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DE VARIOS CULTIVOS CUBANOS.
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APUNTES
ACERCA
DE VARIOS CULTIVOS CUBANOS,
POR
D. ALVARO REYNOSO.
Le progres agricole calme les besoins et
les soucis des hommes, et les rend impres-
sionables et accessibles a tout ce que les
: arts et les sciences acquitrent de bon et de
beau : seul il donne aux autres progres leur
base el leur véritable consécration.
LIEBIG.
IMPRESO Á EXPENSAS DEL GOBIERNO.
MADRID,
IMPRENTA Y ESTEREOTIPIA DE M. RIVADENEYRA,
calle del Duque de Osuna, número 3.
1867
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AL EXCELENTÍSIMO SEÑOR
DON MANUEL GUTIERREZ DE LA CONCHA,
MARQUÉS DEL DUERO, CAPITAN GENERAL DE EJÉRCITO, GRANDE DE
ESPAÑA DE PRIMERA CLASE, CABALLERO DE LA INSIGNE ÓRDEN DEL
TOISON DE ORO, GRAN CRUZ DE LA REAL Y MILITAR DE SAN FER-
NANDO, DE LA TORRE Y ESPADA DE PORTUGAL, GRAN CORDON DE LA
LEGION DE HONOR DE FRANCIA, CON OTRAS GRANDES.CRUCES Y CON-
DECORACIONES MILITARES POR MÉRITOS DE GUERRA, SENADOR DEL
REINO, ETC., ETC,
En testimonio de alta consideracion y reconocimiento,
Macro Suero,
Hemos emprendido el estudio circunstanciado de
la produccion orgánica en los climas tropicales. — La
idea y plan general de estas investigaciones, así como
el método especial de enlazar todas las materias en-
tre sí, deduciéndolas de los principios cientificos, €s,
a nuestro entender, lo que constituye el mérito del
trabajo, dado caso que alguno se le concediese.—Los
detalles, los últimos rasgos del cuadro trazado, siem-
pre quedarán por acabar.— Aunque tenemos muy
adelantada nuestra empresa, la cual en alguna de sus
partes se halla casi completa, sin embargo, no ha
llegado el momento de someterla al público.—Mién-
tras tanto creemos prestar un servicio al país dando
a luz estos Apuntes, en los cuales expresamos las
reglas principales relativas á cultivos importantes. —
No se nos oculta que aun estos mismos apuntamien-
tos son incompletos, pero, aun así y todo, juzgamos
que serán convenientes para los agricultores cuba-
nos. — Atravesamos una época tan crítica, que áun
el grano de arena debe ser recibido con júbilo.
APUNTES
ACERCA
DE VARIOS CULTIVOS CUBANOS.
NARANJOS.
Es el cultivo del naranjo uno de aquellos que más me-
rece, y con preferencia, fijar la atencion de los agricultores
cubanos, no sólo por el comercio interior que está llamado
- 4 sostener, sino tambien por la exportacion considerable
de sus productos. En la actualidad, por motivos varios,
este ramo de explotacion agrícola, como otros muchos de
no menor importancia, se encuentra muy descuidado; mas.
no dudamos que muy pronto adquiera todo el desarrollo
que exigen nuestros intereses.
Con el nombre de naranjos , vamos á comprender todas
las especies, variedades é híbridos que contiene el género
citrus; la mayor parte de las observaciones que nos pro-
ponemos manifestar, se refiere 4 todas esas plantas; otras
corresponden sólo 4 determinadas variedades; algunas
conciernen únicamente á marcado individuo.—Para que
1
A
“nuestro trabajo fuese completo, sería menester descender
a los pormenores circunstanciados relativos 4 cada varie-
dad, estudiándola especialmente con detenimiento; tarea
que por ahora no juzgamos conveniente acometer; pero
áun así, cuanto pasamos a presentar sera útil, sobre todo
para aquellos que se apliquen 4 cultivar el naranjo de
China.
Los naranjos y limoneros se encuentran en toda clase
de suelos y localidades en este país; los hemos visto cre-
cer y prosperar en las más áridas sabanas y en los potre-
ros más descuidados; en tierras arenosas, calcáreas, ar-
cillosas ; en tierras altas y bajas. — Recordamos haber en-
contrado un grupo de naranjos agrios en medio de un
jucaral, punto en extremo húmedo.—De estos hechos se
podria: deducir que el naranjo se desarrolla en toda suerte
de requisitos, en cualquiera clase de terreno, sin haber
menester de circunstancias especiales para alcanzar su ma-
yor crecimiento; pudiendo aún agregar que no reclama cul-
dados de ningun género.—Mas sí con algun detenimiento
se comparan esas plantas, vegetando en tan distintos y
opuestos requisitos, se verá que no en todos crecen con
Igual vigor y lozanía, no sólo atendiendo al aspecto del
árbol, sino tambien 4 su produccion y edad á que al-
canzan.—Este juicio será comprobado, examinando las
plantas bien cultivadas existentes en algunos distritos, y
mejor aún recordando aquellas que hayamos admirado en
otros países, donde con más esmero é inteligencia se les
prodigan los cuidados que por naturaleza reclaman. —
¿Quién ignora que existen en esta isla comarcas renom-
bradas por la excelencia de sus naranjas? ¿Quién no sabe
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que allí se encuentran los más corpulentos árboles? La na-
turaleza de los terrenos influye, no sólo en la calidad de
las frutas, sino tambien en la época de su madurez.
El naranjo, para crecer, desarrollarse con vigor, alcanzar '
su apogeo de incremento orgánico, para producir grandes
cosechas, frutas exquisitas, y por fin, para vivir por lar-
gos años, exige un terreno de profunda capa vegetal,
fresco y rico en sustancias alimentosas; de lo contrario, el
árbol será pequeño, producirá pocas é inferiores frutas, y
dejará de existir despues de un corto número de años. Este
arbol, en tierras esencialmente arcillosas y húmedas, en
- las arenosas y calcáreas, en grado notable secas, es men-
guado en su apariencia, mezquino en su produccion, pro-
duce frutos de calidad despreciable, y vive muy poco
tiempo.—En muchos puntos de la isla existen terrenos
que, aunque de distinto aspecto y composicion, estan, en
suma, constituidos de tal manera, que poseen todas las
propiedades y circunstancias que reclama el naranjo para
crecer; sin embargo, los terrenos que hasta el presente
han logrado más celebridad son las tierras coloradas, sus-
tanciosas, frescas y de profunda capa vegetal, las cuales se
encuentran en muchos distritos del país.— La necesidad
de una capa vegetal profunda queda demostrada estudiando
la extension y direccion de las raíces.
Por las anteriores consideraciones es fácil venir en co-
nocimiento de que para establecer plantíos de naranjos será
ventajoso buscar los terrenos que naturalmente ofrezcan
en su mayor grado esas circunstancias; pero, en el caso
contrario, si otros requisitos, y entre ellos preciso es no
olvidar la facilidad de los trasportes, indicasen la conve-
pS de
niencia de la empresa, creemos que sería cuerdo y benef-
cioso realizar todas aquellas mejoras encaminadas al esta-
blecimiento de tan propicias propiedades.—Así será pre-
ciso drenar el terreno, labrarlo profundamente, modificar
sus propiedades físicas, reconstituir su composicion quí-
mica, etc.; operaciones todas que están muy léjos, como
á primera vista juzgarán muchos, de ser ruinosas, pues
no sólo serán recompensadas con usura luégo que el na-
ranjo nos dé sus frutos, sino que ademas, merced 4 los
cultivos intercalados, irémos obteniendo cosechas, que nos
devolverán anticipadamente los adelantos que hayamos
podido hacer.
Los naranjos se multiplican de hoja, estaca, acodo ó
margullo, por ingerto y de semilla,
Mandirola fué el primero que, en su Manual del Far-
dinero, publicado en 1652, anunció que una hoja de na-
ranjo puesta en tierra tiene la propiedad de dar orígen á
raíces; hecho que más tarde confirmaron, en 1716 Mun-
chlausen, y en 1781 Muntel; mas ninguno de estos auto-
res refiere el resultado de tan curioso fenómeno. ¿Se puede
lograr así una nueva planta? ¿Acaso fructifica ésta? ¿Sus
frutas son distintas en su calidad? ¿Cuántos años dura el
arbol, suponiendo que se forme?
Los limoneros, bergamoteros y cidros son los citrus
que con más frecuencia se multiplican de estaca, á cuyo
efecto se toman ramos, ó mejor aún chupones Ó ladrones,
que así se llaman los retoños que se forman en las partes
bajas del tronco, de cuarenta centímetros, poco más Ó mé-
nos, de largo, y se plantan, teniendo el cuidado de supri-
mir todas las hojas, ménos las superiores. Estas estacas de-
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berán ponerse en tierra de brezo, húmeda y en un lugar
en que no las hiera el sol.
La multiplicación por acodo ó margullo, bien poco
empleada, ha sido de nuestra parte objeto de algunos es-
tudios, pues tanto con respecto 4 los naranjos, como rela-
tivamenteá otras plantas, creemos que está, en estos climas,
llamada 4 resolver ciertos particulares referentes al perfec-
cionamiento de los productos. —No se nos oculta, sin
embargo, que este modo de propagar las plantas ofrece al-
gunos inconvenientes. —Los acodos pueden llevarse 4 cabo
en naranjos naturales ó en ingertos. El modo que con más
frecuencia se ha aplicado en Europa es el margullo por
extrangulacion , ligadura, garrote Ó compresion; para eje-
cutarlo se comienza por proceder del mismo modo que si
“fuésemos A practicar el margullo sencillo en arco, mugron,
provena ó serpenteado; es decir, que se elige un ramo vi-
goroso, se le encorva en una zanjuela abierta en la tierra,
dentro de la cual se le mantiene fijo, teniendo el cuidado,
ántes de cubrirlo con tierra, de atar con un fuerte hilo de
plomo, laton ó cañamo la rama; esta ligadura conviene
que se disponga en forma espiral, pues así mayor será el
número deraíces que nacerán de los repu/gos.—De este mo-
do se desarrollan raíces, y es posible separar la rama del pié
y trasponerla 4 otro sitio. Si la rama se encuentra muy dis-
tante del suelo, será preciso hacerla pasar por un vaso,
recipiente Ó maceta, sostenida 4 la conveniente altura por
un apoyo 4 propósito.—Ademas de este acodo, se pueden
practicar con el mejor éxito los siguientes, los cuales es
fácil llevar 4 cabo en todas las variedades de los citrus:
1." Por incision en Y. Este margullo se ejecuta dividiendo
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longitudinalmente el ramo en dos mitades, 4 cuyo efecto,
horizontalmente se le da un corte que penetre hasta la
mitad de su diámetro, y en seguida, con el auxilio de la
misma cuchilla, se le hiende ó raja hácia arriba en un es-
pacio de dos centimetros; en la bifurcacion se coloca un
pedacito de madera, fragmento de ladrillo, piedrecita ó
cualquier cuerpo duro, que mantenga separadas las dos
partes; entónces se encorva la rama y se cubre con tierra;
bien entendido que si el ramo está muy en lo alto, será
preciso colocar ó disponer una maceta para contenerlo. Así
que se producen las raíces, se separa el ramo y se planta en
el sitio designado. 2.” En vez de encorvar la rama des-
pues de dividirla longitudinalmente en dos partes, es po-
sible introducir una de ellas en una maceta, del mismo modo
que describirémos al tratar del árbol del pan. 3.” Los cs-
trus tambien se multiplican de sierpes Ó barbados; ob-
ervacion que creemos haber hecho por primera vez, pues
ningun autor la menciona. En terrenos algo quebrados,
las aguas concluyen por aislar, descubrir Ó desnudar las
raíces, las cuales, puestas en contacto con el aire y heri-
das, sobre todo las que por sus extremidades son mutila.-
das, dan orígen á sierpes Ó barbados. Este hecho lo hemos
notado en todas las variedades de citrus. En el naranjo
de China se muestra repetidas veces, y últimamente he-
mos encontrado una sierpe, producida 2 una vara del
tronco, la cual creció al punto de dar frutos. En el cidro
nos ha sido posible observar el fenómeno en su mayor
grado de manifestacion, 4 la vez que tambien hemos ad-
mirado hermosos ejemplos de acodos naturales. Encontra-
mos árboles de cidra, cuyos gajos, en contacto con la tier-
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ra, habian producido raíces, es decir, que se habian
margullado; otras veces esos ramos por accidentes natura-
les estaban más Ó ménos cubiertos con. tierra; de todos
modos, allí nos enseñaba la naturaleza una muestra del
acodo en arco. Con respecto 4 las sierpes, tambien las he-
mos visto originarse por hallarse descubiertas las raíces; los
barbados crecieron y llegaron 4 dar frutos. Los cidros á
que nos referimos cubrian por completo el terreno, aun-
que primitivamente habian sido plantados 4 distancias
convenientes. Los mismos hechos hemos notado estudian-
do el naranjo agrio , cajel y en las limas. Para aprovechar
esa produccion de sierpes y multiplicar así los citrus
basta poner por obra una operacion semejante 4 aquella
que se ejecuta para obtener el margullo por compresion,
-Ó áun con mejores resultados, dividir la sierpe longitudi-
nalmente en dos partes, de las cuales la una permanece
adherida al árbol, miéntras la otra se introduce en una
maceta con tierra. En vez de maceta, se pueden mantener
las dos partes separadas, y cubrir bien con tierra la sierpe
hasta algo más arriba del punto donde comience la bifur-
cacion. Luégo que se producen raíces, se separa el barbado
y se planta en el lugar conveniente.
Debemos asimismo hacer notar que los naranjos suelen
presentar una especie de exostosis que contienen yemas,
de las cuales brotan retoños susceptibles de servir para
propagar la planta por medio del acodo. Este fenómeno
es del mismo órden que el que se realiza en el olivo.
El ingerto produce muy buenos resultados si se consi-
dera sólo la calidad de las frutas, mas disminuye la ro-
bustez del árbol y su duracion. Los ingertos por aproXi-
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macion hemos tenido oportunidad de encontrarlos en los
bosques, presentando disposiciones bastante curiosas; en-
tre otras, poseemos un ingerto natural ó soldadura de dos
ramas de naranjo agrio en forma de cruz. Con frecuencia
se encuentran en las cercas de limoneros esas soldadu-
ras, de suerte que fundándonos en este fenómeno, debiéra-
mos más á menudo practicar los varios medios de inger-
tar por aproximacion. Casi todas las maneras de ingertar
se pueden poner por obra para multiplicar los citrus;
mas los modos 4 que se recurre son los ingertos por
pua, por escudetes Vitry, ó 4 ojo dormido ó al dormir,
Jouette, ó al vivir ó a ojo velando; estos dos últimos se
distinguen en que en el primero se deja la rama del patron,
y en el segundo se corta inmediatamente. Tambien se ha
usado como objeto de curiosidad el ingerto A la Huari ó
a la Pontoíse, por el cual se ha conseguido colocar en un
pié de pequeñas dimensiones una rama, que al poco tiem-
po producia flores y frutas. Así se han obtenido arbolitos
para adorno de mesas, pero de muy corta duracion.
Mr. Bouchart (Annales des Colontes, etc., t. 1IL, pag.:402)
ha manifestado algunas observaciones importantes acerca
de las circunstancias que es preciso no olvidar para que
los ingertos produzcan los mejores resultados.
El mejor modo de multiplicar el naranjo, sobre todo en
nuestro país, consiste en usar la semilla. En efecto, todas
las variedades de citrus vegetan muy bien en nuestros
terrenos, y eligiendo éstos con acierto, se consiguen las
más exquisitas frutas y árboles muy productivos y dura--
deros. Escogiendo bien las semillas, sembrando los árbo-
les en suelos fértiles y cuidándolos con esmero durante
me
todos y cada uno de sus períodos de desarrollo, no será
preciso recurrir al ingerto para perfeccionar las frutas. En
esas circunstancias, sólo se apelará a semejante procedimien-
to cuando se desee conservar alguna variedad sin modi-
ficacion alguna, Ó cuando se quiera, poseyendo nuevas va-
.riedades, adelantar el tiempo ó época de la fructificacion;
cuyos productos de esa manera aun madurarán más pron-
to, pues el ingerto anticipa, no sólo la fructificacion, sino
aun relativamente la madurez.
El arboricultor debe poner especial cuidado en escoger
las semillas, las cuales es necesario provengan de frutas
bien maduras, perfectamente desarrolladas durante todo
el transcurso de su vida en el mismo árbol, y ademas in-
dispensable es que ofrezcan en el más alto grado las pro-
piedades que se propone perpetuar; en una palabra, es
urgente proceder.segun las reglas de la más escrupulosa
seleccion. Las semillas, como acabamos de indicar, se-
rán extraidas de frutas bien maduras, mas de ningun
modo creemos útil que se dejen éstas podrir para pro-
porcionarnos así con más facilidad los granos; esa putre-
facción de jugos Acidos, azucarados, albuminosos, etc.,
puede alterar el gérmen. Tan luégo como se obtengan las
semillas , conviene lavarlas y secarlas 4 la sombra; así que
pierdan la humedad, se conservarán por corto tiempo,
pues la experiencia enseña que miéntras más pronto se de-
positen en la tierra, mejores y más seguros serán los re-
sultados. Si posible es, deben enterrarse una vez que se
han lavado. |
El terreno en el cual se piensa echar el semillero, debe
ser profundamente removido , abonado, incorporándole las
OE
más propias materias fertilizantes; y para que la tierra se
encuentre en el mejor estado, conviene efectuar estas pré-
vias operaciones con alguna anticipacion. Es muy útil re-
gar los canteros con frecuencia para ayudar las reacciones
que deben efectuarse entre los elementos del suelo, la at-
mósfera, etc. i
Muchas personas no juzgan indispensable llevar 4 cabo
esos semilleros, y siembran de firme las semillas en los pun-
tos asignados 4 los futuros Arboles; otras es cierto que
se toman el trabajo de disponer viveros; pero ni esos se- .
minarios se fundan y conservan segun las reglas del arte,
ni las nacientes plantas permanecen en ellos el tiempo que
reclaman para ser trasplantadas, y vivir con vigor ex-
puestas A todo género de circunstancias prósperas y ad-
versas; algunos trasponen las posturas en el trascurso del
primer año, pocos esperan al segundo; aquellos echan los
semilleros por Enero y Febrero, y trasplantan 4 la entrada
de las aguas. Las semillas las separan, poco más ó ménos,
á cuatro pulgadas en todas direcciones, enterrándolas 4
una pulgada de profundidad; cierto número de curiosos
prácticos cubre con guano óÓ yaguas los canteros desde
las ocho de la mañana hasta las cuatro de la tarde, y
los riegan diariamente. Hemos visto ejecutar semilleros
siguiendo estas reglas, los cuales han producido excelentes
posturas. Á pesar de tal afirmacion, ese hecho aislado no
nos demostraría más que la idoneidad del terreno, las bue-
nas circunstancias atmosféricas, etc. , pues para poner en
efecto los semilleros, ajustándolos 4 las reglas del arte, es
preciso, Ó disponer un semillero único, en el cual queden
las semillas desde el principio 4 las distancias que deben
separar las plantas para que puedan alcanzar todo el des-
arrollo ántes de ser traspuestas, Ó establecer dos semille-
ros. Veamos cómo se realizan ambos fines. Las posturas,
á nuestro entender, deben quedar, por lo ménos, á mediá
vara de distancia unas de otras; si desde luégo se colocan
con esa separacion las semillas, se pueden dejar las plan -
tas en el mismo lugar hasta que alcancen el desarrollo ne-
cesario para ser traspuestas. El trasplante debe ponerse, en
efecto, despues del segundo año. S1 se desea economizar
algo la mano de obra, es posible y útil comenzar por echar
el semillero de tal modo, que las simientes se encuentren
4 cuatro pulgadas de distancia; una vez que las tiernas
plantas se hallen algo crecidas, se traspondrán á otro sitio,
plantel donde irán robusteciéndose y acostumbrándose 4
la accion del sol. De esta nueva almáciga, criadero ó vi-
vero, donde concluirán por adquirir todo el vigor conve-
niente, serán definitivamente trasplantadas 4 los sitios en
que deben vivir. Debemos advertir que algo se evitará la
mano de obra conservando en el semillero cierto número
de plantas, que entónces quedarán separadas de una ma-
nera provechosa para su desarrollo. Hemos dicho que
convenia colocar las semillas Ó posturas, tratándose de un
segundo plantel, á media vara de distancia, no tan sólo
considerando su desarrollo, sino tambien con el fin de que
más tarde sea posible trasplantar las posturas con grandes
motas ó cepellones, y resguardar así las raices de toda mu-
tilacion. A. tal punto creemos importante este requisito,
que si fuese hacedero, para evitar en parte los defectos
anexos á este trasplante, aconsejariamos poner las semillas
en grandes macetas, y luégo trasportar esos vasos al cam-
A
po, volverlos, y extraer los naranjos para colocarlos en los
sitios marcados. Para ejecutar semejante operacion serian
necesarios grandes recipientes, á fin de que las raíces se
desarrollasen con perfeccion, sin experimentar defectos en
su forma. En algunas fincas donde existen tejares, quizás
se podrian fabricar esas macetas 4 poco costo, y conven-
dría tenerlas si las siembras no fuesen llevadas A ejecucion
en muy grande escala.
Los semilleros deben ser conservados limpios 'de malas
yerbas, arrejados con frecuencia, y regados por aspersion.
Un pequeño cuadrado de cincuenta varas de lado basta
para practicar semilleros y obtener diez mil posturas. Esta
extension de tierra, fácil es atenderla con el más prolijo
cuidado.
Una vez que las plantas han alcanzado en los viveros
todo el desarrollo que se desea hacerlas conseguir, menes-
ter es proceder a trasplantarlas 4 los sitios que deben ocu-
par en el campo. A este efecto es conveniente comenzar
por llevar 4 cabo en él todas las mejoras fundamentales
que reclame el terreno, 4 fin de reconstituirlo ó crear en
él aquellas propiedades que es preciso le distingan. Las
operaciones relativas 4 las siembras consisten en alzar bien
el terreno con un potente arado de una sola vertedera ,
desagregar su subsuelo, si fuese oportuno, desterronarlo
por medio de rodillos 4 propósito, y por fin, pasarle la
grada. — Efectuados estos trabajos, se procede 4 marcar
los sitios que deben disponerse para recibir las posturas;
éstas pueden plantarse en cuadro, ó áun mejor, en quin-
cunce ó al tresbolillo. La distancia que es útil separe las
plantas, aumenta Ó disminuye segun las variedades, la
o
fertilidad del terreno, los cuidados de cultivo, etc. No
debe olvidarse la extension de las raíces, y la fuerte luz y
aereacion que exige el naranjo pata producir sazonadas
frutas. La accion de la luz y calórico es tan manifiesta,
que áun en los árboles mejor expuestos, siempre las na-
ranjas situadas en la parte del Sur maduran más pronto
y son más dulces.— Designados los sitios, se abrirán los
hoyos, no con una barreta, sino con el azadon, lo cual es
más facil y económico. Es mucho más conveniente aún
emplear grandes arados de doble vertedera, y abrir así
profundos y anchos surcos, dentro de los cuales se marca-
-rán los puntos que deben ocupar las posturas. Abiertos de
este modo los hoyos, se depositará en su fondo algun abo-
no, lo cual promoverá en alto grado el desarrollo de las
raices inferiores; cuidado importante, pues estos órganos
podrán así funcionar en medios más frescos y fértiles.
Despues de trascurridos dos ó tres dias, para que así las
paredes del hoyo sufran la influencia atmósférica , se ex-
traerán las posturas con el mayor cepellon ó mota posi-
ble, y para que esta aglomeracion de tierra se conserve,
habrá que rodearla de yaguas, guano, Ó mejor aún con
pedazos de serones Ó esteras. Dispuestas las cosas en este
estado, se colocan de asiento en los hoyos hácia el mes de
Mayo, a la entrada de las aguas, áun en el caso de poder
regar; se cubren bien con tierra, que conviene apretar.
Los cuidados principales propios al cultivo se reducen:
1.” Escardas y rejacas.—2.” Riégo.—3.” Abonar el cam-
po todos los años. Las escardas son indispensables para
preservar el naranjal de la accion nociva de las yerbas ad-
venticias, y las rejacas se hacen necesarias, á más de los
rd
motivos que tantas veces hemos señalado, para romper
las raíces superficiales, y estimular el desarrollo de las pro-
fundas, que explotan una capa de tierra más húmeda.
Estas operaciones se ejecutan, empleando pequeños arados
tirados por un solo buey. El naranjo es planta que recla-
ma con frecuencia el riego; sin él ni crece ni produce
grandes cosechas, ménos aún prolonga por largos años
su existencia. En todos los países se ha reconocido cuán
necesaria era esta práctica, de suerte que el dia en que
tratemos de establecer grandes plantios, preciso será pen-
sar en llevarla 4 buen término, para obtener así todos sus
beneficios. — Estando el naranjo destinado 4 permanecer
durante muchos años en el mismo terreno, y produciendo
cosechas sucesivas en cada uno de ellos, preciso es conser-
var la composicion química del suelo, incorporándole al
efecto las más adecuadas materias fertilizantes en las pro-
porciones reclamadas por todas las circunstancias que se
deben considerar al utilizar los abonos.
A primera vista, como hemos dicho, podrán parecer
estas operaciones poco ventajosas, consideradas económica-
mente; mas si se aprecian las grandes y valiosas cosechas
que así se conseguirán, fácil será quedar convencido de
que el trabajo es retribuido con notables ganancias. —5S1 2
esto agregamos el valor de los cultivos que es conveniente
intercalar en el naranjal, tales como de plátanos, maíz,
frijoles, yuca, calabazas, etc., se verá que pocos cultivos
son tan susceptibles de rendir iguales ganancias, y esto A
un precio relativamente insignificante.
Durante los primeros años es preciso poner especial
cuidado en ir formando lenta y acertadamente el árbol, de
ne pe
tal manera qué presente un solo tronco, A cuyo intento,
bueno será separar en su oportunidad los retoños que se
presenten. Asimismo será conveniente disponer las ramas
de tal modo, que A la vez que ofrezcan la más elegante
figura en su conjunto, permitan la igual y regular distri-
bucion de la luz, calor y aire. Este es trabajo bien fácil,
pues el naranjo, sobre todo el de China, propende por
naturaleza visiblemente hácia esa disposicion.—HLas ra-
mas y renuevos se cortarán con una cuchilla bien añlada
a fin de evitar desgarraduras; la seccion será limpia, para
lo cual casi siempre convendrá practicarla de abajo hácia
“arriba. “Todas las ramas secas habrán de ser separadas, así
como todas aquellas que durante el trascurso de la exis-
tencia se presenten dispuestas de tal modo, que obstruyan
la libre circulacion del aire, luz y calor.— Tan sólo 4 es-
tos sencillos cuidados pueden reducirse los que reclama
el naranjo para originar grandes cosechas, pues con res-
pecto 4 aquellos más prolijos, comprendidos en la poda,
creemos inoportuno estudiarlos, no tan sólo porque se eje-
cutarán las más de las veces con poco acierto, sino tam-
bien por no juzgarlos indispensables, por lo ménos en
este país.
Vamos á ocuparnos de otras prácticas relativas Á este
cultivo. '
En las islas Canarias acostumbran los labriegos colocar
grandes piedras en la bifurcacion de las ramas y tronco de
los naranjos, á fin de doblegar algo las primeras; las ra-
mas arqueadas (efecto que se consigue con más perfeccion
por medio de un 'sosten ó ¿tutor implantado en la tierra, so-
bre el cual 4 cierta altura se ata la rama) producen mayor
O A
cantidad de frutas, y éstas de mejor calidad.— Semejante
operacion hace que los jugos que circulan en el organis-
mo lleguen con más lentitud A esas partes, las cuales así
disponen de más tiempo, para irlo lentamente aprovechan-
do, y elaborarlo con más perfeccion.— En estos últimos
tiempos, Daniel Hoo1brenk ha aplicado el sistema de ar-
quear las ramas 4 muchos árboles frutales.
Muchos individuos creen que las naranjas no deben ser
desprendidas del árbol una á una ó por sacudimientos eje-
cutados de tal manera que no perjudiquen y dañen la
planta; juzgan que es útil apalear el arbol, cuya operacion
hace caer, no sólo las naranjas, sino tambien hojas y ra-
millas, hiriendo ademas distintas partes, en las cuales se
forman úlceras, que con frecuencia degeneran en cárie.
Ré, De Candolle y otros fisiólogos consideran que por
la flagelacion se enferman las plantas. Por otra parte, las
mismas frutas se deterioran, de suerte que en ningun con-
cepto podemos admitir semejante práctica, que sl alguna
vez produjo ventajas, en la generalidad de los casos pre-
senta inconvenientes de notable consideracion.
Tambien se ha propuesto ejecutar una circuncision, ó
sea una seccion que levante un anillo de corteza, con cuyo
procedimiento se afirma haber conseguido más y mejores
frutas. Á nuestro juicio es práctica tan desatinada como la
anterior.
Los naranjos, cuando ofrecen ramos muy cargados de
frutas, demandan que se les despoje de parte de ellas, 4
fin de que las restantes se desarrollen mejor; de lo con-
trario, no sólo se obtienen frutas mal sazonadas, sino que
tambien sufre mucho el árbol, y al año siguiente procura
Es
menor cosecha, abreviáandose, por otra parte, la duracion
de su existencia. Para efectuar esta operacion, conviene
elegir el momento en el cual las frutas se hallen algun tanto
crecidas; no sólo entónces es más fácil dejar el número
conveniente en los lugares más oportunos, sino que tam-
bien es posible escoger las mejores; ademas, en esa época
se pueden aprovechar las pequeñas y tiernas naranjas para
hacer dulces.
Las naranjas producidas por el árbol durante sus pri-
meros años son de inferior calidad, tienen corteza gruesa
y cargada de aceites esenciales, jugos Acidos y muchas
semillas. A medida que pasan años, el naranjo va propor-
cionando mejores frutas , más dulces, de corteza más fina,
concluyendo por perder las semillas. Precisamente A esta
circunstancia debe atribuirse la causa por la cual el ingerto
mejora las naranjas. En efecto, dicha operacion establece
hasta cierto punto los requisitos de una vejez prematura
y artificial. Estas ideas las desenvolverémos próximamen-
te, cuando nos ocupemos de otros árboles frutales.
Las naranjas conviene dejarlas madurar por completo
en los árboles; así se consiguen mejores frutas, y se con-
servan por más tiempo que si se separasen de las ramas.
El naranjo de China en otros países, por cierto ménos
favorecidos por muchos conceptos que el nuestro, produ-:
ce de tres 4 cinco mil frutas en cada árbol, entendiéndose
bien que se trata de matas bien cuidadas y llegadas 4 su
apogeo de desarrollo. Esta produccion parecerá imposible
en Cuba, donde lo más que se consigue de un naranjo es
dos mil frutas, casi siempre mucho ménos, hasta llegar a 4
un corto número de docenas. |
— 18 — ,
En cuanto 4 la duracion del árbol, se afirma por datos
auténticos que el naranjo puede vivir hasta seiscientos
años.
Las flores y hojas del naranjo se utilizan en la farma-
cia, perfumería y economía doméstica.
La madera de este árbol se aplica 4 distintos usos en la
ebanistería; con frecuencia es de un blanco limpio, otras
veces ofrece vetas grises Ó cenicientas. Para conseguir
siempre la madera del más hermoso blanco, basta quitarle
al tronco la corteza inmediatamente despues, Ó mejor aún
antes de ser cortado; se le deja secar así descascarado. Es
más conveniente dividir el tronco en gruesas tablas, las
cuales deben colocarse á la sombra y en un lugar seco y
abrigado, así pierde más pronto la humedad, sin que se
produzcan hendiduras.— La madera del naranjo correspon-
diente 4 la separacion de dos gruesas ramas, las cuales
siempre se encuentran algo soldadas en su base, ostenta
matices brillantes y aguas del más caprichoso efecto, resul-
tado que proviene del entrecuzamiento de las fibras. Acer-
ca de este particular disertarémos con más pormenores
cuando tratemos del cedro. "Tambien se emplea con gran
ventaja esa madera para hacer bastones; la yaya cimar-
rona, el manajú y el naranjo producen los bastones más
resistentes y difíciles de quebrar.
— 19 —
ÁRBOL DEL PAN.
Una de las plantas más útiles con que plugo a la Pro-
videncia dotar á los venturosos habitantes de los países
cálidos, es, sin duda alguna, el castaño del Malabar; y no
contenta con haberles proporcionado tan benéfico dón, se
esmeró en conceder á su obra la propiedad de perfeccio-
narse por su propia naturaleza, sin haber menester para
ello del auxilio del hombre, cual si así se hubiera pro-
- puesto dar á éste una leccion del arte de mejorar los fru-
tos, mostrándole como modelo ún acodo espontáneo , en
que no intervenia la accion humana. La nueva planta en
esas circunstancias originada es el árbol del pan.
En efecto, la especie primitiva de este árbol fué la que
conocemos aquí con el nombre de castaño del Malabar : de
esta planta provino la variedad apirena, ó sin semillas, que
más especialmente se denomina árbol del pan, áun cuando
muchas personas den el mismo nombre tambien al primer
vegetal. ¿Cómo hubiesen podido los salvajes de la Ocea-
mía perfeccionar ese fruto sin poseer conocimientos de
ningun género de la ciencia ni del arte? Áun esa misma
luz le habria faltado 4 cualquier otro pueblo, pues en la
época antiquísima de semejante hecho, en ningun país se
hallaba la ciencia en el grado de adelanto necesario para
dictar reglas y disponer las circunstancias convenientes A
su realizacion. Pero la naturaleza hizo que el castaño del
Malabar se reprodujese por sierpes ó barbados, es decir, por
renuevos de sus raíces, y al cabo de muchos años el mis-
A
mo árbol se hrabia ido poniendo en las circunstancias de
perder gradualmente sus semillas. El estudio detenido del
conjunto de caractéres esenciales de ambas plantas de-
muestra que existe una igualdad absoluta entre ellas: la ex-
periencia pone de manifiesto cómo el castaño del Malabar,
por la reproduccion de sus sierpes Ó barbados, ó tambien
multiplicandose por estacas de sus raíces, va perdiendo
sus semillas, hasta que concluye por trasformarse en árbol
del pan, el cual no contiene ni una sola. Áun hay más:
existen distintas variedades del castaño del Malabar, las
cuales se distinguen por la forma del fruto y la superficie
de éste. Pues bien; 4 cada una de esas variedades corres-
ponde la misma de árbol del pan, y en la serie intermedia
de la trasformacion, se encuentrañ frutos que contienen
progresivamente menor número de semillas, hasta que to-
das desaparecen. |
El castaño del Malabar encierra en sus frutos una se-
milla bastante semejante 4 la castaña, la cual se aplica al
alimento de los hombres y animales, preparándose del
mismo modo que las castañas comunes.
El árbol del pan, es decir, la variedad sin semillas, pro-
duce un hermoso fruto, que ofrece una pulpa homogénea, la
cual, diversamente preparada, constituye el alimento prin-
cipal de muchos pueblos. —Esta materia, tras de ser muy
agradable, fácil de digerir, prestáandose 4 diversas prepa-
raciones culinarias, es más nutritiva que la patata, la yuca,
el boniato, etc., y quizás tanto como la harina de trigo. Con-
tiene fécula, glúten y otras sustancias, cuya presencia explica
bien las propiedades reparadoras de nuestro organismo,
que la experiencia ha demostrado en ella. Nos proponemos
q ds
practicar un análisis detenido de esta fruta, y entónces
podrémos manifestar algunas observaciones, las cuales en
la actualidad no tendrian aquel sello de exactitud que deben
llevar para que las conclusiones no se encuentren expuestas
a errores. Pero, áun dado caso que felizmente las real:-
cemos, preciso es convenir que en este particular la ciencia
no está llamada más que 4 explicar el hecho; pues, como
hemos dicho, la experiencia ha demostrado el valor al:-
'menticio de este fruto. Ademas de tan preciosas propie;
dades nutritivas, el árbol del. pan ofrece la ventaja, no
ménos digna de considerarse, de proporcionar durante una
gran parte del año una crecida cantidad de frutos, y áun
es facil guardar los que excedan al consumo, conserván-
-dolos al intento, para aprovecharlos más tarde. De suerte
que en nuestras manos está el poder procurarnos un ali-
mento tan apetitoso como el plátano, más nutritivo, y so-
bre todo, los arboles duran más, exigen ménos cuidado, y
finalmente, se encuentran ménos expuestos 4 ser derribados
por el viento. No insistirémos, despues de cuanto acaba-
mos de manifestar, acerca de los numerosos beneficios que
nos resultarian de propagar tan preciosa planta, cuyo fruto
entraría entónces por gran parte en nuestra alimentacion.
Pero tiempo es ya que estampemos aquí algunos datos
históricos acerca de la introduccion en las Antillas de tan
valioso vegetal. El capitan Bligh fué el primero que llevó
ciento cincuenta piés de este árbol 4 San Vicente, en el año
de 1793.En 1782, Lord Rodney introdujo en Jamaica el
castaño del Malabar. De las matas importadas por Bligh se
multiplicó el árbol por todas las Antillas y endistintos pun-
tos del continente americano. Con respecto 4 la isla de
¡ A
Cuba, hé aquí las noticias más auténticas que nos hemos
podido procurar acerca de la introduccion del árbol del
pan. Habiendo tenido conocimiento el Sr. D. Pedro Dia-
go, cuyo amor por la agricultura, celo é inteligencia se
trasmitieron á sus hijos, los Sres. D. Francisco y D. Fer-
nando, de las bondades de este árbol, rogó al Sr. D. Ale-
jandro Ramirez, de inolvidable memoria, y 4 quien le
unian lazos de la más estrecha amistad, que hiciese venir
de Jamaica algunos piés por conducto del cónsul español.
Así lo hizo aquel 1lustre patricio, y de las plantas que se
recibieron, tan sólo una se halló en buen estado: ésta fué
sembrada en el ingenio Cambre (Gúines); en seguida
Diago la propagó en la misma finca, hasta tener un Arbol
para cada negro (su dotación se componia de 3oo escla-
vos); de allí lo multiplicó en la Amistad y en la Econo-
mía, y más tarde sus hijos lo hicieron en Santa Elena y
Tinguaro. “Todos los arboles del pan existentes en el país
provienen del que introdujo Diago, 2 quien, por tanto, so-
mos deudores de tan señalado beneficio; su nombre, mer-
ced á ese bien, se trasmitirá de generacion en generacion,
y alcanzará entre nosotros los mismos honores que los que
se tributan 4 la memoria de Parmentier, en Francia, por
haber propagado el cultivo de las patatas. En la actual:-
dad el demolido ingenio Cambre pertenece a la señora
doña Manuela Diago, esposa del ilustrado Sr. D. R. Da-
guerre. A ese fundo se debe ir en peregrinacion para ad-
mirar los primeros árboles del pan que crecieron en nues-
tro suelo. Entre las personas que más entusiasmo desple-
garon por propagar el arbol que nos ocupa, merece con-
servarse el nombre del Sr. D. Juan, Montalvo, el cual lo
A a
multiplicó en todas sus fincas, pero en mayor escala en el
ingenio San Ignacio, donde Aun existen los piés plantados
por aquel respetable señor. Despues de estas primitivas
siembras, casi, por decirlo así, se ha abandonado este cul-
tivo, y sólo en corto número de quintas existen algunas
matas, que se conservan tan sólo por curiosidad. ¡ Félices
nosotros si conseguimos llamar la atencion acerca de asunto
tan importante, y sl, gracias a nuestras indicaciones, se mul.-
tiplica ese arbol en el grado que merece! — En cuanto al
castaño del Malabar, no tenemos datos tan fidedignos para
poder asegurar cuándo y por quién fué introducido; pero
sí podemos afirmar que probablemente su importacion fué
coetánea, si no anterior, á la del árbol del pan. Nosotros
| recordamos, si bien vagamente, que existia en el partido
de Guanímar gran número de ellos, notablemente en el
cafetal La Luz, que fueron plantados por nuestro abue-
lo en 1826.
Estos arboles crecen con vigor en toda suerte de terre-
nos, pero en los que alcanzan mayor desarrollo, produ-
ciendo más abundantes cosechas y mejores frutos, son en
los suelos frescos, un poco húmedos ó susceptibles de ser
regados, dotados de profunda y sustanciosa capa vegetal.
El castaño del Malabar se multiplica de semilla, y ade-
mas por todos los medios que ampliamente vamos a des-
cribir 2 continuacion, relativos 4 la variedad apirena. Es
tan facil de reproducir por semilla, que bien se podria sem-
brar un gran número de ellos, siquiera para tener una pro-
vision abundante de alimento para los animales , sobre to-
do para los puercos.
El árbol del pan se reproduce: 1. por acodos Ó mar-
Le a a
gullos, y en éstos distinguirémos los acodos por sierpes ó
barbados, y los propiamente dichos; 2.” por estacas de sus
raíces; 3.” por ingerto sobre el castaño del Malabar. Va-
mos A estudiar con detenimiento todos los particulares re-
lativos 4 estos procedimientos de propagacion.
Muchas plantas poseen la curiosa propiedad, cuando se
hieren sus raices, de dar orígen á yemas, las cuales se
desarrollan y brotan sobre la superficie de la tierra, cons-
tituyendo, á mayor ó menor distancia del tronco princi-
pal, renuevos ó hijos, conocidos con los nombres de sier-
pes ó barbados. El arbol del pan por su propia naturaleza
“produce esas sierpes ó barbados, sin necesidad de que sean
heridas las raices, áun cuando siempre sea conveniente,
para estimular su aparicion, practicar sobre ellas algunas
incisiones Ó golpearlas con una piedra.—Por otra parte,
es preciso que el arbol crezca en buenas condiciones, es
decir, libre de malas yerbas, con libertad, etc. En el in-
genio Cambre creimos encontrar montes de estos árboles;
pero vimos que no se habian multiplicado, por las yerbas
adventicias, sombra de otras plantas, apelmazamiento del
terreno, variaciones extremas en la humedad , etc., etc.
Una vez quese muestran esos renuevos, se podria espe-
rar 4 que se desarrollasen hasta tener raíces propias, y en
ese momento, descubriendo bien la raíz madre, cortar á
un lado y otro del renuevo, para trasplantar así el pié, el
cual de ese modo llevaria consigo parte de la raíz primi-
tiva y sus propios órganos alimentadores. Pero, en vez de
proceder de semejante manera, es más útil recurrir 4 otro
método, que permite conservar intacta la raíz del árbol.
Para conseguir este fin se corta horizontalmente hasta la
: iso a
mitad de su diámetro el barbado, y en seguida se le raja,
en el sentido vertical y hácia arriba, en una extension,
poco más ó ménos, de cuatro 4 seis pulgadas; la parte
dividida se introduce en una pequeña maceta y se cu-
bre bien con tierra, teniendo luégo el cuidado de colo-
car una fuerte ligadura en lo alto de la bifurcacion, para
que no continúe rajándose el renuevo. Poco tiempo des-
pues aparecen y. se desarrollan raíces por la parte enterra-
da. Entónces se corta el pedazo adherido A la raíz susten-
tadora, y se dispone una maceta mayor, donde con mucha
maña se introduce el contenido de la pequeña, para lo
-cual basta volver ésta hácia abajo y golpearla ligeramente;
conseguido esto, se llena la maceta mayor con tierra, cui-
dando de colocar bien en el centro la planta, y se espera
a que de la nueva parte broten raíces. En el momento
en que se desarrollan bien las raíces, ya es posible
trasponer el renuevo en el lugarque debe ocupar. He-
mos indicado cómo esas sierpes Ó barbados se produ-
cian espontáneamente durante todo el curso de la vida del
arbol; hemos señalado cómo era facil excitar esa aparicion
de renuevos; réstanos manifestar en qué circunstancias se
originan en número excesivo. Para obtener este resultado
basta cortar el árbol 4 or de tierra; sus raíces continúan
viviendo, y sucesivamente, á mayores Ó menores interva-
los, en un número más ó ménos crecido, van apareciendo
renuevos, los cuales pueden llegar muy pronto 4 ciento
si el terreno es propicio, si la humedad favorece el des-
arrollo de ellos, y sobre todo, segun la fuerza y lozanía
del árbol derribado. Cada una de esas sierpes se divide
como hemos apuntado, y se la pone en las circunstancias
A e
de producir, primero en una mitad de su diámetro, y lué-
go en la otra, raíces que la sostengan. — Con respecto 4
los acodos propiamente dichos, hé aquí cómo se consi-
guen : se divide una rama del mismo modo que hemos
descrito 4 propósito de las sierpes, se coloca su mitad en
una macetilla, sostenida por un apoyo conveniente; luégo
que esa parte ha desarrollado cierto número de raíces, se
corta la otra mitad de la rama, se disponen las dos partes
en el centro de una maceta mayor, la cual se llena de tier-
ra; al cabo de cierto tiempo, cuando la nueva mitad in-
troducida posee raíces, se traspone el margullo al sitio que
debe ocupar. Como el árbol del pan es de bastante eleva-
cion , por lo comun no se practica este método en sus ra-
mas superiores, pero sí se realiza cuando se corta el tron-
co de alguno de ellos. Entónces de ese tronco brotan 1nfi-
nidad de nuevas ramas, susceptibles de ser acodadas con el
mejor éxito.—5S1 deseásemos propagar pronto el arbol del
pan, el partido más prudente sería cortar un pié de tal
suerte, que quedase un tronco, poco más ó ménos, de me-
nos de media vara de altura; así se producirian desde lué-
go infinidad de retoños, que se acodarian, y de las raíces
brotarian numerosas sierpes, que se someterian á las opera-
ciones indicadas. Debemos, sin embargo, advertir que sería
muy útil vencer las pequeñas dificultades que se oponen
al acodo de las ramas más elevadas; de esta manera se orl-
ginarian individuos más vigorosos y de más pronta pro-
- dutcion:-
Para multiplicar esta planta por estacas se dividen sus
raíces en fragmentos de diez 4 quince pulgadas de largo, los
cuales se colocan á una pequeña profundidad y horizon-
talmente, en terreno fresco y bien abonado con mantillo;
se cubren los trocitos de raíz con un poco de tierra, y se
riega con frecuencia; al cabo de cierto tiempo brota la
nueva planta, echa raíces y crece con rapidez; luégo que
se halla algun tanto desarrollada, se trasplanta con una gran
mota de tierra.
Durante los primeros años de su vida, el único cuidado
que reclama el árbol del pan es mantenerlo fuera del in-
flujo pernicioso de yerbas adventicias, así como tambien
debe regarse con frecuencia é ir formando su tronco. Al
practicar esta última operacion, es útil aprovechar las ra-
mas que se han de separar, y disponer las cosas de manera
que produzcan acodos, para lo cual se seguirán los proce-
dimientos que hemos descrito. Con respecto A las circuns-
tancias del suelo, preparacion del terreno y requisitos del
cultivo, creemos conveniente, de un modo general, mani-
festar que son los mismos que hemos estudiado cuando
tratamos de los naranjos.
Lugar sería éste de exponer las varias preparaciones de
la fruta del árbol del pan; mas no permitiéndonoslo la ex-
tension de este escrito, nos contentarémos con manifestar
que hasta una especie de pan se hace con ella. La made-
ra de este árbol se puede aplicar á distintos usos, y áun
emplearse en la ebanistería; es susceptible de ser usada
como materia propia para tintes; su segunda corteza sirve
para hacer vestidos, redes, etc.
A la misma familia de las artocárpeas pertenecen la
jaca y la nuez-pan, plantas á que consagrarémos un ar-
tículo especial, así como tambien nos ocuparémos de otros
vegetales interesantes de la misma familia, tales como los
p
e
árboles de goma elástica, diversos ficus, las higueras , palo
de vaca ó de la leche, y otros.
GUAYABOS:
Las aplicaciones de las frutas de los guayabos son bien
conocidas : hombres y animales las comen con agrado, tal
cual las ofrece la naturaleza; sirven para preparar exquisi- |
tos dulces, y por la fermentacion producen aguardiente en
gran cantidad. — Á pesar de tan notables ventajas, este
cultivo se halla en la actualidad casi abandonado, y si no
fuese por lo propicio del clima y la facilidad con que se
multiplican los mencionados árboles en toda suerte de ter-
renos y circunstancias, podemos asegurar que la demanda
excederia, con mucho, 4 las cosechas. Estamos convenci-
dos de que los guayabos pueden dar orígen 4 una explo-
tacion agrícola en extremo beneficiosa.
Existen guayabas piriformes Ó en forma de peras; re-
dondas 4 manera de manzanas; la pulpa en unas es blanca,
en otras roja, en algunas especies amarillenta. — Ademas
se distinguen por el tamaño, y hasta cierto grado por el
aroma que de ellas se desprende. La magnitud de los ár-
-boles tambien varía. — Comunmente se denominan cotor-
reras las guayabas silvestres redondas, de pulpa roja y
agria, así como tambien las que encierran en el interior
una masa amarillenta. — A la guayaba redonda de pulpa
/
pe E
roja corresponde otra especie, ó mejor dicho, variedad en
forma de pera, semejante 4 ella por todas sus demas pro-
piedades. — La guayaba redonda blanca no posee nombre
propio alguno; sólo se denomina una especialmente gua-
yaba del Orinoco; 4 esta especie pertenece una variedad
en extremo agradable, en la cual casi han desaparecido las
semillas, en cuyo lugar aparece una masa trasparente y
muy dulce.—Se conoce con el nombre de guayaba del
Perú la blanca en forma de pera.—Por fin, por guayabita
del Pinal entendemos la más pequeña de todas.
Hasta el presente nadie ha visto el guayabo cotorrero,
multiplicado por semilla , dar orígen 4 guayabas del Perú,
Ó vice versa. —La forma y demas atributos son heredita-
rios en los individuos, que presentan propiedades bien
manifiestas. —No pretenderémos, sin embargo, negar que
estas tan distintas especies en la actualidad, no hayan te-
nido al principio un orígen comun; muy al contrario,
creemos que todas provienen de un primitivo y único t1-
po, el cual pudo, por diversas causas, haber accidental-
mente cambiado, y esas variaciones se fijaron por herencia,
hasta constituir las actuales y bien limitadas especies. —
Hemos visto con frecuencia guayabas redondas, blancas y
rojas, tomar una forma, poco pronunciada es cierto, de
pera, la cual conservándose y áun perfeccionándose, pudo
trasmitirse 4 los productos que provinieron de sus semi-
llas, hasta llegar, por más Ó ménos trámites Ó transicio-
nes, a la forma de pera.—A nuestro entender, no es dudoso
que las guayabas piriformes provienen de las redondas,
y éste es punto bien fácil de demostrar; tampoco dejamos
de admitir la posibilidad de la trasformacion contraria.—
a
No así el paso de la guayaba roja á la blanca; en este caso
tendriamos que suponer, para explicar el fenómeno, mo-
dificaciones profundas y repentinas que se perpetuaron.—
Por otra parte, la hibridez puede contribuir 4 la forma-
cion de nuevas variedades.
Raddi afirma haber encontrado en el mismo árbol fru-
tas piriformes, y otras casi redondas. No pondrémos en
duda el hecho, pues nosotros mismos hemos tenido oca-
sion de verificarlo, no sólo en guayabas del Perú, algo en
forma de manzana, sino tambien en guayabas cotorreras
redondas, algun tanto 4 manera de pera. Sin embargo,
Raddi no nos indica el grado de desarrollo relativo de
esas frutas; punto importante, pues para compararlas es
preciso observarlas en el último período de crecimiento.
Ademas debemos manifestar que teniendo las semillas de
las guayabas la propiedad de conservar el poder germina-
tivo despues de haber sido ingeridas por los animales , bien
pudieron asi formarse ingertos naturales por aproxima-
cion 4 consecuencia de mezclas de granos de variedades
distintas; de esta manera, árboles al parecer únicos, por
fuerza tenian que producir frutos diferentes.
El guayabo crece en toda suerte de suelos, y se multi-
plica con tanta facilidad, que en muchos potreros es indis-
pensable cortarlo, pues concluye por apoderarse de todo
el terreno, y 4 tal punto cubre la superficie, que hace im-
posible toda vegetacion herbácea; «los guayabales espesos
matan el pasto.» Á pesar de prosperar en toda clase de
terrenos, debemos reconocer que los que más le convienen
son los suelos dotados de las mismas propiedades recla-
madas por el naranjo; en esas circunstancias crecen, se
E
desarrollan, producen abundantes cosechas y recorren una
larga existencia.
Multiplícase el guayabo por medio de sus semillas, las
cuales, como hemos manifestado, conservan el poder ger-
minativo áun despues de haber pasado por el canal diges-
tivo de los animales. — Estos se encargan de diseminar las
semillas, y merced 4 tan sencillo arbitrio, se propagan en
nuestros campos. Cuando nos tomamos el trabajo de mul-
tiplicar el guayabo, por lo comun no cuidamos de elegir
las semillas originadas por las mejores frutas, lo cual nos
conduciria 4 obtener productos de mejor calidad. Creemos
que continuarémos reproduciendo por semilla los arboles
que se destinen á conseguir frutas para aplicarlas 4 con-
feccionar dulces y aguardientes, mas con relacion 4 las que
con especialidad se cultiven con el objeto de obtener fru-
tas de mesa, estamos convencidos de que mucho se gana-
rá reproduciéndolas por medio de prácticas encaminadas
a perfeccionarlas. Por la misma semilla se podrian mejorar
las frutas, siempre y cuando se eligiesen bien los granos
destinados 4 la multiplicación, y se cuidasen con esmero
los árboles.
La naturaleza nos está mostrando otros medios de pro-
pagar el guayabo, los cuales podrian quiza conducirnos 4
lograr una de las mejores frutas del mundo. El guayabo
produce espontáneamente infinidad de sierpes ó barbados,
que, convenientemente dispuestos, echan raíces, y entón-
ces son susceptibles de ser trasplantados, para dar así orí-
gen á frondosos árboles, cuyos frutos contendrian ménos
semillas, concluyendo probablemente por perderlas por
completo despues de una no interrumpida serie de multi-
pao o
plicaciones por sierpes. Para hacer adquirir á los barbados
raíces basta practicar una fuerte ligadura en su parte ba-
ja, cortarles un poco la corteza, Ó hendirlós en Y, del
propio modo que si fuésemos 4 ejecutar un acodo por in-:
cision. En vez de hacer enraízar esas sierpes ántes de tras-
ponerlas, es posible , Siquiera sea ménos conveniente, cor-
tar á uno y otro lado la raíz que sustenta el renuevo,
y así plantarlo. De todos modos, preciso es regar la plan-
ta, y resguardarla durante los primeros dias de los ardo-
res del sol. |
El otro medio, que hemos ensayado con el mayor éxi-
to, para multiplicar los guayabos, consiste en llevar 4 ca-
bo margullos Ó acodos, bien sencillamente en arco Ó por
incision en Y. Repetimos que 4 estos modos de propaga-
cion habrá de recurrirse para obtener exquisitos frutos de
mesa, porque en grande escala, cuando se apliquen los
productos 4 otros usos, es más sencillo multiplicar de se-
milla los guayabos. |
El día en que se desee formar grandes guayabales A
nuestro entender empresa muy lucrativa y por demas po-
co costosa, será preciso echar semilleros, y trasponer las
posturas al campo á los dos años de sembradas. Así es
más facil cuidar con esmero las tiernas plantas ántes de
exponerlas a la inclemencia de los variables requisitos at-
mosféricos.
La tierra deberá prepararse cual si en ella se fuese A
- sembrar naranjos. Los árboles se colocarán por lo ménos
a seis varas de distancia, y se dispondrán en cuadro, ó me-
jor aún al tresbolillo. Los cuidados de cultivo son los mis-
mos que requiere el naranjo.
q
o
Sin ejecutar tan prolijas operaciones, sería conveniente
crear en tierras de poco valor grandes guayabales, donde
se podrian sembrar de firme las semillas 4 la entrada de
las aguas, poniéndolas 4 las oportunas distancias y depost-
tando tres granos en cada golpe. Despues se abandonaria el
plantío, el cual, sin embargo, produciria grandes cosechas.
Las ramas y hojas de los guayabos se usan para ahumar
la carne de puerco; ésta, impregnándose con los vapores
empireumáticos desprendidos por el calor, se conserva
mejor, y áun adquiere cierto gusto y olor particulares.
La madera se aplica á diversos usos; con ella se prepa-
ra excelente carbon. — Existe un guayabo que produce
una preciosa madera de construceion.
- Hemos indicado que con las guayabas, se preparaba
aguardiente; este producto es limpido, no posee olor ex-
_trañio alguno, y por tanto podria, con ventaja, destinarse
a la perfumería, fabricacion de licores finos, usarse en
los laboratorios de química, etc.
El Sr. D. Nicolas de Cárdenas y Rodriguez, que con
tanto celo é inteligencia ha estudiado todos los particula-
res relativos 2 la produccion del aguardiente por medio
de nuestras frutas, nos ha afirmado que con cuarenta ar-
robas de guayabas se prepara una pipa de aguardiente de
veite y dos grados.
Si 4 tan importante dato unimos la venta asegurada
para preparar los diversos dulces que se confeccionan con
las guayabas, nadie dudará que este cultivo está llamado
4 ser muy lucrativo para el labrador.
MANGOSTAN.
Una de las mejores frutas, entre cuantas nos propor-
cionó la naturaleza, es, 4 juicio de todos los que la han
probado, el mangostan (garcimia mangostana). En ella,
segun el gusto especial de cada individuo, se cree encon-
trar los olores y sabores de las más apreciadas frutas; así
muchos recuerdan la fragancia de la fresa, naranja y fram-
buesa, y los ácidos de la cereza y de la uva. No sólo la
fruta merece el mayor aprecio, sino que áun el árbol
mismo es de lo más elegante y bello.
Descourtilz afirma haber observado este vegetal en
Santiago de Cuba. Segun nuestras informaciones, no fué
el verdadero mangostan el árbol introducido allí, sino una.
variedad de mango. |
El primer mangostan que existió en el país creció en
la quinta del Excmo. Sr. Conde de Fernandina, hasta que
fué derribado en el último huracan sin haber producido
frutas; en la actualidad (1863) se encuentran en dicho
punto tres piés, de los cuales, el uno mayor, poco más
Ó ménos, de un metro de altura, y los otros dos mucho
más pequeños y originados por margullos del primero.
El mangostan se multiplica de semilla y por acodo en
incision en Y, disponiendo éste del propio modo que si
se tratase de multiplicar el árbol del pan.
Perteneciendo tan preciosa planta 4 la misma familia y
áun 4 la misma tribu que contiene el mamey de Santo
Domingo, creemos que en él se podria ingertar, para con-
seguir así frutas en un término más breve. Tambien con-
vendria ensayar el ingerto sobre el copey de flor rosada.
Existen otras especies de mangostan, cuyos frutos son
ménos estimados.— Del mangostan de Camboge (man-
gostana cambogia) aseguran viajeros se extrae la goma-
guta del comercio, por medio de incisiones practicadas en
- las raíces y el tronco.
Hemos creido muy oportuno llamar la atencion acerca
de esta planta, no sólo para hacer conocer su valor, sino
tambien para conservar el recuerdo de su introductor. «El
presente de una planta útil, ha dicho Bernardino de Saint
- Pierre, es un monumento más duradero que una pirá-
mide. »
DÁTIL.
Es el dátil una de las palmas que mayor utilidad pres-
tan al hombre; su fruto entra como elemento importante
en la alimentacion de ciertos pueblos, los cuales no sólo
le aprovechan de un modo tan inmediato, sino que tam-
bien establecen con él un comercio muy lucrativo. En las
costas del Norte de África, en distintas localidades del
Asta y del Mediodía de Europa, sobre todo en Elche, en
las islas Canarias, etc., es donde en mayor aprecio se tiene
este vegetal, y por tanto, se cultiva con más cuidado.
a
La fruta es la parte más apetecida, mas no por eso que-
dan las demas que componen la planta sin uso alguno;
éstas se destinan 4 distintas aplicaciones. De sus raices
se hacen fuertes y duraderas sogas, para cuyo efecto se
extraen de tierra, se quebrantan y desmenuzan 4 golpes,
y se sumergen en agua hasta que con facilidad pueda se-
pararse la hilaza. Los troncos se aplican 4 los mismos des-
tinos que los de nuestras palmas, es decir, que de ellos se
hacen tabloncillos, canoas, etc. El racimo, despojado del
fruto, el escobajo ó támara sirve para hacer escobas. Las
hojas tiernas las come con apetito el ganado vacuno y
caballar, mas su principal aplicacion consiste en preparar-
las para tejer esteras y tejidos más ó ménos finos, segun la
delicadeza, blancura y suavidad de la materia prima. La
sávia de esta palma suministra un líquido azucarado, que si
es concentrado convenientemente, produce una especie de
jarabe espeso, el cual concluye por cristalizar y constituir
un verdadero mascabado, propio para preparar dulces de
todas clases; fermentado, origina una bebida alcohólica
bastante agradable. Hé aquí cómo describe un autor la
operacion que se efectúa en la Gomera, para procurarse
la sávia Ó vino de palma: «Cuando tratan de sacar el vino
ó garapo de la palma, trepan los cultivadores 4 la cima
del árbol, y cortan todas las frondas superiores con una
podadera que llevan atada á la cintura, dejando colgantes
las inferiores para que no impidan otra vez la subida. A
la palma que se destina para este objeto la llaman taber-
12. Desmochada ya, le quitan con un cuchillo parte del
meollo, ó como ellos dicen, del palmito, que es mucho más
tierno y gustoso que el margallon de España, cortándolo
horizontalmente, y haciendo una canalita circular, con de-
clive hácia la parte donde colocan atado un cántaro para
recoger el jugo ó savia que sale, el cual es, como se ha
dicho, el garapo de aquellos isleños, vino ó leche de pal-
ma de otros países, que parece 4 la vista como un agua
de limon turbia. Su sabor es grato para los que gustan del
palmito, ó sea la base del cogollo principal, al cual se pa-
rece bebiéndolo ántes de calentarse con el sol, pues entón-
ces fermenta, toma una acidez picante, y causa soltura de
vientre. Con este líquido, que en las plantas de sitios hú-
medos se recoge en cantidad de cuatro y cinco arrobas,
- en el término de veinte y cuatro horas, se hace la miel ru-
bia. Para que el derrame continúe, es preciso renovar la
herida cada dia, cortando con un cuchillo muy delgado y .
con igualdad la superficie del palmito, que se seca con el
mucho calor; cuya operacion, llamada curar la taberna, es
indispensable para conservar el árbol, pues si no se hace,
Ó se ejecuta mal, se pierde sin remedio, como acontece
muchas veces. Cuando el palmito se seca paulatinamente
sin podrirse, es señal de que escasea el jugo y se acaba la
cosecha, y entónces se deja, esperando 4 ver sí brota nue-
vas hojas. Para esta operacion, así como para aprovecharse
del palmito ó cogollo tierno ántes de desarrollarse, con-
vendrá usar solamente de los piés masculinos, por no des-
perdiciar los preciosos productos de las hembras. La palma
que ha sido taberna se conoce despues en el cincuton ó
cavidad circular que forma cada vez que se destina 4 este
objeto, que sólo es útil cuando se quiere aclarar un bos-
que de palmas ó descuajarle, como se verifica algunas ve-
ces para destinar el terreno 4 otros usos.» Pero es más ra-
PA
cional no exponerse á sacrificar el pié, para lo cual basta
cortar sencillamente una rodaja de la superficie inferior del
boton terminal, que en esas circunstancias continúa cre-
ciendo. Una vez que se ha reunido la cantidad de sávia
que se deseaba, conviene cubrir la ancha herida, para evi-
tar así las alteraciones consiguientes 4 la accion del aire y
agua.
Hemos entrado en estos pormenores, porque'nos ha-
biamos propuesto bosquejar el cuadro de todos los be-
neficios que nos proporciona el dátil; mas siempre su uso
principal será la fruta; ésta se come cruda, en dulce, seca
ó pasada, haciéndose ademas con ella una especie de harina
susceptible de conservarse por mucho tiempo, y por tan-
to, capaz de suministrar alimento 4 los pobres y viajeros.
En la isla de Cuba esta planta se encuentra muy poco
propagada, aunque de ella existan distintas variedades;
entre otras, la más afamada, que da unos dátiles más ó mé-
nos rojizos, los cuales se arrugan cuando están muy ma-
duros. — Ha sido facil obtener estas variedades, porque
las semillas de los dátiles pasados que nos vienen del ex-
tranjero germinan con bastante seguridad. Tras de existir
pocas palmas dátiles, las que poseemos se encuentran muy
mal cuidadas y se hacen crecer en toda suerte de suelos
y circunstancias. — Creyendo en extremo útil y oportuna
la propagacion de esta palma, hemos juzgado conveniente
exponer algunas reglas relativas á su multiplicación, cul-
tivo, etc.
El dátil se multiplica : 1.? de semillas, las cuales se
hacen germinar atsladamente, y cuando las plantas que de
ellas se originan, alcancen un desarrollo que les permita
crecer sin el auxilio de los cuidados prolijos que se le tri-
butan en los semilleros, se traspondrán los piés al sitio
que deben ocupar, teniendo especial cuidado, al hacerlo, de
no romper las raíces, y de trasplantarlos con la mayor
mota posible.— 2.” Por los hijuelos que se producen al re-
dedor del tronco, los cuales es preciso calzar, cubriendo
su parte inferior con tierra, para determinar así la produc-
cion de algunas raíces; en seguida-se separan y se traspo-
nen, cuidando de resguardarlos por cierto tiempo del sol
y de regarlos con frecuencia; de otra manera suelen no
prender. Este es el método más usado, y el que hasta el
_presente ha dado mejores resultados y más temprana pro-
duccion. —Para estimular y favorecer la formacion de
esas raíces, es conveniente atar fuertemente 4 los renue-
vos, por su parte más inferior, un hilo de laton ó cuerda,
sin que la ligadura hiera los tejidos. La sávia, detenida en
su curso, promueve más pronto la aparicion de las raíces.
Al trasplantar los hijos, se cortarán los lazos. — Hemos
tenido ocasion de observar la produccion de hijuelos en
circunstancias muy notables. Un dátil adquirió por la
parte baja de su tronco infinidad de raíces adventicias,
que lo cubrieron en cierta dimension. A las tres cuartas
de distancia del suelo, en medio de esas raíces adven-
ticias, salió un hijo, el cual se desarrolló, y 4 su vez
produjo dos hijos.—.Este hecho demuestra que todo el
tronco de la palma dátil es susceptible, en circunstancias
especiales, de producir hijos.—3.” De esqueje, es decir,
plantando los cogollos que brotan en la parte superior del
tronco, inmediatos 4 la corona del árbol. «Del tronco,
dice Herrera, se ponen de esta manera: desgarren ó cor-
— 40 —
ten un pedazo del tronco, cuanto tres palmos desde arri-
ba, con un poco del cogollo, no de lo de enmedio, y aque-
llo planten, que quede todo cubierto.» No sabemos hasta
qué punto el agrónomo español quiso manifestar el mo-
do de multiplicación que nos ocupa. Para explicar este
último particular, hásenos de permitir exponer algunas
consideraciones. Ciertas palmas, por causas aun no averi-
guadas, suelen, ademas de la yema terminal, ofrecer otras
yemas, que alcanzan mayor ó menor desarrollo. Nosotros
hemos tenido ocasion de admirar una palma real con seis -
gajos, un miraguano, que poseemos en nuestra coleccion,
de diez y ocho ramas, etc. En el dátil con mucha fre-
cuencia se presentan esas yemas, se desarrollan, forman-
do hijos superiores perfectos, que si pudiesen continuar
creciendo, nos proporcionarian el espectáculo de dátiles
ramosos; pero siempre concluyen por secarse, Ó se des-
prenden y caen por su propio peso. En vez de cortar
esos hijos superiores, sería más conveniente colocarles
tierra al rededor, para que asi brotasen algunas raíces y se
asegurase su vida; para eso sería preciso disponer un ca-
jon ó canastita, ó un vaso cualquiera, 4 su altura, y obli-
garlos por fuertes lazos á permanecer en este medio. Mu-
chas veces hemos tenido ocasion de examinar esos /hzj0s
aéreos, pero nunca nos ha sido posible realizar el experi-
mento que acabamos de indicar. Estamos convencidos
que continuando por muchos años este modo de multipli-
car los dátiles, se conseguiria mejorar mucho su calidad,
y llegar quizás 4 obtenerlos sin semilla, punto acerca del
cual insistimos al concluir estas líneas. Pero por los tiempos
que atravesamos, en los cuales apénas puede el individuo
li
más entusiasta perseverar en la resolucion de un proble-
mo, mal podemos esperar que éste sea llevado 4 felice
término por las venideras generaciones. Pasaron ya aque-
llos tiempos de feliz ardor, en que el alquimista, al morir,
legaba un comenzado experimento á su sucesor, que re-
ligiosamente se entargaba de continuar los ensayos. Sólo
a. un instituto agrícola se le puede pedir la eludicion
de ciertos particulares, que reclama largos años de prue-
bas multiplicadas, variadas y repetidas.—Con referencia
a estos fenómenos de multiplicación, creemos útil estam-
par aquí un hecho curioso, relativo 4 la produccion de
los hijuelos. En el huracan del año de 1846 fué quebrado
un datil, y el tronco permaneció, al parecer, muerto por
algunos años; más tarde se desarrollaron hijuelos 4 su
pié, los cuales en el dia se hallan en el más brillante es-
tado de desarrollo.
El dátil crece con vigor y produce abundantes y sazo-
nados frutos en toda clase de terrenos, siempre y cuando
sean frescos sin ser pantanosos, Óó que puedan ser regados
con frecuencia. Para regar estas palmas se abren zanjuelas,
las cuales, al llegar a los piés, se bifurcan, para hacer cir-
cular en su torno el agua; en el intervalo se vuelven 4
reunir. Se dice que el agua más conveniente para hume-
decer estos arbolados debe contener cierta cantidad de sal
marina.
Plantados los árboles 4 las distancias convenientes, se
limpiará el terreno de yerbas adventicias y se arrejará, á
cuyo efecto es útil usar pequeños arados. Para aprovechar
inmediatamente los jornales invertidos en estas labores, se
podrán practicar algunas siembras intercaladas. Una vez
ia
que los dátiles tienen cinco ó seis piés de altura, por lo
comun no se les tributan más cuidados que los relativos 4
la fecundacion. Es tambien conveniente separar los hijue-
los y retoños aéreos, áun cuando no se desee propagar
así las plantas; esos hijuelos, viviendo á expensas del
tronco principal, detienen su crecimiento y le roban una
cantidad de alimentos, que mejor aprovechada contribui-
ria al desarrollo de la palma.
Las flores de los dátiles son dioicas, es decir, que los
sexos se encuentran en individuos distintos; los machos no
producen racimos, y las hembras tampoco, 4 ménos de no
estar en la proximidad de algun individuo de sexo dife-
“rente, cuyo pólen fecundante les llegue por el viento, por
los insectos, etc. En general, un macho basta para fecun-
dizar cien hembras; pero siempre, por prudencia, se con-
serva mayor número de los primeros. La fecundacion
natural nunca es completa, y para que todas las flores
hembras reciban el polvillo prolífico, es preciso ayudar á
la naturaleza; de aquí nació el acto de fecundar artificial-
“mente, práctica muy antigua entre los africanos. Esta ope-
racion se realiza cortando los espadices masculinos, div1-
diéndolos en ramitos de ocho 4 diez flores, los cuales se
introducen en los espadices de las hembras. Tambien se
puede cortar el racimo de flores machos, y sacudirlo lige-
ramente sobre el de las hembras.
El fruto del dátil se perfecciona con los cuidados de
cultivo, y 4 medida que van pasando años por el árbol
se originan mejores. Esta planta produce buenas cosechas
hasta la edad de setenta años, áun cuando continúe vi-
viendo más tiempo y dando orígen 4 algunos racimos,
| a
Afirma Herrera que «cuando chicas las palmas que lle-
van el primer fruto, no llevan cuescos dentro de los dá-
tiles.» No hemos tenido aún ocasion de verificar este he-
cho, pero sí hemos descubierto piés cuyos frutos nunca
tenian semillas. Si nos fuese posible multiplicar estos indi-
viduos, quizá conseguiriamos dar orígen á una variedad
apirena permanente, la cual, bien cultivada, sin duda
alguna produciría los más exquisitos frutos. Es probable,
como hemos apuntado con anterioridad, que 4 igual resul-
tado se llegaria continuando por mucho tiempo la mult1-
plicacion por medio de los hijos ó retoños aéreos. De to-
das maneras, preciso es reconocer que mucho queda aún
por hacer en esta via de ensayos; el arte debe responder
4 las indicaciones de la ciencia.
CANELO.
En los bosques de «la más bella de cuantas islas baña
el Océano», en Ceilan, crece espontáneamente el árbol
de que vamos á ocuparnos, que con justos motivos colo-
ca Lamarck entre los más preciosos. En efecto, todos los
órganos del canelero ó canelo son utilizables. Sus raíces,
tronco, ramas, hojas, flores y frutos pueden separada-
mente aprovecharse. La corteza de la raíz suministra un
— 44 — |
aceite esencial, y ademas alcanfor de excelente calidad, y.
a tal grado es rica en este último principio, que basta
practicar en ella algunas incisiones para que se extravasen
sus líquidos, y se concreten en la forma de alcanfor. Del
tronco y de las ramas se separa la corteza tan apreciada.
Las flores y hojas nos proporcionan aceites esenciales; la
fragancia de las primeras es tan penetrante, que los nave-
gantes que pasan 4 larga distancia de las costas de Ceilan
la perciben. Las frutas, por la destilacion, suministran
aceite esencial, y por decoccion una sustancia grasa, de
un olor agradable, la cual posee, luégo que se enfria, la
consistencia del sebo. Esta materia, conocida con el nom-
- bre de cera de canelo, sirve para fabricar bujías, que al
quemarse exhalan un olor muy grato. La madera del ca-
nelo se usa con aprecio en la ebanistería.
Durante muchos años los holandeses consiguieron mo-
nopolizar el comercio de la balsámica corteza; pero, gra-
cias 4 los esfuerzos de los franceses, ingleses y portugue-
ses, en la actualidad se cultiva el canelo en muchos países
tropicales. En la isla de Cuba estamos convencidos de que
es planta destinada 4 propagarse en grande escala. En el
día existen muchos árboles en distintas localidades.
Para evitar falsas interpretaciones, conviene que distin-
gamos las plantas que llevan el nombre de canelo. Comen-
zarémos' por mencionar la canela blanca (camella alba, ó
winterana canella), que constituye nuestra cárbana , árbol
- indígena, perteneciente A la familia de las clusiáceas. La
tribu de las cinamóneas, familia de las laurineas, contie-
ne más de catorce especies, más Ó ménos bien descritas,
de las cuales se separa la corteza, conocida con el nombre
de canela de calidad más ó ménos superior, con algun olor
extraño mezclado al que se desea percibir en la legítima
canela. El árbol que espontáneamente crece en Ceilan y
que con preferencia se cultiva en todos los países es el ca-
nelero de Ceilan (cinnamomum zeylanicum).
El canelero se desarrolla, con más ó ménos lozanía, en
toda suerte de terrenos, con tal que no sean extremada-
mente húmedos ó secos; en ambos casos crece poco, con
suma lentitud, y su corteza es ménos aromática. — Para
- conseguir excelentes y precoces productos, es menester es-
coger tierras frescas y sustanciosas. — Dado el caso que se
quisiera emprender este cultivo en grande escala, conforme
a los principios de la ciencia, si el terreno no fuese 4 pro-
pósito, habria que comenzar por disponerlo al intento, eje-
cutando en él las mejoras que para esos cambios reclamase.
Otras de las circunstancias que exige, con singular urgen-
cia, el canelero, es la accion del sol, sin la cual tampoco
presentará su corteza el aroma apetecido. Cada dia nos
convencemos más y más de que el hombre, desconociendo
sus verdaderos intereses, no se persuade de que el organis-
mo vegetal no puede funcionar y producir las materias
apetecidas sino A merced de cierto número de requisitos.
El canelo se multiplica de semilla, estaca, y mejor aún,
de margullos. Las plantas que provienen de estacas Ó aco-
dos llegan más pronto al grado necesario para proceder á
su explotacion; aquellas originadas por semillas son más
tardías. — Los semilleros se echan cual si se tratase de cual-
quier otro árbol; se recogen las frutas, se les extraen las
semillas, se lavan y secan 4 la sombra en una corriente de
aire. Más tarde se depositan en la tierra, dejando entre los
AE
hoyos una distancia de media vara.— Las posturas pueden
trasplantarse a la mota a los tres meses; mas conviene de-
jarlas en los seminarios hasta un año. Durante ese tiempo
deben regarse con frecuencia, y prodigárselas todo géne-
ro de cuidados.
Pueden plantarse los canelos aislados en calles ó guar-
darayas, ó en grupos separados, que constituyan un bos-
que. Cuando se adopta este último sistema, es posible co-
locarlos 4 las distancias en que definitivamente deban en-
contrarse , ó agruparlos con más proximidad unos de otros;
en este caso, más tarde se destruyen los canelos intermedios,
y se conservan sólo aquellos que por su crecimiento no se
perjudiquen mutuamente. Si alguna vez se intentase cul-
tivar canelares, sería preciso poner en ejecucion cuantas
operaciones hemos detallado 4 propósito de los naranja-
les.—Los plantios de canelo comienzan 4 explotarse más ó
ménos temprano, segun las circunstancias de las posturas,
requisitos del terreno, del cultivo y climatéricos. Podemos,
sin embargo, sin temor de equivocarnos, fijar este tiempo
entre tres y cinco años en las más favorables condiciones,
y ocho ó doce en las más adversas y contrarias.
La calidad de los productos del canelo, hemos dicho que
varía segun las circunstancias del terreno, cultivo y acci-
dentes meteorológicos; 4 estas causas debemos agregar la
posicion y edad de las ramas, y la época en que se separa la
canela; el tiempo más propio es poco ántes de la florescencia.
Los canelos viejos se cortan al nivel de la superficie de
la tierra, y pronto producen retoños, susceptibles de ser
ventajosamente utilizados.
Un estudio circunstanciado acerca de los productos del
canelo sería muy interesante, examinando el asunto 4 la
luz de la fisiología. ¿Cómo se originan? ¿Qué cambios
sufren segun las circunstancias? Estos son otros tantos
puntos que, bien dilucidados, podrian aclarar muchos pro-
blemas esenciales del organismo vegetal.
CLAVO.
El clavo y la nuez moscada crecen espontáneamente en
las Molucas ó islas de las Especias, donde por mucho
tiempo consiguieron los holandeses limitar su produccion.
Nos parece que será agradable 4 los lectores el conoc1-
miento de las medidas que adoptaron los flamencos para
apropiarse exclusivamente ese comercio; no les será tam-
poco fastidioso tener algunas noticias de cómo, merced
a los esfuerzos de los franceses, se propagaron tan pre-
ciosos aromáticos en muchos puntos del globo.
En 1607, los holandeses se apoderaron de las Molucas,
que hasta entónces habian pertenecido 4 los portugueses.
Luégo que dominaron en aquellas islas, juzgaron conve-
niente, para monopolizar en beneficio propio ese ramo de
industria, circunscribir á Amboy y Banda el cultivo de los
dos árboles que nos ocupan; así podian ejercer mayor vi-
gilancia, é impedir que cualquiera otra nacion participase
AN
en tan lucrativ cáfico. Al efecto arrancaron en las de-
mas islas de su posesion los árboles existentes, y conclu-
yeron en 1638, con los soberanos de los demas estados,
un tratado, por el cual, y en cambio de cierta suma pa-
gadera anualmente, se obligaban éstos 4 destruir la nuez
moscada y el clavo, y 4 no volver 4 plantarlos. No con-
tentos con la promesa, para mejor asegurar el buen éxito
de sus propósitos, visitaban esos puntos, impidiendo por
la fuerza de sus escuadras cualquiera tentativa de comer-
cio Ó de propagar el arbol.
En'176 9, Poivre, intendente general de la isla de E ran=
cia, armó una expedicion compuesta de dos pequeñas em-
barcaciones, El Vigilante y La Estrella de la mañana, al
mando, la una de Trevignon, la otra de Etcheverr1; 4
estos dos jefes acompañaba Provost, encargado de dirigir
las operaciones. —Despues de haber recorrido todo el ar-
chipiélago de Filipinas, Molucas, etc., se convencieron
de que los holandeses habian destruido todos los árboles
que buscaban; mas al fin pudieron obtener de los reyes de
Gébi y Palam un gran número de plantas y semillas.
Provistos de tan valiosa carga, llegaron á la isla de Eran-
cia, el 24 de Junio de 1770. Anteriormente se habian frus-
trado los planes de cuantas expediciones se armaron con -
semejante intento, de suerte que la propagación de estos
vegetales en las colonias francesas data de esa fecha.
En 1771 y 1772, organizó Poivre otras expediciones, y
- así consiguió procurarse un gran número de clavos y nue-
ces. Poívre fundó en la isla de Francia un magnífico jar-
din, en el lugar llamado Montplaisir; allí cultivaba
cuantas plantas útiles de ambos hemisferios pudo propor-
o o
cionarse. Este jardin fué cedido al Gobierno, y Ceré se
encargó de su direccion. En esa época existian en él treinta
y ocho clavos y cuarenta y seis nueces. Ceré envió 4 Bor-
bon ambos arboles, donde Hubert, 4 su vez, cuidó de
propagarlos.—De esta isla se remitieron á Cayena (1775)
y 4 la Martinica. |
El clavo, para desarrollarse por completo y dar abun-
dantes cosechas , requiere tierras frescas, sustanciosas y de
profunda capa vegetal, donde penetren y se extiendan sus
raíces. Se propaga de semilla, estaca y margullo ó acodo;
las semillas se recogen y siembran inmediatamente , pues
pierden muy pronto su poder germinativo; es muy con-
veniente dejar madurar las frutas por completo en el ár-
bol. Los semilleros deben ser resguardados del sol y re-
gados con frecuencia. Se trasponen las posturas cuando
tienen, poco más ó ménos, una vara de altura, es decir, al
cabo de un año; es necesario trasplantarlas 4 la mota con
la mayor cantidad de tierra posible. La distancia 4 que se
colocan los arboles varía, segun el terreno, circunstancias
meteorológicas, cultivo, etc., entre cinco y siete metros.
La plantacion se dispondrá en cuadro, Ó mejor aún en
quincunce. Las semillas que caen de los árboles y germi-
nan al pié, producen posturas que se aprovechan. En las
Molucas se siembran cocoteros, lataneros y el árbol canarí
(canarium commune) para dar sombra a los clavos; en al-
gunas otras comarcas, con el mismo objeto, se planta entre
ellos el inmortal ó piñon espinoso (erytrhinma coralloden-
dron). En la Reunion y otros puntos no se les procura
sombra alguna. Conviene resguardar los clavos del ardor
del sol miéntras son pequeños, y al efecto, lo mejor sería
4
sembrar entre ellos plátanos; mas no se necesita en tierras
frescas, sobre todo si llueve ó se riega con frecuencia, ár-
bol de ninguna especie para precaverlos de la accion directa
del sol. De todos modos, los cocoteros serian insuficien-
tes, y áun podrian perjudicar, por la caida de sus hojas.—
El bucare, el algarrobo y otras leguminosas serian sus-
ceptibles de usarse con utilidad.
Si se desease cultivar el clavo segun los preceptos de la
ciencia, sería menester escardar, arrejar, regar y abonar los
plantíos.
Comienza el clavo 4 producir de los tres á cinco años;
está en plena produccion de los ocho 4 los doce, y vive |
más de un siglo. En las Molucas existen árboles que tie-
nen más de ciento treinta años; de un modo general debe
fijarse la vida %f1/ de esas plantas sólo en setenta años.
NUEZ MOSCADA Ó DE ESPECIA.
La nuez moscada, aunque se cultiva en la actualidad en
muchos puntos del globo, no produce abundantes cose-
chas y frutos de superior calidad sino en Banda, isla que
desde el principio eligieron los holandeses para su exclu-
sivo cultivo. Esta planta, para desarrollarse con todo
vigor, necesita un terreno fresco, casi húmedo, sustancio-
so y de profunda capa vegetal. Se multiplica de semilla,
— 51 —'
estaca, margullo é ingerto. La nuez moscada presenta sus
“sexos en individuos diferentes, y como no es posible dis-
tinguir semejante circunstancia sino en la época de la flo-
rescencia, resulta que muchas*veces se cuidan árboles ma-
chos que no producen fruto. Semejante hecho hace que la
siembra por semilla no sea la más provechosa, siempre y
cuando no se trate de emplear los ingertos. Para multipl:-
carlos por estaca y margullo, será preciso tomar ramas de
piés hembras, entendiéndose bien que siempre deben exis-
tir algunos machos, pues de otro modo no habria fecun-
dación. Hubert fué el primero que pensó en multiplicar
- las nueces por medio de ingertos; con este fin hizo gran-
des semilleros, y luégo que las posturas llegaron 4 cierto
grado de crecimiento, sin conocer el sexo de ellas, les in-
gertó ramas de piés hembras, dejando en el patron una
rama, la cual, de cualquier sexo que fuese, siempre habia
de ser útil. Por este medio consiguió en breve tiempo ha-
cer considerables plantíos, de gran produccion, pues en
ellos los dos sexos se hallaban mezclados, y por tanto, la
fecundacion era más fácil y completa.
Para cultivar estas plantas, sería preciso escardar las
siembras, arrejarlas, regarlas y abonarlas.
El árbol que se emplea en Banda para dar sombra 4 las
- Nueces es el canarí (canarium commune), llamado árbol de
la brea, y palsamisquin en Filipinas, el cual pertenece á la
familia de las burceráceas. El P. Blanco (Flora de Filipi-
nas, pag. 791) lo describe largamente.
A pesar del uso consagrado por la tradicion, creemos
que es posible cultivar la nuez moscada sin haber menes-
ter de sombra alguna; bastaria elegir terrenos frescos,
arrejarlos con frecuencia y regar los plantíos siempre que
se creyese oportuno. Muchas veces, al juzgar los efectos
de la sombra, no discernimos bien la parte que corres-
ponde 4 la frescura, que con ella es cierto se logra más
que puede conseguirse por otros medios. Este es un punto
que tocarémos 4 propósito del café, y que desenvolve-
rémos con más amplitud al ocuparnos del cacao.
Existen diversas especies de nuez moscada, pero la más
apreciada es myristica officinalis.
El árbol de velas, ó del sebo (myristica sebifera, virola
sebífera), produce semillas que corftienen gran cantidad de
una materia grasa, de la consistencia del sebo, que sirve
para fabricar velas. Esta planta es indígena de la Guaya-
na, y para extraer de sus semillas el sebo, se las reduce 4
pasta, que se echa en agua hirviendo; pronto sube A la
superficie la materia grasa, la cual se solidifica por el en-
friamiento. Es árbol en extremo rústico, que crece sin
cuidado alguno en toda clase de terrenos, produciendo fru-
tas desde muy temprana edad.
El clavo y la nuez moscada fueron introducidos en Cu-
ba por el Conde de Fernandina; pero ambas plantas des-
aparecieron de su jardin despues de un huracan.—Poste-
riormente, en 1865, compró su hijo en Brusélas varios
de estos árboles, y los remitió á la Habana. El Sr. Don
Miguel de Aldama tambien llevó de París algunos piés
de estas aspecies, á fines de 1865.
PIMIENTA.
Con el nombre de pimienta se conocen várias plantas,
esencialmente diferentes, tanto por su naturaleza, cuanto
por los productos que pueden originar. No queremos ocu-
parnos en distinguirlas; sólo mencionarémos la pimienta
de “Tabasco, malagueta, pimienta de Jamaica ó de los in-
gleses, mirto aromático ó con hojas limon; que todos
- estos nombres se dan á un árbol bastante comun en el
país, en el cual se usa más como ornato que por sus fru-
tos, los cuales en otras colonias se buscan por el olor
agradable que despiden, empleándose como condimento en
varias preparaciones culinarias. Este Arbol pertenece 4 la
familia de las mirtáceas.
La familia de las piperáceas contiene la verdadera pi-
mienta negra, arbusto sarmentoso y trepador, que crece
espontaneamente en la India, sobre todo en el Malabar,
Sumatra y Java. Aquí en Cuba encuentra en el clima las
circunstancias más apropiadas para su desarrollo; de suerte
que constituirá, á no dudarlo, más tarde un ramo de ex-
plotacion agrícola muy productivo.
Multiplicase esta planta por medio de sus semillas, por
estacas y margullos preparados con ramas que áun no ha-
yah producido fruto, las cuales entónces vegetan con más
fuerza, y más presto nos ofrecerán cosechas. Tambien se
multiplica por los pimpollos que brotan del cuello de la
raiz. Esta sencilla y rápida exposicion basta para hacet
comprender cuán fácilmente puede propagarse una especie
tan útil.
La pimienta requiere terrenos frescos, sustanciosos y de
una capa vegetal algo profunda. Los cuidados de cultivo
se reducen 4 escardas, rejacas, riegos y abonos, empleados
en los tiempos oportunos.
Se puede dejar crecer la pimienta de tal suerte, que al-
cance toda aquella altura 4 que por naturaleza le es posi-
ble llegar; entónces sube sobre los árboles y los cubre con
su follaje. El hombre, conformándose con estas indicacio-
nes naturales, ha tratado de imitarlas al proceder al culti-
vo de tan precioso excitante. A este efecto, se siembran
arboles que crezcan pronto, y á su pié se colocan las pos-
turas de pimienta, las cuales, desarrollándose, se enredan
sobre sus vecinos. De multitud de experimentos practica-
dos en la Guayana por Hussenet, resulta que la planta
más á propósito para servir de sosten á la pimienta es la
guira. En vez de dejar crecer la pimienta 4 toda su altura,
otros cultivadores prefieren cortarla á un metro, y la en-
corvan horizontalmente, á fin de que produzca mayores
cosechas. Para sostener las tiernas plantas, le colocan al
lado un rodrigon ó tutor.
Tenemos algunos piés de pimienta, y nos proponemos
estudiar con atencion estos diversos procedimientos de
cultivo.
La pimienta comienza 4 producir de tres años de edad;
las tres Ó cuatro cosechas siguientes son muy considera-
bles; mas luégo comienza á degenerar, y es preciso re-
novar por completo los plantios á los doce años.
VAINILLA,
Una de las plantas que más ventaja ofrecen al pequeño
cultivo es la vainilla; su cultivo es en extremo fácil y poco
costoso, y una familia que cuidase de hacer crecer esos
bejucos, podria al cabo del año aumentar notablemente
sus entradas.
Esta planta pertenece 4 la familia de las orquideas; las
- especies Ó variedades que provienen del individuo primi-
tivo son poco conocidas. Distinguirémos, sin embargo, sl-
.guiendo 4 los mejores autores, tres variedades : 1.” La
vainilla legítima ó vainilla aromática de Méjico.—2.” La
cimarrona ó bastarda, que crece indígena en las Antillas.
—3." La vainilla pompona ó boba. La vainilla es propia
de la América y el Asia tropicales; en los jardines de Eu-
ropa se cultiva en los invernáculos. A pesar del alto precio
de este producto, el poco costo de su cultivo, lo apropia-
do de nuestro clima para que en él se obtengan las mejo-
res especies, áun no se han hecho serios ensayos acerca de
este cultivo, cuando ya en todas las demas colonias cons-
tituye un ramo de comercio muy lucrativo.
Multiplícase la vainilla por medio de estacas; los peda-
zos de ramas ó tallos, miéntras mayores sean, mejores
posturas suministran; es preciso enterrar de uno á cinco
nudos, debiendo quedar por lo ménos dos nudos sobre la
superficie. Es posible disponer un pequeño plantel para
mejor cuidar las posturas, así como tambien se puede des-
Ma
de luégo plantarlas en los lugares que definitivamente de-
ban ocupar.
La vainilla reclama tierras frescas, bien abonadas y mu-
llidas. Los cuidados de cultivo se reducen 4 escardar los
piés de las plantas, arrejarlos, abonarlos, regarlos, y en
algunos casos cubrir la tierra con hojas secas para mante-
ner la frescura del terreno y evitar la accion directa del
sol sobre las delicadas y superficiales raíces.
Hemos dicho que la vainilla era un Lejuco; necesario
será disponer sostenes, en los cuales se apoyen sus ramas.
—Cuando se le hace crecer cerca de los muros, patra-
les, etc., sobre ellos se extiende; sin embargo, lo más 4
propósito es hacerle subir sobre árboles, en cuya corteza
puedan implantarse sus raíces. —En efecto, la vainilla pro-
duce numerosas raices adventicias; muchas penetran al
traves de la corteza de los arboles, y así extraen tal pro-
porcion de jugos alimentosos, que la planta continúa vi-
viendo 4 expensas de ellos áun despues de cortarla por el
pié.—Otras raíces flotan en el arre; algunas llegan hasta la
tierra, en cuyo seno se introducen.— Los mejores árboles
para que en ellos se enrede la vainilla son : el mango, ár-
bol del pan, acacia lebbeck, drago (dracena drago), la
seiba, piñon botija de cerca, el alamo (ficus religiosa), otros
ficus, la palma cana, el pandanus, la gúira, etc. Esta úl-
tima es el mejor arrimo, y 4 todas luces preferible. Al prin-
cipio es conveniente guiar el bejuco por medio de cuerdas
pequeñas. —Otra de las operaciones que es preciso realizar
en este cultivo es la fecundacion artificial. —Una película
muy delgada establece una separacion entre los órganos
macho y hembra de la flor de la vainilla, y a ménos que la
| a A
fecundacion no se efectúe ya por el viento, los insectos, etc.,
preciso es ayudar 4 la naturaleza, á cuyo efecto se hace
desaparecer la membrana divisoria por medio de un instru-
mento, y despues, libre de ese obstáculo, se favorece la
union de los sexos aproximándolos con los dedos.— En la
Reunion fué practicada esta operacion en grande escala la
primera vez por Edmond; con anterioridad se llevaba á
cabo en los jardines europeos, principalmenté en Brusélas,
por Morren, y en París por Neuman.—En el día se usa en
- las diversas colonias, y, merced 4 ella, se obtienen los me-
jores resultados.—Las primeras flores son las que desde
luégo se fecundan, y se separan las demas. En cada racimo
deben quedar sólo de cinco A seis vainillas, y sólo en el caso
de existir pocos racimos y de ser muy vigorosa la mata,
conviene fecundizar hasta doce flores.—-El instrumento de
que se sirven tiene tres ó cuatro pulgadas de largo, es afi-
lado y redondeado en uno de sus extremos.
HIGUERAS.
Una de las producciones más útiles y propias de los
climas cálidos, es el higo.— Esta fruta, impropia denomi-
nacion que adoptamos conformándonos con el uso admiti-
do, ingerida fresca, es muy agradable, sana y alimenticia;
desecada, se conserva mucho tiempo, y léjos de perder
ninguna de sus preciosas propiedades, aumenta, conside-
rando el mismo peso, su poder nutritivo. —En éfecto, el
E
higo fresco contiene, segun resulta de los análisis de Pa-
yen, 0949 por 100 de ázoe, y seco encierra 1%202 por
100. Fundándonos en estos datos, bien fácil es demostrar
que 1,033 kilógramos de higos secos bastan para constituir
en el concepto de la proporcion de azoe, el equivalente de
un kilógramo de pan, miéntras que para reemplazar la
misma cantidad de pan serian menester 2,92 kilógramos
de higos frescos. —No se crea, sin embargo, que pensa-
mos que el higo es susceptible de reemplazar por comple-
to, y en grado tan conveniente, la misma cantidad de pan.
En la harina de trigo existen, en las mejores formas y
proporciones, los principios alimentosos.—El valor de las
materias alimenticias depende más del modo en que se
encuentran asociados los componentes químicos que de la
cantidad absoluta de éstos. De todos modos, la ciencia ex-
plica, pues, muy bien los motivos que hacen tan impor-
tante este cultivo en las regiones cálidas.
Las higueras se desarrollan muy bien en este país, y si
su cultivo se encuentra poco propagado, culpa es nuestra,
y no de dificultades que se nos presenten.—En los patios
de las casas de la Habana y otras ciudades de la isla he-
mos tenido ocasion de admirar las más frondosas higueras,
las cuales constituian verdaderos árboles, así por su altura
como por las dimensiones del tronco. — Los higos, que
en gran número producian, eran de excelente calidad.
Tanto en tierras secas como en las muy húmedas, las
higueras pueden existir, segun la variedad que se cultive.
Pero, prescindiendo de esas observaciones, que lo más que
nos indicarian, sería que semejante planta resiste á adver-
sas circunstancias, contentándose los. agricultores en esos
== 59 — ;
casos con pequeñas cosechas y frutos inferiores, debemos
manifestar que la higuera reclama para desarrollarse por
completo y producir sazonados frutos, un suelo de pro-
funda capa vegetal, donde pueda extender sus raíces,
fresco y rico en materias alimentosas, entre las cuales
figuren en cierta proporcion las materias azoadas. La ne-
cesidad de un terreno fresco, 4 falta del riego, nos la ates-
tigua el dicho proverbial : la higuera, el pié en el agua y al
sol la cabeza. En los patios de las casas, las higueras ex-
tienden sus raíces hácia los baños, caballerizas, etc.; de
suerte que siempre gozan de la cantidad de agua que eXi-
gen sus funciones. S1 se desea conseguir buenos productos,
preciso es buscar terrenos apropiados, ó mejorar aquellos
que no ofrezcan los requisitos que deben reunir.
Sufffen de Salon habia estudiado trescientas sesenta va-
riedades de higueras, de España, Provenza é Italia. Gas-
parin asegura que tan precioso trabajo se ha perdido, y
que de él sólo quedan extractos, dados á luz por Lardier
y los autores de la Estadistica de las Bocas del Ródano.—
Si á estas variedades agregamos las que crecen en Africa
y Asia, se comprenderá cuán difícil sería darlas 4 cono-
cer por completo, y apreciar individualmente sus propie-
dades. La obra más notable que existe en la actualidad
acerca de las especies de higos, es el de Gasparini, inti-
tulado : Ricerche sulla nat. del caprifico e del fico; in 4.
Napoli, 1845. En el país existen higos blancos y negros.
Multiplicanse las higueras de semilla, acodo ó margu-
llo, estaca, por ingertos, y tambien aprovechando los re-
nuevos Ó chupones. >
El higo, propiamente hablando, no es un fruto en la
_— 60 —
acepcion genuina del término; es un receptáculo, que con-
tiene gran número de flores, las cuales producen abun- -
dantes semillas. — Ese receptáculo adquiere por su desar-
rollo todas las propiedades distintivas de los frutos.—Para
multiplicar las higueras por semillas, se eligen aquellos
granos que provienen de hermosos y bien maduros higos,
y se depositan en la tierra inmediatamente despues de con-
seguirlos. — Es muy dificil procurarse buenas semillas, y
aunque esto se obtuviese , los árboles originados por ellas
tardan más tiempo en fructificar, y con frecuencia cam-
bian, en detrimento de sus bondades, las variedades de
que provienen.— Las semillas del higo pasan intactas por
el canal digestivo de los animales, los cuales por ese me-
dio pueden diseminar los gérmenes que más tarde origi-
nan las variedades que espontáneamente crecen en los cam-
pos de algunos países.
Los acodos se practican en arco; mas ántes de cubrir
con tierra la parte encorvada, conviene ligarla fuertemen-
te, Ó mejor aún, despojarla de un anillo de corteza del an-
cho de diez centímetros. Es posible tambien llevar 4 ca-
bo con el mejor éxito el acodo por incision en Y, del cual
hemos tratado 4 propósito de otros árboles. Si el ramo se
encontrase 4 cierta altura, menester será emplear una ma-
ceta ú otro vaso ó recipiente. De todos modos, del repulgo
formado por la acumulacion de los jugos descendentes
brotarán raíces, las cuales permitirán que se separe el ra-
mo, y se le trasplante al sitio preparado para recibirle.—
Las higueras suelen originar verdaderas sierpes ó barba-
dos, los cuales se utilizarán para propagarlas; A este efec-
to, conveniente será hacerles adquirir raíces, y entónces
e poe
separarlos del pié que los produjo.— Conviene distinguir
las verdaderas sierpes delos hijuelos, mamones ó renuevos
que brotan del cuello de la raíz , los cuales tambien Sirven
para multiplicar las higueras, siquiera este procedimiento,
a juicio de algunas, ofrezca el inconveniente de proporcio-
nar plantas demasiado expuestas a ahijar, lo cual debilita el
árbol si no se separan los renuevos en el tiempo oportuno.
Para multiplicar las higueras de estaca se eligen ramas
que tengan de 16 a 25 centimetros de largo; si posible
es, conviene que 4 esas ramas adhieran parte del tronco,
es decir, que se emplean ramas desgajadas. Es tambien muy
útil atar fuertemente la rama que ha de servir de estaca
con un hilo de laton, operacion que debe ejecutarse algun
tiempo ántes. De este modo se facilita la formacion de las
raíces. Se colocan las estacas en un lugar bien preparado,
fresco y sombreado, y luégo que se hallen algo crecidas se
trasponen; sl sólo se desease sembrar algunos piés, será
muy beneficioso plantar las estacas en macetas, para im-
pedir que se hieran las raíces cuando se traspongan; cir-
cunstancia muy importante en las higueras.— En vez de
emplear estacas de ramas, es hacedero, con próspero resul-
tado, aplicar al mismo fin pedazos de las raíces. Á este
intento, se dividen las gruesas raíces en trozos de una ter-
cia de largo, se depositan en superficiales zanjuelas, se
cubren con tierra y se riegan con frecuencia. Ásí que los
renuevog se hallen algun tanto desarrollados, se trasponen
a los sitios que definitivamente deban ocupar.
Toda suerte de ingertos se pone por obra con buen
éxito para multiplicar las higueras, pero los más usados
son los de pua, cachado ó en mesa, de escudete, coroni-
o z
lla y canutillo.—Se nos ha dicho que la higuera se ingerta
bien en el jaguey; si el hecho es cierto, como estamos
dispuestos 4 admitirlo, podria emplearse esta operacion
para hacer crecer las higueras en toda clase de terrenos,
y darles mayor robustez. En efecto, bastaria ingertar una
rama de higuera en un pié de jagúey, y despues cortar
éste; así el arbol que crecería en la tierra, y que se encar-
garia de alimentar al otro, sería precisamente el vegetal
que tanto oprimió 4 sus compañeros.
Las higueras pueden disponerse aisladamente en un
plantío general, en un solo grupo, ser colocadas en líneas
á las orillas de otras siembras, ó intercaladas en otros ar-
bolados ó en los campos, en los cuales anualmente se cul-
tiven otros vegetales. Por lo comun no se plantan las hi-
gueras de tal suerte que por sí solas formen un bosque,
porque se ha notado en algunas comarcas que de esa manera
muchas veces perecen de repente todas, quiza por los es-
tragos que producen ciertos criptógamos parásitos, que
atacan las raíces y se propagan de árbol en árbol. Supo-
niendo que se planten en bosque todas juntas, es necesario
separarlas unas de otras por un espacio de siete metros. .
Se ha dicho que las higueras ejercen un influjo nocivo
sobre las plantas que se encuentran en su alrededor, y para
robustecer este juicio se han recordado las leyes de Solon,
que fijaban 4 seis piés la distancia ordinaria de los arboles,
y señalaban nueve cuando se referían A la higueray Admi-
timos el hecho, mas creemos poder explicarlo sin tener
que hacer intervenir excreciones perjudiciales, producidas
por las mencionadas plantas. Las higueras poseen grandes
y numerosas raíces, las cuales absorben con rapidez y en
| 188. =
notable proporcion los principios alimentosos del terreno,
y entre ellos figuran en notable parte los azoados. No es
de extrañar, pues, que esquilmen el terreno, y priven 4
otras plantas de los principios que se asimilan.
“De cualquier modo que se siembren, los campos de
higueras deben ser escardados, arrejados con frecuencia,
regados y abonados en todos los períodos de su existencia.
Para abonarlos será conveniente principiar por descubrir
las raíces Ó descalzar el tronco, é introducir allí la materia
fertilizante, la cual debe ser abono completo, y contener
notable proporcion de principios azoados. Sin embargo,
ño deben dominar estos últimos, porque los higos entón-
ces producidos no se conservan tan bien ni son tan azu-
carados, siquiera ofrezcan más poder nutritivo. Á falta de
tan precioso abono, se usará el que hubiere.
| Durante los primeros años se debe poner especial cuida-
do en ir formando el tronco del árbol, el cual conviene
tenga tres Ó cuatro metros de altura; así produce más,
y es posible beneficiar mejor la tierra que las rodea.
' Nadie ignora que ciertas picadas de insectos adelantan
la madurez de las frutas; esas heridas, 4 juicio de algu-
nos, estimulan las funciones; nosotros creemos que su
verdadero efecto es precipitar el término de la vida, sin
que las evoluciones sucesivas se realicen en el grado con-.
veniente. Este hecho ha servido de fundamento: para esta-
blecer la caprificacion de las higueras; se ejecuta esta ope-
racion disponiendo, en la época de la madurez, sarta de
los frutos que producen las higueras silvestres Ó cabrahi-
gos sobre las higueras cultivadas; esos higos originan un
gran número de cinips psenes ó diplolepis ficus carice. Estos
==
insectos pican los higos para depositar en ellos sus hue-
vos, y así se consigue verlos madurar más pronto. Ber-
nard, que escribió en 1777 una Memoria acerca del cultivo
de las higueras, creyó haber sido el primero en proponer
un método para regularizar práctica tan primitiva, para
lo cual aconsejó que se picasen los higos sanos con una
lesna, y que se depositase en la herida una gota de aceite,
para impedir que se cicatrizase. De ese modo los higos
maduran más pronto. “Tambien y sencillamente es conve-
niente aplicar el aceite en el ojo del higo. Herrera nos re-
fiere ya esta práctica, la cual creemos de uso comun en Es-
paña desde tiempos inmemoriales. «Maduran presto si por
el ojo les meten un palillo de orégano mojado en aceite»,
nos dice el agricultor protegido por el cardenal Xime-
nez de Cisneros. Con anterioridad aseguró Abu Zacaría
que «si 4 cada higo se le introduce por el asiento una es-
pina de zarza, madura á las veinte y cuatro horas.»—Con
respecto 4 las ideas que algunos autores sostienen acerca
de la importancia de la caprificacion relativamente 4 la fe-
cundacion de las flores, nada expondrémos, porque el error
está bien demostrado. —Cuando las higueras presentan
muchos higos, es conveniente despojarlas de una parte de
ellos para que los que quedan se desarrollen mejor. Con
los pequeños higos se confeccionan dulces.
Ademas de emplearse los higos frescos y pasados Ó se-
cos, como alimento, es posible preparar con ellos un ex-
celente aguardiente. La madera de la higuera se esculta
con facilidad, y cuando se halla bien seca se conserva por
mucho tiempo. Acerca de sus aplicaciones véase Cartas
españolas, 1832, t. V, pag. 275.
OLIVO.
En várias ocasiones hemos tratado de poner de mani-
fiesto las leyes que presiden al límite de los cultivos, y
siempre hemos deseado declarar cuán poco acertado sería,
en todos conceptos, querer constituir cada país en un gran
jardin botánico, siquiera en él se cultivasen aquellas plan-
tas más adecuadas al clima, las cuales fuesen suficientes
para responder por completo 4 todas las necesidades del
hombre. Fundándonos en las leyes de la solidaridad hu-
mana, esas leyes eternas, que siempre han ejercido su ac-
cion, á pesar de no haberlas el hombre apreciado en todos
tiempos y países, hemos sostenido que la division de los
cultivos era requisito esencial de la fuerza civilizadora de
los pueblos. Así, pues, por importante que sea la nocion
del clima, existen otras circunstancias, 4 las cuales se en-
cuentra subordinado tan esencial asunto, las que deben
tomarse en cuenta para juzgar el grado de utilidad y apro-
piacion de cada cultivo 4 determinado país. Sin embargo,
bueno es que se conserve y señaleen los anales de la cien-
cia la idoneidad del clima para tal ó cual planta, no tan
sólo como dato precioso para discutir ciertos particulares,
sino tambien porque las circunstancias de los pueblos pue-
den cambiar, y algun cultivo hoy no beneficioso podra
convenir en otra época.
El olivo, planta que pertenece 4 la region en que viven
los naranjos, higueras, granados, moreras, etc., en la cual
asimismo se cultivan el maíz, millo, algodon, etc., se
desarrolla perfectamente en Cuba, donde alcanza un cre-
5
MEA QU
cimiento, que pocas veces logra en tan corto tiempo en
otras zonas. Hasta el presente sólo existe como objeto
curioso en algunos jardines; mas en ellos se ostenta en toda
su lozanía, y sus ramas se doblan al peso de cargados ra-
cimos, que contienen numerosos y bien sazonados frutos.
Quizás para patentizar este hecho 4 los ojos de las sucesi-
vas generaciones, que se instruyen en las aulas universita-
rias, quizás como señal 4 la que se asociasen otras ideas,
el caso es que se eligió, con singular acierto, el jardin de
la Real Universidad para plantar un olivo. ¿Dónde, en
efecto, más propiamente situar el símbolo de la paz, de -
la sabiduría y la abundancia? ¿Dónde mejor hacer crecer
el árbol que vegetó en las alturas del Olimpo, y con cu-
yas ramas se coronaba 4 los vencedores? Esa planta, y otras
que allí se encontraban formando el más ameno bosque-
cillo, inspiraron los bellos conceptos que al describir la
Universidad expresó Ampere. En el dia, todos esos vege-
tales han desaparecido, y en su lugar se han sembrado co-
coteros, árboles los ménos a propósito para hermosear un
reducido espacio, en el cual pierden el sello que imprimen
á un extenso panorama. El cocotero, sin aíre, sin espacio
donde se destaque su cilíndrico tronco, sin luz que se
refleje en su hermoso penacho, es una planta poco apacible
a la vista.
El olivo, presente que á los hombres hizo, segun el
paganismo, Minerva; uno de los árboles de la tierra de
promision, reclama, para vegetar con lozanía, la luz y el
calor, que tanto distinguen nuestro clima, y aun las fres-
cas brisas, que moderan los excesos de temperatura, le son
beneficiosas. —Requiere ademas una tierra fresca que cons-
tantemente le procure la humedad indispensable para el
ejercicio de sus funciones; reclama en el terreno la propor-
cion necesaria de sustancias alimentosas; exige, por fin,
un suelo bien mullido, en cuyo seno pueda extender sus
superficiales raíces, las cuales han menester estar rodeadas
de partículas, que reciban continuamente la accion del
aire. —Y 4 tal punto es este requisito esencial para el des-
arrollo del olivo, que si se le amontona tierra al pié, poco
tiempo despues brotarán nuevas y superficiales raíces. —
Esta tendencia del olivo, que limita la profundidad 4 que
debe sembrarse,. está reconocida en el dicho popular de
los italianos que «el olivo debe temblar cuando sopla el
viento»; es punto que conviene tomar en consideracion
para poner límites 4 la profundidad de las labores que se
ejecuten durante el transcurso de su vegetacion, así como
tampoco debe olvidarse para repetir con frecuencia los
riegos.
Despues de haber señalado las circunstancias que debe-
ria reunir el terreno para que en él prosperase el olivo,
rindiendo durante largos años grandes cosechas y frutos
de la: mejor calidad, circunstancias que será conveniente
crear por el arte, dado el caso que no se encuentren en
el suelo, debemos reconocer que el olivo es una planta en
extremo rústica, que crece en toda clase de suelos, sin
cuidado de ningun género, siquiera sus productos sean
mezquinos y de inferior calidad.—En efecto, para oliva-
res se destinan los terrenos que no pueden aplicarse con
ventaja 4 otros cultivos. —Excepto en las tierras muy ar-
cillosas y bajas, el olivo vive en todas las demas especies
de suelos.-—El dia en que los olivares se cultiven segun
2 68) =e
todas las reglas de la agricultura moderna, entónces nos
convencerémos de cuánta razon tenía Columela en juz-
garlo como el primero y más productivo de todos los ár-
boles.—En honor de la agricultura española, podemos ase-
gurar que si en la práctica actual se nota el más lamenta-
ble atraso, no ha sido por falta de enseñanza, pues Herrera
manifestó con la mayor escrupulosidad excelentes reglas
para este cultivo.
Moultiplicase el olivo de semilla, por estaca, acodos é
ingerto. Los pájaros que trasportan A lo léjos las frutas
para comerlas más á su sabor, las aves que las ingieren, y
echan de sí sus semillas, como residuo de la digestion, las
frutas que caen del árbol y permanecen en el suelo, son
todos medios de que se vale la naturaleza para diseminar
las simientes; de ellas nacen los acebuches ú olivos silves-
tres, los cuales, creciendo entre malezas y sin cuidados de
ningun género, se desarrollan mal y lentamente, y origi-
nan frutos (acebuchinas) de muy inferior calidad, en los
que apénas se encuentra materia que rodee el hueso. Sin
embargo, merced 4 esos mismos acebuches, con arte tras-
plantados, bien atendidos, sobre todo sí se ingertan, se
logra conseguir plantas muy productivas. El aceite con-
tenido en el cuesco de la aceituna ú oliva, y tambien su
dureza, impiden que la humedad, necesaria al cumplimien-
to de los fenómenos de la germinacion, penetre hasta el
gérmen; así es que el desarrollo de éste se retarda bastan-
te tiempo. Muchos han creido que las semillas estercola-
das por los pájaros germinaban más pronto por haber
recibido alguna influencia de los jugos que con ellas se
habian encontrado en contacto. Gasquet trató de favore-
AE
cer la germinacion, manteniendo las semillas dos ó tres
dias sumergidas en una lejía alcalina muy concentrada; así
logró el fin que se habia propuesto obtener; pero, como la
jejía puede penetrar hasta el gérmen y alterarlo esencial-
mente, creemos más útil el arbitrio 2 que recurrió Gas-
parin. Este sabio rompia las semillas y separaba las al-
mendras, las cuales en breve tiempo germinaban. Mas,
como para llegar 4 este resultado se hacia preciso sacrificar
muchas semillas, pues era dificil quebrarlas sin herir las
partes que contenian, Gasquet inventó un instrumento, con
el cual se realiza por completo el fin apetecido. Consegui-
das las almendras, se envuelven en una mezcla de boñiga
de vaca y tierra arcillosa, y se colocan en el semillero.
Para multiplicar el olivo por estacas se eligen ramos de
treinta centímetros de largo y de cuatro de grueso, 4 los
cuales se les separan bien todas las ramificaciones, y se
plantan a veinte centímetros de profundidad. Herrera nos
dice : «Y si quisieren henderlo bajo, y meter un pedernal ó
piedra, prenderáa más presto»; mas en la edicion de ] 528,
añade : «En esto de poner las estacas hendidas por debajo,
digo lo que dicen; mas yo no lo habria por bueno, y por
no errar, remitolos 4 la experiencia.» En vez de semejante
práctica, creemos que sería mucho más conveniente, como
lo tenemos probado con otros árboles, ántes de realizar
la separacion de la rama que ha de servir de estaca, ha-
cerle una estrecha incision anular; resultará un repulgo,
de cuyo punto brotarán mejor las raíces. Al separar las
ramas, bueno será que conserven algun pedazo de corte-
za del tronco; requisito que se logra eligiendo las ramas
,producidas en los repulgos, bordes ó labios de las heridas,
ó en las excrecencias del tallo. Esto, en propios términos,
es emplear la estaca con nudo ó: talon Ó rama desgajada,
cuyas ventajas reconocia Herrera cuando nos advirtió que
«si cualquiera que pusieren llevase un cobdo debajo que
asiente como pié en el hoyo, echará mejor y más presto
allí raíces.» Las ramizas tambien sirven, convenientemente
empleadas como estacas. —Las numerosas protuberancias
que muchas veces aparecen en el tronco de los olivos con -
tienen yemas adventicias; sí se divide en fragmentos esa
aglomeración de gérmenes, colocándolos 4 pequeña pro-
fundidad en tierra bien preparada, se obtendrá pronto
gran cantidad de renuevos.—Probablemente A esta mane-
ra de multiplicar el olivo se referia Abou Zacaría, t. 1,
pág. 229.— Álgo manifiesta acerca de esto Virgilio.—
La raíz del olivo tambien puede servir de estaca multipli-
cadora. Córtese uno de esos árboles al nivel Ó más aba-
jo de la superficie de la tierra, cúbrase bien con tierra, y
poco tiempo despues aparecerán numerosos renuevos, los
cuales, con arte utilizados, darán origen 4 frondosas plan-
tas. Si se extrae de la tierra la raíz principal del olivo y
algunas de sus laterales; si se coloca el todo en un gran
hoyo, el cual se cubre bien con tierra abonada, se conse-
guirán asimismo infinidad de renueyos. Por último, la cepa,
zueca Ó zoca, que es la raíz principal del olivo, dividida
en porciones, y éstas plantadas á pequeña profundidad,
-Originan renuevos. Esta sencilla operacion se usa en mu-
chas comarcas para aprovechar los olivos derribados por el
viento, y tambien para obtener algun beneficio de los ace-
buches.
Los margullos ó acodos se pueden conseguir emplean-
e MA
do diferentes procedimientos, pero los más propios son
los margullos en arco sencillo con ligadura, hendiendo la
rama en Y, etc.; la.altura 4 que pueda encontrarse ésta
es de considerarse tan sólo por la necesidad de colocar ó
disponer un vaso ó recipiente con tierra 4 propósito,
para que en ese medio se desarrollen las raíces. El mar-
gullo más usado son los barbados ó sterpes, confundiendo
en el mismo término los renuevos que nacen del cuello de
la raíz principal, y los pimpollos que brotan de las grue-
sas raíces laterales, no muy distantes de la superficie, las
cuales heridas por los repulgos allí formados, originan
hermosos retoños. Estos renuevos se separan con una pe-
queña porcion de la raíz que los sostiene, ó mejor, se les
hace adquirir órganos propios de alimentacion, mediante
ligaduras, incisiones, hendiduras, etc.
Por medio de los ingertos se consigue mejorar el fruto
de los olivos. Los procedimientos más usados son los in-
gertos por escudete y de coronilla.
Al ejecutar la trasplantacion de las posturas, muchos
agricultores, desde Columela hasta nuestros dias, aconse-
jan que se marque la orientacion, para que así ocupe el
mismo lugar.
Habiendo de menester indispensablemente el olivo la
accion de la luz, calor y aire para que se cumplan todas
sus funciones, y en particular aquellas más relativas 4 la
fructificacion, es preciso, al llevar 4 cabo las plantaciones,
hacer mediar entre los árboles las distancias convenientes
a fin de que no se perjudiquen por sus respectivas som-
bras.—Gasparin (t. 1v, pág. 555) ha determinado, por
cálculos matemáticos, la” distancia que debe separar los
v
e O
olivos segun las localidades.—Estos cálculos pueden apli-
carse 4 toda clase de árboles que se dispongan en bosque.
No creemos oportuno exponer el desarrollo, fundamento
y combinaciones de los datos del problema; tenemos por
más acertado presentar de una manera precisa, al alcance
de todas las inteligencias, el resultado general, siquiera
éste no sea tan exacto.—La distancia que debe apartar los
árboles es, poco más ó ménos, igual á la altura que alcan-
cen en la localidad asi que lleguen 4 su más completo
apogeo de desarrollo; esta distancia podrá disminuir sin
inconveniente 4 medida que el sitio esté más próximo al
ecuador.
Los cuidados de cultivo durante la vegetacion consisten
en escardas, frecuentes y superficiales rejacas, abonar al
mismo tiempo la tierra, excavar los troncos y aglomerar
allí algun abono, calzarlos, regar los plantíos y quitar 4
los árboles los renuevos. |
Uno de los trabajos más preferentes del agricultor de-
beria ser la formacion del árbol, de tal modo, que sus ra-
mas se extendiesen horizontalmente, para que así sufriesen
todas las partes la accion benéfica del sol, al propio tiempo
que por entre ellas circulase con libertad el atre, circuns-
tancia indispensable para que se realicen todas las funcio-
nes del olivo. Los cuidados relativos 4 este particular se
comprenden con el nombre de formacion del árbol. Con
respecto á la regeneracion y repartimiento de las ramas, y-
número de ellas que es conveniente conservar, etc., son
las operaciones que constituyen la poda propiamente di-
cha. Este es un trabajo delicado, que exige, para ser bien
ejecutado, serios conocimieritos generales, y una apreciacion
mo cal
atinada de las circunstancias peculiares á cada árbol, en la
localidad en que se lleva 4 cabo. La importancia de esta
operacion ha sido reconocida por varios proverbios; así
se dice: «Al olivo y la encina, la labor debajo y el hacha
encima; árbol criado, medio cortado; córtale leña, y te
dará aceite, etc.» Columela manifestaba, recordando con-
sejos consagrados por la práctica, que «el que ara el olivo,
le ruega que produzca; el que lo abona, se lo suplica; mas
el que lo poda le obliga ó fuerza 4 ello.» Sin embargo, es
preciso reconocer que la mayor parte de las veces se eje-
cuta tan mal esta operacion, que más daños ocasiona que
beneficios produce.
Los olivos se distinguen por la forma general del árbol,
por el color y figura de sus hojas, por el aspecto , tamaño
y cualidades de sus frutos, por la facilidad con que estos
se desprenden de las ramas, etc. A pesar de la importancia
de este asunto, áun no poseemos una monografía, no ya
de todas las variedades existentes en todos los países en
que crece esta planta, sino únicamente en España. Por lo
comun, casi todos los agricultores se contentan con seguir
la máxima de Caton, y cultivan la variedad que más re-
putacion alcanza en el país. Poseemos algunos trabajos
acerca de este particular, tales como los de Garidel, Ber-
nard, AÁmoreux, Tavantí, Clemente, etc.; mas, sin desco-
nocer su mérito, lamentamos que no exista un cuadro
completo de todas las variedades de olivos. Esta sería tarea
más útil que la descripcion circunstanciada de las orqui-
deas, rosáceas, liliáceas, etc., en que tanto se han ejercitado
los botánicos. El olivo manzanillo, el sevillano ó gordal,
el olivo ó aceituna real, el morcal y cornezuelo, son las
a PA
variedades más estimadas en Andalucía, donde existen
gran número de ellas. En las demas provincias de España
se encuentran tambien preciosas variedades, algunas las
más propias para la localidad en que crecen.
Las líneas que acabamos de trazar no van destinadas
a dar á conocer en todos sus pormenores tan importante
cultivo ; sólo hemos deseado manifestar que en Cuba se
produce bien el olivo, y al mismo tiempo exponer sucin-
tamente las reglas que presiden 4 su multiplicacion.
Las personas que deseasen estudiar con extension esta
materia, podrán consultar las obras siguientes :
Agricultura general de Herrera, edicion de la Real So- :
ciedad Económica Matritense.—Madrid, 1818-1819.
Ensayo sobre las castas de olivo de Andalucia, por Ro-
bles, inserto en el Tratado sobre el movimiento de las aguas,
por Vallejo.
Arte de cultivar el olivo, por Celedonio Rojo Payo Vi-
cente.—Valencia, 1840. |
Árte de cultivar el olivo.—Madrid, 1844, oficina del
establecimiento central.
Observaciones sobre el cultivo del olivo en Andalucia, por
D. Pedro Alcántara Zamora (Semanario industrial, 1840-
1041) 601 Ipiao 29 EXI APS aa
Al concluir debemos indicar un error en que ha incur-
rido Gasparin, al circunscribir la region de los olivos.
Afirma este ilustre agrónomo que el olivo no existe en
Canarias, cuando ya en 1503, Bontier, y posteriormente
Buch, Webb y Berthelot le consideraban allí indígeno.
De Candolle se inclina 4 creer que fué llevado A esas
islas por los fenicios y cartagineses. |
CAFÉ.
El estudio detenido de todos los particulares relativos 4
nuestra produccion agrícola nos ocupa con preferencia, y
si no nos ha sido dado sacar 4 luz las distintas observacio-
nes y experimentos que acerca de ella hemos recogido é
instituido, debe atribuirse 4 la imposibilidad de realizar y
completar simultáneamente todas nuestras investigacio-
desidia
El cultivo del café ha sido de nuestra parte objeto de
frecuentes meditaciones, y aunque bastante compendia-
das, queremos dar principio 4 nuestra obra manifestan-
do algunas ideas respecto de las causas que han podido
motivar la ruina de los cafetales. Creemos oportuno
tratar esta materia, porque estamos convencidos de que
muy pronto se pensará en restablecer este decaido cul-
tivo.
1.” Colocarémos en primera línea, como causa prin-
cipal del decaimiento de muchos cafetales, la mala elec-
cion de los terrenos que se dedicaron al cultivo de la pre-
ciosa rubiácea. En efecto, esos terrenos, en vez de presentar
la profundidad conveniente, la frescura necesaria, etc., que
reclama el café para crecer y desarrollarse con lozanía,
poseian una capa vegetal de pequeña profundidad, eran
"SELOS;'EfC.
2. A consecuencia de los desmontes, y quizás por
otras causas, las lluvias, si no han escaseado ó disminui-
do de un modo absoluto, al ménos se han repartido con
ml
bastante irregularidad; de aquí la falta de riegos celestes
en los momentos en que los exigia la planta. El café, por
el gran número de hojas que posee, presenta en su con-
junto una vasta superficie, la cual facilita la evaporacion,
por cuyo motivo siempre reclama para crecer, para man-
tener la integridad de sus órganos, y que sus tejidos fun-
cionen normalmente, cierta cantidad de agua, sin cuyo
auxilio sufre el vegetal. Aun hay más: en ciertas y deter-
minadas épocas de su vida le es tan indispensable el agua,
que si no la recibe, cesan algunas de sus funciones; en este
caso se encuentran aquellas relativas 4 la fructificacion.
El café en Cuba florece desde el mes de Diciembre has-
_ta el mes de Mayo inclusive. Cuando las lluvias son fre-
cuentes, si la planta se halla en tal estado de desarrollo que
sus funciones puedan efectuarse con cierta medida y de-
terminada sucesion, es posible observar en muchas ocasio-
nes que las flores aparecen sucesivamente en Diciembre,
Enero, Febrero, Marzo, Abril y Mayo. En todos tiem-
pos y circunstancias no se nota la florescencia sucesiva en
esos meses; muchas veces hay interrupciones, y de todos
modos se evidencia que las flores no se ostentan en gran
número en épocas inmediatas; siempre existen algunas
apariciones intermedias de poca consideracion. Para que
esas flores aparezcan, cuajen y maduren los frutos, es de
todo punto necesario que sobrevengan lluvias oportunas.
Desde Diciembre 4 Mayo se establece la seca hoy en
la mayor parte de las comarcas del país, por cuyo mo-
tivo no se consiguen las cosechas que se lograban en
otro tiempo. En años pasados llegaban 4 buen término
tres, cuatro, cinco y hasta seis apariciones de flores de
A
café, más ó ménos abundantes; en la actualidad en mu-
chos distritos no se alcanzan los beneficios ni de una sola;
la única, dado el caso que se muestre, que ofrece alguna
probabilidad de buen éxito es la lor de Mayo. Para su-
plir 4 esta falta de lluvias, para evitar sus funestas conse-
cuencias, es necesario establecer el cultivo en terrenos
frescos por naturaleza, ó constituidos tales con los auxilios
del arte, y sobre todo, como medida radical, es preciso
que admitamos que el café es una planta de regadío, al
ménos en climas como el nuestro. No basta regar. A
nuestro juicio sería preciso regar pot aspersion; así, A la
vez que se humedeceria el terreno, lavariamos las hojas,
las cuales en esas circunstancias desempeñarian mejor sus
peculiares funciones. — Hoy dia parecerá un propósito
bien poco juicioso aconsejar semejante práctica, mas no
dudamos que en tiempos futuros los agricultores que se-
riamente cultiven con economía sus cafetales adoptarán
un sistema que les procurará valiosas cosechas y Arboles
siempre bien constituidos y de más larga vida. El que ha-
ya estudiado con detenimiento los efectos del riego por
aspersion, comprenderá bien su utilidad aplicado A los ca-
fetos. — La sombra producida por los cafetos, y el abono
verde esparcido sobre la superficie contribuyen, impidien-
do la evaporacion, á mantener la humedad en el suelo.—
Con relacion 4 este último particular, juzgamos 4 propó-
sito exponer algunas observaciones acerca de los medios
de resguardar el café de los efectos consiguientes 4 la ac-
cion de los rayos solares. Hace tiempo que todos cuantos
se han dedicado á este cultivo reconocieron que los cafe-
tos 4 la sombra poseían un vigor de vegetacion distinto
de aquellos que se encontraban sometidos 4 la influencia
directa del sol. Fundándose en este dato, se propusieron
establecer arbolados dentro de los cuadros de café, con el
objeto de proporcionarle los medios de “disminuir la eva-
poracion. Varias plantas se han adoptado con este fin: el
platano, el bucare, distintos piñones, las seibas, goma
elástica, los guisantes dulces (pois doux), el algarrobo,
jagúey, y en general todo arbol de elevada copa, de pe-
queñas hojas, las cuales pierde en parte durante la matura-
cion del café.— La sombra no debe ser completa; es nece-
sario favorecer, por otra parte, la circulacion del aire, etc.
Es cierto que disminuyendo la evaporacion se consigue
mantener la planta con gran lozanía, mas tambien es in-
negable que entónces produce ménos; la verdadera solu-
cion de la dificultad consiste, á nuestro entender, no en
minorar la evaporacion del agua, sino en mantenerla siem-
pre en el grado conveniente para que se ejecuten todas y
cada una de las funciones de la planta; resultado que se
logra por medio del riego y de la frescura del terreno.
Hemos observado varios cafetos que por el lado donde
recibian los rayos solares tenian más frutos que por aque-
llos en que se hallaban 4 la sombra.
3." Por lo comun el cultivo del café se ha llevado á
cabo con poco discernimiento, pues ni se preparan los ter-
renos con perfeccion por medio de labores profundas, ni
se le incorporan los abonos y correctivos necesarios, ni
_mucho ménos se atienden las plantas con el cuidado que
reclama su organizacion durante todas las épocas de su
crecimiento. Las escardas son superficiales, no se arreja-
can los sembrados, no se alumbran los cafetos, los cam-
e
pos permanecen sin ser abonados, etc. Por otra parte,
existe entre el mayor número de los labradores tal igno-
rancia con respecto 4 los verdaderos principios de la poda
y acerca de la manera de ejecutarla juiciosamente, que se
ha confundido el destrozo caprichoso de los cafetos con
la poda racional; si esta operacion se hubiera siempre
puesto en efecto con tino, no se hubieran experimentado
los desastres que han motivado las ideas erróneas sosteni-
das por muchos acerca de sus ventajas.
4. El sistema seguido en las siembras. —Las raíces
del café, por su naturaleza propia, están destinadas 4 pe-
netrar 4 grandes profundidades. —Este fenómeno es útil
y necesario, no sólo porque de ese modo pueden en las
capas inferiores encontrar mayor humedad, sino tambien
porque así explotan para su alimentacion mayor espacio
de terreno, donde por fuerza encuentran una cantidad más
considerable de materias nutritivas.—AÁcerca de la conve-
niencia del desarrollo de las raíces, hemos expuesto nues-
tras ideas en el Ensayo sobre el cultivo de la caña de azú-
car.—Cuando se siembra. el cafeto. a la mota, es decir,
cuando no se quiebran sus raíces, las cuales van envuel-
tas en una gran cantidad de tierra, la raiz central con-
tinúa su desarrollo, penetra verticalmente en el suelo, y
allí se divide en otras laterales. —Pero si, en vez de sem-
brar 4 la mota, se usan posturas de estaca, las raíces se-
rán sólo laterales y más superficiales. —En estos últimos
tiempos casi siempre las siembras se han ejecutado por
medio de estacas.—No es de extrañar, pues, que los ca-
fetos sean ménos robustos, encontrándose más expuestos
a la accion nociva de las sequías.—Las cosechas, por con-
e A at
siguiente, serán menores, el árbol vivirá ménos, etc., etc.
5.” A la disminucion é inseguridad de las cosechas por
las causas enumeradas, vinieron 4 agregarse otros motivos
calamitosos, tales como el encarecimiento de los brazos,
la mala administracion general de los fundos, en los cua-
les se invirtió más capital del que juiciosamente se podia
esperar que produjese un interes, y fuese amortizado; la
ausencia de las familias de los dueños, las cuales en la ca-
pital ni vigilaban sus propiedades, ni vivian con economía;
por fin, la baja de los precios por razones económicas que
no es de este lugar examinar.
Presupuestas estas consideraciones generales, nos ocu-
parémos en desenvolver todos los puntos relativos al cul-
tivo del café, que irémos tratando, por ahora, sin Órden
alguno, 4 medida que poseamos los datos suficientes para
su esclarecimiento.
VACOUA.—PANDANUS. —PALMA
DE CARACOL.
Es el vacoua una de las plantas que más contribuye á
la prosperidad agrícola y áun comercial de Borbon, pues
no sólo se fabrican con ella los sacos que han menester
para contener el azúcar, café, etc., sino que ademas se
Le ola
exporta una gran cantidad para Mauricio. —El vacona
está en plena produccion 4 los dos años; permanece pro-
curando útiles hojas durante ocho años, al cabo de los
cuales es preciso renovar las plantaciones.
Nosotros tenemos muchas plantas textiles, y en ese
número figura precisamente el vacoua.—Este vegetal cons-
tituye nuestra palma de caracol, Ó sea pandanus. — Exis-
ten dos especies muy notables: el pandanus odoratissimus,
originario de la India, China y Oceania, el cual comun-
mente sirve para hacer cercas, y cuya inflorescencia des-
pide una fragancia en extremo grata.—Sus hojas se emplean
para fabricar esteras, cestos, etc.;—el pandanus utilis,
especie muy importante por sus hojas, que divididas sir-
ven para confeccionar esteras, sobre las cuales se hace se-
car el café, y más tarde se tejen sacos, usados para diver-
sas aplicaciones. |
Estas dos especies se encuentran en la quinta del Exce-
lentísimo Sr. Conde de Fernandina; ademas se halla tam-
bien una de estas especies, la primera, en la quinta de la
señora doña Leonor Herrera, y en los jardines botánico
y del Sr. Pedregal. Tambien encontramos esa misma plan-
ta, en un estado de desarrollo muy notable, en el cafetal
de los Sres. Mazorra (Pozo Redondo); asimismo en el
ingenio Las Cañas, del Sr. D. Juan Poey; por cierto que
el individuo allí existente sufrió mucho en el incendio
que quemó la casa de purga de aquella célebre finca. En
una palabra, en la isla se encuentra el vacoua Ó palma de
caracol, y 4 sus habitantes toca propagarla, y sacar de ella
el mejor partido posible de sus hojas. Esta planta es no-
table por la forma y disposicion de sus hojas, por las raí-
6
o gp
ces adventicias que se desprenden de su trorico y ramas,
y por la fragancia que exhala en su florescencia.
Cuando tratemos cuanto concierne 4 nuestras plantas
textiles, demostrarémos que poseemos vegetales más pre-
ciosos que el vyacoua, y tambien darémos á entender cómo
por medios mecánicos se logra aprovechar las fibras de
muchas plantas, que sin preparacion alguna no son utili-
zables.
PLÁTANO.
Entre los cultivos propios 4 los climas cálidos es, si no
el más importante, al ménos uno de los que más merecen
figurar en primera línea, el del platano. En efecto, todas las
partes de esta planta son susceptibles de utilizarse: el fru-
to nos proporciona un alimento sano, agradable, fácil de
digerir; en sus varios estados de desarrollo se presta 4 dis-
tintas preparaciones, pudiendo aún servir para elaborar
aguardiente y vinagre. El tallo se aplica A diferentes usos,
pues no sólo lo comen bien los animales, sino que ademas
suministra materia primera á las artes textiles. El bulbo
se aprovecha tambien, y áun la extremidad del espadice
puede servir de alimento. y
No creemos oportuno entrar por ahora en el examen de
o DO |
estas aplicaciones; más tarde lo harémos de una manera
circunstanciada y completa.—Sin embargo, creemos de-
ber mencionar la preparacion de la harina de plátano, con
cuyo arbitrio se logra aprovechar en los tiempos de abun-
dancia los frutos que más tarde procuran exquisito alimen-
to.—Para conseguir ese polvo alimenticio, basta desecar
completamente los plátanos, y en ese estado pulverizarlos
en cualquier aparato.—En el dia no se emplea ningun
procedimiento para conservar los plátanos; el que acaba-
mos de indicar, lo hemos visto usar bien raras veces, Á pe-
sar de sus indubitables beneficios.
Vamos á procurar exponer las más circunstanciadas 1n-
dicaciones acerca de este cultivo, el cual de esta manera
entrará por primera vez en el cuadro de la agricultura
progresiva, pues hasta el presente ningun autor habia tra-
tado este asunto de una manera científica. |
Esta yerba gigantesca exige como requisito esencial, para
que se realicen todas las evoluciones de su desarrollo, un
terreno fresco, rico en materias alimenticias y dotado de una
capa vegetal de alguna profundidad. Es tan conocido este
hecho, que al inspeccionar el estado de un platanal, se juz-
ga al punto de los caractéres del terreno. Semejantes pro-
piedades puede el terreno poseerlas por su propia naturale-
za, como es fácil notarlo en oran número de lugares; mas
en el caso de no estar constituidos del preciso modo, será
necesario disponer todas las cosas de tal suerte, que to-
mando como fundamento el terreno en el cual se va á tra-
bajar, se introduzcan en él todas las mejoras conducentes
a los efectos que se desean realizar. De todas maneras,
bien sea explotando terrenos inicialmente adecuados á este
ae y
cultivo, ya otros ménos favorecidos, en los cuales se hayan
llevado 4 cabo mejoras, siempre habrá que conservar la
fertilidad natural ó creada.
Para lograr estos beneficios, será indispensable dar prin-
cipio 4 las operaciones, efectuando en el terreno todas aque-
llas mejoras fundamentales que por su carácter de trascen-
dental permanencia se las considera como la base más
sólida de los sistemas andróticos, en los cuales el hombre
hace coexistir todos los medios mecánicos, físicos y quí-
micos con las fuerzas espontáneas de la naturaleza, para
procurarse el mejor partido de sus capitales y trabajos.
Estas mejoras, que se han denominado permanentes Ó terri-
toriales, porque en realidad transforman por largos años el
terreno, dandole mayor valor, son las labores profundas,
el drenaje, los trabajos preparatorios para el riego, etc. Así,
pues, ántes de proceder al cultivo del plátano, se comen-
zará por drenar el terreno, si lo hubiere menester, se
aumentará su capa vegetal, etc. Realizadas esas mejoras
territoriales, se pondrán en debido efecto todos los traba-
jos ordinarios y normales que presiden á la explotacion del '
suelo, entre los cuales figuran el uso de los correctivos,
abonos, labores, etc. Para corregir las propiedades físicas
del terreno y modificar su composicion química, se aplica-
rán los correctivos más á propósito, y al mismo tiempo se
incorporarán con todas las partículas del suelo los abonos
que sea conveniente añadir. Estos abonos deben ser más
bien humíferos y salinos que azoados, mas siempre es útil
sean completos. Las labores de explotacion consisten en
romper con arados de una sola vertedera, desagregar el sub-
suelo, desmoronar los terrones, haciendo intervenir los me-
dad e
jores rodillos, pasar las gradas para arrancar las yerbas y
mezclar todas las partes del terreno.
Todas estas mejoras y operaciones pertenecen al estu-
dio general de la agrología y de la agricultura propiamen-
te dicha, de manera que miéntras que la ciencia indica los
requisitos que deben tenerse presentes al efectuarlas para
conseguir fines determinados, el arte proporciona los me-
dios de realizarlas. — Estas ideas se aplican 4 todos los
cultivos; constituyen, por decirlo así, el conjunto de
doctrinas que 4 ellos presiden; de suerte que sería por
demas enojoso repetir con respecto á cada uno en particu-
“ lar lo que concierne 4 todos.—La observacion y la expe-
riencia'enseñan el tipo de terreno más propio para cada
cultivo; la ciencia indica las mejoras que con especialidad
es preciso introducir en los diversos suelos para llegar 4
crear el tipo primitivo, que sirve, por decirlo así, de mues-
tra, , mejor dicho, de modelo.
Dispuesto el terreno de la manera más idónea 4 los fines
á que deseamos llegar, pasemos 4 estudiar las circunstan-
cias en las cuales se realiza la multiplicación del plátano.
Muchas de sus especies y variedades poseen constantemente
semillas perfectas, y por lo tanto susceptibles de germinar
y de dar orígen 4 plantas que fructifiquen; otras, sólo en
casos especiales, que más tarde procurarémos determinar,
ofrecen semillas perfectas. De todas maneras, las plantas
propagadas por medio de semillas tardan más tiempo en
llegar 4 su apogeo de desarrollo.—El procedimiento más.
usado, en muchos casos el único posible, para multiplicar
el platano, consiste en aprovechar las yemas que se des-
arrollan en el bulbo de la cepa.— Unas veces se siem-
ALE o CO
bra el Zame Ó bulbo mismo, en otras ocasiones se utili-
zan los hijos Ó yemas ya desarrolladas á cierto grado.
—La siembra de Zame Ó de bulbo se ejecuta enterrando
convenientemente los bulbos enteros ó divididos, segun
sus dimensiones.—Con respecto 4 la posicion que deben
ocupar en la fosa ú hoyo destinado 4 recibirlos, se puede
colocarlos en su direccion natural, ó más bien vueltos ó
virados; de esta última manera, la siembra, aunque más
tardía, produce más retoños, y éstos mucho más lozanos.—
En vez del bulbo, es posible separar las yemas ya desarro-
lladas, los h2j0s, y sembrarlos aisladamente en el nuevo es-
pacio de terreno, en el cual se va 4 crear el platanal.—
Cuando se procede de esta última manera, es costumbre,
consagrada por el uso, cortar el %4zj0 4 cierta altura, pero
no siempre se practica la sesgada seccion con el debido
acierto; unas veces es tan inferior, que así se cortan de un
solo golpe todas las hojas, dejando sólo sus peciolos ó
vainas, y Aun se separa el escapo, de suerte que entónces
no prosigue su desarrollo el hijo, y sólo puede retoñar
“del pié; en otras ocasiones, la seccion es más alta, pero no
al grado suficiente, pues las primeras hojas que aparecen
son de tan reciente formacion, tan tiernas, que el sol las
quema; tampoco continúa en este caso el crecimiento del
hijo, y el retoño proviene del pié únicamente.—Todo es-
to acontece cuando se emplean hijos ya muy desarrollados,
los cuales, áun en las mejores circunstancias de trasplan-
tacion, nunca producen tan hermosos y sazonados racimos,
siquiera éstos aparezcan más pronto. Las cepas padecen
más con las sequías, pues por el pedazo muerto se efec-
túa una evaporacion muy perjudicial; para evitar seme-
jante mal, conviene cortar el pedazo sin vida. Los hijos
sólo son útiles en el primer tercio de desarrollo; más tarde
no deben trasplantarse. El punto por donde ha de cortar-
se el hijo de plátano depende de su grado de crecimiento,
y casi siempre es conveniente que la seccion sea lo más alto
posible; atendiendo á estas ideas, quizas sería más útil
cortar sólo las hojas por el lugar en que comienza la ex-
pansion de la láamina.—Las siembras ejecutadas sirviéndose
de los bulbos son las más productivas y seguras; las ce-
pas ahijan mejor, los retoños aparecen y se desarrollan con
gran lozanía.—Las plantaciones se ponen en efecto por
el mes de Mayo, cuando comienza la estacion de las aguas.
Las siembras de plátano pueden llevarse 4 cabo abrien-
do hoyos por medio de la fuerza humana é inmediata, ó
trazando anchos y profundos surcos, para cuyo trabajo el
material agrícola perfeccionado nos brinda los instrumen-
tos más 4 propósito. De este último modo se realiza una
- gran economía en la mano de obra, y es posible efectuar
- con más igualdad toda la siembra; en los surcos se mar-
carán, 4 las distancias convenientes , los lugares en que de-
ban colocarse los hijos Ó Rames. A pesar de haber abonado
por completo el terreno, convendrá depositar en los sitios
“designados para recibir los bulbos ó los hijos, cierta can-
tidad de materia fertilizante. De una manera absoluta no
es posible afirmar 4 qué distancia habrá de realizarse la
siembra, pues la distancia que debe mediar entre las plan-
tas depende del desarrollo que alcance la variedad cultiva-
da, de la naturaleza del terreno, accidentes meteorológi-
cos, cuidados de cultivo, etc. En los terrenos muy férti-
les, en los cuales adquieren los plátanos gran altura y
PEO
ahijan mucho, será preciso separarlos más, y Vice-versa.—
Las cepas abren tanto en esas circunstancias, que muchas
veces las hemos observado constituyendo, por la aglome-
racion de los hijos, macollas de más de una vara de diá-
metro.—La separacion máxima puede fijarse en igual di-
mension 4 aquella que marque la mayor altura 4 que
alcancen los plátanos en las más propicias circunstancias.
La siembra se dispondrá en cuadro, ó mejor aún en quin-
cunce. Los surcos ú hoyos en los cuales sé traspongan los
bulbos ó hijos, deberán ser cubiertos sólo en parte con la
tierra de ellos extraida al trazarlos ó abrirlos; más tarde
se rellenarán por completo.
Los cuidados de cultivo que será preciso ejecutar para
favorecer el mejor desarrollo del plátano, serán: escardas
ó chapeos, rejacas, enterrar las hojas y tallos, regadío y
cortar las hojas secas, las cuales, como acabamos de ex-
poner, deberán ser cubiertas con tierra, juntamente con
los tallos de las plantas que hayan producido su racimo.
El plátano, para crecer con vigor y llegar a su apogeo
de desarrollo, reclama, durante todos los períodos de su
evolucion, la ausencia completa de yerbas adventicias; en
los primeros tiempos de su vida, es necesario mantener
el platanal limpio de plantas extrañas, pues de lo con-
trario, los débiles y nacientes retoños se desarrollan lenta
y raquíticamente, sus hojas blanquean, en vez de im-
presionarnos con ese hermoso é intenso matiz verde que
¿en el estado normal ofrecen. Más tarde, en campos así
descuidados, cuando se practican las escardas, esas ho-
jas, enfermas por lo comun, sufren mucho de la accion
del sol, suelen ser quemadas, y siempre el vegetal con-
O
serva profundos y duraderos rastros de los efectos noc1-
vos originados por la presencia de las yerbas extrañas.
—Los plátanos que experimentan la accion, por demás
nociva, de las yerbas adventicias, ni ahijan en el tiempo
oportuno, ni los renuevos se desarrollan de un modo fa-
vorable 4 nuestros deseos.—Los platanales comidos por la
yerbg, tras de no producir grandes cosechas y frutos de
superior calidad, se extinguen pronto.—En suma, con
respecto á la limpieza, nunca debe olvidarse que es esta
musácea una de las plantas más exigentes.
Manifestado que el platano exige, a fin de que se rea-
Jlice su completo: y normal desarrollo, un terreno fresco
y sustancioso, creemos excusado demostrar la necesidad
- de arrejar los platanales.
Tanto las escardas como las rejacas en las tierras en que
pueden funcionar los instrumentos perfeccionados, movi-
dos por animales, deben ser realizadas por arados tirados
por un buey, y áun por arados mayores, los cuales recla-
man una yunta; asimismo se usarán, segun las circuns-
tancias, los escarificadores y extirpadores.
Al ejecutar las escardas y rejacas, se cuidará prévia-
mente de colocar en una direccion todos los tallos cortados
y las hojas; una vez que se hayan efectuado las operacio-
nes en el espacio libre, se abrirá un ancho y profundo sur-
co, en cuyo fondo se colocarán las hojas y tallos, los cua-
les se cubrirán con tierra. Es preciso que queden deposi-
tados 4 tal profundidad , que los instrumentos de chapear
y arrejar no les toquen luégo que se proceda 4 hacerlos
obrar en la otra direccion. Esas materias, depositadas en la
tierra, no sólo la fertilizan por sus productos de descom-
e
posicion, sino que áun le suministran agua. La cantidad
de materia vegetal formada, el espeso follaje de un verde
intenso, que denota la gran proporcion de clorófila que
contiene, etc., indica la cantidad de alimentos que debe
haber absorbido del aire el platano. Esto explica el enri-
quecimiento que sólo empleando los despojos de la vege-
tacion puede conseguir el terreno. No necesitamos adver-
tir que esas materias sólo se enterrarán en el caso de no
aplicarlas 4 otros usos.
La frescura natural, ó creada por el arte, la perfecta
limpieza del campo, la mullificacion frecuente de la tierra
por medio de las rejacas, son otras tantas circunstancias'
que contribuirán 4 mantener en la tierra el grado necesa-
rio de humedad que reclaman todos y cada uno de los pe-
ríodos del desarrollo normal de la planta. A estos requisi-
tos, preciso es agregar otros dos, que algun tanto coadyu--
van á tan beneficioso fin. Por la radiacion nocturna de las
hojas, que tanta superficie presentan , se opera en ellas cier-
to enfriamiento, y así puede condensarse el vapor acuoso
contenido en la atmósfera; el agua depositada sobre las
hojas , en gran parte cae al pié de las plantas y humedece
el suelo. Los que quieran formarse una idea aproximada
de la gran superficie de las hojas de plátanos, sencillamen-
te pueden cortarlas y extenderlas por el suelo.—A prime-
ra vista se podria creer que esa cantidad de agua, así ver-
tida en la tierra, podria ejercer gran influencia en la hu-
medad del suelo, al punto de preservarlo de los efectos de
sequías; mas si se tiene en cuenta que no toda la cantidad
del líquido cae sobre la tierra, pues una parte se evapora
sobre la misma superficie condensadora; si se recuerda que
o
esa superficie foliácea produce una gran 'evaporacion du-
rante los actos vitales, fácil será comprender cuán poco
recupera la tierra del agua perdida.—HLas hojas de los
plátanos, por la sombra que producen durante la vida, y
los despojos de la vegetacion que cubren el suelo, preser-
vandolo de la accion directa y evaporadora del sol, en
cierto grado le conservan el agua que contiene.
Las continuadas sequías siempre detienen másó ménos
la vegetacion de los plátanos, y en muchas circunstancias
originan efectos desastrosos. Las sequías se contrarestan
creando la frescura del terreno, manteniéndola por medio
de las rejacas y escardas; mas el procedimiento radical
para precaver sus males consiste en regar el terreno tan-
tas veces como sea preciso. No nos cansarémos nunca de
repetir que en este país es imposible pensar en establecer
una agricultura adelantada sin el regadío. El dia en que
reguemos nuestros platanales, la produccion, no sólo será
mayor, sino que presentará una constancia que en la actua-
lidad no ofrece. El beneficio más señalado que nos procu-
ra el agua condensada sobre las hojas de los plátanos es
constituir una verdadera lluvia, ó riego por aspersion, el
cual en frances se denomina bassinage. Esta agua lava las
hojas, arrastra el polvo y las concreciones salinas que por
la evaporacion de la savia quedan sobre la superficie de
los órganos foliáceos. Libres los estomas de las materias
que podrian obstruirlos, se conservan siempre en el me-
jor estado para que se realicen sus importantes funcio-
nes. Esta circunstancia explica, tanto en el caso presente
como en otros relativos á otras plantas, la caña por ejem-
plo, por qué el riego comun es tan benéfico. En efecto,
E
por la condensacion atmosférica se lavan las hojas, y por
-el riego ordinario se humedece el terreno; ambos requisi-
tos realizan los beneficios producidos por las lluvias.
Ademas de los cuidados que acabamos de mencionar,
conviene cortar las hojas secas, á cuyo intento se emplean
cuchillos bien afilados, mantenidos en largos y delgados
CUYOS. |
Otra de las prácticas que más favor alcanzan entre cier-
tos labradores, es desh1jar las cepas de plátano; así creen
conseguir mayor robustez en los hijos que dejan subsis-
tir.—No harémos más que apuntar muy ligeramente nues- -
tras ideas acerca de este particular; en el Ensayo sobre el
cultivo de la caña de azúcar encontrará el discreto lector
las razones en que nos fundamos para creer que el 2hija-
miento es, en nuestro sentir, una circunstancia favorable
para el rapido y potente desarrollo de todos los hijos que
componen el conjunto de la macolla de platanos. — En
efecto, los hijos se alimentan 4 expensas del bulbo, el cual
posee raíces particulares, y tambien por semejantes órga-
nos, de que en propio se encuentran dotados; tienen, pues,
hasta cierto punto y grado una existencia independiente y
otra comun, merced al órgano que los reune y enlaza 4
todos, el bulbo. El número de hijos susceptible de desar-
rollarse libre y lozanamente procura mayor vigor al bulbo,
y simultáneamente á todos ellos. —Es, por consiguiente,
grave error aconsejar que se separen los hijos; por el con-
trario, deberiamos propender 4á aumentar su número, pro-
curándoles todos los requisitos necesarios 4 .su aparicion
ordenada y 4 su completa evolucion. — Suponiendo que
nuestras ideas no sean aceptadas, réstanos indicar que dado
E
caso que se separen los hijos, preciso será hacerlo sin he-
rir el bulbo, y evitar, por otra parte, que permanezca
pedazo alguno sobre la superficie, el cual podria alterar
las funciones vitales del bulbo. Para conseguir este resul-
tado, conviene cortar el hijo al nivel del bulbo, y cubrir
bien con tierra la herida. —Este requisito indica que para
ejecutar con acierto tan delicada operacion, es preciso
tiempo y tino. —En el dia, el negro deshija a diestro y
siniestro, sin elegir juiciosamente el vástago que va á eli-
“minar, no siguiendo, por otra parte, precepto alguno al
realizar el córte. . .
- El enemigo más temible del plátano es el viento. El
alre movido con violencia, aun cuando no dé en tierra con
los tallos, desgarra las hojas, las rípia, y por tanto tras-
- torna sus funciones. En algunos casos, posible será estable-
cer Ó aprovechar convenientes abrigos para evitar algun
tanto el mal.
Puesto que mencionamos la accion de tan terrible azo-
te, bueno será que indiquemos las medidas que es preciso
adoptar cuando los platanales son derribados por el viento.
— Tan luégo como acaece suceso tan desgraciado, es ur-
gente recorrer el campo y cortar todos los hijos que no
hayan aun producido el racimo, y aquellos cuyos frutos
se encuentran hechos. Con respecto 4 los hijos cuyos raci-
mos no han alcanzado tal desarrollo, conviene dejarlos en
el campo, sin practicar el córte del t2//0; de este modo, no
sólo se conservan más tiempo, sino tambien en algo com-
pletan su crecimiento.
¿Cuánto tiempo debe explotarse un platanal? Nosotros
no titubearémos en contestar que es útil demolerlo y sem-
anal
brarlo de nuevo desde el momento en que las cosechas
comiencen 4 disminuir en grado notable.— Los ñames de
los plátanos no se botan fuera; pero sucediendo un fenó-
meno análogo, quizás áun más manifiesto que aquel que
se realiza en la caña de azúcar, el cual hemos exami-
nado con el mayor detenimiento, acontece que los hijos
van naciendo a menor distancia de la superficie hasta que, ,
por decirlo así, son retoños aéreos, que poco ó nada
se alimentan por sus propios órganos, y muy mucho 4 -
expensas del bulbo comun.— Estos hechos dan cumplida
y cabal cuenta de la pequeñez de la produccion é inferio- -
ridad de los frutos. En vez de demoler de repente todo
el platanal, es más conveniente hacerlo de una manera su-
cesiva.—Para esto bastará todos los años demoler una faja,
con cuyos ames se llevará 4 cabo la siembra.—Esta se
efectuará en el espacio que quedó ántes libre, el cual, en
virtud de las frecuentes rejacas y de las hojas y otros abo-
nos, que en su seno se habrán depositado -todos los años,
se encontrara mullido y fértilizado.—De todos modos
siempre será conveniente colocar algun abono en los ho-
yos al tiempo de poner en ellos los ñames de platano.—
Sin embargo, si por circunstancias especiales del terreno ú
otras consideraciones no conviniese este sistema, al demo-
ler por completo el platanal habrá siempre que, utilizar
sus bulbos para las nuevas siembras.—En algunos terre-
nos asombra el tiempo que puede durar un platanal pro-
duciendo considerables cosechas. Conocemos uno de esos
plantíos, que despues de veinte y cinco años, se mantenta
en el más brillante estado.
En todo el curso de estas líneas hemos llamado tallo,
por seguir el uso admitido, 4 la reunion de los peciolos ó
vainas de las hojas. Acerca de este y otros puntos relat:-
vos 4 la organizacion del plátano, tendrémos ocasion, más
tarde, de presentar diversas observaciones. Tambien am-
pliarémos ciertos puntos relativos al cultivo, y expondré-
mos nuevos particulares, que en este momento no pode-
mos dilucidar. |
YUCA.
Por las numerosas y variadas aplicaciones en que se ut1-
liza la yuca, es su cultivo uno de los que más incuestio-
nablemente debe fijar la atencion de aquellos que se dedi-
quen al fomento de la agricultura cubana. En el lugar
oportuno describirémos todas las aplicaciones de este tu-
- bérculo; nos proponemos en estas lineas tan sólo tratar
de algunos puntos relativos al cultivo.
La yuca se multiplica de semilla y estaca. El primer
modo no es usado en ningun país, al punto de ser desco-
nocido de la generalidad de los labradores. A pesar de mil
dificultades , hemos conseguido recoger gran cantidad de
semillas, las cuales, puestas en circunstancias favorables,
han germinado perfectamente, produciendo lozanas plan-
tas, que, traspuestas en lugares idóneos, vegetaron con
el mayor vigor y procuraron hermosos tubérculos. Sería
a
muy útil que los agricultores diesen importancia A este
modo de multiplicación, pues gracias 4 él, quizás conse-
guirian nuevas y más provechosas variedades, las que
luégo sería facil propagar por medio de sus tallos.—La
multiplicación por estacas es la única que se emplea en
gran escala; al efecto, se recogen los tallos despojados de
hojas y ramas y se dividen en pedazos, poco más ó mé-
nos, de quince centímetros (siete pulgadas). La cantidad
de estacas Ó secciones de tallos (camgre) que se necesita
para sembrar una extension de tierra, ha sido de nuestra
parte objeto de algunas observaciones, las cuales creemos
.conveniente manifestar, pues es materia de la mayor im-
portancia. Veinte y cuatro pedazos de cangre de yuca,
picados y propios para sembrar, pesan ocho libras y tre-
ce y media onzas. Este cangre fué elegido del más pe-
sado, del tronco principal, de suerte que representa con
bastante aproximacion el máximum que se necesita para
sembrar un cordel, disponiendo los pedazos de vara en
vara en la direccion de la medida.
Dividiendo ó picando una mata de yuca, hemos obteni-
do sesenta pedazos de cangre idóneos para la sementera,
de suerte que son suficientes para sembrar dos y medio
cordeles. Con arreglo 4 estos datos, las dimensiones del
terreno y el espacio que deba mediar entre las matas, fa-
cil será calcular la cantidad de semilla que será preciso
reservar para la siembra de una extension determinada de
tierra.
Generalmente los campesinos admiten como práctica
enseñada por la experiencia, que el cangre debe cortarse
en menguante, pues así aseguran, dicen, la cosecha. He-
mos realizado siembras, ó, expresándonos con propiedad,
plantaciones de yuca, cortando el cangre en menguante, y
otras veces en creciente ; nunca nos ha sido dado notar la
más pequeña diferencia; en ambos casos, en las mismas
circunstancias, hemos conseguido iguales resultados. —Con
respecto al cangre enterrado, hemos observado que no
desaparece por completo sino al cabo de diez y ocho me-
ses Ó más tarde; miéntras no se pudre del todo, se nota que
se encuentra en el centro del reciente tallo subterráneo for-
mado, cual si pasase al traves de sus tejidos. Con el objeto
de seguir mejor la serie de descomposiciones que sufre el
primitivo cangre, y de estudiar cómo se forman las nue-
vas capas del tallo subterráneo, hemos dispuesto varios
experimentos, en' los cuales, al traves de la médula del
cangre, antes de sembrarlo, hicimos pasar pedazos de
maderas duras y de dificil descomposicion. Se sembraron
así los trozos, se desarrollaron las yemas, y 4 su tiempo,
despues de la completa alteracion de la estaca, encontra-
mos el pedazo de madera dura en el centro del tallo sub-
terráneo nuevamente formado. Estos ensayos, y otros que
hemos emprendido, nos servirán á su tiempo para eluci-
dar los fenómenos que se realizan en el crecimiento de las
yemas en las plantas que propiamente se reproducen por
estaca.
Por lo comun, se admite de un modo general que la
yuca debé sembrarse cuando forece el dagame, es decir,
desde Noviembre 4 Enero, y áun se agrega que es con-
veniente depositar el cangre en tierra en ese tiempo, aun-
que no haya sazon; con este motivo, recomiendan que se
siembre la yuca en polvo y el boniato en lodo ; proverbio que
7
recuerda el frances : Seme tes seigles en terre poudreusse, el
tes froments en terre boueuse.—Acerca de estos dos con-
ceptos manifestarémos que ni siempre florece el dagame en
todas las localidades de la isla en esos meses, ni tampoco es
tan absoluta la idea de creer que la yuca no reclama aguas
para realizar su desarrollo.—En la Vuelta Abajo, cerca del
Martel, hemos visto el dagame en flor en el mes de Abril.
¿Acaso este hecho no demuestra mejor que todos los argu-
mentos que pudiésemos aducir, que la época de las plan-
taciones debe variar segun las circunstancias meteorológicas
y del suelo de las localidades? Sin embargo, debemos adver- .
tir que es más conveniente sembrar en Diciembre, pues así
en el último término de la vida se encuentra la yuca fuera
del influjo de lluvias inoportunas que trastornen las fun-
ciones que entónces se cumplen en su organismo. La épo-
ca más propia para sembrar la yuca, segun muchos labra-
dores, es la menguante de Enero ó Febrero. —Esta prac-
tica, establecida de una manera general y absoluta, podria
conducir 4 lamentables consecuencias. Segun los requi-
sitos del terreno, su preparacion y las circunstancias de
la localidad, debe variar, creemos, la época de sembrar la
yuca. En los terrenos muy altos, expuestos á secarse con
facilidad, sobre todo si escasean óÓ faltan las lluvias en
los mencionados meses, se debe sembrar en Marzo, Abril
ó Mayo, pues así la vegetacion será más potente y no su-
friráa detenimiento alguno. Por el contrario, si el terreno
es fresco por naturaleza Ó por el arte, si acaecen algunos
aguaceros durante los meses de Diciembre á4 Marzo, será
conveniente sembrar en semejante tiempo; lo mismo suce-
de en los terrenos expuestos á guardar demasiado la hu-
medad; es preciso sembrarlos en Noviembre ó Diciembre,
para que la planta se encuentre algo crecida cuando rom-
pan las aguas.
Cualquiera que sea la época elegida para ejecutar las
plantaciones en las tierras recien desmontadas ó tumbas, se
procede 4 ella, ó abriendo los hoyos con estacas ó janes,
Ó practicandolos por medio del azadon; en ellos se colo-
can los pedazos de cangre.—Para sembrar la yuca en tier-
ras susceptibles de ser labradas, se comenzará por alzar
con perfeccion el terreno, desagregando , si fuese posible,
el subsuelo; se romperán los terrones con los rodillos, y
despues se pasará la rastra. — En esta siembra es de la
mayor importancia preparar bien la tierra. Una vez que
el terreno se encuentre bien dispuesto, se procede 4 la se-
mentera, ó 4 decirlo más bien, A la plantacion, que mu-
chos en tierras labradas practican con estacas y azadon;
pero creemos más conveniente ejecutarla abriendo anchos
y profundos surcos con el arado de doble vertedera. En
las zanjuelas se colocará el cangre tendido, teniendo el
cuidado, segun los requisitos del terreno, de cubrirlo con
más Ó ménos tierra; más tarde se concluye por llenar
por completo el surco, arrojando en él toda la tierra ex-
traida al abrirlo. Cuando se siembra el cangre ligeramente
inclinado, es conveniente colocarlo en su direccion natural,
pues de lo contrario, el retoño experimenta dificultades
para brotar, y necesita desviarse de su tránsito directo;
hemos hecho dibujar estos fenómenos.—Los cangres de-
ben colocarse de vara en vara en la direccion del surco,
de suerte que lá siembra resulta practicada de vara en
cuadro; en muchos terrenos será conveniente dejar más
IAE
espacio entre las matas. Es tan conocido este modo de
plantar, que en el país las siembras en cuadro se suelen
llamar 4 hoyo de yuca.—Debemos, sin embargo, manifes-
tar que sería más útil, en todos conceptos, disponer las
siembras en quincunce ó al tresbolillo.
Los cuidados de cultivo se reducen : 1.”, 4 rellenar el
surco, Ó sea aporcar internamente; 2.*, a escardar las siem-
bras; 3.”, 4 practicar algunas rejacas miéntras lo permitan
la altura de las plantas, si por otra parte lo demanda el
estado del suelo. De todos modos, la profundidad.á que
convendrá remover la tierra en esas binazones, es muy .
relativa 4 aquella en que se llevó 4 cabo la siembra. Para
que se aprecie la importancia de este requisito, harémos
notar que los tubérculos de la yuca nacen: 1.”, del mismo
cangre que se deposita en la tierra, ó mejor dicho, de
las nuevas capas que se desarrollan sobre el cangre sem-
brado; 2.”, algunas veces del tallo que parte de la estaca.
De todos modos, esos tubérculos se producen casi late-
ralmente, y no muestran una gran tendencia 4 profundi-
zar en la tierra. De aquí se infiere que, st las rejacas fuesen
muy profundas, se podrian herir los tubérculos; dedu-
ciéndose tambien que es preciso abrir los surcos anchos
y profundos. En la mayor parte de las ocasiones, sl los
terrenos han sido bien preparados, no son indispensables
las arrejacaduras especiales. Las escardas se deben ejecutar
siempre que se crean útiles; miéntras que el desarrollo de
la planta lo permita, será conveniente usar instrumentos
arator1os tirados por animales. — Encontramos defectuoso
el sistema de sembrar 2 jan, dejando parte del cangre
fuera de la tierra.
A
Con respecto al cangre de yuca, creemos oportuno es-
tampar aquí el relato de dos observaciones. El cangre cor-
tado puede guardarse en un sitio, en el cual se encuentre
sin experimentar desecacion notable hasta tres meses; en-
terrándole entónces, se desarrollan sus yemas; si el lugar en
que se halla es en algun tanto húmedo, posible es que
broten sus ojos, produciendo retoños. Cuando se siem-
bra el cangre y se obtiene una primera cosecha de yuca,
hemos tenido ocasion, desenterrando el tallo subterráneo,
separando bien los tubérculos y despojándolo de sus ramas,
de volver á sembrarlo, y de nuevo hemos conseguido la
formacion de tubérculos.
Las siembras que con más frecuencia se intercalan en
los plantíos de yuca son las de maíz y frijoles negros;
estas últimas, en todos conceptos, son las más favorables,
sobre todo si se ejecuta la siembra principal de Octubre á
Diciembre.
Habiamos comenzado una serie de observaciones acerca
de la produccion del almidon, segun las circunstancias del
terreno, la variedad de yuca cultivada, los requisitos me-
teorológicos, la edad de la planta, etc., y tambien dimos
principio á estudios respecto de las trasformaciones que
se originan en los tubérculos cuando se cortan los tallos;
mas acerca de todos estos particulares no poseemos aún
sino datos muy incompletos, de los cuales no nos es posi-
ble, por tanto, deducir lógicas conclusiones.
Hemos recorrido infinidad de fincas, en las cuales nos
ha sido posible examinar este cultivo en grande escala;
numerosos y detenidos estudios nos han demostrado los
errores que se cometen en las practicas ejecutadas en ellas.
AS
Se cree innecesario abonar, enmendar, etc., las tierras;
de aquí menguadas cosechas; con bastante facilidad se de-
mostraría la conveniencia de bonificar el terreno, 1.* re-
cordando y comparando las cosechas conseguidas en las
tumbas, y las que se obtienen en las mismas tierras despues
de cierto número de años de cultivo; 2.” en igualdad de
circunstancias, las cosechas son siempre relativas á la ferti-
lidad de los terrenos. Estas dos observaciones sin el auxi-
lio de experimentos comprobatorios serian suficientes para
hacer patente la necesidad de conservar, restablecer ó au-
mentar la fertilidad de los campos por medio de los cor- -
rectivos, abonos, etc., más adecuados 4 la naturaleza de
los terrenos y al fin que se desea conseguir. Si los labra-
dores abonasen sus campos, no veriamos esos cangres ra-
quíticos ni tubérculos tan pequeños y pobres en aquellos
principios que en ellos deseamos encontrar. De un modo
general, teniendo en cuenta todos los efectos originados
por el uso de las materias fertilizantes, hemos demostrado
cuán útil es repartir los abonos de una manera uniforme,
de tal suerte que se incorporen intimamente con todas las
partículas del terreno. En el cultivo de la yuca juzgamos
indispensable ese método de distribuir los abonos, y ade-
mas creemos muy conveniente regar cierta proporcion de
ellos en el surco, en los momentos de colocar la estaca
multiplicadora, ó sea el cangre.—La sola consideracion de
la gran cantidad de productos orgánicos, creados en tan
corto tiempo por la yuca, indica que reclama perentoria-
mente fértiles terrenos y los cuidados con más Inteligencia
prodigados á fin de procurarle los necesarios alimentos y
de favorecer su absorcion y ulterior aprovechamiento.—
ne OA
En estos climas, en que no sólo poseemos los más poten-
tes aparatos de produccion orgánica, sino que ademas
nos concedió naturaleza muchas de las circunstancias para
su mejor ejercicio, asombra que nos empeñemos en no
poner de nuestra parte algun trabajo 4 fin de conseguir
con seguridad todos los beneficios. —Sin las prácticas de
la agricultura progresiva, es el colmo de la insensatez el
arriesgar capitales dedicados 42 empresas que, tras de ser
inseguras, no compensan cuando son prósperas las pérdi-
das sufridas en los años adversos.
Con respecto 4 las labores, por desgracia hemos visto
que por lo comun se ejecutan con el arado del país, de
suerte que es imposible se realicen los fines que con ellas
nos proponemos conseguir; al llevar 4 cabo las siembras,
se emplea el mismo instrumento más ó ménos modifica-
do; por tanto, los surcos no son bastante anchos ni pro-
fundos.— En las líneas anteriores manifestamos cómo las
raíces de la yuca se extienden horizontalmente ó con muy
pequeña inclinacion; depositando el cangre 4 pequeña pro-
fundidad, por fuerza sucede, más ó ménos, segun la natu-
raleza del terreno, que las raíces se encuentran sometidas
al influjo directo de la accion del sol, la cual les es en ex-
tremo nociva. Áun hay más : los tubérculos, como hemos
declarado, se forman al rededor del cangre sembrado, y
tambien del tallo que de él brota; la profundidad inter-
viene, pues , determinando ó favoreciendo la formacion y
desarrollo de estos últimos.—Con relacion 4 este particu-
lar, expondrémos que creemos en extremo perjudicial la
costumbre, existente en otros países , de dejar descubierta
en parte la estaca, pues de esa manera los tallos que se
A
originen fuera de tierra no producirán raíces, ni aquellas
que se formen al rededor del cangre enterrado se hallarán
anio profundidad necesaria.
Tiempos vendrán en los cuales todos los agricultores se
convencerán de cómo en los climas cálidos, que no gozan de
una manera arreglada de la accion bienhechora de frecuen-
tes lluvias, es de la mayor importancia suministrar á las
plantas el agua indispensable para que alcancen su completo
desarrollo, recorriendo así todos los períodos de su creci-
miento, y al proporcionarles tan benéfico requisito de vida,
preciso será hacerlo en la cantidad y épocas oportunas, 4 fin -
de que todas las circunstancias se aúnen armónicamente para
llegar 4 la realizacion de las funciones con más especialidad
encaminadas 4 originar los productos que nos proponemos
hacer crear por los organismos. Cuanto atañe, toca, de-
pende y es anexo al riego, es y será siempre para nosotros
asunto de sérias consideraciones, y en todas circunstancias
merecerán, de nuestra parte, lugar predilecto todas las
prácticas más ó ménos directamente dirigidas en sus efec-
tos 4 aumentar Ó conservar la humedad del suelo. Corre,
y es admitida como práctica sancionada por la experiencia,
“la idea de que la yuca se da tanto mejor cuanto más seco
es el terreno. Este es un error en alto grado perjudicial,
cuyos desastrosos efectos nos han descubierto ensayos bien
dirigidos y observaciones juiciosamente comparadas. Es-
tá por demas probado que la yuca no vegeta con lozanía
'en las tierras muy bajas y arcillosas, á ménos que no ha-
yan sido saneadas y preparadas con perfeccion; mas tam-
bien nos enseñan los hechos que los terrenos muy secos,
colocados en zonas poco favorecidas por las lluvias, tam-
os
poco procuran ópimas cosechas. La yuca reclama cierta
suma de agua para desarrollarse; por tanto, si no nos es
dado regar los plantios de esta euforbia, al ménos debe-
mos tratar de conservar en el terreno la propicia humedad,
llevando 4 cabo el uso de los correctivos, empleando abo-
nos apropiados, ejecutando labores profundas , la desagre-
gacion del subsuelo y el drenaje. Si se recuerda que los
campos de yuca están más expuestos 4 perder la humedad
del suelo por la accion del sol, efecto debido A la falta de
abrigo por las hojas, se comprenderá la necesidad de crear
y mantener la frescura del terreno por medio de los cor-
fectivos, abonos, labores de preparacion y de cultivo, y
por fin, por el regadío. Bien sabemos que por los tiempos
LA
que atravesamos es un anacronismo agrícola aconsejar ó
tan sólo mencionar semejantes prácticas, sobre todo 4
propósito de cultivos llamados menores ; pero por fortuna
no está muy lejano el dia en el cual se recordará que las
hemos apuntado mucho antes que nuestras apremiantes
circunstancias nos exigiesen apelar 4 la ciencia para resol-
ver problemas, que nos hemos empeñado en poner en cla-
ro abusando del uso de la fuerza humana, mal aplicada y
peor aprovechada. No dejamos de conocer cuán necesario
es para el porvenir de nuestra agricultura que se le sumi-
nistren brazos; mas, sin abandonar ni perder de vista la
resolucion de punto tan importante, es preciso no olvidar
que en las buenas practicas agrícolas y en una bien en-
tendida serie de reformas administrativas y económicas re-
side, en gran parte, de un modo inmediato y en las ac-
tuales circunstancias, el fomento de nuestros cultivos y
enriquecimiento general del país.
A LE e
NAMES.
Al estudiar cada uno de los cultivos que constituyen
nuestra explotacion agrícola, siempre hemos tratado de
hacer patente la necesidad de disminuir el uso inmediato
de la fuerza humana, reemplazándola ventajosamente por
medio de máquinas aratorias tiradas por animales; tam-
bien en todas ocasiones hemos manifestado cuán conve-
niente sería propender á la mayor produccion posible, dis-
poniendo al efecto todas las circunstancias del modo más
propicio.—Sin pretender poner en claro, por ahora, todos
los particulares relativos al cultivo del ñame, fieles á nues-
tros principios, vamos 4 exponer algunas de las modifica-
ciones que en él pueden introducirse con beneficio, con
el doble y beneficioso in de economizar el número de los
brazos que en el dia se emplean en esas tareas, y de au-
mentar la produccion. )
. El cultivo del ñame, á pesar de ser muy apreciados sus
tubérculos comestibles, y de recompensar con usura los
trabajos del labrador, se halla en la actualidad reducido á
pequeña escala. — La causa principal que motiva la corta
expansion que ha alcanzado ese ramo de industria agríco-
la, se encuentra en la necesidad de dedicar gran número
de jornales para llevar á buen fin todas las operaciones
que reclama el cultivo. —En efecto, nadie ignora, y la
práctica de todos los dias lo confirma, que el ñame re-
quiere para crecer normalmente, un terreno en alto grado
ahuecado, de suficiente espesor en su capa vegetal, y que,
e
por fin, en todo tiempo conserve cierta frescura, sin que
jamas se estanquen en él las aguas. —Para realizar todos
estos requisitos se ha adoptado el sistema de cultivo en
altos caballetes, Ó montones, los cuales se forman, una
vez que se ha alzado el terreno con el arado, recogiendo
la tierra con el azadon, y depositándola en un punto hasta
que alcance el monton las proporciones deseadas. — Este
sencillo relato es suficiente para hacer comprender cuán
difícil es ejecutar en gran escala la formacion de esos mon-
tones, los cuales exigen, para ser levantados, un crecido
número de jornales. Por fortuna las buenas prácticas de
labranza nos proporcionan los medios de corregir el mal
expuesto, dandonos todas las reglas positivas para extender
el cultivo, á que nos contraemos, sin emplear en la ejecu-
cion tanta fuerza humana como la que se invierte en el caso
anterior. |
Cuando nos ocupamos de las labranzas definimos la la-
bor en camellon , en caballetes ó en almanta; mas entónces,
como nos sucede en la actualidad, no pudimos describir
extensamente todos los pormenores relativos á su ejecu-
cion, por falta del auxilio indispensable de laminas. — En
las líneas que consagramos al estudio de ese modo de dis-
poner la labor, discutimos sus ventajas é inconvenientes,
tomando sólo en consideracion razones deducidas de la
naturaleza y circunstancias del terreno, y en cierto grado
del tiempo necesario para ejecutar las labores de prepara-
cion y las consiguientes del cultivo. No nos referimos en
aquel estudio a las indicaciones originadas por la organi-
zacion de la planta, punto de la mayor importancia, del
cual vamos 4 ocuparnos.
O O
El ñame prospera y se desarrolla con tanto más vigor,
cuanto esponjado, ahuecado, mullido, más fresco y rico
en materias alimentosas se encuentre el medio en que
crezca. Esta proposicion se demuestra del modo más
irrecusable abriendo un ancho y profundo hoyo en la
tierra, y rellenándolo en seguida con mantillo. Sembra-
do allí el ñame, crece con un vigor insólito y produce
tubérculos de un tamaño extraordinario. Este experimen-
to lo repiten con frecuencia nuestros labradores cuando
desean conseguir ñames de grandes proporciones, á-cuyo
efecto colocan en el centro del monton, cepas de pláta- -
nos, las cuales cubren en seguida con tierra, sobre la que
“siembran la planta cultivada. El fame, al desarrollarse,
llega al punto en que se halla la cepa podrida, y como
encuentra un medio húmedo, ahuecado y rico en manti-
llo, crece en esa direccion y origina los tubérculos que
se quiere obtener. Siguiendo este procedimiento se pue-
den conseguir flames que pesen hasta más de cien li-
bras, sobre todo si se ha empleado una buena semilla, es
decir, un tubérculo entero de buenas proporciones. Pe-
ro, sin necesidad de recurrir á ningun género de pruebas,
¿el tamaño de los ñames no indica, por ventura, las condi-
ciones en las cuales es preciso que crezcan? ¿Acaso esos
tubérculos pueden desarrollarse en un suelo aglomerado,
expuesto 4 todas las alternativas extremas de humedad y
de seca? ¿Es posible se forme esa enorme masa en un sue-
lo estéril? |
En la naturaleza es probable que se encuentren suelos
propios para que el ñame se desarrolle sembrado sin nin-
sun género de requisitos; pero en la mayor parte de los
E a
casos es preciso disponer con artificio la capa vegetal, de
manera que se presente con las propiedades buscadas. Es-
to se consigue elevando los moxtoxes.
La labor en almantas acofradas (labour en billom) per-
mite construir «una fila contínua de montones» en la di-
reccion y distancia convenientes. Luégo que se hayan ele-
vado esas lineas de montones 4 los intervalos oportunos,
se sembrarán los ñames, disponiendo al mismo tiempo los
sostenes propios para mantener el bejuco. Para labrar un
campo como acabamos de indicar, no sólo se invertirá 1n-
comparablemente ménos mano de obra, sino que ademas
se ejecutará un trabajo más perfecto en un tiempo mucho
más corto.-—Como siembra intercalada se podria cultivar
el maní y el fríjol negro, lo cual permitiria aprovechar
por completo todo el trabajo invertido en preparar el ter-
reno. !
La única dificultad que se presenta para ejecutar el sis-
tema de siembra en almanta, es que se use el arado de una
sola vertedera, y que el gañan lleve 4 cabo con destreza
la labor pedida.
El uso de la labor en almantas se encontraba en otro
tiempo en extremo propagado en distintos países, en los
cuales, sin diferencia alguna, se aplicaba 4 variadas clases
de plantas, creciendo en suelos dotados de todo género
de propiedades. Con más ó ménos perfeccion, empleando
en ella mayor ó menor fuerza humana auxiliar, para con-
seguir así lo que no se podia lograr por la imperfeccion
de los instrumentos, la labor en almantas se usaba mucho
entre los romanos, los cuales propagaron el sistema en
España y en el mediodía de Francia, de donde más tarde
O
se introdujo en los Países Bajos, comarcas en donde en
la actualidad más en favor se halla la operacion que nos
ocupa. En esos países se aplica la labor en almantas 4 toda
clase de terreno, 4 todo género de cultivo, cualquiera que
sea la situacion local.—-J. N. Schwertz, en sus Estudios s0-
bre la agricultura belga, ha descrito minuciosamente cuan-
to atañe á esta disposicion de labor, y 4 las investigacio-
nes de este autor se refieren todos los que se han ocupado
posteriormente de ella. Dicha obra constituye el guía más
seguro para ejecutar todos los trabajos. |
Schwertz llama la atencion acerca de un hecho que cree-
mos puede explicarse con bastante facilidad. «Es notable,
nos dice, que este modo de labrar, que quizá se inventó
en los países del Norte, con el objeto de desembarazar el
terreno de un exceso de humedad, se haya propagado
principalmente en las comarcas en las cuales se sufre más
del calor.» Pensamos que esta circunstancia se explica ra-
cionalmente, recordando que en los países cálidos y ex-
puestos 4 grandes sequías es donde precisamente conviene
que el terreno ofrezca mayor espesor en su capa vegetal,
la cual es útil se encuentre ahuecada al mayor grado po-
sible, pues de ese modo el terreno conservará en todo
tiempo una frescura que ciertamente no habria guardado
sin ese requisito. En distintas ocasiones hemos tratado de
demostrar la utilidad de las labores como gran medio re-
gulador de la cantidad de agua conservada por el terreno.
De suerte que si en los climas húmedos y frios las labores
en almantas pueden ser útiles para despojar al terreno de
un exceso de humedad, en los climas cálidos y secos son
convenientes para mantener en el suelo una propicia me-
3
3
CM —
dida de frescura, indispensable para que se realice el des-
arrollo normal y continuo de las plantas.
En resúmen : el ñame debe ser cultivado en tierras la-
bradas en almantas acofradas.
Cualquiera porcion del tubérculo, ya de las partes
medias Ó extremas, es capaz, en las circunstancias favo-
rables, de desarrollar yemas que originen frondosos tallos,
pero por lo comun se reservan para semilla las extremidades
superiores Ó cabezas, las cuales enseña la experiencia son
más aptas 4 producir yemas y vigorosos retoños. —En vez
de sembrar el ñame dividido en partes, con más frecuen-
ela se usan los ñames capados, los cuales producen más
semilla, y ésta dotada de un vigor vegetativo más pro-
nunciado.-— Para conseguir esas capaduras se descubren
algunos tubérculos hácia los meses de Agosto ó Setiem-
bre, y con un cuchillo bien cortante se dividen de tal
suerte, que sólo permanezca debajo de la tierra una pe-
queña porcion de la extremidad del tubérculo adherido al
tallo.—Merced 4 las fuerzas de la vegetacion, que conti-
núan mostrando su actividad y produciendo sus efectos,
aparecen yemas, las cuales, por su crece, se convierten en
un sinnúmero de pequeños tubérculos de formas variadas
y caprichosas, que sin órden alguno se agrupan al rededor
de la cabeza del primitivo tubérculo. —En el mes de Di-
ciembre se sacan de tierra esos ñames capados, los cuales,
divididos segun su tamaño, ó mejor aún, separando tan
sólo los tuberculillos, se emplean en las nuevas siembras.
-—Todos los ñames se multiplican dividiendo sus tubér-
culos, excepto los peludos, que, 4 más de ese medio, se
reproducen de otro modo.
En las áxilas de las hojas del
e
tallo aéreo de esa variedad, se forman bulbillos ó búlbu-
los aéreos, los cuales, enteros Ó divididos, sirven de se-
milla.—Segun hemos observado, esos búlbulos se pro-
ducen de preferencia y en mayor número A lo largo de
aquellos tallos que se encuentran resguardados de los ra-
yos solares; se crian, sobre todo, en los tallos internos
del monton.
Los ñames se siembran en toda la isla, desde tiempos
inmemoriales, en los meses de Enero y Febrero, siendo el
dia señalado para esas sementeras el 2 de Febrero.
Construidos los montones ó las almantas acofradas, se
procede 4 la siembra, á cuyo efecto se toman los pedazos
de tubérculo destinados 4 la multiplicación, se colocan á
una pequeña profundidad en el centro del monton ó de
la almanta, y se cubren con tierra.
Una vez nacidos los ñames, se disponen los arrimos,
apoyos ó rodrigones que deben sostener los tallos; cada
cuatro rodrigones van 4 descansar y A atarse á uno central
más fuerte, que se introduce á cierta profundidad en la
tierra, 4 fin de que sea bastante sólido para resistir el peso
que sobre él gravita.
Los cuidados de cultivo son : 1.”, mantener las pafedes
del monton libres y limpias de malas yerbas; 2.”, descu-
brir los tubérculos y enderezarlos; 3.”, aflojar la tierra
que los rodea y aquella en que descansan; 4.”, volver 4
cubrirlos y aporcarlos; 5.”, regar siempre y cuando sea
necesario.—Acerca de la primera operacion nada tendré-
mos que manifestar, pues sus beneficios son bien conoci-
dos y apreciados; mas respecto de las otras, creemos con-
veniente aducir algunas razones que muestren de cuánta
o
importancia es practicarlas. La necesidad de esos trabajos
se comprende, considerando que el tubérculo del ñame pro-
pende siempre á introducirse verticalmente en la tierra,
desarrollandose en esa direccion siempre y cuando encuen-
tre una tierra bien mullida y fresca. Estas operaciones se
llevan 4 cabo hácia el mes de Agosto, en cuyo tiempo se
descubren los tubérculos, se levantan, se afloja Ó revuelve
la tierra que los sostiene, y en seguida se colocan de nuevo
en el lugar que ocupaban, teniendo cuidado, desviándolos
un poco, de inclinarlos ligeramente hácia el exterior del
monton; acto contínuo se tapan con tierra. Merced 4 estas
obras, se desarrolla el ñame al grado que comporten la
naturaleza del terreno, su buena preparacion, los requisitos
- atmosféricos, las propiedades de la semilla y la maestría ó
maña que se haya desplegado al ejecutar los mencionados
trabajos. Si en vez de colocar el ñame sobre la tierra, se le
hiciese descansar sobre un medio tal, que, léjos de endure-
cerse y apelmazarse, se mullificase cada dia más y más, no
sería preciso aflojar la tierra; esto es precisamente lo que
se logra cuando se siembra el ñame sobre cepas de plátano;
entónces el tubérculo puede seguir la direccion vertical que
le traza su naturaleza.—Una vez que se ha enderezado el
ñame, aflojado la tierra , vuelto á cubrir, conviene apor-
carlo de nuevo, arrimando más tierra sobre las almantas ó
montones. Estos cuidados de cultivo son tanto más nece-
sarios, cuanto ménos elevados sean los montones ó alman-
tas, sobre todo si la tierra, por su propia naturaleza ó por
el arte, no se encuentra bien desagregada, y si, por otra
parte, no se ha tenido el cuidado de colocar la semilla en
el centro del monton, es decir, en aquel punto en que su
3
-
MO
direccion natural le proporcione una capa más profunda
de tierra donde con facilidad pueda penetrar. Es preciso
aporcar, ó mejor dicho, reconstruir con frecuencia los mon-
tones, pues la accion de las aguas propende 4 destruirlos. —
En los países en que no se conocen y ejecutan las opera-
ciones que acabamos de describir, jamas alcanza el ñame
el desarrollo 4 que llega entre nosotros. Sin embargo, ese
crecimiento vertical tan pronunciado, tan fácil de descu-
brir, ha debido fijar la atencion de los agricultores, los
cuales pudieron comprender que, 4 ménos de no poseer un
suelo muy desmenuzado y profundo, artificial ó por natu- :
raleza, era preciso, en el caso de no disponer las cosas de
otro modo, desviar el tubérculo de su direccion natural y
hacerlo crecer en otra, donde le fuese posible realizar su
desarrollo.
Insistamos en algunos puntos esenciales de este cultivo.
La primera circunstancia que debe merecer la más sé-
ria y detenida atencion del agricultor al emprender el cul-
tivo de cualquiera planta, es estudiar con la mayor escru-
pulosidad el terreno, y dado el caso que éste no posea del
todo ó en parte el conjunto de propiedades en las cuales es
preciso crezca el vegetal para alcanzar su apogeo de des-
arrollo con un fin determinado, procurará, por cuantos me-
dios pueda poner en accion, originar ó restablecer esos re-
quisitos hasta el punto que comporten los arbitrios 4 los
cuales haya apelado para conseguir su objeto.— Así, pues,
debe comenzar por corregir las propiedades físicas del ter-
reno, modificando al propio tiempo su composicion quí-
mica, propósitos que pondrá en debido efecto drenando el
terreno, desagregando el subsuelo, labrándolo profunda-
E A
mente, incorporándole intimamente, por fin, los correcti-
vos más adecuados A las condiciones mecánicas y físicas
que desee crear, y los abonos más propios para procurar á
la planta los alimentos más favorables 4 su desarrollo ge-
neral, atendiendo con especialidad a la naturaleza del pro-
ducto que trate de conseguir por el desempeño de las fun-
ciones del organismo. —El ñame, para crecer y llegar al
mayor grado de desarrollo, conteniendo entónces el máxi-
mum de las materias que esperamos se originen por sus
funciones, como ya-hemos apunta:lo, reclama un terreno
suelto, fresco, rico en sustancias alimenticias, las cuales,
aunque es preciso contengan cuerpos azoados, deben con
preferencia y exceso ofrecer un gran acopio de residuos
vegetales en un período avanzado de descomposicion.
Al ejecutar las mejoras fundamentales relativas 4 las
propiedades físicas, se procederá simultánea ó alternativa-
mente, segun las circunstancias en las cuales se opere, A
abonar el terreno, cuyo trabajo debe practicarse incorpo-
rando con uniformidad los cuerpos fertilizantes con todas
las partículas del terreno contenidas en el espesor de la
capa volteada por las labores, en otros términos, en toda
la profundidad de la capa térrea que se desee bonificar.
Todas las partículas del terreno deben estar en contacto
íntimo, directo, inmediato, con el abono; sólo así po-
drán todas y cada una cambiar de composicion , resultando
que 4 la vez servirán para la alimentacion contínua de
la planta, y al propio tiempo recibiendo ese cambio radi-
cal por fuerza, contribuirán 4 que se corrijan las propie-
dades físicas del terreno. En otras circunstancias hemo,
tratado de hacer patentes las ventajas de incorporar los
— 116 —
abonos de una manera uniforme con el terreno; por tanto,
sin entrar en pormenores, insistirémos en la conveniencia
de abonar por completo el suelo, particular de la mayor
importancia, que muchos descuidan ó no ejecutan por una
economía mal entendida ó por falta de abonos.
El ñame, para llegar al mayor grado de desarrollo, ne-
cesita una capa vegetal explotable, de una vara de pro-
fundidad, en la cual con entera libertad pueda crecer
perpendicularmente; otro tanto reclama para crecer en di-
reccion lateral. Con arreglo 4 estos requisitos, facil es
comprender que los montones deben presentar esas di--
mensiones. Veamos cómo se dispone el terreno ántes de
ejecutar la siembra. Alzado, abonado, etc., el terreno, se
procederá 4 abrir anchos surcos, los cuales deben medir
una vara de ancho, y en cuanto 4 su profundidad, ésta
será variable segun la naturaleza del terreno. Si el ter-
reno ha sido abonado en el grado oportuno, por haber
dispuesto de la cantidad conveniente de materias fertili-
zantes, se podrá evitar, aunque siempre sería útil acumu-.
lar una nueva proporcion de ella en el fondo del surco,
mas en el caso contrario, será preciso depositar en el lecho
de la zanjuela una capa de abono. Acto contínuo se pasa
a levantar las almantas acofradas, que, como hemos dicho,
pueden considerarse como una fila Ó serie contínua de
montones. Teniendo en cuenta la profundidad del SUECO,
se estimará y. graduará la altura de la almanta, la cual,
desde su ápice hasta el fondo de la zanjuela, debe estar
compuesta de una vara de tierra movida y abonada. En
la época del año más oportuna, ya determinada en las
anteriores páginas, se entierra el tubérculo, colocándo-
lo á pequeña profundidad y en el centro del monton.
Para conseguir resultados beneficiosos, es preciso que
el tubérculo multiplicador tenga dimensiones tales, que
le sea posible ofrecer al retoño abundante y continuada
alimentacion; la buena semilla es un requisito esencial para
obtener una cosecha productiva.—Hemos puesto este he-
cho fuera de duda y demostrado la influencia de la semi-
lla, examinando y comparando el desarrollo del retoño
sólo á expensas de las materias contenidas en el ñame; ob-
servaciones que nos ha sido posible llevar 4 cabo en las
circunstancias que vamos 4 relatar. — Nadie ignora que
las "yemas que se encuentran en las extremidades superio-
res del ñame comienzan á brotar y 4 desarrollarse al cabo
de cierto tiempo, si el tubérculo se halla en un sitio hú-
medo. Ese retoño crece y se nutre, hasta cierto tiempo
sólo tomando los cuerpos contenidos en el ñame. Pues
bien; el desarrollo de esos retoños será tanto más rápido
y potente, cuanto mayor sea la provision de materias que
se puedan apropiar, es decir, segun el tamaño y calidad de
la semilla; nos ha sido facil conseguir así retoños de más,
de seis varas de largo y perfectamente formados sin el
auxilio de cuerpos existentes en la tierra.
En la actualidad, el cultivo del fiame, entre los que
más adelantados se juzgan, se practica de la manera si-
guiente : Se rompe el terreno con el atado criollo, dándole
hasta tres hierros; abren un hoyo de media vara de dia-
metro y otro tanto de profundidad; llenan esa cavidad
con yerba ó basura, sobre ese acopio de abono coloca el
pié el labrador, y sirviéndose de una azada, va recogiendo
toda la tierra desmenuzada por las labores, y acumulán-
E
dola hasta que el monton le cubra la rodilla; entónces re-
tira el pié, para comenzar en otro punto la misma opera -
cion. Los montones con ventaja podrian concluirse por
medio de palas. —Por lo comun, los negros en sus conu-
cos no aran con anterioridad la tierra; se contentan con
cortar la capa superficial con la azada, y elevar con la tier-
ra que la compone el monton,
A pesar de lo defectuosos que son los métodos de cul-
tivo en práctica en el país, existen terrenos tan propios
para el desarrollo del fame, que en ellos alcanza propor-
ciones en verdad asombrosas. Cerca de Puerto-Príncipe se -
producen los ñames mayores de la isla. Estos tubérculos
pueden llegar 4 pesar hasta cien libras; júzguese por solo
este hecho las cosechas que podrian conseguirse adoptando
métodos más inteligentes. El día en que se simplifiquen,
adoptando las máquinas aratorias, etc., las operaciones
que es preciso ejecutar en este cultivo, y se adopten los
buenos métodos para mejorar las circunstancias de la tier-
ra, le verémos tomar un gran incremento, proporcionán-
donos así gran cantidad de alimento 4 un precio bien re-
ducido.
Una de las mejoras que más beneficiosos resultados pro-
cura en este cultivo es la quema de la arcilla, acerca de la
cual véase nuestro Ensayo sobre el cultivo de la caña de
azúcar.
— 119 —
BONIATO.
Uno de los cultivos que ocupan ya un lugar distingui-
do en nuestra explotacion agrícola, y que está llamado 4
ser elevado á un puesto 2un más importante , es el del bo-
niato, pues no sólo proporciona un alimento sustancioso,
agradable y sano para los hombres, sino que tambien se
emplea con notable ventaja en la nutricion de los anima-
les. Desde el momento en que comencemos 4 ocuparnos
con más atencion de todo lo relativo al perfeccionamiento
y buena asistencia de nuestras crías, tomará el cultivo del
boniato un incremento incalculable. Convencidos de se-
- mejantes verdades, hemos deseado establecer con deteni-
miento los cuidados propios para lograr el mayor producto
cuando nos dediquemos con más esmero 4 explotar ese
ramo de industria agrícola. |
El estudio que emprendemos abrazará: 1." La des-
cripcion completa de todas las variedades de boniato intro-
ducidas en Cuba, las cuales son más numerosas de lo que
generalmente se cree.—2.” Determinadas esas variedades,
tratarémos de indagar cuál es su valor relativo con res-
pecto 4 la cantidad y calidad de los tubérculos producidos
en distintos suelos. y en condiciones meteorológicas dife-
rentes, sin olvidar de hacer mencion especial del intervalo
de tiempo necesario para conseguir los resultados.—3.” Nos
ocuparémos en establecer todo lo referente al cultivo pro-
plamente dicho. En nuestras actuales investigaciones tra-
tarémos de conformarnos al órden que nos sirve de guía en
IS
el exámen de otros cultivos, el cual hemos tenido ya oca-
sion de desenvolver várias veces. Sucesivamente publica-
rémos todo lo relativo 4 estos y otros particulares; mas,
para proceder con algun tino, preciso nos será que posea-
mos los datos necesarios, y como éstos no podemos ob-
tenerlos sino con gran lentitud, nos hemos propuesto,
como en las demas de nuestras publicaciones, 1r dando á
luz sin dependencia alguna todas las observaciones que
vayamos consiguiendo.
El boniato se multiplica : 1.” de semilla; 2.” por tu-
bérculo; 3.” de estaca. :
En los países, como el nuestro, en que el clima es fa-
vorable 4 la vegetacion del bontato, á su tiempo madura
la semilla, y se encuentra el embrion que contiene rodea-
do de todos los requisitos necesarios para producir una
nueva planta. Á este efecto se recogen las semillas y se
disponen planteles, cuyas posturas, así que se presentan
bastante crecidas, deben ser trasplantadas al terreno dis-
puesto para recibirlas. Hemos tenido ocasion de echar
varios semilleros, y el mejor éxito ha coronado siempre
nuestros trabajos. El boniato así multiplicado tarda más
tiempo en ofrecernos su suculento tubérculo; éste por lo
comun no alcanza el grado de desarrollo que obtiene cuan-
do se multiplica de otro modo, bien entendido siempre y
cuando las circunstancias que presidan 4 su crecimiento
no sean extraordinariamente ventajosas.
El segundo medio de multiplicación consiste en deposi-
tar los tubérculos en tal disposicion, que puedan sus ye-
mas ú ojos desarrollarse. Con este objeto se coloca el bo-
niato en una tierra bien preparada, la cual conviene que
A
contenga notable proporcion de mantillo; hemos emplea-
do al efecto el bagazo podrido, sin mezcla alguna de
tierra. Al cabo de algunos dias por el desarrollo de las
yemas aparecen magníficos retoños, los cuales encuen-
tran en el cuerpo de donde provienen todas las mate-
rias necesarias para su crecimiento. Ási que se juzga
que el retoño se halla bastante "robusto, cuyo período se
reconoce inspeccionando el desarrollo de los órganos fo-
liáceos, se extraen del suelo los tubérculos y se procede
á separar con todo esmero los vástagos; cuando éstos se
encuentran demasiado juntos, es preciso aislarlos arran-
eandolos con las manos; pero sí se hallan 4 cierta distan-
cia, es conveniente, al apartar el vástago, hacerlo de modo
que lleve consigo una porcion del tubérculo, destinado 4
suministrarle el alimento. A su tiempo volverémos 4 tra-
tar este punto, y entónces presentarémos más pormeno-
res acerca del método de multiplicación que nos ocupa.
Por ahora nos limitarémos tan sólo 4 establecer que los
vástagos se producen, sobre todo, hácia la cabeza del bo-
niato, y que es conveniente dividir el tubérculo en por-
ciones ántes de sembrarlo, para que se realicen las evolu-
ciones de mayor número de yemas. Obtenidas las postu-
ras, se colocan en el lugar donde deben crecer. Este méto-
do de multiplicación es excelente; suministra hermosas
posturas, las cuales vegetan con gran vigor y producen
las mejores cosechas , mas exige cuidados y gastos de mano
de obra y de tubérculos, no muy compatibles con los
requisitos que deben presidir al cultivo en gran escala.
En algunos puntos de Europa, donde no se conoce la se-
milla del boniato, ni tampoco se puede conservar el tallo
A
ó bejuco, el único método de multiplicación usado es el
que acabamos de describir.—La produccion de los retoños
por medio de tubérculos se nota, con frecuencia, en los
bontatales viejos, donde, al sacar los tubérculos, quedan al-
gunos en tierra, los cuales, si no se pudren, más tarde en
buenas condiciones brotan hermosos retoños. Es pro-
verbial entre nuestros negros que « los conucos viejos
siempre tienen retoños de bontato»: concepto con que ex-
plican el estado del alma despues de haber sido agitada por
fuertes pasiones : la menor ocasion, el más pequeño moti-
vo restablece el antiguo desórden..
Descourtilz, en la pág. 74. t. v111, de la Flora pintoresca de
las Ántillas, describe la multiplicación de los boniatos por
medio de sus tubérculos enteros ó divididos, y en ambos
casos aconseja que se dejen las plantas tal como aparecen
despues de dispuestos en la tierra los tubérculos; no men-
ciona los semilleros, ni tampoco aconseja la práctica de
aislar los retoños y de sembrarlos por separado.—En una
finca que dirigia, nos dice que acostumbraba ejecutar las
siembras abriendo con el arado los surcos convenientes,
en los cuales depositaba las secciones de tubérculos que
se encontraban contenidos en un cajon anexo al arado, de
donde caian 4 medida que la máquina funcionaba. Cuan-
do los tallos ofrecian ciertas dimensiones, llevaba 4 cabo la
aporcadura, y más tarde, en los momentos de florecer la
planta, procedia 4 cortar el bejuco para alimentar los ani-
males. Descourtilz indica que en las colonias que recor-
rió se hacian todos los años dos siembras de boniato,
la primera al fin del invierno, por medio de tubércu-
los; la segunda dos meses despues, aprovechando los ta-
/
1
ai A
llos suministrados por la primera siembra de tubérculos.
El tercer modo consiste en propagar el boniato por
medio de estaca, disponiendo al efecto en la. tierra peda-
zos de su tallo ó bejuco. —Se divide el bejuco en trozos
que contengan de cuatro 4 seis inserciones de hojas, y se
siembran; de los puntos correspondientes á esas insercio-
nes parten las raíces, y las yemas que se encuentran en el
angulo formado por la insercion de la hoja sobre el tallo,
al desarrollarse, dan orígen 4 la nueva planta.—No olvi-
dando que el retoño proviene de la yema, fácil será com-
prender que la constitucion y edad del bejuco pueden, y
“efectivamente tienen gran influencia sobre los órganos que
produce, los cuales 4 su vez, por su naturaleza, modifican
las condiciones de los productos. En general, el bejuco
viejo es poco conveniente, así como tampoco es el más
útil para semilla el que más cercano se halle de la raíz.—
En otro lugar, auxiliados de laminas, discutirémos otros
particulares referentes á los tres géneros de multiplicacion
que acabamos de presentar.—Con frecuencia se practican
dos siembras de boniato por medio de los tallos; la prime-
ra consiste en sembrar el bejuco, y se realiza la segunda
siembra tomando el cogollo producido por los bejucos, el
cual se planta 4 su vez. Gracias 4 este procedimiento, se
puede sembrar un gran espacio de tierra con una pequeña
cantidad de tallos. El primer modo de multiplicacion por
medio de los tallos se denomina especialmente multi-
plicacion por estaca, el segundo se conoce con el nombre
de esqueje. En España se llevan 4 cabo estos últimos
métodos de multiplicacion.
Cualquiera de nuestros sitieros á quien le preguntá-
semos qué clase de terreno reclama el boniato para ve-
getar con vigor y producir abundantes cosechas, con se-
guridad que al punto nos contestaria lacónicamente :
«terreno suelto y bien preparado de antemano con el ara-
do.» Este juicio, consagrado por una larga práctica, te-
nemos que defenderlo en el campo de la teoría, pues
autores de gran reputacion han tratado de probar que
un terreno bien preparado era nocivo al desarrollo del
boniato en el concepto de la produccion de tubérculos;
y con tanto más motivo debemos examinar esta propósl-
cion, cuanto que se funda en un hecho comprobado por
la experiencia. En efecto, existe una relacion entre el des-
arrollo de los Órganos aéreos y la produccion de los tu-
bérculos; miéntras más crecidos se encuentran aquellos,
ménos tubérculos existen; «el boniato se ha ido en vicio
y ha parido poco», dicen nuestros labriegos. Mas, sí es
cierto que un exceso en el crecimiento de las partes aéreas
es perjudicial á la cantidad del producto que se desea,
tambien es preciso convenir en que por la estrecha rela-
cion y mutua dependencia que existen entre todas las fun-
ciones vegetales, es necesario que armónicamente marchen
de consuno para originar el fin deseado. Sin órganos fo-
liáceos no hay, ni pueden existir hermosos tubérculos.
Más adelante nos ocuparémos en describir una práctica
que tiene por fundamento la observacion anterior; nos
referimos al desfollonamiento producido violentamente por
medio de golpes dados con un baston ó con el látigo, y
tambien 4 la costumbre de podar, es decir, de cortar el be-
juco, el cual sirve para forraje.
La práctica que impugnamos se apoya en unos expe-
rimentos instituidos por Poiteau, Escudier y Augusto de
Gasparin, de los cuales se ha deducido que el boniato no
requería más que el espacio necesario para crecer; si pu-
diese disponer de mayor esfera de accion, se producirían
tallos frondosos, grandes raíces fibrosas y pocos tubér-
culos. |
No podemos dudar de la verdad de los hechos; mas
debemos probar que las consecuencias que de ellos se
han deducido son erróneas, y pueden acarrear males de
consideracion en su aplicacion practica. Desde luégo co-
menzamos por advertir que la práctica aconsejada por
- Gasparin pudo ser muy conveniente en el terreno en que
se ejercitó, el cual quizá era esponjoso naturalmente,
rico en materias alimenticias, etc. En esas condiciones es
probable que si se exaltasen las propiedades por medio de
repetidas labores, al punto de que la planta recibiese un
exceso de alimentacion, entónces sucediera lo que por lo
comun se ve.—Mas, querer generalizar sin prudencia el
resultado obtenido en un solo caso á toda clase de terre-
nos, colocados en distintas condiciones, nos parece poco
lógico.—Las labores tienen sus fines bien marcados; pro-
ducen efectos necesarios para que se cumplan los actos de
la vegetacion; de manera que en todos los casos son útiles
é indispensables. — ¿Cómo destruir las malas yerbas, faci-
litar las acciones atmosféricas, propender al desarrollo de
las raíces, contrarestar los efectos extremos de las sequías
y humedad, etc., si no se llevan 4 cabo las labores?
A] sostener la enunciada proposicion, creemos que Gas-
parin atendió únicamente 4 las indicaciones de la organi-
zacion de la planta, sin preocuparse de la naturaleza del
— 126 —
terreno, ni tampoco tuvo presente la estrecha union que
existe entre el vegetal y el suelo en que crece.
- Áun existen otras razones, que nos determinan á des-
echar el género de cultivo propuesto por Gasparin, las
cuales se desprenden de las ideas que hoy animan á todos
los agrónomos. — Nos referimos 4 la imperiosa necesidad
de suplir, en cuanto sea posible, por el trabajo mecánico
los esfuerzos corporales del hombre.
El boniato, para crecer con lozanía, proporcionar abun-
dantes cosechas y tubérculos ricos en materias alimento-
sas, exige un terreno fresco, mullido, rico en sustancia,
capaces de coadyuvar al desarrollo de sus órganos y ejerci-
cio de sus peculiares funciones.—Los terrenos bajos le son
en extremo perjudiciales, así como las tierras muy secas.
— Dado caso que por naturaleza no poseyese el terreno,
como resultado final de su constitucion geológica, compo-
nentes químicos y propiedades físicas, los caractéres que
han de distinguirle, preciso será comenzar por llevar 4
cabo en él todas aquellas mejoras que, modificandole, le |
constituyan al grado que deseamos. — Así, segun las cir-
cunstancias, habrá que realizar el drenage, las labores
profundas, la desagregacion del subsuelo, el uso de los
abonos y correctivos más idóneos, empleados en las dósis
correspondientes , etc., etc. |
Manifestemos algunas ideas relativas al mejor tiempo del
año para ejecutar las siembras. Los buenos labradores re-
comiendan que se practique la siembra del boniato desde
mediados de Diciembre hasta fines de Febrero, pues, se-
gun ellos, el boniato sembrado en el mes de Mayo, «al
romper las aguas», produce muy pocos tubérculos, y sí
g
muchas hojas. Creemos que esta afirmacion tan absoluta
puede conducir á errores lamentables.
En Cuba reina durante todo el año una temperatura
favorable 4 los cultivos que en ella se realizan; la sola
condicion que es preciso tener presente es la abundancia
ó carestía de las lluvias. Es indudable que si el boniato
vegeta en un terreno en extremo feraz y bien preparado,
las lluvias repetidas favorecerán de tal manera su desarro-
llo, que quizá se romperán el equilibrio y la medida que
deben existir entre la vegetacion aérea y la formacion de
los tubérculos; mas, como esos fenómenos están subordi-
nados 4 la variedad de boniato cultivado, 4 la naturaleza
del terreno y 4 la localidad, es necesario no darles sino
una importancia relativa. Conocemos comarcas donde si
se sembrase el boniato en el mes de Diciembre, no se lo-
graria cosecha alguna por falta de aguas, y tambien po-
driamos citar terrenos no muy feraces y de fácil escurri-
miento, en los cuales un exceso de lluvia no produce los
efectos que se temen; sin contar que si se aprovecha el fo-
llaje del boniato para alimentar 4 los animales, no es qui-
zá un mal tan deplorable que se desarrolle con vigor.
En resúmen, la época más á propósito para sembrar
el boniato no puede fijarse de una manera absoluta, pues
es preciso tomar en consideracion la variedad cultivada,
las propiedades del terreno y las condiciones climatéricas
de la localidad. Sólo teniendo en cuenta estas variables, se
puede con acierto resolver el problema.
El día en que se establezca en Cuba la rotacion de co-
sechas se tendrán presentes otras consideraciones, á más
de las anteriores, para fijar la época en que deba sembra:-
— 128 —
se el boniato. De todos modos, es necesario, no sólo que
haya sazon, sino que ademas sea racional esperar el acae-
cimiento pronto de lluvias, dado que no sea posible regar
las siembras. |
Comenzarémos por describir los métodos propuestos
por los agricultores europeos; en seguida nos ocuparémos
en poner de manifiesto los que se ejecutan en la actualidad
en Cuba, y por fin, concluirémos proponiendo aquellos
procedimientos que nos parecen más provechosos.
Recordemos que en Europa se multiplica el boniato
trasponiendo los retoños producidos por tubérculos colo-
cados en las condiciones convenientes para que se des-
-arrollen sus yemas, miéntras que en Cuba se usa el mé-
todo de multiplicación por estaca, el cual, aunque más
expedito, económico y fácil de poner en ejecucion, debe
ser considerado inferior al otro en el punto de vista abso-
luto de los productos.
Para llevar 4 cabo el sistema de siembra propuesto por
Gasparin, se comienza por remover ligeramente el suelo,
usando el extirpador y el escarificador; despues se señala
con un marcador la direccion de las líneas en que se abrirán
los hoyos; estas lineas deben estar separadas entre sí por
un intervalo de 1,25. En seguida, en la direccion de las
líneas paralelas trazadas, se disponen los hoyos 4 $o cen-
tímetros de distancia unos de otros. Los hoyos deben te-
ner 0”, 35 de lado y 0,20 de profundidad, y luégo que
se abren, si preciso fuese, se deposita en ellos un poco de
abono. Tan luégo como las posturas han prendido, y
comienzan á vegetar con vigor, se arrejaca el plantío, con
el fin de escardar las siembras y de remover un poco el
— 129 — |
terreno; despues se aporcan las siembras de boniato, y si
se creyese más tarde necesario, ya por las condiciones de]
terreno, ya para destruir las yerbas adventicias, se vuelve
a ejecutar otra nueva arrejacadura. Algunos, en vez de co-
locar las plantas en líneas distantes 1”, 25, prefieren dispo-
ner la plantacion en forma cuadrada, fijando las posturas
a 60 centímetros unas de otras en todos sentidos. “Todas
las operaciones de cultivo que acabamos de mencionar , se
ejecutan por medio del azadon, por lo cual se comprende
“cuán costosa debe ser la mano de obra. Debemos tambien
advertir que los hoyos se abren empleando la fuerza del
hombre, cuando sería más económico practicarlos apelan-
do 4 los grandes arados de doble vertedera.
En Cuba, por lo comun, comienzan los labradores por
" preparar perfectamente el terreno, usando el arado del
país; despues lo surcan con el mismo instrumento, á cuyo
fin empiezan por trazar todos los surcos, y en seguida,
colocando al arado una penca de guano Ó una yagua en
la telera, vuelven 4 pasarlo por el surco con el objeto de
darle más anchura y de limpiarlo. Abren los surcos de
vara en vara. Practicados los surcos, proceden 4 la siem-
bra, colocando en ellos el bejuco de media.en media vara,
manteniéndolo un poco inclinado en su direccion natural,
y cubriéndolo con un poco de tierra. Tan pronto como
«brota la nueva guia», ántes de «tenderse» el bejuco, se
aporca la planta, á cuyo efecto se traza con el arado un
surco intermedio entre las líneas sembradas, y con el aza-
don se arrima la tierra 4 los piés. Aporcado el boniato, el
único cuidado que se le tributa es escardar el campo, si
en él se encuentran numerosas yerbas adventicias; despues
9
«que se cierra la siembra», ni es posible ejecutar ninguna
operacion, ni tampoco, por lo comun, la ha menester el
plantío, pues las labores anteriores y el espeso follaje que
se desarrolla son suficientes para extinguir y sofocar las
yerbas extrañas. El método de cultivo que acabamos de
describir, lo hemos visto practicado con el mejor éxito, y
no es dudoso que si todos nuestros labradores lo ejecuta-
sen, Obtendrian mayor cantidad de productos de la que
en el día consiguen. |
En las tumbas, el boniato se siembra abriendo los ho-
yos en que se deposita la estaca, por medio del azadon ó -
con el jan.—Aun en tierras labradas hemos tenido ocasion
de observar estas dos maneras de sembrar.
A nuestro modo de ver las cosas, juzgamos, de acuerdo
con la práctica general de todos los agricultores cubanos,
que para cultivar el boniato conviene comenzar por pre-
parar con perfeccion el terreno. Con este intento se alza
con cuidado, empleando el arado de una sola vertedera,
y si el terreno lo exige, es útil desagregar el subsuelo,
mezclando ó no sus partes con las que componen el sue-
lo, segun las circunstancias. En seguida, si es necesario,
se hace obrar el rodillo de Crosk:Il, y despues se pasa la
rastra. Si se abandona el terreno así dispuesto, bueno será,
ántes de proceder 4 la siembra, moverlo ligeramente em-
pleando el extirpador ó un arado que ejecute una labor
superficial. Llegados á este punto, se practica la siembra,
empleando un arado de doble vertedera, que abra un an-
cho y profundo surco, en cuyo fondo se coloca el abono,
que debe ser más abundante en materias carbonadas que
en aquellas ricas en principios azoados. Para distribuir
A
este abono se usará el distribuidor de abonos inventado
por Chambers, el cual se modifica de tal suerte, que deje
caer sólo en los surcos la materia fertilizante. Si se quiere,
se puede cubrir el abono con un poco de tierra, pero es
más expedito sembrar el bejuco sobre él. Se coloca en los
surcos el bejuco, y se cubre sólo con una parte de la tier-
ra que se extrajo al abrirlos. Cuando comienza 4 vegetar
con vigor, «cuando brota la nueva guía ántes que se tien-
da», se aporca, haciendo uso del cultivador universal, el
'eval, 2 la vez que ejecuta esa operacion, escarda y arrejaca
los intervalos que median entre las líneas. Tambien algu-
nas veces se usara con ventaja el arado de doble vertede-
ra movible, ó sea el aporcador propiamente dicho, ó el
arado ligero de una sola vertedera, tirado por un solo
buey. Para lograr que el surco quede bien cubierto con la
misma tierra que de él se extrajo, y para que la aporca-
dura sea perfecta, conviene disponer algunos trabajadores,
armados de azadas, encargados de recorrer los surcos y
hacer desaparecer las irregularidades. S1 el plantíio lo ne-
cesitase, despues de la aporcadura, ántes de «cerrarse la
siembra», se le escardará, poniendo en accion los extirpa-
dores, escarificadores, azadas tiradas por caballos, ó ara-
dos ligeros, movidos por un solo animal. Una vez que el
bejuco cubre por completo el suelo, no se puede, ni es
necesario en la mayor parte de los casos, practicar nuevas
Operaciones.
Por lo expuesto se verá que hemos deseado acomodar
al cultivo del boniato los sanos principios que presiden al
cultivo en líneas, deduciendo de ellos cuanto nos ha pa-
recido aplicable 4 la naturaleza de la planta, dejando los
pormenores relativos á las prácticas locales al cuidado del
labrador inteligente, el cual debe elegir, en el material
propio para el cultivo en lineas, los instrumentos que más
se adapten á sus circunstancias especiales. Precisamente
porque reconocemos la importancia con que deben apre-
ciarse las circunstancias locales, es por lo que no hemos
fijado la distancia de las siembras, la cual varía, no sólo
segun la variedad de boniato cultivada, sino aun segun
la naturaleza del terreno, la época en que se siembra y el
producto que se desee conseguir. Sólo adoptando el culti-
vo en lineas, y todas sus consecuencias naturales, será -
posible elevar 4 la categoría de cultivo en gran escala el
cultivo del boniato; sólo de esa manera se conseguirán
grandes cosechas empleando pocos brazos, consideracion
muy digna de tenerse en cuenta hoy dia en nuestro país.
—A más de estos cuidados, los boniatales han de ser rega-
dos en los momentos convenientes.
La investigacion de los motivos que han presidido 4 la
adopcion de ciertas prácticas, 4 primera vista rutinarias,
es con frecuencia medio de combatir añejos errores ó de
perfeccionarlas, logrando el objeto de un modo más com-
pleto y sin inconvenientes. Es costumbre de muchos la-
bradores, asi que van 4 proceder 4 la siembra, ó expre-
sandonos con propiedad, á la plantación de boniatos,
cortar de antemano el bejuco, hacinarlo ó amontonarlo,
cubrirlo, y en tal estado dejarlo hasta que sus hojas se
marchiten. — Indudable parece que semejante operacion
debe tener por fin impedir la evaporacion que por las ho-
jas se produce; mas al realizar este requisito, en parte se
deseca al mismo tiempo el bejuco, las yemas pierden algun
o A
tanto su vigor vegetativo, circunstancias que no dejan de
influir respecto de la lozanía de los retoños. Estas cortas
explicaciones bastan para poner de manifiesto las ventajas
é inconvenientes de la desecacion prévia de las hojas.—
Nosotros hemos logrado, merced 4 un bien sencillo arbi-
trio, oponernos á la evaporacion producida por las ho-
jas, 4 la vez que hemos impedido los efectos directos del
sol sobre la estaca, propendiendo por ambos motivos al .
mejor desarrollo de las yemas. — Consiste este medio en
enterrar por completo el bejuco, en otros términos, cu-
brirlo del todo con tierra, cual si se realizase una siembra
de caña.—A este efecto, abiertos los surcos, depositamos
en su fond8 el bejuco, y acto contínuo lo tapamos con una
- pequeña cantidad de tierra; más tarde, así que los retoños
se hallaron crecidos, juntamos más tierra al pié, es decir,
practicamos la aporcadura interna.—De este modo se des-
arrollan mejor las yemas y en mucho más considerable
número; el retoño aparece con gran vigor; por fin, la co-
secha se aumenta; «el bontato pare más.» Es cierto que
_algo se retarda en su crecimiento, mas esta misma circuns-
tancia debe aprovecharse para intercalar en el boniatal una
siembra de fríjoles negros. Cuando se cultiva el boniato
de la manera comun, es imposible asociar 4 él otra planta,
pues tan pronto se tiende y cierra, que la sofoca.— Hemos
ensayado en diversos terrenos este método de sembrar, y
siempre hemos conseguido los mejores resultados.
Al sembrar el boniato, muchos lo hacen sobre el came-
llon , es decir, en el espacio que separa los surcos, el cual se
encuentra algo en forma de almanta. Este uso puede ex-
plicarse por la necesidad de formar una aglomeracion de
— 134 ==
tierra fértil, mullida y bien aereada; pero, como todas
esas condiciones pueden realizarse sin apelar al cultivo en
almantas, creemos más ventajoso sembrar en buenos re-
quisitos, en el tondo del surco. Cierto es que para sacar
los boniatos con el arado es más facil que se encuentren
sobre el camellon ó pequeña almanta. Debemos, sin em-
bargo, advertir que en las tierras bajas que no hayan sido
drenadas habrá que sembrar en almantas.
Uno de los puntos más importantes relativos á cada
cultivo, consiste en determinar las mejores circunstancias,
en las cuales alcance el vegetal todo aquel determinado :
especial grado de desarrollo á que deseamos conducirle.
Para poseer tan útiles verdades, preciso es cofhenzar por
inquirir los requisitos climatéricos en que deben realizar-
se sus evoluciones; indispensable es estudiar la naturaleza
del terreno más propio para obtener en semejante medio
el fin apetecido; por fin, será necesario fijar los cuidados
de cultivo que reclame el vegetal, para que se cumplan
todas sus funciones del modo más conducente á la reali-
zacion de nuestras miras. En esta serie de investigaciones
se contiene todo lo referente 4 la naturaleza y cantidad de
los abonos, teniendo en cuenta, no tan sólo las propiedades
del terreno, sino tambien las circunstancias generales de
Ñ
la planta, y con especialidad la marcha que se desee im- '
primir á su vitalidad, para que así sus órganos fabriquen
determinados productos. |
Con el objeto de fijar un punto relacionado con la na-
turaleza y cantidad de abonos que requiere el boniato para
producir numerosos y superiores tubérculos, hemos ins-
tituido un experimento que pone un hecho importante
fuera de duda. Dispusimos un gran cantero cuadrado, de
media vara de alto y cuatro de lado, lo llenamos con ba-
gazo podrido, es decir, con excelente rpantillo, y en él de-
positamos hermosos tubérculos de boniato sustentando be-
llas yemas ya desarrolladas. Con el mayor esmero vigilamos
y atendimos las plantas, regándolas con frecuencia, etc. La
yegetacion se ostentó con una lozanía y vigor extraordi-
nario, las hojas y los tallos se mostraron cual jamas apa-
recen, no sólo por su número y dimensiones, sino tambien
- por el intenso verde que las distinguía. Imposible hubiera
sido desear más amplio desarrollo. Al mismo tiempo que
dimos principio 4 este ensayo, emprendimos otro experl-
mento, sembrando en tierra bien abonada y preparada se-
mejantes tubérculos. En el momento oportuno practicamos
una saca, y grande fué nuestra sorpresa al no encontrar
ni un solo tubérculo en la siembra ejecutada en el cantero,
que contenia mantillo puro, miéntras que obtuvimos her-
mosos y bien nutridos tubérculos en el boniatal que creció
en la tierra fertilizada por el abono; en el primer caso
hallamos, en vez de tubérculos, largas y leñosas raíces.
El primer hecho prueba que en el mantillo puro el bo-
niato no produce tubérculos, pero sí hermosos tallos, pro-
pios para propagarlo; el segundo patentiza la utilidad del
abono en cierta cantidad. Para completar este estudio,
sería menester instituir los ensayos siguientes : 1.”, MEez-
clar el mantillo con abonos minerales y animales en dis-
tintas proporciones; 2.”, hacer vegetar el boniato en abo-
nos de orígen mineral y en materias que provengan de
los animales; 3.”, incorporar diversamente asociadas esas
mezclas 4 distintos terrenos, y esto en cantidades diferen-
e O
tes; 4.., sembrar el boniato en medios estériles, etc., etc.
Estos ensayos algun dia los llevarémos 4 cabo, mas no
sabemos ni cuándo lo podrémos, ni en dónde los ejecu-
tarémos.
En nuestras fincas ninguna órden se da con ménos con-
sideracion que aquella de «cortar bejuco».— Parte el ne-
gro, y sin juicio, desempeña su tarea.—Sin embargo, es
esta operacion que reclama más momento y reflexion.—
Existe una correlacion armónica entre la produccion del
tallo y el desarrollo de los tubérculos.-— Cuando los tallos
crecen sobremanera, los tubérculos, dado que aparezcan,
son pequeños y pobres en sus partes componentes. —Es
pues necesario que ambos órganos cumplan en cierta me-
dida sus evoluciones.—Por otra parte, está demostrado
que los tallos, en las plantas susceptibles de producir tu-
bérculos, constituyen verdaderos almacenes, en los cuales
mantiene depositados la naturaleza materiales que más
tarde utiliza para el mayor crecimiento y perfeccion de los
tubérculos. — En buen hora que «se corte el bejuco» : nada
más útil en ciertos casos para favorecer el desarrollo del
tubérculo; pero al mismo tiempo ninguna operacion pue-
de ser tan perjudicial a este último fin, cuando se practica
sin medida ni concierto.—Al juicio y experiencia del agri-
cultor queda elegir el momento oportuno y el grado en
que deba «cortar bejuco», 4 fin de aprovechar éste sin
impedir las evoluciones del tubérculo.— Creemos que en
las siembras muy lozanas , llevadas a cabo en terrenos muy
fértiles, si las circunstancias atmosféricas son por de mas
favorables , es posible y útil separar cierta cantidad de ta-
llos en los primeros tiempos de la vegetacion; pero en la
5
generalidad de los casos, el instante más oportuno es, por
decirlo así, cuando se van «4 sacar los boniatos». Éstos,
en los postreros tiempos, sí se les separan sin medida los
tallos, pueden alterarse.
Al terminar cuanto por ahora se nos ocurre manifestar
acerca de tan. precioso tubérculo, nos parece oportuno re-
comendar la propagacion del cultivo del camote del Cabo,
variedad de boniato que presenta la propiedad de poderse
conservar más de siete meses despues de extraido de la
tierra. Este boniato no produce grandes tubérculos, mas
los ofrece en número tan considerable, que en su conjunto
presenta un peso casi igual 4 las siembras en que se consi-
- guen tubérculos hasta de veinte libras. Ademas, el camote
- del Cabo vegeta con gran follaje, de suerte que puede su-
ministrar amplia provision de bejuco para los animales. El
boniato del Cabo es blanco interiormente, en el exterior
- rosado amarilloso, y muy agradable, preparado de cualquier
manera, áun al cabo de los siete meses de guardado. Esta
preciosa variedad nos ha sido proporcionada por el Señor
Lic. D. Francisco María Facenda, que con gran empeño
trata de propagarla en el país. Este señor consiguió tu-
=
bérculos de la fragata Emigrante, capitan Perez. Existen,
segun Facenda, dos variedades de camotes del Cabo: la una
morada, con bejuco y tubérculos exteriormente morados.
Éstos son amarillosos por dentro.— La otra, bejuco, ver-
de amarillento claro, tubérculo por fuera rosado amari-
llento, y blanco por dentro.
Habiamos principiado un estudio detallado acerca de
las numerosas variedades de boniatos existentes en el país,
las cuales se distinguen: 1.?, por la forma y color de las hojas
-
e a,
y tallos; 2.”, por el color exterior é interior de los tubércu-
los crudos y cocidos; 3.”, por el tamaño de los tubérculos, y
tiempo que necesitan para desarrollarse; 4.”, en fin, por
sus peculiares propiedades. Estas investigaciones, como
otras muchas, han quedado interrumpidas, y su continua-
cion permanece aplazada para otros tiempos.
A las variedades conocidas hubiéramos podido, quizás,
agregar algunas nuevas, obtenidas por medio de la multi-
plicacion por semillas.
MALANGAS.
Estas plantas, á no dudarlo, afeccionan los lugares hú-
medos; á las márgenes de los rios y lagunas crecen de la
más lozana manera, ostentando grandes y verdes hojas.
Malangas hemos visto (el 2ame de islas Canarias) más -
altas que un hombre 4 caballo; la lamina de sus hojas
presentaba casi una vara de largo. —Produzcamos, á más
de estas observaciones, una nueva prueba que patentiza la
particularidad de estas aroideas de. crecer en sitios muy
húmedos, pantanosos, y aun en medio del agua. — Por
un monton de piedras con habilidad dispuestas se derra-
maba en tenues corrientes el agua de un surtidor.—Entre
esas piedras colocamos algunos hijos de malanga, rodea-
A e
e
dos de una pequeña cantidad de tierra; crecieron estos re-
nuevos, sus raíces se implantaron por entre los intersticios
de las piedras, y al cabo de poco tiempo coronaban aque-
lla cascada con el más verde y frondoso penacho. —Sin
originar grandes y nutritivos tubérculos, no por eso deja-
ron de crecer y prosperar, causando la admiracion de cuan-
tos las contemplaban.
¿Acaso deducirémos de estas observaciones y experl-
mentos que las malangas están condenadas 4 crecer tan
sólo en esas circunstancias, originando únicamente entón-
ces sus peculiares productos ?— Otros hechos demuestran
que las malangas se desarrollan y producen hermosos y
nutritivos tubérculos, creciendo en tierras frescas y bien
abonadas, sobre todo si el riego con frecuencia adminis-
trado les procura una medida y benéfica humedad.—Exa-
minando el asunto en el punto de vista de nuestra subsis-
tencia, contemplando la materia 4 la luz de la higiene,
¿qué método debemos adoptar al proceder al cultivo de
las malangas? ¿Será necesario para ello buscar los sitios
húmedos, bajos, pantanosos? ¿Debemos sufrir los incon-
venientes de esas circunstancias sobre nuestro organismo?
Los hechos aducidos hacen patente que las raíces de las
malangas poseen una organizacion que les permite funcio-
nar en el seno del agua, contentáandose ademas la planta
con una bien pequeña cantidad de alimentos para crecer y
prosperar.—Pero en los actos de la vegetacion es preciso,
a más del organismo de la planta, considerar las reaccio-
nes que deben efectuarse en la tierra, 4 fin de que los apa-
ratos vivientes puedan fabricar los productos que désea-
mos conseguir. — La malanga, para proporcionarnos tu-
bérculos nutritivos, exige que el suelo le procure ciertos y
determinados principios, lo cual no puede realizarse sin la
coexistencia de propiedades físicas especiales, entre las que
preciso es colocar en primera línea la frescura, mas no la
excesiva humedad; esta impide las acciones atmosféricas,
contraresta y: anula las circunstancias indispensables enca-
minadas al cumplimiento de ciertas reacciones que deben
verificarse entre los elementos del suelo y entre éstos y la
atmósfera. —Dedúcese de estas consideraciones que cuan-
do se trate de producir tubérculos dotados de una com-
posicion determinada, preciso será colocar las malangas
en las circunstancias más propicias, en las cuales les sea
posible absorber los cuerpos necesarios, que penetrando
en sus tejidos, experimenten, en conflicto y reaccion con el
aire, jugos de la planta, etc., los variaciones encaminadas
a la formacion de los compuestos que deseamos obtener.
¿Por ventura, al expresar estas ideas, olvidamos cuanto
se refiere 4 la especial estacion de las plantas? No. Bien
recordamos que algunos vegetales sólo crecen en el seno
de las aguas, en las profundidades de los mares; no se nos
oculta que otros áun en el agua vienen 4 su superficie,
buscando el contacto de la atmósfera; tampoco dejamos
de tener presente que tan necesarios son 4 ciertas plantas
los terrenos bajos y anegados, que así que en ellos se rea-
lizan saneamientos, desaparecen por completo.—Con res-
pecto 4 la estacion de las plantas, examinada á la luz de
los requisitos del terreno, nadie ignora que muchas que
crecen espontáneamente en señalados suelos desaparecen
por completo así que éstos son enmargados, encalados ó
abonados.
== |
Pero no es éste el punto de vista en que nos colocamos
al manifestar nuestras ideas respecto del cultivo de las
malangas.— Esta planta puede vivir con lozanía en otras
circunstancias distintas de las naturales; por otra parte, le
pedimos tubérculos alimenticios, los cuales no pueden
formarse sino cuando la tierra posee ciertas propiedades
fisicas y una composicion química adecuada 4 los fines
que deseamos ver realizados por los organismos vegetales.
A nuestro-entender las malangas exigen, para producir
hermosos y ricos tubérculos, terrenos frescos, mullidos,
fértiles en principios alimentosos, en una palabra, dotados
de las mismas propiedades que aquellos suelos que con
gran beneficio se destinan 4 platanales.—Dado que el ter-
reno no reuniese ese conjunto de caractéres, preciso será
cambiarlo al punto de crearlos.
Las plantaciones de malanga se ponen en efecto 4 la
- entrada de la estacion pluviosa, hácia Abril y Mayo.
Las malangas se multiplican por medio de sus tubércu-
los ó por hijos; ambos recursos, en último resultado, cons-
tituyen uno solo, son idénticos. — Para llevar '2 cabo el
primer medio, conviene dividir los tubérculos; se colocan
los pedazos en un cantero bien preparado, cubriéndolos
con una pequeña cantidad de tierra. —Se riega el plantel
todos los dias, y cuando los retoños se han producido y
robustecido, se procede 4 trasponerlos. —Al ejecutar esta
operacion, muchos separan violentamente los hijos; otros,
más atinados é industriosos, aislan los renuevos con ta]
maña y destreza, que cada uno lleva una pequeña por-
cion del tubérculo, para lo cual recurren al uso de un
instrumento cortante. — La siembra de hijos se pone en
efecto, aprovechando los tiernos renuevos de algun ma-
langal en plena vegetacion.
La distancia que debe mediar entre los renuevos planta-
dos depende de la variedad cultivada, requisitos del cul-
tivo, etc.—La siembra se dispondrá al tresbolillo.
Los trabajos de cultivo consisten en escardas, rejacas y
el riego; este último será administrado con tanta más fre-
cuencia, cuanto más seco sea el terreno y mayor sea la in-
terrupcion de las lluvias.
SAGÚ.
Entre las materias amiláceas que más demanda tienen
en el comercio, se encuentra el arrow-root, que aquí en
Cuba impropiamente denominamos sagú. Esta fécula
proviene principalmente de dos plantas pertenecientes á la
familia de las cannáceas : la maranta arundinácea y la ma-
ranta indica. La primera especie es la única que existe en
el país. — Acerca de la existencia de estas dos especies,
consúltese Guibourt, t. 11, pag. 223, y Annales de P'agri-
_culture des colonies, t. 1, pag. 60.— A más de estos dos
útiles vegetales, la misma familia se encuentra representada
en nuestros campos por el phrynium allouya ó maranta
allouya, que constituye nuestro lleren, el cual produce
la
numerosos tubérculos, susceptibles de utilizarse con gran
provecho para la alimentacion de hombres y animales.
Nuestro sagú es una fécula de muy fácil digestion, por
cuyo motivo se presta 2 diversas preparaciones, que entran
en el régimen de los niños, enfermos y personas delicadas.
Nunca esta planta ha figurado de una manera notable
en el cuadro de nuestra explotacion agrícola; mas sí re-
cordamos que en tiempos pasados, cuando existian gran-
des cafetales, se sembraba alguna extension de tierra, y la
_fécula extraida de las nacaradas yuquillas se destinaba al
alimento de los niños. Tambien se solia sembrar la ma-
ranta en las guardarayas, en hileras paralelas. En el dia
este cultivo ha decaido por completo, y como la materia
que nos proporciona puede servir á nuestro consumo y
aun sostener una exportacion muy considerable, creemos
en extremo oportuno é importante llamar la atencion de
los agricultores acerca de un artículo capaz de ofrecerles
grandes beneficios.
Para crecer con vigor, desarrollarse con lozanía y pro-
ducir grandes tubérculos, ricos en fécula, reclama la ma-
rantá un terreno constantemente fresco y rico en materias
alimenticias. El sagú exige un suelo húmedo, mas cre-
ce muy mal en los lugares pantanosos. Suponiendo el caso
desfavorable de no poseer un terreno que inicialmente y
por propia naturaleza pueda destinarse á ese cultivo, será
preciso crear por medio del arte las circunstancias que lo
constituyan tal cual se presenta el terreno modelo. Las
Operaciones que habrá que ejecutar variarán segun las
propiedades que caractericen el suelo que tomamos como
base de nuestros trabajos y operaciones; éstas, en último
— 144 —
resultado, estarán comprendidas en aquellas que con tanto
cuidado hemos manifestado 4 propósito de otros cultivos.
Así, será preciso drenar el terreno, aumentar su capa ve-
getal por los medios que indica la ciencia, labrarlo con
perfeccion, incorporarle los abonos y correctivos más ade-
cuados 4 los fines que nos propongamos conseguir, desmo-
ronar los terrones por medio de los rodillos, mezclar to-
das las partículas del terreno, y arrancar las malas yerbas,
a cuyo efecto pondrémos en uso las gradas.
Preparado el terreno, se procederá 4 las siembras por el
mes de Mayo, para aprovechar así la estacion en que con
más frecuencia gozamos de los riegos celestes; si el terre-
no fuese de regadío, se puede sembrar en cualquier mes
del año, aun cuando siempre es más conveniente hacerlo
en el tiempo que acabamos de indicar, para que así, en su
último período de vida, tenga la planta que recorrer me-
ses ménos húmedos, lo cual es muy beneficioso 4 fin de
que sazonen sus tubérculos.
Multiplicase el sagú por medio de sus tubérculos, y
asimismo empleando los hijos Ó renuevos que forman
las macollas ya crecidas.—Para poner en ejecucion el pri- -
mer modo, conviene dividir los tubérculos en dos partes;
la mitad superior, ó cabeza, denominando así la extremi-
dad por donde se encontraba adherido 4 la planta, es, a
nuestro entender, la mejor porcion que se debe aplicar al
fin propuesto. — En ese pedazo se desarrollan mejor las
yemas. —Se coloca en tierra bien abonada, y ligeramente
se cubre. — Al cabo de algunos dias brotarán renuevos,
originados por el crecimiento de las yemas situadas alter-
nativamente en los nudos.—Posible es entónces , desenter-
rando los tubérculos, dividirlos por secciones que pasen al
. traves de los internudos; se plantarán separadamente los
renuevos con las pequeñas porciones de tubérculo 4 ellos
adherente; en vez de ese trabajo, que, aunque más prolijo,
es el más racional y ventajoso, se pueden separar los re-
nuevos de cualquier modo; al practicar esta operacion,
bien se separan juntos todos los que hayan brotado por el
mateamiento del primero, originado por el crecimiento de
la yema, ora se aislan los que componen cada grupo.
Los hijos ó renuevos que constituyen las macollas se
emplean con más frecuencia para propagar el sagú.
En suma, de ambos modos siempre se recurre á los
renuevos , siquiera éstos tengan distinta procedencia.
Para practicar las siembras se abrirán anchos y profun-
dos surcos, distantes un metro, poco más ó ménos, unos
de otros, y en la direccion de la zanjuela se plantarán, con
Igual separacion que la anterior, los hijos. — Estos deben
por su pié ser cubiertos con poca" tierra; así que se en-
cuentren algun tanto crecidos, se calzarán con el resto de
la tierra extraida del surco, esto es, en otros términos, se
aporcará internamente.—Cada hijo sembrado 4 su tiempo
constituye una hermosa macolla, pues esta maranta matea
de un modo muy notable.
Los cuidados de cultivo consisten en escardar los plan-
tíos, arrejarlos y regarlos. El sagú ahija mucho, de
suerte que sólo en los primeros tiempos de su vida es po-
sible practicar las operaciones que demanden la introduc-
cion de instrumentos tirados por animales; más tarde
se sierra la siembra, y es de todo punto imposible pene-
trar en ella, es decir, tratándose de plantíos ejecutados 4
10
A
las distancias que hemos indicado y en terrenos fértiles.
Los campos sembrados de sagú convendria renovarlos
anualmente para poder preparar de nuevo la tierra, y que
así nos rindiese mayores cosechas.» En la actualidad esos
plantios duran muchos años, pues aunque en todos ellos
se extraen las yuquillas, siempre quedan debajo de la t1er-
ra muchas enteras Ó fragmentos de ellas, las cuales 4 muy
poco tiempo producen una nueva plantacion, sin contar
que los h2j05 que permanecen intactos por su parte con-
tribuyen 4 la renovacion del plantío. — Estas yuquillas
pueden servir de alimento, pero la gran cantidad de fibras
que contienen las hacen de difícil digestion y nada gratas
al paladar. |
Para extraer la fécula de la maranta se comienza por
lavar los tubérculos perfectamente, para eliminar toda la
tierra, y en seguida se les quita unas películas escamosas,
las cuales podrian dar cierto color y sabor 4 la materia que
de ellos se va á extraer. Practicadas estas operaciones pre-
liminares, se ralla y se coloca la pulpa obtenida, en lienzos
sobre los cuales se vierte agua, la cual arrastra todo el
polvillo blanco que más tarde por el reposo se deposita.
En vez de rallar la yuquilla del sagú , muchos la macha-
can en pilones. Ambos sistemas son muy defectuosos é in-
vierten mucha mano de obra; dia llegará en que esta ex-
traccion se realice, empleando los procedimientos perfeccio-
nados que se usan para obtener el almidon de patatas y de
yuca. |
En general este cultivo se realiza en muy pequeña es-
cala, y casi no se tiene cuidado alguno con sus plantíos.
—Por lo comun un campo sembrado de sagú dura mu-
7 MM
chos años; se extraen sucesivamente las yuquillas, dejando
en su lugar los hijos no provistos de tubérculos; estos re-
nuevos á su tiempo suministran nueva cosecha.
De los llerenes ó lairenes tambien se extrae una fécula
1gual a la que produce la maranta arundinácea. El uso prin-
cipal del lleren es servir de alimento al hombre y 4 los ani-
males; sus tubérculos son agradables, sustanciosos, y so-
bre todo poseen la propiedad de poderse conservar largo
tiempo.
El verdadero sagú se extrae en gran cantidad de dos
especies de palmas (metroxylon rumphii y metroxylon
lew.e), las cuales crecen en la India. — Algunas especies
de mauritu del Brasil y de la Guayana tambien suminis-
tran una fécula análoga al legítimo sagú.— Esta fécula se
encuentra en el tejido celular que ocupa la mayor parte
del tronco, y para extraerla se despedaza el tallo, que se
muele y lava. El agua arrastra la materia, que no tarda
mucho en depositarse. — Estas palmas se propagan fácil-
mente por los hijos que producen, y están en estado de ser
aprovechadas 4 los siete ú ocho años de sembradas. Los
saguteros deben cortarse en esa edad, porque más tarde
aparece su gran espádice terminal, y desde ese momento
comienzan los troncos 4 perder la fécula que en su tejido
celular contienen. Ademas de multiplicarse, utilizando los
hijos, los saguteros tambien se propagan por semilla, si-
quiera este procedimiento sea más largo y no tan seguro,
pues con frecuencia su palmiche es imperfecto y no ger-
mina.
Para tener más ámplias noticias acerca de este particu-
lar, véase Les lois nat. de P' agriculture, par Liebig, t. 11,
— 148 —
pag. 388, y Martius, dt naturalis palmarum, t. de
página gl.
Las palmas mauricianas , así aquí llamadas, han sido
propagadas en el país por el Excmo. Sr. Conde de Fer-
nandina. Ademas del sagú, con especialidad suministrado
por una especie (mauritia flexuosa), estas palmas originan
una sávia azucarada, que fácilmente se convierte en vino;
para conseguirla basta abrir un profundo agujero en el
tronco. Las mauricias se multiplican de semilla; es preciso
disponer los planteles a la sombra.
Cuando estudiemos las palmas darémos á conocer la
aplicacion de cada especie. —Entónces podrémos estudiar
la palma que, 4 juicio de Wrij, suministrara todo, el azú-
car en los tiempos que están por venir.
Algunos autores afirman que casi todo el sagú del co-
mercio proviene de la médula voluminosa del cicus circi-
nalis; mas Roxburgh niega el hecho (De Candolle, t. 1v,
pág. 387). —Otros, con tan poco fundamento, pretenden
que proviene del cicus revoluta , que aquí en Cuba cono-
cemos con los nombres de palma sagú ó alcánfor.
PATATAS Ó PAPAS.
Consideradas en el concepto de sus propiedades alimen-
ticias, apreciadas con respecto 4 la produccion de las fé-
culas, juzgadas relativamente 4 los beneficios pecuntarios
| — 149 —
que su cultivo nos procure, examinadas con relacion al
lugar que ocupen en las sucesivas y alternas cosechas,
creemos que las patatas Ó papas no están llamadas en
ningun tiempo á entrar en línea comparativa con nuestros
tubérculos y frutas. En Cuba pensamos que la patata
siempre conservará el puesto que ocupa, es decir, que
sólo se usará como alimento de algunas clases de la socie-
dad, las cuales logran así variar aun más sus manjares.
Sin embargo, como quiera que en la actualidad cierto
consumo se hace de esos tubérculos, hemos creido conve-
niente señalar algunas reglas para su buen cultivo, me-
diante las cuales será posible conseguir variedades más
exquisitas y frescas que aquellas que nos vienen del ex-
tranjero.—En este país se produce muy bien la patata, y
á pesar de cuanto se asegura, no degeneran los tubérculos.
— Nosotros hemos tenido ocasion de cosechar papas tan
grandes como las mayores que se obtienen en otros paí-
“ses, y tan buenas como las más afamadas de otros climas.
Existen más de doscientas variedades de patatas, las
cuales se han separado teniendo en cuenta sus peculiares
cualidades, la forma, color y tamaño de los tubérculos,
el aspecto general de la planta, y el tiempo que se con-
servan aquellos. Tomando por base estos caractéres, Vil-
morin, Phillippar, Girardin y Dubreuil han propuesto
diferentes clasificaciones, que no juzgamos oportuno es-
tampar aquí.
Distínguense las patatas, como acabamos de enunciar,
por sus propiedades, de cuyo hecho fácil es venir en co-
nocimiento de que tambien deben diferenciarse con res-
pecto 4 sus exigencias de terreno.— En efecto, ciertas va-
riedades son más adecuadas 4 determinados suelos que
otras, las cuales en semejante medio crecerian menguada-
mente; marcadas variedades son ménos 4 propósito que
otras para aprovecharse por completo de las circunstancias
favorables del terreno.— Así, al emprender este cultivo,
importante será discernir cuál es la variedad que más con-
venga adoptar.— Á pesar de reconocer la especializacion
de determinadas variedades á suelos de propiedades parti-
culares, debemos poner de manifiesto que existe un terreno
tipo, igualmente idóneo para que en él crezcan todas las
variedades, siquiera éstas, por comparacion, no sean sus-
ceptibles de aprovechar en igual grado los beneficios de
que gozan.—La patata demanda frescura en el terreno,
es decir, un estado tal de higrospicidad, que durante los
varios y tan diferentes períodos de su desarrollo, conserve
el suelo, 4 treinta centímetros de profundidad, de catorce
á diez y ocho por ciento de su peso de agua, circunstan-
cla que merced 4 un conjunto de requisitos, se podrá en-
contrar en diferentes terrenos, los cuales ofrezcan en su
constitucion de capa activa, inactiva y subsuelo, las con-
diciones indispensables para producir en su conjunto ese
equilibrio estable.— Las patatas en las tierras con exceso
húmedas se dan muy mal, producen pequeños y poco
numerosos tubérculos, y éstos son aguachentos, achacho-
tados; por el contrario, en las tierras muy resecas, los tu-
bérculos, aunque pequeños y en corto número, conten-
drán más materia alimenticia.— En las tierras frescas y
sustanciosas , en ese justo y benéfico medio, es donde los
productos serán considerables y de superior calidad.
La circunstancia más esencial, la más importante, y que,
por lo tanto, debe anteponerse á todas en este país, es
cuando se trata de fijar la época de las siembras, la fre-
cuencia de las lluvias, áun dado caso de disponer de los
beneficios del riego, procurado por la industria humana.
Los requisitos del terreno, las condiciones que demandan
los varios períodos del desarrollo de la planta, son hechos
que, unidos A la presencia ó ausencia probable de los riegos
celestes, bastarán para determinar la época, varzable segun
todos esos fenómenos en cada sitio, más a propósito para
llevar 4 cabo las siembras. Querer fijar el t2empo para cada
siembra de una manera absoluta, es exponerse 4 conse-
cuencias desastrosas. De lo dicho se colige que no somos
de parecer que terminantemente se marque de Setiembre
a Diciembre para sembrar las papas; esos meses pueden
ser los ménos convenientes en ciertas comarcas. En la ge-
neralidad de los casos, sin embargo, si se pueden obtener
los beneficios del riego, será oportuno sembrarlas en esas
épocas, puesto que así una superabundante humedad no
trastornará el curso de sus funciones.—A.. Young, en Eu-
ropa, recomendaba 4 los agricultores que al ejecutar sus
siembras «se colocasen más bien fuera del tiempo que de
la temperatura»; en este clima es preciso posponer todo á
la humedad , porque ése es el elemento atmosférico más
esencial.
Al proceder al cultivo de las patatas, necesario es co-
- menzar por llevar 4 cabo en el terreno todas aquellas me-
joras fundamentales, que no sólo se hacen necesarias por
los inmediatos beneficios que procuran, sino tambien por
las circunstancias que crean, y en las cuales pueden real-
zarse en su mayor utilidad las demas mejoras. Por otra
parte, esas mejoras territoriales son indispensables para
todos los cultivos, de suerte que ejecutadas de una vez,
sus efectos se extenderán 4 todas las plantas que sucesiva-
mente vengan 4 ocupar el suelo. Consisten estas radicales *
mejoras en el drenage, las labores profundas, la desagre-
gacion del subsuelo, los trabajos para el regadío, etc.
Realizadas en la medida conveniente tan útiles obras, se
ejecutarán las labores para disponer el terreno para las
siembras; consisten estas operaciones en alzar el terreno
con arados de una sola vertedera, desterronarlo con los
rodillos, y despues peinarlo, poniendo en uso las gradas.
Los abonos y correctivos que se incorporarán intimamente,
variarán en su clase y cantidad, segun la naturaleza espe-
cial y determinada del suelo que se desee modificar. El
estiércol (fumier de ferme), empleado en las dósis conve-
nientes, es el mejor abono que en la mayor parte de los
casos es provechoso usar. Los abonos, ricos en materias
azoadas , producen tubérculos que contienen más albúmi-
na, miéntras que aquellos en los cuales abundan los ele-
mentos carbonados son los más propios para que los tu-
bérculos contengan mucho almidon. Nosotros hemos te-
nido ocasion de cultivar papas en bagazo podrido, solo,
y tambien mezclado en gran proporcion con tierra, y en
ambos casos hemos conseguido magníficos resultados , no
sólo con respecto 4 la cantidad, sino tambien atendiendo
a la calidad de los tubérculos.
Las patatas pueden multiplicarse de semilla, por esta-
cas Ñ por los ojos desprendidos de los tubérculos, y tambien
por estos mismos, enteros ó divididos.
Para propagar las papas por el primer medio, basta ele-
gir las bayas más maduras, extraer de ellas las semillas, la-
varlas perfectamente, secarlas al aire, y conservarlas en este
estado. En el momento conveniente se echan los semille-
ros, y cuando las plantas se encuentran bastante desarro-
lladas, se trasponen. La produccion por este medio es
menor y más tardía; los tubérculos que así se obtienen
al cabo de una ó dos cosechas, llegan 4 producir iguales
resultados que aquellos que provienen de una larga serie
de siembras con tubérculos. Por medio de las semillas se
pueden conseguir nuevas variedades.
Las patatas, conservadas en lugares húmedos y calien-
tes, brotan largos y blanquecinos tallos, los cuales, sepa-
rados y trasplantados en tierra bien preparada, producen
grandes y poco numerosos tubérculos. Fundándose en este
hecho, Gasparin aprovechó la produccion de los tallos
consistentes y bien desarrollados de las patatas, para mul-
tiplicarlas por estacas. A este efecto se depositan en un
terreno bien abonado y mullido, si posible es, en tierra
de brezo, cierto número de tubérculos, los cuales se cu-
bren bien. Manteniendo el terreno bien regado, al cabo
de poco tiempo brotan de cada papa siete ú ocho tallos,
que con gran cuidado se cortan con un cuchillo bien af-
lado, al nivel del suelo, y se trasplantan esas estacas. Poco
tiempo despues vuelven los tubérculos á producir más
tallos, los cuales se aprovechan de la misma manera. La
cosecha que se consigue por medio de estas estacas es me-
nor; por otra parte, el trabajo que demanda la operacion
es costoso, de suerte que la economía de tubérculos que
se logra, no compensa los inconvenientes, y sólo en casos
excepcionales se deberá apelar 4 este método.
e
Con el objeto de aprovechar los tubérculos, varios la-
bradores acostumbran separar los ojos, á los cuales con-
servan una parte mayor ó menor del cuerpo 4 que se en-
contraban adheridos. Este medio es muy defectuoso, y
produce cosechas pequeñas y de inferior calidad.
El mejor medio de multiplicar las papas consiste en
sembrar los tubérculos; unos eligen 4 este intento los más
pequeños, otros prefieren los medianos; muchos los divi-
den en pedazos, y un corto número de labradores, cono-
cedores de sus verdaderos intereses, se decide A emplear
los tubérculos enteros de mayores dimensiones. Y a tal
punto está semejante procedimiento bien demostrado por
la experiencia, que si se desease obtener papas de un gran
tamaño, sería preciso plantar los mayores tubérculos, á
los cuales se le separasen todos los ojos ménos uno. A pe-
sar de reconocer las ventajas de los grandes tubérculos, si
éstos escaseasen, será preciso recurrir al arbitrio de divi-
dirlos en pedazos que sustenten uno ó más ojos. Cualquiera
que sea el medio que se emplee para multiplicar las papas,
deberán las plantas quedar colocadas en el terreno, 4 treinta
centímetros en cuadro, si los trabajos de cultivo se efec-
túan por la fuerza inmediata del hombre, ó en surcos
equidistantes de un metro, en los cuales se dispondrán las
plantas 4 treinta centimetros de distancia, dado que se
ejecuten los operaciones de cultivo con el auxilio de ins-
trumentos aratorios tirados por animales. Para efectuar
las siembras, segun se haga en mayor Ó menor escala, se
pondrán primero los tubérculos en semilleros, de los cua-
les se trasplantarán al campo, ó directamente se colocarán
en los surcos á una pequeña profundidad, y más tarde se
irá rellenando el surco, practicando por tanto la aporca-
dura interna.
Los cuidados de cultivo son: rejacas, escardas, aporca-
dura interna, y el riego sí fuese conventente.
Algunas personas pretenden que es muy útil cortar los |
tallos de las patatas así que comienzan 4 marchitarse; de
esta manera dicen que se nutren mejor los tubérculos.
Cortar los tallos prematuramente es nocivo; cortarlos
más tarde es inútil; de manera que esta operacion no debe
ejecutarse en ningun caso.—Es ley general que preside á
las funciones de todas las plantas susceptibles de producir
tubérculos, que éstos recojan y se asimilen durante el úl-
timo período de la vegetacion, casi la mitad de los elemen-
tos que circulan en los tallos y hojas; estos aparatos cons-
tituyen un verdadero almacen, donde se encuentran de-
positados materiales que más tarde son utilizados. (Liebig,
musaas;y de Pagricalfure, 11,'pag. 31.)
Con respecto al cultivo en almantas, ya hemos expre-
sado sobre él nuestras ideas generales; sólo en casos ex-
cepcionales, y cuando sea indispensable recurrir a él, se
empleara.
Creemos oportuno exponer la relacion de un experi-
mento que hemos instituido para demostrar áun más
la naturaleza del tubérculo que nos ocupa. Bayle-Barelle
y Moretti habian manifestado que si se cortaba un ta-
llo de papa cerca de su base, de tal modo, que lo alto
del tallo no comunicase con el cuello más que por una
tirilla muy delgada, entónces se formaban tubérculos en
las partes aéreas del tallo y en las axilas de las hojas.
Los jugos nutritivos que circulaban por las partes supe-
JE 156 poo
riores se encontraron detenidos en su curso, y acumulán-
dose, dieron orígen 4 tubérculos. El mismo efecto hemos
conseguido colocando al rededor del tallo cierta cantidad
de tierra, mantenida siempre muy húmeda; dispusimos el
ensayo haciendo pasar el tallo por un cajoncito sostenido A
cierta altura por cuatro piés. Al cabo de cierto tiempo se-
paramos el aparato, y hallamos en las partes que se habian
encontrado en contacto con la tierra algunos tuberculillos.
Ambos experimentos demuestran, á más de otras consi-
deraciones, que las papas son tubérculos que se desarrollan
en el tallo subterráneo. Los efectos de la aporcadura pa-
tentizan el hecho.—Por fin, cuando se descubre un ramo
subterráneo de patata, se ven nacer hojas, y cesa la pro-
duccion de tubérculos. i
Estos hechos explican por qué la aporcadura extempo-
ránea, dando orígen 2 formaciones de nuevos tubérculos,
puede perjudicar, si la operacion se hace muy tarde, al
crecimiento de los ya formados, al punto que éstos se al-
teran, y juntamente con ellos las raíces más inferiores.
Si aisladamente se siembran trozos de la misma papa,
se verá que los ojos que se encuentran en la cima de los
tubérculos, en otros términos, en las partes más lejanas del
tallo, los que, por consiguiente, son de más reciente for-
macion, son los que nacen y se desarrollan más pronto.
Este exámen nos explica por qué los tallos que provie-
nen del mismo tubérculo se desarrollan unos despues de
otros, y tambien el hecho de encontrarse al pié de ellos
tubérculos en distinto grado de crecimiento.
La proporcion relativa de los principios contenidos en
la patata varía, no tan sólo segun las variedades, terreno,
circunstancias climatéricas y requisitos del cultivo, sino
tambien segun el grado de desarrollo que alcance el tubér-
culo, y segun el punto del tubérculo que se examine.
Al terminar, creemos deber insistir acerca de un parti-
cular bastante importante, y exponer la relacion de un
experimento que lo hace patente. —El tallo aéreo y el
subterráneo son idénticos hasta cierto grado; ambos, en
Iguales circunstancias, originan los propios productos.—
Hemos visto que el tallo subterráneo, descubierto y ex-
puesto 4 la accion de la luz, producia hojas; el hecho
siguiente demuestra que el tallo aéreo, privado de luz,
da orígen 4 tubérculos. — Refiere el ilustre Liebig (Lozs
naturelles de Pagriculture, t. 11, pag. 7) que una patata
envuelta en papel y colocada en un cajon fué depositada
en lugar seco, oscuro, en donde el aire no podia reno-
varse con facilidad. —A pesar de estas circunstancias,
tan desfavorables A toda vegetacion, cada yema produjo
un tallo blanco, largo de muchos piés y completamente
desprovisto de hojas, en cuyo lugar se veian centenares
de tuberculillos de una estructura interior, idéntica 4 la de
las patatas producidas en los campos. —En este fenómeno
se ha realizado el paso de la fécula del tubérculo primitt-
vo 4 los tuberculilos formados más tarde; pero la accion
no ha sido tan sencilla cual parece en último resultado : ha
sido menester que la fécula contenida en el tubérculo se
trasformase, para poder circular disuelta en el agua; más
tarde esa materia, al llegar 4 otros organismos dispuestos
al efecto, experimentó otro cambio, y de nuevo se con-
virtió en fécula igual 4 la primera.
— 158 —
AJONJOLÍ Ó ALEGRÍA.
La isla de Cuba posee incontestablemente una gran ri-
queza, ni siquiera sospechada por la generalidad de sus
habitantes, en las plantas oleaginosas que pueden desar-
rollarse en sus terrenos. El ben, diversas palmas, la nuez
de la India, piñon, diferentes especies de palma-Christi,
girasol, maní, ajonjolí, las semillas del mamey colorado,
la peregrina, etc., son otros tantos vegetales que nos po-
drian suministrar gran acopio de aceites, unos suscepti-
bles de ser exportados, otros capaces de favorecer un gran
comercio interior, tan beneficioso para un estado; todos,
en fin, con aplicaciones locales de la mayor importancia.
Y nótese que no nos ocupamos por ahora de aquellas plantas
de las cuales es posible extraer aceites dotados de propie-
dades medicamentosas.
La higuereta crece en todos los terrenos, no exige cul-
dados de gran costo, sus distintas especies las hemos en-
contrado agrestes en nuestras sábanas, lugares húmedos a
diversas alturas, y en tierras de todas suertes. Como, por
otra parte, duran esos arbustos vigorosos y fructíferos lar-
gos años, es por demas evidente que bastaría una pequeña
extension de terreno para producir todo el aceite que
para ciertas aplicaciones se necesitase en algunas fincas.—
El aceite extraido de las semillas del ben es incoloro, in-
odoro y de un sabor dulce agradable; se enrancia difícil-
mente, y puede conservar sin alteracion de ningun género
los olores más delicados; propiedades todas que le hacen
== 159 —
buscar para usarlo en várias aplicaciones de la perfume-
ría. —El aceite de piñon (jatropha curcas) es traspa-
rente, algo amarillo, arde muy bien sin producir humo ni
olor, ademas se saponifica fácilmente. Con él se realiza
un comercio muy lucrativo en el Brasil y en las islas de
Cabo Verde.— Mas, dejando para otro tiempo relatar
circunstanciadamente cuanto 4 esas plantas se refiere, va-
mos á contraernos al ajonjolí, el cual, junto con el maní,
nos parecen los dos cultivos de este género llamados por
excelencia 4 adquirir un gran desarrollo.
«Esta planta, nos dice Gasparin, es el rival más pel:-
groso de todas las oleaginosas, sin exceptuar el olivo.——S1
en todos los terrenos frescos y susceptibles de gozar los
beneficios del regadío, colocados ademas en los climas
convenientes, se cultivase el ajonjolí, sería preciso renun-
ciar á cualquier otro cultivo productor de aceites. — Pen-
samos que la Europa conserva aún semejantes cultivos,
porque su agricultura se encuentra más adelantada que la
de esos países; pero el dia en que esos territorios se pue-
blen y civilicen, por fuerza disminuirá nuestra produc-
cion. Si el olivo no pudiese vegetar en los suelos de cali-
dad inferior, se encontraria tan amenazado por esa con-
currencia como las otras plantas, pues el aceite de ajonjolí
es dulce comestible, y cuando está bien fabricado, reem-
plaza muy bien el aceite de olivo.»
El aceite refino de ajonjolí es exquisito, y áun en Fran-
cla se consumen grandes cantidades de él, á más de los
aceites refinos de olivo. En vez de usarlo solo, muchos
fabricantes lo mezclan con el aceite, ya algo rancio, de
olivos, el cual de este modo se bonifica y puede ser con-
— 160 —
sumido con agrado. — Los turcos y árabes lo prefieren
al aceite de olivo, y no solamente se aplica en el Oriente
para esos usos, sino que áun goza de un favor especial,
destinado Á várias preparaciones de perfumería; se le
atribuyen propiedades cosméticas muy marcadas y pode- -
rosas.
Las semillas de ajonjolí contienen hasta cincuenta por
ciento de aceite. Existen distintas variedades, que en algo
se diferencian respecto de su rendimiento en aceite y
en la calidad de éste. Nosotros precisamente poseemos la
mejor variedad, que es la de semilla blanca. Debemos, sin
embargo, advertir que en el buen cultivo reside de una
manera general todo el secreto de aumentar la riqueza olea-
ginosa de estas semillas, y en cuanto 4 la calidad, los
métodos de extraccion pueden hasta cierto grado igualar
los productos, cualquiera que sea su orígen. Para fabri-
car el aceite de calidad más superior conviene, segun
nuestras propias observaciones, comenzar por dejar depo-
sitadas en agua las semillas durante cuatro ó seis horas;
al cabo de este tiempo se estrujan ligeramente con las ma-
nos, y así se despojan de la película, la cual se elimina
por completo por medio de repetidos lavados. Así prepa-
radas las semillas, producen en frio un aceite de la mejor
calidad, sin color, sabor ni olor alguno. En grande es-
cala, esta operacion podria ejecutarse con máquinas dis-
puestas al intento.
Despues de extraido el aceite, queda un residuo que
con gran ventaja puede emplearse para alimentar anima-
les, especialmente cerdos, vacas lecheras, gallinas y pa-
vos; las carnes de estos últimos adquieren en esas circuns-
e TOR. e.
tancias un gusto particular. Este residuo contiene cerca
de ocho por ciento de 2zoe; los tallos y hojas tambien en-
cierran el propio elemento, lo cual explica cuán importante
es en este cultivo emplear abonos azoados. A primera
vista, sin examinar con detenimiento el particular, se po-
dria creer que, puesto que lo que se extrae es aceite, el
cual no contiene ázoe, bastaría abonar bien el campo al
principio, y en lo sucesivo devolverle los tallos, hojas y
residuos de la extraccion, para mantenerlo continuamente
en el mismo grado de fertilidad; mas una discusion pro-
lija del asunto demuestra que no es posible llegar tan di-
recta é inmediatamente á ese fin. En efecto, comencemos
por admitir dos hcehos muy distantes de estar bien proba-
dos: aceptemos, no sólo que esos restos de la vegetacion
contienen todo el mantillo necesario a la vida y desarrollo de
la planta, sino que áun encierren la cantidad de materias
azoadas, indispensable, no tan sólo al crecimiento, sino
tambien á las reacciones que deben efectuarse en el ter-
reno. Suponiendo ambas circunstancias, no se conseguiria
de momento lo que se desea, agregando 4 la tierra esos
despojos, pues es preciso considerar su estado, el cual no
permite se distribuyan con uniformidad, ni tampoco los
hace 4 propósito para ser utilizados tan luégo penetren en
la tierra, pues para eso sería preciso que sufriesen una des-
composicion prévia.— El método más acertado de proce-
der en este asunto consiste en usar el Lbagazo para ali-
mentar los animales, obligandolos á permanecer sobre los
despojos del vegetal, que así forma un lecho absorbente,
y se impregnan de principios fertilizantes, los cuales faci-
litan su descomposicion.— Recogiendo todas las excrecio-
11
A
nes y el lecho, acumulándolas en un lugar dispuesto al
efecto, se formará, segun las reglas del arte, el mejor abono
para este cultivo. Por otra parte, es posible completar-su
composicion, agregándole alguna materia fertilizante dotada
de propiedades especiales. De todas maneras, bueno será
que insistamos acerca de la necesidad de emplear abonos
susceptibles de ser absorbidos con prontitud, es decir,
bien descompuestos, y que ademas sean distribuidos con
uniformidad por todo el suelo; circunstancias esenciales
cuando se trata de una planta que tiene que desarrollarse
en tan corto tiempo, reclamando una gran cantidad de ali-
mentos para llegar á su apogeo de crecimiento. — Los
buenos abonos, empleados en las cantidades convenientes,
aseguran un gran rendimiento en aceite, y un residuo muy
alimenticio. ;
Se dispone el terreno para esta siembra, principiando
por drenarlo si fuese preciso; en seguida se modifican sus
propiedades fisicas y composicion química por medio de
los correctivos y abonos más adecuados, los cuales se in-
corporan A todas las partículas del suelo en la exacta y
conveniente proporcion, practicando labores profundas,
rompiendo el subsuelo, desmoronando los terrones por
medio de los rodillos, mezclando todas las partes, y ar-
rancando las malas yerbas por la accion de las gradas, etc.
Una vez que el terreno, por naturaleza ó con los auxilios
del arte, se encuentre dotado de la frescura requerida por
la planta, y rico en materias alimentosas, se procede a la
siembra, la cual se puede llevar 4 cabo, Ó trazando sur-
cos, ó abriendo hoyos á las oportunas distancias. Es más
útil abrir surcos 4 la distancia de una vara, y en la direc-
Pto Aa
cion de ellos depositar las semillas de media en media vara,
ó 4 mayor distancia, si así conviniese para el más completo
desarrollo de las plantas. Los surcos deben ir dirigidos de
Norte 4 Sur, dado que las circunstancias del terreno nos
lo permitan.— Nacido el ajonjolí, se le deja crecer, y más
tarde se le aclara en el caso de encontrarse muchas matas
juntas, lo cual es posible, recordando la pequeñez de la
semilla; sería fácil imaginar un baston sembrador , que sólo
depositase el número de semillas necesarias en cada golpe.
La separacion que deba mediar entre los piés que se en-
cuentren juntos, es punto de la mayor importancia; cuando
las plantas se encuentran muy aproximadas , se desarrollan
mal, sus hojas se enferman, producen menor número de
cápsulas conteniendo ménos granos, y éstos de calidad
inferior.— Por otra parte, esas plantas se desarrollan con
desigualdad y maduran á intervalos muy diferentes. Los
cuidados del cultivo se reducen 4 aporcar internamente,
en el caso de haber sembrado en surcos, practicar algunas
rejacas, y mantener por medio de escardas oportunas el
campo limpio de yerbas adventicias. Si el terreno es muy
fresco, y si las lluvias se repiten con frecuencia, no se ne-
cesitará regar el plantío; mas, de lo contrario, preciso será
hacerlo tantas veces como lo reclamen las circunstancias.
En este país, sembrando en la época de las lluvias, se
puede evitar el riego. — Las siembras de ajonjolí se rea-
lizan por los meses de Abril 4 Mayo, 4 la entrada de las
aguas.
Una vez que la planta ha llegado 4 su último término
de vida, se corta, se reune en haces, y se la deja secar en
en un lugar limpio, en el cual sea posible recoger las se-
pas 164 e
millas que caigan. Más tarde se separan por completo las
semillas, golpeando con palos los haces. |
Hoy los negros en sus conunos Ó en las guardarayas
de las fincas, siembran el ajonjolí sin preparar el terreno;
se contentan con abrir los hoyos por medio de la azada.
En la actualidad este cultivo no figura de un modo
notable en nuestra explotacion agrícola, y como sucede
con el maní, sólo los negros en sus conucos, ó algunos es-
tancieros, cosechan un corto número de quintales, los cua-
les se destinan, por lo comun, 4 preparaciones culinarias;
mas, atendiendo 4 las variadas é importantes aplicaciones
de ambos granos, no tardará mucho el dia en que veamos
sus plantas ocupar más extension de nuestros terrenos.
Entónces el aceite entrará de algun modo en el régimen
de muchos individuos, que en la actualidad no adicionan
a sus alimentos ningun cuerpo graso. Otras aplicaciones:
Importantes tomarán incremento tan luégo como la mate-
ria prima se obtenga 4 bajo precio, y entónces figurarán
esos productos entre nuestros artículos de exportacion.
MANÍ ó CACAHUETE.
Várias veces hemos tenido ocasion de expresar de una
manera general, y áun contrayéndonos á determinados
cultivos, nuestras ideas acerca de las plantas que con pre-
f
/
e O
ferencia deben fípurar en el cuadro de nuestra industria
agrícola; hemos deseado poner de manifiesto que 4 todas
luces 'sería inoportuno é inconveniente cultivar todos los
vegetales que en razon de nuestro clima son susceptibles
de crecer en este suelo. Así, cuando indicamos algun nuevo
cultivo, ó señalamos cualquiera existente, que más desen-
volvimiento debiera recibir, es porque pensamos, despues
de considerar todos los puntos dignos de tomarse en cuen-
ta, que nuestra riqueza se aumentarta dedicando 4 él nues-
tros esfuerzos y capitales.— En este caso se encuentran
diversas plantas oleaginosas. —El cultivo del maní, por
lo. apropiado del clima para su vegetacion, por los pro-
ductos que podria suministrarnos, ya para nuestras nece-
- sidades interiores, ora para una importacion en extremo
asegurada y beneficiosa, está llamado a tomar gran incre-
mento.— En efecto, el fruto de esta planta es comestible,
y se usa, ya solo ó agregándole azúcar, para preparar
diversos manjares; puede suplir al cacao para confeccionar
el chocolate; mas, sin desatender esas aplicaciones, debe-
mos considerar en primer término el aceite que produce,
el cual se halla contenido en la enorme proporcion de cin-
cuenta 2 sesenta por ciento, áun cuando en la fabricacion
corriente sólo se extraiga un treinta por ciento. Este aceite -
extraido en frio, es casi incoloro é inodoro; puede reem-
plazar al de olivas como comestible y en todos sus demas
usos. Quemado, produce una luz brillante y duradera. Para
extraer este aceite, es beneficioso ejecutar tres presiones
sucesivas: la primera produce los aceites refinos, que se
destinan, por su excelencia, á servir de comestible; la se-
gunda procura tambien materia comestible, mas ya de una
— 166 —
calidad ménos apetecida; por fin, la tercera presion, que
debe ejecutarse en caliente, proporciona los aceites que se
usan en la industria de las lanas, para confeccionar jabones
y para el alumbrado.
Despues de extraido el aceite, queda un residuo ó ba-
gazo, el cual contiene una materia amilácea, susceptible
de servir para preparar varios dulces, chocolate ó bebidas
fermentadas; mas su aplicacion principal es destinarse al
alimento de toda suerte de animales, con especialidad de
los puercos y vacas lecheras. Tanto cuando el residuo se
destina 4 estos fines, como en el caso de desear aceites de
buena calidad, conviene mondar ó pelar los granos, á cuyo
intento se les hace pasar al traves de dos cilindros acana-
lados, en los cuales se consigue por completo limpiarlos.
—Segun los análisis de Payen y Hervey, el maní se com-
pone de aceite fijo, caseina, agua, leñoso, leñoso crista-
lizable, fosfato y malato de cal, goma, materia colorante,
azufre, almidon, aceite esencial, cloruro de potasio y
ácido málico libre.
En la actualidad el cultivo del maní se encuentra por
completo abandonado, y sólo A él se destinan los negros
en sus conucos, y algunos estancieros. Esto nos dispensaria
de manifestar el grado de atraso en que se hallan las prác-
ticas relativas a los cuidados que reclama para crecer, des-
arrollarse y producir grandes cosechas. Por lo comun, no
se prepara la tierra ántes de las siembras, y aun estas mis-
mas no se ejecutan en todas ocasiones, pues frutos olvi-
dados, que quedaron en el suelo, germinan 4 su tiempo,
y producen una reventazon espontánea de maní.
Esta planta exige, para recorrer todos los períodos de
po 167 E
su desarrollo, un terreno suelto, fresco y rico en materias
alimentosas, y de conformidad con estas necesidades, es
de todo punto indispensable dar principio a los trabajos,
llevando 4 buen fin en el suelo todas aquellas operaciones
mecánicas, físicas y químicas, que lo constituyan en el
grado y naturaleza convenientes. Así se corregirán las
propiedades físicas, y se modificará su composicion quí-
mica por medio de los correctivos y abonos, practican-
do, como requisito esencial para conseguir la realizacion
de todos los beneficios, una buena labranza, sin desatender
el drenage, base de todas estas mejoras, siempre y cuando
sea oportuno. En otros términos, será necesario alzar ó
romper el terreno, usando los buenos arados de una ver-
tedera; se desmoronarán los terrones con el rodillo de
Croskil, y se pasará la rastra. Para distribuir el abono,
bueno será esparcirlo de tal modo, que pueda ser mezclado
con uniformidad con todas las partículas del suelo, pues
á más de todas las ventajas que en general así se consi- ,
guen, con respecto al maní, debemos no olvidar la dis-
tancia 4 que se siembra, la gran cantidad de alimentos que
reclama en un corto espacio de tiempo, y más que todo,
el modo particular de nutrirse debajo de tierra que tiene
el fruto.
Dispuestas así las cosas, se procederá 4 la siembra, la
cual debe llevarse 4 cabo por el mes de Mayo, depositando
las semillas poco más ó ménos de treinta á sesenta centí-
metros de distancia en cuadro; no fijamos de una manera
absoluta la separacion de los golpes, porque esta debe va-
riar segun la naturaleza del terreno, las circunstancias del
cultivo, y el desarrollo á que pueda llegar la planta. Una
—'! 168. —
vez que el maní ha comenzado su crecimiento, en los pri-
meros tiempos se debe mantener el plantio libre de yerbas
adventicias, efectuando en el campo frecuentes escardas;
tambien conviene, para conservar la frescura y separacion de
las partes del suelo, proceder 4 la ejecucion de las rejacas
convenientes; al cabo de cierto tiempo ya no es posible
realizar estas operaciones, por el gran desarrollo 4 que
llega la planta. S1 por defecto de lluvias oportunas, ó por
falta de frescura en el terreno fuese preciso, se regarán los
sembrados tantas veces como lo reclamen.
La completa mullificacion y frescura del terreno, con-
sideradas de una manera general, contribuyen, ó mejor
dicho, son requisitos del desarrollo normal del maní; mas,
si se tienen presentes con particularidad las circunstancias
en que se realiza el crecimiento del fruto , se comprenderá
áun mejor cuán importante es que el suelo, no ofreciendo
gran resistencia, se deje penetrar. Una vez efectuada la
fecundacion, el estilo del ovario se alarga, y salvando
todos los obstáculos, llega á la superficie de la tierra, se
introduce en ella, depositando así en su seno el fruto, que
desde aquel instante se alimenta en parte de la savia comun
de la planta, y algun tanto, directamente por sí, con las
sustancias que extrae de la tierra. Para que esta delicada
alimentacion se realice, es necesario que la naturaleza del
terreno permita todas las reacciones conducentes al efecto,
las cuales, como condicion esencial, reclaman cierta hume-
dad y frescura.
Nosotros no teneníos cuidado alguno en acomodar
nuestras prácticas á esas indicaciones naturales, las cuales
de la manera. más clara y evidente nos manifiestan cuán
Bn 169 PEA
oportuno y conveniente sería coadyuvar á semejantes fi-
nes, cubriendo acertadamente la planta con tierra, y no
esperar a que los frutos luchen por introducirse en ella;
todos aquellos que no consiguen abrigarse en el suelo, no
se desarrollan. En España se suele aporcar hasta siete veces.
Sin embargo, notemos que esta práctica exige mucho tino
en el agricultor para procurar beneficios.
El maní ó cacahuete es cultivado en algunas provincias
de España, sobre todo en Valencia, donde tomó orígen su
propagacion. Por los años de 1778, D. Francisco Favian
y Tuero, arzobispo de Valencia, en su huerto de Puzol,
á más de otras plantas americanas, aclimató el mant.—
El principal promotor de su cultivo, y el que demostró
por primera vez las ventajas de la mayor parte de sus
aplicaciones, fué D. Francisco “Tabares y Ulloa, quien,
en 1798, dió A la estampa el primer escrito que salió á luz
en España acerca de este particular.— Despues Echean-
día, Cavanilles, Alepús, Otero, Lacroix, Warts, Loren- ,
te y otros publicaron várias memorias 4 fin de manifestar
las reglas de su cultivo y ventaja de las aplicaciones.
A los vegetales mencionados podriamos agregar otros,
propios de los climas cálidos, los cuales suministran tam-
bien productos oleaginosos; mas, no pretendiendo por ahora
completar este trabajo, nos abstenemos de presentar se-
mejante cuadro, aunque sí creemos deber recordar algu-
nas plantas que producen materias denominadas ceras y
sebo vegetal. Entre otros, el árbol de sebo (stillingia sebi-
fera, croton sebiferum,), introducido aquí en Cuba por don
Luis de las Casas; esta planta suministra un sebo más
duro y ménos fusible que el obtenido de los animales; no
tiene mal olor, y arde con una luz blanca é intensa. Con-
tiene dos materias grasas: la una constituye el sebo, la otra
un aceite particular. En China se fabrican grandes canti-
dades de velas con este sebo. No teniendo noticias de la
introduccion de esta planta en el país, obtuvimos del cé-
lebre G. de Saint-Hilaire, presidente de la sociedad de
Aclimatacion, algunas de las semillas que trajo el señor de
Montigny, 4 su vuelta de su viaje 4 China; las remitimos
aquí, donde creemos fueron aprovechadas. Este árbol
crece con suma facilidad, y podria, á muy poco costo,
producir grandes ventajas en los puntos en que la tierra
es estéril y 4 bajo precio.— Segun tenemos entendido, de
él existen varios individuos en la hermosa quinta de la
señora doña Leonor Herrera.
4.
MAÍZ. .
Entre los cultivos que generalmente se califican de me-
nores, debemos colocar en primera línea el del maíz, no
sólo porque su grano constituye el alimento principal de
una parte de los habitantes de esta isla, sino porque ade-
mas se emplea con gran éxito para mantener nuestros ani-
males de trabajo y aquellos que cebados nos proporcio-
nan los medios de subsistir, sin contar que el tallo y las
o 171 —
hojas de la gramínea de que nos ocupamos, sirven de for-
raje verde, y áun seco, en escala considerable y ventajosa-
mente. Nos parece inútil demostrar la importancia de
este cultivo, pues no sólo en la isla, sino en muchos otros
países, este cereal goza de gran concepto, y la tradicion ha
consagrado lo útil que es para los usos 4 que se destina.
El cultivo del maíz ha sido objeto de sérias y nume-
rosas investigaciones, emprendidas y ejecutadas en distin-
tos países por agrónomos competentes; así es que gran
número de particulares relativos 4 este asunto se encuen-
tran hoy dilucidados de tal modo, que no nos queda por
hacer en ellos más que aplicar con tino los principios de-
ducidos de los experimentos sancionados por la práctica
- continuada, bien entendido que para lograr semejante fin
debemos modificarlos, tomando en cuenta nuestras cir-
cunstancias climatéricas, y tambien considerando la natu-
raleza especial del terreno en que se practiquen las siem-
bras, pues, sea dicho de antemano, el maíz se cultiva con
buen éxito en casi toda clase de terreno, siempre y cuando
se sepa preparar éste, y atender la planta miéntras recor-
re sus diversos períodos de desarrollo.
A pesar de reconocer que nuestra principal tarea debe
consistir en aplicar racionalmente los datos adquiridos en
otros países subordinandolos 4 nuestras circunstancias ge-
nerales y locales, abrigamos la esperanza de presentar al-
gunos resultados nuevos, que harán adelantar en algo los
conocimientos que poseemos acerca de esta materia.— En
efecto, hemos comenzado una serie de ensayos, destinados
los unos 4 mostrar la razon de ciertas prácticas, y otros
encaminados á fijar algunas reglas relativas á los abonos,
$— 132 —
a las distancias á que se debe sembrar, al tiempo en que
conviene aporcar, etc. La relacion de nuestras investigacio-
nes no verá la luz en el órden natural y lógico que debié-
ramos adoptar, y que más tarde mantendrémos; como no
podemos seguir esa marcha, irémos publicando separada-
mente nuestras observaciones en forma de motas sueltas,
que reunidas 4 su tiempo, constituirán una monografía
completa del cultivo del maíz. Para que se tenga una idea
de los particulares de que pensamos ocuparnos, vamos á
manifestar aquí el programa que nos hemos propuesto des-
envolver sucesivamente en varios capítulos. — 1.” Descri-
birémos las diferentes variedades de maíz, mostrando por
experimentos propios las ventajas que puede proporcio-
narnos en ciertos casos el cultivo de algunas de esas distin-
tas variedades. — 2. Fijarémos las reglas que deben te-
nerse en cuenta 4 fin de determinar el tiempo más oportuno
para proceder 4 la siembra. — 3.” Describirémos todo lo
relativo 4 la eleccion y preparacion de la semilla. —4.” Nos
ocuparémos en describir las operaciones que deban reali-
zarse para preparar el terreno. — 5.” Estudiarémos con
detenimiento el modo de ejecutar las siembras, descri-
biendo los instrumentos más adecuados 4 ese objeto, no
olvidando entónces hacer particular mencion de las sem-
braderas más estimadas y de otros puntos importantes,
tales como la separacion que debe existir entre las líneas
ó surcos en que se deposita el maíz, las distancias que de-
ben dejarse entre las matas, el número de piés que con-
viene reunir en el mismo sitio, etc.—6.” En seguida exa-
minarémos los cuidados de cultivo que reclama el maíz
para recorrer con vigor todas las fases de su desarrollo.—
7.” Tratarémos de determinar cuáles son los cultivos in-
tercalados que ventajosamente pueden asociarse al maíz.—
8." Indagarémos qué animales lo atacan, y los accidentes
á que se encuentra expuesto por otras causas. —g.” Lle-
gados 4 este punto, nos detendrémos en estudiar todo lo
relativo á la recoleccion de la cosecha, 4 los graneros pro-
pios para conservarla, á las máquinas más convenientes
para desgranar las mazorcas, y por fin, aquellas “más á
propósito para moler el grano y reducirlo 4 harina. En-
tónces mencionarémos las aplicaciones que puedan hacerse
del rastrojo, de la paja de la mazorca y de la tuza.
Cuando tratemos de cada uno de esos asuntos, natural-
mente lo harémos con el detenimiento necesario, exami-
- nando todos los elementos que lo componen. Así, por
ejemplo, al referirnos 4 la preparacion del terreno, no sólo
estudiarémos todo lo relativo a las mejoras territoriales y
a las labores, sino que ademas nos ocuparémos de los
abonos, correctivos y del riego.—Cuando tratemos de la
aporcadura, nos esforzarémos en mostrar su conveniencia,
tomando por base de nuestros raciocinios la estructura or-
gánica de la planta y sus funciones; entónces fijarémos la
época del desarrollo más á propósito para ejecutar la ope-
ración, y tambien determinarémos hasta qué grado debe
llevarse 4 cabo para que el producto recompense la mano
de obra, y no se agoten, por otra parte, inútilmente las
materias contenidas en el suelo, ni tampoco se dirijan las -
fuerzas de la vegetacion á estimular el desarrollo de órga-
nos diferentes de aquellos que con particularidad deseamos
ver llegar á un propicio grado de crecimiento. —En la
parte destinada á describir las labores, pondrémos especial
A E
cuidado en mostrar cuán ventajoso es el uso de los ins-
trumentos modernos, que 4 la vez que procuran una gran
economía en la mano de obra, son susceptibles de ejecutar
las operaciones con regularidad, y de un modo en consó-
nancia con las necesidades de la planta.
Por fin, describirémos un procedimiento que hemos
imaginado, merced al cual conseguimos que cada tallo de
maíz nos dé de cinco 4 siete mazorcas bien nutridas. En
general, en la isla de Cuba el maíz produce en cada tallo,
cuando más, tres mazorcas, no igualmente desarrolladas;
rara vez, y sólo en grandes tablas de maíz, se encuentran
algunas matas que presentan mayor número de mazorcas
bien sazonadas. Nosotros, por medios particulares, he-
mos logrado obtener siempre matas que den de cinco á
siete mazorcas, todas bien desarrolladas. Nos ocupamos
en regularizar el procedimiento, con el objeto de ver si es
posible sea empleado sin obstáculo en la práctica.
Los estudios que hemos comenzado respecto del cul-
tivo del maíz, son tanto más importantes y necesarios,
cuanto que cada dia aumenta el consumo de ese artículo,
miéntras que su produccion permanece estacionaria, poco
más Ó ménos; pues como acontece en casi todos los de-
mas cultivos cubanos, el agricultor no imagina que existen
otros medios de aumentar sus cosechas sino extender las
dimensiones del campo cultivado, para lo cual necesitaria
forzosamente un aumento en el número de brazos. Nos-
otros pensamos mostrar que desde luégo, empleando los
instrumentos de labranza más apropiados, con el mismo nú-
mero de trabajadores se puede extender el cultivo; y Aun,
en el caso de que no fuera tal cosa posible, siempre con
ménos trabajo, en un espacio de terreno menor, se conse-
guiria una cosecha más abundante y de mejor calidad que
la que actualmente se obtiene, conservando en toda su
pureza las prácticas que nos legaron nuestros abuelos.
Uno de los particulares que con más atencion debie-
ra examinar el agricultor al proceder 4 las siembras de
maíz, es fijar discretamente el tiempo más oportuno
para ejecutarlas, de suerte que la planta, en el curso de
sus distintos períodos de crecimiento, se encontrase rodea-
da de las condiciones climatéricas más favorables 4 su com-
pleto desarrollo.
En otros países, el punto principal, el prominente, el
que se considera con más cuidado, es la temperatura, y 4
ella se subordinan las mencionadas siembras. Como en la
isla de Cuba reina durante todo el año un grado de calor
que permite el cumplido desarrollo del maíz, si sólo fue-
se necesario tener presente esa circunstancia al apreciar el
clima agrícola, podriamos sin duda alguna obtener du-
rante todo el año abundantes cosechas de la gramínea
cuyo cultivo estudiamos. Mas en este país la condicion
importante no es la temperatura, sino la frecuencia ó es--
casez de las lluvias en épocas determinadas, ó en su de-
fecto, los riegos ó una frescura natural ó artificial del ter-
reno. Si posible fuera regar los plantíos, ó que éstos re-
cibiesen en los tiempos oportunos, por medio de las lluvias,
la proporcion de agua de que han menester para recorrer
con vigor todas las evoluciones de su desarrollo, con se-
guridad se obtendrian cosechas de maíz durante todo el
año, y sería indiferente sembrar en tal ó cual mes. Pero,
como desgraciadamente por una parte no existe tanta re-
Crta 176 LEN
gularidad en la distribucion mensual de las lluvias, y como
por otro lado el riego ni es siempre posible, por falta de
recursos, ni tampoco es practica adoptada en el país, sin
contar que quizá no reemplazaria por completo la lluvia
en todas circunstancias, resulta que las épocas de sembrar
el maíz deben depender, y efectivamente se hallan subor-
dinadas 4 las lluvias que con probabilidad acaezcan en de-
terminado tiempo del año en el sitio en que se practica la
sementera.—La frecuencia de las lluvias determina y favo-
rece el desarrollo, digámoslo así, herbáceo del maíz; mas -
los fenómenos de la fructificacion exigen menor. cantidad
de aguas. — Por estos motivos, 4 pesar del riego, siempre
el tiempo de sembrar el maiz dependerá de la frecuencia
de las lluvias en cierta época, y de su menor proporcion
en otras. |
Existe en este clima tal enlace, dependencia y completa
armonía, suponiendo igualdad en todos los otros requisi-
tos, entre las siembras de maíz y la frecuencia Ó escasez
de las lluvias, que con sólo saber el número de cosechas
obtenidas en tal época en una localidad, se puede deducir,
sin temor de equivocarse, la distribucion de los fenómenos
pluviosos en ella durante esos años. Hubo en este suelo
un tiempo en que sé lograban tres y hasta cuatro cosechas
de maíz, miéntras que en el dia no en todos puntos se
pueden obtener dos cosechas igualmente valiosas. Tal tras-
torno nos indica el cambio que ha sufrido la distribucion
de las lluvias en el país. Entre las causas que pueden ha-
ber influido para originar esa mudanza, debemos inscribir
en primera línea el descuaje de nuestros montes, llevado
á ejecucion sin medida alguna.
_Aceptando las ideas que acabamos de expresar, antes
de poner por obra la sementera del cereal que nos ocupa,
es preciso determinar las épocas del año más favorables
para que las siembras reciban las lluvias convenientes en
los períodos críticos; en otros términos : es necesario que
se haga coincidir el acaecimiento de las lluvias con los
períodos del desarrollo del maíz, en que son indispen-
sables.
Para aplicar cumplidamente el principio anterior, es
menester hacer tres estudios preparatorios: 1.” Determi1-
nar las épocas del crecimiento de la planta, en que con
más urgencia reclama el auxilio de la lluvia para prose-
guir recorriendo con vigor todas las fases de su vida, fi-
.Jando 4 la vez el tiempo, poco más ó ménos, despues de
sembrado, en que alcanza el vegetal esos grados de des-
arrollo. — 2.” Fijar, por medio de observaciones meteoro-
lógicas, la distribucion mensual dé las lluvias en la comar-
ca, de tal modo que con algun fundamento se pueda es-
perar hacer coincidir el suceso de esos fenómenos con el
momento en que el vegetal se encuentre en el período de
su crecimiento, en el cual requiera el concurso del agua.—
3." Por fin, hallar tambien el período en que, coincidiendo
con el de la maturacion, acaezcan con menor frecuencia
los riegos celestes. — En nuestro Ensayo sobre el cultivo de
la caña de azúcar hemos desenvuelto nuestras ideas gene-
rales acerca de las épocas de ejecutar las siembras.
Debiendo proceder con prudencia, no bastan los datos
anteriores; es preciso ademas subordinar las siembras de
maíz 4 la aparicion efímera de ciertos animales que pue-
den dañarle en mayor ó menor escala, en tal ó cual grado
12
pt: 178 a
de su desarrollo, miéntras que en otro, poco ó ningun per-
juicio sean capaces de causarle.
Por último, otra circunstancia, que convendría tener pre-
sente al practicar las sementeras de maíz, es la probabil:-
dad, en estaciones determinadas, de vientos, que por su
fuerza pudiesen ejercer una accion nociva sobre las matas
llegadas 4 cierta altura. |
Descendiendo de las ideas generales que deben guiarnos,
a su aplicacion, comenzarémos por exponer que el maz
de aguas se siembra en todo el mes de Mayo, y que en
algunos puntos de la isla se principian las sementeras desde
Abril. El maíz de frío se siembra en Setiembre y Octu-
bre; comunmente en el primer mes. La experiencia ha en-
señado que sembrando en esos meses, el maíz recibe en
tiempo conveniente las lluvias que le son necesarias. —Fi-
jemos rápidamente el tiempo que trascurre entre el mo-
mento en que se confia el grano a la tierra, y el instante
en que llega la planta á los períodos en que reclama la
ayuda “del agua para vivir. Si se deposita en la tierra la
simiente en circunstancias favorables, germina ó nace 4
los cinco dias; al mes principia a encañar la planta; a los
dos meses comienza á florecer, 4 arrojar la espiga, 4 ga-
viar, y ocho dias despues aparecen las mazorcas, las cua-
les á los dos meses y medio están de manifiesto; a los tres
meses ya tienen granos tiernos, y 4 los cuatro completan
su madurez, estando entónces en sazon de cosecharse.—
El trascurso de tiempo que fijamos para que el maíz al-
cance cada uno de sus periodos de desarrollo, no sólo cam-
bia segun sus distintas variedades, sino que áun en la mis-
ma variedad diferentes circunstancias ejercen una influen-
cia notable sobre el crecimiento de la planta. Más adelante
expondrémos cuáles son las causas que producen seme”
jante efecto. Las determinaciones que dejamos manifesta-
das se refieren 4 la variedad cultivada comunmente en el
país. — En todos estos períodos necesita la planta la con-
currencia del agua, de una manera más ó ménos urgente,
segun la variedad del maíz, la naturaleza del terreno, el
método del cultivo que se adopte, la mayor ó menor fre-
cuencia é intensidad del rocío y de las nieblas, que en mu-
chos puntos pueden suministrar la cantidad de agua indis-
pensable para que el maíz espigue, y se desarrolle el grano
de la mazorca; resultado que naturalmente se obtiene con
más facilidad si caen algunas lloviznas.
Cumple ahora 4 nuestro propósito demostrar la nece-
sidad y hacer ver que es posible hasta cierto punto fijar
el momento más oportuno de los meses que hemos indi-
cado como más propios para sembrar el maíz, pues pre-
cisamente de esa circunstancia dependerá el éxito de la
operacion, porque el maíz, como saben todos los labra-
dores, no se restablece y adquiere nuevo vigor, una vez
que se ha hallado durante mucho tiempo en condiciones
adversas, por favorables que sean las siguientes. En esos
casos desgraciados perece, Ó no produce la cosecha que
era de esperarse de la extension y naturaleza del terreno
sembrado, de la cantidad de semilla confiada á la tierra, :eto.
Para explicar con toda claridad el punto que tratamos,
vamos 4 presentar algunas observaciones generales, que
por cierto no son imaginadas de momento, sino que real.
mente se han notado en ciertas comarcas.
Supongamos que en una localidad determinada escaseen
=- 180 ==
las lluvias hacia fines de Junio, en el tiempo que comun-
mente se llama verano de San Juan.— En ese lugar habrá
que sembrar el maíz 4 mediados, y áun en los últimos
dias de Mayo, con la mira de que venga 4 arrojar la es-
piga 4 mediados ó fin de Julio, y no ántes, pues entónces
se vería expuesto 4 la seca en el momento de gaviar 4
fines de Junio. En otras localidades aparecen hácia fines de
Junio multitud de animales destructores, y para evitar el
perjuicio que podrian causar, se procede 4 la siembra des-
de el principio de Mayo; así la planta, cuando puede ser
atacada, se halla bastante robustecida para no experimen-
tar daño de séria consideracion. Es tal la conveniencia de
practicar las sementeras de maíz en esas localidades du-
rante los primeros dias de Mayo, que para ganar tiempo,
áun admitiendo la falta de lluvia, sin sazon, es preciso
proceder á la siembra en seco. En semejante circunstancia
conviene dejar abierto el hoyo si se opera con azadon, ó
el surco si se emplea el arado, uno ó dos dias, para que
la tierra se seque perfectamente; en seguida se deposita y
se cubre bien la semilla, la cual puede permanecer sin al-
teracion debajo de la tierra, áun durante vete Ó más
dias; tan luégo como cae un aguacero, aparecen 4 los cin-
co dias las matas de maíz. Si cuando se siembra este gra-
no en seco no se tuviese la precaucion de dejar secar el
terreno ántes de depositarlo, el resto de humedad promo-
veria la germinacion de muchos de ellos, y la nascencia
seria muy desigual. En los sitios en que no se sufre de la
seca, ni tampoco aparecen animales dañinos 4 fines de Ju-
nio, se puede sembrar el maíz en los primeros aguaceros
del mes de Mayo,
— 181 —
Con respecto á las siembras de frio, debemos manifes-
tar que en aquellos puntos en que no llueve durante el
mes de Octubre, es necesario sembrar el maíz en los pri-
meros dias de Setiembre. En las localidades en que se
presenten aún las lluvias en Octubre y Noviembre, con-
viene dejar pasar los primeros aguaceros de Setiembre,
para que la tierra reciba y se empape con esas aguas fer-
tilizantes. Entónces se procede 4 la siembra en Octubre.
Esta observacion se aplica sobre todo 4 los terrenos colo-
rados, muy sueltos, descansando sobre un subsuelo per-
meable, los cuales se secan con facilidad.
Al terminar la exposicion de los particulares relativos
a las épocas más á propósito para sembrar en la isla de
Cuba el maíz, nos complacemos en confesar que para re-
dactar este artículo hemos tenido á la vista un gran nú-
mero de hechos recogidos y discutidos por un hacendado,
cuya memoria respetamos, el cual durante treinta y cinco
años practicó la agricultura en este país.
Para que el maíz recorra con vigor, y en el tiempo que
le ha asignado la naturaleza, las evoluciones sucesivas de su
desarrollo, desempeñando en el mayor grado de amplitud
todas y cada una de sus funciones, encaminadas armónica-
mente 4 la produccion del grano, es necesario que, 4 más
de encontrarse sembrado en un terreno adecuado 4 sus exi-
gencias, de vivir en un clima favorable 4 su crecimiento, y
de que 4 éste presidan condiciones atmosféricas locales pro-
picias, se siembre de manera, que no sólo pueda aprovechar
la zona de terreno explotada por sus raíces, sino que ade-
mas sus Órganos foliáceos crezcan con vigor y puedan li-
bremente estar en relacion con los elementos y metéoros
E
atmosféricos. — De aquí la necesidad de sembrar el maíz
a distancias convenientes. —Teniendo que sembrar el maíz
dejando una separacion oportuna entre los piés ó matas,
por fuerza median espacios entre ellas que no se encuen-
tran cubiertos, en los cuales, segun las labores recibidas
por el terreno, la naturaleza de los cultivos anteriores, la
localidad, etc., aparecen más ó ménos plantas adventicias,
capaces de ejercer una influencia perniciosa en mayor ó
menor grado sobre el maíz, oponiéndose 4 la produccion
de los efectos que deseabamos conseguir al disponer con
bastante separacion las matas de la gramínea cultivada. —
Es, pues, de suma importancia hacer desaparecer esas
plantas adventicias, empleando al intento los medios más
- expeditos, económicos y que demanden la menor propor-
cion posible de fuerza humana. Semejante resultado no
puede obtenerse sino usando las máquinas aratorias tira-
das por animales. | |
La precision de ejecutar frecuentes escardas, coloca el
maíz en la categoría de las cosechas escardadas. La conve-
niencia de llevar 4 cabo los chapeos por medios económi-
cos, rápidos y perfectos; en una palabra, el uso de las
máquinas aratorias tiradas por animales, exige una gran
regularidad en la alineacion de las siembras.
El grano debe depositarse 4 una profundidad conve-
niente é igual; en cada golpe es preciso dejar un número
fijo, y por fin, es necesario que exista la separacion juz-
gada útil entre las matas, la cual debe ser Igual entre to-
dos los piés. De aquí se deduce que es preciso sembrar
en líneas, y aplicar en toda la extension del término el
conjunto de operaciones indicadas con la denominacion ge-
== 183 a
neral de cultivo de las siembras en líneas , Ó simplemente
cultivo en líneas.
La necesidad de efectuar repetidas escardas no es el
único motivo que obliga 4 cultivar el maíz en líneas su-
ficientemente distantes unas de otras. Esta planta reclama
el uso de la aporcadura, y requiere, por otra parte, que
se arrejaque con frecuencia el terreno en que crece. La
operacion de aporcar es necesaria, tanto porque deposi-
tándose la semilla 4 pequeña profundidad, no encontraria
la planta cimientos bastante sólidos para resistir á la ac-
cion de los vientos sí no se le arrimáre tierra al pié, cuanto
porque el maíz es uno de los vegetales que muestran ma-
yor tendencia 4 dar nacimiento 4 raíces por los nudos de
sus cañutos inferiores. Es tan marcada esta propension or-
gánica, que aun en el aire, sin cubrir con tierra el pié, se
ven aparecer raíces, las cuales se dirigen hácia el suelo.
Por consiguiente, no sólo para darle mayor estabilidad,
sino tambien para aumentar el número de los órganos de
nutricion, y proporcionar 4 éstos un terreno beneficiado
por el contacto atmosférico, gracias A las labores, debe-
mos aporcar en tiempo oportuno el maíz. Esta operacion
económicamente se pone en efecto con máquinas tiradas
por animales.
Al igual de toda planta que tiene que recorrer con ra-
pidez y en corto tiempo todos y cada uno de los períodos
de su existencia, y que ademas sus Órganos elaboran gran
cantidad de principios orgánicos, el maíz necesita vivir
en un rico suelo, el cual le proporcione en la medida con-
veniente' todos aquellos principios que han de intervenir
en su organismo para el cumplido ejercicio de las funcio-
e.
nes. — No basta que el terreno sea feraz de un modo ab-
soluto; es preciso que las materias en él contenidas sean
facilmente «absorbibles, y que los órganos encargados de
asimilarselas puedan desarrollarse libremente. Es necesa-
rio, pues, que el suelo haya sido labrado convenientemen-
te. Las siembras en líneas, si se ejecutan por medio de
sembraderas, exigen tambien una preparacion completa
del terreno. »
Por fin, si necesario fuese suministrar al terreno sus-
tancias alimenticias, conviene introducir el abono de la |
naturaleza especial para el caso, en el tiempo y cantidad
oportunos.
Establecidas las bases generales de cultivo racional del
maíz, pasemos á examinar en todos sus pormenores el con-
junto de operaciones cuya necesidad dejamos manifestada en
las anteriores consideraciones.—El primer asunto que de-
bemos tratar, al principiar el estudio del cultivo del maíz,
es la eleccion y preparacion del grano, destinado 4 servir de
semilla. En tésis general, podemos establecer que para se-
milla conviene elegir las más hermosas mazorcas, sostenidas
por las más frondosas matas, y que contengan los granos
mejor desarrollados, más maduros; pues, como la naciente
planta, hasta que adquiere órganos propios, se alimenta a
expensas de las materias contenidas en él, es óbvio que
miéntras mayor sea la proporcion de éstas, mejor se nu-
trirán los órganos que se muestran por el crecimiento del
embrion. — Eligiendo las mejores mazorcas, que conten-
gan los granos más perfectos, se puede, por decirlo así,
crear una nueva variedad de plantas más robustas, la cual
es posible conservar si se cuida particularmente; de todas
— 185 —
maneras, en la generalidad de los casos se obtienen cose-
chas más productivas. — Reconocida la importancia de la
semilla, debemos advertir que ésta no es:absoluta, y que
no siempre es cierto el refran que nos asegura: Cual fue-
ra la “simiente, tal será el fruto. En efecto, repetidos ex-
perimentos, sobre todo debidos 4 Banks, han probado
que empleando granos de una calidad inferior, si crecian
en circunstancias muy favorables, podian llegar 4 produ-
cir plantas tan frondosas como aquellas que provenian de
granos perfectos. — Nosotros hemos demostrado experi-
mentalmente que en la multiplicación por division se evi-
- dencia un hecho semejante.—Pero tambien ha patentizado
la experiencia que el grano imperfecto, en condiciones
poco favorables, da orígen 4 plantas débiles; de suerte
que en la práctica todos los labradores están, con razon,
por elegir el mejor grano para semilla. —Por lo comun se
destina en las buenas haciendas un paño de tierra de la
mejor clase para sembrar el grano, cultivar la planta y re-
colectar la cosecha que debe emplearse para semilla. —Esa
pequeña siembra se atiende con más cuidado, preparando
y abonando al efecto mejor el terreno, sembrando el gra-
no 4 mayor distancia, calzando bien la planta, mante-
niendo el suelo limpio de vegetales adventicios, etc. En
los países en que el grano no es perfecto por falta de fe-
racidad en el suelo, Ó por obstáculos opuestos por el cli-
ma, los agricultores prudentes se procuran una provision
de buena semilla, cosechada en puntos más favorecidos
por la naturaleza.— Uno de los requisitos de más impor-
tancia, la completa madurez de los granos, no puede lo-
grarse sino merced 4 una temperatura conveniente.
— 186 —
Al desgranar las mazorcas elegidas, se debe tener espe-
cial cuidado en separar los granos de las dos extremida-
des , los cuales se encuentran ménos desarrollados.
Las preparaciones que desde los primeros tiempos de la
agricultura, y 24un hoy con mucho favor en ciertos paí-
ses, se ha aconsejado hacer experimentar á los granos en
general, y al maíz en particular, ántes de depositarlos en
la tierra, pueden clasificarse en tres categorías: 1.” Ma-
ceraciones ó inmersiones destinadas 4 acelerar la germina-
cion del grano.—2.” Suministrarle cierta cantidad de cuer-
pos tóxicos, para destruir ó alejar los animales dañinos.—
23.” Proporcionarles una pequeña cantidad de cuerpos en-
cargados de estimular el desarrollo de la planta.
La inmersion en líquidos, con el objeto de precipitar
la germinacion, es ó nociva ó inútil. Si se siembra en seco,
supuesto el caso que el grano tenga que permanecer in-
tacto mucho tiempo en la tierra por falta de condicio-
nes favorables 4 la germinacion, es evidente que si se
deposita con la humedad conveniente, puede nacer óÓ
perder el agua. Si aparece la matica sobre el suelo, en
medio de una carencia de aguas pluviales ó de regadío,
es muy posible que desaparezca Ó se mantenga raquí-
tica la planta. Si pierde el grano su humedad quizá no
germine más tarde. De todas maneras, la nascencia es
desigual. En el caso en que se ejecute la siembra en bue-
nas condiciones, el grano por sí solo germina con rapi-
dez; de suerte que toda preparacion anterior es inútil ó
de poco efecto. Por otra parte, operando en un terreno
bajo, que no posea desagúes prontos y completos, si
sobrevienen fuertes aguaceros, el grano humedecido se
b
— 187] —
halla más expuesto á perderse que aquel que no ha su-
frido preparacion alguna. — 2.” Las materias empleadas
para precaver los granos de los males ocasionados por los
animales dañinos, es posible que en muchos casos sean
convenientes, sobre todo si se usan en polvo. — 3.” En
cuanto 4 las sustancias en disolucion ó sólidas, en que se
sumergen ó envuelven los granos para acelerar su germi-
nacion, Ó estimular el desarrollo de la planta, creemos
que en el primer caso deben colocarse en la primera cate-
goría, respecto de la cual hemos expresado nuestro jul-
cio. En el segundo caso, por más que numerosos auto-
res aseguren haber obtenido resultados portentosos, esta-
mos persuadidos de que dichas materias poca influencia
deben ejercer, pues la cantidad que de ellas queda adhe-
rida al grano es demasiado pequeña para suministrar una
proporcion de alimentos capaz de favorecer notablemente
y por mucho tiempo el crecimiento del vegetal. — Ade-
mas, como lo hace notar oportunamente Thaer, miéntras
que el embrion recorre sus evoluciones, las materias con-
tenidas en la semilla le bastan; más adelante, cuando las
raíces se desarrollan, se alejan del grano, y no pueden
aprovechar los cuerpos que rodean directamente la corteza
de la simiente.
Generalmente se cree, como hecho bien comprobado
por la experiencia, que el maíz se produce en toda clase
.de terrenos, porque en efecto, en todos ellos, siquiera sea
con poca potencia, vegeta y da orígen 4 alguna cosecha.
En las tierras arenosas, en las cuales no llega 4 todo su
desarrollo el trigo, se corona el maíz de espigas, y sus
axilares mazorcas contienen granos sazonados, En las sá-
a 188 ==
banas estériles, en los terrenos cuabalosos y llenos de pie-
dras, etc., vegeta siempre el maíz. Pero ¿debe deducirse
de semejantes hechos que esta cereal complete su per-
fecto desarrollo en toda suerte de terrenos? De ninguna
manera; la más sencilla comparacion entre las plantas y sus
productos, que crezcan y se originen en terrenos de dis-
tinta naturaleza, basta para demostrar que el maíz recla-
ma para su completo desarrollo un terreno fresco y rico
en materias alimentosas. El exámen ménos detenido de la
organizacion de esta gramínea, el estudio más superficial
de sus funciones, patentizan que exige un suelo muy fér-
til para producir notables cosechas y granos abundantes
en las materias que deben contener. En efecto, esta cereal
se desarrolla en un corto y bien determinado espacio de
tiempo; por tanto, durante él debe fabricar en su orga-
nismo todos los productos que al cultivarla esperamos,
sin contar con que simultaneamente, ó mejor dicho, con
anterioridad en sus diversos periodos de crecimiento, está
llamada 4 crear los Órganos destinados 4 desempeñar las
funciones. Las raíces del maíz son numerosas, y penetran
a bastante profundidad por una extension de tierra consi-
derable; este hecho indica de la manera más palpable la
fuerza de absorción que las anima. Sin ponderar las nu-
merosas sustancias de que ha menester esta planta para
encañar, consideremos tan sólo aquellas que relativamente.
al grano debe encerrar en sus tejidos, para dar orígen 4.
esa“semilla, abundante en cuerpos azoados y en fosfatos.
Aun hay más. Todos los granos de maíz, cultivados en
distintas localidades y en diversos suelos, no son iguales;
todos no se componen de la misma cantidad de elementos;
pan 189 Ea
éstos varian de tal suerte, que el maíz, presentando com-
posiciones del todo diferentes, posee en esas ocasiones va -
lores nutritivos nada comparables. La calidad de los granos
varía segun la naturaleza de los terrenos, circunstancias
del cultivo, y requisitos metereológicos. En los climas
cálidos, en los terrenos frescos, ricos en materias nutritivas,
en las cuales se comprenden cuerpos azoados y fosfatos,
en forma tal, que sean con facilidad absorbidos, los gra-
nos de maíz allí cosechados contienen más sustancias azoa-
das, fosfatos, etc.; por tanto, son, por decirlo así, más
plásticos y se encuentran más especialmente llamados 4
" restaurar nuestros órganos, y conservar la integridad que
reclama el ejercicio normal de nuestras funciones. En un
cultivo bien entendido se encuentra el secreto de mejorar,
de hacer más alimenticio el maíz, dandole mayor riqueza
en aquellos principios nutritivos.
Queda, pues, demostrado que el maíz reclama un
suelo capaz de conservar cierta humedad durante todas
y cada una de las estaciones del año, y ademas rico en
materias fertilizantes, sobre todo en aquellas susceptibles
de proporcionar fosfatos, ázoe y sales alcalinas solubles;
estas últimas, por sí mismas, por su accion inmediata, Ó
por facilitar la absorcion de otros elementos, desempeñan
un papel muy importante.— Nadie ha dejado de admirar la
frondosidad de las tablas de maíz, que espigan en ciertas
tumbas. Por otra parte, y éste es un punto digno de ser
considerado, las mazorcas conseguidas en suelos tan férti-
les son más grandes, cada mata de maíz contiene mayor
número de ellas, la cosecha general es mucho más consi-
derable, el grano es más pesado, y con más facilidad se
seca y conserva. Á pesar de reconocer las grandes ventajas
de los terrenos muy sustanciosos para aplicarlos al cultivo
del maíz, debemos advertir que un gran exceso de abo-
nos azoados, coexistiendo con riegos no interrumpidos,
pueden hacer desarrollar demastado los órganos foliáceos,
y perjudicar á la formacion dal grano. Es preciso, al dis-
tribuir los abonos, hacerlo con cierta medida.
Cuanto acabamos de exponer es suficiente para atesti-
guar de la manera más perentoria la necesidad de emplear
abonos completos, ricos por naturaleza en fosfatos, mate-
rias azoadas, y Aun esas mismas consideraciones indican
la ventaja de usar ciertos abonos especiales, entre otros,
el guano del Perú, mezclado con el de los Jardinillos. —
Otros abonos especiales pueden ser usados con ventaja en
el cultivo, del maíz tales son: la sangre, huesos, fosfatos,
acido de cal, solo ó mezclado al guano, carbon animal, pu-
dreta, etc. Véase en nuestro Ensayo sobre el cultivo de la
caña, la manera de emplear estas materias fertilizantes. —Te-
nemos por acertado dilucidar en esta ocasion un punto sus-
ceptible de interpretarse de distintas maneras. Es un hecho
probado por una práctica continuada por largosaños, segun
manifiestan los partidarios del uso de abonos frescos, cuán
posible es trasportar al campo los abonos de las caballer1-
zas, esparcirlos por él, y sembrar luégo el maíz; esta
planta, léjos de detenerse en su crecimiento, se desarrolla
con vigor en semejantes circunstancias, produciéndonos
una considerable cosecha, siempre y cuando se agregue ma-
yor proporcion de abono fresco. Exponen aún, que los re-
quisitos que presiden, y los consiguientes A la descompo-
sicion del abono, son beneficiosos para el suelo; todos los
productos son así aprovechados, y de esta manera se pro-
mueven ó facilitan reacciones muy útiles. — En otro lugar.
tuvimos oportunidad de expresar nuestras ideas acerca de
la aplicacion de los abonos frescos, las cuales completaré-
mos en el caso presente. |
Cuando se distribuyen abonos frescos, pajosos y no des-
compuestos, los cuales siempre deben ser repartidos por
igual, é incorporados con todas las partículas del suelo, es
necesario tener en cuenta las circunstancias en que se des-
componen esas materias; si reclaman para desorganizarse y
adquirir nuevos agrupamientos en sus componentes el estar
" íntimamente mezcladas, si exigen el contacto con ciertas
materias, sl les es indispensable determinadas dósis de agua
y un hacinamiento, por el cual se realice produccion de ca-
lórico, excitante Ó requisito de marcadas reacciones, es 1n-
dudable que en esos casos, los abonos frescos distribuidos
en el terreno no pueden ser tan útiles como aquellos que
con anterioridad se hayan descompuesto, merced á sucesivas
manipulaciones. En un campo en el cual se hayan distri-
buido ciertos abonos frescos, abundantes en materias ve-
getales, pisoteadas por los animales (literas, lechos ó ca-
mas) y sus estiércoles, es facil ver que estos últimos sólo
son aprovechados miéntras que las pajas permanecen in-
tactas y se secan; si en vez de distribuir el abono fresco
se hubiere comenzado por amontonarlo, regarlo con fre-
cuencia, etc., en esas circunstancias se habria descompuesto
en totalidad la paja, todas las partes de las materias haci-
nadas se habrian mezclado, y habríamos obtenido un pro-
ducto homogéneo hasta cierto punto, el cual, uniforme-
mente repartido, habria mejorado todas las partículas de
la tierra. — Aun hay más: esas pajas desecan el suelo,
atrayendo la humedad 4 tal grado, que en las sequías mu-
chas veces se pierde la cosecha en esos terrenos ensuciados
con abonos pajizos. Asi pues, esos abonos, léjos de man-
tener la frescura en los terrenos, los desecan. Ademas, el
maíz tiene que desarrollarse en un corto espacio de tiem-
po, por cuya motivo reclama abonos de facil é inmediata
absorcion; no puede esperar, permitasenos la expresion,
que esas materias concluyan, con el trascurso, de los dias,
por adquirir la forma más adecuada para que así penetren
en el organismo vegetal. El maíz demanda abonos des-
compuestos, fáciles de ser absorbidos. — Cuanto acabamos
de exponer demuestra que al discutir los particulares re-
lativos 4 los abonos frescos , es preciso considerar la natu-
raleza de ellos, las circunstancias en las cuales se descom-
ponen, el tiempo que demandan para que se realicen las
reacciones necesarias Á ese efecto, su distribucion en el
terreno, condiciones de éste, etc.; y sobre todos esos he-
chos, preciso es atender 4 la naturaleza especial de la plan-
ta, el género de productos que de ella esperamos conse-
guir, y las circunstancias del cultivo. Todos estos parti-
culares han sido estudiados detenidamente en nuestro En-
sayo sobre el cultivo de la caña de azúcar.
De los hechos y raciocinios aducidos es fácil inferir
que, al emprender el cultivo del maíz, es preciso comen-
zar por establecer los requisitos que debe reunir el terreno,
a fin de que en él consigamos las más considerables cose-
chas. Estos requisitos se realizan llevando á cabo con
simultaneidad, y en la medida conveniente , todas las me-
joras que se hagan necesarias con relacion 4 las propiedades
|
E —-N9B +
iniciales del terreno. El maíz no prospera en suelos hú-
medos y anegadizos, ni áun germina en esas condiciones,
y como, por otra parte, en semejantes terrenos tampoco es
posible llevar á cabo en su mayor grado ciertas mejoras,
será preciso principiar por drenar el terreno, dado el caso
de que por naturaleza lo exigiese. Se practicarán labores
profundas, desagregacion del subsuelo, etc.; en una pala-
labra, toda la serie de operaciones que sirven de base ó
fundamento 4 las mejoras subsiguientes. En seguida se
le incorporarán los correctivos y abonos que se juzgue
útil distribuir en las dósis reclamadas por las propieda-
- des del terreno, y se ejecutarán las labores de explota-
cion, tales como romper el suelo con arados de una sola
vertedera, desmoronar los terrones por medio de los ro-
dillos, mezclar todas las partículas del terreno, y arrancar
de raíz las yerbas, con el auxilio de las gradas.— Por las
particularidades distinguidísimas de esta planta, es nece-
sario que el suelo se encuentre en el más completo estado
de mullificacion, circunstancia cuyos beneficios, quizá
con demasiado detenimiento, hemos tratado de poner de
manifiesto en distintas ocasiones. Un terreno fresco por
naturaleza, Ó así constituido con los auxilios del arte,
convenientemente revuelto por las labores, y en diversas
épocas desagregado por medio de las rejacas, conserva
con frecuencia bastante humedad para que en él se pueda
cosechar el maíz, á pesar de sequías, cuyos efectos serian
desastrosos en otras condiciones. Con referencia á estos
hechos, creemos hace al caso mencionar una observacion
que nos ha sido comunicada por el Sr. D. José de la
Portilla, entendido, modesto y laborioso hacendado, que
13
Ae
ha llevado 4 cabo grandes mejoras, tanto en la agricultura
como en la cría de animales. Este señor nos ha referido
que, despues de haber preparado bien su terreno, labrán-
dolo profundamente por medio de grandes arados de una
sola vertedera,, habia sembrado maíz, y consiguió una
buena cosecha, 4 pesar de una gran sequía que agostó los
campos vecinos, muy léjos de hallarse en las mismas cir-
cunstancias que el suyo.
Preparado el terreno, describamos las operaciones que
deben practicarse para realizar las siembras. Más adelante
tratarémos de dar á conocer las sembraderas; por ahora
prescindirémos de su existencia, y nos contentarémos con
describir las sementeras tal cual las hemos ejecutado.
En las tierras recien desmontadas, en las tumbas, se
siembra el maíz por medio del azadon ó a jam. Los cui-
dados de cultivo que á tales plantíos se aplican, consisten
casi únicamente en algunas escardas.
Siendo el maíz una de las plantas por excelencia que re-
clama la aporcadura interna, pues posee la propiedad de
dar orígen á numerosas raíces adventicias, las cuales en
“torno de su tallo se desarrollan (hasta cinco series de ellas
hemos observado), es indudable que debemos recomendar,
en las circunstancias convenientes, que se principie por abrir
anchos y profundos surcos, y esto será tanto más fácil de
poner en efecto, cuanto que hemos comenzado por mani-
festar la serie de mejoras que prepara y facilita ese género
de trabajos. Los surcos se abrirán con potentes arados de
doble vertedera; se limpiarán, cual hemos indicado 4
propósito del cultivo de la caña. Deberán estar separados
por una distancia de vara y media, y se trazarán de Norte
4 Sur. En la direccion de esas zanjuelas, y en su fondo, se
depositarán, 4 la distancia de una vara, tres granos de
maíz, los mismos que se cubrirán con una pequeña canti-
dad de tierra.—Las distancias entre los surcos y de golpe
á golpe podrán variar en razon de las siembras que se
piensen intercalar, y tambien en el caso de querer cultivar,
con los instrumentos aratorios tirados por animales, el
maíz en todas direcciones; en semejante circunstancia, se
- dispondrá la siembra en cuadro ó al tresbolillo.— Una vez
nacido el maíz, los principales cuidados de cultivo se re-
ducirán á rellenar el surco, es decir, á aporcar internamente,
- escardar, arrejar y regar el plantio tantas veces como lo
haya menester.—En cuanto 4 las resiembras, casi nunca son
-provechosas, y de todas maneras conviene más practicarlas
de grano, y no trasponiendo plantas ya nacidas; —el grano
es más tardío, las plantas así conseguidas sufren mucho
de la sombra originada por las otras, la cosecha es des-
igual, etc.; pero, áun así y todo, es más seguro el proce-
dimiento, porque los piés trasplantados, sólo en circuns-
tancias muy favorables prenden.— Las resiembras sólo
deben efectuarse cuando se noten grandes fallas.
La aporcadura interna favorece mejor que la externa
el nacimiento y desarrollo de las raíces adventicias, da
mayor resistencia á la planta contra los vientos, conserva
esos Órganos en medios más húmedos, y promueve á to-
das luces más completa alimentacion.—Al llevar á cabo
la aporcadura interna, se puede depositar algun abono al
pié de las matas de maíz, áun cuando esto no sea indis-
pensable, si se ha comenzado, como debe hacerse, por
distribuir por igual é incorporar con todas las partículas
A
3 196 pS
del terreno la materia fertilizante. Sin embargo, ciertos
abonos, el guano: del Perú, conviene agregarlos en esos
momentos. Los órganos del maíz se forman y perfeccio -
nan en los primeros tiempos de su desarrollo : en esa épo-
ca se realizan tambien sus más esenciales funciones enca-
minadas A recoger y acopiar los materiales que más tarde
serán utilizados para constituir el grano.— Por estos mo-
tivos será menester ejecutar la aporcadura interna en ese
período; más tarde semejante operacion ó es inútil ó pue-
de ser perjudicial, dado caso que otras circunstancias fa-
vorgzcan extemporáneamente el desarrollo de órganos (las
raíces), que por sus evoluciones y ejercicio trastornen la
marcha arreglada de los actos vitales dirigidos 4 la forma-
cion del grano.—Suponiendo que el terreno fuese bajo y
no pudiésemos sanearlo, habrá que cultivar de tal suerte
que se faciliten los desaguúes; entónces será preciso usar la
aporcadura externa.
Los campos sembrados de maíz deben mantenerse
continuamente limpios de yerbas adventicias, las cuales
ejercen sobre su vegetacion el más pernicioso influjo.—
Tambien deben ser arrejados con frecuencia. Estas opera-
ciones serán realizadas, poniendo en accion los instrumen-
tos aratorios tirados por animales, es decir, los arados
pequeños arrastrados por un solo buey, los extirpadores
y escarificadores.— Ál practicar estas operaciones, es ne-
cesario poner especial cuidado en evitar los daños que po-
-drian causar los animales. — En algunos países se labran
los plantíos de maíz, empleando una yunta de bueyes,
uncidos á un largo yugo; entónces cada buey marcha por
un solo surco.— Véase Ensayo sobre el cultivo de la caña.
No creemos ser desmentidos al afirmar que cada dia en
este país se hace más necesario el riego aplicado 4 los
plantíos de maíz.—En otros tiempos las lluvias eran tan
frecuentes y regulares, que hasta cuatro cosechas de maíz
se podian conseguir; en la actualidad, 4un en la estacion
que se continúa llamando, por mera costumbre, de aguas,
con frecuencia en muchas localidades se pierde la cosecha.
——Insistimos, pues, en la urgente y perentoria necesidad
de establecer el riego para dar estabilidad a nuestra ex-
plotacion agrícola.
Examinarémos algunas otras prácticas relativas al culti-
-vo del maíz. e |
La primera es la desaporcadura, y para desenvolver
mejor cuanto 4 ella se refiere, comenzarémos por citar
algunos experimentos y raciocinios del Sr. Prangé. Este
señor ha comunicado 4 la Sociedad Central de Agricul-
tura de París la relacion de algunas investigaciones sobre
el cultivo del maíz, y entre otras ideas expresadas en su
Memoria, aconseja que se practique la desaporcadura, ó
sea descalzamiento despues de haber aporcado la planta,
- todo con el objeto de facilitar y coadyuvar 4 la madurez
de la mazorca.—Pretende este experimentador que en las
primeras fases de la vegetacion se debe aporcar el maíz,
asi como tambien es útil repetir la misma operacion desde
el momento de la fecundacion hasta aquel en que se for-
ma por completo el grano.—De esta manera, á su enten-
der, se logra que el vegetal medre con un exceso de
humedad, hallándose, sin embargo, guarecido y preser-
vado de los efectos consiguientes á un excesivo calor.—
Despues de ese tiempo, estima oportuno que se desapor-
e 198 di
que, pues entónces no son temibles los inconvenientes
anexos 4 los cambios alternativos y extremos de agua,
y por el contrario, en ese periodo las funciones vegeta-
tivas, asegura, requieren mucho calor sin exceso de sá-
via. — Las explicaciones que aduce Prangé para com-
probar sus ideas pueden ser refutadas, pues desde luégo
podriamos manifestar que el calor, considerado de una
manera general, siempre, en todos los períodos del creci-
miento de la planta, es necesario; y si se refiere, como así
parece entenderlo, á la aplicacion del calor 4 las raíces
descubiertas, y expuestas inmediatamente á la influencia
de ese agente, tal efecto siempre será nocivo, y contribui-
rá, no 4 la madurez, sino 4 la desecacion total de la plan-
ta. Asimismo es facil comprender que una excesiva hu-
medad, ó una ausencia completa de ella, es perjudicial en
todos y cada uno de los trámites de la vegetacion. Con
respecto 4 las circunstancias que reclama la madurez del
grano, precisamente es en ese período cuando las funcio-
nes exigen que a él afluya más savia : en esos postreros
momentos de la vida de la planta, durante los cuales
todas las fuerzas y energía vitales se dirigen, por decirlo
así, y se concentran en la perfeccion del grano destinado
á perpetuar la especie, es indispensable favorecer todos y
cada uno de los actos del organismo.
Por otra parte, las plantas de maíz, cuando están com-
pletamente desarrolladas, en los postrimeros tiempos de su
vida, contienen en sus Órganos los materiales necesarios 4
fin de que se realicen todas las fases de la fructificacion y
perfeccionamiento de los granos (Liebig, Lozs nat. de 'agri-
culture, t. 11, pag. 45).— De suerte que todas las operacio-
nes Que vayan encaminadas 4 impedir la absorcion de ma-
terias alimentosas son excusadas, puesto que ya se han
cumplido esas funciones; lo único que se impediria, pro-
moviendo obstáculo al ejercicio de los actos vitales, sería
el aprovechamiento regular y ordenado de los cuerpos que
fueron absorbidos con anterioridad, de una manera en ar-
monía con las exigencias momentáneas y futuras de la
planta.
Sin detenernos en examinar las razones que abonarian
semejante práctica, encontramos gran divergencia entre
los agricultores acerca de la determinacion del momento
- más conveniente de ponerla en uso. Algunos autores
aconsejan que el primer cuidado , al comenzar los traba-
jos de cultivo, sea, así que el maíz tenga tres ó cuatro pul-
gadas de altura, despues de ejecutar la escarda, que se
descalce, para hacer penetrar el aire, rocío y calor hasta las
“raíces. La segunda operacion debe consistir, luégo que al-
cance doce ó diez y ocho pulgadas, en aporcar, lo cual
tiene por objeto promover el nacimiento y desarrollo de
las raíces.
Hemos tratado de poner de manifiesto en otro lugar
los beneficios generales que se podrian conseguir realizando
esta operacion; allí tratamos de probar que al discutir este
asunto, era necesario atender al clima, la estacion, el mo-
mento en que se verificaba, propiedades del terreno, su
preparacion anterior, su estado al ejecutar el trabajo, la
naturaleza de la planta, el fin 4 que aspirásemos al em-
prender su cultivo, etc. Aplicando todas esas considera-
ad al caso presente del maíz, fácil nos será deducir
que si el terreno ha sido tan bien dispuesto como debe
PA
estarlo, la desaporcadura ó alumbramiento, léjos de ser
útil, puede detener y áun trastornar por completo la ve-
getacion. El trabajo importante por excelencia es, al con-
trario, aporcar, y sobre todo internamente. Esta es la
operacion indicada por la naturaleza de la planta, y que
debe quedar realizada ántes que empiece 4 gaviar el maíz.
La segunda operacion consiste eh desmochar las matas,
es decir, separar la extremidad superior, que sustenta la es-
piga de flores masculinas, y al mismo tiempo cortar las
hojas; operacion que hemos oido denominar en nuestros '
campos malojear, quizá porque así se consigue acoplar
algun forraje para los animales ; tambien se llama despun-
tar y desgaviar. Para demostrar la utilidad de esta obra,
asegúrase que con ella se puede reunir un alimento sano
y apetitoso para los animales;. ademas, muchos afirman
que, merced A semejante trabajo, se acelera la madurez del
maíz, ventaja de gran importancia en ciertos climas. Esta
operacion, á juicio de los que la encomian, debe practi-
carse cuando la planta ha llegado 4 su último período de
crecimiento, mas no ántes, pues entónces se imposibilita-
ria la fecundacion de las flores femeninas. Para explicar los
pretendidos beneficios consiguientes á este trabajo, se hace
valer el especioso motivo de que así se reconcentran los
jugos de la planta, los cuales, distribuyéndose en menor nú-
mero de Órganos, más pronto los hacen llegar 4 su apogeo
de desarrollo. Nosotros creemos que el verdadero efecto de
esta operacion no es favorecer y precipitar la perfeccion del
grano, sino producir sencillamente la desecacion más rá-
pida de toda la planta, y por tanto, de la mazorca; si ésta
algun tanto perfecciona su grano, no lo hace en igual
=— 201 — >
grado que lo hubiese conseguido si en mejores circunstan-
cias se hubieran realizado las funciones del "vegetal. La
separacion de las hojas y el córte de la espiga trastornan
el curso normal de las funciones, las que, privadas de una
ayuda tan esencial como la hoja, no pueden realizarse de
una manera conforme á todos los designios de la natura-
leza de la planta. Creemos que en este clima no conviene
malojear las tablas de maíz, á ménos que no se desee su
rápida desecacion, por temer algun exceso de lluvias, ó en
los casos.-en que indefectiblemente tengamos que apelar 4
ese arbitrio extremo para nutrir los animales, ó cuando,
por efecto de una aporcadura no bien ejecutada, sea de
temer la accion de los vientos. — Las mazorcas deben
madurarse en matas completas, que no hayan sufrido mu-
. tilaciones de ningun género, y así, no sólo el grano será
más perfecto y alimenticio, sino que se conservará mejor.
La tercera operacion tiene por objeto sustraer algunas
de las mazorcas, las cuales, si no crecen por completo,
se apropian un alimento que con más ventaja podria ser
utilizado por las mazorcas restantes, que así mejor nutri-
das, se desarrollarian en mayor grado.—6S1 en el sér ver-
dadero de las cosas se obtuviese ese fin, no hay duda que
se deberia poner en ejecucion semejante práctica; pero esa
mutilacion perturba la marcha regular de las funciones,
facilita la invasion de los insectos, promueve la alteracion
de la sávia por su contacto con el aire, sin contar que para
llevarla 4 cabo se necesita emplear una mano de obra cos-
tosa.—El fin á que deberiamos propender, es facilitar el
desarrollo de todas las mazorcas, disponiendo de la mejor
manera las circunstancias del cultivo.— En las plantas que
» — 202 —
han de desarrollarse en un corto espacio de tiempo, en
aquellas con*especialidad destinadas 4 producir granos, y
que poseen ademas un tejido demasiado rico en celulas,
el requisito más esencial para lá completa realizacion de
cada funcion, consiste en que todas se cumplan normal-
mente; esa unidad imprime una fuerza excitante 4 todo
el organismo, cuya integridad es, por tanto, la circunstan-
cia que más influjo ejerce.— Las correlaciones y armonías
demostradas por la fisiología y anatomía animales , encuen-
tran fenómenos análogos en el reino vegetal, siquiera éstos
más se hayan presumido que descubierto.
Las tres operaciones que acabamos de estudiar, por me-
dios diferentes, tienen por objeto, á juicio de sus autores,
favorecer el rápido desarrollo de la planta y aumentar la
produccion.— Ninguna de las tres realiza el fin propues-
to, ocasionando, por otra parte, inconvenientes precisamen-
te opuestos 4 los resultados que se deseaban conseguir.—
Creemos haber encontrado un medio, cuyas consecuen-
cias procuran todos esos beneficios, sin originar ninguno
de los daños enumerados en las anteriores líneas. — A
nuestro entender, esta operacion, dado que fuese posible
regularizar su uso en grande escala, produciría efectos
asombrosos, aumentando sobre manera, no sólo la canti-
dad de mazorcas, sino áun promoviendo el rápido y por
fecto desarrollo de los granos.
Una vez que el maíz ha gaviado, es decir, cuando las
panículas de las flores masculinas se ostentan bien mani-
fiestas, el crecimiento ulterior de la planta no es exclusi-
vamente, ni áun en gran parte, favor able al desarrollo de
la mazorca y perfeccionamiento E los granos.— Impi-
diendo en cierto grado ese crecimiento, haciendo afluir la
sávia en mayor cantidad hácia aquellas partes del tallo
donde se producen las mazorcas, no sólo se consiguen
éstas de mayor tamaño y en número más considerable, sino
que áun sus granos se encuentran mejor nutridos.— Para
detener el desarrollo del maíz , basta encorvar el tallo por
la parte en que se halla la panícula masculina.— A este
efecto, por medio de un tutor ó baston dispuesto en: arco
hacia el lugar correspondiente á esa parte, atamos el tallo
del maíz, el cual así mantenido lenta y gradualmente, si-
guió la direccion que se le obligó 4 tomar. Otras veces he-
mos fijado 4 la misma mata un fuerte alambre encorvado,
atándole el tallo por el punto conveniente.— La planta
se dirigia en su crecimiento por la curva del hilo metáli-
co.— De esta manera hemos logrado cinco y siete mazor-
cas de maíz en numerosas matas.
Creemos oportuno manifestar la relacion de algunos
fenómenos relativos 4 la fructificacion del maíz.
Esta gramínea, como nadie ignora, es planta monoica, que
presenta en el ápice del tallo las flores masculinas dispues-
tas en panícula, y las femeninas en las axilas de las hojas.
— Tal es la disposicion general de dichos órganos en to-
- das las especies y variedades conocidas; mas desde hace
tiempo se sabia que muchas veces se encontraban flores
femeninas, mezcladas en las panículas con las flores mas-
culinas. (Bonnafous, Histoire naturelle, agricole et écono-
mique du mais pag. 28.)
A pesar de lo curioso de semejante fenómeno, ningun
autor habia completado su estudio, resolviendo por medio
de observaciones y ensayos los puntos dudosos que de él
— 204 —
se desprenden. ¿Acaso esas flores femeninas, 4 su tiempo
fecundadas, engendraban granos? ¿Eran éstos perfectos?
Al germinar, ¿podian trasmitir 4 las nuevas plantas, de un
modo constante y duradero, el carácter distintivo de aque-
lla que las habia originado *
Estos son los particulares que creemos haber dilucidado
por medio de repetidos experimentos, que por diversas
causas alternativamente hemos abandonado y vuelto 4 em-
prender desde 1860 4 1863.— Quizás nos será dado pro-
seguir nuestras investigaciones, instituyendo nuevos ensa-
yos hasta que pongamos en su punto por completo la ver-
dad.-—Sin embargo, A pesar de ser imperfecto é inacaba-
lado este estudio, es facil prever, por lo que acontece en
casos semejantes, lo que se descubrirá en éste. i
Hemos encontrado piés ó matas, cuyas panículas de
flores masculinas contenian una proporcion más ó ménos
considerable de flores femeninas, las cuales dieron orígen, á
su tiempo, 4 un número correspondiente de granos. —Has-
ta el presente no nos ha sido posible observar la desapari-
cion completa de las flores masculinas, que así quedasen
reemplazadas por completo en las panículas por las flores
femeninas. —Por el contrario, en nuestros ensayos, sí, he-
mos notado la ausencia completa de estas últimas en las
axilas de las hojas.
Los granos cosechados en esas circunstancias han ger-
minado y producido, si bien plantas más débiles que aque-
llas que proventan de granos mejor constituidos y engen-
drados en los requisitos normales, al ménos semejantes, en
la apariencia, A los piés del maíz comun.
La mayor parte de esos granos, por la fuerza impuesta
por el atanismo, dieron nacimimiento 4 matas, en las cua-
les se mostraban las flores separadas, tal cual se hallan
normalmente; pero en un número, por desgracia bien re-
ducido, imperó la accion hereditaria, ó sean las propieda-
des individuales del progenitor inmediato, y vimos origi-
narse matas en las cuales las flores femeninas se encontra-
ban en la panícula mezcladas 4 las flores masculinas , exis-
tiendo, sin embargo, algunas de ellas en las axilas de las
hojas. — En fin, tres veces hemos tenido la fortuna de ver
en nuestros ensayos desaparecer por completo estas últi-
mas, y sólo encontrarlas mezcladas en la panícula a las
masculinas.
Es indudable que continuando estos experimentos, se
conseguiria fijar de un modo constante esta monstruosidad ;
así creariamos una nueva variedad de maiz, que siempre
presentaría los mismos caractéres, la cual, perfeccionada y
bien cultivada, quizás ofrecería algunas ventajas con res- '
pecto al maíz comun, ya sea por su precocidad, bien por
la composicion de los granos, etc.
Otro fenómeno, áun más raro que el anterior, y que
sólo hemos tenido oportunidad de observar una vez, me-
recería ser estudiado con escrupulosidad.
El pié de maíz media desde las raíces adventicias for-
madas al descubierto hasta el ápice de la espiga, ó flores -
masculinas, 2m,70.— Comenzando el exámen por la
parte baja, encontramos al segundo nudo (más próximo
a la tierra) una mazorca rudimentaria, que no se desarro-
ll6.— Al tercer nudo existia otra, poco más ó ménos, en
1gual estado que la anterior.—+En el cuarto se veia un con-
junto de mazorcas sostenidas por una cañita comun, que
— 206 —
partia de la caña principal. — Esta cañita, Ó expresándonos
con propiedad, pedúnculo, presentaba en su base tres ca-
ñuticos libres, es decir, sin nada 4 los lados de sus nudos;
al cuarto cañutico se veia una mazorquita, al quinto, sex-
to, séptimo, octavo y noveno, otras colocadas de una ma-
nera alterna.— Despues se mostraban seis cañuticos muy
pequeños y juntos, y el todo se remataba por una hermosa
MAZOrcA.
En el quinto nudo de la caña principal habia una ma-
zorca sostenida por un largo pedúnculo; ésta era peque-
ñísima, y contenta sólo algunos granos.
El sexto nudo de la caña presentaba un conjunto de
mazorcas sostenidas por un pedúnculo comun; este mos-
traba los primeros cañuticos de la base libres; en el tercero
habia una mazorca; en el cuarto, quinto, sexto y séptimo
existian otras mazorcas más ó ménos desarrolladas.
El séptimo nudo de la caña mostraba otro grupo de
mazorcas mejor desarrolladas y colocadas en el mismo ór-
den alterno; eran seis: las tres más inferiores bastante
bien nutridas y crecidas; las otras tres más superiores en
estado tan rudimentario, que, por decirlo así, sólo las for-
maban la reunion de espatas. |
En el octavo nudo ya no existia vestigio alguno de
MAZOICA.
En suma, esta mata de maíz sustentaba veintiuna ma-
zorcas más ó ménos desarrolladas en mayor ó menor gra-
do, rudimentarias ó perfectas. — Esta disposicion de las
mazorcas en racimo, si pudiese perpetuarse, daria orígen
quizás á una preciosa y productora variedad, de la cual
sacaria gran partido la agricultura.
Cuando nos sea posible, tratarémos de continuar estas
y otras investigaciones. — Habiamos comenzado, entre
otros estudios, los relativos 4 las distintas variedades de
maíz , punto muy importante y de difícil ejecucion prác-
tica, 2 causa de la facilidad con que se producen los cru-
zamientos cuando se cultivan juntas diferentes variedades
de esta cereal. , |
- Las siembras de maíz se llevan 4 cabo con tanta ex-
tension y en tan distintas circunstancias, que sería muy
fácil hacer:en ellas observaciones, no sólo muy curiosas
para la ciencia, sino áun importantes con relacion 4 sus
consecuencias prácticas.
ARROZ.
Persuadidos de la importancia trascendental de las ideas
agrícolas que venimos desenvolviendo, hemos siempre
tratado de demostrar cuán fáciles eran de poner en inme-
diata aplicacion tan luégo como quisiéramos atemperar
nuestras prácticas de cultivo 4 los principios de la agro-
nomía progresiva. —En todas circunstancias hemos de-
seado hacer patente la necesidad de modificar con tino el
terreno, dado caso que no ofreciese el conjunto de carac-
téres más propicios para el crecimiento de la planta y ejer-
A
cicio de sus peculiares funciones; siempre hemos insistido
en la conveniencia de labrar bien las tierras; en todas oca-
siones hemos manifestado cuán indispensable era cuidar y
atender con el más solícito é inteligente esmero las plantas
durante todos y cada uno de sus sucesivos períodos de des-
arrollo; por fin, continuamente hemos abogado por hacer
valer todos los medios propios y encaminados 4 disminuir,
en cuanto fuese posible, el costo de la mano de obra, sust1-
tuyendo al empleo directo y único de la fuerza humana,
el uso de los instrumentos de labranza tirados por ani-
males. — Aun corriendo el riesgo de fastidiar 2 los lec-
tores con repeticiones, vamos, al exponer sumariamente
el cultivo del arroz, 4 manifestar cuanto se nos ocurre 4
ese propósito, en el órden de ideas que dejamos manifes-
tado en las líneas anteriores.
El solo nombre de cultivo del arroz despierta en el
ánimo de las personas entendidas en agricultura, el som-
brío cuadro de las enfermedades que aquejan á los infeli-
ces que habitan las cercanías de los lugares, por lo comun
juzgados en su sér, indispensables para el mejor des-
arrollo de esta cereal. — En efecto, los arrozales, en ge-
neral, se establecen en los sitios pantanosos naturalmente
ó así constituidos por el arte humano; en ambos casos los
miasmas que se desprenden de ellos son tan perjudiciales
para la salud de los hombres, que muchos gobiernos han
promulgado leyes limitando la extension de esos plantíos.
— Por desgracia, el interes mal entendido impera fre-
cuentemente en el espíritu humano, haciendo descono-
cer y borrar la idea de todos los bienes.— Gasparin, con
mucho juicio, nos dice que si los gobiernos exigiesen
que los propietarios de los arrozales sufragasen todos los
gastos y perjuicios consiguientes al tratamiento de las fie-
bres, y se les obligase á socorrer á las viudas y huérfanos
cuyos maridos y padres hubieran sucumbido Á efecto de
esas enfermedades, se veria que todos los beneficios con-
seguidos no serian suficientes para atender 4 semejantes
cuidados. (
Aunque por fortuna no tenemos que preocuparnos de
un cultivo tan desastroso para la humanidad, pues en
Cuba crece y produce abundantes cosechas el arroz sin
haber menester de sitios continuamente encharcados, sin
embargo, creemos oportuno é instructivo, por más de un
concepto, examinar á la luz de las verdades científicas las -
. prácticas que imperan desde tiempos inmemoriales en
otros países.
Las operaciones que se ejecutan en los arrozales enchar-
cados son, poco más ó ménos, iguales en todas las regio-
nes en que se desarrolla esa gramínea en medio del agua.
— Nos bastará, por lo tanto, dar 4 conocer los usos, por
ejemplo, de Valencia, para que se juzgue el sistema. Ca-
vanilles (Observaciones sobre la historia natural, geogra-
fia, agricultura, poblacion y frutos del reino de Valencia,
t. 1, pág. 175) ha sido, á nuestro entender, el sabio que
mejor ha descrito circunstanciadamente este cultivo. — Va-
mos á trascribir la relacion en que nos manifiesta las prác-
- ticas valencianas. |
«El arroz se cria en cualquier tierra capaz de contener
las aguas, y por esto son excelentes los campos de marga
arcillosa. Como el calor y el agua son los principales agen-
tes de esta cosecha, se deben escoger llanuras, y arrancar
| be
— 210 —
de ellas los árboles, para que ni el sol ni el viento hallen
embarazos. Es preciso disponer los campos casi paralelos
al horizonte, dejandoles una cuesta muy suave para faci-
litar el movimiento de las aguas, que deben entrar por la
parte más alta, cubrir el campo hasta la altura de dos ó
tres pulgadas, y salir luégo por la parte baja á medida
que entran otras nuevas. Fuera de la natural condicion
de las tierras, el modo de beneficiarlas contribuye mucho 4
la escasez Ó abundancia de las cosechas. Los beneficios co-
nocidos son el estiércol, las cenizas de los rastrojos del
año anterior, el revolver la tierra con la azada ó arado, -
matar y arrancar las plantas espontáneas, hacer, en fin;
_ mezclas de tierras que atemperen la acrimonia ó frialdad
del respectivo suelo. Cuando los campos se hallan secos
por Enero, como se observa en la Ribera alta, Cullera y
otras partes, se empiezan 2 arar, y se les dan ordinaria-
mente cuatro rejas, mezclando el estiércol correspondien-
te, que se regula á setecientas arrobas por jornal. En mu-
chas partes siembran habas ó rábanos por otoño, y cuan-
do están bien crecidas estas plantas, se cortan, para que
podridas en la tierra, sirvan de estiércol. En los sitios hon-
dos, cuales son principalmente las inmediaciones de la Al-
bufera, que se mantienen inundadas hasta Marzo, se re-
tardan dichas operaciones hasta principios del mismo mes
ó fines del antecedente, y entónces se aran aunque per-
—manezca aún el agua; pasan despues sobre la porcion
arada tablones con puntas de hierro, arrastrados por caba-
llerías, y quitan con las manos la maleza que conmueve ó
arranca esta operacion. Muchos campos ménos fértiles y
más cenagosos se hallan divididos en dos porciones, de las
— 211 —
cuales la una se destina al arroz el año en que la otra des-
cansa. Por Julio y Agosto, disminuidas ya las aguas de la
Albufera, y evaporada por el sol parte de la humedad,
entran á arar ó cavar la porcion baldía, y la preparan para
el año próximo; venido Marzo, le dan nuevamente una
Ó más rejas, aunque esté en agua, y en este estado siem-
bran y crian el arroz. Si en Julio y Agosto se verifican
lluvias, y por ellas ó por cualquiera otra causa no están
enjutas las tierras baldías, no por eso se abandonan al
Marzo próximo, ántes, al contrario, se anticipan las labo-
res, para suplir las que no pudieron hacerse en Julio.
y La siembra se hace de dos modos : ó esparciendo la se-
milla en los campos donde ha de fructificar, Ó bien en
planteles ó almácigas. Para planteles se escogen muchas
veces campos cercados de moreras, los cuales se siembran
en Marzo, habiendo precedido las correspondientes pre-
paraciones de arado y estiércol, y la de introducirles el
agua algunos días ántes de sembrar. A los ocho dias ta-
llece la semilla, y crece allí la planta hasta cerca de un pié.
Los campos que se han de plantar con estas tiernas plan-
tas se hallan preparados en Abril, y en los últimos quince
dias del mismo mes se les introduce el agua para verificar el
plantío, el cual se hace trayendo de las almácigas las plan-
tas con sus raíces, y colocando tres Ó cuatro de ellas en
cada hoyo que abren en el cieno con la misma mano; aten-
diendo 4 que estén bien alineadas, y distantes entre sí un
pié escaso, como tambien 4 que las tiernas cañas queden
perpendiculares 4 las raíces, sin acodarlas, pues de otro
modo se secan, y perecen muchas veces. Ahijan mucho es-
tas plantas, y se multiplican de modo, que áun ántes de
= 212 —
espigar llenan las áreas, sin dejar vacío notable. Ya que
prendieron las plantas y*adquirieron bastante fuerza, en-
tran los trabajadores 4 limpiar los campos, 'esto es, á
arrancar la juncia, juncos y otras yerbas, de que abundan
aquellos sitios. Muy presto nace la chara de Linneo, lla-
mada vulgarmente asprella ó borró, yerba de suyo fétida
y pestilencial, mayormente despues de muerta, que des-
pide un fetor insoportable; multiplicase mucho en poco
tiempo, y es un poderoso enemigo del arroz. Solamente
sirve para suministrar pasto agradable al pájaro llamado
foja, de la familia de los ánades. Por fortuna no puede
vivir sino en el agua; así, para matarla quitan el agua de
los campos por San Juan, y perece inmediatamente que
está enjuta la superficie. A últimos de Agosto está el arroz
en flor, y el fruto madura 4 últimos de Setiembre ó 4
principios de Octubre, anticipáandose quince ó más dias
en los campos plantados sobre aquellos que fueron sem-
brados desde luégo; anticipacion de mucha importancia,
porque asegura la cosecha, cuyo mayor enemigo es la
inundación y excesivas lluvias, que suelen verificarse 4 úl-
timos de Setiembre. El plantar tiene aún otra ventaja en
la Ribera alta y tierras pingúes, y es, que los campos pue-
den servir para otras producciones hasta San Juan, y lué-
go destinarse al arroz. Se ve con frecuencia una trasfor-
macion que admira, verificandose en el corto espacio de
veinte y cuatro horas sucederse el arroz de un pié de al-
tura 2 las mieses de trigo. Esta metamórfosis se hace 2
fuerza de trabajadores y caballerías. Va una cuadrilla se-
gando el trigo, otra saca los haces 4 las eras, sigue la ter-
cera arando los campos, consecutivamente entra el agua,
— 213 —
y continúan en prepararlos hasta que llegan los plantado-
res, y completan aquella obra útil y agradable.
» Es menester observar desde cerca las varias operaciones
que preceden y acompañan al cultivo del arroz, para cal-
cular el mérito del trabajador. Metido siempre en agua y
cieno, trabaja las más veces doblado en arco, porque sos-
tenido sobre un suelo cenagoso baja las manos y la cabe-
za, así para arrancar y plantar el arroz, como para lim-
piarle de la juncia, junco y otras plantas. Si cava Ó ara,
la postura no es tan incómoda, pero la obra es ciertamen-
te más pesada. Si siega y reduce la mies 4 haces, está en
“un movimiento contínuo y violento. Añádese á esto, que
como todas las operaciones de esta cosecha son urgen-
tes, presidiendo 4 ellas el propietario Ó su comisionado,
no hay descanso ni alivio. Verdad es que los jornales son
crecidos, pero no corresponden al riesgo en que vi-
ven aquellos infelices. Cercados de agua, envueltos en
una atmósfera de vapores corrompidos, agobiados con el
calor del sol y del trabajo, precisados 4 beber aguas impu-
ras, contraen enfermedades, que ó les quitan la vida, ó
consumen en breve los ahorros hechos 4 fuerza de econo-
mía. Dejan estos jornaleros, dignos de mejor suerte, toda
la utilidad 4 los que regularmente viven léjos del arroz,
a los que desamparan los lugares miéntras dura el riesgo de
enfermar. Éstos perciben todo el fruto, cuya especulacion
é industria sería digna de alabanza si pudiera combinarse
con la salud pública, Ó se ocupára solamente en beneficiar
los sitios por naturaleza pantanosos.
» No ha sucedido así, por desgracia del reino y de la es-
pecie humana. Vemos hoy dia destinadas al cultivo del
arroz muy cerca de doscientas mil hanegadas de tierra. No
todas fructifican igualmente; muchas dan al año dos cahí-
ces de arroz, otras uno con corta diferencia, y queda bal-
día una buena porcion, como vimos. En todo se cogen
anualmente doscientos noventa y un mil setecientos cahí-
ces, cantidad enorme si se compara con el valor que re-
sulta , pero despreciable si se cuentan las víctimas humanas
que se sacrifican. Asciende el valor total 4 cuarenta y tres
millones setecientos cincuenta y cinco mil reales. Pero ¿qué
es esto en comparacion de la salud que se: altera, de las
vidas que pierden tantos millares de hombres, de la feli-
cidad de la poblacion, de las riquezas que se pierden?
Examinemos estos puntos para interesar los corazones á
favor de la humanidad contra los enemigos que la persi-
guen y oprimen tantos siglos hace.
» La naturaleza del arroz, que necesita para la-
gunas y calores, el estiércol y las plantas que se corrompen
para que el suelo dé abundantes cosechas, la multitud de
insectos que se reproducen en sitios pantanosos, dejando allí
sus excrementos y cadáveres; este conjunto de poderosas
causas, con el agregado de las particulas salinas que su-
ministra el mar, deben causar un desórden en la economía
animal de los vivientes. En invierno apénas se advierten
enfermedades, por la oblicuidad de los rayos del sol, y por
descansar entónces la naturaleza. Hácese más sensible el
fuego solar en la primavera, y empiezan 2 levantarse hu-
medades, las más veces inocentes y sin olor. Crece el ca-
lor 4 medida que el sol se acerca al solsticio, y entónces se
aumenta la fermentacion , se descompone la multitud de
varios cuerpos que existian mezclados en aquel suelo ce-
nagoso, y las emanaciones son mefíticas, por el azufre, sa-
les y aceite fétido que contienen. Introducidas éstas en la
economía animal, vician el movimiento y alteran el equi-
librio de los fúidos, miéntras que la excesiva humedad
que entónces reina, ocasiona cierta torpeza y fatiga en los
sólidos, de modo que se altera el calor de los hombres y
se manifiestan tercianas, que con el tiempo aumentan de
fuerza y de malicia. Crecen despues las noches, y refres-
can, sin disminuirse el calor del dia mi la masa de vapores |
y exhalaciones. Suben éstas durante el dia, y vuelven 4
bajar por la noche, haciéndose cada dia várias precipita-
ciones naturales. Disminuye, en fin, el calor, y no pudien-
do subir aquellas á igual altura, se quedan amontonadas
en la atmósfera que respiran los hombres. En este tiempo
se suelen hacer contínuas las calenturas; adelanta el oto-
ño, y adquieren cierta malignidad, que parece pestilencial;
todos se resienten del desórden de la atmósfera, pero los
forasteros reciben impresiones más sensibles, y llevan 4 sus
tierras el veneno que los mata.
»Esto ha sucedido siempre en los sitios pantanosos y la-
gunas, por lo cual los autores antiguos y modernos encar-
gan que no se edifiquen habitaciones en sus cercanías, y
que se evite respirar la atmósfera que las cubre en verano y
otoño. Es cierto que las lagunas artificiales del reino de
Valencia no tienen aguas muertas, verificándose siempre
en ellas algun movimiento, bien que lento, y que por lo
regular apénas se percibe en la superficie inundada. Que-
dan, por esta razon, muchas porciones en cada campo,
cuyas aguas se pueden reputar muertas, y en todos una
cantidad enorme que descansa sobre cieno y que exhala
— 216 —
nubes contínuas de vapores. Éstos, por sólo el calor que
tienen, son un principio de corrupcion, y por los cuerpos
extraños que admiten ó encadenan, aumentan los estragos
en la salud. Muchas poblaciones están tan cerca de los
arroces, que parecen flotar sobre las balsas. Allí vive una
porcion considerable de hombres. Digámoslo mejor, mue-
re alli lentamente nuestra especie. Pocos se hallan que
pasen de sesenta años, y ménos aún que estén recios y de
buen color. S1 en Julio, Agosto y Setiembre tiene alguno
valor para registrar aquellos lugares y habitaciones, verá
con frecuencia rostros pálidos, descarnados y abatidos; in-
finitos con calenturas y sinfuerzas; máquinas, en fin, que
se desmontan y perecen. Si registra los libros parroquia-
les, sabrá que muchos son advenedizos, que reemplazaron
las pérdidas del vecindario; que pocas familias se repro-
ducen; que el número de muertos asombra; que el de naci-
dos disminuye; que desaparecieron de aquel suelo varios
lugares; que allí reina la miseria, las enfermedades y la
muerte. »
Ademas de las páginas que acabamos de trascribir, y de
otras que en la propia obra se refieren al mismo asunto,
consagró Cavanilles su claro talento 4 tratar el particular
en el punto de vista de la higiene, redactando sus Observa-
ciones sobre el cultivo del arroz en el reino de Valencia. (Me-
morias de la Real Academia Médica de Madrid, 1797, t. 1,
páginas 99-128.) Con el objeto de ampliar las razones ex-
puestas en este trabajo, y tambien para combatir algunos
reparos que acerca de ellas se habian manifestado, escri-
bió el Suplemento á las observaciones sobre el cultivo del ar-
roz en el reino de Valencia. Madrid, 1798; folleto en 8.”,
de 38 páginas.—Los que deseen tener más indicaciones
respecto de este ingenio, una de las glorias de la botánica
española, habrán de consultar: La botánica y los botáni-
cos de la península hispano-lusitana, por D. Miguel Col-
meiro. Madrid, 18 ca ple ao BlSa Colmeiro: ha:
prestado el más eminente servicio 4 la ciencia con esta pu-
blicacion; gracias a ella, los trabajos de muchos botánicos
españoles, condenados 4 perpetuidad 4 permanecer inédi-
tos, serán al ménos conocidos y se sabrá dónde es posible
encontrarlos. Aprovechamos esta ocasion para tributar las
más expresivas gracias al sabio profesor del Jardin botánico
de Madrid, por la hidalga franqueza con que se ha servido
procurarnos útiles indicaciones y facilitarnos los medios
de estudiar las preciosas colecciones que están á su cuidado.
Con respecto a la historia de los arrozales, en sus rela-
ciones con la administracion, podrá el lector conocer to-
das las medidas tomadas por los gobiernos desde el tiem-
po de la conquista del reino de Valencia hasta nuestros
días, consultando los dos siguientes documentos : |
Memorial ajustado del expediente general que en vir-
tud de reales órdenes se sigue en consejo pleno para comsul-
tar 4 S. M. sobre la utilidad ó perjuicio de la siembra del
arroz en el reino de Valencia, y fijacion de pueblos y terre-
nos en que aquella pueda ejecutarse. Madrid, 1803, impren-
ta Real. En fólio, 296 páginas.
Informe del Real Consejo de Agricultura, Industria y Co-
mercio, sobre el expediente del cultivo de arroces, con inclu-
sion de varios documentos importantes. (Boletin Oficial del
Ministerio de Fomento, 1853, t. VIM, paginas 161, 210,
219 Y 231.)
— 218 —
Aun aquellos que puedan consultar estos documentos
originales, leerán con provecho el conciso y sustancial re-
súmen que de ellos expone el Sr. D. Braulio Anton Ra-
mirez en su Diccionario de bibliografía agronómica, pa-
ginas 272 y 620. Este distinguido bibliógrafo ha hecho un
estudio detenido de la materia, no sólo por aficion , sino
áun por su posicion de consejero de Agricultura.
Podriamos citar otros escritos relativos al mismo par-
tícular, mas no lo creemos necesario. eE
Acerca del estudio de los miasmas, circunstancias de su
formacion, efectos constantes y transitorios sobre el orga-
nismo del hombre, y tambien sus influencias sobre las fa-
cultades morales é intelectuales, hemos tenido ocasion de
expresar nuestras ideas en una serie de artículos sobre aguas,
publicados en las columnas del Diario de la Marina de la
Habana (1858), y reimpresos más tarde en los Anales y
Memorias de la Real Funta de Fomento y Real Sociedad
Económica de la Habana, de cuya direccion estabamos en-
cargados. |
-— Prescindiendo de estos distintos aspectos de la discu-
sion, vamos 4 considerarla á la luz de las verdades agro-
nómicas. |
Comencemos por manifestar cuán opuesta es 4 la esen-
cial y verdadera naturaleza de los hechos la separacion y
linea divisoria, que se ha establecido, entre el arroz de se-
cano y el anegado. Nuestros experimentos demuestran de
la manera más patente el error que entraña esa clasifica-
cion. El arroz, para crecer y prosperar, necesita una tem-
peratura clevada, y el concurso durante todos y cada uno
de los períodos de su desarrollo, en mayor Ó menor gra-
do, de los riegos celestes, que vengan 4 mantener una fres-
cura constante en el suelo y humedad en la atmósfera. En
los países cálidos, en los cuales, miéntras se suceden las
evoluciones de esa gramínea, las lluvias no son frecuen-
tes, agostándose las plantas, Ó no hay cosechas, Ó éstas
son mezquinas y de calidad inferior. Si al acaecimiento de
los riegos celestes es dado suplir con los beneficios del re-
gadío más ó ménos repetido, segun la frescura de los ter-
renos, intensidad de los rocíos, etc., entónces será posible
cultivar con seguridad de buen éxito el arroz en los cli-
mas cálidos. Por arroz de secano no debe, pues, enten-
derse que sea una variedad constituida de tal suerte, que
pueda medrar sin el auxilio absoluto del agua, ó está mos-
trando sus necesarias consecuencias 4 largos intervalos.
Asegúrase, por otra parte, que el arroz anegado reclama
perentoriamente que sus raíces, y áun parte de sus tallos,
se encuentren y permanezcan siempre cubiertos por el
agua. Semejante exigencia no existe, en virtud de una
estructura orgánica especial. Hemos sembrado arroz de
Valencia y de la Carolina, que provenia de plantas culti-
vadas en tierras encharcadas; en las mismas circunstancias
que aquellas en que se encontraba nuestro arroz de seca-
no, han producido los mismos resultados, sin haber me-
nester la no interrumpida presencia del agua,
El hecho de poder tomar incremento el arroz en medio
del agua, 4 nuestro entender, no es más que la verificacion,
por medio de prácticas variadas y por desgracia seculares,
de un experimento que demuestra cómo esa planta puede
vivir en tales circunstancias, siquiera procure menor canti-
dad de granos, y éstos de composicion poco útil con res-
— 220 —
pecto a la alimentacion humana.—NI es el arroz el único
vegetal que nos ofrece ese fenómeno. —El maíz, segun po-
nen de manifiesto los ensayos de Knop , Sachs y Stohmann,
es susceptible de florecer y originar granos, siempre y
cuando crezca en el seno de un agua en la cual de antemano
se hayan introducido las materias que necesita su organis-
mo, 4 fin de que se realice su desarrollo. El que quisiera,
fundándose en esos ensayos, establecer el cultivo del mazz
encharcado, obtendria resultados bien poco satisfactorios,
pues por muy grande que fuese el crecimiento, jamas se-
ría comparable, ni en el punto de vista de la produccion
herbácea, ni en el concepto del grano recogido, con el que
se logra haciéndolo crecer en fértiles suelos y en las cir-
cunstancias más ventajosas para su incremento.
No atribuyamos, pues, séria y trascendental importan-
cia 2 la particularidad que manifiesta el arroz de poder
crecer en el seno del agua. Sin embargo, para desenvolver
mejor todos los aspectos de la discusion, nos place admi-
tir que esa circunstancia favorezca ó sea conveniente en el
punto de vista de su constitucion herbácea : examinemos
en tal supuesto la esencia de las funciones que han de
cumplirse en esos organismos, con el fin de producir ó
crear un grano alimenticio.—La más estrecha trabazon y
armonía enlaza los fenómenos vitales que se realizan en
los séres orgánicos; por mil medios variados llega la na-
turaleza a sus fines, los cuales dependen de leyes gene-
rales, que, dominando todos los casos particulares, esta-
blecen la unidad contínua y necesaria, la dependencia
mutua y subordinada de todos los fenómenos. —El arroz
es planta; como tal, obedece á las leyes que rigen las fun-
=MIZ=
ciones de todos los organismos constituidos 4 su semejan-
za.—Es gramínea, y por otra parte, produce un grano,
que, aunque el más pobre de todos los cereales en materias
azoadas y minerales, sin embargo, las contiene, aproxi-
mándose por este motivo 4 la composicion del trigo y
maíz.—En vez de proceder al acaso, sin guía alguna, sin
método, sin criterio fijo; al buscar los requisitos más pro-
picios,.en los cuales tenga que desarrollarse el arroz, á fin
de originar hermosos granos, cuya composicion, sin iden-
tificarse a la del trigo, al ménos se acerque 4 ella, debemos
-fundarnos en las observaciones y experimentos que de-
muestran las circunstancias en que crecen y producen sus
cosechas todas las gramíneas, y en particular el trigo. Dis-
poniendo de la manera más acertada la tierra y circuns-
tancias del cultivo, nos será posible, hasta cierto grado,
dirigir la formacion de los órganos, en algo constituirlos á
nuestro deseo, y obligarlos, por decirlo así , á que, dóciles
a nuestro intento, se presten 4 crear los principios que les
pidamos.—Para esperar con juicio resultados 'prósperos,
es preciso saber proporcionar los medios; la planta no pue-
de producir sino relativamente 4 los requisitos en que vive.
—En la aplicacion atinada de estos principios se funda to-
da la agronomía; ibamos 4 escribir jitotecnia, y en verdad
que tan expresivo y peregrino término nos habria procu-
rado la ocasion de extender y aplicar un gran principio de
zootecnia.—Se ha dicho que «al animal le entra la sangre
por la boca», para expresar, sin desatender la seleccion,
cuidados inteligentes, etc., la importancia del papel que
desempeñan los alimentos, segun su naturaleza, propor-
cion, forma en que son ingeridos, etc., con el objeto de
— 222 —
obtener los mejores animales destinados especialmente á
un fin determinado.—En los vegetales se corrobora y ve-
rifica de la manera más patente y admirable hechos aná-
logos. —En otro lugar desenvolveremos el paralelismo que
existe entre animales y vegetales cuando se trata de hacer-
los producir.
Examinemos los fenómenos á la luz de las leyes gene-
rales que preparan, determinan, sostienen y conducen 4
buen término la absorcion de las materias alimenticias por
las plantas. —Los experimentos de Halles demuestran que
este acto vital, tan importante por sus consecuencias, sólo
puede realizarse de un modo normal cuando las circuns-
tancias que promueven la evaporacion por las hojas sean
favorables; la cantidad de alimentos absorbida, la activi-
dad de la circulacion de la savia, su más cumplido apro-
vechamiento, son todos fenómenos proporcionales 4 las
dósis de agua lanzada en forma de vapor en la atmósfera
en un tiempo dado, por los órganos folíaceos.—Todas las
circunstancias que directa ó indirectamente, mediata Ó in-
mediatamente modifiquen esos requisitos, obrarán sobre la
manifestacion de sus necesarios efectos. —Nadie ignora que
este fenómeno depende de la superficie evaporadora, tem-
peratura, humedad y agitacion del aire.— Las plantas que
poseen un follaje espeso, el cual en su conjunto constituye
una vasta superficie evaporadora, si crecen en climas cá-
lidos, secos y en medio de aires agitados, evaporando mucha
agua, habrán menester un terreno fresco, los auxilios del
riego y ciertos cuidados de cultivo.— De lo contrario pe-
recen, sI por medio de abrigos no se impide y disminuye
en parte la evaporacion.— Cuando las plantas se encuen-
— 223 —
tran rodeadas de un aire saturado de vapor de agua, sin
que el medio gaseoso se cambie y renueve por la agitacion,
siendo por otra parte elevada la temperatura, la evapora-
cion disminuye Ó cesa, y el organismo se enferma ó mue-
re. —Los vegetales que en un corto espacio de tiempo
tienen que desempeñar complexas funciones, si viven en
un clima cálido, bajo un cielo diáfano, en medio de una
atmósfera vivamente iluminada, etc., habrán menester que
se les procuren todas las circunstancias propicias para el
ejercicio más amplio de sus funciones, relativas siempre á
la naturaleza de sus Órganos y especiales productos que han
- de originar.— En un arrozal precisamente existen las cir-
cunstancias más desfavorables para que se realice la eva-
_poracion por las hojas; por tanto, las plantas se hallan
sometidas al influjo de los requisitos más adversos y con-
trarios al ejercicio rápido de funciones tan complexas,
importantes y especiales como lo son aquellas que deben
efectuarse en breve y fijo término, con el fin de conseguir
granos constituidos y compuestos en algo 4 semejanza de
los del trigo. — En efecto, en un arrozal vemos una vasta
superficie evaporadora, sometida 2 la influencia de una
temperatura elevada; el arroz se encuentra, pues, rodeado
de una atmósfera saturada de humedad, y dado caso que
ésta no se renueve por la agitacion del aire, acontecerá que
la gramínea sufrirá más ó ménos, ó morirá.
Las razones que acabamos de manifestar podrian, sin
un exámen prolijo, ser refutadas, oponiéndoles el hecho
de obtener cosechas de arroz; ese resultado basta para de-
mostrar que funciona.— No pretendemos negar el hecho,
por demas comprobado; lo único que deseamos es poner
— 224 —
fuera de duda que las funciones no se cumplen, ni en
el grado que pudieran, ni en las circunstancias más pro-
picias para originar los productos que de ellas debiéramos
esperar. | |
Acabamos de hacer patente cuán adversas son las cir-
cunstancias para que funcionen las hojas; dicho se está
que no entrando éstas en cumplido ejercicio, todos los
demas actos vitales sufrirán y se desempeñarán proporcio-
nalmente.—Sin creer conveniente entrar en pormenores,
veamos sencillamente lo que acontecerá con respecto á las :
raices. — Existe la más estrecha relacion entre ambos sis-
temas de órganos.— No funcionando bien las hojas a efecto
de una constitucion poco adecuada á sus fines, Ó á conse-
cuencia de circunstancias exteriores desfavorables, tampoco
se desarrollarán las raíces, ni llenarán sus especiales en-
cargos.— Los cereales, para medrar, exigen, no sólo que
las raíces les vayan proporcionando gradualmente todos los
cuerpos que necesiten para desarrollarse, sino aún que esos
órganos absorban y guarden en disposicion de ser utiliza- -
dos en los momentos de la fructificacion, gran parte de las
materias que constituyen el grano, es decir, fosfatos. —
Raíces imperfectas, funcionando en requisitos anómalos,
no pueden conducir 4 esos fines.
El arroz posee la preciosa propiedad de ahijar en arado j
notable; nosotros hemos, á propósito de la caña de azú-
demostrado que siempre y cuando se trate de una
planta dotada de tal virtud, todas ¡muestras operaciones
deben ir encaminadas al desarrollo de los vástagos, de una
_manera arreglada, contínua, oportuna é independiente. :
Sin gran fuerza vital en toda la planta, ni se conseguirá
el mayor mateamiento, ni dado caso que se produjesen los
renuevos, éstos podrian crecer de la manera más conve-
niente. |
Pero admitamos que cuantas razones acabamos de ma-
nifestar, no haya lugar 4 producirlas, en virtud de dis-
posiciones especiales de los aparatos que, así constituidos,
pueden desempeñar sus funciones en otras circunstancias
distintas de las que presiden al ejercicio de los actos vi-
tales de las otras plantas, más propia y esencialmente ter-
restres. — En otros términos : demos por cierto y bien
probado, aunque sea lo más opuesto a la verdad, que el
“arroz, planta terrestre, pueda vivir y funcionar normalmen-
te, por todo aquello que se refiera inmediatamene A sus
aparatos, en las circunstancias en que medran los vegeta-
les acuáticos. — Esto supuesto, examinemos el particular
en el punto de vista de las materias que han de ser absor-
bidas, las cuales para ese efecto reclaman en el terreno
ciertos requisitos que les permitan disponerse para la rea-
lizacion de semejante fenómeno.
Los ensayos con más tino variados y repetidos, las más
profundas meditaciones de los sabios no han podido aún
arrancar 4 la naturaleza el secreto de cómo se ejecuta en
último término la absorcion por las raíces de los cuerpos
alimenticios contenidos en el suelo.— Particular es éste
que en otra ocasion discutirémos detenidamente; por ahora
nos contentarémos únicamente con manifestar que durante
muchos años los fisiólogos, fundándose en los experimen-
tos de Saussure y de otros sabios, habian creido que las
materias alimenticias, para ser absorbidas, habian menes-
ter entrar en disolucion prévia; de aquí que algunos con
15
— 226 —
ligereza, exagerando los hechos y recurriendo 4 expresiones
por demas gráficas y pintorescas, admitiesen una circulacion
contínua de esas disoluciones en el seno de la tierra, las cua-
les formaban verdaderas corrientes, deslizáandose por entre
las partículas del suelo.—Sin negar de un modo absoluto
que muchas veces, y en particular con respecto 4 determi-
nados principios, esas disoluciones pueden efectuarse y ser
aprovechadas, hoy las investigaciones de los agrónomos
han establecido otro principio más general en sus efec-
tos, el cual constituye el más fecundo fundamento de
muchas de las prácticas de la agricultura moderna.— -
Al ilustre Liebig le ha cabido la gloria de haber perci-
- bido la trascendencia de este fenómeno, cuyas aplicacio-
nes se ha complacido en desenvolver en su última obra,
intitulada : Les lois naturelles de Pagriculture, traducida
por Scheler, 2 vol. in 8.*, Bruxelles. ¡Ojala podamos re-
sumir en claros y concisos términos la sustancia de tan
importante asunto!
Los cuerpos, para ser absorbidos, necesitan difundirse
por todas las partículas de la tierra, adonde van á bus-
carlos las raíces; es facil demostrar que en ese momento no
se hallan disueltos, sino combinados físicamente con las
partículas de la tierra, en virtud de fuerzas análogas 4 las
que mantienen las materias colorantes, y otros cuerpos
unidos al carbon animal. Como se trasluce al principio y
en último término hay disolucion de las materias en el
agua, pero en el grado ó período intermedio, permítase-
nos la expresion , no existe cambio alguno.— Precisamente
es sobre ese término medio, cuyas causas y efectos nos
son conocidos, que podemos obrar; acerca del primero y
: — 27 —
último, gran parte de los fenómenos que entraña es con-
jetural é hipotética. — Indicadas estas ideas, tratemos de
- aplicarlas al caso que discutimos.
Estando encharcado un terreno, ¿es posible que las raí-
ces de una planta por naturaleza no acuática puedan ab-
sorber todos los cuerpos de que han menester en medio de
un líquido? ¿Sería entónces admisible por fuerza la prévia
disolucion inmediata y directa de las materias que han de
ser absorbidas? La experiencia enseña que, si bien cierta hu-
medad es requisito esencial para que se realice la absorcion,
no está ménos comprobado por ella que ni esa funcion se
- desempeña de un modo normal en el seno de un líquido,
tratándose, lo volvemos 4 repetir, de una planta no acuá-
tica, ni éste es capaz de disolver en esas circunstancias
todos los cuerpos, ni aquellos que hace cambiar de es-
tado, lo realiza en las dósis convenientes para que en
un tiempo dado se lleve á cabo la absorcion de la necesa.
ria cantidad de todas y de cada una de las sustancias in-
dispensables al ejercicio de las funciones. —Para apreciar la
trascendencia de estos hechos, conviene no olvidar la espe-
cialidad de los actos vitales, y el tiempo bien limitado en
que deben quedar efectuados. —El análisis de las aguas
recogidas en los tubos dispuestos para el drenage, de-
muestran cuanto acabamos de manifestar. Por otra parte,
á ser cierta esa disolucion prévia, la contínua renovacion
de las aguas en los arrozales, dado que permitiese que se
realizase el fenómeno, concluiria rápidamente por lavar
y arrastrar 4 lo léjos todas las materias susceptibles de
ser utilizadas.— De estos hechos y raciocinios se infiere
que los cuerpos nutritivos deben encontrarse en otra for-
— 228 —
ma, es decir, retenidos, almacenados ó guardados mecá-
nicamente por las partículas del terreno. —Indudable es
que tratándose de plantas destinadas á proveerse de sus
alimentos contenidos en esa disposicion en el suelo, un
exceso de agua debe perturbar necesariamente las circuns-
tancias de los fenómenos que allí van 4 realizarse.
A pesar de cuantos raciocinios y hechos acabamos de
aducir y expresar, aceptemos, sin embargo, que en esas
circunstancias, disueltas en el agua, adheridas 4 las partí-
culas térreas Ó de cualquiera otra manera, sea posible en
cierto grado la absorcion. Contemplemos las materias mis-
mas que deben ser absorbidas, y las circunstancias mecá-
nicas y físicas que ha de poseer el suelo para permitir y
favorecer la absorcion.
El arroz, para que sus órganos se desarrollen, y 4 fin
de que sus granos presenten la necesaria constitucion, re-
clama fosfatos y silicatos alcalinos y térreos, y ademas
cierta proporcion de sustancias azoadas en la más propia
forma para ser absorbidas y aprovechadas.— En nuestro
Ensayo sobre el cultivo de la caña de azúcar hemos puesto
de manifiesto en qué circunstancias podian ser absorbidos
esos cuerpos, y qué transformaciones prévias habian de
experimentar 4 ese efecto. — En la misma obra, con ám-
plios pormenores, examinamos los fines de las labores con
respecto 4 las propiedades mecánicas y físicas del suelo,
las acciones atmosféricas sobre él, la difusion de los cuer-
pos alimentosos, etc. En esas páginas tratamos de demos- .
trar el estrecho vínculo que enlaza y subordina las mejoras
agrícolas, las cuales, en mayor ó menor grado, mediata Ó .
inmediatamente, con respecto de una á las otras son cir-
a
A E
— 220 a
cunstancias esenciales y necesarias para conseguir sus efec-
tos aislados y combinados.—A ese libro deben recurrir los
que deseen mayor esclarecimiento acerca de todos estos
puntos; sin embargo, como el asunto es muy importante,
creemos conveniente recordar rápidamente algunos de los
puntos prominentes para mayor lucidez de la discusion.
Las labores, aumentando la porosidad y mullificacion
del suelo, acrecen su poder absorbente con respecto al
aire, agua y otras materias que han menester estar adhe-
ridas, si no combinadas físicamente, si así decirse puede,
a fin de ser absorbidas por las raíces de las plantas. —
Mezclando todas las partículas de la tierra, incorporando
-Ó repartiendo por igual todas las partes que la constitu-
yen, se favorece su composicion uniforme, punto esencial
para que se realice el desarrollo contínuo de las plantas,
y que sus órganos en los mejores requisitos desempeñen
arregladamente sus peculiares funciones. —Las distintas
operaciones que se comprenden con el nombre de labranza,
facilitando de una manera mecánica el desarrollo de las
raíces, permiten su libre circulacion por entre todas las
partículas de la tietra; merced al desembarazado camino
que les procura holgada libertad en su tránsito, les es ha-
cedero llegar 4 todos los puntos en donde encuentran sus
nutrimentos; estos requisitos tienen una importancia de
primer órden, considerados en su relacion con el rápido
y contínuo desarrollo de las raíces, que entónces alcanzan
grandes dimensiones; circunstancia que favorece la alimen-
tacion.
Consideremos la influencia de las labores en el punto
de vista de sus efectos físicos y químicos.
Las acciones atmosféricas propenden 4 que se desagre-
guen y trasformen los elementos asimilables contenidos
en el suelo, circunstancia necesaria para que se difundan
por todas las partículas de la tierra; combinadas ó agre-
gadas a éstas, cual lo están las materias colorantes al car-
bon animal, pueden entónces suministrar continuamente
y por do quiera elementos nutritivos 4 las raíces que estén
con ellas en contacto.
Cierta humedad, auxiliada por el calor y la presencia
del aire, son los requisitos indispensables para que se cum-
plan las acciones y reacciones, cuyos variados y armóni-
cos resultados concluyen por su órden, concierto, policía
y unidad, originando los fines enumerados en las líneas
que acabamos de trazar. — La humedad favorece la difu-
sion de los elementos solubles; el agua, conteniendo en .
disolucion ácido carbónico, descompone los silicatos y fos-
fatos, y haciéndolos solubles, detetmina su igual reparto
por el suelo, y su absorcion posterior por las plantas. Por
otra parte, el oxígeno y el ázoe, en contacto con materias
alcalinas y cierta humedad, producen nitratos, no sólo uti-
lizables de una manera directa, sino tambien convenientes
por las trasformaciones que se realizan en los cuerpos que
contribuyen 4 producirlos. No olvidemos distintos fenó-
menos de oxidacion, necesarios mediata é inmediatamente.
Es de todo punto incontrovertible que el agua estan-
cada ó en exceso, impidiendo la libre circulacion del aire,
imposibilita sus efectos; aun admitiendo que los gases
disueltos en ese liquido puedan algun tanto obrar, nunca
lo harán, ni con la amplitud, ni del modo con que se rea-
lizan los fenómenos en las circunstancias ordinarias.
e 1%
o
= 231 sa M
Examinemos de una manera más particular el papel de
los restos orgánicos con respecto 4 la difusion de la sílice,
punto importante tratándose de gramíneas. —La descom-
posicion, ó mejor dicho, oxidacion de las materias orgá-
nicas, procurando ácido carbónico, facilita, 4 más de'otros
beneficios, la desagregacion de las rocas silíceas; por tan-
to, propende a la difusion de la sílice; en esas circunstan-
cias, la sílice se halla precisamente en las mejores condi-
ciones para repartirse en mayor extension de tierra, pues
las materias orgánicas en exceso poseen un pequeño y bien
limitado poder absorbente de la sílice.—Várias veces he-
mos demostrado que tratándose de la absorcion por las
“ raíces, todo lo relativo a la extension de superficies era
digno de considerarse, á fin de favorecer y excitar ese acto
vital, procurando el crecimiento de los órganos.—-Sin em-
bargo, preciso es advertir que la dósis de sílice libre puede
ocasionar males de notable consideracion : ó hay exceso ó
defecto de sílice.— En el primer caso, esa circunstancia es
nociva al desarrollo de los cereales, los cuales sólo podrán
prosperar y producir bien sazonadas cosechas despues de
que, por medio del saneamiento de los terrenos, una mayor
oxidación de las materias orgánicas haya aumentado el
poder absorbente de la tierra, ó bien por el uso de la mar-
gaó cal, cuerpos que favorecen la oxidacion, y tambien
contribuyen 4 la difusion de la sílice.—-S1 no hay bastante
sílice, tampoco podrán medrar los cereales; por los des-
agues, labores, uso de abonos y correctivos apropiados,
será posible aumentar su cantidad.
No queremos proseguir esta discusion : los lectores que
deseen completar su conocimiento relativamente á este
particular, pueden consultar en nuestro Ensayo sobre el cul-
tivo de la caña de azúcar, los capítulos en que hemos des-
envuelto nuestras ideas sobre el drenage (pág. 169),
respecto de la conveniencia de establecer unidad y coor-
dinacion en las mejoras agrícolas, llevándolas 4 cabo con
simultaneidad y en la medida oportuna (pag. 283), y asi-
mismo las relaciones que existen entre las circunstancias
del clima, naturaleza de la planta y requisitos del culti-
vo (pág. 287). i
Si las ideas que hasta aquí hemos venido exponiendo no
son aplicables al cultivo del arroz, será necesario deducir
que esta planta posee una naturaleza tan excepcional, que
para ella sola reclama un cuadro particular; no estará su-
jeta 4 ninguna de las leyes generales de la vegetacion ni á
aquellas que rigen el grupo tan natural de las gramíneas.
Presentemos aún otro argumento.—S1 fuésemos á adop-
tar el cultivo por sumersion para todas aquellas plantas
que exigen, 4 fin de crecer, prosperar y desempeñar cum-
plidamente todas sus funciones, cierta humedad durante el
trascurso de sus evoluciones, habria que extender ese sis-
tema de cultivo en mayor ó menor grado á todas las plan-
tas tropicales, sobre todo tratándose de aquellas que figu-
ran en el gran cultivo y que son anuales. Continuando
aún nuestros raciocinios en este órden de ideas, manifes-
temos que si adoptásemos el sistema de erigir en prác-
ticas de cultivo todas y cada una de las circunstancias
anormales en que pueden crecer las plantas, siquiera pros-
peren poco y procuren mezquinos frutos con respecto
a su cantidad y calidad, es indudable que el número de
esas prácticas sería infinito; cada circunstancia desventa-
O
josa sería considerada aisladamente la mejor. —Semejan-
te conducta nos conduciria 4 negar toda ciencia, y pres-
cindiendo hasta del sentido comun, nos agobiarian funes-
tas consecuencias.
En resúmen, recuérdense las circunstancias en que se
cultiva el trigo y maíz; téngase presente la naturaleza de
los productos que nos suministran.—Compaárese con ellos
el arroz, cuya naturaleza y productos algun tanto son aná-
logos, y se deducirá lógicamente que idénticos requisitos
son de atenderse al poner en efecto su cultivo.— Los tres
reclaman iguales propiedades fisicas y composicion química
en el terreno; la frescura en el suelo les es igualmente
“necesaria, siquiera en ese punto algo más exigente se mues-
tre el arroz. —¿Quién dudará que esa misma necesidad
de agua algun tanto no se disminuya cuando se modifi-
quen lenta y acertadamente la constitucion y funciones de
la planta? El trigo y maíz han menester el concurso del
agua para que se verifiquen sus evoluciones al grado que
deseamos; de aquí que muchas veces sea preciso regarlos.
No obstante, á nadie se le ocurrirá cultivar esos dos
cereales en terrenos encharcados, y suponiendo que tal
absurdo se cometiese, por fuerza obtendriamos por resul-
tado una variacion en las partes que componen el grano.—
A las personas que nos contesten, 4 pesar de todo lo ma-
nifestado, con los Aechos prácticos, podriamos responder
recordando cierta frase del inmortal autor de Fausto.—Sin
embargo, preferimos manifestarles que el cultivo del arroz
de secano, tal cual lo hemos definido, ha producido siempre
buenos resultados en España cuando se ha practicado con
tino. Álvarez Guerra (Nuevo Diccionario de Ágriculturas
Madrid, 1843, t. 1, pág. 161) expone la relacion com-
pleta de los ensayos ejecutados en España sobre el cultivo
del arroz de secano. A más de todas las ventajas que he-
mos relatado, no debemos olvidar que el arroz de secano,
siempre y cuando se cultive bien, se encuentra ménos ex-
puesto 4 enfermedades que aquel que, creciendo en el seno
del agua, tiene una constitucion anómala é ingiere los ali-
mentos sin órden relativamente 4 su estructura y funcio-
nes.—Las enfermedades de las plantas, las más delas veces,
dependen de defectos en la alimentacion y circunstancias
de cultivo.
Terminemos esta por demas extensa discusion : en el
punto de vista de la humanidad é interes bien entendido,
la moral y la economía política condenan el cultivo del
arroz encharcado; la ciencia, a la luz de sus mejor proba-
dos principios, lo reprueba. .
Expongamos las prácticas relativas al cultivo del arroz.
Existen en el país distintas variedades de arroz, las cuales
más tarde distinguirémos, procurando diferenciarlas, segun
sus' caractéres generales, circunstancias de produccion,
precocidad , etc.—Con respecto á este último punto, sa-
bemos que en Asia se conoce una variedad que proporcio--
na la cosecha al cabo de los cuarenta dias;—las nuestras
no poseen tan benéfica propiedad; sus cosechas se obtienen
entre cuatro y cinco meses, segun los requisitos del terre-
no, cultivo, accidentes meteorológicos y la misma variedad.
La condicion principal para que el cultivo del arroz sea
productivo, 4 ménos de no poder regar con frecuencia, es
depositar su semilla en la tierra en los momentos en que
con más frecuencia acaezcan las lluvias; con este fin se
debe, ántes de proceder 4 la siembra, tratar de indagar
en qué época comienza la estacion de aguas, y entónces co-
menzar la sementera, de suerte que los plantíos aprove-
chen por completo todos los beneficios de los riegos ce-
lestes. — La segunda circunstancia, que es necesario te-
ner muy presente, es labrar profundamente el terreno,
para mantener en él la frescura que comporten sus pro-
piedades. — Debemos, pues, alzar la tierra, empleando
buenos arados de una sola vertedera; simultaneamente , si.
fuese necesario, convendrá romper el subsuelo; en segui-
da muy útil será poner en accion los rodillos, y por fin,
_ concluir arrancando las malas yerbas, igualando el terreno
y mezclando todos sus componentes por medio de las gra-
das.—En suma, es preciso preparar el terreno con el ma-
yor cuidado.—Más adelante desénvolverémos mejor cuan-
to se refiere 4 la preparacion y mejora de los terrenos.
Dispuesta la tierra con la anticipacion conveniente, se
procede a la siembra tan pronto como llega el momento
oportuno; es decir, al romper las aguas, 4 fines de Abril,
en el mes de Mayo, ó aun hasta mediados de Junio, segun
la localidad y otras circunstancias. — Hemos visto sembrar
en muchos puntos hasta San Antonio (13 de Junio).—Las
siembras en otros meses, 4 ménos de que no se puedan
regar, serian expuestas.
Multiplicase el arroz por medio de sus semillas, y 4un
separando los hijos que constituyen las macollas; esto úl-
timo jamas se ejecuta en la práctica en grande escala. —Las
semillas pueden emplearse directamente, de asiento, es de-
cir, dejando las plantas que de ellas se produzcan en el
mismo sitio, Ó bien de antemano es posible establecer al-
— 236 —
mácigas, de donde más tarde se trasplantan los piés, co-
locándolos 4 las convenientes distancias. —La trasplanta-
cion se usa, sobre todo, cuando se cultiva el arroz en-
charcado; sin embargo, tambien podrian realizarse así las
otras siembras, siempre y cuando fuese posible regar.—
Los granos se depositan en la tierra al voleo Ó matean-
do. —El primer medio es muy perjudicial, no sólo consi-
derando los productos de la cosecha, sino Aun las difi-
cultades que se encuentran para desyerbar el campo; por
otra parte, no es posible usar los instrumentos arato-
rios.—Las siembras mateando, 4 golpe Ó a hoyo de yuca son
las únicas, 4 nuestro entender, que debieran realizarse.
—Para ejecutar este trabajo, se podrian poner en uso
sembraderas más ó ménos complicadas y perfectas.—Mas
tambien se lleva 4 cabo'sin auxiliar de ningun género;
basta abrir surcos 4 distancia de una vara, ó mejor de
cinco cuartas, por medio de un arado de doble vertedera.
Trazados los surcos, se deposita en ellos la semilla, po-
niendo especial cuidado en dejar caer en cada golpe sólo
tres granos, los cuales es necesario cubrir con poca tierra.
Dado caso que el obrero, por inexperiencia, al sembrar
haya depositado más granos en cada golpe, será en extre-
mo: útil aclarar más tarde la siembra, dejando sólo tres
piés en cada sitio.—El intervalo que debe mediar entre los
golpes conviene sea igual a tres cuartas. — Nos parece ex-
cusado advertir que para la siembra se debe elegir la me-
jor semilla, la cual es útil cubrir de antemano con agua,
á fin de separar los granos que sobrenadan. —El arroz
cultivado más generalmente en Cuba germina a los siete
dias, arroja la espiga A los tres meses y medio, y comple-
ta su madurez, poco más ó ménos, á los cinco meses.—
Todos estos períodos varian, segun las circunstancias me-
teorológicas, condiciones del terreno, cultivo, la variedad
de arroz, etc., al punto que en el mismo paño de tierra pue-
de haber macollas espigadas y otras que no lo estén, si se
encuentran en pedazos de tierra distintos, más bajos por
naturaleza Ó posicion, mejor abonados, más limpios de
yerbas adventicias.—Áun hay más: en la misma maco-
lla, como sucede en todas las plantas que ahijan, ni to-
das las espigas se muestran al mismo tiempo, ni todas
maduran con simultaneidad. |
Las operaciones de cultivo consisten en aporcar interna-
- mente, escardar, arrejar y regar.
Tan luégo como el arroz se encuentra suficientemente
crecido, es útil aporcarlo, para lo cual bastará llenar el sur-
co con la misma tierra que de él se extrajo.—-Si fuere ne-
cesario, se repetirán las escardas tantas veces como se juz-
gue indispensable, empleando al efecto pequeños arados,
tirados por un solo buey, ó los cultivadores y extirpadores.
Como toda planta que matea ó ahija, es conventente
que el arroz sea aporcado ; por otra parte, es útil promo-
ver el desarrollo de las raíces, para fijar la planta al suelo,
impidiendo que sea volteada ó desarralgada, y contribuir
2 la mejor alimentacion de ella. — Cual todo vegetal que
se desarrolla en poco tiempo, es preciso que exista sin que
le perjudique la presencia de yerbas adventicias; ademas,
es necesario que crezca en un terreno bien desagregado,
abierto 4 todas las influencias atmosféricas, susceptible
de conservar la frescura, en el cual las raíces se extiendan
con facilidad, á fin de extraer los alimentos indispensa-
e 2.38 ma
bles para la vida de la planta que sustentan.—De aquí la
necesidad de escardar y arrejar los sembrados.
Nos parece inútil insistir en la utilidad de los riegos.
Esta operacion será tanto más indispensable, cuanto mé-
nos fresco sea el terreno y con ménos frecuencia acaezcan
las lluvias.
Nuestro clima es tan propio para este cultivo, que en
él, si fuera posible regar las plantas, se podrian obtener
hasta tres cosechas del mismo campo, pues el arroz se-
gado, al cabo de cierto tiempo por sus retoños procura
nueva cosecha.—Dos buenas cosechas sería muy fácil con-
seguirlas. —En algunos lugares que por su naturaleza
guardan mucho la humedad, y áun recogen aguas duran-
te cierto tiempo del año, con gran frecuencia se logra ese
resultado.— El hecho siguiente prueba cuanto acabamos
de exponer. Una laguna sembrada de arroz produjo una
primera cosecha de ochenta. y seis arrobas, habiendo
empleado seis libras para ejecutar la sementera; en segui-
da, despues del córte, dió origen a otra nueva cosecha, que
pesó treinta y cinco arrobas.—La relacion de este ensayo
nos ha sido suministrada por un agricultor digno de todo
crédito, por el esmero que siempre puso al emprender y
llevar 4 cabo sus estudios.
En algunos puntos de la isla hemos visto el arroz sil-
vestre; en esas circunstancias, las plantas se conservaban
precisamente por los nuevos hijos que brotaban despues
que se secaban las cañas que acababan de producir espi-
gas.—Casi todos los granos de éstas desaparecian, sirvien-
do de alimento a las aves; pero algunos que caian en tier-
ra servian para multiplicar la gramínea. y
Creemos que algunos de los purftos que hemos tocado
- merecen ser presentados con más desenvolvimiento; otros,
perdidos en la discusion general, quizás no han sido bien
apreciados. —Por estos motivos, áun corriendo el riesgo
de repetir ideas ya manifestadas, vamos 4 resumir la ex-
posicion de ciertos particulares y ampliar otros.
El sistema de cultivo del arroz, cuyas bases venimos
exponiendo, presenta con respecto al que.en general se juz-
ga como el más conveniente, ventajas de tal considera-
cion, que no dudamos sea muy pronto aceptado por todos
los agricultores, los cuales entónces habrán realizado una
mudanza radical en las condiciones y fines del cultivo de
- que nos ocupamos, En efecto, el sistema aconsejado por
nosotros mejora la calidad del grano, aumenta la produc-
cion de los campos, y 4 estos dos beneficios reune el no
ménos importante y digno de ser seriamente tenido en
cuenta, de hacer salubre de una manera completa las loca-
lidades en las cuales se practica el cultivo; resultado que
bien facilmente se apreciará, recordando las enfermeda-
des á que se hallan sujetos los infelices que habitan los
arrozales, y la alteracion profunda que en sus organis-
mos orginan condiciones de vida tan opuestas A las nor-
males.
Para presentar de un modo claro las bases de este sis-
tema de cultivo y hacer resaltar mejor en qué difiere del
presente, vamos á poner de manifiesto sus respectivos
principios, y así será fácil apreciar al instante cuán distin-
tos son en todas sus partes.
1.” Generalmente se admite que el arroz es una planta
que exige, para crecer y desarrollarse con lozanía, un ter-
ue oo
reno constantemente Sumergido bajo las aguas, ó por lo
ménos siempre muy húmedo.
2.. Tomando como fundamento y base del raciocinio
la pequeña cantidad de materias azoadas contenidas por lo
comun en el arroz, se ha deducido que de todas las cerea-
les, es la que ménos abono reclama en el terreno, al punto
que muchos creen que por pocas que sean las sustancias fer-
tilizantes contenidas en las aguas, éstas son siempre sufi-
cientes; de aquí que se estime poco importante examinar
la naturaleza del terreno y elegir el más apropiado. Sin
embargo, debemos manifestar que en algunos países, cada
tres años se abonan los campos, introduciendo en ellos
una pequeña cantidad de estiércoles.
3." Las siembras se ejecutan muchas veces al voleo, y
los únicos cuidados de cultivo se limitan a algunas escar-
das y repetidos riegos. En muchos casos se establecen
almácigas ó planteles.
En oposicion á estas condiciones, considérense las que
deseariamos ver adoptadas.
1.” El arroz puede existir y crecer en terrenos anega-
dizos, mas ni los reclama perentoriamente, ni en esas
circunstancias es cuando mejores productos nos ofrece;
para su desarrollo le basta un terreno fresco, cuya hu-
medad se conserve de una manera contínua, regándolo
con frecuencia en los casos en que las lluvias no se sucedan
á pequeños intervalos. — La planta, creciendo en estos re-
quisitos, se nutre mejor, se desarrolla con más vigor, y
por tanto, como efecto general, si el terreno lo permite,
el grano es más nutritivo, — La naturaleza de esta gramí-
nea, y el producto especial que de ella se espera, hacen
comprender cuán importante es que extraiga, en la can-
tidad conveniente, de la tierra, los principios de que ha
menester para ejercer todas sus funciones con la mayor
amplitud, y producir ú originar el género de materias
que en su organismo se deben crear.
2. La cantidad de sustancias azoadas contenidas en
el arroz no indica una proporcion fija, que deba tomarse
como límite, sino la suma de esos cuerpos que se forma-
ron en las circunstancias, en las cuales ejercieron sus fun-
ciones las plantas. Hemos tenido ocasion, 4 propósito de
distintos cultivos, de desenvolver nuestras ideas acerca de
este particular; siempre hemos deseado demostrar de la
manera más clara y terminante cómo era preciso considerar
el organismo vegetal, constituyéndose y elaborando sus
productos, segun las circunstancias que presidian 4 su for-
macion, desarrollo y ejercicio de sus actos vitales. Un ejem-
plo nos bastará para aclarar nuestro concepto: la composi-
cion del trigo varía segun la naturaleza del terreno, los
cuidados del cultivo y accidentes meteorológicos; sería,
pues, en extremo perjudicial considerar sólo las circuns-
tancias en que esa cereal contuviese ménos materias azoa-
das, y creyéndolas dignas de servir de modelo, tratar de
reproducirlas, por más desventajosas que en su esencia
sean, en vez de tomar como verdadero tipo aquellos requi-
sitos en los cuales se desarrolla, crea más granos, y éstos
más ricos en materias azoadas.—Estos hechos, por comple-
to de conformidad con otros análogos, demostrados por la
fisiología vegetal, han puesto fuera de duda cuán impor-
tante es atender 4 semejantes condiciones, para conseguir
así grandes cosechas, y en éstas la mayor cantidad posible
16
de los productos que se deseen hacer elaborar 4 las plantas.
—Es, pues, un error gravísimo, opuesto 4 los más elemen-
tales principios de la ciencia, creer que el arroz no recla-
ma abonos para desarrollarse; nosotros afirmamos, muy al
contrario, que los requiere perentoriamente para que los
Órganos así constituidos funcionen con perfeccion, y ori-
ginen un grano más perfecto y rico en materias azoadas,
y por tanto más nutritivo; 4 este fin será preciso propor-
cionar al terreno, en la justa cantidad, abonos azoados y
fosfatados. No nos atrevemos, ni áun empleando todas las
artes de la reserva, 4 estampar aquí el grado 4 que esta-
mos convencidos se llegaria, en punto A la composicion
del grano de esta cereal, si se cultivase siguiendo prácticas
juiciosas. De manera que con arreglo a las ideas expues-
tas, para establecer este cultivo en consonancia con los prin-
cipios científicos, es de todo punto necesario comenzar por
corregir las propiedades físicas del terreno y modificar
su composicion química, y como precisamente no pueden
lograrse esos fines sino saneando el terreno, dado el caso
que sea anegadizo, es evidente que será preciso drenarlo
ó abrir zanjas descubiertas de desagúe. — Despues habrá
que practicar labores profundas, desagregacion del sub-
suelo, etc.— A los que se imaginan que por naturaleza
el arroz debe existir en terrenos pantanosos, 4 los que
creen que esa cereal necesita siempre vivir en el agua, te-
niendo sus raíces y parte de la caña cubiertas por el líqui-
do; á los que sostienen el indispensable uso del riego con-
tínuo, les sorprenderá que tan categóricamente comence-
mos por atacar semejante error, y que nos atrevamos á
aconsejar prácticas tan opuestas 4 los que se denominan
con impropiedad hechos experimentales, comprobados en
distintos tiempos y lugares; pero nosotros, fundados en
datos positivos, nos apoyamos en los principios de la cien-
cia, y por último, más abajo estampamos nuestro juicio
acerca del sistema, por desgracia, hoy practicado en casi
todos los países que cultivan el arroz. Con respecto 4 las
enfermedades 4 que se dice está expuesto el arroz cultiva-
do en terrenos ricos en materias alimentosas, podemos ase-
gurar que semejante hecho no se realiza cuando todas las
circunstancias concurren en proporcion y tiempo para orl-
ginar el más perfecto y armónico resultado.
3 Eluso de sembrar al voleo determina menor des-
arrollo en las plantas, éstas matean ménos, se nutren im-
perfectamente, y por tanto, en requisitos tan desfavo-
rables, tienen que originar pequeñas cosechas y un grano
pobre. en materias azoadas; es preciso sembrar matean-
do, depositar la semilla en profundos surcos, y despues
aporcar internamente. — Por otra parte, es posible, y
nosotros hemos comenzado diversas experiencias en este
sentido , perfeccionar la semilla practicando una bien en-
tendida seleccion, como se ha hecho con el trigo genealó-
gico de Halket.
No se nos oculta, repetimos, que segun los principios
admitidos en la actualidad, los cuales provienen de una
rutina aceptada como fundamento de todas las operacio-
nes, nuestras ideas no parecerán aceptables; pero, por poco
que se reflexione, se verá cuán justas son, y cómo, merced
a ellas, es posible aumentar considerablemente el poder
nutritivo del arroz y conseguir mayores cosechas. El arroz
cultivado en tierras anegadizas debe ser considerado como
la excepcion, debe estimarse que allí se desarrolla en cir-
cunstancias anormales en el concepto de sus propiedades
alimenticias, por tanto, opuestas 4 todos los adelantos de
que es susceptible este cultivo, y sorpresa nos causa que
ideas tan sencillas no se hayan presentado al juicio de los
agrónomos, cuando el progreso general de la ciencia por
fuerza conduce 4 ellas, y más aún cuando los hechos re-
lativos al cultivo de otros cereales pueden servir para elu-
cidar los puntos difíciles de resolver.
Si 4 las razones que acabamos de manifestar agregamos
algunas reflexiones acerca de la influencia que tendrian
materias más azoadas, que se acercasen más á la compo-
sicion del trigo, sobre el carácter de los pueblos cuyo casi
exclusivo alimento lo constituye el arroz, se verá que la
materia es, aun 4 los ojos del filósofo, más importante de
lo que 4 primera vista podria creerse. Buckle, t. 1, pag. 87,
manifiesta algunas noticias interesantes acerca del consu-
mo del arroz en Asia y sus consecuencias.
Los experimentos cuyos resultados vamos a relatar,
fueron instituidos con el objeto de demostrar la conve-
niencia de emplear en las siembras de arroz sólo la canti-
dad precisa de semilla, colocándola a distancias oportunas,
y al mismo tiempo nos han servido para calcular la pro-
duccion de una caballería de tierra.
Comenzamos por depositar en una excelente tierra un
grano de arroz; así que germinó y creció la planta, con
gran cuidado se aporcó internamente y se regó todos los
dias. Transcurrido cierto tiempo, desenterramos la maco-
lla, la lavamos en un fuerte chorro de agua, y de ella se-
paramos nueve hijos ó vástagos, los cuales se plantaron
1
en sitios distintos, 4 la requerida distancia. Estos nueve
hijos produjeron como cosecha en el momento oportu-
¡Mo 2% y espieas, en el órden siguiente : 1.”, 3032.) 95 3.»
435 4-3 3435-3425 6, 363 7. 3938-, 339.323. En
otros ensayoshemos obtenido de un solo grano macollas que
dieron 87 espigas. Una espiga de regular tamaño (del
arroz que nos sirvió para hacer estos ensayos) contiene,
término medio, 265 granos; por tanto, las 259 debian en-
cerrar, poco más ó ménos, 68,635; de suerte que, término
medio, cada macolla produjo (68,635, divididos por g)
7,6261 1 granos, los cuales correspondian 4 (7,626*1 1, di-
vididos por 265) 28*77 espigas por cada pié; resultado
que se comprueba dividiendo las 259 espigas por g; así
se llega tambien al número 28*77.—Ahora bien, una on-
za de nuestro arroz sin descascarar contiene, poco más ó
ménos, 960 granos; luégo los 68, 635 granos pueden pe-
sar 71%49 onzas, ó sean 446 libras.
Hemos visto el número de espigas que puede produ-
cir, término medio, cada macolla, y al mismo tiempo
queda demostrado que ésta es originada por un solo grano;
- El arroz se debe sembrar mateando, a golpe ó al paso; es
decir, que en la direccion de los surcos, convenientemente
separados, se colocan los granos a la oportuna distancia.
Supongamos que los surcos disten uno de otro una vara,
- y que en la direccion de ellos se siembre á tres cuartas de
separacion de golpe 4 golpe. En este supuesto, es claro
que en una caballería se podrán trazar (24>< 18) 432
Surcos, y como que en cada uno se abren 576 hoyos, en
los cuales se depositan tres granos de arroz, resulta que
se invierten 1,728 granos, y para los 432 se necesita-
— 246 —
Z
rán 746,496, ó sean 77759 onzas Ó 4858 libras; esta
cantidad podria áun reducirse 4 la tercera parte, pues en
rigor, en cada golpe no se necesita emplear más que un
grano de arroz. Este es el peso de arroz que se requiere
para sembrar una caballería, de suerte que admitiendo y
considerando todos los desperdicios, lo más que habrá
menester será cuatro arrobas.
Si se compara esta cantidad á la que en la actualidad se
invierte en la siembra, se verá cuán reducida es, y nótese
que la mayor proporcion de semilla confiada á la tierra,
no sólo aumenta el precio de la siembra, sino áun, por.
motivos que expresarémos, contribuye 4 disminuir la co-
secha. |
En una caballería de tierra se pueden disponer 248,832
hoyos (576 ><432), los cuales proporcionarán otras tan-
tas macollas, que contendrán cada una 7,626“11 granos,
originando una cosecha de 4, 981“61 arrobas, dado el caso
que cada macolla produzca sólo 2877 espigas, correspon-
dientes 4 los tres granos depositados en cada golpe. Debe-
mos advertir que este rendimiento, aunque parezca 4
muchas personas representar el máximum, 4 nuestro
entender, sólo indica un término medio. Sin embargo, en
las circunstancias actuales se cultiva tan mal el arroz, que
muy pocos labradores podran contar haber cosechado 5,000
arrobas por caballería de tierra. Y nótese que en nuestros
cálculos no hemos tenido cuenta de las subsiguientes pro-
ducciones que se pueden alcanzar despues de las siegas; en
circunstancias especiales, el arroz brota con vigor Aun des-
pues del segundo córte, de manera que puede producir
hasta tres cosechas.
DAR |
Las causas que determinan la pequéñez de nuestras co-
sechas de arroz son : la mala preparacion de las tierras, el
uso de sembrar al voleo en vez de hacerlo 4 golpe, la fal-
ta de riegos, y sobre todo, la perjudicial costumbre de
emplear una cantidad excesiva de semilla. En las plantas
que matean ó ahijan, el número de renuevos es, no sólo
un signo irrecusable de vigor general, sino tambien un
requisito de la potencia de cada vástago; la existencia de
éstos no es independiente y aislada de los demas; cada uno,
en su parte y medida, contribuye, en mayor Ó menor gra-
do, al desarrollo de sus semejantes; existe una reciproci-
dad contínua entre todos y cada uno; miembros de la
“misma familia, por decirlo así, se fortifican mutuamente
por los lazos de union que los estrechan. Este particular
se encuentra desenvuelto 4 propósito del cultivo de la
caña.
Para lograr un número de hijos de alguna considera-
cion, es condicion precisa que quede un tallo subterráneo
de notables dimensiones, lo cual se consigue por medio
de la aporcadura externa ó por la interna. En la generali-
dad de los casos, siempre que sea posible, es conveniente
optar por esta última operacion, abriendo anchos y pro-
fundos surcos, los cuales, 4 medida que vaya creciendo la
planta, se irán rellenando con la tierra de ellos extraida.
La isla de Cuba posee terrenos que se podrian explotar
con gran beneficio, si en ellos se cultivase racionalmente el
arroz; y eligiéndolos con acierto, no dudamos que se po-
drian conseguir hasta 8,000 arrobas de arroz por caba-
llería, sólo en dos córtes, siempre y cuando se dispusie-
.sen las cosas del modo más favorable. Este cultivo mere-
Lo 248 da
ce tanto más fijar la atencion de los agricultores, cuanto
nos coloca en una dependencia ruinosa del extranjero, por
poco que se dificulten los cambios comerciales. — Podré-
mos equivocarnos, mas creemos que en vez de afanarnos
por aclimatar nuevos cultivos, debiéramos tratar de hacer
progresar aquellos de los cuales depende nuestra exis-
tencia.—La guerra de los Estados Unidos prueba esa
asercion.—Debemos advertir, á pesar del juicio anterior,
que estamos muy léjos de creer que sea conveniente, en
tiempos normales, producir las materias que en mejores
condiciones nos puede suministrar el extranjero , pues ese
estado de cosas conduciría á un aislamiento nocivo, no sólo
en el punto de vista económico, sino áun por considera-
ciones morales é intelectuales. —En otro lugar hemos dis-
cutido con detenimiento cuanto se refiere á las leyes que
presiden 4 los limites de los cultivos.
TRIGO.
Hemos emprendido una serie de investigaciones expe-
rimentales, encaminadas 4 resolver algunos de los parti-
culares relativos al cultivo del trigo en este país. Seme-
jantes ensayos, no sólo serán de trascendencia para la
agricultura cubana, sino que tambien ofrecerán provecho
y enseñanza práctica en otros climas cálidos; áun en las
regiones frias son susceptibles de servir de no escasa uti-
lidad , porque, merced 4 ellos, será posible elucidar ciertos
problemas que allí no puederi resolverse, puesto que sólo
gozan, y esto durante cierta época del año, de los ele-
mentos vivificantes, el calor y la luz, que con tanta pro-
fusion nos procuró naturaleza. En estas latitudes muchos
_ fenómenos se mostrarán en su más completa amplitud,
miéntras que en otras sólo son, por decirlo así, embrio-
narios. Nuestros estudios nos permitirán, apreciando to-
dos los particulares, y temiendo presentes las investiga-
ciones que se han practicado en otros países, establecer
" comparaciones entre todas y cada una de las fases del des-
arrollo de la planta en tan variadas circunstancias; así
podrémos trazar un cuadro ó conjunto armónico de todos
los requisitos que presiden 4 las evoluciones vegetativas
de este cereal, atribuyendo 4 cada uno su verdadero valor
y legítima influencia, y 4 todos juntos sus mutuas y res-
pectivas acciones y reacciones.
Para llevar 4 cabo nuestro fin, hemos tenido que abra-
zar por completo los puntos de que deberémos ocupar-
nos, á cuyo efecto nos ha sido necesario comenzar por
estudiar, 4 la luz de la experimentacion, todas las varie-
dades de trigo conocidas, pues como nuestro objeto no es
reducirnos al estrecho recinto de la aplicacion inmediata
en este país, se nos hacia preciso ensayar todas las varie-
dades, por más que desde ahora estemos seguros de que
muchas no podrán cultivarse en grande escala en Cuba.
El cultivo de ciertas variedades, á primera vista poco
digno de atencion, nos pondrá en el caso de apreciar las
circunstancias de su vegetacion; datos que nos serán muy
útiles para discutir algunos puntos referentes A otras varie-
dades.— No pensamos limitarnos 4 una localidad ni 4 una
sola clase de terreno, ni méños aún á una estacion mar-
cada; pensamos extender y variar nuestros estudios á to-
dos esos requisitos, y así podrémos fijar, despues de tan
completas indagaciones, cuál es la mejor variedad para
cada clase de suelo, la época del año más propicia, se-
gun la localidad, terrenos, etc., para efectuar las siem-
bras.— Tan prolijos trabajos nos darán 4 conocer las va-.
riaciones que sufrirán algunas de esas variedades, y así.
podrémos elegir aquella variacion que más ventajosa sea
con respecto a requisitos marcados, y perpetuarla por se-
leccion. En el punto de vista científico, será muy útil in-
quirir las mudanzas que en este clima, en diferentes con-
diciones, experimenta el trigo, pues esos hechos quizá serán
convenientes para discutir las cuestiones relativas 4 la uni-
dad de la especie, 4 las metamórfosis que sufre, segun las
circunstancias, y así allegar datos á fin de poder tratar los
particulares referentes 4 los limites tropicales de las espe-
cies cultivadas, materia que no pudo desenvolver De Can-
dolle por falta de hechos bien comprobados.—AÁ pesar de
considerar importantes estos estudios, no nos lleva el en-
tusiasmo al punto de olvidar las consideraciones que varias
veces hemos estampado en estas páginas acerca de las
circunstancias que era preciso considerar para fijar el lí-
mite de los cultivos.—Por otra parte, y aunque no nece-
sitemos «andar buscando autores que digan lo que nos
decimos sin ellos», bueno será que repitamos con De Can-
dolle : «¿Para qué cultivar el trigo cuando se tiene el arroz,
yuca, boniato y maíz? ¿Por qué introducir el olivo cuando
poseemos los aceites de diversas palmas, los de maní,
ajonjolí y otras plantas muy productoras? »
No necesitamos encarecer la importancia de estos estu-
dios, considerados, ya en el aspecto de la aplicacion indus-
trial en este suelo, bien como problema científico. Estos
ensayos, en parte, serán llevados 4 cabo en una finca (ca-
fetal Marcial, Hoyo Colorado), de la cual hemos podido
disponer, gracias á la hospitalidad de un ilustre patricio;
más adelante continuarémos practicandolos en otras loca-
lidades. — Así que estos primeros experimentos se encuen-
tren algun tanto adelantados, lo anunciarémos, é invita-
“rémos 4 todos los agricultores para que visiten nuestro
campo experimental; a la vez que examinen estos ensayos
comparativos, podrán tambien inspeccionar siembras en
grande escala, las cuales se preparan en este momento. Por
ahora nos ha sido preciso reducir nuestro estudio 4 unas
sesenta variedades, las cuales darémos 4 conocer, presen-
tando la clasificacion general de todas las coñocidas.—
Pero antes de comenzar la exposicion de los caractéres
que distinguen las diversas variedades de trigo, nos pa-
rece acertado poner de manifiesto algunos particulares re-
lativos a la especie, considerada con respecto á esta ce-
real; punto que más adelante discutirémos con más pro-
lijidad.
Uno de los problemas más difíciles de resolver, ó qui-
zás mejor dicho, que no es dado al espíritu humano dilu-
cidar de una manera completa, si al efecto se desean re-
unir todos los datos necesarios, es el orígen de las especies.
— ¿Todos los séres existentes han salido, provienen ó se
derivan, por via de generaciones más ó ménos regulares,
unos de otros, y en suma, de una primera forma ó tipo
único, generador de todos? ¿Cada forma específica ha sido
creada independientemente de las demas, es fija, inmuta-
ble, bien definida en el tiempo y en el espacio? Estas
dos maneras de considerar tan importante materia han
dividido en dos campos A los más célebres naturalistas de
todos los tiempos; 4 pesar de los más detenidos estudios,
la discusion está muy léjos de agotarse, y en estos últimos
años, el libro de Darwin, intitulado Origen de las espe-
cies y leyes del progreso en los séres organizados, ha des-
pertado con más calor las antiguas controversias. Los par-
tidarios de la creacion única, que con más especialidad se
denominan filósofos naturalistas, han recurrido 4 las ín-
vestigaciones relativas á la embriología, al estudio de las
monstruosidades, de la anatomía comparada, y por fin,
han desenterrado y revivido las extinguidas creaciones de
otras edades de la tierra; los fósiles les han proporcionado
los medios de enlazar algunos escalones de la serie contí-
nua que se proponen restablecer. |
Relativamente 4 los cereales, ya desde el año de 1632,
Gerard pretendia haber descubierto algunos granos de
avena en una espiga de trigo. Bonnet aseguraba haber po-
seido una caña que sustentaba juntamente una espiga de
trigo y otra de zizaña. Lord Bristol afirmó que cortando
en el primer año todas las espigas de avena, al año si-
guiente se conseguia una cosecha de cebada. El doctor An-
derson anunció que segando la avena en verde, un año
despues obtuvo espigas de centeno. Raspail aseveraba que
el trigo sembrado en tierras estériles degeneraba y se
convertia en grama y otras plantas semejantes. Todos es-
tos hechos no han podido nunca ser patentizados sino por
sus autores; siempre que se han dirigido los ensayos se-
gun las indicaciones severas del arte experimental, se han
encontrado falsos.
Veamos ahora otra serie de fenómenos, que si bien er-
róneos como fueron anunciados, al ménos han conducido,
por las investigaciones que motivaron, á averiguar cierto
número de hechos curiosos.
Latapie, profesor de botánica en Burdeos, sostenia,
partiendo de experimentos llevados 4 cabo por él, que el
_ trigo no era más que una transformacion del egylops ova-
ta. Más tarde, Esprit Fabre, de Agde, anunció haber
conseguido cambiar por completo los caractéres del cegy-
lops, el cual entre sus manos adquirió todos los que dis-
tinguen el trigo. Analizando bien los hechos, é institu-
yendo experimentos conducentes 4 los fines 4 que se deseaba
llegar, se ha demostrado y puesto para siempre fuera de
duda que el cegylops en ningun caso se metamorforseaba en
trigo, pero que sí podia ser fecundado por él. El «gylops
ovata, cruzado con un trigo barbudo, produjo a varios
experimentadores una planta señalada con el nombre de
egylops spelteformis, la cual constituye, á no dudarlo,
realmente una híbrida fértil, que durante muchas genera-
ciones da siempre orígen á individuos iguales al primitivo.
Fabre cultivó durante veinte años esta planta, sin haber
notado cambio alguno en ella. Vilmorin y Groenland fe-
cundaron el «gylops ventricosa con el pólen de una varie-
dad barbuda de triticum sativum, y así consiguieron una
nueva planta híbrida, cuya espiga se parecia bastante 4 la
del padre, mas este producto era estéril. Gordon hizo
variados experimentos acerca de la fecundacion del egylops
tricoides por el trigo; de esta manera logró obtener el «gy-
lops spelteformis , semejante 4 aquel que fué cultivado por
Fabre, y esa semejanza, no sólo era facil de hacer patente
en todo el conjunto de las circunstancias de su vegetacion
y en sus órganos florales, sino tambien en la fertilidad
del híbrida. Groenland continuó estos estudios de los hí-
bridas del cegylops y de los trigos, y del conjunto de sus
- ensayos ha deducido que siempre se consigue una planta
híbrida fértil y capaz de perpetuarse sin volver al tipo
de sus progenitores. | |
De todos los hechos que la experiencia ha acumulado,
de todos los fenómenos que la más sagaz observacion ha
recogido, de cuantas comparaciones se han podido juntar,
es preciso deducir que en la actualidad esos cambios radi-
cales, que afectan, mudan y trastornar los Órganos fun-
damentales, al punto de metamorfosear una especie en otra
distinta, no han podido ser comprobados; dado, pues, el
caso de que el trigo primitivamente se haya originado por
una mudanza de otra planta, en el dia ni semejante tras-
torno se nota, ni el mismo trigo se convierte en otra plan-
ta.— De suerte que no pudiendo demostrar cómo nuestro
trigo haya sido producido por otra planta, tenemos que
admitir que desde el principio constituyó una especie dis-
tinta. ¡
A pesar de la afirmacion de algunos viajeros, que pre-
tenden haber encontrado el trigo silvestre, el hecho no está
aun bien averiguado, lo cual, en verdad, no es argumento
importante contra la legitimidad de la especie, pues desde
+
luégo áun es posible hallar el trigo silvestre en algun
punto del globo, y supuesto el caso de que así no suceda,
quizás el descubrimiento es imposible, ó por haber cam-
biado completamente las circunstancias climatéricas del
país en que debiera descubrirse, ó quizás porque en la
actualidad la patria del trigo es algun país muy civilizado,
donde, por consiguiente, se cultiva siguiendo las reglas del
arte.—La antiguedad de este cultivo, y los granos de trigo
que se han hallado en algunos monumentos, demuestran
su remoto origen.
Mas, dando por cierta y segura la existencia de una es-
_pecie primitiva de trigo, ¿cómo se originaron todas las
existentes, y las numerosas variedades que en ellas se notan?
Comenzarémos por manifestar que los agricultores dan
á la especie un sentido más lato que los botánicos, pues
como tales consideran los vegetales que se perpetúan en
las mismas circunstancias con iguales caractéres, impor-
táandoles poco indagar si variando los requisitos, pueden
las denominadas especies cambiar en más Ó ménos tiem-
po, recorriendo una serie de trasformaciones. Veamos si
los hechos que conocemos, y algunos raciocinios, son
susceptibles de demostrarnos la unidad de la especie en
el trigo.
El trigo acompaña al hombre por donde quiera que
éste elige su hogar; sujeto 4 la influencia de tan variados
climas, creciendo en terrenos tan esencialmente diferentes,
su organismo ha experimentado cambios tan profundos,
que al parecer se creeria que provienen de especies dis-
tintas. Mas cada dia vemos nacer nuevas variedades de
trigo, las cuales, Ó se producen accidentalente, Ó merced
e |
al concurso y cuidados inteligentes del hombre, que (dis-
pone todas las circunstancias al efecto. Esas variedades,
que han adquirido peculiares propiedades, se reproducen
con iguales caractéres, y teniendo el cuidado de elegir los
individuos que en más alto grado las presenten, se consi-
gue así, por medio de una acertada y escrupulosa selec-
cion, fijarlas y perpetuarlas para siempre, bien entendido
sI no varian las circunstancias precisas á su conservacion.
De la misma manera que, gracias a este método, se han
conseguido ya resultados admirables en el dominio de la
produccion animal, grandes adelantos podemos deberle
aplicandolo con discernimiento en el campo de la pro-
duccion vegetal. Los productos de la seleccion ó varia-
ciones permanentes, no solamente se presentan con for-
mas exteriores distintas, sino que ademas influyen en las
circunstancias que presiden 4 su desarrollo, en su resisten-
cia más Ó ménos considerable A ciertas causas nocivas,
en la precocidad, la abundancia del grano y composicion
de éste. Las circunstancias del clima, los requisitos del
terreno, el género del cultivo, la especialidad de los abo-
nos, la estacion de las siembras, etc., influyen sobre la
creacion de las variedades de trigos. Una vez que éstas se
han originado en propicias condiciones, si se les obliga
a vegetar sometidas á otras circunstancias, se notan cam-
bios profundos en ellas. Semejantes cambios pueden dar
orígen, no 4 la variedad de que se derivan, sino á otra di-
ferente. Ahora bien, admitamos que tan probable hecho
se repita durante un cierto número de generaciones, y que
desaparezcan las variedades intermedias que separan la pri-
mera de la última; es claro que si partiendo de ésta, qui-
sieramos llegar 4 la otra, sería preciso muchas veces co-
menzar por restablecer los eslabones de la cadena. No
siempre es posible llenar ese riquisito; de suerte que los
vacíos, las interrupciones, la desaparicion de las varieda-
dades intermedias, nos impiden arreglar su genealogía.
En la actualidad ha sido posible descubrir los lazos que
unen ciertas variedades y especies de trigo; gradualmente
se ha podido unirlas despues de más ó ménos términos
interpuestos; pero otras especies, hasta el presente, no ha
sido dado agruparlas en series contínuas, ora porque fal-
ten las variaciones graduales que deben eslabonarlas, bien
porque alguna de esas especies pudo haber sido originada
por monstruosidades que se perpetuaron.
Cuando hayamos concluido nuestros experimentos, vol-
verémos á tratar este asunto, pues entónces, á más de los
hechos manifestados en los anales de la ciencia, podrémos
aducir nuestras propias observaciones, y así nos será quizá
más fácil completar tan difícil discusion. No pretendemos
llegar nunca 4 un resultado completo; pero sí inscribiré-
mos algunos hechos en el libro de oro del trigo.
La clasificacion de los trigos, en el punto de vista agrí-
cola y botánico, es empresa que requiere imperiosamente
que se estudien todos los caractéres en el campo mismo;
es preciso presentar el cuadro completo de todo el orga-
nismo durante los períodos de la vegetacion. El color
de la espiga, su forma, su direccion, el aspecto de la
pluma y pajas, la forma y color del grano, sólo se pue-
den apreciar cuando la planta ha llegado 4 su completo
desarrollo. La direccion, tamaño, permanencia Ó cadu-
cidad y color de las barbas, es necesario anotarlos en
17
Ene 258 ART
cada faz de la vida. Si 4 esto se agrega que las variedades
se distinguen tambien por el número de tallos que pue-
den originarse de un solo grano; que las cañas de "trigo
aparecen en distintos períodos del crecimiento, rectas,
echadas sobre la superficie, ó inclinadas; por el color de
las tiernas plantas, unas al principio son verdes en cier-
tas especies, otras son rojizas en determinadas variedades,
cuyo color desaparece más tarde, y entónces tanto las ca-
ñas como las hojas son verdes (Tessier, Cours d'Agri-
culture, pag. 138), etc., se comprenderá que para clasificar
los trigos es necesario reunir todas las variedades, sem-
brarlas, y estudiar con detenimiento todas las circunstancias
relativas 2 su desarrollo y productos, teniendo muy en
cuenta, al verificar ese examen, el influjo de las circunstan-
cias en las cuales se opera, pues de lo contrario no sería
posible distinguir lo que es permanente de aquello que so-
lamente es transitorio.
Para presentar un cuadro completo de las distintas y
sucesivas clasificaciones de los trigos , sería menester prin-
cipiar por exponer cada una en particular; despues com-
pararlas para discernir sus errores ó verdades, y sobre todo,
para establecer la originalidad respectiva de cada autor.
Semejante trabajo lo llevarémos 4 cabo más adelante; pero
por ahora debemos reducirnos a trascribir la clasificacion
de Vilmorin, no sin haber presentado ántes una ligera in-
dicacion bibliográfica de las otras clasificaciones.
He aquí los trabajos anteriores al de Vilmorin : Tessier,
loc. cit.; Hoste, Gramíneas de Alemania; Mazucato, Tri-
ticum definitiones, 1812; Seringe, Mélanges botamiques;
Bayle Barelle, Monographia agronomica dei cereal, Mila-
a
no, 1829; Metzger, Cereales de la Europa, 1824; Des-
vaux, Cours complet d Agriculture; John Willh Krausé,
Iconografía de los cereales. Tambien debemos mencionar,
al lado de estos autores, á Lagasca, Clemente, Arias y
Valcárcel. Estos eran los estudios llevados á4 más ó ménos
buen término, cuando Vilmorin (padre) pudo procurarse
las colecciones que sirvieron de base á los estudios de
Desvaux, Seringe y Metzger, las cuales cultivó, y com-
pletando algun tanto los hechos, dió 4 luz su nueva cla-
sificacion, impresa en la Maison rustique du XIX siecle.
Despues, 1851, en el Fournal d' Agriculture practique,
UNE EL, paginas 397,452, 485, y 1857, t. 1, pagi-
na 52, volvió a publicar la misma clasificacion. — Vil-
morin (Luis), hijo del anterior, continuó los trabajos de
su padre, adquirió nuevas variedades, y así pudo pu-
blicar en 1860 su Essai dun catalogue methodique et sy-
nomyque des froments, trabajo que todos los botánicos y
agricultores han aceptado como el más completo y acabado
que existe sobre la materia. Desde este año prosiguió re-
uniendo materiales, acopiando datos, procurándose nuevas
variedades, al punto que casi tenía concluida una nueva
Memoria; entónces murió, y su viuda, Mad. E. L. Vil-
morin, se encargó de recoger todas esas notas, arreglar-
las, y publicarlas en la Encyclopédie practique de ) Agri-
culteur. Esta es la historia de la clasificacion que vamos
a exponer, la cual, si bien no es del todo original, al
ménos ha sido completada de una manera inteligente por
Vilmorin.
Respecto de las variedades de trigo existentes en Es-
paña, ademas de las obras de los autores ya citados, de-
— 260 —-
bemos indicar las noticias expresadas por el Sr. D. Agus-
tin Pascual (hijo) en la Memoria sobre los productos de la
Agricultura española reunidos en la Exposicion general de
1857; 1 vol. in fol., Madrid, 1859-61.—En esta pu-
blicacion el sabio agrónomo se ha complacido en dise-
minar los datos más interesantes sobre todos los ramos de
la explotacion agrícola española. — Relativamente al cul-
tivo del trigo en Cuba será muy útil leer la excelente
Memoria de nuestro ilustre maestro el Sr. D. Antonio
Bachiller y Morales (Prontuario de agricultura general,
pag. 159): |
Acerca de todas las clasificaciones propuestas para or-
denar metódicamente los diversos trigos conocidos, se nos
ocurre manifestar que por lo comun sus autores más se
han preocupado de buscar diferencias que de establecer
con juicio analogías.— Algunas veces los caractéres que
se hacen valer para las separaciones son tan poco aparen--
tes, que en verdad sorprende no se les haya ocurrido atri-
buir esas ligeras diferencias 4 pequeñas modificaciones,
producidas por las circunstancias del suelo, cultivo y ac-
cidentes meteorológicos. — El estudio de una planta debe
hacerse en la localidad que sea más propia a su desarrollo,
no tan sólo considerando la accion climatérica, sino tam-
bien la influencia del suelo, requisitos del cultivo, etc.
Inquiriendo los particulares relativos 4 cada variedad en
la comarca más idónea para su crecimiento, podemos con
certeza caracterizarla. —Si en vez de llevar 4 cabo, en
tales condiciones, esos exámenes, se toman todas las
variedades y se las hacen crecer en las mismas circunstan-
cias, es claro que cada una de ellas, en mayor Ó menor
— 261 —
grado, sufrirá una modificacion distinta, pero relativa 4
los requisitos que presidieron 4 su desarrollo. — A nues-
tro juicio, sería más fructuoso el estudio que se llevase á
cabo, si en lugar de ceñirnos al estudio de la influencia
de una sola localidad, indagásemos los particulares relati-
vos 4 todas las variedades de trigo cultivadas alternativa-
mente en toda suerte de climas, suelos, accidentes meteo-
rológicos, cultivo, etc.— Comparando los resultados ob-
tenidos en tan distintas condiciones, podriamos establecer
con seguridad la historia de las variaciones del trigo.
Ambos estudios son necesarios, y 4 pesar de su im-
portancia, áun no han sido realizados por ningun agró-
nomo.
Estas investigaciones sería preciso ejecutarlas durante
“muchos años sin renovar las semillas, 4 fin de conocer las
- diferencias permanentes originadas por el clima y otros
requisitos. — De esta manera la clasificacion de los trigos
sería racional, pues entónces se podrian determinar las va-
riedades en realidad idénticas, que han cambiado más ó
ménos en virtud del trastorno de las circunstancias que
concurren á su desarrollo,
Con respecto 4 pequeñas diferencias en la precocidad,
no es muy juicioso fundarse en ellas para establecer lí-
neas de separacion; la misma variedad, aun en su país na-
tal, puede anticiparse Ó retardarse en su crecimiento, segun
las circunstancias del suelo, accidentes meteorológicos,
cuidados de cultivo, etc.— La misma observacion se aplica -
a otras tan fugaces diferencias.
Este estudio tan importante necesitaria el concurso de
varios individuos residentes en distintas localidades. —
— 262 —
Creemos que las escuelas de agricultura, que por fortuna
existen hoy en todos los países, podrian entenderse para
realizar simultáneamente el trabajo.
CLASIFICACION DE LOS TRIGOS.— Luis Vilmorin, de
conformidad con Metzger, estableció siete especies de
trigo, reconociendo, sin embargo, de acuerdo con el
autor aleman, que el triticum polonicum, proviniendo de
una monstruosidad del triticum durum, debia referirse
a él. |
Estas siete especies de trigo son:
1." Triticum sativum Ó trigo ordinario, cuya especie
comprende las más estimadas razas de este cereal; en ella
el grano es tierno y desnudo, la espiga blanca ó roja, con
barbas ó sin ellas, la caña hueca.—Son éstos los trigos que
alcanzan más valor comercial, asimismo los que más ge-
neralmente se cultivan en Francia, Inglaterra, Rusia y en
todos los países en los cuales se halla la agricultura muy
adelantada.
2.* Triticum turgidum, trigo conocido por lo comun en
Francia con el nombre de poulard.— Las razas inclusas
en esta especie tienen la caña llena, el grano grueso y abul-
tado, pero de calidad grosera y de un valor nutritivo y
comercial muy inferiores al de las diversas razas del £r¿-
ticum sativum.— Estos trigos, muy productivos, son cul-
tivados en Inglaterra, Francia y en el noroeste de Rusia.
30 Triticum durum ó trigo de Africa, compuesta de
trigos con granos duros, abundantes en glúten, cultivados
en el mediodía de Europa y en Africa, donde se usan para
fabricar sémolas , pastas y macarrones.
HA 263 ted
4* Triticum polonicum; posee grandes glumas, que le
dan un aspecto particular; por lo demas, presenta los mis-
mos caractéres que el triticum durum, y con frecuencia se
convierte en el tipo al cual querian reunirlo Metzger y
Vilmorin.
£* Triticum amyleum Ó almidonero; por el aspecto ge-
neral de sus órganos se asemeja mucho al triticum durum
de espiga chata; pero de él se distingue por su eje frágil
y grano cubierto ó vestido.—Produce una harina muy
blanca, que en otro tiempo se usaba con frecuencia para
extraer el almidon. Aun se encuentra muy propagado
_en las provincias del este de Francia, y en todo el centro
de Europa.
6.* Triticum monococcum, trigo pequeño con el grano
cubierto, muy semejante por su aspecto 4 la cebada. —
Su cultivo, aunque muy propagado, se halla limitado, sin
embargo, sólo 4 las comarcas pobres de cada país.
7 Triticum spelta Ó espelta, trigo de grandes dimen-
siones, rústico, ¡posee caña hueca y grano cubierto. —
Se cultiva en todos los países montuosos del centro de
Europa y en una gran parte de las llanuras de Francia,
España é Italia.— Es muy notable por el vigor de su ve-
getacion y por la calidad de su harina.
ESPECIE PRIMERA; TRITICUM SATIVUM.—Variedades
sin barbas.— Espiga desprovista de barbas, generalmen-
te larga, piramidal, presentando su mayor anchura há-
cla la cara de las espiguillas, las cuales son planas y es-
tán dispuestas en forma de abanico; glumas ligeramente
cortadas al sesgo debajo del ápice, y terminándose por una
corta punta; carena ó quilla (pliegue dorsal de la gluma)
NS
— 264 —
saliente en su mitad superior únicamente, desigualdad qué
se extingue y desaparece hácia la base; pajas extendién-
dose más allá del grano, distintas y un poco separadas en
el vértice; grano oblongo, ovalado, por lo comun tierno,
caña hueca.
SECCION PRIMERA.— Caractéres de la seccion.— Espi-
ga prismática, casi recta, acanalada hácia el perfil, grano
blanco, mediano, hojas numerosas, anchas y verdes. —
Trigo de Flándes ó blanzé. Hermoso trigo cultivado en
la mayor parte de las comarcas del norte de la Francia; es
el tipo de casi todas las variedades perfeccionadas en Ingla-
terra.—Su caña es alta y bastante fuerte, sin ser por eso
dura; espiga robusta, bien nutrida y recta; grano blanco,
mediano en grueso, corteza fina; es de calidad superior.
Cuando se cultiva en buenos auspicios, matea mucho,
mas para ello requiere tierras fértiles. Algunas veces se
vuelca.—En las tierras pobres el grano se halla expuesto
á enrojecerse, y aun 2 adquirir la trasparencia del cuerno;
más que otro trigo puede atizonarse, accidente ménos co-
mun en la mayor parte de los trigos de grano amarillo,
que se cultivan en el centro de Francia. Esta disposicion
quizá proviene de que se encuentra más revestido de ho-
jas, las cuales son grandes y anchas; la caña ordinariamente
presenta cinco nudos. — Trigo Chittem. Se distingue del
anterior tan sólo por su caña algo más fuerte y la espiga
más robusta.— White Kent. Semejante 4 los anteriores,
pero un poco más fuerte en todos sus órganos, y algo más
productivo.— Pearl white, Shiresf"s, Silverdrop. Tres tri-
gos que no se diferencian entre sí y del trigo de Flandes
sino por caractéres apénas aparentes.
— 265 —
SECCION SEGUNDA.— Espiga prismática, recta, larga,
medio chata hácia la cara de las espiguillas, que son an-
chas; pajas largas, grano grueso y largo.— Whittington-
Se diferencia del trigo de Flándes en su espiga mayor y
más larga; las espiguillas presentan con frecuencia hasta
cinco granos; las pajas son largas y flexibles; las flores es-
tán dispuestas algo en forma de abanico, lo cual da á la
espiguilla mayor anchura, y por consiguiente, la forma ge-
neral de la espiga, presenta mayor dimension en la direc-
cion de la cara de las espiguillas que hácia el perfil. De se-
mejante disposicion tambien resulta que la especie de canal
formado por la línea en que se reunen las plumas de los
lados opuestos del eje, constituye un ángulo mucho más
agudo que en el trigo de Flándes.—El grano de este trigo
es muy grueso, medianamente largo y ménos blanco que e]
de Flándes. Tiene muy buena forma cuando se halla bien
lleno, mas en los casos en los cuales se ha nutrido ménos,
sus labios presentan una arista angulosa; defecto que se
nota en muchos trigos de grano grueso, lo cual motiva
las grandes diferencias que ofrecen, segun los terrenos en
que hayan crecido; los trigos de granos más pequeños
manifiestan Ó conservan mayor regularidad en este punto
de vista. Su caña es muy alta, resistente, bien asentada,
y 4 pesar de su fuerza, noes muy dura; se encuentra mé-
nos expuesto que el trigo de Flándes 4 volcarse, áun cuando
sea más alto que él de más de medio pié (siete centíme-
tros), término medio. —£clips. Difiere del anterior por
sus mayores dimensiones, y su grano proporcionalmente
más corto.— Trigo gigante de Eley. Entre todos los sa-
tivum medio barbudos, es el mayor de los trigos conocl-
— 266 —
dos; se asemeja por completo al whittington y al anterior,
por el tamaño de su espiga y la altura de su caña; su gra-
no, como el del eclips, es un poco más grueso y corto que
el grano del whittington.—Whittingham gigantick. Se ase-
meja mucho al whittington, tanto por la altura, como por
la forma de la espiga; se distingue de él por su grano, más
fino y ménos expuesto a volverse anguloso. — Firter”s.
Casi se le podia considerar como una transicion, un gra-
do intermedio entre esta y la anterior seccion. Se ha colo-
cado aquí por la forma de la espiga y la robustez de la
caña.
SEccION TERCERA.— Espiga larga, floja, flexible, y con
frecuencia encorvada en la direccion de la parte plana de las
espiguillas, vástagos que se abren, grano, mediano, muy
blanco, hojas como las de la seccion primera. — Talavera.
Notable por la perfeccion de. su grano, que es mediano,
extremadamente blanco y bien formado; su espiga se ase-
meja mucho, por la forma general, 4 la del trigo de Flán-
des, pero es un poco más larga y floja, y por lo comun
encorvada; su caña es elevada, bastante fina, mas un poco
delgada hácia el pié, lo cual la dispone a volcarse con
facilidad. — Syra. Se diferencia del anterior sólo por sus
mayores dimensiones. Caña sustentando hojas hasta cerca
de la espiga. — Devonshire. Se distingue de los dos ante-
riores por su espiga algo más coloreada; su grano se pa-
rece mucho al del Syra, la espiga es algun tanto ancha.—
Polonia de Varsovia. Por su forma se coloca en la serie de
los Talaveras; sin embargo, la espiga es un poco más
tiesa, ménos flexible; su eje, en parte aparente Ó descu-
bierto, se aproxima 4 los touzelles; pero la hoja, grande,
ancha y enderezada, nos obliga A fijar su puesto al lado
del Talavera y demas trigos de esta seccion.
SEccION CUARTA.— Espiga enderezada, bastante floja,
eje muy pronunciado, glumas estrechas; follaje ménos
amplio que en las secciones precedentes, cañas despro-
vistas de hojas en su mitad superior, grano blanco y me-
diano. — Trigo Hunter. Su grano es. hermoso, general-
mente uniforme en calidad; la caña, muy recta, se halla
desnuda ó libre de hojas en una gran parte de su altura;
- muy poco expuesto 4 atizonarse y 4 las demas enferme-
dades; su hoja es derecha y algo ondeada. Este trigo, 4
pesar de su más pequeño tamaño, presenta gran analo-
gía con el de Flandes, del cual se diferencia con facilidad
por la disposicion de sus espiguillas, que dejan por lo co-
mun, en parte, descubierto el eje. — Jersey Dantzick.
Produce un grano hermosísimo. Su espiga, un poco más
floja que la del hunter, presenta los mismos caractéres;
su caña es tambien muy fuerte, blanca y desnuda en su
mitad superior. Ahija poco, lo cual quizá proviene de que
comienza 4 matear más temprano que los otros trigos.—
Chiddam prize. Se distingue tan poco del anterior, que
es posible considerarlos como formando una sola varie-
dad.—White scotch, priory y mungoswell. Se refieren 4 los
dos precedentes, quizás los mismos, aunque con nombres
distintos. — Uxbridge. Variedad intermedia, por la forma
de su espiga, entre el hunter y los dos últimos; pertenece
a esta seccion, segun lo demuestran su caña desnuda y
su espiga tierna.
SECCION QUINTA. —Espiga piramidal, sin canal pro-
nunciado, larga, casi siempre un poco encorvada, grano
— 268 —
grueso, corto, blanco, hojas anchas y fuertes. — White
Essex. Raza muy estimada en Inglaterra. Presenta rela-
ciones en calidad con el trigo de Flándes, pero de él se
distingue con facilidad por la forma de su espiga, la cual
puede compararse 4 una pirámide truncada, con cuatro
lados iguales, miéntras que en los trigos de Flándes la
forma de la espiga se acerca á un prisma rectangular. La
espiga del White-Essex presenta con frecuencia una curva
bastante pronunciada en la direccion del eje, lo cual es
mucho más raro en el trigo de Flandes. Por lo demas,
al igual de tan notable variedad posee una caña alta, re-
sistente, un poco fina, en comparacion con la fuerza de
la espiga que tiene que sostener, ahija mucho.— Battu-
vell-Suffolk, Lord Werstens y Oxford prize blanc, deben
referirse 4 la variedad anterior, de la cual constituyen
tan sólo razas escogidas. — Hardy white. Por sus partes
foliaceas se asemeja 4 los trigos de la cuarta seccion;
pero su espiga y demas caractéres nos inducen 4 colocarlo
en ésta.
SECCION SEXTA.— Espiga casi siempre recta, piramidal,
pajas cortas, grano grueso, amarillento, hojas anchas y
verdes.— Trigo rojo de Essex. Esta variedad proviene pro-
bablemente del trigo blanco de Essex, del cual se diferen-
cia por el color de su grano, y tambien por su espiga más
fuerte y recta, y en esto más semejante 4 la del trigo de
Flándes.— Hickling prolific. Este trigo presenta las más es-
trechas relaciones con el anterior. Sin embargo, Vilmorin
- titubeó al colocarlo aquí, considerando su orígen comun
con el trigo hickling, que pertenece 4 otra seccion; pero
ofreciendo caractéres bastante uniformes para constituir
— 269 —
una variedad, se le ha clasificado en este lugar. Tiene la
espiga más larga que la del trigo de hickling, del cual
parece haber sido originado.—Chiddam. Este trigo mani-
fiesta grandes analogías con los dos precedentes. La mis-
ma observacion se aplica 4 los cuatro trigos siguientes:
Fook's wvbite, Redstraw white, Brodies red seed y Salmon.
SECCION SÉTIMA.— Espiga corta, compacta, con caras
sensiblemente iguales, truncada y con frecuencia abultada
en lo alto; .espiguillas ensanchadas, pajas cortas, grano
- blanco, corto, mediano.—Trigo de Hungría. Este trigo es
ménos productivo que el de Flándes; su caña es ménos
alta, pero está ménos expuesto á degenerar; es más rústi-
co.—Su grano, un poco corto, pequeño, muy blanco,
casi siempre es de una calidad superior; su caña, robusta
y perfectamente derecha, le dispone poco a volcarse.
—HEs muy precoz, y vegeta bastante bien en las tier-
ras de mediana fertilidad.—El trigo album densum, y
el trigo denominado caballero en Inglaterra, constituyen
tan sólo razas del trigo de Hungría.— Club. Muy parecido
al trigo de Hungría por los caractéres de su espiga, pero
de él se distingue por la fuerza y robustez de todos sus
órganos; sus hojas son más anchas, su caña más alta y
fuerte; sus pajas tienen una consistencia un poco coriácea,
que no existe en el primero; el grano tambien es más grue-
so, y expuesto á volverse anguloso cuando las sequías ó la
falta de fertilidad le impiden alcanzar todo su desarrollo.
SECCION OCTAVA. — Espiga muy compacta, con caras
sensiblemente desiguales; uno de los dos perfiles muy an-
cho; una cara abierta en lo alto, encorvada en la direccion
del perfil, grano mediano, amarillento.— Hickling. Varie-
dad muy productiva, conocida con los nombres de trigo
mariscal, trigo maza; dictado que expresa bien el aspecto
de la espiga del hickling, muy ancha en la parte superior;
su grano es hermoso, amarillento y muy lleno; la caña, por
lo comun, pequeña, gruesa y tan resistente, que rara vez
vuelca. — Trigo de Mesnil Saint Firmin. Variedad del
hickling, a la cual se ha dado los nombres de trigo de grano
amarillo, trigo de Bazin; la espiga es ménos compacta y
la caña más elevada.
SECCION NOVENA.—Espiga compacta, casi mitad ménos
gruesa en el perfil que sobre la cara; espiguillas con tres
ó cuatro flores, formando con el eje un ángulo casi recto,
exactamente aplicadas la una 4 la otra; la punta de las pa-
| jas y de las glumas cortas, obtusas y como roidas; la caña
muy gruesa, derecha, ligeramente acanalada hácia la es-
piga; el conjunto de la planta presenta un color verdemar.
—Trigo de Chile. Trigo pequeño, muy rústico y precoz.
SECCION DÉCIMA. —Espiga piramidal y recta; pajas
cortas, con algunas barbas; grano amarillo ó rojizo, con fre-
cuencia córneo; hojas anchas, de hermoso verde.—Trigo
de Saint Laud ó trigo de Saumur. Su espiga es muy hermosa,
bien nutrida, blanca en sus dos anchas caras, y manchadas,
al contrario, con un matiz rojizo en el borde de las glumas
por el lado del perfil. El grano es grueso, bien lleno; la
caña es blanca, muy elevada, gruesa y resistente, aunque
suave; es bastante precoz.
SECCION ONCE.— Espiga un poco floja, encorvada há-
_cia la parte chata Ó plana de las espiguillas, afilada hácia
la punta; con frecuencia sustenta algunas cortas barbas;
grano amarillo, á menudo córneo; caña débil; hoja más
fina y verde que la de los otros trigos blancos. — Trigo de
Crepí. Es la única variedad de esta seccion.
SECCION DOCE.—Espiga floja, delgada hacia la pun-
ta, con algunas pequeñas barbas en lo alto de las espi-
gas ensanchadas, granos pequeños, rojizos y córneos.—
Trigo de Marzo, sin barbas, ordinario. Este es quizás
el tipo de la especie triticum «estivum de Linneo. Es
un trigo muy vigoroso y rústico. — Trigo Fellemberg.
Hermosa variedad del trigo de Marzo sin barbas. Posee
una espiga gruesa y larga; su grano es pequeño y muy
duro; la espiga es tan blanca como la caña; se desgrana
con facilidad así que ha llegado á una perfecta madurez.
SECCION TRECE.—Espiga muy floja, afilada; eje grue-
so, saliente; pajas y glumas alargadas y agudas; hojas muy
glaucas; ligulas rojas. — Touzelle blanco de Provenza. Tan
apreciado como los mejores trigos conocidos, presenta úni-
camente el defecto de desgranarse con facilidad , pero co-
sechado ántes de su completa madurez, se remedia este mal.
SECCION CATORCE.— Espiga larga, floja, no disminu-
yendo notablemente de ancho hácia la parte superior; eje
grueso, aparente, pajas y glumas truncadas, estas últimas
terminadas por una especie de diente obtuso; follaje se-
mejante al del trigo touzelle. — Talavera de Bellevue ó
trigo de España. Notable variedad por el conjunto de sus
caractéres.
SECCION QUINCE.— Espiga corta, muy afilada; pajas
puntiagudas, cubriendo por completo el grano; las flores
de la parte superior de la espiga abortan casi siempre;
hojas rubias y muy derechas.— Trigo chino. Única y cu-
riosa variedad.
SECCION DIEZ Y SEIS.—Espiga floja; eje en parte apa-
rente, casi siempre doblado en la direccion de la cara, y más
ó ménos contorneado; glumas y pajas largas, aplicándose
exactamente sobre el grano, terminadas por puntas cortas
y fuertemente encorvadas hácia dentro; rudimentos de
barbas en lo alto de la espiga; follaje ancho, y un, poco
glauco ó color garzo.—Richelle blanca de Nápoles. Su es-
piga es blanca; el grano lleno, tierno, blanco y de her-
moso aspecto. |
SECCION DIEZ Y SIETE.— Espiga corta; glumas cortas
y del mismo color que las pajas, muy obtusas y casi sin
prolongacion; las pajas están terminadas por un gancho
bastante corto, obtuso y fuertemente encorvado hácia aden-
tro, el cual se alarga un poco en la extremidad superior
de la espiga; follaje de una amplitud notable y muy de-
recho. A. esta seccion pertenece el trigo de la China Ó de la
India.
SECCION DIEZ Y OCHO0.— Espiga prismática, casi recta,
blanca, velluda; grano blanco, mediano; hojas numerosas,
anchas y verdes.—Trigo de cerca, Tunmstall, blanco ater-
ciopelado, blanchard. Su aspecto aterciopelado le distingue
de todos los trigos blancos; su espiga es muy grande y
gruesa; la caña con frecuencia se encorva en su parte su-
perior, siendo, sin embargo, muy fuerte y resistente.
SECCION DIEZ Y NUEVE.— Espiga floja, color leonado
claro, espiguilla formando con el eje un ángulo agudo;
glumas alargadas, terminadas por una punta obtusa de-
recha; pajas concluyendo en la parte inferior de la espiga
por un gancho corto, que más arriba degenera en una pe-
queña barba contorneada; grano largo, de un blanco ama-
079 =
rilloso, de buena calidad; caña fina, derecha, mas con fre-
cuencia doblada en forma de codo en la parte baja.— Trigo
de Odesa sin barbas. En esta variedad es muy notable la
caña doblada en forma de codo, lo cual la dispone 4 vol-
carse.— Trigo de la isla de Noé 6 trigo azul. Es muy pre-
coz y fértil; su caña, corta y erguida, le impide enca-
marse; puede cortarse muchos dias Antes de su com-
pleta madurez , lo cual es necesario para impedir que se
desgrane la espiga; accidente á que se halla muy predis-
puesto.
SECCION VEINTE.— Espiga larga y delgada, de un color
rojo claro, floja; pajas con frecuencia terminadas por una
pequeña arista; grano rojo y córneo; caña amarilla y bas-
tante fuerte. — Trigo marcelaje. Espiga un poco floja;
grano hermoso, lleno y de un matiz claro. El follaje de
este trigo es muy notable; las hojas, expuestas 4 atizonarse,
son anchas y de un verde rubio.— Trigo rojo de Caen ó
Chicot. Presenta mucha analogía con el anterior, y sólo se
distingue de él en que es algo más vigoroso.
SECCION VEINTE Y UNA.—Espiga roja, delgada, me-
dio floja, vuelta hácia abajo, flexible, grano rojizo, tierno
ó medio tierno, paja amarilla y bastante fuerte. — Trigo
rampillon. Espiga roja, muy floja, pero sin desgranarse;
grano hermoso é igual; vegetacion lozana. — Lammas.
Está muy expuesto á desgranarse así que completa su
madurez.
SECCION VEINTE Y DOsS.—HEspiga medio floja, larga,
con frecuencia vuelta en la direccion de la cara; espiguillas
muy ensanchadas,*á menudo con cinco flores, lo cual da
a la espiga mayor anchura en la parte de la cara que hácia
18
el perfil; grano amarillo ó rojo, tierno; caña fuerte, er-
guida, muy gruesa, pero hueca.—Trigo red Kent. Espiga
quebradiza y susceptible de desgranarse; muy rústico y
productivo.— Trigo rojo de Escocia, blood red. Trigo su-
perior al precedente; hermosas espigas; grano rojo y so-
berbio, se desgrana ménos; caña ménos alta y más resis-
tente; follaje muy desplegado; raíces vigorosas y muy
largas.
SECCION VEINTE Y TRES.—Espiga compacta, pirami-
dal, presentando más anchura hácia uno de los perfiles
que por el otro, erguida, espiguillas con cuatro ó cinco
flores, fuertemente unidas al eje; glumas y pajas cortas,
exactamente aplicadas sobre los granos; caña muy grue-
sa, hueca y derecha.— Trigo rojo de Laigle. Granos her-
mosos, bien nutridos é iguales; rústico, productivo, y
poco expuesto al tizon y 4 los demas parásitos del trigo.
SECCION VEINTE Y CUATRO.— Espiga muy corta, cua-
drada, obtusa en su parte superior, muy glauca; caña rec-
ta, resistente; grano rojizo y córneo.— Trigo cuadrado de
Sicilig. Grano rojo, casi duro, pero hermoso y de buena
calidad, muy precoz.
SECCION VEINTE Y cInco.— Espiga floja, delgada, fle-
xible; pajas y glumas alargadas, y terminadas con frecuen-
cia por medias barbas hácia lo alto de la espiga, grano
rojo, claro y córneo. —La única variedad que contiene
esta seccion es el trigo mariana polí , el cual es muy precoz.
SECCION VEINTE Y SEIS.— Eje grueso, aparente; espl-
guillas ensanchadas; pajas y glumas alargadas, delgadas,
muy tiesas; grano rojo, largo y córneo; caña resistente y
algo encorvada, medio llena. — Trigo del Cáucaso, rojo,
sin barbas. Espiga muy roja; grano alargado y de exce-
lente calidad; su caña se encuentra muy expuesta á'enca-
marse en ciertos terrenos.— Touzelle roja de Provenza. Es
un trigo superior.
SECCION VEINTE Y sIETE.— Espiga cuadrangular, aplas-
tada enla direccion de la cara de las espiguillas, ensanchadas
glumas y pajas velludas; grano blanco; hojas rubias. —
Trigo de Creta. Grano amarillo, claro y de calidad supe-
rior.— Variedades barbudas. Espiga con barbas, presen-
tando su mayor anchura en la direccion de la cara de las
espiguillas, y generalmente caidas hácia el mismo punto,
-pero nunca dirigidas al perfil; barbas divergentes en el
plano de las espiguillas persistentes; caña hueca y algunas
veces medio llena en lo alto.
SECCION VEINTE Y 0cH0.—Espiga floja; espiguillas
cuneiformes, muy aplastadas hacia la direccion de las caras;
glumas y pajas alargadas; barbas largas, divergentes, un
poco flexuosas; grano amarillo ó rojizo; caña hueca y bas-
tante flexible.— Trigo barbudo de invierno ordinario. Muy
rústico; el grano muy rico en glúten.
SECCION VEINTE Y NUEVE.— Espiga floja; espiguillas
abiertas en lo alto, y dejando ver una parte del eje; gluma
y pajas alargadas; barbas largas, divergentes, muy tiesas;
grano generalmente blanco y tierno; caña medio llena,
encorvada y robusta. —Trigo de Roussillon, Saissette. Trigo
excelente, el mejor de los barbudos; se distinguen distin-
tas calidades comerciales, entre las cuales, las más estima-
das son el de Ayde y de Beziers.
SECCION TREINTA.— Espiguillas con tres flores, ensan-
chadas hácia la base; barbas muy divergentes y finas; caña
Eo 2.76 E
fina, encorvada, muy hueca y flexible.— Trigo de Marzo
barbudo. Granos bien nutridos, y hermosa caña.— Trigo
de Toscana. Este es el trigo que se cultiva para aprovechar
sus cañas, y confeccionar sombreros de señoras, etc.—
Trigo Victoria. Madura, segun Humboldt, en Colombia
en el espacio de tres meses. Posee hermosas espigas; el
grano es rojizo, casi duro; su caña es corta y resistente.
SECCION TREINTA Y UNA.— Espiga floja; eje grueso;
espiguilllas cuneiformes; pajas y glumas muy alargadas,
fuertemente aplicadas contra el eje; pajas largas y tiesas;
grano blanco, alargado, tierno; caña casi llena y muy
dura.— Trigo del Cáucaso, barbudo. Espiga voluminosa, -
grano grueso, alargado, casi duro, produce una harina
excelente y muy rica en glúten.—Trigo del Cabo. Grano
muy pesado y de superior calidad. |
SECCION TREINTA Y DOs.—Espiga muy compacta,
prismática, igual en sus dos caras; espiguillas con cinco
flores; barbas cortas, finas, numerosas, divergentes; grano
corto, redondo, rojizo, tierno; caña gruesa, hueca y de-
recha.— Trigo erizo. Espiga compacta y como erizada de
un gran número de pajas cruzadas; su grano, pequeño,
abultado y rojizo, es muy pesado y de calidad excelente;
la caña es muy elevada.
SECCION TREINTA Y TRES. —Espiga floja; eje aparente;
espiguillas con dos ó tres flores, un poco abultadas en la
parte baja; barbas muy finas, divergentes; grano rojo
claro, medio córneo; caña hueca y flexible.— Trigo de
otoño, rojo, barbudo. Muy rústico, poco expuesto a en-
camarse, produce una harina muy rica en glúten.
SECCION TREINTA Y CUATRO. —Espiga floja, roja,
barbuda, velluda; caña hueca. — Trigo barbudo, velludo,
de la Mancha. Es el único trigo rojo barbudo y velludo.
Especie SEGUNDA.—Triticum turgidum. Espiga cua-
drada Ó aplastada en la direccion del perfil de las espi-
guillas, que son cortas, abultadas y más anchas que altas;
glumas barrigudas, truncadas bruscamente en el ápice,
terminadas por una punta corta, argueada, aguda, carena,
saliente en toda su longitud, fuertemente encorvada hácia
la base de la gluma; pajas abultadas, cortas, aplicándose
sobre el grano; barbas largas, dispuestas paralelamente al
eje de la espiga, con frecuencia caducas; grano grueso,
encorvado; caña dura y llena, sobre todo en la parte
superior.
- SECCION TEINTA Y cinco.—Espiga blanca, más larga
hacia el perfil que por la base; glumas aplicadas sobre
la paja, muy glaucas, y distinguiéndose por esto de la
paja, cuyo color es leonado claro; grano mediano, y por
lo comun córneo; caña llena y encorvada.— Poulard blanco
liso. Hermoso trigo, muy productivo y susceptible de
crecer bien en toda clase de terreno; grano bien nutrido y
muy moreno; harina ménos estimada que la de los trigos
de la serie de los sativum. Ú
SECCION TREINTA Y SEIS.— Espiga gruesa, cuadrada,
casi siempre más ancha por la cara que por el perfil; barbas
con frecuencia caducas; glumas y pajas del mismo color;
grano grueso y 4 menudo córneo; caña gruesa y llena.—
Trigo del Norte. Produce su harina un excelente pan mo-
reno; es muy productivo y poco expuesto al tizon.
SECCION TREINTA Y SIETE.— Espiga larga, floja, espi-
guillas divergentes algunas veces; glumas y pajas alarga-
a 278 pe
das, bastante coriáceas; grano gueso, más largo que el de
la generalidad de los poulards.— Petanielle blanca. El más
vigoroso de los poulards, pero el más exigente con respecto
4 la calidad del terreno; caña llena y dura; grano hermoso,
largo, la proporcion de la harina que produce, comparada
al salvado, es muy considerable.
SECCION TREINTA Y OCHO. —Espiga gruesa, cuadra-
da, blanca; gluma y paja velludas; barbas divergentes,
grano grueso y córneo.— Poulard blanco, velludo, de Tu-
rena. Caña llena; grano de calidad grosera; fertilidad pro-
digiosa. j
SECCION TREINTA Y NUEVE.— Espiga roja, floja, pre-
sentando más anchura por el perfil de las espiguillas que
hácia sus caras; barbas con frecuencia caducas.— Poulard
rojo, liso. Ménos productivo que los otros poulards, pero
más rústico, produciendo por otra parte grano de mejor
calidad.
SECCION CUARENTA.— Espiga gruesa, cuadrada, pre-
sentando generalmente su mayor anchura hácia el perfil de
“las espiguillas; barbas con frecuencia caducas; caña muy
gruesa y algo doblegada.— Poulard grueso, rojo. Hermoso
y productivo poulard, que sólo llega 4 su apogeo de des-
arrollo en las tierras muy fértiles; su caña es alta, dura y
resistente.
SECCION CUARENTA Y UNA.— Espiga larga, cuadrada
ó más ancha por el perfil de las espiguillas, prismática,
roja; gluma y pajas velludas; barbas divergentes, grano
grueso, y por lo comun córneo.— Poulard rojo, velludo.
Excelente trigo, á pesar de la poca delicadeza de su hart-
na; rústico y productivo.— 4Avellana de Lausana 6 trigo
vd
de Santa Elena. El más elevado de los poulard; merece
bien el nombre de trigo gigante que se le dió; posee todas
las cualidades y defectos de los poulards, es decir, gran
vigor y fertilidad; caña dura y quebradiza; grano de me-
diano valor nutritivo.
SECCION CUARENTA Y DOS.—Espiga cuadrada, ó más
ancha por la cara de las espiguillas, piramidal; gluma y
pajas velludas; barbas algunas veces caducas; grano me-
diano y córneo.— Trigo grueso de Montauban. Caña corta
y medio llena; muy productivo.— Turquet grueso. “Trigo
gigantesco, muy vigoroso y productivo; quizas el más
fértil de todos los trigos conocidos; caña llena y dura;
grano bien nutrido, casi siempre córneo y de excelente
calidad. :
- SECCION CUARENTA Y TRES.—Espiga compuesta, es-
piguillas con cinco ó seis flores; gluma y pajas cortas, muy
velludas, aplicadas sobre el grano; barbas con frecuencia
caducas; caña muy gruesa. — Trigo de Egipto. Espiga com-
pacta y llena de granos de excelente calidad; caña alta y
llena.— Español sin barbas. Variedad de poulard, muy
cultivado en Extremadura.
SECCION CUARENTA Y CUATRO. — Poulard. Espiga
gruesa; pajas y gluma azulosas Ó negras, muy velludas;
grano grueso, con frecuencia amarillento y tierno.— Pou-
lard azul. Existen de esta variedad, muy cultivada en
Francia, várias razas, que por su aspecto particular, azu-
loso y velludo, se les ha dado el nombre de trigo de los
ratones. Á este trigo se refiere el célebre trigo inglés common
R1vet. |
SECCION CUARENTA Y CINCO. —Espiga compuesta;
1
—,280. ==
grano tierno; caña llena, ondeada por debajo de la espiga.
— Trigo del milagro. Grano ménos grueso que el de los
otros poulard, redondo, amarillo brillante; caña dura;
reclama terrenos muy fértiles. ]
EsPEcIE TERCERA. — Triticum durum. Espiga pira-
midal, casi cilindrica Ó aplastada por el perfil; espigui-
guillas estrechas y alargadas; glumas duras, poco abulta-
das, terminadas por un diente agudo; carena muy saliente
en toda la longitud de la gluma; débil y uniformemente
encorvada; barbas muy largas, persistentes, fuertes, di-
vergentes, excepto en las variedades de espiga chata; grano
largo, triangular, casi siempre córneo.
SECCION CUARENTA Y SEIS.— Espiga alargada, amarilla
ó roja; caña un poco caida.—Trimenia. Vegeta con loza-
nía, y llega en corto tiempo 4 la madurez.— Fastuosum.
Hermoso durum, con barbas divergentes, que le dan un
aspecto particular; grano duro y rico en glúten.— 4Aubaine
roja. Caña resistente, poco expuesta al tizon y á los otros
parásitos del trigo; grano muy nutritivo.
SECCION CUARENTA Y SIETE.— Espiga corta, caña de-
recha.— Taganrock blanco, con barbas negras. Caña elevada
y con frecuencia encorvada, dura; grano hermoso, duro,
trasparente, de excelente calidad , y susceptible de conser-
varse sin alteracion por mucho tiempo.
SECCION CUARENTA Y OcHO.— Espiga aplastada en la
direccion del perfil; glumas y pajas de tal modo unidas al
grano, que el eje se rompe en la trilla, como sucede con
las espeltas ; barbas cortas; caña llena.— Trigo chato blan-
co. Grano duro y córneo; produce excelente harina para
pastas, fideos y macarrones. — Chato negro. Sus espi-
-
RN
gas negras y barbudas le dan un aspecto particular.
Especie CUARTA.— Triticum polonicum. Debe ser con-
siderado como una monstruosidad del £riticum durum.
SECCION CUARENTA Y NUEVE.—Espiga larga; gluma
muy larga, sin aristas terminales; pajas muy largas; bar-
bas pequeñas; grano muy largo y córneo; caña llena. —
Polonia ordinario. Espigas voluminosas, conteniendo lar-
gos y enormes granos; glumas y cañas con matices dora-
dos. — Polonia compacto. Espiga muy corta; grano de buena
calidad.— Existen otras variedades de este trigo.
- SECCION CINCUENTA.— Tr iticum amyleum. Espiga com-
primida, barbuda, algo caida; eje frágil; espiguillas estre-
chas con dos granos, regularmente imbricados ó sobre-
puestos en dos rangos; caña hucea; hojas aterciopeladas.
— Almidonero blanco. Grano difícil de trillar, pues está
sujeto en sus pajas y glumas, por lo demas hermoso; pro-
duce una excelente harina empleada para extraer almidon.
— ÁAlmidonero negro. Mayor y más vigoroso que el prece-
dente.
EspPEcIE QUINTA.— Triticum monocoocum. Espiga bar-
buda, muy aplastada, compuesta de dos series de espi-
guillas muy juntas, con un solo grano; eje de la espiga
muy frágil; caña huega, muy derecha; follaje de un verde
OSCUro.
SECCION CINCUENTA Y UNA.— Engrain comun, ó trigo
locular.— Follaje muy verde, y al abrigo de.los parásitos;
pala fuerte, fina, recta; espiga delgada y comprimida. Se
produce bien en las tierras arenosas, calcáreas, y en todos
los terrenos estériles; grano córneo; harina de excelente
calidad.— Engrain doble. Más elevado que el anterior, se
— 282 —
distingue de él ademas por su espiga mucho mayor, más
morena, áspera al tacto, y con la particularidad, á pesar
de la especie 4 que pertenece, de presentar en cada espi-
guilla dos granos.— Vegeta bien en toda clase de terrenos.
EspPEcIE SEXTA.— Triticum spelta. Espiga larga y del-
gada; espiguillas apartadas, dejando, por consiguiente,
a descubierto el eje en sus intervalos; glumas gruesas, co-
riaceas, truncadas; eje de la espiga muy grueso; pajas
cubriendo perfectamente el grano; caña hueca y recta.
SECCION CINCUENTA Y DOS.— Variedades com barbas.
Espelta 6 escaña blanca sin barbas. Vegetacion vigorosa;
caña elevada, gran fertilidad; ahija más que ningun otro :
trigo; harina blanca, fina y nutritiva.— Variedades barbu-
das. Espelta blanca barbuda. Caña de una altura consi-
derable, precoz; grano de excelenté calidad. — Espelta
negra barbuda. Notable por su aspecto, y dotada de todas
las propiedades que distinguen los trigos de esta seccion.
Hemos concluido de exponer la clasificacion de Vil-
morin. )
El cultivo de estas variedades, y el de otras no compren-
didas en la coleccion de Vilmorin, las cuales nos ha sido
dado procurarnos, nos permitira, al hacerlas crecer en este
clima y en toda clase de terrenos, descubrir los cambios
que sufren en semejantes circunstancias; estudio que dará
a la monografía del trigo la extension 4 que merece llegar
por su extraordinaria importancia. Como es muy probable
que tan serios experimentos no serán en mucho tiempo
repetidos, ademas de describir minuciosamente todas las
variaciones que observemos, nos proponemos hacerlas di-
bujar con sus colores naturales, para conservar de esta
pa 283 mE
manera mejor su exacta representacion. Al mismo tiempo
que llevemos 4 cabo este tan complicado trabajo, estudia-
rémos los otros cereales, á cuyo intento nos hemos procu-
rado todas las variedades de cada uno. De este modo po-
drémos llegar 4 tener una monografía completa de los
cereales en Cuba.
Épocas MÁS CONVENIENTES PARA PRACTICAR LAS
SIEMBRAS.—Todas las plantas, en mayor Ó menor grado,
segun su naturaleza y especialidad de los productos que
deseamos se creen en su organismo, reclaman cierta suma
de agua relativa 4 sus distintos períodos de crecimiento,
a fin de que en tan prósperos auspicios puedan recorrer
con vigor todas y cada una de las fases de su desarrollo,
encaminado 4 un fin especial.
Esta necesidad es más perentoria en los casos en los
cuales deben los vegetales desarrollarse en un tiempo mar-
cado; entónces, si no gozan del agua conveniente durante
los momentos oportunos, se nota que las evoluciones vi-
tales se trastornan, sus funciones en semejantes circuns-
tancias no originan ó producen en pequeña cantidad aque-
llos cuerpos que nos proponemos obtener.
El trigo, á pesar de crecer sin vigor, ó áun de perecer
en terrenos bajos y anegadizos, requiere, sinembargo, cierta
dósis de humedad en el suelo para darnos á su tiempo ópi-
mas cosechas. La cantidad de agua que retiene y conserva
un terreno es relativa a los fenómenos meteorológicos, y la
constitucion particular de él, a decirlo con más claridad,
asus propiedades fisicas, composicion química y estruc-
tura geológica.
que 284 CEE
En la isla de Cuba, prescindiendo de los abrigos natura-
les ó artificiales, no considerando determinadas exposicio=
nes en la mayor parte de las circunstancias la suma total
de grados de calor recibida por las plantas miéntras obran
sobre ellas los rayos solares durante todo el tiempo que
duran sus evoluciones, no ofrece grandes diferencias en las
diversas estaciones del año; de suerte que en el punto de
vista de la vegetacion se puede admitir de un modo gene-
ral, de acuerdo con la experiencia, que SOZAmos siempre,
poco más ó menos, de la misma temperatura. La diferen-
cia de grados de calor solar en los distintos meses del año
producirá como único resultado adelantar ó retardar qui- |
zas algo la época de la madurez, mas nunca es bastante
para impedir por completo las evoluciones vegetativas de
ciertas plantas , señalandoles una estacion propia. Tenien-
do en cuenta estas razones, toda nuestra atencion debe
fijarse en los efectos combinados y recíprocos que pueden
resultar de ese calor y luz vivificante y la presencia ó au-
sencia de la humedad, ó mejor dicho, de su exceso ó de-
fecto. En otros países la temperatura es el dato que de-
cide el momento oportuno de verificar las siembras; ese
tiempo cambia segun los hechos meteorológicos generales
ó variables. Como hemos manifestado que nuestra tempe-
ratura puede sensiblemente considerarse igual, no tenemos
que preocuparnos de ella, y todas nuestras operaciones
deben subordinarse á la carencia ó frecuencia de los riegos
celestes, áun dado el caso que podamos suministrarles
agua a las plantas cuando lo creamos conveniente.
La proporcion de agua que contiene el suelo es relativa
a la cantidad que recibe y al poder de que disfruta de con-
A, 5—
servarla, en las circuntancias en que se halla, para 1r len-
tamente suministrándosela 4 las plantas. Esa propiedad
conservadora de la humedad, resultado, á más de la in-
fluencia del clima, de la constitucion geológica del terreno,
de sus propiedades físicas, composicion química y consumo
de las plantas, puede ser natural ó creada por el hombre
en mayor ó menor grado, gracias 4 los correctivos, abo-
nos, labores profundas, desagregacion del subsuelo, dre-
nage, riego, etc.; de todas maneras, es preciso en uno y
Otro caso mantener constante esa benéfica propiedad inicial
ó constituida por los esfuerzos humanos, y esto se logra por
los mismos medios que acabamos de indicar. — Estas ideas
generales, que en distintas ocasiones hemos apuntado con
más ó ménos ampliacion, serán dilucidadas por completo
cuando tratemos de la agrología; cuanto acabamos de ex-
poner es suficiente para aclarar nuestro objeto actual.
Puesto que hemos admitido que podemos eliminar las
consideraciones referentes 4 la temperatura, debemos aten-
der sólo a la cantidad de agua que cae en las diversas co-
marcas, y más que esa cantidad total, merece séria y de.
tenida consideracion el reparto proporcional 'de los riegos
celestes durante los diversos meses del año. No tenemos
datos exactos para poder juzgar con seguridad las varia-
ciones que ha sufrido nuestro clima en ese punto de vis-
ta; pero sí podemos afirmar, apoyados en otro género de
hechos, que ha habido una variacion real, un trastorno en
la distribucion de las lluvias.—En efecto, sabemos que en
otros tiempos se cogian tres y hasta cuatro cosechas de
maíz en varios puntos de la isla; entónces la proporcion
de las lluvias era tal, que se podia comer maíz tierno du-
— 286 —
rante todos los meses del año.—Hoy son privilegiadas las
comarcas en que se cogen dos cosechas; en la mayor parte
de la isla, la única cosecha segura y productiva es la de
aguas. Con respecto a las flores del café, tenemos igual re-
sultado. ,
Se aconseja de un modo general que se siembre el trigo
en Cuba durante los meses de Octubre y Noviembre. Se-
mejante precepto, expresado y practicado de una manera
absoluta, es erróneo, perjudicial, y a él, en gran parte,
debe atribuirse los resultados negativos que han conse-
guido muchos labradores en las siembras de este cereal.
En efecto, siguiendo esa indicacion, no se atiende á la fre-
cuencia y distribucion de las lluvias, ni tampoco a la cons-
titucion del terreno, así como no se considera la variedad
especial del trigo. Por los meses de Octubre y Noviembre
comienza la seca hoy en muchas comarcas de la isla, pro-
longándose más ó ménos hasta Abril ó Mayo; si practi-
camos nuestras sementeras en terrenos altos, resecos , la ve-
getacion del trigo será imposible; áun en tierras bien dis-
puestas, la frescura de ellas no será suficiente, sin el auxilio
de riegos celestes Óó humanos, para que el trigo recorra
todos los períodos de su desarrollo; es cierto que sufrirá
ménos que en las primeras circunstancias, mas no por eso,
dado el caso que se obtenga una cosecha, ésta tendrá el
rendimiento que debiéramos esperar. En los terrenos bajos,
si no se enmiendan sus propiedades físicas, químicas y
mecánicas (por el uso acertado de los correctivos, abonos,
labores, drenage, etc.), sucederá que sembrando en Ma-
yo, la humedad podrá ser tan excesiva, que la planta pe-
rezca, se enyerbe, ó se doblegue por el peso de las espigas,
een 287 PEA
conteniendo, sin embargo, éstas ménos granos con res-
pecto al gran desarrollo de los órganos foliáceos. — Te-
niendo en cuenta el gran crecimiento que puede alcanzar
el trigo en este clima por el calor y la humedad, es posi-
ble sea conveniente y áun necesario emplear en determi-
nados casos ménos abono, y éste de naturaleza especial;
ademas será preciso adoptar ciertas prácticas para contener
el incremento orgánico; pues, como acabamos de exponer,
un exceso de lluvias en las tierras muy feraces puede ha-
cer desarrollar demasiado los tallos y hojas, perjudicando
a la produccion de los granos.
Admitiendo la circunstancia de no ser de regadio el
terreno, debemos poner especial cuidado en determinar ó
averiguar la distribucion de las lluvias, y estudiar con de-
tenimiento cuanto se refiere 4 la frescura del terreno.
Combinando todos estos datos, y teniendo presente la suma
de agua justa y precisa para la vegetacion del trigo, po-
demos afirmar: 1.”, que en la isla de Cuba el trigo debe
sembrarse en las mismas épocas en que acostumbramos
efectuar las sementeras de maíz; 2.”, segun las circunstan-
cias, las siembras de frio ó de aguas serán igualmente útiles,
ó una de las dos sólo posible.—En las tierras altas, si las
comarcas no gozan de lluvias más que durante una esta-
cion, en ese tiempo será preciso cultivar el trigo; en las
tierras frescas, bien preparadas, se podrá cultivar en am-
bas épocas, siempre y cuando algunos benéficos y oportu-
nos aguaceros vengan á restablecer la frescura del terreno.
Nosotros, en un terreno arcilloso, bastante fresco por na-
turaleza, sembramos trigo en el mes de Noviembre;
sobrevino la seca, y no obtuvimos cosecha alguna. Lo
LL
mismo les sucedió 4 várias personas. Sembramos, por el
contrario, al romper las aguas, y conseguimos resultados
en extremo beneficiosos.
Debemos áun agregar que la variedad de trigo, el punto
donde haya sido cultivado con anterioridad por muchos
años, las circunstancias del terreno, etc., ejercen gran in-
fluencia y pueden ser causa de buenos ó malos resultados.
Se ve, pues, por cuanto hemos expuesto, que el asunto
que acabamos de tratar no es de tan fácil solucion como -
algunos creen; para aclarar todas las dudas y establecer
principios prácticos, que en su aplicacion no nos expon-
gan á errores, sera preciso instituir variados experimentos,
cuyos resultados, comparados con criterio, nos servirian
de sólida base. Estos ensayos van 4 ser intentados por
nosotros, empleando gran número de especies y varieda-
des de trigo. —En nuestro Ensayo sobre el cultivo de la
caña de azúcar hemos desenvuelto cuanto se referia al
acaecimiento de las lluvias, áun en el caso de gozar de los
beneficios del riego, con respecto 4 la época de madurez
de las cosechas. —Cuanto hemos expuesto en esas páginas
se aplica 4 la determinacion de la época más conveniente
para sembrar el trigo.
IDEAS GENERALES ACERCA DE LAS SIEMBRAS DE TRIGO.
—Para discutir los puntos relativos A las siembras del tr1-
go, vamos á estudiar la materia en todos sus aspectos,
discutiendo circunstanciadamente los distintos particulares
que en cada uno se contienen. —1.* Definirémos con clari-
dad las diferentes siembras.—2.” Señalarémos los requisi-
tos propios que deben presidir a ellas. — 3.” Indicarémos
cómo se llevan 4 cabo, es decir, su ejecucion mecánica.
—4.” Presentarémos al mismo tiempo algunas considera-
ciones históricas, manifestando al efecto datos bibliográ-
ficos.
Mas para proceder con órden, se nos hace preciso co-
menzar por establecer algunos principios fijos, que nos sir-
van de fundamento; á este fin vamos á determinar las
circunstancias esenciales, en las cuales deben realizarse los
sucesivos actos vitales de la vegetacion del trigo; en otros
términos, nos proponemos considerar y distinguir la espe-
cialidad de las funciones encaminadas 4 cierto fin, teniendo
en cuenta los requisitos del terreno, cultivo, clima, etc.
El trigo, para desarrollarse por completo, para que
todas sus funciones se verifiquen en el órden, medida y
concierto necesarios 2 la produccion del grano, reclama
cierto espacio de terreno, donde sus piés puedan estar se-
parados; así podrán las raíces extenderse con toda libertad
y explotarán mayor superficie de tierra. Han menester las
macollas de espacio para que entre ellas circule el atre y
obre la luz. Sin estas circunstancias, las matas no ahijan,
no encañan bien los vástagos, los tallos se doblegan fácil-
mente á impulso de los vientos; las hojas, sí el terreno es
muy feraz y rico en materias azoadas, sobre todo en se-
ñaladas variedades, adquieren mayor incremento que el
conveniente, la planta crecerá en lechuga, en berza, será
yerba, forraje verde, una verdadera maloja; en tan defec-
tuoso estado funcionan mal los órganos foliáceos, los que
se encuentran cerca de la superficie de la tierra se arras-
tran, secan Ó pudren; por todos estos motivos, las maco-
llas vuelcan con más facilidad. Por fin, las espigas son más
19
O 0,
pequeñas, contienen menor cantidad de graños, éstos mal
conformados y de calidad inferior.
En distintas ocasiones hemos tenido oportunidad de
desenvolver el principio de que es necesario propender á
que ahijen en el mayor grado aquellas plantas dotadas por
naturaleza de esa propiedad. Por ese medio, no sólo se
obtiene mayor cosecha y se economiza semilla, sino que
el número de hijos, contribuyendo al mayor crecimiento
de todos y de cada uno de los que entran á constituir las
macollas, conduce 4 conseguir granos de mejor calidad.
Cada vástago, aunque tiene una vida independiente, con-
tribuye 4 la existencia, alimentacion y desarrollo de los
- demas, recibiendo 4 su vez de los otros igual influjo benéf -
co; en una palabra, son solidarios. El ahijamiento es un
signo característico dela apropiacion del clima, terreno, etc.,
para el cultivo del trigo.—Áun hay más. No todas las va-
riedades ahijan en igual grado en las mismas circunstan-
cias.
El que juzgase sin un detenido conocimiento de los he-
chos, tan sólo por la primera impresion que recibieseal exa-
minar distintas siembras de trigo en los primeros tiempos
de desarrollo, con seguridad que desde luégo afirmaria que
las siembras muy juntas eran las más provechosas. En
efecto , ¿quién podria titubear al ver el campo cubierto de
verdes y lozanas plantas, bañadas por la mañana con un
abundante rocío, resguardando la tierra de los ardores del
-sol y conservandola por ambas causas más húmeda? Com-
parando esos plantíos con los verificados al mismo tiempo,
de tal manera que los piés se hallen más ó ménos separa-
dos, se encontrarán sin duda más crecidos, más verdes,
más llenos de vida. Pero más tarde cesa el engaño y apa-
rece la triste realidad; las siembras muy juntas se detienen
en su crecimiento, las hojas permanecen más estrechas y
ménos verdes, la caña se presenta mal formada y débil,
las espigas se muestran pequeñas, en corto número, con
pocos y mal formados granos; por fin, la planta no matea.
Permítasenos referir, para más aclarar el asunto que nos
ocupa, un experimento bastante concluyente, que hemos
instituido con el objeto de esclarecer esta materia. En un
pequeño espacio de terreno sembramos trigo muy jun-
to; el suelo era poco sustancioso y no le agregamos
abono alguno. Durante los primeros dias pareció la siem-
bra bastante bien; pero más tarde, cualquiera habria crei-
do que habiamos ceñido, guarnecido con un cerco, puesto
un marco al cantero, pues en su centro se encontraban
plantas pequeñas, delgadas, ahiladas, con hojas cortas, an-
gostas y amarillas, no habian espigado en su mayor nú-
mero, y las pocas espigas que se velan eran diminutas y
no habian granado; por el contrario, las matas que se ha-
llaban en los cuatro lados se ostentaban verdes, lozanas,
crecidas y habian espigado bastante bien. Resaltaban por
completo sobre las demas, y 4 tal punto se diferenciaban
de ellas, que nadie hubiera creido que se habian sembrado
en iguales circunstancias.
Miéntras más favorables sean las circunstancias del ter-
reno, requisitos del cultivo y condiciones atmosféricas, etc.,
para el desarrollo del trigo, más y mejor se muestran to-
dos los efectos consiguientes 4 la poca separacion de las
plantas de ese cereal; en tan propicios auspicios se ven
-compelidas, arrastradas al mayor desarrollo, y entónces
aparecen en su más completo auge todos los inconvenien-
tes anejos 4 la falta de armonía entre todas y cada una de
las variables que debieran en su tiempo y medida coadyu-
var al más próspero resultado final. Como hemos tenido
ocasion de demostrar, en la isla de Cuba, por la especial
naturaleza de su clima, en el cual entran dos elementos
excitantes fijos, el calor y la luz, debemos cultivar muy
bien, para aprovechar por completo su accion y evitar sus
desastrosos efectos, cuando obran sin consorcio con otras
circunstancias; en otros términos, si no se reunen todos
los requisitos indispensables y conducentes al efecto, el
mayor de todos los bienes es fuente de lamentables males.
Debe atribuirse precisamente á haber desconocido las
consecuencias de estos principios, el hecho de haber refe-
rido 4 otras causas fenómenos que en su mayor parte de-
penden de la union de las plantas. El trigo falto de aerea-
cion, de luz y de las demas ventajas que le proporciona el
estar colocado 4 cierta distancia, se encuentra más expues-
to a todo género de accidentes. |
Nadie ignora, y todos los agricultores están contestes
en asegurar, que las yerbas adventicias son muy perjudi-
ciales para el desarrollo del trigo; pues bien, el trigo muy
junto desempeña, respectivamente 4 sus distintos piés, el
papel de yerba adventicia. :
Los campos de trigo necesitan ciertas labores para ahue-
car, mullir y esponjar el terreno, extirpar las yerbas ex-
_trañas y calzar las plantas. Estas operaciones no es posible
económicamente llevarlas 4 cabo con instrumentos tirados
por animales sino cuando existe la necesaria separacion,
por lo ménos en la direccion de las líneas; mejor aún se
realizarian si se dispusiesen separados en todas direcciones
los piés. Áun admitiendo que se ejecuten por medio de la
fuerza humana, es necesario que medie cierta distancia en-
tre las macollas. De una manera general ya hemos mani-
festado las ventajas que nos procuran las rejacas , escardas
y aporcaduras de las plantas, de suerte que nos creemos
dispensados de insistir acerca de esos puntos. Sólo sí aña-
dirémos, tratándose del trigo, planta destinada en nuestro
clima y en ciertas circunstancias, que más tarde determ:-
narémos, á recorrer sin interrupción y en un corto espa-
cio de tiempo sus variados períodos de desarrollo, que
es más urgente que en otros países disponer todas las cir-
cunstancias del terreno y requisitos del cultivo, para
que, merced á ellos, pueda sin entorpecimiento alguno
desempeñar todas y cada una de las sucesivas funciones
encaminadas á la formacion del mejor grano. En otros cli-
'mas y estaciones el trigo puede dormir, su vegetacion se
detiene, sus funciones se suspenden ó interrumpen, la vida
está más ó ménos latente en sus Órganos, faltos del influjo
principal, el calor; aquí, por el contrario, siempre se en-
cuentra sometido 4 la accion excitante del calor y de la
luz, y no le es dado interrumpir sus funciones, pues se-
mejante hecho le conduciría 4 la desorganizacion, 4 la
muerte. —Debemos, sin embargo, advertir que los requi-
sitos del terreno, las circunstancias del cultivo, las se-
quías, etc., retardan notablemente las evoluciones del tri-
go. La precocidad de que es susceptible en este clima e
trigo, es una ventaja inmensa, siempre y cuando se sepa
aprovechar, proporcionándole á la planta todas las circuns-
tancias favorables; de lo contrario, esa misma precocidad
es un mal que puede acarrearnos funestas consecuencias.
Si en los momentos oportunos no se procuran al trigo los
requisitos deque ha menester para desarrollarse, más tarde
no se podrá sacar beneficio alguno de ellos áun en el caso de
prodigarselos. La planta conservará siempre en su ser la
señal indeleble de las circunstancias perjudiciales. |
Hasta el presente no habian los agricultores cuidado
de sembrar el trigo con la conveniente separacion; el costo
de la mano de obra los habia detenido.—Mas hoy, en que
la mecánica agrícola realiza tantos y tan sorprendentes
progresos, es de esperarse que al fin se consiga imaginar
un instrumento que lleve a cabo todos los requisitos que
deben presidir 4 las siembras.—Pero áun suponiendo que
no sea posible llegar á semejante resultado, creemos que
cuando se disponen todos los medios para obtener la me-
jor cosecha (labores, abonos, correctivos, drenage, abonos
liquidos, etc.), es urgente, para poner el sello 4 todas esas.
mejoras y sacar de ellas todo el partido posible, concluir, ó
mejor dicho, comenzar sembrando mejor. La mayor cose-
cha realizada, la economía de semilla, la seguridad de la
siembra, etc., todo se aunaria, no lo dudamos, no sólo
ya para pagar el exceso de mano de obra invertida, sino
para hacer más fructíferas todas y cada una de las me-
Joras.
CARACTÉRES DEL TRIGO CUBANO. — Variedades más.
6 propósito para hacerlas crecer en nuestro clima.—Vamos
á presentar algunas sucintas observaciones acerca de las
propiedades del trigo que hemos cosechado en Cuba; más
adelante, y á propósito de distintos particulares, irémos
ANS NS
exponiendo otros hechos relativos á los que con especia-
lidad tratamos en este lugar.
Las circunstancias del clima imprimen un sello tan fa-
tal, necesario y marcado al trigo cosechado en las regiones
cálidas, que de antemano esperábamos obtener los resul-
tados que hemos conseguido.
El trigo producido en Cuba pertenece esencialmente y
de la manera más señalada 4 los trigos duros , recios Ó bron-
cos. Sus granos son más ó ménos córneos, casi transpa-
rentes, se rompen ó saltan en menudos fragmentos, con
cierto ruido, entre los. dientes, presentan un aspecto lus.
troso y una fractura limpia, son compactos, pesados y se
secan con facilidad. Unos con otros se chocan, producien-
do un sonido particular. Son, en circunstancias iguales,
más ricos en glúten, sales minerales, etc., conteniendo
ménos almidon que los trigos blandos.
Tal es el conjunto de caractéres que ostentan nuestros
trigos en un grado tan eminente, que no dudamos en afit-
mar que pueden ser citados como tipos ó modelos de tri-
gos duros ó recios. Es indudable que serán en extremo ali-
menticios, y que ya solos ó mezclados 4 trigos blandos,
como lo probarémos muy pronto, producirian el mejor
pan.
Para conseguir abundantes cosechas de semejantes tri-
gos habrán de bonificarse las tierras al término convenien-
te, etc. De lo contrario, impulsada la planta por las in-
fluencias del clima, si no encuentra todas las circunstancias
favorables, dará los resultados más ruinosos.
Sin atrevernos desde ahora á declarar terminantemente
nuestro juicio acerca de la mejor variedad de trigo que
pre 296 Laa
deba elegirse para ser propagada en Cuba, pues'áun de-
seamos repetir nuestros ensayos , podemos, sin embargo,
recomendar por su precocidad, igualdad en la madurez,
producto, circunstancias de las hojas, etc., el trigo morisco.
Esta variedad proviene de la hacienda La Gallarda, en la
Gomera, propiedad de los Sres. Cubas. A' los cuatro me-
ses de sembrado el trigo lo hemos cosechado, xo sólo ma-
duro, sino completamente seco. Los trigos de Tenerife, de
Sevilla, Jerez, trimenia barbudo de Sicilia, de Marzo, de
Berry, etc., nos han dado muy buenos resultados. En
cortos términos los trigos marzales y duros, miéntras más
cálidos sean los países de donde provengan, son los me-
jores.
Creemos poder llegar á conseguir mayor precocidad en
todas y cada una de las variedades que por primera vez
cultivamos ahora.
Con respecto 4 las modificaciones que imprime nuestro
clima 4 la vegetacion y 4 sus productos de los trigos de
otoño, será asunto del cual nos ocupemos con más dete-
nimiento más tarde.—Por ahora sólo creemos conveniente
presentar un resúmen de este particular, enlazado con un
estudio más general acerca de los límites tropicales y ecua-
toriales de las especies cultivadas. |
Las especies anuales que crecen en verano en de lzmites
polares, pueden producir buenas cosechas en nuestro país,
siempre y cuando se proporcione 4 las plantas la humedad
necesaria al sostenimiento de las funciones vitales, integri-
dad y buena disposicion de los órganos, bien entendido
que á esa benéfica circunstancia, preciso es que se agre-
guen en la medida conveniente los demas requisitos de
cultivo.—Las especies anuales que se siembran en invier-
no en países frios experimentan en nuestro clima modif-
caciones profundas. Los trigos de otoño sembrados en
Cuba permanecen en yerba, ahijan mucho, crecen con su-
ma lentitud, nunca llegan 4 gran desarrollo, por fin, pro-
ducen muy pocas espigas, y en éstas un cortísimo número
de granos de inferior calidad.—HEsos granos son interme-
dios entre los trigos duros y los blandos.—Vueltos a sem-
brar por dos ó tres veces, los sucesivos productos conclu-
yen por convertirse por completo en trigos precoces, mar-
_zales y duros.—Estos y otros estudios constituyen el ob-
jeto de una Memoria general, que hace tiempo venimos
preparando, acerca de los límites inferiores de las especies
cultivadas anuales ó perennes, las modificaciones que ex-
perimentan en diversas circunstancias , segun los cuidados
del cultivo, el exceso ó defecto de humedad, etc. ; trabajo
importante para la ciencia, pues llena un vacío que en sus
páginas se nota.—De Candolle ha tratado admirablemente
cuanto se refiere 4 los límites. polares, pero no ha podido
extender su estudio 4 los límites ecuatoriales y tropicales,
por falta de datos. (Véase pág. 389, Geog. bof., t. 1.)
SISTEMA DE CULTIVO - PROPUESTO POR TuLL.—
[.—En 1680 nació, en el condado de Oxford, J. Tull,
cuya influencia sobre los progresos de la agricultura ha sido
tan considerable, que con razon se le considera como el
excitante, ya que no el autor fundamental de gran parte de
los adelantos modernos; de él datan las mejoras más im-
portantes, sobre todo en el órden de instrumentos perfec-
cionados.—Sin embargo, preciso es reconocer que las ideas
— 208 ==
que sirvieron de base 4 las prácticas aconsejadas por Tull
han sido victoriosamente combatidas por la ciencia mo-
derna, la cual, sometiendo los hechos al crisol de una se-
vera experimentacion, ha conseguido reemplazarlas por
otros juicios más conformes con la naturaleza de los ob-
jetos.—AÁ pesar de sus errores, el infiujo ejercido por Tull
ha sido tan notable, que nos creemos obligados 4 dar 4
conocer sus doctrinas, con tanto más motivo, cuanto que
hoy en Inglaterra muchos agricultores, incurriendo en un
anacronismo científico, desean revivir sus ideas y se propo-
nen volver 4 poner en vigor las prácticas de ellas deduci-
das, las cuales consideran como las únicas susceptibles de |
proporcionar gran aumento en las cosechas sin determi-
nar un acrecentamiento en la suma de gastos consagrados
á conseguir ese fin. |
Para proceder con método, comenzarémos: 1.”, por
exponer las ideas que sirvieron de fundamento 4 Tull; 2.*,
indicarémos los instrumentos que perfeccionó ó inventó;
3.”, manifestarémos cómo aplicó sus doctrinas al cultivo
de los cereales; 4.”, concluirémos por demostrar los erro-
res teóricos en que incurrió, y las ventajas é inconvenien-
tes de las prácticas que trató de introducir. — Todo este
trabajo lo llevarémos 4 cabo teniendo 4 la vista el tomo
primero de la obra de Tull, traducida al frances y co-
mentada por Duhamel, cuyo libro se imprimió en París,
en 1753. Traité de la culture des terres suivant les prim-
cipes de Mr. Tull (anglais), por Duhamel du Monceau.
París, 1753-1761, seis tomosen 18.” Esta obra fué tra-
ducida al castellano con el título: Tratado del cultivo de
las tierras (segun Mr. Tull, inglés), compuesto en frances
por Mr. Duhamel de Monceau, traducido al español por
D. Miguel Joseph de Aoiz.— Madrid, 1751, en 4.—
Posteriormente Duhamel publicó sus Elements Pagricul-
ture. Paris, 1743,:2 vol. in 18.”, en los cuales se mues-
tra algun tanto ménos entusiasta, reconociendo, sin em-
bargo, todas las ventajas consiguientes á las labores bien
entendidas. |
La base, el fundamento del sistema propuesto por Tull
se encuentra en los juicios que expresó respecto de la nu-
tricion de los vegetales, por lo cual nos corresponde ex-
poner con la mayor claridad el conjunto de ideas que
constituian su doctrina científica.
Tull imaginó que las sales, el aire, el fuego, el agua y
la tierra podian quizá con simultaneidad contribuir, en
mayor Ó menor grado, a la nutricion de las plantas; tam-
bien afirmó que lo único que se debia asegurar era el
papel importante desempeñado por la tierra. En efecto,
el agricultor inglés creia que la tierra, reducida 4 partícu-
las de una tenuidad extrema, era la sustancia esencial, ne-
cesaria por excelencia, pues las plantas se reducen Á tierra
por la putrefacción, -miéntras que los otros principios
quizá sólo son útiles y convenientes para disponer, pre-
parar ó modificar la tierra al punto de que pueda servir
de alimento 4 las plantas. Las sales pueden dividir esa
tierra; el agua es susceptible de diluir Ó separar sus partí-
culas; el aire y el fuego, con probabilidad, le dan el mo-
“vimiento y la excitacion indispensables; pero siempre, en
todas las circunstancias y tiempos, permanece la tierra como
el cuerpo fatalmente necesario (t. 1, pag. 22). En resú-
men, y de una manera más explícita, Tull no se preocupa
en indagar cuál sea la composicion de la tierra en último
resultado; le basta establecer que la tierra, extremamente
dividida y atenuada, constituye el alimento inmediato de
las plantas (pág. 25).
Veamos ahora de qué manera concibe la distribucion
del alimento de las plantas en el interior de la tierra
(pág. 47).
El alimento de las plantas, sea cual fuere su naturale-
za, se encuentra esparcido en todas las partes de la tierra;
mas allí permanecería sin uso alguno, sin prestar la más
pequeña utilidad, si las plantas no pudiesen llegar hasta
él, y recogerlo por medio de las raíces. Un terreno de-
masiado compacto, cuyas moléculas se encuentran en ex-
tremo aproximadas, ofrece obstáculos, algunas veces
insuperables, a la libre propagacion y crecimiento de las
raíces; para que éstas puedan extenderse, es necesario que
existan espacios vacíos entre las moléculas térreas.
Casi todos los terrenos poseen naturalmente esos vacíos;
pero con frecuencia se hallan suelos en los cuales, ni son
bastante numerosos, ni presentan dimensiones proporcio-
nales al tamaño de las raíces; en el primer caso, los órga-
nos extractores se encuentran detenidos en su curso; en la
- segunda circunstancia, es posible que las raíces atraviesen
los grandes espacios vacíos sin encontrarse en íntimo é in-
mediato contacto con las partículas de la tierra; esto se
nota en los terrenos ligeros.
Un cultivo bien entendido remedia los males mencio-
nados, para lo cual tan sólo debemos tratar de disponer-
las cosas de tal suerte, que las plantas puedan aprovechar
la cantidad considerable é inagotable de jugos nutritivos
contenidos en ella. El gran secreto para mantener ó crear
la fertilidad en los terrenos consiste, no tanto en sumi-
nistrarles las materias reclamadas por las plantas, cuanto
en disponerlos del modo más propicio para que los vege-
tales, por medio de sus raíces, se hallen rodeados de los re-
quisitos reclamados para que se verifique el aprovecha-
miento de las sustancias de que han menester, con el fin
de mantener la integridad de sus órganos. Esto se consi-
gue dividiendo, pulverizando , ahuecando, esponjando el
terreno, al punto de que se forme infinidad de pequeños
espacios entre las moléculas por los cuales puedan deslizar-
se las raíces; así, estando en íntimo, perfecto é inmediato
contacto con las últimas partículas térreas, se hallan en
disposicion de tomar ó extraer de ellas los jugos alimen-
ticios que contienen.
La extrema y perfecta division se consigue por medio
de los estiércoles, y tambien realizando en el terreno to-
das las operaciones de la labranza. ¿Cual de estos dos me-
dios es más ventajoso? ¿Cuál está ménos exento de difi-
“cultades en la práctica? Tull prefiere, sin titubear, las
labores como el modo más ventajoso y certero para au-
mentar la fertilidad de la tierra. Veamos cuáles son las
razones que aduce para probar lo que desea hacer patente:
1.?, los beneficios conseguidos por medio de los estiércoles
son limitados y proporcionales á la cantidad que de ellos se
use; de suerte que no siempre es posible obtener el fin que
se propone el agricultor, por falta de la suma de materias
indispensables para producir los efectos, miéntras que los
bienes suministrados por las labores no tienen límites; 2.”,
el estiércol comunica á algunas plantas un sabor desagra-
dable; 3.”, por medio de la fermentacion originada por los
estiércoles, se logra dividir interiormente las partículas de
la tierra; mas las labores, no sólo proporcionan esa venta-
ja, sino que ademas, cambiando de lugar todas las partes -
del suelo, las ponen en contacto alternativamente con la
atmósfera, cuya accion és eh extremo útil; 4." los estiér-
coles atraen los insectos, los cuales atacan en seguida las
plantas cultivadas; 5.”, es incontestable que los estiér-
coles empleados en las tierras ligeras ó en las fuertes, son
igualmente útiles; pero tambien las labores producen be-
neficios de consideracion en ambos casos. En efecto,
Tull comprende con el nombre de tierras fuertes aquellas
cuyas partículas están tan aproximadas, que las raíces no
pueden penetrar al traves de ellas, recorrer los espacios
vacios, adherirse á las moléculas y extraer las materias que
les son convenientes. Por medio de las labores se remedia
ese mal; realizandolas se consigue aumentar el número de
espacios vacios. Las labores proporcionan tambien ven-
tajas cuando se operan en suelos ligeros, porque como el
defecto de esos terrenos consiste en presentar grandes es-
pacios vacios, que no comunican entre sí, por medio de
las labores repetidas se consigue multiplicar los pequeños
intervalos 4 expensas de los grandes, y entónces pueden
libremente extenderse las raíces é 1r en pos de los jugos
nutritivos que contiene la tierra. Más adelante discutiré-
mos si en efecto las labores son Igualmente necesarias,
tanto en las tierras ligeras como en las fuertes, en toda
especie de clima, sin atencion alguna al cultivo que se ex-
plota.
I1.—El principio fundamental de todo el sistema de
. da + |
cultivo propuesto por Tull, como se colige por las ideas
que acabamos de expresar, consiste en hacer resaltar las
ventajas de la pulverizacion del terreno llevada hasta sus
últimas consecuencias. —De conformidad con estas ideas,
no sólo consideró necesaria la produccion del ahuecamiento
del suelo, para disponer y preparar la tierra antes de depo-
sitar en ella la simiente, sino que 4un demostró la convenien-
cia de continuar las labores propias para esponjar el terreno
durante todo el tiempo del desarrollo de las plantas, prac-
ticando al efecto la serie completa de operaciones precisas
para mantener el terreno convenientemente mullido. «Si las
labores, nos dice, bonifican el terreno y lo hacen más apto
para suministrar los alimentos indispensables a la vida de
las plantas, ¿no es evidente que debemos ejecutarlas, so-
bre todo durante el período en que los vegetales más han
menester de nutrirse con todo vigor?» Con respecto al tri-
- go, nos dice con bastante juicio que por más bien labrado
que*se encuentre un terreno (pag. 16) durante el invierno,
siempre se apelmazan sus moléculas, al punto de que des-
pues de esa estacion se halla, poco más ó ménos, en el
mismo estado en que se encontraba ántes de haber rec1b1-
do la más insignificante preparacion mecánica; resultado
tanto más desastroso, cuanto que precisamente coincide
con los momentos eh que debe crecer la planta con mayor
energía. Entónces es cuando más reclama la gramínea cul-
tivada todos los auxilios del arte dirigidos 4 destruir las
malas yerbas , los cuales, no sólo deben ademas propor-
cionar á las raíces las circunstancias más propicias para
que alcancen su mayor crecimiento, sino tambien po-
ner á su disposicion nuevas partículas térreas en lugar de
aquellas cuyos beneficios han gozado.—En el sistema co-
munmente adoptado, todos los desvelos del agricultor van
encaminados 4 disponer la tierra de tal suerte, que sumi-
nistre al trigo gran cantidad de principios nutritivos pre-
cisamente en la época en que ménos los reclama, pues en-
tónces apénas posee los órganos propios para aprovecharlos.
—Más tarde, cuando por la accion de las abundantes lluvias
del invierno y los primeros calores de la primavera, ad-
quiere la tierra un estado de aglomeracion, cual si nunca
hubiese sido labrada, se abandona el trigo 4 sus propios.
recursos en el tiempo en que más se le deberia atender,
pues en él es cuando mayor necesidad de cuidados mani-
fiesta la planta para llenar sus funciones.—«La conducta de
estos labradores, añade Tull, es tan poco juiciosa como si
se ocupasen en proporcionar gran suma de alimentos á un
niño incapaz de asimilárselos, y más tarde se le privase de
ellos a medida que fuese adquiriendo mayores fuerzas y to-
mando incremento.—En otros términos: se atiende dema-
siado al parto y lactancia del niño, pero se abandona al hom-
bre en todos los demas períodos de su desarrollo sucesivo.»
— Continuando sus raciocinios, á la verdad bastante bien
expuestos, Tull se afana en demostrar que si se admiten
todos los beneficios consiguientes A las labores prepara-
torias, es preciso, para ser lógicos en nuestra conducta,
continuar disponiendo propiciamente el terreno durante
todo el tiempo que dura el desarrollo de la planta, pues de
lo contrario, la tierra pierde la disposicion ventajosa que se
desea crear al verificar en ella todos los trabajos mecánicos
más adecuados para obtener el fin buscado.
Los instrumentos que “Tull consideró necesarios para
E
llevar 4 buen fin todos los trabajos necesarios para poner
en ejecucion sus ideas agrícolas , fueron : un arado provisto
de cuatro cuchillas, la azada tirada por caballos, y una sem-
bradera, imaginada tambien por él. Sin el auxilio de las lá-
minas convenientes nos es imposible describir estos instru-
mentos; por este motivo nos contentariamos con mencio-
narlos, si no juzgásemos oportuno manifestar algunas
observaciones respecto de ellos.
Tull introdujo en la mecánica agrícola el nombre de
_azada tirada por caballos (horse hoe), proponiéndose úni-
camente indicar con esa denominacion que haciendo obrar
el instrumento aconsejado, se podia conseguir una labor en
algun grado semejante a la que se realiza poniendo en ejer-
cicio el brazo del hombre armado de una azada; pero
- ¿realmente inventó el instrumento que hoy se conoce con
el nombre de azada tirada por caballos? Leyendo sencilla-
mente la descripcion del útil á que aplica ese nombre, se
ve desde luégo que en realidad no es más que un arado
pequeño, mas facil de poner en movimiento; y tan es así,
que Duhamel rechazó la denominacion propuesta por Tull,
é indicó que se le distinguiese con el nombre de arado li-
gero. De todo lo expuesto resulta que Tull no ha inventado
la azada tirada por caballos (páginas 112, 125 y 330).
El arado modificado por el agricultor inglés con el objeto
de hacerlo servir para arrejacar los sembrados, ofrecia
como carácter propio un mecanismo particular para arre-
glar el tiro, el cual, 4 la vez que facilitaba los movimien-
tos del caballo, hacia realizar un trabajo más perfecto.—
Otro de los instrumentos propuestos por Tull fué uno que
llama drill ó sembradera (pág. 124), el cual, á la vez
20
o
que abria surcos 4 las distancias convenientes y con la
profundidad deseada, hacia caer en cada uno la cantidad
de semilla que se juzgaba conveniente enterrar (pág. 119).
La sembradera imaginada por Tull era muy imperfecta
(pag. 347), y ademas, en su invencion fué precedido por
Leocatelo, como lo reconoce Duhamel al reproducir la
descripcion del instrumento español, la cual trascribió, to-
mándola de las Transacciones filosóficas (pag. 364).
Veamos cómo aplicó Tull su sistema al cultivo de los
cereales. )
Para poner en efecto todas sus ideas teóricas, Tull pro-
puso y realizó el cultivo del trigo preparando perfecta-
mente el terreno por medio de la labor en planchas, de .
lomo Ó acordonada (pag. 196). En seguida sembraba el
grano, disponiendo la sementera en hileras ó ringleras co-
locadas en dos, tres Ó cuatro series de líneas, separadas
de siete 4 ocho pulgadas de distancia. En caso de arreglar
la siembra en tres líneas, 4 siete pulgadas las unas de las
otras, los espacios que quedarian entre las dos líneas la-
terales serian de cuatro piés y cuatro pulgadas. — Cuando
se opera en un suelo expuesto 4 producir variadas y abun-
dantes yerbas adventicias, sólo deben colocarse dos líneas,
a un pié de distancia la una de la otra, pues de ese modo
se puede labrar cerca de las líneas, y por tanto, destruir
con mayor esmero las yerbas adventicias.
Sin embargo, algunas veces no bastan las labores ejecu-
- tadas por medio del arado, y es preciso recurrir 4 los tra-,
bajos manuales llevados 4 cabo con el azadon. En los casos
en que el terreno no sea muy yerbatero, es posible dispo-
ner tres series de líneas sobre cada cantero, 4 la distancia
| ne
de siete 2 ocho pulgadas unas de otras; y téngase muy pre-
sente esta circunstancia, pues la experiencia enseña que si
separan más las líneas, las plantas pertenecientes 4 la rin-
glera media tardan mucho tiempo en extender sus raíces,
hasta que consigan penetrar en el seno del gran intervalo
que media entre las hileras extremas.—Sólo en las tierras
en alto grado fértiles, en las cuales crezcan pocas yerbas
adventicias, y que ofrezcan una profunda capa vegetal, es
conveniente disponer cuatro hileras; de todos modos, es
necesario levantar más los canteros, y es útil acercar las
hileras, al punto de que sólo las separen espacios de seis
pulgadas, para que así puedan las raíces penetrar en
los intervalos arrejacados con posterioridad.— Descrita la
siembra, examinarémos rápidamente las diversas labores
- que aconseja Tull se verifiquen en los plantíos durante los
distintos períodos de su desarrollo: 1.”, la primera labor
se ejecuta cuando la planta posee cuatro ó cinco hojas, y
consiste en descalzar con el mayor cuidado el pié del tr1-
go; 2.”, la segunda labor se realiza despues del invierno,
y tiene por objeto llenar los pequeños surcos abiertos por
medio del trabajo anterior, y se continúa removiendo todo
el terreno hasta concluir en el centro, en cuyo lugar se
deja abierto un gran surco; 3.”, ademas de las dos labores
anteriores, Tull aconseja que se practiquen todas las que
parezcan convenientes, segun las circunstancias especiales
- "del terreno.—Las condiciones siguientes deben tenerse pre-
sentes para tomar una determinacion : 1.”, cuando la tierra
no ha sido bien preparada ántes de ser sembrada, es nece-
sario labrarla con más frecuencia miéntras que crecen en
ella las plantas; 2.?, los terrenos muy yerbateros exigen
— 308 —
más labores; 3.”, las tierras poco feraces han menester de
ser más trabajadas que las tierras fértiles; 4.”, en fin, si la
tierra de los intervalos que median entre las líneas extre-
mas se endurece facilmente, es preciso ahuecarla las veces
que se crea oportuno. — Otra circunstancia , sobre la cual
llama muy especialmente la atencion Tull, es que nunca
se debe temer labrar á demasiada profundidad, á corta
distancia de las plantas, miéntras estén pequeñas, pues lo
más que puede suceder es que se rompan las extremidades
de sus raíces; cuando las plantas se hallan más crecidas,
es conveniente abstenerse de labrar 4 gran distancia de la
superficie, porque se corre el riesgo de” herir las grandes
raíces principales. —En las labores realizadas en el seno
mismo del intervalo que media entre las líneas extremas del
cantero es útil profundizar lo más que sea posible, no sólo
para destruir las malas yerbas, sino áun para beneficiar el
terreno (paginas 194 4 222).
TII.—El sistema de cultivo propuesto por “Pull ha sido
exhumado con gran pompa en estos últimos años, y pues-
to en planta por un propietario del condado de Nor-
titampton, en la granja Lois Weedon; la relacion de los
fabulosos resultados que obtuvo en la mencionada finca
siguiendo los preceptos de Tull, ha alcanzado tanta po-
pularidad en Inglaterra, que el folleto en el cual los des-
cribe, tirado cada vez á gran número de ejemplares, se
ha reimpreso más de diez y seis veces. Aunque en último
- análisis sólo se encomia el sistema de Tull, juzgamos
conveniente relatar brevemente las prácticas adoptadas en
Lois Weedon, para cuya narración nos servirémos de los
extractos textuales del folleto, publicados en la Revista
cd)
Británica, t. xxvu1 (1855), páginas 65 y siguientes. Ási-
mismo convendrá leer las paginas que 4 esta materia con-
sagran la Revue agricole de l Angleterre, t. 1, pag. 88; t. 11,
pág. 57; y el Fournal d'agriculture pratique, 1861, t. 1,
pag. 377-
En Lois Weedon el trigo se siembra en hileras, sepa-
radas unas de otras por la distancia de un pié; cada can-
tero contiene tres ringleras, de suerte que presenta sólo
dos piés de ancho; el intervalo que media entre los cante-
ros es de tres piés (pág. 72). El autor llama especial-
mente la atencion acerca de este ancho espacio de tres piés,
no sembrado, pero sí bien mullido durante todo el tiempo
que dura el desarrollo de las plantas. En efecto, nos dice,
reflexiónese un poco respecto de la importancia de la accion
ejercida por las heladas, el viento y las lluvias, durante el
invierno, sobre ese suelo completamente desgranado, gra-
cias 4 las numerosas operaciones que le han hecho sufrir, y
durante el verano los frescos rocíos del cielo, las suaves br1-
sas de aire, los tibios chubascos, acompañados, como siem-
pre se hallan, de numerosos elementos fertilizantes, los
cuales:depositan y hacen penetrar en el seno de la tierra;
reflexiónese, repite, un poco sobre todos esos efectos, y no
se extrañará cómo, merced á ese conjunto de causas, obran-
do sobre una tierra profunda y constantemente pulveriza-
da, se pueden despertar los gérmenes de esa potente é in-
agotable fertilidad de la tierra, que sí bien latente, nunca
deja de existir. Los mismos fenómenos explican cumpli-
damente cómo durante su desarrollo las raíces del trigo
van 4 buscar en el seno de ese ancho espacio, de contínuo
bonificado, todos los elementos de que han menester
0 SE
para el ejercicio de sus funciones. ¿Existe identidad ab-
soluta, en la esencia, entre las doctrinas fundamentales
de Tull y las ideas que sirven de antorcha 4 las prácticas
ejecutadas en Lois Weedon? El propietario de Northamp-
ton manifiesta que difiere en un punto solamente de las
practicas aconsejadas por Tull, y éste es el uso de los abo-
nos. De un modo “absoluto no establece en principio do-
minante la inutilidad de los abonos; al contrario, asegura
que en los casos necesarios, todas las materias susceptibles
de bonificar los campos, pueden, por lo ménos, duplicar
la produccion (pág. 82); pero ácto contínuo afirma que
no es conveniente recurrir 4 esos medios sino en las últimas
extremidades, pues el uso de los abonos es práctica muy
costosa (pag. 83). En la mayor parte de los casos es su-
ficiente disponer el suelo del modo más propicio, sin ape-
lar 4 abonos artificiales, merced a los abonos naturales.
Y ¿cuáles son los medios que distingue con este epíteto?
La aereacion completa del suelo, obtenida por la division
mecánica, las labores profundas, y sobre todo, la mezcla
de las partículas del suelo con los componentes del sub-
suelo (páginas 82 y 83). Acerca de este último «punto
hemos expresado nuestras ideas 4 propósito de la labranza.
Por más que algunos escritores, entusiastas de todas las
novedades, se empeñen en demostrar que el cultivo eje-
cutado en Lois Weedon debe considerarse como el siste-
ma de Tull perfeccionado, nosotros creemos, al contrario,
que en su conjunto le es inferior, pues en éste por lo mé-
nos se hacia resaltar la ventaja de usar los instrumentos
movidos por animales para ejecutar tanto las labores pre-
paratorias como las de cultivo, miéntras que en aquel to-
EP PRETO MIES UI
— LI —
das las operaciones se realizan por medio de la pala ó del
azadon. Como ambos sistemas descansan en la misma base,
en la necesidad de pulverizar el suelo y de hacerlo per-
meable, por decirlo así, por todos sus poros á las influen-
cias atmosféricas, medio el más económico de convertir en
materia fertilizante todo el abono inorgánico, 21agotable
foco de fecundidad, que de otra manera permanecería inac-
tivo é inútil en los repliegues de la tierra, todos los mecá-
nicos partidarios de esas ideas se han dedicado 4 inventar.
los instrumentos más acabados para conseguir con toda
perfeccion el fin deseado.—Para llamar la atencion públi-
ea hacia ese particular, se imprimió en Inglaterra un fo-
lleto titulado Ta/pa, en el cual el autor, con gran agude-
za, Se proponia demostrar que en punto 4 instrumentos
- pulverizadores estabamos muy atrasados, y que abando-
“nando el uso del arado, de las gradas, rodillos, extirpado-
res, etc., deberiamos, penetrando en otro 'órden de ideas,
tratar de imitar la admirable organizacion que en el topo
realizó la naturaleza. — En efecto, todos los naturalistas,
amantes de observar las costumbres é instintos de los ani-
males, han admirado las ingeniosas, bien entendidas y
hábilmente ejecutadas habitaciones subterráneas construi-
das por el arquitecto animal. —El folleto en que tanto se
elogiaba al topo obtuvo gran éxito, y las razones en él
expuestas han sido tan apreciadas, que en el dia gran nú-
mero de mecánicos se ocupan en inventar máquinas con
las cuales se verifique un trabajo semejante al que lleva 4
cabo el topo cuando remueve la tierra para construir su
guarida. Los que quieran formarse una idea del grado de
pulverizacion á4 que puede llegar la tierra dividida por los
= A
órganos de ciertos animales, no tienen más que recordar
los montones de tierra formados en los vivijagieros de
nuestro país, los cuales, sea dicho de paso, nos proporcio-
nan con frecuencia los medios de juzgar la naturaleza de
las capas inferiores del suelo. Con respecto 4 los beneficios
que procuran los topos, debemos manifestar que ya, desde
años atras, varios agricultores los habian expresado (Re-
gister of arts, t. 111, pag. 373.— Semanario de Calero, t. 1,
pag. 31). q
¿Cuál es la parte racional, admisible y digna de ser con-
servada entre todas las ideas que constituyen el sistema de
cultivo propuesto por Tull? Indubitablemente debemos
conservar y atender tan sólo las razones y hechos que ex-
pone a favor de las labores preparatorias y de aquellas que
deben verificarse miéntras que se desarrollan las plantas.
En la actualidad , léjos de desconocer los beneficios pro-
curados por una bien entendida labranza, todos sabemos
apreciarlos mejor, pues los adelantos de la ciencia nos han
permitido justipreciarlos con toda exactitud; mas tambien
la ciencia moderna ha demostrado la necesidad de mante-
ner ó restablecer la fertilidad del suelo, adicionándole
las materias convenientes, que sirvan de alimentos, de ex-
citantes, Ó que determinen la absorcion de otros cuerpos
inasimilables, de correctivos para las propiedades físi-
cas. “ete.
El uso exclusivo de las labores, como único medio de
beneficiar la tierra, aun suponiendo que en todas circuns-
tancias sea de momento suficiente para conseguir el fin
deseado, acarrea al cabo de más Ó ménos tiempo la com-
pleta esterilización del terreno, como lo han demostrado
practicamente repetidos observadores, mucho ántes que la
teoría hubiese explicado con todo rigor la causa del fenó-
meno. Precisamente uno de los beneficios que se han ori-
ginado al ensayar el sistema de Tull ha sido demostrar
que las labores no pueden suplir a los abonos, y que prac-
ticándolas con exclusion de las demas operaciones bonifi-
cativas, se concluye, al cabo de cierto tiempo, por hacer
estéril el terreno más propio para la vegetacion.
Por medio de las labores se consigue la aereacion del
- terreno, es decir, poner todas sus partículas en contacto
inmediato con, los cuerpos contenidos en la atmósfera. Así
se logra determinar ó aumentar la fertilidad del terreno:
1.?, haciéndole absorber los nitratos, las sales amontacales,
las sales de potasa, etc., que contiene en determinadas
- circunstancias el aire ambiente; 2.2 condensándose en sus
poros el oxígeno y el 4zoe en presencia de sales alcalinas
humedecidas, se origina cierta cantidad de nitratos; 3.”,
ademas, en esas condiciones se produce cierta cantidad de
ozona, cuyas reacciones hemos estudiado con anterioridad;
.4.., el oxigeno del aire quema, como lo ha demostrado
experimentalmente Boussingault, el carbono dela tierra ve-
getal (Agronomía, Química agrícola, etc., t. 1, pag. 319).
—+El acido carbónico determina la disolucion de ciertos
principios; 5.”, por fin, los gases atmosféricos son direc-
tamente utilizados por las raíces. —El ahuecamiento de la
tierra producido por las labores permite el mayor des-
arrollo de las raíces.— Ademas, las labores mantienen cier-
ta frescura en el terreno. Todos los demas efectos produ-
cidos por las labores quedan apuntados en nuestras publi-
caciones anteriores.
O
- Si merced 4 las labores se promueve el desarrollo de
las raíces; si gracias 4 ellas se introducen elementos fer-
tilizantes; si ademas se hacen asimilables principios inacti-
vos; si se propende 4 mantener el equilibrio en la hume-
dad, ¿no es evidente que todos esos efectos deben promo-
ver la mayor actividad en la vegetacion? Y en esas cir-
cunstancias, ¿no es de todo punto incontestable que es
mayor la suma de pérdidas que experimentará el suelo?
Para concluir lo que nos ocurre por ahora respecto de
este Ares debemos formular nuestras ideas :
.” Las labores constituyen una de las palancas más po-
tentes para crear, combinadas con otros medios, la fertili- |
dad del suelo. |
” Labrar convenientemente los campos ántes de sem-
brarlos, y los plantios durante su desarrollo, proporciona
ventajas bien justificadas.
3. Las labores verificadas sin otros auxilios que contri-
buyan a la mejora del suelo concluyen por acarrear la es-
terilizacion del terreno, pudiendo muy bien suceder que
no siempre produzcan en los. Primas momentos iguales
beneficios.
4.. Sobre todo, en los climas cálidos y húmedos es de
la mayor urgencia, 4 la vez que se disponen las tierras para
las siembras y se labran los campos sembrados, abonarlos
convenientemente y modificar sus propiedades físicas, para
conseguir de ese modo todos los beneficios que pueden
proporcionar las labores. )
Creemos oportuno insistir en la necesidad de atender
con el mayor cuidado todos los trabajos, para que en los
climas cálidos y húmedos se yerifique con simultaneidad
|
|
4
b
| — 315 —
la labranza y la mejora del suelo, adicionandole al inten-
to las materias convenientes. —En efecto, en las localida-
des sujetas á esos climas : 1.”, la accion bonificante de la
atmósfera es más activa; por tanto, más pronto pierde el
terreno gran parte de sus componentes; 2.”, la combustion
del mantillo es más rápida; 3.”, por todos estos motivos,
y por la accion general del clima sobre el conjunto de las
funciones vegetales, los fenómenos que acaecen en esos.
organismos se efectúan con más excitacion. Como las la-
-branzas aceleran la realizacion de todas esas acciones, en
virtud de disponer propiciamente todas las circunstancias,
es evidente, inconcuso, que en los climas cálidos y húme-
dos es de la mayor importancia hacer coincidir todos los
requisitos para mantener la fertilidad del suelo, recurrien-
- do, con tal objeto y 4 la vez, 4 todos los arbitrios que 4
nuestro alcance pone la ciencia agronómica.
Para apreciar por completo y sin exponernos á incurrir
en errores, atribuyendo aisladamente 4 su uso lo que de--
pende ademas de otras causas, es preciso, al juzgar el sis-
tema de cultivo sin abonos, no perder de vista la natura-
leza del terreno, el clima y la planta que se cultiva. —En
los terrenos de gran fertilidad, por decirlo así, latente, es
posible en muchos casos hacer valer sus influencias y apro-
vechar sus efectos tan sólo por medio de las labores, dado
caso que ánicamente por su constitucion especial reclame
este género de beneficio para procurar 4 las plantas el con-
junto de circunstancias más propias para su crecimiento y
produccion,
— 116 —
EXPERIMENTOS SOBRE LA TRASPLANTACION DEL TRI-
co. —La relacion de estos ensayos mostrará que en punto
al cultivo del trigo, por mucho que se haya segado, resta
áun más por espigar.
Los siguientes experimentos, 4 la vez que aclaran ma-
terias relativas a la trasplantacion del trigo , nos servirán
para establecer otras verdades, siquiera éstas, merced á
«ellos, no queden por completo fundadas y reclamen prue-
bas más directas. |
El viérnes 18 de Setiembre de 1863 sembramos cierta
cantidad de granos de una variedad de trigo que provenia
de Sevilla. Era ésta el trigo allí llamado tresmesino, treme-
“sino, tremeson, tremesí , tremes, trismesino Ó trimesino,
que con todos estos nombres se conoce en esa comarca.
La semilla se encontraba en bastante mal estado; sin em-
bargo, el 23 comenzaron 4 aparecer sobre la superficie las
tiernas plantas. Sobrevino una seca continuada, cuyos
efectos, unidos á la poca fertilidad del suelo y 4 la facili-
dad con que perdia el agua, determinó la muerte de un.
oran número de piés. En tal estado, viendo que si no to-
das, al ménos considerable porcion de matas perecerian,
juzgamos conveniente trasplantarlas. Así lo practicamos
el 14 de Noviembre, 4 cuyo efecto arrancamos las maco-
llas, lavamos perfectamente las raíces para separar bien la
tierra, y en seguida las colocamos en hoyos, en cuyo fon-
do de antemano habiamos depositado algun abono. Tras-
pusimos setenta y tres piés; tuvimos el cuidado de regar
la siembra todos los dias, y al poco tiempo nos fué dado
considerar la lozanía con que vegetaban las macollas , sin
que ni una sola hubiese perecido. Prosiguieron su desar-
UT TAE RAMA
rollo : el 3 de Diciembre apareció la primera espiga, la
cual apénas presentaba cuatro centímetros de largo; las
flores no cuajaron bien, y sólo obtuvimos de esa primera
espiga tres granos muy mal conformados; de entónces
aca (25 Enero de 1864) se han mostrado otras que alcan-
zan siete, ocho y hasta nueve centímetros de largo. El
plantío ostenta el más brillante aspecto ; el tamaño y nú-
mero de los vástagos, las dimensiones y color de las ho-
jas, el vigor y rectitud de las cañas, etc. , todo contribuye
a hacer admirable el estado de esta siembra.
Del mismo campo, sembrado en la propia fecha de 18
de Setiembre, extrajimos el 8 de Diciembre veinte y siete
_matas, las cuales lavamos, etc., y traspusimos á otro
cantero, del modo que hemos indicado; prendieron to-
das, y ya el 23 de Diciembre comenzaba 4 mostrarse una
espiga, la que apénas tenía tres centímetros de largo; en
la actualidad (25 de Enero) existen otras espigas, de las
cuales algunas llegan hasta seis centímetros. Estas espigas
son más pequeñas que las que se encuentran en el primer
plantío, siendo de esperar que aquellas que nuevamente
se formen originadas por los más recientes vástagos, sean
mayores. Por otra parte, las macollas son más pequeñas,
contienen ménos hijos..... En una palabra; comparadas con
las primeras, les son muy inferiores.
El juéves 24 de Diciembre, recorriendo el campo pri-
mitivo, sembrado el 18 de Setiembre, encontramos dos
matas de trigo con pequeñas espigas; las arrancamos y la-
vamos. Una de ellas presentaba 4 uno y otro lado de la
caña y sobre la superficie de la tierra dos h7j0s aéreos.
Haremos mérito de este fenómeno cuando nos ocupemos
pe 318 pa
en explicar las maneras de que matea el trigo, punto ím-
portante, que, en general, no se ha apreciado con tino.
Traspusimos estas dos matas; los vástagos que sustenta-
ban las espigas se secaron, y sólo han continuado viviendo
los dos hijos aéreos ; hoy (25 de Enero) se encuentran en
buen camino de desarrollo.
Por otra parte, hemos tenido ocasion de trasponer trigo
desde dos dias hasta un mes despues de haber nacido;
siempre las posturas trasplantadas han continuado su des-
arrollo. 000 pda
El 5 de Marzo hemos contado las espigas que presen- -
taban setenta y tres macollas del trigo trasplantado, y he-
:-mos encontrado 1.25, 01,45, 47) 127 AL
30, 40, 37, 8, 16, 36, 26, 15, 37, 43, 453 49, 27> 53»
207, 13 TO, FL) 42) 64 51, 42,07, 22) 5
41, 31, 21, 35, 55, 42, 35» 13, 25, 75» 7, 37, 20, 64,
49, 293 38, 24, 9, 42,63, 29, 03, 313) 32 2
30, 51, 14, 46, 48, 35 y 28. — Números que suman
2
2,448. — Corresponden, término medio, 4 cada macolla
33,5 espigas. :
EFundandonos en estos datos, fácil es reconocer que sem-
brando A veinte y cinco centímetros en cuadro, cada metro
cuadrado habria producido (16<33,5) 536 espigas. A
veinte centimetros hubieran sido (25<33,5) 837 espigas.
Es preciso, teniendo en consideracion las circunstancias
en que se llevó 4 cabo la siembra, que no se juzgue por
los resultados obtenidos el número de hijos, no ya los que
hubiera podido originar, sino los que en realidad produjo.
En efecto, esos números no indican el máximum de hi-
jos, porque éstos se contaron demasiado tarde, y muchos
o
habian ya desaparecido por endebles ú otros motivos; ade-
“mas, si la siembra hubiera sido realizada en más propicias
circunstancias , más habrian ahijado los piés, y mayor igual-
dad sin duda alguna se habria notado en el número de vás-
tagos que componen cada macolla.— Ensayos que hemos
instituido con este objeto pondrán fuera de duda estos
juicios.
Algunas espigas de estas macollas median hasta quince
centímetros de largo. |
Los experimentos cuyos pormenores acabamos de rela-
tar muestran cuán apropiado es este clima para el desar-
rollo del trigo. - | i
De estos ensayos fácil es deducir las siguientes conse-
cuencias :
1.” El trigo sembrado en tierras pobres, por naturaleza
secas y ademas expuestas al influjo de las sequías, perece
casi en totalidad; las pocas matas que se salvan ahijan poco,
crecen menguadamente, espigan más tarde, las espigas
son más pequeñas, contienen pocos y mal formados gra-
nos, y algunas se encuentran desprovistas de ellos.
El trigo puede ser trasplantado con buen éxito
siempre y cuando las circunstancias sean favorables, desde
su nacimiento hasta poco ántes de florecer; mas siempre
conviene practicar esa mudanza de lugar durante los pri-
meros períodos de la vida de las plantas, tanto cuanto se
desea hacerlas crecer en medios más fértiles como en toda
suerte de requisitos : en el primer caso aprovechan más
presto las ventajas consiguientes al medio, y así adquieren
mayor desarrollo. En otros momentos se detienen, tras-
tornan Óó alteran las funciones. —El trigo trasplantado
despues de espigado casi siempre perece; al ménos se se-
can los vástagos que sustentan las espigas , conservándose
tan sólo los más recientes ó tiernos hijos, que continúan
su desarrollo. |
3. El trigo trasplantado en buenas circunstancias se
restablece pronto, su desarrollo continúa, brotan nuevos
hijos, se forman hermosas macollas, tanto más bellas y
apimpolladas en la generalidad de los casos é igualdad
de requisitos, cuanto más tarde han aparecido los hijos, Ó
a decirlo con más claridad, miéntras más recientes, nue-
vos ó tiernos sean éstos con respecto al tiempo en que se
ejecuta la trasplantacion, sobre todo si estos renuevos,
desde muy al principio de su vida, vegetan en un rico
suelo.
4... Por fin, con respecto a la florescencia, debemos re-
conocer que esta variedad de trigo, aun en circunstancias
poco favorables, despues de haber sido trasplantada, etc.,
espiga % los dos meses y medio. Mas temprano habríanse
mostrado los órganos florales si los requisitos hubiesen sido
más ventajosos para el regular ejercicio de las funciones.
Los hechos anteriormente expuestos demuestran tambien
que continuando la macolla sin interrupcion alguna some-
tida 4 la influencia de las sequías, etc. , más tarde aún es-
piga. Las sequías retardan la florescencia del trigo, y por
su accion las espigas son pequeñas, produciendo ademas
pocos y mal nutridos granos.
Con el objeto de apreciar los distintos modos de sem-
brar el trigo, hemos emprendido muchos ensayos, practi-
y
cando las sementeras á puño, en línea y mateando, ya en
tierras abonadas, bien en otras de poca sustancia. A re-
E
serva de tratar estos particulares en momento más opor-
tuno, manifestarémos ciertos datos relativos al tiempo
que tardan algunas variedades de trigo en florecer.
El trigo morisco, sembrado el 20 de Noviembre, nació
el 24 y ya principia a espigar hoy (25 de Enero). Es de
advertir que este trigo se puso durante algunas horas en
agua ántes de practicar la sementera.
El trigo morisco es muy antiguo en la Gomera. — El
que tenemos fué cosechado en la Gallarda, hacienda de
los señores Cubas. —Se siembra allí en Diciembre ó Enero
y se cosecha en Mayo.
El trigo de Tenerife, sembrado el 13 de Noviembre y
nacido el 16, comenzó á espigar, poco más ó ménos, tam-
_ bien 4 los dos meses, atendiendo al estado de las espigas,
que indican haber aparecido por lo ménos hácia el 15 del
presente mes de Enero.
El trimenia barbudo de Sicilia espigó 4 los tres meses.
Las otras variedades de trigo que tenemos sembradas
(petaniela negra, hunter, touzelle anone , etc., etc.) aun no
han espigado.
Las causas que presiden 4 la manifestacion de estos he-
chos serán discutidas en su oportunidad.
ENFERMEDADES DEL TRIGO.—ÍNSECTOS QUE LE PERJU-
DICAN.—HErRUMBRE.—PuccinEa.—ALUCITA.--Gor-
-GOjJo.—ALjJORRA.—El estudio detenido de los fenóme-
nos que se realizan y suceden durante todas y cada una de
las fases de la vegetacion del trigo, nos permite 1r seña-
lando las circunstancias que los acompañan. Nos propo-
nemos advertir á los que emprendan el cultivo de ese
21
cereal que aquí, como en todas las partes del mundo,
se encuentra más Ó ménos expuesto 4 diversos acciden-
tes desgraciados durante el curso de su vida, así como
tambien sus granos, despues de ser recolectados, pue-
den sufrir los ataques de distintos insectos. No queremos de
ninguna manera alarmar a los agricultores; pero sí cree-
mos útil indicarles desde ahora los obstáculos que encon-
trarán; de este modo cumplimos con nuestro deber y qui-
zás los preservamos de pérdidas considerables.
Vamos á ocuparnos de un hongo, parásito colocado de-
bajo de la epidérmis, constituyendo, por decirlo así, la
nigua del trigo.— En diversas circunstancias las hojas del
| trigo comienzan por mancharse de amarillo; distinguense
sobre ellas pústulas ovales, en mayor ó menor número,
cuando más de un milímetro; suelen encontrarse muy
unidas, formando por su aglomeracion señales de más
considerables dimensiones. Al cabo de cierto tiempo róm-
pense esas máculas, y de su interior sale un polvo amari-
llento más ó ménos rojizo, ó hablando con más propiedad,
anaranjado rojizo. Ese polvillo mancha las manos, se pega
a los vestidos y los tiñe, y áun es arrastrado en bastante
cantidad por el aire para percibirlo fotando en la atmósfe-
ra. Tan notable semejanza ofrece ese polvillo con el
hierro tomado de orin, robin ó moho, que se le ha com-
parado A él, dandole el nombre de herrumbre, conocién-
dose asimismo con los de argeña, roya y sarro. Estudian-
«do esas partículas con el auxilio de potentes microscopios,
se patentiza que consisten en diminutas cápsulas globulo-
sas (esporidias), las cuales contienen en su interior un nú-
mero más ó ménos considerable de corpúsculos más pe-
6 — 323 —
queños, que constituyen los esporos Ú Órganos encargados
de perpetuar la planta; en cuanto al micelio ú órgano dis-
puesto para la parte vegetativa, apénas se distingue ; la
parte reproductiva es tan abundante, que parece formar
únicamente toda la planta. Brongniart ha formado la fa-
milia de los uredíneas, y en ella coloca el uredo rúbigo-
vera, que constituye el hongo de que nos ocupamos.
Otros botánicos (Richard, etc.) admiten la familia de los
hongos, y en la tribu de las gimnomicetas Ó coniomisetas
colocan el género uredo.
La herrumbre desorganiza las hojas; no pudiendo es-
tos Órganos tan importantes desempeñar sus funciones,
sufre toda la planta, al punto de perecer, ó al ménos de
producir siempre ménor cantidad de granos, y éstos de
inferior calidad. No es sólo la desorganización de los apa-
ratos respiratorios el perjuicio que causa la roya; tambien
distrae para sí jugos que de otra manera habrian sido em-
pleados en beneficio del desarrollo vegetal. Los daños
producidos dependerán de la intensidad de la invasion,
fuerza Ó robustez de la planta, su edad, etc. Puede la
herrumbre mostrarse desde los primeros tiempos del des-
arrollo del trigo, detenerse Ó desaparecer, y entónces es :
posible que sufra poco la planta, y áun le es dado resta-
blecerse por completo; mas tambien se ve con frecuencia
que continúan desarrollindose los hongos, desorganizan
todas las hojas, y luégo se presentan sobre la caña y la es-
piga. En estas últimas circunstancias la cosecha será nula
ó muy mezquina. Cuando la parásita aparece en los últi-
mos períodos de la vida y en pequeña cantidad, no pro-
duce perjuicios de consideracion. La paja del trigo atacado
debe quemarse ; no conviene emplearla como forraje para
los animales, y áun para confeccionar abonos es peligroso
su uso, si no se tiene cuidado de dejarla podrir por com-
pleto.
Cuanto acabamos de exponer es lo único que se sabe de
cierto acerca de la herrumbre; los demas particulares á
ella relativos son dudosos y provienen de observaciones
incompletas, erróneas ó no comparadas con el criterio que
reclama tan delicado é importante asunto. En verdad po-
demos asegurar que no se han instituido ensayos para di-
lucidar todas las circunstancias de la enfermedad. A pro-
pósito de este particular, se nos ocurre recordar el siguiente
juicio de Thaer, referente 4 las causas que han motivado
el singular atraso en que nos encontramos respecto de las
enfermedades de las plantas: « Los cultivadores no tienen
la capacidad necesaria, á los naturalistas les falta la ocasion
de estudiarlas, ninguno puede observar detenidamente el
conjunto de sus fenómenos. » Creemos que en esta materia
todo está por realizar, de suerte que hemos adoptado el
partido de exponerla en su mayor amplitud , dando cabida
en nuestra exposicion áun 4 las conjeturas que están por
pesar en el fiel de la experiencia.
¿Los hongos constituyen en su esencia la enfermedad
primitiva siempre, Ó son producto ó consecuencia de al_
guna desviacion primordial de la marcha arreglada de las
funciones? ¿Acaso será posible que el hongo se desarrolle
espontáneamente y luégo sea capaz de reproducirse? ¿Existe
siempre con anterioridad y no hace más que introducirse
en la hoja? ¿El accidente es hereditario? ¿Ls contagioso?
Dado el caso de que la enfermedad sea hereditaria, ¿será
A
rd,
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porque el grano guarde y conserve el gérmen del hongo,
ó más bien porque en su constitucion lleve una aptitud ó
modificacion para que merced 4 ella se declare aquella en-
fermedad tras la cual sobrevengan los hongos? Es incon-
cuso que líquidos extravasados en circunstancias anorma-
les, defectos en la organizacion de los tejidos, etc., pueden
acarrear trastornos de tal órden) que entónces la materia
se encuentre fuera del influjo de las leyes vitales; durante
sus alteraciones aparecen Ó se introducen los hongos. Po-
drian estos cuerpos encontrarse en el trigo como las ténias
en los animales, pero de cualquiera manera siempre queda
en pié la duda acerca del orígen de los hongos: ¿son espon-
táneos, nacen allí por primera vez, Ó provienen del exte-
rior, teniendo un orígen pasado? '
Existen en las ciencias cuestiones tan importantes y
trascendentales , de tal modo enlazadas con todos los par-
ticulares que en sus diversas regiones se contienen, que es
imposible tratar con alguna extension y detenimiento cual-
quiera de ellas sin que nos encontremos detenidos y ten-
gamos que ocuparnos de cuanto les concierne. En este caso
se halla la generacion espontánea; materia ardua, que
desde la más remota antiguedad ocupa 4 los más profun-
dos pensadores ; en nuestros dias se han llevado 4 cabo fe-
cundas investigaciones, y gracias á ellas, si bien no se ha
resuelto por completo el problema, al ménos se ha dilatado '
mucho el círculo de la experimentación y del raciocinio.
Nosotros, sin querer entrar en la discusion, ni mucho
ménos expresar nuestro juicio, deseamos al ménos formu-
lar sus términos.
Entiéndese por generacion espontánea, cual la define
an 326 pe
Pouchet, la produccion de un sér organizado nuevo, des-
provisto de padres, y cuyos «elementos primordiales pro-
vienen de la materia ambiente. Segun Burdach, la hetero-
genia, es toda produccion de un sér vivo que no enlazán-
dose, mi por la sustancia ni por la ocasion, á individuos
de la misma especie, procede de cuerpos de otra especie y
depende de un concurso de distintas circunstancias. Es la
manifestacion de un sér nuevo, desprovisto de padres; por
tanto, una generacion primordial ó verdadera creacion. La
reconocemos siempre que vemos aparecer un cuerpo orga-
nizado sin percibir otro cuerpo de la misma especie del cual
pueda proceder, ó cuando no podemos descubrir en éste
ninguna parte susceptible de llevar 4 cabo la propagacion.
Los partidarios de la heterogenia, la cual sucesivamente
se ha denominado generacion primitiva, primígena, origi-
naria, directa, equívoca, esponteparidad, admiten que á
influencia de causas análogas, áun inexplicadas, se produce
en los mismos animales Ó en otras partes una manifes-
tacion plástica, que propende A agregar moléculas , impo-
niéndoles una vitalidad especial, de la cual resulta un nuevo
sér en relacion con el medio de donde provienen primi-
tivamente sus elementos. Para desenvolver bien esta té-
sis, los experimentadores modernos se han ejercitado .en
estudiar los organismos animales y vegetales más inferio-
res. Han examinado esos bosquejos primitivos de la orga-
nizacion y comparado la generacion espontánea con. la
sexual; ambas proceden de la misma manera; en ésta,
como en aquella, la fuerza plástica reune los. elementos
primordiales del organismo; los esponteparistas sostienen
que las moléculas se agrupan sometidas y obedeciendo al
— 327 (ee
imperio de las mismas leyes que presiden 4 la formacion
del sér en la generacion ovárica. Los adversarios de la he-
terogenia admiten que la vida se ha trasmitido desde la
creacion hasta el momento actual por una cadena no in-
terrumpida de poseedores que sucesivamente la han legado,
miéntras que los heterogenistas, apoyándose en la anato-
mía, biología, cálculos matemáticos, experimentos quí-
micos, observaciones geológicas, y recurriendo tambien
a la filosofía, quieren demostrar que si 2 influjo de una
fuerza inictal suprema, numerosas generaciones orgánicas
se han sucedido en la superficie del globo, es lógico creer
que la misma fuerza puede aún obrar y dar nacimiento ó
engendrar los organismos más inferiores. Los hechos nue-
vamente descubiertos son de tal naturaleza, que para expli-
carlos, los adversarios de la generacion espontánea tienen
que recurrir á hipótesis panspérmicas, bien difíciles de
aceptar por un espíritu lógico.
Precisamente los hongos deben colocarse, segun Pou-
chet, entre los vegetales cuya aparicion no es posible con
frecuencia explicar sino por la génesis equivoca, pues en
ciertas circunstancias se les ve nacer sin que sea dado des-
cubrir ni concebir su manera de propagarse. Esta expli-
cacion es la más juiciosa, á ménos de que, panspermistas
radicales, profesemos que la naturaleza ha saturado la at-
mósfera con innumerables gérmenes de ciertos hongos, que
se ven aparecer en las circunstancias más excepcionales.
De conformidad con estas ideas, quizás podrian algunos
sostener que el uredo Ó herrumbre se produce algunas ve-
ces espontáneamente, lo cual en cierto grado se demos-
traria con más fundamento que la opinion contraria, que
PA
a su favor no presenta pruebas experimentales.—En efec-
to, cuando vemos granos de trigo de dos cosechas en un
país en el cual no se cultiva el trigo; cuando en esas dos
cosechas no ha mostrado la vegetacion signo- alguno de
herrumbre; si 4 la tercera vez de sembrado se declara el
uredo, ¿aceptarémos acaso la explicacion de que la semilla
guardó el esporo durante dos generaciones sin hacerle en-
gendrar el hongo? ¿Podrémos con argumentos panspérmi-
cos asegurar que el aire nos trajo el gérmen?
Un punto que importaria mucho resolver sería deter-
minar si existe identidad absoluta y necesaria entre todas
las herrumbres que se observan en las distintas variedades
de trigo, en cada uno de sus períodos de vegetacion, en
los distintos suelos, países, climas, etc. Si se notase al-
guna variacion, no hay duda de que este descubrimiento
suministraria una prueba bien poderosa á los que sostie-
nen la generacion espontánea.—Por otra parte, sin admi-
tir generacion espontánea, sin aceptar tampoco que el
trigo tralga en su organismo el gérmen de la herrumbre, Ó
lo reciba por la atmósfera de apartadas regiones, es posi-
ble explicar su presencia y desarrollo por la propagacion
por contagio. En efecto, la yerba de Don Cárlos y otras
gramíneas están expuestas 4 padecer comunmente esas en-
fermedades. —Es posible que de semejantes plantas se ori-
ginen los gérmenes de la enfermedad. '
Excluida de la discusion la hipótesis de que el uredo,
rúbigo-vera ó herrumbre sea la consecuencia de una en-
fermedad anterior, que le prepare las circunstancias que su
desarrollo reclama, eliminada aún la conjetura acerca del
orígen espontáneo de ese hongo, el cual determine ó su-
-
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ceda 4 los trastornos funcionales, veamos cómo se explica
su introduccion en la planta para que produzca primiti-
vamente todos los efectos enumerados en las líneas prece-
dentes. Los esporos es posible existan en el aire, en el
suelo ó adheridos al grano; ¿cómo penetran en el trigo y
qué curso siguen hasta llegar 4 las hojas? Algunos sabios,
nos dice A. De Candolle, han creido que se introducian
por los estomates; mas semejante aseveracion queda des-
virtuada, porque crecen y se desarrollan sobre especies y
aparatos desprovistos de esos órganos. P. De Candolle ha
expresado el concepto de que el polvillo reproductor de
esos vegetales, absorbido por las raíces con el agua del
terreno, era conducido por la corriente del líquido trans-
porte hasta los órganos superiores y 4 los demas puntos
de la superficie; allí se desarrollan y rompen la epidérmis,
cuando la naturaleza de la planta y las circunstancias se lo
permiten. Para fundar esta hipótesis, De Candolle cons1-
deró los hechos y raciocinios siguientes : 1.*, aquellos ór-
ganos hácia los cuales en mayor abundancia se dirige la
savia son los que con preferencia eligen lós parásitos ¿m-
testinales para desarrollarse; así existen en todos los órga-
nos aéreos, y nunca en las raíces; 2.”, se desarrollan, sobre
todo, en los años húmedos, en los cuales la absorcion es
más abundante; 3.”, son más frecuentes en los lugares
donde en los años anteriores ha habido parásitos de ese
género, y aparecen en mayor cantidad cuando se ha depo-
sitado el polyo en el terreno que en los casos en los cua-
les se depositan sobre las hojas; 4.”, el procedimiento de
la encaladura por medio del ácido arsenioso, sulfato de co-
bre ó cualquiera sustancia venenosa, disminuye ciertamente
O
el número de piés atacados por la herrumbre. (De Can-
dolle, Hist. nat. des veg., t. 1, pag. 462.) —Mirbel, por
el contrario, cree más probable que los esporos penetren
al traves de la epidérmis. (Phys. veg., t. 1, pag. 119.) —
Este mismo es el sentir de Gasparin. El ilustre agrónomo
nos dice que «sin duda los esporos son trasportados por.
el aire, y se adhieren a las plantas en todas situaciones»;
asimismo asegura que tanto los trigos encalados como
aquellos que se siembran sin preparacion alguna son
Igualmente atacados; concluye nuestro autor afirmando
que ciertas circunstancias atmosféricas, favorables al tras-
porte de los esporos, y determinadas predisposiciones de las
plantas, que las colocan en estado de recibirlos, son las
causas productoras de la herrumbre. |
Al entender de juiciosos naturalistas, ninguna de estas
aseveraciones lleva el sello que debe imprimirle el método
experimental. ¿Dónde se encuentran los ensayos riguro-
sos, las variadas, comparadas y extendidas pruebas que
demuestren la existencia de los corpúsculos en el aire ó en
la tierra? Por ventura, algun experimento que no entrañe
errores, ¿patentiza la absorcion de los esporos por las raí-
ces Ó por las hojas? “Todos esos hechos pueden ser verda-
deros; pero mucho tememos que en vez de existir entre
ellos relaciones de causa 4 efecto, sólo haya enlace de su-
cesion, y al explicarlos ó relacionarlos, incurramos en el
error post hoc, ergo propter hoc. Cuando en circunstancias
en las cuales no se produce normalmente la herrumbre, la
hagamos aparecer 4 nuestro arbitrio en ciertas plantas ele-
gidas al efecto, y sólo en ellas, habrémos determinado las
circunstancias en que aparece la herrumbre; miéntras tan-
| pes o
to, continuarémos forjando conjeturas, y aisladamente
elevarémos al grado de causas todos los variables requisi-
tos en los cuales se haya observado el fenómeno, en dis-
tintos tiempos y lugares. — Prosigamos nuestro estudio, y
tratemos de seguir demostrando las contradicciones y er-
rores en que incurren los autores al tratar este asunto.
Pretende Tessier (Gasparin, t. 111, pag. 662) que en
igualdad de circunstancias, cuando la vegetacion es muy
potente y vigorosa , se encuentran los campos de trigo más
expuestos á ser atacados por la herrumbre. Por el contra-
rio, Bosc (Cours d'agriculture, t. x111, pag. 298), apoyán-
dose en opiniones expresadas por los antiguos, sostiene
que los abonos muy activos y azoados, como la palomina,
pueden por su uso oponerse 2 la herrumbre. Explica el
- fenómeno, diciendo que los abonos tienen más accion so-
bre la vegetacion de las plantas cultivadas que sobre los
parásitos internos, los cuales constituyen la roya; las pri-
meras alcanzan tan rápido crecimiento, que los segundos
no tienen medios ni lugar de desarrollarse. Desvaux (Cours
dTPagriculture, t. xVI, pag. 410) cree tambien que una
vegetacion brillante y rapida parece oponerse 4 esta enfer-
medad. Los juicios expresados por Tessier, Bosc y Des-
vaux son erróneos, pues segun tenemos observado, tanto
se desarrolla la herrumbre en las plantas más frondosas
como en aquellas que vegetan débilmente en campos no
abonados. No hemos ensayado la accion de la palomina;
pero sí podemos asegurar que el uso del guano del Perú
no se opone de modo alguno á que se muestre la herrum-
bre. Más aún: matas de trigo sembradas sólo en estiér-
col son invadidas por la roya.
Afirma Gasparin (pág. 663) que la.enfermedad no se
presenta en los trigos regados. Nosotros la hemos obser-
vado en plantas regadas por aspersion frecuentemente.,
Algunos agricultores sostienen que la argeña aparece con
más frecuencia y en mayor cantidad en los campos claros
que en aquellos que se han sembrado espesos (Cours dagri-
culture, t. X111, pag. 300). La experiencia nos ha enseña-
do lo contrario; tanto unos como otros son atacados, y si
alguna diferencia se nota, es en los campos muy espesos,
que por lo comun padecen más.
Los campos atacados de una manera considerable de her-
rumbre en un año, pueden presentar la misma enfermedad
en los siguientes (Desvaux, pág. 410; Magne, t. 11, pági-
na 239; Bosc, t. x111, pg. 299), así como aquellos que son
abonados con estiércoles, en los cuales entren pajas atabaca-
das. La mayor parte de los autores convienen en estos he-
chos, y los explican admitiendo la introduccion en la planta
del gérmen contenido en el terreno. Sin recurrir a semejan-
te hipótesis, quizás nos podriamos dar mejor cuenta de los
fenómenos, aceptando que en igualdad de circunstancias
se reproducen los mismos accidentes. Quizás sea cierto que
abandonando por algun tiempo el cultivo del trigo, más
tarde no se muestre en aquella localidad la roya; pero en-
tónces probablemente pueden modificarse algun tanto los
requisitos de aquel lugar.
Muchos autores hacen provenir la herrumbre de la ac-
cion de las nieblas, copiosos rocíos, humedad en el suelo,
lugares sombreados, etc. (Gasp., pag. 662; Cours d'agri-
culture, t. xv, pág. 558;t. x111, pág. 298). Otros ima-
ginan que aparece despues de las grandes sequías. (Des-
+ BB
vaux, t. xvI, pág. 409.) En climas y terrenos muy secos,
en países en los cuales la luz ejerce toda su influencia, en
plantíos regados, hemos tenido oportunidad de observar
la roya; luego todas esas afirmaciones no dan cabal cuenta
del orígen ni de las circunstancias de la enfermedad.
Ciertas variedades de trigo son más atacadas por la ar-
geña que otras. — Desvaux (pág. 410) nos cita un trigo
originario de la China, que constantemente se encontró
atabacado, no pudiéndose afirmar, añade, que hubiese reci-
bido los parásitos del aire, suelo ó plantas vecinas, pues
todas las que se hallaban en las mismas circunstancias se
encontraban sanas y robustas. —Este autor explica el he-
cho, suponiendo que la semilla trajo desde la China el
gérmen del hongo (!). —Los trigos de Polonia y el locular
son muy raramente atacados (Girardin, t. 11, pag. 659).—
Creemos que, en efecto, la facilidad de sufrir de la dolen-
cia que estudiamos varía segun los trigos que se cultiven;
pero eso mismo es susceptible de cambiar segun los paí-
ses y circunstancias del cultivo.— Un gran número de
observaciones referidas por distintos autores (Desvaux,
pág. 410) parecen demostrar que se ha notado en Ingla-
terra que las plantas cultivadas cerca del mar ó en puntos
abonados con cenizas de plantas marinas, ó los mismos ve-
getales mezclados á la sal de cocina, son rara vez ata-
cadas de herrumbre.—De acuerdo con estas observacio-
nes, aconsejan la inmersion en sal de las semillas antes de
sembrarlas , y tambien engrasar los campos con el propio
cuerpo.
Bosc cree que el único medio que merece ejecutarse
para impedir la accion de la herrumbre, es cortar los tri-
ES >
gos infestados ántes que se muestre la espiga, pues sucede
frecuentemente que las nuevas hojas se desarrollen sanas y
robustas. (Cours Pagriculture, t. xv, pag. 299.) —Des-
vaux opina que nunca se deben emplear para semilla gra-
nos que provengan de mieses atabacadas. (Cours d'agri-
culture, pag. 410.)
Algunos autores ( M. de la Soc. de Berna, 1775; Tar-
gioni, 1765, Toaldo, pag. 85) afirman que los trigos sem-
brados en mezcladizo (mestal en Cataluña, morcajo, tran-
quillon , revoltizo, revoltillo, mistura , mezcla, mesta y grai-
ces en otras provincias ) se encuentran ménos expuestos 4 -
padecer el sarro.
La constitucion de la hoja ejerce notable influencia; así
es que circunstancias que pueden obrar sobre ellas son
susceptibles de detener el mal. En este caso se encuentran
los abonos salinos; idea que se halla corroborada por lo
que sucede en Inglaterra 4 orillas del mar.—El uredo cree-
mos que es una enfermedad dependiente de una alteracion
de la clorofila. —Sea cual fuere la causa de la enfermedad,
se detienen las funciones de las hojas; existe falta de equi-
librio y unidad en las funciones de la planta.
Nosotros estamos persuadidos de que la variedad del
trigo, la época de ejecutar las siembras, los cuidados de
cultivo y las circunstancias del terreno, ejercen, segun las
localidades, acciones muy dignas de ser consideradas.
El exámen prolijo que hemos hecho de este asunto
muestra que la ciencia no ha encontrado aún todas las
verdades que sería preciso tener en cuenta para elucidar
este punto importante del cultivo del trigo. |
Ademas de la herrumbre propiamente dicha, hemos
o
observado en dos hojas de una sola variedad de trigo (el
de Jerez) otra especie de hongo (puccinia de las gramí-
neas), distinta forma del uredo.
Veamos ahora cuáles son los animales que perjudican
en Cuba el trigo.
Durante su vegetacion, un insecto en extremo pequeño
y negro destruye por completo el grano. Hemos visto el
animal, y sobre todo, por desgracia, hemos apreciado sus
trabajos. :
El año pasado depositamos, despues de una larga ex-
posicion al aire, algunas espigas de trigo en una maleta;
poco más ó ménos, á los tres meses las encontramos por
completo invadidas por la alucita ó palomilla. — Tuvimos
buen cuidado de matarlas y de quemar las espigas. — No
nos explicamos el orígen de esa palomilla en un trigo cul.
tivado en la isla.
El gorgojo destruye, en circunstancias bien conocidas,
las cosechas recolectadas y guardadas en graneros.
Este es el fruto de nuestras observaciones acerca de las
enfermedades que padece el trigo, y de los enemigos que
lo atacan en este país.
- A ellos es preciso agregar la a2/jorra, insecto que en Vi-
llaclara destruia, ántes de estar sazonadas, las espigas
de trigo; quizás este animalillo sea el mismo que hemos
mencionado.
TABACO.
IDEAS GENERALES ACERCA DE ESTE CULTIVO.—Í. Pa-
ra poder establecer sobre bases sólidas el cultivo del ta-
baco, es preciso principiar por averiguar cuáles son las
mejores condiciones del terreno propio 4 la produccion
de la calidad buscada por los consumidores. El dia en que
hayamos determinado la composicion química, las pro-
piedades físicas y la estructura geológica de la tierra donde
se desarrolla el mejor tabaco, habiendo asimismo encon-
trado cuáles son las variaciones que en su constitucion
ejercen las distintas proporciones de las diferentes sustan-
cias que pueden existir en los terrenos, ese día habrémos
resuelto el problema científico del cultivo. Entónces la
industria, aplicando sus consecuencias,*las hará servir de
antorcha benéfica en sus prácticas, no sólo para modif-
car convenientemente el suelo, que no sea del todo idén-
tico al tipo requerido por la planta, sino áun para proce-
der con acierto en la devolucion que 4 los campos debe
hacerse 4 fin de reemplazar las sustancias que hayan po-
dido extraer los vegetales que en ellos crecieron.
El tabaco en su estado natural, cuando áun no ha reci-
bido preparacion alguna, contiene las sustancias siguien-
tes : Bases minerales: potasa, sosa, cal, magnesia, Óxidos
de hierro y de manganeso, y amontaco.— Base orgánica :
nicotina. — Ácidos minerales: ácidos nítrico, clorhídrico,
sulfúrico, fosfórico y silícico.— Ácidos orgánicos : ácidos
AT
málico, cítrico, acético, oxálico, péctico, y quizás ácido
úlmico. — Además cierto número de otros cuerpos or-
gánicos, que son : celulosa, cera Ó grasa, materias azoa-
das y dos resinas, una amarilla y otra verde.
Examinar en qué proporcion aumentan ó disminuyen '
todos y cada uno de estos principios, segun la naturaleza
del terreno, el género de cultivo que en él se adopte, y
las condiciones climatéricas que presidan al desarrollo de
la planta, es el problema que en el estado actual de la
ciencia debe resolver el químico-fisiólogo. Desgraciada-
mente, siendo la materia en sí misma tan complicada,
porque es preciso apreciar cómo obra separadamente cada
una de las causas, y luégo cómo simultaneamente combi-
nándose concurren 4 la produccion de los fenómenos; y
siendo, por otra parte, difícil y laboriosa la ejecucion de
los delicados análisis que para este estudio deben practi-
carse, creemos que largos años se pasarán aún ántes de que
haya sido resuelto por completo el problema tal cual lo
acabamos de plantear, y pueda entónces descansar el cul-
tivo del tabaco en principios positivos y de una exactitud
matemática, merced 4 los cuales, de antemano se prevean
los resultados que se obtendrán en diferentes circuns-
tancias.
Mas para llegar á una conclusion tan apetecible, se pue-
de desde luégo adquirir preciosos datos, observando cuá-
les son las variaciones que en la constitucion de la planta
producen los diferentes suelos naturales, aunque para com-
pletar este estudio será preciso comprobar los resultados
adquiridos por la observacion, instituyendo experimentos
en que se procure la vegetacion del tabaco en tierras que
22
E
artificialmente se preparen, haciendo variar sucesivamente
sus propiedades por las diferentes proporciones de los prin-
cipios que entren a formarlas, aumentando ó disminuyen-
do sucesivamente cada uno de sus componentes, para así
poder fijar el papel principal ó accesorio, mediato ó in-
mediato, aislado ó recíproco que desempeña en la produc-
cion de tal ó cual sustancia, en la absorcion de los ali-
mentos que á la planta suministra la tierra, y en fin, la
relacion ó dependencia que existe entre los diversos prin-
cipios que se originan en el organismo vegetal, por el
mismo desarrollo que alcanza. — En estos experimentos se
debe hacer variar tambien aquellas condiciones más impor-
tantes de que puede disponer el hombre en los laboratorios,
las cuales se cuentan entre los diversos fenómenos físicos
de que se ocupa el sabio cuando estudia la accion del clima
sobre la vegetacion. :S
Volvemos á repetir que el problema, tal como lo acaba-
mos de presentar, nos parece que no será resuelto sino den-
tro de un número muy considerable de años, y quizá nun-
ca de un modo completamente satisfactorio, porque desde
el momento en que se lleve la cuestion al campo de la ex-
perimentacion, son tan variados y numerosos los ensayos
que se tentarán, que seguramente nunca se agotará la ma-
teria. —Si 4 esta circunstancia agregamos que el estudio
de las funciones que se realizan en el organismo vegetal
va cada dia, por el progreso incesante de todas las cien-
cias, adquiriendo mayor latitud, tendrémos .razon en ase-
gurar que siempre encontrará el hombre motivos de nue-
vas investigaciones, Aun prescindiendo de que miéntras
más adelantemos en esa senda, mayor será el número
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de incógnitas que tendrán nuestros hijos que eliminar.
Ya que no nos es dado llegar por ahora 4 ese bello ideal
de perfeccion, al cual debemos, sin embargo, propender,
circunscribirémos la cuestion en límites más estrechos, de
más facil solucion por consiguiente, y así lograrémos ad-
quirir en parte los datos necesarios para establecer una
marcha regular y razonada en el cultivo del tabaco, 4 la
cual ajustemos nuestros trabajos. Para llegar 4 este re-
sultado es preciso : 1.”, analizar químicamente y examinar
las propiedades físicas del terreno más propio para produ-
cir el buen tabaco; 2.”, determinar las pérdidas que ex-
perimenta el suelo en cada una de las cosechas que nos
procura. Con estos dos datos podemos desde luégo conser-
var estable el tipo del buen terreno en los lugares en que
exista, y crearlo en aquellos en que 1o se halle, siempre
y cuando las modificaciones que en él debamos introducir
puedan ser económicamente justificadas, y A ellas no se
opongan los fenómenos meteorológicos ó la disposicion
geológica del suelo. La resolucion de la cuestion así pro-
puesta, tratando de mantener igualmente fértil el terreno
más propio al cultivo, llevando con él una cuenta abierta,
por la cual se le devuelvan los elementos que pierda al
sustentar la planta, constituye el problema que intenta
resolver la estática agrícola Ó agronomometría de cada
cultivo, que trata del equilibrio entre el consumo y la
produccion de la fecundidad del suelo. En él se procede
con seguridad empleando la balanza, que nos pondera
las: pérdidas sufridas: tan exactos pueden ser los datos
adquiridos, que casi se logra establecer una ecuacion ma-
temática, en cuyo primer miembro figuran los alimentos
E
O
que proceden de la tierra y del aire, y en el segundo esas
mismas sustancias trasformadas en otras contenidas en los
vegetales, ó las mismas sin haber cambiado en su estado
de combinacion, mas las exhalaciones consiguientes al me-
canismo de las funciones que en la planta se verifican.' Des-
pues de la cosecha, para restablecer el equilibrio, será pre-
ciso restituir a la tierra las cantidades que figuren en el
segundo miembro, las cuales esparcidas en el terreno en
forma conveniente, compensarán sus pérdidas, y man-
tendran la produccion orgánica en el mismo estado de can-
tidad y calidad. |
Habrémos, pues, de ocuparnos únicamente en devol-
ver 4 la tierra los principios que pierde, porque en lo que
hace al aire la naturaleza misma, por medio de la depen-
dencia que existe entre todos sus fenómenos, se encar-
ga de conservar permanente la composicion de los gases
atmosféricos; fin que logra por el antagonismo de las fun-
ciones animales y de las vegetales; y como medio de resta-
blecer el equilibrio, interrumpido en algun lugar, los vien-
tos, haciendo variar de situacion las masas atmosféricas,
las mezclan, y hacen desaparecer las diferencias que pu-
diesen localmente existir en el flúido. Sin embargo, como
la atmósfera suministra al terreno cierta proporcion de
nitrato de amoniaco, cuyos efectos benéficos sobre la vege-
tacion son tan conocidos, es necesario tener presente esta
circunstancia para suministrar dicha sal al suelo, si por
cualquier accidente no la hubiese recibido.
Las ideas que acabamos de expresar constituyen el pro-
grama del estudio sistemático del cultivo del tabaco; cuan-
do nos ocupamos especialmente de la caña de azúcar y de
DA
otros cultivos, tuvimos ocasion de presentar, con más por-
menores, algunas de ellas, pues las que hemos expuesto
no son más que una parte del conjunto de ideas que for-
man nuestra doctrina agrícola, en la cual armónicamente
se coordinan todas las circunstancias que propenden á ob-
tener el mejor partido posible del capital invertido en un
suelo que se trata de explotar, poniendo en accion las le-
yes generales de la naturaleza. A nuestro juicio, cuando
“se trate de dilucidar una cuestion agrícola, conviene pre-
sentarla tan complicada como es, y. jamas, por ningun mo-
tivo, es prudente ocultar la falta de datos para resolverla.
-De este modo, áun cuando no nos sea dado descorrer
sino una parte del velo que cubre las funciones vegetales,
tendrémos siempre la ventaja de reconocer nuestra igno-
rancia, y procederémos con prudencia y cierta descon-
fianza en las aplicaciones industriales que queramos hacer
de los principios científicos.
II. El asunto que nos ocupa es de tal importancia,
que áun 4 riesgo de cansar 4 los lectores, nos propone-
mos presentarlo de distintas maneras, y en repetidas y
variadas ocasiones volverémos gustosos á llamar la aten-
cion pública sobre él. — Trátase de la imperiosa necesidad
de mantener las fértiles vegas de la Vuelta-Abajo en el
mismo estado de produccion en que nos las entregó la be-
néfica naturaleza. Semejante objeto, no sólo merece séria
consideracion de parte de los actuales propietarios, sino
que áun por las consecuencias funestas que pudiera acar-
rear sobre los destinos futuros del país la cesacion de un
comercio tan provechoso, todos los buenos patricios están
llamados 4 vigilar y detener 4 tiempo el mal 4 que infali-
LA
blemente nos conducen las viciosas prácticas agrícolas ob-
servadas en la generalidad de las vegas.
El hombre prudente, despues de haber adquirido un
capital, trata de obtener el mejor partido de él; le hace
producir; procura, si no aumentarlo, por lo ménos man-
tenerle en el mismo estado, contentándose con las rentas
que le suministra. Sólo 4 una persona poco cuerda se le
pudiera ocurrir encerrar su tesoro en una caja, y tomar de
él a medida que sus necesidades lo reclamasen, sin inquie-
tarse en recuperar las cantidades que hubiese puesto en
circulacion, confiado siempre en que poseeria lo suficiente
para vivir tranquilo en su vejez, y poco preocupado de la
suerte de sus legítimos herederos. ¿Qué pensariamos de
un hombre dueño del útil más precioso para su industria,
que gracias 4 él construyese los más exquisitos artefactos,
y que por incuria lo dejase deteriorar de día en dia, hasta
- hacerlo del todo inservible? ¿Cómo calificariamos al in-
sensato que guiado por el más ciego egoismo, descono-
- ciendo sus propios intereses, no pusiese el mayor empeño
en ir reparando el medio de que se vale, porque estuviese
seguro de que áun imperfecto podria prestarle grandes ser-
vicios durante su vida? Semejantes actos serian universal- *
mente reprobados, y los individuos que los cometiesen, no
sólo se perjudicarian gravemente en sus propios intereses,
sino que áun podrian ocasionar serios trastornos en el ór-
den social, si éste contase, para conservar su equilibrio, con
sus productos. Por el contrario, los que, comprendiendo
mejor sus intereses y los de la sociedad, cuidasen con es-
mero y sostuviesen siempre perfecto el mecanismo de
que se sirven en su industria, practicando en él las re-
a AN
paraciones exigidas por el uso, ésos podrán siempre con-
tar con rentas seguras, y legarán á sus hijos los medios
que los condujeron 4 una rápida fortuna.
Cuando se siembra en un terreno durante un gran nú-
mero de años la misma planta, ésta vive, se desarrolla á
expensas de él; y sí se renueva la planta cada año, ó si
produce una cosecha en intervalos de tiempo más ó ménos
considerables, como en ambos casos la totalidad de la
planta, ó la parte recolectada ha de arrastrar gran cantidad
de los elementos del suelo, pasados algunos años habré-
mos agotado todas las sustancias susceptibles de servir de
alimento 4 los vegetales que en él crecen, y el terreno,
fértil al principio, habrá quedado completamente esterili-
zado para aquella planta por lo ménos.
Nadie ignora que las plantas viven 4 expensas de la
tierra; que necesitan ciertos alimentos para llegar á su
apogeo de crecimiento; todos podemos apreciar mil ejem-
plos que prueban que el terreno, por bueno que sea, con-
_ cluye por no poder suministrar 4 los vegetales aquellos
principios que requieren para vivir; y 4 pesar de todo esto,
pocos son los que se preocupan en ir reparando las pérdi-
das que experimenta el suelo por el contínuo cultivo. Se-
mejante negligencia parece imposible á primera vista que
sea tan general, cuando todos asistimos 4 la vigilancia con
* que se mantienen en buen estado las máquinas que en di-
versas industrias se usan, porque se comprenda que un ins-
trumento que funcione bien y con regularidad, proporciona
grandes ventajas, y que conservándolo siempre, por lo
ménos, en el mismo estado, podrá más tarde venderse con
estimacion, y quizá en mayor cantidad que la de su costo,
TO
si las reparaciones practicadas lo han mejorado notable-
mente.
Hemos recibido de manos de la naturaleza el terreno
más adecuado para el cultivo del tabaco, que la moda,
educando el paladar, ú otras consideraciones, hacen bus-
car de todo el mundo. Áun en nuestro país es pequeña la
extension de terreno propio á producir esa clase de tabaco
tan buscada; en él el precio de la caballería es ya bastante
considerable, y todo anuncia que su valor aumentará pro-
gresivamente. En ningun cultivo, pues, son tan necesarias
y oportunas las mejoras propias 4 mantener, ya que no 4
mejorar, el terreno en el mismo estado de fertilidad , como
en aquellos que producen el buen tabaco, porque valiendo
mucho la preciosa hoja, el suelo que la sustenta y el tra-
bajo necesario para obtenerla, sólo un sistema racional de
cultivo, en que se aproveche por completo ese trabajo, la-
brando una tierra siempre feraz, podrá establecer regula-
ridad en las ganancias, y que éstas representen un interes
crecido del capital invertido en la finca. No nos cansaré-
mos nunca de repetir que todos los desvelos del agricul-
tor deben ir encaminados 4 producir mucho, bueno y pron-
to, y que esto sólo se logra cultivando poco y bien.
Supongamos que un hacendado, guiado por una eco-
nomía mal entendida, no quiera suministrar á la tierra un
pequeño capital representado en abonos, regadío, des-
agúes, etc. ¿Qué sucederá? El terreno empobrecido no
producirá una cosecha tan abundante; los costos de cul.
tivo serán mayores, y no se realizará una ganancia tan
considerable como si se hubiese adelantado al terreno una
cantidad, que no sólo produciria desde luégo por sí mis-
a
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y
4 $ z
TEMA LEE ES ARI
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E
A
ma un beneficio notable, sino que áun disminuiría el costo
de la mano de obra, aumentando la produccion. — Por
otra parte, el terreno que se mantiene en el mismo grado
de fertilidad, conserva siempre su valor con respecto al
cultivo de la planta que en él se desarrolla, y si más tarde
se aumenta el precio del fruto, si se mejoran los medios
de comunicacion, se establecen nuevos cultivos, se au-
menta la poblacion, etc., la tierra naturalmente tambien
aumenta su valor; de suerte, que cultivando bien, el agri-
cultor entendido ha establecido regularidad en sus entra-
das, producido 4 ménos precio, y trasmitido sin deterioro
alguno el instrumento de su fortuna 4 sus herederos, que
a su vez lo explotarán con gran beneficio.
- El tabaco es una de las plantas que más esquilman el
terreno en sustancias minerales, pues segun las circunstan-
cias en que se desarrolle, podrá contener hasta 27 por 100
de ellas, y como precisamente deja pocos despojos en la
vega, tenemos que cuando exportamos al extranjero un
cargamento de tabaco, nos separamos de una gran canti-
dad de principios extraidos del suelo de la isla por la hoja
con que tanto beneficia el comercio; de suerte que al cabo
de cierto tiempo, nuestro terreno habra concluido por per-
der completamente aquellos cuerpos necesarios 4 la vida
del vegetal cultivado. Si queremos conjurar semejante ca-
tastrofe, es preciso llevar una cuenta abierta con nuestro
terreno; suministrarle, 4 medida que lo requiera, todos
los principios que vaya perdiendo, lo que se logra por
medio de los abonos juiciosamente empleados. Más ade-
lante, cuando con especialidad nos ocupemos en estudiar
la aplicacion de los abonos, demostrarémos de qué manera
O
y en qué cantidad deben emplearse, segun las propiedades
5
del terreno y el cultivo á que se consagre. Por ahora nos
limitarémos 4 presentar en los siguientes cuadros la natu-
raleza y proporcion de sales minerales contenidas en las
cenizas del tabaco, y la cantidad de éstas que dejan las
hojas despues. de su combustion.
A A
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— 30
Cien partes de hojas han suministrado por la incine-
racion :
Es 18.09
2. 22.02
De Lo EPA
4. A A
5: 23.00
6. : 21.08
Te 23.28
8. 23.0
9. 22.83
10. 27.36
ANÁLISIS DE LAS CENIZAS DEL TABACO DE LA
HABANA Y DE HANNOVER.
Carbonato de potasa... ¿im a 6.18 »
Carbonatide Sosa rica O 1.94 1.61
Sulfato de Posa ) 11.11
Sulfato desosal a id ida de 7.39 1.09
Cloruro de sedlos to 8.64 > “16-24.
Carbonatb-de Cal. A OO 40.00
Carbonat6-de magnesia... 0. 088 4.27
Fosfato de cal...
— de magnesia. .
— peróxido de hierro. . . . . 9.04. 17.95
— alúmina. NS e AS
— manganeso. SS y
o IR AS NASA 8.26 15.29
99.92 100.52
En una publicacion que consagramos especialmente al
estudio de los residuos de la incineracion de las plantas,
para completar los datos que puedan suministrarnos la
composicion de las cenizas, nos ocupamos en demostrar
la necesidad de acompañar al mismo tiempo el análisis del
terreno en que vegetaron, el estudio de las propiedades
físicas del suelo, la calidad y cantidad de los productos
cosechados y las circunstancias climatéricas que presidie-
— UD. +
ron 4 su desarrollo. Tambien nos ocupamos entónces del
modo de presentar los resultados del análisis químico di-
recto, para que en todos tiempos tengan su valor propio
y se ofrezcan 4 la vista de manera que fácilmente pue-
dan compararse.
El análisis de las cenizas del tabaco de Hungría, culti- |
vado en los diez distintos terrenos que marca la primera
numeracion, fué practicado por los Sres. Will y Fresentus,
y el examen de las cenizas suministradas por los tabacos
de la Habana y de Hannover, por el químico aleman
Hertwig. En tiempo oportuno expondrémos las investiga-
_ciones de Beaucaef, Barral y Sarrasin sobre el mismo
asunto.
- El tabaco, lo mismo que todas las plantas, se desarro-
lla con tanto más vigor cuanto mayor sea la cantidad de
alimentos que recibe y la facilidad con que se los asimile;
el desarrollo adquirido trae consigo, como consecuencia
de la robustez de los órganos, ó como condicion necesa-
ria 4 ciertas funciones, la formacion en el vegetal de un
gran número de principios. Nada sería más fácil que ha-
cer adquirir al tabaco un incremento extraordinario ha-
ciéndolo vegetar en un terreno rico en humus, al cual
se le agregasen sales amoniacales, las sales minerales con-
tenidas en las cenizas, y cierta proporcion, á mas de la que
naturalmente contiene, de vegetales descompuestos. Pero
entónces , en vez del tabaco tan buscado por los fumado-
res, tendriamos un tabaco grueso, acre, difícil de prepa-
rar y de conservar. Para que el tabaco posea todas las
cualidades que los consumidores buscan en él, es preciso
que el terreno sea bastante rico en determinadas sustan-
e
cias alimenticias, pero que éstas no sean tan abundantes
ni de tal naturaleza, que puedan hacerlo desarrollar de-
masiado; y ese término medio es el que precisamente nos
presenta la naturaleza en el terreno de la Vuelta-A bajo.
Si queremos conservar la relacion entre los principios del
suelo y el desarrollo de la planta, es necesario proceder
con prudencia, y no hacer más, por decirlo así, que de-
volver al terreno lo que ha perdido, porque de otro modo,
podria suceder que, tratando de mejorarlo, le hiciésemos
perder sus propiedades; sin contar que todos esos elemen-
tos fertilizantes hacen variar, á más de la composicion
química normal del terreno propio para el tabaco, el con-
junto de propiedades físicas del suelo, tan necesario como
requisito de ciertas reacciones. |
Los abonos que con más ventaja pueden emplearse en
el cultivo del tabaco son : el estiércol, las plantas podri-
das, cierta cantidad de guano del Perú, mezclado con
guano de los Cayos de los Jardinillos, algunos abonos
verdes, los residuos que puedan obtenerse de las cosechas
de tabaco (raíces, parte del tallo), los cuales, despues de
podridos ó incinerados, merecen aprovecharse. El uso del
fosfato ácido de cal mezclado 4 la pudreta debe hacerse
con mucha medida, lo mismo que el aprovechamiento de
los abonos que contengan nitratos.
En suma, uno de los problemas más importantes que
debe resolver la ciencia en nuestro país, es determinar exac-
tamente las condiciones en que se desarrolla el mejor taba-
co, para ver si por medios encaminados á ese efecto se
logra bonificar los terrenos en que se produce de inferior
calidad. Creemos que se puede obtener este resultado ha-
ciendo un estudio completo de los mejores terrenos de la
Vuelta-A bajo, que es el tipo del suelo más A propósito
para el cultivo, y examinando distintas tierras situadas en
diferentes lugares de la isla, en que tambien se produce
buen tabaco.
Guano DEL Perv.—I. Los principios más elementa-
les de la ciencia, expuestos de la manera más clara y sen-
cilla, casi nunca son aceptados por ciertas personas, si su
propia experiencia, recogiendo variados y numerosos he-
chos, no viene 4 demostrarles la verdad del modo más
inmediato. Semejante conducta, que en ciertos límites po-
dria llamarse cuerda prudencia, cuando se ejerce sin juicio
y absolutamente, denota poca estimacion de la ciencia, y
más que todo, falta completa de sus más someras nocio-
nes. Cuanto venimos relatando nos ha acontecido con
respecto al tabaco y al uso imprudente del guano del
Perú. No bastó que mil veces, por escrito y de palabra,
expusiésemos nuestros raciocinios acerca de este particular;
ha sido preciso que la voz popular haya protestado de la
manera más unánime contra el uso del guano del Perú,
para que tanto los cultivadores como los fabricantes se
detuviesen 4 considerar los efectos de prácticas tan defec-
tuosas.
En una ocasion, para nosotros memorable, tuvimos
Oportunidad de exponer con bastante ampliacion nues-
- tras ideas acerca de ese abono; entónces manifestamos el
lugar que debia ocupar entre las materias fertilizantes, y
tambien dimos á entender las circunstancias en las cuales
convenia emplearlo. El guano del Perú debe ser clasifica-
A e
do entre los abonos amoniacales por excelencia; es un
abono especial, y en este concepto, está destinado, en cier-
tos y determinados casos, á completar en la justa y exacta
medida la composicion de otros abonos; empleado solo,
determina ó estimula la vegetacion, en gran parte 4 expen-
sas del terreno, pues él por sí mismo pocas materias añade
al suelo, el cual, en virtud de ciertos requisitos creados por
la presencia de las sales amoniacales y por la excitacion del
desarrollo herbáceo de la planta, le suministra mayor can-
tidad de sales; ademas imprime 4 las funciones vegetales
cierta marcha, haciéndolas crear Ó productos especiales
Ó mayor proporcion de señaladas sustancias.
Nadie ignora que existe un terreno particular, dotado
de propiedades físicas, composicion química y estructura
geológica especiales, propio para el cultivo del tabaco; en
esos suelos obtenemos la calidad tan reputada, siempre y
cuando con juicio hayamos dispuesto todas las operacio-
nes. Esa calidad la constituye el aroma de la hoja, su
flexibilidad, su aspecto sedoso, y al ser quemada, la
igualdad de la combustion, y las impresiones combinadas
del humo y del tabaco en contacto con la boca. Conside-
rando el humo, se sabe que en él existe, en mayor ó me-
nor cantidad, la nicotina, la cual, por fuerza produce sus
naturales acciones sobre la economía animal. Además con-
tiene todos los cuerpos producidos por la combustion. En
el humo del tabaco de buena calidad todas esas materias se
encuentran en cierta y determinada proporcion, cuyos efec-
tos concluye el hombre, por el uso frecuente, por tolerar y
áun por apetecer. El tabaco que origina esos cuerpos en
altas proporciones indudablemente tiene que afectar la
A
economía de distinta manera y de un modo intolerable-
Cuando el tabaco se cultiva empleando gran cantidad de
guano del Perú, encierra mayor proporcion de nicotina y
de albúmina ; de aquí, como debia esperarse, sus efectos y
propiedades especiales. Todos podemos reconocer con fa-
cilidad, á más del aspecto, el tabaco cultivado con gua-
no, por su acritud, por los vértigos y náuseas que produce
y por el olor del humo.
Por otra parte, ese tabaco, conteniendo mayor cantidad
de sales, arde ménos facilmente y con desigualdad ; la
hoja es venosa, gruesa y oscura, y ha perdido el as-
pecto sedoso y la flexibilidad tan señalados en el reputado
tabaco de la Vuelta-Abajo. Los que examinan la esencia
de las cosas no podrán dejar de reconocer que empleando
con indiscrecion el guano del Perú, se ha conseguido
pura y sencillamente cosechar el más inferior tabaco de
partido en el centro mismo de la Vuelta-Abajo, en sus
más feraces y adecuados terrenos para producir la hoja
más superior. Si estos males son reconocidos por todo el
mundo, si tanto los consumidores como los fabricantes se
quejan de semejante estado de cosas, ¿por qué continúan
ciertos vegueros usando sin tino el guano del Perú? Por-
que así toma mayor incremento el tabaco, y en ménos
tiempo alcanza más considerable desarrollo, sacrificando de
esta manera la calidad 4 la cantidad. Algunos reputados
fabricantes eligen, al comprar tabaco, aquel que no proven-
ga de vegas en las cuales se usa el guano; así han conse-
guido mantener el aprecio de sus marcas. Aun hay más:
sabemos que muchos dueños de terrenos, al arrendarlos,
estipulan en el contrato que á ellos no se aplique el guano.
23
E A
Los vegueros que tan indiscretamente : incorporan el
abono peruano á sus terrenos, á más del perjuicio gene-
ral que causan, por el descrédito que muy pronto merece-
rá la hoja de la Vuelta-Abajo, esquilman sus terrenos, y
por ambos motivos se preparan sérias competencias en
otros puntos. El mal inevitablemente afectará 4 nuestro
comercio, y de una manera inmediata 4 la riqueza actual
de esas comarcas. Los mejores abonos que se pueden em-
plear en las vegas deben ser preparados con materias ve-
getales, a las cuales se le añade algun estiércol ; alejando.
por completo de esas fincas el guano del Perú, nos pon-
drémos 4 cubierto de su uso indiscreto.
Ei Gobierno, que tanto se afana por defender los ver-
daderos intereses de este país, no podia mirar con indife-
rencia tan lamentable estado de cosas; así es que el Señor
D. Julian Mena, ilustrado teniente gobernador de la
Nueva Filipina, acudió oportunamente a la primera au-
toridad, por medio de una razonada exposicion, para
contener el mal en su curso. La manifestacion del Señor
Mena, tanto por los conocimientos generales que le ador-
nan, cuanto por el criterio especial que la señala , estando
redactada en la misma localidad en la cual suceden los
hechos , nos merece singular aprecio, y así creemos opor-
tuno reproducirla.
Se expresa el Sr. Mena en los términos siguientes :
«El interes que naturalmente me ha de inspirar un ter-
“ritorio cuyas necesitades he estudiado con algun deten1-
miento, y la consideracion de que un buen gobierno no
debe extenderse solamente á prevenir aquellos males de
una influencia actual, sino evitar cuantos puedan produ-
5
1
$
A
A
cir sus fatales resultados en época algo remota y que por
su naturaleza parecen escaparse 4 toda la prevision de las
personas á quienes más puedan afectar, me han movido
a dirigirme 4 V. E. para llamar su atencion sobre cierta
práctica muy establecida hoy en las fincas de campo, y
que tras ocasionar algunos desembolsos 4 los agricultores,
amenaza de muerte el porvenir del cultivo del tabaco,
exponiendo, cuando ménos, este fruto, hoy sin rival en
los mercados de Europa, a perder el privilegio de exce-
lencia, que con tanta razon goza hasta el presente. Las
circunstancias de algunos años azarosos, que se han suce-
dido en nuestros campos y comprometieron el resultado
de las cosechas; el deseo natural en el hombre de asegurar
el producto de sus afanes y desvelos, aceptando gustoso
cuantos medios se le ofrecen y se encaminan 4 aquel fin;
y por último, la aparicion, en mala hora en este distrito,
del guano del Perú, con las pomposas recomendaciones
que le precedieron, y que introdujeron ciertos especulado-
res, confiados en las cuantiosas ganancias que iban á rea-
lizar, indujeron 4 nuestros agricultores 4 hacer ensayos
con este agente poderoso, que en su fácil credulidad lo
creyeron destinado á producir una completa modificacion
en el sistema de cultivo, centuplicando el producto y el
valor de las cosechas. Los resultados inmediatos contribu-
yeron indudablemente 4 acrecentar el entusiasmo, pues
es innegable que, gracias á los poderosos reactivos del
guano del Perú, la planta brota con profusion y magni-
tud ; sólo que estas condiciones se obtienen A costa de la
calidad, que va perdiendo considerablemente durante las
sucesivas transformaciones que le hace sufrir este nuevo
agente. De aquí se siguió el abandono de las materias
fertilizantes que suministran las mismas fincas con el ha-
cinamiento de las basuras y materias vegetales en descom-
posicion, hasta el extremo de que muy pocos son los que
siguen todavía esta práctica, a cuya aplicacion prudente
y constante debe la rama de la Vuelta-Abajo la nombra-
día que goza tan merecidamente en el orbe.
» No es de extrañar que la generalidad de los vegueros
estén tan obcecados con el nuevo abono, si sólo conside-
ran el resultado inmediato que halaga sus esperanzas, pues
aumentando el producto, aumenta naturalmente, al tiempo
de la venta, el valor de su cosecha; mas viven muy aje-
_nos de sospechar que sólo están labrando su propia ruina,
y que tras el fugitivo resultado de una pingúe ganancia
vendrá el aciago dia del desengaño, pues destituido este
fruto de todas las condiciones que lo colocaban en prime-
ra linea entre los de su clase, no obtendrá siquiera las
ofertas que se hacen por la más ínfima rama.
»No he aventurado nada en cuanto llevo expuesto
acerca de la maléfica influencia que ejerce el guano del
Perú en los terrenos dedicados al tabaco; es observacion
que han hecho cuantas personas entendidas practicaron
los primeros ensayos con la reserva y la atencion que me-
rece todo experimento de esta naturaleza, y que han con-
firmado más tarde los hechos recogidos por la experiencia
repetida. El mal estriba en las dificultades que opone la
ignorancia y el deseo de un abundante resultado para tra-
tar de obtener por la persuasion el desengaño de esa mul-
titud deslumbrada, que se encamina 4 su pérdida sin cul-
darse del porvenir; su convencimiento se sellaria con la
0)
ruina, y ya sería tardío é infructuoso cualquier esfuerzo
que se intentase para restablecer el cultivo 4 su primitivo
estado, porque el mal no se circunscribe 4 perjudicar el
fruto, sino que aniquila el terreno, en términos de conde-
narlo á una completa esterilidad, destruyendo toda espe-
ranza de rehabilitarlo y de volverle sus anteriores condi-
ciones. Pero áun suponiendo que algunos cultivadores
llegaran 4 sospechar estos males, que promueven en su
deseo de un lucro inmediato, nada se adelantaria si la
gran mayoría de las fincas destinadas al tabaco están con-
fiadas 4 manos de arrentarios, que ocupan el fundo por un
-tiempo limitado, y naturalmente no habrian de posponer
su propia conveniencia al interes del propietario, que es
la conservacion del terreno.
»Si en este distrito hubiera personas bastante aventaja-
das en agronomía, que con sus observaciones por medio
del periódico y su ejemplo en la parte práctica del cultivo
pudieran influir saludablemente en desterrar la aplicacion
de tan pernicioso agente, yo me aventuraria A intentar
este medio indirecto de extirpar los progresos de un mal
que se va extendiendo , por desgracia, con demasiada ra-
pidez. Pero careciendo de tan poderoso auxiliar, no queda
otro remedio que impedir la circulacion del guano; me-
dida que podria parecer hasta cierto punto extrema, si
poderosas razones de general conveniencia no militáran
en su apoyo.»
11. Todo lo que es anormal no puede existir sino en
condiciones especiales; así que desaparecen las causas per-
turbadoras se restablece el equilibrio, y las leyes generales
que presiden 4 la organizacion de la sociedad recobran su
imperio, y ésta sigue su curso natural. Siempre que en los
hechos económicos se noten desviaciones de esás leyes, los
ánimos prudentes las lamentan, y tratan por todos los me-
dios posibles de rectificar los juicios, conduciendo de esta
_manera por la buena via los espíritus extraviados; mas si
así y todo, no se consigue el objeto, al fin el tiempo se
encarga de demostrar los errores, y haciendo imperar la
verdad, crea el órden armónico de todos los intereses. En
ciertos y determinados casos puede el Gobierno tomar la
iniciativa y conducir 4 los hombres mal de su grado; cuan-
do se trata de señalados fenómenos, es un deber urgente
en el poder atemperar sus disposiciones á semejante con-
ducta; pero en gran número de circunstancias, lo más con-
veniente es abandonar el restablecimiento del órden 4 la
fuerza incontrastable de su manifestacion.
Aplicando estas ideas 4 cuanto se refiere al uso del gua-
no del Perú, vamos á ampliar y completar en cierta parte
lo que expusimos con anterioridad acerca de este asunto, no
tan sencillo como podria juzgarse 4 primera vista, sin que
por un exámen prolijo y detenido desentrañemos las yá-
rias y complexas cuestiones que contiene, las cuales hay
que tener muy presentes si con juicio se busca una acer-
tada resolucion del problema. Culpa no será nuestra si no :
podemos formular de una manera absoluta ideas aplicables
á todos los casos, y sin ningun género de variaciones en
determinados requisitos. Y no se olvide que reconocemos
que 4 los ojos de ciertas personas seriamos más gratos sl
aun incurriendo en errores afirmásemos de una manera ter-
minante un concepto decisivo. Ciertos hombres que no
AAA
están acostumbrados 4 contemplar y apreciar las variadas
acciones que, combinándose, conducen 4 la unidad, re-
pugnan cuanto a primera vista puede parecer sujeto 4 ex-
cepciones.
Para comenzar con órden la elucidacion de los particu-
lares relativos al uso del guano del Perú, debemos fijar
como fundamento esencial de los raciocinios y hechos que
pensamos aducir, la naturaleza de los abonos que reclama
el tabaco, a fin de desarrollarse normalmente y dar orígen,
por el ejercicio de sus funciones, 4 todos y cada uno de los
cuerpos que en precisas proporciones debe contener para
- que posea las circunstancias en él reclamadas. El tabaco,
á más de contener las materias azoadas que se hallan en
todas las plantas, presenta al estudio, y la investigacion
química patentiza amoniaco (malato), nicotina y albú-
mina; estos principios exigen, para formarse Óó pasar al
organismo vegetal, cierta dósis de sales amontacales y de
nitratos ; una parte de semejantes cuerpos puede provenir
de la atmósfera y de la meteorizacion del terreno, mas en
su mayor suma es proporcionada por el suelo; de aquí
forzosamente que los cuerpos azoados entren como ele-
mento esencial del abono más propio y adecuado al cult1-
vo y vegetacion del tabaco. Pero, como hemos dicho, es
de todo punto indispensable que esos cuerpos se encuen-
tren en ciertas proporciones, a fin de no alterar la justa y
determinada cantidad de nicotina, sales amoniacales y de
albúmina contenidas en el tabaco; ademas, un gran exceso
«de sales amoniacales y nitratos propende y determina ma-
yor absorcion de sales, las cuales, en altas dósis, ejercen
notable influencia sobre las propiedades de la hoja, y por
as 360 a
tanto sobre la calidad de ella. Ahora bien; como se demues-
tra teniendo 4 la vista las partes componentes del guano,
éste no contiene en cantidad proporcional al estímulo que
imprime 4 las fuerzas vegetativas por sus cuerpos azoados,
una dósis suficiente de sales; necesariamente la tierra debe
suministrarlas, y si no se tiene el cuidado de restituírselas,
inevitablemente se esquilmará el suelo en pocos años.—
Admitamos que queriendo evitar este mal, se abone por
completo el terreno, incorporándole grandes cantidades de
abonos, y en tal estado, supongamos que hagamos un uso
exagerado del guano del Perú; ¿qué sucederá? Entónces
se mostrarán en toda su amplitud las nocivas propiedades
adquiridas por las hojas; contendrán una cantidad enorme
de nicotina, de malato de amoniaco y de albúmina, y sus
cenizas nos ofrecerán el máximum de sales; en tal estado,
es probable que no se pudiese emplear el tabaco para ser
fumado inmediatamente. Si algun dia la nicotina recibe
aplicaciones, la mejor manera de procurársela será, sin
duda alguna, producir ó hacer vegetar el tabaco en suelos
muy ricos en materias fertilizantes, entre las cuales se hallen
en altas dósis las sales amoniacales y nitratos.—De las con-
sideraciones anteriores se desprende lógicamente esta con-
secuencia : el uso del guano, aplicado indiscretamente en
altas dósis, es tan nocivo cuando se emplea solo, como
acompañado de grandes cantidades de abonos.
¿En qué circunstancias es posible proporcionar ese abo-
no al tabaco de una manera conveniente, sin originar nin-
guno de los males que acabamos de enumerar? El guano
del Perú, mezclado en ciertas proporciones con el de los
Jardinillos, se puede añadir, en justas dósis, á otros abo-
a 361 oz
nos para completar su composicion; pero, para que estas
operaciones produzcan los mejores resultados, es preciso
no perder de vista ninguna de las circunstancias que de-
ben presidir a la confeccion de esos compuestos ó mezclas
fertilizantes. El agricultor prudente que quisiera proceder
con tino, debiera comenzar por practicar algunos ensayos
en pequeño, y con arreglo á los hechos que descubriera,
podria disponer las ulteriores operaciones en grande esca-
la. Así conseguiria las ventajas procedentes del uso del
guano del Perú, y se pondria 4 cubierto de las desgracias
que se originan empleandolo sin discrecion alguna, Esta
conducta la tendrá el agricultor juicioso y que desee ob-
tener tabaco de superior calidad; mas el arrendatario, ya
en daño de la riqueza del suelo, ó salvando ésta, casi siem-
pre propenderá á conseguir la mayor cosecha, siquiera ésta
sea de inferior calidad.
Generalizando la cuestion, y tratándola en todas sus
partes, en sus distintos aspectos, acabamos de probar
que el uso prudente del guano del Perú puede ser útil;
mas ¿es indispensable? Estamos muy léjos de creerlo, y
muy al contrario, juzgamos que por otros medios, doble-
mente beneficiosos, conseguiriamos las mismas ventajas,
sin vernos expuestos 4 los trastornos que origina el abono
peruano empleado con indiscrecion. Consiste este medio
sencillamente en recoger todas las materias susceptibles de
formar cuerpos fertilizantes, hacinarlas y determinar su
descomposicion. A más de las materias vegetales, allí se
depositarian todas las excreciones de los animales, y de este
modo se obtendria un rico abono, el cual proporcionaria 4
la planta todos los alimentos de que ha menester, A ese
—3b9
abono no sería urgente agregarle guano del Perú. La con-
feccion de los mencionados compuestos fertilizantes, tras
de no costarnos suma alguna, nos procuraria la enorme
ventaja de forzarnos 4 mantener en establos los animales,
a alimentarlos mejor, y así gozariamos de todas sus fuer-
zas y productos. S1 se considera que en una vega, 4 más
de los bueyes, vacas y caballos, existen cerdos y gallinas,
se vendrá en conocimiento de que se puede fabricar en el
fundo todo el abono que se necesite para cultivar el taba-
co y atender á la produccion de las yerbas, raíces y granos
con que es preciso alimentar esos animales. No olvidemos
tampoco que á ellos se podrian aún agregar los carneros.
Merced 4 la confeccion de los abonos, 4 los cuidados que
tienen por objeto conservar ó restablecer las propiedades
físicas de las tierras, A la buena labranza y perfecto culti-
vo, empleando en primera línea el riego, y por último, 4
una bien entendida rotacion de cosechas , conseguiriamos
siempre grandes cosechas de tabaco y hojas de la más ce-
lebrada calidad. Pero todas estas mejoras reclaman ser es-
tablecidas despues de observaciones y ensayos repetidos; en
seguida requieren ser popularizadas por la enseñanza y el
ejemplo; circunstancias. todas que podriamos realizar por
poco que con algun detenimiento se examinasen y apre-
ciasen los beneficios que están destinadas 4 producir, no tan
sólo 4 nuestra nacion, sino 4 los demas pueblos, y esto en
los tiempos presentes y en los que están por venir. Las ne-
cesidades del país, su estado de civilizacion, los beneficio-
sos efectos obtenidos con las mejoras introducidas, etc.,
todo se auna para demostrar la necesidad perentoria de
llevar 4 cabo esos estudios y difusion de conocimientos,
Hemos indicado lo que convendria hacer para impedir
radicalmente los males producidos por el uso indiscreto del
guano del Perú; réstanos examinar si algun beneficio se
conseguiría impidiendo de cualquier modo violento el em-
pleo de ese abono. La falta de ilustracion por parte de mu-
chos vegueros, el deseo natural en el hombre de rechazar
cuanto cree atenta A la espontaneidad de sus acciones, po-
dria muy bien favorecer y extender el uso del guano si se
prohibiera. Ademas, prevenidos los fabricantes y consu-
midores, necesariamente los agricultores tendrán que arre-
glar su sistema de cultivo 4 las exigencias de la demanda.
-—De manera que este medio.creemos que no será con-
veniente, ménos aún necesario, ni de un modo transitorio.
Por fin, 4 ménos de no prohibir por completo la impor-
tacion del guano en la isla, lo cual no puede disponerse,
porque con ventaja se aplica a otros cultivos, sería impo-
sible impedir que se usase en las vegas, porque los dueños
de ellas podrian adquirirlo so pretexto de dedicarlo A la
produccion forrajera ú de granos. Y sin'apelar 4 ese expe-
diente, ¿cómo estorbar que use 4 su antojo el guano del
Perú un labrador que asegure piensa hacerlo, no sólo con
prudente medida, sino que áun está dispuesto 4 poner en
accion todos los cuidados de cultivo conducentes 4 ese
efecto, sembrando más ó ménos próximas las matas, con-
teniéndolas 4 mayor ó menor altura, etc.? .
Los más vitales intereses del país dependen del fomen-
to de su agricultura; porque ella es la principal base de su
riqueza, y es un error en extremo grave creer que algo
sólido se puede fundar aquí si ántes no se perfecciona la
explotacion del suelo; cuantas mejoras se introduzcan, si
no precede el adelanto agrícola, serán ineficaces Ó pro-
ducirán una parte bien pequeña de los beneficios que en
mejores circunstancias nos habrian proporcionado. Nos-
otros, que por fortuna, ó quizás, mejor dicho, por desgra-
cia, vemos con la mayor claridad la trascendencia de estas
cuestiones, no podemos ménos de lamentar diariamente la
indiferencia con que las miran personas que se juzgan
ilustradas, y que olvidan que todos los hechos humanos se
encuentran providencialmente enlazados por vínculos es-
trechos; es imposible saltar por cima de ellos ni pensar en
construir una sociedad rica, civilizada y estable, sin aten-
der en su tiempo y medida A las condiciones inmediatas y
sucesivas de su desarrollo. “Tanto en el cuerpo social como
en el humano, la salud no se restablece atendiendo empí-
ricamente 4 los síntomas aislados; el órden nos lo procura
el tratamiento general de los males en su esencia, y aun-
que todo se relaciona, es preciso elevarse por el análisis á
las primeras causas, atenderlas, y así aquellas que le son
consiguientes recibirán la influencia progresiva de las
acciones ejercidas. Podemos equivocarnos, mas hasta que
no se nos demuestre el error, sostendrémos que la verda-
dera bandera del progreso en Cuba debe ser el fomento de
su agricultura.
«ÁRCILLA QUEMADA. — En diversas ocasiones hemos
deseado llamar la atencion de los agricultores acerca del
conjunto de prácticas indispensables para mejorar los ter-
renos arcillosos. —El drenage, labores profundas, desagre-
gación del subsuelo, el uso de la cal, marga, arena, es-
combros, etc., han sido, y continuarán siendo de nuestra
— 208 7.
parte objeto de disertaciones más ó ménos extensas. Una de
las mejoras más importante para bonificar esa clase de sue-
los, la quema de la arcilla, la hemos estudiado, conside-
rándola y examinándola en todos conceptos. Para evitar
“incurrir en fastidiosas repeticiones, no volverémos A es-
tampar aquí lo que respecto de ella se contiene en otras
páginas. —Debemos, sin embargo, con relacion al cultivo
del tabaco, recomendar su uso, pues bien realizada, pro-
duciria grandes beneficios, tratándose de disponer las
tierras arcillosas para este cultivo.
Ningun agricultor ignora la despreciable calidad de los
- tabacos que han crecido en suelos por demas arcillosos. —
Mezclar arena 4 esos terrenos es empresa costosa y muy
difícil de ejecutar con tino; pocas veces se consigue incor-
porarla íntimamente con todas las partículas del terreno.
El uso de la marga no es posible en todas circunstancias
y localidades.—La arcilla quemada, que no ha menester
ser trasportada de lejanos lugares , es un arbitrio poderoso,
unido con simultaneidad 4 otros, para crear en el terreno
determinadas propiedades, que le dispongan á la mejor ve-
getacion del tabaco. — Ademas de los oficios de la arcilla,
como correctivo de las propiedades físicas, es preciso no
olvidar cómo, merced 4 ella, nos proporcionamos sales al-
calinas inmediatamente absorbibles por las plantas. “Tra-
tándose del tabaco, cuyas cenizas contienen gran cantidad
de sales de potasa, es de suma trascendencia procurarlas
al emprender su cultivo. — Las sales de potasa no sólo
contribuyen y son necesarias para el ejercicio de ciertas
funciones que se realizan en los tejidos del tabaco, sino que
ademas son convenientes para el cumplimiento de algunas
— 3760 =
reacciones químicas que se verifican entre los elementos
del suelo, la atmósfera, etc.
Mas aúnañadirémos: quemar la tierra, aun supuesto caso
que no sea muy arcillosa, puede en muchas circunstancias
ser muy conveniente y procurar mejores cosechas.
DeL RIEGO APLICADO AL CULTIVO DEL TABACO.—Las
personas que hayan estudiado con algun detenimiento las
distintas operaciones que en ejecucion se ponen al realizar
este cultivo, habrán notado cuán várias son y cuán difícil -
es saber apropiarlas con tino a las circunstancias especiales
del terreno, accidentes meteorológicos, propiedades de la
hoja que se desea conseguir, etc. El veguero inteligente
sabe discernir, segun esos requisitos, la distancia que debe
separar las plantas en la direccion de las líneas, aquella que
es preciso dejar entre los surcos; detiene el tabaco 4 ma-
yor Ó menor altura; otras veces no lo contiene, y le deja
producir flores y semillas; en ocasiones lo corta y pone de
manera, que aun separado de la tierra, continúa viviendo;
á veces separa los ladrones y retoños al principio; en muchos
casos los deja crecer, y corta más tarde, etc.; en una palabra,
éste es quizás de todos los cultivos el que más experiencia ,
exige en los que lo emprenden.— Acerca de cada una de
esas y otras operaciones, tenemos ya recogidos muchos datos
y reunidos algunos resultados de nuestros propios ensayos.
Por ahora deseamos discutir una operacion que, bien
aplicada, está destinada á procurar bienes extraordinarios,
miéntras que si se ejecuta sin discernimiento, acarreará
las más funestas consecuencias y desacreditará por comple-
to una práctica tan beneficiosa.
==, 367 ==
Es el tabaco planta que se cultiva por sus hojas; la bon.
dad de éstas, á más de otras circunstancias, depende de la
homogeneidad y exacta mezcla de todas las partículas de
la tierra, así como tambien de la continuidad de los actos
vitales.—De aquí que el riego sea indispensable, 4 fin de
que todas las funciones se desempeñen con la necesaria
medida y en el tiempo oportuno. —La carencia de aguas
trastorna mediata ó inmediatamente la estructura y com-
posicion de sus hojas.
Empero, al ejecutar el riego, es preciso no emplearlo de
una manera desmedida, ni siempre del mismo modo.—-S1
- en un terreno por demas feraz se regase por el pié única-
mente el tabaco, se obtendría una hoja de calidad detes-
table.
Es el tabaco quizás la planta que más reclama el riego
por aspersion.— Todos los vegueros conocen la influencia
de las lluvias repetidas Ó los efectos de su interrupcion;
unas veces quedan por demas lavadas las hojas, otras no
han perdido en cantidad suficiente parte de las materias
que superficialmente contienen, y cierta porcion de algu-
nas que, aunque resguardadas en tejidos más interiores,
pueden, en virtud de la endosmosis, ser en parte eliminadas.
Es preciso, al practicar el regadío, tratar de imitar 2 la
naturaleza: ni siempre regar por el pié, ni continuamente
hacerlo por aspersion; ambos procedimientos deben com-
binarse, y asociados, emplearse en la medida y oportuni-
dad convenientes.
En su oportunidad continuarémos la publicacion de
huestros estudios acerca del cultivo del tabaco, los cuales
esperamos indicarán al ménos todos los puntos importan-
tes. — Al concluir por ahora, debemos recomendar 4 los
vegueros la lectura y meditacion de los trabajos publica-
dos por Bachiller y Morales, Dau, Madrid, Ossete y
Roblejos.— La memoria que sobre el mismo asunto dió
a luz D. Francisco de Paula Serrano ( Memorias de la Real
Sociedad Patriótica de la Habana ,t. V11, pag. 217, 1839).
— La Cartilla agrarta para el cultivo del tabaco y apuntes
sobre su estado, y mejoras que pueden hacerse en la parte occi-
dental 6 Vuelta-Abajo de la isla de Cuba, por D. Tomas
de Salazar; Habana, 1850. — Una Memoria, anónima á
nuestra noticia, escrita por un inteligente y modesto ha-
cendado, que con singular empeño y aprovechamiento ha
estudiado durante muchos años este cultivo. —En esta Me-
moria, cuyo autor más adelante descubrirémos al público,
se manifiestan excelentes reglas para realizar los semilleros.
—Por fin, los notables artículos publicados en el Correo
de la tarde, y despues inclusos en la Coleccion de escritos
sobre agricultura, industria, ciencias y otros ramos de inte-
res para la isla de Cuba, por el Conde de Pozos-Dulces;
t. 1, Agricultura; París, 1860, páginas 222-275.—AÁ
este propósito, debemos anunciar que nosotros tambien
hemos conocido 4 D. Toribio Quintero, que vuelto de Is-
las Canarias, se ha establecido de nuevo en las Lomas,
muy cerca de su primera finca. —Hemos tenido ocasion
de admirar sus inteligentes trabajos y de recibir comuni-
cacion de sus buenas ideas acerca de todos nuestros cul-
t1vos.
RIEGO.
I. El hombre, por el deseo natural de rodear de agra-
dos todas las manifestaciones de su sér, se crea nuevos
placeres, 4 cuyo efecto aumenta por la educacion el nú-
mero de sus necesidades; el afan de satisfacerlas le ofrece
bastante estímulo para aspirar y muchas veces conseguir
cuanto anhela. Por la solidaridad que une todos los miem-
bros que componen la sociedad, al producir cada uno de
ellos cierta riqueza, tiene que cambiarla con sus semejan-
tes, y así recibe en retribucion otras materias que com-
pletán y responden á sus variadas necesidades; el cambio
entre los individuos les procura recíprocamente el bienes-
tar. Las naciones cambian tambien sus productos, de suer-
te que cada hombre, con respecto 4 los demas del mismo
país, ó de aquellos que con él tengan relaciones comercia-
les, desempeña, sin darse cuenta de ello, un papel que
contribuye 4 la felicidad mediata ó inmediatamente de toda
la familia humana. Si esto es cierto, si todos los pueblos
dispersos sobre la tierra, para ser felices, han menester del
trabajo de los demas, se deduce que cada hombre y cada
pueblo se encuentra obligado 4 enriquecerse para no rom-
per la cadena que lo une 4 los demas; los trastornos que
se originarian destruyéndose esos lazos, se propagarian y
afectarian 4 todos los miembros unidos por tan estrechos
vínculos. El hombre improductivo, el que se arruina,
aquel que no produce lo que debiera con los medios de que
24
— 370 —
dispone, no sólo se perjudica individualmente, sino que
arrastra en su desgracia a todos los que con él cambiaban
los frutos de su trabajo. Es un error bastante propagado
entre los que ignoran esas superficiales nociones de econo-
mía política, el creer que la fortuna individual es indepen-
diente de la de los demas hombres, así como tambien
juzgar que la desgracia queda ceñida y reducida al sufri-
miento de una persona ó de un pueblo. Los que así dis-
curren, desconocen por completo las leyes más elementa-
les de la ciencia.
Presupuestas estas consideraciones, tan conocidas, que
sólo las recordamos para establecer bien los puntos de la
discusion, pasemos 4 examinar los hechos que se están ve-
rificando en la isla de Cuba. :
Sin desatender los varios productos que exportamos,
séanos lícito detenernos y llamar sólo la atencion sobre
aquellos que se derivan del arte agrícola, pues éstos son
los que esencialmente constituyen nuestra principal rique-
za. El azúcar, el tabaco y el café son las materias que en
mayor cantidad exportamos, y en cambio de ellas, recibi-
mos todas las que producen otros pueblos, las cuales nos
hacen falta para satisfacer nuestras necesidades; por nues-
tra parte desempeñamos igual papel respecto de los otros
países. Ademas, el comercio interior cambia los frutos que
denominamos menores, los cuales constituyen gran parte
de las subsistencias; este cambio entre los habitantes del
mismo país, a más de proporcionarles otros beneficios de
consideracion, los civiliza y estrecha entre ellos los vínculos
fraternales que deben unirlos. De una manera general,
cierta produccion de las materias más indispensables para
la vida contribuye al engrandecimiento del país y lo pre-
serva de trastornos. Admitamos que no produzcamos lo
que debemos en atencion 4 nuestros medios, ó que lo ha-
gamos 4 tal costa, que tengamos que vender las cosechas
con pérdida, 4 trueque de no cambiarlas; es inconcuso que
no sólo perderán los productores, sino tambien todas las
industrias del país relacionadas con aquellas que tales per-
juicios han originado, el comercio se resentirá, los demas
países recibirán 4 su vez necesariamente la consecuencia
desastrosa de tal calamidad, en mayor ó menor grado, se- .
gun la extension de las transacciones comerciales. Pues bien;
“ de algunos años á esta parte existe una causa que perturba
nuestra produccion, la compromete, la amenaza continua -
mente y la anula con frecuencia. Las personas que se juz-
gan muy pensadoras, las que creen dominar los hechos hu-
manos y pretenden considerarlos en el punto de vista más
elevado, las que no comprenden la moral de la anécdota
«por falta de un clavo», las que se desdeñarian en buscar
en un monton de estiércol ó en un chorro de agua la de-
cadencia ó prosperidad de los imperios, ésas se sorpren-
derán cuando digamos que la causa perturbadora, y que, á
nuestro entender, nos conducirá 4 la ruina, es la falta de
lluvias y el descuido que ponemos en no procurar aguas
4 las plantas.
En la actualidad (21 Agosto de 1863) se nos asegura
que gran parte de las cosechas de maíz y de arroz se han
perdido en muchas localidades; las siembras de caña de
primavera no se han podido verificar, ó si se han efectua-
do, las nacientes plantas sufren, al igual de los retoños de
los campos cortados, el influjo de la sequía; las flores de
café no han cuajado. Ademas, los potreros se encuen-
tran en muy mal estado, de suerte que los animales, en
muchas comarcas, no tienen yerbas con que alimentarse,
Nadie ignora cuán difíciles y costosos son en ciertos dis-
tritos los trasportes; en esos puntos es preciso procurarse
casi todo lo indispensable 4 la vida; todos conocemos las
dificultades ocasionadas, con motivo de la guerra de los
Estados Unidos, en la importacion de las materias que de
allí nos venian Antes con tanta regularidad; tampoco de-
jamos de comprender cuánto ha sufrido en esos países la
produccion. Es indudable, pues, que muy pronto la base
de la subsistencia de una gran parte de la poblacion de la
isla, y el alimento de los animales, se expenderá 4 altos
precios, y áun así sera difícil conseguirlo. Entónces acu-
dirémos al Gobierno y pretenderémos que por medio de
medidas administrativas se anulen los males consiguientes
a la carestía de materias tan indispensables.
- Estamos muy léjos de censurar la aplicacion de esas
medidas, pero lo más lógico, racional y previsor sería no
dejarnos conducir á tan triste trance, que de todas mane-
ras constituye una calamidad pública. Sin el riego es im-
posible en la actualidad establecer prácticas agrícolas pro-
gresivas, las cuales demandan muchas veces grandes
adelantos de capital, que tienen por fuerza que encontrar
en esa colocacion los beneficios que de él hubiéramos con-
seguido por lo ménos en otra industria. — Nuestra pro-
duccion es hoy tan precaria, tan irregular, tan sujeta a
repentinas variaciones, que el hombre prudente preferirá
colocar su dinero en Europa ó en cualquiera otra indus-
tria del país, la cual, si bien no le promete tantas ganan-
O,
cias, al ménos éstas son seguras y no ocurre con tanta
frecuencia pérdida en los capitales.
Nosotros, que quizá juzgamos con más conviccion que
muchos la trascendencia del riego, lo hemos erigido en
nuestra Delenda est Carthago; en todas nuestras publicacio-
nes hemos insistido en la perentoria urgencia de estable-
cerlo; siempre, en cuantas conversaciones hemos tenido
por los campos con los agricultores, y en la ciudad, por
todas partes, lo hemos colocado en primera línea, como
requisito indispensable de nuestra explotacion agrícola.
En nuestras circunstancias actuales, nuestro trabajo
constante deberia consistir en reconstituir el clima general
del país con sus primitivos requisitos, para lo cual sería
Indispensable establecer la exacta proporcion entre los
campos labrados y los montes. Hemos tratado de demos-
trar la influencia del arbolado en la reparticion uniforme
de las lluvias, y sin contar que semejante estado de cosas
nos proporcionara el riego celeste con regularidad en épo-
cas conocidas, esa misma constancia nos sería conveniente
para fijar los meses más oportunos para ejecutar las siem-
bras. En efecto, la regularidad en las lluvias es tan impor-
tante, aquí y en todos los países, por el agua que nos
proporciona en determinadas épocas, como por su ausen-
cia en otros tiempos, durante ciertos periodos del creci-
miento de las plantas, en los cuales, no sólo no han me-
nester de gran humedad, sino que áun un exceso de ella
perturbaria la marcha de las funciones encaminadas Á un
designio fijo y evidente. El establecimiento de los bosques
reguladores de los climas, y la conservacion de los existen-
tes, debe ser obra del Gobierno y de los particulares, pues
+ +
es preciso que éstos se persuadan de que en esta materia no
cabe lo de despues de mí el diluvio, porque los efectos de
las talas y la falta de formacion de nuevos bosques los es-
tamos sintiendo, si no tanto como lo sentirán nuestros
descendientes, al ménos en un grado muy perjudicial á
nuestros intereses.
Con respecto al riego, preciso es convenir que á los
particulares les sería dado con frecuencia, por su propia
cuenta, llevar a cabo los trabajos indispensables 4 su esta-
blecimiento; fincas conocemos.que poseen rios caudalosos,
las cuales, 4 muy poco precio, podrian beneficiar las aguas;
en esas heredades, 4 las margenes de semejante corriente,
se pierden las cosechas desecadas por el sol si no les llueve
en el momento oportuno. En otros fundos sería posible
construir pantanos, lagunas, represas ó. recipientes donde
depositar las aguas lluvias; en otras propiedades no pre-
sentaria grandes dificultades abrir pozos, aprovechar la-
gos subterráneos, etc.; en una palabra, el interes indi-
vidual podria realizar prodigios. |
Las obras de mayor consideracion es posible tuviesen
que ser costeadas por compañías, por los ayuntamientos,
disponiendo de sus recursos ó auxiltados por el gobierno;
ésta sería una de las colocaciones más reproductivas de los
impuestos.
Respecto de casi todos estos particulares hemos lla-
mado la atencion de nuestros lectores, y su Importancia
es de tal naturaleza, que continuarémos desenvolviéndolos
en todos sus pormenores.
El riego y la regularizacion de las lluvias, asociados á
las otras mejoras agrícolas indicadas y 4 algunas reformas
E O
administrativas, nos pondrian á cubierto de las carestías
de alimentos, y aumentarian nuestra produccion de una
manera no esperada por todos; entónces una caballería
de tierra produciria mil cajas de azúcar, seiscientas fane-
gas de maíz, cinco mil arrobas de arroz, etc.; cantida-
des todas que en la actualidad se juzgan como el límite
del entusiasmo llevado 4 su último extremo. Por otra par-
te, ¿cómo pensar en la cría de animales perfeccionados, sl
no disponemos de sus más necesarios alimentos?
La ciencia nos indica las condiciones de un buen culti-
vo en los climas cálidos, la historia comprueba por com-
pleto las circunstancias determinadas por tantos ensayos.
Nadie ignora los trabajos portentosos de los pueblos de la
- antigúedad para procurarse aguas; en esos países siempre
la idea de fertilidad ha ido asociada con la de agua. He-
mos desatendido todas esas enseñanzas; nuestra experien-
¡cla propia tampoco nos ha servido hasta el presente; las
nuevas calamidades ¿serán bastantes para hacernos com-
prender nuestros errores? El temor del espectáculo de este
rico país, reducido á pobreza, ¿será suficiente para des-
pertarnos y hacernos entrar en la via de los progresos y
de las mejoras agrícolas? Ciertos países, que muy equi-
vocadamente juzgamos atrasados, nos pueden servir de
ejemplo : en Puerto-Rico y Canarias se hacen grandes
trabajos para procurar aguas 4 las plantas, y los campos
de esas islas gozan en mucha extension de los beneficios
del riego.
El Gobierno, á más de otros arbitrios, para estimular
a los hacendados 4 que estableciesen el riego en sus fincas,
podria proponer premios, como los que se fundaron para
recompensar los trabajos del drenage y el cultivo del algo-
don. Como complemento necesario A la reforma agrícola,
sería conveniente incluir en esos premios la estabulacion
de los animales, condicion fundamental para la prepara-
cion de los abonos, lo cual implica tambien el cultivo de
prados, la produccion de tubérculos. Recurriendo 4 medios
tan radicales, conseguirémos todos los fines que deseamos,
y la isla se levantará 4 un grado de riqueza, que ni SOs-
pechan los que pasan el tiempo soñando que a tal resul-
tado se puede llegar de otra manera más pronta é inme-
diata. !
Pero todo esto será muy conveniente si se lleva 4 cabo
para el porvenir; en las circunstancias actuales, el punto
importante es conjurar los males que se seguirán 4 la pér-
dida de las cosechas de granos, la cual nos conducirá por
fuerza 4 una carestía extrema de las materias con que se
alimentan nuestros trabajadores, y que aun entran por gran
parte en la nutricion de las demas clases de la sociedad. Si
como es de esperarse, segun nuestros informes, se verifica
dentro de poco tiempo la reforma arancelaria relativa 4 las
harinas, es de presumir los beneficios que conseguirémos
pudiendo reemplazar en parte nuestros granos con el pan,
no desconociendo, sin embargo, que siempre habrá sido
un mal la pérdida de las cosechas, pues muchos labrado-
res no podrán comprar el objeto destinado 4 suplir su gro-
sera y habitual alimentacion;— no se nos oculta, pues, la
limitada trascendencia de esa medida. —Con respecto al
maíz y al arroz, ciertas franquicias con anticipacion dicta-
das podrán estimular la importacion, y los concurrentes,
fundándose en bases seguras, sabrán dónde enviar 4 bus-
ÑO AE
car esos granos. Si las cosechas de frio nose pierden, en al-
gun tanto mejorarán nuestras circunstancias. Concluirémos
recomendando tan preferente asunto 4 nuestro ilustrado
Gobierno, el cual ciertamente sabrá tomar las medidas
más sábias y oportunas para precaver los males que nos
amenazan, los cuales serán sólo trangitorios si se adopta
el sistema general de explotacion agrícola que hemos bos-
quejado.
II. Hemos manifestado, y con nosotros estarán con-
formes cuantos han tenido ocasion de notar los efectos de
las sequías, que en este país es imposible proceder con se-
guridad en las empresas agrícolas, si antes no se resuelven
todos los particulares relativos 4 la humedad indispensa-
ble á las plantas, para que así, ejerciendo por completo
sus funciones, puedan desarrollarse con lozanía y produ-
cir Ópimas cosechas. Los fenómenos originados por la falta
de aguas son tan patentes, y por desgracia se nos ofrecen
tan repetidas ocasiones de apreciar sus consecuencias, que
nadie pone en duda los hechos; mas para explicarlos, va-
mos rapidamente 4 trazar el cuadro de los oficios que
desempeña el agua con respecto á la vegetacion y á la fer-
tilidad del suelo. Este líquido, por sí mismo y directa-
mente, es un verdadero alimento, 4 la vez que constituye
un requisito indispensable para que se verifiquen ciertas
funciones, que se realizan en los tejidos de las plantas;
con relacion al terreno, la experiencia "demuestra que el
agua disuelve las materias destinadas 4 penetrar en el orga-
nismo vegetal; facilita y es condicion necesaria de mu-
chas reacciones que se cumplen en su seno entre sus diver-
sos elementos ; contribuye á la meteorizacion del terreno,
a su grado de calor; por ella, en parte, se renueva el
aire, etc. Estas ligeras indicaciones bastan para dar cum-
plida cuenta de los trastornos profundos que se originan
por la falta de un cuerpo llamado á llenar tan importante
papel.
Donde quiera que el hombre ha tratado de cultivar la
tierra, en todos tiempos, y sobre todo en climas cálidos,
en los cuales las lluvias no eran frecuentes, vemos que el
asunto más prominente, al que se ha atendido con prefe»
rencia, y algunas veces exclusivamente, ha sido el riego, y
hecho digno de notarse es, que 2 medida que hemos ido
adelantando en la ciencia agrícola, cuando más datos ad-
quiriamos acerca de los beneficios de tan útil práctica,
hemos descuidado su ejecucion. Examinando los gran-
des trabajos realizados por los pueblos de la antiguedad,
tan eruditamente puestos en claro por Jaubert de Passa,
no podemos ménos, al admirarlos, de deplorar el grado
de atraso en que hemos caido. Sin embargo, en este par-
ticular comienza ya 4 sentirse una reaccion, y es posible
que pronto veamos esta parte de la agricultura ocupar el
lugar que debe entre las que reclaman su concurso. Las
sumas inmensas consagradas á esos trabajos, el grado de
riqueza agrícola que produjeron, la prosperidad general
del país que de ellos resultó, y otros hechos, podrian ser-
virnos de tema para desenvolver algunas consideraciones
acerca del influjo que ejerce sobre la civilizacion y pode-
río de las naciones el progreso de la agricultura; mas por
el momento creemos acertado ocuparnos de la cuestion
en un concepto ménos general, y de más inmediata apli-
cacion,
O
En otro lugar hemos estudiado las prácticas destinadas
4 mantener en el terreno la frescura conveniente; allí he-
mos puesto de manifiesto cómo se relacionan las propie-
dades fisicas, la composicion química y la estructura geo-
lógica para regularizar la penetrabilidad, la capilaridad y
el poder de retener el agua, 4 fin de conservar en todas
las estaciones la cantidad de humedad indispensable 4 la
vida y desarrollo normal de las plantas; pero todas esas
consideraciones iban encaminadas 4 conservar el agua, de-
terminando su más eficaz y duradero aprovechamiento,
mas en modo alguno resolvian el problema por completo,
puesto que no proporcionaban agua para reemplazar la
consumida. Analizando la cuestion en sus puntos más
esenciales, comenzarémos por sostener que enla genera-
lidad de los casos poseemos la cantidad de agua necesaria
para establecer el regadío, y que en algunas localidades
sería tan sencillo llevarlo 4 cabo, que más tarde nos sor-
prenderémos y lamentarémos de no haberlo ejecutado; en-
tónces deplorarémos el haber estado tanto tiempo someti-
dos á la inclemencia de las estaciones, sin tratar de regu-
larizar sus efectos por medie* de juiciosas Operaciones.
Permítasenos sencillamente citar el valle de Trinidad, en
comprobacion de estas ideas. —En el día, 4 pesar de las
aguas que posee, ninguna finca las aprovecha.—No titu-
beamos en pronosticar que esa fértil y poética comarca
será quizás la más importante del país, por su produccion
y otras circunstancias, cuando en ella se establezcan las
prácticas del regadío.
- El hombre puede recurrir á distintos medios para pro”
porcionarse aguas : unas veces sin trabajo aprovecha las
a 380 a
que le presenta la naturaleza, en otras ocasiones la busca
en las profundidades de la tierra, ó las recoge sobre su su-
perficie. Así, los rios, arroyos, lagos, manantiales, pozos
artesianos y comunes; los pantanos artificiales donde acu-
mula y conserva las aguas lluvias; las que provienen de
la creciente de los rios, de pequeños arroyos, de la fusion
de las nieves; las que se obtienen por el desagúe de los
terrenos por medio del drenage ó por canales descubier-
tos, le proporcionan, segun las circunstancias, el agua que
necesita.—Debemos señalar, con especialidad respecto 4 la
isla de Cuba, otra fuente de agua : en muchos puntos del
país existen cavernas ó cuevas que contienen gran cantidad
de agua, constituyendo verdaderos lagos subterráneos, en
parte debidos á la acumulacion de las aguas lluvias, y tam-
bien 4 corrientes subterráneas y manantiales, que allí aflu-
yen para aumentar y sostener el volúmen líquido. —Como
ejemplos de estos lagos subterráneos, citarémos muchos
que se hallan en el partido de Alacranes, y tambien otro
próximo 4 Cárdenas, tan notable, que se pensó aprovechar
sus aguas para conducirlas 4 aquella poblacion.
Las corrientes de agua subterránea son en extremo co-
munes en el país. —En numerosos distritos , los pozos por
todos tiempos son inagotables; — en algunos el agua se
encuentra 4 pequeña profundidad.
Bien sabemos que los trabajos que es preciso llevar 4
cabo para aprovechar en muchas circunstancias las aguas
que provienen de tan diverso orígen, con frecuencia no
pueden ser realizadas por'los particulares; muchas veces
es necesario que se asocien dos ó más empresarios, que se
constituyan verdaderas compañías explotadoras; en otras
—= 381 —=
ocasiones el Gobierno debe ejecutar las obras, en cuyo
caso, bien sea percibiendo directamente cierta suma de
cada beneficiado, bien dejando que esos gastos se repro-
duzcan en utilidad de todos, siempre concluye, en más ó
ménos tiempo, directa ó indirectamente, la sociedad en-
tera, por la reaccion del enriquecimiento general, por re-
cuperar con creces los capitales alli colocados. —Pero sin
apelar á un medio tan avanzado de colocar las contribu-
ciones, puede el Estado reintegrarse con beneficio y justi-
cia de una manera directa.
Para que el trabajo que nos hemos propuesto bosque-
jar fuese elucidado de una manera completa, sería preciso
hacer un estudio general del país en este punto de vista,
lo cual reclama dotes que por desgracia no poseemos, y
un tiempo que, por muy importante que sea el asunto, no
podemos dedicarle.
A su tiempo estudiarémos, siquiera incompletamente,
los distintos particulares relativos á este asunto; pero, án-
tes de terminar estas mal trazadas líneas, séanos lícito de-
plorar un hecho que con sentimiento vemos que se da á
conocer a los extranjeros como una gran curiosidad digna
de la mayor admiracion.—Nos referimos al rio San Anto-
nio de los Baños, que dejamos perder bajo una seiba,
cuando sus aguas debieran ser utilizadas para fertilizar
una comarca rica y floreciente en otro tiempo, y hoy aso-
lada por las sequías. — Nos complacemos en creer que
pronto se llevarán á cabo los trabajos oportunos para re-
coger esas aguas y hacerlas recorrer el territorio, al cual
pueden llevar la vida; por fortuna, ese mismo corpulento
arbol no permanecerá alli para recordar 4 las generacio-
— 382 —
nes venideras un estado de cosas tan contrario á nuestros
intereses. En el lugar oportuno tratarémos con deteni-
miento este particular, á cuyo efecto nos hemos procurado
varios documentos.
Son tan importantes las consecuencias directas é indi-
rectas del regadío, que si se nos obligase 4 formular en una
palabra nuestros preferentes deseos respecto de los pro-
gresos de la agricultura cubana, no titubeariamos un mo-
mento en decir : REGAR.
FIN.
ÍNDICE.
DEDICATORIA.
PróLoGO. .
Naranjos. .
Arbol del pan.
Guayabos.
Mangostan.
Datil. .
Canelo.
Clavo. .
Nuez moscada ó de especia. .
- Pimienta. .
Vainilla.
Higueras. . ME
A A
Café. .
Vacoua. — Pandanus. — Palma de caracol. .
Platano. .
Uca. .
Names.
Boniato. .
Malangas. .
Sagú. .
Patatas Ó papas. .
Ajonjolí ó alegría. .
Maní ó cacahuete. .
Maíz. .
Arroz...
Trigo. .
Tabaco.
Riego. .
+
APUNTES
ACERCA
DE VARIOS CULTIVOS CUBANOS,
POR
D. ALVARO REYNOSO.
Le progres agricole calme les besoins et
les soucis des hommes, et les rend impres-
sionables et accessibles a tout ce que les
arts et les sciences acquitrent de bon et de
beau : seul il donne aux autres progres leur
base el leur véritable consécration.
LIEBIG.
IMPRESO Á EXPENSAS DEL GOBIERNO.
MADRID,
IMPRENTA Y ESTEREOTIPIA DE M. RIVADENEYRA,
calle del Duque de Osuna, número 3.
1867
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LIBRARY OF CONGRESS
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