya  en  otra  parte  llevamos  dicho  que  es  una  filosofía  viciosa  la  de  apo- 
yarse en  lo  que  no  conocemos,  en  lo  mucho  que  nos  falta  que  descubrir. 


- éíi  - 

en  ía  posibilidad  de  que  un  dia  se  descubra  para  destruir  la  fuerza  signi- 
ficativa de  lo  que  se  ha  descubierto  y ha  hecho  prueba  hasta  ahora.  Así 
como  puede  descub  -irse  algo  que  se  parezca  á lo  que  hoy  dia  se  cono- 
ce , puede  también  no  descubrirse;  ¿y  qué  es  un  argumento  que  des- 
cansa en  semejante  eventualidad?  ¿Qué  filosofía  puede  pagarse  de  seme- 
jante lógica?  ........ 

A mas  de  qué,  sin  que  se  necesite  disminuir  la  tuerza  de  las  conside- 
raciones en  que  entró  M.  Raspail , y que  cualquiera  antagonista  de  la 
significación  concedida  á los  resultados  de  las  operaciones  analíticas, 
pudiera  reproducir  como  objeción,  bastará  para  que  el  médico-legista 
no  sufra  esos  errores  crasos , que  semejantes  consideraciones  tienden  á 
evitar,  el  tener  en  cuenta,  cuando  analiza  un  cadáver  por  mucho  tiempo 
sepultado , dónde  lo  ha  sido ; si  en  caja  ó sin  ella;  si  en  el  suelo  ó en  un 
nicho;  la  naturaleza  del  terreno,  si  es  movedizo,  de  aluvión,  vegetal  ó 
fijo,  etc.,  etc.;  si  es  délos  que  tienen  escombros,  ó erial,  ó labrantío;  si 
contiene  naturalmente  el  veneno  que  las  análisis  han  dado;  si  es  este  ve- 
neno de  los  que  forman  combinaciones  con  ciertos  gases  que  se  despren- 
den del  cadáver  putrefacto,  etc.  Todas  las  reflexiones  y argumentos  en 
el  sentido  de  Raspail,  no  prueban  sino  que  es  menester  no  dejarse  llevar 
exclusivamente  de  lo  que  los  resultados  analíticos  dan , sino  de  una  por- 
ción de  circunstancias,  en  lo  cual  estamos  perfectamente  de  acuerdo; 
pero  de  esto  no  debe  seguirse , de  ningún  modo , que  las  análisis  sean 
tan  pobres  en  significación  y recursos,  como  lo  quería  dar  á entender 
Raspail  cuando  decía ; con  un  poco  de  agua  fria  ó caliente , con  un  poco  de 
ácido  sulfúrico  pretendéis  remedar  la  naturaleza. 

Esas  expresiones  no  pasan  de  golpes  de  oratoria,  buenas  para  hacer 
un  efecto  pasajero  en  los  ánimos  de  un  auditorio  poco  instruido.  El  mis- 
mo Raspail  sabia  que  con  algo  mas  que  con  un  poco  de  agua  caliente  ó fria 
averigua  el  químico  la  naturaleza  de  los  cuerpos.  El  mismo  Raspail , cé- 
lebre químico  como  era,  sabia  como  el  primero,  que  la  naturaleza,  in- 
orgánica sobre  todo,  sale  de  las  manos  del  químico  y de  sus  laboratorios 
anatomizada  hasta  la  última  molécula. 

Esos  mismos  experimentos  de  Qríila  sobre  la  imbibición  , tan  censura- 
dos por  Raspail,  son  de  grande  utilidad  para  resolver  Ja  cuestión  que 
nos  ocupa.  Si , por  razón  de  ser  arcillosa  la  capa  de  tierra  que  los  cadá- 
veres tienen  encima , no  los  alcanzan  las  irrigaciones  de  la  solución  ar- 
senical , y si , cuando  la  tierra  es  arenosa,  de  esto  quiere  deducirse  que 
los  tejidos  del  cadáver  se  embeben  de  las  disoluciones  de  arsénico  y 
otros  venenos  por  medio  de  las  aguas  pluviales;  ¡os  experimentos  de 
Devergie  por  un  lado , y por  otro  los  conocimientos  que  tenemos  de  la 
imbibición  de  los  tejidos  después  de  la  muerte,  destruyen  semejante 
consecuencia. 

Devergie  expuso  un  hígado  á la  acción  de  una  disolución  arsénica!,  y 
analizándole  después,  solo  encontró  el  veneno  en  la  parte  superficial  de 
la  viscera. 

El  mismo  Raspail , que  apela  al  gran  poder  de  la  naturaleza  y á su 
misteriosa  pujanza  para  la  fosilización  y los  fenómenos  pútridos,  ¿por 
qué  no  apela  también  á la  misma  para  explicar  las  diferencias  que  la 
\¡da  establece  por  lo  tocante  á la  imbibición?  ¿Qué  es  el  poder  químico 
de  la  tierra  para  empaparse  los  órganos  muertos  de  los  líquidos  circun- 
vecinos en  comparación  de  la  no  menos  misteriosa  fuerza  química  vital, 
que  no  solo  los  absorbe,  sino  que  los  elabora  de  cien  maneras  diversas? 


— 912  — 

La  absorción  de  las  sustancias  venenosas,  durante  la  vida,  tiene  la  circu- 
lación de  la  sangre  que  las  trasporta  en  poco  tiempo  lejos  del  punto  donde 
fueron  aplicadas,  y en  el  órgano  á que  llegan  con  esta  prontitud,  se  en- 
cuentran, no  en  su  superficie,  sino  en  toda  su  extensión  superficial  ó 
profunda,  como  que  es  la  red  \ascular  ramificada  hasta  el  infinito  la 
que  por  todas  partes  las  esparce.  La  imbibición  , sin  la  ayuda  de  la  cir- 
culación , no  alcanza  á tanto,  y basta  muchas  veces  que  el  cadáver 
tenga  la  epidermis  íntegra,  para  que  el  agua  saturada  de  sales  no  la 
penetre. 

De  todas  estas  retlexiones  y otras  muchas  que,  por  no  prolongar  de- 
masiado este  punto,  paso  por  alto,  se  colige  que,  si  bien  es  cierto  que  en 
algunos  casos  los  venenos  que  encontramos  con  las  operaciones  analíti- 
cas pueden  tener  otra  procedencia  que  un  envenenamiento,  pueden  ha- 
ber sido  depuestos,  después  de  la  muerte  en  alguna  abertura  del  cadá- 
ver, y por  imbibición  penetrar  mas  allá  de  esta  abertura , ó bien  existir 
en  la  tierra  donde  haya  sido  sepultado  el  cadáver,  ya  sea  naturalmente, 
ya  por  cederle  las  sustancias  venenosas,  restos  de  papeles,  maderas,  etc., 
ó bien,  en  fin,  encontrarse  en  los  despojos  de  un  cadáver  podrido,  ya  á 
consecuencia  de  las  combinaciones  en  que  hace  entrar  la  putrefacción 
los  elementos  descompuestos,  ya  que  naturalmente  existe  arsénico  en 
los  huesos,  fósforo  en  los  mismos  órganos  y cerebro,  cobre  y plomo  en 
el  estómago  y los  intestinos,  etc.,  etc.;  será  preciso,  para  que  pueda 
atribuirse  la  sustancia  venenosa  obtenida  á alguno  de  estos  orígenes, 
que  se  carezca  absolutamente,  por  una  parte , de  todo  dato  relativo  á los 
síntomas  y á las  alteraciones  de  tejido  suministradas  por  la  autópsia  , y 
que  por  otra  se  reúnan  los  datos  suficientes  para  poder  reconocer  que  la 
procedencia  del  veneno  es,  en  efecto,  del  suelo,  de  despojos,  etc.,  y no 
de  la  mano  del  crimen.  En  tesis  general , todas  estas  consideraciones 
siempre  persuaden  la  posibilidad  de  muchas  dificultades;  los  casos  prác- 
ticos y las  circunstancias  con  que  cada  uno  se  presenta,  disminuyen  con- 
siderablemente todas  esas  dificultades , y el  problema  es  mas  sencillo, 
sobre  todo  cuando  los  datos  relativos  á las  análisis  químicas  pueden  po- 
nerse en  relación  con  los  síntomas  y con  los  resultados  de  la  autópsia.  En 
suma : todo  cuanto  puede  alegarse  contra  la  significación  de  las  opera- 
ciones analíticas,  tiene  fuerza  para  ciertos  casos  tan  solamente;  en  los 
más,  ninguna. 


£ III.  — Del  valor  de  los  resultados  de  las  análisis  químicas  , tomados  aisladamente 
y relacionados  con  los  síntomas  y la  autópsia. 


Es  evidente  que  los  resultados  de  las  análisis  químicas , por  sí  solos 
no  pueden  probar,  en  muchos  casos , la  intoxicación , cuando  acabamos 
de  ver  que  estas  análisis  pueden  á veces  encontrar  en  el  cuerpo  humano 
cierta  cantidad  de  veneno  de  procedencia  muy  diversa.  Solo  en  algún 
caso  raro  , por  ejemplo  , cuando  algún  sugeto  envenenado  muriese  y no 
le  abandonase  ya  la  autoridad  ó sus  deudos  presentes,  desde  su  agonía 
hasta  el  momento  de  las  análisis,  impidiendo  de  esta  suerte  el  que  una 
mano  malévola  le  introdujese  la  sustancia  venenosa , podría  bastar  para 
decir  que  ha  habido  envenenamiento  la  presencia  del  veneno  ó sus  reac- 
ciones obtenidas  con  las  operaciones  analíticas.  En  semejante  caso  no 
podría  explicarse  la  existencia  de  la  sustancia  venenosa  en  el  cadáver 
de  otro  modo  que  por  la  intoxicación , y este  resultado  la  probaria  sin 


- 913  - 

necesidad  de  síntomas  ni  de  autópsia;  es  decir,  sin  que  para  juzgar 
v decidir  que  había  habido  envenenamiento , fuese  necesario  relacionar 
estos  resultados  con  los  síntomas  y la  autópsia  cadavérica. 

Fuera  de  estos  casos  ú otros  análogos , las  análisis,  como  la  autópsia  y 
los  síntomas  no  pueden  tener  mas  que  un  valor  relativo  é incompleto. 
Por  ñoco  que  la  procedencia  del  veneno  pueda  ser  otra  que  la  del  envene- 
namiento los  síntomas  y la  autópsia  serán  los  que  decidan  de  esa  verda- 
dera orocédencia.  El  médico- forense  que  no  contase  con  mas  elementos 
de  convicción  que  los  resultados  de  las  análisis , tendría  que  suspender 
su  iuicio  á menos  que  se  encontrase  en  alguno  de  los  casos  que  al  prin- 
cipio de  este  párrafo  hemos  indicado.  De  aquí  es  que , cuando  se  analizan 
los  restos  de  un  exhumado,  ya  reducidos  á putrefacción,  sin  tener  noti- 
cia alguna  de  los  síntomas  y alteraciones  de  los  órganos,  poco  después 
de  la  muerte,  debidas  al  envenenamiento,  es  muy  aventurado  afirmar 
que  haya  habido  este  crimen  por  solo  la  presencia  del  veneno  que  los 
reactivos  revelan,  y tanto  mas,  cuanto  mas  aplicable  sea  la  explicación 
de  la  presencia  de  este  veneno  por  cualquier  otro  origen  de  los  que  he- 
mos indicado  en  el  párrafo  anterior. 

Mas  cuando  á los  datos  obtenidos  durante  la  agonía  de  la  víctima,  ó 
sea  á los  síntomas;  cuando  á los  datos  obtenidos  después  de  la  muerte , ó 
sea  á las  alteraciones  orgánicas  ó de  tejido,  demostradas  por  la  autópsia, 
podemos  agregar  los  obtenidos  por  medio  de  los  reactivos  y los  aparatos 
con  los  cuales  entran  en  acción  descubriendo  las  sustancias;  la  significa- 
ción de  esas  reacciones,  antes  tan  pálida,  tan  vaga,  tan  errónea,  ad- 
quiere un  color  subido  de  verdad  y de  fijeza  que  nada  puede  ya  invalidar, 
ya  sea  que  estos  tres  órdenes  de  datos  estén  en  discordancia , ya  sea  que 
estén  mas  ó menos  en  armonía.  Si  están  en  discordancia,  nos  indican  que 
no  ha  habido  intoxicación ; si  en  armonía,  que  la  ha  habido.  ¿A  qué  re- 
producir lo  que  bajo  este  punto  de  vista  hemos  dicho  al  tratar  de  los  sín- 
tomas de  la  autópsia?  Ya  llevo  dicho,  al  concluir  las  reflexiones  hechas 
acerca  del  valor  ele  esta  última , que  desde  el  momento  en  que  dijimos 
que  para  significar  lógicamente  los  síntomas,  hay  que  relacionarlos  con  la 
autópsia  y las  análisis  químicas,  ya  podia  entenderse  que  el  mismo  prin- 
cipio seguiríamos , al  trata!1  del  valor  de  la  autópsia  y de  las  análisis. 

Quede,  pues,  plenamente  consignado,  que  es  raro  el  caso  en  el  que 
las  análisis  por  sí  solas  signifiquen  lógicamente  la  intoxicación ; que  es 
necesario  relacionarlas  con  los  síntomas  y la  autópsia,  y que  cuanto  mas 
en  armonía  estén  con  esos  órdenes  de  datos , mas  plena  será  la  prueba. 


§ IV.  — De  los  caí  os  en  que  son  necesarios  Los  resultados  de  las  análisis 
químicas,  y en  cuales  puede  prescindirse  de  ellas  , sin  que  por  eso  dejen  de  ser  lógicas  las 

consecuencias  á favor  del  envenenamiento. 

Hay  ciertas  intoxicaciones,  en  las  que  ya  sabemos  de  antemano  que  es 
mu  i apelar  á las  análisis  químicas,  puesto  que,  en  el  estado  actual  de 
^ienC1^  ’ acl,jellas  no  nos  han  de  dar  resultado  alguno.  En  este  caso  se 
H 1 !Van  . aias  lasjntoxicaciones  sépticas.  En  los  casos  de  morde- 
ifm  -j  animales  ponzoñosos,  nadie  piensa  en  someter  los  órganos  y 
,ip  rp  n JLsu^et0  á as  operaciones  analítico-químicas.  Otro  tanto  su- 
los  vínií  iineno  taíí,\eilos  casos  en  que  la  intoxicación  séptica  se  debe  á 
memSaveS»,  » “»uellas  son  Provocadas  por 'sustancias  ali- 
r-nn  h m aanclue  se  han  hecho  todos  los  ensayos  posibles  v 

““  'a '"SoÍoIÍÍI/  «■“**.  »»  ■»  •**>  ^ble  obtener  P“E1 


— 914  — 

principio  que  algunos  han  pretendido  hallar,  segnn  unos  ácido,  según 
otros  alcalino,  es  problemático  ; no  está  admitido  por  todos.  Desde  el 
descubrimiento  de  la  irichina  spiralis , hasta  se  pone  en  duda  esa  intoxi- 
cación , y se  empieza  á creer  que  es  la  triquinosis  la  enfermedad , á que 
sucumben  los  sugelos  creídos  envenenados , en  cuyo  caso  no  es  la  quí- 
mica , es  el  microscopio  el  que  resuelve  la  cuestión. 

En  muchas  intoxicaciones  producidas  por  venenos  vegetales,  unas  ve- 
ces porque  no  se  conoce  el  principio  aclivo  á que  deben  su  virtud  tóxica, 
otras  porque  no  se  sabe,  en  el  estado  actual  de  la  ciencia,  cómo  aislarla 
de  las  sustancias  ó tejidos  y humores  del  cuerpo  envenenado;  tampoco 
hay  nada  que  esperar  de  las  análisis  químicas.  Con  ellas  no  se  resuelve 
la  cuestión  ; hay  que  resolverla  sin  ellas;  y si  los  síntomas  están  bien  ca- 
racterizados, si  las  alteraciones  anatómico-patológicas  corresponden,  hay 
datos  suficientes  para  juzgar;  la  falta  de  datos  relativos  á las  análisis  quí- 
micas aquí  no  significa  nada , por  cuanto  ya  tenemos  que  contar  con 
esa  falla. 

Y si  bien  la  prueba  no  puede  ser  tan  plena  como  cuando  hay  los  tres 
órdenes  de  datos,  tiene  su  fuerza;  desde  el  momento  que  ya  es  sabido 
que  el  correspondiente  á las  análisis  ha  de  faltar  forzosamente.  Es  como 
en  los  casos  de  intoxicación  séptica;  que  se  afirman,  á pesar  de  no  haber 
datos  químicos , porque  se  sabe  que  no  los  puede  haber. 

Lo  que  falta  á la  prueba  en  esos  casos , respecto  de  los  datos  químicos, 
se  reemplaza  hoy  dia  con  igual  fuerza  lógica  por  medio  del  microscopio; 
porque  con  él,  ó se  descubren  los  restos  de  los  órganos  del  vegetal  que  ha 
producido  la  intoxicación , no  alterados  por  la  acción  ni  por  las  tuerzas 
digestivas,  ó porque  la  exigua  cantidad  de  principio  activo  que  se  re- 
coge permite  ser  analizada  en  el  campo  del  microscopio,  auxiliar  del  arte 
químico. 

En  una  intoxicación  por  los  hongos,  por  ejemplo,  siquiera  no  pueda 
probarse  el  hecho,  por  medio  de  las  análisis  químicas,  se  suple  este  Or- 
den de  datos  por  medio  del  microscopio,  que  permite  descubrir  entre  las 
materias  fecales  las  vomitadas,  ó en  el  mismo  estómago  é intestinos  re- 
cogidos los  vestigios  característicos  de  los  esporos  y demás  órganos  y 
tejidos  de  los  hongos. 

Otro  tanto  puede  decirse  de  otros  vegetales,  de  las  hojas  de  la  digital, 
cicuta,  etc.,  etc.;  y siquiera  la  química  no  pueda  obtener  bastante  canti- 
dad de  los  alcaloideos  correspondientes  á esas  plantas  venenosas,  el  mi- 
croscopio puede  revelar  los  restos  de  los  órganos  de  esas  plantas,  y aso- 
ciarse este  órden  de  datos  supletorio  de  los  químicos  á los  síntomas  y au- 
topsia, y tener  en  esa  asociación  un  fundamento  sólido  para  afirmar  el 
envenenamiento. 

Respecto  de  las  sustancias  minerales,  ya  es  otra  cosa  : el  estado  actual 
de  las  análisis  químicas  es  suficiente  para  revelar  la  existencia  de  esas 
sustancias  ; y si  en  un  caso  práctico  las  análisis  no  dan  resultado,  podrá 
ser  esta  falta  un  obstáculo  para  afirmar  Ja  intoxicación. 

Sin  embargo,  es  necesario,  para  que  esa  falta  sea  un  obstáculo,  que 
no  se  haya  desperdiciado  nada  de  lo  expulsado  por  el  sugeto,  y que  se 
analicen  sus  órganos  y líquidos  en  tiempo , en  que  el  veneno  no  "baya  po- 
dido ser  eliminado.  Si  hubiese  trascurrido  mucho  tiempo,  el  suficiente 
para  que  el  veneno  se  elimine  de  la  economía  y luego  muera  el  sugeto, 
el,  resultado  negativo  no  podrá  probar  que  no  ha  habido  envenena- 
nuento.  Recordemos  los  experimentos  de  Orfila  y otros,  prácticos , que  no 


- 916  — 

han  encontrado  el  veneno  en  los  órganos  y líquidos  del  animal  inmolado, 
si  ha  sobrevivido  á la  intoxicación , al  paso  que  los  hallaron  en  los  mate- 
riales arrojados  por  vómitos  y cámaras. 

Otro  tanto  dirémos  de  los  casos  en  que  se  analicen  los  restos  mortales 
de  un  sugeto,  cuando  ya  los  alcanzó  la  putrefacción  y el  veneno  haya  po- 
dido ser  descompuesto.  La  falta  de  sus  vestigios , acusada  por  las  análi- 
sis químicas  , no  puede  probar  que  no  hubo  veneno  ni  envenenamiento. 
Aquí  hay  una  razón  plausible  que  explica  ese  resultado  negativo  ; y si  los 
síntomas  y la  autópsia  están  de  acuerdo  y son  característicos , no  por  eso 
habrá  razón  para  negar  el  envenenamiento. 

La  falta  de  resultados  analítico-químicos  será  un  obstáculo  fuerte  para 
afirmar  la  intoxicación  , cuando  no  se  hayan  desperdiciado  las  materias 
arrojadas  por  vómitos  ó cámaras ; cuando  se  hayan  analizado  estos  y los 
órganos  y líquidos  del  sugeto  ai  estado  fresco  ó de  putrefacción  , si  esta 
no  alcanza  á destruir  el  veneno  ó sus  elementos  venenosos;  cuando  se 
hayan  practicado  las  análisis  á tiempo  y por  personas  inteligentes  que 
hayan  operado  como  la  ciencia  lo  tiene  establecido,  y á pesar  de  todo  no 
se  obtenga  nada,  siendo  el  caso  de  aquellos  en  que  el  veneno  se  deja  re- 
conocer por  medio  de  reactivos  , hasta  en  cantidades  mínimas,  ya  que  no 
á simple  vista , con  la  ayuda  del  microscopio. 

En  estos  casos,  el  resultado  negativo  es  un  óbice  para  afirmar  la  into- 
xicación. Siquiera  los  síntomas  y 1a  autopsia  estén  de  acuerdo  para  acu- 
sarla , la  negación  de  datos  químicos  impide  completamente  el  darles  esa 
interpretación.  JN o se  puede  afirmar  el  envenenamiento  ; porque , á exis- 
tir este  , el  veneno  se  hubiera  revelado,  puesto  que  en  tales  casos,  exis- 
tiendo, puede  y debe  revelarse.  Si  no  se  revela  es  porque  no  existe,  y no 
existiendo,  no  puede  haber  envenenamiento,  siquiera  le  hagan  sospechar 
los  síntomas  y la  autopsia. 

La  doctrina  que  acabamos  de  establecer  respecto  de  la  significación 
que  deben  tener,  en  buena  lógica,  los  resultados  de  las  análisis  químicas, 
cuando  son  negativas,  es,  como  se  ha  visto,  la  misma  que  hemos  esta- 
blecido, respecto  de  los  síntomas  y de  los  datos  autópsicos.  Como  estos, 
las  análisis  químicas  son  unas  veces  innecesarias  y otras  indispensables, 
para  afirmar  una  intoxicación. 


ARTÍCULO  IV, 

BEL  VALOn  LÓGICO  DEL  CONJUNTO  BE  DATOS,  YA  EN  LOS  ENVENENAMIENTOS 
INDIVIDUALES,  YA  EN  LOS  COLECTIVOS,  Y DE  LA  PRUEBA  MORAL. 

Ahora  bien;  examinado  el  valor  de  los  síntomas,  de  la  autópsia  y de 
las  análisis  químicas,  acrisolado  punto  por  punto,  cómo  debemos  conside- 
rar los  cuadros  sintomáticos;  cómo  debemos  diferenciarlos  de  los  pertene- 
cientes álos  propios  de  ciertas  enfermedades  ca  f aces  de  confundirse  con  las 
intoxicaciones;  qué  significan  los  síntomas  aislados  y relacionados  entre  sí, 
y con  la  autópsia  y análisis  químicas;  y cuándo  podemos  suponerlos  fun- 
dadamente, siquiera  no  consten;  cuándo  podemos  prescindir  de  ellos,  y 
cuándo  su  falta  es  un  obstáculo  invencible  para  afirmar  la  intoxicación;  ana- 
lizados también  les  resultados  autópsicos  bajo  esos  mismos  cuatro  puntos  de 
vista  ; dilucidado  cómo  deLemos  mirar  los  resultados  analílico-químicos; 
qué  es  lo  que  debemos  entender  por  caracteres  químicos  de  los  venenos, 
si  hemos  de  apurar  todas  sus  reacciones  posibles , ó si  bastan  las  mas  ca- 


— 016  — 

racteríslicas,  ó las  que  los  determinan  ; si  las  consideradas,  en  el  estad' 
actual  de  la  ciencia,  como  especiales,  relacionadas  con  ios  dalos  tísicos  y 
fisiológicos,  son  suficiente  garantía  para  determinar  la  presencia  de  un 
dado  veneno;  si  basta  la  revelación  de  los  caracteres  químicos  para  afirmar 
la  presencia  de  aquel , ó hay  que  presentarle  en  sustancia,  y por  último 
si  de  la  cantidad  obtenida  podemos  deducir  la  tomada  por  el  sujeto,  6 
si  fue  tóxica  la  que  tomó;  estudiados  los  diferentes  orígenes  que  pueden 
tener  las  sustancias  reveladas  por  las  análisis  químicas,  y examinado  ei 
valor  lógico  de  los  resudados  analíticos , bajo  el  aspecto  de  los  dos  últi- 
mos puntos , del  propio  modo  que  los  signos  clínicos  y autópsicos  • tene- 
mos estudiada  bajo  lodos  sus  aspectos  y pormenores  la  regia  general  que 
hemos  establecido  para  afirmar  ó negar  un  envenenamiento;  á saber:  que 
para  esto  es  necesario  tener  tres  órdenes  de  datos,  síntomas,  autópsia  v 
análisis  químicas  en  armonía.  Ahora  sabemos  que  esa  regla  no  es  abso  - 
luta , que  tiene  sus  excepciones , y que  no  es  por  lo  mismo  aplicable  del 
propio  modo  á todos  los  casos. 

Ateniéndose  el  perito  á los  principios  que  hemos  establecido,  respecto 
de  cada  uno  de  esos  órdenes  cíe  datos,  y á cada  uno  de  los  puntos  en  que 
hemos  dividido  su  estudio,  su  juicio,  no  podrá  menos  de  ser  sólido,  ló- 
gico, filosófico,  y altamente  garantizador  de  la  verdad. 

Ese  es  el  criterio  filosófico  que  no  debe  abandonar  jamás  en  ningún  caso 
práctico,  como  quiera  por  un  lado  ser  fiel  intérpetre  de  la  ciencia , y por 
otro  servir  los  intereses  de  la  justicia.  Ese  es  el  verdadero  estudio  mé- 
dico-legal del  envenenamiento;  esa  es  la  guía  que  da  el  toxicólogo  ai 
médico  forense;  esa  es  la  aplicación  que  este  debe  hacer  de  lo  que  en- 
seña la  Toxicología  , tan  en  mal  hora  llamada  artificial  por  Tardieu,  tan 
infundadamente  combatida  por  este  autor,  como  verdadera  ciencia. 

Como  complemento  y enlace  de  lo  que  hemos  dicho  en  los  tres  artícu- 
los que  preceden  , creemos  que  debemos  añadir  algunas  consideraciones 
importantes  , relativas,  no  ya  á un  solo  órden  de  datos,  sino  á los  tres; 
á la  regla,  al  criterio  general  establecido. 

Es  muy  posible  que,'  á pesar  de  seguir  estrictamente  los  principios  con 
signados  "en  cada  uno  de  esos  artículos,  no  podamos  en  todos  los  casos 
ser  terminantes:  el  hecho  no  queda  plenamente  demostrado. 

He  dicho  ya  en  mi  Tratado  de  Medicina  legal,  hablando  de  la  lógica  que 
debe  reinar  en  los  documentos,  que  entre  el  sí  y el  no,  entre  afirmar  y 
negar,  hay  una  porción  de  grados  intermedios.  Hay,  en  efecto,  hechos, 
cuya  existencia  no  se  ofrece  á la  consideración  del  hombre  con  el  mismo 
grado  de  certeza.  El  hecho  puede  ser  evidente,  cierto,  probable,  presunto, 
sospechoso  ó de  meros  indicios,  según  los  datos  que  se  recojan.  Supón- 
gase que  en  un  caso  de  envenenamiento  se  recogen  todos  los  síntomas; 
las  alteraciones  orgánicas  por  medio  de  la  autópsia,  y por  medio  de  las 
análisis  de  las  materias  arrojadas  por  las  vías  gástricas,  porciones  de  ve- 
neno, veneno  en  sustancia  en  el  mismo  estómago,  y que  hay  entre  todos 
estos  datos  completa  concordancia.  El  hecho  es  evidente.  Supóngase  que 
faltan  algunos  síntomas  ; que  existen  las  alteraciones  orgánicas  ó de  te- 
jido; que  no  se  encuentra  veneno  en  sustancia,  pero  que  se  obuenen  sus 
reacciones  bien  notables,  existiendo  entre  lodos  esos  datos  mucnisin 
concordancia.  El  hecho  es  cierto.  Demos  que  faltan  algunos  sin"¡¡“d ¿ 
que  hay  las  alteraciones  de  tejido ; pero  que  las  reacciones  no  acaua 
ser  satisfactorias,  á causa  de  no  haber  recogido  los  materiales  ao  » 
dría  estar  contenido  el  veneno  en  mayor  abundancia,  ó ser  ue  4 


- 917  - 

que  no  se  prestan  fácilmente  á las  análisis;  el  hecho  será  probable,  ha- 
brá indicios,  podrá  sospecharse,  etc. , según  sean  de  mas  ó menos  cuan- 
tía las  circunstancias  que  acabo  de  indicar.  Esto  por  punto  general. 

Pero  hay  más  todavía ; puede  presentarse  esta  cuestión  bajo  otro  punto 
de  vista.  Él  envenenamiento  se  dice  que  ha  sido  por  una  sustancia  metá- 
lica ; que  el  sugeto  le  ha  lomado  en  notable  cantidad  ; no  ha  vomitado, 
ni  tenido  cámaras;  ha  muerto  pronto,  ó bien  se  ha  recogido  lo  que  ha 
arrojado.  Luego  se  ha  sometido  todo  á las  análisis;  se  ha  procedido  según 
arte;  manos  hábiles  han  hecho  las  análisis,  y no  se  ha  encontrado  nada. 
Es  evidente  que  no  hay  tal  envenenamiento,  porque  si  en  algún  caso  ha- 
bía de  obtenerse  veneno,  es  en  este. 

El  envenenamiento  ha  sido  por  una  sustancia  metálica  , el  enfermo  ha 
vomitado  mucho  y arrojado  muchas  heces , nada  se  ha  recogido ; ha  tar- 
dado algunos  dias  en  morir,  se  han  hecho  las  análisis , no  se  ha  encon- 
trado nada  ó muy  poca  cantidad,  tan  solo  revelada  por  reacciones ; pero 
estas  están  en  íntima  relación  con  los  síntomas  y la  autopsia.  El  envene- 
namiento puede  ser  cierto. 

La  intoxicación  se  dice  que  se  ha  presentado  á consecuencia  de  la  in- 
gestión de  un  veneno,  de  esos  que  se  descomponen,  de  esos  cuyos  princi- 
pios no  revela  la  análisis;  tenemos  los  síntomas  y la  autopsia  que  nos  de- 
muestran la  existencia  del  veneno;  nos  falta  la  análisis.  Bueno;  no  se  diga 
que  hay  evidencia,  no  se  diga,  si  se  quiere,  que  haya  certeza;  mas  ¿cómo 
no  decir  que  hay  probabilidad? 

Creo  que  no  necesito  presentar  mas  casos  posibles  para  dar  á conocer 
los  diversos  grados  de  existencia  que  puede  tener  una  intoxicación  en  el 
juicio  del  médico-legista,  bastando  los  que  llevo  indicados  para  compren- 
der mi  objeto  y la  verdadera  lógica  que  hay  que  guardar  en  semejantes 
ocasiones.  El  conjunto,  siempre  el  conjunto,  la  concordancia,  no  solo  en- 
tre ios  caracteres  químicos  de  los  venenos  revelados  por  los  reactivos, 
sino  entre  estos  caracteres  , las  alteraciones  que  haya  el  veneno  promo- 
vido en  el  organismo  y los  síntomas  que  se  presentaron  antes  de  poner 
fin  la  intoxicación  á la  existencia  del  paciente.  Quien  fije  su  atención  y 
reflexión  en  este  triple  punto  de  vista , jamás  tendrá  que  arrepentirse  de 
sus  dictámenes;  jamás  se  levantará  en  su  conciencia  la  duda  y el  remor- 
dimiento; jamás  dará  lugar  á que  los  tribunales,  fundados  en  su  decla- 
ración, cometan  la  menor  injusticia. 

Por  su  parte,  los  jueces  y tribunales,  si  ya  tienen  grandes  probabilida- 
des del  delito  por  los  medios  que  les  incumben , ¿cuánto  no  podrán  uti- 
lizar la  prueba  pericial  que  les  demos,  siquiera  no  sea  plena?  Así  como 
vemos  que  la  armonía  entre  los  tres  órdenes  de  datos  da  gran  fuerza  á 
la  prueba  pericial , ¿cuánto  no  la  ha  de  dar  á las  judiciales  la  concordan- 
cia entre  aquella  y estas? 

Hasta  aquí  no  nos  hemos  referido  mas  que  á los  casos  individuales, 
que  son  los  mas  comunes.  Ahora  debemos  añadir  algo  respecto  de  los  co- 
lectivos. 

Puede  acontecer  alguna  vez  que  no  sea  una  sola  la  persona  envene- 
nada, que  haya  mas  de  una,  que  sean  muchas,  será  caso  de  envenenamiento 
colectivo.  Guando  en  semejantes  casos,  todos  los  sugetos  que  han  comido 
en  una  misma  mesa  presentan  los  síntomas  de  la  misma  intoxicación; 
abierto  su  cadáver,  en  todos  se  encuentran  á poca  diferencia  las  mismas 
alteraciones  de  tejido;  y analizados,  en  fin,  los  sólidos  y líquidos  de  to- 
dos, se  obtienen  también  resultados  semejantes,  hay  una  evidencia  del 


— 918  — 

hecho,  tan  grande , que  no  la  puede  haber  más ; pues  resulta  probado  el 
envenenamiento,  no  solo  por  la  concordancia  que  se  encuentra  en  cada 
sujeto  entre  los  síntomas,  autópsia  y análisis  químicas,  sino  por  la  ar- 
monía y enlace  que  hay  entre  lo  que  presentan  todos  los  atacados  por 
mismo  veneno.  Aquí  se  ve  de  un  modo  manifiesto  la  lógica  , el  principio 
que  hemos  proclamado  para  la  formación  de  los  dictámenes , el  conjunto 
de  datos,  lo  que  resulta  de  todos  los  hechos  significativos  puestos  en  re- 
lación íntima  entre  sí. 

¿Cuándo  puede  reinar  alguna  oscuridad  en  los  envenenamientos  colec- 
tivos? Cuando  no  todos  los  sugetos  que  han  comido  del  mismo  plato  ofre- 
cen los  mismos  resultados.  Por  ejemplo,  Morgagny  refiere  que  un  día 
del  raes  de  mayo  de  1711 , cuatro  personas:  un  sacerdote,  dos  mujeres, 
la  una  prima  de  aquel,  y otro  sugeto,  todos  muy  sanos,  iban  de  viaje  y 
se  detuvieron  en  una  venta  para  comer.  Emprendieron  otra  vez  la  mar- 
cha después  de  haber  comido,  y luego  el  sacerdote  se  sintió  tan  malo  del 
vientre,  que  hubieron  de  apearle.  A pesar  de  abundantes  deyecciones 
por  arriba  y por  abajo,  aumentaban  los  dolores  á cada  instante  , y hubo 
necesidad  de  volverse  á Cersena , donde  habían  comido.  El  sacerdote 
llegó  medio  muerto. 

Llamado  el  médico,  y creyendo  que  se  trataba  de  un  cólico,  mandó 
lavativas  emolientes,  fomentos,  pociones  purgantes,  anodinos,  etc.  A pe- 
sar de  que  se  estaba  viendo  que  una  de  las  mujeres  también  tenia  fuer- 
tes evacuaciones  con  dolores  y debilidad,  y que  el  otro  sugeto  se  quejaba 
igualmente  de  dolores  y de  un  peso  en  el  estómago  , jamás  llegó  á sospe- 
char que  estuvieran  envenenados,  puesto  que  la  otra  mujer  no  tenia  nada, 
y que  el  posadero  aseguraba  con  imprecaciones  que  en  sus  platos  no 
había  nada  peligroso.  Las  evacuaciones  salvaron  á los  enfermos , y ha- 
llándose al  dia  siguiente  algo  mejor,  se  hicieron  trasladar  á dondevivia 
Morgagny,  á quien  llamaron  inmediatamente.  Este  gran  médico  pre- 
guntó si,  de  entre  los  diversos  platos  que  comieron,  había  habido  alguno 
que  no  hubiese  catado  la  mujer  sana,  y le  respondieron  que  sí,  que  era 
un  gran  plato  de  arroz,  lo  primero  que  se  sirvió.  Al  saber  esto,  se  con- 
cluyó que  era  este  plato  el  envenenado.  Pero  habia  una  contra. 

El  sacerdote  era  el  mas  atacado  y apenas  habia  calado  el  arroz,  siendo 
sóbrio  en  todos  los  demás  platos;  la  mujer  habia  comido  mucho  arroz  y 
estaba  menos  mala;  por  último,  el  otro  sugeto,  que  habia  comido  mas 
que^  todos,  se  senlia  menos  incomodado. 

En  vista  de  esto,  preguntó  Morgagny  si  habia  queso  raspado  encima 
del  arroz.  Le  contestaron  que  sí,  y que  el  sacerdote  , falto  de  apetito,  no 
habia  comido  mas  que  queso.  Entonces  dijo  Morgagny;  en  ese  queso  ha- 
bia arsénico;  tal  vez  estaría  preparado  para  los  ratones,  y no  habiendo 
estado  en  parte  que  nadie  le  viese,  alguno  le  tomó  para  servirle  á la  mesa, 
mientras  se  daba  prisa  al  posadero  para  la  comida.  Estas  conjeturas  se 
encontraron  confirmadas  con  la  confesión  del  ventero,  el  cual,  sabiendo 
que  los  enfermos  estaban  ya  fuera  de  peligro,  no  temió  revelar  que  el 
queso  habia  sido  la  causa  del  accidente.  Lo  que  extrañó  Morgagny  es 
que  no  encontraran  mal  sabor  en  el  queso,  y curó  á sus  enfermoscon 
leche,  suero  y aceite  de  almendras  dulces. 

Hé  aquí  un  caso  práctico  que  ilustra  mucho  sobre  la  lógica  que  hay 
que  guardar.  La  relación  entre  los  sintomas  observados  en  las  tres  perso- 
nas envenenadas;  la  diferencia  de  estos  síntomas , ó por  lo  menos,  en  su 
intensidad  y el  estado  de  salud  del  otro  sugeto  que  nada  sintió , fuó  lo 


— 91$  — 

que  condujo  á Morgagny  á descubrir  la  verdad  del  hecho;  verdad  fácil  de 
oscurecer,  si  hubiese  seguido  refiriéndose  á un  solo  dato,  como  lo  hizo 
al  principio.  En  cuanto  supo  que  la  mujer  sana  no  había  comido  arroz, 
dijo  que  el  arroz  estaba  envenenado;  relacionando  mas  los  hechos,  la  can- 
tidad que  cada  cual  había  comido,  vino  á saber  que  el  manjar  envene- 
nado era  el  queso. 

Si  en  todo  caso  de  envenenamiento  hay  que  proceder  con  la  mayor 
circunspección  y no  decidirse  hasta  tanto  que  se  haya  apreciado  la  rela- 
ción que  hay  entre  los  síntomas,  autópsia  y análisis;  antes  de  apreciar  la 
razón  de  la  ausencia  ó escasez  de  algunos  de  estos  datos,  en  los  envene- 
namientos colectivos  sube  de  punto  esta  necesidad,  porque  hay  mas  com- 
plicación de  hechos  y datos , y lo  que  por  una  parte  puede  parecer  de- 
mostrado, está  contrariado  por  otra.  Esa  presentación  de  síntomas  en  to- 
dos ó la  mayor  parte  de  los  sugetos  que  han  comido  en  una  misma  mesa, 
es  de  una  gran  significación , y aun  cuando  se  presenten  diferencias, 
como  estas  pueden  explicarse  por  la  diversa  cantidad  del  plato  envene- 
nado y de  los  demás  que  los  envenenados  hayan  comido , será  muchas 
veces  fácil  ó posible  que  el  médico -legista  se  dé  razón  de  las  diferencias. 
Ya  dijimos  en  su  debido  lugar  que  la  plenitud  ó vacuidad  del  estómago, 
igualmente  que  la  facilidad  de  vomitar,  influyen  considerablemente  en 
los  resultados  de  una  intoxicación.  Bonnet  refiere  que,  habiendo  sido  en- 
venenados varios  convidados,  los  que  no  vomitaron  , murieron;  los  que 
lo  arrojaron  con  vómitos,  se  salvaron.  Wepfer  dice  también  que,  envene- 
nados con  arsénico  un  niño  y dos  muchachas , el  primero , que  no  pudo 
vomitar,  murió.  Yo  he  sido  perito  en  un  caso  de  intoxicación  causada 
por  una  culebra  de  mazapan  , la  que  se  había  pintado  con  un  preparado 
de  cobre;  toda  una  familia  se  intoxicó,  y solo  murió  una  jóven  que  no 
pudo  vomitar,  aunque  la  muerte  mas  bien  pareció  debida  á una  indiges- 
tión que  al  veneno.  Morgagny  y Baccius  aconsejaban  que  si  uno  se  viese 
obligado  á asistir  á un  banquete  sospechoso,  se  hartase  antes  do  materias 
crasas  y gruesas.  El  consejo  de  Anglada  es  el  mejor ; no  asistir  al  ban- 
quete, ó no  comer  nada. 

Esto  demostrará  á M.  Tardieu  cuán  equivocado  anda,  suponiendo  que 
los  peritos  no  tienen  que  preocuparse  de  las  circunstancias  que  pueden 
mudar  la  naturaleza  del  veneno  ó atenuar  y hasta  neutralizar  su  ac- 
ción j1).  Esto  es  un  error  grave:  al  hablar  de  las  circunstancias  capaces 
de  modificar  la  acción  de  los  venenos,  hemos  visto  que  las  hay  muy  capa- 
ces de  ello  , y el  perito  que  no  las  tenga  en  cuenta  se  expone  á cometer 
faltas  muy  trascendentales.  Es  además  una  palmaria  contradicción  con 
lo  que  ha  dicho  en  otras  páginas  del  mismo  libro,  sobre  depender  lo  ve- 
nenoso de  una  sustancia,  no  de  su  esencia  ó naturaleza,  sino  de  las 
circunstancias  y condiciones  que  se  encuentran  como  estado , dósis , ve- 
hículo , etc. , etc. 

Esta  misma  regla  que  recomendamos  relativamente  á no  juzgar  sino 
por  el  conjunto  de  los  datos;  nos  conduce  naturalmente  á advertir,  que 
no  por  presentar  síntomas  á poca  diferencia  iguales  los  sugetos  que  han 
comido  juntos,  habrá  razón  de  creer  en  el  envenenamiento  colectivo.  An- 
glada refiere  un  caso  práctico  que  debemos  trasladar  como  advertencia 
también  para  evitar  esta  forma  de  error  en  tales  casos. 

Una  criada , llamada  Salmón  , estaba  sirviendo  en  Caen , en  casa  de  la 


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señora  Duparc.  El  padre  de  esta  señora,  de  ochenta  y ocho  años  de  edad 
después  de  haber  tomado  una  sopa,  experimentó  vivos  cólicos  acompa- 
ñados de  vómitos,  y murió.  Al  dia  siguiente,  ocho  personas  reunidas  en 
la  mesa  comen  una  sopa,  el  cocido,  un  guisado,  y cediendo  al  temor  que 
una  de  ellas  manifiesta,  pretenden  estar  envenenaclae  con  el  arsénico  mez- 
clado con  la  sopa,  y se  quejan  todas  del  estómago.  Las  sospechas  se  diri- 
gen contra  la  Salmón , á la  cual  se  acusa  de  envenenadora.  Se  arreglan 
de  tal  suerte,  que  se  le  hace  encontrar  en  el  bolsillo  una  sustancia  que  se 
reconoce  ser  arsénico.  Agítanse  las  prevenciones , todas  las  apariencias 
deponen  contra  ella,  y es  condenada  á muerte  por  el  juez  de  Caen.  Se 
apela  de  la  sentencia  en  el  parlamento  de  Rúan , el  cual  la  confirma. 
Llega  el  dia  de  la  ejecución;  se  hacen  los  preparativos  del  suplicio;  la 
víctima  va  á ser  entregada  al  verdugo,  cuando  todo  se  suspende  á causa 
de  una  declaración  de  embarazo  que  se  le  sugiere  como  úllimo  recurso. 
Se  aprovechan  de  esta  dilación  para  hacer  mirar  el  proceso  por  el  Con- 
sejo Real,  el  cual,  ilustrado  por  el  celo  de  algunos  abogados  que  mani- 
festaron esta  infame  maquinación,  proclamó  la  inocencia  de  la  prevenida. 
Déla  instrucción  que  se  practicó,  resultó  que  el  sugeto  que  podia  estar 
interesado  en  desviar  hácia  otro  sugeto  el  envenenamiento  del  abuelo, 
había  ideado,  dando  lugar  á que  se  creyese  en  un  envenenamiento  colec- 
tivo, fijar  todas  las  sospechas  en  la  pobre  criada  y presentarla  como  au- 
tora del  primer  envenenamiento,  atribuyéndole  el  segundo  (*). 

Hé  aquí  un  caso  donde  la  preocupación  , la  ligereza  ocupó  el  lugar  de 
la  reflexión  y de  la  lógica.  Las  ocho  personas  supuestas  envenenadas  no 
experimentaron  mas  que  los  vómitos  ó trastornos  propios  de  una  imagi- 
nación sobresaltada ; nadie  sufrió  gravemente,  y sin  embargo,  la  Sal- 
món estaba  condenada  á muerte,  y hubo  de  salvar  su  vida  á costa  de  su 
honor.  Hé  aquí  la  necesidad,  en* los  envenenamientos  colectivos , mas 
que  en  los  individuales,  de  no  contentarse  con  los  síntomas;  por  lo 
mismo  que  tanto  significan  observados  en  cierto  número  de  sugetos, 
hay  que  apelar  á los  demás  órdenes  de  datos,  antes  de  poner  la  firma 
en  una  declaración  que  puede  ser  tan  funesta  á un  inocente. 

Hasta  para  los  mismos  magistrados  es  altamente  recomendable  la  ló- 
gica que  proclamamos.  En  los  envenenamientos  ó casos  tenidos  por  tales, 
además  de  las  pruebas  científicas,  hay  lns  morales.  Estas  no  son  de  la 
incumbencia  del  facultativo;  sónlo  especialmente  de  los  jueces.  Mas  para 
que  la  prueba  moral  no  nos  conduzca  á los  mismos  deplorables  errores  á 
que  puede  conducir  la  científica,  no  adoptando  la  regia  que  hemos  tra- 
zado , es  menester  que  el  juez  establezca  también  su  íntima  relación  en- 
tre lo  que  los  médicos  le  presentan  y las  noticias  que  haya  podido  ad- 
quirir en  el  terreno  de  su  incumbencia.  La  prueba  moral  es  á veces  un 
astro  que  ilumina , y á veces  un  astro  que  deslumbra.  Deslumbrar  es  lo 
mismo  que  ofuscar ; la  verdad  desaparece,  no  se  percibe. 

El  doctor  Giraud  Saint-Rome,  citado  por  Ánglada,  me  proporciona  tam- 
bién un  caso  práctico,  cuyo  relato  será  una  confirmación  de  lo  que  acabo 
de  indicar.  En  una  pequeña  ciudad  del  Delfinado  gozaba  cierta  dama  de 
buena  salud;  se  sienta  en  la  mesa , cena  con  la  familia  , traga  dos  ó tres 
bocados,  se  queja  en  seguida  de  un  violento  dolor  en  la  boca  del  estó- 
mago , se  echa  sobre  el  respaldo  de  la  silla  y muere.  Una  muerte  tan 
inesperada  y tan  rápida  pudo  ser  fácilmente  atribuida  por  el  público  a 

Megaz,  CáiMas  célebrtt , t.  V,  pág.  5 y siguientes,  citado  por  Anglada. 


- 921  - 

cualquiera  causa  extraordinaria , tanto  mas . cuanto  que  las  relaciones  de 
esta  señora  con  su  esposo  parecían  poder  alimentar  las  sospechas.  El  pú- 
blico había  ya  tenido  alguna  noticia  de  ciertas  escenas  de  mala  intelir 
gencia  entre  los  consortes;  se  acusaba  al  marido  de  que  estaba  amance- 
bado con  una  criada  que  habitaba  en  la  misma  casa.  Se  aseguraba  qüe 
mas  de  una  vez  había  habido  vias  de  hecho,  hasta  el  punto  que  la 
mujer  tuvo  que  llamar  socorro,  y se  anadia  que  , deseosa  de  obligar  á su 
marido  á mudar  de  conducta , habia  hecho  la  señora  testamento  algunos 
meses  antes  en  favor  de  aquel. 

No  se  necesitaba  tanto  para  acreditar  el  rumor  de  que  esa  señora  ha- 
bía sido  envenenada.  Las  sospechas  se  levan lan  contra  la  criada , y la 
prenden.  La  registran  y encuentran  en  un  bolsillo  un  papel  con  un  polvo 
blanco. 

Espantado  el  marido,  al  saber  esta  ocurrencia  , para  detener  todo  pro- 
cedimiento, acaba  de  dar  mas  pábulo  al  rumor  público,  apresurándose 
á ofrecer  á la  familia  de  su  mujer  anular  el  testamento  que  se  había  he- 
cho en  su  favor.  Fácil  es  concebir  cómo  este  conjunto  de  circunstancias 
justificaba  cada  vez  más  todas  las  sospechas  de  envenenamiento. 

Nombráronse  peritos  para  proceder  al  examen  del  cadáver;  eran  tres 
cirujanos  que  parece  no  conocían  las  dificultades  ni  la  gravedad  de  su  co- 
metido. Conteníanse  con  abrir  el  bajo  vientre,  y percibiendo  las  man- 
chas verdosas  que  la  bilis  depone  en  las  partes  vecinas  de  la  vejiga  de  la 
hiel,  las  toman  por  puntos  gangrenosos;  no  averiguan  nada  más , y ates- 
tiguan que  son  el  producto  de  un  veneno  corrosivo.  El  dependiente  del 
tribunal  que  había  asistido  á esta  autópsia,  sospechó  de  su  eficacia,  ya 
por  la  ligereza  del  exámen  , ya  por  lo  vago  de  la  redacción  del  docu- 
mento. Pidió  por  lo  mismo  á la  autoridad  que  se  nombrasen  otros  peri- 
tos. Se  ordena  la  ampliación  del  sumario.  Cuatro  nuevos  peritos  se  unen 
á los  primeros  y hacen  constar  con  sorpresa  que  el  estómago  no  habia 
sido  siquiera  abierto.  No  se  encontró  en  él  mas  que  una  ligera  cantidad 
de  alimentos  apenas  digeridos.  Todo  se  hallaba  en  estado  normal;  la 
mucosa  no  ofrecía  el  mas  ligero  vestigio,  ya  en  color,  ya  en  textura.  El 
recto  del  tubo  intestinal  tampoco  ofrecía  lesión  alguna ; en  las  cavidades 
esplágnicas  restantes  nada  existía  que  pudiese  dar  razón  de  aquella 
muerte.  Se  dió  á los  animales  una  parte  de  las  materias  encontradas  en 
el  estómago , y parte  se  arrojó  á las  ascuas.  Ni  una  ni  otra  prueba  die- 
ron seña!  ninguna  de  veneno.  Por  último  , se  analizó  el  polvo  blanco  en- 
contrado á la  criada , y se  vió  que  era  puro  azúcar.  De  todo  esto  se  con- 
cluyó que  la  señora  habia  sido  víctima  de  un  accidente  nervioso , sin 
cooperación  de  veneno  alguno.  Era  una  de  las  afecciones  espasmódicas 
que  las  pasiones  viólenlas  , como  la  cólera,  los  celos,  etc. , pueden  ha- 
cer desenvolver. 

En  nuestra  práctica  hemos  tenido  también  un  caso  curioso,  en  el  que 
las  prevenciones  estaban  á favor  del  envenenamiento  y las  indiscreciones 
de  la  familia,  su  alan  de  no  hacer  judicial  el  caso,  y la  oficiosidad  de 
los  amigos  para  sofocar  el  hecho,  daban  cada  vez  mas  pábulo  á Ja  idea  del 
crimen  que  empezó  por  una  aceleración  indebida  de  embalsamamiento 
y una  comunicación  de  un  facultativo  que  le  pareció  sospechosa. 

Estos  casos,  como  he  dicho,  son  muy  á propósito  para  dar  á conocer 
las  funestas  consecuencias  que  puede  tener  el  dejarse  llevar  de  las  apa- 
riencias, ó sea  el  dar  á la  prueba  moral,  á ese  conjunto  de  circunstan- 
cias que  la  constituyen , el  valor  que  solo  corresponde  al  conjunto  de  to- 


- m - 

dos  los  órdenes  de  datos  necesarios,  y sobre  todo  á los  científicos,  siem- 
pre los  mas  decisivos.  Por  mas  que  fa  opinión  contraria  podria  guare- 
cerse detrás  de  la  autoridad  de  Foderé,  el  médico-legista  no  debe  tomar 
en  cuenta  para  nada  todo  lo  que  forme  la  prueba  moral.  Este  es  un  ter- 
reno que  le  está  vedado , que  es  de  exclusiva  incumbencia  del  tribunal. 

Por  eso  concluyo  esta  parte  de  mis  reflexiones  sobre  el  modo  como  de- 
bemos apreciar  la  regla  general  establecida  para  afirmar  ó negar  un  en- 
venenamiento; llamando  altamente  la  atención  de  los  peritos  sobre  un 
defecto  que  es  muy  común  y eminentemente  contrario  á los  deberes  del 
perito. 

Como  este,  á fuer  de  hombre,  no  puede  desprenderse  de  las  flaquezas 
de  tal , es  fácil , cuando  sea  llamado  á declarar , si  en  un  caso  dado  ha 
habido  ó no  envenenamiento , que  además  de  los  hechos  científicos  que 
conozca , conozca  también  los  judiciales  ; que  haya  llegado  á su  noticia 
todo  lo  que  se  dice  del  acusado  y del  crimen  ; que  haya  bido  ú oido  la 
acusación  , la  defensa  , las  declaraciones  de  los  testigos , los  interroga- 
torios y que  como  cualquier  otro  individuo,  igualmente  extraño  á la  causa 
que  á la  ciencia,  se  pueda  formar  la  convicción  moral  de  que  el  acusado 
es  delincuente,  ó que  realmente  ha  habido  un  envenenamiento. 

Como  hombre,  como  individuo  que  tiene  todos  esos  datos  no  científi- 
cos , puede  estar  mas  ó menos  convencido  de  que  hay  delito , de  que  el 
hecho  de  que  se  acusa  al  reo  es  cierto,  y si  fuese  juez  ó jurado  podria 
con  arreglo  á su  conciencia , fallar  la  condena  de  ese  acusado. 

Mas  tengan  por  sabido,  no  lo  olviden  jamás  los  peritos  que,  como  ta- 
les , no  deben  de  ningún  modo  tener  en  cuenta  nara  nada , ni  esos  he- 
chos, ni  esas  pruebas,  ni  esa  convicción  moral.  lian  de  hacer  completa 
abstracción  de  ello.  Como  si  fueran  dos  individuos,  deben  aislar  al 
hombre  común , al  que  siente  y juzga  como  los  demás  conocedores  de 
esos  hechos  y sus  pruebas , del  perito  que  solo  ha  de  atenerse  á los  hechos 
científicos. 

Los  peritos  no  se  han  de  fijar  mas  que  en  esta  clase  de  hechos  ; solo 
acerca  de  ellos  les  está  permitido,  según  la  ley,  y según  la  conciencia 
de  su  deber,  formar  su  juicio  y emitir  su  dictámen.  El  perito  no  es  juez 
ni  jurado ; no  es  mas , como  dice  Devergie  , que  el  hombre  de  las  induc- 
ciones de  la  ciencia . Para  él  las  circunstancias  de  la  causa  pueden  muy 
bien  , como  á cualquier  otra  persona,  darle  elementos  de  apreciación  so- 
bre la  culpabilidad  de  losados  del  acusado;  pero  la  deposición  que  hace 
delante  de  la  justicia  debe  limitarse  á las  inducciones  rigurosas  que  ha 
deducido  de  los  hechos  de  que  es  testigo  y apreciador.  Si  va  mas  allá,  ya 
se  sale  de  su  papel  de  perito:  ante  el  juzgado  ó la  audiencia  , el  perito 
lleva  un  elemento  de  culpabilidad  ó de  inocencia ; pero  no  debe  llevar 
nada  más:  así  sus  conclusiones  deben  estar  plenamente  justificadas  por 
los  hechos  de  su  ensayo  pericial , y no  por  circunstancias  extrañas  á ese 
ensayo  (*). 

Siquiera  no  haya  mas  que  una  voz  unánime  que  esté  por  el  envene- 
namiento; siquiera  él  le  crea  también  por  lo  que  ha  oido  decir  ó leido; 
si  los  hechos  que  él  examina  y sobre  los  cuales  debe  versar  exclusiva- 
mente su  juicio  pericial,  no  le  prueban  la  verdad  del  envenenamiento, 
se  guardará  de  afirmarle.  Otro  tanto  deberá  hacer  en  el  caso  opuesto;  le 
afirmará  si  tiene  los  datos  científicos  para  ello;  por  mas  que  todos  los 

í I jína^et  fa  Higiene  pública  y Medicina  legal,  t.  XXIII,  2.*  sórie,  p.  81** 


- m - 

profanos  á la  ciencia  le  negaren , y él  como  hombre  igual  á los  demás  la 
creyera  en  virtud  de  datos  no  científicos.  Que  no  olviden  los  peritos  este 
precepto.  Es  capital. 

ARTÍCULO  V. 

DEL  VALOR  LÓGICO  DE  LA  EXPERIMENTACION  FISIOLÓGICA  COMO  MEDIO  DE  PRUEBA 
EN  LAS  ACTUACIONES  PERICIALES  RELATIVAS  AL  ENVENENAMIENTO. 

En  los  cuatro  artículos  que  preceden  hemos  tratado  de  la  filosofía  de  la 
intoxicación , bajo  todos  los  puntos  de  vista  que , en  nuestro  concepto, 
debe  tratarse  esa  importante  parte  de  la  Toxicologia  general.  Hemos  es- 
tablecido la  regla  , el  criterio  filosófico  que  han  de  tener  siempre  pre- 
sente los  peritos,  en  los  casos  prácticos  de  envenenamiento,  para  afir- 
marle ó negarle,  ó determinar  ese  hecho  en  sus  diferentes  grados  de 
probabilidad  de  existencia.  Hemos  analizado  los  tres  elementos  de  ese 
criterio  para  estudiarlos,  tanto  en  sí  mismos,  como  en  sus  relaciones 
mutuas,  y con  el  firme  propósito  de  no  generalizar  preceptos  , que,  por 
lo  mismo  que  han  de  aplicarse  á casos  diferentes  y de  circunstancias 
variables  , no  pueden  ser  absolutos;  hemos  examinado  esas  diferencias  y 
esa  variabilidad  de  casos  y condiciones,  estableciendo  las  reglas  que  la 
sana  lógica  demanda  paralada  una  de  las  situaciones  posibles  de  los  pe- 
ritos en  la  práctica. 

Para  nosotros  la  parte  de  la  Toxicologia  general,  que  hemos  llamado  filo- 
sofía de  la  intoxicación  está  completa  y concluida.  Siquiera  sea  suscepti- 
ble de  mas  amplificaciones,  lo  necesario  para  el  objeto  de  nuestro  libro  y 
las  exigencias  de  la  práctica , está  consignado  en  esa  parte.  Sin  embargó 
no  hemos  querido  ponerle  fin  y pasar  á tratar  de  la  Toxicologia  particular 
ó especial,  sin  dedicay  otro  artículo  á lo  que  se  llama  experimentación  fisio- 
lógica , puesto  que  hay  en  Francia  y fuera  de  ella  quien  pretende  añadir 
á.la  triple  base  del  criterio  que  hemos  establecido  , como  suficiente  para 
resolver  todos  los  problemas , relativos  al  envenenamiento  , otro  órden 
de  datos  ú otra  base  considerada  por  uno  de  sus  mas  ardientes  propaga- 
dores , no  ya  como  un  auxiliar  poderoso  en  ciertos  casos,  sino  como  un 
medio  de  significación  superior  á los  que  hace  ya  algún  tiempo  tiene 
la  ciencia  para  la  solución  cabal  de  esos  problemas. 

Vamos,  pues,  á dar  fin  á la  filosofía  de  la  intoxicación  examinando  esa 
base,  ese  nuevo  órden  de  datos,  para  aceptarle,  si  realmente  puede  re- 
portarnos alguna  utilidad;  ó para  rechazarle  , si  en  vez  de  traernos  ven- 
tajas y de  arrojar  alguna  luz  sobre  los  puntos  oscuros  todavía  en  el  es- 
tado actual  de  la  ciencia,  no  nos  trae  mas  que  inconvenientes  y extiende 
las  nieblas  artificiales  mas  allá  de  las  regiones  por  las  naturales  inva- 
didas. 

Es  ocioso  exponer  en  qué  consiste  la  experimentación  fisiológica, 
puesto  que  eu  la  Química  de  la  intoxicación  hemos  descrito  de  que  modo 
se  practica  (>).  Siquiera  haya  alguna  diferencia  de  forma  entre  la  prac- 
tica antigua  de  arrojar,  sin  preparación  alguna  , los  materiales  proceden- 
tes del  sugeto  creído  envenenado  á los  animales  para  ver  lo  que  pasa  en 
ellos,  y los  extractos  alcohólicos  que  hoy  se  preparan  de  esas  materias 
para  inyectar  alguna  cantidad  de  ellos  debajo  de  la  piel  de  los  perros, 
conejos  y ranas,  en  el  fondo  la  operación  viene  á ser  la  misma;  es  la (*) 

(*)  Pag.  771»  y siguieutes  de  este  tomo  , 


- 924  — 

práctica  antigua  rehabilitada  con  ese  pomposo  nombre  de  experimentación 
fisiológica,  y con  esas  apariencias  de  método  científico,  que  le  da  el  em- 
pleo de  los  medios  químicos  en  la  preparación  do  los  órganos  y sustan- 
cias sospechosas. 

Contra  la  práctica  antigua  está  la  generalidad , por  no  decir  la  totali- 
dad de  toxicólogos.  Antes  que  Orfila  aplicara  las  análisis  químicas  á los 
casos  prácticos  de  envenenamiento,  va  tenia  ese  proceder  sus  adver- 
sarios en  la  ciencia;  mas  desde  que  se  sometieron  con  tan  buen  éxito  las 
sustancias  sospechosas,  y los  órganos  y líquidos  del  cadáver,  en  casos  de 
envenenamiento  ó sospechas  de  él,  á las  análisis  químicas  en  busca  del 
veneno,  habia  quedado  completamente  abandonado  y lleno  de  descré- 
dito dicho  proceder,  como  indigno  de  la  ciencia  y ocasionado  á errores 
de  cuantía  y de  consecuencias  funestas. 

Hemos  visto , al  hablar  de  las  diferentes  circunstancias  que  modifican 
la  acción  de  los  venenos,  que  la  especie  y volumen  del  animal  influyen, 
en  ocasiones,  y que  esas  circunstancias  pueden  muy  bien  dar  lugar  á 
que  los  animales  en  quienes  se  ensaye  no  experimentan  la  menor  altera- 
ción, siquiera  el  sugeto  haya  muerto  envenenado  y vice-versa. 

Por  otro  lado  , los  autores  hablan  de  una  porción  de  casos  prácticos, 
en  los  que  se  han  extraído,  de  sugetos  enfermos  y muertos  de  enfermeda- 
des comunes,  sustancias  nocivas  y deletéreas  que  han  producido  la 
muerte  de  animales,  á quienes  se  ha  dado  ó aplicado  esas  sustancias  ó 
humores. 

Estas  consideraciones,  que  tanto  han  hecho  valer  los  Anglada,  los 
Giacomini,  los  Devergie  y los  Tardieu  , contra  los  experimentos  de  Or- 
fila, Christhisson , Magendie,  Flourens  y otros  toxicólogos  y fisiólogos 
en  animales  vivos  para  el  estudio  de  la  acción  y absorción  de  los  vene- 
nos y demás  cuestiones  relacionadas  con  ellos  y las  funciones,  tanto  or- 
gánicas como  psíquicas,  con  aplicación  al  hombre,  vuelven  del  todo 
inconveniente  la  práctica  que  nos  ocupa,  tanto  más,  cuanto  que,  sobre 
los  crasísimos  errores  á que  expone,  da  lugar  á que  se  desperdicien  las 
materias  sospechosas,  puesto  que  arrojándolas  á los  animales  no  se  pue- 
den someter  á los  diferentes  tanteos  que  las  análisis  químicas  exigen, 
hasta  en  los  métodos  mas  sencillos,  para  descubrir  las  sustancias' ve- 
nenosas que  contengan. 

Hoy  dia  nadie  que  se  precie  de  buen  toxicólogo  y perito  lógico  em- 
plea la  vieja  práctica  de  arrojar  á los  animales  las  materias  procedentes 
de  un  sugeto  que  se  cree  envenenado.  Sónlo,  como  lo  indicaba  Anglada, 
cuando  hay  abundancia  de  materia  y por  vía  de  corroboración ; luego  que 
se  han  reunido  todos  los  tres  órdenes  de  datos,  se  puede  hacer  ese  ensayo. 

Se  dirá  que  la  experimentación  fisiológica  es  otra  cosa;  que  no  es  esa 
práctica  vulgar  y empírica  ; que  la  ciencia  interviene  ya  en  ella  , prepa- 
rando las  materias  y extrayendo , por  medio  del  alcohol  de  95  grados  en 
ebullición,  los  alcaloideos  y otras  sustancias  venenosas  ú orgánicas,  de 
las  cuales  es  un  poderoso  disolvente,  y que  la  inyección  subepidérmica 
de  esos  extractos  es  un  medio  muy  diferente  y mas  idóneo  para  revelarse 
en  un  animal  vivo  la  acción  del  veneno,  así  extraído  de  esas  materias. 

Aunque  convengamos  en  que  con  esa  preparación  se  aísla  mas  la  sus- 
tancia venenosa , se  concentra  y puede  ser  mas  activa , subsiste  en  pri- 
mer lugar  contra  ella  todo  el  catálogo  de  razones  que  se  aducen  contra  la 
práctica  vieja,  y hay  además  otras  mas  fuertes  todavía  , que  irémos  adu- 
ciendo, aunque  rápidamente  , en  el  decurso  de  este  artículo. 


- 928  - 

Prescindamos  de  la  opinión  en  que  es  tenida  la  vieja  práctica , y acep- 
temos por  un  momento  que  la  experimentación  fisiológica  no  sea,  ni  en 
la  forma,  ni  en  el  fondo , la  misma,  y veamos  en  qué  se  fundan  los  par- 
tidarios de  esa  experimentación  fisiológica  para  proponerla  ó aceptarla 
como  nueva  prueba  pericial , en  los  casos  de  presunto  envenenamiento. 

M.  Tardieu  y Roussin  , inventores  ó principales  propagadores  en  Fran- 
cia de  esa  nueva  práctica,  se  fundan  para  proclamarla,  no  solo  útil, 
sino  necesaria , en  ciertos  casos , en  que  la  química , tan  poderosa  como 
es,  en  los  casos  de  envenenamiento  por  sustancias  inorgánicas,  que  no 
se  descomponen  introducidas  en  la  economía , y aunque  se  descompon- 
gan restan  sus  elementos  venenosos , deja  mucho  que  desear  en  no  pocas 
ocasiones  provocadas  por  venenos  orgánicos,  que  se  descomponen,  ab- 
sorbidos, en  oxígeno,  hidrógeno , carbono  y ázoe,  ninguno  de  los  cuales 
es  veneno , siendo  á veces  insuficientes  los  síntomas  y la  misma  autóp- 
sia,  ya  por  sí,  ya  porque  no  se  sabe  nada  de  ellos;  y que  no  pudiendo 
probar  con  esa  triple  base  la  existencia  del  envenenamiento , hay  que 
apelar  á la  fisiología,  á los  ensayos  fisiológicos  en  animales,  los  que,  si 
por  la  muerte  que  estos  sufren  , demuestran  lo  que  no  lian  podido  de- 
mostrar ni  los  síntomas,  ni  la  autópsia,  ni  las  mismas  análisis  químicas, 
le  constituyen  en  el  medio  mas  perentorio  que  puede  desearse  para  saber  que 
en  las  materias  sospechosas  hay  una  sustancia  deletérea. 

Partiendo  de  este  principio,  que,  como  lo  verémos  luego,  exageran 
igual  que  todo  innovador,  que  pretende  hacer  prevalecer  su  invento  sobre 
lo  ya  conocido , sientan  como  base  de  su  nuevo  medio  pericial  la  seme- 
janza de  efectos  producidos  por  el  extracto  alcohólico  en  el  animal  que 
es  objeto  del  ensayo  , con  los  síntomas  presentados  por  el  sugeto  enve- 
nenado; en  esa  semejanza  establecen  el  elemento  de  convicción,  que  su- 
ponen incapaz  de  adquirir  con  los  síntomas  observados  en  el  sugeto,  los 
resultados  autópsicos  y las  análisis  químicas,  en  muchos  casos  de  enve- 
nenamiento por  sustancias  vegetales. 

Otros  partidarios  de  la  experimentación  fisiológica , como  los  seño- 
res Fagge  y Sleventon,  en  Inglaterra,  se  han  propuesto  emplear  ese 
nuevo  medio  con  otro  objeto.  Toman  la  rana  como  reactivo  vivo  ó animal, 
y ensayan  en  ella  los  venenos  orgánicos  ó alcaloideos,  en  busca  de  cua- 
dros sintomáticos  especiales,  producidos  en  la  rana  por  cada  veneno,  con 
el  fin  de  poder  establecer  un  medio  de  distinción  análogo  al  que  se  ob- 
tiene con  ¡os  reactivos  químicos.  Sean  ó no  semejantes  los  efectos  produ- 
cidos en  la  rana  por  cada  alcaloideo,  á los  que  produce  en  el  hom- 
bre, si  los  produce  especiales,  eso  les  basta  para  revelar  el  envenena- 
miento en  los  casos,  en  que  la  triple  base  del  criterio  común  no  alcance 
para  ello.  No  tardaremos  en  ver  lo  ilusorio  de  esie  propósito,  y que,  lejos 
de  robustecer  la  nueva  práctica,  han  dado  pruebas  experimentales  que 
ponen  mas  en  evidencia  los  grandes  errores  que  se  pueden  padecer, 
fiándose  en  esos  ensayos,  como  prueba  pericial. 

Por  poco  que  se  examinen  los  fundamentos  en  que  estriba  la  experi- 
mentación fisiológica,  y las  razones  que  dan  sus  partidarios  para  estable- 
cerla como  un  medio,  no  solo  corroborante  y supletorio,  sino  como  mas 
fehaciente  que  la  triple  base  del  criterio  generalmente  seguido,  se  verá 
que  esa  práctica  sobra;  no  es  necesaria,  ni  útil  en  ninguno  de  los  casos  de 
envenenamiento  producido  por  sustancias  inorgánicas.  Así  lo  declaran  los 
mismos  partidarios  de  ese  nuevo  proceder,  y á confesión  de  parte,  rele- 
vación de  prueba.  Pero  de  esta  explícita  confesión  se  infiere  lógicamente 


tampoco  ha  de  ser  necesario,  ni  úlil  en  todos  los  casos  de  envenena- 
miento producido  por  sustancias  orgánicas,  siempre  que  los  síntomas 
sean  característicos;  que  lo  sean  los  signos  tannatológicos  ó autópsicos, 
y que  las  análisis  químicas  puedan  revelar  el  veneno  por  sus  caractéres 
químicos  , y con  mas  razón  si  llegan  á presentar  el  veneno  en  sustancia. 
Hay,  en  efecto,  muchos  casos  de  esta  naturaleza , en  los  que  todo  eso  se 
efectúa;  y como  esa  es  la  razón  por  la  cual  se  da  como  innecesaria  é in- 
útil la  experimentación  fisiológica,  en  los  casos  de  envenenamiento  por  ve- 
nenos minerales,  resulta  que  todavía  podemos  restringir,  según  las  pro- 
pias doctrinas  de  nuestros  adversarios , los  casos  en  que  puede  reportar 
dicha  experimentación  alguna  utilidad. 

Esos  casos  quedan  reducidos  á aquellos,  en  los  que  ni  los  síntomas , ni 
la  autópsia,  ni  las  análisis  químicas,  dan  el  menor  fundamento  para  afir- 
mar la  intoxicación  voluntaria  ó involuntaria. 


Reducida  Ja  cuestión  á ese  mezquino  terreno,  senos  ocurre  preguntar, 
antes  de  hacer  otra  clase  de  reflexiones,  si  verdaderamente  en  la  práctica 
hay  alguno  de  esos  casos,  en  los  que  la  triple  base  se  presente  negativa  en 
su  conjunto;  si  es  positiva,  si  se  ha  visto  alguna  vez  esa  negación  completa 
de  datos  que  se  supone  ; si  hay  algún  veneno  que  no  revele  su  acción  por 
síntomas,  ni  por  alteraciones  anatómico-patológicas , ni  por  análisis  quí- 
micas, y solo  se  revele  por  los  ensayos  en  los  animales?  No  conocemos 
ningún  veneno  que  se  conduzca  de  esa  suerte.  No  hemos  visto,  ni  en 
nuestra  práctica , ni  en  las  obras  de  los  autores  , ni  en  ios  periódicos  ge- 
nerales ni  especiales , ningún  caso  que  haya  ofrecido  esa  completa  nega- 
ción de  datos. 


Precisamente,  los  venenos  vegetales,  los  alcalóides,  suelen  producir 
cuadros  de  síntomas  altamente  pronunciados  y característicos.  En  no  po- 
cas ocasiones,  por  sí  solos  bastan  para  afirmar  un  envenenamiento.  El 
mismo  Tardieu  les  da  esa  significación  (‘j.  No  tardaremos  en  ver  cuán 
exagerado  es  el  fundamento  de  la  experimentación  fisiológica,  cuando 
hablemos  de  los  casos  prácticos,  en  los  que  se  ha  hecho  aplicación  de 
ella.  En  ninguno  han  faltado,  no  solo  los  síntomas  mas  especiales  y ter- 
minantes, y los  datos  autópsicos  mas  significativos,  sino  ni  los  mismos  re- 
sultados químicos.  Es  por  lo  tanto  una  pura  suposición,  una  hipótesis 
gratuita  , una  exageración  ridicula  , la  pretensión  de  casos  prácticos,  sin 
que  los  órdenes  de  datos,  en  que  se  ha  de  apoyar  el  perito  para  afirmar 
el  envenenamiento,  no  se  presenten  de  un  modo  que  le  permitan  formu- 
lar su  juicio,  á tenor  de  las  reglas  que  hemos  establecido  en  los  cuatro 
artículos  anteriores. 


Que  algunas  veces  no  se  sabe  nada  de  los  síntomas , porque  nadie  los 
vió  ó los  deudos  los  ocultan,  y que  el  dato  se  descubre  después  de  mu- 
cho tiempo  de  estar  inhumado  el  cadáver,  no  es  una  razón  válida  para 
apelar  á la  experimentación ; primero , poique  eso  también  sucede  y 
puede  suceder  en  los  casos  de  envenenamiento  por  minerales,  y segundo, 
porque  eso  supondría  que  la  experimentación  por  sí  sola  basta  para  re- 
solver esas  cuestiones,  lo  cual  negamos  rotundamente. 

No  es  menos  exagerada,  hipotética  y gratuita  la  suposición  limitada  á 
los  resultados  de  las  análisis  químicas , contra  las  que  se  levantan  mas 
particularmente  y con  mas  ahinco  Al.  Tardieu  y Roussin.  Sobre  no  ser 
cierto  que  todos  los  alcaloideos  ó sustancias  orgánicas  venenosas  se  for- 


- Üit  - 

aen  de  oxígeno,  carbono,  ázoe  é hidrógeno  (la  nicotina  y la  conicína  nó 
tienen  oxigeno),  es  un  error  grave  suponer  que,  introducidas  en  la  econo- 
mía, ó con  la  putrefacción,  se  descompongan  en  esos  elementos,  nin- 
guno de  los  cuales  es  venenoso 

Hoy  dia  nadie  ignora , porque  se  ha  demostrado,  no  solo  en  Francia  y 
Bélgica , sino  en  todas  partes , que  los  alcaloideos  no  se  descomponen 
absorbidos  y trasportados  á la  masa  de  la  sangre , ni  con  la  putrefacción; 
se  conservan  como  principios  químicos  , á la  manera  de  los  óxidos  me- 
tálicos ó de  los  metales,  é íntegros  los  encuentran  las  análisis  químicas 
en  los  órganos,  en  la  sangre  y en  la  orina.  Seria  un  absurdo  suponer  que 
se  ha  verificado  una  síntesis,  después  de  haberlos  descompuesto  en  sus 
elementos  constitutivos  la  absorción  ó la  putrefacción. 

Por  otra  parte  , si  se  descompusieran , ¿ de  qué  servirían  los  extractos 
alcohólicos  ? El  hacer  hervir  las  materias  én  alcohol  de  95  grados  ¿re- 
uniría el  oxígeno,  el  carbono,  el  ázoe  y el  hidrógeno,  para  formarse  de 
nuevo  el  alcaloideo?  Hisum  teneatis.  Pues  en  este  caso,  el  alcohol  no  ex- 
traería de  las  materias  el  alcalóide  íntegro ; todo  lo  que  pudiera  hacer 
(que  no  lo  hace)  es  llevarse  los  elementos  sueltos,  ninguno  de  los  cuales 
es  venenoso.  ¿Y  cómo  el  ensayo  de  ese  extracto  alcohólico  había  de  pro- 
ducir efectos  tóxicos  ? 

Esa  razón,  pues,  para  considerar  impotentes  las  análisis  químicas, 
no  solo  es  exagerada , sino  destituida  de  todo  fundamento  sólido,  cien- 
tífico, y hasta  de  sentido  común. 

JNo  descomponiéndose  las  sustancias  orgánicas,  y en  especial  los  alca- 
loideos , en  sus  elementos  primitivos , conservándose  como  principios  in- 
mediatos y elementos  químicos  ; las  análisis  los  pueden  descubrir;  ais- 
larlos primero  de  las  demás  materias,  y luego  reconocerlos  por  medio 
de  sus  especiales  reactivos.  Ya  hemos  visto,  al  hablar  de  los  reactivos, 
cuál  es  el  estado  actual  de  la  ciencia;  y aunque  no  la  tengamos  por  om- 
nipotente , aunque  no  en  todos  los  casos  ó respecto  de  todos  los  princi- 
pios venenosos  se  haya  llegado  á la  última  perfección;  sin  embargo,  es 
una  exageración  el  modo  como  la  consideran  M.  Tardieu  y Boussin.  No 
es  tan  impotente  la  química  como  suponen.  No  es  verdad  que  no  sea  po- 
sible establecer  distinciones  entre  las  propiedades  físicas  y químicas  de 
los  alcaloideos.  Siquiera  tengan  muchos  caracteres  comunes,  en  punto  á 
solubilidad  en  el  agua , alcohol  y éter ; siquiera  los  tengan  comunes  tam- 
bién respecto  de  la  precipitación  y coloración  dada  por  determinados  re- 
activos; también  lo  es  que  es  posible  establecer  diferencias  metódicas 
y características;  que  no  es  absoluta  esa  confusión;  que  no  ofrecen  esa 
identidad  de  caractéres  físicos  y químicos  que  se  inventa , abulta  ó exa- 
gera , para  abonar  la  nueva  práctica.  Esa  confusión  absoluta  es  un  ab- 
surdo. Nada  se  presenta  tan  confundido,  no  habiendo  identidad  de  na- 
turaleza; por  algo  se  diferencian  dos  objetos  que  no  la  tienen  igual. 

Alas,  sobre  que  no  es  exacto  que  tengan  completa  semejanza  de  caracté- 
res lisíeos  y químicos  las  sustancias  orgánicas  , ya  hemos  visto  que  no  se 
da  á las  análisis  químicas,  lucra  de  ciertos  casos,  significación  absoluta; 
que  se  relacionan  con  ios  signos  biológicos  y autópsicos,  y de  consi- 
guiente, siquiera  respecto  de  los  caractéres  lisíeos  y químicos  pudiera 
haber  semejanza  , comunidad  de  ellos  cou  los  de  oíros  venenos , por  su 
relación  con  los  demás  órdenes  de  datos,  se  distinguirían  fácilmente. 
Cuando  Al.  Tardieu  y Boussin  exageran  esos  inconvenientes,  se  olvidan 
de  la  necesidad  de  esas  relaciones ; no  se  lijan  mas  que  en  el  valor  lógico 


— 928  — 

de  un  órden  de  dalos,  y descuidan  que  el  perito  no  debe  juzgar  sino  muy 
contadas  veces  con  un ’soío  órden  , con  una  sola  base  de  las  tres  de  que 
se  compone  el  criterio. 

¿Y  acaso  no  hay  también  comunidad  y confusión  entre  los  efectos  pro- 
ducidos en  una  rana  por  varias  sustancias  orgánicas  venenosas?  ¿No  es 
todavía  mayor  la  dificultad  de  establecer  diferencias  entre  los  caractéres 
fisiológicos?  ¿Llegaron  Fagge  y Stevcnton  á establecerlas?  No;  muy  al 
contrario;  no  solo  vieron  efectos  iguales  con  sustancias  diferentes,  sino 
hasta  con  los  simples  extractos  alcohólicos,  hechos  de  materias  que  no 
tenían  veneno.  Es,  pues,  chocante  y falto  de  lógica  hallar  tantos  reparos 
á las  análisis  químicas  y tener  tan  ancha  manga  , tantas  tragaderas,  res- 
pecto de  los  efectos  fisiológicos , en  las  ranas. 

Aun  suponiendo  por  un  instante  que  no  le  fuera  posibie  al  perito  esta- 
blecer, por  los  medios  ordinarios,  diferencias  entre  los  caractéres  físicos 
y químicos  de  los  venenos  orgánicos,  y que  lo  que  solo  puede  decirse 
con  alguna  razón  de  tal  ó cual  veneno,  poco  estudiado  hoy  dia , fuera 
aplicable  á todos,  hasta  los  mas  conocidos;  todavía  le  queda  un  recurso, 
antes  de  apelar  á los  ensayos  en  animales ; todavía  le  queda  el  microsco- 
pio, aplicado  á la  toxicología , con  el  cual  se  pueden  apreciar  en  canti- 
dades mínimas  propiedades  físicas  y químicas  que  no  se  alcanzan  por  los 
medios  ordinarios  , por  no  haber  cantidad  suficiente  para  emplearlos. 
Las  formas  cristalinas  ó amortas,  su  solubilidad,  sus  reacciones , pue- 
den verse  en  el  campo  del  microscopio,  y en  el  mismo  pueden  aparecer 
los  restos  de  los  órganos  y tejidos  de  ciertos  vegetales,  como  sucede  con 
los  hongos,  lo  cual  suple  perfectamente  lo  que  no  pueden  ya  darlas 
reacciones  químicas.  Ese  poderoso  auxiliar  de  la  química  acaba  de  volver 
menos  necesaria  la  experimentación  fisiológica,  porque  extiende  la  esfera 
de  acción  de  los  medios  científicos,  para  revelar  la  presencia  del  veneno. 

Supongamos  también  que  ni  éste  recurso  nos  queda;  ¿qué  es  loque 
sustituyen  á esos  medios  declarados  insuficientes  en  ciertos  casos,  los  que 
ya  no  esperan  nada  de  ellos?  ¡La  experimentación  fisiológica!  Hé  aquí 
el  nuevo  elemento  de  convicción,  la  prueba  mas  eficaz  que  se  propone. 

Dejando  para  luego  examinarla  en  sí , en  lo  que  vale,  como  prueba 
pericial,  comodato  significativo  del  envenenamiento;  debemos  fijarnos 
un  instante  en  las  flagrantes  contradicciones,  en  que  incurren  los  que  se 
empeñan  en  sustituirá  la  triple  base  del  criterio,  generalmente  seguido 
y profesado  en  los  términos  expuestos  en  los  artículos  anteriores,  la  ex- 
perimentación fisiológica. 

Por  no  prolongar  demasiado  este  artículo,  no  copiamos,  como  pudié- 
ramos , diferentes  pasajes  de  la  obra  de  M.  Tardieu  y Roussin , en  la  que 
se  les  ve  profesar  la  doctrina  general , hace  tiempo  establecida  por  todos 
los  autores  de  Toxicología.  En  olios  se  les  ve  declarar  rotundamente  que, 
para  afirmar  el  envenenamiento  se  necesita  la  triple  base ; los  signos  clínicos, 
los  signos  avtópsicos  y los  signos  químicos ; ninguno  debe  descuidarse ; su  coi- 
junto  es  la  base  del  juicio  pericial ; sin  ellos , sin  todos  ellos , no  se  debe  afir- 
mar de  un  modo  positivo  el  envenenamiento ; no  está  permitido ; no  es  posi- 
ble. Esto  lo  dice  M.  Tardieu  y Roussin  en  lodos  los  tonos,  en  diferentes 
partes  de  su  obra,  y hasta  en  un  dictámen  sobre  un  caso  práctico,  inserto 
en  ella,  entre  las  enfermedades  que  pueden  ser  confundidas  con  una  in- 
toxicación (*). 

é)  Véanse  las  página.*  'te  dicha  obra,  7,  8 , 9,  48  y 4 18. 


- m - 

Mas,  después  de  haberse  expresado  en  esos  términos  tan  claros,  tan 
explícitos , tan  terminantes  , en  la  misma  obra , en  otras  págipa?  de  pjla, 
consideran  la  experimentación  fisiológica  , por  sí  sola , como  el  meflio  tqa$ 
' perentorio  que  puede  desearse,  como  el  medio  mas  concluyente  en  tales  ca- 
sos (!).  Y no  solo  lo  establecen  en  teoría,  lo  siguen  en  la  práctica.  Ta  ve- 
remos , cuando  nos  hagamos  cargo  de  los  casos,  en  que  se  ha  hecho  apli- 
cación de  esos  ensayos  en  animales  , por  lo  menos  en  uno  de  ellps,  que 
Ja  sola  experimentación  fue  la  base  de  su  juicio,  por  cierto  tan  erróneo, 
que  estuvo  á pique  de  llevar  al  patíbulo  á un  inocente. 

Esas  contradicciones , que  por  sí  solas  bastan  para  desautorizar  al  que 
en  ellas  incurre,  pues  no  sabemos  cuándo  le  hemos  de  dar  crédito,  si 
cuando  afirma  una  cosa,  ó cuando  afirma  otra  del  todo  opuesta,  suben  de 
punto,  viendo  en  qué  se  deposita  la  confianza  de  la  prueba,  en  qué  se 
fija  su  fuerza  lógica,  liemos  visto  que  la  experimentación  fisiológica  tiene 
por  objeto  observar  la  semejanza  de  efectos  producidos  por  un  extracto 
alcohólico  de  las  materias  sospechosas  en  una  rana  ó en  un  perro,  con 
la  que  ha  presentado  el  sugeto  envenenado.  Esos  efectos  son  síntomas. 
Estos,  pues , son  los  que  constituyen  la  prueba  decisiva. 

Ahora  bien : los  síntomas  del  sugeto  se  declaran  insuficientes ; no  bas- 
tan para  afirmar  el  envenenamiento,  por  significativos  que  sean ; es  ne- 
cesario que  confirmen  su  significación , no  solo  los  signos  autópsicos, 
sino  también  los  químicos.  Mas  los.  síntomas  en  el  perro  y en  la  rana  no 
necesitan  de  autópsia;  no  necesitan  de  análisis  químicas;  por  sí  solos 
significan ; ellos  solos  resuelven  la  cuestión.  Los  síntomas  del  sugeto, 
siempre  mas  completos,  mas  numerosos,  mas  significativos,  no  bastan; 
los  síntomas  del  perro , los  de  la  rana,  siempre  mas  reducidos , siempre 
mas  vagos,  siempre  mas  problemáticos,  bastan  por  sí  solos!  ¿Puede 
darse  mayor  contradicción?  ¿Puede  darse  un  modo  de  deducir  mas  des- 
tituido de  sana  lógica?  Rechazar  en  el  hombre  los  síntomas  como  datos 
engañosos  é insuficientes,  y tomarlos  en  la  rana  ó el  perro  como  decisi- 
vos, como  medio  el  mas  perentorio  que  pueda  desearse , no  le  ocurre  al  áni- 
mo mas  reñido,  no  solo  con  la  lógica,  sino  con  el  sentido  común. 

Y no  paran  aquí  las  contradicciones  de  los  señores  Tardieu  y Roussin. 
Se  levantan  contra  los  experimentos  en  animales  para  los  estudios  toxi- 
cológicos ; se  alistan  en  la  bandera  de  Giacomini  y de  Devergie  para  tro- 
nar contra  las  aplicaciones  de  lo  que  pasa  en  los  perros,  conejos  y ranas 
al  hombre;  declaran  artificial  la  Lexicología,  porque  se  funda  exclusiva- 
mente en  los  experimentos  en  los  animales  , en  iugar  de  fundarse  exclusi- 
vamente en  los  casos  clínicos;  recuerdan  lo  que  se  ha  dicho  contra  esos 
experimentos,  con  motivo  de  la  diferencia  de  las  especies  de  animales, 
de  las  perturbaciones  que  traen  consigo  las  vivisecciones,  de  lo  que  se 
dijo  en  la  Academia  de  París  sobre  la  ligadura  del  esófago;  se  supone, 
contra  todo  fundamento  , conforme  lo  hemos  visto  al  hablar  de  esa  dis- 
cusión , que  la  obra  de  Orfila  fue  declarada  nula  , de  ningún  valor,  por 
estar  establecido  cuanto  en  ella  se  consigna  en  los  experimentos  en  ani- 
males, á quienes  se  aplicaba  la  ligadura  (2) ; y después  ae  esos  exagerados 
y violentos  ataques  á los  experimentos  toxicoiógieos  en  los  animales, 
salen  M Tardieu  y Roussin  con  su  Estudio  médico-legal  y clínico  del  enve- 
nenamiento, fundado  en  experimentos , echando  mano  de  los  experimentos 


(* / Obra  cuaUa,  pag.  H3  y lis 
i2)  Obra  cil. . ¡»  ¡0  y 11. 

TOXICOU'GÍA.  — 59 


030  — 

de  Orfila,  Chrísthisson  y otros  en  cada  página,  ensalzándolos,  relacio- 
nando el  texto  y la  doctrina  más  con  ellos  que  con  las  escasas  observa- 
vaciones,  siempre  inferiores  en  número  á las  de  Orilla,  acusado  de  indi- 
gente de  ellos,  y se  acaba  por  proclamar  como  medio  superior  á la  triple 
base,  y como  medio  mas  lógico,  mas  clínico  y mas  fehaciente  la  experimen- 
tación en  animales  vivos , perros , conejos  y ranas  f1) , no  ya  para  estudiar 
los  hechos  toxicológicos , sino  como  prueba  pericial  y decisiva  en  los  ca- 
sos de  envenenamiento  difíciles , no  susceptibles  de  ser  resueltos  por  el 
criterio  generalmente  establecido. 

Para  estudiar  la  acción  y la  absorción  de  los  venenos,  y las  demás 
cuestiones  relacionadas  con  esos  puntos  cardinales  de  la  fisiología  de  la 
intoxicación;  para  estudiar  la  patología,  la  terapéutica  y la  química  de 
la  misma  por  medio  de  experimentos  en  animales,  esos  no  sirven;  son 
engañosos ; es  artificial  y falsa  la  ciencia  que  sobre  esos  estudios  se  es- 
tablece; pero  para  decidir  si  un  sugeto  ha  muerto  ó no  envenenado,  esos 
mismos  experimentos  en  un  perro  ó en  una  rana  sirven  como  la  prueba 
mas  concluyente.  La  contradicción  no  puede  ser  tampoco  mayor.  Que 
esto  lo  viéramos  en  obras  de  Ai.  Tardieu  y Roussin  escritas  algunos  años 
antes  las  unas  de  las  otras,  se  concebiría,  porque  pudieran  haber  mu- 
dado de  opinión.  Pero  en  la  misma  obra , casi  en  las  mismas  páginas, 
debemos  decir,  como  Devergie  : no  lo  comprendemos. 

Pudiéramos  comprenderlo  también,  si  entre  los  experimentos  toxicoló- 
gicos  y los  fisiológicos  hubiese  diferencias  esenciales ; pero  nada  mas  fá- 
cil de  probar  que  tales  diferencias  no  existen.  Al.  Tardieu,  tal  vez  aper- 
cibiéndose de  sus  contradicciones  , ha  tratado  en  vano  de  defenderse  de 
ese  cargo  grave , por  medio  de  vaguedades , distinciones  escolásticas  y 
suposiciones  gratuitas;  pero  con  ellas  no  demuestra  la  diferencia  que  va 
enLre  experimentar  en  animales  para  hacer  la  historia  de  un  veneno,  y 
experimentar  en  los  mismos  para  decidir  que  ha  habido  envenenamien- 
to (2).  Entre  inyectar  una  disolución  de  estricnina,  por  ejemplo,  en  un 
perro  para  saber  qué  síntomas  produce,  y conocer  esa  intoxicación  el  dia 
que  se  presente  en  un  hombre ; y practicar  una  inyección  de  un  extracto 
alcohólico  que  se  haya  llevado  la  estricnina  de  los  órganos  de  un  sugeto 
envenenado  por  ella  , para  ver  si  se  parecen  los  síntomas  del  perro  á ios 
del  envenenado,  ¿qué  diferencia  hay?  ¿No  se  compara  en  ambos  casos  lo 
presentado  por  el  perro  y lo  obtenido  por  el  hombre?  ¿Por  qué,  pues, 
rechazar  el  primer  experimento  como  falso , y aceptar  el  segundo  como 
una  gran  prueba  pericial  de  envenenamiento? 

Yiendo  esa  palmaria  contradicción  de  M.  Tardieu , esa  carencia  abso- 
luta de  lógica,  le  pregunta  con  mucha  oportunidad  y acierto  M.  Dever- 
gie , si  hay  dos  experimentaciones ; si  los  experimentos  en  animales  he- 
chos por  los  toxicólogos  Orfila  y Chrísthisson , son  diferentes  de  los  prac- 
ticados por  los  fisiólogos  Magendie,  Flourens  y Claudio  Bernard,  siquiera 
aquellos  experimentaran  en  animales  para  estudiar  hechos  tóxicos,  y es- 
tos para  estudiar  las  funciones  de  los  órganos.  Nosotros  preguntamos  á 
nuestra  vez  : ¿si  cuando  Claudio  Bernard  experimenta  en  animales  para 
estudiar  esta  ó aquella  función,  hace  otra  cosa  diferente  de  la  que  hace 
cuando  experimenta  en  los  mismos  para  estudiar  la  acción  del  curare, 
déla  estricnina,  de  los  alcaloides,  del  opio,  etc.?  Toda  la  diferencia 

P)  Obracit.,  p.  15,  110  y 111. 

Ia)  Véas«  lo  que  dice  en  la  página  4 07  de  su  obra  sobre  este  punto. 


— dsi  — * 

éstá  en  el  objeto.  Mas  esta  diferencia  no  es  esencial.  En  el  fondo  todo  ei 
lo  mismo.  Siempre  es  experimentar  en  animales ; y si  es  error  en  unos 
casos  aplicar  lo  observado  en  los  animales  al  hombre , también  lo  ha  de 
ser  en  los  otros. 

La  fisiología  experimental , única  admisible  en  nuestros  dias , descansa 
en  ensayos  sobre  los  animales  vivos , y de  ahí  proceden  á las  aplicacio- 
nes af  hombre.  Así  se  ha  elevado  la  biología  al  estado  brillante  en  que 
hoy  se  encuentra.  La  Toxicología  ha  hecho  lo  propio ; apelando  al  mismo 
método,  ha  progresado  en  menos  de  medio  siglo  lo  que  no  progresó  en 
todos  los  siglos  anteriores.  Apelar  á la  fisiología,  á sus  procederes  para 
alcanzar  mas  elementos  de  convicción,  es  apelar  á la  misma  Toxicología; 
al  mismo  método  que  esta  emplea  como  aquella  para  estudiar  sus  hechos 
propios.  La  identidad  de  método  no  puede  ser  mas  clara;  la  igualdad  de 
experimentación  es  evidente.  M.  Devergie,  que  rechaza  toda  experimen- 
tación en  animales,  es,  por  lo  menos,  lógico  y consecuente;  parte  de  un 
principio  falso;  pero  las  consecuencias  son  legítimas.  Al.  Tardieu  es  in- 
consecuente hasta  dejarlo  de  sobra , aceptando  una  experimentación  y 
rechazando  la  otra , siendo  las  dos  idénticas  ; sirviendo  ambas  para  com- 
parar lo  que  pasa  con  ios  animales  con  lo  que  pasa  en  el  hombre,  hechas 
las  debidas  restricciones. 

Si  entre  los  experimentos  practicados  por  los  toxicólogos,  para  estudiar 
los  hechos  de  su  incumbencia  y les  de  la  llamada  experimentación  fisio- 
lógica, ya  que  no  hubiese  diferencia  esencial  en  el  modo  de  practicarlas, 
y el  objeto  comparativo  que  todas  tienen,  la  hubiese  en  el  valor  lógico 
de  sus  resultados,  comprenderiamos  cómo  Al.  Tardieu  es  tan  intransi- 
gente adversario  de  los  experimentos  en  los  animales  para  estudiar  la 
Toxicología,  y tan  acérrimo  defensor  de  la  experimentación  fisiológica, 
como  prueba  pericial  para  resolver  una  cuestión  de  envenenamiento,  y 
si  esta  sobrepujase  á aquellos  en  motivos  de  confianza.  Pero  precisa- 
mente sucede  todo  lo  contrario.  Los  experimentos  toxicológicos  tienen  la 
sanción  de  la  opinión  general,  y todas  las  condiciones  que  la  filosofía  po- 
sitiva exige  para  proclamarlas  como  bases  verdaderas  y sólidas  de  prin- 
cipios y doctrinas;  al  paso  que  la  experimentación  fisiológica  no  tiene  ni 
la  sanción  de  la  experiencia,  ni  la  opinión  general,  ni  las  condiciones 
que  exige  de  toda  práctica  ia  filosofía  baconiana , la  del  método  a poste- 
riori,  bien  entendido. 

Para  demostrar  ia  verdad  de  la  primera  parte  de  esta  proposición , no 
necesitamos  empeñar  debate  sobre  ia  validez  de  los  experimentos  toxico- 
lógicos.  Lo  hemos  hecho  en  la  fisiología  de  la  intoxicación.  Allí  hemos 
retutado  todo  lo  que  se  alega  contra  elios,  incluso  lo  de  la  ligadura  del 
esófago. 

Al  hablar  de  las  circunstancias  que  modifican  la  acción  de  Jos  vene- 
nos , hemos  visto  también  lo  que  hay,  en  punto  á la  influencia  de  las  es- 
pecies del  animal. 

Los  conocimientos  toxicológicos  actuales  descansan  principalmente  en 
ios  experimentos  en  animales;  para  cada  nocion  que  se  deba  á los  casos 
clínicos,  hay  ciento  debidos  á los  experimentos  en  toda  especie  de  ani- 
mal. No  hay  ningún  tratado  de  Toxicología  que  no  se  funde  principal- 
mente en  ellos.  La  misma  obra  de  Al.  Tardieu  es  una  prueba  práctica  de 
esa  verdad.  Esa  obra  de  Orilla,  que  tan  sin  razón  supone  puesta  en  cues- 
tión y en  estado  de  ser  rehecha , le  sirve  para  llenar  muchas  páginas  de 
su  libro;  acepta  y ensalza  los  experimentos  de  ese  grande  experimenta- 


— m - 

dor,  y se  le  ve  fundar  las  doctrinas  malas  y buenas  rnas  bien  en  ios  ex- 
perimentos, que  en  las  escasas  observaciones  que  inserta,  al  fia  de  cada 
tratado  particular  de  los  venenos. 

La  Toxieología,  como  ciencia  positiva,  ha  tenido  que  ser  experimen- 
tal, y no  ha  podido  experimentar  en  el  hombre;  fuera  de  cierto  círculo 
muy  reducido  de  tanteos , ha  tenido  que  experimentar  en  animales.  Pero 
eso  no  ha  obstado  para  sacar  todo  el  fruto  posible  en  beneficio  del  hom- 
bre. JNo  hay  ninguna  cuestión  de  fisiología,  patología,  terapéutica  y quí- 
mica de  la  intoxicación,  que  no  se  resuelva  por  medio  de  las  nociones  ad- 
quiridas con  los  experimentos  en  animales. 

Al.  Tardieu  incurre  en  un  error  grave,  á todas  luces  insostenible, 
cuando  dice  que  esos  experimentos  no  sirven  para  resolver  las  rigorosas 
cuestiones  de  Medicina  legal  sobre  envenenamientos.  ¿Para  qué  se  ha 
constituido  la  Toxieología  sino  para  resolver  esas  cuestiones?  La  Toxi- 
cología  es  eminentemente  práctica  en  el  terreno  forense.  Para  cada  vez 
que  el  lexicólogo  es  llamado  como  médico,  hay  ciento,  en  las  que  es  lla- 
mado como  perito.  Los  toxicólogos  se  han  ocupado  mas  en  estudiar  los 
medios  de  auxiliar  á los  tribunales,  en  busca  del  veneno  y del  crimen 
que  con  él  se  comete , que  en  salvar  á las  víctimas  de  la  muerte  ; cosa  que 
rara  vez  les  es  dado  conseguir,  por  no  llegar  á tiempo  las  mas  veces. 
Tardieu  se  queja  de  ello,  por  no  comprender  la  razón  de  e^a  preferencia. 

No  negaremos  que  ios  casos  clínicos  han  podido  instruir  y enseñar 
algo;  mas  sin  los  experimentos  en  animales,  la  ciencia  estaría  aun  en 
mantillas,  como  estaba  ames  de  ios  tiempos  de  Orilla.  Unas  cuantas  lec- 
ciones experimentales  de  Claudio  Bernard  sobre  los  alcaloideos  del  opio, 
han  enseñado  mas  que  cuarenta  siglos  de  medicación  opiada  y de  enve- 
nenamientos por  el  jugo  procedente  de  las  adormideras. 

¿Cómo  se  han  resuelto  en  Francia  y fuera  de  eda  las  cuestiones  peri- 
ciales en  materia  de  envenenamiento,  sino  por  las  nociones  de  Toxicolo- 
gía  experimental?  ¿Pretenderá  M.  Tardieu  que  se  han  resuelto  sin  fun- 
damento? ¿Que  hay  que  declarar  nulos  todos  los  dictámenes,  como 
pretende  que  hay  que  declarar  sospechosa  la  obra  de  Ortila,  que  hoy 
acata  todo  el  mundo,  que  nadie  ha  reformado,  incluso  el  mismo  Tar- 
dieu? Ya  se  guardará  de  asegurarlo,  y sobre  todo  de  probarlo,  si  tan  te- 
merario fuere. 

La  experimentación  toxicológica,  por  lo  tanto,  tiene  en  su  favor  la  opi- 
nión de  todos  los  toxicólogos , hasta  de  los  mismos  que  teóricamente  la 
rechazan  ; por  eso  tenemos  confianza  en  ella  ; por  eso  hemos  fundado  en 
la  misma  nuestras  doctrinas,  y el  criterio  filosófico  que  hemos  estable- 
cido para  juzgar  los  casos  de  verdadero  ó falso  envenenamiento. 

Además  de  lo  dicho,  aceptárnosla  significación  de  los  experimentos 
en  los  animales  como  buena  y como  lógica  y concluyente,  porque  no  se 
compone  de  escasos  hechos,  sino  de  hechos  infinitos,  practicados  y repe- 
tidos por  muchos  experimentadores,  comprobados  bajo  todos  los  puntos 
de  vista,  habiéndose  elevado  á la  categoría  de  principios  y doctrinas  po- 
sitivas, de  verdades  para  siempre  adquiridas  en  la  ciencia  por  los  riguro- 
sos medios  de  la  análisis,  del  método  a posleriori , del  que  ha  elevado  las 
ciencias  físicas,  químicas,  naturales  y biológicas  al  grado  de  explendor 
en  que  se  encuentran.  No  es  solo  la  autoridad  lo  que  abona  esos  experi- 
mentos y el  valor  lógico  que  les  damos ; son  las  condiciones  exigidas  por 
la  filosofía  positiva  que  en  ellos  vemos. 

No  le  sucede  otro  tanto  á la  experimentación  fisiológica;  y paso  á la 


- 933  - 

Íirueba  de  la  segunda  parte  de  la  proporción , que  poco  hace  he  formu- 
ado,  sobre  el  valor  lógico  de  una  y otra  experimentación. 

En  primer  lugar,  podemos  aplicarle  todo  lo  que  se  alega  contra  la  vieja 
práctica  y acaso  con  mas  razón  y fundamento.  Un  extracto  alcohólico  ae 
materias  acaso  putrefactas  no  ha  de  ser  indiferente  á la  sangre  del  perro 
ó de  la  rana  en  que  se  inyecta,  siquiera  no  haya  veneno. 

En  segundo  lugar,  ya  hemos  visto  en  qué  livianos  motivos  se  funda;  en 
qué  suposiciones  tan  hipotéticas  descansa;  en  qué  casos  tan  reducidos,  y 
eso  suponiendo  que  haya  alguno,  puede  tener  aplicación;  en  qué  contra- 
dicciones incurren  los  que  la  proponen,  y en  qué  contradicción  está  ella 
misma.  Todo  su  valor  está  en  la  semejanza  de  los  efectos  que  presenta  el 
perro  ó la  rana  con  los  del  envenenado;  es  decir,  en  fenómenos,  cuya 
significación  en  el  hombre  se  rechazan  como  engañosos  ó insuficientes; 
así  son  declarados  por  Tardieu  los  síntomas  que  se  observan  en  el 
hombre. 

Si , pues , los  síntomas  observados  en  el  sugeto  envenenado  no  bastan 
para  afirmar  el  envenenamiento,  ¿cómo  han  de  bastar  los  déla  rana? 
¿Por  qué  la  semejanza,  entre  estas  siempre  incompleta  y á menudo  vio- 
lentada, tirada  por  los  cabellos,  con  los  del  sugeto  enfermo  les  ha  de  dar 
un  valor  que  estos  no  tienen? Lo  que  se  parece  á una  cosa  engañosa,  es 
engañoso  también.  Jamás  la  semejanza  entre  dos  cosas  les  da  lo  que  no 
tiene  ninguna.  Que  un  mulato  se  parezca  á otro  mulato,  ¿hará  que  sean 
los  dos  blancos? 

¿Y  cuántas  cosas  no  pueden  producir  esos  efectos,  cuya  grosera  semejan- 
za con  los  síntomas  del  envenenado  se  toma  por  base  cierta  de  juicio?  ¿No 
han  probado  Fagge  y Steventon  que  se  producen  contracciones  tetánicas 
en  la  rana,  con  la  atropina,  los  derivados  del  opio,  el  curare,  la  veratrina 
y la  teina?  Las  diferencias  han  sido  insignificantes  comparadas  con  las  de 
la  estricnina;  se  reducían  á menor  ó mayor  rapidez  y á como  se  quedaba 
luego  tendido  el  animal,  si  panza  abajo,  si  panza  arriba;  y si  respecto  de 
la  estricnina  habia  esas  notables  diferencias,  respecto  de  las  demás  sus- 
tancias entre  sí,  no  habia  ninguna.  Tampoco  pudieron  distinguirse  las  di- 
ferencias de  la  lobelia,  de  !a  enantina,  del  veratrum  mride  y la  estafisa- 
gria. Tampoco  las  de  los  venenos  llamados  cardíacos,  digitalina,  varias 
especies  de  eléboro,  y la  oscila.  Hay  más;  con  los  extractos  alcohólicos  solos, 
sin  veneno,  obtuvieron  también  efectos  tóxicos , que  no  pudieron  distinguirse 
de  una  porción  de  venenos.  ¿Qué  confianza  ha  de  merecer,  por  lo  tanto, 
una  práctica  que  da  esos  resultados?  ¿Qué  son  esas  vaguedades  y confu- 
siones, comparadas  con  las  que  tan  exageradamente  atribuye  M.  Tar- 
dieu á los  caractéres  químicos  de  los  alcaloideos? ¿Se  atrevería  este  autor, 
como  perito,  á afirmar  á qué  veneno  de  esos  se  debe  un  envenenamiento, 
no  pudiendo  distinguir  por  los  efectos  ninguno  de  esos  venenos,  de  otros 
capaces  de  producir  lo  mismo,  y alguno  de  ellos,  de  los  producidos  por 
los  extractos  alcohólicos  sin  veneno? 

M.  Tardieu  considera  la  rana  como  animal  precioso  por  su  extrema,  sen- 
sibilidad y su  pequeñez  para  los  experimentos.  ¿Y  le  parece  eso  insigni- 
ficante para  los  resultados  de  los  ensayos?  Esa  extremada  sensibilidad  puede 
hacerla  sufrir  y morir  sin  que  haya  veneno.  Una  sustancia  tomada  como 
medicamento  por  un  sugeto,  puede  no  hacerle  daño  y matar  una  rana. 
¿Probará  esto  el  envenenamiento?  La  cantidad  relativa  del  veneno  y el 
volumen  del  animal  pueden  influir  mucho  en  los  resultados.  Y aun  siendo 
una  sustancia  que  haya  producido  envenenamiento,  ¿no  es  fácil  que,  por 


— 934  - 

la  exigua  cantidad  extraída,  no  haga  daño  al  perro  ni  á la  rana,  ó les 
‘oduzca  efectos  diferentes?  ¿Será  lógico  concluir  por  eso  que  no  ha  ha- 
bido envenenamiento?  ¿Y  si  no  es  lógico  concluir  que  no  le  ha  habido, 
aun  cuando  los  efectos  sean  diferentes  ó nulos,  qué  criterio  tendremos 
para  negar  el  hecho?  ¿De  qué  servirá  que  le  digamos  al  fiscal  «no  hay  en- 
venenamiento, porque  los  efectos  en  la  rana  han  sido  nulos  ó diferentes 
de  los  que  ha  presentado  el  sugeto,»  si  el  fiscal  dirá  : eso  no  obsta;  la 
cantidad  basta,  siendo  escasa  la  extraída  , para  dar  esos  resultados. 

El  experimentador  no  sabe  nunca  qué  cantidad  se  lleva  extraida.  Unas 
veces  será  mucha,  otras  mediana , otras  poca  ó nada.  Si  el  método  de 
Stass,  en  el  que  también  se  emplea  el  alcohol  para  apoderarse  del  alca- 
loideo, no  siempre  se  le  lleva  y por  eso  se  le  considera  insuficiente ; otro 
tanto  ha  de  poderle  suceder  al  alcohol  de  95  grados  empleado  para  los 
extractos.  No  porque  no  se  haya  llevado  nada  sensible , se  ha  de  poder 
negar  que  haya  habido  envenenamiento. 

No  necesito  acumular  mas  razones  para  dejar  demostrado  que  la  expe- 
rimentación fisiológica  dista  mucho  de  tener  igual  valor  lógico  que  los 
experimentos  toxicológicos  tan  rechazados  por  Tardieu  y Roussin.  Ni 
tiene  la  sanción  de  la  experiencia,  ni  la  aceptación  general,  ni  las  condi- 
ciónes  de  un  hecho  práctico  adquirido  por  el  método  a posteriori.  Descansa 
en  una  base  contradictoria,  en  una  apreciación  inconsecuente,  en  un  prin- 
cipio absurdo,  y lejos  de  ofrecer  caractéres  distintivos,  los  ofrece  en  la 
mas  lamentable  confusión , no  solo  de  unos  venenos  con  otros,  sino  de 
estos  con  sustancias  inofensivas.  Ni  puede  ser  prueba  de  confianza  cuando 
da  efectos  parecidos  á los  síntomas  del  sugeto,  ni  cuando  los  da  diferen- 
tes. Cuando  los  da  parecidos,  porque  son  varias  las  sustancias  que  pueden 

{jroducirlos,  hasta  los  mismos  extractos  alcohólicos  sin  veneno;  cuando 
os  da  diferentes,  porque  ciertas  circunstancias  pueden  modificar  la  ac- 
ción del  veneno,  y no  ser  por  lo  tanto  una  razón  para  que  no  haya  enve- 
nenamiento. 

Los  partidarios  de  esa  práctica , que  no  buscan  semejanza  de  efectos, 
que  solo  tratan  de  convertir  la  rana  en  reactivo  vivo  , observando  los  efec- 
tos especiales  que  cada  veneno  produzca  en  ella  , van  mas  fundados ; si 
pudieran  obtener  su  bello  ideal,  la  ciencia  y la  justicia  podrían  ganar  algo 
con  esa  clase  de  reactivos.  Probado  que  tales  efectos  no  los  produce  mas 
que  tal  sustancia,  en  viendo  esos  efectos,  podría  afirmarse  que  esa  sustan- 
cia existiría. 

Desgraciadamente  ese  bello  ideal  no  se  ha  realizado.  MM.  Fagge  y 
Steventon  no  le  han  podido  conseguir,  y dudarnos  que  otros  experimen- 
tadores le  consigan.  Ya  llevo  dicho  lo  que  obtuvieron;  resultados  iguales 
no  solo  con  varios  venenos , sino  con  los  simples  extractos  alcohólicos 
de  materias  destituidas  de  veneno. 

Otro  hecho  importantísimo  debemos  á esos  observadores  y partidarios 
de  la  experimentación  fisiológica.  Mientras  emplearon  la  digitalina  á la 
cantidad  de  un  centésimo  de  grano , pudieron  obtener  resultados ; á menos 
cantidad  ya  no  obtuvieron  nada.  ¿Si  eso  sucedió  con  un  veneno  tan  ac- 
tivo, que  por  miligramos  intoxica,  qué  no  sucederá  con  los  demás?  Pues 
bien;  de  eso  se  infiere  que  todavía  se  hace  menos  necesaria  la  experimen 
tacion  fisiológica.  Las  análisis  químicas  y el  microscopio  son  mas  paten- 
tes, alcanzan  á descubrir  la  presencia  de  un  veneno  alcaloideo  á menor 
£a[¡tidad  que  la  de  un  centésimo  de  grano.  Todos  los  ensayos  de  que 
habla M.  Tardieu  en  perros  y ranas,  se  efectuaron  en  cantidades  supe- 


- 935  - 

riores,  mayores  que  aquellas  á que  se  hacen  todavía  sensibles  á los 
reactivos. 

Según  Fagge  y Steventon , la  digitalina  deja  de  producir  efectos  á me- 
nos de  un  centésirao  de  grano ; pues,  según  Grandeau , esa  misma  sustan- 
cia se  revela  por  medio  de  la  análisis , á la  acción  del  ácido  sulfúrico  á 
0,0005,  y todavía  á menos.  Al  hablar  de  los  reactivos,  hemos  dicho  que 
el  yoduro  dobíe  de  mercurio  y de  potasio  es  capaz  de  revelar  la  exis- 
tencia de  varios  alcaloideos  á cantidades  infinitesimales.  La  estricnina, 
á 1/80000  ; la  brucina  , á 1/50000;  la  narcotina , á 1/31000  ; la  codeina, 
á 1/27000 ; la  nicotina,  á 1/10000;  la  atropina,  á 1/8000;  la  morfina,  á 
1/5000  de  grano.  Si  á esas  cantidades  mínimas , la  experimentación  fisio- 
lógica no  diese  ya  resultado , la  química  y el  microscopio  serian  mas  po- 
derosos que  ella. 

Supongamos  ahora  que  todo  cuanto  llevo  expuesto  no  es  suficiente  para 
demostrar  la  innecesidad,  inutilidad,  inconvenientes  y perjuicios  de  la 
experimentación  fisiológica;  que  se  nos  contesta  diciendo  que  eso  son 
reflexiones  especulativas,  raciocinios  teóricos,  que  tienen  que  callar  ante 
la  práctica , ante  los  resultados  de  esa  experimentación  aplicada  á los  ca- 
sos judiciales,  cuyos  problemas  se  han  resuelto  ventajosamente  con  ella. 
No  formaremos  empeño  en  probar  que  no  es  todo  reflexión  y especulación 
ni  teoría  lo  que  hemos  pxpuesto;  que  nos  hemos  apoyado  siempre  en  los 
hechos  para  combatir  la  flamante  experimentación.  Esa  clase  de  argumen- 
tos es  siempre  nuncio  seguro  de  que  el  adversario  se  bate  en  retirada; 
que  va  dejando  el  digno  lugar  de  hombre  de  ciencia  para  descender  al 
nivel  del  curandero  ó del  empírico.  Cuando  en  una  discusión  oímos  esas 
razones,  ya  tocamos  á degüello,  ya  mandamos  la  caballería  sobre  el  ene- 
migo, porque  le  vemos  desbandado. 

Veamos,  pues,  esa  práctica,  esos  casos  prácticos,  en  los  que  se  ha  he- 
cho aplicación  de  ella  y ante  los  cuales  tal  vez  se  suponga  que  tenemos 
que  callar. 

He  registrado  los  cincuenta  tomos  de  la  l.1  série  de  los  Anales  de  Me- 
dicina legal  y los  veinte  y seis  de  la  2.*  série;  he  recorrido  los  tratados  de 
Toxicología  y Medicina  legal  mas  modernos,  en  busca  de  casos  prácticos, 
en  los  que  se  hava  hecho  aplicación  de  la  experimentación  fisiológica; 
tal  vez  haya  otros  que  no  han  llegado  á mi  conocimiento  ; pero  para  su- 
plir mi  escasez  de  erudición  en  esta  parte,  los  he  buscado,  por  último, 
en  el  libro  de  M.  Tardieu  y Roussin,  quienes  seguramente  no  habrán  de- 
jado de  recoger  todos  los  que  hayan  llegado  á su  noticia,  para  presen- 
tarlos como  otras  tantas  pruebas  prácticas,  ó argumentos  de  hecho,  á fa- 
vor de  su  proceder  favorito,  y no  he  podido  hallar  mas  que  seis  casos , 
en  los  que  se  haya  hecho  uso  de  esa  nueva  prueba  pericial , y aun  de  esos 
seis  casos  hemos  de  eliminar  tres  que  no  pueden  en  rigor  tomarse  como 
tales. 

El  primero  es  el  de  un  médico  aleman,  que  hizo  en  sí  mismo  ensayos  con 
el  upas  tieuté , y con  un  poco  de  ese  veneno,  que  estaba  en  el  hueco  de  un 
bastón  de  bambú,  y analizado,  dió  estricnina,  se  hicieron  ensayos  en  ra- 
nas , como  hubieran  podido  hacerse  con  ese  alcaloideo  tomado  de  un 
frasco.  En  este  caso,  por  lo  tanto,  la  experimentación  fué  toxicológica,  y 
no  sirvió  para  arrojar  luz  sobre  el  hecho.  Ya  se  sabia  que  era  upas  tieuté 
el  que  habia  puesto  malo  al  doctor,  y que  era  estricnina  lo  que  de  ese  upas 
se  extrajo. 

El  segundo  caso  es  el  del  conde  de  Bocarmé,  que  envenenó  con  nicotina 


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4 cuñado.  Stass,  después  de  haber  aislado  con  su  método  inventado  á 
Ja  sazón,  un  poco  de  nicotina,  cuando  ya  quedaba  probado  el  envenena- 
miento por  ella,  en  virtud  de  los  signos  clínicos  que  presentó  la  víctima, 
fil  estado  de  su  cadáver  y las  análisis  químicas , puso  una  gola  en  la  len- 
gua de  dos  verderones  y un  pichón,  que  los  mató.  Aquí  el  ensayo  no  se 
hizo  con  extractos  alcohólicos  de  ios  órganos  del  sugeto  , ni  íue  con  per- 
ros, ni  ranas,  ni  sirvió  para  nada;  fué  una  corroboración  innecesaria,  sin 
peso  alguno  en  la  balanza. 

El  tercero  es  el  del  doctor  John  Baker  Edwards,  de  Liverpool,  é hizo 
también  ensayos  en  una  intoxicación  coleciiva,  producida  por  el  haba 
del  Caiabar,  á cuyo  caso  puede  aplicarse  cuanto  hemos  dicho  de  los 
otros.  Ya  se  sabia  que  era^dicha  haba,  y hubo  reacciones  químicas,  mas 
decisivas  que  la  semejanza  de  los  síntomas  de  ranas,  conejos  y ratas. 

Quedan  por  lo  tanto  reducidos  á tres  los  casos  prácticos,  en  los  que  se 
ha  hecho  uso  de  esa  nueva  prueba  pericial.  El  del  médico  homeópata 

Couty  de  la  Pommerais,  el  del  cirujano  Z caso  visto  en  el  tribunal  de 

Rúan,  y el  de  Grisard,  caso  que  radicaba  en  el  tribunal  de  Dieppe. 

En  ninguno  de  esos  tres  casos  faltaron  los  tres  órdenes  de  datos;  en 
todos  ellos  hubo  síntomas  de  significación  terminante  , resultados  auíóp- 
sicos  característicos,  y signos  químicos  decisivos.  La  experimentación  fi- 
siológica no  solo  no  sirvió  para  resolver  la  cuestión  en  ninguno  de  esos 
tres  casos,  sino  que  en  uno  de  ellos  fué  causa  de  que  se  pusiera  en 
grave  peligro  la  honra  y la  vida  de  un  inocente. 

En  el  caso  de  Couty  de  la  Pommerais  quedó  probado  el  delito  de  una 
manera  evidente  por  los  medios  judiciales.  Científicamente  hubiera  po- 
dido probarse  mejor:  si  no  se  probó  como  se  podía,  filé  porque  los  peri- 
tos M.  Tardieu  y Roussin,  con  su  experimentación  fisiológica,  dejaron  de 
practicar  lo  debido.  Los  síntomas  fueron  terminantes ; por  ellos  solos 
casi  quedaba  probado  claramente  el  envenenamiento  por  la  digitalina; 
la  autópsia  correspondió,  estuvo  en  armonía  con  ese  primer  óVden  de 
datos,  y si  se  hubieran  practicado  las  análisis  químicas , como  lo  tiene 
establecido  la  ciencia,  y según  los  procederes  mas  acreditados  por  la  ex- 
periencia pericial,  se  hubieran  obtenido  mas  datos,  y aunque  por  ser  la 
digitalina,  no  hubieran  sido  tan  terminantes,  siendo  propio  de  esa  sus- 
tancia el  que  no  lo  sean,  eso  mismo  le  daba  carácter,  la  distinguía  de 
otros  venenos,  y unido  ese  carácter  á los  síntomas  y autópsia,  hubiera 
dado  prueba  plena. 

La  análisis  química  demostró  que  no  había  veneno  mineral.  Los  pro- 
cederes empleados  en  busca  de  sustancias  orgánicas  fueron  viciosos  é in- 
completos. Rajo  el  pretexto  de  que  no  se  obtendría  nada,  juzgando,  con- 
tra todas  las  reglas  del  arte,  a priori,  se  dejó  de  practicar  lo  debido  y se 
hicieron  ensayos  en  los  extractos  alcohólicos  de  las  materias  procedentes 
de  Ja  viuda  de  Pauw  en  perros  y ranas,  que  dieron  efectos  parecidos  á 
los  que  produce  la  digitalina , capaces  de  confundirse , como  lo  hemos 
visto , con  los  que  dan  otras  sustancias. 

Lejos  de  resolver  esos  ensayos  la  cuestión  , pudieron  embrollarla , y la 
prueba  de  que  no  dieron  mas  seguridad  de  lo  que  podia  dar  la  triple 
base , apreciada  según  las  reglas  que  hemos  expuesto  en  su  lugar,  es  que 
los  mismos  peritos  en  una  de  sus  conclusiones  decian  que  no  podían  afir- 
mar que  fuese  te  digitalina  el  veneno  ; pero  que  tenían  fuertes  presunciones 
fa  ni?*  corfducian  á pensarlo ; y sin  embargo , afirmaban  rotundamente  en 
P tmera  conclusión  que  la  viuda  de  Pauw  había  muerto  envenenada. 


- 937  - 

Hé  aquí  todo  lo  que  dió  la  experimentación  fisiológica  en  ese  célebre 
caso;  no  poder  afirmar : fuertes  presunciones.  Para  eso  se  bastaba  y sobraba 
la  triple  base.  Con  los  síntomas,  con  la  autópsia  y con  los  datos  quími- 
cos que  hubo , y mas  que  pudiera  haber  habido , si  se  hubiesen  practi- 
cado las  análisis  conforme  la  ciencia  lo  recomienda,  apreciados  según 
las  reglas  que  hemos  dado  en  los  artículos  anteriores,  el  hecho  hubiera 
podido  afirmarse  sin  vacilación , no  hubiera  habido  fuertes  presunciones , 
sino  certeza;  puesto  que  los  ensayos  en  perros  y ranas  dieron  resultado, 
habia  cantidad  suficiente  de  digitalina  para  revelarse  por  medio  de  los 
reactivos,  que  se  consideran  como  especiales  de  esa  sustancia , las  cuales, 
aunque  por  sí  solos  no  puedan  resolver  la  cuestión , unidos  á los  demás 
datos,  hubieran  tenido  toda  la  fuerza  lógica  necesaria  para  probar  el 
hecho  de  un  modo  mas  terminante. 

El  segundo  caso  no  le  han  publicado  M.  Tardieu  y Roussin  en  su  obra; 
pero  le  ha  dado  á conocer  M.  Devergie,  insertando  en  los  Anales  de  Hi- 
giene pública  y Medicina  legal,  lomo  XXVI,  2.a  série,  una  consulta  que 
extendió  á petición  de  parte,  V en  la  que  con  razones  indestructibles  re- 
futa el  dictámen  de  los  peritos  indicados.  En  este  caso  todos  los  tres 
órdenes  de  datos  se  presentaron  con  significación  terminante,  clarísima 
en  sentido  negativo,  contrario  al  envenenamiento.  Siguiendo  las  reglas 
que  hemos  establecido  en  los  tres  artículos  anteriores,  nadie  hubiese  va- 
cilado en  negar  ese  hecho. 

La  señora  que  se  suponía  víctima  de  un  tósigo , era  quebrantada  de 
salud,  padecía  de  muchos  años  atrás  del  estómago  y tubo  digestivo; 
luego  se  le  declaró  una  hipertrofia  del  corazón  con  latidos  fuertes , edema  de 
las  extremidades , pulso  fuerte , frecuente , con  algunas  irregularidades  , dificul- 
tad de  respirar , síncopes,  y al  fin  se  le  presentó  un  reblandecimiento  cerebral 
con  derrame,  que  se  reveló  por  parálisis  de  medio  lado , ligeros  movimientos 
convulsivos  y subdelirio.  Tomó  varios  medicamentos ; en  los  dos  últimos 
dias  píldoras  de  ópio,  primero  de  5 centigramos  cada  una  , después  de 
10 , y el  dia  antes  de  morir  dos  pociones,  cada  una  de  30  centigramos 
de  acetato  de  morfina,  que  le  calmaron  los  síntomas  nerviosos  sin  pro- 
ducirle, no  solo  narcotismo,  sino  ni  los  efectos  mas  comunes  délos 
opiados. 

Los  síntomas,  pues,  no  pudieron  confundirse  con  ninguna  intoxica- 
ción. El  mal  era  evidente,  y estuvo  de  mucho  tiempo  diagnosticado  así  por 
médicos  distinguidos. 

La  autópsia  practicada  á los  tres  meses  de  inhumación,  reveló  que  el 
cerebro  estaba  difluente  , y el  corazón  era  un  poco  mayor  que  de  ordina- 
rio; vestigios  en  completa  armonía  con  los  síntomas.  El  cerebro  no  es 
de  las  visceras  que  se  pudren  mas  pronto.  Cuando  sano,  se  va  reduciendo 
á una  masa  de  arcilla  , no  se  liquefia;  lo  hace  cuando  es  sitio  de  una  con- 
gestión, de  una  hemorragia,  de  reblandecimiento  y supuración.  El  cora- 
zón no  se  vuelve  mayor  en  la  marcha  de  la  putridez  del  cuerpo;  antes 
se  achica  y adelgaza  ; de  consiguiente  las  dos  afecciones  á que  sucumbió 

la  señora  deZ quedaron  probadas  con  la  autópsia,  y mas  lo  hubieran 

quedado,  si  se  hubiese  practicado  ai  estado  fresco. 

Las  análisis  químicas  del  estómago  y de  los  intestinos  dieron  cerca  de 
28  centigramos  de  morfina  y 40  de  úna  sustancia  desconocida  , que  los 
peritos  llamaron  inexactamente  nueva,  creyéndola  análoga  á la  digita- 
lina. Este  dato  estaba  en  armonía  con  los  anteriores;  el  origen  indudable 
de  esa  morfina  era  la  medicación  opiada,  á la  que  habia  estado  sometida 


— 93S  - 

l pnferma  en  sus  últimos  dias.  Su  organización  no  tuvo  tiempo  de  eli- 
minar los  alcalóides  del  ópio  tomado , y en  especial  la  morfina  dada  la 
víspera  de  morir  en  cantidad  enorme;  las  análisis,  pues,  la  habían  de 
revelar,  y revelaron  mucho  menos  que  la  tomada;  y tanto  esto  como  la 
ausencia  completa  de  narcotismo,  es  una  prueba  evidente  de  que  no  pro- 
cedía de  un  envenenamiento,  sino  de  una  medicación,  esa  morfina. 

En  cuanto  á la  sustancia  desconocida , pudo  ser  algún  producto  de  los 
órganos  que  ya  llevaban  meses  de  muerte,  y aunque  se  hicieron  con  ella 
ensayos  en  perros  y ranas,  los  efectos  no  solo  no  fueron  semejantes  á los 
síntomas  de  la  enferma,  sino  ni  aun  á los  de  la  digitalina  que  se  ensayó. 
La  enferma  lejos  de  presentar  abatimiento  de  pulso,  presentó  fuerza;  le- 
jos de  tener  remisión  , tuvo  frecuencia  de  pulso;  no  vomitó  , los  últimos 
dias  tuvo  síncope,  parálisis,  etc.  Nada  de  eso  es  propio  de  la  digitalina. 
En  cuanto  á los  ensayos  en  los  perros  y ranas,  si  con  la  digitalina  mu- 
rieron luego  en  pocas  horas,  con  la  sustancia  desconocida  , uno  no  hizo 
mas  que  ponerse  malo  un  dia,  y otro  tardó  en  morir  dos.  Su  semejanza 
de  efectos  fué  lo  mas  grosera  y vaga  que  puede  darse.  ¿Qué  tal  seria 
cuando,  no  seguros  de  ello  los  peritos,  ensayaron  también  la  veratrina? 

Y sin  embargo  , fundados  exclusivamente  en  esa  vaga  y grosera  seme- 
janza de  la  experimentación  fisiológica , y á pesar  de  lo  alto  y elocuente- 
mente que  hablaban  en  contra  los  síntomas,  la  autópsia  y las  análisis 
químicas,  M.  Tardieu  y Roussin  afirman  el  envenenamiento  por  dos  vene- 
nos ; la  morfina  y otro  nuevo , que  no  acertaron  á decir  si  era  la  digitalina 
ó la  veratrina , con  la  que  también  hicieron  ensayos;  tal  era  su  vacila- 
ción, y sin  embargo,  no  titubearon  en  afirmar  que  la  señora  Z había 

muerto  envenenada;  vacilaban  en  la  causa  y no  vacilaron  en  el  efecto. 

¿Qué  no  seria  ese  documento,  cuando  eí  mismo  fiscal,  chocándole  la 
ligereza,  la  sin  razón  de  las  conclusiones,  indicó  que  se  pidiese  nueva 
información  ; con  lo  cual  dió  lugar  á la  consulta  de  M.  Devergie;  y vis- 
tas por  el  fiscal  las  sólidas  reflexiones  con  que  este  entendido  médico- 
legista  rebate  el  dictámen  de  aquellos  dos  peritos , se  sobreseyó  el  nego- 
cio, y el ^ acusado  que  gemía  en  la  cárcel  fué  puesto  en  libertad? 

MAÍ.  Tardieu  y Roussin  no  han  dado  á luz  en  su  obra  ese  caso  y su 
dictámen.  ¿Cuánto  no  significa  esa  conducta?  En  lugar  de  publicarle, 
después  de  haber  sido  atacados  por  M.  Devergie,  que  ha  dado  á la 
prensa  su  escrito,  alegan  por  pretexto  que  el  caso  no  tuvo  consecuencias 
judiciales,  y á M.  Devergie  no  le  contestan  más  que  estas  palabras:  no 
nos  ha  convencido . 

Por  último , nos  resta  el  caso  de  la  mujer  Pegard,  envenenada  por  un 
tal  Grisard.  También  en  este  caso  la  triple  base  del  criterio  común  resol- 
vió la  cuestión  de  un  modo  á todas  luces  indudable.  Los  síntomas  pre- 
sentados por  la  Pegard  fueron  notoriamente  los  de  la  intoxicación  por  la 
estricnina.  Doctos  é indoctos  lo  decidieron  así.  Estos  signos  por  sí  solos 
pudieron  resolver  el  caso;  son  délos  que  M.  Tardieu  considera  como 
suficientes  para  ello.  La  autópsia , siquiera  no  se  practicase  acto  conti- 
nuo , estuvo  en  armonía  con  los  signos  clínicos.  Las  análisis  químicas 
obtuvieron  no  solo  los  caractéres  especiales  de  la  estricnina,  sino  este 
alcaloideo  en  sustancia.  ¿Qué  faltaba,  pues,  para  la  cabal  solución  del 
problema?  ¿Para  qué  se  necesitaba  la  experimentación  fisiológica?  ¿Cuán 
impertinente  y oficioso  no  fué  ensayar  en  perros  y ranas  ? 

• Los  Fritos,  sin  embargo , no  solo  quisieron  apelar  á ese  recurso  pre- 

0 * Sln°  temiendo  que  les  faltase  materia  para  él , suspendieron 


— 339  - 

las  análisis  químicas,  croe  empezaban  á dar  su  resultado,  si  bien  por  el 
mismo  proceder  empleado  no  le  dieron  con  claridad,  exponiéndose  á per- 
der esas  materias,  y á que  luego  faltaran  para  una  prueba  mas  eficaz  y 
mas  terminante , y solo  cuando  vieron  los  efectos  de  la  estricnina , que 
pudieron  ser  muy  bien  los  de  cualquier  otra  sustancia,  capaz  de  producir 
efectos  tetánicos  en  una  rana,  prosiguieron  las  análisis  químicas,  que  les 
dieron  el  alcaloideo  en  sustancia.  La  experimentación  fisiológica  por  lo 
tanto  no  resolvió  nada;  la  cuestión  estaba  resuelta  por  la  triple  base  del 
criterio  generalmente  seguido, 

Hé  aquí  los  casos  prácticos  que  puede  presentar  en  su  abono  la  expe- 
rimentación fisiológica ; hé  aquí  los  brillantes  triunfos  de  su  inaugura- 
ción; hé  aquí  los  grandes  títulos  con  que  se  presenta  á reemplazar  la  tri- 
ple base  del  criterio  toxicológico.  Son  pocos , pero  buenos . En  los  dos  no  se 
necesitaban  para  nada  los  ensayos  en  perros  ni  ranas;  la  cuestión  se  re- 
solvió no  por  ellos,  sino  á pesar  de  ellos;  puesto  que  practicadas  de  otro 
modo  las  anáfisis  químicas,  todavía  hubiesen  dado  mejor  éxito;  y en  el 
otro,  fué  tanto  el  olvido  de  las  reglas  de  que  trata  la  filosofía  de  la  intoxi- 
cación para  apreciar  debidamente  los  síntomas  y diferenciar  las  enferme- 
dades comunes  de  un  envenenamiento  , las  alteraciones  anatómicas,  se- 
gún el  tiempo  que  lleva  de  muerte  el  sugeto,  y los  diferentes  orígenes  po- 
sibles de  las  sustancias  venenosas  halladas  por  las  análisis  químicas,  que, 
á no  ser  el  mismo  exceso  de  falta  de  esa  filosofía  en  el  dictamen  de  los 

peritos,  hasta  notoria  para  un  profano,  el  desventurado  cirujano  Z 

acusado  de  envenenador  de  su  mujer,  y otra  persona , hecho  que  tam- 
bién resultó  falso  , ya  que  no  hubiese  dejado  su  cabeza  en  el  cesto  de 
mimbres  de  la  guillotina,  hubiera  concluido  su  deshonrada  existencia  en 
los  trabajos  perpétuos  de  un  presidio. 

La  práctica,  por  lo  tanto,  lo  mismo  que  la  teoría,  rechaza  y condena 
la  experimentación  fisiológica,  no  solo  por  innecesaria  é inútil,  sino  por 
inconveniente  y ocasionada  á errores  funestísimos,  que  pueden  compro- 
meter la  inocencia  por  un  lado , y favorecer  el  crimen  por  otro. 

Si  se  generalizara  esa  práctica  y se  llevara  á cabo  en  los  términos  con 
que  lo  hacen  M.  Tardieu  y Roussin . no  vacilamos  en  declararla,  no  solo 
contraria  á los  sanos  principios  de  la  ciencia,  sino  funesta  á los  sagrados 
intereses  de  la  justicia.  En  uno  y otro  concepto,  en  efecto,  debe  ser  tenida 
una  práctica  que  desperdicia  las  materias  para  emplearlas  en  ensayos  so- 
bre animales,  de  significación  dudosa,  problemáticos  y expuestos  al  error, 
cuando  son  necesarias  para  los  diferentes  tanteos  que  exige  hasta  el  mé- 
todo analítico-químico  mas  sensible.  Si,  cuando  abundan  las  materias  sos- 
pechosas, no  es  un  grande  inconveniente  distraer  una  parte  para  esos  en- 
sayos, consideramos  altamente  contrario  á las  buenas  reglas  del  arte  y 
á los  intereses  de  la  justicia,  dar  esa  preferencia  que  hemos  visto  dar  por 
los  señores  Tardieu  y Roussin  á los  ensayos  en  animales , por  temor  de 
que  les  tallase  sustancia  para  ellos,  si  se  dedicaban  á las  análisis  quími- 
cas, y precisamente  en  un  caso  en  que  todo  era  tan  patente,  y en  el  que 
el  veneno,  no  solo  pudo  revelarse  por  sus  caracteres  químicos  , sino  en 
sustancia  y en  cantidad  pondera  ble. 

Sobre  ese  grave  inconveniente  de  robar  materias  á las  análisis  quími- 
cas, siempre  mas  fehacientes  que  las  groseras  semejanzas  de  electos  en 
animales  con  lo  presentado  por  las  víctimas , se  da  con  esa  práctica  pié 
á que  el  defensor  de  los  delincuentes  acuse  de  nulidad  los  dictámenes 
científicos,  por  no  haberse  practicado  todo  lo  debido.  Es  una  mala  prác- 


- 940  — 

tica  juzgar  a priori , dejar  de  practicar  análisis  químicas,  por  creer  que, 
siendo  sustancias  orgánicas,  no  se  ha  de  encontrar  nada  definitivo.  El  pe- 
rito, cuando  hace  una  autópsia,  no  sabe  lo  que  encontrará,  no  debe 
presumir  prevenido,  si  habrá  esto  ó aquello,  ni  está  autorizado  á dejar 
de  examinar  esta  ó aquella  parte  del  cadáver , porque  crea  que  no  ha  de 
descubrir  nada.  Otro  tanto  debemos  decir  de  las  análisis  químicas.  El 
perito  no  sabe  ni  debe  saber  lo  que  hallará;  su  deber  es  analizar  todo  lo 
que  de  analizar  sea  ; no  está  tampoco  autorizado  para  dejar  de  someter  á 
las  análisis  lo  que  se  le  antoje,  y menos  para  juzgar  a priori  del  re- 
sultado. 

Solo  cuando  haya  sometido  las  materias  á las  operaciones  necesarias 
para  aislar  el  veneno  si  le  hay,  y someterle  á la  acción  de  los  reactivos, 
y visto  que  no  ha  obtenido  resultado  alguno,  es  cuando  puede  con  razón 
y fundamento  afirmar  que  no  hay  veneno. 

Tanto  la  dignidad  de  la  ciencia , como  los  intereses  de  la  justicia  re- 
claman que  no  se  abandone  ninguno  de  los  tres  órdenes  de  datos,  cuya 
cabal  investigación  recomienda  la  filosofía  de  la  intoxicación,  y como'la 
nueva  práctica , conforme  lo  hemos  visto , tiende  á que  se  sobreponga 
á esa  triple  base  la  experimentación  fisiológica,  considerada  con  tanta 
sin  razón  como  prueba  pericial  mas  eficaz  y concluyente,  no  vacilamos 
en  declararla  contraria  á los  buenos  preceptos  de  la  ciencia  y á los  inte- 
reses de  la  justicia. 

Si  en  lo  sucesivo  esa  experimentación  mejor  estudiada  y aplicada,  san- 
cionada por  la  experiencia  y la  aceptación  de  los  prácticos , llegase  á te- 
ner á su  favor  las  buenas  doctrinas  y los  casos  prácticos ; si  el  propó- 
sito de  los  señores  Fagge  y Stevenlon  llegase  á ser  un  dia  una  verdad 
experimental,  pudiendo  considerar  la  rana  ó un  animal  cualquiera  como 
reactivo  vivo  capaz  de  presentar  efectos  especiales  y distintivos,  como 
producto  exclusivo  de  este  ó aquel  veneno  ; no  veríamos  ningún  incon- 
veniente en  que  se  echase  mano  de  ese  reactivo  , en  los  casos  en  que  los 
síntomas,  autópsia  y análisis  químicas,  ni  solas,  ni  en  conjunto,  pudieran 
darnos  base  suficiente  para  afirmar  un  envenenamiento.  Mientras  la  tri- 
ple base  baste,  mientras  podamos  hacer  uso  del  criterio  establecido, 
conforme  las  reglas  que  hemos  dado  en  los  artículos  anteriores,  siem- 
pre tendremos  la  experimentación  fisiológica  por  innecesaria,  por  inútil, 
por  impertinente  y oficiosa,  y en  muchos  casos  por  inconveniente  y per- 
judicial. 

i Tal  es  el  concepto  que  nos  merece,  en  el  esta  lo  actual  de  la  ciencia, 
la  experimentación  fisiológica;  por  eso  no  lacemos  tenido  en  cuenta  para 
nada  en  la  filosofía  de  la  intoxicación  ; por  eso  no  la  hemos  considerado 
ni  como  un  auxiliar  de  la  triple  base,  y si  hemos  hablado  de  ella,  ha  sido 
tan  solo  por  presentarse  con  pretensiones  desmedidas  , y por  verla  patro- 
cinada por  médicos  legistas  que,  gozando  de  general  reputación  , pueden 
arrastrar  por  su  falsa  vía  á los  que  no  se  toman  la  molestia  de  discurrir 
y profundizar  las  innovaciones , y que  se  deslumbran  fácilmente  por  la 
luz,  á veces  mas  brillante  que  intensa , de  ciertos  astros  recien  aparecidos 
en  el  horizonte  de  la  ciencia. 

Queremos  seguir  una  discreta  y sesuda  regla  que  nos  da  el  mismo 
Tardieu  en  cierta  parte  de  su  obra , y de  la  que  en  tantas  otras  se  olvida, 
á saber  : que  de  todos  modos,  siempre  vale  mas  en  la  mayor  parte  de 
los  casos  recurrir  á medios  de  análisis  é investigación  ya  adoptados  y re- 
conocidos como  serios , que  exponerse  á comprometer  el  resultado  de 


- 04l  - 

ana  actuación  pericial  ó médico-forense,  con  el  empleo  de  un  método 
demasiado  personal  (‘).  En  la  experimentación  fisiológica , además  de  las 
numerosas  razones  que  tenemos  para  rechazarla,  vemos  la  personalidad 
muy  en  relieve , solo  vemos  á Tardieu  y Roussin  como  único  abono  de 
ella,  no  tiene  el  carácter  de  autoridad  que  solo  pueden  dar  una  larga  expe- 
riencia y práctica  de  un  proceder  (2). 

BESUMEN  DE  LA  FILOSOFIA  DE  LA  INTOXICACION. 

Entiendo  por  filosofía  de  la  intoxicación  aquella  parte  de  la  Toxicolo- 
gía  general , que  trata  de  averiguar  á punto  fijo  cuál  es  el  valor  lógico  de 
los  datos,  en  que  se  funda  la  afirmación  ó negación  del  envenenamiento, 
la  relación  que  hay  entre  esos  datos,  y la  verdadera  causa  de  cada  uno. 

La  filosofía  de  lá  intoxicación  es  la  parte  mas  importante  de  la  Toxico- 
logia,  porque  enlaza  todas  las  demás,  las  hace  converger  á su  verda- 
dero objeto,  y las  relaciona  con  la  práctica  de  la  medicina  legal , en  los 
casos  de  intoxicación  ó envenenamiento. 

Para  llevar  á cabo  su  objeto,  la  filosofía  de  la  intoxicación  ha  estable- 
cido un  criterio  formado  por  tres  bases  que  son  los  síntomas,  signos 
clínicos  ó biológicos,  la  autópsia,  signos  anatómico-patológicos  ó tarma- 
tológicos,  y la  análisis  química  ó signos  químicos. 

La  regla  general  es  que  , sin  estos  tres  órdenes  de  datos , no  se  puede 
afirmar  un  envenenamiento.  Mas  como  los  casos  prácticos  no  presentan 
siempre  las  mismas  circunstancias,  no  se  puede  hacer  aplicación  de  esta 
regla  en  todos  de  un  modo  absoluto.  Hay  que  analizarla  para  apreciarla 
debidamente. 

Para  estudiar  esa  regla  hay  que  examinar  primero  el  valor  lógico  de 
los  signos  clínicos  ó biológicos:  segundo,  el  de  los  signos  autópsicos  ó 
tannatológicos  ; y tercero  , el  de  los  signos  químicos  ó analítico-quími- 
cos  (cap.  Yí). 

El  valor  lógico  de  los  signos  clínicos  ó síntomas  se  estudia  exami- 
nando : 

1. °  Cómo  debe  mirarse  el  cuadro  de  síntomas  que  presente  el  enve- 
nenado. 

2. °  Si  se  pueden  confundir  con  los  de  una  enfermedad  común  y cómo 
se  distinguen. 

3. °  Qué  valor  tienen  en  sí  y en  relación  con  la  autópsia  y las  análisis 
químicas. 

4. °  Cuándo  se  pueden  suponer  con  fundamento,  aunque  no  consten, 
cuándo  se  puede  prescindir  de  ellos,  y cuándo  su  falta  es  un  obstáculo 
para  afirmar  el  envenenamiento  (art.  1), 

El  cuadro  de  síntomas  que  presenta  un  envenenado  nunca  representa 
con  exactitud  matemática  el  que  está  consignado  en  los  libros  de  los  au- 
tores: el  de  estos  representa  lo  que  se  ha  observado  en  todos  los  sugetos 
y animales  envenenados  por  tai  ó cual  veneno. 

Basta  que  haya  número  suficiente  de  síntomas  propios  patognomóni- 
cos  de  una  intoxicación  para  tenerlos  por  significativos,  siquiera  fallen 
otros  de  que  hablan  los  autores  (art.  I,  § i). 

Hay  algunas  enfermedades  de  invasión  brusca,  que,  por  esta  circuns- 

c¡  Obra  cu  , pág.  61. 

p)  Jbtd. 


— 942  - 

tancia,  pueden  confundirse  con  un  envenenamiento,  <3  que  por  lo  menos 
dan  lugar  á sospechas  de  él. 

No  todas  las  enfermedades  que],  á los  ojos  de  los  profanos  suscitan 
la  sospecha  de  un  envenenamiento,  ha  de  incluirlos  la  ciencia  entre  los 
capaces  de  confundirse  con  una  intoxicación. 

Los  autores  se  limitan  á unas  cuantas  , y algunas  de  ellas  todavía  de- 
bieran suprimirse  por  lo  fácil  que  es  distinguirlas. 

Hay  pocas  intoxicaciones , cuya  forma  se  parezca  á las  enfermedades 
comunes.  La  inflamatoria , la  nervioso-inflamaloria , y la  séptica  por  ali- 
mentos averiados  son  las  que  mas  fácilmente  pueden  confundirse. 

La  ciencia  del  diagnóstico  relativo  á las  enfermedades  comunes  y la 
del  referente  á las  intoxicaciones,  basta  para  distinguir  unas  de  otras. 

Cuando  el  diagnóstico  diferencial  no  alcanza  á distinguir  una  enfer- 
medad de  un  envenenamiento,  la  distingue  la  autopsia,  y si  esta  tam- 
poco basta,  las  análisis  químicas  establecen  la  diferencia. 

Sin  salimos  del  diagnóstico,  se  pueden  distinguir  la  mayor  parte  de  las 
enfermedades  de  cuadro  sintomático  parecido  al  de  ciertos  envene- 
namien  tos. 

Las  enfermedades  que  por  su  invasión  brusca  y cierta  semejanza  de 
síntomas  pueden  ser  tomadas  al  primer  ímpetu  por  un  envenenamiento, 
son  la  muerte  por  bebidas  frías,  indigestiones,  cólera  esporádico  y 
asiático,  cólicos , en  especial  nerviosos,  perforaciones  espontáneas  del 
estómago  é intestinos,  estrangulaciones  intestinales,  gastritis  agudas, 
con  ó sin  complicación  de  enfermedades  del  encéfalo,  gaslro-enteritis, 
peritonitis,  hematómesis,  melena,  télanos , epilepsia , lombrices , focos 
verminosos,  triquinosis,  y exantemas  retropulsos. 

La  muerte  por  bebidas  frías , mas  común  cuando  tienen  la  temperatura 
de  10  á 12  grados,  si  no  se  distingue  por  las  circunstancias  y los  vómi- 
tos, despeños  y dolores,  que  no  presentan  nada  característico,  se  dis- 
tinguirá por  la  autópsia,  y mas  aun  por  les  resultados  de  las  análisis. 

Otro  tanto  dirémos  de  las  indigestiones ; si  la  naturaleza  y cantidad  de 
los  alimentos  y las  circunstancias  particulares  que  hayan  precedido, 
acompañado  ó seguido  á la  comida  y los  síntomas,  no  dar!  una  idea  clara 
del  hecho  , la  autópsia  y la^  análisis  distinguirán  el  caso. 

El  cólera  tanto  esporádico  como  asiático  tienen  un  diagnóstico  ó sín- 
tomas demasiado  conocidos  y característicos  para  confundirlos  con  una 
intoxicación. 

Algunas  intoxicaciones  por  venenos  inflamatorios  como  la  arsenical, 
pueden  tener  alguna  semejanza  ; sin  embargo  , la  naturaleza  de  las  eva- 
cuaciones basta  por  si  solas  para  distinguir  el  cólera;  ninguna  intoxica- 
ción las  presenta. 

Los  cólicos  pueden  ser  varios,  y no  es  fácil  confundir  los  más  de  ellos 
con  una  intoxicación.  El  cólico  miserere  es  de  carácter  nervioso , no  hay 
deyecciones , y si  se  presentan  vómitos,  son  de  materias  estercoráceas. 
Nada  de  eso  presenta  la  intoxicación  inflamatoria  ó nervioso-inflamato- 
ria ; los  dolores  son  flogísticos,  y los  vómitos  y deyecciones  de  materias 
alimenticias  biliosas  ó mucosas. 

El  íleo  sintomático  tiene  también  constipación  y vómitos  estercoráceos; 
hay  un  tumor  en  el  abdómen  y otros  signos  de  estrangulación  interior; 
nada  de  eso  ofrece  ninguna  clase  de  intoxicación.  La  autópsia,  por  otra 
parte  , disiparía  toda  duda. 

Las  perforaciones  espontáneas  presentan  muchos  síntomas  parecidos  a 


— m - 

las  intoxicaciones  inflamatorias,  y cáusticas ; son  los  de  üna  peritonitis 
intensa ; pero  no  hay  deyecciones  y faltan  los  vestigios  del  cáustico  en  la 
boca  y fáuces.  Aunque  los  síntomas  no  las  distinguieran  , las  distinguiría 
la  autópsia.  . 

No  hay  para  qué  decir  que  es  imposible , por  poco  que  se  examine  el 
caso , confundir  una  hernia  estrangulada,  con  una  intoxicación  ; el  tumor  y 
sus  síntomas  son  altamente  característicos;  la  distinguen  en  el  acto. 

La  gastritis  y gastro-enteritis  podrían  confundirse  con  las  intoxicaciones 
inflamatorias ; mas  la  apreciación  de  las  circunstancias  que  hayan  prece- 
dido, la  falta  de  ciertos  síntomas  característicos  de  determinados  vene- 
nos inflamatorios,  como  sabor  metálico,  azucarado,  amargo,  color 
verde  de  las  materias  arrojadas  * vómitos  sanguinolentos , etc. , etc., 
podrán  distinguir  de  casos , y cuando  no,  la  autópsia  y las  análisis. 

La  'peritonitis  solo  podrá  confundirse  con  la  intoxicación  por  venenos 
cáusticos,  mas  la  falta  de  los  síntomas  de  estos  en  la  boca  y fáuces  la 
distinguirá  fácilmente. 

Ni  la  hemalémesis  ni  la  melena  pueden  confundirse  con  intoxicación  al- 
guna. Sus  síntomas  son  de  tal  naturaleza  que  no  se  parecen  á ningún 
cuadro  de  los  que  producen  los  venenos , sean  de  la  clase  que  fueren. 

El  tétanos  puede  confundirse  y alguno  ha  querido  confundirle  con  una 
intoxicación  por  la  estricnina  y venenos  análogos,  ó sea  con  la  asfixiante 
tetánica. 

Si  el  tétanos  es  traumático,  se  distingue  ya  por  la  lesión  que  le  produce. 
La  presencia  de  la  herida  y su  estado  le  revela. 

Si  es  espontáneo,  sobre  ser  raro  en  nuestros  climas,  se  caracteriza  por 
su  invasión , curso,  forma  de  la  rigidez  y terminación.  Se  anuncia  algu- 
nos dias  antes  por  pródromos  locales  y generales;  empieza  por  el  trismus, 
y la  rigidez  se  extiende  al  cuello;  luego  se  va  declarando  en  otras  partes, 
en  forma  de  emprostólonos , opistólonos,  ó pleuroslótonos;  dura  algunos 
dias , y es  raro  que  haga  sucumbir  al  enfermo  en  dos  ó tres. 

Todo  lo  contrario  sucede  en  la  intoxicación  asfixiante  tetánica;  es 
brusca  poco  tiempo  después  de  haber  tomado  el  veneno;  el  sugeto  da 
gritos,  y en  seguida  se  presenta  la  rigidez  tetánica  en  su  tronco  y miem- 
bros; hay  accesos  breves  y rápidos,  con  síntomas  de  asfixia  cada  vez 
mas  violentos,  seguidos  de  pequeños  intérvalos  de  relajación ; la  inteli- 
gencia se  pierde  al  fin , y el  envenenado  se  muere  en  horas,  por  no  decir 
en  cuartos  de  hora. 

La  epilepsia  no  puede  confundirse  con  una  intoxicación  por  la  estric- 
nina; no  tiene  masque  un  acceso,  cuyos  síntomas  son  diferentes:  si  el 
sugeto  no  muere  en  él , recobra  todas  sus  facultades;  y si  muere  en  el 
acto  , los  antecedentes,  el  modo  de  morir,  distinguirán  el  caso;  y si  no  le 
distingue,  la  autópsia  y las  análisis  disiparán  toda  duda. 

Los  focos  verminosos  y las  lombrices  pueden  dar  algunas  veces  aparatos 
sintomáticos  alarmantes,  y en  ciertas  circunstancias  producir  una  muerte 
rápida,  lía  que  no  el  diagnóstico,  la  autópsia  revela  luego  la  verdadera 
causa  de  la  muerte. 

Tampoco  puede  confundirse  la  triquinosis  con  ninguna  intoxicación.  La 
séptica  por  sustancias  alimenticias  averiadas  es  la  única  con  la  que  sin 
duda  por  algún  tiempo  se  ha  confundido. 

Como  es  una  enfermedad  recien  conocida,  se  ha  podido  tomar  por 
una  intoxicación  séptica,  así  como  se  ha  confundido  con  una  tifoidea  y 
reumatismo. 


- 944  — 

í a produce  fa  comida  de  carnes  de  cerdo  , ó alimentos  preparados  con 
ellas  cuando  se  comen  crudas  ó poco  calentadas,  y se  debe  á un  ento- 
zoario microscópico,  llamado  trichina  spiralis , que  se  desenvuelve  en  el 
estómago  rápidamente  luego  de  digerida  la  carne,  donde  está  enquistada 
en  su  primer  período  de  evolución  , y desarrollados  en  esa  viscera,  pro- 
crean infinidad  de  embriones,  qq# atraviesan  las  paredes  intestinales  y se 
esparcen  por  todos  los  músculos  del  cuerpo  , en  especial  el  diafragma, 
los  psoas,  cara,  cuello  y pecho,  y allí  se  enquistan. 

El  peligro  está  en  el  acto  ó dias  después  de  su  desarrollo  en  el  duo- 
deno y paso  á los  músculos  ; si  el  sugeto  llega  á sobrevivir  á la  emigra- 
ción de  los  embriones,  puede  vivir  largos  años,  siquiera  tenga  los  mús- 
culos llenos  de  inquirios  enquislados. 

Hay  animales  que  tienen  habitualmente  triquinos;  las  ratas  parece  que 
son  su  origen ; luego  los  tienen  los  que  se  Jas  comen : gatos , zorras  y 
cerdos;  de'  estos  pasan  al  hombre. 

Una  fuerte  ebullición  los  mata , y las  carnes  entonces  no  producen  ia 
triquinosis. 

La  triquinosis  no  es  un  envenenamiento , porque  los  triquinos  no  son 
venenos;  son  helmintos  parásitos,  entozoarios,  análogos  á las  lombrices; 
y así  como  estos  no  son  venenos,  tampoco  lo  son  aquellos. 

No  ejercen  acción  química  sobre  los  principios  inmediatos  de  la  san- 
gre y los  tejidos;  obran  traumáticamente. 

La  triquinosis  se  caracteriza  : 

1. °  Poruña  invasión,  en  general  tardía,  después  de  comer  carne 
cruda  ó poco  cocida  de  cerdo,  salchichas,  y no  por  morcillas,  sangre  ni 
tocino  ; los  triquinos  solo  están  en  los  músculos. 

2. °  El  conjunto  de  síntomas  consiste  en  perturbaciones  intestinales  va- 
riables durante  una  semana,  á los  siete  días  edema  en  la  cara,  la  glotis 
y laringe;  enronquecimiento,  dolores  musculares  violentos  en  todo  el 
cuerpo,  sin  inflamaciones  articulares,  dificultad  de  respirar,  todo  lo  cual 
dura  dos  semanas;  luego  siguen  síntomas  tiíóicos,  con  complicaciones 
neumónicas  que  hacen  sucumbir  al  enfermo  por  lo  común  á los  veinte  y 
cinco  ó veinte  y ocho  dias. 

3. °  En  los  materiales  arrojados  por  cámaras  y vómitos,  es  posible  dis- 
tinguir, á simple  vista  , y mas  con  una  lente  ó el  microscopio , los  triqui- 
nos, por  lo  menos  en  el  segundo  septenario,  á modo  de  hilitos  blancos. 

4. °  A los  ocho  dias  de  la  afección  se  puede  sacar  con  el  sacabocados 
histológico  de  Duchesne  una  pequeña  poreion  de  fibra  muscular  del  en- 
fermo , y puesta  en  el  campo  del  microscopio  se  ven  los  triquinos. 

La  intoxicación  séptica  por  alimentos  podridos  se  distingue  de  la  tri- 
quinosis : 

1. °  Porque  la  invasión  es  mas  rápida ; á las  pocas  horas,  ó lo  más  al 
día  siguiente  de  haber  comido  morcillas,  sangre  de  cerdo  ya  averiadas. 

2. °  Por  el  cuadro  de  síntomas,  que  es  de  todo  punto  diferente,  y la 
muerte . que  sobreviene  á los  pocos  dias. 

3. °  No  se  ven  triquinos  en  las  materias  fecales  y vomitadas. 

4. °  No  se  ve  la  trichina  spiralis  en  la  porción  de  fibra  muscular  que  se 
saca  del  enfermo. 

La  retropulsion  de  los  exantemas,  la  desaparición  brusca  de  herpes, 
hemorroides,  sudores,  etc. , han  podido  tomarse  por  un  envenenamiento, 
por  los  súbitos  trastornos  que  á veces  producen  en  las  funciones  cere- 
brales , torácicas  y abdominales. 


— - 

La  noticia  de  esa  circunstancia  y la  forma  del  movimiento  fluxiona- 
rio  pondrán  en  el  caso  de  apreciar  la  causa  de  esos  arrebatos;  y siquiera 
no  fuese  posible  distinguirlos  por  solo  los  síntomas,  la  autdpsia  y las 
análisis  resolverán  la  cuestión  (art.  I,  § II). 

Los  síntomas  por  sí  solos,  en  general , no  tienen  una  significación  ab- 
soluta; no  prueban  el  envenenamiento;  tanto  menos,  cuanto  menos  ca- 
racterísticos sean , cuanto  mas  pueda  hallarse  su  conjunto  en  otro  caso  ó 
de  enfermedad  común. 

Hay  ocasiones  en  que  por  sí  solos  pueden  significar,  ó que  dan  prueba 
plena ; los  de  la  intoxicación  cáustica , por  ejemplo ; porque  no  hay  nada 
que  los  produzca  fuera  de  ellos. 

Siempre  que  el  cuadro  de  síntomas  es  tan  especial  y gráfico  que  no  se 
halle  en  otro  caso  ó enfermedad  común,  podrá  significar  por  sí  solo;  será 
prueba  de  envenenamiento. 

Fuera  de  esos  casos  contados,  los  síntomas  solo  constituyen  prueba  por 
su  relación  con  la  autdpsia  y las  análisis. 

Cuanto  mas  en  armonía  estén  los  síntomas  con  los  signos  autdpsicos  y 
con  los  signos  químicos , mas  significarán. 

Pocos  síntomas,  aunque  pálidos,  corroborados  por  la  autdpsia  y las 
análisis  químicas , hacen  mas  prueba  que  la  abundancia  de  signos  clíni- 
cos en  desacuerdo  con  las  análisis  y laautópsia  (art.  I,  § 111). 

Hay  ocasiones  en  las  que  por  diferentes  causas  ignoran  ios  peritos  los 
síntomas  presentados  por  el  sugeto. 

Si  la  intoxicación  tiene  síntomas,  eso  no  es  un  obstáculo,  porque  se 
deducen  lógicamente  del  estado  en  que  se  halla  el  cadáver,  y de  los  re- 
sultados de  las  análisis. 

La  inspección  del  cadáver,  del  que  haya  muerto  por  un  cáustico , au- 
toriza á deducir  los  síntomas  que  ese  sugeto  hubo  de  presentar. 

Hay  intoxicaciones  en  las  que  apenas  hay  síntomas. 

En  esos  casos  se  puede  prescindir  de  esa  falta ; y si  los  demás  datos  es- 
tán de  acuerdo , se  puede  afirmar  el  envenenamiento. 

La  falta  de  síntomas  es  un  obstáculo  para  afirmar  el  envenenamiento, 
cuando  la  intoxicación  los  tiene , y muy  característicos , y cuando  han 
podido  observarlos  facultativos , y estos  declaran  lealmente  que  no  los 
observaron  (art.  1,  § IV). 

Los  signos  autópsicos  se  estudian  bajo  los  mismos  puntos  de  vista  que 
los  signos  clínicos  (art.  II). 

Tampoco  debe  exigirse  que  el  cadáver  envenenado  haya  de  presentar 
completo  el  cuadro  de  alteraciones  anatómicas  consignadas  en  las  obras 
de  los  autores;  las  principales  características  y propias  de  tal  ó cual  in- 
toxicación son  suficientes  (art.  II,  § I). 

También  hay  enfermedades  de  anatomía  patológica  susceptible  de  ser 
tomada  por  la  ele  un  envenenamiento. 

La  mayor  parte  de  las  enfermedades,  cuyo  cuadro  sintomático  brusco 
las  hace  confundir  por  de  pronto  con  el  envenenamiento,  precisamente 
se  distinguen  por  la  autópsia ; porque  esta  da  resultados  diferentes. 

En  este  caso  se  encuentra  la  muerte  por  bebidas  frias,  las  indigestio- 
nes, el  cólera,  los  íleos,  las  hernias,  las  invaginaciones,  la  hematéme- 
sis,  la  melena  , las  perforaciones  espontáneas,  etc. 

Estas  se  distinguen  fácilmente  de  los  estragos  de  un  cáustico , por  su 
forma  regular,  por  la  falta  de  flogosis  y otros  fenómenos  patológicos, 
tanto  en  puntos  distantes,  como  en  las  cercanías.  Las  de  los  cáusticos 
TOXICOLOGJA.™  60 


— m - 

irregulares  y van  acompañadas  de  escaras , encogimientos , rebían- 
Íwímientos  manchas,  inflamaciones  intensas  en  la  boca,  fáuces,  esó- 
fago, estómago,  etc. 

%I  estado  flogíslico  de  la  mucosa  en  las  gastritis  y gastro-enteritis  es 
mas  fácil  que  se  confunda;  pero  un  exámen  atento  tal  vez  deje  ver  dife- 
rencias en  el  modo  de  flogosear  los  tejidos,  vestigios  del  veneno  en  la 
mucosa  y alteraciones  especiales  que  permite  ver  el  microscopio , y 
cuando  no,  las  análisis  químicas  resuelven  la  cuestión. 

Hay  varias  intoxicaciones  que  no  tienen  anatomía  patológica  : la  nar- 
cótica, por  ejemplo;  la  asfixiante  paralítica;  muy  á menudo  la  tetánica; 
pero  esta  negación  es  un  carácter  tan  significativo , como  para  las  demás 
el  presentar  alteraciones.  Si  eso  no  puede  distinguirlas , las  diferencian 
los  síntomas  ó las  análisis. 

La  triquinosis , además  de  alteraciones  flogísticas  en  el  tubo  digestivo 
en  los  primeros  dias,  de  infartos  en  los  pulmones  y vestigios  tifoideos,  y 
disminución  en  las  masas  musculares  en  los  últimos , presenta  la  exis- 
tencia de  los  triquinos,  que  distinguen  completamente  esa  enfermedad 

(art.  II,  § II). 

Respecto  de  los  resultados  autópsicos , debemos  sentar  la  misma  doc- 
trina que  respecto  de  los  síntomas,  en  punto  á significación  en  sí  y en  sus 
relaciones  con  los  síntomas  y análisis. 

Por  sí  solos , raras  veces  forman  prueba  plena ; en  los  casos  de  intoxi- 
cación cáustica,  y en  algún  otro,  pueden  formarla,  porque  solo  se  ven 
esas  alteraciones  en  ellas ; fuera  de  esos  casos , su  significación  es  co- 
lectiva. 

Cuanto  menos  características  y especiales  sean  las  alteraciones  anató- 
mico-patológicas , más  necesitan  ser  confirmadas  en  su  significación  por 
los  síntomas  y las  análisis. 

Cuanto  mayor  sea  su  armonía  con  estos  dos  órdenes  de  datos , mas 
significación  tendrán. 

Más  significan , aunque  escasas  y pálidas , estando  en  armonía  con  las 
otras  dos  bases,  que  siendo  muchas,  si  están  en  desacuerdo  (art.  II, *§  III). 
La  falta  de  datos  autópsicos  no  tiene  siempre  la  misma  significación. 
Cuando  el  sugeto  no  muere,  la  falta  de  datos  autópsicos  no  impide 
que  se  afirme  el  envenenamiento,  si  le  prueban  los  síntomas  y las  análisis. 

Cuando  no  se  ha  practicado  la  autópsia , ó se  practica  mucho  tiempo 
después  de  la  muerte,  habiendo  podido  la  putrefacción  borrar  las  alte- 
raciones anatómico-patológicas  producidas  por  el  veneno;  si  los  síntomas 
y las  análisis  químicas  demuestran  el  envenenamiento , tampoco  es  un 
obstáculo  para  afirmarle  la  falla  de  ese  órden  de  datos , siquiera  no  sea 
tan  plena  la  prueba.  Se  pueden  presumir,  con  fundamento , dichas  alte- 
raciones. 

En  muchas  intoxicaciones  pueden  faltar  las  lesiones  anatómicas,  ó 
pueden  no  presentar  los  caractéres  ordinarios  y propios  de  su  natura- 
leza , los  flogísticos , por  ejemplo,  sin  que  esto  sea  obstáculo  para  afir- 
mar, no  solo  el  envenenamiento,  sino  el  producido  por  venenos  inflama- 
torios ó nervioso-inflamatorios. 

A veces  basta  la  posición  del  cadáver  ó el  tiempo  que  ha  trascurrido 
desde  la  muerte,  para  que  la  sangre  de  un  punto  hiperemiado,  inyectado 
d congestionado,  desaparezca,  y se  queden  los  tejidos,  sobre  todo  las 
partes  superiores,  exangües  y pálidas ; la  marcha  de  los  fenómenos  cada- 
véricos , si  al  principio  los  tiñe  de  rojo,  al  fin  los  decolora. 


— 947  — 

Es  por  otra  parte  un  error  confundir  los  vestigios  flogísticos  de  los  ve- 
nenos con  los  de  una  inflamación  ordinaria. 

Para  que  una  inflamación  deje  todas  sus  huellas  propias  en  un  tejido, 
se  necesita  tiempo  y que  pueda  seguir  todas  sus  evoluciones ; esto  es  lo 
que  sucede  en  las  inflamaciones  comunes;  no  se  desenvuelve  todo  al  estí- 
mulo del  agente  flogístico ; pasa  algún  tiempo. 

Si  el  veneno  es  absorbido,  ataca  la  masa  de  la  sangre,  y mata  pronto; 
no  da  tiempo  para  que  la  inflamación  que  produce  siga  todos  sus  perío- 
dos, y es  lógico  y forzoso  que  no  se  encuentren  luego,  á pesar  de  ser  infla- 
matoria, en  el  estómago,  intestinos  ú otra  parte,  vestigios  de  inflamación. 

Por  último,  hay  que  tener  presente  que  las  alteraciones  anatómicas 
producidas  por  los  venenos  no  son  siempre  visibles  á simple  vista;  que 
no  solo  atacan  la  integridad  de  los  tejidos,  sino  sus  elementos  anatómi- 
cos ó histológicos;  que  atacan  los  de  la  sangre,  y es  fácil , común  y hasta 
forzoso,  que  á simple  vista  no  se  noten  esas  alteraciones , teniendo  que 
recurrir  ai  microscopio  para  advertirlas. 

Solo  cuando  se  tengan  presentes  todas  esas  circunstancias,  y se  haya 
demostrado  que  nada  de  lo  dicho  se  ha  dejado  de  atender,  podrá  afir- 
marse que  no  hay  alteraciones  anatómico-patológicas,  y su  falta  podrá 
significar  en  contra  del  envenenamiento. 

Hay  casos  en  los  que  la  clase  de  la  intoxicación  no  da  lugar  á altera- 
ción sensible  de  los  tejidos.  En  estos  casos,  la  negación  de  alteraciones 
sensibles , lejos  de  ser  un  obstáculo  para  afirmar  el  envenenamiento,  es 
una  prueba  de  él,  porque  en  ellos  es  característica  esa  negación  ; si  hu- 
biese alteraciones  anatómicas , no  seria  propio  de  esas  intoxicaciones. 

Cuando  la  intoxicación  tiene  anatomía  patológica  característica , visi- 
ble á simple  vista  ó al  microscopio,  y se  ha  practicado  la  autópsia  á su 
debido  tiempo  por  peritos  hábiles,  y estos  afirman  lealmente  que  no  han 
observado  nada  en  el  cadáver;  entonces,  la  falta  de  este  órden  de  datos 
es  un  obstáculo  para  afirmar  el  envenenamiento,  siquiera  los  síntomas  y 
análisis  den  indicios  de  él  (art.  11,  § IV). 

El  valor  de  los  datos  químicos  debe  estudiarse  del  propio  modo  que 
los  signos  clínicos  y autópsicos , si  bien  variando  un  tanto  el  modo  de 
apreciar  los  dos  primeros  puntos  de  los  cuatro,  bajo  los  cuales  hemos 
estudiado  los  síntomas  y la  autópsia  (art.  111). 

El  estudio  del  primer  punto,  respecto  de  los  signos  químicos , debe 
hacerse  del  modo  siguiente : 

1. °  Determinar  qué  es  lo  que  debe  entenderse  por  caractéres  quí- 
micos. 

2. °  Si  debemos  apurar,  en  un  caso  práctico,  todas  las  reacciones  de 
que  es  susceptible  una  sustancia  , ó si  bastarán  las  que  la  determinen. 

3. °  Si  los  caractéres  químicos  señalados  como  especiales  y distintivos 
de  un  veneno,  en  el  estado  actual  de  la  ciencia,- son  una  base  sólida  para 
afirmar  la  existencia  de  ese  veneno. 

4. °  Si  para  afirmar  la  presencia  de  un  veneno  bastan  los  caractéres 
químicos  ó reacciones  con  que  se  determina , ó si  es  necesario  obtenerle 
en  sustancia. 

5. °  Si  la  cantidad  de  sustancia  obtenida  por  las  análisis  químicas 
puede  servir  de  guia  para  determinar  la  que  tomó  el  sugeto  envenenado, 
y si  esta  fué  á dósis  tóxica. 

Por  carácter  químico  hemos  entendido  todo  fenómeno  físico  visible  ó 
accesible  á los  sentidos,  que  una  sustancia  presenta,  producido  por  la 


- 918  — 

don  química  de  un  reactivo  sobre  ella , siéndolo  lo  mismo  ún  preci- 
ntado que  una  coloración ; una  efervescencia  que  un  aumento  de  tem- 
peratura , desprendimiento  de  olor,  vapores , etc. 
y Debiéndose  á la  naturaleza  de  un  cuerpo,  los  fenómenos  físicos  que 
hace  desenvolver  la  acción  química  de  un  reactivo , puesto  que  los  da 
según  los  principios  ó elementos  que  le  constituyen , los  caracteres  quí- 
micos de  una  sustancia  son  los  verdaderos  signos  representativos  de  su 
existencia  (cuestión  1/). 

No  es  exacto  que  cuantos  mas  caractéres  químicos  tenga  una  sustancia 
mas  fácil  sea  determinarla. 

Si  todos  son  exclusivos , podrá  ser  así ; si  son  comunes  á otros,  eso  ha 
de  producir  mas  confusión. 

Hay  caractéres  químicos  de  significación  absoluta , porque  solo  los 
presenta  un  cuerpo,  pero  en  los  más  es  relativa;  el  conjunto  y el  modo 
ó condiciones  con  que  los  dan,  es  lo  que  con  mas  exactitud  los  determina. 

No  hay  necesidad  de  apurar  todas  las  reacciones  de  que  es  susceptible 
un  veneno  ; bastan  las  que  le  determinan  ; el  de  grupo,  el  de  división  y 
el  de  especie  ó género,  y lo  mas  algún  corroborante. 

El  abuso  de  los  corroborantes  es  un  lujo  que  puede  oscurecer  mas 
bien  que  aclarar  una  cuestión , respecto  de  la  presencia  del  veneno. 

Los  caractéres  químicos  deben  ser  claros  y terminantes  (cuestión  2.a). 
Los  caractéres  químicos  con  que  en  el  estado  actual  de  la  ciencia  se 
determina  é individualiza  cada  veneno,  son  una  base  sólida  para  afirmar 
su  presencia. 

Es  un  sofisma  dudar  de  esa  significación , porque  mañana  puede  des- 
cubrirse otra  sustancia,  que  ofrezca  esas  reacciones. 

Aunque  eso  sea  posible,  no  lo  es  que  se  descubra  una  sustancia  que, 
siendo  de  naturaleza  diferente,  tenga  propiedades  físicas,  químicas  y 
fisiológicas  idénticas.  Por  algo  se  ha  de  diferenciar  de  aquella  con  la  que 
tenga  mas  puntos  de  contacto. 

Si  diéramos  á los  caractéres  químicos  aislados  valor  absoluto;  si  se  le 
diéramos  á su  conjunto,  podría  valer  esa  objeción;  mas  como  buscamos 
el  valor  lógico  en  el  conjunto,  no  solo  de  los  caractéres  químicos,  sino 
en  el  de  estos  y las  demás  propiedades,  y relacionamos  las  análisis  quí- 
micas con  los  síntomas  y la  autópsia,  pierde  toda  su  fuerza  esa  obje- 
ción; jamás  nos  pondrá  en  conflicto  la  regla  que  establecemos  (cues- 
tión 3.‘). 

Para  determinar  la  presencia  de  una  sustancia , basta  revelarla  por 
medio  de  sus  caractéres  químicos  especiales. 

Siendo  esos  caractéres  los  signos  representativos  de  los  elementos  que 
las  constituyen,  que  es  como  si  dijéramos  de  su  esencia;  basta  revelarla 
para  poder  afirmar  que  esa  sustancia  existe  donde  descubrimos  sus  ca- 
ractéres: 

Exigir  el  veneno  en  sustancia  es  una  impertinencia  y una  petición  de 
principio;  pues  aun  cuando  se  presente  esa  sustancia  , nadie  está  autori- 
zado á afirmar  que  es  tal  ó cual , á simple  vista ; siempre  hay  que  some- 
terla á sus  reactivos  especiales ; es  decir,  que  se  resuelve  por  los  datos 
que  antes  se  rechazaban  como  insuficientes  para  resolverla  (cuestión  4.*). 

La  cantidad  de  sustancia  venenosa  obtenida  por  medio  de  las  afiálisis 
químicas,  no  puede  considerarse  nunca  como  expresión  de  la  que  el  su- 
geto  tomó. 

En  muchos  casos  se  pierde  no  poca  parte  del  veneno  ingerido,  ya  por 


- 949  - 

cámaras,  ya  por  vómitos:  unas  y otros  pueden  no  haberse  recogido  para 
analizarlos ; gran  parte  se  esparce  por  todo  el  cuerpo,  y no  se  analiza 
todo  este;  si  el  sugeto  ha  vivido  algún  tiempo,  parte  puede  haberse  eli- 
minado por  diferentes  vías. 

En  toaos  esos  casos  puede  ser  escasa  la  cantidad  de  veneno  que  se 
obtenga  con  las  análisis  químicas,  sin  que  por  eso  pueda  deducirse  que 
fué  escasa  la  que  el  sugeto  tomó. 

Las  análisis  químicas , en  casos  de  envenenamiento,  no  tienen  por  ob- 
jeto investigar  la  cantidad , sino  la  cualidad ; con  tal  que  descubran  en  las 
materias  sospechosas  las  cualidades  del  veneno,  ya  está  conseguido  el 
objeto , y como  las  cualidades  se  manifiestan  lo  mismo  en  una  cantidad 
que  en  otra,  mientras  la  haya  suficiente,  para  que  revele  claramente  los 
caractéres  químicos,  poco  importa  la  cantidad  obtenida,  ni  su  compara- 
ción con  la  tomada  por  el  sugeto. 

Cuando  las  análisis  obtienen  una  cantidad  considerable  de  veneno,  es 
licito  deducir  que  el  sugeto  tomó  mucha  ; mientras  no  tenga  esa  cantidad 
otro  origen  posible  que  el  envenenamiento. 

Si  se  obtiene  poca  ó solo  reacciones , no  es  lógico  deducir  que  fué  poca 
la  que  el  sugeto  tomó  ; si  existen  las  razones  mas  arriba  indicadas  que 
expliquen  esa  exigua  cantidad. 

Para  saber  que  fué  tóxica  la  dósis  del  veneno  tomada , no  hay  necesi- 
dad de  que  lo  sea  la  obtenida  por  las  análisis. 

Si  los  síntomas  acusan  la  acción  de  un  veneno  ; si  la  autópsia  la  con- 
firma y las  análisis  químicas  descubren  los  caractéres  químicos  de  ese 
veneno,  sea  cual  fuere  su  cantidad  , dan  prueba  plena  al  envenena- 
miento. 

Si  por  ser  poca  puede  sospecharse  que  procede  de  una  medicación  ó 
de  contenerla  naturalmente  el  cuerpo;  en  primer  lugar,  en  estos  casos 
faltarán  los  síntomas  de  la  intoxicación  y los  datos  autópsicos  de  la 
misma , y en  segundo  lugar  se  procura  averiguar  si  hubo  esa  medica- 
ción y cuándo , si  el  veneno  es  de  los  que  existen  naturalmente  en  la 
economía  , y si  procede  de  los  órganos  en  que  existe  (art.  III , § I,  cues- 
tión 5.a). 

No  siempre  que  las  análisis  químicas  encuentran  un  veneno  en  los  ór- 
ganos ó materias  procedentes  de  un  sugeto,  prueba  eso  que  haya  muerto 
envenenado.  El  veneno  puede  tener  varios  orígenes,  además  del  envene- 
namiento. 

Hay  algunos  que  se  forman  espontáneamente  en  la  economía , ya  por 
combinación  de  sustancias  inocentes  , ya  por  desenvolvimiento  de  algún 
principio  venenoso. 

Algunos  órganos  contienen  naturalmente , aunque  en  poca  cantidad, 
ciertos  metales  y metalóides,  procedentes  de  los  alimentos,  como  arsé- 
nico, fósforo,  cobre  , plomo,  hierro,  etc. 

Mas  sobre  ser  muy  contados  esos  venenos  que  tengan  esos  órganos,  su 
fácil  explicación  , llegado  el  caso,  disipa  todas  las  dudas. 

Otros  orígenes  deben  llamar  mas  la  atención  de  los  peritos  ; á saber: 
una  medicación  mas  ó menos  prolongada , un  embalsamamiento,  los  ves- 
tidos, una  introducción  fraudulenta  del  veneno  en  el  cadáver,  la  mezcla 
mal  intencionada  del  veneno  con  los  órganos  y materias  destinadas  á las 
análisis , y la  imbibición  del  cadáver,  respecto  de  los  principios  del  ter- 
reno donde  esté  sepultado. 

Hay  que  averiguar  si  el  sugeto  ha  estado  sometido  á alguna  medica- 


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en  la  que  entrase  la  sustancia  que  se  encuentra,  y si  ha  habido  ó no 
tiempo  para  ser  eliminada  de  su  economía. 

1 Cuanto  mas  dista  la  fecha  de  esa  medicación , tanto  menos  probable 
será  que  se  deba  á esta  la  sustancia  que  se  encuentra  por  medio  de  las 
análisis.  El  cuerpo  vivo  la  elimina. 

El  embalsamamiento  puede  consistir,  y consiste  con  frecuencia,  en 
inyecciones  de  soluciones  venenosas,  mercuriales,  arsenicales,  etc. 

'Una  mano  criminal  puede  deponer  ó introducir  un  veneno  sólido,  ó al 
estado  líquido,  por  las  vías  naturales  del  cadáver,  ó colocarle  en  su  ataúd, 
y después  de  algún  tiempo  levantar  acusación  de  envenenamiento  contra 

alguno.  . . • 

Estos  casos  son  raros,  pero  posibles;  la  ciencia  posee  alguno. 

En  estos  casos  no  habrá , en  el  sitio  donde  se  depuso  el  veneno , ni  en 
otra  parte,  ningún  vestigio  de  su  acción  fisiológica  , y acaso  se  encuentre 
del  propio  modo  que  allí  se  puso,  si  se  hace  la  autópsia  pronto. 

Si  se  depone  en  los  vestidos  ó junto  al  ataúd,  solo  podrá  hacer  dudar, 
si  se  exhuma  tarde  el  cadáver. 

Según  cual  sea  la  mortaja  ó los  vestidos  con  que  se  haya  enterrado  el 
sugeto , pueden  tener  en  sus  colores  principios  venenosos. 

También  es  posible  que  se  mezcle  fraudulentamente  con  las  materias  y 
órganos  que  se  destinan  á las  análisis  químicas,  si  no  se  toman  las  debi- 
das precauciones. 

En  todos  esos  casos,  la  sola  presencia  del  veneno  no  basta  para  probar 
el  envenenamiento:  habrá  que  apelar,  como  lo  diremos  luego , á los  sín- 
tomas y á la  autópsia,  para  saber  si  se  debe  á un  envenenamiento  ó á esos' 
otros  orígenes. 

Según  donde  esté  enterrado  el  cadáver  también  es  posible  que  las 
aguas  pluviales  disuelvan  ciertos  principios  venenosos  que  contenga  el 
terreno , y el  cadáver  se  embeba  de  ellos , y ya  que  no  el  cadáver , sus 
vestidos. 

En  esos  casos  la  imbibición  es  superficial;  los  experimentos  que  se  han 
hecho  demuestran  que  no  se  extiende  muy  adentro,  ni  muy  lejos  del  si- 
tio donde  se  depone  una  sustancia,  en  especial  si  es  de  las  que  forman 
combinaciones  insolubles. 

La  análisis  del  terreno  y la  falta  de  síntomas  y autópsia  correspondien- 
tes á una  intoxicación  pondrán  claro  el  verdadero  origen  de  la  sustancia 
que  con  los  reactivos  se  revele  (art.  III,  § II). 

Las  análisis  químicas  ó sus  resultados,  por  sí  solos  no  constituyen  prue- 
ba plena  en  general ; pero  pueden  constituirla. 

Cuando  la  presencia  del  veneno  no  puede  explicarse  por  ningún  otro 
origen,  prueba  el  envenenamiento  por  sí  sola. 

En  la  mayor  parte  de  los  casos,  el  valor  de  este  órden  de  datos  es  siem- 
pre colectivo  y' necesita  ser  confirmado  por  los  síntomas  y la  autópsia. 

Cuanto  mas  en  armonía  estén  los  resultados  analítico-químicos,  con  los 
signos  clínicos  y autópsicos , mas  significación  tendrán  los  resultados  de 
las  análisis  químicas. 

Gran  cantidad  de  veneno  revelado  por  las  análisis,  pero  sin  que  cor- 
respondan á la  naturaleza  del  veneno,  ni  los  signos  biológicos,  ni  ios  tan- 
natológicos,  no  significará  envenenamiento,  mientras  que  será  una 
prueba  de  él  haber  encontrado  poca  cantidad  ó simples  caractéres  del 
veneno , pero  bien  averiguados  v en  completa  armonía  con  los  síntomas 

> la  autópsia  (art.  m,§  III). 


- 981  - 

La  negación  de  resultados  químicos  no  siempre  significa  16  ridsmo. 

Hay  casos  en  los  que  ya  sabemos  que  no  los  puede  haber,  porque  el 
veneno  introducido  en  la  economía  se  descompone;  así  sucede  en  muchas 
intoxicaciones  sépticas. 

En  otros , la  química  actual  no  alcanza , no  solo  á islar  el  veneno  en 
sustancia,  sino  ni  á revelar  sus  caracteres  químicos. 

En  todos  esos  casos,  la  falta  de  signos  químicos  no  es,  ni  debe  ser  un 
obstáculo  para  afirmar  el  envenenamiento,  si  los  signos  clínicos  y autóp- 
sicos  le  prueban,  aunque  la  prueba  no  es  tan  plena. 

En  estos  casos  el  microscopio  tal  vez  podrá  reemplazar  lo  que  no  al- 
cancen las  análisis,  como  sucede  en  las  intoxicaciones  por  los  ñongos. 

Pueden  darse  casos,  en  los  que  las  análisis  químicas  se  practican  en 
órganos  de  un  cadáver  exhumado  en  estado  de  putrefacción  , que  se  han 
podrido  después  de  haberlos  extraído  del  cadáver  fresco , siendo  el  en- 
venenamiento por  sustancias  orgánicas  que  se  hayan  destruido. 

En  otras  ocasiones  se  desperdician  las  materias  arrojadas  por  cámaras 
y por  vómitos,  ó se  analizan  los  órganos  del  sugeto,  cuando  ya  pudo  eli- 
minar de  su  cuerpo  todo  el  veneno;  las  análisis  no  encuentran  nada. 

En  esos  casos , si  los  síntomas  y la  autópsia  demuestran  el  envenena- 
miento, se  puede  presumir  con  fundamento,  que  hubo  en  esas  materias 
y órganos  la  sustancia  venenosa. 

La  falta  de  veneno  ó los  resultados  negativos  de  las  análisis  químicas, 
será  un  obstáculo  insuperable  para  afirmar  el  envenenamiento , si  no  se 
ha  desperdiciado  ninguna  materia  arrojada  por  cámaras  ó vómitos ; si  se 
han  analizado  los  órganos  del  cadáver  al  estado  fresco , ú otro  estado  en 
el  que  no  se  haya  destruido  el  veneno ; si  se  han  ejecutado  las  análisis 
por  peritos  hábiles  que  hayan  adoptado  procederes  acreditados  por  la  cien- 
cia, y si  declaran  lealmente  que  no  han  encontrado  nada  fart.  Ilí, 
§ IV). 

Interpretando  la  regla  general  ó la  triple  base  del  criterio  filosófico  to- 
xicológieo,  para  juzgar  los  casos  de  envenenamiento,  como  acabamos  de 
indicar,  los  peritos  resolverán  siempre  bien  y sólidamente  todas  las  cues- 
tiones de  esa  especie. 

Juzguen  por  punto  general  en  virtud  de  los  tres  órdenes  de  datos  y de 
la  armonía  que  haya  entre  ellos. 

No  se  dé  valor  absoluto  á un  solo  órden  de  datos,  fuera  de  aquellos  ca- 
sos en  que  por  sí  solos  puedan  significar  el  envenenamiento. 

No  se  tenga  por  obstáculo,  para  afirmar  el  envenenamiento,  la  falta  de 
un  órden  de  datos  que  sea  de  fácil  y aceptable  explicación. 

Y sea  siempre  un  obstáculo  para  afirmar  el  envenenamiento  la  falta 
de  un  órden  de  datos  que  debería  obtenerse,  y no  pueda  explicarse  de 
otro  modo  que  por  la  falta  de  veneno. 

La  filosofía  que  hemos  establecido  para  los  casos  individuales,  tiene  su 
aplicación  y recibe  mas  fuerza  en  los  envenenamientos  colectivos. 

Guando  hay  varias  personas  envenenadas  , la  armonía  ó concordancia 
que  se  encuentra  entre  los  síntomas  que  se  les  observa , los  resultados 
que  da  la  autópsia  en  cada  una  de  ellas  y las  análisis  químicas  de  los  ór- 
ganos y materias  procedentes  de  esas  personas , da  todavía  mas  funda- 
mento y solidez  al  juicio  en  esas  tres  bases  cimentado. 

En  esos  casos  hay  que  estudiar,  si  se  presentan  diferencias  de  efectos, 
las  circunstancias  que  en  cada  sugeto  haya  podido  modificar  la  acción 
del  tósigo. 


- 952  - 

La  filosofía  que  hemos  adoptado  es  útilísima  y necesaria  , no  solo  para 
los  peritos,  sino  para  los  jueces  y tribunales. 

La  concordancia  de  la  prueba  pericial  con  las  judiciales,  siempre  po- 
drá darles  mas  elementos  de  convicción,  y aun  cuando  aquella  no  fuera 
del  todo  concluyente,  aunque  no  diera  mas  que  probabilidad,  su  armonía 
con  las  pruebas  de  orden  judicial,  les  hará  adquirir  mayor  fuerza. 

" ¿on  esa  filosofía  se  pueden  evitar  los  errores  de  lo  que  se  llama  la 
prueba  moral. 

Sin  la  aplicación  de  la  triple  base  y la  interpretación  que  hemos  dado 
á cada  una,  las  presunciones,  prevenciones  y rumores  públicos,  los  ante- 
cedentes y circunstancias  de  ciertos  casos , con  todo  lo  cual  se  forma  una 
convicción  moral  de  un  envenenamiento ; pueden  dar  lugar  á tomar  por 
tal  caso  de  enfermedad  común  y muerte  natural  y acusación  de  un  ino- 
cente. 

La  ciencia  ha  recogido  ya  varios  casos  de  esa  especie,  salvando  á suge- 
tos  á quienes  la  prueba  moral  señalaba  como  autores  de  un  envenena- 
miento. 

Por  parte  de  los  peritos  será  una  falta  gravísima  dejarse  llevar  de  la 
prueba  moral. 

Por  mas  que,  como  hombres,  que,  como  individuos  iguales  á los  de- 
más, por  otra  clase  de  razones  y datos  tengan  la  convicción  de  que  haya 
habido  un  envenenamiento,  ó no  le  haya  habido;  deben  hacer  abstracción 
completa  de  esas  convicciones,  y atenerse  en  su  juicio  pericial  á los  da- 
tos científicos  que  obtengan. 

£1  perito  no  es  fiscal,  ni  defensor,  ni  juez,  ni  jurado,  es  perito ; y solo 
debe  juzgar  y dar  su  dictámen  en  virtud  de  lo  que  le  digan  los  síntomas, 
Ja  autópsia  y las  análisis  químicas  interpretadas,  á tenor  de  las  reglas  que 
hemos  establecido. 

Si  se  aparta  de  esta  senda,  se  sale  de  su  órbita  y no  cumple  con  su  de- 
ber (art.  IV). 

Algunos  creen  que  la  triple  base  en  que  se  funda  el  criterio  toxicoló- 
gico  para  afirmar  el  envenenamiento,  en  ciertos  casos  no  basta,  y tratan 
de  asociarle  lo  que  llaman  la  experimentación  fisiológica. 

Esta  experimentación  es  la  rehabilitación  de  la  vieja  práctica  con  que 
se  arrojaban  á los  animales  las  materias  procedentes  de  un  sugeto  que  se 
creía  estar  envenenado. 

La  opinión  general  está  contra  esa  vieja  práctica,  porque  es  errónea; 
tan  pronto  muere  el  animal  sin  estar  envenenado  el  sugeto,  tan  pronto 
no  muere  aunque  lo  esté. 

La  especie  del  animal  puede  hacer  que  no  le  dañen  ciertos  venenos,  y 
las  enfermedades  comunes  pueden  dar  á los  humores  del  hombre  virtu- 
des deletéreas  para  los  animales.  Hay  casos  prácticos  que  lo  prueban. 

Contra  la  experimentación  fisiológica  pueden  alegarse  los  mismos  mo- 
tivos para  rechazarla,  aunque  se  suponga  que  no  es  lo  mismo  que  la 
vieja  práctica. 

Los  fundamentos  que  se  han  tenido  para  establecerla  se  reducen  á su- 
poner que  hay  casos  en  los  que  ni  los  síntomas,  ni  la  autópsia,  ni  las 
análisis  químicas  sobre  todo , pueden  revelar  el  veneno , y que  en  esos 
casos  la  experimentación  puede  revelarle.de  un  modo  seguro. 

Algunos  buscan  en  la  experimentación  fisiológica  la  semejanza  de  efec- 
tos en  el  perro  y la  rana  , con  los  que  presenta  el  sugeto  enfermo;  otros 
solo  buscan  en  la  rana  un  reactivo  vivo  ó animal , que  determine  por  los 

l 


- 953  — 

efectos  especiales  que  cada  veneno  le  produzca,  sean  ó no  semejantes  á 
los  que  produce  en  el  hombre  cada  sustancia  venenosa. 

La  experimentación  fisiológica  es  innecesaria  é inútil  en  los  envenena- 
mientos por  sustancias  inorgánicas.  Los  mismos  partidarios  de  esa  prác- 
tica lo  confiesan,  porque  la  triple  base  basta  para  probarlos. 

También  es  innecesaria  é inútil  en  los  casos  de  envenenamiento  por 
sustancias  orgánicas , en  los  que  los  síntomas , la  autopsia  y las  análisis 
revelan  el  veneno. 

Es  igualmente  innecesaria  é inútil  en  aquellos,  en  los  que  los  síntomas 
y la  autópsia  pueden  ser  suficientes,  como  lo  hemos  probado,  para  de- 
mostrar el  envenenamiento. 

Solo  podría  ser  útil  en  aquellos  casos  en  los  que,  ni  por  los  síntomas, 
ni  por  la  autópsia , ni  por  las  análisis , se  pudiera  probar  que  un  sugeto 
ha  muerto  envenenado. 

Mas,  estos  casos  son  supuestos.  No  hay  ningún  veneno  que  no  se  re- 
vele por  síntomas,  ó alteraciones  anatómicas,  ó análisis  químicas,  ó mi- 
croscopio. No  hay  ningún  caso  práctico  de  esa  especie.  Es  una  exagera- 
ción y una  suposición  gratuita. 

Precisamente  los  venenos  vegetales  tienen  cuadros  sintomáticos  tan 
característicos,  que  por  sí  solos  bastan  á veces  para  decidir  la  cuestión. 
Así  lo  confiesa  Tardieu,  propagador  de  la  nueva  práctica. 

Es  inexacto  y exagerado  suponer  que  las  análisis  químicas  no  dan  re- 
sultados en  los  casos  de  envenenamiento  por  los  alcaloideos  y otros  prin- 
cipios orgánicos  venenosos. 

Es  inexacto  suponer  que  la  absorción  y la  putrefacción  descompongan 
los  alcalóides.  Estos  principios  inmediatos  se  conducen  como  los  óxidos 
metálicos  y los  metales. 

Las  análisis  los  encuentran  íntegros  en  la  masa  de  la  sangre,  en  otros 
líquidos  y en  los  órganos,  aun  cuando  esté  avanzada  la  putrefacción. 

Si  se  descompusieran  en  oxígeno,  hidrógeno,  ázoe  y carbono,  como 
suponen  Tardieu  y Roussin , la  experimentación  fisiológica  seria  inútil; 
porque  el  extracto  alcohólico  no  los  había  de  volver  á constituir,  solo 
podría  llevarse , que  no  se  lleva , los  elementos  , ninguno  de  los  cuales 
es  venenoso , y no  produciría  la  inyección  de  ese  extracto  ningún  efecto 
en  los  animales. 

Aunque  no  sea  la  química  omnipotente,  puede  mas  que  lo  que  supo- 
nen los  partidarios  de  la  experimentación  fisiológica. 

Aunque  los  alcalóides  tengan  varias  propiedades  comunes  respecto  á 
solubilidad  en  el  agua,  alcohol  y el  éter,  y respecto  á precipitación  y 
coloración  por  medio  de  ciertos  reactivos;  no  es  cierta  la  confusión  que 
se  supone.  Es  posible  establecer  entre  ellos  caractéres  que  los  distin- 
guen , y hay  marchas  metódicas  de  investigación  y procederes  eficaces 
para  aislarlos. 

La  confusión  absoluta  de  caractéres  físicos , químicos  y fisiológicos  de 
un  veneno , es  un  absurdo. 

No  siendo  de  idéntica  naturaleza,  las  sustancias  siempre  se  diferen- 
cian por  algo.  Los  síntomas  y la  autópsia  disipan  las  dudas  que  puedan 
dejar  las  análisis. 

Por  mucha  que  sea  la  vaguedad  de  ciertos  caractéres  químicos  de  al- 
gunas sustancias , siempre  es  menor  que  la  que  es  inseparable  de  los 
efectos  producidos  por  los  extractos  alcohólicos  en  los  perros  y en  las 
ranas. 


- 954  - 

El  microscopio  es  un  auxiliar  de  la  química  en  esos  casos , en  los  que 
por  los  medios  ordinarios  no  se  revela  un  veneno;  óra  perrñitá  análisis  erí 
el  cuerpo  del  instrumento ; ora  revele  restos  de  los  tejidos  del  vegetal  ve- 
nenoso, esporos,  celdillas,  féculas,  etc. 

Los  partidarios  de  la  experimentación  fisiológica  incurren  en  graves 
contradicciones,  exigiendo  por  un  lado  la  triple  base  para  poder  afirmar 
de  un  modo  positivo  el  envenenamiento,  y suponiendo  por  otro  que  la 
experimentación  fisiológica  se  basta  por  sí  sola. 

Es  una  contradicción,  que  hasta  subleva  el  sentido  común,  suponer  que 
los  síntomas  en  el  hombre  no  bastan  para  afirmar  el  envenenamiento  y 
bastan  los  observados  en  el  perro  ó en  la  rana. 

Lo  que  se  semeja  á una  cosa  engañosa  no  puede  dar  certeza  , es  enga- 
ñoso también. 

Incurren  igualmente  en  otra  contradicción  tan  palmaria  como  esa , re- 
chazando por  erróneos  los  experimentos  hechos  en  animales  para  el  es- 
tudio de  la  toxicología,  teniendo  esta  ciencia  por  esto  por  artificial  y falsa, 
y luego  tomar  la  expe'riínentacion  fisiológica  como  prueba  pericial  para  re- 
solver casos  de  envenenamiento  superior  al  valor  lógico  de  la  triple  base. 

Entre  la  experimentación  toxicológica  y la  fisiológica  no  hay  ninguna 
diferencia  esencial.  Siempre  se  experimenta  en  animales:  el  objeto  que 
se  lleva  en  ellos , no  afecta  en  nada  á la  esencia  del  hecho.  Si  es  errónea 
la  una , la  otra  lo  debe  ser  también ; rechazar  la  primera  y aceptar  la 
segunda , es  una  contradicción  y una  inconsecuencia.  No  hay  dos  expe- 
rimentaciones. Las  dos  son  idénticas. 

Si  hubiese  diferencia  en  el  valor  lógico  de  una  y otra , y esta  diferen- 
cia estuviese  á favor  de  la  experimentación  fisiológica,  se  concebida  que 
se  admitiese  esta  y se  rechazase  la  otra.  Pero  precisamente  sucede  lo  con- 
trario , por  eso  aceptamos  los  experimentos  en  toxicología  para  el  estudio 
de  sus  hechos,  y rechazamos  la  experimentación  fisiológica  como  prueba 
pericial. 

El  valor  lógico  de  los  experimentos  en  toxicología  está  probado  por  el 
asentimiento  de  todos  los  toxicólogos  modernos,  inclusos  los  partidarios 
de  la  experimentación  fisiológica. 

Aun  cuando  se  deban  algunas  nociones  toxicológicas  á los  casos  clíni- 
nicos , la  mayor  parte  se  ha  adquirido  por  medio  de  los  experimentos  en 
animales;  á ellos  se  deben  los  progresos  de  la  ciencia  actual. 

Los  principios  científicos  con  que  se  resuelven  las  cuestiones  toxicoló- 
gicas, inclusas  las  periciales,  descansan  en  la  experimentación  en  ani- 
males de  toda  especie. 

Las  nociones  adquiridas  por  medio  de  los  experimentos  en  los  anima- 
les , sirven  para  resolver  los  casos  prácticos  de  envenenamiento. 

El  objeto  de  la  toxicología  es  mas  bien  auxiliar  á la  justicia , que  sal- 
var á los  envenenados;  para  cada  vez  que  el  toxicólogo  ejerce  como  me- 
dico, actúa  ciento  como  perito.  . . . 

Todos  los  casos  prácticos  que  se  resuelven  por  la  ciencia  , se  resuelven 
por  las  nociones  adquiridas  por  medio  de  los  experimentos  en  animales, 
mas  que  por  la  observación  de  casos  clínicos. 

Si  se  declarase  falsa  esa  doctrina,  habría  que  dar  por  nulos  todos  iw> 

juicios  hasta  aquí  emitidos  en  los  casos_ prácticos.  . . rs_ 

Además  de  la  opinión  general  y sanción  de  la  experiencia  , los  P 
mentos  en  animales  han  fundado  las  doctrinas  según  las  reglas  de 
fía  positiva  y con  el  método  analítico  ó a posteriori . 


- 955  - 

La  experimentación  fisiológica  no  tiene  á su  favor  ni  la  opinión  gene- 
ral , ni  la  sanción  de  la  experiencia , ni  las  condiciones  de  una  práctica 
fundada  en  la  filosofía  positiva. 

Se  le  puede  aplicar  todo  lo  que  se  ha  dicho  sobre  la  vieja  práctica  de 
arrojar  materias  á los  animales. 

Se  funda  en  suposiciones  falsas,  en  hipótesis  gratuitas,  en  exageracio- 
nes violentas  y en  principios  absurdos. 

Todo  su  valor  está  en  semejanzas  groseras  y vagas , que  además  de  te- 
ner por  sí  poco  valor,  acaban  de  perderle  por  semejanza  á un  dato  que 
se  considera  engañoso. 

Si  los  síntomas  en  el  hombre  no  bastan  para  concluir  afirmando  el 
envenenamiento;  tampoco  ha  de  bastar  la  semejanza  que  tengan  con  ellos 
los  síntomas  del  perro  ó de  la  rana. 

Una  cosa  dudosa  no  vuelve  cierta  otra  que  se  le  parezca. 

Un  mulato  que  se  parezca  á otro  mulato,  no  por  eso  es  blanco. 

Los  efectos  producidos  en  un  perro  y en  una  rana  por  un  veneno  no  le 
son  exclusivos.  Otros  muchos  agentes  pueden  hacer  otro  tanto , y hasta 
sustancias  que  no  son  venenosas.  Las  diferencias  que  haya  son  acciden- 
tales , y jamás  bastante  terminantes  para  servir  de  base  sólida. 

Fagge  y Steventon  lo  han  probado  con  experimentos;  no  solo  han 
visto  confundirse  los  efectos  producidos  por  varios  venenos,  sino  efectos 
tóxicos  con  simples  extractos  alcohólicos  de  materias  y órganos  que  no 
tenian  veneno. 

Tan  pronto  podrá  una  rana  afectarse  y morir  sin  que  esté  el  sugeto  en- 
venenado , tan  pronto  presentar  efectos  semejantes  á los  que  presente 
una  persona,  tan  pronto  presentarlos  diferentes. 

No  es  lógico  concluir  solo  por  eso  que  hay  envenenamiento,  porque  se 
muera  la  rana , ni  que  no  le  hay,  porque  no  se  afecte  ó presente  efectos 
diferentes. 

Lejos  por  lo  tanto  de  esclarecer  una  cuestión  de  envenenamiento , la 
embrolla. 

Si  Fagge  y Steventon  hubiesen  conseguido  efectos  especiales  en  la  rana 
como  reactivo  vivo , producidos  exclusivamente  por  cada  veneno  , la  ex- 
perimentación fisiológica  pudiera  servir  en  los  casos  en  que  la  triple  base 
no  alcance.  Pues  ese  bello  ideal  no  se  ha  conseguido , ni  es  probable 
que  se  consiga. 

De  los  experimentos  practicados  por  Fagge  y Steventon  resulta  que  la 
cantidad  activa  de  las  sustancias  mas  enérgicas  para  la  experimentación, 
no  pasa  de  un  centésimo  de  grano,  y según  los  experimentos  toxicoló- 
gicos  la  acción  do  ciertos  reactivos  descubre  ios  alcaloideos  en  cantida- 
des mucho  menores  y el  microscopio  hace  otro  tanto. 

La  química  y el  microscopio  son  mas  potentes  por  lo  tanto  que  la  ex- 
perimentación fisiológica. 

La  experimentación  fisiológica  se  ha  empleado  en  muy  pocos  casos 
prácticos , no  hemos  visto  mas  que  tres  en  los  autores. 

En  ninguno  han  faltado  los  tres  órdenes  de  datos ; en  todos  han  sido 
los  síntomas  altamente  característicos,  igual  que  la  autópsia  y las  análi- 
sis químicas  han  dado  su  resultado  inequívoco ; solo  en  uno  no  le  die- 
ron mas  terminante,  primero  por  la  naturaleza  del  veneno,  segundo  por- 
que no  se  hizo  lo  debido. 

En  ninguno  de  esos  casos  ha  sido  necesaria  ni  útil  la  experimentación 
fisiológica ; por  la  triple  base  se  ha  resuelto  le  cuestión ; en  uno  de  ellos 


956  - 

sirvió  la  experimentación  fisiológica  para  embrollar  el  caso  y exponer  á 
ser  ajusticiado  un  inocente. 

La  práctica,  lo  mismo  que  la  teoría,  están  contra  la  experimentación 
fisiológica. 

Distraer  las  materias  sospechosas  destinadas  á las  análisis  para  em- 
plearlas en  la  experimentación  fisiológica,  es  una  práctica  contraria  á los 
preceptos  de  la  ciencia  y á los  intereses  de  la  justicia. 

Es  un  procedimiento  vicioso  y á todas  luces  reprobable,  dejar  de  prac- 
ticar las  análisis  químicas  por  presumir,  por  juzgar  a priori  que  no  se  en- 
contraría nada. 

El  perito  no  debe  juzgar  jamás  sino  a posteriori. 

Solo  cuando  haya  analizado  como  es  debido  las  materias  sospechosas,  y 
no  halle  nada , estará  autorizado  á concluir  de  ese  modo. 

Proceder  de  otra  manera,  sobre  faltar  á los  deberes  de  perito  , es  dar 
lugar  á que  el  defensor  del  acusado  se  valga  de  esas  faltas  y haga  vacilar 
el  ánimo  de  los  jueces. 

Si  la  experiencia  acreditara  la  experimentación  fisiológica ; si  se  re- 
uniesen mas  casos  en  los  que  siendo  ineficaz  la  triple  base , esa  experi- 
mentación arrojara  alguna  luz  y permitiese  resolver  la  cuestión  satisfac- 
toriamente ; si  el  propósito  de  los  que  buscan  en  la  rana  un  reactivo  ani- 
mal, se  realizara;  no  hallaríamos  inconveniente  en  asociar  esa  cuarta  base 
á las  demás,  como  un  auxiliar,  como  un  medio  corroborante,  después 
de  haber  apurado  todos  los  medios  para  alcanzar  todos  los  datos  posibles 
relativos  á los  demás  órdenes. 

En  el  estado  actual  de  la  ciencia , consideramos  la  triple  base  en  los 
términos  en  que  la  hemos  estudiado  como  suficiente  para  resolver  cual- 
quiera cuestión  práctica  en  materia  de  envenenamiento,  y juzgamos  la 
experimentación  fisiológica,  no  solo  como  innecesaria  é inútil,  sino  como 
inconveniente  y perjudicial  en  todos  los  casos  (art.  Y). 


FIN  DE  LA  TOXICOLOGÍA  GENERAL. 


SEGUNDA  PARTE. 


TOXICOLOGÍA  PARTICULAR. 


Qué  es  la  Toxicologra  particular  y qué  comprende. 

Por  Toxicologia  particular  debe  entenderse  aquella  parte  de  la  ciencia, 
que  trata  de  cada  uno  de  los  venenos  conocidos  en  particular,  y de  lo  que 
los  determina. 

Así  como  la  Toxicologia  general,  según  lo  hemos  visto , solo  se  fija  en 
todo  aquello  que  los  venenos  ofrecen  de  común  , en  todo  lo  que  á todos 
pertenece  en  mas  ó menos  escala,  la  Toxicologia  particular  solo  se  reduce 
á lo  que  cada  sustancia  venenosa  ofrece  como  especial , como  suyo  úni- 
camente; los  atributos  especiales  ó particulares,  por  los  cuales  se  distin- 
gue un  veneno  de  otro  individualmente  , constituyen  la  verdadera  materia 
de  esta  parte  de  la  ciencia.  Ahora  ya  no  tratarémos  de  la  intoxicación  bajo 
todos  sus  aspectos,  sino  de  cada  una  de  las  sustancias  que  la  producen. 

Bajo  este  supuesto , si  no  queremos  entrar  en  repeticiones  innecesa- 
rias; si  queremos  ser  fieles  al  propósito  de  dar  á cada  parte  de  la  Toxi- 
cología  lo  que  de  derecho  le  corresponde , aquí  no  debemos  ya  hacer 
mención  de  lo  que  es  común  á todos,  ó la  mayor  parte  de  los  venenos, 
puesto  que  ya  lo  llevamos  expuesto , sino  á lo  que  los  particularice , á lo 
que  los  haga  distinguir  al  uno  del  otro. 

En  la  Toxicologia  general  hemos  hablado  , es  verdad  , de  diferencias; 
pero  han  sido  siempre  genéricas,  de  clases,  jamás  de  particulares;  en 
la  fisiología,  patología  y terapéutica  de  la  intoxicación  principalmente, 
siempre  nos  hemos  referido , cuando  hemos  trazado  cuadros  diferencia- 
les , á las  clases  y subclases , en  las  que  hemos  dividido  las  sustancias 
venenosas ; porque  eso  era  lo  que  cumplía , mientras  estábamos  en  el  ter- 
reno general. 

Si  en  la  química  hemos  particularizado  un  poco , estableciendo  los 
caractéres  físicos  y químicos  de  muchos  venenos  en  particular,  mas  que 
como  estudio  especial  de  cada  uno,  lo  hemos  hecho  como  medio  de  faci- 
litar el  estudio  general. 

Que  no  se  extrañe , pues  , si , al  trazar  la  historia  de  cada  veneno,  no 
somos  tan  extensos  como  suelen  serlo  los  autores.  No  solo  no  hay  nece- 
sidad de  serlo  , sino  que , si  lo  fuésemos  , nos  haríamos  viciosos  en  cuanto 
al  método  didáctico. 

Los  que  no  se  han  hecho  cargo  de  la  importancia  del  estudio  sintético 
ó de  la  Toxicologia  general;  los  que  están  acostumbrados  á los  estudios 
analíticos  ó de  particularizacion ; los  que  no  han  leído  mas  que  la  obra 
de  Oríila,  ú otra  por  el  estilo,  y no  descubren  en  ellas  la  síntesis  y la 
análisis,  lo  particular  y lo  general,  compararán  tal  vez  los  voluminosos 
tomos  de  este  autor,  ú otros,  con  nuestras  reducidas  páginas,  consagradas 
al  estudio  particular  de  cada  veneno , y,  viendo  la  enorme  diferencia  de 


— 958  — 

Avfpnsion,  deducirán  que  falta  en  nuestro  libro  alguna  parte  esencial  é 
fmportante  de  la.'cicncia. 

Mas,  los  que  así  discurran  , no  sabrán  hacerse  cargo  de  lo  que  es  un 
estudio  general  de  una  materia  ; no  habrán  llegado  á formarse  una  idea 
clara  de  ios  caracléres  de  los  cuerpos , tanto  venenosos  como  de  otra  ín- 
dole ; no  habrán  podido  convencerse  de  que  todos  los  hechos  ó fenóme- 
nos que  constituyen  la  materia  de  una  ciencia  , en  su  gran  parte  descrip- 
tiva , se  dividen  en  comunes  y especiales , y que , por  lo  mismo , se 
prestan  á un  estudio  separado  de  unos  y otros,  comprendiendo  el  de  los 
primeros  el  general,  y el  de  los  segundos  el  particular. 

Siendo  parte  de  los  caracteres  comunes  iguales  en  todos,  ¿á  qué  es- 
tudiarlos en  cada  cuerpo,  en  confusa  mezcla  con  los  especiales?  ¿l\o  vale 
mas,  no  es  mas  metódico,  no  es  mas  filosófico,  no  se  presta  mas  á la 
adquisición  y retención  de  ese  conocimiento,  trazarlos  una  vez  por  to- 
das , y guardar  el  estudio  de  lo  especial , de  lo  que  solo  compete  á cada 
uno  de  los  cuerpos,  el  estudio  analítico  de  esta  segunda  clase  de  ca- 
ractéres? 

Supóngase  que  se  trata  de  estudiar  un  veneno  en  particular,  un  nar- 
cótico, el  sulfato  de  morfina.  En  la  Toxicologia  general  hemos  visto  ya 
todo  lo  que  este  veneno  tiene  de  común  : l.°  con  lodos  los  demás  cuer- 
pos no  venenosos;  2.°  con  los  venenosos;  3.°  con  los  narcóticos.  ¿Qué  - 
falta,  pues,  por  ver?  Lo  que  le  sea  propio  y exclusivo. 

Bajo  el  punto  de  vista  ele  cada  una  de  las  cuestiones  pertenecientes  á 
la  fisiología  de  la  intoxicación,  ya  sabemos  cómo  se  conduce  el  sulfato 
de  morfina , á fuer  de  sustancia  venenosa.  Sabemos  por  qué  es  veneno; 
por  qué  se  diferencia  del  alimento  y del  medicamento  ; cuándo  produce 
envenenamiento,  cuándo  intoxicación;  á qué  cantidad  se  hace  veneno; 
qué  estado  ha  de  tener  ; por  cuantas  vías  puede  introducirse  en  la  eco- 
nomía; si  por  las  mucosas,  si  por  la  piel,  si  por  las  soluciones  de  conti- 
nuidad; si  es  absorbido,  y qué  relaciones  tiene  por  su  solubilidad  con 
la  absorción;  qué  diferencias  ha  de  presentar  en  ello,  según  las  vías; 
cuánto  influyen  los  nervios  en  su  absorción ; por  qué  órganos  pasa  ab- 
sorbido, á qué  órganos  va  á parar  ; si,  dado  como  medicamento,  puede 
ó no  acumularse  en  la  economía;  si  es  de  los  que  pueden  dar  lugar  á la 
formación  espontánea  de  venenos  en  nuestros  órganos;  cómo  es  absor- 
bido, si  íntegro,  si  sufriendo  alteración;  cómo  obra  puesto  en  contacto 
con  nuestros  sólidos  y líquidos;  qué  efectos  produce  directos  é indirectos; 

3ué  relación  hay  entre  su  acción  y su  absorción ; á qué  modo  de  obrar 
e los  venenos  pertenece  el  suyo,  ya  bajo  el  aspecto  químico  , ya  bajo  el 
fisiológico  ; qué  circunstancias  pueden  modificar  su  acción  ; á qué  clase 
de  venenos  pertenece;  por  último,  cómo  se  pueden  hacer  ensayos  con  él 
en  los  animales  para  estudiar  bajo  to'dos  los  puntos  de  vista  su  acción. 

En  cuanto  á lo  que  atañe  á la  patología  de  la  intoxicación,  sabemos 
también  cómo  se  diferencia  la  enfermedad  que  provoca  de  la  que  pro- 
cede de  otras  causas,  y de  las  demás  intoxicaciones  genéricas,  el  cuadro 
de  síntomas  que  produce  comunes  á los  demás  de  su  clase,  el  pronóstico 
que  le  corresponde,  si  causa  ó no  alteraciones  anatómico-patológicas. 

En  cuanto  á la  terapéutica,  si  tiene  contraveneno,  si  antídoto,  qué 
medicación  indica;  qué  modificaciones  puede  esta  sufrir,  siendo  ese  ve- 
neno narcótico. 

En  cuanto  á la  necroscopia , en  qué  sustancias  la  hemos  de  recoger,  cómo 
se  inhuman,  exhuman  é inspeccionan  los  cadáveres  que  le  contengan. 


- 959  — 

Én  cuanto  á la  químico,  en  qué  sustancias  le  hemos  de  buscar,  qué 
utensilios  y aparatos  necesitamos  para  analizarle,  qué  reactivos  hay 
que  emplear,  qué  operaciones  debemos  practicar  para  descubrirle , qué 
marcha  debemos  seguir,  según  los  casos;  qué  reacciones  le  revelan, 
como  grupo  , como  sección , como  cuerpo  de  base  orgánica , por  su  base, 
por  su  ácido , y como  cuerpo  determinado. 

Por  último,  en  cuanto  á la  filosofía,  qué  valor  hemos  de  dar  á los  sín- 
tomas de  su  intoxicación , á las  alteraciones  anatómico-patológicas  que 
provoca , y á los  resultados  de  la  análisis. 

¿Puede  darse  una  historia  mas  completa  del  sulfato  de  morfina?  Pues 
todo  eso  sabemos  ya  de  él , sin  haberle  estudiado  particularmente  , en 
todo  lo  que  tenga  de  general , de  común  con  todos  los  demás  cuerpos, 
con  todos  los  venenos,  con  los  de  su  clase  y subclase.  ¿Qué  nos  falla, 
pues,  saber  de  ese  cuerpo,  vuelvo  á preguntar?  Lo  que  le  sea  exclusivo, 
lo  que  solo  puede  aplicarse  á él,  bajo  cada  uno  de  los  puntos  de  vista 
con  que  hemos  estudiado  los  venenos  en  general , sin  especificar  ninguno. 

¿Qué  es,  pues,  lo  que  nos  toca  hacer  al  tratar  de  él  particularmente? 
En  todo  lo  que  tiene  de  común  con  otros  , nada , porque  ya  lo  llevamos 
consignado  ; solo  debemos  ocuparnos  en  lo  que  á él  solo  pertenece.  Así 
el  estudio  se  simplifica , se  hace  mas  fácil , porque  lo  que  particulariza  es 
siempre  poco,  siempre  reducido.  ¿A  qué  repetir  en  cada  veneno  nada  de 
lo  que  sabemos  que  le  es  común  con  todos  ios  demás  cuerpos,  con  todos 
los  venenos  , ni  con  todos  los  de  su  clase?  ¿No  bastará  , para  que  expon- 
gamos su  historia,  lo  mas  completa  posible,  cuando  se  nos  llame  la  aten- 
ción sobre  el  sulfato  de  morfina,  aplicarle  primero  el  cuadro  de  caracté- 
res  comunes,  y luego  lo  que  le  particularice?  ¿Le  faltará  nada?  El  cua- 
dro común  se  aprende  una  vez  para  siempre,  y se  aplica  á todos  los  que 
en  él  van  comprendidos  ; luego  se  determina  lo  especial. 

Lo  que  decimos  del  sulfato  de  quinina  es  aplicable  á todos  los  demás 
venenos.  Con  todos  puede  hacerse  lo  propio. 

Hé  aquí , pues,  como  habiendo  tratado  en  la  primera  parte  de  este 
libro  de  todo  lo  general , genérico  ó común , no  debemos  fijarnos  ya  mas 
que  en  lo  particular,  en  lo  especial , en  lo  exclusivo  de  cada  una  de  las 
sustancias  venenosas,  sin  que  por  eso  pueda  calificarse  esta  última  parte 
de  incompleta. 

Que  se  lean  con  detenimiento  las  obras  de  Toxicología  mas  en  boga ; la 
del  mismo  Orilla , que  pasa  por  la  mas  acabada  y comprensiva ; que  se 
lea  la  monografía  de  cada  uno  de  los  venenos  en  ella  contenidos.  De  cada 
uno  podréis  extraer,  bajo  los  seis  puntos  de  vista  ó seis  partes  que  he- 
mos dado  á la  ciencia  , un  cuadro  común  á todos  los  venenos,  y á ios 
de  la  clase  á que  cada  uno  corresponde , y un  cuadro  particular  que  los 
determine.  Orfila,  y cuantos  han  escrito  como  él  de  toxicología,  sin  se- 
parar esta  ciencia  en  general  y particular,  exponen  revueltos  en  cada  his- 
toria los  caracteres  de  ambos  órdenes , repitiendo  en  cada  veneno  los  ca- 
ractéres  comunes,  con  lo  cual  llenan  papel,  y lo  que  es  peor,  confunden 
el  entendimiento  del  que  estudia  toxicología  en  estas  obras,  creyendo 
los  más  , los  que  están  faltos  de  espíritu  sintético,  que  cada  exposición 
es  particular  en  todo,  y tratan  de  aprenderla  al  pié  de  la  letra  , como  si 
cada  una  do  esas  exposiciones  se  compusiese  de  caracléres  particulares. 

Que  se  nos  culpe,  pues,  si  hemos  dado  tanta  extensión  á la  primera 
parte , y damos  poca  á la  segunda ; la  naturaleza  de  la  ciencia  nos  ha 
obligado  á ello.  Hemos  puesto  grande  empeño  en  ser  tan  extensos , como 


- 960  — 

nuestro  Compendio  lo  exigía  y consentía,  en  la  Toxicologia  general;  lo  ex- 
tenso de  esta  nos  abrevia  la  particular.  Quien  no  comprenda  la  razón  ni 
las  ventajas  de  nuestro  método,  no  está  organizado  para  apreciar  las  re- 
laciones ; está  condenado  á no  ver  mas  que  particulares , ni  entiende  lo 
que  es  síntesis. 

Sentado  lo  que  precede , vamos  á exponer  el  plan  ó distribución  de  las 
materias  de  esta  segunda  parte. 

El  órden  consignado  en  la  Toxicologia  general , va  á servirnos  de  guia 
para  exponer  la  particular.  La  clasificación  de  los  venenos  allí  adoptada 
será  la  misma , y constituirá  los  títulos  de  la  parte  segunda  de  nuestro 

Compendio. 

Demos  admitido  seis  clases  de  venenos ; pues  trataremos  sucesiva- 
mente de  ellos  en  los  títulos  siguientes  : 

1. °  De  los  venenos  cáusticos. 

2. °  De  los  venenos  inllamatorios. 

3. °  De  los  venenos  narcóticos. 

4. °  De  los  venenos  nervioso-inflamatorios. 

5. °  De  los  venenos  asfixiantes. 

6. °  De  los  venenos  sépticos. 

Si  alguna  de  estas  clases  se  subdivide  en  subclases , haremos  otras 
tantas  secciones,  cuando  lo  creamos  conveniente,  ó lo  permita  lo  termi- 
nante de  la  acción  de  las  sustancias  en  cada  subclase  comprendidas. 
Siempre  que  falte  esta  circunstancia,  por  no  dividir  ni  subdividir  de- 
masiado , nos  contentaremos  con  hacer  de  paso  las  debidas  indica- 
ciones. 

Como  en  cada  clase  de  venenos  nos  hemos  de  hallar  con  unos  que  per- 
tenecen al  reino  inorgánico,  otros  al  orgánico,  y los  de  este,  unos  son  ve- 
getales , otros  animales , adoptaremos  para  la  exposición  y estudio  de  los 
venenos  de  cada  clase  esta  división  por  el  reino  á que  pertenece , porque 
aquí  no  tiene  el  inconveniente  que  en  su  lugar  señalamos , tomándole 
por  base  para  clasificarlos.  Una  distribución  de  los  venenos  de  cada  clase 
por  reinos,  facilita  su  estudio  y hace  metódica  su  exposición. 

Darémos,  pues,  otros  tantos  capítulos  de  los  venenos,  cuantos  sean 
los  reinos  á que  pertenecen  los  de  cada  clase,  de  esta  suerte : 

1. °  De  los  inorgánicos. 

2. °  De  los  orgánicos  vegetales. 

3. °  De  los  orgánicos  animales. 

Como  los  venenos  no  tienen  todos  igual  estado  y naturaleza  química, 
como  el  distribuirlos  en  cada  capítulo  por  estas  circunstancias  contri- 
buye también  á conservarlos  mejor  en  la  memoria , y facilita  por  esta  y 
otras  razones  su  estudio,  haréinos  otros  tantos  artículos , cuantos  sean 
los  estados  y la  naturaleza  química  de  los  venenos  en  cada  capítulo  com- 
prendidos , de  esta  manera  : 

1. °  De  los  gaseosos. 

2. °  De  los  sólidos  y líquidos,  ya  simples,  y sus  compuestos  binarios. 

3. °  Acidos. 

4. °  Alcalis  ó bases. 

B.°  Sales. 

Comprendiendo  en  cada  artículo  todos  los  venenos  que  le  correspon- 
den , darémos  á cada  uno  de  estos  seis  párrafos : l.°,  2.°,  3.°,  etc.,  se- 
gún sea  el  número  de  los  comprendidos. 

Cada  párrafo,  pues , abrazará  la  historia  de  un  veneno,  y en  ella  e 


- 961  - 

pondremos  cuanto  le  ataña , según  el  órden  con  que  hemos  estudiado  la 
Toxicología  general , á saber : 

1. °  Su  fisiología. 

2. °  Su  patología. 

3. °  Su  terapéutica. 

4. °  Su  necroscopia. 

5. °  Su  química. 

6. °  Su  filosofía. 

Quiero  decir  con  esto  que  hablaré  primero  de  su  acción  sobre  la  eco- 
nomía humana ; luego  de  ios  síntomas  que  provoca , del  pronóstico,  de  la 
anatomía  patológica  que  le  sea  propia ; en  seguida  del  contraveneno  ó an- 
tídoto que  tenga,  y de  la  medicación  que  le  conviene;  después  de  esto, 
de  lo  que  baya  de  hacerse  particular  en  la  inhumación , exhumación  y 
autópsia  del  caso ; acto  continuo  pasaré  á la  parte  química , exponiendo 
las  propiedades  físicas,  botánicas  ó zoológicas,  y químicas  de  la  sus- 
tancia sus  reacciones  y las  operaciones  particulares  que  su  análisis  exija; 
por  último,  haré , si  es  necesario,  las  reflexiones  á que  haya  lugar  acerca 
de  la  significación  de  sus  síntomas,  anatomía  patológica  y análisis  quí- 
mica; y si  no  lo  es , pasaré  por  alto  este  punto. 

Tal  es  el  método,  plan  y distribución  que  adoptaré  en  esta  segunda 
parte. 

Siquiera  sea  este  libro  un  Compendio,  prevengo  desde  luego  que  no 
haré  lo  que  Al.  Tardieu  en  su  Estudio  médico-legal  y clínico  del  envenena- 
miento. Este  autor  habla  de  muy  pocos  venenos.  No  solo  ha  suprimido 
lodos  ios  sépticos,  sino  otros  muchos  , pertenecientes  á otras  clases. 

Tiene  por  otro  de  los  abusos  de  la  Toxicología,  esa  revista  estéril  de  una  * 
infinidad  de  sustancias,  que  nunca  han  envenenado  á nadie,  y cuya  enu- 
meración , descripción  é historia  natural  y química  engruesan  sin  nin- 
gún provecho  ios  tratados  de  los  autores,  y para  prescindir  de  muchos 
venenos  que  han  envenenado  á no  pocas  personas,  se  funda  : l.°  en  que 
hay  muchos , cuyo  sabor,  olor,  insolubilidad  ó cualquier  otro  carácter, 
hacen  casi  imposible  su  administración;  2.°  en  que  la  multitud  ignora  las 
propiedades  de  un  gran  número  de  venenos,  de  lo  cual  resulta  que  mu- 
chos, muy  activos , permanecen  sin  empleo,  estando  al  alcance  de  todos, 
apareciendo  de  cuando  en  cuando  alguno  de  estos,  como  desusado  ins- 
trumento dei  crimen  ; 3.°  en  la  dificultad  de  procurarse  el  vulgo  muchos 
de  esos  venenos. 

Ninguna  de  esas  razones  nos  parece  suficiente  para  hacer  las  supresio- 
nes numerosas  de  venenos  importantes,  que  ha  hecho  M.  Tardieu. 

La  Toxicología , como  ciencia  , no  solo  de  la  intoxicación , sino  de  las 
sustancias  que  la  producen,  debe  abrazar  el  estudio  de  todos  aquellos 
que  son  capaces  de  producirla.  Son  los  objetos  de  su  estudio  especial,  y 
por  lo  mismo  debe  tratar  de  todos,  mas  ó menos  extensamente  , según 
la  importancia  de  cada  uno,  pero  de  lodos;  lejos  de  ser  esto  un  abuso, 
es  el  uso  común , constante  y necesario  de  tocias  las  ciencias  análogas. 
Una  farmacología  que  no  tratase  do  todos  los  medicamentos;  una  quí- 
mica que  no  tratase  de  todos  los  cuerpos;  una  anatomía  que  no  tratase 
de  todos  los  órganos,  etc.,  etc.,  no  abrazaría  todos  los  objetos  de  su  in- 
cumbencia respecliva. 

Que  la  mayor  parte  de  los  venenos,  que  figuran  en  las  obras  de  los  au- 
tores, no  hayan  envenenado  á nadie,  no  es  una  razón  para  no  tratar  de 
ellos,  si  pueden  envenenar.  Puesto  que  están  en  la  colección  de  venenos, 

TOXiGOLOGÍÁ.  — 61 


- m — 

porque  alguno  ó algunos  se  han  envenenado  con  ellos ; las  sustancias 
venenosas  no  se  conocen  a priori.  Basta  que  sean  venenosas ; que  un  día 
puedan  ser  empleadas  como  medio  de  atacar  contra  otros  ó contra  sí 
mismo,  ó dar  lugar  á intoxicaciones  involuntarias,  para  que  la  ciencia 
hable  de  ellas. 

Si  la  Toxicología  no  tuviese  que  tratar  mas  que  de  los  venenos  con 
mas  frecuencia  usados,  se  reduciría,  como  estudio  de  sustancias  vene- 
nosas , á pocas  páginas.  Pretender  que  la  ciencia  se  limite  á la  docena 
ó media  docena  de  venenos  que  figuran  con  mas  frecuencia  en  las  esta- 
dísticas del  envenenamiento,  es  mirarla  bajo  un  punto  de  vista  muy  es- 
trecho y muy  mezquino. 

¿Qué  importa  que  una  sustancia  no  haya  envenenado  nunca  ¡5  nadie, 
esto  es,  no  haya  sido  nunca  instrumento  del  crimen , que  es  lo  que  viene 
á decir  Al.  Tardieu  , que  no  ve  mas  que  ese  lado  de  la  cuestión,  tal  vez  el 
menos  frecuente?  Tampoco  había  habido  criminales  que  se  valieran  de 
la  nicotina  , ni  de  la  digitalina  para  asesinar,  y hubo  un  dia  en  que  esas 
sustancias,  antes  tenidas  como  un  objeto  de  curiosidad  de  gabinete,  sa- 
lieron de  ese  estado  para  disputar  la  importancia  al  arsénico  y al  mercu- 
rio. Lo  que  ha  sucedido  con  esas  sustancias,  mañana  puede  suceder  con 
otras  que  están  hoy  vírgenes,  en  punto  á figurar  entre  los  cuerpos  de  de- 
lito. El  mismo  M.  Tardieu  dice  en  alguna  parte  de  su  obra,  que  hoy  los 
envenenadores  van  abandonando  los  minerales,  y echando  mano  de  los 
vegetales,  y en  especial  los  alcaloideos,  para  hacer  víctimas,  fiados  en 
que  la  ciencia  no  conoce  tanto  estos  como  aquellos,  y que  tienen  mas  es- 
peranzas de  que  no  se  descubra  su  atentado. 

En  esa  misma  página,  donde  se  queja  del  abuso  de  la  Toxicología  y 
de  la  revista  estéril  de  sustancias  que  no  han  envenenado  á nadie , ese  au- 
tor, cuyo  lote  parece  ser  la  inconsecuencia  y la  contradicción  , dice  que 
de  vez  en  cuando  aparece  empleado  por  el  crimen  alguno  de  esos  vene- 
nos que  la  multitud  ignora , y que  no  han  llamado  la  atención  de  nadie. 

¿\'  qué  sucede  en  esos  casos?  Lo  que  ya  hemos  dicho  en  otra  parte. 
La  ciencia  se  encuentra  sobrecogida;  no  acierta,  por  de  pronto,  ni  á de- 
terminar bien  y exactamente  los  caractéres  del  veneno  nuevo  puesto  en 
uso,  ni  sabe  qué  hacer  tal  vez  para  aislarle  de  las  sustancias  con  las 
que  se  ha  mezclado,  y esa  ciencia  desempeña  un  papel  desairadísimo 
delante  de  la  justicia,  á la  que  no  puede  auxiliar  con  tanta  luz,  como 
cuando  se  trata  de  un  veneno  que  tiene  muy  estudiado. 

Responda  el  caso  del  conde  de  Bocartné  y de  Couty  de  la  Pommerais. 

Para  que  la  ciencia  no  sea  sorprendida , es  indispensable  que  estudie 
todas  las  sustancias  venenosas,  principalmente  los  alcaloideos;  y pres- 
cindiendo de  si  han  servido  ó no  como  instrumento  del  crimen , si  son  ó 
no  conocidos  del  vulgo,  si  es  ó no  fácil  procurárselas,  nada  de  lo  cual 
impide  que  un  malvado  eche  mano  de  ellas,  como  por  desgracia  lo  esta- 
mos viendo;  debe  prepararse  para  todo  evento  y tener  establecidos  de 
antemano  todos  los  medios  de  reconocer  el  envenenamiento , aislar  la 
sustancia  ó determinarla  por  sus  caractéres  físicos,  químicos  y fisio- 
lógicos. 

El  mismo  Tardieu  se  destruye  á sí  propio  esas  fútiles  razones  en  que 
se  apoya  para  justificar  las  mutilaciones  de  su  obra.  La  mayor  parte  de 
las  sustancias  de  que  habla  se  revelan,  al  tomarlas,  por  su  sabor,  olor  y 
otras  propiedades  físicas.  El  ácido  sulfúrico,  nítrico,  clorhídrico,  la  P0' 
tasa,  el  sublimado  corrosivo,  la  estricnina,  el  cloroformo,  etc. , etc., 


— 963  — 

de  los  cuales  trata , tienen  todos  las  condiciones  que  le  sirven  de  pre- 
texto para  no  hablar  de  muchos  venenos  contenidos  en  la  revista  estéril , 
y,  sin  embargo,  engruesa  con  ellos  su  libro,  no  diremos  sin  provecho, 
como  M.  Tardieu  lo  afirma  de  los  demás;  la  mayor  parte  son  descono- 
cidos del  vulgo , y no  es  fácil  que  los  obtenga  cualquiera  para  echar 
mano  de  ellos  y atentar,  ya  contra  sí , ya  contra  otros ; y eso  no  obsta 
para  que  ese  autor,  tan  dado  á censurar  á los  toxicólogos,  los  siga  en 
el  estudio  particular  de  esas  sustancias  en  que  se  ocupa. 

Nosotros,  en  este  Compendio,  no  engrosaremos  nuestro  libro,  hablando 
extensamente  de  todos  los  venenos ; pero  procurarémos  no  descuidar  nin- 
guno ; y así  como  dardmos  toda  la  extensión  que  nos  parezca  conveniente 
respecto  de  todos  aquellos  venenos  que  con  mas  frecuencia  dan  lugar  á 
intoxicaciones,  ó que  mas  se  emplean  para  atentar  contra  la  seguridad 
de  las  personas , serémos  breves  y lacónicos  respecto  de  los  que  se  hallan 
en  circunstancias  opuestas.  No  nos  olvidarémos  jamás  de  que  lo  que 
escribimos  es  un  Compendio ; que  no  lo  olviden  tampoco  los  lectores. 

Quiero  advertir  también  de  antemano  que  no  haré  como  Galtier  : esto 
es,  hablar  de  las  sustancias  venenosas  vegetales,  expresando  el  nombre 
botánico  de  las  familias , ni  exponiéndolas  por  grupos  á tenor  de  esta  cla- 
sificación ; porque  eso  me  parece  mas  propio  para  embrollar,  que  para 
facilitar  ese  estudio. 

Tampoco  imitaré  á los  demás  autores  que,  al  hablar,  por  ejemplo,  de 
un  principio  inmediato  vegetal  ó animal,  ó de  una  sustancia  extractiva, 
se  extienden  en  descripciones  de  la  planta , árbol , arbusto  y animal  de 
que  procede  el  veneno ; en  mi  concepto , todos  esos  pormenores  botáni- 
cos y zoológicos  sobran  y confunden.  En  esto  opino  comop  Tardieu. 

Bueno  y hasta  necesario  es  que  se  den  caractéres  botánicos  y zoológi- 
cos, cuando  formen  parte  de  los  que  hay  que  consignar  para  determinar 
la  sustancia  y diferenciarla  de  otras;  pero  si  no  tiene  este  objeto,  ¿á  qué 
sobrecargar  de  detalles  heterogéneos  la  descripción  ? El  que  ha  de  utili- 
zarse de  esta,  los  sabe;  ha  debido  estudiar  botánica  y zoología,  por  lo 
meros  , si  es  ímklico.  Si  no  las  ha  estudiado , ó ya  las  olvidó',  esos  por- 
menores son  una  confusión  para  él;  en  vez  de  enseñarle,  le  abruman  y 
le  confunden ; y si  las  sabe , es  supérfluo  que  el  toxicólogo  se  lo  diga. 

Cuando  se  trate  de  una  planta  ó de  un  animal  venenoso,  como  de  la 
cicuta , por  ejemplo , de  la  cantárida , de  la  víbora , etc. , nada  mas  con- 
ducente que  exponer  sus  caractéres  botánicos  y zoológicos;  mas  si  se  trata 
del  ácido  prúsico,  ¿á  qué  describir  el  almendro?  Del  opio,  ¿á  qué  des- 
cribir la  adormidera?  Creo,  pues,  que  no  me  aparto  de  las  condiciones 
de  un  buen  Compendio  de  Toxicología  particular,  si  no  sigo  en  esta  parte 
la  conducta  de  muchos  autores  toxicólogos. 

Debo  advertir  igualmente,  aunque  tai  vez  no  es  necesario,  por  lo  que 
llevo  antes  dicho  ' que  procuraré  en  lo  posible  no  repetir  lo  consignado 
en  la  Toxicología  general , refiriéndome  á ella  en  todo  lo  que  tenga  ca- 
rácter común  , entreteniéndome  especialmente  en  lo  que  sea  particular. 
Aun  me  temo  que  no  llene  , como  debería,  este  propósito;  y esto,  para 
mí , es  el  mayor  defecto  de  esta  parte  de  mi  libro.  Su  perfección  consis- 
tiría en  no  haber  dicho  de  cada  veneno  mas  que  lo  que  le  sea  estricta- 
mente particular  y exclusivo. 

Tampoco  seguiré  las  huellas  de  Orfila  y otros  autores,  incluso  M.  Tar- 
dieu , exponiendo , en  cada  historia  particular,  ni  los  experimentos  he- 
chos en  perros , ú otros  animales  con  el  veneno  en  cuestión  , ni  los  casos 


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prácticos  observados  en  sugetos  que  se  han  intoxicado  accidentalmente, 
ó que  han  sido  víctimas  de  un  alentado.  Si  alguna  vez  lo  hago,  solo  será 
con  el  objeto  de  esclarecer  algún  punto  y aducirlo  como  argumento  de 
hecho , como  prueba  práctica  de  la  doctrina  que  sostengo. 

Conozco,  como  el  primero,  que  los  experimentos  y los  casos  prácticos 
son  de  inmensa  utilidad  é ilustran  mucho  las  cuestiones , y mi  deseo  se- 
ria añadir  á cada  historia  esta  parte  tan  importante;  mas  si  tal  hiciere, 
no  llamaría  á mi  obra  Compendio;  le  daria  un  título  menos  modesto. 

Pero,  á pesar  de  que  reconozco  la  utilidad  de  semejantes  pormenores, 
no  los  considero  necesarios  para  aprender  la  ciencia  á que  está  consa- 
grado este  libro,  porque  es  de  suponer,  y así  lo  aseguramos,  que  lodo 
cuanto  consignamos  en  la  historia  de  cada  veneno,  lo  mismo  que  en  la 
Toxicología  general,  está  calcado  sobre  los  hechos,  sobre  los  experi- 
mentos , y sobre  los  casos  prácticos  de  que  está  la  ciencia  en  posesión. 

Por  último  , menos  que  todo  lo  dicho  todavía,  seguiré  el  ejemplo  de 
M.  T ardieu,  de  agitar,  después  de  hablar  de  cada  veneno,  cuestiones 
llamadas  médico-legales,  repitiendo  siempre  ío  mismo,  y engrosando  de 
un  modo  verdaderamente  inútil  las  páginas  de  mi  libro. 

En  la  Introducción  de  este  Compendio  ya  hemos  visto  que  M.  Tardieu, 
en  la  primera  parte  de  su  obra , agita  varias  cuestiones , que  supone  las 
mas  prácticas  en  materia  de  envenenamiento  , y allí  hemos  probado  la 
innecesidad  de  ventilar  ni  estas  cuestiones,  ni  otras  análogas,  después  de 
lo  que  llevamos  expuesto  en  las  diferentes  partes  de  la  Toxicología  ge- 
neral, donde  quedan  embebidas  y dilucidadas,  y donde  tiene  el  médico 
legista  todo  cuanto  necesita  para  contestar  satisfactoriamente  á los  jueces 
en  todo  lo  que  le  pregunten , no  solo  sobre  los  puntos  de  que  trata  lige- 
ramente M.  Tardieu,  sino  otros  muchos  mas  prácticos  todavía.  Adlí  nos 
hemos  hecho  cargo  de  cada  una  de  esas  cuestiones,  y hemos  indicado 
á qué  parte  de  la  Toxicología  corresponde  su  resolución,  ó cuál  de 
ellas  suministra  los  conocimientos  necesarios  para  resolverlas  (*).  Pues 
bien  : lo  que  en  la  Introducción  hemos  dicho , tenemos  que  repetirlo 
aquí. 

M.  Tardieu  completa  el  estudio  particular  de  cada  veneno,  salvas  al- 
gunas excepciones,  reproduciendo  en  los  misinos  términos  casi  las  mis- 
mas cuestiones  de  la  primera  parte  de  su  obra,  sin  que  su  aplicación 
particular  las  diferencie  de  lo  que  dijo  de  ellas  en  general , y sin  que 
cuando  las  agita  respecto  del  arsénico,  por  ejemplo,  se  diferencien  de 
las  que  ventila  al  hablar  del  mercurio,  morfina,  estricnina,  etc.  Es  una 
pura  repetición,  una  reproducción  pesada,  un  martilleo  fatigoso.  Fuera 
del  nombre  del  veneno,  no  se  ve  otra  diferencia  esencial  entre  esas  cues- 
tiones que  en  cada  veneno  repite. 

Para  que  se  vea  con  cuánto  fundamento  juzgarnos  de  esa  suerte  la  con- 
ducta de  ese  autor,  vamos  á indicar  también  aquí  esas  cuestiones  á que 
aludimos. 

1. *  ¿Con  qué  signos  se  puede  reconocer  el  envenenamiento  por....? 

2. *  ¿La  sustancia  empleada  era  de  naturaleza  tal  que  pudo  causar  la 
muerte? 

3. *  La  cantidad  de....  ingerida,  ¿ha  sido  suficiente  para  causar  la 
muerte? 

4-*  ¿A.  qué  momento  se  ha  ingerido  el  veneno? 

{')  Véate  la  página  71  y siguientes  de  este'CcHíPENDiQ. 


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5. *  ¿Ha  podido  haber  envenenamiento  por aunque  no  se  descubra 

el  veneno  ? ¿ Ha  podido  desaparecer  ? 

6. *  ¿El  veneno  puede  reconocer  otro  origen  que  el  envenenamiento? 

7. a  El  envenenamiento  por....  ¿ha  sido  el  resultado  de  un  homicidio, 
de  un  suicidio  ó de  un  accidente? 

Hé  aquí  las  cuestiones  que  M.  Tardieu  ventila , después  de  haber  di- 
cho cuatro  palabras  sobre  cada  veneno , con  ligeras  alterantes.  Si  cada 
una  de  esas  cuestiones  tuviera  que  resolverse  en  cada  veneno  de  un 
modo  diferente,  concebiríamos  que  en  cada  uno  de  ellos  se  repitieran. 
Mas  todo  lo  que  dijo  en  tésis  general,  se  reproduce  en  cada  tésis  particu- 
lar ; de  suerte  que , en  cada  una  de  esas  páginas  donde  cada  cuestión  se 
agita,  con  solo  poner,  en  lugar  de  arsénico,  mercurio,  fósforo  ó cualquier 
otra  sustancia , lo  escrito  para  una  serviría  para  todas  con  ligerísimas  va- 
riaciones. 

Todas  esas  cuestiones,  igual  que  otras  muchas  de  que  no  trata  M.  Tar- 
dieu, se  resuelven  por  lo  que  hemos  consignado  en  la  fisiología  , patolo- 
gía, química  y filosofía  de  la  intoxicación ; por  lo  tanto,  no  vemos  nin- 
guna necesidad  de  emplear  páginas  y mas  páginas  para  repetir  lo  que  ya 
llevamos  dicho.  No  parece  sino  que  los  médicos-peritos  no  han  de  saber 
hacer  aplicaciones  de  lo  que  han  aprendido  en  el  estudio  de  las  diferen- 
tes partes  de  la  Toxicología  general,  ni  utilizar  los  conocimientos  en  esos 
estudios  adquiridos,  para  contestar  oportunamente  á lo  que  un  juez  les 
pregunte,  si  no  se  les  dan  formuladas  todas  las  cuestiones,  no  solo  de  un 
modo  general,  sino  reproducidas  hasta  la  saciedad  en  cada  artículo  que 
trate  de  un  veneno  en  particular. 

Nosotros  tenemos  mejor  idea  de  los  talentos  de  los  peritos,  y creemos 
que  no  necesitan  que  se  les  den  reproducidas  las  cuestiones  de  ese  modo; 
que  llamados  para  un  caso  práctico  de  envenenamiento,  sean  cuales  fue- 
ren los  términos  en  que  les  propongan  la  cuestión  los  jueces,  sabrán  ha- 
cer atinada  aplicación  de  los  principios  y doctrinas  establecidas  en  la 
Toxicología  general,  donde  están  esas  cuestiones  extensamente  ventila- 
das; puesto  que  los  epígrafes  de  los  párrafos  de  cada  artículo  y capítulo, 
al  fin  y al  cabo , vienen  á ser , no  solo  en  el  fondo , sino  muy  á menudo 
hasta  en  la  forma , las  preguntas  que  puede  hacer  un  juez,  en  un  caso  de 
envenenamiento,  á los  peritos. 

Expuesto  cuanto  me  ha  parecido  oportuno  y conveniente  acerca  del 
plan  de  la  segunda  parte  de  este  Compendio  , paso  ya  á ocuparme  en  el 
estudio  de  las  sustancias  venenosas  en  particular. 

TITULO  PRIMERO. 


De  los  veueuos  cáusticos. 


Entendemos  por  veneno  cáustico  toda  sustancia  sólida  ó líquida  por  lo 
común,  la  que,  aplicada  á nuestros  tejidos  y humores,  los  desorganiza 
mas  ó menos  profundamente,  ya  coagulando,  ya  disolviendo. 

Al  tratar  del  modo  de  obrar  de  los  venenos,  hemos  expuesto  las  dife- 
rencias que  presentan  los  cáusticos  en  su  modo  de  desorganizar , y es 
ocioso  que  aquí  lo  repitamos. 

Al  hablar  de  la  clasificación  de  los  mismos,  hemos  visto  que  esta  clase 
se  divide  en  tres  subclases . 


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1 • Los  verdaderos  cáusticos,  siempre  destructores. 

2 ° Los  coagulantes  astringentes,  que  no  destruyen  la  trama  de  los 

tejjL° S¿os  que  forman  coágulos  que  se  disuelven  en  un  exceso  de  veneno. 

En  la  pág.  239  hemos  indicado  los  que  comprenden  las  dos  primeras 
subclases;  en  cuanto  á los  de  la  última,  podemos  indicar  los  siguientes: 
el  alumbre,  el  sulfato  de  zinc,  el  de  cadmio,  el  acetato  y subacetato  de 
plomo , el  nitrato  de  plata  debilitado  , el  tanino , etc. 

Las  sustancias  cáusticas  obran  como  tales,  cuando  sólidas,  ó líquidas 
concentradas.  Las  gaseosas  cáusticas  obran  también  así,  cuando  están  en 
mucha  cantidad  y es  prolongada  la  acción.  Si  es  rápida,  no  están  puros, 
ó no  hay  bastante  cantidad,  las  gaseosas  inflaman;  otro  tanto  hacen  las 
líquidas  cuando  sus  disoluciones  no  son  concentradas;  por  último,  las  só- 
lidas disueltas  y diluidas,  tampoco  desorganizan.  Es  claro  que  todas  eilas 
pueden  formar  parte  de  dos  clases  de  venenos,  conforme  sea  su  estado  ó 
grado  de  concentración,  y hasta  el  tiempo  que  permanezcan  aplicadas. 

Esta  circunstancia  hace  que,  si  quisiéramos  hablar  de  cada  uno  lie  los 
cáusticos , como  tales , teniendo  luego  que  volverlos  á ver  como  inflama- 
torios, hablaríamos  dos  veces  de  los  mismos  venenos,  lo  cual  estamos  re» 
sueltos  á evitar. 

Todo  lo  general  y común  de  los  cáusticos,  en  punto  á acción,  á sínto- 
mas, anatomía  patológica,  terapéutica,  etc. , lo  hemos  visto  ya  en  la  to- 
xicología  general;  es,  pues,  ocioso  que  aquí  lo  reproduzcamos. 

Lo  que  cada  cáustico  en  particular  pueda  presentar  como  tal,  podria 
tener  su  lugar  propio  aquí;  mas  como  hemos  de  hablar  de  ellos  á fuer  de 
venenos  inflamatorios,  creemos  qne  se  puede  mencionar  entonces  lo  par- 
ticular que  como  cáusticos  presenten,  y ahorrarnos  así  repeticiones. 

Darémos,  pues,  por  concluido  aquí  todo  lo  relativo  á los  cáusticos,  re- 
firiéndonos en  lo  general  á lo  que  llevamos  consignado  en  los  diferentes 
puntos  de  la  toxicología  general,  y en  lo  particular , á lo  que  digamos  al 
hablar  de  cada  uno  de  ellos  como  inflamatorios,  ó como  de  otra  clase,  si 
á ella  pertenecen,  cuando  no  obran  como  cáusticos. 


título  n. 


De  los  venenos  inflamatorios. 

Se  llama  veneno  inflamatorio  toda  sustancia  tóxica  que  inflama  los  teji- 
dos, con  los  cuales  se  pone  en  contacto,  ú otros  mas  ó menos  lejanos  del 
punto  de  su  ingestión. 

Los  tres  reinos  de  la  naturaleza  tienen  venenos  inflamatorios , y como 
el  ser  inorgánico  ú orgánico  no  es  indiferente  en  el  estudio  de  los  vene- 
nos, es  procedente  que  estudiemos  primero  los  inorgánicos,  luego  los  or- 
gánicos. 

CAPÍTULO  PRIMERO. 


DE  LOS  VENENOS  INFLAMATORIOS  INORGÁNICOS. 


Los  venenos  inflamatorios  inorgánicos  son  numerosos,  y para  estudiar- 
los con  mas  fruto,  podremos  ir  exponiéndolos  por  grupos  ó artículos. 
Los  que  hemos  adoptado  son:  l.°  gaseosos;  2.°  cuerpos  simples  no  metálicos, 


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y sus  compuestos  no  gaseosos;  3,°  ácidos ; l.°  álcalis ; B.°  metales , sus  óxidos  y 
sus  sales, 

ARTÍCULO  PRIMERO. 

DE  LOS  VENENOS  INFLAMATORIOS  GASEOSOS. 

Los  venenos  que  comprenderémos  en  este  artículo  son : el  amoniaco,  el 
cloro , el  ácido  sulfuroso,  el  nitroso , el  hidrógeno  arsenicado,  proto  y perfosfo' 
rado.  Todos  tienen  una  acción  irritante,  inflamatoria,  enérgica  y rápida, 
matando  repentinamente  ó en  poco  tiempo  al  sugeto  que  los  respira  pu- 
ros, intensos  y en  gran  cantidad,  y no  por  asfixia  franca,  sino  por  impe- 
dir la  hematosis,  ya  expulsando  ef  oxígeno,  ya  combinándose  con  él.  La 
flogosis  violenta  de  las  vías  aéreas  es  lo  que  mas  vestigios  deja  su  acción 
mortal.  Ninguno  tiene  antídoto ; pocos  contraveneno , ya  por  su  estado, 
ya  por  la  rapidez  con  que  obran.  Los  socorros  contra  la  asfixia  y el  plan 
antiflogístico,  si  hay  tiempo,  es  lo  que  está  indicado.  Las  análisis  no 
siempre,  por  no  decir  nunca,  dan  resultado  provechoso,  si  se  busca  el 
gas  en  los  sólidos  y líquidos  del  sugeto ; mas  si  resta  en  el  frasco  desde 
el  cual  se  haya  aplicado  á aquel , procede  lo  que  hemos  expuesto  en  su 
lugar,  pág.  706  y siguientes. 


g I.» Amoniaco. 

Este  veneno  es  incoloro  y tiene  un  olor  sui  generis.  Irrita  fuertemente 
la  mucosa  de  la  nariz  y de  las  vías  aéreas ; la  inflama  y produce  una  pul- 
monía, ó por  mejor  decir,  un  catarro  pulmonal  fulminante.  El  sugeto 
espira  asfixiado  á consecuencia  de  esta  intensa  inflamación. 

Absorbido  por  el  agua^  forma  lo  que  se  llama  el  amoníaco  líquido  ó 
cáustico  (óxido  de  amonio),  y obra  como  tal,  si  es  concentrado. 

Dupuytren  dice  que  este  gas,  desprendido  naturalmente  de  las  letrinas, 
produce,  en  los  que  se  dedican  á limpiarlas^  la  oftalmía  llamada  mito. 

Tiene  por  contraveneno  el  ácido  acético  y el  cloro.  Es  preferible  el 
primero,  ya  porque  el  cloro,  respirado  puro,  es  también  veneno,  ya  por- 
que la  combinación  que  resulta  del  cloruro  amónico  no  deja  de  ser  de- 
letérea. Basta  para  el  primero  aplicar  paños  empapados  de  ácido  acético 
diluido  á la  nariz  y en  la  boca.  Si  se  emplea  el  segundo,  hay  que  soltarle 
al  aire  libre,  que  le  respire  mezclado  con  este  el  envenenado;  también 
puede  emplearse  como  el  ácido  acético  diluido  el  agua  de  cloro.  Los  mo- 
vimientos en  el  pecho,  que  remedan  los  de  la  respiración,  podrán  con- 
tribuir á expulsar  el  gas  venenoso  inspirado.  En  cuanto  al  plan  curativo, 
el  antiflogístico,  si  hay  tiempo. 

En  cuanto  al  modo  de  distinguirle , véase  la  pág.  706  y siguientes.  . 

§ II.— Cloro. 

Inyectado  y respirado , puro,  mata  repentinamente,  produciendo  una 
violenta  inflamación  de  los  bronquios , pulmones  y corazón.  Mezclado  con 
aire,  provoca  la  tos,  causa  ronquera,  que  persiste  algunos  dias,  si  el 
sugeto  se  salva , y á menudo  esputo  sanguíneo.  Son  también  síntomas 
de  esta  intoxicación  la  afonía,  unos  puntitos  rojos  que  se  manifiestan  en 
la  piel,  á veces  coloraciones  erisipelatosas , prurigo  y vesículas.  _ 

Karner  ha  propuesto  combatir  la  acción  del  cloro  con  terroncitos  de 


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azúcar,  sobre  Ios  cua,es  se  vierten  gotas  de  amoníaco,  ó con  amoníaco 
mezclado  con  un  poco  de  agua.  Lo  que  hemos  dicho  del  cloro,  como  con- 
traveneno del  amoníaco,  es  aplicable  al  amoníaco,  como  contraveneno  del 
cloro.  Acabamos  de  ver  que  es  un  veneno.  El  modo  preconizado  por  Kar- 
ner  templa  en  verdad  su  acción ; pero  el  tercero  que  se  forma  no  está 
destituido  de  acción  tóxica.  Si  hay  tiempo,  el  medio  mas  expedito  para 
salvar  al  sugeto  consiste  mas  bien  en  combatir,  por  todos  los  medios  que 
aconseja  el  arte,  la  violenta  inflamación  de  las  vías  aéreas , pulmón  y co- 
razón que  se  presenta,  acallar  la  tos  que  es  cruel,  y volver  al  enfermo  la 
calma  que  la  sofocación  le  ha  quitado. 

Líquido  ó absorbido  por  el  agua  y concentrado  , obra  como  los  ácidos 
cáusticos.  Su  olor,  color  y sabor  son  los  mismos.  La  luz  descompone  el 
agua  clorada;  el  calor  desprende  cloro;  el  nitrato  de  plata  precipita  en 
blanco  lechoso  insoluble  en  el  agua  y ácido  nítrico  soluble  en  el  amo- 
níaco. Una  lámina  de  piafa  se  pone  negra  sumergida  en  una  disolución 
de  cloro;  metiendo  esta  lámina  ennegrecida  en  amoníaco  líquido  hir- 
viendo, la  plata  recobra  su  brillo.  Diluido  tiene  menos  fuerza.  Altera  las 
bebidas  vegetales,  quitándoles  el  color.  En  el  estómago  se  transforma  en 
ácido  clorhídrico , y ya  no  puede  reconocerse  como  llevamos  dicho.  Su 
olor  especial , el  color  negro  de  la  lámina  de  plata , y la  coloración  azul 
que  toma  una  mezcla  de  yodo,  almidón,  y unas  gotas  del  licor , revelan 
la  existencia  del  cloro. 


g III.—  Acido  sulfuroso. 

Este  gas,  que  se  produce  cuando  arde  el  azufre  , y al  que  le  da  el  olor 
tan  conocido,  provoca  la  tos,  sofoca  y constriñe  la  garganta,  y si  es  puro, 
asfixia  y mata  acto  continuo.  Mezclado  con  el  aire  libre , da  dolor  de  ca- 
beza, produce  oftalmías,  temblores,  movimientos  espasmódicos  de  la  la- 
ringe y tráquea,  y una  especie  de  asma  convulsivo.  El  amoníaco,  em- 
pleado como  queda  dicho,  es  su  contraveneno.  La  medicación  se  deja 
concebir;  el  sistema  nervioso  toma  parte  en  esta  intoxicación  , sin  hacer 
perder  á la  afección  el  carácter  de  flogística. 

Para  su  análisis,  véase  la  pág.  706  y siguientes. 

g IV.—  Acido  nitroso. 

Después  de  ejercer  una  influencia  notable  en  las  vías  aéreas,  las  que 
inflama  siempre  y muy  á menudo,  la  gangrena  penetra  en  el  torrente 
de  la  circulación  y obra  sobre  la  sangre  alterándola,  puesto  que  la  pone 
morena.  El  estómago  es  uno  de  los  órganos  que  con  especialidad  sufren 
la  acción  flogística  de  este  gas.  Se  combate  su  acción,  á poca  diferencia, 
como  la  del  ácido  sulfuroso.  El  ácido  nitroso,  si  es  lícito  deducirlo  de  al- 
gunas observaciones  de  Orfila , deja  algunas  horas  de  vida  y parece  que 
no  estorba  la  respiración,  declarándose  luego  con  cierta  alevosía  sus  ter- 
ribles efectos.  Líquido  ó absorbido  por  el  agua  , en  la  cual  es  muy  solu- 
ble, obra  como  el  nítrico.  En  este  estado,  según  que  haya  mas  ó menos 
gas,  es  azul,  verde,  rojo,  anaranjado,  claro  ú oscuro.  Este  es  el  color  del 
gas.  Su  olor  y sabor  son  nauseabundos.  El  ácido  sulfhídrico  le  descom- 
pone,  y precipita  azufre.  Disuelve  el  cobre,  mercurio,  zinc  y el  yerro  con 
efervescencia  y vapores  del  mismo  ácido.  Véase  para  su  análisis  el  lugar 
citado  mas  arriba. 


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g V.— Hidrófono  arsonicaio . 


Produce  dolores  intensos , vómitos  y convulsiones  , siendo  sus  efectos 
muy  semejantes  á los  del  arsénico  , los  cuales  dirémos  en  su  lugar.  No 
tiene  antídoto  ni  contraveneno  alguno  por  la  extremada  rapidez  de  su 
acción.  Si  hay  tiempo , se  emplea  la  medicación  que  expondremos  al 
tratar  del  arsénico  y sus  preparados. 

§ VI.— Hidrógeno  fosforado. 

Este  gas,  además  de  inflamar  intensamente,  como  todos  los  de  su 
clase,  las  vías  aéreas,  pasa  al  torrente  general  de  la  circulación  , y obra 
de  un  modo  tan  enérgico  como  el  mismo  fósforo.  Al  hablar  de  este  veré- 
raos  cómo  obra  el  hidrógeno  fosforado.  Tampoco  tiene  antídoto  ni  con- 
traveneno alguno, 

ARTÍCULO  II. 

DE  LOS  VENENOS  INFLAMATORIOS  METALOÍDEOS  Y SUS  COMPUESTOS 

NO  GASEOSOS. 

El  fósforo , el  yodo , el  bromo  y el  arsénico  son  los  metaloídeos  que  es- 
tudiaremos en  este  artículo.  El  fósforo , el  yodo  y el  bromo  pueden  ser 
venenos  cáusticos.  El  primero  produce  escaras  y perforaciones,  quema; 
el  yodo  y el  bromo  entran  también  en  combinación  química  con  los  teji- 
dos, los  que  tiñen  fuertemente.  Sin  embargo,  como,  á excepción  del  fós- 
foro, son  mas  bien  sus  preparados  los  que  á menudo  producen  intoxica- 
ciones, y aquellos  obran  como  inflamatorios,  los  coloco  en  esta  sección. 

§ I.— Fósforo  y sus  preparados. 

De  algunos  años  á esta  parte,  el  fósforo  ha  ido  adquiriendo  , en  Toxi- 
cología , grande  importancia.  Es  un  veneno  que  hoy  dia  está  mas  en 
boga  que  el  arsénico;  es  el  que  da  lugar  á mas  accidentes,  el  que  sirve 
á mayor  número  de  suicidas,  y el  que  van  prefiriendo  los  criminales. 
Todo  eso  es  debido  á la  fabricación  y venta  pública  de  las  cerillas  fosfóri- 
cas. Estas,  mas  que  las  pastas  para  matar  ratones,  han  generalizado  el 
conocimiento  de  las  virtudes  tóxicas  del  fósforo. 

Para  trazar  exactamente  la  historia  del  fósforo , hay  que  empezar  por 
advertir  que  tiene  cuatro  estados  alotrópicos , el  de  fósforo  ordinario,  in- 
coloro ó cristalino;  el  blanco,  el  negro,  y el  rojo.  Este  último  , llamado 
también  amorfo  , es  completamente  inofensivo.  Numerosos  experimen- 
tos hechos  en  varios  animales  han  dejado  fuera  de  duda  que  no  es  vene- 
noso. Todo  lo  que  digamos,  por  lo  tanto,  del  fósforo  se  entenderá  del 
ordinario. 

La  dosis  medicinal  del  fósforo  es  de  una  quinta  parle  de  grano  ó de 
un  centigramo.  De  un  grano  á tres  es  ya  un  veneno  y tanto  mas  cuanto 
mas  excede  la  cantidad  medicinal. 

Al  estado  sólido,  en  fragmentos,  ó en  polvo,  puede  obrar  como  cáus- 
tico, quemando,  desorganizando  y perforando  los  tejidos  del  tubo  di- 
gestivo. Disimilo,  muy  dividido,  obra  localmente  inflamando  los  tejidos; 
y si  es  absorbido  tanto  al  estado  puro,  como  combinado  , da  lugar  á per- 
turbaciones de  la  hematosis,  y fenómenos  generales  que  son  su  conse- 
cuencia. 


- 070  — 

Reveil  pretende  que  se  pueden  introducir  impunemente  fragmentos  de 
fósforo  en  el  estómago  é intestinos,  y ser  expulsados  sin  sufrir  el  ani- 
mal. Se  apoya  en  experimentos  propios  y uno  de  Personne , los  cuales 
distan  de  probar  la  inocuidad  del  fósforo  ordinario , puesto  que  los  ani- 
males sufrieron  y hubo  que  socorrerlos.  Contra  esos  pretendidos  experi- 
mentos hay  los  de  Lassaigne,  de  Fleynal  y otros,  y los  numerosos  casos 
tanto  accidentales  como  intencionados  de  intoxicaciones  por  el  fósforo 
en  sustancia  , en  fragmentos,  que  ha  ocasionado  la  muerte  perforando  no 
pocas  veces  los  intestinos. 

El  fósforo  se  hace  activo  y venenoso  por  su  combinación  con  el  oxí- 
geno , por  el  calórico  que  desenvuelve  en  esa  combustión  y por  los  pro- 
ductos á que  da  lugar  á la  presencia  del  oxígeno  , del  agua  y de  los  ál- 
calis que  encuentra  en  el  tubo  digestivo.  Se  concibe  que  si  alguna  sus- 
tancia le  guarece,  deje  de  dar  lugar  á esos  fenómenos  químicos  y pueda 
pasar  impunemente  en  ocasiones ; así  á veces  se  encuentra  intacto  el 
esófago,  estómago- ó intestinos  delgados  y el  grueso  perforado. 

Ateniéndonos  á lo  que  con  mas  frecuencia^provoca  el  fósforo  , debe- 
mos considerarle  como  un  veneno  inflamatorio  de  los  que  obran  local  y 
generalmente,  debiendo  su  acción  local  al  calórico  que  desenvuelve  y á 
los  ácidos  hipofosfórico  y fosfórico  que  se  forman  con  el  oxígeno  de  los 
gases , materias  y hasta  tejidos  con  los  que  se  pone  en  contacto  , al  paso 
que  su  acción  general  se  debe  á |la  absorción  de  su  sustancia  disuelta, 
de  los  ácidos  hipofosforoso  y fosforoso  y del  hidrógeno  arsenicado,  que  se 
producen  á la  presencia  del  agua  y de  los  álcalis'  de  los  jugos  gástrico- 
intestinales. 

Tanto  el  fósforo  en  sustancia  como  sus  compuestos,  poco  oxigenados, 
son  ávidos  de  oxígeno , y además  de  su  acción  inflamatoria , llevados  al 
torrente  circulatorio  y á las  celdillas  de  los  órganos , ejercen  otra  contra 
la  hematosis , apoderándose  del  oxígeno  respirado,  y perturbando  por 
este  medio  profundamente  las  funciones  esenciales  á la  vida. 

M.  Tardieu  pretende  que  el  ácido  hipofosforoso  y fosforoso , igual  que 
los  hipofosíitos  yfosfitós,  no  son  venenosos;  se  apoya  en  experimentos 
hechos  en  perros.  Uno  de  ellos  se  bebió  en  veinte  y cuatro  horas  12  gra- 
mos de  ácido  fosforoso,  diluido  en  agua,  y no  murió.  Como  no  indica  los 
pormenores  de  esos  experimentos,  no  podemos  hacer  reflexión  alguna. 
Pero , como  tenemos  por  cierto  que  todo  cuerpo,  susceptible  de  tomar 
mas  oxígeno,  se  oxida  mas  en  la  masa  de  la  sangre , no  podemos  dudar 
que  si  el  ácido  fosforoso  é hipofosforoso  pasan  al  torrente  de  la  circula- 
ción en  cantidad  suficiente  á la  vez  para  trastornar  la  hematosis , se  ha- 
rán venenosos , así  como  si  no  se  introducen  á un  tiempo  podrán  muy 
bien  no  producir  resultado.  Lo  propio  diré  de  los  hipofosfitos  y fosfitos. 

Pensamos , por  lo  tanto,  como  Giulo  de  Turin , que  el  fósforo  puede 
matar  inflamando  las  vías  digestivas,  pero  que  no  es  necesaria  esta  infla- 
mación para  hacerlo;  que  acaso  mata  con  mas  frecuencia  por  su  absor- 
ción y oxidación  á expensas  del  oxígeno  respirado.  En  cuanto  á que  los 
nervios  del  estómago  sean  atacados  por  el  fósforo,  y á ello  se  deba  ha- 
cerse tóxico , ya  llevamos  dicho  en  otra  parte  cómo  debe  considerarse  su 
acción.  Los  nervios  sensibles  del  estómago  pueden  sentir  vivamente  los 
efectos  de  la  quemadura;  pero  no  son  ellos  los  que  desenvuelven  los  sín- 
tomas nerviosos;  esos  se  deben  á la  modificación  que  sufre  la  sangre  y 
*os  centros  nerviosos  con  la  presencia  en  ellos  de  ese  cuerpo,  quedentio 
del  torrente  circulatorio  se  oxigena . 


— 971  - 

En  virtud  de  todo  lo  expuesto  acaso  estaría  mejor  colocado  el  fósforo 
entre  los  venenos  nervioso-inflamatorios.  Como  flogístico  es  de  los  que 
inflaman  local  y generalmente  y además  ciertos  aparatos  en  particular, 
como  el  génito-urinario.  A seguir  nuestra  clasificación  por  los  efectos 

Suímicos,  le  colocaríamos  entre  los  que  obran  apoderándose  del  oxígeno 
e la  sangre  ó respirado. 

Lo  que  decimos  del  fósforo  puro,  es  aplicable  al  dado  en  píldoras, 
aceites,  vinagres,  grasas,  etc. ; al  que  entra  en  las  pastas  para  matar  ra- 
tones , y al  con  que  se  forma  la  pasta  ó masa  para  las  cerillas  fosfóricas. 
Podrá  haber  diferencia  en  la  rapidez  de  su  acción.  Las  preparaciones 
medicinales  que  le  disuelven  ó le  hagan  mas  fácilmente  absorbible,  faci- 
litarán su  acción  , tanto  local , como  general.  Las  pastas  necesitan  de  al- 
gún tiempo  para  que  Jos  jugos  gástricos  las  disuelvan;  hecho  lo  cual,  el 
fósforo  que  contienen  queda  libre,  y desde  entonces  empezará  á desplegar 
su  actividad  local  y se  irá  absorbiendo,  ya  á beneficio  de  la  grasa  de 
los  mismos,  ya  de  la  disolución  que  experimente.  Otro  tanto  sucede  con 
las  pastas  ó cabezas  de  las  cerillas  fosfóricas.  El  mastique  necesita  algún 
tiempo  para  que  los  jugos  gástricos  puedan  reblandecerle,  desleírle,  ó 
disolverle,  poniendo  el  fósforo  en  libertad.  Así  unas  veces  se  presentan 
los  efectos  de  su  acción  mas  pronto  que  otras , y hasta  hay  diferencias 
respecto  de  la  cantidad,  siendo  al  parecer  mas  activos  en  menos  que  en 
más.  Al.  Tardieu  habla  de  un  caso  referido  por  Emilio  Fabre  , en  el  que 
60  cerillas  fosfóricas  causaron  la  muerte  en  tres  dias , y de  otro  en  el  que 
3000  no  la  causaron  hasta  los  seis.  Este  hecho  le  sirve  para  decir  que 
la  dósis  no  influye  ya  sobre  la  violencia  de  los  síntomas,  y habla  de  re- 
sistencias individuales,  edades  y otras  cosas  para  explicarse  ese  he- 
cho í1).  Que  la  dósis  no  influye  es  una  herejía  toxicológica.  Entre  las 
muchas  circunstancias  que  modifican  la  acción  de  los  venenos,  ninguna 
influye  tanto  como  la  cantidad.  El  mismo  Tardieu  afirma  poco  antes  que 
el  fósforo  puede  dar  la  muerte  á la  dósis  de  15  á 30  centigramos  (2).  A 
la  vuelta  de  la  misma  página  dice  que,  preguntado  por  un  juez  si  2 centi- 
gramos de  fósforo  pueden  dar  la  muerte,  respondió  que  no  (3).  Pues  en- 
tonces ¿por  qué  dice  que  la  dósis  no  influye?  ¿Que  es  sino  afirmar  esa 
influencia  negar  que  2 centigramos  de  fósforo  no  hacen  nada,  y que  la 
dósis  tóxica  es  de  15  centígr.  á 30?  Para  contradicciones  M.  Tardieu. 

Si  recordárnoslo  que  hemos  dicho  en  la  fisiología  de  la  intoxicación, 
comprenderemos  cómo  60  cerillas,  mas  fácilmente  disueltas  por  los  ju- 
gos gástricos  que  3000,  han  podido  producir  mas  pronto  electos  tóxi- 
cos. No  siempre  se  hace  activa  toda  la  sustancia  que  se  ingiere,  en  es- 
pecial si  necesita  la  acción  de  los  jugos  gástricos.  Para  reblandecer, 
desleír  y disolver  3000  cerillas  fosfóricas,  se  necesita  mas  tiempo  y mas 
disolvente  que  para  60.  lió  aquí  la  explicación  sencilla,  natural  y ver- 
dadera de  ese  hecho,  sin  necesidad  de  proferir  herejías  toxicológicas,  ni 
de  negar  la  evidentísima  influencia  de  la  cantidad  de  veneno,  ni  de  ape- 
lar á resistencias  individuales  ni  otras  hipótesis  tan  vanas  y gratuitas 
como  estas. 

Sea  cual  fuere  el  número  de  cerillas  fosfóricas  que  se  introduce  en  el 
estómago  de  un  sugeto , si  al  quedar  deshecho  el  mastique,  disuelta  la 
pasta,  y puesto  en  libertad  el  fósforo,  hay  15  ó más  centigramos  de 


p)  Obra  citada,  p.  459. 
(»)  Obra  citada,  p.  438 
(*;  Obra  citada,  p.  460. 


- 972  - 

este , la  intoxicación  se  presentará  , desde  luego  que  los  haya,  y si  hay 
casos,  en  los  que  el  número  de  cerillas  es  de  60,  100,  300,  800,  1000, 
3000,  etc.,  los  efectos  siempre  serán  proporcionados,  no  al  número  dé 
cerillas  tomadas,  sino  á la  cantidad  de  fósforo  que  se  haya  puesto  en  li- 
bertad , y al  tiempo  empleado  en  ello. 

Si  la  masa  preparada  para  las  cerillas  fosfóricas  fuese  en  todas  las  fá- 
bricas igual , seria  fácil  calcular  cuántas  se  necesitan  para  producir  in- 
toxicación. De  todos  modos,  si  en  un  caso  práctico  se  sabe  de  qué  fá- 
brica proceden  las  que  han  producido  el  envenenamiento,  puede  hacerse 
lo  que  hicieron  Lassaigne  y Reynal , que  de  135  cerillas  obtuvieron  2 
gramos  y 2 decigramos  de  pasta  ó mastique,  en  el  que  estaba  el  fósforo 
en  una  sexta  parte ; esto  es , 36  centigramos. 

Partiendo  de  esa  proporción , cada  cerilla  fosfórica  solo  contiene  2 
miligramos  y 66  centésimas  de  miligramo  de  fósforo ; necesitándose  por 
lo  tanto  3 cerillas  y 7 décimas  de  cerilla  para  contener  1 centigramo, 
y 55  y media  cerillas  para  contener  15  centigramos,  dósis  ya  tóxica.  Dos, 
ni  cuatro,  ni  seis  cerillas  no  pueden  considerarse  como  venenosas. 

En  nuestra  práctica  hemos  visto  sospechas  de  envenenamiento  por  una, 
dos  y seis  cerillas  fosfóricas.  En  una  olla  de  rancho  para  la  servidumbre 
de  una  tahona , un  mozo  de  la  misma  echó  ocho  cerillas  , cuya  presencia 
alarmó  y dió  lugar  á procedimientos;  y nuestra  contestación  fué  negativa, 
sin  que  desvirtuáramos  nuestra  contestación,  como  lo  hizo  M.  Tardieu  en 
un  caso  análogo,  diciendo  que  eso  no  dejaba  de  constituir  un  atentado, 
vista  la  naturaleza  de  la  sustancia , y que  no  se  puede  determinar  el 
efecto  de  una  dósis  de  un  modo  absoluto.  Lo  primero  , en  M.  Tardieu, 
sobre  serjsalirse  de  su  misión  de  perito,  es  contradecir  lo  que  dice 
cuando  ataca  la  Toxicología  como  ciencia  ficticia , fundada  en  la  nocion 
falsa  del  veneno,  cuya  acción  no  es  absoluta,  haciéndola  depender  de  varias 
circunstancias,  entre  ellas  la  dósis,  y cuando  se  rie  de  la  definición  dada  al 
veneno  por  Luis  Orfila,  porque  habla  de  la  naturaleza  de  las  sustancias 
tóxicas.  Lo  segundo  es  una  exageración,  porque  siquiera  no  sea  absoluto 
el  efecto  de  una  dósis,  cuando  hay  gran  distancia  de  la  dósis  tóxica  á la 
que  nunca  lo  ha  sido , bien  se  puede  afirmar  que  no  lo  es.  Quince  centi- 
gramos podrán  producir  mas  ó menos  efecto  en  una  persona;  no  es  abso- 
luto en  efecto;  pero  no  por  eso  dejaremos  de  afirmar  terminantemente 
que  dos  centigramos  no  envenenan. 

El  doctor  Falck,  de  Macburgo,  según  M.  Tardieu , ha  dado  tres  cate- 
gorías al  cuadro  sintomático  de  la  intoxicación  fosfórica,  llamándolas 
fosforismo  intestinal  agudo , cerebro-espinal  y neumogástrico.  En  lugar 
de  esas  categorías  que  no  acepta  M.  Tardieu , da  á dicha  intoxicación 
tres  formas : una  común , otra  nerviosa,  y otra  hemorrágica ; las  que  pre- 
sentándose de  un  modo  mas  ó menos  rápido , tan  pronto  pueden  suce- 
derse  formando  tres  períodos  del  mal , tan  pronto  constituir  cada  una 
toda  la  intoxicación. 

Lo  que  hemos  dicho  sobre  las  diferentes  formas  con  que  puede  darse  el 
fósforo,  y sus  diferentes  modos  de  obrar,  deja  concebir  cómo  no  son  en 
todos  los  casos  igualmente  rápidas  ni  la  invasión  ni  el  curso  de  la  intoxica- 
ción fosfórica,  ni  se  observa  el  mismo  cuadro  sintomático.  Es  muy  posi- 
ble y práctico  que  sea  puramente  inflamatorio  y local  lo  que  Falck  llama 
fosforismo  intestinal  agudo , asi  como  es  muy  común  que  haya  á la  vez 
gastro-enteritis  y síntomas  nerviosos  é ictéricos.  En  cuanto  á la  forma  n - 
roorrágica , si  ya  no  da  lugar  á vómitos  de  sangre  y cámaras  aig 


- m - 

perforación , es  mas  bien  un  estado  consecutivo,  una  especie  de  caque- 
xia producida  por  un  ataque  profundo  á la  sangre  y los  tejidos  por  el 
fósforo , que  ha  trastornado  la  nutrición , y ya  que  no  mata  en  poca>s  ho- 
ras, lo  hace  después  de  algunos  meses  de  ese  estado  de  empobrecimiento 
de  la  sangre. 

Describamos,  pues,  el  cuadro  de  síntomas  mas  comunes,  sin  perjuicio 
de  indicar  las  variantes  que  pueda  tener,  según  los  casos. 

El  envenenado  por  el  fósforo  presenta  la  cara  al  principio  animada, 
pero  luego  se  le  transfigura  mas  ó menos,  como  en  todos  los  grandes  pade- 
cimientos del  tubo  digestivo  : siéntese  notable  malestar,  ansiedad  y agi- 
tación ; la  lengua  se  suele  poner  encarnada  é hinchada , y la  garganta 
dolorosa;  hay  sed  y sequedad  de  fáuces,  que  se  va  haciendo  mas  viva, 
ardiente  é inextinguible;  sensación  de  calor  en  el  estómago,  pero  lenta, 
y á veces  como  quemante,  sobre  todo  en  el  epigastrio;  luego  se  presen- 
tan náuseas,  eructos  aliáceos,  seguidos  de  vómitos  continuos  y penosos 
de  materias  mucosas , biliosas , rojizas  y á veces  sanguinolentas , de  las 
cuales  se  desprenden  vapores  blanquecinos,  y en  la  oscuridad  no  es  raro 
que  haya  fosforescencia,  sobre  todo  al  principio  ó en  los  primeros  vómi- 
tos. Dolores  intensos  en  toda  la  región  del  estómago  é intestinos,  en  el 
epigastrio  sobre  todo;  gran  sensibilidad  á la  presión  en  todo  el  vientre; 
evacuaciones  ó deyecciones  parduscas,  peliculosas.  Los  vómitos  y las  cá- 
maras se  detienen  á las  veinte  y cuatro  ó treinta  horas,  y el  enfermo  pa- 
rece que  se  encuentra  mas  aliviado;  algunos  se  quedan  como  soporosos, 
pero  al  segundo  dia  ó al  tercero,  se  aumentan  los  dolores  abdominales  y 
aparecen  síntomas  de  peritonitis  en  algunos ; no  pueden  soportar  nada 
encima  del  abdómen ; las  mismas  ropas  de  la  cama  les  hacen  daño; 
otros  sin  dejar  de  sentir  doloroso  el  vientre , experimentan  también  do- 
lores, vagos,  erráticos  en  los  músculos  y la  región  lumbar.  El  pulso,  que 
al  principio  se  acelera,  es  fuerte  y febril;  luego  se  va  deprimiendo  y 
poniendo  lento.  Aparecen  síntomas  de  ictericia,  ya  limitados  á los  ojos, 
ya  en  todo  el  cuerpo;  á los  tres  ó cuatro  dias  cefalalgia,  insomnio,  pa- 
labra lenta  y difícil , gran  debilidad , calambres , perturbaciones  de  la 
sensibilidad,  delirio,  sopor,  convulsiones,  síncopes,  á veces  sollozos 
que  asustan.  Los  vómitos  reaparecen  por  intervalos:  las  evacuaciones 
alvinas  son  dolorosas  é involuntarias,  hay  retención  de  orina  y albumi- 
nuria. El  pulso  se  pone  filiforme,  la  piel  seca , árida  y fría , y ai  fin  so 
breviene  la  muerte  por  lo  común  de  seis  á.  diez  dias. 

Este  cuadro  de  síntomas,  que  indica  la  acción  local  y general , corres- 
ponde á los  casos  en  que  el  fósforo , después  de  haber  inflamado  el  estó 
mago  é intestinos,  es  absorbido.  La  rapidez  en  la  manifestación,  lo 
mismo  que  en  el  curso  y la  preponderancia  de  los  síntomas  flogísticos,  ó 
de  los  nerviosos , depende  de  la  forma  del  veneno ; si  es  el  fósforo  á pe- 
dacitos  ó en  polvo,  puede  ser  mas  pronto  y dar  mas  lugar  al  aparato 
flogístico,  con  síntomas,  no  solo  de  gastritis  y gastro  enteritis,  sino  de  pe- 
ritonitis, por  la  perforación  del  estómago  é intestinos  delgados  ó gruesos. 

Si  se  ha  tomado  en  pasta  ó cerillas  fosfóricas,  tarda  mas  en  manifes- 
tarse el  cuadro , y puede  ser  muy  rápida  la  muerte  por  la  absorción  del 
veneno  , así  como  pueden  prevalecer  los  síntomas  generales,  nerviosos  é 
ictéricos.  Es  decir,  que  sin  dejar  de  haber  ardor  en  las  fáuces,  sed,  ca- 
lor quemante  en  el  epigastrio,  náuseas,  vómitos  y cámaras,  con  do- 
lores abdominales , desde  muy  al  principio  pueden  presentarse  los  hor- 
migueos, calambres  , la  perturbación  do  la  sensibilidad,  las  convulsio- 


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nes,  el  síncope,  la  postración,  el  delirio,  el  coma,  con  mas  debilidad 
de  pulso,  con  manchas  eritematosas  en  la  piel , que  es  lo  que  llama  Tar- 
dieu  la  forma  nerviosa , muriendo  los  enfermos  también  de  los  seis  á los 
doce  dias,  raras  veces  mas  tarde. 

Sin  embargo,  es  necesario  advertir  que  no  todos  los  envenenados  por 
el  fósforo,  pasta  ó cerillas  viven  tanto;  los  hay  que  mueren  en  menos 
dias ; otros  el  mismo  dia  en  que  toman  el  veneno , y otros  en  pocas  ho- 
ras, en  especial  los  niños.  Christisson  habla  de  un  jóven  que  tomó  una 
dósis  de  un  medicamento  fosforado  y murió  á las  cuatro  horas  después. 
Una  señora,  en  Sarriá  de  Cataluña,  murió  en  el  mismo  dia  en  que  se 
tragó  varios  fragmentos  de  fósforo.  La  hija  de  un  obrero  tomó  un  poco 
de  pasta  de  fósforo,  y espiró  en  cuatro  horas.  Un  hombre  de  cincuenta 
años  con  igual  pasta  sucumbió  en  tres  dias.  En  igual  tiempo  falleció  una 
jóven.  Otro  sugeto  anciano  y una  jóven  murieron  en  dos.  Las  cerillas 
fosfóricas  también  han  producido  á veces  la  muerte  muy  pronto.  Dos 
niños  de  dos  y cuatro  años  y un  chico  que  chuparon  varias  cerillas  , es- 
piraron en  tres  ó cuatro  horas.  Otro  tanto  le  sucedió  á un  sugeto  adulto, 
con  el  cual  quisieron  divertirse  unos  amigos  en  Marsella.  Un  cabo  de  un 
regimiento  murió  en  el  mismo  dia  en  que  tomó  las  cerillas  (J). 

A veces  el  sugeto  resiste  el  primer  empuje,  y tarda  , no  solo  semanas, 
sino  meses  en  morir,  y en  esos  casos  es  cuando  se  presenta  la  forma 
que  M.  Tardieu  llama  hemorrágica;  tanto  porque  los  vómitos  son  desde 
el  principio  sanguinolentos  y hasta  sangre  pura , sino  porque  la  sangre 
se  va  poniendo  tan  flúida,  que  por  todas  partes  se  exuda  y por  todas  hay 
hemorragias,  de  cuando  en  cuando,  al  mes  ó los  dos  meses  de  la  into- 
xicación. La  marcha  lenta,  insidiosa,  los  síntomas  ictéricos,  los  nervio- 
sos que  se  van  presentando,  las  sofocaciones,  la  debilidad,  las  manchas 
equimóticas,  en  los  ojos  sobre  todo,  y la  caquexia  anémica,  que  al  fin 
acaban  con  el  enfermo  tal  vez  á los  seis  ú ocho  meses  de  sufrimientos, 
caracterizan  esa  forma  que  Orfila  llamaría  intoxicación  consecutiva; 
porque  con  toda  probabilidad  es  la  consecuencia  de  la  alteración  que  la 
absorción  del  fósforo  ha  hecho  sufrir  á la  sangre , y á las  celdillas  de  los 
tejidos,  en  especial  el  hígado,  bazo,  visceras  y corazón. 

El  pronóstico  de  la  intoxicación  fosfórica  es  siempre  grave , y como  no 
se  expulse  pronto,  se  suele  hacer  superior  á todo  recurso.  La  producida 
por  el  fósforo  disuelto  ó muy  dividido,  es  mas  rápida  y mas  mortal.  En  la 
por  las  pastas,  y en  especial  las  cerillas,  si  se  acude  pronto,  puede  salvarse 
el  sugeto;  mas  si  se  da  tiempo  á que  se  disuelva  y se  ponga  el  fósforo  en 
libertad,  como  está  en  ellas  muy  dividido,  es  también  terrible.  No  solo  se 
hacen  superiores  á todo  recurso  las  perforaciones  que  pueda  ocasionar, 
sino  los  síntomas  nerviosos  y los  debidos  á la  alteración  de  la  sangre  y 
los  tejidos.  No  hay  que  fiarse  de  ciertas  mejorías  traidoras;  pues  no  es 
raro  que  se  muera  el  envenenado  muy  rápidamente  después  de  haber 
cesado  los  vómitos  y dolores. 

Como  los  síntomas,  las  alte -aciones  anatómico-patológicas  producidas 
por  el  fósforo,  varían  según  los  casos.  El  fósforo  puro  no  produce  lo 
mismo  que  las  pastas  y cerillas , y el  mismo  fósforo  en  fragmentos  que 
ep  polvo  y disuelto.  Por  punto  general , cuando  el  fósforo  se  da  en  frag- 
mentos ó polvo,  inflama  los  tejidos  ya  desde  la  garganta;  su  acción 

(')  Véanse  los  numerosos  caso9  de  envenenamientos,  suicidios  y accidentes  producidos 
por  el  fósforo  en  pasta  y las  cerillas  que  lian  recogido  Henry  y Chev8lier  en  lo  memoria 
inserta  en  los  Anales  de  Higiene  pública  y Medicina  legal , 2.a  série,  tomos  Vil  y V 111 . 


- 975  — 

cáustica  ó quemante  puede  desplegarse  en  el  trayecto  que  recorre , sí 
bien  siempre  hay  algunos  puntos  mas  afectados  que  otros,  lo  cual  se  re- 
laciona con  el  tiempo  de  contacto. 

A veces  los  fragmentos  ó granos  de  polvo  se  encuentran  adheridos  á 
la  mucosa  estomacal  ó intestinal,  y no  es  raro  hallarlos  en  los  intestinos 
gruesos , donde  hacen  el  estrago,  perforándolos.  Hay  manchas  equimóti- 
cas  y gangrenosas  , verdosas  en  diferentes  puntos,  reblandecimiento,  ar- 
borizaciones , é indudables  vestigios  de  flogosis  en  la  totalidad  del  tubo 
digestivo.  El  olor  aliáceo  y la  fosforescencia  suelen  ser  también  de  los 
signos  tannatológicos , mas  constantes  y característicos  de  esta  intoxica- 
ción. Los  gánglios  mesentéricos  están  tumefactos  y reblandecidos.  En  lo 
restante  del  cadáver  se  encuentran  alteraciones  relacionadas  con  lesio- 
nes del  tubo  digestivo , si  hay  perforaciones , vestigios  de  inflamación 
gangrenosa  del  peritoneo,  bastando  lo  dicho  para  explicar  la  muerte. 

Mas  tanto  en  esos  casos,  como  cuando  se  introduce  el  fósforo  dividido, 
disuelto,  ó por  medio  de  pastas  y cerillas,  y dé  lugar  á la  absorción  del 
metaioídeo  ó sus  compuestos  ávidos  de  oxígeno,  además  de  ios  vestigios 
de  inflamación  del  tubo  digestivo,  hay  en  otros  puntos  alteraciones  no- 
tables. 

El  exterior  del  cadáver  presenta  un  matiz  subictérico,  varias  manchas 
equimóticas  en  el  tronco  y extremidades,  más  en  el  pecho  y el  abdómen, 
olor  fétido,  rigidez  mas  ó menos  pronta  del  cadáver,  ojos  hundidos  y ro- 
deados de  un  círculo  azul , conjuntiva  rojiza  , pupilas  dilatadas,  encías  y 
esmalte  de  los  dientes  con  matiz  azulado,  vasos  cutáneos  en  relieve. 

Los  órganos  craneanos  presentan  los  vasos  de  la  dura  madre  muy  des- 
envueltos y llenos  de  sangre;  derrame  entre  ellos  y la  conoidea,  amari- 
llento, espeso,  aglutinativo,  uniendo  en  varios  puntos  las  membranas. 

La  faringe  y el  esófago  suelen  presentar  una  especie  de  papilla  parda. 
Los  pulmones,  inflamados,  llenos  de  sangre,  jaspeados,  crepitantes;  las 
pleuras  y el  pericardio  con  derrame  sanguíneo  y manchas  equimóticas, 
difusas , irregulares.  El  córazon  está  flácido,  aplanado,  pálido,  vacío,  ó 
con  sangre  escasa,  líquida  ó viscosa,  sin  alteración  notable  de  sus  gló- 
bulos. 

En  el  abdómen,  además  de  lo  que  hemos  dicho,  presenta  en  el  hígado 
manchas  de  un  color  rojo  claro  y arborizado;  el  bazo  inflamado ; el  epi- 
ploon  tiene  un  color  rojo  oscuro,  y las  venas  epiplóicas  y mesen  tencas 
están  llenas  de  sangre;  los  riñones  un  poco  inyectados,  y la  vejiga  llena 
de  orina,  mezclada  con  sangre,  presentando  á menudo  equimosis  sub- 
mucosas. 

No  es  raro  encontrar,  cuando  han  sido  las  cerillas  fosfóricas  la  causa 
del  envenenamiento,  restos  del  mastique  azul  ó rojo  en  el  estómago  é 
intestinos.  Además  de  todas  esas  alteraciones  semejantes,  no  solo  á las  de 
otros  venenos  inflamatorios,  sino  á las  inflamaciones  ordinarias,  hay  otra 
clase  de  lesiones  recien  observadas,  que  caracterizan  esa  intoxicación, 
siquiera  no  le  sean  exclusivas.  Hablo  de  la  esteatosis , ó degeneración 
grasicnta  de  ciertos  órganos. 

Según  las  interesantes  observaciones  de  E.-Fritz,  L.  Rouvier  y J.  \ er- 
liac  , la  esteatosis  no  se  presenta  mas  que  en  el  hígado,  rinones,  corazón 
y músculos  de  la  vida  animal;  la  han  buscado  en  vano  en  otras  partes. 
Sin  embargo,  el  doctor  Cornil  la  ha  visto  en  las  glándulas  del  estómago, 
en  un  caso  observado  en  el  hospital  Larriboisiere,  servicio  de  M.  Tardieu. 

El  hígado  degenerado  conserva  su  forma ; pero  está  por  lo  común  au- 


- 976  — 

pntado  de  volumen;  sus  bordes  , ligeramente  redondeados;  su  consis- 
tencia disminuida ; está  reblandecido,  friable , y guarda  la  impresión  del 
dedo  • su  superficie  lisa  y teñida  de  color  uniforme , blanco  amarillento 
opaco’  unas  veces , otras  piqueteado  de  rojo ; sus  lóbulos  se  designan  en 
forma  de  manchas  amarillas,  del  volumen  de  un  grano  de  mijo,  con  fondo 
rojo,  formado  por  el  sistema  vascular  interlobular.  Si  se  corta  y com- 
prime, fluye  un  líquido  oleoso  y poca  sangre. 

Examinadas  al  microscopio  las  celdillas  hepáticas,  ofrecen  varios  gra- 
dos de  alteración.  En  el  primero  conservan  su  forma  y dimensiones  nor- 
males, y están  en  parte  llenas  de  granulaciones  grasicntas,  linas,  que 
ocultan  su  núcleo.  En  el  segundo,  la  célula  está  llena  á la  vez  de  granu- 
laciones y glóbulos  oleosos.  En  el  tercero,  las  celdillas  están  destruidas, 
y los  granulos  grasos  se  presentan  libres,  en  gran  número,  en  medio  del 
extremo  célulo-vascular.  El  tejido  celular  ó conjuntivo  perilobular  está 
hipertrofiado,  y entre  sus  laminillas  se  hallan  infiltrados  núcleos  ovales 
y granulaciones  grasicntas;  las  celdillas  epiteliales  de  los  canalículos 
biliosos  están  igualmente  infiltradas  de  gránulos  grasos.  La  vejiga  de  la 
hiel  tiene  poca  bilis. 

A veces,  las  esteatosis  del  hígado  es  general,  otras  parcial;  solo  ocupa 
una  porción  de  cada  lóbulo,  y no  es  raro  ver  partes  enteramente  sanas 
en  medio  de  otras  degeneradas. 

Los  riñones , cuando  es  incipiente  la  esteatosis , á simple  vista  apenas 
presentan  en  su  sustancia  cortical  alteraciones  apreciables,  aunque  estén 
en  plena  degeneración  ; algunos  lúbulos  están  del  todo  sanos , al  paso 
que  otros  contienen  granulaciones  adiposas , ya  inira  ya  extra-celulosas. 

Cuando  está  muy  adelantada , los  riñones  aumentan  de  volumen  y se 
reblandecen ; tienen  un  color  rojo  amarillento,  los  vasos  sanguíneos  se 
hallan  ingurgitados  de  sangre , y los  glomérulos  de  Malpigio,  rojos  y 
muy  perceptibles  , se  destacan  sobre  el  fondo  de  la  sustancia  cortical  hi- 
pertrofiada. La  sustancia  medular  presenta  un  aspecto  normal.  Los  túbu- 
los  de  la  cortical  tienen  muchas  granulaciones  adiposas  que  los  llenan  por 
completo,  reemplazando  las  células  epiteliales  que  normalmente  tapizan 
esos  conductos.  Los  glomérulos  están  revestidos  de  sus  células , y no  con- 
tienen una  sola  granulación.  En  los  tubos  de  la  sustancia  medular  hay 
algunas  granulaciones;  pero  como  conservan  su  epitelio  normal,  es  pro- 
bable que  provengan  de  las  de  la  cortical. 

La  esteatosis  del  corazón  sigue  una  marcha  análoga  á la  del  hígado  y 
riñones;  está  reblandecido,  friable,  y de  un  color  amarillo  rojizo;  tan 
pronto  invade  toda  la  viscera , tan  pronto  solo  algunos  puntos  de  ella ; la 
transformación  adiposa  es  completa , ó solo  está  constituida  por  algunas 
granulaciones  diseminadas  en  las  bases  primitivas , las  que  pierden  su 
disposición  estriada. 

Los  músculos  de  la  vida  animal , y hasta  las  fibras  musculares  de  los 
intestinos  y las  de  las  venas  gruesas  se  infiltran  también  de  grasa.  La 
lengua , el  diafragma , los  músculos  del  tronco  y miembros  son  suscep- 
tibles de  esa  transformación , si  bien  no  es  raro  que , en  medio  de  los 
transformados , se  hallen  otros  sanos. 

Las  glándulas  del  estómago  son  también  susceptibles  de  esteatosis:  la 
mucosa  se  pone  mamelonada  y amarillenta  en  toda  su  superficie  ; mira- 
das las  glándulas  á simple  vista  ó con  poco  aumento,  son  opacas  á la  luz 
directa , y blancas  á la  refleja.  A 200  diámetros , y mas  á 420,  tienen  un 
grueso  normal  ó algo  mayor ; su  membrana  está  sana  y delgada , y su 


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contenido  se  compone  de  células  epiteliales  llenas  de  granulaciones  finas. 
En  muchas  de  ellas  ya  no  se  pueden  distinguir  las  celdillas  epiteliales, 
cubiertas  ó reemplazadas  por  granulaciones  mayores , amarillentas  y re- 
fringenles,  teniendo  de  una  á tres  milésimas  de  milímetro.  Todas  las 
glándulas  están  alteradas;  ninguna  tiene  la  transparencia  normal. 

La  intoxicación  por  el  fósforo  y sus  preparados  podría  evitarse  muy  fá- 
cilmente, puesto  que  el  fósforo  rojo  no  es  venenoso,  y que  se  ha  probado 
que  la  fabricación  de  las  cerillas  no  sufriría  nada,  empleándole  en  lugar 
del  ordinario:  en  bien  de  la  humanidad  deberían  los  fabricantes  emplear 
el  fósforo  rojo  ó amorfo,  y los  gobiernos  obligarlos  á ello.  Así  no  serian 
tan  fáciles,  ni  los  accidentes,  ni  los  suicidios,  ni  los  asesinatos  con  ese 
veneno. 

Ya  que  no  se  quiera  emplear  esa  profilaxis , que  seria  lo  mas  seguro, 
la  intoxicación  fosfórica  se  combatirá  siguiendo  las  reglas  generales.  Su 
mejor  contraveneno  es  lo  que  le  impida  su  contacto  con  los  tejidos,  su 
combinación  con  el  oxígeno,  y su  disolución  y difusión , y lo  que  neutra- 
lice los  productos  que  se  forman.  La  albúmina,  el  agua  de  almidón  y la 
magnesia  pueden  llenar  esa  indicación  primera.  La  magnesia,  á mas  de 
envolver  el  fósforo  en  fragmentos,  polvo,  pasta  ó cerillas,  satura  los  áci- 
dos que  se  forman  , é impide  la  disolución  del  veneno. 

El  doctor  Baresi  ha  dado  la  siguiente  fórmula  como  contraveneno  efi- 
caz del  fósforo  : cocimiento  concentrado  de  raiz  de  malvavisco,  900  gra- 
mos ; magnesia  calcinada,  30;  hiposulíito  de  sosá , 30;  goma  arábiga 
pulverizada,  30;  almidón,  30;  jarabe  de  amapola  blanca,  áO  , y extracto 
gomoso  de  opio,  0,15 gr.  Se  empieza  por  disolver  el  almidón  en  el  coci- 
miento emoliente,  y luego  se  añade  la  magnesia,  el  hiposulfiío,  la  goma, 
el  extracto  de  opio  y el  jarabe.  Se  toma  á dosis  pequeñas  y repetidas. 

Inmediatamente  debe  facilitarse  el  vómito,  la  expulsión  de  la  sustancia 
tóxica.  Es  preferible  el  vómito  que  las  cámaras;  pero  si  se  llegara  un 
poco  tarde  , podrá  administrarse  el  citrato  de  magnesia. 

llav  que  evitar  los  aceites  y cuerpos  crasos , porque  disuelven  el  fós- 
foro, Él  agua  pura  , á falta  de  otra  cosa,  fria  ó caliente,  en  abundancia, 
facilitará  el  vómito,  con  el  cual , si  se  socorre  pronto  al  intoxicado,  se 
puede  obtener  un  éxito  completo.  Yo  libré  de  una  catástrofe  á una  seño- 
rita que  se  había  tomado  una  caja  de  cabecillas  de  cerillas  fosfóricas, 
administrándole  el  emético  y agua  en  abundancia.  Con  ello  arrojó  todas 
las  cerillas,  que  empezaban  á reblandecerse,  y ó los  dos  dias  esuiba  com- 
pletamente bien. 

Si  se  han  desenvuelto  síntomas  flogíslicos  en  el  tubo  digestivo,  hay 
que  dar  bebidas  emolientes , mucilaginosas,  laudanizadas,  terroncitos 
de  nieve  , leche , fomentos  y evacuaciones  sanguíneas , locales  y gene- 
rales, si  ia  intensidad  de  los  síntomas  flogíslicos  los  indican.  Algunos 
revulsivos  acaso  producen  buen  resultado. 

En  cuanto  á las  perturbaciones  generales  debidas  á la  absorción  del 
fósforo  puro  ó combinado,  hay  poco  veneno.  Algunos  administran  el  ace- 
tato de  amoníaco  , que  no  da  gran  resultado.  Hay  que  tratar  al  en- 
fermo como  si  estuviera  bajo  el  influjo  de  un  anestésico.  Hacerle  respirar 
aire  puro,  sostenida  la  respiración , promover  la  diaforesis  y diuresis, 
con  el  fin  de  que  se  elimine  cuanto  antes  el  veneno  de  la  masa  de  la  san- 
gre. Todas  las  esperanzas  de  salvación  están  en  la  prontitud  del  socorro, 
y en  la  expulsión  del  fósíoro  ó sus  preparados , antes  que  perforen  el  es- 
tómago é intestinos , y antes  que  sea  absorbido. 

TOX1ÜOLOGÍA.  — 62 


— 978  — 

í ñ anopsia  que  se  practique  en  esos  casos  exige  gran  cuidado,  ya  en 
ver  si  se  desprenden  vapores  blancos  y olor  aliáceo,  al  abrir  el  estómago 
é intestinos,  y si  se  encuentran  en  ellos  fragmentos,  ó polvo  de  fósforo, 
ó cabecillas  de  cerillas  fosfóricas,  ó restos  de  su  mastique  azul  ó rojo’. 
Igualmente  hay  que  notar  con  cuidado,  no  solo  las  alteraciones  debidas 
á^la  inflamación,  sino  las  degeneraciones  grasientas  que  pueden  tener  las 
glándulas  del  estómago,  el  hígado,  el  corazón  , los  riñones  y los  múscu- 
los. Si  á simple  vista  no  se  notan  bien  esas  transformaciones,  se  exami- 
narán al  microscopio. 

Cuando  el  sugeto  sucumba , habrá  que  someter  lo  arrojado  por  sus 
vías  gástricas  y rectales,  lo  mismo  que  sus  órganos,  á las  análisis  quí- 
micas. Digamos,  antes  de  ocuparnos  en  ellas,  algo  relativo  á las  propie- 
dades físicas  y químicas  del  fósforo  y sus  preparados. 

El  fósforo  es  un  cuerpo  simple,  metaloídeo,  sólido  á la  temperatura 
ordinaria.  He  dicho  que  le  hay  incoloro,  blanco,  negro  y rojo. 

El  incoloro  es  translúcido,  de  un  aspecto  córneo,  con  un  matiz  ligera- 
mente blanco-amarillento , en  forma  de  palitos  como  macarrones,  flexi- 
bles y fácilmente  rayables  por  la  uña  : quebradizo,  de  fractura  cristalina 
á 20  grados  si  contiene  1/1000  de  azufre,  y puro  á —0,  desprendiendo 
olor  de  ajos;  fácilmente  inflamable  á menos  de  100  grados,  esparciendo 
vapores  blancos  formados  de  ácido  fosforoso  y fosfórico  al  contacto  del 
aire;  si  se  frota,  se  .inflama  mas  pronto,  y brilla  mucho,  con  vapores 
blancos  de  ácido  fosfórico  anhidro.  No  brilla  en  el  aire  comprimido, 
ni  en  el  oxígeno , á la  presión  ordinaria;  brilla  mas  en  el  aire  rarefacto. 
Yarias  sustancias  le  impiden  que  brille  en  la  oscuridad  ; tales  son  ; los 
hidrocarburos,  el  aceite  de  petróleo,  la  esencia  de  trementina,  la  creo- 
sota , el  éter,  el  alcohol,  el  hidrógeno  bicarbonado,  el  amoníaco,  etc. 
Es  insoluble  en  el  agua ; á 43  grados  conserva  el  estado  líquido  ; pero  al 
enfriarse  se  pone  pulverulento.  Otro  tanto  hace  en  alcohol  á 33  grados. 
El  sulfuro  de  carbono  le  disuelve  perfectamente  en  la  proporción  de  20 
partes  de  fósforo  y una  de  sulfuro.  Los  aceites,  los  cuerpos  crasos,  le 
disuelven  en  frió  rápidamente.  Los  aceites  esenciales , en  caliente,  le  di- 
suelven también. 

El  ácido  nítrico  le  disuelve,  haciéndole  pasar  al  estado  de  ácido  fosfó- 
rico. Otro  tanto  hace  el  agua  regia.  Se  combina  en  diferentes  proporcio- 
nes con  el  cloro,  yodo  y bromo.  Una  disolución  de  potasa  ardiendo,  ó 
una  papilla  de  hidrato  de  cal , hacen  desprender  hidrógeno  fosforado, 
que  se  inflama , y le  transforma  parcialmente  en  hipofosfito. 

El  fósforo  blanco  es  el  incoloro  alterado  por  la  luz  solar  ó por  el  arsé- 
nico. Puesto  el  incoloro  al  contacto  de  la  luz  solar,  no  tarda  en  cubrirse 
de  una  capa  blanquecina  mas  ó menos  espesa  que  le  hace  perder  la  tras- 
parencia. Los  químicos  no  están  de  acuerdo  sobre  el  verdadero  estado  ó 
naturaleza  de  ese  fósforo.  Pelouze  le  considera  como  un  hidrato  de  fós- 
foro. Rose  cree  que  el  agua  se  halla  en  él  al  estado  higroscópico.  Mul- 
der  le  mira  como  un  compuesto  de  óxido  de  fósforo  é hidrógeno  fosfo- 
rado. Dupasquier  dice  que  el  matiz  amarillo-verdoso  que  tiene  el  fósforo 
del  comercio,  se  debe  al  arsénico,  que  le  impurifica  al  estado  de  fósforo. 
Según  experimentos  de  Marchaud , parece  que  la  Opinión  de  Henry  Rose 
es  la  mas  fundada. 

Fósforo  negro. — Es  un  estado  alotrópico  que  se  obtiene  enfriando  brus- 
camente el  fósforo  incoloro , después  de  calentado  á 60  ó 70  grados,  en 
un  tubo  cerrado  por  un  extremo  que  contenga  agua  destilada.  Cuantas 


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mas  veces  haya  sido  destilado  el  fósforo,  mas  fácil  es  ponerle  negro  de 
esa  suerte. 

Fósforo  rojo.  — Expuesto  á la  irradiación  solar,  tanto  en  el  vacío  como 
en  una  atmósfera  de  un  gas  que  no  tenga  acción  sobre  el  fósforo,  como 
el  ázoe,  el  hidrógeno  ó el  ácido  carbónico,  toma  un  color  rojo.  Es  otro 
estado  alotrópico  del  mismo  cuerpo,  como  lo  dijo  Berzelius,  contra  los 
que  le  tenían  por  un  óxido  de  fósforo.  Schroetter  ha  dado  á conocer  el 
fósforo  rojo  con  todas  sus  propiedades  tan  diferentes  del  incoloro,  y que 
le  hacen  muy  digno  de  estudio. 

El  calor,  como  la  luz , hace  pasar  el  fósforo  al  estado  rojo  ó amorfo. 
A 215  grados  toma  un  color  de  carmin , se  espesa  y pone  opaco.  Si  se 
pone  al  sol , y entre  240  y 250  grados , es  mas  rápido  el  cambio. 

El  fósforo  rojo  ó amorfo  está  en  polvo  ó en  masa : de  color  vario , entre 
moreno  rojo  ó rojo  de  escarlata , ó violáceo ; tiene  cierto  brillo  metálico 
imperfecto;  parece  negro  en  sus  fracturas,  que  son  conchoídeas.  Hú- 
medo, es  mas  vivo  su  matiz ; si  se  frota  con  un  papel , se  pone  deslucido. 
Es  inodoro  , no  se  evapora  ni  inflama  al  aire  seco , aunque  se  caliente , y 
es  muy  duro.  Su  densidad  es  mayor  que  la  del  fósforo  ordinario  : este  e"s 
de  1,77,  y aquel  de  2,100.  Es  completamente  insoluble  en  el  agua,  al- 
cohol, sulfuro  de  carbono  y protocloruro  de  fósforo.  En  caliente  solo  le 
disuelven  un  poco  la  esencia  de  trementina  y algunos  líquidos  en  ebu- 
llición. 

Solo  se  combina  con  el  oxígeno  á 200  grados , y más  á 300 , en  cuyo 
caso  luce  en  la  oscuridad.  A 230  grados  se  disuelve  en  el  azufre.  El  cloro 
se  combina  con  él  á la  temperatura  ordinaria , formando  primero  proto- 
cloruro, luego  percloruro,  con  desprendimiento  de  calor,  pero  sin  luz. 
Si  se  somete  á una  corriente  de  cloro,  calentándole,  arde;  pero  al  en- 
friarle, se  apaga.  El  agua  de  cloro  le  disuelve  mejor  que  el  fósforo  ordi- 
nario. El  clorato  de  potasa  triturado  con  el  fósforo  rojo,  produce  una 
detonación,  seguida  de  calor  y luz.  La  potasa  hirviendo  le  disuelve,  y se 
desprende  hidrogeno  fosforado,  que  no  se  inflama  espontáneamente,  que- 
dando un  residuo  de  fósforo  de  color  de  chocolate,  el  cual,  fundido  con 
fósforo  ordinario,  puede  dar  fósforo  negro.  Es  mas  fácilmente  atacable 
por  los  ácidos  sulfúrico  y nítrico,  y. se  inflama  á la  presencia  del  ácido 
crómico  v del  bicromato  de  potasa.  Otro  tanto  haceá  la  del  óxido  de  co- 
bre y peróxido  de  manganeso,  en  caliente.  El  azúcar  y las  demás  sus- 
tancias análogas  pueden  ser  mezcladas  con  ese  fósforo,  sin  temor  de  que 
se  inflame. 

Además  del  fósforo  puro  , hay  varios  de  sus  preparados  que  también 
se  hacen  venenosos.  Hay  los  medicinales , las  pastas  para  matar  ratones, 
y,  sobre  todo,  las  cerillas  fosfóricas . 

Entre  los  medicinales  hay  las  píldoras  de  Zadig,  la  solución  alcohóli- 
ca , etérea,  el  vinagre,  el  aceite  y la  pomada  fosforados. 

Las  pastas  tienen  varia  composición  , la  que  conviene  dar  á conocer, 
lié  aquí  unas  cuantas  : 

Fósforo  dividido,  4 partes ; se  funde  con  10  de  agua  al  baño  de  maría, 
y se  añade  5 de  harina;  luego  se  mezcla  en  un  mortero  con  5 de  tocino, 
750  de  harina , 8U  de  azúcar  y bastante  cantidad  de  agua  para  hacer  una 
masa , de  la  cual  se  forman  bolitas. 

Proth  hacia  otra  con  98  gramos  de  cola  de  pasta  y 2 de  fósforo  di- 
vidido. 

La  pasta  de  Dubovs  se  compone  de  20  gramos  de  fósforo,  400  de 


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água  hirviendo,  400  de  harina,  200'de  aceite  de  nueces  y 250  de  azúcar 
en  polvo. 

Por  último , se  hace  otra  pasta  con  8 gramos  de  fósforo  dividido,  18  de 
agua  tibia,  180  de  harina  de  centeno,  180  de  manteca  derretida  y 125  de 
azúcar. 

Otro  tanto  sucede  con  las  pastas  para  las  cerillas  fosfóricas.  ÍTay  una 
que  se  compone  de  20  partes  de  fósforo , 50  de  goma  arábiga , 30  de  ni- 
trato ó clorato  de  potasa  y 0,5  de  azul  de  Prusia,  ó bien  de  ocre  rojo,  ó 
bien  0,1  de  bermellón. 

Otra  se  forma  con  4 partes  de  fósforo,  10  de  nitrato,  3 de  minio  y 6 de 
cola  fuerte. 

Por  último,  hay  otra  que  algunos  llaman  de  cerillas  de  lujo,  formada 
de  2 partes  y 5 décimos  de  fósforo,  de  igual  cantidad  de  goma , 3 partes 
de  agua , otras  3 de  clorato  de  potasa , 2 de  arena  fina  y 5 décimos  de 
materia  colorante. 

La  parle  activa  de  todos  esos  preparados  es  siempre  el  fósforo;  y la  ac- 
ción maléfica  que  ejercen  , siempre  se  debe  á él. 

Hay,  además,  el  hidrógeno  fosforado,  que  ya  hemos  visto  entre  ios  ve- 
nenos gaseosos , el  ácido  fosforoso , el  hipofosforoso , el  hipofosfórico  y 
fosfórico.  En  algunos  de  estos  es  también  el  fósforo  el  que  produce  la 
intoxicación ; en  otros  es  el  compuesto. 

En  un  caso  práctico  de  envenenamiento  por  el  fósforo , por  lo  tanto , 
podemos  hallarle  en  las  materias  que  se  sometan  á las  análisis  en  estados 
diferentes , en  el  de  fósforo,  ácido  fosforoso  ó hipofosforoso , ácido  fosfó- 
rico y de  sal  ó de  fosfato.  De  aquí  la  necesidad  de  variar  las  operaciones 
analí  tico-químicas. 

Si  el  fósforo  está  en  sustancia , hay  varios  medios  de  descubrirle. 
Damos  por  supuesto  que  se  examinan  atentamente  las  materias,  tanto 
arrojadas  por  vómitos,  como  los  órganos,  para  ver  si  se  descubren  frag- 
mentos, polvo  ó cabezas  de  cerillas.  A veces  basta  examinarlas  en  la  os- 
curidad, revolverlas  ó apretarlas,  para  que  se  presenten  puntos  luminosos, 
vapores  blanquecinos,  y olor  aliáceo.  En  uno  de  nuestros  casos  prácticos 
bastó  triturar  unas  bolas  de  pasta,  que  se  habían  amasado  para  matar 
unos  cerdos , y los  fragmentos  de  fósforo  que  contenían  se  pusieron  en 
evidencia,  no  solo  á oscuras,  sinoá  la  luz. 

Si  se  calienta  gradualmente  un  poco  de  esas  materias  encima  de  un 
pedazo  de  palastro,  también  se  ven  puntos  luminosos,  en  especial  á la 
oscuridad. 

Cuando  el  fósforo  no  es  tan  visible,  ni  tan  fácilmente  descubierto,  se 
puede  tratar  una  porción  de  materias  con  alcohol,  ó éter ; revolverlo  todo 
bien , y luego  filtrar;  un  poco  de  agua,  que  se  añade  á los  licores  alco- 
hólicos ó etéreos , basta  para  hacer  precipitar  en  polvo  fino  el  fósforo  que 
se  halla  disuelto. 

Si  se  concentra  parte  de  esos  licores  en  un  baño  de  arena  y á tempe- 
ratura moderada , se  ven  centellear  porcioncitas  de  fósforo,  que  arden  en 
la  superficie  del  líquido. 

Prendiendo  fuego  á esos  licores,  arden  con  el  color  propio  de  su 
llama  , y apagándolos  antes  que  se  consuma  el  líquido,  este  tiñe  de  rojo 
el  papel  azul  de  tornasol.  Tratado  en  seguida  con  nitrato  de  plata,  hay 
un  precipitado,  primero  amarillento-blanco,  luego  rojizo  y al  fin  negro. 
oí  hay  mucho  fósforo , es  negro  en  seguida  el  precipitado. 

lambien  puede  tratarse  otra  porción  de  materia  con  agua  destilada» 


— 981  — 

filtrar  con  un  lienzo,  retorcerle , y tratar  lo  filtrado  con  nitrato  de  plata, 
que  precipita,  primero  en  amarillo,  luego  moreno  y al  fin  negro.  El 
lienzo,  extendido  y calentado , da  vapores  blancos.  Si  se  trata  por  el  ni- 
trato argéntico,  se  pone  igualmente  negro;  el  fósforo  reduce  el  metal. 

M.  Lipowits  trata  las  materias  con  un  poco  de  ácido  sulfúrico  muy 
puro,  y algunos  pedacitos  de  azufre  puro  también,  y luego  destila.  En 
el  residuo  de  la  destilación  se  halla  fósforo,  que  á 10Ó  grados  se  hace  lu- 
minoso á la  oscuridad.  Este  proceder  no  sirve  para  cantidades  mínimas. 

Reved  propone  tratar  las  materias  con  sulfuro  de  carbono , que  di- 
suelve el  fósforo,  desecándolas  antes  á la  máquina  neumática,  y además 
quiere  que  se  investigue  la  presencia  del  clorato  de  potasa , que  suelen 
tener  las  cerillas.  La  desecación  es  larga;  la  disolución  no  es  pura  , por- 
que el  sulfuro  disuelve  también  las  materias  grasas,  y eso  es  complicar 
la  operación;  y en  cuanto  al  clorato,  no  todas  las  cerillas  le  tienen;  hay 
muchas  que  se  hacen  con  nitrato. 

Dusart  cree  que,  metiendo  las  materias  en  un  frasco,  donde  se  des- 
prenda hidrógeno,  este  puede  dar  una  llama  verde,  si  hay  fósforo.  Este 
proceder  está  sujeto  á error. 

Custofle  de  Beilstein  ha  hecho  aplicación  de  la  espectrometría  á la 
llama  del  hidrógeno,  producida  por  el  proceder  de  Dusart;  pero  no  me- 
rece este  medio,  en  el  estado  actual  de  la  ciencia  , ninguna  confianza. 

El  medio  mejor  para  probar  la  existencia  del  fósforo  en  sustancia  en 
las  materias , es  el  aparato  de  Milscherlich.  Hé  aquí  en  qué  consiste  este 
aparato  : 

Es  un  balón  de  vidrio,  al  que  se  adapta  un  tubo  vertical  que  se  en- 
corva horizontalmente,  y luego  se  replega  verticalmente,  atravesando 
un  manguito  de  vidrio,  por  el  cual  circula  agua  fria ; el  extremo  del  tubo 
va  á parar  á una  probeta.  Esta  disposición  sencillísima  puede  modifi- 
carse , como  lo  han  hecho  muchos;  pero  siempre  en  el  fondo  viene  á ser 
el  mismo  el  aparato.  Lo  que  importa  es  que  el  sitio  donde  se  opere  esté 
bien  á oscuras. 

El  balón  recibe  cierta  cantidad  de  materias  sospechosas,  cortadas  á 
pedacitos,  y agua  destilada,  si  son  sólidas  y á modo  de  una  papilla,  si 
son  blandas;  se  les  añade  ácido  sulfúrico  diluido;  y esto  dispuesto,  se 
coloca  el  balón  en  un  baño  de  arena , que  se  calienta  de  modo  que  haga 
hervir  pronto  el  contenido,  por  medio  de  una  homilía  evaporatoria.  Tam- 
bién puede  calentarse  el  balón  con  la  lámpara  de  alcohol , sosteniéndole 
con  una  abrazadera,  y colocando  debajo  telas  metálicas.  A pocos  instan- 
tes de  estar  calentándose  el  balón  á la  oscuridad  , se  ven  resplandores 
fosfóricos  en  el  tubo , atravesando  el  manguito  hasta  la  probeta.  Este 
aparato  es  muy  sensible;  un  miligramo  de  fósforo  basta  para  que  dé  lu- 
ces por  espacio  de  una  hora;  una  cerilla  fosfórica  puede  hacer  casi  otro 
tanto,  siquiera  esté  mezclada  con  150  gramos  de  materias. 

Siempre,  pues,  que  ese  aparato  dé  este  resultado  , podrá  afirmarse  que 
hay  fósforo  en  sustancia. 

No  solo  le  dan  las  materias  procedentes  del  estómago,  y este  y los  in- 
testinos. El  higado,  el  bazo  y los  riñones  pueden  hacer  otro  tanto. 

Si  el  fósforo  no  se  halla  ai  estado  puro;  si  se  encuentra  al  estado  de 
ácido  fosforoso  ó hipofosforoso,  podrá  hacerse  lo  siguiente: 

Tomar  las  materias  con  agua  destilada , cuando  una  disolución  en  al- 
cohol no  ha  dado  resultado  ninguno  con  ácido  sulfhídrico  y sulfuro  amó- 
nico; filtrar  y tratar  lo  filtrado  con  papel  azul  de  tornasol  que  se  enro- 


— 982  — 

• ^ Fi  sulfato  de  manganeso  pierde  su  color  de  rosa  en  contacto  con  el 
i6  or  Concentrando  un  poco  del  licor  y haciendo  el  vacío , se  obtienen 
•fisiáles  paralelipí pedos  de  ácido  fosforoso.  Calentando  al  aire  aparece, 
después  de  algunos  minutos  de  ebullición,  una  llama  amarillenta;  sé 
produce  hidrógeno  fosforado  y en  el  fondo  del  vaso  ácido  fosfórico. 

flecho  esto  se  puede  tratar  ía  materia  con  ácido  nítrico  puro  ó con 
una  corriente  de  cloro;  el  ácido  fosforoso,  hipofosforoso  y hasta  el  fós- 
foro en  sustancia , si  está  mezclado  con  ellos , se  transforma  en  ácido  fos- 
fórico , el  cual  precipita  por  el  agua  de  barita  ó el  cloruro  bárico  en 
blanco,  y el  nitrato  de  plata  en  amarillo,  sin  que  descomponga  el  ácido 
el  sulfhídrico. 

El  ácido  hipofosforoso  no  precipita  por  el  agua  de  barita;  el  fosforoso  sí. 
En  el  aparato  de  Mistcherlieh , aparecen  resplandores  como  con  el 
fósforo  en  sustancia,  cuando  hay  ácido  fosforoso,  ó hipofosforoso. 

Si  pudiera  haber  interés  en  distinguir  cuándo  es  el  fósforo  el  que  da 
las  luces  en  el  aparato  de  Mitscherlich , cuándo  el  ácido  fosforoso  ó 
hipofosforoso,  bastaría,  según  Reveil,  desecar  las  materias,  el  hígado, 
bazo  y riñones,  sobre  todo,  en  la  máquina  neumática,  al  lado  defrag- 
mentos  de  cal  viva : cuando  estén  bien  secos  se  cortan  á pedazos  y se  co- 
locan en  una  plancha  caliente  á la  oscuridad  y se  presenta  la  fosfores- 
cencia, cuando  es  fósforo. 

Persoz,  Oppermann  y Villemin  han  demostrado  la  presencia  de  los 
compuestos  poco  oxidados  de  fósforo  por  medio  del  permanganato  y bi- 
cromato de  potasa,  que  se  destiñen  tratados  con  dicho  licor  que  contenga 
dichos  ácidos.  También  parece  que  impiden  la  reacción  del  yodo  sobre 
el  almidón. 

Por  último , el  fósforo  puede  estar  ya  al  estado  de  ácido  fosfórico  ó 
fosfato,  y en  este  caso  ya  no  puede  probar  tanto  la  intoxicación  por  el 
fósforo,  puesto  que  existen  naturalmente  en  la  economía  fosfatos.  Aunque 
naturalmente  haya  en  el  cuerpo  humarlo  fósforo,  la  presencia  de  este  y 
de  los  ácidos  fosforoso  é hipofosforoso  no  puede  engañar , porque  estos 
ácidos  no  se  hallan  normalmente,  ni  el  fósforo  se  revela,  porque  no  está 
puro,  sino  en  estado  de  combinación.  Respecto  de  los  fosfatos  no  es  así; 
y en  un  caso  de  envenenamiento  hay  que  atender  á la  mucha  cantidad 
que  se  halla  de  esa  sal  en  las  materias  examinadas.  Si  alguna  vez  puede 
tener  utilidad  la  cuestión  de  cantidad  será  en  ese  último  caso. 

El  ácido  fosfórico  se  reconocerá  fácilmente,  porque  el  agua  destilada 
con  la  que  se  tratan  las  materias  le  disolverá  , teñirá  de  rojo  el  papel 
azul  de  tornasol , precipitará  en  blanco  por  el  cloruro  bárico , eu  blanco 
soluble  en  el  ácido  clorhídrico , en  amarillo  por  el  nitrato  de  plata  , sin 
descomponerse  por  el  ácido  sulfhídrico.  El  nitrato  de  urano  le  precipita 
también  aunque  esté  en  poca  cantidad. 

Iguales  reacciones  se  obtienen,  si  se  halla  al  estado  de  fosfato. 
Sabiendo  que  la  materia  cerebral  es  la  mas  rica  en  fósforo , conte- 
niendo 0,46  por  100;  si  se  obtiene  de  las  materias  sospechosas  mayor 
proporción  que  esa,  podrá  ser  una  prueba  de  que  proviene  ese  fósforo 
de  un  envenenamiento,  si  esos  resultados  están,  por  otra  parte,  en  ar- 
monía con  los  síntomas  y la  anatomía  patológica. 

Para  averiguar  esa  proporción  , no  habrá  mas  que  tomar  una  cantidad 
determinada  de  materias  mezcladas  con  carbonato  potásico  con  un  poco 
de  nitrato  de  potasa ; calcinar,  lomar  el  residuo  con  agua  saturada  de 
ácido  clorhídrico  concentrado,  y tratarla  con  nitrato  de  magnesia  y luego 


- 983  - 

amoníaco;  lavar  y secar  el  precipitado  de  fosfato  amónico  magnésico, 
pesarle  y deducir  el  peso  de  fosfato , de  ácido  fosfórico  y de  fósforo,  que 
se  obtenga  según  las  reglas  que  hemos  establecido  en  la  página  768  y 

siguientes.  , , . . 

Lo  que  hemos  dicho  del  fósforo  en  sustancia,  de  las  pastas  fosfóricas  y 
de  las  cerillas,  es  aplicable  á todos  los  demás  preparados  de  ese  meta- 
loídeo. 

g II.— Yodo  y sus  preparados. 

El  yodo,  sus  tinturas  alcohólica  y etérea,  y los  yoduros  de  potasio, 
hierro  , etc. , son  los  únicos  de  que  voy  á decir  dos  palabras.  Ora  sea  el 
yodo , ora  cualquiera  de  sus  preparados , siempre  es  ese  metaloídeo  el 
agente  de  la  intoxicación  cuando  la  hay.  Si  es  yoduro  de  mercurio,  lo  es 
todo  el  compuesto. 

El  yodo  puede  obrar  como  cáustico , puesto  en  contacto  con  los  teji- 
dos; pero  rara  vez,  por  no  decir  ninguna,  se  presenta  en  la  práctica 
caso  alguno  de  esa  especie.  Los  pocos  casos  que  puede  haber  son  debi- 
dos mas  bien  á excesos  de  dósis  medicinales , á saturaciones  extremadas 
de  yodo  ó de  yoduros. 

La  dósis  medicinal  mayor  de  la  tintura  de  yodo  es  10  gotas.  En 
cuanto  al  yoduro  de  potasio  se  puede  tomar  á grandes  cantidades.  Hay 
quien  le  da  á media  dracma  por  dia.  Sin  embargo,  la  saturación  no  es- 
taría muy  lejos,  y,  como  es  consiguiente , la  intoxicación  tampoco. 

La  acción  de  todos  estos  preparados  es  excitante,  inflamatoria,  en  es- 
pecial del  sistema  linfático  y órganos  de  la  generación.  Además  de  los 
vómitos,  despeños  y dolores  que  á fuer  de  irritantes  producen  , hay  tem- 
blores, movimientos,  convulsiones,  síncopes,  y á veces  hay  eructacio- 
nes violentas  y pérdidas  uterinas. 

La  gangrena  del  estómago  y de  los  intestinos  es  una  de  las  alteraciones 
de  tejido  que  provocan,  dados  en  considerable  cantidad.  En  poca  canti- 
dad , tanto  el  yodo  como  sus  preparados,  se  soportan  bien. 

La  medicación  especial  desemejante  intoxicación  es  poca  cosa,  fuera 
de  lo  que  en  las  generalidades  llevamos  dicho.  Un  ligero  cocimiento  de 
almidón,  como  contraveneno  del  yodo  y sus  preparados,  es  aconsejado 
por  los  autores  en  estos  casos  particulares  ; sónlo  también  las  lavativas 
almidonadas.  Tales  son  los  medios  especiales  que  se  asocian  á la  medica- 
ción antiflogística  y calmante  indicada  en  tales  casos. 

El  yodo  y sus  preparados  alteran  las  bebidas  y alimentos,  y son  fáci- 
les de  reconocer  por  sus  propiedades  físicas  y químicas.  El  yodo , el  yo- 
duro y las  píldoras  son  sólidas.  El  yodo  está  en  pequeñas  láminas,  da 
un  color  azulado  y brillo  metálico.  Mancha  de  amarillo  el  papel  blanco 
ó la  piel;  tiene  un  olor  análogo  al  del  cloro  líquido.  Si  se  calienta,  se 
evapora  y da  vapores  de  un  bello  color  violado.  Es  poco  soluble  en  el 
agua , á la  que  comunica  cierto  tinte  amarillo.  Es  soluble  en  el  alcohol. 
Su  disolución  tiñe  de  color  de  violeta  la  de  almidón. 

El  yodo  y alguno  de  sus  preparados  no  se  mezclan  fácilmente  con  los 
alimentos  y bebidas,  sin  revelarse  al  menos  por  su  olor  y color.  Cuando 
se  han  efectuado  algunas  de  estas  mezclas , se  filtran  los  líquidos;  si  hay 
yodo  sólido,  queda  en  el  filtro,  y basta  echar  el  papel  en  las  ascuas  para 
que  se  formen  los  vapores  violados.  Si  el  yodo  está  disuelto,  ya  no  es 
fácil  revelarle  ni  con  la  disolución  de  almidón  , porque  con  la  descompo- 
sición del  agua  que  provoca  se  ha  combinado  con  su  oxígeno  ó hidró- 


— 984  — 

0 y por  lo  tanto  lo  que  hay  ya  es  ácido  yódico , ó yodhídrico.  Otro 
tanto 'sucede,  cuando  se  decolora  el  líquido  con  carbón  animal;  pero  debe 
• evitarse  su  empleo,  cuando  se  trate  de  filtrar  líquidos  mezclados  con  los 
preparados  del  yodo,  en  especial  la  tintura  alcohólica. 
y En  semejantes  casos,  el  ácido  nítrico  concentrado  es  el  mejor  reac- 
tivo ; se  echa  en  mucha  cantidad  y se  forma  un  precipitado  de  yoduro  de 
almidón  violado  ó azul,  mas  ó menos  subido.  Se  lava  el  precipitado  va- 
rias veces , y para  asegurarse  que  contiene  yodo  , se  toma  un  poco  , se 
deslíe  en  agua,  se  deja  golear  en  el  filtro  y se  calienta  dentro  de  un  tubo 
de  vidrio  á 80°  ó 90°.  Si  hay  yodo,  pierde  el  color;  y vuelve  á reco- 
brarle enfriándose.  Dado  caso  que  enfriado  no  reapareciese  el  color,  bas- 
taría para  ello  echar  algunas  gotas  de  una  disolución  de  potasa.  Hecha 
esta  prueba , se  agita  otra  porción  en  otro  tubo  con  agua , un  poco  de 
sullido  de  carbono  y ácido  nítrico  concentrado;  el  subido  se  tifie  de  ro.-a 
ó violado  en  el  fondo  del  tubo. 

Si  con  lo  expuesto  no  es  bastante  notable  la  reacción  propia  del  yodo, 
se  colocan  las  materias  en  una  retorta,  á la  que  se  adapta  un  tubo  que 
comunica  con  un  recipiente  cubierto  de  hielo.  En  este  recipiente  hay 
una  disolución  de  almidón. 

Marcha  el  aparato  calentándole;  el  yodo  va  á sublimarse  en  el  reci- 
piente y la  disolución  almidonada  se  tifie  de  violeta.  A veces  el  yodo 
cristaliza  en  la  pared  del  recipiente.  Si  por  la  poca  cantidad  de  yodo  no 
diese  este  resultado , le  daría  suspendiendo  la  operación  después  de 
quince  ó veinte  minutos  de  ebullición , y continuándola  luego  de  haber 
echado  en  la  retorta  algunos  escrúpulos  de  cloro  liquido. 

Si  el  yodo  ó cualquiera  de  sus  preparados  estuviese  mezclado  con  le- 
che, se  coagula  esta  con  ácido  nítrico,  se  filtra  y trata  el  líquido  como 
queda  dicho. 

Cuanto  acabamos  de  exponer  relativamente  al  yodo,  es  aplicable  á 
cada  uno  de  sus  preparados;  esto  es,  agua  yodada,  tintura  alcohóli- 
ca, etc.  El  yoduro  de  potasio  es  el  único  que  merece  una  especial  men- 
ción bajo  algunos  puntos  de  vista. 

Yoduro  de  potasio.  — Su  acción  sobre  la  economía  y el  tratamiento  son 
los  dei  yodo.  Es  blanco,  cristaliza  en  cubos,  tiene  sabor  ácre,  picante, 
es  delicuescente  y muy  soluble  en  el  agua.  Expuesto  al  aire,  se  pone  ama- 
rillo ó rojizo.  Algunas  gotas  de  cloro  líquido  separan  el  yodo,  y si  se 
añade  almidón  deshecho,  se  forma  precipitado  azul , yoduro  de  almidón. 
Los  ácidos  sulfúrico  y nítrico  concentrados  y en  mucha  cantidad  precipi- 
tan yodo.  Filtrado  el  líquido  y quemado  el  filtro  , se  obtienen  los  vapo- 
res característicos  de  este  metaloídeo.  El  reactivo  mas  sensible  es  una 
mezcla  de  almidón,  una  gota  de  cloro  y otra  de  ácido  nítrico.  Cuando 
la  sal  está  disuelta  en  gran  cantidad  de  agua,  es  el  mejor  medio  de 
prueba.  Los  procederes  para  revelarle,  mezclado  con  alimentos,  bebi- 
das, sangre  ó contenido  en  los  sólidos  del  cadáver,  son  los  generales  y 
especiales  que  hemos  expuesto  con  respecto  al  yodo. 


§ III. — Bromo  y sus  preparados. 

Los  únicos  en  que  nos  ocuparémos  son  el  mismo  bromo  y el  bromuro 
se  ^oí^sl°*  k°  Que  del  primero  digamos , será  en  gran  parte"  aplicable  al 

Estudiado  el  yodo  y el  yoduro  , lo  está  el  bromo  y el  bromuro , puesto 


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que  son  cuerpos  de  lá  mayor  analogía.  La  misma  acción  , aunque  algo 
mas  enérgica ; los  mismos  síntomas;  las  mismas  alteraciones  patológi- 
cas de  tejido,  el  mismo  tratamiento.  El  bromo  es  líquido,  rojo-negruzco 
por  reflexión ; rojo-jacinto  por  refracción;  de  olor  desagradable,  análogo 
al  del  ácido  hipocloroso,  sabor  aromático  azafranado,  fuerte,  volátil,  y 
á 47°  hierve , dando  vapores  análogos  á los  del  ácido  nitroso.  Una  vela 
encendida  en  medio  de  estos  vapores  da  un  color  verde  en  su  base,  y rojo 
en  su  punta,  y se  apaga  luego.  Mancha  el  bromo  de  amarillo  los  tejidos, 
y destruye  los  colores  azules  vegetales. 

Es  soluble  en  el  agua,  alcohol  y éter,  á los  cuales  da  un  color  rojo. 
Echado  en  una  disolución  de  nitrato  de  plata  extendida,  forma  un  preci- 
pitado blanco  amarillento  insoluble  en  el  ácido  nítrico  y soluble  en  una 
gran  cantidad  de  amoníaco.  Agitada  el  agua  de  bromo  con  sulfido  de 
carbono,  pierde  el  color,  y el  sulfido  ocupa  el  fondo  del  tubo  con  un  co- 
lor rojo  , tanto  mas  intenso , cuanto  mayor  sea  la  cantidad  de  bromo.  El 
color  le  volatiliza  y se  condensa  en  el  líquido  del  recipiente. 

Si  el  bromo  está  mezclado  con  líquidos  vegetales  ó animales,  y no  es 
perfecta  la  mezcla,  se  separa  por  decantación  y se  reconoce  por  sus  reac- 
tivos. Mas  si  está  disuelto  en  los  líquidos  ó materias,  se  filtra  y se  di- 
vide lo  filtrado  en  dos  partes,  A y B.  A es  tratada  con  el  sulfido  de  car- 
bono , B se  satura  con  la  potasa / al  alcohol,  el  bromo  ó los  ácidos  bró- 
mico  y bromhídrico  que  han  podido  formarse , y se  evapora  hasta  se- 
quedad. Se  carboniza  la  materia  orgánica  . y el  residuo  que  queda  en  el 
crisol  es  tratado  con  un  poco  de  agua  destilada.  Esta  disolución  debe 
contener  bromuro  de  potasio  , y se  reconoce  por  sus  reactivos. 

Bromuro  de  potasio.  — Esta  sal  es  blanca,  cristaliza  en  cubos  ó parale- 
lipípedos,  sabor  picante  y amargo;  calentada  se  funde,  pero  no  se  vo- 
latiliza sensiblemente.  Es  soluble  en  el  agua.  El  cloro  y el  ácido  sulfú- 
rico descomponen  la  solución,  apoderándose  del  potasio,  y separando 
el  bromo,  el  cual  se  volatiliza , calentando  la  mezcla , y se  recoge  en  el 
recipiente  del  aparato  destilatorio;  precipita  el  nitrato  de  plata  en  blanco 
amarillento  ó amarillo  como  cuajado.  El  precipitado  es  insoluble  en  ácido 
nítrico  y soluble  en  mucha  cantidad  de  amoníaco.  El  cloro  en  pequeñas 
cantidades  da  á esta  disolución  un  color  rojo  anaranjado , que  se  hace 
amarillo  rojizo  con  un  poco  de  almidón.  El  éter  se  apodera  del  bromo  de 
esta  disolución  teñida  por  el  cloro  , y forma  una  capa  en  la  superficie  del 
líquido.  La  potasa  destruye  esta  coloración  y forma  otra  vez  bromuro  de 
potasio  susceptible  de  cristalizar. 

Para  descubrir  el  bromuro  de  potasio  en  las  materias  orgánicas  lí- 
quidas, se  evaporan  estas  hasta  sequedad  y se  calcinan  en  una  retorta  ó 
crisol  de  platino;  el  residuo  es  bromuro  de  potasio,  el  cual  se  trata  con 
el  agua  hirviendo , que  le  disuelve , y en  seguida  con  sus  reactivos 
propios. 

8 IV.  — Arsénico  y sus  preparados. 

Estos  son  los  de  que  realmente  se  echa  mano  por  lo  común  para  enve  • 
nenar  á las  personas,  procurándoselos  muchas  veces  con  el  pretexto  de 
envenenar  á los  bichos  que  infestan  nuestras  moradas , como  ratones, 
moscas,  etc.,  etc.  El  uso  frecuento  que  se  hace  de  algunos  preparados 
arsenicales  en  las  artes  y la  alevosía  del  veneno , que  no  se  revela  ni 
por  el  olor,  ni  por  el  color,  ni  por  el  sabor  en  las  bebidas  y alimentos 
con  que  se  mezcla,  explican  suficientemente  cómo,  en  la  mayoría  de  los 


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casos  de  envenenamiento,  es  el  arsénico  blanco  ó ácido  arsenioso  el  tósigo 
que  los  asesinos  escogen  para  la  ejecución  de  su  cobarde  y alevoso  ase- 
sinato. Será,  por  lo  tanto,  preciso  que  demos  á la  historia  de  los  prepa- 
rados arsenicales,  por  lo  menos  á alguno  de  ellos , cierta  extensión , con- 
ciliando  siempre  los  límites  que  cada  cuestión  debe  tener  en  esta  obra 
con  el  conocimiento  de  los  trabajos  de  los  modernos  toxicólogos,  relati- 
vos al  arsénico. 

Los  venenos  de  que  podríamos  tratar,  son  : el  arsénico  metálico,  el  mismo 
en  polvo,  expuesto  al  aire  bajo  el  nombre  de  polvos  de  matar  moscas,  el 
óxido  blanco  ó el  ácido  arsenioso  , el  óxido  negro , el  sulfuro , los  polvos  y 
pastas  arsenicales  de  fray  Cosme , Rousselot,  Dubois,  Dupuylren  , etc. , el  ácido 
arsénico , los  arsenitos  de  potasa  y sosa  , y los  arseniatos. 

Estudiar  el  ácido  arsenioso , es  estudiar  todos  los  preparados  arseni- 
cales que  acabamos  de  citar. 

El  ácido  arsenioso  es  el  veneno  por  excelencia  , y el  que  mas  ha  llamado 
la  atención  de  los  modernos  toxicólogos.  Su  dosis  medicinal  mayor  es  5 
miligramos  ó un  décimo  de  grano.  De  10  ó 15  centigramos  es  ya  muy 
venenoso,  por  lo  menos  para  la  generalidad  de  las  personas. 

Hay  que  advertir  que  ciertos  sugetos  se  habitúan  á comer  arsénico. 
Entre  nosotros. eso  no  es  común,  pero  en  otras  naciones  sí.  En  la  baja 
Austria  hay  muchas  gentes  que  comen  arsénico,  con  el  objeto  de  estar 
frescos  y rollizos  y adquirir  mas  agilidad  para  subir  por  las  montañas. 
Así  lo  afirma  Tschudi,  según  Tardieu.  Sin  embargo,  muchos  mueren, 
y los  sacerdotes  tienen  que  amonestar  á sus  feligreses  para  que  no  se  den 
á ese  uso  peligroso.  Empiezan  por  medio  grano  y luego  van  aumentando 
la  dósis.  En  Viena , muchos  cocheros  le  dan  á los  caballos,  mezclado  con 
la  cebada.  Cuando  vemos  los  estragos  que  generalmente  produce  el  ácido 
arsenioso,  nos  parece  que  hay  algo  de  leyenda  ó exageración  en  esos 
casos  de  arsenicófagos. 

Para  formarnos  una  idea  cabal  de  la  intoxicación  arsenical , es  nece- 
sario atender  á los  diversos  casos  que  pueden  presentarse , según  las  dó- 
sis que  se  tomen,  ó el  tiempo  que  tarda  el  sugeto  en  morir.  Bajo  este 
punto  de  vista , podemos  trazar  tres  cuadros  para  la  intoxicación  unidó- 
sica  ó aguda,  y la  polidósica  ó consecutiva  de  los  autores,  de  la  manera 
siguiente : 

Cuadro  1.°--  Sabor  apenas  sensible  en  el  momento  de  la  ingestión; 
luego  ligeramente  acerbo;  en  seguida  ptialismo  frecuente;  el  envenenado 
escupe  de  continuo , y mejor  diremos  gargajea  ; siente  constricción  de  la 
faringe  y del  esófago ; tiene  dentera  ; luego  le  acometen  náuseas  y vómi- 
tos; estos  á las  dos,  cuatro  ó seis  horas,  si  es  el  veneno  sólido;  á los 
cinco,  diez,  quince , veinte  ó treinta  minutos,  si  es  líquido.  Los  vómi- 
tos, síntoma  el  mas  constante,  se  repiten  á intervalos  bastante  aproxi- 
mados , y duran  horas  enteras , por  espacio  de  uno  ó dos  dias.  Las  ma- 
terias vomitadas  son  mucosas  y biliosas,  á veces  mezcladas  con  sangre, 
y contienen  el  veneno  líquido  ó sólido. 

En  seguida  sobreviene  ansiedad  y desfallecimientos  frecuentes , que  son 
otro  délos  síntomas  mas  frecuentes  y característicos;  ardor  en  la  región 
precordial ; dolor  con  sensación  de  quemadura  en  la  región  del  estómago, 
el  cual  no  sufre  las  bebidas  mas  suaves ; hay  sed  intensa , cólicos , deyec- 
ciones alvinas,  frecuentes,  verdosas  y negruzcas,  horriblemente  féti- 
das; hipo;  pulso  acelerado,  desplegado,  irregular,  á veces  intermi- 
tente; latidos  del  corazón  fuer  íes  y desiguales ; respiración  frecuente  y 


— 987  — 

embarazada ; calor  vivo  en  todo  el  cuerpo!  picazón  en  la  piel , ta  que  s« 
cubre  de  sudor;  erupción,  sobre  todo  en  el  pecho;  botones  mibares.M 

vesiculosos,  ó pústulas  gue  se  ennegrecen  invpetados-  ca- 

de ortigas;  cara  encendida  y animada ; ojos  bri  nr:mia  r0;a  v ¿ 
beza  dolorosa;  ligero  delirio ; orina  rara,  Per0.  a 

veces  sanguinolenta ; los  pies  y las  manos  son  sitio  d > 

bien  están  insensibles  y paralizados.  . , 

Este  estado  dura  uno  ó mas  dias , y al  fin  se  termina  por  la  muerte  ó 


1^  curación  • 

Si  va  á terminar  por  la  muerte,  se  anuncia  por  convulsiones  atroces, 

contorsiones  horribles  y dolores  agudísimos.  , 

Sise  termina  por  la  curación,  se  observa  por  muchos  días  y hasta 
años,  dificultad  en  los  movimientos  de  brazos  y piernas^  cuyas  articula- 
ciones están  hinchadas , exigiendo  sangrías  locales  y baños , ya  emolien- 
tes , ya  aromáticos. 

Este  cuadro  de  síntomas  no  se  observa  en  todos  los  envenenados , á 


menos  que  vivan  algunos  dias. 

Cuadro  2.° — Sobrevienen  acto  continuo  vómitos  y dolores  abdomina- 
les , y otros  síntomas  de  los  indicados  en  el  primer  cuadro , con  tal  rapi- 
dez, que  parecen  atacados  por  el  cólera.  La  cara  desfigurada,  pálida, 
violácea  ó cubierta  de  sudores  fríos;  frió  glacial,  pulso  pequeño,  filiforme, 
frecuente  , y á veces  insensible ; viva  ansiedad  precordial  y síncopes  fre- 
cuentes; respiración  anhelosa;  abatimiento  cada  vez  mayor;  muerte  á ve- 
ces sin  convulsiones  después  de  pocas  horas. 

Cuadro  3.° — No  hay  síntomas  fuera  de  algunos  síncopes. 

Christisson,  Laborde,  Chaussier,  ltenaul , Etmulero , March,  Orfila  y 
otros  han  visto  casos  de  esta  especie.  La  muerte  suele  ser  rápida , ya 
poco  tiempo  después  de  tomado  el  veneno;  ya  desde  que  se  desarrolla  la 
intoxicación  de  un  modo  súbito;  después  de  algún  tiempo  de  la  ingestión 
de  aquel,  al  estado  sólido. 

Cuadro  4.°— En  el  envenenamiento  consecutivo  ó reiterado,  los  sínto- 


mas son  análogos  á los  del  primer  cuadro , inflamatorios , con  menor  in- 
tensidad, v en  especial  los  vómitos  y deyecciones  tenaces. 

Las  lesiones  que  se  encuentran  en  los  cadáveres  de  los  envenenados 
por  el  arsénico,  pueden  ser  varías.  Cuanto  mas  viven,  mas  vestigios  hay 
de  inflamación.  Si  la  muerte  es  rápida,  por  lo  común  no  se  encuentra 
nada.  Orfila,  Tallier,  Missa,  Chaussier,  Etmulero  y March  han  observado 
casos  de  esta  especie. 

No  es  raro  ver  que  el  cadáver  se  mantiene  mas  fresco  que  de  ordina- 
rio; el  arsénico  retarda  la  putrefacción.  No  es  común  que  se  hallen  vesti- 
gios de  flogosis  en  las  fáuces  y esófago.  El  estómago  suele  estar  infla- 
mado; la  mucosa  reblandecida , yen  ocasiones  está  destruida.  En  ella 
suelen  verse  porcioncitas  de  ácido  arsenioso  como  adheridas  á la  mem- 
btana.  A.  veces  tiene  la  mucosa  un  aspecto  mamelonado,  en  la  que  se  le- 
vantan burbujitas  de  gas.  Es  fácil  tomar  ciertos  puntos  blancos  y amarillos 
por  acido  arsenioso  ó sulfuro  de  arsénico,  y que  se  componen  de  albúmina 
v giasa.  h n el  microscopio  se  distinguen.  El  estómago  presenta  á menudo 
placas  oblongas  ó redondas,  á veces  bastante  extensas,  de  un  rojo  violá- 
ceo, orinadas  por  una  infiltración  sanguínea,  otras  son  gangrenosas.  Los 
intestinos  ofrecen  á poca  diferencia  lo  mismo,  y sobre  todo'una  erupción 
psoren  erica,  debida  al  desarrollo  de  los  folículos.  El  hígado  suele  estar 
aumentado,  y no  es  raro  que  presente  la  degeneración  grasienta.  Los  de- 


— 088  — 

más  órganos  abdominales  no  presentan  mas  que  los  vasos  muy  llenos  de 
sangre  negra. 

Los  pulmones  están  ingurgitados  y con  manchas  equimóticas  subpleu- 
rales anchas  y difusas.  Otro  tanto  ofrece  el  pericardio.  Las  cavidades  del 
corazón  están  llenás  de  sangre  fluida,  alguna  vez  coágulos;  está  reblan- 
decido , y en  sus  válvulas  hay  equimosis.  El  cerebro , membranas  y va- 
sos suelen  estar  infartados  de  sangre  líquida. 

Aunque  el  veneno  se  haya  introducido  por  otras  vías  que  las  digesti- 
vas, también  se  encuentran  placas,  inflamaciones  sanguíneas  y arboriza- 
dones  con  otros  vestigios  de  flogosis. 

El  pronóstico  de  esta  intoxicación  es  también  muy  grave;  solo  en  casos 
excepcionales  se  salva  el  sugeto,  en  especial  en  los  de  suicidio  y homicidio. 

El  envenenamiento  por  el  arsénico  se  combate  satisfaciendo  tres  de  las 
indicaciones  que  expusimos  en  la  terapéutica  de  la  intoxicación  en  ge- 
neral. Hay  que  facilitar  cuanto  antes  el  vómito , y aun  cuando  pertenece 
la  intoxicación  á los  inflamatorios,  no  importa  que  se  den  eméticos  fuer- 
tes: entre  la  inflamación  que  estos  provoquen  y el  peligro  de  la  ingestión 
del  veneno , la  elección  no  es  dudosa ; aquella  es  siempre  infinitamente 
menos  temible. 

El  ácido  arsenioso  tiene  muchos  contravenenos , al  decir  de  los  auto- 
res. El  peróxido  hidratado  es  el  que  mas  se  recomienda.  Este  peróxido 
se  combina  con  el  ácido  arsenioso  y forma  un  arsenito  de  hierro  menos 
mortífero  ó venenoso.  En  24  onzas  de  agua  se  suspende  cuatro  del  per- 
óxido de  hierro  hidratado  seco,  y se  da  medio  vaso  de  esta  agua  cada  diez 
minutos.  Guando  se  han  agotado  las  cuatro  onzas  , se  continúa  con  otras 
tantas  del  mismo  modo,  hasta  que  el  enfermo  haya  tomado  al  menos 
media  onza  de  peróxido  por  cada  grano  de  ácido  arsenioso  que  haya  sido 
introducido. 

Esta  última  circunstancia  indica  suficientemente  lo  ilusorio  que  debe 
ser  el  tal  contraveneno.  En  primer  lugar,  no  siempre  es  posible  saber 
cuánta  cantidad  de  veneno  ha  tomado  el  sugeto , y luego  como  puede  to- 
marse el  ácido  arsenioso  en  mucha  cantidad,  se  necesitaría  tanto  per- 
óxido, que  no  llegaría  á soportarle  el  enfermo. 

Además  del  peróxido  de  hierro , hablan  los  autores  de  otros  contrave- 
nenos, del  ácido  arsenioso. 

El  carbón  es  uno  de  ellos.  Bertrand  tomó  5 granos  de  ácido  arsenioso 
en  medio  vaso  de  agua  de  carbón  azucarado  y aromatizado,  y solo  expe- 
rimento ardor  en  el  estómago ; nueva  cantidad  de  carbón  le  alivió  del 
todo.  Los  perros  sucumben  á esa  dósis,  si  se  les  ata  el  esófago ; si  se  les 
deja  libres,  se  salvan.  Se  cree  que  obra  absorbiendo  el  veneno;  otros  lo 
atribuyen  á que  se  interpone ; por  lo  cual  dicen  que  los  polvos  de  quina 
y otros  astringentes  pueden  hacer  lo  mismo.  No  hay  duda  que  contra- 
yendo la  mucosa  es  mas  difícil  la  absorción  ; sin  embargo  , creo  que  no 
debe  darse  gran  fé  á los  astringentes  como  contravenenos.  El  carbón  me- 
rece mas  fé. 

El  carbonato  de  potasa,  el  agua  de  cal  y los  sulfuros  alcalinos,  figuran 
también  entre  los  contravenenos  del  veneno  en  cuestión.  La  experiencia 
no  ha  acreditado  su  eficacia. 

El  hidrógeno  sulfurado  líquido  convierte  el  ácido  arsenioso  en  sulfuro, 
y como  este  es  insoluble , puede  pasar  por  contraveneno  dicho  hidró- 
geno. Todos  los  cuerpos  que  le  dan  insolubilidad  harán  otro  tanto.  Si  el 
ácido  arsenioso  es  sólido,  no  produce  tanto  efecto. 


-••80  — 

Él  sesqui-sulfuro  de  hierro  se  considera  igualmente  también  contrave- 
neno como  el  peróxido.  Cada  seis  ó diez  minutos  debe  darse  una  tdósis 
de  4 á 8 gramos  suspendida  en  una  bebida , hasta  que  se  crea  neutrali- 
zado el  veneno. 

Un  profesor  español  ha  propuesto,  como  contraveneno  del  ácido  arse- 
nioso , la  aplicación  de  una  corriente  eléctrica.  Siquiera  fuese  eficaz  para 
combatir  la  intoxicación , no  puede  llamarse  á las  corrientes  eléctricas 
contravenenos , según  las  ideas  que  hemos  dado  de  estos  recursos  tera- 
péuticos. Esas  corrientes  sirven  para  sostener  artificialmente  la  respira- 
ción , cuando  el  veneno  la  suspende ; pero  no  para  neutralizar  la  acción 
de  la  sustancia  tóxica,  como  lo  hace  el  contraveneno,  combinándose  con 
ella  y volviéndola  inerte  ó insoluble. 

Satisfecha  esta  primera  y mas  urgente  indicación,  y dado  caso  que  si- 
gan los  síntomas,  ó bien  que  se  llegue  tarde  para  el  contraveneno , hay 
que  apelar  acto  continuo  á la  medicación. 

Dos  prácticas  terapéuticas  se  nos  presentan  con  la  aprobación  de  unos 
autores  y la  reprobación  de  otros.  Unos  proclaman  el  plan  antiflogístico; 
otros  el  estimulante.  La  diferencia  no  es  ligera.  Excusado  es  decir  que 
los  que  proponen  el  plan  antiflogístico  consideran  que  la  intoxicación 
por  el  ácido  arsenioso  es  de  naturaleza  inflamatoria , y asténica  los  que 
proponen  para  combatirla  el  aguardiente  ó el  vino.  Oríila  propone  la 
sangría,  las  sanguijuelas,  los  emolientes,  etc.  Rognetta,  el  caldo  vinoso 
ó con  aguardiente.  ¿A  cuál  de  los  dos  tratamientos  darémos  la  preferen- 
cia? Recordemos  aquí  la  división  que  Christisson  ha  hecho  de  los  casos 
de  intoxicación  por  el  ácido  arsenioso,  y verémos  explicada  esa  discor- 
dancia entre  los  autores.  No  cabe  duda  de  que  el  arsénico  á veces  infla- 
ma las  vías  digestivas  y el  corazón,  y contra  la  inflamación  no  conocemos 
mejores  remedios  que  los  antiflogísticos;  no  cabe  tampoco  la  menor  duda 
de  que  dicho  veneno  produce  síncopes,  desfallecimientos,  postración,  to- 
dos los  síntomas , en  fin,  de  una  astenia ; los  estimulantes  son  los  reme- 
dios mas  lógicos , según  las  ideas  de  las  escuelas.  Esta  cuestión  tan  vital 
ocupó  á la  Academia  de  París,  la  cual  nombró  á cinco  de  sus  individuos 
para  que  delante  de  ellos  se  practicasen  experimentos  con  el  objeto  de 
saber  á qué  atenerse  en  punto  al  tratamiento  de  la  intoxicación  por  los 
venenos  arsenicales.  Parece  que  los  resultados  no  fueron  favorables  al 
método  antiflogístico.  Los  perros  fueron  curados  en  proporción  de  ocho 
sobre  diez  con  el  método  estimulante.  De  diez  tratados  con  el  plan  anti- 
flogístico murieron  nueve. 

Recordemos  lo  que  hemos  dicho  en  la  pág.  858  y siguientes,  sobre  las 
inflamaciones  tóxicas  , tan  diferentes  de  las  ordinarias.  La  rapidez  de  la 
absorción  del  veneno  y su  acción  sobre  la  sangre,  mata  mas  pronto  que 
la  inflamación  local.  Atacada  la  vida  de  esa  suerte,  pronto  se  extinguen 
sus  fuerzas,  y cuando  asistimos  al  envenenado,  le  hallamos  casi  siem- 
pre en  el  período  asténico. 

lié  aquí  por  qué  el  plan  estimulante  puede  producir  buenos  resultados. 

Como  quiera  que  sea,  demos  á conocer  el  método  estimulante  de  Ro- 
gneta,  al  menos  para  practicarle  en  aquellos  casos,  en  los  cuales  falten 
los  síntomas  de  inflamación. 

Rogneta  opina  que  el  ácido  arsenioso  y cualquiera  preparación  arseni- 
cal  obran,  siendo  absorbidos,  pasando  á la  masa  de  la  sangre  y produ- 
ciendo una  astenia  profunda  por  su  impresión  en  todos  los  tejidos.  Para 
Rognetta  jamás  hay  síntomas  inflamatorios.  Consiguiente  á estas  ideas, 


- 990  — 

t¡i  el  peróxido  de  hierro,  ni  el  método  antiflogístico  sirven;  muy  al  con- 
trario,  obran,  sobre  todo  el  último,  en  el  sentido  del  veneno.  Por  lo  tanto, 
los  síntomas  que  produce  el  veneno  absorbido  no  pueden  ser  combatidos 
sino  por  remedios  dinámicos,  capaces  de  hacer  obrar  en  un  sentido  con- 
trario, estimulando  el  organismo.  Los  alcohólicos,  el  agua  de  canela  , el 
opio ; hé  aqui  los  medicamentos  que  diversamente  combinados  y admi- 
nistrados á dosis  repetidas,  le  han  parecido  mas  propios  para  combatir 
la  intoxicación  por  el  arsénico. 

Cualquiera  que  sea  la  época  del  envenenamiento,  M.  Rognetta  empieza 
con  un  fuerte  estímulo  en  el  estómago  y en  el  recto,  para  lo  cual  inyecta 
primero  por  el  esófago , luego  por  el  ano , por  medio  de  una  sonda , la 
siguiente  mezcla  : Buen  aguardiente,  vino  ordinario  puro;  de  cada  cosa 
dos  onzas.  Caldo  gordo,  tibio,  cuatro  onzas.  La  misma  cantidad  en  lava- 
tivas. Este  es  el  primer  tratamiento. 

Si  el  animal  envenenado  no  arroja  estas  dos  inyecciones , le  deja  tran- 
quilo por  espacio  de  dos  horas.  Si,  al  contrario,  son  arrojadas,  que  es  lo 
que  á menudo  acontece,  aguarda  un  cuarto  de  hora,  y vuelve  á inyectar 
casi  una  cantidad  de  la  mezcla  igual  á la  que  el  animal  ha  arrojado.  La 
segunda  inyección,  por  lo  común  es  retenida,  puesto  que  el  alcohol  tiene 
por  primer  efecto  refrenar  los  vómitos  del  envenenamiento  arsenical.  Sin 
embargo,  si  también  es  arrojada  la  segunda  inyección,  lo  cual  dice  que 
es  raro,  insiste  solamente  en  las  lavativas  estimulantes,  y aguarda  media 
hora  ó una  para  repetir  la  inyección  por  el  esófago.  En  la  segunda , y 
mas  en  la  tercera  inyección,  disminuye  la  cantidad  del  alcohol;  en  las  de- 
más inyecciones,  y á veces,  añade  algunas  gotas  de  láudano  líquido  de 
Sydenham  (20  ó 30).  Demasiado  alcohol  podría  ocasionar  una  embria 
guez  apoplética. 

Si  en  tal  estado  se  deja  beber  agua , los  vómitos  reaparecen  con  los 
síntomas  del  envenenamiento;  Rognetta  lo  atribuye  á que  el  agua  obra 
como  contraestimulante.  Así , es  esencial  que  no  la  beba  el  envenenado. 

Dos  ó tres  horas  después  del  primer  tratamiento,  viene  el  segundo,  el 
cual  consiste  en  repetir  las  inyecciones  por  el  esófago  y el  recto.  La  do- 
sis es  á poca  diferencia  la  misma ; solo  está  disminuida  la  cantidad  de 
alcohol  por  el  estómago. 

Tres  ó cuatro  horas  después , el  tercer  tratamiento , pero  con  menos 
alcohol. 

Desde  este  momento , si  el  animal  se  siente  mejorado , lo  cual  se  co- 
noce por  su  aptitud  para  el  movimiento  y su  alegría,  insiste  en  las  solas 
lavativas  estimulantes.  Cada  dos  ó tres  horas  una ; cada  una  de  estas  la- 
vativas se  compone  de  4 á 6 onzas  de  caldo,  1 de  aguardiente  y 1 ó 2 de 
vino.  Para  el  estómago , caldo  solo  en  un  poquito  de  disolución  de  ha- 
rina. Esto  se  continúa  por  espacio  de  veinte  y cuatro  horas,  y se  dan  li- 
geros alimentos  al  animal.  Mientras  está  triste,  torpe  y tiembla , hay  que 
insistir  en  las  inyecciones  alcoholizadas.  Generalmente,  los  síntomas  de 
la  intoxicación  desaparecen  á las  diez  ó veinte  y cuatro  horas.  La  dosis 
necesaria  de  alcohol  varía  según  los  casos  y personas,  pero  aproximada- 
mente la  calcula  M.  Rognetta  á media  onza  por  grano  de  ácido  arsenioso. 

El  tratamiento  empleado  por  dicho  autor,  para  combatir  la  intoxicación 
en  los  perros,  es  análogo  al  que  emplea  para  combatirla  en  las  personas. 
La  fijación  de  las  dósis  estimulantes  es  en  estas  mucho  mas  fácil.  El  es- 
tado del  pulso,  la  fisonomía,  la  calorificación  cutánea  y la  expresión  de 
los  sentimientos  que  el  sugeto  experimenta,  sirven  de  guia  al  práctico. 


Dice  Rognetta , que,  después  de  la  desaparición  de  los  síntomas  de  ía 
intoxicación  por  el  arsénico,  jamás  ha  tenido  que  emplear  tratamiento 
ninguno  secundario. 

Nuestra  práctica  no  nos  permite  todavía  decidir  esta  cuestión , y seria 
de  desear  que  se  reprodujesen  los  ensayos  para  ver  si  definitivamente  es 
el  plan  estimulante,  y no  el  antiflogístico  el  que  conviene  oponer  siempre 
á la  intoxicación  por  los  venenos  arsenicales.  Siendo  los  tratamientos  tan 
diversos , las  consecuencias  de  su  equivocación  serian  funestas.  Qbraria- 
mos  en  sentido  del  veneno.  Lo  único  que  nos  es  dado  recomendar , á la 
altura  en  que  nos  encontramos,  es  que  puesto  que,  según  Christisson, 
hay  casos  en  los  cuales  aparecen  realmente  síntomas  de  irritación  infla- 
matoria, fije  bien  el  médico  su  atención  en  la  naturaleza  de  los  síntomas 
que  advirtiere,  y obre  según  sean  ellos. 

Puesto  que  esta  intoxicación  puede  presentar  varios  estados,  no  es  pru- 
dente establecer  un  plan  curativo  absoluto.  La  doctrina  que  hemos  sos- 
tenido, al  hablar  del  modo  de  obrar  de  los  venenos,  y de  lo  que  hace  el 
ácido  arsenioso,  darán  á comprender  cómo  puede  matar  sin  inflamar,  y 
cómo  todos  los  antiflogísticos  no  son  capaces  de  salvar  á veces  á un  en- 
venenado por  el  arsénico. 

Excusado  es  advertir  que  la  autópsia  de  esa  clase  de  envenenados  re- 
clama muchísimo  cuidado,  para  ver  si  se  halla  ácido  arsenioso  en  frag- 
mentos, ó polvo  en  los  pliegues  de  la  mucosa  estomacal  é intestinal  y en 
las  aberturas  naturales.  Es  de  los  casos  en  que  se  debe  fijar  la  atención 
en  el  terreno  donde  se  exhuma  el  cadáver,  y cuando  se  exhuma  habrá 
que  llevarse  tierra  del  sitio  donde  esté,  para  analizarla. 

Siquiera  hayamos  dicho  que  el  ácido  arsenioso  es  el  preparado  arséni- 
ca] que  mas  á menudo  se  emplea  para  envenenar,  conviene  que  hablemos 
primero  del  arsénico,  porque  en  las  análisis  se  hace  constar  en  último  re- 
sultado su  presencia,,  y esta  se  conoce  por  los  caractéres  propios  de  aquel. 

Arsénico.— Mctaloídeo  sólido,  cristaliza  en  octáedros,  ó se  presenta  en 
polvo  brillante,  á menos  que  el  aire  le  oxide,  en  cuyo  caso  está  empa- 
ñado. Volátil  á 180  grados,  hace  espejear  el  vidrio.  Echado  sobre  lasas- 
cuas  , da  primero  un  vapor  negruzco  que  se  va  poniendo  blanco  á pro- 
porción que  se  extiende  por  el  aire,  y exhala  olor  de  ajo:  el  primer  vapor 
es  el  arsénico  volatilizado;  esto  es,  el  que  huele;  el  segundo  vapor,  ó sea 
el  blanco,  es  el  ácido  arsenioso,  resultante  de  la  combinación  del  arsé- 
nico volatilizado  con  el  oxígeno  del  aire ; este  no  huele  á ajo , porque  el 
ácido  arsenioso  no  tiene  olor  ninguno.  Él  arsénico  volatilizado  se  reco- 
noce recogiendo  en  una  cápsula  de  porcelana,  donde  forna  una  capa  ó 
lámina  quebradiza,  laque,  tratada  por  el  agua  régia  en  caliente,  evapo- 
rando el  residuo,  y sujetándole  á la  acción  del  nitrato  de  plata,  da  un 
precipitado  rojo  de  "ladrillo.  Estos  caractéres  le  distinguen  del  antimonio 
y del  mercurio,  con  quienes  puede  confundirse  volatilizado. 

El  arsénico  en  alguna  cantidad  es  fácil  de  reconocer,  en  poca  y mez- 
clado con  alguna  bebida,  ya  no  es  tan  fácil.  Sin  embargo,  haciendo  her- 
vir el  líquido  en  un  vaso  destilatorio,  se  puede  recoger  el  mctaloídeo  vo- 
latilizado. Igualmente  puede  lograrse , haciendo  pasar  una  corriente  de 
aire,  y mejor  de  oxígeno,  por  el  líquido  donde  esté  el  arsénico.  Este  úl- 
timo es  preferible;  se  practica  con  una  vejiga  llena  de  oxígeno. 

El  ácido  arsenioso  es  transparente  ó de  un  blanco  mate  al  exterior,  que- 
bradizo como  el  vidrio  al  interior,  ó completamente  opaco.  El  polvo,  si 
no  es  muy  fino , se  parece  al  azúcar.  Algunos  agricultores  emplean  el 


— m — 

ácido  arsenioso  en  polvo  para  encalar  el  trigo  antes  de  sembrarle,  con  el 
objeto  de  matar  á los  animales  que  le  coman ; circunstancia  digna  de  ser 
notada,  ya  por  la  facilidad  con  que  se  puede  obtener  este  veneno  para 
otros  usos,  ya  por  dar  esta  operación  al  terreno  en  que  se  siembre  dicho 
trigo  cierta  cantidad  de  ácido  arsenioso.  Reducido  á polvo  fino,  es  mucho 
mas  soluble  en  el  agua  , y como  apenas  tiene  sabor,  que  es  ligeramente 
ágrio,  se  puede  dar  á cualquiera  en  grande  cantidad,  sin  que  lo  advierta 
hasta  que  se  presenten  sus  fulminantes  efectos. 

Pulverizado  el  ácido  arsenioso  y echado  sobre  las  ascuas,  arroja  el 
olor  aliáceo,  y da  vapores  poco  visibles  junto  al  carbón  encendido,  blan- 
cos mas  lejos.  Si  se  echa  sobre  una  plancha  de  hierro  ardiente,  no  da 
olor  aliáceo,  y los  vapores  son  blancos  desde  la  plancha.  Razón  de  estos 
fenómenos.  Reliado  en  el  carbón  hecho  ascuas  el  ácido  arsenioso,  es  des- 
compuesto, y el  arsénico  se  queda  libre;  por  eso  huele  á ajo.  Echado 
sobre  la  plancha  de  hierro  ardiente.no  se  descompone,  se  volatiliza; 
por  esto  se  ve  desde  la  plancha  el  vapor  blanco,  y por  eso  no  huele. 
Mótese  que  en  el  primer  caso,  á cierta  distancia  de  las  ascuas,  se  ad- 
vierte el  vapor  blanco;  es  que  el  arsénico  volatilizado  se  combina  de 
nuevo  en  la  atmósfera  con  el  oxígeno , y se  vuelve  á formar  ácido  arse- 
nioso, que  es  blanco  y no  huele. 

Mezclado  el  ácido  arsenioso  con  flujo  negro , y calentado  en  un  tubo 
adelgazado,  da  arsénico  metálico. 

La  disolución , aunque  concentrada , de  ácido  arsenioso  es  incolora, 
ligeramente  ácre;  el  ácido  sulfhídrico  la  colora  de  amarillo  rojizo  sin 
hacerla  dar  precipitado ; mas  como  se  añadan  á la  mezcla  algunas  golas 
de  ácido  clorhídrico,  se  produce  inmediatamente  un  precipitado  amari- 
llo. Este  precipitado  es  sulfuro  de  arsénico,  el  cual  se  reconoce  : l.°  por- 
que es  soluble  en  el  amoníaco,  dando  un  licor  límpido  y sin  color; 
2.°  porque  desecado  y mezclado  con  flujo  negro  ó potasa,  da  arsénico 
metálico.  El  agua  regia  en  caliente,  tomado  el  producto  con  agua,  evapo- 
rado é introducido  en  el  aparato  de  Marhs,  da  también  arsénico  metálico. 

Podrémos  consignar  aun  algunos  reactivos  del  ácido  arsenioso,  aunque 
son  ociosos,  habiendo  obtenido  los  resultados  expuestos. 

Precipita  por  agua  de  cal  en  blanco  soluble  en  un  exceso  de  ácido  ar- 
senioso ó nítrico ; por  el  acetato  y el  sulfato  de  cobre , lo  mismo  que  por 
el  sulfato  cúprico  amoniacal,  en  verde  soluble  en  el  amoníaco;  por  el 
nitrato  de  plata  y esta  sal  amoniacal,  y por  los  sulfuros  alcalinos  con  al- 
gunas gotas  de  ácido  clorhídrico,  en  amarillo,  etc. 

El  ácido  arsenioso  puede  mezclarse  con  una  porción  de  líquidos  vege- 
tales y animales , sin  introducir  en  ellos  mudanza  alguna.  El  vino , el 
café,  la  sidra,  etc.,  la  leche,  la  bilis,  el  caldo  y otros  son  de  esta  clase. 
Lo  propio  puede  decirse  de  sustancias  animales  y vegetales  sólidas.  Con 
respecto  á los  primeros,  puede  hallarse  en  ellos  en  parte  disuelto  y en 

Earte  en  polvo  ó sólido:  y por  lo  mismo,  cuando  se  proceda  á la  análisis, 
abrá  que  decantar  el  licor  y ver  si  se  encuentran  porciones  sólidas  del 
veneno.  En  cuanto  á su  mezcla  con  las  partes  sólidas,  es  de  advertir  que, 
después  de  algún  tiempo  en  el  cuerpo  humano  que  ha  entrado  en  putre- 
facción, se  transforma  en  un  arsenito  de  amoníaco ; así  se  le  encuentra  en 
las  exhumaciones  hechas  después  de  algún  tiempo  del  entierro  del  cadáver. 

Para  analizar  un  líquido  vegetal  de  color,  con  el  cual  esté  mezclado 
*1  ácido  arsenioso , se  ha  propuesto  decolorarle , como  ya  dijimos , con 
•1  carbón  animal ; mas  recuérdese  lo  que  sobre  eso  prevenimos , si  se 


- 995  - 

quieren  evitar  errores  trascendentales.  Se  hace  hervir,  conforme  se  dijo 
en  el  caso  cuarto  y séptimo;  se  filtra  y se  trata  el  licor  por  el  ácido 
sulfhídrico,  añadiendo  algunas  gotas  de  ácido  hidroclórico , y se  ob- 
tiene el  sulfuro  de  arsénico,  según  ya  llevamos  indicado.  Si  es  un  lí- 
quido animal,  la  leche  ó el  caldo,  por  ejemplo,  se  hacen  hervir  y eva- 
porar hasta  sequedad , y obrar  luego  los  reactivos.  Con  respecto  á la  le- 
che, se  promueve  su  coagulación  con  algunas  gotas  de  ácido  acético  ó 
clorhídrico,  y se  pasa  el  líquido  por  el  filtro,  se  evapora,  se  toma  con 
agua , y se  procede  como  en  los  demás  líquidos. 

Si  es  una  masa  arsenical , ó son  polvos  lo  que  analizamos , se  hacen 
también  hervir  largo  tiempo  en  agua  destilada,  se  deja  enfriar,  se  separa 
la  manteca  y se  hace  evaporar  hasta  sequedad.  Se  toma  luego  con  el 
agua  y se  trata  por  el  ácido  sulfhídrico  con  la  añadidura  del  clorhídrico. 
Si  el  resultado  es  negativo , se  somete  la  manteca  y los  líquidos  de  ebu- 
llición á las  operaciones  para  el  arsénico  absorbido. 

Si  son  materias  vomitadas,  se  hace  con  ellas  lo  que  con  el  estómago. 

Cuando  es  el  estómago  lo  que  se  analiza , antes  debe  procederse  á su 
exámen  físico.  Empiézase  por  abrir  el  estómago  en  toda  su  longitud, 
después  de  haber  recogido  en  un  vaso  todo  lo  que  contenia.  Extiéndense 
las  paredes  de  la  viscera  en  una  cápsula  ancha,  y se  examina  con  cui- 
dado la  superficie  interna  del  órgano,  ya  con  la  simple  vista,  ya  con  una 
lente,  en  especial  los  pliegues  de  la  mucosa.  A menudo  se  encuentran 
unos  corpusculiilos  blancos  grasicntos , mezclados  con  albúmina , que 
pueden  confundirse  con  porcioncitas  de  óxido  blanco  de  arsénico.  Dis- 
tínguense  de  estas  en  que  se  aplastan  con  los  dedos  y nunca  tienen 
forma  angulosa , en  tanto  que  las  porciones  de  ácido  arsenioso  no  se 
aplastan,  tienen  dicha  forma,  y por  lo  común  se  encuentran  en  el  centro 
de  un  punto  rojo  de  la  membrana,  la  que  está  como  hinchada  y coge  la 
porcioncila  de  veneno  que  le  adhiere.  El  tejido  celular  ambiente  está  in- 
yectado  ó equimosado. 

Hecho  esto,  se  lava  toda  la  superficie  del  órgano  con  agua  destilada; 
se  decanta  esta  agua , y se  observa  si  en  el  fondo  hay  porciones  de  ácido 
arsenioso.  Si  las  hay,  se  aislan  y sujetan  á la  acción  de  los  reactivos  in- 
dicados, como  el  ácido  arsenioso  puro. 

En  seguida  se  pasa  al  exámen  químico  de  las  materias  líquidas  y sóli- 
das; se  reúnen  todas  en  un  frasco,  cortando  el  estómago  á pedacitos;  se 
somete  una  parte  á la  ebullición  en  el  aparato  destilatorio  (*) ; se  filtra  el 
licor,  se  evapora  hasta  sequedad,  se  vuelve  á tomar  con  agua  siempre 
destilada , se  filtra  de  nuevo , se  añade  ácido  clorhídrico  que  ponga  el  li- 
cor ácido;  se  filtra,  si  el  licor  se  enturbia,  y se  trata  por  último  con  el 
ácido  sulfhídrico  para  obtener  el  sulfuro  de  arsénico,  sobre  el  cual  se 
hacen  obrar  los  reactivos. 

El  sulfuro  de  arsénico  que  en  todos  los  casos  mencionados  se  obtenga, 
se  reduce  de  varios  modos  para  obtener  el  arsénico  en  sustancia,  lino  de 
esos  medios  es  el  siguiente: 

El  sulfuro  de  arsénico  se  reduce  filtrando  el  licor  y lavando  el  preci- 
pitado. El  filtro  debe  ser  pequeño  y lavado  con  agua  que  tenga  la  tri- 
gésima parte  de  su  peso  de  amoníaco,  la  que  pasa  muchas  veces  por  el 
precipitado,  disolviéndole.  En  seguida  se  coloca  en  una  cápsula  de  poi- 
celana  ó vidrio  de  reloj,  al  calor  suave  de  un  baño  maría  ó de  arena,  y 

(')  Véase  el  caso  4.°,  5.°,  6.°  y 7.® 

ToxicoLoeÍA.— 63 


— 994  — 

se  eclia  gota  á gota  el  licor  amoniacal  á medida  que  se  va  evaporando 
Volatilizado  el  amoníaco,  aparece  el  color  amarillo  del  sulfuro. 

En  este  estado  se  echan  gotas  de  una  disolución  de  potasa,  que  le  des- 
prenden; mézclase  con  flujo  negro,  y se  hace  desecar  agitándole.  Luego 
se  mete  en  un  tubo  de  reducción  guarnecido  interiormente  de  papel;  se 
calienta  la  extremidad  del  tubo  con  una  lámpara  de  alcohol,  y para 
absorber  la  humedad  se  le  pone  un  papel  de  filtro  arrollado  en  un  alam- 
bre, y en  cuanto  ya  no  haya  vapor  de  agua,  se  aguza  el  tubo  con  una 
lámpara  de  esmaltar  cerca  de  su  extremo  abierto  ; luego  se  hace  pasar  á 
la  parle  mas  estrecha  el  arsénico,  calentando  la  extremidad  cerrada  hasta 
derretirla,  y el  metal  se  presenta  por  poca  cantidad  que  haya.  En  este 
caso  se  trata  con  el  agua  régia  y el  nitrato  de  plata. 

Otro  modo  de  reducir  el  sulfuro  es  por  medio  de  una  corriente  de 
ácido  carbónico  lavado  por  ácido  sulfúrico,  que  obra  sobre  dicho  sulfuro 
colocado  en  un  tubo  de  reducción  adaptado  al  aparato.  El  sulfuro  se  co- 
loca en  el  tubo  metálico  con  una  mezcla  de  sosa  y cianuro  de  potasio: 
la  proporción  de  esta  es  de  tres  partes  de  sosa  y una  de  cianuro;  y la  de 
esta  mezcla  con  el  sulfuro  es  una  de  este  y dos  de  aquella.  El  tubo  se  ca- 
lienta con  la  lámpara  de  alcohol  pasando  por  él  la  llama  hasta  que  se 
deponga  el  anillo  arsenical. 

Si  no  dieren  resultado,  tanto  las  materias  sólidas  con  que  se  hubiesen 
obtenido  los  líquidos  ensayados,  como  los  líquidos  que  hubiesen  ofrecido 
el  precipitado  por  el  ácido  sulfhídrico , se  toma  una  porción  de  ellas  y se 
carbonizan  por  el  proceder  de  Flandin  , y obtenido  el  licor  se  trata  con 
los  reactivos , y en  especial  en  el  aparato  de  Marhs.  Lo  mejor  y lo  mas 
expeditivo  es  empezar  por  ahí.  Carbonizar  una  porción  de  materias  cuan- 
do son  sólidas,  y someter  el  licor  resultante  al  aparato.  Es  lo  que  hemos 
hecho  en  nuestra  práctica , y nos  ha  ido  perfectamente.  Por  eso  no  diré 
nada  sobre  el  nuevo  proceder  de  Scheneider  y Fyfe,  cuyo  objeto  es  trans- 
formar en  cloruro  de  arsénico  el  arsénico  que  contienen  las  materias. 

Lo  que  sí  puede  y debe  hacerse  es  lo  que  aconseja  lllondlot : después  de 
filtrado  el  licor  de  la  carbonización,  se  trata  aquel  con  agua  amoniacal  en 
caliente,  para  que  se  lleve  el  sulfuro  de  arsénico  que  á veces  se  forma 
en  las  materias  putrefactas  y durante  la  carbonización,  se  filtra  y se  eva- 
pora. Luego  se  ataca  en  caliente  con  ácido  nítrico  concentrado  el  residuo, 
y se  redisuelve  en  agua , y esta  disolución  se  añade  al  licor  obtenido  por 
la  py mera  filtración  del  carbón. 

Lo  que  llevamos  dicho  del  estómago  y en  estado  sano , es  aplicable  á 
los  demás  órganos  del  tubo  digestivo  y en  estado  de  putrefacción  , con  la 
diferencia  que  no  se  debe  descuidar  de  ningún  modo  la  acción  del  ácido 
clorhídrico  antes  de  la  del  sulfhídrico. 

Cuando  el  arsénico  ha  sido  absorbido , es  fácil  que  no  se  encuentre 
nada  en  el  tubo  digestivo ; hay  que  buscarle , por  lo  mismo , en  la  san- 
gre, en  el  hígado  y en  los  músculos,  ó sea  en  los  miembros  del  cadáver. 
Las  operaciones  son  á poca  diferencia  las  mismas. 

Cualquier  otro  órgano  de  la  economía  que  se  quisiese  sujetar  á estas 
análisis,  podría  sufrir  las  mismas  operaciones  (*). 

(*)  Para  mayor  complemento,  véase  lo  que  hemos  expuesto  en  la  parte  química  de  la 
Towicologia  general,  en  punto  á las  análisis,  pues  cuanto  allí  dijimos  es  aplicable  á las 
intoxicaciones  por  el  ácido  arsenioso,  tanto  mas,  cuanto  que  aquellas  reglas  generales 
casi  puede  decirse  que  se  han  fundado  en  lo  que  se  practica  en  los  casos  de  intoxicacio- 
nes arsenicales. 


— 995  - 

Puede  acontecer,  según  los  casos  , que,  á pesar  de  dichas  operaciones 
y de  la  suj  ecion  de  los  licores  ó materias  sospechosas  á la  acción  de  los 
correspondientes  reactivos,  no  sea  posible  hacer  constar  la  presencia  del' 
arsénico  en  ellas.  En  semejante  caso  hay  que  apelar,  como  ya  hemos  in- 
dicado, á la  operación  definitiva,  al  aparato  de  Marhs.  Expliquemos  en 
qué  consiste  este  aparato , modificado  tal  como  hoy  se  usa;  luego  nos 
ocuparemos  en  su  empleo. 

El  aparato  de  Marhs , modificado  por  Mohr,  Orilla  , Chevalier,  Liebig, 
Berzelius,  Devergie,  el  Instituto  de  Francia  y Magaz  (*),  tal  como  hoy 
dia  se  usa,  y como  puede  llenar  todas  las  necesidades  de  este  importan- 
tísimo asunto,  es  como  sigue.  Un  frasco,  algo  semejante  á la  lámpara 
filosófica , con  dos  tubuluras , una  que  recibe  un  tubo  recto , otra  que  le 
recibe  encorvado,  terminado  capilarmente.  Este  puede  tener  en  su  por- 
ción horizontal  ú oblicua  una  dilatación  globular,  en  cuya  cavidad  se 
pone  un  poco  de  amianto  ó algodón  flojo.  En  lugar  de  la  expansión  glo- 
bular, puede  el  tubo  encorvado  no  terminarse  capilarmente , y adaptarse 
á otro , en  el  cual  se  pone  el  amianto , y este  se  adapte  á otro  terminado 
capilarmente,  y en  el  que  se  arrolla  una  hoja  de  latón;  es  el  del  Instituto. 

Ambos  tubos  están  abiertos  por  sus  extremos,  con  lo  cual  se  evita  á 
todo  evento  que  se  rompa  el  aparato  y lastime  al  operador.  Debajo  de  la 
porción  horizontal  ú oblicua  del  tubo  encorvado , ó del  añadido  y termi- 
nado capilarmenle , se  coloca  una  lámpara  de  alcohol  para  calentarle. 
Dentro  del  frasco  se  ponen  pedacitos  ó limaduras  de  zinc,  que  se  echan 
por  el  cuello  del  frasco  antes  de  adaptarle  el  tubo  recto , y ácido  sulfú- 
rico diluido.  Los  tubos  se  adaptan  por  medio  de  tapones  de  corcho  agu- 
jereados, y luego  se  cubre  la  tubulura  con  una  masa  hecha  con  harina 
común  y de  linaza  para  evitar  que  los  gases  se  escapen  por  las  aberturas 
del  frasco. 

Tal  es  el  aparato : veamos  ahora  su  empleo , y cuáles  los  principios 
químicos  que  le  dan  utilidad.  El  líquido  sospechoso  se  vierte  en  el 
frasco  por  el  tubo  recto  , cuyo  extremo  inferior  llega  al  líquido , y la  re- 
acción comienza.  Para  comprenderla , establezcamos  ciertos  hechos  quí- 
micos. 

El  hidrógeno  naciente,  esto  es,  que  se  desprende  del  cuerpo  en  cuya 
constitución  entraba,  tiene  la  propiedad  de  combinarse  con  el  arsénico 
que  encuentra  libre  en  cualquier  licor,  ó en  un  preparado  arsenical  capaz 
de  ser  descompuesto  por  dicho  gas,  formando  el  gas  hidrógeno  arseni- 
cado,  y si  en  seguida  se  calienta,  se  descompone  y abandona  el  arsénico 
metálico.  Por  otra  parte,  el  zinc  con  el  ácido  sulfúrico  descompone  el 
agua,  y el  hidrógeno  de  esta  se  desprende,  esto  es,  se  pone  en  estado 
naciente.  En  estos  hechos  químicos  descansa  toda  la  utilidad  del  aparato 
de  Marhs  modificado. 

Cuando  se  ha  obtenido,  por  medio  de  las  operaciones  que  ya  llevamos 
expuestas,  el  licor  sospechoso,  esto  es,  lo  hervido,  filtrado  y vuelto  á to- 
mar por  el  agua  destilada , ó por  mejor  decir,  el  último  residuo  de  todos 
los  ensayos,  sin  que  se  haya  podido  obtener  el  arsénico,  se  introduce  el 
licor  por  el  tubo  recto,  que  queda  sumergido  en  él , acidulándole  antes 
con  el  ácido  sulfúrico  á Gíi  grados  en  esta  proporción:  una  parte  de  ácido, 
siete  de  líquido.  En  cuanto' llega  al  fondo  del  vaso,  puesto  en  contacto 


p)  D.  Juan  Magaz,  catedrático  de  Barcelona,  ha  propuesto  una  modificación  al  aparato 
de  Marhs,  con  el  objpto  de  evitar  la  espuma,  digna  de  ser  tenido  en  cuenta. 


— 996 

con  el  zinc , hay  efervescencia  , descomposición  del  agua  del  licor,  des- 
prendimiento del  hidrógeno  naciente , y por  poca  que  sea  la  cantidad  del 
preparado  arsenical  ó arsénico  que  el  licor  contenga  , hay  combina- 
ción del  hidrógeno  con  él,  y por  lo  mismo  formación  de  hidrógeno 
arsenicado.  Este  gas  arroja  con  su  expansión  el  aire  del  frasco , y sale 
por  el  tubo  encorvado,  cuyo  extremo  inferior  está  en  la  atmósfera  del 
frasco,  y es  el  único  paso  que  tiene , puesto  que  el  recto  está  sumergido 
por  su  extremo  inferior  en  el  líquido.  Cuando  el  gas  pasa  por  la  porción 
globular  ó por  el  tubo  adaptado,  donde  encuentra  el  hilo  de  amianto,  se 
divide  su  columna  en  razón  de  este  obstáculo  mecánico,  y si  acaso  lleva 
algunas  partículas  de  la  disolución  de  zinc,  arrastradas  por  la  fuerza  ex- 
pansiva del  gas,  se  detienen  aquellas  en  el  hilo  de  amianto,  y dejan  mar- 
char el  hidrógeno  arsenicado  puro.  La  lámpara  de  alcohol  que  está  ar- 
diendo debajo  de  un  punto  del  tubo,  calienta  el  gas  hidrógeno  arseni- 
cado; este  se  descompone  y deja  el  arsénico  metálico  libre,  el  cual  se 
deposita  en  las  paredes  del  tubo  en  forma  de  una  mancha  anular  ó de 
anillos,  en  tanto  que  el  hidrógeno  se  escapa. 

Con  esto  se  ha  obtenido  ya  una  prueba  de  que  habia  en  el  licor  arsé- 
nico. Esta  prueba  se  confirma  inflamando  el  gas  hidrógeno  que  sale,  y 
aplicando  á la  llama  una  cápsula  de  porcelana.  El  hidrógeno  arsenicado 
puede  no  haber  sido  del  todo  descompuesto  por  el  calor  de  la  lámpara, 
y en  este  caso  se  descompondrá,  al  recibir  el  chorro  la  cápsula,  y se  de- 
positará en  ella  el  arsénico  en  forma  de  manchas  que  le  son  caracterís- 
ticas , ya  por  su  color  de  chocolate  ó morenas  y brillantes , ya  por  los 
resultados  especiales  que  da  con  los  reactivos. 

Esta  operación,  tan  sencilla  como  es,  requiere  cierta  práctica,  y sobre 
todo  ciertas  precauciones  que  es  indispensable  consignar,  ya  para  obte- 
ner los  debidos  resultados,  ya  para  evitar  todo  peligro. 

En  primer  lugar,  debe  advertirse  que  el  metal  empleado  para  la  des- 
composición del  agua  debe  estar  exento  de  arsénico.  El  zinc  es  el  que  se 
emplea  mas  á menudo;  puede,  sin  embargo,  emplearse  el  estaño,  el 
hierro,  libres  también  de  arsénico.  Si  se  hacen  varios  ensayos  ó se  repite 
la  operación , cada  vez  hay  que  renovar  el  metal  empleado. 

Con  respecto  al  líquido  ó licor  que  se  ensaya,  nunca  debe  introdu- 
cirse en  su  totalidad  en  el  aparato ; se  pone  un  poco  y se  echa  el  ácido; 
si  hay  demasiado  y produce  mucha  efervescencia , se  echa  mas  licor;  ge- 
neralmente hablando,  los  de  color  oscuro  dan  mas  espuma.  Si  procede 
de  una  carbonización , no  hay  nada  de  eso. 

El  ácido  sulfúrico  con  que  se  acidula  el  licor,  puede  ser  sustituido  con 
ventaja  por  el  clorhídrico ; el  desprendimiento  del  hidrógeno  arsenicado 
es  mas  rápido;  y si  durante  la  reacción  se  echa  menos  cantidad  de  ácido, 
el  desprendimiento  de  gas  no  se  suspende,  como  con  el  sulfúrico.  Con 
este  tarda  de  ocho  minutos  á un  cuarto  de  hora  en  desprenderse  el  hi- 
drógeno arsenicado.  Hasta  después  de  media  hora  de  prueba,  no  se 
puede  decir  que  no  hay  arsénico. 

Esta  operación,  cuando  el  licor  no  procede  de  una  carbonización,  tiene 
un  inconveniente  grave;  se  forma  cierta  espuma  que  á veces  no  se  puede 
contener,  y hace  perder  gran  cantidad  de  arsénico.  En  estos  casos  se 
vierte  en  un  embudo  de  vidrio,  teniendo  tapado  con  el  dedo  el  tubo,  la 
espuma  ocupa  la  superficie , se  deja  caer  él  líquido,  que  se  vuelve  al 
aparato,  y cuando  va  á caer  la  espuma,  se  tapa  con  el  dedo  y se  separa, 
ki  la  espuma  no  es  mucha,  se  introduce  el  líquido  poco  á poco,  la  es- 


— 997  — 

puma  se  espesa , forma  costra  luego , se  hiende  y sale  el  gas.  Marhs  se 
valió  para  detenerla  de  una  capa  de  aceite  común.  Devergie  propone  el 
de  trementina , con  el  cual , en  efecto,  se  detiene  la  espuma ; pero  el  hi- 
drógeno arsenicado  se  descompone.  Hoy  dia  los  cuidados  para  evitar  la 
espuma  no  tienen  ninguna  importancia , porque  antes  de  someter  al  apa- 
rato el  licor,  se  carbonizan  las  materias,  y hasta  se  incinera  el  carbón, 

' y en  este  caso  cpiedan  destruidas  las  materias  orgánicas  , á las  que  sé 
debe  la  formación  de  esa  espuma. 

La  llama  que  da  el  gas  salido  del  aparato,  necesita  también  cierta  aten- 
ción, ya  relativamente  á su  color,  ya  á su  volúmen.  Si  es  roja , mas  ó 
menos" notable,  es  hidrógeno  puro.  Si  es  de  un  color  azulenco  opalino, 
suele  ser  hidrógeno  arsenicado,  y digo  suele  ser,  porque  puede  dar  la 
llama  este  color  sin  ser  dicho  gas  ; esto  sucede  cuando  el  hidrógeno  atra- 
viesa materias  ó licores  animales.  Puede  también  suceder  que  sea  real- 
mente de  hidrógeno  arsenicado,  y no  tenga  este  color.  Si  la  llama  hace 
ruido  ó silba,  debe  ser  apagada  en  seguida , pues  denota  que  va  á haber 
una  explosión. 

El  volúmen  de  la  llama  no  debe  ser  mucho ; dos  ó tres  líneas  de  exten- 
sión es  todo  lo  mas  que  debe  tener.  Tampoco  debe,  ser  muy  veloz  el 
chorro. 

Cuando  hace  mucho  tiempo  que  el  aparato  marcha , la  extremidad  del 
tubo  encorvado  se  funde  y estrecha  el  diámetro ; por  lo  mismo,  hay  que 
cortarle  con  la  lima. 

El  modo  de  recoger  las  manchas  de  arsénico  no  es  indiferente  para  los 
resultados.  La  cápsula  de  porcelana  fria  que  se  aplica  al  chorro  de  gas 
inflamado,  si  está  demasiado  tiempo,  ya  no  conserva  las  manchas , por- 
que se  calienta  , y el  arsénico  se  volatiliza  de  nuevo.  Según  la  cantidad 
de  arsénico  eme  contenga  el  licor,  hay  que  poner  la  cápsula , ó al  ex- 
tremo ó en  el  centro  de  la  llama,  ó tocando  la  circunferencia  del  tubo. 
Aplicándole  á todos  estos  puntos , se  ve  qué  porción  da  mejores  man- 
chas. Cuanto  menos  arsénico  contenga  la  llama , mas  cerca  del  tubo  hay 
que  aplicar  la  cápsula. 

Las  manchas  arsenicales  pueden  ofrecer  variaciones  relativas  á su  an- 
chura, intensidad,  color  y reflejo. 

La  anchura  suele  ser  proporcionada  al  diámetro  de  la  llama. 

La  intensidad  depende  de  la  cantidad  de  arsénico  que  la  llama  con- 
tiene. Si  hay  mucho,  en  poco  tiempo,  á los  pocos  segundos,  por  ejemplo, 
la  mancha  es  densa , metálica,  espejeante.  Al  revés  si  hay  poco. 

El  color  de  las  manchas  puede  ofrecer  tres  matices  ó tonos  diferentes; 
moreno  de  chocolate , moreno  pizarreño  con  reflejo  de  chocolate , bri- 
llante con  iris  y amarillo.  Los  dos  primeros  tonos  son  'exclusivos  del  ar- 
sénico; ningún  otro  metal  los  da;  el  amarillo,  que  puede  ser  franco,  ó 
no  ocupar  mas  que  la  circunferencia  , es  resultado  de  la  combinación  del 
arsénico  con  una  materia  animal  ó vegetal. 

El  reflejo  de  la  mancha  arsenical  debe  ser  muy  brillante,  á no  ser  que 
el  arsénico  esté  alterado  por  una  sustancia  animal  de  aspecto  carbonoso, 
pero  basta  frotarla  para  que  aparezca  el  espejo. 

Obtenidas  las  manchas  y conocidos  sus  caractéres  físicos,  veamos 
cómo  se  reconocen  por  los  reactivos.  Las  de  color  de  chocolate  son  mas 
fáciles  de  hacer  constar.  El  mas  ligero  frote  con  el  dedo  las  borra ; con 
el  contacto  del  aire,  el  tono  es  mas  oscuro.  Bajo  una  temperatura  un 
poco  elevada  , se  volatilizan  dando  olor  aliáceo,  y la  porcelana  queda 


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limpia-  El  ácido  nítrico  las  disuelve  acto  continuo,  siendo  ténues;  en 
siendo  espesas , se  desprenden  tal  vez  laminillas  que  luego  se  disuelven. 
Evaporado  el  residuo  de  la  disolución  en  una  cápsula  de  porcelana  hasta 
sequedad,  á un  calor  suave,  toma  un  color  blanco  ó ligeramente  amarillo; 
tratado  con  el  nitrato  de  plata  puesto  en  disolución , toma  un  color  rojo 
de  teja. 

Las  manchas  amarillas  son  mas  difíciles  de  conocer  ; adhiérense  más  á 
la  superficie  de  la  cápsula;  algunas  no  son  volátiles,  y si  no  se  disuel- 
ven en  el  ácido  nítrico,  no  se  obtiene  la  reacción  del  nitrato  de  plata,  que 
es  la  mas  significativa. 

Las  manchas  de  arsénico  dadas  por  el  aparato  de  Marhs  tienen  alguna 
semejanza  con  las  que  el  mismo  aparato  da  con  el  antimonio.  Es  , pues, 
necesario  que  establezcamos  las  diferencias  que  caben  entre  unas  y otras, 
para  no  padecer  errores  que  pueden  ser  trascendentales. 

Las  manchas  de  arsénico  son  de  un  moreno  leonado,  espejeantes  y 
muy  brillantes  ; si  el  arsénico  abunda,  son  negruzcas  y brillantes;  las 
de  antimonio  son  mas  oscuras,  ordinariamente  negras  y menos  brillan- 
tes ; solo  tienen  el  moreno  leonado,  cuando  la  capa  es  muy  delgada. 

Las  manchas  de  arsénico,  por  espesas  que  sean  , se  volatilizan  y des- 
aparecen, con  tal  que  estén  medio  minuto  ó un  minuto  sometidas  á la 
acción  de  la  llama  producida  por  la  combustión  del  gas  hidrógeno  sim- 
ple ; por  ejemplo,  del  que  se  desprende  de  la  lámpara  filosófica.  Las  de 
antimonio,  al  contrario,  hasta  cuando  son  muy  delgadas,  sometidas  á la 
acción  de  dicha  llama,  no  desaparecen  hasta  los  cinco  ó seis  minutos  ; al 
principio  se  extienden , luego  se  ponen  mas  oscuras  ; se  produce  óxido 
blanco  de  antimonio,  el  cual  se  volatiliza , dejando  siempre  una  mancha 
voluminosa  de  un  color  pardo  leonado. 

Las  manchas  de  arsénico  se  disuelven  en  2 ó 3 gotas  de  ácido  nítrico, 
calentando  la  cápsula,  á la  llama  de  la  lámpara  de  alcohol;  el  ácido  exce- 
dente se  evapora  y se  obtiene  un  residuo  blanco  ó ligeramente  amari- 
llento con  el  arsénico  (ácido  arsénico  y arsenioso).  Las  do  antimonio  se 
disuelven  también  en  igual  cantidad  de  ácido  nítrico,  y dan  un  residuo 
amarillento  (óxido  amarillo). 

Las  manchas  de  arsénico  dan,  con  una  gota  de  nitrato  de  plata  disuelto, 
un  precipitado  rojo  de  ladrillo  (arseniato  de  plata,  mezclado  á veces  con 
puntos  amarillos  de  arsenito).  Si  se  añade  una  gota  de  amoníaco  líquido 
al  arseniato  rojo  de  ladrillo,  se  le  da  un  color  rojo  mas  claro.  Las  man- 
chas de  antimonio  no  dan  precipitado  con  una  gota  de  nitrato  de  plata,  y 
la  añadidura  de  una  gola  de  amoníaco  al  óxido  de  antimonio  le  vuelve 
mas  oscuro  ó negro. 

Una  gota  de  hipociorito  de  cal  ó sosa  hace  desaparecer  completamente 
las  manchas  arsenicales ; las  de  antimonio  apenas  se  ponen  pálidas  a! 
cabo  de  algunas  horas. 

Una  gota  de  sulfhidrato  amónico , evaporándole  suavemente  al  baño 
de  maría,  da  á las  manchas  de  arsénico  un  color  amarillo,  y á las  de 
antimonio  un  color  rojo  anaranjado  ; el  ácido  clorhídrico  borra  las  últi- 
mas y no  las  primeras,  calentando  suavemente. 

El  sulfato  de  cobre  amoniacal  hace  dar  á las  manchas  de  arsénico  el 
color  verde  de  Scheele. 

Estos  caractéres  no  dejarán  duda  alguna  sobre  la  naturaleza  del  cuerpo 
que  dé  las  manchas. 

Por  eso  pasaré  por  alto  ciertas  operaciones  propuestas  por  Devergie, 


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Briand  y Boutigny,  las  que  considero  mas  bien  como  juegos,  refina- 
miento, ó lujo  de  ensayos , que  como  verdaderos  adelantos  y medios  úti- 
les de  aplicación.  Dar  á las  manchas  el  estado  esferoidal  y entretenerse 
alternativamente  en  que  aparezca  y desaparezca  el  color  del  sulfuro;  so- 
meterlas ya  á la  corriente  del  cloro  y á la  del  ácido  sulfhídrico  para  ha- 
cerlas desaparecer  y aparecer  sucesivamente , en  nada  añade  á la  segu- 
ridad de  los  caractéres  , ni  ofrece  á la  ciencia  nada  nuevo. 

Una  mancha  bien  caracterizada,  tal  como  la  hemos  expuesto,  puede 
servir  tanto  como  las  de  Devergie  y Briand  tratadas  por  corrientes  su- 
cesivas de  cloro  y ácido  sulfhídrico,  y como  las  que  puede  observar 
Boutigny  en  estado  esferoidal.  Todo  eso  mas  sirve  para  enredar  y com- 
plicar lo  que  es  sencillo,  que  para  hacer  prosperar  la  ciencia  de  los  en- 
sayos. Cuanto  he  dicho  de  las  manchas  es  aplicable  á los  anillos. 

El  aparato  de  Marhs,  tal  como  le  hemos  dado  á conocer  en  su  descrip- 
ción y comentarios,  es  el  medio  mas  expedito  y seguro  para  revelar  la 
existencia  de  la  menor  cantidad  de  arsénico.  Sean  cuales  fueren  las  cir- 
cunstancias en  que  este  metal  se  encuentre  , el  aparato  le  descubre.  Llega 
á ser  tanta  la  sensibilidad  de  este  aparato,  que  se  hace  sospechoso  mas  de 
una  vez  en  ciertos  casos  prácticos  , de  suerte  que  si  no  da  por  resultado 
mas  que  algunos  átomos  de  arsénico,  hay  que  atenderá  una  porción  de 
circunstancias,  ya  relativas  á los  síntomas,  ya  referentes  á las  alteracio- 
nes cadavéricas  que  el  veneno  produce,  para  dar  á las  manchas  un  valor 
completo  ó una  significación  definitiva. 

Por  lo  mismo,  es  el  gran  recurso,  cuando  los  demás  medios  han  sido 
ineficaces.  Se  concebirá  que  esto  debe  ser  así , cuando  se  consigne  que 
una  cuarta  parte  de  grano  de  ácido  arsenioso  es  capaz  de  dar  por  el 
aparato  de  Marhs  uña  cantidad  de  metal  suficiente  para  ennegrecer  y 
hacer  espejear  toda  la  superficie  de  tres  platos  de  porcelana  de  ordinaria 
magnitud. 

Algunos  han  propuesto  darle  todavía  mas  sensibilidad , añadiendo  ai 
extremo  libre  del  tubo  afilado,  por  donde  sale  el  hidrógeno  arsenicado, 
un  tubo  de  Liebig,es  decir,  un  tubo  encorvado,  con  cinco  bolas,  tres 
abajo  y dos  arriba,  que  contienen  cierta  cantidad  de  una  disolución  de 
nitrato  de  plata,  ó cloruro  de  oro.  El  gas  precipita  la  plata  ó el  oro,  y se 
forma  ácido  arsénico.  Se  recoge  el  líquido  que  contiene  este  ácido ; se 
trata  con  ácido  clorhídrico  en  exceso  , se  filtra  y evapora  hasta  sequedad. 
El  residuo  es  el  ácido  arsénico,  el  cual  se  somete  á un  pequeño  aparato 
de  Marhs.  Con  esto  se  descubren  millonésimas  de  arsénico.  Aunque 
M.  Tardieu  recomienda  á los  peritos  que  jamás  dejen  de  usar  de  este  me- 
dio, me  parece  una  redundancia.  Solo  puede  estar  justificado  cuando  la 
llama  no  dé  manchas. 

No  concluiré  lo  relativo  al  aparato  de  Marhs,  sin  hacerme  cargo  de 
ciertas  observaciones  importantísimas  de  Blondlot,  las  cuales  han  adver- 
tido los  gravísimos  errores  en  que  se  puede  incurrir  con  dicho  aparato; 
tanto  en  daño  de  los  inocentes,  como  en  beneficio  de  los  criminales. 

Según  dicho  autor,  es  posible  que  habiendo  arsénico  en  un  licor  no  ac 
manchas,  ni  anillos  el  aparato  de  Marhs,  y que,  sin  tener  las  materias 
sospechosas  arsénico , el  aparato  dé  vestigios  de  él.  . 

Puede  suceder  lo  primero,  cuando , en  lugar  de  hidrógeno  arsenicado 
gaseoso  , se  forme  sólido  y se  fije  en  el  zinc,  en  cuyo  caso  no  sale  del 
aparato,  y,  por  lo  tanto  , no  forma  anillos  ni  manchas , y el  perito  puede 
creer  que  las  materias  sometidas  al  ensayo  no  tienen  arsénico.  Esto  puede 


— 1000  — 

, V sucede,  cuando  hay  poca  cantidad  de  arsénico;  cuando  la  car- 
h izacion  de  las  materias  ha  sido  tan  completa  que  no  ha  dejado  el  me- 
nor residuo  de  sustancia  orgánica,  y cuando  el  carbón  guarde  todavía 
algunos  restos  del  ácido  nítrico , ó algún  compuesto  nitroso  empleado  ó 
formado  en  la  operación.  Estas  tres  circunstancias  dan  lugar  á que,  si- 
quiera haya  arsénico  en  el  licor,  no  salga  hidrógeno  arsenicado  gaseoso; 
sino  que  se  forme  sólido  y se  fije  en  el  zinc.  Concíbense  los  errores  tras- 
cendentales á que  eso  podría  dar  lugar. 

Peor  es  todavía  lo  otro.  El  ácido  sulfúrico  y el  zinc , destilados  , no  es 
tán  del  todo  exentos  de  arsénico;  pueden  no  estarlo  : otro  tanto  sucede 
respecto  de  la  presencia  del  ácido  nítrico  ó compuestos  nitrosos;  la  des- 
tilación no  alcanza  á desembarazarlos  completamente  de  una  y otra  sus- 
tancia. El  perito  los  ensaya,  hace  marchar  el  aparato  antes  de  echar  en 
él  el  licor  procedente  de  las  materias  sospechosas;  y como  se  forma  hi- 
drógeno arsenicado  sólido  que  se  fija,  no  hay  anillos  ni  manchas , y el 
perito  cree  que  el  aparato  está  puro,  y echa  el  licor  que  va  á analizar.  Si 
la  materia  carbonizada  no  lo  fué  completamente , si  contiene  restos  de 
sustancia  orgánica , ó son  licores  no  procedentes  de  la  carbonización, 
sino  de  la  destilación , el  hidrógeno  arsenicado  sólido  que  se  habrá  for- 
mado y fijado  con  solo  los  reactivos  del  aparato , pasa'al  estado  de  hidró- 
geno arsenicado  gaseoso  , y da  manchas  y anillos , como  si  las  materias 
ensayadas  tuviesen  arsénico,  y el  perito  podrá  creer  envenenadas  las  ma- 
terias, aunque  realmente  no  lo  estén. 

Estos  dos  errores  se  evitarán  fácilmente  introduciendo  en  el  aparato, 
antes  de  ensayar  las  materias  sospechosas,  un  poco  de  agua  azucarada 
que  no  trae  perturbación  alguna  á la  operación  : como  sustancia  orgá- 
nica impedirá  con  su  presencia  que  se  oculte  el  arsénico , que  pudiera 
contener  el  zinc  y el  ácido  sulfúrico;  si  no  da  manchas,  es  señal  segura 
de  que  están  puros;  y si , luego  que  se  añade  el  licor  procedente  de  las 
materias  sospechosas  da  manchas  y anillos , será  prueba  de  que  real- 
mente estaban  envenenadas;  la  presencia  del  azúcar  impedirá  también 
que  el  arsénico  que  contengan  esas  materias  se  fije  al  estado  de  hidrógeno 
arsenicado  sólido. 

El  plomo  , el  cobre  y la  goma  pueden  hacer  lo  mismo  que  el  azúcar; 
pero  es  mejor  valerse  del  agua  azucarada. 

Las  indicaciones  que  acabamos  de  hacer  nos  conducen  á ocuparnos  rá- 
pidamente en  ciertas  objeciones  que  se  han  hecho  á los  ensayos  por  el 
aparato  de  Marhs , con  el  fin  de  tener,  acerca  de  su  validez , todo  el  co- 
nocimiento debido , y de  saber  hasta  qué  punto  , en  un  caso  de  envenena- 
miento por  el  arsénico , nos  será  dado  formar  nuestro  juicio  ó convic- 
ción, por  los  resultados  desemejante  aparato.  Las  reunirémos,  según 
nuestro  método  sintético  y analítico , á la  vez  todas  en  un  grupo , para 
examinarlas  luego  en  detall. 

1/  El  arsénico  existe  al  estado  normal  en  el  cuerpo  del  hombre. 

2. a  Obtenido  por  los  peritos,  puede  proceder,  ya  de  los  reactivos,  ya 
de  los  vasos  y utensilios  empleados  en  las  análisis. 

3. a  Puede  existir  en  los  terrenos  de  los  cementerios  ó en  el  que  esté 
enterrado  el  cadáver. 

4. a  El  sugeto  en  cuyo  cuerpo  se  ha  encontrado  arsénico  procedente  de 
absorción , puede  haber  hecho  uso  de  él  como  medicamento. 

5. a  Puede  haberse  introducido  arsénico  en  un  cadáver. 

Habiéndome  ya  extendido  en  la  primera  parte  de  este  Compendio  acerca 


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de  cada  una  de  estas  cuestiones  interesantes,  formularé  en  pocas  pala- 
bras su  estado  actual. 

1. *  Es  cierto  que  existe  arsénico  al  estado  normal  en  el  cuerpo  del 
hombre.  Cuerve  y Orfila  lo  han  probado  : los  huesos , en  efecto , le  tie- 
nen en  cierta  cantidad , aunque  poca ; parece  que  los  compuestos  de  fós- 
foro van  siempre  acompañados  de  un  poco  de  aquel  metal.  Ningún  otro 
órgano  ni  tejido  del  cuerpo  humano  contiene  arsénico.  Las  manchas , al 
parecer  arsenicaies,  que  con  los  músculos  se  obtienen,  sujetas  á los  re- 
activos, no  dan  sus  debidos  resultados.  Haciendo,  pues,  las  análisis  des- 
pués de  haber  separado  los  huesos , la  objeción  carece  de  fuerzas. 

2. a  Para  asegurarse  que  el  arsénico  no  procede  de  los  utensilios,  ins- 
trumentos y reactivos  empleados  en  las  análisis  , se  procede  antes  á la 
averiguación  del  estado  puro  de  todos  estos  cuerpos ; hay  medios  para 
ello ; por  lo  mismo,  obtenida  esta  garantía , si  se  recoge  ó revela  el  arsé- 
nico, la  objeción  no  puede  invalidar  sus  efectos.  Las  conclusiones  son 
lógicas  : todo  lo  contrario  sucedería  si  no  se  tuviese  prévia  seguridad  de 
que  los  utensilios  prácticos  no  son  puros. 

3. a  No  puede  negarse  que  en  ciertos  terrenos  existe  arsénico.  Ya  ad- 
vertimos que  algunos  labradores  se  valen  del  óxido  de  arsénico  para  en- 
calar los  trigos.  Por  esto  hay  que  recoger  una  porción  del  terreno  donde 
estaba  el  cadáver,  para  sujetarle  á la  análisis  y ver  si  contiene  arsénico. 
Si  no  le  contiene,  la  objeción  queda  deshecha.  Si  se  encontrare  arsénico 
en  el  terreno , no  por  esto  deberá  decirse  que  el  del  cadáver  procede  de 
él.  Seria  preciso  para  esto  que  hubiese  alguna  relación  entre  la  cantidad 
del  arsénico  sacada  del  terreno  y la  del  obtenido  del  cadáver : y aun  se- 
ria forzoso , á más  de*  esto , que  todos  los  órganos  del  cadáver,  igual- 
mente expuestos  á la  introducción  del  arsénico  de  la  tierra,  le  diesen  en 
cantidad  igual  ó proporcionada.  El  hecho  de  que  el  arsénico  del  suelo 
pasa  al  cadáver,  y en  especial  en  ciertos  órganos  á beneficio  de  un  estado 
ó una  fuerza  eléctrica  desconocida , no  es  mas  por  ahora  que  una  suposi- 
ción, y nada  explica  el  que,  existiendo  arsénico  insoluble  en  el  terreno, 
pase  al  cuerpo  del  hombre  , para  hacerse  en  él  soluble.  Los  experimentos 
que  se  han  hecho  para  averiguar  si  un  cadáver  puede  impregnarse  del 
arsénico  que  existe  en  un  terreno , no  han  dado  en  Orfila  resultado  al- 
guno en  favor  de  la  absorción  ó impregnación  : según  Devergie,  solo  se 
han  impregnado  las  capas  mas  superficiales  del  hígado,  sumergido  en  una 
disolución  de  arsénico. 

4. a  Por  lo  que  toca  á la  absorción  que  puede  efectuarse  de  un  prepa- 
rado arsénica!  dado  como  medicamento  poco  antes  de  la  muerte,  por  lo 
cual  podemos  ser  inducidos  en  error,  debemos  decir  que,  en  efecto,  en  el 
estado  actual  de  la  ciencia  no  es  fácil  negarla.  Hemos  dicho  que  una 
cuarta  ó quinta  parte  de  grano  de  ácido  arsenioso  es  capaz  de  dar,  por  el 
aparato  de  Marhs,  un  efecto  considerable.  Concíbese,. por  lo  mismo,  que 
tanto  en  el  estómago  como  en  la  sangre,  en  el  hígado,  etc. , puede  existir 
cierta  cantidad  tomada  como  medicamento  y absorbida,  y ser  encontrada 
por  los  procedimientos  analíticos,  hasta  el  punto  de  poder  dar  lugar  á 
sospechas.  Hé  aquí  cómo  se  hace  forzoso  no  fundar  exclusivamente  en 
el  hallazgo  del  veneno  la  certeza  del  envenenamiento.  Las  personas  que 
hagan  uso  de  la  tintura  mineral  de  Fowler,  tal  vez  pueden  hallarse  en 
este  caso. 

5. a  No  es  fácil  que  el  médico  sea  sorprendido  hasta  el  punto  que  tome 
por  arsénico  absorbido,  ó administrado  en  vida,  la  cantidad  mayor  ó me- 


— 1002  — 

ñor  que  se  introdujese  en  el  cadáver.  No  pudiéndose  efectuar  la  absor- 
ción, no  se  encontraría  proporción  ninguna  entre  la  cantidad  arsenical 
de  los  órganos  vasculares  y la  de  los  miembros. 

Resulta , pues,  de  todo  lo  dicho,  que  los  ensayos  y análisis  efectuados 
por  medio  del  aparato  de  Marhs,  tienen  todo  el  valor  que  les  hemos 
dado  anteriormente , sin  que  consigan  rebajarle  las  objeciones  de  que  nos 
acabamos  de  hacer  cargo. 


ARTÍCULO  III. 

DE  LOS  VENENOS  INORGÁNICOS  INFLAMATORIOS  ÁCIDOS. 

Los  cuerpos  ácidos  y venenosos  son  muchos ; pero  yo  no  trataré  en  este 
Compendio  mas  que  de  unos  cuantos,  no  tanto  por  no  permitir  otra  cosa 
los  reducidos  límites  de  esta  obra , como  por  ser  en  poco  número  los  áci- 
dos que  mas  comunmente  son  causa  de  intoxicaciones.  Todos  los  autores 
de  Toxicología,  hechos  cargo  de  esta  consideración  , convienen  en  no 
tratar  mas  que  de  aquellos  ácidos,  cuyo  uso  criminal  es  mas  frecuente; 
por  lo  tanto , yo  no  introduzco  en  esto  ninguna  novedad , ni  suprimo 
nada  interesante. 

Hay  que  advertir  igualmente  que  no  voy  á tratar  en  este  artículo  sino 
de  los  ácidos  inorgánicos  y que  obran  como  tales;  es  decir,  que  ejercen 
sobre  la  economía  la  acción  propia  de  los  ácidos  en  general.  De  aquí  es 
que  no  figurarán  entre  ellos  el  arsénico  , el  arsenioso , el  carbónico , etc., 
porque  estos  ácidos  ejercen  por  lo  común  al  menos  una  acción  muy  di- 
versa de  las  que  han  de  ocuparnos  en  este  artículo ; por  esto  trato  de 
ellos  en  otra  parte. 

Por  último , hay  que  advertir  también  que  aquí  examinaré  los  ácidos 
diluidos,  debilitados,  convertidos  de  venenos  cáusticos  en  inflamatorios. 
Los  ácidos  son  los  que  mas  sufren  esta  notable  transformación , porque 
el  agua  en  que  se  disuelven  templa  efectivamente  su  acción  corrosiva  y 
desorganizadora.  Cuando  se  toman  concentrados,  son  cáusticos,  y des- 
organizan los  tejidos  con  los  cuales  se  ponen  en  contacto. 

Los  ácidos  en  que  vamos  á ocuparnos , son  : el  sulfúrico , el  nítrico , el 
clorhídrico , el  clorhidronitrico  J el  fosfórico  y el  hipofosfórico. 

Estos  seis  ácidos , como  tales , tienen  muchas  cosas  comunes  : el  cua- 
dro de  síntomas  que  hacen  desarrollar,  cuando  no  están  concentrados  ó 
diluidos  en  la  cantidad  de  agua  que  los  convierta  de  cáusticos  en  infla- 
matorios, son  los  de  la  inflamación  intensa  del  canal  alimenticio,  nota- 
blemente del  estómago.  Pueden  considerarse  como  tipo  de  los  venenos 
inflamatorios ; por  lo  tanto , les  es  aplicable  cuanto  expusimos  en  el  cua- 
dro general  de  esta  clase  de  venenos.  Sin  embargo , puesto  que  tipo  de 
inflamatorios  son  también  los  álcalis  no  concentrados  y las  disoluciones 
metálicas,  especifiquemos  más  los  síntomas  propios  de  los  ácidos. 

Calor  urente  en  la  boca,  esófago  y estómago;  dolor  vivo  en  todas  es- 
tas partes;  desprendimiento  de  gases;  eructos  abundantes ; náuseas; 
hipo ; sed  intensa.  Los  dolores  van  creciendo  en  la  región  epigástrica, 
donde  suele  detenerse  el  veneno ; siguen  los  vómitos  repetidos  de  mate- 
rias líquidas  y sólidas  que  enrojecen  el  tornasol  y producen  efervescencia 
en  el  suelo ; sabor  y olor  particular,  ó infecto , hasta  en  los  intervalos  de 
los  vómitos.  Tumefacción  del  vientre , y mucha  sensibilidad  en  la  regio 
epigástrica.  Frió  exterior;  horripilaciones  de  cuando  en  cuando;  ta  v 


- 1003  — 

miembros,  en  especial  los  abdominales , helados;  pulso  pequeño  , hun- 
dido , á veces  precipitado  y tembloroso ; ansiedades  horribles ; agitación 
continua;  contorsiones  en  todos  sentidos;  movimientos  convulsivos  de 
los  labios,  de  la  cara  y de  los  miembros.  El  rostro  está  desfigurado,  pá- 
lido, de  color  de  plomo.  La  inteligencia  en  toda  su  integridad;  abati- 
miento moral ; muerte  en  pocas  horas , ó lo  más  uno  ó dos  dias.  Si  el  en- 
fermo muere , sucumbe  bajo  el  influjo  de  la  violenta  gastro-enteritis  que 
el  ácido  ha  provocado.  Si  no  sucumbe , tarda  algún  tiempo  en  restable- 
cerse, y acaso  se  resiente  toda  su  vida  de  la  intoxicación,  á causa  de 
que  suele  seguirle  algún  achaque  ó irritación  crónica  de  los  órganos  di- 
gestivos. 

Las  alteraciones  de  tejido  que  los  ácidos  no  concentrados  producen, 
son  las  de  la  flogosis,  color  subido  de  la  mucosa,  inyección  , arboriza- 
ciones,  manchas  gangrenosas,  reblandecimiento,  etc. , etc. ; toda  la  va- 
riedad de  los  vestigios  propios  de  una  afección  inflamatoria  intensa. 

Los  ácidos  diluidos  parece  que  pasan  al  torrente  de  la  circulación  y 
coagulan  la  sangre  de  los  vasos  inmediatos  y hasta  del  corazón.  La  im- 
bibición en  estos  casos  puede  efectuarse,  bien  que  es  difícil  durante  la 
vida.  La  inflamación  de  los  tejidos,  que  es  rápida,  es  un  obstáculo  á la 
absorción;  por  lo  tanto,  si  Orfila  ha  podido  encontrar  algunos  ácidos  en 
la  sangre  y en  la  orina,  podrá  haber  sido  á consecuencia  de  la  imbibi- 
ción efectuada  después  de  la  muerte,  ó de  haber  sido  saturados  de  potasa 
ó sosa  libre. 

Excusado  es  decir  que  el  cuadro  de  síntomas  y alteraciones  de  tejido 
que  acabo  de  exponer,  como  propios  de  los  ácidos  no  concentrados,  se 
presenta  también  cuando  los  ácidos  son  concentrados  ú obran  cáustica- 
mente , con  la  diferencia  que  entonces  no  solo  hay  mayor  intensidad  de 
los  mismos  y mayor  estrago , sino  que  se  presentan  otros , de  los  cuales  ya 
hemos  hablado,  al  trazar  el  cuadro  general  de  la  intoxicación  cáustica. 

Los  ácidos  no  concentrados , por  lo  mismo  que  no  desorganizan  , son 
mas  fáciles  de  ser  combatidos  con  buen  éxito.  El  pronóstico  no  es  de 
mucho  tan  grave  como  cuando  están  concentrados.  La  terminación  es  á 
veces  enteramente  satisfactoria;  no  queda  de  la  intoxicación  vestigio  al- 
guno ; en  otras  la  sigue  algún  achaque  crónico , y otras , en  fin , puede 
ser  mortal. 

Los  medios  que  el  profesor  tiene  á la  mano  para  combatir  una  intoxi- 
cación por  un  ácido  no  concentrado,  son  varios.  El  primero,  y mas  indi 
cado , es  el  contraveneno  ó contravenenos,  puesto  que  los  ácidos  tienen 
varios.  La  magnesia  calcinada , el  carbonato  de  potasa  y el  agua  de  ja- 
bón común,  mejor  el  medicinal,  son  todos  muy  á propósito  para  saturar 
el  ácido,  en  especial  diluido.  La  magnesia  no  se  disuelve;  es  difícil  de 
darla  con  agua;  mas  si  antes  de  suspenderla  en  este  líquido  se  mezcla 
con  azúcar  en  polvo  y se  revuelve  bien  , él  agua  se  apodera  de  ella  y 
puede  tomarse  fácilmente  sin  que  pierda  sus  propiedades  de  óxido,  sin 
que  el  azúcar  le  quite  su  afinidad  por  el  ácido.  La  cantidad  de  magnesia 
será  una  dracma  ó dracma  y media.  El  agua  puede  ser  del  tiempo,  ó ti- 
bia. Esta  será  preferible,  bajo  el  concepto  de  que  el  vómito  será  prove- 
choso, tratándose  de  ácidos  debilitados  que  no  desorganizan  el  estómago 
ni  el  esófago.  A proporción  que  el  enfermo  vomita,  se  reitera  ladósis  de 
contraveneno.  También  puede  darse  la  magnesia  diluida  en  aceite. 

El  doctor  Obers  de  Bredan  propone  como  de  preferencia  el  carbonato 
de  potasa,  por  cuanto  su  acción  sobre  los  ácidos  es  mas  rápida  y mas 


- 1004  — ..  . 

duradera;  no  necesita  de  tanto  líquido  y no  causa  daño  alguno.  Bajo  to- 
dos estos  puntos  de  vista , es  cierto  que  el  carbonato  es  útil ; por  tanto, 
él  como  la  creta , que  se  le  parece,  tienen  el  inconveniente  de  despren- 
der ácido  carbónico  en  abundancia,  el  cual  distiende  el  estómago,  au- 
mentando los  dolores.  La  dósis  de  carbonato  es  de  un  escrúpulo  á media 
dracma,  diluido  en  medio  litro  de  agua. 

Majault  se  declaró  por  las  disoluciones  de  jabón.  T,  en  efecto,  sobre 
ser  útilísimo  su  empleo , no  produce  ningún  daño , y está  á la  mano  de 
todos ; es  uno  de  los  contravenenos  de  que  se  puede  valer  cualquiera  y 
acto  continuo  que  la  intoxicación  se  presenta.  Se  toma  1 ó 2 escrúpulos 
de  jabón  ; se  deslie  ó disuelve  en  un  vaso  de  agua,  y el  enfermo  le  toma. 
Si  hay  tiempo , es  preferible  el  jabón  medicinal , como  mas  soluble,  mas 
puro  y de  sabor  menos  repugnante. 

Si  no  se  tiene  á la  mano  ninguna  de  estas  sustancias , se  le  da  al  enve- 
nenado agua  fria  ó tibia  en  abundancia , á no  ser  que  la  distensión  que 
le  cause  en  el  estómago  le  aumente  el  dolor.  Igualmente  puede  dársele 
agua  de  ceniza  colada  ó filtrada.  Si  hay  leche  , ó agua  de  malvas , de  ce- 
bada , de  goma , etc. , mejor.  Y tanto  si  se  dan  estas  aguas  para  facilitar 
el  vómito,  como  la  que  tiene  en  disolución  ó suspensión  el  contraveneno, 
hay  que  repetir  la  dósis  , á proporción  que  el  envenenado  vomita. 

Cuando  se  llega  á tiempo , por  lo  común  esto  basta ; el  estómago  se 
desembaraza  del  veneno,  y la  simple  dieta  absoluta,  las  bebidas  mucila- 
ginosas  y temperantes  le  vuelven  á su  estado  normal.  Mas  si  la  inflama- 
ción está  ya  desenvuelta  y con  alguna  intensidad , después  de  haber  ex- 
pulsado las  materias  neutralizadas,  hay  que  combatir  el  estado  flogístico 
del  tubo  digestivo  con  el  plan  indicado  para  tales  afecciones.  Sangrías 
generales  y locales , según  la  necesidad , embrocaciones  emolientes , la- 
vativas, dieta  absoluta  y rigorosa,  etc. , etc.  Como  los  ácidos  irritan  no- 
tablemente los  nervios  def  estómago , no  será  mala , por  poco  que  la 
ocasión  lo  consienta,  alguna  pocion  calmante,  alguna  bebida  ligera- 
mente laudanizada. 

La  frecuencia  de  los  achaques  crónicos  que  se  siguen  á estas  intoxica- 
ciones , obliga  á observar  un  régimen  alimenticio  graduado  y por  largo 
tiempo.  Alimentos  suaves  y líquidos,  agua  de  pan,  gelatinosa,  leche 
aguada , caldo  de  pollo , ternera , pescado  y al  fin  carne.  Acaso , según 
haya  sido  la  inflamación  del  estómago  , alimentación  por  el  ano. 

Los  ácidos  no  concentrados  alteran  poco  las  sustancias  vegetales  y ani- 
males con  que  se  mezclan.  El  café , la  cerveza,  la  sidra  no  experimentan 
mudanza  alguna;  el  color  del  vino  parece  que  se  aviva ; solo  después  de 
mucho  tiempo  llega  á formarse  un  sedimento  morenusco.  La  leche,  la 
sangre  y la  albúmina  se  coagulan , en  especial  si  están  los  ácidos  poco 
diluidos ; pero  el  coágulo  dura  poco , luego  se  disuelve.  Las  sustancias 
sólidas,  con  los  ácidos,  se  tiñen  de  negro  ó amarillo  y se  reblandecen. 
Además , el  sabor  cáustico  que  comunican  á las  bebidas , los  hace  casi 
imposibles  ó nada  aptos  para  un  envenenamiento.  Solo  los  suicidas  pue- 
den acudir  á ellos.  Sin  embargo , Christisson  refiere  una  porción  de  ca- 
sos en  los  que  el  ácido  fue  dado  por  una  mano  asesina. 

Esto  es  lo  que  me  ha  parecido  poder  decir  de  los  ácidos  en  común; 
veamos  ahora  lo  que  cada  uno  de  los  cinco  ácidos  arriba  indicados  nos 
presenta  digno  de  particular  mención. 


- 100*  — 


1 1.— Acido  anlfúrico;  axal  do  composición. 

Dicho  de  este  ácido  todo  lo  que  atañe  á su  acción  sobre  la  economía  y 
los  medios  que  pueden  oponerse  á esta  acción  y sus  resultados , solo  nos 
resta  que  exponer  c<5mo  reconocerémos , por  medio  de  sus  propiedades 
físicas  y químicas,  que  el  instrumento  de  la  intoxicación  na  sido  este 
ácido. 

El  ácido  sulfúrico  es  líquido , sin  color  ni  olor ; concentrado  tiene  un 
sabor  cáustico  fuerte  y enrojece  la  tintura  de  tornasol  con  mucha  ener- 
gía. Ennegrece  las  materias  con  que  se  pone  en  contacto.  Si  como  ácido 
coagula  la  leche , la  sangre  y la  albúmina , muy  concentrado  las  pone 
muy  líquidas.  Mezclado* con  agua  aumenta  su  temperatura;  calentado 
con  carbón  en  polvo  en  un  frasco,  se  descompone  y da  ácido  sulfuroso. 
Con  una  sal  soluble  de  barita  da  un  precipitado  blanco  insoluble  en  el 
agua  y en  el  ácido  nítrico,  aun  añadiendo  agua.  Para  reconocer  que  este 
precipitado  blanco  es  del  ácido  sulfúrico  diluido , se  deja  reposar  des- 
pués-de  lavado;  se  quita  el  agua  que  sobrenada  con  la  pipeta  y se  mezcla 
con  carbón  pulverizado  en  una  cápsula  de  porcelana,  donde  se  seca; 
luego  se  pone  en  un  crisol  de  barro  ó porcelana;  se  tapa  y embetuna, 
no  dejando  mas  que  un  agujerito  por  donde  saldrá  el  óxido  de  carbono, 
y se  hace  calcinar  al  rojo  por  espacio  de  media  hora ; luego  se  saca  el 
crisol , se  deja  enfriar,  y cuando  ya  está  frío , se  quita  el  producto  de  la 
calcinación , se  pone  en  un  tubo  y se  trata  con  un  poquito  de  agua  acidu- 
lada con  ácido  hidroclórico.  En  el  tubo  se  coloca  un  pedacito  de  papel 
empapado  en  acetato  de  plomo.  Este  papel  se  pone  negro  ó moreno,  y se 
percibe  el  olor  del  ácido  sulfhídrico  ó de  huevos  podridos,  en  especial 
si  hay  mucha  cantidad  de  ácido  sulfúrico.  Si  se  toma  el  producto  de  la 
calcinación  con  agua  y se  filtra , se  obtiene  un  líquido  amarillo  y fétido, 
el  cual , tratado  con  ácido  hidroclórico , desprende  ácido  sulfhídrico  y 
deja  precipitar  azufre  hidratado,  el  cual , recogido  en  un  papel , arde  con 
el  olor  que  le  es  propio. 

Una  dificultad  se  ofrece.  El  ácido  sulfúrico  diluido , que  es  como  se 
encontrará  en  las  análisis  prácticas , no  presenta  siempre  esta  facilidad 
de  investigación.  Un  sulfato  ácido  puede  darnos  muchos  de  sus  carac- 
teres químicos;  enrojece  el  tornasol , da  precipitado  blanco  con  la  sal  de 
barita  y hasta  ácido  sulfuroso  con  el  carbón.  Este  sulfato  podrá  tener  por 
base  un  óxido  precipitable  por  el  ácido  sulfhídrico  ó la  potasa,  ó no  pre- 
cipitare por  sus  agentes.  Hé  aquí  cómo  distinguirémos  de  casos. 

Se  satura  con  la  potasa  una  porción  de  licor  ácido , dejando  un  poco 
de  exceso  de  este  ; se  extiende  en  agua,  y se  trata  con  el  ácido  sulfhí- 
drico. Hay  precipitado  ó no.  ¿Le  hay?  Por  su  color  se  juzga  la  base  del 
licor  ácido.  ¿No  le  hay?  Se  echa  en  otra  porción,  gota  á gota,  potasa 
disuelta  hasta  un  exceso.  ¿No  hay  precipitado  tampoco?  Hay  que  destilar 
el  licor  y recoger  el  producto  de  la  destilación  en  un  poco  de  agua  amo- 
niacal. 

Se  toma  una  retorta  tubulada , muy  pequeña , con  una  estrechez  hecha 
en  el  cuello,  á la  lámpara  de  esmaltar,  á tres  pulgadas  del  pico,  encor- 
vándole para  poder  introducirle  en  un  frasco,  y se  introducen  unas  3 
onzas  de  licor  por  medio  de  un  embudo  que  alcanza  el  líquido,  y se 
calienta  en  un  baño  de  arena.  El  recipiente  debe  contener  agua  amonia- 
cal y estar  rodeado  de  agua  fria  frecuentemente  renovada.  Cuando  el 
líquido  haya  sido  reducido  á media  onza,  se  calienta  la  retorta  á fuego 


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desnudo,  y se  sigue  hasta  que  el  líquido  del  recipiente  tienda  á voívp^ 
á la  retorta.  . erbfc 

Hecho  esto,  ha  sucedido  una  de  las  dos  cosas;  ó no  ha  quedado  nada 
en  las  paredes  de  la  retorta , ó bien  hay  en  ellas  un  residuo.  Si  lo  pri- 
mero , el  licor  contenia  ácido  sulfúrico*;  si  lo  segundo,  un  sulfato  ácido. 
En  este  último  caso , después  de  obrar  sobre  el  ácido  sulfúrico  recogido 
en  el  recipiente , como  llevamos  dicho ; esto  es  , con  la  sal  de  barita",  se 
recoge  el  precipitado  y se  pesa.  En  seguida  se  reconoce  el  residuo  donde 
está  la  base  de  la  sal  ácida;  se  pesa  también,  y comparando  el  peso  del 
ácido  y el  de  la  base,  se  viene  en  conocimiento  de  si  es  un  sulfato  ácido 
ó ácido  sulfúrico  unido  á un  sulfato.  Las  proporciones  resuelven  esta 
cuestión. 

Chevalier  propone  un  medio  muy  sencillo.  Se  pone  un  poco  de  licor 
en  un  crisol  de  platino , y se  calienta  fuertemente  hasta  la  completa  vo- 
latilización. Al  lin  déla  operación,  el  ácido  sulfúrico  se  desprende  en 
vapores  blancos  espesos  de  un  olor  picante  y característico. 

Siempre  , pues , que  el  ácido  sulfúrico  haya  producido  el  envenena- 
miento , le  reconocerémos  sometiendo  las  sustancias  con  las  que  esté 
mezclado  á las  diversas  operaciones  que  expusimos  en  la  quinta  parte 
de  la  toxicología  general  y á las  que  acabamos  de  exponer  corno  pro- 
pias. Hervir  con  alcohol  de  40  grados  las  sustancias  líquidas  filtradas; 
hervir  con  agua  y con  alcohol  las  sólidas,  y filtrando  también  el  líquido; 
este  se  somete  á la  acción  de  la  sal  soluble  de  barita,  al  fuego  con  car- 
bón ó á la  retorta , etc.  Esto , unido  á los  síntomas  y manchas  ó altera- 
ciones de  tejido  que  el  ácido  haya  producido  , nos  ' permiten  formar  un 
juicio  exacto  de  la  intoxicación. 

Una  de  las  cosas  que  mas  importan  en  la  investigación  de  este  ácido, 
es  proporcionar  á su  cantidad  la  capacidad  de  la  retorta  en  que  se  des- 
tile. Si  no  se  recoge  mas  que  manchas  en  los  vestidos , se  cortan  estos 
pedacitos  manchados  y se  hacen  destilar  en  un  tubo  qne  se  encorva, 
para  que  sirva  de  retorta  y recipiente. 

Este  ácido  se  conserva  mucho  tiempo  en  el  cadáver , y hasta  parece 
que  retarda  la  putrefacción  de  los  órganos  con  los  cuales  está  en 
contacto. 

A pesar  de  lo  que  va  dicho,  no  es  tan  fácil  en  muchos  casos  darnos 
cabal  razón  de  la  verdadera  procedencia  del  ácido  sulfúrico , cuando  las 
análisis  versen  sobre  las  materias  contenidas  en  el  estómago  ó las  pare- 
des mismas  de  esta  viscera.  Las  dificultades  estriban  : l.°  en  que  el  ve- 
hículo con  que  se  haya  dado  el  ácido  puede  contener  sulfatos,  alcohol, 
éter,  ácido  acético  libre , etc. ; 2.°  en  que  en  el  estómago  hay  natural- 
mente ácido  acético  é hidroclórico , productos  de  la  digestión  ; ib0  en 
que  si  se  han  administrado  los  contravenenos,  el  ácido  estará  transfor- 
mado en  sulfatos  de  magnesia,  potasa,  sosa  , etc.  ; 4.°  en  que  en  vez 
de  ácido  sulfúrico,  podrá  haberse  dado  sulfatos;  5.°  en  que  las  mis- 
mas paredes  del  estómago  tienen  sulfatos  que  se  presentan  descompo- 
niendo aquel  órgano  por  medio  del  fuego;  fi.°  en  que  bajo  la  influencia 
de  la  putrefacción  se  produce  á la  larga  sulfato  amónico. 

Estas  dificultades  indicadas  por  Devergie,  no  son  de  gran  bulto  en  la 
mayoría  inmensa  de  los  casos.  Solo  podrían  serlo  ignorando  todos  los 
síntomas  y no  viendo  el  estado  del  cadáver,  lo  cual  casi  no  sucede  nun- 
ca. Pero  supongamos  que  ni  por  los  síntomas , ni  por  la  autópsia  s 
puede  venir  en  conocimiento  de  si  ha  sido  el  ácido  sulfúrico , ó un  su 


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fato  lo  que  se  ha  introducido ; que  solo  nos  encontramos  con  sustancias 
que  tienen  sulfatos , y hay  que  saber  si  proceden  de  una  combinación 
del  ácido  sulfúrico  introducido  en  el  sugeto,  ó de  otro  origen.  Lo  que  lle- 
vamos expuesto  con  respecto  á las  proporciones  del  ácido  y de  la  base, 
podrá  servirnos  de  guía ; y si  tanta  es  la  dificultad  que  no  pueda  resol- 
verse ni  por  los  síntomas , ni  por  la  autópsia  , ni  por  las  análisis , ¿á  qué 
empeñarnos  en  vencerla?  El  médico  perito  expone  las  dificultades  que 
hay  para  tomar  una  resolución  definitiva , y se  acabó.  Afortunadamente, 
estos  casos  serán  rarísimos ; por  lo  mismo  me  abstengo  de  exponer  los 
procederes  detallados  en  que  entran  algunos  autores.  En  este  Compendio 
seria  un  lujo  de  operaciones  innecesarias. 

El  ácido  sulfúrico  concentrado , unido  á una  disolución  de  añil , forma 
lo  que  se  llama  el  azul  de  composición , líquido  igualmente  venenoso,  mas  ó 
menos  espeso , negro  por  reflexión , azul  por  refracción , cuando  con- 
tiene poco  añil.  Tiñe  de  negro  ó azul  la  pared  del  vaso  que  le  contiene. 
Tiene  todos  los  caractéres  fisiológicos  y químicos  del  ácido  sulfúrico ; el 
color  azul  que  toma  el  agua  con  una  gota  de  ese  líquido , y su  color  ne- 
gruzco ó azul,  le  distingue  del  ácido;  el  cloro  quita  el  color  azul  del 
agua  teñida  por  el  azul  de  composición.  Las  manchas  que  produce  en  la 
boca,  esófago  , estómago  é intestinos,  son  azules  ; azules  son  los  vómi- 
tos y deyecciones  ; por  lo  tanto , es  fácil  reconocerle.  Las  operaciones 
analíticas  son  las  mismas  que  hemos  recomendado  para  el  ácido  sul- 
fúrico. 

§ II.— Acido  nítrico. 

Los  caractéres  físicos  y químicos  del  ácido  nítrico  son  muy  notables. 
Líquido  sin  color , de  olor  particular  y nauseoso , cáustico  cuando  con- 
centrado , y enrojece  fuertemente  el  tornasol ; distínguese  de  los  demás 
ácidos  en  que  mancha  de  amarillo  las  materias  vegetales  y animales 
con  que  está  en  contacto.  Echado  en  un  vaso  ó tubo  que  contenga  lima- 
duras de  cobre , hace  efervescencia , desprende  vapores  de  ácido  nitroso 
ó sea  rojo  anaranjado  , y se  forma  un  nitrato  de  cobre  de  color  verde. 
Si  se  satura  con  el  bicarbonato  de  potasa  , da  lugar  á una  sal,  nitrato  de 
potasa  , la  cual  vuelta  al  estado  sólido  por  evaporación  , se  funde  en  las 
ascuas  y activa  la  combustión ; desprende  ácido  nítrico  tratado  con  el 
sulfúrico , y ácido  nitroso,  cuando  se  mezcla  con  limaduras  de  cobre  y es 
luego  tratado  por  el  mismo  ácido.  Por  último,  el  ácido  nítrico  es  des- 
compuesto por  la  morfina , á la  cual  comunica  un  color  amarillo  primero 
y acto  continuo  la  enrojece.  El  ácido  nitroso  que  se  produce  con  la  des- 
composición del  nítrico  por  la  morfina,  es  el  que  da  á este  su  coloración 
rojo-anaranjada  ; es  la  coloración  que  le  da  siempre  el  ácido  nitroso  na- 
ciente ó no.  Esta  coloración  desaparece  al  cabo  de  algunas  horas,  y toma 
un  color  rojo  de  amaranto  oscuro , cuando  se  pone  la  morfina  así  teñida 
en  contacto  con  una  disolución  de  potasa  cáustica , coloración  que  puede 
persistir  muchos  dias.*  El  protosulfato  de  hierro  se  ennegrece  sometido  á 
la  acción  de  los  vapores  de  ácido  nitroso  que  se  desprenden  del  nítrico 
descompuesto. 

El  ácido  nítrico  diluido  no  es  atacado  por  el  cobre,  ni  en  trio,  ni  en 
caliente;  diluido  en  tres  vasos  un  poco  de  agua,  no  enrojece  ya  la 
morfina. 

Para  la  formación  del  nitrato  de  potasa  y el  reconocimiento  del  carác- 
ter químico  mas  notable  y constante  del  ácido  nítrica  , se  echa  en  este 


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ácido  diluido  un  poco  de  carbonato  de  potasa  hasta  que  no  haya  efer- 
vescencia , ó que  el  licor  no  enrojezca  el  papel  de  tornasol ; luego  se  eva- 
pora hasta  sequedad.  La  materia  sólida  que  se  obtiene , se  mezcla  con 
limaduras  de  cobre,  y se  introduce  la  mezcla  en  un  tubo  cerrado  por  un 
extremo;  se  añade  una  ó dos  gotas  de  agua,  luego  algunas  de  ácido  sul- 
fúrico concentrado , y se  producen  los  vapores  de  ácido  nitroso.  Para 
reconocer  la  acción  de  este , se  aplica  al  extremo  abierto  del  tubo  un 
tapón,  en  cuyo  centro  está  un  tubito  encorvado  que  termina  por  otro  cer- 
rado por  su  extremo , en  el  que  se  ponen  cristales  de  moríina ; esta  se 
tiñe,  en  cuanto  la  alcanzan  los  vapores  del  ácido  nitroso.  La  narcotina  y 
la  brucina  son  todavía  mas  sensibles  á esa  reacción  en  el  mismo  apa- 
rato. Si  se  quiere  reconocerla  acción  de  este  ácido  sobre  el  proto-sulfato 
de  hierro , se  adopta  en  vez  del  tubo  aguzado  otro  en  forma  de  oa , es- 
trechado en  sus  corvaduras  ; en  la  inferior  hay  algunas  gotas  de  la  sal 
disuelta.  A veces  hay  necesidad  de  calentar  el  tubo  para  que  se  produz- 
can los  vapores. 

Sprengel  ha  propuesto,  como  nuevo  reactivo  del  ácido  nítrico,  el  sulfo- 
fénico , que  se  obtiene  disolviendo  una  parte  de  fenol  en  dos  de  ácido 
sulfúrico  concentrado  y otras  dos  de  agua.  Concentrado  en  un  crisol  un 
líquido  que  tenga  ácido  nítrico  libre , estando  hirviendo  se  echa  ácido 
sulfo-féníco,  y se  obtienen  productos  nitrados,  fáciles  de  reconocer  por  el 
color  rojo  que  toma  la  mezcla,  si  no  hay  sustancia  orgánica,  ni  bromo, 
ni  yodo.  En  este  último  caso  se  añade  amoníaco , que  neutraliza  el  yodo 
y el  bromo , y la  materia  orgánica  carbonizada  sobrenada  en  el  líquido. 

Cuando  el  ácido  nítrico  está  contenido  en  un  líquido  vegetal  ó ani- 
mal , después  de  haberse  hecho  cargo  de  que  es  este  ácido , se  satura  el 
licor  con  bicarbonato  de  potasa  disuello  y concentrado;  se  hace  evapo- 
rar hasta  sequedad  y se  divide  el  producto  en  dos  partes.  Se  obra  sobre 
la  una  con  el  ácido  sulfúrico  y las  limaduras  de  cobre,  sometiendo,  como 
lo  llevamos  dicho,  á la  acción  de  los  vapores  de  ácido  nitroso  la  mor- 
fina y el  proto-sulfato  de  hierro.  Es  menester  ir  echando  en  varias  veces 
el  ácido  sulfúrico  hasta  que  ya  no  haya  efervescencia,  porque  primero 
se  descomponen  los  carbonatos  de  potasa  y amoníaco , y por  último  el 
nitrato  de  potasa. 

La  otra  porción  se  trata  con  el  cloro  gaseoso,  como  si  se  tratase  una 
materia  animal  sólida. 

Si  el  ácido  nítrico  está  mezclado  ó combinado  con  sustancias  vegeta- 
les ó animales  sólidas,  se  introducen  estas  en  una  retorta  y se  añade 
agua;  se  hace  hervir  hasta  que  el  líquido  se  reduzca  á la  mitad,  y re- 
cogiendo en  un  recipiente  el  producto  de  la  destilación,  luego  se  exa- 
mina si  es  ácido  este  producto.  El  líquido  de  la  retorta  se  separa  de  la 
parte  sólida  , filtrando.  Se  añade  á la  sólida  mas  agua  y se  hace  hervir 
ae  nuevo,  repitiéndola  operación;  luego  se  reúnen  todos  los  ácidos  ó 
líquidos,  se  someten  á una  corriente  de  cloro  y se  filtra.  Se  hace  hervir 
de  nuevo,  se  satura  con  el  bicarbonato  de  potasa,  se  evapora  hasta  seque- 
dad en  el  baño  maría , y se  procede  luego  como  para  la  primera  porción. 

Si  se  tratase  de  reconocer  el  ácido  nítrico  que  estuviese  en  pequeñas 
manchas , no  bastando  el  color  característico  ó amarillo  de  estas,  que  se 
aviva  y convierte  en  rojo  de  cereza  con  una  gota  de  sosa , potasa  ó amo- 
níaco, habrá  que  reconocer  su  propiedad  ácida ; humedeciéndolas  y apli- 
cando un  pedacito  de  papel  de  tornasol  se  reconocerán:  luego  habrá  que 
hacer  hervir  el  tejido  con  agua , filtrar,  someterle  á una  corriente  de 


- 1009  - 

cloro , evaporar  hasta  sequedad  y obrar  sobre  el  nitrato  obtenido  cómo 
queda  dicho. 

El  ácido  nítrico , combinándose  con  las  materias  orgánicas , cede  su 
oxígeno  para  formar  ácidos  cianhídrico , carbónico , málíco , acético,  etc. 
El  carbonítrico  es  otro  de  los  que  forma ; y como  se  inflama  fácilmente, 
hay  que  proceder  con  algún  cuidado  en  las  operaciones  analíticas,  pues 
pueden  estallar  los  vasos. 

Cuando  los  sólidos  y líquidos  que  se  analicen  estén  ya  en  putrefacción, 
el  ácido  nítrico  , á pesar  de  que  se  conserva  por  mucho  tiempo  y que 
retarda  esta  putrefacción , podrá  estar  convertido  en  nitrato  de  amoníaco. 

§ III. — Acido  clorhídrico. 

El  ácido  clorhídrico  ó hidroclórico , sobre  ser  líquido  , sin  color , en 
especial,  si  está  puro  (el  del  comercio  es  amarillento  verdoso);  sobre  te- 
ner un  olor  picante,  esparce  al  aire  vapores  blancos  mas  ó menos  abun- 
dantes, según  esté  mas  ó menos  concentrado  y mas  órnenos  visible, 
según  la  humedad  del  ambiente.  Enrojece  la  infusión  del  tornasol  sin 
quitarle  el  color;  precipita  en  blanco  lechoso  el  nitrato  de  plata.  Este 
precipitado , cloruro  de  plata,  es  insoluble  en  el  agua,  en  el  ácido  nítrico, 
tanto  frió,  como  caliente  , y soluble  en  el  amoníaco.  El  ácido  cianhídrico 
da  también  este  precipitado  con  el  nitrato  de  plata , pero  es  soluble  en 
el  ácido  nítrico  caliente  y no  muda  de  color.  Cuando  concentrado,  si  se 
mezcla  con  bióxido  de  manganeso  pulverizado , desprende  cloro , fácil 
de  conocer  por  su  color,  olor  y la  pérdida  del  color  azul  del  tornasol 
que  produce.  Si  se  calienta  el  aparato  y hay  mucho  ácido , el  desprendi- 
miento de  cloro  es  rápido  y completo. 

Cuando  el  ácido  clorhídrico  está  mezclado  con  líquidos  vegetales,  no 
es  tan  fácil  reconocerle.  Su  propiedad  ácida  puede  engañar  por  tenerla 
algunos  de  esos  líquidos.  Su  reacción  sobre  el  nitrato  de  plata  también, 
por  cuanto  dichos  líquidos  tienen  cloruros  en  disolución  que  dan  con  di- 
cha sal  el  precipitado  blanco  lechoso.  Sin  embargo,  cuando  la  poca  can- 
tidad que  dan  los  cloruros  no  baste  para  distinguir  de  casos,  bastará  so- 
meter el  licor  á la  ebullición  en  un  aparato  colocado  en  medio  de  un 
baño  de  cloruro  de  calcio  (2  p.  de  cloruro , 1 de  agua)  y recoger  los 
productos  en  el  agua  de  un  recipiente.  Se  hace  constar  la  calidad  ácida 
del  licor  procedente  de  la  destilación,  se  satura  con  la  potasa,  se  hace  eva- 
porar hasta  sequedad  y se  divide  el  resultado  en  dos  partes.  La  una  se 
toma  con  agua  y se  trata  con  el  nitrato  de  plata,  añadiendo  ácido  ní- 
trico, para' evitar  la  formación  de  un  precipitado  de  carbonato  ú óxido 
de  plata  y obtener  tan  solo  el  cloruro.  La  otra  porción  se  mezcla  con 
el  bióxido  de  manganeso;  así  mezclados,  se  introducen  en  un  tubo  an- 
cho y terminando  en  bola;  se  echa  ácido  sulfúrico  diluido  y se  obtiene 
cloro  gaseoso.  Para  reconocer  su  propiedad  disolvente , se  adapta  al 
tubo  ancho  otro  pequeño  encorvado  y aguzado,  el  cual  se  sumerge  en 
un  frasco  que  contenga  infusión  de  tornasol. 

Los  cloruros  que  naturalmente  contienen  los  líquidos  vegetales  no  se 
volatilizan  á los  106°,  como  el  ácido  clorhídrico;  de  consiguiente,  la 
operación  que  acabamos  de  exponer  sirve  perfectamente  para  distinguir 
este  de  aquellos.  Hay  más : el  ácido  clorhídrico  evaporado  no  deja  resi- 
duo ; los  cloruros  ácidos  metálicos  le  dejan  , y precipita  el  residuo  por  el 
ácido  sulfhídrico  ó la  potasa. 
toxicocogía.  — M 


- 1010  - 

I as  dificultades  son  mayores  si  el  líquido  es  animal , materias  vomi- 
tadas, ó si  el  Acido  está  contenido  en  algún  sólido  animal , el  estómago 
por  ejemplo,  por  muchas  razones:  1.a  porque  naturalmente  existen  áci- 
dos en  los  líquidos  y órganos,  en  especial  el  estómago  ; 2.a  porque  na- 
turalmente hay  en  el  estómago  ácido  hidroclórico  , aunque  en  pequeña 
cantidad  Spalíanzani,  Carminati  y Thenard  han  encontrado  jugos  neu- 
tros en  los  gástricos;  pero  Goue,  Montegre  , Chevreul,  Tiedeman  y 
Gmelin  , siempre  los  han  encontrado  ácidos.  No  solo  hay  ácido  hidro- 
clórico, sino  acético,  láctico  y butírico;  3/  porque  naturalmente  existen 
cloruros  en  dicha  viscera  y jugos,  ó los  pueden  haber  añadido,  ó pue- 
den , en  fin  , resultar  de  la  administración  de  un  contraveneno,  de  un 
álcali;  í.’  porque  naturalmente  puede  existir  clorhidrato  amónico  sin 
que  se  haya  declarado  todavía  la  putrefacción , puesto  que  se  ha  encon- 
trado en  la  orina , en  la  saliva,  en  el  quilo  de  dos  caballos  , en  la  leche 
de  ovejas,  en  el  jugo  gástrico  de  los  rumiantes;  5.a  porque  descompo- 
niendo con  el  fuego  las  paredes  del  estómago,  se  forma  naturalmente  hi- 
droclorato  amónico  ; 6.a  porque  se  forma  también  esta  sal  con  la  putre- 
facción , y sometiendo  á la  ebullición  los  órganos  putrefactos. 

Sin  embargo,  á pesar  de  todas  estas  dificultades  que  no  desconoce- 
mos, si  el  ácido  hidroclórico  ha  sido  tomado  como  veneno,  basta  la 
simple  ebullición  para  distinguirle,  porque  se  volatiliza  primero  que  to- 
dos los  cloruros.  Con  esto  le  dislinguirémos  de  todos  estos.  Solo  el  ácido 
clorhídrico  que  puede  existir  libremente  en  el  estómago  se  equivocarla 
con  el  que  fuese  instrumento  de  una  intoxicación;  mas  la  poquísima 
cantidad  que  se  obtendría  , podría  ser  , bien  apreciados  lodos  los  datos, 
un  buen  carácter  distintivo. 

Como  quiera  que  sea , hé  aquí  el  proceder  en  semejantes  casos.  Se 
toma  el  líquido  ó sustancias  líquidas  del  estómago  que  se  hayan  reco- 
gido , se  meten  en  la  retorta  sumergida  hasta  su  cuello  en  un  baño  maría 
ó de  cloruro  de  calcio.  La  retorta  comunica  con  un  recipiente  que  con- 
tiene un  poco  de  agua  destilada.  El  producto  de  la  destilación  se  frac- 
ciona; la  parte  ácida  se  trata  con  el  nitrato  de  plata ; si  hay  un  precipitado 
abundante , indica  que  era  el  ácido  clorhídrico  libre  en  el  estómago. 
Si  es  el  estómago  el  sometido  á la  ebullición , debe  hervir  fuera  de  la 
retorta,  en  una  cápsula  de  porcelana  con  un  poco  de  agua,  echada  en 
varias  veces.  Luego  se  toma  el  licor  de  la  ebullición  , y este  es  el  que  se 
introduce  en  la  retorta. 

Si  en  vez  de  ácido  clorhídrico  existiese  un  clorhidrato , procedente  ya 
de  la  administración  de  un  contraveneno,  ya  de  la  putrefacción,  habría 
que  proceder  de  dos  modos,  por  la  vía  húmeda  y por  la  seca.  Por  la  pri- 
mera, se  hacen  hervir  las  sustancias  como  llevamos  dicho  ; se  filtran,  se 
concentran  los  licores,  y se  cristaliza  el  residuo  evaporando.  Así  se  ob- 
tiene clorhidrato  en  abundancia. 

Si  no  hay  resultado,  se  toman  los  sólidos  y líquidos,  se  introducen  en 
la  retorta  con  su  tubo  y recipiente,  se  calienta  hasta  la  carbonización  de 
la  materia  animal , se  rompe  la  retorta  con  su  tubo  y recipiente,  se  trata 
el  carbón  con  agua  hirviendo,  se  seca  y se  reduce  á cenizas. 

Se  toman  estas  con  agua  y el  licor  procedente  de  la  lavadura  del  car- 
bón ; se  filtran  y tratan  con  nitrato  de  plata  en  exceso.  Se  lava  el  preci- 
pitado,  hervido  en  ácido  nítrico,  lavado  de  nuevo  , pesado  y ^ 

peso  dará  la  cantidad  de  los  cloruros  del  carbón  y las  cenizas.  E*  heor 
destilado  será  tratado  directamente  con  el  nitrato  de  plata;  lavado  el  pi 


- Uií  - 

cipitado,  hervido  con  ácido  nítrico,  etc.  El  peso  expresará  el  cloruro  vo- 
látil que  existia  en  el  estómago. 

La  abundancia  de  los  precipitados  será  siempre  una  buena  guía ; mas 
convengamos  en  que  solo  indicarán  la  presencia  del  ácido  hidroclórico  ó 
de  algún  cloruro;  y puesto  que  estos  pueden  tener  tantos  orígenes,  jamás 
las  análisis,  en  una  intoxicación  por  este  ácido,  podrán  resolver  por  sí 
solas  la  cuestión.  Los  síntomas  y la  aulópsia  darán  su  debido  valor  á es- 
tos precipitados. 


§ IV.— Acido  clorhidronitrico. 

El  ácido  clorhidronitrico  se  llama  también  agua  régia.  Es  una  mezcla  de 
ácido  hidroclórico,  de  ácido  nítrico,  de  agua,  de  cloro  y ácido  hiponí- 
trico.  Es  líquido,  rojo  ó amarillo  rojizo;  da , cuando  concentrado  al  aire, 
vapores  rutilantes  de  ácido  nitroso,  arroja  olor  nauseabundo  y enrojece 
la  tintura  de  tornasol.  Sus  caracteres  químicos  son  parecidos  á la  vez  á 
los  del  ácido  clorhídrico  y á los  del  nítrico.  Tiene  del  primero  el  dar  un 
precipitado  blanco  lechoso,  insoluble  en  el  agua  y ácido  nítrico,  soluble 
en  el  amoníaco;  y tiene  del  segundo  el  hacer  efervescencia  con  las  lima- 
duras de  cobre,  desprendiendo  vapores  de  bióxido,  de  ázoe  ó ácido  ni- 
troso , y formando  el  nitrato  de  cobre , fácil  de  conocer  por  su  color 
verde.  Si  no  está  concentrado,  ni  da  vapores,  ni  hace  efervescencia  con 
el  cobre,  diluido  y saturado  con  el  carbonato  de  potasa,  da  con  la  evapo- 
ración nitrato  y cloruro  de  potasio,  sales  que,  mezcladas  con  limaduras 
de  cobre  y ácido  sulfúrico,  dan  los  vapores  de  ácido  nitroso.  También  los 
dan  sin  el  concurso  del  cobre,  pero  menos  abundantes. 

Siendo  este  veneno  una  mezcla  de  dos  ácidos  que  llevamos  estudiados, 
y no  quitando  á dichos  ácidos  nada  de  lo  que  les  pertenece,  podemos  dar 
por  terminado  cuanto  haya  que  decir  del  agua  régia.  Las  mismas  análisis 
y todo  lo  mismo. 


§ V.— Acido  fosfórico  é hipofosfórico. 

El  ácido  fosfórico  es  sólido , blanco  ó líquido  y de  consistencia  oleagi- 
nosa, inodoro,  incoloro,  muy  cáustico.  Saturado  por  la  potasa  ó la  sosa, 
sin  que  haya  exceso  de  álcali,  precipita  el  nitrato  de  plata  en  amarillo  de 
canario,  soluble  en  el  ácido  nítrico  y en  el  amoníaco.  Si  el  ácido  es  re- 
ciente, el  precipitado  es  blanco.  Una  gota  de  este  ácido,  echada  en  mu- 
cha agua  de  cal,  forma  un  precipitado  blanco  de  fosfato  de  cal  soluble  en 
un  exceso  de  ácido  fosfórico  y en  el  ácido  nítrico.  También  precipita  en 
blanco  el  agua  de  barita,  siendo  soluble  el  precipitado  en  un  exceso  de 
ácido  y en  el  nítrico,  lo  que  le  distingue  del  sulfúrico,  con  el  cual  tiene 
mucha  semejanza,  en  especial  por  lo  que  atañe  á su  acción  sobre  la  eco- 
nomía. 

El  ácido  hipofosfórico , sólido  ó líquido  también  , calentado  en  la  oscu- 
ridad, desprende  un  olor  fuerte  de  fósforo  y gas  que  se  hace  luminoso  al 
aire,  transformándose  en  ácido  fosfórico.  Con  el  nitrato  de  plata  produce 
un  precipitado  rojo  al  principio , luego  negro.  Destiñe  en  caliente  el  per- 
sulfato  rojo  de  manganeso.  Es  lo  único  particular  que  hay  que  decir  de 
este  ácido. 


1012  — 


ARTÍCULO  IV. 

DE  EOS  VENENOS  INORGÁNICOS  INFLAMATORIOS  ALCALINOS. 

Aquí  podemos  hacer  una  cosa  igual  á la  que  hemos  hecho  con  respecto 
á los  ácidos.  También  tienen  los  álcalis  alguna  cosa  de  común  , tanto  en 
su  acción  sobre  la  economía,  como  en  sus  propiedades  físicas  y químicas; 
y por  lo  tanto  antes  de  dedicarnos  al  estudio  detallado  de  cada  uno,  bueno 
será  que  echemos  una  ojeada  á esas  cosas  comunes.  Pero  apresurémonos 
á advertir  también  que  no  vamos  á tratar  de  los  álcalis  concentrados, 
porque  en  este  caso,  no  solo  son  venenos  inflamatorios,  sino  cáusticos; 
para  que  los  álcalis  tengan  su  lugar  oportuno  en  este  artículo,  deben  ser 
considerados  disueltos  y un  tanto  diluidos;  así  es  como  se  limitan  á in- 
flamar; de  otra  suerte  su  acción  es  cáustica;  desorganizan  los  tejidos  con 
los  cuales  se  ponen  en  contacto. 

Los  que  mas  se  encuentran  en  este  caso,  son  la  potasa  y la  sosa.  Estos 
son  verdaderamente  cáusticos  aplicados  sólidos  ó en  disolución  muy  con- 
centrada; se  semejan  mucho  á los  ácidos  fuertes.  Otro  tanto  podemos 
decir  de  algunos  compuestos  de  estos  dos  álcalis. 

Hecha  esta  advertencia,  veamos  qué  venenos  vamos  á comprender  bajo 
el  nombre  genérico  de  alcalinos.  Estos  serán  : la  potasa  y sus  compuestos, 
como  el  carbonato,  el  agua  de  javela,  el  nitrato  y el  hígado  de  azufre,  la  sosa 
y su  hipoclorito , la  barita , su  hidroclorato  y su  carbonato,  el  amoniaco  lí- 
quido, el  sesqui-carbonato  6 hidroclorato  de  amoníaco,  el  alumbre  y la  cal. 

Todos  estos  venenos  ejercen  á poca  diferencia  la  misma  acción  en  la 
economía,  con  tal  que  no  perdamos  de  vista  que  no  los  consideramos 
como  cáusticos,  sino  hechos  inflamatorios  por  medio  de  su  disolución  no 
concentrada.  Una  viva  inflamación  del  tubo  digestivo  es,  en  efecto,  lo 
que  causan,  y tan  parecida  á la  de  los  ácidos,  que  acaso  no  se  distingue 
sino  porque  los  vómitos  no  hacen  en  el  suelo  efervescencia  como  aquellos, 
y porque  tienen  las  materias  un  tacto  como  oleaginoso  ó jabonoso.  Ex- 
tenderme mas  sobre  el  particular,  seria  reproducir  lo  que  llevo  dicho 
tanto  en  la  parte  primera,  como  en  el  artículo  que  precede.  El  pronóstico 
de  la  intoxicación  por  los  álcalis  diluidos,  es  también  análogo  al  que  vi- 
mos puede  hacerse  de  la  por  los  ácidos.  Otro  tanto  diré  de  las  alteracio- 
nes anatómico  patológicas. 

Los  venenos  inorgánicos  inflamatorios  alcalinos  se  combaten  ventajosa- 
mente con  sus  contravenenos  , ó sea  los  ácidos  diluidos.  Una  mezcla  de 
agua  y vinagre  en  la  proporción  de  una  tercera  parte  de  esta  y luego  una 
cuarta,  es  lo  primero  que  debe  darse.  En  seguida  se  ha  de  administrar 
una  poeion  oleosa,  como  el  aceite  de  almendras  dulces;  pues  la  expe- 
riencia ha  demostrado  la  eficacia  de  semejante  tratamiento.  Si  se  han  des- 
envuelto síntomas  inflamatorios,  el  plan  antiflogístico  semejante  al  que 
hemos  recomendado  para  combatir  la  intoxicación  por  los  ácidos.  Rajo 
este  punto  de  vista  no  hay  diferencias  esenciajes. 

Por  lo  que  mira  á las  propiedades  físicas  de  los  venenos  inorgánicos 
alcalinos  que  vamos  á estudiar,  podemos  decir  que  hay  dos  líquidos:  el 
agua  de  javela  y el  hipoclorito  de  sosa;  los  demás  son  sólidos.  El  agua 
de  javela  tiene  un  olor  soso  de  lejía , y el  hígado  de  azufre  de  huevos 
podridos;  los  demás  son  inodoros.  Sabor  cáustico  todos.  En  cuanto  á co- 
lor, los  sólidos  son  blancos,  excepto  el  hígado  de  azufre  que  es  moreno 


— 1013  — 

rojizo ; los  líquidos  son  incoloros.  Las  propiedades  químicas  serán  ex- 
puestas en  cada  párrafo  donde  tratemos  de  cada  uno  de  estos  álcalis. 

Es  muy  difícil  que  los  venenos  alcalinos  sean  dados  como  venenos  á 
un  sugeto  para  asesinarle,  sin  que  él  lo  advierta.  El  sabor  cáustico  fortí- 
simo  que  tienen,  le  avisa  luego  que  los  toma  de  que  se  trata  de  matarle 
Regularmente  los  toman  tan  solo  los  suicidas , circunstancia  que  los  se- 
meja también  á los  ácidos.  Las  bebidas  y alimentos  suelen  alterarse  con 
la  mezcla  de  los  alcalinos,  en  especial  con  la  de  algunos,  al  menos  por  el 
sabor  que  les  dan  y el  color  que  les  quitan  ó modifican.  El  vino  se  suele 
poner  verde,  el  agua  azucarada  y el  té  no  sufren  mas  alteración  que  la 
del  sabor;  la  albúmina  y la  gelatina  se  hacen  mas  temperantes,  la  leche 
y la  sangre  no  se  coagulan , y las  materias  sólidas  solo  se  reducen  á pa- 
pilla , cuando  los  álcalis  son  muy  concentrados. 

Esto  es  lo  que  puedo  decir  á modo  de  generalidad  relativa  á los  vene- 
nos inorgánicos  alcalinos.  Veámoslos  ahora  particularmente. 


g I.— Potasa. 

En  el  comercio  hay  muchas  potasas.  l.°  Potasa  al  alcohol , la  mas  fre- 
cuente; 2.°  potasa  á la  cal  ó piedra  para  cauterio;  3.°  potasas  del  comer- 
cio ; son  carbonatos  de  potasa  impuros.  La  primera  es  la  mas  pura , y la 
que  se  emplea  en  los  laboratorios;  la  segunda,  mezcla  de  potasa  en  gran 
cantidad  y de  carbonato  de  cal,  de  sulfato  de  potasa,  cloruro  de  potasio  y 
á veces  carbonato  de  sosa,  es  la  que  se  usa  en  cirugía.  La  tercera,  que 
está  al  alcance  de  todos , y que  por  lo  mismo  puede  dar  mas  lugar  á en- 
venenamientos, tiene  por  base  el  carbonato  de  potasa.  La  de  Rusia  con- 
tiene de  55  á 60  por  100;  la  de  Alemania,  de  40  á 45;  la  de  América  tiene 
dos  variedades : potasa  roja  delicuescente,  la  que  da  60  por  100  de  car- 
bonato, y la  perlasa,  que  da  65.  Concíbese  cuán  importante  es  para  el  mé- 
dico-legista el  conocimiento  de  esta  diversidad  de  potasas. 

Los  resultados  de  las  análisis  no  son  los  mismos. 

La  potasa  pura  es,  como  liemos  dicho,  sólida  , blanca,  medio  transpa- 
rente; atrae  rápidamente  la  humedad  del  aire.  También  puede  ser  líquida. 
Su  sabor  es  fuertemente  cáustico.  Tiene  por  caractéres  químicos:  l.°  en- 
verdecer como  todo  álcali  el  jarabe  de  violetas ; 2.°  no  precipitar  tratada 
por  el  ácido  carbónico  gaseoso;  3.°  echada  en  una  disolución  de  nitrato 
de  plata,  da  lugar  á un  precipitado  verde  de  aceituna  (óxido  de  plata), 
completamente  soluble  en  el  ácido  nítrico  ; 4.°  tratada  con  el  cloruro  de 
platino  en  disolución  concentrada,  da  un  precipitado  amarillo  de  canario 
(cloruro  de  platino  y de  potasio),  soluble  en  el  agua.  Este  precipitado  es 
granoso,  pesado,  y se  recoge  en  el  fondo  del  vaso,  adhiriendo  fácilmente 
á sus  paredes.  Si  se  introduce  y templa  un  alambre  de  platino  en  esa  di- 
solución y se  somete  á la  llama  del  soplete,  ó á la  de  una  lámpara  de  al- 
cohol, la  tiñe  de  violeta,  lo  cual  la  distingue  de  la  sosa  que  en  iguales  cir- 
cunstancias se  tiño  de  amarillo;  5.°  el  ácido  carbonítrico  produce  con  la 
potasa  un  precipitado  cristalino  amarillo , el  cual  exige  266  veces  de  su 
peso  de  agua  para  disolverse.  En  esto  se  diferencia  del  de  sosa  que  es  so- 
luble en  24  partes;  6.°  el  ácido  perclórico  la  precipita  en  blanco.  El  ni- 
trato de  plata  y el  ácido  carbonítrico  son  sus  reactivos  mas  característicos. 

La  potasa  diluida , que  es  como  la  debemos  considerar  en  este  párrafo 
y artículo,  es  difícil  de  reconocer,  porque  los  reactivos  no  la  revelan  ya: 
por  esto  hay  que  evaporar  hasta  sequedad  dicha  disolución,  calcinar,  to- 


- 1014  - 

„ ama  concentrar  y obrar  sobre  la  disolución  concentrada  con  el 
s'inruio  de  platino. 

La  potasa  ó piedra  para  cauterio  olrece  los  caractéres  químicos  de  la 
pura  y de  la  del  comercio , ó sea  de  las  sales  que  la  impurifican.  De  las 
del  comercio  se  distingue  por  el  precipitado  de  color  de  aceituna  claro 
que  produce  con  el  nitrato  de  plata , y de  la  pura  por  los  caractéres  que 
son  propios  de  las  del  comercio.  Estas  últimas  enverdecen  el  jarabe  de 
violetas;  precipitan  en  amarillo  de  canario  con  el  cloruro  de  platino  y el 
ácido  carbonítrico.  Se  distinguen  estas  de  la  potasa  pura,  en  que  hacen 
efervescencia  con  el  ácido  clorhídrico  diluido ; en  que  precipitan  el  ni- 
trato de  plata  en  blanco  amarillento,  en  parte  soluble,  con  efervescencia 
en  el  ácido  nítrico,  y dejando  un  residuo  blanco,  lechoso,  soluble  en  el 
amoníaco ; en  que  dan  con  el  oxalalo  amónico  un  precipitado  blanco  de 
oxalato  de  cal , y en  que  , por  último  , suministran  con  el  cloruro  de  ba- 
rio un  precipitado  de  sulfato  de  barita,  insoluble  en  el  agua  y en  el  ácido 
nítrico. 

La  exactitud  que  el  médico  forense  debe  guardar  en  sus  declaraciones, 
me  obliga  á detenerme  en  todos  estos  pormenores,  tratándose  del  primero 
y mas  enérgico  de  los  venenos  inorgánicos  inflamatorios  alcalinos. 

La  potasa  altera  las  bebidas  y alimentos  cuando  concentrada,  como  ya 
lo  llevamos  dicho  de  todos  los  álcalis , es  la  que  da  el  tipo  á semejantes 
alteraciones.  Es  el  mejor  disolvente  de  la  materia  animal.  Para  reconocer 
su  presencia  en  los  líquidos  y sólidos,  se  procede  de  este  modo: 

líquidos. —Con  un  papel  de  tornasol  débilmente  enrojecido  por  el  ácido 
clorhídrico  diluido,  se  prueba  la  alcalinidad  del  licor:  se  ve  si  tiene  olor 
amoniacal,  si  hace  efervescencia  con  desprendimiento  de  gas  picante, 
añadiéndole  algunas  gotas  de  ácido  clorhídrico.  Si  hiciera  esto , habria 
un  carbonato  alcalino,  ó la  potasa  hubiera  pasado  al  estado  de  carbonato. 
Como  quiera  que  sea,  se  evapora  hasta  sequedad  en  una  cápsula;  se  toma 
el  residuo  con  alcohol ; si  la  potasa  está  libre , será  disuelta ; se  evapora; 
se  toma  el  residuo  con  agua ; se  hace  pasar  una  corriente  de  cloro  hasta 
la  completa  descoloracion ; se  evapora  y concentra,  y se  trata  con  el  clo- 
ruro de  platino  y el  ácido  carbonítrico. 

Como  el  residuo  de  la  primera  evaporación , tratada  por  el  alcohol, 
puede  no  haberle  cedido  mas  que  la  potasa  libre  y haberse  guardado  el 
carbonato  de  potasa  que  tuviese,  hay  que  tomar  con  agua  esta  parle  no 
disuelta  por  el  espíritu  de  vino;  probar  la  reacción  alcalina  del  licor,  si 
hay  efervescencia  y desprendimiento  de  gas,  etc. 

Con  el  fin  de  no  incurrir  en  errores  hay  que  advertir : l.°  que  ciertos 
líquidos  vegetales  y animales  contienen  naturalmente  sales  con  base  de 
potasa;  2.°  que  la  potasa  dada  para  envenenar  puede  haber  pasado  al 
estado  de  carbonato,  y B.°  que  algunos  líquidos  animales  son  naturalmente 
alcalinos.  En  cuanto  á lo  primero , distinguirémos  la  potasa  de  las  sales 
con  base  de  este  óxido,  porque  estas  son  neutras;  no  darán  por  lo  tanto 
reacción  alcalina.  En  cuanto  á lo  segundo,  acudiremos  á la  sola  análisis: 
resolver  si  la  potasa  ha  sido  dada  libre  ó al  estado  de  carbonato.  En 
cuanto,  en  fin , á la  tercera  dificultad,  es  fácil  vencerla,  porque  los  líqui- 
dos animales  naturalmente  alcalinos  deben  su  alcalinidad  á la  sosa , por 
lo  tanto,  no  precipitan  por  el  cloruro  de  platino,  á no  ser  que  contengan 
además  sulfato  de  potasa.  Mas  aun  en  este  caso  la  cantidad  de  los  preci- 
pitados podrá  guiar  al  perito.  Los  precipitados  obtenidos  de  sulfato  de 
p asa  son  muy  reducidos  ó tienen  poca  cantidad. 


- 1015  - 

Sólidos.  — Si  las  materias  con  las  cuales  está  mezclada  la  potasa  son  só- 
lidas , se  hacen  hervir  con  agua  destilada ; se  filtra  y se  trata  lo  filtrado 
como  las  líquidas. 

g II.  — Carbonato  de  potasa. 

Diré  poco  de  este  veneno,  porque  estudiada  la  potasa,  sobre  todo 
la  impura,  lo  está  el  carbonato,  base  principal  de  aquella;  tiene  las 
mismas  reacciones  que  la  potasa  con  el  cloruro  de  platino  y ácido  car- 
bonítrico;  hace  efervescencia  con  el  ácido  sulfúrico,  desprendiendo  gas 
picante,  y es  soluble  en  dicho  ácido  diluido.  Con  el  cloruro  de  bario  da 
precipitado  blanco  soluble  con  efervescencia  en  el  ácido  nítrico.  Puede 
estar  impuro  y contener  sulfato,  cloruro  de  potasio,  óxidos  de  hierro, 
manganeso  y sílice.  Mas  sus  reacciones  son  las  mismas;  solo  que  en  vez 
de  dar  con  el  cloruro  de  bario  un  precipitado  de  carbonato  soluble  ente- 
ramente en  el  ácido  nítrico , da  un  precipitado  que  es  una  mezcla  de 
carbonato  y sulfato:  el  primero  se  disuelve  en  dicho  ácido,  y el  otro  no. 


8 III.  — Agua  de  javela. 

Este  veneno  no  debe  ser  combatido  con  ácidos,  porque  descomponen 
el  cloruro , desprenden  cloro  que  irrita  el  estómago , y puede  asfixiar  al 
enfermo  con  las  eructaciones  de  dicho  gas.  El  agua  albuminosa  y las 
bebidas  emolientes  son  las  indicadas,  después  de  haber  facilitado  el 
vómito. 

El  agua  de  javela  es  una  mezcla  de  hipoclorito  de  potasa  y de  cloruro 
de  potasio;  hay  125  gramos  de  álcali  por  litro  de  agua.  Taí  como  se  en- 
cuentra en  el  comercio,  es  incolora  ó de  color  de  rosa;  de  olor  soso, 
semejante  á la  lejía,  ó del  cloro,  si  esta  sustancia  predomina;  sabor 
ácre,  abrasador.  A veces  destiñe  el  tornasol,  en  vez  de  ponerle  verde. 
Es  según  lo  que  domina  en  la  mezcla,  el  álcali,  ó el  ácido.  Tratada  con 
el  ácido  sulfúrico,  hace  efervescencia  y desprende  cloro,  tomando  el  lí- 
quido un  color  verde.  Si  en  el  momento  de  verter  el  ácido  se  pone  una 
lámina  de  plata,  su  superficie  se  ennegrece.  Este  color  desaparece,  tra- 
tada la  lámina  con  el  amoníaco ; saturada  esta  disolución  en  ácido  ní- 
trico, se  desprende  el  cloruro  de  plata.  La  permanencia  de  la  plata  en 
la  disolución  por  largo  tiempo  la  hace  ennegrecer  también,  sin  el  inter- 
medio del  ácido  sulfúrico.  El  agua  de  javela  precipita  en  blanco  lechoso, 
insoluble  en  el  agua  y ácido  nítrico,  y soluble  en  el  amoníaco  con  el  ni- 
trato de  plata. 

Pero  hasta  aquí  todas  estas  reacciones  solo  sirven  para  dar  á conocer 
el  cloro.  Hay  que  reconocer  la  potasa.  El  cloruro  de  platino  precipita  el 
agua  de  javela  en  amarillo  de  canario;  si  está  muy  diluida  ó tiene  mucho 
cloro  no  da  esta  reacción  ; así  sucede  con  la  del  coinerciu : por  esto  hay 
que  concentrarla.  El  ácido  carbonítrico  da  un  precipitado  amarillo  cris- 
talino. El  ácido  hiperclórico  la  precipita  en  blanco. 

Es  difícil  envenenar  con  el  agua  de  javela;  el  vino  se  pone  negruzco 
y acaba  por  desteñirse;  los  demás  líquidos  son  también  modificados 
hasta  en  el  color.  Solo  el  café  con  leche  disfraza  bastante  este  veneno; 
pero  el  sabor  cáustico  y ácre  se  revela  siempre.  La  leche  se  pone  muy  lí- 
quida con  este  álcali. 

Si  hay  que  analizar  algún  líquido  orgánico,  el  café  con  leche,  por 
ejemplo,  con  el  cual  esté  mezclada  el  agua  de  javela,  se  divide  en  dos 


- 1016  — 

el  licor : en  la  una  se  introduce  una  lámina  de  plata  pura  y se 
pSha  gota  á gota  el  ácido  sulfúrico  hasta  que  no  haya  efervescencia  señ- 
ale Clon  esto  la  leche  se  coagula  y ocupa  la  superficie  dejando  un  licor 
sucio  y blanquecino ; se  percibe  olor  de  cloro  y la  lámina  de  plata  se 
pone  negra.  Luego  se  trata  la  lámina  con  amoníaco , según  hemos  di- 
cho. En  la  otra  p'orcion  del  licor  se  sumerge  por  espacio  de  veinte  y cua- 
tro horas  otra  lámina  de  plata. 

Con  esto  tenemos  averiguado  que  hay  cloro  , luego  se  ya  en  busca  de 
la  potasa.  Se  toma  la  porción  del  licor  tratado  con  ácido  sulfúrico  y 
se  filtra.  Si  el  cloro  que  se  ha  desprendido  ha  sido  suficiente  para  coa- 
gular toda  la  leche  ó materia  orgánica,  se  somete  el  licor  filtrado  á los 
reactivos  de  la  potasa.  Si  no  lo  ha  coagulado  lodo,  se  somete  el  líquido 
filtrado  á una  corriente  de  cloro  hasta  que  el  licor  no  se  enturbie  some- 
tido á la  acción  de  este.  Esa  misma  corriente  de  cloro  bastaría  para  coa- 
gular toda  la  leche,  aunque  no  fuese  préviamente  tratada  con  el  ácido. 
P ara  reconocer  la  potasa  en  el  líquido  filtrado  hay  que  concentrarle. 

Si  la  mezcla  del  agua  de  javela  con  los  líquidos  ha  estado  mucho  tiempo 
expuesta  al  aire,  el  hipoclorito  de  potasa  puede  haberse  convertido  en 
carbonato. 

Cuando  el  agua  de  javela  está  mezclada  con  sólidos  ó contenida  en  el 
estómago,  se  recogen  las  materias  y se  sumerge  en  ellas  una  lámina  de 
plata,  para  ver  si  se  ennegrece , sometiéndola  luego  al  amoníaco,  etc. 
Las  análisis  en  estos  casos  pueden  tener  sus  dificultades;  mas  ya  lleva- 
mos dicho,  al  tratar  del  ácido  hidroclórico  y de  la  potasa,  cómo  se  distin- 
gue de  casos. 

§ IV.  — Nitrato  de  potasa. 

Muy  á menudo  alteran  esta  sal  cloruros  de  potasio  y sodio.  Pura  es 
sólida  , Llanca,  pulverulenta  ó cristalizada  en  prismas  acanalados  , de  un 
sabor  fresco  Sus  caracteres  químicos  son:  Infundirse  en  las  ascuas 
dando  chasquidos  y acelerando  la  combustión;  2.°  reducido  á polvo  y 
tratado  con  el  ácido  sulfúrico,  desprende  vapores  rojo-anaranjados,  por 
poco  que  se  caliente  la  mezcla;  3.°  mezclado  con  limaduras  de  cobre  y 
tratado  en  frió  con  el  ácido  sulfúrico , da  también  dichos  vapores.  Estos 
caractéres  no  se  advierten  cuando  está  muy  extendida  la  disolución  ; en 
tal  caso  hay  que  concentrarla.  Sin  concentrarla  , se  puede  reconocer  po- 
niendo un  poco  en  un  vidrio  de  reloj  algunos  cristales  de  morfina  y 
echando  algunas  golas  de  ácido  sulfúrico  que  no  toquen  la  morfina.  Este 
alcaloideo  toma  el  color  rojo -anaranjado.  El  cloruro  de  platino  le  preci- 
pita en  amarillo  de  canario:  el  ácido  carbonítrico  le  hace  dar  el  precipi- 
tado amarillo  cristalino;  el  ácido  perclórico  el  blanco.  Estos  precipitados 
á veces  no  se  presentan  acto  continuo. 

El  nitrato  de  potasa  impuro  da  con  el  de  plata  un  precipitado  blanco 
lechoso  insoluble  en  el  agua,  ácido  nítrico,  y soluble  en  el  alcohol , por 
razón  de  los  cloruros  que  le  impurifican. 

Esta  sal  no  altera  en  nada  los  líquidos  y sólidos  vegetales  y animales. 
Para  analizarlos  y saber  si  tienen  nitrato  de  potasa , se  descoloran  con  el 
carbón  animal , se  evaporan  hasta  sequedad  , se  toma  con  el  agua,  se  fil- 
tra y se  trata  con  los  reactivos  del  ácido  nítrico  y de  la  potasa.  La  mor- 
fina y el  proto-sulfato  de  hierro  son  excelentes  y poderosos  reactivos; 
para  reconocer  la  potasa  hay  que  concentrar  mucho  el  licor. 

Los  Olidos,  igualmente  que  el  estómago,  se  hacen  hervir  con  agua  du- 


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ranle  una  hora;  luego  se  filtra,  evapora  hasta  sequedad,  como  queda  di- 
cho. Una  porción  de  lo  obtenido  se  arroja  á las  ascuas,  para  ver  si  activa 
la  combustión ; la  otra  se  pone  en  un  tubo  con  limaduras  de  cobre  y 
ácido  sulfúrico,  como  se  dijo  al  tratar  del  ácido  nítrico,  para  que  dé  sus 
reacciones  con  la  morfina  y el  protosulfato  de  hierro.  Por  último,  se 
hace  pasar  una  corriente  de  cloro  por  otra  porción,  se  filtra  y trata  con 
los  reactivos  de  la  potasa. 


§ V.  — Hígado  de  azufre. 

Este  veneno,  además  de  irritar  ó de  inflamar  las  vias  digestivas,  pa- 
rece que  ejerce  una  acción  general  estupefaciente.  El  sistema  nervioso  se 
amortigua.  Tal  vez  mata  asfixiando  al  sugeto  por  la  grande  cantidad  de 
ácido  sulfhídrico  que  se  desprende , descomponiéndose  el  hígado  de  azu- 
fre. Por  esto,  además  del  vómito,  se  debe  administrar  el  cloro  líquido, 
una  cucharada  por  vaso  , y con  cuidado ; también  deben  evitarse  los  áci- 
dos , porque  estos  desprenden  el  ácido  sulfhídrico. 

El  hígado  de  azufre,  mezcla  de  quinto-sulfuro  de  potasio  y de  sulfato 
de  potasa,  recien  preparado,  es  sólido,  duro,  moreno-rojizo,  verde  ó 
blanco-amarillento.  Se  descompone  muy  fácilmente.  Atrae  la  humedad 
del  aire  y se  convierte  en  sulfhidrato  sulfurado,  lo  mismo  que  si  estu- 
viese en  el  agua.  Cuando  es  verde,  ya  está  alterado ; cuando  blanco- 
amarillento  mucho  más  ; ya  no  es  mas  que  una  mezcla  de  sulfito  ó sul- 
fato y azufre.  La  disolución  del  hígado  de  azufre  pone  negro  un  pedazo 
de  papel  mojado  de  acetato  de  plomo  que  en  ella  se  sumerja.  Tratado 
con  el  ácido  clorhídrico,  hace  efervescencia  y arroja  el  olor  de  huevos 
podridos,  precipitando  un  polvo  blanco  que  es  azufre.  El  líquido  pierde 
el  color ; la  disolución  del  hígado  de  azufre  es  un  sulfhidrato  sulfurado; 
el  ácido  hidroclórico  se  apodera  de  la  potasa  y forma  un  hidroclorato ; el 
ácido  sulfhídrico  es  desprendido,  es  el  que  arroja  el  olor  fétido,  y las 
porciones  de  azufre  que  están  unidas  al  sulfhidrato , se  precipitan  aban- 
donadas; son  el  polvo  blanco. 

Echada  la  mezcla  después  de  la  acción  del  ácido  clorhídrico  en  el  fil- 
tro, queda  en  este  un  sedimento  que,  dejándole  secar  y encendiendo  el 
papel  del  filtro,  arde  como  el  azufre  y da  el  olor  del  ácido  sulfuroso.  El 
licor  filtrado,  concentrado  por  evaporación,  precipita  en  amarillo  de  ca- 
nario con  el  cloruro  de  platino , y no  da  amoníaco  tratado  con  la  sal 
sólida. 

Si  la  disolución  es  diluida  ó extendida,  las  reacciones  son  menos  sen- 
sibles, hay  que  concentrarla. 

Las  aguas  de  algunos  baños  sulfurosos  se  conducen  como  la  disolución 
del  hígado  de  azufre. 

El  hígado  de  azufre  altera  todas  las  bebidas,  en  especial  ácidas,  por- 
que se  descompone  y precipita  azufre.  Otro  tanto  hace  con  los  líquidos 
del  estómago,  por  lo  mismo  que  son  ácidos.  El  vino  que  acto  continuo 
se  pone  de  color  de  sus  heces,  con  el  tiempo  se  vuelve  blanco  con  mucho 
sedimento;  la  leche  permanece  líquida. 

En  vista  de  la  facilidad  con  que  se  descompone  el  hígado  de  azufre, 
convirtiéndose  de  veneno  en  una  sustancia  no  venenosa,  sulfato  de  po- 
tasa , puede  suceder  muy  bien  que , cuando  traten  de  administrarle  como 
tósigo,  deje  de  serlo,  tanto  mas,  cuanto  mas  tiempo  haya  estado  mez- 
clado con  líquidos  ácidos. 


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para  analizar  un  líouido  que  contenga  hígado  de  azufre,  se  ve  si  hay 
sedimento ; si  no  le  hay,  se  sumerge  el  pedazo  de  papel  empapado  de 
acetato  de  plomo  para  ver  si  se  pone  negro;  se  trata  con  el  ácido  clorhí- 
drico , luego  se  quema  el  papel  del  filtro  , etc.  Si  hay  sedimento , se  fil- 
tra y se  recoge  el  azufre  hidratado  blanco,  pulverulento  y muy  divi- 
dido : en  semejante  estado  no  se  halla  nunca  sino  cuando  se  precipita 
de  un  sulfuro;  esta  circunstancia  será  una  prueba  de  que  el  licor  le 
contenia. 

Si  es  el  estómago  el  que  debamos  analizar,  se  examinan  bien  los  plie- 
gues de  la  mucosa  para  ver  si  hay  en  ellos  sedimento  de  azufre  hidra- 
tado. Se  tocan  sus  paredes  con  papel  mojado  de  acetato  de  plomo.  Se 
lava  bien  la  viscera  con  mucha  agua ; se  deja  reposar  lo  lavado ; luego 
se  evapora  el  líquido , y saturándole  de  ácido  clorhídrico , se  trata  con  el 
cloruro  de  platino. 

Se  lava  el  sedimento  de  nuevo  , se  deja  reposar  el  líquido  filtrado  , se 
trata  el  filtro  con  agua  amoniacal,  se  lava,  se  seca  el  filtro  y se  quema. 

§ VI.  — Sosa  y su  hipoclorito. 

La  sosa  presenta  muchas  cosas  comunes  con  la  potasa.  La  misma 
acción  sobre  la  economía  humana,  los  mismos  contravenenos,  la  misma 
medicación.  Mucha  semejanza  en  reacciones  químicas,  solo  que  el  clo- 
ruro de  platino  no  la  precipita.  Se  distingue  de  la  potasa  por  este  y por 
muchos  caractéres  negativos;  esto  es,  no  ofrece  lo  que  ofrece  la  potasa 
con  ciertas  operaciones. 

Démosla,  pues,  por  expuesta. 

Lo  propio  podemos  decir  del  hipoclorito  de  sosa ; conocido  el  de  po- 
tasa, está  dicho  todo  lo  esencial  de  aquella  sal ; el  cloruro  de  platino  no 
la  precipita  en  amarillo.  Para  descubrirla  hay  que  hacer  constar  la  exis- 
tencia del  cloro  por  un  lado,  por  el  otro  el  de  la  sosa. 


§ VII, -Alumbre. 


Para  que  el  alumbre  sea  venenoso , es  preciso  que  le  tome  el  sugeto 
en  bastante  cantidad,  media  onza  al  menos.  Orfila  y Devergie  están  algo 
en  desacuerdo  sobre  la  energía  de  este  tósigo;  cada  uno  cree  apoyarse 
en  experimentos,  y el  primero  concluye  que  el  hombre  siente  menos  que 
el  perro  la  acción  del  alumbre,  al  paso  que  el  segundo  dice  que  le  ha 
de  sentir  más.  Para  resolver  esta  cuestión,  no  puede  servirnos  de  guia 
la  terapéutica.  De  poco  sirve  que  Dumeril,  Marc,  Kappeller  y Gendrin 
administren  el  alumbre  á la  dósis  de  una,  dos,  cuatro  y hasta  seis  drac- 
mas  contra  las  diarreas  crónicas  y cólico  de  los  pintores.  Ya  vimos  en  su 
lugar  que  el  hombre  enfermo  se  halla  á veces  en  otras  circunstancias 
que  el  hombre  sano.  Como  quiera  que  sea,  los  síntomas  del  alumbre  cris- 
talizado son  los  de  la  flogosis.  Parece  que  tiene  acción  corrosiva  cuando 
es  concentrada  su  disolución.  En  la  piel  produce  escaras.  Es  de  los  cáus- 
ticos que  coagulan,  que  constriñen  sin  destruir  la  trama  de  los  tejidos; 
es  decir,  cáustico-astringente. 

La  medicación  contra  el  alumbre  no  tiene  nada  de  particular. 

En  el  comercio  hay  tres  especies  de  alumbre:  \.°  sulfato  de  alúmina  y 
potasa;  2.°  sulfato  de  alúmina  y amoníaco;  3.°  sulfato  de  alúmina  de  po* 
tasa  y amoníaco.  Todos  tienen  exceso  de  ácido;  por  lo  mismo  enrojece 


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esta  sal  el  tornasol.  Para  el  alumbre  calcinado  se  sirven  del  sulfato  de 
alúmina  y potasa. 

El  cristalizado  contiene  44,44  de  agua  por  100  de  alumbre;  calcinado, 
se  evapora  el  agua.  Es  sólido,  cristalizado  en  octáedros  muy  trasparentes, 
de  un  sabor  estíptico,  astringente,  y hasta  algo  dulce,  muy  soluble  en  el 
agua.  El  fuego  le  pone  líquido,  luego  se  hincha , pierde  la  transparencia, 
toma  un  color  blanco  mate  y ocupa  mas  puesto,  üisuelto  en  el  agua, 
precipita  por  las  sales  solubles  de  barita  en  blanco  insoluble  en  el  agua 
y ácido  nítrico , en  amarillo  de  canario  con  el  cloruro  de  platino  y en 
blanco  por  el  amoníaco.  Si  se  tritura  con  la  cal  y tiene  por  base  el  amo- 
níaco, este  se  desprende. 

El  calcinado  es  blanco  y pulverulento,  de  sabor  muy  acerbo,  difícil- 
mente soluble  en  agua  fria.  Calentado,  no  sufre  cambio  aparente;  el  va- 
por que  exhala  enrojece  el  papel  de  tornasol.  El  agua  hirviendo  solo  le 
disuelve  en  parte.  Lo  disuelto  se  conduce  como  el  alumbre  cristalizado 
con  los  reactivos.  La  porción  no  disuelta,  tratada  con  alguas  gotas  de 
ácido  sulfúrico,  clorhídrico  ó nítrico,  se  disuelve  y da  evaporada  cristales 
de  alumbre. 

El  alumbre  da  á las  bebidas  un  sabor  muy  acerbo , por  lo  cual  es  fá- 
cil conocerle,  aunque  no  altere  su  color.  Para  analizar  los  líquidos  que 
le  contengan,  basta  desteñirlos,  si  hay  color,  y filtrar  si  hay  sedimento,  y 
tratar  lo  filtrado  y desembarazado  dé  las  materias  orgánicas  como  una 
disolución.  Si  se  trata  de  analizar  lo  contenido  en  el  estómago,  hay  que 
analizar  atentamente  esta  viscera,  porque  muy  á menudo  están  pegadas  á 
sus  paredes  porciones  de  alumbre  calcinado. 


§ VIII.— Barita  y sus  compuestos. 

Todos  los  preparados  del  bario  son  venenosos,  en  especial  el protóxido 
hidratado  ó barita,  el  hitlrocloralo  y el  carbonato.  Los  síntomas  que  produ- 
cen, en  los  perros  al  menos,  son  además  de  las  náuseas,  vómitos  acom- 
pañados de  esfuerzos  violentos,  vértigos,  insensibilidad,  abatimiento, 
luego  convulsiones  parciales  ó generales,  siendo  á veces  los  sacudimien- 
tos tan  fuertes  que  el  animal  salta  como  un  renacuajo  sometido  á la  pila 
galvánica. 

Estas  convulsiones  cesan  , y luego  vuelven  á aparecer  con  mas  inten- 
sidad. Los  latidos  del  corazón  son  muy  frecuentes;  la  respiración  está 
momentáneamente  suspendida,  las  pupilas  dilatadas,  y al  fin  cae  el  ani- 
mal en  un  estado  de  inmovilidad  é insensibilidad  completa.  Hay  á veces 
parálisis  parciales. 

La  autopsia  manifiesta  vestigios  de  inflamación  en  el  estómago.  Los 
autores  que  han  hecho  experimentos,  Orfila  y Hrodie  , no  nos  han  dicho 
el  estado  de  los  centros  nerviosos.  Si  lo  que  pasa  en  los  perros  pasase  en 
el  hombre,  los  compuestos  de  bario  ó barita,  deberían  , en  mi  concepto, 
ser  tenidos  por  nervioso-inflamatorios.  Los  síntomas  que  provocan  son 
realmente  de  la  intoxicación  por  estos  venenos.  Devergie  dice  que  no  se 
conoce  mas  que  un  envenenamiento  por  el  cloruro  de  bario.  El  sugeto 
murió  en  una  hora,  y presentó  vómitos,  convulsiones,  cefalalgia,  sor- 
dera , etc.  Angiada,  sin  embargo,  habla  de  una  intoxicación  por  el  hi- 
droelorato  de  barita,  que  no  fue  seguida  de  la  muerte;  hubo  sí  grandes 
trastornos,  pero  el  enfermo  se  curó,  no  solo  de  la  intoxicación,  sino  de 
la  enfermedad  contra  la  cual  lomó  el  hidroclorato  en  gran  cantidad. 


- 1020  — 

para  combatir  la  acción  del  bario  y sus  preparados  ó compuestos  de 
barita,  hidroclorato  y carbonato  , Crawforst  ha  propuesto  la  administra- 
ción de  los  sulfatos  de  potasa  , sosa  y magnesia , sus  contravenenos.  La 
transformación  de  dichos  preparados  en  sulfato,  constituye  la  idea  de 
este  tratamiento  ; el  sulfato  no  es  soluble,  y siempre  es  un  bien  trans- 
formar un  veneno  muy  soluble  en  otro  no  soluble.  Las  aguas  de  pozo  es- 
tán igualmente  recomendadas  contra  esos  venenos.  Los  mejores  medios 
curativos  son  el  vómito,  los  antiflogísticos  unidos  debidamente  á los  nar- 
cóticos, puesto  que  hay  una  grande  exaltación  nerviosa. 

La  barita  (protóxido  de  bario)  es  blanca  ó parda,  según  la  humedad  que 
haya  absorbido;  es  soluble  en  el  agua  , enverdece  el  jarabe  de  violetas, 
precipita  en  blanco  por  una  corriente  de  ácido  carbónico,  difícilmente 
soluble  en  un  exceso  de  ácido,  soluble  con  efervescencia  en  el  ácido  ní- 
trico. El  sulfúrico  y los  sulfatos  de  potasa  y sosa  le  precipitan  en  blanco, 
insoluble  en  el  agua  y ácido  nítrico. 

La  barita  enturbia  y destiñe  el  vino  ; este  se  pone  azulenco  , en  razón 
de  los  sulfatos  que  contiene.  La  leche  se  pone  mas  flúida. 

Para  analizar  el  vino  envenenado  con  barita , se  filtra  y se  recoge  el 
sedimento  ; se  quita  el  color  al  líquido  con  el  carbón  animal , y se  trata 
con  el  ácido  carbónico  una  parte  ; otra  con  ácido  sulfúrico  ó un  sulfato 
soluble.  El  depósito  ó sedimento  se  calcina  con  carbón  en  un  crisol  cer- 
rado ; se  disuelve  el  residuo  en  agua;  se  añade  ácido  nítrico  que  le  trans- 
forma en  nitrato;  se  depone  azufre  y desprende  ácido  sulfhídrico.  El 
licor  filtrado  tendrá  todas  las  cualidades  de  las  sales  de  barita,  y si  se  des- 
componen con  el  calor  los  cristales,  se  obtendrá  barita  pura; 

Si  la  barita  se  ha  mezclado  con  la  leche,  caldo,  etc.,  se  procede  como 
sigue : se  hace  constar  la  alcalinidad  del  licor  con  el  jarabe  de  violetas, 
y mejor  con  el  papel  de  tornasol  enrojecido  por  un  ácido  ó el  de  dália. 
Calentar  la  leche,  hacer  pasar  una  corriente  de  cloro  gaseoso.  Al  cabo 
de  algunos  instantes , toda  la  materia  animal  está  coagulada;  se  filtra,  se 
obtiene  un  líquido  límpido  como  agua  destilada  , y se  trata  con  el  ácido 
sulfúrico  ó un  sulfato  soluble.  El  ácido  carbónico  da  poco  resultado. 

Si  en  el  líquido  hay  sedimento,  se  separa  y trata  como  he  dicho. 

El  hidroclorato  de  barita  es  sólido,  blanco,  cristalizado,  no  enverdece 
el  jarabe  de  violetas,  y tratado  en  seco  por  el  ácido  sulfúrico,  da  vapo- 
res blancos;  es  soluble  en  el  agua,  insoluble  en  el  alcohol,  por  lo  que 
no  tiñe  de  púrpura  la  llama  que  resulta  de  su  combustión.  El  nitrato  de 
plata  precipita  su  disolución  en  blanco  lechoso,  insoluble  en  el  agua  y 
ácido  nítrico;  soluble  en  el  amoníaco.  El  ácido  sulfúrico,  los  sulfatos  de 
sosa  y potasa  le  precipitan  también  en  blanco,  insoluble  en  el  agua  y 
ácido  nítrico.  Una  porción  del  licor,  tratada  con  sulfato  de  sosa , hasta 
que  no  se  enturbie  por  este  reactivo,  ni  por  el  ácido  sulfúrico  no  da  ya 
precipitado,  añadiéndole  carbonato  de  potasa. 

Para  reconocer  el  hidroclorato  mezclado  con  el  vino,  leche  , etc.,  se 
procede  como  lo  llevo  dicho , al  tratar  de  la  barita. 

El  carbonato  de  barita  es  también  sólido,  blanco,  insípido,  insoluble  en 
el  agua , soluble  con  efervescencia  en  el  ácido  nítrico,  que  le  transforma 
en  nitrato  con  todos  los  caractéres  del  cloruro  de  bario.  Le  es  aplicable 
cuanto  queda  expuesto  de  la  barita  é hidroclorato  en  punto  á procederes 
analíticos, 


- 1 02  í - 


g IX.— Cal. 

La  cal  es  un  veneno  poco  enérgico ; inflama  el  estómago  y mata  á con- 
secuencia de  esta  inflamación.  Su  contraveneno  y su  medicación  son  los 
ordinarios. 

La  cal,  óxido  de  calcio,  es  sólida,  blanca  ó de  un  blanco  pardusco,  sa- 
bor cáustico  y ligeramente  soluble  en  el  agua.  Precipita  en  blanco  por 
el  ácido  carbónico  y oxálico,  el  primero  soluble  en  un  exceso  de  ácido; 
el  segundo  insoluble,  y soluble  en  el  nítrico.  El  ácido  sulfúrico  puro  no 
precipita  la  cal. 

El  agua  de  cal  no  altera  la  albúmina  , ni  la  gelatina , ni  el  caldo,  ni  la 
leche.  El  vino  precipita  en  violado,  el  té  en  rojo  de  ázoe,  y la  bilis  del 
hombre  en  moreno. 

Para  descubrir  la  cal  en  un  caso  de  envenenamiento,  se  hará  constar 
la  alcalinidad  de  las  materias  que  la  contengan ; luego  evaporar  hasta 
sequedad : si  no  se  obtiene  sólida,  tratar  el  producto  en  agua  fria,  filtrar, 
hacer  pasar  un  exceso  de  gas  ácido  carbónico  al  licor ; hervir  luego  por 
espacio  de  algunos  minutos  para  precipitar  el  carbonato  de  cal  ; este  se 
lava  , se  seca  , calcina  en  un  crisol  de  platino,  y se  obtiene  cal  y carbo- 
nato de  cal.  Como  no  hay  ningún  líquido  alimenticio  ni  materia  de  vó- 
mito que  dé  carbonato  de  cal  con  ácido  carbónico,  si  no  se  les  ha  aña- 
dido cal , la  prueba  es  concluyente.  Sin  embargo,  á veces  puede  suceder 
que  la  cal  se  transforme  en  un  carbonato  insoluble  ó soluble  , al  que  el 
ácido  carbónico  no  revela  , ya  por  estar  unido  á los  ácidos  , ya  con  la 
materia  orgánica  , formando  un  compuesto  jabonoso.  Los  síntomas  y la 
autópsia  aclararán  la  intoxicación. 

§ X.— Amoniaco  liquido.—  Sesqui-carbonato  é hidroclorato  amónico. 

El  amoníaco  líquido  ú óxido  de  amonio  concentrado  es  cáustico.  Di- 
luido, inflama  y produce  estados  erisipelatosos  como  el  agua  hirviendo; 
es  un  líquido  incoloro  ; tiene  un  olor  fuerte , penetrante , sui  generis,  con 
muchos  caractéres  del  gaseoso.  Es  fuertemente  alcalino;  precipita  en 
blanco  el  bicloruro  de  mercurio,  el  bifosfato  de  cal , etc.,  y con  las  sales 
de  cobre  da  una  coloración  y precipitado  azul  hermoso ; con  el  cloruro 
platínico  precipita  en  amarillo  de  canario. 

El  sesqui-carbonato  obra  como  el  amoníaco,  pero  con  menos  energía; 
es  menos  cáustico,  inflama  como  todos  los  irritantes  enérgicos.  No  tie- 
nen contraveneno,  y solo  puede  uno  oponerles  el  plan  antiflogístico  y los 
opiados. 

El  sesqui-carbonato  es  sólido  y blanco;  echa  olor  de  amoníaco;  como 
este  enverdece  el  jarabe  de  violetas,  hace  efervescencia  con  los  ácidos, 
y desprende  gas  picante  , inodoro;  disuelto  precipita  en  amarillo  canario 
por  el  cloruro  de  platino  y por  el  ácido  carbo-nítrico;  se  altera  expuesto 
al  aire  , pierde  amoníaco  y es  menos  enérgico. 

El  clorhidrato  amónico  es  también  sólido  y blanco,  no  tiene  olor,  es  dúc- 
til , y por  esto  no  se  reduce  fácilmente  á polvo.  Triturado  con  cal  viva, 
desprende  amoníaco,  fácil  de  reconocer  por  su  olor.  Tratado  con  el  ácido 
sulfúrico,  desprende  vapores  espesos  de  ácido  clorhídrico,  los  cuales  se 
vuelven  blancos,  aproximándoles  un  frasco  de  amoníaco.  Disuelto  en  agua 
y mezclado  con  cal,  desprende  amoníaco,  precipita  en  amarillo  canario 
por  el  cloruro  de  platino,  y en  blanco  por  el  nitrato  de  plata.  Existe  e¿ta 


— mu  - 

aj  en  una  infinidad  de  fluidos  y sólidos  animales ; se  forma  descompo- 
niendo gran  parte  de  estos  con  el  fuego  y durante  la  putrefacción. 

ARTÍCULO  V. 

DE  LOS  METALES,  SUS  ÓXIDOS  Y SUS  SALES. 

Voy  ó comprender  en  este  artículo  los  metales  siguientes:  mercurio, 
cobre , antimonio,  plomo,  estaño,  plata,  bismuto  y sus  compuestos.  Podría 
incluir  los  de  oro  y zinc  , cromo,  urano,  platino,  etc;  mas  sobre  que  la 
intoxicación  ó el  envenenamiento  por  estos  metales  y sus  compuestos  es 
rarísima  , por  no  decir  que  jamás  la  encuentra  el  médico-forense  en  su 
práctica  , les  es  aplicable  cuanto  hemos  expuesto  en  la  primera  parte  de 
este  Compendio. 

En  punto  á Ja  acción  de  los  venenos  metálicos , á la  patología  y á la 
terapéutica,  á los  procederes  analíticos  que  son  necesarios  para  descu- 
brirlos, no  entraremos  en  consideraciones  comunes  ó generales,  porque 
seria  reproducir  lo  dicho  en  la  primera  parte  de  este  Compendio.  Veá- 
moslos , pues  , particularmente. 

.§  I.—  Mercurio  y sus  compuestos. 

Los  preparados  mercuriales  que  pueden  ser  causa  de  intoxicaciones, 
son  : el  bicloruro,  proto-cloruro,  protóxido,  bióxido,  deuto-yoduro,  prolo  y 
deulo-nilrato,  proto  y deuto- sulfato,  ácido,  cianuro  y sulfuro.  Por  lo  común, 
el  instrumento  del  crimen  suele  ser  el  bicloruro  ó sublimado  corrosivo; 
esto  y el  ver  que  todo  cuanto  esencial  se  diga  de  esta  sal , es  enteramente 
aplicable  á los  demás  compuestos  del  mercurio,  por  transformarse  al  fin  y 
al  cabo  en  él,  me  permitirá  ceñirme  casi  exclusivamente  al  sublimado. 
Pero  antes  de  estudiar  el  bicloruro,  digamos  algo  sobre  el  mismo  mer- 
curio y la  absorción  de  este  metal  y sus  compuestos. 

Háse  suscitado  una  cuestión  sobre  si  el  mercurio  metálico  es  veneno. 
Hay  una  infinidad  de  hechos  que  solo  prueban  su  acción  deletérea  en  es- 
tado de  extremada  división.  Su  acción  es  miasmática.  En  este  concepto, 
es  un  veneno ; y los  principales  síntomas  que  revelan  su  acción,  son : el 
tialismo,  la  inflamación  de  las  encías,  el  enflaquecimiento,  la  parálisis 
incompleta  de  los  miembros  y el  temblor,  al  ejecutar  los  movimientos. 
Los  que  trabajan  en  las  minas  de  mercurio  sufren  por  su  acción  miasmá- 
tica todos  estos  trastornos.  Iguales  los  sufrió  la  tripulación  de  un  buque 
donde  reventó  una  cuba  llena  de  mercurio  f1).  Líquido  el  mercurio  me- 
tálico, no  es  tenido  por  veneno,  es  insoluble , y como  no  sufra  alteración 
es  inerte. 

En  cuanto  á la  acción  del  sublimado  corrosivo  y demás  preparados 
mercuriales,  puede  decirse,  por  los  síntomas  que  desenvuelven,  que  es 
á poca  diferencia  igual  á la  del  mercurio  miasmático,  dados  en  peque- 
ñas dósis  á ciertas  personas. 

Acerca  de  la  absorción  de  estas  sustancias,  y en  especial  del  mercurio 
puro,  ha  habido  sus  disidencias.  ¿Pasa  el  mercurio  absorbido  puro  á la 
masa  de  la  sangre , y de  esta  á los  órganos  para  producir  los  efectos  que 
le  son  propios?  Los  unos  dicen  que  la  observación  clínica  lo  persuade, 


(q  Trantaccioim  filosofea» , 1665. 


- 1023  - 

pero  que  los  experimentos  químicos  no  lo  confirman.  Otros  apelan  á que 
son  varios  los  autores  que  refieren  haber  encontrado  mercurio  metálico 
en  todos  los  órganos  de  la  economía.  Se  dirá  que  falta  saber  si  estos  casos 
son  auténticos ; si  los  cadáveres  sujetos  á la  observación  sufrieron  inyec- 
ciones mercuriales  en  los  anfiteatros ; si  fueron  sepultados  con  algún 
trabajo  de  embalsamamiento  por  el  azogue , como  se  ha  practicado  en 
otros  tiempos.  A los  muchos  casos  de  mercurio  encontrado  en  los  hue- 
sos de  ciertos  sugetos , ya  hemos  citado  en  otra  parte  el  muy  notable  que 
se  conserva  en  los  gabinetes  de  la  Facultad  de  Madrid , el  esqueleto 
jigantesco  de  un  gastador  francés,  en  cuyas  articulaciones  se  encontró 
una  cantidad  de  mercurio  considerable , la  que  se  guarda  en  un  fras- 
quito  junto  al  mismo.  Este  esqueleto  pertenece  á un  sugeto  que  hizo  uso 
por  largo  tiempo  de  una  medicación  mercurial. 

Contra  la  absorción  del  mercurio  metálico  puro  hay  una  infinidad  de 
hechos  , y Devergie  dice  que  las  análisis  de  los  químicos  mas  modernos 
no  han  podido  encontrar  mercurio  ni  en  los  huesos , ni  en  las  partes 
blandas,  ni  en  los  líquidos  de  personas  sujetas  á un  tratamiento,  y el 
mismo  autor  añade  que  los  resultados  fisiológicos  ó patológicos  de  la  ac- 
ción de  los  preparados  mercuriales  ó medicamentos  mal  administrados 
establecen  la  convicción  mayor  acerca  de  la  absorción  mercurial  ; pero 
que  es  dudoso,  por  lo  menos  todavía,  que  se  haya  demostrdo  mate- 
rialmente la  existencia  del  mercurio  en  los  sólidos  y fluidos  del  cuerpo 
humano , por  medio  de  observaciones  ó análisis  químicas  auténticas, 
puesto  que  con  los  procederes  actuales,  mas  abonados  para  el  efecto  que 
los  antiguos , no  se  ha  podido  conseguir  su  demostración  material. 

Con  lo  que  llevamos  dicho  en  la  primera  parte  sobre  la  absorción  y 
sus  relaciones  con  la  solubilidad  de  los  cuerpos , basta  y sobra  para  re- 
solver esta  cuestión  que  algunos  autores  embrollan  por  no  dar  á la  quí- 
mica lo  que  de  derecho  le  pertenece;  el  mercurio  metálico,  como  insolu- 
ble , no  pasa  á la  masa  de  la  sangre ; pero  combinado  ó al  estado  de  clo- 
ruro soluble  ú otro  que  le  dé  solubilidad , es  absorbido  y puede  ser 
reducido,  siquiera  no  sepamos  cómo,  y colegirse  á mas  ó menos  cantidad. 

Dejando  ya  á un  lado  al  mercurio  metálico,  vamos  al  sublimado  ó 
bicloruro  dé  mercurio. 

Su  dósis  mayor  medicinal  es  de  2 centigramos  ó dos  quintas  partes  de 
grano.  Otro  tanto  puede  decirse  del  deuto  yoduro  de  mercurio  y del  cia- 
nuro. 

Los  síntomas  producidos  por  el  sublimado  corrosivo  son  notables  : los 
expondremos  en  resumen,  dejando  de  anotar  otros  que  son  consecuen- 
cias forzosas  de  los  que  expongamos.  Sabor  acre  , metálico,  cobrizo  ex- 
tremado. — Inflamación  violenta  de  la  faringe  con  constricción  que  hace 
arrojar  todo  lo  que  el  envenenado  toma,  y que  acaba  por  gangrena  , ma- 
tando á veces  antes  que  el  veneno  llegue  al  estómago. — Vómitos  y de- 
yecciones alvinas,  sanguinolentas.  — Fuerte  excitación  de  las  vías  uri- 
narias con  supresión  completa  de  la  orina  en  muchos  casos.  — Insensibi- 
lidad de  la  mitad  del  cuerpo,  la  inferior  por  lo  común  , empezando  por 
los  pies. — Debilidad  extrema  de  las  contracciones  del  corazón,  sudores 
fríos  abundantes  , agitación  horrible,  síncopes,  integridad  de  las  faculta- 
des intelectuales  hasta  el  momento  mismo  de  la  muerte. 

Las  alteraciones  de  tejido  que  esta  sustancia  produce,  se  dejan  conce- 
bir: flogosis,  inyecciones,  equimosis,  excoriaciones,  manchas  negruz- 
cas, color  rojo"  de  ladrillo,  y en  especial  unas  manchas  parduscas  ó 


- 1024  - 

Ae  un  rojo  morenusco,  con  su  fondo  violado,  que  dan  á la  mucosa  del 
velo  del  paladar,  equimosis,  laringe,  esófago  y estómago  el  aspecto  de 
granito  rojo,  con  fondo  lívido.  No  es  raro  que  produzca  también  alguna 
degeneración  en  el  hígado  y los  riñones,  á la  manera  del  fósforo  y del 
arsénico. 

Los  contravenenos  que  hay  que  oponer  al  sublimado  corrosivo  son  va- 
rios : la  albúmina,  ó clara  de  huevo  diluida  en  agua,  y el  gluten,  6 par- 
les mezcladas  con  10  de  jabón  blando,  triturados  juntos  en  un  mortero, 
para  que  se  mezcle  bien.  La  masa  se  extiende  en  capas  delgadas  sobre 
platos , y se  hace  secar ; luego  se  forman  polvos  y se  tienen  preparados 
para  los  casos  de  envenenamiento  por  el  sublimado.  Se  toma  una  porción 
de  este  polvo , se  diluye  en  agua  y se  da  al  envenenado.  La  yema  del 
huevo  parece  ser  mas  activa  aun  que  la  misma  albúmina  ó clara. 

Aunque  la  albúmina  está  recomendada  por  Orfila  como  el  primer  con- 
traveneno, y el  que  se  tiene  mas  A mano,  Miaihe  ha  propuesto  el  proto- 
sulfuro  de  hierro  hidratado,  y,  en  efecto,  los  experimentos,  tanto  de 
este  autor  como  de  Orfila , llouchardat  y Sandras,  demuestran  su  indis- 
putable eficacia , en  llegando  á tiempo. 

Lo  único  que  opone  Orfila  y llouchardat  es  que  se  llega  tarde  con  él, 
que  no  le  tienen  hecho  los  farmacéuticos,  por  ser  de  escaso  ó ningún 
uso  ; fuera  de  eso  le  reconocen  la  importancia  que  le  ha  dado  Miaihe. 

Contra  las  emanaciones  mercuriales  se  recomienda  el  uso  del  agua  sul- 
furosa y la  abstinencia  de  la  sal  común. 

A más  de  todo  esto,  los  vómitos  y el  tratamiento  antiflogístico  serán 
necesarios  en  los  casos  , en  especial  por  poco  que  haya  de  llegar  el  biclo- 
ruro á desplegar  su  acción  mortífera.  Si  la  intoxicación  procediese  de  la 
aplicación  de  compuestos  ú otros  remedios  externos,  á úlceras  ó tumo- 
res, siquiera  fueran  de  veneno  metálico  ó calomelanos,  se  aplicará  en  la 
parte  lociones  de  agua  salada  frecuentes,  lavando  á menudo  la  parte  para 
impedir  la  absorción  del  cloruro  que  resulta. 

El  sublimado  corrosivo  es  sólido,  blanco,  medio  trasparente,  en  peda- 
zos mas  ó menos  voluminosos,  muy  pesados,  ó en  polvo  blanco,  con  al- 
guna analogía  ai  azúcar;  de  un  sabor  acre  y parecido  al  de  cobre;  no  es 
muy  soluble  ; echado  en  polvo  fino  en  el  agua  , permanece  en  la  superfi- 
cie casi  todo ; solo  agitando  mucho  se  precipita  en  el  fondo  del  vaso;  he- 
cho digno  de  ser  tenido  en  consideración  para  ios  casos  jurídicos. 

Si  se  frota  con  un  pedazo  de  sublimado  una  plancha  de  cobre,  ó si,  po- 
niéndole encima  de  dicha  plancha,  se  vierte  en  él  una  gota  de  disolución 
de  cloro,  la  plancha  se  cubre  de  una  capa  metálica  argentina,  introdu- 
ciendo un  poco  en  un  tubo  cerrado  por  uno  de  sus  extremos , mezclado 
previamente  con  flujo  negro  , y calentando  gradualmente  hasta  el  color 
rojo,  se  obtiene  mercurio  metálico. 

La  disolución  en  el  agua  concentrada  de  bicloruro  de  mercurio  enro- 
jece la  tintura  de  tornasol.  Una  gota  produce  una  mancha  argentina  en 
una  plancha  de  cobre.  Frotada  la  plancha,  ó enjugada  ai  cabo  de  algún 
rato,  se  ve  mercurio  metálico;  calentando  la  parte  manchada,  la  lámina 
recobra  su  color.  El  nitrato  de  plata  forma  con  dicha  disolución  un  preci- 
pitado blanco , soluble  en  el  amoníaco,  con  tal  que  la  cantidad  del  in- 
trato sea  bastante  para  descomponer  todo  el  sublimado.  Evaporada  la  di- 
solución , queda  el  sublimado  sólido  otra  vez. 

Este  veneno  tiene,  además,  una  porción  de  reactivos. 

Precipita  con  un  poco  de  la  disolución  de  la  potasa  en  amarillo  roj  > 


- 1028  - 

con  la  potasa , en  amarillo ; con  el  agua  de  cal  y el  carbonato  de  potasa, 
en  rojo  de  ladrillo;  con  el  ácido  sulfhídrico  y los  sulfuro»  alcalinos , en 
negro;  con  el  cianuro  férrico  de  potasio,  el  protocloruro  do  estaño  y el 
amoníaco , en  blanco. 

Una  pila,  formada  de  planchas  de  oro  y estaño,  y sumergida  en  una 
disolución  de  sublimado,  se  cubre  en  las  planchas  de  oro  de  una  capa 
blanca.  La  pila  de  Smithson  sirve  perfectamente  para  eso. 

Todas  las  sustancias  animales  y vegetales  pueden  combinarse  con  el 
sublimado  corrosivo,  ya  inmediatamente,  ya  con  el  tiempo,  transfor- 
mándole en  mercurio  dulce,  calomelanos,  ó sea  protocloruro.  Algunos 
autores  hasta  han  pretendido  que  esta  descomposición  llegaba  á producir 
mercurio  metálico  : esto  es,  á separarle  enteramente.  De  todos  los  expe- 
rimentos hechos  por  los  partidarios  y adversarios  de  esta  opinión,  puede 
deducirse  : l.°  que  hay  preparaciones  mercuriales  capaces  de  ser  redu- 
cidas á mercurio  metálico  en  el  estómago,  sin  el  intermedio  de  ningún 
agente:  tales  son  el  prolóxido  y el  protonitrato  de  mercurio;  2.°  que  el 
sublimado  y los  demás  preparados  mercuriales,  en  ios  cuales  el  mercurio 
se  halla  en  estado  de  combinación , jamás  pueden  dar  mercurio  metá- 
lico , sino  por  medio  de  un  cuerpo  capaz  de  efectuar  esta  reducción  me- 
tálica. El  aceite  esencial  de  trementina,  ó el  arsénico,  el  hierro,  el  cobre, 
el  fósforo  y el  protosulfato  de  hierro,  pueden  separar  el  mercurio.  Este 
conocimiento  es  de  la  mayor  importancia  en  Medicina  legal , por  cuanto 
puede  encontrarse  mercurio  metálico  en  un  cadáver,  y es  bien  que  sepa- 
mos, si  solo  puede  deber  su  origen  á la  administración  de  este  metal  en 
estado  simple , ó si  administrado  en  estado  de  bicloruro  pudo  separarse 
el  mercurio  del  cloro,  revilicándose. 

No  vemos  completamente  resuelta  entre  los  autores  una  cuestión  grave 
relativa  á esta  descomposición  del  sublimado  : unos  opinan  que  los  líqui- 
dos vegetales  y animales  le  descomponen  en  seguida;  otros,  que  tarda, 
y bastante.  Orfila , que  está  entre  los  primeros,  se  apoya  en  experimen- 
tos. Caliéntese,  ya  seco,  el  precipitado  de  albúmina  y sublimado  en  un 
tubo  de  globulillos  metálicos.  Este  mismo  experimento,  en  vasos  cerra- 
dos , dará  mercurio  y ácido  hidroclórico  en  bastante  proporción  para 
formar  un  protocloruro  de  mercurio.  Hecho  hervir  con  una  disolución  de 
potasa  cáustica  al  alcohol , se  deposita  un  producto  negro : óxido  negro 
de  mercurio,  Devergie,  después  de  rechazar  la  significación  de  estos  he- 
chos , por  cuanto , para  que  se  efectúen , se  necesita  una  temperatura 
mucho  mas  elevada  que  la  ordinaria , ó del  cuerpo , presenta  otros  ensa- 
yos á favor  de  una  opinión  contraria  á la  de  Orfila.  lia  cogido  varias  ve- 
ces el  precipitado  de  albúmina  y sublimado,  y le  ha  lavado  en  agua  des- 
tilada , filtrándole  , y nunca  ha  dejado  de  separar  fácilmente  el  sublimado 
de  la  albúmina ; de  modo  que  mas  parece  el  veneno  envuelto  por  esta 
sustancia,  que  descompuesto  el  sublimado  y combinado  con  aquella. 
Añadamos  á esto  que  la  leche  es  un  vehículo  aconsejado  para  administrar 
el  bicloruro  de  mercurio.  Tres  niños  se  envenenaron  con  leche,  en  la 
que  habia  sublimado  corrosivo,  üe  todo  esto  pudiera  deducirse  que  hay 
lugar  á creer  en  la  no  descomposición  inmediata  del  sublimado  por  los 
líq  uidos  vegetales  y animales. 

A otra  cuestión  da  lugar  M.  Mialhe,  que  ha  llamado  la  atención  de  los 
médicos,  en  especial  de  los  médicos  forenses.  Dice  dicho  autor,  que  el 
mercurio  dulce  puede  transformarse  en  el  estómago  ó cuerpo  humano 
en  sublimado  corrosivo,  bajo  la  influencia  del  clorhidrato  de  amoníaco 

TOXICOLOGÍA,  — f»ü 


- 1026  - 

v de  agua.  Un  caso  práctico  sirvió  de  base  á esta  opinión.  Importaba 
¿ucho  resolver  esta  cuestión  con  la  observación  y los  ensayos.  Ya  hemos 
visto  en  la  Toxtcologia  general  lo  que  hay  sobre  este  importante  punto. 

El  bicloruro  de  mercurio  no  altera  el  aguardiente,  el  éter  ni  el  vino. 
Este,  al  cabo  de  cuarenta  y ocho  horas , ofrece  alguna  turbación  de  co- 
lor y sedimento.  La  leche,  cerveza  y sidra  , tampoco  se  alteran.  A.  pesar 
de  esto , es  difícil  que  se  cometa  el  envenenamiento  con  estas  bebidas, 
como  homicidio;  el  sabor  de  la  bebida  envenenada  es  tan  acerbo,  que 
hasta  se  han  detenido  en  su  terrible  proyecto  algunos  suicidas  al  tocar 
el  tósigo  su  lengua.  Otro  tanto  podemos  decir  de  las  sustancias  sólidas. 

Cuando  hay  que  proceder  á la  análisis  del  sublimado  mezclado  con 
sustancias  vegetales  ó animales,  sólidas  ó líquidas , no  es  igual  el  proce- 
dimiento , por  no  serlo  tampoco  las  circunstancias. 

Algunos  autores  dicen  que  puede  presentarse  el  veneno  bajo  cuatro 
aspectos : 

1. °  La  materia  es  líquida,  sin  sedimento. 

2. °  La  materia  es  líquida  , y hay  sedimento. 

3. °  La  mezcla  es  en  parte  líquida,  en  parte  sólida. 

4. °  La  mezcla  es  enteramente  sólida. 

En  el  primer  caso,  se  vuelve  el  licor  ácido  con  algunas  gotas  de  ácido 
nítrico,  se  quita  el  color  con  el  carbón,  se  concentra  y evapora  hasta 
sequedad , y se  vuelve  á tomar  con  el  éter.  Se  hace  luego  evaporar,  se 
toma  con  el  agua  y se  sujeta  á la  acción  del  nitrato  de  plata  y la  potasa, 
con  lo  cual  se  obtiene  el  sublimado.  También  se  puede  sumergir  en  di- 
cho licor  una  pila  de  oro  y estaño  para  ver  si  se  cubre  de  la  capa  blanca, 
lo  cual  prueba  igualmente  la  existencia  en  el  licor  del  bicloruro  de  mer- 
curio. Si  no  se  blanquea  la  plancha  de  oro  por  espacio  de  cuarenta  y 
ocho  horas,  se  toma  el  residuo  del  tratamiento  por  el  éter,  y se  le  hace 
pasar  una  corriente  de  cloro  gaseoso.  Descolorido  el  licor,  se  filtra  y pone 
en  él  la  pila. 

En  el  segundo  caso  , se  filtra  un  poco  de  la  materia,  se  vuelve  ácida, 
se  la  trata  con  el  nitrato  y la  pila,  luego  la  corriente  del  cloro  en  caso 
negativo,  y se  filtra  después.  Adviértase  que  en  uno  y otro  caso  lo  que  se 
obtiene  es  una  prueba  de  que  hay  un  precipitado  de  mercurio ; pero  no  de 
que  sea  el  sublimado;  sin  embargo,  la  cantidad  de  cloruro  de  plata  que 
se  obtuviese , podría  dar  derecho  á pensar  que  habia  en  la  bebida  ó lí- 
quido el  bicloruro. 

Cuando  la  materia  es  en  parte  líquida  y en  parte  sólida,  se  separa 
por  decantación  una  de  otra , y se  procede,  con  respecto  al  líquido,  como 
llevamos  dicho.  En  cuanto  á la  parte  sólida , se  procede  como  en  el 
cuarto  caso. 

Siendo  la  materia  sólida , se  examina  con  cuidado  su  color  y aspecto; 
ver  si  hay  las  manchas  parduscas  que  el  sublimado  produce  en  los  teji- 
dos, ó si  hay  mercurio  dulce,  que  puede  ser  dado  en  vida.  Las  manchas 
y el  mercurio  dulce  se  separan  para  examinarlas  aparte.  Trátase  luego  la 
masa  sospechosa  con  ácido  clorhídrico,  concentrado  y humeante;  se  eva- 
pora la  mayor  parte  del  ácido  empleado ; se  toma  eí  residuo  con  agua 
destilada  para  suspender  ó disolver  la  materia  animal ; se  trata  luego  a 
naasa  por  el  cloro  gaseoso;  por  último,  se  filtra  y coloca  en  el  licor  la 
pila  de  oro  y estaño. 

Mejor  que  todo,  eso  es  proceder  como  lo  hemos  indicado  en  la  lomeo- 
logia  general , según  los  casos  en  la  misma  indicados. 


— 1027  - 

En  nuestra  práctica  hemos  empezado  siempre  carbonizando  las  mate- 
rias sólidas  ó líquidas  por  el  proceder  de  Flandin.  Hecha  la  carboniza- 
ción , ya  hemos  distinguido  á Ja  luz  directa  del  sol  los  globulillos  metáli- 
cos del  mercurio.  Luego  hemos  sometido  el  licor  resultante  á los  reactivos 
de  las  sales  de  mercurio , y jamás  nos  ha  faltado  la  prueba  mas  completa 
de  la  existencia  de  ese  metal,  cuando  las  materias  le  han  contenido.  Esta 
es , pues  , la  práctica  que  recomendamos  como  mas  eficaz  y mas  sencilla. 

Después  de  haber  trazado  la  historia  del  sublimado  corrosivo,  el  veneno 
mas  mortífero  de  todos  los  mercuriales  , vamos  á decir  cuatro  palabras 
de  los  demás  compuestos  del  azogue.  Es  excusado  que  hablemos  de  su 
acción  sobre  la  economía , sus  contravenenos  y la  terapéutica  que  exigen. 
Les  es  aplicable  cuanto  del  sublimado  hemos  dicho. 

En  cuanto  á las  propiedades  físicas  y químicas , podemos  decir  que 
todos  son  sólidos;  contraste  notable  con  el  mercurio,  que  es  líquido.  El 
bióxido,  el  deutoyoduro  y el  sulfuro  son  rojos;  el  protoyoduro,  ama- 
rillo pardusco  , y el  protóxido,  negro ; los  demás  todos  son  blancos.  To- 
dos tienen  sabor  metálico  cobrizo ; el  protóxido  y protosulfuro  le  tienen 
además  sui  generis.  Ninguno  tiene  olor  notable. 

El  protocloruro  se  distingue  porque  se  volatiliza  y no  se  descompone : 
tratado  con  potasa  , se  pone  negro;  y calentado  en  un  tubo,  da  mercurio 
metálico ; no  enrojece  el  tornasol , no  es  soluble  en  el  agua. 

El  protóxido , calentado  en  un  tubo,  da  mercurio  metálico.  Tratado 
con  ácido  clorhídrico,  da  materia  insoluble  (protocloruro)  y otro  soluble 
(bicloruro). 

El  bióxido  también  da  mercurio  metálico  calentado  en  un  tubo;  y con 
el  ácido  clorhídrico , da  deutocloruro. 

El  prolonitrato  da  vapores  rutilantes  con  limaduras  de  cobre , calen- 
tándole, y acelera  la  combustión,  como  todos  los  nitratos;  mancha,  como 
el  sublimado,  el  cobre;  y,  disuelto,  da  todos  los  caracteres  de  este,  dis- 
tinguiéndose de  él  por  un  precipitado  pardo  negruzco  que  da  con  la 
potasa. 

El  deutonitrato  da  también  vapores  con  las  limaduras  de  cobre,  calen- 
tándole, y no  precipita  con  el  nitrato  de  plata.  Diluido  en  agua,  da  un 
precipitado  amarillo. 

El  protosulfato  de  mercurio  no  da  vapores  nitrosos,  y precipita  en  blanco 
con  una  sal  de  barita. 

El  deutosulfalo  enrojece  el  tornasol ; el  agua  le  descompone ; una  sal  de 
barita  le  precipita  en  blanco. 

El  protoyoduro,  calentado  en  un  vaso,  da  vapores  violados;  mezclán- 
dole potasa,  y calentando  fuertemente,  da  mercurio  metálico  y yoduro 
de  potasio. 

El  deutoyoduro  se  conduce  como  el  protoyoduro;  solo  se  distingue  por 
el  color. 

Es  decir,  pues,  que  si  se  da  cualquiera  de  esos  venenos,  tendremos 
medios  de  reconocerle  y diferenciarle  del  sublimado. 


II.  — Cobre  y sos  compuestos. 

Los  preparados  de  cobre  que  pueden  envenenar,  son : el  acetato,  ei  sul- 
fato , el  sulfato  de  cobre  amoniacal,  el  nitrato , el  óxido , el  cobre  amoniacal  y 
el  arsenito. 

El  sulfato,  como  vomitivo,  se  ha  dado  á la  dosis  de  40,  SO  y hasta 


— 1023  - 

/iO  centigramos.  Mas  á esta  cantidad  ya  puede  ser  tóxico.  El  acetato  es 
venenoso  i S í 3 gramos. 

La  acción  de  los  venenos  de  cobre  sobre  la  economía  es  la  de  los  infla- 
matorios. A excepción  del  color  verde  que  suelen  tener  las  materias  vo- 
mitadas por  los  envenenados,  y dolores  de  cabeza  fuertes  y obstinados, 
no  tenemos  que  consignar  ningún  fenómeno  patológico  que  no  esté  en  el 
cuadro  general  de  esos  venenos. 

Absorbidos , parece  que  no  lo  son ; puestos  en  una  llaga , solo  han  in- 
flamado la  parte. 

Las  alteraciones  de  tejido  son  las  que  ya  llevamos  indicadas  relativa- 
mente á otros  venenos  inflamatorios. 

El  tratamiento  consiste  en  facilitar  los  vómitos,  dar  agua  azucarada  ó 
albuminosa  en  abundancia , y combatir  la  inflamación  consecuente.  El 
azúcares  tenido  por  contraveneno.  Igualmente  puede  considerarse  como 
tal  el  protosulfato  de  hierro  hidratado. 

El  cobre  no  es  venenoso,  á no  ser  que  esté  oxidado;  pero  en  este  caso 
ya  no  es  el  metal , sino  un  preparado  suyo  el  veneno.  Este  metal  es  de 
un  color  rojo  brillante.  El  ácido  nítrico  le  hace  dar  vapores  rojos  de  ácido 
hiponítrico;  se  disuelve  en  el  restante  para  formar  nitrato  de  cobre  ver- 
de , el  cual , tratado  por  el  amoníaco  en  exceso , toma  un  color  azul. 

En  estado  metálico  y temperatura  ordinaria , no  absorbe  el  oxígeno  del 
aire  seco ; pero  si  el  aire  es  húmedo , pasa  poco  á poco  al  estado  de  óxi- 
do, y luego  al  de  carbonato.  Por  esto  puede  dañar  el  agua  que  ha  perma- 
necido largo  tiempo  en  un  vaso  de  cobre;  si  el  agua  ha  hervido , sin  em- 
bargo, como  la  oxidación  se  efectúa  á expensas  del  aire  que  tiene  el  agua 
en  disolución , es  aquella  menos  dañosa ; con  agua  destilada  no  hay  oxi- 
dación por  lo  mismo.  La  presencia  de  un  ácido  libre  favorece  la  oxida- 
ción del  cobre;  por  esto  los  líquidos  vegetales  pueden  hacer  dañosos  los 
utensilios  de  cobre  no  estañados.  El  vinagre  y el  agua  salada  se  hallan 
también  en  este  caso ; mas  con  respecto  al  agua  salada , si  se  mete  carne 
de  buey,  carnero,  etc. , no  hay  acción  sobre  el  cobre. 

Los  utensilios  de  cobre  estañado  no  se  hacen  perjudiciales,  por  cuanto 
primero  es  atacado  el  estaño , y sus  sales  no  son  tan  venenosas ; sin  em- 
bargo, como  la  capa  de  estaño  se  va  gastando  con  el  tiempo,  del  uso  de 
dichos  utensilios  pueden  seguirse,  y se  siguen  , en  efecto,  algunos  enve- 
nenamientos , por  un  preparado  de  cobre. 

Los  preparados  de  cobre  mas  dignos  de  ser  estudiados  son  los  acetatos. 
Veamos  lo  que  tengamos  que  exponer  acerca  de  ellos , y si  podrán 
servir  de  norma  para  los  demás  compuestos  venenosos  de  ese  metal. 

Acetato  de  cobre.  — Cardenillo. — Sólido,  verde,  ó polvo  de  azul  ver- 
doso , de  sabor  acre , estíptico  ó cobrizo ; tratado  por  el  ácido  sulfúrico, 
da  olor  de  vinagre;  introducido  en  un  tubo  de  una  extremidad  cerrada 
y calentado  , da  vapores  de  ácido  acético,  y deja  en  residuo  cobre  metá- 
lico. Se  disuelve  enteramente  en  el  agua  sin  dejar  residuo.  Una  gota  de 
esta  disolución  colocada  sobre  una  lámina  de  hierro  limpia , añadiendo 
un  poco  de  ácido  acético  concentrado,  pierde  instantáneamente  el  color, 
y el  hierro  se  cubre  de  cobre  rojo.  La  potasa,  sosa  y amoníaco  le  pre- 
cipitan en  azul,  el  arsenito  de  potasa  en  verde;  el  ferro-cianuro  de  po- 
tasio en  castaño  oscuro , el  ácido  sulfhídrico  en  moreno  negruzco.  En 
palillo  de  fósforo  , sumergido  en  dicha  disolución  ¡ se  cubre  inmedia ta- 
uiente  de  cobre  metálico.  La  disolución  débil  ó extendida  no  arroja  olor 
ae  vinagre.  El  ferrocianuro  de  potasio  es  su  mejor  reactivo. 


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Cardenillo  artificial.— Subdeuto-acetato  de  cobre. — En  pedazos  ó en 
polvo  es  de  un  blanco  azulenco.  Tiene  á poca  diferencia  los  mismos  ca- 
ractéres  químicos  que  el  acetato ; de  suerte  que  lo  que  digamos  de  este 
será  aplicable  á aquel  y vice-versa. 

El  vino  toma  con  él  un  color  violáceo , que  se  oscurece  sucesivamente 
hasta  ponerse  negro  como  tinta.  Descolorando  el  vino  con  el  carbón  ani- 
mal , se  somete  á los  reactivos.  La  leche  se  coagula  y se  vuelve  azul. 
Una  corriente  de  cloro  acaba  de  coagular  la  leche ; se  filtra , hierve  y se 
somete  el  residuo  á los  reactivos.  El  caldo  toma  un  color  verde ; se  ana- 
liza como  la  leche.  El  sabor  estíptico  solo  basta  para  revelar  su  presen- 
cia en  dichas  bebidas.  Relativamente  á la  análisis  de  lo  vomitado , mate- 
rias contenidas  en  el  estómago , y órganos  intestinales , se  procede  de 
un  modo  análogo  al  que  llevamos  establecido  para  los  casos  en  que  el  ve- 
neno es  otro,  haciendo  obrar  sobre  los  residuos  los  reactivos  propios  de 
las  sales  de  cobre. 

Es  de  advertir  que  en  el  cuerpo  del  hombre  existe  naturalmente  cobre, 
en  especial  en  su  estómago  é intestinos , el  cual  se  cree  procedente  de 
los  alimentos  y bebidas.  La  proporción  aumenta  con  la  edad ; las  enfer- 
medades y el  sexo  parece  que  tienen  alguna  influencia.  La  proporción, 
sin  embargo,  es  poca,  y aunque  Orfila  opina  que  el  encontrar  mucho 
cobre  en  el  cuerpo  humano  no  puede  ser  elemento  de  convicción  para 
declarar  un  envenenamiento,  es  de  presumir  que,  siendo  la  cantidad  de 
cobre  que  naturalmente  existe  en  el  cuerpo  del  hombre  , poca  , si  se  en- 
cuentra mucha,  da  lugar  por  lo  menos  á fuertes  indicios  del  envenena- 
miento por  algún  preparado  de  cobre. 

Lo  que  hemos  dicho  de  los  acetatos  es  aplicable  á los  demás  prepara- 
dos de  cobre.  El  arsenito  suele  emplearse  para  teñir  algunos  dulces;  así 
como  el  acetato  para  dar  un  color  verde  á las  espinacas,  pepinillos, 
acederas,  ajenjos  y otras  sustancias  medicinales  ó domésticas. 

Una  cuestión  se  ha  presentado  con  respecto  á los  preparados  de  co- 
bre. ¿Es  posible  determinar  si  una  sal  de  cobre  ha  sido  echada  en  el 
caldo , en  tanto  que  este  se  hallaba  en  el  utensilio  de  hierro  colado , ó 
bien  si  lo  ha  sido  después  que  se  ha  sacado  de  ella  aquel?  Barruel  y Che- 
valier  resolvieron  esta  cuestión  , diciendo  que  en  el  primer  caso  la  sal  se 
descompondría,  y el  cobre  metálico  se  depondría  sobre  el  hierro.  Esta 
descomposición  es  rápida  en  líquidos  vegetales;  en  animales,  mas 
todavía. 

§ III.— Antimonio  y sus  compuestos. 

Son  : el  tártaro  emético,  la  manteca  de  antimonio , el  kermes  mineral,  el 
azufre  dorado,  el  vidrio  de  antimonio  , el  vino  de  id. , el  protóxido  , el  ácido 
anlimonioso  , el  anlimónico  y la  emelina.  Aunque  todos  sean  venenosos,  el 
tártaro  emético  nos  ocupará  principalmente.  Lo  que  de  él  digamos  , será 
aplicable  á los  demás  preparados  de  antimonio. 

Tártaro  emético.  — Tartrato  de  potasa  y de  protóxido  de  antimonio.  — Su 
dósis  medicinal  mayor  es  veinte  centigramos  ó cuatro  granos. 

El  emético  obra  inflamando  el  tubo  intestinal  y los  pulmones.  Los  sín- 
tomas de  esta  intoxicación  son  los  comprendidos  en  el  cuadro  general. 
Lo  propio  podemos  decir  de  las  alteraciones  de  los  tejidos.  Ni  unos  ni 
otros  presentan  caractéres  especiales  que  por  ellos  pueda  diferenciarse  el 
emético. 

El  método  para  combatir  los  efectos  de  este  veneno  consiste  también 


- 1030  — 

, ;lüar  ei  vómito  con  agua  tibia  en  abundancia  , luego  agua  de  quina 
cimiento  de  nuez  de  agallas.  Con  respecto  á los  electos  Flogísticos  se 

t carán  después  con  mucilaginosos,  lavativas  emolientes  y evacuaciones 
sanguíneas.  Restablecidos  los  enfermos , usarán  por  largo  tiempo  como 
alimento  la  leche  sola. 

El  tártaro  emético  es  un  polvo  blanco  de  sabor  nauseabundo ; echado 
al  fuego , se  ennegrece  y da  carbón  y antimonio  puros  ó aislados ; el  me- 
tal se  presenta  en  forma  de  globulillos  brillantes.  Su  disolución  no  tiene 
color;  enrojece  la  tintura  del  tornasol;  precipita  en  blanco  el  agua  de 
cal.  El  ácido  sulfhídrico  la  colora  en  rojo  anaranjado ; luego  precipita 
por  el  ácido  hidroclórico.  Este  es  el  mejor  reactivo.  Obtenido  el  azufre 
dorado  ó precipitado  rojo  anaranjado  , se  mete  en  el  aparato  de  Marhs, 
y se  procede  como  dijimos  con  respecto  al  ácido  arsenioso.  También  da 
manchas,  las  que  se  distinguen  por  un  color  azul  pizarreño  muy  nota- 
ble, ya  perfectamente  brillantes  , ya  cubiertas  en  parte  ó en  su  totalidad 
por  una  sustancia  negra,  opaca  y de  aspecto  carbonoso  ; su  circunferen- 
cia es  neta , lo  cual  la  distingue  también  de  las  de  arsénico  en  el  que  se 
va  disminuyendo  insensiblemente.  Calentadas  las  manchas  de  antimonio 
tardan  mucho  en  desaparecer,  y no  dan  olor  aliáceo,  el  ácido  nítrico  las 
disuelve . y el  producto  de  la  disolución  evaporado , es  siempre  mas  ó 
menos  amarillo,  sin  colorarse  nunca  de  rojo  de  ladrillo  por  el  nitrato 
de  plata. 

Obtenido  el  azufre  dorado , se  reduce,  y puede  esto  hacerse  de  tres 
modos:  l.°  en  un  crisol ; 2.°  en  un  tubo  de  vidrio,  y se  calienta  luego 
hasta  ponerse  rojo  , ocho  ó diez  minutos  ; 3.°  en  una  pequeña  cavidad 
practicada  en  un  pedazo  de  carbón , á la  que  se  dirige  la  llama  del  so- 
plete. Si  se  sabe  operar,  el  empleo  del  soplete  es  el  mejor  medio.  El  uso 
del  tubo,  según  el  proceder  de  Turner,  es  también  muy  conducente. 

Lavado  varias  veces  el  precipitado  , unido  á un  poco  de  agua,  después 
de  haberle  secado , se  hace  evaporar  en  una  cápsula  de  porcelana. 
Cuando  seco,  se  introduce  en  una  botella  donde  haya  un  poco  de  zinc: 
se  toma  un  tubo  de  seis  pulgadas  de  largo  y cuatro  líneas  de  diámetro; 
á cada  extremidad  se  le  adapta  otro  mas*  chico  encorvado  en  ángulo 
recto : uno  de  los  dos  tubos  establece  comunicación  con  la  botella,  otro 
con  un  recipiente  donde  hay  agua.  Se  echa  ácido  sulfúrico  en  la  botella. 
El  hidrógeno  se  desprende,  se  combina  con  el  sulfuro  de  antimonio,  y 
sale  del  aparato  ácido  sulfhídrico  en  forma  de  vapores  blancos;  el  anti- 
monio queda  libre , se  volatiliza  y se  pega  á la  parte  superior  del  tubo 
principal.  Después  de  un  rato  que  el'  ácido  sulfúrico  y el  zinc  están 
obrando,  se  calienta  el  tubo  principal  en  un  hornillo;  así  la  operación 
marcha  sin  explosión.  Cuando  solo  se  desprende  hidrógeno  puro , lo 
cual  se  conoce,  porque  no  hay  vapores,  se  hace  enfriar  el  tubo,  se  rom- 
pe, y se  ve  en  su  cara  interior  una  capa  brillante , formada  con  infinitos 
globulillos  metálicos. 

La  disolución  de  tártaro  emético  precipita  en  blanco  por  el  ácido  sul- 
fúrico , potasa,  sosa,  carbonatos  de  esas  bases  y el  agua  de  barita. 

No  altera  el  vino,  la  cerveza  , ni  el  té.  Al  cabo  de  mucho  tiempo  deja 
sedimento  en  el  vino ; coagula  la  leche  , pero  no  pronto.  Los  materiales 
animales  con  que  está  mezclado  no  sufren  inmediatamente  ninguna  mu- 
danza. El  vino  se  analiza  en  su  parte  líquida  y en  su  sedimento ; desco- 
lorarle y tratarle  por  el  ácido  sulfhídrico,  en  el  primer  caso;  disolverle 
en  caliente  con  ácido  tartárico,  evaporar  el  licor,  concentrarle  y tra* 


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tarle  por  el  ácido,  en  el  segundo.  En  caso  negativo,  se  hace  hervir  el 
licor  y se  introduce  en  el  aparato  de  Marhs. 

La  análisis  de  la  leche  y demás  líquidos  ó materias  animales  se  hace 
de  dos  modos : l.°  sujetándolos  á la  ebullición  añadiendo  agua  destilada; 
filtrar  los  líquidos  y tratarlos  como  una  simple  disolución  de  emético; 
2.°  si  la  materia  animal  ha  descompuesto  el  veneno , se  calcina  en  un 
crisol  con  carbón  pulverizado  y potasa , con  lo  cual  se  obtiene  plomo 
metálico,  ó bien  se  hacen  hervir  las  materias,  añadiéndoles  un  poco  de 
ácido  tartárico  y clorhídrico  por  espacio  de  quince  minutos;  enfriar,  fil- 
trar y someter  el  residuo  á la  acción  del  hidrógeno  sulfurado,  hacer 
hervir  en  seguida  para  desprender  el  gas  en  exceso , y el  sulfuro  se  pre- 
cipita. El  estómago  é intestinos  se  analizan  de  un  modo  análogo.  Si  estas 
tentativas  resultan  infructuosas , se  procede  como  para  el  ácido  arse- 
nioso, con  lo  cual  se  encuentran  porciones  reducidísimas  de  antimonio. 
El  emético  puede  ser  absorbido  y encontrarse  además  en  el  hígado, 
riñones  y otros  órganos,  igualmente  que  en  la  sangre  y orina.  De  suerte 
que_si  no  se  busca,  después  de  haberlo  intentado  en  vano,  por  lo  que 
atañe  al  estómago  é intestinos,  en  los  demás  órganos  y líquidos,  las  de- 
claraciones que  se  den  acerca  del  envenenamiento  no  serán  lógicas  ni 
concluyentes.  Los  órganos  secretorios,  y en  especial  el  hígado  y riño- 
nes , contienen  gran  cantidad  de  emético  absorbido.  La  sangre  le  des- 
compone ; sin  embargo,  se  encuentra  en  ella.  Hay  que  advertir  que  el 
emético  permanece  poco  tiempo  en  los  órganos , y por  lo  mismo  no  debe 
descuidarse  la  análisis  de  los  líquidos  excrementicios , porque  entonces 
se  halla  en  ellos  en  mayor  cantidad. 

Es  ocioso  que  nos  extendamos  sobre  todos  los  demás  preparados  de 
antimonio , por  serles  aplicable  gran  parte  de  lo  que  llevamos  dicho  so- 
bre el  emético. 

§ IV.— Plomo  y sus  compuestos. 

El  plomo  no  es  veneno,  como  no  sea  absorbido  en  estado  miasmático 
ó de  emanación.  La  frecuencia  de  los  cólicos  saturninos  y enfermedades 
ó intoxicaciones  entre  las  personas  que  trabajan  en  las  minas  de  plomo 
y demás  artesanos  que  emplean  dicho  metal  en  sus  oficios,  son  una 
prueba  evidente  de  lo  que  acabamos  de  indicar.  Mas  el  plomo  es  atacable 
por  el  agua  y por  las  sustancias  líquidas  y sólidas  que  contienen  ácidos 
libres : hé  aquí  como  puede  hacerse  venenoso  ; bien  que  ya  no  es  el 
metal , sino  alguno  de  sus  preparados  el  que  envenena.  Las  emanaciones 
saturninas  producen  sobre  la  economía  una  acción  y efectos,  que  por  lo 
conocidos  dejarémos  de  especificar.  No  se  conocen  antídotos  contra  ellas. 
Purgantes  y limonada  sulfúrica  son  los  que  se  aconsejan  como  mas  efi- 
caces en  estos  casos.  Mi  amigo,  el  malogrado  D.  Francisco  Bages,  cate- 
drático de  Barcelona,  publicó  un  opúsculo  sobre  un  remedio  empírico 
usado  en  un  pueblo  de  Andalucía,  que  no  solo  es  profiláctico  de  las  ema 
naciones  saturninas,  sino  excelente  remedio  contra  las  intoxicaciones 
por  los  preparados  de  plomo.  Parece  que  es  un  secreto  de  una  familia,  y 
que  es  efecto  de  ventajosos  resultados. 

Los  preparados  de  piorno  que  se  hacen  venenosos  son  : los  acetatos , el 
carbonato , el  cromato  y el  óxido.  El  azúcar  de  saturno  ó acetato  neutro, 
subacetato  ó extracto  de  saturno  y el  acetato  con  el  máximum  de  oxidación. 

La  dósis  medicinal  del  acetato  es  de  un  grano , cinco  centigramos. 

La  acción  de  los  preparados  de  plomo  es  muy  conocida  por  los  cólicos 


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aturninos,  gUe  SOn  verdaderas  intoxicaciones  , por  lo  común  miasmáti- 
cas ó polibásicas.  En  los  casos  agudos  ó debidos  á una  dósis  tóxica,  dada 
en  bebidas  ó alimentos  , se  presenta  un  sabor  dulzaino  persistente  , náu- 
seas, no  siempre  seguidas  de  vómitos,  dolores  muy  agudos  de  vientre, 
ya  con  constipación  , ya  con  diarrea  , los  miembros  abdominales  se  entu- 
mecen , la  cara  está  pálida , los  labios  lívidos ; línea  azul  en  las  encías; 
dientes  negruzcos  y vacilantes ; aliento  fétido,  como  con  el  cobre  y el 
mercurio,  la  voz  se  apaga,  hay  hipo,  síncopes,  aplanamiento  de  fuerzas, 
convulsiones,  parálisis,  y al  íin  la  muerte  que  puede  ser  pronta.  Si  no 
perece,  sobreviene  fiebre",  y hay  por  largo  tiempo  dispepsia  y fenómenos 
nerviosos,  insensibilidad  táctil  sobre  todo. 

Las  alteraciones  anatómico-patológicas  son  poco  pronunciadas;  por  lo 
común  no  se  encuentran  vestigios  de  ellas  en  los  órganos  digestivos  á 
simple  vista.  Su  combinación  con  los  tejidos  no  les  altera  la  trama  ni  el 
aspecto.  Los  autores  hablan  de  una  coartación  de  los  intestinos.  La  mu- 
cosa estomacal  se  halla  engrosada,  reblandecida,  agrisada  y á veces-como 
corroída.  Orfila  señala  como  características  ciertas  series  de  puntas  blan- 
cas ó un  sedimento  de  sustancia  blanca  mas  ó menos  adherente  á la  mu- 
cosa. Hay  casos  en  los  que  los  riñones  presentan  alteraciones  parecidas  al 
mal  de  Brigh.  En  otros  la  masa  cerebral  está  engrosada  , aplanadas  las 
circunvoluciones  y de  un  color  amarillento  uniforme. 

Los  contravenenos  preferibles  para  combatir  los  efectos  de  las  sales 
de  plomo  son  el  ácido  sulfhídrico  y los  sulfuros  solubles,  el  carbonato  y 
sulfato  de  sosa , y magnesia ; la  albúmina  es  también  un  buen  contra- 
veneno. Algunos  han  propuesto  la  aplicación  de  la  electricidad, 

Tratados  los  acetatos  y subacetatos  de  plomo  por  un  ácido  fuerte,  to- 
dos desprenden  ácido  acótico.  El  acetato  disuelto  se  conduce  como  el 
subacetato,  que  es  líquido.  La  potasa,  el  ferrocianuro  de  potasio  y el  car- 
bonato de  sosa  los  precipitan  en  blanco.  El  ácido  yodhídrico , y el  yo- 
duro de  potasio , y el  cromato  de  potasa  en  amarillo  de  canario.  El  ácido 
sulfhídrico  y los  sulfhidratos  solubles  en  negro. 

Calcinados  y mezclados  con  carbón  en  un  crisol , dan  plomo  metálico. 
Mezclados  los  acetatos  con  sustancias  líquidas  ó sólidas,  vegetales  ó 
animales,  sufren  alteraciones  notables.  Se  forma  un  sedimento  blanco 
que  se  lleva  la  mayor  parte  de  la  materia  colorante;  así  el  veneno  puede 
hallarse  ya  todo  en  el  depósito  , ya  parte  en  este  y parte  en  el  líquido. 
La  acción  no  es  solamente  instantánea;  persiste  por  algún  tiempo.  La 
albúmina  , caldo  , leche  y bilis  los  descomponen  acto  continuo.  La  gela- 
tina no  los  enturbia. 

El  líquido  con  que  está  mezclado  el  plomo  se  trata  con  ácido  sulfhí- 
drico, se  recoge  el  sedimento,  se  hace  hervir  y se  trata  con  ácido  nítri- 
co ; se  evapora  el  exceso  de  ácido , se  toma  con  agua  y se  sujeta  á los 
reactivos. 

El  sedimento  tratado  por  el  ácido  nítrico  da  materia  colorante,  si  la 
hay,  y hay  que  descolorar  el  residuo  con  carbón  vegetal  antes  de  suje- 
tarle á los  reactivos. 

Para  analizar  el  estómago  hay  que  ver  si  persiste  en  ól , que  es  lo  co- 
mu.n.’  alguna  porción  de  veneno;  luego  hacerle  macerar  en  caliente  en 
el  ácido  nítrico  de  á 30°.  Extendido  en  su  volúmen  de  agua,  pasar  una 
comente  de  ácido  sulfhídrico  , recoger  el  precipitado  y descomponerle, 
ra  h°n  S0P'ete  para  obtener  plomo  metálico,  ya  con  la  potasa  y el 
r on  en  un  tubo  cerrad)  po  r un  extremo.  La  calcinación  es  también 


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atí  buen  medio  para  obtener  el  metal.  Mas  adviértase,  para  no  ser  indu- 
cidos en  error,  que  en  el  cuerpo  del  hombre , y en  especial  en  su  estó- 
mago é intestinos,  hay  plomo  naturalmente.  Sin  embargo,  como  la  can- 
tidad es  poca , cuarenta  milésimos,  si  se  encontrase  en  abundancia,  seria 
lógico  argüir  que  había  habido  envenenamiento , acompañando  este  he- 
cho las  demás  circunstancias. 

Al  carbonato  de  plomo , albayalde  blanco  ó de  plata , le  es  aplicable 
gran  parte  de  lo  relativo  á los  acetatos. 

Los  óxidos  son  : el  litargirio , el  minio , el  albayalde  calcinado ; des- 
compuestos por  el  carbón,  dan  plomo  metálico.  El  litargirio  es  el  mas 
empleado  para  adulterar  el  vino,  y el  que  por  lo  mismo  causa  mas  co- 
munmente daño.  Con  dicha  sustancia  se  quita  la  acidez  del  vino  y se  le 
da  un  sabor  dulce.  La  potasa , la  sosa , el  amoníaco  , son  reactivos  á pro- 
pósito para  descubrir  su  presencia. 

Hay  otros  preparados  saturninos  venenosos  en  que  no  nos  ocuparémos 
por  no  ser  usados  nunca. 


S V.  — Plata  ó «a  nitrato. 

No  solo  no  es  venenosa  la  plata,  sino  que  desús  preparados,  el  único 
enérgico  es  el  nitrato. 

La  acción  de  esta  sustancia  sólida  ó en  disolución  concentrada  es  cáus- 
tica; dada  á veces  en  píldoras  como  medicamento,  ha  perforado  el  es- 
tómago. Sabido  es  que  su  uso  prolongado  colora  la  piel  de  negro.  Su 
dósis  mayor  es  de  2 centigramos  ó dos  quintas  partes  de  grano. 

El  cloruro  de  sodio,  magnesio,  potasio,  etc. , son  los  poderosos  con- 
travenenos , descomponiéndole  y transformándole  en  cloruro  de  plata  in- 
soluble. La  sal  común , pues , disuelva  en  frió,  en  agua , dada  á la  dósis  de 
2 á 4 onzas , produce  buenos  efectos,  determinando  la  expulsión  de  las 
materias  contenidas  en  el  estómago. 

La  plata  es  soluble  en  el  ácido  nítrico  con  efervescencia , y se  forma  el 
nitrato,  ósea  la  piedra  infernal , la  que  está  en  cristales  exáedros  , me- 
dio transparentes  , sin  color  ni  olor,  ó cilindros,  de  un  gris  negruzco, 
quebradizos,  de  fractura  laminosa.  Puesto  sobre  las  ascuas  activa  la  com- 
bustión y deja  una  capa  blanca  de  plata.  Con  la  potasa  da  un  precipitado 
de  color  de  aceituna,  soluble  en  ácido  nítrico  y amoníaco;  un  cloruro 
soluble  y ácido  hidroclórico  le  precipitan  en  blanco.  Expuesto  á la  luz, 
toma  un  color  de  violeta.  Los  sulfuros  alcalinos  le  precipitan  en  negro. 
El  ácido  sulfúrico  hace  desprender  vapores  blancos  de  ácido  nítrico.  El 
cloruro  de  sodio  es  el  reactivo  mas  conducente,  porque  revela  hasta  un 
átomo  de  plata.  En  medicina  legal,  para  probar  un  envenenamiento  por 
el  nitrato  de  plata,  puede  presentarse  el  metal.  El  cloruro  de  sodio  faci- 
lita esto.  Si  hay  mucha  cantidad,  se  hace  calcinar  en  un  crisol  el  preci- 
pitado, y tomado  en  agua  el  metal  aparece  en  el  fondo  del  vaso.  Si  hay 
poca  cantidad,  se  introduce  el  precipitado  ó cloruro  de  plata  en  el  tubo 
principal  del  aparalo,  y se  hace  pasar  una  corriente  de  hidrógeno.^  El 
cloruro  muda  de  color,  se  funde  y se  desprende  una  capa  de  metal.  Esta 
capase  trata  por  ácido  nítrico,  y "luego  otra  vez  por  el  cloruro  de  sodio, 
para  formar  cloruro  de  plata.  El  nitrato  de  plata  no  altera  el  vino.  Los 
líquidos  vegetales,  en  razón  de  los  cloruros  que  contienen,  le  alteran 
mucho.  La  leche,  e!  café,  el  té  y los  líquidos  estomacales  le  descompo- 
nen. La  análisis  encuentra  el  nitrato  de  plata  convertido  en  cloruro  en 


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los  J/quidos  y sólidos  vegetales  y animales.  El  procedimiento  es  análogo 
á los  que  ya  llevamos  expuestos : obtenido  el  residuo  ó el  cloruro , se 
procede  como  hemos  dicho. 

§ VI.  — Estaño  y sus  compuestos. 

El  estaño  no  es  veneno,  y si  alguna  vez  se  ha  visto  que  los  utensilios 
de  este  metal  han  causado  males , ha  sido  por  haberse  oxidado , ó por 
estar  unido  muy  comunmente  al  plomo.  Los  preparados  de  este  metal 
que  pueden  considerarse  venenosos,  aunque  no  muy  enérgicos,  son  : la 
sal  de  estaño  , el  prolo  y el  deutocloruro , el  prolóxido  y el  deulóxido. 

Los  síntomas  que  producen  son  los  de  un  emético ; su  acción , irri- 
tante , y por  lo  mismo  todo  está  dicho. 

Vómitos  y leche;  hé  aquí  el  tratamiento  contra  los  preparados  de  es- 
taño. Dada  la  leche  en  abundancia,  facilitar  el  vómito. 

Los  preparados  de  estaño  son  todos  sólidos,  algunos  pulverulentos, 
blancos  los  más,  de  sabor  estíptico  y olor  ninguno.  El  ácido  sulfhídrico 
hace  precipitar  los  tres  primeros,  dando  á los  dos  un  color  de  choco- 
late, y al  último  amarillo;  el  carbón  animal  descompone  los  otros  dos, 
y son  solubles  en  el  ácido  clorhídrico. 

Las  materias  animales  y vegetales  descomponen  mas  ó menos  rápida- 
mente los  preparados  de  estaño,  dando  lugar  á compuestos  insolubles. 
La  leche,  el  agua  albuminosa  y la  gelatina , se  encuentran  muy  especial- 
mente en  este  caso.  La  análisis  se  hace  de  un  modo  análogo  al  que  de- 
jamos establecido  para  el  sublimado  : descolorar  el  líquido  por  el  carbón 
animal;  tratar  por  el  nitrato  de  plata  una  corriente  de  cloro  gaseoso ; fil- 
trar, evaporar  y hacer  obrar  los  reactivos. 

g VII.  — Nitrato  de  bismuto - 

Es  el  único  preparado  de  bismuto  que  debemos  mentar.  Su  acción  no 
se  diferencia  de  la  de  las  inflamatorias  en  general. 

El  agua  albuminosa  ó la  leche  son  sus  contravenenos. 

El  nitrato  de  bismuto  es  sólido,  blanco  , cristalizable;  activa  la  combus- 
tión y deja  un  residuo  amarillo  de  óxido.  Soluble  en  el  agua  , donde  se 
divide  en  dos  sales,  nitrato , ácido  soluble  y subnitrato  blanco  insoluble. 
La  disolución  no  tiene  color,  enrojece  la  tintura  de  tornasol , y precipita 
en  negro  por  el  ácido  sulfhídrico;  en  blanco  por  la  potasa,  y en  blanco 
amarillento  por  el  ferrocianuro  de  potasa.  Mezclado  con  carbón  y potasa 
de  bismuto  metálico , el  cual  se  convierte  en  nitrato  otra  vez  con  ácido 
nítrico. 

Los  tejidos  vegetales  y animales  le  descomponen , formando  sedimento. 
La  análisis  se  efectúa  separando  el  licor  y tratándole  por  el  ácido  sulfhí- 
drico. El  sedimento  se  trata  con  el  ácido  hidroclórico , y ei  residuo  con 
los  reactivos  indicados. 

g VIII.  — Mezclas  de  diversos  venenos. 

Acostumbran  los  autores  de  medicina  legal  ocuparse  en  las  mezclas  de 
venenos  á que  acuden  algunos,  ya  para  suicidarse,  ya  para  matar  á 
otros.  Es  de  ver  que  en  semejantes  casos , si  los  tósigos  mezclados  no  se 
neutralizan  mútuamente , si  obran  con  independencia  el  uno  del  otro , ó 
se  avivan  la  acción  , habrá  efectos  de  varias  intoxicaciones  á la  vez , que 


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exigirán  su  respectiva  terapéutica.  Si  las  mezclas  diesen  intoxicaciones 
diferentes  de  las  que  da  cada  veneno  separado , se  concebiría  la  necesi- 
dad de  tratar  separadamente  de  ellas ; mas , no  siendo  así , considero  ex- 
cusado hacerlo. 

En  cuanto  á la  parte  química,  si  el  perito  llamado  á analizar  las  ma- 
terias procedentes  ó no  procedentes  del  envenenado,  se  encuentra  sin 
tener  noticia  alguna  de  lo  que  se  ha  juntado  con  semejantes  mezclas , es 
fácil , es  indispensable  que  obtenga  resultados  ó reacciones  capaces  de 
aumentar  las  dificultades  de  la  lógica  química.  Por  lo  tanto,  para  allanar 
en  lo  que  sea  posible  estas  dificultades,  diré  cuatro  palabras  acerca  del 
modo  cómo  podrémos  reconocer  que  se  han  dado  dos  ó mas  venenos 
mezclados  y cuáles  han  sido  estos.  Seré  sumamente  breve. 

Empecemos  por  la  mezcla  del  ácido  arsenioso  con  otros  ácidos  y sales. 

Mezcla  del  ácido  arsenioso  con  el  sulfúrico.  — Se  somete  esta  mezcla  á la 
destilación  por  medio  de  un  baño  de  cloruro  de  calcio;  el  ácido  sulfúrico 
es  recogido  en  el  recipiente,  y el  arsenioso  permanece  en  la  retorta. 

Idem  con  el  clorhídrico.  — Lo  mismo. 

Idem  con  el  fosfórico. — Se  hace  pasar  una  corriente  de  ácido  sulfhídrico 
por  el  licor;  el  ácido  arsenioso  se  precipita  y el  fosfórico  se  disuelve. 

Idem  con  el  oxálico. — Lo  mismo  que  con  el  fosfórico. 

Idem  con  sublimado  corrosivo. — Llevarse  el  sublimado  con  el  éter  y 
obrar  sobre  el  ácido,  como  si  estuviese  puro. 

Idem  con  protonitralo  de  mercurio. — De  esta  mezcla  resulta  un  polvo 
blanco  que  se  hace  hervir  con  carbonato  de  potasa.  Con  esto  se  forma  un 
arsenito  de  potasa  soluble  y carbonato  de  mercurio  insoluble,  el  cual 
basta  calentar  para  obtener  mercurio  metálico. 

Idem  con  deuto-nitrato  de  mercurio. — Se  hace  hervir  con  carbonato  de 
potasa,  se  forma  arsenito  de  potasa  y carbonato  de  mercurio,  como  en  el 
caso  precedente. 

Idem  con  acetato  de  plomo.  —A.  poca  diferencia  se  hace  lo  mismo,  puesto 
que,  formándose  hirviendo  con  carbonato  de  potasa  el  arsénico  soluble  y 
carbonato  de  plomo  insoluble,  basta  separarlos  filtrando,  y obrar  sobre 
cada  uno  de  ellos  con  sus  correspondientes  reactivos. 

Idem  con  tártaro  emético. — Se  evapora  la  mezcla  hasta  sequedad;  se 
hace  hervir  el  residuo  de  la  evaporación  con  carbonato  de  potasa;  se  forma 
el  arsenito  y tartrato  de  ídem  soluble;  el  óxido  de  antimonio  se  precipita. 
Se  disuelve"  este  con  ácido  clorhídrico  y se  obtiene  manteca  de  antimo- 
nio. En  cuanto  á las  dos  sales  solubles,  se  trata  el  licor  con  el  ácido  sulf- 
hídrico, avivado  con  el  hidroclórico,  y se  precipita  el  ácido  arsenioso  en 
estado  de  sulfuro  amarillo : en  el  licor  resta  tartrato  de  potasa,  cuya  exis- 
tencia puede  manifestarse  por  medio  de  la  cal , puesto  que  se  obtiene  un 
tartrato  de  cal.  Con  el  ácido  sulfúrico  puede  dar  esta  cal  ácido  tartárico. 

Idem  con  acetato  de  cobre.-- Evapórese  el  licor  hasta  sequedad;  hágase 
hervir  con  potasa;  se  forma  arsenito  y acetato  de  potasa  solubles,  y se 
precipita  deutóxido  de  color  moreno,  el  cual  se  reconoce  disolviéndole  en 
ácido  nítrico  y sometiéndole  á sus  propios  reactivos. 

El  licor,  evaporado  de  nuevo  hasta  sequedad,  debe  ser  tratado  por  el 
ácido  sulfúrico  y destilado  ; el  producto  de  la  destilación  será  ácido  acé- 
tico, y el  residuo  soluble  en  el  agua  dará  sulfuro  amarillo  de  arsénico, 
con  el  ácido  sulfhídrico  avivado  con  ácido  hidroclórico. 

Idem  y alumbre. — Se  trata  la  mezcla  en  el  agua  hirviendo  . y se  hace 
pasar  una  corriente  de  ácido  sulfhídrico  para  precipitar  el  ácido  arsenio- 


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so ; el  licor  que  sobrenada  contiene  alumbre , el  cual  puede  hacerse  cris- 
talizar. 

Idem  y láudano  liquido.— Esta,  mezcla  ofrece  los  caracteres  del  ácido  ar- 
senioso que  ya  hemos  visto  y expuesto  cómo  se  reconocen  , y los  del  láu- 
dano que  verémos  en  su  lugar. 

El  ácido  sulfhídrico,  ayudado  del  hidroclórico,  precipita  el  ácido  ar- 
senioso al  estado  de  sulfuro,  y el  licor  que  sobrenada  ofrece  las  reaccio- 
nes del  láudano. 

Mezcla  de  sublimado  y ácido  sulfúrico  , nítrico  ó fosfórico.— Se,  saturan  ios 
ácidos  con  la  potasa,  dejando  el  licor  mas  bien  ácido  que  alcalino;  se  eva- 
pora hasta  sequedad;  luego  se  sublima  el  mercurio  en  una  retorta.  Los 
nitratos,  sulfatos  y fosfatos  de  potasa  permanecerán  solos  en  la  retorta  á 
beneficio  del  calor.  Es  un  proceder  mas  sencillo  evaporar  hasta  sequedad 
el  licor  saturado  y tomar  el  sublimado  con  el  éter. 

Idem  con  el  ácido  oxálico. — Se  satura  el  ácido  con  la  potasa  ; se  evapora 
hasta  sequedad,  y con  el  alcohol  se  quita  del  residuo  de  la  evaporación 
el  sublimado. 

Idem  con  láudano.— Se  toma  con  éter  el  sublimado  y queda  tan  solo  en 
el  licor  el  láudano. 

Mezcla  de  protonilrato  de  mercurio  y acetato  de  plomo. —Extiéndese  en  agua 
la  mezcla , y si  hay  precipitado , se  trata  con  el  ácido  clorhídrico , y se 
produce  mercurio  dulce,  del  cual  puede  separarse  el  metal  por  medio  de 
la  potasa  á una  temperatura  elevada,  y cloruro  de  plomo;  disuelto  este, 
dará  los  caractéres  de  las  sales  plúmbicas. 

Idem  y emético. — Se  forma  un  precipitado  de  proto-tartrato  de  mercurio  y 
antimonio;  se  hace  hervir  el  precipitado  con  carbonato  de  potasa;  se 
forma  carbonato  de  mercurio  ; el  óxido  de  antimonio  es  desprendido;  se 
produce  además  nitrato  y un  tartralo  de  potasa  soluble;  el  agua  de  cal 
precipita  tartralo  de  cal  blanca  en  disolución  y deja  en  el  licor  nitrato 
de  potasa,  el  cual  basta  evaporar  hasta  sequedad  y tratar  con  el  ácido 
sulfúrico  para  desprender  el  nítrico.  Se  separa  en  seguida  el  carbonato 
de  mercurio  del  óxido  de  antimonio , tratándole  con  ácido  nítrico , el 
cual  transforma  el  primero  en  nitrato  de  mercurio  soluble,  y el  segundo 
en  peróxido  de  antimonio  soluble. 

Idem  y cardenillo.— Se  ha  formado  con  ella  un  proto-acelato  de  mercu- 
rio insoluble,  y deuto-nitrato  de  cobre  solnble,  fácil  de  reconocer  por  los 
caractéres  que  les  son  propios.  El  ácido  sulfúrico  desprende  el  ácido  acé- 
tico del  proto- acetato,  y la  potasa  separa  de  él  una  materia  negra,  mezcla 
de  bióxido  de  mercurio  y este  metal. 

Mezcla  de  deuto-nitrato  de  mercurio  y acetato  de  plomo. — Extiéndase  la 
mezcla  con  agua ; échese  ácido  sulfúrico  para  precipitar  el  plomo  en 
estado  de  sulfato,  y se  obtendrá  deuto -sulfato’ de  mercurio  en  diso- 
lución. 

Idem  con  emético.— El  precipitado  blanco  que  de  esta  mezcla  resulta,  se 
descompone  por  el  carbonato  de  potasa , y se  obra  como  se  ha  dicho  re- 
lativamente al  protonitrato  mezclado  con  este  tártaro  estibiado. 

Idem  con  el  acetato  de  cobre.— A. I cabo  de  cierto  tiempo  se  forma  deuto- 
nitrato  de  cobre  soluble  ó deuto-acetato  de  mercurio;  para  su  análisis  se 
procede  como  con  la  mezcla  del  proto-nitrato. 

Mezcla  de  acetato  de  cobre  con  ácido  fosfórico. — Si  hay  exceso  de  ácido, 
da  con  los  reactivos  los  caractéres  de  las  sales  de  coí>re  y con  el  nitrato 
de  plata  el  del  ácido  fosfórico. 


- 1037  — 

Utm  em  ácido  oxálico. — Da  las  reacciones  de  cada  ano  de  estos  com- 
puestos. 

Idem  con  el  acetato  ¿e  plomo.— Se  trata  el  licor  con  el  carbonate  de  po- 
tasa ; se  forma  carbonato  de  cobre  y carbonato  de  plomo  insolubles  y 
acetato  de  potasa  soluble.  Separado  el  licor  del  sedimento ; evaporado 
hasta  sequedad,  da  un  residuo,  el  que,  tratado  con  ácido  sulfúrico,  des- 
prende ácido  acético.  En  cuanto  al  sedimento,  el  ácido  nítrico  le  disuelve 
y se  separa  el  plomo  por  medio  del  ácido  sulfúrico  añadido  gota  á gota, 
de  modo  que  no  hay  exceso  de  ácido. 

Idem  con  emético.— La  sal  de  cobre  se  descompone  acto  continuo  que  se 
efectúa  la  mezcla  y se  forma  tartrato  de  cobre  y tartrato  de  antimonio. 
Se  hace  hervir  el  precipitado  con  carbonato  de  potasa , y se  forma  tar- 
trato y acetato  de  potasa  solubles.  Se  separa  el  sedimento ; se  evapora 
hasta  sequedad;  se  trata  el  residuo  de  la  evaporación  con  ácido  sulfúrico 
y se  destila  para  obtener  el  ácido  acético;  en  cuanto  al  precipitado , bas- 
tará tratarle  por  el  ácido  nítrico  para  llevarse  todo  el  cobre  y transfor- 
mar el  ácido  de  antimonio  en  ácido  antimonioso,  capaz  de  dar  manteca 
de  antimonio  con  el  ácido  clorhídrico. 

Idem  con  láudano.— Ofrece  los  caractéres  de  las  sales  de  cobre  y se  pone 
roja  con  el  persulfato  de  hierro. 

Mezcla  de  acetato  de  plomo  con  emético.— Se  forma  tartrato  de  plomo  y 
de  antimonio  insolubles  y acetato  de  potasa  soluble ; el  licor  se  reconoce 
como  lo  hemos  expuesto  para  reconocer  la  mezcla  de  acetato  de  cobre  y 
emético.  En  cuanto  al  precipitado , se  hace  hervir  con  ácido  nítrico , de 
modo  que  se  obtenga  nitrato  de  plomo  soluble  y óxido  de  antimonio  in- 
soluble. 

Idem  con  nitrato  de  plata. — Precipitar  el  óxido  de  plata  por  medio  del 
ácido  clorhídrico  ; con  esto  se  forma  cloruro  de  plata  insoluble  y cloruro 
de  plomo  soluble. 

Mezcla  de  emético  y nitrato  de  plata. — Se  precipitan  los  dos  óxidos  con  el 
carbonato  de  potasa,  y se  separa  la  plata  del  antimonio  con  el  ácido  nítrico 
hirviendo. 

Idem  y láudano. — El  ácido  sulfhídrico  precipita  el  emético ; se  filtra , y 
el  líquido  es  láudano;  el  sedimento  el  emético. 

Mezcla  de  nitrato  de  plata  y láudano.  — Con  el  ácido  clorhídrico  se  hace 
precipitar  el  nitrato  de  plata  en  el  estado  de  cloruro  ; el  licor  que  sobre- 
nada ofrece  los  caractéres  del  opiado. 

§ IX.— Vidrio  molido  y otra»  sustancias  análogas. 

Entre  los  venenos  inflamatorios  inorgánicos  colocan  algunos  el  vidrio 
molido,  el  esmalte  en  polvo.  Plenk  comprende  bajo  el  título  de  venenos 
mecánicos,  ademas  del  vidrio  y del  esmalte,  el  diamante,  el  jacinto,  el 
granate  , la  esmeralda  , el  záfiro  , la  carneóla  y todas  las  demás  piedras 
preciosas,  luego  el  alumbre  plumboso,  la  piedra  lázuli  ó lipiz,  y el  hollín 
resplandeciente  de  las  chimeneas  de  los  hornos  de  Inglaterra.  Si,  porque 
estas  materias,  reducidas  á polvo,  irritan  la  membrana  del  estómago, 
han  de  tomarse  por  venenos  inflamatorios,  será  preciso  que  modifique- 
mos la  definición  que  del  veneno  hemos  dado.  Ifecordemos  que  hemos 
excluido  de  la  categoría  de  venenos  las  sustancias  que  obran  de  un  modo 
mecánico.  Pues  mecánica  es  la  acción  del  vidrio  molido  y de  las  demás 
que  llama  venenos  mecánicos  Plenk.  Si  inflaman,  es  en  virtud  délas 


— 1038  — 

asperezas  de  los  ángulos  de  los  fragmentos  reducidos  á polvo;  por  10  tanto 
no  debemos  tratar  de  esas  sustancias  como  venenos. 

Anglada  se  hace  cargo  de  estas  razones,  no  admite  entre  los  venenos 
el  vidrio  molido  y demás  venenos  mecánicos , y,  sin  embargo,  añade  que 
por  tolerancia  debe  tratarse  en  la  loxicología  de  semejantes  venenos,  por- 
que puede  acontecer  que  algún  malévolo  dé  á otro  vidrio  molido  para 
matarle  , y el  médico  debe  estar  dotado  de  los  conocimientos  relativos  á 
semejanle'atentado.  Sin  oponerme  á que  el  médico  debe  saber  qué  es  lo 
que  produce  el  vidrio  molido  en  la  economía,  no  puedo  resolverme  á ad- 
mitirle como  veneno , llamándole  mecánico,  puesto  que  hemos  excluido 
de  entre  los  venenos  las  sustancias  que  obran  de  esta  suerte.  Si  el  vidrio 
molido  mala,  el  atentado  no  es  un  envenenamiento;  es  un  atentado  como 
el  de  una  puñalada  con  algo  mas  de  alevosía,  y la  justicia  puede  ejercer 
su  rigor,  ya  se  llame  á este  hecho  asesinato  por  medio  del  vidrio  molido, 
ya  como  envenenamiento.  Mientras  no  tenga  que  hablarse  en  toxicología 
de  la  muerte  por  heridas , no  deberá  tratarse  en  ella  de  los  daños  causa- 
dos por  los  venenos  mecánicos. 

Como  quiera  que  sea,  después  de  haberme  justificado,  por  no  incluir  en 
este  Compendio  lo  que  se  llama  venenos  mecánicos,  diré  que,  según  algu- 
nas observaciones,  el  vidrio  molido  no  produce  efecto  alguno,  si  está  bien 
molido.  Caldani , Mandruzzatto  y Lessauvage,  citados  por  Orilla , dicen 
que  no  ha  producido  ningún  resultado,  ni  en  el  hombre,  ni  en  los  anima- 
les. Portal  y Foderé,  al  decir  del  mismo  autor , refieren  casos  de  sugetos 
que  tomaron  vidrio  en  gruesos  fragmentos,  puesto  que  lo  mascaron,  y 
que  sufrieron  dolores  atroces  á consecuencia  de  la  angulosa  superficie  de 
esos  fragmentos. 

Aunque  no  es  frecuente  el  empleo  del  vidrio  molido  para  dañar  á un 
sugelo,  diremos  lo  que  debe  hacerse  para  librarle  de  este  daño  y recono- 
cer si  el  polvo  que  se  encuentra  es  realmente  vidrio. 

Una  observación  de  Portal,  y la  razón  misma,  nos  dicta  que  si  alguna 
persona  ha  tomado  vidrio  molido  ó en  fragmentos  bastante  gruesos  que 
por  sus  asperezas  y ángulos  le  irriten  el  estómago,  se  le  socorrerá  con 
ventaja  dándole  algo  que  pueda  servir  de  envoltorio  á esos  fragmentos  y 
suavizar  su  superficie  áspera  y angulosa.  Portal  hizo  comer  berzas  ai  su- 
geto  que  se  había  tragado  vidrio  molido , y luego  provocó  el  vómito.  Ga- 
chas bastante  claras,  albúmina,  leche,  aceite,  etc.,  todo  podrá  ser  útil,  y 
luego  facilitar  el  vómito.  Plan  antiflogístico  en  seguida,  si  hay  necesidad 
de  él. 

Se  reconocerá  que  es  vidrio  el  polvo  que  se  encuentre  tanto  en  el  es- 
tómago , como  fuera  de  él , haciéndole  derretir  en  un  crisol  ó en  un  pe- 
dazo de  carbón  por  medio  del  soplete.  Pronto  se  obtendrá  un  residuo  ó 
excoria  de  vidrio,  en  tanto  que  las  sustancias  orgánicas,  con  las  cuales 
se  haya  mezclado,  se  reducirán  á carbón  ó calcinarán. 

Con  esto  hemos  sido  consecuentes  á nuestra  clasificación,  y hemos  sa- 
tisfecho los  deseos  de  Anglada.  El  médico-forense  tiene  bastante  con  esta 
sucinta  noticia  para  ilustrar  al  tribunal , siempre  que  algún  malévolo  dé 
contra  otro  vidrio  molido. 


- 10351  - 


CAPITULO  II. 

DE  LOS  VENENOS  INFLAMATORIOS  ORGÁNICOS. 

ARTÍCULO  PRIMERO. 

DE  LOS  VENENOS  INFLAMATORIOS  VEGETALES. 

Los  venenos  inflamatorios  vegetales  también  son  susceptibles  de  una 
clasificación  por  grupos,  análoga  ó parecida  á la  de  los  irritantes  inorgá- 
nicos. Hay  vegetales  venenosos  por  sus  efluvios ; es  decir , que  arrojan 
venenos  al  parecer  gaseosos;  hay  ciertos  ácidos  vegetales  que  obran  como 
los  minerales,  aunque  con  menos  intensidad;  y no  seria  difícil  tal  vez  en- 
contrar alcaloideos  ó principios  vegetales  irritantes  que  hacen  las  veces 
de  álcali.  Podremos,  por  lo  tanto , estudiar  los  venenos  inflamatorios  ve- 
getales de  esta  manera : primero^  los  que  arrojan  efluvios  ó sea  los  que 
llamarémos  gaseosos ; segundo,  los" ácidos,  y tercero,  los  vegetales  que  son 
venenos  por  su  raiz,  su  tallo,  sus  hojas,  su  fruto,  algún  jugo,  aceite  ó lí- 
quido que  de  ellos  se  extraiga,  ó por  toda  la  planta  entera,  puesto  que  de 
todo  esto  hay  en  esta  clase  de  venenos. 

Primbr  grupo.—  Vegetales  que  arrojan  efluvios. 

Hay  algunos  árboles , de  los  cuales  se  refieren  maravillas  en  punto  á 
las  influencias  nocivas  de  sus  hábitos  6 efluvios  ponzoñosos.  El  anagiris 
fcelida,  L.;  el  inglans  regia,  L. ; el  sabuco  negro;  el  sándalo  blanco , la  alcea 
moscata,  L.;  el  manzano  de  América;  la  cannabis  saliva,  L.;  el  linum  ussitatis- 
simum,  L.;  el  rhustoxicodendro;  el  rhus  ernis,  L.;  veralrum  álbum,  L.;  dra - 
conlium  polyphilium  fcelidum > L.,  etc.,  son  otros  tantos  vegetales,  que,  al  de- 
cir de  Plenk,  se  hacen  peligrosos  tan  solo  por  los  hálitos  que  arrojan. 
Cefalalgias,  delirio,  vértigos,  erupciones  en  la  piel,  prurigo,  etc.;  hé  aquí 
los  síntomas  que  suelen  producir.  La  rareza  de  semejantes  intoxicaciones 
entre  nosotros,  y el  no  ser  instrumento  del  crimen , nos  permitirá  pasar 
por  alto  los  efectos  de  semejantes  vegetales.  Como  estas  intoxicaciones  se 
deben  á sustancias  volátiles,  creo  que  con  mas  razón  deben  colocarse  en- 
tre los  asfixiantes  anestésicos. 

Grupo  segundo.— Acidos  vegetales. 

Los  ácidos  vegetales  inflamatorios,  en  que  debemos  ocuparnos,  aunque 
poco  también,  son:  el  oxálico,  el  acético,  el  tartárico , y el  cítrico.  Gran 
parte  de  las  generalidades  establecidas  en  el  artículo  de  los  ácidos  mi- 
nerales les  es  aplicable;  y á la  verdad , tal  vez  bajo  el  punto  de  vista  de 
su  acción  sobre  la  economía  no  haya  mas  diferencia  que  la  energía  , la 
cual,  en  efecto,  aun  cuando  concentrados,  no  es  tanta  como  la  de  aque- 
llos. En  punto  á síntomas,  en  punto  á contravenenos  y á tratamiento, 
todo  les  pertenece;  síntomas  flogísticos  son  los  que  producen.  Algunos 
tienen  la  magnesia,  el  carbonato  de  id.  y el  agua  de  jabón  por  contrave- 
neno, y el  plan  antiflogístico  es  el  indicado  para  reparar  los  estragos  que 
ocasionan  en  el  tubo  digestivo. 

Como  ácidos  tienen  también  propiedades  comunes , aunque  menos 
enérgicas  que  la  de  los  minerales.  Todos  son  sólidos,  blancos  y solubles 


- 1 oso  - 

en  el  agua;  no  tienen  olor.  En  cuanto  á los  earactéres  químicos  dislínti 
vos,  tendremos  necesidad  de  particularizarlos.  Estudiémoslos,  pues,  bajo 
este’último  punto  de  vista. 


g I.  — Acido  oxálico. 

Este  ácido  se  parece  mucho  al  sulfato  de  magnesia,  por  lo  cual  da  á 
menudo  lugar  á accidentes  desagradables.  Es  un  instrumento  muy  común 
de  suicidio  en  Inglaterra.  Su  acción  en  la  economía  es  varia,  según  el 
estado  en  que  se  da;  muy  concentrado,  es  casi  un  veneno  cáustico,  puesto 
que  no  solo  inflama,  sino  que  hasta  encoge  los  tejidos.  Mas  diluido,  in- 
flama la  médula  espinal  y el  corazón,  además  de  los  órganos  digestivos, 
y mas  diluido  aun , parece  que  provoca  el  tétanos  y la  parálisis  del  cora- 
zón. Según  la  diversidad  de  síntomas  que  le  dan  los  autores , y acaso  pu- 
diera contarse,  cuando  diluido,  entre  ios  nervioso-inllamatorics,  al  paso 
que,  cuando  concentrado,  es  irritante  con  sus  puntos  de  cáustico. 

Algún  envenenado  por  este  ácido  se  presenta  entorpecido  y en  un 
grado  notable  de  abatimiento. 

Eas  alteraciones  que  la  autópsia  deja  ver,  son:  contracciones  y enco- 
gimientos del  estómago , inyección  de  sus  tres  túnicas , la  mucosa  de  un 
rojo  vivo,  engruesada,  con  manchas  equimosadas. 

No  debe  darse -la  magnesia  ni  el  carbonato  para  combatir  la  acción 
química  de  este  ácido , porque  los  oxalatos  que  resultan  son  también  ve- 
nenosos. La  cal  en  suspensión  ó agua  de  cal  es  mas  conducente.  Las 
aguas  que  tienen  en  disolución  sales  calcáreas  son  también  á propósito. 

Calentado,  se  volatiliza  y sublima  en  totalidad  sin  descomponerse, 
cuando  está  puro.  En  contacto  con  el  nitrato  de  plata,  precipita  en  blan- 
co. Secado  y calentado  á la  luz  de  una  bujía,  el  oxalato  de  plata  que  se 
forma,  amarillea;  luego  se  pone  moreno  en  los  bordes;  detona  ligera- 
mente, y se  disipa  del  todo  en  un  humo  blanco.  Si  se  deja  el  precipitado 
en  el  filtro  y se  quema,  luego  de  seco,  arde  como  si  estuviese  impregnado 
de  nitrato  de  plata.  Precipita  el  agua  de  cal , y la  disolución  de  cloruro 
de  potasio  en  blanco ; el  de  cal  es  insoluble  en  un  exceso  de  ácido  y so- 
luble en  el  ácido  nítrico.  Calcinado  en  una  cuchara  de  plata  da  cal  viva. 
Precipita,  por  último,  en  blanco  azulado  el  sulfato  de  cobre. 

Este  ácido  no  altera  las  bebidas  vegetales  ni  animales;  tampoco  los 
sólidos.  La  gelatina  se  disuelve  rápidamente  en  él  sin  sufrir  alteración 
alguna. 

Para  analizar  las  materias  que  contienen  ácido  oxálico,  si  son  sólidas, 
se  hacen  macerar ; luego  se  filtran  y se  neutraliza  el  licor  con  carbonato 
de  potasa , con  lo  cual  se  forma  un  oxalato. 

Si  se  ha  dado  como  contraveneno  magnesia  ó cal , se  deja  reposar  la 
mezcla  por  algún  tiempo;  luego  se  decanta  y se  echa  la  parte  líquida,  si 
no  es  ácida  ; si  lo  es,  se  satura  con  el  carbonato  arriba  dicho. 

Separado  el  licor , se  recoge  cuanto  oxalato  de  cal  ó de  magnesia  se 
puede;  se  añade  agua,  si  es  necesario;  se  mezcla  una  duodécima  parte 
del  precipitado  y carbonato  de  potasa,  y se  hace  hervir  hasta  que  esté 
disueita  toda  la  materia  orgánica. 

Se  filtra,  se  acidula  ligeramente  el  licor  con  el  ácido  nítrico;  se  filtra 
de  nuevo;  se  le  vuelve  alcalino  ligeramente  con  el  carbonato  de  potasa; 
se  filtra  y así  se  separa  la  materia  animal.  En  seguida  se  trata  el  licor 
con  acetato  de  plomo;  se  suspende  en  agua  el  oxalato  de  plomo  que  se 


- ion  - 

forma , se  somete  á una  corriente  de  ácido  sulfhídrico,  se  filtra,  se  hace 
hervir,  y se  obtiene  con  el  licor  ácido  oxálico. 

§ II.  — Acido  acético. 

La  acción  del  ácido  acético  en  la  economía  es,  cuando  concentrado, 
como  la  de  los  demás  ácidos ; los  pocos  casos  que  se  han  observado  y los 
experimentos  que  se  han  hecho  en  perros,  no  nos  autorizan  para  formar 
un  cuadro  diagnóstico  diferencial , ó peculiar  de  este  ácido.  Orfila  y Bar- 
ruel  dieron  mucha  importancia , en  un  caso  de  envenenamiento  por  el 
ácido  acético,  á una  espuma  morenuzca,  en  parte  seca,  que  se  encontró 
en  la  boca. 

La  magnesia  y el  agua  de  jabón  son  los  contravenenos  de)  ácido 
acético. 

Puro  este  ácido,  es  líquido,  sin  color,  olor  sui  generis , ó de  vinagre 
cáustico.  Calentado , se  volatiliza  totalmente  sin  carbonizarse ; no  preci- 
pita por  el  agua  de  cal , ni  por  las  sales  de  barita , ni  por  el  nitrato  de 
plata.  Con  la  potasa  forma  una  sal  muy  delicuescente. 

En  el  comercio  hay  varios  ácidos  acéticos.  El  vinagre  radical  ó ácido 
acético  mas  concentrado,  el  de  madera  ó Mullerat,  el  vinagre  común  y 
la  sal  de  vinagre , que  es  el  ácido  acético  puro  y acetato  de  potasa  cris- 
talizado. 

Obra  el  ácido  acético  como  los  demás  ácidos,  aunque  con  menos  ener- 
gía sobre  el  vino,  sidra,  cerveza,  té,  leche,  bilis  y sangre.  Ennegrece 
las  materias  del  estómago  dando  á las  mucosas  un  aspecto  gangrenoso. 
No  las  reduce  con  todo,  ni  concentrado,  á papilla. 

Para  analizar  cualquier  materia  que  contenga,  ácido  acético,  se  ha  de 
apelar  á la  destilación.  Separadas  las  partes  líquidas  de  las  sólidas  por 
el  filtro , después  de  haber  echado  agua  en  la  mezcla , se  introduce  el  li- 
cor en  una  retorta  de  vientre  prolongado,  y toda  entera  en  un  baño  de 
cloruro  de  calcio.  Se  adapta  al  cuello  un  globo  tubulado,  de  cuya  tubu- 
lura  parte  un  tubo  que  va  á parar  á un  frasco  donde  hay  un  poco  de 
agua  destilada.  Se  calienta  y destila  las  materias  hasta  casi  sequedad.  En 
el  producto  de  la  destilación  está  el  ácido  acético;  es  raro  que  pase  mas 
allá  del  globo  tubulado.  Se  hace  constar  los  ácidos  del  producto  de  la 
destilación;  se  satura  con  carbonato  de  potasa  hasta  que  el  papel  de 
tornasol  no  se  ponga  rojo,  sin  que  le  vuelva  el  color  de  púrpura;  se  eva- 
pora la  mezcla  en  el  baño  maría  hasta  sequedad ; se  recoge  el  acetato  de 
potasa  y se  procede  á la  separación  del  ácido  acético,  echando  el  resul- 
tado en  una  retorta  con  la  mitad  de  su  peso  de  ácido  sulfúrico , desti 
lando  y recogiendo  el  producto  en  un  matraz  sumergido  en  un  baño  frió. 

Lo  propio  puede  hacerse  con  las  materias  sólidas  echando  un  poco  de 
agua. 

.3  III.  — Acido  tartárico. 

Solo  diremos  de  este  ácido,  que  es  sólido,  cristalizado  ó pulverulento; 
que  se  descompone  al  fuego  dando  carbón  por  residuo;  se  disuelve  en 
dos  partes  de  agua , y su  disolución  precipita  el  agua  de  cal  en  blanco 
muy  soluble  en  un  exceso  de  ácillo.  Las  generalidades  de  los  ácidos  mi- 
nerales y vegetales  le  son  exactamente  aplicables. 


TOXICOI.OGU.  — 


— 1042  — 


g IV.  — Acido  cítrico. 

Tampoco  me  extenderé  acerca  de  este  ácido;  sólido,  cristalizado  ó 
pulverulento  se  descompone  al  fuego  ; no  precipita  por  el  agua  de  cal  en 
frió,  y por  la  ebullición  da  un  precipitado  blanco  de  cal.  En  frió  preci- 
pita el  agua  de  barita  y no  enturbia  la  disolución  del  nitrato  de  plata. 


Gaupo  tercero.  — Vegetales  venenosos  por  alguna  de  sus  partes  ó productos . 

En  este  grupo  comprenderemos  varios: 

l.°  La  creosota,  el  aceite  de  crotonliglio , la  resina  de  jalapa,  la  goma 
guita , el  euforbio ; 2."  el  rhus  toxicondcndro , el  sédum  ácre,  la  brionia,  el 
ranúnculo,  el  torvisco,  la  graciola,  la  anémona  pulsatila , la  chclidonia,  la  sa- 
bina, el  elaterio,  la  coloquinlida,  el  ricino  ó higuera  infernal,  el  risino  mayor 
ó de  Indias,  el  manzano  de  América,  la  staphysagria  ó albarrás  y su  princi- 
pio activo  la  delfina,  etc. , etc. 

No  es  esto  decir  que  no  haya  mas  vegetales  venenosos,  y cuyo  modo  de 
obrar  sea  irritante.  Orfila  nombra  otros  muchos  más;  pero  no  siendo 
causas  ni  instrumentos  comunes  de  intoxicación,  ni  envenenamiento,  los 
pasaré  por  alto , tanto  mas,  cuanto  que  no  podría  decir  de  ellos  mas  que 
lo  que  hemos  dicho  de  ios  inflamatorios  en  general. 

Los  que  hemos  colocado  en  el  número  l.°  son  productos  de  ciertos 
vegetales,  y aquellos  son  los  venenosos.  Veámosios  separadamente. 

g I.  — Creosota. 

Mal  preparada  la  creosota , es  emética ; bien  preparada , fuertemente 
excitante;  concentrada,  puede  ser  cáustica.  Su  dósis  medicinal  mayor  es 
una  gota.  Dada  á los  perros,  á la  dósis  de  dos  dracmas , produce  sínto- 
mas espantosos;  el  animal  queda  postrado,  la  cabeza  abatida;  hay  atur- 
dimientos, vértigos  y la  mirada  fija;  todos  los  sentidos  parecen  entor- 
pecidos; la  respiración  es  dificultosa,  interceptada  de  repente;  salen 
mucosidades  espesas  por  la  boca;  hay  tos  sofocante,  baba  espumosa, 
temblores  de  miembros,  contracciones,  y al  fin  la  muerte.  El  uso  de  la 
creosota  inflama  intensamente  la  mucosa  de  la  boca  y faringe  de  los  que 
la  usan  como  anliodontálgica.  Robín  la  coloca  entre  los  asfixiantes  anes- 
tésicos por  su  gran  volatilización. 

En  el  cadáver  deja  todos  los  vestigios  de  una  inflamación  aguda  é in- 
tensísima. 

No  tiene  contraveneno  ni  antídoto  conocido,  y el  tratamiento  que  debe 
oponérsele , es  el  general  de  los  inflamatorios. 

La  creosota  se  conoce  por  su  estado  líquido  incoloro,  de  un  olor  sui 
generis,  parecido  al  hollín  ó de  alquitrán ; sabor  cáustico  y abrasador,  de 
consistencia  oleaginosa.  Se  extrae  del  alquitrán  por  destilación.  Mancha 
el  papel  como  los  aceites  volátiles ; pero  estas  manchas  desaparecen  al 
cabo  de  algún  tiempo.  Arde  con  una  llama  rutilante.  Apenas  es  soluble 
en  el  agua,  y no  lo  es  en  alcohol , éter  y ácido  nítrico.  El  ácido  sulfú- 
rico la  tiñe  de  rojo  e»  poca  cantidad.  Si  hay  mucho  ácido  se  ennegrece, 
pierde  su  fluidez  y se  precipita  azufre.  Coagula  acto  continuo  la  al- 
búmina. 


i 


8 II.  — Aceita  da  crotontiglio. 

La  mayor  dósis  medicinal  de  este  aceite  es  una  gota. 

La  acción  purgante  de  este  drástico  es  muy  enérgica  ; dado  por  lo 
tanto  en  mayor  cantidad  de  la  medicamentosa , se  hace  veneno ; los  sín- 
tomas son  los  de  la  flogosis  intensa  del  canal  intestinal.  El  tratamiento, 
el  antiflogístico.  Orilla  refiere  un  caso  de  intoxicación , en  el  cual  un  ti- 
fóico  tomó  por  equivocación  diez  gramos  de  este  aceite,  destinado  á fric- 
ciones , y ofreció  los  síntomas  del  cólera.  La  autópsia  no  presentó  mas 
que  reblandecimiento  de  la  mucosa  estomacal;  en  los  intestinos  habia 
las  alteraciones  propias  de  la  calentura  tifoidea.  En  el  hospital  de  Guy, 
en  Lóndres,  sintieron  efectos  de  la  acción  purgativa  del*  crotontiglio  una 
religiosa  y un  enfermero , que  practicaron  fricciones  á un  enfermo. 

Este  aceite  es  amarillo  rojizo,  de  olor  desagradable,  sabor  ácre  y que- 
mante. El  doctor  Paris  atribuye  su  acción  maléfica  á su  principio  llamado 
tillina. 

§ III.  — Resina  de  jalapa. 

Todos  saben  que  esta  resina  es  altamente  purgante;  es  un  irritante  del 
canal  digestivo.  No  es  absorbida;  parece  que  debe  su  acción  á su  princi- 
pió,  llamado  por  Hume,  jalapina.  Plan  antiflogístico  dirigido  contra  los 
intestinos. 

Esta  resina  es  moreno-verdosa,  friable,  reducible  á polvo  blanco- 
amarillento  , de  olor  y sabor  vinoso  y ácre,  insoluble  en  agua  y alcohol. 

§ IV.  — Goma  gutta. 

Es  también  esta  sustancia  un  purgante  enérgico , y por  lo  mismo  ve- 
neno irritante  del  tubo  digestivo.  Uahnemann  dice  que  tiene  por  con- 
traveneno el  subcarbonato  de  potasa  ; Bouldruc  concede  esta  propiedad  á 
todos  los  álcalis.  Es  una  mezcla  de  resina  y de  goma  que  fluye  del  guttae- 
fera  vera.  En  el  comercio  está  en  cilindros  ó galletas  parecidas  al  pan  de 
munición;  por  dentro  es  amarillo-anaranjada;  mas  oscura  exteriormente, 
quebradiza,  tiñe  de  amarillo  la  saliva;  es  soluble  en  el  agua  é insoluble 
en  el  alcohol. 

§ V.— Euforbio. 

El  jugo  del  euforbio  es  corrosivo  ; excoria  los  dedos  cuando  es  fresco. 
Inflama  intensamente  la  mucosa  de  las  fáuces,  esófago,  estómago  é intes- 
tinos, causando  dolores  atroces , vómitos,  síncopes  y sudores  fríos ; in- 
flama la  conjuntiva;  determina  la  hemoptisis,  y es  esencialmente  estor- 
nutativo y vesicante.  En  el  comercio  se  encuentra  en  lágrimas  irregula- 
res ó masas  blanduzcas,  mezclado  con  otros  cuerpos.  Es  casi  inodoro  y 
de  un  sabor  muy  ácre.  Hay  algunas  especies  de  euforbio  venenosas. 

§ VI.  — Brionia,  ranúnculo,  torvisco,  etc. 

Todos  los  demás  vegetales  que  hemos  comprendido  en  este  artículo 
son  venenos  por  sus  frutos,  como  el  manzano  de  América,  la  coloquín- 
tida,  el  ricino,  el  elaterio;  ó por  su  raiz,  como  la  brionia,  el  ranúnculo  y 
el  torvisco;  ó por  sus  hojas,  como  la  sabina;  ó por  toda  la  planta,  como 
la  anémona;  ó por  su  extracto,  como  el  elaterio,  el  rhus  toxicoden- 
drum  , etc.  Dados  estos  venenos  en  polvo,  en  cocimiento,  en  infusión  ó 


- 1044  — 

n pxtracto,  inflaman  los  órganos  del  canal  digestivo  en  general  y de  un 
odo  muy  parecido.  Su  tratamiento  no  tiene  nada  de  especial , como  no 
“a  el  de  algunos  que  ceden  á la  acción  de  algún  contraveneno.  Así,  por 
ejemplo,  la  brionia  parece  que  tiene  por  contraveneno  el  cocimiento  de 
nuez  de’agallas,  según  Dulong  d’Ardelafort. 

Es  ocioso  que  nos  entretengamos  más  en  cada  uno  de  estos  venenos, 
puesto  que  nada  podemos  particularizar.  Me  abstengo  también  de  fijar 
en  este  Compendio  los  caractéres  botánicos  del  vegetal  de  que  proce- 
den las  partes  que  aquí  damos  como  venenosas,  por  las  razones  siguien- 
tes: 1.a  porque,  siendo  estos  vegetales  la  mayor  parte,  por  no  decir  to- 
dos , sustancias  medicamentosas , debo  suponer  que  mis  discípulos  y pro- 
fesores que  se  utilicen  de  esta  obrita,  poseen  dichos  conocimientos  por 
el  estudio  que  han  hecho  de  aquellas  en  la  asignatura  y obras  de  materia 
médica;  2.a  porque , tratándose  de  datos  propios  para  reconocer  un  ve- 
neno , de  nada  sirven  caractéres  botánicos  que  no  son  suyos , sino  del 
vegetal  de  que  procede.  ¿De  qué  sirve,  en  efecto,  para  saber  que  un  su- 
geto  ha  sido  envenenado  por  el  euforbio,  ó mejor,  el  jugo  del  euforbio, 
describir  todos  los  caractéres  botánicos  de  este  vegetal?  Semejantes  co- 
nocimientos son  útiles  cuando  los  caractéres  botánicos  se  refieren  á la 
misma  sustancia  que  ha  producido  la  intoxicación.  Verdad  es  que  algu- 
nas veces  se  pueden  reunir  algunos  datos  relativos  al  vegeta]  venenoso 
que  se  ha  tomado  , trasladándose  al  lugar  de  donde  se  cogió , pues  se 
viene  en  conocimiento  de  la  sustancia  tóxica,  reconociendo  la  planta  ó el 
árbol.  Pero  aquí  repito  lo  de  antes ; el  médico-forense  debe  tener  como 
médico  esas  nociones  botánicas , y solo  añadiré  que  el  microscopio  será 
las  mas  veces  el  único  medio  que  tendrémos  de  descubrir  restos  del  ve- 
getal, hojas,  frutas,  etc.,  en  las  materias  vomitadas,  excrementos,  estó- 
mago^ intestimos.  Para  eso  conviene  conocer  los  caractéres  orgánicos  de 
la  parte  del  vegetal  que  se  haya  tomado  como  veneno. 

ARTÍCULO  II. 

DE  LOS  VENENOS  INFLAMATORIOS  ANIMALES. 

En  este  artículo  abrazarémos  las  cantáridas , las  almejas,  las  ostras , y 
solo  mencionarémos  algunos  otros  crustáceos  y peces  capaces  de  produ- 
cir intoxicaciones. 


S I.  — Cantáridas. 

Las  cantáridas  se  hacen  venenosas  dadas  en  polvo  ó en  tintura.  La  do- 
sis medicinal  mayor  de  los  polvos  es-  3 centigramos,  ó tres  quintas  par- 
tes de  grano;  la  de  la  tintura,  10  gotas. 

Los  envenenamientos  por  las  cantáridas  son  numerosos , bastando  á 
veces  un  escrúpulo  para  causar  la  muerte.  Los  síntomas  que  las  cantári- 
das producen  , son:  olor  infecto,  sabor  acre  y desagradable,  náuseas, 
vómitos  abundantes,  deyecciones  alvinas,  copiosas  y sanguinolentas, 
epigastralgia  viva  , cólicos  espantosos,  dolores  en  los  hipocondrios,  ar- 
dores en  la  vejiga,  orina  teñida  de  sangre,  priapismo  obstinado  y muy 
doloroso,  pulso  frecuente,  duro,  sentimiento  de  calor  muy  incómodo, 
cara  tmaefaeta,  respiración  penosa,  acelerada,  sed  ardiente,  otras  ve- 
norror  á los  líquidos;  convulsiones,  tétanos,  delirio,  y al  fin  la 


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muerte.  Todos  saben,  además,  los  efectos  de  las  cantáridas  al  exterior. 
La  vesicación  es  su  efecto. 

Las  lesiones  que  las  cantáridas  producen  en  los  órganos,  son  varias. 
En  la  mucosa  del  canal  digestivo  hay  tubérculos  fungosos,  várices,  ul- 
ceraciones, manchas  negras  formadas  por  la  sangre  extravasada.  No 
produce  siempre  la  inflamación  de  la  mucosa  de  la  vejiga  y de  las  partes 
genitales.  Esta  alteración  se  presenta  principalmente,  cuando  el  sugeto 
tarda  en  sucumbir  uno  ó dos  dias:  generalmente  hablando,  falta  en  la 
mujer.  Después  de  cuatro  ó cinco  dias  de  inhumación,  si  ha  habido  infla- 
mación , igualmente  que  gangrena  del  pene , todo  desaparece.  Veinte  y 
cuatro  horas  después  de  la  muerte  se  encuentra  fácilmente ; pero  es  me- 
nester no  confundir  la  flogosis,  ó sus  vestigios  en  la  vejiga  y canal  de  la 
uretra_,  con  otras  muchas  enfermedades  que  los  pueden  inflamar. 

La  intoxicación  por  las  cantáridas  se  combate  ventajosamente,  por 
mas  que  haya  dicho  lo  contrario  Relies  y Grenevelt,  con  el  aceite  y el 
alcanfor  asociados  al  opio.  Se  empieza  provocando  el  vómito  con  agua 
tibia  en  abundancia.  Luego  se  administra  una  lavativa  ó más  alcánforo- 
opiada , ó'una  pocion  de  igual  naturaleza,  ó las  dos  cosas  á la  vez.  Hay 
que  hacer  al  propio  tiempo  fricciones  alcohólicas  alcanforadas  en  las  cer- 
canías de  las  partes  genitales  y cara  interna  de  los  muslos.  Por  último, 
se  combate  la  flegmasía  gastro  intestinal  con  las  evacuaciones  sanguíneas 
generales,  locales,  y las  bebidas  mucilaginosas  ó emolientes. 

Oríila  dice  que  no  todas  las  partes  de  las  cantáridas  son  deletéreas, 
sino  su  principio  volátil  aceitoso  y la  cantaridina.  El  aceite  verde , la  sus- 
tancia amarilla  soluble  en  el  alcohol , el  polvo  tratado  por  el  agua , no 
son  venenosos , porque  no  tienen  ni  cantaridina,  ni  aceite  volátil.  El 
polvo,  privado  de  aceite  volátil , es  todavía  venenoso , aunque  menos  que 
con  él.  La  parte  soluble  en  el  aceite  de  almendras  dulces  obra  sobre  el 
sistema  nervioso  y la  columna  vertebral. 

Este  polvo  es  cíe  un  color  gris  verdoso,  con  puntos  brillantes  de  un 
amarillo  dorado,  olor  nauseabundo.  Si  se  echa  al  fuego,  arroja  el  olor 
fétido  de  cuerno  quemado;  tratado  por  el  éter,  tiñe  este  líquido  de  ama- 
rillo verdoso.  El  alcohol  que  le  tenga  por  mucho  tiempo  en  maceracion, 
toma  también  un  color  amarillo  tirando  al  verde.  Precipita  este  licor  en 
blanco  con  el  agua ; un  exceso  de  agua  le  vuelve  á disolver.  El  polvo  de 
cantáridas  cede  al  agua  su  principio  activo  aceitoso. 

La  tintura  de  cantáridas  precipita  en  rosa  claro  por  la  infusión  de  tor- 
nasol ; en  blanco  ligeramente  amarillo , y solo  al  cabo  de  algún  rato,  por 
el  hidrocianato  ferrurado  de  potasio;  en  amarillo  claro  por  el  sulfhidrato 
amónico;  en  blanco,  coagulado  ó grumoso,  por  el  carbonato  de  potasa; 
en  amarillo  verdoso  por  los  ácidos  clorhídrico  y sulfúrico,  y en  amarillo 
por  el  ácido  nítrico. 

La  mezcla  del  polvo  de  cantáridas  con  los  alimentos  y bebidas  es  fá- 
cil de  describir,  por  los  puntitos  -brillantes  de  amarillo  de  oro  del  in- 
secto. 

Para  reconocer  los  polvos  de  cantáridas  mezclados  con  un  aquieto  o 
sólido,  alimentos  ó sustancias  vomitadas , se  extienden  estas  por  capas 
delgadas  en  pedazos  de  vidrio  ó cristal , y se  dejan  secar;  luego  se  expo- 
nen á la  luz  solar,  y se  manifiestan  acto  continuo  las  lentejuelas  ó pepitas 
de  las  cantáridas.  Si  se  examinan  de  noche , se  toma  un  globo  lleno  de 
agua,  y se  interpone  entre  las  materias  extendidas  y la  luz.  El  brillo  que 
así  adquieren  las  lentejuelas  equivale  al  de  la  luz  solar. 


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cj  son  materias  fecales,  blandas  ó pulposas,  se  deslíen  en  alcohol , se 
extienden  luego  en  capas  y se  hace  lo  mismo.  Si  son  duras  , se  dejan’se- 
car  ; luego  se  toman  con  alcohol. 

Si  es  el  estómago  el  examinado,  hay  que  insuflarle  fuertemente,  de 
modo  que  no  deje  pliegue  ninguno.  Luego  se  seca  y se  corta  á pedazos 
como  naipes , y se  examina  su  cara  interna , donde  se  suelen  encontrar 
las  lentejuelas.  Es  de  advertir,  sin  embargo,  que  hay  muchas  mas  en  los 
intestinos  delgados,  y más  aun  en  los  gruesos.  El  microscopio  puede  ser 
también  de  utilidad,  si  la  simple  vista  no  basta. 

La  presencia  de  las  partículas  brillantes  es  una  prueba  de  la  existen- 
cia de  polvo  de  cantáridas  en  las  materias;  pues  si  es  cierto  que  otros  in- 
sectos , reducidos  á polvo , pueden  darlas  también , no  son  venenosos,  ni 
se  encuentran  en  nuestro  país  muchos  de  ellos ; por  lo  tanto,  aun  cuando 
se  diese  un  caso  en  que,  sin  haber  cantáridas,  se  encontrasen  lentejuelas, 
como  faltarían  los  datos  relativos  á los  síntomas  y autópsia , no  podrían 
inducirnos  en  error,  en  especial  examinándolas  aí  microscopio.  Añádase 
á esto  que  para  que  se  presente  un  caso  de  esta  especie,  será  necesaria  la 
reunión  de  un  sin  número  de  circunstancias,  no  absurdas,  pero  que  con 
toda  probabilidad  no  se  reunirán  jamás. 

Orfila  se  pregunta  si  para  afirmar  que  ha  habido  envenenamiento  por 
las  cantáridas  es  preciso  recoger  cantaridina,  y se  contesta  que  no,  en 
especial  si  se  encuentra  el  insecto  entero , ó partes  de  él , ó bien  el  polvo, 
y tanto  los  síntomas,  como  la  autópsia,  io  confirman.  En  el  caso  contra- 
rio hay  que  proceder  con  reserva , ó buscar  la  cantaridina , lo  cual  será 
muy  difícil.  Véase,  sin  embargo,  lo  que  hemos  dicho  del  método  de 
Plocter,  pág.  737. 

Orfila  y Poumet  han  hecho  experimentos  que  no  dejan  ninguna  duda 
sobre  la  posibilidad  de  encontrar  el  polvo  de  cantáridas  después  de  una 
inhumación -prolongada. 

5 II.  — Almejas. 

No  son  raros  los  casos  en  los  que  las  almejas  se  hacen  venenosas , y 
acaso  en  lugar  de  colocarlas  entre  Jos  venenos  inflamatorios , estarían 
mejor  entre  los  sépticos,  lo  mismo  que  otros  crustáceos  y peces  que  cau- 
san intoxicaciones. 

Los  síntomas  que  suelen  producir  son  , si  es  lícito  deducirlo  de  algu- 
nos casos  prácticos:  una  especie  de  sofocación  violenta  que  va  aumen- 
tando; la  cara  se  hincha  y se  pone  encarnada,  ó cubierta  de  manchas 
amarillentas , salientes  y voluminosas ; hay  angustias,  un  poco  de  sudor, 
comezón  en  la  piel , ó erupción  vesiculosa , como  la  de  las  ortigas  ; dolor 
en  el  estómago,  y en  algunos  casos  espasmos  convulsivos. 

Todo  este  aparato  alarmante  se  presenta  poco  tiempo  después  de  ha- 
ber comido  unas  cuantas  almejas;  y desaparece,  como  por  encanta- 
miento , administrando  buenas  dósis  de  éter.  La  terapéutica  que  se  ha 
adoptado  con  buen  éxito  en  tales  casos,  ha  sido  administrar  abundancia 
de  agua  azucarada  tibia;  luego  cucharadas  de  éter  con  agua  de  menta  ó 
yerbabuena , en  la  siguiente  proporción  : 2 dracmas  de  éter  y 2 onzas 
de  agua  de  menta.  M.  Charlet  empleó  en  un  caso  los  sinapismos  y las 
fumigaciones  de  éter  dirigidas  á la  boca  y fosas  nasales.  La  tumefacción 
desaparece  acto  continuo;  igualmente  sucede  con  los  demás  síntomas. 

Orfila  aconseja  empezar  el  tratamiento  con  un  emético  purgante  ó 
emeto-catártico , según  el  tiempo  que  haya  transcurrido  desde  la  ingés- 


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tion  de  las  almejas.  Hecho  esto , se  dan  terroncitos  de  azúcar  que  con- 
tengan 10 , 15 , 20  ó 25  gotas  de  éter  sulfúrico , algunas  cucharadas  de 
una  pocion  antiespasmódica , y agua  de  vinagre  por  bebida  ordinaria. 
Si  hay  síntomas  flogísticos  en  el  bajo  vientre , el  plan  indicado  : el  anti- 
flogístico. 

Ño  hay  que  pensar  en  practicar  análisis  alguna  en  semejante  intoxica- 
ción , puesto  que  todavía  no  se  sabe  en  qué  consiste  el  veneno  de  las  al- 
mejas. Edwards  dice  que  las  almejas  dañan  á ciertos  sugetos  por  una  dis- 
posición particular  de  su  estómago,  por  una  idiosincrasia,  y cita  casos. 
Borroux  opina  que  es  por  un  principio  de  corrupción  que  han  sufrido , y 
cita  también  casos,  apoyado  en  Quiero s,  Forster , Thomas,  Clarke , etc. 

Háse  observado , en  efecto , que  si  no  se  arrancan  en  masa , si  se  rom- 
pen los  filetes  que  las  unen  las  unas  á las  otras,  se  mueren  y entran 
pronto  en  putrefacción. 

Otros  creen  que  el  veneno  es  debido  al  alimento  de  que  hacen  uso  las 
almejas,  á la  manzana  de  América,  á plantas  marinas  narcóticas , como 
la  coralina  opuntia.  ó á peces  ó mariscos  pequeñitos , la  estrella,  por  ejem- 

Elo ; otros  al  sulfato  de  hierro , á preparaciones  de  cobre , de  barita , etc. 

amouroux  cree  que  este  veneno  no  es  de  las  almejas , sino  de  una  es- 
puma rojiza  que  se  encuentra  á veces  en  el  mar,  y que  él  sospecha  estar 
compuesta  de  pequeñas  medusas  análogas  á la  que  hacen  la  mar  fosfo- 
rescente en  ciertas  épocas  del  año.  M.  Breumié  cree  que  son  las  estrellitas 
de  mar  las  que  envenenan  , introduciéndose  en  la  concha  de  la  almeja. 
Chevalier  y Duchesne  indican  que,  en  la  época  del  desove  ó de  la  freza, 
es  cuando  se  hacen  dañosas  las  almejas,  por  la  sustancia  ácre  y repug- 
nante que  exudan , y que  impide  que  otros  animales  ó peces  se  coman 
los  huevos.  También  creen  que  las  muertas  ó enfermas  son  las  que  se 
hacen  dañosas. 

Como  cada  uno  de  estos  autores  se  apoya  en  casos  prácticos,  bien  pu- 
diera suceder  que  todos  tuvieran  razón.  Yo  concibo  que  por  cierta  idio- 
sincrasia las  almejas  dañen  sin  tener  nada  de  veneno,  así  como  dañan  á 
veces  la  leche,  el  queso,  las  ostras,  las  frutas,  etc. ; que  las  almejas,  ya 
podridas  ó en  un  principio  de  putrefacción,  se  hagan  tóxicas;  que  la  es- 
puma roja  del  mar,  cuando  se  introduce  en  las  conchas  de  las  almejas, 
lo  mismo  que  las  estrellitas  , y la  época  del  desove  , las  haga  venenosas, 
tanto  mas  cuanto  que  esa  espuma  y esas  estrellitas  por  sí  solas  producen 
los  síntomas  del  envenenamiento  por  las  almejas.  Lo  que  sí  no  es  de 
creer  que  sean  venenosas  por  preparados  de  cobre  que  tenga  en  disolu- 
ción el  mar;  porque  no  hay  tales  disoluciones  ; solo  puede  aceptarse  esa 
causa  del  cobre  cuando  se  crian  pegadas  á los  buques  forrados  de  ese 
metal,  ó en  bancos  con  despojos  de  navios  que  le  tengan. 

La  opinión  mas  probable  es  la  de  Lamouroux,  de  Breumié  y de  Che- 
valier. 

§ III.  — Ostras. 

Como  las  almejas,  las  ostras  han  dado  también  lugar  á casos  de  into- 
xicación, á veces  bastante  graves,  para  obligar  á la  administración  á to- 
mar medidas  contra  los  expendedores  de  ese  marisco,  que  desde  la  mas 
remota  antigüedad  es  tan  apetecido  por  los  gastrónomos. 

En  los  Anales  de  Higiene  pública  y Medicina  legal  hay  varias  memorias  que 
e ocupan  en  las  almejas  , ostras,  cangrejos,  langostas,  etc. , y de  esos 
scritos  se  deduce  claramente  que , en  efecto , ya  que  no  son  instrumento 


. críraen  , son  causa  bastante  frecuente  todoá* esos  mariscos,  de  intoxi- 
caciones involuntarias. 

De  la  memoria  de  Chevalier  y Duchesne  (*) , tanto  respecto  de  las  ob- 
servaciones que  en  ella  se  insertan,  como  de  la  opinión  de  esos  autores, 
se  desprende,  no  solo  que  en  varias  ocasiones  las  ostras  se  han  hecho  da- 
ñosas, sino  la  causa  de  que  ese  molusco  acéfalo-testáceo , ó la  misma  oa- 
irea  edulis , L.,  produzca  á veces  intoxicaciones  mas  ó menos  graves. 

Parece,  en  efecto,  que  las  ostras,  en  verano  y en  la  época  de  su  re- 
producción, ó del  desove,  y las  que  se  desenvuelven  en  lugares  fango- 
sos, llenos  de  detritus  orgánicos,  se  hacen  peligrosas,  produciendo  gra- 
ves disenterias  y enfermedades  parecidas  al  cólera,  y que  algunas  lo  son 

Eor  contener  cobre.  Arrancadas  de  los  bancos,  ó de  ios  navios  separadas, 
acen  como  las  almejas ; se  pudren  mas  pronto , porque  se  mueren , y en 
este  caso  se  hacen  sépticas. 

En  1863,  M.  Cuzen  publicó  un  escrito  sobre  las  ostras,  por  haber 
dado  lugar  á intoxicaciones  en  ftochefort,  que  fueron  objeto  de  actua- 
ciones judiciales.  3V1.  Cuzen  explicó  por  la  existencia  del  cobre  lo  dañoso 
de  esas  ostras;  y una  carta  de  un  Prefecto  sobre  el  artículo  publicado  por 
M.  Cuzen  vino  á confirmar,  por  la  procedencia  de  esas  ostras,  que,  en 
efecto,  se  debía  á ese  metal  el  que  fueran  venenosas. 

Por  último,  M.  Ferrand,  en  un  interesante  opúsculo  titulado  Ostrano - 
mia , en  el  que  habla  de  las  ostras  tóxicas  y de  las  comestibles , viene 
también  á confirmar  que  principalmente  se  debe  á la  existencia  del  cobre 
la  propiedad  que  tienen  ciertas  ostras  de  producir  intoxicaciones. 

Sin  embargo , aun  cuando  sea  el  cobre  la  causa  del  daño  que  esos  mo- 
luscos producen , en  ocasiones  no  hay  por  eso  que  negar  su  parte  á las 
enfermedades  y malas  disposiciones  que  adquiere  esa  esca  salubérrima  de 
Save  , en  verano , en  ciertas  épocas  del  año , en  la  freza  ó desove , y se- 
gún los  lagos  fangosos  donde  se  crien , y si , estando  muertas,  entran  en 
putrefacción  , lo  cual  hacen  muy  pronto. 

De  lodos  modos,  las  intoxicaciones  que  producen  raras  veces  van  se- 
guidas de  la  muerte;  porque  es  tan  repugnante  el  sabor  que  tienen  las 
ostras  malas , ya  por  el  tiempo  en  que  se  comen , ya  porque  se  crian  en 
lugares  infectos,  ya  porque  tengan  cobre,  que  solo  los  golosos  ó muy 
aficionados  á ellas , y de  paladar  poco  delicado , pueden  comer  mas  de 
seis,  y á esta  cantidad  no  hacen  mas  que  producir  algunos  cólicos. 

Los  síntomas  que  provocan  las  ostras  son  muy  parecidos  á los  de  las 
almejas;  y si  los  produce  el  cobre  que  contengan,  viene  á ser  una  into- 
xicación cúprica.  Las  alteraciones  anatómicas,  las  mismas;  y en  cuanto 
al  modo  de  combatir  esas  afecciones , bien  puede  establecerse  que  es 
igualmente  el  propio. 

Aunque  en  España  el  consumo  de  las  ostras  no  es  tan  general  y consi- 
derable como  en  el  extranjero  ; sin  embargo  no  escasean  los  gastróno- 
mos , que  las  buscan  en  sus  almuerzos  y comidas , y es  posible  que  se 
presenten  también  algunos  casos  de  intoxicaciones  involuntarias , y que 
den  lugar  á actuaciones  periciales , por  lo  cual  vamos  á decir  dos  pala- 
bras sobre  el  modo  de  conocer  si  son  tóxicas,  ó comestibles. 

En  la  antigüedad  las  mejores  ostras  procedían  del  lago  Lucrino,  de 
Brindas , Tárenlo  y Terracina.  Hoy  las  mas  estimadas  son  las  de  Maren- 
nes,  Ostende  y Gancale.  Los  que  comercian  con  esos  moluscos,  no  pu- 

l*J  Obra  cit,f  t.  XLV,  i.*  série,  p.  387  y siguientes. 


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diendo  dar  abasto  con  los  que  sacan  de  sus  criaderos,  los  toman  de 
otras  partes , y apelan  á varios  artificios  para  hacer  pasar  por  buenas, 
ostras  que  no  lo  son  tanto,  ó son  malas. 

*La  intoxicación  que  se  observó  en  algunos  comedores  de  ostras  en 
1863  , en  Rochefort , procedió  de  uno  de  esos  fraudes.  Las  ostras  de  Ma- 
rennes,  muy  buscadas  en  Francia  y otras  partes , son  de  un  color  verde 
oscuro , y muy  sabrosas ; los  que  tienen  parques  ó criaderos  de  ellas, 
se  hacen  venir  de  Falmouth  grandes  cantidades  de  ostras,  y en  esta  loca- 
lidad hay  bancos  diferentes;  las  de  una  costa,  dan  ostras  buenas;  las  de 
otra  las  dan  malas , porque  tienen  cobre;  en  atención á que  en  los  criade- 
ros de  esa  costa  hay  terreno  cobrizo,  y además  van  á parar  allí  las  aguas 
procedentes  de  minas  de  ese  metal.  Permaneciendo  algún  tiempo  en  los 
parques  de  Marennes,  pierden  el  cobre  y toman  el  color  y sabor  de  las 
indígenas , merced  á cierto  légamo  verdoso  que  hay  en  las  aguas  de  esa 
localidad  , y pueden  comerse  como  las  propias  de  él. 

En  1863  un  pescador  de  poco  comercio  se  hizo  traer  ostras  de  Fal- 
mouth , y acosado  por  la  sed  del  lucro , no  las  tuvo  mucho  tiempo  en  su 
parque,  y las  puso  en  venta  en  Rochefort,  y como  tenian  todavía  cobre, 
produjeron  muchos  cólicos  alarmantes. 

La  ostra  buena  de  Marennes  tiene  un  color  verdoso  oscuro  ó azulado; 
las  que  tienen  cobre  son  de  un  verde  claro  ó de  malaquita.  Algunas, 
cuando  se  abren  sus  válvulas , son  blancas , y no  adquieren  el  color  ver- 
doso mas  ó menos  superficial  , mas  notable  junto  á las  agallas,  hasta 
que  están  un  poco  al  contacto  del  aire.  Otras  , en  fin  , permanecen  blan- 
cas , siquiera  tengan  cobre.  M.  Ferrand  cree  que  esas  diferencias  depen- 
den de  la  cantidad  de  cobre  que  contienen. 

Para  descubrir  si  tienen  cobre,  puede  hacerse  lo  que  hizo  .M.  Cuzen„ 
Se  clava  una  aguja  de  coser  en  una  de  las  partes  verdes  de  la  ostra  y se 
echa  encina  de  esta  un  poco  de  vinagre  que  la  cubra.  A los  treinta  se- 
gundos ó poco  más , la  parte  hendida  en  la  carne  del  molusco  se  cubre 
de  una  capa  de  cobre  rojo.  Para  que  esta  sencilla  operación  no  engañe, 
hay  que  meter  antes  la  aguja  en  el  vinagre,  ó asegurarse  que  está  puro. 
Si  aquella  no  se  cubre  de  cobre , es  señal  que  está  puro  el  vinagre,  y en- 
tonces se  puede  clavar  en  la  ostra. 

Otro  medio  consiste  en  echar  encima  de  la  ostra  amoníaco  puro ; al 
punto  toma  la  ostra  de  color  verde  claro  el  color  azul  intenso  del  cobre 
amoniacal.  Lo  propio  sucede  cuando  al  abrirla  ostra,  exuda  una  mate- 
ria viscosa  parecida  al  cardenillo ; el  amoníaco  la  pone  en  el  acto  azul 
oscura.  Estos  son  los  resultados  que  le  dieron  á M.  Cuzen  las  ostras  pro- 
cedentes de  los  bancos  cúpricos  de  Falmouth , vendidas  en  las  plazas  de 
Rochefort. 

Los  ácidos  débiles,  el  jugo  del  limón  se  apoderan  del  cobre,  y tanto 
estos  líquidos,  como  el  que  contienen  las  válvulas  de  la  ostra  cuprosa  , to- 
man el  color  azul  con  el  amoníaco. 

Los  ácidos  fuertes  ó concentrados  no  le  quitan  tan  pronto  el  cobre, 
porque  encogen  la  carne  del  molusco. 

Una  gota  de  prusiato  potásico  produce  en  las  partes  verdes  de  la  ostra 
un  color  rojo  de  sangre.  Otro  tanto  hace  en  las  que  son  blancas  , aunque 
contengan  cobre ; pero  como  le  tienen  en  menor  cantidad,  la  coloración 
es  inas  pálida  y solo  se  ve  mas  notable  en  los  bordes  de  la  incisión  que 
se  haga  en  la  carne , y sobre  todo  vistas  al  microscopio. 

Según  Ferrand,  la  cantidad  de  cobre  que  contiene  cada  uno  de  esos 


- 1050  — 

aIh<?cos  es  considerable.  Una  ostra  verde  del  peso  de  50  centigramos 
incinerada , 12  miligramos  de  bióxido  de  cobre  , representando  37 
miligramos  de  sulfato  de  cobre  ó sea  9 de  cobre  metálico.  La  ingestión 
de  una  docena  de  esas  ostras  representa  un  decigramo  de  ese  metal.  Mas 
como  está  combinada  con  una  sustancia  orgánica  que  modifica  su  acción 
tóxica  ó irritante,  no  produce  los  mismos  efectos  que  produciría  esa  can- 
tidad de  cobre  sola.  Además , como  ya  lo  he  dicho  , el  mal  sabor  que  da 
á la  ostra , impide  que  se  coman  mas  de  unas  cuatro  ó seis;  si  el  gas- 
trónomo se  empeña  en  comerlas,  podrá  envenenarse. 

§ IV.— Langostas  , langostines,  cangrejos. 

La  langosta  común,  cáncer  manes , L. , no  suele  producir  ningún  daño 
estando  sana,  fresca  y llena.  En  igual  caso  se  hallan  el  cáncer  púber,  L«, 
y la  cáncer  pagurus , L.  La  cáncer  ruricola  produce  á veces  accidentes 
venenosos , que  se  atribuyen  á los  frutos  del  manzano  de  Indias  de  que 
se  nutre  á veces  el  crustáceo.  Así  los  caribes  que  se  la  comen  con  deli- 
cia, la  rechazan,  en  cuanto  la  ven  debajo  de  dicho  vegetal. 

Los  langostines  tampoco  son  dañosos  por  lo  común , aunque  á veces 
los  atacan  otros  crustáceos  mas  chicos  del  género  bopyro , alojándose  en 
sus  agallas  y su  coraza  ó concha  y produciendo  en  la  superficie  tubér- 
culos negruzcos , pero  que  no  hacen  daño  á los  que  las  comen.  Estando 
sanos  y frescos  no  son  dañosos;  mas  se  hacen  sépticos  ó venenosos, 
cuando  sufren  algún  principio  de  putrefacción. 

Los  cangrejos  son  generalmente  inofensivos;  pero  Chevalier  y Du- 
chesne  traen  algunos  casos  en  los  que  produjeron  accidentes  , y en  uno 
de  ellos  la  muerte.  Sin  duda  estarían  alterados,  puesto  que  precisamente 
las  personas  en  las  que  eso  sucedió  eran  muy  golosas  de  esos  crustáceos, 
y los  habían  comido  siempre  impunemente. " 

§ V.— Peces  toxicóforos. 

Los  peces  , alimento  de  una  infinidad  de  pueblos . en  especial  de  los 
que  habitan  las  islas  y las  costas , pueden  dividirse,  bajo  el  punto  de 
vista  toxicológico  en  tres  clases:  1/  sanos;  2.1  dañosos  por  su  difícil 
digestión ; y 8/  venenosos. 

Los  sanos , si  se  pudren , se  hacen  también  venenos  sépticos.  La  nieve 
los  conserva  frescos;  pero  así  que  salen  de  ella,  la  putrefacción  avanza  de 
suerte  que  el  pescado  tomado  fresco  en  la  tienda  , á las  pocas  horas,  si 
acto  continuo  no  se  frie , ó no  se  cuece,  ya  tiene  un  principio  de  putre- 
facción y se  hace  dañoso  , al  menos  para  ciertos  estómagos. 

Los  de  carne  dura  y oleosa  son  difíciles  de  digerir , producen  indiges- 
tiones que  á veces  pueden  ser  graves. 

Ni  unos  ni  otros  en  rigor  pertenecen  á la  toxicología. 

Los  peces  propios  de  nuestro  estudio  son  los  verdaderamente  toxicófo- 
ros ó venenosos  por  sí , siquiera  se  coman  frescos. 

Háse  discutido  mucho  acerca  de  las  verdaderas  causas  de  la  propiedad 
tóxica  de  los  peces.  Los  unos  la  atribuyen  á ciertas  enfermedades  que 
padecen;  otros  á las  condiciones  de  la  localidad  ; otros  á ciertos  molus- 
cos que  comen  ; otros  á ciertos  frutos  de  árboles  dañinos  de  que  se  nu- 
tren ; otros  á los  vegetales  venenosos  con  que  los  pescan ; otros  al  cobre 
ue  tos  buques  ó restos  de  naves  naufragados , que  yacen  en  el  fondo  deI 


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mar  ó bancos  cobrizos , etc.,  etc.  La  verdadera  causa  ó el  verdadero 
principio  venenoso  hasta  ahora  es  desconocido ; por  eso  hay  tantas  opi- 
niones. Lo  único  que,  según  Fonsagrives  y Leroy  de  Mericourt , parece 
ser  lo  mas  exacto,  es,  no  lo  que  creia  Cloquet,  que  el  veneno  estaba 
esparcido  por  todo  el  cuerpo  del  animal,  lo  que  no  es  probable  ; sino  que 
el  hígado  y los  huevos  son  los  que  le  contienen  por  lo  menos  en  mayor 
cantidad.  Esos  órganos  por  sí  envenenan  á los  animales  que  los  comen, 
al  paso  que  pescados  tenidos  por  venenosos , libres  de  hígado  y huevos, 
parece  que  no  han  sido  tóxicos.  Si  se  probara  que  solo  lo  son  en  la  época 
de  la  reproducción  ó freza,  y que  solo  lo  son  las  hembras,  estaría 
resuelta  esa  cuestión , hoy  dia  rodeada  de  tinieblas. 

Los  peces  no  toxicóforos,  pero  que  pueden  hacerse  dañinos  por  lo  in- 
digestos , y que  á veces  parecen  venenosos , son  las  anguilas  , las  more- 
nas , las  carpas,  las  bremas  ó doradas , la  aloza , trisa , sábalo  ó saboga, 
el  salmón , la  lamprea  de  mar  y la  de  agua  dulce , las  truchas  y los 


arenques. 

Aunque  muchas  personas  comen  sin  inconveniente  esos  pescados,  al- 
gunos de  ellos  deliciosos,  en  no  pocas  ocasiones  han  dado  lugar  á cóli- 
cos y perturbaciones , con  todas  las  apariencias  y caractéres  de  una  ver- 
dadera intoxicación.  El  salmón  y la  trucha  asalmonada  padecen  á veces 
una  erupción  vesicular  que  puede  hacerlos  dañinos. 

Las  anguilas  y morenas,  pescadas  en  lugares  fangosos,  ó que  se  ali- 
mentan de  insectos  y bichos  muertos , se  han  hecho  en  ocasiones  también 


perniciosas , produciendo  trastornos  graves  del  tubo  digestivo  y fenóme- 
nos nerviosos.  Las  truchas  pueden  encontrarse  en  el  mismo  caso  igual 
que  los  demás  pescados  de  rios  de  poca  corriente,  ó de  aguas  súcias  y ce- 
nagosas. Los  arenques  ó sardinas  saladas  son  dañinas  mas  bien  por  una 
alteración  de  la  salmuera  en  que  están  , ó que  contienen. 

El  número  de  peces  toxicóforos  es  bastante  considerable  , ya  que  no 
en  nuestros  mares , en  los  de  América  y la  India.  Chevalier  y Duchesne, 
en  su  buena  memoria  sobre  las  almejas , ostras , langostas , cangrejos 
y peces  venenosos,  consignan  una  multitud  , la  mayor. parte  exóticos  I1). 
Fonsagrives  y Leroy  de  Mericourt  han  publicado  también  un  escrito  so- 
bre los  peces  venenosos  de  los  países  cálidos,  y en  él  figuran  gran  parte 
de  los  mencionados  por  Chevalier  y Duchesne,  con  la  diferencia  que  es- 
tos no  describen  cada  uno  de  esos  peces  ó pescados , prefiriendo  referir 
observaciones  ó casos  prácticos , al  paso  que  los  otros  se  extienden  mas 
en  descripciones  (2). 

Me  limitaré  á dar  los  nombres  de  esos  peces  sin  entrar  en  descripcio- 
nes de  cada  uno,  ni  colocarlos  por  órden  zoológico.  El  barbo , cyprinus 
barbus ; la  barracuada,  esox  barracuada;  la  becuna  espada,  sphrcena  becuna, 
picuda  berracuda;  sollo  , esox  lucius ; clúpea  thrissa  ; sparo  de  cola  de  oro, 
sparus  erythrurus  ; caranga , caranx , carangas , C. , fallo x ; gato  marino, 
tollo  ó mielga,  squalus  galeus;  oslracion  cornutus , O.  , trígonas ; cóngno  ó 
anguila  de  mar,  murcena  conger;  corracinus  fuscas  mayor;  dorada,  au/rata 
vulgaris , sparus  aurata ; arenque,  clupea  arangus,  serranas  nigriculus ; Iota, 
gadus  Iota ; tetradon  mola  , tetradon  del  cabo , gencion  maculatum , tetradon 
tinentas,  occelalus,  sceleratus ; escombro  ó sarga , scomber  scombrus ; esox  bra- 
silienis ; pequeño  espadón  , esox  marginatus , sparus  pagrus , sparus  psitta - 


(')  Véase  los  Anales,  tomo  cilado. 

(2)  Id.,  t.  XVI,  segunda  série,  p.  326  y sig  . 


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aurata  psittacus ; diodon  atinga  ; clupea  spratlus ; sardina  dorada  , clu- 
Cea  'trópica ; sparus  crysops ; atún,  scomber  tymnus ; balisles  vetula.  id.’  m0. 
neceros  serranas  aurara , id.  nigriculus  mcsoprionjoca;  rascacio ; letrinas, 
nambo ; gobius  criniger  y algunos  otros. 

La  mayor  parte  de  esos  peces  son  exóticos,  y algunos,  en  nuestro  país, 
se  comen  sin  accidentes,  como  el  atún,  el  cóngrio , los  barbos  y al- 
gún otro. 

Aunque  es  regular  que  no  todos  esos  peces  venenosos  produzcan  el 
mismo  cuadro  de  síntomas , hay  sin  embargo , en  el  cuadro  general  de 
los  que  señalan  los  autores  que  hablan  de  ellos,  bastante  semejanza  para 
tratar  de  esa  intoxicación  en  globo.  En  América  lleva  el  nombre  de  si~ 
guatera  la  intoxicación  por  pescados  venenosos.  Aceptemos  ese  nombre 
como  expresión  del  conjunto  de  síntomas  que  determinan  esos  pescados, 
siquiera  haya  algunos  que  los  produzcan  especiales.  La  siguatera  es  siem- 
pre mas  grave  en  las  regiones  tropicales  que  entre  nosotros , donde , so- 
bre no  abundar  los  peces  venenosos  , no  producen  los  que  haya  tan  ter- 
ribles accidentes. 

La  diferencia  notable  que  puede  presentar  la  siguatera  y que  el  toxi- 
cólogo  debe  tener  en  cuenta,  es  el  predominio  de  la  naturaleza  sintomá- 
tica, predominio  que  permite  darle  dos  aspectos:  l.°  el  de  accidentes  de 
indigestión  grave  ó gastro-enteritis  tóxica ; 2.°  accidentes  de  algidez, 
depresión  y ataxia  nerviosa. 

La  forma  gastro-enterítica  se  manifiesta  por  epigastralgia , náuseas,  vó- 
mitos, primero  alimenticios,  luego  viscosos  ó de  mucosidades  filamento- 
sas; deyecciones  abundantes,  serosas,  infectas;  refrigeración  periférica, 
estado  Íipotímico,  depresión  del  pulso,  calambres;  en  una  palabra,  to- 
dos los  síntomas  de  un  cólico  ó trastorno  profundo  del  tubo  digestivo. 
La  cara  se  contrae , las  pupilas  se  dilatan , y la  respiración  se  pone 
anhelosa 

La  forma  nerviosa  es  á veces  un  período  mas  avanzado  del  mal , que 
se  presenta  desde  luego  mas  grave.  Hay  una  especie  de  reacción  ; la  piel 
se  pone  caliente , el  pulso  se  levanta  y aparecen  síntomas  de  congestión 
cerebral;  hay  agitación , delirio  ó coma  profundo,  insensibilidad  com- 
pleta ó sentidos  tardos;  sistema  muscular  en  resolución,  ó convulsiones, 
ojos  fijos,  pupilas  dilatadas,  cianosis,  orinas  suprimidas. 

Se  diría  que  el  intoxicado  está  bajo  el  influjo  á la  vez  de  los  venenos 
minerales  inflamatorios,  y de  los  vegetales  narcóticos  y nervioso-inflama- 
torios. 

El  diagnóstico  de  la  siguatera , sin  antecedentes,  seria  difícil,  por  lo 
fácil  que  es  confundirla  con  venenos  minerales,  como  el  arsénico  y el 
cobre ; y vegetales,  como  las  solanáceas,  la  cicuta,  la  veratrína,  los  hon- 
gos, etc.  Mas  como  por  lo  común  ataca  á la  vez  á toda  una  tripulación, 
que  hace  uso  de  ciertos  peces,  al  llegar  á ciertos  puntos  de  América,  en 
especial  la  sardina  dorada , tipo  de  esos  venenos , la  clupea  thrissa , que 
produce  rápidamente  accidentes , no  hay  dificultad  en  conocer  que  se 
debe  á esos  alimentos  mal  sanos  la  intoxicación  colectiva  que  se  presenta. 
Respecto  de  la  particular,  si  el  sugeto  no  espira  pronto,  también  puede 
proporcionar  datos,  que  no  dejen  duda  acerca  de  la  causa  de  su  dolencia. 

Los  vestigios  que  se  hallan  en  el  cadáver,  si  es  lícito  deducirlo  de  po- 
cas autópsias  que  se  han  practicado , son : cianosis , tumefacción  del 
cuello , rigidez  general.  Inyección  de  las  membranas  del  cerebro  y cere- 
belo. Serosidad  sanguinolenta  en  los  ventrículos ; reblandecimiento  de  ta 


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sustancia  cerebral,  infarto  de  los  pulmones,  repleción  sanguínea  de  los 
mismos , y el  corazón  que  está  flácido , la  sangre  fluida , cavidades  iz- 
quierdas vacías,  hígado  ingurgitado,  signos  evidentes  de  inflamación 
en  toda  la  longitud  del  tubo  digestivo,  estómago  vacío,  región  cardíaca 
normal,  pero  la  pilórica  presenta  rubicundez,  arborizaciones  y reblan- 
decimiento de  la  mucosa.  Iguales  alteraciones  en  los  intestinos  delgados, 
pero  mas  intensas  cuanto  mas  se  acerca  á la  válvula  íleo-cecal , en  cuyas 
cercanías  no  solo  se  nota  una  coloración  rojo-morena,  sino  que  exhalan 
el  olor  de  la  gangrena ; los  gruesos  solo  se  ofrecen  teñidos  de  color  de 
rosa  , en  especial  el  cólon. 

No  conociéndose  el  veneno  de  esos  peces,  no  sabemos  qué  contrave- 
neno oponerlos.  Iiay,  por  lo  tanto,  que  seguir  las  reglas  generales  : fa- 
cilitar el  vómito  desde  el  anuncio  de  los  primeros  síntomas,  ó la  expul- 
sión por  el  recto;  bebidas  emolientes,  mucilaginosas , laudanizadas; 
enemas  de  igual  naturaleza,  fomentos,  sanguijuelas  en  el  abdómen  ó 
periné,  sudoríficos,  tazas  de  té  con  agua  de  azahar  y una  medicina  sinlo 
mática , según  sean  los  síntomas  predominantes. 

Nó  hay  que  pensar  en  análisis  químicas,  porque  hasta  ahora  no  se 
sabe  á qué  principio  se  debe  semejante  intoxicación. 


TÍTULO  III. 

Be  los  venenos  narcóticos. 

Llámanse  venenos  narcóticos  aquellos  que  producen  narcotismo,  ó sea 
estupor,  aplanamiento,  parálisis  ó apoplejía  , y á veces  movimientos 
convulsivos,  sin  inflamar  -de  ordinario  las  partes  con  que  se  ponen  en 
contacto.  Hay  venenos  narcóticos  del  reino  inorgánico  y orgánico. 

CAPITULO  PRIMERO. 

DE  LOS  VENENOS  NARCÓTICOS  INORGÁNICOS. 

Los  narcóticos  inorgánicos  son  todos  gaseosos;  ninguno  tiene  color; 
los  mas  son  inodoros,  ó arrojan  un  olor  viroso  especial , el  tufo  de  car- 
bón , y son  : el  hidrógeno  bicarbonado , el  gas  del  alumbrado  ó Licht , el  hi- 
drógeno protocarbonado  de  las  lagunas , el  óxido  de  carbono  y el  ácido  carbó- 
nico. üiré  poco  de  todos,  excepto  de  los  dos  últimos,  ya  porque  son  los 
que  principalmente  producen  la  intoxicación  por  gases  narcóticos , ya 
porque  lo  que  de  ellos  se  diga  es  en  general  aplicable  á los  demás.  Acaso 
no  hadamos  mal  en  colocar  estos  gases  entre  los  asfixiantes  anestésicos. 
Cuanto  mas  se  estudia  su  modo  de  obrar  y el  conjunto  de  síntomas  y al- 
teraciones anatómicas  que  produce,  tanto  mas  se  arraiga  la  convicción 
de  que  realmente  asfixian , y que  de  ese  modo  matan. 

g I.  — Hidrógeno  bicarbonado. 

Considerado  por  mucho  tiempo  como  no  deletéreo , hoy  está  colocado 
entre  los  que  lo  son;  y,  en  efecto,  hay  observaciones  que  conducen  á 
tenerle  por  tal.  Produce  rigidez  de  miembros,  convulsiones,  abatimiento 
y estado  comatoso  por  la  inflamación  del  cerebro  que  ocasiona.  Parece 


- Mí  — 

aue  coagula  Ja  sangre , que  el  hígado  es  afectado  profundamente  por  su 
acción.  Con  todo,  se  necesitan  mas  observaciones  para  que  sea  mejor  co- 
nocida la  acción  de  este  gas  sobre  la  economía.  Tampoco  tiene  contra- 
veneno eficaz.  Su  tratamiento  consiste  en  el  de  la  asfixia,  que  es  á poca 
diferencia  igual  al  que  expondremos  luego  respecto  del  tufo  del  carbón* 

g II.  — Gas  del  alambrado , ó Licht. 

Este  gas  contiene  varios , ó , por  mejor  decir,  es  un  compuesto  de  va- 
rios gases,  cuya  composición  varía,  según  que  esté  ó no  purificado.  El 
purificado  que  procede  del  carbón  de  piedra,  está  formado  de  hidrógeno 
bi  y cuadricarbonado , hidrógeno,  óxido  de  carbono,  ázoe,  carburo  de 
azufre,  aceite  y una  débil  cantidad  de  ácido  carbónico  y ácido  sulfhí- 
drico, libres  ó combinados  con  el  amoníaco.  Este  gas  ataca  la  economía 
como  algunos  de  los  que  contiene  , en  especial  el  bicarburo  de  hidrógeno; 
hay,  por  lo  menos,  lugar  á creerlo  así,  según  ciertos  hechos  que  la  cien- 
cia posee;  de  todos  modos,  el  conocimiento  de  la  acción  que  ejerce  cada 
uno  de  los  gases  constitutivos  del  alumbrado , servirá  para  darnos  á co- 
nocer también  la  de  este  gas. 


§ III.  — Hidrógeno  protocarbonado  de  las  lagunas. 

Hay  lugar  á creer  que  es  deletéreo  también , como  el  bicarbonado, 
ejerciendo  sobre  la  economía  el  mismo  género  de  acción.  Lo  dañosas  que 
suelen  ser  ciertas  aguas  encharcadas,  se  debe  á la  acción  de  este  gas,  el 
cual  parece  que  tiene  alguna  influencia  en  la  mortalidad  de  los  niños  de 
los  pueblos  comarcanos  á los  charcos  y lagunas. 

§ IV.  — Oxido  de  carbono. 

Considerado  por  Nysten  y algunos  otros  como  no  deletéreo,  lo  es,  sin 
embargo,  pues  produce  cefalalgias,  estupor,  embriaguez,  disturbios  en 
la  circulación  y respiración , y da  á la  sangre  un  color  moreno.  Samuel 
Wite  quiso  respirarle,  y experimentó  temblores  convulsivos,  vértigos, 
abolición  de  la  sensibilidad.  Socorrido , sufrió  por  algún  tiempo  una  agi- 
tación convulsiva  y dolores  de  cabeza  extremados ; el  pulso  era  acelerado 
y no  regular.  Una  dósis  de  emético  disipó  todo  este  conjunto  de  fenóme- 
nos. El  emético,  pues,  y el  agua  de  vinagre  pueden  ser  considerados  como 
conducentes  para  combatir  este  estado , producto  del  óxido  de  carbono. 

Hasta  aquí  se  ha  dado  poca  importancia  al  óxido  de  carbono  en  las 
intoxicaciones  por  el  tufo  del  carbón , llevándose  la  preferencia  el  ácido 
carbónico  , al  cual  se  atribuye  todo  el  daño.  Sin  embargo,  por  las  obser- 
vaciones de  Leblanc  sobre  el  aire  atmosférico,  se  ve  bien  claramente  que 
el  óxido  de  carbono  es  mucho  mas  deletéreo  ó venenoso  que  el  ácido 
carbónico. 

Todos  saben  que  el  carbón  mal  encendido  atufa  más  y es  mas  perni- 
cioso que  el  que  arde  completamente.  Por  eso  se  tiene  cuidado  de  que 
los  braseros  estén  bien  encendidos,  cuando  se  llevan  á una  pieza  para  ca- 
lentarla; como  no  lo  estén,  atufan,  dan  dolor  de  cabeza,  náuseas,  etc., 
y hasta  pueden  intoxicar,  como  mas  de  una  vez  ha  sucedido.  Pues  bien : 
cuando  el  carbón  arde  mal  ó incompletamente,  se  forma  mas  óxido  de 
carbono  que  ácido  carbónico ; cuando  el  carbón  está  completamente  en- 
cendido , este  abunda  más.  De  lo  cual  resulta  que  de  los  dos  gases  pr 


- 108S  - 

cedentes  de  la  combustión , el  óxido  de  carbono  es  el  mas  venenoso* 

Este  modo  de  ver,  que  así  resulta  comprobado  de  hechos  todos  los 
dias  observados,  se  confirma  con  experimentos  directos.  Una  atmósfera 
que  contenga  1 por  100  de  óxido  de  carbono , es  casi  inmediatamente 
mortal  para  los  animales  de  sangre  caliente,  mientras  que  para  que  lo 
sea  la  que  contenga  ácido  carbónico,  es  necesario  que  este  gas  esté  en  la 
proporción  de  un  í , un  6 ó más  por  100. 

Considerando,  por  otra  parte,  estos  gases  como  venenos  asfixiantes, 
por  ser  contrarios  á la  hematosis , por  apoderarse  del  oxigene  respirado,' 
se  ve  claramente  la  mayor  actividad  del  óxido  de  carbono ; puesto  que  es 
mas  ávido  de  oxígeno , tiene  menos  grados  de  oxidación  que  el  ácido 
carbónico;  puesto  que  se  compone  de  un  equivalente  de  oxígeno  y otro 
de  carbono,  al  paso  que  el  ácido  carbónico  tiene  dos  de  oxígeno. 

Todas  estas  consideraciones  prácticas  y teóricas  conducen,  pues,  á 
mirar  el  óxido  de  carbono  como  un  gas  muy  venenoso , y mucho  mas 
que  el  ácido  carbónico , y que  de  todas  las  intoxicaciones  por  el  tufo  del 
carbón , aun  cuando  se  opina  generalmente  lo  contrario,  mas  se  debe  el 
daño  al  óxido  que  al  ácido  carbónico. 

Por  lo  mismo , creo  que  todo  lo  que  hasta  aquí  se  ha  dicho  del  ácido 
carbónico,  con  mas  razón  debe  decirse  del  óxido  de  carbono.  Sin  em- 
bargo, como  los  dos  se  producen  á un  tiempo,  siempre  que  arde  el  car- 
bón ó la  leña,  en  mas  ó menos  cantidad  cada  uno,  según  el  grado  de 
combustión  , no  diré  nada  mas  del  óxido,  guardándolo  para  cuando  trate 
del  ácido , entendiéndose  gran  parte  de  lo  que  de  este  diga  de  aquel  pro- 
ducto de  carbón  menos  oxigenado. 

§ V.  — Acido  carbónico. 

Este  gas  merece  también  atención  particular,  ya  por  la  abundancia 
de  manantiales  que  le  producen , ya  por  lo  frecuente  que  es  su  asfixia 
deletérea,  ya  porque  por  largo  tiempo  ha  siclo  considerado  tan  solo 
como  impropio  para  la  respiración.  En  muchas  fuentes  se  nota  una  efer- 
vescencia debida  al  ácido  carbónico  que  contienen , el  cual,  estando  en 
exceso,  á la  temperatura  y presión  de  la  atmósfera,  se  escapa.  Desprén- 
dese igualmente  de  ciertos  pozos  y conductos  subterráneos,  por  hendi- 
duras, en  especial  en  las  cercanías  de  los  volcanes.  Siempre  que  una 
materia  vegetal  ó animal  entra  en  combustión,  se  produce  ácido  carbóni- 
co ; prodúcese  también  durante  la  fermentación  de  todas  las  materias  azu- 
caradas que  se  convierten  en  productos  alcohólicos,  y la  de  una  parte  de 
materia  animal  mezclada  con  mucha  vegetal,  como  sucede  en  el  estiércol. 

Según  Nysten,  puede  inyectarse  el  ácido  carbónico  en  gran  canti- 
dad sin  que  cause  la  muerte;  y,  cuando  la  causa,  es  de  un  modo  mecá- 
nico. Mas  la  sola  coloración  de  la  sangre  que  produce , bastaría  para 
probar  que  ejerce  sobre  ella  alguna  acción  fisiológica.  E!  ácido  carbónico 
mata  á los  animales  en  poco  tiempo.  Baile  y Yarin  ya  lo  observaron,  y 
por  lo  mismo  le  tuvieron  por  deletéreo.  Yarin  observó  que  el  ácido  car- 
bónico causa  rápidamente  la  muerte,  cuando  entra  en  la  atmósfera  que 
uno  respira  con  la  proporción  de  una  quinta  parte.  Dos  ó tres  minutos 
bastan  para  que  muera  un  pájaro  y otros  animalitos,  teniendo  el  aire  se- 
tenta y nueve  partes  de  ácido  carbónico  y veinte  y una  de  oxígeno.  El 
agua  que  contenga  aire  y tres  cuartas  partes  de  su  volumen  de  ácido  car- 
bónico, mata  á los  peces  pequeños.  Las  ranas  asfixiadas  por  estrangula- 


— 1066  — 

. pUeden  vivir  en  este  estado  cerca  de  cinco  dias;  metidas  en  a*ua 
nue  contenga  ácido  carbónico,  perecen  luego.  Sabidos  son  los  efectos  de 
ja  oruta  del  Perro  en  Ñapóles.  En  1804,  Attamonelli  entró  en  ella,  y sin 
respirar  el  gas,  sintió  comezón  en  la  piel,  lagrimeo,  calor  mordicante  en 
el  rostro.  La  rapidez  con  que  asfixia  el  ácido  carbónico  á los  animales,  le 
ha  hecho  mirar  por  muchos  médicos  como  realmente  deletéreo.  Chaptal 
va  se  adelantó  á creer  que  era  absorbido,  y que  los  miembros  se  entor- 
pecían con  él. 

Hasta  aquí , sin  embargo  , pudiera  alguno  obstinarse  en  creer  no  dele- 
téreo al  ácido  carbónico , y que  si  mata , es  porque , respirándole , no 
puede  suplir  al  oxígeno.  Citemos  casos  en  que  ha  producido  sus  efectos 
tóxicos  sin  ser  respirado. 

Landriani  cogió  una  gallina  y la  puso  en  una  vejiga  llena  de  ácido  car- 
bónico ; la  cabeza  del  animal  estaba  fuera , de  modo  que  el  gas  no  podia 
ser  respirado.  El  pobre  animal  se  quedó  luego  paralizado  (‘j. 

Collard  de  Ulartigny  se  sumergió  en  una  cuba  en  fermentación , envol- 
viéndose el  cuerpo  con  una  sábana,  dispuesta  en  forma  de  cilindro,  uno 
de  cuyos  extremos  estaba  adaptado  á la  cuba,  y el  otro  á la  cabeza  del  ob  - 
servador,  el  cual  respiraba  el  aire  atmosférico  que  le  llegaba  por  un  tubo 
adaptado  á su  boca  y nariz.  A los  cinco  minutos  ya  experimentó  los  sín- 
tomas de  la  intoxicación  por  el  ácido  carbónico ; á los  veinte  tuvo  que 
abandonar  el  experimento,  sumamente  postrado. 

El  mismo  sumergió  varios  pájaros  en  campanas  llenas  de  ácido  carbó- 
nico, teniendo  la  cabeza  fuera  por  un  agujero  abierto  en  un  pergamino; 
al  cabo  de  algún  tiempo,  una  hora  ú hora  y cuarto,  ios  animales  estaban 
asfixiados,  y luego  muertos  (2).  Semejantes  fenómenos  no  se  presentan 
con  el  ázoe  y el  hidrógeno,  que,  en  efecto,  no  son  mas  que  impropios 
para  la  respiración. 

D’Arcet  se  envenenó  también  por  el  ácido  carbónico  en  un  pozo  que  le 
arroja  en  Montpensier.  Quiso  asomarse  al  pozo,  y gracias  á un  criado 
que  ya  estaba  prevenido  y le  sacó;  de  lo  contrario  hubiese  perecido  (3). 

Anman  refiere  un  caso  de  unos  carpinteros,  que  para  divertirse  apli- 
caban á la  nariz  de  un  niño  dormido  una  bujía  que  acababan  de  apagar. 
El  niño  se  despertaba  cada  vez ; al  íin  su  respiración  se  puso  dificul- 
tosa, le  dieron  accidentes  epilépticos,  y al  tercer  dia  murió  (4). 

Los  animales  sujetos  á la  acción  del  ácido  carbónico  por  Landriani  y 
Collard,  y este  mismo  igualmente  que  D’Arcet,  podian  respirar  aire  at- 
mosférico ; por  lo  tanto,  no  debían  experimentar  nada  por  parte  del 
ácico  carbónico,  aunque  le  hubiesen  respirado  en  parte;  ningún  fenó- 
meno desagradable  se  sigue  de  respirar  hidrógeno  y ázoe  cuando  se  res- 
pira aire  atmosférico.  La  consecuencia  mas  lógica,  pues,  de  todos  estos 
hechos  es  que  realmente  el  ácido  carbónico  ejerce  una  acción  deletérea 
sobre  la  economía. 

Collard  ha  explicado  por  qué , inyectado  el  ácido  carbónico , no  pro- 
duce la  muerte,  según  Nysten,  diciendo  que  es  expelido  por  la  respira- 
ción : este  hecho  lo  ha  probado  recogiendo  el  aire  espirado  de  un  conejo, 
á quien  se  había  inyectado  ácido  carbónico,  y se  encontró  mayor  canti 
dad  de  este  gas  en  aquel  aire. 

(*)  Anglada,  Towicologia , V,  p.  132. 

Archivo!  generales , XII,  705. 

Citado  por  Devergie. 

H M«d.  aniiq.  Cas.  59,  p.  365. 


- 1057  - 

Quedando  ya  bien  consignado  que  el  ácido  carbónico  es  deletéreo  por 
sí  mismo,  veamos  ahora  qué  especie  de  acción  es  la  que  ejerce. 

Para  algunos,  este  gas  obra  de  un  modo  parecido  á los  nareótico-áeres. 
En  su  toxicología  , Orfila  trata  de  él  en  el  capítulo  de  estos  venenos. 
Otro  tanto  hace  con  respecto  á varios  de  los  gases  que  hemos  colocado 
en  el  primer  grupo  de  inflamatorios;  por  ejemplo,  el  hidrógeno  perfos- 
f'orado  y arsenicado.  En  efecto,  ya  hemos  visto  que,  además  de  la  infla- 
mación de  las  vías  aéreas , causan  estos  gases  trastornos  graves  en  el 
sistema  nervioso  ; mas  ya  advertimos  que  en  cuanto  á la  acción  de  los 
venenos,  no  era  fácil  establecer  líneas  exactamente  divisorias.  Recorde- 
mos además  lo  que  he  dicho  sobre  ser  asfixiante  anestésico,  y en  efecto 
desaloja  el  oxígeno  de  la  sangre , y su  presencia  impide  la  hematosis. 

Jiejando  aparte  esta  cuestión  , veamos  cuáles  son  los  síntomas  que  el 
ácido  carbónico  desarrolla.  Como  este  ácido  es  uno  de  los  agentes  prin- 
cipales del  tufo  del  carbón , y como  es  este  tufo  el  que  produce  las  into- 
xicaciones con  mucha  frecuencia,  ocupémonos  en  el  estudio  del  vapor  del 
carbón  especialmente. 

Los  sugetos  que  están  bajo  la  influencia  del  vapor  del  carbón , experi- 
mentan lo  siguiente: 

Pesadez  de  cabeza  , sentimiento  de  compresión  en  la  región  de  las  sie- 
nes , vértigos , temblores  de  la  vista , propensión  al  sueño,  zumbido  de 
oidos,  á veces  inquietud  vaga,  presentimiento  funesto  que  advierte  el 
daño  que  el  sugeto  va  á correr.  La  asfixia  se  declara,  y la  intoxicación 
produce  la  muerte,  sin  dar  el  intoxicado  generalmente  señal  ninguna  de 
sufrimiento.  Posee  la  ciencia  buena  porción  de  observaciones,  en  las  cua- 
les los  envenenados  guardaban  una  posición  tranquila , la  misma  que  se 
guarda  durmiendo. 

Entre  los  síntomas  que  esta  asfixia  produce,  antes  de  causar  la  muerte, 
el  vómito  ó las  náuseas  figuran  , según  ciertos  autores,  al  paso  que,  se- 
gún otros,  no  hay  nada  de  esto.  Unos  y otros  se  apoyan  en  hechos,  lo 
que  probará  que  á veces  hay  vómitos , y otras  no. 

La  coloración  lívida  de  la  piel  que  á los  asfixiados  por  el  carbón  dan 
algunos  autores,  encuentra  un  adversario  en  Marye,  quien  asegura  no 
haberla  visto  nunca  en  diferentes  casos  prácticos  y á todas  épocas  de  la 
asfixia,  todo  io  más  alguna  lividez  en  la  nariz  y ojos,  en  lo  que  en  tales 
casos  se  presenta.  Lerythier  opina  del  propio  modo.  Yo  recuerdo  haber 
visto  en  Rcus,  cuando  muchacho,  á dos  asfixiados  por  el  vapor  del  car- 
bón , y lo  que  mas  impresión  me  hicieron  ios  cadáveres , fué  el  color 
lívido  de  su  exterior. 

También  se  opone  Marye  á que  los  asfixiados  por  el  carbón  presenten 
tlacidez  de  miembros;  muy  al  contrario,  asegura  que  están  de  tal  modo 
rígidos , que  se  pueden  levantar  por  una  pierna  como  una  tabla.  Lery- 
thier y Attamonelly  son  de  su  mismo  modo  de  pensar. 

Por  último,  dícese  que  á veces  son  arrojadas  involuntariamente  la 
orina  y las  materias  fecales.  El  sugeto  vive  todavía , y puede  estar  asfi- 
xiado por  espacio  de  algunas  horas  antes  de  morir.  Si  en  este  estado  se 
abre  una  vena,  sale  sangre  encarnada.  Marye  confirma  este  hecho  con 
un  sin  número  de  casos  prácticos  que  no  dejan  duda  alguna. 

Uáse  preguntado  si  la  asfixia  por  el  carbón  podía  suspender  los  traba- 
jos digestivos;  esto  puede  ser  importante.  Casos  habrá  en  que  tal  vez  se 
supone  haber  sucumbido  una  persona  inmediatamente  después  de  la  co- 
mida ó cena  á un  envenenamiento,  y acaso  se  encuentre  su  estómago 
xoxíCui.ogía  — 07 


— 1058  — 

vurin  En  un  caso  judicial,  un  marido  sospechoso  dijo,  que  acabando  de 
rpn ar  había  intentado  suicidarse  con  su  mujer  por  el  carbón;  en  el  estó- 
mazo  de  la  mujer  no  se  encontró  la  cena.  Es  , pues,  este  punto  de  impor- 
tancia , puesto  que  acaso,  según  como  se  resuelva , será  un  medio  de  co- 
nocer en  ciertos  casos  si  ha  habido  ó no  suicidio  ú homicidio.  Según  las 
observaciones  de  Marye  y Ollivier  d’Angers , la  digestión  se  suspende. 
En  los  cadáveres  de  los  intoxicados  por  el  carbón,  poco  tiempo  después 
de  la  comida , se  encuentran  los  alimentos  en  el  estómago  con  un  princi- 
cipio  de  digestión. 

Los  cadáveres  de  los  asfixiados  por  el  tufo  del  carbón  llevan  un  sello 
particular  que  manifiesta  la  acción  deletérea  de  este  gas.  Ya  al  tratar  de 
la  asfixia  (')  expusimos  el  cuadro  de  alteraciones  cadavéricas  que  los  as- 
fixiados presentan  , y dijimos  que  los  autores  le  habian  tomado  de  lo  que 
ellos  creían  asfixia  por  el  carbón.  De  suerte  que  en  cierto  modo  podemos 
referirnos  á lo  que  allí  dijimos,  consignando  solamente  en  este  pasaje  lo 
que  sea  propio  de  esa  intoxicación,  y debido  á descubrimientos  posterio- 
res á la  época , en  que  los  autores  tomaron  por  tipo  de  la  asfixia  la  por  el 
carbón. 

Según  las  observaciones  de  Lerythier,  los  órganos  de  los  asfixiados 
por  el  carbón  presentan  dos  estados  diferentes  , según  como  so  haya  efec- 
tuado la  asfixia,  lenta  ó rápidamente.  Si  es  lenta,  la  sangre  es  de  un  co- 
lor oscuro,  violáceo  ó de  heces  de  vino.  En  el  mismo  estado  se  encuen- 
tra abierto  el  cadáver  algún  tiempo  después  de  la  muerte. 

Cuando  es  rápida  y hay  movimientos  convulsivos  , se  declara  la  rigi- 
dez ; la  piel , membranas  mucosas,  nariz  y lengua  están  pálidas,  alguna 
vez  cianosadas;  si  se  hace  inmediatamente  después  de  la  muerte  la  aber- 
tura del  cadáver,  la  sangre  del  corazón  y de  todo  el  sistema  vascular  es 
de  un  color  rojo  vivo  ó de  cereza. 

La  práctica  ha  demostrado  que  seria  muy  del  caso  saber  á punto  fijo  si 
el  vapor  del  carbón  puede  ejercer  algún  iuflujo  en  los  cuerpos  por  él  asfi- 
xiados sobre  la  marcha  de  la  putrefacción.  Si  se  decidiese,  por  ejemplo, 
que  la  retarda,  y se  encontrase  un  cadáver  con  signos  pútridos,  sin  que 
correspondiese  la  época  de  su  muerte  á esta  aparición,  habría  lugar  á 
sospechas  , como  las  hubo  en  dos  casos  referidos  por  Devergie.  En  el  es- 
tado actual , es  difícil  resolver  esta  importante  cuestión.  Nysten  ha  pro- 
bado que  en  esta  clase  de  asfixia  la  rigidez  cadavérica  persiste  largo 
tiempo,  como  en  su  lugar  dijimos  ; antes  que  desaparezca  la  rigidez,  no 
sobreviene  la  putrefacción ; de  consiguiente , se  declara  que  el  vapor  del 
carbón  retarda  la  presencia  de  los  fenómenos  pútridos.  Añadamos  á esto 
que  el  carbón  desinfecta ; que  en  el  ácido  carbónico  üildebrando  ha  con- 
servado por  espacio  de  cincuenta  y un  dias  carne  muscular  sin  que  se 
corrompiese.  Devergie  ha  observado  dos  hechos , en  uno  de  los  cuales 
el  cadáver  estaba  colocado  en  todas  las  circunstancias  favorables  á la 
putrefacción,  y sin  embargo,  esta  tardó  mucho  en  presentarse.  De  modo, 
que  todos  los  datos  nos  conducen  á mirar  el  vapor  del  carbón  como  con- 
trario al  desarrollo  de  los  fenómenos  pútridos , y como  si  tuviese  ten- 
dencia á desecar  los  cadáveres.  No  olvidemos,  para  comprobación  de 
esto,  que , según  Robín  , los  venenos  que  impiden  la  hematosis  lo  hacen 
por  oponerse  á la  combustión  lenta  del  oxígeno  húmedo,  y que  tanto  lo 
hacen  en  vida  como  después  de  la  muerte. 

[')  Tratado  de  Medicina  y cirugía  legal , t.  II,  p.  4G1. 


- 1080  — 

Vista  la  acción  del  vapor  del  carbón  en  la  economía  y los  vestigios  de 
la  misma  en  el  cadáver  del  envenenado  por  dicho  gas , pasemos  á la  me- 
dicación que  corresponde  para  salvar  á los  sugetos  que  no  hayan  su- 
cumbido todavía.  El  tufo  del  carbón  no  tiene  contraveneno.  Hay,  pues, 
que  combatirle,  sin  pensar  en  llenar  esta  indicación.  Hé  aquí  cómo. 

La  primera  diligencia  es  separar  al  asfixiado  del  lugar  donde  se  enve- 
nenó, desnudarle  y tenderle  en  el  suelo  antes  de  colocarle  en  una  cama, 
ó bien  en  la  tela  de  un  catre , y arrojarle  sobre  toda  la  superficie  del 
cuerpo  agua  fresca.  Rosel,  Harmant  y Portal  recomiendan  las  afusio- 
nes de  agua  fria , cuando  no  esté  baja  la  temperatura.  Cuando  se  res- 
tablece la  respiración  , experimenta  el  asfixiado  una  especie  de  escalo- 
frió ; en  este  caso  deben  cesar  las  afusiones  de  agua.  Excítansele  las 
plantas  de  los  piés;  se  le  hacen  fricciones  á lo  largo  del  espinazo  con  un 
cepillo  ó franela  seca;  se  le  sangra  inmediatamente,  por  poco  que  el 
pulso  esté  lleno  y lívida  la  piel  del  cuerpo,  y en  especial  la  del  rostro. 
Mar  ye  y otros  sangran  en  todo  caso,  mas  ya  dijimos  en  el  lugar  corres- 
pondiente cuándo  puede  esperarse  en  las  asfixias  buen  resultado  de  la 
sangría.  Las  fosas  nasales  deben  ser  igualmente  estimuladas  por  medio 
del  amoníaco,  del  cual  se  echan  algunas  gotas  en  un  pañuelo,  y se  aplica 
á la  nariz  del  enfermo,  ó por  medio  del  vinagre.  Fricciones  en  el  pecho  y 
compresiones  que  simulan  la  respiración,  son  también  muy  conducentes, 
Si  se  le  da  algún  cordial,  es  preciso  aguardar  á que  la  deglución  esté 
restablecida  ; de  lo  contrario,  podía  aumentarse  la  asfixia.  Lerythier  em- 
pleó en  un  caso  con  buen  éxito  el  galvanismo. 

El  doctor  Klebs  propone  la  administración  del  centeno  atizonado  por 
el  estómago,  y hasta  inyectado  en  las  venas,  para  combatir  la  intoxica- 
ción por  el  ácido  carbónico.  No  creemos  suficientemente  garantido  por 
la  experiencia  este  remedio,  que  puede  ser  peor  que  el  mal. 

A proporción  que  el  asfixiado  va  recobrando  fuerza,  el  corazón  late 
con  mas  vigor,  la  respiración  es  mas  notable,  el  conocimiento  vuelve,  y 
á veces  con  delirio  ó furor.  El  enfermo  debe  ser  colocado  en  una  cama, 
bien  abrigado,  y hay  que  combatir  su  estado  patológico,  según  las  indi- 
caciones que  se  presenten.  Tal  vez  serán  convenientes  lavativas  de  vina- 
gre ó de  sal. 

Es  de  advertir  que,  aun  cuando  los  socorridos  no  den  señal  alguna  de 
alivio,  no  deben  abandonarse  los  socorros  hasta  que  se  tenga  certeza  de 
la  muerte.  Harmant  cita  dos  casos,  en  los  que  se  tardó  tres  horas  en 
conseguir  el  restablecimiento  de  la  vida  de  dos  muchachas. 

Lo  que  acabamos  de  decir  del  vapor  del  carbón  es  completamente  apli- 
cable al  carbón  de  piedra  y maderas  que  arden  ; al  de  los  lagares,  sus- 
tancias en  fermentación,  ai  de  ciertos  pozos  que  tienen  fatiga,  como  sue- 
len decirlo  los  poceros , y demás  que  puedan  dar  lugar  al  desprendi- 
miento del  ácido  carbónico,  al  que  es  siempre  debida  la  producción  de 
fenómenos  semejantes. 

También  es  en  cierto  modo  aplicable  á la  intoxicación  que  resulta  de 
un  aire  no  renovado.  Según  Damas,  un  hombre  carga  por  hora  tres  me- 
tros cúbicos  de  aire  de  cuatro  milésimas  de  ácido  carbónico ; si  el  aire  no 
se  renueva,  llega  un  momento  en  que  el  oxígeno  se  ha  consumido  y la 
atmósfera  se  ha  llenado  de  ácido  carbónico;  por  lo  mismo  deben  resul- 
tar los  mismos  efectos  de  una  combustión.  Un  sugelo  emplea  20  litros  de 
aire  por  minuto,  ó 1200  litros  por  hora;  con  la  respiración  se  produce 
ácido  carbónico  que  es  espirado.  Según  el  autor  citado,  un  hombre 


- 1060  — 

a respirando  por  espacio  de  una  hora  10  gramos  de  carbón , y ex- 
hala por  los  pulmones,  por  término  medio,  un  4 por  100  de  ácido  car- 
bónico; de  esto  resulta,  que  al  cabo  de  algún  tiempo  se  hace  una  sala 
venenosa  , si  es  ocupada  por  varias  personas  y el  aire  no  se  renueva. 

Un  hombre  necesita  por  hora  una  ración  de  seis  á diez  metros  cúbi- 
cos. En  faltando  esta  proporción,  no  puede  respirar,  y empieza  á ponerse 
malo.  Una  atmósfera  que  contenga  1 por  100  de  ácido  carbónico,  se 
hace  insalubre.  La  atmósfera  natural  solo  contiene  1/4000  de  ácido  car- 
bónico. Otros  le  dan  de  tres  á seis  diezmilésimos.  No  es  constante,  por- 
que hay  muchas  cosas  que  contribuyen  á que  varié.  La  ciencia  posee  he- 
chos terribles  de  esta  clase  de  intoxicaciones.  Dejando  aparte  la  sofoca- 
ción y malestar  que  se  experimenta  en  ciertos  teatros,  salones  y puntos 
donde  se  reúne  mucha  gente , y los  casos  referidos  de  mineros  que,  des- 
plomándose la  tierra  han  sido  cogidos  en  un  espacio  reducido , y á poco 
tiempo  asfixiados  ó prontos  á morir  por  exceso  de  ácido  carbónico,  tene- 
mos el  espantoso  relato  de  lfercy,  relativo  á las  guerras  de  los  ingleses 
en  el  Indostan. 

Ciento  cuarenta  y seis  personas  fueron  encerradas  en  un  cuarto  de 
veinte  piés  cuadrados,  donde  no  había  mas  que  dos  ventanillos,  los  que 
daban  á una  galería.  Empezaron  esos  infelices  á sudar  y á abrasarse  de 
sed.  Luego  experimentaron  fuertes  dolores  de  pecho  y dificultad  de  res- 
pirar, cercana  á la  sofocación.  Se  quitaron  la  ropa,  agitaron  los  som- 
breros para  renovar  el  aire , se  arrodillaron  todos  y se  levantaron  luego 
de  repente , lo  cual  repitieron  tres  veces  durante  una  hora.  Algunos  ca- 
yeron y fueron  pisoteados ; pidieron  agua , se  la  dieron  , y disputándo- 
sela , los  mas  débiles  fueron  víctimas ; la  calentura  los  devoraba  á todos. 
A las  cinco  horas  de  encierro,  los  que  todavía  vivían,  los  que  habían 
respirado  un  aire  menos  infecto  junto  á los  ventanillos,  cayeron  en  una 
especie  de  estupidez  letárgica  ó un  espantoso  delirio;  para  alcanzar  la 
ventana  hubo  ya  sangrientos  combates,  hasta  que  les  abrieron  las  puer- 
tas. Solo  veinte  y tres  hombres  salieron  vivos  de  los  ciento  cuarenta  y 
seis,  y en  su  semblante  estaba  retratada  la  muerte,  que  ya  los  había  se- 
llado para  llevárselos. 

A las  intoxicaciones  por  gases  hasta  aquí  expuestas,  podríamos  añadir 
las  que  se  efectúan  en  las  letrinas  y cloacas.  En  las  primeras  hay  des- 
prendimiento de  ázoe,  de  ácido  sulfhídrico  é hidro-sulfato  de  amoníaco. 
Mas  el  ázoe  no  es  veneno , no  es  deletéreo , solo  asfixia  por  no  poder  re- 
emplazar el  aire  atmosférico.  El  ácido  sulfhídrico  es  un  veneno  séptico, 
y por  lo  mismo  no  debemos  hablar  de  él  en  este  capítulo.  El  hidro- 
sulfato  de  amoníaco  participa  de  irritante  y séptico. 

En  las  cloacas  se  desprende  el  ázoe,  el  ácido  hidro-sulfúrico  y el  ácido 
carbónico. 

Cualquiera  que  sea  la  naturaleza  de  estos  gases,  contienen  en  disolu- 
ción materia  animal  en  putrefacción.  Estos  gases  ocupan  dos  lugares  di- 
ferentes en  las  cloacas , ó llenan  el  espacio  que  media  desde  el  nivel  de 
las  materias  fecales,  sólidas  y líquidas  hasta  la  bóveda  de  la  letrina,  ó 
se  acumulan  debajo  de  la  costra  que  se  forma  encima  de  aquellas. 

Los  asfixiados  por  los  gases  de  una  letrina  ó una  cloaca  deben  ser  so- 
corridos, como  llevamos  dicho,  en  la  asfixia  ó intoxicación  por  el  ácido 
carbónico : acaso  el  cloro  sea  necesario  para  combatir  la  acción  del  ácido 
sulfhídrico: 

La  limpia  de  las  letrinas  y cloacas , á los  quince  dias  de  vaciadas, 


- 1061  - 

puede  causar  asfixias  todavía.  Para  evitar  estas  intoxicaciones  hay  que 
bajar  velas  encendidas,  y si  no  arden,  es  señal  de  que  hay  peligro.  Se 
evitará  esto  bajando  hornillos  con  carbón  encendido  y renovando  el  aire 
de  la  cloaca  <5  letrina  por  medio  de  la  corriente  que  se  establezca.  Lo  que 
dijimos  sobre  el  modo  de  volver  sana  la  atmósfera  de  las  tumbas,  es  apli- 
cable á la  limpia  de  las  letrinas  y cloacas. 

A Devergie  se  debe  la  latitud  y extensión  de  conocimientos  que  posee- 
mos acerca  de  la  intoxicación  por  el  vapor  del  carbón , y,  ya  por  ser  uno 
de  los  medios  que  mas  comunmente  adoptan  los  suicidas  para  acabar  con 
sus  dias;  ya  por  estar  expuestas  todas  las  familias  á esta  intoxicación;  ya, 
en  fin , porque  á la  sombra  del  tufo  del  carbón  pueden  cometerse  asesi- 
natos por  otros  medios,  conviene  que  siquiera  en  resúmen  demos  cuenta 
de  los  conocimientos  actuales  sobre  un  punto  que  abre  campo  á muchas 
é interesantes  cuestiones , algunas  de  ellas  no  resueltas  todavía. 

El  vapor  del  carbón  da , según  Orfila , cuando  la  combustión  no  es 
perfecta. 

Acido  carbónico,  20  partes.  Azoe,  99  partes. 

Aire  atmosférico,  38  id.  Hidrógeno  carbonado,  26  id. 

Cuando  la  combustión  esti  en  plena  actividad  da: 

Acido  carbónico,  26  partes.  Azoe,  73  partes. 

Aire  atmosférico,  81  id. 

El  vapor  del  carbón , visto  en  masa , es  azulenco : después  de  cierto 
tiempo  desaparece;  en  el  estado  actual  no  se  sabe  de  fijo  cuánto  dura; 
puede  creerse  que  permanece  de  unas  seis  á diez  horas.  Tiene  un  olor 
característico,  conocido  de  todos , desagradable  , nauseabundo,  mucho 
mas  notable  cuando  empieza  á arder  el  carbón.  Es  mas  pesado  que  el 
aire  atmosférico;  enrojece  el  papel  de  tornasol  y precipita  el  agua  de  cal, 
propiedades  todas  del  ácido  carbónico,  á que  debe  su  principal  acción. 
Adviértase  que  si  apaga  comunmente  una  vela  encendida , esta  puede, 
sin  embargo,  arder  en  una  atmósfera  hecha  venenosa  por  el  tufo  del  car- 
bón. Hay  casos  prácticos  en  que  se  han  encontrado  las  personas  muertas 
y encendidas  las  velas  (').  Leblanc  dice,  sin  embargo , que  á veces  ya 
no  arden  las  velas , ni  hay  combustión , y todavía  respiran  los  hombres, 
aunque  es  peligroso. 

Para  que  una  atmósfera  se  llene  de  ácido  carbónico  y se  haga  deleté- 
rea , no  es  necesario  que  arda  en  ella  el  carbón.  Basta  para  esto  que  se 
establezca  una  corriente  y venga  el  tufo  del  carbón  de  otra  chimenea  ú 
otro  punto.  Supóngase  un  gabinete  ó sala,  ó lo  que  fuere  , con  una  chi- 
menea, sin  que  haya  lumbre  en  ella;  pero  que  el  aire  de  aquella  pieza 
esté  caliente,  ya  por  haber  habido  fuego,  ya  por  darle  el  sol.  El  aire  ca- 
liente se  rareface  y vuelve  mas  ligero;  siendo  mas  ligero,  se  remonta  y 
cede  el  lugar  al  que  está  frió  por  mas  pesado;  si  hay  alguna  abertura 
que  comunique  con  el  exterior,  por  ella  se  escapa  el  aire  caliente  y deja 
entrar  el  frió ; si  todo  está  cerrado,  se  marcha  el  aire  caliente  por  la  chi- 
menea, y entra  el  aire  del  exterior  por  esta.  Supóngase  además  que  esta 
chimenea  comunica  con  la  del  vecino,  y que  este  tenga  lumbre  en  la 
suya  : el  humo  que  la  combustión  produce  se  marcha  por  el  conducto  y 
sigue  la  corriente  establecida  por  la  salida  del  aire  calentado  del  gabi- 
nete ó sala  del  otro  vecino,  lo  cual  hace  que  se  le  llene  esta  pieza  de 

/')  Deveigie-,  ob.  di.,  U>m.  III,  pág.  90  y 91, 


- 1062  — 

, Esto  se  observa  muy  á menudo  en  ciertas  casas:  hé  aquí , pupS) 
puede  uno  asfixiarse , no  teniendo  lumbre  en  su  chimenea,  Este 
hecho  es  muy  digno  de  ser  notado,  por  cuanto  pueden  ocurrir  intoxica- 
ciones de  esta  especie , y no  atinar  en  ellas , por  no  ver  lumbre  en  el 
cuarto,  ni  restos  de  ella.’  D’Arcet  ha  visto  casos  de  esta  especie.  En  París, 
un  dentista,  quemando  huesos,  dió  lugar  á una  intoxicación  de  sus  veci- 
nos por  este  medio. 

Lo  mas  común  es,  sin  embargo,  que  el  vapor  del  carbón  se  produzca 
en  el  mismo  local,  cuya  atmósfera  vicia.  Parte  del  oxígeno  de  esta  atmós- 
fera es  consumido,  combinándose  con  el  carbono  para  la  formación  del 
ácido  carbónico ; el  hidrógeno  carbonado  que  se  forma  al  mismo  tiempo 
arde  y se  transforma  en  agua  y ácido  carbónico.  Cuando  la  combustión 
está  en  plena  actividad  no  se  produce  sino  este  gas.  Pesulta  de  esto  que 
una  atmósfera  donde  esté  ardiendo  el  carbón  , si  no  se  renueva  , se  hace 
impropia  para  la  respiración  , porque  el  oxígeno  se  consume,  y deleté- 
rea porque  se  llena  de  ácido  carbónico.  La  combustión  de  un  kilogramo 
de  velas  esteáricas,  en  un  local  de  50  metros,  da  4 por  100  de  ácido 
carbónico. 

Calentado  el  aire , se  dilata , y por  ser  mas  ligero  ocupa  las  partes  su- 
periores: esto  establece  una  corriente  doble  de  abajo  arriba  v de  arriba 
abajo ; la  primera  es  de  aire  caliente  , ia  segunda  de  aire  frió;  aquella  se 
lleva  consigo  el  ácido  carbónico,  de  lo  cual  se  sigue  que  este  gas  se  es- 
parce por  toda  la  pieza. 

Cuando  la  combustión  se  acaba,  el  aire  se  enfria,  poniéndose  en  equi- 
librio su  calórico  con  lo  exterior  de  la  pieza;  se  condensa,  pues,  y ocupa 
menos  volumen  ; parte  de  aire  se  escapa  por  rendijas  ó aberturas:  es  re- 
emplazado por  aire  exterior,  y se  purifica;  si  no  pudo  escaparse  aire,  la 
presión  que  ejercia  por  su  dilatación,  cesa;  pero  la  atmósfera  sigue  vi- 
ciada por  los  gases  deletéreos  que  se  formaron  durante  la  combustión. 

Acabada  la  combustión  y enfriada  la  atmósfera , el  ácido  carbónico  re- 
sulta mas  pesado  que  el  aire  atmosférico , cuyo  volumen  se  ha  dismi- 
nuido y ocupa  las  regiones  inferiores;  no,  sin  embargo,  sin  que  quede 
un  poco  en  las  superiores.  Dalton  hizo  experimentos  que  tienden  á pro- 
bar que  los  gases  se  mezclan ; mas  Devergie  hizo  otros  experimentos  con 
que  queda  demostrado  lo  que  acabamos  de  decir.  Marye  trae  una  obser- 
vación que  tiende  á confirmarlo.  Cierto  sugeto  quiso  suicidarse  con  el 
tufo  del  carbón;  encendió  lumbre  y se  acostó:  la  asfixia  no  se  verificó. 
Contó  el  caso  á un  farmacéutico,  como  si  hubiese  ocurrido  á un  amigo 
suyo,  y sostuvo  que  el  tufo  del  carbón  no  mataba.  El  farmacéutico  se  hizo 
explicar  las  circunstancias,  y dijo  que  esto  dependia  de  que  la  capa  de 
gas  no  alcanzaba  á la  cama  por  razón  de  su  mayor  peso.  El  suicida  calló, 
y consiguió  la  muerte  á los  dos  dias,  colocándose  al  alcance  del  gas; 
esto  es,  en  el  suelo.  En  la  gruta  del  Perro  de  Nápoles,  los  perros  se  asfi- 
xian, y los  hombres  á caballo  no ; porque  la  capa  de  gas  se  queda  infe- 
rior á su  boca.  Esta  circunstancia  es  importante  para  darse  razón  de 
las  diferencias  que  pueden  presentar  sugetos  encerrados  en  un  mismo 
cuarto  (l). 

Considerando  que  es  importante  saber  cuánto  carbón  se  necesita  que 
arda  para  dar  al  aire  de  una  pieza  la  calidad  deletérea,  se  han  hecho  en- 
sayos y cálculos  aproximativos , dando  por  resultado  que  se  necesítala 

V ease  lo  que  hemos  dicho  en  la  pág.  1064  del  lomo  lid*  Medicina  legal. 


- 1063  - 

cincuentésima  parte  de  una  fanega  de  carbón  para  viciar  ó volver  vene- 
nosa una  atmósfera  de  25  metros  cúbicos  de  aire.  Mas  en  la  actualidad 
pueden  merecernos  poca  fé  estos  cálculos , porque , según  cual  sea  la  na- 
turaleza del  carbón  ó su  procedencia , contienen  mas  ó menos  cantidad 
de  carbono,  y por  lo  mismo  puede  haber  diferencias  notables  con  res- 
pecto á la  cantidad  de  ácido  carbónico  que  se  forme.  Además  influyen  el 
grado  de  combustión  que  ha  tenido , la  humedad  del  combustible , sus 
sales,  el  volúmen,  etc.;  por  todo  lo  cual  debemos  considerar  este  punto 
como  distante  de  su  cabal  resolución. 

La  medida  del  cuarto  ó pieza  donde  se  haya  efectuado  la  intoxicación 
puede  ser  útil  para  hacer  cálculos,  y el  modo  de  proceder  á ella  no  es 
indiferente ; ninguna  dificultad  ofrece  la  pieza  de  forma  regular,  un  pa- 
ralelógramo  por  ejemplo:  bastaría  multiplicarla  altura  de  la  pieza  por 
su  anchura,  luego  el  producto  de  esta  operación  por  la  longitud,  y se 
obtendría  el  cubo  del  espacio.  Mas  cuando  no  hay  desigualdades  en  una 
pieza,  hay  reparticiones,  alcobas,  gabinetes,  armarios,  lo  cual  hace  que 
tenga  que  medirse  la  localidad  por  espacios , dándoles  la  forma  de  un 
paraleiógramo,  y luego  medir  los  desiguales  que  sobren. 

Si  se  quiere  saber  la  cantidad  de  carbón  quemado,  hay  que  atenerse 
á la  cantidad  de  ceniza;  mas  este  dato  es  casi  siempre  insuficiente;  en 
primer  lugar,  porque  en  el  hogar  puede  existir  cantidad  de  ceniza  como 
existe  habilualmenle;  en  segundo  lugar,  porque,  aun  cuando  supié- 
ramos que  toda  la  ceniza  es  debida  á la  cantidad  de  carbón  que  ar- 
dió, como  en  una  estufa  nueva;  aun  cuando  sepamos  que  se  calcula 
que  la  ceniza  dada  por  el  carbón  iguala  á la  vigésima  quinta  parte  de 
su  peso,  y que  por  lo  mismo  basta  recoger  la  ceniza , pesarla  y multipli- 
carla por  25;  como  este  cálculo  no  es  mas  que  aproximativo , puesto 
que,  según  la  procedencia  del  carbón,  la  cantidad  de  ceniza  varía,  re- 
sulta que  no  es  fácil  resolver  este  punto  de  un  modo  que  satisfaga  com- 
pletamente. Mil  partes  de  carbón  de  tilo  dan  50  de  ceniza;  de  haya,  30; 
de  ojaranzo,  26;  de  encina,  25;  de  ébano  de  los  Alpes,  12;  de  abe- 
dul , 10,  y de  pino,  8,  Sin  embargo,  es  posible  llegar  á calcularlo  con 
exactitud,  haciendo  ensayos  sobre  diferentes  clases  de  carbón,  y no- 
tando su  estado  de  humedad,  lo  que  no  es  fácil.  Si  se  pudiese  obtener  un 
pedacito  de  carbón  que  no  se  hubiese  encendido,  seria  mas  asequible  la 
resolución  del  problema. 

Puede  preguntar  el  juez  cuánto  tiempo  ha  trascurrido,  desde  que  el 
carbón  empezó  á arder,  hasta  el  momento  en  que  se  declaró  la  asfixia  ó 
la  intoxicación,  ó bien  cuánto  tiempo  se  necesita  para  que  se  verifique  la 
asfixia.  En  el  estado  actual  de  la  ciencia  , no  es  posible  responder  de  un 
modo  terminante,  puesto  que  influyen  en  los  resultados  una  multitud  de 
circunstancias,  como  la  edad,  el  sexo,  la  profesión,  la  extensión  de  lo- 
cal, la  rapidez  de  la  combustión,  la  cantidad  del  carbón  empleado,  ol  es 
tar  cerrado  el  aposento , etc.,  etc.  Marye  refiere  varios  casos  que  pue  den 
ilustrar  esta  cuestión.  A las  dos  y cuatro  horas  de  haber  oido  á ciertos 
sugetos,  se  los  encontró  va  muertos  por  asfixia;  un  caso  hubo  de  una 
hora.  De  modo  que  puede  decirse  que  basta  menos  de  una  hora  para  que 
la  intoxicación  se  efectúe. 

liáse  creído  por  mucho  tiempo,  y todavía  creen  algunos,  que  si  un  lo- 
cal no  está  perfectamente  cerrado  no  hay  lugar  á la  intoxicación  por  el 
tufo  del  carbón.  Es  un  error.  Que  el  estar  perfectamente  cerrado  un  apo- 
sento, es  una  circunstancia  altamente  favorable  á la  asfixia,  no  tiene 


- 1064  - 

, j alguna ; pero  que  el  haber  aberturas  ó rendijas  sea  un  obstáculo  á 
la  intoxicación  por  el  vapor  del  carbón  , es  un  error  que  los  hechos  han 
demostrado  tristemente.  El  doctor  Marye  refiere  entre  otros  un  caso  en 
el  que  catorce  personas  se  asfixiaron  ; la  puerta  estaba  abierta,  y cuan- 
tos entraban  en  el  aposento,  para  socorrer  á los  demás,  caian  víctimas 
del  ácido  carbónico  procedente  de  unas  vigas  en  plena  carbonización. 
Ollivier  D’Angers  refiere  también  un  caso  de  unsugeto  asfixiado  por  el 
tufo  del  carbón,  á pesar  de  que  su  aposento  comunicaba  con  el  aire  libre 
por  una  abertura  de  mas  de  dos  pies  cuadrados. 

No  deben  sorprendernos  estos  hechos,  desde  el  momento  que  sabemos 
que  un  ambiente  que  tenga  mas  de  1 por  100  de  óxido  de  carbono,  y 
mas  de  5 por  100  de  ácido  carbónico  se  hace  ya  venenoso,  tenga  ó no 
comunicación  con  lo  restante  del  aire. 

Es  interesante  dejar  consignado  en  este  pasaje  cuál  puede  ser  la  in- 
fluencia de  la  situación  de  la  persona  en  esta  clase  de  asfixia.  Lo  que  ya 
llevamos  dicho  acerca  de  la  posición  que  ocupa  el  ácido  carbónico, 
luego  que  aquella  se  enfria , nos  conduce  y basta  á resolver  esta  parte. 
Si  la  cantidad  de  ácido  carbónico  producida  no  ocupa  mas  que  las  re- 
giones inferiores  de  una  pieza,  los  que  no  estén  en  estas  regiones  podrán 
librarse  de  su  acción ; así  una  persona  echada  ó sentada  en  el  suelo  pe- 
recerá, al  paso  que  otra  echada  en  la  cama  podrá  dejar  de  sucumbir. 

Hemos  dicho  mas  adelante  que  influían  en  la  marcha  ó rapidez  de  la 
asfixia  por  el  carbón : la  edad,  el  sexo  y la  profesión  del  sugeto.  Los  ni- 
ños parece  que  resisten  menos : en  cuanto  al  sexo  hay  pocas  observacio- 
nes para  poder  decidir.  Marye  y Ollivier  D’Angers  pretenden  que  los  hom- 
bres resisten  más;  Devergie  concede  este  privilegio  á las  mujeres.  Unos 
y otros  se  fundan  en  hechos ; Devergie  en  una  tabla  estadística , en  la 
cual  se  ve  que  se  han  podido  socorrer  mas  mujeres  que  hombres.  Es  de- 
cir, que  nos  faltan  datos  para  adoptar  una  opinión  terminante  sobre  el 
particular.  En  cuanto  á la  profesión,  parece  que  las  personas  acostum- 
bradas á respirar  el  vapor  del  carbón,  le  resisten  más. 

CAPÍTULO  II. 

DE  LOS  VENENOS  NARCÓTICOS  ORGANICOS. 

Bajo  este  título  comprenderemos  las  cápsulas  de  adormidera , el  ópio  y 
sus  principios  y preparados  venenosos , el  beleño , el  ácido  hidr ociánico , los 
cianuros;  las  almendras  amargas,  y su  aceite  esencial,  el  laurel  cerezo,  la 
lechuga  virosa,  la  solanina,  el  tejo,  la  nitro -glicerina,  la  anilina,  y el  haba  del 
Culabar.  Los  mas  son  sacados  del  reino  vegetal.  Los  láudanos , el  ácido 
hidrociánico,  el  agua  y el  aceite  de  laurel  cerezo  son  líquidos  ; los  de- 
más todos  son  sólidos,  porque  aun  cuando  el  ópio  y la  lechuga  virosa 
sean  venenosos  en  estado  de  jugo,  este  es  sólido  por  ía  desecación  ó en 
forma  de  extracto  Exceptuando  el  ácido  hidrociánico  y el  laurel  cerezo, 
que  le  deben  su  virtud  mortífera,  los  cuales  tienen  olor  de  almendras 
amargas , los  demás  tienen  un  olor  viroso,  ó no  tienen  ninguno.  Estudia- 
rémos  cada  veneno  narcótico  en  particular,  por  si  alguno  ofrece  ciertos 
caracteres  dignos  de  llamar  la  atención  aparte. 


- 106?  - 

S I. —Cáptala»  ó eabaaas  de  adormideras. 

Las  adormideras  tienen  por  fruto  unas  cápsulas  , cuya  forma  varía  en- 
tre la  ovoidea  y la  aplanada  como  una  manzana  ó un  queso.  Las  ovoi- 
deas son  las  mas  conocidas  y las  que  hasta  hace  pocos  años  se  expen- 
dían en  el  comercio.  Mas  no  hace  mucho  que  los  que  cultivan  esa  planta 
casi  no  siembran  mas  que  las  semillas  del  papaver  álbum  depressum , cu- 
yas cápsulas  se  parecen  á las  manzanas  pequeñas  ó á las  acerolas  en  la 
forma;  si  bien  en  cuanto  al  color,  le  tienen  también  blanco  anteado 
como  las  largas  ú ovoideas. 

Lo  muy  conocidas  que  son  esas  cápsulas  me  dispensa  de  describirlas. 
Aunque  en  nuestro  país  se  cultivan  en  algunos  puntos,  el  comercio  princi- 
pal se  hace  en  Egipto  y Turquía.  Las  de  Esmirna  se  tienen  por  mas  activas. 

Aunque  el  tamaño  de  esas  cápsulas  varía  por  lo  común , tienen  8 cen- 
tímetros de  largo  sobre  5 de  diámetro.  Las  aplanadas  ó deprimidas  tie- 
nen 10  ó bien  9 centímetros  de  diámetro  y de  5 á 6 de  altura.  Se  expen- 
den secas,  y contienen  una  semilla  pequeñita  redonda.  Hay  cápsulas  que 
contienen  32000  de  esas  semillas. 

De  las  paredes  de  las  cápsulas  se  extrae  el  opio;  en  ellas  está  contenido 
este  jugo  con  todos  sus  principios;  las  semillas  no  tienen  ninguno;  de 
ellas  se  saca  un  aceite  útil,  que  el  fraude  mezcla  á menudo  con  el  común. 

Por  lo  mismo  que  esas  cápsulas  contienen  el  opio,  pueden  ser  veneno- 
sas dando  cocimientos  de  ellas.  Más  de  un  caso  de  intoxicación  involun- 
taria y voluntaria  ha  habido.  Hay  gentes  que  solo  las  creen  calmantes,  y 
no  saben  que  una  ó dos  cabezas  de  adormideras  grandes  pueden  dar  la 
muerte  á los  niños  y trastornar  á las  personas  y adultos. 

La  acción  de  las  adormideras  es  la  misma  que  la  del  opio,  aun  cuando 
es  menos  activa  en  igual  cantidad.  El  jarabe  de  diacodion,  que  se  hace  con 
ellas,  se  le  semeja  en  acción,  y por  lo  tanto,  si  se  exagera  la  dósis, 
puede  ser  también  venenoso. 

Por  lo  mismo  que  la  acción  de  las  adormideras  es  igual  á la  del  opio, 
no  diremos  nada  de  ella,  aplicándole,  en  el  grado  que  le  corresponda,  lo 
que  del  opio  diremos.  Otro  tanto  haremos  respecto  de  la  anatomía  patoló- 
gica, terapéutica  y química  de  su  intoxicación. 

Lo  que  hemos  indicado  de  las  adormideras  blancas,  ó del  papaver  som- 
niferum  álbum  es  aplicable  á la  adormidera  oriental,  que  todavía  es  mas 
activa,  y á las  amapolas,  cuyas  cápsulas  tienen  también  opio,  aunque  en 
menor  cantidad.  Un  cocimiento  de  un  gran  número  de  esas  cápsulas  tam- 
bién podria  producir  una  intoxicación  narcótica , tanto  en  pocion  como 
en  lavativa. 

§ II.— Opio  y sus  preparados. 

El  opio  en  bruto  es  una  sustancia  conocida  desde  muy  antiguo  , como 
medicamento  y como  veneno.  Es  el  tipo  de  los  venenos  narcóticos , y 
aunque  es  uno  de  los  venenos  mas  activos  y conocidos , no  están  los  en- 
venenamientos por  esa  sustancia  ni  sus  derivados  en  mayoría  en  las  esta- 
dísticas , por  lo  menos  entre  nosotros.  En  Inglaterra  son  mas  frecuentes 
las  intoxicaciones  narcóticas.  # . . 

Como  accidentes,  como  consecuencias  de  administración  excesiva  del 
opio,  morfina  , láudano,  etc. , se  suelen  ver  con  alguna  frecuencia  efectos 
tóxicos,  así  como  no  es  raro  que  haya  sugetos  acostumbrados  á tomarle 
y que  le  tomen  en  cantidades  exorbitantes, 


- i 060  - 

La  química  hace  tiempo  que  ha  descubierto  en  eí  opio  una  porción  de 
principios;  diez  y ocho  se  le  han  contado,  si  bien  no  todos  tienen  las  nus 
ínas  propiedades,  ni  en  igual  grado  de  fuerza  toxica.  Mas,  aunque  se  co- 
nocieron esos  numerosos  principios  ó elementos  de  que  se  compone  ese 
jugo  extraído  del  papaver  somniferum,  L.,  y aunque  de  algunos  de  ellos  se 
saínan  ciertas  particularidades  ; sin  embargo,  en  Toxicología  , siempre 
que  se  trataba  de  un  caso  práctico  provocado  por  el  opio  ó alguno  de  sus 
preparados,  ni  para  los  síntomas,  ni  para  la  anatomía  patológica,  ni  hasta 
para  las  análisis  químicas,  se  fijaba  la  atención  en  cada  uno  de  los  ele- 
mentos del  opio;  para  los  dos  primeros  órdenes  de  datos  se  atenían  los 
autores  y los  peritos  al  conjunto,  al  opio,  ó á alguno  de  sus  principios, 
considerado  como  el  mas  activo  en  punto  al  sopor  la  morfina , y en 
cuanto  á las  análisis  químicas  periciales,  les  bastaba  descubrir  ese  alca- 
loideo y el  ácido  mecónico  para  afirmar  que  se  había  dado  el  opio  ó al- 
guno de  sus  compuestos. 

Después  del  estudio  que  Claudio  Bernard  ha  hecho  de  seis  alcaloideos 
del  opio,  morfina,  narceina,  codeina,  narcotina  , papaverina  y tebaina  y 
de  la  análisis  experimental,  con  laque  ha  determinado  las  propiedades  es- 
peciales de  cada  uno  de  esos  alcaloideos,  dejando  entrever  que,  respecto 
de  los  demás  no  estudiados  del  propio  modo , tal  vez  había  también  algo 
de  particular,  parece  que  el  estudio  del  opio  y sus  preparados  ó deriva- 
dos habrá  de  sufrir  en  Toxicología  alguna  modificación  importante. 

Sin  embargo,  sin  desconocer  lo  interesantes  que  son  los  resultados  ob- 
tenidos por  Bernard,  tal  vez  mas  para  la  terapéutica  que  para  la  Toxico- 
logía , creemos  que  en  el  fondo  no  hay  nada  que  variar , y que  podemos 
seguir  la  misma  marcha , tomando  al  opio  como  tipo  de  los  narcóticos  y 
la  morfina,  y el  ácido  mecónico  como  los  signos  representativos  de  su  pre- 
sencia en  las  sustancias;  sin  perjuicio  de  consignar  las  diferencias  que, 
tanto  en  lo  soporífero,  como  en  lo  tóxico,  haya  descubierto  el  distinguido 
profesor  del  colegio  de  Francia  en  los  seis  alcaloideos  del  opio  que  ha 
estudiado. 

Los  venenos  que  debemos  estudiar  en  este  párrafo  son : el  opio  y sus 
extractos;  sus  principales  alcaloideos  ya  indicados,  el  ácido  mecónico,  las 
sales  de  esos  alcalóides,  los  láudanos  y otros  preparados  farmacéuticos, 
como  jarabes  de  meconio , diacodio , polvos  de  Dower , etc. , y bien  se  echa 
de  ver  que  lo  que  digamos  del  opio  y sus  elementos  activos  ha  de  servir 
de  guia  para  todos  los  compuestos,  en  los  que  éntre  el  jugo  ó alguno  de 
sus  elementos  aislado. 

La  dósis  medicinal  del  opio  es  de  medio  á un  grano  ó más , según  los 
casos,  cuando  no  se  tiene  hábito  de  tomarla;  á 20  centigramos,  ó sea  4 
granos , puede  producir  la  muerte,  si  bien  siendo  bastante  diferente  el 
opio,  según  su  procedencia,  puede  haber  también  algunas  diferencias  en 
su  actividad. 

Los  extractos  son  algo  mas  activos  que  el  opio  en  bruto. 

Respecto  de  la  morfina  ó sus  sales,  sulfato,  acetato,  clorhidrato,  que 
como  medicamentos  se  dan  á dósis  fraccionadas , puede  producir  intoxi- 
cación y la  muerte  á o centigramos;  el  alcaloideo  solo  no  es  tan  activo, 
de  40  á 50  centigramos  se  considera  venenoso;  mas  si  halla  en  el  estó- 
íuago  ácidos  en  cantidad  suficiente  para  transformarse  en  sal,  puede  ser 
tóxica  á menos  cantidad.  Martin  Colon  ha  probado  saturando  con  mag- 
nesia los  ácidos  del  estómago , que  no  se  necesitan  estos  para  que  la  mor- 
una intoxique;  al  fin  es  absorbióle,  aunque  no  se  halle  al  estado  de  sa  , 


~ 1067  — 

y una  vez  en  el  torrente  de  la  circulación,  desplega  su  efecto  propio. 

Mas  activos  son  todavía  los  demás  alcaloideos,  según  C.  Bernard,  ex- 
cepto la  narcotina,  puesto  que  la  morfina  ocupa  el  quinto  lugar  en  el  Or- 
den tóxico.  Así  los  distribuye  dicho  autor:  tebaina,  codeina,  papaverina, 
narceina,  morfina,  narcotina.  Como  soporíferos,  solo  lo  son  la  narceina, 
la  morfina  y la  codeina,  y su  actividad  está  en  razón  del  órden  indicado, 
y como  capaces  de  producir  convulsiones,  su  actividad  está  en  este  ór- 
den : tebaina,  papaverina,  narcotina,  codeina,  morfina,  narceina. 

El  láudano  de  Sydenham  contiene  en  20  gotas  2 gramos  de  opio  en 
bruto  y uno  de  extracto  de  quina;  por  lo  tanto,  puede  producir  la  muerte 
en  el  adulto,  á la  dósis  de  algunos  gramos,  por  el  recto,  y de  más,  por  el 
estómago.  El  de  Rousseau  es  mas  activo  , puesto  que  un  gramo  del  pri- 
mero representa  5 centigramos  ó un  grano  de  extracto  gomoso  de  opio, 
al  paso  que  el  segundo,  un  gramo  representa  un  decigramo  ó 2 granos 
de  dicho  extracto.  En  los  niños,  con  menos  cantidad  puede  hacerse  ve- 
nenoso. Pocas  gotas,  2 ó 3,  bastan  para  ello,  en  especial  si  es  de  pocos 
meses. 

Los  jarabes  de  meconio  y diacodio  para  un  adulto  se  hacen  venenosos 
dándolos  á la  vez  á muchas  cucharadas , y con  mas  razón  si  son  de  sales 
de  morfina  , codeina,  etc. 

Otro  tanto  , por  fin  , puede  decirse  de  otras  preparaciones,  exagerando 
las  dósis  medicinales. 

Los  síntomas  producidos  ñor  el  opio  son  muy  generalmente  conocidos. 
El  cuadro  que  hemos  trazado  de  la  intoxicación  narcótica,  está  princi- 
palmente tomado  de  la  que  produce  ese  jugo.  Hay  sugetos  que  caen 
pronto  en  un  amodorramiento  profundo  que  nada  puede  vencer,  rendi- 
ción de  fuerzas,  la  respiración  se  hace  extertorosa  , tienen  algunas  con- 
vulsiones, y luego  espiran  , durando  la  intoxicación  de  tres  cuartos  de 
hora  á una  ó dos  horas. 

IVo  es  eso  lo  mas  frecuente;  por  lo  común  dura  la  agonía  de  cinco  á 
quince  horas,  y el  cuadro  de  los  síntomas  es  mas  numeroso.  Al  cuarto 
de  hora  ó á la  media  hora  de  la  ingestión  del  veneno  se  declara  pesadez 
de  cabeza,  vértigos,  todo  ruido  ó impresión  fuerte  ofende  la  sensibilidad 
que  por  de  pronto  parece  exaltada,  el  calor  invade  todo  el  cuerpo,  el 
pulso  es  fuerte  sin  acelerarse,  la  piel  se  pone  seca,  la  lengua  y la  gar- 
ganta áridas.  Luego  aparecen  náuseas,  rara  vez  vómitos,  cuino  ocasio- 
nados por  el  dolor  de  cabeza  y las  náuseas  que  cada  vez  van  siendo  mas 
intensas.  Aqueja  al  enfermo  una  comezón  general;  no  es  raro  que  vaya 
seguida  de  una  erupción  papulosa;  las  secreciones  se  disminuyen,  en  es- 
pecial la  urinaria,  la  respiración  se  pone  suspirosa,  lenta;  apenas  hay  á 
cada  minuto  cuatro  ó cinco  aspiraciones , y el  sopor  se  apodera  del  into- 
xicado. 

Tras  este  primer  período,  que  en  el  caso  anterior  se  suprime,  la  cara 
se  inyecta , los  ojos  se  fijan  y las  pupilas  suelen  estar  contraídas;  si 
bien  luego,  á proporción  que  el  sopor  avanza,  se  dilatan;  así  es  que  no 
se  ha  de  dar  grande  importancia  á este  síntoma  como  algunos  lo  han 
hecho  ; puede  haber  lo  uno  y lo  otro.  La  respiración  se  va  haciendo  cada 
vez  mas  dificultosa,  el  pulso  se  acelera  y disminuye  en  tuerza,  el  enfer- 
mo se  enfria  de  las  extremidades  al  centro  , y algunos  espiran  sumergi- 
dos en  un  coma  profundo. 

En  otros,  la  muerte  no  se  presenta  tan  pronto;  el  sopor  parece  que  se 
disipa  mas  ó menos , y en  su  lugar  se  presenta  cierta  agitación;  algunos 


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recobran  el  conocimiento  y hablan,  si  bien  no  dejan  de  tener  conm 
embotados  los  sentidos,  y torpes  ó vacilantes  los  movimientos;  vuelven 
f amodorrarse  y vuelve  la  agitación  , el  delirio,  que  en  algunos  es  eró 
tico,  y al  fin  tornan  á caer  en  el  coma  para  no  salir  ya  mas  de  él.  En  esos 
casos  pueden  vivir  agonizando  tres  ó cuatro  dias.  Es  muy  raro  que  dure 
mas  esta  forma  de  intoxicación  narcótica. 

Algunos  son  bastante  afortunados  para  no  sucumbir , y excusado  es 
indicar  que  en  este  caso  se  van  disipando  los  síntomas  gradualmente  - la 
respiración  se  regulariza,  el  calor  vuelve,  el  pulso  se  levanta,  un  sudor 
general  caliente  cubre  todo  el  cuerpo,  la  sensibilidad  y la  inteligencia 
se  reaniman,  el  movimiento  vuelve , aparecen  las  secreciones  y el  enfer 
mo  se  restablece,  si  bien  siente  por  algún  tiempo  cierta  debilidad,  nue- 
vas náuseas  y hasta  alguna  lipotimia. 

. Hay  otra  forma  que  es  mas  lenta  v solo  propia  de  los  que  tienen  el  há- 
bito de  abusar  del  opio,  la  que  dejarémos  de  describir  porque  entre  nos- 
otros hay  pocos  ó ningún  comedor  de  opio  en  sustancia.  Esa  forma  es 
una  intoxicación  polidósica , y viene  á constituir  una  especie  de  caquexia 
donde  lodo  está  debilitado , enflaquecimiento  general , deformidad  del 
cuerpo , sentidos  é inteligencia  torpes , falta  de  apetito,  heces  raras , etc. 

Cuando  en  lugar  de  ser  el  opio  en  extractos,  ó los  láudanos,  ú otras 
preparaciones,  en  las  que  entra  el  opio  en  bruto  ó extractado,  los  cuales 
vienen  á producir  los  mismos  síntomas,  es  algún  alcaloideo  ó sal  de 
ellos  , aunque  el  cuadro  de  síntomas  es  en  el  fondo  análogo,  hay  algunas 
diferencias  que  conviene  consignar. 

Los  síntomas  que  produce  la  morfina,  sus  sales  y jarabes,  píldo- 
ras , etc. , son  los  siguientes : si  la  dósis  es  muy  fuerte  , además  de  las 
señaladas  en  el  cuadro  general,  hay  cefalalgia,  grandes  vértigos,  pesa- 
dillas espantosas,  conmociones  y vómitos  violentos , durables,  tenaces, 
fuerte  retención  de  orina  en  el  hombre  , mas  comezón  en  la  piel , pru- 
rito, pequeñas  elevaciones  redondeadas,  sin  color  y apenas  perceptibles; 
síntoma  que , según  Bally,  se  considera  patognomónico  de  un  alcaloideo. 
Mayor  sequedad  de  boca,  sed  y dificultad  de  deglutir,  profunda  altera- 
ción en  la  fisonomía  , rechinamiento  de  dientes , trismus  y hasta  convul- 
siones epileptiformes. 

Si  ahora  nos  hacemos  cargo  de  lo  últimamente  observado  por  Clau- 
dio Bernard , siquiera  no  tengamos  muchos  casos  de  envenenamiento 
por  los  alcaloideos  que  ha  examinado,  en  que  fundarnos,  puesto  que  lo 
observado  en  los  animales  es  aplicable  al  hombre,  conforme  el  mismo 
observador  y experimentador  lo  asegura  con  tanto  fundamento,  podre 
rnos  establecer  lo  siguiente: 

Hemos  visto  que  la  tebaina  , la  papaverina  y la  narcotina  no  son  so- 
poríferos ; de  consiguiente  en  todo  envenenamiento  producido  por  cada 
uno  de  estos  alcalóides,  ó sus  sales,  faltan  en  el  cuadro  de  síntomas  el 
narcotismo , el  sopor,  la  modorra  ó sueño  profundo  que  le  caracteriza. 

Respecto  á los  tres  alcalóides  soporíferos,  la  narceina  es  la  que  pro- 
duce un  sopor  mas  profundo,  luego  sigue  la  morfina,  por  último,  la 
codeina.  El  sopor  de  la  narceina  es  una  calma  profunda  y se  caractenz 
por  una  ausencia  completa  de  excitabilidad,  por  cualquier  ruido,  X 
volver  del  sueño  que  produce  hay  restablecimiento  pronto  de  facultaa* 
El  de  la  morfina,  aunque  no  sea  tan  profundo , parece  embrutecer  ^ 
al  intoxicadó,  y sin  embargo,  le  deja  ser  sensible  á los  ruidos j;Aton- 
producen  sobresaltos , y al  volver  del  sopor,  se  queda  todavía  com 


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tado  y algo  torpes  los  movimientos  de  las  extremidades  abdominales. 

La  codeina  no  produce  tanto  sopor,  y se  parece  un  poco  en  la  excitabi- 
lidad á la  morfina , y en  el  modo  de  volver  del  sopor  á la  narceina. 

Estas  diferencias  se  han  observado  en  animales,  á dósis  no  tóxicas  ó 
capaces  de  matarlos. 

Respecto  á las  propiedades  convulsivas  ya  hemos  dicho  que  están  en 
este  órden  : tebaina , papaverina , narcotina , codeina , morfina  y nar- 
ceina ; así  como  respecto  á ser  mas  tóxicas  están  en  este:  tebaina,  co- 
deina, papaverina,  narceina,  morfina  y narcotina. 

No  tenemos  datos  para  describir  cuadros  sintomáticos  de  cada  una  de 
esas  intoxicaciones. 

Las  observaciones  de  Bernard  han  venido  á confirmar  lo  que  hemos 
dicho  de  la  morfina,  como  representante  del  opio,  puesto  que  tiene  las 
tres  propiedades , soporífera , convulsiva  y tóxica , siquiera  no  figure  en 
primera  línea  bajo  ninguno  de  esos  aspectos,  y como  tóxica  esté  en  el 
quinto  lugar. 

En  cuanto  á las  alteraciones  anatómico-patológicas  producidas  por  el 
opio , sus  compuestos  y las  sales  de  sus  alcalóides , no  tienen  en  rigor 
ningún  carácter  especial;  pero  son  constantes,  y son  mas  bien  la  con- 
secuencia de  la  perturbación  de  las  principales  funciones  que  les  da  una 
acción  local. 

El  cadáver  está  pálido,  la  piel  como  carne  de  gallina , conserva  bas- 
tante el  calor,  y tarda  en  presentarse  la  putridez. 

Los  órganos  cerebrales  suelen  estar  llenos  de  sangre , como  conges- 
tionados , en  especial  la  periferia  del  encéfalo  ; á veces  hay  pequeños  fo- 
cos, apoplejía  capilar,  y mas  á menudo  infiltración  abundante  de  serosi- 
dad debajo  de  la  aracnoídea,  y algún  derrame  en  los  ventrículos. 

Los  pulmones  están  igualmente  como  congestionados  ó repletos  de 
sangre  , y es  raro  que  haya  en  ellos  foco  alguno  apoplético.  El  corazón  y 
los  grandes  vasos  tienen  alguna  sangre  en  las  cavidades  derechas,  poca 
en  las  izquierdas,  y es  negruzca,  ó mas  coagulada,  en  especial  cuando 
la  agonía  es  algo  larga. 

El  estómago  y los  intestinos  por  lo  común  no  presentan  nada  de  parti- 
cular. En  los  casos  de  sales  alcaloideas  puede  notarse  algún  vestigio  de 
irritación.  Si  es  el  láudano,  se  ve  la  mucosa  teñida  del  color  de  azafran 
del  láudano,  que  le  da  cierta  coloración  amarillo-rojiza,  la  que  podría 
tomarse  por  la  que  le  da  el  ácido  nítrico  puro,  pero  se  distingue  fácil- 
mente, porque  está  sana  é íntegra. 

El  hígado  y el  bazo,  lo  mismo  que  los  vasos  abdominales , tienen  mu- 
cha sangre;  íos  riñones  y los  órganos  sexuales  parece  que  presentan  á 
veces  cierta  congestión. 

Esta  intoxicación,  si  se  llega  á tiempo  y no  ha  sido  muy  considerable 
la  dósis,  acaso  se  domine;  sin  embargo,  el  pronóstico  es  gravísimo 
como  en  todas. 

Veamos  ya  cómo  se  combate  la  intoxicación  narcótica. 

Aquí,  como  en  toda  suerte  de  intoxicaciones,  hay  varias  indicacio- 
nes que  llenar:  1.*  evacuar  el  veneno,  después  de  modificado  en  el  es- 
tómago, ó de  volverle  insoluble  con  sus  contravenenos;  2."  obrar  sobre  el 
sistema  nervioso  con  sustancias  capaces  de  modificar  la  acción  del  ve- 
neno; 3.*  ejercer  el  mismo  modo  de  influencia  sobre  el  sistema  sanguíneo. 

Para  llenar  la  primera  indicación,  Marcet , entre  otros,  no  vacila  en 
dar  el  mismo  sulfato  de  cobre  á la  dósis  de  lo  granos. 


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i os  vómitos  son  eficaces  en  razón  inversa  del  tiempo  en  cjue  se  tomó  el 
veneno  Para  modificar  el  opio  en  el  estómago , hay  que  atender  á que 
no  deben  darse  sustancias  capaces  de  aumentar  su  solubilidad.  Asi  el 
vinagre,  que  algunos  aconsejan  , es  pernicioso.  El  tamno  en  disolución  en 
agua  azucarada,  á la  dósis  de  dracma  á dracma  y media , en  media  libra 
de  agua,  y los  cocimientos  de  nuez  de  agallas  y de  ratania  trasforman 
los  elementos  del  opio  en  productos  insolubles.  La  tintura  de  yodo,  el 
cloro  en  disolución  y el  bromo  hacen , á poca  diferencia , lo  propio.  Sin 
embargo,  como  raras  veces  pueden  darse  estos  contravenenos  inmedia- 
tamente después  de  la  toma  del  veneno,  vienen  á ser  infructuosos.  Como 
sea , dados  estos  contravenenos , se  promueve  otra  vez  el  vómito  con 
agua  tibia,  titilaciones  ó emético. 

Los  efectos  sobre  el  sistema  nervioso  se  combaten  con  el  vinagre , con 
el  café , el  amoníaco  y el  alcanfor.  Cuando  el  vinagre  ya  no  puede 
obrar  sobre  el  opio,  es  decir,  cuando  este  ya  ha  sido  absorbido,  pro- 
duce buen  resultado,  mezclándole  el  jugo  del  limón.  El  alcanfor  combate 
el  narcotismo.  El  café  le  aventaja,  ya  tomado  en  lavativas,  ya  en  bebi- 
das; el  primer  medio  es  preferible,  ya  en  infusión,  ya  en  cocimiento. 
Cuanta  mas  edad  tenga  el  sugeto,  mayor  dósis.  Luego* se  practican  fric- 
ciones en  todo  el  cuerpo  del  envenenado,  se  le  estimula,  se  ie  fuerza  á 
marchar,  se  le  calienta,  se  le  aplican  sinapismos,  lienzos  calientes  á las 
plantas  de  los  piés  ; y si  hay  dureza  de  pulso,  síntomas  de  congestión  ce- 
rebral, se  le  sangrará.  En  una  palabra,  se  adoptará  la  medicina  sin- 
tomática. 

El  doctor  Harley  recomienda  las  afusiones  de  agua  fria  en  la  cabeza, 
fundado  en  un  caso  práctico,  en  el  que  produjo  excelentes  resultados, 
disipándose  rápidamente  el  coma  producido  por  el  opio. 

Algunos  han  creído  que  hay  antagonismo  entre  los  narcóticos  y la  be- 
lladona, y han  propuesto  atacar  recíprocamente  esas  intoxicaciones  con 
su  antagonista.  La  experiencia  no  ha  sancionado  ese  antagonismo. 

Las  análisis  químicas,  en  los  casos  de  intoxicación  narcótica,  no  se  eje- 
cutan siempre  del  mismo  modo.  Si  son  de  los  dos  primeros  de  los  ocho 
que  hemos  supuesto  en  la  Química  de  la  intoxicación,  hay  que  atender 
á los  caracteres  físicos  y químicos  de  cada  sustancia,  sólida  ó líquida,  que 
se  nos  presenta  como  causante  de  la  intoxicación  , puesto  que  se  han  de 
analizar.  Si  son  sustancias  procedentes  del  sugeto  envenenado , materias 
arrojadas  por  vómitos,  órganos  y líquidos  del  cadáver,  ya  llevo  dicho 
que  los  toxicólogos  no  se  atienen  mas  que  á la  investigación  de  la  mor- 
fina y del  ácido  mecónico. 

Si  se  nos  presentan  cápsulas  ó restos  de  ellas  en  un  puchero  donde  se 
hayan  cocido,  las  conoceremos  por  sus  caractéres  botánicos.  Esponjosas, 
blancas,  con  troforspermos  parietales  en  forma  de  láminas  longitudinales 
delgadas , amarillentas , cada  una  de  las  cuales  corresponde  á uno  de  los 
estigmatas  lineales  del  disco  rayado.  En  esos  troforspermos  están  las  se- 
millas , que  son  pequeñísimas,  reniformes , de  un  color  blanco  amari- 
llento, translúcidas.  Enteras,  no  hay  nada  mas  fácil  de  conocer. 

- El  cocimiento  se  tratará  como  dijimos  en  el  cuarto  caso  y como  diré- 
nios  luego,  al  hablar  de  las  materias  procedentes  del  sugeto  envenenado. 

El  opio  le  conocerémos  porque  se  presenta  al  estado  sólido,  en  masa 
amorfa,  negruzca  , como  una  especie  de  pez  , olor  nauseabundo,  viroso 
y sumamente  amargo.  Aunque  le  hay  en  lágrimas,  que  es  el  extraído  ae 
las  cápsulas  tiernas  por  meaio  de  incisiones  hechas  en  ellas : el  tebaico 


- 1071  - 

procedente  de  la  evaporación  y concentración  de  ese  jugo  y el  meconío, 
que  es  el  obtenido  por  medio  de  las  cápsulas  en  ebullición";  no  debemos 
pararnos  en  sus  diferentes  modos  de  prepararle  ni  en  su  procedencia,  por- 
que en  el  fondo  vienen  á contener  los  mismos  principios  importantes  para 
el  toxicólogo. 

Llevo  dicho  que  esa  sustancia  no  es  simple;  es  un  jugo  que  se  compone 
de  una  multitud  de  principios  , los  más  alcaloideos,  los  cuales  se  hallan 
en  él , al  estado  de  sal,  de  meconatos  ó sulfatos  solubles. 

Tratado  el  opio  con  agua  fría,  sea  cual  fuere  su  origen  y modo  de  ob- 
tenerle, cede  á dicho  líquido  la  mayor  parte  de  sus  principios;  todos  los 
que  son  solubles  en  ella,  de  suerte  que,  pesado,  da  á veces  la  mitad  de  su 
peso.  Filtrado , queda  un  residuo  glutinoso  y elástico , que  puede  mala- 
xarse entre  los  dedos. 

El  líquido  filtrado  es  de  un  color  pardo  rojizo,  que  se  va  aclarando  rá- 
pidamente. Sobre  filtrar  fácilmente,  enrojece  el  papel  de  tornasol.  El  es 
el  que  tiene  en  disolución  todos  los  principios  activos  del  opio;  puesto 
que  el  residuo  glutinoso  no  tiene  ninguna  acción  sobre  la  economía.  De 
ese  líquido  extrae  el  arte  todos  los  principios  característicos  del  opio. 

Tratado  ese  licor  por  la  potasa  cáustica , da  un  abundante  precipitado 
blanco  cuajado.  Es  un  compuesto  de  todos  los  alcaléides  que  precipitan 
por  dicho  álcali.  Otro  tanto  hace  el  amoníaco. 

Para  la  separación  de  esos  alcaloideos  hay  que  apelar  á diferentes  reac- 
ciones. La  morfina  por  de  pronto  se  puede  separar  de  los  demás,  porque 
un  exceso  de  potasa  la  redisuelve,  y filtrando,  se  aisla  de  los  demás  alca- 
loideos, ninguno  de  los  cuales  se  redisuelve. 

Con  la  potasa  diluida  se  disuelven  la  narceina  y la  tebaina,  y así  se 
pueden  separar  de  las  que  son  insolubles  hasta  en  el  álcali  diluido",  como 
la  codeina,  la  narcotina  y la  papaverina. 

Con  el  éter  pueden  separarse  la  narceina,  que  es  insoluble  en  él , y la 
tebaina  que  es  soluble  ; así,  tratando  con  ese  disolvente  el  soluto  dado  por 
la  potasa  diluida,  el  éter  se  llevará  á la  zona  superior  la  tebaina,  dejando 
en  la  inferior  la  narceina , y decantando,  quedarán  separadas. 

La  codeina  es  soluble  en  el  agua  y se  separará  de  la  narcotina  y papa- 
verina que  son  insolubles. 

Si  se  trata  otra  porción  del  licor  primitivo,  aunque  se  extienda  en  agua 
destilada  con  .percloruro  de  hierro,  aquel  toma  un  color  rojo  muy  oscuro, 
debido  á la  reacción  del  ácido  mecánico. 

Tomando  otra  porción  del  licor  primitivo,  se  trata  con  agua  de  almi- 
dón ó un  cocimiento  de  este  y ácido  yódico,  y hay  un  precipitado  ó co- 
loración azul  oscura. 

Por  último , si  se  trata  otra  porción,  evaporándola  hasta  casi  la  consis- 
tencia de  extracto  seco,  con  ácido  nítrico,  toma  inmediatamente  una  co- 
loración amarilla  que  pasa  rápidamente  á color  de  azufre  ó sangre  , des- 
prendiendo vapores  rutilantes  de  ácido  nitroso. 

Estas  dos  últimas  reacciones  revelan  la  morfina;  de  suerte  que,  aunque 
no  obtengamos  mas  que  estas  reacciones  y la  del  ácido  mecánico  pode- 
mos afirmar  que  la  sustancia  es  opio.  Las  reacciones  de  la  morfina  sor. 
mas  francas,  si  antes  de  tratar  el  licor  con  el  almidón  y el  ácido  yódico, 
y el  ácido  nítrico,  redisolvemos  dicho  alcaloideo  con  la  potasa  cáustica  en 
exceso,  separándola  por  medio  del  filtro  de  los  demás  alcaloideos. 

Estas  reacciones  se  obtienen  lo  mismo  del  opio  en  bruto,  que  del  ex- 
tracto gomoso  de  opio.  Este  extracto  no  viene  á ser  mas  que  un  opio 


— 1072  — 

mas  puro.  Es  una  preparación  farmacológica , y la  mas  usada  en  me- 

d'lT morfina  es  un  cuerpo  sólido,  blanco  , muy  amargo,  cristalizado  en 
prismas  muy  cortos,  pertenecientes  al  sistema  romboideo,  inodora,  poco 
soluble  en  el  agua,  la  que  sin  embargo  vuelve  alcalina,  muy  soluble  en 
el  alcohol  y mas  en  caliente,  casi  insoluble  en  el  éter-hídrico  y el  cloro- 
formo, pero  soluble  en  el  éter  acético  rectificado;  es  muy  soluble  en  los 
ácidos.  La  potasa  y el  amoníaco  y hasta  la  sal  la  disuelven  también ; así 
es  que,  aun  cuando  la  precipiten  al  principio  de  una  sal,  el  precipitado 
se  redisuelve  en  un  exceso  de  reactivo. 

Tratado  un  poco  de  morfina,  en  una  cápsula  ó vidrio  de  reloj,  con  unas 
gotas  de  ácido  nítrico,  se  tifie  de  amarillo  y rápidamente  pasa  á carmín  y 
rojo  de  sangre,  desprendiéndose  vapores  rutilantes. 

Una  sal  de  peróxido  de  hierro , el  persulfato  ó el  percloruro,  le  da  un 
color  azul.  Para  que  esta  reacción  salga  bien,  es  indispensable  que  la  sal 
férrica  esté  concentrada  y sea  lo  menos  ácida  posible.  El  persulfato  es 
mejor.  Una  gota  que  caiga  en  los  cristales  de  morfina , la  tiñe  , movién- 
dola con  una  varilla.  Si  la  sal  férrica  está  en  exceso,  el  color  pasa  á verde. 
Si  la  morfina  se  disuelve  en  alcohol,  ó la  sal  férrica  es  ácida,  no  hay  co- 
loración; otro  tanto  sucede  si  la  temperatura  pasa  de  SO  grados. 

Si  se  trata  la  morfina  en  polvo  con  ácido  yódico,  el  ácido  se  descom- 
pone y se  queda  libre  el  yodo,  que  revela  su  color  rojo  de  jacinto  oscuro 
y su  olor.  Si  se  añade  una  disolución  de  almidón , acto  continuo  toma  el 
color  azul  oscuro. 

Esta  reacción  puede  hacerse , tratando  la  morfina  con  una  mezcla  de 
cocimiento  de  almidón  y ácido  yódico  ya  preparado.  Se  prepara  el  agua 
de  almidón  haciendo  hervir  por  diez  minutos  un  gramo  de  almidón  en 
2o  de  agua  destilada,  y cuando  este  líquido  está  frió,  se  toman  de  él  10 
gramos  y se  disuelve  en  el  mismo  uno  de  ácido  yódico  puro  y cristali- 
zado. Unas  cuantas  gotas  de  esta  mezcla  hacen  dar  á la  morfina  acto  con- 
tinuo la  coloración  azul. 

Un  yodato  alcalino  puede  dar  los  mismos  resultados  que  el  ácido  yó- 
dico, el  de  sosa  por  ejemplo;  mas  en  este  caso  hay  que  echar  unas  go- 
tas de  ácido  sulfúrico  que  desalojen  al  ácido  del  yodato  para  que  este 
pueda  atacar  al  almidón.  Esta  reacción  es  mas  sensible,  puesto  que  pue- 
den revelarse  7 milésimos  de  morfina. 

Las  sales  de  morfina  se  reconocen  del  mismo  modo  que  la  morfina  sola. 
Los  principales  son:  el  sulfato,  el  acetato  y el  hidroclorato.  Son  solubles 
en  el  agua  y el  alcohol,  poco  ó nada  en  el  éter,  muy  amargos  y blancos, 
cristalinos  ó pulverulentos.  Precipitan  en  blanco  por  el  tanino  y por  el 
bicloruro  de  mercurio;  en  moreno,  por  el  yoduro  yodurado  de  potasio; 
en  amarillo  lechoso,  por  bicloruro  de  platino,  precipitado  que  en  el  agua 
hirviendo  se  reblandece  y pone  resinoso,  y en  amarillo  claro,  por  ácido 
fosfomolíbdico. 

La  codeina  es  sólida,  blanca,  cristaliza  en  gruesos  octáedros  de  base 
rectangular.  Es  soluble  en  el  agua  fria  y mas  en  la  caliente.  Es  soluble 
en  el  alcohol  y el  éter;  no  se  descompone  con  ella  el  ácido  yódico,  ni 
da  reacción  con  el  persulfato  de  hierro;  el  ácido  nítrico  la  tiñe  de  verde. 
El  yoduro  doble  de  mercurio  y de  potásio  le  hace  dar  un  precipitado 
abundante  de  amarillo  de  canario. 

La  narcolina  cristaliza  en  agujas  brillantes , y es  insoluble  en  el  agua  y 
poco  soluble  en  el  alcohol  y el  éter.  Ni  el  ácido  yódico,  ni  las  sales  ter- 


I 


- Í013  - 

ricas,  tienen  acción  sobre  ella.  El  ácido  nítrico  concentrado  en  caliente 
le  hace  dar  vapores  rutilantes  en  abundancia  y se  produce  tma  materia 
resinoídea.  Tratada  con  el  yoduro  mercúrico-potásico,  precipita  en  blanco 
lechoso. 

La  narceina  cristaliza  en  agujas  blancas  sedosas  prolongadas ; poco  so- 
luble en  el  agua , insoluble  en  el  éter  y soluble  en  el  alcohol.  Al  con- 
tacto del  yodo  se  pone  azul , echando  un  poco  del  polvo  en  una  disolu- 
ción de  10  partes  de  agua,  2 de  yoduro  de  potasio  y una  de  yodo.  La 
presencia  de  un  álcali  libre  ó la  elevación  de  temperatura  impiden  esa 
reacción ; la  disuelve  en  frió  dando  al  licor  un  color  rojo  intenso , que 
pasa  al  verde  calentando. 

La  tebaina  , llamada  también  paramorfina , cristaliza  en  lentejuelas  na- 
caradas, de  un  sabor  muy  estíptico  mas  bien  que  amargo;  insoluble  en  el 
agua , soluble  en  el  alcohol  y el  éter.  El  ácido  sulfúrico  concentrado  la 
tiñe  de  rojo  oscuro , y el  nítrico  concentrado  también  da  con  ella  una 
reacción  muy  viva,  tanto  en  frió  como  en  caliente  ; el  licor  adquiere  un 
color  amarillo  que  se  pone  oscuro,  añadiéndole  potasa  cáustica,  y des- 
prende un  producto  volátil  alcalino. 

La  papaverina  cristaliza  en  agujas  finas  incoloras  , insoluble  en  el  agua, 
soluble  en  el  alcohol  y el  éter.  El  ácido  sulfúrico  le  da  una  coloración 
azul  muy  oscura. 

Si  fuese  ácido  mecánico  lo  que  se  nos  diera  á analizar,  le  conoceríamos 
porque  cristaliza  en  lentejuelas  blancas , nacaradas,  suaves  al  tacto,  de 
sabor  ágrio  y estíptico.  Disuelto  en  agua,  é hirviendo,  desprende  ácido 
carbónico,  y si  se  añade  un  poco  de  ácido  sulfúrico  ó clorhídrico,  sedes- 
prende  el  carbónico  con  efervescencia.  Es  fusible  y volátil. 

Tratado  con  una  sal  férrica,  persulfato  ó percloruro,  siquiera  sea  di- 
luida su  disolución , toma  una  coloración  roja  de  sangre , sin  que  se 
oponga  á ello,  ni  la  ebullición,  ni  la  presencia  de  los  ácidos  diluidos; 
tampoco  la  hace  descomponer  el  cloruro  de  oro.  El  ácido  sulfhídrico  la 
destiñe,  pero  vuelve  á parecer  con  nueva  cantidad  de  la  sal  férrica,  así 
como  los  hipocloritos  alcalinos  la  destiñen  para  siempre. 

Las  sales  de  todos  esos  principios  inmediatos  del  opio  se  conducen  con 
los  reactivos  del  propio  modo,  con  ligeras  diferencias,  en  punto  ála  solu- 
bilidad en  el  agua,  que  las  disuelve  todas,  y en  el  éter,  donde  algunas 
son  insolubles. 

Si  fuere  la  sustancia  sospechosa  el  láudano,  también  será  fácil  cono- 
cerle. El  láudano  líquido  de  Sydenham  es  un  compuesto  de  una  libra  de 
vino  de  Málaga  ó Alicante,  en  el  que  se  hace  macerar  por  algún  tiempo 
dos  onzas  de  opio  en  bruto,  una  de  azafran  y una  dracraa  de  corteza  de 
canela  y otra  de  clavos.  Es  un  líquido  de  un  color  amarillo  rojizo  oscuro 
visto  en  masa,  tiñendo  las  paredes  del  vaso  de  amarillo  de  oro  persistente 
y de  amarillo  rojizo  lo  que  toca.  Su  olor  es  viroso,  mezclado  con  el  del 
vino  y azafran  que  casi  domina.  Veinte  gotas  contienen  2 granos  de  opio 
en  bruto  y uno  de  extracto  de  opio. 

Tratado  por  el  amoníaco,  da  un  abundante  precipitado,  en  su  mayor 
parte  morfina  teñida  por  la  materia  colorante  del  azafran.  Recogido  el 
precipitado  lavado  con  agua  alcoholizada  ligeramente,  redisuelto  en  un 
poco  de  agua  acidulada  y precipitado  de  nuevo  con  amoníaco,  da  un 
polvo  casi  blanco  , que,  tratado  sucesivamente  por  los  otros  reactivos  ca- 
racterísticos de  la  morfina,  la  revelan. 

El  láudano  de  Rousseau  es  un  vino  de  opio  obtenido  por  fermentación, 

TOXICOLOGÍA.  - 68 


— 107Í  ~ 

„ ,,  pnír a miel , espuma  de  cerveza  y agua.  Las  análisis  darán  los  mis- 

mos resultados,  puesto  que  contienen  opio. 

Otro  tanto  diréraos  si  fueran  jarabes  de  diacodion  , meconio,  de  mor- 

^Otro^anto,  en  fin,  si  fuesen  los  polvos  de  Dower,  las  píldoras  de  cino- 
glosa, la  triaca,  el  diascordio,  etc.,  en  las  cuales  entra  como  parte  prin- 
cipal el  opio.  En  los  polvos  de  Dower  entra  un  duodécimo  ele  opio;  en 
las  píldoras  de  cinoglosa , un  octavo  ; en  la  triaca , en  el  diascordio,  un 
septuagésimo  segundo. 

Si  en  lugar  de  ver  esas  sustancias  por  separado,  ó solas,  se  nos  diesen 
las  materias  procedentes  del  sugeto  envenenado , materias  vomitadas  ú 
órganos  y líquidos , ya  llevo  dicho  que  en  Toxicología  basta  hacer  cons- 
tar en  ellas  la  presencia  de  la  morfina  y del  ácido  mecónico,  para  afirmar 
que  hay  opio  ó alguno  de  sus  preparados.  Sin  embargo , eso  no  obsta 
para  que , si  hay  suficiente  cantidad  de  materia , se  haga  constar  la  pre- 
sencia de  otros  alcaloideos. 

Si  el  sugeto  se  hubiese  envenenado  con  láudano  líquido  de  Sydenham, 
que  es  el  que  con  mas  frecuencia  causa  esa  clase  de  muertes  , además  de 
los  efectos  que  obtendríamos  por  medio  de  los  reactivos  del  opio  y sus 
elementos,  seria  otro  dato  corroborante  el  color  amarillo  y olor  del  aza- 
frán que  presentarían  las  materias  vomitadas  y la  mucosa  cíel  tubo  diges- 
tivo. Hasta  los  labios  de  la  víctima,  los  vestidos  y el  suelo,  y lo  que  se 
ha  manchado  por  los  vómitos  , tienen  el  color  def  láudano. 

Respecto  á las  operaciones  preparatorias  para  someter  esas  materias  á 
la  acción  de  los  reactivos,  nada  tenemos  que  consignar  aquí , puesto  que 
lo  hemos  explicado  en  la  Química  de  la  intoxicación , casos  cuarto , quin- 
to, sexto  y séptimo,  y que  es  enteramente  aplicable  á esta  intoxicación, 
como  á todas. 

Si , conforme  á nuestro  proceder  expeditivo,  se  destina  cierta  cantidad 
á la  carbonización  por  el  ácido  sulfúrico,  no  se  hallará  nada  de  vene- 
nos inorgánicos;  lo  cual,  siquiera  sea  un  dato  negativo,  viene  á dar 
fuerza  á los  positivos,  que  darán  los  resultados  de  las  operaciones  para 
los  venenos  orgánicos. 

En  seguida  se  pasará , ó bien  al  proceder  de  Orfila,  Christisson , Che- 
valier,  Lassaigne , etc. ; esto  es , á colocar  las  materias  en  la  retorta  ó 
aparato  de  destilación,  tratando  luego  lo  recogido  en  el  recipiente  y lo 
de  la  retorta ; y si  acaso  eso  no  diese,  como  puede  suceder,  ningún  resul- 
tado, se  apelará  al  método  de  Stass,  teniendo  cuidado  de  emplear  el 
éter  acético,  en  los  términos  que  lo  indicamos  en  su  lugar,  puesto  que  en 
él  son  solubles  todos  los  alcaloideos , y que  la  morfina  es  poco  soluble 
en  el  eter  hídrico  ó sulfúrico ; y también  se  procederá  á la  diálisis,  puesto 
que  la  morfina  es  sustancia  que  por  el  método  de  Graham  puede  fácil- 
mente revelarse. 

Luego  que  por  cualquiera  de  esos  dos  procederes,  ó por  los  dos  á la 
vez , si  hay  materias  para  ello , se  hayan  aislado  los  alcaloideos  y el  ácido 
mecónico , se  tratarán  con  los  reactivos  indicados  y tenidos  como  mas 
característicos. 

Algunos  profesores , y á su  cabeza  colocarémos  á Christisson , opinan 
que  hay  dificultades  invencibles  con  respecto  á la  análisis  de  los  princi- 
pios del  opio , hecho  en  los  sólidos  y líquidos  del  cuerpo  humano  , des- 
t»  Ra  fie  Uin  enven^namiento  por  dicha  sustancia  en  masa.  Sin  negar  es- 
v s aiticultades,  sin  dejar  de  convenir  en  que  es  preciso  tomar  muchas 


— ioftí  - 

precauciones  para  obtener  el  ácido  mecónico  y la  morfina  misma,  que 
son  los  que  mas  á menudo , por  no  decir  siempre , se  encuentran ; en  el 
estado  actual  de  la  ciencia,  debemos  consignar  que  no  es  empeño  inven- 
cible; que,  procediendo  como  se  debe,  se  encuentran,  cuando  no  en 
los  vómitos,  ni  estómago  del  envenenado,  en  su  orina  , los  elementos  del 
opio , en  especial  el  ácido  mecónico , y mas  aun  la  morfina , en  mas  ó 
menos  cantidad,  pero  bastante  siempre  para  revelar  su  existencia  por 
medio  de  sus  correspondientes  reactivos. 

Ya  llevo  dicho  en  otra  parte , y al  fin  de  la  obra  va  el  caso  práctico, 
que  nosotros  pudimos  en  él  revelar  la  presencia  de  la  morfina , á pesar 
de  haber  seguido  el  proceder  que  menos  eficaz  se  considera,  y que,  por 
lo  mismo,  se  ha  abandonado  hoy  dia,  desde  el  descubrimiento  del  método 
de  Stass  y la  diálisis. 

M.  Tardieu  y Roussin  proceden,  en  los  casos  de  intoxicación  por  el 
opio  y sus  preparados , de  un  modo  que  consideran  preferible , no  solo 
al  de  Graham , del  cual  ni  hablan  , sino  al  de  Stass  , que  tienen  por  largo 
y fastidioso. 

Mezclan  todas  las  materias  procedentes  del  sugeto  envenenado , cor- 
tando á pedacitos  los  sólidos,  les  añaden  una  disolución  de  ácido  tártrico 
hasta  que  den  reacción  ácida.  Se  diluye  esa  papilla  ó mezcla  en  alcohol 
de  95  grados,  hasta  que  todo  pase  á líquido,  y que  nueva  añadidura  de 
alcohol  no  dé  precipitado  sensible.  Se  hace  digerir  algunas  horas  en  un 
balón  de  vidrio , á la  temperatura  de  50  grados , en  un  baño  de  maría. 
Se  deia  enfriar,  y se  filtra  al  través  de  un  lienzo  nuevo  préviamente  la- 
vado con  agua  acidulada  con  ácido  clorhídrico.  Se  exprime  fuertemente 
el  residuo  msoluble.  Se  trata  otra  vez  con  alcohol  de  95  grados  y se  ex- 
prime de  nuevo. 

Reunidos  los  licores  alcohólicos,  se  filtran  por  papel  Berzelius,  y se 
someten  á una  evaporación  cuidadosa  al  baño  de  maría,  hasta  consisten- 
cia de  jarabe.  Se  diluye  este  residuo  en  cinco  veces  su  peso  de  agua  des- 
tilada tibia , y se  filtra  otra  vez , y el  residuo  se  apura  con  agua  destilada 
sobre  el  mismo  filtro. 

Se  evaporan  estas  soluciones  acuosas  hasta  consistencia  de  extracto 
semi-líquido , y se  tratan  con  cinco  ó seis  veces  su  peso  de  alcohol  abso- 
luto ; se  filtran  y evaporan  de  nuevo  hasta  dicha  consistencia. 

En  este  residuo  hay  que  buscar  los  elementos  del  opio,  para  lo  cual 
se  disuelve  en  una  pequeña  cantidad  de  amoníaco;  este  no  debe  estar  en 
exceso ; el  líquido  resultante  solo  debe  echar  un  ligero  olor  amoniacal  y 
teñir  débilmente  de  azul  el  papel  rojo  de  tornasol  colocado  á un  centí- 
metro de  distancia  de  la  superficie. 

Haya  ó no  haya  opio  en  las  materias,  se  produce  un  precipitado  débil 
blanquecino.  Si  no  hay  opio , le  forman  exclusivamente  fosfatos  calcá- 
reos y férricos  impregnados  de  una  materia  animal.  Si  le  hay,  el  precipi- 
tado contiene  además  morfina. 

En  el  primer  caso,  el  precipitado,  lavado  con  agua  destilada,  no  se 
disuelve  en  alcohol  frió , ni  hirviendo ; si  se  calcina  el  residuo  abun- 
dante, aunque  se  carbonice  un  poco,  no  desaparece,  ni  al  rojo  cereza. 

Si  hay  morfina,  esta  no  precipita  en  el  acto;  tarda  algún  tiempo,  y á 
menudo  toma  la  forma  cristalina,  pegándose  á las  paredes  del  vaso. 

Los  autores  indicados  siguen  todavía  su  breve  y fácil  proceder,  expo- 
niendo algunas  operaciones  mas  para  separar  la  morfina  y el  ácido  me- 
cónico; exposición  que  no  seguimos,  porque  nos  parece  redundante.  Si 


- 1076  - 

. morfina  no  precipita  en  el  acto,  como  los  fosfatos  calcáreos  y férricos 
•á  qué  esperar  que  precipite  la  morfina,  y tener  luego  tanto  que  hacer 
para  separarla?  ¿A  qué  no  filtrar  y buscar  en  el  licor  filtrado  la  morfina? 

F Aquí  M.  Tardieu  y Roussin  han  sido  fieles  á su  costumbre.  Califican 
de  largo  y pesado  el  método  de  Slass,  y el  suyo  es  cuatro  veces  mas  largo, 
mas  pesado,  y,  lo  que  es  peor,  menos  racional  y eficaz,  no  solo  que  la 
diálisis,  sino  que  el  mismo  método  de  Slass. 

El  ácido  mecánico  que  pasa  al  estado  de  meconiato  de  amoníaco,  le 
tratan  acidulando  el  licor,  después  de  la  adición  del  amoníaco,  con  ácido 
clorhídrico,  y luego  con  unas  golas  de  persulfatode  hierro  que  en  el  acto 
determinan  la  coloración  rojo  intensa. 

g III.—  Beleño  negro. 

El  beleño  negro  es  venenoso,  principalmente  por  su  jugo,  el  cocimiento 
de  sus  raíces  y el  extracto.  El  jugo  de  las  hojas  es  menos  activo,  cuando 
la  planta  está  en  plena  vegetación ; sus  preparados  son  mas  enérgicos. 

Por  cualquiera  vía  que  se  emplee  causa,  á poca  diferencia,  los  mismos 
efectos.  Obra  sobre  el  sistema  nervioso  , produciendo  una  especie  de  lo- 
cura , á la  cual  sucede  luego  una  estupefacción  notable.  Según  M.  Flou- 
rens , el  beleño  causa  una  efusión  de  sangre  en  los  lóbulos  cerebrales,  lo 
mismo  que  el  opio.  Los  preparados  del  beleño  son  absorbidos.  Parece 
que  las  propiedades  del  beleño  son  debidas  á una  sustancia  alcalina  lla- 
mada por  Griger  y llesse  hyosciamina.  Este  principio  dilata  la  pupila  por 
largo  tiempo.  Es  sólido,  cristalizado  en  agujas,  incoloro,  transparente, 
sedoso  ó agrupado  en  estrellas ; sabor  ácre , parecido  al  tabaco , poco  so- 
luble en  el  agua,  soluble  en  el  alcohol  y el  éter.  Destilado  con  precau- 
ción, una  parte  se  volatiliza,  otra  se  descompone,  dando  vapores  amo- 
niacales. Calentado  con  agua,  se  volatiliza  en  parte;  su  disolución  acuosa 
vuelve  el  color  azul  al  tornasol  enrojezido.  La  tintura  del  yodo  le  da  el 
color  del  kermes.  La  nuez  de  agalla  le  precipita  en  blanco;  el  cloruro 
de  platino  no  le  enturbia.  La  intoxicación  producida  por  el  beleño  negro 
se  combate  á poca  diferencia  como  la  del  opio,  solo  que  no  hay  que  em- 
plear el  cocimiento  ó tintura  de  nuez  de  agallas.  El  beleño  blanco  es 
también  venenoso  , y causa  sopor,  convulsiones , salto  de  tendones  , in- 
sensibilidad , disfagia  y afonía  á veces , bien  que  esto  dura  poco.  Tam- 
bién son  venenosos  el  beleño  dorado,  el psialóides  y scopolia. 

Como  no  sea  encontrando  la  hyosciamina , lo  cual  es  muy  difícil , por 
no  decir  imposible,  no  pueden  las  análisis  probar  la  intoxicación  por  el 
beleño.  M.  Runge,  doctor  en  la  universidad  de  Berlín,  había  propuesto  c 
aplicar  los  humores  del  estómago  é intestinos,  la  sangre  y la  orina  de  los 
envenenados  por  el  beleño , belladona  y datura  stramonium , á los  ojos 
del  gato , por  cuanto  afirma  dicho  autor,  que  aquellos  humores  dilatan 
la  pupila  del  animal.  Orilla  ha  repetido  sus  experimentos  con  la  datura  y 
la  belladona,  y ha  tenido  resultados  iguales  á los  de  M.  Runge,  por  lo 
que  toca  á los  líquidos  del  intestino  de  un  pollo  envenenado  con  datura 
stramonium,  y nada  por  lo  tocante  á la  orina  y la  sangre.  A pesar  de  que 
no  indica  Orilla  haber  hecho  experimentos  con  el  beleño,  afirma  que  el 
medio  propuesto  por  Runge  no  puede  ser  aceptado  en  Medicina  legal , y 
tiene  razón.  Véase  lo  que  hemos  dicho  al  hablar  de  la  experimentación 

fisiológica.  < 


- 1077  - 

g IV.  — Acido  hidrociánico.  — Cianuros, 

La  dósis  medicinal  del  ácido  hidrociánico  es  de  5 centigramos  <5  un 
grano. 

El  ácido  cianhídrico  ó hidrociánico  de  Gay-Lussac  es  el  veneno  mas 
activo  que  se  conoce.  El  medicinal  contiene  mucha  agua , y,  por  lo  tanto, 
no  obra  con  tanta  intensidad , á no  ser  que  se  dé  en  dósis  mayor,  en  cuyo 
caso  los  efectos  son  idénticos.  Su  disolución  en  el  alcohol  y el  éter  le 
vuelve  mas  enérgico.  Expuesto  por  mucho  tiempo  al  aire,  se  debilita  y 
desvirtúa,  porque  se  evapora.  Sin  embargo,  si  se  conserva  cerrado  y se 
ha  convertido  en  una  sustancia  carbónica , es  todavía  muy  activo.  Los 
animales  de  sangre  caliente  sienten  mucho  mas  su  acción.  Mayor  canti- 
dad , mas  tiempo  de  acción,  la  juventud,  mucha  sensibilidad  , mayor  ac- 
tividad de  disolución  y mas  anchura  de  órganos  respiratorios , son  cir- 
cunstancias favorables  á la  acción  del  ácido  hidrociánico.  Cualquiera  que 
sea  el  tejido  en  que  se  aplique,  siempre  obra,  siempre  ejerce  su  acción. 
Sin  embargo,  esta  es  mas  ó menos  intensa,  según  la  vía  de  aplicación, 
en  este  órden:  sistema  arterial,  venoso,  tráquea,  pulmones,  mucosas  y 
serosas.  En  bebida  ó lavativas  es  menos  fuerte.  También  lo  es  menos  en 
las  heridas,  según  Orilla,  lo  cual  no  concuerda  con  su  mayor  actividad 
inyectado  en  los  vasos.  Más  dice  Oríila : que,  aplicado  este  ácido  á par- 
tes que  no  comuniquen  con  el  cerebro  y médula  espinal , es  débil.  Apaga 
la  contractilidad  del  corazón  y de  los  intestinos,  y es  absorbido. 

Según  los  experimentos  de  Coullon , y algunos  casos  prácticos  obser- 
vados en  el  hombre,  la  acción  del  ácido  hidrociánico,  siempre  enérgica 
y espantosa,  cuando  no  mala  sino  al  cabo  de  diez  ó quince  minutos,  se 
manifiesta  por  ciertos  grupos  de  síntomas  que  pueden  reducirse  á tres 
períodos.  En  el  primero  se  notan  vértigos,  la  cabeza  está  pesada,  la  mar- 
cha es  vacilante,  la  respiración  difícil  y hay  fuertes  latidos  del  corazón. 
Este  período  dura  poco.  Luego  viene  el  segundo,  con  sus  convulsiones 
atroces  y torcedura  de  la  cabeza  hácia  atrás , tiesura  de  lodos  los  miem- 
bros é insensibilidad  general.  Esto  dura  algunos  minutos , y al  fin  se  pre- 
senta el  tercer  período,  mas  largo  que  los  anteriores,  caracterizado  por 
el  coma  grave,  relajamiento  de  todos  los  músculos  y grande  insensibili- 
dad ; si  el  sugeto  no  respirase  y no  se  le  percibiesen  los  latidos  del  cora- 
zón , diríase  que  está  muerto.  *Si  en  semejante  estado  no  se  socorre  al 
atacado  ó animal  envenenado , sobreviene  luego  la  muerte.  A veces  se 
declaran  antes  algunos  accesos  tetánicos  momentáneos. 

Además  de  estos  síntomas,  se  nota  dolor  en  el  epigastrio  , convulsio- 
nes , vómitos  y fenómenos  diversos , según  los  animales  en  quienes  se 
haga  el  ensayo. 

El  ácido  hidrociánico  no  inflama  los  tejidos  á que  se  aplica  cuando 
mala  prontamente.  El  sistema  sanguíneo  venoso  está  ingurgitado  de  san- 
gre negra , aceitosa  y espesa.  La  contractilidad  de  los  músculos  volun- 
tarios primero,  luego  la  del  corazón  é intestinos,  se  pierde  inmediata- 
mente después  de  la  muerte.  Muchas  partes  del  cuerpo,  en  especial  el 
cerebro , la  médula , la  sangre  y el  corazón , exhalan  á veces  el  olor  de 
almendras  amargas. 

Cuando  este  ácido  tarda  algún  tiempo  en  matar,  hay  manifiesta  infla- 
mación de  la  mucosa  del  estómago  é intestinos  delgados,  un  notable 
desarrollo  de  las  criptas  mucosas  de  esta  membrana , ligera  inyección 
del  tejido  subperitoneal  de  dichas  visceras;  el  bazo,  reblandecido,  pa- 


— 1078  - 

,n  tejido  pultáceo;  las  venas  del  hígado,  llenas  de  sangre  negra  v 
las  venas , de  color  de  violeta  oscuro,  reblandecidas,  infartadas 
Ies  prendiéndose  fácilmente  la  membrana  celular.  El  corazón  vacío , lá 
sanare  líquida  en  todas  partes;  la  mucosa  de  la  laringe,  tráquea  y bron- 
quios , de  un  rojo  oscuro  que  el  agua  no  quita.  Hasta  la  mayor  profun 
didad  de  los  bronquios  hay  un  líquido  espumoso  y sanguinolento ; las 
membranas  del  cerebro  inyectadas;  las  venas  llenas  de  sangre  negra  y 
fluida  también.  El  cerebro  y médula  por  lo  común  sanos.  Adelon,  March, 
Marjolin  no  sintieron  el  olor  del  ácido  en  cuestión  en  varios  cadáveres. 
Sin  embargo,  dice  Orfila  que  él  y Gay-Lussac  le  percibieron  en  esos 
mismos  cadáveres  ocho  dias  después. 

Algunas  veces  se  conservan  los  cadáveres  bastante  tiempo  sin  pudrirse; 
otras  sucede  lo  contrario. 

El  ácido  hidrociánico  tiene  muchos  contravenenos  y antídotos,  si  he- 
mos de  atenernos  á los  que  se  han  preconizado;  muy  pocos,  ó ninguno, 
si  nos  guiamos  por  la  poca  eficacia  de  los  tales  antídotos  ó contravenenos. 
El  amoníaco,  la  infusión  concentrada  del  café,  el  aceite  de  trementina, 
la  sangría,  las  afusiones  del  agua  fria  en  la  cabeza  y pecho,  han  encon- 
trado sucesivamente  sus  apologistas.  Resumiendo  todo  lo  que  se  ha  ob- 
servado con  respecto  á tales  medios , podemos  establecer  la  siguiente  te- 
rapéutica contra  la  intoxicación  por  el  ácido  hidrociánico. 

Se  administra  al  envenenado  un  fuerte  emético,  si  el  veneno  ha  sido 
introducido  en  el  estómago,  y no  ha  trascurrido  mucho  tiempo.  Si  se  cal- 
culase que  ya  hubiese  pasado  á los  intestinos,  una  lavativa  purgante  seria 
preferible.  Se  aplican  en  seguida , ó mientras  se  dispone  el  emético,  á la 
nariz  del  enfermo  un  frasco  que  contenga  agua  clorosa  compuesta  de 
cinco  partes  de  agua  y una  de  cloro  líquido  ; en  su  defecto  agua  amonia- 
cal (una  parte  de  amoníaco  líquido  de  la  botica  y doce  de  agua).  Debe 
insistiese  en  la  inspiración  de  estos  gases  ó de  algunos  de  ellos , en  espe- 
cial del  cloro,  dejando  largos  intérvalos  de  descanso  al  enfermo.  Tam- 
bién deberá  sumergírsele  en  agua  tan  fria  como  sea  posible  , y desde  el 
principio  se  le  echará  este  líquido  en  la  cabeza,  en  la  nuca , y todo  el 
trayecto  de  la  columna  vertebral.  Se  aplicará  igualmente  una  vejiga  llena 
de  hielo  en  la  cabeza,  donde  se  dejará  hasta  que  desaparezcan  los  sínto- 
mas de  la  intoxicación.  Si  hay  congestión  sanguínea  cerebral,  se  aplica- 
rán sangrías  de  las  yugulares  y sanguijuelas  detrás  de  las  orejas.  Por  úl- 
timo, podrán  emplearse  las  fricciones  en  las  sienes  con  la  tintura  de 
cantáridas  y el  amoníaco,  sinapismos  en  los  piés  y bebidas  atemperantes 
después  por  algún  tiempo.  A beneficio  de  todos  estos  medios,  que  se  van 
combinando  á proporción  de  las  necesidades  é indicaciones,  se  ha  conse- 
guido salvar  á muchos  envenenados  con  este  ácido,  y se  conseguirá  por 
lo  común,  á menos  que  la  dósis  sea  tan  fuerte,  que  ataque  profunda- 
mente la  masa  de  la  sangre , y tras  ellas  el  sistema  nervioso. 

Respecto  de  las  análisis  químicas,  hay  que  tener  presente  lo  que  sigue: 
El  ácido  hidrociánico  anhidro  es  líquido,  sin  color;  pero  se  altera 
luego,  tomándole  moreno  y al  fin  negro,  olor  de  almendras  amargas. 
Una  gota  en  un  papel  se  volatiliza  en  parte,  y en  parte  se  solidifica;  á 
temperatura  elevada  se  volatiliza  todo.  Se  inflama  cerca  de  un  cuerpo  en 
ignición,  la  llama  es  amarilla  con  reflejos  azulencos.  Si  se  echa  una  gota 
en  una  copa  saturada  de  potasa , el  licor  no  tiene  color ; pero  echando 
algunas  gotas  de  una  mezcla  de  proto  y de  persulfato  ácido  de  hierro, 
oma  un  color  azul  verdoso  ó de  Prusia,  mezclado  con  un  precipitado  ro- 


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jizo.  Si  se  añaden  dos  gotas  de  ácido  clorhídrico,  el  precipitado  rojizo 
queda  disuelto,  y resta  el  azul  de  Prusia,  bajo  la  forma  de  un  precipitado 
ó de  una  simple  coloración.  Con  el  tiempo,  la  coloración  es  mas  notable. 
El  sulfato  de  cobre  hace  precipitar  en  blanco  amarillento  la  mezcla  de 
ácido  hidrociánico  y de  potasa;  algunas  gotas  de  ácido  clorhídrico  dan 
al  precipitado  el  color  blanco.  Una  gota  de  ácido  hidrociánico,  echada 
en  el  nitrato  de  plata,  da  lugar  á un  precipitado  blanco,  pesado,  insolu- 
ble, coagulado,  que  se  redisuelve  en  el  ácido  nítrico  concentrado  en  ca- 
liente , lo  cual  le  distingue  del  cloruro,  que  no  se  redisuelve  ; también  le 
disuelve  el  amoníaco.  Es  el  mejor  reactivo. 

El  ácido  hidrociánico  no  altera  el  color  de  los  líquidos  y sólidos  ani- 
males y vegetales,  con  los  cuales  se  incorpora;  puede  darse  con  el  vino, 
el  té  , el  café , la  leche  , la  cerveza , etc.  Al  cabo  de  cierto  tiempo,  sin 
embargo,  les  da  un  color  negruzco,  que  es  el  que  él  toma.  La  análisis  se 
efectúa  , tratando  los  líquidos  poco  colorados  inmediatamente  con  el  ni- 
trato de  plata , ó bien  se  calientan  en  un  aparato  particular;  se  destilan, 
y se  obra  sobre  el  producto  de  la  destilación.  Las  materias  sólidas  deben 
ser  tratadas  de  este  último  modo. 

Orfila  resuelve  tres  problemas  relativos  al  ácido  hidrociánico,  conce- 
bidos en  estos  términos  : l.°  ¿un  jarabe  contiene  ácido  cianhídrico?  2.° 
¿cuánto  ácido  contiene?  3.°  ¿basta  encontrar  ácido  cianhídrico  en  las 
materias  vomitadas , tubo  digestivo,  hígado  de  un  sugeto  que  se  sospe- 
che estar  envenenado  por  este  ácido,  para  afirmar  que  ha  habido  envene- 
namiento por  el  mismo?  El  primer  problema  le  resuelve  diciendo  que 
como  ningún  jarabe  da,  destilándole  un  producto  volátil  de  ácido  hidro- 
ciánico, ni  aun  los  que  contienen  cianuros  y el  que  contiene  hidrocianato 
amoniacal , sobre  no  ser  jamás  medicinal , da  además  del  ácido  amo- 
níaco ; es  fácil  reconocer  el  ácido  hidrociánico,  destilándole. 

El  segundo  problema  se  resuelve  pesando  el  cianuro  de  plata  que  se 
forma  con  la  precipitación  del  ácido,  tratado  por  el  nitrato  de  plata. 

Por  último,  en  cuanto  al  tercer  problema,  dice  que  no  basta,  para 
afirmar  que  ha  habido  envenenamiento,  encontrar  con  las  análisis  dicho 
ácido  en  el  cadáver:  l.°  porque  á veces  se  desarrolla  espontáneamente  en 
el  hombre  sano  ó enfermo;  2.°  porque  no  está  demostrado  que  no  se 
forme  en  cierta  época  de  la  putrefacción  , y 3.°  porque  puede  ser  intro- 
ducido después  de  la  muerte. 

La  primera  razón  va  apoyada  con  aclaraciones  ó citas  de  casos  prácti- 
cos. Brugnatelli  encontró  ácido  cianhídrico  en  la  orina  de  ciertos  hidró- 
picos. Otro  tanto  hizo  Gildefidorhrs.  Tiedemann  y Gmelin  le  encontra- 
ron en  la  saliva.  Orilla  dice  que  el  sudor  del  sobaco,  en  ciertos  sugetos, 
echa  olor  de  ácido  prúsico.  Algunos  autores  han  hablado  de  orina  azul. 
Esta  cuestión  ya  la  tratamos  de  un  modo  general  en  la  primera  parte , y 
allí  mismo  dijimos  cómo  debe  resolverla  siempre  el  médico  legista.  Po- 
niendo en  comparación  ó concordancia  las  análisis  con  los  síntomas  y 
autopsias , se  investiga  el  verdadero  origen  del  veneno. 

Pudiera  decir  algo  del  cianógcno , al  cual  debe,  sin  duda,  el  acido 
cianhídrico  su  virtud.  Es  mas  activo  todavía  que  este  ácido,  y produce 
efectos  muy  análogos  , por  no  decir  idénticos  ; por  lo  mismo,  le  es  apli- 
cable gran  parte  de  lo  dicho  sobre  el  ácido.  Este  gas  pudiera  figurar  en- 
tre los  anestésicos. 

Los  cianuros  de  potasio  y mercurio  son  también  terribles  venenos  que 
deben  al  cianógeno  su  virtud  tóxica,  y el  de  mercurio  al  ácido  y á la 


- 1080  - 

ó Sea  al  cianógeno  y al  mercurio.  El  cianuro  de  potasio,  ya  sea  el 
reparado  por  el  proceder  de  Wigers,  ó el  que  se  obtiene  haciendo  He- 
lar el  ácido  á una  disolución  de  potasa  , ó calcinando  el  cianuro  ama- 
rillo de  potasio  y de  hierro,  es  un  veneno  excesivamente  enérgico,  el 
cual  obra  como  el  ácido. 

El  cianuro  de  potasio  es  sólido  , blanco  , de  sabor  ácre  , alcalino, 
amargo,  y olor  fuerte  de  ácido  hidrociánico ; la  mayor  temperatura  no  le 
descompone,  sino  es  alcalino  y no  está  en  contacto  con  el  aire,  muy 
soluble  en  el  agua  y poco  en  él  alcohol.  Los  ácidos  débiles  desprenden 
sin  efervescencia  ácido  cianhídrico.  Su  disolución  acuosa  restablece  el 
color  azul  del  papel  rojo  de  tornasol , el  agua  de  cal  no  le  enturbia.  Los 
sulfatos  de  protóxido  y sesquióxido  de  hierro  le  precipitan  en  azul , en 
especial  añadiendo  algunas  gotas  de  ácido  clorhídrico ; el  óxido  de  co- 
bre, en  verde  de  manzana,  que  se  pone  blanco  ú opalino,  con  algunas 
gotas  de  ácido  clorhídrico.  El  nitrato  de  plata  le  precipita  en  blanco, 

Si  el  cianuro  de  potasio  es  sólido,  se  reconoce  con  las  análisis  por  los 
reactivos  del  cianógeno  que  acabamos  de  exponer,  y por  los  del  potasio; 
esto  es  , con  el  cloruro  de  platino,  ácido  perclórico,  etc. 

Si  forma  parte  de  una  pocion,  de  una  mezcla  alimenticia,  ó de  la  que 
se  haya  extraido  del  canal  digestivo,  se  introduce  en  una  retorta , en  es- 
pecial si  el  líquido  tiene  mucho  color,  con  un  poco  de  ácido  acético  puro, 
y se  procede  á la  destilación,  recogiendo  el  producto  de  esta  en  un  solu- 
tum  de  nitrato  de  plata  frió,  colocado  en  el  recipiente.  Si  se  obtiene  cia- 
nuro de  plata , se  concluye  que  había  cianuro  de  potasio  ó ácido  cianhí- 
drico, y se  averigua  cuál  de  los  dos  es,  tratando  lo  que  resta  en  la 
retorta  con  el  fuego  y el  alcohol  concentrado;  si  queda  potasa  , no  era 
el  ácido.  Como  los  ácidos,  por  débiles  que  sean,  descomponen  el  cia- 
nuro ; en  muchos  casos  no  habrá  necesidad  de  añadir  ácido  acético. 

El  cianuro  de  mercurio  es  blanco,  muy  pesado  é inodoro;  cristaliza  en 
prismas  de  base  cuadrada,  ya  opacas  * ya  transparentes,  sin  agua  de 
cristalización.  Su  sabor  es  el  de  las  sales  de  mercurio,  estíptico,  y es  uno 
de  los  venenos  mas  violentos.  Su  acción  es  doble,  porque  se  debe  á la 
vez  al  cianógeno  y al  mercurio,  produciendo  por  lo  tanto  síntomas  que 
corresponden  á los  dos  venenos. 

Al  calor  se  descompone,  y da  lugar  al  desprendimiento  de  cianógeno 
y separación  del  mercurio.  És  poco  soluble  en  el  alcohol,  soluble  en  el 
agua,  en  especial  hirviendo,  y su  solución  es  neutra.  La  potasa  hirviendo 
disuelve  el  cianuro  de  mercurio  sin  descomponerle.  Los  ácidos  clorhí 
drice,  yodhídrico  y sulfhídrico  le  descomponen  igualmente;  el  nítrico 
le  disuelve  sin  alterarle;  el  sulfúrico  le  transforma  en  una  masa  blanca 
y transparente  , semejante  á la  cola  de  almidón  (Pelouze  y Fremy). 

El  cianógeno  tiene  una  grande  afinidad  por  el  mercurio;  así  es  que 
varios  reactivos  , capaces  de  descomponer  otros  cianuros,  no  alteran  el 
de  mercurio.  En  este  caso  se  hallan  además  de  la  potasa  y ácido  nítrico, 
que  ya  hemos  visto  que  le  disuelven  sin  alterarse , el  amoníaco,  el  ni- 
trato de  plata,  el  yoduro  potásico,  y su  mezcla  con  una  sal  férrica. 

El  cianuio  de  plata  , que  se  forma  tratando  el  ácido  cianhídrico  y los 
cianuros  con  el  nitrato  de  plata , aunque  ya  se  reconoce  bastante  por  sus 
caractéres  especiales  , puede  todavía  determinarse  de  un  modo  mas  efi- 
caz y distintivo,  empleando  el  proceder  de  los  señores  Ossian,  Henry, 
qo,  y Uambert,  el  cual  consiste  en  lo  siguiente  : 
e ava  y deseca  el  precipitado  de  cianuro  de  plata , y se  mete  en  un 


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tubo  de  vidrio  estrecho,  largo  de  20  centímetros,  cerrado  por  un  ex- 
tremo, y se  añade  una  cantidad  menor  de  yodo  puro ; hecho  lo  cual, 
se  calienta  el  tubo  ligeramente  á la  llama  de  la  lámpara  de  alcohol.  Con 
esto,  el  cianuro  se  descompone ; el  cianógeno  se  combina  con  el  yodo,  y 
forma  cristales  en  aguja , muy  brillantes  de  yoduro  de  cianógeno.  Estos 
cristales  son  muy  volátiles.  Con  un  miligramo  de  cianuro  de  plata  se 
pueden  obtener.  Cerrando  el  tubo,  se  puede  conservar  como  pieza  de  con- 
vicción. Si  se  obtienen  muchos,  puede  producirse  con  ellos  el  azul  de 
JPrusia,  disolviéndolos  en  una  solución  acuosa  de  potasa,  añadiendo 
una  gota  de  una  mezcla  de  sulfato  y persulfato  de  hierro,  ó de  una  sal 
ferrosa  y férrica  , y ácido  clorhídrico  diluido. 


§ V.—  Almendras  amargas  y su  aceite  esencial. 

Las  almendras  amargas,  que  todos  conocen , pueden  hacerse  veneno- 
sas, ya  comiendo  notable  cantidad  de  ellas,  ya  bebiendo  mucha  horchata 
con  ellas  hecha.  Y no  es  precisamente  porque  contengan  ningún  princi- 
pio venenoso,  sino  porque  tienen  elementos  para  que  se  forme.  Su  sabor 
amargo  y su  olor  especial,  que  es  el  del  ácido  cianhídrico,  parece  que 
autorizaría  á pensar  que  contienen  este  ácido,  ya  formado,  ó por  lo  me- 
nos el  aceite  esencial  que  de  ellas  se  extrae,  destilándolas.  Sin  embargo, 
no  es  así;  ni  el  ácido,  ni  el  aceite  persisten;  el  que  tienen  es  un  aceite  fijo, 
dulce  é inocente.  El  aceite  esencial,  que  se  hace  venenoso,  y mas  por  su 
descomposición  en  ácido  cianhídrico  que  por' sí  mismo,  se  forma  en  con- 
tacto con  el  agua , y á beneficio  de  la  acción  de  la  emulsina  ó sinapiasa 
sobre  la  amigdalina , la  que  se  convierte  en  aceite  esencial , con  el  sabor 
picante  de  estos  aceites,  amargo,  y el  olor  tortísimo  de  las  almendras 
amargas  de  que  procede. 

Los  ácidos  y el  alcohol  impiden  que  la  emulsina  obre  sobre  la  amig- 
dalina y se  produzca  el  aceite  esencial,  fié  aquí  por  qué  pocas  almen- 
dras pueden  no  hacer  nada  comidas.  El  jugo  gástrico  , que  es  ácido,  lo 
impide.  Mas  si  falta,  ó si  las  almendras  son  muchas,  y el  ácido  falta  ó 
escasea,  entonces  se  forma  el  aceite  esencial,  y este  á veces  se  desdobla 
en  otros  productos  , uno  de  los  cuales  es  el  ácido  cianhídrico;  y de  aquí 
la  intoxicación  por  las  almendras  amargas. 

Otro  tanto  puede  suceder  con  las  de  los  huesos  de  albaricoque  y cual- 
quier otra  fruta,  que  sean  también  amargas,  si  se  comen  en  abundan- 
cia ; y mas  de  un  caso  ha  habido  en  que  se  han  intoxicado  chicos  y adul- 
tos por  comer  de  esas  almendras  en  alguna  cantidad. 

Hasta  puede  suceder  lo  propio  con  las  dulces  y los  dulces  ó pastas 
que  las  contengan;  puesto  que  también  tienen  emulsina  y amigdalina,  si 
falta  jugo  gástrico  que  neutralice  la  primera. 

Puesto  que  las  almendras  amargas  son  venenosas,  por  dar  lugar  á la 
formación  del  aceite  esencial  y dcí  ácido  cianhídrico,  excusado  es  decir 
cuáles  han  de  ser  los  síntomas  de  la  intoxicación,  la  anatomía  patoló- 
gica, la  terapéutica  y la  química  de  la  misma.  Todo  es  igual  á poca  dife- 
rencia á lo  que  del  ácido  mencionado  hemos  expuesto. 

El  aceite  esencial  de  almendras  amargas  es  un  cosmético  muy  usado, 
y entra  además  en  la  preparación  de  ciertos  dulces  y pastas.  .Sin  embar- 
go, aunque  está  en  las  manos  de  todos , son  pocos  los  envenenamientos 
que  produce ; es  muy  difícil  darle  á nadie  para  matarle  , por  ser  su  olor 
muy  fuerte,  y su  sabor  muy  ácre.  Regularmente  son  suicidios,  ó accidea- 


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tes  los  casos  que  se  han  observado.  En  los  Anales  de  Higiene  y Medicina 
legal  no  he  visto  mas  que  un  caso.  Orfila  trae  dos  observaciones:  un  sui- 
cidio que  fué  seguido  de  muerte , y un  accidente.  Yo  he  visto  un  caso  en 
el  que  se  extrajo  del  estómago  cierta  cantidad  de  aceite  esencial  de  al- 
mendras amargas,  y si  este  causó  la  muerte,  fué  por  haberle  tomado  una 
señorita,  creyendo  que,  así  como  se  le  habían  recomendado  en  enjuague 
con  agua  para  corregirse  la  fetidez  del  aliento,  diciéndole  que  procedía 
esa  fetidez  del  estómago,  creyó  que  llevado  allí  produciría  mas  efecto. 

La  acción  del  aceite  de  almendras  amargas  se  debe  también  al  ácido 
cianhídrico,  que  se  forma  en  el  estómago,  descomponiéndose  aquel,  de 
consiguiente  es  ocioso  ya  hablar  de  ello. 

La  cantidad  tóxica  varía : á veces  una  cucharada  ó algunas  gotas  basta 
para  trastornar  la  salud,  y otras  mayor  cantidad  no  mata.  Ocho  gramos 
tomó  un  sugeto  y murió.  Otro  se  bebió  diez  y seis,  y pudo  salvarse.  Eso 
depende  de  la  cantidad  que  se  transforma  en  ácido  hidrociánico.  En  el 
caso  de  mi  práctica , la  cantidad  que  se  halló  en  el  estómago  no  había 
producido  nada  , puesto  que  no  se  había  descompuesto. 

El  cuadro  de  síntomas  viene  á ser  el  mismo  que  el  del  ácido  hidrociá- 
nico. Otro  tanto  debo  decir  de  la  anatomía  patológica  y terapéutica. 

El  aceite  esencial  de  almendras  amargas  es  líquido,  incoloro  y refracta 
fuertemente  la  luz.  Su  olor  es  fuerte  y es  el  del  ácido  cianhídrico , el 
mismo  que  el  de  las  almendras.  Sabor  ácre  y quemante;  mas  pesado  que 
el  agua , poco  soluble  en  ella , inflamable , y arde  con  una  llama  fuligi- 
nosa , dejando  en  la  cápsula , donde  arde , una  capa  como  alquitranada 
de  olor  empireumático. 

El  ácido  nítrico , la  potasa , el  yodo , bromo  y cloro  le  descomponen. 
El  nitrato  de  plata  no  tiene  acción  sobre  él.  Y es  que  dicho  aceite  no 
contiene  el  ácido  hidrociánico,  ni  cianógeno,  porque  este  se  compone  de 
ázoe  y carbono,  y en  el  aceite  no  hay  ázoe,  es  un  compuesto  de  14  áto- 
mos de  carbono,  6 de  hidrógeno  y 2 de  oxígeno. 

Echando  unas  gotas  en  el  agua  ganan  el  fondo,  y agitando  se  pone  el 
agua  lechosa. 

Destilada  una  porción  en  una  retorta  con  su  recipiente , que  contenga 
un  poco  de  nitrato  de  plata  disuelto  en  agua , las  gotas  que  destilando 
caen  condensadas  en  el  recipiente,  apenas  si  forman  una  ligera  capa 
blanquecina , y la  mayor  parte  ganan  el  fondo  del  líquido.  Si  se  agita  se 
pone  ligeramente  blanquecino.  _ ' 

Tratado  con  potasa  ya  da  las  reacciones  del  ácido  hidrociánico ; una 
disolución  de  sulfato  ferroso-férrico  y unas  gotas  de  ácido  clorhídrico 
dan  la  coloración  de  azul  de  Prusia. 

El  nitrato  de  plata  hace  dar  al  aceite,  tratado  con  la  potasa,  el  precipi- 
tado de  cianuro  de  plata  soluble  en  el  amoníaco. 

Igualmente  da  su  reacción  el  sulfato  de  cobre;  precipitado  blanco  azu- 
lado y blanco  con  la  añadidura  del  ácido  clorhídrico. 

Si  se  echa  un  poco  de  dicho  aceite  en  un  vidrio  de  reloj  y en  otro  una 
gota  de  sulfhidralo  amónico,  y se  adaptan  sus  bordes,  sujetándolos  con 
unas  pinzas  ó sujetadores  de  latón , el  vapor  del  aceite  hace  tomar  un 
color  blanco  al  sulfuro  amónico.  Separados  los  vidrios  y evaporada  la 
gota  del  sulfuro  á un  calor  suave , si  se  trata  con  una  de  sulfato  ferroso- 
férrico  , tiene  un  color  rojo  de  sangre,  en  especial  si  se  calienta  un  poco. 

Si  se  practica  la  misma  operación,  pero  en  otros  vidrios , y en  lugar  uei 
sulfuro  se  pone  una  gota  de  nitrato  de  plata,  apenas  pierde  la  transparen- 


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cia , y solo  se  forma  una  nubecilla  ó película  blanca  casi  imperceptible 
en  el  centro,  que  al  cuarto  de  hora  se  hace  mas  notable. 

Si  el  aceite  esencial  ha  sido  todo  descompuesto  en  el  estómago  y absor- 
bido, se  procederá  como  se  ha  dicho,  al  hablar  del  ácido  cianhídrico.  Las 
materias  y los  órganos  se  destilan  en  el  aparato,  como  en  los  casos  cuarto, 
quinto,  sexto  y séptimo,  poniendo  en  el  recipiente  un  poco  de  nitrato 
de  plata  disuelto.  Si  hay  ácido  cianhídrico,  lo  probable  es  que  proceda 
de  una  intoxicación.  Será  raro  que  se  haya  descompuesto  todo  el  aceite, 
y como  no  es  soluble,  es  posible  que  se  encuentre  parteen  el  estómago. 

En  uno  de  nuestros  casos  prácticos  se  encontraron  cinco  gramos  mez- 
clados con  un  líquido  resto  de  digestión. 

§ VI.— Laurel  cerezo. 

El  agua  del  laurel  cerezo  es  la  que  se  hace  venenosa , pasando  de  2 
gramos  á 40,  que  es  su  dósis  medicinal  máxima.  Esa  agua  destilada  con- 
tiene ácido  cianhídrico  ó aceite  esencial  de  almendras  amargas , puesto 
que  este  no  solo  se  extrae  destilando  dichas  almendras , sino  también 
destilando  las  hojas  del  laurel  cerezo.  De  consiguiente,  todo  lo  que  he- 
mos dicho  de  las  almendras  amargas  y su  aceite , es  aplicable  al  agua 
destilada  de  dicho  laurel.  Tiene  sobre  los  animales  una  acción  análoga  á 
la  del  ácido  hidrociánico,  puesto  que  le  debe  sus  propiedades  venenosas, 
igualmente  que  al  aceite  esencial  que  contiene.  El  extracto  ó agua  de  la 
misma  planta  ó arbusto  no  es  venenosa , porque  el  ácido  y el  aceite  esen- 
cial se  han  evaporado  con  la  ebullición  necesaria  para  formar  el  ex- 
tracto. 

La  medicación  que  contra  la  intoxicación  por  el  laurel  cerezo  e^tá  in- 
dicada , es  la  misma  que  la  del  ácido,  en  virtud  del  cual  es  venenoso. 

Las  análisis  para  descubrir  los  principios  ó agentes  venenosos  son  las 
mismas,  y los  mismos  los  reactivos  que  hemos  expuesto  respecto  de  las 
almendras  amargas  y su  aceite. 

§ VII.— Lechuga  virosa. 

De  la  lechuga  virosa  se  saca  un  extracto  que  es  un  veneno  mucho 
menos  activo  , según  como  se  prepara.  Evaporando  el  jugo  de  la  planta 
á un  calor  suave,  es  mas  activo  que  por  cocimiento.  Obra  á la  manera 
de  los  narcóticos  sobre  el  sistema  nervioso  y parece  que  es  absorbido. 
En  el  sistema  sanguíneo  obra  con  mas  actividad.  Yicat  decia  que  co- 
miendo la  lechuga , ó respirando  el  vapor  que  se  exhala  de  ella  , cuando 
cuece , causa  la  embriaguez , y de  ella  se  podría  extraer  un  opio  tan  ac- 
tivo como  de  las  cabezas  de  adormideras.  Los  experimentos  de  Orfila 
han  demostrado  la  exageración  de  estos  asertos. 

El  tratamiento  contra  los  efectos  de  la  lechuga  virosa  ó de  su  extracto 
es  el  mismo  que  el  expuesto  contra  los  del  opio. 

§ VIII.— Solanina. 

Vómitos  violentos  y luego  sopor  ; hé  aquí  lo  que  esta  sustancia  produ- 
ce , semejándose  mucho  al  opio  por  lo  demás.  Es  una  sustancia  alcalina, 
vegetal , pulverulenta  , blanca , opaca , inodora  y de  un  sabor  amargo  y 
nauseabundo.  Hierve  á menos  de  100°  y se  cuaja  en  una  masa  cetrina  al 
enfriarse.  Es  soluble  en  agua,  éter  y aceite  de  trementina  y común  , más 


1084  — 


en  a 
jece 
nutn 
FJ 


. h0¡  y vuelve  el  color  azul  al  papel  rojo  de  tornasol.  No  se  enro- 
¿n  el  ácido  nítrico.  Es  el  principio  activo  de  varios  solanos ; el  sola- 
dulcamara  y el  solano  nigrum , etc. 
tratamiento  apenas  se  diferencia  del  del  beleño. 


§ 1%.— El  tejo. 

Desde  la  mas  remota  antigüedad  se  tiene  por  venenoso  el  tejo:  flores, 
hojas,  bayas,  corteza,  madera,  raiz,  hasta  la  sombra.  Los  poetas  y los 
autores  han  dicho  de  él  cosas  peregrinas.  Supónese  que  los  galos  unta- 
ban con  el  jugo  la  punta  de  sus  flechas,  y que  basta  dormirse  á su  som- 
bra para,  ya  que  no  caer  en  un  sopor  mortal,  sentirse  llena  la  piel  de 
una  erupción  peligrosa. 

Chevalier,  Lassaigne  y Reynal  han  publicado  una  extensa  memoria  (J) 
sobre  las  propiedades  venenosas  de  este  árbol  robusto  y espeso  cuando 
silvestre,  ó en  las  montañas,  y mas  chico  cuando  cultivado,  ó en  los  par- 
ques y jardines,  y con  numerosos  experimentos  han  probado  que  solo  las 
hojas  tiernas  y secas  y el  jugo  de  aquellas  es  venenoso.  Los  animales 
que  se  comen  las  hojas  se  intoxican.  El  agua  y el  alcohol  destilados  con 
esas  hojas,  no  adquieren  ninguna  virtud  dañina  , la  destilación  etérea  sí. 
Las  infusiones  y los  cocimientos  no  hacen  nada,  ó lo  más  provocan  vómi- 
tos y diarreas.  Hay  muchas  variedades  de  Taxus ; el  de  que  vamos  á ha- 
blar es  la  baccata , sin  pretender  que  los  otros  no  sean  tóxicos;  acaso  los 
de  países  cálidos  lo  sean  más.  Algo  significa  que  de  la  intoxicación  taxica 
haya  venido  la  palabra  toxicum  y de  ella  la  toxicología. 

Las  hojas  del  tejo  de  un  verde  sombrío  y negruzco  son  persistentes, 
lineares,  dispuestas  por  la  torsión  de  los  peciolos  en  dos  filas  á lo  largo 
de  las  ramas  como  los  dientes  de  un  peine.  El  principio  que  contienen  no 
está  conocido : llámanle  taxina ; pero  nada  sabemos  de  él  sino  que  es  in- 
soluble en  el  agua  , alcohol,  soluble  en  el  éter,  y que  en  el  estómago  se 
hace  absorbible. 

Los  síntomas  que  provoca  son  por  de  pronto  aumentar  los  latidos  del 
corazón,  las  pulsaciones  y el  movimiento  respiratorio;  irrita  violenta- 
mente el  estómago  y todo  el  tubo  digestivo , ocasionando  vómitos  y eva- 
cuaciones alvinas.  En  seguida  se  presentan  los  efectos  narcóticos  ó estu- 
pefacientes. Hay  inquietud  vaga,  notable  alteración  de  la  vista,  desva- 
necimientos notables,  la  circulación  disminuye,  la  respiración  se  va  po- 
niendo rara  y profunda,  hay  síncopes,  coma,  y por  último,  apaga- 
miento completo  y repentino  de  la  vida.  El  envenenado  cae  como  herido 
por  el  rayo  para  no  levantarse  más. 

El  tubo  digestivo  presenta  vestigios  indudables  de  inflamación.  En 
cuanto  á los  demás  órganos,  se  halla  lo  propio  de  los  venenos  nar- 
cóticos. 

El  tratamiento  es  el  general:  la  expulsión  por  vómitos,  las  bebidas 
emolientes , y luego  los  estimulantes  y diaforéticos. 

No  hay  que  pensar  en  análisis  químicas , puesto  que  no  conocemos  el 
veneno  que  produce  esa  intoxicación.  El  microscopio  puede  darnos  ya 
que  no  la  simple  vista , algunos  datos  sobre  los  restos  de  las  hojas  en  el 
estómago , ó en  las  materias  vomitadas  y materias  arrojadas  por  el  recto. 

Anales  de  II.  y i.t  [.  jv,  segunda  série, 


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§ X.— Nitroglicerina. 

Esta  sustancia  llamada  también  glonoina,  según  Meniehn,  produce  do- 
lores de  cabeza , aceleración  del  pulso  y luego  los  síntomas  del  narco- 
tismo. Basta  una  gota  tomada  en  un  terrón  de  azúcar  para  empezar  á 
obrar  y hasta  producir  el  narcotismo.  Es  un  veneno  todavía  poco  cono- 
cido en  toxicología.  Es  muy  volátil  y obra  como  los  anestésicos. 

§ XI.— Anilina. 

La  anilina  debe  ser  contada  entre  las  sustancias  venenosas  narcóti- 
cas , no  solo  cuando  se  toma  este  alcalóide  ó alguna  de  sus  sales , sino 
cuando  se  respira  el  polvo  de  los  colores  azules  en  cuya  composición  en- 
tran, azul  de  Lyon,  azul  de  luz,  fuschina,  etc.  M.  Chevalier  ha  demos- 
trado los  peligros  que  corren  los  que  respiran  los  vapores  de  la  anilina 
y los  obreros  de  las  fábricas  de  esa  sustancia  igual  que  de  la  benzina, 
nitro-benzina  y fuschina. 

La  anilina  se  hace  venenosa  disuelta  en  poca  cantidad  ; algunos  cen- 
tigramos bastan  para  ello.  Las  sales  parece  que  no  son  tan  enérgicas. 

Provoca  convulsiones  clónicas  violentas,  á veces  tónicas , que  persis- 
ten sin  interrupción  hasta  la  muerte.  Después  de  algún  tiempo  se  mani- 
fiesta disminución  de  la  sensibilidad , empezando  por  las  extremidades 
inferiores , luego  se  remonta  á las  superiores  y hay  pérdida  completa  de 
las  sensaciones;  la  temperatura  baja.  Localmente  parece  que  puede  pro- 
ducir alguna  irritación. 

La  autópsia  revela  las  alteraciones  propias  de  los  narcóticos,  y una 
ligera  hiperemia  en  el  estómago  é intestinos. 

La  anilina  es  un  álcali  orgánico  que  se  produce  de  varios  modos;  es 
líquida , incolora,  mancha  el  papel,  y estas  manchas  se  van  con  el  calor; 
hierve  á 82° , es  poco  soluble  en  el  agua,  y muy  soluble , en  todas  pro- 
porciones, en  el  alcohol  y el  éter.  Su  sabor  es  quemante,  es  mas  pesado 
que  el  agua.  Expuesto  al  aire  se  resiniíica , y enverdece  el  jarabe  de  vio- 
letas. No  ejerce  ninguna  acción  sobre  la  luz  polarizada.  Disuelve  el  fós- 
foro y el  azufre.  No  ejerce  acción  sobre  el  papel  de  tornasol.  Los  hipo- 
cloritos  alcalinos  se  tiñen  de  azul  con  ella.  Es  una  reacción  caracterís- 
tica. Forma  sales  con  los  ácidos  y precipita  el  cloruro  de  mercurio. 
Tiene  algunas  reacciones  análogas  ó iguales  á las  del  amoníaco. 

Aunque  absorbida  la  anilina  se  suele  descomponer,  sin  embargo  las 
análisis  químicas  han  podido  descubrirla  en  el  cerebro  y en  el  estómago. 
Sometiendo  las  materias  á la  destilación,  como  en  el  caso  7.ü,  ó al  mé- 
todo de  Stass  ó á la  diálisis , es  posible  aislarla  y someterla  luego  á los 
reactivos  que  acabamos  de  indicar,  en  especial  á la  del  hipoclorito  de 
sosa  ó potasa. 

§ XII.— Haba  del  Calabar. 

El  doctor  John  Baker  Edwards  habla  de  una  intoxicación  colectiva  pro- 
ducida por  las  habas  del  Calabar.  Un  buque  que  llegó  del  Calabar  á Li- 
verpool, tiró  entre  los  escombros  algunas  habas  de  aquel  país;  varios 
niños  las  comieron;  todos  enfermaron  y alguno  murió,  á las  dos  horas, 
habiendo  comido  seis  habas.  Según  ese  caso,  podemos,  siguiendo  las  con- 
clusiones de  dicho  profesor,  decir  que  el  haba  del  Calabar  produce  vó- 
mitos, temblores , dolores  en  las  piernas  , debilidad  y somnolencia,  piel 


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f *a  sudor  viscoso  , pulso  pequeño , débil  y á veces  una  postración  pro- 
fundé No  convulsiones. 

los  signos  autópsicos  son  negativos. 

La  terapéutica  consiste  en  hacer  vomitar , y luego  administrar  estimu- 
lantes , amoníaco  y aguardiente. 

El  líquido  que  se  halla  en  los  intestinos,  según  el  caso  de  John  Baker, 
extractado  por  el  alcohol,  tratado  por  el  éter  y evaporado,  da  las  siguien- 
tes reacciones : 

Con  la  potasa,  color  rosado  que  tira  al  rojo. 

Con  el  ácido  sulfúrico  concentrado,  color  rojo,  con  separación  de  un 
coágulo  resinoídeo. 

Con  el  ácido  sulfúrico  y bicromato  de  potasa,  violado  tirando  al  rojo;  la 
misma  reacción  añadiendo  bióxido  de  manganeso , siendo  mas  persistente 
el  color  purpúreo. 

Con  el  yoduro  yodurado  de  potasio , precipitado  amarillo. 

Con  el  percloruro  de  oro , precipitado  purpúreo. 

Con  el  amoniaco,  el  líquido  tira  á verde,  cuando  se  expone  á la  luz, 
luego  á azul  oscuro. 

Siéndolos  indicados  los  principales  narcóticos  vegetales,  paso  otras 
plantas  de  esta  clase  en  silencio,  y voy  A hablar  de 'los  nervioso-iníla- 
matorios. 

TÍTULO  IV. 

De  los  venenos  nervioso-inflaniatorlos. 

No  es  fácil  definir  exactamente  lo  que  debe  entenderse  por  venenos 
nervioso-inílamatorios.  Si  hubiéramos  de  atenernos  á lo  literal  de  esta 
voz,  diriamos  que  por  tales  se  entienden  aquellos  venenos  que  amortiguan 
el  sistema  nervioso,  al  propio  tiempo  que  producen  irritación  flogística 
en  otros  órganos  y sistemas.  Mas  cuando  tratamos  en  general  del  modo 
de  obrar  de  esos  venenos , de  ios  síntomas  que  provocan  y de  la  anato- 
mía patológica  que  les  corresponde , dijimos  que  no  todos  los  narcóticos 
irritantes  ó ácres  son  iguales  bajo  dichos  aspectos.  Háylos  que  irritan  y 
entorpecen;  háylos  que  tan  solo  amortiguan  la  sensibilidad  nerviosa. 
Hasta  los  mismos  venenos  que  entorpecen  ú obran  sobre  el  sistema  ner- 
vioso, no  lo  hacen  entorpeciéndole  realmente;  diríase  que  le  exaltan,  que 
le  vuelven  sumamente  impresionable;  de  aquí  las  convulsiones.  Mientras 
no  se  clasifiquen  con  mas  exactitud  los  venenos  comprendidos  en  este 
grupo,  no  será  tarea  fácil  una  buena  definición  de  estos  venenos. 

Los  venenos  nervioso-inflamatorios  son  casi  todos  del  reino  vegetal; 
el  cianuro  de  yodo  puede  considerarse  por  uno  de  sus  componentes  como 
el  único  mineral.  Entre  los  inorgánicos  podríamos  contar,  como  lo  hace 
Orilla,  los  venenos  gaseosos  que  hemos  comprendido  en  el  título  ante- 
rior. No  reproduciré  aquí  las  razones  que  me  han  conducido  á colocarlos 
en  otra  parte , no  hablando  mas  que  de  un  veneno  mineral  de  esta  clase. 

CAPÍTULO  PRIMERO. 

DE  LOS  VENENOS  NERVIOSO-INFLAMATORIOS  INORGANICOS. 

Excluyendo  de  este  título  los  compuestos  del  carbono,  no  contando 
tampoco  entre  los  venenos  de  este  título  el  ácido  sulfhídrico , colocado 


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por  Devergie  entre  los  narcótico-inflamatorios,  no  nos  qneda,  como  acabo 
de  indicar,  mas  que  el  cianuro  de  yodo.  Veamos,  pues,  este  veneno. 


g único.— Cianuro  de  yodo. 

Los  experimentos  hechos  con  este  veneno  en  conejos  y perros  han  de- 
mostrado que  es  en  estos  animales  de  una  grande  y rapidísima  energía; 
en  el  momento  produce  notables  convulsiones,  y los  animales  arrojan 
agudos  gritos.  Apenas  se  les  ha  ingerido  el  veneno , ya  espiran.  Parece 
que  los  perros  no  son  tan  sensibles  como  los  conejos  á la  acción  del  cia- 
nuro de  yodo.  Sus  emanaciones  producen  en  el  hombre  aturdimiento;  su 
causticidad  en  la  lengua  es  notable. 

En  cuanto  á las  lesiones  orgánicas  se  observan  no  pocas  anomalías:  in- 
flamación en  el  tubo  digestivo;  congestiones  pulmonales  y cerebrales,  á 
veces  poca  cosa,  y no  hay  relación  entre  tal  estado  y la  rapidez  ó lentitud 
de  la  muerte. 

El  tratamiento  es  el  que  ya  advertimos,  al  hablar  de  estos  venenos  en 
general.  Vómitos  por  medio  del  agua  ó bebidas  mucilaginosas;  si  hay 
convulsiones , fricciones  en  las  sienes  con  éter , alcohol  ó amoníaco  lí- 
quido; hacer  respirar  estos  licores;  nada  de  café  ni  quina.  Si  la  con- 
gestión se  hace  peligrosa,  sangrías  locales  y generales,  y demás  medios 
antiflogísticos. 

El  cianuro  de  yodo  es  sólido  en  forma  de  agujas  blancas,  largas  y muy 
delgadas,  olor  picante,  que  irrita  los  ojos  y provoca  el  lagrimeo.  Echado 
á las  ascuas  da  vapores  de  yodo  ó violados , es  soluble  en  el  agua  y más 
en  el  alcohol.  Esta  disolución  no  tiene  acción  sobre  los  colores  azules  ve- 
getales : precipita  por  el  nitrato  de  plata  en  blanco  amarillento ; tratada 
con  la  potasa  cáustica  y el  sulfato  de  protóxido  de  hierro , da  azul  de 
Prusia,  con  la  añadidura  de  algunas  gotas  de  ácido  clorhídrico. 

Si  se  analizan  los  líquidos  procedentes  de  ebulliciones  con  el  estómago, 
intestino,  lengua  y esófago,  no  se  encuentran  mas  que  las  reacciones  del 
yodo  : uua  disolución  ó jalea  de  almidón  con  un  poco  de  ácido  nítrico  da 
acto  continuo  el  yoduro  azul  de  almidón.  Las  reacciones  del  cianógeno 
no  se  obtienen  jamás , según  las  observaciones  de  Scoutetter.  Las  mate- 
rias animales  descomponen  el  cianuro  de  yodo  y el  yodo  pasa  al  estado 
de  ácido  yodhídrico. 


CAPÍTULO  II. 

DE  LOS  VENENOS  NERVIOSO-INFLAMATORIOS  ORGÁNICOS. 

Al  tratar  de  estos  venenos,  Orfila,  como  ya  lo  advertí  en  la  primera 
parte  de  este  Compendio,  ha  hecho  varios  grupos,  reuniendo  en  cada  uno 
aquellos  que  tienen  mas  caractéres  comunes  ó semejantes. 

En  el  primer  grupo  ha  colocado  los  venenos  narcótico-ácres,  que  obran 
particularmente  sobre  el  cerebro  ó algunas  otras  partes  del  sistema  ner- 
vioso y provocan  fenómenos  de  excitación  y narcotismo,  á los  cuales  su- 
cumben los  envenenados,  produciendo  además  una  irritación  intensa, 
que  no  es  jamás  la  causa  principal  de  la  muerte. 

En  el  segundo  están  colocados  los  que  producen  grandes  convulsiones 
tetánicas,  sin  producir  inflamación  ni  dejar  vestigios  de  flogosis  en  el  ca- 
dáver. 


— 10SS  - 

P e¡  tercero  figuran  cuatro  ó cinco  venenos  , cuya  acción  no  es  sobre 
l Cédula,  sino  mas  bien  sobre  ei  cerebro  ó todo  el  sistema  nervioso  en- 
tero produciendo  convulsiones  mas  bien  clónicas  que  tetánicas. 

Ei’ cuarto  grupo  está  constituido  por  los  hongos  del  género  amanita  y 

agárico.  . . . 

£1  quinto  lo  está  por  los  licores  espirituosos. 

El  sexto  le  forma  el  centeno  atizonado  y otros  vegetales , entre  ellos 
algunos  olorosos,  y los  compuestos  gaseosos  de  carbono. 

Sigamos  esta  distribución  en  el  estudio  especial  de  estos  venenos , ex- 
ceptuando los  compuestos  de  carbono,  los  que  ya  llevamos  estudiados  en 
tre  los  narcóticos,  el  cianuro  de  yodo  colocado  por  Orfila  en  el  primer 
grupo,  pero  al  íin  de  todos  los  demás  que  en  él  comprende;  y separando 
los  que  forman  nuestra  clase  de  asfixiantes  tetánicos  paralíticos  y anes- 
tésicos, de  los  cuales  tratarémos  después. 

ARTÍCULO  PRIMERO. 

DE  LOS  VENENOS  NERVIOSO-INFLAMATORIOS  REALMENTE  TALES. 

Los  llamo  realmente  tales,  porque,  en  efecto,  producen  narcotismo  y 
excitación;  porque  causan,  además  del  estupor,  fenómenos  flogísticos. 
Comprenderemos  en  este  grupo  los  siguientes: 

La  cebolla  albarrana,  enanta  crocala,  el  acónito,  el  eléboro  negro  y blanco , 
la  veralrina,  la  cebadillina , el  cólchico , la  belladona  , la  atropina,  la  datura, 
el  tabaco,  las  diversas  especies  de  cicuta,  el  laurel  rosa,  la  anagálida,  la 
arisloloquia,  la  ruda  y el  languino. 

En  la  primera  parte  de  este  Compendio  dijimos  cuál  es  la  acción  que 
los  caracteriza,  con  todo  lo  demás  que  pueda  tomarse  como  generalidad. 
Vamos  á estudiar  particularmente  cada  uno  de  estos  venenos. 

§ I.— Cebolla  albarrana. 

La  dósis  medicinal  máxima  del  extracto  es  10  centigramos  ó 2 granos. 

La  cebolla  albarrana  ó seila  marítima  es  venenosa  por  un  principio  ó 
materia  blanca  de  fractura  resinosa,  amarga,  soluble  en  el  alcohol,  la  que 
no  da  ácido  mímico  tratada  con  el  ácido  nítrico:  este  principio  se  llama 
escilitina.  Ejerce  su  acción  sobre  el  sistema  nervioso;  es  absorbida  en  es- 
tado de  descomposición,  y determina  muy  á menudo  náuseas  y vómitos. 
En  los  pulmones  no  se  encuentran  lesiones  orgánicas;  las  partes  que  toca 
se  inflaman  intensamente.  El  bulbo  es  el  venenoso.  No  ofrece  nada  mas 
especial. 

§ II.  — Enmata  crocata. 

La  raíz  de  la  enanta  crocala  ejerce  una  acción  mas  irritante  en  las  par- 
tes que  toca,  y afecta  intensamente  el  sistema  nervioso.  Basta  rasparlas 
y manosearlas  mucho  para  sentirse  como  picado  de  ortigas.  Entre  los 
síntomas  que  esta  raiz  produce,  se  advierte  cierto  ardor  en  la  garganta, 
cerramiento  trismático,  abultamiento  de  vientre  y á veces  manchas  lívi- 
das en  la  piel.  En  el  estómago  é intestinos  se  notan  puntos  encarnados  y 
afectados  de  gangrena. 

. La  intoxicación  por  esta  raiz  es  muy  común ; el  sabor  azucarado  que 
tiene , y la  facilidad  de  confundirla  con  otras  que  son  inofensivas  y que 


- 1089  - 

sé  comen  como  ensalada,  da  lugar  á estas  intoxicaciones.  Dicha  raíz  es 
vivaz , compuesta  de  un  hacecillo  de  tubérculos  carnosos  prolongados, 
del  grosor  del  meñique,  llenos  de  un  jugo  lechoso  blanquecino,  que  se 
pone  amarillo  azafranado , expuesto  al  aire. 

El  emético  ha  sido  en  varios  casos  prácticos  el  remedio  mas  o por  tuílo 
cuando  se  ha  llegado  á tiempo.  El  plan  antiflogístico  no  ha  alcanzado  á 
detener  la  marcha  rápida  y ejecutiva  del  mal. 

g III.— Acónito. 

Las  hojas  y la  raiz  del  acónito  son  igualmente  venenosas , el  extracto 
acuoso  también  y mucho  mas  el  resinoso.  Su  dósis  medicinal  máxima  es 
de  10  centigramos  ó 2 granos;  el  alcohólico,  5 centigramos  ó un  grano. 
Su  virtud  mortífera  parece  ser  debida  á la  aconitina  /materia  blanca,  lu- 
ciente como  el  vidrio,  inodora,  amarga,  ácre,  inalterable  al  aire,  poco 
soluble  en  el  agua,  mas  en  el  alcohol  y mas  en  el  éter.  El  cloruro  de  pla- 
tino precipita  el  solutum  acuoso.  El  ácido  nítrico  la  disuelve  sin  teñirla; 
calentada,  se  funde  fácilmente  y no  se  volatiliza;  pero  da  vapores  de  amo- 
níaco , descomponiéndose.  Este  principio  dilata  la  pupila  aplicándole  al 
ojo,  y es  extremadamente  venenoso.  El  sistema  nervioso,  y en  especial  el 
cerebro,  son  los  vivamente  afectados  por  el  acónito,  el  cual  produce  una 
especie  de  alteración  mental  entre  otros  síntomas.  La  irritación  local  es 
también  notable  á causa  de  la  acción  del  acónito. 

Los  profesores  T.  y II.  Smith  han  descubierto  un  nuevo  alcaloideo  del 
acónito  napelo , que  llaman  aconelina , parecido  en  reacciones  á la  nar- 
cotina.  Es  todavía  poco  conocido  este  alcalóide.  M.  Morson  habla  de  otro 
que  llama  napelina. 

Hay  otros  varios  acónitos,  como  el  anlhora  , el  lycoctonum , el  ferox , los 
cuales  son  también  muy  venenosos. 

§ IV.— Eléboro  negro. 

La  raiz  del  eléboro  negro,  cuando  es  fresca,  tiene  un  principio  volátil, 
ácre,  en  el  cual  residen  las  propiedades  venenosas  de  la  planta.  Es  esen- 
cialmente emética,  aumenta  la  secreción  salival,  causa  grandes  dolores 
abdominales,  vuelve  irregular  la  respiración  y circulación,  haciéndola  á 
veces  ¿olorosa  la  primera";  causa  convulsiones,  opistótonos  y emprostóto- 
nos.  Lo  mismo  obra  al  interior  que  al  exterior. 

g V.— Eléboro  blanco  ó veratrum  álbum. 

Tiene  mucha  semejanza  con  el  precedente;  es  muy  cáustico.  Confun- 
dido el  polvo  de  su  raiz  con  la  pimienta,  se  echó  en  una  sopa,  y envenenó 
según  Yicat.  Ilanhemann  dice  que  su  antídoto  es  el  café. 

g VI.— Veratrina  y cebadillina. 

La  veratrina  es  el  principio  activo  ó venenoso  de  la  cebadillina,  del  elé- 
boro blanco  y de  los  cólchicos;  es  sumamente  activa;  uno  ó 2 granos 
bastan  para  inflamar  el  estómago  é intestinos  de  un  perro,  y determinar 
vómitos  y deyecciones  alvinas.  Una  dósis  mas  fuerte  acelera  la  respira- 
ción y produce  el  tétanos,  luego  la  muerte. 

Esta  sustancia  tiene  la  forma  de  una  resina  blanca  incristalizable , in- 
toxicología. — 69 


— lOflfll  — 

odora,  pero  provoca  estornudos ; muy  ácre , fusible  como  la  cera  se  cuaía 
enfriándose  y toma  el  color  del  ámbar;  muy  poco  soluble  en  e¡  asma  á 
ja  cual  da,  sin  embargo,  una  acritud  sensible;  soluble  en  el  éter  v al 
cohol.  El  ácido  nítrico  la  enrojece  primero;  luego,  al  poco  tiempo  la 
pone  amarilla;  el  sulfúrico  le  da  color  amarillo  primero,  luego  rojo’ de 
sangre  y al  fin  violado.  & 1 

La  cebadillina , además  de  los  caractéres  generales  de  sustancia  alca- 
lina vegetal , tiene  los  siguientes  : fúndese  y toma  aspecto  resinoso  - es  in~ 
soluble  en  el  éter,  y forma  sales  cristalizabíes  con  los  ácidos  sulfúrico  é hi- 
d roció  rico. 

§ VII.  — Cólchico. 

Contiene  los  mismos  principios  que  el  eléboro  blanco,  la  veratrina  y la 
colchicina.  Sus  propiedades  son  las  mismas.  Según  en  qué  época  del  año 
ó en  qué  estado  se  toma , hay  diferencia  en  la  energía  de  su  acción.  En 
otoño,  el  bulbo  del  cólchico  no  es  venenoso.  En  otras  estaciones  se  des- 
envuelve la  veratrina  al  estado  de  gallato.  La  desecación  parece  que  la 
desenvuelve  también. 

Este  bulbo  es  del  grosor  de  una  castaña , convexo  de  un  lado,  con  una 
cicatriz;  es  pardo-amarillento  al  exterior,  blanco  y harinoso  al  interior, 
sin  olor,  y con  un  sabor  ácre  y mordicante;  fresco  tiene  un  jugo  lechoso 
y ácre. 

£ VIII.  — Belladona. 

Es  uno  de  los  venenos  mas  comunmente  causa  de  intoxicaciones.  Sus 
bayas,  ya  maceradas  en  vino,  ya  por  sí  solas,  han  envenenado  muchas 
veces , á pesar  de  que  Figault  dice  que  no  son  tan  venenosas  como  se 
quiere  suponer.  Lo  que  puede  decirse  desde  luego , es  que  toda  la  planta 
es  venenosa.  El  extracto  preparado  con  el  jugo  evaporado  á un  calor 
suave  es  el  mas  activo.  Su  dósis  medicinal  máxima  es  de  5 centigramos 
ó un  grano. 

Los  síntomas  que  la  belladona  produce  son  : vértigos,  debilidad,  de- 
lirio, alucinaciones,  desfallecimiento,  náuseas,  latidos,  dilataciones  de 
la  pupila,  inyección  de  la  conjuntiva,  boca  seca,  imposibilidad  de  arti- 
cular palabras,  pulso  pequeño,  débil , lento,  disminución  de  la  sensibili- 
dad de  la  piel , estado  comatoso,  mas  ó menos  pronunciado,  con  saltos 
de  tendones.  El  principio  llamado  atropina  es  el  que  le  da  sus  propieda- 
des maléficas.  Este  principio  se  encuentra  en  la  orina,  pues  la  orina  del 
envenenado  dilata  las  pupilas. 

Su  carácter  químico  especial  es  precipitar  en  blanco  por  la  nuez  de 
agallas. 

§ IX.  — Datura  estramonio. 

También  son  venenosas  y de  igual  actividad  todas  las  partes  de  esta 
planta  , y su  virtud  maléfica  es  debida  igualmente  á un  principio  alcaloi- 
deo llamado  daturina,  sólido,  cristalino,  incoloro,  ácre,  etc.  Los  síntomas 
producidos  por  este  veneno  son  muy  parecidos  á los  de  la  belladona.  La 
dósis  máxima  medicinal  de  su  extracto  es  de  10  centigramos  ó 2 granos. 

g X.  — Tabaco. 

k los  síntomas  generales  de  todo  narcótico  irritante,  podemos  añadir, 
como  especiales  del  tabaco : vómitos  tenaces , temblor  general  y esto 


- 1091  - 

♦ 

dos  fuertes.  Por  el  ano  obra  mas  que  por  la  boca.  Debe  el  tabaco  su  vir- 
tud venenosa  á la  nicotina.  En  estos  últimos  tiempos  la  nicotina  ha  adqui- 
rido cierta  importancia  que  ha  enriquecido  su  estudio  y le  hace  ocupar 
en  Toxicología  un  lugar  notable. 

El  envenenamiento  de  Gustavo  Fougnies  por  su  hermana  y su  cuñado 
el  conde  de  Bocarmé , quien  se  dedicó  al  estudio  de  la  química  y de  la 
extracción  de  la  nicotina  para  cometer  aquel  asesinato,  han  dado  esa  ce- 
lebridad á ese  alcaloideo , y hecho  que  Orfila,  Stass  y otros  se  hayan  de- 
dicado al  estudio  de  este  terrible  veneno. 

La  nicotina  es  uno  de  los  venenos  mas  activos , ora  se  introduzca  en  el 
canal  intestinal,  ora  en  las  venas,  ora , en  fin  , aplicada  á las  soluciones 
de  continuidad  , tejido  celular  subcutáneo  ó sobre  la  conjuntiva. 

A.  dósis  débiles  determina  sobre  la  marcha  una  perturbación  particular 
de  la  respiración  , una  agitación  violenta  y convulsiva  del  diafragma,  la 
que  da  lugar  d cierto  ruido  de  soplo ; luego  sobrevienen  movimientos  va- 
riados de  los  músculos,  fenómenos  convulsivos  tetánicos,  vómitos,  eva- 
cuaciones alvinas,  etc.  Si  las  dósis  son  mayores,  10  ó 12  gotas,  por  ejem- 
plo, introducidas  en  el  estómago,  ocasionan  á los  pocos  segundos  vértigos 
que  no  derriban  pronto  á los  animales,  á los  que  acometen  movimien- 
tos convulsivos  espantosos,  con  opistótonos,  seguidos  al  minuto  de  un 
aplanamiento  total.  Por  punto  general  la  muerte  se  declara  á los  dos  mi- 
nutos, sin  que  ya  sobrevengan  ni  síntomas  ni  cámaras. 

Orfila  cree  que  obra  sobre  el  sistema  nervioso.  Mas  ya  hemos  visto  en 
la  Toxicología  general  por  qué  se  cree  que  esos  venenos  obran  sobre  el 
sistema  nervioso,  cuando  realmente  lo  que  atacan  es  la  sangre,  la  hema- 
tosis,  como  el  ácido  cianhídrico  y otros. 

La  nicotina,  dada  en  cantidad  y concentrada,  es  un  cáustico  terrible 
que  desorganiza  los  tejidos  con  los  cuales  se  pone  en  contacto;  los  re- 
blandece, cauteriza,  escarifica,  y es  fácil  desprenderlos.  Cuando  es  me- 
nor cantidad,  ó diluida,  los  inflama  intensamente  y produce  todos  los 
efectos  de  una  flogosis  intensa.  La  autopsia  revela , en  los  intoxicados  por 
estos  alcaloideos,  lo  siguiente  : cerebro,  cerebelo  y sus  membranas  con- 
gestionados ; sus  vasos  llenos  de  sangre ; pulmones  al  estado  normal ; co- 
razón y grandes  vasos  distendidos  por  sangre  coagulada  ó semi-flúida. 
La  lengua , corroida  en  la  línea  media  y hácia  la  parte  posterior,  pudién- 
dose llevar  fácilmente  el  epitelio;  materia  negruzca  y casi  purulenta  en 
el  estómago;  duodeno  con  manchas  ó chapas  inflamadas;  lo  restante  del 
tubo  intestinal  sano. 

La  rapidez  de  acción  de  la  nicotina , y su  grande  actividad,  hacen  es- 
perar poco  de  los  recursos  del  arte.  No  se  le  conoce  contraveneno  ni  an- 
tídoto , y apenas  da  tiempo  para  ello , puesto  que  en  dos  ó tres  minutos 
da  fin  con  la  pobre  víctima. 

Déjase  concebir  lo  poco  que  puede  prometerse  de  un  plan  curativo.  Sin 
embargo,  si  no  ha  habido  mucho  estrago,  como  sin  duda  causa  la  muerte 
por  asfixia,  por  ser  eminentemente  contraria  á la  hematosis  por  su  gran 
volatilidad,  el  sostener  artificialmente  la  respiración  ha  de  ser  un  buen 
medio  , en  tanto  que  se  combaten  por  medios  antiflogísticos  los  síntomas 
inflamatorios  desenvueltos  por  el  contacto  del  veneno  líquido. 

La  nicotina  es  líquida,  oleaginosa,  transparente,  inodora , bastante 
fluida , anhidra ; ligeramente  amarillenta  con  el  tiempo , y tendiendo  á 
oscurecerse  y á ponerse  mas  espesa  con  el  contacto  del  aire,  cuyo  oxí- 
geno absorbe.  Su  olor  se  parece  al  del  tabaco;  ácrey  de  sabor  quemante. 


— 1002  — 

« volatiliza  á 250  grados  centígrados , y deja  un  residuo  carbónico;  los 
vioores  que  esparcen  son  tan  irritantes,  y huelen  tan  fuertemente  al  ta- 
baco, que  una  sola  gota,  derramada  en  una  pieza,  hace  insoportable  el 
ambiente.  Si  se  arrima  á ese  vapor  un  fósforo  encendido,  arde  con  una 
llama  blanca  fuliginosa , y deja  un  carbón  parecido  al  que  suelen  dejar 
los  aceites  esenciales.  Vuelve  enérgicamente  el  color  azul  al  papel  de  tor- 
nasol enrojecido  por  un  ácido;  es,  pues,  soluble  en  el  agua,  en  el  al- 
cohol y en  los  aceites  crasos,  lo  mismo  que  en  el  éter,  el  cual  le  separa 
fácilmente  de  una  solución  acuosa.  La  gran  solubilidad  de  la  nicotina 
en  el  agua  y en  el  éter  constituye  uno  de  los  hechos  mas  importantes  de 
su  historia  química , puesto  que  la  mayor  parte  de  los  álcalis  vegetales, 
por  no  decir  todos , si  se  disuelven  bien  en  el  agua,  no  lo  hacen  en  el 
éter,  por  lo  menos  tan  fácilmente. 

Se  combina  bien  con  los  ácidos,  desprendiendo  calor. 

El  ácido  sulfúrico  concentrado  y puro  le  tiñe  en  rojo  vinoso  en  frió;  ca- 
lentando el  líquido  se  enturbia  y adquiere  un  color  de  heces  de  vino ; si  se 
hace  hervir,  se  ennegrece  y desprende  ácido  sulfuroso. 

Con  el  ácido  clorhídrico  frió  esparce  vapores  blancos,  como  lo  haría  el 
amoníaco;  si  se  calienta  la  mezcla,  se  vuelve  de  color  de  violeta,  tanto 
mas  oscuro  cuanto  mas  se  prolonga  la  ebullición. 

El  ácido  nítrico  le  comunica,  con  la  ayuda  de  un  ligero  calor,  un  color 
amarillo  anaranjado , y hay  desprendimiento  de  vapores  blancos  de  ácido 
nítrico , luego  rojo  de  ácido  hiponítrico ; si  se  calienta  más , el  licor  se 
pone  amarillo , y con  la  ebullición  adquiere  un  color  rojo  parecido  al  del 
cloruro  de  platino ; si  se  prolonga  la  ebullición  , ya  solo  se  obtiene  una 
masa  negra. 

Calentada  con  el  ácido  esteárico , se  disuelve  y forma  un  jabón  que,  en- 
friándose, se  fija , siendo  ligeramente  soluble  en  el  agua , y muy  poco  en 
el  éter,  calentando.  Las  sales  simples  de  nicotina  son  delicuescentes  y 
difícilmente  cristalizables.  Las  dobles  que  da  con  diferentes  óxidos  me- 
tálicos, cristalizan  mejor. 

La  disolución  acuosa  de  nicotina  es  incolora  y fuertemente  alcalina; 
obra  además  sobre  muchos  reactivos,  como  el  amoníaco;  así  precipita  en 
blanco  el  bicloruro  de  mercurio,  el  acetato  de  plomo,  el  proto  y biclo- 
ruro de  estaño;  en  amarillo  de  canario,  el  cloruro  de  platino,  siendo  el 
precipitado  soluble  en  el  agua,  en  blanco  las  sales  de  zinc,  y el  precipi- 
tado se  disuelve  en  un  exceso  de  nicotina;  en  azul  el  acetato  de  bióxido 
de  cobre;  el  precipitado  gelatinoso  es  soluble  en  un  exceso  de  nico- 
tina, formando  un  acetato  doble  azul,  como  lo  hace  el  amoníaco  con  la 
misma  sal. 

Precipita , además , las  sales  de  sesquióxido  de  hierro  en  amarillo  de 
ocre , sin  que  se  disuelva  el  precipitado  en  un  exceso  de  nicotina.  Con  el 
sulfato  de  protóxido  de  manganeso  da  un  precipitado  blanco  de  óxido, 
que  no  tarda  en  ponerse  moreno  en  contacto  con  el  oxígeno  del  aire.  Se- 
para de  las  sales  del  cromo  el  bióxido  verde ; el  permanganato  de  potasa 
rojo  se  destiñe  instantáneamente  con  la  nicotina,  lo  mismo  que  con  el 
amoníaco ; solo  que  este  lo  hace  con  mas  lentitud , y hay  que  emplearle 
en  proporción  mayor. 

Puesto , pues , que  la  nicotina  puede  confundirse  con  el  amoníaco,  con- 
viene establecer  las  diferencias , por  no  incurrir  en  errores  graves. 

El  cloruro  de  oro  da,  con  la  nicotina , un  precipitado  amarillo  rojizo, 
muy  soluble  con  un  exceso  de  aquel  álcali , lo  que  el  amoníaco  no  hace. 


— 1093  - 

El  cloruro  de  cobalto  es  precipitado  en  azul , parecido  al  verde , sin 
disolverse  fácilmente  en  un  exceso  de  nicotina , al  paso  que  el  amoníaco 
le  disuelve , dando  un  líquido  rojizo. 

El  agua  yodada  precipita  la  disolución  de  nicotina  en  amarillo,  como 
el  cloruro  ae  platino ; con  un  exceso  de  álcali , el  color  se  vuelve  amarillo 
de  paja , y con  el  calor  se  destiñe ; el  amoníaco , al  contrario , destruye  el 
color  del  agua  yodada  sin  enturbiarla. 

El  ácido  tánico  puro  da , con  la  nicotina , un  precipitado  blanco  abun- 
dante , al  paso  que  el  amoníaco  no  enturbia  este  ácido , comunicándole 
tan  solo  un  color  rojo. 

A estos  numerosos  caractéres  químicos  de  la  nicotina , señalados  por 
Orfila  , podemos  añadir  los  de  Stass. 

El  clorhidrato  de  nicotina  da,  con  el  cloruro  de  platino , al  cabo  de  al- 
gunos minutos  de  reacción,  agujas  de  un  color  amarillo  hermoso  (prismas 
.romboidales  cuadriláteros). 

El  protocloruro  de  paladio  da  , con  la  nicotina,  un  precipitado  de  cho- 
colate , soluble  en  un  exceso  de  alcaloideo;  el  líquido  alcalino  y de  un 
sabor  picante  metálico  es  evaporado  en  seco  al  vacío;  deja  un  jarabe  in- 
coloro , que  esparce  el  olor  del  alcaloideo ; este  jarabe  se  neutraliza  con 
una  gota  de  ácido  clorhídrico,  y da  un  líquido  rojo  de  sangre,  el  cual, 
con  la  añadidura  de  protocloruro  de  paladio,  en  cantidad  igual  á la  que 
se  había  empleado  antes,  da  al  dia  siguiente  ó antes  prismas  aplanados, 
muy  voluminosos,  de  cloruro  doble  de  paladio  y de  nicotina. 

La  nicotina  altera  las  bebidas  y les  comunica  su  olor  fuerte. 

Para  investigar  la  presencia  de  la  nicotina  en  los  casos  prácticos,  cuando 
está  mezclada  con  otras  sustancias , ó introducida  ya  en  los  órganos  del 
sugeto  envenenado  con  ella , se  practica  lo  que  hemos  expuesto,  al  tratar 
de  las  operaciones  analítico-químicas  en  la  Toxicologia  general , especial- 
mente al  dar  cuenta  del  método  de  Stass. 

Además  del  método  de  Stass , puede  emplearse  también  la  diálisis , en 
los  términos  expuestos  en  su  lugar. 

Del  tabaco  se  extrae  también  un  aceite  empireumático  que  es  venenoso; 
el  cocimiento  do  las  hojas,  dado  en  lavativas,  ha  producido  no  pocas  in- 
toxicaciones , siquiera  se  haya  dado  á la  dósis  medicinal.  En  Inglaterra, 
donde  están  muy  en  uso  las  lavativas  de  tabaco , son  frecuentes  las  into- 
xicaciones por  esa  sustancia.  Galtier  trae  varios  casos  , á pesar  de  no  ser 
la  dósis  mas  que  de  2 onzas , considerada  como  medicinal. 

Las  hojas  del  tabaco  mascadas  han  producido  también  intoxicaciones. 
Por  lo  común  nadie  resiste  su  efecto  mascándolas;  por  lo  menos  siente 
un  mareo  fatigoso.  Antes  de  acostumbrarme  á fumar,  yo  no  podia  tener 
en  la  boca  un  cigarro  puro,  aunque  no  estuviese  encendido;  acto  conti- 
nuo me  provocaba  náuseas,  vértigos,  etc.  Una  vez  lo  masqué  como  re- 
vulsivo de  un  dolor  de  una  muela  que  empezaba  á cariarse  despees  de 
habérseme  roto,  y casi  me  intoxiqué.  Un  sugeto  que  tenia  la  costumbre 
de  mascar  hojas  de  tabaco  para  preservarse  de  una  epidemia,  estuvo  á 
pique  de  espirar,  salvándose  con  vino  aromático  , el  cual , en  efecto,  suele 
disipar  el  mareo  del  cigarro , podiendo  ser  considerado  como  excelente 
antídoto. 

Un  líquido,  vino,  por  ejemplo,  que  tenga  en  infusión  ó maceracion 
hojas  de  tabaco,  es  venenoso.  Santeuil  espiró  de  esta  suerte , en  medio 
de  convulsiones  atroces. 

Cítanse  también  casos  de  haber  sucumbido  sugetos  á quienes  se  han 


— 1004  — 

i Vado  hojas  , lociones  y ungüentos  de  tabaco  en  superficies  ulceradas, 

hasta  en  la  piel  íntegra.  Véanse  los  casos  que  hemos  referido  como 
oruebas  prácticas  de  la  intoxicación  por  la  piel. 

P por  último,  hay  igualmente  casos  prácticos  de  intoxicación  por  el  ta- 
baco tomado  en  polvo.  En  las  Efemérides  de  la  naturaleza  , se  refiere  el 
de  un  sugeto  que  espiró  apoplético  por  haber  tomado  una  cantidad  con- 
siderable de  tabaco  en  polvo. 

En  todos  estos  casos,  el  daño  se  debe  á la  nicotina  y al  aceite  empi- 
reumático  que  el  tabaco  tiene.  Los  cloruros  alcalinos  de  la  saliva  y de  la 
piel , igualmente  que  del  intestino  recto,  disuelven  la  nicotina  y produ- 
cen la  intoxicación.  El  que  fumando  puros  se  traga  la  saliva,  raras  veces 
deja  de  sentirse  malo,  y hasta  puede  intoxicarse. 

En  las  hojas  del  tabaco,  aunque  puede  haber  en  eso  variaciones  , se- 
gún su  calidad  ó el  país  donde  se  cultiva,  hay  de  un  2 á 7 por  100  de 
nicotina.  Orfila  dice  que  el  de  la  flabana  tiene  un  2 ; el  de  Maryland, 
un  2,3 ; el  de  Virginia,  un  (i, 9 ; el  de  Alsacia,  un  3,2;  el  del  Paso  de 
Calais,  4,9 ; el  del  Norte  , un  0,6,  y el  de  Letu , 8. 

Respecto  del  tabaco  y de  los  cigarros , se  ha  suscitado  una  cuestión 
que  debemos  tratar  aquí , aunque  no  sea  mas  que  ligeramente  , por  su 
gravedad  é importancia. 

En  algunos  tribunales  se  ha  preguntado  á los  peritos  si  se  puede  en- 
venenar á un  sugeto  con  un  cigarro,  empapándole  ó metiendo  en  él  ar- 
sénico ú otros  venenos  minerales  y orgánicos.  Angel  Abbene  ha  publi- 
cado una  Memoria,  tratando  en  ella  de  este  punto,  ó sobre  si  el  arsénico 
y otros  venenos  volátiles  introducidos  en  cigarros , pueden  intoxicar  á 
los  que  los  fuman.  Dió  lugar  á este  trabajo  un  caso  práctico  de  envene- 
namiento por  el  ácido  arsenioso.  Carlevaris,  de  Génova , Borsarelii  y 
Abbene,  de  Turin  , se  entregaron  á investigaciones  interesantes  sobre 
este  punto,  nuevo  en  la  ciencia. 

En  obsequio  á la  brevedad , suprimiré  los  experimentos  é investiga- 
ciones hechas  con  el  objeto  de  saber  hasta  qué  punto  son  posibles  las 
intoxicaciones  y envenenamientos  por  el  estilo , limitándome  á copiar 
aquí  las  conclusiones  de  Abbene , deducidas  de  sus  experimentos  y he- 
chos bien  observados. 

1. °  Introduciendo  el  ácido  arsenioso  ó cualquier  otro  compuesto  arse- 
nical  en  polvo  en  una  cavidad  de  3 á 4 milímetros  de  longitud  practi- 
cada en  el  seno  de  un  cigarro,  á cierta  distancia  de  la  parte  que  se  co- 
loca en  la  boca  cualquiera  que  sea  la  cantidad  , fumándole,  no  es  fácil 
que  resulte  accidente  alguno,  por  no  decir  imposible. 

2. °  Fumando  un  cigarro  embebido  de  una  disolución  saturada  de  ácido 
arsenioso,  sin  boquilla;  si  se  introduce  una  pequeña  cantidad  con  la  sa- 
liva en  el  estómago  tragándola , ó con  el  humo  en  los  pulmones ; si  se 
inspira , pueden  resultar  accidentes , ó por  1©  menos  malestar  mas  ó 
menos  grave. 

3. °  Cualquiera  que  sea  de  estas  dos  causas  la  que  ocasione  los  acci- 
dentes , la  cantidad  de  arsénico  que  se  hallará  en  los  órganos  será  siem- 
pre muy  pequeña,  pero  aislada,  jamás  asociada  á otros  metales,  excepto 
en  el  caso  en  que  se  hubiese  mezclado  emético,  óxido  de  hierro  ó cual- 
quier otro  producto  farmacéutico. 

4. °  El  producto  arsenical  que  atraviesa  el  cigarro,  fumándole  en  el 
actores  gaseoso. 

®*°  fumando  cigarros  envenenados  con  el  ácido  arsenioso  ó arseniato 


- 1095  — 

de  cobre,  la  combustión  es  mas  lenta  que  con  el  cigarro  ordinario;  la 
proporción  de  productos  acuáticos  pirogenados,  y la  del  arsénico  qu# 
pasa  al  través  del  cigarro  durante  las  aspiraciones,  es  menor  ; una  parte 
se  reduce  al  estado  metálico  en  el  mismo  cigarro,  y la  que  llega  á la 
boca  es  rechazada  casi  en  su  totalidad. 

6. °  La  mayor  parte  del  arsénico  se  queda  en  la  ceniza  , cuya  propor- 
ción es  mayor  que  la  del  cigarro  ordinario.  El  aparato  de  Marhs  le  en- 
cuentra en  ellas. 

7. °  Fumando  un  cigarro  con  15  centigramos  de  ácido  arsenioso  ó cual- 
quier otro  compuesto  arsenical , se  siente  un  olor  aliáceo  mas  ó menos 
notable,  advirtiendo  el  peligro  al  que  le  fuma;  además,  ardiendo  el 
cigarro,  el  oxígeno  del  ácido  arsenioso  forma  con  el  hidrógeno  y el  car- 
bono de  las  hojas  productos  pirogénicos , el  olor  empireumático  y el  de 
la  nicotina,  propios  del  tabaco,  es  menos  intenso,  y de  consiguiente  dis- 
frazan menos  el  de  los  compuestos  arsenicales. 

8. °  Si  en  la  cavidad  abierta  en  el  cigarro  se  ha  puesto  un  pedazo  de 
otro  sospechoso,  ó en  el  que  se  haya  introducido  arsénico  á cualquier 
distancia  de  la  extremidad  que  se  chupe  y en  la  parte  donde  este  arde 
completamente,  las  análisis  pueden  descubrir  en  ella  el  veneno  al  estado 
metálico  ó metaloídico,  pudiendo  así  hacer  constar  la  tentativa  criminal. 

9. °  Si  el  arsénico  está  asociado  en  el  cigarro  con  el  cobre,  el  antimo- 
nio ú otros  metales,  excepto  el  mercurio,  parte  de  aquel  se  halla  en  el 
humo,  y los  demás  metales  con  la  mayor  parte  del  arsénico  en  las  ce- 
nizas. 

10.  Con  la  combustión  de  un  cigarro  simple  de  la  Habana,  se  obtiene 
mucho  carbonato  de  amoníaco , productos  pirogenados  oleosos , agua, 
gases  diversos  y una  cantidad  notable  de  nicotina  libre  ; y puesto  que  fu- 
mando tabaco,  la  nicotina  que  es  volátil , difusible  y venenosa  , no  da 
lugar  á accidentes  funestos,  es  lógico  que  los  alcaloideos  fijos  ó menos 
volátiles  , como  la  estricnina  , la  brucina,  la  morfina,  la  atropina  y otras 
no  pueden  producirlos;  y de  consiguiente,  es  inútil  emprender  experi- 
mentos con  este  objeto,  ya  fumando  cigarros  que  tengan  esos  alcaloideos, 
ya  otros  formados  con  hojas  de  plantas  que  los  contengan,  mezcladas  con 
las  del  tabaco. 

11.  Un  cigarro,  en  el  que  se  introduce  medio  gramo  de  ácido  cianhí- 
drico, puede  producir  con  mucha  dificultad  accidentes,  en  especial  si  se 
fuma  después  de  quince  horas  de  haberle  puesto,  y si  está  en  lugar  ca- 
liente. Si  igual  cantidad  de  dicho  ácido  se  mete  en  el  cigarro,  encendién- 
dole acto  continuo,  y se  da  una  gran  chupada,  puede  ser  venenoso.  Sin 
embargo,  preparados  de  esta  suerte  los  cigarros,  echan  un  olor  íuerte 
de  almendras  amargas,  bastante  para  advertir  al  que  va  á fumarlos  que 
ha  sufrido  una  preparación  artificial , y dar  lugar  á sospechar  que  así  se 
trate  de  atentar  contra  sus  dias,  como  no  se  ponga  por  inadvertencia  el 
cigarro  en  la  boca,  y antes  de  advertir  nada  le  inspire  con  una  fuerte 
chupada. 

12.  El  ácido  cianhídrico,  introducido  en  un  cigarro,  puede  inspirarse 
en  gran  parte  sin  descomponerse  por  el  calor. 

13.  Fumando  cigarros  que  tengan  bicloruro  de  mercurio,  se  halla  en 
el  humo  esparcido  por  el  aire  que  se  aspira  los  elementos  de  ese  veneno. 

14.  Sin  embargo,  como  el  bicloruro  de  mercurio  tiene  un  sabor  metá- 
lico muy  desagradable,  el  que  hiciere  una  ó dos  aspiraciones,  sentiría  en 
la  boca  una  impresión  tan  particular  y desusada  , que  no  podria  conti- 


- 1090  — 

fumando  sin  correr  algún  riesgo.  Sin  embargo,  hay  que  repetir  los 

¿sayos  sobre  este  veneno. 

v Tales  son  las  conclusiones  que  saco  Lbbene  de  sus  observaciones  y ex- 
perimentos sobre  este  importante  asunto,  y con  los  cuales  tenemos  lo 
bastante  para  saber  lo  que  hay  sobre  esas  cuestiones  y envenenamientos 
que  á primera  vista  han  de  parecer  tan  fáciles , y que  se  dan  mucho  la 
mano  con  las  intoxicaciones  novelescas  de  otros  tiempos. 

Concluyamos,  por  último,  diciendo  que  si  por  lo  común  el  fumar,  en 
especial  cuando  se  tiene  costumbre  de  ello,  no  produce  nada,  á muchos 
les  da  mareos , mas  ó menos  fuertes , que  son  amagos  de  intoxicación  , y 
que  con  un  exceso  puede  producirla.  Dos  jóvenes  desafiados  á quién  fu- 
maria más,  se  fumaron  el  uno  diez  y siete  pipas  , el  otro  diez  y ocho; 
fueron  acometidos  de  postración , vómitos  y estupor,  y ambos  sucumbie- 
ron (Galtier). 

g XI.— Cicutas» 

Efay  varias  cicutas  venenosas,  la  grande  ú oficinal , la  acuática  y la  pe- 
queña ó celusa  cynapium.  La  cicuta  grande  arroja  un  olor  muy  parecido  al 
de  la  orina  de  gato;  sus  virtudes  son  debidas  á un  principio  alcaloideo 
también  llamado  coneina , dentina  ó conicina.  Los  efectos  de  esta  cicuta  en 
la  economía  son  los  que  hemos  consignado  en  el  cuadro  general.  Hay 
además  caloren  la  garganta,  sed,  vómitos  ó diarrea,  respiración  corta, 
suspirosa  , cefalalgia  , vértigos , delirio,  torpeza  de  miembros , etc. 

La  pequeña  cicuta  se  confunde  fácilmente  con  el  perifollo,  y como  esta 
planta  se  come,  de  aquí  la  facilidad  de  que  suceda  una  desgracia.  Se  dis- 
tingue del  perifollo  en  que  la  cicuta  despide  olor  viroso,  frotándola  entre 
los  dedos,  en  que  las  semillas  del  perifollo  son  pedunculadas , y á me- 
nudo guarnecidas  de  un  collarcito  de  un  solo  folículo,  y las  de  la  cicuta 
no;  por  último,  en  que  las  hojas  déla  pequeña  cicuta  son  de  un  verde 
negruzco,  y lucientes  por  debajo. 

La  cicuta  acuática  es  la  mas  deletérea,  inflama  intensamente  el  estó- 
mago, causa  convulsiones  y el  tétanos. 

La  dósis  medicinal  máxima  de  la  cicuta,  extracto  acuoso,  es  de  10 
centigramos  ó 2 granos;  de  las  hojas , 20  centigramos  ó 4 granos. 

Puesto  que  las  propiedades  tóxicas  de  la  cicuta,  y en  especial  del  co- 
nium  maculatura  ó gran  cicuta,  que  le  contiene  en  todas  su¿  partes,  y 
mas  en  las  semillas son  debidas  á la  conicina;  hablemos  de  este  alca- 
loideo , que  es  otro  de  los  que  en  estos  últimos  tiempos  ha  sido  también 
muy  estudiado,  particularmente  bajo  el  punto  de  vista  químico  ana- 
lítico. 

La  dósis  medicinal  de  la  conicina  dada  en  pocion , según  la  práctica 
de  los  oculistas  belgas , es  de  siete  gotas  en  tres  veces  al  dia.  La  pocion 
es  como  sigue : agua  destilada,  una  onza;  alcohol,  un  escrúpulo;  conicina, 
dos  granos.  De  esta  pocion  se  dan  tres  gotas  á los  niños , para  combatir 
oftalmías  escrofulosas. 

Según  los  experimentos  hechos  por  Orfila , la  conicina , á la  dósis  de 
doce  gotas,  ha  producido  en  los  perros  lo  siguiente  : al  principio  parece 
que  no  les  hace  daño  ; al  minuto,  vértigos  ligeros , debilidad  en  las  patas 
posteriores  al  andar ; á los  tres  de  la  ingestión  caen  del  lado  derecho 
nomo  aniquilados;  luego  se  declaran  movimientos  convulsivos  ligeros  en 
tas  extremidades  con  opistótonos  , cuyo  estado  dura  cerca  de  un  minuto; 
as  convulsiones  cesan , los  animales  se  quedan  inmóviles  y aplanados,  y 


— 1097  - 

á los  cinco  minutos  de  la  ingestión  de  la  conicina  espiran.  Cuanto  mayor 
es  la  dósis , mas  rápida  es  la  muerte. 

Abierto  el  cadáver  de  los  animales  que  sucumben  á la  acción  de  la  co- 
nicina , no  se  presenta  nada  de  particular  en  el  canal  digestivo,  hígado, 
bazo,  riñones  , pulmones  ni  corazón.  La  sangre  está  en  parte  coagulada; 
la  lengua  pálida  en  toda  su  extensión ; el  epitelio  se  desprende  fácilmente 
en  todas  las  partes  tocadas  por  el  alcaloideo.  Las  fáuces , fosas  nasales  y 
tráquearteria  contienen  notable  cantidad  de  moco  sanguinolento. 

Christisson  daba  á la  conicina  propiedades  menos  activas , y una  ac- 
ción irritante  local ; Orilla  dice  que  probablemente  se  referiría  aquel 
autor  á un  alcaloideo  menos  puro  ó menos  concentrado,  puesto  que  los 
experimentos  hechos  por  el  decano  de  la  facultad  de  París,  han  demos- 
trado que  es  un  veneno  mas  enérgico  y de  acción  mas  asfixiante  de  la 
que  Christisson  decía. 

El  plan  curativo,  tanto  de  la  intoxicación  por  las  hojas,  extracto,  etc., 
de  cicuta  como  de  la  conicina , es  el  mismo  que  hemos  dejado  estable- 
cido contra  esta  clase  de  venenos ; la  conicina  de  acción  rápida  es  difícil 
de  combatir,  pues  apenas  deja  tiempo. 

Los  autores  hablan  poco  de  los  recursos  contra  la  asfixia , que  es  la 
que  mas  produce  ese  veneno,  pues  se  fijan  en  su  acción  sobre  el  sistema 
nervioso,  cuando  en  realidad  lo  que  produce  es  una  verdadera  asfixia, 
de  suerte  que , en  mi  concepto,  debería  estar  colocado  entre  los  asfi- 
xiantes. 

Consiguientes  á esta  idea , creemos  que  no  serán  fuera  de  propósito 
auxilios  y prácticas  dirigidas  á renovar  el  aire  que  se  respira , y á soste- 
ner artificialmente  la  respiración , en  tanto  que  se  apela  á los  demás  me- 
dios curativos ; el  carbón  , como  absorbente  de  los  alcaloideos , no  debe 
ser  descuidado.  Yéase  lo  que  hemos  dicho  de  esta  sustancia  como  con- 
traveneno de  los  venenos  orgánicos  en  la  terapéutica  de  la  intoxicación. 

La  coneina ó conicina  es  líquida,  incolora  ó ligeramente  amarilla;  la 
acción  del  aire  la  altera  , y se  pone  morena  al  cabo  de  cierto  tiempo ; su 
olor  se  parece  al  de  ratas  ó de  orina  de  este  animal ; ataca  la  cabeza  y 
excita  el  lagrimeo;  su  sabor  es  ácre,  menos  densa  que  el  agua ; vuelve 
el  color  azul  al  papel  de  tornasol , enrojecido  por  un  ácido.  Es  volátil , y 
hierve  á 170  grados  centígrados.  Calentada  , al  contacto  del  aire  da  va- 
pores blancos,  con  fuerte  olor  de  apio  mezclado  con  el  de  la  orina  de 
ratón.  Si  se  mezcla  con  agua  y se  agita,  sobrenada  y no  se  disuelve 
fácilmente , al  paso  que  el  alcohol  y el  éter  la  disuelven  muy  bien. 

Neutraliza  perfectamente  los  ácidos  debilitados,  y da  sales,  en  general 
delicuescentes  , que  no  cristalizan. 

El  ácido  sulfúrico,  puro  y concentrado,  no  la  altera  en  frió;  en  cuanto 
se  calienta,  adquiere  un  color  moreno  verdoso,  luego  rojo  de  sangre,  y 
por  último  negro. 

El  ácido  clorhídrico  da  con  ella  vapores  blancos  como  con  el  amoníaco, 
y la  pone  de  color  de  violeta  , en  especial  calentando. 

El  ácido  nítrico  le  comunica  un  color  de  topacio,  que  no  se  muda  inme- 
diatamente con  el  calor. 

El  ácido  tánico  la  precipita  en  blanco. 

Obra  sobre  los  demás  reactivos  como  el  amoníaco , pues  precipita  en 
blanco  con  el  bicloruro  de  mercurio  y el  cloruro  de  zinc ; el  óxido  de 
zinc  gelatinoso  se  redisuelve  en  un  exceso  de  conicina;  con  el  cloruro 
de  platino  da  un  precipitado  amarillo  de  canario,  soluble  en  el  agua;  el 


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acetato  de  cobre  da  un  precipitado  azul , gelatinoso  , menos  soluble  en 
un  exceso  de  conicina  de  lo  que  es  la  nicotina  con  dicha  sal.  Precipita 
además  el  sesquióxido  de  hierro  en  amarillo  de  ocre,  y el  óxido  no  se 
disuelve  en  un  exceso  de  conicina.  El  permanganato'de  potasa  rojo  se 
destiñe  con  ella  en  el  acto. 

Las  siguientes  reacciones  bastan  para  distinguir  la  conicina  del 
amoníaco. 

La  tintura  de  yodo  debilitada  da  un  precipitado  blanco  que  loma  una 
tinta  ó matiz  aceitunada  con  un  exceso  de  tintura.  El  cloruro  de  oro  la 
precipita  en  amarillo  rojizo,  muy  soluble  en  un  exceso  de  conicina.  El 
cloruro  de  cobalto  es  precipitado  en  azul,  pasando  al  verde,  y un  ex- 
ceso de  conicina  no  le  disuelve  fácilmente.  El  acetato  y subacetato  de 
plomo  no  la  precipitan.  Por  último  , el  protocloruro  de  paladio  da  con 
ella  un  precipitado  de  color  de  chocolate  soluble  en  un  exceso  del  al- 
caloideo. 

La  conicina  es  absorbida  por  los  órganos  de  la  economía  y puede  des- 
cubrirse en  ellas.  Oríila  cree  que  podría  hallarse  hasta  después  de  una 
inhumación  prolongada.  Este  mismo  autor  ha  hecho  varias  mezclas  de 
conicina  con  caldo,  albúmina , vino,  carne  machacada,  jalea  de  gro- 
sella, té  y café.  A cada  una  de  estas  sustancias  ha  puesto  algunas  gotas 
de  conicina , y siempre  le  ha  sido  fácil  descubrirla  por  los  medios  que  di- 
rémos  luego. 

Igualmente  ha  hecho  ensayos  en  la  lengua,  fáuces,  estómago  , mate- 
rias contenidas  en  el  hígado , bazo , riñones,  pulmones  y la  sangre  de 
perros  muertos  con  dicho  alcaloideo  y también  le  ha  sucedido  lo  propio. 
Solo  el  hígado  le  dió  poco,  y en  cuanto  á la  sangre  no  pudo  descubrir 
la  menor  huella.  Los  pulmones  dan  mucha  mas  cantidad  que  el  hígado, 
lo  cual  ya  observó  Stass. 

Para  extraer  ó descubrir  la  conicina  en  cualquier  mezcla  ó en  los  ór- 
ganos de  los  intoxicados,  se  procede  de  la  manera  siguiente: 

So  dejan  las  mezclas  alimenticias  ó los  órganos  cortados  á pedacilos 
en  100  gramos  de  agua  destilada , y avivada  con  cuatro  ó seis  gotas  de 
ácido  sulfúrico  concentrado  y puro.  A las  cinco  ó seis  horas  se  filtra. 
Se  evapora  el  líquido  en  un  calor  suave  hasta  que  se  reduzca  á la  sexta 
parte  de  su  volumen , con  el  objeto  de  separar  cierta  cantidad  de  mate- 
ria orgánica. 

Durante  esta  operación  el  líquido  apenas  se  tiñe,  y no  parece  sufrir 
la  menor  descomposición. 

En  cuanto  está  frió  el  licor,  se  agita  con  dos  veces  su  volumen  de  al- 
cohol muy  concentrado , el  cual  precipita  bastante  cantidad  de  materia 
orgánica ; sin  embargo  hay  casos  en  los  que  apenas  tiñe  el  licor,  y por 
lo  mismo  su  intervención  no  es  necesaria. 

Se  filtra  y evapora  de  nuevo  hasta  que  se  haya  volatilizado  todo  el  al- 
cohol; y después  de  haber  dejado  enfriar  el  licor,  se  satura  y hasta  se 
vuelve  alcalino  con  un  exceso  de  sosa ; al  instante  se  percibe  el  olor  de 
la  conicina. 

Luego  se  agita  el  todo  con  el  éter  sulfúrico , por  espacio  de  cuatro  ó 
cinco  minutos  en  un  tubo  cerrado , se  separa  la  capa  etérea  con  el  dedo 
y su  embudo , y se  abandona  la  disolución  etérea  á sí  misma , en  una 
capsulita  de  porcelana ; el  éter  se  volatiliza  y queda  la  conicina. 

Ya  solo  falta  destilarla  sobre  el  cloruro  de  calcio. 

Para  extraerla  en  mayor  cantidad , conviene  tratar  segunda  vez  c 


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alcohol  concentrado  y tibio  la  materia  sólida  que  resulta  de  la  evapora- 
ción del  licor  sulfúrico  y del  primer  tratamiento  álcohólico,  puesto  que 
la  experiencia  ha  demostrado  que  en  esa  materia  hay  todavía  un  poco  de 
álcaloídeo. 

También  puede  procederse  de  otro  modo,  desde  que  se  echa  mano 
del  éter;  en  lugar  de  tratar  el  licor  con  este  ménstruo , se  puede  destilar 
en  una  retorta  á la  que  se  adapta  un  recipiente  sumergido  en  agua  tria, 
á fuego  desnudo.  La  conicina  se  condensa  en  el  recipiente , se  concentra 
evaporando  á un  fuego  suave  , ó bien  , y es  mejor,  se  destila  sobre  clo- 
ruro cálcico. 

Por  último , excusado  es  decir  que  el  método  de  Stass  y la  diálisis 
son  siempre  los  mejores  medios  para  descubrir  la  conicina  en  las  mate- 
rias y los  órganos  procedentes  del  sugeto  envenenado. 


§ XII.— Laurel  rosa , anagálida  , aristoloquia,  rada,  tanguino. 

Toda  la  planta  del  laurel  rosa  es  venenosa  ; su  polvo  es  menos  activo 
que  su  extracto  acuoso;  el  agua  destilada  es  menos  activa  que  el  polvo. 
Vómitos,  afección  especial  sobre  el  cerebro  como  los  estupefacientes,  é 
irritación  local ; hé  aquí  el  cuadro  particular  del  laurel  rosa. 

La  anagálida  tiene  un  extracto,  cuya  acción,  al  menos  en  los  caballos, 
produce  temblor  de  los  músculos  de  las  partes  posteriores  de  la  garganta 
y un  flujo  abundante  de  orina.  En  los  perros  abatimiento  profundo' , en 
el  tubo  digestivo  grandes  vestigios  de  flogosis. 

La  aristoloquia  es  narcótica  y produce  ligera  flogosis , es  una  planta 
ácre. 

La  ruda  ejerce  una  acción  local  flogística  y su  aceite  esencial  es  nar- 
cótico. 

Por  último,  el  tanguino  es  un  veneno  exótico  procedente  de  un  árbol 
llamado  por  Dupetit  Thomas  tanguineum  venenífera.  Es  un  nervioso  infla- 
matorio cuyas  virtudes  son  debidas  por  lo  nervioso  á un  principio  lla- 
mado tanguina , y por  lo  inflamatorio  á la  materia  blanca  cristalina  que 
contiene  la  almendra  del  tanguino.  Esta  última  materia  es  neutra  , fusi- 
ble, y pica  fuertemente  en  la  lengua.  La  tanguina  es  una  sustancia  cris- 
talizadle, morena,  viscosa,  que  se  pone  verde  con  los  ácidos  y roja  con 
los  álcalis.  Las  intoxicaciones  y envenenamientos  por  el  tanguino  son 
muy  frecuentes  en  la  India.  Parece  que  son  pocos  los  que  escapan  de  la 
muerte. 

ARTÍCULO  II. 

DE  LOS  VENENOS  NERVIOSO-INFLAMATORIOS  QUE  OBRAN  SOBRE  EL  CEREBRO 

PRINCIPALMENTE, 

Orfila  coloca  en  el  tercer  grupo  el  upas  antiar , el  alcanfor,  el  cálculo  de 
Levante  y la  picrotoxina.  Es  difícil  creer  que  estos  venenos  formen  gru- 
pos por  la  semejanza  de  su  acción.  El  upas  produce  convulsiones  clóni- 
cas. El  alcanfor  también  asfixia  y puede  obrar  como  los  cáusticos;  la 
picrotoxina  es  inflamatoria.  Tal  vez  esta  misma  diversidad  de  acción  los 
ba  hecho  colocar  en  un  grupo.  Como  quiera  que  sea  , el  tratamiento  que 
la  intoxicación  de  estos  venenos  exige , es  el  mismo  que  hemos  recomen- 
dado contra  los  del  grupo  precedente. 


— 1100  — 


- § I.— Upas  antiar. 

Sírvense  los  indios  para  la  guerra  del  upas  antiar,  cuyo  jugo  es  lechoso 
amargo,  amarillento.  Contiene  este  jugo  una  resina  elástica  y particular 
una  materia  amarga  y una  sustancia  que  es  la  parte  activa  tenida  por  al- 
caloidea. 

Inyectado  en  la  carótida  yugular  ó masa  cerebral , es  muy  activo,  me- 
nos en  la  pleura,  menos  en  el  tejido  celular  y mucho  menos  en  el  estó- 
mago. Es  altamente  emético  y ejerce  su  acción  igualmente  sobre  el  sis- 
tema nervioso  y el  estómago.  Las  convulsiones  que  el  antiar  ocasiona  son 
clónicas  con  alternativas  de  relajamiento.  Brodie  y Emmerto  han  encon- 
trado el  corazón  de  los  envenenados  por  esta  sustancia  sumamente  dis- 
tendido por  la  sangre.  Brodie  opinó  por  esto  que  el  antiar  disminuye  la 
fuerza  contráctil  del  corazón. 


§ II. — Alcanfor, 

El  alcanfor  tiene  dos  modos  de  obrar  : inflamatorio  y cáustico.  Es  in- 
flamatoria su  acción , cuando  se  da  disuelto  en  aceite  ó alcohol ; cáustica, 
cuando  en  fragmentos.  El  cerebro  y el  sistema  nervioso  entero  son  fuer- 
temente excitados  por  el  alcanfor,  cuando  obra  del  primer  modo,  y causa 
las  mas  horribles  convulsiones.  Inyectado  en  las  venas , es  mas  rápida 
su  acción.  Las  convulsiones  son  tan  fuertes  y excesivas,  que  el  animal  ó 
envenenado  no  puede  respirar,  y se  asfixia.  Guando  el  alcanfor  es  dado 
en  fragmentos , ulcera  el  estómago  como  un  cáustico.  El  alcanfor  artifi- 
cial parece  que  no  ataca  al  sistema  nervioso , y que  se  limita  á producir 
algunas  úlceras  en  la  mucosa  estomacal. 

El  alcanfor  es  sólido , blanco , transparente  y mas  ligero  que  el  agua, 
de  consistencia  crasa  , dúctil , granuloso , amargo  y picante , de  olor  sui 
generis , desagradable.  Se  volatiliza  con  facilidad  á la  temperatura  ordi- 
daria , y mas  al  calor.  Calentando  al  aire , arde  con  una  llama  blanca, 
arroja  mucho  vapor  y se  descompone.  Es  poco  soluble  en  agua,  mas  en 
aceite  y alcohol,  ó aguardiente  y vinagre.  El  agua  descompone  sus  diso- 
luciones y el  alcanfor  se  precipita. 

g III. — Cólculo  de  Levante  , picrotoxina. 

El  cólculo  de  Levante  debe  sus  propiedades  venenosas  á la  picrotoxina, 
uno  de  los  principios  que  contiene  su  almendra.  Es  el  fruto  ae  un  árbol 
de  la  India , muy  parecido  en  figura  y volúmen  á un  guisante  de  mayor 
tamaño.  Pulverizado  es  bastante  enérgico , y obra  á la  manera  del  alcan- 
for sobre  el  sistema  nervioso  , y principalmente  sobre  el  cerebro.  Goupil 
le  habia  dado  como  ácre  é irritante.  Orilla  dice  que  carece  de  estas  pro- 
piedades : no  es  mas  que  narcótico  ó nervioso.  Parece  que  tiene  grande 
acción  sobre  los  peces , y que  la  carne  de  estos  inflama  el  estómago  é in- 
testinos del  que  los  come.  Si  se  toma  poco  dividido  el  cólculo  de  Levante, 
no  produce  mas  que  vómitos  y náuseas.  Estos  mismos  vómitos , ó los  que 
uno  provoca  con  los  medios  tantas  veces  indicados , son  el  mejor  trata- 
miento contra  esta  intoxicación. 

La  picrotoxina  está  en  forma  de  agujas  aciculares , filamentos  sedosos 
y flexibles;  blanca,  brillante , semitransparente  y muy  amarga.  Mas  pa- 
rece ácida  que  alcalina.  El  ácido  sulfúrico  la  tiñe  de  amarillo  poco  a poc  , 


- 1101  - 

luego  la  haG8  pasar  al  color  rojo  azafranado*  y,  por  poco  que  se  caliente, 
se  carboniza  del  todo. 


ARTÍCULO  III. 

DE  LOS  HONGOS. 

El  estudio  de  los  hongos , bajo  el  aspecto  toxicológico , á pesar  de  los 
trabajos  de  Poulet  y los  mas  recientes  de  Boudier,  está  poco  adelantado. 
Sábese , casi  mas  bien  por  práctica  que  por  ensayos  químicos , cuáles 
son  los  inocentes  ó buenos  para  alimento;  cuáles  los  venenosos.  Y aun 
no  es  posible  establecer  una  línea  divisoria  terminante,  puesto  que  es 
de  observación  que  hasta  los  que  se  comen  impunemente  , en  ciertas  cir- 
cunstancias, se  hacen  venenosos  en  otras.  No  solo  falta  aclarar  cuáles 
hongos  sean  verdaderamente  venenosos,  sino  si  los  que  suelen  ser  ino- 
centes dejan  de  serlo,  cuando  no  han  llegado,  ó han  pasado  de  su  sazón. 

Los  hongos  comestibles,  ó setas,  llevan  nombres  diferentes,  según  sus 
especies  ó variedades,  los  cuales  varían  tal  vez  en  cada  provincia.  Los 
dañosos  se  diferencian  también  por  sus  nombres,  igualmente  que  por  su 
forma  y color. 

En  el  estado  actual  de  la  ciencia  no  poseemos  caracteres  terminantes 
para  distinguir  los  hongos  malos  de  los  buenos.  Fácil  será  distinguir  la 
seta  común  , la  que  todos  los  dias  se  come  impunemente,  por  su  poca 
longitud , carne  firme  y dura,  sombrerillo  redondeado  y recogido  sobre 
su  tallo  ó pedículo,  laminillas  de  color  de  rosa  ó de  un  color  vinoso;  la 
piel  que  la  cubre  se  quita  fácilmente;  su  pedículo,  un  poco  hinchado  por 
su  base , y toda  la  seta  de  un  color  pardo  ceniciento  ó amarillo  rojizo. 

La  principal  diíicultad  está  en  distinguir  los  demás  hongos  buenos  de 
los  dañosos.  Generalmente  se  cree  que  son  venenosos  los  hongos  que 
pierden  fácilmente  su  frescura  , llenos  de  un  jugo  ácre  y lechoso,  de  co- 
lor sombrío,  cuya  carne  es  coriácea,  hebrosa,  ó,  al  contrario,  dema- 
siado areolar;  que  crecen  en  parajes  oscuros,  cuevas,  troncos  de  los 
árboles  , junto  á las  rocas;  que  tienen  la  superficie  húmeda  ó viscosa;  que 
mudan  pronto  de  color,  cuando  se  cortan;  que  tienen  un  color  brillante 
y arrojan  olor  viroso.  A todo  eso  añaden  algunos  que,  si  los  hongos  mu- 
dan de  color  cortándolos , si  una  pieza  de  plata  se  pone  negra  en  contacto 
con  su  carne , ó si  las  cebollas  pierden  su  blancura  cocidas  con  los  hon- 
gos, son  realmente  dañosos;  mas  aun  cuando  nada  de  esto  se  observe, 
no  por  eso  está  mas  garantida  su  bondad. 

M.  Boudier,  en  su  Memoria  sobre  los  hongos,  se  hace  cargo  de  todas  esas 
condiciones  que , desde  mucho  tiempo , se  vienen  dando  á los  hongos 
malos  y buenos , para  diferenciarlos , y acaba  por  negar  la  exactitud  de 
esas  supuestas  diferencias.  El  doctor  Leveilló  ya  decía,  sobre  lo  mismo  : 

« Es  evidente  que  semejantes  caractéres  no  pueden  ser  de  ninguna  utili- 
dad: para  comer  setas,  es  necesario  seguir  la  rutina  del  país  en  que  se 
habita,  ó conocerlas  por  sus  caractéres  particulares ; de  otro  modo  es  ex- 
ponerse á los  mas  terribles  accidentes.»  Suscribiendo  M.  Boudier  á esta 
opinión,  y rechazando  completamente  por  dañosos  para  el  público  los 
caractéres  que  generalmente  se  designan  como  diferenciales,  se  expresa 
en  estos  términos : 

« Si  no  conocéis  los  hongos  ó las  setas , y queréis  cogerlas , dejad  á un 
lado  las  especies  de  carne  coriácea , 6 que  tengan  ya  un  principio  de  al- 


— 1102  — 

teracion , sea  porque  se  pudran,  sea  porque  se  cubran  de  moho.  No  to- 
quéis tampoco  á los  hongos  que,  sobre  tener  un  tallo  largo,  presenten  una 
gorguera  ó collar,  que  caiga  sobre  el  tallo  debajo  del  sombrerillo,  siendo 
este  viscoso,  cuando  se  moja  ó en  tiempo  húmedo,  guarnecido  por  de- 
bajo de  láminas  ú hojas  blancas,  y lleno  por  encima  de  berruguitas  6 
restos  de  membranas;  los  que  tengan  estas  escasas  ó numerosas,  gran- 
des ó pequeñas,  blancas  ó amarillentas,  que  presenten  por  debajo  del 
sombrerillo  un  color  blanco  ó amarillo  mas  ó menos  blanco  y azufrado 
ó verde  oliva  mas  ó menos  oscuro , ó de  un  hermoso  rojo  que  tira  á ama- 
rillo en  los  ya  viejos,  puesto  que  algunas  especies  de  lasque  ofrecen  esos 
caracteres  son  de  las  mas  deletéreas.  Rechazad  igualmente  los  hongos 
que  estén  por  debajo  guarnecidos  de  pequeños  agujeros , como  una  es- 
ponja , y se  pongan  azules  ó enverdezcan , cuando  se  cortan  ó rompen. 
Desconfiad  de  las  especies  que  tengan  sabor  de  pimienta  fuerte,  cuando  sé 
masquen  crudas , ó que  echen  una  leche  blanca  al  cortarlas ; y siquiera 
veáis  que  otras  personas  las  coman,  sin  sentirse  por  ello  incomodadas, 
no  las  comáis , sin  haberlas  hecho  cocer  por  mucho  tiempo.  Además , si 
la  necesidad  os  obliga  á comer  setas,  y no  teneis  ninguna  idea  de  su  na- 
turaleza , no  las  comáis  sino  después  de  haberlas  hecho  macerar  veinte 
minutos  al  menos  en  el  agua  acidulada  con  algunas  cucharadas  de  vina- 
gre, sacándolas  luego  de  esa  agua,  lavándolas  bien  en  agua  fría,  blan- 
queadas y enjugadas  antes  de  guisarlas  (‘j.» 

Con  estos  consejos,  Emilio  Boudier,  siquiera  comprenda  algunas  es- 
pecies comestibles,  elimina  las  especies  indigestas  y nocivas,  la  mayor 
parte  de  las  venenosas,  y llama  la  atención  sobre  las  rúsulas  y lactarios , 
por  lo  común  dañosas , por  no  comerlas  debidamente  cocidas  y sazo- 
nadas. 

M.  Boudier  cree  también  que  los  climas,  ó localidades,  influyen  poco  ó 
nada  en  la  cualidad  venenosa  de  los  hongos ; los  que  lo  son  en  un  país  y 
localidad,  lo  son  también  en  otros  (2). 

Los  principales  hongos  venenosos  pueden  reducirse  á los  del  género 
amanita  y del  género  agárico  : distínguense  los  primeros  de  los  segundos, 
en  que  los  primeros  salen  de  una  especie  de  bolsa  ó bulbo;  su  sombreri- 
llo está  guarnecido  de  hojas,  ó laminillas  radiantes  por  debajo,  y soste- 
nido por  un  pedículo  mas  ó menos  hinchado  en  su  base. 

Los  del  segundo  género  no  tienen  en  la  base  del  pedículo  bolsa  alguna, 
y las  hojas  del  sombrerillo  son  de  ordinario  sencillas  y mas  cortas. 

No  solamente  reina  cierta  vaguedad  en  la  acción  de  los  hongos  sobre 
la  economía , sino  que  hasta  los  mismos  venenosos  ofrecen  en  esta  parte 
tal  variedad , que  es  imposible  comprender  los  síntomas  producidos  por 
ellos  en  un  solo  cuadro.  Uáylos  que  obran  realmente  como  nervioso-infla- 
matorios,  puesto  que  inflaman  los  órganos  y causan  estupor  al  mismo 
tiempo;  otros  solo  irritan  el  sistema  digestivo  ; otros  solo  causan  estupor, 
aplanamiento;  otros , en  fin , según  afirma  Orfila,  obran  á la  manera  de 
los  sépticos.  Describamos,  pues,  los  síntomas  producidos  por  los  hongos 
venenosos  en  diferentes  cuadros  y de  un  modo  general ; esto  es , sin  de- 
terminar ni  el  género,  ni  la  individualidad  de  esos  venenos. 

Algunas  horas  después  de  haber  comido  hongos  venenosos,  sobrevie- 
nen dolores  de  estómago , cólicos  y sudores  fríos ; los  dolores  van  adqui- 


rí Obra  citada , pág.  <8 

t*)  Obra  citada,  pág.  43  y siguiente?. 


— 1103  — 

riendo  intensidad  ,•  se  hacen  continuos  y atroces,  hay  evacuaciones  pof 
arriba  y por  abajo ; pérdidas  á menudo , acompañadas  de  violentos  có- 
licos ; hay  sed  inestinguible  y calor  general , pero  especialmente  en  el 
abdómen  ; el  pulso  es  pequeño  y duro , cerrado , muy  frecuente , y la  res- 
piración dificultosa.  Luego  aparecen  calambres,  tiesura  de  miembros, 
convulsiones,  ya  generales,  ya  parciales,  y desfallecimientos.  El  enve- 
nenado conserva  la  integridad  de  sus  facultades  intelectuales , y siente 
llegar  la  muerte  en  medio  de  los  sufrimientos  mas  horribles.  La  enferme- 
dad puede  durar  de  dos  á cuatro  dias;  los  dolores  y convulsiones  agotan 
las  fuerzas.  ¿Quién  no  ve  en  este  cuadro  una  acción  irritante  del  sistema 
digestivo  en  especial? 

Otras  veces , á mas  de  estos  síntomas  de  afección  gastro-intestinal , ex- 
perimentan los  envenenados  vértigos , delirio  sordo ; luego  viene  el  sopor, 
el  coma,  interrumpidos  de  cuando  en  cuando  por  vómitos  y convulsio- 
nes; este  cuadro  es  de  los  verdaderos  nervioso-inflamatorios. 

En  estos  enfermos  se  declaran  acto  continuo  los  síntomas  nerviosos; 
si  hay  afección  gastro-intestinal,  no  los  produce,  y sucumben  á menudo 
bajo  el  influjo  de  una  lesión  fuerte  del  sistema  nervioso,  aunque  se  citan  ' 
fenómenos  de  excitación  y sopor  á la  vez;  por  cuanto  las  convulsiones 
violentas,  el  delirio  y los  dolores  se  unen  al  estado  comatoso  ó al  parecer 
apoplético  : son  como  los  anteriores,  pero  mas  nerviosos. 

En  otras  circunstancias,  en  fin  , la  piel  del  envenenado  se  pone  repen- 
tinamente pálida  y fría,  y se  cubre  de  un  sudor  glacial;  apenas  se  per- 
cibe el  pulso  y los  latidos  del  corazón  ; las  inspiraciones  son  raras  y pe- 
nosas : los  ojos  se  eclipsan  , y la  muerte  pone  fin  pronto  á esta  horrible 
escena.  No  es  raro  que  á todo  esto  se  añada  alguna  convulsión  y el  tris- 
mus,  tensión  del  abdómen  , inspiración  agitada  y convulsiva , á lo  que  se 
sigue  pronto  la  muerte. 

Boudier,  después  de  haber  expuesto  un  caso  práctico  de  una  madre  y 
un  hija , envenenadas  por  hongos  de  la  especie  amanita  bulbosa , que  da 
como  tipo  de  esa  intoxicación , habla  en  particular  de  Jos  síntomas  de  la 
amanita  muscaria  , los  de  las  russulas  y lactarios ; pero  no  presenta  en  rea- 
lidad cuadros  verdaderamente  diferenciales,  y solo  llama  la  atención  so- 
bre alguno  que  otro  síntoma,  como,  por  ejemplo,  una  constricción  de 
garganta,  debida  á la  acritud  de  la  amanita  muscaria , que  no  presenta 
nunca  la  bulbosa. 

Esta  parte  del  opúsculo  de  E.  Boudier  es,  en  nuestro  concepto,  la  mas 
débil,  la  menos  original,  y por  lo  mismo,  no  creemos  que  debamos  alte- 
rar lo  que  dicen  los  autores  sobre  el  cuadro  sintomático  de  los  hongos. 
Es  natural  y lógico,  que  cada  género,  especie  y variedad  tenga  algunos 
síntomas  especiales;  pero,  sobre  no  estar  este  estudio  analítico  á una  al- 
tura que  pueda  servirnos  de  guia  en  la  práctica,  casi  no  se  sabe  nunca 
qué  clase  de  hongos  han  tomado  las  personas  que  se  envenenan.  Muy  á 
menudo  se  da  cuenta  de  esos  casos , sin  determinar  la  especie  de  hongos 
que  los  ha  provocado. 

Los  hongos  venenosos  producen  alteraciones  de  tejido,  y aunque  no 
tanto  como  los  síntomas,  también  ofrecen  estas  alteraciones  alguna  va- 
riación. Obsérvanse  manchas  violadas  muy  extensas  y numerosas  en  los 
tegumentos , pupilas  contraidas,  conjuntiva  inyectada , vientre  lleno  de 
granos,  y por  lo  tanto,  abultado.  Esto  por  lo  que  toca  al  exterior.  Al  in- 
terior manchas  flogísticas  y gangrenosas  en  las  membranas  del  cerebro 
y en  sus  ventrículos,  en  el  esófago,  estómago  é intestinos;  lo  propio 


- 1104  — 

ouede  decirse  de  la  pleura,  pulmones,  diafragma,  mesenterio  y vejiga- 
¿n  una  palabra,  en  todas  partes  se  encuentran  vestigios  de  una  inflama- 
ción gangrenosa , y en  algunos  puntos  hay  esfacelo.  Los  pulmones  están 
además  ingurgitados  de  sangre;  lo  mismo  sucede  en  el  hígado,  bazo,  ri- 
ñones y vasos  venosos  abdominales.  La  sangre  es  negra , en  algunos  ca- 
sos coagulada  , líquida  en  otros. 

Lo  nue  he  dicho  de  los  síntomas  , debo  decir  de  la  anatomía  patoló- 
gica. Tampoco  sabemos  los  cuadros  especiales  que  corresponden  á cada 
especie  de  hongos  venenosos.  El  que  presentan  los  autores,  lo  mismo  que 
el  que  dió  la  sociedad  de  Medicina  de  Burdeos  en  1809 , debe  conside- 
rarse como  el  cuadro  colectivo  de  lo  que  han  presentado  los  sugetos  en- 
venenados por  diferentes  especies. 

La  intoxicación  por  los  hongos  podría , ya  que  no  evitarse  del  lodo, 
disminuirse  considerablemente.  Recientemente  se  ha  venido  á confirmar 
loque,  desde  mucho  tiempo,  se  habia  dicho,  á saber:  que,  sometiendo 
por  una  ó dos  horas  al  agua  y vinagre,  ó al  agua  de  sal,  los  hongos, 
hasta  los  malos  pierden  sus  propiedades  tóxicas.  M.  Gerard  ha  reprodu- 
cido lo  que  ya  habían  afirmado  Poulet  y Orfila  acerca  de  la  virtud  del 
vinagre  para  desbravar  los  hongos.  M.  Gerard  lo  ha  demostrado  de  una 
manera  indudable  en  una  Memoria  que  presentó  en  18S1  al  Consejo  de 
Higiene  y salubridad,  haciendo  además  experimentos  delante  de  los  in- 
dividuos de  dicho  Consejo,  que  no  dejaron  ninguna  duda  sobre  este  he- 
cho importantísimo. 

Ello  es  verdad  que  los  hongos  pierden  , no  solo  parte  de  su  consisten- 
cia , color  y sus  principios  venenosos , sino  también  sus  propiedades  nu- 
tritivas, su  perfume  y su  buen  sabor.  Los  gastrónomos  no  se  hallarían  bien 
con  esa  preparación  ; pero  en  cambio,  las  gentes  que  se  nutren  ó alimen- 
tan de  ellos , no  se  verían  tan  á menudo  expuestos  á terribles  catástrofes 
tan  comunes  hoy  por  la  facilidad  con  que  se  confunden  las  buenas  espe- 
cies con  las  malas,  y por  comerlas  sin  quitarles  antes  sus  principios  tóxi- 
cos con  el  vinagre. 

Bouliard,  Leteilier  y Pouchet  dicen  que  también  se  puede  evitar  la  in- 
toxicación , haciendo  hervir  los  hongos  antes  con  agua,  y lavarlos  luego 
muchas  veces,  pero  no  es  tan  eficaz  como  el  vinagre. 

El  calor  y la  desecación  parece  que  también  modifican  la  resina  ácre 
que  tienen  ciertos  lactarios  y r ússulas.  Después  de  calentados  ó desecados, 
no  son  ya  tan  dañinos.  No  destruyen  esa  resina  que  se  hace  venenosa, 
pero  la  modifican  notablemente,  en  términos  que  los  hongos  ya  no  tienen 
el  sabor  ácre  é irritante  que  tienen  frescos. 

Si  se  generalizase  esa  costumbre , tal  vez  se  disminuirían  considera- 
blemente esas  intoxicaciones. 

Dejando  ya  esa  profilaxis,  veamos  la  terapéutica. 

La  intoxicación  por  los  hongos  venenosos  se  combate  ó se  ha  comba- 
tido con  varios  medios;  el  vinagre,  la  sal  común,  el  éter,  el  emético  y el 
álcali  volátil  han  sido  recomendados  como  muy  propios  para  destruir  la 
acción  de  estos  venenos.  Orfila  ha  hecho  varios  experimentos  sobre  la 
eficacia  de  dichos  medios.  De  sus  experimentos  resulta  que  el  vinagre, 
dado  mientras  están  los  hongos  todavía  en  el  estómago  ó intestinos,  ac- 
tiva su  acción , porque  disuelve  perfectamente  los  principios  deletéreos 
del  hongo.  Cuando  por  medio  de  los  evacuantes  han  sido  expulsados  los 
hongos,  el  vinagre  suele  producir  un  bien.  . . 

De  la  sal  común  puede  decirse  otro  tanto;  también  disuelve  los  prmci- 


- 1105  - 

píos  deletéreos  dé  los  hongos,  y por  lo  tanto,  no  deben  darse  mientras  no 
hayan  sido  arrojados. 

El  álcali  volátil,  según  Poulet,  es  mas  bien  dañoso  que  útil.  Por  lo 
mismo  que  con  el  vinagre , agua  salada,  vino  y otras  sustancias  se  llevan 
los  principios  activos  de  los  hongos,  no  pueden  ser  buenos  remedios;  al 
contrario,  activan  su  malignidad;  esos  líquidos  son  venenosos  luego  y 
mas  activos , si  cabe , que  los  hongos , así  despojados  de  sus  principios 
inmediatos. 

El  éter  sulfúrico,  el  mas  empleado  en  estos  últimos  tiempos,  es  el  mas 
conducente  y eficaz.  Orfila  ha  restablecido  con  él  la  salud  de  muchos 
perros  envenenados,  por  una  dósis  bastante  fuerte  de  falsa  naranja,  dán- 
doles, después  de  evacuado  el  veneno , alternativamente  éter  y agua  eté- 
rea, ó licor  anodino  mineral  de  iioffmann. 

Por  último  , el  emético , ó los  emético-catárticos  son  los  mas  eficaces, 
porque  lo  mas  urgente  en  semejantes  intoxicaciones  producidas  por  ve- 
nenos de  acción  lenta  , es  arrojarlos  por  arriba  y por  abajo.  Los  princi- 
pios deletéreos  de  los  hongos  se  desprenden  con  el  trabajo  descompo- 
nente de  la  digestión;  los  ácidos  que  naturalmente  se  forman  con  ella  los 
acabarán  de  disolver;  de  aquí  la  lentitud  ó la  tardanza  de  su  acción;  de 
aquí,  una  vez  desplegado,  lo  enérgico  de  la  misma.  Vómitos,  pues,  y cá- 
maras cuanto  antes  á beneficio  de  los  medios  que  hemos  recomendado 
para  llenar  esta  indicación , y habrá  algunas  probabilidades  de  buen 
éxito.  El  envenenado  que  no  arroja  los  hongos  se  muere  siempre  ; si  se 
consigue  que  los  arroje,  hay  grandes  esperanzas  de  salvarle. 

Algunos  han  hablado  de  Ja  triaca,  la  manteca  y la  leche,  mas  no  son 
de  grande  eficacia.  El  yoduro  yodurado  de  potasio,  como  contraveneno 
de  los  alcaloideos,  puede  reportar  alguna  ventaja;  es  preferible  al  tanino 
ó cocimiento  de  nuez  de  agallas. 

Siempre,  pues,  que  ocurra  una  intoxicación  por  hongos  venenosos, 
acto  continuo  facilitarémos  el  vómito,  ó lal  vez  mejor  las  evacuaciones 
por  el  ano;  puesto  que,  cuando  la  intoxicación  se  advierte,  ya  están  los 
materiales  venenosos  en  los  intestinos.  Como  vomitivo  se  dará  al  enfermo 
de  3 á 4 granos  de  tartrato  de  potasa  y antimonio,  unido  á un  escrúpulo 
de  ipecacuana  y de  3 dracmas  á una  onza  de  sulfato  de  sosa  disuelto  en 
agua;  el  emético  solo  muy  á menudo  no  provoca  ninguna  especie  de  eva- 
cuación en  esta  clase  de  intoxicaciones.  Administrarse  además  una  po-. 
cion  hecha  con  el  aceite  de  ricino  y el  jarabe  de  llores  de  albérchigo;  y 
lavativas  preparadas  con  puipa  de  cañalísiula,  sen  y sultato  de  magnesia. 

Si  los  hongos  hubiesen  sido  ya  expulsados,  ó después  de  haberlos  ex- 
pelido con  lo  que  acabo  de  indicar,  lomará  el  envenenado  algunas  cucha- 
radas de  una  pocion  muy  cargada  de  éter,  ó bien  de  vinagre,  y dado  caso 
que  todavía  se  quejase  de  dolores  cólicos,  ó hubiese  irritación  inflamato- 
ria en  el  bajo  vientre,  se  emplearán  los  mucilaginosos.  El  amoníaco  es 
dañoso  al  principio  de  la  intoxicación;  á un  período  avanzado  de  ella 
puede  ser  útil.  # , . 

Al  decir  de  Oiíila  , M.  Chausarei  empleó  con  buen  éxito  escrúpulo  y 
medio  de  tanino  en  un  litro  de  agua,  ó un  cocimiento  preparado  con  me- 
dia onza  de  nuez  de  agallas,  un  litro  de  agua  y suficiente  cantidad  de 
mucílago. 

Considero  ocioso  advertir  que  estarán  contraindicados  los  purgantes 
fuertes , cuando  la  inflamación  de  la  parte  inferior  del  tubo  digestivo  se 
hubiese  desplegado  ya  con  intensidad,  ó estuviese  todavía  en  su  aumento. 

TOXICOLOGÍA. — 70 


— ílOfi  — 

Í as  sangrías,  las  sanguijuelas  y los  demás  medios  antiflogísticos  son  los  4 

remedios  mas  conducentes  cuando  hay  calentura , tensión  dolorosa  del 
abdómen , cardialgía , sequedad  de  lengua , sed  extremada , calor  que- 
mante de  la  piel,  boca  y garganta. 

Los  doctores  O.  Connor  y llumbert  salvaron,  el  primero  á un  niño,  y 
el  segundo  á cuatro  personas  envenenadas  con  setas,  por  medio  de  lava- 
tivas de  infusión  de  café:  estas  fueron  mas  activas  que  las  bebidas  de 
la  misma  infusión ; es  una  ventaja  que  así  sea,  puesto  que  muchos  están 
trismáticos  ó no  pueden  tragar. 

Además  de  la  intoxicación  producida  por  los  hongos  de  que  acabamos 
de  hablar , no  creo  inútil  decir  dos  palabras  sobre  la  que  provocan  los 
hongos  microscópicos  ó los  géneros  mas  inferiores  de  esas  plantas  y de  los 
enniohecimientos  de  ciertas  frutas , pan  y otras  sustancias  orgánicas , y 
que  á veces  cubren  las  hojas  de  los  árboles,  los  toneles  de  vino,  los  tapo- 
nes de  corcho,  las  cañas,  la  paja  y otras  cosas,  donde  se  desarrollan  esos 
géneros  de  hongos,  como  los  egerita,  los  monilia , los  botryiis,  los  mucor  ó 
verdadero  moho  que  con  alguna  frecuencia  no  dejan  de  producir  acci- 
dentes de  mas  ó menos  cuantía. 

E.  Boudier  ha  llamado  la  atención  sobre  esa  especie  de  intoxicaciones 
producidas  por  las  mucedíneas  y uredíneas , y á la  verdad  vale  la  pena 
de  que  se  ocupen  en  ella  los  toxicólogos;  siendo  sensible  que  estemos  tan 
atrasados  sobre  este  punto  importantísimo.  Ya  algunos  sabios  se  han  de- 
dicado á ese  estudio ; los  Bazin , los  Gruby , los  Lebert  y los  Carlos  Ro- 
bín , son  de  este  número.  Robín  ha  publicado  la  historia  natural  de  los 
vegetales  parásitos  que  crecen  en  el  hombre  y los  animales  vivos. 

M.  Pasteur  ha  hecho  varios  experimentos  que  vienen  á comprobar  el  daño 
que  pueden  hacer  al  hombre  esos  hongos  inferiores  y microscópicos,  des- 
organizando las  sustancias  en  que  vegetan. 

El  doctor  Mulileubeck  de  Mulhouse  refiere  un  caso  de  intoxicación 
por  los  esporos  de  el  aspergillus  glaucus.  Dos  obreros  se  pusieron  malos 
con  cefalalgia,  vómitos  y vértigos,  por  haber  manejado  ó limpiado  un  to- 
nel , cuyo  interior  estaba  lleno  de  moho  ó de  egerita  probablemente.  El 
doctor  Michel  refiere  otro  de  varios  obreros  ocupados  en  cortar  cañas 
que  estaban  llenas  de  un  hongo  parásito  que,  según  Leveillé,  seria  el  us- 
tilago hypodiles.  Su  polvo  seminal  se  esparce  por  todo  el  cuerpo , es  ins- 
pirado y causa  cefalalgia,  tumefacción  de  la  cabeza  y de  la  cara,  seguida 
de  formación  de  pústulas  ó vejiguillas,  y además  todos  los  síntomas  de  la 
gastro-enteritis  aguda ; irritación  del  aparato  génito-urinario  y satiriasis 
ó ninfomanía.  La  irritación  de  la  piel  va  seguida  de  escamacion.  Otro 
caso  refiere  el  doctor  Michel,  debido  al  manejo  de  haces  de  cañas,  del 
que  hemos  hablado  ya  en  la  Toxicología  general.  % 

El  doctor  Salisbury  de  Newarck  fué  consultado  por  un  sugeto  que 
habia  manejado  por  espacio  de  algunos  dias  paja  enmohecida , quedando 
expuesto  al  polvo  que  de  ella  se  desprendia.  Se  le  declaró  un  sabor  y 
olor  de  moho,  mal  de  garganta  que  fué  en  aumento,  escalofríos,  cefalal- 
gia, dolores  en  los  riñones  y abatimiento,  que  le  obligó  á guardar  cama. 

Luego  sobrevino  una  calentura  ardiente , dolor  de  cabeza  insoportable 
con  delirio  ligero , sensación  de  peso  en  el  pecho , inflamación  catarral 
intensa  en  las  fáuces  y desarrollo  de  una  erupción , análoga  á la  del  sa- 
rampión, en  la  cara  y cuello.  , 

En  la  guarnición  de  Newarck  se  desenvolvió  también  una  especie  de  ^ 
epidemia  de  sarampión,  y el  doctor  Salisbury  la  atribuyó,  no  sin  fun" 


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(lamento,  á que  los  soldados  dormían  en  jergones  de  paja  enmohecida. 

Por  último,  G.  Boudier,  que  refiere  todos  esos  hechos,  añade  dos  ob- 
servaciones : una,  debida  al  doctor  Perrochet,  y otra,  que  le  es  propia,  de 
un  niño  aquel,  y este  de  una  madre  y dos  niños,  los  cuales  enfermaron 
por  haber  comido  grosellas  y cerezas  enmohecidas  ó llenas  de  monilia  y 
botrytis , que  son  lasque  se  desenvuelven  en  las  confituras  y frutas.  El 
primero  sufrió  cólicos  violentos,  calosfríos,  cefalalgia,  ansiedad  y movi- 
mientos convulsivos  seguidos  de  postración.  Los  otros,  dolores  violentos 
de  estómago  é intestinos,  vómitos,  calambres,  deyecciones  blancas  abun- 
dantes, frió  de  las  extremidades,  en  una  palabra,  todos  los  síntomas  del 
cólera  ó la  colerina. 

En  tiempos  lluviosos , las  frutas  á veces  se  abren , y en  sus  grietas  se 
forma  fácilmente  moho  de  color  verdoso , debido  á mucedíneas , á cla- 
dospirium  herbarum , que  el  vulgo  llama  cardenillo.  Si  esas  frutas  se  co- 
men en  ese  estado,  suelen  producir  afecciones  análogas  á las  indicadas. 

No  cabe,  pues,  ninguna  duda  sobre  la  posibilidad  de  intoxicaciones,  ma- 
nejando objetos  cubiertos  de  moho,  respirando  el  aire  que  se  llena  de  sus 
espórulos  y comiendo  frutas,  pan,  queso,  pescado  frito  y otras  sustancias 
que  tienen  moho , ó en  las  cuales  se  han  desarrollado  esos  criptógamas, 
esos  hongos  microscópicos,  esas  mucedíneas  cuyo  desarrollo  es  rapidísimo. 

Por  lo  común  , esas  intoxicaciones  se  disipad  fácilmente  con  emolien- 
tes, calmantes,  ó con  algún  purgante  ó vomitivo. 

En  los  casos  de  intoxicación  por  los  hongos , sean  del  género  amanita, 
sean  del  género  agárico,  las  análisis  químicas  no  han  dado  hasta  aquí 
ningún  resultado.  Los  principios  venenosos  á que  deben  su  virtud  , no 
son  muy  conocidos.  Por  algún  tiempo  se  ha  creído  que  las  debían  á dos 
principios  , llamados  fugina  y amanüina. 

Para  tener  un  conocimiento  cabal  de  esta  importante  materia,  seria 
preciso  que  se  hubiesen  analizado  todos  los  géneros , especies  y varieda- 
des , y esto  es  lo  que  no  se  ha  hecho.  Los  Bouillon-Lagrange , los  Bra- 
connot,  los  Vauquelin , los  Letellier,  los  Lefort,  los  Gobley  y otros  mu- 
chos, se  han  limitado  á algunas  especies,  sin  que  sepamos  nada  fijo, 
porque  lo  que  afirman  los  unos  lo  niegan  los  otros. 

Uno  de  Jos  puntos  interesantes  del  opúsculo  de  C.  Boudier  es  la  aná 
lisis  química  que  ha  practicado  de  algunos  hongos,  de  los  que  con  mas 
frecuencia  son  causa  de  intoxicaciones  terribles. 

De  todos  los  esfuerzos  hechos  para  analizar  los  hongos , se  desprende 
que  su  composición  es  muy  complexa , y por  lo  tanto  difícil  de  estudiar. 
Se  han  hallado  en  ellos  muchas  sustancias,  y acaso  no  están  todas  las 
que  realmente  contienen. 

M.  Boudier  ha  analizado  la  amanita  bulbosa  , variedad  citrina,  la  ama- 
nila muscaria,  el  agáricus  campestris , boldus  edulis  , y el  jugo  lechoso  de 
los  lactucarius  controversia  y plúmbeas , y como  todas  las  demás , ha  en- 
contrado  una  porción  de  principios,  muchos  de  los  cuales  son  los  mis- 
mos, tanto  en  los  hongos  buenos,  como  en  los  malos.  Como  no  conduce 
á nada  para  nuestro  objeto  enumerar  esos  principios,  los  paso  por  alto. 
Solo  me  fijaré  en  lo  que  advierte  M.  Boudier  sobre  la  fungina,  la  que, 
según  Payen,  no  viene  á ser  mas  que  la  celulosa  que  retiene  un  poco  de 
albúmina,  y que  la  amanüina  de  M.  Letelier  no  tiene  los  caractéres  de  un 
alcalóide  , y de  un  principio  bien  definido  ó conocido,  ni  es  igual  en  to- 
das las  amanitas.  Algunos  creen  que  los  hongos  contienen  anilina,  en  es- 
pecial los  que  se  ponen  azules,  cuando  ios  cortan.  M.  Boudier  se  ha  fijado 


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¡As  principios , á los  cuales  da  nombre  particular,  como  la  nuce- 
e,J  va/a  viscosina,  la  bulbosina  y la  agaricina.  La  mycetida , llamada  por 
nh’os  químicos  gelatina  , goma  , dexliina  , etc.,  dice  que  es  la  mas  abun- 
dante en  el  jugo  de  los  hongos , sólida,  blanco-parda,  en  forma  de 
planchas  brillantes,  negras,  y enteramente  solubles  en  el  agua  cuando 
se  seca  de  (10  á 80  grados.  Su  solución  es  neutra  é insípida.  Es  una 
sustancia  que  tiene  propiedades  de  las  gomas,  de  la  dextrina , de  la 
gelatina;  pero  que  se  diferencia  de  ellas  por  otras.  La  viscosina,  mucílago 
de  los  hongos  , es  también  abundante  en  ellos , en  especial  en  la  pelí- 
cula epidérmica  del  sombrerillo,  y á ella  deben  aquellas  su  viscosidad. 
La  bulbosina  tiene  todos  los  caracteres  de  un  alcalóide  incrislalizable , de 
consistencia  siruposa,  y que  parece  ser  el  verdadero  principio  venenoso 
de  las  amanilas , puesto  que  con  él  lia  causado  la  muerte  de  algunos  ra- 
tones. No  la  llama  amanilina,  porque  la  amanila  muscaria  tiene  otro  princi- 
pio diferente  de  aquella.  Es  soluble  en  el  agua  y alcohol,  insoluble  en  el 
éter,  cloroformo  y sulfuro  de  carbono;  precipita  por  el  tanino,  yoduro 
doble  de  mercurio  y de  potasio,  y el  yoduro  yodurado.  El  ácido  nítrico  la 
tiñe  inmediatamente  en  moreno,  el  sulfúrico  en  moreno  rojo,  y si  es  muy 
concentrado  la  ennegrece.  El  percloruro  de  hierro  le  da  un  color  oscuro, 
y luego  verde. 

La  agaricina  es  también  sólida , formando  granulaciones  brillantes 
amarillentas,  ó cristales  blandos,  blanquecinos  ó amarillentos,  de  reac- 
ción ácida,  insoluble  en  el  agua,  insípida  en  la  parte  mas  abundante  de 
las  materias  grasas  que  tienen  los  hongos. 

Aunque  las  análisis  practicadas  por  Boudier  tienen  grande  interés  , y 
acaso  preparen  la  vía  para  las  que  nos  conduzcan  á poder  analizar  con 
fruto  las  materias  y órganos  de  los  intoxicados  por  los  hongos;  todavía 
dejan  mucho  que  desear,  tanto  con  respecto  á los  verdaderos  principios 
tóxicos  , como  á Jas  operaciones  que  se  pueden  ejecutar  en  un  caso  prác- 
tico. M.  Boudier  sospecha  que,  además  de  la  bulbosina,  hay  otro  principio 
alcaloideo  que  no  acabó  de  determinar,  y hay  pocos  hechos  que  prueben 
que  la  bulbosina  es  á los  hongos  lo  que  al  opio  la  morfina  y otros  alca- 
loideos del  mismo. 

Así  es  que  no  podemos  consignar  aquí  procedimientos  analíticos  para 
buscar  en  las  materias  procedentes  del  sugeto  intoxicado  los  principios 
tóxicos , aun  cuando  tratáramos  de  aplicar  lo  que  ha  hecho  M.  Boudier 
con  el  jugo  de  los  hongos  que  ha  analizado,  y con  los  líquidos  proceden- 
tes de  digestiones  con  el  bagazo  de  los  mismos. 

En  los  casos  de  esa  especie  de  intoxicación  , mas  que  á las  análisis 
químicas  podrémos  apelar  por  un  lado  al  reconocimiento  de  los  hongos, 
si  queda  alguno,  ó restos  de  ellos,  y por  otro  al  microscopio,  que  nos 
permitirá  distinguir  los  elementos  anatómicos  de  ciertos  órganos  y tejidos 
de  los  hongos  , escapados  , tanto  á la  cocción  como  á la  acción  de  los 
agentes  digestivos.  Bajo  este  último  punto  de  vista,  el  opúsculo  de 
M.  E.  Boudier  es  también  importantísimo,  y ha  hecho  un  servicio  nota- 
ble á la  ciencia  y á la  administración  de  justicia. 

Para  proporcionar  á los  que  han  de  utilizarse  de  este  libro  algunos  co- 
nocimientos , ya  relativos  á los  caractéres  botánicos  de  los  hongos  vene- 
nosos, ya  á sus  elementos  anatómicos,  voy  á dar  una  rápida  descripción 
ae  algunas  especies  del  género  amanita7  y otras  del  género  agárico;  y 
t^Pues  de  estas  descripciones,  diré  cuatro  palabras  sobre  los  elemen- 
anatómicos  que  pueden  verse  en  el  microscopio. 


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1 1.—  Hongos  del  género  amanlta. 

Son  hongos  venenosos  comprendidos  en  este  género,  los  siguientes: 
amanila  aurantiaca  de  Bersoon ; falsa  naranja , amanita  venenosa , P. ; de 
estos  hay  tres  variedades  : 1.*  amanita  bulbosa  alba,  amanita  citrina  y 
amanila  viridis.  Luego  hay  una  porción  de  especies  poco  conocidas,  á las 
cuales  ha  designado  Poulet  con  el  nombre  genérico  de  hypophylos,’ y son 
el  hypophylum  maculatum,  albo  citrinum,  triscupidatum , rápula,  sanguineum, 
crux  melitensis , pudibundum  y pellitum. 

Amanita  aurantiaca,  agaricus  muscarius  de  Linneo:  sombrerillo  de  14  á 18 
centímetros,  primero  convexo,  luego  horizontal;  color  rojo  de  escarlata, 
un  poco  mas  oscuro  en  el  centro,  poco  rayado  en  el  borde,  y casi  siem- 
pre salpicado  de  tubérculos  ó berrugas  blancas,  hojas  blancas  y desigua- 
les , pedículo  largo,  de  8 á 12  centímetros,  blanco,  lleno,  cilindrico, 
grueso;  bolsa  incompleta. 

Amanita  venenosa.  Comprende  esta  especie  el  agaricus  bulbosas  y el  aga- 
ricus bulbosas  vernus  de  Bouillard : sombrerillo  convexo,  carnoso,  ancho 
de  tres  á cuatro  dedos,  raras  veces  desprovistos  de  berrugas,  color 
blanco,  sulfúrico  6 verdoso,  olor  viscoso  muy  fuerte,  sabor  ácre  y estíp- 
tico. Hojas  blancas,  siempre  pedículo  bulboso,  con  restos  de  bolsa  muy 
grandes,  collar  grueso  y rebajado  á menudo. 

La  variedad  primera  de  esta  especie,  ó sea  la  amanita  bulbosa  alba,  aga- 
ricus bulbosas  vernus  de  Bouillard  : cicuta  blanca.  Tiene  el  sombrerillo  en- 
teramente , dice  Poulet , blanco,  y un  poco  amarillo  en  el  centro,  y mu- 
chas hojas  y porciones  de  hojas.  Es  una  seta  que  se  confunde  muy  á 
menudo  con  otra  comestible,  la  seta  de  mantillo,  de  la  cual  se  distingue 
en  que  este  no  tiene  hebra  ni  pié  bulboso,  ni  berrugas  en  el  sombrerillo; 
se  pela  con  facilidad , tiene  un  collar  irregular,  roído  por  sus  bordes; 
seca  en  la  superficie , es  en  los  surcos  de  un  color  de  rosa  ó de  vino,  pri- 
mero tierno,  luego  mas  oscuro,  y al  fin  negruzco. 

La  segunda  variedad , amanita  citrina  , ó sulfurina  de  Bouillard  , na- 
ranja , cicuta  amarillenta  de  Poulet ; agaricus  bulbosus  de  Bouillard , tiene 
el  sombrerillo  de  color  citrino  pálido;  su  pedículo  es  largo,  de  10  á 12 
centímetros,  bulboso,  y ligeramente  estriado  en  su  punta.  Este  hongo 
se  encuentra  en  otoño  escondido  entre  las  hojas  secas  caídas  de  los  ár- 
boles. 

La  tercera  variedad  es  la  amanita  viridis , naranja , cicuta  verde  de  Pou- 
let; agaricus  bulbosus  de  Bouillard.  Sombrerillo  de  color  de  yerba,  á ve- 
ces de  aceituna  ó pardusco;  mayor  que  las  demás,  sin  vestigios  de  bolsa; 
el  pedículo  ofrece  en  su  base  el  bulbo  mas  notable  que  en  las  demás  va- 
riedades. 

Los  hypophylos  de  Poulet  son  poco  conocidos , aunque  parecen  , en 
efecto,  pertenecer  al  genero  amanita.  El  maculatum  es  blanco,  tirando  á 
gris,  de  tamaño  vario,  sombrerillo  apenas  carnoso;  hojas  mezcladas  con 
pequeñas  porciones  de  hoja  hacia  los  bordes,  blancas  y corladas  á modo 
de  sierra ; no  tocan  el  pedículo  ó tallo,  y forman  una  especie  de  rodete; 
el  pedículo,  primero  lleno,  luego  se  ahueca ; todo  este  hongo  es  blanco, 
y de  superficie  vinosa. 

El  albo  citrinum,  tan  pronto  es  blanco,  manchado  de  amarillo,  tan 
pronto  blanco  ó ligeramente  amarillento.  Sombrerillo  circular  mas  ó 
menos  húmedo.  Hojas  blancas  de  corte  igual  y liso;  de  igual  longitud, 
formando  rodete,  y sin  locar  el  pedículo.  Tiene  siempre  collar. 


1110 


vMricuspidattm,  blanco,  sombrerillo  regularmente  circular,  cubierto 
wp  minios  triangulares  iguales  , de  forma  piramidal , muy  pegadas  á la 
niel  que  cubre  el  sombrerillo.  Las  hojas  son  de  color  verde  , y están  cu- 
biertas de  un  polvo  semejante  á la  flor  de  harina , y de  un  velo  que 
acaba  uniéndose  tan  solo  al  pedículo.  Este  es  blanco,  cilindrico,  lleno, 
en  cuya  base  hay  un  bulbo  que  se  ahueca  al  fin  como  el  tallo. 

El  rápula  es  pequeño,  de  color  de  avellana;  su  sombrerillo  ofrece  una 
multitud  de  puntas  desiguales,  semejantes  á las  de  una  raspa  ordinaria, 
de  color  mas  oscuro  que  el  del  sombrerillo.  Sus  hojas  son  delgadas  , muy 
unidas,  blancas.  Cuando  joven  las  cubre  un  velo  que  luego  se  rasga.  El 
pedículo  es  blanco,  y está  lleno  do  una  sustancia  medular. 

El  sanguineum  es  de  color  pardo  de  ratón , y como  satinado ; sombre- 
rillo de  forma  cónica  y esbelto,  con  hojas , porciones  de  hojas , de  un 
blanco  súcio  ó ligeramente  amarillo.  Cortado  el  sombrerillo,  se  ve  á 
cierta  distancia  como  de  color  de  cereza  , lo  cual  debe  á una  porción  de 
granitos  que  contiene.  Su  tallo  ó pedículo  es  tortuoso  y muy  alto,  de  un 
blanco  súcio,  lleno  de  una  sustancia  blanca. 

El  crux  melUensis  tiene  un  color  de  carne  pálido.  Su  sombrerillo  está 
hendido  en  cinco  ó seis  partes  iguales,  lo  cual  le  da  el  aspecto  de  una 
cruz  de  Malta ; en  su  centro  tiene  un  boton  elevado  y regularmente  cir- 
cunscrito. Sus  hojas  son  todas  iguales  , y del  mismo  color  que  el  sombre- 
rillo ; no  tocan  el  tallo , y se  insertan  en  un  rodete.  El  pedículo  es  recto, 
y tiene  collar ; es  muy  largo,  al  principio  macizo,  luego  hueco.  Tiene 
bolsa  ó bulbo  de  color  blanco  , carne  fresca,  un  poco  húmedo. 

El  pudibundum  es  blanco ; su  sombrerillo  está  elevado  en  el  centro  en 
punta  aguda,  la  que  acaba  por  desaparecer.  Si  se  corta,  tanto  la  carne 
como  el  jugo  que  sale , se  ponen  con  el  contacto  del  aire  de  color  de  car- 
mesí. Las  hojas  son  blancas , cortadas  en  bisel , y de  longitud  desigual. 
El  pedículo,  continuación  de  la  sustancia  del  sombrerillo,  es  del  mismo 
color,  cilindrico,  y lleno  de  sustancia  medular. 

Por  último,  el  pellitum  es  pardo  amarillento  en  su  superficie  ; con  pe- 
queñas manchas  irregulares  mas  oscuras ; el  sombrerillo  es  desigual- 
mente convexo;  su  contorno  parece  sinuoso;  el  pedículo  es  de  un  color 
blanco  súcio. 

§ II. — Hongos  del  género  agárico. 


Los  hongos  venenosos  comprendidos  en  este  párrafo,  son  : el  agaricus 
necatur,  el  acris , el  piperatus , el  pyrogalus,  el  styplicus,  el  urens  y el  anu - 
larius.  Los  cuatro  primeros  forman  un  grupo  que  pudiéramos  llamar  de 
los  agáricos  lechosos , caracterizado  por  ciertas  particularidades  que  les 
son  comunes.  Su  carne  es  firme,  quebradiza  , y contiene  un  líquido  le-  ^ 

choso  de  sabor  de  pimienta,  el  cual  fluye  apenas  los  cortan.  Su  superficie 
es  seca , y algo  tosca  al  tacto;  su  sombrerillo  se  ahueca  y toma  la  lorma 
de  un  embudo ; sus  hojas  son  finas  y de  longitud  desigual ; su  pedículo 
en  general  es  corto.  Sin  ser  tan  dañosos  como  los  amanitas  é hypophylos, 
no  dejan  de  causar  daños  graves. 

El  agaricus  necatur  tiene  un  color  pálido  rosado  ó colorado  á veces,  con 
vetas  concéntricas ; el  sombrerillo  es  al  principio  convexo»  luego  plano; 
cóncavo  al  fin , y los  bordes  se  abarquillan  hácia  dentro,  mas  anchos  de 
un  lado  que  de  otro;  la  superficie  del  sombrerillo  es  aterciopelada;  por 
debajo  tiene  un  color  blanco  ó amarillento;  las  hojas  en  pequeño  número 
orman  un  rodete,  insertándose  en  el  pedículo.  ' 


- lili  — 

El  acris  es  blanco ; el  sombrerillo  carnoso,  de  borde  viscoso,  hojas  nu- 
merosas, esparcidas  á menudo  de  color  rosado  ó rojo  claro,  pedículo  des- 
nudo, macizo,  ó cilindrico  y carnoso. 

El  piperatus  ó lactifluus-acris  es  blanco,  sobre  todo  cuando  tierno ; som- 
brerillo redondo  que  luego  se  ahueca ; sus  hojas  se  ponen  de  color  de 
paja , enrojeciendo  el  tronco ; son  enteras  y multiplicadas.  A veces  no 
hay  mas  que  parte  de  las  laminillas.  El  pedículo  es  corto,  macizo,  grueso 
y continuo. 

El  pyrogalus  es  de  un  color  amarillo  lívido.  Su  sombrerillo  tiene  los 
mismos  caracteres  que  los  demás;  sus  hojas  son  numerosas,  rojizas,  des- 
iguales y un  poco  adherentes  al  pedículo. 

El  segundo  grupo  está  formado  por  los  agáricos , que  no  tienen  pedí- 
culo, ó le  tienen  lateral  ó excéntrico ; y sen  los  de  la  especie  stypticus. 

El  color  de  estos  agáricos  es  en  general  de  canela,  mas  ó menos  os- 
curo, superficie  seca  , carne  blandusca  que  se  rasga  fácilmente.  El  som- 
brerillo hemisférico,  con  dos  extremidades  un  poco  prolongadas  y redon- 
deadas , semejando  un  tanto  la  oreja  del  hombre.  Sus  bordes  están  abar- 
quillados por  debajo.  Sus  hojas  son  pequeñas,  enteras,  fáciles  de  arrancar 
de  la  carne,  y notables  por  la  línea  circular,  en  la  que  terminan  sin  que 
ninguna  la  sobrepase.  El  pedículo  está  desnudo,  es  macizo,  continuo  con 
el  sombrerillo , lateral  y corto. 

El  tercer  grupo  está  formado  por  la  especie  agaricus  urens:  estos  agári- 
cos tienen  el  sombrerillo  carnoso ; sus  hojas  no  adhieren  al  pedículo , no 
se  ennegrecen  envejeciendo,  y el  pedículo  es  macizo.  El  agaricus  urens , 
que  es  el  tipo  de  la  especie  , es  de  un  color  amarillo  súcio  y pálido.  Sus 
hojas  son  rojas. 

Por  último , hay  el  grupo  formado  por  la  especie  agaricus  annularius; 
su  carácter  es  estar  provisto  de  un  collar.  El  agaricus  annularius  es  de 
color  leonado  ó de  rosa , sombrerillo  convexo , un  poco  prominente  en 
el  centro , manchado  de  pequeñas  escamas  negruzcas.  Sus  hojas  son 
blancas  y adhieren  fuertemente  al  pedículo.  Este  es  carnoso , cilindrico 
y muy  á menudo  un  poco  encarnado  en  su  base. 

Cuando  no  se  puede  examinar  un  hongo  entero,  ni  partes  de  alguno  de 
ellos,  que  se  hayan  tirado , ni  se  sepa  de  donde  los  han  cogido ; en  una 
palabra  , cuando  , por  no  quedar  resto  alguno  de  los  hongos  comidos,  ya 
no  podemos  valernos  de  sus  caractéres  botánicos , todavía  nos  queda  el 
recurso  de  sus  elementos  anatómicos  para  observarlos  en  el  microscopio; 
para  lo  cual  se  coloca  en  el  campo  de  este  instrumento  una  pequeña 
cantidad  de  la  materia  arrojada  por  vómitos,  por  cámaras,  ó de  la  que 
se  encuentre  en  el  estómago  é intestinos,  ó acaso  entre  los  dientes. 

Los  hongos  sufren  perfectamente  la  cocción  y hasta  cierto  punto  tam- 
bién la  acción  de  los  jugos  digestivos;  sin  que  la  naturaleza  de  sus  teji- 
dos se  altere  , en  especial  los  esporos  , los  cuales  resisten  bajo  todos  los 
aspectos  esas  acciones , tanto  cocidos  en  agua  pura , como  con  aceite  y 
manteca.  M.  E.  Boudier  no  ha  podido  hallar  diferencia  alguna  entre  los 
esporos  frescos  y crudos  y los  cocidos,  procedentes  del  agaricus  campes- 
iris , lactarius  deliciosas  j russula  emética , amanita  bulbosa,  ñuscaría  y bo- 
letas edulis.  Siempre  los  ha  visto  con  la  misma  forma , la  misma  mag- 
nitud, el  mismo  color  y hasta  con  las  mismas  gotitas  internas,  siquiera 
sean  variables.  Las  células  délos  tejidos  tampoco  mudan  la  forma  y gro- 
sor; solo  pierden  su  turgescencia,  se  ajan,  se  plegan  en  diferentes  di- 
recciones y presentan  en  su  interior  un  gran  número  de  granulaciones 


— un  — 

(¿núes,  amarillentas,  probablemente  debidas  á partículas  de  albú- 
gina coagulada  por  el  calor.  Siempre , pues , son  fáciles  de  reconocer. 
m Lo  propio  sucede  á los  básídos,  no  se  alteran  ni  pierden  sus  esterigma - 
tas , siquiera  se  desprendan  de  ellos  los  esporos.  Se  los  ve  mas  llenos  de 
.^anulaciones  que  al  estado  fresco,  y forman  en  su  interior,  por  la  aglo- 
meración de  sus  gotitas,  gotas  mayores  que  al  estado  normal.  Obsérvanse 
también  granulaciones  muy  pequeñas.  Las  gotas  se  deben  á materias 
grasas,  y las  granulaciones  finas  á materias  albuminosas  coaguladas. 

Consérvanse  también  los  vasos  lactíferos  que  algunos  agáricos  tienen 
y su  látex,  en  lugar  de  estar  esparcido  en  millones  de  gránulos  al  con- 
tacto del  agua,  forman  golas  gruesas  redondeadas  cerca  de  la  sección  de 
esos  vasos,  y el  interior  de  estos  está  lleno  de  esas  gotas  ó gránulos  re- 
unidos en  masa  compacta.  Es  la  sustancia  acre  resinosa  , que,  así  modi- 
ficada, hace  perder  á los  lactarios  su  acritud,  cuando  se  cuecen.  Así  no 
sale  de  los  vasos  y no  se  emulsiona , como  cuando  sale  con  sus  gránulos 
libres  ó no  aglomerados. 

Para  sacar  todo  el  partido  posible,  pues,  del  exámen  al  microscopio, 
de  todos  esos  elementos  anatómicos  de  los  hongos  , hay  que  conocerlos  y 
distinguir  sus  formas,  en  especial  las  de  los  esporos,  para  determinar, 
no  solo  que  hay  restos  de  hongos,  sino  de  qué  género  y especie. 

Aunque  no  acompañando  la  descripción  láminas  que  la  completen  y 
la  hagan  mas  clara,  tal  vez  seria  mejor  suprimirla;  sin  embargo,  voy 
á dar  una  idea  somera  de  cada  uno  de  esos  elementos. 

El  pedículo  ó tallo  del  hongo  está  formado  de  filamentos  compuestos 
de  celdillas  cilindricas  prolongadas,  de  igual  forma,  sencillas,  raras 
veces  ramificadas , apretadas  las  unas  contra  las  otras  y apenas  entre- 
mezcladas, pudiéndose  separar  fácilmente  á lo  largo.  Vistas  en  el  mi- 
croscopio , se  parecen  á un  manojo  de  chorizos  extremeños , poco  ó 
nada  encorvados , algo  mas  anchos  por  los  extremos  de  cada  celdilla  y 
articulados  por  sus  extremidades. 

Cuando  llegan  al  sombrerillo  del  hongo,  esos  filamentos  se  vuelven 
mas  flojos,  mas  ramosos  y se  entrecruzan  ; sus  celdillas  son  también  pro 
longadas , mas  turgescentes  y mas  gruesas,  mas  difíciles  de  separar,  por 
su  entrecruzamiento,  así  es  que  se  rasgan  fácilmente.  Forman  el  parén- 
quima  del  hongo,  ó la  carne  del  sombrerillo. 

Algunos  de  esos  filamentos  terminan  en  la  parte  ó cara  superior  del 
sombrerillo,  son  mas  delgados  y están  mas  entrelazados;  el  aspecto  que 
presentan  en  el  microscopio  se  parece  al  que  presentarían  varias  cañas 
delgadas  y algo  encorvadas  , algunas  se  bifurcan  como  las  ramitas  de  un 
árbol.  Constituyen  así  una  capa  delgada  y resistente,  que  viene  á ser  un 
epidermis  que  en  algunos  hongos  se  quita  fácilmente,  y en  otros  con  al- 
guna dificultad ; y los  hay  que  no  consienten  el  quitarla.  Esos  filamentos 
son  estériles. 

Hay  otros  que  se  terminan  en  la  cara  inferior  del  sombrerillo  y estos 
sostienen  los  órganos  de  la  fructificación.  Penetran  en  el  grueso  de  las 
hojas  ó láminas,  y allí  se  levantan  ó enderezan  hácia  las  paredes  de  aque- 
llas, al  propio  tiempo  que  disminuyen  sus  celdillas,  disminuyendo  súbi- 
tamente de  longitud,  y haciéndose  tan  anchas  como  largas.  Constituyen 
6l  tejido  subbymenial. 

De  esas  celdillas,  apretadas  las  unas  contra  las  otras,  parten  los  bási- 
,0';  ordenados  unos  contra  otros  también,  y constituyendo  las  paredes 
e las  hojas  ó el  himenio  propiamente  tal.  Los  básidos  afectan  la  misma 


- 1113  - 

forma  á poca  diferencia  en  todos  los  hongos  que  las  tienen  ; son  una  es- 
pecie de  masas  ó cuerpos  oblongos  mas  gruesos  por  un  extremo  que 
por  el  otro,  siendo  este  el  que  arranca  del  tejido  ó celdillas  subhime- 
niales,  y el  otro  el  que  tiene,  si  no  son  estériles,  de  dos  á cuatro  esterig- 
maias  ó pedunculitos , cada  uno  de  los  cuales  sostiene  un  esporo.  Al 
estado  fresco  están  llenos  de  granulaciones.  En  los  muy  tiernos  ó meno- 
res suelen  faltar. 

Los  esporos  son  ovales , incoloros , ó amarillentos , rosados  ó de  un  mo- 
reno purpúrico  , según  la  edad , terminados  en  su  base  por  un  pequeño 
apiculo,  cabillo  ó rabito , que  es  el  punto  por  el  cual  se  unen  al  esterig- 
mata.  Su  longitud  es  de  0mm  ,0083  á 0mm ,0100,  y su  anchura  de 
0mm,0058  á 0uim,0065  ó mas  pequeños,  según  las  especies.  Están  llenos 
de  granulaciones  que  no  reuniéndose  por  el  calor , revelan  que  no  son 
de  grasa,  y algunos  son  mayores  que  los  otros. 

Esta  es  la  anatomía  de  los  hongos  en  general. 

Ahora  cada  género  ó especie  presenta  ó puede  presentar  algunas  varia- 
ciones, en  ¡a  forma  de  las  celdillas  del  tallo  , del  parénquima  , de  la  pe- 
lícula , del  tejido  subhimenial , y sobre  todo  de  los  esporos.  Hay  algunos, 
como  los  lactarios , que  tienen  vasos  lactíferos , los  que  corren  entre  las 
celdillas.  La  amanita  bulbosa , por  ejemplo,  tiene,  tanto  en  el  pedúnculo 
como  en  el  sombrerillo,  dos  clases  de  celdillas , unas,  tales  como  las  des- 
critas , otras , delgadas  y filamentosas.  Los  lactarios  tienen  las  celdillas 
redondeadas,  igualmente  que  las  russulas  y vasos  lactíferos.  Los  esporos 
son  mayores  ó menores  , ovales,  redondos,  oblongos,  etc. 

No  entrando  en  mi  propósito  descender  á pormenores  diferenciales 
acerca  de  las  formas  que  afectan  los  elementos  anatómicos  de  los  hon- 
gos , según  su  género,  especie  y variedad ; solo  diré  que , para  los  casos 
prácticos,  lo  primero  que  importa  es  demostrar  la  existencia  de  esos  ele- 
mentos para  afirmar  la  de  los  hongos,  como  causa  del  padecimiento , si 
le  ha  habido , y si  los  síntomas  y la  anatomía  patológica , por  otro  lado, 
están  en  armonía  con  esos  resultados  microscópicos.  Siempre  será  una 
ventaja  determinar  el  género  y especie ; pero  para  eso  se  necesitan  estu- 
. dios  que  no  son  comunes , y que  acaso  la  ciencia  no  está  hoy  en  el  caso 
de  presentar  como  un  trabajo  concluido.  El  mismo  C.  Boudier  se  limita 
á muy  pocos  hongos  y puede  considerarse  como  el  que  mas  ha  hecho 
en  este  sentido  , puesto  que  él  ha  abierto  esa  nueva  vía. 

Si,  pues,  se  encuentran  en  las  materias  arrojadas  por  vómitos,  en  las 
heces,  en  el  estómago  ó intestinos,  entre  los  dientes  ó en  los  restos  de 
un  guisado,  esos  elementos  ó algunos  de  ellos,  en  especial  los  esporos, 
tendrémos  un  órden  de  datos  que  suplirá  la  falta  de  los  químicos , y que, 
unidos  á los  clínicos  y autópsicos,  nos  podrá  permitir  afirmar  la  intoxica- 
ción por  los  hongos  venenosos. 

ARTICULO  IV. 

DE  LOS  LICORES  ALCOHÓLICOS. 

Los  licores  alcohólicos , el  vino , el  aguardiente  y el  alcohol  son  tam- 
bién considerados  como  venenos  por  los  autores  , á pesar  de  que , si  los 
examinásemos  con  su  definición  á la  vista,  no  deberían  ser  calificados 
de  esta  suerte.  Mas  ya  que  esta  consideración  no  nos  ha  detenido  con 
respecto  á muchas  sustancias,  cuya  acción,  para  ser  venenosa,  ha  de- 


— lili  — 

h.-rfo  desplegarse  á causa  de  dósis  fuertes  , dejaremos  de  fijarnos  en  esas 
observaciones , por  lo  menos,  respecto  de  algunas. 

Los  licores  alcohólicos  obran  también  de  diverso  modo  , según  las  cir- 
cunstancias. También  presentan  grupos  diversos  de  síntomas.  M.  Gar- 
nier  de  Monta rgis  ha  resumido  los  fenómenos  que  los  licores  alcohóli- 
cos producen  en  el  hombre  , cuando  se  toman  á la  cantidad  correspon- 
diente , para  provocar  la  embriaguez,  que  es  la  forma  de  su  intoxicación. 

La  embriaguez,  según  dicho  autor,  tiene  tres  grados  : en  el  primero, 
el  embriagado  presenta  el  rostro  encendido , los  ojos  animados  , la  frente 
tersa,  el  semblante  se  pone  expansivo  y respira  la  mas  amable  alegría; 
el  espíritu  es  mas  libre , mas  vivo  ; las  ideas  mas  fáciles ; los  cuidados 
desaparecen;  á los  chistes  se  siguen  los  suaves  esparcimientos  de  la 
amistad  y las  tiernas  manifestaciones;  se  habla  mucho;  se  es  indiscreto; 
el  discurso  va  siendo  difuso  y se  empieza  á tartamudear. 

En  el  segundo  grado , la  embriaguez  se  manifiesta  por  una  alegría 
ruidosa,  turbulenta,  carcajadas  inmoderadas,  discursos  insensatos, 
cantos  obscenos , acciones  brutales  en  relación  con  la  idiosincrasia  de 
lossugetos,  una  marcha  vacilante,  incierta,  análoga  á la  de  los  niños, 
llantos  estériles,  perturbación  de  sentidos,  vista  doble , miradas  hoscas, 
sombrías,  zumbido  de  oidos,  lengua  torpe,  apenas  articulan  los  soni- 
dos, á veces  espuma  en  la  boca,  juicio  falso  y la  razón  desaparece.  Desde 
entonces  nada  regula  ya  las  tendencias  y los  apetitos  groseros ; no  es 
raro  el  delirio  furioso;  el  pulso  está  mas  desenvuelto ; las  arterias  caróti- 
das laten  de  un  modo  mas  sensible ; la  cara  está  encarnada  y parece  que 
se  hincha ; las  venas  del  cuello  muy  en  relieve ; la  respiración  se  preci  - 
pita ; el  hálito  es  vinoso;  hay  eructos  ágrios,  ganas  de  vomitar,  vértigos; 
caidas  inminentes,  luego  completas ; la  somnolencia  y los  vértigos  van  en 
aumento , la  cara  se  pone  pálida  y cadavérica;  las  facciones  se  borran; 
hay  vómitos  abundantes  de  materias  ágrias,  á veces  excreción  involun- 
taria de  la  orina  y de  las  materias  fecales;  cefalalgia  violenta  y pérdida 
completa  de  los  sentidos;  al  fin  sobreviene  un  sueño  profundo,  el  cual 
dura  por  espacio  de  muchas  horas,  siendo  abundante  la  transpiración. 
Así  se  pone  fin  á tan  penoso  estado ; las  funciones  van  recobrando  su 
ejercicio  normal ; la  cabeza  duele  y está  pesada  ; la  lengua  permanece 
sucia  y la  boca  pastosa;  hay  sed,  repugnancia  al  alimento  y laxitud  en 
todo  el  cuerpo. 

EUercer  grado  de  la  embriaguez  es  un  verdadero  estado  apoplético. 
Obsérvase  abolición  de  los  sentidos  y de  la  inteligencia ; la  cara  está 
lívida  ó pálida  y la  respiración  extertorosa;  el  sugeto  no  puede  ya  soste- 
nerse; hay  espuma  en  su  boca  y se  declara  el  coma.  Semejante  estado 
puede  durar  tres  ó cuatro  dias  y terminar  con  la  muerte. 

No  es  la  muerte  el  efecto  mas  común  de  la  embriaguez , en  especial 
de  un  solo  acto;  pero  la  embriaguez  repetida , ese  inmundo  vicio,  da  lu- 
gar á un  sin  número  de  afecciones  ó enfermedades , de  las  que  al  cabo 
es  víctima  el  gue  de  esta  suerte  se  embrutece ; como  irritación  del  estó- 
mago y canal  intestinal,  pirosis,  vómitos,  disfagia  , escirro  del  estóma- 
go, diarrea  , hepatitis,  ictericia,  ingurgitación  del  sistema  de  la  vena 
porta,  oftalmías,  erupciones  cutáneas,  congestión  hácia  la  cabeza , apo- 
plejía, reblandecimiento  de  los  huesos,  hidropesías,  diabetes , úlceras, 
gangrenas,  escorbuto,  delirium  tremens , espasmos,  epilepsia,  parálisis, 
embotamiento  y alucinaciones  de  los  sentidos,  enfermedades  mentales, 
“^potencia  y esterilidad  , etc. , etc. 


- 1115  - 

Estos  estragos  del  exceso  de  licores  ó del  alcoholismo  no  pertenecen  al 
estudio  toxicológico  sino  como  casos  de  intoxicación  polidósica,  y bajo 
ese  punto  de  vista  no  dan  nunca  lugar  á actuaciones  periciales.  Véase  lo 
que  hemos  dicho  en  el  segundo  tomo  de  la  Medicina  legal. 

Algunos  han  querido  comparar  la  acción  de  los  alcohólicos  con  la  del 
opio ; hay,  sin  embargo , una  diferencia  y muy  notable.  Los  alcohólicos 
primero  exaltan  que  abaten ; la  postración  viene  al  fin ; el  opio  antes 
abate  que  exalta;  los  síntomas  de  exaltación,  cuando  los  produce,  vie- 
nen al  fin  , ó cuando  ya  se  ha  manifestado  el  sopor. 

Los  efectos  de  los  licores  alcohólicos  se  combaten  de  diferente  modo, 
según  su  grado.  Por  lo  común  se  disipan  por  sí  mismos , después  de  al- 
gunas horas  ; la  tormenta  termina  por  sudores  y sueño.  Si  se  hace  respi- 
rar al  embriagado  amoníaco,  ó se  le  da  una  pocion  hecha  con  agua  azu- 
carada y unas  20  á 25  gotas  de  dicho  álcali , termina  mas  pronto.  Si  la 
embriaguez  es  muy  fuerte  y el  sugeto  está  sumergido  en  el  coma  , habrá 
necesidad  del  emético,  y luego  las  bebidas  azucaradas  y amoniacales. 
Por  poco  que  amenace  la  congestión  cerebral , las  sangrías  y las  sangui- 
juelas detrás  de  las  orejas , lociones  de  vinagre  en  todo  el  cuerpo  y lava- 
tivas irritantes  completan  el  tratamiento  indicado  en  la  intoxicación  por 
los  alcohólicos. 

Si  fuese  necesario  hacer  constar  que  un  sugeto  ha  muerto  envenenado 
por  alguna  bebida  alcohólica,  espíritu  de  vino  ó éter  solos  ó con  la  mez- 
cla de  estos  dos  líquidos , bastaría  someter  á la  destilación  en  el  baño 
maria  las  materias  vomitadas  ó las  que  se  sacasen  del  estómago  ó canal 
digeslivo ; el  líquido  que  se  obtiene  en  el  recipiente  contiene  mucha  agua 
por  lo  mismo,  se  destila  de  nuevo  en  el  baño  maría,  mezclándole  con 
cloruro  de  calcio  sólido,  y las  primeras  porciones  que  se  recogen  de 
nuevo  contienen  alcohol  bastante  concentrado  para  reconocerle  por  su 
olor  particular,  por  su  fácil  inflamación  , aplicándole  un  cuerpo  encen- 
dido, y por  sus  demás  propiedades,  tanto  físicas,  corno  químicas;  esto 
es,  liquido,  sin  color,  transparente  , sabor  cáustico  y caliente;  no  enro- 
jece el  tornasol ; no  precipita  el  vino,  ni  la  sidra  , ni  la  cerveza,  ni  el 
café , y coagula  una  porción  de  sustancias  vegetales  y animales , de  cuya 
agua  se  apodera. 

Si  fuese  una  mezcla,  el  licor  de  Hoffmann,  por  ejemplo,  se  recono- 
cería por  el  olor  etéreo  y por  la  llama  que  da  ardiendo,  primero  blanca, 
V luego  azulada  sin  dejar  residuo. 

El  cadáver  de  los  muertos  por  bebidas  alcohólicas  huele  fuertemente  á 
vino,  aguardiente  ó alcohol. 

Algunos  autores  se  han  ocupado  en  estos  últimos  tiempos  del  absin- 
tismo  ó sea  bebida  alcohólica  de  los  ajenjos.  El  doctor  Lunel  ha  tratado 
de  los  efectos  del  abuso  crónico ; y Marie  y Ducaisne  han  probado  que  los 
efectos  tóxicos  de  esa  bebida  se  deben  al  ajenjo  , que  puede  considerarse 
como  un  veneno  nervioso-inflamatorio  mas  bien  que  al  alcohol. 

ARTICULO  V. 

DEL  CENTENO  ATIZONADO  V OTROS  NEKVIOSO-INFLAM  A TORIOS. 

El  centeno  con  cornezuelo,  el  joyo  temulento  y ciertas  plantas  odorífe- 
ras son  los  que  comprende  Orfila  en  este  último  grupo  de  venenos  ner- 
vioso-mflamatorios.  Digamos  dos  palabras  de  cada  uno  de  ellos. 


— 1110  - 
§ I.  — Centeno  atizonado. 


Seré  breve  en  la  descripción  de  este  veneno , por  ser  sustancia  bien 
conocida  en  terapéutica.  Sabido  es  que  el  tizón  del  centeno  es  una  pro- 
ducción anormal  de  esta  gramínea  , acerca  de  cuya  causa  y naturaleza  no 
se  sabe  nada  de  un  modo  positivo.  Según  cuando  se  coge , es  venenoso  6 
no.  Sise  le  deja  algún  tiempo  en  el  centeno,  es  cuando  adquiere  sus 
virtudes  maléficas.  Parece  que  estas  son  debidas  á un  aceite  fijo  ó á un 
principio  llamado  ergolina. 

La  acción  del  centeno,  ó los  efectos  que  produce,  tiene  dos  formas; 
una  llamada  ergotismo  convulsivo , y otra  ergotismo  gangrenoso. 

El  ergotismo  convulsivo  se  manifiesta  empezando  por  una  sensación  in- 
cómoda en  los  piés,  especie  de  titilación  ú hormigueo,  luego  cardialgía, 
dolor  en  las  manos  y la  cabeza.  Declárase  en  los  dedos  una  contracción 
tan  fuerte,  que  nadie  puede  dominar;  las  articulaciones  parecen  luxa- 
das.  Arrojan  los  enfermos  agudos  gritos,  y se  sienten  devorados  de  un 
fuego  que  les  quema  las  manos  y los  piés.  En  seguida  se  pone  la  cabeza 
pesada;  hay  vértigos;  los  ojos  se  cubren  de  un  velo  espeso,  hasta  el 
punto  de  quedar  el  sugeto  ciego,  ó ver  los  objetos  dobles;  las  facultades 
intelectuales  están  pervertidas;  declárase  la  manía,  la  melancolía  ó el 
coma ; van  en  aumento  los  vértigos , y los  enfermos  perecen  beodos. 
Acompaña  á este  estado  el  opistótonos;  la  boca  contiene  una  espuma  casi 
sanguinolenta,  ó amarilla,  ó verdosa;  la  lengua  se  rasga  con  la  violen- 
cia de  las  convulsiones;  á veces  se  hincha,  impidiendo  la  voz,  y da  lu- 
gar á la  secreción  de  una  saliva  abundante.  Los  que  tienen  accidentes 
epilépticos,  mueren;  los  que  después  del  hormigueo  de  los  miembros  se 
ponen  frios  y tiesos , tienen  menos  tensión  en  las  manos  y los  piés.  Di- 
chos síntomas  van  seguidos  de  hambre  canina.  En  una  epidemia,  de  cuya 
descripción  hemos  sacado  la  del  ergotismo  convulsivo,  se  manifestaron 
en  ciertos  sugetos  algunos  otros  síntomas,  y duró  la  enfermedad  de  dos 
á ocho  semanas. 

El  ergotismo  gangrenoso , cuando  se  toma  el  centeno  en  gran  cantidad  ó 
se  hace  uso  de  él  por  largo  tiempo ; la  intoxicación  empieza  por  un  dolor 
muy  vivo  é intolerable  en  los  dedos  de  los  piés.  Sube  el  dolor  al  pié , y 
luego  á la  pierna ; el  enfermo  se  pone  frió , pálido  y lívido ; el  frió  sigue 
la  marcha  del  dolor,  y el  pié  se  queda  sin  sentido.  Los  dolores  son  mas 
vivos  de  noche  que  de  dia ; hay  sed,  apetito,  y se  funciona  por  el  ano  y 
vejiga  bien. Luego  se  presentan  manchas  violadas  y ampollas,  y la  gan- 
grena aparece  con  todo  su  horror  hasta  la  rodilla.  Despréndese  la  pierna 
de  su  articulación , dejando  ver  una  úlcera  encarnada  que  se  cierra  fá- 
cilmente, á menos  que  mal  nutrida,  ó habitando  un  lugar  frió  y húmedo, 
ó un  lugar  infestado  de  emanaciones  pútridas,  vuelva  á empaparse  de 
miasmas  gangrenosos. 

La  intoxicación  por  el  centeno  atizonado  se  combate  según  los  casos  y 
la  forma  que  presenta.  Guando  hay  poca  calentura,  pesadez  de  cabeza  y 
algunos  movimientos  convulsivos , se  dan  de  cuatro  á cinco  cucharadas 
de  una  pocion  anli-espasmódica , y se  hace  beber  agua  avinagrada , ó 
agua  con  jugo  de  limón. 

Si  por  los  dolores , entorpecimiento  y frió  que  les  suceden,  se  conociese 
que  va  á présentarse  la  gangrena  seca , se  colocará  al  enfermo  en  una 
pieza  seca  y caliente , en  una  cama  limpia , cuyas  coberturas  se  renova- 
rán á menudo. 


- 111 1 - 

El  emético,  recomendado  por  algunos,  cuando  la  boca  es  amarga,  la 
lengua  sucia  y hay  ganas  de  vomitar,  no  siempre  tiene  buenos  resulta- 
dos. La  irritación  que  produce , la  diarrea  que  ocasiona , suelen  ser  fu- 
nestas. Con  todo , si  se  considerase  que  el  vomitivo  hubiera  de  reportar 
alguna  utilidad,  podría  darse  la  ipecacuana.  Se  echan  en  tres  vasos  de 
agua  hirviendo  3 escrúpulos  de  ipecacuana , y después  de  diez  minutos 
se  cuelan;  se  da  un  vaso,  y si  este  vaso  provoca  el  vómito,  no  se  dan 
los  demás,  y se  facilita  aquel  con  agua  tibia. 

El  entorpecimiento  y frió  de  los  miembros  se  combate  con  baños  de 
piernas,  hechos  con  un  cocimiento  de  plantas  aromáticas,  como  el  es- 
pliego , el  romero,  la  salvia , etc. , avivado  con  vinagre.  Dado  el  baño,  se 
hacen  fricciones  eñ  el  pié  y la  pierna  con  la  mano  ó un  pedazo  de  fra- 
nela; en  seguida  se  aplican  encima  compresas  empapadas  en  fusión  de 
flores  de  saúco,  de  naranja , á lo  que  se  añaden  algunas  gotas  de  álcali 
volátil , de  quince  á veinte  por  cada  vaso.  También  pueden  empaparse  las 
compresas  en  lejía  de  ceniza,  ó en  el  siguiente  cocimiento,  del  cual  se 
dan  tres  vasos  al  dia  al  paciente.  Se  hacen  hervir  por  espacio  de  media 
hora  unas  4 onzas  de  quina  molida  en  un  litro  de  agua ; al  cabo  de  di- 
cho tiempo  se  anade  media  onza  de  sal  amoníaco  y dos  pizcas  de  ñores 
de  manzanilla;  se  deja  enfriar,  y se  cuela.  También  puede  administrarse 
con  fruto  una  tisana  de  infusión  de  árnica  ó serpentaria  de  Virginia  edul- 
corada con  jarabe  de  vinagre  ú ojimiel. 

Si  el  entorpecimiento  y el  frió  persisten , se  aplican  anchas  cantáridas 
en  las  partes  vecinas;  y si  con  tanta  pertinacia  se  presenta  la  gangrena 
que  nada  alcance  á detenerla , se  aplica  repetidas  veces  en  las  piernas  el 
fomento  que  sigue. 

Alumbre  calcinado,  4 onzas;  vitriolo  romano,  3 onzas;  sal  común, 
una  onza;  hágase  hervir  en  un  litro  de  agua , y redúzcase  á la  mitad. 

Janson  ha  reportado,  según  Orfila,  algunas  ventajas  del  uso  del  opio. 
La  gangrena  no  se  detenia  mientras  duraba  el  dolor  en  la  parte  afecta  y 
la  limitaba  al  círculo  inflamatorio,  en  cuanto  lograban  ios  enfermos  des- 
cansar á beneficio  del  opio. 

La  amputación  del  miembro  gangrenado  tal  vez  esté  indicada.  Si  hay 
mucha  infección  , á causa  de  lo  muy  podridas  que  están  las  piernas,  po- 
drá amputarse  antes  que  la  gangrena  se  limite;  en  un  caso  contrario,  hay 
que  esperar  el  círculo  inflamatorio  eliminador  que  suele  formarse. 

§ II.  — Joyo  temulento , o cizaña. 

Según  Seeguer,  el  joyo  temulento  produce  un  síntoma  notable  que 
basta  para  caracterizarle,  y es  un  temblor  de  todo  el  cuerpo.  De  una  ob- 
servación ó caso  referido , en  el  cual  se  ven  dos  [aldeanos , sus  mujeres  y 
una  vieja  , envenenados  por  haber  comido  pan  de  avena  y cizaña,  resulta 
que  este  veneno  causa  pesadez  de  cabeza,  acompañada  de  un  dolor  fijo, 
principalmente  en  la  frente;  vértigos,  ruido  de  oidos,  como  si  se  oyesen 
tambores  ó timbales,  temblor  tortísimo  de  la  lengua;  no  se  puede  tragar 
ni  hablar  una  palabra  entera,  y la  respiración  se  hace  dificultosa,  el  es- 
tómago dolorido.  Hay  esfuerzos  para  vomitar,  ganas  de  orinar,  temblor 
general , sudor  frío,  laxitud  , y,  al  fin  , sopor  completo.  Esta  intoxicación 
puede  combatirse  como  la  precedente. 

La  harina  del  trigo  es  susceptible  á veces  de  una  alteración  que 
la  vuelve  venenosa.  Puede  desarrollarse  en  ellas  una  especie  de  tizón 


— 1118  — 

parecido  ai  del  centeno , cuyo  principio  activo  es  el  álcali  llamado  ge . 

/ agínea. 

TITULO  Y. 


De  los  venenos  asfixiantes. 

* 

Son  venenos  asfixiantes  los  que  producen  la  asfixia,  debiéndose  prin 
cipalmente  á ella  la  muerte.  H 

Hemos  subdividido  esta  clase  en  tres  subclases  : los  asfixiantes  tetáni 
eos,  los  asfixiantes  paralíticos  y los  asfixiantes  anestésicos.  Tratpmn«~ 
pues , de  ellos  separadamente. 


ARTÍCULO  PRIMERO. 

DE  LOS  VENENOS  ASFIXIANTES  TETÁNICOS. 

Estos  venenos , al  propio  tiempo  que  la  asfixia , desarrollan  convulsio- 
nes tetánicas.  Constituyen  el  segundo  grupo  de  los  narcótico-ácres  de 
Orilla.  Helos  aquí,  según  este  misino  autor  : 

La  estricnina,  la  brucina  , la  nuez  vómica , el  haba  de  San  Ignacio,  el  upas 
tieuté  y la  falsa  angustura. 

Seria  ocioso  exponer  los  síntomas  y alteraciones  de  órganos  y tejidos 
que  estos  venenos  producen , por  cuanto  ya  ios  dejamos  consignados  en 
- la  patología  de  la  intoxicación.  Otro  tanto  podríamos  decir  respecto  del 
tratamiento  ; pero  lo  repetiremos  sucintamente  en  este  artículo.  Después 
de  haber  facilitado  el  vómito  con  los  medios  generales , lo  que  mas  urge 
es  combatir  la  asfixia,  puesto  que  ella  es  la  causa  principal  de  la  muerte 
del  envenenado.  La  insuflación  y la  traqueotomía  son  los  medios  que  Or- 
illa recomienda.  En  cuanto  á la  insuflación,  no  cabe  duda  alguna  que 
debe  ser  eficaz;  mas  la  traqueotomía  no  es  tan  necesaria,  ni  aun  en  el 
caso  de  una  contracción  trismática , puesto  que  por  la  nariz  puede  intro- 
ducirse la  sonda.  Sin  embargo,  si  el  pico  de  la  sonda  introducida  por  la 
nariz  no  pudiese  ir  á parar  á la  glotis,  podria  tener  aplicación  la  aber- 
tura de  la  tráquea.  La  asfixia  causada  por  la  estricnina  ó venenos  que  la 
contienen  no  depende  de  un  obstáculo  que  ponga  la  laringe  á la  entrada 
del  aire.  lié  aquí  por  qué  no  vemos  necesaria  la  traqueotomía,  como  di- 
cho autor. 

La  insuflación , al  contrario  : con  ella  se  reemplaza  la  acción  del  tó- 
rax y pulmones  paralizados,  y á dicha  operación  son  debidos  los  resul- 
tados favorables  que  se  obtienen  en  casos  de  intoxicaciones  por  los  vene- 
nos del  segundo  grupo.  Es  menester  aplicar,  la  insuflación  por  espacio  de 
dos  ó tres  horas.  Así , y solo  así  es  como  se  evitan  que  mueran  los  en- 
venenados. " 

Orfila  ha  dado  el  emético  quince  ó veinte  minutos  después  de  la  in- 
gestión del  veneno,  y ha  promovido  evacuaciones  abundantes;  luego  na 
practicado  la  insuflación  por  largo  tiempo , hora  y media  al  menos,  y los 
animales  se  han  salvado.  Si  el  emético  ha  sido  dado  después  de 
excesos,  se  ha  tenido  que  insuflar  por  espacio  de  cuatro  horas.  Orilla 
recomienda  mucho  la  insuflación , diciendo  que  ha  salvado  cotorce  perros 
sobre  veinte  envenenados  por  la  estricnina. 


- nía  - 

Además  del  emético  y de  la  insuflación  , hay  que  dar  una  pocion  ó la- 
vativas purgantes. 

El  agua  etérea  y el  aceite  de  trementina  parece  que  contribuyen  al  res- 
tablecimiento de  la  salud. 

El  agua  clorada , como  se  dijo  al  tratar  del  ácido  hidrociánico,  podrá 
servir  para  combatir  con  algún  fruto  los  accidentes  de  estos  venenos. 

Si  el  veneno  ha  obrado  al  exterior,  siendo  aplicado  á alguna  superfi- 
cie ulcerada,  por  ejemplo,  habrá  que  aplicar  la  ventosa,  como  se  dijo 
en  la  terapéutica  de  la  intoxicación;  habrá  que  cauterizar  profundamente 
la  parte,  y que  practicar,  en  fin,  una  ligadura  superiormente.  Son  me- 
dios sancionados  por  la  experiencia  ó por  observaciones  que  se  han  hecho 
con  este  objeto. 

Dicho  lo  que  es  aplicable  á todos  los  venenos  de  este  artículo,  veamos 
ahora  lo  que  cada  uno  puede  ofrecer  en  particular. 

g I.  — Estricnina. 

La  estricnina  es  uno  de  los  principios  alcaloideos  á los  cuales  deben 
su  acción  la  nuez  vómica , el  haba  de  San  Ignacio  y el  upas  tieuté.  A pe- 
queña dósis,  ó á fracciones  de  grano,  las  personas  afectadas  de  paráli- 
sis del  sistema  muscular  sienten , después  de  algunas  horas , una  especie 
de  entorpecimiento,  ó un  temblor  doloroso  en  los  músculos,  y un  calor 
vivo  y mordicante;  hay  sacudimientos  pasajeros,  dolorosos,  mas  ó me- 
nos yiolentos , y al  fin  cierta  tiesura  tetánica  de  poca  duración  ; la  res- 
piración no  se  turba;  tal  vez  hay  opresión,  cefalalgia  y una  especie  de 
somnolencia  ó embriaguez , náuseas  y cólicos.  A dósis  mayor  causa  mal- 
estar general,  tiesura  de  los  músculos  del  cuerpo  , durante  el  cual  el  es- 
pinazo está  fuertemente  tendido.  A este  estado,  de  corta  duración,  su- 
cede un  colapso,  acompañado  de  aceleración  notable  de  la  respiración; 
luego  nuevo  acceso , quedándose  el  enfermo  como  asombrado.  Sucé- 
dense  los  accesos  á intervalos  cada  vez  mas  cortos , siendo  aquellos  mas 
largos  y mas  fuertes;  hay  inmovilidad  del  tórax,  la  respiración  no  se 
hace , y,  por  lo  tanto , el  envenenado  se  asfixia.  En  los  cadáveres  no  se 
encuentran  mas  lesiones  ni  alteraciones  que  las  propias  de  la  asfixia  l1). 

La  estricnina  es  sólida,  en  cristales  microscópicos  prismáticos ; muy 
amarga,  disoluble  en  el  agua,  soluble  en  el  alcohol  hirviendo  é hidra- 
tado ; insoluble  en  los  aceites  lijos , crasos  y éter ; soluble  en  los  aceites 
volátiles;  no  se  pone  roja  con  el  ácido  nítrico,  si  está  pura.  Si  está  alte- 
rada por  la  brucina  ó materia  amarilla , se  enrojece.  Da  un  color  de  vino 
á la  disolución  de  ácico  yódico.  Según  JVotus,  el  sulfocianuro  de  potasio 
da,  con  las  sales  de  estricnina  , cristales  brillantes,  sedosos , que  nadan 
en  medio  del  líquido , lo  cual  les  diferencia  de  los  de  chinconina  y qui- 
nina , los  que  dan  acto  continuo  precipitados  grumosos  y abundantes,  y 
de  los  de  morfina,  narcolina  y veratrina,  porque  con  estas  solo  se  obtiene 
una  nube  espesa.  En  cuanto  á los  procedimientos  para  descubrirla  en  las 
sustancias  , se  aplicará  lo  que  hemos  expuesto  en  la  química  de  la  intoxi- 
cación, sobre  tudo  el  de  Stass,  y los  nuevos  reactivos  (2). 


t1)  Véase  lo  que  homo»  dicho  en  la  Tuoaicologia  general  sobre  la  intoxicación  asfixiante 
tetánica  , puesto  (pie  pertenece  á la  estricnina  lomada  como  tipo 
(5)  Véase  la  pág.  757  y siguientes. 


g II.  — Brucina. 


Es  el  principio  activo  de  la  falsa  angustura,  y produce  los  mismos 
síntomas  que  la  estricnina.  Tiene  por  carácter  químico  especial  enroje- 
cer con  el  ácido  nítrico  y adquirir  un  hermoso  color  violado  con  la  aña- 
didura de  prolocloruro  de  estaño.  Iguales  reflexiones  tenemos  que  hacer 
con  respecto  de  los  procedimientos  analíticos  que  los  que  hemos  dicho 
de  la  estricnina. 

§ III.  — Nuez  vómica. 

Debiendo  la  nuez  vómica  sus  propiedades  maléficas  á la  estricnina  y á 
la  brucina,  su  acción  sobre  la  economía  es  sabida  : es  la  de  estos  alcaloi- 
deos. Lo  propio  podemos  decir  por  lo  tocante  á los  vestigios  que  deja  en 
el  cadáver.  fSiu  embargo,  hay  algunas  observaciones  de  envenenamiento 
por  la  nuez  vómica  , en  las  cuales  se  advirtieron  vestigios  de  irritación 
inflamatoria. 

La  nuez  vómica,  entera,  es  redonda,  ancha  , de  unos  veinte  y siete 
milímetros , aplastada , de  un  color  amarillo  pardusco , y en  el  centro 
tiene  una  especie  de  ombligo.  Está  toda  cubierta  de  una  infinidad  de  he- 
britas  muy  cortas  y apretadas , de  color  ceniciento , pardo,  córneo  ó ne- 
gruzco. Es  inodora,  y muy  acre.  El  polvo  es  de  un  pardo  leonado,  amar- 
go y de  un  olor  particular,  análogo  al  de  regaliz.  Puesto  en  las  ascuas, 
se  inflama,  si  la  temperatura  es  muy  elevada;  de  lo  contrario,  se  des- 
compone; esparce  un  humo  blanco,  espeso,  de  olor  particular,  y deja 
carbón  por  residuo.  El  ácido  sulfúrico  la  ennegrece;  el  nítrico  la"  pone 
roja,  anaranjada,  oscura.  Si  se  hace  hervir  por  espacio  de  algunos  mi- 
nutos con  agua  destilada , se  obtiene  un  líquido  amarillento,  opalino, 
amargo,  que  se  vuelve  amarillo  rojizo  con  el  ácido  nítrico.  La  infusión 
de  nuez  de  agallas  le  precipita  en  blanco  ligeramente  agrisado.  Cuando 
se  trata  con  el  agua  hirviendo  avivada  con  ácido  sulfúrico,  el  líquido  fil- 
trado se  enturbia  y se  pone  ligeramente  amarillento;  la  infusión  de  nuez 
de  agallas  le  precipita  en  blanco  amarillo ; el  ácido  nítrico  le  enrojece  al 
cabo  de  algunos  instantes ; el  amoníaco  le  pone  moreno  y precipita  en 
copos  negruzcos. 

§ IV.— Haba  de  San  Ignacio. 

En  cuanto  á la  acción  de  este  veneno,  puesto  que  es  debida  á los  mis- 
mos principios,  es  igual  á la  de  la  nuez  vómica.  Síntomas  iguales  por  lo 
tanto. 

Las  habas  de  San  Ignacio  son  como  aceitunas,  redondeadas  y conve- 
xas de  un  lado,  angulosas,  y con  tres  ó cuatro  caras  por  otro.  Su  sus- 
tancia interior  es  córnea  y muy  dura,  y en  su  exterior  son  opacas,  como 
cubiertas  de  una  especie  de  eflorescencia;  son  amargas  é inodoras.  Con- 
tiene tres  veces  mas  estricnina  que  la  nuez  vómica. 


8 V.— Upas  tieuté.— Corteza  de  falsa  angustura. 

L1  upas  es  exótico.  Es  el  extracto  de  un  vegetal  sarmentoso  que  crece 
eu  Java.  Parece  que  los  naturales  de  esta  isla  untan  con  el  upas  las  fle- 
chas , cuyas  heridas  desean  hacer  mortales.  La  estricnina  es  el  principio 
activo  del  upas;  por  lo  tanto,  nada  tenemos  que  añadir  á lo  expuesto, 
a corteza  de  falsa  angustura  es  muy  venenosa  para  el  hombre,  los  ma- 


- 1121  - 

míferos  en  general , las  aves,  los  peces  y los  reptiles,  cuando  es  aplicada 
á las  membranas  mucosas , heridas , pleura  , peritoneo , etc.  Lo  propio 
puede  decirse  de  los  extractos  acuoso  y alcohólico  y de  la  sustancia  ama- 
rilla preparada  por  Planche.  En  contacto  con  los  nervios,  los  tendones  y 
epidérmis  es  inerte.  Sus  propiedades  venenosas  son  debidas  á la  brucina; 
por  esto  la  sustancia  amarilla  es  mas  activa  que  el  polvo  de  la  cicuta, 
porque  contiene  mas  brucina.  Obra  con  su  corteza'  lo  mismo  que  el  haba 
de  San  Ignacio  y la  nuez  vómica  , y ofrecen  de  particular  los  cadáveres 
de  los  envenenados  por  este  vegetal  el  que  los  músculos  involuntarios 
conservan  todavía  su  irritabilidad , cuando  ya  no  hay  vestigios  de  ella  en 
los  voluntarios. 


ARTÍCULO  II. 

DE  LOS  VENENOS  ASFIXIANTES  PARALÍTICOS. 

Los  venenos  de  esta  subclase  asfixian , porque  paralizan  la  acción  de 
los  músculos,  destruyéndoles  su  contractibilidad,  ó los  de  los  nervios  mo- 
tores, con  lo  cual  cesan  los  movimientos  de  la  respiración  y del  corazón; 
hay  por  lo  tanto  una  asfixia  por  cesación  de  los  fenómenos  mecánicos  de 
esa  función  esencialísima  á la  vida. 

Los  venenos  comprendidos  en  esta  subclase,  son  el  sulfocianuro  de  po- 
tasio, el  curare,  la  curarina,  el  talio  y sus  sales,  la  digital,  la  digilalina  y el 
onage  ó inea. 

§ I.— Sulfocianuro  de  potasio. 

Según  los  experimentos  de  Claudio  Bernard,  este  veneno  destruye  por 
su  contacto  con  el  tejido  muscular  la  irritabilidad  de  este  tejido,  con  lo 
cual,  siquiera  haya  sensibilidad  para  sentir  las  impresiones  y acción  de 
los  centros  nerviosos  y fibras  conductrices  del  impulso  motor,  no  hay  po- 
sibilidad de  contracciones  musculares.  De  aquí  la  postración  é inercia  del 
corazón,  del  diafragma  y de  los  músculos  torácicos,  encargados  de  dar 
movimiento  á las  paredes  del  pecho  para  respirar.  No  hay  circulación,  ni 
respiración  posibles.  El  sugeto  muere  sin  mas  síntomas  que  los  consi- 
guientes á esa  cesación  primitiva  de  los  fenómenos  mecánicos  ; no  hay 
dolores  ni  convulsiones;  no  hay  mas  que  lo  que  es  consiguiente  á esa  pa- 
rálisis muscular  general. 

El  sulfocianuro  por  el  estómago  no  produce  ningún  efecto;  hade  po- 
nerse en  contacto  con  la  sangre.  Absorbido  se  descompone , y en  este 
caso  el  cianógcno  es  el  que  puede  producir  sus  efectos,  como  los  demás 
cianuros. 

Los  recursos  terapéuticos  son  escasos,  si  el  sulfocianuro  de  potasio 
pasa  á la  masa  de  la  sangre  y llega  á paralizar  el  corazón.  Tal  vez  pro- 
ducirán buen  resultado  los  agentes  que  aumentan  la  contractilidad  mus- 
cular, y entre  ellos  la  electricidad  sosteniendo  al  propio  tiempo  la  respi- 
ración artificialmente. 

El  sulfocianuro  de  potasio  es  sólido,  cristalino,  incoloro,  soluble  en  el 
agua.  Las  sales  férricas  se  tifien  de  color  de  sangre  tratadas  por  el  sul- 
focianuro potásico.  Las  sales  de  cobre  precipitan  también  en  moreno 
rojizo. 


XuAíCOLOGIA. — il 


g II.— Corare,  curarina. 


gl  curare  es  un  veneno  americano  que  ha  llevado  muchos  nombres; 
woorara , woorari,  wourari,  wouroru,  urari,  ourary , etc.  Otros  le  lla- 
man ticunas,  veneno  de  las  flechas,  etc. 

Acerca  de  ese  veneno,  los  viajeros  y autores,  los  Acunja,  los  Artieda, 
los  Gilius,  Jos  Alonso  Martínez,  los  Ilarlsinck,  los  Bartolomé  de  las  Ca- 
sas, los  de  la  Condamine,  los  Baucroft,  los  de  Paw,  los  Martius,  los 
llumboldt , los  Ricardo  Schomburgk,  los  Ch.  Waterton,  los  Clapperton, 
los  Bousingault,  los  Roubin  , los  Pelouze,  los  Goudot,  los  Castelnau  v 
algunos  otros,  han  dicho  muchas  cosas  y muy  peregrinas ; y á pesar  de 
tanto  como  se  ha  dicho  ó escrito,  esta  es  la  hora  que  no  sabemos  á punto 
lijo,  ni  de  qué  plantas  ó árboles  se  extrae  ese  famoso  veneno,  ni  como 
le  confeccionan  los  pueblos  salvajes  de  la  América  del  Sud,  que  se  sir- 
ven de  él  nara  untar  la  punta  de  sus  flechas  de  caza  y guerra.  Las  rela- 
ciones de  los  autores  y viajeros  son  tan  extraordinarias  como  contradic- 
torias. Desde  el  descubrimiento  de  la  Guyana,  1595,  data  el  conocimiento 
de  la  existencia  de  ese  veneno,  preparado  por  los  Ottomachis  con  el  fruto 
llamado  pictdo,  según  Gilius;  con  las  raíces  del  eléboro  por  los  natura- 
les de  la  Guinea  y ios  españoles , según  Alonso  Martínez  y Rartsinck ; con 
sangre  de  áspid,  goma  y el  jugo  del  manzano  de  Indias,  según  Barto- 
lomé de  las  Gasas;  con  un  bejuco  llamado  nibbees  por  las  Indios,  según 
Baucroft ; con  un  bejuco  de  flores  de  cuatro  pétalos,  color  amarillo  pá- 
lido , granos  pequeños  en  forma  de  haba  y un  fruto  en  forma  de  pera, 
según  de  Paw ; con  una  estrícnea , según  Martius ; con  la  leche  del  cufor- 
bia  cotinifolia , ó del  Hura  crepitans , ó las  frutas  astringentes  del  Guateria 
beneficiorum,  según  el  mismo  autor,  quien  añade  con  admirable  candidez, 
que  á esa  leche  y frutas  se  asocian  hormigas  negras , dientes  de  serpien- 
tes ponzoñosas  y la  cabeza  de  la  rana  que  primero  se  oye  cantar  el  dia 
que  preparan  ese  veneno  ; con  el  jugo  del  bejuco  mavacuro  unido  al  jugo 
viscoso  de  un  árbol  llamado  kiracagüero , según  Humboldt ; con  la  cor- 
teza y albura  del  slrycnus  toxifera,  según  Ricardo  Schomburgk;  con  los 
granos  del  arbusto  liongkonie,  según  Clapperton;  con  un  bejuco  llamado 
curari,  según  Goudot;  con  otros  bejucos  llamados  peni  y ramón,  según 
Castelnau;  plantas  que,  según  Weddel,  serian  la  primera,  otra  del  género 
cocculus  toxicoferus , y la  segunda,  del  género  stryenus.  Roubin,  en  fin, 
afirma  que  los  indios,  en  ciertas  épocas , van  á la  caza  de  sapos,  que  los 
espetan  con  largas  varillas  de  hierro , que  luego  los  acercan  al  fuego, 
para  hacerlos  exudar  más  un  humor  de  su  piel,  humor  que  se  recoge  con 
cuchillitos  de  palo  y que  se  guarda  en  botes , en  los  cuales  se  mete  la 
punta  de  las  flechas,  haciéndolas  luego  secaral  sol. 

Basta  esta  rápida  ojeada  á lo  que  se  ha  dicho  sobre  las  plantas  veneno- 
sas de  que  se  extrae  el  curare , para  comprender  que  no  se  sabe  nada  de 
lijo.  Baucroft  cree  que  el  curare  es  diferente  del  ticunas , veneno  del  rio 
de  las  Amazonas,  confeccionado  con  treinta  especies  de  diferentes  raíces 
y hierbas,  y del  de  los  Anowaks , en  el  que  entran  dientes  é hígados  de 
culebras  ponzoñosas , y hasta  da  una  fórmula  del  que  confeccionan  los 
Accawaus , compuesto  de  6 partes  de  raiz  de  worara , 2 de  esencia  de 
worba  cerbacoura , corteza  de  couranabi  y raíces  de  bokeii  y de  hatchybalis 
una  parte  igual ; todo  lo  cual  se  cuece  por  un  cuarto  de  hora,  y luego  se 
hace  evaporar  hasta  la  consistencia  de  alquitrán, 

Martius  opina  también  que  el  ticunas  es  otro  veneno  que  el  curare , y 


- 1123  - 

le  considera  formado  de  un  principio  activo  procedente  de  una  menís- 
permea  cocculus  annesorum,  que  contiene  picrotoxina.  Según  ese  autor  , el 
curare  de  la  Esmeralda  en  el  Orinoco  ,'wuralt  de  Surinam  y el  urari  de 
Yupurá  contienen  todos  un  principio  activo  dado  por  la  misma  estrícnea. 

En  cuanto  al  modo  de  prepararle,  también  varían  los  autores.  Hum- 
boldt  dice  que  hacen  cocer  los  trozos  de  bejucos,  después  de  haberlos 
machacado,  y cuando  el  jugo  está  concentrado,  se  le  añade  el  del  árbol 
kiracagüero  y se  concentra  hasta  la  consistencia  del  alquitrán. 

Goudot  le  expone  de  otro  modo.  Con  seis  años  de  permanencia  en  el 
Brasil , pudo  ver  cómo  preparan  el  curare  los  habitantes  de  las  orillas 
del  Orinoco,  Rio-negro  y de  las  Amazonas,  casi  todos  antropófagos,  y 
dice  que  cada  tribu  le  prepara  de  diferente  manera,  siendo  la  obra  pri- 
vilegiada de  sus  sacerdotes,  profetas  ó adivinos,  que  son  también  los 
que  curan  los  males  de  esos  salvajes. 

Cortan  los  palos  del  bejuco  curare  á pedazos,  los  machacan , y de  ellos 
sale  un  jugo  lechoso  en  abundancia  , y muy  ácre.  Luego  los  ponen  en 
maceracion  por  espacio  de  cuarenta  y ocho  horas ; en  seguida  se  expri- 
men , se  filtra  el  líquido,  y se  somete  á una  evaporación  lenta , hasta 
que  tenga  el  grado  de  concentración  conveniente.  Así  preparado,  llenan 
con  él  pequeños  vasos  de  barro  fino,  como  cazuelas , que  estuvieran  una 
abocada  sobre  la  otra,  teniendo  la  superior  una  abertura  como  un  pu- 
chero. Puesto  el  curare  en  ellas,  todavía  se  deja  evaporar  y concentrar. 

En  esta  forma  , y con  esos  vasos , llega  ese  curare  á Europa ; así  por 
lómenos  lo  hizo  M Goudot,  comprado  á los  indios  andaquíes.  De  ese 
curare,  colocado  en  esos  vasos,  hablan  M.  C.  Bernard,  Tardieu,  Augusto 
Voisin  y Enrique  Lionville,  que  han  tratado  en  estos  últimos  tiempos 
de  ese  veneno. 

M.  Castelnau  habla  de  otro  modo  de  preparar  el  curare,  visto  por  él 
entre  los  indios  del  Marañon  y el  Ambyaca,  que  significa  rio  del  ve- 
neno. Estos  salvajes  cuecen  en  una  caldera  pedazos  de  los  bejucos  pañi  y 
ramón,  y les  añaden  un  musgo  raspado  en  uno  de  esos  bejucos,  después 
de  haber  cocido  los  pedazos  del  otro  por  espacio  de  veinte  y cuatro  ho- 
ras , y luego  hacen  hervir  hasta  que  se  queda  como  la  liga. 

l)e  todo  lo  que  precede  se  desprende  lógicamente  que  el  veneno  lla- 
mado hoy  en  Europa,  sin  distinción  de  origen  y confección  , curare , es 
muy  posible  que  no  sea  siempre  el  mismo;  que,  según  las  localidades,  se 
confeccione  de  un  modo  diferente,  y hasta  con  plantas  venenosas,  dife- 
rentes también.  Así  como  entre  nosotros  hay  plantas  tóxicas  diferentes, 
otro  tanto  sucede  en  esos  países  lejanos , y nada  mas  probable  que  en 
unos  puntos  le  compongan  con  unos  bejucos  ú otras  plantas,  y en  otros 
con  otras. 

En  cuanto  á los  vasos  en  que  los  guardan , ya  se  ve  alguna  diferencia. 
Si  hay  vasijas  de  barro  á modo  de  pucheros  achatados,  que  proceden 
de  las  naciones  vecinas  del  Brasil,  y que,  según  Goudot,  llegan  á la  fron- 
tera, sin  saberse  de  lijo  de  qué  punto  proceden,  ni  la  data  de  su  fabrica- 
ción ; los  hay  que  son  calabazas , y otros  que  son  cajitas  de  bambú  ó de 
coco  naturales  , esto  es,  la  nuez  del  coco,  pulida  y labrada  , después  de 
vaciar  la  sustancia  que  contiene.  Yo  tengo  dos  de  estas  cajas  de  coco,  es- 
féricas, labradas  con  dibujos  morunos  ó dibujos  lineales,  con  un  agujero 
tapado  con  un  mastique , y están  llenas  de  veneno  americano ; no  creo 
que  sea  el  curare.  Una  de  ellas  se  me  cayó  al  suelo,  y se  partió  en  dos 
mitades , tan  exactamente  , que  supongo  no  estaban  mas  que  encoladas, 


- 1124  — 

dentro  había  una  sustancia  como  corteza  y raíces  mal  molidas.de 
color  de  regaliz , y de  un  olor  aromático.  No  he  hecho  todavía  ensayos 
ai  análisis  de  ese  veneno. 

lo  que  no  puede  dudarse , sea  cual  fuere  el  origen  y confección  del 
veneno  llamado  curare  , es  que  su  acción  es  terrible , tan  rápida  como 
mortal , puesto  en  contacto  con  la  sangre  por  medio  de  una  solución  de 
continuidad,  al  paso  que  es  inofensivo  por  el  estómago,  lleno  de  alimen- 
tos, como  en  ayunas.  Por  el  recto  y mucosa  bronquial  es  también  muy 
activo.  Castelnau  dice  que  el  veneno  preparado  por  los  moradores  de  las 
orillas  del  Ambyaca , le  beben , cuando  le  preparan,  impunemente  en 
pequeñas  porciones.  En  grandes  cantidades  mata  también  rápidamente. 
Los  animales  cazados  con  Hechas  untadas  de  ese  veneno,  se  pueden 
comer  sin  inconveniente  alguno.  Los  indios  se  limitan  á separar  la  parte 
herida , y se  comen  impunemente  lo  restante  del  animal.  Waterton  dice 
que,  en  las  tierras  que  separan  el  Esceguibo  del  Demerary,  cazaron  un 
jabalí  con  una  flecha  emponzoñada  con  el  curare , que  le  hirió  en  el  ho- 
cico, y que  se  le  comieron,  cenando  regaladamente  con  su  carne. 

Esto  y los  resultados  de  las  análisis  químicas,  lo  mismo  que  los  expe- 
rimentos en  los  animales,  demuestra  que  no  consiste  ese  veneno  en  nin- 
gún principio  alcaloideo  procedente  de  las  estrícneas ; porque  sobre  no 
producir  la  intoxicación  asfixiante,  tetánica;  no  se  descubre  con  las  aná- 
lisis , ni  la  estricnina,  ni  la  brucina.  Cuando  hablemos  del  curare  bajo  el 
punto  de  vista  químico,  lo  verémos  claramente. 

El  curare  no  pierde  su  acción  con  el  tiempo.  Con  una  flecha  emponzo- 
ñada desde  quince  años,  C.  Bernard  intoxicó  en  la  cátedra  varios  anima- 
les , con  tanta  rapidez  como  con  el  curare  fresco.  Ni  la  humedad  ni  el 
calor  le  alteran  tampoco. 

El  modo  de  obrar  del  curare  es , como  lo  indica  .el  lugar  que  le  hemos 
dado,  asfixiante  paralítico,  solo  que  no  obra  sobre  los  músculos  como 
el  sulfocianuro  de  potasio,  sino  sobre  los  nervios  del  movimiento,  y no 
sobre  los  centros,  según  Bernard,  sino  sobre  las  ramificaciones  de  los 
nervios  motores  ; los  paraliza ; este  es  el  efecto  fisiológico  de  su  acción 
sobre  la  sangre , porque  aplicada  sobre  los  nervios  mismos  no  desplega 
su  actividad. 

_ Los  síntomas  producidos  por  el  curare  , son  los  siguientes  : poco 
tiempo  después  de  haber  sido  herido  el  sugeto,  pierde  las  fuerzas;  no  se 
puede  tener  en  pié,  los  brazos  se  le  debilitan , siente  dificultad  de  respi- 
rar, no  puede  imprimir  movimientos  á ningún  músculo,  hay  relajación 
de  los  esfínteres , salida  involuntaria  de  la  orina,  y sin  dar  ningún  que- 
jido, sin  convulsiones,  sin  agitación  de  ninguna  especie,  se  muere  rápi- 
damente asfixiado  por  falta  de  movimientos  musculares , debida  al  apa- 
gamiento del  influjo  nervioso  del  sistema  locomotor.  El  corazón  sigue 
latiendo. 

Si  la  cantidad  de  curare  ha  sido  considerable  , muere  el  sugeto  como 
herido  del  rayo;  si  no  es  mucha  , espira  mas  lentamente,  aunque  siem- 
pre con  rapidez;  y si  no  llega  á ser  aun  tóxica , después  de  permanecer 
por  algún  tiempo  como  muerto,  vuelve  en  sí. 

Es  probable  que,  dado  el  veneno  por  el  ano  en  lavativas,  y por  el  estó- 
mago en  ayunas , intoxique  lo  mismo  que  inoculado  en  la  masa  de  la  san- 
|re*  no  sé  que  haya  casos  clínicos  de  esta  especie.  Hasta  ahora  no 

mL»í«  1(*0  envenenamientos  por  el  estilo.  No  tenemos  mas  que  experi- 
mentos en  animales. 


- 1125  - 

La  anatomía  patológica  de  esta  intoxicación  es  nula ; no  deja  vestigios 
en  órgano  alguno  fuera  de  los  de  la  suspensión  rápida  de  la  respiración. 
Es  probable  que  se  parezca  á la  del  ácido  cianhídrico. 

Esta  intoxicación  es  en  general  terrible ; no  hay  medio  de  combatirla. 
Si  se  llegara  á tiempo,  tal  vez  ligando  el  miembro  lisiado,  cauterizando 
la  herida,  vertiendo  en  ella  algún  ácido  cáustico,  podría  destruirse  el 
veneno,  como  se  hace  con  la  mordedura  de  los  animales  ponzoñosos, 
con  las  cuales  tiene  tantos  puntos  de  contacto.  La  respiración  artificial 
seria  también  un  buen  medio,  puesto  que  así  se  daría  tiempo  á que  el 
veneno  fuese  eliminado,  si  no.  fuese  mucho  el  inoculado.  Si  se  da  por 
la  boca  , ó el  estómago  estando  lleno,  no  hay  envenenamiento ; pero 
bueno  será  expulsarlo  por  vómitos  ó dar  una  disolución  de  ácido  tánico; 
si  se  da  por  el  ano’,  lavativas , ó agua  clorada  que  parece  destruirle. 

Concluyamos  este  párrafo  diciendo  cuatro  palabras  sobre  las  propieda- 
des químicas  del  curare  y de  la  curarina  , que  parece  ser  su  principio 
activo. 

El  curare  es  soluble  en  el  agua  , aunque  no  completamente.  La  filtra- 
ción de  su  disolución  acuosa  deja  un  sedimento  que , examinado  en  el 
microscopio,  presenta  células  parecidas  á las  del  los  fermentos,  y otros 
elementos  semejantes  á la  fécula , pero  que  no  se  tiñen  de  azul  con  el 
yodo.  Por  otra  parte , ese  sedimento  no  es  el  principio  activo,  que  es  el 
que  realmente  se  disuelve. 

También  es  soluble  en  el  alcohol , insoluble  en  el  éter.  La  disolución 
acuosa  y alcohólica  tienen  un  color  rojo  hermoso,  mas  clara  aquella  que 
esta,  y son  excesivamente  amargas. 

Igualmente  parece  soluble  en  la  sangre  , saliva , jugo  gástrico  y orina, 
lo  mismo  que  en  todos  los  licores  animales , ácidos  ó alcalinos. 

El  principio  activo  del  curare  parece  ser  resinoso,  y lleva  el  nombre 
de  curarina.  Oay  varios  modos  de  extraerle  de  la  disolución  acuosa  ó al- 
cohólica del  curare.  Mas  sea  cual  fuere  el  proceder  empleado  con  este 
objeto,  se  obtiene  en  forma  de  una  masa  sólida,  transparente,  en  capas 
delgadas,  de  un  color  amarillo  pálido.  Es  muy  higrométrica , muy  solu- 
ble en  el  agua  y el  alcohol , insoluble  en  el  éter  y en  la  esencia  de  tre- 
mentina. Sumamente  amarga,  enrojece  el  papel  de  cúrcuma,  y hace  re- 
cobrar el  color  azul  al  papel  de  tornasol , enrojecido  por  un  ácido. 

La  solución  acuosa  neutraliza  los  ácidos;  las  sales  que  forma  con  el 
sulfúrico,  clorhídrico  y acético,  son  muy  solubles,  pero  no  se  pueden 
obtener  cristalizados. 

Al  calor  fuerte,  la  curarina  se  carboniza,  y esparce  vapores  densos, 
que  si  se  respiran  dejan  un  sabor  amargo  desagradable,  y queda  un  resi- 
duo que  no  es  alcalino. 

Tratada  por  el  ácido  nítrico,  toma  un  color  rojo  de  sangre  , y por  el 
ácido  sulfúrico  un  hermoso  matiz  acarminado. 

El  cloro  y el  bromo  la  destruyen  lo  mismo  que  el  curare  , puesto  que 
ya  no  intoxica,  y si  se  le  quita  con  hiposulfito  y carbonato  de  sosa  el 
cloro  y el  bromo,  ya  no  tiene  fuerza  tóxica,  lo  cual  prueba  que  se  ha 
destruido.  No  sucede  lo  propio  con  el  yodo:  este  suspende  sus  virtudes 
venenosas  ; mientras  está  mezclada  con  él,  no  intoxica;  mas,  en  cuanto 
se  le  quita  el  yodo  con  el  hiposulfito  ó carbonato  de  sosa  , reaparece  su 
fuerza  tóxica , y envenena  del  propio  modo  que  antes. 

La  combinación  del  ácido  nítrico,  sulfúrico  y acético  con  la  curarina, 
no  la  destruye  tampoco  ; pero  no  solo  n o le  dan  mas  actividad  , sino  que 


~~  1126  — 

■ ian  su  fuerza  , y en  ciertas  ocasiones  parece  que  le  suspenden 
T)°iudo  retardando  notablemente  su  absorción. 

La  potasa  y la  sosa  cáusticas  también  la  destruyen. 

En  los  líquidos  y órganos  del  sugeto  intoxicado  no  se  encuentra  ni  el 
curare  ni  la  curarina  ; por  lo  menos  no  hemos  visto  en  parte  alguna  en- 
sayos hechos  con  este  objeto  ; y no  siendo  un  principio  verdaderamente 
alcaloideo,  es  probable  que  absorbido  se  descomponga , sucediendo  lo 
que  con  el  veneno  de  los  crótalos.  Como  no  conocemos  ningún  enve  - 
nenamiento  por  esa  sustancia  , no  podemos  hablar  nada  de  lijo  bajo  este 
punto  de  vista. 

Si  algún  dia  un  Pristchard , un  Palmer,  un  conde  de  Socarme,  un 
Couty  de  Lappomerais  envenena  á alguno  con  el  curare  ó la  curarina  , y 
el  envenenamiento  se  hace  célebre  , entonces , con  toda  seguridad , ten- 
drómos  abundancia  de  datos  sobre  ese  punto. 

§ III. — Talio  y sus  sales. 

El  talio  es  un  metal  recien  descubierto  y M.  Lamy  ha  llamado  sobre 
sus  sales  la  atención  de  los  toxicólogos.  El  nitrato,  el  sulfato  y el  carbo- 
nato de  talio  son  venenos  muy  activos  que,  á la  dósis  de  algunos  gra- 
nos, matan  los  animales  , y de  consiguiente  pueden  hacer  otro  tanto  con 
e 1 hombre. 

Los  síntomas  , al  principio , parecen  propios  de  los  venenos  inflama- 
torios, y son  análogos  á los  preparados  del  plomo  y del  mercurio.  Hay 
dolores  agudos  con  exacerbaciones  bruscas  en  el  estómago  é intestinos, 
pero  sin  vómitos  ni  cámaras;  convulsiones  en  las  extremidades  abdomi- 
nales; luego  hay  dificultad  de  respirar,  que  va  en  aumento;  temblor  ge- 
neral , falta  de  coordinación  en  los  movimientos  , parálisis  en  las  extre- 
midades y al  fin  muerte  por  asfixia.  Esa  intoxicación  es  bastante  rápida. 

Los  signos  autópsicos  no  revelan  ni  inflamaciones,  ni  alteraciones  no- 
tables, fuera  de  las  consiguientes  á la  asfixia. 

La  terapéutica  indicada  es  la  que  puede  calmar  los  dolores , y sostener 
la  respiración  además  de  las  generales.  Los  contravenenos  han  de  ser 
todos  los  que  vuelvan  insoluble  toda  composición  tálica. 

Las  sales  de  talio  son  muy  solubles.  M.  Lamy  no  habla  de  reacciones 
químicas  propias  para  revelar  dichas  sales , ni  solas  ni  mezcladas  con  las 
materias  y órganos  de  los  intoxicados.  Tanto  ese  autor  como  M.  Poulet, 
que  también  ha  publicado  una  memoria  sobre  esos  venenos,  creen  que 
basta  el  exámen  espectral , puesto  que  el  espectrómetro  revela  la  menor 
porción  del  talio , por  la  hermosa  raya  verde  que  se  forma. 

8 IV.— Digital,  digit aliña. 

Hacia  mucho  tiempo  que  se  conocían  intoxicaciones  por  la  digital  pur- 
púrea, y también  por  la  digitalina.  Sustancias  empleadas  en  medicina 
para  amenguar  los  latidos  del  corazón  ó combatir  las  hidropesías,  in- 
toxicaban alguna  vez  y acaso  con  frecuencia  por  errores,  equivocacio- 
nes ó imprudencias,  excediéndose  en  la  dósis.  Tal  vez,  dada  como  abor- 
tivo, también  ha  causado  la  muerte  á mas  de  una  desdichada.  Como 
instrumento  de  suicidio , no  ha  sido  raro  su  empleo. 

Bajo  todos  esos  puntos  de  vista  no  llamaba,  sin  embargo,  la  atención 
m la  digital  purpúrea  , ni  la  digitalina  , mas  que  otros  muchos  venenos 
tan-mortíferos  como  ellas. 


- 1127  - 

Como  arma  del  crimen  no  eran  conocidas;  pero  en  estos  últimos  tiem- 
pos  la  causa  célebre  del  médico  homeópata  Couty  de  Lappomerais  ha  lla- 
mado tanto  la  atención  de  los  toxicólogos , que  en  pocos  años  ha  venido 
á ser  el  veneno  mas  estudiado.  Casi  puede  decirse  que,  como  objeto  de  es- 
tudio, es  el  veneno  de  moda. 

Esto  nos  obliga , por  lo  tanto , á dar  á esos  venenos  alguna  mayor  im- 
portancia que  la  que  les  hemos  dado  en  ediciones  anteriores , sin  que 
en  el  fondo  podamos  decir  nada  nuevo,  ni  con  respecto  á su  acción  fisio- 
lógica , ni  á su  patología , ni  á su  terapéutica , ni  á sus  análisis  químicas. 

Hablemos  primero  de  la  digital,  luego  hablarémos  de  la  digitalina. 

Toda  la  planta  de  la  digital  purpúrea  es  venenosa.  Oríila  decía  que  el 
polvo  es  menos  activo  que  el  extracto  acuoso , y este  menos  que  el  resi- 
noso. Siquiera  sea  venenoso  todo  el  vegetal , las  hojas  son  las  que  con 
mas  frecuencia  se  usan,  ya  para  darlas  en  polvo,  ya  para  extraer  de 
ellas  sus  principios. 

La  dósis  medicinal  de  los  polvos  de  las  hojas  frescas  de  digital  purpú- 
rea , es  de  5 centigramos  á 6 decigramos , ó sea  de  1 grano'  á doce.  La 
del  extracto  alcohólico  de  18  granos  á 1 dracma.  La  etérea  de  24  gotas 
á media  dracma ; el  extracto  acuoso  de  2 á 12  granos  en  píldoras , y el 
alcohólico  , de  un  grano  á 6.  El  jarabe  de  digital  se  da  de  media  onza 
á dos. 

La  decocción  é infusión  de  sus  hojas  frescas  á la  cantidad  de  dos  gra- 
mos ha  producido  la  muerte.  A.  la  dósis  de  5 centigramos  ó un  grano,  ha 
sido  tóxica  para  los  niños.  Para  los  adultos  lo  es  de  uno , dos  ó tres 
gramos. 

El  extracto  lo  es  á menor  dósis.  Una  pocion  de  150  gramos  contenia 
un  gramo  de  extracto;  solo  con  cuatro  cucharadas  produjo  la  muerte  en 
una  mujer.  La  tintura  á la  dósis  de  5 gramos  produce  una  intoxicación 
violenta. 

La  acción  de  la  digital  purpúrea  es  purgante  y vomitiva  en  alta 
dósis ; á pequeña  dósis  aumenta  al  principio  los  latidos  del  corazón , 
luego  los  deprime , en  un  minuto  baja  el  pulso  de  veinte  á treinta  pulsa- 
ciones ; favorece  también  las  secreciones , en  especial  de  la  orina;  de 
aquí  su  uso  frecuentísimo  contra  las  enfermedades  del  corazón  ,'  como 
contraestimulante  en  las  flegmasías  y como  diurético  con  la  escila,  en  las 
hidropesías.  A dósis  tóxicas  irrita  las  vias  digestivas  y,  perturbando  la 
hematosis,  deprime,  después  de  haberlos  acelerado,  los  movimientos 
cardíacos. 

Este  veneno  debía  estar  colocado  entre  los  nervioso-inflamatorios ; sin 
embargo,  por  ser  preponderante  y rápida  su  acción  sobre  la  circulación 
y la  respiración  le  colocamos  entre  los  venenos  llamados  del  corazón  ó 
entre  los  asfixiantes  paralíticos. 

Los  síntomas  producidos  por  la  digital  purpúrea  son  los  siguientes  : 

Si  la  dósis  es  tóxica,  á las  dos  ó tres  horas  de  su  ingestión  ó acaso  en 
menos  tiempo  , sobreviene  malestar , vómitos  violentísimos  y repetidos, 
mas  de  cincuenta  veces  en  las  primeras  horas,  acompañados  de  nauseas 
y vomituriciones;  las  materias  vomitadas  son  líquidas,  viscosas,  de  co- 
lor verdoso  ; dolores  en  la  región  epigástrica,  que  se  va  poniendo  muy 
sensible  al  tacto  después  que  cesan  los  vómitos,  pero  siguen  las  náu- 
seas, hay  evacuaciones  alvinas  de  la  misma  naturaleza  que  los  vómitos, 
en  otros  casos  supresión  de  evacuaciones  y de  orina.  La  lengua  se  cubre 
de  una  capa  blanquecina  y está  rubicunda  en  su  punta  y bordes ; á ve- 


— 1128  — 

tá  seCa  y contraida;  no  es  raro  que  esté  tumefacta  y que  haya 
Cfento fétido.  Hay  calor  intenso  y vivo  en  la  cabeza,  insoportable;  vér- 
tigos oscurecimiento  y perturbación  singular  y considerable  de  la  vista; 
zumbidos  de  oido  y sensación  de  abatimiento  general  cada  vez  mas  pro- 
fundo. La  cara  está  pálida , pero  la  tiñen  á menudo  llamaradas,  y los 
ojos  se  inyectan  , y parece  que  huyen  de  las  órbitas , se  ponen  salientes. 
El  color  del  fuego  parece  azul ; las  pupilas  se  dilatan  y el  iris  no  se 
contrae. 

El  pulso  es  fuerte  al  principio  y precipitado , lo  mismo  que  los  latidos 
del  corazón;  pero  luego  se  deprime  y cae  de  cincuenta  á cuarenta  pul- 
saciones por  minuto.  La  respiración  es  suspirosa,  profunda  y desigual. 
La  impulsión  del  corazón  es  enérgica  , los  ruidos  fuertes  y sin  alteración; 
el  pulso  detenido,  irregular,  intermitente. 

El  abatimiento  es  cada  vez  mayor,  el  intoxicado  habla  poco  y tardo, 
apenas  responde , á veces  la  inteligencia  subsiste;  en  otros  casos  hay 
delirio  mas  ó menos  violento;  los  ojos  se  fijan,  las  pupilas  permanecen 
dilatadas,  hay  hipo,  evacuaciones  involuntarias,  movimientos  convulsi- 
vos y al  fin  sobreviene  la  muerte  á un  tiempo  variable,  á veces  del  pri- 
mero al  segundo  dia , otros  á los  cinco  dias,  otros  á los  ocho  ó á los  diez. 
Sin  embargo,  algunos  se  presentan  en  pocas  horas. 

Esta  es  la  forma  aguda  de  esa  intoxicación.  Hay  otra  llamada  lenta, 
y que  nosotros  llamaremos  polidósica,  porque  la  producen  cantidades 
medicinales  repetidas,  y que  acumulándose  en  la  economía,  llega  un 
dia  en  que  la  intoxicación  estalla  de  repente,  declarándose  dolor 'fron- 
tal muy  vivo,  oscurecimiento  de  la  vista  completo  y síncope,  y á veces 
parálisis  de  medio  lado  del  cuerpo.  El  síncope  se  repite  y luego  sobre- 
vienen vómitos  , á veces  diarrea,  en  seguida  convulsiones,  delirio,  dis- 
minución del  pulso,  insensibilidad  general,  y la  muerte  mas  ó menos 
rápida,  en  mas  ó menos  dias.  Taylor  ha  visto  un  caso  de  estos,  se- 
gún Tardieu,  en  el  que  el  sugeto  murió  súbitamente.  Yo  he  visto  un 
caso  de  una  señora  que , después  de  estar  tomando  por  algunos  dias  píl- 
doras de  digital  para  calmarle  las  palpitaciones  del  corazón  , y estando 
al  parecer  mas  aliviada  , espiró  casi  repentinamente. 

El  envenenamiento  ó intoxicación  por  la  digital,  hasta  en  la  forma 
mas  grave,  no  es  siempre  mortal;  algunas  se  restablecen.  Tardieu  ha 
reunido  veinte  y ocho  observaciones,  algunas  de  ellas  tomadas  de  una 
disertación  del  doctor  Agis  Ducroix , y mas  de  dos  tercios  de  ellos  ter- 
minan felizmente.  Los  síntomas  se  disipan , pero  por  algún  tiempo  les 
queda  el  estómago  doloroso;  la  cabeza  pesada  y vertiginosa,  las  fuer- 
zas disminuidas  y la  visión  por  largo  tiempo  perturbada.  No  es  raro  que 
haya  desigualdad  del  pulso,  y un  ruido  cloro -anémico  en  la  base  del 
corazón. 

El  cadáver  de  los  que  sucumben  envenenados  por  la  digital  purpúrea, 
presenta  vestigios  que  no  le  son  exclusivos,  pero  que  revelan  su  acción 
irritante.  El  estómago  ofrece  rubicundeces  y manchas  violáceas  , sufu- 
siones  sanguíneas  y puntos  congestionados  á lo  largo  de  los  intestinos. 
En  algunos  casos,  sin  embargo , esos  órganos  se  presentan  como  sanos. 
En  la  cavidad  del  pericardio  se  nota  derrame  seroso ; sangre  en  las  cavi- 
dades del  corazón  imperfectamente  coagulada;  esta  viscera  se  queda  rí- 
gida. Obsérvanse  vestigios  de  congestión  é infiltración  en  las  meninges. 
°s  pulmones  suelen  estar  sanos. 

sto  no  obstante,  debemos  advertir  sobre  este  punto  que  tenemos  po- 


- 1129  - 

cas  autópsias  hechas  en  cadáveres  de  sugetos  envenenados  por  la  digi- 
tal. En  la  mayor  parte  de  observaciones  recogidas  por  M.  Tardieu,  ya  he- 
mos dicho  que  los  intoxicados  no  murieron , y en  otros  en  los  que  el 
caso  terminó  por  la  muerte , la  autópsia  no  se  practicó.  Es  un  punto  que 
deja  todavía  mucho  que  decir.  Nos  parece  imposible  que  un  veneno,  que 
perturba  profundamente  los  movimientos  del  corazón  , no  deje  en  los  ór- 
ganos de  la  respiración  algunos  vestigios  de  esas  perturbaciones. 

La  intoxicación  por  la  digital  purpúrea  se  combate  por  los  medios  ge- 
nerales. Expulsar  cuanto  antes  el  veneno,  si  se  llega  á tiempo  , neutrali- 
zarle con  bebidas  que  destruyan  su  acción  y combatir  el  estado  de  irri- 
tabilidad de  las  vías  digestivas  con  bebidas  laudanizadas,  leche  mezclada 
con  agua  de  cebada,  bebidas  mucilaginosas,  lavativas  análogas,  y en  se- 
guida cuidar  de  los  síntomas  generales,  reanimar  la  economía  con  infu- 
s ones  aromáticas , caldo , vino.  Esto  es  lo  único  que  vemos  empleado  en 
algunos  casos,  que  no  han  sido  seguidos  de  muerte.  En  las  veinte  y ocho 
observaciones  que  tiene  M.  Tardieu,  no  le  llama  la  atención  la  terapéu- 
tica. Apenas  si  habla  de  ello  en  ninguna.  Todo  lo  reduce  á la  parte  sin- 
tomatológica. 

En  esa  bulla  y algazara  toxicológica  que  ha  movido  sobre  la  digital  y 
la  digitalina  el  proceso  de  Lappomerais , de  todo  se  cuidan  los  loxicólo- 
gos  menos  de  la  terapéutica.  Mucha  sintomatología,  mucha  química,  ex- 
perimentación fisiológica,  pero  remedios  para  combatir  la  intoxicación, 
total  cero. 

Lo  que  acabamos  de  exponer  respecto  de  la  acción  , síntomas , datos 
autópsicos  y terapéutica  de  la  digital , es  aplicable  á la  digitalina , que  es 
su  verdadero  principio  activo , y por  el  cual  produce  todo  lo  que  hemos 
visto. 

Intoxicaciones  por  la  digitalina  hay  muv  pocas.  A la  dósis  de  25,  40, 
50  y 55  miligramos,  ha  producido  ya  profundas  perturbaciones  , aunque 
no  han  sido  seguidas  de  muerte.  A mayor  cantidad,  la  producen. 

La  acción  de  esta  sustancia,  como  es  consiguiente , es  mas  rápida  , y 
aunque  en  el  fondo  viene  á ser  el  conjunto  de  síntomas  igual  al  que  he- 
mos descrito , vamos  á exponerla  para  que  se  noten  mas  claramente  las 
semejanzas  y diferencias. 

Poco  tiempo  después  de  haber  tomado  una  dósis  tóxica  de  digitalina, 
malestar  considerable . vértigos , llamaradas  á la  cara  y cabeza , cefalal- 
gia, náuseas,  escalofrios,  sudores  fríos,  alternativas  de  calor  y frió,  per- 
turbaciones de  la  vista,  luego  ansiedad  precordial,  dolor  epigástrico,  vó- 
mitos precedidos  de  esfuerzos  considerables  y penosos,  violentos  y repe- 
tidos, acompañados  ó seguidos  de  evacuaciones  alvinas.  Al  menor  movi- 
miento que  haga  el  enfermo,  se  reproducen  los  vértigos  y los  vómitos. 
Hay  también  opresión  de  pecho,  dificultad  de  respirar ; el  pulso  al  prin- 
cipio fuerte  y frecuente,  se  disminuye  luego  y deprime  en  poco  tiempo, 
en  horas.  Sin  embargo,  á veces  persiste  lleno,  vibrante  é irregular. 
Luego  sobreviene  un  aplanamiento  extremo,  no  se  puede  mover  el  en- 
fermo ni  puede  pronunciar  una  palabra.  Los  ojos  parecen  mayores,  sa- 
lidos déla  órbita,  dilátase  la  pupila  y aparecen  contracciones  espasmódi- 
casen  los  miembros.  La  piel  se  pone  fría , el  pulso  se  hace  cada  vez  mas 
pequeño,  débil,  intermitente  y hay  momentos  que  no  se  percibe.  El  dolor 
de  cabeza  persiste,  la  orina  se  suprime.  Sobrevienen  calambres,  dolores 
agudos  en  la  columna  vertebral , en  los  miembros  , los  enfermos  gritan,  á 
veces  tienen  alucinaciones.  Al  fin  muere  el  intoxicado. 


- 1130  — 

Este  cuadro  revela  : l.°  que  ese  veneno  debería  estar  colocado  entre 
los  nervioso-inflamatorios ; 2.°  que  no  se  diferencia  en  el  fondo  de  la  di- 
gital ; 3.°  que  no  ofrece  ese  cuadro  gran  confianza,  no  siendo,  como  no 
es , eí  fruto  de  muchos  casos  de  esa  índole  y que  acaso  M.  Tardieu , de 
quien  le  hemos  tomado,  le  ha  colocado  sobre  lo  que  se  observó  en  la 
viuda  de  Paw. 

La  anatomía  patológica  y la  terapéutica  de  esta  intoxicación  son  las 
mismas  que  las  de  la  digital  purpúrea. 

Es  decir,  en  suma,  que  después  de  tanto  ruido,  y fuera  la  hojarasca  de 
muchos  síntomas  minuciosos  que  se  presentan  en  todas  las  intoxicacio- 
nes análogas,  sabemos  sobre  la  digital  y la  digitalina  lo  mismo  que  ya  se 
leia  en  la  obra  de  Orilla  y demás  que  hablaron  de  esos  venenos. 

Veamos  ahora  la  parte  química'  y los  medios  de  descubrir  .esas  sus- 
tancias en  los  casos  prácticos  de  intoxicación  y de  envenenamiento. 

No  veo  mas  razón  para  describir,  ni  la  planta  entera,  ni  las  hojas  de 
la  digital , que  para  describir  las  de  otros  vegetales  venenosos.  Así  no  me 
ocuparé  en  ello.  El  médico  debe  conocer  esa  planta,  como  las  demás  que 
estudia  en  farmacología,  y si  hay  lugar  á sorprender  restos  de  esas  hojas, 
la  comparación  sacará  de  apuros  al  que  tenga  algo  olvidados  los  caracté- 
res  botánicos  de  las  hojas  ae  esa  escrofularínea  ó ferránea. 

El  polvo  es  de  color  verde  como  tantas  otras  con  el  olor  propio  de  la 
planta  ; conforme  se  seca  le  pierde.  Los  extractos  conservan  ese  color  y 
olor.  La  gran  cantidad  de  clorofila  que  tiene  el  polvo,  los  extractos  y tin- 
tura es  para  M.  Tardieu  un  carácter  que  debe  llamar  la  atención.  Ños 
parece  exagerada  esa  importancia , porque  no  tiene  nada  de  especial. 

Como  las  reacciones  que  pueda  dar  el  polvo,  al  fin  se  deben  á la  digi- 
talina, nos  ceñiremos  á esta,  entresacando  del  cúmulo  de  escritos  que 
han  llovido  sobre  este  punto,  desde  el  famoso  caso  de  la  viuda  de  Paw, 
lo  que  nos  parezca  mas  averiguado  y conducente  para  determinarla. 

La  digitalina , evaporada  de  su  disolución  en  alcohol  ó cloroformo  , se 
presenta  sólida,  en  forma  de  un  barniz  seco  , amarillo  ténue,  de  aspecto 
resinoídeo,  que  se  rompe  en  pequeñas  masas  escamosas  ó porosas,  ma- 
melonadas,  sin  indicio  alguno  ae  cristalización,  fácilmente  reducible  á 
polvo,  de  un  color  amarillo  pálido,  y que,  esparcido  por  el  aire,  provoca 
el  estornudo.  Es  muy  amarga , en  especial  en  las  fáuces , desenvolvién- 
dose tarde  este  sabor;  una  parte  disuelta  en  doscientas  mil,  les  comunica 
ese  amargor;  insoluble  ó poco  soluble  en  el  agua  fría,  soluble  en  42  par- 
tes de  agua  hirviendo,  sin  que  deponga  nada,  enfriándose.  Hepp  afirma 
que  es  mas  soluble  la  que  se  obtiene  de  las  hojas  secas;  mas  Goethali 
sostiene  que  su  solubilidad  no  varía,  sean  secas  ó tiernas , viejas  ó nue- 
vas dichas  hojas.  Su  solución  en  el  agua  la  altera  pronto , fermenta, 
pierde  su  amargura  y desprende  burbujas  gaseosas. 

Es  muy  soluble  en  el  alcohol  débil  y concentrado ; este  vehículo  es  su 
gran  disolvente  caliente  y frió.  El  éter  puro  apenas  la  disuelve;  100  par- 
tes no  disuelven  mas  que  34  centigramos;  pero  si  se  añade  un  poco  de  al- 
cohol, un  décimo , se  disuelve  en  el  éter  rápidamente.  Disuélvela  igual- 
mente el  cloroformo,  vehículo  el  mas  apropiado  para  purificarla,  y la  glj' 
cerina  débil.  Es  insoluble  en  los  aceites  grasos,  esencias,  benzina  y sul- 
furo de  carbono.  . , 

A 100  grados  de  calor  se  reblandece;  á 180 , se  tiñe  de  verde  sin  tu  - 
dirse,  y á 200,  se  descompone  hinchándose.  Echada  sobre  las  ascuas,  e - 
parce  vapores  de  un  olor  fuerte  y desagradable. 


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■ Disuelta  en  el  agua  ó en  el  alcohol , no  afecta  el  papel  de  tornasol , ni 
rojo,  ni  azul;  es,  pues,  neutra ; los  ácidos  no  se  combinan  con  ella ; otro 
tanto  sucede  con  los  álcalis,  pero  unos  yjotros  la  descomponen  á la  larga, 
en  especial  á temperatura  elevada. 

Reducida  á polvo  y tratada  en  frió  por  el  ácido  sulfúrico  puro  y con- 
centrado , toma  por  de  pronto  un  color  moreno  oscuro ; se  disuelve  poco 
á poco  y tiñe  el  ácido  de  rojo  de  jacinto  mas  ó menos  sombrío.  Si  se 
añade  á esa  disolución  cuatro  veces  su  volumen  de  agua  destilada , el  li- 
cor toma  un  color  verde  y se  depone  poco  á poco  un  polvo  de  un  verde 
muy  vivo;  el  licor  se  va  poniendo  amarillento.  En  caliente  la  descom- 
pone y hay  desprendimiento  de  ácido  sulfuroso  y carbónico. 

El  ácido  fosfórico,  en  consistencia  de  jarabe,  no  la  disuelve;  pero  le 
hace  tomar  un  color  verde,  al  cabo  de  dos  dias. 

El  ácido  acético  la  disuelve  sin  colorarse. 

El  ácido  nítrico  ataca  enérgicamente  la  digitalina,  dando  vapores  ruti- 
lantes y comunicándole  un  hermoso  matiz  amarillo  anaranjado,  que  pasa 
pronto  al  amarillo  de  oro  que  persiste.  Tardieu  dice  que  este  licor  con- 
tiene una  mezcla  de  ácido  oxálico  y de  un  ácido  nitrado  análogo , ya  que 
no  idéntico  al  ácido  pícrico. 

El  ácido  clorhídrico  concentrado  hace  tomar  á la  digitalina  un  matiz 
verdoso,  y el  licor  se  tiñe  también  de  verde.  Este  carácter,  dado  general- 
mente como  e!  mas  especial,  pierde  de  su  valor,  observando  que  cuanto 
mas  pura  es  la  digitalina,  menos  se  tiñe  de  verde  con  el  ácido  clorhídrico. 

Parece  que  no  es  exacto  el  olor  de  la  planta,  que,  según  Lefort,  le  hace 
dar  este  ácido. 

Grandeau  da  como  carácter  distintivo  de  la  digitalina  el  teñirse  con  el 
ácido  sulfúrico  solo,  en  moreno,  semejante  al  de  la  tierra  de  Siena,  y si  en 
vez  de  obrar  sobre  alguna  cantidad  de  la  sustancia , no  tratada  por  nin- 
gún líquido , el  ácido  concentrado  obra  sobre  el  residuo  de  algunas  gotas 
de  digitalina  disuelta , evaporada , la  coloración  es  roja  morena , rnas  ó 
menos  oscura,  según  la  cantidad  de  digitalina. 

El  mismo  Grandeau  afirma  también  que,  expuesta  la  digitalina  hume- 
decida con  ácido  sulfúrico  concentrado  á los  vapores  del  bromo,  la  mez- 
cla se  tiñe  instantáneamente  de  violeta,  variando  del  color  mas  oscuro  de 
esta  flor  al  pálido  de  la  malva,  pudiendo  manifestarse  en  cantidades  mí- 
nimas, 5 miligramos  por  ejemplo.  Tardieu  y Roussin  ponen  en  duda  estos 
caractéres,  y según  sus  ensayos  , sobre  no  presentarlos  todas  las  digitali- 
nas  que  se  preparan,  ofrecen  ese  color  sustancias  que  no  contienen  ni  un 
átomo  de  ella. 

El  tanino  precipita  las  disoluciones  acuosas  de  digitalina  , pero  de  un 
modo  incompleto;  teniendo  además  el  inconveniente  de  que  el  tannato 
que  se  forma  es  soluble  en  el  agua  y el  alcohol. 

El  bicloruro  de  mercurio,  el  biyoduro  de  potasio,  el  de  mercurio  di- 
suelto en  el  yoduro  de  potasio,  el  ácido  fosfomolíbdico,  el  cloruro  férrico, 
el  nitrato  de  plata,  el  bicromato  de  potasa,  el  acetato  y subacelato  de 
plomo,  no  ejercen  acción  alguna  sobre  la  digitalina. 

Concluiré  diciendo  que,  bajo  el  punto  de  vista  químico,  la  digitalina, 
tal  vez  con  tanto  como  se  ha  escrito  acerca  de  ella , no  está  bien  cono- 
cida. No  es  un  alcalóide,  ni  un  ácido,  como  ya  lo  hemos  indicado  va- 
rias veces.  Walz  y Kosman  la  consideran  como  un  glucóxido  análogo  á 
la  amigdalina,  esculina,  salicina,  santonina,  etc. 

Si  pura  ya  ofrece  tantas  dificultades  y variaciones , según  como  se  pre- 


— 1132  — 

nara , mayores  han  de  ser.  cuando  se  opere  sobre  las  materias  proceden- 
tes de  los'sugetos  envenenados.  La  facilidad  con  que  se  descompone  á 
la  manera  de  los  fermentos,  ha  de  volver  difícil  su  revelación  por  medio 
de  las  operaciones , que  se  practican  en  tales  casos. 

De  todos  modos  deberemos  proceder  como  lo  hemos  expuesto  en  su 
lugar.  El  método  de  Stass , no  siendo  un  alcaloideo,  no  puede  darnos 
igual  resultado ; sin  embargo,  siendo  soluble  en  el  éter  añadido  de  al- 
cohol , es  posible  su  separación  por  ese  método , si  no  se  ha  descom- 
puesto , y luego  la  revelación  por  sus  reactivos.  La  diálisis  es  practica- 
ble, aunque  no  siendo  cristalóide  no  nos  promete  grandes  resultados. 

Respecto  de  la  experimentación  fisiológica,  de  la  que  hace  tanto  caso 
M.  Tardieu , ya  no  tenemos  nada  que  decir,  habiéndola  combatido  con 
razones  indestructibles  en  la  Toxicologia  general.  Aquí  solo  añadirémos 
que,  alterándose  la  digitalina  por  su  contacto  con  el  agua,  como  afirma 
M.  Tardieu,  siendo  una  sustancia  análoga  á los  fermentos  ó sustancias 
fácilmente  susceptibles  de  metamórfosis  ó transformaciones;  no  siendo  un 
principio  fijo,  como  los  alcaloideos,  introducida  en  el  cuerpo  de  un  su- 
jeto por  la  boca  ú otra  vía , absorbida , y alterada  en  su  composición, 
como  se  alteran  todas  las  sustancias  de  su  índole  y naturaleza ; así  como 
no  es  fácil  , por  no  decir  posible,  según  el  mismo  Tardieu , revelarla  por 
los  procedimientos  químicos , así  tampoco  lo  ha  de  ser  por  la  experimen- 
tación fisiológica.  Alterada,  descompuesta , que „ es  como  si  dijéramos 
destruidá,  siquiera  se  hagan  extractos  alcohólicos  de  1 as  materias  del  su- 
geto  envenenado , ¿cómo  estos  han  de  dar  los  efectos  de  la  digitalina, 
que  ya  no  existe  íntegra  ? 

§ V.  — Onage , ó inea. 

El  doctor  Pelikan  ha  presentado  á la  Academia  de  ciencias  de  París  un 
escrito  sobre  un  nuevo  veneno  de  los  llamados  del  corazón,  procedente 
del  onage  ó inea  empleado  en  Gavon,  Africa  occidental,  para  envenenar 
las  flechas. 

El  autor  llama  venenos  del  corazón  los  que  le  paralizan.  Por  tales  se 
tienen  : la  antiaris  toxicaría , la  tanguinia  venenífera , la  digital  purpúrea, 
los  eléboros  negro  y verde,  y algunos  otros  que  hemos  visto.  Son  los 
que  nosotros  llamamos  asfixiantes  paralíticos;  y si  bien  comprendemos 
en  ellos  los  que  deprimen  ó destruyen  la  contractilidad  muscular  y los 
nervios  del  movimiento , también  abrazamos  en  esta  subclase  los  que  pa- 
ralizan el  corazón , ya  como  músculo  , ya  como  órgano  que  recibe  de  los 
nervios  el  movimiento. 

El  onage  6 inea,  ó sea  el  veneno  de  este  nombre,  procede  de  unas  se- 
millas , de  las  que  se  sirven  los  Pahonios  ó cazadores  de  elefantes , en- 
venenando con  el  jugo  ó extracto  de  ellas  las  puntas  de  las  flechas  de 
bambú. 

Los  experimentos  hechos  por  Pelikan  se  practicaron  con  un  extracto 
hidro-alcohólico  de  dichas  semillas , que  obtuvo  de  las  que  se  presenta- 
ron en  la  Exposición  de  las  colonias  francesas  verificada  en  París. 

La  acción  de  ese  licor  parece  que  excede  á la  sedante  de  todos  los  de- 
más venenos  llamados  cardíacos.  A los  tres  ó cuatro  minutos  se  paraliza 
el  corazón  de  los  animales  en  quienes  se  hace  el  ensayo.  Basta  para  el 
aplicarles  algunas  gotas  debajo  del  tejido  cutáneo.  _ e. 

No  tenemos  observaciones  de  envenenamientos  por  el  inea ; n0  Pos 


- 1133  — 

mos  mas  que  los  experimentos  hechos  por  Pelikan  ó algún  otro , y solo 
para  completar,  en  lo  posible , nuestro  Compendio,  hemos  hablado  ae  ese 
veneno  nuevo. 

Según  Pelikan , hé  aquí  los  síntomas  de  su  intoxicación. 

Aceleración  al  principio  de  los  movimientos  cardíacos;  luego  dismi- 
nucion’de  los  mismos,  hasta  casi  á cesar  del  todo ; no  es  progresiva;  hay 
cierta  intermitencia;  antes  de  paralizarse  completamente  el  corazón  to- 
davía ejecuta  algunos  movimientos  irregulares ; paralizados  los  ventrícu- 
los , laten  aun  las  aurículas  llenas  de  sangre , hasta  que  al  fin  cesa  todo. 

M.  Pelikan  , según  el  escrito  de  donde  tomamos  estos  datos , no  dice 
nada  de  las  demás  funciones.  Probablemente  habrá  lo  que  observamos 
en  todos  los  venenos  de  esa  clase , en  el  curare , en  el  cianógeno , digi- 
tal , etc. 

No  sabemos  qué  propiedades  físicas  y químicas  tiene  ese  veneno;  qué 
reacciones  desplega , ni  cómo  se  combate  singularmente.  Empleado  hasta 
aquí  solo  para  cazar  elefantes , aguardaremos  que  á algún  conde  de  Bo- 
carmé  ó á algún  Lappomerais  le  ocurra  hacer  con  alguno  de  sus  prójimos 
lo  que  los  salvajes  de  Gavon  hacen  con  los  elefantes,  y los  autores  ocu- 
pen por  espacio  de  algunos  dias  las  columnas  de  los  periódicos  con  escri- 
tos sobre  el  onage.  Para  saber  mucho,  en  especial  de  sintomatología  y quí- 
mica, relativamente  á los  venenos,  no  hay  como  envenenar  con  ellos  á 
alguno  , y hacerse  el  caso  célebre.  Si  cada  año  hubiese  uno  ó dos  enve- 
nenamientos ruidosos , ejecutados  con  sustancias  que  ahora  son  tenidas 
por  venenosas,  pero  que  no  llaman  la  atención  y se  pasa  de  ligero  so- 
bre ellas,  la  Toxicología  haría  progresos  rapidísimos,  y no  tendríamos 
esa  enorme  desigualdad  en  punto  á detalles : aquí  dados  hasta  la  sacie- 
dad y nimiedad;  allí  del  modo  mas  somero. 

ARTÍCULO  III. 

DE  I.OS  VENENOS  ASFIXIANTES  ANESTÉSICOS. 

Son  venenos  asfixiantes  anestésicos,  aquellos  que  al  propio  tiempo  que 
provocan  la  asfixia  , dan  lugar  á la  anestesia. 

Aunque  pudiéramos  comprender  en  este  artículo  muchas  sustancias,  en 
especial  adoptando  la  opinión  de  Eduardo  Robín,  ó decidiéndonos  á cla- 
sificar los  venenos  por  su  modo  de  obrar  químico,  ó los  efectos  primiti- 
vos, nos  limitaremos  á unos  pocos,  tales,  por  ejemplo,  como  el  éter,  el 
cloroformo  y el  amileno.  E!  cianógeno,  el  ácido  sulfhídrico,  el  su I f- 
hidrato  amónico,  el  óxido  de  carbono  y demás  gases,  aunque  matan  as- 
fixiando é inflamando  , ó produciendo  otros  efectos  patológicos,  los  hemos 
visto  ó verémos  al  hablar  de  otras  clases,  en  las  cuales  los  colocan  los 
autores,  cuya  clasificación  y distribución  hemos  creído  conveniente  se- 
guir, si  no  en  todo,  en  gran  parte. 

No  reproducirémos  aquí  las  generalidades  relativas  á los  anestésicos, 
porque  ya  lo  hemos  hecho  en  la  Toxicología  general.  Allí  los  hemos  to- 
rnado por  tipo , y,  de  consiguiente , lodo  Ío  que  aquí  repitiésemos  seria 
ocioso  , tanto  mas  cuanto  que  nos  proponemos  hablar  con  mas  extensión 
de  esos  mismos  que  nos  sirvieron  para  ese  tipo. 


g I.  —Eter. 


El  éter  obra  de  una  manera  muy  semejante  al  alcohol ; de  suerte  que 
lo  que  del  uno  puede  decirse,  es  casi  enteramente  aplicable  al  otro  ; por 
eso  nay  tanta  analogía  entre  la  intoxicación  por  el  éter  y las  bebidas  al- 
cohólicas ó espirituosas ; fuera  de  la  mayor  energía  y rapidez,  cuando  es 
el  éter  el  causante , casi  no  hay  diferencia  esencial  alguna. 

Antes  de  la  práctica  de  las  inhalaciones  etéreas,  los  toxicólogos  tenían 
al  éter  por  un  licor  espirituoso,  y,  como  tal , por  veneno  irritante  y nar- 
cótico de  la  clase  de  los  alcohólicos.  Fundado  en  experimentos  hechos 
sobre  los  perros , y en  algunos  casos  prácticos  desgraciados  en  indivi- 
duos de  la  especie  humana , Orfila  creia  que  obraba  á poca  diferencia 
como  el  alcohol , pero  con  mas  energía  , produciendo  la  embriaguez. 

Este  práctico  cita  dos  observaciones : la  una  de  un  jóven , quien  después 
de  haber  inspirado  el  vapor  del  éter  sulfúrico , cayó  en  un  estado  de  in- 
sensibilidad, presentó  síntomas  de  apoplejía  por  espacio  de  muchas  ho- 
ras , y hubiese  muerto  infaliblemente,  á no  haberle  transportado  al  aire 
libre,  empleando  otros  medios  propios  para  disipar  ese  estado  congestio- 
nal.  El  otro  caso  fué  de  un  adulto,  que  después  de  haber  inspirado  el 
éter  sulfúrico,  cayó  en  un  estado  de  letargo  intermitente  que  duró  treinta 
y seis  horas,  con  aplanamiento  extremado,  pequeñez  de  pulso,  etc. 

Después  de  la  aplicación  de  las  inhalaciones  del  éter  á la  cirugía  para 
disminuir  la  sensibilidad  ó producir  la  anestesia , ese  cuerpo  ha  sido  mas 
estudiado  en  su  acción  y los  síntomas  que  produce ; y aunque  siempre 
ha  resultado  que  obra  de  un  modo  análogo  al  alcohol , y que  el  cuadro 
de  síntomas  es  el  de  la  embriaguez ; sin  embargo , se  le  ha  dado  mas 
importancia  como  anestésico  , y se  han  ocupado  en  él  los  toxicólogos  con 
mucha  mas  extensión,  como  un  veneno  algo  diferente  de  las  bebidas  al- 
cohólicas. 

Según  lo  consignado  en  una  breve  memoria  escrita  por  ülandin  sobre 
el  uso  de  las  inhalaciones  del  éter,  podemos  establecer  que  la  intoxica- 
ción producida  por  esta  sustancia,  dada  como  anestésica,  tiene  tres  pe- 
ríodos. 

En  el  primero,  llamado  de  preparación;  no  hay  todavía  embriaguez; 
irrita  la  mucosa  de  las  vías  respiratorias,  produciendo  fatiga  y ansiedad, 
con  algún  dolor,  y pasando  absorbido  á la  sangre  > comunica  á todos  los 
órganos  cierta  exaltación  y agitación  notables.  Los  cerebrales  son  los 
que  mas  la  anuncian. 

En  el  segundo  período , llamado  por  Longet  de  eterización  de  los  ló- 
bulos cerebrales,  los  fenómenos  ya  son  mas  pronunciados;  la  embria- 
guez ya  se  manifiesta;  hay  pesadez  de  cabeza,  aturdimiento,  zumbidos, 
flaqueza  de  piernas  é imposibilidad  de  sostenerse  en  pié.  A veces  hay 
aplanamiento,  otras  excitación  insólita,  y otras  hasta  tiesura  tetánica  ó 
sacudimientos  convulsivos;  hay  quien  llora,  quien  rie  sardónicamente; 
estos  quieren  hablar,  y la  palabra  espira  en  los  labios,  ó sale  incompleta; 
aquellos  permanecen  silenciosos , reflexivos , como  si  se  estudiasen  á sí 
propios. 

Los  lóbulos  cerebrales , dice  Blandin , parece  que  son  solos  los  afecta- 
dos en  este  período , aunque  su  influencia  no  pasa  mas  allá  de  los  mis- 
mos ; así  es  que  los  sugetos  son  bastante  sensibles  á las  excitaciones  eté- 
reas; se  reaccionan  con  fuerza  contra  el  dolor,  huyen  ó se  agitan  para 
huir,  lanzan  gritos  quejosos  y mas  prolongados  que  los  que  dan  no  ete- 


- 1135'  - 

rizados  en  análogas  circunstancias ; pero  pasado  todo , no  Ies  queda  re- 
cuerdo alguno  de  ello. 

En  el  tercer  período , llamado  por  Longet  de  eterización  de  la  protu- 
berancia , la  escena  cambia  completamente.  Sobreviene  la  resolución  de 
todo  el  cuerpo ; la  vida  de  relación  queda  momentáneamente  suspensa; 
no  hay  sensibilidad  para  las  excitaciones  exteriores ; queda  enteramente 
abolida  la  acción  refleja  de  la  médula ; los  párpados  superiores  se  abaten; 
los  ojos  se  fijan,  se  humedecen;  la  cara  pierae  su  expresión;  los  movi- 
mientos respiratorios , hasta  la  sazón  precipitados , se  van  haciendo  cada 
vez  mas  lentos;  el  corazón  parece  que  desplega  mas  energía,  y sus  lati- 
dos se  precipitan ; la  hematosis  se  perturba ; la  sangre  de  las  arterias  se 
va  volviendo  menos  rosada ; y si  se  prolonga  mucho  la  inhalación , llega 
á hacerse  venenosa.  La  protuberancia  anular  queda  insensible. 

Si  se  suspende  la  inhalación , el  sugeto  vuelve  al  pleno  goce  de  sus  fa- 
cultades, retrocediendo  por  el  mismo  camino;  es  decir,  observando  los 
mismos  grados , pero  en  sentido  inverso  de  fenómenos  sensibles  y movi- 
bles. Al  contrario,  si  se  prolonga  la  insensibilidad  y movilidad,  va  siendo 
mas  profunda , y al  fin  se  declara  la  muerte. 

Durante  el  primero  y segundo  período,  se  notan  variaciones  en  los  su- 
getos , en  especial  en  cuanto  al  bienestar  y á las  especies  de  ensueños  ó 
delirios  que  tienen.  Unos  gozan , otros  sufren , y las  ideas  ó temas  de  los 
delirios , ó ensueños , suelen  estar  en  relación  con  los  sentimientos , ó 
ideas  que  habitualmente  los  dominan. 

Aquí  prescindimos  de  si  el  éter  obra,  ó no,  sobre  los  centros  nerviosos 
en  los  términos  que  parece  indicarlo  la  división  de  períodos  de  Longet, 
ó si  obra  sobre  la  sangre;  ya  hemos  agitado  esta  cuestión  en  la  Toxicolo- 
gia  general , y es  ocioso  volver  á ella.  Sin  embargo,  dirémos  que,  si- 
quiera se  observe  perdida  gradual  de  sensibilidad  en  esos  centros,  eso 
no  obsta  para  que  la  acción  se  ejerza  sobre  la  sangre  : todo  eso  prueba 
que  la  falta  de  la  debida  oxigenación  de  este  humor  no  apaga  simultá- 
neamente la  sensibilidad  de  aquellos  centros,  sino  de  un  modo  gradual. 
Así  como  el  cerebro  es  el  que  mas  pronto  se  resiente  de  su  falta,  así  hay 
partes  del  mismo  que  se  resienten  mas  pronto  que  otras. 

Las  vías  respiratorias  pueden  presentar  vestigios  de  irritación ; pero  lo 
mas  notable,  como  fenómenos  cadavéricos,  es  la  alteración  de  la  sangre 
que  es  mas  oxigenada,  y el  olor  del  éter,  á todo  lo  cual  se  añade  lo  que 
sea  propio  de  la  asfixia. 

Si  en  vez  de  inspirar  el  éter  so  toma  por  la  boca,  se  aplica  al  ano,  á la 
piel  ó á una  superficie  ulcerada , hay  síntomas  propios  de  la  embriaguez; 
irrita  , vesica,  hasta  puede  cauterizar,  por  la  grande  cantidad  de  calórico 
que  sustrae,  y las  partes  se  quedan  insensibles.  Hay  eructos  etéreos, 
acidez  de  estómago  y todos  los  efectos  irritantes  de  las  bebidas  espirituosas. 

El  plan  curativo  de  la  intoxicación  por  el  éter  líquido  es  el  mismo  que 
el  de  los  licores  alcohólicos  y el  de  la  producida  por  las  inhalaciones , el 
de  los  anestésicos  en  general : aire  libre,  nuevo;  prácticas  contra  la  as- 
fixia, la  insuflación  , los  movimientos  artificiales,  etc. 

El  éter  es  líquido  , inodoro , dotado  de  un  olor  tuerte  sui  generis , y un 
sabor  caliente  y picante.  Es  mucho  mas  ligero  que  el  agua,  y muy  volá- 
til; hierve  á 35  grados  y (i  centígrados  bajo  la  presión  de  76  centímetros; 
no  enrojece  la  tintura  de  girasol  cuando  está  puro.  Arde  con  una  llama 
blanca  muy  extensa,  fuliginosa,  cuando  se  pone  en  contacto  con  un 
cuerpo  en  ignición. 


— 1136  — 

Disuelve  el  azufre,  el  fósforo,  el  yodo , el  bromo,  los  aceites  esencia- 
les y las  resinas.  En  frascos  bien  cerrados  se  produce  ácido  acético. 

Orfila  no  cree  que  puede  descubrirse  el  éter  en  la  sangre  por  medio 
del  ácido  crómico  cristalizado  , como  se  ha  dicho  en  el  Diario  de  Química 
médica  (1849) , poniéndose  negro  dicho  ácido. 

Para  descubrir  el  éter  líquido  en  el  estómago , puede  procederse  como 
cuando  se  trata  de  revelar  el  alcohol.  Someter  en  un  aparato  destilatorio 
al  baño  maría  las  materias  sospechosas  vomitadas  ó contenidas  en  dicha 
viscera.  El  licor  obtenido  en  el  recipiente,  si  contiene  demasiada  agua, 
se  destila  de  nuevo  en  un  baño  de  maría,  mezclado  con  el  de  cloruro 
de  calcio  sólido.  El  licor  que  se  obtiene  ofrece  los  caractéres  inequívocos 
del  éter. 

Es  necesario , sin  embargo , advertir  que  puede  haberse  tomado  al- 
cohol ó aguardiente  en  vez  del  éter,  y en  el  estómago  puede  convertirse 
en  este  cuerpo  espirituoso , como  lo  ha  visto  Merin,  profesor  de  Rouan. 
Para  distinguir  de  casos  y no  confundir  una  intoxicación  con  otra , por 
los  resultados  de  la  análisis , se  saturará  el  licor  espirituoso  , que  de  or- 
dinario es  ácido,  con  bicarbonato  de  sosa,  y se  destilará  hasta  la  reduc- 
ción de  la  mitad  del  líquido.  El  producto  condensado  en  el  recipiente 
ofrecerá  un  olor  etéreo , tratado  por  el  carbonato  de  potasa  puro , hasta 
que  ya  no  disuelva  más,  y abandonado  á sí  mismo  dará  una  capa  de 
un  líquido,  en  el  cual  se  podrá  hacer  constar  los  caractéres  del  alcohol. 

§ II.— Cloroformo. 

Desde  que  se  ha  empleado  el  cloroformo  para  apagar  la  sensibilidad  en 
casos  prácticos  de  cirugía,  ha  habido  varios  casos  de  muerte  por  este  ve- 
neno. Orfila  trae  quince  en  su  última  edición  de  Medicina  legal , y todavía 
podríamos  añadir  otros  muchos. 

El  cloroformo  inspirado  empieza  por  producir  un  poco  de  los,  hay  sa- 
bor azucarado,  hácia  el  istmo  de  Ja  garganta  sobre  todo  y base  de  la 
lengua,  velo  del  paladar  y hasta  en  la  faringe;  á veces  hay  ganas  de  vo- 
mitar, saliveo,  aunque  menos  que  el  que  da  el  éter,  y atontamiento  pron- 
to; sueño  profundo  y coma.  Estos  últimos  efectos  queden  presentarse  casi 
de  corrida , sin  síntomas  graduales  precursores.  Los  animales  pequeños 
espiran  mas  prontamente;  el  hombre  puede  soportar  mejor  la  acción  del 
cloroformo.  El  tiempo  necesario  para  quedar  anestesiado,  es  por  lo  co- 
mún de  cinco  á seis  minutos. 

Las  lesiones  cadavéricas  son  las  siguientes:  aspecto  exterior,  labios  lí- 
vidos, cara  pálida  con  espuma  sanguinolenta  en  la  boca,  coloración  nor- 
mal en  todo  el  resto  del  cuerpo;  lo  más  algunas  manchas  lívidas.  El  ce- 
rebro suele  tener  el  color  y estado  normal ; sus  vasos  se  hallan  con  al- 
guna mayor  cantidad  de  sangre,  con  algunas  burbujas  de  aire,  lo  cual 
suele  hallarse  en  los  casos  de  anestesia  , sea  el  éter , sea  el  cloroformo  la 
causa,  y más  si  ha  habido  insuflación  para  auxiliar  á los  intoxicados.  Los 
pulmones  ingurgitados,  como  en  la  asfixia,  crepitan  libremente  en  algunos 
puntos,  y por  lo  común  no  hay  extravasación;  igualmente  puede  estar 
congestionada  la  mucosa  de  los  bronquios,  pleura  inyectada  en  algunos 
puntos  con  serosidad  amoratada  y sanguinolenta.  El  pericardio  puede 
también  tener  mas  serosidad.  Corazón  flácido,  cavidades  yacías  . super- 
ficie de  los  ventrículos  y aurículas  teñida,  sistema  arterial  vacío,  ve- 
noso lleno.  La  túnica  de  los  vasos  está  roja.  Sistema  intestinal  distendido 


- 1137  - 

por  gases ; los  órganos  parenquimatosos  pueden  estar  llenos  de  sangre. 
Esta  es  fluida  como  el  agua , no  hay  coágulos  , y sus  glóbulos  mirados 
con  el  microscopio , parecen  alterados  en  su  forma ; los  hay  irregulares, 
su  número  parece  disminuir,  color  negro  ó venoso,  á veces,  sin  embargo, 
es  rojo  vivo.  Cuanta  mayor  cantidad  de  cloroformo  se  inspira,  y cuanto 
mas  profundo  es  el  coma,  mas  vestigios  hay  de  asfixia. 

El  cloroformo  líquido  produce  localmenle  síntomas  de  irritación  y de 
insensibilidad,  y absorbido,  puede  producir  también  la  anestesia. 

El  modo  de  combatir  la  intoxicación  por  el  cloroformo  es  análogo  al 
del  éter  y al  que  hemos  expuesto  en  la  terapéutica  de  la  intoxicación.  Es 
ocioso,  pues,  que  aquí  lo  repitamos. 

El  cloroformo  es  líquido,  inodoro,  de  un  olor  etéreo  muy  agradable, 
parecido  al  de  las  camuesas  maduras,  de  un  sabor  azucarado,  de  una 
densidad  de  1,591  á 17  grados.  Hierve  á 61  grados,  y la  densidad  de  su 
vapor  4,2,  el  de  su  equivalente  está  representado  por  cuatro  columnas  de 
vapor.  Si  se  hace  atravesar  por  un  tubo  de  porcelana  rojo,  se  descom- 
pone y da  carbón  , ácido  clorhídrico  y un  cuerpo  cristalizado  en  agujas. 
Arde  en  llama  verde  , cuando  se  pone  en  contacto  con  un  cuerpo  en  igni- 
ción. Se  solidifica  en  capas  blancas  sedosas,  con  solo  evaporarle  en  una 
sola  parte  del  líquido,  como  sucede  con  el  ácido  cianhídrico.  Es  insolu- 
ble en  el  agua,  y muy  soluble  en  el  alcohol.  El  cloro,  bajo  la  influencia 
de  la  luz  solar,  le  quita  su  equivalente  de  hidrógeno  y le  transforma  en 
un  cloruro  de  carbono;  el  potasio  y el  ácido  sulfúrico  ño  ejercen  ninguna 
acción  sobre  él.  Los  álcalis  le  descomponen,  dando  lugar  á formiatos  y 
cloruros,  siendo  la  reacción  característica. 

llagsky,  según  Orilla,  ha  dado  á conocer  el  modo  de  analizar  las  mate- 
rias que  contengan  cloroformo.  Fúndase  en  la  descomposición  del  cloro- 
formo al  color  rojo,  en  carbono,  ácido  clorhídrico  y cloro.  Para  eso  se 
introduce  la  sangre  del  intoxicado  en  un  frasco,  á cuyo  cuello  se  adapta 
un  tubo  encorvado  en  ángulo  recto;  la  parte  horizontal  de  este  tubo  se 
calienta  al  rojo,  luego  se  mete  en  el  extremo  abierto  una  pequeña  tira  de 
papel  impregnado  de  una  disolución  de  almidón  ó de  yoduro  de  potasio. 

Se  calienta  el  frasco  al  baño  maría ; el  cloroformo  se  desprende  y 
atraviesa  el  tubo  calentado  al  rojo,  donde  se  descompone;  el  cloro  libre 
obra  sobre  el  papel  empapado  de  la  disolución  de  almidón  ó del  yoduro, 
y le  hace  tomar  la  coloración  azul.  De  esta  manera,  según  llagsky,  se 
puede  revelar  hasta  un  millonésimo  de  cloroformo. 

Si  estos  ensayos  se  practican  con  sangre  sana,  no  da  esos  resultados; 
por  lo  cual  es  lógica  la  conclusión  relativa  á la  presencia  del  cloroformo. 

En  un  caso  práctico  sobre  el  cual  entendió  el  tribunal  de  Edimburgo 
se  buscó  el  cloroformo  en  los  pulmones,  en  la  sangre,  en  el  bazo  y en  el 
líquido  que  dieron  el  hígado,  los  riñones  y el  bazo  cortados  en  pedazos  y 
encerrados  en  un  mismo  vaso.  El  medio  de  que  se  valieron  los  peritos, 
fué  someter  las  materias  á una  corriente  de  aire,  puesta  en  movimiento 
por  un  gasómetro;  así  se  llevaba  el  aire  el  cloroformo,  el  vapor  que  las 
materias  podian  contener.  Luego  se  descomponía  esta  sustancia  en  un 
tubo  de  porcelana  calentado  al  rojo,  y la  presencia  del  ácido  clorhídrico 
y del  cloro  libre  se  revelaba  por  el  nitrato  de  plata  contenido  en  un  re- 
cipiente , á donde  iban  á parar  los  productos  de  la  descomposición.  Los 
pulmones  son  los  que  dan  mas  cantidad. 

Acerca  del  cloroformo  se  han  propuesto  por  los  jueces  varias  cuestio- 
nes, para  saber  hasta  qué  punto  se  ha  debido  la  muerte  de  Jas  personas 
toxicología. — 72 


- 1138  — 

cloroformizadas  á circunstancias  personales  imprevistas  ó á impericia  de 
Jos  médicos  y cirujanos  que  han  preparado  con  él  á sus  enfermos  en  los 
casos  de  operaciones  cruentas. 

En  obsequio  á la  brevedad,  no  hablaremos  de  esas  cuestiones , algunas 
de  las  cuales  son  de  responsabilidad  médica , y deben  resolverse  según 
las  reglas  que  en  su  debido  lugar  establecimos  en  nuestro  Tratado  de  Me- 
dicina legal ; las  otras  se  refieren  á los  síntomas  y alteraciones  cadavéricas 
que  el  cloroformo  provoca. 

Respecto  de  estas  últimas,  dirémos  que  puede  hacerse  constar  la  inha- 
lación ó introducción  del  cloroformo,  aun  después  de  muchos  dias  de 
muerto  el  sugeto , y siquiera  estén  en  estado  de  putrefacción  sus  órganos 
y líquidos,  y que  también  es  posible  hacerlas  constar , aunque  no  hayan 
fallecido  los  sugetos. 

Para  los  primeros , sirven  los  procedimientos  que  hemos  expuesto; 
páralos  segundos,  se  procede  de  otro  modo. 

Si  se  trata  de  saber  si  una  persona  viva  ha  sufrido  las  inhalaciones  del 
cloroformo , se  analiza  el  aire  que  espira  ó exhala  respirando , su  sangre 
y las  orinas. 

El  cloroformo  es  expulsado  por  la  respiración  en  parte;  recoger,  pues, 
este  aliento  en  un  vaso , y luego  someterle  á las  análisis  indicadas.  El 
cloroformo  es  como  el  éter;  después  de  haberle  inspirado,  da  por  algún 
tiempo  el  olor  característico  en  el  aliento  de  la  persona , y se  halla  el 
cuerpo  volátil  en  su  aliento. 

Practicándole  una  pequeña  sangría , se  somete  la  sangre  á los  ensayos 
arriba  expuestos,  y se  descubre  la  presencia  del  cloroformo. 

Por  último,  analizando  la  orina  del  sugeto  , si  ha  sufrido  la  acción  del 
cloroformo,  se  halla  dicho  humor  con  mucha  albúmina  y azúcar,  puesto 
que  siempre  que  por  esta  ó aquella  causa  se  disminuye  la  hematosis,  el 
azúcar  no  se  quema  y le  hay  en  mas  abundancia  en  la  orina. 

§ III.— Amileno. 

De  este  nuevo  anestésico  dirémos  poco,  porque  viene  á producir,  aun- 
que con  menos  rapidez  y energía,  los  mismos  efectos  que  el  cloroformo, 
siendo  menos  peligroso  que  este,  por  lo  cual  en  estos  últimos  dias  se  ha 
tratado  de  sustituirle,  aunque  los  resultados  no  le  han  sido  muy  favo- 
rables. 

Como  todo  gas  que  expulse  el  oxígeno  de  la  masa  de  la  sangre,  puede 
producir  la  anestesia,  la  intoxicación  por  falta  de  hematosis;  de  consi- 
guiente, su  acción  prolongada  puede  matar. 

El  modo  de  combatir  esta  intoxicación  es  análogo  al  de  los  demás 
anestésicos. 


TÍTULO  VI. 

De  los  venenos  sépticos. 


Dáse  el  nombre  de  venenos  sépticos  á los  que  determinan  la  debilidad 
general,  la  disolución  de  los  humores,  síncopes,  sin  alterar  las  faculta- 
des intelectuales. 

Esta  definición  me  parece  defectuosa  por  su  última  circunstancia. 

Los  venenos  sépticos  deben  ser  estudiados  en  tres  grupos;  hay  los  del 


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reino  inorgánico  y del  orgánico;  los  de  este  último  son  todos  animales,  ó 
procedentes  del  reino  animal;  los  unos  consisten  en  humores  segregados 
por  ciertos  animales,  los  que  deponen  en  las  heridas  que  hacen;  los  otros 
son  sustancias  alimenticias  alteradas.  Habiendo  expuesto  en  la  primera 
parte  de  este  Compendio  cuanto  pueda  decirse  de  los  venenos  sépticos  en 
general , pasemos  á su  estudio  particular.  De  los  virulentos  no  hablaré- 
mos,  por  las  razones  expuestas  en  la  patología  de  la  intoxicación. 


CAPÍTULO  primero. 

DE  LOS  VENENOS  SÉPTICOS  INORGÁNICOS. 

Podemos  comprender  en  este  capítulo  el  ácido  sulfhídrico  y los  gases  de 
las  letrinas  y cloacas,  á saber  : sulfhidrato  amónico  mezclado  con  el  aire 
atmosférico  y la  mezcla  de  aire,  oxigeno  y ácido  carbónico. 


g I.— Acido  sulfhídrico  y sulfhidrato  amónico. 

El  ácido  sulfhídrico  es  uno  de  los  venenos  mas  enérgicos  y mas  ejecuti- 
vos. Puro  es  anestésico  ó bien  como  los  que  impiden  la  hematosis.  Pero 
salido  de  lugares  infectos  se  hace  séptico  por  los  miasmas  que  se  des- 
prenden con  él.  El  agua  saturada  de  este  gas  es  también  muy  venenosa. 
Respirado  el  gas  es  mucho  mas  activo  que  inyectado , tanto  en  la  pleura 
como  en  la  yugular;  en  el  tejido  celular,  estómago  é intestinos  lo  es  mu- 
cho menos.  En  la  piel,  aunque  tiene  acción,  es  muy  débil;  de  aquí  es 
que  pueden  tomarse  baños  hidrosulfurosos  sin  envenenarse,  con  tal  que 
no  duren  mucho,  y que  el  gas  no  entre  por  los  pulmones. 

Parece  que  pasa  sin  descomposición  al  torrente  circulatorio  y produce 
debilidad  general ; altera  notablemente  la  textura  de  los  órganos,  princi- 
palmente del  sistema  nervioso  y muy  probablemente  la  sangre. 

El  tratamiento  que  conviene  para  combatir  la  intoxicación  por  el  ácido 
sulfhídrico,  ya  está  expuesto  en  la  Toxicologia  general. 

El  ácido  sulfhídrico  no  puede  desconocerse  por  su  olor  de  huevos  po- 
dridos. Sus  reacciones  han  quedado  ya  expuestas  en  la  química  de  la  in- 
toxicación. 

Casi  podemos  excusarnos  de  hablar  del  sulfhidrato-,  porque  le  es  apli- 
cable cuanto  acabamos  de  decir  del  ácido  sulfhídrico  y lo  que  decimos 
del  amoníaco.  También  se  hace  séptico  por  los  miasmas ; puro  es  infla- 
matorio y asfixiante. 


§ II.  — Gases  de  las  letrinas  y cloacas. 

El  primero  de  estos  gases  es  el  tufo  que  sale  de  las  letrinas,  compuesto 
de  mucho  aire  atmosférico  y cierta  cantidad  de  sulfhidrato  amónico,  su- 
ministrado por  el  agua  de  la  letrina.  Luego  hay  otro  gas,  queesnna  mez- 
cla de  94  partes  de  ázoe,  2 partes  de  oxígeno  y 4 de  ácido  carbónico  ó 
sesquicarbonato  amónico.  Contiene  además  esa  mezcla  cierta  cantidad 
de  materia  animal  en  putrefacción,  que  le  comunica  un  olor  desagrada- 
ble, y no  contribuye  poco  á la  virtud  séptica  de  la  misma. 

Los  síntomas  que  desenvuelve  el  gas  compuesto  de  aire  atmosférico  y 
sulfhidrato  amónico  son  los  siguientes : si  la  intoxicación  no  es  fuerte,  hay 
malestar,  ganas  de  vomitar,  movimientos  convulsivos  de  todas  las  partes 


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del  cuerpo,  y principalmente  de  los  músculos,  del  pecho  y de  las  man- 
díbulas ; la  piel  es  fría , la  respiración  libre , pero  irregular,  y el  pecho 
muy  entorpecido.  Si  la  afección  es  mas  grave,  ya  no  hay  conocimiento, 
ni  sensibilidad  y el  movimiento  falta ; el  cuerpo  está  frió , los  labios  y la 
cara  violados,  una  espuma  sanguinolenta  se  escapa  de  la  boca,  los  ojos 
están  cerrados , sin  brillo , las  pupilas  dilatadas  é inmóviles ; el  pulso  pe- 
queño y frecuente , los  latidos  del  corazón  desordenados  y tumultuosos; 
la  respiración  es  corta,  difícil  y como  convulsiva;  los  músculos  están  re- 
lajados. A este  estado  sucede  á veces  una  agitación  mas  ó menos  viva. 

Otras  veces  la  enfermedad  es  mas  grave;  los  músculos  ofrecen  contrac- 
ciones violentas  de  poca  duración,  pero  que  son  reemplazadas  por  movi- 
mientos convulsivos  con  curvadura  del  tronco  hácia  atrás;  el  sugeto  ex- 
perimenta dolores  agudos  y lanza  gritos  como  los  mujidos  de  un  toro. 

La  abertura  de  los  cadáveres  de  los  sugetos  muertos  por  estos  gases 
pone  de  manifiesto  alteraciones  parecidas  á las  que  produce  el  ácido  sulf- 
hídrico. 

Si  el  sugeto  respira  el  gas  ó mezcla  de  gases  constituida  por  el  ázoe, 
oxígeno,  ácido  carbónico  y sesquicarbonato  de  amoníaco,  no  experimenta 
mas  que  embarazo  en  la  respiración , la  que  se  hace  grande , elevada  y 
mas  rápida  que  de  ordinario,  y una  debilidad  ó aplanamiento  mefítico, 
sin  ninguna  lesión  de  las  funciones  nerviosas.  Si  sobreviene  la  muerte, 
no  es  sino  por  falta  de  aire  respirable;  de  modo  que  esto  no  es  intoxica- 
ción , no  es  mas  que  pura  asfixia : de  aquí  es  que  se  han  salvado  muchos 
que  habían  respirado  este  gas,  sin  resentirse  de  nada  desde  el  momento 
en  que  han  podido  respirar  al  aire  libre. 

Si  mueren , no  ofrecen  mas  que  los  signos  de  la  asfixia ; sangre  negra 
en  el  sistema  arterial. 

El  tratamiento  es  el  mismo  que  llevo  indicado  en  la  primera  parte  de 
este  Compendio. 


CAPÍTULO  II. 

DE  LOS  VENENOS  SEPTICOS  ORGÁNICOS. 

lie  dicho  que  estos  venenos  se  subdividen  en  unos  que  están  constitui- 
dos por  humores  segregados  por  los  animales  que  los  deponen  en  la  he- 
rida hecha  por  los  mismos,  y otros  formados  por  sustancias  alimenticias 
alteradas  ó podridas.  Veámoslos  por  partes. 

ARTÍCULO  PRIMERO. 

DE  LOS  VENENOS  QUE  VIERTEN  CIERTOS  ANIMALES. 

Los  animales  que  tienen  cierto  acopio  de  veneno  segregado  natural- 
mente por  alguno  de  sus  órganos  y le  derraman  en  el  acto  de  morder  ó 
picar,  son  las  víboras,  á saber:  víbora  común  ( coluber  verus);  la  naya 
{coluber  naya  de  Linneo) ; la  elegante  ( coluber  russelianus ) ; la  coluber  gra- 
míneas; la  sedi  peragoodoo  de  los  indios;  el  bungarum  pamax  de  los  mis- 
mos ; la  culebra  de  cascabel  ó de  sonajas ; algunos  insectos  , como  el  escor- 
pión de  Europa  ó el  alacran , la  araña  tarántula , la  de  las  bodegas  ó cuevas, 
a abeja , el  moscardón  y la  abispa. 


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Algunos  creen  que  los  sapos  son  venenosos  por  el  humor  que  exudan, 
y hasta  se  cita  algún  caso-  de  muerte  por  inoculación  de  ese  humor. 

De  todos  estos  animales  los  mas  temibles  son  la  víbora  y la  serpiente 
de  sonajas , y en  nuestro  pais  solo  debemos  temer  la  víbora  común  ó 
culeber  veras.  Los  demás  animales  venenosos  rara  vez  producen  la  muerte, 
y aun  ha  de  ser  en  los  niños  y á fuerza  de  muchas  picaduras.  Hago  esta 
advertencia,  porque  procuraré  ser  sumamente  breve  en  la  exposición 
de  lo  que  particularmente  atañe  á dichos  animales. 

Las  generalidades  sobre  la  acción  del  veneno  de  estos  animales  ponzo- 
ñosos, las  alteraciones  de  tejido  que  producen  y la  terapéutica  que  les 
corresponde,  no  debo  tampoco  consignarlas  en  este  artículo,  por  cuanto 
las  llevo  expuestas  en  la  primera  parte  del  Compendio.  Pasemos,  pues,  á 
ocuparnos  en  lo  que  sea  especial. 

§ I.— La  víbora. 

Sabido  es  que  son  caracteres  del  género  víbora  ser  del  órden  de  los 
anfibios,  ofrecer  manchas  transversales  debajo  del  vientre,  dos  filas  de 
medias  manchas  debajo  de  la  cola,  cabeza  triangular,  aplastada,  ancha 
posteriormente  y terminada  en  forma  de  hocico,  de  bordes  salientes. 
Dientes  de  veneno  en  el  extremo  anterior  de  la  mandíbula  superior.  No 
me  entretengo  en  dar  mas  detalles  sobre  la  víbora , porque  los  supongo 
conocidos  y porque  bastarán  para  las  necesidades  del  médico  legista ; en 
todo  caso  de  duda,  examinar  la  organización  de  las  mandíbulas  del  rep- 
til, y ver  si  tiene  ó no  el  aparato  que  segrega  y reparte  el  veneno. 

Es:te  aparato  consiste  en  una  glándula  colocada  en  cada  lado  de  la  ca- 
beza, detrás  del  globo  del  ojo,  debajo  del  músculo  crotafites  ó téraporo- 
maxiíar;  estas  glándulas  tienen  un  canal  excretorio.  La  mandíbula  supe- 
rior tiene  uno,  y mas  comunmente  dos  dientes  muy  diferentes  de  los 
demás , conocidos  con  el  nombre  de  ganchos  con  veneno,  redondeados  hasta 
los  dos  tercios  de  una  bolsa  membranosa  , móvil  de  delante  á atrás , en 
cuya  convexidad  se  percibe  un  canalito  que  conduce  al  canal  ahuecado 
en*  el  grueso  del  diente.  En  el  mismo  hueso  maxilar  superior  existen 
como  en  germen  y de  reserva  otros  pequeños  dientes  iguales , los  que 
no  se  desarrollan,  sino  cuando  el  ganchoso  rompe,  ó se  inutiliza  el  diente 
destinado  á herir  y á deponer  en  la  herida  el  veneno. 

Cuando  el  animal  quiere  morder,  abre  la  boca ; el  músculo  elevador 
de  la  mandíbula  superior  se  contrae  , y con  esto  comprime  la  glándula 
que  tiene  debajo  y hace  salir  el  veneno,  el  cual  corre  á lo  largo  del  ca- 
nal, llega  á la  base  del  diente,  atraviesa  la  bolsa  que  le  envuelve , entra 
en  su  cavidad  por  el  agujero  que  hay  en  dicha  base,  se  desliza  á lo  largo 
de  la  ranura  del  diente  y sale  por  el  agujero  que  hay  cerca  de  su  punta, 
penetrando  en  la  herida. 

El  veneno  de  la  víbora  es  un  líquido  amarillento,  no  ácido,  ni  alcalino, 
ni  ácre,  ni  quemante;  puesto  encima  de  la  lengua,  se  parece  á la  gor- 
dura reciente ; tiene  un  ligero  olor  parecido  al  de  la  gordura  del  mismo 
reptil , pero  algo  mas  nauseabundo.  Con  los  ácidos  no  hace  efervescen- 
cia alguna;  si  se  echa  al  agua,  se  va  al  fondo,  y si  se  revuelve  el  líquido, 
le  enturbia  y pone  ligeramente  blanco.  No  arde  ni  á la  llama  de  una  vela, 
ni  en  las  áscuas,  Cuando  fresco,  es  un  poco  viscoso;  seco,  se  pega  como 
la  pez.  Parece,  en  fin,  que  es  de  naturaleza  gomosa. 

Los  síntomas  que  produce  el  veneno  de  la  víbora , depuesto  en  la  he- 


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ridaque  hace  el  animal,  cuando  muerde,  son  los  siguientes  : sentimiento 
de  dolor  agudo  en  la  parte  mordida , el  cual  se  extiende  á todo  el  miem- 
bro y hasta  los  órganos  internos,  con  tumefacción  y rubor  que  pasa  luego 
al  color  lívido  y va  ganando  poco  á poco  las  partes  circunvecinas ; sín- 
copes considerables,  pulso  pequeño  , frecuente,  concentrado  é irregular, 
dificultad  de  respirar,  sudores  fríos  y abundantes,  perturbación  de  la 
vista  y de  las  facultades  intelectuales,  levantamiento  del  estómago,  vó- 
mitos biliosos  y convulsivos , seguidos  casi  siempre  de  una  ictericia  uni- 
versal ; á veces  dolores  en  la  región  del  ombligo.  La  sangre  que  al  prin- 
cipio fluye  de  la  herida,  es  á menudo  negruzca,  luego  sale  sanies  y se 
declara  la  gangrena , en  especial  cuando  la  intoxicación  va  á terminar 
por  la  muerte. 

Los  climas,  las  estaciones,  el  temperamento,  la  edad  , eUv,  etc. , in- 
fluyen singularmente  en  la  naturaleza  y marcha  mas  ó menos  rápida  de 
los  síntomas  ocasionados  por  la  mordedura  de  la  víbora.  Parece  que  en 
la  América  meridional  y durante  el  verano  son  mas  terribles  las  picadu- 
ras de  la  víbora  que  en  Europa  en  invierno.  En  las  personas  débiles, 
tímidas  y de  estómago  lleno,  los  síntomas  se  manifiestan  con  mucha  mas 
rapidez. 

Fontana  ha  hecho  mas  de  seis  mil  experimentos  sobre  el  veneno  de  la 
víbora  y su  mordedura , y será  conveniente  que  consignemos  en  este  pár- 
rafo sus  resultados;  porque  con  ellos  pueden  resolverse  una  porción  de 
cuestiones. 

El  veneno  de  la  víbora  no  lo  es  para  toda  clase  de  animales , las  san- 
guijuelas y caracoles,  la  culebra  y el  áspid  no  sienten  nada,  aun  cuando 
los  muerda  una  víbora ; al  contrario  les  sucede  á la  misma  víbora  , á las 
anguilas  y á los  lagartos. 

Generalmente  hablando,  el  veneno  de  la  víbora  es  mortal  para  los 
animales  pequeños,  y para  los  grandes  es  tanto  mas  venenoso,  cuanto 
mayor  sea  la  copia  de  veneno  segregado  que  tenga  el  animal , cuanto  mas 
mordeduras  en  partes  diferentes  haya,  cuanto  mas  calor  haga  y cuanto 
masen  cólera  esté  la  víbora.  Medio  miligramo  de  veneno  mata  un  gor- 
rión, y se  necesita  para  matar  un  pichón  seis  veces  más.  Fontana  calcula 
que  para  matar  á un  hombre  se  necesitan  15  centigramos  ó 8 granos,  y 
12  granos  para  matar  á un  buey.  Como  la  víbora  no  tiene  segregado 
mas  que  unos  2 granos,  cuya  cantidad  no  agota  sino  después  de  repeti- 
das mordeduras,  resulta  que  un  hombre  puede  ser  mordido  muchas  ve- 
ces por  una  misma  víbora  ó por  varias  á un  tiempo  , sin  que  le  causen 
la  muerte. 

Con  respecto  á la  magnitud  del  animal , Bosch  refiere  un  caso  en  el 
cual  dos  caballos  fueron  mordidos,  uno  en  un  pié,  otro  en  la  lengua;  este 
último  murió  asfixiado  por  la  intensa  inflamación  que  se  desarrolló  en  su 
laringe.  ¿Tendría  alguna  influencia  la  mordedura  hecha  lejos  del  corazón? 

Inyectado  el  veneno  de  la  víbora  en  la  vena  yugular  de  varios  conejos, 
causa  la  muerte  en  menos  de  dos  minutos,  y en  medio  de  gritos  y con- 
vulsiones. La  sangre  de  los  ventrículos  del  corazón  está  coagulada. 

A.plicado  en  la  piel  ligeramente  descantillada  de  los  conejos  y capones 
de  Indias,  no  es  mortal. 

Cuando  el  veneno  no  pasa  de  la  superficie  de  la  piel  de  los  conejos , se 
umita  á producir  una  afección  local  en  la  misma  piel;  si  penetra  todo  el 
tegumento  y alcanza  al  tejido  celular,  los  mata.  Depuesto  en  las  fibras 

üsculares,  no  hace  efecto  alguno. 


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Picado  el  animal  en  el  pecho,  vientre , intestinos  é hígado,  perece  en 
masó  menos  tiempo.  Picado  en  las  orejas,  pericráneo,  periostio,  dura- 
madre , cerebro,  médula  de  los  huesos  , córnea  transparente , lengua , la- 
bios , paladar  y estómago,  no  produce  efecto  alguno  muchas  veces.  Lo 
propio  sucede  con  los  nervios ; es  inocente. 

Todo  esto  confirma  las  opiniones  que  emitimos  en  la  primera  parte  de 
este  Compendio,  sobre  la  acción  de  los  venenos  y su  modo  de  obrar. 

La  acción  del  veneno  déla  víbora  no  es  instantánea;  es  menester  que 
trascurra  algún  tiempo  para  que  se  haga  sensible,  ya  sea  en  la  parte,  ya 
en  otros  puntos  distantes.  En  general  es  de  quince  á veinte  minutos,  pero 
el  tiempo  está  sujeto  á una  porción  de  circunstancias , ya  relativas  al 
animal , ya  al  sugeto  ó animal  mordido,  ya  al  país , estación , etc. 

Fontana,  y con  él  Orfila , creen  que  los  accidentes  dependen  de  la 
absorción  del  veneno.  Mas  lo  que  acabamos  de  decir  relativamente  á las 
diferencias  que  presenta  el  veneno  de  la  víbora  , según  el  punto  donde 
muerde,  prueban  hasta  la  evidencia  que  no  es  absorbido.  Su  contacto 
con  la  sangre  desenvuelve  en  ella  un  principio  de  putrefacción , á la  que 
son  debidos  los  síntomas  de  intoxicación  séptica,  y esto  lo  hace  no  siendo 
descompuesto;  esto  es,  antes  de  ser  absorbido.  Por  esto  no  daña  tomado 
por  el  estómago.  Es  necesario  que  haya  alguna  solución  de  continuidad, 
ó una  erosión.  La  sangre  se  coagula  en  parte. 

El  veneno  de  la  víbora  conserva  su  energía  en  la  cabeza  del  animal, 
aun  después  de  largo  tiempo  de  corlada  , de  separado  el  diente.  Seco, 
después  de  mucho  tiempo,  pierde  su  fuerza  , según  Fontana. 

M.  Mangili  ha  hecho  algunos  experimentos  , para  ver  si  el  veneno  de 
la  víbora  era  mortal  introducido  en  el  estómago,  como  lo  habia  asegu- 
rado Fontana  , y si  después  de  nueve  meses  perdía  su  virtud.  Los  resul- 
tados han  sido  contrarios  á estos  asertos.  También  asegura  Mangili  que 
el  veneno  de  la  víbora  es  mortal  para  el  hombre,  y dice  que  los  síntomas 
mas  ordinarios  que  en  él  provoca,  son  un  tumor  duro  en  la  parte,  pálido 
primero,  luego  rojizo,  tomando  un  aspecto  gangrenoso  y haciendo  pro- 
gresos rápidos  hácia  el  corazón.  Síguese  á la  formación  del  tumor  el  sín- 
cope , vómitos,  movimientos  convulsivos  y la  muerte.  La  intensidad  de 
los  síntomas  está  en  razón  de  la  magnitud  ó de  la  edad , de  la  distancia 
del  corazón  y de  la  lentitud  de  las  pulsaciones  arteriales. 

Hasta  aquí  sobre  la  acción  del  veneno  de  la  víbora.  Veamos  ahora 
cómo  se  combaten  los  accidentes  que  provoca. 

Habiéndonos  extendido  sobre  el  particular  cuanto  consideramos  nece- 
sario, al  tratar  de  las  indicaciones  que  hay  que  llenar  en  estas  intoxica- 
ciones , no  reproduciremos  lo  expuesto  en  dicho  pasaje.  Véase  la  pá- 
gina 536  y siguientes. 

Nada  diré  de  las  demás  víboras,  ni  de  la  cobra  de  capello,  ya  por  ser 
exóticas , ya  por  serles  aplicable  cuanto  de  la  víbora  común  se  ha  dicho. 

g II.—  Serpiente  de  sonajas. 

Las  culebras  ó serpientes  de  sonajas  forman  un  género  conocido  con 
el  nombre  de  crotalus,  en  el  cual  hay  varias  especies;  el  crotalus  boquira, 
ó el  crótalo  de  cola  negra;  el  crolalus  durissus  ó el  crótalo  de  rombo,  y el 
crotalus  dryines  ó sin  manchas.  El  aparato  venenoso  es  muy  semejante  al 
de  la  víbora.  Como  las  culebras  de  sonajas  son  de  luengos  países,  hay 
mucho  cuento  relativo  á ellas.  Dejemos  para  los  autores  de  historia  natu- 


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ral  averiguar  á punto  fijo  la  verdad  de  lo  que  de  tales  menstruos  se  diga, 
v veamos  los  síntomas  provocados  por  estas  culebras.  Según  Everard 
Home , el  veneno  de  la  serpiente  de  sonajas  es  muy  activo ; la  irritación 
local  es  tan  súbita  y violenta,  y sus  efectos  generales  talmente  intensos, 
que  los  animales  espiran  en  pocos  momentos,  sin  que  se  encuentre  alte- 
ración alguna , como  no  sea  en  las  mismas  partes  mordidas , donde  el 
tejido  celular  está  completamente  destruido,  y los  músculos  muy  infla- 
mados. 

Cuando  el  veneno  es  menos  intenso,  su  acción  no  es  siempre  tan  fu- 
nesta; hay,  sin  embargo,  un  ligero  delirio,  y muchísimo  dolor  en  la  parte 
lisiada.  Pasada  media  hora,  poco  mas  ó menos,  se  declara  una  hincha- 
zón , debida  á la  efusión  de  serosidad  en  el  tejido  celular  vecino,  la  cual 
aumenta  con  mas  ó menos  rapidez  por  espacio  de  doce  horas,  extendién- 
dose en  las  cercanías  de  la  parte  mordida.  La  sangre  no  corre  en  los  pe- 
queños vasos  de  las  partes  hinchadas  ; la  piel  que  los  cubre  se  enfria ; la 
acción  del  corazón  es  de  tal  modo  débil , que  apenas  se  percibe  el  pulso; 
el  estómago  no  puede  tolerar  nada  , á causa  de  su  excesiva  irritabilidad. 
Unas  sesenta  horas  después  , estos  síntomas  han  adquirido  una  intensi- 
dad espantosa ; manifiéstanse  la  inflamación  y supuración  en  las  partes 
lisiadas , y en  llegando  á ser  el  absceso  muy  considerable , el  enfermo 
espira. 

A.  menudo  sucede  que  si  la  mordedura  ha  sido  en  un  dedo,  cae  este  en 
gangrena  acto  continuo. 

El  tratamiento  indicado  contra  estos  animales  ponzoñosos  es  el  mismo 
que  establecimos  en  la  página  536  y siguientes , como  el  de  la  víbora. 

g III.— Escorpión  ó alacran. 

El  primer  insecto  de  que  nos  haremos  cargo,  es  el  escorpión  europeo. 
Su  figura , muy  conocida  , equivaldrá  á la  explicación  zoológica  de  este 
animal  ponzoñoso.  Este  animal  se  encuentra  en  la  Europa  meridional, 
debajo  de  las  piedras  y en  el  interior  de  las  habitaciones. 

La  picadura  del  escorpión  produce  en  el  hombre  accidentes,  que  varian 
en  razón  del  tamaño  del  animal  y del  clima  á que  pertenece.  Según 
Amoureux , hé  aquí  los  síntomas  que  mas  á menudo  desenvuelve  la  pica- 
dura del  escorpión:  mancha  roja  en  el  punto  picado,  la  que  se  ensancha 
un  poco  ; hácia  su  centro  se  ennegrece,  siendo  de  ordinario  seguida  de 
dolores;  inflamación  mas  ó menos  considerable,  ó hinchazón  con  algu- 
nas pústulas.  Algunos  experimentan  calentura,  calofríos  y entorpeci- 
miento; también  se  han  notado  vómitos,  hipo,  dolores  en  todo  el  cuerpo, 
y temblor. 

Los  remedios  mas  conducentes  para  combatir  los  accidentes  provoca- 
dos por  la  picadura  del  alacran , son  álcali  volátil , dado  interiormente  y 
aplicado  al  exterior,  como  se  recomienda  contra  la  mordedura  de  la  ví- 
bora. Las  plantas  cruciferas  sirven  también,  los  tópicos  suaves,  los  emo- 
lientes y los  oleosos  siempre  disminuyen  la  inflamación  local. 

§ IV.  — Tarántula. 

La  tarántula  es  una  araña.  Se  llama  así  por  ser  muy  común  en  Ta- 
rento,  Italia.  No  tenemos  tiempo  ni  espacio  para  ocuparnos  en  los  cuen- 
tos que  acerca  de  la  tarántula  se  han  esparcido.  Haglivio  ha  escrito 


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mucho  sobre  sus  efectos.  Serrao,  médico  napolitano,  según  Amoureux, 
manifestó  que  dicha  araña  no  era  peligrosa ; haciéndola  morder  á un 
hombre  que  se  prestó  al  experimento,  no  resultó  mas  que  una  ligera  tu- 
mefacción. Pulli,  al  decir  de  Albert,  asegura  que  el  tarantulismo  es  á 
menudo  una  enfermedad  fingida.  Epifanio  Fernando  decía  en  1621  que, 
en  veinte  años  de  ejercer  la  medicina  en  Nápoles , jamás  vió  á nadie 
morir  picado  de  tarántula ; pero  sostiene  que  el  tarantulismo  no  es  una 
enfermedad  fingida.  Orfila  dice  que  los  médicos  instruidos  convienen  en 
que  la  picadura  de  la  tarántula  no  produce  ningún  fenómeno  extraordi- 
nario. Sin  embargo,  en  verano,  y en  nuestros  climas,  la  picadura  de  la 
tarántula  no  ha  sido  siempre  tan  inocente;  la  muerte  no  le  es  extraña, 
no  socorriendo  á tiempo  y eficazmente  al  picado  por  dicho  insecto.  En 
1843  publicó  D.  Cárlos  Alastre  y Marzal  una  interesante  monografía 
sobre  el  tarantulismo,  con  cuya  lectura , igualmente  que  con  la  observa- 
ción de  1).  Bartolomé  Piñeira,  hecha  en  el  Hospital  General  de  esta  corte, 
no  solo  se  confirma  lo  que  acabamos  de  decir,  sino  la  eficacia  de  lo  que 
mas  visos  tiene  de  fábula , á saber : la  terapéutica  filarmónica  , la  música 
llamada  tarantela. 

Acerca  del  tarantulismo,  se  poseen  muchas  observaciones  recogidas 
por  profesores  españoles  : citarémos  las  principales , sirviéndonos  de 
guía  un  curioso  artículo  que  ha  insertado  el  señor  Alendez  Alvaro  en  el 
Archivo  de  la  medicina  extranjera  y española  , número  de  noviembre. 
Treinta  y ocho  de  esas  observaciones  se  hallan  en  la  obra  de  D.  Fran- 
cisco Javier  Cid  , titulada  Tarantulismo  observado  en  España. , etc.;  seis  por 
el  doctor  Irañeta  ; una  recogida  en  el  hospital  de  Aladrid  por  D.  Barto- 
lomé Piñeira;  tres  por  D.  Cárlos  Aíestre  y Alarzal ; una  por  D.  José  de 
la  Calle  y Fajardo;  dos  por  D.  Alanuel  Cuesta;  una  por  D.  Juan  Lo- 
zano, y otra  por  D.  Juan  González. 

Los  síntomas  de  la  picadura  son  estos : el  sugelo  picado  siente  como 
una  mordedura  de  hormiga  ó de  mosquito,  unas  veces  un  poco  molesto, 
y otras  un  escozor  como  el  de  la  picadura  de  la  avispa.  En  la  parte  no 
hay  inflamación  ni  tumor  alguno,  sino  una  mancha  rubicunda  del  ta- 
maño de  una  lenteja  poco  mas  ó menos.  Al  instante  se  advierte  una  titi- 
lación , una  sensación  extraña  de  frió,  de  adormecimiento  ó de  estupor, 
que  desde  el  punto  picado  se  difunde  á todo  el  cuerpo,  cuando  apenas 
ha  pasado  media  hora.  Entonces  sienten  los  enfermos  angustias,  ansieda- 
des; con  temblores  y ligeras  convulsiones,  quejándose  con  voz  apagada 
de  opresión  en  el  pecho,  y por  lo  común  no  pueden  marchar  por  su 
propio  pié.  Las  facciones  se  presentan  descompuestas,  con  abatimiento, 
los  ojos  hundidos , la  mirada  fija  y lánguida;  el  enfermo  está  inquieto, 
mudando  á cada  instante  de  postura,  quejándose  á veces  de  dolores  en 
varios  puntos  del  cuerpo ; hay  dificultad  de  respirar,  la  voz  apagada  , y 
en  ocasiones  opresión  en  el  corazón,  el  pulso  es  débil , contraido  é inter- 
mitente; suele  haber  lipotimias  y síncopes,  delirio,  propensión  al  sueño 
y sopor.  En  muchos  casos  se  conservan  íntegros  los  sentidos  y las  facul- 
tades intelectuales.  Con  frecuencia  se  nota  frialdad  en  todo  el  cuerpo  y 
sudores  trios,  y alguna  vez  náuseas  y vómitos.  Lo  que  parece  caracterís- 
tico, según  los  observadores  de  esta  extraña  enfermedad  , es  que  los  su- 
getos  al  oir  tocar  una  tocata  llamada  .tarantela  , se  ponen  alegres  y em- 
piezan á moverse  al  compás  de  la  música;  si  esta  se  suspende  ó se  varía, 
los  enfermos  manifiestan  desagrado,  y caen  en  tierra  si  no  se  les  sos- 
tiene, hasta  que  se  levantan  y echan  á bailar,  con  lo  cual  se  inundan  de 


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sudor  y en  este  estado  se  conducen  á la  cama  hasta  que  vuelve  á repe- 
tirse la  música.  Este  baile  no  es  otra  cosa  que  la  extensión  y contracción 
fuerte  de  todos  los  músculos  , guardando  compás  con  la  música. 

A veces  la  enfermedad  corre  sus  períodos  en  poco  tiempo ; los  enfer- 
mos se  curan  en  algunos  dias ; rara  vez  se  hace  esperar  mucho  la  cu- 
ración. 

De  todas  las  observaciones  recogidas , parece  que  en  la  mayoría  de 
casos  se  han  curado  los  enfermos  con  esa  música  especial  llamada  taran- 
tela ; algunos  por  otra  tocata  diferente , y otros  con  los  medios  ordinarios 
de  la  farmacia,  entre  los  que  figura  el  álcali  volátil.  El  método  contra  la 
víbora  y escorpión  abona  los  mismos  resultados  contra  la  tarántula.  Es 
lo  mas  constante  y racional. 

§ V.— Araña  de  las  cuevas. 

Este  insecto  tiene  como  carácter  del  género  arácnidos  , órden  pulmo- 
nales,  familia  aracnóides,  y tribu  tubiletes,  el  tener  las  mandíbulas  rec- 
tas y ensanchadas  al  lado  exterior,  cerca  de  su  base,  seis  ojos , cuatro  de 
los  cuales  mas  anteriores  forman  una  línea  trasversa  y otros  dos  situa- 
dos uno  á cada  lado,  detrás  de  los  laterales  precedentes;  el  primer  par 
de  patas  es  el  mas  largo,  y el  mas  ancho,  luego  el  segundo;  el  tercero 
es  el  mas  corto.  La  araña  de  las  bodegas  tiene  además  el  cuerpo  largo, 
de  unos  2 centímetros,  velloso,  negro,  tirando  al  gris  de  ratón  ; con  las 
mandíbulas  verdes  ó de  azul  de  acero,  y una  serie*  de  manchas  triangu- 
lares , negras  á lo  largo  del  dorso  y del  abdómen. 

Los  efectos  de  la  picadura  de  este  insecto  son  muy  parecidos  á los  de 
la  tarántula.  Esta  intoxicación  se  combate  lavando  la  parte  picada  con 
salmuera;  se  aplica  luego  la  triaca,  y se  da  al  interior  una  ó dos  tomas 
de  la  misma ; también  pueden  ser  útiles  las  lociones  con  vinagre  , y si 
hay  mucha  irritación  local , los  tópicos  emolientes. 


§ VI.— Abeja  , avispa , avispón  y moscardón. 

Las  abejas,  tan  notables  por  sus  instintos,  sus  costumbres  y el  pre- 
cioso producto  que  elaboran  , pertenecen  al  género  de  los  insectos  hyme- 
nópteros , y constituyen  una  de  las  especies  que  viven  en  sociedad.  Sus 
principales  caractéres  son  : tener  cuatro  alas  de  consistencia  casi  igual, 
coloradas  ó incoloras  y transparentes;  el  cuerpo  velludo,  algunas  pulve- 
rulento; el  labio  superior  corto;  las  antenas  filiformes  y menos  largas 
que  la  cabeza  y el  coselete  reunidos ; la  primera  articulación  de  los  tar- 
sos aplastada  en  forma  de  una  pala  cuadrada  y cóncava  por  una  de  sus 
caras.  Estas  diferentes  especies  se  encuentran  en  todo  el  mundo ; todas 
suministran  cera  y miel , y se  construyen  sus  celdillas  en  las  cavidades 
de  ciertos  árboles , ó en  las  concavidades  de  las  rocas  ; pero  en  primera 
línea  se  encuentra  la  abeja  doméstica.  Se  encuentra  en  España,  Francia 
y otras  varias  partes  de  Europa  , y se  alimenta  del  pólen  y néctar  de  las 
flores.  Estos  insectos  viven  en  repúblicas  numerosas  y en  habitaciones 
geométricamente  construidas.  Una  república  de  abejas  se  compone  de 
una  hembra  madre , ó reina  de  todo  el  pueblo,  de  muchos  cientos  de 
machos,  llamados  abejones  ó zánganos , destinados  á fecundarla , y que 
inmediatamente  después  son  sacrificados  sin  piedad,  y de  veinte  á treinta 
®uil  abejas  trabajadoras , neutras , ó que  no  pueden  ser  fecundadas , y 


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cuyo  destino  es  segregar  la  cera , formar  los  alvéolos  , elaborar  la  miel, 
y trabajar  continuamente  en  todo  lo  que  puede  contribuir  á la  prosperi- 
dad del  estado  y á la  conservación  de  sus  semejantes.  La  abeja  doméstica 
es  de  un  color  negruzco,  cubierta  de  un  pelo  amarillo  oscuro,  mas  abun- 
dante sobre  el  coselete  ó caparazón ; sus  antenas  filiformes ; sus  mandí- 
bulas duras  y córneas;  el  primer  par  de  patas  mas  corto  que  los  últi- 
mos ; tienen  un  aguijón  que  les  sirve  de  arma  defensiva  contra  el  hombre 
y los  animales;  su  picadura  puede  ocasionar  accidentes  graves,  y por 
consiguiente  esto  merece  fijar  la  atención  del  médico. 

Este  aguijón  , muy  fino,  existe  en  los  individuos  neutros  y en  las  hem- 
bras , pero  jamás  se  encuentra  en  los  machos.  Está  situado  en  la  extre- 
midad del  abdómen  de  estos  insectos;  se  compone  de  dos  dardos  encer- 
rados en  un  estuche  , y tiene  una  base  mas  ancha  que  todo  lo  demás; 
esta  base  está  formada  por  la  reunión  de  nueve  escamas  cartilaginosas  ó 
córneas  , de  las  cuales  ocho  parecen  estar  destinadas  , por  medio  de 
músculos  que  se  insertan  en  ellas,  á llevar  hácia  fuera  la  punta  del  ins- 
trumento, mientras  que  la  novena  en  forma  de  V,  y cuya  parte  mas  an- 
cha corresponde  hácia  delante,  parece  estar  destinada  á la  retracción. 
Todas  estas  escamas,  la  longitud  y anchura  diferentes , se  articulan  las 
unas  sobre  las  otras  , en  términos  de  reunirse  en  un  solo  punto,  y afec- 
tar la  forma  de  una  concha  redondeada  en  su  extremidad;  están  además 
cubiertas  por  fibras  musculares,  y sostenidas  en  la  cavidad  abdominal 
por  otras  fibras  carnosas.  El  cuerpo  del  aguijón  es  redondeado,  córneo, 
de  dos  líneas  ó mas  de  largo ; el  estuche  tiene  cerca  de  una  línea,  y está 
formado  de  dos  porciones  semicilíndricas  , unidas  por  dos  láminas  agu- 
das , móviles  en  el  interior  del  estuche,  dejando  en  la  parte  inferior  una 
especie  de  canal  ó ranura  estrecha ; vista  con  el  microscopio  cada  una  de 
estas  láminas  , parecen  estar  guarnecidas  hácia  su  extremidad  de  quince 
ó diez  y seis  dientes , cuyo  vértice  se  dirige  hácia  la  base.  Cuando  las  dos 
láminas  están  reunidas , tienen  la  forma  de  una  flecha,  cuya  punta  re- 
sultante de  su  unión  es  tan  penetrante  como  la  aguja  mas  fina.  Hácia  la 
base  de  las  dos  piezas  del  estuche  hay  un  músculo  muy  fuerte,  cuyas 
fibras  al  contraerse  rodean  como  una  vaina  los  brazos  de  la  escama  car- 
tilaginosa hendida  , y por  medio  de  fibras  ligamentosas  se  fija  sólida- 
mente en  la  cavidad  de  los  dos  últimos  anillos  del  abdómen.  Las  escamas 
de  la  base  se  alargan  por  la  contracción  de  los  músculos  que  las  rodean; 
al  mismo  tiempo  el  plano  carnoso  colocado  en  la  concavidad  de  la  pro- 
longación encorvada  de  los  dardos  , favorece  la  acción  de  los  primeros 
músculos,  y el  aguijón  viene  á tener  su  punto  de  apoyo,  no  en  los  ani- 
llos del  abdómen',  como  pudiera  creerse,  sino  en  la  base  misma  de  este 
aguijón  ; la  salida  de  un  diente  sirve  de  apoyo  al  otro. 

Pero  el  dolor  vivo  de  la  picadura  no  es  debido  solo  á la  disposición 
del  aguijón,  sino  que  además  se  debe  á un  veneno  que  se  introduce  al 
mismo  tiempo  en  la  herida.  Según  Fontana,  se  parece  este  veneno  al  de 
la  víbora , y se  derrama  por  la  ranura  que  hay  entre  las  dos  láminas  del 
dardo , proviniendo  por  dos  canales  tortuosos  que  hay  en  las  inmedia- 
ciones del  canal  intestinal:  las  extremidades  superiores  de  estos  conduc- 
tos se  introducen  por  una  masa  formada  por  las  tráqueas.  Estos  tubos, 
mas  largos  y de  un  tejido  mas  firme  en  la  abeja  madre  que  en  las  neu- 
tras , abocan  en  una  pequeña  vesícula  musculosa  que  sirve  de  reser- 
vorio  al  veneno,  y que,  á beneficio  de  otro  conducto  mas  estrecho, 
es  conducido  al  punto  de  reunión  de  las  dos  prolongaciones  encorva- 


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das  del  dardo.  Esta  vesícula , cavo  tamaño  ordinario  es  como  una  ca- 
beza de  alfiler,  tiene  la  facultad  de  contraerse  y de  hacer  salir  el  hu- 
mor al  mismo  tiempo  que  sale  el  aguijón.  Este  veneno  es  claro,  se 
coagula  y se  seca  con  rapidez  al  contacto  del  aire ; tiene  un  sabor  estíp- 
tico ó salado  que  poco  después  se  hace  amargo  y acre  ; no  enrojece , ni 
enverdece  el  color  de  los  vegetales  : puesto  sobre  la  córnea  transparente, 
no  produce  ninguna  sensación  desagradable;  pero  introducido  debajo  de 
la  piel,  produce  accidentes  semejantes  á los  que  resultan  de  la  picadura 
del  insecto.  Guando  á consecuencia  de  muchas  picaduras  queda  agotado 
el  veneno,  la  introducción  solo  del  aguijón  en  la  piel  apenas  produce 
fenómeno  sensible.  Suele  suceder  que  la  abeja  deje  su  aguijón  en  la  he- 
rida , en  cuyo  caso  perece  inevitablemente. 

Los  síntomas  producidos  por  estas  picaduras  son  : dolor  vivo , calor, 
tumefacción  edematosa , escozor,  y á menudo  una  inflamación  erisipela- 
tosa: se  ha  visto  ocasionar  la  gangrena  y hasta  la  muerte , sobre  todo  si 
las  picaduras  se  han  recibido  en  la  cara:  en  este  caso  se  infiltran  los 
párpados  y viene  un  estado  de  estupor.  El  tratamiento  consiste  en  locio- 
nes de  agua  fria  ; los  astringentes , la  miel , los  aceites , el  alcohol , el 
opio ; pero  lo  mejor  es  extraer  el  aguijón  cuando  ha  quedado  dentro, 
cuidando  de  no  oprimir  la  vesícula. 

Estos  insectos  se  han  empleado  como  medicamentos , y también  como 
alimentos:  los  comen  en  Cumes  y algunos  habitantes  de  Ceylan. 

Avispas.  — Insectos  pertenecientes  á las  familias  de  las  diplópteros  , tie- 
nen generalmente  el  abdórnen  pediculado  , con  un  aguijón  oculto  pare- 
cido al  de  la  abeja  : su  labio  inferior  no  es  mas  largo  que  las  mandíbu- 
las; sus  antenas  fusiformes  y con  dos  articulaciones  mas  largas;  sus  alas 
están  plegadas  en  el  sentido  de  su  longitud.  Como  las  abejas,  viven  en 
sociedad  y se  componen  de  tres  órdenes  de  individuos,  machos,  hem- 
bras y neutros;  sus  costumbres  y sus  habitaciones  son  muy  semejantes  á 
las  de  las  abejas.  Se  distinguen  el  avispón  y el  avispa  común. 

Avispón.  — Es  de  un  color  amarillo  ; de  unas  quince  líneas  de  largo, 
con  las  antenas  y la  cabeza  de  un  color  moreno;  el  labio  superior  amari- 
llo, las  mandíbulas  negras  en  su  extremidad  y amarillas  en  la  base;  el 
corselete  negro  por  su  parte  media  y moreno  por  delante  y por  los  la- 
dos; las  patas  de  color  moreno,  el  primer  anillo  del  vientre  negro,  mez- 
clado de  moreno  y rodeado  de  un  poco  amarillo  de  limón  ; los  otros  ani- 
llos son  negros  en  la  parte  superior  y amarillos  por  su  borde  libre.  Este 
insecto  se  halla  en  toda  Europa.  La  disposición  de  su  aguijón  y la  natu- 
raleza de  su  veneno  casi  no  se  diferencia  del  de  la  abeja , por  lo  cual 
no  los  describimos.  Sus  picaduras  son  tan  terribles  como  las  de  estas  y 
'mas  anchas  por  la  magnitud  del  aguijón : algunos  dicen  que  no  son  tan 
dolorosas. 

Avispa  común  ó vulgar.  — Su  longitud  es  de  cerca  de  nueve  líneas  ; las 
antenas  y las  cabezas  son  negras;  el  contorno  de  los  ojos  y el  labio  su- 
perior de  color  amarillo;  una  mancha  en  las  alas  y cuatro  sobre  el  es- 
cudo ; su  abdómen  es  amarillo  , y lo  mismo  las  patas , que  son  negras 
por  la  base.  Tienen  el  mismo  dardo,  igual  vesícula  y veneno  que  los 
anteriores.  Sus  costumbres  y sus  instintos  también  muy  parecidos  á los 
de  los  insectos  ya  descritos. 

Moscardones.  — Insectos  también  pertenecientes  á los  hiraenópteros , 
que  tienen  cuatro  alas  membranosas , con  nerviosidades , y las  superio- 
res mas  grandes  que  las  otras ; tienen  dos  ojos  grandes  á los  lados,  y 


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tres  pequeños  en  la  línea  transversal  sobre  el  vértice  de  la  cabeza;  las 
antenas  son  filiformes  y compuestas  de  trece  articulaciones  en  los  ma- 
chos y de  doce  en  las  hembras ; un  labio  fuerte  y muy  largo;  el  cuerpo 
muy  grueso,  truncado  por  la  base  , muy  redondeado,  cubierto  de  pelos 
distribuidos  por  lo  común  en  fajas;  las  patas  posteriores  terminadas  en 
dos  espinas  ; el  corselete  grande  y mucho  mas  elevado  que  la  cabeza. 
También  viven  en  sociedad , y hay  machos,  hembras  y neutros.  Como 
las  abejas,  las  hembras  y neutros  están  provistos  de  un  aguijón  casi  se- 
mejante, pero  mas  fuerte  y mas  duro.  El  órgano  secretorio  del  veneno 
consiste  en  dos  tubos  filiformes,  flotantes,  muy  largos  y como  apeloto- 
nados , los  cuales  se  reúnen  en  un  conducto  común , que  viene  á abrirse 
en  un  reservorio  vesículo-membranoso,  muy  grande,  ovoideo  ó pirifor- 
me , lleno  de  un  líquido  diáfano  que  sale  y se  introduce  con  el  aguijón 
en  las  picaduras.  El  mas  común,  el  que  se  encuentra  en  los  jardines,  en 
los  arbustos , etc. , es  todo  negro , á excepción  del  ano , que  es  amarillo 
rojizo.  Sus  picaduras,  los  accidentes  del  veneno  y el  tratamiento,  todo 
es  lo  mismo  que  lo  ya  dicho  anteriormente. 

Podríamos  añadir  á los  animales  venenosos  los  que  se  hacen  tales  á 
consecuencia  de  enfermedades  que  se  desarrollan  en  ellos  y convierten 
en  humores  dañosos  el  moco , la  saliva , la  bilis , etc.  Mas  habiendo  ya 
dicho  en  otra  parte  cuanto  pueda  ser  útil  al  toxicólogo  sobre  esta  clase 
de  humores  maléficos , basta  hacer  aquí  mención  de  que  pueden , en 
efecto,  causar  intoxicación. 


ARTICULO  II. 

DE  LOS  VENEMOS  SÉPTICOS  QUE  CONTIENEN  LAS  SUSTANCIAS  Ai-IMENTICIAS 

ALTERADAS  Ó PODRIDAS. 

No  cabe  ya  ninguna  duda  que  se  presentan  en  la  práctica  intoxicacio- 
nes debidas  á ciertos  principios  dañinos  desenvueltos  en  las  sustancias 
alimenticias,  cuando  ha  empezado  á manifestarse  en  ellas  la  putrefac- 
ción. Oríila , Gaspard  y Magendie  han  hecho  varios  experimentos  sobre 
el  particular,  y no  son  ya  escasas  las  observaciones  que  se  han  recogido 
relativamente  al  hombre. 

Gaspar  concluyó  de  sus  observaciones  y experimentos,  que  no  es  la 
introducción  de  los  humores  humanos  ó animales  en  la  circulación  lo 
que  envenena  , ni  el  ácido  carbónico  y sulfhídrico  contenido  en  los  líqui- 
dos podridos,  y que  tampoco  deben  atribuirse  exclusivamente  los  efec- 
tos deletéreos  al  amoníaco ; puesto  que  su  inyección  en  los  intestinos  no 
ha  determinado  nunca  la  irritación  hemorrágica  que  produce  la  de  las 
materias  putrefactas,  á pesar  de  que  puede  tener  algún  influjo,  en  aten- 
ción á que  las  materias  no  azoadas  ó putrílago  vegetal , no  es  tan  mortí- 
fero. Magendie  cree  poder  establecer  que  hay  diferencias  en  la  putrefac- 
ción de  la  carne  entre  los  animales  herbívoros  y carnívoros;  que  el  agua 
procedente  de  pescado  podrido , inyectado  en  las  venas  , es  mas  vene- 
nosa, produciendo  en  menos  de  una  hora  síntomas  análogos  á los  de  la 
calentura  amarilla  y del  tifus  , en  cuyo  caso  la  muerte  se  presenta  á las 
veinte  y cuatro  horas,  y en  el  cadáver  se  encuentran  todos  los  vestigios 
de  una  alteración  química  de  la  sangre,  la  cual  es  fluida  y traspasa  por 
todos  los  tejidos  , en  especial  por  la  mucosa  gástrica  intestinal.  El  mismo 
autor  concede  que  esa  agua  podrida  introducida  en  el  estómago,  es  me- 


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nos  deletérea,  lo  cual  atribuye  á que  no  es  absorbida  mas  que  la  parte 
acuosa  , permaneciendo  en  la  superficie  de  la  mucosa  la  parte  de  materia 
animal  podrida.  La  inyección  en  los  pulmones  no  es  tampoco  tan  vene- 
nosa como  en  las  venas. 

El  doctor  Kerner,  médico  de  Weinsberg,  publicó  en  1820  un  trabajo 
sobre  las  morcillas  ahumadas,  las  cuales  mira  como  alimento  putre- 
facto capaz  de  producir  los  accidentes  mas  graves.  Desde  1793  á 1822, 
recogió  ciento  treinta  y cinco  observaciones,  y en  ochenta  y cuatro  ca- 
sos fa  muerte  fue  el  resaltado  de  esta  intoxicación. 

Los  efectos,  dice  Kerner,  fueron  iguales  á los  de  la  mordedura  de  las 
serpientes  vecinas  á los  trópicos.  Las  morcillas  hechas  con  leche  ó blan- 
cas, parece  que  son  mas  deletéreas  cuando  ya  han  sufrido  un  principio 
de  putrefacción.  Los  síntomas  producidos  por  estas  sustancias  se  desar- 
rollan por  lo  común  veinte  y cuatro  horas  después  de  haberlas  comido, 
y son  los  siguientes  : 

Dolor  vivo  y quemante  en  la  región  epigástrica  ; vómitos  de  materias 
sanguinolentas ; ojos  fijos ; párpados  inmóviles;  pupilas  dilatadas  é in- 
móviles á la  acción  de  la  luz;  vista  doble;  respiración  embarazosa;  no 
hay  latidos  de  corazón  ; síncopes  frecuentes  ; pulso  mas  débil  que  en  el 
estado  normal;  venas  del  cuello  dilatadas  y salientes;  deglución  difi- 
cultosa; las  bebidas  caen  en  el  estómago  como  en  un  vaso  inerte;  ios 
alimentos  sólidos  no  pasan  del  esófago ; todas  las  secreciones  parecen 
suspensas ; constipación  tenaz  ó materias  excretadas  muy  duras  y como 
férreas;  la  bilis  no  las  tiñe.  Las  facultades  intelectuales  se  conservan 
íntegras,  en  algunos  casos  el  carácter  es  irascible;  apetito  conservado; 
mucha  sed ; tegumentos  muy  sensibles  , palma  de  las  manos  y plantas 
de  los  piés  duras  y coriáceas;  piel  fria  y seca;  orina  abundante  con  ex- 
creción difícil. 

Cuando  sobreviene  la  muerte , es  del  tercero  al  octavo  día ; la  respi- 
ración se  pone  dificultosa , la  voz  se  pierde  enteramente  , el  pulso  cae,  y 
se  apaga  la  vida  á veces  después  de  algunos  movimientos  convulsivos 
ligeros,  y conservando  el  sugeto  la  inteligencia  hasta  el  último  momento. 

Si  el  enfermo  no  muere,  su  convalecencia  es  larga;  hay  á menudo 
una  especie  de  exfoliación  en  las  mucosas,  mucha  propensión  al  sín- 
cope, etc. 

Dice  Kerner  que  este  cuadro  de  síntomas  sufre  en  ciertos  sugetos  al- 
guna variación,  que  á veces  se  presenta  diarrea,  hidrofobia,  delirio  fu- 
rioso , vértigos , atrofia  de  los  testículos. 

La  inspección  cadavérica  pone  de  manifiesto  los  estragos  que  hacen 
esas  sustancias  averiadas;  músculos  contraidos,  tiesos,  inflexibles,  vien- 
tre terso  y abultado , vestigios  de  inflamación  en  la  faringe  y esófago,  al- 
gunas manchas  inflamatorias  gangrenosas,  anchas  como  la  mano,  en  el 
estómago  y cercanías  del  cárdias ; á veces  Ja  membrana  mucosa  se  des- 
prende fácilmente.  Los  intestinos  se  presentan  inflamados  en  diversos 
puntos  y hasta  gangrenados;  el  hígado  está  penetrado  de  sangre  algunas 
veces  ; en  general  sano ; en  una  palabra,  hay  vestigios  de  inflamación  en 
todas  las  visceras. 

El  doctor  Schuraan  y Weis  han  descrito  también  los  síntomas  que 
provocan  las  sustancias  averiadas,  y hay  entre  sus  cuadros  y los  de 
Kerner  mucha  semejanza  : de  todo  resulta  que  el  sistema  nervioso  está 
profundamente  afectado  con  vestigios  de  una  inflamación,  que  la  sangre 
se  altera , y en  su  consecuencia  todos  los  órganos  sufren.  Confesamos 


- 1181  - 

francamente  que,  á pesar  de  esa  minuciosidad  de  descripción  , no  nos 
quedamos  satisfechos,  y no  titubeamos  en  decir  que  no  está  bien  cono- 
cida la  sintomatología  de  esta  clase  de  venenos. 

Sobre  la  causa  de  estas  intoxicaciones  no  están  los  autores  de  acuer- 
do. Buchner  dice  que  es  un  principio  desenvuelto  por  la  putrefacción;  un 
ácido  craso. 

Yo  me  inclino  á creer  que  la  verdadera  causa  de  estas  intoxicaciones 
es  la  introducción  en  la  masa  de  la  sangre  de  materia  animal  en  putre- 
facción , la  cual , no  habiendo  sido  descompuesta  del  lodo  por  las  fuer- 
zas digestivas , provoca  una  especie  de  alteración  en  la  sangre  suscepti- 
ble de  una  alteración  igual , y de  aquí  los  accidentes  sépticos. 

Difícil  es  establecer  después  de  lo  que  precede,  el  tratamiento  indi- 
cado en  semejantes  intoxicaciones.  Reinando  en  el  cuadro  de  Kerner  la 
inflamación  , parece  que  lo  mas  conducente  debe  ser  el  plan  antiflogístico; 
mas  puesto  que  con  razón  se  consideran  estos  venenos  sépticos,  y que 
el  cuadro  general  de  síntomas  tiene  alguna  analogía  con  el  tifus , cree- 
mos que  una  medicación  sintomática  será  lo  mas  acertado. 

Entre  las  sustancias  alimenticias  averiadas  que  provocan  intoxicacio- 
nes , podemos  contar  los  alimentos  recalentados,  siquiera  no  sepamos  á 
qué  es  debido  el  daño  que  producen. 

En  los  autores  de  Toxicologia  se  lee  que  un  artesano , su  mujer  y sus 
hijos  comieron  por  espacio  de  dos  dias  seguidos  sin  inconveniente,  un  pe- 
dazo de  vaca  cocida , colocando  el  resto  que  no  comieron  en  un  plato  de 
porcelana,  y este  encima  de  una  estufa  muy  caliente.  A.1  dia  siguiente, 
estaba  el  pedazo  de  vaca  ennegrecido  y duro  por  el  calor , le  sazonaron 
con  manteca  y le  añadieron  ternera  fresca.  Comió  toda  la  familia  de  este 
guisado  , y á poco  de  ello,  dos  niños  y la  mujer  se  vieron  atacados  de 
vómitos,  dolores  epigástricos,  cólicos  atroces  y diarrea  serosa.  Seles 
descompuso  la  cara,  la  piel  se  puso  fria,  el  pulso  concentrado  y débil. 

El  carbonato  de  amoníaco  y los  narcóticos  disiparon  este  estado. 

El  doctor  Kunkel  analizó  las  sustancias  sospechosas , y no  halló  nin- 
gún vestigio  de  veneno  en  ellas;  lo  cual  le  hizo  dudar  de  la  vaca,  la  que 
creyó  en  un  estado  de  alteración  análoga  á la  que  experimentan  las  sus- 
tancias ahumadas.  Según  Barras,  cuando  estas  envenenan,  es  porque  es- 
tando el  humo  cargado  de  ácido  piroleñoso  y creosota , las  sustancias 
se  impregnan  de  ello  y así  dañan.  Mas  si  así  fuese,  semejante  intoxica- 
ción debería  ser  frecuentísima,  y harto  es  sabido  que  los  alimentos 
puestos  al  humo  son  muy  sanos,  y cuando  dejan  de  serlo,  es  porque  no 
se  ha  ahumado  bastante';  el  humo  no  ha  impedido  el  desarrollo  de  la 
putrefacción.  La  opinión,  pues,  de  Barras  no  me  parece  fundada. 

Otros  casos  se  refieren  de  familias  intoxicadas  con  guisados  de  car- 
nero y otras  carnes  calentadas  varias  veces  en  poco  tiempo  en  cacerolas 
de  cobre  estañado.  Ese  enfriamiento  y calentamiento  sucesivos  y repeti- 
dos han  hecho  sufrir  á las  viandas  alteraciones  desconocidas,  convirtién- 
dolas en  venenos  terribles  , puesto  que  sucumbieron  tristemente  cuantos 
comieron  de  ellas. 

Orfila  , Barruel  y Ollivier  d’Angers  analizaron  esas  sustancias  para  ver 
si  el  cobre  de  las  cacerolas  tenia  alguna  parte  en  la  intoxicación,  y no 
encontraron  nada  que  pudiese  dar  pié  para  ello. 

Seguramente  el  veneno  que  se  desenvuelve,  siendo  orgánico,  se  des- 
compone al  introducirse  las  viandas  en  el  estómago,  y después  de  hecho 
el  daño,  la  análisis  química  ya  no  puede  descubrirle,  como  sucede  con 


- ím  — 

Atrás  muchas  de  origen  orgánico  animal  ó vegetal.  Los  venenos  de  los 
animales  ponzoñosos  no  se  descubren  ni  en  la  sangre,  ni  en  los  órganos; 
porque  al  intoxicar  se  descomponen. 

F La  formación  del  veneno  se  deberá  á alguna  metamórfosis  de  las  sus- 
tancias alimenticias  desconocida  por  nosotros. 

El  plan  curativo  de  esta  clase  de  intoxicaciones  es,  á poca  diferencia, 
el  mismo  que  hemos  recomendado  para  los  casos  análogos.  Expulsar  con 
vomitivos  ó eméticos  catárticos  las  sustancias  comidas,  como  se  com- 
prenda que  todavía  andan  por  el  tubo  digestivo , y luego  combatir  los 
síntomas  que  mas  descuellan  por  su  naturaleza.  Si  son  ilogísticos,  bebi- 
das emolientes,  gomosas,  cataplasmas,  sanguijuelas,  etc.;  si  nerviosos 
narcóticos  ó antiespasmódicos,  etc. 

Pertenecen,  igualmente,  á los  venenos  sépticos,  las  carnes  de  anima- 
les enfermos  ó muertos  de  enfermedades  contagiosas,  ó que  producen 
profunda  alteración  en  los  humores. 

Cuando  los  animales  están  enfermos  de  males  comunes,  su  carne  no 
suele  hacer  daño  alguno , en  especial  si  la  cocción  y los  condimentos,  ó la 
vía  estomacal  del  que  las  come,  descompone  los  principios  dañinos  que 
haya  podido  provocar  la  enfermedad. 

Mas  si  esos  humores  nocivos  no  sufren  alteración  ni  con  el  fuego , ni 
con  la  acción  de  los  humores  digestivos,  pueden  muy  bien  intoxicar,  y 
de  ello  hay,  desgraciadamente,  sobrados  ejemplos  prácticos  para  creer 
fundados  estos  temores. 

Una  comisión  de  médicos  fué  nombrada  en  París  para  averiguar  hasta 
qué  punto  es  nocivo  comer  la  carne  de  los  animales  muertos  de  enferme- 
dad , y decidió , después  de  varios  ensayos , que  los  gatos  y los  perros 
nutridos  con  carne  de  animales  cancerosos,  engordan;*  que  el  hombre  no 
sufre  nada  por  ello;  que  hay  ejemplos  de  haber  comido  el  hombre,  sin 
accidentes  funestos,  la  carne  de  animales  muertos  de  la  pústula  maligna, 
del  tifus , de  la  rabia , etc. 

Hammont,  veterinario,  sin  embargo,  se  ha  declarado  en  contra  de 
esas  afirmaciones,  apoyándose  en  los  hechos  siguientes  : 

Un  león  y tres  perros  murieron  después  de  haber  comido  carne  de  un 
caballo  muerto  de  muermo,  atacados  del  mismo  mal. 

En  1677  se  desarrolló  una  enfermedad  gangrenosa  en  un  ganado.  Cuan- 
tos comieron  de  su  carne  contrajeron  la  afección  de  aquellos. 

En  el  mismo  año,  en  Leipsik,  perecieron  doce  estudiantes  despnes  de 
haber  comido  carne  de  vacas  éticas , en  cuyo  cadáver  se  encontraron  mu- 
chos abscesos. 

En  1745 , la  carne  de  un  buey  muerto  de  la  epizootia  que  reinaba  en  ei 
Vivarais,  hizo  desarrollar  en  todos  los  soldados  que  la  comieron  una  di- 
sentería diarréica  , con  calentura  y entorpecimiento. 

Muchos  negros  han  muerto  por  haber  comido  carne  de  animales  ataca- 
dos de  epizootia. 

Los  líquidos  segregados  por  animales  enfermos  tienen  también  propie- 
dades nocivas. 

Ha  habido  personas  que  han  contraído  aftas  después  de  haber  hecho 
uso  de  leche  de  vacas  aftosas  (Lagar). 

La  leche  de  las  vacas  atacadas  del  carbunco  ha  comunicado  la  enfer- 
medad á los  becerros  (Despiar). 

Cinco  personas  se  vieron  invadidas  de  diarrea  por  haber  tomado  cafe 
con  leche  de  una  cabra  atacada  del  carbunco. 


- 1Í53  - 

Se  han  visto  accidentes  por  haber  comido  carne  de  animales  reventa- 
dos de  cansancio. 

En  el  ducado  de  Badén , un  cervatillo  cogido  en  una  red , y muerto 
después  de  haber  hecho  muchos  esfuerzos  para  escaparse,  causó  una  in- 
flamación gastrointestinal  á cuantos  comieron  de  su  carne , siendo  asi 
que  nada  se  encontró  en  ella  que  pudiese  explicar  su  malignidad. 

No  sé  hasta  qué  punto  los  hechos  alegados  por  Hammont  son  ciertos, 
si  bien  no  son  los  únicos  que  pudieran  citarse  , y comprendemos  perfec- 
tamente cómo  puede  presentarse  la  intoxicación,  comiendo  carne  ó to- 
mando líquido  de  animales  enfermos,  sobre  todo  de  ciertas  enfermedades. 
Ya  hemos  expuesto  nuestro  modo  de  pensar  sobre  este  punto. 

Tampoco  es  descabellado  creer  que  el  susto  y los  arrebatos  de  cólera 
pueden  alterar  ciertos  sólidos  y líquidos,  cuando  vemos  que  el  veneno 
de  la  víbora  es  mas  nocivo,  si  el  animal  está  irritado , y que  la  leche  de 
la  mujer  es  funesta  para  los  niños  después  de  una  afección  moral  de  la 
madre. 

Mas  en  España  se  come  la  carne  de  los  toros  ; y no  se  diga  que  no  se 
enfurezcan , ni  que  no  se  cansan , ni  sufren  los  infelices  animales  que  se 
matan  en  la  plaza.  No  sabemos  que  las  personas  que  comen  esa  carne  ha- 
yan sufrido  nada  de  particular,  en  armonía  con  lo  que  nos  dice  Ham- 
mont, sobre  todo  respecto  de  los  daños  que  pueden  resultar  de  comer 
la  carne  de  animales  enfadados  y reventados  de  cansancio. 

En  cuanto  al  plan  curativo  de  esta  clase  de  intoxicaciones , deben  se- 
guirse las  reglas  generales:  expulsar  las  sustancias  comidas,  por  arriba 
ó por  abajo,  según  los  casos,  acallar  las  inflamaciones  que  sobreven- 
gan , y combatir  las  enfermedades  provocadas  con  los  medios  que  contra 
ellas  se  recomiendan  en  las  obras  de  cirugía  y medicina. 

CASOS  PRÁCTICOS. 

Como  complemento  de  este  tratado,  vamos  á insertar  algunos  casos 
prácticos  de  intoxicación.  Hubiera  deseado  hacerlo  en  cada  uno  de  los 
venenos,  ó , por  lo  menos,  respecto  de  todos  aquellos  que  son  mas  fre- 
cuentes, de  los  que  tenemos  una  regular  colección  en  nuestra  práctica; 
mas  eso  hubiera  dado  á esta  parte  y al  Compendio  una  extensión  que  no 
podía  tener,  habiéndome  formado  el  propósito  de  no  escribir  mas  que  un 
tomo,  y de  no  tratar  sino  de  lo  mas  indispensable.  Así  es  que  me  he  limi- 
tado á cinco  casos , y de  los  mas  breves , relativos  á la  morfina , al  subli- 
mado corrosivo,  al  arsénico,  al  fósforo  y al  ácido  nítrico;  guardando  la 
publicación  de  los  demás  para  una  obra  aparte , que  darémos  mas  tarde. 

m 

Número  l.° — Informe  sobre  un  caso  de  envenenamiento  por  la  morfina. 

El  dia  12, 13  y 16  de  junio  del  corriente  año,  los  catedráticos  de  la  Facultad 
de  ciencias  médicas  de  esta  corte,  y doctores  en  medicina  y cirugía  abajo  tu- 
rnados, residentes  en  Madrid,  en  virtud  de  un  oficio  del  señor  Juez  de  primera 
instancia  del  Prado,  D.  Benito  Serrano  y Aliaga,  nos  hemos  reunido  para  ma- 
nifestar si  por  los  sinlomas  obseivados  en  la  María  Bonamot , resultados  que  ha 
dado  la  inspección  de  su  cadáver  y las  operaciones  químicas  practicadas  sobre  sus 
sólidos  y líquidos,  se  puede  determinar  cuál  ha  sido  la  verdadera  causa  de  la 
muerte  de  dicha  María,  y en  el  caso  de  envenenamiento , qué  sustancia  le  ha  pro- 
ducido, dando  las  razones  científicas  en  que  se  apoye  nuestro  dictámen. 

Según  declaración  del  doctor  D.  Aguedo  Pinilla,  á las  nueve  ó poco  más  de 

T0JUC01.0GÍA.  — 73 


— \m  — 


■ del  25  de  mayo  del  corriente  año,  fué  llamado  por  dos  veces,  con  poco 
• fSívnío  para  que  pasase  lo  mas  pronto  posible  á la  calle  del  Infante,  casa 
número  4*  cuarto  principal.  Llegado  á dicha  habitación,  donde  vivía  una  tal 
Soña  Pilar,  esta  le  refirió  varias  circunstancias  anteriores  al  accidente  de  la 
María  , entre  ellas  que  esta  se  encontraba  menstruando  abundantemente;  que 
habían  ido  á los  Andaluces  (fonda  de);  que  habían  comido  unos  pollos, y be- 
bido la  Bonn  mol  un  poco  de  vino  común  y moscatel  de  Jeréz;  que  volviéndose 
á la  casa  de  Pilar,  aquella  se  habia  puesto  mala , hablando  á veces  acorde,  otras 
disparatadamente;  que  habia  vomitado,  manchándose  la  ropa  y la  cama,  y que 
lo  que  habia  arrojado  por  los  vómitos  era  en  su  mayor  parle  sangre,  y poca  co- 
mida; en  vista  de  lo  cual,  la  Pilar  hizo  llamar  al  médico  Pinilla,  aunque  sin  vo- 
luntad de  la  enferma , la  que  decía  no  tener  nada. 

Después  de  este  relato,  el  doctor  Pinilla  vió  en  una  jofaina  que  le  presentó  la 
Pilar,  como  un  cuartillo  de  líquido,  en  su  mayor  parle  sangre,  de  un  color  rojo 
vivo,  y mezclada  con  algunos  restos  de  alimentos,  entre  ellos  pedacitos  de 
pollo. 

Entrando  en  seguida  en  la  alcoba  donde  estaba  la  Bonamot,  la  saludó,  y ella 
le  contestó,  nombrándole.  Estaba  echada  del  lado  derecho,  encima  de  la  col- 
cha, la  cabeza  apoyada  sobre  la  almohada.  Al  ver  al  médico  levantó  la  cabeza 
con  semblante  alegre,  festivo;  desde  la  cintura  arriba  no  llevaba  mas  que  la 
camisa,  sobre  esta  echado  un  refajo,  por  cuya  abertura  sacaba  el  brazo  dere- 
cho, y por  el  lado  izquierdo  la  tapaba  aquel  por  encima  del  hombro,  y hasta  los 
piés  una  manta. 

Preguntada  la  enferma  sobre  su  estado,  respondió  que  solo  la  dolía  la  cabeza, 
que  por  lo  demás  estaba  buena,  que  la  menstruación  la  seguía,  que  estaba  con 
ella  desde  el  dia  23.  El  doctor  Pinilla  quiso  pulsarla,  y al  ver  la  enferma  que  no 
podía  sacar  con  presteza  del  refajo  el  brazo  derecho,  se  impacientó,  profiriendo 
una  expresión  de  mal  tono.  Poca  frecuencia  de  pulso,  lengua  en  estado  nor- 
mal, no  habia  sed.  Durante  este  examen,  dijo  la  María  espontáneamente: 
aTengo  una  costilla  rota.»  Preguntada  sobre  esto,  respondió  tenia  una  costilla 
rola,  y no  fué  posible  sacar  nada  en  claro,  por  manifestarse  en  aquel  momento 
algo  desacordadas  sus  facultades  intelectuales.  Se  le  dispuso  una  cucharada  de 
agua  de  limón  helado,  y unos  sinapismos  bajos,  por  si  se  repetían  los  vómitos. 
Al  marcharse  el  médico  se  despidió  de  él  la  enferma,  nombrándole,  como  á su 
llegada.  A las  tres  y media  de  la  mañana  siguiente  fué  llamado  otra  vez;  pero 
no  asistió. 


El  doctor  D.  Juan  Drument  vió  á la  Bonamot  á las  doce  y media  de  la  misma 
noche  del  25,  llamado  para  asistirla  con  el  doctor  Pinilla,  precediendo  ciertos 
relatos,  que  le  pusieron  en  conocimiento  de  algunos  hechos  ocurridos  antes  del 
accidente,  y de  cómo  se  encontraba  en  aquella  habitación  la  María,  á quien 
solía  asistir  el  doctor  Drument  en  sus  dolencias.  Después  de  haber  examinado 
la  jofaina  que  unas  mujeres  le  presentaron,  en  la  que  observó,  á poca  diferen- 
cia, lo  mismo  que  el  doctor  Pinilla,  entró  en  la  alcoba  y encontró  á la  enferma 
echada  en  la  cama,  decúbito  supino,  con  inquietud  notable,  ojos  rutilantes,  len- 
gua sumamente  seca  y de  color  oscuro,  pulso  algt  frecuente,  delirio  vago,  ale- 
gre y erótico,  según  las  palabras  con  que  se  producía.  A fuerza  de  llamarle  la 
atención  sobre  su  estado,  solo  se  quejó  de  dolor  de  cabeza,  no  ofreciendo  en  la 
respiración , ni  en  el  timbre  de  la  voz  nada  notable.  Mixtura  acidulada.  A las  tres 
y media  de  la  mañana  fué  otra  vez  llamado,  pero  no  asistió  hasta  las  seis,  en 
que  la  Bonamot  habia  dejado  de  existir.  Declaróse  en  vista  de  esto  que  conve- 
nia proceder  á la  abertura  del  cadáver,  y así  lo  dispuso  la  autoridad. 

Reunidos  los  que  suscriben  sobre  las  dos  de  la  larde  del  dia  26  en  el  gabi- 
nete de  la  susodicha  habitación,  en  cuya  alcoba  habia  muerto  la  Bonamot,  vi- 
mos encima  de  una  mesa  de  tocador  una  jofaina  que  contenía  una  porción  de 
materia,  según  se  nos  dijo,  vomitada  por  la  enferma,  de  color  rojo,  con  mezcla 
de  alimentos  que  parecían  fresas;  el  olor  de  estas  materias  era  ácido. 

Entrando  en  la  alcoba,  vimos  el  cadáver  de  la  María  en  la  cama,  medio  cu- 
bierto con  las  sábanas,  manta  y colcha  algo  revueltas,  en  decúbito  dorsal,  a'o° 


- 1155  - 

encorvado  horizontalmcnte  y en  dirección  al  lado  izquierdo,  como  excurrido 
hacia  la  cabecera  inferior  de  la  cama,  á la  que  tocaba  la  difunta  con  los  piés; 
los  antebrazos  descansaban  sobre  el  pecho. 

Eu  el  suelo  de  la  cama  había  una  especie  de  saco  ó arpillera  manchada  de  un 
liquido  que  parecía  sangre.  En  una  cómoda,  un  sombrero  blanco  de  señora  y 
otros  objetos  de  ninguna  significación.  Nada  notable  en  lo  restante  de  la  alcoba. 

La  cama,  limpia  en  lo  general,  presentaba  manchas  de  color  sanguíneo  en  el 
lado  derecho  de  la  almohada  y en  la  sábaníf  inferior;  una  oval  de  un  pié  de  diá- 
metro debajo  de  la  cabeza  del  cadáver;  otra  de  unos  dos  piés  de  ancho,  de  un 
líquido  aguanoso  en  el  punto  donde  descansaban  las  caderas  de  la  Bonamol. 

Debajo  de  la  almohada  había  un  pañuelo  blanco  manchado  del  mismo  líquido 
rojo  claro  de  que  lo  estaba  la  almohada. 

Descubierto  todo  el  cadáver,  llevaba,  además  de  la  camisa,  enaguas  y re- 
fajo lodo  mojado  y manchado  de  un  líquido  aguanoso,  como  orina,  en  la  parte 
anterior  y posterior.  En  la  camisa  habia,  además,  una  mancha  roja  en  la  parte 
superior,  correspondiente  á la  espalda  y hombro  derecho.  En  ios  piés  llevaba 
aplicados  todavía  los  sinapismos. 

Autorizada,  por  el  juez,  que  estaba  presente,  la  autópsia,se  trasladó  el  ca- 
dáver á una  mesa  de  disección  traída  de  la  Facultad  de  ciencias  médicas , y se 
procedió  al  exámen  cadavérico. 

Exterior. — Ninguna  señal  de  violencia;  ninguna  solución  de  continuidad;  la 
cara,  palida,  sin  expresión  de  sufrimiento;  muy  al  contrario,  tranquila;  ojos 
cerrados,  pupilas  dilatadas;  la  parte  inferior  de  la  cara,  mejillas  y labios,  abo- 
tagados ; salida  de  moco  por  la  ventana  derecha  de  la  nariz;  labios  y comisuras 
manchadas  de  un  líquido  sanguinolento  ya  seco;  boca  fuertemente  cerrada. 

Rigidez  cadavérica;  manos  fuertemente  contraidas;  con  la  extensión  forzada 
han  recobrado  la  flexibilidad;  lividez  en  las  partes  declives  del  tronco  y extre- 
midades; calor  mas  notable  en  la  mitad  del  cuerpo  cubierto  por  la  ropa  de  la 
cama ; abdomen  abultado  y tenso. 

Interior ; cabeza . — Estado  normal  de  las  membranas  del  cerebro;  vasos  ve- 
nosos llenos  de  sangre ; estado  sano  de  la  sustancia  cerebral;  ventrículos  con 
poca  serosidad;  cerebelo  mas  inyectado,  con  ramificaciones  venosas;  sustancia 
en  estado  normal;  médula  oblongata  y espinal  en  el  mismo  estado;  poca  serosi- 
dad; ligera  inyección  venosa. 

Pecho.  — Practicada  una  incisión  en  la  línea  media  del  labio  inferior,  hasta  la 
horquilla  del  esternón,  y dos  por  parle,  las  superiores  desde  la  comisura  de  los 
labios  hasta  la  concha  déla  oreja,  las  inferiores  á lo  largo  de  las  claviculas;  se 
disecaron  los  colgajos.  Encías  y dientes  bañados  de  un  líquido  sanguinolento, 
que  arrojaba  olor  acido;  serróse  la  mandíbula  inferior;  lengua  cubierta  de  una 
serosidad  sanguinolenta;  lavada  la  cavidad  de  la  boca;  mucosa  en  estado  nor- 
mal ; las  papilas  de  la  lengua  muy  manifiestas,  en  especial  las  de  la  base.  Amíg- 
dalas algo  infartadas;  nada  de  inyección  en  la  faringe;  las  yugulares  muy  llenas 
de  sangre  liquida. 

Alóse  el  esófago. 

Extendiendo  la  incisión  por  ambos  lados  del  pecho,  desde  la  trasversal  de  las 
clavículas  hasla  !n  región  abdominal,  quedó  abierta  la  cavidad  del  pecho.  Pleura 
sin  derrame,  estado  sano.  Parle  superior  de  los  pulmones,  color  natural;  parte 
inferior  y posterior,  de  un  color  lívido  y negruzco.  Separadas  del  cadáver  a 
lengua,  laringe,  (raquea  y pulmones,  y abiertos  estos  órganos,  se  presento  la 
mucosa  de*las  vías  aéreas  cubierta  de  sangre  negruzca,  con  un  tinte  lívido, 
lanío  mas  oscuro  cuanto  mas  adentro  de  ios  bronquios  se  penetró;  pulmones  in- 
fartados extraordinariamente  de  sangre  negra,  pero  crepitantes , elásticos  y sin 
lesión  patológica.  Los  grandes  vasos  venosos  llenos  de  sangre.  El  pericardio  en 
estado  normal;  poca  sangre  en  las  cavidades  izquierdas  del  corazón ; alguna  mas 
en  las-derechas;  ninguna  lesión  en  esta  entraña. 

Abdomen. — Estómago  sobresaliente  entre  todas  las  demás  visceras,  enorme- 
mente hinchado  y tenso,  de  color  natural  en  su  parte  anterior  o superior;  ná- 
cia  su  extremidad  izquierda  color  lívido  con  alguna  arborizaron;  parte  míe- 


- 1156  - 

A Dosterior,  coloración  rojiza  separada  de  la  lívida  por  una  línea  brusca. 
Atada  la  parte  inferior  del  esófago  con  dos  ligaduras,  la  superior  del  duodeno 
vel  Danto  de  unión  entre  el  íleon  y el  ciego,  por  fin  el  recto,  se  han  extraido 
todos  estos  órganos,  y abiertos  sucesivamente  de  arriba  á abajo,  se  han  reco- 
gido en  vasos  separados  de  cristal  los  líquidos  y materias  que  contenían.  En  el 
momento  de  cortarlos,  desprendimiento  de  gases. 

Lavado  con  agua  destilada  el  estómago,  ha  ofrecido  interiormente  en  general 
un  estado  sano,  alguna  mancha  ligerti  y arborizacion  poco  notable  en  los  punios 
correspondientes  á las  coloraciones  que  se  percibían  al  exterior;  bastante  canti- 
dad de  líquido  turbio,  pardusco  y de  olor  acido. 

Los  intestinos  delgados,  abiertos,  han  ofrecido  en  el  íleon  algunas  manchas 
lívidas  y mayor  arborizacion;  en  especial  en  las  parles  declives.  El  líquido*que 
conlenian  era  análogo,  al  simple  aspecto,  al  del  estómago. 

Los  intestinos  gruesos  han  presentado  inyección  venosa  y materias  fecales  en 
estado  natural;  una  mancha  lívida  ó pardusca  con  adelgazamiento  de  tejido 
junto  á la  válvula  íleo-cecal. 

Todos  estos  óiganos,  con  sus  líquidos  y materias,  han  sido  colocados  en  va- 
sos y sellados. 

El  páncreas  en  estado  normal,  solo  se  encontró  un  punto  con  vestigios  de  de- 
generación escirrosa. 

Hígado,  bazo,  vejiga  de  la  hiel  en  estado  sano,  vejiga  urinaria  conteniendo 
unas  seis  onzas  de  líquido  bastante  turbio. 

El  líquido  ha  sido  puesto  en  su  vaso,  y este  sellado. 

Ulero  en  estado  sano,  en  su  cavidad  pequeña  porción  de  un  moco  rojo  oscuro, 
que  se  sacó  con  el  mango  del  escalpelo. 

Trompas  algo  mas  dilatadas  que  en  estado  natural  y llenas  de  un  moco  igual 
al  del  útero. 

Ovarios  en  estado  sano;  en  uno  de  ellos  un  quiste  del  grosor  de  un  huevo  de 
tórtola  lleno  de  serosidad. 

Vagina  normal.  Trasladadas  las  materias  y órganos  encerrados  en  los  vasos 
sellados  al  laboratorio  de  química  de  la  Facultad  de  ciencias  médicas  de  esta 
corte,  se  procedió  á su  examen  especial  y detenido.  Los  vasos  sellados  eran: 

1. °  Una  copa  que  contenía  como  unas  seis  onzas  de  orina  extraída  de  la  vejiga 
del  cadáver. 

2. °  Un  vaso  en  que  había  como  un  cuartillo  de  un  líquido  de  color  rojo,  pro- 
cedente, segur)  se  dijo,  de  vómito,  de  olor  vinoso,  en  el  cual  se  encontró  un  pe- 
dacito  de  cuerda  anudado,  de  unas  tres  líneas  de  diámetro,  dos  pedazos  de  pe- 
chuga de  ave  de  una  pulgada  y media,  cubierto  el  uno  con  Ja  piel,  un  pedazo  de 
piel,  al  parecer  de  cuello  de  ave,  mucho  parénquima  de  fresa , fresas  enteras  y 
materia  colorante,  con  semillas  de  la  misma  fruta. 

3. °  Otro  vaso  en  que  había  el  estómago  con  sus  líquidos  y materias  y el  agua 
destilada  con  que  se  lavó;  el  contenido  era  mucoso,  pulposo,  ácido  agrisado,  en 
el  cual  se  reconocieron  algunas  fresas  enteras,  pedacitos  muy  pequeños  de  pe- 
chuga de  aves  y de  dos  huesecilos  de  las  mismas,  dos  ó tres  pedacitos  al  parecer 
de  pepinillo  en  vinagre,  y bastante  cebolla  picada. 

4. °  Otro  vaso  en  que  habia  los  intestinos  delgados  y su  contenido,  en  el  que 
se  advenía  bastante  cantidad  de  semilla  de  fresa. 

5. ®  Otro,  en  fin,  en  que  habia  los  intestinos  gruesos  con  sus  materias  fecales. 
Además  de  estos  vasos,  fuó  trasladada  la  arpillera,  á modo  de  jergón,  con 

grandes  y fuertes  manchas,  al  parecer , de  vómito  sanguinolento,  <ús  que  di- 
sueltas cou  lodo  el  esmero  debido,  dieron  notable  cantidad  de  albúmina,  algu- 
nos restos  de  materias  animales,  materia  colorante  y parénquima  de  fresas,  se- 
millas de  lo  mismo  y fibrina. 

Los  líquidos  existentes  por  una  parte,  por  otra  los  que  resultaron  de  la  debida 
cocción  de  las  visceras,  y últimamente  el  residuo  de  la  carbonización  del  esto- 
mago per  el  ácido  sulfúrico,  tratado  todo  por  separado  y con  la  mayor  prolijidad 
sitivn^r0  ^os  me(L°s  analíticos  que  la  química  suministra,  ningún  dato  po- 
vo  oirecieron  por  el  que  pudiese  sospecharse  la  ingestión  de  sustancia  alguna 


- 1157  - 

venenosa  de  origen  inorgánico.  Insistióse  todavía  en  la  investigación  de  sustan- 
cias arsenicales,  mas  ni  los  métodos  de  Marhs  modificados  por  Orfila,  Berzelius, 
Liebig,  dieron  resultado  alguno  positivo,  por  mas  que  se  repitieron  y variaron 
de  sobra.  Abandonando  el  campo  de  la  investigación  por  lo  que  á venenos  mi- 
nerales loca,  se  dirigieron  las  operaciones  hacia  el  terreno  mas  difícil  de  los  ve- 
nenos de  origen  orgánico,  cuyo  hallazgo  es  siempre  menos  seguro  y mas  ex- 
puesto á error. 

Evaporada  suficientemente  la  orina  en  cápsulas  de  porcelana,  tratada  con  el 
alcohol  hirvienle , filtrado  el  líquido  resultante , evaporado  de  nuevo,  tratado 
con  agua  acidulada  con  ácido  acético,  precipitado  por  el  acetato  plúmbico  bá- 
sico, separado  el  exceso  de  este  último  por  una  corriente  de  sulfido-hídrico  y 
por  la  nueva  filtración,  evaporado  hasta  sequedad,  á beneficio  de  suave  calor, 
nuevamente  tratado  el  residuo  con  el  alcohol,  desteñido  el  líquido  por  el  carbón 
evaporado  nuevamente,  fraccionado  el  producto  y sujetado  á la  acción  del  ácido 
nítrico  á 40  grados  y á la  del  cloruro  férrico,  dio  el  primero  un  color  anaranjado, 
y el  segundo  un  color  verde  de  aceituna , los  mismos  que,  tratada  con  iguales 
reactivos,  presenta  la  morfina,  según  se  comprobó  para  mejor  seguridad,  varias 
veces,  sujetando  dicha  sustancia  pura,  ya  á la  acción  del  ácido  nítrico,  ya  á la 
del  cloruro  férrico,  y comparado  el  resultado  con  los  que  una  y otra  vez  ofre- 
cieron los  residuos  de  dicho  tratamiento  de  la  orina,  no  menos’ que  los  del  lí- 
quido contenido  en  el  estómago,  después  de  pasar  por  una  serie  de  operaciones 
análogas á las  referidas,  presentaron  iguales  fenómenos  con  los  reactivos  indi- 
cados. 

Reiteráronse  cuantas  veces  fué  dado  las  pruebas  y contrapruebas,  compa- 
rando los  colores  producidos  por  la  acción , ya  con  ácido  nítrico,  ya  con  el  clo- 
ruro férrico;  aquí  con  los  residuos  en  la  orina;  allí  con  los  del  contenido  del  es- 
tómago, y observando  la  semejanza  ó diferencia  que  dejaron  ver  con  los  resul- 
tados de  igual  reacción  sobre  la  sal  de  morfina , que  se  tenia  dispuesta  y que  se 
procuró  colocar  en  circunstancias  análogas. 

El  resultado  de  estas  comparaciones  manifestó  que  en  ambos  casos  los  efectos 
parecieron  idénticos,  y observando  los  mismos  matices  y tonos  en  las  materias 
de  investigación  que  en  la  sustancia  conocida,  se  vió  que  la  reacción  promovida 
por  el  ácido  nítrico  y el  cloruro  férrico  en  el  contenido  de  la  vejiga  y en  los  lí- 
quidos procedentes  clel  estómago , semejaba  físicamente  á la  promovida  , por  ios 
mismos  y en  circunstancias  parecidas  en  la  morfina  pura,  que  se  escogió  como 
término  de  comparación. 

Por  lo  que  loca  á los  líquidos  procedentes  de  vómito  , de  los  intestinos  delga- 
dos y de  los  gruesos,  aunque  sometidos  á iguales  ensayos,  no  dieron  el  mas  li- 
gero resultado,  ni  muestra  la  mas  mínima  de  coloración  parecida  á la  indicada; 
solamente  en  el  residuo  del  líquido  procedente  de  la  disolución  de  las  manchas 
de  la  arpillera  se  observó  que  con  el  cloruro  férrico  tomó  el  color  aceitunado, 
pero  debiendo  presentar  el  amarillo  anaranjado  por  el  ácido  nítrico,  lo  tomó  vi- 
noso muy  diferente  de  aquel. 

De  todo  lo  que  precede  creemos  poder  concluir  .- 

Primero.  Que,  según  los  síntomas  observados  por  los  doctores  D.  Aguedo  Pi- 
nilla  y D.  Juan  Drument,  y el  estado  de  robustez,  buena  conformación  y sani- 
dad en  general,  en  la  constitución  que  presentó  el  cadáver  de  la  María  Bona- 
mot,  la  enfermedad  que  produjo  su  muerte  fué  aguda  y rápida,  como  las  que 
son  resultado  de  una  causa  enérgica  y ejecutiva  que  obra  sobre  alguno  de  los 
centros  d.e  la  vida. 

Segundó.  Que  entre  dichos  síntomas,  hay  algunos  que  se  presentan  en  los  en- 
venenamientos producidos  por  el  opio  y sus  preparados. 

Tercero.  Que  ni  los  vestidos  ni  la  inspección  cadavérica  han  presentado  nin- 
gún vestigio  de  menstruación,  ni  de  enfermedad  aguda  ó crónica,  por  lo  cual 
pueda  explicarse  la  muerte  rápida  de  la  María  Bonarool,  excepto  la  congestión 
sanguínea  de  los  pulmones,  la  tensión  é hinchazón  extremada  del  estómago  y al- 
gunas coloraciones  y arborizaciones  venosas  en  las  partes  declives  de  esta  en- 
traña y de  los  iniestiuos,  en  especial  por  lo  que  loca  a las  primeras. 


— 1158  — 

rnarto  Que  ni  la  congestión  de  los  pulmones,  ni  la  hinchazón  del  estómago, 

¡ Vas  coloraciones  y vascularizaciones  de  esta  viscera  y de  los  intestinos  iban 
arom  Da  nadas  de  lesión  alguna  patológica  en  los  tejidos,  siendo  la  primera  se- 
mejante en  un  todo  á la  que  se  efectúa  en  las  asfixias;  la  segunda,  á la  produ- 
cida por  la  espansion  de  gases,  y las  últimas,  á los  fenómenos  cadavéricos , por 
ocupar  los  puntos  declives  y separarse  del  resto  de  tejido  no  colorados  por  lí- 
neas bruscas.  , , , 

Quinto.  Que  ni  la  congestión  sanguínea  de  los  pulmones,  ni  la  tensión  del  es- 
tómago, se  manifestó  por  los  síntomas  que  les  son  propios,  cuando  Bonamot  fuó 
examinada  por  los  doctores  Pinilla  y Drument. 

Sexto.  Que  estas  alteraciones,  en  especial  la  congestión  pulmonal  y la  hin- 
chazón del  estómago,  se  encuentran  entre  las  producidas  por  ios  venenos  nar- 
cóticos. 

Séptimo.  Que  la  orina  y líquidos  contenidos  en  el  estómago  sujetado  á la  análi- 
sis, han  dado  reacciones  semejantes  á las  que  demuestran  en  el  estado  actual  de 
la  química  la  existencia  de  la  morfina  y sus  preparados. 

Octavo.  Que  los  síntomas  presentados  por  la  Bonamot  y las  alteraciones  de  su 
cadáver,  están  en  concordancia  con  los  resultados  de  las  análisis  químicas. 

Noveno.  Que  en  el  estado  actual  de  la  ciencia,  la  relación  y concordancia  que 
se  advierte  entre  los  síntomas  de  la  enfermedad  ejecutiva  de  la  María,  el  estado 
exterior  é interior  de  su  cadáver,  y el  resultado  ue  las  análisis  químicas,  indi- 
can que  ha  muerto  envenenada,  y que  la  sustancia  empleada  para  el  envenena- 
miento ha  sido  el  opio  ó alguno  de  sus  preparados. 

Dios  guarde  á Y.  S.  muchos  años.  Madrid  1G  de  junio  de  1844. 

Ndm.  2.° — Informe  sobre  un  envenenamiento  por  el  ácido  arsenioso. 

Los  abajo  firmados,  doctores  en  medicina  , catedrático  el  uno  de  Medicina  le- 
gal y Toxicología , y eí  otro  supernumerario  y sustituto  de  dicha  asignatura, 
han  examinado  las  materias  guardadas  en  el  cajón  que  V.  S.  se  sirvió  remitirles 
acompañado  de  un  atento  oficio  (en  fecha  13  de  diciembre),  referente  á otro 

del  Juez  de  primera  instancia  de  B con  el  encargo  de  practicar  la  oportuna 

análisis  química  de  los  líquidos  contenidos  en  aquel,  y concluidas  las  operacio- 
nes necesarias  para  el  debido  desempeño  de  su  cometido,  tienen  la  honra  de 
manifestar  á Y.  S.  el  resultado  definitivo  de  las  mismas  en  este  informe. 

El  cajón  es  de  pino,  de  75  milímetros  de  largo  y 11  centímetros  de  ancho,  y 
15  centímetros  de  alto. 

En  su  cara  superior  hay  un  rótulo  que  dice  cubierta , y su  sello  con  tinta  ne- 
gra Juzgado  de  primera  instancia  de  Úande. 

En  la  cara  anterior  otro  que  dice : Señor  Juez  decano  de  los  de  primera  ins- 
tancia de  Madrid  y un  sello  igual  al  precedente. 

En  la  cara  posterior  dos  cintas  de  algodón  ó balduque  encarnado,  puestas  en 
forma  de  cruz  y sujetas  en  sus  extremos  con  un  clavo. 

Levantada  la  tapa  , que  estaba  clavada  con  seis  clavos,  se  encontraron  dentro 
dos  frascos  de  vidrio  metidos  entre  papeles  apelotonados. 

El  uno  de  estos  frascos  era  cilindrico  y mayor,  y el  otro  mas  pequeño,  aplas- 
tado, como  los  que  sirven  para  pomadas,  ó aceites  y aguas  de  olor. 

Ambos  estaban  tapados  con  tapones  de  corcho  y un  papel  con  el  sello  del  Juz- 
gado preinserto. 

Ni  uno  ni  otro  frasco  tenían  muestra  ni  rótulo  por  el  cual  pudiera  venirse  en 
conocimiento  de  su  procedencia.  El  mayor  estaba  casi  lleno  de  un  líquido  mo- 
reno rojizo,  sucio,  y presentaba  un  sedimento  de!  mismo  color  sucio. 

Pesado  dió  230  gramos. 

Se  le  puso  un  rótulo  con  el  número  l.° 

El  otro  contenia  un  trapo  en  forma  de  muñeca. 

^ gramos  y se  le  puso  el  número  2.° 

56  e^rasco  número  l.°,  y acto  continuo  se  desprendió  un  olor  un  poco 

recto,  propio  de  la  putrefacción  del  contenido,  y extraído  este  y pesado  dió  108 


— 1159  - 

4 

gramos.  Se  turnó  una  parte  y sumergiendo  en  ella  el  papel  azul  de  tornasol,  este 
se  enrojeció. 

Carbonizada  con  ácido  sulfúrico,  tratado  el  carbón  con  agua  acidulada , con 
ácido  clorhídrico,  y filtrado  y sometido  el  líquido  á la  acción  de  una  corriente 
del  ácido  hidrosulfúrico,  dió  un  precipitado  amarillo. 

Ensayado  por  el  aparato  de  Mariis,  se  obtuvieron  manchas  de  un  color  leonado 
oscuro,  las  que  desaparecían  aumentando  la  temperatura  y con  los  vapores 
de  agua  de  cloro.  Expuestas  á la  acción  del  ácido  sulfhídrico  se  ponían  amarillas. 

Los  vapores  dei  yodo  les  hacían  tomar  un  color  amarillo  rojizo. 

Se  disolvían  perfectamente  en  el  ácido  nítrico  por  poco  que  se  aumentase  la 
temperatura,  y evaporada  la  solución  hasta  sequedad,  so  obtuvo  un  residuo 
blanco  amarillento  que  se  tiñó  de  rojo  de  ladrillo  con  una  gota  de  nitrato  de 
plata  disuelto. 

Calentando  el  tubo,  se  obtuvo  una  mancha  ó anillo  con  iguales  caractóres. 

Tomada  otra  porción  del  líquido  contenido  en  el  frasco  número  l.°  se  intro- 
dujo  en  una  retorta  de  vidrio,  la  que  comunicaba  con  un  recipiente  y se  colocó 
en  un  baño  de  maría  , elevando  la  temperatura  á 60°. 

El  líquido  del  recipiente,  que  resultó  de  la  destilación  de  olor  un  tanto  em- 
pireumático,  dió  reacción  neutra  con  los  papeles. 

El  de  la  retorta  fué  tratado  con  alcohol  de  40°,  y se  filtró  quedando  del  todo 
transparente. 

Sometido  el  licor  á una  corriente  de  ácido  sulfhídrico,  dió  un  precipitado  ama- 
rillo de  canario,  disolviéndose  en  el  amoníaco  con  pérdida  de  color. 

Suficientemente  examinado  lo  contenido  en  el  frasco  número  l.°  se  pasó  al 
análisis  de  lo  contenido  en  el  del  número  2.° 

Desatada  la  muñequila  que  formaba  el  pedazo  de  lienzo  guardado  en  ese 
frasco,  se  vió  que  contenia  un  polvo  blanco  ó una  sustancia  en  fragmentos 
muy  pequeños,  de  aspecto  cristalino  y pesó  3 gramos.  Echóse  un  poco  de  esa  sus- 
tancia en  las  ascuas  y hubo  formación  de  vapores  en  la  base  rojos,  y mas  arriba 
blancos  con  olor  aliáceo  manifiesto.  Otra  porción  echada  eu  una  lámina  de  platino 
enrojecida  , desapareció  por  completo  sin  arrojar  olor  y dando  un  humo  blanco. 

Se  trató  otra  porción  con  agua  destilada  fría,  en  la  que  se  disolvió  poco;  se 
calentó  y se  disolvió  más,  y dejando  enfriar,  dió  reacción  acida  con  el  papel 
azul  de  tornasol,  enrojeciéndole  notablemente. 

Se  trató  con  una  corriente  de  ácido  sulfhídrico  y precipitó  en  amarillo  de 
canario,  el  precipitado  se  disolvió  perfectamente  eu  el  amoníaco  perdiendo  de 
todo  punto  el  color. 

Echada  una  porción  del  líquido  en  el  aparato  de  Marhs,  se  obtuvieron  man- 
chas y anillos  enteramente  iguales  en  caracléres  á los  obtenidos  del  licor  pro- 
cedente del  frasco  número  1.a,  pero  mucho  mas  notables  é intensos. 

Una  porción  de  la  sustancia  pulverulenta  de  la  muñeca  fué  colocada  en  una 
capsulita  de  porcelana  y tratada  con  algunas  gotas  de  aguarégia,  evaporóse 
á sequedad  y dió  una  sustancia  blanca  , la  que  precipitó  en  rojo  de  ladrillo 
por  él  nitrato  de  plata;  el  precipitado  se  disolvió  por  completo  en  el  agua  tanto 
caliente  como  fria. 

En  el  aparato  de  Marhs  dió  también  manchas  y anillos. 

Los  infraescrilos  devuelven  al  Juzgado  el  cajón  y los  dos  frascos  con  parte  de 
lo  que  respectivamente  contenían , lacrado  y sellado,  y además  como  prueba  de 
hecho  de  lo  que  han  obtenido : 

1. °  Dos  tubos  de  vidrio,  uno  con  el  anillo  con  el  mismo  en  que  se  obtuvo,  y 
otro  tratado  por  una  corriente  de  ácido  sulfhídrico. 

2. °  Varios  fragmentos  de  cápsulas  de  porcelana  con  manchas , unas  de  las 
cuales  se  obtuvieron  tratadas  con  el  ácido  sulfhídrico,  y otras  con  el  yodo. 

De  todo  lo  que  precede  se  desprende  y los  infraescrilos  deducen  : 

1. °  Que  el  líquido  contenido  en  el  frasco  número  l.°  es  orgánico  y semejante 

al  que  procede  del  estómago  de  un  sugeto.  . . , 

2. °  Que  dicho  liquido  contiene  indudablemente  vestigios  de  un  preparado 

arsénica!  venenoso. 


- 1160  - 


s o y„e  el  polvo  de  la  muñeca  encerrado  en  el  2.° 

se Dios0 «u arde  á V.  S.  muchos  años. 

Madrid  25  de  enero  de  1859 . 


frasco , es  ácido  ar  • 


NúM.  3.°— Informe  sobre  un  envenenamiento  por  el  sublimado  corrosivo. 

Los  abajo  firmados,  doctores  en  medicina,  catedrático  el  uno  de  Medicina 
legal  y Toxicología,  y el  olro  sustitulo  de  esta  asignatura,  en  la  facultad  de 
medicina  de  la  Universidad  central,  hemos  recibido  un  oficio  del  señor  Juez  de 
primera  instancia  del  Prado  de  esta  córte,  fecha  l.°  de  marzo  de  este  año, 
acompañado  do  un  cajón  con  dos  botellas,  donde  estaban  contenidas  las  visceras 
extraídas  del  cadáver  de  R.  E. ; otro  oficio  del  mismo  juzgado  con  fecha  15  de 
marzo  último,  advirtiéndonos  que  el  juzgado  de  Palacio  se  encargaba  de  este 
negocio,  y que  por  el  mismo  nos  serian  remitidas  mas  sustancias  procedentes 
del  indicado  cadáver,  y finalmente  olro  oficio  con  fecha  16  de  marzo  de  este  año 

acompañando  un  tonel  con  visceras  de  la  C y una  copia  de  la  declaración 

prestada  por  los  facultativos  que  practicaron  la  autopsia,  todo  ello  relativo  á un 
exhorto  del  Juez  de  primera  instancia  de  la  Seo  de  Urgel  y con  el  objeto  de  que 
fuesen  analizadas  dichas  materias  y dar  cuenta  del  resultado. 

Habiendo  examinado,  al  alcanzarles  su  turno  , dichas  sustancias,  nos  apre- 
suramos á manifestar  á V.  S.  el  resultado  obtenido  por  medio  de  las  operacio- 
nes analíticas  que  con  dicho  objeto  hemos  practicado. 

Lo  que  hemos  recibido  es:  l.°  un  cajón;  2.°  un  tonel. 

El  cajón  era  de  pino,  cuyas  dimensiones  eran alto ancho ('), 

grueso,  con  una  cinta  que  le  sujetaba  imperfectamente  y tres  sellos  en  diferen- 
tes puntos  de  esta  cinta  completamente  borrados;  en  la  tapa  había  un  rótulo  pe- 
gado con  obleas  encarnadas  que  decía:  «S.  N.  Al  señor  Juez  decano  de  la  Villa 
y Corle.  El  infraescrito  escribano  del  Juzgado  de  Seo  de  Urgel,  provincia  de 
Lérida:  Certifico  que  este  cajón  contiene  dos  redomas,  en  las  que  existen  sus- 
tancias pertenecientes  á causa  criminal.  J.  C.  V.°  B.°  El  promotor , Manuel  F.  y 
de  R.  Madrid.»  Un  sello  en  tinta  azul  que  no  pudo  leerse. 

Levantada  la  tapa,  fuertemente  asegurada  con  muchas  puntas  de  Paris,  se  en- 
contró lleno  de  salvado,  y entre  el  mismo  dos  botellas  de  vidrio  de  color  de  las 
que  usualmente  sirven  para  poner  vino;  las  dos  llenas  enteramente  de  un  líquido 
turbio  con  dos  rótulos  que  decían  número  1,  número  2 ; tapadas  con  un  corcho 
y lacradas  con  lacre  encarnado.  Su  peso  era  el  número  l.°,  872  gramos , y el  nú- 
mero 2.°,  773. 

Tomóse  la  botella  número  l.°,  introdújose  parte  de  su  contenido,  al  parecer 
orgánico,  líquido  bastante  consistente,  turbio,  amarillento,  rojizo,  y ácido,  en 
una  retorta  de  vidrio  colocada  en  un  baño  de  maría  y que  comunicaba  con  un 
recipiente  de  vidrio  continuamente  enfriado,  y esto  mediante*  un  tubo  encor- 
vado con  una  copa  llena  de  agua  destilada.  Elevóse  la  temperatura  á 60°,  reti- 
róse el  liquido  obtenido  que  fué  débilmente  alcalino  amoniacal,  elevóse  después 
, Ia  temperatura  hasta  la  ebullición,  y lo  obtenido  en  el  recipiente  fué  completa- 
mente neutro. 

Tomóse  el  residuo  que  quedó  en  la  retorta,  diluyóse  en  agua  destilada,  ca- 
lentóse, después  de  frió  se  añadió  alcohol  de  40°,  filtróse  por  papel  préviamente 
humedecido  con  agua  destilada,  y el  licor  obtenido,  bastante  incoloro  y trans- 
parente, con  reacción  sensiblemente  acida,  se  sometió  á los  reactivos  si- 
guientes : 

Con  el  sulfhídrico  adquirió  una  coloración  al  principio  amarillenta,  á las  veinte 
y cuatro  horas  parda. 

Con  el  sulfhidrato  amónico,  precipitado  negro. 

Con  la  potasa  amarilleó,  precipitando  á las  pocas  horas. 

hlin  E.n  las  1minuta9  Y libro  de  donde  extraigo  estos  casos  están  estas  dimensiones  en 

neo;  por  lo  tanto,  no  recordándolas,  en  blanco  las  dejo. 


- 1161  - 

El  yoduro  potásico  dió  igualmente  una  coloración  amarillo-rojiza  que  desapa- 
reció por  un  exceso  del  reactivo. 

Tomóse  otra  porción’  de  lo  contenido  en  la  botella,  evaporóse  á un  calor 
suave  hasta  sequedad,  tratóse  con  ácido  sulfúrico  el  residuo,  carbonizóse,  el 
carbón  resultante  se  humedeció  con  unas  gotas  de  ácido  cloro-nítrico,  secóse, 
diluyóse  en  agua  destilada,  calentando  la  mezcla  por  espacio  de  una  hora,  fil- 
trado en  frió,  quedó  un  licor  perfectamente  incoloro  y transparente,  ligeramente 
ácido,  que  dió  con  los  reactivos  siguientes: 

Con  el  sulfhídrico,  precipitado  al  principio,  amarillento  sucio;  luego  negro. 

Con  el  sulfhidralo  amónico,  precipitado  negro. 

Con  la  potasa,  amarillento. 

Con  el  yoduro  potásico,  precipitado  rojizo,  que  se  redisolvió  en  un  exceso  del 
reactivo. 

Colocada  una  lámina  de  cobre  perfectamente  limpia  y pulida  en  el  licor,  al 
que  se  añadieron  algunas  gotas  de  una  disolución  de  cloruro  amónico,  á las 
veinte  y cuatro  horas , á simple  vista  , y mas  con  auxilio  de  una  lente  de  corto 
aumento,  aparecieron  sobre  un  fondo  pardusco  unos  puntos  esféricos,  blancos, 
brillantes,  líquidos,  que  desaparecieron  calentándola  lámina. 

Tomóse  la  botella  número 2.°,  igual  á la  otra,  examinóse  su  contenido,  tam- 
bién muy  parecido,  como  orgánico,  semi-liquido  y ácido,  y sujetóse  á iguales 
operaciones , que  dieron  un  resultado  perfectamente  igual. 

Recibióse  á los  pocos  dias  un  tonel , reforzado  con  aros  de  hierro  de alto 

y de  circunferencia,  cuya  lapa  tenia  un  agujero  redondo,  tapado  con  uu 

corcho,  y lacrado  con  lacre  encarnado. 

Destapado,  encontróse  casi  lleno  de  un  líquido  que  parecía  alcohol , y ade- 
más vasos,  visceras,  intestinos  y pulmón. 

Tomóse  una  porción  de  los  primeros,  redujéronse  á fragmentos  con  unas  tije- 
ras, se  pusieron  en  una  cápsula  de  porcelana,  y se  dejaron  como  una  hora  con 
ácido  sulfúrico  concentrado,  que  los  disolvió  por  completo.  Carbonizóse  luego  á 
una  temperatura  poco  elevada,  y separada  la  cápsula  del  hornillo,  á simple  vista 
aparecieron  entre  el  carbón  una  multitud  de  globulitos  blancos,  brillantes,  y 
con  una  lente  se  distinguían  todavía  mayor  número. 

Tratóse  el  carbón  después  de  pulverizado  con  ácido  cloro-nítrico,  calentóse 
ligeramente,  é hirvióse  por  media  hora  en  agua  destilada.  Filtrado  en  frío,  ob- 
túvose un  licor  perfectamente  incoloro,  transparente  y algo  ácido,  que  se  ensayó 
con  los  reactivos  siguientes. 

Una  corriente  de  sulfhídrico  dió  un  abundante  precipitado  negro. 

Igual  reacción  se  logró  con  el  sulfhidrato  amónico. 

La  potasa  dió  un  precipitado  amarillo  rojizo,  que  se  redisolvió  con  unas  gotas 
de  ácido  nítrico. 

El  yoduro  potásico  dió  un  precipitado  rojo,  que  se  redisolvió  en  un  exceso 
del  reactivo. 

Una  lámina  de  cobre  sumergida  veinte  y cuatro  horas  en  el  licor,  adicionado 
con  un  poco  de  cloruro  amónico,  se  cubrió  de  globulitos  perfectamente  iguales 
á los  observados  en  el  carbón. 

Tomóse  un  trozo  de  pulmón,  contenido  como  se  ha  dicho  igualmente  en  el 
tonel,  y después  de  cortado  á pedacilos,  se  carbonizó  con  ácido  sulfúrico  ; prac- 
ticáronse las  mismas  operaciones  que  en  el  caso  anterior,  y los  resultados  fueron 
iguales.  . _ 

Tales  fueron  los  resultados  obtenidos  por  medio  de  las  operaciones  detenida- 
mente expuestas  en  lo  que  antecede. 

De  estos  resultados  analíticos  se  deduce  lógicamente,  atendidas  las  reaccio- 
nes características  é indudables  que  ofrecen  las  sustancias  tratadas  con  los 
reactivos  propios  para  descubrir  bases  inorgánicas,  que  tanto  las  materias  con- 
tenidas en  las  botellas  que  encerraba  el  cajón,  como  las  que  estaban  en  el  tonel, 
contienen  notable  cantidad  de  bicloruro  de  mercurio,  o sea  sublimado  corro- 
sivo, sustancia  eminentemente  venenosa. 

Madrid  29  de  mayo  de  1859. 


1162 


Num.  4.°—  informe  sobre  un  envenenamiento  por  el  fósforo. 

Los  abajo  firmados,  etc.,  hemos  recibido  un  oficio  atento  del  Juez  de  primera 
instancia  de  Lavapies  de  esta  córte,  relativo  á la  causa  criminal  que  en  dicho 

juzgado  se  está  siguiendo  á D.  B L por  haber  tratado  de  envenenar  con 

aceite  de  hígado  de  bacalao  fosforado  á una  niña  , y junto  con  el  oficio  dos  botes 
lacrados  y sellados , con  el  objeto  de  que  fueran  analizadas  las  materias  conte - 
vidas  en  dichos  frascos. 

Este  caso  quedó  registrado  en  el  libro  de  entradas  , con  el  número  1 de  este 
año,  para  cuando  le  alcanzase  el  turno  que  rigurosamente  se  sigue  en  este  labo- 
ratorio, á menos  que  circunstancias  extraordinarias,  ó motivos  abonados  nos 
obliguen  á interrumpirle. 

Alcanzado  el  turno,  y no  habiendo  mas  documentos  que  examinar  que  el  ofi- 
cio de  remisión  , pasamos  al  examen  de  los  frascos. 

Estos  eran  dos  : uno  de  vidrio  verde,  y otro  de  cristal  blanco. 

El  primero,  que  así  se  numeró,  estaba  tapado  con  un  corcho,  y lacrado  con 
lacre  encarnado,  que  parecía  tener  un  sello,  aunque  apenas  se  conocía,  y con- 
tenía una  sustancia  rojiza  , de  consistencia  oleosa ; pesó  110  gramos. 

El  mayor  se  numeró  con  el  número  2;  tenia  la  figura  exagonal;  estaba  igual- 
mente tapado  con  corcho  y lacre  encarnado,  con  un  sello  mas  perceptible,  pero 
que  tampoco  pudo  leerse;  pesó  415  gramos. 

Destapado  el  frasco  número  1 , vertióse  el  contenido  en  una  cápsula,  y se  vió 
que  era  un  líquido  amarillo  verdoso,  de  olor  á pescado,  y parecido  en  efecto  al 
que  tiene  el  aceite  de  hígado  de  bacalao  del  comercio;  ofrecía  además  un  olor 
igual  al  del  fósforo,  en  particular  agitando  el  liquido. 

Por  decantación , separóse  la  porción  líquida  de  la  sólida , que  ocupaba  la 
parte  inferior  de  la  cápsula. 

Una  porción  de  la  parte  líquida  agitóse  con  una  varilla  de  cristal  en  la  oscu- 
ridad , y percibiéronse  ráfagas  luminosas  muy  marcadas,  y un  olor  aliáceo. 

La  sólida,  se  introdujo  en  un  matraz  de  vidrio,  añadiéndole  un  poco  de  lejía 
de  potasa  ,con  el  objeto  de  emulsionar  el  aceite;  se  presentaron  entonces  mas 
manifiestas  unas  partículas  amarillentas,  de  la  consistencia  de  la  cera : este 
líquido,  agitado  en  la  oscuridad,  presentaba  también  fosforescencia.  Los  troci- 
tos  sólidos  se  separaron  por  decantación,  se  lavaron  con  agua  destilada  ; y colo- 
cados en  un  obturador  de  cristal,  se  expusieron  al  sol.  A los  pocos  momentos, 
se  levantó  un  humo  denso,  blanco,  y de  olor  á ajos. 

Introducidos  dos  ó tres  fragmentos  en  el  aparato  de  Mistchertitz , con  la  adi- 
ción de  ácido  sulfúrico,  no  pudimos  percibir  mas  que  dos  ó tres  ráfagas  lumino- 
sas muy  débiles. 

Los  mismos  fragmentos  ardían  con  llama  viva , elevando  la  temperatura. 

El  contenido  del  frasco  número  2 era  una  sustancia  sólida , de  consistencia 
de  natillas,  de  color  blanco,  y sin  olor  característico. 

El  examen  físico  no  nos  dió  á conocer  ninguna  partícula  análoga  á las  que 
contenía  el  aceite. 

Diluida  una  porción  en  agua  destilada,  y agitando  en  la  oscuridad,  no  hufcio 
fosforescencia  ni  olor  aliáceo. 

Filtrado,  dió  un  líquido  opalino,  de  reacción  neutra,  que  precipitó  en  blanco 
por  el  nitrato  argéntico,  disolviéndose  el  precipitado  en  el  amoníaco;  pero  no 
precipitó  por  el  cloruro  de  bario,  sulfato  calcico,  ni  sulfato  magnésico,  aun  aña- 
diendo un  poco  de  amoníaco. 

Una  porción  de  la  masa  que  contenia  el  frasco  se  introdujo  en  una  retorta  de 
cristal,  se  añadió  agua  destilada  y ácido  nítrico,  adaptóse  al  cuello  de  la  retorta 
un  recipiente  de  cristal , cuya  tubulura  comunicaba  con  una  copa  llena  de  agua 
destilada , mediante  un  tubo  encorvado.  , . 

Sumergida  la  retorta  en  un  baño  de  maría,  elevóse  la  temperatura  de  este  a ia 
ebullición. Disolvióse  por  completo  el  contenido  de  la  retorta,  y destiló  en  .ei 
recipieute  un  licor  incoloro,  transpareufe  y de  reacción  ácida.  No  precipuo, 


— 1163  - 

sin  embargo,  por  el  cloruro  bárico,  nitrato  argéntico  ni  sulfato  magnésico. 

Filtróse  el  liquido  de  la  retorta,  y el  licor  resultante  se  analizó  del  modo  si- 
guiente : 

Siendo  la  reacción  del  licor  acida  , se  neutralizó  con  potasa. 

Con  el  cloruro  bórico  dió  un  precipitado  blanco,  que  se  disolvió  en  el  ácido 
nítrico. 

Con  el  nitrato  argéntico,  precipitado  blanco  amarillento,  soluble  en  el  ácido 
nítrico  y en  el  amoniaco. 

Con  el  sulfato  calcico,  un  enturbiamiento  opalino,  que  desaparecía  con  una 
gota  de  ácido  nítrico. 

Con  el  sulfato  magnésico,  enturbiamiento  lechoso,  verdadero  precipitado  con 
unas  golas  de  amoniaco  líquido. 

Tales  han  sido  los  resultados  de  las  análisis  practicadas  en  las  materias  conte- 
nidas en  los  dos  botes  remitidos  á este  laboratorio  por  el  Juzgado  de  primera 
instancia  de  Lavapiés. 

De  estos  resultados  se  infiere  ser  cierto  que  el  liquido  del  bote  núm.  1,  ó 
mas  pequeño,  era , en  efecto,  aceite  de  hígado  de  bacalao  fosforado,  pues  tenia 
fosforo  disueno  por  el  aceite,  perceptible  por  su  olor  característico,  por  la  fos- 
forescencia y los  vapores  de  ácido  hipofosforoso  que  daba  agitando  la  mezcla,  y 
expuesta  la  parte  sólida  al  sol.  El  aparato  de  Mistcherlitz,  aunque  poco,  acabó 
de  confirmarlo.  Dicho  aceite  contenia  fósforo  en  sustancia,  y no  escaso,  por  lo 
cual,  administrado  deesa  suerte,  podia  producir  trastornos,  puesto  que  las  sus- 
tancias crasas  facilitan  su  absorción,  sin  alterarle,  y le  permiten  obrar  tóxica- 
mente en  el  torrente  circulatorio,  ó,  lo  que  es  lo  mismo,  en  la  masa  de  la 
sangre. 

En  cuanto  á las  materias  del  segundo  frasco,  ó bote,  procedentes  del  estómago 
por  medio  del  vómito,  no  pudimos  ya  reconocer  el  fósforo  en  sustancia,  nial 
estado  de  ácido  hipofosforoso;  tampoco  al  de  ácido  fosfórico  libre,  puesto  que 
los  reactivos  propios  para  ello  no  pudieron  revelarte;  mas  le  descubrimos  al  es- 
tado de  fosfato,  sin  duda  por  haberse  combinado  con  la  magnesia,  que,  según 
el  oficio,  se  administró  á la  niña  como  contraveneno  ó remedio  para  combatirle 
Ja  intoxicación.  Los  reactivos  característicos  de  los  fosfatos  revelaron  este  gé- 
nero de  sal,  ósea  el  ácido  fosfórico  combinado  con  una  base;  ácido  que  con 
toda  probabilidad  procedía  del  fósforo  ingerido  en  el  estómago  de  la  niña,  de 
donde  procedía  el  material  contenido  en  el  bote  núm.  2,  mezclado  con  el  aceite 
de  higado  de  bacalao. 

De  lodo  lo  expuesto,  por  lo  tanto,  se  deduce  : 

1. °  Que  el  bote  núm.  1,  ó mas  chico  de  los  dos  remitidos  á este  laboratorio 
por  el  Juzgado  de  Lavapiés  de  esta  corle,  era  aceite  de  higado  de  bacalao,  y 
contenia  bastante  cantidad  de  fósforo  libre,  en  parte  disuello  por  el  aceite. 

2. °  Que  las  materias  contenidas  en  el  segundo  bote,  ó mayor,  y procedentes 
del  estómago  de  la  niña  mencionada  en  el  oficio,  no  contenían  fósforo,  ni  ácido 
alguno  de  fósforo  al  estado  libre,  sino  al  estado  de  fosfato,  pero  cuyo  ácido  pro- 
cedía con  toda  probabilidad  del  fósforo  que  se  ingirió  con  el  aceite  de  hígado 
de  bacalao  fosforado. 

Tal  es  el  parecer  de  los  infraescritos,  á tenor  de  lo  que  han  observado  y se- 
gún el  estado  actual  de  la  ciencia. 

Madrid  11  de  abril  de  1860. 

Núm.  5.°  — Informe  sobre  un  envenenamiento  por  el  ácido  nítrico. 

Los  abajo  firmados,  etc.,  hemos  recibido  de  ese  Juzgado  de  primera  instan- 
cia del  Barquillo,  un  atento  oficio,  acompañado  de  un  testimonio  y dos  botellas 
procedentes  del  señor  Juez  de  la  misma  clase  de  Toledo,  con  el  objeto  de  que 
se  practicara  la  análisis  química  de  las  materias  recogidas  y embotelladas  por  los 
facultativos,  y pertenecientes  al  cadáver  de  la  niña  E G á fin  de  con- 

signar las  sustancias  nocivas  que  contuvieran,  y si  entre  ellas  lo  era  el  agua 
fuerte. 


~ 1164  - 

Este  caso  quedó  registrado  en  el  libro  de  entradas  con  el  núm.  6 de  este  afio 
para  «uando  le  alcanzare  el  turno,  que  se  sigue  rigorosamente  en  este  laboratorio' 
siempre  que  no  hay  circunstancias  abonadas  que  nos  obliguen  á interrumpirle’ 
~ Alcanzado  ese  turno , examinamos  el  testimonio  remitido,  que  es  una  pieza  dé 
dos  folios  hábiles  de  oficio,  y su  contenido  se  reduce  á manifestar  el  objeto  in- 
dicado, en  virtud  de  la  causa  criminal  que  en  dicho  juzgado  se  sigue  con- 
tra E G por  muerte  de  la  niña  E su  hija,  por  envenenamiento  con 

agua  fuerte,  y haber  hecho  tomar  algo  de  la  citada  agua  fuerte  á la  fuerza  ó 

con  engaños,  áG M mujer  del  mismo,  el  21  de  enero  de  1862.  Yiq0 

este  documento,  pasamos  al  reconocimiento  exterior  de  las  dos  botellas  mencio- 
nadas, para  proceder  en  seguida  á la  análisis  química  de  su  contenido. 

Las  botellas  son  dos,  de  vidrio  verde  ambas,  la  una  mas  alta  que  la  otra- 
aquella  es  como  las  de  embotellar  vinos  generosos;  la  otra  es  mas  chica.  Ambas 
están  tapadas  con  corcho,  lacradas  con  lacre  rojizo,  y selladas  con  el  sello  del 
Juzgado,  pero  que  no  puede  leerse  bien.  La  mas  alta,  á la  que  hemos  dado  el 
núm.  1,  conleniacomo  un  tercio  de  su  capacidad  un  liquido  diáfano,  incoloro, 
que  al  simple  aspecto  parecía  alcohol , y los  pedazos  de  órganos  macerados  en  él 
con  algo  de  sedimento.  Las  paredes  interiores  de  la  botella  estaban  sucias  de  las 
materias  introducidas. 

La  mas  chica,  núm.  2,  presentaba,  el  dia  del  reconocimiento,  en  su  fondo, 
ocupando  en  su  cuarta  parte  una  sustancia  negra,  cuajada , y las  paredes  inte- 
riores estaban  también  cubiertas  de  una  capa  de  humores  secos. 

Tomada  nota  de  estos  datos  particulares  de  cada  una  de  las  botellas , destapa- 
mos la  del  núm.  1,  y recibimos  su  contenido  en  una  cápsula  de  porcelana.  Sepa- 
ramos por  decantación  la  parte  líquida  de  la  sólida;  aquella  exhalaba  el  olor  al- 
cohólico, y tenia  un  poco  de  sedimento  ó residuo  que  enturbió  un  lauto  el  líquido 
amarillento  de  caña.  Las  parles  sólidas  parecían  pertenecer  á órganos  diferen- 
tes, que  no  pudimos  á punto  fijo  determinar.  Una  de  ellas  parecía  ser  los  órga- 
nos de  la  voz,  lengua  con  su  base,  un  asta  del  hueso  bióides,  parle  del  esó- 
fago y la  glotis,  pero  sin  poderse  distinguir  bien,  por  lo  alterados  que  estaban 
estos  tejidos  con  la  maceracion  en  el  alcohol.  Menos  podia  determinarse  lo  que 
érala  otra  porción.  Las  dos  tenían  un  aspecto  general  de  color  amarillo,  con 
algunos  matices  blanquecinos  y manchas  verdosas,  y además  el  tejido  era  fuer- 
te, duro,  como  todo  el  que  recibe  por  largo  tiempo  la  acción  del  alcohol,  y des- 
pedían el  olor  de  esta  sustancia. 

Filtramos  la  parte  líquida  por  papel  Berzelius,  para  separarla  del  sedimento 
que  tenia,  y resultó  un  licor  mas  transparente,  pero  del  mismo  color  y olor,  con 
un  ligero  precipitado  coposo  blanquecino  en  el  fondo. 

Sumergido  en  este  licor  un  papel  azul  de  tornasol,  se  enrojeció  al  principio 
poco,  pero  se  fué  avivando.  Concentrado  un  poco  de  ese  licor  en  una  cápsula  de 
porcelana , á la  llama  de  la  lámpara  del  alcohol , su  reacción  acida  era  mas  pronta 
y mas  fuerte. 

Tratado  un  poco  con  cloruro  bárico,  hubo  un  ligero  enturbiamiento , que  el 
ácido  clorhídrico  no  disipaba.  Con  el  nitrato  de  plata  hubo  también  un  principio 
decoloración  blanquecina  que  disipaba  el  amoniaco. 

Creyendo  que  estas  reacciones  eran  debidas  á algún  sulfato  y cloruro  mezcla- 
dos en  el  licor,  de  procedencia  natural  y sin  ninguna  influencia  en  la  acidez  del 
licor,  tomamos  un  tubo  de  ensayo  cerrado  por  un  extremo,  y echamos  en  él  un 
poco  del  licor  con  limaduras  de  cobre,  hubo  una  ligera  reacción  , } aunque  no 
se  presentó  efervescencia , ni  notable  vapor  rutilante  , las  limaduras  se  enverde- 
cieron, y se  tiñó  el  líquido  de  ese  color. 

Calentando  el  tubo,  la  reacción  era  mas  manifiesta. 

Echado  otro  poco  del  mismo  licor  en  una  capsulila,  donde  pusimos  un  poco  de 
morfina,  esta  se  tiñó  de  amarillo  rojizo ; y añadiéndole  unas  gotas  de  potasa  al 
aloohol , se  puso  de  color  rojo  de  amaranto. 

Pusimos  en  un  vidrio  de  reloj  un  poco  de  narcotina;  echamos  unas  g-'ias  de 
acido  sulfúrico  concentrado,  que  la  tiñó  de  amarillo  , y añadiendo  un  poco  del 
licor  en  cuestión,  lomó  uu  color  rojizo  de  sangre. 


- 1165  - 

Hicimos  lo  propio  con  un  poco  de  brucina : el  ácido  sulfúrico  no  le  dió  color 
rojo  de  sangre;  pero  le  adquirió  un  poco,  añadiendo  algunas  gotas  del  licor. 

Saturamos  otra  porción  de  este  con  potasa  al  alcohol,  hasta  que  perdióla  re- 
acción ácida;  y puesto  el  todo  en  una  cápsula  de  porcelana,  evaporamos  á la 
llama  de  la  lámpara  de  alcohol  hasta  completa  sequedad.  El  licor  fué  tomando 
un  color  mas  oscuro;  casi  al  lin  se  puso  pálido  y esponjoso,  y por  último  se  re- 
dujo en  su  mayor  parle  á un  polvo  blanco,  y en  algunos  puntos  negro  de  carbo- 
nización; enfriada  la  cápsula,  y tomado  con  agua  destilada  el  residuo,  se  filtró, 
y volvimos  á evaporar  hasta  sequedad  lo  filtrado,  resultando  un  polvo  comple- 
tamente blanco;  echada  una  pequeñísima  porción  de  este  polvo  en  una  áscua, 
no  de  flagró  ni  detonó. 

Mezclando  un  poco  de  ese  polvo  con  unas  pocas  limaduras  de  cobre,  puesta 
la  mezcla  en  el  íondo  de  un  tubo  de  ensayo  cerrado  por  un  extremo  y de  un 
centímetro  y medio  de  diámetro;  echamos  unas  gotas  (le  agua  y tres  ó cuatro  de 
acido  sulfúrico  concentrado;  en  seguida  adaptamos  al  extremo  abierto  de  este 
tubo  un  tapón  de  corcho  atravesado  por  un  tubo  encorvado  que  remataba  por  el 
otro  extremo  en  un  tapón  de  corcho  atravesado  también  y adaptado  á un  tubilo 
de  un  centímetro  de  anchura,  en  el  fondo  de  cuyo  extremo  cerrado  habíamos 
puesto  cuatro  ó cinco  gotas  de  sulfato  de  narcolina.  Calentado  el  tubo  mayor  de 
este  aparatito  por  el  extremo  cerrado  á la  llama  de  la  lámpara  de  alcohol,  hubo 
un  poco  de  efervescencia  y un  ligero  desprendimiento  de  vapores  rojizos,  po- 
niéndose algo  verdes  las  limaduras  y el  sulfato  de  narcolina,  a los  pocos  momen- 
tos fué  lomando  un  color  rojizo. 

Examinada  la  parte  líquida  de  la  botella  núm.  1,  procedimos  á examinar  las 
sólidas.  Aplicando  á su  superficie  liras  de  papel  azul  de  tornasol,  humedecidas 
con  agua  destilada,  se  enrojecían.  Corladas  a pedacitos,  y maceradas  algunas 
horas  en  agua  destilada,  esta  presentó  reacción  fuertemente  ácida;  y ensayada 
sucesivamente  como  la  parle  liquida  de  la  botella,  dió,  á poca  diferencia,  los 
mismos  resultados. 

Destapamos  en  seguida  la  botella  número  2 y se  extrajo  de  ella  cierta  cantidad 
de  un  líquido  negruzco,  denso,  de  consistencia  de  jarabe,  con  olor  alcohólico, 
dejando  en  el  fondo  de  la  capsula  donde  se  recibió  y en  las  paredes  de  la  misma, 
al  pasearle  por  ellas  inclinándola,  unos  grumos  de  color  mas  rojo,  parecidos  á 
la  jalea  de  grosella.  Este  líquido  tenia  el  aspecto  tle  sangre  semi-liquida;  pero 
examinadas  unas  gotas  al  microscopio,  no  presentó  los  caractéres  propios  de 
aquel  humor,  veíanse  en  el  campo  globulillos  que  parecían  de  grasa,  corpúscu- 
lillos  granosos  y masas  informes  sueltas  de  color  pardusco  como  un  detritus.  Rom- 
pimos la  botella  para  extraer  una  parte  sólida  que  restaba  en  el  fondo.  Parecia 
un  órgano  membranoso;  creimos  que  seria  el  estómago;  no  presentaba  nada  (te 
putrefacción;  no  tenia  la  consistencia  de  los  sólidos  de  la  primera  botella;  estaba 
blandusco,  con  notorios  vestigios  de  inflamación  intensa,  manchas  negras , ver- 
dosas y azuladas,  y algunos  puntos  amarillos;  olia  como  el  líquido.  Un  papel 
azul  de  tornasol  sumergido  en  este,  se  enrojeció  lentamente;  desleído  con  un 
poco  de  agua  destilada  , sucedía  lo  mismo;  lomada  una  porción  de  este  humor 
con  agua  destilada,  se  filtro  con  papel  Rerzelius  y resultó  un  licor  blanco-ama- 
rillento de  reacción  un  poco  ácida,  y que  sometiéndole  á los  reactivos  indicados 
y á las  operaciones  que  detalladas  hemos  expuesto  al  hablar  del  liquido  de  la 
primera  botella,  nos  dió  resultados  menos  claros,  y hubo  algunos  negativos. 

Lavóse  con  agua  destilada  y se  dejó  macerar  por  algún  tiempo  en  ella  lo  que 
nos  pareció  ser  el  estómago,  y ensayado  el  liquido  después  de  separado  del  só- 
lido; filtrado,  y sometido  a las  indicadas  operaciones  y reactivos,  tampoco  obtu- 
vimos resultados  tan  completos  como  con  el  líquido  de  la  botella  número  1. 

Entonces  tomamos  una  porción  del  liquido  negruzco  500  que  se  lavó,  y en  que 
se  maceró  lo  que  creimos  ser  el  estómago  y unos  cuadlos  fragmentos  de  este,  y 
todo  se  colocó  en  una  retorta  de  vidrio  que  colocamos  en  un  baño  de  maria, 
adaptando  su  cuello  al  de  un  recipiente,  en  cuyo  fondo  pusimos  un  poco  de  agua 
destilada,  comunicando  aquel  á su  vez  por  medio  de  un  tubo  encorvado  con  una 
copa  llena  de  dicha  agua;  se  aumentó  la  temperatura  hasta  70  grados,  enfriando 


- 1166  - 

^«lantemente  el  cuello  del  recipiente  con  una  esponja  empapada  de  agua;  se 
alimentó  la  temperatura  con  cloruro  de  sodio,  mudando  el  recipiente , y se  ob- 
tuvo un  licor  destilado  transparente  y de  reacción  neutra ; los  reactivos  de  los 
ácidos  no  dieron  ningún  resultado;  igualmente  los  de  las  bases.  Gomo  con  los 
ensayos  hechos  creimos  haber  obtenido  bastantes  pruebas  de  la  presencia  del 
ácido  nítrico  ó agua  fuerte,  en  especial  en  las  materias  de  la  botella  número  1, 
no  pudiendo  explicar  la  presencia  de  ese  cuerpo  ácido  por  la  putrefacción,  de  la 
que  no  había  vestigios,  ni  en  unas  ni  en  otras  materias,  y siendo  precisamente, 
según  las  sospechas  del  Juzgado  y los  pocos  datos  que  hay  en  el  testimonio,  el 
agua  fuerte  ó ácido  nítrico  el  causante  de  la  muerte  de  la  niña  E.  G.,  juzgamos 
que  no  debíamos  proceder  á la  averiguación  de  la  existencia  de  otros  venenos, 
ya  por  ser  rarísimo  que  los  criminales  se  valgan  de  mas  de  un  veneno  para  aten- 
tar contra  la  vida  de  un  sugelo , ya  porque  se  hubiera  revelado  durante  los  en- 
sayos hechos  para  descubrir  el  que  nos  ocupa. 

Tales  son  ios  resultados  que  hemos  obtenido  por  medio  de  las  análisis  químicas 
de  las  materias  procedentes  del  Juzgado  de  primera  instancia  de  Toledo  y cor- 
respondientes al  cadáver  de  dicha  nina. 

Esos  resultados  nos  autorizan  para  opinar  que  en  dichas  materias,  en  espe- 
cial en  las  contenidas  en  la  botella  número  1 , había  ácido  nítrico  ó agua  fuerte 
no  natural,  ó debida  á la  putrefacción  y que  probablemente  habrá  sido  Ja  causa 
de  la  muerte  de  dicha  niña  la  introducción  por  sus  vías  digestivas  de  una  can- 
tidad de  dicho  ácido  suficiente  para  ello. 

Sin  embargo,  para  que  estos  resultados  analilico-químicos  tengan  toda  la 
fuerza  lógica  que  exige  la  Filosofía  de  la  intoxicación  en  tales  casos,  creemos 
que  es  necesario  ponerlos  en  concordancia. con  los  síntomas  que  presentaría  for- 
zosamente la  víctima  en  su  agonía,  ó desde  la  ingestión  del  veneno,  y los  resul- 
tados de  la  autopsia  practicada  en  su  cadáver.  Tanto  los  síntomas  como  la  au- 
tópsia,  son  tan  característicos  en  esta  clase  de  envenenamiento,  en  especial  si 
el  ácido  nítrico  ó agua  fuerte  es  concentrada  , que  por  si  solos  bastan  para  re- 
solver el  caso  en  sentido  afirmativo,  mucho  mas  si  á ellos  se  agregan  los  resul- 
tados analítico-químicos,  aun  cuando  estos  no  sean  completamente  satisfactorios 
por  las  alteraciones  que  experimenta  dicho  veneno  en  contacto  con  los  tejidos  y 
después  de  largo  tiempo. 

El  juzgado  verá  por  los  datos  que  tenga  respecto  de  los  síntomas  y de  la  au- 
topsia, y las  correspondientes  preguntas  que  haga  á los  facultativos  acerca  de 
ellos  el  valor  que  podrá  darse  á nuestras  análisis  químicas,  sobre  si  el  agua 
fuerte  ha  sido  ó no  la  verdadera  causa  de  la  muerte  de  la  niña  E.  G. 

En  virtud,  pues,  de  todo  lo  que  precede  en  resúmen,  concluirémos  diciendo: 

1. °  Que  en  las  materias  procedentes  del  Juzgado  de  primera  instancia  de  To- 
ledo, pertenecientes  al  cadáver  de  la  niña  E.  G.  y remitidas  á este  laboratorio 
por  el  Juzgado  de  igual  clase  del  Barquillo,  hemos  encontrado  vestigios  de  ácido 
nítrico  ó agua  fuerte. 

2. *  Que  estos  vestigios  eran  mas  notables  en  las  materias  contenidas  en  la  bo- 
tella mayor  que  las  de  la  mas  chica. 

B.°  Que  durante  las  operaciones  para  descubrir  el  ácido  nítrico  no  se  ha  reve- 
lado ningún  otro  veneno. 

Tal  es  el  dictamen  de  los  abajo  firmados  conforme  á los  dalos  que  han  obte- 
nido y al  estado  actual  de  la  ciencia. 

Madrid  14  de  setiembre  de  1862. 


PIN  DEL  COMPENDIO  DE  TOXICOLOGÍA. 


INDICE 

DE  LAS  MATERIAS  CONTENIDAS  EN  ESTE  COMPENDIO. 


Prólogo.  

Introducción * 

I.  — Frecuencia  de  las  intoxicaciones 

II.  —Dos  aspectos  del  envenenamiento ! . 

III.  — Historia  del  aspecto  social;  origen  del  envenenamiento  como  accidente  y 

como  crimen 1 

IV  — Dalos  mitológicos  y literarios 

Y.  - Dalos  históricos ; Biblia . 

VI.  — Historia  profana  ; edad  antigua 

VII  —Edad  media.  ...  

VIII.  — Edad  moderna * \ 

IX.  — Edad  actual 

X. — Historia  del  aspecto  científico;  tiempos  antiguos * | ’ 

XI.  —Tiempos  medios 

XII.  — Tiempos  modernos 

XIII.  — Tiempos  actuales 

XIV.  — Utilidad  y necesidad  de  la  Toxicología 

XV.  — Cómo  debe  escribirse  y estudiarse  la  Toxicología 

XVI  — La  Toxicología  es  una  verdadera  ciencia  médica 

XVII.  — Motivos  infundados  para  negar  á la  Toxicología  el  carácter  de  ciencia. 
XV III  — INo  es  una  razón,  para  negar  á la  Toxicología  el  título  de  ciencia , el 

que  no  sea  una  ciencia  pura 

XIX.  — La  Toxicología  tiene  su  objeto  determinado,  sus  hechos,  sus  principios 

propios  y su  método 

XX.  — La  base  de  la  Toxicologia  está  en  los  hechos  de  intoxicación  y envene- 
namiento  

XXL  — La  existencia  de  sustancias  venenosas  por  su  naturaleza  es  positiva.  . . 
XXII.  — Los  venenos  forman  un  grupo  natural  diferente  de  los  medicamentos; 

pertenecen  antes  á la  Toxicología  que  á la  Farmacología 

XXIII.  — Así  como  hay  ciencia  de  las  quemaduras,  asfixias  y lesiones  corporales, 
así  debe  haber  ciencia  de  los  venenos ...  ... 

XXIV.  — Relaciones  de  la  Toxicologia  con  la  Medicinal-legal 

XXV.  — El  médico  legista  debe  conocer  la  Toxicología 

XXVI.  — Los  médicos  forenses  son  los  peritos  científica  y legalmente  idóneos 

para  resolver  las  cuestiones  relativas  al  envenenamiento.  ...  . . . 

XXVII.  — Utilidad  de  una  cátedra  de  Toxicologia  práctica 


1 

5 

5 

6 

7 

9 

16 

17 

20 

21 

22 

25 

27 

27 

33 

42 

44 

47 

47 

52 

54 

56 

59 

63 

G8 

69 

76 

82 

95 


Resumen  de  Ja  Introducción 98 


Organización  de  la  Toxicología 115 

Qué  es  la  Toxicología  y cómo  se  divide 115 


Parte  primera.  — Toxicología  general 

Qué  es  la  Toxicología  general  y qué  comprende 

Resúmen  de  la  organización  de  la  Toxicología 

Capitulo  I.  — Fisiología  de  la  intoxicación. — De  los  puntos  mas  importantes  que  la 
fisiología  de  la  intoxicación  comprende.  . . . . . . . • • • • • • 

Artículo  I.  — Del  veneno  y suscaractéres  diferenciales;  de  la  intoxicación  y de  sus 

formas 

$ I.  — Qué  se  entiende  por  veneno 

i II  — "Caracteres  diferenciales  del  veneno 


116 
117 
123  ' 

123 

125 

125 

135 


C Til  —De  la  intoxicación  y envenenamiento  y de  sns  formas f4g 

A J jj  ' _ De  la  cantidad  y estados  de  los  venenos 

Yl.— De  la  cantidad  á que  es  venenosa  una  sustancia i49 

« lí  —De  los  estados  de  los  venenos 131 

Art.  IÍI.  — De  las  vías  por  donde  pueden  introducirse  los  venenos 153 

s I. — Intoxicación  por  la  piel 154 

$ II.  — Intoxicación  por  las  aberturas  naturales  o las  mucosas 

S III.  — Intoxicación  por  el  tejido  celular,  ó las  soluciones  de  continuidad.  . . ico 

Art.  IV.  — De  la  absorción  de  los  venenos 161 

5 I.  _ De  jos  hechos  que  prueban  la  absorción  de  los  venenos IGl 

$ II.  - De  la  relación  entre  la  absorción  de  los  venenos  y su  solubilidad , su  di- 
fusibilidad y otras  propiedades  físicas  y quimicas 163 

§ III.  — De  las  diferencias  en  la  rapidez  de  la  absorción , según  las  vias.  ...  167 

$ IV.  — De  la  influencia  de  los  nervios  en  la  absorción  de  los  venenos.  ...  170 

$ V.  — De  los  órganos  por  donde  pasan  los  venenos  absorbidos 173 

§ VI.  — De  los  órganos  á donde  van  á parar  los  venenos  absorbidos 174 

§ VII.  — De  la  acumulación  y eliminación  de  las  sustancias  medicinales  absor- 
bidas que  pueden  ser  venenos.  177 

5 VIH  — Del  tiempo  que  tardan  en  ser  eliminadas  las  sustancias  medicinales 

y venenos  absorbidos 184 

S IX.  — De  la  formación  de  venenos  en  la  economía,  debida  á combinaciones 

de  sustancias  inofensivas 187 

§ X.  — Del  modo  como  son  absorbidos  los  venenos 190 

Art.  V.  — De  la  acción  de  los  venenos 212 

§ I.  — Del  modo  de  obrar  de  los  venenos  puestos  en  contacto  exterior  é interior 

con  nuestros  sólidos,  líquidos  y gases.  . 212 

A . La  escuela  vitalisla  es  incompatible  con  la  Toxicología  positiva.  . . . ¿14 

B.  Utilidad  y necesidad  de  la  química  aplicada  á la  fisiología  toxicológica.  . 221 

C.  Refutación  de  las  objeciones  que  se  hacen  á la  aplicación  de  la  química  á 

la  fisiología 222 

S II.  — Cómo  se  conducen  los  venenos  con  nuestros  sólidos  y líquidos 236 

S III.  — Délos  efectos  que  producen  los  venenos  sobre  los  sólidos  y líquidos 

vivos. . 2.70 

$ IV.  — De  la  relación  que  hay  entre  la  acción  de  los  venenos  y su  absorción  . 261 

A.  Bases  en  que  se  apoya  la  opinión  de  que  los  venenos  no  obran  sino  absor- 
bidos  • 262 

B.  Bases  en  que  se  apoyan  los  que  opinan  que  los  venenos  obran  por  su  con- 
tacto con  los  nervios 278 

C.  Cómo  debe  resolverse  esta  cuestión 287 

$ V.  — Cómo  debe  concebirse  la  acción  de  los  venenos  sobre  el  sistema  nervioso.  290 

S VI.  — De  los  diferentes  modos  de  obrar  de  los  venenos 299 

§ VIL — De  las  circunstancias  que  modifican  la  acción  de  los  venenos.  . . . 332 

Art.  VI.  — De  la  clasificación  de  los  venenos 378 

Art.  VIL  — De  los  medios  mas  conducentes  para  el  estudio  experimental  de  todo 
cuanto  atañe  á la  acción  de  los  venenos 377 


Resumen  de  la  fisiología  de  la  intoxicación 


407 


Cap.  II.  — Patología  de  la  intoxicación 

De  las  partes  que  la  patología  de  la  intoxicación  comprende 

Art.  I.  — Del  diagnóstico  de  la  intoxicación 

SL — Del  diagnóstico  absoluto  de  la  intoxicación . . . 

S II.  — Del  diagnóstico  genérico  de  la  intoxicación 

A Diagnóstico  de  la  intoxicación  cáustica 

Su  etiología 

B.  Diagnóstico  de  la  intoxicación  inflamatoria „ . 

Su  etiología 

C.  Diagnó  tico  de  la  intoxicación  narcótica 

Su  etiología 

D.  Diagnóstico  de  la  intoxicación  nervioso-inflamatoria.  . . . . 

Su  etiología 

E.  Diagnóstico  de  la  intoxicación  asfixiante '.  ! ! 

1. °  Diagnóstico  de  la  intoxicación  asfixiante  tetánica 

Su  etiología.  . . . . 

2. °  Diagnóstico  de  la  intoxicación  asfixiante  paralítica.  . . . 

Su  etiología.  

3. °  Diagnóstico  de  la  intoxicación  asfixiante  anestésica 


441 

441 

443 

445 

449 

449 

431 

431 

433 

433 

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454 

434 

455 

436 

456 

457 

437 
457 


- 1169  - 


Su  etiología ' 

F.  Diagnóstico  de  la  intoxicación  séptica | 

1. °  Diagnóstico  de  la  intoxicación  séptica  por  gases  mefíticos.  ! * . . 459 

Su  etiología ¿59 

2. °  Diagnóstico  de  la  intoxicación  séptica  por  los  animales’ venenosos.  ’.  * 459 

Su  etiología 460 

3. °  Diagnóstico  de  la  intoxicación  séptica  por  humores  virulentos.  460 

Su  etiología ‘ 4gQ 

4. °  Diagnóstico  de  la  intoxicación  séptica  por  ios  alimentos  y sustancias 

orgánicas  en  putrefacción 4g0 

Su  etiología ' 461 

A rt.  II.  — Del  pronóstico  de  la  intoxicación 462 

§ I.  — Del  pronóstico  absoluto  ó general  de  la  intoxicación  .!!!!..  462 

S II  —Del  pronóstico  genérico  de  la  intoxicación.  464 

A.  Pronóstico  de  la  intoxicación  cáustica . ...  . 464 

B.  Pronóstico  de  la  intoxicación  inflamatoria ’ 4g¡j 

C.  Pronóstico  de  la  intoxicación  narcótica 465 

1).  Pronóstico  de  la  intoxicación  nervioso-inflamatoria " 465 

E.  Pronóstico  de  la  intoxicación  asfixiante * 466 

l.°  Pronóstico  de  la  intoxicación  asfixiante  tetánica  466 

2 ° Pronóstico  de  la  intoxicación  asfixiante  paralítica . 466 

3.°  Pronóstico  de  la  intoxicación  asfixiante  anestésica 466 

F.  Pronóstico  de  la  intoxicación  séptica . 467 

1. °  Por  gases 467 

2. °  Por  animales  ponzoñosos 467 

3. °  Por  humores  virulentos 467 

4. °  Por  sustancias  putrefactas.  . 467 

Art.  III.  — De  la  anatomía  patológica  de  la  intoxicación 467 

SI-  — De  la  anatomía  patológica  absoluta  do  la  intoxicación 468 

S II. —De  la  anatomía  patológica  genérica  de  la  intoxicación . 468 

A.  Anatomía  patológica  de  la  intoxicación  cáustica 468 

B.  Anatomía  patológica  de  la  intoxicación  inflamatoria 469 

C.  Anatomía  patológica  de  la  intoxicación  narcótica.  ...  ...  470 

D.  Anatomía  patológica  de  la  intoxicación  nervioso-inflamatoria.  ....  471 

E Anatomía  patológica  de  la  intoxicación  asfixiante 471 

1. °  Anatomía  patológica  de  la  intoxicación  por  los  asfixiantes  tetánicos.  . 472 

2. °  Anatomía  patológica  de  la  intoxicación  asfixiante  paralítica.  . . . 472 

3. °  Anatomía  patológica  de  la  intoxicación  por  los  asfixiantes  anestésicos.  472 

F.  Anatomía  patológica  de  la  intoxicación  por  los  venenos  sépticos.  . . . 473 

1. °  Gases  mefíticos 473 

2. °  Animales  ponzoñosos 473 

3 0 Virus 473 

4. °  Sustancias  putrefactas 473 

Resúmen  de  la  patología  de  la  intoxicación 473 


Cap.  III.  — Terapéutica  de  la  intoxicación 

Primera  parte. — De  la  profiláctica  de  la  intoxicación.  . . . . . • • • • 

Art.  I.  — De  los  medios  de  prevenir  las  intoxicaciones  involuntarias  ó accidentales 
Art.  II.  — De  la  terapéutica  profiláctica  para  impedir  ó hacer  menos  frecuentes 

los  envenenamientos - . . . 

Segunda  parte.  — De  la  terapéutica  curativa  de  la  intoxicación.  . . . . 

Art.  I.  - De  los  contravenenos 

S 1 — Qué  se  entiende  por  contraveneno • • • 

$ II.  — De  las  condiciones  que  debe  tener  toda  sustancia  para  ser  considerada 

como  contraveneno 

S III-  — De  los  contravenenos  conocidos 

Art.  11.  — De  los  antídotos.  

SI.  — Qué  debe  entenderse  por  antídoto • ♦.  • 

S II  — De  las  condiciones  que  lia  de  tener  una  sustancia  para  ser  considerada 

como  antídoto 

S III.  — De  los  antídotos  conocidos 

Art.  III. — De  las  medicaciones .....•••••• 

SI.  — De  las  indicaciones  que  hay  que  llenar  en  la  intoxicación  en  general.  . . 

A.  Primera  indicación. —Dar  el  contraveneno.  . . • • • • • • 

B.  Segunda  indicación. — Expulsar  el  veneno,  facilitando  el  vómito,  dando 

lavativas,  etc 

TOXICOLOS!  A,  — 74 


481 

482 

483 

5:12 

506 
51)6 

507 

507 

510 

513 

513 

515 

516 

517 

518 

519 

529 


— 1Í70  - 


r Tercera  indicación.  — Administrar  el  antídoto.  . ¿ 524 

n Cuarta  indicación.  — Establecer  la  medicación  conveniente  ó un  plan  cu- 

^ * un.. 


5 IJ.  — De  las  indicaciones  que  hay  que  llenar,  según  la  clase  y subclase  de  la 

intoxicación 525 

A . De  las  indicaciones  que  hay  que  llenar  en  la  intoxicación  por  los  venenos 

cáusticos 525 

B.  De  las  indicaciones  que  hay  que  llenar  en  la  ii, toxicación  por  los  venenos 

inflamatorios 528 

C.  De  las  indicaciones  que  hay  que  llenar  en  la  intoxicación  por  los  venenos 

narcóticos 529 

D.  De  las  indicaciones  que  hay  que  llenar  en  la  intoxicación  por  los  venenos 

nervioso-inflaniatorios . 531 

E.  De  las  indicaciones  que  hay  que  llenar  en  la  intoxicación  por  los  venenos 

asfixiantes 532 

Indicaciones  en  la  intoxicación  asfixiante  tetánica 532 

Indicaciones  en  la  intoxicación  asfixiante  paralítica 533 

Indicaciones  en  la  intoxicación  asfixiante  anestésica 534 

F.  De  las  indicaciones  que  hay  que  llenar  en  la  intoxicación  por  los  venenus 

sépticos 535 

1. °  Por  gases.  535 

2. °  Por  animales  ponzoñosos 536 

3. °  Por  los  virus.  538 

4. °  Por  sustancias  putrefactas 538 

Art.  IV.  — De  las  modificaciones  que  han  de  introducirse  en  la  terapéutica  de  la 

intoxicación , según  los  casos 538 

Resúmen  de  la  terapéutica  de  la  intoxicación . 544 

Cap.  IV.  — Necroscopia  de  la  intoxicación 551 

$ I.  — De  las  precauciones  que  hay  que  tomar  en  la  inhumación  de  los  cadáveres 

envenenados 551 

$ II. —De  las  precauciones  que  hay  que  tomar  en  la  exhumación  de  los  cadá- 
veres envenenados.  553 

S III.  — De  las  precauciones  que  hay  que  tomar  en  la  autópsia  de  los  cadáve- 
res envenenados 554 


Resúmen  de  la  necroscopia  de  la  intoxicación 


558 


Cap.  V. — Química  de  la  intoxicación 

Art  I.  — De  las  sustancias  que  han  de  analizarse  en  los  casos  de  infoxicacion  ó 

envenenamiento 

S I.  — De  las  sustancias  que  han  de  analizarse,  en  un  caso  de  intoxicación,  no 

procedentes  del  sugeto  envenenado 

§ II.  — De  las  sustancias  que  han  de  analizarse,  en  un  caso  de  intoxicación,  pro- 
cedentes del  sugeto  envenenado.  . .... 

S III.  — De  los  órganos  y líquidos  del  sugeto  envenenado  que  se  someten  á las 

análisis 

Alt.  II.  — De  lo  que  deben  hacer  los  peritos  químicos,  al  recibir  las  sustancias 

destinadas  á las  análisis 

Arl.  III.  — Cómo  debe  establecerse  el  laboratorio  químico-toxicológico.  . . . 

S I.  — Del  laboratorio  quimico-toxico'ógico . 

§ II.  — Del  personal  del  laboratorio  químico-toxicológico. 

Art.  IV.  — De  ios  instrumentos,  utensilios  y aparatos  que  debe  haber  en  un  labo- 
ratorio químico-toxicológico,  destinados  á las  análisis  químicas 

§1.  — De  los  instrumentos,  utensilios  y aparatos  empleados  en  la  análisis  cua- 
litativa  

I.  —Operaciones  mecánicas.  . . 

A.  Disgregación  mecánica  de  los  sólidos 

B Separación  de  partículas  ó cuerpos  en  polvo  mezclados 

C.  Separación  de  sólidos  y líquidos,  ó de  líquidos  de  diferente  densidad. 

II.  — Operaciones  físicas . . , 

A.  Disolución,  evaporación,  cristalización 

B.  Aplicación  del  calórico 

Grupo  1 °— Instrumentos,  utensilios  y aparatos  (pie  sirven  para  contener 

el  combustible  que,  ardiendo,  da  calor 

Grupo 2.°— Instrumentos  y aparatos  que,  calentados,  dan  á otros  tempe- 
raturas determinadas 


561 


562 


562 


563 

563 

564 

566 

567 
570 


572 


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574 

574 

575 
575 
577 
577 
579 

579 


582 


- 1171  - 


^ cías  que  se^haii'd™  caiienuir  ^arat°S  ’Ue  SÍr™"  p3ra  C0I"e”er  laí,"alan 

°W™:VulíS!S^,5!^;  apa'ra,os  para  ™¡aa 

1 0 Lámpara  de  esmaltar ’ 

2 ° Soplete  y sus  accesorios.  

3.°  Pantallas,  chimeneas, . 

liipodes,  piés,  cuñas , apoyos , rodetes  de  paja  etc.  ... 

0. °  Alargaderas,  tubos 

tí  0 triángulos,  diafragmas,  tenacillas,  badilas,  palas  ó cogedores,  espá- 
tulas de  hierro  o platino ’ F 

7.°  El  alambique  y aparatos  de  destilación.  ..*!!’ 

. Aplicación  de  la  luz 

1. °  Lentes  de  aumento 


2. °  Microscopios ' 

3. °  Aparatos  para  la  espectrometría  ó espectrómetros 

D.  Aplicación  de  la  electricidad 

E.  Establecimiento  de  corrientes  de  gases,  y recogimiento  de  los  mismos! 
r.  Apreciación  del  peso,  densidad,  temperatura,  presión  atmosférica,  hu 

medad  y dimensión 

III.  — Operaciones  químicas 

S II.  —JDelos  instrumentos,  utensilios  y aparatos  destinados*  á la  análisis  cuan 
titativa 


§ III-  — Do  los  instrumentos , utensilios  y aparatos  comunes  á las  dos  análisis. 
Art.  V . — De  los  reactivos  necesarios  para  las  análisis  químicas  toxicológicas.  . 
S L — Nociones  químicas  elementales  para  la  mejor  inteligencia  de  los  reactivos 


y reacciones 

I.°  Estado,  ó acción  del  calórico  sobre  los  cuerpos  simples  y compuestos  . 
Nociones  generales  sobre  el  calórico.  


383 

585 

585 

589 

591 

591 

591 

592 
592 
5!)  4 
594 
594 
602 
605 
605 

608 

610 

613 

619 

620 

622 

623 

623 


Acción  del  fuego  sobre  los  cuerpos  simples 624 

Acción  del  calórico  sobre  los  óxidos . 625 


Acción  del  calórico  sobre  los  compuestos  en  uro 

Acción  del  calórico  sobre  los  ácidos 

Acción  del  calórico  sobre  las  sales 

2. °  Solubilidad,  ó acción  del  agua  sobre  los  cuerpos 

Nociones  generales  sobre  el  agua 

Acción  del  agua  sobre  los  cuerpos  simples 

Acción  del  agua  sobre  los  óxidos 

Acción  del  agua  sobre  los  compuestos  en  uro 

Acción  del  agua  sobre  los  ácidos 

Acción  del  agua  sobre  las  sales • 

3. °  Color,  ó acción  de  la  luz  sobre  los  cuerpos 

Nociones  generales  sobre  la  luz 

Acción  de  la  luz  sobre  los  cuerpos  simples 

Acción  de  la  luz  sobre  los  óxidos 

Acción  de  la  luz  sobre  los  compuestos  en  uro 

Acción  de  la  luz  sobre  los  ácidos 

Acción  de  la  luz  sobre  las  sales.  _•  • • • • • • 

4. °  Ley  de  las  combinaciones,  ó acción  de  la  electricidad  sobre  los  cuerpos 

Nociones  generales  sobre  la  electricidad  como  agente  químico.  . . • 

Influencia  sobre  la  fuerza  de  combinación.  

Propiedades  físicas  de  los  cuerpos 

S II.  — De  los  reactivos  mas  usados  en  las  operaciones  analíticas  . • • 

j III.  — De  las  reglas  generales  para  el  empleo  de  los  reactivos 

Regla  1.a,  relativa  á los  instrumentos,  etc 

Regla  2.a,  relativa  á la  colección  de  reactivos 

Regle  3.a,  relativa  á la  pureza  de  los  reactivos 

Regla  4.a,  relativa  á los  tanteos 

Regla  5.a,  relativa  á la  cantidad  de  sustancia 

¡tegla  6.a,  relativa  á la  cantidad  de  reactivo 

Regla  7.a,  relativa  á los  caractéres  químicos. 

Regía  8.a,  relativa  á lo  terminante  de  las  reacciones 

Regla  9.a,  relativa  á la  separación  de  cuerpos 

Regla  10,  relativa  á las  sustancias  orgánicas.  .••.■•••  * • 

S I V . — Del  modo  de  asegurarnos  de  la  pureza  de  los  reactivos 

Reactivos  por  la  vía  seca 

Reactivos  necesarios  para  el  soplete 


626 

626 

627 

627 

627 

628 
629 
629 

629 

630 
630 

630 

631 

631 

632 
632 

632 

633 
633 
635 
635 
639 
643 

643 

644 

646 

647 

648 

648 

649 

650 

651 
651 
651 
653 
653 


— 1172  — 


Reactivos  por  la  vía  húmeda (¡34 

Disolventes  simples 654 

Disolventes  químicos.  6íí4 

Reactivos  que  se  emplean  para  separar  ó caracterizar  grupos  de  cuerpos,  fifis 

Reactivos  para  reconocer  ó separar  las  bases 658 

Reactivos  para  descubrir  los  ácidos 660 

Art  VI.  —De  los  caractéres  físicos  y químicos  de  los  venenos.  ......  figo 

5 I.  — De  los  caractéres  químicos  de  los  venenos  examinados  al  soplete.  . . . fifii 

S II.  — De  los  caractéres  físicos  y químicos  de  los  venenos  analizados  por  la  vía 

húmeda  en  general r fifi4 

Estudio  de  las  sales  inorgánicas  solubles,  con  respecto  á su  especie  ó base.  . fi(J4 

Reactivos  generales  para  la  análisis  de  las  bases  inorgánicas fi64 

Grupos  en  que  se  dividen  las  sales  inorgánicas  por  su  base fi6fi 

Bases  minerales  que  precipitan  por  los  reactivos  generales 665 

Divisiones  do  los  grupos  de  la  sales  inorgánicas 666 

Caractéres  físicos  y químicos  de  los  grupos  y sus  divisiones 666 

Caractéres  físicos  y químicos  de  cada  especie  de  sal  inorgánica 667 

Estudio  de  las  sales  inorgánicas  solubles  con  respecto  á su  género  ó su  ácido.  672 

Reactivos  generales  para  la  análisis  de  los  géneros  inorgánicos 672 

Grupos  en  que  se  dividen  las  sales  inorgánicas  solubles,  por  su  ácido.  . . 672 

Acidos  que  precipitan  por  los  reactivos  generales 672 

Divisiones  de  los  grupos 672 

Caractéres  físicos  y químicos  de  los  grupos  y sus  divisiones 672 

Caractéres  de  cada  género  salino  inorgánico 673 

Estudio  de  los  alcaloideos  ó sales  de  base  orgánica. , 675 

Alcaloideos  mas  conocidos,  nombres , fórmula  y composición 675 

Caractéres  fisicos  y químicos  generales  de  los  alcaloideos 676 

Caractéres  físicos 676 

Caractéres  químicos, 677 

Caractéres  fisicos  y químicos  generales  de  los  alcaloideos  mas  estudiados.  678 

Reactivos  generales  para  revelar  alcaloideos 678 

Grupos  en  que  se  dividen  las  sales  de  base  alcaloidea 676 

Reacciones  que  dan  las  bases  alcaloideas  por  los  reactivos  generales.  . . 670 

Caractéres  de  los  grupos  de  alcaloides 679 

Caractéres  de  los  alcaloideos  en  particular . 679 

Estudio  de  los  ácidos  orgánicos 681 

Acidos  usados,  sus  nombres , fórmula  y composición  681 

Caractéres  físicos  y químicos  generales  de  los  ácidos  orgánicos.  ....  682 

Reactivos  generales  de  los  ácidos  orgánicos 682 

Grupos  en  que  se  dividen  las  sales  de  ácido  orgánico 682 

Caractéres  de  los  grupos  y sus  divisiones 682 

Caractéres  de  cada  género  salino  orgánico. 683 

Art.  VII.  — De  las  operaciones  analítico-químico-toxicológicas  que  hay  que  prac- 
ticar en  los  diversos  casos  de  intoxicación  ó envenenamiento 684 

S I.  — De  lo  que  deben  hacer  los  peritos  con  los  objetos  destinados  á las  análisis, 

antes  de  emprenderlas 685 

Si  II-  — De  la  marcha  que  hay  que  seguir,  cuando  no  se  conoce  el  veneno.  688 

Primer  caso.  — Marcha  que  hay  que  seguir  para  analizar  un  veneno  descono- 
cido, que  no  está  mezclado  con  otras  sustancias,  y es  sólido.  ....  691 

1. °  Ver  si  el  venena  es  ó no  orgánico,  y 011  uno  y otro  caso,  si  es  ó no  so- 
luble , ácido,  alcalino  ó neutro • 691 

¿Es  la  sustancia  orgánica? # 692 

¿ Es  la  sustancia  inorgánica? 694 

2. °  Emplear  los  reactivos  de  grupo,  división  , especie  y género 695 

Marcha  para  las  análisis  de  los  cuerpos  inorgánicos.  ......  . 695 

Método  para  descubrir  la  cspec;e  ó la  base  inorgánica 695 

Método  para  descubrir  el  género  ó ácido  inorgánico.  .......  698 

Regla  general 699 

Método  para  descubrir  las  sales  insolublcs 699 

Marcha  para  la  análisis  de  los  cuerpos  orgánicos '63 

Método  para  descubrir  las  bases  orgánicas 703 

Método  para  descubrir  los  ácidos  orgánicos . . • '64 

, Regla  general 705 

Segundo  caso.  — Marcha  que  hay  que  seguir  para  analizar  una  sustancia  sos- 

pechosa , que  no  está  mezclada  con  otras , y es  líquida 

tercer  caso.  — Marcha  que  hay  que  seguir  para  analizar  una  sustancia  sos- 
pechosa, que  no  está  mezclada  con  otras,  y es  gaseosa '6t> 


- 1173  - 


Gases  y sus  fórmulas 

Caractéres  físicos  y químicos  de  los  gases.' . ! 

Grupos  y secciones  de  los  gases ' * * 

Caractéres  de  cada  uno  de  los  gases 

Marcha  que  hay  que  seguir  para  analizar  los  gases.  !.*..***  ' 
Instrumentos  para  reconocer  los  gases.  ..,..****** 

Modo  de  reconocer  los  gases , 

Cuarto  caso.  — Marcha  que  hay  que  seguir  para  analizar  una  su-tancia  sosoe- 
chosa,  que  esta  mezclada  con  otras,  y la  mezcla  es  enteramenlc  líquida 
Quinto  caso.  - Marcha  que  hay  que  seguir  para  analizar  una  sustancia  qu¿ 
esta  mezclada  con  otras,  y la  mezcla  está  en  parte  líquida  y en  parle  sólida 
feexto  caso.  — Marcha  que  hay  que  seguir  para  analizar  una  sustancia  sospe- 
chosa que  esta  mezclada  con  otras,  y la  mezcla  es  enteramente  sólida.  . 
Séptimo  caso.— Marcha  que  hay  que  seguir  para  analizar  una  sustancia  mez- 
clada con  las  sustancias  sólidas  procedentes  del  sugeto  intoxicado , ó con- 
tenidas en  sus  órganos  

Parte  primera. — Procederes  para  aislar  el  veneno  inorgánico.  . . . * * 
1°  Destrucción  de  las  sustancias  orgánicas  con  agentes  químicos. 

2. °  Carbonización 

3. °  Incineración * * * j 

Parle  segunda.  — Procederes  para  aislar  el  veneno  orgánico.  . . . 

1°  Método  de  Christisson , Lassaigne,  Oriila,  Devergie,  Chevalier,  etc. 

2. °  Método  do  Stass 

3. °  Proceder  de  Flandin j 

4. °  Método  de  Rabourdin 

5. °  Método  do  Plocter * 

6. °  Método  de  Morin , Dublanc , FTenry,  Alian,  etc 

7. °  Proceder  de  V.  Uslar  y de  J Erdmann.  

8. °  Proceder  de  Sonnenschcin 

9. °  Proceder  de  Graham  ó di  lisis . 

Octavo  caso.  — Marcha  que  hay  que  seguir  para  analizar  los  líquidos  del  su- 
geto intoxicado. 

§ III.  — Do  la  marcha  que  hay  que  seguir,  cuando  se  conoce  el  veneno.  . . 
¡5 IV.— ¿Cuál de  los  procederes  para  separar  los  venenos  inorgánicos  y orgá- 
nicos, de  las  sustancias  con  que  están  mezclados,  es  preferible  en  un  caso 

práctico  de  envenenamiento? 

¡t  V.— ¿Cuáles  son  los  reactivos  mas  propios  para  revelar  los  alcaloideos  aislados 
de  las  materias  sospechosas,  en  los  casos  prácticos  de  envenenamiento?  . . 

$ VI.  — De  la  análisis  cuantitativa  de  los  venenos 

Art.  VIII.  — De  la  aplicación  del  microscopio  á las  análisis  químicas 

Art.  IX..  — De  la  aplicación  de  la  espectrometría  á las  análisis  químicas.  . . . 

Art.  X.— De  la  experimentación  fisiológica  como  medio  auxiliar  de  las  análisis 
químicas 

Resúmen  de  la  química  da  la  intoxicación 

Cap.  VI. —Filosofía  de  la  intoxicación 

Art.  I.  — Del  valor  de  los  síntomas  en  los  casos  de  intoxicación 

$ I.  — Cómo  deben  apreciarse  los  cuadros  sintomáticos  de  la  intoxicación  ge- 
neral ó especial,  descritos  por  los  autores 

§ II.  — De  las  enfermedades  de  síntomas  parecidos  á los  que  desarrollan  los  ve- 
nenos, cuáles  son  y cómo  se  distinguen 

5 III.  — Del  valor  de  los  sintonías  aislados  y en  relación  con  los  resultados  de  la 

autopsia  y de  las  análisis  químicas ••,••• 

j¡  i y . — De  los  casos  en  que , cuando  no  so  tiene  noticia  alguna  de  los  síntomas, 
pueden  fijarse  los  que  ha  habido , y en  cuáles  son  necesarios  para  juzgar  que 

ha  habido  intoxicación 

Art.  II.  — Del  valor  de  los  resultados  de  la  autópsia  en  los  casos  de  intoxicación. 

$ I.— Cómo  deben  apreciarse  los  cuadros  de  alteraciones  anatómicas  que  los 

autores  describen,  teniéndolos  por  propios  de  la  intoxicación.  . . . • • 

II. — De  las  enfermedades,  cuya  anatomía  patológica  es  parecida  a la  de  la 

intoxicación , y de  los  medios  que  hay  para  distinguirlas.  . • • • • • 

$ III. — Del  valor  de  los  resultados  de  la  autópsia  lomados  aisladamente  y en 

relación  con  los  síntomas  y análisis .•••••  • • * 

c ¡y.  _ De  los  casos  en  que  pueden  fijarse  las  alteraciones  de  tejido  que  ha  de- 
bido haber  á consecuencia  de  una  intoxicación  , aunque  no  se  tenga  noticia  de 
ellas;  en  cuáles  son  necesarias,  y en  cuáles  se  puede  prescindir  de  ellas  para 
dar  un  dictámen  terminante 


708 
706 

706 

707 

709 
709 
709 

711 

717 

717 


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722 

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731 

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736 

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737 

737 

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738 

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813 

81  í 

843 


846 

849 

849 

850 
855 

857 


— 1174  - 

Art  ni.  — Del  ▼alw  I°8  resultados  obtenidos  con  las  análisis  químicas  en  los 

‘casos  de  intoxicación 8(53 

« J.  — Del  modo  como  debemos  considerar  los  signos  representativos  de  la  exis- 

3 tencia  del  veneno,  obtenidos  por  medio  de  las  análisis  químicas 863 

j jj. De  las  diferentes  procedencias  que  pueden  tener  las  sustancias  veneno- 
sas obtenidas  por  medio  de  los  reactivos  y operaciones  analíticas 806 

§ III.  — Del  valor  de  los  resultados  de  las  análisis  químicas,  tomados  aislada- 
mente y relacionados  con  los  síntomas.y  la  aulópsia . 012 

$ iv.  — De  los  casos  en  que  son  necesarios  los  resultados  de  las  análisis  quími- 
cas, y en  cuáles  puede  prescindirse  de  ellos,  sin  que  por  eso  dejen  de  ser  ló- 
gicas las  consecuencias  á favor  del  envenenamiento 013 

Art.  IV. — Del  valor  lógico  del  conjunto  de  datos,  ya  en  los  envenenamientos  indi- 
viduales, ya  en  los  colectivos,  y de  la  prueba  moral ...  9 la 

Art.  V.— Del  valor  lógico  de  la  experimentación  fisiológica,  como  medio  de  prueba 
en  las  actuaciones  periciales  relativas  al  envenenamiento 023 

Resúman  de  la  filosofía  de  la  intoxicación.  ...  011 


§cgnnda  parte.  — Toxicología  particular 057 

Qué  es  la  Toxicología  particular  y qué  comprende 058 

Titulo  I.  — De  los  venenos  cáusticos 965 


Título  II.  — De  los  venenos  inflamatorios 


066 


Cap.  I. — De  los  venenos  inflamatorios  inorgánicos.  . . 066 

Art.  I.  — De  los  venenos  inflamatorios  gaseosos 067 

Si.— Amoníaco 067 

SU.  — Cloro 967 

S Iü.  — Acido  sulfuroso . 968 

S IV.  — Acido  nitroso.  068 

SV  — Hidrógeno  arsen i cado 060 

S VI. — Hidrógeno  fosforado.  060 

Art.  II.  — De  los  venenos  inflamatorios  metaloídeos  y sus  compuestos  no  gaseosos.  969 

S I.  — Fósforo  y sus  preparados ....  99 

S II.  — Yodo  y sus  preparados . ...  98  í 

S III.  — Bromo  y sus  preparados 984 

S I V — Arsénico  y sus  preparados 985 

Art.  III  —De  los  venenos  inorgánicos  inflamatorios  ácidos 1002 

Si. — Acido  sulfúrico;  azul  de  composición ...  1005 

SU.' — Acido  nítrico 1007 

SIII.— Acido  clorhídrico 1009 

S IV.  — Acido  clorbidronít;  ico.  . 1011 

S V.  — Acido  fosfórico  é hipofosfórico.  . . 1011 

Art.  IV.  — De  los  venenos  inorgánicos  inflamatorios  alcalinos 1012 

SI.  — Potasa 1013 

SU.  — Carbonato  de  potasa 1015 

S III  — Agua  de  javela 1015 

S IV.  — Nitrato  de  potasa 1016 

$ V.  — Hígado  de  azufre 1017 

S VI.  — Sosa  y su  hipoclorito 1018 

S Vil. — Alumbre 1018 

S VIII.  — Barita  y sus  compuestos 1019 

S IX. -Cal ■ . . . . 1021 


§ X.  — Amoníaco  líquido.  — Sesqui -carbonato  ó hidroclorato  amónico. 

Art.  V.  — De  los  metales,  sus  óxidos  y sus  sales.  . 

S I.  —Mercurio  y sus  compuestos.  . 

S II.  — Cobre  y sus  compuestos. 

S III.  — Antimonio  y sus  compuestos 

$ IV.  — Plomo  y sus  compuestos 

$ V.  — Plata  y su  nitrato 

S VI.  — Estaño  y sus  compuestos 

S VII.  — Nitrato  de  bismuto ...  . . 

S VID.  — Mezcla  de  diversos  venenos 

r n ' — Vidrio  molido  y otras  sustancias  análogas 

Art  i ~®e  I°s  VGnenos  inflamatorios  orgánicos 

Art  i.  — De  los  venenos  inflamatorios  vegetales.  . , ... 


1021 

1022 

1022 

1027 

1029 
1031 

1033 

1034 
1034 
1034 
1037 

1030 
1039 


- 1175  - 


Primer  grupo. —Vegetales  que  arrojan  efluvios.  . . . 

Grupo  segundo.  — Acidos  vegetales 

SI—  Acido  oxálico 

§ II.  — Acido  acético 

§ III.  — Acido  tartárico  

$ IV. — Acido  cítrico.  . * 

Grupo  tercero.  — Vegetal^  venenosos  por  alguna  de  sus 

§ I.  - Creosota 

§ II- —Aceite  de  crotontiglio [ " ’ ' 

S III. — Resina  de  jalapa 

S IV.  — Goma  gutta | 

§ V. — -Euforbio * 

S VI-  — Brionia,  ranúnculo,  torvisco,  etc.  . . *.  ’ 

Art.  II.  — De  los  venenos  inflamatorios  animales  .... 

Sí.  — Cantáridas 

S II.  — Almejas * 

SIII. — Ostras 

S IV.  — Langostas,  langostines,  cangrejos 

S V.  — Peces  toxicóforos 


. 1039 

• 1039 

1040 

1041 

1041 

. . 1042 

partes  ó productos.  1042 

1042 

1043 

1043 

1043 

1043 

1043 

1044 

1044 

1046 

1047 

1050 

1050 


Titulo  III.  — De  los  venenos  narcóticos. 


. 1053 


Cap.  I.  — De  los  venenos  narcóticos  inorgánicos 1053 

S I.  — Hidrógeno  bicarbonado 1053 

§ II.  — Gas  del  alumbrado  , ó Licht 1054 

S III.  — Hidrógeno  protocarbonado  de  las  lagunas 1054 

S IV.  — Oxido  de  carbono 1054 

S V.  — Acido  carbónico 1055 

Cap.  II.  — De  los  venenos  narcóticos  orgánicos 1064 

S I.  — Cápsulas  ó cabezas  de  adormideras 1065 

§ II.  — Opio  y sus  preparados 1065 

§JIII.  — Beleño  negro 1076 

§ IV.  — Acido  hidrociánico.  —Cianuros 1077 

§ V.  — Almendras  amargas  y su  aceite  esencial 1081 

S VI. — Laurel  cerezo . 1083 

§ VII.  — Lechuga  virosa 1083 

$ VIII.  — Sola  nina 1083 

§ IX.  -El  tojo 1084 

S X.  — Nitroglicerina 1085 

S XI.  -Anilina 1085 

§ XII.  - Haba  del  Calabar 1085 

Título  IV.  — De  los  venenos  nervioso- inflamatorios 1086 


Cap.  I.  — De  los  venenos  nervioso-inflamatorios  inorgánicos 1086 

S Unico.  — Cianuro  de  yodo J®»' 

Cap.  II.  — De  los  venenos  nervioso-inflamatorios  orgánicos JOtr/ 

Art.  I.  — De  los  venenos  nervioso-inflamatorios  realmente  tales 1088 

§ I.  — Cebolla  albarrana }08» 

§ II.  — Enanta  crocata 

S III-  — Acónito 

§ IV.— Eléboro  negro ¡JJx 

§ V . — Eléboro  blanco  ó veratrum  álbum 

§ VI.  — Veratrina  y cebadillina 

$ VIL  -Cólchico JXqJ! 

S VIII.  -Belladona ¡ XX 

$ IX.  — Datura  estramonio jjjq!; 

S X.  — Tabaco i"q  . 

s XI. -Cicutas ; K 

$ XII.  — Laurel  rosa,  anagálida,  aristoloquía , ruda,  tanguino.  . . • • IVX3'’ 

Art.  II.  — De  los  venenos  nervioso-inflamatorios  que  obran  sobre  el  cerebro  prin- 

cipalmente 

SI.  — Upas  antiar tí™ 

S II. -Alcanfor ....  1100 

$ III.  — Cólculo  de  Levante,  picrotoxina 1 'J'Y 

Art.  III.  — De  los  hongos 

SI.  — Hongos  del  género  amanita “y* 

S II. — Hongos  del  género  agárico ÍHO 


- 1176  — 

Art.  IV. —De  los  licores  alcohólicos.  . • 1113 

Art!  V.  — Del  centeno  atizonado  y otros  nervioso-inflamatorios llig 

S I. — Centeno  atizonado • lllg 

Sil.  —Joyo  temulento,,  ó cizaña.  ^ . . . 1117 

Título  V.  — De  los  venenos  asfixiantes 1118 

Art.  I.  — De  los  venenos  asfixiantes  tetánicos Hlg 

8 1. —Estricnina. , . mg 

8 II.— Brucina.  , 1120 

8 III-  — Nuez  vómica.  1120 

§ IV.  — Haba  de  San  Ignacio . . 1120 

$ V.* — Upas  tieuté.  — Corteza  de  falsa  angustura 1120 

Art.  II.  — De  los  venenos  asfixiantes  paralíticos 1121 

SI—  Sulfocianuro  de  potasio 1121 

8 II  — Curare  , curarina 1122 

8 III.  — Talio  y sus  sajes 1126 

8 IV. — Digital,  digitalina 1126 

8 V. — Onage,  ó inea 1132 

Art.  III.  — De  los  venenos  asfixiantes  anestésicos 1133 

81. — Eter 1134 

8 II.  — Cloroformo 1136 

8 III.  — Amileno 1138 

Título- VI.  — De  los  venenos  sépticos 1138 

Cap.  I.  — De  los  venenos  sépticos  inorgánicos 1130 

8 1. — Acido  sulfhídrico  y sulíhidrato  amónico 1139 

8 II.  — Gases  de  las  letrinas  y cloacas 1139 

Cap.  II. — De  los  venenos  sépticos  orgánicos 1140 

Art.  I. — De  los  venenos  que  vierten  ciertos  animales 1140 

8 I. — La  víbora-. • . 1141 

8 II.  —Serpiente  de  sonajas.  . 1143 

8 III.  — Escorpión  ó alacran 1144 

8 IV.  — Tarántula 1144 

8 V. — Araña  de  las  cuevas.  . 1146 

8 VI. — Abeja,  avispa,  avispón  y moscardón.  ...■.• 1146 

Art.  II.  — De  los  venenos  sépticos  que  contienen  las  sustancias  alimenticias  alte- 
radas ó podridas 1149 

Casos  prácticos 1153 

Número  l.°—  Informe  sobre  un  caso  de  envenenamiento  por  la  morfina.  . . . 1153 
Número  2 °— Informe  sobre  un  envenenamiento  por  el  ácido  arsenioso.  . . . 1158 
Número  3.°— Informe  sobre  un  envenenamiento  por  el  sublimado  corrosivo.  . 1160 

Número  4.° — Informe  sobre  un  envenenamiento  por  el  fósforo 1162 

Número  5.° — Informe  sobre  un  envenenamiento  por  el  ácido  nítrico 1163 


FIN  DEL  ÍNDICE. 


LIBRERÍA  EXTRANJERA  Y NACIONAL  DE  C.  BAILLY-BAILLIERE 

Plaza  del  Príncipe  Alfonso , núm.  8,  Madrid. 


AGENDA  MÉDICA 

PARA  ROSILLO 

Ó LIBRO  DE  MEMORIA  DIARIO  PARA  EL  AÑO  DE  1867 

l*ara  uso  de  los  Médicos,  Cirujanos,  Farmacéuticos 

y Veterinarios. 

La  Agenda  médica  de  1867  se  distingue  principalmente  por  la  exactitud  de 
sus  noticias,  que  son  todas  de  interés  inmediato  y de  verdadera  importancia 
profesional  para  el  médico,  cirujano,  farmacéutico  y veterinario,  el  diario  de 
visitas  y observaciones  para  todo  el  año. 

Esta  importante  é indispensable  obrita  se  publica  en  noviembre  de  cada  año 
para  uso  del  siguiente,  y siempre  recibe  las  mejoras  de  los  dése i\J>ri míenlos  mas 
importantes  ocurridos  en  el  año  anterior  y que  son  de  uso  y práctica  diaria. 

Precio  : en  Madrid,  desde  8 rs.  hasta 72,  y en  provincias',  desde  10  hasta  78, 
según  la  elegancia  de  la  cartera,  franco  de  porte. 

A ATTTAPTn  de  Medicina  y Cirugía  prácticas  para 
XA.I.N  LJ  X3LX\XV_/  1867:  resúmen  dé  los  trabajos  prácticos  mas  im- 
portantes publicados  en  1866,  por  D.  Esteban  Sánchez  de  Ocaüa,  doctor 
en  medicina  y cirugía,  profesor  clínico  por  oposición  de  la  Facultad  de  Medi- 
cina de  la  Universidad  central,  ex-indivíduo  del  Cuerpo  Médico-forense  de 
Madrid,  etc.  Madrid,  1867.  {En  prensa). 


ATLAS  COMPLETO 

DE 

ANATOMÍA  QUIRÚRGICA 

TOPOGRAFICA 

Que  puede  servir  de  complemento  á todas  las  obras  de  Anatomía  quirúrgica, 
compuesto  de  109  láminas  que  representan  162  figuras  dibujadas  del  natural  por 
M.  Bion,  y con  texto  explicativo  por  B.-J.  Beraud,  cirujano  y profesor 
agregado  á la  Maternidad  de  París,  etc.;  traducido  al  castellano  por  D.  Es- 
téban  Sánchez  de  Ocaña,  doctor  en  medicina  y cirugía,  etc. 

Este  magnífico  Atlas  consta  de  109  láminas,  acompañadas  de  su  texto  corres- 
pondiente, divididas  en  109  entregas. 

Suscricion  permanente:  un  cuaderno  de  diez  entregas  al  mes,  para  fa- 
cilitar la  adquisición  de  esta  importante  é indispensable  obra.  . 

Precios : en  Madrid,  por  cada  diez  entregas,  con  láminas  en  negro,  pagadas 
adelantadas,  21  rs. ; y en  color,  42  : en  provincias,  por  cada  diez  entregas, 
con  láminas  en  negro,  pagadas  adelantadas,  22  rs.;  y en  color,  43,  franco  de 
porte,  por  el  correo. 

Precio  de  la  obra  completa , encartonada. 

Un  magnifico  tomo  con  láminas  iluminadas 482  rs. 

— — con  láminas  en  negro 252 


2 


DICCIONARIO 

DE 

TERAPÉUTICA  MÉDICA  y QUIRÚRGICA 

QUE  CONTIENE  : 

Un  resúmen  de  la  Medicina  y de  la  Cirugía ; las  indicaciones  terapéuticas  de 
cada  enfermedad;  la  medicina  operatoria;  los  parto?;  las  enfermedades  espe- 
ciales de  los  ojos,  oidos,  dientes;  la  electrización;  la  materia  médica,  las  aguas 
minerales,  y un  Formulario  especial  para  cada  enfermedad,  por  E.  Rouchut, 
médico  del  hospital  de  Niños,  etc.,  y Armando  Després,  profesor  agregado 
de  la  Facultad  de  medicina,  etc.;  traducido  al  castellano  por  D.  Pedro  Espina 
y Martínez,  médico  de  número  de  la  Beneficencia  provincial  con  destino  al 
Hospicio  y Colegio  de  Desamparados,  ele.,  y D.  Luis  Navarro  Perez,  doctor 
en  medicina  y cirugía,  ayudante  de  Terapéutica  de  la  Facultad  de  medicina  de  la 
Universidad  cehlral;  ilustrado  con  grabados  intercalados  en  el  texto.  (En  pre- 
paración). 

Historia  de  la  Farmacia,  por  Chiarlone  y Mallaina.  Madrid, 
1847.  Un  tomo,  44  rs.  en  Madrid  y 50  en  provincias,  franco  de  porte. 

Esta  obra , que  ha  merecido  tan  favorable  acogida  de  la  prensa  española  como 
de  la  extranjera  , es  muy  necesaria  para  lodo  farmacéutico  que  tenga  en  algo  la 
profesión  y quiera  consultar  las  fases  por  que  ha  pasado  hasta  llegar  á la  época 
actual. 

Lo  primero  que  un  profesor  necesita  es  conocer  la  historia  de  la  facultad  que 
ejerce,  y este  vacío  que  teníamos  en  la  farmacia  española  le  han  llenado  cum- 
plidamente los  autores  de  la  obra  que  anunciamos,  en  la  que  hallarán  también 
nuestros  lectores  el  origen  de  la  farmacia  en  general  y lo  mucho  que  los  espa- 
ñoles han  hecho  para  que  esta  ciencia  haya  adquirido  la  importancia  que  hoy 
tiene. 

Obras  quirúrgicas  completas,  por  Cooper;  traducidas  al  francés 
por  MM.  Richelot  y Chassaignac,  y de  este  al  castellano  por  D.  F.  Cebados.  Cá- 
diz, 1843.  3 tomos  en  4.°,  75  rs.  en  Madrid  y 98  en  provincias,  franco  de  porte. 

De  la  Virilidad,  de  las  causas  de  su  decadencia  prematura,  ó instruc- 
ciones para  obtener  su  completo  restablecimiento;  dedicado  á todos  los  que  pa- 
decen de  resultas  de  sus  excesos,  de  hábitos  solitarios  ó del  contagio,  seguido 
de  observaciones  sobre  el  tratamiento  de  la  sífilis,  de  la  gonorrea  y de  la  ble- 
norragia, por  Curtís;  ilustrado  con  45  figuras  anatómicas,  notas,  etc.;  tradu- 
cido del  francés  al  castellano  de  la  edición  59  por  D.  F.  Sanlana  y Yillanueva, 
doctoren  medicina  y cirugía,  disector  y sustituto  de  anatomía  de  la  Facultad 
de  Medicina  de  la  Universidad  central.  Segunda  edición.  Madrid , 1855.  Un  tomo 
en  8.°,  acompañado  de  45  láminas  iluminadas,  20  rs.  en  Madrid  y 24  en  pro- 
vincias, franco  de  porte. 

Revista  farmacéutica  de  1866.  Suplemento  á la  Botica  para 
1867.— -Farmacotecnia,  química,  fisiología,  terapéutica,  historia  natural,  to- 
xicología,  higiene,  economía  industrial  y doméstica,  etc.,  por  D.  Esléban  Sá  n- 
chez de  Ocaña,  doctor  en  medicina  y cirugía , profesor  clínico  por  oposición 
de  la  Facultad  de  Medicina  de  la  Universidad  central,  etc.,  etc.  Madrid,  186/. 
(En  prensa). 

Tratado  teórico  y práctico  de  las  Enfermedades  del  encéfalo 
mentales  y nerviosas,  ó Resúmen  general  de  todas  las  obras,  monografías,  me- 
morias antiguas  y modernas,  por  Fabre.  Madrid,  1856.  2 tomos  en  4.°  espa- 
m A unas  páginas  cada  uno  y de  hermosa  edición.  Precios : 40  rs.  en 
Madrid  y 45  en  provincias,  franco  de  porte. 


- 3 - 


MANUAL 


DE 

ANATOMIA  PATOLÓGICA 

GENERAL  Y APLICADA 


Por  Ch.  Houel,  profesor  agregado  de  la  Facultad  de  Medicina  de  París,  etc.- 
traducido  de  la  segunda  edición  francesa  por  D.  Esteban  Sánchez  de  Ocaña 
doctor  en  medicina  y cirugía,  ele.  Madrid,  1867.  Un  tomo  en  i.°  (£«  «repa- 
ración). v r r 


La  Frenología  y sus  glorias,  por  Cubí  y Soler.  Lecciones  de  fre- 
nología ilustradas  con  170  retratos  auténticos  y otros  diseños.  Barcelona , 1852- 
1857.  Un  lomo  en  4.°,  120  rs.  en  Madrid  y 128  en  provincias,  franco  de  porte. 

La  Intoxicación  pal u diana,  ó el  Paludismo;  tratado  de  las  liebres  in- 
termitentes, remitentes  y continuas,  de  las  alteraciones  nerviosas,  viscerales  y 
de  nutrición,  y de  cuantas  enfermedades  se  producen  por  los  miasmas  palúdi- 
cos, por  García  López.  Madrid,  1861.  Un  tomo  en  4.°,  24  rs.  en  Madrid  y 28 
en  provincias,  franco  de  porte. 

Tratado  de  Patología  general  médico-quirúrgica,  con  investi- 
gaciones particulares  sobre  la  naturaleza,  sinlomatología , terminaciones  gene- 
rales de  las  enfermedades,  sus  influencias,  causas  , diagnóstico,  etc.,  etc. , por 
Gerd  y.  Madrid,  1856.  Un  lomo  en  4.°  español,  de  425  páginas  y de  bella  im- 
presión. Precios  : 16  rs.  en  Madrid  y 20  en  provincias,  franco  de  porte. 


Tratado  de  las  Enfermedades  generales  y diátesis,  con  nuevas 
investigaciones  sobre  las  inflamaciones,  las  diátesis  purulentas,  las  gangrenas, 
las  quemaduras,  las  congelaciones,  las  heridas  por  armas  de  fuego,  etc.,  por 
Gerdy.  Madrid,  1856.  Un  tomo  en  4.°,  20  rs.  en  Madrid  y 24  en  provincias, 
franco  de  porte. 

Tratado  teórico  y clínico  de  Patología  interna  y de  terapéu- 
tica médica,  por  el  doctor  E.  Gintrac;  traducido  al  castellano  por  D.  Félix 
Guerro  Vidal  y D.  Estéban  Sánchez  de  Ocaña.  Madrid,  1855-1862.  5 tomos 
en  8.°  Precio  : 142  rs.  en  Madrid  y 162  en  provincias,  franco  de  porte. 

Precio  del  lomo  IV,  26  rs.  en  Madrid  y 30  en  provincias , franco  de  porte. 

— — V,  32  36  — — 

Historia  natural  de  las  Drogas  simples  ó Vade-mecum  del  farma- 
céutico, por  Guibourt;  traducida  de  la  cuarta  y última  édicion;  corregida  y 
considerablemente  aumentada,  por  el  licenciado  en  farmacia  D.  Ramón  Ruiz. 

( Obra  declarada  de  texto  para  los  alumnos  de  Farmacia  por  el  Real  Consejo  de 
Instrucción  pública).  Madrid,  1862.  4 tomos  en  4.°  con  360  láminas  intercaladas 
en  el  texto,  130  rs.  en  Madrid  y 146  en  provincias,  franco  de  porte. 

Nuevo  tratado  elemental  de  Anatomía  descriptiva  y de  prepa- 
raciones antómicas,  por  el  doctor  A.  Jamain;  seguido  de  un  Compendio  de 
Embriología,  por  el  doctor  A.  Verneuil,  catedrático  agregado  a la  Facultad  ue 
medicina  de  Paris,  con  unas  200  figuras  intercaladas  en  el  texto:  traducido  ai 
español  de  la  última  edición  francesa  por  el  doctor  D.  Francisco  pantana,  pri- 
mer ayudante  disector  de  la  Facultad  de  medicina  de  la  Universidad  central, 
socio  de  número  de  la  Academia  médico-quirúrgica  matritense,  etc.  Maariu, 
1862.  Un  lomo  en  4.°,  60  rs.  en  Madrid  y 70  en  provincias,  franco  de  porte. 

Doctrina  médico-filosófica  española,  sostenida  durante  Ja  ^ dis- 
cusión sobre  Hipócrates  y las  escuelas  bipocráticas  en  la  Academia  medicina 
y Cirugía  de  Madrid  y en  la  prensa  médica;  por  el  doctor  D.  Pedro  Mata.  Ma- 
drid, 1860.  Un  tomo  en  4.°,  60  rs.  en  Madrid  y 70  en  provincias,  franco  de  portó. 


NOVÍSIMO  MANUAL 

DEL 


DIAGNÓSTICO  MÉDICO 

6 GUÍA  CLÍNICA  PARA  EL  ESTUDIO  DE  LOS  SIGNOS  CARACTERÍSTICOS 

DE  LAS  ENFERMEDADES 

POR  V.  A.  RACLE 

Tercera  edición , revisada  y aumentada  con  un  Resúmen  de  los  procedimien- 
tos físicos  y químicos  para  la  exploración  clínica,  con  láminas  intercaladas  en 
el  texto;  traducida  al  castellano  y anotada  por  el  doctor  D.  Rogelio  Cosas  de 
Batista,  profesor  clínico  de  la  Facultad  de  Medicina  de  Ja  Universidad  cen- 
tral, etc.;  ilustrada  con  17  magníficos  grabados  intercalados  en  el  texto.  Se- 
gunda edición  española  , publicada  con  autorización  del  autor.  Forma  un  mag- 
nífico tomo  en  8.a  con  buen  papel  y esmerada  impresión.  Madrid,  186).  Precio, 
franco  de  porte,  en  toda  España,  20  rs.  vn. 

Filosofía  española.— -Tratado  de  la  Razón  humana  con  apli- 
cación ála  práctica  del  foro,  por  el  doctor  D.  Pedro  Mata.  Madrid,  1858.  Un 
tomo  en  8.°  prolongado,  de  unas  700  páginas , 32  rs.  en  Madrid  y 36  en  provin- 
cias, franco  de  porte. 

Filosofía  española. — Tratado  de  la  Razón  humana  en  sus  es- 
tados intermedios.  (Sueño,  ensueños,  pesadillas,  somnambulismo  natural,  fisio- 
lógico y morboso  ó extático;  somnambulismo  artificial  ó magnético;  ilusiones  y 
alucinaciones  compatibles  con  la  integridad  de  la  razón;  pasiones),  con  apli- 
cación á la  práctica  del  foro.  Lecciones  dadas  en  el  Ateneo  científico  y literario 
de  Madrid,  por  el  doctor  D.  Pedro  Mala.  Madrid,  1864.  Un  tomo  en  8.°,  32  rs. 
en  Madrid  y 36  en  provincias,  franco  de  porte. 

El  M onitor  de  la  salud  de  las  familias  y de  la  salubridad  de  los  pueblos. 
Revista  de  higiene  pública  y privada,  de  medicina  y economía  domésticas,  de 

Solicía  urbana  y rural , etc. ; fundada  y dirigida  por  el  doctor  D.  Pedro  Felipa 
loo  Ja  u.  Esta  interesante  publicación,  de  ulilidad  para  todas  las  clases  de  la 
sociedad  é indispensable  para  muchas  de  ellas , consta  de  7 tomos  en  4.°  mayor. 
Madrid,  1858,  1859, 1860, 1861,  1862,  1863  y 1864.  Precio  de  cada  tomo,  38  rs. 
en  Madrid  y 42  en  provincias,  franco  de  porte . 

Higiene  del  matrimonio,  ó el  Libro  de  los  casados , en  el  cual  se  dan 
las  reglas  é instrucciones  necesarias  para  conservar  la  salud  de  los  esposos,  ase- 
gurar la  paz  conyugal  y educar  bien  á la  familia , por  el  doctor  D.  Pedro  Felipe 
Monlau.  Tercera  edición , revisada,  aumentada  y adornada  con  un  álbum  de 
12  lámioas  grabadas.  Madrid,  1865.  Un  lomo  en  4.°,  30  rs.  en  Madrid  y 34  en 
provincias,  franco  de  porte. 

Elementos  de  Higiene  pública,  ó Arle  de  conservar  la  salud  de  los 
pueblos,  por  el  doctor  D.  Pedro  Felipe  Monlau.  Segunda  edición , revisada, 
aumentada  con  un  Compendio  de  Legislación  sanitaria  de  España,  adornada  con 
dos  láminas  finas.  Madrid,  1862.  3 lomos  en  4.°,  60  rs.  en  Madrid  y 72  en 
provincias,  franco  deporte. 

.Elementos  de  Higiene  privada,  ó Arte  de  conservar  la  salud  del  indi* 
viduo,  por  el  doctor  D.  Pedro  Felipe  Monlau.  Tercera  edición , revisada  y au  - 
mentada.  Madrid,  1864.  Un  tomo  en  8.°,  24  rs.  en  Madrid  y 28  en  provincias , 
franco  de  porte. 


- o - 

MANUAL  POPULAR 

l)K 

GIMNASIA  DE  SALA 

MEDICA  E HIGIENICA 

Ó Representación  y descripción  de  los  movimientos  gimnásticos  que  no  exi- 
giendo ningún  aparato  para  su  ejecución , pueden  practicarse  en  lodas  parles 
y por  toda  clase  de  personas  de  uno  y otro  sexo;  seguido  de  sus  aplicaciones  a 


diversas  enfermedades,  por  D.  G,  M.  Schreber,  doctor  en  medicina,  director 
del  Instituto  ortopédico  y médico-gimnástico  de  Leipsig;  vertido  de!  atenían 
por  II.  Van  Oordt;  traducido  al  castellano,  y considerablemente  aumentado,  por 
D.  E.  S.  de  O.  Madrid,  1864.  Un  tomo  en  18.°,  con  45  figuras  intercaladas  eo  el 
texto,  10  rs.  en  Madrid  y 12  en  provincias,  franco  de  porte. 

TRATADOS  ESPECIALES  : Tratado  teórico  y práctico  de  las  Enfermedades 
del  corazón , de  ¡os  vasos  y de  la  sangre,  por  el  doctor  Forget. — Tratado  teórico 
y práctico  de  la  Enfermedad  escrofulosa  , por  el  doctor  Duval.  — Tratado  de  las 
Enfermedades  crónicas  del  aparato  respiratorio , por  e!  doctor  Bricheteau. — 
Tratado  de  las  Afecciones  de  la  piel,  sintomáticas  de  la  sífilis,  por  el  doctor  Bas- 
sereau.  — Madrid,  1855.  Un  tomo  en  4.°,  48  rs.  en  Madrid  y 56  en  provincias, 
franco  de  porte. 

Tratado  elemental  teórico  y práctico  del  Arte  de  los  partos, 
por  F.  W.  Scanzoni;  traducido  del  aleman  por  el  doctor  Pablo  Picard,  con 
111  figuras  intercaladas  en  el  texto;  vertido  al  castellano  por  el  doctor  D.  Fran- 
cisco Sanlana,  primer  ayudante  disector  de  la  Facultad  de  Medicina  de  la  Uni- 
versidad central.  Madrid,  1860.  Consta  de  un  magnífico  lomo  en  8.°  con  111 
figuras.  Precio : 24  rs.  en  Madrid  y 28  en  provincias,  franco  de  porte. 


TRATADO  PRÁCTICO 


DE  LAS 

ENFERMEDADES  Z ÓRGANOS  SEXUALES  ll  MUJER 

POR  F-  W.  SGANZONI 

Traducido  del  aleman  y anotado  bajo  la  dirección  del  autor  por  los  doctores 
H.  Dor  y A.  Socin ; vertido  al  castellano  por  D.  Francisco  Santana  y Villa- 
nueva,  primer  ayudante  disector  de  la  Facultad  de  Medicina  de  la  Universidad 


central,  socio  de  número  de  la  Academia  Médico-quirúrgica  matritense,  etc., 
Madrid,  1862.  Un  tomo  en  4.°,  ilustrado  con  44  figuras  intercaladas  en  el  texto, 
30  rs.  en  Madrid  y 34  en  provincias , franco  de  porte. 

Tratado  de  Anatomía  general,  por  E.  M.  Van  Kempen;  traducido 
al  castellano  por  D.  Rafael  Martínez  y Molina,  doctoren  medicina  y en  cien- 
cias naturales.  Ilustrado  con  105  grabados  en  madera  intercalados  en  el  texto. 
Madrid,  1863.  Un  tomo  en  8.°,  buen  papel  y esmerada  impresión,  22  rs.  en 
Madrid  y 24  en  provincias,  franco  de  porte. 

Ensayo  de  Antropología,  ó sea  Historia  fisiológica  del  hombre  en  sus 
relaciones  con  las  ciencias  sociales  y especialmente  con  la  patología  y Ja  ’ 
por  Varela  de  Montes.  Obra  aprobada  para  texto.  Madrid,  1854.  4 lo 
en  4.°,  64  rs.  en  Madrid  y 76  en  provincias,  franco  de  porte. 

De  la  Degeneración  física  y moral  de  la  especie  human*  0JJj* 
sionada  por  la  vacuna,  por  Verdé-Delisle;  trrducida  al  castellano  P . 
i<fil!LGuor.r0  Vidal,  médico-director  de  aguas  minerales,  etc.  Madrid,  loD  . 

mo  en  8.°  prolongado,  14  rs.  en  Madrid  y 16  en  provincias,  franco  de  p 


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MANUAL 

DE 

PATOLOGÍA  Y DE  CLÍNICA  OIMGICALES 

Por  el  Dr.  JAMAIN. 

Traducido  de  la  última  edición  francesa  por  Quijano.  Madrid,  1867.  2 tomos 

en  8.°  ( En  piensa). 

Tratado  de  Percusión  y auscultación,  por  Skoda;  traducido  al 
castellano  de  la  cuarta  y última  edición.  Madrid,  1856.  Un  tomo  en  4.°  español, 
de  29  pliegos  y de  esmerada  impresión.  Precio:  10  rs.  en  Madrid  y 12  en  pro- 
vincias , franco  de  porte. 

AGENDA  FORENSE 

PARA  BOLSILLO 

ó Libro  de  memoria  diario  para  el  año  de  1807,  para  uso  de  los 
ALbog'ados , Notarios  y Procuradores. 

Esta  obrita  recibe  todos  los  años  grandes  é importantes  reformas;  asi  es  que 
ha  llegado  á tal  estado  de  perfección  que  puede  considerársela  como  el  libro 
indispensable  á todos  los  hombres  de  la  curia.  — Un  índice  de  nuestra  legisla- 
ción, un  repertorio  de  las  principales  disposiciones  que  conviene  tener  presentes 
en  la  vida  práctica  de  los  negocios,  pueden  ahorrar  muchas  consultas,  pueden 
evitar,  en  multitud  de  casos,  el  enojoso  trabajo  de  registrar  muchos  índices,  y 
pueden  servir  en  un  momento  impensado,  en  la  audiencia,  en  una  junta,  en  los 
consejos,  cuando  no  se  tienen  á mano  nuestros  códigos,  los  tomos  de  decretos  ó 
la  colección  legislativa,  ó cuando  la  premura  del  tiempo  no  da  lugar  á regis- 
trarlos, como  de  memento  para  traerá  la  memoria  disposiciones  y fechas  que 
de  otro  modo  sería  muy  difícil  recordar.  A estas  agréganse  en  nuestra  Agenda 
otras  muy  extensas  acerca  del  personal  de  nuestros  tribunales,  colegios  de  abo- 
gados, de  procuradores  y de  notarios,  etc. 

Se  publica  en  noviembre  de  cada  año  para  uso  del  siguiente. 

Precios : en  Madrid,  desde  8 rs.  hasta  72,  y en  provincias  desde  10  hasta  78, 
según  la  elegancia  de  la  cartera,  franco  de  porte. 

CURSO  COMPLETO 

D& 

DERECHO  NATURAL 

Ó DE  FILOSOFÍA  DEL  DERECHO 

Con  arreglo  al  estado  actual  de  esta  ciencia  en  Alemania,  por  H.  Ahrens. 
Segunda  edición  española.  Madrid,  1864.  Un  lomo  en  8.°,  34  rs,  en  Madrid  y 38 
en  provincias,  franco  de  porte. 


ESPAÑOLA  Y EXTRANJERA 


Segun  las  semencias  del  Tribunal  supremo  desde  el  establecimiento  de  su 
jurisprudencia  hasta  las  vacaciones  de  julio  de  1861;  conforme  á la  nueva  ley 
hipotecaria,  á los  fueros  de  Cataluña,  Aragón,  Navarra  y "Vizcaya,  y á las  pu- 
blicaciones mas  notables,  sobre  legislación  comparada , por  D.  Juan  Antonio 
Seoane.  Madrid,  1861.  2 tomos  en  8.°,  40  rs.  en  Madrid  y 46  en  provincias. 

Manual  de  Expropiación  forzi  sa  por  causa  de  utilidad  pública,  ó 
Aplicación  práctica  de  la  ley  de  17  de  julio  de  1836  y reales  disposiciones  pos- 
teriores, por  D.  Fernando  de  Madrazo.  Madrid,  1861.  Un  lomo  en  8.°,  20  is. 
en  Madrid  y 24  en  provincias,  franco  de  porte. 


CARLOS  BAILLY  BAILLIERE 

LIBRERO  DE  CÁMARA  DE  SS.  MM.,  DE  LA  UNIVERSIDAD  CENTRAL, 

DEL  CONGRESO  DE  LOS  SEÑORES  DIPUTADOS  Y DE  LA  ACADEMIA  DE  JURISPRUDENCIA 

Y LEGISLACION. 

LIBRERÍA  EXTRANJERA  Y NACIONAL,  CIENTÍFICA  Y LITERARIA, 

Plaza  del  Príncipe  Alfonso  (antes  de  Santa  Ana),  n.°  8,  Madrid. 

Suscrlcicn  á todos  los  periódicos  Franceses,  Ingleses,  Alemanes, 
Belgas,  Italianos,  Portugueses,  Fs|tañoies,  etc.,  etc. 

Gran  surtido  de  obras  ilustradas  francesas,  con  encuadernación  de  lujo,  para 
sobremesa  ó regalos. 

Surtido  completo  de  obras  francesas  de  teología,  filosofía , jurisprudencia, 
matemáticas,  arquitectura,  mineralogía,  medicina  alopática  y homeopática, 
cirugía,  anatomía,  farmacia , lisiología , hidropatía,  magnetismo,  historia  na- 
tural, química,  física,  arte  militar,  agricultura,  veterinaria,  economía  polí- 
tica , etc. 

Un  magnífico  surtido  de  obras  españolas.  — Libros  ingleses,  alemanes,  ita- 
lianos, árabes  y sánscritos.  — Gramáticas  y Diccionarios  de  todas  lenguas.— 
Colección  de  los  Manuales  Encyclopcdie  fíoret , y Lacroix.  — Colección  de  los 
clásicos  franceses , edición  Didot,  Charpentier,  Uachctte. — Bibliothéque  Rose. 
— Bibliolhéque  des  Alerveilles. — Colección  Lévy , Librairie  nouvelle,  novelas  á 
5 rs.  lomo.  — Collection  of  Brilish  aulhors  Taucnnits  edilion. 

Se  reciben  suscriciones  á todas  las  obras  y periódicos,  así  extranjeros 
como  nacionales.  — Casa  de  Comisión  para  España,  el  Extranjero 
y H llraauar. 

Igualmente  toda  clase  de  obras  para  la  venta  en  comisión.  — Por  punto  ge- 
neral , la  casa  cobra  el  10  por  100  por  su  comisión  sobre  el  importe  de  las  ven- 
tas; pero  los  dueños  de  obras  que  deseen  la  inclusión  de  las  suyas  en  todos  los 
Catálogos  de  la  misma,  abonarán,  en  lugar  del  10,  el  25  por  100. 

Mola.  Cada  semana  recibe  las  nuevas  publicaciones  del  extranjero,  y una 
correspondencia  activa  con  Francia,  Bélgica,  Inglaterra,  Alemania,  Italia,  Por- 
tugal, etc.,  y también  con  las  principales  ciudades  de  España , permile  á don 
Carlos  Bailly-Bailliere  cumplir  con  la  mayor  brevedad  cualquiera  comisión 
que  se  le  coníie. 

Oirá.  — La  misma  librería  compra  toda  clase  de  Bibliotecas,  sean  obras  an- 
tiguas ó modernas,  españolas  ó extranjeras,  y publica  de  tiempo  en  tiempo  un 
Catálogo  bibliográfico  de  obras  modernas,  tanto  nacionales  como  extranjeras,  y 
además  contiene  obras  de  lance  á precio  módico  : el  que  lo  desee  recibir,  puede 
manifestarlo,  y se  le  enviará  gratis. 


Madrid  : 18(i7.— Imp.  de  Bailly-Bailliere.