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COLECCIÓN
DE
ESCRITORES CASTELLANOS
críticos
- xu -
«EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO
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University of Toronto
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TIRADAS ESPECIALES
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23 )) en papel Japón XXVI á L
,00 » en papel de hilo t á 100
«EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO
^^^
BIOGRAFÍA
de
^. serafín estej
CALDERÓN
Y CRÍTICA DE SUS OBRAS
DON A. CÁNOVAS DEL CASTILLO
Director de la Real Academia de la Historia,
individuo de número de la Española , dj Ja de Ciencias
Morales y Políticas y eUcto de la de Bellas Artes
de San Femando, MietnV'o de la Real Academia de Ciencias,
Letras y Artes de Bélgica,
Presidente del Ateneo de Madrid, &c., &c.
TOMO lí
MADRID
IMPREirrA DE A. ^ÉREZ DUBRULL
Flor Baja, núm, 22
1 883
CAPITULO IX.
«EL SOLITARIO» EN SEVILLA.
Sumario. — Los vencedores de la Granja despopularizados.—
Constitución de 1837. — Nuevo cambio. — Los moderados otra
vez. — Estébanez, jefe político de Sevilla. — Su entusiasmo por
aquella ciudad, — Sus buenos propósitos. — Creaciones admi-
nistrativas.— Museo y Liceo Bético. — La literatura en Se-
villa.— Reseña de las cosas políticas en 1838. — Actos y
caída del gabinete Ofalia. — Ministerio del duque de Frías, —
Continúa la impotencia en los gobiernos. — Córdova, diputa-
do.— Su actitud en el Congreso. — Narvaez y el ejército de
reserva. — Discordias de Espartero_, Córdova y Narvaez.—
Aspiración á que suba Córdova al poder. — Razones que abo-
naban este propósito. — Su posibilidad. — Dejan Narvaez y
Córdova á Madrid.
oco después de darse á luz Cristianos y
Moriscos , entró la carrera de escritor de
Estébanez en otro eclipse, y muy lar-
go. Iniciólo su nuevo nombramiento de jefe
político , con destino á Cádiz , en virtud del
real decreto de 9 de Noviembre de 1837, y lue-
go á Sevilla, por otro de 12 de Diciembre del
propio año. Basta enunciar esto para compren-
der, aunque no se tratara de caso tan conocido.
8 ((EL SOLITARIO» Y Sü TIEMPO.
que la política española había experimentado,
desde que tomó Estébanez á Madrid, grandes
mudanzas. Y con efecto: restablecida por la re-
volución que consumaron los triunfantes y, des-
pués de todo, desinteresados sargentos de la Gran-
ja, la Constitución de 1812, mientras Gordo va
y Estébanez dejaban sus puestos , dolorido , y
desesperanzado éste último, tal vez, de que el
total programa encerrado en sus cartas al fun-
dador de El Español se realizara nunca, cons-
tituyóse á gusto de los revolucionarios el minis-
terio exaltado ó doceañista. Presidiólo, y era su
jefe natural, D. José María Galatrava, el hombre
animoso, austero y probo, aunque siempre lleno
de preocupaciones revolucionarias , que puso á
la firma de Fernando VII el último y olvidado
decreto constitucional de este Monarca, en 30
de Setiembre de 1823 ' ^^ abandonando, hasta
que la abandonaron todos , por manifiesta im-
posibilidad de seguir adelante , la defensa tibia
que pudo entonces hacerse de la causa liberal.
Ya la llamada lógica de los hechos , que no
es más que la imperante fuerza bruta, al vulgo
tan simpática , había vencido. Al amparo de
ios cristinos de 1833 , Y ^^ ^^^ liberales mo-
((EL SOLITARIO» EN SEVILLA. 9
derados ó estatutistas de 1834, se habían ido
modestamente acercando al poder los vencidos
de Cádiz ; pero sintiéndose luego indispensables
por las circunstancias , y contando con la irre-
mediable flaqueza del trono durante la guerra
dinástica , de día en día acrecentaron sus pre-
tensiones, hasta exigir, según hemos visto,
el restablecimiento de cuanto sucumbió años
antes al peso de la indiferencia general, toda-
vía más que de la insolente y fácil invasión
francesa. Tras diversos accidentes y peripe-
cias varias, que en anteriores capítulos reseño,
quedó tal intento conseguido , al encargarse Ca-
latrava de la presidencia del Consejo de Minis-
tros, en 14 de Agosto de 1836, acompañado por
supuesto de Mendizábal. Como ninguna inter-
vención tuvo Estébanez en los sucesos que in-
mediatamente se siguieron, no cabe en el plan de
mi obra examinarlos con detención.
Baste , ahora , recordar que durante el resto
de 1836 , y todo el año subsiguiente , conti-
nuó más bien empeorando que mejorando el
estado de la guerra, no obstante la gran victoria
obtenida por el nuevo general en jefe Espartero
contra los carlistas, sobre el puente de Luchana,
10 <(EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
y las alturas que por allí cerca dominan á Bilbao.
Los que entonces no vivían , jamás podrán for-
marse idea exacta del punto á que por aquel he-
cho de armas llegó el entusiasmo en las poblacio-
nes liberales. De allí adelante fué Espartero el más
importante personaje del bando de la Reina; po-
sición que más que á su valor extremado , y su
indisputable probidad personal, debió sin dudaá
la perseverancia de su ambición, á su astucia, y
á la fortuna, ya que en altas cualidades le aven-
tajaban otros de sus compañeros de armas, y
sobre todo Córdova. Ello fué , en tanto , que
ni otro voto de confianza dado á Mendizábal
en materias económicas; ni su famoso anticipo
de doscientos millones, mal repartido y peor co-
brado por las circunstancias; ni el envío al ejér-
cito del Norte de una comisión de diputados, pa-
rodia de las de la revolución francesa; ni la des-
amortización misma con los recursos inmensos
que encerraba, y hubiera ciertamente producido
á realizarse con más orden, calma y acierto; ni
la apropiación fiscal de los diezmos y primicias,
que hasta allí había cobrado la Iglesia ; ni el
popular restablecimiento de las leyes liberales
sobre vinculaciones y señoríos; nada, en fin, de
«EL SOLITARIO)) EN SEVILLA. 11
cuanto se hizo por el gobierno exaltado , logró
mejorar un ápice la mísera suerte de la patria.
Las Cortes Constituyentes, reunidas con arre-
glo á la Constitución de 1812, tuvieron más for-
tuna que el gabinete doceañista , gracias á su
inesperada moderación. Su primera resolución
solemne fué aceptar, haciendo como que se con-
firmaba, la Regencia de la Reina Cristina, y aun-
que afectasen la soberanía, que han pretendido
poseer en España todas las llamadas constituyen-
tes, no se declararon por sí indisolubles hasta la
reunión de otras, sino en virtud de una ley, cuya
iniciativa y sanción dejaron á la Corona. Acer-
taron también á hacer aquel Código fundamen-
tal tan superior al de 1812, que rigió durante
ocho años con el título de Constitución de 1837.
Esta, con sus defectos y todo, entre los cuales
merece principal mención la ineficaz contextura
de su Senado para cumplir los fines á que donde
quiera se destinan las dobles Cámaras, con sólo
admitirlas en principio, y reconocer explícita-
mente las prerogativas necesarias de la Corona,
fué muy bien recibida por los hombres templados
é imparciales del bando de la Reina, inclusos los
que acababa de derribar la revolución de 1836.
12 «EL SOLITARIO)) Y SU TIEMPO.
De Estébanez sé decir que, no sólo se opuso á la
reforma constitucional de 1845, ^^^^ ^^^^ ^^^ ^^
los que no perdonaron á su propio partido el
haber vuelto á poner mano , sin necesidad ab-
soluta, en el Código fundamental del país. «¡Ple-
gué á Dios (le dijo luego burlesca, pero amarga-
mente, al lector, en su proemio á las Escenas
Andaluzas) que vivas más años que la Consti-
tución de 1845!)) Todo lo cual da á entender
que no le escandalizaba tanto como á los mode-
rados de esa época el mero principio teórico de
la soberanía nacional , puesto al frente de la
Constitución de 1837, cuya supresión fué el prin-
cipal motivo de su reforma, quizá porque no se
recordase bien que ninguno de nuestros políticos
antiguos llegó á negar que todos los poderes de
una nación traigan origen de ella, por la volun-
tad de Dios, nunca ausente del régimen de las
cosas. La verdadera y grave cuestión consiste,
no en quien reside esencialmente la soberanía,
sino en quien debe y puede con legítimo dere-
cho representarla ó ejercerla en cada caso.
No bien terminada la Constitución y la ley
electoral , comenzaron á sentirse por todas par-
tes los efectos ineludibles de las falsas máximas
((EL SOLITARIO» EN SEVILLA. 1 3
de gobierno del partido exaltado , que poco á
poco fué cambiando este nombre en el de pro-
gresista de allí adelante. Enseñoreóse un género
de anarquía mansa de las poblaciones y pro-
vincias sometidas al trono constitucional , sin
que, al parecer, se enterase de ello el gabinete
progresista , achaque eterno de los de su clase,
mientras que, por otro lado, varias de las medi-
das gubernamentales y de los proyectos presen-
tados en las Cortes, singularmente el de arreglo
del clero , acrecentaban cada vez más el des-
contento religioso, que tanto servía á los carlis-
tas para aumentar sus recursos y sus huestes.
Pronto llegó el instante en que el ministerio
Calatrava , con ser tan liberal , por no saber,
ni poder remediar los males públicos, se halló
no menos impopular, hasta entre los más de
los doceañistas violentos , que cualquiera otro
de los anteriores. Y no osando al fin y al cabo
sostenerse más, dejaron el i8 de Agosto el man-
do Calatrava , Mendizábal y algunos otros de
sus compañeros , encargándose nominalmente la
presidencia del que luego se formó al nuevo con-
de de Luchana, Espartero, que, según era natu-
ral, prefirió seguir rigiendo el ejército del Norte.
14 «EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
Entonces el Sr. Bardají y Azara ocupó el pues-
to vacante, y durante su breve ministerio se
mandó proceder á las nuevas elecciones.
El nombramiento de Estébanez, para Cádiz,
cinco días después, dijo ya sobrado claro que la
influencia política de El Español, en el cual co-
laboró algo aquél desde Logroño , y continuó
siempre colaborando, bajo la dirección de Borre-
go, abiertamente comenzaba á predominar; pero,
ni la débil constitución del gabinete, ni la proxi-
midad de unas elecciones, délas cuales quedaba
aún pendiente la futura dirección de los nego-
cios, podían ser parte á que el nuevojefe político
tomase entonces posesión de su cargo , y no la
tomó en efecto. Aguardó para resolver á que
se reunieran aquellas nuevas Cortes, en que, no
obstante las ordinarias violencias de los progre-
sistas, obtuvo mayoría el partido que denomi-
naba £'/£'5/)awí}Z monárquico-constitucional, bien
que la generalidad le apellidara moderado toda-
vía, por contraposición al título de exaltado que
antes ostentó su adversario. Lo que nunca , por
desgracia, se ve ya en nuestros tiempos, aconte-
ció por aquella sazón. Los electores, con las ar-
mas pacíficas del sufragio, bajo un ministerio
C(EL SOLITARIO» EN SEVILLA. 1 5
desnudo de eficaz influjo, deshicieron las conse-
cuencias de la revolución , á que no sin motivo
dan nombre los sargentos de la Granja. Martínez
de la Rosa y Toreno, jefes de los anteriores go-
biernos moderados, lo fueron también de la ma-
yoría de las Cortes. A Bardají le sustituyó con
ventaja el Conde de Ofalia, embajador que había
sido en Francia, y ministro de Fomento en los
comienzos del nuevo reinado, hombre de expe-
riencia y diestro , que , aunque naturalmente
representó á la mayoría moderada , no produ-
cía con su escasa significación igual alarma , ni
despertaba tantos odios entre los ardientes libera-
les, cuanto las verdaderas cabezas del partido
vencedor, A este tiempo ya , había sido nom-
brado Estébanez jefe político de Sevilla , empleo
que aceptó al punto , y donde á su actividad y
saber se abría campo bastante para que se mar-
chase á desempeñarlo, no bien organizado el
nuevo gabinete.
Diez mesesgobernó aquella provincia con satis-
facción propia, no obstante que se hallara de bue-
nas á primeras con una inundación del Guadalqui-
vir, no conocida tal desde dos siglos antes , y á
pesar de sus prematuras quejas, ya por no tener
1 6 ((EL SOLITARIO)) Y SU TIEMPO.
alojamiento oficial ni haberlo encontrado cómo-
do y decoroso, ya por los chismes , según decía,
de la gente. Pero no podía ser que ninguna otra
población le contentase tanto. Para míEstébanez
debía de haber visitado anteriormente aquella
ciudad insigne, su Mairena del Alcor, su Carmona
y todas las alegres y ricas poblaciones de alrede-
dor, tal vez cuando en 1824 volvía á Málaga des-
de Gibraltar. Lo cierto es que antes de ir de jefe
político, conocía muy bien y miraba con parti-
cularísima predilección aquella tierra. ((No hay
más decir (había escrito ya en Púlpete y Balheja)
sino que Andalucía es la mapa de los hombres
rigiilares , y Sevilla el ojito negro de tierra de
donde salen al mundo los buenos mozos , ios
bien plantados, los lindos cantadores, los tañe-
dores de vihuela , los decidores en chiste , los
montadores de caballos, los llamados atrás, los
alanceadores de toros, y, sobre todo, aquellos
del brazo de hierro y de la mano airada.)) Ó lo
que es lo mismo : que nuestro Solitario, no tan
sólo reputaba á Sevilla capital artística de Es-
paña, reina del Guadalquivir, é imperio un tiem-
po dedos mundos, según dijo en su artículo
sobre Manolito Gázquez , sino que la tenía tam-
C(EL SOLITARIO» EN SEVILLA. I7
bien por la verdadera metrópoli de aquellas ca-
ras provincias, en que al vivo se representa-
ban sus Escenas Andalu:(as. a Hallándome allí
(escribe, por más demostración, en su Batk en
Triana), y habiéndoseme encarecido sobremane-
ra la destreza de ciertos cantadores , la habilidad
de unas bailadoras, y, sobre todo, teniendo en-
tendido que podría oir algunos de los romances
desconocidos, dispuse asistir á una de estas fies-
tas. El Planeta, el Filio, Juan de Dios, María de
las Nieves , la Perla, y otras notabihdades, así
de canto como de baile , tomaban parte en la
función. Era por la tarde, y en un mes de Mayo
fresco y florido. Atravesé con mi comitiva de
aficionados el puente famoso de barcas para
pasar á Triana, y á poco nos vimos en una casa
que por su calle y traza recordaba la época de
la conquista de Sevilla por San Fernando. El
río bañaba las cercas del espacioso patio , cu-
biertas de madreselvas , arreboleras y mirabe-
les, con algún naranjo ó limonero en medio de
aquel cerco de olorosa verdura.» Vese, pues,
cómo perfeccionaba por allá su ciencia de las cos-
tumbres, estudiándolas al natural. Tras lo di-
cho describe un baile , en términos que nada
- XII - 2
1 8 ((EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
dirían de nuevo al lector , dado que en uno de
los antecedentes capítulos se ha visto el retra-
to que de la perfecta bailadora hizo en su Asam-
blea general Y tales andanzas y regocijos procla-
man , en conclusión, que si en Granada acabó y
perfeccionó los estudios académicos comenzados
en Málaga, fué Sevilla la Universidad donde ele-
vó al doctorado la licenciatura que de su natal
ciudad traía para ejercer, no tan solamente de
abogado, sino de escultor y pintor, de historia-
dor y poeta épico, todo á un tiempo, por lo to-
cante á personajes y asuntos originales de An-
dalucía. Por otro lado, husmeaba en Sevilla,
según le escribió á Gayangos, no menos que
«el tesoro de los libros viejos y manuscritos,»
mientras le añadía con franqueza, ccque no echa-
ba de menos allí ni el desenfado ni la alegría.»
Era aquella, en suma, una verdadera Capua para
Esíébanez , y tan capaz como la itálica de ener-
var cualquiera voluntad enérgica, cuanto más la
suya , dispuesta siempre á toda laya de goces y
placeres. 4
Nada de eso apagó, sin embargo , el anhe-
lo de acción y los buenos propósitos de ad- ,;
ministrador y hombre de gobierno con que por
«EL SOLITARIO» EN SEVILLA. 1 9
segunda vez dejara á Madrid. A poco más de un
mes de haber tomado posesión del gobierno, es-
cribió al general Córdova, que llevaba aun traba-
jo infernal, y esperaba coger opimos frutos,»
añadiendo en su peculiar estilo: «Si llego á com-
pletar seis meses de reinado, — hoy día es una
dinastía ,^ — verá V. algo de creación y realizado
un poco del bien de que tanto se habla, y nadie
se cura de hacer efectivo.» Breves días después,
en 21 de Febrero, le decía : «Aquí estoy bien,
aunque no á mon aise; el país es bueno, y como
mis antecesores no han trabajado , puedo pre-
sentar resultados brillantes en poco tiempo,
resultados que deben darme nombre.» Por últi-
mo, en 31 de Marzo le añadió : «Aunque mi si-
tuación es fastidiosa, no dejaré esto sino por
Madrid, pues aquí voy planteando mejoras que
siempre lisonjean. El que tiene algo de chispa
en la frente tiene necesidad de crear, y allí don-
de produce, cría raíces.»
Y, con efecto, antes de mucho había ya creado
el Museo de pintura y escultura, que, comen-
zando por dar asilo en sus salas á gran número
de los abandonados lienzos délos conventos su-
primidos , tuviesen ó no singular mérito , ha
20 C(EL SOLITARIO)) Y SU TIEMPO.
acabado por ser , gracias principalmente á las
maravillosas obras de Murillo que encierra, el
más notable de España , después de los de Ma-
drid, y uno de los más dignos de ser visitados
en todo el mundo. De aquellos mismos con-
ventos ó monasterios desiertos, recogió millares
de volúmenes, con los cuales pobló y organizó
una biblioteca de provincia sin rival en su cla-
se. Por su influjo y esfuerzos se estableció tam-
bién , según se lee en El Panorama de Madrid^
periódico de aquella época, el Liceo Béíico, á
semejanza del de la corte, con objeto de que en
la gran capital andaluza todo talento continuara
ejercitándose , y particularmente el poético , que
había dado ya origen á dos afortunadas agrupa-
ciones de hombres de letras, las cuales , por su
propia importancia y su considerable influjo ex-
terno, así como por los principios fijos á que ajus-
taron sus obras, llegaron á merecer el nombre de
escuelas , en nuestro siglo de oro la una, la otra
en el presente. La reputación de escritor de £/ 5í)-
litario le aprovechó en gran manera para llevar
tales empresas, no fáciles siempre, á buen fin,
tanto cuando menos como la autoridad política
que ejercía. Ni ésta le impidió descender cual
((EL SOLITARIO» EN SEVILLA. 21
uno de tantos justadores á la arena literaria;
que aún recuerdan en Sevilla las sesiones bri-
llantes de aquel Liceo , que enalteció con sus
propias poesías. Al calor de la nueva corpora-
ción, volvió á emprenderse en Sevilla una pu-
blicación de bellas letras que recordaba El Co-
rreo de otros tiempos, y en la cual figuraron
los nombres insignes ya de El Solitario y el du-
que de Rivas , al lado de los de otros muy jó-
venes, y bien conocidos después, como D. Ga-
briel García Tassara, D. Salvador Bermüdez de
Castro, D. José Lorenzo Figueroa, D. Fernando
de la Vera y D. Lorenzo Nicolás Quintana, que
de todo punto dejó luego la práctica de la poesía
por la de la administración pública ; siendo el
coleccionador, más bien que editor, de tales tra-
bajos D. Miguel Tenorio , en quien apuntaban
no escasas dotes poéticas. La Lira Andaluza se
titulaba esta publicación, y allí se dio á luz el
romance morisco de El Solitario titulado La
Despedida de Omir, que empieza con los siguien-
tes versos :
a Linda Jaira , linda Jaira ,
Tan ingrata como hermosa ,
¿Más dura que el alto risco
22 <(EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
Donde se estrellan las olas;
Levanta el enhiesto cuello
De las pérmicas alfombras,
Que mullen el albo lecho,
Donde entre sedas reposas,» etc.
Una de las obras que pienso y he dicho que es-
tarían bien halladas en cualquier romancero
español.
Mantenían todavía en el ínterin la represen-
tación de la segunda escuela sevillana , casi de-
sierta desde los primeros años del siglo, don
Francisco Rodríguez Zapata , poeta de robus-
ta y clásica entonación, y D. Juan José Bueno,
asimismo literato y poeta muy estimable ; y
no son de omitir, ya que por completo no pue-
da citar los del gran número de personas , en
su mayor parte jóvenes , y todas inteligentes y
estudiosas, cuyos trabajos protegió y alentó la
iniciativa de Estébanez , nombres tales como el
de Fernández Espino y el de Amador de los
Ríos. Fué ilustrado y muy juicioso crítico el pri-
mero, y hombre el segundo á quien no cabe ne-
gar que deba servicios eminentes la literatura
castellana, cuyos orígenes y^primitivos desenvol-
vimientos investigó como nadie antes de él , y
que, empeñado en muy distintos trabajos de eru-
C(EL SOLITARIO)) EN SEVILLA. 23
dición Ó iPzgenio , recogió en todos apreciables
frutos. Quizá, si más espontánea y llanamente se
hubiera reconocido su indudable mérito, pade-
ciera menos Amador de los Ríos del más repara-
ble de sus defectos, que era decir en alta voz de
sí propio lo que injustamente omitían ó excusa-
ban otros confesar. De todas suertes , fué dig-
no de respeto en vida , y, en mi concepto, será
siempre acatada su memoria por cuantos profe-
sen afición á nuestras letras.
Menos en el ínterin que en Madrid se ocupó
por allá Estébanez en sus estudios árabes ; pero
no dio paz á la mano por lo que toca á bus-
car Cancioneros , Romanceros y romances para
su proyectada colección , ni libros viejos caste-
llanos de poesía y novelas. En esta época su fu-
ror de adquirir libros había llegado ya á aquel
punto extremo en que se conservó hasta que
dejó él de existir. Su correspondencia de entonces
principalmente está consagrada á pedirlos y en-
cargarlos por todas partes, y sobre todo á Lon-
dres, donde Gayangos , que no era todavía su
rival como bibliófilo y colector, sin descuidar,
sin duda, su propia librería naciente, le prestaba
constantes y buenos servicios. De estas cosas
24 «EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
agradables sácame ahora la necesidad en que
estoy de volver, y con otro detenimiento que
antes, los ojos á la situación general del país,
para que se comprenda mejor el acontecimiento
que sobrevino á los diez meses de estar Estéba-
nez en Sevilla, obligándole á salir de allí preci-
pitadamente.
Hemos visto que su correspondencia con Cór-
dova continuó desde aquella capital tan ínti-
ma y constante como fué desde Logroño; pero
falta examinarla bajo el punto de vista político.
Desde el lo de Febrero le ofreció ya , que , de
acuerdo con el general D. Pedro Méndez Vigo,
haría cuanto buenamente pudiese á fin de que
saliera diputado en una vacante de Sevilla, si an-
tes no lograba serlo por otro lado. Decíale, ade-
más, que contribuyese á que Narvaez resumiera
á un tiempo el mando del ejército de Andalucía
y del de reserva , encareciendo los propósitos
que lo propio que él tenía de influir cuanto pu-
diera para verle en los escaños rojos , ó sean los
del gobierno, y no sin añadir que, por lo que ob-
servaba, jamás aquel antiguo compañero de ar-
mas le sería ingrato. Prosiguiendo la idea mis-
ma, declaraba, en 21 de Febrero, «que, desde el
((EL SOLITARIO» EN SEVILLA. 25
punto que se trató de elecciones, se había acor-
dado de Górdova como medio de ponerle en tea-
tro en que políticamente pudiera hacer tanto bien
como mandando las tropas de Mendigorría.»
Y por cierto que manifiesta asimismo Estébanez
en esta correspondencia grande amistad hacia
Casa-Irujo, luego duque de Sotomayor, hacien-
do de paso no poca estima de otro de los candi-
datos, es á saber, del abogado Seoane, hermano
del que más tarde fué conde de Velle , á quien
califica de ((hombre picante, charlante y cantan-
te, que podría dejar atrás en las Cortes al Divino,
ó sea Arguelles, y á Ruinas , ó sea López , pero
en mejor cuerda.^) Traslúcese bien en todo esto el
vivo espíritu político que nuevarnente lo anima-
ba. Con su ayuda fué elegido , en efecto, Cór-
dova, bien que no llegara á tanto, que no se es-
tilaba ni podía prestarse entonces, como la que
se suele á los candidatos dar ahora, sustituyen-
do por completo la voluntad del que manda á
la del cuerpo electoral. Sonde verlas delicadezas
y escrúpulos que, tocante á esto, revelan las car-
tas de Logroño y Sevilla de Estébanez. Al comu-
nicarle á Córdova la noticia , prevínole que la
opinión andaba muy torcida; ((que en España
26 «EL SOLITARIO)) Y SU TIEMPO.
(decía) se tuerce tan fácilmente como los vinos
claretes , por falta de fijeza en los principios que
se sostienen ó combaten, y porque sólo un inte-
rés mezquino y una avaricia insaciable presiden
en las personas que agitan y conmueven los par-
tidos.» Por lo que, no sabiendo qué grande de-
nuesto disparar contra políticos tales , ocürresele
apodarlos holandeses^ cual si fuera un historiador
de Flandes, y el caso de encarnizada guerra toda-
vía con aquellos herejotes rebeldes.
Harto más práctico é intencionado era su
empeño por unir estrechamente á los dos Ge-
nerales de mayor prestigio y valer que hubie-
se entre los que sinceramente profesaban ideas
monárquicas y conservadoras, ponderándole,
sin cesar, á Córdova la fiel amistad de Narvaez.
((En él (le decía en otra carta) encontrará V.
siempre un amigo y un agradecido ; varias ve-
ces me ha repetido, y con fruición y gloria,
que todo lo que era se lo debía, y esto siempre
que venía á cuento.)) Luego añadió : «Narvaez
tiene bastante sagacidad para dejarse llevar á
los extremos de los chicos revoltosos de la fami-
lia (aludiendo indudablemente á la liberal), que,
así, forcejean, como si estuvieran luchando sobre
<(EL SOLITARIO» EN SEVILLA. 27
blandos colchones , siendo así que están al borde
de precipicios, y de precipicios sin redención.
Narvaez querría guardar el centro; pero ¿quién
podrá lisonjearse de lograr tan alta empresa por
mucho tiempo? Repito ahora lo que yo decía dos
años hace : se puede valer de buena maña un jefe
si la crisis ha de durar poco ; pero si ésta dura, se
dilata, ¿cómo mantenerse en situación tan espi-
nosa? Más fácil es agitarse arriba, abajo, que no
guardar inmóvilmente la perpendicular como un
soldado en facción.» Ó mucho me equivoco, ó
tales frases revelan que el quedarse en el centro,
ó sea en medio de los partidos , como al parecer
pretendía Narvaez , era para Estébanez imposi-
ble, inclinándose á que hombres de tal peso en
el país tomasen definitiva posición. No debía ser
ya la que prefiriese ninguna dictadura militar,
pues , según iremos advirtiendo, la experiencia
había madurado más su criterio, y sus soldades-
cos ímpetus de 1836 estaban en gran manera cal-
mados. Por lo demás, desde fines de Marzo avisó
á Córdova que (das sociedades secretas, que pa-
recían dormir, volvían á agitarse con grande in-
terés, y que en Sevilla habían reclutado en pocos
días un número considerable de personas, de no
28 «EL SOLITARIO)) Y SU TIEMPO.
despreciable importancia, y) ¿Se contarían entre és-
tas algunas de las que veremos figurar en el
pronunciamiento de Sevilla bien pronto? Adiví-
nelo luego el curioso lector.
Armado Córdova, por su parte, con el acta de
diputado , se lanzó resueltamente á la lucha par-
lamentaria , en la cual dicho está que no sostu-
vo su fama de orador en los salones , por más
que no sea seguro que se mostrase inferior á
otros militares que han logrado altísimas po-
siciones políticas después. Apoyó ya en 8 de
Marzo una proposición sobre recompensas á los
defensores de Zaragoza en la sorpresa de Ca-
bañero y acerca de esta sorpresa misma ; luego
habló de nuestros prisioneros y del trato que de
los rebeldes recibían ; antes de terminar aquel
mes, recordando su carrera diplomática, discutió
un arreglo que se propuso de la secretaría de Es-
tado, usando varias veces de la palabra; en
suma, apenas hubo punto importante que no exa-
minase. Ley orgánica de ayuntamientos, propo-
siciones sobre descuento de sueldos , retiros mi-
litares, contribución extraordinaria de guerra,
todo le dio ocasión para discursos. Una de sus
más notables proposiciones fué la que presentó
((EL SOLITARIO» EN SEVILLA. 29
con el fin de que se extendiese el voto de gracias
otorgado á Espartero y sus tropas por la batalla
gloriosa de Luchana , á los generales Iriarte y
Latre , recompensando también sus distingui-
dos y algo desdeñados servicios. La última vez
que habló en aquella legislatura fué el 13 de
Junio; y si hubiera de juzgársele como orador
por el texto del Diario de las Sesiones , fuerza se-
ría contarle por más dichoso que supone la cons-
tante tradición parlamentaria. Prueba de que,
según afirmó en su primer discurso, no estaba
afiliado aún á ningún partido, ofrece el ver que
en sus proposiciones solía juntar su nombre á los
de Mendizábal , San Miguel, Madoz y el conde
de las Navas. Pero si por ventura lo ignoraba él
mismo, no ignoraban los demás que pocos hom-
bres se conocían con espíritu ó con instinto más
de veras conservadores.
Lo que había era que ni moderados ni exalta,
dos querían entonces al gobierno, y coincidían
continuamente. ((La opinión (le escribió de nuevo
Estébanez á Córdova) se ha torcido mucho con
la cuestión de los diezmos y la ley de ayunta-
mientos. Nadie quiere pagar, y nadie quiere obe-
decer; por consecuencia, ¿cómo no habían de
30 c(i:l solitario» y su tiempo.
aprovecharse les faiseurs de mouvements? Aquí me
lisonjeo que no estallarán, pero el primer reme-
dio está en esa heroica villa y en esos bancos ro-
jos» (los del gobierno), «ó escarolados,» nom-
bre que por su color daba á los que ocupaban
á la sazón los diputados. «Es preciso, añadía,
que los hombres que valen algo, que tienen al-
guna reputación adquirida, que tienen algún lazo
con el país , no estimulen á las sociedades y
clubs ; que calmen las pasiones con sus palabras
y repriman la perversidad con sus acciones. Si
no se hace así, nos hundimos, como lo vatici-
naba yo en 1836.» Recordaba en otra ocasión
un dicho de Córdova : «que en España todo iba
saturado con pimiento picante, por lo cual no
se necesitaba de nada para que se convirtiese
en una caldera de Pero Botero. » Y el 4 de
Agosto continuaba diciendo «que los agitado-
res se movían allí, aunque tal vez lo hacían
más por cumplir que por esperar un buen resul-
tado, sin embargo de lo cual estaba alerta y
concitándose de la gente revolucionaria tanta
impopularidad como en Logroño dos años an-
tes.» Indicaba esto último que los revolucio-
narios de ideas , de instinto, ó de oficio, eran,
«EL SOLITARIO» EN SEVILLA. 3 I
como siempre, incorregibles , y algo más , á
saber, que todos los males públicos continua-
ban sin alivio, y aun se agravaban diariamente;
que cada cuál exigía de su enemigo peniten-
cia por lo pecado entre todos ; que recíproca-
mente pedían unos á otros milagros , el país al
gobierno, el gobierno al ejército, el ejército al
país , aunque éste ya no pudiera dar más de lo
que daba ; que el descontento y la murmura-
ción universales no representaban, en suma, si-
no la anarquía en que se hallaba la infeliz Espa-
ña. Todo se podía predicar entonces á la genera-
lidad de las gentes con éxito , menos la pacien-
cia y la moderación. Ninguna otra voz que la
del patriotismo solía , en tanto , guardar silen-
cio. Estébanez, quemas que liberal ó monár-
quico , literato ó político , era español , y espa-
ñol tan castizo y vehemente, ¿cómo no había de
tener el corazón partido en tales circunstancias?
Cuanto aquí sus cartas textualmente descubren,
podíase haber supuesto, sin miedo de errar, por
los que le conocimos.
El levantamiento del sitio de Morella y la re-
tirada de Oráa delante de Cabrera no fué desas-
tre ni vergüenza militar; pero sí el solo pretexto
32 <(EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
que al descontento unánime le faltaba. No tardó,
pues, en sucumbir, tan desgraciado comosus pre-
decesores, el ministerio Ofalia , en el cual, sea
dicho de paso, se distinguió ya D. Alejandro
Món , bastante joven todavía , como ministro
de Hacienda y por su carácter entero. El nuevo
cambio tuvo lugar á 29 del mismo mes en que
está fechada la última carta de Estébanez , de
que he copiado tristes frases ; y no cayó el mi-
nisterio aquel porque perdiese la mayoría en
las Cortes, que estaban cerradas ya entonces, ni
porque la Corona le retirase su confianza Ubérri-
mamente, sino antes bien por miedo á las voci-
feraciones sediciosas , pasquines y proclamas de
los revolucionarios en Madrid , y á la agitación
amenazadora que se sentía en ciertas otras ciu-
dades.
Habíanse modificado mucho á todo esto los
primeros miramientos de los liberales unos con
otros, cuando, al principio del nuevo reina-
do, todavía estaban frescos los suplicios y los
destierros discrecionales del anterior. Alguno
que otro capitán general daba serias muestras de
querer conservar á todo trance el orden , y aun-
que fuese á costa de pasar por reaccionario, dis-
((EL SOLITARIO» EN SEVILLA. )^
tinguiéndose especialmente Palarea, que, no sin
ruda y hasta sangrienta arbitrariedad, mandaba
en Málaga, y el conde de Cleonard, que con el
régimen de los estados de sitio mantenía en ra-
zón la otra parte de Andalucía, donde ganó por
su severidad no menos que el sobrenombre de
tirano de Cádi^ *. Pero nada de esto daba au-
toridad á gobiernos que, no tan sólo solían te-
ner contra sí , por una causa ü otra , á todos los
partidos de la nación á un tiempo, sino que es-
taban además constantemente cohibidos ó ame-
nazados desde el ejército por Espartero, mucho
más ambicioso y harto menos mirado que Cór-
dova, y que venía ya ensayando el papel que,
andando los días, representó en la historia. Bien
sabido es cuanto se quejó de eso el ministe-
rio Calatrava en sus postreros tiempos , y de
lo mismo se lamentó con razón el de Ofalia.
A este último, siguióse otro de escaso prestigio
también y de poco diferente matiz político, bajo
el amparo siempre de Martínez de la Rosa y
« Clonard en Cádii. Reseña histórica de la conducta obser-
vada por el Urano de Cádi^, conde de Clonard. Madrid : im-
prenta de El Eco del Comercio , Enero de 1839.— Folleto ano-
nimo.
- XII - 9
34 ^(EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
Toreno. En él presidió el duque de Frías , y fue
ministro Ruíz de la Vega, excelente humanista,
aunque poeta infeliz, á quien tuvo por catedrático
Estébanez en Granada, y consideró siempre mu-
clio como amigo particular. Poeta de muy otro
mérito que su colega, era, en verdad, el jefe de
aquel Ministerio; pero tanto y más que él des-
conocía quizá la administración pública , sin re-
unir tampoco á sus grandes condiciones de ilus-
tración é hidalguía, las especiales que necesita
un hombre de Estado. Hubiéralas tenido mayo-
res , y su situación y la suerte de su gobier-
no habrían , no obstante , sido muy poco dife
rentes.
Porque á todos los males, obstáculos y cau-
sas de flaqueza que dejo reseñados, se fué juntan-
do, poco á poco, hasta rebosar y saltar con vio-
lencia , como río sus diques , un gran peligro:
el que á la simple vista ofreció luego la dis-|^
cordia entre los mejores y más influyentes gene*
rales de la Reina , que eran sin duda Córdova,*
Espartero y Narvaez. Dueño ya el segundo del
ejército, y popularísimo después del triunfo de
Luchana, como hombre que lo guardaba para sí
todo, ardía en recelos de su antecesor y riva
((EL SOLITARIO» EN SEVILLA. 35
Córdova, que, á su ver, no pensaba más, des-
de ios bancos del Congreso, que en entorpe-
cer sus acciones y reemplazarle. No menores,
en tanto, se los inspiraba Narvaez, grande amigo
de Córdova, según hemos visto por la corres-
pondencia de Estébanez, y de tan conocida reso-
lución, que sabemos que este último quiso in-
tentar con él sólo la resistencia que nadie osaba
oponer á la consumada revolución de la Granja.
Conviene ya decir que Narvaez , no sin eficaz
ayuda de Estébanez, desde Sevilla, acababa de
organizar en breve tiempo, y con escasísimos
medios, en Andalucía, un cuerpo de reserva,
cuyo mando, siendo tan sólo brigadier, se le en-
comendara , destinándosele á salir al encuentro
de invasiones semejantes á las de D. Carlos y
Zariátegui, que en lo sucesivo amenazasen á Cas-
tilla la Nueva, y á limpiar de paso su territorio
de guerrillas facciosas. Después de servir brillan-
temente á las órdenes de Córdova, y operar con
fortuna en Aragón , y, durante la expedición y
persecución de Gómez, en Andalucía , así como
de sus contiendas, sobradamente famosas, con el
general Alaix , su compañero, y varios de los
ministros de la Guerra , fué aquella la primera
^6 ((EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
ocasión que le deparó su buena estrella, para dar
la medida de sus grandes condiciones persona-
les. No era hombre, ni con mucho, de la cultura,
del alto espíritu político y diplomático , de las
dotes de estadista y militar europeo que Córdo-
va atesoraba; pero le igualaba en valor , poseía
clarísimo talento natural, y por ser más ambi-
cioso y menos mirado, le aventajaba en calidades
para figurar con provecho en naciones y épocas
perturbadas. Tanto cuanto le repugnaba la su-
perioridad jerárquica de Espartero , no recono-
ciéndosela por su persona , sinceramente res-
petaba á Córdova , y de aquí su amistad , que
Estébanez , en bien de las ideas conservadoras,
procuraba , según se ha visto , estrechar más y
más. Pronto por su actividad y habilidad, con
sólo una real orden , que fuera en otras manos
irrisoria , y el concurso de amigos y admirado-
res, se halló Narvaez al frente de suficientes tro-
pas para pacificar con rapidez suma , aunque
sangrientamente, la Mancha. Compartió así por
el momento la popularidad con Espartero en Ma-
drid, llegando á aventajarle en Andalucía ; que '
para muchos le servían de mérito hasta los fusi-
lamientos de carlistas que sin piedad ordenó, ya
CCEL SOLITARIO» EN SEVILLA. 37
que sólo deploraban cosas tales aquellos pocos
que no participaban del furioso y recíproco en-
cono de los bandos beligerantes.
Mas la boga misma de Narvaez , juntamente
con el intento de Córdova de acrecentar con tí-
tulos parlamentarios los que tenía alcanzados en
la diplomacia y la guerra, fueron parte á precipi-
tar y exasperar la discordia, sacando de quicio
contra uno y otro á Espartero y á la parcia-
lidad militar que acaudillaba, en no poco grado
compuesta de caudillos cual él formados en las
campañas de América , y que , en punto á dis-
ciplina, traían de allí antecedentes y ejemplos
lastimosísimos. Sin entrar, que no hace falta, en
discernir las razones recíprocas , ó los mutuos
agravios , baste decir que Córdova y Narvaez
indudablemente pagaban con igual moneda la
hostilidad de que eran objeto. Ni cabe dudar que
en el fondo del famoso proyecto que tan adelan-
tado estuvo de extender hasta cuarenta mil el
número de los soldados de Narvaez, delegándose
además en él toda la autoridad del gobierno en
las provincias andaluzas, no ya sólo la militar
que Estébanez quería, hubo el propósito de opo-
ner otro gran núcleo de fuerzas al del Norte , y
38 «EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
á un General otro, no menos resuelto y ambicio-
so, con el fin de imposibilitar lo que el afortu-
nado caudillo de los ejércitos reunidos realizó
dos años después. Tampoco es dudoso para mí
que los amigos íntimos de D. Luís de Córdova,
comenzando por Narvaez , cosa ya descubierta
en una de las cartas de Estébanez, y por éste
mismo , conforme se ha de ver clarísimamente
ahora, tenían al primero en mientes para que
presidiese en ocasión oportuna un verdadero go-
bierno. ¿Cómo había de traslucir sin disgusto, ni
dejar correr todo esto tranquilamente, dadas sus
propias ambiciones militares y políticas , el ge-
neral Espartero?
No habrá olvidado el lector que en carta de
que tomé antes algo , escrita poco después de
su llegada á Sevilla, hay expresas palabras del
nuevo jefe político , ofreciendo toda su ayuda
á Córdova para que a.\canza.se tma posición po-
litica igual á la que tenia en las armas. Pues por
más abiertos términos todavía , manifestóle esa
esperanza en la subsiguiente epístola , que con-
tiene lo que se va á leer : «Si las elecciones de
Málaga se anulan, me presentaré allí por candi-
dato; tengo muy buenas cartas, y pienso salir
((EL SOLITARIO)) EN SEVILLA. 39
airoso en el juego ; y si nos reuniéramos en el
palenque, en verdad que haríamos algo, V. con
sus muchos medios, yo con mi grande arma,))
aludiendo, sin disputa, á su pluma. Añadía des-
pués: aSi V. llega á presidir, y salgo por Málaga
en la elección , pudiéramos hacer algo de bue-
no.)) No hay, por de contado, en esta correspon-
dencia el menor indicio de que el ilustre General
rechazara semejantes propósitos; ni ¿por qué ha-
bía de rechazarlos, cuando ningún hombre, y
él debía de sentirlo y de saberlo , le igualaba en
la nación por el conjunto de sus cualidades po-
líticas y militares? Si la dictadura no estaba á su
alcance, aun para ejercida á nombre de la Rei-
na Gobernadora, por falta de peculiares condi-
ciones para ello y todavía más de popularidad,
conforme he expuesto, no podía ser de igual suerte
imposible á sus ojos que, recibiendo su investidu-
ra de la libre prerogativa del Trono, y apoyado
por la mayoría conservadora de ambos cuerpos
colegisladores, así como por la parte sensata y
templada del país, tan numerosa y alentada que
había triunfado casi siempre hasta allí en las
elecciones, constituyese él bajo su dirección un
gobierno capaz de mejorar el estado de la gue-
40 «EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
rra y todos los asuntos públicos. Precisamente
los monárquico-constitucionales ó moderados,
por llevar tal ventaja en las urnas , eran los
únicos que todavía hubiesen formado gobiernos
realmente constitucionales. Lo que á éstos les
había faltado , y por desgracia continuó fal-
tándoles, fué la aptitud necesaria y la suma de
fuerzas indispensable para defender y mantener
el orden legal contra las acometidas de los que
constantemente querían sobreponerse por medio
de rebeliones , ó pronunciamientos , á las preroga-
tivas de la Corona, á las del cuerpo electoral, y
á las de las Cortes. En 1838 tenían necesidad
los gobiernos además de poseer , dentro ó fuera
de ellos, un hombre de guerra de bastante valer
y prestigio , para contrabalancear ó destruir la
prepotencia invasora de Espartero.
Yeso, á más de otras cosas, éralo que sus ami-
gos esperaban sin duda hallar en Córdova, y lo
que él mismo podía suponer de sí , quizá con
error, pero sin gran sinrazón ni excesiva vana-
gloria. De todos modos , ó á él ó á nadie po-
día fiarse en 1838 la formación de un gabinete
sólido y constitucional. No había más que inten-
tarlo y lograrlo, ó dejarse pasivamente arrastrar
í(EL SOLITARIO» EN SEVILLA. 4 1
por la corriente de pasiones irreflexivas y mal
digeridos propósitos en que se despeñaba el país,
para dar más tarde ó más temprano en una dic-
tadura militar y revolucionaria á un tiempo,
como la que Espartero al fin alcanzó , y en las
reacciones y revoluciones subsiguientes, que aún
nos mantienen , por algunas de sus consecuen-
cias de tan difícil remedio, en el más bajo esca-
lón de nuestra historia nacional.
Mas no se crea que, aun siendo posible, á mi
juicio, un gobierno parlamentario con Górdova,
si los conservadores le apoyaban en todos sus
matices y muchos de los progresistas templados
(entre los cuales se hubiera quizá ingerido, por
lo que hemos de ver, el insigne abogado don
Manuel Cortina), de todo punto afirme yo que
hubiera podido realizarse la empresa , y menos
sin vencer obstáculos grandísimos. Digo sólo,
téngase en cuenta , que era posible ; contra-
poniendo esto en mi mente á la dictadura de
campamento , que sedujo algún tiempo antes á
Estébanez, la cual expuse, y pienso que era, en
Córdova , sobre todo, irrealizable. La campaña
parlamentaria de éste, las relaciones políticas que
se apresuró á cultivar con muchos de los hom-
42 ((EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
bres de gobierno del partido progresista , aque-
llas declaraciones constantes deque no pertenecía
á parcialidad determinada , todo parece demos-
trar que si nada trabajó por ser poder desde el
ejército, y al frente como él hizo notar en su Me-
moria justificativa de cien mil hombres, más ó
menos nominales , ya estaba en otros ánimos
y comprendía bien el solo medio que había
en 1838 de alcanzarlo, y ejercerlo con racionales
probabilidades de buen éxito. La restauración,
poco menos que inevitable , según dije, del ré-
gimen vencido en 1823 , es decir, la revolución
doctrinal, estaba concluida, llevándosela hasta
el punto que los propios doceañistas quisieron.
Poseíase, al fin , una Constitución común , de la
cual había ya dicho Martínez de la Rosa en las
Cortes : ((El partido de los que no han tenido
parte en ella , ni siquiera órgano que le repre-
sente, puede decir con orgullo á sus autores:
vosotros la habéis hecho ; pero son nuestras
doctrinas las que encierra; son los principios
conservadores que nos guían ; y por eso la mi-
ramos como nuestra bandera. y> El cetro estaba
también con común consentimiento en manos de
la Reina Gobernadora, princesa liberal, pero no
((EL SOLITARIO)) EN SEVILLA. 43
desposeída seguramente de los sentimientos mo-
nárquicos y de gobierno que cumplían á su edu-
cación y á su cuna. Tratábase, pues, sólo de alcan-
zar la fuerza suficiente para reprimir y desarrai-
gar los malos hábitos, por tanta ilegal y violenta
mudanza adquiridos , de impaciencia y pesimis-
mo , de difamación é instabilidad, de anarquía.
La convicción y concordia de un corto número
de hombres políticos , pertenecientes á los dos
principales partidos , hubiera hecho aquello po-
sible, sin duda alguna; pero ¿se habrían conse-
guido? ¡Quién lo sabe! De todas maneras se tenía
que luchar con tan grande obstáculo, que bien
hubiera podido llegar á ser insuperable, como
era la rivalidad entre nuestros primeros gene-
rales, acompañada de la exclusiva y ya no-
toria ambición de Espartero. Hablóse en vano
de conciliación, idea imposible. Guando Ruíz
de la Vega escribió á Estébanez que Espartero
y Narvaez se pondrían de acuerdo, con tal que
fuera ministro de la Guerra Alaix, para que sir-
viera éste de lazo entre los dos, no sin razón dijo
el jefe político de Sevilla á Górdova , al trasmi-
tirle la noticia, que era aquella una candidez im-
propia de ministro y hombre de talento. Preci-
44 «EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
sámente Narvaez y Alaix eran los más irrecon-
ciliables de todos.
Estalló en Madrid la lucha en tanto, más ó me-
nos encubiertamente, entre los respectivos parti-
darios de los enemistados Generales : la Reina
Gobernadora, que presentía el gran peligro que
pudiera de allí venir, titubeaba naturalmente, ha-
lagando ya á la unaya á la otra de las parcialida-
des, por quedar de buenas con ambas , bien que
cualesquiera que luego fuesen las quejas de Cór-
dova, mucho más le aproximaran á él que á Es-
partero sus naturales inclinaciones. De repente,
Narvaez , que entre sus grandes condiciones de
hombre de acción no contaba, según he indicado,
la paciencia, malcontento por las murmuracio-
nes y suposiciones de que era objeto, con moti-
vo de su conducta amenazadora durante una de
las frecuentes alarmas que á la sazón ocurrían en
la corte , cerca de la cual tenía sus tropas acan-
tonadas, y quejoso de que el gobierno , cuyas
órdenes cumplió , no le justificase hasta donde
debía, pidió licencia, y la obtuvo, para marchar-
se á su casa en Loja. Con lo cual el ejército del
centro, su necesario apoyo para todo lo expues-
to anteriormente, y las grandes esperanzas que
«EL SOLITARIO» EN SEVILLA. 45
originaba ó sustentaba, se desvanecieron casi por
entero. Quedó Madrid, donde Narvaez era simpá-
tico á tantos liberales exaltados, en confusión in-
explicable, porque éste, de quien se quejaba pre-
cisamente, era de los moderados de más ó menos
significación que componían el gobierno. Con
harta razón, pues, escribió Estébanez á Córdova
en 16 de Octubre estas palabras melancólicas:
«En cuanto á Madrid, los papeles públicos hablan
más alto que la trompeta del juicio , cuyo eco
creo oir sonar sobre las ruinas de nuestra patria.
Se puede decir que no hay gobierno y que no se
puede gobernar.» Al 28 del propio mes corres-
ponde la última carta de esta correspondencia, é
inmediatamente después debió salir de Madrid
Córdova con dirección á Cádiz. Inoportuno via-
je, á la verdad, aunque fuese por causa de salud,
pues como advirtió luego Espartero en una de
sus exposiciones á la Reina Gobernadora , ver-
dadera acusación fiscal contra Córdova y Nar-
vaez , faltaban sólo diez días para la reapertura
de las Cortes, que había de tener lugar el 8 de
Noviembre. Y sin embargo, fué aquel viaje de
Córdova , como el de Narvaez , de todo punto
inocente y ajeno á las suposiciones posteriores.
CAPITULO X.
EL PRONUNCIAMIENTO DE 1 838 Y ((EL SOLITARIO.»
Sumario. — Alarma súbita en Sevilla. — ^Los síndicos del Ayun-
tamiento y el pabildo de 12 de Noviembre. — Supuesto pro-
yecto de desarme de la milicia. — Dejan sus puestos las auto-
ridades.— Relación del Ayuntamiento. — La de Huidobro y
Cortina. — Cuenta Estébanez el caso, — Córdova y Narvaez en
el pronunciamiento. — Valor de las diversas justificaciones. —
Las sociedades secretas. — ¿Qué se proponíanlos fautores del
movimiento? — Motivos distintos por que se comprometieron
ambos Generales. — Clara explicación de la conducta de Esté-
banez.— Cleonard 3^ Espartero. — Desenlace rápido de los
sucesos. — Las tropas y los revolucionarios. — Pone Córdova
fin al pronunciamiento. — -¿Qué hizo en aquel entonces don
Manuel Cortina ? — Consideraciones generales. — Importancia
posterior de todo ello.
LEGO ahora á tratar de aquel aconteci-
miento hasta aquí oscurísimo, que puso
término á la residencia en Sevilla, y aun
á la carrera administrativa de Estébanez , pues
cuando volvió á servir, sólo desempeñó ya em-
48 C(EL SOLITARIO)) Y SU TIEMPO.
pieos de jurista. Justamente hacia el día lo de
Noviembre, en que mi relación comienza, debió
de hallarse más alentado que nunca en sus nue-
vos proyectos políticos , porque , después de re-
pugnarlo al principio y desearlo con algún em-
peño más tarde, fué diputado propietario al fin,
no ya suplente , por Málaga , en el escrutinio
de II de Junio de aquel año, y tenía á mano
ocupar un puesto al lado de Córdova en la in-
mediata legislatura. No más que de campañas
parlamentarias habían hablado en su corres-
pondencia íntima él y Córdova hasta entonces,
y de no separarse en política nunca. ¿Por qué
arte de encantamento , en virtud de qué causa
singularísima se vio muy pocos días después
de su ultima carta , no sólo desposeído de su
autoridad, sino fugitivo, dejando detrás de sí en
Sevilla una situación política contraria á sus
convicciones, de todo punto ilegal, y en primer
término representada por el propio general Cór-
dova? El caso vale la pena de ser bien inquirido
y contado ; para lo cual he de examinar con
detención ante todo los varios papeles y folletos
sacados á luz en el propio año de 1838, donde
están las explicaciones que de sus actos die-
EL PRONUNCIAMIENTO Y ((EL SOLITARIO». 49
ran los actores principales en aquella extraña
comedia ^
Ningún documento trae los hechos con tan
minuciosos detalles como el manifiesto de los
síndicos del Ayuntamiento en defensa de la con-
ducta de los alcaldes, y de toda la corporación ^
Según este papel, tanto el General segundo cabo
que mandaba las armas, por residir á la sazón en
Cádiz el Capitán general del distrito Cleonard,
cuanto el jefe político Estébanez , comenzaron
desde principios de Noviembre á recelar que la
tranquilidad pública se alterase, bien que no ad-
virtieran los alcaldes indicio alguno. Pregunta-
j dos, pues, confidencialmente, aseguraron que
no tenían motivo para temer tal cosa, añadien-
do que precauciones poco oportunas podrían so-
liviantar los ánimos , por lo cual aconsejaban
suma circunspección. Que el jefe político á lo
menos tenía recelos , bien lo sabemos; pero ni el
Estos documentos, que forman un verdadero expediente,
los debo al general D. Fernando Fernández de Córdova, y á su
hijo D. Luis, á quienes vuelvo á decir que estoy muy recono-
cido por el auxilio que me han prestado.
2 Manifiesto de los síndicos del Excmo. Ayuntamiento de
Sevilla en defensa de esta corporación, sobre los últimos acon-
tecimientos de esta capital. Sevilla 5 de Diciembre de 1838.
- XII - 4
50 «EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
estado de Madrid, ni las recientes turbulencias en
algunas ciudades importantes , permiten supo-
nerlos infundados, cual pretendían los alcaldes.
Ello es que, sin saberse de dónde, no tardaron
en salir voces de que se trataba de desarmar
á los milicianos nacionales , con cuyo fin debía
llegar de un momento á otro el Capitán general.
Los síndicos afirmaban que los alcaldes , por su
parte, no tan sólo desmintieron la noticia, sino
que trabajaron con afán inútil por desautori-
zarla.
En el entretanto , y á la caída del antecitado
día 10, puso el Segundo cabo sobre las armas la
guarnición, sin consultar á los alcaldes, consti-
tuyéndose por su persona en el cuartel de artille-
ría, para esperar la llegada del correo, que temía
que trajera noticias graves. No se convocó á la
par fuerza ninguna de la milicia nacional , y
esto , que sonó á desconfianza, fué, al decir del
tal documento , como una mina , á su placer
explotada por los interesados , que no revela
quién fueran, en el desorden. Reunidos los alcal-
des entonces , trataron de la situación de las
cosas en compaíiía del subinspector de la mili-
cia, que casualmente llegó, á lo que parece, á
I
EL PRONUNCIAMIENTO Y ((EL SOLITARIO.)) 5 I
las Casas Consistoriales, conviniendo en que lo
mejor era inclinar el ánimo del Segundo cabo á
que diera ciertas satisfacciones á la milicia, cosa
que éste se prestó con efecto á hacer al día si-
guiente. Fué ya en vano. Porque si bien al otro
día, que era dom.ingo, no, desde el anochecer del
lunes se notó bastante efervescencia , form.ándo-
se numerosos grupos en la plaza y frente á los
cuarteles de la milicia nacional. Pidieron ciertos
concejales, en vista de ello, un cabildo extraor-
dinario para tratar del modo de impedir que pa-
raran las cosas en mal; y el primer alcalde, cum-
pliendo, ajuicio de los síndicos, con su deber,
acordólo al punto, citando con urgencia para
aquella noche. Reunido el cabildo, expuso el ob-
jeto de la convocatoria su presidente ; hablaron
los que la provocaran , exponiendo sus temores
cada cuál, y en este punto se presentó Estébanez
en el salón.
Aquí es donde para mí entra naturalmente el
principal interés del cuento. A creer á los síndi-
cos, comenzó aquél por enterarse con breve-
dad de lo ocurrido, y en seguida hizo presen-
te que, hallándose el distrito en estado de guerra,
á la autoridad militar, no á él , tocaba conser-
52 «EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
var el orden, por lo cual ninguna parte tenía
en sus prevenciones, y se limitaba á trasmitirle
las noticias que recibía. Y á esto los síndicos su-
ponen que añadió: «Que en el sistema político
vigente era indispensable que gozaran de ma-
yor prestigio las autoridades, que él sin duda
tenía ya, y que , siendo diputado, y habiendo de
concurrir de todas suertes al Congreso en breve
plazo , creía prestar servicio al país en general,
anticipando su marcha , sobre lo cual pedía al
Ayuntamiento consejo. » No tomando nadie la
palabra, concluyó, según los mismos afirman,
su discurso por tales términos : «Este silencio
es muy elocuente para mi; estoy resuelto á dejar el
mando. yy Pero mientras hablaba , confiesan los
narradores que no cesaron de llegar avisos de
que los síntomas alarmantes crecían , presen-
tándose por donde quiera turbas amenazadoras.
Sin demora acordó , en consecuencia, el Ayun-
tamiento que pasara una comisión á exponerle al
General el estado del pueblo. Compusiéronla un
alcalde, un regidor y un síndico, el subinspector
de la milicia, y Estébanez, que gustosamente, al
decir de los concejales, se prestó á ello, constitu-
yéndose, mientras volvían , el Ayuntamiento
I
EL PRONUNCIAMIENTO Y C(EL SOLITARIO.)) 53
en sesión permanente. Hasta aquí la primera
parte de esta relación , y es lo cierto que , desde
aquél punto y hora, no ejerció autoridad algu-
na Estébanez en Sevilla.
Cuando la comisión volvió, iba acompañada
del Segundo cabo, el cual, fundándose en lo que
Estébanez había hecho, y dicho á su presen-
cia, también renunció el mando. Recibiólo el
brigadier Fontecilla, gobernador miUtar de la
plaza , con repugnancia ; y acto continuo el al-
calde, que había formado parte de la comisión,
protestó de ciertas palabras dirigidas al General
por Estébanez , con las que había éste dado á
entender que la corporación municipal anhelase
la retirada de ambas autoridades , alardeando
de que él y sus colegas nada pedían , nada exi-
gían , nada deseaban. Pero ¿quiénes movían y fa-
vorecían aquello que pasaba? Lleno está de re-
ticencias el manifiesto municipal , que de nada
sirven para descifrar el misterio.
¿Y por ventura ilustra más este punto esen-
cial la reseña histórica que el subinspector de
la milicia de Sevilla, D. P. L. Huidobro \ casi
» «Reseña histórica ó rápida ojeada sobre los sucesos de
Sevilla desde el día 10 al 30 de Noviembre : escrita por D. Pe-
54 ^(EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
á par que su papel los síndicos, dio á la es-
tampa? No por cierto. Con escasa diferencia
en las palabras , la narración de los hechos es
idéntica. Interrogados , según Huidobro , los
jefes de la milicia, y él mismo, acerca de la si-
tuación , en el Ayuntamiento, declararon todos
la inquietud de la fuerza ciudadana , por vir-
tud de los rumores de desarme. Y una vez plan-
teada la cuestión, difícil era, dice Huidobro;
señalar sus límites , porque al paso que se dis-
cutía, multiplicábase la concurrencia en la vecina
plaza ; y la extensión de los debates y la hora á
que tenían lugar, estimulaba el tumulto, dando
ocasión á que lo comenzado por simple descon-
fianza, tomase bien pronto las proporciones de un
verdadero pronunciamiento. Facilitó esto , para
el subinspector, la prontitud con que se prestó
Estébanez á abandonar sus funciones, y la subsi-
guiente dimisión del Segundo cabo, añadiendo,
que una vez entrados en el resbaladizo terreno de
las concesiones , no era fácil contenerse ; razón
por la cual aquella noche misma se pretendió ya
dro L. Huidobro, subinspector de la milicia nacional de la pro-
vincia.» Sevilla , imprenta de D. J, H. Dávila y compañía. Di-
ciembre de 1838.
EL PRONUNCIAMIENTO Y ((EL SOLITARIO.» 55
que la llegada del capitán general Gleonard com-
prometería el orden , y se le previno, aunque
en buenos términos , que no se aproximase á
una ciudad por tan breve modo sublevada con-
tra su autoridad y la del gobierno. El lenguaje
de Huidobro parece de hombre extrañísimo al
acontecimiento, que por de contado condenó en
su folleto bastante explícitamente. Antes de mu-
cho hemos de ver lo que pensaba y de él decía,
en tanto , el fugitivo jefe político , que no de-
bía andar ayuno de lo que en realidad había
pasado.
Pero el más importante testimonio que citar
quepa, fuera del de Estébanez , es el de D. Ma-
nuel Cortina , por demás conocido, y harto pre»
senté aún á la memoria de todos , para que
intente yo retratarlo ahora. Baste decir, que,
ni con mucho , había en Sevilla ciudadano de
tanta cuenta por aquel tiempo. Pues, ante to-
das cosas, confesó éste, en su vindicación ', que
vivamente deseaba , cuando tuvieron los suce-
I Titúlase así : (cA sus conciudadanos el coniandante del
segundo batallón de milicia nacional de esta ciudad en Novienm-
bre de 1838, Manuel Cortina. — Sevilla : imprenta de D. Joa-
quín Roselló, 1839.»
56 ((EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
SOS lugar, que el gobierno cambiase , terminan-
do la dictadura , en su sentir funesta , que afligía
á Sevilla. ((Decidido y verdadero amante (aña-
día) de una bien entendida libertad , aceptada
por mí , con la mayor sinceridad y convicción
de su conveniencia, la Constitución de 1837, no
podía ser indiferente á que se neutralizaran todas
sus consecuencias , como se procuraba á toda
costa , ni convenir nunca en la retrogradación
intentada y ensayada de mil maneras ; quería,
como quiero hoy , que llegásemos al término,
y que á mezquinos intereses de partido, á pa-
siones rateras, á venganzas propias de almas
envilecidas, no se sacrificasen los intereses de
la patria ; en una palabra : lejos de profesar los
principios llamados moderados de los gobernan-
tes, estaba decidido por los que pudieran propor-
cionar el progreso legal, objeto de nuestro anhelo
desde que se emprendió la lucha que nos devora.
Pero á la vez que deseaba éste con vehemencia,
jamás estuve conforme en que se empleasen
otros medios que los legales para obtener el cam-
bio apetecido ; y en Noviembre de 1838 , como
siempre , he estado en contra de los movimien-
tos que ha habido en esta ciudad , no porque no
EL PRONUNCIAMIENTO Y «EL SOLITARIO)). 57
estuviera conforme con su objeto , sino porque
estoy profundamente convencido de que son
siempre perjudiciales, aun cuando lleven al tér-
mino deseado, y éste sea justo.. . Tal era mi
posición la tarde del lo de Noviembre, en cuya
fecha desempeñaba interinamente la subinspec-
ción de milicia nacional.)) Tras esta declaración,
en apariencia tan explícita , 'narraba la ya co-
nocida sesión del Ayuntamiento, apoco más ó
menos como los demás , continuando : a Con-
cluida la sesión, creí de mi deber visitar á Es-
tébanez Calderón , mi amigo , aunque no po-
lítico , y ofrecerle en aquellos momentos mis
servicios. No habiéndolo encontrado en sus ca-
sas, fui á buscarlo á otras donde presumí podría
estar. Tampoco lo encontré, y á mi regreso hallé
en el barrio del Duque al general D. Luís Fer-
nández de Córdova, que se retiraba de su tertu-
lia, y supo por mí lo ocurrido, sorprendiéndose
sobremanera de que hubiesen tenido lugar los
acontecimientos que le referí, sin haberse obser-
vado bulla ni desórdenes de ninguna especie.
Prueba sería esta para mí suficientísima de la
absoluta inculpabilidad de tan respetable español
en los sucesos de Noviembre, aun cuando no
58 ((EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
tuviese otras muchas que llevan mi convicción
al último grado posible. Volví á las casas de
Estébanez Calderón , y después de haberse reti-
rado varias personas que se hallaban allí con el
mismo objeto que yo, me manifestó temores de
que atentasen contra su persona. Aunque, cono-
ciendo como conozco á Sevilla , jamás creí fue-
sen fundados , me ofrecí á ponerlo á cubierto de
cualquier golpe de mano, en la forma que qui-
siese. Resolvió ocultarse en mis casas; nos vini-
mos á ellas, y al fin de la noche determinó mar-
charse á Huelva. Le proporcioné cuanto necesitó;
le di recomendaciones para el Condado , y le
acompañé hasta dejarlo fuera de la ciudad , y
en el camino de Sanlúcar la Mayor.» Según se
ve, ni una coma he omitido de cuanto importe á
la justificación de los personajes políticos sevi-
llanos, ni de lo que toca á las flaquezas que atri-
buyeron á Estébanez.
Que, bien mirado, no parece hasta aquí sino
que el mudar Sevilla de autoridades súbitamen-
te, reemplazando á las legítimas otras por la vo-
luntad popular instituidas , y cuanto allá acon-
teció, en fin, del 10 al 13 de Noviembre, tuvo
por sola causa el miedo de Estébanez ; miedo
EL PRONUNCIAMIENTO Y ((EL SOLITARIO.)) 59
distinto del que recae en varón constante, según
la fórmula jurídica ; verdadero pánico con que
receló primero, sin razón ninguna, que estallase
un movimiento sedicioso , resignó el mando sin
resistencia, y contagió al Segundo cabo , pi-
diendo, por último, auxilio á persona de otras
opiniones para salvar cobardemente la vida.
¿Pero es eso verosímil ? Aquel valeroso Auditor
de ejército, que, sin la menor obligación , tantas
veces había desafiado la muerte en Navarra ó
Álava; aquel jefe político cuya serenidad y fir-
meza ni un instante se quebrantaran durante
la pavorosa crisis de 1836 , sintiendo bam-
bolearse el suelo debajo de sí y de su amigo el
General en jefe; aquel hombre que, sin apo-
yo en un gobierno destinado á ser la primera
víctima , ni en el ejército, desconcertado por la
conspiración doceañista , y harto más inclinado
á subvertir que mantener el orden , tuvo fir-
memente empuñado su bastón de mando hasta
la última hora , y cuando todo el mundo se
había dejado vencer, todavía intentó la temeri-
dad inútil de la resistencia, ¿se había de amila-
nar por falsos rumores de conjuración , y ren-
dir su autoridad á grupos de meros curiosos, no
6o ((EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
siquiera ante una milicia ciudadana , si descon-
tenta, tan subordinada y pacífica, como Huido-
bro y Cortina , sus dos jefes más importantes,
pretendieron después? Mas en todo caso, y aun-
que se hubiera tornado de repente otro que era,
¿tenía alguna necesidad para salvarse de contri-
buir á que el Segundo cabo abandonara su pues-
to? ¿Ni cómo, á todo esto, hallándose cual se
hallaba en Sevilla á la sazón su amigo íntimo»
su protector, su bandera, su indisputado jefe
hasta allí en las cosas públicas, su confidente
en las privadas, su constante corresponsal desde
lejos, el general Córdova, en conclusión, dejó
precisamente de estar en relaciones con él duran-
te aquellos días, los más desagradables á no du-
dar que pasó en su vida? ¿Por qué en lugar de
encontrarle, muy adelantados ya los sucesos.
Cortina, según refirió luego, regalándose tran-
quilamente en una confitería (cosa en sí nada ex-
traña, pues aquel docto jefe político pasó, siem-
pre y con motivo, por muy goloso), no le halló
por ventura en casa de Córdova, pidiéndole
consejo , cuando ayuda no , para salir del mal
paso en que estaba? Reflexionándolo todo, y no
sin poner en ejercicio aquél , si no instinto, casi
EL PRONUNCIAMIENTO Y ((EL SOLITARIO.)) 6l
instinto, que para descifrar hechos históricos
da á los hombres la larga y personal experien-
cia de ellos , vine pronto á caer en conclusio-
nes , que no tienen ya gran valor, atento el de-
cisivo testimonio, á última hora adquirido , de
que paso á dar cuenta. Pero afirmo como hombre
honrado, y varias personas lo saben bien , que
tenía escrita, y dispuesta para la imprenta, toda
esta parte de mi obra, sin haber hecho más alte-
raciones luego que aquellas á que la posesión del
nuevo dato obligaba , sobrado antes que llegase
á mis manos. Dígolo , no por vanagloria, sino
porque eso muestre hasta qué punto ha de ser
hoy firme mi convencimiento, de que la expli-
cación, que al cabo ofreceré á los lectores de los
arcanos sucesos de Sevilla, es la verdadera.
Trátase de una carta donde el mismo Estéba-
nez se los cuenta en confianza á aquel sujeto á
quien miraba más por hermano que por amigo,
conforme dijo cien veces; que ni se mezclaba en-
tonces en la política, ni apenas se ha mezclado
después ; que careciendo de toda importancia
entre los partidos, para nada podía servir, malo
ó bueno , en los negocios públicos , pues ni si-
quiera residía ni quería residir en España á la sa-
02 ((EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
zón, voluntaria y resueltamente apartado de
cuanto pudiera ofrecérsele que no fuesen traba-
jos de arabista. Es este hombre, que de seguro
ha conocido ya el lector, D. Pascual Gayan-
gos. La carta remitida de Málaga á Londres
lleva dos fechas distintas, por no haberse ter-
minado de una vez , la última del 5 de Febrero
de 1839 , y no refiere sólo estos sucesos que
intento exclarecer, antes bien trata de otros de
diferente índole , ya particulares , ya literarios.
((Malos trances ( dice en ella Estébanez ) he
pasado en la farsa de Sevilla. Quisiera remi-
tirte una copia del informe que he prestado en
la causa que sobre aquellos acontecimientos se
sigue; pero las dificultades del correo me arre-
dran, contando con enviártela, siempre que al-
gún amigo ó conocido vaya para esa capital de
la mercachiflería ^ Entre tanto, te diré que los
acontecimientos de Sevilla, en su origen , estu-
vieron unidos á los de Zaragoza y Valencia;
I Londres. — Estébanez solía hablar todavía con el funesto
desdén de los españoles antiguos , de la gente que sólo pen-
saba en ganar dinero; y esto escrito desde Málaga, cuando aca-
baba de emparentar con los primeros comerciantes de aquella
ciudad , pone aquí de manifiesto una de sus peculiares preocu-
paciones.
EL PRONUNCIAMIENTO Y ((EL SOLITARIO.)) 6}
que la aquiescencia imbécil del gobierno á los
primeros dio aliento en Sevilla para hacer una
intentona , pues vieron y calcularon los fautores
que no había riesgo en verificarla; que los avi-
sos que yo di se despreciaron por el gobierno
y por Cleonard; que el Segundo cabo que man-
daba en Sevilla, por ausencia del Conde (Cleo-
nard), por echarse fuera del peligro, me hacía á
mí aparecer como el único que organizaba re-
sistencias; que, en su consecuencia, perdí toda
mi influencia con el Ayuntamiento y con la
benemérita; que él y ésta me faltaron y me
vendieron, singularmente los alcaldes y el siibins-
pector de la milicia nacional ; que me obligaron
á dimitir saliendo á escape á la media hora,
y, en medio de la noche, con lo encapillado,
y sin un real , pues para nada tuve tiempo;
y que Córdova , que se hallaba en Sevilla, ni
Narvaez, que venía de camino para Loja , tu-
vieron participación en el pronunciamiento, pe-
ro que, ya hecho, vio el primero una probabili-
dad en hacerse dueño del movimiento y vengarse
de Espartero , asociando su nombre y su destre-
za con el nombre y prestigio de Narvaez, á
quien comprometieron para que viniese á Sevi-
64 «EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
lia. Este es el bosquejo de los sucesos. En cuan-
to á mí, pasé amargura y trabajos. En algún
pueblo me quisieron traer preso á Sevilla, pues
por todas partes hay patriotas inquisitoriales.
Disipada la farsa, conoció el gobierno y Cleo-
nard que yo había cumplido bien, y que, por
mi resistencia al movimiento, anduve en peli-
gro; pero Cleonard, que quería perder á Córdo-
va y Narvaez, no creyó conveniente el que yo
estuviese en Sevilla durante la causa, pues á pe-
sar de haber estado en linea diversa á ellos , siempre
presumía que yo les ayudaría á salir del mal paso en
que una fatalidad invencible los había coloca-
do.» Tal el texto, que podrá reservar algo, pero
que en todo cuanto dice expresamente ostenta
un carácter de veracidad , que se impone desde
luego al lector.
Lealmente indico esto de que la carta no dice
quizá lo que pudiera por entero ; y la imparcia-
lidad exige que con razonables conjeturas supla
ahora lo poco que sospecho que falte. No le
mintió, no podía mentirle Estébanez á Gayan-
gos , en confianza , y menos voluntaria y gra-
tuitamente, en relato, además, que no lepe-
día nadie , á que su corresponsal , embebecido
EL PRONUNCÍAMÍENTO Y <(EL SOLITARIO.)) 6'^
en pensamientos tan diferentes, ni había de dar-
le, ni le dio, por lo que he llegado á colegir,
importancia ninguna. Pero rara, rarísima es la
vez que una persona , por veraz que sea , lo
cuenta todo absolutamente. Algo cuando menos
hay que se reserva y debe reservarse, por mu-
cha confianza que el confidente inspire, y es
aquello que importa á otros , que á otros pu-
diera perjudicarles , máxime habiendo de fiarse
en hoja de papel manuscrita á las inseguridades
del porvenir. Callar ó disimular no es indicio
en tal caso de inveracidad , sino señal más bien
de delicadeza y prudencia.
Acababa de llegar D. Luís Fernández de Cór-
dova á Sevilla, de vuelta de Cádiz, cuando ocu-
rrió todo esto; y la relación de Cortina suscita
desde luego una dificultad : ¿Era posible que po-
cos momentos antes de la salida de Estébanez de
aquella ciudad , cuando todo estaba consumado,
no tan sólo ignorase Córdova la resolución de
éste, sino que tampoco tuviera noticia de bullicio
alguno? La alarma, comenzada el día lo, dura-
ba ya tres días , lo que ofrece otro problema:
¿Por qué singular acaso, si Estébanez no había
acudido para nada á Córdova, tampoco éste
- xn - 5
66 C(HL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
se interesó, por su parte, en lo más mínimo, ni
por mera curiosidad , en el curso de un asun-
to que á nadie le había al íin de importar tanto
como á aquel jefe político, que era, si no el
mejor, uno de sus mejores amigos? ¿ Ni siquie-
ra se le ocurrió preguntarle á Cortina por la
suerte de Estábanez , ni recomendarle la segu-
ridad de su persona, ya que no acudiese él mis-
mo, tan esforzado, tan fácil á la abnegación, en
casa de la autoridad vencida, para cubrirla con
el prestigio de que pocas horas después se vio
que gozaba? Y, pues, se supone á Estébanez
sobrecogido de un pánico, ¿quién como Cór-
dova, notoriamente inaccesible al miedo, po-
día confortarle 3^ estimularle para que, auxiliado
por tan fieles capitanes cual Huidobro y Cortina
pretenden que eran, sometiese á ios descontentos
y mantuviera su autoridad legítima? Pero sabe-
mos, por otro lado, que todo paró en ser elegi-
do á los tres días, el 15, D. Luís de Córdova,
presidente de la Junta que tumultuariamente
asumió los derechos del gobierno y de sus au-
toridades , hasta los de la militar que por ins-
tantes ejerció Fontecilla: y sábese más ; que tal
elección no ftié casual ó irreílexiva , sino mo-
EL PRONUNGÍAMIENTO Y ((EL SOLITARIO, )) Ó7
vida y encaminada por alguien que de ante-
mano comprometía votos, según declaró Huido-
bro. ¿No es verdad que este alguien por fuerza se
ha de suponer dentro de aquel poder anónimo,
de aquellos fautores del movimiento, que todos
los papeles justificativos denuncian, sin que nin-
guno los nombre ó designe claramente? Con al-
guna m.enos discreción , hubieran quizá acabado
sus autores por venderse á sí propios. De todas
suertes, el oculto centro que para Córdova agen-
ciaba los votos, tampoco es verosímil que im-
provisase tan importante resolución. Para algo
y para alguno se iniciaba y realizaba aquel plan
con tanta habilidad y facilidad cumplido , y en
el cual no se advirtió por un momento siquiera
la inevitable confusión de las espontáneas agita-
ciones populares.
Francamente diré que, no tan sólo por la
declaración íntima, explícita, de Estébanez, sino
por los antecedentes todos y el conocimien-
to mismo del carácter de Córdova, estoy per-
suadido de que, á pesar de los indicios que
aparecen en contra, el plan se formó sin con-
tar previamente con éste último , y más para
comprometerle que para favorecerle. Sus gran-
68 ccEL SOLITARIO)) Y SU TIEMPO.
des cualidades, su claro nombre , su prestigio,
hacían falta, y no se titubeó en aprovecharlos,
contando con que el bien conocido estado de
su ánimo lo arrastraría hasta donde querían
otros, cual en efecto sucedió. ¿Pero podía ig-
norar Estébanez, tan atento a ios trabajos revo-
lucionarios, semejante plan cuando empezó á
ponerse en ejecución? Difícil es admitirlo ; que
no suelen andar tan guardados los secretos de las
conspiraciones , obra siempre de bastante núme-
ro de hombres , para que falten indiscretos. Por
lo que todas no se previenen es porque en el
embrollo de ciertas y falsas noticias que hay
durante los períodos de agitación , llega á ser
difícil y hasta imposible distinguir la verdad de
la mentira ; mas todo se dice, todo se oye en ta-
les casos, máxime por los que tienen interés en
prestar oído atento. Hace más inconcebible eso
mismo la reserva de Estébanez con Górdova. Que
lo natural era que tan pronto como sonara el
nombre del General en el asunto , por misterio-
samente que fuera , con tal que lo supiese Esté-
• banez , tuviera alguna explicación éste con él y
con él contara para desvanecer el rumor y la
intrio-a. Ni hay oue pensar que durante el breve
EL PRONUNCIAMIENTO Y «EL SOLITARIO.)) 69
tiempo trascurrido desde 28 de Octubre, fecha
de la última carta que he citado aquí, donde
resalta la más cordial y recíproca intimidad,
hasta el 12 de Noviembre, día en que Estébanez
depuso el bastón de mando, hubiera entre ios
dos ningún resfriamiento de relaciones. ¡Qiié
habíade haberlo, si su recíproca amistad sobrevi-
vió á todo aquello! Ya se ha visto cómo habló á
GavaníTos Estébanez respecto á lo que estaba dis-
puesto á hacer á favor de Córdova, si el gobier-
no de Sevilla se le hubiera devuelto. PuesCórdo-
va, por su parte, escribió después de ios sucesos,
y en carta como entre hermanos, al hoy general
D. Fernando, lo siguiente: «Mucho me alegro de
io hecho por Estébanez Calderón, al cual asegura-
rás que de mí no tenga que esperar sino amistad
_y consecuencia, nunca hostilidad.» No: la intimi-
dad del ejército, de Logroño, de Madrid, de los
diez meses de gobierno en Sevilla , continuaba
íntegra cuando el pronunciamiento sobrevino;
y el trozo de carta que de citar acabo evi-
dencia además que , no sólo antes de él , sino
e 1 los días mismos en que se desarrolló y con-
sumó, Córdova estuvo certísimo de que para
él Estébanez era lo que hasta allí había sido.
70 <(E1. SOLITARIO)^ Y SU TIEMPO.
En su carta á Gayangos declaró , sin embargo.
Esíébanez que en lo de Sevilla había estado en-
frente de Gordo va ; y por ser tan verdad esto,
juzgó el General necesario escribirle á su herma-
no, para que se lo trasmitiera, que no esperase
nunca su hostilidad, es decir, que no había que-
dado quejoso de él en modo alguno.
Todo esto prueba , sin disputa , una cosa:
que en un momento que no es posible fijar,
Estébanez supo y vio claro, antes de resolverse
á abandonar á Sevilla , que Córdova se deja-
ba arrastrar por fni al movimiento. Guál fuese
tal instante , es lo que calla aquél , aunque hay
que suponer, por lo que dice , que el movi-
miento estaba ya , no sólo iniciado , sino ade-
lantado, cuando tomó el General su resolu-
ción. Sintiéndose, por una parte, entonces sin
voluntad para luchar con hombre á quien sin-
ceramente amaba, y en el cual había encarnado
hasta allí todas sus esperanzas de porvenir, de
fortuna , y hasta de gloria ; por otra , con hon-
radez sobrada para hacer traición á sus debe-
res , adhiriéndose á los enemigos del gobierno,
renunció desde luego á toda resistencia , rin-
dióse á la fatalidad de su situación, hiciéronsele
EL PRONUNCIAMÍENTO Y ((HL SOLíTARíO. >•» 7 I
siglos los instantes que tardó tras eso en aban-
donar á Sevilla. Y así todo se explica, y se ex-
plica bien, lo que dice como lo que calla Esté-
banez en el importante documento que ültima-
merrte he dado á conocer, y esclarece de hoy
más una página curiosísima de la historia de
España en el siglo presente.
No sé si parecerá ocioso al lector que me de-
tenga aquí tanío. Sépase, en todo caso„ que no
me mueve únicamente la importancia grande que
alcanza en la vida de Estébanez este aconteci-
miento, ni siquiera el propósito, para mí inex-
cusable, de justificar su conducta, por muy di-
versos modos juzgada después. Lo que hay es
que, puesto á contar lo que realmente sucedió
en Sevilla en 1838, tengo obligación de aclarar-
lo todo, hasta donde lleguen mis fuerzas. Que
no se trata de asunto leve , cual pudieran creer
los que juzguen por su aspecto externo y sus
efectos inmediatos. Comparando lo que referí
ya con algún cuidado en el anterior capítulo, y
lo que acabo de relatar en este, pronto se viene
en conocimiento de que fué importantísimo.
Bastaría recordar el influjo que tuvo en la suer-
te de Córdova y Narvaez, para no contarle en-
72 «HL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
íre los insignificantes; pero sus consecuencias
fueron mucho mayores para España.
Rápidamente he de recordar ante todo lo que
nadie ignora , y es que Córdova aceptó , sea
como quiera, la presidencia de la Junta ilegal de
Sevilla , recogiendo mal de su grado la respon-
sabilidad del pronunciamiento. Cortina fué de su
parte á buscar á Narvaez, y no sin verdadera re-
sistencia ; pero , cediendo á las súplicas que la
carta credencial contenía , y á los amistosos
consejos del mensajero, se presentó en Sevilla
al fin , donde fué recibido con entusiasmo. No
tardó el capitán general Cleonard en declarar re-
beldes , con severísimas palabras, á aquellos dos
émulos de Espartero. Y éste, á su vez , repután-
dolo todo por conjuración enderezada contra su
persona, redactó cierta Exposición célebre, apa-
rentemente dirigida á la Reina Cristina, y en
realidad á la nación y al ejército , pidiendo gra-
ves castigos para los Generales, impensadamen-
te comprometidos en tal aventura ^ Pocos, muy
I Exposición dirigida á S. M. la augusta Reina Gobernado-
ra sobre los sucesos de Sevilla, por el Capitán general de los
ejércitos nacionales Gciids de Luchana,— Madrid 1838. — ín-i-
prenta á cargo de H. Martínez.
EL PRONUNCIAMIENTO Y C(EL SOLITARIO.» J-i,
pocos días duró ésta, en tanto ; que, viéndose
Seviiia sola , se inclinó á someterse á las auto-
ridades del gobierno tan fácilmente como las
había repudiado. Ski ninguna dificultad entregó
entonces Córdova el mando al general San Jua-
nena , que coxi cortísimas fuerzas se aproximó
allí, por mandado del Capitán general. El go-
bierno, aunque estuviese compuesto de mode-
rados, por propio despecho de una parte, y por
complacer de otra á Espartero, dispuso que Cór-
dova y Narvaez fuesen rigurosamente procesa-
dos. Con lo cual , después de contestaciones ás-
peras, Córdova emigró á Portugal, donde por
desgracia murió antes de dos años, el día 29 de
Abril de 1840; y Narvaez huyó primero á Tán-
ger y á Francia luego , de donde no volvió
sino para echar á Espartero de la Regencia del
reino en Torrejón de Árdoz. Como en ninguno
de tales hechos intervino Estébanez, bien puedo
pasar tan de ligero por ellos; pero tocante á los
antecedentes y consecuencias del pronuncia-
miento en sí mismo , todavía necesito exten-
derme un poco más.
indudablemente Narvaez primero, y después
Córdova, salieron de Madrid muy despechados.
74 ^<f^'- SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
ardiendo en cólera contra Espartero, y sin con-
fianza alguna en que los hombres que ocupaban
el poder, aunque representasen á los moderados,
seriamente se opusieran á la humillante prepon-
derancia de aquél , ni á sus ulteriores planes.
También debían considerar perdida toda espe-
ranza de vencerle en lucha legal , una vez des-
hecha la idea de que se formase aquel otro
grande ejército , de que había de ser núcleo el
de reserva , á cuya sombra se pudiera organizar
y mantener un gobierno independiente, capaz
de destituir al ambicioso caudillo del Norte.
Todo esto se comprende bien con sólo lo que
dije en el capítulo antecedente. Mas para opi-
nar, no obstante, como Estébanez, en mejor
situación que nadie de saberlo, que ninguno
de los dos marchó á Andalucía con propósitos
sediciosos , tengo fundamentos irrecusables. No
hay en la correspondencia anterior de Estéba-
nez y Córdova , con ser tan íntima , el menor
indicio de tal propósito; ¿y cómo podía ima-
ginarlo tan siquiera el último sin contar con
el hombre de más confianza que tenía á la sa-
zón , y el que más se lo podía facilitar , ó con-
trariar tal vez? Ya que del correo no se fiase
HL PRONUNXIAMÍENTO Y KE!. SOiJTARIO. )> 7^
Córdovaj contendrían en tal supuesto las cartas,
ya reticencias, ya alusiones más ó menos reca-
ladas, que no existen. Y por lo que hace á Nar-
vaez, oíle á Estébanez yo mismo, muchos años
después , con ocasión de cierta frase amarga
que á propósito de lo de Sevilla se dirigió á
aquel en el Senado, lo siguiente : ((Fácil le será
probar que fué allí únicamente arrastrado por su
cariño á Córdova, y sin otro fin que ayudarle á
salir de aquel mal paso.)> Lo mismo que ahora
resulta de su carta á Gayangos.
También dijo la verdad pura Estébanez res-
pecto al origen de los sucesos. Para mí es
clarísimo que lo que se pretendió al principio en
Sevilla, cual en otras ciudades por entonces, fué
impedir que deliberasen de nuevo las Cortes,
convocadas para el 8 de Noviembre, tal y como
se intentó y logró en 1836. Los promovedores,
al decir de Huidobro , eran (( personas muy ex-
trañas á la milicia nacional, que se interponían
y gritaban descompasadamente , encubriendo
muchas de ellas sus rostros para no ser conoci-
das;» y desde el primer instante hubo, según él,
quien aspirase á cosas distintas de las que se di-
jeron en el Ayuntamiento. Los síndicos de éste,
76 C(EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
al vindicarlo, hablan también de aun foco en que
se fraguaban las niaqNinadones, á que no les había
sido posible descender.» Y las diversas alusiones
de igual clase que se hallan en otros de los pa-
peles publicados, demuestran que todo el mundo
convenía en que el centro que organizó el mo-
vimiento era un centro secreto y reconocido
por tal.
Parece, pues, seguro, fuesen más ó menos ino-
centes lu^go los concejales y jefes de la mi-
licia , culpables para Estébanez . que aquellas
sociedades secretas poderosamente reorganiza-
das en Sevilla, como advirtió á tiempo éste, obe-
deciendo la voz de su supremo centro, crearon
artificialmente la alarma y dirigieron ía acción.
De allí partieron sin duda ios mensajes diferen-
tes que recibió Huidobro, en la reunión de dele-
gados de la milicia nacional , para que hiciese
elegir Presidente de la Junta á Córdova , y los
que con idéntico objeto se enviaron á los demás
votantes. Pero, ¿qué mucho, si, al decir de Hui-
dobro mismo, en la reunión celebrada por Fon-
teciila el día 14, unánimemente se proclamaba
ya á Córdova por una necesidad, y « como res-
taurador de la perdida calma?» ;Unánimemente
EL PRONUNCIAMIENTO Y «EL SOLITARIO.)) 77
nada menos! ¡Ah! no: no parece siquiera dudo-
so que aquello de poner al ilustre vencedor de
Mendigorría al frente del pronunciamiento fué
cosa de antemano acordada, aunque el interesado
mismo lo ignorase. El foco activo, organizado y
potente, aunque anónimo, en quien todos reco-
nocían el origen y dirección del movimiento,
por fuerza fué quien tal pensó y realizó sucesi-
vamente. No falta sino inquirir la razón que
para ello hubiera.
Y esta se cifra para mí, en el indisputable pres-
tigio militar que alcanzaban los nombres de
Córdova y su amigo Narvaez , y en la popula-
ridad del último, especialmente por Andalucía.
Quísose otra revolución por los más violentos
de los liberales, tal como en 1840, ó 1843, Y ^^'^
propio modo que siempre se procuró contar
con el ejército. El único, aunque inútil acier-
to del tal foco de Jas maqui^mciones, fué compro-
meterlos á los dos , uno tras otro, Narvaez lo
fué por Córdova, y éste, se dejó, por su parte,
comprometer, no en virtud de otra causa que la
que dijo Estébanez, por odio á Espartero, pen-
sando aprovecharse de aquella revolución para
desvanecer su influjo ilegítimo y su peligroso
yS C(EL SOLITARIO» Y SU TíEMPO.
poder. Por lo mucho que de él he dicho sabe bien
el lector que era hombre Córdova muy fácil de
conmover y exaltar, una vez persuadido de que
obraba con miras patrióticas. Mas á la ingénita
irritabilidad que en momentos dados le impelía
á saltar por cima de cualquiera contradicción,
sábese igualmente que en él se aunaba cierta
propensión al cansancio , al retiro , al sacrificio
de su persona. Tales condiciones sobradamente
se mostraron en la aceptación, en el mando, en
sus frecuentes dimisiones , del ejército del Nor-
te ; y así también se explica su adhesión al pro-
nunciamiento de Sevilla y su desistimiento de
él, tan rápido y generoso. Que Córdova y Nar-
vaez habrían dado harto más que hacer que
dieron , si hubieran sido verdaderos y desalma-
dos revolucionarios.
Pero al primero, aunque ambicionara por aquel
tiempo el poder , de cierto no le lisonjeaba reci-
birlo de una ó muchas juntas rebeldes. Tampoco
era hombre que sin escrúpulos se sobrepusiera á
la ley, ni violase la Ordenanza sin pena. Y con
todo eso, si el levantamiento de Sevilla se hu-
biera generalizado, los actos indudables de in-
dependencia que ejecutó , sin tener para nada
EL PRONUNCIAMIENTO Y «EL SOLITARIO.)) 79
en cuenta al gobierno legítimo, actos muy hábil-
mente recogidos por Espartero en su manifiesto,
no permiten dudar que estuviese dispuesto á ha-
cer suyo el triunfo, destituyendo á los ministros
y al General en jefe del ejército del Norte, y co-
locándose á la cabeza de todo , ó no más que á
la de las tropas, según las circunstancias. Lo que
no sé yo es qué papel le habría tocado en esto á
Narvaez , hombre de corazón , y capaz , como
en aquel caso demostró, de amistad sincera,
pero susceptible, ambicioso y con quien no era
posible dejar de contar después del triunfo. Más
á propósito, conforme dije y se ha visto luego,
que Córdova para tiempos de revolución, tenía,
lo propio que éste, el defecto de hartarse pron-
to de luchar con pequeños inconvenientes, tra-
yéndole su impaciencia, en ocasiones varias, á
abandonar prematuramente el campo. Por eso
en el fácil desenlace de los sucesos de Sevilla se
entendieron Córdova y Narvaez tan perfectamen-
te. No es improbable, por cierto, que en un go-
bierno presidido por el primero hubiera tocado
al segundo el mando enjefe del ejército del Nor-
te , si es que se lograba arrancarlo de las manos
de Espartero; y entonces creo yo que habría
8o «EL SOLITARIO» Y SU TIEIVIPO.
dejado un nombre más militar que político , lo
contrario de lo que llegó á suceder.
Por su parte, los genuínos revolucionarios no
intentaban hacer de Córdova y Narvaez sino ma-
teriales instrumentos para alcanzar sus vagos, pe-
ro disolventes propósitos: loque lograron á fines
de 1840 con Espartero, de quien tanto desconfia-
ban, por los sucesos de Aravaca tres años antes;
lo que se les frustró, y harto tristemente para ellos,
con Narvaez en 1843 ' ^^ ^^^ ^"^^ ^'^^^ ^^^ ^ ^^"
dias consiguieron en 1854 con O'Donneil y del
todo deshizo éste á la postre , mediante su re-
flexiva y lenta pero indomable energía. Eran,
por conclusión, diferentísimos los móviles que á
unos ü otros guiaban en aquel caso, como suele
acontecer. Moderado el gabinete del duque de
Frías, los iniciadores escondidos del movimien-
to, los que encaminaron el golpe de las socieda-
des secretas , no podían menos de ser ó llamarse
progresistas y liberales ardientes. Ni era esto tan
raro cual pudiera hoy parecer, porque ya dije en
el anterior capítulo, que Córdova no estaba de-
cididamente afiliado á parcialidad alguna. «No
tengo (decía después de los sucesos) títulos ni de-
rechos para solicitar la defensa y asistencia de
EL PRONUNCIAMIENTO Y «EL SOLITARIO.)) 8 1
ningún partido, á ninguno perteneciendo ^)) Las
palabras y acciones de Cortina, no dejan duda,
por otro lado, de que aun declarándose progre-
sista, fuesen Córdova y Narvaez á la sazón sus
hombres , ni más ni menos que los de Estéba-
nez. Pero esto no indica más sino que ambos,
el progresista y el moderado, habrían tirado de
ellos en opuestas direcciones tan pronto como
hubieran llegado entonces por cualquier camino
al poder. Narvaez dijo también, aislándose de
todo partido desde Tánger : «Nunca puse ni in-
tenté poner en la balanza política la espada que
me entregó la p. tria para exterminar á sus ene-
migos ^))Y en el ínterin. Espartero, muy odiado
en 1837 por Mendizábal y el ministro de la gue-
rra progresista Seoane, y muy contrario, según
declaró él mismo, ala continuación del gabinete
Calatrava, aunque en la rebeldía de Aravaca de-
clinase toda participación , tampoco era progre-
' Manifestación provisional que hace al público el general
Córdova , sobre los sucesos de Sevilla. — Madrid : imprenta
déla Compañía Tipográfica, Diciembre de 1838.
2 Manifiesto del mariscal de campo D. Ramón María Nar-
vaez, en contestación á las acusaciones del capitán general
conde de Luchana. Madrid : imprenta de la Compañía Tipo-
gráfica, 1839.
- XII - 6
82 «EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
sista aún , ni mucho menos. Todos los tres cau-
dillos estaban , en suma , á ver venir , bien que
con diferentes inclinaciones naturales.
Difícil es á todo esto negar , por mucho que
se acate su memoria , en varios conceptos digna
de estima, que más que á nadie se debió á Espar-
tero la pretensión posterior de los caudillos del
ejército de dirigir á título de tales la política
española. No era esto lo mismo , aunque á pri-
mera vista lo parezca , que los pobres héroes de
la Isla habían querido en 1820. Cualquiera que
fuese el móvil de su rebelión, aun dado que
verdaderamente los guiasen sentimientos políti-
cos incompatibles con la monarquía absoluta,
una cosa se puede afirmar con certeza ; y es que
ni Quiroga, ni O'Daly, ni Riego , pensaron en
llegar á ministros por tal camino, encargándose
de dirigir la política interior y exterior de la
nación. En la actitud revolucionaria del ejér-
cito en 1836, indudablemente hubo exaltación
política , odio vehemente contra las ideas carlis-
tas, y, por lo tanto, verdadera adhesión alas
más liberales. Pero nadie , y menos que nadie
los sargentos de la Granja, pensó en el ejército
por entonces en tomar para sí el poder con la
EL PRONUNCIAMIENTO Y «EL SOLITARIO.» 83
Violación de la disciplina conquistado , sino en
entregarlo á los hombres políticos que represen-
taban las doctrinas preferidas y triunfantes. Con
Espartero apareció ya el caudillo, que astu-
tamente encaminaba sus acciones á asaltar y
poseer el poder, auizá era esto, ya por uno, ya
por otro, y antes ó después, inevitable, hallán-
dose ocupado el trono por hembras ; pero la
distinción que acabo de establecer paréceme
digna de nota. Y por supuesto que nada tiene
que ver lo que digo, con el propósito de alcan-
zar el poder en las Cortes que tuvo , á mi juicio,
Córdova, porque eso era tan natural y loable en
un soldado cuanto en otro cualquiera. La con-
ducta de Espartero desde que se encontró de Ge-
neral en jefe , ya con el ministerio de Calatrava
y Mendizábal, ya con el del conde de Ofalia y
D. Alejandro Mon, ya con el del mismo duque
de Frías y Alaix , que fué quien principalmente
lo inspiró al fin, me da sobrado motivo para
pensar lo que pienso. Y como todo ejemplo, ma-
yormente si es malo , cunde , no tengo tampoco
duda yo de que en Sevilla á toda costa quisie-
ron, por un momento al menos, sus rivales de-
rrocarlo y escalar el poder con la espada, no de
84 «EL SOLITARIO)) Y SU TIEMPO.
otro modo que se hizo al cabo, si con infaustas
resultas en 1841 , con éxito felicísimo dos años
más tarde.
Pero en 1838, no tan sólo se quedó el movi-
miento aislado en su cuna, sino que las tropas,
aún no hechas á faltar siempre á sus deberes,
no obstante los deplorables casos que ya había,
recibieron con frialdad primero y casi con hos-
tilidad al fin , en Sevilla mismo, el mando ilegí-
timo de los dos Generales ; viendo lo cual los
revolucionarios de veras, y que carecían así de
todo medio para obtener el triunfo , amainaron
los bríos tan de repente , como se ha dicho, de-
clarándose por la sumisión. A Córdova, en el
ínterin, le sobraban entendimiento y experiencia
para saber que , dada la actitud indiferente de
las tropas y del país , y la decidida y violenta
del General en jefe del ejército del Norte, no era
posible otra cosa ya que perturbar más y más
á la nación , con provecho sólo , cual siempre
hasta allí, de D. Carlos. Por eso, y por sus cono-
cidas condiciones de carácter , hizo , pues , tan
nobles esfuerzos para arreglar las cosas, abrien-
do brevemente las puertas de la ciudad á San
Juanena. La mayor culpa que un analista con-
I
EL PRONUNCIAMIENTO Y «EL SOLITARIO.)) 85
servador ha hallado luego S en su conducta,
consiste en la dura respuesta que dio á la pro-
clama de Cleonard contra él, ciertamente pro-
vocativa y de hombre 'resuelto á borrar sus
equivocaciones con la punta de la espada. Mas
hay que tener en cuenta que Ccrdova, sin ser
insolente, sino antes bien lo opuesto, pecaba de
susceptible por todo extremo en punto á honor.
Tan áspera y más que la suya, por de contado,
fué la contestación que dio Narvaez á Esparte-
ro , no obstante que su proceder era más dis-
culpable , quedando desde entonces planteado
aquel gran duelo entre los dos , terminado con
la emigración del último á Inglaterra, no sin
haber primero visto en sus ciertamente valero-
sas manos el cetro , de que se apoderó en mal
hora, hecho vil caña. [Tardíos arranques, por
otra parte, de energía los de Córdova y Narvaez
en aquel trance! Las cosas hay que quererlas ó
no de veras en la vida púbHca ; y no diría yo
aquí la verdad toda si callase que ninguno de
ambos Generales dejó tan alto su nombre al salir
como al llegar á Sevilla lo tenía.
No es en esto que estoy terminando, lo menos
* Burgos : Anales de Doña Isabel 11,
86 ((EL SOLITARIO)) Y SU TIEMPO.
difícil de resolver, si D. Manuel Cortina fué tan
indiferente á lo que pasó , cuanto decía. No
llevaba muy adelantada aún su carrera pública
en aquel tiempo , y muéstralo una de las car-
tas , escrita á Córdova por Estébanez , tratan-
do de elecciones, pocos meses antes. Allí se lo
da á conocer como aun tal Cortina ^ abogado,
comandante de nacionales, hombre de acción,
sobre todo muy mañoso y apasionado del general
Narvae:( ^)) Pero con no tener gran talla política
todavía , tan ciertas eran las dotes que desde el
principio descubrió en él Estébanez, que su in-^
flujo no contaba en Sevilla rival , ni en la mili-
cia ni en el pueblo. A mí me parece, ante todo^
y ya lo he dicho , que á la sazón pensaba Corti-
na , como Estébanez , servir de lazo de unión
entre Córdova y su grande amigo Narvaez. Ni
su posterior viaje en busca de este último puede
hallar otra verosímil explicación. ¿Y para qué de-
mostrar ahora que no era moderado, sino progre-
sista^ que estaba muy descontento de la marcha
del gobierno, que juzgaba tiránicamente gober-
I Carta de Estébanez á Córdova de lo de Febrero de 1838,
puesta á mi disposición por D. Fernando de Córdova , actual
marqués de Mendigorría.
EL PRONUNCIAMIENTO Y ((EL SOLITARIO.)) 87
nado aquel país por el concie de Cleonard y
el estado de sitio que éste le había impuesto,
que vivísimamente anhelaba un cambio político?
Todo esto lo declaró francamente él mismo en
su citado manifiesto. Lo que queda por saber es,
si el aborrecimiento á todo lo que sonara á re-
volución , de que aquel documento habla , era
tan sincero, cuanto probó Estébanez que el suyo
era , y tal que de todo punto le impidiese , ni os-
tensible ni disimuladamente, contribuir á un pro-
nunciamiento ordenado , como el que tuvo á la
postre por jefe al general Córdova ; y si el gran-
dísimo apoyo que le prestó á éste , ayudándole á
comprometer á Narvaez , fué por su parte cosa
de todo en todo inocente. Su sagacidad bien co-
nocida hace difícil que crean muchos en candor
tamaño. Lo que yo sé decir, tocante á sus es-
crúpulos en materia de revolución , es que ma-
terialmente parecen arrancadas de su manifiesto
de 1838 algunas frases del de 2 de Noviembre
de 1840, que lleva su firma al pie, juntamente con
la del general Espartero, duque ya de la Victoria.
Encarécese en dicha proclama sobre toda ponde-
ración el mérito contraído por el pueblo de Ma-
drid , el de las provincias y el ejército, al volver
88 «EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
las armas contra el legítimo gobierno de la Reina
Gobernadora , obligando á esta augusta señora á
que abandonase la regencia y el país. ¡Oh! ¡Es-
taban lejanos aún en 1840, y todavía más natu-
ralmente en 1838 , los días en que de verdad y
de todo corazón abominase Cortina de las revo-
luciones ! Fué luego sincerísimo en ello, que na-
die ha re|iunciado tan voluntariamente al poder
y hasta á la política , encerrándose en el ejercicio
de su profesión , y no más. Pero, entre tanto, y
por lo que hace á su conducta en el pronuncia-
miento referido , lo menos que se ha de creer,
es que fué uno aquel de los casos en que, ya que
no entrase en un proyectado trastorno, solía,
cual en su manifiesto confesara, encerrarse en la
inercia. Esta , en hombre como él , y dadas las
circunstancias por que pasó Sevilla en 1838, se
parecía á la complicidad extraordinariamente.
Cuanto más que no fué inercia ir á comprometer
á Narvaez. Autor ó cómplice, nada pierde en
ello un hombre que fué de todas suertes el alma
del ministerio-regencia en 1840; y sobre todo en
siglo y nación donde, por legítimos y buenos, ó
malos é inicuos motivos, todo el mundo ha acudi-
do á la fuerza alguna vez para fundar gobiernos.
EL PRONUNCIAMIENTO Y ((EL SOLITARIO.» 89
Hora es de que ponga término al presente ca-
pítulo ; mas no sin recordar antes que , según he
dicho, fueron las consecuencias de todo esto
mucho mayores que se pudieran á primera vista
temer ó esperar. Las cosas , como se expone en
el capítulo anterior , habían cambiado bastante
desde 1836, á poder de los desengaños que á
sus propios adeptos dieran los vencedores de la
Granja , y por el triste espectáculo que á los
ojos de todo el mundo ofreció la radical impo-
tencia de los gobiernos que se siguieron. Para
todos por igual, los males del país comenza-
ban á ser insufribles. Una corriente de deseos ra-
zonables y prácticos comenzaba, más ó menos
latente ó descubiertamente , á establecerse y
predominar en la opinión pública. En medio
de la desesperación unánime á que se asistía,
fijábanse no pocos por seguro puerto en el esta-
blecimiento *de una legalidad estricta , con la
aplicación sincera de la Constitución recién pro-
mulgada y aceptada por todos los liberales sin
distinción. No podían pretender ya siquiera los
moderados cerrar el paso á los vencidos de Cá-
diz ; antes bien se inclinaban los más á buscar
una conciliación sincera entre todos los hombres
90 <(EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
políticos , á quienes el sucesivo ejercicio de un
poder desnudo de propia fuerza y sin adecua-
dos medios para acudir al bien de la patria, te-
nía convencidos de la absoluta necesidad de for-
mar partidos de gobierno. Comprendíase muy
generalmente, en fin \ la necesidad de que las re-
sistencias fueran eficaces , é incontrastable la le-
galidad constitucional, mucho más cuando todos
veían venir, sin saber bien con qué bandera , un
conflicto inevitable y mayor que cuantos habían
ocurrido desde la muerte del Rey , que era el
conflicto entre las legítimas instituciones del Es-
tado y el General que mandaba en jefe la más
considerable parte del ejército nacional. Todo
esto no es sino recuerdo y ampliación de lo que
al fin del capítulo anterior dejé consignado. Vuél-
vome á hacer cargo de ello, porque aquí es don-
de oportunamente he de decir que tales , y quizá
tan útiles cosas, se precipitaron, sin estar todavía
maduras , por causa del movimiento de Sevilla,
y fracasaron allí totalmente, quedando toda po-
sibilidad de verdadero gobierno constitucional
descartada, y por largo tiempo. No quiero prose-
guir; pero ¿se dudará aún de que los sucesos
de que hablo produjeran gravísimas consecuen-
EL PRONUNCIAMIENTO Y «EL SOLITARIO.)) 9 1
cias? Las primeras se experimentaron ya en 1841
y 1843 : las últimas se están tocando todavía.
Porque otras cosas hemos logrado ; pero no re-
cobrar el cuerpo electoral que entonces poseía-
mos, falta tan esencial que no cabe lamentarla
con exceso. Pocos ó ninguno previeron entonces
tales consecuencias. Estébanez sí, con maravillo-
so instinto ; y aun por eso, desde que se disipa-
ron aquellos proyectos honrados de 1838 , no
volvió á ocuparse con formalidad en las co-
sas políticas. Jamás tornó á esperar , sin duda,
que nuestros males interiores tuvieran remedio,
sino mediante el extraordinario y también im-
posible recurso de que hablaré después.
^
CAPÍTULO XI.
«EL SOLITARIO)) EN LA VIDA PRIVADA.
Sumario. — Vuelta á Málaga y matrimonio de Estébanez.— Ob-
servaciones sobre la felicidad doméstica en general^ y la suya
en particular.— Sinsabores en otras cosas. — Inopinado tér-
mino de la guerra civil. — Entusiasmo de Estébanez. — Consue-
los que ofrecen las letras.- — Triunfo personal de Espartero en
1840. — Vuelta de Estébanez á Madrid. — La Empresa de la
sal. — Más sobre libros viejos. — ^Viajes por la Península,
Francia é Inglaterra. — Pensamiento predominante de Esté-
banez desde esta época.— La escarapela. — La marcha nacio-
nal.— Cuestión de Marruecos. — Patriotismo de Estébanez.—
Diferente punto de vista del autor de esta obra. — Recuerdos
históricos. — ¿Qué fué la España de otros tiempos y qué pue-
de hoy ser?^ — Quijotismo de nuestro espíritu nacional. — Lo
que pretendía, en suma, Estébanez.
OR grande que sea la excusa que su
proceder merezca , preciso es confesar
que tampoco salió tan airosamente Es-
tébanez de Sevilla , como del ejército y de Lo-
groño. Durante mucho tiempo quedó luego
reducido á la vida privada , sin que ni siquie-
94 ((EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
ra llamara sobre sí la atención con publicacio-
nes importantes , hasta que se hizo historiador,
en la ocasión y forma que dirá otro capítulo,
no el presente. Los años corren para él de aquí
adelante, y en mi trabajo, con muy distinta rapi-
dez que en los ocho trascurridos , desde que dejó
á Málaga , período que sin disputa fué el más
interesante y agitado de su carrera ; ni com-
parable al que le había precedido, ni compa-
rable al que empiezo ahora á narrar. Ya , á la
verdad, estaban , si no en el punto más alto,
bien poco menos, su reputación literaria y su
carrera. Frisaba en los cuarenta años , zenit or-
dinario de la vida ; su saber podía extenderse,
que no hay término en eso , acrecentando,
además , el número de obras sus títulos á la
fama ; mas no tenía que esperar su inteligencia
mayor desarrollo, ni podía ser más indisputable
su mérito. Este cambio de circunstancias que
tuvo naturalmente lugar en su existencia , por
fuerza ha de reflejarse en este libro que de
ella es trasunto y fiel espejo. Cinco años nada
menos tardó en ensayarse en el género histó-
rico. Diputado propietario no lo fué ya hasta
trascurrir igual período, y representando en-
I
«EL SOLITARIO» EN LA VIDA PRIVADA. 95
tonces á Orense. No volvió tampoco á desem-
peñar cargos públicos, sino ocho años después
que dejase á Sevilla. ¿Cómo ha de dar, pues,
materia su biografía durante este tiempo para
tantos capítulos como el anterior?
Pero con todo eso , fué el más dichoso de su
vida este cambio, pues al fin y al cabo logró
unirse en matrimonio con la mujer que tan de
antiguo y con tal constancia amaba, y pronto
alcanzó también la fortuna de tener descendencia.
Muy entrado debía de estar el mes de Diciembre
de 1838 cuando sentó otra vez su planta en la
ciudad nativa, y anduvo tan de prisa en propo-
ner de nuevo, arreglar, y llevar á término el ca-
samiento, dominando todas las antiguas dificul-
tades, que pudo celebrarse á 23 de Enero del
año siguiente.
Tenía por nombre su esposa Matilde, y sus
apellidos eran Lívermoore y Salas. Al enlazarse
con ella emparentó con D. José de Salamanca,
de quien por bien conocido, nada hay que decir,
casado con una cuñada; con D. Manuel Agustín
Heredia, marido de otra , y persona muy noto-
ria, así por sus singulares servicios á la industria
y navegación españolas, como por su cuantió-
96 ((EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
sa y bien adquirida fortuna, no sólo en Málaga,
sino en toda España, y fuera de España; con otras
importantes familias, en fin , del comercio de
aquella plaza. Los hijos que de su enlace tuvo,
y en muy corto espacio, fueron tres, de los cua-
les viven dos hoy solamente , habiendo falleci-
do uno de los varones en la flor de la juventud,
cuando le auguraba todo brillante carrera.
No tiene aquel matrimonio historia ; circuns-
tancia todavía más feliz para los maridos que
para las naciones, aunque sea cosa en éstas que
no falte quien repute ventajosísima. Pero ya
que tengo hablado de los castos y largos amo-
res, de que fué dichoso término , todo loque
consiente la costumbre hablar en España de la
vida íntima de los hombres , aunque sean céle-
bres, ha 'de permitirme aquí el lector que, sobre
la vida doméstica de estos esposos , le comuni-
que algunas noticias también.
Con toda verdad digo , que he visto pocos tan
bien hallados en familia como Estébanez. Era
él, por su lado, respetuoso y galante esposo, pa-
dre indulgente y tiernísimo , porque en su per-
sona, ya lo he dicho , se daba una de tantas
contradicciones como á cada paso ofrecen la rea-
((EL SOLITARIO» EN LA VIDA PRIVADA. 97
lidad de una parte, y de otra la apariencia ; con-
tradicción que suele ser más flagrante que en
nadie , en los poetas y los autores varios de
obras de imaginación. Tal, que inunda en llan-
to con la indecible ternura de sus palabras á las
lectoras candidas, hace en su casa llorar bas-
tante más á los míseros seres que pone el mun-
do bajo su mano, con acciones prosaicamente
crueles. Otro que se pierde por publicar libros
satíricos, al parecer saturados de escepticismo
amargo y frío, es en su hogar crédulo, dulce y
sensibilísimo , un bendito de Dios , por decirlo
de una vez. Perenne manantial de chistes éste
en la conversación, pone melancólico y mohí-
no á cualquiera con las desconsoladas y pe-
nosas páginas que imprime. Poeta cómico aquél,
y tal que no escribe frase que no traiga risa
al rostro de quien asiste á sus comedias, ja-
más emplea entre amigos la menor partícula
de su ingenio, antes bien parece de continuo
malhumorado. A lo mejor, el pensador profun-
do y grave, es chancero y regocijado, y el sai-
netero trivialísimo es callado y muy formal.
Diríase , en suma, que los más de los autores,
sólo aquello que no gastan entre los suyos , ni
- XII - 7
98 C(EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
para sí, es justamente lo que regalan al públi-
co. Quien esto tome á paradoja, repase sus pro-
pios recuerdos, y se convencerá deque hablo ver-
dad. Por lo que hace á Estébanez , no se puede
negar que su carácter, sus gustos, su conversación
y sus artículos de costumbres , anduviesen acor-
des de todo en todo. Pero, en cambio, nadie diría,
al leer su prosa desenfadada y satírica , sus ver-
sos desnudos de inspiración subjetiva, vivamente
sensuales, cautivos en la naturaleza, ó encerra-
dos por decirio de otro modo en la realidad ob-
jetiva , perseguidores sólo de la belleza que se
toca , se palpa ó se ve ; nadie al contemplar su
persona robusta, corpulenta, lozana (pues no le
calumnió Gallardo, hallando cierto día en esto
motivo de burlas) , que fuera tan fino , y plató-
nico enamorado primero , cual se ha visto an-
tes , y en su matrimonio tan delicado y senti-
mental, tan de veras tierno esposo y padre,
como le contemplé yo constantemente. Tuvo
afectos, no ya sólo para su íntima familia, sino
para sus deudos y amigos, que dudo que el ma.
yor número de los escritores patéticos , y dados
á producir enternecimientos, haya experimenta-
do de verdad jamás.
«EL SOLITARIO» EN LA VIDA PRIVADA. 99
Mas, con eso y todo, ¿por qué negarlo?:
en su casa, cuanto en las pocas ó muchas que
del favor divino alcanzan la incierta dicha do-
méstica, no era él quien mereciese el lugar pri-
mero, ni quien fuera un perfecto dechado, que tal
honor correspondía, por muchos títulos, á su ad-
mirable m.ujer. ¡Ah! Si desde el cielo, donde, hu-
manamente juzgando, ha de estar, que casi nadie
en otro caso debería esperarlo, pudiera poner
atención á estas cosas de la tierra, por primera
vez sabría ahora todo el respetuoso afecto que
la profesó en vida aquel joven modesto que , por
Noviembre de 1845, traspasó en Madrid sus
umbrales, buscando lo que su propio esposo ha-
bía buscado quince años antes; bien que en edad
temprana, y sin carrera ni merecimientos toda-
vía. Todo se lo ha otorgado desde entonces la
suerte, y con prodigalidad quizá, menos la sa-
tisfacción de conocer mucho número de personas
que se le parezcan. Las hermanas de ella se le
asemejaban, sin embargo, todas. Vivo ejemplo,
en tanto, doña Matilde de la Perfecta casada y
ni el más grande de nuestros místicos se la ima-
ginó mejor. Fácilmente contentable , paciente,
serena y piadosísima, nunca vi que la ira desfi-
100 C(EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
gurase su hermosa cara, nunca noté que deja-
ran de mirar con dulzura sus ojos. Pudo Esté-
banez proseguir á su lado , sin la contrarie-
dad más mínima, la vida de erudito, no siempre
entretenida para las mujeres propias; pudo usar
y usó de libertad igual á la de soltero, para fre-
cuentar toda reunión ó espectáculo de su gusto;
pudo, en fin, continuar su carrera, como le plu-
go bien, sin hallar en su compañera obstáculo
alguno. Toda espíritu práctico , moderación,
sentido común, ni siquiera sé yo si al indudable
amor que profesaba á su marido contribuía ó no
por algo el gran mérito literario que éste tenía.
Mas si por ventura se complació en leer las
Escenas Andaluzas , lo que es de asistir á ellas,
positivamente no gustaba. Al verla en el hogar,
no parecía que tan completamente llenase su al-
ma ningún afecto humano , sino el puro senti-
miento del deber. Mas no por eso se entienda que
lo cumpliese á modo de quien se rinde sumiso
á imperativa ley, sino que amaba el deber y lo
servía como si él también fuera un ser vivo y real.
Su origen era inglés por parte de padre, y lo re-
cordaban juntamente el tipo de su belleza y la
naturaleza de su carácter. ¿Por qué teniéndolo,.,
((EL SOLITARIO)) EN LA VIDA PRIVADA. lOl
tan ciistinto del de su marido, le quiso tanto? Ocii-
rreseme la interrogación, y no la respuesta. Tan
sólo Dios creo yo que lo sepa, que él no más tras-
pasa y descifra los arcanos del corazón, y conoce
las encubiertas causas de que brote, dure ó pe-
rezca el amor. No tengo motivos para pensar
que la honrada mujer de quien hablo, estuviera
en caso igual ; pero he conocido bien á algu-
na que llevaba muy á mal las ocupaciones y
aficiones de su marido; que ni un punto se enor-
gullecía con el peculiar mérito que se solía reco-
nocer en él , y , sin embargo, lo amaba , y con
pasión indudablemente. ¿Por qué? El origen de
ese linaje de electricidad moral , que se llama
amor, no es menos desconocido que el de la ver-
dadera electricidad en la naturaleza. Únicamen-
te se sabe que unos cuerpos son conductores, y
aisladores otros , sin razón aparente , y que si
dos cuerpos sus(:eptibles de diferente electricidad
se atraen , dos que tienen electricidad igual se
repelen. Positivamente se nota algo así entre
mujeres y hombres. Y no niego yo que cier-
tos prestigios , el de la elegancia , ó la admira-
ción , por ejemplo, suelan disponer las mujeres
al amor. La última, sobre todo, ejerce influjo en
102 t(EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
las de más inteligencia; y obtuvo así algún afec-
to Estébanez , que fué á la par estéril y eterno.
Mas no hay que fiar en eso siempre ; que todos
sabemos cuan ingenuamente se lamentó Cha-
teaubriand en sus Memorias de que su mujer, sin
ser muy lerda, jamás se persuadiese de todo su
mérito. Debe de ser muy dulce situación la de
sentirse admirado por persona amada ; pero no
se necesita de tanto para merecer amor. Mere-
ciólo y grande Estébanez de su excelente espo-
sa, leyera ó no las Escenas Andaluzas, que bien
pudo esto último suceder, por más que ni el pro
niel contra me atreva yo á afirmar con decisión.
No todo había de ser tan agradable como lo
que dicho dejo para nuestro héroe durante el
nuevo estado. Las desfavorables circunstancias
personales y políticas en que se verificó su ma-
trimonio, era imposible que algún tanto no le
preocupasen al fin. Por eso le decía en 5 de Febre-
ro de 1839 á Gayangos: «He dado el salto mor-
tal que hay que dar en la vida; es decir, que me
he casado : las antiguas relaciones que conser-
vaba con Matilde, la consecuencia delicada que
ella me ha guardado á pesar de tanta distancia,
tiempo y vicisitudes, me han movido aun paso
((EL SOLITARIO» EN LA VIDA PRIVADA. IO3
que, no estando en estos antecedentes, parecería
más bien ser novela que no resolución de hom-
bre ya hecho, y que está corriendo las fortunas
tempestuosas de esta quisicosa que se llama re-
volución.» Algo hay aquí que suena á disculpa,
y no me sorprende. La locura no se confiesa
nunca, y, por el contrario, todo el mundo quiere
que parezca que en sus acciones preside la más
severa razón. El momento era de los menos
oportunos para casarse, y de aquí que el novel
marido se diera esos aires de sacrificado á antiguas
obligaciones , cuando la corta porción que ha
llegado á mis manos de su correspondencia ínti-
ma, en los días que precedieron al matrimonio,
me lo muestra verdaderamente loco de amor.
Ni pudo ser de otro modo, porque era estribillo
suyo, que le oí cien veces, que no se debía ir al
altar mientras se estuviese en razón , sino cuan-
do la embriaguez del am.or rindiese el ánimo
por entero.
De todas suertes , es cierto que , á muy poco
de casarse , comenzó de nuevo á experimentar
aquellas fortunas tempestuosas de que hablaba, y
que más y más le apartaron de la vida publi-
ca, enclavándole todavía con mayor fuerza en la
104 ^^EL SOLITARIO)) Y SU TIEMPO.
privada. Con su casamiento desapareció la ur-
gencia de ir á tomar asiento en el Congreso;
ni ¿para qué había de ir ya entonces allí, ha-
biéndose venido abajo en Sevilla de un golpe
toda la gran fábrica de sus esperanzas políticas?
Sin embargo , al verificarse nuevas elecciones
más tarde, su amor propio , más que otra cosa,
le incitó á procurar ser elegido por Málaga otra
vez. Tuvo con esta ocasión el disgusto de reñir
estrepitosamente con todos los deudos de su mu-
jer, de quienes nunca había estado hasta allí
contento , así como ellos tampoco le habían he-
cho completa justicia todavía. Para Estébanez
fué lo más crudo haber de declararse vencido
á manos , según él pensaba y escribió á Borrego
y á Gayangos, de la oligarquía de la Alameda S
apodo y censura que echaba sobre la mejor
parte de su nueva parentela. De resultas in
tentó marcharse al punto de Málaga, hacien-
do gestiones para ser colocado en Madrid ó en
otra nueva jefatura política, pero no lo consi-
guió tampoco; y esto, el tener allí á su tía Isa-
bel, muy anciana ya, que le veía entonces por
* Todo el que conoce á Málaga sabe que en el sitio denomi-
nado allí así han solido vivir los principales comerciantes.
«EL SOLITARIO)) EN LA VIDA PRIVADA. IO5
üitima vez, el natural deseo de su esposa de
permanecer todo el tiempo posible al lado de
su familia , el nacimiento de su primer hijo, el
cuidado, en fin, de su modesto caudal, por lar-
gos años fiado á manos inhábiles, que hicieron
buenas algunas de las melancólicas previsiones
del romance á La Golondrina , fueron parte á de-
tenerle en su ciudad natal todo el año de 1839, y
lo más del siguiente.
Allá estaba por cierto cuando hubieron de ce-
lebrarse los regocijos públicos, á que dio ocasión
el convenio de Vergara , y en ellos tomó cor-
dialísima parte. Lo primero que se le ocurrió,
como era de esperar, á propósito de la paz, fué
ensalzar á España. El valor por unos y otros
mostrado, es, decía en un brindis :
«Fianza de que nunca extraña garra
Presumirá apresar la patria mía.»
Añadiendo luego :
«juntos hendiendo el aire ambos pendones,
¿Quién ya osará encender la hispana saña?»
Tampoco vaciló en pronunciar en público
banquete otro brindis tan entusiasta hacia
106 <(EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
Espartero , cual se ve por estos medianos
versos :
«Y tejamos un dosel
Que cubra al de la Victoria ,
Al ejército y su gloria ,
Con flores, rosas, laurel ».»
Lo cual prueba una vez más su desapasiona-
miento político, pues nada esperaba, nada que-
ría, antes lo temía todo del general triunfador.
Su amistad con Córdova y Narvaez lo hacía in-
compatible con la gente que rodeaba y empu-
jaba á aquel caudillo en todas sus aventuras, y
con él mismo. Por otra parte, no faltaba quien
observase que no se había vencido al bando con-
trario por fuerza de armas, sino mediante un
tratado muy ventajoso para los generales, jefes
y oficiales carlistas, y no tan honroso al fin para
la nación en general, como se quería, por la in-
terpretación dada al artículo referente á los
fueros de las Provincias vascas. Pero la buena
fe de Estébanez no le consentía pedir grandes
cosas en asunto que conocía tan de cerca ; que
1 Descripción délos festejos públicos celebrados en la ciu-
dad de Málaga. — Málaga^ 1839. Citada por el Sr. Guillen y
Robles.
I
((EL SOLITARIO» EN LA VIDA PRIVADA. IO7
justamente había él sido de los muchos que lle-
garon á creer que , sin una intervención france-
sa , tendría dos monarquías España por plazo
de tiempo indefinible, la una allende, y la otra
aquende del Ebro, ambas con ramificaciones en
el bajo Aragón, Cataluña y Valencia. Y, en reali-
dad, el problema se planteó de tal modo, que no
cabía esperar más que una de estas soluciones : ó
la intervención , siempre amarga para el amor
propio nacional , ó que las divisiones y dis-
cordias de los carlistas , sobrepujando un día
á las de los liberales, y haciéndose todavía más
hondas y sangrientas, trajesen adonde vinieron
al cabo á parar las cosas. Equilibradas como es-
taban las condiciones de la lucha entre uno y
otro bando, al menos insensato le correspondía
el triunfo ; y fué maravilla que, en esta compe-
tencia dolorosa, quedasen los carlistas, á la lar-
ga , por más locos ó necios que sus adversarios.
Mentira parece que así aconteciera con los pro-
nunciamientos y todo, con las desavenencias de
los mejores Generales , con la enardecida y lue-
go irreconciliable enemistad entre exaltados ó
progresistas, y monárquico-constitucionales ó
moderados, que constantemente minaban el Tro-
I08 ((EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
no de la Reina. No fué del todo buena aquella
paz; pero fué útil, acaso necesaria, y Estébanez
lo reconoció leal y noblemente.
Ni observó tal conducta, en verdad, porque
del triunfo de Espartero aguardase bienes para
la nación , ya que para sí no los esperara. Mu-
chos de los moderados, de los carlistas, de los
indiferentes, fueron bastante candidos por en-
tonces para imaginarse que el convenio de Ver-
gara era el principio de ejecución de un plan
profundísimo, en que juntamente entraban Es-
partero, Maroto, y aun la Santa Alianza , con
objeto de encaminar las cosas al matrimonio
de la Reina doña Isabel con el hijo primogé-
nito de D. Carlos, cuando llegasen á edad com-
petente. Otros, ya más sensatos, pensaban que,
terminada la guerra, y rigiendo un ministerio
moderado al país, quedarían para siempre ven-
cidos los incorregibles revolucionarios. Estéba-
nez, por el contrario, le escribió á Gayangos,
mucho antes de sobrevenir los sucesos de Se-
tiembre de 1840, que, dándose por entero á las
letras , se quería reservar de los cercanos aza-
res que preveía, porque á su juicio el horizonte
se cerraba por todas partes , no había ya piloto
«EL SOLITARIO» EN LA VIDA PRIVADA. IO9
((que acertara á decir de qué lado ü hacia dónde
llevaría las cosas la tempestad,» y el país y el
Trono estaban mu}^ próximos á caer totalmen-
te en manos de la revolución. Hombre aue
así pensaba, y hablaba, tan resuelto á permane-
cer en su retiro por largo tiempo, si encareció á
Espartero, y recitó en loor suyo versos, claro
está que no pudo ser sino porque en él miraba,
ante todo y sobre todo, al triunfador, fuese
como quiera, del ejército carlista, que tantos
días de luto había ocasionado á España.
¡Dulce, incomparable refugio el de los libros!
¡Nada hay más difícil que ser de todo punto des-
graciado, por contrariedades sumas que se expe-
rimenten en la vida, teniéndoles la afición que
Estébanez! Cierto que las primicias de la feli-
cidad conyugal no le hubieran permitido, en nin-
gún caso, el llamarse desgraciado ala sazón. Pero
no hay duda que la interrupción de su carrera, el
desvanecimiento de sus brillantes , si pasajeros
sueños de ambición, la pérdida de todas sus ilu-
siones políticas, habrían alcanzado para él otro
valor, faltándole sus libros, y en especial sus li-
bros viejos. Ellos le consolaron de todo , has-
ta de ver bien pronto á Espartero en el augusto
no ((EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
lugar que ocupaba la Reina Gobernadora, pri-
mero so color de Presidente del Ministerio-Re-
gencia, y más tarde á título de Regente único.
A su lado vio figurar en preeminente puesto á
D. Manuel Cortina , tan apasionado casi como
él, de Gordo va, difunto ya, y mucho más que
él, deNarvaez. Muy rápida y confusamente ha-
bían corrido los sucesos desde que Estébanez de-
jó á Sevilla hasta que eso sucedió. Aquella aproxi-
mación y reconciliación ventajosísima de que ha-
blé en el anterior capítulo, se convirtió, poco
después de fracasar el pronunciamiento de 1838,
según indiqué ha un instante, en discordia más
airada y rencorosa, sin que bastase á tem-
plar la rabia de unos ú otros la deseada paz.
Dijérase , antes bien , que acaloró más los áni-
mos, libres por ella del poco freno que les ha-
bía hasta allí puesto el inminente peligro de dar
á los carlistas la victoria.
Gayó el duque de Frías, formóse en Diciembre
de 1838 el ministerio Pérez de Gastro, del que
fué alma Arrazola , y las Gortes , reunidas el 8
del mes anterior, fueron disueltas por Junio del
año siguiente. Irritados los moderados , que
estaban en mayoría , como se sabe , de la di-
((EL SOLITARIO» EN LA VIDA PRIVADA. 1 1 I
solución , y de la conducta de aquellos corre-
ligionarios suyos que con tamaño encarniza-
miento perseguían desde el poder á Córdova
y Narvaez , cuando tal flaqueza mostraban ante
la arrogancia creciente de Espartero y sus se-
cuaces, tomaron escasa parte en las elecciones.
Los progresistas obtuvieron fácilmente mayo-
ría, por lo tanto, y una total mudanza política
se hizo de nuevo indispensable. Hase visto po-
cas veces en la historia mayor incapacidad que
los moderados que estaban en el gobierno de-
mostraron entonces. La Reina Gobernadora, mu-
chísimo menos censurable que los ministros por
razón de su natural inexperiencia , volvió á pe-
car de impotentemente temeraria , el mayor de
los defectos en el poder. No se había resistido en
1838 con Córdova y Narvaez, el ejército del cen-
tro , la discordia de los progresistas con Espar-
tero, y una mayoría decidida en las Cortes,
cuando por todo eso era indudablemente posible
y hasta indispensable ; pero intentóse , en cam-
bio, bajo auspicios diferentes y aun opuestos,
desde fines de 1839 ^ Agosto de 1840. No hubo
más remedio, en tanto, que romper con Alaix, el
hombre de confianza de Espartero en el gobier-
I 12 «EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
no, disolver las Cortes recién elegidas, y con-
vocar otras, que se reunieron en i8 de Febrero
del año antecitado. Aquella vez , alentado por
la decidida actitud de sus jefes, luchó el partido
moderado en las urnas, obteniendo en ellas nue-
va pero fatalísima victoria.
Porque ya á aquella hora no había otro ver-
dadero poder en España que el del General en
jefe de los ejércitos reunidos , D. Baldomero Es-
partero. La realidad, que era esa, no se podía
encubrir ni anular por medio de combinacio-
nes parlamentarias. Para mí , aquel afortunado
caudillo había hasta allí obrado siempre con el
propósito que alcanzó; pero no es improbable
que desde el principio se lo sugiriesen los desdi-
chados políticos que miran sólo la conveniencia,
tratando de explotar su fortuna, y paréceme se-
guro que estos tales le fortificaron luego en
él , y aun le estimularon al fin á que lo llevase
á cabo. Desde bien antes de Setiembre de 1840,
nada se hacía ya en España sin contar con
Espartero : la Reina Gobernadora , por tener-
le á su devoción; los más de los ministros,
por miedo; bastantes militares y no pocos polí-
ticos, por granjeria ; muchos liberales ardien-
C(EL SOLITARIO» EN LA VIDA PRIVADA. I 1)
tes, con la idea absurda de que pudiera darse la
libertad, como el vil imperio de Roma, por cual-
quier jefe de preteríanos. Una carta del secretario
de Espartero á los periódicos, y otra de Espar-
tero mismo á la Regente, firmada á 19 de Di-
ciembre de 1839 ^^ ^^ cuartel general de Mas
de las Matas , patentizaron la realidad y fué in-
útil ya cerrar los ojos , por no mirarla. Falta-
ba sólo pretexto, y lo dio mínimo , pero sufi-
ciente, un proyecto de ley de Ayuntamientos.
¡A Espartero le pareció también tiranía inso-
portable que nombrase alcaldes la corona, como
lo está haciendo en el instante mismo en que
I escribo estas líneas, después de cuarenta años
más de gobierno representativo , de grandes
revoluciones , y con un gobierno que se las
echa de liberal extremado ! En el entretanto,
Cortina, que era diputado ya en 1840, fué co-
misionado por la Junta revolucionaria de Ma-
drid para conferenciar con Espartero , y pudo
bien preverse desde entonces que con él entraría
en el poder, sin que hubiera quizá en esto incon-
secuencia de principios , porque en Sevilla espe-
raba, á mi ver, algo, si no todo, de lo que lue-
go representó por un momento el caudillo que
- XII - 8
114 ^^EL SOLITARIO)) Y SU TIEMPO.
había sobrepuesto á sus dos émulos la suerte.
Para mí no ofrece duda que Cortina hubiera te-
nido de todos modos, como tuvo al ñn, templa-
das ideas liberales y buenos principios de gobier-
no; pero á haber ocupado en 1838, con Narvaez
y Córdova, y bajo la Regencia de doña María
Cristina, una posición parecida á la que en 1840
obtuvo con Espartero, no habría hallado tanto
de que lamentarse y apartarse voluntariamente
en el último tercio de su vida. No debió de pa-
recerle bien á Estébanez, sin embargo, que el
amigo íntimo de sus propios amigos se entendie-
se tan bien con el adversario común, porque,
aludiendo á la sagacidad y trastienda , que en el
letrado sevillano se aunaban con la suma gra-
vedad de la persona , le disparó , algo después,
en cierto artículo literario, un dardo agudísimo,
al titular con burlesco elogio á Sevilla patria de
Monipodio y del Sr. Cortina. Frase, sin otro al-
cance que el que acabo de decir, porque en otras
cosas bien sabía Estébanez , y todo el mundo,
que nada había más opuesto á Monipodio que un
tal modelo de probidad y austeridad como en
la vida privada era aquel sin par abogado.
Estébanez se volvió á Madrid antes de termi-
I
«EL SOLITARIO» EN LA VIDA PRIVADA. I I 5
nar el año de 1840, y el mismo hombre, sin
quitar ni poner, de entonces, hallé yo cinco años
justos más tarde, en una casa de la calle del Ca-
ballero de Gracia , que se com.unicaba con la
que vivía á la sazón D. José de Salamanca en
la de Alcalá. Allí mismo residía D. Luís Pastor,
trabajando los dos de consuno, bajo la dirección
del primero, en la administración de la renta de
la sal que arrendó á éste el gobierno. Nuestro
literato, en particular, repartía el tiempo entre
su familia, su oficina, sus códices árabes y sus li-
bros ; pero sin olvidar las corridas de toros , de
que era apasionadísimo, cuyas crónicas se dedicó
á escribir, con sin igual conocimiento y gracejo,
en El Correo Nacional y El Corresponsal , ni las
fiestas populares , entre las cuales prevalecía la
de San Isidro, á que no creo que faltase una vez
sola. La ya en él tradicional capa azul no se le
caía, ni en día tal siquiera, de los hombros , por
donde llegó á ser tan maestro en su manejo y sus
alardes , cual deja ver el delicioso artículo titu-
lado Gracias y donaires de la capa. Tampoco re-
gateaba sus aplausos á las bailadoras naciona-
les ó extranjeras, que de todo había , en quienes
por aquella época renacieron y llegaron á altí-
Il6 ((EL SOLITARIO)) Y SU TIEMPO.
simo punto de perfección las danzas españolas.
Pero, á la verdad, casi todo cuanto podía decirse
de él, en 1845, está incluido en las precedentes
páginas. Su vida había entrado en un cauce de
que en raras ocasiones se separó ya hasta el fin.
El principal de sus afanes era siempre con-
tinuar acumulando libros viejos. Encargábase-
los sin cesar á Gayangos desdé Málaga y luego
desde Madrid, ó desde las salinas de Poza, en
la provincia de Burgos, que fué á visitar, ó
desde Salamanca : por donde quiera, en suma,
que estaba , aunque á las veces fuera por breves
horas. Ni hay que decir si los buscaría él por sí
mismo en tierra de España , aprovechándose de
las distintas expediciones que le obligó á hacer,
por acá ó por allá, el negocio de la sal. Había-
sele , además , logrado , no sin haberlo de-
seado antes mucho inútilmente, el ir, en los
principios de 1843, á París y Londres, para ac-
cidentes financieros de ¡a sal, conforme decía en
una de sus cartas; y fué para él este viaje otra
gran campaña bibliográfica. Mas nada le com-
plació tanto como volver á ver á Gayangos en
Londres , donde llegó , sin advertírselo , á las
siete de la mañana del 4 de Abril de 1843. ccNo
C(EL SOLITARIO» EN LA VIDA PRIVADA. II7
salgo hasta que vengas, » fué el primer renglón
que allí escribió. Pasaron en alegre compañía
los dos amigos algunos quince días, con sus
libros viejos castellanos de una parte, y de otra
sus códices árabes, hasta que tuvo que vol-
ver Estébanez á París , que fué antes de fin de
mes ; y pronto retornó á España , casi al tiempo
mismo de estallar el nuevo pronunciamiento de
1843. ¿Y qué se pensará que le preocupó más
al soldado valeroso de 1835 , al singular político
de 1836 y de 1838, en aquel suceso? Pues no
fué sino la esperanza de que por consecuencia
de él, podría traerse á Gayangos á Madrid, para
reanudar sus interrumpidos repasos de árabe.
Así es que el 30 de Junio le escribía : «Apenas
hay rincón que no se encuentre pronunciado, y
muy pronto obligarán á Madrid á que lo haga.
De todos modos, vengan tirios ó troyanos , tu
buena recepción está asegurada. Me lisonjeo que
habrás hecho muy buenas adquisiciones , y que
me traerás algunos romancerillos, novelejas y
librejos de caballería.» Y ya en 29 del siguiente
JuHo le añadió alborozado : «El desenlace tuvo
lugar. Es necesario que al punto te vengas para
colocarte. Pecho al agua, y manos á la obra.
Il8 «EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
Siempre habrá ocasión para volver por esas bi-
bliotecas y museos. Tú te alojarás en mi casa
por lo pronto.» Así aconteció, en efecto, vinien-
do á fines de aquel año Gayangos á vivir una
buena temporada con Estébanez , por lo que si-
guió éste, con más ardor y provecho que nunca,
el estudio del árabe en su compañía , sin acor-
darse de que en tales momentos se realizaba una
de las mayores mudanzas de la política española
durante la actual centuria. Sola su Musa se
conmovió en él hondamente, lamentando en
versos enérgicos el bombardeo de Sevilla por
Espartero. Pero ni un mínimo indicio de ambi-
ción se advierte , en tanto , en toda su corres-
pondencia de aquel tiempo. La sal , el árabe, los
romanceros , cancioneros y libros de caballería,
llenaban toda la parte de su vida que no consa-
graba á la familia , ó á aquellas fiestas original y
exclusivamente españolas á que no quiso nunca
renunciar. Verdad es que escribió artículos polí-
ticos en El Correo Nacional, de Borrego, y en El
Corresponsal, deD. Luís María Pastor, diarios am-
bos monárquico-constitucionales, según rezaban
sus primeros renglones; pero sin asiduidad ni ar-
dor, prefiriendo ser en uno y otro periódico re-
«EL SOLITARIO» EN LA VIDA PRIVADA. II 9
dactor literario, cuando no cronista de toros. De
estos últimos trabajos debieran los aficionados á
la tauromaquia, que le citan ya en sus obras
con sumo encomio , formar especial colección,
que sería de doctrina muy provechosa en el di-
cho arte, y de por extremo alegre lectura.
Tocante á literatura, no hizo cosa de gran
cuenta durante este período de retiro , pues no
me parece que de tal época sean otras de las
Escenas Andalu:(as que la Feria de Mayrena , dada
á luz en La España Artística y Monumental, y La
Celestina, publicada en Los españoles pintados por
si mismos. Fué algo más adelante cuando escribió
La Asamblea general y El Roque y el Bronquis , du-
rante un venero de inspiración de esta índole que
hacia 1846 renació y persistió en él por breve
plazo de tiempo. Por entonces compuso su Don
Opando ó tinas elecciones , que aunque sea histo-
ria de Andalucía , toca á las costumbres polí-
ticas en general. Tengo yo para mí que se vengó
allí sangrientamente de las malas tretas de al-
gún adversario suyo en elecciones ; y no lo po-
dría jurar, pero antójasem.e que conozco muy
bien al D. Opando, vivo y sano todavía. Si el
que pienso que es ha leído el tal escrito, no dudo
120 ((EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
que se haya reconocido al punto , aunque lo
calle. Y así en sus artículos de índole varia,
como en los de toros , señaladamente en estos
últimos , dio Estébanez suelta , por aquel tiem-
po, con no escasa frecuencia, á su espíritu sa-
tírico, y epigramático , disparando sobre los po-
líticos, con sobria y muy original agudeza, frases
aceradísimas , algunas de las cuales he puesto
de ejemplo. Entre tanto , cuando no estudiaba
árabe él propio, se daba á enseñarlo, llaman-
do cariñosamente á sí cuantos jóvenes querían
aprenderlo. Ya he contado en otra ocasión que
la primera persona que conocí en Madrid fué el
hoy distinguido académico D. Eduardo Saave-
dra, muy dedicado en 1845 al estudio de aque-
lla lengua erudita , y nuestro encuentro fué en
casa deEstébanez, por decontado. Allá traté tam-
bién, con igual motivo, á D. Enrique Ahx, ad-
mirable estudiante y profesor , que habría dado
días de gloria á las letras españolas, si su salud
le hubiese acompañado más, y lograra menos
rápido fm. Años más tarde trabó Estébanez rela-
ciones, por mediación mía, con D. Francisco Ja-
vier Simonet, hoy catedrático de árabe en Gra-
nada , y , como á todo joven que se le presenta-
«EL SOLITARIO» EN LA VIDA PRIVADA. 121
ba, sin excluirme á mí. preguntóle ante todo si
quería tomar sus lecciones de árabe. Simonet
aceptó , y en ello ha hallado base para adquirir
reputación y una honrosa carrera profesional.
En cuanto á mí, el demonio de la política , que
ha quebrado las más espontáneas y decididas
aficiones de mi vida, sedújome muy pronto, casi
adolescente ; y no supe aprovechar en el pre-
cioso cultivo de la lengua árabe el espíritu
propagandista de mi pariente. La suma de los
placeres intelectuales de Estébanez no se reali-
zaba , en conclusión , sino allí donde miraba
aunados y confundidos su amor á las cosas vie-
jas castellanas, y su am.or á las cosas arábigas.
Dudo que escribiera nunca renglones que más le
contentaran y envanecieran interiormente, que
estos de una carta suya de Málaga á Gayan-
gos : ((He recogido cuatro romances descono-
cidos , que andaban en la boca de los jánda-
los y cantadores del país. Estos oyen mi to-
nada morisca con sumo gusto , y dicen que mi
estilo es lo más legítimo que se oye , y que el
cante del señorito sabe al hueso de la fruta.»
¿No se ve ahí todo entero á un tiempo al rendido
amador de romances, al arabista, al restaurador
122 ((EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
Ó inventor en España de los artículos de costum-
bres , al autor de las Escenas Andaluzas? Apenas
se necesita para conocer á Estébanez , bajo ta-
les aspectos, añadir á esas suyas una sola pa-
labra más. Lo único que cabe agregar es que, no
solo entre jándalos y cantadores , sino entre la
gente principal, solía echar sus tonadas moris-
cas en los patios floridos de Sevilla, según re-
cuerdan muchas que eran allí jóvenes y her-
mosas entonces , las cuales no menos alaban su
gracejo incomparable , que su celo por las cosas
de beneficencia, de que queda alta memoria en-
tre las dichas hijas del Betis todavía.
Pero en medio de todo su apartamiento de las
cosas presentes, de su desapasionamiento é indi-
ferencia política , allá por los días á que me re-
fiero ahora , no tan sólo estaba simpre tirante
y vibrante en el corazón de Estébanez la cuer-
da del españolismo, sino que el hastío y la fal-
ta de fe tocante á las cosas ordinarias del país,
acabó por llevar á una exageración singular y
muy curiosa su amor á la patria. Esto era lo
único que lo sacaba al punto de libros y códices,
y lo empujaba á la vida ardiente y batalladora
de sus mejores años. Un incidente , para los
«EL SOLITARIO» EN LA VIDA PRIVADA. I 25
más insignificante, la supresión de la escarapela
encarnada, y su sustitución por la bicolor, ama-
rilla y roja, que hoy nuevamente se usa, le hizo
improvisar cierto artículo en defensa del anti-
guo emblema , que movió á Narvaez , no poco
sensible en este género de asuntos, á restaurarlo.
Vuelta á suprimir la escarapela encarnada, y res-
tableciéndose después de la revolución de 1868 la
bicolor, creíme yo obligado en memoria suya
á tomar sobre mí la defensa, que difunto él no
podía proseguir. Con este motivo tuve oca-
sión de hacer patentes algunos hechos sencillos
y fáciles de averiguar , sobre los cuales la pere-
za nacional nos tenía en absoluto error. Súpose
por primera vez así que , aunque el color he-
ráldico español fuese ciertamente el rojo, no
se trasmitía éste nunca á las banderas en los
tiempos pasados , siendo completamente arbitra-
rio en nuestras campañas de Italia y Flandes , el
que fuesen moradas, blancas ó bicoloras, por-
que lo único que distinguía su nacionalidad
era el escudo ú emblema que ostentaban. Con
no menor ardimiento que el color de la escara-
pela, pretendió luego Estébanez que se tocase
la marcha española por las bandas de tambores,
124 í^EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
cuando nadie pensaba que se suprimirían como
ahora. Con tal intento escribió un soneto A
los Alabarderos de la Real Casa y á los demás
cuerpos que conservaban la marcha antigua española,
en que pretendía, no sé con qué razón, que era
aquella la marcha misma de las Navas y el Sa-
lado , dirigiéndole al soldado que tenía la di-
cha de servir en tropa que la usaba aún , estos
versos :
«Que el moderno compás , sin aire y gala ,
No alienta el corazón , no tiene historia ,
Ni el oído , ni el ánimo regala ;
Mas tú marchando al son, eco de gloria.
Que al uso antiguo el atambor señala ,
Siempre obtendrás en lides la victoria.»
Hoy ya sonará esto á insignificante en mu-
chos oídos ; pero sin participar de las ilusio-
nes de Estébanez, cual se ha de ver pronto, soy
yo también de los que piensan que todo, hasta
lo más mínimo, merece respeto muy alto, cuan-
do, sin oponerse á ningún progreso cierto, es
expresión del propio carácter y de la vida his-
tórica en las naciones. Pero, sobre todo, lo que
en 1844 exaltó hasta el último punto el patrio-
tismo de nuestro literato , haciendo que lo de-
«EL SOLITARIO» EN LA VIDA PRIVADA. 1 25
más se le olvidase , fué la idea de que , con
motivo de cierto agravio recibido, se disponía á
romper España la guerra con Marruecos.
Permítaseme á este propósito una digresión,
que si algo extensa, noserá del todo inoportuna,
pues tratar de ello es tratar muy especialmente
■ de Estébanez, y en lo más permanente ó carac-
terístico de su pensamiento y sus afectos. No
hay que decir que la España de 1844, dada su
malísima situación, se habría expuesto á terri-
bles desastres en una lucha , cuyas dificultades,
en tiempos mucho más favorables , hemos teni-
do después ocasión de aprender ; y por de pron-
to, es claro que el puñado de hombres reunidos
entonces en Algeciras no hubiera podido perder
de vista los muros de Ceuta , sin inminente pe-
ligro de ser deshecho. Y, de advertir es asimis-
mo, que tales anhelos de guerra y conquista no
han sido exclusivos de Estébanez, que yo mismo,
sin ir más lejos , he escrito alguna vez , movido
por iguales sentimientos, naturalmente engen-
drados en el patriótico entusiasmo de mi insigne
deudo y maestro , estas palabras : a La frontera
natural de España por la parte del Mediodía no
es el canal angostísimo que junta los dos mares,
120 «EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
sino la cordillera del Atlas contrapuesta al Piri-
neo;)) cosa que ahora creo después de todo, io
mismo que cuando lo di á la imprenta.
Pero el estudio atento de nuestra historia , y
el conocimiento exacto de nuestro estado eco-
nómico y político , así como de las circunstan-
cias en que el mundo se encuentra , me obligan
á hacer hoy, tocante á la realización de aquel
hermoso ideal, grandes reservas. Ellas servirán
aquí de crítica benévola, pero imparcial, de las
ordinarias y manifiestas opiniones de Estébanez
en punto á nuestra política nacional , la única
que le preocupó ya desde 1840 en adelante.
Triste, pero honrado papel, permítaseme decir-
lo , me ha tocado á mí en lo referente á la his-
toria de España , que durante algunos años he
cultivado con cierto empeño. Nací y he vivi-
do entre españoles , justamente soberbios de su
grandeza antigua ; pero poco curiosos por inqui-
rir y analizar los motivos que la originaron y
las causas por que decayó tan brevemente : con-
vencidos de que tal decaimiento es excepción, y
natural estado el de su grandeza, sin sospechar
siquiera que á esta tierra , ó á sus habitadores
en general , se deba la inferioridad en que nos
I
«EL SOLITARIO» EN LA VIDA PRIVADA. I 27
hallamos ahora respecto á los demás pueblos
numerosos y de límites extensos : seguros , por
último, de que ciertos Reyes y ciertos ministros,
algunas instituciones y algunas leyes , eclesiásti-
cas ó profanas, son las causas únicas del doloro-
so cambio de fortuna que experimenta España.
Del poco tiempo que mi agitada vida me ha con-
sentido dedicar á los libros , he consagrado ya
bastante á desvanecer tales errores, y no sin éxi-
to, pues las más de aquellas ideas mías , que un
día se tuvieron por paradojas , comienzan á ha-
cerse vulgares, siendo patrimonio común hoy to-
dos , ó la mayor parte de mis puntos de vista so-
bre la historia de nuestra nación , que como tal
no existe sino desde que en Carlos V se unieron
con Castilla , Aragón y Navarra. Mas no ha fal-
tado quien piense que minaba yo la gloria de
nuestras banderas al poner de relieve hecho tan
claro, como el de que sin el matrimonio de doña
Juana la Loca, jamás hubiera alcanzado España
el predominio que en los días de Carlos V y Feli-
pe II, por no tener riqueza, ni soldados en bastan-
te número para lograrlo , bien que éstos fueran
los más disciplinados y valientes de aquel tiem-
po. Laméntase que atribuya así en mucha parte
128 «EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
al azar de los sucesos, lo que sin él era humana-
mente imposible que se lograse. Ni falta quien
crea que al decir una vez y otra, para refre-
nar esperanzas quiméricas y peligrosos deseos,
que lo que fuimos en el siglo xvi no lo se-
remos jamás ya, reducidos á nuestros recursos
propios , infundo el desaliento y amenguo los
impulsos nobles de la generación presente, ofre-
ciendo además, á las futuras, un tímido y fatal
ejemplo. El patriotismo que en el alma siento
es tal y tan grande, que fácilmente puedo des-
deñar tamaños errores de crítica , y proseguir
mi empresa. Por eso aquí no me espanta , pues
trato de las constantes ideas de Estébanez sobre
la política nacional de España , el recoger de
frente los cargos que hacérseme pudieran por
pensar lo que pienso ahora, y por no mantener
mis primitivas ilusiones patrióticas, antes que á
propia reflexión debidas al poderoso influjo que
tenía cerca.
No sólo la experiencia de mi tiempo , sino la
adquirida en otros , que con alguna profundidad
he procurado conocer, por documentos, que no
por libros retóricos , me obligan á saber que no
cabe positiva y duradera grandeza militar y na-
«EL SOLITARIO» EN LA VIDA PRIVADA. 1 29
cional donde hay pobreza, é impotencia econó-
mica. Toda la historia de España está en este he-
cho, al parecer insignificante, de que en otra oca-
sión hice mérito: los soldados que el Gran Capi-
tán llevó de Málaga para conquistar á Ñapóles
iban ya descalzos y hambrientos. Así se corren
aventuras á las veces gloriosísimas ; mas no se
fundan permanentes imperios. En vano se busca
en la Inquisición, en la amortización , en la exa-
geración del principio monárquico, en los defec-
tos de los Reyes , en la incapacidad de sus priva-
dos ó ministros, la causa única de nuestras des-
gracias : hay ahí muchos vanidosos sofismas de
secta ó escuela, numerosas preocupaciones de
ignorancia, postulados de la razón cuando más,
que no responden á los desnudos hechos. Nues-
tras instituciones antiguas no fueron perfectas,
como tampoco en parte alguna; ni han sido
grandes y honrados políticos todos los que nos
han gobernado hasta ahora, que tamaña di-
cha no la ha alcanzado ninguna nación jamás.
Pero el pecado, el gran pecado de nuestra his-
toria , no es individual , sino nacional , y eso
se ve en que desdichadamente existe aún , y ha
sobrevivido á tantísimas mudanzas ó revolu-
- xií - C)
130 «EL SOLITARIO)) Y SU TIEMPO.
ciones. Sepámoslo de una vez : nuestra en gran
parte nativa pobreza, nuestra falta de espíritu de
economía, nuestro desorden administrativo, así
en lo público como en lo particular, nuestra pro-
digalidad viciosa, la desproporción, en fin (y
desdeñen por sencilla esta razón cuanto quieran
los retóricos), entre nuestras fuerzas y nuestros
intentos, bastarían por sí solos para explicar
los fracasos del sagaz y concienzudo Felipe 11; la
inercia de Felipe III y de Lerma , que no tenía si-
no un solo mérito entre defectos enormes, la pru-
dencia ; las catástrofes , en fin , que padecimos
con Felipe IV y su privado ó primer ministro el
Conde-Duque, el cual no cometió falta más gra-
ve que la de no resignarse con tiempo á renun-
ciar la gran posición que artificialmente mante-
nía España en Europa : posición que no debiera
resistir al menor embate , y resistió milagrosa-
mente muchos y muy grandes, de la instable for-
tuna. En harto menores intentos sucumbió con
Felipe V, Alberoni: tan sólo en empresas más pro-
porcionadas á nuestro tesoro y nuestra población
Felipe V y Carlos III luego triunfaron. Pero so
brevino la revolución moderna, en tanto, y á
mí, que soy también de sus hijos, me cuesta
I
«EL SOLITARIO» EN LA VIDA PRIVADA. I3Í
dolor confesar que entonces fué cuando nos sali-
mos ya del todo, no sé si para siempre, del cauce
universal del progreso, porque ella no ha sido en-
tre nosotros pasajero fenómeno , sino el estado
normal de tres cuartos de siglo. Y de resultas de
todo este pecar, antiguo y moderno, nunca de-
biéramos pensar como en 1844 pensaron algu-
nos, entre ellos Estébanez , en conquistas, ó ad-
quisición de más costosos dominios en el África
inhospitalaria y bárbara ; ni se debió culpar en
1860 al ilustre O'Donnell, porque, contento con
haber vengado injurias, restaurado nuestro ho-
nor militar, hecho patente que conservábamos el
heredado valor, ya que no los medios de brillar
y predominar cual antes, firmase la paz que fir-
mó, renunciando, no tan sólo á Tánger, sino á
Tetuán, en el glorioso campo de Guad-rás. Ni to-
davía menos ahora , ensanchada , según de día
en día, y por desventura nuestra, se va ensan-
chando , la distancia á que estamos de las otras
grandes naciones, que en el Mediterráneo reflejan
sus banderas, debemos desear que desaparezca del
lado allá del Estrecho un imperio, que es el más
inofensivo y menos deshonroso vecino que haya
de otorgarnos allí la Providencia. Para que de
132 «EL SOLITARIO» Y SU TIEAIPO.
Europa se pudiese pasar al África sin permiso
de Inglaterra , haría falta horadar con un túnel,
bastante menos largo que el comenzado bajo
el Canal de la Mancha, pero dificilísimo de
abrir y mantener libre, por muchos motivos, el
Estrecho entre Tarifa y Ceuta. ¿Cuándo estará
la nación española en disposición de acometer
cosa tal y realizarla? Pues pensar por allá en
tanto en conquistas, é importantes adquisiciones
territoriales, no es sino pura y peligrosísima
quimera.
¡Ah! ¡Plegué á Dios conservarnos por siempre
siquiera la mermada herencia que recibimos de
nuestros padres! Aun para eso será preciso que
cambiemos mucho de modo de vivir ; aun para
eso ha de ser forzoso que no continúe siendo el
leal y valiente, pero soñador y anticuado D. Qui-
jote, la representación exacta de nuestro carácter
y nuestro espíritu nacional. Si algún sentido ocul-
to hubiese en los volúmenes inmortales de Cer-
vantes, este de que voy á hablar, debiera de ser.
Nunca leo, dicho sea en paz, sin que seriamente
medite en nuestros hechos, las siguientes pala-
bras de D. Quijote en la venta : ((Yo no puedo
contravenir á la Orden de los caballeros andan-
((EL SOLITARIO» EN LA VIDA PRIVADA. 1 33
tes, de los cuales sé cierto (sin que hasta ahora
haya leído cosa en contrario) que jamás pagaron
posada ni otra cosa en venta donde estuviesen,
porque se les debe de fuero y de derecho cual-
quier buen acogimiento que se les hiciere, en
pago del insufrible trabajo que padecen buscan-
do las aventuras de noche y de día, en invierno
y en verano, á pie y á caballo, con sed y con
hambre , con calor y con frío, sujetos á todas las
inclemencias del cielo y á todos los incómodos
de la tierra.» Paréceme que se nos pudiera haber
respondido en la historia muchas veces, lo que
replicó el ventero : ((Poco tengo yo que ver en
eso. Pagúeseme lo que se me debe , y dejémo-
nos de cuentos ni de caballerías; que yo no ten-
go cuenta con otra cosa que con cobrar mi ha-
cienda.» Toda la vida racional consiste ante todo
en cosa tan humilde y vulgar : en tener cuenta
con la propia hacienda , y no gastar nunca más
que aquello que se ha de pagar cabalmente.
Prosa es esto, pura prosa , pero buen espejo para
vernos el rostro : sentencia que , por ser tan ge-
nuínamente español, no comprendía el sabio
Estébanez tratándose de política internacional;
consideración que, bien mirada, y aplicada con
134 ^<E^' SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
discreción , serviría para gobernar á España me-
jor que ha solido y suele ser gobernada. No hay
otra gran novedad á que por de pronto aspirar
aquí que á la de ajustar bien cuentas. Después se
ha de ir pensando en reponer, restaurar, conser-
var lo que todos los días envejece ó se inutiliza
de cuanto hicimos otras veces; y, si nuestra for-
tuna es tanta , podráse tratar más , mucho más
tarde, de tomar de nuevo la perdida senda del
progreso nacional, que no es cosa idéntica al
universal progreso de que necesariamente parti-
cipamos , sino bien especial , relativo , de que
hace un siglo estamos privados.
Téngase, por el lector, en consideración que
yo no puedo, al fin y al cabo, dejar de discul-
par errores en que persona tan querida para mí
incurriera , y yo propio incurrí , aunque por
poco tiempo, y en mi primera edad. Mas eso
mismo me obliga á combatirlos hoy enérgica-
mente, por verdadero amor, y, como verdade-
ro, ingenuo, hacia la patria. Mi ilustre deudo
pensaba , en resumen , que el único y extra-
ordinario recurso que le quedase á España para
salir de sus mezquindades interiores, era una po-
lítica nacional activa, osada, y conforme con
«EL SOLITARIO» EN LA VIDA PRIVADA. 1 35
nuestras tradiciones antiguas; pensamiento, no
tan sólo arriesgado, sino, cual tengo expuesto,
irrealizable. Lo que ya he dicho yo, en cam-
bio , é infundiría en mis conciudadanos , si para
tanto alcanzase autoridad , es esto otro : «Tra-
bajad , inventad , economizad , ahorrad sin tre-
gua ; no contraigáis más deudas ; no preten-
dáis tanto adquirir como conservar; no fiéis sino
en vosotros mismos , dejando de tener fe en la
fortuna ; no toméis ios nombres ó las aparien-
cias fáciles por realidades, que estas son siempre
menos accesibles ; no pidáis á los que os gobier-
nen milagros, pero tampoco les consintáis que
adulen vuestros defectos y los exageren ; ni de-
clinéis en instituciones ó individuos , por po-
derosos que sean , las faltas de la colectivi-
dad, sean de todos, sean del mayor número:
que vuestro patriotismo sea, en fin, callado,
melancólico, paciente, aunque intencionado,
constante, implacable. Así, no recobraréis, por
cierto, el predominio antiguo , que aquello fué
casual y no puede más volver ; pero todavía
hallaréis qué hacer en este mundo , de sobra, y
podréis mostraros dignos de descender de quien
descendéis, y llevar con justo orgullo el glorio-
136 ((EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
SO nombre de españoles.» He ahí, en resumen,
lo que, andando los años , separó, como separa
hoy, mi espíritu del que inspiró muchos de los
actos de Estébanez Calderón , especialmente en
el último tercio de su vida.
,«*jrS»'V-'vV'-
%
CAPITULO XII.
((EL SOLITARIO» HISTORIADOR.
Sumario. — Tres demostraciones prácticas del patriotismo de
Estébanez. — El Manual del Oficial en Marruecos. — Fuentes
de que se valió para escribirlo. — Su carácter. — Parte histó-
rica.— Su estilo. — La batalla de Alcázar-Kebir.— Estébanez
en la Academia de la Historia. — Su discurso. — Expedición
á Italia. — Cartas al duque de Valencia. — Sus juicios sobre
el gobierno en Roma. — La Historia de la Infantería Española.
— Su pensamiento y plan. — Auxiliares y trabajos ejecuta-
dos.— Trozos dados á la publicidad. — Estébanez más artista
que investigador. — Pintura del soldado almogávar. — Vicisi-
tudes y estado en que quedó aquella obra.— Trabajos ins-
pirados por los suyos. — El duque de Aumaie y la batalla de
Rocroy. — La toma de Tetuán y dos diferentes sonetos de
El Solitario.
ONSECUENCiAS prácticas de aquel pensa-
miento casi único en que apacentó su
ánimo Estébanez durante los años de
que trato , fueron estas tres cosas: la publicación
de su Manual del Oficial en Marruecos; su viaje á
Italia , como Auditor general en comisión del
cuerpo de tropas enviado allí por nuestro gobier-
no en 1849; el proyecto, en fin, que comenzó á
l38 «EL SOLITARIO)) Y SU TIEMPO.
poner en ejecución y llegó á tener muy adelan-
tado , de escribir una historia de la infantería,
ó, mejor dicho, de toda la milicia española,
desde los más remotos tiempos. De todas tres
voy sin demora á tratar, aplazando para el últi-
mo capítulo de esta obra incidentes y sucesos
de otra índole que el orden cronológico pediría
aquí , pero que me podrían ahora embarazar.
No es enteramente el Manual citado arriba un
libro de historia, ni del todo original, pues ya
su autor advierte que toda la parte estadística y
descriptiva, lo tocante á las costumbres y en
mucho grado lo geográfico , están tomados del
Spechio geográfico e staiistico delV Impero di Ma-
roccOy de conde Graberg de Hemsóo, cónsul del
reino de Cerdeña en aquel país por largo tiem-
po. Contiene, sin embargo, dos partes rigurosa-
mente históricas : la una es compendio de las
vidas y hechos de los soberanos del Mogreb-
alacsa , nombre árabe de la costa setentriona)
de África , que hoy pertenece al imperio de Ma-
rruecos; la otra una relación de las principa-
les campañas que allá hicieron, así castellanos
como portugueses, durante los siglos xvi y xvii.
Para lo primero se sirvió bastante, como hube
UEL SOLITARIO» HISTORIADOR. 1 39
de hacer yo , cuando traté igual asunto , de
la antigua obra arábiga atribuida á Aben-Mo-
hammed-Assaleh-el-garnati (ó de Granada), que
se intitula El agradable y divertido Cartas ó có-
dice que trata de los soberanos de Mauritania y fun-
dación de la ciudad de Fe{. De este libro, que Esté-
banez pudo gozar en su lengua original , hay
traducción latina, y tuve yo, además, á mano
otras dos, que pasan por excelentes en ios idio-
mas vulgares, portuguesa la una, la otra france-
sa. Luís del Mármol en su Descripción de África,
fray Juan del Puerto en su Misión historial, el
singular viajero Badía y Leblich entre los espa-
ñoles, y entre los extranjeros algunos viandan-
tes franceses ó ingleses, fueron las principales au-
toridades de que se valió además , cual me valí
yo luego también , dejando aparte muchos
otros nombres de autores y libros , por no ve-
nir de todo punto aquí al caso \ Pero más,
harto más importantes que las que encierran la
compendiada historia de los soberanos de Ma-
> Refiérome en lo que de mí hablo aquí, á los Apuntes para
la Historia de Marruecos , obra que ligeramente escribí , vi-
viendo Estébanez, por dilatar algo más su narración histórica,
con ocasión de la guerra de África.
140 ((EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
rruecos, son en la obra de Estébanez aquellas
páginas que consagra á las expediciones em-
prendidas en la Península contra el territorio
marroquí , alguna parte del cual habría alcanza-
do á distinguir de niño nuestro autor, como to-
dos los malagueños desde su patria , en ciertos
días de atmósfera purísima y serena mar, por lo
cual mirábalo como propio, más bien que como
extraño. Allí demostró una vez más que sabía
acomodar á cualquier género su estilo, pues no
cabe duda que en la riqueza , gravedad y elo-
cuencia de él compite , sin parecerse á ningu-
no , con los historiadores particulares que en
tiempo de ios Felipes austríacos enaltecieron
tanto nuestra lengua. Los tres capítulos pura-
mente históricos del Manual tampoco contienen
investigaciones originales , sobre documentos ó
papeles viejos, porque se compusieron sobrado
rápidamente para que pudieran encerrar tamaño
trabajo. En cambio, las narraciones de Pedro de
Salazar, délas guerras con infieles desde 1545 á
1565 ^ ; la relación de los sucesos de los Xarifes
» «Historia en la cual se cuentan muchas guerras sucedidas
entre christianos y infieles, así en mar como en tierra.» — Medina
del Campo, 1570.
«EL SOLITARIO» HISTORIADOR. 14I
Ó Xerifes ' (que hoy no sé por qué llamamos che-
rifes á la francesa); las descripciones de la batalla
de Alcázar-Kebir, de D. Juan de Baena Parada %
y de Franchi Conestaggio, testigo de aquel es-
trago horrible, si, como parece, fué su verdade-
ro autor D. Juan de Silva, embajador de Feli-
pe II cerca del Monarca lusitano ^ ; el discurso
sobre la presa de la Mamora, de Agustín de Ho-
rozco 4; los relatos varios de la toma de posesión
de Larache, y, por decirlo de una vez, cuanta
prosa se ha escrito hasta nuestros días para cele-
brar las victorias ó referir tristemente los reveses
de la gente española en Marruecos, quedó os-
curecida : que todo parece frío y pobre si se com-
para con lo que de nuevo contó Estébanez. Bajo
este aspecto, tiene el Manual un mérito : el de
haber dado á conocer al público, y al autor mis-
mo , lo mucho que de su pluma podía espe-
rar la historia, si acertaba á poner mano en un
asunto grande, y aplicaba á él mayor constancia
y tiempo que solía consagrar á cada uno de sus
1 Istoria délos Xarifes, — Sevilla, 1585.
2 Deír un ¿one del regno de Portogallo, etc. — Genova, 1585.
3 Historia del Rey Don Sebastián. — Madrid , 1615.
4 Discurso historial, tXc, — Madrid. 161 5.
142 ((EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
diversos trabajos literarios. De todos los géneros
en que ejercitó Estébanez su estilo, he dado aquí
alguna muestra, y para no renunciar á esa cos-
tumbre , que el lector de buen gusto aplaudirá,
voy á copiar una parte de su narración de la
batalla de Alcázar-Kebir , tomándola desde el
punto aquel en que la victoria comenzó á la-
dearse del lado de las gentes del ya muerto Mo-
luco ^
c(En este punto llegó ( escribe el novel histo-
riador) un hidalgo del Rey, y le dijo que los
moros tenían ya casi presa la artillería : y el Mo-
narca , acompañado de muchos caballeros y
gente de cuenta , se lanzó por entre los moros,
que peleaban sobre la artillería, con tanto cora-
je, que les hizo soltar lo que ya tenían gana-
do, haciendo después el Rey con los que le
seguían y otros hidalgos que se le juntaron, va-
rias entradas en los moros. Pero poco efecto y
resultado muy lastimoso había de venir con tal
desigualdad de fuerzas, pues aunque como cam-
I Manual del Oficial en Marruecos, ó cuadro geográfico, es-
tadístico , histórico , político y militar de aquel imperio, por
D. Serafín E. Calderón , auditor de aquel ejército. — Ma-
drid, 1844.
((EL SOLITARIO» HISTORIADOR. 1 43
peones pelearon los dos mil caballos cristianos,
¿qué adelanto pudieran conseguir contra más de
cuarenta mil jinetes, que es el menor número que
algunos conceden á los alarbes? Ello es que el de
Aveiro, arrebatado por la corriente de tanta mul-
titud enemiga, embistió forzosamente con los
tudescos , y les desordenó los piqueros ; y pre-
guntando por el Rey, y no teniendo razón de su
paradero, reunió otros hidalgos á los pocos que
le habían quedado, y, para no volver á parecer,
se entró de nuevo por los moros, lanceando y de-
gollando. Los caballos del xerife (aliado de D. Se-
bastián), acosados por los moros, y no hallando
plaza desembarazada por donde entrar al abri-
go de los escuadrones cristianos, dieron tam-
bién en el campo de batalla, desordenando y
atropellando. El escuadrón de aventureros, al
dar la arremetida que casi puso la victoria en
manos de los cristianos , había perdido todos
sus arcabuceros, pues adelantándose estos con
el ardor de la pelea, quedaron anegados en-
tre las olas de la morisma. Así, pues, estos
valerosos soldados estuvieron sirviendo de te-
rrero y blanco á la numerosa arcabucería de á
caballo que tenían los moros , dirigida por un
144 ^^^^ SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
renegado genovés llamado Lalaba, que fué de
quien más daño recibió el campo cristiano.
Todo comenzó á ser ya confusión y desventu-
ras. La multitud de alarbes que se habían man-
tenido á la mira en las montañas , comenzaron
á bajar para participar del triunfo , y el cerco
en que se miraban encerrados los cristianos co-
menzó á estrecharse por todas partes. Los ter-
cios portugueses de la batalla y de la retaguar-
dia peleaban fíojamiente , como formados de
gente cogida y armada á la fuerza ; y amonto-
nados y descompuestos, no se atrevían á salir al
campo á dar ayuda á sus compañeros, por más
que con sus palabras y acciones los incitaran
y alentasen sus coroneles y capitanes. El Rey
en este tiempo andaba por todas partes pelean-
do personalmente, y como si en el valor de
su brazo fincase el remedio de tamaño mal.
Por su propia mano había tomado dos banderas
de los moros , perdiendo otro caballo en la de-
manda , pues llevaba ya muertos en aquella
hora dos. En aquel trance le ofreció otro ca-
ballo Jorge de Alburquerque , y acompañado
de este hidalgo , de su inseparable Cristóbal de
Tabora, del paje de su guión, que en aquel día
((EL SOLITARIO» HISTORIADOR. I45
hizo maravillas, Jorge Tello, y de otros caba-
lleros que acertaron á estar por aquel sitio, bien
certificado de los últimos términos en que las
cosas estaban , quiso tentar la postrer fortuna,
antes por desdeñar la congojosa vida que por
presuponer alegres esperanzas. Entró , por eí
apiñado escuadrón mahometano, haciendo gran
riza y abriendo ancha calle , pues conocién-
dolo ya , se apartaban de ser blanco inmedia-
to de sus iras. Aquí murió Juan Carvallo , que
trayendo una lanza pasada por los pechos se
encontró con su hijo Pedro, heredero de su
casa, tan bañado en sangre por dos cuchilladas
que llevaba en la cabeza , que apenas era co-
nocido ; y abrazándose como en mutuo confor-
tamiento , volvieron á la lid á morir en gloriosa
compañía. En este último conflicto murieron
muchos y buenos caballeros , que fuera prolijo
referir; y los que aún vagaban con vida por
el campo, peleaban aquí y allá sin orden ni
concierto, peleando, no ya por la victoria, sino
para vender caras sus vidas. Allí murió don
Alonso de Aguilar, coronel de los castellanos,
que mirando cuan forzosa era la retirada, siem-
pre decía, arremetiendo más fuerte con los mo-
- xii - 10
146 «EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
ros : ((Nunca Dios quiera que vuelva atrás la
))casa de Aguilar.» También cayeron el capi-
tán Aldana, haciendo cosas de inmortal me-
moria como buen soldado, D. Gonzalo Chacón,
caballero castellano, el marqués de Eterlin , que
mandaba los italianos, y monsieur de Tamberg,
jefe de los tudescos , con D. Juan , hijo del du-
que de Braganza, de la casa real, y cien y cien
capitanes , caballeros y hombres principales. El
Rey, conociendo bien tanta desventura, después
que le mataron otro caballo, iba acompaña-
do de los pocos hidalgos que le quedaban cuan-
do se vieron todos cercados de crecidas bandas
de jinetes enemigos. Entonces uno de los caba-
lleros , poniendo un lenzuelo sobre la punta de
la espada, se avanzó á ellos diciéndoles que allí
estaba el Rey. Los moros respondieron que en-
tregasen las armas lo primero, para tratar des-
pués lo que convenía; lo que oído por el Rey,
y retirando su brazo del conde de Vimioso, que
le iba á recoger la espada , huyendo de que al-
gún moro se atreviese á llegar á su persona, se
lanzó furioso contra la chusma , seguido de los
pocos que le quedaban, que pelearon con deses-
perada osadía , viéndosele caer después de ren-
«EL SOLITARIO» HISTORIADOR. I47
dido el caballo. Allí quedaron tendidos á su
lado el conde de Vimioso y D. Cristóbal Tabo-
ra , que murió tan cerca de él como había vi-
vido.))
Quien quiera que compare con este lenguaje
y estilo los de la Asamblea general , de que copié
en otro capítulo largos párrafos, se maravillará,
á mi ver, del grande espacio en que se podía
mover y ostentar el talento de prosista de Es-
tébanez. No diré que mirando atentamente no
se descubra que es uno mismo el arte que da
vida á esta descripción de batalla perdida y
á la de aquella ruhia bailadora; pero ¡qué varie-
dad en el tono, qué nuevas notas, jamás en
nuestro autor escuchadas antes , qué paso tan
fácil, tan seguro, de lo regocijado y cómico á
lo patético y trágico , de la invención pondera-
tiva y pródiga que deslumhra en el artículo de
costumbres, á la relación exacta, severa, aunque
elocuentísima y pintoresca , que tan hondamen-
te conmueve el alma en la página histórica i No
tenía secretos la prosa para Estébanez. En ningu-
na ocasión que echara mano de ella encontró,
no ya , cual otros , lugares sin salida, sino ni
siquiera la más sencilla dificultad.
148 «EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
Esta publicación del Manual del Oficial en Ma-
rine eos le valió , en 17 de Mayo de 1844, que
fuese elegido por uno de los diez y seis indivi-
duos supernumerarios, que, con doce de núme-
ro y otros tantos meramente honorarios, compo-
nían entonces la Real Academia de la Historia;
juntando este carácter al de individuo de laSocie-
dad de Amigos del País , de Granada , que obtu-
vo antes de ir al ejército , y al de miembro de
la de igual índole en Ecija , que unánimemente
mereció , siendo jefe político de Sevilla. Pero lo
que colmó sus votos fué la incorporación de los
individuos supernumerarios á los de número,
realizada en la Academia de la Historia el 5 de
Marzo de 1847, por virtud del Real decreto
de 25 de Febrero del propio año, que reorganizó
estas doctas corporaciones. Su título llevaba la
fecha de i.^ de Abril, y su medalla fué la que
tiene al reverso grabado el número 6, y honra
hoy el pecho de su distinguido sucesor D. Juan
Facundo Riaño. Con motivo de este definitivo
ingreso en el Cuerpo , leyó ante él Estébanez un
erudito discurso acerca de los aventureros espa-
ñoles, y en especial castellanos, que por dis-
tintas épocas fueron mercenariamente á servir
((EL SOLITARIO» HISTORIADOR. 149
á los Reyes de Fez ó Marruecos : trabajo digno
de ser impreso, por tratarse de uno de los mu-
chos episodios oscuros de nuestros anales. Fué
Estébanez asistente asiduo á la Academia , y pú-
biicamente dijo con frecuencia que no quería per-
tenecer sino á ella sola, entre todas, por demos-
tración del respeto y cariño que la profesaba.
No fué otra la genialidad que privó, en mi juicio,
á la Academia Española de contar al autor de
las Escenas Andahi^as entre sus miembros.
Hombre tal en punto á opiniones patrióti-
cas, que hallaba oportuno en 1844 el renovar
las antiguas empresas de África , no había de
dejar de sentir alborozado su corazón , cuando
supo en 1849 que estaba acordado el que nues-
tras armas pasasen de nuevo á sus bien cono-
cidos campos de Italia. No tengo por qué re-
ferir aquí las causas ni los medios, los hechos
ñi las consecuencias de aquella expedición. Me-
jor que pudiera nadie, acaba de llevarlo á fe-
liz término el propio jefe de la misma, don
Fernando Fernández de Córdova , con su in-
teresante libro denominado : La revolución de Ro-
}fia y la expedición española á Italia en í8¿tg '.
' Madrid , imprenta de Hernández, 1882.
150 «EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
No quiero por mi parte decir más, sino que la
intención del gobierno que acometió aquella
aventura militar fué excelente, porque, no ya
sólo bajo el de la Iglesia católica , sino bajo el
punto de vista temporal de España, la conserva-
ción del poder civil del Papa era por extremo con-
veniente, sea cualquiera el respeto que hoy me-
rezca el estado de cosas admitido por el derecho
internacional. Añadiré que nuestras tropas, bien
organizadas , bien mandadas, y dirigidas con
acierto, hicieron en los- territorios pontificios
que ocuparon cuanto podían hacer, dado su cor-
to número, y la situación difícil que les crearan,
así la varia actitud y las pretensiones opuestas
de las grandes naciones europeas , como nues-
tra peculiar y notoria flaqueza , que , mientras
dure, ¡y ojalá que no sea siempre!, nos incapa-
cita para representar gran papel en ninguna
cuestión europea. Ni los grandes talentos de
Martínez de la Rosa y del duque de Rivas, que
en Roma y Ñapóles nos representaban á la sa-
zón ; ni la habihdad de D. Fernando de Córdova
y la brillantez de su estado mayor general, en
que figuraban Zavala y Lersundi , dos de los me-
jores soldados españoles de nuestro tiempo; ni
«EL SOLITARIO» HISTORIADOR. I5I
la pericia y denuedo de los jefes, oficiales y tro-
pa, podían hacer que la hostilidad poco disimula-
da de Inglaterra , y la mala voluntad de Francia,
potencias entre quienes se repartía el dominio de
los mares, dejasen lugar á la acción indepen-
diente y libre de ningún ejército español, cuanto
más á la de unos cuantos batallones, penosa-
mente conducidos en viejos ó pequeños bajeles,
á toda hora en peligro de ver cortadas, sin resis-
tencia posible, sus comunicaciones con la ma-
dre patria, no bien pretendieran obrar por su
sola cuenta. Hubieran sido en tan gran número,
como escasos eran nuestros soldados, y de igual
modo tuviéramos que someternos en Italia á cuan-
to los franceses en especial quisieran. Mandara el
propio Gran Capitán á aquellos españoles , y no
por eso hubieran hecho mayor papel. Confieso
que no me hallo á gusto tratando de hechos que
para las personas que por debida obligación to-
maron parte en ellos siempre serán honrosos, mas
no tanto para una nación acostumbrada á otro
género de respeto en el mundo. Ceñiréme, pues,
á tratar solo de Estébanez, durante esta expe-
dición, que forma uno de los más interesantes
episodios de su biografía seguramente, y donde
1^2 C(EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
él se ostentó, por supuesto, tal cual de los pre-
cedentes de su vida se podía inferir.
No sé yo bien si se le llamó para aquel pues-
to, ó más bien se anticipó él á ofrecerse, en una
ú otra forma , bien que supongo que lo segun-
do sea lo cierto. Desde Barcelona, donde fué á
embarcarse, escribió al duque de Valencia en-
tusiasmado «con el aspecto marcial de los sol-
dados, y sobre todo copi el contento y satisfacción
que llevaban pintados en el rostro, recordándole á
nuestros antepasados cuando salían seguros de triun-
far en Oriente y en Italia. y^Y di en Terracina se con-
gratulaba de que hubiese salido Córdova de los
diplomáticos de Gaeta, por suponer que lo trata-
ban acornó á escolar de primeras letras, que para que
diese gusto á todos, había de dejarse llevar la mano por
los mal torcidos renglones de la mala plana que cada
imo se había tra{ado en su fantasía ó caletre; dando
cuenta además del acuerdo de todos los Genera-
les de descartar sobre los diplomáticos de Gaeta la res-
ponsabilidad del iMBROGLio de la cuestión romana . »
Luego, en Valmontone, formuló en estos térmi-
nos, que recordaré luego, el programa de lo que
debía ser la restauración del poder temporal, con
las palabras que siguen : «Sea ( decía ) fuerte y
(íEL SOLITARIO» HÍSTOi<IADOR. 1 53
respetable el gobierno del Papa, tenga un ejér-
cito fiel, redútese el Sacro Colegio de tina manera
más conveniente v que lleve á Roma intereses genera-
les de todos los países católicos, y por consiguiente á
muchas personas adictas; ábrase la mano para que
muchos participen de ciertos beneficios y peque-
ños empleos, y por de pronto los Cardenales que
están en juego engrandezcan y eleven sus ideas,
y den algo, y prometan mucho, no sólo para el
mundo venidero, sino también para el presente;
y crea que el Santo Padre, dentro de algún
tiempo, puede haber hecho resucitar los siglos
de los Clementes, de los Leones y de los Píos.»
Y por último , píntale al Presidente del Conse
jo , en frases que por extremo recuerdan las Es-
cenas Andalu:(as , el espíritu de alguna parte del
país, y el de nuestras tropas, desde Terni, en es-
tos términos pintorescos: «El terror (dice), por tí-
tulo de herencia que quería legarla finada Repú-
blica, lo puso últimamente á la orden del día
cierta plancha ^ ó circular que desde Malta diri-
« Debe aquí aludir á las famosas planchas de descrédito,
» sea circulares con que nuestras sociedades secretas de 1820 á
1823 mandaban difamar en un día dado^ por toda España á un
tiempo, á quien quiera que les convenía.
154 í^EL SOLITARIO)) Y SU TIEMPO.
gió Mazzini á los círculos y sociedades secre-
tas. En ella se decía que se protestase con he-
chos, por más horribles que fueran , contra la
ocupación extranjera. En su consecuencia, prin-
cipiaban las pedradas, las heridas y los asesina-
tos, las amenazas, los insultos y las miradas tor-
vas y siniestras. Las señoras que han salido á los
paseos que nosotros frecuentamos, han sido in-
famadas con pasquines y ultrajados sus maridos,
padres y hermanos. Esto ha hecho despertar á
los muchachos, que guardaban una compostura
de padres de almas , y han principiado á jugar
de la morena, y han malherido por aquí en Ter-
ni, ayer noche, á alguno de los insultadores y
gente levantisca. Aquí los síntomas han sido
más hostiles, por haberse refugiado en la ciudad
y sus alrededores los sicarios de Ancona y Bolo-
ña y los tunos de la Romanía , huyendo de la
amabilidad tudesca, y por la permanencia tam-
bién de los desterrados de Roma por los france-
ses. Estas variaciones y alteraciones del termó-
metro han hecho el que así muchachos como
capataces, andemos suficientemente abrigados
de verdugados de Toledo y de confidentes de
Guadix y de Albacete. Según las efemérides y
((EL SOLITARIO» HISTORIADOR. I 55
diarios de policía, no se encontraba una navaja
para un remedio en toda la división, y ya ayer
los muchachos ofrecían un par de ellas cada
cuál, quedando siempre con la correspondiente
defensa y salvaguarda. La insolencia y el atre-
vimiento es regular que cedan; pues de otro mo-
do fuera insufrible, y era, entregando el país así
al Santo Padre, darle un caballo resabiado que
pronto lo había de trepar y revolcar.» Razón
tenía en temerlo Estébanez; pero con eso y todo,
dudo que, sin los batallones de Víctor Manuel,
hubiera sido derrocado el poder temporal , por-
que no llegaba hasta procurarlo eficazmente la
pasión por la unidad itálica de los romanos, bien
que no fuesen muy afectos, en su generalidad,
al gobierno pontificio , según observé yo más
tarde.
Pero, en mi concepto, nada supera en sagaci-
dad y exactitud al retrato que hizo Estébanez de
Antonelli. ((Es, en verdad (dice), joven todavía;
como cenceño zanquilargo y de rostro magro;
demostrando agilidad y desembarazo; y con dos
ojos grandes, negros , penetrantes y escudri-
ñadores , que manifiestan querer saber los tres
tiempos, lo pasado, lo presente y lo futuro; y,
156 C(EL SOLITARIO» V SU TIEMPO.
sin embargo . no se sabe en qué aplica aqi^Ik acti-
vidad que reveía su tra:(a, ni qué pensamientos lo
ocupan , y si los tiene , qué medios emplea para
realizarlos.» La explicación de la imprevisión y
esterilidad de los últimos años del poder tempo-
ral , está toda encerrada en esos renglones. No
emprendió nada Antonelli de lo que le convenía
como Rey, al Papa, en mucho plazo, y cuando
era oportuno, por el espíritu de reacción monár-
quica que en Europa entera reinaba; y si obró al-
go luego fué á deshora , por manera que cuanto
hizo, en suma, lo hizo mal y tarde. El Pontifica-
do necesitaba probar con tiempo que era capaz
de vivir de por sí, y sin la intervención perma-
nente de Austria ó Francia ; tenía que hacer pa-
tente que era un verdadero gobierno regular, or-
ganizando lenta pero sólidamente su propio
ejército , su propia administración y su propia
hacienda ; no había otro medio de alejar pretex-
tos, y cuando menos, dejar de todo punto des-
nuda la violencia. Pero en cosa ninguna de estas
pensó seriamente Antonelli , adormecido con la
tranquilidad y seguridad de los primeros años
del imperio napoleónico, sin sospechar siquiera
que aquel caprichoso é imprevisor poder pudiera
«EL SOLITARIO» HISTORIADOR. 1 57
cambiar derumbo cualquier día, como estaba en
lo íntimo y esencial de la naturaleza de su jefe:
hombre de no malas intenciones , pero de más
fantasía que juicio en las graves materias del
Estado. Nada más arrogante , en tanto , nada
más confiado , nada más candido , en realidad,
que el habilidoso ministro de decadencia que
dirigió , por desgracia , la política de la Santa
Sede durante los últimos años de pontificado
del venerable Pío IX , sin duda glorioso, por la
santa resignación y la dignidad heroica con que
sobrellevó sus infortunios y los de la Iglesia
católica.
Narvaez'y el marqués de Pidal, en tanto, que
con mucho más elevados fines que se obtuvie-
ron habían iniciado aquella empresa, Córdova,
los jefes todos de nuestras tropas , y no el último
Estébanez de cierto, acabaron por desear con
ardor ponerla término, no bien comprendieron
la impotencia en que estaban para realizar el
bien apetecido ; y se apresuraron á volver á
la Península tan pronto como pudieron. De
aquel viaje sacó Estébanez una cariñosa amis-
tad, la de D. Juan Valera. Y á la verdad que
rara vez se habrán juntado fuera de España
158 ((EL SOLITARIO)) Y SU TIEMPO.
tantos nombres esclarecidos como por entonces
en Gaeta , donde estuvieron á un tiempo con
Estébanez y Valera , el insigne Martínez de la
Rosa y el gran duque de Rivas. Fuera de las
cartas á Narvaez , de que se dará mayor razón
en el apéndice , y de alguna correspondencia
interesante á El Heraldo de Madrid sobre festejos
del ejército , lo único que produjo la pluma de
El Solitario en Italia fué una pintura de la Gruta
a:(ul de Ñapóles ; trozo descriptivo, que, como
en todo aquello en que se ejercitaba su prosa
sucedía, no tiene hoy superior en castellano.
Pero antes de esta expedición había ya aco-
metido Estébanez cierta obra con que se propu-
so desahogar por más alta manera todavía su
entusiasmo hacia las cosas españolas en gene-
ral , y particularmente hacia el ejército. Habió
del proyecto de escribir una Historia de la In-
fantería Española, en que trabajó más á la vuelta
que antes de partir para Italia, pero que había co-
menzado á poner en ejecución anteriormente. No
sin gestiones suyas , sin duda alguna eficací-
simas, logró que por Real orden de 26 de Oc-
tubre de 1847 se le diese el oficial encargo
de escribir dicha historia. Para mí no es du-
((EL SOLITARIO» HISTORIADOR. 1 59
doso que el texto misino de aquella disposición
está redactado por él. Era presidente entonces
del Consejo de Ministros el general Narvaez,
duque de Valencia , y ocupaba un alto puesto
militar el teniente general D. Fernando Fernán-
dez de Córdova. Estos y D. Eduardo Fernández
de San Román, también ahora teniente general,
que desempeñó la subsecretaría de la Guerra,
fueron los principales protectores de la idea. Con
tan robustos apoyos, nada tiene de extraño que
se pusieran á su disposición todos los elementos
necesarios para traer la empresa á buen térmi-
no, ni que desde luego se le confiase la redac-
ción de la Real orden , á fin de que en ella se
fijase bien la naturaleza de la grande obra que
se ordenaba escribir. No hay mejor modo, por
tanto, de dar á conocer su primitivo pensamien-
to y plan , que copiar los principales párrafos de
la antedicha disposición.
«El gobierno de S. M. (decía el documento
de que trato), oyendo preliminarmente el dic-
tamen de personas autorizadas en la materia,
ha resuelto que se escriba una Historia de la In-
fantería Española desde los tiempos de los seño-
res Reyes Católicos hasta la finalización de la
l6o ((EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
guerra de la Independencia. Con efecto : siendo
la infantería el instituto que forma la base de
los ejércitos, y en los de España el arma que
más ha provocado la admiración de los gran-
des capitanes y hombres versados en las cosas
de la guerra, parece cierto que la historia de la
infantería española ha de llenar cumplidamente,
así el pensamiento del gobierno, como los deseos
de los amantes de nuestras glorias militares. Es
indudable que en este cuadro han de aparecer
en justa proporción los servicios y hazañas de
los demás institutos militares, por la relación es-
trecha é íntima que en los grandes sucesos de la
guerra tienen y obran entre sí las diversas par-
tes que componen un ejército ; sin que por ello
sea necesario descender á pormenores y consi-
deraciones apartadas, propias sólo para los es»
tudiosos de cada ramo particular de la guerra ó
de cada instituto militar. Así, pues, la obra que
va inmediatamente á emprenderse, llevará por
título Historia de la Ifffanteria Española, abra-
zando, como ya queda indicado, el período que
media desde los Reyes Católicos hasta la termi-
nación de la guerra de la Independencia. Este
período ofrecerá en un cuadro claro y distinto,
C(EL SOLITARIO» HISTORIADOR. l6l
además de las calidades peculiares del soldado
español, el pie y fuerza de la infantería españo-
la, la naturaleza y cargo de sus cabos y jefes,
su organización interior, armamento, propor-
ción que éste guardaba entre sí, su táctica y sus
movimientos y maniobras, sus vicisitudes y
mudanzas hasta las últimas épocas. Al propio
tiempo en la relación de los nobles hechos en
que tuvo parte la infantería española, deberán
hacerse notar las causas por donde alcanzó la
superioridad que le concedieron los grandes ge-
nerales de toda Europa; así como también el
origen de su decadencia, apuntando convenien-
temente sus relaciones con las demás armas del
ejército y tropas de diversas naciones que le
componían. De esta manera la obra, ofreciendo
la exposición sencilla de las hazañas de nuestros
mayores, ha de contener también la historia del
arte y sus progresos y variaciones, con la ra-
zón filosófica que dé explicación á los grandes
problemas de la ciencia militar en aquella épo-
ca, la naturaleza y vigor de sus instituciones,
las reglas de su disciplina, el espíritu de las le-
yes militares, la administración de la justicia,
los trajes y galas, la manera de existir, así en
- XII - 1 I
102 C(FX SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
los cuarteles como en el campamento, el modo
de pelear, de ir al asalto y á la carga, los acci-
dentes de las marchas, de los alardes y mues-
tras; en fin, todo, desde lo más sustancial hasta
lo que parezca más accesorio en la gloriosa vi-
da del ejército español, deberá resaltar en esta
historia, de modo tal, que, sin rayar en lo dema-
siadamente prolijo, quede consignado cuanto
conduzca á la gloria de nuestros antepasados y
á la enseñanza y curiosidad de los que empren-
dan la carrera de las armas.» Vasto, vastísimo
plan sin duda alguna, que todavía extendió mu-
cho más Estébanez en la ejecución, dando por
cimiento á su obra un prolijo estudio de los orí-
genes de la milicia, y de lo que ella fué, así en
la antigüedad de egipcios, griegos y romanos,
como en los tiempos posteriores á la invasión
de los bárbaros, y en la Edad Media, no sin dila-
tar muy especialmente el trabajo acerca de la or-
ganización y costumbres militares de los árabes,
cual era de esperar de su conocida afición á aque-
lla gente. De buen grado reconoció el autor lue-
go su exceso, diciendo que era «achaque discul-
pable cuando en España se habla de cosas y
glorias militares.»
«EL SOLITARIO» HISTORIADOR. 1 63
Para dar principio á aquellas , de cualquier
modo prolijas tareas , pidió Estébanez que se
crease una comisión, bajo su presidencia, en-
cargada de reunir los varios , dispersos y abul-
tadísimos materiales que necesitaba. Dióle en-
tonces el gobierno por auxiliares áD. José Ferrer
de Couto, tan célebre después por su denodado
españolismo en América, que había sido oficial
en el ejército, y á D. Manuel Juan Diana, em-
pleado en el archivo del ministerio de la Guerra;
personas ambas entusiastas de las cosas milita-
res, y laboriosas , que rebuscaron y copiaron,
principalmente en Simancas , muchísimos pape-
les relativos á nuestras cosas de guerra en los
siglos XVI, XVII y primer tercio del xviii. Para
el estudio de la milicia latina, griega y árabe se
sirvió, por igual suerte, de D. Enrique Alix,
aquel joven de tan admirable saber para su edad,
de quien ya he hablado, que era sobre todo una
especialidad en las lenguas sabias. De otras per-
sonas de las que tuvo á su lado sucesivamente
se valió también de vez en cuando , que todo era
menester para bosquejar siquiera tamaña obra.
Como á ella le llevó su entusiasmo patriótico y
militar, formó firmísima resolución de sobrepo-
,
164 «EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
nerse á su nativa impaciencia y genial distrac-
ción de espíritu , que tan poco propio le hacían,
cual dije anteriormente, para largos, sostenidos
y minuciosos trabajos ; y en verdad que mostró
mucha mayor constancia en esto que ninguno
de cuantos le conocían bien pudo esperar. Mas
no era posible que de todo en todo venciese su
modo de ser, y con harta claridad se revela en
lo que ha quedado de la Historia de la Infantería
Española. Hablo, como quien asistió, y alguna
mínima parte tomó en ello , por lo cual sé bien
que ni aun entonces pudo Estébanez resignarse á
trabajar continua, ordenada y metódicamente. Lo
que hizo fué acumular materiales inmensos, con
el concurso de la comisión puesta á sus órdenes,
y escoger, en el ínterin, cierto número de episo-
dios militares, los que más lisonjeaban su gusto,
ó más esclarecidos tenía ya, para redactarlos in-
mediatamente, fuera cual fuera la época á; que
correspondiesen. De éstos son conocidos el de
los almogávares y sus maravillosas expedicio-
nes, el de la conquista de Ñapóles por el Gran
Capitán, parte del que toca á la milicia de los ára-
bes y parte del de las campañas de Portugal en
tiempo de Felipe IV. El primero está escrito sobre
((EL SOLITARIO» HISTORIADOR. iG"?
libros anteriores , como por ejemplo los de Mun-
taner, Desclot, uno manuscrito de Corvera, y el
de Moneada , que había extractado los demás
en su precioso relato ; y el segundo lo com-
puso también ajustándose á lo que dijeron Guic-
ciardini , Jovio , Herrera y hasta Quintana , en
su biografía de Gonzalo de Córdova. Para la mi-
licia mahometana compulsó ya y examinó con
otro ahinco y detenimiento, no tan sólo cier-
tas obras extranjeras, sino los principales códi-
ces arábigos que tratan de la materia > señala-
damente alguno interesantísimo del Escorial.
Los papeles de Simancas púsolos á contribu-
ción asimismo, y muy concienzudamente exa-
minados, para la descripción de nuestras in-
faustas campañas del siglo xvii en la frontera
portuguesa. De esta índole de trabajos, en que
la investigación es nueva y profunda , y digna
del estilo, podrían sacarse aún de sus papeles
otros grandes trozos que honrarían altamente
nuestra historia miütar.
Imposible es desconocer, con todo, que en
nuestro Estébanez historiador supera con mucho
siempre el arte á la minuciosa investigación, ó
la crítica recelosa y escéptica de que hacen ofi-
1 66 ((EL SOLITARIO)) Y SU TIEMPO.
cío y gala los autores modernos. El gran saber
que poseía en todo linaje de cosas españolas,
y hasta en las especialmente militares , los ma-
teriales enormes que bajo su docta dirección
se acumularon luego á su alrededor , el lar-
go número de años que consagró á estas tareas,
no permiten dudar que la Historia de la Infan-
tería Española hubiera sido, á quedar terminada,
no sólo obra de arte , sino también de copio-
sa y segura erudición. Pero el arte tenía que
preponderar en ella de todos modos, por la na-
turaleza misma del escritor. Ni siquiera quiso em-
pedrar sus narraciones con llamadas de notas y
citas , á la moderna , reservando unas y otras
para raros casos. Escribía como Tito-Livio, Ma-
riana y Moneada de lo que no vieron ; y no
cito aquí á Tácito , Mendoza ó Meló , porque
estos asistieron á los hechos , poniendo mano
á vQCts en su ejecución. Dado este linaje de
historia , dificilísimo es llevar más lejos el mé-
rito que lo llevó Estébanez en los trozos de
todo punto terminados de su trabajo. Pero por
más que me sienta yo imparcial , con frecuen-
cia temo que al juzgarlo me acusen de ser me-
jor pariente que crítico los lectores. Por eso he
«EL SOLITARIO» HISTORIADOR. 167
citado de continuo ejemplos de lo que afirma-
ba, y tengo para mí que el que puse del Ma-
nual del Oficial en Marruecos era ya suficiente á
demostrar lo que acabo de decir. No hay bata-
lla mejor narrada en castellano que la de Alcá-
zar-Kebir por Estébanez. Y si ahora se quiere un
ejemplo más, léase la siguiente página de la His-
toria de la Infantería , en que describe al olvidado
guerrero almogávar de nuestra Edad Media,
cuyo nombre puso en moda de allí adelante :
((De estatura aventajada (dice), alcanzando
grandes fuerzas , bien conformado de miembros,
sin más carnes que las convenientes para trabar
y dar juego á aquella máquina colosal , y por
lo mismo ágil y ligero por extremo, curtido á
todo trabajo y fatiga, rápido en la marcha, fir-
me en la pelea, despreciador de la vida propia
y así señor despiadado de las ajenas , confiado
en su esfuerzo personal y en su valor, y por lo
mismo queriendo combatir al enemigo de cerca
y brazo á brazo para satisfacer más fácilmente
su venganza, complaciéndose en herir y matar,
el soldado almogávar ofrece á la mente un tipo
de ferocidad guerrera que hace eclipsar la idea
del falanjista griego y del legionario romano.
1 68 ((EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
Su gesto feroz parecía más horrible con el cabe-
llo copioso y revuelto que oscurecía sus sienes;
los músculos , desiguales y túrgidos , se enros-
caban por aquellos brazos y pechos como si las
sierpes de Laocoonte hubieran querido venir á
dar más poder y ferocidad á aquellos atletas
despiadados. Su traje era la horrible mezcla de
la rusticidad goda y de la dureza de los siglos
medios; abarcas envolvían sus pies, y pieles de
las fieras matadas en el bosque le servían de
antiparas en las piernas; una red de hierro cu-
briéndole la cabeza y bajándole en forma de
sayo como las antiguas capellinas , le prestaba
la defensa que á la demás tropa ofrecían el cas-
co, la coraza y las grebas; el escudo y la adarga
jamás los usaron , como si en su ímpetu san-
griento buscasen más la herida y muerte del
enemigo que la defensa propia; no llevaban más
armas que la espada , que , ó bajaba del hombro
pendiente de una rústica correa , ó se ajustaba
al talle con un ancho talabarte , y un chuzo pe-
queño, á manera del que después usaron los al-
féreces de nuestra infantería en los tercios del
siglo XVI ; la mayor parte llevaba en la mano
dos ó tres dardos arrojadizos ó arconas , que por
((EL SOLITARIO» HISTORIADOR. 1 69
la descripción que de ellos se hace se recuerda
al punto el terrible pilum de los romanos; ni
los desembrazaban y arrojaban con menor acier-
to ni menos pujanza ; bardas , escudos y arma-
duras, todo lo traspasaban, hasta salir la punta
por la parte opuesta. En el zurrón ó esquero,
que llevaban á la espalda, ponían el pan, único
menester que necesitaban en sus expediciones,
pues el campo les prestaba hierbas y agua, si no
llegaban al término de ellas, ó en las ciudades
y reales enemigos encontraban después larga-
mente todo género de manjares. El río más cau-
daloso lo pasaban á nado. Ni el rigor de la es-
carcha ó hielo, ni el ardor del sol más riguroso,
hacían mella en aquellos cuerpos endurecidos;
la jornada más dilatada y áspera era obra de
pocas horas para ellos, y diestrísimos en la lid,
cautos cuando convenía , silenciosos á veces
para ser más horribles en su alarido llegado el
caso, excesivos en sus saltos, muy ágiles en sus
movimientos , y por consiguiente certísimos en
los asaltos é interpresas , jamás hallaron obs-
táculos ni imposibilidades, ya marchasen, ya
peleasen ó combatiesen ciudades ó castillos. Sus
banderas y estandartes eran los de Aragón y
1 70 ((EL SOLITARIO)) Y SU TIEMPO.
Sicilia, SU grito de guerra el más siniestramente
elocuente que pudo imaginar la ferocidad del
soldado. Tal grito, azotando el hierro contra el
hierro, ó contra la tierra, era decir: Hierro, hie-
rro, despiértate, y ya toda misericordia estaba por
demás. Esta fué la milicia y tales los soldados
que aparecieron inopinadamente en Italia para
defender los derechos de la casa de Aragón á la
corona de las Dos Sicilias , llenando primero de
extrañeza y luego de espanto á todas aquellas
comarcas y á los capitanes y tropas que allí
combatían.)) ¿Hay cosa mejor en todo Mendoza,
ni en Meló? Respondan las personas de gusto, y
amantes fieles de la divina lengua en que aque-
llos insignes historiadores escribieron.
No puedo dilatarme en este punto más, que
no he de hacer mi obra interminable. Limitaré-
me á decir que este último trabajo de Estéba-
nez pasó por vicisitudes singulares. Hacia el año
de 1854, tenía presentados legajos como para
dos tomos grandes en el ministerio de la Gue-
rra , y pasaron al depósito de aquel departa-
mento, del cual fueron trasladados á la Secre-
taría, donde tengo idea de que están , aunque
muy descabalados y maltrechos. Los dichos to-
«EL SOLITARIO» HISTORIADOR. I7I
mos contenían sólo la introducción, enderezada
á dar á conocer la milicia de ios antiguos, antes
de entrar en el propio y peculiar asunto de la
obra. El resto de esta lo tenía su autor en tanta
estima, que durante los acontecimientos de 1854
y 1856 húbolo de depositaren casa del represen-
tante de Holanda. Hoy guardan tales borradores
sus hijos, y fuera seguramente útil examinarlos,
coordinarlos y dar á la estampa cuantos en es-
tado de ello se encuentren, con lo cual se aumen-
taría la gloria de Estébanez, mas nada perdería,
en verdad, la de la nación española. De 1856 en
adelante hizo nuevas gestiones para que se le
continuasen facilitando los auxilios que primiti-
vamente había obtenido , con el fin de terminar
su trabajo , invocando para ello la amistad del
duque de Valencia ; pero por el desasosiego y
falta de estabilidad de las cosas no logró su deseo
entonces. Luego ya , sus desgracias de familia,
el quebrantamiento de su salud , los dolorosos
avisos que preceden á la muerte, fueron hacién-
dole olvidar lentamente la colosal empresa.
Ahora habrá de perdonarme el lector que ha-
ble algo de mí, porque, bien mirado, no lo
puedo excusar. Los pocos ó muchos que se ha-
172 ((EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
yan tomado la pena de seguir los pasos de mi
poco fructuosa carrera literaria, sin duda ha-
brán reparado que á los trabajos históricos de
Estébanez han correspondido otros míos de más
ó menos extensión , por los suyos inspirados.
Hora es de decir que esto fué necesario y jus-
tísimo tributo pagado á su superioridad , y
al magisterio que en mí ejerció durante mis
primeros años juveniles. Como él escribí sobre
Marruecos, procurando aumentar , con ocasión
de nuestra última guerra de África, las noticias
que contiene el Manual del Oficial en Marrue-
cos acerca de la historia de aquel país, tan poco
conocida en España anteriormente. También tra-
té en cierto librejo de aquellos fieros almogava-
reas que admiró él tanto con razón, aunque por
mi parte, en forma novelesca ; y por señas que
encabezó mi obra con un prólogo como suyo, en
el cual á un tiempo brillan sus galas de estilo, su
saber, su inimitable gracejo, y aquella rica vena
epigramática que no acertaba casi nunca á refre-
nar, ofreciéndose allí de esto curiosísima mues-
tra. Porque, después de haberme colmado de
cuantas alabanzas y encomios le inspirara el cari-
ño, concluyó diciendo : (( No creemos que este
«EL SOLITARIO)) HISTORIADOR. 1 75
juicio , dictado con el propósito más firme de im-
parcialidad y de justicia , vaya mucho más allá
de los términos de una sana crítica, hasta trope-
zar con los términos de la inconsiderada alaban-
za. Si alguien se subleva ahora contra él, sin du-
da que al concluir la lectura de La Campana de
Huesca j ó ha de estar en cabal acuerdo con nos-
otros , ó no ha de hallarse muy distante de los
nuestros en sus apreciaciones y juicios. Pero aun
en este último caso le podríamos dar por excusa
que cuando es llegado el trance de las manipula-
ciones y tratamientos, sin excluir la misma escue-
la instigadora de Cristo, nadie trata mal adrede
á sus propias carnes ^)) Con que, sin querer, vino
á destruir todo el efecto de las favorables cosas
que había dicho hasta allí de mi novela. Y cito
esto por ser un señalado rasgo de su particular
modo de ser, que no he de perdonar medio algu-
no para que exacta y profundamente se conozca.
I Aunque según su etimología y frecuente ejemplo de nues-
tros antiguos escritores , la palabra almogáhar pudiera escri-
birse con ¿7, hemos preferido el uso contrario de escribirla con
V. por seguirse esa costumbre en las publicaciones últimas que
mencionan esta clase de milicia. Lo mismo podemos decir usan-
do la voz aharo con h en vez de avaros, pueblos que vinieron de
a Scitia. (Nota de Estébanez.)
174 <^^F'L SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
No dejé de hacer asimismo algunos trabajos
sobre puntos que no había él tocado todavía, re-
lativos á la milicia española. í\ los primeros dio
motivo el haber visitado las orillas del Tíber
y las del Tessino, donde tuvieron lugar dos de
los más importantes hechos de armas de nuestra
infantería en el siglo decimosexto : la batalla de
Pavía y el asalto de Roma. Puesto ya en tal ca-
mino, escribí, después de morir mi erudito maes-
tro, una obrilla, algo más extensa que las ante-
riores, sobre el principio y fin que tuvo la supre-
macía militar de los españoles, describiendo por
primera vez con detenimiento la infausta batalla
deRocroy, tan célebre en los fastos europeos. Por
cierto que di tiempo ha por inutilizado ü enterra-
do para siempre aquel corto trabajo mío con la
publicación de la historia de ¡a Casa de Conde del
duque de Aumale ', no menos distinguido por
armas y letras que por su excelso nacimiento.
Que tal suele quedar toda narración histórica , á
que otra ú otras suceden , pues los nuevos auto-
res sin ningún escrúpulo aprovechan, y es natu-
ral , cuanto inquirieron y recogieron sus prede-
I La premiere campagm de Conde : Reviie des Deux Mondes,
números del l.oy 15 de Abril de 1883.
((EL SOLITARIO)) HISTORIADOR. 1 75
cesores, juntándolo en uno, y añadiendo el fruto
desús particulares investigaciones, con lo cual se
logra, á la larga, descubrir y depurar la verdad
totalmente. En Francia se llama á esto último,
tener ó encontrar las cosas su definitivo histo-
riador. Mas no ha sucedido ahora así en lo de Ro-
croy; y, como no sé cuándo volveré á coger la
pluma, me apresuro á decirlo, aunque declaran-
do que no tanto considero esto fortuna mía,
cuanto desgracia de la historia. Aparte del mayor
conocimiento del terreno en que la batalla se li-
bró por haber tenido á su disposición, sin duda,
oficiales de estado mayor que lo estudien , y tal
cual documento oficial francés , que nada esen-
cial añade á los hechos ya sabidos y expuestos,
la relación de la batalla de Rocroy por el duque
de Aumale carece de valor histórico , porque su
disculpable amor nacional le ciega al punto de
desconocer y negar la verdad en hechos intere-
santísimos y con toda evidencia demostrados.
Al principiar la obra todavía pensaba su eleva-
do autor que fué nuestro gran conde de Fuentes
quien dirigió en Rocroy la última resistencia de
los españoles, siguiendo el generalizado error
de Bossuet. Enterado después de que se trataba
176 «EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
sólo de un cierto conde de Fontaine , y de que
éste pudo pasar luego más bien que por español
por francés, empéñase en que él y no otro acau-
dilló la inaudita defensa del último escuadrón ó
cuerpo español, que mantuvo el campo , ejecu-
tando una de las más grandes hazañas de ios
hombres. Y no sólo tacha con tal objeto de par-
cial la detallada relación de Vincart, que ni po-
día mentir, escribiendo á su Rey y á la Reina de
Francia á un tiempo, ni tenía interés ninguno en
ello , sino que desconoce lo que claramente re-
sulta del incontrovertible testimonio de don
Francisco Dávila Orejón , en su Politíca Mecánica
y Militar, que fué uno de los soldados que toma-
ron parte en aquella heroica resistencia \ Aquel
buen veterano, por fuerza tenía que saber mucho
mejor quién se hallaba allí y quién no, que todos
los franceses que tuvo enfrente, y no hay que decir
que el duque de Aumale, por grande que su au-
toridad sea en otras cosas. Y lo que literalmente
dice es esto: que, después de haber defendido sus
í Política mecánica y militar para Sargento Mayor de ter-
cio ^ por el Maestre de Campo D. Francisco Dávila Orejón, etc.
— Nueva impresión. — Bruselas, 1684. — La primera edición es
de Madrid , 1669.
((EL SOLITARIO)) HISTORIADOR. 1 77
propios tercios más délo que parecía posible los
Maestres de Campo conde de Garcies y D. Jorge
de Castelví, que lo era suyo, con otros muchos ofi-
ciales y soldados (entre ellos el narrador) , llega-
ron ((descompuestos á com.ponerse en aquel pe-
ñasco de fortalecía,)') que formaba todavía el tercio
del duque de Alburquerque, que gobernaba á la
sazón su Sargento Mayor Juan Pérez de Peralta.
Preguntando el gran Conde, duque entonces de
Enghien, antes de embestir con sus triunfan-
tes tropas , quién mandaba allí para intimar la
rendición, respondiósele, que eran Garcies, Cas-
telví y Peralta. ¿ Dónde andaba el conde de
Fontaine á aquella hora? Pues de no figurar en-
tre los fugitivos, que ni siquiera se lo permitía
su mal estado , por fuerza estaba muerto, como
Vincart dijo , y desde los primeros tiros que en
la batalla se cruzaron : lo cual no amengua su
honor seguramente, pero desvanece del todo la
leyenda ya secular que ha corrido á su nombre,
sin que baste á restablecerla el duque de Auma-
le, por principal que sea su jerarquía. Su idea
de que Vincart quisiera quitarle á Fontaine la
gloria , por ser extranjero, es muy extraña á los
ojos de los que , conociendo bien los libros y
-XII- 12
178 «EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
documentos españoles de la época , saben que
jamás éstos distinguen, ni muestran preferencia
entre los que servían al Monarca común, fuese
cual fuese la parte del mundo en que nacieran.
Pero, ¿y Dávila Orejón? ¿Había de omitirle tam-
bién éste, cometiendo una verdadera mentira
en su libro, siendo así que debían vivir tan-
tísimos de los testigos todavía , y cuando Fon-
taine , que era Maestre de Campo General, go-
zaba de mayor categoría que los tres jefes que
nombró, Garcies, Castelví y Peralta? Por ser
estos entre sí iguales , se dieron á un tiempo sus
nombres al que preguntó quién mandaba , que
si no , claro está que se habría respondido que
allí mandaba sólo Fontaine , como Maestre de
Campo General. Otros errores manifiestos é im-
portantes contiene esa historia, de que no quie-
ro hoy hablar. Tanto como á mi propio interés
ahora , correspondo á lo que de mí aguardaba
Estébanez , y debo á los documentos ó consejos
que me dejó por herencia , defendiendo á su
ejemplo, y en la medida de mis fuerzas , estas
cosas de la patria, sin llegar á la sinrazón nun-
ca, pero no cediendo jamás en lo justo , sea
cualquiera el respeto que el contrario merezca.
«EL SOLITARIO)) HISTORIADOR. 1 79
Creo en conciencia que, por lo que hace á esto,
he llenado hasta aquí sus deseos , y espero lle-
narlos siempre en lo que me quede de vida.
Fué tal la similitud de mis pensamientos con
ios de Estébanez durante ios primeros años de
mi carrera , que aun sin habernos comunicado
nuestras apreciaciones recíprocas, en ciertos
asuntos , lialio ahora , por las correspondencias
que acaban de venir á mi poder, singularísimas
coincidencias entre los dos. Jamás me habló, y
va de ejemplo, por su delicadeza extrema sin
duda , en todo cuanto de cerca ó de lejos tocaba
á la Iglesia católica , de las opiniones que en
Roma había formado respecto á la organización
de su gobierno, y al cardenal Antonelii en espe-
cial. Pues su juicio , respecto á éste , en pocos
días formado, y que ya el lector conoce, fué de
todo punto idéntico al que formé yo luego , en
dos años de observación atenta , é inspirada por
un interés sincerísimo á favor del Pontificado;
como saben los muchos que me oyeron hablar,
no todos, naturalmente, con gusto ni aplauso,
cuando volví de Italia. Pero en cosa todavía
mayor, tengo que citar igual ejemplo. A mi en-
trada en la Real Academia de la Historia , quiso
l8o «EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
Estébanez y tomó á su cargo el contestarme.
Aun advirtiendo, como debió advertir, que algu-
na de las ideas, que confidencialmente trasmitió,
en cumplimiento de su deber , al duque de Va-
lencia, como jefe del gobierno de su país, tocan-
te á la organización del gobierno pontificio , es-
taba sobremanera conforme con cierta aprecia-
ción grave de mi discurso, principalmente desen-
vuelta en las notas , no me dijo sobre ello una
palabra siquiera. Pensaba yo por eso hasta aquí
que nadie había observado ó dicho con tanta
verdad y franqueza como yo el lado más flaco
que presentaba el poder temporal la víspera, por
decirlo así, de su caída. Con gran gusto veo
ahora que me precedió en ello mi ilustre pa-
riente.
Lo que, respecto á la constitución del poder
pontificio, dije en el discurso, sobre la domina-
ción de los españoles en Italia , con que fui re-
cibido en aquella Academia, es esto que sigue:
((Sábese que, á la muerte de Adriano VI, el pueblo
de Roma seguía furioso á los Cardenales que iban
al Conclave, gritándoles que no eligiesen Papa
extranjero ; y anunciándoles que si lo hacían,
tomarían de ellos sangrienta venganza. Lo cierto
((HL SOLITARIO» HISTORIADOR. l8l
es que , con efecto, el elegido fué ya italiano, y
desde entonces acá no ha vuelto á ser nombrado
Papa ninguno que no lo fuese, cuando poco antes
habían ocupado la Cátedra de San Pedro tantos
extranjeros de diversas naciones, y aun dos espa-
ñoles. Un vivo sentimiento nacional, represen-
tado en el conocido programa átfuori i harhari,
que intentó ya realizar Julio II, se fué induda-
blemente desenvolviendo desde aquel tiempo
en Roma. Nadie conceptuó allí desde el siglo xvi
en adelante á los franceses ó españoles por tan
naturales como á los italianos : nadie creyó
desde entonces que Rom.a no fuera de los ro-
manos, ó cuando más de los italianos solos, á
quienes consideraban siempre como hijos de
una nación misma. . . . » Y lo que hay que procurar
es «que los católicos de todas las naciones del
mundo vean en Roma una segunda patria co-
mún , se sientan allí todos con iguales derechos,
y rechacen , por lo mismo, el que el gobierno
espiritual esté en manos de una nación extranjera,
que es lo que hace recelar la absorción de Roma
por el reino itálico....» Porque, dejando lo de-
más aparte, «¿es, ni ha sido nunca la Roma
italiana tan rica en hombres de primer orden,
1 82 C(EL SOLITARIO)) Y SU TIEMPO.
como lo ha sido la Iglesia universal constante-
mente ? ¿No hace ahora más falta que nunca
que preponderen la inteligencia y el saber en
Roma ? Si aquella fuera una sociedad universal,
y no un círculo municipal como es , ¿no sería
dado reunir allí mucha más suma de capacida-
des y de luces ? Los Jesuítas , reclutados entre
todas las naciones , ¿ no son , al cabo , los que
más resplandecen en Roma al presente? ¿ Por qué
los Prelados más eminentes de la Cristiandad no ha-
hian de componer del propio modo la clase gobernan-
te en Roma .?)) Espero que la cita se me perdone,
aun siendo mía, en atención á la materia. Com-
parando esto con ciertas palabras señaladas, de
intento, en la carta que desde Valmontone escri-
bió al duque de Valencia , se verá con claridad
que no hice yo luego sino desenvolver más, me-
diante mi propia experiencia y observación , lo
que había indicado Estébanez somera pero muy
exacta y sagazmente.
Mi intervención directa y eficaz en la política,
cuando fui, bajo el reinado de doña Isabel II,
una y otra vez ministro, coincidió luego con el
completo retiro de los negocios y con la deca-
dencia misma de Estébanez , que no llegó á co-
((EL SOLITARIO» HISTORIADOR. 183
nocer , según veremos , la mayor de nuestras
revoluciones. Confundida en gran parte su vida
y la míaj durante sus postreros años de activi-
dad y los primeros de mi carrera literaria y pú-
blica , nada ha habido más diferente después. Ai
firmarse el tratado deGuad-ras, estuve para reñir
con mis amigos políticos más íntimos , porque
yo era de los que ya querían la paz á todo tran-
ce ; opúseme luego cuanto pude á la expedición
de Méjico, por más que no me pareciese bien que
rompiésemos sin consideración alguna la alianza
francesa , que tan útil nos había sido por enton-
ces en América y África ; miré con sumo dis-
gusto la anexión de Santo Domingo , y opiné
siempre que debía abandonarse , aunque no sin
dominar antes á toda costa la insurrección,
porque , una vez allí, pensaba y dije en las Cor-
tes, sin que me hayan desmentido, por cierto,
los hechos, que el reconocernos incapaces de lu-
char y vencer bajo el sol de las Antillas, en aquel
caso, nos obligaría pronto á demostración más
sangrienta y onerosa de nuestro poder, en Cuba.
De Estébanez, en tanto, quédame por referir un
hecho, para mí propio desconocido hasta que he
sido dueño de todos sus papeles, aun los más se-
184 «EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
cretos , del cual se infiere que conservó íntegra
hasta lo último su fe en que la salvación de la
patria estaba en volver la vista á empresas exte-
riores. A nadie le sorprenderá , desde luego, que
se alborotara su Musa, y remontase el vuelo nue-
vamente al saber la toma de Tetuán, suceso que
conmovió todos los corazones españoles con
único, y ya desusado entusiasmo. Esta cansada
y enferma España gozó entonces horas felices,
que no se pueden recordar por nadie sin enter-
necimiento. La alegría de Estébanez rayó en
locura, y se explayó en un largo romance, que
está sin limar entre sus papeles. Pero esto no era
bastante para él , y acordándose naturalmente
en aquel punto y hora del gran Cardenal Cisne-
ros y su conquista de Oran , escribió también el
siguiente soneto:
« Sal del hondo sepulcro , gran Prelado ,
Héroe de Oran, terror del agareno,
Para ver tu pendón de gloria lleno
En Tetuán por siempre enarbolado.
Tu hispano pensamiento abandonado
Lo encontró otra Isabel de altivo seno,
Que , dando sucesor á Alfonso Onceno,
Más jornadas prepara del Salado.
Mas antes de cobrar la tumba yerta,
«EL SOLITARIO» HISTORIADOR. 1 85
Bendice al Capitán y las legiones
Que logran florecer laureles secos ;
Duerme, y sólo de nuevo te despierta
Para ver los castillos y leones
En Fez, en Tarundante y en Marruecos.»
Paréceme que no hay más que pedir, para los
españoles de aquel tiempo, para su Reina, ni
para el insigne jefe del ejército D. Leopoldo
O'Donnell , á quien no debía por cierto favores,
sino perjuicios de monta en su carrera, lo cual
no impidió , según se está viendo , que hasta
bendiciones para él solicitara, por su gran vic-
toria. Pues el tal soneto lo convirtió el día des-
pués de la honrosísima paz de Guad-rás ó Te-
tuán , en este otro que se va á leer :
(íSal del hondo sepulcro, en faz severa ,
Lumbre del claustro^ gloria del Estado ;
Sal y contempla en lágrimas bañado
Lo que es España y lo que España era ^ ;
Sal y contempla su gloriosa esfera
Que tú , adalid, político , y prelado ,
Supiste al cielo alzar , venciendo al hado,
Cual se desquicia en rápida carrera.
í Este verso parece tomado de una composición de otro
autor de menos valer ; pero como su formación es tan natural^
quizá no lo tuvo presente, ó se le vino á las mientes sin caer en
la reminiscencia en que incurría.
l86 «EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
Acaso al verte, los de estirpe mora
Con el galo temblaran y el britano ,
Ganando el león de España nuevos soles ;
Mas no : vuélvete á hundir, húndete y llora ;
Tu empeño y 7ni anhelar fueran en vano ;
Todo ignominia es ya , no hay españoles,»
\ Ultima y triste protesta de aquellos altísimos
sentimientos de patriotismo, por la inexorable
realidad burlados! Pero en verdad que se nece-
sitaba fe ciega para creer que podía España ir á
Fez, á Tarudante y á Marruecos con el espec-
táculo que por los propios días de la paz de
Guad-ras ofreció al mundo el más histórico de los
partidos españoles en San Carlos de la Rápita.
CAPITULO XÍII.
«EL SOLITARIO» Y D. BARTOLOMÉ j. GALLARDO.
Sumario. — Cuál sea la participación en el presente capítulo del
autor de esta obra. — Los verdaderos autores.— Querella de
Estébanez contra Gallardo. — Historia del asunto por él con-
tada.—£/ Buscapié. — Carta en que califica Gallardo El Busca-
pié de falso. — Alude á Estébanez, y apodos con que le de-
signa.— Cólera de Estébanez, — Confesión con cargos de Ga-
llardo, en que zahiere de nuevo á Estébanez y á un cierto
deudo suyo de paso. — Ampliación de dicha confesión.—
Agravios que resultan elogios. — Sentencia de primera ins-
tancia contra Gallardo. ^ — Muere éste en Alcoy. — Examen de
las respectivas ofensas. — Terrible soneto de Estébanez contra
Gallardo. — Benignidad relativa de éste. — Una falsa aserción
— Carácter joco-serio y anticuado de la contienda.
STE capítulo no se puede decir que sea
mío , pues casi todo él se compone de
documentos ajenos, que no he tenido
otra cosa que hacer, sino perseguir, escoger y
ordenar , acá copiando , allá extractando , con
sólo breves aclaraciones. No por eso será de los
menos interesantes de este libro , antes bien de
los que más ; que si el asunto no es tan grave,
ni con mucho, cual imaginaban sus verdaderos
1 88 ((EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
autores , ostentará, en cambio , primores ex-
quisitos y galas de lenguaje y estilo de dos in-
comparables maestros en el decir , y en el decir
castizamente español. Ni siquiera tengo que ex-
plicar por mí mismo la cuestión. Diré aquí no
más, sino que dio mucho que hablar en su tiem-
po entre la gente de letras, y que, aun tratándose
de cosa que exacerbó y amargó por extremo á
Estébanez , hasta hacerlo por momentos muy
desgraciado , nadie podrá enterarse de él ahora,
sin que luego acuda á sus labios , si no mal in-
tencionada, irresistible sonrisa. A mí propio, que
tomé alguna parte en el suceso , y no sin indig-
nación entonces, me parece hoy asunto cómico,
que no serio, ó con razón doloroso para nadie.
Pero basta de exordio, que acaso el curioso lec-
tor anhele ya que entre en materia. Estébanez
mismo va á referir lo ocurrido. Tomo sus pala-
bras del borrador de la querella que en el juzga-
do de las Vistillas de Madrid presentó á 17 de
junio de 1851 , notoriamente redactada por él,
aunque firmada, como era natural, por su procu-
rador. Por más que le quite la fastidiosa forma
forense, para darle la de narración, y algo omita
ó supla, por innecesario aquello, y esto por indis-
((EL SOLITARIO» Y GALLARDO. 189
pensable , fácilmente comprenderá el lector que
el querellante y no otro es quien habla , por lo
apasionado de los términos. He aquí ya el caso.
Un ingenio de Cádiz (D. Adolfo de Castro)
publicó en el año de 1848 un opúsculo atribuido
á Cervantes , con el nombre de Buscapié, suceso
literario que había dado y aún daba lugar , al
tiempo de la querella, á cuestiones literarias en-
tre todas las personas aficionadas á esta clase
de estudio. Algunos opinaban por que el opúsculo
era verdaderamente de Cervantes , y otros juz-
gaban que era fruto de algún estudioso del habla
castellana, y consagrado, sobre todo, á imitar,
y con feliz éxito , las gracias y el estilo de aquel
inmortal ingenio, atribuyéndoselo á D. Adolfo
de Castro, sujeto dado á conocer ventajosamen-
te de antemano en la república de las letras,
á pesar de su entonces temprana edad. Sobre
este acontecimiento literario se escribieron va-
rias epístolas á D. Bartolomé José Gallardo, res-
pondiendo lo que sobre el caso le sugería su
inteligencia en la materia , y más que todo su
malignidad, que encontraba en esto accidente
para cebarse en la reputación, no sólo literaria,
sino también moral, de varias personas. Una de
190 «EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
ellas fué Estébanez, que, ajeno de todo punto
á la cuestión que se ventilaba, y consagrado ex-
clusivamente á otras tareas, no podía sospechar
que le escogiese Gallardo para blanco de su
mordacidad y de sus injurias. En una carta, pues,
que en contestación á otra escribió á D. Domin-
go Delmonte, su fecha en la Alberquilla ( casa
de campo, próxima á Toledo) en 30 de Febrero
de 1848, atribuyó Gallardo á Estébanez Isl fecho-
ría, como él la llamaba, de la suposición del
Buscapié; y esto (entiéndase que es el propio
agraviado quien habla), con las palabras más des-
compuestas y la intención más torcida.
Asentando tales suposiciones en su carta, Ga-
llardo faltaba siempre á los fueros de la justicia
y á los términos de la buena correspondencia
(según Estébanez), porque él siempre había to-
mado la voz y causa del agresor, ya para de-
fenderle en las reyertas literarias en que se había
mezclado, ya para explicar y disminuir las gra-
ves imputaciones que se le habían hecho y ha-
cían. Pero si estas razones no eran parte para
que excusase Gallardo los apodos con que señaló
á Estébanez , ni para omitir la calificación de
fautor de suposiciones y falsedades , con que le
«EL SOLITARIO» Y GALLARDO. I9I
acusó en el caso citado, todavía tales injurias
quedaban hasta cierto punto en el secreto de la
correspondencia particular, sin ofrecer gran-
de escándalo ; diciéndose sólo hasta cierto pun-
to, porque como siempre había sido el objeto
del Gallardo zaherir sin piedad alguna, tuvo
buen cuidado de derramar copias de la citada
carta entre varias personas de dentro y fuera de
la corte. Pero no contento del alcance y de la
malignidad de aquellas injurias (siempre habla
el querellante), las llevó «hasta el último punto
del escándalo, por medio de la imprenta.»
Y lo peor fué luego , que , ofendido don
Adolfo de Castro del desenfado injurioso con
que el D. Bartolomé lo traía en lenguas, des-
acreditándolo literariamente , y con el fin tam-
bién de corregir ciertos deslices y errores en
que había éste incurrido en sus obras , tratán-
dose de puntos en que él se tenía y daba por
autoridad infahble , publicó en el periódico ti-
tulado La Ilustración unas cartas con el seudó-
nimo de Lupián Zapata, en las que debatía con
su antagonista tales cuestiones literarias. Ga-
llardo, en vez de entrar en lid con Castro, con
más ó menos chiste, con más ó menos destreza,
192 ((EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
y con muchos ó pocos fundamentos ó docu
mentos históricos y Hterarios, se desentendió de
la dificultad, y hacinando (decía Estébanez) ((es-
pecies inconexas, copiándose así propio, que
era la abundancia de su esterilidad, y multipli-
cando injurias y dicterios contra toda clase de
personas, con los que militaban ó no milita-
ban en la prensa, con los vivos y con los difun-
tos , y con personas venerables por su edad,
sus altos servicios y elevada posición,» fraguó
entonces un folleto incalificable , que circuló pro-
fusamente por Madrid, con el título siguien-
te : Zapatazo á Zapatilla, y á su falso Buscapié un
puntillado.
En dicho folleto, y su página 14, línea quin-
ta, fué donde dirigió la primer injuria á Estéba-
nez , denominándolo y señalándolo, en el con-
cepto de éste , (( con apodos y remoquetes de
mala especie.» Las frases eran las que siguen:
((Otro también, gran sage en lo del leer de allá
para acá , que á él le llaman por chunga el Al-
jami Malagón Farfalla.yy Y dialogando luego, en
su carta, con Delmonte , á quien iba dirigida,
añadió : ((Pero si de Cervantes no, ¿de quién
será? — Si yo no soy mal zahori de pensamien-
«EL SOLITARIO» Y GALLARDO. 1 93
tos, en SUS medias palabras de V. le deletreo el
de colgarle ese perendengue al Aljamí Malagón
Farfalla. ¿Adivino justo? Si ese tal es el que ha
querido V. señalar con el dedo, no andí errado
á mi ver de todo en todo, porque le tengo por
muy abonado para esa tal fechoría, Pero ha ha-
bido otro que le ha tomado la delantera.» A la
penetración del tribunal (decía ya sin quitar ni
poner nuestro Estébanez ) se le alcanzará muy
bien «que la perversidad no queda satisfecha si
no puede gozarse después de su obra con el sar-
casmo y la ironía , dejándose campo para huir
el cuerpo y evitar la responsabilidad. La mal-
dad descubierta tiene cierta nobleza que no cua-
dra muy bien á la condición de ciertos hom-
bres. D. Bartolomé José Gallardo no nombra
al que ofende , acaso para procurarse después
el placer y el gozo de herir, dañar, morder
y afrentar sin responsabilidad alguna, ni en su
persona directamente por ser un anciano, ni en
su condición ni intereses por haberse frustra-
do de antemano con destreza la acción y los
efectos de la ley. Sin embargo, su impaciencia
porque la injuria fuese más vehemente siendo
más patente, y su deseo de fijar los tiros y que
- xn - 13
194 «EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
la opinión pública no vacilase en señalar, distin-
guir y apuntar con el dedo á la persona que se
propuso afrentar, le ha hecho y provocado á
Gallardo á descomponerse de su guardia, á sa-
lirse de su derecho y á descubrirse de su repa-
ro, ofreciéndose á todo el efecto y severidad de
las leyes. Porque en muchos de los ejemplares
que ha distribuido entre los que él considera co-
mo secuaces suyos, y que en su vanidad pueril
juzga han de recibir su producción con palmas
de alborozo y éxtasis de pasmo, ha señalado al
margen de los pasajes respectivos los nombres
de las personas á quienes ha querido afrentar,
fijándolos y escribiéndolos con su propio puño
y letra, lo más atildadamente posible, que si no
deja lugar á que se dude de la persona afrenta-
da, queda también de la manera más cierta y
verídica quién es el autor del folleto , y la in-
tención que ha llevado en sus alusiones y apo-
dos. Uno de estos ejemplares ha sido puesto en
manos del ofendido por una persona que mira
con enojo el que así se abuse de la imprenta , y
vendrá á los autos en tiempo oportuno para
que produzca los efectos que marcan las leyes.»
Pero no contento el D. Bartolomé José Ga-
C(EL SOLITARIO» Y GALLARDO. 1 95
llardo ( continuaba el querellante aún ) con las
injurias estampadas en dicho papel , todavía se
manifestó resuelto á proseguir en el mismo cami-
no, sin duda el más agradable para él. «Fué el
caso (dijo), que dirigiéndose por la calle de Hor-
taleza un martes, á las diez de la m.añana , acom-
pañado de D. Fernando Azancot y de D. Francisco
Simonet, hubo de encontrarse con el D. Bartolo-
mé José Gallardo, que venía de vuelta encontra-
da. Como no podía excusarse al encuentro y re-
conocimiento , le mostró el ofendido su senti-
miento comedidamente por su mala acción y
correspondencia, y que por lo mismo iba á acu-
dir á las autoridades y tribunales para que hi-
ciesen justicia ; y el D. Bartolomé José Gallar-
do, en lugar de excusarse, de atenuar su falta,
ó de prometer reparación del daño inferido , se
afirmó procazmente en sus injurias, añadiendo
con insolencia, que no podía concebirse habien-
do leyes y tribunales, que él sería siempre el
perdidoso , porque peor sería la descalabradura
que el araña{0 , y mucho peor el golpe y la herida
que la descalabradura. y) En vista de todo ello,
Estébanez dejaba á la justificación del tribu-
nal, que apreciara todos los hechos relatados;
196 <(EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
pero con hombres (añadía) como el Gallardo,
(cno se puede esperar agradecimiento por el
perdón de una injuria , ni reconciliación por la
generosidad que se le dispense. Todo esto para
él son señales de debilidad, que lo envalentonan
y multiplican su insolencia. Sólo la acción salu-
dable de los tribunales y la severidad de las le-
yes pueden, si no enmendarlo, ajustarlo, siquiera
sólo sea ostensiblemente y por fuerza, á las con-
sideraciones y respetos de la vida civil.» Cono-
cido así lo más esencial del texto de la querella,
supongo que el lector me dará la razón , convi-
niendo en que era mejor extractar ó copiar esto,
que referirlo por mi sola cuenta.
No hay para qué entrar ahora en todos los
detalles de la causa , que originalmente conoz-
co y he compulsado. El procedimiento que se
siguió fué el ordinario y bien conocido, que has-
ta hace poquísimo tiempo ha estado en uso en
España. Lo que el lector querrá conocer es
la sustancia de la contestación y defensa de Ga-
llardo, en toda su esencia y valor; y eso está
contenido en la confesión con cargos , dada á luz
ya, en el número 2 de El Ateneo, periódico litera-
rio que se publicó en Sevilla en 1874. Entre-
C(EL SOLITARIO» Y GALLARDO. 1 97
góse en su parte interesante á la imprenta, por
un borrador autógrafo de Gallardo, que poseyó
el general Fernández de San Román , y donó al
conocido literato sevillano D. José María de
Álava. Ahora tengo yo á la vista el proceso
original , mas no tomaré de él sino lo absoluta-
mente indispensable, para no dilatar fuera de
medida este punto. La tal confesión con cargos
es, como de Gallardo, donosísima, y en ella hay
dardos que, contra su voluntad, son alabanzas
para Estébanez, y palabras contra mí también,
que , en vez de agraviarme hoy , me suenan á
exageradamente lisonjeras. Gallardo se explicó
del modo que sigue :
((Según fuero y estilo corriente en la república
de las letras ( decía ) , que habiendo de nom-
brar ocasionalmente al escritor Estébanez Cal-
derón , le nombró , no por su nombre propio y
vulgar, sino por un nombre perifrástico y festi-
vo , Aljami Malagón Farfalla , apelativos todos
inocentes, como lo demostraría el análisis gra-
matical y etimológico de cada uno, á saber:
Aljami era nombre alusivo á la pericia de Esté-
banez en la lengua moruna, perito, además,
como se preciaba D. Serafín de serlo, en la cas-
198 C(EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
tellana ; la cual rajaba y cortaba como era de ver
por sus escritos , y , señaladamente de los joco-
sos , por las Escenas Andahí^as, que publicara en
los pasados años. Moro aljamiado se llamaba en
tiempo de moros al que era ladino en la lengua
mora y en la cristiana, como decían entonces. Por
cierto, añadió Gallardo , que su afición al árabe
se la debía Calderón al confesante , á quien ha-
biendo (había más de veinte años) enviado en
borrador, desde Málaga á Sevilla, donde este úl-
timo residía , su Poema al jnar , para que sobre
su mérito ó demérito le dijese lo que entendía,
viendo rutilar allí ciertos destellos de pompa
oriental , le aconsejó que , para desarrollar por
este gusto más su ingenio , se aplicase al estu-
dio del árabe: consejo que siguió luego dócil el
joven entonces D. Serafín. MaJagón se le llama-
ba propiamente por dos razones : la primera por
ser Calderón natural de Málaga. Y aunque por
esta razón se le pudiera llamar simplemente Ma-
lagueño , se le llamó en forma aumentativa más
apropiadamente Malagón^ por ser aquella señoría
ilustrísima persona granada, gruesa y rebolluda:
fortuna que debían agradecer los hombres á
quienes el cielo hizo tales ; porque el ser así
((EL SOLITARIO» Y GALLARDO. I99
personudo y de gran coramvohis debía de dar
autoridad á los sujetos ; y así es que el príncipe
de la elocuencia romana en sus célebres arengas,
para engrandecer á los senadores, ante quienes
oraba, los llamaba amplissimos judices . Por esta
primera y potísima razón, el confesante, que se
preciaba de castizo lengüista, usó en este caso
del aumentativo con preferencia al positivo. Se-
gunda razón : llamaba Gallardo á Estébanez Cal-
derón con el aumentativo, como escritorazo que
era de Málaga , para distinguirle de otro escri-
torcillo malagueño principiante, llamado Cáno-
vas, sobrino de D. Serafín, ¡que iba á ser otro
tío!! Y como era m.uy factible que el confesante,
tiempo andando, tuviese que nombrar de molde
juntos al tío y al sobrino, para proceder con la
debida distinción , jugando del vocablo propia
y debidamente , al uno llamaba Malagiiilla y
al otro Malagón. y) Por fin : el epíteto Farfalla te-
nía , según Gallardo, esta etimología : El voca-
blo, de origen latino, compuesto del infinitivo
fari, áQfar-faris, que significa hablado, de alia,
terminación plural de alius (otras cosas) ; y de es-
tas dos voces juntas, alteradas en pronunciación
y escritura, conforme al genio de la lengua cas-
200 ((EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
tellana, duplicado t\ fari (hablar, hablar), resul-
taba el nombre Far.... far.... alia, y Farfalla,
convertida , según regla de ortopeya , la termi-
nación lia con ella : de que pudiera el confesante
producir multitud de ejemplos de nuestro vo-
cabulario, si el tribunal ante quien tenía la hon-
ra de confesar fuese la Academia de la Lengua
Castellana.
Hasta aquí en el proceso original la dicha
confesión con cargos; pero en el escrito publi-
cado por El Ateneo de Sevilla , que era un bo-
rrador , se lee esto más : (( Que ese apodo ( el de
Farfalla) aludía á la vena versátil y prosaica
de Calderón , quien , siempre fecundo , fácil y
aun facilitón , era una especie de Fa-presto , un
Vaniscopio viviente, que, en vaciando la cornu-
copia de su ingenio exuberante , que hablase ó
que escribiese, en verso ú en prosa, asombraba
en la variedad de sus producciones , en todos
géneros y estilos, anónimas, seudónimas y autó-
nimas.... El Solitario,.,, Las Escenas Andalu:(as.}y
Sea por lo que quiera , no consta el antecedente
párrafo en el proceso original.
Mucho menos burlón que en todo eso estuvo
Gallardo en la ampliación , hasta ahora inédita,
((EL SOLITARIO» Y GALLARDO. 20I
que se le exigiera de su confesión con cargos.
Aunque el temor de la justicia le hiciera mirarse
mucho ya en lo que decía, que no tocara mera-
mente al mérito literario de Estébanez, como
quiera que en esto último no entienden, ni esto lo
amparan los tribunales , pudo bien ensañarse , y
aun cobrarse allí de lo que á su juicio tuviera que
rebajar demás en aquellas otras imputaciones y
frases que estaban entre las garras del Código
penal. No hizo eso, ni mucho menos; antes bien
declaró: Que lo de que amadrigaba Estébanez al
loquillo cadiceño, quería sólo decir que le trataba
y celebraba su travesura literaria ; que la expre-
sión gran sage, en lo de leer de acá para allá, lejos
de envolver injuria, era una perífrasis galana y
festiva para significar que aquel á quien llama-
ba él Aljami , era perito ó muy entendido en la
lengua árabe, que se escribe al revés y se lee de
derecha á izquierda, por lo cual, lejos de ofen-
der al querellante, le había honrado, dándole á
conocer como sabio en la lengua árabe , á los
que no le conociesen, por el tal seudónimo festi-
vo; quehabía aludidoenlo de El Buscapié, tan sólo
al talento y pericia del querellante en el estilo cer-
vantesco, sin querer decir que tuviese la torcida
202 «EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
intención de engañar al público ^ pueslejosdeeso,
pudo hacerse un gran servicio alas letras, decla-
rando después que el tal Buscapié no era de Cervan-
tes, para desengañar á los ilusos que aun creían
que este ingenio dejó escrito su Buscapié; que
tal idea, que el propio confesante había conce-
bido y también pudo concebirla Estébanez, lejos
de ser reprochable , habría sido tan honrosa,
cuanto que él estaba pesaroso de no haberla lie
vado á cabo; que, en suma, estaba el querellan-
te empeñado en ofenderse á sí mismo, «dando
tormento á palabras inocentes para hacerlas des-
tilar ofensas que nunca producirían , porque ni
ellas eran ofensivas, ni en la mente de su autor
estuvo el que lo fueran.» Tales fueron sus de-
finitivas disculpas y atenuaciones.
Y no mintió ciertamente aquel crítico cruel, en
el primero de los documentos extractados , al
decir de mí que era un principiante, pues que to-
davía cursaba las aulas de jurisprudencia ; no en
que fuese un escritorcillo, cosa bien propia de mis
años, y menos cuando le servía eso de término de
comparación para apellidar escritorazo á El Soli-
tario. En lo que desgraciadamente se equivocó,
fué en que yo anduviera en camino de ser otro él,
((EL SOLITARIO» Y GALLARDO. 2O3
lisonja involuntaria que nunca le agradeceré bas-
tante , por lo mismo que hoy no está , ni mucho
menos, confirmada su predicción. Tuvo, de otra
parte, justo motivo el implacable satírico para
hacerme participar de su cólera por un artículo
que publiqué entonces en La Ilustración^ defen-
diendo ostensiblemente á D- Adolfo de Castro
por ser amigo mío ; pero no sin que el agravio
de Estébanez moviese ante todo mi inexperta
pluma. Debióle doler al viejo , y aunque hoy
confiese yo contrito que le traté sin el respeto
que su saber y sus canas merecían , no dejó de
lisonjearme algo por aquel tiempo el mucho caso
que hizo de mi apasionada crítica. Verdadera-
mente mi proceder con él merecía también ex-
cusas, porque , no sólo había atacado burlona-
mente en sus últimos folletos , sin ton ni son , á
Estébanez, sino también , y sin venir tampoco á
cuento , á D. Manuel José Qjjintana , persona
á quien respetaba y trataba yo como á pontí-
fice, ó cuando menos patriarca de la poesía, y al
cual debí estímulo y consejos en mis estudios; ya
designándole con el apodo de Panduntur, ya ca-
lificándolo por mofa de autorazo de gran tumbo
y retumbo, para venir á parar en que parecía
204 ((EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
suyo, por lo enorme , alguno de los disparates
que á Castro atribuía. Sobraba con eso, en el ar-
dor de mis años juveniles, para que yo saliese de
campeón á la palestra, y , con efecto , en La Ilus-
tración del 14 de Junio de 1851 publiqué un
atrevido artículo contra Gallardo, que denomi-
né: Cuatro palabras sobre el folleto titulado aZapa-
ta;(o á Zapatilla ^y) escritas en defensa de un amigo
ausente , y en desagravio de las letras , mientras lle-
gan otras más autori:(adas . Tal fué la ocasión que
el iracundo anciano tuvo para emprenderla tam-
bién conmigo, y nunca le acompañó quizá tanto
la razón, que al fin había sido agresor él toda la
vida , y en aquel caso era el agredido, y por un
jovenzuelo, cuyo nombre leía, acaso, por prime- j|
ra vez. Cosa esta enojosa, á la verdad, para aquel
hombre que, comenzando por su ctuqI Apología de
los palos dados al Excmo. Sr. D. Lorenzo Calvo por
el teniente coronel D. Joaquín de Osma; continuando
por su Carta blanca y su Vida, virtudes y milagros
del Pobrecito Holgarán ó sea Miñano , su diatriba
contra Burgos, en el libelo intitulado Las letras,
letras de cambio , y sus injurias á los Gaceteros de
Bayona; concluyendo, en fin, para no hacer esto
interminable , por sus dos furibundos folletos
«EL SOLITARIO» Y GALLARDO. 205
contra Castro , enderezado el primero á El Busca-
pié ^ directamente , y el segundo , ó sea Zapatazo
a Zapatilla, á la sola persona que lo había dado
á luz , y sus amigos , casi por único empleo tuvo,
en su larga vida , el difamar á los contemporá-
neos. Porque lo primero que él requería en sus
víctimas, era que fuesen hombres de gran repu-
tación , como los citados ya , ó Lista , Reinoso,
Hermosilla, Bretón de los Herreros , Martínez de
la Rosa y Duran , de quien llegó en particular
á decir é imprimir burlas groserísimas. Y para
mí lo que más le debió pesar de mi artículo fué
que no tuviese yo aún pellejo , ó sea reputación
bastante, que arrancarme en castigo á pedazos;
en lo cual tenía tanta razón, que, según he indi-
cado antes , no sabría yo hoy mismo con qué
pagarle su pretendido agravio ; y ¡ojalá que lo
que me dijo se hubiera cumplido ! Harto más
satisfecho , en tal caso , estaría , que esté de mí
mismo.
1 He aquí los títulos enteros de estas dos últimas obrillas,
que tanto se citan en el presente capítulo. El de la primera era
«£/ Buscapié, Rasgos volantes , escritos á varios de mis amigos,
sobre e! que ha publicado como de Cervantes D. Adolfo de Cas-
tro.» El del segundo decía así : nZapafa:^o á Zapatilla, y á su
faho Buscapié un punt iliaco. i>
206 ((EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
Probó, en el ínterin, Estébanez que á él y no
otro iban enderezados los epítetos de Aljami Ma-
¡agón Farfalla , por ciertas palabras escritas con
lápiz y de la propia letra del autor en muchos de
los ejemplares de Zapata:(0 á Zapatilla , que , al
margen de la página en que los tales epítetos se
encuentran , decían : ((Este es Serafín Calderón.»
Además se demostró esto por las declaraciones
contestes del sabio y malogrado D. Tomás Mu-
ñoz, y del propio amigo de Gallardo D. Domin-
go Delmonte, literato cubano, que sospechó, ai
parecer, que fuera Estébanez el verdadero inven-
tor de El Buscapié, dando origen á la contienda.
Otras declaraciones mediaron de personas muy
conocidas, mas de que no hay porqué hacer
aquí mención. En cuanto á Gallardo, resulta del
proceso que se negó á asistir al juicio de conci-
liación, y aun á responder al principio á la que-
rella ; pero no por eso dejó de seguir ella natu-
ralmente todos sus trámites. Tuvo, pues, que
mostrarse parte al cabo , y , finalizada en pri-
mera instancia la causa en el juzgado de las Vis-
tillas de esta corte , recayó sentencia á 25 de
Agosto de 1852, por la cual declaró el juez que
debía de condenarle, j' condenaba á D, Bartolomé
«EL SOLITARIO» Y GALLARDO. 2O7
José Gallardo á sufrir diei y ocho meses de destierro
á distancia de die:( leguas de esta corte , con prohi-
bición de entrar en ella durante el tiempo de la
condena; al pago de todas las costas y gastos del
juicio ; y no haciéndolo de estos , á un día de
prisión correccional por cada medio duro que
importasen , sin que pudiera exceder de dos
años.» De tal sentencia apelaron ambos liti-
gantes, pareciéndole injusta al uno por carta de
más, y al otro por carta de menos. Pero Gallar-
do no esperó en este mundo á que definitiva-
mente se acabara la causa. A muy poco de dic-
tar sentencia, fué advertido en forma el juez de
que el 15 de Setiembre inmediato , es decir, diez
y seis días después de firmarla , había sido en-
terrado , en el cementerio de la ciudad de Al-
coy, parroquia de Santa María, Gallardo, que
tenía á la sazón setenta y cinco años , muerto de
resultas de un ataque cerebral ; con lo que no
hubo que hablar más. Sin duda había ido el in-
cansable filólogo tras de algún raro libro caste-
llano á Alcoy, y allí, como en su campo del ho-
nor, le sorprendió la muerte.
No es posible que deje este asunto de la ma-
no, sin ofrecer mayores datos al lector, para que
2o8 «EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
se dé mejor cuenta del desusado furor, y la sa-
ña inaudita que mostró en aquel caso Estébanez,
poniendo á su vista, además, los materiales que
necesita para decidir en qué tenían y en qué no
razón los dos antiguos amigos, durante su diver-
tida contienda. Dije en uno de los primeros capí-
tulos que cuando tratase de esto extractaría de la
correspondencia de Estébanez y Gayangos cier-
tas frases con que haría patente la sinceridad del
afecto que llegó el primero á profesar á Gallardo:
hora es de cumplir aquel ofrecimiento. Desde Vi-
toria, con fecha 20 de Diciembre de 18355 le es-
cribía á Gayangos Estébanez : ce Dime si Gallardo
está en Madrid todavía, é indícame su casa, pues
quiero escribirle.» Y en 3 de Enero siguiente le
añadió : a Habíame de Gallardo.» No más que
catorce días después volvió á escribirle : «Dile
mil cosas á D. Bartolo José , é indícame dónde
vive, pues quiero escribirle. Es infame lo que
han hecho con él. Tal es la suerte de este país:
ó ser gobernado por cafres, ó por almas tan apo-
cadas, que, no cuadriculando con ellas hasta en
la menor seminima, ponen en excomunión á los
hombres más eminentes.» No sé yo bien de qué
agravio pudiera quejarse á principiosde i836Ga-
((EL SOLITARIO» Y GALLARDO. 209
llardo , que tamaños se los hacía á todos ; pero
Hstébanez hablaba con pasión, según se ve, en
su favor , desmandándose contra los que proba-
blemente se vengarían de él con harto motivo.
E\ 7 de Febrero de aquel propio año mezclaba
Estébanez el nombre de Gallardo con los de sus
caros autores arabistas, en estos términos: aNada
me has contestado á lo que te escribí sobre la
nueva edición del GoUo, sobre el ejemplar que
tenía Gutiérrez, y sobre los proyectos y an-
danzas de mi buen Gallardo, cosas todas, y
singularmente esta última , que me interesan
como aficionado á las letras árabes y castellanas, ^y
Durante todo el año de 1837 , que pasó luego
Estébanez en Madrid , continuó teniendo, como
en su lugar indiqué, muy íntimo trato con Ga-
llardo, á pesar de que le obligara eso á dejar
fuera de su puerta á otros amigos, que no po-
dían encontrarse con el erudito extremeño sin
reñir, en parte ninguna. Ya en el período de 1840
á 1843 ^^ ^^^ menos , y aun tomó por extrava-
gancia su especie de emigración á la Alherquilla,
la modesta casa de campo que vivió tantos años
junto á Toledo ; pero por ningún lado consta
que mediase disgusto de cualquier clase entre
-XII- 14
2 10 (.(EL SOLITARIO» Y Sü TIEMPO.
los dos. Estébanez afirmó además en su querella
que cuando recibió la primera agresión , á pro-
pósito de El Buscapié, ningún antecedente se la
dejaba esperar ó temer. Entonces fué cuando
con grandísima sorpresa se encontró apellidado
Aíjami Malagón Fa ¡falla, en la carta de Gallardo á
D. Domingo DeJmonte. Pero no bien leyó eso, natu-
ralmente, adivinó al punto que de él se trataba,
y ardiendo en una ira rencorosa , para él extra-
ña y desusada, aunque fuese de condición irri-
table, pero castizamente literaria, arcaica, de
aquella con que recíprocamente se azotaron el
rostro en el siglo xvi nuestros mejores ingenios,
y con que tanto dieron que hablar , á falta de
otras cosas, en el xviii, Forner, Huerta, el P.lsla,
Iriarte y otros autores, empuñó la pluma, re-
quirió la cortante cuchilla de su estilo burlesco,
invocó la Musa de Que vedo en sus horas más
destempladas y feroces, puso á contribución su
infinita ciencia de los vocablos , y casi improvi-
sadamente , que esto lo sé bien, como aquel á
quien por manera de viento en popa, le sopla el
estro, en momentos de pasión arrebatada , escri-
bió un soneto que dio á luz Castro , al frente de
su asperísima respuesta intitulada a Aventuras
«EL SOLITARIO» Y GALLARDO. 2 I I
literarias del iracundo biblio-pirata D. Bartolo-
ünico-Gallardo ; » soneto que al pie de la letra
dice lo que sigue :
«Á D. BARTOLO GALLARDETE, SONETO DE UN SU AMIGO . ESTANTF.
EN CORTE DE S. M.
Caco, cuco, faquín . biblio-pirata ,
Tenaza de los libras , chuzo, púa :
De papeles , aparte lo ganzúa ,
Hurón , carcoma , polilleja , rata.
Uñilargo, garduño, garrapata ,
Para sacar los libros cabria , grúa ,
Argel de bibliotecas , gran falúa ,
Armada en corso, haciendo cala y cata.
Empapas un archivo en la bragueta ,
Un Simancas te cabe en el bolsillo ,
Te pones por corbata una maleta.
Juegas del dos, del cinco y por tresillo;
Y al fin te beberás como una sopa ,
Llenas de libros , África y Europa.»
Aquí no puedo menos de confesar que la ven-
ganza de Estébanez, lejos de quedarse corta, fué
extremada, que no hay más modos de llamar la-
drón de libros á un hombre, ni términos de más
encarecimiento. El soneto parece propiamente
de Quevedo, y prueba hasta qué punto se ase-
mejaban el ingenio de uno y otro gran satírico,
y que de no ser la índole de Estébanez mucho
212 «EL SOLITARIO)) Y SU TIEMPO.
más blanda, hubiera igualado al otro en la acer-
bidad del maldecir, puesto que esta vez que se
le acercó en la mala intención, se le adelantó
quizá en la energía injuriosa de los conceptos.
Pienso yo á todo esto que, aparte el asunto,
que es de mera curiosidad , y no puede infamar
ya la memoria de Gallardo , ese tal soneto es
digno de conservarse como piedra preciosa de la
lengua castellana. No es, en mi concepto, mejor
aquel tan celebrado de Quevedo , que empieza:
«Erase un hombre á una nariz pegado,» etc.
La ingratitud anterior y la provocación previa
de Gallardo eran evidentes: pero ¿cómo pudo
sorprenderse ya Estébanez , después de haber
compuesto y publicado versos tales, deque repi-
tiese el apodo y agravase algo la injuria toda-
vía el fiero D. Bartolomé en su réplica á Castro?
Francamente : si Gallardo conoció la mano de
Estébanez en el soneto, y yo creo que la conoce-
ría, por no haber otro ninguno que pudiera ser
su autor , antes pecó de sobrio y manso en Za-
patazo a Zapatilla con Estébanez, que de aquella
ordinaria insolencia y procacidad que padecía y
hacía que bajo su poder padeciesen los mejores
«EL SOLITARÍO» Y GALLARDO. 213
de SUS contemporáneos. No digo yo que el ser pú-
blicamente llamado ladrón de libros viejos le hi-
ciese á Gallardo todo el mal efecto que á otro
hombre de bien pudiera, porque los que profesa-
mos alguna afición á las rarezas de tal linaje, te-
nemos bien sabido que no llega la sangre al río
entre bibliófilos de veras , porque recíprocamen-
te se atribuyan ciertas lenidades tocante al séti-
mo mandamiento de la ley de Dios, en materia
que para el caso se mira como especial, ex-
cepcional y privilegiada. No : el mismo Esté-
banez , que fué magistrado integérrimo , hom-
bre de bien á carta cabal toda su vida, y tan sus-
ceptible, además, cual este capítulo muestra,
guardó religiosamente entre sus papeles una sá-
tira en décimas contra él, que no sé de quién
fuese, entre las cuales se léela siguiente :
«Recibe mi enhorabuena
Nuevo Horacio , aunque no flaco i
Libros viejos mete a saco
Y la gaveta rellena.
Dicen que , á barriga llena ,
Todos los duelos son chanza ;
Bien redonda está tu panza :
Guarda el bulto y anda listo,
Porque , si no ^ ¡ vive Cristo !
Se puede acabar la danza.»
2 14 ^íEL SOLITARIO» Y SU TIEMPO,
Aunque hay en esta décima burlas á ia per-
sona de Estébanez, que, por más que no carecie-
sen de razón , debieran importarle poco , paréce-
me que de cierto le hubiera movido á hacer tri-
zas papel semejante , ó echarlo al fuego , por
que nunca cayese en otras manos, aquello de me-
ter libros viejos á saco, si ello fuera, entre aficiona-
dos y eruditos, tan grave imputación y for-
mal pecado como en gente profana á las letras.
Pero este género de abuso , violación ó despo-
jo de cosa , bien guardada y preciosa, no es de
aquello en que se peca por el vil interés, ni con
intento impuro de granjeria, sino antes bien por
irresistible pasión y ciego impulso del corazón
enamorado; que amor es, entiéndanlo ó no las
mujeres hermosas , el de los libros viejos tam-
bién. Y dejando asuntos espinosos á un lado,
con serena imparcialidad repito, que Gallardo se
vengó del furioso soneto de Estébanez benigna-
mente en Zapata:(o á Zapatilla , pues que no es-
cribió en él sino las siguientes palabras, por la
querella citadas, que literalmente aluden á Adol-
fo de Castro primero , luego á Gayangos,y por
último á Estébanez , según se va á ver : «Vol-
viendo á Zapatilla y á Zapatilla le conozco yo mu-
«EL SOLITARIO» Y GALLARDO. 21 ^
che, y mucho tiempo ha ; le he visto mucho en
Cádiz , y aquí le veo también no poco en casa de
un padrino suyo que le da á él mucho barro á
mano, y á quien alaba él mucho en sus papeles;
que es un semi-mágico allá medio de extranjís,
de estos que ahora se usan mucho en Francia y
en otras tierras de allende, que saben leer hacia
atrás. yy Aquí es ya donde viene aquello de «otro
también gran sage en lo del ker de allá para acá^
que á él le llaman por chunga el Aljami Malagón
Farfalla, diz que también le amadriga mucho al
loquillo cadiceño.» ¿No es verdad que aunque
llevara todo esto el nombre de Estébanez escrito
con lápiz al margen, quienquiera que no hu-
biese sido hombre de letras y hombre chapado
á la antigua (cuando no se soñaba , por ejem-
plo, en la libertad de imprenta), amén de ser lo
vehemente y exagerado que de nuestro héroe
sabemos , lo tomara á risa y broma probable-
mente, en vez de enfadarse hasta el punto que
él se enfadó? Por supuesto que Gallardo se lo
tenía todo merecido en otros casos, porque á
Castro mismo, por ejemplo , con la donosa sal-
vedad de que no le injuriaba sino en cuanto
hombre de letras, dejando aparte su persona , le
2l6 ((EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
llamó á propósito de El Buscapié , pilludo con to-
das sus letras. Con otra salvedad semejante se
dio por absuelto de no escasas injurias á Martí-
nez de la Rosa.
Consultados los papeles de Gallardo, que con
gran esmero coleccionó D. Alberto de la Ba-
rrera, entre los cuales unos hay que están en la
Biblioteca Nacional , y otros posee el Sr. Bar-
bieri , tan conocido por sus obras musicales y
por su afición á las cosas literarias , resulta en
uno de ellos cierta especie , que no quiero pasar
por alto aquí, aunque confieso no haber podido
apurarla; es á saber : que Estébanez fué tam-
bién procesado y multado, á instancia de Ga-
llardo, por la publicación del injurioso soneto
que ya conoce el lector. No se comprende á pri-
mera vista cómo esto pudo ser, pues que había
que probar que el soneto no era de Castro, que
lo dio á luz , sino de Estébanez , á menos que
este último se allanara á confesarse por su au-
tor, cosa extraña, sobre todo en quien tenía
que guardar tanto su persona de un proceso , por
lo mismo que ocupaba un asiento en uno dé los
dos Supremos Tribunales de Justicia que á la sa-
zón teníamos. Por lo demás, á Castro no debía
((EL SOLITARIO» Y GALLARDO. 217
pesarle nada la responsabilidad del soneto , por-
que eran tales y tan graves los insultos de Ga-
llardo contra él, que en lid de papel sellado, to-
davía le hubiera llevado á su contrincante ma-
yor ventaja que en el papel impreso.
Pero al recordar de nuevo ahora lo mal que
trataba Gallardo á sus contrincantes , debo ser
del todo justo, diciendo que su malignidad, di-
rectamente heredada de los eruditos del siglo pa-
sado, cuyos papeles y folletos debieron hacer las
delicias de su niñez y de su juventud primera, si
brutal en los términos , era con frecuencia can-
dida en el fondo, por más que tan honda y ve-
nenosa le pareciera á mi pariente. Pruébalo el
que, no sólo contra mí, que poco ó nada tenía
entonces que perder á sus manos, pero ni aun
contra Estébanez, que en su alta reputación le
ofrecía tanto blanco , propagó en realidad con-
ceptos , que haya hoy que refutar seriamente
porque den materia á un grave desprestigio
personal. Diré más, y es que así en los dos fo-
lletos cuanto en la confesión con cargos , está
muy lejos de tratar Gallardo á Estébanez con
el injusto desprecio con que trató á tantos otros
hombres de valía. Excedióle éste en eso, echan-
2l8 aEL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
dolé en cara su esterilidad, que era incontestable,
y el decírselo, por tanto , muy poco caritativo
á lo menos , mientras que Gallardo se limitó
á motejar en él la espontaneidad y abundancia,
en términos que casi suenan á alabanza , y que
por eso mismo suprimió quizá en parte de la
confesión con cargos. aFarfalla (había de todos
modos escrito) no alude sino á la vena versátil
y prosaica de Calderón, quien, siempre fecundo,
fácil y aun facilitón, es una especie de Fa-presto,
un Vaniscopio viviente que, en vaciando la cor-
nucopia de su ingenio exuberante, que hable ó
que escriba en verso ú en prosa, nos asombra en
la variedad de sus producciones.» Para mí eso
tenía poquísimo de irónico , y menos de insul-
tante. Permítaseme ahora que cuente, con igual ,
imparcialidad , que , con ocasión de una de las
cosas que afirmó en la dicha confesión con car-
gos, he cogido á Gallardo en una mentirilla li-
teraria, de aquellas que prueban que nunca de-
bió en ellas de ser avaro. Léense allí textualmente,
como se recordará bien, las siguientes palabras:
«Su afición al árabe se la debe Calderón al con-
fesante, á quien, habiendo enviado en borrador
su Poema al mar, para que, sobre su mérito ó de-
((EL SOLITARIO)) Y GALLARDO. 219
mérito, le dijese lo que entendía, Gallardo, vien-
do rutilar allí ciertos destellos de pompa oriental,
le aconsejó que , para desarrollar por este gusto
más su ingenio, se aplicase al estudio del árabe.»
¡Rara casualidad ciertamente ! Existe entre los
papeles de este último la copia misma que envió
á Gallardo del referido poema, cuyo nombre
cambió luego infelizmente en el de Anacreón-
ticas al Mar ; y en la cubierta se lee aún, de letra
indubitada de aquel \ por completo inteligible,
aunque algo borrosa por estar escrita con lápiz,
el juicio y consejo de que se hace mención : con
lo cual poseemos prueba plena de que lo que
entonces dijo no era verdad. Estaría trascordado
si no mentía de intento ; pero, lo que respondió
al joven D. Serafín, desde Sevilla , no fué lo que
pretendió luego, sino lo siguiente : ((Este poema
es una mina nueva de poesía descubierta en nues-
tro Parnaso por el ingenio de su autor. Pero
esta mina necesita todavía de m.ás beneficio : su
metal necesita refinarse de toda Hora. Sobre-
di?'
1 No fiándoine de hacer la coaiprobación por mí sólo, he
acudido á otras personas de las que han visto más la letra de
Gallardo, y más la conocen, y todas declaran que es suya sin
la menor duda.
220 ((EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
abundan los epítetos, los cuales deben apurarse
con arte, y no quedar sino los propios (y és-
tos sin exceso), asentados con toda propiedad.
Sobra en él, sin duda, un cierto amago prosaico
que quita propiedad y poesía á no pocos de sus
más especiales (ó esmerados) versos.» Buena
crítica , para mí , es ella , y justa ; consejo de
amigo hay ahí ; pero ni una palabra que indi-
que que se le hubiese ocurrido á Gallardo vein-
ticinco ó treinta años antes el dislate de que el i
estudio de la lengua arábiga preparara ó dispusie-
ra á componer buenas poesías al mar, cuando el
mar es lo que menos ha cantado , conocido y
aun recorrido la gente que la habló un día . y
aun hoy pasa por hablarla, bien que mal.
Basta ya de dimes y diretes literarios. No so-
lamente nc me pertenece este capítulo por la
mayor parte, sino que su asunto tampoco parece
cosa del presente siglo. Ni cabe dudar que Esté-
banez y Gallardo malgastaran inútilmente bi-
lis, paciencia y tiempo en aquella fiera cam-
paña. Lo único en que no perdieron fué en su
reputación de hablistas y de satíricos , que pue-
de desafiar toda contradicción.
CAPITULO XIV.
ÚLTIMOS ANOS DE «EL SOLITARIO.))
Sumario.— Menor importancia de este período. — Lo que resta
que decir de la carrera de Eslébanez. — Su cesantía en 1 854.
—Nuevos viajes. — Su jubilación. — Su vuelta al servicio en
1 856 como consejero de Estado. — Sus Diputaciones á Cortes.
—Es nombrado Senador vitalicio. — La cuestión, y el último
tratado sobre límites con Francia. — Discurso de Estébanez en
este asunto. — Comienza su decadencia. — Faliecimiento de su
nriujer. — Situación de ánimo en que le deja este suceso. — Su
envejecimiento prematuro. — De ¡os últimos trabajos sueltos
que hizo. — Colaboración en periódicos. — Las vacaciones del
muchacho. — Discurso suyo en Málaga, al ser nombrado Minis-
tro el autor de la presente obra. — Motivos que éste ha tenido
para escribirla. ^ — Postreras consideraciones.
UANDO á la vuelta de la expedición de
'•^' Italia se halló de nuevo Estébanez en el
seno de su familia, no contaba más que
cincuenta años ; y , sin embargo , lo que queda
que escribir de su biografía es tan poco , que
cabe en sólo un capítulo. Vivió, es verdad, to-
davía diez y siete ; pero dando muy escasa
materia que añadir á lo que ya está dicho. De
222 aiíL SOLITARIO» V SU TIEMPO.
allí adelante su vida fué más monótona cada''
vez: naturalmente, aparecían menores sus em-
presas y esfuerzos, notábase menos novedad en
lo poco ó mucho que hacía. El capítulo prime-
ro, que abraza su infancia y su primera juven-
tud, y este último, en que están comprendidos
sus años de cansancio y de decadencia, habían
por fuerza de ser, y son, aquellos de su vida
en que más fácilmente quepa condensar el tiem-
po y los hechos. Lo más de lo que me resta que
decir no pertenece, por otra parte, á su exis-
tencia pública ; y aun por eso quiero y debo
también atravesar con más rapidez este perío-
do : que , según he indicado ya , los meros de-
talles de la vida particular de los hombres inte-
resan mucho menos que en otras naciones aquí
en España, aunque se trate de los más grandes.
Tocante á su carrera , sabemos ya que fué
ministro togado del Tribunal Supremo de Gue-
rra y Marina, habiéndosele nombrado por real
decreto de 14 de Junio de 1847. Desempeñó este
destino celosamente hasta el 29 de Agosto de
18^4, en que fué declarado cesante por el mi-
nisterio del duque de la Victoria, constituido
á consecuencia de la revolución de aquel año,
ULTÍAIOS ANOS DF. ((EL SOLITARIO.» 223
en que pasaron los progresistas tan impensada
y rápidamente á ser, de tibios auxiliares, ven-
cedores. Pidió entonces su jubilación , que el
inmediato 19 de Setiembre le fué otorgada. Mas,
cuando de nuevo fueron derrocados Espartero
y sus progresistas, y al triunfante y pasajero
ministerio de O'Donnell sucedió otra vez el del
duque de Valencia con el partido moderado, vol-
vió bien pronto ai servicio en el empleo de Con-
sejero de Estado. Hanse visto ya en otro capí-
tulo las objeciones y dificultades que opuso, al
recibir el real decreto de 22 de Noviembre de
1856 en que se le comunicó tal nombramiento,
por no resignarse á perder el fuero y los hono-
res del Supremo Tribunal militar; pero no hay
que decir que, obtenido esto, cumplió concien-
zudamente sus deberes en el Consejo, como en
todas partes. En el ínterin , había sido nombrado
durante el año de 1847 comendador de número
de la orden de Carlos III , distinción que , por
más rara, prefieren tantos á alguna de nuestras
mayores condecoraciones, y en 1852 se le hizo
también caballero gran cruz de Isabel la Cató-
lica. Hasta 1864, ^^ Que pidió que se renovase
su jubilación, continuó en el Consejo de Estado.
224 «EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
Pero en un hombre como Estébanez , todos es-
tos pormenores biográficos importan poco. Si fué
un supremo magistrado intachable, y un conse-
jero excelente, tan buenos como él los ha habido
siempre, y no es por extremo difícil que los
haya ahora. Otros son los motivos, diferentes
los fines para que esta obra se ha escrito, que
los de referir aquello en que no discrepó mucho
Estébanez del común de los hombres. De lo que
ya he dicho de él , y de lo que me resta que es-
cribir todavía , espero que sacará por conse-
cuencia el lector que fué persona aparte, hombre
extraordinario en realidad , ya como literato,
ya como patriota. Bajo estos dos puntos de vis-
ta he querido, pues, considerarlo y representarlo
ante todo ; que ni habrá ya , según todas las
probabilidades, literatos de índole tan castiza,
tan exclusivamente española como él , ni pa-
triotas de tan alto y constante entusiasmo, tan
ilusos, pero tan magníficamente ilusos á la par.
Tampoco la vida parlamentaria de Estébanez,
semejante en esto á su carrera oficial , se sale de
lo común ú ordinario. Su dificultad en el decir,
que en algunos instantes parecía tartamudez,
aunque más fuese obra de su impaciencia psico-
ÚLTIMOS ANOS DE «EL SOLITARIO.)) 22^
lógica Ó fisiológica que de ningún vicio ó de-
fecto local , le impedía ya ser buen orador; y la
naturaleza de su ingenio , por su propia espon-
taneidad desordenado ^ y menos lógico que vas-
to , agudo ü hondo , tampoco le ayudaba á
ello. No pudo, en fin, por todos estos motivos
juntos ponerse en el caso de otros que , así en
lo antiguo como en lo moderno , lograron ven-
cer las dificultades de su pronunciación y ele-
varse á la más alta elocuencia. Diputado en
1838, en la segunda legislatura de 1843, desde
1844 á 1B43, desde 1845 ^ ^^46, desde 1846 á
1847, y ^^sde 1847 á 1848, figuró siempre entre
los moderados más prudentes ó más liberales,
fué contrario á la reforma de 1845, se sentó en-
tre los llamados puritanos , en compañía de su
concuñado Salamanca , y asistió con mucha
constancia á las sesiones ; pero no sé si intentó
siquiera formalmente usar de la palabra. La
sala de Conferencias, donde sus chistes y epi-
gramas corrían de boca en boca , fué el solo
teatro en que allí lució su ingenio. Nombrado
en 1853 senador vitalicio, ocupó su asiento den-
tro del propio año , y en aquel alto Cuerpo ha-
bló ya alguna que otra vez. Sobre nada de po-
226 C(EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
lítica diaria y menuda por de contado ; y en ia
única ocasión que lo hizo con grande empeño,
fué al discutirse , en la sesión de 4 de Junio de
1857, ^^ ratificación del tratado de límites entre
España y Francia , por la parte de frontera per-
teneciente á las provincias de Guipúzcoa y Na-
varra.
Convínose por el artículo 9.° de aquel tratado
en que la línea de división de ambas nacio-
nes bajaría por el centro de la corriente princi-
pal del río Vidasoa durante la baja marea, hasta
entrar con él en la rada de Higuer, conservando
su actual nacionalidad las islas, y quedando la
de los Faisanes común. Estébanez sostuvo enér-
gicamente que todo el río Vidasoa por una y
otra orilla pertenecía á España. Y la verdad es
que , según Garibay refiere , en las vistas de
Luís XI y nuestro Enrique IV en la frontera, no
tan sólo llegó éste á la orilla derecha , sino que
caminó cuanto mojaba la corriente, reconociéndose
expresamente que tenía hasta allí señorío por
el Monarca francés. Tales derechos fueron con
facilidad mantenidos, bajo Carlos V y Felipe ÍI,
unas veces llevándose pacíficamente á cabo
ciertos actos de jurisdicción por parte de las jus-
I
ÚLTIMOS AÑOS DE ((EL SOLITARIO.)) 227
ticias españolas de la orilla izquierda del río . y
Otras tronando contra cualquiera fortificación
que se levantaba Hendaya en el cañón domi-
nante de Fuenterrabía. Pero ello es también, que
varias entrevistas de personas reales se celebra-
ron por aquel tiempo mismo, en las cuales, no
sin protestar siempre Irún y Fuenterrabía , pero
tolerándolo España , se partió ya del supuesto
de que el lado derecho del río era francés ; v en
1 61 5, cuando tuvieron lugar los desposorios de
Felipe IV con Isabel de Borbón, y Luís XIÍI con
Ana de Austria, de hecho reconoció ya nuestra
corona por territorio extranjero la mitad de la
isla de los Faisanes y del mismo río Vidasoa.
Alegaban tales antecedentes los negociadores y
defensores del tratado de una parte , y de otra
las modernas reglas del derecho internacional,
tocante á ríos fronterizos ; mas ya se supondrá
que no hubo medio de convencer el celoso pa-
triotismo de Estébanez de lo que se pretendía.
Y no era tal opinión solamente suya en ver-
dad. Á la vista tengo una minuciosa Memoria
redactada en 1804 por el docto Vargas Ponce,
donde con muy buenas razones se sustenta ((que
era claro el derecho de España á todo el Vida-
228 «EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
soa.» No llegó éste, sin embargo, á negar que
la Carta-pítehla á los primeros vecinos de Fuen-
terrabía por D. Alfonso VIII, en que quedó con-
signado el derecho de ellos á las dos orillas del
río , se otorgó cuando aquél reinaba en uno con
doña Leonor de Aquitania , su esposa , ni que
en los propios días de Luís XI y Enrique IV pre-
tendieran los de la parte de Hendaya que la de-
recha del río les pertenecía, porque los derechos
de aquella princesa no eran sino usurpaciones,
según su modo de ver, de la corona francesa
Pero sea de esto lo que quiera , como la respec-
tiva entrega de princesas en el caso antecitado
se hizo ya en el centro del río ' , reinando en
España Felipe III , quedó en realidad desarmado
el gobierno español para pretender otra cosa de
allí adelante. Así fué , que al ir á negociar la
paz, que se llamó de los Pirineos, D. Luís de Haro,
no se curó más ya sino de que la mesa sobre la
cual habían de hacer sus apuntes Mazarino y él
descansase sobre la mitad, estrictamente reparti-
da, de la citada isla de los Faisanes, á fin de que
no pareciese que trataba de paz fuera del pro-
» Pedro Mantuano , Casamientos de España y Francia . etc.
Madrid, 1618. Imprenta Real.
ÚLTIMOS ANOS DE C(EL SOLITARIO.» 229
pió territorio un primer ministro de España.
Poco más tarde se verificaron allí del mismo
modo la entrega de la infanta doña María Teresa
á Luís XIV, y la entrevista de Felipe IV con doña
Ana de Austria, su hermana, después de haber
sostenido entre sí tan porfiada guerra '. Pensar,
pues, con todo eso que en 1850 fuera posible vol-
ver atrás , y hacer buenas las antiguas reclama-
ciones de Irún y Fuenterrabía, era pensar un im-
posible. Otro tanto se puede decir de varias de
las reclamaciones sobre diversos puntos de la
frontera, por mucho tiempo , y originariamente
con razón, mantenidas hasta allí de nuestra par-
te. Pero Estébanez era, bien se sabe, de los que
en materia de patriotismo oyen pocas razones.
Mostróse, con todo, algo menos ciegamente en-
tusiasta esta vez que otras, diciendo: ccque debie-
ran haberse dejado correr los tiempos, y no
traer al terreno délas negociaciones diplomáticas
lo que muy bien pudiera quedar á contingencias
y vicisitudes de mejor coyuntura , pues no era
ocasión oportuna de tratar, cuando nuestras
discordias nos enflaquecían, aumentándolas exi-
gencias de nuestros rivales. Para contratar (con-
i Castillo, Viaje de Felipe IF: Madrid, 1667.
230 ((EL SOLITARIO)) Y SU TIEMPO.
cluía) , las condiciones de las partes deben ser
iguales.» Pero, ¿cuándo, por desdicha nuestra,
cuándo volverá para nosotros aquella igualdad
á que se refería Estébanez entonces? No conten-
to, en el entretanto , con culpar al gobierno,
censuró vivamente á la prensa periódica porque,
siendo (da atalaya de los acontecimientos,» (da
campana de Velilla ,» según él, de los sucesos
aciagos , guardaba en tal cuestión silencio , sin
llenar sus columnas de documentos é investiga-
ciones , sin enviar á sus redactores mismos á la
frontera para estar al reparo de las flaquezas de
nuestros diplomáticos. ¡Bien se sienten todavía
en todo esto las fogosas respiraciones de su co-
razón español, que tan caras pudieron ya cos-
tarle en 1824, cuando protestaba su Musa, en
medio del terror que el nuevo gobierno abso-
luto infundía , contra la entonces popular ó casi
popular intervención francesa !
En una cosa que Estébanez no tocó hubiérale
yo acompañado con sumo gusto ; á saber : en
pedir que se borrase del dicho tratado de lími-
tes la cláusula, según la cual se levantó después
el modesto , mas importuno monumento que
recuerda en la isla de los Faisanes la necesaria
ÚLTIMOS AÑOS DE ((EL SOLITARIO.» 23 I
pero desventajosa paz de los Pirineos. Costóle
harto duelo aceptarla al corazón magnánimo de
Felipe IV, para que hoy se alce allí , bajo sus
descendientes , un trofeo que no lo es sino de la
fortuna de la Francia y de nuestra inevitable
pero dolorosa decadencia. El monumento refe-
rido conmemora la primera desmembración del
gran territorio unificado por Felipe II : la pérdi-
da del Rosellón , tan catalán un día, como cual-
quier punto de Cataluña ahora ; precedente tris-
te del nuevo apartamiento de Portugal y de la
conquista de Gibraltar por los ingleses. A per-
petuar la memoria de eso no era , ni mucho me-
nos, preciso que nos resignásemos.
Hizo Estébanez en el último período de su
vida varios viajes á Málaga, y uno á París, don-
de residió algún tiempo, para librar á su familia
de los peligros del cólera que azotó á España en
1855 y 1856. Con una de las temporadas en que
habitó por entonces su ciudad natal, va enlaza-
do un recuerdo suyo, para mí halagüeño. Mi
propia carrera, comenzada bajo sus auspicios,
y desarrollada , no sin accidentes varios , y á
costa de no pocas tareas y esfuerzos, llegó has-
ta donde podía llegar , en 1864, que fué cuando,
232 ((EL SOLITARIO)) Y SU TIEMPO.
después de dimitir el de la Gobernación, para 1
el que llegué á estar nombrado sin saberlo, y de
rehusar otros por distintas veces, acepté al cabo
un ministerio. Hallábase , como digo , en Mála-
ga Estébanez al tiempo de jurar yo el cargo de
ministro de la Gobernación , para el cual se me
había nuevamente nombrado , y fué testigo del
natural regocijo con que recibieron la noticia
mis antiguos compañeros y amigos de aquella
ciudad , con cuya representación vine por pri-
mera vez á las Cortes. Luego después , dicho
sea en muestra de gratitud , he alcanzado hasta
ocho veces, en elecciones generales, el honor de
merecer sus sufragios , y alguna mediante una
lucha con el gobierno de la época , que por lo
violenta y atentatoria al derecho de los electo-
res , merece especial recordación hasta en Espa-
ña. Festejóse el suceso de mi subida al Ministe-
rio con un banquete el 6 de Marzo de 1864, y
Estébanez , naturalmente invitado á él, y exci-
tado á brindar , hizo que se leyese á su presen-
cia un discurso que improvisadamente escribió,
en el cual se hallan los párrafos siguientes , que
siempre copiaría por agradecimiento y cariño
hacia él ; pero que principalmente recuerdo aquí
ÚLTIMOS ANOS DE ((EL SOLITARIO.» 2)}
porque contribuyen al propósito de dar á cono-
cer su espíritu y carácter de todo en todo.
((Queridos compatricios, convecinos y amigos
(dijo) : Mis achaques y dolencias, no sólo me
apartan, sino me prohiben participar de vuestro
júbilo, aunque en mi espíritu puedo asegurar
que es completa mi alegría. La bondad de la
Reina nuestra señora ha llamado á sus consejos
á un buen español , buen liberal , y malagueño
á todo trance. Este título le impone grandes de-
beres, á los cuales será fiel , como lo ha sido
siempre á los buenos principios , así en política
como en administración. La inteligencia se la
ha dispensado la mente divina , tiene fácil pala-
bra, y más que todo recto juicio. La luz y el am-
biente que bebió en esta su tierra natal, ha pro-
ducido justo merecimiento. Yo sólo he podido
servirle para que siga los buenos senderos en
su carrera y en sus conocimientos ; y el mayor
galardón que puede alcanzar un pariente , un
amigo y un maestro, lo he alcanzado ya con
las mayores creces. Él, dentro de la familia, y
ios muchos ejemplos de patriotismo que en to-
dos tiempos ha dado Málaga, serán un vivo es-
tímulo para no defraudar nuestras esperanzas
234 ^ÍEL SOLITARIO)) Y SU TIEMPO.
Su abuelo. Mayor de esta plaza, murió como
un valiente el 5 de Febrero de 181 o, en los alre-
dedores de Martirícos , defendiendo á esta ciudad
de la invasión francesa , como otros muchos
malagueños que vendieron caras sus vidas, aun-
que casi sin armas, contra la pericia militar y
los muchos medios de que los franceses dispo-
nían ^ Este mismo abuelo aún todavía se re-
sentía de las heridas que sufrió defendiendo una
de las máquinas que llamiaban los empalletados
en el sitio de Gibraltar, donde, á pesar desús he-
ridas, pudo ganar la orilla.)) Aquí se extendió ya
bastante sobre las glorias históricas de Málaga des-
de la reconquista, concluyendo de este modo:
((Repito que Cánovas del Castillo tiene en nuestra
patria incesantes é históricos recuerdos de haza-
ñas y de patriotismo que imitar. Estas lecciones,
que son tan comunes en la historia de Málaga,
las tendrá muy presentes D. Antonio Cánovas
del Castillo, y no se separará un momento de tal
dechado de abnegación y de patriotismo. Ha-
I Esto^ por saber que le había causado gran impresión en su
niñez, lo he referido ya en su propio lugar ; pero no he querido
privar tampoco al lector de conocer el tono patriótico que en
sus palabras reina^ como siempre.
ÚLTIMOS ANOS DE c(EL SOLITARIO.)) 235
blando con Málaga , y para Málaga , y siendo la
mayor parte malagueños los que esto escuchan,
sólo concluiré diciendo : ¡ Viva Isabel I de Cas-
tilla 3 conquistadora y restauradora de Málaga!
¡Viva Isabel II , su augusta nieta , clave de la
monarquía y sociedad española, y viva, en fin,
por último y soberanamente , nuestra Patrona,
la Santísima Virgen de la Victoria , que es la
empresa y el timbre glorioso de nuestra ciu-
dad '!)) ¡Siempre , como se ve, la patria, lo pa-
triótico , las glorias nacionales, y los deberes de
los españoles por encima de todo! ¡Siempre tam-
bién católico á la española , y religioso á la
usanza antigual
Poco, según he dicho ya, escribió en estos
años postreros , y de lo que comenzó á escribir
se quedó sin acabar la mayor parte. Desde 1841
había publicado trabajos suyos en verso y pro-
sa en el Semanario Pintoresco Español, y desde
185 I en La I Ilustración Universal, no dejando de
honrar tales periódicos con su firma de vez en
cuando, hasta que uno y otro dejaron de exis-
I Copiado de El j^visador Malagueño de 8 de Marzo de 1 864.
Leyó este discurso el director de aquel periódico, D. Ramón
Franquelo.
236 C(EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
tir. De las cosas sueltas que escribió en prosa,
sin duda fué una de las mejores el discurso que
leyó en el Ateneo de Madrid , al inaugurar su
cátedra de lengua arábiga en 1848, donde prin-
cipalmente trató de la aljamia, aquel sistema de
escribir la lengua castellana con los peculiares
caracteres, que, durante su vasallaje, usaban
los moros ó moriscos españoles. Publicó tam-
bién algunas cosas en La América , en La Espa-
ña, en El Heraldo, en El Diario Español, en fin,
que no temió imprimir sus quevedescas redondi-
llas tituladas El Rey de Capadocia , y firmadas
con el seudónimo de Sefinaris , en su número de
20 de Octubre de 1857. No sé todavía yo si esta
singular poesía se comprenderá ó no en la nue-
va colección. Por de contado, que de las cosas
por concluir, que entre los papeles de Estébanez
se encuentran , no es posible determinar cuáles
pertenecen á la postrera época de su vida , ó
cuáles están así desde mucho antes. Hay , por
ejemplo , en borrador, y sin acabar , un Doctri-
nal del folletinista de toros , obra verdaderamente
preciosa, por lo ingenioso y regocijado del fon-
do y lo exquisito de la forma, que fuera lástima,
aun tal como está , que se quedara sin ver la luz
ÚLTIMOS ANOS DE «EL SOLITARIO.)) 237
pública. También existen, y esas son de 1846
ó 1847 , cuartillas en gran número de un dono-
sísimo prólogo, por terminar, que debía estam-
parse á la cabeza de una colección de las fábulas
humorísticas de D. Miguel de los Santos Alvarez,
que corren de boca en boca , tanto tiempo ha,
sin probabilidad por ahora de que ni prólogo,
ni fábulas , regocijen en libro impreso al públi-
co español. De cierto artículo titulado Un baile
de figurón se conservan sólo algunas cuartillas
sin orden, lo propio que de una tragedia, escri>
ta en hermosos versos, y algún otro ensayo
dramático. Sería, por lo demás, interminable el
decir todo lo que comenzó y no acabó , lo más
de esto último, sin duda, hacia el fm de su vida.
Ni sé yo si todo lo que entre sus papeles queda
completo , y no he visto impreso , en realidad
está inédito. No lo está, por ejemplo, su artículo
sobre el Monasterio de las Huelgas de Burgos;
pero hay otros de que no puedo afirmar nada
cierto. Entre los artículos políticos que publicó
aquí ó allá, merece mención uno, en que descri-
bió cierta sesión del Congreso, con este epígra-
fe : Corrida de toros en eJ Salón de Oriente, poco
antes que se trasladase aquel cuerpo colegisía-
2}S «EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
dor á su modex^-no palacio ; artículo acerbamen-
te agudo, que muestra también que nadie le ha-
bría igualado en la sátira política, de tenerle á
ella, y á la política, en general, mayor afición.
Pues que ya he hablado de escritos suyos en
prosa, añadiré ahora que lo más importante
que, sin duda, hizo en verso, durante sus pos-
treros años, fué una poesía burlesca inserta en
1 847 en El Semanario Pintoresco Español , con el
título de Las Vacaciones delmuchacho. Dije ya que
no había dejado nunca del todo la poesía de la
mano, porque la poesía, cuando una vez llega
á seducir á los hombres, no es cosa para aban-
donada jamás; y ciertamente pudiera hablar
aquí de idilios deliciosos, uno sobre todo que
lleva por nombre El Huerto de las Man:(anas, que
es de lo más excelente de que su Musa pudo en-
vanecerse , y obra , no obstante , de sus años
maduros. Pero de copiar algo prefiero que sea
de Las Vacaciones del muchacho, no tan sólo á
causa de su sobresaliente mérito , sino porque
no he dado aún á conocer, por la más pequeña
muestra, su estilo festivo en verso. Léanse,
pues, estos trozos de la referida composición,
que harto siento no publicar aquí toda entera,
ÚLTIMOS ANOS DE «EL SOLITARIO.)) 239
y dígaseme qué cosa hay mejor de Quevedo,
con quien, no sin sobra de razón, lo he compa-
rado frecuentemente :
CABILDO DE CHICOS.
c( Dando lustre á un plato ,
A puro lamerlo ,
Se mira á un muchacho
En cierto aposento....
Era el buen Chichones
En forma talego ,
De intenciones bizcas ,
Si en los ojos tuerto ;
Cabezón in folio ,
Buchón y rehecho.
Que en riña y pedrea
Fué siempre puntero.
Rellenóse , digo ,
Y al sabroso empleo
Volvió de los chupes ,
Relames y besos
Y en tanto que monda
El último hueso ,
Volvióse á la puerta ,
Y dijo gañendo :
« Entren mis compañas ,
» Soldados selectos ,
)) De la cuchipanda
))Que sigue mi ejemplo,*
Si á conjuros que hace
Nigromante fiero
240 «EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
Demonios acuden
Con rabos y cuernos ,
Al gañir Chichones
Más pronto acudieron
Enjambres de chicos^
Diablos regimientos :
Bien que agora mochos .
Cual futuros ciervos ,
Ricos en rabillos ,
Según ojos vieron.
Allí entró Churretas ,
Coscoja, Chundelo,
Agallas, Relumbras^
En fin . treinta al menos ;
Todos de Chichones
Muy al retortero ,
Con gran reverencia
Tomaron asiento....
AHÍ habló Churretas ,
Que aún muestra en su gesto
Manchas de granada
Del pasado invierno.
Garduño en vivares ,
Hurón de conejos ,
Del reino volátil
Enemigo eterno,...
Calló , y don Baúles
Levantóse enhiesto ,
El traga comidas
Del mundo universo,
Capaz en dos tragos
De engullirse al vuelo
ÚLTIMOS AÑOS DE ((EL SOLITARIO.» 24I
Cuatro toneladas
De puches de afrecho.
— Yo, muchachos, dijo,
Qiie asaz soy severo.,..
A Garfín , que es gato
Romano y artero ,
Que fuera ganzúa
A nacer de hierro ;
Ministro en finanzas^
Propio de estos tiempos ,
Uñas de intendente.
Audaz , ladrón diestro ,
Jurisdicción neta
Al caso cometo ,
Con instruccioncillas
Y su reglamento.... —
Garfín, que era arpiño
Al husmo lardero
Que da la gatera ,
Se apresta al saqueo.
Del hopo me halaga ,
Va y viene roncero ;
Al botín lo lanzo ;
El Cid hizo menos.
Fué un jamón Trevélez
Su primer estreno ,
Salchichas por resmas .
Chorizos por cientos. ...>»
No puedo copiar más, ni hace falta para com-
probar mi último aserto.
Pero en tanto la decadencia de Estébanez se
-XII- 16
242 «EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
pronunció ya , por rápida pendiente , desde el
año de 1856. Fué indudablemente el principio
de ella la muerte de su esposa. Hallábase el ma-
trimonio disfrutando con sus hijos muy apaci-
ble y alegremente de una temporada de resi-
dencia en Málaga ; residencia que marido y
mujer preferían, hasta en el rigor del verano, á
cualquiera otra, incluso las más renombradas
por sus arboledas frondosas , su temperatura
húmeda y fresca, sus comodidades para vivir,
su divertida , brillante y cosmopolita concu-
rrencia. Ni eran los únicos malagueños que en
los propios días de Agosto se hayan solido con-
tar por felices , respirando las brisas cálidas del
mar, que allá enfrente besa las costas africanas;
que á tanto alcanza en los hijos de aquella tie-
rra el dulce amor de la patria. Era , además,
Estébanez de los que más se complacían en vi-
sitar las vides y almendros de sus haciendas , los
aloes y nopales de los secos arroyos, que allí
sirven con frecuencia de linderos, las adelfas,
que impensadamente esmaltan , por acá ó por
allá , con sus vivos colores de rosa , los cauces
pedregosos, y las amarillentas márgenes , todo,
c'i ñn, cuanto se aprende á querer en la infan-
ÚLTIMOS AÑOS DE ((EL SOLITARIO.)) 243
cia, y que él particularmente quería y en Mála-
ga prefería, sin acordarse de la verdura eterna
y en verdad monótona de otras comarcas. Du-
rante una de esas cortas expediciones, en que se
creyó que trataba también de ver de cerca el
campo de Monda , por si podía mantener la opi-
nión , ya casi abandonada , de que por allá, y
no por ninguna otra provincia vecina , hubiese
estado la Munda de César, le asaltó un doloro-
so aviso , que no encerraba , sin embargo , toda
la funesta verdad. Su esposa había fallecido ca-
si repentinamente el 21 de Agosto. Súpolo en el
instante mismo de llegar á Málaga, viendo en-
lutados á sus deudos; y no hay que ponderar
su dolor. Pocos duelos habrá habido más sin-
ceros.
Pero pasaron , como pasan siempre , las lá-
grimas , volvió á Madrid , y recobró al parecer
su tranquilidad , continuando en sus aficiones y
ocupaciones ordinarias. ¡Mera apariencia ! Desde
aquel punto no fué ya el mismo : su existencia
estaba herida de muerte. No pienso yo que en-
cierre la vida otro igual dolor al que general-
mente causa entre jóvenes esposos, que se llevan
bien , la prematura falta de uno de ellos ; parece
244 ^^EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
como que es pedazo de uno mismo lo que se
arranca , como que el propio ser queda así mu-
tilado, incompleto. Mas, con todo, no es, ni de
lejos, tan funesto ese caso como el de la viudez
en edad algo avanzada; que entonces, hasta los
cónyuges que no han dado antes muestras de
quererse, ni respetarse recíprocamente cuanto
fuera bien , se suelen echar á tal punto de me-
nos, que en muchas ocasiones la del uno prece-
de poco, y precipita en el otro la muerte. Fenó-
meno es este de que no da razón la lógica, pero
de que la naturaleza ofrece cada día ejemplos.
Y todavía creo yo, dicho sea sin propósito de
ofender los corazones femeniles , que para los
hombres de cierta edad es la viudez más inso-
portable que para las mujeres. Porque no se tra-
ta aquí ya , por lo común , de amor ó de ter-
nura, que en eso reconozco yo que, cuando
existe, nos ganan siempre las mujeres. Trátase
de que para los hombres en general significa la
viudez el rompimiento con toda la parte adqui-
rida de su modo de ser, que es segunda natura-
leza ; con sus hábitos , con sus comodidades,
con los gustos que están más al alcance ya de
personas que suelen asistir á la sociedad con
ÚLTIMOS AÑOS DE ((EL SOLITARIO.» 245
fastidio, con indiferencia á las lides de la ambi-
ción , sin entusiasmo á las obligaciones que
á cada cuál impone su posición ó carrera,
que viven por vivir únicamente, j Ah! : la mu-
jer no es sólo un objeto de deseo, de amor
y celos , de placer ó entretenimiento, como
de joven se piensa. Desde niño se experimenta,
y en madura edad se sabe , que hay un ele-
mento en ella , el eterno femenino de Goethe , sin
el cual nunca , en ninguna edad , la vida huma-
na está entera.
Y si todo esto me ha parecido á mí siempre
cierto, crea el lector que en el caso de Estébanez
lo vi, lo toqué, lo percibí con evidencia. Cuan-
to en tales casos les sucede á todos , ó casi todos
los hombres, tenía en mayor grado que suce-
derle á él , que poseía poquísimo sentido prác-
tico para las cosas más ordinarias de este mun-
do, pero más indispensables. Sus libros, sus
imaginaciones , sus sueños de todo linaje , le
habían mantenido siempre á cierta distancia de
la realidad , y más y más de año en año , hasta
perderla de vista en ocasiones. Mientras su mu-
jer vivió, bastábase ella con su singular buen
sentido para atender á todo. Luego ya , perdí-
246 «EL SOLITARIO)) Y SU TIEMPO.
dos los hábitos de la soltería , sin haber del todo
adquirido las ordenadas costumbres de la fami-
lia, quedó Estébanez sin centro, como ciego en
paraje que no conoce. Y era á todo esto padre
de hijos en corta edad todavía , entre ellos de
una niña , que no pudo pensar en tener más á
su lado desde que perdió la madre. Nadie menos
capaz que él , por otra parte , para el paciente
ejercicio de la educación , y no fué corta dicha
que de sus hijos no recibiera disgusto alguno.
Sábese que nada esperaba en la política; de sus
ilusiones patrióticas no recogía sino diarios des-
engaños; tenía ya tantos libros viejos, que no
podía menos de ir de día en día disminuyéndose
el placer de sus adquisiciones : la Historia de la
Infantería claramente vio ya que no se podía
terminar, ni aun proseguir; de los estudios y
artículos de costumbres le alejaba la gravedad
de sus años : ¿dónde habían, pues, de hallar
refugio, ni su fantasía exuberante, ni su vehe-
mente corazón? Pronto fué viejo sin serlo. La
única pasión que le conmovió algo ya de allí
adelante fué la de la fortuna, no por ser la pos-
trera en los más de los hombres, sino porque
entonces cayó él repentinamente en cuenta de
ÚLTIMOS ANOS DE ((EL SOLITARIO.» 247
que con sus anacreónticas y sus romances , sus
cuadros de costumbres , sus novelas y sus pa-
trióticas páginas de historia , los hijos no habían
de vivir, y que era preciso que atendiese más á
su caudal , acrecentándolo hasta donde posible
fuera. Tomólo, como quien sale de entre nubes,
deslumhrado, lleno de afán, y no halló en esto
pequeño motivo de angustias y trabajos en sus
años postrimeros.
En el entretanto , fué poco á poco abando-
nando todo regalo , y hasta las necesarias co-
modidades de su persona. Lo último que puso
aparte , fueron los banquetes , con que gustaba
singularmente de obsequiar á sus amigos , y de
recrearse él mismo. Dei todo no dejó nunca en
desuso su chispeante ingenio ; pero en sus chis-
tes de esta época notábase ya de ordinario cier-
to tinte de resignada melancolía. Llegó su indi-
ferencia á punto, y perdóneseme este rasgo que
excusa cien otros , de no cuidar de que se al-
fombrase su casa , con ser de las personas más
sensibles al frío que hayan existido jamás. Dí-
celo eso todo. La soledad de su hogar lo fué
dejando lentamente como insensible. Partía
aquella decadencia , cuando estuvo ya pronun-
248 «EL SOLITARIO)) Y SU TIEMPO.
ciada , el corazón. Y le acontecía todo esto á
poco más de sesenta años. Viven en España
mucho menos que en otras partes los hombres,
principalmente los de genio ; pero el fin de Es-
tébanez , sin que ninguna enfermedad especial
le aquejase , fué , entre todos , prematuro é in-
esperado. Moríase de un mal moral , antes que
físico, para el cual no había, por desdicha, me-
dicamento alguno.
¿Buscólo, por ventura , alguna vez, ó en cier-
tos momentos, procurando despertar en su vida
inoportunas pasiones? No lo sé , y aunque lo
supiera, no lo habría de decir. Pero hubiera
sido más ponzoña que remedio ese tal para la
incurable enfermedad que padecía. Con frecuen-
cia se ve , no obstante , que los hombres procu-
ran por ese estilo aturdirse cuando no son feli-
ces, y sin restaurar sus fuerzas morales, quítan-
les el fundamento de la salud , de que ellas en
tanta parte dependen, precipitando su total rui-
na. Sea lo que quiera , es lo cierto que poco á
poco hasta la vivacidad de su ingenio en la con-
versación se fué sucesivamente apagando en
Estébanez. De las postreras cosas en que lo de-
mostraba era en su constante facilidad para
ÚLTIMOS ANOS DE ((EL SOLITARIO.)) 249
poner felices apodos. Todo el mundo , y mejor
que nadie los interesados naturalmente, sabían
quién fuese Tragaleyes, quién Pilatos, cuál Albon-
diguillas y cuál El Negro sensible, sin que tomara
ninguno á ofensa su peculiar apodo , ni dejara
de usar en sus conversaciones con él , si no del
propio , de los de los demás. Llegó en esto á
punto de no emplear casi nunca los nombres
verdaderos, cosa que dificultaba muchas veces
entenderlo , y hasta lo hacía imposible para los
que no frecuentaban mucho su trato. La última
aspiración quizá de su musa fué , en el ínterin,
esta melancólica poesía escrita en un viaje que
en 1865 hizo todavía á Málaga, para visitar á
su hija que residía allí :
<(Á LA FUENTE DE OLLETAS.
Cuando infante, dormí cabe esta fuente ;
Niño después , partiendo sus cristales ,
Islas forjé ^ y Alhambras orientales ,
Y aquí , rey chico fui , á mínima gente.
Aquí también de amor probé demente
Los gustos y zozobras celestiales ,
Y más tarde , entre hervores infernales ,
Del oro y la ambición la sed ardiente.
Vuelvo aquí , al cabo , anciano peregrino,
Hallo el sitio, el raudal, la gruta umbrosa,
25o «EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
La tosca piedra^ asiento en mi camino :
Todo cual en mi infancia igual reposa
Sólo yo falto , fúnebre vecino ,
Con la lámpara, y cruz sobre mi fosa.»
No pongo al pie de la letra este soneto , por-
que sea perfecto modelo en su género; pero
dentro de él es , sin embargo, lo mejor quizá
que escribió su autor. Después de todo, y nin-
gún reparo tengo en confesarlo, como menos
valía Estébanez era como poeta sentimental, ó
de los que ahora se suelen llamar subjetivos. A
título de documento biográfico lo copio princi-
palmente, y en este concepto tiene más valor
todavía , no tanto naturalmente para todos,
cuanto para aquellos que conocemos el sitio , la
fuente , y algo hemos sentido y soñado allí de
lo que sintió y soñó El Solitario. Todo , en ver-
dad, estaba en aquel humilde paraje, muy ve-
cino al cementerio , como sesenta años antes
estaba, menos él : lo único en que ya se podían
asemejar él y la fuente era en estar tan cerca
los dos del eterno asilo de la muerte. Ésta , con
efecto , y á más andar, se aproximaba á Es-
tébanez.
A últimos de Diciembre de 1866 recibí yo una
ÚLTIMOS AÑOS DE ((EL SOLITARIO.» 25I
orden del gobierno de la época , mandándome
salir de Madrid en el término de veinticuatro
horas, con temporal de nieves no visto acaso
en Castilla jamás , por haber puesto mi firma al
pie de una exposición de los diputados á la Rei-
na , pidiendo la reunión de las Cortes , cuando,
después de haberlo resistido largamente, no po-
día excusarlo , sin nota de flaqueza , ejecutadas
ya, como se ejecutaron, con los presidentes de
los cuerpos colegisladores, ciertas violencias.
Poco importaría esto, si no fuera porque de re-
sultas vi yo á Estébanez por postrera vez en-
tonces. Hállele ya claramente enfermo , con se-
ñales inequívocas de corta vida. Todavía los
muebles de su aposento estaban hechos rimeros
de libros de toda especie , y de entre los colcho-
nes mismos de su cama me sacó y mostró al-
gunos, de los que habían pertenecido al difunto
Gallardo , que á gran costa acababa de adquirir,
no de otra suerte que el sórdido avaro guarda
sus doblones, pero con harta más dulce codi-
cia y menos censurable.
Agravóse ya después de día en día, y dícen-
me que en una de las postreras visitas de Ga-
yangos, exclamó al verle jocosamente : «Toda-
252 C(EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
vía no , todavía no es tiempo de que vengas á
apropiarte los mejores de mis libros.» Que es de
advertir que uno de los temas de disensión en
tono agridulce, mas siempre cariñoso en el fon-
do , solía ser, entre Gayangos y Estébanez , el
de quién de los dos se daba, se negaba ó se qui-
taba de las manos más libros viejos. Desde al-
gunos años antes, no solamente la biblioteca del
primero rivalizaba con la suya, sino que la
aventajó bastante , gracias á la asiduidad y per-
sistencia continua con que aquél había seguido
adquiriéndolos, ayudado de una salud á toda
prueba , y de sus frecuentes viajes á Inglaterra
y Francia, donde han llegado á estar en estos
tiempos los principales mercados de rarezas bi-
bliográficas castellanas. Estébanez murió que-
jándose de que Gayangos tenía libros suyos:
Gayangos me ha afirmado no ha mucho á mí
propio que entre los que se hallaron en la bi-
blioteca de Estébanez , y el Estado adquirió más
tarde, los había, y más de cuatro, que á él y
no otro le pertenecían. No me toca á mí dar
la razón ahora á ninguno de los dos. ((Échame
(parece que le decía también con estoica sonri-
sa Estébanez al general Fernández de San Ro-
ÚLTIMOS AÑOS DE «EL SOLITARIO.)) 253
man , á quien profesó entrañable afecto , en una
de las últimas ocasiones que le vio): échame
unas hojas de malvas de olor cuando me pasen
por debajo de tus balcones.)) Aquel General vi-
vía y vive aún muy cerca del número 1 1 de la
calle de San Mateo, donde Estébanez falleció.
Estos amargos chistes no tuve yo la desgracia
de oirlos. La Providencia , con las bien pasade-
ras privaciones y molestias d« un destierro en
Falencia y en Carrión de los Condes, me quitó
de delante aquel espectáculo, que para mí hu-
biera sido desgarrador.
Por fin , en la tarde del 5 de Febrero de 1867,
acabó su existencia. Cumplidos todos los debe-
res religiosos , como he dicho ya en otra oca-
sión , y tardando en llegar la muerte algún tan-
to más que pensaba , todavía quiso oir, antes
de dar á Dios el alma, una ó dos de las hones-
tísimas y apacibles páginas del Don Quijote. Mo-
ría, pues, como había vivido: con maravillosa
unidad de espíritu y obras.
Ningún ruido hizo su muerte : tan solo sus
deudos y amigos íntimos la lloraron ó deplora-
ron cuanto se debía. Que dije ya al principio de
este libro que no fué nunca escritorpopular, y dije
254 «EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
también, y es certísimo, que no alcanzó en vida
toda la estimación y aprecio que su mérito re-
clamaba. Si lograse yo ahora llamar la atención
sobre sus obras , ya que de nuevo se piensa en
reunirías y darlas juntas á luz , bien recompen-
sado consideraría mi desaliñado trabajo. Pero
si esto siquiera no lograse, habré cumplido de
todos modos el deseo que me ha movido á es-
cribir, y que, no satisfecho, hubiera positiva-
mente entristecido el ñn de mi carrera. A nadie
le importa saber, pero á mí me cuesta trabajo
callar , que él es la única persona de este mundo
á quien he debido auxilios y protección. Todo
lo demás lo he conseguido ó conquistado sin
deberlo absolutamente á nadie , sino á mí pro-
pio. Todavía llegaron á tiempo los progresos
de mi carrera para no serle inútil á él, ni serlo
á sus hijos ; pero dije ya cierto día , al dedicarle
una de mis primeras obras, que la cuenta de la
gratitud es cuenta que no se cerraba, en mi
concepto , jamás. Abierta está, y abierta que-
dará, pues, para mí; pero mientras más me
aproxime al justo pago, más contento he d^
quedar. En su experiencia larga, quizá no aguar-
daba de mí gratitud el cariñoso deudo que me
ÚLTIMOS ANOS DE C(EL SOLITARIO.)) 255
tendió un día su mano ; que yo de mí sé decir
que hace muchísimo tiempo ya que no la espe-
ro por ningún servicio ni por favor alguno. Pe-
ro en tai caso, cualquier beneficio se ha de
agradecer más, si por ventura se agradece.
También para mí se han ido muchas cosas ya;
otras van de camino , y á largo paso ; pero ob-
servo con mayor claridad cada día que lo único
que queda perenne , mientras todo lo demás de
la vida se ausenta , es el testimonio de concien-
cia que dice, que no se ha dejado por cumplir
ningún deber.
Aquí termina esta obra, donde quisiera yo
dejar bien retratado á un hombre que , bajo to-
dos conceptos, fué una de las más singulares
personalidades de su tiempo; en quien encontró
nuestra antigua y gloriosa nacionalidad su últi-
ma representación genuína y completa ; cuyas
ideas y sentimientos solían hallarse en discordia
con lo presente, y en gran parte abandonará
por fuerza el porvenir; pero cuya memoria de-
be siempre ser venerada entre los españoles,
como acabado tipo de lo que ellos eran, cuan-
do en el mundo pasaban por más dignos de es-
tima que ahora. Y si alguno piensa que hombre
256 ((EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
tal como Estébanez nació á deshora, diréle yo
que es hora siempre de que alguien recuerde á
las naciones lo que han sido, para que puedan
tomarlo por punto de partida de lo que quie-
ran y merezcan ser.
FIN.
APÉNDICES
VII -
17
APÉNDICE A.
artículos de costumbres
DE
DON JUAN DE ZABALETA
SANTIAGO EL VERDE EN MADRID
ESEANDO están la tarde del día de San Felipe y San-
tiago, que es á primero de Mayo, cuantas órde-
nes de gente seglar contiene la corte. ¡ Válgame
Dios! ¿Qué querrán hacer con esta tarde santa, más que
con las otras? ¿Bajar al Sotillo? ¿Y qué es el Sotillo? Un
pedazo de tierra que dista de Madrid , por cualquiera de
sus salidas , más de un cuarto de legua. A la ida muy cuesta
abajo : ¿cuál será á la vuelta? Hay en ella unos árboles, ni mu-
chos , ni galanes , ni grandes ; más parecen enfermedad del
sitio, que am.enidad influida. Humedece este soto, dividido en
listas. Manzanares, poco más que si señalaran la tierra con el
dedo mojado en saliva. Estas no son cosas de llamar gente;
algo más debe de haber. Unas pisadas hay de unas paredes,
unas mal averiguadas reliquias de una ermita que se dice fué
26o «EL SOLITARIO)) Y SU TIEMPO.
dedicada á estos dos Apóstoles. ¡ Oh inaudita devoción de la
corte ! Hacer peregrinación gustosa á venerar las señales de
unas paredes que fueron santas. De cuantos bajan al Sotillo, no
debe de haber tres que sepan que hubo en él tales paredes. Pues
¿á qué bajan? A verse unos á otros. ¡Oh sagrados principios
de las cosas ! Este concurso le empezó la devoción y le conserva
el vicio. No se caerá tan aprisa esta mala costumbre como las
paredes de la ermita. De más duración que de cal y canto
son los vicios públicos. En fin , á verse los unos á los otros
bajan. Pues ¿no conseguían lo mismo con concurrir en la
calle Mayor? Sí, pero no sabía tan bien , que costaba menos
trabajo. La fiesta que muele es grandísima fiesta.
Un mes antes del día del Sotillo está pensando la dama que ha
de ocupar aquella tarde estribo en coche , qué gala sacará que
embelese los otros coches. Piensa mil boberías de varios colores;
comunícalas con el galán que le ha de dar el coche y la gala : y
él, indeterminable en la confección del vestido, la dice que se
lo deje comunicar con su camarada D. Fulano , que tiene donde
saborear vestidos. Es el dicho camarada un mozo ocioso, pobre,
vicioso, de cuerpo de caballero, de habla de bien criado, y de
impaciencias corregidas , que señalan debajo del entendimiento
grande profundidad de valor. De esta profesión llevan muchos
hombres los lugares muy grandes. De éstos, algunos fueron
soldados mientras pensaron que era holgura la guerra , y la
dejaron porque vieron que era muy peligroso el arrepenti-
miento tardío. Comunica nuestro galán con su chupante el
vestido que ha de sacar su dama el día del Sotillo, y como no
ha de pensar en cómo lo ha de pagar, tiene más lugar de pen-
sar en cómo ha de ser, y guísale sabroso, y guísale como por
libro de cocina á muchísima costa. Procura tener la parte en el
vestido, por ver si puede tener parte en el mérito^ y cria trai-
dora esperanza para el premio.
APÉNDICES. 25l
Llega la noche del último día de Abril , y no duerme á dere-
chas el galán que ha de dar coche á su dama el día siguiente,
téngale propio, ó no le tenga. El que le tiene propio, hizo herrar
IdS muías aquella tarde : acostóse temiendo no le hubiesen
clavado alguna, y durmió cojeando. El que no le tiene propio,
sino ofrecido,, se acuesta temblando de tantos accidentes como
se llevan una palabra ; y el ruido que hace el coche en su sueño,
le despierta aquella noche treinta veces.
Amanece , pues , el deseado día que da principio al Mayo , y
abre la tierra tantos ojos, cuantas rosas despliega. Vea amane-
cer una dama , la que á él le pareciere á todas horas rosa , la
hallará con el cabello apretado en trenzas , y con la cabeza sin
cabello, de tal arte trabado lo uno con lo otro, que parece cabeza
de loca, que se ha prendido al pellejo tiras de bayeta. Los ojos
donde suelen estar; pero sin las cejas con que anochecieron. Las
mejillas pálidas, la nariz morada, los labios secos, los dientes
turbios, el aliento presado, y la garganta sin lustre. Pues ¡ vál-
game Dios! ¿Qué encanto es este? A las once del día todas las
señas tiene de rosa. Vayase tras de ella en saliendo de la cama, y
verá el encanto. Sale en enaguas y justillo; vase al sitio deter-
minado para la reformación ; siéntase en una almohada pequeña,
arrímale la criada un espejo hendido á un taburete bajo, abre
ella una arquilla que tiene á la mano derecha , y saca de ella
más aderezos de engañar los ojos , que un jugador de manos de
la bolsa ceñida. ¡ Paciencia de Dios , y las maldades que se
pone en aquella cara ! Mientras ella se está traspintando por
delante , la está blanqueando por detrás las espaldas la criada,
que arrollando el justillo hacia las sangraduras , lo permite. Esta
es tarea larga , y trabajosa : yo pienso que ha de venir á parar
en albañiles. Acabado este negocio, se encargan ambas déla
Provincia de la cabeza. Una peina por delante, y otra por de-
trás ; correspóndense ambos gobiernos , y queda el pelo muy
202 aEL SOLITARIO)) Y SU TIEMPO.
bien ordenado. Si las mujeres supieran gobernar sus pensa-
mientos como sus cabellos , fueran las mejores cabezas del
mundo. Remata esta obra una lazada de colonia de color ale-
gre, y remátala con agrado. Ya este demonio ha tomado forma
de ángel de luz , y son tan bobos los hombres , que sabiendo
que todas amanecen demonios ,. se dejan engañar de la luz menti-
rosa que se aplican. Por cumplir con estos vestiglos se hacen
pedazos. Haciéndose pedazos andan el primer día de Mayo por
la mañana los que han de dar coche á alguna dama á la tarde.
Por el suceso siguiente se verá cuáles andan.
En la calle del Príncipe paraba un caballero de Burgos , que
gozaba cumplido mayorazgo. Éste había ofrecido su coche para
el Botillo a una dama que galanteaba. El mismo día á la una llegó
á su posada á caballo el Corregidor de Madrid^ que era su tío, y
sin apearse le envió á llamar : él salió , y el Corregidor le dijo:
— Sobrino, 3^0 he menester dar un coche esta tarde, y no le
tengo, porque en el mío va mi mujer. Tan grande es el empeño,
que será menor cualquiera razón que haya para no dármele_, y
así el de vuesa merced esté esta tarde á las tres á la puerta de
mi casa. Adiós , que es día muy ocupado.-—
Fuese , y quedó el hombre en el umbral de la puerta tan sin.
movimiento, y sin voz, como si fuera de piedra. Cobróse un poco,
y díjole á un criado con voz desagradada , que en comiendo las
muías llevase el coche á la puerta de su tío, y entróse en su cuar-
to. En él tomó la espada y la capa, y sin acordarse de que había
de comer aquel día, se salió de la posada, comd fuera de sí. Cogió
la calleja de la Lechuga, que estaba enfrente, pareciéndole que
hombre á quien sucedía aquel desaire no podía andar por calles
en que hubiese luz. Entróse luego por la del Gato, también por
calleja, y salió , sin saber dónde iba^ á la plazuela del Ángel.
Como era mediodía , estaban á las puertas principales algunos
coches sin muías, y entre ellos uno con una cédula, señal de
APÉNDICES. 263
que se vendía. Reparólo el hombre, creciéronle un tercio los ojos,
partió como una flecha al coche . informóse de la cédula de la
persona con quien había de tratar de la compra , y encontróla
fácilmente, porque la hora le tenía en casa. Empezóse á hablar
en la materia , y el dueño del coche le conoció la enfermedad al
húrgales , y pensó en vendérsele como si le vendiera la salud.
Hizo el comprador que sacasen las muías al patio, más por ver
si estaban vivas que por ver si eran buenas. Concertó al ün el
coche lo más aprisa que pudo, porque no se arrepintiese el
dueño de venderle aquel día , y concertóle en setecientos duca-
dos de contado. Hízole poner, y con la persona que había de
recibir el dinero se fué en él á su posada. Sacaron cuanto di-
nero suyo había en ella , que fueron seis mil reales , y por mil
y setecientos que faltaban , dio una sortija de diamantes en
prendas á quitar el día siguiente.
Nadie ha cogido de repente una corona con tanto gusto,
como él estaba con su coche repentino. Enviósele á la dama;
y vino por él el coche de los amigos que le habían de llevar
á la fiesta. Encontró en el campo á su dama. Ella le hacía con
los ojos halagos, y él echaba el corazón por los ojos. Ano-
checió , pasóse á un estribo del coche en que ella iba , y acom-
pañóla. Amaneció el día 2 de Mayo^ y hallóse con dos co-
ches , y sin blanca. Fué preciso vender con mucha brevedad
el uno, porque los estómagos son acreedores muy puntuales.
Sacó el más moderno á la puerta de Guadalajara , y despa-
chóle presto. En cosa coniprada con necesidad , y vendida con
necesidad, bien se conoce cuál sería la compra y cuál sería la
venta. Él compró el coche en mucho más de lo que valía, y le
vendió en mucho menos de lo que valía. Dióle en doscientos y
cincuenta ducados, ¡Oh gallardía española! Dar por el alquiler
de un coche de sola una tarde cuatro mil novecientos y cincuen-
ta reales. Linda limosna hizo por cierto la tarde santa del día
264 c(EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
de dos Apóstoles. Este coche hizo por entonces con este hombre
lo que su carro con Plutón ; que le metió en el infierno con una
dama.
Dan las tres de la tarde , y empiezan á bajar los coches, lle-
nos de mujeres los unos, llenos de hombres los otros. Al llegar
al hospital de la Pasión, los que llevan el camino por la Puerta
de Atocha ven salir un entierro de una pobre, á^quien algún
deudo suyo enterraba en la parroquia. ¡ Ah , señoras damas-
Gran sermón, y breve. Mujer moza, hermosa, muerta y pobre.
¿Qué se les da á las otras de eso? Por la Puerta de Valencia
baja esta tarde otro hormiguero de coches. Á ver los que van
en ellos bajan algunas personas de las que ni se atreven al can-
sancio, ni pueden sufrir la inquietud que mete en las casas la
fiesta que hay fuera de ellas. Siéntanse por las angostas sombras
que hacen las encogidas paredes de aquellas pobres casas algu-
nas mujeres, y junto á ellas se paran algunos hombres. Hablan
unos con otros, y de cuando en cuando ellos con ellas. Ven
venir á una mujer al estribo de un coche, sentada al sesgo, ni
bien toda la cara á la calle, ni bien adentro toda. Si no tuvie-
ra movimiento, era un medio perfil ; con él es veleta cabal; fle-
chando (á su parecer) con los ojos todos los vientos y los cora-
zones. Llevaba fuera del estribo media vara de guardainfante
cubierto con una basquina de chamelote de aguas , que es muy
dificultosa de recoger la vanidad. Cuando ofrece al pueblo la
espalda es una sierra de nieve; cuando ofrece el rostro una Au-
rora. Pues no ha cuatro horas que ni era nieve su espalda, ni
Aurora su rostro ; pero no hay mejor colorido en España que
el de sus botes. Algunas veces que da el rostro al pueblo, se le
da cubierto del abanico, mas es por descubrir la mano ; cuando
no usa de esta maña, con la que tiene vacía se corrige una
guedeja. Sabe ella que son blancas y bien formadas. Tan bien
tratadas, que parecen manos domingueras, y que toda la sema-
1
APÉNDICES. 265
na se sirve de otras. Yo pienso que si los ojos á estar cerrado?
se pusieran hermosos, no los abrieran las mujeres, sino muy
pocas veces al año. Y no se puede dudar qué hiciera esta
gente, que por sacar algunas veces las manos blancas , están
mancas toda la vida. Ellas deben de haber pensado, como las
gitanas les dicen por las manos la buenaventura^ que está su
buenaventura en sus manos. Si usan mal de ellas , no está en
ellas, sino en su desdicha. Lleva la tal dama el cabello puesto
de arte, que se la vea por donde quiera la garganta. Hs blanca
y carnuda. A lo blanco ya le sabemos el secreto; á lo carnudo
le hemos menester averiguar la significación. Los que tratan
de fisonomía, dicen que la garganta cubierta de mucha carne
acusa á su dueño de pronto á la ira. A costa de buena tacha da
el cielo esto que á los ojos es bueno.
No pueden todos los coches salir de una vez por la puerta, y
páranse unos para que salgan otros. Párase el de nuestra dama,
y dice una de las mujeres mironas á otra que estaba junto á
ella :
— ¿No es aquella Fulanilla?
— Sí , amiga , y está en grande altura.
■ — Yo la conocí más muchacha (replicó la primera), y no
era el imposible del barrio. De puro agradable, no sabía dar
una mala respuesta. Harto deslucidilla andaba, ¿Quién la ha-
bla ahora?
— Un caballero (dijo la otra) muy poderoso ; gasta mucho
con ella. Aquel mozo galán, que va en aquel caballo de color
de huevo añejo, es criado suyo y guarda de la tal señora.
Apenas oyó esto un hombre entrecano que estaba junto á
ellas, cuando se sonrió. Advirtiólo la una, y díjole que de qué
se reía. Y él respondió con este cuento :
— Iba á uno de los garitos de la corte continuamente un
caballero, que cuando tenía dinero jugaba, y cuando no lo te-
206 <(EL SOLITARIO)) Y SU TIEMPO.
nía se entretenía en ver jugar á los otros. Entró una tarde de
verano en el patio de la casa un muchacho, vendiendo abani-
cos de papel. El caballero concertó uno con poca prolijidad en
seis maravedises , y estúvose haciendo aire con él toda la tar-
de. Súpole bien el airecillo, y cuando se quiso ir , por hallar
allí el día siguiente el mismo regalo, se llegó al aposento de
un criado de la casa , y díjole al criado que le guardase aquel
abanico, porque era de su gusto, y que por el cuidado le daría
cuatro cuartos cada día ; y que mirase no se hiciese aire na-
die con él. El hombre tomó el abanico y los cuatro cuartos,
y puso el abanico en una alhacena. Apenas el caballero volvió
las espaldas , cuando el primero que se refrescó con el abanico
fué el guarda, y después todos cuantos quisieron.
Dijo entonces la mujer :
— Parece que vuestra merced quiere decir....
Y el hombre, antes que acabase, se quitó el sombrero y se fué,
Al otro lado estaban cuatro hombres en conversación , como
que iban juntos , o como conocidos que allí se habían encon-
trado. Entre ellos estaba un estudiante de barba nueva, de
cabello corto y de semblante compuesto, con punta de alcalde
mayor. Enfrente de ellos estaban algunos coches parados , que
distintamente ocupaban ambos sexos. Encarósele uno al Licen-
ciado, y dijo:
—Allí está Amaltea. —
Fueron los ojos de todos á un mismo tiempo al coche , y
á un mismo tiempo se rieron todos. El preguntó con mesura
de qué se reían , y ellos respondieron que de no ver en el co-
che que él señalaba persona en quien asentase bien el apodo,
porque no había en él sino seis hombres con las barbas hasta
los párpados. El escolar dijo entonces :
— Pues uno de esos es Amaltea, y se lo llaman con mucha
propiedad.
APÉNDICES, 267
— La razón — dijeron ellos.
Y él dijo :
— He aquí la razón. Amaltea es una diosa, á quien pintan
siempre abrazada con uno de aquellos infelices huesos que qui-
tan á los toros de la frente, cuyo nombre, injustamente abatido,
no tiene lugar entre las voces hidalgas de los españoles. La parte
hueca de este hueso la ocupa de espigas, uvas y flores. Las frutas
están en lo escondido; cuando mucho el trigo asoma espiga,
cuando mucho el racimo asoma un grano. Las flores ocupan la
superficie , con tanta pompa , que con la sombra , si no le
desparecen del todo , embozan lo restante del vaso. Este hue-
so, airosamente revuelto, es en España símbolo necio de la
nota que deja la flaqueza de la mujer casada en el mal afortuna-
do esposo, y esta diosa , abrazada á este hueso, es jeroglífico
de los descorazonados maridos , que de las flaquezas de sus
mujeres sacan fruto,, y cubren el fruto y la flaqueza de flores.
Flores, como no ir á su casa algunas veces , cuando piensan
que pueden embarazar; como ir otras á ser de susto, y no de
peligro; como llamar primero al adúltero tolerado; como decir
á sus mujeres que busquen doscientos ducados sobre sus jo-
yas, y recibir los doscientos ducados y ver las joyas en casa.
Y como decir con mucho secreto á seis ó siete personas dife-
rentes (número que no guarda secreto) que su mujer, debajo
de aquellas galas , trae un cilicio que le come las carnes ; y que
debajo de lo rosado postizo del rostro trae la palidez de muchos
ayunos. Uno de los que en aquel coche vemos cubre sus tor-
cidas conveniencias de estas flores , y por eso el renombre de
Amaltea íe está como cortado á su medida.—
Van desembocando en el campo los coches, y entre ellos mu-
chos hombres lucidos á caballo. Pasa uno de estos hombres por
entre dos coches, y va metiendo en el uno las colonias de la
crin. Dice uno de los que van en el coche:
268 ((EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
— Muchas cintas gasta este caballero en su rocín : yo me
acuerdo cuando no las tenía en los zapatos.
Dice otro :
— Pues en verdad que habría menester muchas, porque según"
va mal puesto en el caballo, parece que ha andado toda su vida
á pie.
Pasa otro en un caballo muy ancho de caderas por junto á
un coche de damas , y dice una:
— Este caballero tiene singular gracia en engordar caballos y
en enflaquecer lacayos. Al caballo, porque no lo trabaja y lo sus-
tenta, y al lacayo porque no le sustenta y le trabaja.
Dice otra muy severa :
— Tendrá más prolijidad con las bestias que con los hom-
bres. ¿No veis que van vuestros caballos haciendo poetas? En
lo que entienden estos caballeros es en ir mirando á las da-
mas , pareciéndoles todas bien , y deseando parecer bien á
todas. Tiberio César tuvo un caballo que parecía que echaba
llamas por la boca. Todos estos caballos me parecen á mí
el del César. La plebe ínfima , desgranada por aquellos sue-
los, ya se junta en ranchos, ya se aparta en pendencias ^ ya
se muele en bailes , ya se apelmaza á tragos. A esto holgura
llaman.
APÉNDICES. 2Ó9
EL GALÁN
Despierta el galán el día de fiesta á las nueve del día, atado
el cabello atrás con una colonia. Pide ropa limpia, y dánsela
limpia y perfumada. Dícele á un criado que le dé de vestir, que
otro vaya á llamar al barbero y al zapatero. Pónese un jubón
cubierto de oro : cálzase luego , y pónese unas medias de pelo
tan sutiles^ que después de habérselas puesto con grande cui-
dado , es menester cuidado grande para ver si las tiene pues-
tas. Ajustase, en fin , las medias nuestro galán á las piernas,
con unos ataderos tan apretados^ que no parecen que aprietan,
sino que cortan.
Pónese en pie , pregunta si ha venido el zapatero ó el barbe-
ro. Entra el zapatero oliendo á cansado. Saca de las hormas los
zapatos , con tanta dificultad como si desollara las hormas.
Siéntase en una silla el galán , híncase el zapatero de rodillas^
apodérase de una pierna con tantos tirones y desagrados como
si le enviaran á que le diera tormento. Mete un calzador en el
talón del zapato , encapíllale otro en la punta del pie , y luego
empieza á guiar el zapato por encima del calzador. Apenas ha
caminado poco más de los dedos del pie , cuando es menester
arrastrarle con unas tenazas, y aun arrastrando se resiste. Pó-
nese en pie el paciente , fatigado ; pero contento de que los za-
patos le vengan angostos ; y de orden del zapatero da tres ó
cuatro patadas en el suelo , con tanta fuerza , que , pues no se
quiebra, debe de ser de bronce.
Acoceados dan de sí el cordobán y la suela : pellejos, en fin,
270 C(EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
de animales, que obedecen á golpes. Vuélvese á sentar el tal
señor ; dobla hacia fuera el copete del zapato , cógele con la
boca de las tenazas , hinca el oficial junto á él entrambas rodi-
llas^ afírmale en el suelo con la mano izquierda ^ y puesto de
bruces sobre el pie, hecho arco los dos dedos de la mano dere-
cha , que forman el jeme, va con ellos ayudando á llevar por
el empeine arriba el cordobán , de quien tira con las tenazas su
dueño. Vuelve á ponerse en una rodilla, como primero estaba,
empuña con la mano la punta del pie, y con la palma de la otra
da sobre su mano tan grandes golpes, como si los diera con una
pala de jugar á la pelota.
Ajustada ya la punta del pie , acude al talón , humedece con
la lengua los remates de las costuras , porque no falseen las cos-
turas de secas por los remates. Desdobla el zapatero el talón,
dale una vuelta con el calzador á la mano, y empieza á encajar
en el pie la segunda porción del zapato. Manda que se baje la
punta, y hácese lo que manda. Llama á sí el zapatero con tal
fuerza , que entre su cuerpo y el espaldar de la silla abrevia
torpe y desaliñadamente al que calza. Dícele luego que haga
talón , y el hombre obedece como un esclavo. Ordénale des-
pués que dé en el suelo una patada , y él da la patada , como
se le ordena. Vuelve á sentarse , saca el cruel ministro el cal-
zador del empeine, y por donde salió el calzador mete un palo,
que llaman costa , y contra él vuelve y revuelve el sacabocado,
que saca los bocados del cordobán para que entren las cintas;
deja en el empeine del pie un dolor y unas señales , como si
hubieran sacado de allí los bocados. Agujerea las orejas para la
cinta con una aguja , lleva las orejas á que cierren el zapato,
ajústalas y da luego con tanta fuerza el nudo, que si pudieran
ahogar á un hombre por la garganta del pie, le ahogara. Hace
ia rosa después con más cuidado que gracia. Vuelve á deva-
narse á la mano el calzador, que está colgando del talón , tira
APÉNDICES. 271
de él como quien retoca, da con la otra mano palmadas en la
planta como quien asienta, y saca el calzador, echándose todo
hacia atrás. Pone el galán el pie en el suelo, y quédase mirán-
dole. Levántase el zapatero, arrasa con el dedo el sudor de la
frente , y queda respirando como si hubiera corrido. Todo esto
se ahorra con hacer el zapato un poco mayor que el pie. Pade-
cen luego entrambos otro tanto con el pie segundo. Llega el
último y fiero trance de darle el dinero. Recoge el oficial sus
baratijas. Recibe su estipendio,, sale por la puerta de la sala
mirando si es buena la plata que le han dado, dejando á su due-
ño de movimientos tan torpes , como si le hubieran echado unos
grillos.
Entra el barbero dando prisa desde que entra ; pide lumbre
para los hierros, y dice que pongan ei escalfador en la lumbre.
Siéntase el galán en una silla , y en sentándose pierde el domi-
nio de su cuerpo ; porque no se puede menear sino hacia donde
el barbero le manda. Pónele un peinador muy plegado, que es
¡o mismo que ponerle unas enaguas por el cuello. Rodea una
toalla al cuello del peinador, en forma de muceta , ajústale
bien detrás de las orejas el cabello, echa el agua vaheando en
la bacía , encájale por la muesca la bacía en la garganta, y déjale
la cabeza como cabeza de degollado que llevan de presente.
Empieza á bañarle oliéndole las manos á lo que almorzó, y
nunca es bueno lo que almuerza. Salpícale con la lejía los ojos,
y deslízansele por entre los dedos algunos chorros hacia la boca.
Ruédale el jabón por la cara , y déjale la cara de picaro de
Carnestolendas. Desahógale de la bacía ; saca una navaja del
estuche , limpíala por ambas haces en la palma de la mano iz-
quierda, como quien la afila , y empieza á raerle con ella el ros-
tro. Córtale un poco en un carrillo^ y pónele el dedo de en
medio de la mano, que gobierna la cabeza , como que afirma
sobre la cortadura , por quitarle la sangre con el dedo ; esta
272 «EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
atención dura hasta que vuelve á bañarle , que entonces se lim-
pia la sangre de todo punto. Báñale segunda vez : repásale con
la navaja, y por quitarle bien los pelos del perfil del labio in-
ferior, le mete dos ó tres veces el dedo en la boca, y echa de
ver que es bobo en que se lo sufre. Refréscale la cara con agua
fría, y cogiéndola con la toalla entre sus dos manos se la en-
juga. Mira si están los hierros bien puestos en la lumbre, y
reconoce que están bien puestos. Desenvaina un peine y unas
tijeras del estuche, y parte al miserable paciente, abriendo y
cerrando en cl aire las tijeras. Arremángale las narices con el
dedo pulgar de la mano en que lleva el peine, y con las tijeras
que lleva en la otra se las desenzarza. Corre luego á las orejas,
y escómbraselas. Anda de aquí para allí despuntando pelos!
Sacude al fin en el peine las tijeras : encaja el peine en su ca-
bello, deposita las tijeras en la pretina. Arrebata, como quien se
quema, los hierros de la lumbre, y échalos por los anillos en
el agua que quedó en la bacía : huye el calor, quejándose, del
sitio que el agua moja. Riega lo que resta hasta el fiel, y hace
con los rocíos el hierro caliente el mismo ruido que hlcen los
que labran sombreros. Empúñalos, sacúdelos , enjúgalos , exa-
mínalos, y embiste á los mojados bigotes con el mismo arroja-
miento que si estuviera aquel cuerpo difunto. Valos el hierro
tirando y el calor endureciendo. Después de muchas tenazadas,
los deja tan arrimados al rostro y tan aguzados de puntas , que
más parecen fingidos con un pincel que aliñados con un hierro.
Cobra dé su pretina las tijeras y del cabello el peine, acude al
pelo que se desmanda, y córtale. Escudriña todo el rostro, por
ver si falta algo, y déjale como ve que no falta. Trae el espejo,
bésale, entrégale, y mientras el galán se mira, le va desamor^
tajando ; en esto se echa de ver que resucita quien sale vivo de
aquel tormento. Sacúdele de la garganta con el peinador los pe-
los pegados : dícele al paciente que le guarde Dios, y recoge
APÉNDICES. 273
ti espejo. Junta sus trastos , toma su capa , carga con ellos , y
Yáse como quien huye.
Pónese luego la golilla, que es como meter la cabeza en un
cepo , tormento inexcusable en España. Esta es la nación entre
cuantas la razón cultiva que menos cuida de sus comodidades.
Está la golilla aforrada en blanco, por dejar de la valona no más
de algunos visos. Ya les llega á los galanes la enfermedad de las
medias á la garganta; ¡plegué á Dios que no los ahogue! Estré-
chase en la ropilla , muriendo por quedar muy entallado. No haj
hombre mozo que, desde el remate de los pechos á la cintura, no
quisiera caber en un cañuto. Arquéase las costillas tanto, que no
sé cómo no saltan. Abolla y arruga el estómago. Esto lo debió
de inventar algún mezquino, por comer á menos costa, cabién-
dole menos. Enangosta de manera el camino de la respiración^
que entra y sale de tres veces el aire que había de entrar y salir
de una. Aun por vehementísimos indicios de delincuente parece
demasiadamente cruel el tormento de la cincha , y hay quien se
le dé á Sí mismo , sólo por el crédito de bien entallado. Si el darle
allí parece duro, el sufrirle aquí es locura. Intenta allí ceñirse
con la pretina el vientre , y está forcejando un gran rato con
la pretina , para juntarla por los dos extremos.
En estando con toda esta fuerza metido en cintura ^ desenlaza
la colonia que le aprisionaba el cabello. Toma el peine de des-
enredar, y derrama en ondas por los hombros la guedeja. Echa
la cabeza hacia atrás para peinarse , que es lo mismo que echar
á rodar el juicio; aplica luego los menudos dientes del peine de
pulir, y deja de por sí cada hebra. Desta manera son las cabe-
zas de metal , por de fuera muy acabadas , y por de dentro aire.
Vuelve á tomar el peine más vacío, y ahuécase la melena en
forma de espuma : déjala hecha un golfo con quien juega el
viento. Toma la espada, y pónesela , que era harto mejor no
ponérsela ; y si no, dígame : ¿ contra quién se la ponen en la paz
- XII - 18
2 74 ^^EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
los hombres? Nuestro galán, en fin , se puso su espada, y era
con la vaina abierta , que tannbién Jebe de entrar en la gala dar
á entender un hombre que anda fácil para una pendencia , y
debe de ser parte del bien parecer , parecer que no se teme á
la justicia. Pónele un criado en los hombros una capa de baye-
ta , rodeada toda de puntas al aire , cuajado el cuello y los es-
cudos, tan erizada por donde quiera , que da miedo tocarla con
la mano. ¡ Mas si tuviese pretensiones de rosa quien se embra-
vece de puntas !
Toma luego el sombrero de castor,, labrado en París, negro
y luciente como el azabache, de precio tan crecido, que con lo
que él costó pudieran tener mantos con que ir aquel día á
misa seis viudas pobres , que por estar sin ellos se quedan
sin ella. Ordena con la mano las puntas de humo de !a
toquilla , no habiendo mano tan desordenada como laque com~
pro aquellas puntas. Anochece, y no desparece entre ellas el
listón de color que le dio por favor la dama , secreto pare-
cido á su secreto, pues el favor que más encubre, le encubre de
manera , que le divisan todos. Pónase el sombrero en la cabeza,
y danle el espejo ; en él se hace el galán una visita de cumpli-
miento á sí mismo, porque parece que era dejar una obligación
vacía salir de casa sin haberse mirado. Agradase de verse tan
compuesto, y dase la norabuena de lindo.
Entra j pues, nuestro galán en la iglesia, haciendo de su
misma sombra espejo. Quien en su sombra se halla galán, bien
pudiera hallarse en sí mismo sombra. Lo primero en que pone
los ojos es en las damas : él quedará sin ojos. Llega delante del
altar mayor , pone la punta del lado derecho de la capa en el
suelo, y pone en ella U rodilla. En cumpliendo con aquella ce-
remonia se levanta , arrímase á una capilla , y habla con la mu-
jer hermosa más cercana. Sale una misa , y lo primero que hace
el galán que la aguardaba, es mirar si tiene señas de breve.
APÉNDICES. 275
¡Válgame Dios! ¡tanto espacio con el zapatero y con el bar-
bero^ y tanta prisa con el sacerdote! Parécete á propósito, y
busca un banco á que arrimarse. Hinca una rodilh en el suelo,
y déjase caer sobre el banco. A quien hace esto , parece que le
pesa de no tener allí su cama. El tiempo que había de gastar
en atender á aquel espectáculo divino, le gasta en ahuecar-
se el pelo, en enderezarse la golilla, en mirarst los hombros, y
en arrimarse con la palma de la mano la liga á la pierna. Acá-
base la misa , y hace con gran puntualidad la cortesía á las da-
mas que están cerca de él.
Parécele á nuestro galán que es ya hora de comer , y mirando
si le miran , dando pasos de agradar , toma el camino de su
casa. En esto gasta este hombre la mañana del día de fiesta:
oyó misa sin atención , y puso grande atención en el adorno
con que había de ir á misa.
276 ((EL SOLITARIO)) Y SU TIEMPO,
LA DAMA.
Amanece para la dama el deseado día de fiesta, para ella ver-
daderamente de holgar, porque ha de salir á ser vista. Entrase
en el tocador á medio vestir, engólfase en el peinador, pónese
á su lado derecho la arquilla de los medicamentos de la her-
mesura , y empieza á mejorarse el rostro con ellos. Esta mujer
no considera que si Dios gustara que fuera como ella se pinta,
Él la hubiera pintado primero....
Esto hecho , se pone el guardainfante. Este es el desatino
más torpe en que el ansia de parecer bien ha caído. Si una
mujer tuviese aquella redondez de cuerpo desde la cintura aba-
jo, ¿hubiera quien se atreviera á mirarla? Ponerse postizo un
defecto, ¿puédelo hacer sino quien ésta sin juicio? Ponerse pos-
tizo un ojo, ¡vaya!, porque los ojos son hermosura; pero ponerse
una hinchazón contrahecha, ¿quién lo puede hacer que no esté
fuera de tino? Si un hombre se pusiese postiza una corcova,
¿no le tendrían las mujeres por mentecato? ,
Échase sobre el guardainfante una pollera con unos ríos de
oro por guarniciones. Á las plazas fuertes las guarnecen mucho,
porque no se rindan, y las mujeres, por la mayor parte, se guar-
necen mucho para rendirse. La rosa que tiene el pie más áspero
y más tosco, es la que huele mejor. La mujer que trae muy
pulidos los bajos, no me huele bien.
Pónese sobre la pollera una basquina con tanto ruedo, que
colgada podía servir de pabellón. Ahuécasela mucho , porqu^
APÉNDICES. 277
haga más pompa , ó porque coja mucho aire con que hacer su
vanidad mayor.
Entra luego por detrás en un jubón emballenado , y queda
como con un peto fuerte. Estas señoras nos podrán decir lo que
le pasó á Jonás en el vientre de la ballena , pues andan en una
ballena todo el día. Lo que Dios le dio á un hombre por casti-
go, toman ellas por gala. Si una mujer muy virtuosa trújese
aquel tormento debajo de un saco, sería alabada, y con razón,
de muy penitente ; y es el diablo tan sutil, que hace creer que
para la estimación humana importa mucho aquel tormento.
Este jubón , según buena razón , había de rematar en el cuello:
mas por el pecho se queda en los pechos , y por la espalda en
la mitad de las espaldas. Cierto que las mujeres que se visten
al uso se visten de manera que estoy por decir que anduvieran
más honestas desnudas. Los jubones se escotan de suerte que
traen ios hombros fuera de los jubones. Mucho debe de pesar-
les la honestidad , pues no la pueden traer al hombro. De los
pechos les ven los hombres la parte que basta para no tener
quietud en el pecho : de las espaldas la parte que sobra para que
dé la virtud de espaldas. A las mujeres^ que se visten al uso
presente, no les falta para andar desnudas del medio cuerpo
arriba , sino quitarse aquella pequeña parte de vestidura que
les tapa el estómago. De los pechos se ve lo que hay en ellos
más bien formado : de las espaldas se descubre lo que no afean
las costillas ; de los brazos los hombros están patentes ; lo res-
tante en unas mangas abiertas en forma de barco, y en una ca-
misa que se trasluce. Lo que tiene muy cumplido el jubón,
quizá porque no es menester, son los faldones, y tan cumplidos
y tan grandes , que echados hacia la cabeza , pueden servir de
mantellinas.
Ahora entra una ropa hecha de líneas casi invisibles. Vn
triangulito por espalda , una cinta por cola , dos circulitos por
278 ((EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
brahones, y dos castañas por mangas, ¿De qué sirve esto? Nada
de esto sirve ni de decencia ni de abrigo. Para no traer ropa,
¿no era mejor no traerla?
Llega la valona cariñana , que es como una muceta, con más
labores que si fuera labrada en la China. Ésta se prende toda al-
rededor. De sólo puntas de alfileres es cara: ¿qué hará de
esotras puntas?
Corre luego desde la garganta por encima de la valona un
chorro de oro y perlas. Las perlas fueron antes lágrimas de
la Aurora , y se están volviendo lágrimas : llanto del cielo son
alli de ver aquella soberbia.
Vuelve á tomar el espejo para retocarse , y dase la última
mano en el espejo. Allí vuelve á la mata con cariño el cabello,
que se desordenó de la mata. Alli la hoja de la lazada, que dejó
su lugar, la vuelve á su lugar blandamente. Allí la parte de la
cariñana , que se desarrimó del cuerpo, la prende por incorre-
gible; y allí, en fm, queda todo en la perfección última....
Pónele una criada el manto de humo ; ella queda como sin
manto ; tan en cuerpo se está como se estaba ; y de aquella
manera quiere ir á la calle , como si fuera á otro cuarto de su
casa....
En teniendo el manto puesto , pide los guantes , y dánselos
con unas vueltas labradas de tantos enruedos hermosos , que
no acierta la vista á salir de ellos.
Dánle luego, ú es en invierno, la estufilla de martas , que
costó más que costaran ocho carros de carbón. Para calentar
unas manos hacen trasudar un caudal , y dejar un arca vacía
porque estén ocupadas unas manos ; si lo que se trae de más
lejos es lo mejor, bien pudieran estimar en más el juicio que
las martas j porque las martas vienen del Norte y el juicio del
cielo. Si es en verano, le dan un abanico, que costó seis escu-
dos. Hasta que se usaron los abanicos, costó el aire de balde;
APÉNDICES. 279
los otros tres elementos ha muchos siglos que son mercancía.
La tierra de la casa en que se vive ha muchos años que cuesta
dineros. El agua que se bebe , ha muchas edades que se paga
el conducirla á la casa propia. Muy antiguo es en el mundo
valer muy caro el fuego, porque no se puede dar fuego acá bajo
sin materia , y esta materia se ha vuelto preciosa con la nece-
sidad del fuego. El aire se halló de balde donde quiera, hasta
que se inventaron los abanicos...
Entra en el templo nuestra dama , convirtiendo á si los ojos
de todos , y arrastrándose en reverencias. Toma lugar , y tó-
male enfadándose con las que no se le dejan muy desahogado^
porque presume que el mejor vestido merece el mejor lugar....
Oye algunas pesadumbres , y hace que no las oye. Quien no
sabe sufrir algo, sufre más de lo que había de sufrir.
Pónese de rodillas porque se usa , no porque ella usa de
aquel rendimiento para nada . ¡ Qué de cristianos hay que tie-
nen de cristianos sólo lo que está en uso!....
Sale la misa, y óyela , holgándose de ser mirada, y mirando
sólo por gravedad á la misa. Responde tal vez si la dicen algo^
y aunque no haya de responder, se alegra de que la digan.
Mira con mucha atención las perfecciones ó los defectos de los
galanes para contarlos á la tarde entre sus amigas. Esíásc en
la iglesia hasta que el sacristán hunde la puerta á golpes para
que se vayan , que hay malos para quien es holgura la iglesia.
Entonces sale con unos pasos muy serenos , toma el camino
de su casa gustosa , y deja el templo lleno de ofensas.
APÉNDICE B.
CARTAS DE D. SERAFÍN ESTEBANEZ CALDERÓN SOBRE
LA EXPEDICIÓN ESPAÑOLA Á ITALIA.
Barcelona 22, á las doce de la noche.
Excmo. Si\ Duque de Valencia,
ENosya , mi siempre querido General , con el pie en
el estribo. Las tropas se pusieron en movimiento
á las cuatro, y desfilaron por delante de los balco-
nes del general Concha. No quiero encarecer ni su
aire ni su soltura, ni todas esas cualidades que se adquieren
después de curtidos en esta especie de guerra por espacio de
dos años ; pero sí me admiró el contento y satisfacción que to-
dos llevaban pintados en el rostro , y no irían de otra manera
nuestros antepasados cuando salían de aquí seguros de triunfar
en Oriente y en Italia.
Toda Barcelona ocupaba el vasto espacio del anfiteatro del
muelle, y no me equivocaré mucho asegurando que todos pro-
baban cierto orgullo viendo que ya españoles iban á tomar parte
en cuestiones y países en donde se agitan las grandes naciones
de Europa.
282 UEL SOLITARIO)) Y SU TIEMPO.
A las seis principió el embarque. Más bien que una ope-
ración improvisada parecía el último ensayo de algún des-
pejo. El brigadier Bustillos y el Capitán del puerto habían to-
mado tales medidas , y estaban tan ajustadas á las necesidades
del momento, que todo parecía un mecanismo que funcionaba á
compás. La operación se verificaba por tres puntos á un tiem-
po. Había en el agua , y confinando con la escalinata del muelle,
unas planchas flotantes que establecían una verdadera calzada
ó camino, de modo que las compañías entraban desfilando bien
veinte varas allá del agua , y por un lado y otro iban introdu-
ciéndose en los botes y lanchas. Éstas, enfestonadas por calabro-
tes y chicotes que iban á dar en los botes de la marina, se deja-
ban remolcar vistosamente cada cuál á su destino. En un mo-
mento se cubrió el puerto de soldados navegantes. Las músicas
tocaban , los tambores redoblaban , las cornetas se hacían sen-
tir, y hasta el modesto clarín de la mitad de la escolta daba sus
ecos al viento. Como los buques de la marina estaban empave-
sados, los botes tenían cada cuál su bandera^ é iban y venían
y discurrían por todas partes ; todo aquello presentaba una de
aquellas escenas que tanto nos fascinan cuando leemos las des-
cripciones marinescas de Venecia. En fin : á los cinco cuartos
de hora todas las tropas estaban recogidas en sus respectivos
buques , sin que un soldado siquiera tropezase , y sin que se
mojase un ribete de un capote.
Después fuimos con el General á visitar cada buque. Ya las
mochilas estaban recogidas , el armamento depositado, alzados
los chacos y la tropa toda como de cuartel. Con la buena dili-
gencia habida para el embarque, rivalizaba , sin duda , la previ-
sión y perfecto esmero empleados á bordo. Aunque yo tenía
buena idea de las dotes de Bustillos, la operación ejecutada hoy
me lo hace tener en mucho. Creo que el espíritu de la tropa es
inmejorable : hay en ella algo de aquel espíritu emprendedor y
APÉNDICES. 283
de aventuras de nuestros buenos tiempos. No quisiera ver las
cosas demasiadamente color de rosa ; pero me parece que este
país ha de tomar algún respeto viendo llevar á cabo estas em-
presas por parte del gobierno , y que con habilidad no sería
extraño que tomase parte en ellas con toda voluntad y con
orgullo. A los catalanes siempre ha sido cosa de tocarles sonajas
cuando se les ha hablado de Oriente y de Italia.
Dentro de una hora nos iremos al Vulcano , y dentro de cua-
tro días estaremos ya viendo , si no abrazando, las costas de la
Italia.
Mi querido General sabrá disimular el poco aseo de esta carta,
pues escribiendo con garabatos por letras y con corcovas por
renglones, se junta después los malos adminículos que hay para
escribir á estas horas, tropezando con los tatarretes del agua y
de la tinta. De todos modos, queda siempre afectísimo servidor
y antiguo veterano amigo, Q. S. M. B.,
Serafín E. Calderón.
Terracina 5 de Junio de 1849.
Excmo. Sr. Duque de Valencia.
Mi siempre querido General : Ya estamos en Terracina, sir-
viendo á un tiempo la causa del Santo Padre y á los intereses
militares del Rey de Ñapóles. La parte oficial y las cartas del
General le habrán suministrado á V. datos suficientes para
juzgar, así la cuestión en todos sus extremos, como en el punto
particular de las operaciones. La alteración en sus disposicio-
nes del Rey de Ñapóles pudo embrollar los negocios de un modo
lamentable , porque, como V. sabe muy bien , no hay una cosa
peor para un General que ¡leva á su cargo una cuestión política
284 «EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
y militar á un tiempo, que ocupar una posición equívoca y no
fija y bien determinada. El buen sentido de Fernando ha reme-
diado esternal, restableciendo la cuestionen sus primitivos
términos. La división expedicionaria tiene por principal y casi
exclusivo objeto el restablecimiento de la autoridad pontificia;
luego el encaminarse á él debe ser el ánimo del General que la
manda , si con grandes medios y con un ejército numeroso^ de
frente y poderosamente, y si con sólo los recursos de la expe-
dición, operando con detenimiento, pulso y discreción. Esto
creo que se ha hecho ocupando á Terracina.
Sin embargo de que esta ciudad dista sólo ocho leguas de
Gaeta, y de que tiene aquí su asiento la poderosa familia de An-
tonelli , las noticias eran lentas é inexactas. Se -nos decía que
encontraríamos aquí dos mil romanos , y se tomaron en conse-
cuencia admirablemente las disposiciones oportunas para copar-
los; y después nos hallamos con que ni un solo rebelde había
puesto aquí el pie después del inmotivado y antimilitar abandono
que de esta ciudad hicieron los napolitanos. Esto le demostrará
á V. que la tibieza aquí es tanta , que casi raya en desafecto^ y
que se necesitan manos muy idóneas y una inteligencia muy
profunda para remediar esto. El abandono de los napolitanos
(que sea dicho de paso saquearon de camino al pueblo) ha aca-
bado de desmayar á los habitantes, que sólo á duras penas
volverán á sus hogares , pues temen el verse de nuevo abando-
nados. La noticia de estar esto ocupado por los rebeldes alcanzó
tal crédito, que nuestro embajador tuvo por oportuno enviar un
extraordinario para que nos alcanzase en el camino con la nue-
va. En Italia, como en España , se fabrican así para deslumhrar
y confundir ; pero es desconsolador sobremanera no encontrar
atractivos para esto en la buena voluntad de un pueblo que ha
vivido siempre feliz bajo la mano del Santo Padre.
La ocupación de Terracina , si tiene el carácter de duradera,
APÉNDICES. 285
la considero de gran importancia. Desde este país podrá co-
menzar sus trabajos de organización y reformas el gobierno
papal , si quiere ganar el ascendiente perdido. Sobre este punto
le dará á V. datos curiosos é importantes el obispo de Cuenca,
que al llegar ésta á mano de V. ya se hallará en Madrid. Aquí,
si se quiere adelantar algo, es necesario aplicar de lleno la polí-
tica hábil y firme de V. y valerse para ello de cuantos elemen-
tos españoles sea posible. En lo tocante á la cuestión militar,
se puede hacer mucho en cuanto el Rey de Ñapóles se tran-
quilice respecto de su propio país , y quiera convencerse de que
á veces se vencen mejor fuera los enemigos interiores que no
dentro. Ello es cierto que para caminar desembarazadamente
en esta ardua cuestión es necesario entenderse con la política
francesa ; pero de todos modos , al Rey de Ñapóles le vendrá
muy bien fijar sus ideas militares en el negocio, sin tomar hoy
una por su cuenta para dejarla después. Con nuestra ocupa-
ción de Terracina le hemos dejado disponible la división Cctsella
que cubría todo el país que hay desde la frontera hasta Gaeta
y el Careliano. Hemos visto algunos batallones de estas tropas
en Istria, y nos parecieron muy bien, singularmente los cazado-
res suizos. Se puede decir con seguridad que la gente del ejér-
cito napolitano es granada y de la mejor presencia , pudiéndose
esperar todo de ella si para ser buenos soldados sólo se requi-
riesen las condiciones de la persona.
Ayer hubo algún desorden á nuestra entrada en Terracina.
Los soldados napolitanos y el escuadrón que nos acompaña in-
dujeron á los nuestros para que los siguiesen en sus excursiones
de merodeo. Unos napolitanos se atrevieron hasta ir á robar
el alojamiento de un comandante de San Marcial , á quien hi-
rieron. El mal era necesario atajarlo á toda costa. Se cogieron
algunos culpados; se publicó un bando severísimo, y se les apli-
caron palos á los delincuentes . El soldado napolitano que hirió
286 C(EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
al comandante llevó 300 palos mandados aplicar por el coman-
dante Colonna , y otro individuo de la misma nación llevó
otros 200. Fernando , después de leído el bando y verificados
los castigos , entró en el cuadro y les dirigió , con espada en
mano, una alocución reprobándoles á los soldados sus excesos
y amenazándoles con el castigo, y recordándoles sus deberes
como españoles y como soldados , con tal felicidad y con tal
fuego, que puede considerarse como un modelo de arenga mi-
litar. No creo que el síntoma vuelva á repetirse. Entre tanto,
los objetos robados se han pagado á los interesados, de modo
que es de creer que la confianza vaya renaciendo por momen-
tos, y ya van llegando habitantes y provisiones de las cer-
canías.
Los franceses atacaron el 3. Sigue el cañoneo, y oficialmente
tendrá V. los pocos detalles que por aquí corren. Por lo de-
más, siempre suyo servidor y cordial amigo Q_. S. M. B.
Serafín E. Calderón.
Terr AGINA 21 de Junio de 1849.
Excmo. Sr. Duque de Valencia.
La correspondencia oficial , mi siempre querido General,
pondrá á V. al corriente de nuestras expediciones si se habla de
operaciones militares, y de nuestra esgrima diplomática con na-
politanos, Cardenales y embajadores, que cada cuál á su ma-
nera , y según sus intereses , miras y preocupaciones , han pre-
tendido dirigir nuestros movimientos. No parecía sino que tenían
al general Córdova como á escolar de primeras letras, que para
que diese gusto á todos había de dejarse llevar la mano por los
mal torcidos renglones de la mala plana que cada uno se había
APÉNDICES. 287
trazado en su fantasía ó magín. El gobierno ha echado su mon-
tante y ha decidido la cuestión magistral y convenientemente,
poniéndonos , con la resolución de los refuerzos , en completa
independencia, y haciendo al general Córdova dueño de sus mo-
vimientos , dándole por lo mismo espontaneidad y facultad para
tener inspiraciones. Como los refuerzos llegarán pronto , es lo
mismo que decir que pronto también estaremos en Vellctri,
asegurando al Papa una grande extensión de terreno, y asegu-
rando también (que es lo más importante) el estado sanitario
futuro de nuestra división. Cerraré esta parte de mi carta di-
ciéndole á V. que desde el general Oudinot hasta el general
Nunziante están de acuerdo en descargar sobre los diplomáticos
de Gaeta la responsabilidad del imhrogUo de la cuestión roma-
na. El no haber previsto contingencia alguna, el no haber fija-
do nada con claridad, y el dejar la resolución de puntos litigio-
sos para cuando se enredaba más la cuestión , han puesto las
cosas en punto , que más parecían laberinto que problema di-
plomático. Si Roma es forzada, todo podrá resolverse fácilmen-
te; si, por desgracia , la petulancia francesa sigue sufriendo
mortificaciones , se necesita que toda su inspiración de V. y
toda la atención del gobierno se dirija sobre los Estados Roma-
nos y la Italia.
Me he aplicado durante mi permanencia á estudiar el país,
y quiero participarle á V. mis observaciones , por si pueden
prestar alguna utilidad. Desde que se comenzó á hablar de
Italia juzgué que el reino de Ñapóles estaba calcinado por
la revolución, y que Roma era presa sólo de la violencia de
cuatro tunos : que el primero existía sólo por el auxilio ruso y
austríaco, y que bastaba sólo tender la mano á la segunda para
que se levantase gallarda y resueltamente, como el hombre que
ha venido al suelo, no por falta de fuerzas, sino sólo por el an-
tilugio de alguna zancadilla. Pues este primer juicio mío ha su*
288 «EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
frido grande rectificación. Ñapóles es verdad que tiene la llaga
todavía palpitante de la Sicilia, el hueso de la Calabria y la mala
simiente de los Abruzzos ; pero . en cambio , el Rey tiene un
gran partido en el bajo pueblo y cuenta con el ejército como
con su brazo. Esto es mucho , y con tales elementos pudiera
contarse todavía por más fuerte si sus resoluciones fueran más
fijas y si sus consejeros supieran calificar los síntomas y los
sucesos con más criterio y con más sangre fría ; pero hoy pro-
meten, mañana niegan; ayer avanzaban tropas, mañana las harán
retirar, y siempre vacilan; pero, de todos modos, en Ñapóles hay
miga y fondo, y hny materia sobre que trabajar y contar. Aún
hoy mismo creo que la opinión se modifica en Ñapóles. En la
nobleza podría haber amigos de novedades con el aliciente de
adquirir importancia política; pero convencidos de que los re-
formistas en Italia no son un partido sino una secta , que no
se creen obligados ni á los juramentos, ni á los empeños, ni al
agradecimiento, y que caminan fría y resueltamente á triturar
la propiedad, la sociedad y dar al viento hasta los últimos ele-
mentos de lo existente; creo, repito, que vuelven atrás y que
se van incorporando de buena fe con el partido conservador.
En los Estados Pontificios es otra cosa muy diversa. En nin-
guna parte se encuentra el principio de la resistenc¡a;_y lo exis-
tente, considerándolo temporalmente , parece como una grande
montaña de sal , que por dilatada que sea se concibe la disolu-
ción si llega á tocar el agua. El bajo pueblo es idiota, y si tiene
creencias, no tiene, en cambio, el conocimiento de que debe de-
fenderlas ; las otras clases tienen un egoísmo glacial, sin tomar
en cuenta la corrupción revolucionaria , que en verdad ha gana-
do mucho en los últimos tiempos ; y, por último , el clero ha
adquirido tal timidez , que con dificultad podrá esperarse de sus
individuos ni de sus corporaciones los rasgos de valor , entu-
siasmo y abnegación que hemos admirado tantas veces en el
APÉNDICES. 289
nuestro. Acaso si en el Sacro Colegio hubiese algunos hombres
de chispa, hábiles y prácticos, se pudiera llevar el espíritu de
vida á los elementos de organización que deben existir ; pero,
por desgracia , yo no encuentro tales individuos. Antonelli es,
en verdad , joven todavía , como cenceño , zanquilargo y de
rostro magro; demostrando agilidad y desembarazo, y con dos
ojos grandes, negros, penetrantes y escudriñadores, manifestan-
do querer saber los tres tiempos , lo pasado^ lo presente y lo
futuro, y, sin embargo , no se sabe en qué aplica aquella acti-
vidad que revela su traza , ni qué pensamientos lo ocupan , y
si los tiene qué medios emplea para realizarlos. Si V. pudiese
trocar sus armiños de duque por la púrpura cardenalicia, pron-
to por lo menos se restablecería el fuego en este país; no siendo
esto posible , y no variando los elementos actuales , el éxito lo
deberá el Santo Padre á la Providencia , que ha de mirar al fin
por su causa, ó á móviles extraños, que pondrá enjuego y sa-
brá dirigir esta misma Providencia. Pero esta carta traspasa
sus límites para rayar en autos ó proceso. No quiero cansar
más á V. por hoy , y siempre suyo cordial amigo y aficionado
que le quiere y S. M. B.
Serafín E. Calderón.
Velletri 6 de Julio de 1849.
Excmo. Sr. Duque de Majencia,
La anticipada rendición de Roma, según mis cuentas, mí
querido General , ha redimido á V. déla lectura de algunos
pliegos de papel sobre el giro que los franceses daban á sus
operaciones; pero sí querré decir á V. la conclusión lógica que
sacará siempre de ellas ; á saber : que Oudinot ha causado un
- XII - 19
290 «EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
gran mal á la paz futura del mundo permitiendo, por ios medios
ineficaces empleados para la conclusión de aquella farsa , el que
ésta haya tomado importancia histórica^ importancia que ha de
influir algún día en los destinos de Italia.
No hay causa ^ por desesperada ó repugnante quesea, que
no pueda hermosearse con ciertos resplandores de gloria. Este
es el gran pecado de Oudinot, y del que, absuelto por su go-
bierno y por sus contemporáneos, no encontrará por cierto
conmiseración en la historia.
Los italianos, y con más singularidad los romanos, sepa-
rados de su antigua grandeza por el espacio de muchos si-
glos, apocados por su división territorial, sin hechos colec-
tivos á que agruparse, ni ideas de unidad nacional, sirviendo
siempre intereses ajenos para buscar el inmediato interés per-
sonal ó de territorio, han ido poco á poco, de cincuenta años
á esta parte , corrigiendo algunos de estos defectos , llenando
algunas de tales lagunas, y acercándose á la resolución de algu-
nos de tales problemas , merced al influjo de la revolución de
Francia , á las obras de Napoleón constituyendo el reino de
Italia, y más que todo con las profecías que se entretuvo en
dar al viento desde su prisión de Santa Helena. A pesar de todo,
la falta de gloria militar era un gran vacío para la obra gigan-
tesca que querían acometer los modernos regeneradores italia-
nos , y sin ella^ aunque hubieran realizado cualquier sueño de
gobierno, siempre hubiera sido cosa rompediza, aérea, aun á
sus propios ojos. Pero con los hechos últimamente consumados,
desapareciendo la república y su comparsa^ queda, además de
la idea, el convencimiento de que es cosa realizable, y io que es
más , de que se puede conservar con vida propia y á despecho
de cualquier embate , mostrándose todos los romanos sus re-
cientes cicatrices , sus ruinas y sus calles ensangrentadas como
contraseña de unión y como norte fijo adonde caminar, si no es
APÉNDICES. 291
hoy, mañana ; si no en las circunstancias presentes , en las que
pueden presentarse en el estado actual de Europa.
El carácter de estas gentes es cosa digna de estudiar al pre-
sente. Encendidas las cabezas con sus versos y canciones, des-
pertando como de un sueño con los discursos y artículos de sus
tribunos, y roto todo freno á lo que en otro tiempo era respe-
table y digno de veneración , se consideran como hijos injusta-
mente desheredados de una especie de primogenitura, que quie-
ren reivindicar á toda costa. Algunas veces creo^ al leer algunos
de sus papelotes , y al oir á algunos de los adeptos que quedan
por aquí ó por acullá agazapados, que han de venir á pedir, lle-
gado el caso, el proconsulado de las Gallas ó el gobierno de las
Españas. como si fuesen los Césares ó los Scipiones. Esta ¡dea
les hace ser desagradecidos, porque se creen con derecho, no
á recibir algo, sino á tomarlo todo, y acusan de tirano al que
siquiera habla de otros derechos, y de ladrón al que no se des-
nuda por entregarlo todo. Este mismo exceso en las exigencias,
tal sinrazón en las demandas , y semejante ceguedad para no oir
nada, reparar en nada ni detenerse en punto alguno, pudieran
ofrecer remedio en la propia exageración é injusticia, si delante
tuviesen principios mejor representados, enemigos con más
vida, sistema más organizado, y hombres, en una palabra^ que
rayasen tan alto , como supremos los trances 3' los aconteci-
mientos por donde vamos pasando.
Antes de entrar en esta segunda parte de mi prédica ó re-
tahila, le diré, mi querido General, que esto lo escribo sin
amor ni odio contra las personas , y sí con interés filial por
la causa del Santo Padre , con la independencia de espíritu
necesaria para conocer el mal , y más que todo para señalar
los remedios que pueden aplicarse. Y le hablaré con toda la
franqueza de mi condición , porque esto lo considero de algu-
na utilidad , puesto que para el bien del país es necesario
292 «EL SOLITARIO)) Y SU TIEMPO.
que por mucho, mucho tiempo , tenga V. entre sus manos el
timón de sus negocios , y que esta cuestión de Roma la mire
como de la mayor importancia.
La primera idea que es necesario consigne V. en su juicio es
que en los Estados Romanos la opinión se encuentra enteramente
extraviada, si no corrompida del todo. Todo cuanto se diga en
contrario es ver lo que no existe , ó decir lo que no se cree. Los
nobles de Roma no tienen entusiasmo por nadie. Recuerdan el
tiempo del Imperio, viven con el Papa y ven sin recelo á la re-
pública. Son como esos parásitos de las cortes que se sientan
en todas las mesas, si es que se encuentran en ellas con manja-
res suculentos , sabrosos, y sobre todo abundantes. Los propie-
tarios de la provincia , hidalgos de nuestras aldeas , cuyos hijos
serían Monseñores con el Papa y altos dignatarios , ven con la
república la probabilidad de heredar, de todo al todo, los bienes
del clero, puesto que ellos solos son los que pueden disponer de
algún capital para adquirir y comprar. Los abogados, menestrales
y tal ó cual traficante, son novadores furiosos , tan incorregibles
como los socialistas de París , quedando ese pueblo idiota, que
adora pero que no cree , y que no creyendo con el ánimo, no
tiene ni entusiasmo, ni abnegación , ni la vocación para los
grandes sacrificios. Esta disposición de espíritu es tan general,
que ni aun el clero, que se da por partidario de la buena causa,
es capaz de hacer ningún sacrificio. Ni una confidencia, ni una
noticia, ni un proyecto dan ni imponen. En fin: todavía está
por gastar un peso duro en estas gestiones^ cuando el General
excita , brinda y promete por todas partes. Por consiguiente,
con esta carne momia , con esta mole sin vida , con esta masa
sin calor alguno, puede V. figurarse cómo habrán jugado los
revolucionarios de Roma , flor y nata de la agitación , de la
malignidad, avisados, activos, fértiles, y que se han entrado á
fondo con toda fe y á corps perdu en la cuestión. Esta vida y
APÉNDICES- 293
aquella muerte , este movimiento y aquel letargo, estos recursos
y aquella esterilidad han producido los necesarios efectos, gran-
des esperanzas en los novadores , mayor desanimación en los
contrarios : los conservadores nada han hecho y nada harán ; los
revolucionarios todo lo tentarán y ensayarán de nuevo en cuan-
to el país deje de estar ocupado. Este país no es un amigo á
quien dándole la mano y poniéndolo á su buen talante podrá
mantenerse y combatir ; nada de eso : es un difunto, ó, por lo
menos , un aletargado, que por más armadijos que se le arri-
men , vendrá al suelo inevitablemente. Entonces , me replicará
V., esa es una causa perdida , que para hundirla mañana, mejor
fuera abandonarla hoy ; que, puesto que ha de morir^ más vale
ahorrar el costo de antídotos y las mortificaciones del régimen.
Yo , mi General , no saco , sin embargo , tal consecuencia , y
aunque el papel y el tiempo se acaban á un mismo tiempo, le
daré algunas explicaciones á V, por ahora , dejando para otro
correo y mejor ocasión latitud y aun detalles muy minuciosos si
fuera necesario.
Ya le he dado á V. en mis anteriores alguna muestra y
ciertas ideas de los hombres que dirigen estos negocios por
parte del Santo Padre. Ai verlos tan sonámbulos , he llegado
á sospechar que, llevados de un desprendimiento sobrenatural
verdaderamente , se han propuesto dejar á otros el cuidado de
ios propios negocios, para agradecerlo todo al cielo en caso
de buen éxito, ó para merecer de sus contrarios toda com-
pasión y misericordia en el duro trance de una completa de-
rrota. No quieren defensa ni lucha : esperan milagros , y en
todo caso quieren aguardar perdón. Por lo mismo, ni una me-
dida todavía de reorganización , nada de armamento, nada de
constituir nuevo ejército, nada de consultar sobre puntos tan
esenciales ni á las personas ni á los gabinetes; todo es pereza,
todo sonambulismo, ó cuando más, ocuparse de cuestiones cu-
294 ^<EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
rialescas , como la entablada con nosotros sobre jurisdicción
militar, y sobre lo cual llamo la atención de V. y del gobierno
en la consulta que va hoy por el correo. ¡ Quiere Antonelli , y
lo apoya nuestro embajador, que las cuestiones de deserción y
de espionaje las abandonemos á las decisiones de los tribuna-
les pontificios!!! En fin , mi querido General^ ars langa, vita
brevis ; esto es , la materia dilatada , el papel corto, brevísimo
el tiempo ; pero como la voluntad es mucha y los correos se re-
producen , en otro tendrá el gusto de mancharle algunas carillas
de papel su aficionado amigo Q_. B. S. M.,
Serafín E. Calderón.
Valmontone i 2 de Julio de 1849.
Excmo. Sr. Duque de Valencia,
Le apuntaba á V., mi querido General^ en mi anterior la in-
explicable tibieza de los amigos de Su Santidad y su ninguna
voluntad de poner en juego las medidas que son necesarias para
llamar la vida de nuevo á este cadáver. Como no se puede pre-
sumir mala fe en tal conducta , pues el provecho exclusivo es
para ellos , es necesario atribuirla al poco conocimiento que tie-
nen de negocios^ y que, de estrechas miras, no se atreven á consi-
derarlos en grande en su conjunto y á vista de pájaro. De aquí
nace su mezquindad, no se atreven á arriesgar nada^ no digo
ya de dinero, pero ni aun de promesas , ni de esperanzas ; y por
lo mismo, no teniendo ni los medios de convencer, porque no
son los más sabios, ni empleando los recursos para cautivar,
porque son cortos de manos y raquíticos de voluntad , es gente
perdida abandonada á sí misma. Yo no considero aquí la causa
en lo que tiene de divina y providencial^ sino con arreglo á los
medios humanos que deben emplearse para su triunfo, y bajo
este punto de vista le repito á V. que los defensores romanos
APÉNDICES. 295
de Su Santidad van enteramente descaminados^ y que es nece-
sario inspirarles , infiltrarles otro sistema , otros medios , para
que lleguen á su propósito (que es el de las potencias católi-
cas) de asegurar el poder temporal del Pontífice. No piense V.^
ni aun por un instante , el que entre en tal sistema la idea más
remota de las concesiones. Si las concesiones siempre son peli-
grosas , aquí serían absurdas después de lo pasado y atendiendo
á la naturaleza de este gobierno. La primera condición que ha
de reivindicar este gobierno es el respeto y la sumisión , y para
ello debe principiar siendo fuerte. A conseguir esto deben diri-
girse los esfuerzos católicos , y singularmente los de nuestro
gabinete. Esto no se alcanzará sin la base de un ejército fiel y
leal , y que mire en el Pontífice á un tiempo una divinidad y
un príncipe y señor natural , sin cortapisas ni salvedades. Los
romanos jamás podrán servir solos para esto , y hoy día no pue-
den entrar, teniendo presentes los sucesos , sino en razón muy
corta en la fuerza que se organice. Los soldados suizos tampoco
han sido tan fieles como se hubiera podido esperar en los acon-
tecimientos de Bolonia : y además , la confederación parece que
se opone á nuevos enganches y contratas, y por consecuencia las
tropas pontificias deben buscarse en otras partes. Yo creo que
de España es de donde deben tener origen estas fuerzas, si no ex-
clusivas , al menos en la mayor parte. Nosotros tenemos oficia-
les^ jefes y soldados que servirán al Santo Padre con el amor de
hijos y con el corazón de leones^ y todo esto lo necesita, por
desgracia, para entregarse después á su obra de restauración, y á
laño menos laboriosa de escamondar la mucha zizaña que por to-
das partes brota en sus Estados y por todas partes se reproduce.
A pesar de todo esto , nada se habría adelantado si el
Sacro Colegio no se templa y calza con mejores aceros. El
Sacro Colegio nada más debería representar que los intereses
generales del Catolicismo y de los grandes Estados que lo
296 «EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
componen , y antes que eso, de mucho tiempo acá , sólo repre-
senta casi los intereses de Italia , y en ella los intereses per-
sonales de treinta ó cuarenta familias aristocráticas. De aquí
los abusos , el espíritu de nepotismo ó de ñimiliaje , las mez-
quindades y las miserias que han concluido por quitar toda au-
toridad, ya que no todo respeto y veneración, al Santo Padre y
á su gobierno. Esto debe corregirse : todas las provincias ca-
tólicas tienen derecho á tener en el Sacro Colegio Cardenales
naturales suyos , no sólo para el derecho de entrar en Conclave,
sino también para gobernar, administrar y dirigir los asuntos de}
Catolicismo y de los Estados Romanos en particular Esto llevará
á este centro de la verdad una vida , un calor, una insistencia y
una perseverancia que se necesitan por cierto para sacar adelante
é incólume al Patrimonio de San Pedro. Esté será un medio
seguro de que en el Sacro Colegio haya un número crecido de
hombres firmes , ascéticos , animosos y venerables, que presten
á la Iglesia el poder y la autoridad de que tanto se necesita para
la paz del mundo. De otro modo, seguirá el Sacro Colegio
siendo una cofradía brillante y útil para doscientas ó menos fa-
milias , teniendo por lo mismo en su seno un germen de floje-
dad , de pereza y de irresolución que ha de llamar muchas
más veces , como el cebo á los peces , la actividad codiciosa de
los revolucionarios.
No puede V. figurarse, mi querido General, cuántos recur-
sos tiene en su mano el gobierno papal para hacer esfuerzos. El
país es muy rico. No hay pueblo que no tenga grandes rentas,
no en los derechos del patihendido , ramillo del viento, situado,
renta del cuerno , géneros y especies estancados, y otras gabe-
las que V. conoce de nuestros pueblos, sino en propios y tierras
que poseen. Terracina tiene 20,000 duros , Velletri 50,000, y
todas las demás poblaciones á este tenor. Cuatro amigos leales
bien pudieran tomar á su cargo por empresa el restablecer al
APÉNDICES. 297
Santo Padre en la integridad de sus derechos, bien seguros que no
perderían el ntíandado. Y no piense V. que la condición del país y
de los habitantes es nnala. En primer lugar, no conocen ni la ^«m-
ia ni la matricula , ni otra alguna contribución de sangre. La pro-
piedad no paga niel 15 por 100, y los medios de vivir son tan ba-
ratos, que en los pueblos que no nos han sido muy hostiles ( han
sido pocos), ha podido meter gallina el soldado en el rancho, y
todos los medios de subsistencia y existencia al propio tenor.
El descontento del pais (si se exceptúan los abogados, alguno,
menestrales y mercachifles) se cifra sólo en deseo de justicia
Hay flojedad en la criminal y algo de impureza en la civil , y
sobre todo en los empleos, que se reparten de media estafa, y,
como quien dice, de escalera abajo: sólo se atiende á ser comen-
sai ó criado de los monseñores y Cardenales, y no á otra conside-
ración alguna. Esto, por lo pronto , merece más pronto remedio;
y es, por cierto, mucho más fácil que esto que llaman secularizar
el poder. Yo concibo que podrá haber conveniencia en que los
seglares no estén excluidos de ciertos cargos y de aquellos em-
pleos y destinos; pero esta es cuestión delicada y para tratarla con
mucho pulso y detenimiento. Sea fuerte y respetable el gobier-
no del Papa , tenga un ejército fiel, reclútese el Sacro Colegio de
una manera más conveniente y que lleve á Roma intereses ge-
nerales de todos los países católicos , y, por consiguiente , á
muchas personas adictas , ábrase la mano para que muchos par-
ticipen de ciertos beneficios y pequeños empleos , y , por de
pronto, los Cardenales que están enjuego engrandezcan y eleven
sus ideas , y den algo y prometan mucho, no sólo para el mundo
venidero, sino también para el presente, y crea V. que el Santo
Padre dentro de algún tiempo puede haber hecho resucitar los
siglos de los Clementes , de los Leones y de los Píos.
Ya que no viene V. á Italia , infiltre V. á nuestros diplomá-
ticos alguna de sus inspiraciones , aunque digan que son suyas,
298 «EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
y habrá hecho cosa tan grande , que dejará atrás las muchas
grandes llevadas á cabo por V.
Mucho han enfadado al General los artículos que sobre la expe-
dición han salido en La Revista Militar. Esto ha perjudicado mu-
cho al entusiasmo que animaba á estas tropas. Lo peor es que
tales artículos han salido escritos ya -y disparados desde aquí.
Esto debe hacer conocer que en el ejército abundan demasiado
los razonadores y disertantes , teniendo más confianza para sus
ascensos en el campo que les ofrece un pliego de papel , que en
el que prestan en las playas de Italia. Muchos habían creído que
la expedición iba á cifrarse en dar la guardia en Roma y disertar
de camino con los militares franceses y con les esprits forts de
Italia sobre el tema de que había espirado ya el poder temporal
del Papa , tomando ascensos y empleos , y ganando el renombre
de filósofos y marisahidillos , cuando son más necios que Fr. Ju-
nípero. El General, que es soldado, y que lo que siente es no
habérselas con Garibaldi , aunque anduviéramos de barriga y
sin comer veinte días, y los demás ^ como yo, que deseamos
ver al ejército cual debe serlo, hemos mirado esto con cólera de
vilipendio para sus autores. Toda demostración será pálida con-
tra semejante demasía.
He tenido el desplacer de saber que ha estado V. malo. Fer-
nando me lo ha dicho, así como los recuerdos afectuosos de V.
No se cuide V. de escribir. Necesita V. mucho tiempo para
cosas de mayor importancia. Consérvese bueno, ó haga por res-
tablecerse , pues en ello tendré un placer y una obligación como
español. Suyo afectísimo amigo y aficionado, Q. S. M. B.,
Serafín E. Calderón.
APÉNDICES. 299
RiETi 20 de Julio de 1849.
Exento. Sr, Duque de Valencia.
En mis dos cartas últimas , mi querido General , le dejé bos-
quejada á V. la situación moral y política en que se encuentra
este país y la influencia que tal estado de cosas puede tener
para lo sucesivo , influencia que puede ser fatal á los intentos
de las potencias católicas, si no se acude con tiempo á dar otra
dirección á los negocios. Desde que supimos la rendición de
Roma y la vagancia de Garibaldi con sus bandas de un punto
para otro, creímos todos que todas las provincias seguirían el
ejemplo de la capital, viniéndose abajo por si mismo el orden
de cosas revolucionario , no pudiendo contar el jefe fugitivo
con más que con el terreno que sucesivamente fuese ocu-
pando. Por lo mismo puede V. pensar cuál habrá sido nuestra
maravilla al llegar á Rieti , ciudad de gran importancia , de
20,000 habitantes, rica y capital de una vasta provincia , y en-
contrarla sujeta al régimen republicano , con su árbol de liber-
tad (que ha servido á nuestros soldados para guisar sus ran-
chos), y capitaneando, como metrópoli que es, á 120 pueblos en
el propio orden de cosas. Puede V. figurarse el embarazo en
que se habrá visto el General con tal situación de cosas, con los
argumentos de Antonelli y de Martínez de la Rosa, que asegu-
ran que el país no se encuentra en estado de guerra , y no te-
niendo á mano ni instrucciones cortas ó largas á que atenerse^
ni personas revestidas de poderes suficientes con quien aseso-
rarse y á quien encomendar la restauración del antiguo orden
de cosas. Esta imprevisión es tanto más notable^ cuanto que
Rieti dista sólo dos millas , un paseo, de la frontera napolitana,
y que por lo mismo debiera haber sido objeto preferente para
obrar sobre ella y su territorio, así militar como políticamente,
con toda energía y por todos los medios posibles. Esto no se
300 «EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
comprende, y ni aun se puede ensayar su explicación, sino
considerando la cuestión con todos los antecedentes que ya he
suministrado á V. La cosa es tal, que las gentes de Rieti se
han quedado atónitas , así de nuestra aparición como del viaje
que hemos traído y territorio que hemos atravesado. La reso-
lución del problema la podían aguardar de los napolitanos , de
los austríacos , acaso de los franceses , pero jamás de los espa-
ñoles. Ellos creían, razonablemente discurriendo, que no nos mo-
veríamos de Terracina ó del litoral , y en todo caso que ven-
dríamos por las etapas conocidas del camino real , y por conse-
cuencia, al saber, cuatro horas antes de nuestra entrada^ que
nos dirigíamos hacia la ciudad , nos consideraron como llovidos
del cielo, ó que habíamos venido por el aire, puesto que las
cordilleras y valles que hemos atravesado, jamás holladas por
tropa armada , los consideraban inaccesibles para soldados ex-
tranjeros.
En verdad sea dicho , nuestra marcha es operación que
honra á Fernando , así por la osadía en la concepción como
por el mecanismo de llevarla á cabo. Las brigadas y divisiones
han sido dirigidas^ como piezas de ajedrez, á un pensamiento
dado: el de no confundirse y poder atender á la subsistencia por
un país más escaso que el mismo Maestrazgo, y al propio tiem-
po tan íntimamente eslabonadas , que pudieran todas entrar en
línea y en combate en el espacio de tres ó cuatro horas. Los
campamentos se han hecho , si con necesidad indeclinable , con
tan buen método, con tal seguridad y precauciones y con tales
comodidades militares, que las tropas los han considerado antes
como un recreo que como una penalidad de la campaña. Aun
la noche de la tempestad, si se exceptúa el General^ que ocupaba
con su choza el centro de la herradura , adonde daban las ver-
tientes de las posiciones ocupadas , todas las tropas resistían
con ventaja al temporal, por tener árboles, bardales y algunos
APÉNDICES. 301
caseríos en que refugiarse. Era por cierto cuadro pintoresco,
aunque terrible, presenciar tempestad tan horrible, abiertas las
cataratas del cielo, descacharrándose los firmamentos^ como se
dice vulgarmente, con truenos y exhalaciones, y ver arder-
nuestras hogueras, que apenas podían resistir, á pesar de su
intensidad y tamaño , los cauces de agua que sobre ellas caían,
llegar los soldados á enjugarse y restaurarse y gritar de cuando
en cuando : / Viva Pió IX I ¡ Viva Isabel II! , con otros chistes
y cosas de regocijo. El General por dos veces se enjugó al
fuego, y otras tantas quedó rehogado en agua pura y cris-
talina. A pesar de tantas incomodidades, la salud es buena
en las tropas, y se van corrigiendo sucesivamente las fiebres y
otras afecciones que se iban desarrollando. Si logramos dar un
golpe á Garibaldi, ó le obligamos á criar pluma, y los diplomá-
ticos de Gaeta hacen que el gobierno de Su Santidad resucite
con más energía y más agilibtts , la intervención de la España
en estos negocios habrá sido eficaz y provechosa.
Entre tanto, hoy ha llegado aquí el general Nunciante, y de sus
proyectos y de sus miras político-militares será regular que
Fernando hable á V. muy pormenor, limitándome yo á decir
que dándole, como le concedo, cierto valor á las tropas y á los
recursos del rey de Ñapóles , dudo mucho de los resultados que
pueda producir con todos sus elementos, por la timidez de sus
consejeros , y sobre todo por la voluble é incierta conducta que
sigue en las ocasiones solemnes y en los trances decisivos , de
lo cual tiene dadas hartas pruebas. En fin : esta carta la con-
cluiré con el estribillo obligado de las otras ; á saber : que la
cuestión de Roma debe fijar la atención de V., no sólo para su
resolución inmediata , sino más particularmente para las con-
tingencias futuras.
En el Sacro Colegio es conveniente , es forzoso, no sólo por
la política, sino también por el Catolicismo, el que se infiltren
302 ((EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO,
otros nuevos elementos de vida de las demás naciones ortodo-
xas, debiendo ocupar lugar preferente el elemento español. Este
es el que puede prestar vida , energía y poder al gobierno pon-
tificio, sin recelos de que tengamos en esta obra miras algunas
interesadas. Conozco la dificultad de encontrar persona diplo-
mática entre nuestros estadistas que pueda venir á Italia á
inspirar, convenciendo, tales ideas con la autoridad, la habili-
dad y el acierto que el caso requiere , si es que se exceptúa al
antiguo coronel de la Princesa. La cuestión está á la altura del
nombre de V. ; las medias espadas que se ocupan de ella muy
por debajo, y en tal disposición, no pudiendo V. venir á Italia,
ni debiendo, se necesita que desde ahí trastee V. los bártulos,
y que, inspirándose con las grandes ideas que aquí se debaten,
traslade V. intuitivamente, por decirlo así, su pensamiento en
la cabeza y en el corazón de la persona ó personas que hayan
de llevar á cabo esta grande obra , que abrazará á un tiempo la
paz presente de la Italia y de la Europa , y el porvenir del
mundo todo. La situación de espíritu de V. y su vida laborio-
sísima no le permiten entregarse á lecturas dilatadas y acaso
moportunas; pero, sin embargo, fuera conveniente que tuviera
V. á la vista algún destello ó espécimen de los tres sistemas
que se dividen al presente la opinión en Italia , y que se en-
cuentran consignados en tres libros muy notables : el primero,
escrito por el corifeo Mazzini , y que se llama La Joven lialia ; el
segundo, por Gioberti , que se intitula El Primado de Italia , y
el tercero, por un tal Balbo, llamado Las Esperanzas de Ualia.
Un resumen hecho sucinta y diestramente por algún secretario
de V., y que pudiera V. leerlo en pocas horas , sería cosa muy
conveniente y provechosa, pues además de suministrarle datos
que acaso estarán de acuerdo con mis observaciones presentes
y pasadas, le harían considerar la cuestión á vista de pájaro,
abarcándola en todas sus ramificaciones y consecuencias. En
APÉNDICES. 303
los sueños y en los sistemas de estos escritores , poco ó nada
habrá que pueda aprovecharse ; pero se adquieren conoci-
mientos ciertos de los escollos que han de evitarse , corrientes
de que es preciso huir, y rumbos que hay previamente que co-
rregir y enmendar.
El correo marcha , mi querido General , y sólo tengo tiem-
po para ofrecerme , como siempre , su afecto y cordial ami-
go, Q.. B. S. M.,
Serafín E. Calderón.
Terni 2 de Agosto de 1849.
Excmo. Sr. Duque de Valencia.
Mi muy querido General : Tuve el gusto y satisfacción más
cumplida leyendo la que se sirvió dirigirme desde Madrid con
fecha 16 del espirado Julio. Formará pareja de afecto y colección
de recuerdos con otra carta y papeles que conservo de V. de
época trasañeja , en que además de la amistad que le profesaba
por confrontación de ángeles , como dicen en nuestra tierra, lo
consideraba como la esperanza de mis ideas políticas y españo-
las , haciéndome yo entonces adivino y zahori de lo que había
V, de efectuar de grande para honra de su propio nombre y
gloria y felicidad de nuestro país. Sigan cumpliéndose mis de-
seos y tomen realidad mis ilusiones y ensueños , y acaso bajo
el dilatado gobierno de V. veremos aproximarse, si no llevado
á cabo, el cumplimiento de la obra de la grandeza y preponderan-
cia Ibérica, Tenga yo parte en las tareas para la consecución
de tan noble empresa, y estaré contento.
Los malos trances , mi querido General , por donde ha pa-
sado la cuestión italiana , pues es forzoso hablar de ella , tienen
una explicación muy sencilla , así como á las dificultades que
304 «EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO,
han de sobrevenir se les pueden desde ahora asignar causas
conocidas y de alto relieve. Yo, en este punto, como en otros
que he tenido que calificar durante mi vida política, procederé
con entera mdependencia de espíritu, ajeno á toda preocupación
Creo que hablando se puede ceder, y se puede aun tam-
b.en callar toda la verdad , porque así lo aconseje el respeto ó
porque no se tome por despiques de amor propio lo que'er
reahdad sea sólo defensa de lo justo; pero por escrito, en que
se pueden medir las palabras, y donde se pueden guardar to-
dos los fueros á la dignidad, al respeto y á la veneración mis-
ma, deben trasladarse al papel todos los fundamentos de la
convicción propia y las consecuencias que hace surgir y brotar,
sm periuico de alterar aquélla y contradecir éstas si se demues-
tra lo contrario. Esto, pues, es lo que yo me propongo hacer
ahora. Abandonados en España, cincuenta años hace, los es-
tudios canónicos y eclesiásticos, apenas queda uno de nuestros
hombres de Estado que pueda abordar con desembarazo con
superioridad, ninguna de esas cuestiones. Los unos salen del
paso con las palabrotas del iiltramontanismo y exigencias de la
curia romana, haciéndose casi jansenistas; y los otros, apocados-
de espíritu , ó que vienen de vuelta hacia el arrepentimiento de
pecadillos atrasados, se achican con los de aquí ó se hacen
paladines con aquéllos. Por otra parte, los libros franceses han
agobiado la inteligencia española con su número y monserga . y
no dejan lugar para leer y aprender otras muchas; de modo
que son del todo casi desconocidos los escritos italianos que
han dirigido y formado la opinión de diez y seis años á esta
parte. Con aquella falta no hay cimientos; con esta ignorancia
no hay materiales para fábrica alguna , y así, nuestra diploma-
cia en Italia, más bien procede con buena fe, con puras y rec-
tas intenciones , que por rumbo cierto y con apoyos históricos
y de actualidad. Nuestra diplomacia ha querido frotarse en
APÉNDICES. 305
Italia con la francesa , y si bien los grandes alientos me cautivan
siempre, mucho más empleándolos contra gabachos, he tem-
blado más de una vez en la cuestión presente , viendo compro-
metida para algún tiempo la suerte del Catolicismo. No sé lo
que hubiera sucedido si la Francia, hastiada de la oposición de
Martínez de la Rosa y halagada por las insinuaciones de los re-
volucionarios italianos, los hubiera dejado hacer. Yo, que como
creyente adoro en la Providencia , veo en los sucesos que se
pasan una prueba irrecusable de ella. No se puede concebir,
sino con esas creencias, el que la Francia republicana, vacilante
entre los extravíos del socialismo y del comunismo, y contami-
nada en gran parte todavía por las doctrinas siniestras de los
enciclopedistas , haya venido, á despecho de todo, y acaso con-
tra sus propios intereses aparentes , á restablecer al Papa en
sus dominios y en su autoridad. Las donaciones de Pipino y de
Carlomagno, origen, con la herencia de la condesa Matilde,
del Patrimonio de San Pedro^ han sido confirmadas al cabo de
trece ó catorce siglos por la Francia casi atea. Vasto campo
para reflexiones y prodigio inexplicable para los incrédulos. Los
franceses ahora , Oudinot , ó el gobierno de París acaso , que-
rrán convertir este gran suceso en provecho exclusivo de la
Francia. Esto es , á mi entender, imposible. La Francia en
Junio podía eliminar al Papa de Italia ; pero en Agosto
tiene que limitar sus gestiones á lo meramente justo , razo-
nable y diplomático. Esto de derecho se le debe dar , pero
cualquiera petición inconveniente, irritante ó solapada tiene su
correctivo eficaz y de indeclinable resultado con la voluntad del
Papa, su actitud inerte y su resistencia pasiva, pero irresis-
tible. La suerte, pues , de Italia y del mundo todo se encuentra
en manos del Papa y de su gobierno de nuevo. Si el Papa , en
vez de ser sólo el varón justo, fuera un hombre político de los
alcances de otros Pontífices antiguos , y si sus Cardenales tu-
- XII - 20
306 ((EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
vieran la superioridad intelectual que en otros tiempos alcan-
zaron, la cuestión era resuelta, y todo entraría en su antiguo
cauce. Pero aquí justamente es en donde principia la dificul-
tad. Al Santo Padre no hay que pedirle ni estatutos ni con-
cesiones , ni fraccionamiento de autoridad ,. ni participaciones
en el poder, ni ninguna otra exigencia; pero al Pontífice hay que
imponerle una obligación , y es la de que sea fuerte. Esta cir-
cunstancia es forzosa , y se necesita además que sea inmediata,
instantánea. Desde que llegamos á Gaeta y á Terracina la noté
y se la participé á V. con extrañeza. Este síntoma sigue y me
desespera. El General dirá á V. los hechos que se iban desen-
volviendo en fuerza de tal abandono , y que ha sido preciso
prepararse á comprimir. Esto se hubiera prevenido y se corta-
ran en su raíz los desmanes que aún habrá que deplorar , si
con la división hubiesen venido los delegados y comisarios
apostólicos respectivos , con sus funcionarios correspondientes,
y trayendo cada cual en su bolsillo ya redactados los bandos y
disposiciones que habían de regir, y formadas las listas de las
personas de que habían de valerse y la letanía de los sujetos
nocivos , sicarios y asesinos para ponerlos á recaudo. No hay
nada que tanto perjudique á un gobierno, sobre todo si se va
á inaugurar, como la nota de imprevisión, singularmente si ha
tenido tanto tiempo para estudiar la lección cuanto han disfru-
tado los refugiados en Gaeta. En cuanto á fuerza pública , de
ninguna disponen todavía. Los Cardenales les son ya cono-
cidos á V. por mis anteriores. Hablando en general, están muy
debajo de las circunstancias que han alcanzado , y es necesario
que así ellos como el alto clero y los familiares y demás que
forman la clase gobernante recobren la supremacía intelectual
que los distinguía no muchos años ha. Necesitan , pues , reclu-
tarse_, ó hacerlos reclutarse de gente superior entre los italia-
nos y de gente de nervio entre las demás naciones católicas.
APÉNDICES. 307
Eí poder del Pontífice deberá su nueva adopción intelectual en
las masas italianas á los escritos superiores y profundamente
pensados y razonados elocuentemente de Gioberti , Balbo , Ris-
mini y otros , y con hombres como estos y sus iguales nece-
sita reforzarse la falange papista que aquí ha de gobernar. Con
ellos y no con otros es con quienes deben adoptarse las medi-
das de indulgencia, si es que pueden haberse deslizado en algún
exceso sobre la independencia italiana, que fué también el desliz
de Pío IX. Sin estos escritos elocuentes , el libro de Mazzini
(La Joven Italia) hubiera quedado sin triaca y contraveneno, y
habría acabado de corromper á todo el país. Merced á ellos,
esta declamación tiene sólo séquito entre la gente perdida de los
cafés y las ciudades, sin que se haya interesado ni la gente del
campOj ni la gente docta , y por lo mismo puede tener reme-
dio la enfermedad moral y política que aqueja á la Italia. Estas
clases honradas y bien nacidas entraron contentas y aun con
entusiasmo en las reformas : los revolucionarios las aceptaron
para trocarlas luego en anarquía y comunismo , y aquellos los
admitieron á la parte confiando siempre en el mayor poder del
propio número y en el influjo de los buenos principios. Los in-
cautos no sabían que las sierpes y los reptiles crecen pronto, y
que ya crecidos tienen su placer en la sangre y la destrucción.
Así sucedió , y los moderados y conservadores, de su confianza
pasaron al terror durante la República, siguen en él, en casi to-
das partes soñando el regreso de los verdugos y sicarios , y
quedarán después por mucho tiempo en un estupor y desmayo
que les hará incapaces para nada. Por esta razón es necesario
que el gobierno del Papa se inaugure con vigor, con fijeza, sin
vacilación y sin ambajes.
El terror por título de herencia que quería legar la finada
República, lo puso últimamente á la orden del día cierta plancha
ó circular que desde Maka dirigió últimamente ÍVIazzini á los
308 ((EL SOLITARIO)) Y SU TIEMPO.
círculos y sociedades secretas. En ella se decía que se protes-
tase con hechos, por más horribles que fuesen, contra la ocu-
pación extranjera. En su consecuencia, principiaron las pedra-
das , las heridas y los asesinatos , las amenazas , los insultos y
las miradas torvas y siniestras. Las señoras que han salido á
los paseos que nosotros frecuentamos han sido infamadas con
pasquines y ultrajados sus maridos , padres y hermanos. Esto
ha hecho despertar á los muchachos , que guardaban una com-
postura de padres de almas , y han principiado á jugar de la
morena , y han malherido por aquí en Terni ayer noche á algu-
nos de los insultadores y gente levantisca. Aquí los síntomas
han sido más hostiles por haberse refugiado en la ciudad y sus
alrededores los sicarios de Ancona , Boloña y los tunos de la
Romanía, huyendo de la amabilidad tudesca , y por la perma-
nencia también de los desterrados de Roma por los franceses.
Estas variaciones y alteraciones del termómetro han hecho el
que así muchachos como capataces andemos suficientemente
abrigados de verdugados de Toledo y de confidentes de Guadix
y de Albacete. Según las efemérides y diarios de policía, no se
encontraba una navaja para un remedio en toda la división , y
ya ayer los muchachos ofrecían un par de ellas cada cuál,
quedando siempre con la correspondiente defensa y salvaguar-
dia. La insolencia y el atrevimiento es regular que cedan,, pues
de otro modo fuera insufrible , y era , entregando el país asi al
Santo Padre , darle un caballo resabiado que pronto lo había de
trepar y revolcar.
Estos días pasados fuimos algunos amigos á ver cierta cas-
cada, sitios pintorescos y lagos muy vistosos de estos alre-
dedores. Yendo embarcados me pareció ver un árbol de la
libertad en un pueblo llamado Piediluco. Propuse ir á derri-
barlo : se me repuso que no llevábamos armas ; pero á mis
reflexiones vinieron en acompañarme. Así que atracó la lancha
APÉNDICES. 309
á la orilla , coronada de gentes y algunos cívicos , pregunté por
el Gonfaloniero, el anciano ó cualquiera autoridad, y se me
presentó un futraque con cara de periodista y un estache muy
grande, pero muy encasquetado. Así que llegóme á tiro, le
sacudí un revés al sombrero, haciéndole piragua en el lago, ad-
virtiéndole que á toda autoridad , y singularmente á un Conse-
jero de la Reina de España, se le hablaba siempre descubierto.
Le advierto á V., entre tanto,' que hablo en italiano casero,
muy semejante á aquel francés que cusciirreaha Antonio Pa-
rejo en Paris , y por cuyo medio trato y contrato con estas
gentes á las mil maravillas. En fin : en tanto que dábamos fin
á la expedición , se abatió el árbol , se alzó el pendón del Papa,
se hicieron las salvas y los repiques, y quedó aplazado el Te
Deum. Luego hice quitar ciertas losas puestas en la fachada
de la iglesia para el juego de la pelota , y poniendo á pescar á
dos cívicos para que se distrajesen y nos regalásemos (y pagan-
do, sin duda), dejé asegurada la conquista, trayéndome testi-
monio del ayuntamiento, que acompaño á V., para que se lo
muestre á Sartorius y vea que no se me ha olvidado el ser
jefe político. Este papelote, por lo curioso, me 10 guardará V.,
ó lo dirigirá, si es que se acuerda de ello, á mi casa, por mano
de Zaragoza i.
I El documento, cuyo original tengo á la vista, dice así:
«Magistratura del comune di Piediluco. — Si certifica da
noi sottoscritli, che in questo giorno 25 Luglio 1849, ^ -^^^'^ <^*'
nuovo rialherato il VessiUo Pontificio con sparo de mortali ; e
siíono de sagri hronci, e ció e proceduto con il massimo ordine^ e
quiete , mediante Vordine dell'Eccelso Sig. Don Serafino Calderón,
Consigliere della Guerra, e auditor e in commissione dclle trupe
Spagnole , accompagnato dal Sig. Colonnelto Don Enrice OdoneU
del Regimentó di Cavalleria di Lussitania , e dal Sig. Colonnello
Don Gioacchino Huet , e di altro Colonnello Ruano, e dal Capitano
Vignamil , ed altri Capitani Mena, Logo, Landa, e dei Tenienti
3 10 «EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
Fernando le escribirá á V. sobre la situación militar. Es in-
dudable que la disolución de Garibaldi, ya esté consumada, ó
va esté próxima solamente , se debe á la posición escogida por
el General y á la operación atrevida que ejecutó atravesando la
Sabina y ocupando á estas dos provincias de Rieti y la Umbría.
Sin nuestra posición aquí , es claro que Garibaldi , tropezando
con los tudescos, volvería á desandar lo andado y vagaría inde-
finidamente por los Apeninos , acechando la ocasión de pene-
trar en los Abruzzos y manteniendo en vida las esperanzas de
estos republicanos. Garibaldi ha tenido fortuna de que Roma se
entregase ocho días más temprano de lo necesario, y luego en
que las expediciones se hayan retardado más de lo probable;
pero es muy prudente en no arriesgar otro albur, poniéndose á
tiro de las piernas de nuestros soldados , ya restablecidos de
sus padecimientos y enfermedades. En el próximo correo le
expondré á V. la manera cómo considero ia cuestión de Roma
en este segundo período, menguado por cierto mucho en im-
portancia é influencia.
Siempre suyo, mi querido General , y afectísimo y cordial
amigo Q.. S. M. B. ,
Serafín E. Calderón.
Lussenio, Mendoza, León, Mora, cdiafi,:c eü Sig. Tenente Colon-
nello Gradúalo bargas, li quali, avendo osservato esislere ancora il
Vessillo Republicano, hanno ordinalo che venisse dislrulto, siccome
solio i loro occhi e slato eseguíto. Non si e cántalo pero l'Inno
Ambrosiano di ringrasiamento per esscre giorno feríale, ma sié tras-
ferito al giorno feslivo 25? detto, per celebrarsi lale santa funcione
con maggiore apparato, e per avere il concorso della popóla ^ione ,
essendo gia affisso V invito alie porte di qiiesta chiesa parrocchiale.
Si la rilase ia il presente in onore^ e lode del la Iperita, e afjin ckc
apparisca nel publici atti. Enfede. — Picdüuco 2^ Liiglio 184^.
V. PAsautTTi^ Prioke. — Giuseppe Crifoni, segretario.»
APÉNDICES, 311
Roma i o de Agosto de 1849.
Ex ano. Sr. Duque de Valencia,
Mi muy querido General : Aquí me tiene V. con el objeto y
las miras que Fernando le escribirá á V. más por menor. El
nuevo gobierno necesita apoyarse y aparecer sostenido con vi-
gor y sin ambajes ni cortapisas , y para ello ha venido muy
bien esta demostración de uno de los generales de las potencias
católicas que han tomado parte en esta cuestión. Los tres Car-
denales que forman la comisión de gobierno se mostraron muy
satisfechos, y aun contentos del objeto y contenido del pliego
que les entregué. En el curso de la conferencia en que les m.a-
nifesté el mal estado en que se encontraba la opinión en Terni y
Narni , y que tales síntomas se empeoraban con la debilidad y el
desmayo, y que era preciso principiar siendo fuertes para luego
ser justos y luego clementes, se mostraban en un éxtasis de
placer. Pero yo creo que, á pesar de tan buenas disposiciones, no
acierten á inaugurar su política sobre bases sólidas. La pereza
y desidia que Fernando y yo le indicábannos á V. como que
presidían en Gaeta , dan ahora sus necesarios frutos. Nada hay
pensado, nada con sistema , nada con dirección fija y vigorosa.
Por cierto que estos señores no se parecen á los que nosotros
tenemos (y líbrenos Dios de ellos), que tienen un arsenal de
decretos preparados para gobernar á todas direcciones y á todos
vientos. Todos los extremos se tocan. Ello es que estas gentes
sin hábitos de administración y gobierno , con una opinión no
vencida ni reprimida militarmente y con actitud de insolencia
apoyada en esperanzas de trastornos aquí ó allá^ se encuentran
en una situación embarazosa , difícil y casi inevitable. El medio
término que han tomado de rebajar el papel en un 35 por 100,
dándole así curso forzoso, les ha puesto en oposición á todos
los usureros y hombres de negocios , y ha dado asidero á los
312 C(EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
rumores más absurdos, que saben esparcir los revolucionarios,
que siguen en su organización para obrar y en sus propósitos de
evangelizar. Dicen que ese ^^ por loo lo aplican los Cardenales
para reembolsarse de los perjuicios sufridos en la quema de los
carruajes y otros daños; y semejantes desvarios han tenido bas-
tante fuerza , sin embargo , para inutilizar una demostración
que se tenía preparada el domingo por el pueblo de los Barrios
en favor del Papa.
Los franceses , por otra parte , ni por su situación política,
ni por su propio carácter voluble, ni por la condición del
mismo Oudinot , que es incierto y vacilante , son los más á
propósito para dar fijeza, ni norte, ni voluntad cierta y vigo-
rosa al nuevo gobierno. Y por otra parte, la posición polí-
tica que al presente ocupan las fuerzas inmensas de que dis-
ponen en el territorio, y el ascendiente que naturalmente les da
su entrada en Roma , los pone en el caso, al menos por ahora, de
ser los verdaderos ^í3!//ws de este corral , la potencia ófulerum de
esta máquina, y los arbitros y jueces de este palenque. Yo creo
que con tales precedentes , que más bien los exagera que no los
templa la arrogancia francesa , se está en el caso de tocar llamada
hacia España. Nuestra situación aquí , por otra parte , ni es
gloriosa, ni útil , ni segura. No hay que combatir, se gasta el
dinero en país extraño, y no ocupamos plaza ni punto que nos
ponga á cubierto de un golpe de mano, ni de una sublevación.
Y esto sin tomar en cuenta las probabilidades de un rompi-
miento entre franceses y austríacos , que nos pondría en trance
más equívoco y peligroso. Ñapóles se ha salido de la cuestión,
si no con mucha caballerosidad, con tanta habilidad, que tiene
sus collares y ribetes de perfidia. Nosotros nos hemos quedado
solos con nuestra buena fe, jugando la partidar , y por cierto que
es mal caudal para habérselas con los diestros que tenemos de-
lante. En este género de esgrima , mi querido General , no me
APÉNDICES. 313
la dan , ni me la darán á mí por inocente , ni por acudir inadver-
tidamente á oponer falsas paradas á estocadas que tienen direc-
ción muy sabida. Nuestra marcha sobre Rieti y Terni , ocupan-
do, desarmando, tranquilizando y sujetando al Papa á la Sabina
y á la Umbría , operación atrevida y de resultados que hará mu-
cho honor al General , creo , y pienso no equivocarme , que ha
servido y servirá de estudiado pretexto á los franceses para
mostrar cierto desabrimiento, tomar cierto aire hauteur, hacer-
se los interesantes y explicar así la ocupación de Gen^ano por
ellos j punto á legua y media de Velletri , que fué ya estableci-
miento nuestro, y único pueblo en donde se respira aire vitable
en el picaro territorio que nos ha tocado en suerte en la distri-
bución leonina que se hizo entre los diplomáticos de Gaeta. No
sé hasta qué punto nuestra embajada habrá epousée esta pre-
vención francesa ; pero de cualquiera manera , es bueno que
sepa V, que los revolucionarios nos han increpado y nos in-
crepan mucho estas operaciones, diciendo que, á tener nosotros
orgullo, debiéramos no haber salido de Velletri , puesto que los
franceses nos habían ocupado los caminos reales , encerrándonos
como osos en los montes. El verdadero objeto de estas hablillas y
el solo motivo era el ver privado á Garibaldi de los recursos que
le daba el ancho país que le quitábamos , y el imposibilitarlo de
volver atrás desde las fronteras de Toscana y desde las Marcas,
cosa que á no ser así le hubiera permitido el entrar y salir , ro-
dar, contramarchar y dar vueltas , prolongando la guerra y es-
perando algunos de los grandes acontecimientos de Francia,
Alemania ó Hungría, que ha sido y es todavía su soñado adve-
nimiento.
Entre tanto, Arnau ha salido esta mañana para Terni para
hablar con el General. A mí todavía no me han despachado, y
supongo que tal viaje tenga por objeto traer en utilidad y gloria
de la diplomacia lo que ha sido objeto de las inspiraciones del
314 ^(EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
buen sentido y discreción del General, Pero esto es de poca
innportancia, si se obtiene algún resultado.
Los franceses^ entre tanto^ no puede V. figurarse con el es-
tudio y afectación que viven. No miran á una mujer, ceden
siempre la acera, y más parecen sombras que se mueven que
no hombres con sangre y vida. Esto es demasiado tirante para
que pueda durar, y no sé si piensan enamorar al Papa ó al Cas-
tillo de Santángelo. Esto ensoberbece á los romanos. Era nece-
sario que viera V. sus aires ^ sus miradas y sus razones cuando
hablan del sitio. Siempre que los miro me acuerdo de aquellos
versos que tanto le agradaban á V,
Vosotros nacionistas
Y liberales
Andabais puseídos
De ayies marciales ,
No se puede dar mayor continente de comparsas. Los me-
nestrales y barberos, al entrar en la sala, saludan llevando la
mano á la frente militarmente , no sin gracia y buen aire. Crea
V. que este flujo militar y tal prurito por la soldadesca tiene
mucha influencia en las cosas que aquí pasan ó pueden suceder.
Entre tanto , ayer salieron de aquí 6,000 franceses con ocho
piezas. Quién dice que van á Viterbo, quién que á Florencia
para relevar á los austríacos que van hacia Venecia. Se miente
mucho , pues este es el ardid que con objeto ó por entreteni-
miento usan ahora con preferencia los revolucionarios.
Se va el correo y queda pendiente el hilo : siempre suyo
verdadero y cordial amigo Q. S. M. B.
Serafín E. Calderón.
APÉNDICES. 315
Roma 17 de Agosto de 1849.
Excmo. Sr. Duque de Valencia,
Mi queridisimo General: Sigo en Roma corriendo calles^ visi-
tando monumentos , exornando antigüedades , admirando igle-
sias, peregrinando basílicas, curioseando dijes , alhajas y precio-
sidades, adorando reliquias y santuarios, y pasando malos ratos
con las estatuas desnudas que se le meten á uno por los ojos,
esto es, las de Venus , Diana y otras santas mujeres por el es-
tilo. Esta distinción es saludable cuando se escribe desde Roma.
Tengo el gusto de remitirle á V. el plano de Roma con el
bosquejo de los ataques de los franceses hasta la rendición.
Esto es trabajo hecho por nuestros ingenieros, concienzuda-
mente desempeñado ^ habiéndoles yo acompañado varias veces
para la inspección del terreno. Quiero que tenga V. á la mano
este documento , hoy de alguna importancia , por cuanto en
Marsella se ha hecho una publicación sobre el sitio de Roma
sumamente equivocada, que nada explica y que todo lo embro-
lla. Con este plano y su apéndice se hará V, cargo del ataque
y la defensa. Le advierto á V. que las baterías números 12 y 13
no llegaron á servir casi ; fué lujo de arte y demostración de
los grandes medios de que disponían los sitiadores.
Aqui ninguna novedad ocurre de gran monta , aunque todo
es de importancia. El Sr. Savelli , ministro del interior, aún no
se había hecho ayer cargo del departamento. Está en diferen-
cias con Rotoland , encargado por los franceses de la policía.
Es difícil de que á cada paso no salten disturbios y choques
entre ambos elementos, el francés y el del gobierno de Su San-
tidad. Los Jesuítas se han hecho ya cargo de sus edificios y
bienes , y hoy ha principiado ya á montar la guardia en el Va-
ticano una compañía suiza de alabarderos. Parecen papagayos
3l6 «EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
en la librea y una colección de ermitaños por su edad y traza.
Tres son las cuestiones que urgen hoy sobremanera. La de la
Hacienda, la del ejército y fijar la suerte de los antiguos mili>
tares que no pueden tener aplicación alguna con el Papa , y la
de los desterrados políticos, que vuelven á refluir sobre Roma,
porque en parte alguna los quieren recibir.
Es una lástima que mi cuñado Salamanca no estuviese en
situación de jugar aquí financieramente. La situación es difí-
cil en verdad; pero ya le he indicado á V. que es país rico y de
grandes recursos; pero todos sus hombres son gurruminos y
apocados, y no pueden tener ni inspiración ni pecho para aco-
meter aquí un empréstito, ni otra alguna operación en grande.
Aquí se puede repetir aquel aforismo que á veces solía proferir
en tono solemne el profeta Burgos : ¡ Hay mucho oro que ad-
quirir, hay mucha gloria que ganar!!!
Estoy esperando resolución de Fernando, pues yo, dando
una gira por Florencia y Ñapóles para gastar algunos reales y
adquirir algunos más libros viejos, pienso solicitar el irme á mi
calle de Atocha, á ver diariamente al barón de Meer, mi presi-
dente. Esto entra ya en el compás sabido del dos por cuatro , y
no necesita gran maestro de capilla en cuanto al ejército.
Siempre suyo verdadero amigo y cordialmente aficiona-
do Q_. S. M. B.
Serafín E. Calderón.
APÉNDICE C.
CARTAS SOBRE VARIOS ASUNTOS.
Vitoria i i de Octubre.
E has dado, Pascual de mi corazón , un placer ver-
daderamente voluptuoso con tu carta , que , aun-
que sin fecha, supongo debe ser del último tercio
de Setiembre , pues en ella me hablas de la partida
de Fanny para el 14. Por desgracia , cuando llegó tu carta, me
encontraba yo persiguiendo facciosos por esos breñales y aspe-
rezas de Navarra; pues el 15 de Setiembre me puse en movi-
miento con Rodil , saliendo de Vitoria con una división , fortifi-
cando algunos puntos, entrando en Pamplona y regresando
después de la exoneración de aquel General. En este tiempo
de peregrinación , que duró veinte días , no tuve el gusto de
reunirme con mi correspondencia hasta mi llegada aquí , y en-
tonces repasé y releí tus renglones bilingües , treinta ó cuarenta
veces.
Es indudable que has hecho progresos asombrosos en el ára-
be, así como yo me voy poniendo cada día más premioso,
como puerta que ni se abre ni se cierra , concluyendo acaso por
3í8 «EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
olvidarlo del todo, si alguna circunstancia feliz no me reúne
contigo y con mis libros en esa corte , en las bibliotecas y en
nuestro soñado Escorial. Ahora he hecho esfuerzos para volver
ahí, pues, dividido el ejército y habiendo un Auditor en cada
distrito, debo yo ser ascendido ó colocado ventajosamente , y á
trueque de proseguir en mis estudios, sacrificaría cualquier ven-
taja. Esto es cosa de casualidad, y nada más. Tú sabes que
cuando salí de Madrid, tenía fundadas esperanzas de volver para
entregarme á mis proyectos literarios con más ardor; pero los
amigos se olvidan de los idos, y la utilidad que se pudiera pres-
tar se reemplaza con el empeño ó la impresión inmediata de un
postulante presente.
Entre tanto, Pascual mío, si te se ofrece hablar de proyectos
arabescos con el ministro, indícale siempre mi nombre, así
como lo hice yo el año pasado en Burgos respecto de ti. Mi
afición á esto no se entibia , y si los facciosos hubieran cogido
mi equipaje, hubieran tenido que reír encontrando tantos gara-
batos entre mis cartas, libros y papeles. Sin Wilmet puedes
figurarte que estoy sin alas, y así no hago más que revolver
el Erpenio y la Tabla de Cebes, únicas herramientas que me
traje. Dime si no has recogido alguna noticia más del manus-
crito que buscábamos del Madrisi. Si éste se encontrara, haría
una solicitud para ser encargado de su traducción , pues siendo
esto de cierta importancia , nada de extraño tendría que lo so-
licitara.
Si le escribes á Fanny , dale mis expresiones más encareci-
das , y que la encargaré, cuando se venga, unos cuantos libros.
Si es cierto que va embarazada, me llamo al padrinazgo. Á
propósito : si esto es así, ¿por qué le quitas á tu hijo el carác-
ter de español? Aunque es cierto que los hijos siguen la natu-
raleza del padre , siempre es bueno afectarlos al país donde han
de vivir y donde han de tener pan y patria. Para remediar
I
i
APÉNDICES. 319
esto, debes hacer que se bautice en la capilla de la embajada
española, como subdito español , etc., etc. Esto, que parece
indiferente , no lo es.
Adiós : escríbeme largo, y sobre árabe mucho. Da memorias
á tu madre y amigos, y quiere, para pagarle así, á tu afec-
tísimo,
Srrafín.
Vitoria 6 de Diciembre.
Querido Pascual : He recibido el Wilmet mondo y lirondo,
y aunque esperaba carta tuya, con el recibo de la diligencia,
no ha llegado ; siendo así que por casualidad me han entí*ega-
do el paquete sin el documento.
Con esta son tres las cartas mías que tienes sin contestar.
Esto es , sin duda , por no tener que disculparte en no haberme
enviado un manuscrito ó dos agradables y curiosos para entrete-
nerme en copiarlos. El fragmento de Sindab es lo que copio,
pues los otros no llenan mi objeto, aunque los traduciré con la
ortografía arábigo-hispana, por curiosidad de hablista. Te ad-
vierto que debes haber dejado entre tus mamotretos algunas
fojas de tu copia , pues la historia, de Caled no viene concluida,
ni el principio aquel de los Setenta cahetanechs con que se enca-
bezaba el manuscrito de la biblioteca^ tampoco ha venido.
Escríbeme, para escribir al mejor de tus amigos,
Serafín.
Esto, como siempre ; es decir, malo : memorias á tu mamá.
320 <(EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
Vitoria 7 de Febrero.
Querido Pascual ; He recibido tu favorecida con mi original
enmendado, fineza que te agradezco cual siempre. Te remito el
capítulo de la a Excursión de Faukatmir-kan , Sultán de los tár-
taros , » no porque esto sea el correlativo, sino porque estando
ya en él al recibir la tuya , quiero enviártelo, sin perjuicio de
que vayan los otros después , pues en ellos hay grandes obser-
vaciones que hacerme.
Ya notarás que adelanto , á pesar de las malas herramientas
que tengo : ahora, con estar á tu lado un par de meses , y sin
otro objeto de estudio , podría seguirte las aguas después.
Mucho me maravillan las novelas de Pérsico id y Clorinda, y
aunque en esta es disculpable cualquier desliz por la situación
mortificante en que se encontraba, no tiene aquél descargo al-
guno para cosas tan feas como me cuentas. Parece imposible
olvidarse hasta tal punto de los principios del pundonor y de la
delicadeza.
Esto va de peor en peor, en tanto que esas gentes charlotean
en el pulpitillo. Figúrate lo más malo, y acertarás sin duda.
Nada me has contestado á lo que te escribí sobre la nueva
edición del Golio, sobre el ejemplar que tenía Gutiérrez , y sobre
los proyectosy andanzas de mi buen Gallardo, cosas todas, y sin-
gularmente esta última, que me interesan como aficionado á las
letras árabes y castellanas. También quiero saber cómo vas de
tu copia del Tremeceni , y si te lisonjeas poseerlo todo entero.
Me alegro mucho que me escojas por compadre, y veremos
si tú has tenido buen tino para cuajar un chiquillo como un
becerro, y yo buena mano para que llegue á ser Papa.
Aunque no tendría nada de extraño que hubiésemos de ir to-
dos á copiar manuscritos árabes á las bibliotecas de Londres y
Oxford, para ganar la vida y olvidar á la madre España; sin
APÉNDICES. 321
embargo, te reencargo el que tu hijo se bautice en la capilla
católica de la embajada española , pues un Gayangos debe ser
siempre español.
En fin : todo^ "no ha de ser garabatos. Suelta tu maldita , que
me gusta por murmuradora , y hazme una revista de personas
y cosas.
Cuando le escribas á Fanny dila tantas cosas de su compadre,
asi como también te encargo mil expresiones para tu mamá.
Adiós, adiós.
Serafín.
Madrid 14 de Julio de 1837.
Pascual querido : He recibido hoy tu última.
Ya sabía yo que en Burgos no encontrarías nada ostensible
de lo bueno, y si algo hemos de hallar, ha de ser por estilo de
io de esa Marquesa.
Ayer almorzaron aqui Madrazo y Castellanos, y en m.edio de
la fiesta llegó Gallardo, quedándose Castellanos de fuera para
evitar quisquillas. Gallardo se estuvo más de tres horas : hizo
conocimiento con Madrazo, y habló mucho de libros, etc., etc.,
con sus invectivas á Duran, la Biblioteca y otros auxiliares,
concluyendo con encarecer la severidad con que se va á llevar
á efecto el no dejar pasar libro ninguno de las fronteras para el
extranjero, ni tampoco ningún cuadro. Sobre esto se armó una
buena disputa , demostrándole yo que, después de haber sido
bárbaros en destruir sin preparación y sin discernimiento los
mismos conservadores que había en el país,, eso iba á traer mil
extorsiones , después de ser ¡os ministros y las Cortes criados
de los embajadores de Francia é Inglaterra^ que harían pasar
por delante de los hocicos de todos todo el Escorial , todo el
Museo y todo Palacio, si necesario fuera.
- XII - 21
322 C(EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
Qiiedo enterado de tu encargo s¡ voy al Escorial^ sobre lo
cual te diré que Pita me ha enviado á decir que, antes de su
salida, dejó decretado de su puño mi memorial, pero lo dejó
sobre su mesa entre papeles revueltos , y Vega se ha hecho
cargo de buscarlo : de todo te avisaré con la mayor escrupulo-
sidad. Veo los romances é historias que has comprado , y veo
que te faltan muchos todavía. Debes comprar un ejemplar de
todos los más antiguos , sin olvidar á Belardo y Lucinda , por
ser de donde sacó Moratín los versos disparatados de El Médico
á palos , á Octavio y Lucrecia, que contiene el germen de una
novela lastimosa, y otros á este jaez.
Con estas cosas, invasiones y fuyendas, nuestro Romancero
no progresa, y luego después de todo, nuestro Duran mani-
fiesta tanto celo y recelos , estrechez y mezquindad , que regu-
larmente Usoz y yo nos cansaremos de él.
Mira si ese jefe político tiene algunas relaciones aquí para
buscarlas, y hacer que le escriban en favor tuyo, y que te de-
jen ver esos manuscritos árabes.
Aguardo con impaciencia las noticias relativas á la Bibliote-
ca, y me lisonjeo de que tendrás discreción y tacto para saber
hacer de modo que hagamos un buen negocio.
Memorias á Fanny, besos á la niña, y para ti un abrazo de tu
cordialísimo amigo
Serafín.
Madrid i8 de Julio.
Querido Pascual : He recibido tu última , que me ha sido tan
gustosa por las noticias bibliográficas que en ella me das, como
fastidiosa por la resolución intempestiva que has tomado de irte
á Santander tan pronto. Todas tus determinaciones son por el
APÉNDICES. 323
propio orden; sin embargo de que ahora tienes disculpa^ porque
jUsto es que te pongas en disposición de dominar las contin-
gencias de la guerra, y no que ellas te dominen á ti.
Como tienes esa cabeza tan particular, no me dices si el so-
bre que me señalas es para Burgos ó para Santander , y por lo
mismo te dirijo ésta por mano de Barrenechea , quien es re-
gular que haya quedado con nota para ponerte el sobre.
También le he escrito á Barrenechea sobre los encargos de
las monedas y el de los libros y manuscritos del venerable de
la Cartuja : si tú no has podido hacer nada , déjame nota de
los que tú quieres, para adquirirlos en nombre tuyo, y si tú los
has adquirido, sepárame aquello que te parezca más adecuado
á mis estudios, rogándote, tanto en el uno como en el otro caso,
que las cosas pertenecientes á nuestra historia no las enajenes
ni por un ojo de la cara. Yo confío de que al cabo al cabo la
cola ha de estar junto al rabo , es decir, que tú y yo habremos
de reunimos.
Cuidado de que desde Santander me remitas los anversos de
las medallas ; el Examen de Ingenios , y cualesquiera otro libro
que adquieras para mí ; pues yo confío en la capital de la Can-
tabria que encontrarás algo de bueno.
Hubiera querido que me hubieras extractado la Flor poética
de Miguel de Barrios; pero tú has roto la cadena para nunca
más volver á ella , como el cristiano en el peñón de los Ena-
morados.
Aún todavía no ha parecido la solicitud mía entre los pape-
les expolios del Sr. Pita; pero Veguilla me promete hoy en una
esquela buscarla á todo trance.
La inglesa no me hadado aún el dinero, ni Carderera ha
venido, ni el residuo de tus trebejos ha logrado tampoco com-
prador. El danzante de Tapia ^ como tú dices , no ha parecido á
tomar lenguas de ti, lo que me hace creer que ya habrá recibí-
324 «EL SOLITARIO)) Y SU TIEMPO.
do alguna filípica tuya. Si desde Santander pides algunos de
los libros españoles que te puedan hacer falta en Inglaterra^ lo
haces con tiempo, para que se puedan sacar con mayor equidad
regulares ediciones. Gallardo estuvo de nuevo aquí anteayer,
y entre otras cosas me dijo que se habían reimpreso los Can-
cioneros de Gil Vicente y de Resende; infórmate tú de ellos^ y
adquiere un ejemplar para mí de uno y otro.
Adiós , Pascual mío ; recibe un abrazo de tu casi hermano
Serafín.
Madrid 5 de Agosto.
Pascual querido : He recibido dos tuyas desde Santander, y
no he querido contestarte hasta poderte enviar los 3,000 rs.,
como lo hago al presente por la adjunta letrita. Bien sabía yo
que necesitarías de dinero, y por eso quería yo habértelo deja-
do en Guadarrama, porque después, como tú sabes, con los aza-
res que vienen á hombres disipados como tu amigo, suelen no
estar las cosas á punto.
Pablo te escribe sobre tus trebejos . y yo me ahorro de gas-
tar papel por duplicado. Si por casualidad se retardase el va-
por ó tu salida , y necesitas de más dinero, libra contra mí
desde esa, para ahorrar tiempo. Cuidado que no te pongas en
escasez , ni te prives de nada por dinero.
Son endiablados los precios de esos libros. Sin embargo,
mira si tiene alguna novelilla además de los Alivios de Casan-
dra , y algún romancerillo de segundo ó tercer orden. Valtc
para ello de la lista que te di , y por si acaso se me pasó, ten
desde ahora presente en Inglaterra el título del Cancionero de
Enamorados^ y el Romancero, de Quirós , libros que necesito in-
dispensablemente.
APÉNDICES. 325
Ya tengo en mi poder la real orden para visitar la Biblioteca
Escuriaiense^ objeto de tantos desvelos nuestros. Si los cami-
nos y las cosas no estuviesen tan enredados , como que á esta
hora dicen que atacan á Segovia y que piden raciones á la
Granja los facciosos, sería cosa para que tu rehrousasse ázchemin,
y vinieses á asomar la cabeza por aquí. Pero esto es hablar de
la luna. Mientras los facciosos estén por aquí , puedes hacerte
cargo de que no pienso salir más allá de la puerta de San Vi-
cente.
Barrenechea está decidido á venirse aquí en cuanto afloje el
calor. Hace bien , pues allí estaría comprometido. No sé cómo
podré adquirir entonces aquellas alajitas que tú sabes.
Adiós , Pascual querido : memorias á Fanny muy encarecidas
y mil besos á la niña , á quien todo lo debes sacrificar. Escrí-
beme á menudo, aunque no sea mucho, y quiere para pagarle
á tu casi hermano ,
Serafín.
Madrid i. o de Noviembre.
Pascual querido : He recibido á esta hora dos tuyas desde
Londres : la una del 22 de Setiembre, y la otra, abultada y llena
de vida para un pobre orientalista, del 14 al 17 de Octubre.
La primera la recibí por el correo, adonde la echaría el herejo-
te de tu corresponsal , que no se dignó enviármela por algún
criado ; la segunda por conducto de Viniegfa , que me ha ase-
gurado no haber recibido otra alguna , de donde deduzco que la
que me anunciabas en la del 22 como habérmela dirigido la
semana anterior, que equivale del 14 al 20 de Setiembre^ se ha
extraviado, ó, por mejor decir, no la escribistes. Puedes figu-
rarte con la inquietud que habré estado, careciendo de tus noti-
320 «EL SOLITARIO)) Y SU TIEMPO.
cías desde mediados de Agosto , y sólo un alma de estuco y un
distraído, casi estatua, como tú , puede haberse así olvidado
de lo que debe á un amiguillo, casi hermano, como Serafín.
Como en las que he recibido nada me cuentas ni de tu viaje,
ni de la travesía , ni si tocastes en Francia, ni de los pormeno-
res de tu instalación , maldigo tu picara distracción ó la fatali-
dad que ha hecho perder esa carta de que me hablaste. ¿ Sobre
quién caerá mi conjuro? Dímelo , y llena este vacío por medio
de Fanny , pues no quiero defraudarme por estos pormenores
de otras noticias y fragmentos que espero ansiosamente , seme-
jantes á los que he recibido, y con los que me estoy regalando
sabrosísimamente. Quedamos , pues , en que los detalles del
viaje, desde Santander hasta la instalación en Barton-Crescent,
es cosa que atañe y toca á Fanny.
Como yo no soy distraído, y en mi desorden tengo orden,
te diré la serie de ocurrencias mías desde Agosto último.
Yate dije que llegué á alcanzar el permiso para ir al Escorial;
pero cuando pensaba hacer el uso que tanto ansiaba , vino el
Sr. Zariategui á aguarme mi determinación , y apenas á los
veinticinco días me proponía recomponer mi plan y mi excur-
sión , hete aquí á D. Carlos, que se nos pone de centinela en
Atocha , que amenaza y visita todos los contornos , que sus
partidas visitan todos los caminos , y entre tanto, yendo y vi-
niendo días , se nos entró el invierno con muy buenos vientos
y fríos , y cátate aplazado el proyecto hasta mejor estación.
Con respecto al Golio, he hecho diligencias las más eficaces,
poniendo un artículo en el Diario de Avisos, que me costó
24 rs., contando el lance y citando al tenedor, ó al que de él
noticias tuviese , para que se presentase en la librería de Esca-
milla para tomar un buen regalo ; pero nadie ha parecido, y
esto creo que es negocio sin esperanzas.
Á propósito del GoliOy te diré que tu distracción , sin embar-
APÉNDICES. 327
go del buen concepto que me ha merecido siempre, la tengo
ahora en mayor consideración que nunca. Me encargas el hallaz-
go del GoUg de Salamanca por medio de Carderera, etc., etc., y
salimos ahora con que ese diccionario fué el que adquirió Perales,
y que obra ahora en poder de Bermúdez. ¿No quieres que nos
volvamos locos??? Enmiéndate, y vamos adelante.
Desde tu ausencia he copiado íntegra , minuciosa y correcta-
mente todo el libro de Campo-Alange , que es un tesoro sin pre-
cio; aquel Cancionero del siglo xv^ que estaba en la Biblioteca
en vitela marcado con M. 48 , y un apéndice que tiene Duran al
Cancionero general, formado de todas las piezas que constan
en las diferentes ediciones del siglo xvi y faltan al de Amberes,
de modo que con esto que poseo, disfruto de una colección com-
pleta de aquellas preciosidades.
Después que te fuistes he escrito algo y con Usoz en El Oh'
servatorio Pintoresco^ de Castellanos ; pero todos los remedios
han sido infructuosos , y al fin ha muerto lastimosamente, por
no habérmelo querido ceder ó vender bajo condiciones razo-
nables.
Aquella reunión nocturna de en casa de Fernández de la Vega
ha tomado un incremento maravilloso, y se ha bautizado con el
nombre de Liceo. Las reuniones son los jueves , desde las ocho
hasta las once de la noche. Se dibuja , se pinta , se recitan ver-
sos y algunas dosis de prosa, y se oye buena música, bien ó
mal tocada. Es cosa de moda. Estos días pasados se leyó aquel
romance mío de La golondrina; gustó tanto, que tuvo el honor
de ser leído por dos noches seguidas.
El Casino sigue existiendo, no mereciendo ya tanta ojeriza
de parte de los patriotas ; pero se conoce falta de dinero.
Vamos á cosas más importantes.
He retardado el escribirte ocho ó diez días , presumiendo que
al cabo te podría escribir algo de lisonjero con respecto á mi
328 «EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
persona y de miras halagüeñas relativamente á ti. En virtud de
conexiones nuevamente adquiridas, y de reflexionar sobre la situa-
ción mía, prometí días pasados admitir una jefatura política
en Andalucía, y me ofrecieron la de Sevilla^ lo cual está al
despacho , y no sé si saldrá pronto este negociado ó se aguará
lastimosamente, como es muy de suceder y esperar en las tor-
mentas que se forman súbita y espantosamente en las regiones
altas del poder , así como aquellas que presenciamos en las cres-
tas del Guadarrama allá por el mes de Julio. Si esto se verifica,
te avisaré inmediatamente.
Con respecto á ti , estoy tratando y tengo muy adelantado el
que te se dote con la amistad de 24 ó 30,000 rs. para explicar
académica y trascendentalmente una cátedra de árabe. Si tu mal-
dito viaje se hubiera retrasado algo , pudiera haber sucedido
que á estas horas estuvieses comiendo árabe , que es el mejor
guisado que puedi tener tan rico plato. El hablarte de las inte-
rioridades de este asunto, es cuento que pica en historia, y que
merece más ancho lugar y más holgado vagar, que no una car-
ta y un día de correo .
El éxito se reduce á poderte tener al lado, pues no quiero
ocultarte que no puedo pasar sin tus distracciones , murmura-
ciones , gula , maldita lengua , refunfuños y bufadas. En una
palabra : me haces falta para vivir ; diciéndote esto , no para
que te ensanches y que des suelta á tu frialdad egoísta , y que
tú hagas el pieza como lo sueles hacer, sino para que me pagues
y me seas un amiguillo á cceur chaud. Para tranquilizarte sobre
la verdad de los 24 ó 30,000 rs., te diré que serán indepen-
dientes casi del gobierno , y pagados por la Junta de Jerusalén.
Á mí me han ofrecido esto, pero yo tiro por otro rumbo. Si
esto se verifica , debes poner de lado al Sr. Londres , donde
siempre serás un parche postizo , y venirte al punto , dejando
por algún tiempo á Fanny , si ésta se empeña en comer rost-
APÉNDICES, 329
hcef por algún tiempo más. La guerra ha tomado un carácter
tal cual yo te lo tenía trazado ; á saber : que del lado allá del
Ebro nada podremos nosotros ; así como del lado de acá no
podrá D. Carlos nada difinitivo, al menos por ahora. Esto dará
lugar á transacción , casamiento , protocolo , ó no sé qué dia-
blos ; pero no hay que esperar ninguna peripecia violenta , como
hubo lugar de temerla ahora cincuenta días.
Entre tus papeles tendrás la nota que te di para que buscases
novelas , y en esto no quiero que te descuides. Visita algunas
librerías , y adquiéreme alguna preciosidad , siquiera para deses-
perar al amigo Maestre. En cuanto á romancerillos de segundo
y tercer orden, también te di nota, pero te reencargo el Can-
cionero de Enamorados , Manojuelo de Romances, de Gabriel Laso
déla Vega; Guirlanda de Damas y Galanes, por Timoneda,
ó cualquiera otra obra de este autor, á quien ya conoces, Ra-
mírez Pagan, etc. También te encargué copia de algunas co-
medias, de las que te di también nota, y las repito ahora. Vaya
otro encargo de suma importancia.
Ya sabes el valor del libro de Campo-Alange , que puede
considerarse como libro solitario y sin par para la literatura
española y costumbres del siglo xvi : pues es el caso que me
han dicho que el lord Holland posee tres ó cuatro volúmenes
del propio género, formados, como el de C. A., de pliegos
sueltos , impresos al vuelo en diferentes villas ó ciudades de
España , y que eran como ahora los romances de ciego, de
que yo tengo colección ; género que se perdió por las persecu-
ciones de la Inquisición , pues era muy libre su entonación , ó
por la moda petrarquista , que despreciaba todo lo antiguo y
de la escuela castellana pura. Es necesario, pues , que averigües
esto, avistándote con el lord Holland ; sacudiendo el miedo ser-
vil que inspiran á esos hombres libres reformados el poder de
los señorones, revistiéndote de la noble dignidad de hidalgo es-
330 «EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO,
^
pañol , y atropellando por todo hasta avistarte con esas joyas
preciosas de tu patria y de tu idioma , y tratar de restituírnoslas
por medio de copia , para lo cual estoy pronto á hacer cualquier
sacrificio.
Para que no pierdas la ilación en todos mis encargos, quiero
que esta carta no la pierdas ; y como semejantes azares son
independientes de tu voluntad, puedes entregarla á Fanny, para
que te sirva de libro de memoria, y te haga no olvidar nada
cuando vayas á responderme.
Por este medio no me olvido yo de nada de lo que tengo que
decirte, y asi te indico que el Examen de Ingenios ha llegado á
mis manos, bien que no he recibido las inscripciones que de-
bías haberme remitido.
De la inglesa no he recibido dinero alguno , pero de Carde-
rera he percibido lOO reales y unos libros para ti y que conser-
vo, con lo que saldó su cuenta.
He recibido, como te he indicado, tus extractos del Rabadán,
de Rueda de Río Jalón , y te doy mil gracias por tu trabajo y
mil plácemes por tu buena suerte. Si aquel moro, como él pro-
pio indica, no sabía más que arar, al menos debía tener un
conocimiento grande de los romances y literatura contemporá-
nea. Tus extractos los tiene el presidente de la Junta de Jerusa-
lén, y acaso te dará de la besogne; mientras estés por ahí , pues,
trabaja con asiduidad para conocer la filosofía del Islam , y las
miras providenciales que pudo haber para que se estableciese
una religión menos civilizadora que el cristianismo, cuando éste
progresaba por todas partes.
Extraño cómo ya no has hecho alguna excursión por los de-
partamentos de ese Museo pertenecientes á nuestra literatura,
y no me has apuntado las joyas más interesantes, tanto en al-
jamia, como en romancenllos, etc., etc. Llena este hueco inme-
diatamente.
APÉNDICES. 331
De esta carta, que es la base de nuestra correspondencia ac-
tual , te remitiré copia por duplicado. La primera irá por mano
de Manuel Viniegra , y la otra directamente. Adiós por hoy.
Serafín.
5 de Noviembre.— Estoy hecho cargo de la cátedra de árabe,
miércoles y sábados; Usoz tiene la de hebreo, y Lozano la de
griego. Si yo marcho á Sevilla , vuelve á quedar manca la en-
señanza. Sol ha venido á matricularse, y no ha dejado de ade-
lantar.— Adiós, con mil abrazos.
Sevilla 10 de Enero de 1838.
Querido Pascual : Ya habrás recibido la mía escrita el mismo
día de mi salida de Madrid para Andalucía , y que te la dirigi-
ría Viniegra por la embajada española en Londres, Estando ya
en esta ciudad y desempeñando mi destino, he recibido una
tuya que me la ha dirigido D. Enrique el secretario de la em-
bajada inglesa , quien, habiéndoseme brindado afectuosamente
para ser nuestra estafeta intermedia , pienso aprovecharme de
su bondad, y por su mano recibirás ésta.
Debes consolarte de esas pérdidas que supones, pues el pri-
mer tomo del Antar lo encontré al tiempo de empaquetar de-
trás del baúl viejo de los papeles^ adonde se deslizó indudable-
mente cuando pusiste allí los libros tuyos. La Historia de la
ciudad de Alalón también la tengo traducida , y tengo también
algunas de las traducciones tuyas^ pero no todas, y así es pre-
ciso que revuelvas entre tus papeles y me digas las que con-
servas. El manuscrito constantinopolitano es cosa de tal volu-
men , que no puede haberse extraviado fácilmente, y por lo
)^2 «EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
mismo juzgo (y estoy autorizado á todo por tu cabeza) que el
tal libro debe estar entre los que dejaste en poder de Caste-
llanos.
No he recibido la carta esa que me indicas relativamente
al viaje de África , y espero con ansia el ver si está en manos
de Viniegra. Entre tanto , te diré que si alguna vez se llega á
tener influencia y las circunstancias mejoran, se llenarán cum-
plidamente tus deseos.
Por mi carta última habrás visto los artículos que quiero de
esas curiosidades, y como me dices que andas escaso, libra contra
mí ó ponte de acuerdo con el secretario D, Enrique, y te remi-.
tiré lo que estimes necesario. Nada ha venido á mis manos de
ese Romancero gótico que me indicas en la tuya del 15 , y por
lo mismo quiero que me des las noticias más escrupulosas que
puedas de él, enviándome el bicipit de cada composición.
Viniendo ahora á cuento , te recordaré que es preciso que
hagas esfuerzos para que veas los Romanceros de este orden
que posee el lord Holland, y de lo cual ya te tengo hablado.
Yo me encuentro en la capital artística de España y en el te-
soro de los libros viejos y manuscritos ; pero hasta ahora nada
he visto, pues mis atenciones administrativas me absorben todo
mi tiempo. Si al entrar la primavera quieres desenfrailar quince
ó veinte días y ver esa parte de Andalucía que no conoces, á
pesar de ser tu país , métete en un vapor y ven á dar un abrazo
á tu casi hermano
Serafín.
Sevilla 22 de Marzo.
Mi querido Pascual: Recibí anteayer tu carta del 3 de Febrero.
Southen la remitió por el correo de Galicia , y ha venido dando
APÉNDICES. 335
la vuelta por Extremadura, y así ha peregrinado por espacio de
cuarenta días el dichoso papel. Desesperado yo de tu silencio^ te
escribí por mano de D.Juan Werether para procurarnos un ca-
mino más corto y expedito de podernos entender. Se ha perdi-
do indudablemente la carta en que me remitías el índice de ese
Romancero gótico que me indicas , y si rehaces tu trabajo, te
doy desde ahora tres mil quinientos y ochenta y nueve besos.
Los romances que me apuntas los conozco todos, y no ofrecen
interés. Como aquí en Sevilla hay colección de este género
degenerado, completaré la mía, y si apurado todo me falta algu-
no, te lo encargaré que me lo copies; pero por ahora aténgome
á lo gótico y del siglo xvi.
¡ Cómo te envidio el hallarte en ese elemento todo español,
todo literario , en medio de un suelo extraño y en medio del
materialismo comercial de ese pueblo !!! ¡ Cuánto diera yo por
estar á tu lado ! ! j
Entre tanto , te digo que tienes razón en no indicarme esos
artículos de puro lujo como Amadises y Palmerines ; pero hay
otros que es preciso adquirir. Si hubiese llegado á tus manos
mí última carta escrita en Madrid , hubieras visto los artículos
que te pedía de los que entonces me indicaste ; pero reserván-
dome repetírtelo cuando reconozca mis papeles y relea tus car-
tas , te ruego que me adquieras : El Cancionero de Enamorados,
de Linares; El Esteh anillo de 16^4, que cuesta 12 rs.; la Histo-
ria tragicómica, de D. Enrique de Castro; El Pastor de Filida,
de Montalvo, en 25 rs., y nada más de la última lista. De la
antigua me acuerdo que te encargaba : la Guirlanda de Damas y
Galanes y El Cabañero, de Timoneda, y El Gallardo Escarramán,
de Solórzano. Te reencargo algo de Barbadillo , pues quisiera
completar sus obras.
Dime qué diferencia hay entre el Cancionero de Amheres de
i^4y y el General de la misma ciudad. Yo tengo el primero.
334 ^^^L SOLITARIO)) Y SU TIEMPO.
Los libros que me adquieras me los empaquetarás, y aguar-
darás á que nos pongamos de acuerdo por este nuevo conducto
para ver si pueden venir seguros. Ahora me valgo para escri-
birte del favor del administrador de correos de Cádiz , mi íntimo
amigo y compañero D. Joaquín Marqués.
Se va el portador de ésta, y no puedo ser más largo. Mil y
mil abrazos á Emilia , expresiones á Fanny y tuyo hermano
que te quiere
Serafín.
MÁLAGA 15 de Enero de 1839.
Eres , querido Pascual , muy cruel amigo cuando me amena-
zas con la resolución que habías tomado de no volver más á
escribirme, atribuyendo á falta de cariño, ó á descuido al me-
nos, el no haber tenido cartas mías en mucho tiempo. Ya tie-
nes pruebas de que estas lagunas en mi correspondencia no
dependen ni de mi poca eficacia ni de mi sobrada pereza : son
sin duda efecto de extravío de cartas como el que sufren tam-
bién las tuyas. Has de saber que el 25 de Setiembre último,
hallándome en Écija (Astigis) , adonde fui á asuntos del servi-
cio, y encontrándome con un rato de vagar, te escribí una muy
larga, que te la remití por el vapor. En ésta me hacía cargo de
la última que recibí tuya , que era de fines de Julio , y desde
entonces no he vuelto á ver letra de Pascual hasta esta carta
que ahora tengo á la vista , que por no tener fecha , sólo puedo
atribuirla á una posterior al 4 de Noviembre , en cuyo día me
anuncias en estos cortos renglones haberme escrito otra que no
he recibido, bien que he escrito á Madrid para que me la re-
cojan.
APÉNDICES. 335
5 de Febrero.
Los anteriores renglones^ querido Pascual, fueron escritos,
como ves, ya hace algún tiempo , y en cuyo espacio he dado el
salto mortal que hay que dar en la vida , es decir, que me he
casado. Las antiguas relaciones que conservaba con Matilde , la
consecuencia delicada que ella me ha guardado^ á pesar de tan-
ta distancia, tiempos y vicisitudes, me han movido á un paso
que, no estando en estos antecedentes , parecería más bien ser
novela que no de hombre ya hecho , y que está corriendo las
fortunas tempestuosas de esta quisicosa que se llama revolu-
ción. En fin; ya me tienes ornado con la diadema de Himeneo.
Ya soy un grado más tu leal cornpañerillo, y así nos podremos
hablar con más confianza de los sinsabores inevitables del
estado en que nació y vivió nuestro padre Adán,
Malos trances he pasado en la farsa de Sevilla. Quisiera remi-
tirte una copia del informe que he prestado en la causa que so-
bre aquellos acontecimientos se sigue ; pero las dificultades del
correo me arredran, contando con enviártela siempre que algún
amigo ó conocido vaya para esa capital de la mercachiflería.
Entre tanto te diré que los acontecimientos de Sevilla , en su
origen, estuvieron unidos á los de Zaragoza y Valencia; y que la
aquiescencia imbécil del gobierno á los primeros dio aliento en
Sevilla para hacer una intentona , pues vieron y calcularon los
fautores que no había riesgo en verificarla ; que los avisos que
yo di se despreciaron por el gobierno y por Clonard ; que el Se-
gundo Cabo, que mandaba en Sevilla por ausencia del Conde, era
un mandria de primera, que por echarse fuera del peligro me
hacía á mí aparecer como el único que organizaba resistencias;
que^ en su consecuencia^ perdí toda influencia con el ayunta-
miento y con la benemérita; que éstos me faltaron y me vendie-
ron, singularmente los alcaldes y el subinspector de la milicia
}^6 ((EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
nacional^ que me obligaron á dimitirme , saliendo á escape á la
media hora y en medio de la noche con lo encapillado y sin un
real, pues para nada tuve tiempo; y que Córdova, que se hallaba
en Sevilla, ni Narvaez, que venía de camino para Loja, tuvieron
participación en el pronunciamiento; pero que ya hecho, v;ó el
primero una probabilidad de hacerse dueño del movimiento y
vengarse de Espartero , asociándose su nombre y su destreza
con el nombre y prestigio de Narvaez, á quien comprometieron
para que viniera á Sevilla. Este es el bosquejo de los sucesos.
En cuanto á mí , pasé amarguras y trabajos. En algún pueblo
me quisieron traer preso á Sevilla , que por todas partes hay
patriotas inquisitoriales. Disipada la farsa, conoció el gobierno
y Clonard que había cumplido bien, y que por mi resistencia aJ
movimiento anduve en peligro; pero Clonard , que quería per-
der á Córdova y Narvaez , no creyó conveniente el que yo es-
tuviese en Sevilla durante la causa, pues, á pesar de haber esta-
do yo en línea diversa á ellos, siempre presumía que yo les ayu-
daría á salir del mal paso en que una fatalidad invencible los
había lanzado. Entre tanto, he venido aquí, en donde ya he sida
requerido para que vaya á ocupar mi asiento en el Congreso, lo
cual haré si antes el Congreso no ha sufrido algún puntillonazo
de algún granadero. Mis asuntos domésticos los he encontrado
en mal estado.
Volviendo á nuestros libros, te recuerdo que aquel Roman-
cero manuscrito en tres tomos que me anunciaste el año pasa-
do, si puede adquirirse, que lo hagas. Ya te decía yo que sos-
pechaba si podría ser uno de Barbadillo que se anuncia y no se
encuentra. A mi paso por Cádiz me regalaron un Cancionero de
Montemayor, y adquirí otro muy raro de un tal Luzón, y del
cual no tenía noticia alguna. Este Cancionero versa todo sobre
asuntos sagrados y morales. En Sevilla tuve la fortuna de ver y
copiar unas cuantas hojas de cierto libro solitario que existía en
í
APÉNDICES. 337
el Escorial sin fecha ni lugar de la impresión , que se cita en el
Centón Epistolario , hablando de las coplas de Fernán-Pérez, joya
que sacó nuestro Gallardo de aquel sagrado, que corrió mil vicisi-
tudes y que, mutilado y sin orden en las fojas, recogió un curio-
so sevillano, que me lo prestó para copiar, sin descubrirme su
nombre : con tal reserva quiere vivir. Te reencargo , querido
Pascual^ que si alcanzas á ver algún códice de Alcázar, me lo
compres ó copies. Esto seria una alhaja para nuestra literatura
y un blasón para cualquiera publicación que se haga. De Francia
me han traído la l^ida de Erasto , hijo del emperador Dioclecia-
no, Experiencias de Amor y Fortuna, y alguna que otra noveleja»
Cuidado con estos artículos.
De Madrid me escriben que no parece la carta que me anun-
ciastes haber escrito con fecha 15 de Noviembre. Recuerda bien
adonde la dirigiste, para buscarla á todo trance. Tampoco ha
parecido la de tu mujer. Habíame de tus proyectos. Confieso que
tienes más talento que yo cuando desechastes mis buenos propó-
sitos de traerte á España. Tú desde afuera estabas más en autos
que no yo que estaba en el baile. Te advierto que en el cajón
que envíes á Machado^ pongas «DeP. Gayangos,» para que, sir-
viendo de contraseña , lo remitan á Málaga. Cualquier artículo
que adquieras , para lo cual harás une enquéte por esas librerías,
si no te alcanza el dinero, libra contra mí. Sello esta con un anillo
encontrado cerca de Écija. Dime si le entiendes bien el mote.
Memorias á Fanny y también de parte de Matilde. A tu niña
mil besos, y tuyo como hermano,
Serafín.
XII - 22
33^ ((EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
MÁLAGA 21 de AbriL
Me aprovecho, querido Pascual, del viaje á Londres de don
Manuel Agustín Heredia , para ponerte estas cuatro letras, aun-
que no he tenido noticias posteriores tuyas al 3 de Marzo, sin
embargo de la promesa que en ella me hacías de escribirme á
la semana entrante , con inclusión de notas y catálogos , aín-
da mais del billete de Fanny para Matilde. Entre tanto, ya ha-
brás tú recibido por Climens la anterior mía, en la que te ha-
blaba de mil y un asuntos, remitiéndote también un ejemplar
para Fanny de mi novela. No necesito encargarte, para que lo
hagas con eficacia , que en el caso de formar un articulejo sobre
los Moriscos y Cristianos, cosa que te agradeceré mucho, me
envíes al punto un número del periódico en que le des suelta,
así como también , llegado el caso, de un ejemplar de Telein^a-
niy cuando lo publiques. Por aquí ninguna adquisición he hecho
ni creo que la logre. Tan desnudo se encuentra esto de libros,
y mucho menos de los que son de nuestro agradable dominio
Por no perder tiempo, voy recogiendo algunos romances orales
que se encuentran en la memoria de los cantores y jándalos,
mis antiguos camaradas , romances que no se encuentran en
ninguna colección de las publicadas , ni antigua ni moderna.
El uno es el romance de Gerineldos , otro es el del Ciego de la
Peña , y me han prometido cantarme y dejarme aprender otro
que se llama el de la Princesa Celinda , que sospecho pueda ser
alguno de los moriscos del Romancero general. Si me preguntas
por qué estos romances no se hallan impresos , de dónde han
venido . por qué se han conservado en esta parte de Andalucía
y no en otra parte , son cuestiones á que no podré satisfacer
cumplidamente. Esto añade algo al vague, que tan bien sienta
á esta quinta esencia de lo romántico. Por supuesto^ que en es-
tos cantares se sorprenden á veces versos y aun cuartetillos
APÉNDICES. 339
casi íntegros de los antiguos romances, lo que hace conocer
que son todos dehris de una propia fábrica.
Es preciso que encargues por ahí y me propongas el precio
de las medallas antiguas de familia :
Alliena. junia (Ed. Mars. c.^ Numonia.
Arria. de Bruto). Statia.
Atia. Ventidia. Vipsania (cabeza de
Dumisa. Minatra (Cabeza de Agripa).
Horatia. Pompeyo).
Este es encargo de un aficionado á antigüedades , que tam-
bién posee buenos libros de nuestro gusto, y acaso lograría yo
cambios ventajosos proporcionándole algunos artículos de los
anotados.
Supongo que me escribirás muy por extenso, respondiéndo-
me detalladamente á los proyectos que en mi anterior te pro-
ponía , ó indicándome tú otros medios para acercarnos ó re-
unirnos, pues este es el pío-pío de mi afición, de mis gustos é in-
clinaciones, y la réve de mi fantasía , asegurándome tú, empero^
que has de dejar aquellos resabios de egoistilla y de caprichoso
con que tanto me mortificabas.
Esto va nada bien. Según el correo de hoy, nuestras ope-
raciones de Aragón son más propias para considerar invenci-
bles á los facciosos que para lisonjearnos de un triunfo. Sin lar-
revueltas de Sevilla , Córdova y Narvaez mandarían dentro de
poco los dos ejércitos del Norte y Centro, y nos pudiéramos
lisonjear de un esfuerzo y de algunos resultados; pero las cosas
como están , no hay claraboya por donde entre un rayo de luz
en nuestra mísera patria.
Ten cuidado en tus hallazgos con cuanto haga relación con
romanceros y noveladores. ¿No has encontrado todavía algún
códice íntegro de Alcázar??? Esta liebre es preciso que la
sigas con ardor y perseverancia. Alcázar puede considerar-
340 «EL SOLITARIO)) Y SU TIEMPO.
se como Anacreonte y Horacio en una pieza á la española..
Adiós , querido Pascual : dale memorias á Fanny las más en-
carecidas, y mil besos á mi ahijadita Emilia. Esta carta la pon-
drá en la estafeta Hcredia , pues regularmente no pensará en
distraerse de sus asuntos de comercio. — Adiós , adiós.
Serafín.
MÁLAGA 1 8 de Junio.
Recibí ayer, querido Pascual , la tuya del 5 de Mayo, única
que he recibido desde la del 1 1 de Abril ; y como entre tanto
te había escrito dos, una por Climens y otra por Heredia, ó Ma-
tías Huelín , ya estaba yo con cuidado. Aun la fecha del 5 de
Mayo no era muy lejana de la del 1 1 de Abril ; pero, ¿ cómo es
que ha llegado tan tarde? La mejor interpretación que puede
darse es que te has dormido escribiendo la carta esa^ la menos
copiosa de cuantas me has escrito, pues la letra era mucho más
gorda que la común tuya; y de ese modo, con la intención de
escribirme , y con la carta en tu bufete, me estabas achacando
de tardío ó perezoso en escribirte , siendo así que desde la de
Climens á la que te llevó Heredia apenas hay quince días de in-
tervalo. Luego me dices en la tuya que la novela te la llevó
Heredia , siendo así que fué por conducto de Climens ; de donde
vengo á deducir que tus ocupaciones te tienen vuelta la cholla
en estos últimos días, y que te olvidastes de proseguir la carta
principiada el 3 , y de escribirme en nada con asiento. En pri-
mer lugar , si Climens no quiere hacerse cargo de mis libros (¿y
cómo no ha de querer?), pudieras haberlos entregado á Heredia,
y no que lo dejas todo así á la casualidad , sin dar jije:^a á nada,
y teniéndome siempre en inquietud, no sea que se pierda lo que
tantos sudores y sacrificios nos cuesta, ó ya que dejemos pasar
alguna buena ocasión de reunirme yo con las adquisiciones he-
APÉNDICES. 341
chas para proseguir con mi tarea. Ya te tengo dicho y repito
ahora que es conveniente el que en todas las cartas hagas lo
que yo, á saber : que te acuso el recibo de la última , ó últimas,
y que te indico la fecha de mi anterior. Ya puedes considerar
que esto da claridad á la correspondencia, y manifiesta desde
luego al propio tiempo las lagunas que ha habido por la pérdida
ó extravío de alguna carta. Basta de sermón , y dame y recibe
mil y mil abrazos.
El mes pasado estuve en Vélez , y adquirí un Argote de Mo-
lina (nobleza de Andalucía), ejemplar magnífico, y un Zarate,
historia del Perú, pero le faltan algunas hojas. Nada te he di-
cho todavía del paradero de los muchos y buenos libros que
dejé aquí cuando en 830 tomé el vuelo para Madrid. Mi encar-
gado aquí , que fué un secretario mío por estilo de D. Jerónimo,
hizo paz y guerra con ellos en la parte de más fácil salida,
como códigos , libros de leyes y de amena lectura. Entre éstos,
aunque viejos , han desaparecido algunas curiosidades , como el
Bernardo, de Balbuena , primera edición ; idem del Gu:(mán de
Alfar ach e ; la edición de Villegas de Nájera , etc. Por casuali-
dad han quedado otras que me han alegrado el corazón ; por
ejemplo : un Espinosa , Flores de Poetas ilustres ; un Herrera , y
algunos libros curiosos de Historia, que los he recogido con
ternura y fruición. Por fortuna se ha sa.lvado, y encontré ante-
ayer entre unos cartapacios , revueltos con papeles viejos , que mi
tía indudablemente tenía sentenciados para algún auto de fe,
un cierto manuscrito sobre historia de Ronda , que yo adquirí
allí el año de 27 ó 28. Tiene de singular varias anécdotas rela-
tivas al levantamiento de los moriscos por aquellas Serranías,
que figurarán algún día en esa colección de cuentos que he de
publicar , y para la cual ya me tienes tú recogidas algunas jo-
yas. Una de estas anécdotas te la copiaré otro día , pues tiene
tales rasgos de heroísmo por uno y otro bando de los nuevos y
342 ((EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
viejos cristianos , que elevan el corazón. Por supuesto, que se-
guiré indagando el paradero y sinonimia actual de algunos de
los pueblos que me indicas. Tengo que saber el paradero de
un tal Ramírez, de Córdoba, bastante versado en antigüedades,
y que ha publicado un manual de las curiosidades de aquella
provincia, con el nombre del Indicador Cordobés. Este me envió
á pedir el año pasado , durante mi permanencia en Sevilla , una
explicación de los nombres arábigos de varios pueblos de aque-
lla comarca , lo cual hice con gusto ; y por vía de galardón
me regaló un Matías de los Reyes (Para Algunos), aunque falto
de la portada. Me acuerdo que uno de los pueblos , cuya sig-
nificación me pedía , era el de Almodóvar, que yo le traduje , ó
bien como Defensorio, ó bien como Pabellones ó tiendas, toman-
do el significado de una de las Crestomatías alemanas que ya
te acordarás. No le pude dar satisfactoriamente el significado
de Monttirque , ciudad rica y antigua , y que debe ser acaso el
equivalente de algunos de esos pueblos que me indicas. Entre
tanto, te diré que sospecho debe de estar Sogeil , no hacia la
parte Occidental, sino hacia la Oriental de la misma. Du-
rante mi visita á Vélez tomé noticias y apuntaciones ; á dos
ó tres leguas hay un pueblo llamado Sehella , ó Sedella , co-
mo más vulgarmente se le denomina ahora á la castellana , y
al lado de este pueblo hay un pico altísimo que se une con
Sierra jefea , que le llaman el Lucero. Como la costa allí forma
un ancón muy saliente, se puede desde lo alto enfilar el estre-
cho y alcanzarse á ver, por esta coincidencia de la elevación del
pico y abertura del mar , la constelación Canopus. Todas estas
circunstancias casi me dan una seguridad en mi presunción to-
pográfica. En la Serranía de Ronda cualquier monte, por ele-
vado que sea , por ser ya comarca tan mediterránea , ha de
tropezar con otros montes en el horizonte. Sobre '^^J^^i/^
Tirano recuerdo la ortografía exacta del nombre), no puedo
APÉNDICES. 343
adelantar presunción alguna. Dando el viajero ese itinerario des-
de Tir á Sogeil , debe ser fácil con cualquier otra seña venir á dar
en el sitio ó equivalencia actual de if^;,^ ' Suponiendo que
Sogeil fuera Sehella , viniendo el viajero de la parte Occidental
de la región , y no habiendo por allí hasta Marbella grandes po-
blaciones árabes , sería preciso asignarle á Tir el sitio de la
Ftiengirola , el antiguo Sivel del itinerario de Antonino Pió, lu-
gar cuyo nombre actual es castellano, y que, sin embargo, tiene
minas y fábrica morisca de un castillo. Basta de geografía.
Yo seré ahora objeto de una lid electoral. Pero los de acá lleva-
remos lo peor de la batalla. Nos ha venido de refuerzo Salaman-
quina, alias la. Junanta, hecho un moderado rabioso. Ahora me
da él lecciones de esta opinión parlamentaria, y el club central
moderado de Madrid , por la ortodoxia actual del largo, largo,
lo ha enviado á dirigir la batalla. Me ha preguntado por ti, y
me encarga memorias. El papel se acaba, y sólo quiero decirte
que si alcanza ésta á que Climens se halle en esa , no le pagues
los 2,ooG reales, y libra contra mí y en su favor por dicha suma
á veinte días. Te encargo encarecidamente que me escribas cada
quince días. No gasto dinero más á gusto que el que por tu
causa gasto en el correo. No me tengas meses enteros sin tus
noticias ; y en cuanto á mí , descuida, pues soy más exacto que
tú. Ésta^ que se principió el 18, se concluye el 25 de Junio.
Los preparativos electorales me llaman también la atención. Si
puedes adquirir la C, novelas de Bocaccio, tómalas, si el precio
no es alguna barbaridad ; y al propio tiempo está alerta sobre
romanceros , siempre singularmente los manuscritos. Ya creo
que te dije que he recogido cuatro romances desconocidos , que
andaban en la boca de los jándalos y cantadores del país. Éstos
oyen mis tonadas moriscas con sumo gusto, y dicen que mi
estilo es lo más legitimo que se oye, y que el cante del Señorito
sabe al hueso de la fruta. ¿Y mi ahijada, cómo está ? i Cuándo la
344 ^^EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
daré mil y mil besos, y le pondré yo en sus dos orejitas de pes-
tiño dos pestiños de zarcillos !
Dos candados eran
Para que no oyese
Palabras de amores
Que otros la dijesen.
Mil expresiones y recuerdos á Fanny. Aguardo con impa-
ciencia carta tuya de Oxford ; y como las de March creo que
se vierojí con Matías Huelín en este mes de Julio, aguardo con
ellas mis encargos y papel viejo. Te reencargo de nuevo lo de
las C. novelas del Bocaccio , suponiendo que no estén corregi-
das.— Adiós, adiós, Pascual mío: tengo hambre de darte un
abrazo.
Serafín,
Memorias de Pablo, que me las encarga para Fanny y la niña
también.
MÁLAGA 15 de Agosto de 1839.
Acabo de recibir la tuya , que aunque le pones 15 de Junio,
debe de estar equivocada la fecha y ser 15 de Julio. ¡Valiente in-
troito tiene tu carta ! Te pareces á los que tienen razón pocas
veces , que cuando una vez la ven de su parte , alborotan el
mundo, llamando á la gente que pasa por la calle para que la
vean y la remiren allí en donde más nunca han de verla. Es el
caso, señor mío, que te escribí desde Sevilla contestándote á
varias de tus preguntas repetidas ahora. En primer lugar, te he
dicho entonces y después , que no he recibido el catálogo im-
preso , y mucho menos la carta vía de Madrid con retazos de
versos copiados. Esto lo he sentido como si me sacasen un ojo
de la cara. Encargué á D. Jerónimo que anduviese de ceca en
APÉNDICES, 345
meca hasta dar con la carta , y siempre ha sido desgraciado en
sus investigaciones ; bien es verdad que tus señas son tan lacó-
nicas, que ni me decías si había venido por la embajada, ó por
otra tercera persona, ó sencillamente por el correo.
Desde Écija te escribí una larga carta sobre el P. Martín Ar-
jona. Este buen señor nada sabe de la lengua de los Bereberes.
Como no salió jamás de Tánger , apenas tiene noción de que se
hable en las montañas otro idioma que el árabe. Te decía que
hablaba el vulgar muy bien ; que el literal no le era tan fami-
liar, ni con mucho, y que no tenía gran lectura en él , tropezan-
do^ por consecuencia , en dificultades que para ti hace mucho
tiempo que las tienes vencidas. Sin embargo, escríbele una
carta , y se la dirigiré á Cádiz , en donde lo encontré y me vi-
sitó por Diciembre. Si mi ínsula de Sevilla hubiera sido menos
deleznable^ tenía pensado Ikvármelo á la biblioteca que yo iba
formando, y que abriera una cátedra de árabe que sembrase los
conocimientos orientales en nuestra Andalucía. Todos mis cas-
tillos vinieron al suelo, y el P. Martín de Arjona se está en
Cádiz, cuidando de un museo particular que allí tienen los inge-
nieros. En Sevilla le presenté el Antar, y ya sea por lo malo
del carácter, ó ya por las dificultades del texto , apenas podía
caminar. Repito que, sin embargo, puede contarse como buen
arabista. Estoy seguro de que te hablé de la manera que me
hallé con la compañía agradable, aunque inesperada, del Antar,
que por una casualidad no lo has perdido. Detrás del baúl mío
viejo, en donde fuistes arreglando tus trebejos, encontré el
Antar, ó lo encontró Pablito , arrancándome su hallazgo un
grito de miedo y de sorpresa agradable , lo primero consideran-
do lo fácil que hubiera sido perder tal alhaja , y lo segundo por
verme en disposición de traducir algunos retazos entretenidos.
Lo mismo sucedió con los traslados moriscos. Pero éstos están
en la mayor parte (los tuyos) metidos , como D. Enrique de
346 «EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
Villena en la redoma, en el cajón que dejé en Madrid en poder
de D. Cayetano con mis manuscritos y libros de Historia. Esto
lo he sacado por brújula, pues al guardar yo el poema de José
y los Códices traducidos por mi , me dejó Pablito unos pape-
les como esos que estaban en la rinconerilla , los metí en el
cajón , y por estar ya todo empaquetado y marchar al día si-
guiente , ni me pasó por la imaginación desenvolver los dos
cajones que con otros muchos libros tengo en poder de don
Cayetano Gil. Yo tengo aquí , aunque guardados (pues como
vivo cerca de mi suegro no puedo extenderme), los traslados
míos , y creo que los retazos que me copiabas tú en caracteres
árabes. Con todo esto pensé hacer una publicación en Sevilla
con el título de Flores de literatura morisco-hispana ó aljamiada;
en la que hacía una minuciosa mención tuya, de tus trabajos
y de la utilidad y nombre que darías á nuestra literatura. Yo
poseo , pues , eljosé^ la Ciudad de Alatón, la Profecía del Padre
Santo astrólogo, el Jardín de Jalifa , algunos sortilegios sacados
de unos papeles tuyos que debes tener ahí, y alguna que otra
friolera , creo que la Princesa Arcaiona , copiada por mí hasta
la mitad en los últimos días. Si yo voy á hacerte una visita, en
ocho días haremos un libro^ puesto que en esa Babilonia debe
haber y hay manuscritos de la clase que deseamos, y si yo paso
por Madrid sacaré tu tesoro é irá conmigo.
¡Me hablas, picaronazo, de tus buenos oficios para conmigo,
y has dejado escapar aquellos Romanceros que , por lo mismo
de ser manuscritos, tenían más utilidad para mi proyecto, y
daríanle mayor curiosidad!!! Por Dios, que no me piques el
apetito, para dejarme después como á Tántalo. Esos Roman-
ceros me los brindaste desde el año pasado , y no hay la excusa
del viaje á Oxford. En fin : vamos á desquitar lo perdido. Quiero
el Romancerillo del capitán Pinto , Engaños de este siglo , Caba-
llero de la Estrella , Tomo de poesías del siglo xvi, idem del xvii.
APÉNDICES. 347
con el poema de Demofonte , Tomo de papeles varios, si son del
siglo xvii , impresos , Rodomontadas castellanas, Universidad del
amor y escuelas del interés , por Antolínez; — Villalobos, Modo de
peleará la jineta y Platos de las Musas , Horas de recreación,
Auroras de Diana , Noches de invierno, Coro de las Musas , Esta-
feta del Dios Momo, Relaciones de Don Juan de Pcrsia , Sevilla
restaurada. Lentiscar de Cartagena. Ahora bien : yo te remito
mil reales, pues ahora estoy apurado con la compra de algunos
artículos de la librería Gámez. Esta pequeña suma te servirá
para las adquisiciones sucesivas . y ver si me puedes reatrapar
algunos de los Romanceros que me indicaste el año pasado , y
de los cuales me dijiste haber adquirido el Cancionero de Ena-
morados. También echo de menos la tragi- comedia de D. En-
rique , á no ser que sea la que me señalas como de Louvayssin
de la Marca. Te encargo que me busques la Casa de juego y el
Gallardo Escarramán. En cuanto á las novelas de Bocaccio^
examínalas j leyendo alguna de las más libres, y si ves que está
traducida con viveza y desenfado^ toma el ejemplar, regateando
lo que puedas. Si hay un buen Amadis, como de precio dos li-
bras, ó lo más tres, puedes tomarlo ; pero es preciso que estén
los ocho libros completos. Hay una edición que tiene también
las Sergas de Esplandián , que , aunque no gótica y por consi-
guiente menos rara y de menos valor, la preferiría yo, por hacer-
me más juego.
Por la adjunta, que tenía ya cerrada cuando recibí tu última,
verás las adquisiciones que tengo hechas para nuestro pequeño
comercio, y que irán en un cajón grande con el primer barco
que vaya al Támesis ó de Climens ó de Heredia. Para entonces
es regular que haya adquirido algunos artículos más. Con esta
factura , que va mal copiada por no poderme yo detener á ha-
cerlo, puedes contratar con el judío bibliopola. Las obras de Fo-
cio y las de San Juan Crisóstomo es cosa hermosa y de valor. Tú
34^ CCEL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
las arreglarás como te parezca. En cuanto á la especulación de
la librería de Gámez , me contestarás al punto, puesto que el
amable PenroseMarke se hace cargo de nuestra correspondencia
con la más fina obligeance. Por esta adquisición que he hecho,
merced á tu sagaz indicación , fin mdtin que tu es , podemos cor-
respondernos con menos sobriedad y más celeridad, entre tanto
que sale ese bilí del penique por carta, que disfrutaremos tú y yo
con amplia y sabrosa fruición. Penrose es regular que te incluya
alguna esquelita, y en ella te dará las instrucciones convenien-
tes para que escribas con seguridad y recibas las mías con pron-
titud. De consiguiente , ya no tienes disculpa para dejar de
escribirme cada quincena, y contestarme á la propuesta de espe-
culación inmediatamente. Para que formes juicio del valor de
los libros, te diré que el Romancero general de Flores, Madrid,
1604, está en 4,000 reales, faltando la portada al primero y una
hoja del índice al segundo tomo de Madrigal. El Cancionero de
Juan de la Encina, edición de Zaragoza, i ,20o reales; el Cancionero
de Llavia se cree en 1481 , 3,000 reales. Por supuesto que esto
es carísimo; pero metiendo la cuchilla de las dos terceras que-
dan la mayor parte de los artículos á un precio regular , aun-
que nunca se podrá sacar gran ganancia. En fin: escríbeme con
detenimiento y conocimiento de causa, de manera que yo pueda
resolver. Si tú vieses que la especulación pudiera hacerse por
nosotros dos, porque estuviese asegurado en esa el mercado y
la venta , entonces ya veríamos el modo de acometer la em-
presa, aunque yo supongo que será mejor siempre contar con
el dinero y apoyo de alguno de tantos judiotes como especulan
en esa Babilonia. En caso de que esto pudiera hacerse, me
daría asidero para entrar con el mismo judío ó con otro en el
gran plan de imprimir un Romancero y un Cancionero; te visi-
taría , te abrazaría , me familiarizaría con ese país , aprendería
mucho , adquiriría algunos buenos libros , y sobre todo pasa-
APÉNDICES. 349
ría agradablemente seis ú ocho meses, y dejaría venir los acon-
tecimientos sin temor de ser víctima de ellos , reservándome de
los azares que han de sobrevenir, sin que el más piloto sepa decir
de qué parte ó hacia dónde nos han de llevar.
Muchos necios, tanto de Madrid como de las provincias, que
no conocen ni el teatro, ni los actores , pensaban que Espartero
tenía un gran plan de pacificación , caminando de acuerdo con
Maroto y aun con la Santa Alianza; que por lo mismo dejaba
entronizarse á los exaltados para desacreditarlos, y con ellos al
mismo sistema representativo, según está planteado en España;
que después , aprovechándose del cansancio , de las injusticias
cometidas contra el trono , las creencias y los hábitos del país,
se presentaría como duque de la Victoria, con una escritura de
esponsales en la mano, con promesas, y sobre todo con 80,000
hombres, para dar el golpe de Estado y dejarlos á todos con-
tentos. Pues cuando se pensaba esto por los moderados, hay
temores que vuelva la guerra á muerte ; el encarnizamiento es
mayor , las Cortes serán rabiosas , el horizonte se cierra por
todas partes , y ahora ese ministerio que parecía desafiar á los
exaltados para mandarlos á lo cabo de escuadra, se muestra dis-
puesto á abandonar los sillones, entregando ei país en manos de
los revolucionarios , y al trono dejándolo sin guia. Puedes figu-
rarte cuáles estarán los ánimos. Por lo mismo, proporcióname
esa especulación, ábreme la posibilidad de imprimir ahí mis
romances y canciones escritas en una Babilonia de dos Torres , y
me tienes á tu lado por cinco, seis ú ocho meses.
Nada me has dicho de mi novela, justamente cuando has
hecho un artículo sobre moriscos, debería llamarte la atención
una producción que , aunque en bosquejo , pinta el modo de
existir juntos dos pueblos tan distintos y tan enemigos En fin:
no quiero engañarte , y antes bien es preciso hacerte muchos
halagos para que remitas tus artículos, tus notas y demás arre-
350 «EL SOLITARIO)) Y SU TIEMPO.
quives que faltan á las pruebas que me has enviado del Tlem-
:(am. En cuanto adquieras lo que te dejo indicado y cualquier
cosa más, bajo la salvaguardia de la factura que te envío y que
te seguiré remitiendo^ me formarás con tales artículos y con
los que he escogido de tu lista un cajoncito, que lo remitirás á
los Sres. F. X. Machado, en Gibraltar, para remitir á D. Ma-
nuel Agustín Heredia , en Málaga. No tengas cuidado en hacer
este envío , pues viene con gran seguridad por cualquier vapor
británico, y si hay algún costo me lo cargarás en cuenta. En
el cajón que te enviaré irá un Guadalajara ^ Expulsión de Ios-
moriscos. Sé que lo tienes en italiano, pero bueno es que lo
tengas en el idioma natal. Al fm hay un diálogo de Ripoll sobré
el mismo asunto, que es muy raro. Adiós, querido Pascual;
creo que te he contestado á todo, punto por punto. Si quieres
que recoja desde luego el baúl de Castellanos , envíame una
orden tuya. Te portaste muy mal cuando hiciste esa confianza
de él en perjuicio ó desaire de nuestra confraternidad eterna.
Ya te escribiré sobre mis proyectos. Entre tanto , evacúa mis
encargos y sé eficaz en mis cosas. Yo creo que, comiendo en ,
tu casa, podré estar en Londres á poco precio. Adiós, adiós, con
mil besos á Emilia y otros tantos abrazos para ti de tu
Serafín.
MÁLAGA 1 8 de Setiembre 1839.
Estos son los romances , querido Pascual , que has de adqui-
rir ó copiar del librero Thorp , pues los otros de su catálogo
los tengo ya copiados del Romancero de Campo-Alange :
Ruíz de Santillana (Antonio), Romance nuevamente com-
puesto por, con su glosa é otra glosa al romance, que dizen: «En
Sevilla está una hermita,» y otra glosa al romance, que dizen:
APÉNDICES. 351
<x Contemplando en mis pasiones ; » con otros villancicos del
mismo, io verse^ with wood-cut, 4to. fine copy, morocco,
giltedges, extremely rare, 21 2s. about 1530. — 2. Montalván
(Gonzalo de), Glosa de esperanca mia por quien fecha per Gon-
zalo de Montalván , estante en las quadrillas del Sr. Pero López
Zagal , black ietter, in verse, with woot-cut, 4to. morocco, gilt
edges it I is 6d, 1535. — 3. Diez maneras de romances con sus
villancicos; y aqueste primero fué hecho al conde Oliva, in
verse, with curious wood-cut, 4to. fine copy morocco, gilt ed-
•ges, 1530.^ — 4. Aretino, Coloquio de las damas , agora nueva-
mente corregido y emendado, por Francisco Xuarez, 1607. —
5. Conjuro de amor^ hecho por Costana , con una nao de amor;
y otras coplas de unos galanes maldiziendo á una dama, 1535.
— 6. Marquina, Aquí comiencan más glosas nuevamente hechas
y glosadas por Francisco Marquina : Las cuales son las siguien-
tes : Una glosa de tiempo bueno y otra de Abelerma ; otra de
un romance que dize : «Descúbrase rni pensamiento,» y otra
glosa de «Acordaos de quien se olvida,» y un romance que dize:
«Pues de Amor fuistes dotada,» del mesmo auctor, agora nue-
vamente hechas , 1535. — 7. Castillo (Luiz del,). Canción, con
sus glosas y otras muchas canciones glosadas , y villancicos y
motes, 1535.^ — 8. Muchas maneras de coplas y villancicos de
muchos auctores, 1535 — 9. Peralta (Luiz de), Glosa sobre el
romance de Fajardo, 1535. — 10. Tirante (Pedro de), Dos ma-
neras de glosas : y esta primera es de las Lamentaciones , que
dicen: «Salgan las palabras mías.» E otra glosa á un villan-
cico, que dizen : «Las tristes lágrimas mias.» É otras coplas
que dizen : «Si en las sierras do nací.» E otras que dizen : «No
me sirváis, caballero.» E otras de la Madalena. É un romance
del Rey Marsin, 1534. — ii. Toro Coxo (Alonzo de), Coplas
sobre la abundancia del vino que Dios ha dado en el año de 3 1
y en el año de 32, 1532. — 12. Ciertos romances con sus glosas
352 <(EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
nuevamente hechas, y este primero es «Por la matanza va el
viejo,» con su glosa, y otra «Que me crece la barriga y se me
acorta el vestir,» con una glosa nueva y muy gentil , mejor que
otra que vino hecha á este romance con una glosa de Rosa fres-
ca, así mesmo nueva y muy graciosa. Ninguna destas glosas trae
el nombre de quien las hizo, porque son de tales personas que
huelgan que se vean sus obras y se encubran sus nombres,
1530.
Ya sabes , querido Pascual , que de Campo-Alange copié el
precioso y único libro que existe de esta clase de composiciones^
pues aunque en la librería de Heber se hayan encontrado estos
arriba apuntados y los demás que me adquiriste y poseo, siem-
pre será cierto que aquel contiene composiciones enteramente
desconocidas. Por lo mismo me he encontrado que las coplas
de las Comadres de Reinosa las tenía copiadas , y aunque esto
no le quita el mérito, siempre hubiera preferido adquirir otra '
joya más de las que no conocía. Para evitar esto es para io que
me he tomado el trabajo de copiarte los títulos de las composi-
ciones peregrinas que, por no conocerlas yo, es preciso adquirir
ó copiármelas. Para lograr que las deje copiar el judío Thorp,
puedes comprar los cuatro ó seis anteriores que no son de glo-
sas ^ pues estas siempre valen menos, y lo menos curioso lo pue-
des hacer copiar. No se puede com^^rar todo esto^ porque el
precio es una locura. Para nuestro objeto basta la adquisición
de unas y la copia de otras de tales composiciones. Siempre será
cierto que poseeremos la colección más completa y rica de
una especie de literatura tan desconocida casi como la aljamia-
da. Ten cuidado, sin embargo, de que las copias sean escrupu-
losamente hechas. En las que me enviastes distaba mucho de
esto su exactitud; faltan palabras, y aun versos enteros. Para
no dejar pendiente en este particular nada , te añadiré que en-
tre las cosas curiosísimas que me copiaste hay unos cánticos
APÉNDICES. 353
que dicen Cancionero de Galanes, etc., y de éste no aparece
copiado sino dos composiciones, y es preciso que revuelvas el
mundo hasta tropezar con el original y hacérmelo copiar de
cabo á rabo.
He recibido tus dos cartitas , números 5 y 6 , una por mano
de las de Marke, y la otra por dirección del inglés que me men-
cionas , y que entregaría á Machado, pues la recibí por casa de
Heredia. Aún todavía no ha llegado el herejote de ese inglés
por aquí, y por consecuencia no he recibido ni los impresos que
me anuncias, ni esa carta sobre libros que deseo leer. Esto
es una contrariedad que nos perjudica. Ya habrás recibido
los dos volúmenes de mis dos cartas gemelas , que bautizo con
los números i y 2 , y por ellaí. verás que necesitas responderme
pronto y largo, si hemos de acometer algo de provecho en ma-
teria de libros. Entre tanto , te diré que he hecho una cosa
heroica. Voy á participártela , porque he contado contigo (como
cuento en todo) para ella , y para el proyecto que he forma-
do. He comprado de la librería de Gámez por valor de 36,000
reales de aprecio y 12,000 efectivos, sirviéndome de corredor
el amigo D.Jerónimo. Por supuesto que había desaparecido mu-
cho bueno; pero, sin embargo, hemos adquirido mucho tam-
bién. De libros de caballería he atrapado el Don Clarimundo,
el Clarisel de Bretaña , el Palmerín de Oliva, y el Don Policis-
ne de Beocia. Hemos atrapado de manuscritos : La guerra tro-
yana, de Hita, en verso; la Conquista de Granada, por Colla-
do, y el Gafrido de Cauliaco. Hemos tomado los Triunfos de
Fregenal , los Cuarenta cantos de Fuentes , y algunos cancio-
neros manuscritos. He juntado, con lo adquirido aquí y con lo
que yo poseía , una colección de crónicas y de historias ^ la más
copiosa y rara que puedes pensarte ; y ahora me dirás : i estás
loco??? Te responderé, pues, que la baja es bastante conside-
rable para sacar el importe en cualquier mercado, y después,
- XII - 23
354 ^^EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
que he pensado que con nuestros conocimientos adquiridos y
con las herramientas que ya tenemos y que podemos aún alle-
gar, estamos en el caso de poder nosotros dos escribir una His-^
toria de la Literatura EspaíioJa, la más consciencieuse y mejor
rumiada que exista , y que acertando á escribirla con un poco
de sabor , habremos hecho una obra que nos asegure claro y
duradero renombre. Los Cancioneros de Castillo y Llavia y En-
cina habían desaparecido; pero como yo tengo el de 1574 de
Amberes, y después^ concordados con él, los antiguos y poste-
riores , este ramo lo tenemos al corriente. Romanceros genera-
les hay los de 1599, '^*^2 7 ^^'4 » pe^<^ con unos precios dispa-
ratados , como de 4,000 rs. , estando defectuosos; pero ya re-
cordarás que tengo un ejemplar del de 16 14, y después copiado
el de Madrigal , ó sea su segunda parte. Ahora he adquirido el
Romancero de Ledesma. Esto supuesto, ya ves que tu vigilan-
cia debe ahora multiplicarse en esa Babilonia para adquirir de
libros de caballerías, y de romances y novelas^ cuanto se pre-
sente á regular precio.
Octubre 4.
Mis tesoros en este ramo ya sabes que pueden competir con
los más peregrinos. Te principio á escribir veinte días después
de la fecha que está en cabeza. En ese tiempo he recibido tu
última, núm. 7 , y poco después los Catálogos, los Moriscos y
las pruebas de tu obra. Anteriormente había recibido también
las dos pequeñas cartas venidas por conducto de PenroseMarke.
La del núm. 7, que traía un sobre interior para Heredia, ha
costado un dineral. Dice Heredia que pongas el sobre á Macha-
do, con dirección á D. M. A. Heredia, y que saldrán más ba-
ratas. Ya recibí una así , aunque no debemos perder ocasión de
aprovecharnos de la amabilidad de Penrose. Este me ha asegu-
APÉNDICES. 355
rado que te dirá el modo de que le remitas la correspondencia
mía libre de porte. He leído tu carta con la atención que me-
rece. Ya he escrito á Madrid para ver de hallar los tesoros de
librerí a que ahí tienen valor y poderlos remitir. Si el año pa-
sado me hubieras indicado algo de eso, hubiéramos hecho bue-
nas adquisiciones en el ramo de Santos Padres y Biblias. Entre
tanto, será bueno que me adquieras el Brunet , como tú mismo
me avisas. Sin esto, es andar á ciegas. Al ver la mala espe-
ranza que me das con la remesa de libros cuya lista te remití,
suspendo el enviártelos. Sería muy duro que nos costase el di-
nero el primer ensayo. El San Juan Crisóstomo y el Focio eran
muy buenos , y las Plantinianas y Elzevirianas ya sabemos lo
que es. Creo que ese librero miró muy por cima la lista. Estoy
aquí sondando la librería dei canónigo Yera , que existe en la
mayor parte. Los precios son subidos , pero tiene todos los ar-
tículos buscados en ciencias eclesiásticas. Los herederos se en-
cuentran fuera , en un pueblecillo de la montaña , y mientras
van y vienen las cartas es un siglo. Hay Santos Padres Bene-
dictinos, hay una Políglota Antuerpiana, y hay un Herculano
completo. Este artículo, ¿tiene valor en esa Babilonia???
Octubre 12.
Queridísimo Pascual : Matilde ha parido un chico, á quien se
le ha puesto Serafín. Con este incidente he tenido que olvi-
dar por unos días los Catálogos , tus pruebas y los Moriscos.
Entre tanto te diré que he adquirido un gran número de artícu-
los raros, y rarísimos en historia. La crónica de Navarra^ de
Ramire^ de la Piscina, manuscrita; una crónica del Cura de los
Palacios , ídem, y de la que tú me hablabas en una de tus an-
teriores ; otra de Diego Enríquez del Castillo, asimismo manus-
crita. La vida del marqués de Pescara , primera edición , que es
356 ((EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
la traducida por Valles. La de D. Juan el Segundo, edición de
Logroño , y algunas historias de ciudades. Pero el verdadero
hallazgo está en un manuscrito de letra del siglo xvi , que dice
así : Cronicón de 7 Reyes de Castilla y de León , y luego Cró-
nica del Rey D Alfonso VI, que ganó á Toledo ¿Anacephaleosis^
((Era libro de grande antigüedad, del que se copiaron estas cró-
*nicas, primera del Rey D. Alfonso el VI, que ganó á To-
))ledo, estaba sin principio veintidós fojas atrás en el discur-
))so de la historia , como iré notando ; otras muy maltrata-
))das , que se han de leer con gran trabajo ; no lo perdonaré;
«porque queda en la libreria, que si fuera entero, era á mi
ajuicio inestimable , viniendo al caso en el nombre de Dios;
«comienzo el libro ¿ Anacephaleosis? d'esta manera: «Cuéntala
«historia que por la borden mesma, etc. ,» y cada párrafo dice
cuenta la historia. Por esta señal conocerás que debe haber,
como lo hay efectivamente, mucho arabismo en todo el libro,
que tendrá 180 fojas de letra muy metida. La Historia llega
hasta doña Berenguela , madre de D. Fernando. También he
adquirido en otra bolichada la crónica de Hespania, por Mossen
Diego de Valera, edición de 1505 ; una historia manuscrita de
fines del siglo xv de los Reyes Católicos^ falta de una ó dos
hojas , que tengo que ver si será la de un tal Valles , que des-
pués se imprimió, y las crónicas de San Fernando y de D.San-
cho el Bravo y D. Fernando el de los Caravajales. ¿Qué tal?
Pues oye : además he adquirido un manuscrito del siglo xiv^
ó acaso anterior , que es la traducción del Bocacio , Cayda de
Principes ; y en la portada , con letra del siglo xvi , el resto de
un letrero, pues no está integro; que dice : «....ñera de hablar
antigua de España , y así se debe mucho estimar como cosa
tan antigua y buena , y el que lo tuviera téngale en mucho,
que cierto es de estimar. Fué el autor dé! Juan Bocacio, discí-
pulo del Petrarca^ como él mismo lo dice en el capítu-
APÉNDICES. 357
lo LVí , » etc. Este precioso libro tiene encarnadas las rúbricas
de los capítulos , pero algunos no vienen bien con el índice de
ellos. El papel es de algodón, de mucho cuerpo, y las fojas
están numeradas á lo romano, pero de mano muy posterior.
No sé de quién podrá ser esta traducción. El lenguaje es de
los tiempos del conde Lucanor. En fin : es un tesoro. Tengo
la crónica de Muntaner ; pero es tan rara, y mi colección.... en
este género es tan copiosa, que no me atrevo á deshacerme de
ella. El conde Lucanor lo tengo también, pero no duplicado. El
tuyo lo tendrás guardado, pues á mi mano no llegó. Lo ten-
drá Castellanos. El núm, 2 manuscrito lo cambié con Usoz.
Sin embargo, es libro que puede adquirirse por seis duros
aquí, es decir, en Madrid, y siempre es buena ganancia. Ten
presente que hay dos ediciones, la primera de 1580 y tantos, y
la otra con notas y otras curiosidades, de Argote de Molina.
De éste he adquirido varios opúsculos inéditos. En cuanto á
literatura amena, sólo he podido haber á las manos El asalto
y conquista de Antequera por Rodrigo Carbajal. Es de los li-
bros más raros de nuestra literatura, y ni por veinte libras lo
encontrarías. Tú conocerás el catálogo de Salva , publicado en
183Ó. De éste he tomado algunos antiguos nada más, pues
todo lo curioso estaba vendido. Sin embargo, he comprado de
allí el núm. 15 14, Crónica de D. Francés de Zúñiga. Yo me
figuraba que sería un libro de historia , cuando me encuen-
tro un manuscrito de mediados del siglo xvi , y no del xvu, como
dice Salva, remedando la intención y objeto del Centón Episto-
lario del Br. de Cibdad Real, siendo el teatro la corte de Car-
los V. Estoy averiguando si existió tal autor , ó si todo es
una ficción. Nuestra literatura es todo problemas. Encua-
dernadas , en medio de este libro , hay seis novelas en verso
por el mismo estilo que la del Corderito que conoces y yo
poseo ; es decir, que son tan lascivas , graciosas y picantes
35^ «EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
como las de Casti. ¡ Qué buenos ratos pasaremos si nos vol-
vemos á reunir!!!
No necesitas autorización mía para adquirirme las Mtl y una
noches, pues ya desde Madrid te había indicado lo conveniente
que su adquisición me sería. Las novelas de Bocacio es preciso
que las compres, si se presenta alguna proporción. Gomóla lista
de los libros que te iba á remitir da luz bastante, y estos libros
eran para cambiar , puedes ver si te hacen proposiciones de
cambio con algunos de los antiguos que la lista contiene, y en-
tonces con ellos y alguna otra cosa que adquiera para entonces,
te haré un pequeño paquete para remitírtelo á la primera oca-
sión. Esta es la manera de ahorrarse de fletes en balde y de
otras pérdidas.
Octubre 23.
Hoy, querido Pascual , cierro esta y la envío por mano de
Penrose Marke. Por las adquisiciones que he hecho en historia
y crónicas , puedes ver que estamos en el caso de emprender
una colección de éstas , prosiguiendo el proyecto de Sancha y
caminando , aunque más de prisa , por el sendero que tiene
trazado la Academia de la Historia. Yo creo que poseo cosas
inapreciables , siendo una de ellas la Crónica de los siete Reyes,
que está escrita por estilo árabe , y que es inédita y descono-
cida. También me han recogido una gramática y vocabulario
de P. Alcalá, ejemplar perfecto y que también cambiaría por
artículos que guardaran proporción con su alto precio ; ya sa-
bes que Salva le asigna á uno que tiene 200 francos. Si el libre-
ro Thorp quisiera, le cambiaría el Duarte Día^ , Conquista de
Granada , el Celidón de Hihernia , el ejemplar falto que tú cui-
darías de completar copiando del otro las cuatro hojas que fal-
tan, el Don Philesbián y la Crónica esa del rey D. Alfonso,
APÉNDICES. 359
cuidando antes de averiguar que no es la de Villaizán. Este
articulo adquiriría mayor mérito si pensásemos publicar algu-
nas crónicas. Si en estos cambios hubiese déficit de parte mía
se saldará con dinero. No quiero olvidar de decirte que muchos
de los artículos que he debido recoger de en casa de Gámez
me los han fullereado por la inadvertencia del D. Jerónimo. Aca-
so me enrede en pleito. Como tengo tantas cosas en el magín
siempre que comienzo á escribirte, se atropellan las unas á las
otras, y algunas quedan trasconejadas. Digo esto porque se me
olvidaba decirte que tengo también por cambiar un Cancione-
ro de Luzón, impreso en Burgos por Juan de Junta en 1508,
y del cual pienso haberte hablado en otra ocasión. A pro-
pósito de esto , te diré que entre los versos que me enviaste
últimamente copiados _, venía una composición sacada del Can-
cionero de Galanes, ¿ Por qué no me lo haces copiar todo , ó
no lo compras si está de venta ? ¿ De dónde hiciste copiar esta
composición ? Desde el año pasado te tengo encargado el
Cancionero de Enamorados ; me dijiste tú que estaba de venta
y no lo adquiriste, y creo que llegó á tiempo la remesa de los
2,000 rs. El Manojuelo de romances también es cosa que quiero
poseer. Creo que con las indicaciones mías y conocimiento que
tienes de m.i gusto y de mis trabajos , puedes hacer la elección
conveniente entre los artículos que se presenten, si no da lugar
á consultarme ó á proporcionar el dinerillo oportuno hasta que
yo libre. Ahora sólo te repetiré que de estos romances y trovas
de Thorp elijas poco y ninguna glosa, á no ser que los dé muy
baratos, haciendo copiar lo que te parezca , de modo que haya
seis de esta clase por uno que compres. El Cancionero de Gala^
ne^ , el de Enamorados, el Manojuelo de romances , el Romancero
de Quirós , el Cancionero de Maldonado, las Novelas de Boca-
cio^ y no menciono el Romancero de Pinto, porque ya lo habrás
adquirido. El Manuscrito de poesías del siglo xv que tú tienes
360 ((EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
¿es el mismo que pone Thorp en su catálogo? Si es diverso,
deberías copiar lo que esté inédito. Puesto que se habla de in-
éditos, te diré que abras la edición del Centón Epistolario en la
Vida de Fernán Pére^ de Guarnan, y leas en la pág. 191 el
párrafo que principia: ((Ninguno de estos libros.,.,» Aquel
tomo, que estaba en el Escorial , libro precioso y solitario , se
perdió en Sevilla entre los papeles de Gallardo, y unas cuantas
fojas las compró y conserva un curioso eminentísimo de aquella
ciudad, tan medroso y recatado, que no he podido saber quién
sea, á pesar de mis diligencias eficaces, bien que por segunda
mano me permitió copiar aquellos venerables versos de nuestra
antigua poesía , y entre los cuales hay una canción de F, Iñigo
de Mendoza (diferente del otro), dirigida á la reina doña Isabel
sobre las turbulencias de aquel tiempo, que es cosa divina. To-
das las fojas que quedan están anotadas y foliadas por mano
de Gallardo y de lápiz. Principian por el número quince y con-
cluyen en el cuarenta y tantos, dejando mutilada una composi-
ción. Como el editor del Centón Epistolario no cita sino las obras
de Fernán Pérez de Guzmán, no podemos saber ni apreciar lo
perdido. De este autor comienza lo conservado por algunos
himnos; de manera que lo perdido debe reducirse, en cuanto
á él , solamente á las coplas de Vicios y Virtudes. Mi copia nos
asegura estos tesoros. El original se conoce que fué impresión
de lujo. El papel es hermoso y de mucho cuerpo, y la estampa
vistosísima. Parece imposible que se tirase un solo ejemplar de
tal libro, y si se tiraron más y el asunto es de los que no me-
recían las garras de la Inquisición, ¿cómo es que no se conser-
va algún otro ejemplar por bibliotecas y archivos? Este es
uno délos infinitos problemas de nuestra literatura y erudición
bibliográfica. Entre los libros que dejé aquí y felizmente he
encontrado, á trueque de otros varios perdidos , es uno el Pe-
dro Espinosa, Flores de poetas ilustres. Te anticipo también que
APÉNDICES. 361
acaso recogeré un expediente original de la expulsión de los
nnoriscos en una ciudad principal de Andalucía, y la causa que
se formó á un canónigo por haber ocultado una Morisca her-
mosa. Te avisaré cuando lleguen á mis manos estos tesoros. Si
sale por ahí la Conquista de Granada, por Afán de Ribera, cóm-
prala también , bajando ó siendo cosa de una libra. Teniendo, ó
esto, ó el Duarte Día:( y el Manuscrito que he comprado de la li-
brería de Gámez, Conquista de Granada , por Agustín Collado,
tengo cuanto se ha escrito de algún provecho sobre el mejor
asunto épico que tiene toda la historia occidental.
No te podrás quejar de mi pluma ni de mi abundancia escri-
turil. Aprende á imitarme. Penrose m.e dice que te incluirá una
esquela advirtiéndote cómo me has de poner el sobrescrito.
Esto es bueno, pues ahorra algunos cuartos.
Matilde sigue tan mejorada , y el chico , aunque delgadito,
porque se adelantó el parto, se encuentra robusto y con buena
voluntad de vivir, siendo tan tragón como su padre. La carilla
no ha salido tan opaca como la casta daba á presumir. En fin:
ya tengo un árabe en miniatura para que galantee á tu hija.
Besos á ésta y memorias á Fanny, mías y de Matilde, que aún
sigue casi en cama. Tuyo, tuyo,
Serafín.
MÁLAGA 30 de Noviembre de 1839.
Me has dejado en la inquietud mayor que te puedes figurar,
querido Pascual, con tu carta de 24 del pasado. Aunque tu
vida tan atareada y sedentaria no me agradaba de ningún mo-
do, jamás pude sospechar que te retocases de los nervios ; pero
ya que esto ha sucedido , es preciso que tomes precauciones
para lo venidero. Tú sabes que yo soy tragón , que uso de la
362 <(EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
vida y que no soy nada aprensivo, y sin embargo de tener más
años que tú y de haber pasado muchas fatigas, me ves con una
salud como un toro. Pues bien : esto lo debo al ejercicio, y al
ejercicio acelerado. El día que hago un exceso en la comida,
aquel día duplico mi dosis de paseo, y quedo bueno. Esto mis-
mo has de hacer tú , que como te andes diariamente una legua,
y á paso redoblado , yo te aseguro largos y saludables años de
vida. En estos últimos días que he dejado de pasear por el mal
tiempo, ya me siento algo pesado, cosa que remediaré inmedia-
tamente. Sacude la pereza y abraza este método, y verás qué
bien te va ; teniendo cuidado de remudar^ esto es, de no hacer
siempre á una misma hora la comida fuerte. Un día cargar la
mano en el almuerzo, otro al mediodía ; y aunque de tarde en
tarde lo hagas en la cena, no tengas cuidado. Estos son reme-
dios moriscos, y por lo mismo deben serte más aceptables , ade-
más de la experiencia que ya tienen acreditada en mi persona.
He notado la nota tuya , y el pasaje de la carta de Fanny, que
hablan de os encajes. Sabrás que hace dos años se presentó
en casa de Sanz , en las Carnecerías de aquí, tienda de blondas,
una señora inglesa , que por extravagancia dijo que quería ver
los viejos alguaciles del establecimiento, l.e sacaron encajes,
blondas de hace tres siglos , cosas arrumbadas ; y por extrava-
gancia dijo también que los compraría. Hizo empleo por ocho
ó diez mil reales , y á los pocos días llegó Juan Sanz de París,
en donde ya había percibido el gusto por esas antiguas maneras
de lujo, y contando con seis ó siete mil duros de su blondaje, se
encontró con que la extravagancia de la inglesa le había ahorrado
de tal fastidio. Esto es decirte que ya esto está vendimiado en
ese ramo también , y á duras penas Matilde ha encontrado un
poquito de encaje, que envía de recuerdo á tu mujer. Como to-
davía no he recibido contestación á la mía muy larga del 20 de
Octubre, principiada á escribir en Setiembre, no sé qué razón
APÉNDICES. 363
me darás del librero Thorp respecto á los romances góticos
que aún conservaba ; pero es el caso que Salva, desde París,
me ofrece en venta los mismos artículos , ú otros semejantes;
de manera que he llegado á pensar si el librero de París habrá
hecho ancheta con el judío de Londres. Cada autógrafo lo ha
bautizado con 70 francos, y algunos con 85 francos : de modo
que si no te has quedado con copia , vamos á tener que tirar
aquí treinta ó cuarenta duros para lograr el derecho de tras-
cribir. Escríbeme al punto sobre esto, pues no quiero perder
tiempo, y que en París se vendan estos joyeles solitarios sin
poder luego allegar copia. Echo de menos en la lista que me
ha enviado Salva dos artículos en este género, á saber : Mu-
chas maneras de romances , coplas e villancicos de diversos auto-
res , y Peralta (Luís), Glosa sobre el romance de Fajardo, sobre
la conquista de Granada, A toda costa es necesario que me hagas
sacar copia de estas dos composiciones.
Dos días antes de recibir la ya citada del 24, en que me
anunciabas tu enfermedad , recibí otra , vía Madrid , con sobre
de la letra cuya muestra va adjunta, y que contiene una Ro-
gativa para tiempo de seca , y unos pedazos de romances copia-
dos. La carta principia: «Querido Serafín. Vaya una carta,
sobre un pedazo de romance , que empecé á copiar y se me
echó á perder ,» etc. i En qué época me mandastes esta carta , y
los fragmentos de romances que la acompañaban ? Yo creo que
me hallaba todavía en Sevilla , y estos papeles hubistes de en-
tregarlos á persona que abrió la carta , y al cabo de dos años se
le ha antojado remitir los pedazos que no se le han extraviado.
Estos pedazos son tres. La letra del sobre la conozco , pero no
recuerdo de quién sea. Tú me sacarás de esta duda con el ¿5/¿-
cimen que te remito. Ya creo que me mirarás con algún res-
peto viendo las cosas curiosas , peregrinas y aun solitarias que
poseo. Si algún día nos reunimos, ¡ qué buenos ratos hemos de
364 ((EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
pasar; qué servicios no podremos hacer á nuestra historia y lite-
ratura , si tenemos tiempo , y algunos medios !!! Después de mí
anterior he adquirido las poesías de Francisco Aldana_, El coro
de las Musas de Barrios . libro que tú vistes en Burgos, y el
Espejo de Príncipes y Caballeros, libro de Caballerías , con otros
varios libros curiosos de que sería largo hacerte mención. Ahora
voy á adquirir la traducción del siglo xvi que hay de la Caída
de Príncipes, para cotejarla con mi manuscrito inapreciable.
Supongo que no te olvidarás de mis anteriores encargos del
Dante y otros librejos del judío Thorp. Si puedes adquirirme
aquellos romanceros manuscritos que me indicaste antes , y el
Cancionero de Enamorados, no lo descuides.
Aquí ya habrás sabido el nuevo sacudimiento. Los modera-
dos han sacado la cabeza y se preparan á combatir en el campo
electoral, y si es necesario en las calles y en el campo. Tal es,
al menos, su bello propósito; veremos á ver si lo cumplen.
Aquí piensan presentarme y sacarme á todo trance por dipu-
tado. En el estado de mi fortuna , y viendo que se me cierran
todas las puertas, tengo que cerrar los ojos y dejarme ir. Si
yo pudiera contar siquiera con igual renta que vosotros , ya me
tendrías en Londres, viviendo y trabajando de mitadilla, ahor-
cando la política , y entregándome á las letras y al estudio.
Volviendo á la conversación favorita de los libros , te diré
que en París ^ y en casa de Salva, he comprado el Ariosto,
traducido por Nicolás Espinosa , cuya segunda parte es rarísi-
ma. Te advierto que acaso podamos adquirir el misal que es-
taba en la red de San Luís , y que estoy á los alcances de los
manuscritos de Salamanca. De esto, si hacemos negocio, saca-
remos en dinero metálico la parte principal , que vendrá á punto
para seguir la especulación , y la ganancia la emplearemos en
ese mercado en libros de nuestro gusto. D.Jerónimo me dice
que le piden 700 reales las personas á cuyo poder ha ido el mi-
APÉNDICES. ^6^
sal. Ahora mismo acabo de recibir carta de D.Jerónimo, y me
dice que en Salamanca no parece manuscrito alguno de Ta-
vira. Según la carta de su corresponsal que tengo á ia vista,
cree que no ha hecho la diligencia bien. Se repetirá. Nada me
has dicho de mi novela : ¡ qué descuidado eres !! ! Mi chico sigue
criándose muy bien : ¡ qué lástima que tu Emilia no hubiese
nacido ahora ! ! ! ¡ Qué colonia de arahi-hispano-ingleses había-
mos de formar!!! Por si es tiempo todavía, dime en la primera
que me escribas en qué casa ó librería de Salamanca estaban esos
manuscritos en vitela de Santos Padres que pertenecieron á
Tavira. En la que me hicistes la indicación no distes las señas
que en lo del misal, y por eso éste ha parecido. Vuelvo á en-
cargarte que estés á la mira de algún índice ó códices de Al-
cázar, el de los epigramas ; ello es que este Anacreonte espa-
ñol existía á mediados del siglo pasado en manuscrito por nues-
tras bibliotecas. Lo libre de sus versos y picante le impedía
imprimirse íntegro , y esto debe estar en esa Babilonia. No me
has enviado la carta para Castellanos: ¿será suya la letra de
ese sobre ? Te encargo de novelas : Ninfas y Pastores de Hena-
res, la Casa de Juego y los Pastores de Guadalquivir. Adiós,
querido Pascual; ponte bueno, pues estoy en una zozobra muy
penosa hasta que sepa que estás completamente bueno. Pasea
mucho diariamente de prisa hasta trasudar. Ayer anduve yo
legua y media. Por el próximo correo, contando antes con
Penrose y su amabilidad, irá el encaje. Son tres varas, como
para una pañoleta , 3' por supuesto que no es de lo superior.
Memorias á Fanny y besos á Emilia , y treinta abrazos para ti
de tu casi hermano,
Serafín.
^66 «EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
MÁLAGA 13 de Enero de 1840.
Hoy , querido Pascual , he tenido un gran placer y me has
quitado de encima una gran pesadilla. He recibido tu carta
del 15 de Diciembre, y me ha tranquilizado respecto de tu
enfermedad^ que me tenía con sumo cuidado, y de la que nada
me dices en tu última. Veo que no has recibido la que te es-
cribí á últimos de Noviembre , y por el tiempo que echó en
llegar á tus manos la muy larga mía concluida en fines de Oc-
tubre, observo que echan doble tiempo las cartas por el con-
ducto de Penrose, aunque en verdad no es poco alivio el ahorro
de portes tan subidos. Si es cierto que los portes bajan á un
penique para todas partes desde i.o del corriente, será preciso
multiplicar nuestra correspondencia. Si esto no es así , prose-
guiremos en el antiguo método, y sólo rogaré á Penrose que no
se descuide en remitir á tiempo las mías. La tuya , que ha ve-
nido via Falmouth , ha echado también un mes justo , cuando
quince días eran suficientes. Aunque Penrose ha quedado en
explicarte el modo de dirigirme tus cartas por su medio , cosa
que si es asequible y no hay variación en los portes será muy
buena , sin embargo , estimaría mucho que la respuesta á la
mía de fines de Noviembre viniera muy pronto , aunque me
costase caro el porte. Ya conocerás que esto lo digo para saber
si Thorp ha vendido sus artículos á Salva, y para que aligeres
cuanto puedas, si esto no es así, el copiarme lo que te indicaba
y adquirirme algunos de los artículos más interesantes. Ya
creo que me tendrás hasta respondido á esta carta , y de un
momento á otro tendré en mis manos la contestación. Veo los
artículos que has adquirido por mi cuenta; pero te advierto
que si la novela de Aurelio é Isabela no tiene portada, que hagas
por buscar un ejemplar que la tenga. Fuera ya muy pesado el
poner una lista de las novelas que poseo , y por lo tanto , vale
APÉNDICES. 367
más hacerte indicaciones de las que necesito. Además de las
notas que ya tienes mías , y de las que acaso te repetiré algunas
aquí , quiero : i , los Pastores del Guadalquivir, por un tal Saa-
vedra; 2, Ninfas y Pastores de Henares ; 3 , las de Bocaccio;
4, El Gallardo Escarramán , que es comedia ó novela dialoga-
da; 5, La Flora mal sabidilla; 6, La incasable mal casada;
7, El necio bien afortunado ; 8 , El cortesano descortés ; 9 , La
casa de placer honesto; 10, Pedro Urdemalas; ii, El caballero
perfecto; í2, El caballero puntual; 13, Boca de todas verdades;
¡4, Carnestolendas de Madrid; 15^ Jornadas alegres; 16, Tar-
des entretenidas ; 17, Lisardo enamorado; 18 , Las harpías de
Madrid; 19, El licenciado Talega; 20, El celoso, por Vaz de Ve-
lasco ; 21, Las auroras de Diana; 22, Lazarillo de Manzanares;
23, Excesos amorosos ; 24, El novelero; 25 , Vida de Carlos y
Rosaura, ó Retiro lie cuidados; 26, Teatro popular de nove-
las; 27, La bella Cotalda , ó Cerco de París; 28 , El Menandro
con novela; 29, Tragicomedia de Lisandro y Roselia; 30, Clave-
llinas de Recreación; 31, Sarao de Aranjuez; 32, Tragedias de
amor, ó los enamorados Acrisio y Lisidora ; ^}, Los más fieles
amantes Leucippe y Clitofonte ; 34 , Meriendas del ingenio;
35, Carnestolendas de Zaragoza; ^6, Carnestolendas de Casti-
lla; 37, Novelas de novelas; 38, Ratos de recreación ; 39, Jo-
coserias burlas; 40, El amor enamorado; 41^ El pastor de Cle-
narda; 42, Novelas ejemplares y prodigiosas historias, de Pina;
43, Cueva encantada; 44, Varias fortunas; 45^ Epítome de las
fábulas de la antigüedad; 46, Novelas varias, de Cintia; 47, E^
forastero, por Arnal de Bolea; 48, Rumbos peligrosos; 49, La
casa de Juego; 50, El coche de las estafas. Te advierto que las
Carnestolendas de Castilla, por Lucas Hidalgo, las tengo, y que
las he apuntado porque me figuro que hay otro libro de entre-
tenimiento con el mismo título. También tendrás cuidado de
atrapar Proceso de cartas de amores, prosa y verso, y la Clara
368 ((EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
Diana, de Fr. Bartolomé Ponce. De esas no velejas de tercer or-
den adquiéreme El Bobistán, La estafeta del Dios Momo, Corte
en la aldea y El buen humor de las Musas , que todo es 29 che-
lines. La Tertulia de la aldea no es cosa útil , pero sí lo puede
ser Lofrasso Fortuna de amor, por 8 chelines; ya que Riego pide
un disparate por la edición primera. Te advierto que tengo La
corte en la aldea , por Morales , y así desquitarás esos 6 che-
lines en mi pedido Tengo el Boyardo , traducido por Garrido
de Villena , y también las primeras empresas suyas , por Pedro
de Calatayud. Estas dos adquisiciones las he hecho en casa de
Gámez; pero te encargo que me busques las Empresas de Or-
lando, por López Enríquez, y el Orlando determinado, por Bo-
lea y Castro, Zaragoza, 1578. El López Enríquez está en Va-
lladolid, 1594. Ahora caigo, al estampar estas palabras, que este
López Enríquez es el mismo Calatayud , y ^or consiguiente, el
encargo debe reducirse al Bolea y Castro. Aún no he visto esas
adquisiciones , porque las tengo en Madrid , y por esto suelo
tropezar , pues mi memoria , aunque fiel , no es infalible. Los
Ratos de recreación , de Mondragón^ y el Novelas de novelas,
por Asensio, también los tengo. Ya sé yo que no tengo todo lo
que hay que tener con el Cancionero de Amberes ; pero has de
saber que tengo una copia muy bien hecha y encuadernada de
cuantas composiciones contienen los otros Cancioneros, y que
no las recopiló el de Amberes. Así, pues, tengo el Pleito del
manto, obsceno, y otras por este jaez , sin que por esto deje yo
de conocer que habrá mucho esparcido por otros libros y ma-
nuscritos. Es preciso que me adquieras ese Cancionero de Thorp,
que no le encuentro en los artículos del catálogo que aquí
tengo suyo. Si es el de Amberes dime lo que te falta , y te ¡o
haré copiar para que tengas una guía; pero si es otra cosa, de-
bes cedérmelo. Entre los libros de Gámez había un Cancionero
de Castillo; pero lo birlaron, y me quedé á oscuras. Si de esas
APÉNDICES. 369
cosas que encuentras del siglo xv me fueses remitiendo los dos
primeros versos, yo te diría si están en los Cancioneros y si son
ó no son conocidas, y en consecuencia las haría copiar ó se de-
jarían. En cada carta podrías enviarme cuatro ó seis encabeza-
mientos. En cuanto á Cancioneros inéditos, ninguno tan curioso
coino el que descubrí en la Biblioteca, y lo tengo todo copiado,
y pertenece á los poetas de Aragón de tiempos de D. Alonso
el Grande , conteniendo también composiciones de Macías y de
algún otro poeta castellano. Esto es un verdadero tesoro. Te
remitiré lo más pronto posible una nota de los primeros versos
de las composiciones de Campo-Alange, para que sepas á punto
fijo lo que me has de copiar. Te reencargo que busques el Can-
cionero de Enamorados y el Manojuelo de Romances. Cualquier
colección de romances de aquellas que me anunciaste y dejaste
ir. debes adquirirla. Esto es siempre dinero, y es lo más curioso
de nuestra literatura.
Me alegro mucho que hayas rehusado hacerte cómplice de
las miras odiosas de los protestantes, mayormente en una
época en que todo el mundo vuelve los ojos hacia la unidad
católica. Es regular que no te admitan la propuesta de la His-
toria de los Moriscos, pues tupian^ casi todo literario, no ha
de ajustar bien con las ideas de la Sociedad, que serán única-
mente de propaganda y de chismografía religiosa. Aún no he
podido recoger los expedientes de los moriscos : estos serían un
tesoro.
Dejemos los libros, y vamos á cosas públicas y domésticas. Es-
tas, en mí, han formado un todo indisoluble de incomodidades y
mortificaciones. Es el caso que para las próximas elecciones es-
taba yo presentado por candidato por cierto círculo. En su razón
no quise formar parte de la comisión directora de trabajos , para
no dar el escándalo de ofrecerme yo mismo por candidato. Des-
pués de esto viene Salamanca de Madrid piando por ser dipu-
- XII - 24
370 «EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
tado. Heredia lo patrocinó , y como él también quiere ser degU
animali parlanti, resolvió combatir mi candidatura, para que no
se dijese que de una familia salían las elecciones de Málaga.
Para esto formó una liga con la oligarquía correspondiente de
la Alameda. Mis amigos me abandonaron cobardemente , y en
una asamblea electoral tenida para fijar la candidatura defini-
tiva, y para la cual iban confabulados todos los de Calle Nueva
y Alameda con su numerosa clientela , no obtuve votos sufi-
cientes para figurar en la candidatura. Al principiar la sesión
tuve que combatir la presidencia de Heredia , que era parte
del plan concebido para dirigir las elecciones en el interés de
cierto reducido círculo.
Así, pues, pronto partiré para Madrid, y antes te escribiré
para decirte cómo hemos de correspondemos. Mi situación es
penosa, pues no tengo posición política, y he de encontrar con-
trariedades poderosas. En la candidatura en la cual yo no he
tenido lugar, figuran muchos de los individuos más rabiosos
en 836. Uno de ellos es Fernández del Pino. Los exaltados
me ofrecieron en el mismo día del choque mío un lugar en la
candidatura suya; pero ya te harás cargo que no admitiría.
En Madrid necesito buscar algún medio de existir , pues mi
fortuna no mejora y mi nuevo estado no me ha procurado ma-
yores medios. A Matilde la dejo aquí por ahora, y luego resol-
veré qué haya de hacerse. Si quieres, allí recogeré los libros
del poder de Castel anos, buscaré los papeles moriscos, y los re-
mitiré. Si me quieres asociar á tu Historia de los Moriscos te
lo agradeceré , y á cualquier otra tarea que procure algún
dinero.
Entre tanto, consérvate bueno. Nada me has dicho de tu
salud, de Fanny, ni de la niña. Mi chico va bien, y ya pasó la
vacuna. Recibe un abrazo muy estrecho mío y mil besos á tu
niña. A Fanny mis expresiones y de Matilde, que no os es-
APÉNDICES. 371
cribe porque con las incomodidades de estos días está en cama.
Adiós , y sé feiiz, como te lo desea tu afectísimo amigo y her-
mano que te quiere.
Serafín.
Madrid 16 de Junio de 1841.
Querido Pascual : Acabo de recibir ía tuya de 26 del pasado,
que por cierto me ha procurado uno de esos placeres indefini-
bles . que no todos lo podrán concebir. Bien es verdad que tú
has tenido cuidado en escatimármelo, escribiéndome poco. De
todos modos , tu carta me ha sido, hablando orientalmente,
como para el peregrino que se encuentra en un desierto el ha-
llazgo de otro pasajero. No puedes tener una idea de las vicisitu-
des y continuas contrariedades que me han seguido persiguiendo
desde mi salida de Málaga. En Sevilla te escribí una carta y
desde aquí otra , no habiendo yo recibido desde entonces nin-
guna tuya , sino una que me trajo Matilde por el mes de
Octubre , y que le había entregado el cónsul inglés de Málaga.
Esperando contestación á las mías y el no saber tu dirección,
ha motivado mi silencio ; y como ya estoy tan acostumbrado á
los olvidos de todos , suponía que también te hubieras olvidado
de mi. Por lo mismo te digo que en todas las que me escribas
sucesivamente, sin faltar una, me pongas el nombre de tu calle
y número de tu casa, fijándome también el que tenga la carta
que me escribas , guardando orden con la del 26 que tengo á la
vista y deberá llamarse primera. Puedes figurarte que en mi
situación he tomado en desplacer así los hombres como los li-
bros, y si alguna vez abro alguno de éstos ^ es para procurarme
un pasatiempo muy fugaz. He escrito muy poco, y esto desde
ahora últimamente. En El Correo Nacional^ desde Mayo último,
han ido algunos artículos de costumbres y de toros, no sé si lo
372 C(EL SOLITARIO)) Y SU TIEMPO.
habrás conocido. Lo que ahora escribo más de tu gusto son los
Cuentos del Gen^ralife , ó el Collar de Perlas, y que se publi-
can en la Revista de Teatros. Van ya cinco publicados. En ellos
pienso ingerir cuantas tradiciones y novelas se conservan por
aquel país , cuantos disparates con alguna novedad y talento me
pasen por la cabeza , y cuantos desperdicios halle en los manus-
critillos aljamiados que pueda haber á las manos y tú me propor-
ciones. Haz por leerlos. Aquí han gustado mucho, y pienso que
harán impresión entre los literatos. Como esta carta va á ser sólo
un itinerario, te remitiré por mano de tu primo un ejemplar de
los números en que han insertado esta colección, que proseguiré
hasta que cansen ó me cansen , quedando de todos modos pu.es-
ta la urdimbre de una colección original y entretenida. Así, pues,
quisiera que me enviaras el final de la Historia de la ciudad de
Alatón ó Algofar, que íntegra adquiriste al llegar á esa, tenien-
do presente que yo tengo en el manuscrito que tú me diste
hasta el punto en que Muza-ben-Rozeir llega con los suyos á
!os muros de la misma ciudad. Es decir, que ya faltará poco.
He encargado unas Mil y una noches y un Mil y un días de las
traducciones que figuran en el Panteón Francés. Dime si las
Mil y una noches esas son las más completas. Como yo en mis
cuentos pienso ser original , no necesito sino que me des ideas
de algunos cuentos ó historietas , pues yo las amplificaré ó con-
dimentaré á mi gusto. Si tienes noticia de alguna otra colec-
ción , me la enviarás, y si posees algo árabe, envíamelo también
ó tradúceme algo. Cuando se interrumpió nuestra correspon-
dencia, tenías para enviarme el Cancionero de Pinto, Los pas-
tores de Sierra Bermeja, el Don Enrique , de la Marca, y algu-
nas otras fi"ioleras , y de ellas nada me dices. ¡Descuidado!
I Perezosote ! ¿ A que desde entonces acá no me has comprado
nada? En fin: veremos qué me dices en tu respuesta. Excuso
decirte que no he encontrado ninguna de las anteriores tuyas
APÉNDICES. 373
y que me decías haberme remitido por diversos conductos.
Cuida al anudar nuestro comercio amistoso literario, que no sr
repita tan lastimoso extravío. Para remitirme los libros que
me tengas adquiridos, lo mismo que el tomo de tu obra, te
sobrarán medios, ya directamente aquí, ó bien á Málaga, por
medio de Climens. Si ese amigo Usoz no se te hubiera mani-
festado tan desdeñoso, pudiera servirnos de enlrepót; pero sien-
do asi, dejarlo. Si hubieras visto por ahí á Manolito Heredia,
también pudiera él haber traído ese encargo. Por otra parte,
como aquí puede ser de alguna utilidad á cualquier curioso ó
literato que venga de' ese país á visitar éste , se hará cargo fá-
cilmente de tomar de ese modo una introducción de tal fineza
para mí , y que se convertiría en obsequios sucesivos para él.
Te recomiendo de nuevo el Manojuelo de romances de Laso de
la Vega, la Guirlanda de damas y galane-s , de Timoneda, y
cualquier otro articulejo de este género, ya edito, ya manuscri-
to. En cuanto á novelas , te encargo las de Bocaccio, traduci-
das^ y cualquiera obra del catálogo que te remití desde Sevilla,
y que te repetiré en la que primero te escriba, y singular-
mente Teresa la de los embustes. A Castellanos lo vi cuando lle-
gué; pero conocí que no quiere soltar los libros tuyos , y así no
ha vuelto á verme. También recibió para mí unas copias hechas
en Cádiz , y no me las entrega. A Duran lo echaron de la bi-
blioteca, y Maestre, el masoncillo viejo, se quedó sin destino,
pues tuvo el talento de acangrejarse cuando iban á triunfar los
patriotas.
Mi suerte es muy mala ; á pocos meses de llegar aquí sucedió
el movimiento ; gasté y sigo gastando sin ganar nada. No ha-
brán pasado de 2,000 reales lo que me han dado mis artículos.
Matilde se vino, y vivimos muy reducidos aquí y mirados de
reojo por su familia , que toda está en la mayor abundancia y
opulencia. Pepillo Salamanca solo tiene tres ó cuatro coches y
374 ^^^^ SOLITARIO)) Y SU TIEMPO.
tres tiros. Vive calle de Alcalá, cuarto que fué de Martínez de
la Rosa, y bajo un pie que no lo puedes concebir ni aun des-
pués de leer La Lámpara Maravillosa. Isabelita Heredia se casó
con el conde de Zaldivar, sobrino de San Lorenzo, y está con
toda la grandeza , aunque el dote no llegó más que á pesos
fuertes 50,000; pero las esperanzas son de princesa. Ahora acu~
ña su padre mensualmente en Barcelona de 6 á 8,000 libras de
plata de Sierra Almagrera. Tal es mi estado, querido Pascual.
En todas mis amarguras no pienso más que en ti , y si te tu-
viera aquí con nuestros librotes , sería muy feliz , si es que no te
habías impregnado en la atmósfera de egoísmo y frialdad de co-
razón en la época. Si puedo vivir el último tercio de la vida
contigo, en un mismo país, me daré por desquito de tantos
sinsabores y disgustos. Tú tienes dos gorgojos, aunque de di-
verso sexo ; yo tengo dos también , pero son varones. El 6 de
Diciembre Matilde tuvo otro niño, y se le puso Tomás, por su
abuelo. Si el tuyo hubiera sido hembra, ó al contrario, ya te-
níamos matrimonio. Escríbeme largo, y abrazando cuantos ex-
tremos yo te toco, y no á la diabla, como siempre has acos-
tumbrado.
En cuanto á tus preguntas arabescas , te contestaré más
despacio cuando recoja datos. Entre tanto, te diré que Arra-
yale no hay , como tú lo das á entender , sino Arriate , en
la Serranía de Ronda, y su nombre viene de la raíz que tú sa-
bes y que quiere decir regar. En la Historia de Mármol bas-
ca el levantamiento de un pueblo llamado Villaverde^ cerca de
Alora y Valle de Abdalaxis. Este pueblo, cuyas ruinas he visto,
tiene trazas de haber sido casa de recreo, pues está en muy bella
situación á orillas del río Guadalhorce. El nombre de Víllaverde
no podía ser el suyo, sin embargo de que ya Mármol le conoce
así_, y por consiguiente aquí tiene lugar el poderse dar cabida
á alguna población algo notable. Cerca de Vélez hay dos nom-
APÉNDICES. 375
bres que en dos pueblos se acercan al sonido de los que tú me
indicas: uno es Ya~nate vJi^L; v^^íí. , y otro Almayate,
que debe venir de wV^. En una de las que me escribistes
á Sevilla ó á Málaga habrá dos años, recuerdo que me dijistes que
ya sabías que Raya era propiamente Málaga, ¿Sigues en esta
opinión, ó la has modificado??? Yo he leído ahora en Málaga los
repartimientos hechos á los conquistadores , y he visto también
los deslindes y amojonamientos de Vélez , Antequera , Ronda
y Montilla con Málaga ; y no he encontrado nombres como
estos. El repartidor y deslindador era el bachiller Alonso Se-
rrano_, que iba acompañado de fieles ó almines moros para to-
das estas operaciones. Indudablemente, el nombre »UXó»¿»
es ya castellano, San Antonio ó Santa Ana, y he de preguntar
si el título del conde de Santa Ana de Granada radica sobre al-
guna hacienda ó terreno llamado así cerca de Jaén. El ^ ^ ^/•>^
de Pelayo debe ser perteneciente á las tradiciones cristianas de
Córdoba. Ya sabes que el Patrón de Córdoba es San Pelayo,
martirizado por Abderramen. Todavía hay un colegio que se
titula así, y ese castillo debe guardar ilación con esta historia.
Siempre que me preguntes cosas por este estilo, dime de qué
época es el escritor. Ten entendido que desde que los cristianos
se apoderaron de Sevilla , ya se encuentra una algarabía infernal
r.n los cantones limítrofes con respecto á los nombres. Ya se co-
noce que esos nombres que no son árabes, como j.:lA*-.w) deben
ser africanos, y desde que los almohades fueron echados , esta
nomenclatura iría perdiendo terreno y dando lugar á otra má*;
antigua, ó poniendo apodos ó epítetos á los pueblos , que des-
pués quedaron como nombres propios. En fin : como yo le doy
tal importancia á este estudio, pues por él he aprendido lo poco
370 «EL SOLITARIO)) Y SU TIEMPO.
que sé de árabe , puedes contar conmigo para seguir adelan-
te tus investigaciones. A Fanny tantas cosas y muchas expre-
siones de Matilde para ella y para ti , y besos de los niños. Á
los tuyos mil y mil de mi parte. Dime cómo se llama el nuevo
Benjamín , pues todo te se pasa. Ya ves que por batidor é
itinerario , vale ésta por diez de tus cartas. Si tú fueses bueno,
verías milagros de mi pereza convertida en actividad. Si te
hacen falta algunos cuartos para las compras que me tienes
hechas , avísame ; y puesto que no estás mal , no dejes de
adquirirme lo necesario, que al punto te satisfaré. Adiós, queri-
do Pascual, casi hermano mío. Para darme un rato de consuelo.,
dime , aunque sea como una especie de novela , en qué época
piensas dar una vuelta por aquí y en qué circunstancias te re-
solverás á fijarte en este país de maldición. Tú has visto más
claro que yo, ó, por mejor decir, yo he ido, como Casandra^ va-
ticinando los infortunios, y siempre siendo víctima de ellos.
Adiós , adiós , con mil y un abrazos. Escríbeme sobre mis libros
y sóbrelos cuentos é historietas que necesitas. Adiós otra vez.
Serafín.
Pozas 6 de Mayo de 1842.
Me ha cogido tu carta del 17 del pasado Abril, querido Pas-
cual , en este pueblo de la provincia de Burgos , famoso por
sus salinas , y en cuya visita, y de otras sus dependientes, me
tienes ocupado , y hasta cierto punto divertido. Mucho echa-
ba de menos tus cartas , y por cierto que no perdono á los
alarbes de la secretaría la mala obra que hacen reteniendo y
perdiéndolas , para mí tan preciosas en más de un concepto.
Sucede con estas interrupciones en nuestra correspondencia
que perdemos el hilo, y luego no entendemos bien las cartas
subsiguientes. Así, por ejemplo, no entiendo lo que me dices
APÉNDICES. 377
de la publicación de la Alhamhra , que deberá ser algún retazci.
como la Historia de la Ciudad de Alaton , ó cosa semejante. Ex-
plícame lo que ello pueda ser. Efectivamente: pocos hombres se
hallarán de más garbo y esplendidez en sus acciones que mi
cuñado Salamanca. Yo he tenido mis diferencias y quejas con
él, pero su proceder noble en situaciones para mí críticas me
ha desarmado y concluido por cautivarme de nuevo á su anti-
guo cariño y amistad. Lo he esperado en estos días por Vitoria
y Miranda de Ebro, pero no pasó ; y á esta hora ignoro toda-
vía si habrá llegado ya á Madrid.
Va adjunta esa inscripción encontrada en un sitio apartado de
la Serranía de Ronda. A mí me la remitieron presumiendo que
fuese árabe, para que la tradujese ; pero por más que he traba-
jado en hallar en sus caracteres el distintivo cúfico por este ó
aquel perfil^ por una ú otra leve semejanza , al fin he desistido
en mi tarea, y me someto á tu mayor destreza y conocimientos
más ejercitados. Avísame del resultado de tus investigaciones y
estudio.
Por cierto que soy muy desgraciado en las remesas que me
haces. El mamiscriio que me enviastes por Apecechea, aún no
lo he recogido. El que después me enviabas por Gutiérrez, ni
lo he recogido , ni sé tampoco, ni he podido descubrir quién sea
este sujeto. Ahora se detiene Carderera en París , y sabe Dios
si llegará . si querrá entregarme ios libros , ó no los cambiará
con el masoncillo viejo de Maestre ó con su Pílades el Esopo
de Duran. Entre tanto , he recibido una cosa que no me has
anunciado, y por cuyo conducto pudieran haber venido , por lo
menos, los libros de Carderera. Hablo del primer tomo del Al-
Makari , que lo dejó en mi casa, sin carta ni papel tuyo, un
Beltrán de Lis, que parece ha venido de Inglaterra, Por Dios
que tomes bien tus medidas para hacer llegar á mis manos esos
tesoros de nuestros gustos y esos preciosos manjares para núes-
37^ ^íEL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
Ira inteligencia. Entre tanto, no consta en los libros que me
trae Carderera la. Historia de D. Enrique, por Lamarca, que
me anunciaste tenerme comprada. ¿ Habrá venido por otro con-
ducto, y también habrá corrido fortuna naufragando al fm?
Nada te he hablado de tu nuevo destino. Es una ironía cruel
enviarte con esa categoría , con tal sueldo y bajo tal jefe , á la
costa de África. Sólo nuestros hombres pueden hacer eso. Ellos
son como el buey : si hablan, es para decir mu. Quiere alguno
hacer unos pinitos en la línea de la ilustración , cometen una
barbaridad que encoleriza. Sólo la pasión noble que te anima
por el estudio que tanto te cautiva , puede hacerte despojar de
tu justa susceptibilidad como funcionario y como hombre útil
en esa carrera, admitiendo tal viceconsulado. No te combatiré
yo tu determinación, encontrándose tan adelantado el negocio.
Esto fuera merecer el dictado de ligero é inconsiderado ; pero
siempre te aconsejaré que. satisfecha tu curiosidad , aprovecha-
dos tus sacrificios en favor de la literatura y de tu afición á ese
ramo de estudios , abandones el puesto en cuanto veas que no
se apresuran estos bárbaros, ó los que les sucedan^ á promo-
verte á un Consulado general. Como Salamanca ha de estar
siempre en relaciones con el gobierno , deberás conservar por
mi conducto una especie de correspondencia con él , pues no
fuera extraño que su influencia en una circunstancia dada pu-
diera más que tu mérito y lo peregrino de tus estudios. Mucho
me alegrara que mi cuñado Pepe volviera pronto para Ingla-
terra, pues haría un esfuerzo para que me llevase, y te ase-
guro que todo mi objeto en tal viaje se reduciría á darte un
abrazo y pasar largas horas hablando de los Moritos.
Hablemos ahora de nuestras compras y adquisiciones. Ello
es que en cuanto á romances, poseo copias de casi todos ellos;
esto es, de los sueltos que tiene Thorp. Sospecho que no tengo
algunos que te anotaré , y éstos los comprarás.
APÉNDICES. 369
1.® Romance de Z)í)« Fergi'io , glosado con otros dos ro-
mances del amor.
2.0 Coplas de Guárdame las vacas. Do tienes as mientes, y
el romance de Ma i-quina.
De Thorp nada más , á no ser que en este tiempo hubiese
adquirido algún Romancero nuevo ó cancionerillo. Si en fuer-
za de tu trato con él hay que completarle hasta las cinco li-
bras , mira si existe entre sus libros el poema de Duarte so-
bre la toma de Granada, ó si no, un libro de caballería llamado
Don Felisbián , de cuyos dos artículos ya creo que te tengo
hablado en mis anteriores , y teniendo yo á mano los catálo-
gos , los cuales ya conocerás que no estarán conmigo en es-
tas asperezas. De los libros que marcas como tomados para
mí, es fuerza que descartes: i.o El Yagüe de Salas, Aman-
tes de Teruel. 2.0 £/ Ariosto por Urrea y la Segunda parte por
Espinosa Anvers , 1556 y 1558; pues ambos poemas los po-
seo tiempo hace. Desde luego acoto por míos el Nieva Cal-
vo, el Niño inocente , el P^rasso , Fortunas del amor , Salas Bar-
badillo, Coronas del Parnaso, Louvaysin^ Engaños de este siglo.
Polo de Medina no, pues lo tengo, y acoto también á la Picara
montañesa y al Para todos de Montalván, primera edición. De
la lista que me envías, tomarás: l.^ Unas Novelas de Zayas
que no estén corregidas ó capadas. ¿Por qué la edición de 1653
es tan subida de precio respecto á la de 1637 de Zaragoza???
2.0 Camerino, Novelas amorosas. 3.^ Salas Barbadillo, Corte-
sano descortés. Id., Casa de placer honesto: estas dos están
apuntadas en mi lista, y, por consiguiente , has podido tomar-
las. 3." Asneyda, obra irrisoria de las necedades de las gentes.
4.0 Solorzano, Alivios de Casandra. 5." Castillejo, Obras, Ma-
drid, 1373. 6.* Boyardo, Orlando enamorado , por Villena, Al-
calá , 1577. 7.0 Cancionero de Sepúlveda : Anvers, 1573.
Nada hay más en la lista que me pueda convenir. Los libros
380 C(EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
de caballerías tientin un precio fabuloso. Digo lo que la zorra:
están verdes. Hasta aquí soy bastante explícito y terminante.
Ahora entrará el ejercicio de tu buena discreción. Si vieses
que á pesar de tus esfuerzos y buena diligencia y voluntad no
encuentras los artículos que te tengo encargados en mis listas,
que ruego vuelvas á releer de vez en cuando , y se acercase el
tiempo de tu salida , entonces podrás emplear el residuo del
dinero en algunos libros de caballería. Deseo tener un Amadis
de Caula gótico , de Salamanca; pero que no pase de 5 libras.
Ese de Venecia será grifo é incorrecto , y sobre todo caro
para estudiantes. Hay una edición del Amadís con las Sergas
de Esplandián, que suele acomodar á los literatos , porque con
un precio se logran dos alhajas. Pero esto no me sucede á mi.
Entre tanto, desde tu carta hasta el día y desde hoy hasta que
leves anclas, ya saldrán nuevos catálogos y se ofrecerán almone-
das nuevas, y teniendo presentes mis listas, que sospechóme las
pierdes y no las lees , me emplearás el importe de las 30 libras.
Nada me has dicho de Fanny ni de tus niños. Eres todavía
más distraído que yo. Dales á éstos mil besos , en particu-
lar á Emilia , que es á la que conozco , y muchos recuerdos
á su mamá. Desde luego te conjuro porque, si te ves en Tú-
nez, separes, acotes , deputes y señales para nosotros cuan|:o
interesante te se presente para nuestra historia, literatura y
geografía. Sobre esto ya hablaremos. Yo quisiera que hicieses
un esfuerzo por pasar por aquí. Yo batiría el terreno con un par
de artículos sobre tus glorias adquiridas. Como los patriotas no
tienen prevención, te aplaudirían, y acaso acaso^ ó no necesita-
rías trascurrir los dos años para el consulado general , ó, á mal
dar, aligerarías mucho este período. Tengo inspiracrón de que
este viaje te acomodaría mucho. En mi casa tienes cuarto..,.
¡Qué ratos tan deliciosos pasaríamos!.... Anímate^ y escríbeme
pronto tu resolución. Acabo de recibir noticia de que Pepe ha
APÉNDICES. j8l
pasado por Burgos para Madrid. Yo pronto pasaré á Bilbao «i
negocios déla Empresa. Desde allí te escribiré. Tú hazlo por el
correo, pues no gasto dinero con más placer que el que doy al
cartero por tus cartas. Al ver los sobrescritos con tu letra lim-
pia, gentil y airosa, cree que se me regocija el corazón. Adiós;
otra vez memorias y besos , y tuyo de todo afecto tu casi her-
niano,
Serafín.
Cómprame el Cancionero de burlas de üsozy el libro de Bo-
rrows sobre los gitanos. No se ha acordado de remitirme un
ejemplar, cuando tantos datos le procuré. Dile que no sabe
cómo se llama el pesebre.
Madrid 7 de Julio.
Querido Pascual: He regresado de mi expedición salinera,
y he encontrado á Pepe Salamanca tan prendado de ti como
tú lo puedes estar de él. Se ha alegrado mucho de la noti-
cia que le he dado de que vendrás por aquí. Desde luego
te anuncio que podrás vivir, ó en su casa , ó en la mía , que
tiene puerta de comunicación con aquélla. De todos modos,
cuento con que estaremos juntos , juntos todo el tiempo que
permanezcas aquí. Como tienes una cabeza infeliz , nada me
dices de la inscripción desconocida que te remití^ y con esto
y ver que ya no recuerdas los artículos que te encargué , me
desespero de mi poca suerte en esto de correspondencia lite-
.-aria. Pepe me anuncia que me trae algunos libros; pero como
no me has dicho tú cuáles sean éstos, no podré saber si alguno
habrá sufrido extravío, y no podré hacer diligencias en su ha-
llazgo. Haz un esfuerzo por encontrar y traerme cuando te ven-
gas, \a.s Novelas de Bocaccio , traducidas é impresas en Medina
del Campo; El prado de Valencia, y Isl Segunda y Tercera Celesti-
382 «EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
lias. En cuanto á romanceros, he adquirido el Cancionero de ro-
tnauces i que me h\ costado 400 rs., y está en regular estado.
Desconfio que tengas presentes mis encargos, sacados de tu
carta de 1 7 de Abril , y por eso te los repito aquí :
Acepto el Cancionero de Sepúlveda 3 L,
Adquiere el Boyardo de Viilena Toledo 2 12 6
» Castillejo. Madrid, ¡573 2 12 6
» Nieva , Niño inocente. Bruselas 15
» Frasso , Los die:( libros de fortuna de
amor i 5
» Salas Barbadillo , Cortesano descortés,
Madrid, 1621.., 12
» )) Casa de placer honesto. Madrid,
1620 15
» Asneyda , obra irrisoria, etc 2 2
)'» Camerino, Novelas amorosas. Madrid,
1624. ., 10
» Montalvo, Pastor de Filida. Barcelona,
1613 5
» Encinas , Diálogo de amor. Burgos,
1543 10 6
T> Montalbán , Para todos. Primera edi-
ción 14
» Louvaysin , Engaños de este siglo.
París ,1615 I 2
)) Ubeda , P/<:¿//í7 montañesa. 1607 10
Adjunta va la nota de novelas que busco, que con esta hace
diez veces que te la remito : también van los romances de Thorp,
qua, no teniéndolos yo ni originales ni copiados, podrán conve-
nirme. Basta por ahora de libros.
Has de saber que en San Sebastián encontré, horas antes de
APÉNDICES 383
salir, á Usoz. Lo peregrino del caso es que habíamos estado
quince días viviendo bajo un mismo techo, y si á esto añades
que todo San Sebastián tiene poco más ámbito que el patio
de Correos , podrás formar idea de la manera exótica con que
vivía este singularísimo flaneur. En las dos horas que estu-
vimos juntos , le hablé de ti y le increpé su frialdad para con-
tigo. ¿Qué piensas que me dijo? Que su conciencia le hacía
mirar con prevención á quien había vendido en el moneta-
rio francés unas medallas árabes , sacadas de España. Como
le repliqué que tales medallas eran tuyas ^ y que las mone-
das árabes no eran objeto de gran lucro , como las mone-
das latinas, griegas^ asirías , etc., me dijo que habías tú hecho
mal. En San Sebastián ha reimpreso una carta de Garcilaso,
señor de Batrcs . en que se habla de las intrigas de Roma. El
objeto es tirar al Catolicismo. Se ha convertido el tal Luís en
un herejote de primera clase. Cuando me burlé de su puritanis-
mo habiendo reimpreso el Cancionero de hurlas , se quedó como
sonrojado ; pero después , repuesto de su sorpresa , me dijo con
una frescura que me enamoró, que había reimpreso el tal li-
bro para hacer ver cuál era la educación que los frailes habían
dado á este país , y que en esto había hecho un servicio á la
humanidad entera. Con ideas tan particulares , con tal extrava-
gancia , ¿ qué quieres hacerle??? Pensaba irse á Santander y lue-
go á Bilbao. Le he descubierto que es muy miserable. Se me
excusó de darme un ejemplar de su Cancionero. ¿ Cómo no ha-
bía de tener ó consigo ó en Madrid tres ó cuatro de tales jo-
yas??? En fm : nos separamos con varios proyectos en fárfara
sobre romanceros y cancioneros, i Pudieras traerte algo de
teatro antiguo anterior á Lope de Vega ??? Si encontrases la Te-
bayda y la Hipólita, 6 algunas de ese género, vendrían bien.
Entre tanto, déjame ahí en correspondencia con algún aficiona-
do con quien pueda yo entenderme para algún pedido. Las
384 t<EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
circunstancias de este corresponsal deberán ser^ algo de inteli-
gencia y mucho de exactitud, pues fuera triste gracia quitárselo
uno de su comer y de su vestir, y que algún gringo ó inglesa-
do se gastase los cuartos á la salud de uno.
En fin : yo te aguardo con impaciencia ; me saboreo con tus
pláticas y taravillas ; me divierto con tus embustes y pondera-
ciones (pues al fin eres andaluz), y siento ya de antemano ei
momento de nuestra separación. Si llegas pronto, hallarás aquí
al antiguo vicecónsul de Túnez. Es un genovés que solicita su
jubilación. Quisiera que le oyeras , y te desencantarías mucho
del esplendor y utilidades que puedes atribuir á tu plaza. Adiós,
adiós. Mil expresiones á Fanny y muchos besos á tus hijos. Tuyo
afectísimo amigo, compañero y casi hermano ,
Serafín.
Memorias de Pepe.
Madrid 27 de Julio de 1842.
Querido Pascual : Te confirmo mi anterior, y te ruego que
desempeñes mis encargos con esmero y exactitud. Has de saber
que Pepe Salamanca quiere que mi colección contenga un buen
Aniadis , del cual carezco. Si ves que ese ejemplar que tu lista
ofrece, impresión de Venecia, es bueno, adquiérelo; aunque pre-
sumo que ha de ser defectuosa la edición. La mejor es la de
Salamanca, y sobre ello podrás consultar al Brunet , puesto
que tú lo tienes. También la linda Bella Melosina , por Juan de
Arras, Sevilla, 1526. El exceso que hayas gastado lo tendrás
cuando aquí llegues , pues , según tus indicaciones , te supongo
que estarás ya con un pie en el estribo. Si esa edición de Ve-
necia es una que contiene las Sergas de Esplandián , no vaciles
en comprarla. Me preguntabas meses pasados quién era un doc-
tor VvLÚ , de quien constan grandes trabajos en ese Museo. Te
APÉNDICES. 385
diré que ese señor era un médico que por los años de 60 á 70 del
pasado siglo obtenía una cátedra en los Reales estudios, que
regularmente sería de árabe , pues se daba por muy inteligente
en él. Tradujo una obra sobre los baños de Sacedón de un ma-
nuscrito arábigo, que él achacaba á un buen médico muslim
de Toledo ; pero hay fundadas sospechas de que el tal manus-
cristo fué apócrifo , y que el buen doctor quiso imitar con sus
tramoyas á los otros embaucadores , Alonso del Castillo y Mi-
guel de Luna. Estoy deseando el verte. No hemos de hablar
más que en aljamia , puesto que así puede llamarse el árabe
que ahora hablan nuestros camaradas del lado allá del Estrecho.
Ello es que aquí he hecho conocimiento con un judío á quien
bautizó el Rey Fernando, siendo su padrino ^ que tiene muchas
nociones, y como habla perfectamente el español, yes entendido,
explica todas las dificultades, y satisface bien á cuantas cuestio-
nes y preguntas se le hacen. Mucho te servirá este aprendizaje
para tu viaje, si al fin te resuelves á hacerlo. Aún el italiano
que ha desempeñado el viceconsulado de Túnez , se encuentra
en Madrid.
Habrás de saber que Gallardo abandona á Madrid. Se va á
Toledo, á una quinta que compró de bienes nacionales, hu-
yendo de la gente que manda , á quien él no mira con menos
rencor que á los moderados. Se ha llevado todos sus libros, y
piensa entregarse enteramente á sus estudios favoritos de filolo-
gía y literatura. Veremos si produce algo , que siempre será
interesante.
El infante D, Francisco marcha, obligado á ello por Espartero
y su gobierno. Olózaga y Cortina se han puesto á la cabeza
del partido que sostiene al Infante, y esto desunirá más y más
al partido progresista. ¡ Qué amor, y qué delicia !!!
Volviendo á nuestra conversación de libros, te encargo tam-
bién, si á mano te vienen, el Fuenlana de Música^ 1554- —
XII - 25
386 «EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
Bermudo, Instrumentos músicos, id. Estos libros son conve-
nientes para los artículos de costumbres y novelas que pinten
aquella época.
Le dirás mil cosas á Fanny de parte de Matilde, que, bre-
gando siempre con los dos chicos , que son malísimos y precio-
sos , no tiene ni un momento para pasear, ni para escribir. Ya
te dije que mi suegro murió repentinamente meses pasados.
Este acontecimiento lo sentí en el alma. Dale mil besos á Emi-
Ra y á tu chico, cuyo nombre ignoro todavía , pues tu cabeza
es tal, que ni aun siquiera me lo has dicho.
Pásalo bien, y no te descuides en escribirme. Si vienes por
París, allí encontrarás á Artacio Parejo. Al tiempo de entrar
en España me avisarás , pues quisiera saber el día de tu llegada
para salirte á recibir en coche. Memorias de Pepe Salamanca,
y tuyo afectísimo compañero y hermano,
Serafín.
Madrid 28 de Agosto de 1848.
Querido Presidente : He recibido la tuya del 22, que principia
sin cruz y concluye con la fecha, costumbre que viene en son de
hallarte entre gente aljamiada si no turquesca. He sabido de tu
familia por el vejete Swn es fuit, y le he hecho un encargo para
Pozuelo , que voy á repetírtelo en este lugar : es saber si a!
modo de insacular en tu bolsillo alguna noveleja de Solórzano
ó Salas Barbadillo, ó algún Romancerillo de tercer orden , te
has embolsado dos pañuelos míos y con mi propia marca. Si
hay algo de esto, no los pierdas cual los has adquirido, y con-
sérvalos para traérmelos llenos de dátiles.
Ya sabía yo que eso andaba escaso de gangas ; mas , sin em-
bargo, no te vendrás sin algún alón ó pechuga de alguna cosa
muy buena.
APÉNDICES. 387
Como yo soy tu antípoda en esto de vigilar y atalayar por
los intereses de mis amigos, te diré que de la Luisiana te voy á
encontrar grandes tesoros para que puedas llevar bien la tienta
á esos herejotes mixtos de francés , inglés y español. Al mo-
mento que encuentre la veta se principiará el trabajo , sin
aguardar tus remesas , pues en conciencia me considero tu deu-
dor por los 40 ó 50 reales de la Crónica de Sicilia.
Llevo dos ó tres días de inquietud y malestar por aquel negro
negociado del Banco^ cuyo término, que es como la cabeza de la
Hidra, se reproduce hoy. Proh dolor!
Te deseo feliz pasaje para Tánger, Tetuán y Larache. Puesto
que manejas la pluma con soltura , tráete algunos perfiles de
las fortificaciones antiguas de estos tres puntos . singularmente
del Castel de Genoveses que defiende la entrada del Río Lucus:
es regular que entre las curiosidades de Tánger halles en algún
álbum ó cuadernos algo de esto.
Si ves al P. Pedro en Cádiz, dale muchas expresiones y re-
cuerdos , y dile que si voy á Andalucía pasaré por Cádiz sólo
por el gusto de darle un abrazo.
Te encargo que no te olvides de mí en cuanto á adquisicio-
nes de antiguallas árabes^ singularmente en cuanto á tratadis-
tas militares , pues si me trajeses un Tortosí, me bebía contigo
una botella de Champagne, En fin : ten tú por mis cosas esta
oficiosidad é interés que por esta esclavitud en que me tienes,
tengo yo por las tuyas. Digo esto, porque has regalado el Pres-
cott á Bedia, sabiendo tú que yo no lo tenía. Al oir esto, debe-
rías caer postrado de hinojos y decir como Nabuco : « Mi per-
dona , mi perdona.»
Dios saque á salvo tu castidad dorsal de la antigua Tingitania:
dale memorias á Pabilo, y escríbeme siempre que tengas lugar.
Tuyo afectísimo que te quiere ,
Serafín.
388 «EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
Madrid.
Serafín Calderón , poeta saliente, á Javier de Quinto, histórico
entrante, salutem phirimam :
Aunque te escribo en este picadillo b'lingüe^ ya se me al-
canza que hablo con el rey Marsilius de Zaragoza , así como
pudieras tú sospechar que te las habías con algún Aben-
Jussef de los de Granada ; y dígolo esto , porque no nos
podemos maravillar de la costumbre oriental que ambos usa-
mos de reservar nuestros libros á modo de mujeres en los
Serrallos y Harenes. Y en verdad sea dicho, que los libros
buenos y mujeres hermosas , si pueden cederse y trocarse
en lances muy contados , nunca merecen el que se les mire
con desdén y desprecio , descuidándolos y dándolos á présta-
mo, buscando ocasión ó tragándose uno el anzuelo de que pue-
dan ser olvidados y perdidos forzosamente. Es decir , que se
puede ceder, como lo hizo cierto Bey, la mujer que se quiere
para sanar á un hijo querido, y dar algún libro que procure y
sea causa de la aparición de otro mejor ó tan bueno. Pero ya
se deja conocer, en uno y o.tro caso, que han de vivir razones
forzosas para ello.
La Crónica de Corbera sobre los reyes de Sicilia, que poseo,
la tendrás á disposición tuya, y esto por dos fundamentos:
siendo el primero esta propensión , en que no me puedo ir á la
mano de querer lo esquinado y avieso, y por cierto que tú no
eres muy liso y llano ; y es el segundo, que, tratándose de glo-
rias españolas, revolvería yo el mundo entero, no ya el facili-
tar unos papeles viejos para arrimar por mi parte á la obra
meritoria el material bueno, ó ripio impertinente que estuviese
á mis alcances ; pero yo también estoy en trabajos , y mi de-
mostración merece asimismo algo de tus finezas. Aparte, pues,
de los fueros de Aragón que tú tienes en códices , es pre-
APÉNDICES. 389
ciso que me hagas presente de todos aquellos pasajes , citas
y fragmentos que halles , y en los que se hable de la guerra
como arte , ó que señalen algún hecho curioso , portentoso y
desconocido^ de los cuales hay tantos en el período que vas á
recorrer. Por lo demás , en el Corbera no encontrarás nada que
no te sea muy conocido y familiar. Sus investigaciones no sa-
lieron de los autores reinícolas , y no muestra gran conoci-
miento en los autores italianos de la época , ni gran perspicacia
ni sagacidad para combatir malas aserciones , ni para asentar
nuestros hechos favorables, ni para autorizar la justicia de
nuestra dominación en la utilidad de ella para aquellas partes.
Corbera se propuso imitar á Tácito , y siendo tal su exclusivo
propósito, todo lo sacrifica á ello, ó al menos lo descuida entera-
mente : es más bien un libro retórico que no un libro de his-
toria. Con tales premisas , el día feriado que te se antoje , pues
no puedo faltar á mi Consejo, y mediando aviso para tener algo
de condumio en forma de almuerzo , te vienes con el Códice de
los fueros debajo del brazo á pasar una mañana conmigo ; y de
la vuelta de afuera llevarás la Crónica de Corbera , pudiéndonos
fijar el término de un mes para devolvernos nuestras joyas,
quedando yo entonces en ser tu visitante, y pagándome en me-
jor almuerzo, porque eres más rico, potente y opulento, el aga-
sajo mío. Ten por advertencia que Andrés Borrego tuvo años
hace el mismo pensamiento que tú , y que en su vuelta por Ita-
lia recogió datos, noticias, libros y apuntes singularmente
italianos. El se proponía hacer descollar en todo el vasto cuadro
que se trazaba por manera y dimensión gigantesca la figura de
D. Rodrigo de Borja. Como Andrés Borrego es hombre de
prendas muy altas y liberales , tratándose de las letras , será
muy natural y hacedero que te facilite totalmente su ajuar si
ha abandonado su pensamiento, ó que te suministre al menos
los datos convenientes á tu propósito.
390 ^(EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
Quedan , pues , establecidos los preliminares de nuestra co.
fradía literatesca , reservando y asignándote á ti el que pongas el
sello á la negociación cuando y como tú quieras, y debiendo íljai*
tú también, con la advertencia indicada ,el día de fiesta en qu^
hayamos de canjear las credenciales. — Vale.
Madrid 28 de Setiembre de 1857.
Querido Merimée : Sin duda que soy perezoso ; pero acha-
que V, también mi silencio á mis muchas ocupaciones, á mis
infinitos cuidados y sinsabores domésticos, y no tienen tam-
poco poca parte los achaques que me acometen. Ello es que,
atravesando por el Bosforo incómodo y desagradable de esta
dolencias y dolamas , me preparo á navegar á pleine voile, si no
por el Mar Negro, por los mares agradables de la vejez. No sé
si en medio del golfo tendré más resignación y menos melan-
colía que por ahora; pero como V. se me quejaba en los pasa-
dos días en sus cartas de la misma disposición de espíritu,
quiero hacerle á V. el dúo , porque estoy al unísono con V. en
estos desabrimientos y tristezas.
He ido recibiendo sucesivamente por una y otra parte los re-
cuerdos literarios y regalos de libros que me ha ido enviando.
Todos los aprecio , y todos me sirven , así para entretener el
tiempo como para fijar ciertas y ciertas ideas , dilatarlas y dar-
las mejor orden. Todo esto no me dará más que algún consuelo
y leve satisfacción ; porque en cuanto á sacar provecho , ni tí-
tulo de gloria, me parece ya demasiado tarde para emprender
obra que lisonjee mi vanidad ó pueda servir de algo útil para
mi país. Otros vendrán después y sabrán llenar estos vacíos.
He tenido el gusto de conocer y tratar al barón de Bande,.
que es un joven muy apreciable^ y á quien he visto también
APÉNDICES, 391
en casa de la condesa del Montijo. En cuanto refresque más el
tiempo, me lo traeré un día á casa para que pruebe los guiso-
tes españoles , si es que no es difícil de paladar en esto de !a
pitanza. De todos modos, siendo amigo de V. y recomendado,
habrá aprendido á ser indulgente , y por cierto que si no lo es,
la carrera que tiene le impone la obligación de saber disimular*
y esto basta para esta clase de penitencias.
Vea V. si tendré poco gusto , que no he hecho más que una
ó dos visitas á Carabanchel , y un día que prometí ir á comer
allá brazo con brazo acompañado de Valera , me sentí de pronto
tan malo, que hubo de irse solo en su carruaje nuestro buen
amigo. En uno de estos días pienso ir por allá y espaciar mi
alma por aquella quinta, y sobre todo disfrutando de la con-
versación de nuestra buena amiga, que siempre me recrea, me
rejuvenece y me vuelve á los tiempos del Conde, de Carnerero
y de nuestra antigua tertulia , que tan gratos recuerdos me han
dejado en la memoria.
Adjunta va una ordencita de algunos francos para los pedi-
dos que pienso irle haciendo á V. de algunos librotes, y para
que estimule V. la buena voluntad de ese oso blanco de Du-
mont , que tan rehacio se hace en desempeñar mis comisio-
nes. Le dirá V. que si llega á conseguir el descubrir el paradero
de la tercera parte de la Celestina , llamada Roselia y Lisardo,
que consta en el índice de la Biblioteca Imperial ; pero que no
parece ó no quieren que parezca, le regalo 80 francos, sin per-
juicio de pagarle lo que quiera por la copia que me ha de hacer,
puesto que sabe bastante castellano para ello , y que además es
hombre curioso y entendido.
A propósito de esto, le diré á V. que le agradecería mucho,
sobre todo si aplicase eficacia en la ejecución del encargo , que
me remitiese las bases ó reglamentos que tienen Vds. para su
gobierno en la sociedad de Bibliófilos á que V. pertenece, y en
392 C(EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
la cual hubiera yo entrado si Vds. me hubieran admitido, á ha-
ber permanecido por algún más tiempo en Francia.
Yo quiero implantar esa institución en España por mí y
ante mí , y si llega el caso y V. es gustoso, su nombre de V.
constará entre los fundadores. Esto me entretendrá sin gran
trabajo de la inteligencia, y estoy tan resuelto á ello, que en
cuanto tenga contestación de V. pondré mano á la obra, y aun-
que yo sea el solo empresario , al muy poco tiempo aparecerá
lindamente impreso alguno de los diamantes desconocidos de la
literatura española.
Dígame V. algo de sus proyectos andantes para los meses
sucesivos , indicándome el derrotero que piensa tomar. Yo no
he podido salir este verano, ni siquiera á visitar mis pobres te-
jas y terrones , que puede V. figurarse cómo andarán , cono-
ciendo V. mi pereza y desgobierno. Mis chicos principian á ocu-
parse de este punto^ y esto me aliviará, aunque en ello no lle-
ven grande utilidad., Si bien mirado no fuera peor no tener
nada , mi opinión sería que el poseer poco no merece la pena.
Los chicos se acuerdan mucho de V., y como el retrato está
en el gabinete, apenas hay día que no hagamos conversación
de V. Saludan á V. afectuosamente , y yo me despido con un
afectuoso abrazo y un buen estrechón de manos, sin olvidar á
nuestra buena y oficiosa amiga la señorita inglesa , á quien dará
V. mil expresiones.
APÉNDICE D.
DOCUMENTOS DE LA CAUSA SEGUIDA CONTRA DON
BARTOLOMÉ jOSÉ GALLARDO.
ACUSACIÓN.
_^^-^ ON José San Bartolomé , en nombre del Excmo. c
limo. Sr, D. Serafín Estébanez Calderón , en la
causa contra D. Bartolomé José Gallardo sobre in-
jurias j haciendo uso de la comunicación que se me
ha conferido para formalizar la acusación , digo : Que D. Bar-
tolomé José Gallardo, en sus declaraciones, y con especialidad
en la primera , se ha propuesto dos objetos : el primero, confir-
mar las injurias inferidas á mi representado, repitiéndolas ante
la presencia judicial ; y el segundo, confundir la escena escan-
dalosa de la calle de Hortaleza , presenciada por D. Francisco
Simonet y D. Fernando Azancot, con otro encuentro y diálogo
anterior, ocurrido en la calle del Clavel como veinte días antes
de la segunda ocurrencia. Es indudable que el D. Bartolomé
José Gallardo, sacando en el caso presente las esperanzas de sa-
lir indemne , animado sin duda con lo que otras veces le ha su-
394 ^^EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
cedido, se propone seguir el mismo sistema , añadiendo el sar-
casmo á la procacidad y la reiteración de las injurias ante los
mismos tribunales , porque ese es el intento y pretensión de
las personas que aspiran á la triste gloria que dicho señor pare-
ce ha ambicionado siempre. Los sofismas de que se vale para
llevar adelante su injuria, prontamente se desvanecerán ante el
criterio judicial, y por ello se nos ha de permitir el entrar en
algunos pormenores. Dice el injuriante : «Que en efecto se re-
fiere á dicho caballero, porque en el círculo de los literatos es
conocido entre los amigos festivamente en el estilo jocoso en
que está escrito el folleto con tal seudónimo, así como al de-
clarante se le conoce por el Licenciado Palomeque , el Bachiller
de Fornoles , el Domine Lucas y el Bachiller Tomé Lobare, y
otros nombres festivos de que el declarante no se da por ofendi-
do ni agraviado.» El injuriante pretende confundir con este tri-
vial descargo lo que es el seudónimo con el apodo y remoquete.
Ha sido muy común desde el renacimiento de las letras el que
los aficionados á ellas se hayan nombrado á sí mismos y distin-
guido á sus amigos con ciertos nombres tomados del dominio
de la historia ó de la fábula , empleando para ello nombres so-
noros , suaves y numerosos, propios más bien para imprimir
una idea favorable , que no un dictado injurioso ó denigrativo.
Los nombres de Salicio, Nemoroso, Vandalio y otros ciento que
abundan en nuestra buena literatura del siglo xvi , xvii , y aun
en los mismos tiempos de Meléndez y Jovellános , no son cierta-
mente del calibre y sonsonete con que ha querido injuriar don
Bartolomé José Gallardo á mi representado. Si algún literato de
mal gusto , y más bien aficionado al cinismo que á la limpieza
literaria, ha querido bautizarse con nombres mal sonantes y de
rara catadura , la culpa será suya^ y usa de un derecho que na-
die le disputará, aunque siempre se mirará con desdén por los
hombres que tengan en algo su propia dignidad. Los apodos
APÉNDICES. 395
y remoquetes con que se ha connominado á sí propio D. Bar-
tolomé José Gallardo justifican y comprueban el uso de este de-
recho ; pero sin entrar por ahora en la calificación de cada uno
de ellos , no hay ninguno, entre los seis ó siete que cita, que se
dirija ni que pueda imprimirle tacha y nota de importancia;
pero pudiendo él calificarse como parte , no tiene derecho para
tomar como objeto de sus chistes , chanzas ó malignidad á nin-
guna persona honrada, poniéndole dictado alguno, ni aun de
esos mismos con que á sí mismo se ha confirmado. Al dominio
de la prensa no puede someterse, por lo mismo que es cosa
eminentemente pública, sino lo que importa vitalmente al in-
terés del público ; y no está en este caso la persona de un ciu-
dadano particular. Sin duda el D. Bartolomé José Gallardo^
previendo la argumentación que sobre el caso se le podía ha-
cer, ha querido responderla, ó debilitarla al menos , dando á
entender que los apodos con que señala á mi defendido eran
usuales y corrientes, Pero si esto fuera así , ¿por qué se toma
el trabajo de apuntar y señalar con su propio puño y letra en
cada ejemplar, y en los parajes que apoda á mi representado,
el nombre de Calderón? ¿No conocía que este prurito por da-
ñar le había de ser perjudicial legalmente ante los tribunales?
En su ampliación á la confesión con cargos procura atenuar esto;
pero si , como indica, se propuso dar á conocer á los profanos
las personas á quienes aludía, esto lo que prueba es que rece-
laba que sus tiros no hiciesen la cruel herida que deseaba , y no
tan inmediatamente y con la generalidad que buscaba ; y por
eso quiso emplear la apostilla y la rúbrica ignominiosa en los
pasajes de que nos vamos haciendo cargo. ¿ Y qué motivos
podía tener el D. Bartolomé para esta saña y tal encarniza-
miento? ¿Ha sido alguna vez zaherido ó ultrajado por mi re-
presentado en sus palabras ó en sus escritos ? Muy al contrario
de ello. Ha tenido siempre una satisfacción gustosa en realzar
396 C(EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
sus cualidades de literato y en proporcionarle medios de defen-
sa en las persecuciones judiciales que ha sufrido. Prueba de
aquello será las manifestaciones que ha hecho á los jóvenes afi-
cionados á las letras del estudio que merecían los conocimientos
lingüísticos y filológicos de D. Bartolomé José Gallardo ; y de
esto, la parte que tuvo en 1827, en que andaba preso y en-
vuelto en procedimientos políticos, para que tomase su defensa
gratuitamente en Granada el Excmo. Sr. D. José de la Peña y
Aguayo, amigo de mi representado, y que por sus gestiones
y súplicas no desamparó al injuriante hasta sacarlo á salvo
cumplidamente. Las buenas ausencias literarias que ha tenido
siempre en mi defendido D. Bartolomé José Gallardo, se pue-
den fácilmente comprobar por el testimonio de D. Pascual Ga-
yangos, D. Ramón Mesonero Romanos, D. Antonio y D. Emi-
lio Cánovas , de los mismos D. Tomás Muñoz y D. Domingo
del Monte, y de cuantos han cultivado y tenido afición á las
letras castellanas de muchos años á esta parte , sin dejar de
mencionarse los elogios que á manos llenas, aunque merecida-
mente , le derramaba mi representado en varios 3^ repetidos
números de la publicación que hace años veía la luz en esta
corte con el nombre de Cartas Españolas. Aunque estas de-
mostraciones fueron merecidas, ¿dejarán por eso de reclamar
alguna benevolencia y alguna cordialidad de parte del elogiado
y del defendido? Por muchos que sean los títulos del D. Barto-
lomé José Gallardo , nunca serán tantos y tales , que lo exho-
neren de todo agradecimiento, de toda buena correspondencia.
Su injusticia en contra de mi defendido resalta tanto más,
cuanto que no conocía á D. Adolfo de Castro sino por sus
obras, y sólo pocas semanas antes de la publicación del folleto
titulado Zapata:(0 á Zapatilla, yendo por la calle del León, se
encontró á D. Pascual Gayangos , que venía acompañado de
un caballero bastante joven , presentándolo á mi defendido como
APÉNDICES. 397
el editor ó autor del Buscapié. Mi defendido^ que había admi-
rado las dotes de escritor de D. Adolfo de Castro, y su exqui-
sita erudición en la literatura española, le hizo los ofrecimientos
corteses que la ocasión exigía , recibiéndole, por consecuencia,
una vez en su casa , y pagándole después la visita en la calle
de Peligros, donde vivía el D. Adolfo, en compañía de D. Do-
mingo del Monte. Justificados estos hechos , se verá que la in-
juria inferida á mi representado es tanto más maligna , cuanto
que, además de las consideraciones que siempre le ha debido el
D. Bartolomé Gallardo, ni aun siquiera tenía el leve motivo de
ser amigo anterior del D. Adolfo de Castro y de participar de
sus opiniones y rencores literarios : el comportamiento , por
consecuencia , del D. Bartolomé Gallardo , ha sido lo más ma-
ligno y de m.ás torcida intención que darse pueda.
Convencido Gallardo de cuan injustificable es su proceder,
intenta persuadir que no hay injuria en los apodos y calificacio-
nes que atribuye á mi defendido, y para ello dice que le llama
Aljatni , por suponerlo familiarizado con el conocimiento de la
lengua árabe ; pero esto se llama en buen castellano arabista ú
orientalista ; y si todavía se le quiere dar un sesgo chistoso,
se le puede llamar arabizante^ pero no Aljamiado. La habilidad
que presupone tener Gallardo en estas contiendas le hace supo-
ner que son ignorantes los demás, hiriendo á su sabor é inter-
pretando después las frases y palabras á su antojo, haciendo
mayor el daño procurando excusarlo. La palabra Aljami, antes
que la significación que le atribuye el Gallardo, puede significar,
y significa , el que concurre á las sinagogas ó aljamas de los
judíos ó moros ; de modo que, sin violencia alguna, esta pala-
bra puede considerarse ser una de las cinco famosas de la ley,
y no se necesita sino ojear los diccionarios de la lengua para
convencerse de la intención del Gallardo, que presume que
sólo él y ningún otro , y ni aun la sabiduría de los tribunales.
398 C(EL SOLITARIO)^ Y SU TIEMPO.
puede penetrar c^os arcanos de idioma que él sólo supone po-
seer. Lo mismo puede decirse y demostrarse de la palabra /ar-
falla ; para convencerse que la intención y significado que le
atribuye no viene del verbo for-faris latino , desusado entera •
mente en la primera persona , sino de la palabra f anilla ó far-
fullar , y esto porque se enlaza perfectamente al pensamiento
de Gallardo en su diatriba y libelo, que es el suponer adecuado
á mi defendido para imitar las que él llama fechorías y trapace-
rías de D. Adolfo de Castro. El Gallardo debería saber que
cualquier persona medianamente instruida en conocimientos
filológicos sabe que para que un derivado se afilie á una pala-
bra primitiva , es necesario que en aquél existan las letras radi-
cales, y por más tortura que dé á su ingenio el D. Bartolomé,
nunca demostrará , ni por la doctrina ni por el ejemplo , que
el ^poáo f arfa! la significa lo que él quiere ahora dejar traslucir,
sino lo que desde luego se propuso proclamar, á saber, de que
mi defendido era dado á tal género de engaños y trapacerías.
Con respecto al otro apodo de M alagan , considerándolo acaso
el Gallardo como el más inofensivo, no se habrá encapado á la
penetración del juzgado cómo aprovecha la ocasión de dar su
descargo para morder y zaherir á D. Antonio Cánovas del Cas-
tillo, llamándolo Malaguilla en sentido desfavorable ; y esto nada
más que por ser este joven aventajado pariente de mi defen-
dido. El Gallardo cree , sin duda , que se falta á sí propio
cuando, presente la ocasión, deja de dar una dentellada , ó pro-
ferir una injuria, aun cuando sea en los actos más solemnes y
respetables.
Apremiado, como se ha dicho, por el cargo de que de su pro-
pio puño y letra ha marginado muchos ejemplares de su libelo
para señalar con nombre y apellido á las personas injuriadas,
contestó que lo había hecho en un ejemplar dirigido á una señora
respetable é ilustre, no estando familiarizada con la historia li-
APÉNDICES. 399
íeraria de la época. El D. Bartolomé José Gallardo se olvida, al
afirmar esto, de los ejemplares que distribuyó á D. Miguel
Puche y Bautista , á D. Ángel Fernández de los Ríos y á otros
ciento que ha derramado por acá y por allá, y de los cuales
podrían presentarse varios otros si no se creyese innecesario.
Conociendo D. Bartolomé Gallardo que otro de los graves
cargos que resultaban contra él era el suponer que mi defen-
dido era abonado para una fechoría como la que atribuye al
que es eí objeto principal de sus iras en el citado lolleto de
Zapatazo á Zapatilla , hace esfuerzos , aunque inútiles , para
desvanecerlo. Afirma que en ello alude tan sólo al talento y
pericia de mi defendido ; pero que esta no fué su intención , y,
sobre todo, que esto no es loque significan las palabras de que se
sirvió para expresar su pensamiento, lo prueba concluyentc-
mente el contenido de dicho folleto. En su página 50 se con-
tienen algunos párrafos de la carta que desde la Alberquilla es-
cribió á D. Domingo del Monte con fecha 28 de Febrero de 1848.
Allí . encareciendo lo feo que sería el atribuir á Cervantes el
Buscapié publicado, considerando tal acción como un delito, ó
como una falsedad , se dice claramente , y con grande insis-
tencia , que mi defendido era capaz de semejante fechoría. Es-
tas palabras, aunque siempre descomedidas, é inmerecidas
siempre por parte de mi defendido, adquieren una perversa ma-
lignidad dándolas á la prensa ; y como si el apodo fuera insu-
ficiente todavía , añadir la indicación propia del nombre y por
la mano misma del injuriante. Si Gallardo cree que es una fal-
sedad , un delito, una calumnia atribuir á Cervantes el Busca-
pié puhVicdiáo , y cree capaz á mi defendido de tal superchería,
y lo publica, y lo estampa , y lo significa de todas las maneras
posibles, es indudable que acusa al mismo tiempo que injuria,
y que es merecedor de todas las penas que las leyes antiguas y
las disposiciones modernas previenen contra los detractores é
400 ((EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
injuriantes. El buen nombre y fama de mi representado es
claro que no puede menoscabarse por las injurias del D. Barto-
lomé José Gallardo ; pero no es menos cierto que su intención
ha sido el perjudicarlo, y que sin un fallo judicial que conija el
intento suyo y rectifique la opinión de los que tienen co-
nocimiento de este asunto, la condición civil de mi defendido,
si no queda vacilante, queda muy lejos , sin embargo, de las
buenas condiciones de que es acreedor.
Que el ánimo de Gallardo fué injuriar y ofender á mi defen-
dido, lo prueba el hecho que ocurrió en la calle de Hortaleza
después déla publicación del folleto mencionado, donde contestó
á las reconvenciones que aquél le hizo, que peor sería la desca-
labradura que el arañazo , y la herida que la descalabradura.
Convencido de esto Gallardo, procuró en un principio oscure-
cer los hechos , confundiendo aquél con otro que es completa-
mente diverso. Es cierto que por el mes de Mayo de 1S51 se
encontró mi representado en la calle del Clavel con D. Barto-
lomé José Gallardo, y como aquél iba acompañado de D. Sal-
vador López Enguídanos , jefe político que ha sido de Murcia,
se lo presentó al Gallardo, como que éste había sido amigo del
padre de D. Salvador, y entonces fué cuando le suplicó, en
nombre de su antigua amistad , y sirviendo también de empeño
el dicho señor de Enguídanos, para que omitiese en su folleto
toda designación de su persona , á lo cual pareció acceder el
D. Bartolomé, ó que al menos borraría toda calificación ca-
lumniosa ó de injuria. Obsérvase , pues , que es muy diverso
este encuentro del ocurrido en la calle de Hortaleza un mes
después , cuando ya el folleto se había publicado, y cuando en
lugar de los descargos y explicaciones que en buena amistad
podía esperar del Gallardo , éste le replicó ante D. Francisco
Simonet y D. Fernando Azancot, que peor había de ser la des-
calabradura que el arañazo, y la herida que la descalabradura.
APÉNDICES. 401
Para atenuar su proceder en dicho primer encuentro, dice don
Bartolomé José Gallardo que cuando se le hizo la súplica, ya
estaba impreso el libelo ; pero si él hubiera tenido benevolencia
al dar esta disculpa, se le hubieran retribuido y reembolsado los
gastos y el desembolso para corregir los pasajes injuriosos,
porque la sabiduría del tribunal conocerá que la persona que,
á pesar de su posición , dependía á súplicas y ruegos , con ma-
yor motivo y hasta con gusto hubiera sacrificado algunos po-
cos duros por evitarse sinsabores como los que ha probado des-
de la publicación del mencionado folleto. Es incalificable, en
verdad, la conducía del Gallardo en el presente caso , y sólo se
puede sospechar que le daba tal importancia á la publicación de
los pasajes concernientes á mi defendido , por los tesoros de sa-
biduría y erudición que en ellos se encerraban y por el chiste
y primores de estilo y de dicción en que venían expresados,
que se le hizo cargo de conciencia el privar al público y á la
posteridad de semejantes lindezas , arrostrando, para ello la se-
veridad de las leyes, y ultrajando cruelmente los fueros de la
amistad y de la buena correspondencia.
Por lo demás, no incumbe á mi representado , ni es del caso
averiguar para los méritos de esta querella, saber si están ter-
minados ó no los procedimientos que se siguieron contra el
D. Bartolomé José Gallardo per el folleto que se imprimió en
1834, titulado Las letras de cambio , y dirigido contra la perso-
na de D. Francisco de Paula Burgos ; pero siempre quedará
consignado que se fulminó mandamiento de prisión contra el
agresor, y que no es esta la vez primera que se mira procesa-
¿o por semejantes desmanes.
De todo resulta que la deliberada intención del D. Barto-
lomé José Gallardo fué injuriar á mi defendido; que para apar-
tarlo de su resolución no bastaron el convencimiento de que
no tenía participación alguna en la publicación del Buscapié;
- XII - 26
402 C(EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
que ningunas relaciones de intimidad anteriores le ligaban con
D. Adolfo de Castro, y que ni las súplicas y ruegos directos
del injuriado, ni la interposición de personas respetables , como
D, Salvador López Enguídanos , pudieron ablandar al inju-
riante ni desviarlo de su propósito , bien que asi el D. Salva-
dor como el injuriíido creyeron que cedía y se apartaba de su
intención en la entrevista que tuvieron en la calle del Clavel
antes de la publicación del folleto. La injuria es, pues , clara y
manifiesta^ porque D. Bartolomé José Gallardo ha proferido en
dicho folleto expresiones conocidamente en deshonra, descrédito
y menosprecio del Excmo. é ílmo, Sr. Estébanez Calderón,
magistrado del Tribunal Supremo de Guerra y Marina. Y estas
injurias son graves, como comprendidas en los párrafos 2.*,
^.<i y 4.0 del artículo 380 del Código penal ; por lo que, habiendo
sido hechas por escrito y con publicidad , y concurriendo en
ellas las circunstancias agravantes expresadas^ que deben repu-
tarse tales, según el párrafo 23 del articulo 10, además de las se-
ñaladas en los párrafos 6 y 20, deben ser castigadas con la pena
de destierro en su grado máximo y multa con arreglo á lo dis-
puesto en el párrafo i.** del artículo 381. Y en esta atención,
A V. S. suplico se sirva condenar á D. Bartolomé José Ga-
llardo en la pena de tres años de destierro y multa de quinien-
tos duros , con las demás accesorias, gastos del juicio y costas,
todo conforme á lo prevenido en los citados artículos , y en el
15 , 26 , 46 , 58 , 69 , párrafo 3.0 del 74 , 75 , 78 y 109 , pues
para ello formalizo la acusación criminal más procedente : en
justicia que pido, jurando lo necesario, etc.
I. o Otrosí. Digo : que renuncio la ratificación de los testi-
gos del sumario. — A V. S. suplico se sirva haber por hecha
esta renuncia, á los efectos convenientes en justicia, etc.
2.<' Otrosí. Digo: que al derecho de mi representado con-
vic::e que, previa citación contraria , declarebajo juramento el
APÉNDICES. 403
Sr. D. Salvador López Enguídanos, si es cierto que, yendo en
Mayo de 1851 por la calle del Clavel, en compañía del Sr. Es-
tébanez Calderón , se encontraron á D. Bartolomé José Gallar-
do^ y que habiendo unido sus instancias á las del Sr. Calderón
para que omitiese Gallardo en su folleto toda designación de la
persona del mismo señor, pareció acceder á esto, sin que indi-
cara entonces que esto no era posible porque el folleto estu-
viera impreso ya. Por lo que: A V, S. suplico: Que reci-
biendo estos autos á prueba con calidad de todos cargos por el
breve término que estime conveniente , se sirva proveer y de-
terminar como en este otrosí dejo pedido en justicia como an-
tes , etc.
3.0 Otrosí. Digo : que en la misma forma conviene á mi re-
presentado que el Excmo. Sr. D. Francisco de la Peña y Agua-
yo declare si es cierto que, á instancia de aquel , de quien es
amigo, tomó en 1827 gratuitamente la defensa de D. Bartolomé
Gallardo, con quien no se hallaba ligado con ninguna relación
que le obligase á dispensarle tal favor, y si siempre ha oído á
dicho Sr. Estébanez Calderón mostrar deferencia hacia el refe-
rido D, Bartolomé Gallardo, y buenas ausencias literarias cuan-
do se ha hablado de él en su presencia. — A V. S. suplico se
sirva estimarlo así en justicia como antes, etc.
4.0 Otrosí. Digo : que de la misma manera conviene de-
clare D. Pascual Gayangos , al tenor de los particulares si-
guientes: primero, si es cierto que en la primavera de 1851,
yendo por la calle del León en compañía de D. Adolfo de Cas-
tro, se encontraron con mi representado, y el declarante le
presentó al Sr. Castro como el editor ó autor del Buscapié ; se-
gundo, si es cierto que siempre que ha hablado de D. Barto-
lomé José Gallardo con el Sr. Estébanez Calderón hi oído á
este buenas ausencias literarias del dicho Sr. Gallardo, á quien
ha procurado generalmente defender de los cargos que se le
4O4 «EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
hacían sobre asuntos de esta clase. Y para ello : Á V. S. su-
plico se sirva proveer y determinar como en este otrosí dejo
solicitado, etc.
5.0 Otrosí. Digo : que igualmente conviene á mi repre-
sentado que de la misma manera declare D. Ramón Mesonero
Romanos, al tenor del segundo y último particular del anterior
otrosí : y á V. S. suplico se sirva estimarlo así en justicia,
com.o antes, etc.
Madrid 2 de Marzo de 1852.
Ldo. Valeriano Casanueva.
José San Bartolomé.
SENTENCIA.
En la villa de Madrid , á veinte y cuatro de Agosto de mil
ochocientos cincuenta y dos , el Sr. D. Francisco Sánchez
Ocaña, Juez de primera instancia del Centro de esta capital, por
ausencia de su compañero el Sr. D. Juan Fiol , que lo es de las
Vistillas , habiendo visto esta causa seguida á instancia del
Excmo. é limo. Sr. D. Serafín Estébanes Calderón contra don
Bartolomé José Gallardo, por injurias ; de la que resulta que este
último escribió y publicó en el año último un folleto titulado Za-
pata:(o á Zapatilla y á su falso « Buscapié)) un puntilla:(o, en el
que, hablando del Sr. D. Serafín Estébanez Calderón, se vale
para designarle del apodo de Aljami Malagón Farfalla ; cali-
ficándole de capaz de amadrigar la suplantación de una obra
literaria, y aun de hacerlo por sí , y considerando que consti-
tuye el delito de injuria toda expresión proferida por acción
ejecutada en deshonra^ descrédito ó menosprecio de una per-
sona : considerando que también constituye el mismo delito el
atribuir á una persona falta de moralidad : considerando que en el
APÉNDICES. 405
folleto referido, entre otros epítetos, se señala con el átFarfalla
al querellante , que, si bien examinándola gramaticalmente, no
parece ofensiva esta expresión , en que ordinariamente se toma:
considerando que la suposición de ser capaz de suplantar una
obra de Cervantes ó de amadrigar al suplantador de la misma,
envuelve una calificación de falta de moralidad, y que esto se
atribuye al Sr. Calderón por escrito ; Su Señoría, por ante mí el
escribano, dijo : Que debía de declarar y declara á D. Bartolo-
mé José Gallardo autor de injurias graves con publicidad y por
escrito; y teniendo presentes el artículo trescientos setenta y
nueve, los casos segundo y cuarto del trescientos ochenta, el
trescientos ochenta y uno, ciento nueve, cuarenta y nueve,
cuarenta y seis y cuarenta y siete del Código penal , dehia
de condenarle y le condenaba á sufrir die:^ y ocho meses de des-
tierro á distancia de die^ leguas de esta Corte, con prohibición de
entrar en ella durante el tiempo de la condena; al pago de todas
las costas y gastos del juicio, y no haciéndole de éstos, á un día
de prisión correccional por cada medio duro que importen, sin
que pueda exceder de dos años. Consúltese esta sentencia con
la Excma, Audiencia del territorio, adonde se remita la causa
original por conducto del limo. Sr. Regente, previa citación
y emplazamiento de las partes. Y por esta su sentencia, que
con fuerza de definitiva Su Señoría proveyó, así lo mandó y
firma , de que doy fe.
Francisco Sánchez Ocañ a.
Francisco Montoya.
índice
DEL TOMO SEGUNDO
CAPITULO IX,
«EL SOLITARIO» EN SEVILLA.
Sumario .—Los vencedores de la Granja despopulariz;>
dos. — Constitución de 1 837. — Nuevo cambio. — Los
moderados otra vez. — ^Estébanez, jefe político de Se-
villa.— Su entusiasmo por aquella ciudad. — Sus bue-
nos propósitos. — Creaciones administrativas. — Museo
y Liceo Bético. — La literatura en Sevilla. — 'Reseña de
las cosas políticas en 1838. — Actos y caída del gabine-
te Ofalia. — Ministerio del duque de Frías. — Continúa
la impotencia en los gobiernos.— Córdova , diputado. —
Su actitud en el Congreso. — Narvaez y el ejército de
reserva, — Discordias de Espartero, Córdova y Nar-
vaez.— Aspiración á que suba Córdova al poder. — Ra-
zones que abonaban este propósito. — Su posibilidad. —
Dejan Narvaez y Córdova á Madrid
capítulo X.
Pdgs.
KL PKONUNCIAMIENTO ÜE 1838 Y «EL SOLITARIO.))
Sumario. — Alarma súbita en Sevilla. — Los síndicos del
Ayuntamiento y el cabildo de 12 de Noviembre. — Su-
408 ((EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
puesto proyecto de desarme de la milicia. — Dejan sus
puestos las autoridades. — Relación del Ayuntamiento.
— La de Huidobro y Cortina. — Cuenta Estébanez el
caso. — Córdova y Narvaez en el pronunciamiento. —
Valor délas diversas justificaciones. — Las sociedades
secretas. — ¿Qué se proponían los fautores del movi-
miento?— Motivos distintos por que se comprometie-
ron ambos Generales. — Clara explicación déla conduc-
ta de Estébanez. — Cleonard y Espartero. — Desenlace
rápido de los sucesos. — Las tropas y los revoluciona-
rios. — Pone Córdova fin al pronunciamiento. — ¿Qiié
hizo en aquel entonces D. Manuel Cortina? — Consi-
deraciones generales. — Importancia posterior de todo
ello , 47
CAPÍTULO XI.
«EL SOLITARIO» EN LA VIDA PRIVADA.
Sumario. — -Vuelta á Málaga y matrimonio de Estébanez.
— Observaciones sobre la felicidad doméstica en gene-
ral, y la suya en particular. — Sinsabores en otras cosas.
— Inopinado término de la guerra civil. — Entusiasmo
de Estébanez. — Consuelos que ofrecen las letras. —
Triunfo personal de Espartero en 1840. — Vuelta de
Estébanez á Madrid. — ■ La Empresa de la sal. — Más
sobre libros viejos. — Viajes por la Península, Francia
é Inglaterra. — Pensamiento predominante de Estéba-
nez desde esta época, — La escarapela. — La marcha na-
cional.— Cuestión de Marruecos. — Patriotismo de Es-
tébanez. — Diferente punto de vista del autor de esta
obra. — Recuerdos históricos. — ¿Qwé fué la España de
otros tiempos y qué puede hoy ser? — Quijotismo de
nuestro espíritu nacional. — Lo que pretendía, en suma,
Estébanez 93
índice. 409
CAPÍTULO XII.
«EL SOLITARIO» HISTORIADO».
Sumar io.-'-'TrQS demostraciones prácticas del patriotismo
de Estébanez. — El Manual del Oficial en Marruecos.
—Fuentes de que se valió para escribirlo. — Su carác-
ter.— -Parte histórica, — Su estilo. — La batalla de Al-
cázar-Kebir. — Estébanez en la Academia de la Histo-
ria.— Su discurso. — Expedición á Italia. — Cartas al
duque de Valencia. — Sus juicios sobre el gobierno en
Roma, — La Historia de la Infantería Española, — Su
pensamiento y plan. — Auxiliares y trabajos ejecutados.
— Trozos dados á la publicidad. — Estébanez más artis-
ta que investigador. — Pintura del soldado almogávar.
—Vicisitudes y estado en que quedó aquella obra.— •
Trabajos inspirados por los suyos,— El duque de Auma-
le y la batalla de Rocroy, — La toma de Tetuán y dos
diferentes sonetos de El Solitario 137
CAPÍTULO XIII.
((EL SOLITARIO» Y D, BARTOLOMÉ J. GALLARDO.
Sumario, — Cuál sea la participación en el presente capítu-
lo del autor de esta obra. — Los verdaderos autores.—
Querella de Estébanez contra Gallardo. — Historia del
asunto por él contada. — El Buscapié. — Carta en que
califica Gallardo El Buscapié de falso, — Alude á Estéba-
nez, y apodos con que le designa, — Cólera de Estéba-
nez.— Confesión con cargos de Gallardo, en que zahiere
de nuevo á Estébanez y á un cierto deudo suyo de paso.
— Ampliación de dicha confesión, — Agravios que resul-
tan elogios. — Sentencia de primera instancia contra
Gallardo. — Muere éste en Alcoy. — Examen de las res-
pectivas ofensas. — Terrible soneto de Estébanez contra
Gallardo. — Benignidad relativa deéste. — Una falsa aser-
ción,— Carácter joco-serio y anticuado de la contienda.. . 187
410 ((EL SOLITARIO» Y SU TIEMPO.
capítulo XIV,
ÚLTIMOS AÑOS DE ((EL SOLITARIO.»
Sumario,-'-' Menor importancia de este período. — Lo que
resta que decir de la carrera de Estébanez. — Su ce-
santía en 1854. — Nuevos viajes. — Su jubilación. — Su
vuelta al servicio en 1856 como consejero de Estado. —
Sus Diputaciones á Cortes. — Es nombrado Senador
vitalicio. — La cuestión , y el último tratado sobre lími-
tes con Francia. — Discurso de Estébanez en este asun-
to. — Comienza sü decadencia. — Fallecimiento de su
mujer. — Situación de ánimo en que le deja este suceso.
— Su envejecimiento prematuro. — De los últimos tra-
bajos sueltos que hizo. — Colaboración en periódicos.
— Las vacaciones del muchacho. — Discurso suyo en Má-
laga, al ser nombrado Ministro el autor de la presente
obra. — Motivos que éste ha tenido para escribirla. —
Postreras consideraciones. .... 221
APÉNDICES.
APÉNDICE A »
Artículos de costumbres de D. Juan de Zahaleta.
Santiago el Verde en Madrid 261
El galán 269
La dama 276
APÉNDICE B.
Cartas de D. Serafín Estébanez Calderón sobre la expe-
dición española á Italia , 281
APÉNDICE C.
Cartas sobre varios asuntos 317
APÉNDICE D.
Documentos de la causa seguida contra D. Bartolomé
José Gallardo 393
FIN DEL ÍNDICE DEL TOMO II.
Este libro se acabó de imprimir
en Madrid, en casa de
Antonio Pére^ Dubrull ,
el 10 de Setiembre
del año de
i883.
i
I
COLECCIÓN
DE
ESCRITORES CASTELLANOS.
OBRAS PUBLICADAS.
Romancero espiritual del Maestro Valdivielso.— Un
tomo, con el retrato del Autor, y un prólogo del Rdo. Pa-
dre Mir, 4 pesetas. —Ejemplares especiales á 6, io,25, 3o,
y 25o pesetas.
Teatro de D. A, L. de Ayala.— Tomos i, ii y iii (el i.** con
el retrato del Autor), 5,4 y 4 pesetas.—Ejemplares espe-
ciales á 6, 7 V25 i<'S -25, 3o y 2bo pesetas.
Poesías de D. Andrés Bello, con un prólogo de don
íM. a. Caro, Director de la Academia Colombiana, y el re-
trato del Autor.— Un tomo, 4 pesetas.— Tiradas especia-
les de 6 á 2bo pesetas.
Odas , epístolas y tragedias, por D. M. Menén-
dez y Pelayo.— Un tomo de lxxxviii-3o/1. páginas, con el re-
trato del Autor y un prólogo de D. Juan Valera, 4 pesetas.
—Ejemplares especiales, á 6, 10, 20 y 3o pesetas.
Novelas cortas de D. Pedro a. de Alarcon. — i.* serie,
(con el retrato y la biografía del Autor) : Cuentos amato-
rios.—.2." serie: Historietas nacionales. — 3.^ serie : Na-
rraciones inverosímiles. — Tres tomos, á 4 pesetas cada
uno.
El Escándalo, novela, por el mismo.— Un tomo, 4
pesetas.
La Pródiga, novela, por el mismo.— Un tomo, 4 pe-
setas.
El Sombrero de tres picos, novela, por el mismo.
— Un tomo^ 3 pesetas.
Cosas que fueron , cuadros de costumbres , por el
mismo. — Un tomo, 4 pesetas.
La AlpuJARRA, por el mismo.— Un tomo, 5 pesetas.
Viajes POR España, por el mismo. — Un tomo, 4
pesetas.
El Solitario y su tiempo, biografía de D. Se-
rafín EsTÉBANEz Calderón, y crítica de sus
obras, por D. A. Cánovas del Castillo.— Tomo i, con
el retrato de D. Serafín Estébanez Calderón, 4 pesetas.—
Ejemplares especiales á 6, 10, 20 y 3o pesetas.
(De todas las obras del Sr. Alarcon hay ejemplares de
hilo numerados, á 10 pesetas.)
edición pequeña, de lujo.
La Perfecta casada, por el Maestro Fr. Luís de León,
con el retrato del Autor.— Un precioso tomito, con tira-
das especiales en pergamino, papel china, Japón é hilo
desde 2 á 5o pesetas ejemplar encuadernado.
OBRAS EN prensa.
Teatro de D. a. L. de Ayala.— Tomo iv.
Historia de las ideas estéticas en España, por
D. M. Menéndez y Pelayo.
El Solitario y su tiempo, por D. Antonio Cánovas
del Castillo. — Tomo 11.
Escenas andaluzas, por D. Serafín Estébanez Calde-
rón (El Solitario).
Derecho internacional, por D. Andrés Bello.
OBRAS EN PREPARACIÓN.
Teatro de D. A. L. de Ayala.-Tomo v.
MÁS VIAJES POR España, de D. P. A. de Alarcon.
Juicios literarios y artísticos, del mismo.
Obras de D. Alejandro Pidal y Mon.
Obras de D. José Eusebio Caro.
Obras de D. Juan Eugenio Hartzenbusch.
Historia de Carlos V, por Pedro Mexia (inédita).
Novelas escogidas, de Salas Barbadillo.
Obras escogidas, de P. Martín de Roa.
(Los pedidos de ejemplares ó suscriciones de la Colec-
ción de escritores castellanos se harán á-la librería de Mu-
rillo, calle de Alcalá, 7.)
OBRAS
DE
D. SEVERO CATALINA
La Mujer. — Un tomo, 4 pesetas.
Roma.— Tres tomos, 12 pesetas.
La verdad del progreso.— Un tomo, 4 pesetas.
Viaje de SS. MíM. á Portugal.— La Rosa de oro.
Discurso académico.-Un tomo, 4 pesetas.
Poesías, cantares y leyendas, por D. Mariano Cata-
lina, de la Real Academia Española.— Un tomo, 5 pe-
setas.
OTRAS OBRAS
(en diversas ediciones)
DE
D. PEDRO A. DE ALARCON,
DE QUE HAY EJEMPLARES
A LA VENTA EN LAS PRINCIPALES LIBRERÍAS.
Diario de un testigo de la guerra de África.
— Historia de lodos los combates de aquella campaña, en
que el Autor fué soldado voluntario : relación de los Je-
fes y Oficiales muertos en ella: descripción de Tetuán y
de las costumbres de Moros y Judíos.— Tres tomos, á 3
pesetas cada uno.
De Madrid a Ñapóles. — Relación del viaje del Autor
por Italia. Descripción de ciudades, monumentos, mu-
seos, etc.— Segunda edición , con 24. magníficas láminas.
—Un tomo en 4° mayor de 58o páginas, 7 pesetas.
Poesías. — Colección completa, con un prólogo de don
Juan Valera. — Un tomo, 5 pesetas.
El niÑo de la bola, novela.— Un tomo, 4 pesetas.
El final de Norma, novela.— Un tomo, 3 pesetas.
El Capitán Veneno, novela.— Un tomo, 3 pesetas.
Discursos sobre la moral en el arte, leídos por
los Sres. Alarcon y Nocedal al ser recibido públicamente
el primero en la Real Academia Española.— 2 pesetas.
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