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Full text of "Campos de Castilla"

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CAMPOS  DE  CASTILLA 


ANTONIO  MACHADO 


: : CAMPOS :  : 
DE  CASTILLA 


MADRID 
RENACIMIENTO 

SOCIEDAD  ANÓNIMA  EDITORIAL  ^  y 


Pontejos,  8. 

1912.  , 

1 2?  X'  I  t> 


,f1 


ES  PROPIEDAD 


ESTAm.ECTMJENTO  TIPOGRÁFICO  Y   EDITORIAL.  PONTEJGS,  8. 


RETRATO 


Mi  infancia  son  recuerdos  de  un  patio  de  Sevilla, 
y  un  huerto  claro  donde  madura  el  limonero; 
mi  juventud,  veinte  años  en  tierra  de  Castilla; 
mi  historia,  algunos  casos  que  lecordar  no  quiero. 

Ni  un  seductor  Mañara,  ni  un  Bradomín  he  sido, 
— ya  conocéis  mi  torpe  aliño  indumentario — 
mas  recibí  la  flecha  que  me  asignó  Cupido, 
y  amé  cuanto  ellas  pueden  tener  de  hospitalario. 

Hay  en  mi  venas  gotas  de  sangre  jacobina; 
pero  mi  verso  brota  de  manantial  sereno; 
y,  más  que  un  hombre  al  uso  que  sabe  su  doctrina, 
soy,  en  el  buen  sentido  de  la  palabra,  bueno. 


8 


ANTONIO  MACHADO 


Adoro  la  hermosura,  y  en  la  moderna  estética 
corté  las  viejas  rosas  del  huerto  de  Ronsard; 
mas  no  amo  los  afeites  de  la  actual  cosmética, 
ni  soy  un  ave  de  esas  del  nuevo  gay-trinar. 

Desdeño  las  romanzas  de  los  tenores  huecos 
y  el  coro  de  los  grillos  que  cantan  á  la  luna. 
A  distinguir  me  paro  las  voces  de  los  ecos, 
y  escucho  solamente  entre  las  voces,  una. 

¿Soy  clásico  ó  romántico?  No  sé.  Dejar  quisiera 
mi  verso,  como  deja  el  capitán  su  espada, 
famosa  por  la  mano  viril  que  la  blandiera, 
no  por  el  docto  oficio  del  forjador  preciada. 

Converso  con  el  hombre  que  siempre  va  conmigo; 
— quien  habla  solo,  espera  hablar  á  Dios  un  día — 
mi  soliloquio  es  plática  con  este  buen  amigo 
que  me  enseñó  el  secreto  de  la  filantropía. 


CAMPOS  DE  CASTILLA 


9 


Y  al  cabo,  nada  os  debo;  debéisme  cuanto  he  escrito . 
A  mi  trabajo  acudo,  con  mi  dinero  pago 

el  traje  que  me  cubre  y  la  mansión  que  habito, 
el  pan  que  me  alimenta  y  el  lecho  en  donde  yago. 

Y  cuando  llegue  el  día  del  último  viaje 

y  esté  al  partir  la  nave  que  nunca  ha  de  tornar, 
me  encontraréis  á  bordo,  ligero  de  equipaje, 
casi  desnudo,  como  los  hijos  de  la  mar. 


Á  ORILLAS  DEL  DUERO 


Mediaba  el  mes  de  Julio.  Era  un  hermoso  día. 
Yo,  solo,  por  las  quiebras  del  pedregal  subía, 
buscando  los  recodos  de  sombra,  lentamente. 
A  trechos  me  paraba  para  enjugar  mi  frente 
y  dar  algún  respiro  al  pecho  jadeante; 
ó  bien,  ahincando  el  paso,  el  cuerpo  hacia  adelante 
y  hacia  la  mano  diestra  vencido  y  apoyado 
en  un  bastón,  á  guisa  de  pastoril  cayado, 
trepaba  por  los  cerros  que  habitan  las  rapaces 
aves  de  altura,  hollando  las  hierbas  montaraces 
de  fuerte  olor — romero,  tomillo,  salvia,  espliego — 
Sobre  los  agrios  campos  caía  un  sol  de  fuego. 

Un  buitre  de  anchas  alas  con  magestuoso  vuelo 
cruzaba  solitario  el  puro  azul  del  cielo. 


ANTONIO  MACHADO 


Yo  divisaba,  lejos»  un  monte  alto  y  agudo, 
y  una  redonda  loma  cual  recamado  escudo, 
y  cárdenos  alcores  sobre  la  parda  tierra 
— harapos  esparcidos  de  un  viejo  arnés  de  guerra — 
las  serrezuelas  calvas  por  donde  tuerce  el  Duero 
para  formar  la  corva  ballesta  de  un  arquero 
en  torno  á  Soria. — Soria  es  una  barbacana 
hacia  Aragón  que  tiene  la  torre  castellana.  — 
Veía  el  horizonte  cerrado  por  colinas 
obscuras,  coronadas  de  robles  y  de  encinas; 
desnudos  peñascales,  algún  humilde  prado 
donde  el  merino  pace  y  el  toro  arrodillado 
sobre  la  hierba  rumia,  las  márgenes  del  río 
lucir  sus  verdes  álamos  al  claro  sol  de  estío, 
y,  silenciosamente,  lejanos  pasajeros, 
¡tan  diminutos! — carros,  jinetes  y  arrieros  — 
cruzar  el  largo  puente  y  bajo  las  arcadas 
de  piedra  ensombrecerse  las  aguas  plateadas 
del  Duero. 

El  Duero  cruza  el  corazón  de  roble 

de  Iberia  y  de  Castilla. 

¡Oh,  tierra  triste  y  noble, 


CAMPOS  DE  CASTILLA 


15 


la  de  los  alto  llanos  y  yermos  y  roquedas, 
de  campos  sin  arados,  regatos,  ni  arboledas; 
decrépitas  ciudades,  caminos  sin  mesones 
y  atónitos  palurdos  sin  danzas  ni  canciones 
que  aun  van,  abandonando  el  mortecino  hogar, 
como  tus  largos  ríos,  Castilla,  hacia  la  mar! 


Castilla  miserable,  ayer  dominadora, 
envuelta  en  sus  andrajos  desprecia  cuanto  ignora. 
<?Espera,  duerme  ó  sueña?  ¿La  sangre  derramada 
recuerda,  cuando  tuvo  la  fiebre  de  la  espada? 

]  X2^2L5fi-ffiH?X?>  ^Í?9>^^^^;  corre  ó  gira; 

cambian  la  mar  y  el  monte  y  el  ojo  que  los  mira, 
¿Pasó?  Sobre  sus  campos  aún  el  fantasma  yerra 
de  un  pueblo  que  ponía  á  Dios  sobre  la  guerra. 


La  madre  en  otro  tiempo  fecunda  en  capitanes 
madrastra  es  hoy  apenas  de  humildes  ganapanes. 
Castilla  no  es  aquella  tan  generosa  un  día 
cuando  Myo  Cid  Rodrigo  el  de  Vivar  volvía. 


16 


ANTONIO  MACHADO 


ufano  de  nueva  fortuna  y  su  opulencia, 
á  regalar  á  Alfonso  los  huertos  de  Valencia; 
ó  que,  tras  la  aventura  que  acreditó  sus  bríos, 
pedía  la  conquista  de  los  inmensos  ríos 
indianos  á  la  corte,  la  madre  de  soldados 
guerreros  y  adalides  que  han  de  tornar  cargados 
de  plata  y  oro  á  España  en  regios  galeones, 
para  la  presa  cuervos,  para  la  lid  leones. 
Filósofos  nutridos  de  sopa  de  convento 
contemplan  impasibles  el  amplío  firmamento; 
y  si  les  llega  en  sueños,  como  un  rumor  distante 
clamor  de  mercaderes  de  muelles  de  levante, 
no  acudirán  siquiera  á  preguntar  ¿que  pasa? 
Y  ya  la  guerra  ha  abierto  las  puertas  de  su  casa. 

Castilla  miserable,  ayer  dominadora, 
envuelta  en  sus  harapos  desprecia  cuanto  ignora. 

El  sol  va  declinando.  De  la  ciudad  lejana 
me  llega  un  armonioso  tañido  de  campana — 
—  ya  irán  á  su  rosario  las  enlutadas  viejas. — 


CAMPOS  DE  CASTILLA 


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De  entre  las  peñas  salen  dos  lindas  comadrejas; 

me  miran  y  se  alejan,  huyendo,  y  aparecen 

de  nuevo  ¡tan  curiosas!...  Los  campos  se  obscurecen. 

Hacia  el  camino  blanco  está  el  mesón  abierto 

al  campo  ensombrecido  y  al  pedregal  desierto. 


2 


i 


POR  TIERRAS  DE  ESPAÑA 


El  hombre  de  estos  campos  que  incendia  los  pinares 
y  su  despojo  aguarda  como  botín  de  guerra, 
antaño  hubo  raido  los  negros  encinares, 
talado  los  robustos  robledos  de  la  sierra. 


Hcy  ve  sus  pobres  hijos  huyendo  de  sus  lares; 
la  tempestad  llevarse  los  limos  de  la  tierra 
por  los  sagrados  ríos  hacia  los  anchos  mares; 
y  en  páramos  malditos  trabaja,  sufre  y  yerra. 

Es  hijo  de  una  estirpe  de  rudos  caminantes, 
pastores  que  conducen  sus  hordas  de  merinos 
á  Extremadura  fértil,  rebaños  trashumantes 
que  mancha  el  polvo  y  dora  el  sol  de  los  caminos. 


22 


ANTONIO  MACHADO 


Pequeño,  ágil,  sufrido,  los  ojos  de  hombre  astuto, 
hundidos,  recelesos;  movibles;  y  trazadas 
cual  arco  de  ballesta,  en  el  semblante  enjuto 
de  pómulos  salientes,  las  cejas  muy  pobladas. 

Abunda  el  hombre  malo  del  campo  y  de  la  aldea, 
capaz  de  insanos  vicios  y  crímenes  bestiales, 
que  bajo  el  pardo  sayo  esconde  un  alma  fea, 
esclava  de  los  siete  pecados  capitales. 

Los  ojos  siempre  turbios  de  envidia  ó  de  tristeza 
guarda  su  presa  y  llora  la  que  el  vecino  alcanza; 
ni  para  su  infortunio  ni  goza  su  riqueza; 
le  hieren  y  acongojan  fortuna  y  malandanza. 

El  numen  de  estos  campos  es  sanguinario  y  fiero; 
al  declinar  la  tarde,  sobre  el  remoto  alcor, 
veréis  agigantarse  la  forma  de  un  arquero, 
la  forma  de  un  inmenso  centauro  flechador. 


CAMPOS  DE  CASTILLA 


23 


Veréis  llanuras  bélicas  y  páramos  de  asceta 
—no  fué  por  estos  campos  el  bíblico  jardín — 
son  tierras  para  el  águila,  un  trozo  de  planeta 
por  donde  cruza  errante  la  sombra  de  Caín. 


I 


EL  HOSPICIO 


Es  el  hospicio,  el  viejo  hospicio  provinciano, 
el  caserón  ruinoso  de  ennegrecidas  tejas 
en  donde  los  vencejos  anidan  en  verano 
y  graznan  en  las  noches  de  invierno  las  cornejas. 

Con  su  frontón  al  Norte,  entre  los  dos  torreones 
de  antigua  fortaleza,  el  sórdido  edificio 
de  grieteados  muros  y  sucios  paredones, 
es  un  rincón  de  sombra  eterna.  ¡El  viejo  hospicio! 

Mientras  el  sol  de  Enero  su  débil  luz  envía, 
su  triste  luz  velada  sobre  los  campos  yermos, 
á  un  ventanuco  asoman,  al  declinar  el  día, 
algunos  rostros  pálidos,  atónitos  y  enfermos. 


28 


ANTONIO  MACHADO 


á  contemplar  los  montes  azules  de  la  sierra; 
ó,  de  los  cielos  blancos,  como  sobre  una  fosa, 
caer  la  blanca  nieve  sobre  la  fría  tierra, 
sobre  la  tierra  fría  la  nieve  silenciosa!... 


FANTASIA  ICONOGRÁFICA 


I 


La  calva  prematura 
brilla  sobre  la  frente  amplia  y  severa; 
bajo  la  piel  de  pálida  tersura 
se  trasluce  la  fina  calavera 


Mentón  agudo  y  pómulos  marcados 
por  trazos  de  un  punzón  adamantino; 
y  de  insólita  púrpura  manchados 
los  labios  que  soñara  un  florentino. 

Mientras  la  boca  sonreír  parece; 
los  ojos  perspicaces, 
que  un  ceño  de  atención  empequeñece, 
miran  y  ven,  profundos  y  tenaces. 


32 


ANTONIO  MACHADO 


Tiene  sobre  la  mesa  un  libro  viejo 
donde  posa  la  mano  distraída. 
Al  fondo  de  la  cuadra,  en  el  espejo, 
una  tarde  dorada  está  dormida. 


Montañas  de  violeta 
y  grisientos  breñales, 
la  tierra  que  ama  el  santo  y  el  poeta, 
los  buitres  y  las  águilas  caudales. 

Del  abierto  balcón  al  blanco  muro 
va  una  franja  de  sol  anaranjada 
que  inflama  el  aire,  en  el  ambiente  obscuro 
que  envuelve  la  armadura  arrinconada, 


UN  CRIMINAL 


3 


■J0 


El  acusado  es  pálido  y  lampiño. 
Arde  en  sus  ojos  una  fosca  lumbre 
que  repugna  á  su  máscara  de  niño 
y  ademán  de  piadosa  mansedumbre 


Conserva  del  obscuro  seminario 
el  talante  modesto  y  la  costumbre 
de  mirar  á  la  tierra  ó  al  breviario. 


Devoto  de  María, 
madre  de  pecadores, 
por  Burgos  bachiller  en  teología, 
presto  á  tomar  las  órdenes  menores. 


36 


ANTONIO  MACHADO 


Fué  SU  crimen  atroz.  Hartóse  un  día 
de  los  textos  profanos  y  divinos, 
sintió  pesar  del  tiempo  que  perdía 
enderezando  hipérbatons  latinos. 

Enamoróse  de  una  hermosa  niña; 
subiósele  el  amor  á  la  cabeza 
como  el  zumo  dorado  de  la  viña , 
y  despertó  su  natural  fiereza. 


En  sueños  vió  á  sus  padres — labradores 
de  mediano  caudal — iluminados, 
del  hogar  por  los  rojos  resplandores, 
los  campesinos  rostros  atezados. 

Quiso  heredar,  ¡Oh,  guindos  y  nogales 
del  huerto  familiar,  verde  y  sombrío, 
y  doradas  espigas  candeales 
que  colmarán  las  trojes  del  estío ! 


CAMPOS  DE  CASTILLA 


37 


Y  se  acordó  del  hacha  que  pendía 
en  el  muro,  luciente  y  afilada, 
el  hacha  fuerte  que  la  leña  hacía 
de  la  rama  de  roble  cercenada. 


Frente  al  reo,  los  jueces  en  sus  viejos 
ropones  enlutados, 
y  una  hilera  de  obscuros  entrecejos 
y  de  plebeyos  rostros — los  jurados. 


El  abogado  defensor  perora, 
golpeando  el  pupitre  con  la  mano; 
emborrona  papel  un  escribano, 
mientras  oye  el  fiscal  indiferente 
el  alegato  enfático  y  sonoro, 
y  repasa  los  autos  judiciales 
ó,  entre  sus  dedos,  de  las  gafas  de  oro 
acaricia  los  límpidos  cristales. 


38 


ANTONIO  AlACHADO 


Dice  un  ujier:  «Va  sin  remedio  al  palo». 
El  joven  cuervo  la  clemencia  espera. 
Un  pueblo  carne  de  horca,  la  severa 
justicia  aguarda  que  castiga  al  malo» 


AMANECER  DE  OTOÑO 

JJ  Julio  gomero  de  Jorres. 


Una  larga  carretera 
entre  grises  peñascales 
y  alguna  humilde  pradera ,  v  rv«> 

dondé  pacen  negros  toros; -^ax^ast  malezas,  jarales. 

Está  la  tierra  mojada 
por  las  gotas  del  rocío, 
y  la  alameda  dorada , 
hacia  la  curva  del  río. 
Tras  los  montes  de  violeta 
quebrado  el  primer  albor. 
A  la  espalda  la  escopeta, 
entre  sus  galgos  agudos,  caminando  un  cazador. 


NOCHE  DE  VERANO 


Es  una  hermosa  noche  de  verano. 
Tienen  las  altas  casas 
abiertos  los  balcones 
del  viejo  pueblo  á  la  anchurosa  plaza. 
En  el  amplio  rectángulo  desierto 
bancos  de  piedra,  evónimos  y  acacias, 
simétricos  dibujan 

sus  negras  sombras  en  la  arena  blanca. 
En  el  cénit,  la  luna  y  en  la  torre, 
la  esfera  del  reloj  iluminada. 
Yo  en  este  viejo  pueblo  paseando, 
solo,  como  un  fantasma. 


I 


PASCUA  DE  RESURRECCIÓN 


Mirad:  el  arco  de  la  vida  traza 

el  iris  sobre  el  campo  que  verdea. 

Buscad  vuestros  amores,  doncellitas 

donde  brota  la  fuente  de  la  piedra. 

En  donde  el  agua  ríe  y  sueña  y  pasa, 

allí  el  romance  del  amor  se  cuenta. 

¿No  han  de  mirar  un  día,  en  vuestros  brazos, 

atónitos,  el  sol  de  primavera,  . 

ojos  que  vienen  á  la  luz  cerrados, 

y  que  al  partirse  de  la  vida  ciegan? 

¿No  beberán  un  día  en  vuestros  senos 

los  que  mañana  labrarán  la  tierra? 

¡Oh,  celebrad  este  domingo  claro, 

madrecitas  en  flor,  vuestras  entrañas  nuevas! 

Gozad  esta  sonrisa  de  vuestra  ruda  madre. 

Ya  sub  hermosos  nidos  habitan  las  cigüeñas 

y  escriben  en  las  torres  sus  blancos  garabatos. 

4 


50 


ANTONIO  MACHADO 


Como  esmeraldas  lucen  los  musgos  de  las  peñas. 

Entre  los  robles  muerden 

los  negros  toros  la  menuda  hierba, 

y  el  pastor  que  apacienta  los  merinos 

su  pardo  sayo  en  la  montaña  deja. 


CAMPOS  DE  SORIA 


I 


Es  la  tierra  de  Soria  árida  y  fría. 
Por  las  colinas  y  las  sierras  calvas, 
verdes  pradillos,  cerros  cenicientos, 
la  primavera  pasa 
dejando  entre  las  hierbas  olorosis 
sus  diminutas  margaritas  blancas. 

La  tierra  no  revive,  el  campo  sueña, 
Al  empezar  Abril  está  nevada 
la  espalda  del  Moncayo; 
el  caminante  lleva  en  su  bufanda 
envueltos  cuello  y  boca,  y  los  pastores 
pasan  cubiertos  con  sus  luengas  capas. 


54  ANTONIO  MACHADO 


II 


Las  tierras  labrantías, 
como  retazos  de  estameñas  pardas, 
el  huertecillo,  el  abejar,  los  trozos 
de  verde  oscuro  en  que  el  merino  pasta, 
entre  plomizos  peñascales,  siembran 
el  sueño  alegre  de  infantil  arcadia. 
En  los  chopos  lejanos  del  camino, 
parecen  humear  las  yertas  ramas 
como  un  glauco  vapor — las  nuevas  hojas — 
y  en  las  quiebras  de  valles  y  barrancas 
blanquean  los  zarzales  florecidos 
y  brotan  las  violas  perfumadas. 


CAMPOS  DE  CASTILLA 


55 


III 


Es  el  campo  undulado,  y  los  caminos 
ya  ocultan  los  viajeros  que  cabalgan 
en  pardos  borriquillos, 
ya  al  fondo  de  la  tarde  arrebolada 
elevan  las  plebeyas  figurillas 
que  el  lienzo  de  oro  del  ocaso  manchan. 
Mas  si  trepáis  á  un  cerro  y  véis  el  campo 
desde  los  picos  donde  habita  el  águila, 
son  tornasoles  de  carmín  y  acero, 
llanos  plomizos,  lomas  plateadas, 
circuidos  por  montes  de  violeta, 
con  las  cumbres  de  nieve  sonrosada. 


56 


ANTONIO  MACHADO 


IV 


¡Las  figuras  del  campo  sobre  el  cielo! 
Dos  lentos  bueyes  aran 
en  un  alcor  cuando  el  otoño  empieza, 
y  entre  las  negras  testas  doblegadas 
bajo  el  pesado  yugo, 
pende  un  cesto  de  juncos  y  retama, 
que  es  la  cuna  de  un  niño; 
y  tras  la  yunta  marcha 
un  hombre  que  se  inclina  hacia  la  tierra, 
y  una  muíer  que  en  las  abiertas  zanjas 
arroja  la  semilla. 
Bajo  una  nube  de  carmín  y  llama 
en  el  oro  fluido  y  verdinoso 
del  Poniente  las  sombras  se  agigantan. 


CAMPOS  DE  CASTILLA 


57 


V 

La  nieve.  En  el  mesón  al  campo  abierto 
se  ve  el  hogar  donde  la  leña  humea 
y  la  olla  al  hervir  borbollonea. 
El  cierzo  corre  por  el  camino  yerto 
alborotaftido  en  blancos  torbellinos 
la  nieve  silenciosa. 

La  nieve  sobre  el  campo  y  los  camino .s. 
cayendo  está  como  sobre  una  fosa. 
Un  viejo  acurrucado  tiembla  y  tose 
cerca  del  fuego;  su  mechón  de  lana 
la  vieja  hila  y  una  niña  cose 
verde  ribete  á  su  estameña  grana. 
Padres  los  viejos  son  de  un  arriero 
que  caminó  sobre  la  blanca  tierra, 
y  una  noche  perdió  ruta  y  sendero, 
y  se  enterró  en  las  nieves  de  la  sierra. 
En  torno  al  fuego  hay  un  lugar  vacío 


58 


ANTONIO  MACHADO 


y  en  la  frente  del  viejo  de  hosco  ceño 

como  un  tachón  sombrío, 

— tal  el  golpe  de  un  hacha  sobre  un  leño. — 

La  vieja  mira  al  campo  cual  si  oyera 

pasos  sobre  la  nieve.  Nadie  pasa. 

Desierta  la  vecina  carretera, 

desierto  el  campo  en  torno  de  la  casa. 

La  niña  piensa  que  en  los  verdes  prados 

ha  de  correr  con  otras  doncellitas 

en  los  días  azules  y  dorados, 

cuando  crecen  las  blancas  margaritas. 


CAMPOS  DE  CASTILLA 


59 


VI 

Soria  fría,  Soria  pura^ 
cabeza  de  Extremadura, 
con  su  castillo  guerrero 
arruinado,  sobre  el  Duero; 
con  sus  murallas  roídas 
y  sus  casas  denegridas! 

Muerta  ciudad  de  señores 
soldados  ó  cazadores; 
de  portales  con  escudos 
de  cien  linajes  hidalgos, 
y  de  famélicos  galgos, 
de  galgos  flacos  y  agudos, 
que  pululan, 
por  las  sórdidas  callejas 
y  á  la  media  noche  ululan 
cuando  graznan  las  cornejas! 


ANTONIO  MACHADO 


¡Soria  fría!  La  campana 
de  la  Audiencia  da  la  una. 
Soria,  ciudad  castellana 
¡tan  bella!  bajo  la  luna. 


CAMPOS  DE  CASTILLA 


61 


VII 


¡Colinas  plateadas, 
grises  alcores,  cárdenas  roquedas 
por  donde  traza  el  Duero 
su  curva  de  ballesta 
en  torno  á  Soria;  oscuros  encinares, 
ariscos  pedregales,  calvas  sierras, 
caminos  blancos  y  álamos  del  río; 
tardes  de  Soria,  mística  y  guerrera, 
hoy  siento  por  vosotros,  en  el  fondo 
del  corazón,  tristeza, 
tristeza  que  es  amor!  ¡Campos  de  Soria 
donde  parece  que  las  rocas  sueñan, 
conmigo  váis!...  ¡Colinas  plateadas, 
grises  alcores,  cárdenas  roquedas! 


ANTONIO  MACHADO 


VIII 

He  vuelto  á  ver  los  álamos  dorados, 
álamos  del  camino  en  la  ribera 
del  Duero,  entre  San  Polo  y  San  Saturio, 
tras  las  murallas  viejas 
de  Soria — barbacana 
hacia  Aragón,  en  castellana  tierra. 

Estos  chopos  del  río,  que  acompañan 
con  el  sonido  de  sus  hojas  secas 
el  son  del  agua  cuando  el  viento  sopla, 
tienen  en  sus  cortezas 
grabadas  iniciales  que  son  nombres 
de  enamorados,  cifras  que  son  fechas. 
¡Alamos  del  amor  que  ayer  tuvisteis 
de  ruiseñores  vuestras  ramas  llenas; 
álamos  que  seréis  mañana  liras 


CAMPOS  DE  CASTILLA 


63 


del  viento  perfumado  en  primavera; 
álamos  del  amor  cerca  del  agua 
que  corre  y  pasa  y  sueña, 
álamos  de  las  márgenes  del  Duero, 
conmigo  váis,  mi  corazón  os  lleva! 


64 


ANTONJO  MACHy\DO 


IX 


jOh!,  sí,  conmigo  váis,  campos  de  Soria, 
tardes  tranquilas,  montes  de  violeta, 
alamedas  del  río,  verde  sueño 
del  suelo  gris  y  de  la  parda  tierra, 
agria  melancolía 
de  la  ciudad  decrépita , 
¿me  habéis  llegado  al  alma, 
ó  acaso  estabais  en  el  fondo  de  ella? 
¡Gente  del  alto  llano  numantino 
que  guarda  á  Dios  como  cristiana  vieja, 
que  el  sol  de  España  os  llene 
de  alegría,  de  luz  y  de  riqueza! 


LA  TIERRA  DE 
ALVARGONZÁLEZ 

AL  POETA  JUAN  R.  JIMÉNEZ 


5 


CAMPOS  DE  CASTILLA 


67 


I 


Siendo  mozo  Alvargonzález, 
dueño  de  mediana  hacienda, 
que  en  otras  tierras  se  dice 
bienestar  y  aquí,  opulencia, 
en  la  feria  de  Berlanga 
prendóse  de  una  doncella, 
y  la  tomó  por  mujer 
al  año  de  conocerla. 
Muy  ricas  las  bodas  fueron, 
y  quién  las  vió  las  recuerda, 
sonadas  las  tornabodas 
que  hizo  Alvar  en  su  aldea; 
hubo  gaitas,  tamboriles, 
flauta,  bandurria  y  vihuela, 
fuegos  á  la  valenciana 
y  danza  á  la  aragonesa. 


68 


ANTONIO  MACHADO 


II 

Feliz  vivió  Alvargonzález 
en  el  amor  de  su  tierra. 
Naciéronle  tres  varones, 
que  en  el  campo  son  riqueza, 
y,  ya  crecidos,  los  puso, 
uno  á  cultivar  la  huerta» 
otro  á  cuidar  los  merinos 
y  dió  el  menor  á  la  iglesia. 


CAMPOS  DE   CASTILLA  G9 


III 


Mucha  sangre  de  Caín 
tiene  la  gente  labriega 
y  en  el  hogar  campesino 
armó  la  envidia  pelea. 

Casáronse  los  mayores; 
tuvo  Alvargonzález  nueras, 
que  le  trujeron  zizaña 
antes  que  nietos  le  dieran. 

La  codicia  de  los  campos 
ve  tras  la  muerte,  la  herencia, 
no  goza  de  lo  que  tiene 
por  ansia  de  lo  que  espera. 

El  menor,  que  á  los  latines 
prefería  las  doncellas 
hermosas  y  no  gustaba 


70 


ANTONIO  MACHADO 


de  vestir  por  la  cabeza, 
colgó  la  sotana  un  día 
y  partió  á  lejanas  tierras. 
La  madre  lloró  y  el  padre 
dióle  bendición  y  herencia. 


CAMPOS  DE  CASTILLA 


71 


IV 

Alvargonzález  ya  tiene 
la  adusta  frente  arrugada, 
y  hacia  la  barba  platea 
el  bozo  azul  de  su  cara. 

Una  mañana  de  otoño 
salió  solo  de  su  casa; 
no  llevaba  sus  lebreles, 
agudos  canes  de  caza, 
j       Iba  triste  y  pensativo 
1   por  la  alameda  dorada; 
I  anduvo  largo  camino 
\  y  llegó  á  una  fuente  clara. 
Echóse  en  la  tierra;  puso 
sobre  una  piedra  la  manta, 
y  á  la  vera  de  la  fuente 
durmió  al  arrullo  del  agua. 


EL  SUEÑO 


CAMPOS  DE  CASTILLA 


75 


I 


Y  Alvargonzález  veía 
como  Jacob  una  escala 
que  il)a  de  la  tierra  al  cielo 
y  oyó  una  voz  que  le  hablaba. 
Mas  las  hadas  hilanderas 
entre  las  guedijas  blancas 
y  vellones  de  oro  han  puesto 
un  mechón  de  negra  lana. 


76 


ANTONIO  MACHADO 


II 

Tres  niños  están  jugando 
á  la  puerta  de  su  casa; 
entre  los  mayores  brinca 
un  cuervo  de  negras  alas. 
La  mujer  vigila,  cose 
y,  á  ratos,  sonríe  y  canta. 
—  Hijos  ¿qué  hacéis?  les  pregunta. 
Ellos  se  miran  y  callan. 
— Subid  al  monte,  hijos  míos, 
y  antes  que  la  noche  caiga 
con  un  brazado  de  estepas 
hacedme  una  buena  llama. 


CAMPOS  DE  CASTILLA 


77 


III 

Sobre  el  lar  de  Alvargonzález 
está  la  leña  apilada; 
el  mayor  quiere  encenderla, 
pero  no  brota  la  llama. 
— Padre,  la  hoguera  no  prende, 
está  la  estepa  mojada. 

Su  hermano  viene  á  ayudarle 
y  arroja  astillas  y  ramas 
sobre  los  troncos  de  roble; 
pero  el  rescoldo  se  apaga. 
Acude  el  menor  y  enciende, 
bajo  la  negra  campana 
de  la  cocina,  una  hoguera 
que  alumbra  toda  la  casa. 


78 


ANTONIO  MACHADO 


IV 

Alvargonzález  levanta 
en  brazos  al  más  pequeño 
y  en  sus  rodillas  lo  sienta: 
— Tus  manos  hacen  el  fuego... 
Aunque  el  último  naciste 
tu  eres  en  mi  amor  primero. 

Los  dos  mayores  se  alejan 
por  los  rincones  del  sueño , 
Entre  los  dos  fugitivos 
reluce  un  hacha  de  hierro. 


AQUELLA  TARDE... 


1 


CAMPOS  DE  CASTILLA 


81 


I 


Sobre  los  campos  desnudos, 
la  luna  llena  manchada 
de  un  arrebol  purpurino, 
enorme  globo,  asomaba. 
Los  hijos  de  Alvargonzález 
silenciosos  caminaban 
y  han  visto  al  padre  dormido 
junto  de  la  fuente  clara. 


82 


ANTONIO  MACHADO 


II 


Tiene  el  padre  entre  las  cejas 
un  ceño  que  le  aborrasca 
el  rostro,  un  tachón  sombrío 
como  la  huella  de  un  hacha. 
Soñando  está  con  sus  hijos, 
que  sus  hijos  lo  apuñaban; 
y  cuando  despierta  mira 
que  es  cierto  lo  que  soñaba. 


CAMPOS  DE  CASTILLA 


III 

A  la  vera  de  la  fuente 
quedó  Alvargonzález  muerto. 
Tiene  cuatro  puñaladas 
entre  el  costado  y  el  pecho 
por  donde  la  sangre  brota, 
mas  un  hachazo  en  el  cuello. 
Cuenta  la  hazaña  del  campo 
el  agua  clara  corriendo, 
mientras  los  dos  asesinos 
huyen  hacia  los  hayedos. 
Hasta  la  Laguna  Negra, 
bajo  las  fuentes  del  Duero, 
llevan  el  muerto,  dejando 
detras  un  rastro  sangriento; 
y  en  la  laguna  sin  fondo 
que  guarda  bien  los  secretos, 
con  una  piedra  amarrada 
á  los  pies,  tumba  le  dieron, 


84 


ANTONIO  MACHADO 


IV 


Se  encontró  junto  á  la  fuente 
la  manta  de  Alvargonzález 
y  camino  del  hayedo 
se  vió  un  reguero  de  sangre. 
Nadie  de  la  aldea  ha  osado 
á  la  laguna  acercarle, 
y  el  sondarla  inútil  fuera, 
que  es  la  laguna  insondable. 
Un  buhonero  que  cruzaba 
aquellas  tierras  errante, 
fué  en  Dauria  acusado,  presó 
y  muerto  en  garrote  infame. 


CAMPOS  DE  CASTILLA 


85 


V 


Pasados  algunos  meses 
la  madre  murió  de  pena. 
Los  que  muerta  la  encontraron, 
dicen  que  las  manes  yertas 
sobre  su  rostro  tenía, 
oculto  el  rostro  con  ellas. 


ANTONIO  MACHADO 


VI 


Los  hijos  de  Alvargonzález 
ya  tienen  majada  y  huerta, 
campos  de  trigo  y  centeno 
y  prados  de  fina  hierba-, 
en  el  olmo  viejo,  hendido 
por  el  rayo,  la  colmena, 
dos  yuntas  para  el  arado, 
un  mastín  y  cien  ovejas. 


I 


OTROS  DIAS 


Campos  de  castilla 


89 


I 


Ya  están  las  zarzas  floridas 
y  los  ciruelos  blanquean; 
ya  las  abejas  doradas 
liban  para  sus  colmenas, 
y  en  los  nidos  que  coronan 
las  torres  de  las  iglesias 
asoman  los  garabatos 
ganchudos  de  las  cigüeñas. 
Ya  los  olmos  del  camino 
y  chopos  de  las  riberas 
de  los  arroyos  que  buscan 
al  padre  Duero  verdean. 
El  cielo  está  azul,  los  montes 
sin  nieve  son  de  violeta. 
La  tierra  de  Alvargonzález 
se  colmará  de  riqueza; 
muerto  está  quien  la  ha  labrado 
mas  no  le  cubre  la  tierra. 


90 


ANTONIO  MACHADO 


II 


La  hermQsaJierra  de  Esgaña, 
adusta,  fina  y  guerrera^ 
Castilla,  de  largos  ríos, 
tiene  un  puñado  de  sierras 
entre  Soria  y  Burgos  como 
reductos  de  fortaleza, 
como  yelmos  crestonados 
y  Urbión  es  una  cimera. 


CAMPOS  DE  CASTILLA 


91 


III 

Los  hijos  de  Alvargonzález, 
por  una  empinada  senda, 
para  tomar  el  camino 
de  Salduero  á  Covaleda, 
cabalgan  en  pardas  muías 
bajo  el  pinar  de  Vinuesa. 
Van  en  busca  de  ganado 
con  que  volver  á  su  aldea, 
y  por  tierra  de  pinares 
larga  jomada  comienzan. 
Van  Duero  arriba,  dejando 
atrás  los  arcos  de  piedra 
del  puente  y  el  caserío 
de  la  ociosa  y  opulenta 
villa  de  indianos.  El  río, 
al  fondo  del  valle,  suena, 
y  de  las  cabalgaduras 


92 


ANTONIO  MACHADO 


los  cascos  baten  las  piedras. 
A  la  otra  orilla  del  Duero 
canta  una  voz  lastimera: 
«La  tierra  de  Alvargonzález 
se  colmará  de  riqueza, 
y  el  que  la  tierra  ha  labrado 
no  duerme  bajo  la  tierra. > 


CAMPOS  DE  CASTILLA 


IV 


Llegados  son  á  un  paraje 
en  donde  el  pinar  se  espesa, 
y  el  mayor,  que  abre  la  marcha, 
su  parda  muía  espolea, 
diciéndo:  démonos  prisa; 
porque  son  más  de  dos  leguas 
de  pinar  y  hay  que  apurarlas 
antes  que  la  noche  venga. 


Dos  hijos  del  campo,  hechos 
á  quebradas  y  asperezas, 
porque  recuerdan  un  día 
la  tarde  en  el  monte  tiemblan. 
iVUá  en  lo  espeso  del  bosc^ue 


94 


ANTONIO  MACHADO 


otra  vez  la  copla  suena: 
«La  tierra  de  Alvargonzález 
se  colmará  de  riqueza, 
y  el  que  la  tierra  ha  labrado 
no  duerme  bajo  la  tierra.» 


CAMPOS  DE  CASTILLA 


V 

Desde  Salduero  el  camino 
va  al  hilo  de  la  ribera; 
á  ambas  márgenes  del  río 
el  pinar  crece  y  se  eleva 
y  las  rocas  se  aborrascan 
al  par  que  el  valle  se  estrecha. 
Los  fuertes  pinos  del  bosque 
con  sus  copas  gigantescas 
y  sus  desnudas  raíces 
amarradas  á  las  piedras; 
los  de  troncos  plateados 
cuyas  frondas  azulean, 
pinos  jóvenes;  los  viejos 
cubiertos  de  blanca  lepra, 
musgos  y  liqúenes  canos 
que  el  grueso  tronco  rodean, 
Qolman  el  valle  y  se  pierden 


96 


ANTONIO  MACHADO 


rebasando  ambas  laderas. 

Juan,  el  mayor  dice:  Hermano, 

si  Blas  Antonio  apacienta 

cerca  de  Urbión  su  vacada, 

largo  camino  nos  queda. 

— Cuanto  hacia  Urbión  alarguemos 

se  puede  acortar  de  vuelta, 

tomando  por  el  atajo 

hacia  la  Laguna  Negra 

y  bajando  por  el  puerto 

de  Santa  Inés  á  Vinuesa. 

— Mala  tierra  y  peor  camino. 

Te  juro  que  no  quisiera 

verlos  otra  vez.  Cerremos 

los  tratos  en  Covaleda; 

hagamos  noche  y,  al  alba, 

volvámonos  á  la  aldea 

por  este  valle,  que,  á  veces, 

quien  piensa  atajar,  rodea. 


CAMPOS  DE  CASTILLA 


97 


Cerca  del  río  cabalgan 
los  hermanos  y  contemplan 
como  el  bosque  centenario 
al  par  que  avanzan,  aumenta, 
y  los  peñascos  del  monte 
el  horizonte  les  cierran. 
El  agua  que  va  saltando 
parece  que  canta  ó  cuenta: 
«La  tierra  de  Alvargonzález 
se  colmará  de  riqueza, 
y  el  que  la  tierra  ha  labrado 
no  duerme  bajo  la  tierra.» 


i 


CASTIGO 


-1 


CAMPOS  DE  CASTILLA 


101 


I 


Aunque  la  codicia  tiene 
redil  que  encierre  la  oveja, 
trojes  que  guardan  el  trigo, 
bolsas  para  la  moneda 
y  garras,  no  tiene  manos 
que  sepan  labrar  la  tierra. 
Así  á  un  año  de  abundancia 
siguió  un  año  de  pobreza. 


102 


ANTONIO  MACHADO 


II 

En  los  sembrados  crecieron 
las  amapolas  sangrientas; 
pudrió  el  tizón  las  espigas 
de  trigales  y  de  avenas; 
hielos  tardíos  mataron 
en  flor  la  fruta  en  la  huerta 
y  una  mala  hechicería 
hizo  enfermar  las  ovejas. 
A  los  dos  Alvargonzález 
maldijo  Dios  en  sus  tierras, 
y  al  año  pobre  siguieron 
luengos  años  de  miseria. 


CAMPOS  DE  CASTILLA 


103 


III 


Es  una  noche  de  itivierno. 
Cae  la  nieve  en  remolinos. 
Los  Alvargonzález  velan 
un  fuego  casi  extinguido. 
El  pensamiento  amarrado 
tienen  á  un  recuerdo  mismo 
y  en  las  ascuas  mortecinas 
del  hogar  los  ojos  fijos. 
No  tienen  leña  ni  sueño. 
Larga  es  la  noche  y  el  frío 
mucho.  Un  candilejo  humea 
en  el  muro  ennegrecido. 
El  aire  agita  la  llama, 
que  pone  un  fulgor  rojizo 
sobre  entrambas  pensativas 
testas  de  los  asesinos. 
El  mayor  de  Alvargonzález, 


104 


ANTONIO  MACHADO 


lanzando  un  ronco  suspiro, 
rompe  el  silencio  exclamando: 
—  Hermano  i  qué  mal  hicimos! 
El  viento  la  puerta  bate, 
hace  temblar  el  postigo 
y  suena  en  la  chimenea 
con  hueco  y  largo  bramido. 
Después  el  silencio  vuelve 
y  á  intervalos  el  pabilo 
del  candil  chisporrotea 
en  el  aire  aterecido. 
El  segundón  dijo:  ¡Hermano 
demos  lo  viejo  al  olvido! 


1=  { 


EL  VIAJERO 


CAMPOS  DE  CASTILLA 


1C7 


I 

Es  una  noche  de  invierno. 
Azota  el  viento  las  ramas 
de  los  álamos.  La  nieve 
ha  puesto  la  tierra  blanca. 
Bajo  la  nevada,  un  hombre 
por  el  camino  cabalga; 
va  cubierto  hasta  los  ojos, 
embozado  en  luenga  capa. 
Entrado  en  la  aldea,  busca 
de  Alvargonzález  la  casa, 
y  ante  su  puerta  llegado, 
sin  echar  pie  á  tierra,  llama. 


108 


ANTONIO  MACHADO 


II 


Los  dos  hermanos  oyeron 
una  aldabada  á  la  puerta 
y  de  una  cabalgadura 
los  cascos  sobre  las  piedras. 
Ambos  los  ojos  alzaron 
llenos  de  espanto  y  sorpresa 
— ¿Quién  es?  responda,  gritaron. 
— Miguel,  respondieron  fuera. 
Era  la  voz  del  viajero 
que  partió  á  lejanas  tierras. 


CAMPOS  DE  CASTILLA 


109 


III 


Abierto  el  portón,  entróse 
á  caballo  el  caballero 
y  echó  pie  á  tierra.  Venía 
todo  de  nieve  cubierto. 
En  brazos  de  sus  hermanos 
lloró  algún  rato  en  silencio. 
Después  dió  el  caballo  al  uno, 
al  otro,  capa  y  sombrero, 
y  en  la  estancia  campesina 
buscó  el  arrimo  del  fuego. 


110 


ANTONIO  MACHADO 


IV 


El  menor  de  los  hermanos» 
que  niño  y  aventurero 
fué  más  allá  de  los  mares 
y  hoy  torna  indiano  opulento, 
vestía  con  negro  traje 
de  peludo  terciopelo, 
ajustado  á  la  cintura 
por  ancho  cinto  de  Cuero. 
Gruesa  cadena  formaba 
un  bucle  de  oro  en  su  pecho. 
Era  un  hombre  alto  y  robusto, 
con  ojos  grandes  y  negros 
llenos  de  melancolía; 
la  tez  de  color  moreno 
y  sobre  la  frente  comba 
enmarañados  cabellos. 
El  hijo  que  saca  de  porte 


CAMPOS  DE  CASTILLA 


111 


señor  de  padre  labriego, 
á  quien  fortuna  le  debe 
amor,  poder  y  dinero. 
De  los  tres  Alvargonzález 
era  Miguel  el  más  bello; 
porque  al  mayor  afeaba 
el  muy  poblado  entrecejo 
bajo  la  frente  mezquina, 
y  al  segundo,  los  inquietos 
ojos  que  mirar  no  saben 
de  frente,  torvos  y  fieros. 


112 


ANTONIO  MACHADO 


V 

Los  tres  hermanos  contemplan 
el  triste  hogar  en  silencio; 
y  con  la  noche  cerrada 
arrecia  el  frío  y  el  viento. 
— Hermanos  ¿no  tenéis  leña? 
dice  Miguel. 

—  No  tenemos, 
responde  el  mayor. 

Un  hombre, 
milagrosamente,  ha  abierto 
la  gruesa  puerta  cerrada 
con  doble  barra  de  hierro. 
El  hombre  que  ha  entrado  tiene 
el  rostro  del  padre  muerto. 
Un  halo  de  luz  dorada 
orla  sus  blancos  cabellos. 
Lleva  un  haz  de  leña  al  hombro 
y  empuña  un  hacha  de  hierro. 


EL  INDIANO 


CAMPOS  DE  CASTILLA 


115 


I 


De  aquellos  campos  malditos, 
Miguel  á  sus  dos  hermanos 
compró  una  parte,  que  mucho 
caudal  de  América  trajo 
y  aún  en  tierra  mala,  el  oro 
luce  mejor  que  enterrado 
y  más  en  mano  de  pobres 
que  oculto  en  orza  de  barro. 

Dióse  á  trabajar  la  tierra 
con  fe  y  tesón  el  indiano, 
y  á  laborar  los  mayores 
sus  pegujales  tornaron. 

Ya  de  macizas  espigas, 
preñadas  de  rubios  granos 
á  los  campos  de  Miguel 
tornó  el  fecundo  verano; 
y  ya  de  alde^  en  alde^ 


116 


ANTONIO  MACHADO 


se  cuenta  como  un  milagro, 

que  los  asesinos  tienen 

la  maldición  en  sus  campos. 

El  pueblo  canta  una  copla 
que  narra  el  crimen  pasado; 
«A  la  orilla  de  la  fuente 
lo  asesinaron. 

¡Qué  mala  muerte  le  dieron 
los  hijos  malos! 
En  la  laguna  sin  fondo 
al  padre  muerto  arrojaron. 
No  duerme  bajo  la  tierra 
el  que  la  tierra  ha  labrado». 


CAMPOS  DE  CASTILLA 


117 


II 


Miguel,  con  sus  dos  lebreles 
y  armado  de  su  escopeta, 
hacia  el  azul  de  los  montes 
en  ura  tarde  serena, 
caminaba  entre  los  verdes 
chopos  de  la  carretera 
y  oyó  una  voz  que  cantaba: 
«No  tiene  tumba  en  la  tierra. 
Entre  los  pinos  del  valle 
del  Revinuesa, 
al  padre  muerto  llevaron 
hasta  la  Laguna  Negra». 


LA  CASA 


CAMPOS  DE  CASTILLA 


121 


I 

La  casa  de  Alvargonzález 
era  un  casona  vieja, 
con  cuatro  estrechas  ventanas, 
separada  de  la  aldea 
cien  pasos  y  entre  dos  olmos 
que,  gigantes  centinelas, 
sombra  le  dan  en  verano 
y  en  el  otoño,  hojas  secas. 

Es  casa  de  labradores , 
gente  aunque  rica  plebeya, 
donde  el  hogar  humeante 
con  sus  escaños  de  piedra 
se  ve  sin  entrar  si  tiene 
abierta  al  campo  la  puerta. 

Al  arrimo  del  rescoldo 
del  hogar  borbollonean 
dos  pucherrillos  de  barro 


ANTONIO  MACHADO 


que  á  dos  familias  sustentan. 

A  diestra  mano  la  cuadra 
y  el  corral,  á  la  siniestra 
huerto  y  abejar  y  al  fondo 
una  gastada  escalera, 
que  va  á  las  habitaciones, 
partidas  en  dos  viviendas. 

Los  Alvargozález  moran 
con  sus  mujeres  en  ellas. 
Á  ambas  parejas  que  hubieron, 
sin  que  lograrse  pudieran, 
dos  hijos,  sobrado  espacio 
les  da  la  casa  paterna. 

En  una  estancia  que  tiene 
luz  al  huerto,  hay  una  mesa 
con  gruesa  tabla  de  roble, 
dos  sillones  de  baqueta, 
colgado  en  el  muro  un  negro 
ábaco  de  enormes  cuentas 
y  unas  espuelas  mohosas 
sobre  un  arcón  de  madera. 

Era  una  estancia  olvidada 
donde  hoy  Miguel  se  aposenta. 


CAMPOS  DE  CASTILLA 


123 


Y  era  allí  donde  los  padres 
veían  en  primavera 
el  huerto  en  flor  y  en  el  cielo 
de  Mayo,  azul,  la  cigüeña 
— cuando  las  rosas  se  abren 
y  los  zarzales  blanquean— 
que  enseñaba  á  sus  hijuelos 
á  usar  de  las  olas  lentas. 

Y  en  las  noches  del  verano, 
cuando  la  calor  desvela, 
desde  la  ventana  al  dulce 
ruiseñor  cantar  oyeran. 

Fué  allí  donde  Alvargonzález , 
del  orgullo  de  su  huerta 
y  del  amor  de  los  suyos, 
sacó  sueños  de  grandeza. 

Cuando  en  brazos  de  la  madre 
vió  la  figura  risueña 
del  primer  hijo,  bruñida 
de  rubio  sol  la  cabeza , 
del  niño  que  levantaba 
las  codiciosas ,  pequeñas 
manos  á  las  rojas  guindas 


124 


ANTONIO  MACHADO 


y  á  las  moradas  ciruelas, 
aquella  tarde  de  otoño 
dorada»  plácida  y  buena, 
él  pensó  que  ser  podría 
feliz  el  hombre  en  la  tierra: 

Hoy  canta  el  pueblo  una  copla 
que  va  de  aldea  en  aldea. 
«¡Oh,  casa  de  Alvargonzález , 
qué  malos  días  te  esperan; 
casa  de  los  asesinos, 
que  nadie  llame  á  tu  puerta!» 


CAMPOS  DE  CASTILLA 


11 

Es  una  tarde  de  otoño. 
En  la  alameda  dorada 
no  quedan  ya  ruiseñores ; 
enmudeció  cigarra. 

Las  últimas  golondrinas 
que  no  emprendieron  la  marcha 
morirán,  y  las  cigüeñas 
de  sus  nidos  de  retamas, 
en  torres  y  campanarios , 
huyeron. 

Sobre  la  casa 
de  Alvargonzález ,  los  olmos 
sus  hojas  que  el  viento  arranca 
van  dejando.  Todavía 
las  tres  redondas  acacias, 
frente  el  atrio  de  la  iglesia 
conservan  verdes  sus  ramas 


ANTONIO  MACHADO 


y  las  castañas  de  Indias 
á  intervalos  se  desgajan 
cubiertas  de  sus  erizos; 
tiene  el  rosal  rosas  grana 
otra  vez,  y  en  las  praderas 
brilla  la  alegre  otoñada. 

En  laderas  y  en  alcores, 
en  ribazos  y  cañadas» 
el  verde  nuevo  y  la  hierba 
aún  del  estío  queraada 
alternan ;  los  serrijones 
pelados,  las  lomas  calvas, 
se  coronan  de  plomizas 
nubes  apelotonadas; 
y  bajo  el  pinar  gigante, 
entre  las  marchitas  zarzas 
y  amarillentos  heléchos, 
corren  las  crecidas  aguas 
á  engrosar  el  padre  río 
por  canchales  y  barrancas. 

Abunda  en  la  tierra  un  gris 
de  plomo  y  azul  de  plata , 
con  manchas  de  roja  herrumbre, 


CAMPOS  DE  CASTILLA 


127 


todo  envuelto  en  luz  violada . 

¡Oh,  tierras  de  Alvargonzález, 
en  el  corazón  de  España, 
tierras  pobres,  tierras  tristes, 
tan  tristes  que  tienen  alma! 

Páramos  que  cruza  el  lobo 
aullando  á  la  luna  clara 
de  bosque  á  bosque,  baldíos 
llenos  de  peñas  rodadas, 
donde  roída  de  buitres 
brilla  una  osamenta  blanca; 
pobres  campos  solitarios 
sin  caminos  ni  posadas, 
¡oh,  pobres  campQs.maldito«,U 
pobres  campos  de  mi^gatria!  |l 


LA  TIERRA 


CAMPOS  DE  CASTILLA 


131 


I 

Una  mañana  de  otoño, 
cuando  la  tierra  se  labra, 
Juan  y  el  indiano  aparejan 
las  dos  yuntas  de  la  casa. 
Martín  se  quedó  en  el  huerto 
arrancando  hierbas  malas. 


132 


ANTONIO  MACHADO 


II 

Una  mañana  de  otoño 
cuando  los  campos  se  aran , 
sobre  un  otero,  que  tiene 
el  cielo  de  la  mañana 
por  fondo,  la  parda  yunta 
de  Juan  lentamente  avanza. 

Cardos,  lampazos  y  abrojos, 
avena  loca  y  zizaña 
llenan  la  tierra  maldita , 
tenaz  á  poda  y  á  escarda. 

Del  corvo  arado  de  roble 
la  hundida  reja  trabaja 
con  vano  esfuerzo;  parece 
que  al  par  que  hiende  la  entraña 
del  campo  y  hace  camino 
se  cierra  otra  vez  la  zanja. 


CAMPOS  DE  CASTILLA 


133 


«Cuando  el  asesino  labre 
será  su  labor  pesada ; 
antes  que  un  surco  en  la  tierra 
tendrá  una  arruga  en  su  cara.» 


134 


ANTONIO  MACHADO 


III 


Martín  que  estaba  en  la  huerta 
cavando,  sobre  su  azada 
quedó  apo5^ado  un  momento; 
frío  sudor  le  bañaba 
el  rostro. 

Por  el  Oriente , 
la  luna  llena,  manchada 
de  un  arrebol  purpurino, 
lucía  tras  de  la  tapia 
del  huerto. 

Miguel  tenía 
la  sangre  de  horror  helada. 
La  azada  que  hundió  en  la  tierra 
teñida  de  sangre  estaba. 


CAMPOS  DE  CASTILLA 


135 


IV 


En  la  tierra  en  que  ha  nacido 
supo  afincar  el  indiano ; 
por  mujer  á  una  doncella 
rica  y  hermosa  ha  tomado. 

La  hacienda  de  Alvargonzález 
ya  es  suya,  que  sus  hermanos 
todo  le  vendieron,  casa, 
huerto ,  colmenar  y  campo. 


♦ 


LOS  ASESINOS 


CAMPOS  DE  CASTILLA 


139 


I 

Juan  y  Martín,  los  mayores 
de  Alvargonzález,  un  día 
pesada  marcha  emprendieron 
con  el  alba,  Duero  arriba. 

La  estrella  de  la  mañana 
en  el  alto  azul  ardía. 
Se  iba  tiñendo  de  rosa 
la  espesa  y  blanca  neblina 
de  los  valles  y  barrancos, 
y  algunas  nubes  plomizas 
á  Urbión,  donde  el  Duero  nace, 
como  un  turbante  ponían. 

Se  acercaban  á  la  fuente. 
El  agua  clara  corría 
sonando  cual  si  contara 
una  vieja  historia  dicha 
mil  veces  y  que  tuviera 


140 


ANTONIO  MACHADO 


mil  veces  que  repetirla. 

Agua  que  corre  en  el  campo 
dice  en  su  monotonia: 
I  Yo  sé  el  crimen  ¿no  es  un  crimen 
I  cerca  del  agua,  la  vida? 
Al  pasar  los  dos  hermanos 
relataba  el  agua  limpia: 
«A  la  vera  de  la  fuente 
Alvargonzález  dormía.» 


CAMPOS  DE  CASTILLA 


141 


II 


— Anoche  cuando  volvía 
á  casa— -Juan  á  su  hermano 
dijo — á  la  luz  de  la  luna 
era  la  huerta  un  milagro — 

Lejos,  entre  los  rosales, 
divisé  un  hombre  inclinado 
hacia  la  tierra;  brillaba 
una  hoz  de  plata  en  su  mano. 

Después  irguiose  y,  volviendo 
el  rostro,  dió  algunos  pasos 
por  el  huerto,  sin  mirarme, 
y  á  poco  lo  vi  encorvado 
otra  vez  sobre  la  tierra. 
Tenía  el  caballo  blanco. 
La  luna  llena  brillaba 
y  era  la  huerta  un  milagro.- 


ANTONIO  MACHADO 


III 


Pasado  habían  el  puerto 
de  Santa  Inés,  ya  mediada 
la  tarde,  una  tarde  triste 
de  Noviembre,  fría  y  parda 
Hacia  la  Laguna  Negra 
silenciosos  caminaban. 


CAMPOS  DE  CASTILLA 


143 


IV 


Cuando  la  tarde  caía, 
entre  las  vetustas  hayas 
y  los  pinos  centenarios, 
un  rojo  sol  se  filtraba. 

Era  un  paraje  de  bosque 
y  peñas  aborrascadas; 
aquí  bocas  que  bostezan 
ó  monstruos  de  fieras  garras; 
allí  una  informe  joroba 
allá  una  grotesca  panza, 
torvos  hocicos  de  fieras 
y  dentaduras  melladas, 
rocas  y  rocas  y  troncos 
y  troncos,  ramas  y  ramas. 
En  el  hondón  del  barranco 
la  noche,  el  miedo  y  el  agua. 


ANTONIO  MACHADO 


V 


Un  lobo  surgió,  sus  ojos 
lucían  como  dos  ascuas. 
Era  la  noche,  una  noche 
húmeda,  Oscura  y  cerrada. 

Los  dos  hermanos  quisieron 
volver.  La  selva  ululaba. 
Cien  ojos  fieros  ardían 
en  la  selva,  á  sus  espaldas. 


CAMPOS  DE  CASTILLA 


145 


VI) 

Llegaron  los  asesinos 
hasta  la  Laguna  Negra, 
agua  transparente  y  muda 
que  enorme  muro  de  piedra, 
donde  los  buitres  anidan 
y  el  eco  duerme,  rodea, 
agua  clara  donde  beben 
las  águilas  de  la  sierra, 
donde  el  jabalí  del  monte 
y  el  ciervo  y  el  corzo  abrevan, 
agua  pura  y  silenciosa 
que  copia  cosas  eternas, 
agua  impasible  que  guarda 
en  su  seno  las  estrellas. 
¡Padre!  gritaron;  al  fondo 
de  la  laguna  serena 
cayeron  y  el  eco  ¡padre! 
repitió  de  peña  en  peña. 

10 


I 


PROVERBIOS  Y  CANTARES 

i 


PROLOGO 


Nunca  perseguí  la  gloria 
n¡  dejar  en  la  memoria 
de  los  hombres  mi  canción; 
yo  amo  los  mundos  sutiles 
ingrávidos  y  gentiles 
como  pompas  de  jabón. 
Me  gusta  verlos  pintarse 
de  sol  y  grana,  volar 
bajo  el  cielo  azul,  temblar 
súbitamente  y  quebrarse. 


152 


ANTONIO  MACHADO 


I 


¿Para  qué  llamar  caminos  , 
á  los  surcos  del  azar?... 
Todo  el  que  camina  anda 
como  Jesús  sobre  el  mar. 


II 

A  quien  nos  justifica  nuestra  desconfianza 
llamamos  enemigo,  ladrón  de  una  esperanza. 
Jamás  perdona  el  necio  si  ve  la  nuez  vacía 
que  dió  á  cascar  al  diente  de  la  sabiduría. 


CAMPOS  DE  CASTILLA 


153 


III 

Nuestras  horas  son  minutos 
cuando  esperamos  saber, 
y  siglos  cuando  sabemos 
lo  que  se  puede  aprender. 


IV 

Ni  vale  nada  el  fruto 
cogido  sin  sazón... 
ni  aunque  te  elogie  un  bruto 
ha  de  tener  razón. 


154 


ANTONIO  MACHADO 


V 


De  lo  que  llaman  los  hombres 
virtud,  iusticia  y  bondad, 
una  mitad  es  envidia, 
y  la  otra,  no  es  caridad. 


VI 


Yo  he  visto  garras  fieras  en  las  pulidas  manos; 
conozco  grajos  mélicos  y  líricos  marranos... 
El  más  truhán  se  lleva  la  mano  al  corazón, 
y  el  bruto  más  espeso,  se  carga  de  razón. 


CAMPOS  DE  CASTILLA 


155 


VII 


En  preguntar  lo  que  sabes 
el  tiempo  no  has  de  perder... 
y  á  preguntas  sin  respuesta 
¿quién  te  podrá  responder? 


VIII 


El  hombre,  á  quien  el  hambre  de  la  rapiña  acucia, 
de  ingénita  malicia  y  natural  astucia, 
formó  la  inteligencia  y  acaparó  la  tierra. 
¡Y  aún  la  verdad  proclama!  ¡Supremo  ardid  de  guerra! 


156 


ANTONIO  MACHADO 


IX 


I        La  envidia  de  la  virtud 

I  hizo  á  Caín  criminal. 

?  ¡Gloria  á  Caín!  Hoy  el  vicio 

i  es  lo  que  se  envidia  más. 


X 


La  mano  del  piadoso  nos  quita  siempre  honor; 
mas  nunca  ofende  al  darnos  su  mano  el  lidiador. 
Virtud  es  fortaleza,  ser  bueno  es  ser  valiente; 
escudo,  espada  y  maza  llevar  bajo  la  frente; 
porque  el  valor  honrado  de  todas- armas  viste: 
no  sólo  para,  hiere,  y  más  que  aguarda,  embiste. 
Que  la  piqueta  arruine  y  el  látigo  flagele; 
la  fragua  ablande  el  hierro,  la  lima  pula  y  gaste, 
y  que  el  buril,  burile,  y  que  el  cincel,  cincele; 
la  espada  punce  y  hienda  y  el  gran  martillo,  aplaste. 


CAMPOS  DE  CASTILLA 


157 


XI 


¡Ojos  que  á  la  luz  se  abrieron 
un  día  para,  después, 
ciegos  tornar  á  la  tierra 
hartos  de  mirar  sin  ver! 


XII 


Es  el  mejor  de  los  buenos 
quien  sabe  que  en  esta  vida 
todo  es  cuestión  de  medida: 
un  poco  más,  algo  menos... 


158 


ANTONIO  MACHADO 


XIII 

Virtud  es  la  alegría  que  alivia  el  corazón 
mas  grave  y  desarruga  el  ceño  de  Catón. 
El  bueno  es  el  que  guarda,  cual  venta  del  camino, 
para  el  sediento,  el  agua,  para  el  borracho,  el  vino. 


XIV 

Cantad  conmigo  en  coro:  Saber,  nada  sabemos, 
de  arcano  mar  vinimos,  á  ignota  mar  iremos... 
Y  entre  los  dos  misterios  esta  el  enigma  grave; 
tres  arcas  cierra  una  desconocida  llave. 
La  luz  nada  ilumina  y  el  sabio  nada  enseña. 
¿Qué  dice  la  palabra?  ¿Qué  el  agua  de  la  peña? 


CAMPOS  DE  CASTILLA 


159 


XV 


El  hombre  es  por  natura  la  bestia  paradójica» 
un  animal  absurdo,  que  necesita  lógica. — 
Creó  de  nada  un  mundo  y,  su  obra  terminada, 
«Ya  estoy  en  el  secreto, — se  dijo — todo  es  nada.» 


XVI 


El  hombre  sólo  es  rico  en  hipocresía. 
En  sus  diez  mil  disfraces  para  engañar  confía; 
y  con  la  doble  llave  que  guarda  su  mansión 
para  la  ajena  hace  ganzúa  de  ladrón. 


160 


ANTONIO  MACHADO 


XVII 


¡Ah,  cuando  yo  era  niño 
soñaba  con  los  héroes  de  la  liiada! 
Ayax  era  más  fuerte  que  Diómedes, 
Héctor,  más  fuerte  que  Ayax, 
y  Aquiles  el  más  fuerte;  porque  era 
el  más  fuerte...  ¡Inocencias  de  la  infancia! 
¡  Ah,  cuando  yo  era  niño 
soñaba  yo  en  los  héroes  de  la  Iliada! 


XVIII 

El  casca-nueces- vacías, 
Colón  de  cien  vanidades, 
vive  de  supercherías 
que  vende  como  verdades. 


Campos  de  castilla 


161 


XIX 


¡Teresa,  alma  de  fuego; 
Juan  de  la  Cruz,  espíritu  de  llama; 
por  aquí  hay  mucho  írío^  padres,  nuestros 
corazoncitos  de  Jesús  se  apagan! 


XX 


Ayer  soñé  que  veía 
á  Dios  y  que  á  Dios  hablaba; 
y  soñé  que  Dios  me  oía... 
Después  soñé  que  soñaba. 


162 


AHtONIO  MACHADO 


XXI 


Cosas  de  hombres  y  mujeres, 
los  amoríos  de  ayer, 
casi  los  tengo  olvidados, 
si  íueron  alguna  vez. 


XXII 

No  extrañéis,  dulces  amigos, 
que  esté  mi  frente  arrugada. 
Yo  vivo  en  paz  con  los  hombres 
y  en  guerra  con  mis  entrañas. 


CAMPOS  DE  CASTILLA 


163 


XXIII 

Eran  ayer  mi«  dolores 
como  gusanos  de  seda 
que  iban  labrando  capullos; 
hoy  son  mariposas  negras. 

¡De  cuántas  flores  amargas 
he  sacado  blanca  cera! 
¡Oh,  tiempo  en  que  mis  pesares 
trabajaban  como  abejas! 

Hoy  son  como  avenas  locas 
ó  cizaña  en  sementera, 
como  tizón  en  espiga, 
como  carcoma  en  madera. 

Oh,  tiempo  en  que  mis  dolores 
tenían  lágrimas  buenas, 
y  eran  como  agua  de  noria 
que  va  regando  una  huerta. 
Hoy  son  agua  de  torrente 


1G4 


ANTONIO  MACHADO 


que  arranca  el  limo  á  la  tierra. 

Dolores  que  ayer  hicieron 
de  mi  corazón  colmena 
hoy  tratan  mi  corazón 
como  á  una  muralla  vieja; 
quieren  derribarla,  y  pronto, 
al  golpe  de  la  piqueta. 


CAMPOS  DE  CASTILLA 


165 


XXIV 


De  diez  cabezas,  nueve 
embisten  y  una  piensa. 
Nunca  extrañéis  que  un  bruto 
se  descuerne  luchando  por  la  idea. 


XXV 


Las  abejas  de  las  flores 
sacan  miel,  y  melodía 
del  amor,  los  ruiseñores; 
Dante  y  yo — perdón,  señores, — 
trocamos—perdón,  Lucía, — 
el  amor  en  Teología. 


166 


ANTONIO  MACHADO 


XXVI 


Poned  sobre  los  campos 
un  carbonero,  un  sabio  y  un  poeta. 
Veréis  como  el  poeta  admira  y  calla, 
el  sabio  mira  y  piensa... 
Seguramente  el  carbonero  busca 
las  moras  ó  las  setas. 
Llevadlos  al  teatro 
y  sólo  el  carbonero  no  bosteza. 
Quien  prefiere  lo  vivo  á  lo  pintado 
es  el  hombre  que  piensa,  canta  ó  sueña. 
El  carbonero  tiene 
Jlena  de  fantasías  la  cabeza, 


CAMPOS  DE  CASTILLA 


167 


XXVII 

Luz  del  alma,  luz  divina, 
faro,  antorcha,  estrella,  sol... 
Un  hombre  á  tientas  camina, 
lleva  á  la  espalda  un  farol 


168 


ANTONIO  MACHADO 


XXVIll 


Discutiendo  están  dos  mozos 
si  á  la  fiesta  del  lugar 
irán  por  la  carretera 
ó  campo  atraviesa  irán. 
Discutiendo  y  disputando 
empiezan  á  pelear. 
Ya  con  las  trancas  de  pino 
furiosos  golpes  se  dan; 
ya  se  tiran  de  las  barbas, 
que  se  las  quieren  pelar. 
Ha  pasado  un  carretero 
que  va  cantando  un  cantar: 
«Romero,  para  ir  á  Roma, 
lo  que  importa  es  caminar; 
á  Roma  por  todas  partes, 
por  todas  partes  se  va». 


HUMORADAS 


EN  TREN 


Yo  para  todo  viaje, 
-  siempre  sobre  la  madera 
de  mi  vagón  de  tercera — 
voy  ligero  de  equipaje. 
Si  es  de  noche,  porque  no 
acostumbro  á  dormir  yo, 
y  de  día,  por  mirar 
los  arbolitos  pasar, 
yo  nunca  duermo  en  el  tren, 
y,  sin  embargo,  voy  bien. 
¡Este  placer  de  alejarse! 
Londres,  Madrid,  Ponferrada, 
tan  lindos  para  marcharse... 
^o  molesto  es  la  llegada. 
Luego,  el  tren,  al  caminar, 
siempre  nos  hace  soñar. 


174 


ANTONIO  MACHADO 


y  casi,  casi  olvidamos 

el  jamelgo  que  montamos. 

¡Oh,  el  pollino 

que  sabe  bien  el  camino! 

¿Donde  estamos? 

¿Donde  todos  nos  bajamos? 

¡Frente  á  mí  va  una  monjita 

tan  bonita! 

Tiene  esa  expresión  serena 
que  á  la  pena 
da  una  esperanza  infinita. 
Y  yo  pienso:  Tú  eres  buena; 
porque  diste  tus  amores 
á  Jesús;  porque  no  quieres 
ser  madre  de  pecadores. 
Mas  tú  eres 
maternal, 

bendita  entre  las  mujeres, 
madrecita  virginal. 
Algo  en  tu  rostro  es  divino 
bajo  tus  cofias  de  lino. 
Tus  mejillas 

— esas  rosas  amarillas — 


Campos  de  castilla 


fueron  rosadas,  y,  luego, 
ardió  en  tus  entrañas  fuego; 
y  hoy,  esposa  de  la  Cruz, 
ya  eres  luz,  y  solo  luz... 
¡Todas  las  mujeres  bellas 
fueran,  como  tú,  doncellas 
en  un  convento  á  encerrarse!... 
Y  la  niña  que  yo  quiero 
¡ay!  ¡preferirá  casarse 
con  un  mocito  barbero! 
El  tren  camina  y  camina, 
y  la  máquina  resuella, 
y  tose  con  tos  ferina. 
¡Vamos  en  una  centella! 


CONSEJOS 


12 


CAMPOS  DE  CASTILLA 


179 


Sabe  esperar,  aguarda  que  la  marea  fluya , 
— así  en  la  costa  un  barco — sin  que  el  partir  te  inquiete; 
todo  el  que  aguarda  sabe  que  la  victoria  es  suya, 
porque  la  vida  es  larga  y  el  arte  es  un  juguete. 
Y  si  la  vida  es  corta 
y  no  llega  la  mar  á  tu  galera, 
aguarda  sin  partir  y  siempre  espera 
que  el  arte  es  largo  y,  además,  no  importa. 


profesión'  de  fe 


CAMPOS  DE  CASTILLA 


183 


Dtos^nojes  el  mar,  está  en  el  mar]  rid^^ 
como  luna  en  el  agua,  ó  aparece 
como  una  blanca  vela; 
en  el  mar  se  despierta  ó  se  adormece. 
Creó  la  mar  y  nace 
de  la  mar  cual  la  nube  y  la  tormenta; 
es  el  Creador  y  la  criatura  lo  hace; 
su  aliento  es  alma,  y  por  el  alma  alienta. 
Yo  he  de  hacerte,  mi  Dios,  cual  tú  me  hiciste, 
y  para  darte  el  alma  que  me  diste 
en  mí  te  he  de  crear.  Que  el  puro  río 
de  caridad  que  fluye  eternamente, 
fluya  en  mi  corazón.  jSeca,  Dios  mío,|f 
de  una  fe  sin  amor  la  turbia  fuente!  " 


MI  BUFÓN 


CAMPOS  DE  CASTILLA 


187 


El  demonio  de  mis  sueños 
ríe  con  sus  labios  rojos, 
sus  negros  y  vivos  ojos, 
sus  dientes  finos,  pequeños 
Y  jovial  y  picaresco 
se  lanza  á  un  baile  grotesco, 
luciendo  el  cuerpo  deforme 
y  su  enorme 

joroba.  Es  feo  y  barbudo 
y  chiquitin  y  panzudo. 
Yo  no  sé  por  qué  razón, 
de  mi  tragedia  bufón, 
te  ríes...  Mas  tu  eres  vivo 
por  tu  danzar  sin  motivo. 


I 


ELOGIOS 


CAMPOS   DE  CASTILLA 


191 


Á  Don  Miguel  de  Unamuno 

Por  su  libro  *  Vida  de  Don  Quijote  y  Sancho  ^ 

Este  Donquijotesco 
Don  Miguel  de  Unamuno,  fuerte  vasco, 
lleva  el  arnés  grotesco 
y  el  irrisorio  casco 

del  buen  manchego.  Don  Miguel  camina 
jinete  de  quimérica  montura, 
metiendo  espuela  de  oro  á  su  locura, 
sin  miedo  de  la  lengua  que  malsina. 
A  un  pueblo  de  arrieros, 
lechuzos  y  tahúres  y  logreros 
dicta  lecciones  de  Caballería. 
El  alma  desalmada  de  su  raza, 
que  bajo  el  golpe  de  su  férrea  maza 
aun  duerme,  puede  que  despierte  un  día. 
Quiere  enseñar  el  ceño  de  la  duda 


192 


ANTONIO  MACHADO 


antes  de  que  cabalgue,  al  caballero, 
cual  nuevo  Hamlet,  á  mirar  desnuda 
cerca  del  corazón  la  hoja  de  acero. 
Tiene  el  aliento  de  una  estirpe  fuerte 
que  soñó  más  allá  de  sus  hogares, 
y  que  el  oro  buscó  tras  de  los  mares. 
El  señala  la  gloria  tras  la  muerte. 
I  Quiere  ser  fundador  y  dice:  Creo, 
I  Dios  y  adelante  el  anima  española... 
I  Y  es  tan  bueno  y  mejor  que  fué  Loyola: 
I  sabe  á  Jesús  y  escupe  al  fariseo. 


CAMPOS  DE  CASTILLA 


Á  Juan  R.  Jiménez 
Por  su  libro  ^Artas  Tristes^ 

Era  una  noche  del  mes 
de  Mayo,  azul  y  serena, 
sobre  el  agudo  ciprés 
brillaba  la  luna  llena, 

Iluminando  la  fuente 
en  donde  el  agua  surtía, 
sollozando  intermitente. 
Solo  la  fuente  se  oía. 

Después  se  escuchó  el  acento 
de  un  oculto  ruiseñor. 
Quebró  una  racha  de  viento 
la  curva  del  surtidor. 

13 


194 


ANTONIO  MACHADO 


Y  una  dulce  melodía 
vagó  por  todo  el  jardín: 
entre  los  mirtos  tañía 
un  músico  su  violín. 

Era  un  acorde  lamento 
de  juventud  y  de  amor 
para  la  luna  y  el  viento, 
el  agua  y  el  ruiseñor. 

«El  jardín  tiene  una  fuente  ¡ 

¡ 

y  la  fuente  una  quimera...»  | 
Cantaba  una  voz  doliente, 
alma  de  la  primavera. 

Calló  la  voz  y  el  violín 
apagó  su  melodía. 
Quedó  la  melancolía 
vagando  por  el  jardín. 
Solo  la  fuente  se  oía. 


FIN 


INDI CE 


ÍNDICE 


Páginas, 


Retrato  ,  > .  5 

Á  orillas  del  Duero.   ii 

Por  tierra  de  España  «   19 

El  Hospicio     25 

Fantasía  iconográfica  ,   29 

Un  criminal   33 

Amanecer  de  otoño   39 

Noche  de  verano.   43 

Pascua  de  Resurrección   47 

Campos  de  Soria   51 

LA  TIERRA  DE  ALVARGONZÁLEZ   65 

El  sueño   73 

Aquella  tarde.   79 

Otros  días   87 


-  198 


ÍNDICE 


Páginas. 


Castigo  •  •  99 

El  viajero   105 

El  indiano   113 

La  casa                                                            ..  119 

La  tierra  a..   129 

Los  asesinos   137 

PROVERBIOS  Y  CANTARES   I47 

Prólogo   149 

HUMORADAS   169 

En  tren   171 

Consejos   177 

Profesión  de  fe   181 

Mi  bufón   185 

Elogios   189